Hoy en día, nos resulta difícil a las izquierdas conformar una visión diáfana de la histórica lucha de clases, aunque ésta no haya desaparecido como atributo de la explotación; muchas izquierdas han perdido la indefectibilidad del socialismo y se nos plantea muy compleja y nebulosa la lucha contra la nueva y excluyente sobre-imposición del mercado, entre otros problemas. Sin embargo, la izquierda está en condiciones de crecer y ganar, atrayendo hacia nuestros planteamientos al espontáneo movimiento social progresista emergente, impregnándolo de forma y contenido políticos. Obreros, campesinos, agricultores, empresarios medios y pequeños, desempleados, estudiantes, movimientos por la igualdad de derechos, como la comunidad homosexual, las feministas, comunidades pobres y excluidas en su lucha diaria por una vida digna, movimientos ambientalistas, entre otros, nos muestran a diario una ferviente lucha emancipadora.
La izquierda requiere profundizar en su teoría y en el análisis de la realidad para proponer y realizar los cambios históricos necesarios, integrando en ello a estas nuevas formas de solidaridad y lucha, que actúan dispersas. No se trata de implantar nuestra hegemonía política e ideológica, sino orientarlos en un pensamiento que sintonice su carácter independiente de lucha, con proyectos transformadores a escala local y nacional.
Es la dialéctica de lo general y de lo particular, de lo abstracto y de lo concreto, que incluye un momento analítico de las luchas que nos descubre las realidades nacionales, políticas, culturales, inscritas en ellas, con sus fracciones de clase en cambio permanente, etc. También incluye a la vez un momento sintético que nos descubre las identidades de fondo de todas esas luchas, mostrándonos sus relaciones internas y enseñándonos las lecciones que se extraen de ellas.
La relación entre la estrategia y la táctica políticas ha sido siempre un problema que ha generado debates en la izquierda a través de la historia. Sin embargo, la historia misma ha demostrado que los movimientos políticos de izquierda exitosos como el nuestro, han logrado percibir los momentos tácticos en su relación dialéctica con el objetivo estratégico (sin nunca perderlo de vista); han tenido presente siempre la categoría de totalidad, a la hora de analizar las tareas políticas inmediatas; han distinguido, más allá de los fenómenos superficiales del momento, los aspectos generales de tendencia de una época, y se han preocupado en todos los casos por incentivar la iniciativa política directa del campo popular como motor de transformación revolucionaria.
En la práctica, sin embargo, muchos movimientos políticos se pierden en las tareas del día a día, caen en la rutina, tienden a desligarse de los movimientos sociales, y poco a poco se dejan arrastrar por el chantaje institucional.
Hoy día suele hacerse la diferencia entre izquierdas políticas e izquierdas sociales. Hay, sin dudas, un cierto retraso de las primeras en relación a las segundas. Para decirlo de otro modo: los planteos políticos de fuerzas partidarias a veces han quedado cortos en relación a la dinámica que van adquiriendo movimientos sociales. Muchas veces las reacciones, protestas, o simplemente la modalidad que, en forma espontánea, han tomado las mayorías, no siempre se ven correspondidas por proyectos políticos articulados provenientes de las organizaciones de izquierda. Con variaciones, con tiempos distintos, pero sin dudas como efecto generalizado apreciable en toda Latinoamérica, hay un desfase entre masas y vanguardias. Lo cierto es que desde hace algunos años la reacción de distintos movimientos sociales ha abierto frentes contra el neoliberalismo rampante que se extiende sin límites por toda la región. (Rebelión: 2011)
El aggiornamento ideológico, que implicauna evolución cultural como se asegura sociológicamente, empieza por razonar que la cultura es parte inherente del proceso vital de la sociedad, por lo que no se puede ver como asunto aparte. También, las izquierdas debemos entender que las ideologías no son procesos acabados y por lo tanto hemos de permitir el libre flujo de ideas. Así mismo, entender que el futuro no se puede planificar de manera absoluta y tajante, pues los problemas sociales no están estructurados y tienen su propia dinámica causal, interrelacionándose e influyéndose en un contexto determinado que a su vez es mutable. Debemos abrirnos totalmente, sin elitismos, a todo lo que viene de las masas, en su mayoría marginadas de las decisiones y beneficios del sistema imperante.
Nuestra idea central es cambiar el fundamento de progreso, para diferenciarlo del capitalismo, anteponiendo la igualdad y la justicia para que todos y todas podamos gozar de los réditos, rescatando al planeta de la voracidad sin límites del imperio monopólico. La izquierda revolucionaria tiene como desafíos plantearse estrategias capaces de construir auténticas alternativas de poder y recuperar la movilización de masas en decadencia. Esto pasa por reconocer, más allá de los triunfalismos, algo que ya hoy es evidente: el reflujo de la movilización social y el envalentonamiento de laderecha y el imperialismo.
En este contexto, la teoría crítica de Marx, vuelve a ser el centro de las controversias teóricas en el mundo actual, referente revolucionario, fundamento filosófico y epistémico de nuestros nuevos proyectos anticapitalistas, nacionales y planetarios. Esto nada tiene que ver con resabios dogmáticos, ni resacas ideologistas, es más bien, el movimiento creciente de toma de conciencia de la necesidad de la revolución, por parte de amplias masas de proletarios y pueblos del orbe como la única vía para enfrentar y vencer la barbarie capitalista.
Pero creer emocionalmente, que las izquierdas están renaciendo con fuerza imparable, además de erróneo, puede ser irresponsable. Si el “progresismo” actual puede llevar a plantear un “capitalismo humano”, eso no es más que un camino muerto, o sumamente peligroso, incluso para las grandes mayorías populares. Pero creer que todo está perdido, es más irresponsable aún. En ese sentido, entonces, la utopía de un mundo nuevo no ha muerto porque ni siquiera ha terminado de nacer (Colussi: 2012)
No podremos conseguirlo todo de golpe, pero sí podemos montar una infraestructura realmente democrática que posibilite el cambio social. De esto se trata fundamentalmente, de romper el dique para que el agua fluya por fin. No se romperá solo, no lo romperán quienes lo necesitan para perpetuar su dominio, lo deberemos romper los pueblos. No se romperá desde arriba, sólo podrá romperse desde abajo.
Sería ilusorio pensar que la tarea de las izquierdas hoy, debe limitarse simplemente al poder de convocatoria en campañas electorales y el logro de victorias que luego no se traduzcan en posibilidades reales de transformación significativa de las estructuras socioeconómicas hasta ahora imperantes. Uno de las cuestiones cruciales que puede diferenciar sustancialmente a las izquierdas en el poder, es el de las movilizaciones populares a favor de la radicalización de los procesos políticos.
La oligarquía y el neocolonialismo, hoy levantan la bandera de la democracia, una democracia que es excluyente, pues tiene a la base la “gobernabilidad” del mercado, por lo que, amplios sectores nacionales empiezan a reaccionar contra este modelo que se intenta consolidar.
Repensar y radicalizar la democracia son las tareas más inmediatas que debeasumir laizquierda.Sin embargo, no se debe perder de vista que esta lucha democrática tiene un doble carácter, uno burgués, si solo se trata de defender la Constitución liberal, y un carácter proletario, si caminamos en pos de construir una democracia popular, que no es posible sin cambios económico-sociales radicales y, por consiguiente, si la lucha democrática no adquiere un contenido de soberanía, autodeterminación, anti oligárquico y anti imperialista.