Cuando se intenta una descripción geopolítica del mundo, a menudo se tiende a comparar la situación actual con la de configuraciones anteriores. De hecho, mucha gente relaciona las tensiones entre las principales potencias actuales con las rivalidades interimperialistas que precedieron a la Primera Guerra Mundial (y que la provocaron). Otros imaginan un regreso a la Guerra Fría (1945-1991), al mundo tripolar, cuando, además de la división Este-Oeste, surgió un Tercer Mundo más o menos anticolonial y más o menos no alineado. ¿No se habla hoy del Sur global?
El planeta ha experimentado varios tipos de globalización, al menos desde el siglo XVIII. La actual globalización capitalista neoliberal vigente desde finales de los años 1970 es mucho más penetrante y general que las anteriores. Está bien descrita por lo que Immanuel Wallerstein llamó el sistema mundo, en el que todo el mundo está inmerso y al que todo el mundo contribuye, independientemente de las diferencias en los sistemas políticos y la competencia entre entidades económicas transnacionales.
Conceptos del pasado
Por supuesto se puede encontrar en la configuración actual algunas características que recuerdan a configuraciones pasadas: un imperialismo dominante (estadounidense, con sus aliados occidentales más o menos vasallos) pero en declive, una China en ascenso, potencias capitalistas que pasan de la competencia a la confrontación. El vocabulario de la época de la Guerra Fría está abundantemente actualizado: choque entre democracias (ayer el mundo libre) y totalitarismos, aspiración al no alineamiento y hoy se dice a la multipolaridad, confrontación de un Sur global (¿anticolonial?) con un Occidente global (¿neocolonial?), etc.
Estos conceptos, más o menos sacados de sus contextos históricos, son aprovechados hoy por diversos operadores en sus discursos y propaganda. ¿De qué valores democráticos están hablando estos gobiernos occidentales, fanáticos de la indignación de geometría variable y de la connivencia con los dictadores? ¿De qué multipolaridad están hablando las potencias autoritarias e imperialistas en ascenso, porque, si es legítimo cuestionar la gestión inequívoca del mundo, la multipolaridad tal como la reivindican estas potencias es sobre todo un mantra del autoritarismo, como bien ha analizado la feminista marxista india Kavina Krisna.
Una situación global sin precedentes
Estamos viviendo una revolución tecnológica fundamental (informática, biológica, etc.), lo que modifica muchas cosas, incluso en los mecanismos de reproducción de la hegemonía capitalista, pero tales mutaciones no son nuevas, estamos en la tercera revolución industrial (después de la de la máquina de vapor y la de la electricidad) gracias a las cuales se fortaleció el capitalismo…
Estamos viviendo también una crisis del capitalismo financiero, que las autoridades reguladoras del capitalismo intentan dominar, pero que sin duda provocará nuevas fiebres, después del espasmo de 2008. Esto tampoco es nuevo, pero a nadie le preocupan, con razón, los fenómenos de crisis políticas que provoca, incluido el ascenso bastante generalizado de la extrema derecha, que recuerda a los años treinta.
Pero varios elementos no tienen precedentes.
El movimiento moderno por la emancipación de la mujer y la igualdad de género (y la concomitante libertad de orientación sexual) nació hace más de un siglo, pero durante una generación ha estado resonando en todo el mundo. Pero el feminismo provoca una verdadera revolución antropológica que sacude a todas las sociedades.
La crisis ecológica, es decir la combinación del cambio climático, el colapso de la biodiversidad y los envenenamientos por las contaminaciones, está alcanzando un nivel gravísimo y pone en duda los paradigmas del progreso.
En principio, el capitalismo es capaz de adaptarse a él; en la práctica, en igualdad de condiciones, no tendrá tiempo dado el crecimiento exponencial de los destrozos: catástrofes naturales como el aumento del nivel del mar, hambrunas, migraciones forzadas, que provocarán, provocan ya, conflictos y tensiones más o menos violentos (el Departamento de Defensa estadounidense considera desde 2007 que este es el mayor riesgo de inseguridad para Estados Unidos).
Todo lo anterior, sumado a las crisis económicas y políticas tradicionales y a las cuestiones existenciales de género por un lado, y la supervivencia del planeta por el otro, explica que hayamos entrado en una era de la angustia, donde el miedo se convierte, o se convertirá, en un factor político importante. Un miedo que impacta en los proyectos sociales optimistas, el de los socialistas progresistas y defensores de los comunes, el de los capitalistas liberales y los promotores del liberalismo económico.
Esto promueve, en todo el mundo, lo que Jean-François Bayard y otros llaman la Revolución Conservadora, de diferentes maneras según las latitudes y los climas, de Trump a Putin, Zemmour, Bolsonaro o Modi, con sus formas religiosas radicales (no sólo musulmanas), sus demagogias populistas, sus constantes racistas y xenófobas, y la mayoría de las veces antifeministas, anti-LGBT y antiecologistas.
Para quienes reivindican aspiraciones socialistas de una forma u otra, los principios del internacionalismo permanecen, su implementación se realiza en el contexto actual que no es ni el de los años 1913-14 (que por otra parte fueron el de su derrota) ni el de los años 1960-1970.
Ni en un derrotismo revolucionario antiimperialista abstracto, ni en un campismo consistente en oponerse a un único enemigo principal o encontrar virtudes en los imperialismos menores porque se oponen a este villano principal (y americano).
Para las personas que ven la paz como un objetivo, los principios de la paz no se limitan a la no guerra entre Estados. La definición de seguridad humana dada en 1994 en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) implica que la verdadera paz significa la seguridad de las personas (física, social, política, cultural, de salud, etc.).
La dificultad es dar vida a estos principios, definir objetivos políticos y sociales para hacerlos concretos en la realidad local o general. Por ejemplo en Europa, en nuestra situación, la de la guerra en Ucrania, la tendencia generalizada hacia la remilitarización, las diversas inseguridades y en el contexto global brevemente descrito anteriormente.
Y por ejemplo sobre las instituciones responsables de la seguridad.
La OTAN, mitos y realidades
Después de la Segunda Guerra Mundial, en Europa y en todo el mundo, se preveía crear instituciones que supuestamente garantizarían la paz y la seguridad, empezando por supuesto por la ONU. La guerra fría agarrotó o desvió estas instituciones, por ejemplo, en el caso europeo, el Consejo de Europa que fue durante todo el período una asamblea cuya función era oponerse al bloque soviético, pero que al mismo tiempo fue garante de la Convención Europea de Derechos Humanos (un texto hoy cuestionado por la extrema derecha y parte de la derecha).
Tras el fin de la Guerra Fría, el Consejo de Europa se amplió gradualmente para incluir a Rusia y Azerbaiyán, pero sirvió de poco, y la nueva Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), responsable como su nombre indica de gestionar los conflictos, ha estado en gran medida paralizada y privada de recursos.
Por otra parte, la OTAN ha prosperado.
Recordemos que la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) es la rama operativa de la Alianza Atlántica, organización político-militar creada en 1949, competente en la zona del Atlántico Norte (concretamente inicialmente incluía la Argelia francesa y el Mediterráneo hasta Turquía), implícitamente constituída contra el bloque soviético.
El Pacto de Varsovia fue constituído por la URSS y las democracias populares de Europa Central en 1956, después de que Alemania Occidental se uniera a la OTAN. En 1965, De Gaulle no abandonó la OTAN, ya que no abandonó la Alianza Atlántica, abandonó su Mando Integrado (instalado en París y Versalles, tuvo que trasladarse a Bruselas) y expulsó a las decenas de miles de soldados estadounidenses y canadienses estacionados en Francia.
Después de la caída del bloque soviético, los gobiernos de los estados miembros del Pacto de Varsovia (incluida Rusia) decidieron disolver el Pacto, y luego todos (incluida Rusia) decidieron entrar en Partenariados para la Paz con la OTAN.
En su mayor parte, estas asociaciones servirán como antecámaras para la adhesión a la OTAN, aunque se negó la adhesión a Ucrania y Georgia (por Alemania y Francia en 2008), una vez considerada para Rusia, idea rápidamente abandonada tanto por el lado estadounidense como por el ruso. La única promesa explícita que los principales Estados miembros de la OTAN hicieron a Gorbachov fue que no habría ningún despliegue de tropas de la OTAN en Alemania Oriental (aunque una Alemania reunificada estaría bien en la OTAN).
En ese momento, los estadounidenses se preguntaban sobre el futuro de la OTAN; de ahí las conversaciones con los soviéticos sobre su posible no ampliación, ¡mientras que los europeos, especialmente Margaret Thatcher, estaban ferozmente a favor de la persistencia de la OTAN para mantener a Alemania bajo control!
Durante todo el período de la Guerra Fría, la OTAN se contentó con realizar los war games [juegos de guerra] (la guerra imaginaria, diría la británica Mary Kaldor), de los que los franceses se retiraron cuando el juego implicaba el uso de la energía nuclear… La OTAN nunca intervino a pesar de que hubo guerras en casi todas partes en las que participaron países de la OTAN.
Fue la guerra en Bosnia-Herzegovina la que legitimó a la nueva OTAN, ya que allí tuvo lugar la primera operación armada de toda su historia en el verano de 1995. Luego, la OTAN intervino masivamente como tal en la guerra de Kosovo (1999), no sin problemas ya que entonces aparecieron grandes diferencias tácticas en su interior…
Y entonces, ¿qué es hoy la OTAN?
¿Una alianza? Sí, pero totalmente asimétrica. Los estadounidenses vieron interés en el uso de la OTAN en la ex Yugoslavia porque era una manifestación simbólica y concreta de su preeminencia sobre los europeos. Son los estadounidenses quienes deciden si utilizar o no la OTAN y cómo.
Todos los puestos militares clave están reservados para los estadounidenses, y el puesto civil de secretario general se deja a una personalidad florero, generalmente de un país pequeño. Durante la reintegración de Francia en 2009, el Mando Integrado se dividió en dos, un ACO (Mando Operativo) todavía dirigido por un estadounidense y que manda, y un ACT (Mando de Transformación), implícitamente reservado a un francés y que transforma… realmente no se sabe qué.
Los estadounidenses consultan a menudo con los británicos, a veces con los canadienses, a veces escuchan las quejas de los franceses o los alemanes y deciden. Durante la operación militar más larga jamás organizada por la Alianza –que decidió que el Atlántico Norte se expandiese, ya que estuvo en Afganistán de 2001 a 2021– las decisiones las tomaron solo los estadounidenses (Operación Libertad Duradera), quedando subordinada la OTAN; los franceses, en desacuerdo con la línea estadounidense, se retiraron discretamente en 2014, sin debate, y además nunca hubo un debate serio (al menos público) sobre esta campaña durante veinte años en los órganos de la OTAN, el Consejo del Atlántico Norte, la reunión de los ministros y ministras de asuntos exteriores y Asamblea Parlamentaria de la OTAN, estos organismos se felicitan por el gran éxito de la interoperabilidad de las fuerzas comprometidas, ¡a pesar de la inmensa derrota sufrida contra los talibanes!
Durante la primera fase de la Guerra Fría, Estados Unidos inició un sistema de alianzas similar a la OTAN, el CENTO en Oriente Medio, el SEATO en Asia-Pacífico complementado por tratados bilaterales con Japón (AMPO) y Corea del Sur. Las organizaciones colectivas han desaparecido, se impone el modelo de acuerdos bilaterales y la OTAN desempeña un papel de agencia.
La OTAN es de hecho una agencia. Por un lado, la OTAN crea estándares en términos de armas y procedimientos. Estas normas se imponen a los ejércitos de los países miembros, pero también a muchos otros ejércitos considerados amigos oficiales o no, como Suecia y Finlandia (mucho antes de que expresaran su deseo de unirse a la organización), Suiza, Austria, Israel, Marruecos, Egipto, las petromonarquías árabes, Pakistán, Australia, Nueva Zelanda, Taiwán, Corea del Sur, Japón…
Por otra parte, esta agencia tiene la enorme ventaja de favorecer la compra de armas estadounidenses, aunque sea en detrimento de las francesas o eventualmente alemanas, españolas, coreanas… La agencia de la OTAN puede intervenir como proveedora de servicios en operaciones cívico-militares como la seguridad en Kosovo, la represión de la piratería en el Océano Índico y proporcionar numerosos informes acordes con los tiempos, como por ejemplo sobre la lucha contra el calentamiento global e incluso la ecologización de los ejércitos (al menos en teoría…).
En relación con Ucrania, por ejemplo, la Alianza Atlántica nunca ha decidido nada, pero la agencia de la OTAN facilita la logística para la aplicación de las decisiones tomadas por los Estados.
Por último, muchos Estados miembros y, a menudo, también la mayoría de la opinión pública de estos países ven a la OTAN como una póliza de seguro. Con razón o sin ella, lo ven como una protección contra un ataque a gran escala –una amenaza que se percibe como proveniente de Rusia en Europa central o Escandinavia, gracias al supuesto –y muy aleatorio– paraguas nuclear estadounidense y/o al artículo 5 de la Carta del Atlántico que establece que un ataque a un miembro se considerará un ataque a todos los demás.
Esta OTAN bajo control estadounidense también es vista como una forma, para muchos países miembros, de no depender demasiado de los grandes nombres europeos -franceses, británicos, alemanes- que no han dejado sólo buenos recuerdos, ni de estar protegidos contra sus vecinos (por ejemplo para Montenegro, los serbios, etc.), aunque en las disputas entre Estados miembros la OTAN no es necesariamente considerada como árbitro (los griegos critican a la OTAN por favorecer a Turquía). Finalmente, este seguro de la OTAN ha permitido a muchos países reducir sus presupuestos militares hasta 2022, muy por debajo de la recomendación de la OTAN del 2% del presupuesto de cada país.
¿Qué seguridad, qué debates?
En el mundo actual, ante los desafíos clásicos y nuevos que hemos descrito, algunos Estados intentan transformar las alianzas más o menos bilaterales y cíclicas en bloques, pero la realidad del sistema mundial es mucho más fluida que la del siglo XX.
Los BRICS por ejemplo (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica – ampliados en 2023 a Irán, Arabia Saudita, los Emiratos, Argentina, Egipto, Etiopía), querían ser anti-hegemónicos y planeaban desafiar la hegemonía del dólar en las transacciones internacionales, pero no constituyen una alianza y mucho menos un bloque.
La organización euroasiática del Tratado de Shanghai (OTS) busca crear una cooperación económica –de facto bajo dominio chino– pero está lejos de ser un espacio integrado. La pequeña alianza militar OTSC, imaginada por los rusos como contraparte de la OTAN, está desacreditada por el resultado de la guerra de Karabaj, ya que es incapaz de defender a Armenia, un país miembro… El campo liberal occidental parece más unificado y sólido en apariencia, pero también se ve amenazado por sus contradicciones, y en particular por los antiliberales de extrema derecha europeos y estadounidenses. Cada vez más, cada actor desempeña su propio papel en este mundo incierto y dislocado…
La OTAN, resultante del período anterior, construida y todavía funcionando según los deseos y doctrinas estadounidenses, no es un instrumento de seguridad colectiva. Sin embargo, los lemas anti-OTAN actualmente no son populares y generalmente sirven como tapadera para quienes los esgrimen.
Al incriminar a la OTAN, incluso en relación con áreas de operaciones en las que la OTAN como tal nunca ha intervenido (Siria-Irak, África, etc.), se exonera a los Estados y, en general, se prescinde del debate sobre lo que hacen, ya sea con la bandera de la OTAN (Afganistán, Libia…) o sin ella (Sahel, Siria, Irak, Yemen…). ¿Quién ha exigido responsabilidades en cada uno de los países afectados por la acción de los franceses, los británicos, los alemanes, los polacos, los holandeses, los ucranianos, etc.? ¿Quién, cuando está involucrada la OTAN, ha desafiado a sus representantes en la Asamblea Parlamentaria de la OTAN? Durante décadas hemos invocado (en Francia) la necesidad de una defensa europea autónoma, o de un pilar europeo de la OTAN… sin que esto tenga consecuencias. Mientras tanto, efectivamente se está produciendo una militarización de la Unión Europea –con la OTAN–, algo que apenas se debate.
Las izquierdas en Europa, y particularmente en Francia, rechazan el obstáculo, no logran discutir seriamente las cuestiones de seguridad y sus dimensiones militares y permanecen demasiado confinadas a eslóganes que se refieren a situaciones del pasado. Mientras las guerras arden, y con la intensidad que conocemos en Ucrania, y que sin duda van a multiplicarse, es urgente ir más allá de las consignas, informarse, discutir y proponer soluciones para Francia, Europa, el mundo.
Bernard Dreano es miembro del CEDETIM (Centro de Estudios e Iniciativas de Solidaridad Internacional) y de la AEC (Asamblea europea de los ciudadanos y ciudadanas HCA-Francia).