Visión de Schafik Handal sobre Ofensiva General del FMLN de enero de 1981

Visión de Schafik Handal sobre Ofensiva General del FMLN de enero de 1981
Roberto Pineda 20 de abril de 2015

La Ofensiva General del FMLN del 10 de enero de 1981 marca el inicio de la Guerra Popular Revolucionaria, la cual concluye el 16 de enero de 1992 con la firma de los Acuerdos de Paz de Chapultepec. Es la primera acción militar a nivel nacional del FMLN, precisamente un año después de la fundación de la Coordinadora Revolucionaria de Masas, CRM y tres meses después de la fundación del mismo FMLN.

Se produce a casi cincuenta años de la insurrección indígena-campesina de 1932. Y lo que se esperaba iba ser una “ofensiva final” en una serie de rápidos combates decisivos urbanos de naturaleza insurrecciona, se convierte en una larga guerra rural de doce años. Y el FMLN se transforma de una guerrilla urbana en un ejército popular con territorios rurales bajo su control, al norte del país.

A continuación reseñamos la visión de ese momento en las palabras de Schafik Handal, entonces secretario general del Partido Comunista de El Salvador (PCS) Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) y miembro de la Comandancia General del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Usaremos dos entrevistas, realizadas el 24 y 31 de ese mes de enero de 1981, ambas realizadas a pocos días de la Ofensiva General así como de la toma de posesión del presidente estadounidense Ronald Reagan.

Naturaleza y Objetivos de la Ofensiva General: sus resultados, situación actual y perspectivas (Entrevista del 24 de enero de 1981)

Explica Schafik que para entender la naturaleza y objetivos de esta ofensiva hay que remontarse a que “más o menos desde mayo de 1980, el ejército enemigo pasó a la ofensiva contra nosotros, a la ofensiva militar bajo la forma del cerco y aniquilamiento contra nuestras áreas de retaguardia, a las que desde un punto de vista político, nosotros las llamamos Bases de Apoyo de la revolución, puesto que allí n sólo están nuestras fuerzas militares acantonadas, sino también habita la población civil , la cual organizada y activamente apoya a las fuerzas del FMLN.”
Agrega que “eso es lo que nos permite no solo subsistencia, sino también y fundamentalmente, lograr eficazmente el fortalecimiento, la consolidación de nuestras fuerzas en extensas áreas de nuestro territorio, en San Vicente, Chalatenango, Morazán, donde el enemigo ya ha perdido control, y nosotros lo hemos asegurado y ensanchado….En un intento por recuperar esas posiciones perdidas, el enemigo estaba desesperado, impulsando en gran escala ofensivas, realizando cercos, e intentando aniquilarnos en nuestras áreas de retaguardia o Bases de la Revolución.”
Explica que “esa era la situación militar de la guerra en El Salvador, antes del 10 de enero, día de inicio de la Ofensiva General del FMLN. Explicando esto se puede entender entonces la decisión que tomó la Comandancia General…Nosotros decidimos pasar a la Ofensiva general, salir de la situación de defensiva estratégica y pasar a la ofensiva estratégica general, paralizar así la ofensiva enemiga, asumir nosotros la iniciativa y elaboramos un plan cuyo nombre explica los alcances del mismo, llamaos a este plan, “Plan de Iniciación de la Ofensiva General” y la asignamos a este plan, determinados objetivos militares y políticos.”
“Desde el punto de vista militar –añade Schafik-se destaca en primer lugar, el siguiente objetivo, iniciar la etapa de la Ofensiva General, generalizando la guerra a todo el país, pasando de las acciones puramente guerrilleras y dispersas, a las campañas militares articuladas en un plan único; asimismo pasando a operaciones con unidades militares mayores, con armas de guerra más importantes, incluyendo ya algunas piezas de artillería, y realizando movimientos, en los que se combinara la guerra de guerrillas y modalidades de guerra regular. Así caracterizábamos ese primer objetivo militar del plan de iniciación.”
A la vez “también había otros objetivos de carácter político y militar. Uno era dar nueva base a la elevación de la solidaridad mundial a favor de nuestro movimiento, llevándola a niveles en los cuales pudieran formarse bloques de fuerzas internacionales, incluyendo la definición de gobiernos amigos en los distintos continentes, para atar las manos intervencionistas del imperialismo.”
Añade que “otro objetivo político dentro del país era cultivar y desarrollar las condiciones para el despliegue de las insurrecciones locales que habrán de avanzar hacia la insurrección general. Otro objetivo era crear el marco político-militar apropiado, para conseguir a convergencia en el combate, entre el movimiento revolucionario armado que encabeza el FMLN y el sector patriótico y democrático que hay en el ejército enemigo. Otro objetivo era sentar premisas para el sucesivo avance hacia fases superiores en nuestra Ofensiva General.”
Sostiene que “en este plan de iniciación no podíamos proponernos todavía el derrumbe inmediato de la dictadura. Teníamos y tenemos claridad de que la ofensiva general es un período estratégico, más o menos prolongado, más o menos dilatado, según el propio desenvolvimiento de la guerra, pero que no es un movimiento fulminante que puede tener una duración más o menos corta. Nosotros aspiramos a una duración corta, pero hay factores que están fuera de nuestra voluntad, y que podrían alargar ese periodo estratégico. Me refiero a factores como el reforzamiento del ejército enemigo en gran escala por parte del gobierno de los Estados Unidos, o la intervención de otros ejércitos extranjeros.”
Reconoce “autocríticamente la responsabilidad por cierto manejo triunfalista que en nuestra propaganda se le imprimió en los primeros días a esta cuestión de la ofensiva, expresada especialmente en el manejo del término de Ofensiva Final.”
Considera como logros de esta Ofensiva General “la experiencia de combate, en la dirección de unidades grandes, en el paso de una guerra de acciones guerrilleras dispersas a una guerra con un plan articulado en sentido nacional. Hemos pasado a dirigir en el combate a unidades mayores, a realizar operaciones que tienen cierta dosis de guerra regular.”
Además “hemos conseguido un enorme fortalecimiento numérico de nuestras fuerzas, puesto que en muchos lugares del país se pudo realizar, como resultado de esta ofensiva inicial, nuevos reclutamientos, nuevo crecimiento de nuestros efectivos.”
Asimismo “hemos ampliado considerablemente las áreas de retaguardia en los 4 frente de guerra y en algunos casos, hemos logrado nuevas áreas de retaguardia, nuevas bases de apoyo, como en el caso del Frente Occidental. Esta ampliación de las áreas de retaguardia se consiguió aniquilando en unos casos, desalojando en otros, puestos avanzado de la fuerza armada enemiga en una serie de pequeñas poblaciones que están en la periferia de nuestras bases.”
Subraya que “nosotros en casi todas las cabeceras departamentales estábamos asediando, desde el 10 hasta más o menos el 13 de enero y en algunos casos hasta el 15 o 16 yen algunos casos sitiando, las fortalezas del enemigo, los cuarteles principales del enemigo en las cabeceras departamentales, ocupando ciudades y sitiando las fortalezas del enemigo. Entonces nosotros estábamos al ataque, el enemigo estaba defendiéndose. Pero teníamos una situación en la que tanto el enemigo como nosotros, estábamos fijados en el territorio, con pocas posibilidades de realizar maniobras de movimiento, porque no contábamos, ni el enemigo, ni nosotros, con fuerzas móviles importantes para realizar nuevos movimientos.”
Establece que “el enemigo ahora necesita moverse en todo el territorio nacional, porque lo hemos obligado a ello. Y nosotros, con la iniciativa estratégica volcada a nuestro favor, lo golpeamos con emboscadas, con maniobras en movimiento. Esto es ya parte del tránsito hacia las nuevas campañas, hacia los nuevos movimientos dentro de la ofensiva estratégica general. De tal manera que a situación de asedio y sitio en las cabeceras departamentales no podía mantenerse indefinidamente, y no fue nuestro propósito mantenerlo indefinidamente.”
Con respecto a la huelga general opina que “no se puede decir que la huelga fracasó. Tampoco se puede decir que fue un gran éxito. La huelga, a partir del día 13, que fue el día que se fijó para su inicio se desarrolló en sentido progresivo; se siguió extendiendo hasta el día siguiente, especialmente en el sector industrial de la capital de San Salvador, con menos fuerza en el servicio de transporte, porque allí el enemigo actuó militarizando estos servicios, tomándose las terminales y buses, y presionando para que los buses salieran a funcionar. La huelga también tuvo impacto en otros sectores paralizando varis ministerios y bancos. Sin embargo, como el comercio siguió funcionando en una proporción considerable –bajo la presión militar que el enemigo ejercía en San Salvador- y como una parte importante de transporte siguió funcionando, entonces esto ayudaba a crear la imagen de que la huelga había sido un fracaso.”
De esta experiencia concluye que “para que la huelga se desplegara en toda su magnitud, era necesario que realizáramos en la capital, acciones militares de mayor envergadura respecto a las que se realizaron ¿Por qué? Porque las masas trabajadoras de la capital, durante el año de 1980 fueron duramente golpeadas por la escalada de terror, de matanza del enemigo. Muchos activistas, muchos dirigentes de las organizaciones fueron asesinados a lo largo de 1980, sobre todo en los últimos meses y las masas, en esas condiciones, solo podían desatar toda su energía combativa en el marco de la realización de grandes y contundentes golpes militares en la capital.”
“En la capital se concentran las fuerzas estratégicas elites del enemigo; la capital es el punto donde el enemigo tiene la mayor concentración de fuerzas militares y represivas. De tal manera, que si no surgía una contraparte militar revolucionaria – como parte de esta ofensiva- en San Salvador, era lógico que las masas no iba a tener la suficiente confianza de lanzarse a una acción desplegada de huelga, a sabiendas de que las fuerzas concentradas del enemigo iban a descargar golpes asesinos de una gran envergadura sobre los huelguistas.”
Por otra parte, asegura que “las insurrecciones locales tuvieron éxito en otras partes del país. Entre ellas se destaca el caso de Chalchuapa, que es la segunda ciudad importante del departamento de Santa Ana, y una de las ciudades importantes de todo el país; allí hubo una insurrección con enorme participación de las masas. La insurrección logró sus objetivos. La guarnición enemiga fue en parte aniquilada y en parte dispersada por la acción de la insurrección. En una serie de localidades menores de otras pequeñas poblaciones y ciudades, también la insurrección se desató con éxito. Pero en San Salvador, la huelga y la insurrección tuvieron debilidades que todos conocemos.”
Con respecto a la negociación sostiene que “nosotros no contraponemos ofensiva a negociación. Nosotros hemos manifestado desde el principio, espacialmente desde nuestras declaraciones de noviembre de 1980 en adelante, nuestra disposición a dialogar y bajo ciertas condiciones, también a negociar, con el gobierno de los Estados Unidos. Creemos que es con ese gobierno con el que hay que negociar, si es que hay que negociar, que no tenemos nada que negociar, ni con la Junta, ni con el Alto Mando Fascista, ¿Por qué? Porque que no tiene legitimidad alguna, no tiene nada que ver con la voluntad del pueblo salvadoreño, ni con ningún principio moral de justificación de su existencia.”
Con respecto a la estrategia del gobierno norteamericano considera que “ellos consideran que deben oponerse al desarrollo del movimiento revolucionario salvadoreño, principalmente en el terreno militar, y han entrado en una línea de escalada militar muy similar a la línea que ellos aplicaron en Viet-Nam: armas asesores, helicópteros. Al parecer ellos calculan que pueden debilitarnos y o derrotarnos. En este último caso allí terminaría todo; en el otro, logrando solo debilitarnos, parece que ellos piensan llevarnos a la mesa de las negociaciones bajo sus términos con el objetivo de mediatizar la revolución en nuestro país e impedir al pueblo salvadoreño el ejercicio de su derecho irrenunciable a la autodeterminación ,a decidir su propio destino.”
Finalmente Schafik explica acerca de la estructura del FMLN, indicando que “la Comandancia General del FMLN es un organismo colectivo. En mayo fue creada la Dirección Revolucionaria Unificada, que es la suprema dirección del Movimiento Revolucionario Salvadoreño fusionado en los marcos del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.”
“La Dirección Revolucionaria Unificada, conocida ya nacional e internacionalmente como DRU, es un organismo compuesto por 15 dirigentes, 3 por cada una de las 5 organizaciones miembros del FMLN. Pero esta dirección de 15 miembros tiene una dirección ejecutiva, que está formada por los 5 primeros secretarios, 0 5 primeros responsables, de las organizaciones miembros. Y a esta dirección ejecutiva de 5 es a la que le ha sido encomendada la Comandancia General.”
“Un miembro de la Comandancia general, el compañero Marcial, primer responsable de las FPL, ha sido encargado de la coordinación interna de la Comandancia. Pero al Comandancia actúa como un órgano colectivo y como tal está conduciendo la Ofensiva General, la guerra de todo el pueblo contra sus opresores.”
La intervención de los Estados Unidos en El Salvador (Entrevista del 31 de enero de 1981)
Considera Schafik que “se ha configurado una situación en la que un elemento crecientemente determinante es, la decisión del gobierno de los Estados Unidos , de acelerar la escalada intervencionista en nuestro país, pretendiendo con ello, impedir el triunfo de la revolución Salvadoreña, parar y hacer andar hacia atrás la rueda de la historia en centro América. En esta situación, el peligro de regionalización del conflicto salvadoreño es real.”
Y la amenaza directa de agresión contra Nicaragua también es real. Esta escalada intervencionista del gobierno de Reagan, tiende a convertir al Ejército Juntista en un Ejército títere, bajo el mando directo de los norteamericanos; por otro lado, tiende a transformar el carácter de la guerra que libramos ahora, de guerra popular revolucionaria que es a guerra patriótica de libración contra la intervención imperialista que no tardará en derivar en invasión extranjera.”
Agrega que “esa escalada intervencionista, hace necesario provocar la reacción patriótica en defensa de la soberanía nacional, en defensa de la autodeterminación de nuestro pueblo, en defensa de la patria frente a los agresores. No solo de parte de los sectores democráticos y revolucionarios salvadoreños y la incorporación a la lucha del FMLN y del FDR, sino también de otros sectores nacionales, incluyendo elementos patrióticos del ejército y de la empresa privada salvadoreña.”
Plantea Schafik que “la tendencia a este cambio en el carácter de la guerra, a su transformación en guerra patriótica nacional de liberación, viene dado por el desarrollo mismo de los acontecimientos, por el conjunto de hechos que van haciendo evidente, más y más, la presencia de fuerzas militares extranjeras dentro de nuestro país. “
Argumenta que “los golpes asestados por nuestra fuerza a la Junta y al ejército fascista, han llevado a la conclusión, a los analistas norteamericanos, de que este ejército fascista no pude derrotarnos militarmente y como la decisión que ha adoptado el gobierno de los Estados Unidos, es la de impedir la liberación del pueblo salvadoreño, en consecuencia ha decidido apuntalar a este ejército con crecientes sumas de dinero, armas y asesores militares. Estos últimos, son ya tan numerosos, que han empezado a aparecer en el campo mismo de batalla al mando de unidades de tropa en combate.”
Opina que “el gobierno de los Estados Unidos, desde fines de 1980, ha preparado la intervención de los ejércitos de Guatemala y de Honduras contra el pueblo salvadoreño. El imperialismo quiere apagar el juego con mano ajena, para no quemar sus propias manos. Esto desde luego no será suficiente para derrotar nuestra lucha. Tendrían que exterminar a la mayor parte del pueblo salvadoreño. El gobierno de Reagan se vería obligado por eso a enviar contra nosotros tropas propias y se quemará las manos aquí.”

“Poder popular como práctica de construcción del Socialismo Societal”: conversación con Miguel Mazzeo

“Poder popular como práctica de construcción del Socialismo Societal”: conversación con Miguel Mazzeo
20/04/2015

Seguel: Compañero Miguel, me gustaría preguntarte algunas cosas. Fuiste militante del Frente Popular Darío Santillán durante muchos años y, después de una experiencia enriquecedora, de mucho debate y construcción, llegó un momento en el que tuvieron que buscar referencias teóricas para proyectar la experiencia de lucha y construcción y, en un determinado momento, surge el tema del poder popular. Me gustaría preguntarte, ¿cómo fue ese proceso de búsqueda, a nivel militante y teórico?

Mazzeo: Lo primero que corresponde destacar es que el concepto de poder popular es relativamente nuevo en la cultura política argentina. Al intentar hacer una historia del concepto de poder popular, seguramente, uno va a encontrar referencias al mismo en otros periodos históricos. Pero de todas maneras nunca fue una consigna central en la cultura política de la izquierda argentina. Otros conceptos emparentados con el de poder popular sí tuvieron más presencia. Por ejemplo, el concepto de poder obrero, que supo ser reivindicado por algunas organizaciones populares a comienzos y mediados de los años setenta.1 También, en diferentes momentos históricos, se debatió sobre el poder dual o el doble poder.

El concepto de poder popular aparece con mucha fuerza en Argentina entre fines de la década del noventa y principios del dos mil; concretamente en torno a lo que fue la rebelión popular del 19/20 de diciembre 2001. Es allí precisamente, en ese contexto de auge de la lucha popular, que cobra sentido el concepto de poder popular. Particularmente en algunas organizaciones de trabajadores desocupados o del movimiento piquetero, más concretamente en aquellas organizaciones que fueron parte de la denominada corriente autónoma.2 También en el marco del auge de las asambleas barriales o del movimiento de fábricas recuperadas.

El concepto de poder popular, en esos días, fue inseparable de otros, por ejemplo, el de autonomía y el de horizontalidad. ¿Quién o quiénes lo introducen? Eso es algo imposible de determinar. Y tampoco tiene demasiado sentido intentarlo. Yo creo que surge espontáneamente en la militancia popular con un sentido muy extenso y general. Inicialmente no hay ninguna referencia teórica, aunque hay que tener presente que esa militancia era portadora de una memoria histórica popular que contenía elementos cercanos a la idea de poder popular. Es más, yo creo que en ese momento el concepto de poder popular fue resignificado y, de algún modo, refundado.

El trabajo de vincularlo a una cultura política, o mejor, a unas culturas políticas, vino después. Justamente cuando nosotros empezamos a plantear lo siguiente: dado que el concepto, la noción, la idea y la consigna del poder popular estaba en nuestros labios todo el tiempo y era prácticamente el eje de nuestras definiciones políticas e ideológicas, era necesario encarar una tarea de sistematización y era importante determinar con cierta claridad qué entendíamos por poder popular. Partiendo, claro está, de lo que ya se entendía espontáneamente por poder popular.

Empezamos a ahondar en varias tradiciones emancipatorias y nos encontramos (algunos nos reencontramos) con la Teología de la Liberación, que era y es para nosotros una corriente emancipatoria muy importante en Nuestra América. La Teología de la liberación, sobre todo en la década del setenta, había avanzado muchísimo en la sistematización del concepto de poder popular. Eso se puede apreciar en los trabajos clásicos como el de Gustavo Gutiérrez3, o en los trabajos de Enrique Dussel4 y, aquí en Argentina, más concretamente en la obra de Rubén Dri,5 quien, además, era un compañero bastante cercano a nosotros en los años noventa y especialmente en el contexto de auge de las luchas y movilizaciones anteriores y posteriores a la rebelión popular de diciembre de 2001.

La Teología de la libración, en su arsenal teórico-político, le otorgaba un sitio privilegiado al concepto de poder popular. Buena parte de las reflexiones en torno al poder popular provenían de espacios cercanos a la Teología de la liberación. Por ejemplo, la Teología de la Liberación identifica componentes “quiliásticos” en la historia. Y algunos de nuestros planteos se podían relacionar fácilmente con esos componentes. Los componentes quiliásticos remiten a un proyecto en que la comunidad de “fieles” –esto último es para nosotros una metáfora– se estructura a partir de los patrones que desea y promueve para el “reino” futuro –otra metáfora–. O sea: hay un reconocimiento a la comunidad concreta, está presente la idea de la construcción del “reino” en este mundo, la idea de que el “reino” es utopía pero también presente, el “reino” como vínculo y lazo social. Es decir, utopía concreta.
¿Hace falta aclarar que “reino” puede traducirse como socialismo o comunismo?

Seguel: eso es lo que en sus libros y los de los otros compañeros ligados al FPDS han referido como la dimensión anticipatoria, o prefigurativa…

Mazzeo: exactamente. En este contexto, lo quiliástico no tiene una carga teológica, le damos un uso absolutamente profano. Evidentemente lo quiliástico remite a lo anticipatorio, a lo prefigurativo y se relaciona con otras culturas políticas que no tienen absolutamente nada que ver con la Teología de la Liberación o el cristianismo. Además, recuperábamos otro concepto fundamental aportado por la Teología de la liberación, el concepto de diakonia que remite a una dimensión de la autoridad y el mando bajo la forma de servicio, la idea del poder obedencial,6 tan pero tan parecida al “mandar obedeciendo” del neozapatismo.7

Como se puede apreciar, la Teología de la liberación se nos impuso cuando nosotros empezamos a ahondar, sin preconceptos dogmáticos de ninguna especie, en la cuestión del poder popular. Ahora bien, algunos pueden pensar en influencias de compañeros o compañeras que provenían del cristianismo. No fue así. Si bien había compañeros y compañeras que tenían antecedentes de militancia cristiana –tengamos presente que la corriente autónoma del movimiento de trabajadores desocupados eran muy amplia, muy heterogénea–, no fue una importación. Fue más bien una búsqueda colectiva la que hizo que nos topemos con la Teología de la liberación. En esa búsqueda la redescubrimos y, creo, la resignificamos en una clave nueva.

Lo que nosotros queríamos lograr era una definición mínima de poder popular para, a partir de ella, seguir reflexionando sobre el mismo. Considero, además, que la reflexión sobre el poder popular es inagotable, porque el concepto de poder popular se va ir enriqueciendo con la propia lucha de los pueblos, con las experiencias concretas de poder popular. Es, entonces, un concepto inasible y no tiene ningún sentido la prescripción, el intento de darle un cierre o una forma más o menos definitiva. Estamos hablando de producir una definición mínima, nada más.

En relación al carácter dialéctico del poder popular, hay que tener presente que en aquellos años iniciales nos quedó afuera la experiencia de la Revolución Bolivariana de Venezuela, hoy por hoy, un proceso histórico clave para repensar el poder popular, un proceso que viene aportando formidables insumos prácticos y teóricos.8

Pero retomemos el eje de la conversación. La Teología de la liberación nos aportaba una serie de elementos que, para nosotros, valían más como metáforas políticas que como conceptos teológicos. Podríamos decir que, en este sentido, imitábamos a Carlos Marx quien supo recurrir a las metáforas teológicas para explicar el funcionamiento del sistema capitalista.

En la Teología de la Liberación encontrábamos una tradición emancipatoria geopolíticamente situada, arraigada en la historia de Nuestra América. Una tradición que nos ofrecía sus formulaciones sistematizadas y sus reflexiones teóricas pero, además, agregaba el ejemplo y el testimonio de una serie de prácticas sociales, políticas y vitales de cristianos revolucionarios y cristianas revolucionarias que también aportaron a una definición mínima del poder popular: la experiencia histórica de las Comunidades Eclesiales de Base, la experiencia de la militancia popular cristiana a lo largo de la historia de Nuestra América.

También vale decir que el cristianismo de liberación tuvo esto de que “al principio fue la práctica”. De ahí el énfasis puesto en la práctica –un énfasis guevarista– y la teoría concebida como una reflexión sobre esa práctica. Una reflexión que debía producir insumos o nuevos instrumentos que retornaran a la práctica para enriquecerla, proyectarla o, por lo menos, para celebrarla. En nuestro caso, por supuesto, también estaba presente esa concepción.

Por supuesto, la tarea de dar con una definición del poder popular nos impuso una relectura del marxismo. Es imposible elaborar un pensamiento emancipador sin el marxismo. Como filosofía abierta, como filosofía de la praxis,9 sigue siendo un componente central de cualquier pensamiento emancipador. Por supuesto, un pensamiento emancipador debe exceder al marxismo, debe ponerlo a dialogar con otras tradiciones.

En el fragor de aquellos experimentos, nosotros percibíamos que había toda una tradición marxista muy rica pero con escaso peso en la cultura política de la izquierda argentina. Un marxismo “societal”, para llamarlo de algún modo. Un marxismo que ponía el eje en ciertos aspectos en los que usualmente la izquierda argentina y la izquierda de buena parte de Nuestra América casi nunca habían reparado. Ese marxismo societal presentaba varios clivajes. Un marxismo consejista, del que rescatábamos los aportes del joven Antonio Gramsci, y del Gramsci no tan joven también. También, contribuyó mucho la obra Antón Pannekoek, un marxista holandés prácticamente desconocido en los medios políticos e intelectuales de la Argentina, salvo en pequeños grupos.

Por supuesto, la impronta fundamental era luxemburguista. A veces pienso que todos y todas fuimos espontáneamente luxemburguistas. Rosa Luxemburgo estaba presente en nuestras formulaciones tendientes a trascender la dicotomía reforma-revolución, estaba presente cuando asignábamos un peso determinante a la experiencia popular en el proceso de formación de la conciencia revolucionaria, cuando nos negábamos a escindir medios de fines, cuando apostábamos al protagonismo de la bases, cuando desconfiábamos del centralismo democrático y cuando pensábamos en términos de contra-hegemonía y democracia socialista. Toda esa veta, luego, la articulamos con otros autores marxistas como Ernst Bloch. Su trabajo El Principio esperanza, nos aportó muchísimo y también nos planteaba un diálogo con el cristianismo. En paralelo tomamos contacto con la obra de Itsvan Mészáros que nos ayudó a repensar la transición al socialismo bajo nuevas coordenadas. Otros autores fueron importantes, por lo menos para mí: Henri Lefevre, Jean Paul Sartre, Nicos Poulantzas, René Zabaleta Mercado, Ralph Milliband, Göran Therborn, entre otros y otras. A José Carlos Mariátegui, Franz Fanon, Ernesto Che Guevara o John William Cooke, ya los tenía prácticamente internalizados. Por supuesto, la situación ofrecía la posibilidad de releer la obra íntegra de Marx en clave societal. Incluso la de Federico Engels, V.I. Lenin y León Trotsky.

Tampoco descuidamos el análisis y el estudio de algunas experiencias históricas donde el concepto de poder popular funcionó como eje articulador de prácticas y como orientador estratégico de los grupos revolucionarios. Yo recuerdo haber visto varias veces, en nuestras actividades de formación militante, el documental La batalla de Chile, de Patricio Guzmán; sobre todo la Parte II que se llama, precisamente, “El Poder Popular”. Esa parte de La batalla de Chile era –y es– para nosotros impecable desde lo político-pedagógico, porque ahí teníamos al poder popular en acto, exhibido y narrado en todo su potencial y con una belleza inusual.

Y en un escenario no tan lejano en el tiempo y en un país con el que teníamos y tenemos afinidades de todo tipo. Ya no se trataba de una reflexión abstracta sobre el poder popular, sino que ahí estaba el poder popular en las fábricas, en los campos, en las poblaciones, en los cordones, en los comandos; en Chile, a comienzos de la década del setenta, en el tiempo de la Unidad Popular y el gobierno de Salvador Allende. Nos encontrábamos también con la experiencias del MIR chileno y con sus originales formulaciones en torno al poder popular.

La batalla de Chile, visionada en ese contexto argentino de la inmediata post-rebelión popular, generó discusiones antológicas. ¿Quién o quiénes construyen poder popular?, ¿Cómo se construye poder popular? ¿Puede un gobierno construir poder popular? ¿Es tarea de un gobierno popular, de un gobierno revolucionario construir poder popular? ¿Qué relación deben tener las organizaciones que construyen poder popular con un gobierno popular? ¿Cuál es el vínculo más adecuado entre una organización política revolucionaria y las diversas instancias de poder popular? Poco tiempo después comenzamos a pensar la Revolución Bolivariana de Venezuela bajo coordenadas que tomaban en cuenta la experiencia de la Unidad Popular.

Así como abrevamos en experiencia de la Unidad Popular, nos pusimos a buscar experiencias de poder popular “en acto”. Experiencias que, en muchos casos, no habían estado atravesadas por una conciencia socialista. Esto era y sigue siendo una especie de anatema, de herejía, para la izquierda dogmática.
Seguel: ¿cómo a cuales se referían?

Mazzeo: Varias, las experiencias de los palenques, quilombos y mocambos de esclavos en Brasil, Venezuela y Colombia, las republiquetas de guerrilleros, la comuna de Morelos, el ayllu warisata, entre muchas otras. También experiencias como las del Movimiento Sin Tierra de Brasil, los caracoles y las juntas de buen gobierno neozapatistas, las distintos movimientos de las clases trabajadoras, indígenas y populares de Bolivia, los consejos comunales en la Venezuela bolivariana. Buscábamos rescatar principalmente la vivencia de las bases en todo aquello en dónde nosotros creíamos y creemos se construyó poder popular, más allá de las mediaciones de una conciencia socialista… Aquí quiero destacar los aportes del colombiano Orlando Fals Borda.10

Seguel: ¿qué otras experiencias se podrían agregar?

Mazzeo: las experiencias cercanas a la “democracia obrera y popular” que uno ya conocía de Argentina, las que se desarrollan entre los años cincuenta y los setenta. Muchos compañeros y compañeras rescataban la experiencia de lo que fue la Resistencia Peronista en la década de 1950.11 Pero sin dudas, puntos muy altos fueron el sindicalismo combativo y clasista de las décadas del sesenta y el setenta, las coordinadoras interfabriles inmediatamente anteriores al golpe de 1976,12 junto con algunos planteos teóricos de organizaciones revolucionarias como las Fuerzas Armadas Peronistas y el Peronismo de Base o la Organización Comunista Poder Obrero.13 Otros compañeros y otras compañeras se remitían a los pueblos originarios, donde, de algún modo, las tradiciones comunitarias ofrecían un acervo fecundo, casi inexplorado –y sistemáticamente negado por una matriz eurocéntrica– para pensar el poder popular.

Los pueblos originarios ofrecen una veta importante. Y nos obligan a descolonizar muchas de nuestras categorías y paradigmas. Nosotros trabajamos en la línea de algunos aportes de José Carlos Mariátegui, marxista peruano de la década del veinte que mencionábamos hace un rato. Mariátegui supo acuñar un concepto que suele pasar desapercibido en su obra, el concepto de socialismo práctico o de elementos de socialismo práctico.14 La idea de que puede haber un tipo de socialismo en acto nos parece clave porque introduce unas dimensiones fundamentales del socialismo: la dimensión societal y relacional, la que remite a la autogestión y al autogobierno popular. Además, la idea del socialismo práctico puede considerarse altamente compatible con la idea universal del socialismo. Nos parecía muy atractiva esa idea del socialismo práctico. Nosotros, además, de algún modo, estábamos cerca de experiencias que tenían algo de socialismo práctico.

Seguel: en el movimiento de trabajadores desocupados…

Mazzeo: exactamente. Pero no solo allí. Había otros espacios. Nos parecía que pensar el socialismo como un proyecto de dimensiones universales era mucho más factible si se partía de los elementos del socialismo práctico; es decir, era posible pensar la transición a un sistema poscapitalista o socialista, si uno partía de esos elementos a veces difusos, a veces vagos, de socialismo en acto.
Se trata de pensar el socialismo con un principio más societal –valga la redundancia– que político. Algo que no suele ocurrir, porque los usos de la vieja izquierda tienden a ser más politicistas e ideológicistas. Lo que reivindicábamos hace quince años era un principio societal, la idea de pensar la política emancipatoria con un fundamento social, algo tan sencillo y tan básico como eso. Seguimos reivindicando lo mismo, ahora un poco más a contramano, por lo menos en Argentina.

Recuerdo que los compañeros y las compañeras decían que la política, como la naturaleza, aborrece al vacío. Había un rechazo visceral a todo tipo de construcción y praxis política superestructural. En argentina de la década del noventa había una cultura política muy superestructural, muy estado-céntrica y delegativa, mas centrada en de lucha de aparatos que en la lucha de clases; una cultura política que, lamentablemente, ha retornado en los últimos tiempos. La consigna del poder popular no dejaba de ser una reacción frente a esa idea de la política superestructural, estado-céntrica y delegativa. Una reacción a la política como gestión. Los compañeros y las compañeras sabían decir que la política estaba en otra parte y que debía ser una práctica cotidiana, de todos y todas. Una práctica ajena a toda profesionalización o experticia, una práctica integral.

Una franja del activismo de izquierda asumió la tarea constante y permanente de romper la escisión entre dirigentes y dirigidos. El poder popular también tiene que ver con eso. El poder popular tiende a romper esa escisión omnipresente en las izquierdas y en las iglesias. Por un lado los poseedores de la doctrina, los poseedores de saberes teóricos, los administrados del ritual (los dirigentes) y por el otro los legos, pasivos y receptores (dirigidos). Nosotros creíamos que el poder popular solamente podía construirse si se rompía con esa escisión entre dirigentes y dirigidos, entre conocedores y legos. Yo sigo pensando igual.

Seguel: La búsqueda que se inicia no es una búsqueda individual, sino que una búsqueda colectiva en el marco de una militancia política. Sobre todo, con un sentido de urgencia de buscarle la proyección a la experiencia de los trabajadores desocupados en el contexto del 2001. ¿Qué rol crees tú que juega, en ese sentido, la generación de inteligencia colectiva y de un marco de reflexión colectiva que posibilita estas formalizaciones? Porque en el fondo yo creo que algunos trabajos de los compañeros del Frente Popular Darío Santillán, reflejan un momento en el que se formaliza un aprendizaje que es colectivo en el contexto de una organización.

Mazzeo: absolutamente, es así, es así. Más allá de que nuestros trabajos aparecen con una firma, con un nombre y un apellido, son el resultado de la sistematización de una experiencia y un debate que fueron colectivos. Sus insumos fueron las luchas y las movilizaciones, las asambleas, los plenarios, las reuniones de las mesas y de las distintas áreas, los talleres de formación, los ámbitos cotidianos; en fin, los ámbitos de una praxis colectiva. Ese saber político, su lenguaje y su mística correspondientes, se elaboraron de manera colectiva. Sin dudas, se trató de una de las escasas oportunidades históricas en las que me ha tocado participar de un proceso de gestación de saberes políticos colectivos. Saberes políticos colectivos que, aunque un tanto devaluados en la política argentina actual, no dejan de ser patrimonio del pueblo argentino. Esa devaluación, tal vez, sea responsabilidad de una parte del activismo (nuestra, por supuesto) por no haber encontrado las formas más adecuadas de administrar y re-actualizar esos saberes. De todos modos yo creo que será muy difícil construir en el futuro una fuerza emancipadora, ignorando todo ese bagaje de sabiduría política plebeya y popular.

Creo que también había en un sector de la militancia popular una necesidad de conformar un campo identitario. Eso lo pienso ahora, a la distancia. Entiendo que la generación militante y el espacio político que emergen de las luchas sociales en torno de la rebelión popular de 2001, y que luego se sentirán contenidos en el Frente Popular Darío Santillán y en el más extenso y difuso campo de la izquierda independiente, se sabían distintos y ajenos al espectro político tradicional. Entonces querían saldar cuentas con la izquierda dogmática, con la izquierda eurocéntrica, con la izquierda unidimensional, pero también con otras tradiciones políticas, como el nacionalismo revolucionario o el peronismo de izquierda. Entonces, en esa necesidad de delimitar un campo identitario, se fue conformando ese pensamiento de la izquierda independiente, en debate con viejas culturas políticas pero sin dejar de asumir algunas herencias.

Seguel: entrando un poco más en fino en lo que correspondería al poder popular en términos de las reflexiones que ustedes han dado, sería interesante que partiéramos con un tema que sin duda es imprescindible al momento de entrarle al poder popular y se refiere a la cuestión del poder y de lo popular. Específicamente, me gustaría preguntarte respecto de la composición de lo popular. Porque, por ejemplo, uno puede observar que las trasformaciones que se generan en las relaciones salariales, las trasformaciones que se van generando en los sistemas de estratificación social, en las clases sociales, van modificando el contenido de lo popular, los espacios en los que se produce el sujeto. Me imagino que ustedes han afrontado esto, porque no deja de ser un asunto menor el confrontar a la tradición marxista que nos plantea que la construcción de la fuerza social se genera en torno al proletariado industrial y que de su seno debe surgir una organización que la represente. Pero hoy en días esa relación se modifica un poco, en el contexto de expansión de los servicios sociales en desmedro de las actividades más industriales, de precarización y flexibilización de las relaciones de trabajo, de retroceso y modificación de las relaciones en el agro. ¿Cómo fue entonces que ustedes comprendieron lo popular y de ahí la creación de un tipo de poder específico que estamos denominando como poder popular?

Mazzeo: Al inicio de este proceso de recomposición del campo popular en Argentina, a mediados de los noventa, aparece el debate respecto del sujeto y muchos compañeros y compañeras, y amplios sectores de la izquierda dogmática, sostenían que el sujeto seguía siendo el sujeto clásico, compuesto por la clase trabajadora industrial, por el proletariado. Nosotros veíamos que, dado los cambios que habían tenido lugar en Argentina y en el mundo, esa concepción debía cuestionarse o complejizarse al menos un poco. En líneas generales, la clase trabajadora industrial –por obra y gracia del desarrollo desigual y combinado, entre otras cosas– no había sido el sujeto protagónico en la historia de Nuestra América.

En el caso de Argentina, sin dudas por su historia particular, esta clase sí supo tener centralidad estratégica, pero esa condición se había modificado sustancialmente, a partir de la última dictadura militar y, sobre todo, durante la década del noventa, como consecuencia de la aplicación de las políticas neoliberales. La vieja izquierda insistía en que nuestras concepciones reivindicaban al lumpen proletariado, o lo que en la cultura política italiana se llamó los “lazzaroni”.15

Nosotros entendíamos que los desocupados, los compañeros y compañeras de los barrios populares, eran parte de esa clase trabajadora, pero definida ahora en una forma mucho más extensa. Nosotros partíamos de sostener esto: la clase trabajadora industrial había perdido centralidad estratégica. Ya no se parecía a clase obrera de las décadas del sesenta y el setenta. Esta idea mecánica de la centralidad estratégica de la clase trabajadora industrial llevó a la vieja izquierda a cometer errores bastante importantes.

Para referirnos a la pérdida de centralidad estratégica de la clase trabajadora industrial utilizábamos otra definición, menos dura y más descriptiva políticamente: “la pérdida de su capacidad para dinamizar el conjunto de las luchas populares”. Y ahí veíamos a otros sujetos que comenzaban a tener mayor preponderancia. Entonces, como un elemento importante de nuestra definición mínima del poder popular, decíamos que el sujeto popular debía ser pensado como un sujeto plural. Por supuesto, en esa pluralidad no va en contra del carácter clasista del sujeto. Obviamente ese sujeto plural integra a la clase que vive de su trabajo (que ya bastante heterogénea de por sí), a la que apenas vive de su trabajo y a la clase expulsada del trabajo: proletariado, precariado y pobretariado.16 Por supuesto que ese sujeto no está integrado por los dueños de medios de producción, ni por los que gestionan a alto nivel los medios de producción. O sea, la burguesía está afuera y en contra. Por otra parte, convivíamos con ese sujeto y era demasiado evidente su condición diversa, plural, heterogénea.

Seguel: en la construcción cotidiana…

Mazzeo: Efectivamente. Ese sujeto estaba muy lejos de ser una clase homogénea. Existían compañeros y compañeras de la vieja izquierda que prácticamente sostenían que había que luchar para conseguir trabajo formal para todos y todas y así recomponer la sociedad salarial y, junto con ella, al sujeto tradicional para hacer posible una política socialista. Nosotros decíamos que eso era un determinismo absurdo, delirante.

La noción del sujeto popular plural fue una idea-fuerza asumida por este espacio de la izquierda independiente y que también sirvió para diferenciarla de la vieja izquierda. Esa idea aportó a la tarea de articular componentes de clase con componentes culturales, la clase social con la diferencia. Digo: en pleno auge de las narrativas posmodernas, había como una exaltación de la diferencia y no era nuestro caso; nosotros considerábamos la diferencia, pero la articulábamos con un componente de clase.

Al mismo tiempo comenzamos a asignarle una relevancia cada vez mayor al territorio, como relación social, como espacio de subjetivación y articulación del sujeto popular plural, como campo de la lucha de clases…

Seguel: en relación a eso, ¿cómo pensaban la organización? Si se enfrenta a una transformación de lo popular, al sujeto que va a conducir este proceso, ¿cómo estaban pensando la organización o cómo afrontaron esta tensión que se puede generar entre movimientos sociales diversos, heterogéneos, con una organización que apuesta a insertarse y que bien puede potenciar esa diferencia y generar cierto grado de unidad en torno a la lucha pero también puede hacer todo lo contrario?

Mazzeo: Esa tensión nunca se resolvió. Estuvo presente desde el principio y sigue siendo un problema. Recuerdo que nosotros decíamos que, si había organizaciones políticas participando en los espacios de los movimientos sociales y las organizaciones populares, lo que esas organizaciones políticas podían hacer, su mejor aporte, pasaba por politizar el colectivo y aportar recursos ideológicos, organizativos e identitarios. Es decir, la propuesta de meter toda la política en la base, nunca reservar la política para una elite. Hay una cultura política, prácticamente hegemónica y hasta diría transideológica, que alimenta las lógicas en las que la política queda reservada para una minoría mientras que las bases se dedican a otras tareas despolitizadas.

Nosotros planteábamos que lo mejor era asumirse como organizaciones biodegradables. Lo mejor que le podía pasar a una organización era disolverse en un colectivo más amplio. Por supuesto, después había necesidades concretas donde tenías que dar con formas organizativas que te permitieran resolver tareas puntuales y ahí es donde aparecen otros problemas.

Seguel: ¿qué tipo de problema específicamente?

Mazzeo: se puede estar en contra de cualquier forma de especialización específicamente política, pero las necesidades prácticas pueden llevan a asumir formas de especialización. Esas formas de especialización generan permanentes de hecho que, más temprano que tarde, hacen que se concentre poder decisorio en un núcleo, para peor, con un discurso antipolitico y sin ninguna posibilidad control.
Seguel: el problema del burocratismo que puede estar presente constantemente.

Mazzeo: lo interesante es que no surge de una conducta burocrática, una especie de ser burocrático inherente a los sujetos sino que, a veces, hay necesidades y situaciones concretas que indirectamente conducen a ciertos vicios burocráticos. Se puede pensar en una secuencia: la situación lógica de tener que resolver problemas puntuales, la conformación de grupos que se abocan esa tarea, la rutina que los convierte en especialistas y les permite acumular información y saberes, finalmente, los azares de la coyuntura hacen que esa tarea devenga estratégica, por lo tanto ese grupo aventaja al resto, se diferencia y comienza a concentrar poder. Se convierte en grupo dirigente y reedita la escisión entre dirigentes y dirigidos. Pero fueron las necesidades prácticas las que desencadenaron esa secuencia. Partamos de suponer que nadie pretendía concentrar poder en un núcleo, incluso todo lo contrario.

Luego, también existe la dificultad de sostener en el tiempo un tipo de militancia integral. Muchas veces los compañeros y las compañeras no pueden sostener en el tiempo un mismo grado de compromiso militante. El interés político y la predisposición a asumir compromisos militantes radicales, van de la mano de ciertas coyunturas de politización masiva. En los tiempos de reflujo los compañeros y las compañeras vuelven a su vida cotidiana, siguen militando pero en tareas que, de repente, tienen menos implicancias políticas, menos proyección política, y ahí es donde otra vez aparecen las elites, donde ciertos grupos empiezan a asumir roles dirigenciales. Esto lo señalo como una dificultad histórica general para los espacios de la izquierda independiente que se han propuesto modelos de organización alternativos.

Me gustaría agregar algo respecto de la concepción de la política de los compañeros y las compañeras que estructuraron su praxis en torno del concepto de poder popular. La política para ellos y para ellas supo ser concebida como apuesta. A diferencia de lo que ocurría con la vieja izquierda, para la cual la política siempre es la concreción de alguna verdad preestablecida. Para la vieja izquierda, la política siempre es la concreción de un plan preelaborado, la interpretación de un libreto que ya fue escrito por otros y otras. Sólo nos queda ser más o menos hábiles en la ejecución del plan y en la interpretación del libreto pero, finalmente, la política no es más eso, la concreción de una verdad prefabricada.
Esta concepción sirve además para entronizar núcleos de dirección y fomenta el elitismo. Nosotros confiamos en otros itinerarios, en un proceso de politización masivo y constante. Entendemos la política emancipatoria como apuesta, en realidad como “apuestas”, que deben formularse colectivamente y reactualizarse constantemente.

Seguel: me imagino que llegan a una concepción de la organización heterogénea, flexible.

Mazzeo: sí, una de las palabras más reiteradas en la discursividad del espacio de la izquierda independiente, en sus comienzos y respecto del tipo de organización fue, precisamente, “flexibilidad”. Se buscaba dar con un tipo de estructura organizativa flexible. Era necesario experimentar, no había un modelo que copiar. Se buscaba un tipo de estructura con responsabilidades rotativas, estructuras abiertas y democráticas; en fin, estructuras organizativas lo más alejadas posibles de la idea de un comité central.

Seguel: y, por ejemplo, ¿nociones de dirección colectiva?

Mazzeo: sí, la idea era gestar una organización democrática en su funcionamiento cotidiano. La idea siempre fue que el trazo grueso de la política se estableciera en los espacios de mayor participación, en los espacios más colectivos, más amplios. Una vez que el conjunto asume el trazo grueso, se supone que habrá menos dificultades en la implementación y ejecución descentralizada de las políticas. Para cuestiones puntuales y urgentes no podés, ni necesitás, hacer una asamblea. Porque también se presenta un tema de eficacia política. ¿Cómo conciliar esa eficacia con la democracia más profunda? Sigo pensando que la clave está en que las decisiones estratégicas se tomen colectiva y democráticamente. Luego, las decisiones más prácticas, más inmediatas, pueden recaer en colectivos o personas puntuales, para eso resulta fundamental generar estructuras organizativas basadas en la confianza y en soportes identitarios sólidos.

Cuando se piensa en estructuras organizativas tienden a surgir visiones extremas. Por una parte, una idea de la organización formal, pulcra, que funcione como un reloj a partir de los reglamentos, los organigramas y las sanciones. Por otra parte, una idea de la organización basada en la confianza y en la capacidad y la libre iniciativa de sus miembros. Los espacios de la izquierda independiente, en un comienzo, apostaron a las organizaciones basadas en la confianza. Puesto en una fórmula quedaría así: mayor democracia y participación en los trazos estratégicos y toda la confianza a la hora de las decisiones prácticas; y otro elemento fundamental para que esto funcione, la formación política de base. La formación política no como una instancia donde ciertos saberes políticos son socializados –eso también, por supuesto–. La formación política como la única forma de hacer factible la democracia de base. La única forma de que el conjunto de los compañeros y compañeras participen en las decisiones estratégicas. Una forma apta para romper con la escisión dirigentes-dirigidos. Tuvieron –tuvimos– éxitos y fracasos. El hecho de que una organización se funde en la confianza y en la identidad no es garantía de buen funcionamiento, aunque sigo pensando que son un punto de partida imprescindible.

Seguel: Claro, porque en última instancia una dirección es la acumulación de un saber específico…

Mazzeo: es saber, es información, es poder decisorio y capacidad de conducción política. Eso es una dirección. La idea es que sea lo más colectiva posible. Sobre todo si pensamos en un proceso de emancipación de las clases subalternas y oprimidas.

Seguel: y, por ejemplo, ¿los problemas sobre el alcance de la política? Me refiero a la tensión que se puede llegar a generar entre cierto nivel de universalización, en el sentido de tener que salir a disputar los términos de una política de incidencia nacional. Pero también, está esta necesidad de que la política tenga un fuerte anclaje hacia lo concreto, sectorial o territorial. Acá se me figura la tensión entre la universalización y la concreción. En el fondo, la tensión entre la construcción y la disputa de una política específica. En ese sentido ustedes cómo abordaron ese problema.

Mazzeo: ese problema sigue presente. Te diría que cada vez es más acuciante. Sobre todo porque para los espacios de la izquierda independiente, en una primera etapa, primó lo particular y lo universal estaba prácticamente vedado o abandonado. Pero a medida que se consolidaron los particulares y se percibió que tenían proyección, que eran potencialmente universalizables, que existían elementos que podían convertirse en el sostén de un proyecto social y político alternativo, se generó una enorme tensión.

Mientras no se sale de lo particular, cuando tu política es –digamos– el socialismo en un solo barrio, cuando tu horizonte no se aparta del corporativismo, el trayecto puede parecer apacible, aunque sea un trayecto que lleva a la autodisolución o a la integración sistémica. Pero cuando te das cuenta de que eso que estás construyendo tiene la posibilidad de proyectarse, de universalizarse, ya aparecen otros problemas.

También puede ocurrir que, por distintos factores históricos, los particulares pierdan fuerza y dejen de ser un lugar de enunciación legítimo de la política emancipatoria.

Seguel: Ya vimos la tensión entre movimientos sociales y organización, luego vimos la tensión entre universalización y particularidad. Sería interesante en ese contexto, referirnos a eventuales tensiones que se pueden ir generando entre formas de construcción de poder popular y formalizaciones en términos de organización con la institucionalidad. Cómo se piensa la construcción en ese contexto específico, en el cual una organización y los movimientos sociales salen a disputar la política nacional, pero también manteniendo la construcción en los barrios, en los liceos, en las universidades, en las fábricas.

Mazzeo: eso, de alguna manera, estaba presente en estas organizaciones. Hablo del Frente Popular Darío Santillán, que es la organización que conocí más directamente, y que deriva en buena medida de la experiencia de las corrientes autónomas del movimiento piquetero.

El movimiento piquetero se estructuró a partir de la lucha por planes de empleo. Esto planes eran obtenidos ejerciendo alguna forma de presión colectiva y organizada frente al Estado. Era el Estado el que otorgaba estos planes de empleo. Esto generó, en el comienzo, la idea de que era compatible mantener un proyecto de transformación radical de la sociedad, con una lucha social para obtener reformas, pero siempre con la clara conciencia de que no se trataba de una simple negociación con el Estado sino de una disputa política. También se pensaba que cualquier conquista, aunque parcial y transitoria, cobraba valor sí era parte de un proceso de lucha y un proyecto más amplio.

Desde un comienzo se planteó la importancia y la necesidad de acciones reivindicativas. Infinidad de acciones reivindicativas. De ningún modo eran consideradas incompatibles con una lucha en una escala más elevada. Conciente o inconcientemente asumíamos que la democracia es un campo contradictorio. Puede ser el campo del enemigo, un campo de integración sistémica, pero también puede ser un campo que nos permite tensionar al sistema, que nos permite luchar por más democracia, que nos permite los procesos de subjetivación popular.

Esa tensión entre lo reivindicativo y lo político, no creo que haya planteado tantas dificultades. Creo que fue la cuestión electoral fue la que planteó más inconvenientes. Porque no se dio con una forma de intervención en lo electoral que no implique aceptar las reglas del juego del sistema político. Una acción gremial, con objetivos más claros e inmediatos, donde los compañeros y las compañeras se organizan y luchan para conseguir algo, genera menos tensiones que la participación en el juego electoral. Porque el juego electoral te obliga, de cierta manera, a seguir ciertas reglas y eso sí generó muchas contradicciones en el espacio de la izquierda independiente. En buena medida esa cuestión generó una crisis que, en realidad, respondía a otros motivos más de fondo como la pérdida de arraigo territorial, la falta de desarrollo en el campo sindical y la pérdida de presencia en el movimiento estudiantil, etc. Es decir, la generación de un vacío al que, sabemos, aborrece la política emancipatoria. Es lo que señalaba recién, los particulares perdiendo fuerza y dejando de ser un lugar de enunciación legítimo de la política emancipatoria. Paralelamente el Estado, la política convencional, la política como gestión, la política delegativa, recuperaron terreno. La crisis llevó a la fragmentación del espacio de la izquierda independiente.

El ingreso al terreno electoral de los distintos fragmentos que componían el espacio de izquierda independiente, tiende a realizarse bajo el imperio de los modos que reproducen la política burguesa convencional. Aunque la experiencia militante acumulada se basó en prácticas bien alejadas de las lógicas de la política burguesa convencional, a la hora de asumir el juego electoral, lo primero que aflora es una fuerte tendencia reproducir esas lógicas. A aquellos grupos que pensaban que podían reinventar la política se les presenta el problema del fetichismo del poder. Desde mi punto de vista, de cara a un proyecto emancipatorio, la tensión principal se da entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder. El Poder Popular es un concepto emparentado con la reinvención de la política emancipatoria, no tiene absolutamente nada que ver con el fetichismo del poder.

Seguel: según esta forma de comprender el conflicto no resuelto entre disputar y construir, que lugar le corresponde a la militancia integral, a una ética militante determinada. ¿Circula por ahí alguna manera de contener las tendencias hacia la burocratización? ¿Cómo se piensa eso? Me imagino que en parte las tensiones a las que nos estamos refiriendo fueron parte de las tensiones del Frente Popular Darío Santillán.

Mazzeo: Bueno, sí, como te decía, durante mucho tiempo estuvo presente la ida de una militancia integral. La idea de un militante alejado de la especialización, de la profesionalización de la política. Eso te remite a la figura del militante integral. Y a una situación en la que no existe una separación tajante entre la política y la vida cotidiana. Una de las grandes utopías de la izquierda independiente en sus etapas iniciales fue hacer que la política forme parte de lo cotidiano, que no sea un asunto de elites y expertos. En términos marxistas: hacer que las funciones separadas y concentradas del Estado, lo que usualmente se denomina política, sean absorbidas por la sociedad civil popular, preferentemente bajo algún formato comunal. En este sentido, la figura del militante más funcional es la del militante integral. Un militante organizador de la hegemonía, de la coerción, investigador, educador; en fin, la figura del “intelectual orgánico” o el “político crítico”. Claro, el proceso de producción de esta figura no resulta sencillo, porque la realidad, el sentido común imperante, nos conducen a otros sitios. La realidad del orden burgués genera división del trabajo, diferenciación, especialización. Lo político tiende a escindirse de lo cotidiano.

Seguel: Volviendo un poco a la relación entre tradición y elaboración, que siempre entendemos que está presente en el momento que nos planteamos el problema de la construcción. La política no nace foja cero. ¿Cómo inscribirían ustedes en la experiencia del Frente Popular Daría Santillán de la cultura montonera, de la cultura del errepé?17

Mazzeo: eso fue interesante, porque cuando emergen estas organizaciones, prácticamente en su prehistoria, se da toda una discusión sobre los setenta. En los noventa, en Argentina, comienzan a debatirse seriamente los setenta.
Podríamos decir que las organizaciones y movimientos que luego conforman el espacio de la izquierda independiente, nacen en el marco de un debate sobre la década de los setenta. No es casual. Siempre se va al pasado desde el presente. No existe una fuerza antigua que condicione nuestros pasos.

Más allá de los debates académicos, folklóricos y, por lo general, abstractos, en el marco de los movimientos sociales y las organizaciones populares tiene lugar una reivindicación en bloque de la lucha revolucionaria de los setenta. No hubo reivindicaciones retrospectivas puntuales por parte de los compañeros y las compañeras.

Además la mayoría eran muy jóvenes, y no vivieron esas experiencias. Si bien participaban del espacio compañeros y compañeras más grandes que habían militado en organizaciones revolucionarias de los sesenta y los setenta, no van a promover ninguna identificación retrospectiva. Insisto: se da una reivindicación en bloque de parte de estos movimientos, de la experiencia montonera, de la experiencia del errepé, de la experiencia de la FAP, la experiencia de los sindicatos clasistas, etc… Pero, fundamentalmente, la identificación histórica es con una tradición de lucha popular radical, con un pueblo en rebelión que gestó una pluralidad de organizaciones.

Lanús Oeste, Gran Buenos Aires. Argentina
Miércoles 6 de agosto de 2014.
Fuente: http://contrahegemoniaweb.com.ar/
Bibliografía de Miguel Mazzeo.
Libros.
1. Mazzeo, Miguel (2014). Introducción al poder popular. El sueño de una cosa. Santiago: Tiempo Robado editoras. (primera edición 2007)
2. _____________ (2014). Piqueteros. Breve historia de un movimiento popular argentino. Buenos Aires: Editorial Cuadrata del Incunable SLN. (primera edición de 2004)
3. _____________ (2014). Entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder. Cavilaciones sobre la izquierda independiente argentina. Rosario: Puño y Letra ediciones.
4. _____________ (2014). ¿Qué (no) hacer? Apuntes para una crítica de los regímenes emancipatorios. Buenos Aires: Anarres. (primera edición 2005)
5. _____________ (2013). El socialismo enraizado. José Carlos Mariátegui: vigencia de su concepto de “socialismo práctico”, Lima: Fondo de Cultura Económica.
6. _____________ (2012). Conjurar a Babel. La nueva generación intelectual argentina a diez años de la rebelión popular de 2001. Bueno Aires: Editorial el Colectivo.
7. _____________ (2011). Poder Popular y nación. Notas sobre el bicentenario de la Revolución de Mayo. Buenos Aires: Editorial el Colectivo & Herramienta ediciones.
Capítulos de libros:
1. Miguel Mazzeo y Fernando Stratta (2014). “Introducción”. En Varios Autores, Reflexiones sobre el poder popular (pp. 17-28). Santiago: Tiempo Robado editoras (primera edición 2007)
2. Miguel Mazzeo (2015). “Poder Popular y memoria” En GESP (Coor.), Movimientos sociales y poder popular en Chile. Santiago: Tiempo Robado editoras.
3. _____________ (2013). “Requisitos estratégicos”. En Varios Autores, socialismo desde abajo (pp. 83-94). Buenos Aires: Ediciones Herramienta
4. _____________ (2009). Los “elementos del socialismo práctico”: un concepto necesario para pensar el socialismo del siglo XXI. A propósito de la vigencia de José Carlos Mariátegui y la actualidad de los Siete Ensayos de interpretación de la realidad peruana. En Varios Autores, Vigencia de J.C. Mariátegui. Ensayos sobre su pensamiento (pp. 49-66).Buenos Aires: Dialektik.
5. ____________ (2008). “La globalización neolibral. Algunas definiciones generales”. En Varios Autores, Historia Argentina Contemporánea. Buenos Aires: Dialektik.
1 Entre las organizaciones políticas de la izquierda argentina es el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) la que dio mayor desarrollo a esta orientación estratégica. Según el historiador Sebastián Leiva, en torno a la noción de Poder Obrero y Popular se conjugaron una concepción estratégica de Guerra Popular Prolongada, cercana a la experiencia China, con un modelo de complejo partidario propio de la experiencia vietnamita (la concepción de Pueblo en Armas de Vo Nguyen Giap), bajo una conceptualización de dualidad de poder. Véase: Leiva, Sebastián. Revolución socialista y poder popular. Los casos del MIR y PRT-ERP 1970-1976. Concepción: Escaparate ediciones, 2010. Así también lo ratifican historiadores argentinos. Véase: De Santis, Daniel. “El único camino hasta el poder obrero y el socialismo”, La historia del PRT-ERP por sus protagonistas. Buenos Aires: a formar filas editora guevarista, 2010, pp. 97-121. Mattini, Luis. Hombres y mujeres del PRT-ERP. La Plata: De la campana, 1996. Pozzi, Pablo. Partido Revolucionario de los Trabajadores-ERP. Concepción: Escaparate, 2013.
2 Mazzeo, Miguel. Piqueteros. Breve historia de un movimiento popular argentino. Buenos Aires: Editorial Cuadrata del Incunable, 2014.
3 Gutiérrez, Gustavo. Teología de la Liberación. Perspectivas. Salamanca: Ediciones sígueme, 1975. Gutiérrez, Gustavo. La fuerza histórica de los pobres. Lima: CEP, 1979.
4 Dussel, Enrique. Caminos de liberación latinoamericana I: Interpretación histórico-teológica de nuestro continente latinoamericano. Buenos Aires: Latinoamericana, 1972. Dussel, Enrique. Caminos de liberación latinoamericana II: teología de la liberación y ética. Buenos Aires: Latinoamericana, 1974.
5 Dri, Rubén. La revolución de las asambleas. Buenos Aires: Diaporía, 2006. Dri, Rubén. Movimientos sociales: la emergencia del nuevo espíritu. Buenos Aires: Ediciones Nuevos Tiempos, 2008. Dri, Rubén. Racionalidad, sujeto, poder. Buenos Aires: Biblos, 2002.
6 Para una profundización de la relación entre el componente quliástico y la diakonia en la construcción política, véase: Mazzeo, Miguel. “Poder popular, utopía y teología de la liberación”, Introducción al poder popular. El sueño de una cosa. Santiago: Tiempo Robado Editoras, 2014, pp. 165-223.
7 Para profundizar la relación entre el mandar obedeciendo y la construcción de poder popular, véase: Ernst, Ricardo. “Notas sobre un ejercicio de poder popular en América Latina. El EZLN y su mandar obedeciendo”, en GESP (coor.). Movimientos Sociales y Poder Popular en Chile. Santiago: Tiempo Robado Editoras, 2015.
8 Mazzeo, Miguel. “La revolución Bolivariana y el poder popular”. Introducción al poder popular. El sueño de una cosa. Santiago: Tiempo Robado Editoras, 2014, pp. 243-275. Zendejas, Diego. “Poder Popular, la vía bolivariana al socialismo. Los Consejos Comunales: entre autonomía y subordinación”, Estudios Latinoamericanos, Nueva Época, no. 34, Julio-Diciembre, 2014, pp.137-164. Es necesario además señalar la importancia de la noción de poder popular en el desarrollo del estado cubano desde la década de 1970. Véase: Flordelisio Coll, Mariana. Poder Popular y autogobierno en Cuba. La revolución desde el municipio. México: ITACA, 2007.
9 Para profundizar sobre la importancia del concepto de praxis en el desarrollo del marxismo latinoamericano, véase: Sánchez Vásquez, Adolfo. De Marx al marxismo en América Latina, México: ITACA, 2011.
10 Vease: Fals Borda, Orlando. Ciencia, compromiso y cambio social. Buenos Aires: Editorial el Colectivo, 2013.
11 Véase: James, Daniel. Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina. Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2010. Guillispie, Richard. Soldados de Perón. Historia crítica sobre los montoneros. Buenos Aires: Sudamericana, 2011.
12 Para una revisión en extenso de las coordinadoras interfabriles en Argentina. Véase: Werner, Ruth y Aguirre, Facundo. Insurgencia obrera en la Argentina. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda. Buenos Aires: Ediciones IPS, 2007.
13 Para un panorama de la guerrilla marxista en Argentina: Santucho, Julio. Los últimos guevaristas. La guerrilla marxista en la Argentina. Buenos Aires: Byblos, 1994.
14 Véase: Mazzeo, Miguel. “No violentar la realidad, artificios no: la noción de elementos de socialismo práctico. Algunos de sus significados e implicancias teóricas y políticas”, El socialismo enraizado. José Carlos Mariátegui: vigencia de su concepto de “socialismo práctico”, Lima: Fondo de Cultura Económica, 2013, pp. 233-292.
15 Marx se identifica a los lazzaroni dentro de la categoría del lumpen proletariado en el 18 de brumario de Luis Bonaparte. En la edición de la Fundación Federico Engels, se aclara el concepto de Lazzaroni utilizado por Marx, señaladno “Lazzaroni: sobrenombre que se daba en Italia al lumpemproletariado, elementos desclasados. Los lazzaroni fueron utilizados reiteradas veces por los medios monárquico reaccionarios en la lucha contra el movimiento liberal y democrático”. Nota al pie de página número 80. Marx, Karl. Dieciocho de brumario de Luis Bonaparte. Madrid: Fundación Federico Engels, 2003, p. 64.
16 Para una ampliación de la heterogeneidad de actores que compones las clases subalternas latinoamericanas que viven de su trabajo, véase: Antunes, Ricardo. ¿Adiós al trabajo? Ensayo sobre la metamorfosis y rol central del mundo del trabajo. Buenos Aires: Ediciones Herramienta, 2003. Antunes, Ricardo. Los sentidos del trabajo. Buenos Aires: Ediciones Herramienta, 2013.
17 Me refiero a la cultura política del PRT-ERP.

PCS rechaza maniobra electoral de marzo de 1980

PCS rechaza maniobra electoral de marzo de 1980 Roberto Pineda San Salvador, 16 de abril de2015

A principios de octubre de 1979, días antes del golpe de estado del 15 de ese mes, que vino a modificar sustancialmente la situación del país, el Partido Comunista de El Salvador, PCS, denunció los planes del general Carlos Humberto Romero de realizar una maniobra electoral en marzo de 1980.

En el manifiesto divulgado por el PCS se pide “a los trabajadores del campo y la ciudad, a todo el pueblo salvadoreño, que rechacen los llamamientos a participar en las elecciones para diputados y concejos municipales de marzo de 1980 y refuercen en cambio la lucha contra la dictadura fascista, por el cese de la represión, el mejoramiento económico y la liberación definitiva.”

Explica que los fascistas al mando del General Romero “no han podido llevar sus planes hasta donde quieren porque se han topado con una resuelta resistencia del movimiento popular y, lejos de generalizar el miedo y la sumisión mediante sus criminales métodos, consiguieron que grandes masas del pueblo se decidieran a dar apoyo a formas más elevadas y frontales de lucha, que miles de los mejores elementos se incorporaran a las filas de las organizaciones revolucionarias y que surgiera y crezca un estado de ánimo insurreccional en extensos sectores de trabajadores y capas medias.”

Considera el documento que “los fascistas padecen una profunda debilidad política y necesitan urgentemente realizar maniobras para mejorar su precaria situación nacional e internacional; por eso, y no por otra razón, es que han decidido manipular la proximidad de las elecciones de marzo de 1980.”

Añade que “los fascistas calculan que el logro de estos objetivos les daría una cobertura bajo la cual podrán recrudecer y desplegar aún más su sangrienta represión contra el grueso del movimiento popular, único método en el que ellos confían verdaderamente. La derrota del movimiento popular, que creen poder lograr de este modo, les permitiría deshacerse después de aquellos sectores opositores que ahora lograran neutralizar o apartar de su alianza con las demás fuerzas democráticas.”

Puntualiza que “esta es la maniobra y estos son sus propósitos. La prueba de ello la estamos viendo y viviendo todos; en lo que va de este año, los fascistas han asesinado a más de cuatrocientas personas y desaparecido a más de trescientas…Así, pues, los fascistas salvadoreños siguen siendo fascistas. Entre tanto, la tendencia histórica más vigorosa que se desarrolla en nuestro país, como en casi toda Centro América, es el avance hacia la revolución democrática.”

Apunta que “hay en curso una situación revolucionaria, que se perfila con características propias en cada país y se acerca a la madurez con ritmos y posibilidades diferentes en cada uno de ellos. Esta situación revolucionaria regional ya dio a luz la primeras revolución victoriosa, la del pueblo de Sandino en Nicaragua.”

Y asegura visionariamente que “las masas más crecientes y políticamente activas del pueblo salvadoreño, tienden hoy a esperarlo todo de la revolución y no de la vía electoral; comprenden cada vez con mayor claridad y convicción que no hay otro medio para poner fin al derramamiento de sangre, a los terribles dolores y demás injusticias que sufren, que derribar a los fascistas, tomar el poder en manos del pueblo, destruir este criminal y oprobioso sistema político al servicio de una minoría corrupta e insaciable, e inaugurar un régimen genuinamente democrático y popular.”

Y proclama: “el PCS dice a los miles y miles de patriotas que han llegado a tales conclusiones: ustedes están en lo cierto, tiene absoluta razón, la revolución nicaragüense lo confirma y subraya…El PCS dice a la clase obrera: ¡adelante! Extendamos y elevemos nuestra conciencia revolucionaria; por medio de las huelgas arranquemos mejoramiento económico y salgamos de ellas mejor organizados y más claros para las batallas por la liberación definitiva del pueblo salvadoreño.”

Reflexiona que “ante el viraje de las masas hacia el cauce revolucionario, hay entre la oposición quienes se sienten embargados por temores, proclaman su “rechazo de la violencia venga de donde venga….Al enjuiciar la posición de esos sectores, el PCS parte de que son fuerzas democráticas actuando con buena intensión y, por eso mismo, les expresamos que corren el riesgo de ser burlados y hasta instrumentalizados por los fascistas; aplaudimos que denuncien y condenen la represión, como lo han hecho reiteradamente.”

Asevera que “la dictadura militar derechista, desde su instalación en diciembre de 1931, nunca ha tenido a intensión sincera de permitir que por medio de elecciones se constituya un gobierno democrático y popular. Sin embargo, durante once años (1966-1977) fue el PCS partidario de la participación electoral, como un medio para despertar y elevar a la acción política a las grandes masas trabajadoras y medias, facilitarles la posibilidad de comprender pro su propia experiencia la hipocresía de la “democracia” bajo este régimen, agotar por sí mismas la vía electoral falsamente abierta por éste y decidirse a librar por otros medios más eficaces, la dura lucha que es necesaria para conquistar la democracia y la justicia social.”

Sostiene el PCS que “la participación electoral no es necesaria hoy para despertar, elevar la conciencia, desarrollar la organización y conducir al pueblo a la lucha por su liberación política y social; ahora distraería esfuerzos y ayudaría a aliviar de sus dificultades a los criminales fascistas.”

No obstante esto “el PCS no descarta que en algún momento futuro pudiera presentarse una situación en la cual, aún bajo el dominio de los fascistas, resulte d algún modo útil para el movimiento popular y para su causa tomar parte en alguna elección. La marcha de la historia nunca es rígida y no pude predecirse en todos sus vericuetos; con frecuencia trae situaciones inesperadas, cambios tales en los factores y condiciones que influyen en los acontecimientos, que hacen obligatorio introducir variantes en la conducta de las fuerzas revolucionarias, no para abandonar e rumbo hacia la revolución, sino precisamente para conservar o reconstruir los vínculos con las masas, única manera de mantener firmemente el rumbo hacia aquella meta.”

Establece como orientación “intransigencia en las cuestiones de principio, flexibilidad en los asuntos tácticos. Por lo que se refiere al presente, está absolutamente claro que enfilarse hoy hacia la participación en las elecciones de marzo de 1980 solo serviría para beneficiar a los fascistas, acarrear nueva división a las fuerzas que se le oponen, alejar su imprescindible unión general y romper los vínculos con las masas más conscientes y determinantes del pueblo.”

Distingue que “la situación y las posibilidades históricas de El Salvador están vinculadas inseparablemente a toda la situación centroamericana. La victoria de la revolución nicaragüense es una enorme y trascendental conquista de este heroico pueblo hermano…Alrededor de la solidaridad activa con la revolución nicaragüense debemos y podemos alcanzar también una amplia unidad de acción de las fuerzas revolucionarias y democráticas en nuestro país.”

Concluye ratificando que “esta es la hora de intenso esfuerzo por desarrollar a eficacia de la organización y de las formas de lucha, lograr la unidad de todos los revolucionarios y demócratas, defender firme y activamente la revolución nicaragüense y avanzar hacia las grandes batallas por la propia liberación del pueblo salvadoreño. Esta es hora de cerrar el paso a cualquier maniobra de los fascistas, de buscar su máximo aislamiento nacional e internacional.”

Experiencias de la Revolución Nicaragüense

En el semanario Voz Popular No. 118 de la 5ta. Semana de agosto de 1979 se analiza y se extraen enseñanzas de la reciente experiencia del triunfo revolucionario nicaragüense.

“1. EL CARÁCTER DE LA REVOLUCION “En primer término, salta a la vista que, por su carácter, es esta una revolución democrática. Los sandinistas no habrían llegado a ser la vanguardia de todo el pueblo nicaragüense, sino hubieran comprendido que la principal y más poderosa motivación capaz de lanzar a este a la lucha, era el anhelo de derrocar la tiranía somocista y conquistar la democracia.”
“Las aspiraciones a terminar con la miseria y el atraso, a lograr una independencia nacional verdadera, a liquidar al asfixiante dominio de Somoza sobre la economía del país, su monopolio sobre el gobierno, el Congreso y el Poder Judicial, e incluso la aspiración a erradicar la explotación del hombre sobre el hombre, son otras importantes motivaciones que promovieron también la acción de diferentes sectores sociales.”
Considera que “sería un error creer que las grandes masas viraron hacia los sandinistas solamente porque ellos representaban la lucha armada. El FSLN estaba en la lucha armada desde hace 15 años atrás y sin embargo no bastó eso para ganarse el apoyo de las grandes masas. Ellas viraron hacia los sandinistas cuando estos lanzaron su lucha armada tras la bandera única del derrocamiento de la tiranía somocista y subordinaron a ese objetivo su programa socialista. Ese viraje de las masas hacia los sandinistas se inicio en la segunda mitad de 1977 (recordar los asaltos de Octubre a varios cuarteles) y se volvió un fenómeno de vasta escala, después del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, pero principalmente después de la toma del Palacio Nacional en agosto de 1978.”
“Salió en ese momento a la superficie, desde lo profundo del proceso histórico, la dialéctica del carácter y la vía de la revolución en las sociedades del capitalismo dependiente latinoamericano, que ya antes había hecho su aparición en Cuba, a fines de los años cincuenta. No basta con una línea correcta respecto al carácter de la revolución que madura en nuestros países; es absolutamente indispensable también una vía revolucionaria correcta para tomar el poder.”
“Sin descartar la posibilidad excepcional de algún caso en que podría tomarse el poder por vía pacífica, veinte años de experiencia desde la Revolución Cubana han demostrado que en América Latina la vía correcta es la lucha armada. Pero tampoco es suficiente con comprender la vía correcta para tomar el poder, es absolutamente necesario acertar en la consigna principal, que promueva la lucha, en la cual se refleje el carácter de la revolución. Uno y otro aspecto de la estrategia revolucionaria se influyen mutuamente.”
Surge el 10 de octubre de 1979 la revista Fundamentos y Perspectivas
Bajo la responsabilidad de la Comisión Nacional de Propaganda del PCS, que estaba dirigida en ese entonces por Raúl Vargas, conocido como “El Bachi” apareció el primer número de la revista Fundamentos y Perspectivas. Ya antes en junio de 1979 se habían publicado las Tesis y Fundamentos de la Línea General del PCS, aprobadas por el VII Congreso del PCS de marzo de ese año, bajo este mismo nombre de Fundamentos y Perspectivas. Asimismo en octubre de ese mismo año la CNP lanza el primer número del Boletín Internacional del PCS, llamado Noticias de El Salvador.
Expresa en su introducción que esta revista “esta llamada a desempeñar un rol importante en la difusión de los principios del marxismo leninismo y su aplicación a la realidad concreta de nuestro país y el desarrollo del proceso revolucionario salvadoreño…Es nuestro modesto aporte al esclarecimiento ideológico tan necesario y urgente para que el proceso revolucionario pueda avanzar hacia sus metas finales.”
Este primer número de F y P incluye cinco materiales: los dos primeros reproducen fragmentos de las tesis del VII Congreso; datos biográficos de Rafael Aguiñada Carranza (1931-1975) y el discurso pronunciado por Schafik Handal en sus funerales en septiembre de 1975; y el Pronunciamiento del PCS de octubre de 1979: Rechacemos al maniobra de los fascistas de participar en las elecciones de 19890. El segundo número de la revista está fechado marzo de 1980. Al final se publicaron cinco números, los dos últimos (4 y 5) en Managua, Nicaragua y bajo la conducción de Norma Guevara (Celia). En 1984, siempre en Managua aparece la Revista 32, vinculada a la Agencia de Noticias y Análisis, NOTISAL.
Fundamentos y Perspectivas 2. Marzo de 1980
Explica en su Presentación que “está dedicado al 50 Aniversario de la Fundación del Partido Comunista de El Salvador. Contiene artículos elaborados por antiguos camaradas y que reflejan su experiencia partidaria, vivida desde la fundación del Partido en Marzo de 1930, su participación en la insurrección popular de 1932 y las difíciles condiciones en que tuvieron que mantener la organización y la lucha, luego de la masacre de ese año y durante todo el período que culmina con el derrocamiento del dictador Maximiliano Hernández Martínez.”
Consta de 5 materiales, el primero es una entrevista realizada el 12 de enero de 1980 a Schafik Handal por un periodista mexicano; artículos sobre la fundación del PCS por Miguel Mármol y Daniel Castaneda (Ponce y después Pío); Manifiesto del PCS en Ocasión del 50 aniversario de su fundación y Manifiesto del PCS de Condena al asesinato de Monseñor Romero.
Fundamentos y Perspectivas 3. Junio de 1981
Plantea en su Presentación que “recoge en este número algunas entrevistas y artículos de Schafik Jorge Handal, Secretario General del CC del Partido Comunista de El Salvador, que han sido divulgados por diversos medios en el periodo comprendido de 1978 a 1981, basados en las concepciones y orientaciones de nuestro Partido.”
Consta de 8 materiales: Interrelación indisoluble (Revista Internacional, mayo de 1978) ; Sobre el Golpe de estado del 15 de Octubre (Publicado por el Comité Exterior del PCS en diciembre de 1979); América Central, crisis de la dictadura ( junio de 1979) La necesidad de la solidaridad internacional (febrero de 1980, Entrevista a Prensa Latina); Tenemos un solo camino: la lucha armada (mayo de 1980); Ante la hora de la verdad (Revista América Latina , noviembre de 1980) Naturaleza y objetivos de la Ofensiva General: sus resultados, situación actual y perspectivas ( Entrevista realizada el 24 de enero de 1981) y La intervención de los Estados Unidos en El Salvador (Entrevista realizada el 31 de enero de 1981).
Fundamentos y Perspectivas 4. Enero de 1982
Explica en la Presentación que “la distancia entre el tercer número, publicado en junio de 1980 (sic) y el presente, no es grande solamente en tiempo, sino también lo es en la diferencia de las condiciones concretas en que nuestro pueblo desarrolla la heroica lucha por su liberación definitiva.”
Agrega que “nuestro Partido, en este lapso de tiempo, afrontó con seriedad y responsabilidad el reto histórico que la revolución salvadoreña le exige, aportando todas sus energías en el fortalecimiento de la unidad revolucionaria y democrática, en el trabajo político, diplomático y militar y, en definitiva, en la conducción de la guerra.”
Informa que “al mismo tiempo, nuestro Partido desarrolló su brazo armado, las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) a las que dedicó enormes esfuerzos para convertirla en la eficiente y disciplinada fuerza militar que es hoy y que, junto a las fuerzas de las organizaciones hermanas que constituimos el FMLN, formamos el poderoso ejército popular que encabeza la lucha de nuestro pueblo.”
Razona que “nuestro Partido, consciente de que en medio de la guerra que libramos también es necesario aportar al desarrollo de la teoría revolucionaria, publica el presente número de Fundamentos y Perspectivas, saludando con su edición el 50 Aniversario de la heroica gesta insurreccional de 1932.”
Consta de 6 materiales: el primero es la Declaración del Comité Central del PCS en ocasión del 50 Aniversario del levantamiento armado de 1932; Saludo del CC del PCS a los Combatientes de las FAL y a todo el Partido en Ocasión del Año Nuevo; artículo de Schafik Handal sobre El Poder, el carácter y vía de la revolución y la unidad de la izquierda; artículo de Miguel Mármol La regional va a las masas del campo; poema de Heriberto Montano Cantata de Luz y Lucha y artículo de Federico Bairez (Antonio) sobre El valor histórico de los testimonios de Miguel Mármol acerca de la insurrección de 1932.
Fundamentos y Perspectivas 5. Febrero de 1983
Este último número de FyP aparece bajo la responsabilidad del Centro de Comunicaciones Liberación. Y en vez de Presentación aparece un Editorial que inicia así: “ la heroica lucha de nuestro pueblo que tiene raíces en largos años de injusticia social, explotación y miseria, y en aspiraciones de libertad y justicia burladas y frustradas por la brutal represión, fraudes electorales repetidos una tras otra vez, la negación de todas las libertades democráticas, etc., gana hoy el respeto, la admiración y la solidaridad de todos los pueblos de la tierra.”
Añade que “la guerra ha entrado a la etapa de las batallas definitivas, estamos situados en el momento estratégico de las definiciones y no ignoramos que el grave peligro de la agresión militar imperialista con tropas extranjeras amenaza hoy más que nunca a nuestra patria…El momento por el que atravesamos es particularmente complicado y peligroso, pero nuestro pueblo…sabrá derrotar a la agresión imperialista si esta llegara a consumarse.”
Finaliza expresando que “el PCS, junto a las organizaciones hermanas que conformamos el FMLN, ha hecho su aporte de sudor y de sangre a esta lucha. Los comunistas salvadoreños nos enorgullecemos de este esfuerzo y de esta entrega y a la par de la disposición de nuestro pueblo, también los comunistas estamos en la firma disposición de combatir hasta vencer.”
Consta de 3 materiales: un artículo de Schafik Handal sobre Consideraciones acerca del viraje del Partido hacia la lucha armada, las relaciones entre las formas de lucha armada y lucha política y a organización de la lucha armada, del Ejército Revolucionario y del Partido dentro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; una entrevista con el Comandante Guerrillero Roberto López (Salvador Cárcamo); y Saludo del CC del PCS a sus Militantes, a los Combatientes de las Fuerzas Armadas de Liberación y al pueblo en general, al celebrarse el cincuenta y tres aniversario de su fundación.
Manifiesto del PCS del 1ro. de Mayo de 1980
En el semanario Voz Popular No. 128 del 8 de mayo de 1980 aparece de portada el manifiesto del PCS en ocasión del 1 de Mayo, el cual fue celebrado con una marcha convocada por FUSS, FENASTRAS, FESTIATCES y FSR, junto con la CRM, que salió del parque Cuscatlán, asediada por los cuerpos represivos de la dictadura militar.
Plantea que “llegamos al Día Internacional de los Trabajadores en un período sumamente difícil y crucial para nuestra Patria, en el marco de una situación caracterizada por la brutal represión y matanza desaforada que sufre el pueblo salvadoreño a manos de los cuerpos represivos, de los sectores reaccionarios del Ejército, así como también de las bandas asesinas al servicio de la oligarquía agroexportadora.”
Agrega que “por ello la clase obrera y el pueblo en general no enarbolará en este 1ro. de Mayo banderas de júbilo y alegría, no celebrara esta fecha. Muchos de sus mejores representantes y hermanos han sido masacrados; mucha sangre valiente y heroica de nuestro pueblo ha sido derramada.”
“1. LA POLITICA DE REFORMAS DEMAGOGICAS Y REPRESION NO ALCANZA SUS OBJETIVOS CONTRARREVOLUCIONARIOS Sin ningún ocultamiento, en forma abierta y descarada el imperialismo norteamericano sigue dando su apoyo a la Junta de Gobierno Militar-democristiana, que sumisa a os planes del Departamento de estado y del Pentágono yanquis, aplica la política de reformas demagógicas al tiempo que sume al país en un espantoso baño de sangre.”
“Sin embargo, tales reformas que tiene como verdadero objetivo cambiar algunas cosas para que todo el tradicional sistema siga igual, están demostrando en la práctica, su rotundo fracaso ya que la madurez política de nuestro pueblo logra ver claramente que ellas pretenden acabar con las organizaciones revolucionarias, gremiales y democráticas. La estrategia de destruirlas, trazada por el imperialismo norteamericano, de acuerdo con el grupúsculo de lo que fuera el Partido Demócrata Cristiano, encabezado por el Ing. José Napoleón Duarte, y con los militares derechistas y fascistas, es línea que obediente y servilmente, pone en práctica la Junta de Gobierno.”
“La reforma agraria, pregonada a los cuatro vientos, la llamada nacionalización del comercio del café, así como la nacionalización de la banca no son sino amagos contra a oligarquía sin resultados prácticos tangibles. En cuanto a la reforma agraria, el proceso de expropiación ha sido suspendido, los fundos, supuestamente expropiados, carecen de organización para la producción y en la constitución de las cooperativas de los trabajadores las directivas están en manos de exempleados incondicionales de los latifundistas y de las bandas de ORDEN. La masa de trabajadores del campo permanece, además de expectante, llena de dudas, recelos y pesimismo, agregando a ello la permanente persecución y muerte de que son objeto de parte de los cuerpos represivos.”
“De este panorama en el cual la oligarquía en su conjunto sigue prácticamente intacta y, por consiguiente, sigue siendo poderosa, debemos señalar: 1ro. que el grupúsculo ultraderechista que aún subsiste de lo que fuera el Partido Demócrata Cristiano ya pactó con la oligarquía algunos compromisos. Se habla de que una vez fracasada, a corto plazo, la farsa de la reforma agraria, la tierra será devuelta integra a sus antiguos dueños. Se habla, asimismo, en el sentido que el alto sector gerencial de la banca volverá a ocupar los cargos que, temporalmente, ha abandonado. 2do. Los aparatos represivos tradicionales subsisten intocables. Sus cuadros de dirección e intermedios siguen siendo, en lo esencial, los mismos sicarios curtidos por largos años en incalificables crímenes contra el pueblo.”
“II.LA UNIDAD DEL PUEBLO ACELERA LA LUCHA DEMOCRATICA Y REVOLUCIONARIA Del quince de octubre a esta fecha, la etapa histórica que vivimos ha cumplido seis meses y medio, tiempo en el cual la Junta de Gobierno ha venido sufriendo una permanente crisis política, aislándose, asimismo aceleradamente de las masas populares. Mientras tanto, en ese mismo lapso y en un corto periodo de tres meses las organizaciones populares revolucionarias y democráticas, han dado pasos sustanciales de unidad. Primero, fueron las izquierdas las que lograron un avance histórico al crear el 11 de enero la Coordinadora Revolucionaria de Masas, y el 18 de abril organizaciones democráticas, gremiales y políticas, así como la intelectualidad progresista crearon conjuntamente con la Coordinadora Revolucionaria de Masas, el Frente Democrático Revolucionario.”
“Dentro de este contexto unitario, debemos subrayar, especialmente, que en el mismo mes de enero, el Partido Comunista de El Salvador, las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí” y las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional suscribieron un documento unitario cuya importancia es de inapreciable valor en las luchas de nuestro pueblo.”
“De esta manera, El Salvador es hoy, escenario de una formidable lucha popular, resultado del cual, ha surgido el vigoroso proceso unitario de las diferentes organizaciones revolucionarias que junto a las fuerzas democráticas confluyen en un gran Frente Democrático Revolucionario que ha alcanzado un en enorme respaldo nacional e internacionalmente.”
“Esta confluencia de las fuerzas revolucionarias y democráticas en un solo torrente, viene a confirmar que el futuro le pertenece al pueblo y que ese futuro no lo veos lejano, aunque para llegar a él habrá grandes y cruentos sacrificios.”
“En este Primero de Mayo el Partido Comunista de El Salvador rinde sentido homenaje a todos los caídos en las luchas heroicas que libra nuestro valiente pueblo, militantes y no militantes de nuestro Partido. Rinde especial homenaje, e inclina banderas, a la ya inmortal figura de Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, quien en su corto pero intenso desempeño como Arzobispo de la diócesis de San Salvador, se fundió con la conciencia de nuestro querido pueblo, transformándose en la “voz de los sin voz” y en un orientador espiritual como jamás ha tenido la Iglesia Católica en El Salvador.”
“En este Primero de Mayo, el Partido Comunista de El Salvador saluda a la clase obrera salvadoreña reiterándole que su unidad, en una sólida y única central sería un acelerador del triunfo definitivo de nuestro pueblo contra el oprobioso sistema que sufrimos, y que, por consiguiente, a división de las filas trabajadoras solamente beneficia a nuestros enemigos internos y externos.”
Concluye que “solo derrocando la dictadura militar derechista, e instaurando el gobierno democrático Revolucionario, salvaremos a nuestra patria del oprobio, del terror y la represión que hoy le impone una minoría opulenta y criminal. ¡Viva la unidad de las organizaciones revolucionarias y democráticas! ¡A redoblar la lucha por el derrocamiento de la dictadura militar democristiana! ¡El pueblo derrotará la intervención yanqui en nuestro país!”
COLUMNA EN GUERRA de Voz Popular
En el número 133 del semanario Voz Popular del 27 de agosto de 1980, aparece una nueva sección, inédita, que refleja la situación del momento, la Columna en Guerra, en la que “informaremos, en forma veraz, de las acciones armadas que los organismos Político-Militares (DRU-PM) realicen. La Comandancia general de las FAL-PCS emitió un boletín en el que resume sus acciones, entre el 16 de junio y el 12 de septiembre de este año.”
“Tal resumen esta hecho en base a los partes emanados de las Comandancias de los frentes existentes, y cubren desde las acciones de propaganda hasta los enfrentamientos armados con las fuerzas militares gobiernistas, pasando por otras como decir el necesario ajusticiamiento de dirigentes de diversos niveles, de ORDEN que aun prosiguen en su criminal empeño de delatar, capturar y asesinar a militantes revolucionarios y democráticos, de simpatizantes y aún de familiares de estos que son neutrales. Estas bandas de ORDEN; asimismo, en connivencia con los cuerpos represivos, cometen venganzas personales, asesinando y robando.”
“Entre los enfrentamientos habidos, queremos, por el momento, destacar tres: 1) El del 17 de julio en el que la FAL-PCS aniquilo el puesto de la Guardia Nacional de Santo Domingo, departamento de San Vicente. Fue un ataque demoledor directo, con granadas y nutrido fuego de armas automáticas en que hubo 15 bajas del enemigo: 9 muertos y 6 heridos. No hubo bajas en las filas de las FAL. Sobre esta acción el enemigo informó solo 3 bajas suyas y reconoció no haber hecho ninguna a sus atacantes. 2) 7 de agosto. Se realizó la “Operación Rafael Aguiñada Carranza” en Quezaltepeque consistente en el aniquilamiento de los componentes del puesto de la Policía Nacional. La operación fue un éxito completo. Se les causó 6 muertos, incluyendo el comandante del puesto. 3) El 12 de septiembre, en San Vicente, se hizo a las 6:30 de la mañana una emboscada de aniquilamiento de dos camionadas de soldados del Ejército, a la altura del Km. 58 de la Carretera Panamericana, a 2 Km. del puente sobre el río Acahuapa. Hubo 31 soldados muertos y 17 heridos pertenecientes al cuartel de San Vicente. No hubo bajas de las FAL.”
“En el Boletín se informa que el Servicio de Información, ya tiene detectados a miembros del Escuadrón de la Muerte, cuyos integrantes (guardias, policías, soldados en servicio, soldados de reserva, gente de ORDEN, etc.) tienen el apoyo directo en puestos de Guardia, Policía Nacional, Policía de Hacienda, Policía de caminos y varios cuarteles. Además, el Escuadrón de la Muerte está recibiendo ya la justicia revolucionaria, y varios de sus cuadros han sido ya ejecutados.”
“En esta ocasión, queremos desde esta “Columna en Guerra” saludar, con admiración y cariño, a los valientes combatientes de las FAL, que cada día, con mayor experiencia y fuerza, con las demás organizaciones armadas, unidamente derrotando al enemigo común. A este propósito, debemos recordar las inmortales palabras de nuestro Máximo Prócer José Matías Delgado: UN PUEBLO QUE LUCHA POR SU LIBERTAD NO PUEDE SER VENCIDO.”
¡LIBERTAD AL ARQUITECTO ABDALA ANTONIO HANDAL!
En el número 143 de Voz Popular del 28 de noviembre de 1980 aparece un comunicado del PCS denunciando la captura y desaparición el 11 de noviembre del Arquitecto Abdala Antonio Handal por efectivos de la Guardia Nacional. Handal era el presidente del Colegio de Arquitectos de El Salvador y hermano menor del secretario general del PCS, Schafik Handal. Junto a Antonio Handal fueron capturados Magdalena de Rivera, de 52 años, su hijo Ricardo Rivera de 21 años y otro joven.
El PCS “acusa y responsabiliza desde ya a la Guardia Nacional y a la Junta Militar democristiana de lo que pueda ocurrirle al Arq. Handal y sus acompañantes; exige el respeto a sus vidas y demanda su libertad. La Junta Militar democristiana, que insistentemente dice estar librando una guerra, está obligada por lo menos a darles el trato que corresponde a los prisioneros, o a ponerlos a disposición de los tribunales correspondientes. Sabemos con certeza sólida que el Arquitecto Handal y sus acompañantes se encuentran en manos de la Guardia Nacional. ”

Coffee And Power In El Salvador

Latin American Research Review
Volume 28, Number 3, Pages 7-40

Coffee And Power In El Salvador*

Jeffery M. Paige, University of Michigan The existence of a division between what Italo López Vallecillos has termed the “agro-financial” and “agro-industrial-financial” factions of the Salvadoran elite has become what Enrique Baloyra calls “the consensus of scholarly opinion” on elite politics in El Salvador.1 As López Vallecillos describes the division, the agro-financial faction “opposes any attempt to transform the rigid framework of land concentration and low salaries in its devotion to the plantation economy that is the basis of its income and profits.”

The agro-industrial faction, in contrast, “tries to introduce changes in the economic system . . . and opts for less authoritarian political forms, within the framework of liberal democracy, representative but restricted and controlled.“2 Oscillation between these two elite strategies has long characterized Salvadoran politics, and in the 1920s, the temporary dominance of the more liberal faction gave El Salvador the reputation of being the most progressive country in Central America.3 During times of crisis like the 1930s and the early 1980s, however, the positions of the two factions converged to support the retrograde policies of the more conservative “agro-financial” faction, which have given El Salvador an international reputation for ferocious authoritarianism.4

The persistence of a landed class dependent on agriculture that is labor-repressive has long been recognized as a substantial obstacle to democracy, and defeat of the landlords by a rising industrial bourgeoisie has been considered essential for a successful democratic transition, most notably in the paradigmatic theories of Barrington Moore, Jr.5 The inability of the agro-industrial faction of the Salvadoran elite to break with its landed, labor-repressive allies in the agro-financial faction has long sustained authoritarianism in El Salvador. But the Salvadoran elite (like elites elsewhere in Latin America) originated in capitalist export agriculture and lacks the clear division between a landed aristocracy and an industrial bourgeoisie implied by Moore’s theories.6

From the beginning, the Salvadoran elite was both capitalist and agrarian, land-holding as well as industrial. Thus democratic developments have been inhibited by the persistence of landed power but also by the close economic and familial ties linking landlords and capitalists. Transition to democracy in El Salvador would therefore require the agro-industrial faction to overcome the resistance of the landed elites of the agro-financial faction but also to overcome its own ties to the agrarian order. In the past, it has done neither.

Despite the continuing importance of these two factions in Salvadoran politics, remarkably little direct evidence exists regarding their political or social views. Eduardo Colindres’s monumental studies have mapped in detail the economic and political interests of the elite, and historical works by Rafael Guidos Véjar, Rafael Menjívar, Héctor Lindo-Fuentes, and E. A. Wilson have revealed much about the elite’s origins,7 but direct information on its views is largely lacking.

Robert Aubey’s excellent 1969 study was based on informant interviews but apparently not on direct interviews with members of the elite.8 The lack of interviews is hardly surprising given the polarized and authoritarian nature of Salvadoran society and the reluctance of many elite members to call undue attention to themselves. Foreign journalists succeeded in gaining access to some members of the elite in the early 1980s, resulting in informative articles by Craig Pyes and Paul Health Hoeffel,9 but no scientific study has been conducted based on direct interviews with either faction of this critical class.

This article represents an initial attempt at such a study. It is based on personal interviews with seventeen leading members of the Salvadoran elite from both factions, conducted in 1987 and 1990 and supplemented by analysis of newspaper reports of statements by them and other members of the elite. All those interviewed were important actors in the sector that has been the core of Salvadoran agro-financial and agro-industrial power since the late nineteenth century—coffee growers, processors, and exporters.

COFFEE, CLASS, AND CLASS FRACTIONS

The fortunes of the agro-industrial and the agro-financial fractions of the Salvadoran elite have depended on coffee for more than a century. Since coffee overtook indigo as Salvador’s leading export in the 1880s, it has been the country’s leading source of foreign exchange, government tax revenues, domestic capital formation, rural employment, and economic activity.10 For most of this period, El Salvador was a virtual monoculture, what Ralph Lee Woodward has termed “a coffee republic.“11 The Salvadoran coffee elite succeeded in integrating all phases of coffee production, from field to wharf, under its control and carried out a thorough technological and social reorganization of the industry along capitalist lines.12 By the 1970s, Salvador had become the most efficient coffee producer in the world, and the third or fourth leading exporter, competing with giants like Brazil and Colombia.13

The Salvadoran elite’s success with coffee gave it the economic power to dominate the rest of the economy. The domestic banking industry was entirely based on coffee wealth, and the leading banks were controlled by coffee families until they were nationalized in 1980.14 Twelve of the fourteen largest cotton producers before 1979 were among the twenty-six largest coffee growers, as were nine of the ten largest sugar growers.15 Rapidly accumulating wealth in export agriculture enabled the coffee elite to move quickly into real estate, commerce, tourism, and (in the heyday of the Central American Common Market) manufacturing for domestic and regional markets.16 Thus the Salvadoran coffee elite controlled not only the nation’s leading industry but most of the rest of the economy. In the process, the wealth of leading Salvadoran families came to rival industrial fortunes in the developed world.17

All this wealth rested ultimately on producing coffee with low-wage manual labor in the countryside. But as the technological and financial sophistication of the industry grew, divisions emerged between the agrarian and industrial fractions of the coffee elite that were rooted in the social organization of coffee production itself. By the 1920s, wealth and power were increasingly held by the mill owners who processed the coffee rather than by the traditional land owners who produced it.18 Although most mill proprietors also owned coffee lands, many coffee producers did not own mills and sold their coffee to those who did. Hence most coffee passed through the hands of a small number of mill owners, who had also gained control of the lucrative export trade.19 As the capital requirements of milling increased with growing coffee volume and technological advances, access to capital, foreign-trade connections, and business acumen became as important as landownership in determining coffee wealth. In the late nineteenth and early twentieth centuries, European immigrants with any or all of these attributes became a substantial fraction of the milling elite, a trend that explains the frequency of foreign surnames like Cristiani, Borgonovo, and Hill among the Salvadoran elite.20 By the 1930s, most coffee processing was controlled by only twenty-four family groups, seventeen of them immigrants.21 By 1980-81 just fifteen firms, twelve of them controlled by families of immigrant origin, were processing four-fifths of all Salvadoran coffee.22

By 1961 this division of interest in the coffee sector had become sufficiently pronounced to occasion the founding of a new organization that would represent the miller-exporters. The Asociación Salvadoreña de Beneficiadores y Exportadores de Café (ABECAFE) was established as an alternative to the traditional organization of Salvadoran coffee growers, the Asociación Salvadoreña de Café (ASCAFE, often known in El Salvador as simply La Cafetalera).23 The latter group, founded in 1929, had been the main economic-interest group of the Salvadoran coffee elite, and its early boards of directors read like a “who’s who” of the Salvadoran elite—Alfaro, Hill, Dueñas, Magaña, Alvarez.24 In the area of economic policy-making, the Cafetalera became a virtual state within a state and after the founding of the Banco Hipotecario in 1934 and the Companía Salvadoreña del Café in 1942, a major factor in the large-scale management of the coffee economy. The Cafetalera was the major stockholder in both groups, and together the three interlocking organizations brought the coffee economy out of the depression and began the postwar transformation of the industry that fostered its leading role in the world coffee economy in the 1970s.25

Leading coffee families, millers and producers alike, continued to serve on the Cafetalera board of directors through the 1950s, but after ABECAFE was founded in 1961, the milling and exporting elite had an organization of its own. By the 1970s, few names of large processors or leading coffee families appeared on the Cafetalera board, and it increasingly became an organization dominated by non-elite producers.26 Nevertheless, ABECAFE represented only a fraction of the leading families, in particular immigrant coffee millers and exporters like the Hills, Daglios, and Borgonovos as well as members of the traditional elite like the Salaverrías and Llaches, who had made the transition to the industrial phase of the industry. Notable coffee-growing families of the republican period such as the Dueñas, Regalado, Quiñónez, and Meléndez clans have been underrepresented in ABECAFE and other institutions of the milling elite.27 Although the interests of all of these families extend beyond coffee, the divisions in the coffee economy between ABECAFE and the Cafetalera is one manifestation of the division between the agro-financial and agro-industrial factions at the heart of Salvadoran elite politics.

In 1989 Alfredo Cristiani—a descendent of Italian immigrants, past president of ABECAFE, and heir to the Cristiani-Burkard coffee- processing fortune—was elected president of El Salvador as the candidate of the right-wing Alianza Republicana Nacionalista party (ARENA). His election thus represented less a return to the “coffee republic” of the Meléndez-Quiñónez dynasty (1911-1927) and more the emergence of the agro-industrial faction of the coffee elite, the coffee processors belonging to ABECAFE as the leading contender for power in the Salvadoran elite and national society. In 1980-81 Cristiani’s family firm ranked as the tenth-largest coffee processor in El Salvador. The éminence gris of the administration, Cristiani’s brother-in-law Roberto Llach Hill, is the proprietor of the Llach Company, the fifth-largest processor. For the critical diplomatic post in Washington, Cristiani chose his friend Miguel Angel Salaverría, then general manager of Prieto, S. A., the eighth-largest processor. These three men and two of their first cousins together controlled five of the fifteen largest coffee-processing firms in El Salvador.28 All five men belonged to ABECAFE, and Salaverría as well as Cristiani had served as president of the organization. All five were founding members of the Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES), an influential policy-research center closely tied to the U.S. Agency for International Development (U.S.AID) and the U.S. Embassy, and two served on its critical coffee committee.

From the era of General Gerardo Barrios in the nineteenth century to the overthrow of President Arturo Araujo by General Maximiliano Hernández Martínez in the military coup on 9 December 1931, the coffee elite had ruled El Salvador almost without interruption. For the following sixty years, however, no member of the coffee elite occupied the Salvadoran presidency. Formal state power was held first by a series of military juntas and dictatorships and then by the elite’s arch-opponent, Christian Democrat José Napoleón Duarte.

Election of a member of the agro-industrial faction of the coffee elite to the presidency in 1989 did not necessarily imply a major change in political direction. The Salvadoran Army remains a formidable political force and has been an important ally of the coffee elite in the past. The hard line of the agro-financial faction, represented in the ruling ARENA party by the late Roberto D’Aubuisson, retains substantial influence within and beyond the party. Nor is it clear how deep a division really exists between the two factions of the Salvadoran elite or whether the agro-industrial faction is actually seeking a sharp break with the authoritarian past. Although the interviews provided no definitive answers to these questions, they offer insights into elite thinking on these issues at a critical juncture in Salvadoran political life.

The interviews analyzed here reflect the divisions within the Salvadoran elite. Most of those interviewed belonged to the ABECAFE faction of the milling and exporting agro-industrial elite. They included the current president and four past presidents of ABECAFE (including President Cristiani and Ambassador Miguel Angel Salaverría) as well as presidents or representatives of seven of the fifteen leading firms in the coffee-processing industry. A substantial minority of those interviewed were not large processors but growers associated with the Cafetalera. They included two Cafetalera presidents, the widow of a third, a close associate of a deceased past president, and representatives of leading cooperative and governmental coffee organizations.29 The Cafetalera growers themselves, however, were split into two antagonistic factions, one sharing broad areas of agreement with the ABECAFE elite and a second that dissented, often vehemently, from the views of what one of them dismissed as the “Red millionaires” of ABECAFE-FUSADES.

The views of the ABECAFE members and their allies in the Cafetalera may be understood as reflecting the views of the agro-industrial faction of the coffee elite. The dissenting faction in the Cafetalera represents the views of the traditional agro-financial faction of coffee growers. Given the representation of officers of both ABECAFE and the Cafetalera among the interviewees, the views expressed can be taken as reasonably representative of both factions.30 Understanding the relationship between the apparently hegemonic agro-industrial faction of millers and exporters in ABECAFE and the dissenting agro-financial faction of the Cafetalera is central to understanding the possibilities for authoritarianism or democracy in El Salvador. The views of the agro-industrial ABECAFE elite itself, now formally in political control, are crucial to prospects for democracy and peace in El Salvador.

THE VIEW FROM ABECAFE

Coffee, Gift of God

Whatever the differences of opinion within the coffee elite, none of its members doubt the centrality of coffee to El Salvador’s past, present, and future. Several of those interviewed pointed out that coffee will remain “the backbone” of the Salvadoran economy. Most regarded any questioning of this idea with incredulity. One former ABECAFE president explained, “If coffee is good, the economy is good; if it is bad, the economy is bad.” President Cristiani made it clear in a pre-election interview that reviving the coffee economy was the main plank of his economic and social policy and a key component in his military policy as well. He pointed out that coffee production under the Christian Democrats had totaled less than half its pre-1979 levels and that at late-1970s prices, the earlier level of production could have brought in foreign exchange approaching one billion dollars, more than twice the current level of U.S. aid. According to Cristiani, reviving the coffee economy would make it possible to deprive the guerrillas of their oxygen—social and political discontent—and permit ARENA to pursue a military policy independent of U.S. restraints.

All those interviewed regarded efforts to diversify or reorient the Salvadoran economy as ill-conceived at best, and many found the idea preposterous. Another ABECAFE president scoffed, “What are we going to export—hammocks?” The president of a major coffee co-op quoted a conversation with former U.S. Vice President and Secretary of Agriculture Henry Wallace, whom he met when Wallace traveled to El Salvador. Wallace told him that those saying “diversify” never told you what to diversify into. They were, according to Wallace, charlatans. The co-op president repeated the word “charlatans” with evident satisfaction. A leading miller noted with some dismay that U.S. AID had emphasized diversifying into ornamental plants, flowers, and fruits, and he decried the lack of research on coffee cultivation. Even one of the main beneficiaries of this diversification, the owner of a multimillion-dollar melon farm, still regarded coffee as the main pillar of the Salvadoran economy in the foreseeable future. Another ABECAFE president provided a sophisticated analysis of the Salvadoran economy emphasizing that even domestic industry like the Phelps Dodge wire factory required imported copper and that such imports could only be purchased with funds generated by coffee exports.

No member of the coffee elite perceived any contradiction between an agricultural economy based on coffee and industrial development. On the contrary, most viewed the former as indispensable for the latter. When asked about coffee’s role in the economy, one member of the ABECAFE board replied, “Are you kidding? The banks—everything—depends on it.” He then used a hand-held calculator to compute the effective demand generated by wages paid during the coffee harvest and pointed out that without those wages, little demand would exist for industrial products. Several growers made identical arguments. None seemed to see any difficulty in a low-wage rural economy providing inadequate internal markets. Those interviewed did not exaggerate rural wage levels but argued that they were generally high when compared with those paid to urban unskilled labor in El Salvador and that without coffee, the rural economy would collapse. Several even claimed that mismanagement under the Duarte regime had caused the rural coffee economy to collapse and that this debacle had played a major role in the Christian Democrat’s defeat.

Those interviewed were certain that, once coffee was freed from the constraints imposed by government intervention in the coffee economy, coffee would lead El Salvador into a balanced industrial development with broad benefits for all Salvadorans, including the poor. None saw any need to change the agrarian export model that has dominated El Salvador for a century and a half without leading to any significant industrial development. Rather, they argued, El Salvador had reached the point of industrial takeoff just when the Civil War intervened. One past president of the Cafetalera asserted that Brazilian and Colombian development demonstrated that coffee could lead directly to industrial development. In a series of paid announcements in leading San Salvador newspapers, ABECAFE had claimed during the 1984 election that a decline in coffee production would lead to numerous prejudicial outcomes: a dramatic drop in foreign-exchange earnings, insufficient tax revenues to pay for public services, increased rural unemployment, bankruptcy for thousands of businesses, difficulty in importing primary materials for manufacturing, difficulty in purchasing imported medicines for the general public, and budget cuts for education and health services.31

Whatever the merits of these arguments—and it is far from clear that any other crop is as well adapted to El Salvador’s climatic and geological conditions as coffee—the vigor, enthusiasm, and sincerity with which these claims were put forth were striking. All those interviewed would undoubtedly agree with the role assigned to coffee growers in the following excerpt from ABECAFE position paper entitled “Coffee Culture, Gift of God”:

Coffee has made it possible in a tiny densely populated territory, devoid of such natural resources as forests, petroleum, natural gas, metals, and precious stones, to find work and to achieve economic development.

People from various countries journeyed here decades ago to live and work with us. Those who dedicated themselves to coffee experimented with different cultivation methods and new varieties of coffee and shade trees, identified pests and diseases and combated them, improved processing, invented drying equipment, opened markets in the interior, and taught us how to compete. To mention some of the names that were new at first and are now our own and make up a cosmopolitan mosaic representing different nationalities that have fused with ours—Choussy, Alvarez, Hill, Meardi, de Sola, Daglio, Duke, Soundy, Deininger, Llach, Ferreiro, Cristiani, Borgonovo, Ruffatti, Parker, Shonenberg, Dalton.

Coffee cultivation has not been an improvised thing. The ability to produce, wash, dry, classify, and sell coffee has been an undertaking pursued for more than a century. A hardworking people has known how to take advantage of these lessons and has put El Salvador in fourth place among coffee exporting countries.32

This comment expresses the sentiments of almost all those interviewed, including members of several of the families it refers to by surname. The members of the ABECAFE elite, many of whom are immigrants, clearly think of themselves as the key to Salvadoran economic development and the best hope for the future for themselves and the “hardworking” Salvadoran people whom they taught to be world-class coffee producers. It would be a serious mistake to dismiss these views as merely the natural enthusiasm of entrepreneurs for their own industry. For them, coffee is all but synonymous with the nation of El Salvador or at least with the economically competitive nation they feel they have created. It is not surprising that those interviewed reject what the ABECAFE position paper calls the “black legend” of “exploitation” of agricultural workers. These leaders believe that their efforts have provided meaningful work and hope for development to those who lack their special talents for technological and economic innovation.

If coffee is the nation and the fourteen families are the key to coffee, then these families are in essence the nation. Yet virtually all the producers who chose to comment on this issue vehemently denied this implication. As one ABECAFE board member (and a member of the one of the families) said, “You know, it’s not just the fourteen families—there are five million of us Salvadorans.” Most went to great lengths to emphasize the large number of coffee growers, whom they variously estimated to number from thirty-five to forty thousand. In fact, 10 percent of all producers control 80 percent of all Salvadoran production, and most millers individually control the production of hundreds of small growers.33 The division between processors and workers, between the rural poor and the economic elite, was treated as a fact of nature by all those interviewed. But they clearly regard themselves as the best hope for bringing the rest of the population out of poverty and backwardness through coffee-based economic development. Many named as their great historical hero Gerardo Barrios, who is regarded as having brought coffee to El Salvador.34 Indeed, their ideas on economic development are virtually identical with the positivist philosophy of Barrios and other nineteenth-century liberal revolutionaries who ushered in the Salvadoran coffee era. As Ralph Lee Woodward has described these positivist dreams in nineteenth-century Central America: “The positivists believed that expanded productivity and exports would spark an industrial revolution which would lead them into the same sort of sophisticated economies enjoyed by western Europe and the United States. With the greater revenues from exports, they expected the general standard of living to rise and secondary industries to spring up to satisfy the needs of the people.“35 A century and a half after Barrios’s era, no better description could be found of the views of the present-day coffee elite on economic development. Members of this elite have viewed themselves as the heirs of cosmopolitan entrepreneurs who taught the country how to compete, raised the general standard of living, and made possible an industrial future for El Salvador. Thus to this sector, the “structural reforms” of 1979-80 represented an unreasonable assault on themselves and their principles.

“War to the Death against INCAFE”

On 6 March 1979, the Third Revolutionary Junta issued Agrarian Reform Decrees 153 and 154, and troops moved immediately to occupy estates affected by the first phase of the reform (those larger than five hundred hectares). The next day the junta nationalized banks and savings and loan institutions in El Salvador. In just two days, the junta struck at two key elements of the power base of the agro-financial elite. Less known but at least as important for the fortunes of the coffee elite was an earlier decree, Number 75 promulgated on 20 December 1979, which nationalized the export trade in coffee and established the Instituto Nacional del Café (INCAFE) to manage the resulting government monopoly of El Salvador’s major economic activity. Because most coffee holdings were not affected by the first phase of the agrarian reform and the majority of coffee growers were not bankers (although almost all banks were controlled by coffee capital), export nationalization had a greater immediate economic affect on coffee growers than the other two reforms. A study published in Estudios Centroamericanos argued that of the major “structural reforms,” nationalizing the coffee trade had the largest effect on the fortunes of Salvadoran capital in general and the agroexport sector in particular.36

The establishment of INCAFE led to a ten-year struggle between the government and coffee growers that one member of the elite called a “war to the death against INCAFE.” As one past president of ABECAFE said in 1987, “The basic position of all coffee producers is the same—get rid of INCAFE!” The struggle was waged in paid advertisements in San Salvador’s leading newspapers, in the national assembly, in petitions and meetings with Christian Democrats, and in an ultimately successful ten-year legal battle to have INCAFE declared unconstitutional. The most outspoken disapproval came from the coffee growers in the Cafetalera, but opposition to INCAFE united all sectors of the coffee industry. In its position papers, ABECAFE argued that INCAFE’s continued existence would cause the “collapse of coffee cultivation,” “reduce our people to new levels of poverty,” and “jeopardize the future of democracy.“37 Leading members of the Cafetalera charged that the reform was Communist-inspired and at one point even contended that they had conclusive proof that the law had been copied directly from the one establishing the Empresa Nicaragüense del Café (ENCAFE) after the Sandinista Revolution.38

All those interviewed held INCAFE responsible for what they viewed as the collapse of the coffee industry. The key economic issue for most was price. INCAFE had sold coffee at the international price in dollars while paying producers in local currency a price equal to one-half to one-fourth of the international price. The difference between the international and the local price showed up as a government foreign-exchange surplus.39

Those interviewed were well aware of the differential exchange rates and blamed INCAFE for paying low prices and causing the collapse of their industry. One member of the Consejo Salvadoreño del Café (the CSC, which replaced INCAFE after it was declared unconstitutional) explained, “The problem with Duarte was that the price of coffee was a political price. When coffee reached 200 dollars per quintal, Duarte said that was too much money. . . . He said we would just spend it on cars.” Most of those interviewed believed that the foreign-exchange surplus, which should have gone to them, was wasted on government inefficiency and corruption, particularly in INCAFE. As one of the most outspoken critics said, “What do they do with the money? They steal it. It all goes to private individuals associated with INCAFE. They spend it on houses costing four million colones. . . . Nobody knows what happened to the funds.” Those interviewed argued that the resulting low domestic price made coffee production unprofitable and that growers consequently stopped applying fertilizer, abandoned replantings, and maintained their groves only minimally in an effort to survive at a loss. One ABECAFE president stated, “Nobody has planted a single tree since 1979.” Normally 10 to 20 percent of a grove must be replanted each year, and he therefore estimated that it would take ten to twenty years to recover. Another ABECAFE president said that growers had basically been operating at a loss throughout the period and also estimated that it would take ten to twenty years to recover. All attributed the recent low harvest, especially in 1988-89 (the lowest in thirty years), to INCAFE’s baleful influence, particularly on prices. Several growers provided illustrative price calculations to demonstrate the differential exchange rate and its effects.

Some of those interviewed also argued that the agrarian reform played a substantial role in the decline in production because it had created an atmosphere of insecurity that discouraged reinvestment. As one leading miller explained, “Government ministers went on television and threatened confiscation for the land reform.” One co-op president who had lost his lands in the reform said that the primary reason for the decline in production was lack of confidence resulting from the reform, “You can’t invest unless you have confidence that you will be able to realize profits from your investment.” But most of those who blamed the agrarian reform also cited the monopoly price system, and all opposed INCAFE adamantly. At times it seemed that INCAFE had become a symbol of all the structural reforms of the 1979-80 period.

The specific failures of INCAFE were attributed to politics, corruption, and incompetence stemming from a lack of technical knowledge of the coffee industry. As one member of an elite family with long experience in the industry said, “The coffee growers think they have a monopoly of technical knowledge of the coffee industry just because they are coffee growers. . . . They think Rubén Pineda [head of the Consejo Salvadoreño del Café] is doing a good job just because he grows coffee, not because he is well informed about coffee.” An official on the coffee council pointed out that one head of INCAFE had said on television that all he knew about coffee was how to drink it.40 Those interviewed thought that political influence had determined appointments to INCAFE, leading to widespread incompetence and corruption. One coffee grower commented, “There were too many people who came without shoes and left millionaires.” Another asserted that the monetary difference between the international price and the producer price was diverted to other organizations like the military. One ABECAFE president said, “Everything was based on corrupt politics rather than on competence, and the result was disaster. . . . The corruption was terrible—Duarte and the others loaning themselves money.”

In a pre-election interview, candidate Cristiani vowed that if elected, he would return coffee to the system that existed before 1979, and with the help of a supreme court decision declaring INCAFE unconstitutional in July 1989, he did. INCAFE lost its export monopoly and a new organization, the Consejo Salvadoreño del Café, was established to manage the government’s remaining limited involvement in coffee. The council was to be administered by a joint government-private-sector board.41 Although the Banco Central and the coffee council retained control over foreign-exchange and export quotas, the processor-exporters got their businesses back, and producers resumed selling directly to exporters at prices based on the international price. As might be expected, those in the coffee elite, particularly the processor-exporters, were delighted. Most had only good things to say about the Consejo Salvadoreño del Café and its limited regulation. The consensus was that the coffee industry was back in the hands of those who could run it best—the technical leaders who had built the industry in the first place and who continued to offer the best hope for the economic future of El Salvador.

If anything, the INCAFE episode reinforced the elite view that management of the coffee economy should be left to them and to free enterprise. It also reinforced their long-held assumptions that economic development and a rising standard of living for all Salvadorans depended on their economic leadership and that structural change was prejudicial not only to themselves but to Salvadoran society as whole. As one former INCAFE president who belonged to a leading coffee family explained, “The reforms alienated the small growers and the middle sectors of society, and that’s why the last election came out the way it did.”

Dictatorship and Democracy

Barrios and other nineteenth-century liberal coffee growers had shown a marked lack of interest in parliamentary democracy, preferring instead Auguste Comte’s concept of “republican dictatorship.” In fact, the coffee elite in El Salvador tolerated a military dictatorship without evident dissatisfaction for more than fifty years. As one leading processor said, “It wasn’t like the situation in Eastern Europe, where the economy was a shambles. Here people were basically satisfied with the economic situation. So there was no revolt.” Another prominent processor noted, “It wasn’t like the situation in Nicaragua, where Somoza intervened directly in the economy. Here they [the military dictatorships] left the economy strictly alone.” Most members of the coffee elite pronounced pre-1979 economic policy distinctly preferable to that of the Duarte period, although some expressed limited criticisms of past military regimes. Nevertheless, as one past president of ABECAFE explained, “We needed the military to protect us from the left.” The positivistic doctrines of order and progress well describe the Salvadoran system existing prior to 1979, a system supported explicitly or implicitly by members of the coffee elite.

Earlier interviews by journalists found a grudging respect for the hard-line policies of General Hernández Martínez, and one ABECAFE press release even referred approvingly to the “leader of our country who had the wisdom to put the social peace and order of our country above all else,” an obvious reference to the 1932 massacre initiated by Martínez.42 The general himself was enthusiastically backed by most members of the coffee elite, who financed his bloody vengeance against the rebels of 1932. Among the contemporary coffee elite, the extreme right has been represented by Orlando de Sola, the outspoken conservative member of a relatively liberal Salvadoran family. De Sola openly backed the death squad massacres of the early 1980s and urged a return to a 1932-style matanza to settle things. Such views are not uncommon in El Salvador, although de Sola by no means represents elite opinion in general or the ABECAFE perspective in particular.

Support for the hard-line approach was not expressed in the interviews made in 1987 and 1990. Whether this view represents a change from earlier ones (as suggested by some of those interviewed) or many members of the ABECAFE faction of the elite were never as enthusiastic about the hard line as indicated by the public comments of some is difficult to determine. It is nevertheless clear that respect for democracy has replaced “republican dictatorship” as the party line at ABECAFE. It is also evident that elite conceptions of democracy do not correspond to those held by most citizens in industrial democracies like the United States. Although general support now exists for less authoritarian and more democratic political forms, as López Vallecillos has noted, it is “within the framework of liberal democracy, representative but restricted and controlled.”

Given the intransigent public image of the coffee elite, the views expressed by some of its members are surprising. One of the most liberal of those interviewed, a leading miller and banker, referred to Shafik Handel (head of the Salvadoran Communist party and chief negotiator for the rebels) as “a great democrat.” He also described the political role played by Rubén Zamora, leader of the guerrillas’ civilian allies (the Frente Democrática Revolucionaria or FDR), as “constructive” and argued that the conflict would be resolved by opening up democratic political space in El Salvador to include both. One past president of the Cafetalera who supported the ABECAFE viewpoint on most issues asserted that complete freedom of speech and electoral freedom were a necessity: “If the people vote for the Communists, then a Communist government it is. It’s the people’s choice.” A member of the ABECAFE board of directors said, “Look, if you’re a Communist and I support some other party, the way to do it is fight it out in the election campaign.” Another coffee grower said that the rebels “couldn’t demand that we replace Cristiani with Shafik Handel, but with reason there has to be give and take on both sides.” A co-op president listed three conditions for ending the war: a general amnesty covering all crimes associated with the war, a guarantee of absolutely no reprisals (against the rebels), and rebel participation in political parties in an election.

Orlando de Sola’s harsh stance was thus a distinct minority view among those interviewed, one not shared by any of the ABECAFE faction. One prominent grower dismissed de Sola as “a very angry person” who was paid by his family to stay out of the family business. This interviewee even volunteered that de Sola was said to be involved in death squad activities and that his radical ideas “could get him killed.” An ABECAFE president noted that the only real choice for Third World countries was between capitalism and socialism. He then added, “There’s fascism—but the cost in human freedom is too high.” Although not asked directly about the killing of the Jesuits at the Universidad Centroamericana three months earlier, several of those interviewed took the occasion to condemn it. One member of a prominent miller family even referred to the murderers as “savages,” while another pointed out that his cousin had been one of those killed. The same liberal miller who thought Shafik Handel was a democrat was delighted at the arrest of the murderers and seemed incredulous that it could have happened. A prominent grower reacting to charges made by retired colonel and ARENA leader Sigfredo Ochoa implicating members of the army high command in the killings said, “Well, if we are going to have peace, some people [i.e., members of the army high command] will have to go.”

Indeed, the ABECAFE elite’s relationship to the Salvadoran Armed Forces was considerably more ambivalent than their longtime tacit support might suggest. When queried about the oligarchy’s role in running El Salvador, one ABECAFE president asked, “Do you think if we had been running things, we would have been in the kind of mess we are in now?” The same individual who had described his position as “chairman of the board of the oligarchy” went on to say, “but I didn’t run El Salvador—the army did.” Another miller, reacting to a carelessly worded question from the interviewer said, “You can’t tell the army anything. Maybe you can politely make a suggestion.” Another grower interviewed claimed that funds had been diverted from the government coffee board (INCAFE) to the army to pay for troops to guard the coffee harvest. President Cristiani went so far as to blame the army for the mass murders of the early 1980s, although he did so to exonerate ARENA from complicity in the slaughter. Another ABECAFE board member asked, “Why do we need such a big army—to protect us from Honduras?”

Yet the concept of democracy held by most of those interviewed was circumscribed, and their willingness to question military lawlessness was limited. Although all said that the rebels should get involved in the electoral process, almost none saw any particular need for special legal provisions or modifications in the judicial or military structure to insure the rebels’ safety once they did so. Indeed, the elite’s unwillingness to acknowledge the need for any such changes bordered on the disingenuous. One co-op president claimed, “No one has anything to fear from the army—except Joaquín Villalobos and Shafik Handel.” In his view, ordinary supporters of the Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) could rejoin society without fear.

When asked if it was realistic to expect rebels to simply lay down their arms without fear, another miller responded, “Sure, we have amnesties all the time. . . . The guerrillas have their representatives, the FMLN-FDR—it’s really the same thing. They ran in the election campaign. Anybody can say anything. They go on television and denounce the government. They go into the plaza here” (in the central part of San Salvador). When asked if the rebels might fear retaliation, another co-op president suggested that “they could leave the country. Go to Canada or Australia. Many of them are already in Canada.” Asked about reprisals against those who stayed, he allowed that they could occur in some villages where people had lost family members in the civil war. He then added calmly that there were more deaths after the Spanish Civil War than during it, but he did not see that as a problem for the rebels’ incorporation into the electoral process. One government official, while pointing out that guerrilla representatives like Rubén Zamora could freely participate in elections, proceeded to describe him as “that Marxists-Leninist” (a characterization that can be tantamount to a death sentence in El Salvador) and linked him to Jennifer Jean Casolo, a U.S. religious worker who had been charged with hiding weapons for the guerrillas during their 1989 offensive. Although the charges were later dismissed, Casolo occupied a special niche in the demonology of the Salvadoran elite as a U.S. citizen who first befriended but later betrayed its members. Another interviewee from an elite family recounted studying with Rubén Zamora at the Universidad Centroamericana and having had some sympathy for his position. Now, however, this interviewee wanted them all locked up. When asked what would happen if the rebels did not accept the electoral terms offered by the government, one miller shrugged and said, “Then our army will simply continue the process of pacification.”

Based on these comments, it seems fair to say that members of the elite would not be dismayed whether their political opponents ended up in the national assembly or in their graves. The ability to hold to such seemingly contradictory notions can be understood, however, if account is taken of their view of the rebels’ social base and the likely outcome of the democratic process. The collapse of Communism in Europe had reached its climax only a month and a half before most of the interviews began, and during the course of the interviewing, the Sandinistas lost the presidential election in neighboring Nicaragua. As might be expected, members of the Salvadoran elite were greatly encouraged by these events, and many took heart from what they saw as not only the defeat of Communism but the rise of democracy and the decline of revolution as political forms. As one miller joked, “They say there are only 5,001 communists left in the world—one old guy in Cuba and 5,000 in El Salvador.”

Most of those interviewed expected that the rebels would never poll more than the 3 percent of the vote they received in the 1989 presidential election, and all regarded the rebels as an unrepresentative minority who could never be a significant electoral force. The defeat of the Sandinistas simply confirmed this view. As one grower said, “Look at the Sandinistas—they found out when they voted that people were supporting them out of fear. The same thing will happen here.” When it was pointed out to another miller that the Sandinistas had received more than 40 percent of the vote, he replied, “It only shows that they had ten years to brainwash the population.” One government official argued that the rebels were afraid of elections: “Look what they—Zamora—got in the last election, less than 3 percent. They are losing force.” A co-op president was optimistic about the prospects for democracy because the collapse of Communism, the Sandinista electoral defeat, and what he called the “loss of force” of Fidel Castro had together deprived the guerrillas of their external support. Without it, he clearly implied, they would have no chance in El Salvador.

In general, the rebels were regarded as a tiny group of terrorists of foreign inspiration if not foreign origin. No one viewed them as part of a mass movement. In fact, the interviewer was indignantly corrected by one ABECAFE president when he referred to the conflict as a civil war: “It’s really not a war like the Civil War in the United States. That implies there are two sides, two armies. Here there are just 5,000 terrorists. And they are mostly terrorists supplied by Cuba and Nicaragua.” When asked if the problem in El Salvador was not the existence of two armies, presidential candidate Cristiani replied with uncharacteristic coldness, “Yes, but one of them is outside the law.” Another elite member disputed the interviewer’s suggestion that the rebels might have some wider popular support: “Who ordered the killings of the Americans in the Zona Rosa [four Marines and two businessmen assassinated in 1985 in a popular San Salvador entertainment district]? Shafik Handel, Joaquín Villalobos—they don’t need a mass movement for that.” Another said that he felt that the idea that the guerrillas have popular support was the greatest U.S. misconception about El Salvador. Another said, “They have a few thousand people with guns. If you travel around the country, you will find most people believe in peace and want the country to move ahead.” All those interviewed followed conventional norms of public discourse in El Salvador in using the term terrorist for the rebels, often correcting the interviewer’s use of the term rebel. All thought that the changes in Eastern Europe had weakened the rebels even further. One commented, “they are having a difficult time explaining these changes to their followers.”

If the rebels in El Salvador are an unrepresentative minority of foreign-inspired terrorists without a shred of popular support (not an unfair summation of the nearly universal view among those interviewed), then little contradiction exists between elite support for democracy and their relative indifference to the fate of the rebels once the latter join the political process. The civil war is not a civil war or revolution at all—it is a problem in controlling domestic terrorism. According to the elite perspective, the electoral process extends to all Salvadorans “who believe in peace and want the country to move ahead.” Whatever the factual merits of this view, it does represent an advance over uncritical support for military dictatorship. But it does not suggest that notions of democracy have extended to include the Salvadoran left in either its armed or unarmed version. Elections without civil rights, including the right to life, are not meaningful contests, and thus the elite notion of democracy is a limited one. The real (as opposed to the rhetorical) incorporation of the left remains an unresolved contradiction in the ABECAFE elite’s view of a settlement to the war.

These limited notions of democracy do not extend much beyond support for contested elections and free speech. The ideas that the judicial system might require reform or that the army’s record on human rights might be cause for alarm were not prominent themes in elite conversation. Only one elite member mentioned the need for a strengthened judicial system in discussing prerequisites for a settlement with the guerrillas. When human rights were mentioned at all (an extremely sensitive area in the interviews), they were mentioned only in the context of anti-Salvadoran propaganda in the United States. One relatively liberal co-op president, a great admirer of Franklin Roosevelt, complained bitterly about what he perceived as a U.S. double standard in evaluating human rights violations. Why, he asked, was there more outrage at the killings of the Jesuits in El Salvador than at the killing of “your own servicemen,” referring to the U.S. Marines killed in the Zona Rosa. Another complained that in the United States, people always talk about the army when they “make a mistake” and kill someone: “What about all those that the FMLN has killed—assassinated?” A member of a prominent family who denounced the killers of the Jesuits as savages went on to say that the FMLN “is using the killings of the Jesuits for propaganda.” One coffee association official acknowledged that there were problems in the army but allowed that they resulted from what he called “the low cultural level” of the troops: “All we hear about are the problems of human rights of the army.” A prominent miller-banker was pleased to learn of the indictment of army officers in the Jesuit case but immediately added that Salvadoran law made their conviction unlikely. He alone advocated reform of the judicial apparatus.

All those interviewed were committed to a negotiated settlement of the war by incorporating the rebels into the democratic process. But almost none seemed inclined to demand changes in army behavior or reforms in the judicial system that would make electoral democracy meaningful to rebels and rebel sympathizers after the war ended. Without such changes, the rebels would be unlikely to accept a negotiated settlement, and the lack of military and judicial reform had much to do with the origins of the war. Nevertheless, the importance of the shift in views of this key class toward accepting at least limited democracy should not be underestimated. But it remains to be seen whether the elite will be willing to challenge the traditions of military lawlessness that have dominated El Salvador for most of this century. Without such a change, it is unlikely that elite support for limited democracy and a negotiated settlement will have much practical effect.

“There’s Nothing to Reform”

The ABECAFE elite’s view of social reform fits with its view of agro-exports, free markets, and limited democracy like the final piece in a puzzle. According to the elite’s view, the best way to raise the general standard of living, including that of the poor, is via agro-exports. Government-imposed restrictions simply impede the ability of those in the agro-export business to manage the economy effectively in the interest of all. Democracy is open to all those genuinely devoted to peace, and only a minority of foreign-inspired terrorists want war. Thus structural reforms must be a contradiction in terms. There is no reason for social discontent because the proceeds of the coffee economy are widely distributed and are the major source of economic survival in rural areas. Structural reforms of the economy would simply impede economic development. The gifted Salvadorans who have built the economy can rescue the country from backwardness through the agro-export industry that they and their workers have built over long years of struggle. All Salvadorans who genuinely want to see the country progress recognize this truth. So as one elite member concluded, “There’s nothing to reform.”

Elite opposition to structural reform, however, does not imply that its members oppose social programs that benefit the poor or provide a modicum of education and physical security for their workers. Although the view was not unanimous, a number of those interviewed expressed support for some limited social security and welfare reforms. Many emphasized their own roles in providing health, educational, and income supplements for their own workers even when it was regarded as Communism by less enlightened sectors of the rural elite. Several had participated actively in forming marketing co-ops that would link large and small growers, and a number of millers had provided credit and agricultural extension advice to their small growers. Millers have come to accept labor unions in their mills, although not on their farms, but they distinguish between real unions and union “terrorists” who are only interested in politics.43

Just as the elite’s notion of democracy does not cover the left, its notion of social welfare does not generally extend to the structural reforms demanded by the left. The agrarian reform of the Third Junta, like the establishment of INCAFE, was regarded as a disaster by most of those interviewed. For most elite members, the failure of the agrarian reform resulted from the peasants’ lack of technical and managerial skills. As one grower pointed out, technical efficiency increases with estate size in coffee. One ABECAFE president said that the governing councils of the agrarian reform co-ops were, “basically PDC [Christian Democrat] party hacks. None of them knew a thing about finances or the coffee business.” One favorite elite story (probably apocryphal) recounts a group of agrarian reform peasants slaughtering a prize breeding bull for steaks worth two thousand dollars each. A former estate owner claimed that he had provided work for five hundred workers on his estate, but the agrarian reform co-op that replaced his ownership had only eighty members. The “evidence” of the faltering agrarian reform co-ops, as perceived by the elite, simply confirmed the justness of its members’ role as technical leaders in the industry.

ARENA succeeded in blocking implementation of the second phase of the agrarian reform, which would have affected many coffee farms. Reforms in the first phase, which established producer co-ops on estates larger than five hundred hectares, were watered down but not reversed under ARENA rule. It seems to be recognized that politically, as one ABECAFE president noted, the agrarian reform has become “a sacred cow.” One high-ranking ARENA government official commented that the point was not to debate whether the reforms are good or bad but to improve the management and technical skills of the co-ops and make them productive. A president of the Cafetalera and founding member of ARENA said that the Cafetalera had excellent relations with the leaders of the agrarian reform co-op organization in coffee. This acceptance of limited agrarian reform, although not shared by all those interviewed, represents a significant policy shift for some sectors of the elite.

Yet structural reforms were generally viewed as a disaster by most members of the elite. None saw any further need for fundamental change in the distribution of income, property, or the organization of the agro-export based economy. When asked about rural living standards and poverty (another extremely sensitive subject in the interviews), they usually replied by arguing that a healthy coffee economy was the best guarantee of rural social welfare. One miller provided a detailed demographic explanation of poverty but rejected redistributive solutions as “socialism.” He attributed massive unemployment to overpopulation, a situation that could only be remedied by “massive industrialization.” Another explained that in the United States in the 1920s, “you had sweatshop conditions,” but “competition for labor developed and caused conditions to improve.” He and other elite members explained with evident pride the provisions they had made for the health and education of their workers, although always within the framework of nonunionized, low-wage rural labor. One of the most liberal of those interviewed seemed puzzled by a question about solutions to rural poverty, and after some thought, said he thought that improvement in rural administration might help. Another, when asked about the need for structural reforms, replied, “What we need is more work. We need to reform the technology.”

Of all those interviewed, only President Cristiani and one other government official even mentioned the connection between social discontent and the civil war. The ideas that a connection exists between economic inequality and revolution and that organized groups of rural or urban workers or the urban poor might have collective claims on the society’s wealth were almost entirely absent. Such ideas, even when broached cautiously, were rejected as socialist or utopian. Hence the gulf between the ideas of even the moderate Salvadoran left and the coffee elite is immense. The poor were discussed as almost a separate nation or species to be assisted, to be led, to be employed, to be helped toward a higher standard of living in an industrial future but were never regarded as legitimate claimants on societal resources or power. Labor organizations might be accepted in the mills, but only as long as they had no political ambitions. Democracy was accepted but not the notion that democratic power might be used to change the relative balance of social and economic power. The war had touched the lives of many of these men and women and their families, but it was perceived as having little to do with the discrepancies of wealth and power underlying the Salvadoran system of agro-export agriculture. Rather, the war must have been caused by a small group of terrorists because there was no reason for people “who wanted the country to move ahead” to resort to revolutionary war.

Yet it would be erroneous to dismiss the elite’s commitment to a negotiated settlement, its acceptance of at least limited democracy, or its belief in progress. At the least, these attitudes have supported a policy of continued serious negotiation with the rebels and a limited but significant political space in El Salvador that makes it possible for politicians like Rubén Zamora to operate, although at great personal risk, within the country and for opposition spokespersons to denounce the government on television (as one elite member pointed out). Although the contradictions in elite attitudes toward human rights and social citizenship have handicapped them in searching for a solution to the war, these opinions nevertheless represent a considerable shift from the ideas of the traditional Salvadoran right, as expressed by a conservative minority in the interviews.

ORLANDO DE SOLA AND THE CAFETALERA

On 30 May 1984, two days before Napoleón Duarte began his first and last term as an elected president of El Salvador, a dissident faction of coffee growers led by Orlando de Sola took control of the board of directors of the Cafetalera in a disputed election.44 Members of the de Sola faction led an unremitting struggle against Duarte, INCAFE, the reforms of 1979-80, and the U.S. Embassy. This faction advocated a hard line toward the leftist opposition, whether armed or unarmed. De Sola declined to be interviewed for this study, but one of his surviving close associates graciously talked at length about de Sola’s positions, and at least two others among those interviewed (neither a member of the ABECAFE elite) shared the same social and political views. Although de Sola himself has probably been quoted more often than any other member of the coffee elite, two of his associates were also quoted widely, Cafetalera board member Carlos Raúl Calvo and a former president of the organization, the late Francisco García Rossi. De Sola and Calvo wrote their own newspaper columns, and the faction’s views were widely publicized during a five-year campaign of paid newspaper announcements full of colorful invective and intransigence.45

As noted earlier, de Sola’s views are atypical of his liberal family. The one member of the family who consented to be interviewed was among the most liberal of the ABECAFE elite. Nor do the views of the de Sola faction represent the views of all growers affiliated with the Cafetalera. This faction’s control of the Cafetalera was vigorously contested in 1984, 1986, and 1988 association elections by a more moderate faction of coffee growers from the war-ravaged eastern departments. The more moderate faction denounced the de Sola faction as “retrograde activists” and “polemicists” who had neglected the association’s membership, while the de Sola faction denounced the opposing faction as “servile” and “sell-outs” who would hand the association over to INCAFE and the government. Each group accused the other of dividing the association.46 The more moderate faction eventually ousted the de Sola board in a controversial unscheduled election in 1989. Nonetheless, the views of the de Sola faction should not be discounted as the views of just one man. This faction was elected to the Cafetalera board with substantial support, especially from growers in Santa Ana and other western departments, and it can therefore be assumed that his positions reflect the views of a substantial proportion of the coffee-growing elite (as opposed to the coffee-milling elite) in El Salvador.47 Although the de Sola faction shared many of the views of the milling elite, particularly regarding the importance of coffee in the Salvadoran economy and the need to abolish INCAFE, the two groups differed strikingly in two important areas: willingness to compromise with the U.S.-backed Christian Democratic reform program and tolerance for democratic political forms, including human rights. In both areas, the de Sola faction was uncompromisingly opposed to change.

Duarte and INCAFE

Although José Napoleón Duarte, the Christian Democratic party, and the structural reforms they represented (including establishing INCAFE and nationalizing the coffee-export trade) were vehemently opposed by all those interviewed, the tone of the comments differed distinctly in the ABECAFE faction. Millers spoke of Duarte’s “stubbornness,” his “pride,” or his “need for power.” One ABECAFE president said (in English) that Duarte had a “psychological thing” about coffee growers, and an anti-de Sola president of the Cafetalera claimed that Duarte believed that “all of us [the coffee growers] are millionaires, and we had all the wealth of the country, and he was going to take it away.” Another moderate Cafetalera president complained that Duarte’s pride led him to think he could set coffee prices himself on his computer. Although most members of the ABECAFE faction regarded Duarte as a political opponent, most also thought that the best policy was to work with him. At least two members of this faction had served on a coffee advisory commission appointed by Duarte in 1986, and another had been president of INCAFE in the early 1980s. As one coffee grower and member of the coffee commission said, “I felt that you should talk to the government—negotiate—whether you liked it or not.” Another coffee commission member complained that the de Sola faction created an atmosphere of constant confrontation with the Duarte government: “There weren’t any negotiations, just total conflict.” He thought that even with the old [Duarte] government it would have been possible to negotiate something. Another miller and banker said, “When you have been in the industry for five generations, as we have, you take the long view.” He reported that he had continued to make money in coffee under Duarte.

In fact, the structural reforms, which all those interviewed associated with Duarte, affected growers much more profoundly than it did processors. The land reform affected millers because most of them were also producers, but it had a major effect on growers, whose only or primary source of income was land. The control of prices and the differential exchange rate affected payments to the primary producers but not to the millers, who were paid a standard fee for processing by the government. Moreover, the greater capital resources of the millers enabled them to take the long view already noted by one miller. The growers could not afford that luxury. For them, the reforms were a matter of immediate economic survival. As one grower and a close associate of de Sola commented, “The ABECAFE millers made big money even with INCAFE because they were paid a fee for milling. The big losers were the producers.”

Thus it is not surprising that de Sola’s policy of confrontation and vigorous attacks on Duarte and his U.S. backers found support among coffee growers. In a 1981 interview, de Sola denounced Duarte as “a Communist who happens to believe in God.“48 One coffee grower who had lost a substantial part of his lands in the agrarian reform said with evident anger, “Duarte destroyed the nation and destroyed the economy.” He urged the interviewer to read a recent article on Duarte in Diario de Hoy, a consistent defender of extreme right-wing opinion in El Salvador. The article indeed charged that Duarte had destroyed the nation and added that this president had damaged the country more than any other in its entire history. The article also accused Duarte of being “an instrument of the Carter administration” in “destroying the constitutional order” and imposing a regime that “brought the economy to ruin.“49 One coffee grower who was close to de Sola and a frequent contributor to Diario de Hoy urged Duarte and his cabinet to resign and take up arms along with their “protégés” in the mountains (the FMLN).50 In an interview, this same grower called the Duarte administration a “party dictatorship.” Total opposition was the strategy pursued by the de Sola faction during the Duarte administration. This strategy, however, was largely rejected by the ABECAFE elite.

Democracy and Human Rights

The most striking difference between the de Sola faction and his colleagues in the ABECAFE elite emerged regarding democracy and human rights. As indicated, the ABECAFE faction’s support for democracy and human rights was conditional at best. De Sola, in contrast, called for a 1932-style matanza to settle matters and stated in a 1989 interview with The New York Times that the seventy-five thousand persons killed by army terrorism in the early 1980s were “Communist stooges” who deserved to die.51 His close associate wrote in a Diario de Hoy column, “to hell with the human rights of the Communists. . . . let our army win the war.“52 In an interview, the de Sola associate explained that the army needed teams of counter-guerrillas who would locate and “neutralize” potential guerrillas. He rejected what he saw as the “low-intensity” war strategy of the United States and called for total victory. The widow of a former president of the Cafetalera explained to the interviewer that the problem in her area was priests who had spread guerrilla thinking among credulous rural people. The army had no choice, she said, but to make up lists of these “subversives” and kill them. Her daughter said she believed in death squads because “killing these people made a better life for those who are living.” Although such opinions may seem bizarre to those outside El Salvador, similar views were frequently expressed by middle-class Salvadorans to the interviewer in casual conversations and thus appear to be widely held in the society. To promote their conservative views, de Sola and a close associate from the Cafetalera founded a controversial organization, the Instituto de Relaciones Internacionales. Clearly, they had become as concerned with political ideology as with the interests of the coffee industry.

It is also evident, however, that such views are embarrassing to the current administration of the Cafetalera and the new Consejo Salvadoreño del Café established after the demise of INCAFE. Shortly after President Cristiani assumed office, a controversial unscheduled election for the Cafetalera presidency and board of directors was held in a San Salvador hotel. The losers, including Cafetalera President René Domínguez, claimed that the election was illegal and challenged it in the courts. The winners, led by Cafetalera President-elect Eduardo Barrientos, defended their claim and were supported by the Ministry of Interior, which certified the election and declared Barrientos the winner. At the time of the interviews, both Domínguez and Barrientos were claiming the Cafetalera presidency but Barrientos had effective control.53 A neutral observer (a member of an elite coffee-growing family and a longtime student of the industry) said that the conflict represented in part tensions over prices arising between ABECAFE and the Cafetalera after the demise of INCAFE. This interpretation was confirmed by a member of the losing faction. Another neutral observer and past president of the Cafetalera said that the conflict also reflected a struggle over control of the Banco Hipotecario, whose president had traditionally been appointed by the Cafetalera board.

But the most important issue was Orlando de Sola. According to partisans of both factions, Domínguez had been backed by de Sola. As one member of the winning faction said of Domínguez, “He’s the kind of person who did what he was told. The real power was Orlando de Sola.” Yet a member of the losing faction charged that “Barrientos was put in because he could be counted on to keep his mouth shut and not criticize the [ARENA] government.” This individual claimed that the election was pushed by ARENA and what he called the “Red millionaires” of ABECAFE and FUSADES. He further claimed that President Cristiani was allied with ABECAFE as a past president of the organization. Meanwhile, a close associate of Cristiani’s and a member of the ABECAFE faction denounced de Sola, charging that his faction represented “a small group that excluded everyone else,” and he strongly supported Barrientos as president of the Cafetalera. A leader of the Barrientos faction said he saw no particular problem in the Cafetalera’s relationship with ABECAFE. He also stated that the Cafetalera had good relations with the Unión de Cooperativas de la Reforma Agraria de Productores, Beneficiadores y Exportadores de Café (UCRAPRODEX), which was anathema to Orlando de Sola. This leader referred to one of de Sola’s close associates in the Cafetalera and the Instituto de Relaciones Internacionales as “a crazy rightist in the style of Adolf Hitler.” Clearly, the ABECAFE elite considered the de Sola faction of the Cafetalera to be beyond the pale.

At the time of the interviews, de Sola himself was living in exile in Miami after two of his close associates at the Instituto de Relaciones Internacionales were assassinated and his own house was machine-gunned on three occasions by unknown assailants.54 A de Sola associate strongly suggested that these attacks were linked to the struggle for control of the Cafetalera but provided no evidence to support such a claim (the FMLN denied responsibility). The de Sola faction’s candidate for the head of the Banco Hipotecario also became the target of an assassination attempt.55 Struggle over control of the bank became particularly sensitive because a number of prominent ARENA politicians, including Roberto D’Aubuisson, were revealed to have defaulted on loans with the bank.56 One analysis made at the Universidad Centroamericana suggested that the assassination attempt reflected tensions surrounding the struggle over the bank presidency between a Cafetalera faction “associated with the figures of Raúl Calvo and Orlando de Sola” and the officially recognized Cafetalera leadership and its ARENA allies.57 It is clear, however, that the controversial positions of de Sola and his Instituto de Relaciones Internacionales earned his faction numerous enemies outside the coffee industry as well.

While ARENA was out of power and INCAFE was ruling the coffee industry, the interests of the de Sola faction and ABECAFE converged. As one perceptive elite observer remarked, “The producers, who cared most about price, were out in front in newspaper statements, but the big processors were working behind the scenes.” Following the election of Cristiani, the demise of INCAFE, and return of the export trade to the miller exporters, the interests of the de Sola faction and ABECAFE increasingly diverged. De Sola wanted to roll back the land reform while ABECAFE regarded a gradual program of privatization as the best way to deal with this particular “sacred cow.” Respect for democracy was the party line at ABECAFE. Orlando de Sola and his faction, however, wanted to go back to the old ways. With ABECAFE (or the international market, as the millers would have it) setting prices instead of INCAFE, producers’ resentment at the form and level of payment would be directed at either the millers or the ARENA government. Like Duarte and his administration, Cristiani had to deal with concerns beyond those of coffee growers. As one coffee grower and official on the coffee council commented, “We, the government, are representing five million Salvadorans, not just the growers. The growers have to sacrifice to make it possible to import petroleum.” But grower sacrifice for the general good was not part of the de Sola program. As one of the surviving members of the de Sola faction ruefully observed, “We had become a thorn in the side of the government.”

Although the ABECAFE faction has triumphed in both the coffee sector and the wider political arena, it is too soon to tell whether this victory represents simply another phase in the alternation between authoritarian and more open policies that has long characterized Salvadoran elite politics or a genuine breakthrough for democracy. The agro-financial faction remains a formidable, albeit diminished, force in Salvadoran society, and the military is still an obstacle to democratic change. Defeat of the de Sola faction marked a victory by the agro-industrial elite over a rearguard of the agro-financial elite. This victory did not, however, eliminate the other faction or its policies from Salvadoran political life. Nor did the outcome resolve the internal contradictions of the ABECAFE position.

ABECAFE AND THE FUTURE

Shortly after his election, President Cristiani began to meet with Ignacio Ellacuria, rector of the Universidad Centroamericana in San Salvador, and also with the head of the sociology department and the director of its Instituto de Derechos Humanos, Segundo Montes. On 16 November 1989, troops under Cristiani’s nominal command entered the university campus and murdered Ellacuria, Montes, four of their colleagues, their housekeeper, and her daughter. Shortly before his death, Montes had written that he found reason for hope in the public pronouncements of President Cristiani on human rights: “If it is not time to sing victory for the observance of human rights in El Salvador, neither is it time for despair.“58

Montes might well have reached the same conclusion about the views of the other members of the ABECAFE elite. Their public commitment to electoral democracy and a negotiated settlement represents a considerable step forward, particularly when compared with the de Sola faction. But the idea of democracy they adopted did not include transforming the armed forces who murdered President Cristiani’s partners in dialogue or reorganizing the judicial system required to punish the murderers. Nor did the elite’s economic prescription of privatization and agro-export-based economic development include any plan to redistribute economic benefits except through a general rise in living standards. This program will not help the elite in dealing with those who demand such redistribution, including the armed and unarmed left.

These contradictions are inherent in the agro-industrial elite’s consciousness of itself and its position in the Salvadoran agro-export economy. If Clifford Geertz is correct that ideologies are “maps of problematic social realities and matrices for the creation of collective conscience” with a shared set of class destinations and preferred routes for reaching them, then the views of the ABECAFE elite constitute an ideology.59 The destination is social welfare and economic development, not simply for members of the elite and their class but for all Salvadorans. The chosen route has not varied over a hundred and fifty years: export-led economic growth based on coffee. The matrix or frame for their consciousness has four elements defined by their views on the coffee economy, structural reform, revolution, and democracy. At the center of the matrix is the elite members’ sense of themselves as the vanguard of industrial and social development in El Salvador. Each element of the matrix interacts with and reinforces the others, and each is directly tied to their central view of themselves as an economic vanguard.

If coffee naturally leads to industrial development (as the elite believes it has in Brazil and Colombia) and if industrial development is the indispensable basis for any improvement in the living standard of all Salvadorans, then structural reforms are not only unnecessary but prejudicial to the future of El Salvador. They are particularly damaging to the poor. According to this perspective, Salvadorans of good will understand this “truth” and want the country to move ahead, hence revolutionary violence must be the work of outside agitators and foreign terrorists. The structural changes they demand are simply a ruse to gain power, not an expression of genuine concern for the lives of most Salvadorans. If the only Salvadorans involved in revolution are “five thousand Communist terrorists,” then there is little to lose in denying them democratic rights and at least some justification for the military’s actions against them and their allies. Hence a democracy limited to Salvadorans who want a peaceful country that can move ahead is the only reasonable alternative for El Salvador. And such a democracy will permit the coffee economy and El Salvador to develop fully, free from the kind of government control and political interference that so damaged them under the statist vision of Napoleon Duarte.

This summary is not meant to caricature the perspective of those interviewed, nor is their view without any basis in the realities of Salvadoran social and economic history. Ideologies are maps of problematic social realities but they are maps of reality. At the center of the ABECAFE elite’s ideology is its view of itself as an economic vanguard that not only can but has delivered technical innovation, economic development, employment, and a higher standard of living to the Salvadoran rural population. The fact that the elite created a successful agro-export economy and that much of the Salvadoran countryside came to depend is a major source of its influence in Salvadoran society as well as a central element in elite members’ view of themselves. The fact that the Christian Democrats could not, for whatever reason, manage this economy effectively had much to do with their electoral defeat, just as the collapse of Communist regimes has had much to do with their own economic failures.

Yet after a century of export-led growth, industrial development has not occurred, most Salvadorans are still living in poverty, and the army continues to operate with complete legal immunity. These observations, however, raise issues that fall outside this particular ideological map. The poor as an organized social force demanding their fair share of the nation’s wealth simply do not exist in the elite’s view of a gradually improving standard of living for all. And the army too lies largely outside elite critical vision despite its continued centrality in Salvadoran society. The silences in the conversations of members of the agro-industrial elite are at least as significant as the opinions they express.

Despite the current acceptance of democracy and negotiations, elite ideology has changed remarkably little since the liberal revolutions that ushered in the coffee era a century and a half ago. This ideology is rooted in the agro-export economy and the agrarian order of late-nineteenth- and early-twentieth-century El Salvador. The agro-financial faction has never broken with “the rigid framework of land concentration and low salaries” that is the basis of its wealth, and it remains wedded to the authoritarian order that sustained it. Events of the last decade have moved the agro-industrial faction away from its agro-financial allies and toward a kind of liberal democracy that is “representative, but restricted and controlled.” It remains to be seen whether recent history has moved the agro-industrial faction far enough to reject completely the agro-financial faction and the authoritarian order and to accept a broader definition of democracy that would exclude the military and include the left. The outcome is critical for achieving a lasting peace and a democratic transition in El Salvador.

NOTES

  • The research for this article was supported by a Fulbright Research Fellowship from the Central American Republics Research Program and by a grant from the National Science Foundation. My work in El Salvador was greatly facilitated by the generous assistance of Joaquín Salaverría of the Archivo General de la Nación and by Víctor Lagos and Rubén Pineda of the Consejo Salvadoreño del Café. I am also grateful to the many Salvadoran coffee producers whose hospitality and candor made this research possible and to the anonymous LARR reviewers for their informed and useful comments. None of these individuals or institutions, however, bear any responsibility for the analysis or conclusions reported here. An earlier version was presented to the Latin American Studies Association meetings in Crystal City in April 1991.

1. See Italo López Vallecillos, “Fuerzas sociales y cambio social en El Salvador,” Estudios Centroamericanos 34, nos. 369-70 (1979):557-90; and Enrique Baloyra, El Salvador in Transition (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1982), 28. See also Rafael Guidos Véjar, “La crisis política en El Salvador, 1976-1979,” Estudios Centroamericanos 34, nos. 369-70 (1979):507-26; and Guidos Véjar, El ascenso del militarismo en El Salvador (San Salvador: Universidad Centroamericana Editores, 1980), 81-82; Rafael Menjívar, Acumulación y desarrollo del capitalismo en El Salvador (San José, Costa Rica: Editorial Universitaria Centroamericana, 1980), 127-30; E. A. Wilson, “The Crisis of National Integration in El Salvador, 1919-1935,” Ph.D. diss., Stanford University, 1970, 132-33; and James Dunkerly, The Long War: Dictatorship and Revolution in El Salvador (London: Junction, 1982), 54. For a dissenting view, see Wim Peiupessy, “El sector agroexportador de El Salvador: la base económica de una oligarquía no fraccionada,” Boletín de Estudios Latinoamericanos y del Caribe 43 (1987):53-71.

2. López Vallecillos, “Fuerzas sociales,” 558.

3. Ralph Lee Woodward, Jr., Central America, A Nation Divided, 2d ed. (Oxford: Oxford University Press, 1985), 171.

4. William Stanley has demonstrated that competition between factions in the military for patrons in different factions of the elite accounted for waves of what he calls “state terrorism” in the 1980s. See Stanley, “Inter-Elite Conflict and State Terrorism in El Salvador,” paper presented to the Latin American Studies Association, Crystal City, Va., 4-6 Apr. 1991.

5. Barrington Moore, Jr., Social Origins of Dictatorship and Democracy (Boston, Mass.: Beacon, 1966). A test of Moore’s thesis based on an encyclopedic review of political trajectories in all modern European, Central and South American, and Caribbean states by Dietrich Rueschemeyer, Evelyne Huber Stephens, and John D. Stephens concluded that “large landlords, particularly those who depended on a large supply of cheap labor, consistently emerged as the most anti-democratic force . . . . [T]his key element of Moore’s pioneering study bore the test of repeated examination across the countries studied.” See Rueschemeyer, Stephens, and Stephens, Capitalist Development and Democracy (Chicago, Ill.: University of Chicago Press, 1992), 270.

6. See Maurice Zeitlin and Richard Ratcliff, Landlords and Capitalists: The Dominant Class of Chile (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1984), 150-52. Edelberto Torres-Rivas explicitly notes that Moore’s theory does not apply exactly in Central America because the bourgeoisie there developed first in the countryside, not in the city. Torres-Rivas agrees with Moore that large land holdings and labor-repressive agriculture inhibit democratic constitutional government, but he argues that in Central America both are associated with a dependent agrarian bourgeoisie rather than with a traditional landed elite. See “Síntesis histórico del proceso político,” Centroamérica Hoy, edited by Edelberto Torres-Rivas, Gert Rosenthal, Eduardo Lizano, Rafael Menjívar, and Sergio Ramírez (Mexico City: Siglo Veintiuno, 1975), 27-29.

7. Eduardo Colindres, Fundamentos económicos de la burguesía salvadoreña (San Salvador: Universidad Centroamericana Editores, 1977); Guidos Véjar, El ascenso del militarismo; Hector Lindo-Fuentes, “The Nineteenth-Century Economic History of El Salvador,” Ph.D. diss., University of Chicago, 1984; and Wilson, “Crisis of National Integration.”

8. Robert T. Aubey, “Entrepreneurial Formation in El Salvador,” Explorations in Entrepreneurial History, 2d ser., vol. 6 (1968-69):268-85.

9. See Craig Pyes, “The Salvadoran Right,” The Central American Crisis Reader, edited by Robert S. Leiken and Barry Rubin (New York: Summit, 1987), 386-90; and Paul Heath Hoeffel, “The Eclipse of the Oligarchs,” The New York Times Magazine, 6 Sept. 1981, p. 7.

10. See Fawzi Habib, “The Course and Problems of an Export Economy: The Case of El Salvador,” Ph.D. diss., Duke University, 1958; Derek Kerr, “The Role of the Coffee Industry in the History of El Salvador, 1840-1906,” M.A. thesis, University of Calgary, 1977; and Menjívar, Acumulación originaria.

11. Woodward, Central America, 149.

12. Baloyra, El Salvador in Transition, 25-27; Eduardo Colindres, “La tenencia de la tierra en El Salvador,” Estudios Centroamericanos 31 (1976):463-72; and Luis de Sebastián, “El camino hacia la democracia,” Estudios Centroamericanos 35 (1979):947-60.

13. United Nations Food and Agriculture Organization, Production Yearbook, vol. 14 (Rome: Food and Agricultural Organization, 1960), 129; and Habib, “Course and Problems of an Export Economy,” 101.

14. Dunkerly, Long War, 53; and Daniel Slutzky and Ethel Slutzky, Quién es quién en la caficultura nacional (San Salvador: Universidad de El Salvador, 1971), 21.

15. Baloyra, El Salvador in Transition, 25.

16. Aubey, “Entrepreneurial Formation”; and Colindres, Fundamentos económicos, 101-4.

17. Hoeffel, “Eclipse of the Oligarchs,” 7.

18. Menjívar, Acumulación originaria, 127-30; Guidos Véjar, El ascenso del militarismo, 81-82; and Wilson, “Crisis of National Integration,” 132-33.

19. Menjívar, Acumulación originaria, 127-30; Guidos Véjar, El ascenso del militarismo, 81-82; and Wilson, “Crisis of National Integration,” 132-33.

20. Guidos Véjar, Ascenso del militarismo, 58-59; and Menjívar, Acumulación originaria, 129.

21. Menjívar, Acumulación originaria, 130.

22. Enrique G. Dubón, “La concentración de la actividad económica en la agroindustria del café,” Boletín de Ciencias Económicas y Sociales, no. 8 (24 Aug. 1982), app. 2 (published by the Universidad Centroamericana José Simeón Cañas).

23. Antonio Pérez Bennett, Armando Molina Mena, Edwin Napoleón Lozo, and Ernesto Mauricio Magaña, Investigación sobre la crisis del café en el año 1974: beneficiadores (San Salvador: Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, 1975), 24.

24. See for example “Junta de Gobierno de la Asociación Cafetalera de El Salvador” in El Café de El Salvador 3 (Jan. 1933), facing p. 1.

25. Carmen Candray de Aquino et al., El Salvador, 1929-1932 (San Salvador: Departamento de Ciencias Políticas y Sociología Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, 1977), 44-45, 52; and Pérez Bennett et al., Investigación sobre la crisis del café, 29-31.

26. Compare the listings of the Cafetalera boards for the 1970s presented in Colindres, Fundamentos económicos, 151-52, with the list of leading processors in Dubón, “La concentración de la actividad económica,” app. 2. The leading processors include such famous names as de Sola, Daglio, Liebes, Llach, Batle, Prieto, Salaverría, Cristiani, Menéndez, Homberger, and Hill. None of these names appear on the Cafetalera board listings.

27. See the previous note and Memoria de Labores 1988, “Miembros de la Fundación,” 46-49 (San Salvador: Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social, n.d. [1989?]).

28. Rank order in terms of coffee processing taken from Dubón, “Concentración de la actividad económica,” app. 2, “Beneficiadores privados y volumen de café y procesado (1980-81).”

29. Interviews were conducted in Spanish and English and averaged one hour and forty minutes in length. Four of the interviews were conducted in July 1987 and the remainder in February, March, and April of 1990. All those interviewed were contacted through personal introductions from individuals well known to them. Efforts were made to reach coffee elite members who were either officers or recent past officers of the principal coffee organizations (including ABECAFE and the Cafetalera) or executives or proprietors of the largest processors and exporters ranked by coffee volume. Some of those interviewed fell into both categories. Additional interviews and informal conversations were conducted with individuals in government and the private sector who were knowledgeable about the industry, some of whom were also from elite families but were neither association officers nor executives in leading firms. Statements by members of the coffee elite in the Salvadoran press were reviewed in the INCAFE collection entitled “Recortes de Periódicos” from 1979 to 1989. This collection of clippings attempts to include all articles on coffee published in the leading San Salvador daily newspapers.

30. Five ABECAFE members (three of them associated with one firm) and one leader of the dissenting faction of the Cafetalera declined to be interviewed. Two other ABECAFE members whose offices were contacted were out of the country at the time of the interviews.

31. See for example ABECAFE’s paid announcements in El Diario de Hoy: 6 Feb. 1984, p. 45; 9 Feb. 1984, p. 25; 13 Feb. 1984, p. 59; 16 Feb. 1984, p. 35; 3 Mar. 1984, p. 33; 5 Mar. 1984, p. 45; and 19 Mar. 1984, p. 69.

32. “La caficultura, regalo de Dios,” in-house document, Asociación Salvadoreña de Beneficiadores y Exportadores del Café, San Salvador, n.d [1989?]. In the personal collection of Miguel Angel Salaverría.

33. Cecilia Elizabeth Saade de Saade and Evelyn Rivas de Rosal, “La concentración en la producción de café y las modificaciones inducidas por el proceso de reforma agraria: período 1971-1982,” B.A. thesis, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, 1983, 116.

34. The date of Barrios’s death, 29 August, is celebrated as the Día Nacional de Caficultura in recognition of his role in initiating Salvadoran commercial production. See for example “En Día de la Caficultura destacan valor del café,” El Diario de Hoy, 30 Aug. 1986, p. 5; and “El Capitán General Gerardo Barrios impulsó la siembra de café,” El Diario de Hoy, 29 Aug. 1988, p. 15.

35. Woodward, Central America, 163.

36. “El problema del INCAFE,” Estudios Centroamericanos 42, no. 461 (1987):242-45.

37. El comercio exterior del café y la económica nacional (San Salvador: Asociación Salvadoreña de Beneficiadores y Exportadores de Café, n.d.), 48.

38. “Ley sobre INCAFE parecida a la legislación nicaragüense,” El Diario de Hoy, 4 Jan. 1979, p. 3.

39. Roberto López, La nacionalización del comercio exterior en El Salvador: mitos y realidades en torno al café, Latin American and Caribbean Center Occasional Papers no. 16 (Miami: Latin American and Caribbean Center, Florida International University, 1986), 31.

40. The statement was actually made by General Adolfo Blandón, Chairman of the Joint Chiefs of Staff of the Salvadoran Armed Forces in a meeting held on 21 Aug. 1986 with representatives of the Cafetalera and other private-sector organizations. See “Pdte. Duarte tiene que rectificar dice Blandón,” El Diario de Hoy, 22 Aug. 1986, p. 3.

41. See “Asamblea aprueba ley del Consejo Salvadoreño del Café,” El Diario de Hoy, 19 Oct. 1989, p. 2; “Crean Consejo del Café y se reforma el INCAFE,” La Prensa Gráfica, 20 Oct. 1989, p. 3; “Asamblea aprobó la venta libre de café al exterior,” Diario Latino, 20 Oct. 1989, p. 6; and “8 representantes en Consejo del Café,” El Mundo, 20 Oct. 1989, p. 32. Both ABECAFE and the Cafetalera were represented on the board of the council, along with representatives of the marketing and agrarian reform co-operatives.

42. ABECAFE paid announcement, Diario Latino, 24 Nov. 1977, p. 19, quoted in Dunkerly, Long War, 113.

43. This acceptance is limited, at best. The processing plant workers’ union, SICAFE (Sindicato de la Industria del Café), continues to denounce human rights violations against its officers and members during labor disputes. For examples, see SICAFE’s paid announcements in El Mundo: 29 Jan. 1986, p. 19; and 13 May 1989, p. 26.

44. The victorious faction consisted of de Sola, President Francisco García Rossi (who died in 1987), René Domínguez Hernández, Dona María Teresa de Padaoni, Gerardo Escalón Gómez, Andrés Rodríguez Celis, Carlos Raúl Calvo, Jorge Amando Alabí, and Julio Funes Hartmann. The defeated faction, led by Cafetalera President Arturo Simeón Magaña, elected a separate president and board and briefly claimed legitimate control of the association before ceding to the de Sola faction, which had elected its own president and board. See “División entre gremio cafetalera del país,” El Diario de Hoy, 30 May 1984, p. 2; and “Violenta sesión de los cafetaleros ayer,” Diario Latino, 30 May 1984, p. 20.

45. De Sola’s columns appeared regularly in El Diario de Hoy. Examples include “INCAFE defiende lo indefendible,” 26 Oct. 1985, p. 4; “Como lograr la paz,” 25 July 1986, p. 6; and “El Salvador ante la OIC,” 15 June 1989, p. 6. For representative statements by García Rossi, see “Piden a gobierno parar destrucción caficultura,” El Diario de Hoy, 15 July 1986, p. 3; and “Desarrollo de los pueblos descansa en libre empresa,” El Diario de Hoy, 9 Aug. 1986, p. 7. García Rossi was killed in an automobile accident in the United States on 17 June 1987. For representative columns by Calvo, see “-Entierro socialista para El Salvador!” Diario Latino, 11 Apr. 1986, p. 6; “El comunitarismo es totalitario,” El Diario de Hoy, 15 Aug. 1986, p. 20; and “Las reformas estructurales y la guerra,” El Diario de Hoy, 23 Sept. 1988, p. 21. Paid announcements referred to the Duarte and INCAFE policies as “irrational and suicidal” and obedient to “a Marxist-Leninist ideology imposed from abroad” that had brought the country to “a blood bath, exodus, unemployment and the destruction of the economy.” See El Diario de Hoy, 21 Sept. 1987, p. 45; 18 Apr. 1986, p. 22; and 24 Feb. 1987, p. 41.

46. For accounts of the election campaigns, see “División entre gremio,” Diario de Hoy, 30 May 1984, p. 2; “Violenta sesión,” Diario Latino, 30 May 1984, p. 20; “Táctica de la D.C. dividir al gremio,” El Diario de Hoy, 30 May 1986, p. 3; and “Triunfa en la cafetalera planilla del Dr. García Rossi frente a la de ‘oposición,’” El Mundo, 29 May 1986, p. 2. See also “Alertan por intentos de dividir gremio cafetalero,” El Diario de Hoy, 27 May 1988, p. 3; and “Denuncia pública: Junta Departamentales de Ahuachapán, Cabañas, Cuscatlán, Marazán, San Miguel, Sonsonante y Usulután,” El Diario de Hoy, 26 May 1988, p. 43; “Cafetaleros superan situación y eligen nueva junta directiva,” El Mundo, 26 June 1989, p. 7; “Elección fraudulente denuncian cafetaleros,” El Diario de Hoy, 22 June 1989, p. 3; “La Asociación Cafetalera de El Salvador aclara,” El Diario de Hoy, 7 July 1989, p. 35; and “¿Por qué hay dos directivas en Asociación Cafetalera?” El Diario de Hoy, 28 Feb. 1990, p. 7. Five of the nine members of the victorious slate in 1989 had been members of slates defeated by the de Sola faction in earlier elections, and four were from the defeated 1984 board. For charges and countercharges, see “Alertan por intentos de dividir gremio cafetalero,” El Diario de Hoy, 27 May 1988, p. 3; and “Cafetalera sólo es un cascarón dice presidente,” Diario Latino, 8 Nov. 1989, p. 2.

47. See “Cafetaleras santanecos apoyan directiva central,” El Diario de Hoy, 12 June 1984, p. 31.

48. Hoeffel, “Eclipse of the Oligarchs,” 28.

49. “Muere Ex Presidente Napoleón Duarte,” El Diario de Hoy, 24 Feb. 1990, p. 1.

50. “La verdad sobre el troglodismo,” El Diario de Hoy, 17 June 1987, p. 6.

51. “He’s a Rightist (No Doubt about It),” The New York Times, 11 Aug. 1989, p. A4.

52. “La verdad sobre el troglodismo,” El Diario de Hoy, 17 June 1987, p. 6.

53. “Resumen semanal,” Proceso 10, no. 390 (28 June 1989):9. See also note 46.

54. Edgar Chacón, president of the Instituto de Relaciones Internacionales, was assassinated by unknown assailants on 30 June 1989. His colleague Gabriel Payés was killed under similar circumstances on 19 July of the same year. See “Crónica del mes,” Estudios Centroamericanos 44, nos. 493-94 (1989):1139. The attacks on de Sola’s house were reported in an interview with a close associate .

55. “Resumen semanal,” Proceso 11, no. 474 (22 May 1991):6.

56. The list of delinquent borrowers also included the governor of Ahuachapán and former Cafetalera President Arturo Simeón Magaña, who had led the faction defeated by de Sola and García Rossi in 1984, as well as a number of other members of important coffee families. See “Dan lista de deudores al Banco Hipotecario,” Diario Latino, 1 Nov. 1989, p. 6.

57. See “Nudo de paradojas en el caso del Banco Hipotecario,” El Mundo, 3 Nov. 1989, p. 29.

58. Segundo Montes, “El problema de los derechos humanos en El Salvador,” Estudios Centroamericanos 44, nos. 493-94 (1989):1095-1108.

59. Clifford Geertz, The Interpretation of Cultures (New York: Basic Books, 1973), 220.

BIBLIOGRAPHY

ASOCIACION SALVADOREÑA DE BENEFICIADORES Y EXPORTADORES DE CAFE
n.d. El comercio exterior del café y la economía nacional. San Salvador: Asociación Salvadoreña de Beneficiadores y Exportadores de Cafe.

AUBEY, ROBERT T.
1968- “Entrepreneurial Formation in El Salvador.”

1969 Explorations in Entrepreneurial History, 2d ser., 6:268-85.

BALOYRA, ENRIQUE
1982 El Salvador in Transition. Chapel Hill: University of North Carolina Press.

CANDRAY DE AQUINO, CARMEN, ET AL.
1977 El Salvador, 1929-1932. San Salvador: Departamento de Ciencias Políticas y Sociología, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas.

COLINDRES, EDUARDO
1976 “La tenencia de la tierra en El Salvador.” Estudios Centroamericanos 31 (1976):463-72.

1977 Fundamentos económicos de la burguesía salvadoreña. San Salvador: Universidad Centroamericana Editores.

DUBON, ENRIQUE G.
1982 “La concentración de la actividad económica en la agroindustria del café.” Boletín de Ciencias Económicas y Sociales (Universidad Centroamericana José Simeón Cañas), no. 8 (24 Aug.), app. 2.

DUNKERLY, JAMES
1982 The Long War: Dictatorship and Revolution in El Salvador. London: Junction.

ESTUDIOS CENTROAMERICANOS
1987 “El Problema del INCAFE.” Estudios Centroamericanos 42, no. 461:242-45.

1989 “Crónica del mes.” Estudios Centroamericanos 44, nos. 493-94:1133-52.

FAO (UNITED NATIONS FOOD AND AGRICULTURE ORGANIZATION)
1960 Production Yearbook, vol. 14. Rome: FAO.

FUSADES (FUNDACION SALVADOREÑA PARA EL DESARROLLO ECONOMICO Y SOCIAL)
n.d. “Miembros de la Fundación.” In Memoria de Labores 1988. San Salvador: Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social.

GEERTZ, CLIFFORD
1973 The Interpretation of Cultures. New York: Basic Books.

GUIDOS VEJAR, RAFAEL
1979 “La crisis política en El Salvador, 1976-1979.” Estudios Centroamericanos 34, nos. 369-70:507-26.

1980 El ascenso del militarismo en El Salvador. San Salvador: Universidad Centroamericana Editores.

HABIB, FAWZI
1958 “The Course and Problems of an Export Economy: The Case of El Salvador.” Ph.D. diss., Duke University.

KERR, DEREK
1977 “The Role of the Coffee Industry in the History of El Salvador, 1840-1906.” M.A. thesis, University of Calgary.

LINDO-FUENTES, HECTOR
1984 “Nineteenth-Century Economic History of El Salvador.” Ph.D diss., University of Chicago.

LOPEZ, ROBERTO
1986 “La nacionalización del comercio exterior en El Salvador: mitos y realidades en torno al café.” Latin American and Caribbean Center Occasional Papers Series, no. 16. Miami: Latin American and Caribbean Center, Florida International University.

LOPEZ VALLECILLOS, ITALO
1979 “Fuerzas sociales y cambio social en El Salvador.” Estudios Centroamericanos 34, nos. 369-70:557-90.

MENJIVAR, RAFAEL
1980 Acumulación originaria y desarrollo del capitalismo en El Salvador. San José, Costa Rica: Editorial Universitaria Centroamericana, 1980.

MONTES, SEGUNDO
1989 “El problema de los derechos humanos en El Salvador.” Estudios Centroamericanos 44, nos. 493-94:1095-1108.

MOORE, BARRINGTON, JR.
1966 Social Origins of Dictatorship and Democracy. Boston, Mass.: Beacon.

1992 Capitalist Development and Democracy. Chicago, Ill.: University of Chicago Press.

PEIUPESSY, WIM
1987 “El sector agroexportador de El Salvador: la base económica de una oligarquía no fraccionada.” Boletín de Estudios Latinoamericanos y del Caribe 43:53-71.

PEREZ BENNETT, ANTONIO, ARMANDO MOLINA MENA, EDWIN NAPOLEON LOZO, AND ERNESTO MAURICIO MAGAÑA
1975 Investigación sobre la crisis del café en el año 1974: beneficiadores. San Salvador: Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas.

PYES, CRAIG
1987 “The Salvadoran Right.” In The Central American Crisis Reader, edited by Robert S. Leiken and Barry Rubin, 386-90. New York: Summit.

SAADE DE SAADE, CECILIA ELIZABETH, AND EVELYN RIVAS DE ROSAL
1983 “La concentración en la producción de café y las modificaciones inducidas por el proceso de reforma agraria: período 1971-1982.” Thesis, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas.

SEBASTIAN, LUIS DE
1979 “El camino hacia la democracia.” Estudios Centroamericanos 35:947-60.

SLUTZKY, DANIEL, AND ETHEL SLUTZKY
1971 “Quién es quién en la caficultura nacional.” San Salvador: Universidad de El Salvador.

STANLEY, WILLIAM
1991 “Inter-Elite Conflict and State Terrorism in El Salvador.” Paper presented to the Latin American Studies Association, 4-6 Apr. 1991, Crystal City, Virginia.

TORRES-RIVAS, EDELBERTO
1975 “Síntesis histórico del proceso político.” In Centroamérica hoy, edited by Edelberto Torres-Rivas, Gert Rosenthal, Eduardo Lizano, Rafael Menjívar, and Sergio Ramírez, 9-118. Mexico City: Siglo Veintiuno.

WILSON, E. A.
1970 “The Crisis of National Integration in El Salvador, 1919-1935.” Ph.D. diss., Stanford University.

WOODWARD, RALPH LEE, JR.
1985 Central America, A Nation Divided. 2d ed. Oxford: Oxford University Press.

ZEITLIN, MAURICE, AND RICHARD RATCLIFF
1984 Landlords and Capitalists: The Dominant Class of Chile. Princeton, N.J.: Princeton University Press.

Enrique Semo: las enseñanzas de la historia

Enrique Semo: las enseñanzas de la historia

A finales del pasado 2014, Enrique Semo recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía. Acertó Aristóteles al considerar que la “grandeza no consiste en recibir honores, sino en merecerlos”. Este es un justo reconocimiento para uno de nuestros investigadores de peso completo, quien en su faceta de historiador y economista (o historiador de la economía) ha iluminado los procesos seculares de conformación del país.

Semo no es sólo un especialista, un profesor universitario, sino además un personaje público, un militante político, un ciudadano comprometido con causas sociales. Esto es, un intelectual en el sentido preciso que lo definió Sartre. Se trata del sujeto que en el ejercicio de su actividad profesional descubre las “contradicciones” entre sus descubrimientos y la realidad social. Debe, dice Sartre, “a la vez ejercer su oficio y comprometerse en la manifestación de las contradicciones de la sociedad. Uno no es posible sin el otro”. Y al asumir y denunciar esa “doble contradicción”, el científico (o el artista, etcétera) deviene entonces en intelectual.

Fue ese intelectual (hombre de pensamiento y de responsabilidad pública) el que, en el acto de entrega de los mencionados Premios de Ciencias y Artes, envió un mensaje al presidente de la República: “Queremos hechos, no discursos” para abordar y resolver los grandes problemas nacionales.

La obra de nuestro autor está marcada por un rigor analítico que desemboca en las enseñanzas de la historia para la compresión de los largos períodos y de la realidad actual. Para ilustrarlo, tomemos como ejemplo su reciente obra de síntesis: México: del antiguo régimen a la modernidad. Reforma y revolución, editada por la unam y la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez en 2012. En varios sentidos es un libro monumental, considerando el vasto período que abarca, sus alcances teóricos y empíricos y, en fin, la potente audacia interpretativa que lo caracteriza.

Se trata de ensayos que abarcan el período que va “desde el último tercio del siglo XVII hasta la primera mitad del siglo XX” (1780 a 1940). El espacio es el territorio del Virreinato de la Nueva España, que devino lo que fue México, con sus fronteras cambiantes. No es un lapso escogido al azar. El autor aclara que dicha periodización “obedece a un concepto teórico: la transición del Antiguo Régimen colonial a la Modernidad subdesarrollada”.

Y el filo teórico también determina el trayecto de la obra, los “hilos conductores” que se despliegan a partir de “cinco grandes preguntas”, a saber: 1. ¿Cómo se hizo México capitalista?; 2. ¿Por qué adquirió esa sociedad un carácter subdesarrollado?; 3. ¿A qué se debe la desigualdad extrema que la distingue?; 4. ¿Por qué, entre todas las formas de cambio posibles, predominó la revolución?, y 5. ¿Cuáles fueron las principales corrientes ideológicas y en qué contextos surgieron y se desarrollaron?

Son probablemente las preguntas esenciales para aproximarse al conocimiento de cómo surgió el capitalismo en México y sus vicisitudes; por qué ese capitalismo, a diferencia de otros modelos, engendró una sociedad subdesarrollada y espantosamente desigual, y finalmente por qué los saltos sociopolíticos adquieren la forma predominante de revoluciones. No se descuida el papel de las ideas y concepciones del mundo en ese proceso.

Desde el arranque, el autor deja entrever su enfoque: los ensayos “son aproximaciones al conocimiento histórico concebido como proceso de múltiples determinaciones”. Se reconoce de inmediato la presencia teórica de Marx. Para Semo, en la Nueva España operan simultáneamente, pero con pesos diferenciados, formas feudales dominantes y secundariamente impulsos capitalistas. En suma, no obstante sus complejas y arrítmicas formas, el autor cree firmemente que los “modos de producción son el mejor de los modelos de análisis posible en la economía política de las grandes congregaciones y el largo plazo”.

Ese régimen antiguo llega a su punto de crisis en el último tercio del siglo XVIII; y entre 1880 y 1940, “el país comenzó a adentrarse en la era del capitalismo industrial y la modernidad”. El estudio de este desplazamiento es, en esencia, el análisis del desarrollo del capitalismo en México; una peculiar modernidad que se abre paso en la espesura de la tradición, las relaciones señoriales y los sistemas productivos no capitalistas orientados más al consumo que al mercado. Se trata de una configuración “siempre en movimiento, llena de ambigüedades y de apariciones fugaces” que, al generarse en un país subdesarrollado, se presenta como “un juego de espejos en el cual el hábito adquiere faz moderna y la modernidad se esconde en la tradición”.

Detrás de todo ello está la “llegada del capitalismo industrial [y comercial] a México” que se impone a partir de los años cuarenta del siglo XX en su versión subdesarrollada, y que se expresa en “dos fases”: “el salto del México tradicional al México moderno, [y] del México rural al industrial-agrícola”. Para explicar por qué las cosas ocurren de esta manera (capitalismo dominado y subdesarrollo en México, a diferencia de Europa y EU), el autor compara estos procesos discordantes, lo que lo conduce a los enfoques de la dependencia, relegados durante mucho tiempo por la irrupción de otras perspectivas teóricas.

El estudio se completa con el análisis de otra problemática central: las condiciones específicas que empujan al país a resolver las contradicciones avivadas por las herencias coloniales a partir de dos grandes acontecimientos (quizás en el sentido de Badiou): “la llegada de grandes inversiones extranjeras y las dos revoluciones mexicanas: la Reforma y la de 1910”.

Como telón de fondo, resalta una constante: el subdesarrollo del capitalismo. El autor ve el subdesarrollo como una condición que “cambia de forma, pero durante el período estudiado nunca desaparece ni es superado”. Y aquí se manifiesta uno de los atributos más interesantes de la obra de Semo: el valor de la información y el análisis históricos para la reflexión sobre las condiciones actuales del país. Veamos cómo sintetiza algunas de las características “distintivas del capitalismo subdesarrollado”: dependencia tecnológica y bajo nivel de innovación endógena; falta de impulsos internos para el ahorro y la acumulación de capital; alto nivel de desempleo y bajos salarios; fuerte desigualdad de ingresos; débil mercado interno; endeudamiento especialmente exterior; crecimiento urbano en desproporción con el desarrollo de la industria y los servicios. En lo político: inestabilidad, estados autoritarios o fallidos, y gran concentración de poder en manos de una oligarquía cada vez más reducida.

En este punto, uno puede preguntarse: ¿estos no son rasgos que persisten en el México contemporáneo, casi en su totalidad? El país ha experimentado cambios notables, pero si se observan las relaciones esenciales y la dinámica central, seguimos atrapados en el mismo modelo de profundización de la dependencia y el subdesarrollo. Y, en el campo sociopolítico, los perfiles oligárquicos son tan acentuados como en fases anteriores.

Si atendemos ahora al tema de las revoluciones (estudiado con detenimiento en el capítulo titulado “El ciclo de las revoluciones mexicanas”, que cierra la segunda parte del libro) y las modernizaciones que le preceden, encontramos también elementos inquietantes e inspiradores para el análisis de nuestra coyuntura. La tesis central de Semo es que esas revoluciones (para el caso, la Independencia, la de Reforma y la que inicia en 1910) están precedidas de otras “revoluciones”. Estas son “otra forma de cambio que podemos llamar parafraseando a Gramsci ‘revoluciones pasivas’ o más acorde con un país dependiente como el nuestro de modernización desde arriba o modernización pasiva”.

En el caso de México, el autor registra “tres períodos que corresponden como gotas de agua a modernizaciones pasivas desde arriba”. La primera en los años 1780-1810, esto es, las llamadas reformas borbónicas; la segunda un siglo después en los años de 1880-1910, o sea, el período conocido como Porfiriato, y la tercera en la fase aciaga que va de 1982 hasta nuestros días, correspondiente de manera clara a la “modernización” neoliberal.

¿Qué propiedades comunes ve el autor en estas diversas “modernizaciones”? Semo lo resume de esta manera: “Esta forma de cambio social y económico se refiere al intento en que un hombre fuerte, dictador o rey, los círculos políticos dominantes y sectores de la clase hegemónica, pretenden introducir en un país atrasado las reformas necesarias para ponerlo al nivel de los países desarrollados, sin consultar al pueblo, obligándolos a cargar con todos los costos de las reformas, recurriendo en todos los casos necesarios a la represión”.

¿No es ésta, efectivamente, una síntesis del tipo y modelo de reformas modernizadoras impuestas a sangre y fuego en el México de las últimas tres décadas, sin consultar a la mayoría de los mexicanos (a tono con su carácter autoritario y dependiente de los intereses externos) y que, como en las dos primeras modernizaciones, debido a sus efectos sobre las mayorías, han conducido a revoluciones propiamente dichas, con su fuerza transformadora y desquiciadora del orden imperante? Tenemos aquí, pues, un campo fértil para la reflexión sobre nuestra situación actual y sus perspectivas, derivado de la historia del país.

“Hay que aprovechar todas las contradicciones posibles y concentrar la mira en la oligarquía”: Entrevista a Marta Harnecker

“Hay que aprovechar todas las contradicciones posibles y concentrar la mira en la oligarquía”: Entrevista a Marta Harnecker
20/03/2015
Miguel Carmona, Vicente Medel y Nicolás Slachevsky

A fines del año pasado Marta Harnecker estuvo en Chile presentando su último libro, Un Mundo a Construir: Nuevos Caminos. El libro, publicado en Chile por Lom Ediciones, se empezó a escribir un mes después del fallecimiento de Hugo Chávez, y muchas de las ideas que se exponen en él están relacionadas con su pensamiento y con la idea de un socialismo propiamente latinoamericano del siglo XXI.

Marta Harnecker, con más de 75 años y 86 libros en su haber, fue formada en Francia por Louis Althusser, y ha tenido, a su vez, un rol fundamental en la formación militante en Latinoamérica desde los años 70 hasta nuestros días, teniendo como hito la escritura de los Cuadernos de Educación Popular publicados durante la Unidad Popular. Habiendo nacido en Chile, parte al exilio con la dictadura, y participa en lo seguido de diversas experiencias socialistas en América Latina. Del año 2002 al 2006 es cercana asesora del presidente Chávez.

La entrevista, a propósito de su último libro, la realizamos en casa de su hermana, donde se hospeda durante sus días en Chile. Si bien es reacia a pronunciarse sobre la realidad local, habla con entusiasmo y optimismo de la actualidad de los procesos latinoamericanos, y en todo momento saca a relucir su ímpetu pedagógico en su modo de presentar las coyunturas y sacar sus conclusiones políticas. De esta manera nos va mostrando, de manera crítica, que el rol intelectual dentro del proyecto revolucionario, si bien es importante, es uno de los tantos trabajos necesarios para poder articular el instrumento político necesario. Así, el trabajo intelectual junto con el trabajo técnico y el conocimiento histórico de los procesos políticos se conjugan en un instrumento político administrado por el pueblo, constituido para generar espacios de organización y autogobierno.

Perspectivas Latinoamericanas.

Carcaj: El título de tu último libro, que viene de ser publicado, pone inmediatamente en el tapete la novedad de los procesos actuales que se están dando en América Latina. Sin embargo, es innegable que ha habido una cierta continuidad en la vigencia de los proyectos emancipadores latinoamericanos (y aún dentro los gobiernos más de punta en estas transformaciones hay personeros que vienen de esos caminos anteriores, como Álvaro García Linera, en Bolivia, por ejemplo, quien hizo parte de experiencias guerrilleras anteriores, etc.). En ese sentido, nos surge la pregunta por dónde ves tú la continuidad, y dónde la ruptura, que identifica la novedad de estos nuevos caminos.

Marta Harnecker: Yo te diría que la diferencia es sobre todo en cuanto a la forma, aunque también en cuanto a proyecto. Porque, claro, primero nosotros nos proponíamos el socialismo como ahora, pero en ese momento, teníamos una visión del socialismo como una sociedad fundamentalmente igualitaria, de justicia social, en el que todos y todas (aunque entonces solo decíamos todos) gozasen de la riqueza social; y entendíamos que para eso se requería un Estado, fuerte en un comienzo, que destruyese el Estado burgués, tomase en sus manos los medios de producción, planificase la economía centralmente, evitando la anarquía capitalista, y por supuesto suprimiese la pobreza, etc. Bueno, todo eso, que era un ideal, se materializó fundamentalmente en el proyecto socialista soviético, que era el que nosotros teníamos como faro; pero en él hubo una cantidad de deformaciones.

En primer lugar, la visión que en ese momento había del Partido, el partido revolucionario, el Partido Bolchevique, como un partido dueño de la verdad, que por lo tanto conducía el Estado (de hecho se transformó en partido de Estado), y que desde arriba resolvía los problemas de la gente, porque sabía lo que había que hacer. Pero lo que ocurrió de ese modo es que la planificación se volvió en una planificación burocrática; que algunos por allá arriba planificaban, y los consumidores, digamos, los que gozaban de los bienes de esa planificación, muchas veces no se sentían identificados con lo que se estaba ofreciendo.

Entonces el socialismo, la meta nuestra de hoy en día, es muy diferente. Tiene, por supuesto, lo primero: la justicia social, el que todos y todas gocen de la riqueza social, etc… Pero se entiende como un socialismo que tiene que ser construido con la gente, porque es una democracia radical. Y en las democracias radicales, para ser realmente democracias, tiene que ser el pueblo el que construya, el que gobierne. Entonces, el tema de la participación popular es central, cuestión que antes no lo era. Y esa es una de las autocríticas que yo más hago; yo misma en ese momento no difundí este socialismo.

Y luego, esta reflexión se plasma también en una forma de llegar al poder que es diferente. Porque en el pasado, las experiencias históricas del socialismo han sido fundamentalmente experiencias guerrilleras, o más bien experiencias armadas, que han surgido o de guerras imperialistas, interimperialistas, o de guerras civiles… Y luego, claro, hubo la innovación que hace Cuba de la lucha guerrillera, pero siempre eran armados. Entonces, estos grupos armados que llegaban al poder, o ejércitos rojos, destruían el aparato de Estado, destruían lo heredero, y podían empezar a construir, si bien no de cero, algo bastante cercano de eso: un aparato de Estado distinto, relaciones de producción distintas, sistemas educacionales distintos, culturales, etc…

Hoy en día, para nosotros, el camino para llegar a esta meta de plena participación popular y pleno desarrollo humano que es justamente lo que estaba en Marx, la idea de la sociedad de los productores asociados, donde el hombre se transformaba a sí mismo transformando sus circunstancias, y donde no se trataba de aplicar la ley burguesa, sino de que cada uno recibiese de acuerdo a sus necesidades, y aportase a la sociedad de acuerdo a sus capacidades, ese objetivo, que es el que nosotros nos proponemos, tiene que ser alcanzado a través de la vía institucional. Y si nuestro caminar es a través de esta vía, tenemos que empezar, como primer paso, por cambiar las reglas del juego institucional.

Ese es un poco el camino de hoy. Un camino al cual hay que acercarse teniendo gobiernos progresistas o gobiernos de izquierda que preparen las condiciones; porque muchas veces esos gobiernos llegan con correlaciones de fuerza demasiado estrechas que no les permiten tener amplias mayorías para ganar procesos constituyentes. Entonces, tampoco es cuestión de poner la tarea de la constituyente como el primer paso en los casos en que se puede llegar al gobierno y desde el gobierno aunar fuerzas para ganar procesos constituyentes.

Pero bueno, el tema de la constituyente para mi es esencial. Y yo digo que este socialismo democrático por la vía institucional, se inició con Allende: el primer socialista del siglo XXI fue Allende, en el siglo XX, que se propuso un proyecto de transito democrático, por lo tanto lento, y que no fue comprendido por los sectores más tradicionales de la izquierda. Creo que Arrate es el que dice: “éramos demasiado ortodoxos para la visión heterodoxa que tenía Allende del proyecto”. Y bueno, esto significa que el proceso es mucho más lento, que tú tienes que ir ganando los pasos que hay que dar por vía democrática.

Carcaj: En tu libro está presente la idea que América Latina cumple hoy, a nivel global, un lugar de punta, como una suerte de vanguardia de las nuevas perspectivas socialistas, ahí donde en Europa, por ejemplo, la mayoría de los gobiernos son de tendencia liberal, y la contestación a estos, se produce desde movimientos de carácter trasnacional pero menos fuertes localmente. ¿Qué perspectivas ves que abre a nivel global este nuevo camino latinoamericano?

MH: Bueno, si tú vas a eventos internacionales o visitas otros países te das cuenta de que todo el mundo está mirando a América latina. ¿Por qué? Porque, como yo te decía, nosotros, durante muchos años, sabíamos más lo que no queríamos del socialismo que lo que queríamos. Y hoy día se está viendo en América Latina que hay experiencias exitosas de avances hacia esa nueva sociedad. En Europa, en Asia o África, ellos están todavía en la situación de resistencia al neoliberalismo… y entonces a veces hay multitudes en las calles que quieren cambios pero que no ven cambios, y mirando a América Latina dicen: bueno, ahí están pasando cosas muy interesantes. Y de hecho, yo creo que Chávez es más popular en esos países que en América Latina. Quizás porque los medios de comunicación han transmitido menos hacia allá, deformando las propuestas de Chávez, que acá, donde, por supuesto, EEUU y las trasnacionales de la información han deformado completamente el proceso. Pero cuando la gente tiene oportunidad de ver u oír las propuestas de Chávez se entusiasma. Entonces, sí, yo creo que somos, diríamos, la vanguardia. Aunque el término de vanguardia… porque claro,están estas vanguardias que en realidad no eran vanguardias, que no tenían retaguardia. Pero bueno, estamos entre los más avanzados en ese tránsito hacia esta nueva sociedad.
Carcaj: A propósito de los medios de comunicación…. Si bien es evidente dónde están los intereses de los grandes grupos de prensa que se han ocupado de denunciar el “caudillismo” de los presidentes de la izquierda latinoamericana, pareciera no obstante ser real una fuerte dependencia de estos procesos hacia los líderes como Evo, o en su momento Chávez, y en el caso de éste último, por ejemplo, su muerte provocó de inmediato una situación de inestabilidad. A nuestro parecer esto supone un problema táctico. ¿Cómo lo ves tú?
MH: Mira, los líderes en nuestros procesos son fundamentales. ¿Por qué? Porque hemos sufrido una estrategia de fragmentación del movimiento popular y de todos los sectores: sujeto social, partidos, etc., de parte del neoliberalismo. Y a este capitalismo neoliberal no le importa que crezcan muchos grupos, porque como dice el historiador Hobsbawm, minorías no hacen mayorías. ¿Y qué es lo que más temen las fuerzas conservadoras de nuestros procesos? Es la organización popular, la unidad. Entonces, hay una estrategia de fragmentación, de distintas maneras: desde las maneras objetivas del proceso de producción en el que se fragmenta la clase obrera, se transforma a unos en contratados, otros en subcontratados, a otros en desempleados, etc., hasta en la promoción de formas indirectas de surgimiento de grupos organizados. Y ahí no importa que haya muchos grupos. Tú podrías decir, porqué no importa que hayan muchos grupos: y bueno, porque no hay peligro donde hay muchos grupos que no se organizan. Y tanto mejor para ellos si estos se enfrentan los unos a los otros. Ustedes lo están viviendo, y eso es triste en Chile. Yo creo que uno de los problemas para avanzar es ese constante surgimiento de nuevos grupos, donde cada uno piensa que va a ser Él grupo. Y bueno, el enemigo mira feliz este tipo de cosas. Entonces, se necesitan líderes para ser aglutinadores de estos procesos, es decir, convocantes y organizadores de un esfuerzo común. Ahora bien, estos líderes tienen que tener claro que su paso es circunstancial, que ellos mismo tienen que ir creando las condiciones para desaparecer. Hay otra imagen que Chávez ponía sobre el líder, para decir que estos líderes no surgen porque surgió una persona carismática, que surgen porque hubo una realidad social que hizo que una figura surgiera. El decía, y creo que en esto repetía a Bolívar: “soy como una débil paja que lleva el huracán”. O sea, los horrores del neoliberalismo, que causaron mayor pobreza, mayor contraste entre ricos y pobres, mayor destrucción de la naturaleza, desempleo, etc., produjeron un estado de ánimo en la gente, en los pueblos, de resistencia y luego de lucha. Y estos líderes surgen de eso, de esa persistencia y de esos movimientos… aunque muchas veces, en los momentos en que se vota y hay elección, esos movimientos no están de auge. Pero esa memoria histórica de las luchas se conserva. Por eso que esa es para mí la explicación del liderazgo.
Ese líder sin embargo, tiene que tener una relación no populista con el pueblo. Porque hay líderes populistas y líderes revolucionarios, y muchas veces se ha hablado de que Chávez y todos estos gobiernos son populistas. ¿Por qué? porque hay dos cosas que son comunes a los populistas y los revolucionarios: que tienen una gran capacidad de relacionarse con el pueblo, y que resuelven problemas fundamentales del pueblo. Esas son cosas comunes. Pero luego son diferentes, porque el líder populista usa al pueblo, y lo hace para crecer él, mientras que el líder revolucionario trata de, a través de este proceso, hacer que el pueblo crezca, que el pueblo se vaya desarrollando y convirtiendo en protagonista, y no en simples receptos de regalos desde arriba. En esto yo siempre pongo el ejemplo de Chávez: cuando él iba por Venezuela (y a mi muchas veces me tocó ir con él), cuando él iba, tu veías que mucha gente se le acercaba con papelitos para pedirle cosas. Porque la cultura paternalista, la cultura de la demanda, estaba en Venezuela y está en muchos otros países. Y entonces Chávez, ¿qué hacia? Por ejemplo, un campesino se le acercaba y le decía “Ay presidente, necesito un camioncito para sacar las cosas al mercado”. Ahí Chávez no le decía: “oye mira, ponte en la lista, le voy a decir a mi gente que te dé el camioncito”. Él decía: “mira, ¿Cuánta gente hay a tu lado que tiene esa misma circunstancia, otros campesinos?”, “Bueno, hay varios”. Entonces él decía: “organícense en una cooperativa, y cuando ya estén organizados, entonces van a tal lugar y van a tratar de conseguir el camión”. Es decir, siempre trataba Chávez de fortalecer el poder popular. Y en eso consistían los consejos comunales, que son estas organizaciones territoriales, de 300 o 400 familias, en el campo de 20 a 150; Chávez planteaba darles recursos, pero solo del modo siguiente: organícense, hagan un plan de trabajo, vean cuales son las prioridades dentro de ese plan de desarrollo de la comunidad, y presentan el proyecto. Y solo entonces se le darán los recursos.
Carcaj: El libro está principalmente enfocado a los nuevos caminos que se abren a partir de los gobiernos de izquierda que se han consolidado en el continente, acompañados en la mayoría de los casos por fuertes movimientos sociales o populares. Ahora bien, en el caso de países como Chile, donde no hay perspectivas de gobierno desde los movimientos sociales existentes, ¿qué estrategias se pueden pensar a partir de estos mismos movimientos, sobre todo en contextos en que el gobierno, cuando las demandas son fuertes, parece tener cierta capacidad de cooptarlas?
MH: Bueno, yo puedo decirles más o menos lo que hicieron en el caso de Bolivia, que es el más paradigmático, y también Ecuador. El asunto es que cuando surgen estos movimientos campesinos indígenas, que no habían nunca estado en el escenario político antes, surgen como movimientos, en el caso de Bolivia particularmente, de federaciones campesinas, es decir de formas más bien sindical de luchas campesinas. O sea que eran movimentistas, movimientos sociales en lucha. Pero prontamente ellos entienden la limitación del movimiento social aislado de lo político, es decir de la lucha por el poder. Porque entienden que es necesario pasar de la lucha reivindicativa, corporativa de sus movimientos, a una lucha por propuestas nacionales… Y eso es lo que hace que las luchas que llevaban en su momento, la lucha por el gas, o por el agua, no sean luchas gremiales, sino luchas que lograron convocar a toda la sociedad. Entonces, en la lucha misma va surgiendo la necesidad de un salto a las conquistas generales. Por eso, pasar de las conquistas corporativas a las conquistas generales es fundamental. Pero para consolidar esa visión, necesitas crear un instrumento político. Y eso lo entienden ellos: que para la lucha por el poder se necesita tener un instrumento que te permita consolidar esa visión de sociedad. Entonces crean el MAS, y en el caso de Ecuador el Pachakutik. Y ahí llevan a Evo de candidato, a diputado primero, y luego de candidato a presidente muy rápidamente. Entonces, tener un instrumento político es fundamental como estrategia. Digo instrumento porque a mí no me gusta hablar de partido: puede ser tanto un partido como un movimiento, puede ser un frente, depende de las circunstancias.
En todo caso, lo primero es que hay que unificar al movimiento. Y ahí es donde a mí me da pena saber que habiendo estado tan unidos los estudiantes chilenos en las grandes movilizaciones, lo que vuelve a verse es el afán hegemónico, sectario, etc., por el que empiezan a dividirse en lugar de consolidar esos avances.Cuando yo vine hace 2 años y entrevisté a Boric y a otros compas de los autonomistas, ellos decían: “necesitamos un espacio donde podamos dialogar, sentarnos a pensar juntos, largamente, qué hacer”. Parece que ese “sentarse juntos”, y aunque me puedo equivocar en esto,no se ha dado. Sentarse, pero no pensando en fuerzas y en alianzas para elecciones, sino en proyectos: qué vamos a hacer, cuál es nuestra estrategia. O sea, ir creando, quizás, las bases de un nuevo instrumento. Por supuesto que el instrumento político que queremos construir tiene que ser completamente distinto a los viejos instrumentos. Y esta cuestión, que el movimiento estudiantil chileno reivindica tanto, que es que los delegados estén directamente controlados por la base, es por eso fundamental. Porque las desviaciones son históricas. Y el poder corrompe, eso es cierto. Entonces hay que tener una vigilancia del movimiento hacia las personas que cumplen funciones delegadas. En cuanto a la estrategia de construcción misma, y yo diría que ahí Carlos Ruíz tiene un papel importante en la reflexión, el tema va en juntarse a construir los centros de alumno, juntarse a construir un municipio distinto, etc. Esa construcción territorial, y no puramente de debate intelectual, es también fundamental para avanzar. Aunque también les decía que es importante juntarse en una mesa a pensar, porque justamente el instrumento político es el que tiene que levantar el programa. El programa no surge de la mera movilización de la gente que tiene más bien intereses corporativos. El programa político tiene que juntar en grandes objetivos los intereses de todos estos movimientos. Entonces, para hacer un programa en el mundo de hoy, que no es estar cultivando una papa con la lluvia, tienes que tener conocimientos técnicos, tienes que conocer la historia de otros procesos, aprender de esos procesos, etc. Y se requiere también un trabajo intelectual por supuesto.
Luego, a nivel general del país, pero eso se aplica a cualquier nivel, hay que elaborar una plataforma de lucha para la crisis, o para la situación concreta. A veces elaboramos programas teóricos bonitos, pero tenemos que saber cuáles son los objetivos más sentidos por el pueblo, y concentrarnos en esos objetivos. Y así aglutinar a todo el mundo que se pueda en esos objetivos. Para la plataforma de lucha en un país en crisis, digamos, a nivel nacional. Ahí, en eso, lo que nosotros planteamos en ese librito, es que pueden caber sectores de la pequeña y mediana burguesía, porque hay que entender que en este mundo globalizado y trasnacionalizado, los pequeños propietarios, y los medianos, están afectados por los grandes. Tenemos que aprovechar esas contradicciones, todas las contradicciones posibles, y concentrar la mira en las trasnacionales, la oligarquía. Aquí no se usa ni está presente el concepto de oligarquía como en otros países. En Venezuela era clarísimo, pero aquí ha habido un retroceso. En un momento en la época de Allende éramos uno de los países que tenía menos diferencia entre los ricos y los pobres. Ahora estamos entre los que tienen más diferencia. Hay que ver qué significa eso.
Pedagogía revolucionaria.
Carcaj: Siguiendo con Allende, para cambiar un poco el tema. Tuviste durante los años setenta un rol importante en la formación de los militantes que en América Latina se involucraban en la lucha política ¿cómo evalúas la experiencia ocurrida en esos años?
MH: Mi tema fue la formación política. Eso es lo que yo sé ¿cómo llegamos nosotros a hacer lo que hicimos? Bueno, yo trabajé en la universidad, y fue terrible porque era tildada de reformista por considerar que el gobierno de Allende era entonces la forma de transitar al socialismo que teníamos. Había muchos sectores de la izquierda que planteaban que lo que había que hacer era destruir el Estado burgués, y que la Unidad Popular no servía para nada; es decir, lo que había ahí era un poco la política del MIR, que no entendió que no había fuerzas para expropiar todas las empresas y se puso a expropiar pequeñas empresas, con lo cual la estrategia de Allende, que era mantener un amplio bloque de apoyo social donde también estaban los pequeños empresarios, etc., se rompió. Entonces yo tenía en la universidad este problema. Y vivía un constante ataque ideológico.
Cuando entramos al Partido Socialista nosotros tuvimos, después de ganar Allende, la responsabilidad de formar a la gente, y entonces empezamos a crear escuelas de formación para obreros y campesinos. En ese momento las industrias estatizadas del área social permitían a sus trabajadores, sin perder el salario, ir a formarse. Entonces se iban una semana, y en Rancagua hacíamos las escuelas. Ahí, primero, me di cuenta de la diferencia que suponía formar obreros y campesinos; que ellos estaban ahí con la necesidad de aplicar inmediatamente en sus luchas, y no para decir que el otro era reformista, o más revolucionario, etc. Entonces, la experiencia era fundamental: partir de la historia, y antes que de la historia de la situación política. Es decir, la primera intención que nosotros teníamos era que empezaran a ver qué representan los actores políticos. Qué intereses representan. Antes de hablarles de clases y antes de hablarles de conceptos teóricos, partir de lo que ellos ven, de la coyuntura política. Yo siempre pienso que de ahí, de lo más concreto, uno puede empezar a decir “bueno, pero estos grupos ¿por qué están unidos así?”, y ahí empiezas a explicar el concepto de clase, y de las clase empiezas a explicar el sistema productivo que crea las clases, etc. Ir de esa manera. En las experiencias que nosotros tuvimos, para que la tomen en cuenta, la primera cosa que hicimos fue hacer unas pequeñas cartillitas, porque la derecha decía que Allende iba a quitar la libertad, la propiedad, que no era una democracia, etc. Entonces hicimos 3 cartillitas,¿Libertad para Quién?, ¿Democracia para Quién?, y Medios de Producción y Medios de Consumo, para que la gente sepa que no es lo mismo tener un refrigerador que tener una fábrica. Las cartillitas eran pequeñitas, y unos dibujantes, Palomo y su equipo, empezaron a ponerle muñequitos. Y una vez que yo voy a una fábrica, los compas me dicen “compañera, por favor, no somos niñitos, no queremos muñequitos, queremos libritos”. Entonces ahí empezamos a hacer la colección de libros de los Cuadernos de Educación Popular. Esos cuadernos supimos que habían sido reproducidos en muchos países de América Latina, y llegaron a Angola incluso, increíble, a lugares así. Y también en Holanda hubo un grupo que lo tradujo al holandés. Los italianos, en los sindicatos, que les dieron horas de trabajo libre para estudiar, los tradujeron al italiano. Bueno, hubo una difusión. ¿Por qué? Porque por desgracia los intelectuales muchas veces no logran comunicar sus ideas a la gente. Y más bien, te diría yo, hay una especie de creencia en que mientras más complicados son los textos que escriben, más importantes son ellos. Entonces es poca la gente que se dedica a la pedagogía.
Carcaj: Bueno, para finalizar, una pregunta respecto a un tema que ha salido a lo largo de toda la entrevista, que es el rol del intelectual. La llegada del intelectual a las bases aparentemente ya no es la misma que la que tenía en los años 70, ¿Cómo ves tú la importancia y el rol del intelectual en la actualidad?
MH: Bueno, una cosa es el deber ser y lo que se es, ¿no? Yo creo que hay intelectuales muy ligados a los movimientos sociales, a los sectores populares y hay otros que están mucho más en la academia. Y que los de la academia tienen grandes problemas para entender los procesos que estamos viviendo hoy, y de hecho en el caso de Bolivia y en el caso de Venezuela ha habido una cierta marginación de los intelectuales. En el caso venezolano, por ejemplo, al comienzo la izquierda tradicional no entendió el proceso. Porque ¿cómo iba a ser revolucionario un proceso de un militar que no tenía un partido? Entonces fue descalificado. ¿Cuándo empezó la izquierda (y no sólo en América Latina sino también en el mundo) a darse cuenta que ahí había algo que había que seguir? Fue cuando le dieron el golpe de estado a Chávez. Entonces la gente dijo, bueno, una práctica contrarrevolucionaria, para que haya eso tiene que haber una revolución, porque sino no se da este tipo de cosas. Matus, un intelectual chileno que nos hacía leer Chávez, dice que hay siempre un problema entre los políticos que gobiernan y los intelectuales, porque el intelectual ve los matices de las cosas; no entiende las correlaciones de fuerza y entonces quiere aplicar sus ideas, que son más puras, porque la realidad es mucho más impura digamos, y empieza a criticar, y ahí empieza a separarse. Por eso yo creo que los gobernantes deben tener una especial política hacia los intelectuales para involucrarlos, porque lo que pasa también es que no se los involucra, y si se los deja afuera la cosa empeora. Hay que involucrar al intelectual, decirle mira, estas ideas tuyas, a ver, sugiéreme cosas concretas, a ver qué hago: qué hago para no extraer el petróleo en el Yasuni, tengo esta situación financiera, tengo esta cantidad de pobreza, bueno qué hago, etc… Entonces, también es fundamental el contacto del intelectual con la gente, con el pueblo; no quedarse en la academia sino vivir, convivir con los sectores populares. Eso ayuda muchísimo. Y hay que hacer este tipo de cosas. Yo creo mucho en lo de los chinos, cuando ellos mandaban a sus cuadros a la base, o sea, dirigentes del partido que tenían que pasar un tiempo viviendo en el campo y trabajando en la fábrica. Esas son cosas que ayudan muchísimo a evitar este tipo de intelectualismo. Pero por supuesto también que se necesita lo que Tito Marín llamaba el conocimiento indirecto y el directo. Y el indirecto lo tienen los llamados intelectuales, que tienen que llegar a ser intelectuales orgánicos. Y ahí yo te diría que no me siento intelectual, aunque me califican de intelectual. Pero bueno, mi aporte ha sido mucho mejor en este momento no siendo militante de ningún partido. No quiero decir que los intelectuales no militen, sino que yo he tenido la oportunidad, por razones históricas, por mis libros (porque de hecho yo milité) de ser puente, puente porque todos me leen. Yo siempre he tratado de conservarme, por eso no quiero pronunciarme sobre realidades concretas donde hay disputas, yo prefiero decir “estas son las ideas que tengo sobre estas cosas, ustedes interprétenlas”. Porque yo quiero seguir siendo puente entre las distintas corrientes.
Fuente: http://www.carcaj.cl/

“La filosofía europea no es universal”: Enrique Dussel

“La filosofía europea no es universal”: Enrique Dussel
10/04/2015
Enrique Dussel es profesor en el Departamento de Filosofía en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de Iztapalapa (ciudad de México) y licenciado en filosofía de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza (Argentina), país del cual tuvo que salir exiliado en 1975.
También cuenta con un doctorado en filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, un doctorado en historia en La Sorbonne de Paris y una licencia en teología en Paris y Münster.
En entrevista con El Espectador, desde Ciudad de México, habló de cómo la tecnología no ha podido encontrar una salida concreta a la crisis ambiental.
Hablemos de lo que significa descolonizar el pensamiento, una idea que usted y el Grupo de investigación modernidad/colonialidad han venido impulsando en las academias de América Latina y el mundo.
Ahora tiene más actualidad que nunca lo que comencé a escribir hace 40 años. Pero al mismo tiempo, gracias a Aníbal Quijano y a otro grupo de profesores en Estados Unidos y en otros países, este tema de la descolonización epistemológica ha tomado mucha fuerza. Creo que nuestra problemática empieza a tocar eso que se llama ‘pensamiento universal’, que es el eurocentrismo pero ahora globalizado. Hemos empezado a poner nuestras preguntas a un nivel mundial, lo que nunca había acontecido, éramos una periferia intelectual de segunda. Nuestros filósofos de la U. Nacional y sobre todo de la universidad de los Andes siguen repitiendo a los europeos como Heidegger y Habermas. Yo conozco y conocí personalmente a muchos de estos filósofos europeos que hemos endiosado en las academias, pero en la actualidad pensamos más allá que ellos y planteamos problemas que no pueden dimensionar porque no tienen la experiencia y porque se han encapsulado en un provincialismo que ya debe quedar en el pasado.
¿Por qué cree que la apuesta por la descolonización del conocimiento está tomando fuerza en las academias de filosofía del mundo y está quitándole terreno a la filosofía analítica y otras tendencias?
La filosofía analítica es una filosofía del lenguaje, formalista. La misma escuela de Frankfurt ya habían realizado una fuerte crítica a su repetición de lo real pero fetichizado, moviéndose hacia un pensamiento abstracto que puede ser dicho en cualquier lugar y no vale para ninguno en concreto, lo que resulta en una generalización. Leer el trabajo de Karl-Otto Apel me permitió hacer una crítica a la filosofía analítica. Ha sido un diálogo largo con él, maestro de Habermas. Allí capté muchas cosas que me faltaban y ese diálogo me resultó muy provechoso. De igual forma ellos ya habían caído en un cierto formalismo eurocéntrico del cual no han salido, mientras que nosotros hemos avanzado mucho más en en diversos temas.
Entonces, ¿la apuesta de la descolonización epistemológica está tomando fuerza debido a que se da cuenta de la realidad práctica ?
Hacia 1969 e inicios de 1970 Salazar Bondy hizo una pregunta crucial ¿es posible una filosofía en América Latina? y respondía ‘no, porque somos colonia’. A ello se le sumó la respuesta del mexicano Leopoldo Zea quien dijo; ‘no, porque la filosofía es universal y siempre se practicó’. En este debate terció la Filosofía de la Liberación que afirma que desde luego siempre existió una filosofía latinoamericana, pero nunca fue reconocida mundialmente y los filósofos latinoamericanos en muchos casos no aparecen en la historia de la filosofía universal. La filosofía Europea no es universal. Empezar a pensar en estas condiciones y cómo librarnos de esa situación de periferia, para usar los términos de aquellos años de centro periferia de la teoría de la Dependencia es empezar a pensar de otra manera.

¿Cuál es la finalidad de la apuesta por la descolonización epistemológica?
La crítica al eurocentrismo va a ser que los europeos se descubran a sí mismos. No sólo que descubran el ‘Sur’, sino que examinen el papel que ha cumplido Europa en la modernidad. También va a impulsarles a tomar conciencia de que muchos de sus inventos vienen de Asia y Oriente. Ellos quieren ayudar a los países que fueron sus colonias y que hoy están en crisis pero invierten el 1% y sacan el 99% en el intercambio desigual del capitalismo. La tasa de ganancia tiene que dejar de ser el criterio de racionalidad, tenemos que pasar a criterios cualitativos, a criterios tales como si las personas viven mejor. Esa ‘no conciencia’ de ser el sujeto de dominación junto a grandes descubrimientos tecnológicos de la modernidad que también tocan su límite ecológico, están liquidando a la humanidad. Por eso Walter Benjamín habla de la necesidad de usar el ‘freno de emergencia’, pero no hay freno, ni siquiera la tecnología lo ha descubierto porque el capitalismo no tiene freno, el aumento en la tasa de ganancia es infinito, además los que acumulan capital nunca estarán saciados.
Háblenos un poco más de la modernidad…
La modernidad está llegando a su límite de destrucción de la vida en la tierra y generando una desigualdad gigantesca. Eso es eurocentrismo porque creen que han construido una gran civilización. En parte sí, pero fue algo que empezó en China y en el mundo Árabe, como lo evidencian las matemáticas y los vestigios de revolución industrial en China mucho antes que en Inglaterra. Además, los europeos dependen de Asia y no lo reconocen. Por supuesto en Asía también hay otras formas que están aniquilando el mundo, como el estanilismo chino que ha superado en producción a los Estados Unidos causando igual o más daños ecológicos con su modelo de producción.
¿Por qué nunca usa el concepto de ‘posmodernidad’?
La crítica es a la modernidad. La posmodernidad es una etapa última de la modernidad. Desde que surgió la idea de lo posmoderno, yo realicé una fuerte crítica pues es una apuesta eurocéntrica. El mundo nunca vivirá ‘la condición posmoderna’ porque desapareceríamos antes por situaciones ecológicas, si viviéramos el mismo estilo de vida de Europa necesitaríamos otro planeta para sustentar nuestro estilo de vida. De lo que se trata es de ir más allá de la modernidad, en una nueva edad del mundo, que va a ser poscapitalista y ecológica. El pensamiento decolonial va a redescubrir Europa, por ello hay que pensar en una nueva sociedad, la palabra socialismo le queda muy chica.
Entonces, ¿qué modelo propone?
Una nueva edad a la que quizá la palabra socialismo le queda muy chica, ya que hemos visto que también es antiecológica y no contempla la liberación de la mujer ni la naturaleza, ni el respeto a los ancianos. Marx sí, pero no el socialismo. Debemos construir una nueva visión y a eso le llamo ‘transmodernidad’, no posmodernidad. Se trata de un debate que dio Bolívar Echeverría quien decía que teníamos que impulsar una modernidad sin capitalismo. Pienso que tenemos que ir más allá de la modernidad y del capitalismo que es la economía de la modernidad. No se puede ir más allá del capitalismo sin ir más allá de la modernidad, el marco categorial moderno es el problema, ya que sustenta una economía devastadora.
Algunos de los gobiernos latinoamericanos se encuentran en un tremendo dilema: ahogarse en los préstamos internacionales o crecer económicamente usando los recursos naturales que existen en sus territorios ¿cuál es su opinión?
En mi último libro ‘16 Tesis de Economía Política’,- publicado por la editorial Siglo XXI Editores- lo que muestro es que no una hay alternativa sino que existen muchas. El capitalismo va a terminar porque nada es eterno, pero no hay que señalar de inmediato qué alternativa ya concluida y fija se tiene a la mano. El capitalismo surgió contra el feudalismo y ni siquiera sabían lo que estaban haciendo. Nunca una alternativa tiene un sistema explícito, ni siquiera el socialismo, puesto que como vimos, era mucho más racional que el capitalismo y quería producir mucho más deformando las ideas de Marx. Por supuesto el mercado tampoco es la solución.
Algunos críticos han señalado que buscar en siglos pasados la solución al presente en otras realidades sería algo contradictorio a la apuesta de la descolonización. ¿Usted qué piensa?
La teoría surge de la praxis, y la praxis va por tanteos. Sí voy por una calle y si no tiene salida. La vida fue evolucionando sin un proyecto, no era teleológica sino que construía criterios. No ha habido un proyecto teleológico implícito en las macromoléculas del universo para producir la vida. Todo ello fue pasando. Lo que sí puedo hacer es criticar con vehemencia al sistema actual y sus límites que se han vuelto peligrosos porque van hacia la extinción de la especie humana. En ese sentido Bolivia es el país más interesante hoy, porque las comunidades indígenas no han perdido sus tradiciones, estuvieron antes de la modernidad, durante y estarán después de la modernidad. Tienen criterios ejemplares como el respeto a la naturaleza, que es una actitud metafísica y ética que hay que recuperar.
Europa tiene en su mismo corazón grandes pensadores críticos, y la crítica decolonial no se trata de rechazar lo que hicieron en Europa sino saber quiénes hicieron la crítica a la modernidad, cómo se transforma en pertinente, y cómo puedo desarrollarla. No es descartar todo lo logrado por Europa. De cada civilización tomemos lo fuerte, lo interesante, lo crítico y lo desarrollaremos en la situación actual.
¿Desde qué época se puede rastrear la crítica a la modernidad y la filosofía Latinoamericana en nuestro continente?
Por ejemplo en el año 1514, Bartolomé de las Casas realizó una fuerte crítica a la violencia contra los indígenas, lo que se convierte en una crítica a la modernidad misma, un siglo antes de la producción filosófica de Hobbes y Humme. De las Casas es tan sólo uno de los ejemplos de los hombres que ya sentaban su pensamiento en el siglo XVI y que se anticipaban a la modernidad. Lo que pasa es que este siglo desapareció de la historia que se ha hecho hegemónica con las obras de Hobbes, Hume y Kant, y lo que paso en el siglo XVI no se estudia.
Entonces, la primera tarea epistemológica es repensar el largo siglo XVI cuyo centro fue España y la primera experiencia fue América Latina, esto quiere decir que nosotros somos la otra cara de la modernidad desde hace cinco siglos.
¿Pero, incluir y aceptar en pleno esas categorías ‘impuestas’ no sería desconocer la variedad de modos de producción que conviven en América Latina en una misma espacialidad y temporalidad?
En América Latina hay una elite criolla y moderna, además racista como dice Aníbal Quijano, pero colonial de todas formas. Bolívar en la Carta de Jamaica se pregunta ¿quiénes somos? y no sabe responder porque él es blanco criollo. Sí usted le hace esa misma pregunta a un indígena, sí sabe que responderle porque ha estado desde hace miles de años siempre. Bolívar pertenece a una elite, modernizada blanca y colonial, entonces lucha contra la colonialidad a medias, políticamente crea el estado y los demás aparatos pero no se da cuenta de todo lo que hay que descolonizar como la ciencia, la ideología, la economía. El pensamiento latinoamericano ha puesto grandes preguntas de significación mundial, nuestros libros han sido traducidos a todas las lenguas, ahora pensamos y ya cuando decimos algo nos miran con respeto.

CEM reproduce Programa General del Partido Comunista de El Salvador (1964)

SAN SALVADOR, 8 de abril de 2015 (SDIEP) “Todavía hoy, medio siglo después, el Programa General del PCS, aprobado por su V Congreso en marzo de 1964, constituye políticamente el programa histórico más avanzado de la izquierda salvadoreña…”afirmó Roberto Pineda, Coordinador del Centro de Estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete.”

Añadió que “como CEM nos sentimos muy alegres y orgullosos en reproducirlo para conocimiento de las nuevas generaciones de revolucionarios salvadoreños y como un homenaje al 85 aniversario de fundación del PCS y 35 de las Fuerzas Armadas de Liberación, FAL.”

Agregó que en este documento del PCS se indica como metas finales las de “la implantación de la sociedad socialista, en la que desaparecerá la explotación del hombre por el hombre, y la construcción ulterior del comunismo, en el que desaparecerán por completo y para siempre, las diferencias económicas y sociales, las clases sociales mismas y toda forma de opresión.”

El Programa General del PCS, de 18 páginas, considera que “El Salvador es un país donde se desarrolla el capitalismo conservando fuertes remanentes feudales y dentro del deformador marco de la dependencia económica respecto de los países capitalistas desarrollados, en primer lugar los Estados Unidos.”

Estima que “para que la lucha anti feudal y antiimperialista sea verdaderamente democrática y verdaderamente revolucionaria, para garantizar que la revolución saldrá adelante en el cumplimiento de sus grandes tareas y que no capitulará en ningún momento por entendimientos con el imperialismo yanqui o la oligarquía interna, el papel de vanguardia debe ser ejercido por el proletariado. Esta es ahora la clase más numerosa en nuestro país y es además la mas consecuentemente revolucionaria porque sus intereses concuerdan, más que los de ninguna otra clase, con los intereses generales de la sociedad, y pugna por una transformación mucho más avanzada y completa: la transformación socialista.”

“Fueron estas ideas las que estuvieron a la base de los sueños, sacrificios y luchas de incontables revolucionarios que a lo largo de 90 años, desde la creación de los primeros círculos marxistas en 1925, en el movimiento obrero salvadoreño entregaron sus vidas por un El salvador Socialista…” concluyó Pineda.

PROYECTO DE PROGRAMA GENERAL (1964)

PROYECTO DE PROGRAMA GENERAL
DOCUMENTOS APROBADOS

NOTA

Por acuerdo del Quinto Congreso (MARZO DE 1964) , el presente Programa General del Partido fue aprobado como Proyecto del Congreso.

Entre las razones que se tuvo en cuenta para aprobarlo en dicho
Sentido se hallan las siguientes:
1ª) Que el proyecto de Programa General debe ser enriquecido con análisis más profundo e investigaciones exhaustivas en la medida de lo posible; y
2ª.) Que el documento es de interés no solo para el Partido, sino que también para todas las fuerzas progresistas, de las cuales es importante conocer su opinión.

En tal forma, y por mandato del Quinto Congreso, el presente documento queda sometido a la discusión dentro de nuestro Partido; y el mismo será distribuido en forma amplia y ordenada entre el pueblo a fin de compulsar su opinión.

La aprobación de este Proyecto en forma definitiva, se hará en el Sexto Congreso ordinario de nuestro Partido o, si se considera necesario, en un Congreso Extraordinario que, al efecto, se convoque.

PROYECTO DE PROGRAMA GENERAL DEL
PARTIDO COMUNISTA DE EL SALVADOR

INTRODUCCION

Las metas finales del Partido Comunista de El Salvador son: la implantación de la sociedad socialista, en la que desaparecerá la explotación del hombre por el hombre; y la construcción ulterior del comunismo, en el que desaparecerán por completo y para siempre, las diferencias económicas y sociales, las clases sociales mismas y toda forma de opresión.

Antes de precisar el programa que el PCS propone aquí para la actual etapa de la revolución, conviene examinar las características fundamentales de la presente situación nacional.

1.- El Salvador es un país donde se desarrolla el capitalismo conservando fuertes remanentes feudales y dentro del deformador marco de la dependencia económica respecto de los países capitalistas desarrollados, en primer lugar los Estados Unidos.

El desarrollo del capitalismo en este país, que se produce en las condiciones propias de la fase imperialista del capitalismo mundial, si bien ha traído la elevación de la técnica, el incremento de las vías de comunicación y la formación del mercado interno, también ha ocasionado una gran deformación de la economía nacional en su conjunto, imponiéndole un desarrollo unilateral, hacia la exportación de materias primas agrícolas, un incremento industrial lento y orientado a la transformación de materias primas importadas, la mayor penetración del capital monopolista yanqui y con ello una mayor dependencia, el estancamiento de numerosas ramas enteras de la producción agropecuaria e industrial, la miseria lindante con la muerte por hambre
Para la mayoría de la población, y la consolidación de numerosos remanentes feudales en el campo y la ciudad.

Mientras se produce un desarrollo veloz en algunas ramas de la producción, como en el caso del algodón, otras inclusive entran en franco proceso de liquidación, como en el caso de la ganadería. El desarrollo industrial se encuentra entrabado por el miserable nivel de vida que depara a las masas la tremenda explotación que sufren y por las limitaciones y el rumbo, inconvenientes en país , que le impone el capital imperialista norteamericano, los intereses de la oligarquía interna y la dependencia económica en general.
Como resultado de todo esto, la economía nacional crece a un ritmo inferior al del crecimiento de la población, y anualmente llegan a la edad de trabajo miles de jóvenes sin que la mayoría pueda encontrar colocación.

El nuestro es, por todos estos rasgos, un país semi-feudal, semi-colonial y con un desarrollo capitalista deforme.

2.- El proceso de desarrollo del capitalismo tiene sus antecedentes en el incremento del cultivo del añil durante la Colonia, como una producción destinada a la exportación. Este cultivo constituyó hasta finales del siglo pasado el renglón principal de la producción mercantil, y en él fue donde aparecieron primero las relaciones de salario. Al iniciarse el cultivo y la exportación del café a mediados del siglo XIX, el desarrollo del capitalismo tomo una mayor extensión y velocidad.

El cultivo capitalista del café se desarrolló como resultado de los factores siguientes:
a) La liquidación de las formas colectivas de propiedad sobre la tierra que aún subsistían (comunidades indígenas y ejidos), y el surgimiento del monopolio privado sobre la tierra.

b) La formación de una gran masa de trabajadores desposeídos de todo medio de producción, con su fuerza de trabajo para vender por un salario, como único medio de subsistencia, y

c) La inversión en ese cultivo de importantes capitales monetarios originados en el negocio del cultivo y exportación del añil, que con la eliminación de impuestos gravosos y trabas para su libre comercio con Europa que la independencia trajo consigo, se convirtió en una actividad muy lucrativa.
También se invirtieron en el café capitales provenientes de la malversación de los fondos público.

3.- De acuerdo a los datos del Censo Agropecuario de 1961, solamente 2058 unidades de explotación agrícola que constituyen apenas el 0.92 % de todas, abarcaban 1,031.735 manzanas, el 46.27% de toda la tierra. Entre tanto, 175,615 pequeñas explotaciones de menos de 4.28 manzanas, es decir el 78.30% de todas, abarcaban solamente 245,853.87 manzanas, apenas el 11.03% de toda la tierra. En los hechos dos o mas explotaciones grandes o pequeñas pertenecen a un mismo terrateniente, por lo que, según cálculos realistas, no más de mil grandes terratenientes son dueños de las dos terceras partes del territorio agrícola nacional, es decir, de cerca de un millón y medio de manzanas.
La formación del monopolio de la tierra ha sido al mismo tiempo un proceso de proletarización de las masas campesinas. Los campesinos despojados fueron transformados en parceleros arrendatarios o colonos, solo en una medida muy pequeña.
La inmensa mayoría fueron convertidos en braceros para el cultivo y recolección del café y más tarde para el algodón y la caña de azúcar.
El desarrollo del capitalismo y proletarización de las masas rurales recibió un gran impulso con el cultivo del algodón. El cultivo del café, por ser de carácter permanente y precisar, por tanto, de inversiones importantes en la tierra misma, necesitaba de la propiedad privada sobre la tierra. Pero al desarrollarse el cultivo del algodón, cuyo ciclo vegetativo es de un año, se extendió el arrendamiento capitalista de la tierra.

4.- El desarrollo del capitalismo en la agricultura ha provocado el incremento de la producción mercantil y la extensión de las relaciones de salario en las ciudades.
Los talleres artesanales se fueron transformando en empresas capitalistas que laboran con un personal asalariado y cuya producción se realiza íntegramente con destino a la compra-venta, utilizando además materias primas adquiridas en el mercado, en su mayor parte importadas. Tomó así gran impulso durante algunos decenios, de manera especial, la producción artesanal de calzado, de pan y de ropa. El desarrollo reciente de la industria fabril ha puesto en liquidación a miles de talleres, incrementando la proletarización en las ciudades y el arribo a ellas de masas de trabajadores procedentes del campo.

Este proceso de aparecimiento y desarrollo del capitalismo se ha producido y se produce actualmente, conservando todo lo que del feudalismo es compatible con la explotación capitalista.

En las haciendas y fincas cafetaleras, algodoneras y cañeras, que son las de mayor desarrollo capitalista, se conservan celosamente la relaciones de trabajo propias del feudalismo, en las que las masas trabajadoras se encuentran carentes de derechos (en primer lugar del derecho a la libre organización), obligadas a distintas formas de trabajo gratuito y sometidas a una intensa y permanente intimidación y represión. Por otra parte en esas haciendas y fincas se combina el pago del salario en dinero con el pago en especie (comida), las medidas modernas con las arbitrarias medidas feudales, lo mismo que se combina el trabajo asalariado libre con el sistema de colonos y mozo-colonos.

En la parte de la agricultura que no está dedicada a producir para la exportación, predominan los remanentes del feudalismo, tanto en los instrumentos y técnicas de trabajo (arado de madera, tracción animal, ausencia de abonos e insecticidas, etc.), como en las relaciones de producción (la colonia, el pequeño arrendamiento, la propiedad campesina minifundista, etc.). Las relaciones de salario y en general de compraventa se han extendido también en esta parte, pero aun son minoritarias.

En la producción manual y fabril se conservan también fuertes residuos feudales, tanto en lo que se refiere a las fuerzas productivas (herramientas, procedimientos técnicos, etc.) como en las relaciones de producción. En este último terreno se destacan la limitación de la legislación laboral, la exclusión de los trabajadores ¨ a domicilio¨ y domésticos de gran parte de las conquistas laborales, y distintas formas de trabajo gratuito que subsisten en talleres y fábricas.

5.- El desarrollo del capitalismo ligado a la producción de materias primas agrícolas para la exportación ha empujado a nuestra agricultura por el camino del monocultivo.
Los renglones destinados a la exportación concentran las mejores tierras, las mejores vías de comunicación, los mejores implementos y técnicas, el volumen principal de los créditos, la mayor parte de la actividad del Estado hacia la agricultura, etc. Lo peor y más raquítico de todo esto prevalece en el resto de la producción agropecuaria.
El desarrollo del capitalismo en estas condiciones nos ha hecho mas dependientes que antes , ha reforzado nuestra condición de apéndice agrario de los países capitalistas industriales.
La producción de alimentos ha sido la primera en sufrir las consecuencias de la deformación mono cultivista. Nuestra población crece constantemente, mientras la producción alimenticia disminuye o se mantiene estancada.

6.- La acumulación y concentración de capital en el cultivo y la exportación de café , determinó la formación, entre los monopolistas de la tierra, de una pequeña capa de grandes exportadores, compradores monopolistas internos de la cosecha y habilitadoras de crédito a los medianos y pequeños finqueros. Estos grandes exportadores se convirtieron en los grandes importadores de mercancías industriales para abastecer al mercado interno.
En estos negocios acumularon enormes capitales que les permitieron mas tarde organizar un sistema bancario y de empresas aseguradoras de su propiedad.
El control sobre el sistema bancario dio a esta pequeña capa el control monopolista de enormes sumas de dinero, en la forma de depósitos a la vista y a plazo, procedentes no solo de las ganancias de los demás capitalistas sino incluso de una parte de los salarios y sueldos. En otras palabras, este puñado de multimillonarios adquirió el control monopolista de los recursos financieros del país. En le transcurso de ese proceso, fue además invirtiendo capitales en la creación de grandes empresasindustriales, las más de las veces para elaborar materias primas importadas y en conexión con sus negocios de importación.
A esta pequeña capa de multimillonarios monopolistas de la tierra, del comercio exterior, de las finanzas y de la gran industria, es a la que se ha dado en llamarlos ¨14 grandes¨ , la denominación es grafica y por ello muy útil.

7.- Por lo que se refiere a su economía, El Salvador no ha sido nunca verdaderamente independiente. Después de independizarse de España, en 1821, la nación fue cayendo en una situación de dependencia respecto de Inglaterra, y más recientemente de Estados Unidos. El sometimiento por el imperialismo norteamericano se intensifica en los últimos treinta años, y sobre todo a raíz de la segunda guerra mundial. En la actualidad esta dominación tiende a la destrucción de todo vestigio de independencia nacional y a la conversión de El Salvador en una completa colonia de los Estados Unidos.
En nombre de la llamada ¨Alianza para el progreso¨, programa que ha sido trazado con la pretensión de salirle al paso al proceso revolucionario de los pueblos latinoamericanos y que se acompaña de la mayor penetración del capital inversionista yanqui en nuestros países, está en marcha acelerada la subyugación completa de esta nación .la ¨ayuda¨ que representa la mencionada Alianza no impulsa en modo alguno el desarrollo del país ni puede conducir a la solución de los graves problemas nacionales, sino al contrario sirve solamente para que la tiranía militar pueda desarrollar alguna demagogia social y para comprometer aún más la economía y la soberanía Salvadoreña.

En grandes trazos, el cuadro actual del sometimiento de nuestro país por el imperialismo yanqui, se presenta así:
a) La economía Salvadoreña, por estar amoldad a los intereses de los monopolios norteamericanos y no a las necesidades de nuestro pueblo, sufre una deformación profunda.
b) En el comercio exterior, los Estados Unidos controlan un 36% de nuestras importaciones, y adquieren un 34% de nuestras exportaciones (año 1962) , a lo cual se agrega que compran nuestros productos a precios cada vez más bajos y nos venden cada día mas caro, además de que traban deliberadamente el comercio con los países socialistas, resultando de todo ello que los términos del intercambio internacional representan una carga cada vez más gravosa para la economía nacional.
c) Las inversiones directas yanquis aumentan rápidamente y se concentran en renglones fundamentales de la economía nacional, empresas de transporte marítimo, aéreo y ferroviario; empresas de electricidad, puertos marítimos, refinerías y agencias de distribución de derivados del petróleo; y un numero creciente de empresas de comercio y de la industria de transformación (cigarrillos, café soluble, pinturas, etc.).
d) Los empréstitos usurarios concedidos por instituciones ¨financieras norteamericanas¨ constituyen una larga y pesada cadena para el país.

La dominación imperialista de los Estados Unidos se manifiesta así mismo, atreves de los siguientes hechos:

a) Numerosas misiones ¨técnicas¨ yanquis de todo tipo actúan libremente en el país y penetran las mas diversas dependencias civiles, policiacas y militares del Estado Salvadoreño, al mismo tiempo que diferentes instituciones estatales son descentralizadas para quedar sometidas al control y dirección creciente de agencias yanquis.
b) La política crediticia y la política tributaria del gobierno salvadoreño están directamente dictadas desde Washington.
c) La interna influencia ideológica del imperialismo se produce atreves del cine , las noticias y diversas secciones de los periódicos, la radio, la televisión, la música , los libros, revistas y otros elementos, y tiene por resultado deformar la mente y el espíritu de grandes sectores de la población en los que impulsa la desesperación, la disipación, los vicios y el crimen, y en general tiende a la destrucción de la cultura nacional y del espíritu patriótico popular.
d) Posiciones claves de las fuerzas armadas se encuentran en manos de agentes directos de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, y el imperialismo fomenta la armamentizacion del país, lleva a esto a la competencia armamentista con otros países vecinos, alienta las tendencias militaristas internas, y trata de embarcar a la Fuerzas Armadas en agresiones directas contra Cuba y otros pueblos que pugnan por su liberación.
e) La embajada salvadoreña en Washington se encargo de recibir y transmitir las instrucciones del departamento de estado y la Embajada yanqui en San Salvador estos muchas veces por encima de lapropia autoridad del presidente de la Republica. Toda la política exterior de El Salvador y su voto en los organismos internacionales no responden al interés de nuestra nación sino que siguen servilmente los dictados de Washington y hacen el juego en toda su amplitud a la línea de provocación y de guerra del imperialismo yanqui.

8.- Al entrar en el proceso de industrialización, los ¨14 grandes ¨ salvadoreños se emparentaron con los monopolistas yanquis en la inversión conjunta de capitales para crear las llamadas ´ empresas mixtas ¨ , y de la mano con ellos han impulsado la formación del mercado común Centroamericano y los planes llamados de Integración Económica de Centroamérica . Ambos planes (el mercado común y la integración) persiguen un mayor mercado para la industria de transformación y ampliar el campo para la inversión de capitales en las condiciones más provechosas.

En esta forma se ha incrementado enormemente la penetración del capital imperialista yanqui en nuestro país. Las inversiones directas de capital norteamericano han aumentado, según datos oficiales, de 16 millones de colones en 1953 67 millones en 1962, aunque seguramente estas cifras no expresan toda la realidad.

Los imperialistas yanquis sacan desde luego, la mayor tajada en su asociación con los multimillonarios salvadoreños y centroamericanos. Los hacen correr con la cuenta de algunas reformas sociales demagógicas. Obtienen un trato privilegiado en materia de impuestos. Al mismo tiempo los monopolistas yanquis manipulan los precios de las materias primas y de producción nacional y le causan así también un golpe a sus ¨aliados¨ millonarios criollos.

9.- Todo el proceso de desarrollo de la economía nacional ha producido grandes transformaciones en la composición de clase de nuestra población.

Las clases mas numerosa en nuestro país hoy día es la de los asalariados, al proletariado rural y urbano. Según datos del Censo de Población de 1961, de 806,590 personas que forman nuestra población económicamente activa, 540.080 son asalariados y solamente 15.100 son patronos.
Entre los asalariados 305.810 son rurales y entre los patronos 8.970 se dedican a la agricultura.

Al lado de las dos clases propias del capitalismo ( empresarios capitalistas y asalariados), se conservan en el campo los grandes terratenientes, que forman unas cuantas centenas; y los campesinos minifundistas que laboran parcelas propias o ajenas sin contratar mano de obra, o solamente contando con la ayuda de familiares.
Según el mismo censo de Población de 1961, estos campesinos ( o ¨trabajadores por cuenta propia ¨ como les llama el lenguaje estadístico) son 111.530 y los trabajadores familiares que les ayudan 58.880.

También en las ciudades hay al lado de las clases fundamentales del capitalismo 63.470 ¨trabajadores por cuenta propia¨ , es decir, propietarios de pequeños talleres y comercios, ayudados por 5.210 familiares. De estos pequeños propietarios 28.500 lo son de talleres y 27.930 se dedican al comercio menudo. Los demás se encuentran en el transporte y en diversos servicios.

Entre los patronos existe una capa mediana, formada en el campo principalmente por finqueros del café y algodoneros medianos, que soportan distintas formas de extorsión por parte de los grandes terratenientes , de grandes capitalistas nacionales y de los monopolios yanquis; pagan altos cánones de arrendamiento por la tierra ( esto es sobre todo para el caso de los algodoneros), pagan altos intereses por los créditos , los cuales además obtienen con dificultad, ven impotentes reducidas los precios de sus cosechas y reciben por ellas precios inferiores a los del mercado mundial ( sobre todo en el caso de los finqueros del café ), y compran a precios elevados los aperos, abonos e insecticidas importados.

En las ciudades los medianos capitalistas son por lo general propietarios de medianos talleres y comercios. Igual que los del campo, soportan dificultades en materia de crédito y pagan elevados intereses y compran a precios altos las materias primas y en general las mercancías, que son en su mayor parte importadas.

Gran parte de las ganancias que los medianos capitalistas extraen al trabajo de los asalariados va a dar a manos de los grandes terratenientes y propietarios de edificios y viviendas, en la forma de cánones de arrendamiento, o a manos de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros, en la forma de intereses bancarios o usurarios, o en la forma de súper ganancia comercial en el negocio de la exportación y la importación.

Todo ello redunda en un nivel miserable de los salarios. Sobre todo de los salarios en el campo.

Los grandes terratenientes y la alta burguesía monopolista de la Banca, del comercio de exportación e importación y de la gran industria, integran la oligarquía interna, y el grupo más rico y poderoso de esta oligarquía está formado por los llamados ¨ 14 grandes ¨.

10.- En nuestro país han surgido poderosas e impetuosas fuerzas productivas nuevas, capaces de transformarlo completamente, capaces de proporcionarle a su población un alto nivel de vida material y cultural. Somos un pueblo cuya inmensa mayoría está constituida por trabajadores de la ciudad y el campo, que han asimilado en grado apreciable la técnica moderna y que están en condiciones de hacer rápidos progresos en este terreno, pero que al mismo tiempo se mantienen en la miseria y el atraso cultural.

Que es lo que impide que el desarrollo sea completo y armónico, que nuestro pueblo trabajador disfrute de un elevado nivel de vida, que la cultura florezca? Lo que impide todo esto es la condición semi colonial y semi-feudal de nuestro país, y los interesados en mantenerlo así son los imperialistas yanquis y la oligarquía interna que es su aliada. Son ellos los que obtienen jugosas ganancias explotando a nuestro pueblo, son ello los grandes negociantes del monocultivo, son ellos los que sacan provecho de la subsistencia de remanentes feudales, son ellos los que se conjugan en las empresas mixtas para explotar el mercado centroamericano.

Las masas asalariadas, los campesinos, los pequeños propietarios de la ciudad y el campo, los medianos capitalistas urbanos y rurales, unos mas que otros , soportan la explotación , la opresión y la extorsión de los imperialistas yanquis y de la oligarquía interna. Todas esas clases y capas tienen interés en el progreso del país, ganarían enormemente con su desarrollo armónico y general.
El conflicto histórico principal de nuestro país es, por tanto, el que existe entre los intereses del imperialismo yanqui y la oligarquía interna, por una parte, y los intereses de la nación, por la otra. Hay que destacar, además, que el aspecto principal de ese conflicto principal de la contraposición entre el imperialismo y la mayoría de la nación , de suerte que en ciertas cuestiones y en determinados momentos inclusive los ¨14 grandes¨ pueden situarse, y de hecho se sitúan , en el bando contra el imperialismo, por sus contribuciones con éste.

Por lo demás, las contradicciones en el seno de las clases gobernantes se agravan porque el camino que el imperialismo propicia no es el camino que lleva a la solución de los problemas nacionales, sino a su empeoramiento. Se agravan las contradicciones entre el imperialismo y sus aliados; entre los mismos aliados del imperialismo; entre el pueblo y sus opresores. En una palabra, el camino del imperialismo determina la agudización de todas las contradicciones, y la complicación de sus diversos problemas económicos y políticos del país.

11.- De 1958 a 1962, el país sufrió una crisis económica cíclica, principalmente como consecuencia de la baja de los precios del café en el mercado internacional, fenómeno que a su vez se debió a la superproducción del café en escala mundial y a las maniobras de especulación por parte de los monopoliosnorteamericanos.
En el segundo semestre de 1963 se registró ya francamente una reanimación de la actividad económica, manifestada en diferentes renglones de la industria y el comercio, esto a pesar de que los precios del café mantenían una tendencia a la baja hasta fines de 1963. Si en esta ocasión ha sido posible absorber y compensar al pueblo de la superproducción cafetera, entrando a la fase de la reanimación en el ciclo económico, se ha debido a tres factores principales: el desarrollo de la producción algodonera, el incremento de la deuda publica externa y de las inversiones directas norteamericanas, y el aumento de la exportación de camarón de azúcar. El análisis de estos mismos factores demuestra que el país no ha salido de la crisis resolviendo los problemas producidos por el desarrollo unilateral de la agricultura y la dependencia del imperialismo yanqui, sino reforzando todos los rasgos negativos de la economía nacional. Esta depende más ahora del comercio internacional, está por tanto más expuesta a las repercusiones del ciclo del capitalismo mundial , y además soporta la carga mucho más pesada de las deudas con los Estados Unidos y de las inversiones directas mayores de los monopolios del mismo país.

En otras palabras, el camino por el que el país está saliendo de la crisis no es un camino de liberación nacional, sino de sometimiento mayor al imperialismo, al mismo tiempo es verdad que el proceso de la crisis y su salida ha forzado cambios que hacen más maduras las condiciones objetivas para la revolución, acrecientan sus fuerzas sociales y abren la perspectiva para una rápida maduración de las condiciones subjetivas.

12.- Hace más de treinta años, en 1931, ante el desarrollo del movimiento popular y del fermento revolucionario, frente al desorden administrativo del gobierno nacional, y en medio de la crisis mundial del capitalismo y el desarrollo de la lucha anti-imperialista en el Continente (Sandino peleaba en Nicaragua con las armas en la mano), la oligarquía interna se decidió por el implanta miento de una tiranía militar.

Se produce así, el 2 de Diciembre de aquel año, el golpe instala en el poder al General Maximiliano HernándezMartínez y a ello sigue inmediatamente un genocidio monstruoso: el asesinato de alrededor de 30 mil campesinos, que ponen los cimientos del nuevo régimen de terror. Desde entonces, el militarismo no ha abandonado el poder un solo día, y sus constantes métodos de represión solo se han suavizado en determinados momentos, cuando a ello han obligado las luchas de nuestro pueblo o las contradicciones internas del mismo régimen.

En estos tres decenios últimos –tres decenios de elecciones fraudulentas- han cambiado las figuras en el gobierno; pero la tiranía militar se ha mantenido la misma.
A Martínez siguieron Castañeda, Osorio, Lemus, Cardón, ahora Rivera, e intercaladas algunas juntas Militares para garantizar la continuidad del régimen.

Después de la caída de Lemus, tras un periodo de intensas lucha popular, el nuevo gobierno, con su actitud de respeto a ciertas libertades y por el incremento de la movilización popular, representó un motivo de preocupación para las fuerzas reaccionarias. Finalmente, los agentes del imperialismo, actuando abiertamente de la mano con miembros prominentes de la oligarquía criolla, promovieron el golpe del 25 de enero de 1961 y reinstauraron la irania militar. La camarilla golpista una vez más quitó al ejército la careta de la apoliticidad y legalidad, mostrándolo como un instrumento opresivo principal del imperialismo y de la oligarquía.

A raíz de ese golpe, el aparato del Estado, que anteriormente era el instrumento de opresión de la oligarquía sobre el pueblo, sometido, desde luego, al imperialismo yanqui ha pasado a ser compartido directamente por el mismo imperialismo, a través de sus propios agentes. Es propio decir, inclusive, que el aparato del Estado Salvadoreño está hoy en primer lugar al servicio de los intereses del imperialismo norteamericano.

13.- Sin resolver el conflicto histórico principal de nuestro país, antes descrito, no se podrán resolver completamente nuestros agobiantes problemas económicos, sociales y políticos , y la nación no podrá ser independiente de verdad. Esta tarea trascendental está confiada a la revolución. La revolución que corresponde a la presente etapa de nuestro desarrollo debe ser democrática por su esencia popular; anti-feudal por sus transformaciones económicas, y de liberación nacional por su contenido anti-imperialista.

Esta será una revolución de las grandes masas de población, para favorecer a las grandes mayorías de salvadoreños. Abogara con amplitud a todos los salvadoreños – civiles o militares- que sepan cumplir con su deber patriótico al lado de la lucha liberadora del pueblo. Los enemigos irreconciliables de la revolución serán el imperialismo yanqui, la minoría oligárquica parasitaria y los traidores que les sirven de instrumentos para la opresión, el pillaje y el crimen.

Las fuerzas motrices de esa revolución son los obreros, los campesinos, los pequeños propietarios de las ciudades, los capitalistas medianos de la ciudad y del campo, es decir , las clases sociales duramente afectadas por la política del imperialismo y de la oligarquía. Incluso algunos grandes capitalistas de pensamiento patriótico pueden formar en las filas revolucionarias.

Para que estas clases y capas sociales puedan combinar sus esfuerzos, concentrar sus golpes contra los enemigos comunes, será necesaria la construcción del Frente Democrático de Liberación Nacional. La construcción de este frente es una tarea central de la estrategia y la táctica en esta etapa de la revolución, y para hacerla posible nuestro partido empeña sus mejores esfuerzos.

La integración del Frente Democrático de Liberación Nacional, como la forma más consecuente de la unidad de todas las fuerzas progresistas y anti-imperialistas, será el resultado de un proceso de acciones comunes y esfuerzos unitarios concretos, y no de un solo acto definitivo. Consciente de su deber de contribuir a la construcción de este frente, el Partido Comunista de El Salvador está, por tanto, en favor de la concertación de alianzas amplias y de largo alcance, o de la realización de simples acciones comunes, incluso por determinado punto o por una demanda concreta y temporal, en la lucha contra el imperialismo y la oligarquía , y por la democracia.

14.- Esta revolución solo podrá ser realizada plenamente mediante la instauración de un Gobierno Democrático de Liberación Nacional que, bajo la hegemonía de la clase obrera, sea la expresión política de la alianza de las clases interesadas en el progreso y la liberación del país.

Para que la lucha anti feudal y antiimperialista sea verdaderamente democrática y verdaderamente revolucionaria, para garantizar que la revolución saldrá adelante en el cumplimiento de sus grandes tareas y que no capitulará en ningún momento por entendimientos con el imperialismo yanqui o la oligarquía interna, el papel de vanguardia debe ser ejercido por el proletariado. Esta es ahora la clase más numerosa en nuestro país y es además la mas consecuentemente revolucionaria porque sus intereses concuerdan, más que los de ninguna otra clase, con los intereses generales de la sociedad, y pugna por una transformación mucho mas avanzada y completa:
La transformación Socialista.

La hegemonía en la revolución la conquista el proletariado con sus acciones y organización de vanguardia, y el Partido Comunista de El Salvador se esfuerza, y se esforzará aun más, en que ello se cumpla plenamente en nuestro país.

Militantes de la instauración de un gobierno democrático de liberación nacional se forma en el país, como es posible, ningún otro gobierno de tendencias democráticas de nuestro partido mantendrá una posición de firme apoyo a todas sus bases anti feudales y anti-imperialistas, y a toda transformación que emprenda de acuerdo con el progreso del desarrollo nacional; y al mismo tiempo nuestro partido luchará con fuerza sin vacilación, contra todo intento de entrega al imperialismo y a la oligarquía .

15.- En esta etapa, nuestro partido se propone luchar tesonera y diariamente para armar la acumulación de fuerzas necesarias al triunfo de la revolución.

Por su propio fortalecimiento y el de todas las organizaciones revolucionarias y democráticas.
Por las libertades democráticas, contra todo atropello individual y colectivo de los derechos ciudadanos, contra las leyes antidemocráticas y de tendencias racistas , por la libertad de los reos políticos, y contra toda manifestación del régimen de tiranía.

Por la unidad sindical, por el cese de la intromisión del gobierno y el imperialismo en los sindicatos; por la democracia sindical ; por la ampliación y aplicación de los derechos laborales; por la ampliación de las prestaciones sociales y del seguro social; por la reforma de todo aspecto legal que vaya contra los intereses de los trabajadores; por el aumento de los salarios; contra la desocupación; contra el alto costo de la vida; contra la crisis económica que sufren las inmensas mayorías del pueblo.

Por el fortalecimiento de la alianza obrero-campesino; por la libertad de organización sindical de los trabajadores del campo; por mejores salarios; por mejores condiciones de trabajo; por la supresión de las relaciones sami feudales que sufren los asalariados del campo; por la extensión de los derechos laborales y sociales de los trabajadores agrícolas; por tierras, créditos, aperos y asistencia técnica para los campesinos pequeños y medianos. Por mejores condiciones sanitarias, de atención medica, de vivienda, educacional y social de la población del campo.

Por créditos en buenas condiciones para los pequeños y medianos productores de la industria y comerciantes; por la protección, y fomento efectivo de la industria nacional.

Por la defensa de los derechos de la mujer, de la juventud y de la niñez.

Por la defensa de la soberanía y de la independencia nacional; contra todas las manifestaciones de la dominación imperialista en nuestro país, y contra todos sus intentos de mantener y profundizar el sami-colonialismo; por la libertad de comercio con todos los países del mundo.

Por la paz mundial y la coexistencia pacifica.

16.- Nuestro pueblo y nuestro Partido no pueden ser y no son partidarios de la violencia para la solución de sus problemas fundamentales, y a lo largo de la historia del país han sido persistentes los esfuerzos en la lucha pacífica, conquista de un régimen democrático. Sin embargo, ahora las masas populares mas desarrolladas han adquirido conciencia de que la vía pacífica para la Revolución ha sido bloqueada en el país por el imperialismo y la oligarquía. Largos años consecutivos de asesinatos en masas , de terror constante, de negación de los derechos democráticos mas elementales , de tiranía militar ininterrumpida, de farsas electorales, de persecución implacable contra las organizaciones democráticas, la negación del derecho de organizarse a los trabajadores del campo que representan los dos tercios de la población nacional, de constante burla de la libertad de expresión, de golpes militares contra los gobiernos que intentaron desarrollar alguna gestión democrática, han demostrado que la violencia la emplean las clases dominantes y han convencido al pueblo de que debe prepararse a responder a ello con la violencia, y que por dolorosa que resulte su acción hacia la conquista de un gobierno democrático de liberación nacional, siempre lo será menos que el sufrimiento constante y la perdida de millares de vidas y el ultraje a la soberanía nacional que significan al país la dominación del imperialismo yanqui y de la oligarquía criolla.

La línea de conseguir la unidad de todo el pueblo alrededor de la lucha contra la tiranía y los intereses oligárquicos e imperialistas que éste sirve, teniendo como objetivo el triunfo de la Revolución Democrática Anti feudal y de Liberación Nacional, utilizando para ello todos los medios legales y clandestinos, pacíficos y violentos , desarrollando un fuerte movimiento cívico popular, pero tomando como camino fundamental el de la lucha armada del pueblo salvadoreño para la conquista del poder, tal es la línea general de nuestro partido.

El presente periodo de acumulación de fuerzas implica insoslayablemente la combinación acertada entre la preparación para la insurrección armada del pueblo y las acciones masivas de todo tipo, la organización y movilización popular en todos los terrenos, y el aprovechamiento de todas las condiciones y posibilidades concretas de lucha, ya sea en lo legal o en lo clandestino.

Si en el país , por circunstancias internas y por la influencia de la situación internacional y los triunfos crecientes del Socialismo y los éxitos de la lucha de Liberación de los pueblos, llegaran eventualmente a crearse condiciones favorables para el transito pacifico a un gobierno democrático de liberación nacional , nuestro partido y seguramente también nuestro pueblo no persistirían en recurrir a la violencia sino marcharían por la vía pacífica determinada por la nueva situación histórica.

17.- Las condiciones internacionales son cada vez más favorables para el desarrollo y el triunfo de la lucha revolucionaria del pueblo salvadoreño.
Mientras el sistema capitalista se debate en mediode crisis que lo conducen inevitablemente a su destrucción definitiva, el sistema socialista está imponiendo de manera categórica su supremacía en los diversos terrenos, de forma que ya la correlación de fuerzas en el campo mundial favorece decididamente al socialismo, los movimientos de liberación nacional, y las fuerzas de la paz, la democracia y el progreso. A estas alturas, el Socialismo se está convirtiendo aceleradamente en el factor determinante de los cambios históricos que se registran en esta época, y el prestigio de la Unión Soviética y los demás países socialistas es ahora una estrella que orienta los pasos de todos los pueblos en el camino de su liberación.

Un hecho grandioso de los últimos años ha sido el despertar a la vida independiente de los pueblos coloniales de Asia y África. La mayor parte de ellos han obtenido ya su independencia en dura lucha contra los colonialistas (alrededor de 60 países que cuentan más de mil trescientos millones de seres humanos), y la reafirman sentando rápidamente las bases de su desarrollo industrial gracias a la ayuda múltiple que les prestan los países socialistas. El derrumbamiento del mundo colonial es un hecho definitivo que se confirma día a día.

Latinoamérica, por su parte, se ha incorporado decididamente a la lucha por su liberación y ha ocurrido un acontecimiento de trascendencia histórica para esta parte del mundo y de gran resonancia internacional: en Cuba, tras consolidarse la revolución anti feudal y antiimperialista, ha surgido el primer Estado Socialista Latinoamericano. Este hecho significa un revés formidable para el imperialismo yanqui, al mismo tiempo que representa un ejemplo y un estímulo para todos los pueblos del continente.
Esta situación internacional contribuye a confirmar que nuestro pueblo puede alcanzar el triunfo de su revolución, tomar el poder en sus manos y destruir la vía de la maquinaria en que se asienta el poder de la oligarquía y del imperialismo.
Además es un hecho indiscutible que, el triunfo de un gobierno democrático de Liberación Nacional, podrá nuestro país obtener la solidaridad y la ayuda poderosa de todos los pueblos del mundo, y en primer lugar de los países socialistas, para consolidar su revolución , hacer avanzar las transformaciones económicas y políticas fundamentales, elevar rápidamente el nivel de vida de su población, emprender un acelerado desarrollo industrial y económico en todos sentidos, sacar a las masasdel oscurantismo e impulsar su desarrollo cultural, y frustrar cualquier intento del imperialismo y sus fuerzas títeres por intervenir en nuestros asuntos internos, sabotear la revolución e imponer la contrarrevolución.

18.- La revolución del pueblo Salvadoreño no se detendrá en la etapa del poder democrático y de liberación nacional. Las condiciones de nuestro desarrollo histórico, que en lo fundamental son las mismas que rigen para todos los pueblos, conducirán en seguida al pueblo salvadoreño a una meta nueva y mas alta: la de la Revolución Socialista y la construcción de la sociedad socialista, más elevada y prospera e incomparablemente más justa que todas las formaciones sociales anteriores, porque en ellas desaparece por completo la explotación de unos hombres por otros y se garantiza el pan, el trabajo, la cultura y el bienestar para todos los ciudadanos.

Es importante destacar que, de acuerdo con la experiencia de Cuba y de otros pueblos en las presentes condiciones históricas los países que se liberan del colonialismo y del sami-colonialismo, después de realizar su revolución democrática de liberación nacional y dentro de ciertas condiciones internas, pueden saltar la etapa del capitalismo y pasar en breve plazo a la construcción de la sociedad socialista, contando para ello con la poderosa ayuda del campo mundial del socialismo.

El Partido Comunista sostiene que ese tránsito al socialismo, al operarse, podría ser un proceso no coercitivo, que se apoyaría fundamentalmente en la persuasión. Esta tesis tiene su base en las consideraciones siguientes:
1ª) La aplicación exitosa del programa que aquí se presenta descubrirá que sus resultados conducen firmemente a la solución de los graves problemas nacionales.
2ª) En el desarrollo de este programa se pondrá de manifiesto plenamente la vitalidad y fuerza progresiva de la propiedad colectiva sobre los medios de producción, tanto como se evidenciara que las formas privadas de propiedad que subsisten son, por su naturaleza misma, lentas e incapaces de transformar a fondo toda la vida social.
3ª) Dentro de la nueva vida propiciada por el régimen democrático de liberación nacional ya tendrán que florecer los más altos sentimientos de solidaridad humana, rompiendo todo estrecho egoísmo.

Así se rodeará de las mejores condiciones la tarea de persuadir a las clases no proletarias, a los sectores atrasados del proletariado, y en general a todos los elementos no socialistas, en favor de pasar en forma pacífica y a breve plazo a la construcción de la sociedad socialista. Destrozados por la realidad misma los prejuicios anti socialistas que hoy alimenta el imperialismo en las clases no proletarias, seguramente la inmensa mayoría de la sociedad se incorporará voluntaria y conscientemente a la construcción del socialismo y encontrara en ello una fuente de honrada inspiración patriótica y humana.

——————————————-o————————————————-

Con base en el anterior análisis, el Partido Comunista de El Salvador adopta, para la presente etapa de la revolución, el Programa que se expone en seguida. Su realización completa será obra del Gobierno Democrático de Liberación Nacional que surja de la lucha de nuestro pueblo.

TARNSFORMACIONES REVOLUCIONARIAS DEL ESTADO Y DEL DERECHO

Para realizar las grandes metas de la Revolución Democrática de Liberación Nacional en nuestro país, es absolutamente indispensable la sustitución del actual régimen reaccionario y pro-imperialista por un régimen revolucionario. Limitarse al simple cambio de hombres en el Gobierno, sería un error gravísimo de la Revolución, que la expondría inmediatamente a la contraofensiva de la reacción interna y del imperialismo. El aparato estatal del imperialismo y de la oligarquía será destruido y substituido por el Estado Revolucionario de la clase obrera, los campesinos, las capas medias de la población y la burguesía anti-imperialista.

El gobierno que sobre esta base se forme será un gobierno de coalición de las clases revolucionarias de la actual etapa. Estará dirigido por las fuerzas más consecuentes y sin vacilaciones de estas clases. La alianza obrero-campesina, encabezada por la clase obrera, será la columna vertebral de la coalición revolucionaria.

La constitución política y aquellas leyes secundarias que ahora protegen los intereses reaccionarios de las clases en el poder, deberán ser igualmente sustituidas por una nueva Constitución y nuevas leyes que faciliten y enmarquen el ejercicio del poder revolucionario.

Las medidas que el triunfo de la revolución deben ponerse en práctica, para la destrucción del aparato estatal del imperialismo y de la oligarquía, son:

a) Derogación de todas las leyes, decretos, códigos, reglamentos, ordenanzas, tc., que consagren la explotación sami-feudal y la opresión imperialista o estorben la democratización del país y su transformación revolucionaria.
b) Disolución de la Asamblea Legislativa.

c) Depuración completa del Poder Judicial, destituyendo a todos los elementos que se han prestado para encubrir las arbitrariedades y crímenes de las tiranías.

d) Rescate de los bienes nacionales malversados y usurpados en todas las épocas valiéndose de las posiciones en el poder.

e) Confiscación de los bienes de todos aquellos que han traicionado los intereses del país al coadyuvar activamente a la disminución del imperialismo norteamericano por medio de tiranías sangrientas.

f) Destitución de todos aquellos funcionarios que han colaborado con las tiranías para mantener al régimen de opresión sobre el pueblo.

g) Liquidación completa de todas las formas de control e influencia del imperialismonorteamericano sobre las Fuerzas Armadas, mediante la expulsión de la misión militar norteamericana y la anulación de todos aquellos convenios o tratados que establecen esa influencia y control.

h) Expulsión de los jefes y oficiales que se hayan distinguido como elementos motores al servicio de las tiranías y de la dominación imperialista o que sean responsables de delitos contra el pueblo.

i) Abolición del código y reglamentos militares existentes.

j) Disolución de los actuales ¨cuerpos de seguridad¨

k) Supresión de todo el sistema de comandancias locales y patrullas, por ser innecesario en la nueva situación.

l) Juzgamiento y castigo de los culpables de crímenes, atropellos y arbitrariedades contra el pueblo.

Medidas para la creación del Estado y del Gobierno Revolucionario:

a) Instauración del Gobierno Revolucionario encabezado por las fuerzas de vanguardia en la revolución.

b) Colocación en los puestos de dirección de la administración pública de los hombres mas honestos, capaces y leales a la causa de la revolución del pueblo, que se hayan destacado en sus luchas, y los cuales devengaran sueldos modestos.

c) Promulgación de leyes revolucionarias que normen la transformación de la estructura económica, política y social del país.

d) Creación de todos los organismos estatales necesarios para realizar las transformaciones revolucionarias del país.

e) Reorganización del poder Judicial sobre la base de las necesidades del nuevo derecho revolucionario.

f) Reestructuración de las Fuerzas Armadas sobre las bases siguientes:

Primera:
Participación de las masas populares en las nuevas fuerzas armadas.

Segunda:
Formación de los nuevos cuadros militares provenientes de las filas del pueblo, mediante una educación basada en la lealtad a la Revolución. Los oficiales y jefes del actual ejército, a quienes se considera aptos para incorporarse a las nuevas Fuerzas Armadas, conforme a las nuevas normas, podrán hacer uso de ese derecho a voluntad.

Tercera:
Promulgación de una nueva legislación militar a tono con el nuevo papel de instrumento del pueblo que debe jugar el ejército.

Cuarta:
Establecimiento de una disciplina basada en la conciencia revolucionaria y democrática y no solamente en la obediencia.

g) Creación de cuerpos de seguridad revolucionarios, y de organismos de vigilancia revolucionaria integrados por el pueblo.
h) Promulgación de una nueva Constitución Política que consagre la nueva estructura económica, política, jurídica y social creada por la Revolución.

La constitución estatuirá la forma republicana de gobierno, y establecerá una estructura estatal completamente democrática cuyos órganos representan en forma genuina los intereses de los obreros, los campesinos, la pequeña burguesía y la burguesía nacional.

Tanto la constitución como la legislación secundaria consagraran la propiedad capitalista, la propiedad personal y familiar, la propiedad corporativa y la propiedad estatal, como las cuatro formas básicas de la propiedad dentro de la nueva estructura económica.

La Constitución Revolucionaria establecerá un régimen ampliamente democrático de derechos y libertades para el pueblo, que haga posible su participación activa y su influencia permanente sobre toda la marcha del Estado.

POLITICA EXTERIOR DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO

La política exterior del gobierno Democrático de Liberación Nacional tendrá como orientaciones fundamentales la defensa de la soberanía y la independencia nacional, la solidaridad con todos los pueblos que luchan contra el imperialismo norteamericano y el apoyo a las aspiraciones libertarias de todos los pueblos; el desarrollo de relaciones amistosas con todos los países sobre la base del respeto mutuo y la mutua conveniencia; la no agresión, la no intervención de unos estados en los asuntos internos de otros estados; la defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos, la solución de todos los conflictos internacionales por la vía de la negociación, y la preservación de la paz mundial. En consecuencia, aquella política llevará a la práctica las siguientes medidas concretas:

a) Liquidación de toda intromisión extranjera en los asuntos internos del país y especialmente de la que ejerce el imperialismo yanqui a través de su embajada diplomática y sus diversas agencias.

b) Expulsión de todas las misiones militares, policiacas, culturales, económicas y técnicas norteamericanas que vulneran la soberanía salvadoreña.

c) Anulación de todos los tratados y convenios internacionales que de alguna manera lesionan la soberanía nacional, estorban nuestro desarrollo económico y cultural, o comprometen al país en la política de agresión del imperialismo.

d) Mantenimiento y desarrollo de las relaciones diplomáticas, económicas y culturales con todos los países del mundo, inclusive los Estados Unidos, sobre la base del mas estricto respeto a nuestros derechos y a nuestra independencia.

e) Política Centroamericanita orientada a la unificación del Istmo atendiendo tanto a los intereses populares y la lucha por la liberación nacional, como los derechos de los cinco países y las necesidades del desarrollo multilateral de los distintos pueblos y nacionalidades que componen la familia centroamericana.

f) Aplicación en los organismos internacionales, mundiales y regionales de una línea independiente que sirva a los intereses de nuestro pueblo, al progreso de la humanidad, y a la defensa de la paz entre todas las naciones.

g) Apoyo firme a los planes que aseguran el cese de la carrera armamentista y el desarme general y completo.

h) Prescripción y castigo de toda propaganda de guerra dentro del país.

TRASNFORMACION REVOLUCIONARIA DE LA ESTRUCTURA ECONOMICA

El desarrollo económico nacional estará basado en la transformación revolucionaria de la actual estructura económica.
Esa transformación responderá a los intereses de la mayoría de la nación , y aprovechara la capacidad creadora del pueblo trabajador y el impulso de la iniciativa privada patriótica.
La nueva estructura económica descansará sobre cuatro formas básicas de propiedad:
1)Estatal , que dentro del nuevo régimen representará una propiedad de todo el pueblo, a diferencia de la actual propiedad estatal que por corresponder a un Estado al servicio de las clases explotadoras internas y del imperialismo, constituye un instrumento en las manos de estas fuerzas y no de todo el pueblo.

2) Cooperativa: Propiedad colectiva organizada voluntariamente en la producción, la distribución o el consumo, en la ciudad y en el campo, y cuyos beneficios habrán de repartirse entre asociados de acuerdo con sus aportes en trabajo o en bienes.

3) Personal y Familiar, sobre los objetos de uso personal, la vivienda y los medios de producción no utilizados para la explotación de otras personas.

4) Capitalista, Propiedad de los medianos y grandes propietarios de la ciudad y el campo , cuyos intereses coinciden con el desarrollo económico nacional independiente y con la necesidad de elevar las condiciones de vida del pueblo.

Contrariamente a lo que sostienen tesis reaccionarias, el desarrollo económico nacional liberador de un país como el nuestro es perfectamente posible , apoyándose de manera fundamental y decisiva, en los acuerdos internos y , en segundo termino, en la ayuda económica y técnica proporcionada por países mas desarrollados sobre la base del mas estricto respeto a la soberanía nacional y de la efectiva conveniencia a los intereses del país.

Principios para emancipar la economía nacional del dominio de la oligarquía y el imperialismo

a)Aplicación de la Reforma Agraria que liquide el monopolio feudal de las tierras y las relaciones sami-feudales de producción, terrajes , trabajo gratuito atributos diversos al terrateniente, deudas, etc.,. Se expropiara la tierra a los grandes terratenientes para entregarla en propiedades a los campesinos pobres y medios que no tengan en cantidad suficiente, a los arrendatarios, mozos, colonos y obreros agrícolas. Se expropiará la tierra que pase un límite que en todo caso no será mayor de 100 hectáreas (143 manzanas).
Las tierras menores de ese limite no serán expropiadas; y a los latifundistas que quieran colaborar en le reconstrucción nacional, se les dejará esa extensión para que lo trabajen.
A cada campesino se le entregara un mínimo de tierra de acuerdo con la zona y al grado de fertilidad de los suelos; se les proporcionará ayuda técnica, así como ayuda crediticia a baja tasa de interés y largo plazo para la adquisición de instrumentos de labranza, abonos y semilla seleccionada. El estado podrá formar y administrar granjas cuando, lo considere necesario para impulsar el desarrollo de la agricultura. Se fomentará las cooperativas agrícolas, sobre la base del principio de la voluntariedad. La ley de Reforma Agraria seguirá y desarrollará estos principios fundamentales.

b) Nacionalización del sistema bancario, para garantizar que esta funcione al servicio del desarrollo económico nacional. A los depositarios se les garantizará la propiedad de sus depósitos.

c) Racionalización y diversificación del comercio exterior, para romper con el monopolio que sobre estas actividades ha venido ejerciendo la oligarquía en perjuicio del pequeño y mediano productor y de los intereses nacionales, y por otra para destruir al control del imperialismo yanqui y su bloqueo sobre las relaciones con el mundo socialista, y para comerciar con todos los países del mundo sobre la base de la conveniencia mutua.
d) Nacionalización de la industria eléctrica, de los ferrocarriles, de los puertos, de las empresas monopolistas y de todas las grandes empresas de servicios públicos, con el objeto de mejorar y aumentar los servicios que prestan e impedir la fuga de divisas. Las utilidades provenientes de estas empresas se destinaran íntegramente a impulsar el desarrollo del país y el bienestar del pueblo.

Técnicas para lograr un acelerado desarrollo económico nacional.

a) Creación de un organismo estatal encargado de la planificación y dirección del desarrollo económico integral de la nación. Partiendo de los puntos pertinentes establecidos en este programa, ese organismo movilizará y aprovechará impulsar al máximo la organización de los recursos nacionales y los que nos proporcionan otros países más desarrollados.
b) Impulsar la industrialización nacional, dando preferencia, de acuerdo con los recursos disponibles, a la industria básica, y tratando al mismo tiempo de fortalecer nuestra independencia económica y de satisfacer las necesidades provenientes del pueblo. Para este fin se dará protección económica y se concederá reducciones , exoneración de impuestos a las industrias atendiendo a su importación económica y así evitará la importación de artículos extranjeros
c) Diversificación y mecanización de la producción agrícola. Mejorar los niveles de vida de nuestro pueblo.
d) Aplicación de una reforma tributaria que alivie progresivamente a las grandes mayorías de la población de las cargas impositivas, comenzando por la disminución gradual de los impuestos indirectos. El sistema tributario se basará fundamentalmente en el impuesto directo progresivo de acuerdo con el principio de que ¨paguen mas los que tienen más¨.
e) Formulación de un presupuesto estatal de las necesidades del desarrollo económico nacional y del mejoramiento de las condiciones de vida materiales y culturales del pueblo. Se pondrá termino al despilfarro y se garantizara estrictamente la honestidad en el manejo de los dineros del pueblo. La ley de salarios establecerá una escala justa de salarios, poniendo fin a la marcada desproporción actual.
f) Creación de un Instituto Nacional del café , que agrupe a diversas instituciones cafetaleras ahora existentes. El Instituto se encargará del fomento de la industria cafetalera, manejara sus propios beneficios y monopolizará la exportación del café . Asimismo, facilitará el crédito a todos los productores, liberándolos de la opresión y la explotación a que los ha tenido sometidos la oligarquía. Fijará en fin, el precio interno del café y el precio de su beneficio. El café será defendido como una riqueza nacional, al mismo tiempo se regulará la extensión de las tierras dedicadas a este cultivo. Los impuestos sobre el café serán reformados, buscando:

a) Estimular la mayor productividad,
b) Distribuir con justicia las cargas tributarias entre los productores.

g) Creación de un Instituto de Comercio Exterior a cuyo cargo estará la orientación de las transacciones internacionales de acuerdo con las necesidades del desarrollo económico independiente.
h) Protección y fomento de la pequeña y mediana empresa industrial agrícola comercial.

Las grandes transformaciones revolucionarias en el campo, las medidas revolucionarias para el sustancial y rápido mejoramiento de las condiciones de vida de las grandes masas del pueblo y la completa liquidación del desempleo en un plazo relativamente breve, multiplicaran la capacidad de compra de todo el pueblo, impulsando el rápido crecimiento e las ventas para el pequeño y mediano comercio y la pequeña y mediana empresa agrícola e industrial. Pero además de estas naturales consecuencias positivas que las grandes transformaciones revolucionarias producirán por sí solas, se tomaran entre otras las siguientes medidas en favor de esas empresas:

a) establecimiento de un variado y ágil sistema crediticio que contempla todas las formas del crédito a corto, mediano y largo plazo, con la participación de Bancos nacionalizados y los nuevos que se creen al efecto.

b) ayuda técnica para el mejoramiento de la producción de la mediana empresa industrial y agrícola.

c) asistencia técnica, crediticia y de planificación a los pequeños industriales, artesanales o fabriles, para la modernización de su equipo y de sus métodos de producción.

d) Especial estimulo, mediante ayuda de todo tipo, al desarrollo y modernización de la pequeña industria alfarera, jarciara, textil manual, de calzado y panadera.

e) Aplicación inmediata de un programa de protección y ayuda al pequeño comercio de los mercados y plazas, que contemple básicamente las medidas siguientes:

1) Crédito fácil y de bajo interés
2) Construcción de mercados modernos con amplios y suficientes puestos de venta para todas las locatarias, en todas las zonas populosas de las grandes ciudades y en todas las poblaciones
3) Reducción del alquiler de los puestos en los mercados a lo estrictamente necesario para cubrir los gastos de administración, aseo y otros servicios.
4) Creación de guarderías infantiles, escuelas, clubes y clínicas asistenciales para atender el cuidado y educación de toda la población infantil de los mercados y a la salud y esparcimiento de la población adulta de los mismos.

TRANSFORMACION REVOLUCIONARIA DE LAS CONDICIONES
DE VIDA MATERIALES Y CULTURALES DEL PUEBLO

Un objetivo fundamental de la Revolución Democrática de Liberación Nacional es el mejoramiento radical de las condiciones de vida materiales y culturales de la población.

En materia religiosa, el Gobierno Revolucionario respetará la libertad de creencias y de cultos.

Para alcanzar el objetivo de mejoramiento de las condiciones de vida material y cultural del pueblo, el programa Revolucionario de nuestro Partido incluyó las siguientes medidas:

a) Elevación de los ingresos de la población trabajadora, mediante la aplicación de una escala justa de remuneración que parta de un salario mínimo capaz de satisfacer las necesidades materiales y espirituales de la familia.
b) Mejoramiento efectivo de las condiciones generales de trabajo, y aplicación de una política de avanzadas prestaciones sociales.
c) Creación de un régimen de absoluta igualdad de derechos y oportunidades para la mujer, en los campos políticos, laboral, cultural y familiar. Deberá desaparecer todo tipo de discriminación contra la mujer. Se reconocerá en forma amplia su derecho al trabajo, sobre la base del principio ¨a trabajo igual, salario igual¨.
La mujer tendrá igualdad de oportunidades para su formación profesional.
Se brindará protección a la maternidad, garantizando los derechos de la mujer en estado de embarazo y estableciendo una amplia red de clínicas de maternidad. Se dará ayuda a las madres con numerosa prole.

d) Creación de un régimen efectivo de derechos de la niñez. Eliminación progresiva del trabajo de la infancia que impide su educación y desarrollo. Establecimiento de un sistema de ¨gotas de leche¨, jardines de infancia, guarderías infantiles y alimentación complementaria en las escuelas.
e) Reforma radical del régimen de la vivienda, que contempla una drástica disminución del monto de los alquileres y se oriente a convertir a cada familia en propietarios de su casa. Con objeto de resolver el problema de la escasez de vivienda y el de su insalubridad e incomodidad actuales, se pondrá en práctica un amplio e intensivo programa estatal de construcción de edificios multifamiliares con todos los servicios y comodidades. Al mismo tiempo se impulsará la actividad privada de construcción de viviendas y se les proporcionará las mayores facilidades crediticias.
f) Transformación del sistema hospitalario y sanitario general, de manera que esté en capacidad de atender a toda la población del país.
g) Acción para erradicar el flagelo de la desnutrición. Prevención y lucha contra las enfermedades provenientes de las actuales condiciones de miseria e insalubridad, especialmente enfermedades como la tuberculosis, el paludismo, los parásitos intestinales, etc.
h) Transformación del sistema educacional, comprendiendo sus fines, métodos y programas. Rápida y total liquidación del analfabetismo. Creación de una amplia red de escuelas primarias que absorba a toda la población escolar.
Impulso a la educación técnica, media y superior, para atender a las tareas del desarrollo de la agricultura, de la industria y de la cultura nacional.
Apoyo estatal a la educación científica superior con el fin de incorporar al país al movimiento científico internacional.

i) Reforma universitaria que convierta a la Universidad en una Institución al servicio del desarrollo cultural y científico del país, cuyas puertas estén abiertas a las amplias masas de la población.
j) Reforma de los sistemas judicial-penal, penitenciario y carcelario con vistas a transformar a los delincuentes en personas útiles a la nueva sociedad.
k) Especial atención a la creación de parques, balnearios, casas de reposos para el disfrute de las grandes mayorías.
l) Desarrollo del deporte y la cultura física en todas sus manifestaciones, mediante la construcción de canchas, estadios, gimnasios, etc., tanto en la ciudad como en el campo, y dotándolos de instrumental y los equipos necesarios.
m) Estímulo a la cultura y el folklore nacionales, mediante la creación de centros e instituciones adecuados.
n) Estímulo al trabajo intelectual mediante el apoyo a los escritores, investigadores y artistas, procurando especialmente aprovechar el extraordinario caudal de valores que surgen del pueblo.

EL PAPEL Y LA LUCHA DEL PARTIDO COMUNISTA DE EL SALVADOR

El Partido Comunista de El Salvador, surgido del seno de la clase obrera salvadoreña tiene más de treinta años de vida, más de treinta años que han sido de lucha heroica, de abnegación , de sacrificio. El partido fue fundado en Marzo de 1930 en el marco de un gran ascenso del movimiento popular, por un grupo de los más destacados y experimentados dirigentes de la clase trabajadora. Su creación respondió a una necesidad histórica imperativa, y constituyó sin duda un acontecimiento de capital importancia para todo el desarrollo del movimiento revolucionario en el país.

El PCS es el partido de la clase obrera, representa los intereses fundamentales de esta clase que es la más avanzada de la sociedad salvadoreña y la única capaz de llevar hasta sus últimas consecuencias la revolución anti feudal y anti-imperialista, y proseguir hasta la construcción de una nueva sociedad en la que ya no existan las clases. Debido a esto mismo, el PCS representa en general los intereses básicos de todas las clases y capas revolucionarias y progresistas del país. Es su vanguardia organizada y el abanderado de sus luchas.

El PCS está constituido por el conjunto de organismos en que se hallan agrupados, conforme los principios leninistas de organización, los elementos revolucionarios de la clase obrera, de la clase campesina y de las demás clases sociales que luchan por el socialismo y el comunismo como metas últimas. La base ideológica del PCS es el Marxismo-Leninismo, la teoría científica del proletariado internacional, y aquel se esfuerza en aplicarla creadoramente a la realidad concreta de nuestro país.

Desligado del pueblo el Partido se convierte en una secta sin perspectivas. No puede conocer las necesidades de las masas, ni las realidades de la situación nacional, y no le es posible en tales condiciones trazar líneas y planes correctos.

Por ello, para cumplir con su papel de dirección, es norma fundamental para nuestro Partido la de recoger en el seno de las masas el conocimiento de la realidad.

Élites agrarias, estructura económica y transición hacia la democracia en El Salvador

Élites agrarias, estructura económica y transición hacia la democracia en El Salvador
*Ana Sofía Cardenal (Dra. en Ciencias Políticas. Profesora asociada de Ciencias Políticas. Universitat Autònoma de Barcelona)
Afers Internacionals, núm. 34-35, pp. 125-147 CIDOB 1996

La ola de transiciones que se inició a mediados de los años setenta en Europa del
Sur y América Latina, la llamada tercera ola (Huntington, 1991), ha aumentado el número
de democracias que se cuentan en el mundo. Durante ésta, más países han pasado a
ser democráticos que en ningún otro momento democrático previo (Huntington, 1991).

Además, esta forma de Gobierno, por primera vez, se ha extendido a nuevas áreas del
planeta. En 1993, el número de países que tenían elecciones competitivas y garantías en
el orden de los derechos políticos y sociales –alrededor de la mitad de los representados
en Naciones Unidas (107)– superaba en más de un tercio al de dos décadas anteriores
(Freedom Review, 1993: 3-4, citado en Lipset, 1994: 1).

Aunque eso no significa que todos ellos entren en la categoría de democracias plenas, cuanto menos, han avanzado en alguna dimensión de la misma. El aumento de democracias tampoco ha sido resultado de un movimiento unidireccional, sino en las dos direcciones. Mientras que, en los últimos quince años, 15 países se han convertido en democracias, 12 han dejado de serlo (Diamond, 1989: 142).

Aun así, globalmente, el número de democracias se ha doblado desde 1974 (Diamond; Linz; Lipset, 1995: 1). Uno de los resultados de ese aumento de democracias ha afectado a la relación entre “desarrollo económico” y “democracia”. La entrada al club de las democracias de muchos países cuyo desarrollo económico los hacía candidatos poco probables, no sólo ha desafiado la hipótesis del “umbral mínimo” de Dahl (1971) y Huntington (1984), por debajo del cual la democracia tendría pocas probabilidades de desarrollarse, sino que también ha debilitado la correlación entre “desarrollo
económico” y “democracia” (Diamond, 1992)1.

Una segunda consecuencia, implícita en la anterior, de la reciente ola democratizadora es que muchos de los países que han transitado a la democracia lo han hecho sin que estuvieran presentes las condiciones –no sólo socioeconómicas, sino también culturales, históricas e internacionales– que en los años sesenta se asociaban a la democracia. Desde esa perspectiva, El Salvador se presenta como un caso paradigmático, ya que inició su transición no sólo sin que estuvieran presentes las condiciones de los años sesenta, sino con algunas de las condiciones más negativas posibles2.

Aunque este país superó el umbral mínimo por encima del cual aumentan las posibilidades de alcanzar una democracia en los años sesenta (Seligson,1987), a finales de los años ochenta, todavía tenía una concentración del ingreso muy superior a la media de los países industrializados, ninguna experiencia con la democracia, una cultura política autoritaria, excluyente y con hondas raíces en la violencia, y una economía dependiente. A todo eso habría que añadir que El Salvador inició su transición
cuando la economía se encontraba en uno de sus peores momentos, después de 12
años de guerra3.

Aunque la ausencia de condiciones aconsejaría utilizar –al mismo tiempo que validaría– el nuevo enfoque sobre transiciones, que se caracteriza por trasladar la explicación de las condiciones estructurales a las variables de acción, las características de nuestro caso de estudio nos llevarían a destacar la importancia de los factores estructurales en la transición salvadoreña. En particular, aquí se argumenta que fue necesaria una condición para que la democracia pudiera ser posible en El Salvador; esto es, la erosión del poder de la élite agraria.

En casi todos los países centroamericanos, el desarrollo de un sector de agroexportación en la segunda mitad del siglo XIX llevó al surgimiento de poderosas élites agrarias (con la excepción de Nicaragua y Honduras, cuyas élites económicas se han distinguido por ser más débiles que en el resto de los países). En El Salvador, la oligarquía agraria, que creció al amparo del sector del café, posiblemente gozó de un poder relativo mayor que sus vecinas, debido a la menor presencia de una fuerza transnacional, la debilidad de otros sectores sociales, la homogeneidad que la ha caracterizado, y el control que ejerció sobre el Estado4.

Esa fuerza unida a otras características esenciales de su poder –sobre las que después abundaremos-, como su dependencia de la tierra y de mano de obra barata y abundante, la convirtieron en el principal obstáculo para la democracia hasta 1979. Aquí trataremos de demostrar que, por primera vez, en los años ochenta, se produjo un debilitamiento de la élite agraria salvadoreña que afectó a la base económica de su poder, y que ello hizo posible y contribuye a explicar el resultado alcanzado en los años noventa con los acuerdos de paz. Con el fin de resaltar las transformaciones estructurales que acontecieron con la guerra y de demostrar nuestra hipótesis, las contrastaremos con los efectos escasamente democratizadores que tuvo la modernización económica de los años cincuenta y sesenta en la élite económica. Pero antes nos detendremos un poco más en nuestro argumento.

EL ARGUMENTO

El primer autor en plantear la incompatibilidad entre una democracia y la existencia
de una poderosa élite agraria fue Barrington Moore (1966). Moore se interesó en las
transiciones desde sociedades agrarias a sociedades modernas, y el papel desempeñado en
ellas por las clases agrarias, para explicar tres resultados políticos distintos: las democracias
burguesas (Inglaterra, Francia y Estados Unidos), el fascismo (Alemania y Japón), y el comunismo (China y la URSS).

De su estudio se desprende que sólo en aquellos casos donde la élite agraria no desempeñó un papel protagonista en la transición hacia la modernidad, sólo allí donde ésta resultó debilitada por el proceso mismo de modernización, se pudo alcanzar un resultado democrático. Ahora bien, si esa idea aparece como una conclusión clara de su estudio, Moore (1966) no explica por qué es necesario un debilitamiento, una erosión del poder de la élite agraria para que pueda emerger la democracia.

En otras palabras, Moore no explica qué es lo que hace difícilmente compatible la existencia de una poderosa élite agraria con la democracia. De la observación de sus casos,
sencillamente asume que la eliminación o el debilitamiento de la oligarquía agraria se convierte en una condición necesaria de la ruta democrática hacia la modernidad.

Otros autores, como Rueschemeyer, Stephens y Stephens (1992) o Paige (1975),
recogiendo la idea de Moore (1966), han ido un poco más lejos a la hora de explicitar
la relación entre las élites agrarias y la democracia o de sugerir ideas acerca de ésta. Por
ejemplo, Rueschemeyer, Stephens y Stephens (1992) tienden a explicar el carácter antidemocrático de la élite terrateniente en función de la amenaza que para ella representa la organización de las clases subalternas.

El factor más importante que determina, según ellos, el grado de amenaza percibido por la élite reside en el uso o no de mano de obra intensiva; aunque la existencia de partidos clientelistas puede contribuir también positivamente a suavizarla5.

Paige (1975), por su parte, plantea que el grado de dependencia de la élite económica de la tierra y de la gente (mano de obra) condiciona o incide en su forma de resolver los conflictos. Así, cuánta mayor sea la dependencia de la élite de la tierra y de mano de obra, mayor será la probabilidad de que ésta recurra a medios políticos y no económicos para resolver los conflictos; y viceversa, una menor dependencia de la élite de la tierra y la gente, aumentará la probabilidad de que utilice medios económicos y no políticos para resolver los conflictos6.

Sobre la base de lo que dicen estos autores ya puede ofrecerse una explicación un poco más sistematizada sobre la relación entre las élites agrarias y la democracia. Aunque antes deberíamos hacer algunas aclaraciones metodológicas. Tanto Rueschemeyer, Stephens
y Stephens (1992) como Paige (1975) se centran, en sus respectivos trabajos, en las condiciones estructurales para explicar un resultado; la democracia, en el primer caso, y las
revoluciones agrarias, en el segundo. La diferencia es que los primeros, debido a la propia
naturaleza de su estudio, tienden a establecer un vínculo directo entre las estructuras y el resultado, mientras que el segundo introduce una variable en su esquema explicativo que conecta las estructuras con el resultado: el comportamiento de la élite.
Puesto que difícilmente las estructuras son capaces por sí solas de producir un resultado –si no es a través de los actores– en nuestro esquema explicativo el comportamiento de la élite también actuará como la variable intermedia que conecte las estructuras con el resultado. Dicho esto, nuestra hipótesis sobre la incompatibilidad entre una poderosa élite agraria y la democracia se fundamenta en dos características que definen el poder de la élite agraria en El Salvador: por un lado, el control sobre la tierra y, por otro lado, la dependencia de mano de obra barata y abundante7.
Estas características –a las que nos referimos como “Condición Moore”– se presentan como obstáculos a la democracia, ya que tienden a producir un comportamiento antidemocrático en la élite económica. ¿De qué forma, pues, condicionan el comportamiento de la élite?
La primera característica, la de control sobre la tierra, influiría en la forma de resolver
los conflictos por parte de la élite, ya que estaría relacionada con el tipo de bienes, fijos o fluidos, en que se basa su poder. Como reza el argumento de Paige (1975) es posible pensar que la naturaleza de los bienes actúa sobre el margen de maniobra, mayor o menor, que tiene la élite para resolver los conflictos de forma pacífica y cooperativa. Así, dependiendo de si los bienes son fijos, como la tierra, o fluidos, como el capital, ese margen de maniobra puede verse ampliado o reducido. Aunque los bienes fluidos no garantizan que
los conflictos se resuelvan de forma cooperativa, al permitir juegos de suma positiva (donde
las ganancias de unos no tienen por qué convertirse en pérdidas para los otros), aumentan
las posibilidades de la cooperación.

Mientras que los bienes fijos, como la tierra, al favorecer juegos de suma cero (donde las ganancias de unos suelen traducirse en pérdidas para los otros), tienden a reducir las posibilidades de resolver los conflictos por la vía de la cooperación. Por tanto, si bien no puede decirse que el tipo de bienes determine un resultado político, podemos pensar que los bienes fijos tienen una influencia negativa más acentuada en la producción de un resultado democrático que los bienes fluidos.

Si a la importancia de la tierra (es decir, al predominio de bienes fijos) le añadimos
la dependencia de la élite de mano de obra barata y abundante, las posibilidades de alcanzar
una democracia aún se verían más reducidas. Eso se explica, según el planteamiento de
Rueschemeyer, Stephens y Stephens (1992), por la amenaza (mayor, si el uso de mano de obra es intensivo) que constituye para la élite económica la organización de las clases subalternas.

En El Salvador, el elevado grado de amenaza que siempre representó para la élite
salvadoreña la organización de los sectores campesinos y trabajadores estaba asociado a la
lógica de un modelo agroexportador y de una economía dirigida hacia afuera que hacía depender la supervivencia del sistema de mantener unos costos laborales bajos y un abastecimiento constante de mano de obra. La dependencia de la élite de mano de obra abundante explicaría su frontal oposición a las demandas y a la organización de las clases subalternas, y su disposición a utilizar métodos coercitivos y represivos en las relaciones laborales8.

LA MODERNIZACIÓN ECONÓMICA

Entre mediados de los años cincuenta y finales de los sesenta, tuvo lugar en El
Salvador, como en el resto de los países centroamericanos, un proceso de modernización
de su economía. Esa modernización consistió en impulsar, por un lado, una diversificación
de la producción agrícola, hasta ese momento basada casi exclusivamente en el café, y, por otro, una política de industrialización mediante sustitución de importaciones.

Si bien, la economía se diversificó, experimentando también un importante crecimiento,
eso no trajo consigo cambios sustanciales en la estructura económica ni redundó en una mejor distribución de los recursos. Pese a los intentos por modernizar e industrializar la economía, la tierra y la agroexportación continuaron siendo los pilares sobre los que descansaban todas las actividades económicas, y el crecimiento económico no repercutió en un mejor reparto de la riqueza, sino que, muy al contrario, aumentó la concentración de la misma en manos de la élite agroexportadora.

La diversificación agrícola, que llevó a un importante crecimiento del algodón y el azúcar9, lejos de crear oportunidades nuevas en el campo, aumentó los problemas, ya existentes, de concentración de la tierra y polarización social. Por un lado, el crecimiento del algodón y el azúcar aumentaron la superficie agrícola dedicada a los cultivos comerciales –que ya era considerable antes de la aparición de estos productos-, en detrimento de la agricultura de subsistencia. Así, el área sembrada para cada uno de los cultivos de exportación fue aumentando hasta el final de la década de los setenta, creciendo en un 50% para todos en su conjunto, mientras que el área dedicada a la agricultura de subsistencia se redujo en casi un 10% (Pelupessy, 1987b: 57).

Por otro, ese incremento de la superficie dedicada a la agricultura comercial, al estar en manos de los poseedores del capital, reforzó la tendencia hacia la concentración de la tierra y aumentó la polarización social. En 1970, un 86,7% de las familias poseía menos de 4
hectáreas (Brockett, 1988: 74) y alrededor del mismo porcentaje (un 86%) ocupaba el
19% de la tierra, mientras que en el otro extremo, el 2% de las familias rurales estaba en posesión del 65% de la tierra cultivable (Weeks, 1985: 115). Asimismo, la creciente
marginalización del campesinado, provocada por esa lógica de concentración, se tradujo
en un aumento vertiginoso de la población sin tierra: si en 1971, la población sin
tierra era del 21,1%, en 1975, el porcentaje aumentó a un 40,9%, y en 1981, a un 60%
(Brockett, 1988: 74-75; Mason, 1986: 500)10.

La industrialización (o política de sustitución de importaciones) que se inició a principios de los años sesenta con la creación del Mercado Común Centroamericano (MCC) no logró desplazar en importancia a la agroexportación ni modificar esencialmente la estructura económica, pese al crecimiento que experimentó el sector industrial
en el PIB durante esos años11. Algunos datos pueden servir para ilustrar el tipo de
industrialización que acabó predominando.
En primer lugar, como suele ser típico de la industrialización en países subdesarrollados, el tipo de industria que predominó fue la de transformación o de acabado. Las empresas extranjeras aprovecharon las ventajas fiscales y arancelarias para establecer empresas que sólo transformaban los productos en su etapa final. El principal problema de ese tipo de industrialización es que no llegó a significar una fuente sustancial de empleo. Así, mientras la producción manufacturera aumentó en un 24% entre 1961 y 1971, el empleo sólo creció el 6% (Burke, 1976:482). Además, este tipo de industrialización dependía no sólo de la importación de tecnología y recursos, sino también de la demanda extranjera para los productos de venta final, lo que la hacía muy vulnerable a las fluctuaciones externas.
Así, en los años setenta, la crisis económica mundial y el fracaso de la integración centroamericana llevaron a las industrias manufactureras de El Salvador a operar entre el 45% y 83% de su capacidad (Burke, 1976: 482). En segundo lugar, el tipo de industrialización también se reflejó en la importancia del sector tradicional principalmente, la industria de alimentación, vestido y calzado– en el conjunto del producto industrial. En 1975, los productos de consumo representaban el 69,9% de la producción. Mientras que los sectores propios de una industrialización avanzada, la industria intermedia y de bienes pesados, tuvieron un peso mucho menor, llegando a significar, en 1975, un 28,6% y un 2,1% de la producción, respectivamente (Weeks, 1985: 139).
Sobre los efectos de la industrialización en la estructura económica podríamos decir que no logró disminuir la importancia del sector agroexportador, sino que más bien se subordinó a él. La mayoría de las industrias que surgieron durante esos años estaban ligadas a la agroexportación. Eso explicaría el peso que tuvo el sector industrial tradicional, cuya materia prima se nutre de productos de origen agrícola, y la composición de las industrias de carácter intermedio que más crecieron: el sector químico, compuesto en su mayor parte por industrias de fertilizantes e insecticidas que crecieron
ligadas a la expansión del algodón.

La agricultura también continuó manteniendo la misma importancia, si no mayor, en el conjunto del PIB (alrededor del 30%, al lado del 17% del sector manufacturero), y siendo la principal fuente de empleo (Bulmer-Thomas 1987: 271, 273). Además, con el fracaso del MCC, la industrialización se sumió en una grave crisis, que fue signo de su debilidad. A partir de los años setenta la participación del sector manufacturero en el PIB empezó a declinar, y si la economía creció significativamente entre 1970 y 1977, se debió a un aumento de los precios y de las exportaciones de los productos tradicionales.

Si la modernización económica no logró disminuir la importancia del sector agroexportador, ¿cuáles fueron sus efectos en la élite económica? Con la modernización, la élite extendió el control que ya tenía sobre todas las fases de producción del café –la tierra, la producción, el procesamiento y la exportación– a las nuevas áreas de actividad económica: el algodón, el azúcar, la industria, la banca, lo que tuvo como resultado un aumento de la concentración económica.

La modernización, como ya hemos mencionado, aumentó la concentración de la tierra. Un estudio realizado en 1976 señalaba que el 92,49% de las explotaciones (250.539) trabajaban sólo el 27,12% de la superficie agrícola del país, mientras que el 0,7% de las explotaciones (1.941 de más de 100 hectáreas) trabajaban el 38,67% de la superficie agrícola, y 15 explotaciones de 2.500 hectáreas trabajaban 49.534,5 hectáreas (Colindres 1976; 467).

En 1979, menos del 1% de los propietarios agrícolas controlaba el 40% de la tierra y el 2% de la población controlaba el 60% de la tierra en la forma de plantaciones superiores a 100 hectáreas (Mason, 1986:499). Esa concentración aún era más acentuada en los procesos de comercialización, los cuales –como se ha señalado– por su propia naturaleza aumentan las posibilidades de una excesiva concentración (Sebastian, 1979).

Si en 1930, 24 familias controlaban la mayor parte del procesamiento del café, en 1980-81, 15 de las 23 procesaban cuatro quintas partes del café (Paige, 1993). Asimismo, en 1974, los 10 mayores exportadores exportaban el 61,78% del café y los 18 primeros, el 75,85% (Colindres, 1976: 471).

La concentración que ilustran esos datos en realidad es aún mayor porque en todas
las actividades se solapan los mismos propietarios: es decir, las familias que aparecen como los principales terratenientes son también, y en general, las mismas que figuran entre los más importantes procesadores y exportadores. De las 40 familias terratenientes poseedoras de más de mil hectáreas, 10 están entre las principales procesadoras y/o exportadoras12.

Si tenemos en cuenta que éstas últimas actividades no las controlan más de unas 20 familias, podremos concluir que alrededor de un 50% de las familias procesadoras y/o exportadoras están también entre las principales terratenientes. Del mismo modo, los principales productores de algodón se encuentran entre los 30 más importantes terratenientes del país (Williams, 1986). Otros datos reflejan también ese solapamiento de la propiedad: de los 26 grupos familiares productores de 10 o más quintales de café, 15 están entre los principales terratenientes del país, 23 son también procesadores y trece están entre los principales exportadores. Además, en ese grupo de 26 familias productoras de café se encuentran 12 de las 14 familias algodoneras más importantes (todos excepto Wright y Nottebhom) y nueve de las 10 principales productoras de azúcar13.

Pero la omnipresencia de la élite económica no se detiene ahí, sino que se extiende
también a otra área clave del ciclo agroexportador: la banca. Por ejemplo, hasta 1979,
la propiedad de cuatro de los principales bancos del país –el Salvadoreño, de Comercio, Agrícola Comercial y Capitalizador– estuvo ligada directamente a familias agroexportadoras (Guirola, Dueñas, Regalado, Álvarez, Escalante-Arce, Sol Millet, Borja, Natán y Alfaro). Mientras que el nexo entre los otros cuatro bancos –Crédito Popular, Cuscatlán, Financiero e Internacional– y la élite agroexportadora no fue tan notorio (ver Dunkerley, 1988: 344; y Baloyra, 1982: 29).

La industrialización pudo haber contribuido a diversificar la economía y a crear
una burguesía con intereses en la industria y sin conexiones con la agroexportación.
Sin embargo, una buena parte del capital que financió el proceso procedió del sector agroexportador; y aunque los años cincuenta se caracterizaron por un aumento de la presencia del capital extranjero, la inversión extranjera en El Salvador sólo llegó a representar algo más del 10% para toda la región (Dunkerley, 1988: 351).
Todo ello sin contar que la mayor parte de las inversiones realizadas por el capital extranjero se hicieron en asociación con la élite económica. De un total de 168,6 millones de inversión extranjera, 135,3 millones de colones (o sea, el 80%) se invirtieron conjuntamente con la élite económica (Gordon, 1989: 60). Además, la participación de la élite cafetalera en el proceso de industrialización fue cuatro veces superior a la de cualquier otro grupo económico (Barry, 1987: 51). Sobre 1.426 sociedades anónimas, registradas en 1971 en El Salvador, el 53,2% del total del capital social de esas empresas pertenecía a 59 familias cafetaleras.
De ellas, 30 eran productoras, procesadoras y exportadoras de café; 15 eran productoras y procesadoras y 14 eran sólo productoras (Gordon, 1989: 60).
De un listado de familias con inversiones en la industria destaca que las principales
inversiones correspondieron a nombres de la élite agroexportadora (como De Sola,
Guirola, Álvarez, Quiñonez, Meza Ayau, Liebes, Salaverría, Regalado, González Guerrero,
Hill). Sólo dos familias sin conexiones a la agroexportación (Siman y Freund) realizaron inversiones por encima de los 100 millones de colones (ver Sevilla, 1984).

Esos datos demuestran que la modernización económica de los años cincuenta
y sesenta no sólo no consiguió deshacer una estructura cuyo pilar descansaba en la
tierra sino que tampoco logró fraccionar y debilitar a una oligarquía cuyo poder emanaba directamente de ésta. Desde su base de poder, el negocio del café, la élite económica extendió su control a las nuevas áreas productivas, llegando a ejercer un
monopolio casi total sobre la economía.

Esa concentración de poder económico que ha distinguido a la oligarquía salvadoreña, más que a ninguna de sus vecinas centroamericanas, la ha convertido en el mejor ejemplo de una “élite de productores integrada” (Paige, 1987), llevando a otros autores a acuñar términos como “la bestia de las tres patas” (Torres Rivas, 1982)14, “el cuadrado mágico” (Baloyra, 1982) y la “pirámide de poder” (Sebastián, 1979) para referirse a ella.

Ahora bien, el que la principal beneficiada del proceso de modernización fuera la élite agroexportadora no significa que al amparo de este proceso no surgiera un pequeño núcleo o grupo económico con intereses en la industria y en la creación de un mercado doméstico. Lo que explica que éste no lograra imponer su proyecto fue su escasa fuerza tanto económica como política (Baloyra, 1982; Dunkerley, 1988). Hasta 1979, los intereses agrarios continuaron dominando las principales organizaciones de interés de la élite económica, como la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) y la Cámara de Comercio e Industria Salvadoreña (CCIS), y siendo la principal influencia dentro del Estado.

Como veremos, fueron los cambios estructurales que acompañaron a la guerra los
que debilitaron a la élite económica, y explican que ésta se viera obligada a modificar
su comportamiento.

LA GUERRA Y EL AUGE DE UNA NUEVA ECONOMÍA

Tras el fracaso del golpe reformista de 1979, en 1980, dio comienzo una guerra civil en El Salvador que se prolongó durante 12 años –hasta la firma de los acuerdos en 1992-, y causó la muerte de más de 75 mil salvadoreños. El objetivo aquí no es analizar las causas que dieron origen a la guerra (por lo demás, muy bien analizadas por otros autores15) sino destacar algunas consecuencias del conflicto.

Como resultado de la guerra y de los procesos que la acompañaron, en los años ochenta se produjeron cambios en la economía, que desplazaron la base de poder de la élite económica de la tierra a las actividades comerciales16 y contribuyen a explicar el cambio de comportamiento de la élite económica17. Esos cambios o transformaciones
tuvieron como características más destacadas el declive del sector agroexportador y el auge de una economía subsidiada que tuvo el efecto de potenciar las actividades comerciales (Weeks, 1985).

Una caída en la producción

Después de tres décadas de crecimiento ininterrumpido, en los años ochenta, la
economía salvadoreña entró en una profunda depresión. Entre 1978 y 1982, el PIB
cayó hasta un 23%, reduciéndose un cuarto y situándose en los niveles de 1974. Aunque
en 1985 la economía sufrió una ligera recuperación, creciendo un 1,5%, al final de la
década el PIB seguía sin haber recuperado el nivel de antes de la guerra, estando aún
un 13% por debajo de 1979 (Murray Meza, 1992).

Uno de los factores que sin duda influyó en esa crisis de producción fueron las adversas condiciones internacionales, que marcaron la entrada en los años ochenta, y se tradujeron en una caída de precios de los productos tradicionales y en unos términos de cambio desfavorables. Sin embargo, las condiciones internacionales, por sí solas, no explicarían la gravedad de la crisis; para explicar la grave situación económica que azotó a El Salvador en los años ochenta es necesario tener en cuenta que ésta coincidió con el comienzo de la guerra. La incertidumbre política que marcó el final de los años setenta y el inicio del conflicto llevaron a una salida masiva de capital privado del país.

Ese fenómeno alcanzó tales proporciones que se le atribuye la crisis en la balanza de pagos entre 1978 y 1981 (Bulmer-Thomas, 1987: 238). Por otra parte, y como resultado también de la incertidumbre e inseguridad generadas por la guerra, en los años ochenta, la inversión privada cayó por debajo del 50%, comparada con el 70% y el 80% en los años cincuenta (Gorostiaga y Marchetti, 1988: 125). Si a la descapitalización y a la desinversión –ambas consecuencia del clima de inseguridad provocado por la guerra– se añaden los costos de la guerra y las pérdidas provocadas directamente por el conflicto –que sumaron unos 3,1 billones de dólares (Murray Meza, 1992: 107)– se puede tener una idea del impacto que la guerra tuvo en la situación económica del país.

La crisis del sector agroexportador

Lo más destacable, sin embargo, de la crisis fue el declive de la agricultura de exportación a partir de 197918. Entre 1975 y 1980, la agricultura de exportación representaba en torno al 20% del PIB, mientras que en los años de guerra su participación
descendió al 14% hasta situarse en un pírrico 3% en 1993 (Wood, 1995)19. ¿Qué explica
una crisis tan profunda del sector agroexportador? Sin duda, como ya mencionamos
en el apartado anterior, las condiciones internacionales, al provocar una caída en los
precios de los productos tradicionales y crear unos términos de cambio desfavorables,
influyeron en esa situación. Sin embargo, las causas principales de la crisis habría que buscarlas en la guerra y en los procesos políticos y sociales que la acompañaron20.

En primer lugar, la guerra y las reformas –sobre todo, la reforma agraria– provocaron
una gran incertidumbre entre la élite económica. En 1980, el Gobierno aprobó la primera fase de la reforma agraria que decretaba la expropiación de las propiedades por encima de 500 hectáreas, y afectaba a un 15% de la tierra cultivable. Esta medida y la perspectiva de sucesivas expropiaciones que bajo la segunda fase de la reforma debían afectar a las propiedades entre 100 y 500 hectáreas de extensión, donde se concentraban el 70% de la producción de café (Simon y Stephens, 1982), generó una gran inseguridad e incertidumbre entre los propietarios agrarios.

Aunque la segunda fase de la reforma no se llegó a implementar gracias a que la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) consiguió en 1982 una mayoría en la Asamblea que le permitió bloquearla, la incertidumbre se mantuvo hasta que la Asamblea no fijó en 250 hectáreas (en lugar de 100 hectáreas, como originalmente estaba previsto) el límite de extensión susceptible de ser expropiado (Wood, 1995). Incluso después de eso, otros factores como los ataques de la guerrilla a las propiedades y a la infraestructura,
siguieron generando inseguridad en el campo. Además, por más obstáculos que
se pusieron a la segunda fase de la reforma, las expropiaciones sólo pudieron aplazarse tres
años (es decir, se concedía un plazo de tres años a los propietarios para que pudieran vender, alquilar o parcelar sus tierras, después del cual se procedería a su expropiación).

El clima de inseguridad e incertidumbre que generaron esos procesos se reflejó, además de en la salida masiva de capital privado, en la venta y el abandono de tierras. Entre 1978 y 1987, 400,4 mil manzanas cambiaron de propietario, aunque sólo el 25% de ellas fue objeto de compra-venta (Montoya, 1991: 549). En 1984, el Ministerio de Agricultura y Ganadería evaluaba que de un total de 294.500 manzanas cultivadas en 1980, el 42,6% (125.600) había sido abandonada por sus propietarios. De ese porcentaje de tierras abandonadas el 98% era propiedad privada y sólo el 1,5% correspondía al sector reformado. En 1991, el problema persistía, aunque la diferencia en la cantidad de tierra abandonada en los dos sectores –el reformado y el no reformado– había disminuido21.

Otro indicador de la pérdida de interés de los propietarios en sus tierras –causada por la poca seguridad que ofrecía un escenario en guerra y las reformas– se reflejó en la pérdida de productividad del sector no reformado frente al reformado (Pelupessy, 1993: 174).
En segundo lugar, en aquellas zonas afectadas por la reforma, su aplicación tampoco
contribuyó a aumentar la productividad del sector. Las tierras afectadas por la fase I
de la reforma –en las que se concentraba un 10% de la producción de café, un 38% de la de algodón y un 43% de la de azúcar– nunca llegaron a alcanzar los niveles de productividad de antes de la guerra (Pelupessy, 1993; Johnson, 1993). Eso fue debido a varios factores.

En primer lugar, las tierras expropiadas bajo la fase I debían constituirse en
cooperativas, y esa nueva forma de organización colectiva, al frente de la cual estaban además campesinos que hasta entonces sólo se habían dedicado a trabajar las tierras, exigía
un cierto tiempo de aprendizaje. En segundo lugar, la desorganización administrativa llevó
a frecuentes retrasos en los créditos. Por último, muchas de las cooperativas estaban sometidas a fuertes presiones tanto de los propietarios como de la guerrilla, y cuando no sufrían ataques de unos o de otros, estaban obligadas a pagar un impuesto revolucionario.

En tercer lugar, la nacionalización del comercio y de la exportación de café, que
debía afectar principalmente a los procesadores, acabó perjudicando sobre todo a los
productores22. Estos últimos, además de cargar con un aumento de los costes de producción –derivado, en parte, del coste de implementación de las reformas y de otros
factores-, sufrían también constantes retrasos en los pagos, mientras que los procesadores
solían cobrar siempre por adelantado.

En cuarto y último lugar, las políticas aplicadas por el Gobierno reformista tampoco
beneficiaron al sector, ya que trasladaban el excedente de la agroexportación a otros sectores más protegidos como la industria y el comercio (Stanley, 1995; Wood, 1995).
Durante este periodo, fue particularmente grave la crisis del café, cuya importancia
en la economía salvadoreña ha excedido tradicionalmente a la de cualquier otro producto.

Entre 1975 y 1979, el café representaba alrededor del 47% de las exportaciones
agrícolas, comparado con el 10% del algodón, el 6% del azúcar y el 1% del ganado
(Reinhardt, 1989: 457). Además, en los años setenta el café siguió creciendo tanto en
área sembrada como en producción y conservó uno de los rendimientos más elevados
del mundo (Pelupessy, 1987b: 57). Ese crecimiento se estancó en los años ochenta. El
clima de guerra y la inseguridad provocada por las reformas, la política de precios al
productor aplicada por el Instituto Nacional del Café (INCAFE) y la roya de café –una
plaga que llegó a afectar el 17% del área sembrada– fueron las principales causas de la
crisis (Pelupessy, 1987b: 57).

Entre 1979-1981 y 1992, el área sembrada de café disminuyó un 9% y la cosecha se redujo un 12% (Wood, 1995). Todo ello afectó a las exportaciones, cuyo valor disminuyó de 1.712 a 1.006 millones de colones entre 1979 y 1983. En 1985, El Salvador había pasado de ser el quinto exportador mundial de café a ocupar el décimo lugar (López, 1986: 396). En 1989 y 1992-1993, el sector cafetalero no se había recuperado todavía de la crisis: malas cosechas y bajos precios internacionales mantuvieron la producción a niveles muy por debajo de los previos a la guerra. Si antes del conflicto los ingresos derivados del café doblaban los del Gobierno, en los años noventa pasaron a representar la mitad de los ingresos del Gobierno (García, 1992: 102). Asimismo, la contribución del café al presupuesto nacional cayó de un
40% y 60% a un 20% y 30%, lo que redujo sensiblemente la capacidad financiera de la élite cafetalera frente al Gobierno (García, 1992: 102).

Una economía subsidiada

Ahora bien, si como hemos intentado demostrar, en los años ochenta, el sector agroexportador entró en crisis, ¿qué sustentó a la economía durante esos años? La crisis de la agricultura de exportación fue compensada por la entrada masiva de divisas procedentes del exterior, primero, en forma de ayuda norteamericana para la guerra y, después, de remesas procedentes de refugiados salvadoreños viviendo en el extranjero. Este fenómeno de subsidiarización de la economía, además de evitar la bancarrota, tuvo el efecto de potenciar las actividades comerciales (Weeks, 1985; Gorostiaga y Marchetti, 1988), cuyo aspecto más llamativo ha sido la proliferación de MacDonalds, Pizzas Huts etc., y la apertura de grandes centros comerciales (malls) que han transformado San Salvador.

Entre 1981 y 1989, unos 6,5 mil millones de dólares entraron en El Salvador en
forma de ayuda norteamericana. Sólo en 1985, esa ayuda representó una cantidad igual
al 20% del PIB y equivalente al total de gastos del Gobierno salvadoreño (Johnson, 1993).
Esa inyección de dinero evitó que la economía se colapsara en los años ochenta, pero
¿cuáles fueron sus efectos en la estructura económica del país? Si miramos las cifras de
distribución de esa ayuda, sólo un pequeño porcentaje (el 15%) se invirtió en el desarrollo
social y económico del país, mientras que la mayor parte (el 45%) se dedicó a financiar
actividades directa o indirectamente relacionadas con la guerra (Diskin y Sharpe,
1986: 379).

Además, una buena parte de esa ayuda contribuyó al enriquecimiento ilícito de grupos que estaban en posición de sacar ventaja de ella, como los militares y algunos sectores de la élite económica. Eso creó una nueva clase de ricos, si bien lo hizo a costa de favorecer comportamientos sociales ligados al enriquecimientos fácil y rápido.

Aunque con el fin de la guerra se redujo sustancialmente la ayuda norteamericana, esta fuente de financiación externa fue sustituida por las remesas procedentes de salvadoreños que vivían en el extranjero, principalmente en Estados Unidos. A finales de los años ochenta, las remesas ya superaban en importancia a la ayuda procedente de
Estados Unidos y, poco después –lo que es más importante–, llegaron a sobrepasar también a las exportaciones. Pero lo más destacable de este fenómeno son sus efectos en la estructura social y económica del país.

Por un lado, las remesas han beneficiado a las clases pobres, lo que está creando importantes disparidades en los niveles de vida de la población, que también las incluye a ellas (Gorostiaga y Marchetti, 1988: 133). Por otro, el aumento de los ingresos de las familias más pobres ha favorecido un auge del comercio y de los servicios, que se han convertido en los sectores más dinámicos, junto a las exportaciones por maquila.

¿Cómo han afectado estos cambios en la élite económica? Aunque las reformas no
consiguieron en muchos casos sus objetivos, éstas impactaron de forma distinta entre
los sectores de la élite económica y tuvieron el efecto de fragmentar a la oligarquía (Johnson, 1993). La reforma agraria, por ejemplo, que originalmente debía afectar a
alrededor de la mitad de la tierra cultivable y, posiblemente, al 48% de la población
rural (Diskin, 1985: 3), sólo acabó afectando a poco más de un tercio de la tierra potencial,
el 23%, y algo más de un quinto de la población rural (Pelupessy, 1993: 164, 171).

Además, la fase más importante de la reforma, la segunda, que hubiera afectado un
cuarto de la tierra cultivable y a las tierras más productivas (las propiedades entre 100
y 500 hectáreas) donde se localizaba el 70% de la producción de café (Simon y Stephens,
1982: 15), no se llegó a implementar nunca, por la oposición de la oligarquía. Con
todo, la fase I consiguió implementarse en su totalidad, y aunque en ella sólo se concentraba una décima parte del área dedicada a la producción de café, afectó a algunos de los más importantes propietarios y productores de café (Regalado, Dueñas, Guirola, Álvarez, Salvador Mathies, Salaverría, Meza Ayau, Sol Millet y Daglio)23.

Eso sin contar que los efectos indirectos de la reforma fueron tan importantes o más que los directos (Pelupessy, 1993: 174). Ya hemos visto que los factores psicológicos asociados a la reforma, y la amenaza y el miedo de expropiación llevó a muchos propietarios a vender,
dividir o abandonar sus tierras, y eso aumentó por la vía indirecta el acceso a la tierra
y la movilidad en el campo. Ahora bien, si los más afectados negativamente por la reforma agraria fueron los propietarios, los más perjudicados por la nacionalización del comercio y exportación de café no fueron los procesadores, sino de nuevo los productores.

El Estado fue en buena parte responsable de crear esos efectos, a través de su política de asignación de precios (Pelupessy, 1987b; López, 1986), ya que con la nacionalización del comercio él mismo había pasado a ser un procesador más (Stanley, 1995). Algunas de las medidas a través de las cuales el Estado, o el INCAFE, favoreció a los procesadores en detrimento de los productores fueron las siguientes. Primero, los precios pagados al productor se bajaron mientras que las tarifas por transformación se subieron.

Segundo, el Estado permitió a los procesadores descontar del productor un porcentaje superior técnicamente justificado por las mermas de café. Tercero, las actividades de los procesadores eran financiadas en su totalidad con los fondos públicos, mientras que los costos financieros de estos créditos eran cargados a los productores (Pelupessy, 1987b: 72). Por último, el impuesto de exportación, a través del cual el Estado pretendía aumentar su recaudación por actividades de comercialización, también recayó sobre las espaldas de los productores, que vieron aumentar los costes de producción al mismo tiempo que
caían los precios de los productos tradicionales. Todo eso, además, tuvo el efecto de
perjudicar más al pequeño y mediano productor que al grande, aunque éste también
vio reducidas sus ganancias (López, 1986: 40).
Si la política del Estado perjudicó más a los productores que a los procesadores, éstos últimos tampoco llegaron a perder nunca el control sobre el procesamiento tras la nacionalización. Aunque, inicialmente, el INCAFE comenzó procesando un 27,9% del total de café procesado en el país, su cuota de participación en esta actividad se redujo progresivamenre en beneficio de los procesadores privados (López, 1986). En el periodo comprendido entre 1983-1984, el INCAFE sólo procesaba ya un 3,8% del total de café procesado en el país. Todo esto dio de nuevo a los procesadores privados un alto poder de negociación en la fijación de precios al productor (López, 1987: 406).
De todo lo dicho puede concluirse que los grandes perdedores dentro de la élite económica fueron los sectores cuyos principales bienes eran fijos –los terratenientes y productores–.

Este sector no pudo desplazar sus pérdidas a otros sectores o negociarlas con el Estado porque eran fijas. Por otra parte, esa misma condición fija e indivisible de sus
bienes, que en un principio hacía de la guerra la opción que maximizaba sus intereses,
los convirtió en los sectores más vulnerables a la misma.

En cambio, los ganadores fueron los sectores cuyos intereses se estructuraban alrededor de bienes fluidos –los procesadores, exportadores, banqueros e industriales-. Esos sectores no sólo pudieron desplazar sus pérdidas a otros sectores, sino que también las pudieron negociar con el Estado.

Entre los grupos que más fortalecidos salieron con los cambios estructurales destacan
los procesadores, quienes pese a haberse beneficiado del viejo modelo agroexportador
se encontraban mejor situados y pertrechados para hacer frente a los cambios. Por un lado, ya hemos visto que la naturaleza de sus actividades les permitió trasladar
los costos de las reformas a los productores. Por otro, la mayoría de ellos tenía inversiones en otros sectores que les sirvieron como colchón frente a la crisis económica
(Johnson, 1993).

Pero, junto a los procesadores, otros grupos menos tradicionales de la élite económica, con vínculos en la industria y las finanzas, también consiguieron prosperar durante estos años. Eso fue posible gracias a unas políticas económicas del Gobierno que favorecieron sobre todo a los sectores industrial, comercial y financiero, frente al agrario. La ausencia del país de las familias tradicionales de la élite económica, que se exiliaron durante la guerra, también facilitó que estos sectores menos tradicionales del empresariado, la mayoría pequeños y medianos empresarios, ganaran influencia dentro de las organizaciones de la derecha.

Ese nuevo equilibrio de poder dentro de la élite económica, caracterizado por el
ascenso de los sectores ligados a intereses industriales y comerciales, se reflejó en las
principales organizaciones de derecha. Durante la movilización empresarial de 1987,
por ejemplo, la elaboración de la política cafetalera y el protagonismo ya no corrió a
cargo de la Asociación Salvadoreña de Café (ASCAFE), la organización que agrupaba
a los productores, sino de la Asociación de Beneficiados de Café (ABECAFE), una organización que había dejado de representar a los productores tradicionales, y ya sólo representaba a los procesadores (Paige, 1993).

El más ilustrativo de los cambios que afectaron a la élite económica fue la organización de los sectores no tradicionales en una organización nueva, Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES), que con el tiempo se convirtió no sólo en una plataforma de influencia para esos sectores, sino en el organismo con mayor capacidad de incidencia en la política económica del Gobierno. Según Johnson (1993: 226), de los 248 fundadores de FUSADES, sólo 11 pertenecían a la élite agroexportadora, y entre ellos destacaban varios procesadores, como De Sola, Hill, Cristiani-Burkard y Salaverría. Del mismo modo, familias con tanta raigambre en la agroexportación como los Dueñas, Wright, Guirola, Regalado, Magaña, Meléndez y Quiñónez, estuvieron ausentes de FUSADES.

Además, los principales dirigentes de FUSADES en 1985, 1988 y 1990 fueron nombres que no pertenecían a los sectores tradicionales de la élite económica (Simán, Orellana, Velasco,Torres, Zablah, Cartagena, Cabrales y Mejía). Por último, el ascenso de un sector moderado de la élite económica también se reflejó dentro de ARENA, a partir de 1985. La derrota de ARENA, en las elecciones de ese mismo año, abrió las puertas a una mayor influencia de ese sector, que culminó con el nombramiento de Cristiani como secretario general del partido en 1987.

CONCLUSIONES

Los cambios en la economía que se han destacado aquí no sólo explican el cambio
de comportamiento de la élite económica, sino que también hicieron posibles los
acuerdos de paz. En primer lugar, porque aumentaron los costos de continuar la guerra para la derecha, o para un sector dominante de ella. Al inicio del conflicto, la opción que maximizaba los intereses de la élite económica era la militar, ya que el objetivo era erradicar a la fuerza que ponía en peligro la continuidad de un sistema basado en el monopolio sobre la tierra y la mano de obra.

Sin embargo, el paso del tiempo (sin que mejoraran las posibilidades de derrotar al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional–FMLN–) y el aumento de la inestabilidad en el campo convirtieron la opción que en un principio aparecía como un beneficio, la guerra, en un costo (Wolf, 1992: 12). La guerra, el miedo a las reformas y la crisis del sector habían llevado a muchos propietarios a abandonar sus tierras, en algunos casos, porque la inversión no resultaba rentable y, en otros, porque se encontraban en áreas ocupadas físicamente por la guerrilla.

En cualquier caso, la recuperación de esas tierras, ya fuera para volver a invertir en ellas o para venderlas, pasaba por encontrar una solución satisfactoria a la guerra. De ese modo, las nuevas generaciones de propietarios pasaron a adoptar una posición más favorable frente a la negociación (Wolf, 1992: 13). Pero también las oportunidades ligadas a la nueva economía habían convertido la continuación de la guerra en un costo.

Aunque los cambios en la economía habían sido una consecuencia de la guerra, su continuación no permitía ahora a los sectores más ávidos del empresariado obtener ventajas de las actividades en auge –el comercio, los servicios y, en menor medida, la industria.

De ahí, que los sectores cuyas inversiones se habían desplazado a esas nuevas actividades, o que veían en la nueva economía buenas posibilidades de enriquecerse, tuvieran fuertes incentivos para poner fin a la guerra. El apetito económico de estos sectores había convertido la guerra en un verdadero obstáculo.

Pero los cambios en la economía no sólo posibilitaron los acuerdos al elevar los costos de continuar la guerra, también permitieron la aceptación por parte de la élite de la reforma militar y el capítulo socioeconómico, incluído en los acuerdos. De haber continuado vigente el viejo modelo agroexportador hubiera sido impensable no ya que la élite aceptara la reforma militar –la cual suponía el desmantelamiento del brazo represivo
sobre el que se apoyaba el modelo anterior–, sino su mero planteamiento. Si la élite aceptó
tanto la reforma militar como el capítulo socioeconómico de los acuerdos (que incluía
el reparto de tierras y la creación de un Foro Económico, en el que debían estar representados en términos de igualdad empresarios, trabajadores y Gobierno) fue porque ya
no percibía que sus intereses estuvieran tan ligados al viejo sistema agroexportador.

Todo eso nos llevaría a destacar el papel desempeñado por los factores estructurales
en el proceso de transición salvadoreño, lo que contrastaría con la escasa atención
que el nuevo enfoque sobre transiciones ha prestado a ese tipo de variables. Ahora bien,
esa afirmación exige hacer por lo menos dos aclaraciones. Primero, los factores estructurales no se han presentado aquí como causa sino como condición de la transición.

Nuestro planteamiento ha sido que ciertas estructuras –la existencia de una poderosa
élite agraria, y el uso de mano de obra barata y abundante– constituyeron un obstáculo para la democracia en El Salvador hasta 1979, y que fue necesaria su eliminación para que pudieran abrirse espacios a la misma. Segundo, el hecho de que aquí se haya destacado la importancia de los factores estructurales no significa que éstos hayan de tener siempre la misma relevancia. De hecho, como admiten Rueschemeyer, Stephens y Stephens (1992) la importancia de las variables estructurales depende del estadio de desarrollo, y, además, una vez establecidas instituciones, éstas tienden a producir subsiguientes resultados políticos. Si los factores estructurales han adquirido tanta relevancia en el caso salvadoreño es por la preponderancia que el sector agroexportador mantuvo en El Salvador hasta 1979.

Su centralidad explicaría la ausencia de una serie de variables intermedias asociadas con el desarrollo económico –como el grado de complejidad de la economía, la existencia de organizaciones sociales autónomas, la forma de relación entre la sociedad civil y el Estado, y la existencia de valores basados en la confianza y la tolerancia-, que a su vez condicionarían el grado de autonomía de la política.

Hasta cierto punto, las transformaciones estructurales ocurridas durante la guerra
cambiaron ese panorama. Primero, porque han alejado a El Salvador de una economía
agraria centrada exclusivamente en el modelo agroexportador para insertarlo en el seno de una economía más compleja, diversa y sometida a las presiones de la globalización.

Y, segundo, porque han introducido una semilla de institucionalidad, plasmada en los
acuerdos, de la que dependerá la futura evolución democrática de ese país. Por último, en la transición salvadoreña destacaría la importancia de los factores internos, y en particular de la guerra. Eso no quiere decir que los factores internacionales
no desempeñaran un papel también crucial en el proceso. De hecho, las negociaciones
no habrían sido posibles con la oposición de Estados Unidos (como ya ocurrió
en 1984 y 1985), y sin su participación los militares no se hubieran sentado en el banquillo.

Ahora bien, son factores internos, como la guerra y los procesos que la acompañaron,
los que explican la transformación de los sujetos de la negociación (Wood,
1995). Una comparación entre El Salvador y Guatemala serviría para demostrar que
unas buenas condiciones internacionales –el fin de la Guerra Fría y el cambio en la
política exterior norteamericana hacia Centroamérica– deben ir respaldadas por cambios
internos para promover con éxito un proceso de transición. En países, cuyas estructuras
y comportamientos se han caracterizado por su oposición a todo cambio, la atención a los factores internos aún estaría más justificada.

Referencias bibliográficas

Aubey, R. T. (1969). “Entrepreneurial Formation in El Salvador”, Explorations in Entrepreneurial History, Second Series, Vol. 6, 3, (Spring-Summer).
Baloyra, E. (1982) El Salvador in Transition. The University of North Carolina Press.
Baloyra, E. (1983) “Reactionary Despotism in Central America”, Journal of Latin American Studies. Vol 15: 295-319 (November).
Barry, T. (1987) Roots of Rebellion. Boston: South and Press.
Brokcett, C.(1988) Land, Power, and Poverty. Boston Unwin Hyman.
Bulmer Thomas, V. (1987) The Political Economy of Central America since 1920. Cambridge University Press.
Burke, M. (1976) “El sistema de plantación y la proletarización del trabajo agrícola en El Salvador”. ECA, 335-336, septiembre-octubre.
Cabarrús, E. (1983) Genésis de una revolución. México D.F.: Ediciones de la Casa Chata.
Cardenal, A. S. (1996) “Élites Agrarias y democracia: Una explicación del proceso de transición en El Salvador”, Universidad Autónoma de Barcelona (Tesis Doctoral)
Colindres, E.(1976) “La tenencia de la tierra en El Salvador”. ECA, 335-336, (septiembre-octubre).
Élites agrarias, estructura económica y transición hacia la democracia en El Salvador
Fundació CIDOB, 1996 Colindres, E. (1977) Fundamentos económicos de la burguesía salvadoreña. UCA Editores. Cuenda, B. (1992) El poder intangible. San Salvador: CRIES. Dahl, R. (1971) Polyarchy: Participation and Opposition. New Haven and London: Yale University Press. Diamond, L. (1989) “Beyond Authoritarianism and Totalitarianism: Strategies for Democratization”, The Washington Quarterley, Vol. 12, 1. Diamond, L. (1992) “Economic Development and Democracy Reconsidered”. Reexamining Democracy (Essays in Honor of Seymour Martin Lipset). Sage Publications. Diskin, M. (1985) Agrarian Reform in El Salvador. An Evaluation. San Francisco: Institute for Food and Development Policy. Diskin, M. (1989) “El Salvador: Reform Prevents Change”. Searching for Agrarian Reform in Latin America. Boston: Unwin Hyman. Diskin, M. y Sharpe, K. E. (1986) “El Salvador.” Confronting Revolution: Security Through Diplomacy in Central America. New York: Pantheon Books. Dunkerley, J.(1988) Power in the Isthmus. London: Verso. Eguizábal, C. (1992) “Parties, Programs, and Politics in El Salvador”. Political Parties and Democracy in Central America. Westview Press.
García, J. Z. (1989) “El Salvador: Recent Elections in Historical Perspective”. Elections and Democracy in Central America. Chapell Hill: University of North Carolina Press.
García, J. Z. (1992) “The Tanda System and Institutional Autonomy of the Military”. Is There a Transition to Democracy in El Salvador? Woodrow Wilson Center (Current Studies on Latin America). Lynne Rienner. Boulder.
Gaspar Tapia, G. (1989). El Salvador: El ascenso de la nueva derecha. San Salvador: CINAS.
Gordon, S. (1989) Crisis política y guerra en El Salvador. México: Siglo XXI.
Gorostiaga, X. y Marchetti, P. (1988) “The Central American Economy: Conflict and Crisis”. Crisis in Central America, Westview Press.
Guido Véjar, R. (1988) “El Estado en el proceso de industrializacion salvadoreño”. El Salvador: Una historia sin lecciones, Costa Rica: FLACSO.
Higley, J. , Ghunter, R. (eds). (1992) Elites and Democratic Consolidation in Latin America and Southern Europe. Cambridge University Press.
Holiday, D. y Stanley W. (1993) “La construcción de la paz. Las lecciones preliminares de El Salvador”, Estudios Centroamericanos,531-523, (enero-febrero).
Huber Stephens, E. (1989) “Capitalist Development and Democracy in South America”, Politics & Society, vol 17, 3.
Huber Stephens, E. (1990) “Democracy in Latin America: Recent Developments in Comparative Historical Perspective”, Latin American Research Review, Vol. 25, 2 (Review Essays).
Huntington, S. P. (1984) “Will More Countries Become Democratic”, Political Science Quarterly,Vol. 99, 2, (Verano).
Huntington, S. P. (1991) The Third Wave: Democratization in the Late Twentieth Century. University of Oklahoma Press. Norman & London.
Johnson, (1993) Between Revolution and Democracy: Buissness Elites and the State in the 1980s. Ph.D. Dissertation. Tulane University.
Karl, T. L. and Schamitter, P. C. (1994) “Democratization around the Globe: Opportunities and Risks”. World Security: Challanges for a new Century (2ª edición), New York: St. Martin´s Press.
Lipset, S. M. (1959) “Some Social Requisites of Democracy: Economic Development and Political Legitimacy”, American Political Science Review, vol. 53, 1, (marzo).
Lipset, S. M. (1960) Political Man (The Social Bases of Politics). Anchor Books.
Lipset, S. M. (1994) “The Social Requisites of Democracy Revisited”, American Sociological Review, vol. 59, 1, (febrero).
López, R. (1986) “La nacionalización del comercio exterior en El Salvador: Mitos y realidades en torno al café”, Estudios Centroamericanos, 451-452 (mayo).
López, Vallecillos, I. (1979a) “Fuerzas sociales y cambio social en El Salvador”, ECA 34, 369-370, (julio-agosto).
López, Vallecillos, I. (1979b) “Rasgos sociales y tendencias políticas en El Salvador (1969-1979)”. ECA, 34, 372-373, (octubre-noviembre).
Maravall, J. M. (1995) Los resultados de la democracia. Madrid: Alianza Editorial.
Mason, D. (1986) “Land Reform and the Breakdown of Clientelist Politics in El Salvador”, Comparative Political Studies, Vol. 18, 4, (Enero).
Mena, D. (1979) Los cafetaleros y la industrialización salvadoreña. San Salvador.
Menjívar, R. (1988) “Crisis del desarrollismo”, Una historia sin lecciones, Costa Rica: FLACSO.
Miles, S. y Ostertag, B. (1989) “D’Aubuisson’s New ARENA”, NACLA Report of the Americas, Vol. 23, 2.
Midlarsky M. I. (1989) “Land Inequality and Political Violence”, American Political Science Review, 2, Vol. 83, (junio).
Montgomery, T. S. (1982) Revolution in El Salvador. From Civil Strife to Civil Peace. Westview Press. Boulder.
Montoya, A. (1991) “La realidad agraria en El Salvador”, Estudios Centroamericanos, 512, (junio).
Moore Jr, B. (1966) Social Origins of Dictatorship and Democracy. Boston: Beacon Press.
Murray, Meza, R. (1992) “The State of the Economy”, Is There a Transition to Democracy in El Salvador? Woodrow Wilson Center (Current Studies on Latin America). Lynne Rienner Publishers. Boulder.
O’Donnell, G. y Schmitter, P. (1986) Transitions from Authoritarian Rule: Tentative Conclusions. The Johns Hopkins Press.
Paige, J. M. (1975) Agrarian Revolution: Social Movements and Export Agriculture in the Underdeveloped World. New York: Free Press.
Paige, J. M. (1987) “Coffee and Politics in Central America.”. Crisis in the Caribbean Basin. Sage Publications.
Paige, J. M. (1993) “Coffee and Power in El Salvador”, Latin America Research Review, Vol 28, 3.
Pelupessy, W. (1987a) “Reforma agraria y sector agroexportador”, Estudios Centroamericanos, 461, (marzo).
Pelupessy, W. (1987b) “El sector agroexportador de El Salvador: La base económica de una oligarquía no fraccionada”, Boletín de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, 43, (diciembre).
Pelupessy, W. (1993) “Agrarian Reform and Anti-Reform in El Salvador”. Economic Maladjustment in Central America. New York: St Martin’s Press. Przeworski, A. (1991) Democracy and the market: Political and economic reforms. Eastern Europe and Latin America. Cambridge University Press. Przeworski, A., Limongi, F. (1993) “Political Regimes and Economic Growth”, Journal of Economic Perspectives, 7 (Verano). Reinhardt, N. (1989) “Contrast and Congruence in the Agrarian Reforms of El Salvador and Nicaragua”. Searching for Agrarian Reform in Latin America. Boston: Unwin Hyman. Ruerchemeyer, D., Stephens, E. H, y Stephens, J. D. (1992) Capitalist Development and Democracy. Polity Press. Rustow, D. (1987) “Transición a la democracia: Elementos de un modelo dinámico”. Para vivir la democracia. Santiago de Chile: Aconcagua. Schmitter, P. C. (1994) “Transitology and Consolidology: Proto-Sciences of Democratization?”, (Borrador para publicación en un volumen del programa para Latinoamérica del Centro Internacional para académicos Woodrow Wilson). Sebastián, L. (1979) “El camino económico hacia la democracia”, Estudios Centroamericanos 35, 372-373: 947-960.
Seligson, M. A. (1987) “Development, Democratization, and Decay: Central America at the Crossroads”. Authoritarians and Democrats: Regime Transition in Latin America. The University of Pittsburgh.
Sevilla, M. (1984) El Salvador: La concentración económica y los grupos de poder. México: CINAS.
Simon, L. y Stephens, J. (1982) El Salvador Land Reform, 1980-81. Boston: Oxfam America.
Stanley, W. (1995) “The Protection Racket State: Elite Politics, Military extortion, and the origins of El Salvador’s Civil War”, (Manuscrito entregado a la Temple University Press).
Skocpol, T. (1982) “What Makes Peasants Revolutionary?”, Comparative Politics (Review Article), (Abril).
Torres Rivas, E. (1971) Interpretación sobre el desarrollo social centroamericano. Costa Rica: EDUCA.
Weeks, J. (1985) The Economies of Central America. New York: Holmes & Meyer.
Weeks, J. (1986) “An Interpretation of the Central American Crisis”, Latin American Research Review, Vol 21, 3.
Williams, R. G. (1986) Export Agriculture and the Crisis in Central America. The University of North Carolina Press.
Wolf, D. H. (1992) “ARENA in the Arena: Factors in the Accommodation of the Salvadoran Right to Pluralism and the Broadening of the Political System”, LASA Forum, Vol. 23, 1.
Wood, E. J. (1995) “Economic Structure, Agrarian Elites, and Democracy: the Anomalous Case of El Salvador”, (Ponencia Presentada en el Congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos –LASA–, Washington, D.C.), (Septiembre).

Notas

1. La relación entre el grado de desarrollo económico de un país y la democracia fue establecida y sistematizada, por primera vez, por Lipset (1959). Posteriormente, innumerables estudios cuantitativos y cualtitativos se han dedicado a explorar esa relación. Para una excelente revisión sobre el tema, ver Diamond (1992).
2. Si bien es cierto que la mayoría de los países que realizaron sus transiciones a mediados de los años setenta lo hicieron bajo situaciones de crisis económica –ver Pzreworski y Limogni (1993)-, en general, estos países o gozaban simplemente de mejores condiciones de partida para alcanzar una democracia o en el momento de su transición ya habían desarrollado algunas de las condiciones relacionadas positivamente con la democracia. En el caso de España, por ejemplo, la modernización económica de los años sesenta había llevado a la creación de una economía más compleja y diversificada, al surgimiento y proliferación de organizaciones civiles y sociales autónomas, a un nuevo equilibrio entre el Estado y la sociedad civil, y al desarrollo de valores basados en la confianza y la tolerancia (Maravall, 1995).
3. Pese a que en 1989 la economía salvadoreña experimentó una ligera mejora respecto al año anterior, el PIB se mantuvo a unos niveles muy inferiores a los previos a la guerra (en 1989, el PIB se encontraba todavía un 11,47% por debajo del nivel alcanzado en 1978). Sin embargo, la gravedad de la situación económica en El Salvador a la altura de 1989 se aprecia mucho más claramente en la evolución del PIB per cápita. Si en 1978, el PIB per cápita se aproximaba a los 850 colones, en 1989 éste había caído a cerca de unos 600 colones.
4. Estas son algunas características que pueden extraerse del estudio de Rueschemyer, Stephens y Stephens (1992) como medida de la fuerza y el poder de la élite económica. Ver, particularmente, p. 287.
5. Para Rueschemeyer, Stephens y Stephens (1992) lo que explica que una élite agraria tenga un talante más reaccionario que una élite capitalista es el hecho de que sus operaciones sencillamente suelen exigir un uso más intensivo de mano de obra. Ver, p. 288.
6. Skocpol (1982) tiene razón cuando señala que el mercado también puede imponer severas restricciones a la realización de concesiones, y por tanto no garantizar una salida cooperativa al conflicto. Sin embargo, eso no destruye la lógica del rezonamiento de Paige, por lo menos en lo que respecta a la dependencia de bienes fijos, como la tierra. Y es que si bien los bienes fluidos no garantizan una salida cooperativa y pacífica, los bienes fijos tienden a obstaculizarla.
7. Podríamos destacar una tercera característica del poder de la élite económica salvadoreña que es la concentración de poder económico, de riqueza, en sus manos. Esta característica, que Lipset (1959, 1960 y 1994) relacionó negativamente con la democracia, sin embargo, no se ha mostrado incompatible para su establecimiento, como han demostrado algunos de los países que han transitado recientemente hacia la democracia. Para una explicación más detallada y argumentada sobre ese aspecto, ver Cardenal (1996).
8. El uso relaciones laborales coercitivas ha sido el factor más destacado por Weeks (1986) para explicar las diferencias entre Costa Rica (democracia) y el resto de los países centroamericanos es (autoritarismos). Ver Rueschemeyer, Stephens y Stephens, 1992: 338. La relación negativa entre este factor y la democracia también fue destacada por Moore (1966).
9. De estos dos productos el crecimiento más importante lo experimentó el algodón, que pasó de representar un 1,5% de las exportaciones, en 1940, a comprender un 15% de la mismas, a principios de 1960 (Johnson 1993: 129). Aunque el azúcar nunca llegó a tener la
misma relevancia que el algodón, este producto se benefició del embargo decretado a Cuba
por Estados Unidos. Mientras que cuatro años antes del embargo el crecimiento en la producción de azúcar fue de 1,1%, cuatro años después del mismo su producción aumentó un 24% (Colindres, 1977: 74).
10. El espectacular aumento de la población sin tierra en El Salvador no sólo fue un efecto de la creciente exclusión del campesinado provocada por la expansión de la agricultura comercial y la introducción de relaciones capitalistas en el campo, sino que se explica también, a partir de los años setenta, por el regreso de los miles de salvadoreños refugiados en Honduras, tras la guerra que mantuvieron ambos países en 1969.
11. Si en 1950, la contribución del sector industrial al PIB era del 12%, en los años sesenta, el producto generado por ese sector creció casi dos veces y media y su participación en el PIB pasó a ser de un 19% (Guido Véjar, 1988: 157; Menjívar, 1988: 241).
12. La lista de los 40 principales terratenientes del país fue elaborada por Colindres (1976, 1977). Sobre ésta puede consultarse también Dunkerley, 1988.
13. Los 26 principales grupos agroexportadores (productores de café, algodón y azúcar) aparecen recogidos en Colindres, 1976, p. 471; Baloyra, 1982, p. 27; y Dunkerley, 1988: 343. Para una lista de los 24 principales grupos exportadores de café, ver las mismas fuentes. Los principales procesadores se incluyen en el trabajo de Paige, 1987, p. 178. Sobre los nombres que componen la élite algodonera de El Salvador, ver Williams, 1986, p. 202. Todos estos datos pueden consultarse también en Johnson, 1993.
14. Citado en Paige, 1987: 179.
15. Ver, entre otros, Montgomery, 1982; Baloyra, 1982; Gordon, 1989; Stanley, 1995.
16. Estos cambios en la economía, que alejaron a El Salvador de la agroexportación, también se destacan en los trabajos de Johnson (1993), Stanley (1995) y Wood (1995).
17. En la primera parte de este artículo ya establecíamos la relación entre el tipo de bienes y el comportamiento de la élite económica. Además, por si fuera poco, el caso de Costa Rica y una serie de entrevistas realizadas por Paige (1993) para el caso de El Salvador, demuestran que una élite de procesadores suele ir asociada a un comportamiento más moderado.
18. Durante los años setenta, y hasta 1979, la agricultura de exportación disfrutó de uno de los periodos de mayor crecimiento que había conocido. Ver Wood, 1995.
19. Si bien aquí hemos utilizado directamente los porcentajes ofrecidos por Wood (1995), estos datos proceden de la Revista Trimestral del Banco Central de Reserva de El Salvador. Respecto a la evolución de la agricultura de exportación que aquí se presenta cabe también destacar que si la caída de la agricultura de exportación (EXA) se muestra tan pronunciada es en parte porque en el periodo entre 1975 y 1979 ésta alcanzó una de sus cotas más altas de crecimiento (ver Bulmer-Thomas, 1987; Wood, 1995). En cualquier caso, la crisis de la EXA se refleja en que a partir de 1987 su participación en el PIB alcanzó niveles inusualmente bajos.
20. Con el fin de demostrar que los procesos relacionados con la guerra fueron mucho más importantes que las adversas condiciones internacionales para explicar la crisis de la agricultura de exportación, Wood (1995) compara la evolución de este sector –concretamente, del café– en El Salvador con la de otros países centroamericanos, a los cuales también afectaron las condiciones internacionales. Sus conclusiones son claras: sólo en El Salvador se puede hablar de declive en la producción de café respecto a años anteriores. Ello lleva a Wood a concluir que aunque las condiciones internacionales influyeron, las principales causas de la crisis estuvieron en los procesos políticos y sociales ligados a la guerra. Ver Wood, 1995, p. 23 y 24.
21. Ver Estudios Centroamericanos, 511, mayo, 1991.
22. Ver, sobre todo, López, 1986. El mismo argumento es esgrimido también por Johnson, 1993, Stanley, 1995 y Wood, 1995.
23. Ver Pelupessy, 1987a: 232.