Desde que a principios de los ochenta, en el marco de su primera gran Reforma y Apertura hacia el exterior, Deng Xiaoping nos advirtiera que China seguiría como estrategia económica un experimento que no estaba en los libros, las voces occidentales que intentan una razonable interpretación del fenómeno asiático han vivido sin descanso, tratando de descifrar y llevar el paso de una China que desde hace cuatro décadas no conoce el reposo. Desde entonces, aprendiz del proceso global, y ahora convertida en líder de la globalización, impone su visión y su ritmo a un mundo occidental y periférico que no atina a descubrir lo que sigue.
La nueva iniciativa One Belt One Road (OBOR), (ó Belt and Road Initiative (BRI), (Una Integración, Un Camino en español) ;(El Nuevo Camino de la Seda, etc.),[1] constituye en los hechos la segunda gran apertura de China. Si en 1978 su salida fue al Pacífico, por ser un desdoblamiento natural hacia su fortaleza geográfica y del uso de la infraestructura que le había sobrevivido del colapso económico de su etapa comunista; el OBOR, o su apertura hacia su eje contrario, o sea, hacia Asia Central, Asia Menor, Norte de África y los países fronterizos occidentales (alrededor de 70 países) , representa una medida audaz de innumerables interpretaciones sobre la que Occidente no acaba de acusar recibo, de construir una interpretación suficiente, o peor aún, de intentar elaborar una respuesta del tamaño de OBOR.
¿El rescate de un proyecto milenario? ; ¿una novedosa alternativa de comercio continental?; ¿ nueva integración o asociación regional? ; ¿la construcción de un novedoso esquema geopolítico?; ¿un nuevo jugador del orden multilateral del comercio?; ¿una manera diferente de hacer comercio? ; ¿adherentes contemporáneos del orden global establecido?; ¿los primeros andamios de un nuevo orden global desde el continente asiático?; ¿capítulos inéditos del choque China- Estados Unidos? ; ¿un escalamiento más del choque de civilizaciones?; ¿emplazamiento chino hacia la confirmación de su liderazgo global hacia 2049? .
No es exagerado suponer que la nueva estrategia OBOR de China, apenas dibujada en el discurso que pronunciara Xi Jinping en el mes de septiembre de 2013 en Kazajistán, que luego la ratificara en Jakarta, Indonesia en el mes de octubre del mismo año, involucra de manera tácita o expresa las diferentes categorizaciones enunciadas en el párrafo anterior, las cuales intentan ser tan solo una pequeña muestra de lo que el mundo empieza a interpretar sobre el tema OBOR, el cual se descubre poco a poco como una bola de nieve que a su paso rompe esquemas, teorías y paradigmas que apenas en la primera década del siglo se tomaban como inmutables ; o peor aún, como es el caso de Asia Central, que de temas económicos antes intrascendentes , ocultos por la arena de los milenios, ahora a causa de China se asumen como estratégicos.
Con la propuesta OBOR o el nuevo camino de la seda, con su relanzamiento, China le comunica al mundo sin ambages su claro deseo de ser el líder global del siglo XXI en 2049, a los 100 años del triunfo de su revolución. Junto con ello, China hace pública su nueva estrategia para lograrlo, informando cada uno de los tres cambios estructurales implementados para el efecto, a partir del ascenso de Xi Jinping al poder en 2012.
La primera de ellas consiste en la Reforma de su poder político, la cual fue operada en marzo de 2018 ante la promulgación de su Quinta Reforma Constitucional (1987, 1993,1997, 2004 y 2018). La segunda, consiste en la Reforma de su Estrategia Económica, ante la puesta en marcha de su Plan Made in China 2025, 2035 y 2045. Y la tercera que se refiera a su Reforma Geopolítica, ante el anuncio en 2013 de la nueva ruta de la seda o la iniciativa global de asociación conocida como OBOR.
A la China de fines de la segunda década del siglo XXI no puede vérsele únicamente a la luz de uno de estos tres cambios estructurales, por importante que sea cada uno de ellos; como tampoco opera ya el análisis tradicional de su primera apertura económica y política. Resulta necesario intentar una reflexión integral que busque la construcción de una nueva relatoría que describa cada una de estas tres grandes acciones; de manera especial , de su vinculación y sinergia respecto al objetivo último buscado por China que es llegar a ocupar el liderazgo hegemónico del siglo XXI.
Desde luego, todo este nuevo proyecto no puede aislarse de su marco referencial. Primero, el que corresponde a la puesta en marcha de una idea milenaria que da cuerpo al OBOR, que se refiera a una figura emblemática y épica del pasado –que es la Ruta de la Seda-. Y segundo, junto con la remoción de estas dunas histórico comerciales que habían permanecido ocultas por siglos, tampoco puede evitarse, aunque sea de manera referencial, analizar al OBOR en medio del debate en ascenso entre un Oriente legendario y un Occidente declinante que desde el siglo pasado motivaron a Huntington a hablar de un choque de civilizaciones.
En la línea de estas preocupaciones, los apartados que siguen intentarán ser un primer acercamiento de la descripción y relevancia de lo que es el OBOR o el Nuevo Camino de la Seda, y lo que podría representar en esta primera mitad de siglo.
II. OBOR o una vuelta al origen
Para China, la civilización vigente más antigua del mundo, el OBOR o el Nuevo Camino de la Seda ha significado el relanzamiento de una estrategia geopolítica que inauguró desde el año 138 a. C, cuando en el marco de su segunda dinastía, la Han, el emperador Wu Di encargó al Embajador Zhang Quian que se internara en su periferia oriental en busca de información, expansión y comercio, lo cual dio origen a la milenaria caravana de la seda.
En ese momento China venía de presumir la fundación del primer Estado moderno, en 221 a. C., ante el sometimiento de los siete estados en guerra por parte del primer emperador Shi Huangdi; al mismo tiempo que inauguraba los primeros trabajos de la ahora muralla china, como defensa ante los bárbaros del norte.
Con el embajador Zhang, China intentó saber más sobre una región desconocida y complicada ubicada entre enormes montañas y desiertos. El primer antecedente del camino de la seda duró 13 años, lleno de incertidumbres, riesgos y peligros. No obstante, el embajador Zhang hizo un segundo viaje que marcó un antecedente de interés y posibilidad que se repetiría con diversa imaginación e interés por alrededor de dos milenios.
El camino de la seda, en su origen, es un primer encuentro entre Occidente y Oriente a través de las presunciones, las mercancías y las especias. En el inicio del camino la contraparte occidental del segundo imperio chino era el imperio romano , el cual sabía desde Alejandro el Magno , que llegó a las riveras del Indo, que más allá de Antioquía (Siria) y de Persia ( Irán), existían grandes reinos que nunca quiso explorar por no exponer la estabilidad del imperio.
China hizo lo propio, a pesar de haber lanzado y protegido una caravana de la seda que le abrió comercio con pueblos lejanos y desconocidos; y a pesar de que se afirma que desde Tiberio (370 d.C) se conocían los vestidos de seda y que China sabía de Roma (el legendario Dagin), lo cierto es que los antiguos imperios de Occidente y Oriente no se conocieron; [2] que los romanos creían que la seda crecía en los árboles y solo hasta 652 d. C, unos monjes nestorianos introdujeron a Europa capullos de gusano de seda escondidos en el interior de una caña de bambú ( Polo Marco, 2014).
China se conformó con saber de Asia Central y Roma no quiso ver más allá de Antioquía, en un primer encuentro Oriente- Occidente donde se supo del otro pero no hubo una voluntad política de expansión. Dentro de estas intuiciones, la caravana de la seda funcionó como un testigo del otro evidenciado por sus mercancías, que en el caso de China eran encabezadas por la seda y se multiplicaban en porcelana, maderas preciosas , metales preciosos, gemas, especias, animales, etc.
Desde luego el Soft Power chino desde entonces se hizo presente, como un arma estratégica de hacer negocios:
“Las palabras de los chinos fueron desde siempre suaves, sus contenidos siempre débiles. Con sus palabras suaves y sus contenidos débiles, así se dice, los chinos atraen a los pueblos que viven lejos…” (Inscripción en turco antiguo, Mongolia, Höllmann, 2015)
Pero también la ruta de la seda fue una arteria abierta entre las civilizaciones de Oriente y Occidente, a través de la cual transitaron las religiones, los movimientos insurgentes, las invasiones, los esclavos, el oro, la plata, la guerra, etc. De igual modo, se abrió una ruta civilizatoria donde se filtró la cultura del otro, la cual tuvo una intermitencia determinada por el ciclo geopolítico del momento, de gran florecimiento, por ejemplo, en la era Han, pero dominada por los Kushans en el siglo III d. C.
Relanzada con la dinastía Tang (618-907 d.C) y defendida durante la Pax Mongólica (siglo XIV), colapsa junto con el imperio mongol. El surgimiento del imperio Otomano (1299-1922) vuelve a emplazar su operación y motiva la inauguración de una Ruta Marítima de la Seda que surge junto con la innovación de barcos e instrumentos chinos de los siglos XIV y XV, y que partía desde Nan King (China), pasaba por el suroeste de la India (Calcuta); y llegaba a Ormuz (mar de Arabia), y a Malindi, en la actual Kenia.
Su expresión más audaz la tuvo en 1405 cuando se llegaron a fletar más de 300 barcos en los que se contaban 72 para el transporte de mercancías, sin embargo, por razones aún polémicas, los emperadores chinos Ming decidieron cancelar la ruta marítima, dejando solo tramos cortos, motivando el quiebre de su flota en un momento en que el mundo debatía su futuro geopolítico en los mares. En el siglo XIX la ruta de la seda (Asia Central) se vio definida por la influencia rusa. Y también en los siglos XIX y XX se da el declinamiento del imperio chino, que pierde capacidad de protección respecto a sus viajeros y comerciantes. El renacimiento occidental y el cansancio de China motivan el inicio del olvido de una figura milenaria que paradójicamente se le reconoce históricamente y se le bautiza como La Ruta de la Seda por el geógrafo Ferdinand Freiherr von Richthofen hasta 1877.
Es ahora, en pleno siglo XXI, que China decide al amparo de su propia resurrección hegemónica, echar mano nuevamente de una alternativa de origen milenario que le da historia, sentido y rumbo a sus nuevos objetivos comerciales y geopolíticos con cerca de 70 países (49 países de toda Asia) en razón de que en alguna medida, todos ellos comparten en el recuerdo una larga historia de pertenencia y de rumbo.
China como Thomas Friedman, cree que la tierra es plana y se alía con países asiáticos que el mundo global no recordaba y los invita a un gran proyecto económico. A través del OBOR, China rescata a la zona del olvido y la pone de nueva cuenta en el mapa geopolítico como un hub estratégico de infraestructura, materias primas, gas y petróleo.
Sin embargo, la tarea no será fácil. Cuando Alejandro llegó al Punjab en India, sus ejércitos cansados lo obligaron a regresar a Occidente[3]. Ahora China, frente a la nueva complejidad de Asia, en su emplazamiento económico-político tendrá que lidiar con los problemas internos de Iraq, los movimientos revolucionarios de Kirguistán ( 2005-2010), los problemas civiles-religiosos de Pakistán y Afganistán, la guerra civil en Siria, la presencia de ISIS en gran parte de Asia , la violencia en Tajikistán, el conflicto Kurdo, serán tan solo algunos de los retos que como los generales de Alejandro, retaran a China para llevar a buen puerto la audaz iniciativa OBOR.
“El talento de seguir los pasos del pasado -declaró el Rey Wu-Ling en el 307 a.C- no garantiza mejorar el mundo de hoy” (Frankopan, 2015). La China milenaria del siglo XXI tendrá el reto, en este relanzamiento de la ruta de la seda, de tomar en cuenta estas palabras.
III.OBOR, ¿choque de civilizaciones?
Conforme avanza la primera mitad del siglo, cada vez se hace más visible el imperativo huntingtoneano de un choque directo entre China y los Estados Unidos. La aceptación mesurada de los noventa e incluso la negación de esta hipótesis, poco a poco ha ido cediendo su espacio a los análisis que intentan opinar sobre este choque en términos más realistas. El debate ahora continua en cuanto al nivel y adjetivización del mismo. Si es tan solo un choque comercial o se trata de ventilar la hegemonía del siglo XXI. Si este se circunscribe a las dos naciones, o éste involucra a todo Occidente frente a Asia del Este. O como lo intenta ahora la configuración del OBOR, la de incluir a 49 naciones de toda Asia, agregando a Asia Central y Asia Menor.
Más allá de las negaciones y la exigencia de absolutos que confunden al análisis, el OBOR nos remite de manera obligada a un principio de confrontación Oriente- Occidente, que además de las diferentes escuelas de pensamiento que lo trataron desde el siglo XVIII, se conecta hoy de manera directa con el discurso y la estrategia contemporánea de los diferentes actores políticos de ambas partes.
El debate entre Oriente y Occidente no es un tema nuevo. Pero el resurgimiento de China y de Asia del Este, junto a la conflictiva y el declinamiento occidental, lo vuelven a colocar en la agenda de una mesa global donde reaparecen las historias y los liderazgos.
Occidente, ante su renacimiento e ilustración, se olvidó muy pronto de su pasado medieval y decretó que el mundo comenzaba y terminaba en Occidente a partir del siglo XVI y desde ese triunfalismo construyó una interpretación omnipresente y un destino manifiesto que en el siglo XX lo interpretó como un fin de la historia donde Occidente reinaría en el mundo para siempre.
De la raíz judeo- greco -latina, el poder occidental dio un salto irresponsable de más de 10 siglos y se instaló como un comienzo de todo a mitad del segundo milenio, en el marco de una era preindustrial que lo dotó de los instrumentos necesarios para su avance militar geopolítico, teniendo como destino las ricas civilizaciones asiáticas.
En su prisa, Occidente olvidó que el 90% del tiempo moderno India y China encabezaron la riqueza económica del mundo en el marco de sus milenarias civilizaciones y vastas demografías.
El debate de la preeminencia Oriente- Occidente, que nace principalmente junto con sus encuentros marítimos en los siglos XV y XVI y el descubrimiento de China de parte de las agrupaciones religiosas que lo frecuentaron en los siglos XVII y XVIII, aparece con todo su peso histórico en corrientes de pensamiento que ahora rescatadas, empiezan a afilar argumentos en la recomposición de un debate dormido, no olvidado, de los simpatizantes de ambos lados. Los occidentales, enfundados en el discurso todavía supremacista del último cuarto de milenio, y los orientalistas, rescatando del baúl de los recuerdos los viejos blasones y culturas vigentes que les significaron.
La vertiente occidental, donde ha prevalecido un desprecio de lo oriental, desde la academia todavía considera importante subrayar que Occidente ha sido la región más desarrollada del mundo durante catorce de los últimos quince milenios de la historia de la humanidad. Que Occidente ha sido el líder tecnológico del mundo desde hace un millón y medio de años. Que en plantas cultivadas, fortificaciones, protoescritura, pueblos grandes , domesticación de animales, agricultura completa, ciudades edificios grandes, cerámica elaborada, Occidente siempre estuvo por delante de Asia en una media de 1700 millones de años (Morris, 2014,.p.p 45,46,71,168 y 169).
Bajo esta idea, Jaspers afirma también que “El hecho de que solo la evolución europea haya conducido a la Edad Técnica –que ha dado a todo el planeta una fisonomía europea- , y de que la manera racional de pensar se haya extendido a todas partes, parece demostrar esta primacía”. En un dejo de justicia agrega “Cierto es que también los chinos y los indios –tanto como los europeos- se han sentido como los auténticos hombres y han afirmado su primacía como evidente. Pero no parece ser lo mismo que cuando todas las culturas se tienen por el centro del mundo, pues solo Europa parece haber conservado su preeminencia por virtud de sus realizaciones” (Jaspers, 2017, p. 106).
Reclamo de supremacías en medio del desconocimiento del otro. A pesar de ser ambas culturas milenarias, puede decirse en términos generales que hasta los encuentros marítimos a partir del siglo XV, Oriente y Occidente solo se conocían por intuiciones, por dichos, por algunas mercancías y escaso comercio. Que la distancia y la dificultad de su geografía las mantuvieron distantes.
Ambas exitosas y muchas veces fracasadas en su ciclo histórico, los arribos de los navegantes portugueses a diferentes puntos de África a partir de 1430.[4] La llegada de Colón a América (1492), la de Vasco da Gama a la India (1498), la de Giovanni Caboto a Terranova (1497), la del primo de Cristóbal Colón, Rafael Perestello a China, la de Magallanes a Asia Pacífico (1480), etc., constituyen en su conjunto una invasión marítima militar que poco a poco fue dominando al continente asiático y en especial, a sus civilizaciones más exitosas.
Paradójicamente, el choque de la conquista también obligó a ambas latitudes a adentrarse en el conocimiento del otro. Occidente desde la soberbia del triunfo, y Oriente desde el rencor de la derrota. Por ello el entendimiento de uno respecto al otro sigue siendo un tema pendiente, del cual Oriente, desde el recurso de la reivindicación intenta generar una nueva plataforma de despegue.
La historia de Oriente, más allá de las fronteras europeas, la realizan en primer lugar los sacerdotes de la catequización como Juan de Plano Carpini (1245-1247) en la región de Karakórum, igual que Gillermo de Roubrouck (1253-1255), Juan de Montecorvino en Pekín (1271-1238); así como Odorico de Pordenone (1314-1330); o los jesuitas que llegaron a China desde 1582 y fueron la fuente de interpretación más cercana a la realidad de China , encabezados por Michele Ruggieri y Matteo Ricci , quien elaboró el primer proyecto de de diccionario de traducción chino. Desde luego estuvieron los comerciantes como Marco Polo (1271-1295) y aventureros o investigadores que como Sven Hedin de Suecia (1895-1899); Aurel Stein de Gran Betraña ( 1900-1906-1913); Paul Pelliot de Francia (1906), entre otros. ( Höllman, 2015).
Significados por el conocimiento tardío, la tendencia que define a la mayoría de las relatorías de las diversas culturas de Oriente es el análisis que se hace desde la superioridad occidental, donde Morris las clasifica a través de la “escuela del destino antiguo” (1750-1950) que explica la jetatura de Occidente como un proceso que se venía gestando desde tiempos inmemoriales ( Marx, Landes, Diamond, etc.) , y la escuela del azar moderno, a partir de 1800, que argumenta que esta superioridad es algo azaroso y fruto de la coyuntura moderna (Morris, pp. 21-37). Ambas escuelas con diferentes enfoques, pero con la misma matriz de justificación sobre las ventajas de la civilización occidental.
Por azares, determinismos, cuestiones ambientales, biológicas, climáticas, etc., Occidente nunca se detuvo para construir con mayor o menor pudor, una relatoría de lo oriental desde la lógica del hombre blanco, y la atalaya de la ilustración y la revolución industrial, las cuales le brindaron los insumos suficientes para minimizar al otro, y descalificarlo para competir en lo militar y lo tecnológico.
Es cierto que el tema de lo oriental en Europa también tuvo un amplio grupo de filias como Leibnitz, Voltaire, Jones, Said y muchos otros, pero en el primer cuarto del siglo XXI y ante el evidente ascenso de China, como opina Osterhammel, el mundo está regresando a los momentos del siglo XIX donde no tuvo recato alguno en publicitar su dominancia no solo sobre Oriente, sino respecto a los cuatro continentes, que la llevó a desplegar su actitud más arrogante y condescendiente respecto a las demás civilizaciones (Osterhammel, 2018,p.3).
Por el lado occidental, dentro de esta corriente del discurso de la conquista que prevaleció respecto a Oriente en lo general, se da un punto de quiebre a partir de 1978 con la aparición del libro del autor palestino- americano Edward W. Said[5], quién a través de su libro “Orientalismo” fundamentó una reivindicación científica de las naciones asiáticas, así como una denuncia al discurso autista e incapaz para dialogar con objetividad con esas culturas.
Said coloca a Oriente como una parte fundamental de Europa; [6] destaca la vecindad de sus viejas colonias griegas, la riqueza de sus ideas; de su permanente contacto e intercambio con Occidente como parte integral de la civilización europea. Como un referente intelectual de su discurso y justificación de sus instituciones, de su vocabulario, de su doctrina, etc. Lo define también a través del desarrollo de las principales características que lo explican. De las ideas y de las instituciones académicas que hablan de lo oriental y lo tratan a través de sus principales doctrinas.
En este grupo incluye libros, escritores, poetas, académicos que aceptan la idea de un Oriente- Occidente a través del estudio de sus diferencias ontológicas y epistemológicas. Lo soporta de igual modo a través de sus textos , bibliografía, historia; de su discusión, enseñanza, formas de poder; de su política , sociología, ideología, militarismo, despotismo, de un realismo intelectual sin prejuicios, etc. ( Said, 2001).
El trabajo de Said, por la calidad de su contenido y trascendencia, ha sido punta de lanza de una amplia escuela de crítica y reflexión en la materia, la cual parte de la exigencia de reconocer la profundidad del tema sin los prejuicios de la conquista. De invitar a debates en el terreno académico o ideológico sobre el orientalismo y lo oriental; respecto a la procedencia y profundidad de cada una de las categorías; en el marco de una universalidad inagotable de las múltiples civilizaciones orientales (Hallaq, 2018).
El debate Oriente- Occidente, iniciado justo con la toma occidental de los principales estados asiáticos, atemperando por la sorpresa del siglo XVIII y radicalizado por el triunfalismo de los siglos XIX y XX, ante el nuevo encuentro China- Estados Unidos en el siglo XXI, resurge con gran empuje por ambas partes, en una línea de resistencia a no perder lo ganado por Occidente y a recuperar lo que se estima que se perdió en estos 200 años por Oriente.
Las voces más radicales proceden de los países orientales en ascenso, quienes más allá de las mercancías, el comercio y los números económicos, construyen día a día un nuevo discurso del regreso, donde no solo aparece la búsqueda de la hegemonía económica como el caso de China, sino también el de una civilización desempolvada que reclama un lugar en la construcción de un nuevo orden global.
De manera clara ya se anuncia que “El siglo XXI atestiguará el enfrentamiento entre el ímpetu del Atlántico y el ímpetu del Pacífico…” y “Que el siglo XXI se distinguirá por el hecho de que el Este de Asia se alzará como centro mundial del poder…” “Que sería riesgoso tanto para Europa como para la humanidad entera que los analistas fueran incapaces de liberarse de concepciones eurocéntricas del mundo -Que- al igual que las demás partes del orbe que gozaron de esplendor en otras épocas, Europa está exhausta”[7] (Mahbubani, 2002).
Huntington, por su parte opina: “La era que comenzó con las intrusiones occidentales en 1840 y 1850 está tocando a su fin, China está volviendo a asumir su lugar como potencia hegemónica regional y Oriente está tomando posición de lo suyo (Huntington, 2001).
Algunos de los intelectuales asiáticos contemporáneos recomiendan como parte de la solución de la problemática Oriente- Occidente, desmantelar la arquitectura conceptual e intelectual de la historia ganadora occidental, la cual ha prevalecido peligrosamente en su historia y ha dado forma al pensamiento anglosajón (libros, reportes, periódicos, T.V, etc.). Junto con ello, proponen que Occidente retire como la religión del progreso universal al Western Model (democracia, capitalismo, libre mercado, etc.), así como a las recetas que imponen al mundo entero (Mishra, 2017, p.37).
Osterhammel, desde la visión occidental también comenta que cuando se recuerda el equilibrio euroasiático del siglo XVIII, no sorprende que China entienda su nuevo ascenso geopolítico como un regreso a la normalidad histórica y no como un milagro económico. Que reconocer a Asia como un socio en igualdad de circunstancias a Europa no debería causarle ningún problema, aunque una mayor dificultad a Estados Unidos. Que después de todo, Europa ya lo ha hecho antes (Osterhammel, 2018, p.33).
El OBOR, dentro de este marco vigente de supremacías mal entendidas, no puede interpretarse como un esquema comercial de asociación más. Su composición, aún hoy informal, con la participación virtual de los 49 países que forman parte del continente más grande de la tierra, que ocupa el 30% de su superficie habitable y contiene al 60% de la población mundial en 45 millones de km², no se parece en nada a los acuerdos comerciales del siglo XX y sus objetivos van más allá de un simple intercambio de comercio.
El cambio de Era anunciado del Atlántico al Pacífico, junto con la inevitabilidad asiática (Oropeza, 2017), que ponían la litis global, primero, entre China y Estados Unidos, para escalar después a Occidente (la Unión Europea y USA) y Asia del Este (16 países); ante la audaz convocatoria de China a todos sus vecinos continentales a través de la milenaria figura del camino de la seda, obliga a los analistas occidentales a actualizar sus reflexiones desde el replanteamiento integral de la historia entre Oriente y Occidente, con base a un diferendo histórico aún no resuelto , que junto con las estrategias comerciales, económicas y políticas de ambas partes, estará jugando un papel preponderante en este encuentro , debate o choque de civilizaciones, donde los fantasmas de ayer resurgen exigiendo un nuevo orden de las cosas.
Es evidente que el discurso de Occidente sobre Oriente que parte de la arrogancia se ha agotado. Que Occidente no puede seguir ignorando la vigencia de culturas y civilizaciones ajenas que desde sus raíces están reconstruyendo la integración de su poder político y de sus nuevas estrategias económicas. Ante el peso de las cifras y los proyectos que ahora se anuncian como el OBOR, seguir ignorando sus etnicidades y naturalezas sería un gran error. De igual modo, frente a los grandes retos que vivirá la humanidad entera, incluso el de su sobrevivencia, también sería deseable que Oriente pasara del útil recurso del rencor, a la propuesta integral de un mundo multicultural.
Para los efectos de este ensayo, basta llamar la atención de que el tema OBOR, por su dimensión y número de países asiáticos convocados, forma parte ya de este debate de civilizaciones de la primera mitad del siglo XXI y que con ello, reconfigura la visión de una zona que todavía al día de hoy se le ve con ignorancia y recelo.
IV. OBOR y la Segunda Reforma y Apertura China
A la primera reforma y apertura encabezada por Deng Xiaoping en 1978 la precedió el hambre, el miedo y el fracaso de un periodo maoísta que no logró dar solución a las grandes necesidades sociales del pueblo chino. En el marco de la muerte del presidente Mao en 1976, del segundo actor político en importancia en el mismo año, Zhou Enlai, el regreso de la figura de Deng Xiaoping bajo coyunturas políticas afortunadas, lo instaló al frente de un poder débil, con dudas, al cual le urgía para ratificarse dar respuestas concretas a una enorme población de más de 900 millones de personas que requerían de lo más necesario de su casa, de su vestido y de su sustento.
Si bien la decisión de la primera reforma y apertura del Estado chino fue ante todo un acto de valentía, después de dos milenios de amurallamiento, las opciones internas se habían agotado y una economía global en construcción se presentaba como una solución irrenunciable para una nación que en materia económica todavía no entraba al siglo XX. Los resultados de la decisión ya son historia y quedarán como un ejemplo de éxito económico en la historia de la humanidad: segunda nación por valor económico, primera en exportación, primera en manufactura, primera en contribución al crecimiento económico mundial, segunda nación en materia de importación, son algunos de los resultados económicos obtenidos en cuatro décadas que no han sido logrados antes por país alguno.
La llegada de Xi Jinping al poder en 2012, como el quinto relevo de una generación política que parte de 1949, ante el triunfo de la revolución china, se dio en un marco de circunstancias totalmente diferentes a la llegada de Deng, determinadas por el éxito económico, la estabilidad política y un importante ascenso social del pueblo chino.
Bajo estas condiciones parecería natural que el gobierno de Xi, al igual que los que le precedieron de Hu Jintao y Jiang Zemin, continuara con la fórmula ganadora de apertura hacia el Pacífico en la línea de desdoblamiento de un modelo asiático de desarrollo con características chinas, para mantener el éxito de una estrategia económica ampliamente reconocida.
Sin embargo, ante el asombro general, un presidente Xi, hijo de un héroe revolucionario (Xi Zhongxun), miembro de la elite política y declarado seguidor de la línea reformista de Deng, habiendo sido nombrado miembro del Comité Permanente del Buró Político del Partido (15-11-2012), en un discurso pronunciado en una inspección de trabajo en Guangdong (7-12-2012), adelantó que “… la guía del camarada Deng Xiaoping, fue sabia y correcta , y que es digno de ser considerado el diseñador general de la reforma y la apertura de China y el emperador del camino del socialismo con particularidades chinas”
“En adelante, hemos de seguir este acertado camino, pues es la vía que fortalece el país y hace prosperar al pueblo-sin embargo advertía-. Además de seguirlo inalterablemente, tenemos que adoptar nuevas necesidades y alcanzar un nuevo nivel” (Xi Jinping, 2014).
Días antes de esta declaración, el 29 de noviembre de 2012, poco después de la clausura del XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista Chino (PCCh), el recién elegido Secretario General del Comité Central del Partido, fue al Museo Nacional a visitar la exposición “El camino de la Revitalización” y al terminar la visita incorporó por primera vez en la dogmática política china la idea de la construcción de un Sueño Chino, la cual ratificó en su discurso de toma de posesión como presidente del país al profundizar en la búsqueda de un sueño que lleve a la revitalización de la nación china: “ El sueño más grandioso abrigado por esta desde el inicio de los tiempos modernos” ( Xi Jinping, El Sueño Chino, 2014).
Xi le rinde pleitesía y reconoce al líder de la primera apertura, Deng Xiaoping, pero a través de la propuesta política de la construcción de un sueño chino, deja en el ánimo del Partido Comunista Chino (PCCh), la Asamblea Popular Nacional (ANP), y a toda China, que la etapa 1978-2012 estaba agotada y requería de una revitalización para el cumplimiento de sus metas.
“El mundo está cambiando – reconocía Xi- y China también. De ahí que el desarrollo del socialismo con peculiaridades chinas deba avanzar siguiendo los cambios de la situación y de las condiciones. Solo cuando China avance sin cesar con los tiempos estará llena de vigor. Estamos dispuestos a tomar como referencia todos los logros de la civilización humana,-aunque aclaraba – pero no copiaremos la modalidad de desarrollo de ningún país – para sostener finalmente- La reforma de China supone el auto perfeccionamiento y el desarrollo del sistema del socialismo con particularidades chinas” (Xi Jinping, El Sueño Chino, 2014, p.36).
Como parte de esta inquietud desde que llega al poder en 2012-2013 y dentro de la formulación de una nueva estrategia y visión del desarrollo chino (Segunda Reforma y Apertura), a lo largo de 2013 el presidente Xi Jinping realiza visitas de Estado a las ciudades de Asjabad (Turkmenistán), Taskent (Uzbekistán), Dushambé (Tayikistán), Bishkek (Kirguistán) y Astaná en Kazajistán, donde desde la Universidad de Nazarbayev, el 7 de setiembre del mismo año, lanza de Asia en el centro la convocatoria para construir el nuevo esquema de Asociación OBOR/BRI o nueva ruta de la seda; propuesta que amplía en octubre de ese año, en el Parlamento de Indonesia, con la estrategia marítima del mismo proyecto.
El 8 de mayo de 2015, al lanzamiento del OBOR le siguió el programa económico denominado “Made in China 2025” , anunciado por el Consejo de Estado, como una herramienta para consolidar a China en el camino de la alta industrialización .Yen los meses de octubre de 2017 y marzo de 2018, se opera por el PCCh y la APN respectivamente, una profunda reforma de la organización del poder en China, a través de una reforma constitucional que consolida a Xi Jinping como el Gran Emperador chino por tiempo indefinido y sin limitación alguna.
La nueva China, la China de la tercera década del siglo XXI, como ya se opinó, no puede analizarse bajo los parámetros de la Primera Gran Reforma y Apertura de 1978 operada por Deng Xiaoping. Con todos los aciertos, pero también con todos los retos y riesgos de los grandes cambios operados por Xi Jinping desde 2013, la República Popular China nos obliga hoy a explorarla, para entender hacia donde se dirige a 2050, por lo menos a través de los tres nuevos cambios estructurales operados por Xi a partir de 2013, a saber: OBOR o la Reforma Geopolítica, Made in China o la Reforma Económica, y la Reforma del Poder o la Reforma Constitucional.
IV. A- La Reforma Geopolítica. OBOR o el nuevo camino de la seda
1.- De la era Deng a la era Xi
Deng Xiaoping aconsejaba a su equipo en la década de los ochenta, ante la puesta en marcha de la apertura del Pacífico, que no alardearan de sus capacidades; que esperaran su tiempo y que nunca se mostraran como líderes ante la competencia mundial. Su dictum fue respetado y el relanzamiento y ascenso económico chino se hizo por casi cuatro décadas a través de una diplomacia de la discreción y una aparente adaptación a las instituciones y al orden global occidental establecido.[8]
Sin embargo, el milagro económico chino y la declinación geopolítica de Estados Unidos en lo particular y de Occidente en lo general, entre otras razones, incidieron en la imaginaria de China y de Xi para estimar que el tiempo del recato había terminado y que había llegado el momento de mostrar otra actitud y tomar la bandera del liderazgo del futuro y proponer al mundo la construcción de un sueño chino; de mostrar a un pueblo dotado de una creatividad excepcional, creador de la gran civilización china, con la capacidad de continuar expandiendo y fortaleciendo su camino de desarrollo, avanzando intrépidamente y sin titubeos( Xi Jinping, El Sueño Chino, 2014, p.35).
Dentro de esta nueva actitud de China frente al mundo, de consecuencias debatibles dentro y fuera del país asiático, es donde parte la primera consideración del OBOR, el cual se crea como una mega estrategia geopolítica de múltiples objetivos, los cuales en conjunto deberán abonar a la consolidación de China como el hegemón global del siglo XXI.
El OBOR a la fecha es una infinita multiplicidad de temas, países, proyectos, inversiones, retos, oposiciones, culturas, regiones, civilizaciones, poderes regionales, comercio, infraestructura, energía, demografía, mercados y muchos temas más que en su etapa de gestación se presentan como un enorme reto a la interpretación racional de lo que es hoy y lo que pueda llegar a ser en las próximas tres o cuatro décadas en la que se estima concluir su instalación.
No obstante, esta falta de claridad tanto de los creadores del OBOR como de los usuarios y espectadores interesados en el tema, no ha sido un obstáculo para que el mundo se muestre inquieto y asombrado en la incertidumbre de una mega tendencia que se debate entre la gran transformación del mundo global de hoy, o el fracaso de un grupo político que lanzó a China con gran audacia a la toma del liderazgo mundial a 2050.
Los números del OBOR son impactantes. En su inicio participan cerca de 70 países de Asia, Europa del Este y África que involucran al 70% de la población mundial, que
integran también 55% del producto económico del mundo y de manera por demás relevante al 75 % de las reservas de hidrocarburos del planeta.
El OBOR en los tiempos de Xi, la Segunda Apertura hacia el Oeste, ya no se refiere a una apertura selectiva y tímida como la de 1978, en la que se privilegió la búsqueda de inversiones productivas a cambio de una mano de obra en extremo barata y abundante. Tampoco se refiere a ese proceso paulatino de asimilación a una institucionalización global en la que China a la fecha participa en cerca de 400 tratados internacionales. Ya no es tampoco la estrategia de un país que intenta aprender de los usos y costumbres del exterior para asimilarse con características propias. Atrás se quedó el aprendiz del orden global que hablaba con recelo desde su atraso.
Ante su trascendencia económica mundial, donde China es el primero o segundo socio comercial de más de 120 países, o su contribución al crecimiento económico del mundo (32%), es superior a la suma de los países desarrollados (CEPAL, 2017), China, a través de OBOR y sus estrategias complementarias, dibuja en el tiempo a una hegemonía para mediados de siglo; al mismo tiempo que intenta ante el ocaso Brettoniano, reconstruir el orden global desde la plataforma del orientalismo chino.
En ese sentido el OBOR, a pesar de los discursos y las definiciones contradictorias, intenta ser la base de un tiempo nuevo inaugurado desde la visión del otro, de ese ser oriental que se quedó perdido ante el avasallamiento de la conquista occidental del siglo XVI hasta el siglo XX. Bajo este nuevo tiempo y visión de Xi, poco a poco emerge entre los discursos oficialistas la opinión de una nueva generación que ve a China ya no como el alumno aventajado de Occidente, sino como una potencia con una capacidad, fortalecida en los últimos 100 años, que le permiten ahora convertirse en un líder de la comunidad internacional destinado a promover el proceso de una globalización que construya un nuevo mundo más seguro y próspero. (Lei, Liqiang, 2017, p.19).
Algunos medios oficiales de comunicación en China se suman a esta interpretación, señalando que bajo la presidencia del presidente Xi Jinping, el país va hacia adelante. Que Xi es más ambicioso e innovador en política internacional que sus predecesores, y está convencido de que China debe desarrollar una política diplomática que le permita beneficiarse de su papel de gran potencia (People´s Daily, 1 de octubre, 2014).Por su parte, algunos académicos también señalan que China está utilizando su ascendente influencia para rediseñar la gobernanza económica global (Lee Jong- Wha en Hong, p.15, 2016).
David Arase sostiene que China está usando su gran poder en Asia para lanzar con el OBOR una agenda geoeconómica y geopolítica que genere una “comunidad con un destino común” “que mantenga una dependencia asimétrica con China”. Para Yong Deng,” el nuevo camino de la seda claramente refleja la ambición de China de crear a través de un sino centrismo, un nuevo orden asiático” (David Arase y Yong Deng en Hong, 2016 p.16,).
La propuesta de China, por su lado, se define como una iniciativa y no como una estrategia, con la idea de que esta pueda ser construida por todos sus adherentes. Como una iniciativa abierta e incluyente que contribuya al desarrollo económico de todos sus participantes. Una propuesta que señala Xi, no deja fuera a nadie, ni está contra nadie. Que se convierta en un camino para la paz, de prosperidad, para la innovación y avance de la civilización (Shicheng, 2018).
Una propuesta que todavía a la fecha se presenta confusa y nebulosa en sus términos. Que a partir de su lanzamiento discursivo en Kazajistán, poco a poco ha ido tomando forma y estructura. Primero, a través de la formación de un equipo de trabajo y una página web en 2015, dos años después de su lanzamiento. En el mismo año, con la publicación de un documento central que se presenta como el referente obligado de explicación de lo que es el OBOR, titulado Perspectivas y Acciones Para Promover la Construcción Conjunta de la Franja Económica a lo Largo de la Ruta de la Seda y de la Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI, el cual fue preparado por la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo (NDCR), en coordinación con los ministerios de Relaciones Exteriores y Comercio.
También en 2015 se firmó por China en Kazajistán el primer Protocolo de Trabajo que se llamó Acuerdo de Producción e Inversión, el cual incluyó un número de 52 proyectos en diversas materias como minería, energía, manufactura, industria química, infraestructura, transporte, etc. Junto con los documentos anteriores, también aparece el Programa de Trabajo en Inversión firmado por China y Pakistán, al cual, por sus avances en diseño y operación se le considera como el programa bandera para orientar los trabajos y las negociaciones del resto de los países que están en negociación con el gobierno chino.
Un nuevo pensamiento para una nueva era, anunciaba ya desde 2012 Xi Jinping. A cinco años de distancia el lanzamiento de la mega estrategia OBOR y los avances alcanzados a la fecha, marcan ya un antes y un después en la estrategia china intentada desde 1949.
Fortalecido en el éxito económico de las últimas décadas, Xi rompe con la idea de una China prudente y pasa hacia un discurso inteligente de liderazgo global con el 70% de la población del mundo y la mitad del PIB económico global. Con esta posición, en el discurso rebasa a los Estado Unidos al ofrecer al mundo una nueva alternativa para el desarrollo económico, para lo cual ofrece inversión, créditos y tecnología, misma que no condiciona a cambio de reformas a los sistemas políticos o económicos de los países OBOR.
La nueva oferta de China desdobla los términos de la primera apertura hacia su lado oeste. Con ello, el OBOR bifurca el desarrollo de China hacia las problemáticas zonas autónomas del Tíbet, Xinjiang y Mongolia; dirigiendo el camino de la infraestructura a las difíciles zonas de montañas y desiertos de Asia Central (AC); a las regiones de las tres fuerzas o demonios del separatismo, terrorismo y el extremismo; a las largas distancias de una zona geográfica que antes del OBOR todavía parecían ocultas a los ojos del mundo.
Una iniciativa que por su atipicidad y audacia, a un lustro de su lanzamiento e implementación, aún carece de una respuesta geopolítica por parte de Estados Unidos y de los principales países occidentales como Alemania, Francia, Italia o Inglaterra, quienes ante lo intempestivo de la iniciativa, lo más que han hecho es adherirse como socios fundadores al esquema financiero del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura en 2014 y 2015 (AIIB por sus siglas en inglés).
En el impulso de un nuevo líder chino, que frente a su tiempo no le ha bastado la cómoda inercia del éxito, el OBOR encuentra su primera explicación. Un líder que arriesgando patrimonio y futuro político, invita al mundo en general a unirse a una gran convocatoria para el desarrollo y prosperidad de la economía mundial, para la construcción de un sistema de gobernanza global más justo y razonable, que ayude a edificar un futuro nuevo para la humanidad; objetivos que como bien apunta Li Xixia, van más allá de un nuevo sistema mundial de comercio y se instalan en una nueva propuesta de cooperación y orden global. (Li Xixia, 2018). Por ello, la esencia, la primera interpretación del OBOR es geopolítica, En ella se deben redoblar los primeros esfuerzos para definirlo y entenderlo.
2. El OBOR y su circunstancia global
China, como señala George Soros, se ha convertido en la nación ganadora del proceso global, pero junto con ello, el país asiático también destaca por su capacidad para intuir e incidir en la conformación de los nuevos procesos y sistemas globales.
En 1978, su intuición la lleva a instrumentar una apertura selectiva y gradual que la protegió de cualquier mecanismo de choque que se le intentó imponer desde Occidente; como en el caso de Rusia, que en su apertura de 1991, orquestada principalmente por especialistas estadounidenses (J. Sachs), los primeros años le generó un costo de 4.5 veces su PIB, una cantidad superior a lo que perdió en la segunda guerra mundial.
A diferencia de los ochenta, la apertura que intenta China hoy hacia el oeste es una propuesta audaz en términos geopolíticos y geoeconómicos, poniendo en la mesa de todos los países asiáticos una infinita gama de opciones económicas difíciles de rechazar. En este sentido, China extiende sobre el continente asiático las alas de un nuevo liderazgo regional, continental y global, que intenta por un lado substituir la hegemonía que Estados Unidos ha ejercido en la zona desde fines de la segunda guerra mundial, al propio tiempo que coloca las primeras piedras de la restauración del Reino del Medio (Zhongguo), el milenario esquema sino céntrico que operó en Asia del Este hasta el siglo XIX.
Estados Unidos
La complejidad de la propuesta OBOR en este sentido rompe los moldes regionales preexistentes, de igual modo que enfrenta con audacia la compleja geopolítica de una zona de raigambres ancestrales que hoy conviven en un tono beligerante. De manera especial, reta la presencia histórica de Estados Unidos en la región asiática.
La Pax americana que ha regido en Asia del Este de 1950 a la fecha se ha ido erosionando, entre otras razones, ante el aumento de la fortaleza económica de China, significada en el 10% de crecimiento económico anual promedio que registró en las últimas décadas. Junto con ello, los organismos multilaterales de control que diseñó Estados Unidos para la zona no han funcionado de acuerdo a los objetivos establecidos.
Por ejemplo, el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) lanzando con Australia y Japón en 1989, se ha tornado burocrático y ahora es irrumpido por China. Por otro lado, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) que propuso a manera de Tratado de Libre Comercio a siete naciones asiáticas y que firmó en 2016, Trump lo canceló el primer día de su mandato en 2017.
De manera fundamental aparece también el hecho de la complicidad comercial de Occidente con China, así como la región de Asia del Este en su conjunto, a través de la cual desde la década de los setenta participan conjuntamente en un modelo económico simulado, donde Occidente aporta financiamiento, tecnología y relocalización de procesos, a cambio de la precarización de la mano de obra barata asiática.
A partir de la década de los setenta, esta confusión y compartimiento de intereses económicos ha llevado a una especie de estabilidad geoeconómica simulada, que ahora explota a la luz de sus contradicciones con la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Más allá de lo que devenga de este diferendo, el resultado es que los Estados Unidos perdieron poder y control en Asia del Este, el cual fue tomado por China al convertirse en el modelo económico a seguir en la región y el socio comercial más importante de la mayoría de los países de la zona (40% promedio aproximadamente).
En Asia Central (AC), y Asia Menor (AM), por ejemplo, zona de influencia natural de Rusia, Estados Unidos ha incursionando con poca fortuna ante los descalabros en Irak, Siria, Irán, Afganistán, etc. No obstante, consciente de su importancia estratégica, en 2011 a través de Hillary Clinton, desde Kabul lanzó la idea de un corredor económico hacia los principales países de AC, a lo cual se le llamó el Camino Americano de la Seda.
No solo Estados Unidos, Occidente en general, durante los últimos dos siglos intentó no perder el control hegemónico de la región en razón de su relevancia estratégica. Estados Unidos, en lo particular, ha tratado de desarrollar este trabajo desde la segunda mitad del siglo XX (Frankopan, 2015).A pesar de ello, sus fracasos recientes en Asia Central y Asia Menor y el nuevo papel exitoso de China en la zona han ido erosionado el blindaje de una hegemonía americana de la que hoy hay muchas dudas, a pesar de que algunos especialistas como Zeping, afirman que “E.U usará su sistema hegemónico, establecido desde la Segunda Guerra Mundial en el comercio, las finanzas, la moneda y el ejército, para frenar el ascenso de China” (Bloomberg Businessweek, p.38, 23 de agosto de 2018) .
Rusia
No es exagerado señalar que junto al reto del OBOR de instalarse en Asia como un proyecto geopolítico estratégico de China y enfrentarse a la dominancia norteamericana, aparece a un nivel similar la figura de una Rusia con la que el país chino comparte 4,250 Kms. de frontera, la cual desde el siglo XVII ha sido motivo de conflictos e invasiones entre ambas naciones, la última apenas en 1969.
A lo anterior hay que agregar que el núcleo del proyecto OBOR, como lo fue hace 2000 años para el viejo camino de la seda, está representado por cinco naciones de AC (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán) que representan la pesada puerta a través de la cual tendrán que pasar todo tipo de relaciones y negocios entre Asia del Este (China) y Asia Menor y Europa.
Nunca ha sido fácil el tránsito en esta región de complicada geografía. Junto a su dificultad orográfica (Karakórum, Himalaya, etc.), se presenta desde siempre una inestabilidad política y social difícil de enfrentar. A lo anterior hay que agregar que a partir de 1922 la Ex Unión Soviética fue incorporando poco a poco a las cinco naciones asiáticas, a las cuales controló hasta 1991, fecha de su disolución.
No obstante, Rusia sigue ejerciendo en la zona una dominación de hecho, con presencia militar, la cual programa ampliar y mantener hasta mitad de siglo, por lo que no le ha sido fácil aceptar la participación protagónica de China, incluso antes del lanzamiento OBOR de 2013.
El entendimiento geopolítico coyuntural Rusia- China es un tema de amplia reflexión que no puede darse ante los límites de este trabajo, pero gracias a este entendimiento, a la diplomacia China y al comportamiento pragmático ruso es que el OBOR, lejos de frenarse en los límites geopolíticos de Rusia, cruza de manera directa al país y a la zona a través de importantes inversiones chinas que en Rusia, por ejemplo, habla de 73 proyectos estratégicos a 2016 por un monto aproximado de 40 mil millones de dólares ; y en la región de Asia Central , donde aparece que de 2005 a 2017 la inversión extranjera China (IED) tocó los 920 mil millones de dólares, mientras que la participación rusa en la zona durante el periodo fue tan solo de 29 mil millones de dólares (Heritage Foundation, 2017).
La relación de Rusia con China nunca podrá ser normal y estable. Se debatirá cada día el orgullo dañado y el miedo de ceder espacio y control político a una China que se ha presentado a los cinco países de AC como su única oportunidad para el desarrollo. Su alianza al inicio de la tercera década del siglo, se verá fortalecida ante el reto conjunto de hacer frente a una hegemonía declinante que son los Estados Unidos. Rusia, en el marco de estos encuentros y desencuentros con China, apuesta a vender una imagen de poder compartido, a pesar de que la economía rusa es actualmente la décima parte de la China.
El pragmatismo ruso, que ha permitido el crecimiento OBOR por la puerta principal de Asia Central, se sustenta también en un discurso de dos salidas. La primera, la que señala que el OBOR es una estrategia conjunta Rusa- China donde los dos países “no son solo socios, sino que sus relaciones son la columna vertebral para construir un nuevo sistema económico y político global” (Mikhail Fradkov en Gutiérrez, 2018).
Y la segunda, la que explica que con base a la plataforma de la Unión Económica Euroasiática (EAEU), convocada por Rusia en 2010 y ampliada en 2015, con la participación de Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Rusia, es que el OBOR está generando las condiciones económicas de esta nueva integración. “Desde el punto de vista económico –señalan algunos analistas-no hay contradicción entre estos dos sistemas, por el contrario, los dos se complementan uno al otro.” (Mahdi Munadi, 2018).
Al final en el aire flotan dos interpretaciones que a manera de síntesis prevalecen respecto a la idea rusa sobre el nuevo papel de China en A.C. El primero, que corresponde a sentimientos de alarma por la gran diferencia que se abre respecto al nuevo poder de China en la zona y el miedo de que este se siga ampliando en el futuro no solo con Asia Central sino en toda Asia .Y el segundo, el de creer y difundir que Rusia lleva el control militar del proyecto y que China va como colíder en un papel económico.
India
La India es un caso contrario a la posición rusa sobre el tema OBOR. Alejándose del pragmatismo soviético y recreándose en el conflicto bélico que tuvo con China en 1962, el cual para India aún no ha quedado resuelto en cuanto a los límites fronterizos, no ha aceptado todavía su participación formal en el OBOR; declarándose desde 2014 por el presidente Modi su franca oposición al mismo.
A lo anterior debe agregarse que desde 2015 la India se ha sumado a un equipo de dialogo integrado por USA, Japón, y Australia, a través del cual se intentan frenar algunas de las iniciativas chinas en la materia, e incluso lanzar otras propuestas en semejanza al camino de la seda como el que India ha propuesto desde el puerto de Chabahar, en la costa de Irán, el cual le daría acceso a Afganistán y a Asia Central.
Lo que para Rusia es Asia Central, para la India es la zona de Asia del Sur (AS) y el Océano Indico, que considera sus zonas naturales de influencia y donde ha construido lazos regionales de asociación a través de la Asociación de Cooperación Regional del Sur de Asia (SAARC). No obstante, donde aparece la mayor preocupación de India sobre el OBOR, es en la política china con Pakistán, en razón de las posiciones francamente encontradas que mantienen los dos países desde su independencia y separación en 1947.
Otro tema álgido para la India es el OBOR marítimo, el cual lo estima como una amenaza para su zona histórica de influencia del océano indico, donde China está construyendo una plataforma marítima que se le conoce como el collar de perlas, a través de la cual está invirtiendo de manera estratégica en los puertos del Océano Índico.
China por su parte ha invitado a la India a participar en el corredor económico OBOR, China-Bangladesh –India –Myanmar, en el cual ésta aceptó en principio su inclusión, pero a partir de sus diferencias geopolíticas suspendió las pláticas en 2015 por razones de seguridad. De igual modo, India ha dejado claro su malestar por estimar que en el Corredor Económico Pakistán se le trató con poco respecto al delinear su construcción por zonas geográficas que aún estima en litigio desde 1962.
India no es parte de OBOR pero si es el segundo socio fundador del AIIB, de lo cual se desprende el intenso debate interno de una India que se resiste al crecimiento de la hegemonía china en la zona, auspiciada por Estados Unidos[9] y otra corriente interna que le aconseja no quedar fuera del OBOR, ya que sería quedarse fuera del futuro de Asia. Al respecto concluye Deepak que “El OBOR pone a China en el centro de la geopolítica y la geoeconomía global, pero aún no está claro cuál es el papel estratégico que le toca jugar a India” (Deepak, B.R en Hong, 2016).
Japón
La oposición de Japón al OBOR resulta más evidente, dado el papel desempeñado por el país asiático en la región durante la segunda mitad del siglo XX; sobre todo en cuanto se refiere al periodo que abarca de las décadas de los sesenta a los noventa, donde Japón jugó un papel preponderante en la zona derivado de su éxito económico y asociación con Estados Unidos.
La rivalidad geopolítica entre Japón y China es milenaria y se tradujo durante muchos siglos en el papel tributario que tuvo el primero respecto a China, al igual que muchos otros países de Asia del Este. Esta relación tuvo su quiebre cuando en el siglo XIX , en el marco del avance occidental en la zona, China se ve enfrentada a un importante número de naciones occidentales durante el periodo de su imperialismo declinante, mientras que Japón se refugia en Occidente, huye hacia Occidente para transformar su economía y sus instituciones .
Las decisiones tomadas por los dos imperios a fines del siglo XIX dan como resultado la primera invasión japonesa a China en 1894, donde la derrota y la desplaza del control de la región de Asia del Este; para luego en 1931 repetir la acción e invadir a China en el marco de la Segunda Guerra Mundial, con base al nuevo poderío militar y económico japonés. Al final Japón sale de China en 1945, pero las heridas de estos hechos no han podido cerrar para ambos bandos.
A la fecha Japón se resiste a reconocer el nuevo poder económico de China, aunque paradójicamente los dos países en materia de manufactura comparten el liderazgo de la fábrica del mundo que es Asia del Este, donde China aparece como su segundo socio en exportación con 120 mil millones de dólares, y este a su vez como el tercer cliente de China con 148 mil millones de dólares (OEC, 2016). Sin embargo Japón sigue privilegiando su relación estratégica con Estados Unidos, a pesar de que, como ya se indicó, el andamiaje multilateral que construyeron los dos países en Asia del Este, como la APEC, y el propio Banco Asiático de Desarrollo (ADB), que desde 1966 fue lanzado por Japón y Estados Unidos como un instrumento financiero de desarrollo asiático, hoy se muestra pálido frente a los actores e instituciones financieros con los que se acredita OBOR.
Japón también intenta su camino de la seda en Asia, como una forma de defender su papel en la zona y así promueve con 110 mil millones de dólares en 2015 el corredor Bangladesh- Bután, India –Nepal, en una línea similar a la propuesta OBOR en esos países.
Corredores Económicos Internacionales de Cooperación
A partir de su alianza estratégica con Rusia, su invitación al OBOR y ofrecimiento de créditos a India y la distancia geopolítica con Japón, principales referentes geopolíticos en la zona, China construye la nueva arquitectura geopolítica y geoeconómica de todo un continente para la primera mitad del siglo XXI.
Derivado de este andamiaje geopolítico que tendrá que seguir siendo observado de manera detallada, China tiende seis vectores estratégicos (Corredores Económicos Internacionales de Cooperación) que a la fecha forman la columna vertebral del proyecto OBOR:
De su alianza con Rusia emergen por lo menos tres de estos Corredores Económicos Internacionales de Cooperación. El primero, que se refiere a lo que China identifica como el Nuevo Puente Euroasiático, intenta conectar vía ferrocarril de alta velocidad al Este chino con el continente europeo vía Rotterdam, Holanda, atravesando 30 países con una distancia de casi 11, 000 kms.
Este proyecto fue uno de los primeros retos del OBOR, ya que constituye una nueva alternativa que compite con el tren Transiberiano ruso, y desde luego fue motivo de grandes negociaciones donde para sumar a “Los dos caminos de la seda”, tanto el ruso como el chino, se llegó a comentar por Alexander Gabuev, académico del Centro Carnegie de Moscú, que “El acuerdo había sido resultado de dolorosas decisiones internas por el lado ruso” (Hong, 2016, p.26).
Seis corredores económicos que abarcan Asia, Europa y África
Fuente: Hong Kong Trade Development Council, en Trends in Southeast Asia, ISEAS – Yusof Ishak Institute (formerly Institute of Southeast Asian Studies), 2016.
El Segundo corredor llamado China-Mongolia-Rusia también compromete de manera directa al eje China-Rusia, porque implica una intromisión china con un país como Mongolia, que en el tiempo ha funcionado como una frontera de amortiguación entre los dos países. Para China incluso su valor resulta más estratégico, al lindar su frontera con Mongolia con dos de sus dos regiones autónomas más sensibles que son la de Xinjiang y la Región Autónoma de Mongolia. En el marco de la instalación de este corredor en 2015 se firma un Memorándum de Entendimiento (Mou) y en 2016 el Protocolo Multilateral OBOR, donde los tres países se comprometieron con 32 proyectos en 10 áreas relevantes de la industria, cooperación energética, facilitación aduanal, protección ambiental, tecnología, ciencia, educación, entre otras; y de manera especial, con la nueva ruta del tren euroasiático en su tramo de Mongolia, cuyo diseño abaratará costos de transporte, días de entrega y reducción de trámites, como parte del proyecto del nuevo transporte regional.
En este corredor la suspicacia es de uno contra todos en el experimento de un multilateralismo desarrollado por China. Sin embargo, a pesar de iniciar el proyecto con gran dinamismo, los avances se vieron desacelerados a causa del eslabón más débil: Mongolia, quién ha utilizado medidas prudenciales y verdaderos actos de enfrentamiento con China, como por ejemplo, invitar al Dalai Lama en 2016, a pesar de las advertencias respecto a lo mal visto de la visita, a lo que le siguió una fuerte represalia china traducido en el aumento de sus costos de exportación, a lo que el ministro exterior de Mongolia tuvo que disculparse públicamente con China y declarar que no invitarán al Dalai Lama nunca más (Minwang, 2018).
Si los dos corredores internacionales de cooperación de la relación estratégica China-Rusia antes señalados, no han sido fáciles, en el tercero de ellos, conocido como China- Asia Central- Asia Menor tampoco ha sido sencilla su implementación. Este corredor involucra a los cinco países de A.C más Irán, Irak y Turquía y en su Protocolo OBOR de Producción e Inversión, firmado en 2015, se incluyeron 52 proyectos en diversos temas como minería, energía manufactura, industria química, materiales, infraestructura, transporte, biotecnología, etc.
Además de la problemática geopolítica Rusa- China antes señalada, Asia Central, olvidada por siempre de la geografía global, presenta como región uno de los índices más altos de inseguridad, inestabilidad política, falta de Estado de Derecho, altos niveles de corrupción, bajo índice de desarrollo humano, etc., que se incrementan de manera proporcional de Kazajistán ,con el mejor índice de riesgo de la zona (21), al más alto que involucra a Tajikistan (66), lo cual lleva también a la región a presentar los más bajos niveles de confiabilidad financiera y de ahorro (Ghiasy Richard y Zhou Jiayi,2017).
A pesar del temor al poder de China, los países de A.C ven su llegada a la región con optimismo y como una esperanza para salir del subdesarrollo. China a su vez aborda la zona, primero, como un paso inevitable hacia el resto de Asia en la idea de la reconstrucción de un nuevo camino de la seda. Y segundo, como una zona altamente estratégica para su alta demanda de gas y petróleo, como un complemento estratégico a los acuerdos que en el mismo sentido ha firmado con Rusia.
En el caso de Kazajistán, por ejemplo, además de firmar contratos para la construcción de infraestructura por valor de 44 mil millones de dólares, la Corporación China de Petróleo (CNPC) controla el 25% de la producción de crudo del país y tiene programada una inversión de 477 millones de dólares para convertir Khorgos en una zona de libre comercio. Con Uzbekistán, en 2013 firmó acuerdos por 15,500 millones de dólares en los que se incluyó la construcción de un cuarto oleoducto y una línea férrea.
Con Tayikistán, en 2014 se firmaron acuerdos por 6 mil millones de dólares para infraestructura y fundición de aluminio. Con Turkmenistán, que cubre la mitad de las importaciones chinas de gas, en 2013 se firmaron convenios por 7,600 millones de dólares, incluida la construcción de un gasoducto .En este país, la empresa china CNPC es la única que posee los derechos de explotación de los campos de gas de la zona de Bagty yarlyk y también participa con los desarrollos de Galkynysh, el segundo mayor campo de gas natural del mundo. Finalmente con Kirguistán, en 2013 se firmaron ocho acuerdos por 5 mil millones de dólares, los cuales incluyen la construcción de un gasoducto hacia China (Vanguardia, Dossier, Num.60, 2016).
El cuarto Corredor Económico Internacional es conocido como China-Península de Indochina y empieza en las provincias de Guangxy y Yunnan en China y se corre hacia Vietnam, Laos, Cambodia, Tailandia, Myanmar y Malasia, terminando en Singapur, y es la ruta que propiamente menos costo geopolítico ha tenido para China , dado que se desarrolla en la zona histórica de su tributación y ahora está organizada bajo la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), aunque en algunas de estas naciones nunca ha dejado de estar presente la civilización India, sobre todo en el sur .
Por razones geográficas e históricas, los países del Este que se comprenden en este corredor económico forman parte de la primera globalización de China, por lo tanto son con los que tiene un mayor trato económico e incluso un Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado con ASEAN en 2010. Como ejemplo de lo anterior, el comercio intrarregional de los países de ASEAN se aproxima al 25 % , pero si se le agrega a China , Japón y Corea del Sur, la integración se escala hasta un 50% , superando al resto de los esquemas de integración salvo la Unión Europea (65%), lo cual demuestra el alto grado de cohesión que tiene la zona en la producción de bienes manufacturados ,en la que si bien China representa el 21% de las exportaciones intrarregionales, absorbe el 44% de las importaciones intrazona, lo que marca la cohesión e importancia de la región con China desde hace décadas (Oropeza, 2016, p.201).
En consecuencia, en este corredor económico China ha puesto su mayor inversión desde antes del OBOR y ahora lo ha reforzado con12 nuevas carreteras ,11 nuevas rutas de mercancías, nuevas líneas de tren China-Vietnam, China-Laos y un avance del 80% del ferrocarril China-Myanmar , etc. Sin embargo, a pesar de la gran importancia económica de China en la Península de Indochina, algunos de sus países miembros guardan aún no muy gratos recuerdos de su presencia beligerante, como Vietnam, que aún recuerda su guerra con China en 1979; y de manera reciente, no solo Vietnam, sino también Malasia, Indonesia y Filipinas, quienes ven con temor y suspicacia el doble papel de China de socio y nuevo hegemón regional, respeto a sus fronteras marítimas en el Mar del Sur de China.
El quinto Corredor Económico Internacional de Cooperación corresponde a China-Pakistán (CPEC), el cual es el único corredor que contempla la relación de un solo país OBOR con China. A primera vista resulta significativo que China haya optado por darle este papel relevante a Pakistán, así como el de que no haya incluido en él, de manera directa, a su vecino cercano, Afganistán. El CPEC, por la apuesta geopolítica y económica que hace China, constituye el corredor OBOR más importante a la fecha, a tal punto que se le estima como el corredor bandera, el corredor modelo que puede orientar el trabajo de los otros corredores, al mismo tiempo que el avance exitoso o problemático de OBOR.
Respecto al CPEC es importante reiterar que su trazo se realiza ante la oposición y molestia de India, como hegemón regional, en virtud de que su trazo original atraviesa por territorios aún en debate con Pakistán y China (Gilgit-Baltistán), o únicamente con China (Cachemira), en un descuido que ha generado una indignada oposición India al OBOR. Asimismo, en el CPEC se omite la participación declarada de Afganistán, lo cual habla de que si bien China está tomando altos niveles de riesgo en sus estrategias de inversión, por lo cual ha sido criticado, en el caso de Afganistán, por su inestabilidad política, por su vocación pro-americana (American silk road), evitó nombrarlo en el CPEC. Lo anterior no quiere decir que Afganistán no haya sido invitado al OBOR y que no pueda participar en sus diferentes proyectos.
Pakistán se presenta ante China como un país de especial importancia por diversas razones. Una de ellas, porque su frontera es próxima a su región autónoma de Xinjiang, donde se avecina la mayor población musulmana de China, conocida como los Uigures (hui su), por lo que una buena relación con un país de 190 millones de musulmanes como lo es Pakistán, para China resulta de la mayor relevancia para evitar la contaminación con los grupos extremistas en la región como Al-Qaeda, los Talibanes, el Partido Islamista Turco, etc. con la zona Uigur.
De igual modo, el crecimiento económico de China y su estabilidad política ha mantenido un riesgo constante al ser un gran importador de petróleo con casi 12 millones de barriles al día en 2017, el cual es suministrado en buena medida a través de la estratégica zona del océano Índico y sus múltiples estrechos, como el estrecho de Malakka, de Singapur, etc. En este sentido, la construcción de un puerto profundo en las costas de Pakistán en Gwadar, se presenta para China como una alternativa estratégica frente a USA e India, de igual modo que una salida al mar para su exportación del centro y del oeste Chino.
A las inversiones chinas en el puerto de Gwadar se suman recursos para la integración de zonas económicas especiales, corredores industriales, un ferrocarril que conecta al puerto con toda China y Asia Central, 3000 Kms. de carreteras, líneas de electricidad, etc., reflejando una gran inversión y un trabajo muy importante para lograr un mejoría económica visible del país, la cual daría una mayor estabilidad para todos los propósitos tanto económicos como políticos.
En este sentido, el CPEC se ha convertido en un ejemplo del apoyo geopolítico que China puede brindar a través del OBOR al resto de los países asociados. Por ello, como señalan Ghiasy y Zhou si CPEC se mantiene exitosamente sustentable, se convertirá en un claro mensaje para otros países con problemas de inversión y desarrollo, para que sean socios más cercanos a China. (Ghiasy, Zhou, 2017).
El sexto y último corredor se refiere a China- Bangladesh-India-Myanmar, que como ya se dijo, se encuentra obstaculizado principalmente por el alejamiento de la participación de India desde 2015, al igual que por inestabilidad política de Myanmar. Sin embargo, este corredor también es relevante porque en el se incluye el proyecto de La Ruta Marítima de la Seda del siglo XXI, que empieza en el sudeste de China y se propone continuar por toda la ruta marítima hasta Europa[10].
En el siglo XV, como se apuntó, durante la dinastía Ming, China decidió renunciar a la geopolítica por mar, a pesar de que en 1405 durante la dinastía del emperador Yongle, se integró una flota de 62 poderosos navíos bajo el mando de Zheng He, entre los que destacaban los cuatro barcos más grandes del mundo, de 120 metros de longitud y 50 de anchura. En el siglo XXI, en el marco del OBOR, China intenta relanzar una estrategia marítima de posicionamiento a lo largo del Océano Índico, estrategia que ha sido calificada por Estados Unidos en 2004, en estudios de Booz Allen Hamilton, y C.J. Pehrson como Collar de Perlas.
En estos estudios se definen como el collar de perlas a las instalaciones marítimas, terrestres y áreas que China ha ido construyendo desde principios del siglo en aras de crear una estructura de poder geopolítico en el Mar del Sur de China y el Océano Indico, como punto de partida de una nueva fuerza marítima global que acompañe los intereses chinos en la zona frente a Estados Unidos y la India en una primera instancia. Como parte del collar de perlas se incluyen el puerto de Gwadar, en Pakistán; Chittagong en Bangladesh; Sittwe en Myanmar; Sihanoukville en Camboya; Merguy, Thilawa, Kyanksyu, en Tailandia; a los que ahora se podrían agregar Hambantota y Colombo en Sri Lanka, Lanú en Kenia, Port Sudan en Sudán y el Pireo en Grecia, donde China detenta actualmente el 70% de la operación (Vanguardia, Dossier, Num.60, 2016).
3. El OBOR y sus resultados
El OBOR es un movimiento telúrico geopolítico de grandes dimensiones que cualquiera que sea su resultado, cambiará los estándares concebidos, por lo menos en el continente asiático, a partir de su lanzamiento.
Como todas las grandes transformaciones de China, el OBOR se presenta como una intuición global de gran aliento que se nutre de sus propios antecedentes para imaginarlo, primero, y luego sobre la marcha, ir armando su estructura bajo un pragmatismo con las tradicionales características chinas.
A la primera apertura china Deng la llamó experimento. A los BRICS los lanzaron oficialmente en 2009 después de ocho años de haber sido una idea exógena de Jim O’Neill. En el caso del Nuevo Camino de la Seda ocurre algo similar. De una idea milenaria que siempre estuvo ahí presente como parte de un archivo histórico, esta se reforzó con ideas paralelas que ya se ventilaban en la agenda geopolítica de Asia como la propuesta nipona en 2004 de la Diplomacia de la Ruta de la Seda, que ya comprendía a los cinco países de Asia Central; El Camino Turco de la Seda en 2008, que se une en 2016 con OBOR. Incluso un Plan Marshall Chino que en 2009 lanzó la Administración Estatal de Ingresos, el cual a partir de 2013 ha sido negado reiteradamente como parte de la filosofía del OBOR. El Camino Ruso de la Seda que ya se comentó y en 2011 el Camino Americano de la Seda que desde Afganistán propuso Estados Unidos.
En este sentido, el OBOR parte de estas influencias pero en su lanzamiento global nace de una intuición política a la llegada al poder de Xi Jinping, la cual día a día se ha ido construyendo hasta los avances que lleva a la fecha. Por ello, después de cinco años, las versiones, las explicaciones y las cifras del OBOR cambian y difieren respecto a cada una de las fuentes consultadas, aunque esto no ha sido obstáculo para que no pueda reconocerse la dimensión de su tamaño, la infinitud de sus objetivos y el enorme potencial de sus repercusiones geopolíticas y geoeconómicas sobre China, Asia y el mundo en general.
Para China el OBOR aparece también como la posibilidad de reeditar, bajo condiciones del siglo XXI, un nuevo papel inspirando en el rol hegemónico que mantuvo bajo diferentes condiciones hasta 1838, cuando la llegada de las potencias marítimas occidentales, iniciada por la invasión de Gran Bretaña en la llamada Guerra del Opio, terminaron con su milenaria tributación regional y el papel central que tuvo en la zona.
Dada la multidiversidad de la propuesta OBOR, actualmente sus objetivos se multiplican y confunden respecto a la fuente de la cual se parta. Como se adelantó, China habla de una iniciativa más que de una estrategia, a fin de que la construyamos juntos, la gocemos juntos y nos conozcamos juntos, manejando una postura abierta que aleje la idea de una imposición. De igual modo, la propuesta se presenta como una cooperación internacional, como una gobernanza global más razonable y justa; como la construcción de una comunidad donde se comparta el futuro de la humanidad, lo cual es una abierta invitación hacia un nuevo orden geopolítico (Munadi, 2018).
Al propio tiempo, el presidente Xi señala que el OBOR es una marca de desarrollo abierta e inclusiva, al igual que un bien público global propiciado por todas las partes. Durante su discurso en el Foro OBOR en mayo de 2017, Xi explica al OBOR como un camino para la paz, para la prosperidad, como un camino para la apertura, para la innovación y la civilización. Xu Shicheng resume al OBOR como un facilitador para la apertura de mercados y el aumento del comercio y de las inversiones; como un “Nuevo pensamiento y un nuevo proyecto para perfeccionar la gobernanza global” (Shicheng, 2018).
El OBOR rompe con la caracterización de la integración regional del siglo XX y su consecuente fundamento del artículo 24 de la Organización Mundial del Comercio (OMC), invitando a la comunidad asiática, pero también al resto del mundo, a un nuevo esquema de asociación- pragmático, con características chinas, que rompa con las limitaciones del propio artículo 24 y despliegue sus alas en un vuelo incierto, pero sugerente , donde puedan sumarse los activos nacionales y regionales ya no solo a través del intercambio de bienes y servicios, sino también de todas las demás actividades económicas; imaginando nuevos escenarios y desarrollos posibles.
Y está es, tal vez ,la mayor aportación que OBOR hace a Occidente , más allá de los resultados que pueda lograr, al liberarlo de una camisa de fuerza, de un dogma neoliberal donde el crecimiento económico solo se imaginó a través de un comercio exterior fundamentado mayormente en tratados de libre comercio, con asimetrías y dominancias de origen, las cuales han limitado el desarrollo e intercambio de los países hacia nuevos y mejores escenarios, más acordes con un siglo XXI donde la visión del GATT de 1947 e incluso de la OMC de 1994 han quedado rebasadas .
La intuición china en este punto rompe el paradigma, aunque apenas dibuja a través de las principales líneas del OBOR, la nueva estructura que ofrece para substituirla.
En principio declara sin ambages que “El OBOR va más allá del sistema mundial de comercio en la implementación de objetivos, de mecanismos y de principios, al propio tiempo que es una exploración de un nuevo modelo de cooperación y gobernanza global, que busca no solo del desarrollo y la prosperidad de la economía mundial, sino que también propone un más justo y razonable sistema de gobernanza global” (Xixia, 2018).
Partiendo de esta aclaración, el OBOR entonces acepta en su operación una línea de Hard Law o Derecho Internacional vinculante, a la cual no renuncia en el marco de un pragmatismo incluyente; al mismo tiempo que abre la puerta a figuras comerciales de Soft Law, o sea no vinculante, como una herramienta posible en el nuevo sistema geopolítico OBOR.
Bajo este amplio marco formal de posibilidades aparecen desde Memoranda de entendimiento (Mou), Acuerdos de Producción e Inversión (Kazajistán, 2015), Acuerdos Multilaterales (China, Mongolia, Rusia, 2016), 50 Acuerdos de Cooperación, 56 Zonas o Corredores Económicos Especiales en más de 20 países, hasta la firma a 2017 de más de 15 tratados de libre comercio de China con cerca de 24 países; además de 11 TLCs en negociación y 11 más en inicio de pláticas. Dentro de los Acuerdos de Soft Law, por su importancia, destaca el Acuerdo firmado por China con el grupo asiático europeo de los 16+1; así como también podrían incluirse a los propios BRICS, así como en menor rango pero ya operando, diferentes resoluciones, declaraciones, acuerdos, etc. (Xixia, 2018).
Como puede apreciarse, China no renuncia al orden internacional de la OMC, pero tampoco acepta tender sus nuevas líneas globales de comercio y desarrollo exclusivamente bajo su marco conceptual, abriendo un debate sobre cuáles deben ser las regulaciones económicas para un nuevo mundo más demandante y complejo. Bajo estos nuevos paradigmas OBOR, la oferta occidental no aparece como una estrategia que vaya a poder competir en visión, alcance, financiamiento, formalidad, etc. con la oferta integral del nuevo camino de la seda, y la crítica jurídica dogmática no será suficiente para rescatar a los esquemas occidentales de comercio, que siguen manteniendo la misma visión y ambición de los países desarrollados del siglo anterior.
Desde luego la arquitectura lograda por la Unión Europea sigue siendo un referente occidental obligado por sus resultados y la consideración a sus asimetrías y apoyo de todos sus participantes, a pesar de su crisis actual abanderada por el fenómeno Brexit. Pero el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ahora en su nueva versión denominada Acuerdo Estados Unidos- México- Canadá (AEUMC) o USMCA, por sus siglas en inglés, y el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP),en su nueva versión conocida como El Acuerdo Amplio y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP o TPP-11),entre otros, desde su desdibujada renegociación a partir de la llegada de Trump al poder, se alejan de estas nuevas iniciativas incluyentes de altos niveles de financiamiento, que de principio brindan un mayor margen de maniobra a la realidad económica de la mayoría de los países participantes .
En materia financiera el proyecto OBOR también resulta una iniciativa anti paradigmática para el orden global, tanto por su dimensión como por la amplia oferta de proyectos e instituciones que comprende.
Si bien hoy el OBOR no integra un nuevo paradigma formal de asociación terminado, la inclusión de nuevos temas al comercio de bienes como la energía, la ciencia, la tecnología, la infraestructura; los amplios niveles de financiamiento y los temas culturales o sociales con los que se complementa, brindan una visión más amplia a los esfuerzos del desarrollo regional del siglo XXI.
A pesar de la diversidad de las fuentes, que brindan datos contrastantes, a la fecha el financiamiento OBOR se ha ofrecido en grandes cantidades respecto a los países con los que ha iniciado su operación, a través de una batería muy amplia de instituciones y entidades financieras donde ya se comentó, participan el AIIB, Silk Road Fund, El nuevo Banco Chino de Desarrollo, que se crearon ex profeso para el OBOR.
Al mismo tiempo interviene el China-ASEAN Inter-Bank, China Investment Corporation (CIC), el Banco de Desarrollo de la Organización de la Cooperación de Shanghai (SCO), así como toda la banca estatal china. A 2016, en materia financiera, los prestadores OBOR que más contribuyeron fueron los cuatro grandes Bancos Comerciales Estatales chinos (SOES) con el 51%. La segunda fuente de suministro comprendió al Banco Chino de Desarrollo con el 38% y con el 8% participó el Banco de Exportación e Importación .Dada su reciente aparición a partir de 2015, el Silk Road Fund y el AIIB registraron un 1% respectivamente (Deloitte, 2018).
Funding for BRI by source: Outstanding loans or equity investment at end 2016 ($ billion) Fuente: Deloitte, 2018
Asimismo, de acuerdo al Ministerio de Comercio, los flujos de IED al OBOR promediaron los 14 mil millones de dólares anuales durante 2015, 2016 y 2017, priorizando al corredor China- Península Indochina con 53% de lo invertido únicamente por las SOEs (2016); al corredor Bangladesh-China India-Myanmar con 47%; Central Asia, Rusia, Mongolia con 34%; y Europa del Este 34% y África y Asia del Este con 25%.
BRI investment destinations for SOEs Fuente: Deloitte, 2018
En cuanto a los resultados del OBOR (2014-2017), de acuerdo al Profesor Shicheng, actualmente lo han firmado más de 100 países y organizaciones internacionales. Asimismo China ha firmado Convenios de Cooperación OBOR con más de 40 países y organizaciones internacionales. China ha elevado a 3 billones de dólares su comercio con OBOR y ha invertido cerca de 50 mil millones de dólares. Se han instalado 56 zonas de cooperación económica y comercial con más de 20 países. Las empresas chinas han tributado 1100 millones de dólares con países OBOR y se han creado 180 mil puestos de trabajo fuera de China. El AIIB entregó 1700 millones de dólares y el Fondo de la Ruta de la Seda 4 mil millones de dólares (Shicheng, 2018).
Además de lo anterior China ha otorgado 10 mil becas gubernamentales; y agregará 100 mil millones de yuanes al SRF e incentivará a las SOEs por 300 mil millones de yuanes de nuevo crédito. Al NDB se le dotará de 250 mil millones de yuanes y al Ex -Inc Bank de 130 mil millones de yuanes para proyectos de infraestructura, capacidad productiva y finanzas. En los próximos tres años, en síntesis, se aportará por China al OBOR cerca de 8700 millones de dólares. De manera especial, se ofrecerá una ayuda alimentaria de 2000 millones de yuanes a los países OBOR más necesitados; 1000 millones de dólares al Fondo de Ayuda Para la Cooperación Sur-Sur. 1000 millones de dólares para proyectos que beneficiarán a países OBOR y se pondrán en marcha 100 proyectos de hogares felices; 100 de alivio a la pobreza y otros 100 de atención sanitaria y rehabilitación (Shicheng, 2018).
El OBOR a 2018 se muestra inacabado, confuso, con luces y sombras.
A la mayoría de los socios participantes los invade la esperanza y el interés, al propio tiempo que la confusión, la sospecha, el miedo y la división interna.
Les preocupan sus abultadas deudas, la calidad de las inversiones, la fuerte corrupción con sus clases gobernantes, donde en algunos casos se estima que asciende del 10 al 30% de los créditos. Les preocupan también cuales pueden ser los objetivos últimos de China.
A pesar de lo anterior, la gran mayoría no quiere quedarse fuera de esta gran e imaginativa ola de un nuevo desarrollo continental que aparece en muchos de estos países como la única alternativa.
Para China, para Xi Jinping, el éxito del OBOR en los próximos años, junto con su reforma económica y jurídica, son la única garantía para que su permanencia en el poder se prolongue para la tercera y cuarta década del siglo, y así se cumpla el sueño chino de una China hegemónica en 2049, a los 100 años de la Revolución e instalación de la República Popular China.
IV. B. La Reforma Económica. Made in China 2025
A finales de las setenta China tenía todo por construir. Su crecimiento en relación con su PIB era errático con bruscas caídas e irregulares incrementos que en el periodo 1966-1976 la llevaron a registrar un 4% anual promedio. Hace 40 años no existían flujos de IED, los cuales empezaron a mostrarse de manera significativa a partir de 1985. Su comercio era tan débil que se ubicaba en la posición 34 del ranking mundial y sus exportaciones solo representaban 4% de su PIB. En síntesis, cuando se dio su primer proceso de reforma y apertura en 1978, ningún actor político o económico creyó que un país de 956 millones de personas con niveles superiores al 60% en pobreza extrema, fuera una amenaza. Nadie creyó que hubiera un milagro chino (Oropeza, 2006, p.274).
A lo largo de las cuatro décadas siguientes la comunidad económica global tampoco ha creído, cada incredulidad en su tiempo, que China pudiera fabricar motocicletas, vehículos, camiones, trenes de alta velocidad, aviones, portaaviones, satélites, etc., y ahora China es líder o fabricante destacado de cada uno de estos bienes o productos.
Frente a la tercera década del siglo XXI, la comunidad económica y política global, sobre todo Estados Unidos y Occidente , vuelven a hacerse la misma pregunta de si China podrá ascender al único liderazgo económico que le hace falta que se refiere a los servicios de la alta tecnología de la cuarta y quinta Revolución Industrial, a lo cual algunos pensadores clásicos como Montesquieu o Weber, etc., sostuvieron que la civilización china no era proclive a la ciencia, lo cual fue uno de los determinantes de su dominio occidental; ó de los criterios modernos de que China no era capaz de superar su manufactura barata ; o los que ahora opinan que no podrá desplazar del liderazgo tecnológico a los Estados Unidos o los principales países europeos. Y la pregunta esencial respecto al tema vuelve a ser la misma que se hizo a partir de la primera década del éxito económico chino, ¿por qué no podría hacerlo, si las condiciones internas y externas para lograrlo siguen siendo básicamente las mismas?
China desde 1978 práctica un modelo económico que crece y se actualiza, pero que en su estructura nuclear no cambia y se corresponde al de un poderoso Estado Desarrollador bautizado por China como Socialismo de Mercado, que Deng Xiaoping explicaría desde siempre como el experimento de combinar tanto capitalismo como socialismo sean necesarios para alcanzar sus objetivos, los cuales parecen ser hoy, el convertir a China en la nación hegemónica más desarrollada del siglo XXI, a partir de su liderazgo en la manufactura industrial y los servicios de la inteligencia.
China, en la segunda década del siglo vuelve a intuir y a interpretar los vientos globales, y entiende que el éxito económico de ayer no le garantiza el de hoy y que seguir con los instrumentos estratégicos de su primera apertura como su globalización selectiva y gradual, manejo nacionalista de la IED que llega al país, modernización de las zonas económicas especiales, una política industrial prioritaria, alineamiento de una Banca de Desarrollo amplia y poderosa al servicio del desarrollo industrial, incentivos fiscales y financieros, etc. que la llevaron a desplazar a Estados Unidos en el 2010 como el mayor país en producción de manufactura , no le serán suficientes para esta , su última batalla sectorial económica, ahora la más relevante a nivel global, que es alcanzar y superar el avance tecnológico de Estados Unidos.
Ante tales retos, China decide alejarse de la comodidad de sus importantes triunfos económicos y transita hacia una nueva estrategia que lanza en 2015 como Made in China 2025, (MCh 2025) por medio de la cual concentra la mayoría de las acciones que considera no solo le darán un nuevo impulso a su crecimiento, sino que en base a una visión y un sueño civilizatorio, estima la puedan ubicar como la nación líder del siglo.
El espíritu de la nueva estrategia se explica en primer lugar, dentro de la visión que Xi Jinping viene construyendo desde su llegada al poder, la cual se refleja en los discursos y documentos que viene publicando desde esa fecha. Por ejemplo, en su participación con motivo de la celebración del XIX Aniversario del Congreso Nacional del PCCh (octubre 2017), donde se compromete con el pueblo a proporcionarle una mejor vida, una vida feliz ; señalando que para ello China tiene que convertirse en un país de la innovación, reforzando su tarea en la investigación científica y tecnológica a fin de irrumpir en las nuevas tecnologías, donde china penetre con innovaciones tecnologías que mejoren los niveles de vida del pueblo chino.
A lo anterior agrega que la innovación es la fuerza estratégica para impulsar el desarrollo, así como el apuntalamiento estratégico para construir una economía más moderna. De manera especial Xi Subraya que “Nosotros impulsaremos la investigación básica en ciencias aplicadas, para aumentar nuestros logros en proyectos de ciencia y tecnología, priorizando la innovación que genere tecnologías claves, que rompa fronteras tecnológicas y que modernice la ingeniería tecnológica; en síntesis, que rompa paradigmas tecnológicos” (China Daily, 20 octubre, 2017).
A manera de acompañamiento de esta visión, China lanza su 13° Plan Nacional de Cinco Años en Innovación Científica y Tecnológica (2016)[11], a través del cual acompaña 15 Programas Preferentes en Innovación Científica y Tecnológica. En el mismo año aparece el Plan de Implementación de Tres Años de Inteligencia Artificial (AI) e Internet Plus; aunque de manera significativa por su amplitud y nueva visión, en 2015 China lanza el Plan Made in China 2025, como el nuevo paradigma que desdobla y acompaña la estrategia de su Segunda Reforma y Apertura hacia el Oeste, que junto con su Reforma del Poder (Reforma Constitucional), como ya se indicó, forman el triángulo estratégico hacia su éxito y dominio geopolítico y geoeconómico a 2049.
El Made in China 2025 no es, desde luego, el primer programa científico y tecnológico. De hecho, desde la primera apertura de Deng Xiaoping coloca al tema como una de sus cuatro grandes prioridades. Sin embargo, la diferencia con este lanzamiento consiste en que se privilegian los servicios de la alta tecnología (industria 4.0), sin olvidar la industria tradicional, planteando los objetivos de tres escenarios en el tiempo en donde en 2025 buscará reducir las diferencias con otros países; en 2035 busca fortalecer y empoderar la posición, y para 2045 (2049), se plantea ser el líder mundial en la producción de bienes y servicios tecnológicos (Plan Made in China 2025; ICEX, 2016).
Como en programas anteriores, el Plan selecciona 10 sectores ganadores donde destacan equipo electrónico, maquinaria agrícola, nuevos materiales, ahorro energético, vehículos de nuevas energías, herramientas de control numérico, robótica, equipamiento médico, equipo marítimo de tecnología avanzada, equipamiento ferroviario, equipamiento aeroespacial y tecnologías de la información. Para reforzar este lanzamiento planea la construcción de 15 centros de innovación a nivel nacional a 2020 y 40 para 2025.
Sin embargo, donde el plan se aleja de ejercicios anteriores y es parte de la nueva política de Xi Jinping, es que en este proyecto la política prudencial de Deng desaparece y se exponen públicamente vectores de temas sensibles que antes eran sesgados o que se negaban. El primero, el reconocimiento de que el plan aspira a integrar un contenido nacional del 40% a 2020 y un 70 % a 2025, con todo lo que esto confronta a la narrativa OMC. Al mismo tiempo el plan propone que para esa fecha la Ciencia y la Tecnología contribuyan al crecimiento del PIB en 60% y la inversión del sector ascienda al 2.5% del PIB.
Para lograr el contenido nacional, se reiteran las políticas de protección y subsidio que a su manera se inauguraron junto a la apertura china en 1978. De manera especial, aparecen las estrategias que directa e indirectamente también hacen ostensible el estatismo chino para la implementación y logros de los objetivos del Plan. Se habla de presiones legales a través de la importante Comisión Nacional para la Reforma y el Desarrollo Nacional respecto a actores globales en China, para favorecer la transferencia tecnológica.
También se habla de presión para la firma de Joint Ventures en materia tecnológica. Exigencia y condicionamiento del mercado interno a cambio de tecnología. Presión para precios bajos en comercialización de tecnología, para facilitación de recursos humanos calificados, para la fabricación en China de tecnología, etc. En realidad, temas cuasi institucionales en el performance chino desde los ochenta, pero que siempre se negaron e incluso un sinnúmero de especialistas occidentales pasaron por alto en su análisis del milagro chino de desarrollo.
De acuerdo a un artículo de investigación del New York Times (How this U.S. Tech Giant is Backing China´s Tech Ambitions, 2018) Estados Unidos evidencia la aplicación de estas políticas al señalarse que las empresas americanas “están siendo forzadas para transferir tecnología, firmar Joint Ventures, bajar precios y ayudar con sus especialistas” a las áreas chinas de inteligencia artificial y semiconductores.
Que a Qualcomm, empresa líder en la construcción de chips de alta tecnología, a través de la NDRC se le impuso una multa de casi un Billón de dólares y se le condicionó su participación en el mercado chino a una baja de precios y un mayor traspaso de tecnología a socios chinos. Para ello, el gobierno chino le ofrece tierra y financiamiento para que se asocie con la empresa china Huaxintong, al igual que con la empresa Thundersoft (drones), con base en Beijing.
En otro artículo del New York Times (Busca China el control global en tecnología, Reforma, 2018) se reitera la política china de exigir asociaciones o traspaso de propiedad intelectual “como el precio de admisión a la segunda economía más grande del mundo”. Incluso en contubernio con las empresas americanas (Advanced Micro Devices, licencia de microchips) se intentan eludir las nuevas restricciones del gobierno americano sobre la transferencia de tecnología. Que sistemas tecnológicos sensibles del gobierno chino como bancos y laboratorios, todavía utilizan chips de Intel y Qualcomm y software de Microsoft y Oracle, lo cual estiman como una debilidad de su seguridad nacional. Para resolverlo, integra un fondo para la fabricación de semiconductores de más de 100 mil millones de dólares, 150 mil millones de dólares para inteligencia artificial y 3000 millones de dólares para fabricación avanzada.
A lo anterior habría que agregar que dentro de esta estrategia integral de posicionamiento tecnológico formal e informal, los estrategas chinos Qiao Liang y Wang Xiangsui desde 1999 hablan de una Guerra sin Restricciónes, donde incluyen como parte de la posible toma de tecnología al uso de hackers financieros y tecnológicos a través de los navegadores de internet (Jalife-Rahme, Reforma, 2018).
Al Plan Made in China 2025, los fabricantes occidentales, como hace cuarenta años, lo miran con desconfianza por su abierta carga de voluntad estatal de llevarlo a cabo por medio de todos los canales formales e informales, con gran pragmatismo y enorme financiamiento público. Bradsher y Mozurmarch lo sintetizan como “El deseo de China de obtener el control de la mayoría de los segmentos rentables de la cadena global de producción” (2018). Y Lewis, Vicepresidente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (USA), a la participación informal de China la resume diciendo “Todos temen represalias. Nadie quiere perder el mercado de China” (The New York Times, Reforma, 2018).
La batalla por la supremacía digital, como le llama The Economist (Marzo, 2018), o como podría escalarse: La batalla económica por la hegemonía global del siglo, es una parte central de la guerra comercial ya declarada a China por Estados Unidos a través del Memorándum Presidencial del 22 de marzo de 2018, con base en la sección 301 de la Ley de Comercio de 1974, el cual se deriva en lo general de la acumulación de inconsistencias comerciales entre los dos países desde la década de los noventa, donde inició el abultado déficit comercial de Estados Unidos con China; y en lo particular, se centra en la guerra tecnológica entre los dos países.
En el marco de esta guerra comercial, junto al Memorándum Presidencial, Estados Unidos está reforzando la vigilancia de la IED China hacia empresas norteamericanas a través de la Foreign Investment Risk Review Modernization Act (FIRRMA), donde incluye de manera especial los recursos otorgados a las start ups en áreas de seguridad nacional, vigilando especialmente a los nuevos Fondos de Riesgo en los que China ha centrado su triangulación financiera para invertir en desarrollo de tecnología industrial en América, los cuales se estima por el Departamento de Defensa (USA), han contribuido con el 13% del total de este tipo de inversión ( The Economist, agosto, 2018).
A lo anterior se agrega la ampliación de facultades al Comité de Inversiones Extranjeras (CFIUS), para bloquear operaciones de toma de control de una sociedad americana si representa un amenaza para la seguridad nacional, no solo en la industria de la defensa como operaba anteriormente. A manera de ejemplo, en marzo de 2018 este Comité bloqueó la propuesta de compra hostil de Qualcomm. (Reforma, 8 de junio, 2018).
“Si se acepta como punto de partida que estamos en una gran lucha de poder con China y Rusia – comenta John Janser de la Universidad de la Defensa Nacional- entonces se debe pensar en garantizar la base innovadora, viabilizar la base industrial y llevarlo todo a escala.” (Financiero Times, julio, 2018).
En el marco de este histórico debate por la supremacía tecnológica- económica que sin duda definirá posiciones y fortalezas en las próximas décadas, como ya lo hace ahora, China ya coloca a 9 empresas en el Top Twenty de las líderes de internet, encabezadas por Alibaba (6) y Tencent (7), el resto son americanas.
En materia de innovación (2018), China se coloca en el lugar 17 a nivel mundial y sube cinco lugares respecto al año anterior (lugar 22). Estados Unidos pierde dos lugares en el mismo periodo, pasando del lugar 2 al 4. A la fecha, China cuenta con 4.6 millones de graduados en ciencia y tecnología y Estados Unidos registra una octava parte. En 2016 China instaló una cifra récord de 87 mil robots, más que Estados Unidos y Alemania juntos. En 2017, China rebasará en inversión (43%) a USA (38%) en inteligencia artificial.
De igual modo, China ya es el segundo generador de publicaciones científicas (293 mil publicaciones 2000-2015), después de Estados Unidos (354 mil publicaciones 2000-2015). Es líder en registro de patentes en aprendizaje profundo, inteligencia artificial, y segundo en aprendizaje automático, después de USA. Para 2025, China prevé generar tres cuartas partes de su propia demanda de robots industriales y más de un tercio de su demanda de chips para teléfonos inteligentes.
En materia de comercio electrónico, Porter Erisman, asesor de Alibaba señala “si quieres entender la historia del comercio electrónico, estudia a Estados Unidos, pero si quieres entender el futuro del comercio electrónico estudia a China” (The Economist, marzo, 2018/ The New York Times, Reforma 2018, Vanguardia Dosssier Num. 70, septiembre, 2018).
Desde luego que la Reforma Económica se liga con la Reforma Geopolítica china. Para el efecto existe, entre otras ligas, un Digital Silk Road a través del cual China intenta con cerca de 35 satélites, unir a una distancia de un metro o menos la geografía, las rutas y las georeferencias de 30 países OBOR que a la fecha han firmado con la empresa china Bei Dou ( Big Dipper), la cual es la encargada de construir la ruta de comunicación digital para el 67% de una población asiática que carece de ella.
Xi señaló respecto a esta ruta de la seda de la comunicación, de la nanotecnología, de la inteligencia artificial, la big data, etc., que ayudará a crear “una comunidad de destino compartido en el ciberespacio” (The Economist, junio, 2018). De igual modo a la capital milenaria del comercio de la seda, Xi’an, se le está impulsando como un Sillicon Valley del oeste chino.
IV-C. La Reforma del Poder.
Reforma Constitucional de 2018
En el mes de octubre de 2017, en el marco de la celebración del XIX Congreso del Partido Comunista Chino, la figura del presidente Xi Jinping fue elevada a los niveles más altos del poder chino de los tiempos modernos.
En un giro inesperado de acuerdo a la tendencia política progresista que había heredado Deng Xiaoping , de un principio de separación política entre el PCCh y el gobierno, hacia una mayor asimilación de un Estado de Derecho y orden democrático, al final del Congreso la figura del presidente Xi fue declarada como Emperador en vida y su pensamiento se elevó al nivel del presidente Mao Zedong y a la Teoría del presidente Deng Xiaoping, quienes se consideraron hasta entonces como los únicos guías políticos a partir de 1949.
Reforzando lo anterior, durante la celebración del congreso se decidió la reforma de la constitución del PCCh, lo cual ha sucedido en pocas oportunidades a partir de su aprobación en 1982, a fin de dejar plasmado dentro del mismo cuerpo legal “el pensamiento de Xi Jinping, de un socialismo con características chinas para una nueva era”, lo cual quedó como la guía del partido y del Estado.
Ante el cambio histórico registrado en el partido, en marzo de 2018, durante la celebración del XIII Congreso de la Asamblea Nacional Popular, se operó la Quinta Reforma a la Constitución de la República Popular China. Dentro de los cambios operados, de manera relevante se elevó nuevamente al liderazgo del PCCh como fundamento central del poder político y a su secretario Xi, como núcleo de dicho centro, al modificar el artículo 1°de la Constitución para resaltar que “El sistema socialista es la base de la República Popular China, y el liderazgo del PCCh es la característica del socialismo con características chinas” , principio que se encontraba en el preámbulo de la Constitución de 1982, en la idea de generar una jefatura del Estado de Derecho sobre el poder político y no al revés, como queda de manifiesto con el cambio.
También de manera especial se crea el Comité Nacional de Supervisión, el cual abarcó buena parte de la reforma constitucional. Este poderoso Comité contra la corrupción, que a 2017 llevaba sancionadas a un millón y medio de personas, se constituyó en la idea confuciana del control moral del poder tanto del Partido como del gobierno, donde dicho Comité será supervisado por el Comité Permanente de la ANP, donde Xi es la figura suprema. Así mismo, se inhabilitó a la Suprema Corte Popular de China para la revisión judicial, trasladando sus atribuciones al Comité Permanente de la ANP y al PCCh, donde Xi es el secretario del Partido.
De manera por demás trascendente, se modifica el último párrafo del Artículo 79 constitucional, eliminando con ello el límite al mandato presidencial de cinco años con una sola reelección, dejando abierta la puerta a una estancia indefinida del poder constitucional en una reforma política que tiende hacia la consolidación de una figura, Xi Jinping, y un grupo político, en el marco de la construcción del sueño chino y su objetivo del gran reposicionamiento de la nación china, a través del logro de un país rico y poderoso que concrete tanto la revitalización de la nación y la felicidad del pueblo como fin último (Vanguardia Dossier Num.70, septiembre, 2018) .
El resultado de esta reforma, que se realiza desde la óptica de la reconstrucción del poder político, logra en los hechos la más alta concentración de poder en la figura del presidente Xi, quien a partir de marzo de 2018 quedó como el nuevo Emperador en Vida de China, al concentrar las siguientes atribuciones legales y simbólicas:
1.-Secretario General del Partido Comunista Chino
2.- Presidente de su Comisión Militar Central
3.- Presidente del Gobierno chino
4.- Núcleo del Partido
5.- Ling Xin, líder máximo
6.- Zuingao Tonge Huai, Comandante Supremo
7.- Dang Zhong Yang, Centro del Partido
La Reforma jurídica de 2018, por la profundidad de sus cambios y el impacto de sus consecuencias en las formas de construcción del poder chino, es un tema que requiere de una mayor investigación. Dentro de China, la Reforma sigue siendo parte de una reflexión profunda que advierte del regreso de un poder que se inspira en el espejo milenario de un neo confucianismo, que a pesar de sus detractores, sigue vigente en las formas de su política y en la cultura de un pueblo chino del siglo XXI, que busca su modernización con características propias.
De un poder que en base a sus expresiones, sigue prefiriendo el orden a la libertad social, la ética y la moralidad sobre la ley y el totalitarismo político meritocratico (mandarinazgo confuciano) respecto a la democracia. Cambios que Occidente no logra traducirlos adecuadamente, a la luz de un pensamiento y una metodología únicos que desconocen o que niegan la presencia de otras formas políticas más allá de su propia verdad.
La reconstrucción del poder en China a través de su reforma constitucional de 2018 es un tema de la mayor profundidad que no admite opiniones fáciles ni la aplicación inmediata de absolutos en ningún sentido. Por ello la trascendencia de sus consecuencias dentro y fuera de China deberán observarse detenidamente, con el mayor cuidado, a lo largo de los próximos años.
Para los efectos de este estudio únicamente debe señalarse que la construcción de una figura presidencial poderosa, monolítica y central en la persona de Xi Jinping, debe verse como una de las tres estrategias centrales que ha adoptado China en la búsqueda de sus objetivos de largo plazo, frente a una democracia occidental en crisis y falta de rumbo. En materia política, un poder central sin dudas, en remedo a una herencia totalitaria, con características asiáticas, a través del cual intenta tanto mostrar su supremacía ontológica como su eficacia económica, respecto a un institucionalismo económico occidental que sigue sin resolver su dicotomía Estado-Mercado.
Asimismo, como parte de esta visión estratégica integral de China, la concentración del poder político podría entenderse como un complemento indispensable que facilite tanto el posicionamiento de un OBOR planeado a 20 o 30 años y un Made in China con metas a 2025, 2035 y 2049, las cuales la visión china estima más fáciles de alcanzar, a través de un poder político sólido, estable y permanente, que acompañe y apoye las medidas a lo largo de la primera mitad de siglo.
La reforma jurídica del poder, como la estrategia OBOR y la reforma económica de la conversión de los servicios, tendrán que transitar, desde luego, por la prueba ineludible de sus resultados y su permanencia en el tiempo.
V. Consideraciones finales
La oferta china de asociación informal lanzada al mundo y de manera particular al continente asiático, bajo el acrónimo OBOR (One Belt One Road), rompe con los paradigmas regionales establecidos a partir de la posguerra, y por su dimensión y posibles implicaciones, plantea el punto de partida de un nuevo orden global económico y político de características asiáticas en lo general y chinas en lo particular.
Su instalación se explica en el fenómeno geopolítico evidenciado a principios de siglo, de una China y un Asia del Este en ascenso, y un declinamiento occidental mostrado por los principales países europeos y los Estados Unidos.
De igual modo, la oferta OBOR se enmarca en el relanzamiento del proyecto económico y político de China (Segunda Apertura y Reforma), que de una política mesurada y tolerante respecto a su papel en el orden global establecido por Occidente (política Deng), a través del OBOR pasa a encabezar un papel más activo, el cual intenta en su inauguración enarbolar nuevas banderas para una globalización con características chinas (política Xi).
En ese sentido, “El OBOR va más allá del sistema mundial de comercio en la implementación de objetivos de mecanismos y de principios, al propio tiempo que es una exploración de un nuevo modelo de cooperación y gobernanza global, que busca no solo desarrollo y prosperidad de la economía mundial, sino que también propone un más justo y razonable sistema de gobernanza global” (Xixia, 2018).
Bajo esta perspectiva, las posibilidades del análisis de OBOR se expanden y se multiplican geométricamente, dificultando su explicación, la cual oscila desde una nueva propuesta de comercio regional, hasta la posibilidad de convertirse en una estrategia geopolítica y geoeconómica de dimensiones insospechadas, que podría tener como objetivo último el reposicionamiento de China como líder hegemónico a mitad de siglo. Asimismo, dentro de este último objetivo, podría incluirse la recuperación cultural y civilizatoria de un orientalismo siempre presente, que quedó relegado en los últimos dos siglos (pequeño paréntesis de Huntington) ante el avasallamiento occidental de las otroras potencias asiáticas como China, India, Japón, etc.
A cinco años de su lanzamiento, el OBOR transita también entre una megatendencia geopolítica y un mecanismo amorfo en construcción, el cual no acaba de definirse en estructura, contenido y rumbo. De igual modo, sus relatorías actuales se dividen entre el festinamiento de un nuevo orden global económico y político, como de un esquema de inversión de alto riesgo, ubicado en un marco geopolítico asiático temeroso y retraído.
Las interpretaciones de OBOR tenderán a ser más objetivas en la medida que avance su conformación jurídica, económica y política, las cuales permitan establecer sus verdaderas fronteras y posibilidades.
No obstante, dado los números que involucra en términos de países (70), PIB mundial (52%), población mundial (70%) ,reservas de gas y petróleo globales (75%), etc. sus primeras explicaciones no admiten el reduccionismo. En ese sentido y más allá del grado de éxito de sus metas, el esquema OBOR tendría que situarse como la punta de lanza de una Segunda Reforma y Apertura china hacia el Oeste, como un movimiento estratégico de complementación respecto a su primera Reforma y Apertura hacia el Pacífico de 1978, la cual a la fecha se presenta agotada, no para sostener un desarrollo económico moderado de China, sino para darle ese impulso final a un proyecto asiático que a diferencia de los setenta, ahora busca el liderazgo de un nuevo orden global con características chinas.
En la lógica de este planteamiento, la Segunda Reforma no puede verse únicamente a través del OBOR, sino que por su importancia y valor estratégico, deben ser incluidas en este impulso tanto la Reforma Económica encabezada por el programa Made in China 2025, así como la Reforma de su Poder Político, operada en 2017/2018 por medio de su Reforma Jurídica Constitucional.
Estas tres reformas, cada una en el marco de su competencia, son ahora parte fundamental del nuevo proyecto chino del siglo XXI, con las cuales está apostando a su liderazgo hegemónico para mitad de siglo.
Dentro de un desorden global y un mundo en transformación, la propuesta China aparece como una opción articulada, en espera de una mejor respuesta e interpretación de la parte occidental y países periféricos.
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[1] El autor seguirá de manera preferente a lo largo de este ensayo la apelación OBOR, en el marco de una lluvia de expresiones sobre el tema.
[2] Decía Séneca “Estos trajes de seda son adquiridos a un enorme precio a pueblos que no son conocidos por su comercio: solo para que nuestras mujeres dejen ver de ellas tanto en público como a los adúlteros en el dormitorio” (Höllmann, 2015).
[3] Sin llegar a Occidente, muere en el año de 323 a.C. en Babilonia.
[4] Del que dice Morris que fue uno de los momentos decisivos de la historia del mundo, en el que el dominio de Occidente sobre Oriente se hizo posible (Morris, 2014, p.480). Para Crespo, este momento se refiere al descubrimiento de América (Crespo, 2012, p.25).
[5] La obra de Said no ha estado exenta de un amplio debate y crítica, tanto de Oriente como de Occidente , entre otras: que adopta un determinismo Foucaultiano que limita la obra; que no le da crédito debido a sus predecesores como Anouar Abdel-Malek y Abdul Latif Tibawi, entre otros; que cae en las mismas falacias totalitarias que critica; que carece de un método historiográfico ; que cae en contradicciones epistemológicas ; que deja de tomar en cuenta importantes textos orientalistas ; que su obra tiene rasgos antisemitas, etc. (Hallaq,2018,p.7). Temas relevantes que se antojan imprescindibles en el análisis de una producción cultural que abarca a las civilizaciones más vastas del mundo.
[6] La idea de Asia como continente es apenas del siglo XX. Pero su nombre se adjudica a Herodoto, del nombre de una ninfa hija de Océano y Tetis, entre otras interpretaciones.
[7] Sobre el tema Mahbubani aporta recientemente la idea de “Una gran convergencia”, a través de la cual explica el cambio masivo que se está experimentando globalmente. Que desde el inicio de la historia humana, el hombre ha vivido en diferentes comunidades y tribus y en diferentes culturas y civilizaciones. Ahora, las fuerzas motivadas por la globalización están creando una nueva civilización global. Que hasta hace poco, los temas Norte-Sur- Desarrollados-No desarrollados fueron los términos usados. Que ahora estos términos aparecen como irrelevantes. Que la convergencia del crecimiento de los ingresos debe ser la historia de nuestro tiempo. Que en los siglos XIX y XX la historia eran los ingresos divergentes. Que en esa época los ingresos de Occidente tuvieron una gran ventaja sobre el resto de la humanidad. Que ahora esto está cambiando rápidamente. Que esto es inevitable y deseable. Que Occidente no está perdiendo poder. Que solo lo está compartiendo (Mahbubani, 2013, p.p. 1-11).
[8] “Observar y analizar con calma, asegurar nuestra posición, hacer frente a los asuntos con tranquilidad, ocultar nuestras capacidades y esperar el momento oportuno, ser bueno en mantener un perfil bajo, nunca liderar la reivindicación, llevar a cabo operaciones de carácter modesto” La estrategia de los 28 caracteres, pronunciada por Deng Xiaoping a principios de 1990, poco después de la masacre Tiananmen, para hacer frente a los cambios. En Cardenal, Araújo, 2011.
[9] En octubre de 2018 India firma un acuerdo de compra de armas ( sistemas antiaéreos S-400) con Rusia por la cantidad de 5 mil millones de dólares , a pesar de la prohibición establecida por Estados Unidos, siguiendo los pasos que China había dado en el mismo sentido semanas antes, poniendo a prueba la tolerancia y su relación estratégica con USA.
[10] Al respecto comentaba Geoffrey Kemp en 2010 sobre la incertidumbre del papel de China en la importante región de Asia Central y Asia Menor, dada su gran riqueza de hidrocarburos, que su enorme distancia geográfica con la zona tenía que resolverla. Que si su vía marítima la expandía por el Océano Índico y hacia nuevas vías terrestres de comunicación que transitaran por A.C. y Pakistán, podría convertirse en un jugador estratégico de Asia Menor y el Golfo Pérsico (Kemp, 2010, p.p.1-6). Como se aprecia a través de la estrategia OBOR, parece que China ha seguido la recomendación.
[11] En 2005 aprueba el Programa Nacional para el Desarrollo Científico y Tecnológico de mediano y largo plazo (2006-2020).Y desde 1978, la ciencia y tecnología han sido una prioridad para China.