CEM reproduce La actuación durante la guerra de Salvador Cayetano Carpio

CEM reproduce La actuación durante la guerra de Salvador Cayetano Carpio

SAN SALVADOR, 8 de mayo de 2015 (SIEP) “En cumplimiento al compromiso asumido de reproducir el documento La actuación durante la guerra, escrito en septiembre de 1969, por el entonces secretario general del Partido Comunista de El Salvador, PCS, Salvador Cayetano Carpio, hacemos esta publicación…” indicó Roberto Pineda, Coordinador del Centro de Estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete.”

Agregó que “no obstante su trágica y controversial muerte, la praxis y el pensamiento de Salvador Cayetano Carpio (1918-1983), primero Saúl y luego Marcial, es una de las expresiones más genuinas de la izquierda salvadoreña y recoge la experiencia del trabajo sindical y político de izquierda de los años cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo pasado, así como es pionero junto con el Dr. Fabio Castillo del impulso a la lucha armada contra la dictadura militar en los años setenta y principios de los ochenta.”

“En este escrito Saúl analiza en detalle y documenta la conducta seguida por la dirección del Partido Comunista, PCS, de la que él forma parte, con respecto al conflicto armado con Honduras y somete a una crítica demoledora a las actitudes chovinistas y patrioteras que caracterizaron en aquel momento a esta organización.”

Concluye Pineda que “el documento también señala y anuncia una importante y audaz ruptura, política y teórica, ya que por vez primera desde la derrota de la insurrección en 1932, plantea la necesidad revolucionaria de abrirle espacio a la lucha armada y construir un nuevo partido comunista, tarea que sería cristalizada seis meses después con la constitución de las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí”, organización de la cual recién celebramos el 45 aniversario y que fue uno de los cinco pilares fundamentales para la creación del FMLN.”

La primera parte de este documento puede encontrarse en nuestra página www.ecumenico.org Próximamente divulgaremos la segunda y última parte.

Gramsci y América Latina: Guerra de movimientos-guerra de posiciones

Gramsci y América Latina: Guerra de movimientos-guerra de posiciones
x Daniel Campione

El Estado es el que traza la política general que conviene en primer lugar al gran capital, pero el Estado no tiene que imponer el poder del gran capital hasta sus últimas consecuencias, porque eso equivaldría a perder el consenso de las clases subalternas. Por eso se necesita un conflicto con la Shell por acá, un enfrentamiento con la “oligarquía vacuna” por allá

Seminario “El Pensamiento Vivo de Antonio Gramsci”
Agrupación Contrahegemonía
Martes 17 de abril de 2007

En primer lugar: Gramsci y América Latina. ¿De dónde viene esa relación? Hay relaciones que son constitutivas del marxismo latinoamericano. Por ejemplo, el primer marxista latinoamericano unánimemente reconocido es José Carlos Mariátegui, que tuvo la parte fundamental de su formación intelectual como marxista en Italia, igual que Gramsci, y en una época similar a aquella en la que Gramsci empezaba a actuar como dirigente destacado del entonces Partido Socialista Italiano o del flamante Partido Comunista Italiano. O sea, entre 1921, 1922, por esa fecha Mariátegui está en Italia. Se podría decir que, en un punto, hay una cercanía desde el comienzo entre el marxismo latinoamericano y el marxismo de Gramsci, el marxismo de Italia.

Si nos alejamos de esa coincidencia, porque Gramsci y Mariátegui no se conocieron íntimamente, no se leyeron entre sí, por lo menos la obra que nosotros conocemos como fundamental de Gramsci (porque como ustedes saben, la obra fundamental de Gramsci, los Cuadernos de la Cárcel, se difundieron después de la Segunda Guerra Mundial, después de la muerte de Gramsci en el ’37), ¿cuál es el primer país del mundo en la cual se traduce a Gramsci a otro idioma y se difunde su pensamiento? ¿Lo saben? En Argentina es donde se toman por primera vez, donde a fines de los ’50 se traduce gran parte de los Cuadernos al español.

Más allá de los detalles, de las fechas y los momentos, que quizás no es lo que más nos interesa ahora, lo que hay que tener en cuenta es que Gramsci ingresa en América Latina por Argentina, a fines de los años ’50, entre otras cosas, como una forma de discutir con la política de la izquierda tradicional en nuestro país. Y sobre todo como una forma de jóvenes comunistas de la época, como José Aricó, Oscar del Barco (que creo que no era afiliado al Partido Comunista, pero estaba vinculado), Juan Carlos Portantiero, etc. Una forma que ellos intentan de discutir con la dirección del PC, es basarse en el pensamiento de Gramsci de los Cuadernos de la Cárcel, y plantear temas ligados a la necesidad de renovación de las dirigencias, la necesidad de la formación de intelectuales orgánicos, etc. ¿Por qué esto que suena tan lejano tiene importancia? Porque en esa época no había una izquierda marxista del tipo de la que se pueden imaginar ustedes, la izquierda marxista era básicamente el PC, que era mucho más grande e importante de lo que es ahora en Argentina, y después había pequeños grupos, algunos ligados al trotskismo, otros ligados a alguna otra vertiente. En el momento, discutir con la dirección del PC era discutir con la dirección visible de la izquierda en Argentina. Quiero imaginarme un parangón con algo actual, pero no hay una dirección de la izquierda hoy en la Argentina.

Gramsci penetra por ese lado, como un pensamiento más ágil, más complejo que lo que podía ser el marxismo soviético, el DIAMAT, como se lo dio en llamar después. Era como la forma, el modo de arribar a la formación de una izquierda nueva, de una izquierda renovada. Esta experiencia termina unos años después, cuando a los jóvenes que seguían esta tendencia, al abrigo de un dirigente comunista mayor, Héctor Pablo Agosti, los expulsan del PC. Los expulsan por haber planteado de alguna manera, aunque fuera indirecta y discreta, un cuestionamiento a la dirección partidaria. Pero por ahí entra Gramsci en América Latina, y el itinerario de Gramsci en América Latina es un itinerario de poner nuevos elementos en la discusión, se lo utiliza a Gramsci de muchas maneras diferentes. Se lo utiliza a Gramsci en algún momento para ser uno de los fundamentos del paso a la lucha armada; se lo utiliza en otro para intentar impugnar la idea de democracia representativa y levantar la idea de democracia directa, de democracia de los consejos. En 1983, se toma a Gramsci como fundamento de una transición democrática, tomando las ideas básicas de este autor como vehículo para formar una nueva democracia, un nuevo consenso, una nueva hegemonía, que albergara a vastos sectores sociales.

Ahora, ¿qué nos puede decir Gramsci hoy, en la América Latina actual? Y ahí lo podemos relacionar con el tema de guerra de movimientos y guerra de posición. Gramsci distingue entre dos tipos de sociedades: sociedades de tipo oriental y sociedades de tipo occidental. No son conceptos geográficos, ni siquiera étnico culturales; son conceptos políticos. ¿Cuáles son las sociedades de tipo oriental? Sociedades como la Rusia de los zares, con escaso desarrollo de la sociedad civil, de debate político abierto, de opinión pública, de sindicatos u otras organizaciones de nivel económico corporativo, de partidos políticos de oposición. ¿Cuáles serian las otras sociedades, las de tipo occidental? Sociedades con amplio debate público, con parlamento, generalmente, o con otros espacios de debate, con una sociedad civil desarrollada. ¿Qué ocurre? Si nos situamos en la época en que Gramsci escribe, los primeros años 30, se podía pensar que buena parte de América Latina (y Gramsci la mira, hay breves escritos suyos sobre América Latina), eran sociedades de tipo oriental, sociedades con poco desarrollo de la sociedad civil; parecía un espacio social, político y cultural de tipo oriental. Dictaduras militares, escaso desarrollo de la opinión pública, sociedades de escasa complejidad todavía, economías de énclave, economías de plantación. Gramsci dice que en el único país donde quizás se pueda dar una lucha política más parecida a la de los países occidentales, es en Argentina. A todos los demás los engloba de alguna manera en ese concepto de Oriente.

¿Cuál era la diferencia importante, que venía de esta distinción? Que en Oriente cabía lo que Gramsci llama guerra de movimientos o maniobras: el ataque frontal, la insurrección contra el Estado, la lucha que podía destruir más o menos rápidamente a todo el orden social existente y reemplazarlo por otro. El asalto al poder, el “hagamos como en Rusia”: un grupo, un partido que toma el poder, que asalta el Estado, que “toma el Cielo por asalto”, dicho en términos más poéticos. Gramsci sostiene que cuando tenemos sociedades de tipo occidental esto ya no es posible, el sistema de dominación tiene hegemonía: muchas mas herramientas para defenderse, más casamatas, más fortalezas construidas en torno al núcleo duro del poder económico y su sustento militar. Si no nos quedamos en los años ’20 o ’30 y pensamos en la América Latina de comienzos del siglo XXI, nos encontramos con que en la mayoría de sus países más desarrollados (y buena parte de los no tan desarrollados), es una sociedad de tipo occidental. Son sociedades con amplio desarrollo de la sociedad civil, con movimientos populares, con opinión pública, pero también con Estados que tienen partidos políticos que les sirven, parlamento, sindicatos de masas burocratizados. Hay una conformación social de América Latina hoy que nos lleva a pensar que el escenario no es el de una guerra de movimientos sino de una guerra de posiciones.

¿Qué quiere decir guerra de posiciones? Dice Gramsci que requiere una concentración inaudita de hegemonía, necesita de la participación de las más amplias masas; no puede ser resuelta por un golpe de mano, por imperio de la voluntad, requiere un desarrollo largo, difícil, lleno de avances y retrocesos, pero tras lo cual, si se logra la victoria, ésta es más decisiva y estable que en la guerra de maniobras. Gramsci está pensando la revolución, la transformación social, como algo que ya no esta centrado en un determinado acontecimiento sino que es un proceso complejo y contradictorio, y que además requiere disputar el consenso, las voluntades, el sentido común, el modo de pensar, del conjunto de la población, de las más amplias masas. Un ejemplo: la Rusia del 1900 que era un país con un nivel importante de desarrollo capitalista (no era asiático-feudal) pero tenia mas del ochenta por ciento de su población en el campo, en su mayor parte analfabeta, al margen totalmente de instituciones de la vida política moderna. Formal y no sóloformalmente era monarquía absolutista, tenía una forma de gobierno de tipo despótico oriental, tenia una iglesia que funcionaba como apéndice del Estado, no como un aparato generador de hegemonía autónomo y con su propia política y sus intelectuales como la Iglesia Católica en Occidente. ¿Cómo es la América Latina de hoy? ¿Más parecida a la Rusia de 1900 o a la Italia de 1930, la que ve Gramsci?

(Respuesta de un compañero del público: “Según qué país. Argentina quizás sea más parecida a Italia, Bolivia no.”)

Discrepo en cuanto a Bolivia. Fijate vos que Bolivia es un país con un fuerte componente indígena y campesino, pero ese componente está fuertemente organizado y tiene una tradición política. Y puede decirse incluso (en términos generales, porque no soy conocedor del país) que hay un vasto desarrollo de sociedad civil en Bolivia en los últimos años. Fíjense: Evo Morales es el presidente de Bolivia, gobierna un movimiento heterogéneo que ganó elecciones y está en el marco de una institucionalidad partidaria. Ya no es funcionamiento de tipo oriental. Hay una especie de movilidad que caracteriza a las sociedades avanzadas. Gramsci dice que en las sociedades hegemónicas se da un equilibrio cambiante, inestable, en que ambas partes se influencian y se modifican recíprocamente. Fíjense un ejemplo en el caso de Bolivia: hoy tenemos la imagen mediática de Evo Morales, el presidente indígena, con su chomba. El movimiento de Evo Morales era el movimiento sindical precisamente no-indigenista de Bolivia. Eran pobladores desplazados, que más que basarse en el argumento indigenista se basaban en la reivindicación de los objetivos de máxima de la revolución nacionalista del ’52. Ahora, cuando se acerca al poder, cuando debe ganar unas elecciones, cuando debe enfrentarse no como movimiento económico corporativo sino constituirse en movimiento nacional capaz de generar una insurrección triunfante, la apuesta mayor del MAS, ganar las elecciones, adopta banderas indigenistas, porque gran parte de la población boliviana se asume indígena. Pero es verdad lo que decías de “según qué país”: si hablamos de Haití o de Honduras quizás ya podríamos pensar que sean sociedades de tipo oriental.

Igual, no son categorías polares, son para guiarse: que una sociedad sea de tipo occidental no significa que no pueda haber irrupción armada o que no pueda haber una interrupción de la vida parlamentaria. En Italia, el fascismo, que es la anulación del régimen parlamentario, se puede considerar que tenía aspectos de construcción hegemónica muy importantes. Había un trabajo, consciente o no, del fascismo de, “robarle las banderas” a la izquierda, al socialismo y al comunismo, para generar un consenso mayor de masas en torno a un socialismo pero nacional, un socialismo pero antibolchevique, un socialismo pero antimarxista; y en parte esto tiene influencia sobre el carácter de masas que adquiere el fascismo en Italia.

Más allá de esto, ¿qué significa que las sociedades latinoamericanas de hoy sean de tipo occidental? Lo que seria un equívoco es pensar, a la manera de Portantiero desde los 80 o del ultimo Aricó, que sociedades de tipo occidental equivalen necesariamente a parlamentarización definitiva y pacífica de la vida política, e igual de erróneo sería pensar que la occidentalización de las sociedades equivale a que el capitalismo se vuelva un sistema inamovible, insustituible y definitivo. Portantiero, al volver del exilio, dice “sí, debemos seguir hablando de socialismo, pero de un socialismo en el sistema”: no se cree en la posibilidad de enfrentar el poder del capital, de dar la lucha de clases en sentido revolucionario o confrontativo. Esto se fundamenta de diversas maneras, entre ellas: que ya no hay movimiento obrero o Partidos Comunistas o revolucionarios de las características de hace 50 años. El problema es que el modo de entender la América Latina occidentalizada que floreció en los ’80 se vino abajo a fines de los ’90.

Los menos jóvenes de ustedes recordarán cuando era un axioma del análisis político vulgar decir que “ya no hay política de calles”, que la política moderna o posmoderna “se hace en los medios”, que “ya no habrá nuevas irrupciones de tipo antisistémico, todo se resuelve en el parlamento”, etc. Después de esto vino Chiapas, en 1994, y dijeron “es la primer guerrilla reformista de la historia”, la quisieron interpretar como movimiento democrático. ¿Qué hace la guerrilla de Chiapas? Escenifica un alzamiento guerrillero pero además habla de Zapata y de la toma del poder en México, no es guerrilla reformista. Pero aunque lo fuera, después de esto, ¿qué pasa? Movimientos populares que derrocan gobiernos neoliberales en América Latina, desde fines de los ’90 hasta hace muy poco, en Ecuador. Si queremos darle la razón a Portantiero, las sociedades latinoamericanas de los ’80 no daban para guerrillas de tipo foquista (por así decirlo, porque hay que ver el término “foquismo” es como el término “populismo”, se le endosa siempre al otro, nadie se asume como tal). Pero en lo que distaba de tener razón es en que no pudiera ver la constitución de un movimiento de voluntad colectiva nacional-popular, como dice Gramsci, de iniciativa de clases subalternas que pusiera en cuestionamiento la democracia parlamentaria y la economía de mercado. Si ustedes ven el Clarín de hoy se van a encontrar con que en Ecuador están debatiendo una posible Constituyente que pone en tela de juicio la existencia de los partidos políticos y el parlamento, esto es importantísimo porque en las transiciones democráticas de los ’80, la política del sistema, el pensamiento hegemónico era: “Señores, propongan todo los cambios que quieran, menos dos: 1) reemplazar la economía de mercado por un sistema de economía planificada no capitalista, y 2) reemplazar la democracia parlamentaria”. ¿Qué ocurre desde fines de los ’90 en América Latina? Brotan movimientos que postulan, por un lado, el ataque (si quieren: confuso, parcial, mezclado con reivindicaciones nacionalistas) al dominio ilimitado del gran capital y, por el otro, el cuestionamiento progresivamente más radical a las instituciones de la democracia parlamentaria. La transición democrática de los ’80 fracasó, pensada en sus términos originales: que la Argentina o Brasil se iban a convertir en una especie de España o Portugal; sociedades donde se iban a constituir corrientes de opinión y partidos que se asentaban en el sistema y que rehusaran cuestionar el capitalismo y la democracia parlamentaria.

¿Qué tiene que ver esto con el pensamiento de Gramsci? Tiene que ver con que el pensamiento de Gramsci está construido desde la idea de cómo lograr una nueva hegemonía, cómo lograr que quienes tienen el consenso de la población para desarrollar, reproducir y defender su poder lo pierdan, y lo pierdan a favor de otra construcción social, de otro bloque o polo de poder. Que un bloque histórico, término clave en Gramsci, pueda ser reemplazado por un nuevo bloque histórico. Que las clases sociales que hasta ese momento hicieron avanzar y organizaron la sociedad sean desplazadas por otras clases que puedan asumir la responsabilidad de reorganizar la sociedad. ¿Qué tiene que ver la Venezuela o el Brasil de hoy con el pensamiento gramsciano? Precisamente, Gramsci puede incidir en el tipo de mirada que le demos. La mirada chata de la izquierda tradicional de cualquier signo, sería mirar a la altura del Estado: “Chávez, el Comandante”. ¿Para qué? Para glorificarlo o para denostarlo. “Pequeño burgués, militar, traidor” es una posibilidad. La otra, “El Comandante Chávez, caudillo de la liberación latinoamericana”. ¿Qué pasa abajo? No importa, si como todos sabemos, el Estado es el que decide. Porque se sigue pensando en términos de sociedad de tipo oriental. El poder político formal, institucional, lo define todo. Ahora, la pregunta es: ¿qué hay debajo de eso? ¿Qué condiciona o debilita a Chávez y Evo Morales? ¿Quiénes los apoyan o critican y por qué? ¿Qué grado de organización tienen esas sociedades? Y ahí uno se encuentra con un mar de organizaciones, contradicciones, luchas y disputas que permiten abrir la expectativa de que esos procesos puedan avanzar en un sentido de radicalización. ¿Qué les dice a ustedes la palabra radicalización? Una interpretación sería la puramente estatalista: “Expropiaron la empresa de teléfonos: ¡Bravo, se avanza hacia el socialismo!”. No, no, eso es importante o puede serlo en un sentido, pero la mirada de fondo, la que Gramsci nos inspira cuando nos dice “No solo hay que saber, sino comprender y sentir”, es “¿qué está pasando allí con las masas populares, quién tiene la iniciativa? ¿Se están apoderando de la dirección de la sociedad un grupo de burócratas de cualquier tipo o signo, o están construyendo poder organizaciones sociales de distinto tipo?”. El análisis de Bolivia o Venezuela puede ser antigramsciano en dos sentidos aparentemente opuestos: uno, el descalificatorio porque la conducción es militar, pequeño burguesa, etc. El otro, el glorificador: ese tipo de pensamiento que lo primero que hace, cuando quiere hacer un debate sobre Venezuela, es invitar al embajador. Esa es la mirada estatalista.

Gramsci propone un análisis que abarque orgánicamente a la sociedad, en todos sus niveles. El término “orgánico” es clave. Uno de los significados de “orgánico” es para Gramsci aquello que abarca a la totalidad, lo de largo alcance (en contraposición a lo coyuntural). Es lo que marca el rumbo. Para darnos una idea orgánica de lo que es una sociedad hay que verla en movimiento de su totalidad; no “tomar la foto”, sino “filmar la película”. Equilibrio inestable entre partes que se oponen y modifican recíprocamente. Al interior del Estado venezolano hay lucha de clases. Al interior de cualquier institución la hay: la lucha de clases atraviesa todos los niveles de la vida social.

Gramsci nos invita constantemente a ver a la sociedad no sólo con el optimismo de la voluntad sino también con el pesimismo de la inteligencia. Es decir, ver elementos que favorecen o desfavorecen nuestro punto de vista y nuestras posibilidades de triunfo. Además, Gramsci hace hincapié en que para comprender y construir nuestra estrategia, primero tenemos que comprender cuál es, cómo desarrolla y construye la suya el enemigo, sino es imposible vencer, al menos en una sociedad compleja. Si uno no tiene comprensión de la estrategia del enemigo es porque carece de estrategia propia. Si uno no comprende lo que el enemigo está haciendo es imposible que construya su propia estrategia. Porque desde el lugar de la contrahegemonía, del abajo, si no entendemos de qué manera están desplegados los inmensos recursos que tenemos enfrente, mal podemos construir una estrategia eficaz.

¿Qué ocurre en los ’60 y ’70 en algunos países de América Latina? Se confunde la oportunidad de la guerra de movimiento con la oportunidad de la guerra de posición. No se distingue suficientemente lo que representan las Fuerzas Armadas en países como Argentina y Chile con lo que representaban en países como Cuba o Nicaragua. Estamos hablando del plano militar. Pero en términos político militares, es absolutamente diferente enfrentar a algo que se llama Guardia Nacional, compuesto por unos pocos miles de muertos de hambre a sueldo del Estado, que lo fundaron los norteamericanos cincuenta años antes para enfrentar a Sandino, que no tiene ningún arraigo, que no tiene un aparato propagandístico, que no esta vinculado al nacimiento de la nación, es muy diferente enfrentar a eso que enfrentar a las FFAA que proclaman que “nacieron antes de la Patria”. Aquellas por las cuales pasan todos sus ciudadanos mediante el servicio militar obligatorio, aquellas que no han sido víctimas de un movimiento antimilitar serio en toda su historia. Entonces, qué pasa: “Aquí, como en Honduras, Cuba, Haití, el Ejército es el perro guardián del imperialismo, no cuenta con ningún respeto de la población y vamos a derrotarlo”. Las memorias de la guerrilla del ’73 cuentan, entre otras cosas, que ellos se asombran de que los conscriptos, sin sus oficiales, les siguen disparando. No funciona el “hermano que escuchas, únete a la lucha”. Esos conscriptos están convencidos de que están luchando contra la subversión. En las FFAA, cuando son las FFAA de una sociedad compleja, también hay construcción hegemónica, también hay consenso, no son un cuerpo mercenario, el perro guardián del imperialismo. Lo decían algunos en el debate en Cuba en los años ’60: “Ojo con lo que hacen, muchachos. Porque los suboficiales se la creen. Los conscriptos se la creen. Y los cadetes del Colegio Militar son los mas fanáticos de todos. Los van a recagar a tiros”. Ahí esta el tema.

Distinguir en qué tipo de sociedad se está luchando. Gramsci empieza a pensar en los términos de los Cuadernos de la Cárcel después de una “casi victoria” del sector que él encabezaba, que va terminando en una derrota terrible, que es al ascenso del fascismo y la fascistización de Italia. Y uno de los primeros artículos que Gramsci escribe a propósito de esto se titula “No conocíamos Italia”: “no sabíamos en qué sociedad estábamos operando, no nos dábamos cuenta que estábamos en el corazón del la clase obrera industrial de Torino, capital industrial de Italia, y que eso quedaba demasiado lejos y era demasiado diferente de Sicilia, Cerdeña y hasta de Nápoles, que era una gran ciudad’. En los años ’70 en América Latina ocurre que ni Montevideo era similar a los peludos cañeros de Bella Unión ni el Tucumán de la zafra era la misma sociedad que Buenos Aires. Gramsci lo plantea en los años ’20 como la “cuestión meridional”: “Tenemos que conquistar el sur de Italia” y, nuevamente, no es un concepto geográfico, es un concepto político cultural. “Tenemos que conquistar no sólo a la clase obrera, porque sola no puede imponerse: tenemos que conquistar a otros grupos sociales”. Gramsci da una de las mejores definiciones de hegemonía: “un grupo se vuelve realmente consciente de sí mismo y compacto cuando entiende que debe superar el plano de sus intereses corporativos para extenderse sobre los intereses de otros grupos sociales”.

Otro ejemplo de los ’70, contado en la memoria de un ex dirigente del PRT: “Cuando nosotros secuestramos a Salustro, dijimos: “Este secuestro va a dar como resultado un rápido canje por los rehenes que queremos liberar y un gran éxito político porque estamos secuestrando al gerente general de una de las principales empresas multinacionales de la Argentina. La FIAT le va a ordenar al gobierno de Lanusse que tome las mediadas necesarias para liberar a Salustro”“. Una parte del análisis funciona: la FIAT va a exigirle al gobierno de Lanusse que tome las medidas necesarias, pero lo que falla es la palabrita “orden” No puede ordenarle. Que el Estado sea un Estado burgués en una sociedad compleja no quiere decir que obedezca órdenes de las grandes empresas. Justamente: el Estado de las sociedades complejas existe para que no sean los intereses económico-corporativos de las grandes empresas los que se contrapongan entre sí y terminen destruyendo o autodestruyendo el orden capitalista. Por eso ya decían Marx y Engels que el Estado es el “capitalista colectivo ideal”, representa al colectivo del capitalismo pero de una forma ideal, no es la suma de las partes, de las voluntades de las grandes empresas. El gobierno argentino del momento sabía que si cedía en la negociación con el PRT por Salustro se podía abrir una catarata del tipo de cuando Somoza cede en una negociación con el Frente Sandinista, unos años después. Entonces, FIAT da la indicación, no la orden, y Lanusse dice “No”. Y el secuestro termina mal, con la muerte de Salustro.

¿A qué voy con esto? De nuevo: imaginarse una realidad social mucho más simple, mucho mas esquemática de lo que es, decir “el Estado argentino es un Estado al servicio de las grandes empresas”, es una verdad de a puño si uno lo toma con todas las mediaciones necesarias. Ahora, si uno piensa que cada empresa le da órdenes al Estado y tiene poder omnímodo sobre ese Estado, se equivoca. Porque justamente el Estado es el que traza la política general que conviene en primer lugar al gran capital, pero el Estado no tiene que imponer el poder del gran capital hasta sus últimas consecuencias, porque eso equivaldría a perder el consenso de las clases subalternas. Por eso se necesita un conflicto con la Shell por acá, un enfrentamiento con la “oligarquía vacuna”, entre comillas, por allá (que ya no tiene el poder que tenia antes ni es tal oligarquía vacuna, pero la masa de la población no lo sabe) y una expropiación de compañía privatizada de los noventa por mas allá (que ya no están muy interesados en seguir y es mas una negociación que un enfrentamiento, pero la opinión pública no tiene por qué ser consciente de eso) y mientras tanto, negociamos, atendemos, comprendemos, mantenemos, cultivamos una relación con Repsol YPF, con Pérez Companc, con el núcleo de un poder económico que necesita transformarse en otra cosa para ser poder político. Del otro lado, del lado contrahegemónico, del lado de la izquierda, ocurren cosas parecidas. No hay en Venezuela o en Bolivia un partido de vanguardia, un partido revolucionario unificado (más allá de que ahora Chávez cometa la barbaridad o el gran acierto histórico, ya veremos, de organizarlo). Hay una multiplicidad de cuya lucha, de cuya contraposición, surge o va desarrollándose lo que es la política del Estado venezolano a su vez tironeado por el gran capital que tiene fuertes intereses en relación con ese estado y en esa sociedad.Dejamos acá. La idea central que traté de transmitirles es esto de la complejidad trazada por Gramsci en los ’30, que es la complejidad del mundo y de la América Latina de hoy.

Especial para La Haine

Texto completo en: http://www.lahaine.org/gramsci_y_america_latina_guerra_de_movim

Schafik Handal y el problema del poder

Schafik Handal y el problema del poder Roberto Pineda San Salvador, 7 de mayo de 2015

En diciembre de 1981 Schafik Handal realiza una síntesis teórica de la experiencia vivida como PCS e incluso ya como FMLN en relación a cuatro problemas estratégicos de la revolución salvadoreña: el poder, el carácter, la vía de la revolución, y la unidad de la izquierda. Es una valiosa reflexión profundamente autocrítica, realizada dos años después tanto del inicio del proceso de unidad de la izquierda salvadoreña -luego de diez amargos años de enfrentamientos ideológicos-así como desde su nueva posición de dirigente de una organización político-militar y de un frente político-militar, y en el novedoso marco de una Centroamérica con una revolución triunfante: la revolución popular sandinista.
Sobre el problema del poder

Inicia afirmando que “el abecedario del marxismo-leninismo enseña que el problema fundamental de la revolución es el problema del poder; el alejamiento en la práctica de esta verdad es, a nuestro juicio, uno de los factores principales que, de no corregir a tiempo, podría habernos dejado fuera de la línea delantera de la revolución salvadoreña.”

Reconoce que “en América Latina han tenido lugar dos grandes revoluciones verdaderas la de Cuba y la de Nicaragua y en ninguno de los dos casos los Partidos Comunistas estuvieron a la cabeza. En el caso de Nicaragua la experiencia con el partido hermano fue desastrosa, exceptuando la parte de él que desde 1978 se incorporó a la lucha armada. Estamos convencidos de que la ausencia práctica de una clara conducta de lucha por el poder es el factor principal que explica estos resultados.”

A la vez “esta misma cuestión ha estado a la base, creemos nosotros, de las equivocadas caracterizaciones de ciertos proceso sociales y políticos reformistas en América Latina como “revoluciones”. En la práctica esta caracterización no se confirmó, pero sirvió para determinar un papel de simple fuerza de apoyo para los partidos hermanos de los respectivos países.”

Agrega que “otra expresión de este mismo problema es el papel exagerado y, en algunos casos, la absolutización del papel que se asigna al Programa económico-social para determinar el carácter de la revolución el curso de la lucha por su victoria y de la defensa y consolidación de la misma. En Chile, durante el gobierno de Allende, por ejemplo, tanto los participantes de la Unidad Popular, como las fuerzas así llamadas ultra-izquierdistas, daban una importancia central y decisiva al Programa económico-social.”

Continúa explicando que “para unos, las claves de toda la cuestión chilena, el futuro de la revolución chilena, residía en no sobrepasar los límites del Programa de la Unidad Popular; mientras para los otros, todo consistía en radicalizar ese Programa; rebasar sus límites. Mientras tanto, ninguno elaboró ni aplicó una orientación certera para resolver realmente el problema del poder, ni para defender al gobierno de Allende.”

Aclara que “me refiero al caso chileno porque creo que es casi de laboratorio: es curioso que cuando aparecieron objetivamente los procesos y corrientes que configuraban la posibilidad de resolver revolucionariamente el problema del poder, ni unos ni otros lo captaron. Tengo en cuenta la configuración dentro del ejército chileno de una corriente que comprendía bastante claramente la necesidad de solucionar el problema del poder.”

Añade que “es también curioso como la reacción entendió con precisión este asunto. Todo lo que la reacción hizo en Chile durante el gobierno de Allende, estaba dirigido a aplastar la posibilidad de perder el poder y cuando se configuró esta corriente en el ejército, su esfuerzo concentrado estuvo dirigido a deshacerse de Prats y sus compañeros.”

Se pregunta Schafik: ¿Cómo actuaron las fuerzas revolucionarias frente a este fenómeno? Nadie en definitiva defendió a Prats y a la parte del ejército que él encabezaba. Unos lo sacrificaron en aras de maniobras políticas, creyendo honradamente que estas traerían la salida a la crisis; y los otros consideraron que la presencia de Prats en el gobierno era “la presencia de la burguesía”, que el pacto con Prats era “la traición a la revolución” y decidieron constituirse en la “oposición obrera y campesina.”

Agrega que “Cuando la corriente de Prats era fuete y predominante, cuando derrotó el “trancazo” (junio de 1973), las masas intuyeron la importancia de aquel momento para resolver revolucionariamente el problema del poder: se lanzaron a la calle como todos sabemos, exigiendo golpear profundamente a la reacción, cerrar el Parlamento, depurar el ejército pero la dirección de aquel proceso no tomó resueltamente en sus manos estas banderas.”

Enfatiza que “no es el Programa económico-social lo central y decisivo. Los ritmos en la aplicación del Programa económico-social, la radicalidad de los cambios económico-sociales, están en dependencia de las condiciones nacionales e internacionales en que se realiza cada revolución. Los revolucionarios tienen la posibilidad de escoger el ritmo mejor, incluso de hacer pausas y hasta retrocesos si fuese necesario, a condición de que conquisten el poder y lo retengan firmemente en sus manos.”

Asegura que “la dialéctica del problema del poder y el Programa económico-social es necesario esclarecerla a fondo. Hay que volver al planteamiento leninista una y otra vez; toda la cuestión planteada por Lenin en sus Tesis de Abril de 1917 apuntaba a la toma del poder por el proletariado revolucionario y su partido, a esclarecer y unir en torno de estos las fuerzas de las grandes masas campesinas y populares en general, para realizar esta tarea. Las Tesis de Abril siguen siendo el modelo de cómo enjuiciar el problema del poder y como determinar la conducta del Partido en la situación revolucionaria.”

Finaliza esta parte preguntándose “por qué el movimiento comunista de América Latina y otras regiones del Tercer Mundo, dejó de tener en el centro de su actuación la lucha por el Poder, es un asunto complejo; nosotros no tenemos una respuesta satisfactoria, de seguro hay varias. Yo voy a referirme a una: me parece que la solución del problema del carácter y a vía de la revolución está vinculada a este asunto.”

El Carácter y la Vía de la Revolución

Considera que “en Cuba quedó demostrada una regularidad de la revolución en América Latina: la revolución que aquí madura es la revolución socialista. Quedo también demostrado en Cuba que no se puede ir al socialismo, que no se puede realizar la revolución socialista, sino con las banderas democráticas antiimperialistas desplegadas, que lo que moviliza a las grandes masas a la acción revolucionaria son las consignas democráticas antiimperialistas, que no puede realizarse hasta el fondo la revolución democrática antiimperialista ni se puede defender sus conquistas sino se va al socialismo.”

Agrega que “no se puede ir a socialismo sino por la vía de la revolución democrática antiimperialista, pero tampoco se puede consumar la revolución democrática antiimperialista sin ir hasta el socialismo. De manera que entre ambas hay un nexo esencial indisoluble, son facetas de una sola revolución y no dos revoluciones.”

Por lo tanto reitera que “no puede haber revolución sin resolver a fondo el problema del poder y que no es necesario esperar a que las grandes masas tengan una conciencia socialista para ir a la toma revolucionaria del poder. En Cuba no había conciencia socialista generalizada antes de la victoria del primero de enero de 1959. A mí me parece que si se enfoca de esta manera el problema del carácter de la revolución, la actividad de los partidos revolucionarios no puede dejar de tener en su centro el problema del poder.”

Reconoce autocríticamente que “nuestro Partido y, me parece que muchos otros partidos comunistas de América Latina, hemos trabajado durante decenios con la idea de dos revoluciones y veíamos la experiencia cubana como una “peculiaridad excepcional” reaccionamos tanto y tantas veces contra el planteamiento izquierdista de la lucha contra la implantación directa, sin prólogos, del socialismo, sin comprender la esencia del asunto…”

“Llegamos a convencernos –argumenta- a nosotros mismos de que la revolución democrática no es necesariamente una tarea a organizar y promover principalmente por nosotros, sino que en ella podríamos limitarnos a ser fuerza de apoyo, y conformarnos con ser fuerza de apoyo, en aras de asegurar la amplitud del abanico de las fuerzas democráticas participantes.”

Por lo que “la revolución democrática antiimperialista se nos presentaba como una “vía de aproximación” que pude alcanzarse dejando en la delantera de la acción a sectores “progresistas” “anti-imperialistas” de las capas medias (de la intelectualidad, de los militares, etc.) y hasta de la burguesía. Las experiencias peruana, panameña, portuguesa parecieron confirmar esta tesis aunque ellas mismas terminaron negándola.”

Reconoce que “en ningún documento partidario se dice expresamente tal cosa., pero la conducta práctica de nuestro Partido y de otros Partidos hermanos ha sido esa. El que surge de tal conducta no es ni puede ser el partido de la revolución, sino el partido de las reformas. El PCS, para asumir su papel revolucionario debió abandonar ese esquema equivocado.”

Confiesa que “estoy lejos de pensar que este es un análisis integral suficientemente profundo; son simplemente reflexiones y preocupaciones, deducciones de nuestra propia experiencia y sugerencias para quienes trabajan en la esfera científica estudiando el proceso revolucionario mundial, son sugerencias para volver a este punto, una y otra vez, aunque parezca un asunto elemental.”

Afirma que “si de lo que se trata es de que madura en América Latina la revolución socialista, hay que arrebatarle el poder a la burguesía, hay que destruir el aparato burocrático militar de la burguesía; esto en las condiciones actuales – y lo será así por muchísimo tiempo- no puede realizarse por vía pacífica. Esta América Latina esta tesis ha sido comprobada ya pro la experiencia de dos revoluciones armadas triunfantes y por la derrota de dos intentos de consumar la vía pacífica, en los dos países más democráticas del continente: Chile y Uruguay.”

Sostiene que “si aceptamos que la revolución democrática antiimperialista es parte inseparable de la revolución socialista, no se puede realizar la revolución tomando pacíficamente el poder por cuotas, será indispensable bajo una u otra forma, desmantelar la maquina estatal de los capitalistas y sus amos imperialistas, erigir un nuevo poder y un nuevo Estado. En tales condiciones resulta evidente que la vía pacífica no es la vía de la revolución.”

Pero “la vía armada de la revolución no excluye la lucha por la realización de las reformas económico-sociales. Esta lucha juega un importante papel en la educación política de las masas y las alianzas; además, los cambios “profundos” del programa democrático antiimperialista son en esencia reformas ya que por sí solas no pueden abolir el capitalismo y, por el contrario, pueden reforzarlo; lo que le imprime un carácter revolucionario a ese Programa es la lucha revolucionaria por el poder y la toma revolucionaria del poder.”

Comparte que “en la experiencia del PCS, los erróneos enfoques y en ciertos aspectos fundamentales, menos que errores, debilidades teórico ideológicas relacionadas con los problemas del poder, el carácter y vía de la revolución, junto con la influencia de las concepciones de nuestros aliados democráticos en el curso de la lucha electoral de once años, en la que participamos los comunistas, engendraron en nuestras filas esquemas e ilusiones reformistas. Deshacerse de ellos requirió autocritica franca y profunda junto con medidas audaces y profundas.”

Evalúa que “la participación del PCS en la lucha electoral fue acertada. La lucha electoral se había convertido objetivamente en la arena principal de la lucha política nacional desde 1964, sobre la base de la industrialización y del gran auge económico…No participar en la lucha electoral significaba de hecho colocarse bastante al margen de la lucha política y además abandonar a las masas al control ideológico de la burguesía.”

Por otra parte, opina que “es cierto que desde 1970 las organizaciones revolucionarias armadas, surgidas ese año, repudiaron la lucha electoral y se abstuvieron de, participar en ella. Pero también es cierto, como lo reconoce hoy la mayoría de esas organizaciones hermanas, que el crecimiento y desarrollo de la lucha armada recibió no poca contribución proveniente de la politización y radicalización de las masas, a lo cual contribuyó la participación de los comunistas en las frecuentes contiendas electorales.”

Opina que “la participación del PVS en la lucha electoral de once años, aunque no con su propio nombre a causa de su ilegalidad, facilitó a las masas trabajadoras y populares en general hacer un intenso aprendizaje político, conquistó a la mayoría para la causa democrática antiimperialista, alertó a tiempo al pueblo y a todas las fuerzas democráticas contra el peligro del fascismo, ayudó a precipitar la crisis de la dictadura militar como sistema político de dominación.”

Concluye que “la vida ha demostrado en El Salvador, que la participación electoral de los comunistas hizo una grande contribución política al movimiento de lucha por la revolución y que, mirando desde hoy a todo aquel periodo, se puede afirmar que el actual movimiento revolucionario, su Programa, su línea, es una síntesis de la lucha armada y de masas de las organizaciones armadas, de sus elaboraciones ideológico-políticas, y de la lucha política y de masas y la línea del PCS.”
Pero por otra parte “a pesar de todo lo positivo de nuestra participación electoral, es necesario insistir en señalar que ella mantuvo vivos y en cierto modo reforzó las manifestaciones ideológico-políticas del reformismo en nuestras filas, empezando por la misma Dirección, aunque nunca se adoptó oficialmente la vía pacífica de la revolución.”

Insiste que “el movimiento electoral llevó a la mayoría del ´pueblo a enfrentar el fraude, la imposición, la represión, y así, en la práctica, no solo para nosotros, sino también para las grandes masas se agotaron las posibilidades de la “vía” de las elecciones para democratizar y transformar el país. Nosotros sabíamos que así ocurriría y ayudamos a las masas a realizar el aprendizaje de esta verdad llevándolas a enfrentarse con ella y realizando una propaganda esclarecedora sistemática.”

Expresa que “en nuestras campañas electorales dijimos que no se debía esperar de las urnas el poder, que estas eran un punto de paso en el camino y que el poder habría que conquistarlo con otras formas de lucha. Esto contribuyó a preparar las condiciones políticas para el viraje extenso, multitudinario, de las masas hacia el apoyo de la lucha armada y a la incorporación de un creciente número de su componentes como militantes y combatientes de las organizaciones armadas.”

“Pero llegado este momento-en febrero de 1977- y a pesar de que la comisión política del CC acordó realizar el viraje de nuestro Partido hacia la lucha armada que le diera continuidad a la lucha política del pueblo, demoramos dos años en consumarlo. Tuvimos que hacer un gran esfuerzo analítico y autocritico para encontrar las causas de esa demora. Las conclusiones del esfuerzo analítico del PCS pueden resumirse así: existían obstáculos ideológicos y orgánicos que chocaban contra las decisiones de realizar el viraje a la lucha armada.”

De “los obstáculos ideológicos ya he hablado. Los principal de los obstáculos orgánicos consistía en que los cuadros del partido, los cuadros de dirección nacional e intermedios, que son el cerebro, los huesos y nervios del Partido, de quienes depende decisivamente la elaboración y el cumplimiento de los acuerdos centrales, no sabía cómo organizar el paso a la lucha armada, ni cómo combinarla con la lucha política. Su formación era unilateral.”

Agrega que “cuando llego la hora de implementar esta forma superior de lucha, no estábamos preparados para ello. Teníamos una Comisión Militar, pero el conjunto de los cuadros del Partido, que es lo decisivo, no sabía cómo llevar a la práctica las orientaciones acerca de la lucha armada. Para superar este obstáculo, la Dirección emprendió pasos audaces, basándose en los acuerdos del VII Congreso, realizado en al clandestinidad en marzo de 1979: se abandonó la idea de que la Comisión Militar es la encargada de formar un aparato militar separado del cuerpo del Partido.”

Explica que “este problema solo podía resolverse convirtiendo al Partido en su conjunto en jefe y actor; no solo de su lucha política, sino también de su lucha armada, haciéndolo el gran combinador y director de todas las formas de lucha….Hicimos que un numero rápidamente creciente de los miembros estudiaran los problemas de la lucha armada revolucionaria y se ejercitaran en el arte y la técnica militar, no para dedicar a todos ellos al aparato militar, sino para practicar la convicción de que la lucha armada del Partido debe ser organizada, realizada, y dirigida por el Partido, por sus organismos dirigentes y de base.”

Concluye que “a las concepciones reformistas con respecto al problema del poder y la vía de la revolución viene unida la existencia de una estructura orgánica partidaria atrofiada, reformista también: nuestros partidos son capaces de organizar la lucha sindical, la agitación y la propaganda política, las manifestaciones de masas, las huelgas, las campañas electorales y demás actividades similares pero no más, así solo podemos ser fuerza de apoyo, estamos condenados a ser fuerza de apoyo.”

La Unidad de la Izquierda Revolucionaria

Resalta que “es curioso y sintomático que los partidos comunistas hayamos mostrado en los últimos decenios una gran capacidad para entendernos con los vecinos del lado derecho, mientras en cambio, no logramos en la mayoría de casos establecer relaciones, alianzas estables y progresivas con nuestros vecinos del lado izquierdo.”

Reconoce que “los comunistas latinoamericanos no tuvimos, durante mucho tiempo, una línea consistente y sistemática para unir a todas las fuerzas de la izquierda, incluida la izquierda armada.”

Explica que “por lo general, los que a nuestra izquierda empuñan las armas se comprometen en una lucha revolucionaria real; cometen muchos errores típicos del izquierdismo en sus planteamientos políticos, atacando duramente al Partido de los comunistas, pero aciertan en un punto fundamental: trabajan obsesionados por organizar y promover la lucha armada, que en América Latina y en tantas otras regiones del Tercer Mundo ha demostrado ser la vía de la revolución.”

Argumenta Schafik que “mientras no llega la corrección del reformismo, las relaciones entre los comunistas y a izquierda armada –haciendo a un lado toda retórica- se plantea en la práctica y en esencia, como la relación entre la reforma y la revolución, y está claro que los reformistas pueden entenderse mejor con otros reformistas. Esa, creo yo, es la explicación de por qué los comunistas latinoamericanos hemos sabido entendernos mejor con los que están a nuestra derecha que con los que están a nuestra izquierda.”

Acepta que “entre las causas que hicieron posible el surgimiento de organizaciones revolucionarias fuera de las estructuras del PCS, tienen un lugar importante los rasgos reformistas de su política, los cuales ya he puntualizado, su incomprensión de los problemas, y posibilidades prácticas para organizar, y desarrollar la lucha armada en las condiciones de nuestro pequeño y densamente poblado país.”

Agrega que “los errores y debilidades del Partido Comunista no son la causa absoluta del surgimiento de dichas organizaciones, como se ha alegado por algunos. Incluso si el Partido no hubiera cometido tales errores habría surgido una o más organizaciones izquierdistas, tal como lo han demostrado otras experiencias, entre ellas la de los bolcheviques.”

Sostiene que existen “determinantes causas objetivas que tiene sus raíces en la estructura clasista y los fenómenos sociales propios del capitalismo en su nivel medio de desarrollo y, particularmente de capitalismo dependiente, cuando el modo de producción y la superestructura estatal albergan residuos de formaciones sociales pre-capitalistas o del capitalismo inicial.”

Añade que “en América Latina el discurso de estas organizaciones es muy similar al izquierdismo infantil criticado por Lenin, pero los sujetos no son exactamente idénticos. Estas organizaciones aparecen incluso donde hay partidos comunistas desarrollados y reaparecen aun después de ser derrotadas y aniquiladas físicamente, no son, pues, propiamente expresiones de la infancia del movimiento obrero y de los Partidos Comunistas, que se supera por el desarrollo de estos. Los partidos comunista en la mayoría de nuestros países son pequeños y poco influyentes, pese a que su promedio de edad está alrededor del medio siglo.”

Subraya que “en numerosos casos algunas de esas organizaciones “izquierdistas” no solo crecieron más que el respectivo partido comunista, sino también maduraron antes que él y condujeron a los trabajadores y otras clases y capas populares a realizar victoriosamente la revolución democrática anti-imperialista y se transformaron, o se transforman hoy en el partido marxista-leninista que encabeza la construcción del socialismo o la marcha hacia éste.”

Explica que “independientemente de que los partidos comunistas cometan errores o no, existen raíces sociales en América Latina y otras regiones de similar desarrollo social en el mundo, para que surjan esas organizaciones. Esto se deduce de nuestra experiencia y no sólo de ella, puede verse muy claramente esta verdad, si se tiene en cuenta que el PCS fue durante 40 años un luchador solitario por las ideas del socialismo y el comunismo, incuso la única organización de izquierda en el país (desde su fundación en 1930, hasta el aparecimiento de organizaciones de la izquierda armada en 1970).”

Afirma que “durante cuarenta años nuestro partido sufrió más y durante más tiempo por su enfermedad reformista que por la izquierdista (que sí lo afectó en algunos momentos) y , sin embargo, pudieron surgir nuevas organizaciones revolucionaria únicamente hasta después que el sustancial despliegue del capitalismo dependiente cambió el panorama social, engendró una nueva estructura clasista.”

Informa que “durante más de cinco años el PCS realizó una activa polé4mcia pública con los planteamientos y posiciones políticas de las organizaciones de la izquierda armada. La característica principal del estilo y el método de nuestra polémica consistió en descartar la utilización de adjetivos en sustitución del análisis y abordar analítica, clara y persuasivamente y lo más a fondo posible temas fundamentales de las discrepancias entre nuestras líneas generales y entre nuestras concepciones ideológicas…Corresponde al PCS el mérito de haber enarbolado primero y defendido más sistemáticamente la bandera de la unidad de la izquierda.”

Admite que “no obstante las virtudes de nuestra polémica, que sin duda contribuyó a esclarecer la temática teórica-política que confrontaba el movimiento revolucionario y democrático, hubo en ella una debilidad: el tema de la vía de la revolución no fue abordado, la dialéctica relacionada con el poder y el programa económico-social solo fue abordado en los días siguientes al triunfo de la Revolución Popular Sandinista.”

Comparte que fue “durante la preparación y discusión de los “Fundamentos y Tesis de la Línea General del PCS” y del Informe del Comité Central, sometidos al VII Congreso y en el marco del esfuerzo autocrítico por realizar el viraje hacia a lucha armada, fue que elaboramos de un modo más profundo y acabado nuestra concepción sobre la unidad de la izquierda revolucionaria.”

Considera que “el PCS no es el único destacamento del movimiento comunista latinoamericano que realiza este fundamental viraje revolucionario. Son varios los partidos que en Sur y Centro América aceptan el reto de la lucha armada y la unidad de las fuerzas revolucionarias.”

Concluye el documento afirmando que “la revolución triunfara después de aprender de sus reveses en nuestro Continente, que vive hoy una situación revolucionaria que va extendiéndose desde Centroamérica y el Caribe que, hoy por hoy, es el epicentro del terremoto que esta desplomando el dominio imperialista, las dictaduras militares y la explotación oligárquica.”

Las geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder

Las geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder
Entrevista a Walter Mignolo

Catherine Walsh*: En su libro Historias locales/diseños globales: Ensayos sobre los legados coloniales, los conocimientos subalternos y el pensamiento de frontera, que será publicado por el Instituto Pensar, del Centro Editorial Javeriana, Bogotá, y en otros artículos suyos recientes, la noción de las geopolíticas de conocimiento forma un eje crucial, tanto en la elaboración de una comprensión crítica de la diferencia epistémica colonial en la formación y transformación del sistema-mundo moderno/colonial en zonas periféricas como América Latina, como en la de establecer la relación entre historias locales y la producción de conocimiento. ¿Cómo conceptualiza usted esta idea de las geopolíticas de conocimiento, cuáles son los lineamientos teóricos que guían esta conceptualización y qué potencial epistemológico tiene para el estudio desde y sobre América Latina y la inserción actual de la región en la sociedad global?
• * * Semiólogo argentino.Profesor de la Universidad de Duke donde coordina los programas de literatura (…)
2Walter Mignolo**: Mi argumento trata de desplazar la idea de “las geopolíticas del conocimiento en”, en este caso América Latina. Mi argumento, fundamentalmente en el capítulo 3 del libro, es que “América Latina” es una consecuencia y un producto, de la geopolítica del conocimiento, esto es, del conocimiento geopolítico fabricado e impuesto por la “modernidad”, en su autodefinición como modernidad. En este sentido, “América Latina” se fue fabricando como algo desplazado de la modernidad, un desplazamiento que asumieron los intelectuales y estadistas latinoamericanos y se esforzaron por llegar a ser “modernos” como si la “modernidad” fuera un punto de llegada y no la justificación de la colonialidad del poder.
3¿Cómo conceptualizo pues la geopolítica del conocimiento? Pensemos en cualquier historia, de la filosofía, por ejemplo. Esa historia va de Grecia a Europa, pasando por el norte del Mediterráneo. De tal manera que todo el resto del planeta queda fuera de la historia de la filosofía. Así, en América Latina hay una larga tradición en la cual una de las preguntas es, “existe una filosofía en América Latina?”. Pregunta semejante se han hecho los filósofos africanos, sobre todo a partir de la descolonización de África, después de la Segunda Guerra Mundial. Así, en la misma vena, se dice que “la filosofía oriental” es más “práctica” que la occidental. Esto es, no se sabe muy bien, por un lado, qué diablos es filosofía fuera de esa historia con una geografía precisa (de Grecia a Francia) y, por otro lado, la filosofía funcionó, hasta hace poco, como el punto de llegada de la modernización del conocimiento. Imaginemos otras historias, la de las ciencias humanas (Foucault) o de las ciencias sociales (Wallerstein). Algo semejante ocurre. La arqueología de las ciencias humanas de Foucault se hunde en las raíces de esa geopolítica que enmarca la historia de la filosofía. Wallerstein, en cambio, introdujo un nuevo elemento. Reconoció que las ciencias sociales, como las conocemos hoy, se fundaron en Europa, se construyeron en las lenguas modernas de conocimiento y de colonización, y se ocuparon fundamentalmente de países Europeos, porque el resto del mundo (con excepción de la antropología al servicio del colonialismo) no valía la pena de ser estudiado. El “orientalismo”, recordemos, es producto de los estudios filológicos más que sociales.
4¿Entonces qué vemos en estos dos ejemplos? Vemos que la “historia” del conocimiento está marcada geo-históricamente y además tiene un valor y un lugar de “origen”. El conocimiento no es abstracto y des-localizado. Todo lo contrario. Lo que vemos en los ejemplos anteriores es una manifestación de la diferencia colonial. Los misioneros habían notado que los aztecas o los incas no tenían escritura; por lo tanto, no tenían conocimiento en el sentido en que la universidad renacentista concebía el conocimiento. Cuando les llegó el turno a los misioneros francés e ingleses, en el siglo XIX, las observaciones fueron semejantes. Solo que esta vez el conocimiento se medía sobre la base de la universidad kantiana-humboldtiana y no ya renacentista. Los conocimientos humanos que no se produzcan en una región del globo (desde Grecia a Francia, al norte del Mediterráneo), sobre todo aquel que se produce en África, Asia o América Latina no es propiamente conocimiento sostenible. Esta relación de poder marcada por la diferencia colonial y estatuida la colonialidad del poder (es decir, el discurso que justifica la diferencia colonial) es la que revela que el conocimiento, como la economía, está organizado mediante centros de poder y regiones subalternas. La trampa es que el discurso de la modernidad creó la ilusión de que el conocimiento es des-incorporado y des-localizado y que es necesario, desde todas las regiones del planeta, “subir” a la epistemología de la modernidad.
5Esta observación vale tanto para la derecha, como para la izquierda y para el centro. Hay tres grandes narrativas, macro-narrativas, que enmarcan el saber en las historias del saber que se localizan desde Grecia a Francia, al norte del Mediterráneo. El macro-relato cristiano, generó el macro-relato liberal, y éste generó el macro-macro relato marxista. Como es sabido, la secularización del conocimiento aparentemente se opuso y distanció de la cristiandad. No obstante, en un gesto complementario mantuvo a la cristiandad cerca, puesto que la religión cristiana le era necesaria a los filósofos de la ilustración para asegurarse de que todas las otras religiones eran inferiores a la cristiana. Y, como también sabemos, si la secularización generó el liberalismo, el liberalismo generó su contrapartida semántica, el marxismo. De tal modo que cristiandad, liberalismo y marxismo (con sus correspondientes “neos”) no son dos caras de la misma moneda, sino tres caras de un solo lado de la moneda. El otro lado de la moneda es la colonialidad. Y la colonialidad abre las puertas de todos aquellos conocimientos que fueron subalternizados en nombre del cristianismo, del liberalismo y del marxismo.
¿Qué consecuencias puede tener la geopolítica del conocimiento para la producción y transformación de conocimientos en América Latina (y agregaría Asia o África, pero también, la producción chicana o afroamericana en Estados Unidos o magrebí en Francia)? Muchas.
6En primer lugar dejar de pensar que lo que vale como conocimiento está en ciertas lenguas y viene de ciertos lugares. Y dejar así de pensar que los zapatistas han estado produciendo una revolución teórica, política y ética. De modo que si, por ejemplo, para entender a los zapatistas me baso en Bourdieu o en los métodos sociológicos, pues, lo que hago es reproducir la colonización del conocimiento negando la posibilidad de que para la situación histórico-social en América Latina el pensamiento que generan los zapatistas sea más relevante que el que produce Jurgen Habermas. Una de las consecuencias negativas de la geopolítica del conocimiento es impedir que el pensamiento se genere de otras fuentes, que beba en otras aguas. Caramba, ¿cómo voy a pensar la sociedad civil y la “inclusión” sin Habermas o Taylor? ¿Cómo voy a pensar a partir de los zapatistas o de Fanon que produjeron conocimiento basados en otras historias, la historia de la esclavitud negra en el Atlántico y la historia de la colonización Europea a los Indígenas en las Américas? Otra consecuencia de la geopolítica del conocimiento es que se publican y traducen precisamente aquellos nombres cuyos trabajos “contienen” y reproducen el conocimiento geopolíticamente marcado. ¿Quién conoce en América Latina al intelectual y activista Osage, Vine Deloria, Jr? ¿Cuántos en América Latina tomarían a Frantz Fanon como líder intelectual en vez de Jacques Derrida o Jurgen Habermas?
7En fin, la mayor consecuencia de la geopolítica del conocimiento es poder comprender que el conocimiento funciona como la economía. Se dice hoy que no hay ya centro y periferia. No obstante, la economía de Argentina o de Ecuador no son las economías que guían la economía del mundo. Si el mercado bursátil de Quito o de Buenos Aires se desploma, no tiene muchas consecuencias en otras partes. Con el conocimiento ocurre algo semejante, con la diferencia de que en la producción intelectual tenemos mejores posibilidades de producir cambios que quizás lo tengan los gobiernos del ex-Tercer Mundo en el terreno económico.
8Esta relación marcada por la diferencia colonial y estatuida en la colonialidad de poder que usted menciona, sigue caracterizando las sociedades latinoamericanas pero de una manera que ahora necesariamente parte de la realidad de la globalización y la lógica del capitalismo avanzado. ¿Cómo entender esta relación actual, especialmente en los países andinos? Voy a comenzar haciendo un rodeo. Hacia finales del siglo XIX y principios del XX se plantaron las semillas de lo que sería a partir de ahí una transformación radical del orden imperial-colonial mundial. Este momento no tuvo o no tiene el “cache” que tiene la revolución francesa de 1789 en la cultura occidental. Tampoco fue un momento significativo para Immanuel Wallerstein al reflexionar sobre la geocultural del mundo moderno, que él sitúa a partir de la revolución francesa. ¿Que pasó en esos años? En 1895 y después del triunfo de Japón sobre China, Japón anexó Taiwán. Japón pasó a ser, en este momento, el primer y único poder imperial no occidental, lo cual, digamos de paso, quiere decir también, no-blanco. En los años subsiguientes la victoria de Japón sobre Rusia y la anexión de Corea consolidó el imaginario y la reconfiguración regional del imperio japonés. Ahora bien, como las historias son siempre locales, cualquiera sea el imaginario y lo imaginado en esa localidad. Aunque sea la historia universal de Hegel, la historia universal es universal en el enunciado pero local en la enunciación. No hay otra, la enunciación está siempre localizada. En fin, 1898 no es que yo sepa una fecha significativa para Japón, pero es de enorme importancia en la historia de América Latina, de España y de Estados Unidos. En 1898 España perdió sus últimas posesiones imperiales, Cuba, Puerto Rico y las islas Filipinas. Cuba y Puerto Rico redefinieron sus proyectos nacionales y Estados Unidos estableció nuevas relaciones con América Latina.
9América Latina sufrió, por así decirlo, una tercera “degradación” en el orden mundial. La primera fue en su inicio, cuando ingresó en el imaginario cristiano-europeo como región subordinada. La segunda ocurrió en el siglo XVIII, cuando los filósofos franceses, fundamentalmente, reactivaron la disputa del Nuevo Mundo y rebajaron América a una “juventud” que le hizo pensar a Hegel que América será el futuro, mientras Europa era el presente y Asia el pasado. África, no tenía mucho que hacer en este imaginario. Pero, claro está, cuando Hegel decía América, en 1822, estaba pensando en Estados Unidos, no en América Latina o el Caribe. Y la tercera degradación ocurrió a partir de 1898. Para decirlo brevemente, en 1898 (la fecha es claro porque está un punto de referencia para localizar lo que estuvo ocurriendo antes y lo que ocurrirá después) se re-articuló en el imaginario del mundo moderno-colonial, la división entre el Atlántico Norte, protestante, anglo y blanco y el Atlántico Sur, católico, latino y no tan blanco ya.
10En suma, en 1895 y 1898 dos nuevos actores entraron en escena en el orden mundial y redefinieron la diferencia imperial y la diferencia colonial. En esta re-organización América Latina perdió otro galardón en el orden moderno-colonial. ¿Cómo entender la situación hoy en América Latina en el marco de esta pequeña historia? Pienso que en la medida en que Estados Unidos y Japón son hoy las economías más fuertes, y le sigue la Unión Europea, Estados Unidos necesita mantener relaciones económicas y diplomáticas con ambos, la Unión Europea y Japón. La Unión Europea es por cierto parte del mismo “paquete” de la modernidad-colonialidad en el cual el poder se desplazó de Inglaterra a Estados Unidos (a partir de 1898). Japón, por otra parte, es capitalista pero no-blanco. Además, es punto de apoyo importante en relación a China, la cual es una economía fuerte mirando hacia el futuro y, al mismo tiempo, re-define la diferencia imperial. Es decir, la diferencia imperial entre Estados Unidos y España, por ejemplo, en 1898, se redefinió en la interioridad de la civilización occidental, en el marco del cristianismo (protestante-católico) y en el de las diferencias imperiales raciales, en este caso anglicidad y latinidad (ver para más detalles mi artículo, “Globalización y latinidad”, Revista de Occidente, 234, Noviembre del 2000, dedicada a “Mestizajes culturales e identidades en conflicto.”). Pero con China y Japón la diferencia imperial se redefine en términos raciales (aunque la terminología empleada es “culturales”), y políticos (neo-socialismo versus neo-liberalismo en el caso de China).
11En este escenario, en el de las formas que la globalización ha tomado en los últimos cien años (para diferenciarla de la globalización de los 400 años anteriores), y más particularmente a partir de 1990, la que corresponde a la consolidación del capital transnacional, América Latina comenzó a experimentar, y lo sigue haciendo, dos tipos de cambio fundamentales, a mi ver. Uno es el de la formación de mercados regionales, Mercosur y Nafta. Es predecible que el segundo tendrá un futuro mejor asegurado que el primero (puesto que está ligado a un país líder en el eje Estados Unidos-Unión Europea-Japón), lo cual pone a México en un lugar particular con relación al resto de América Latina. Brasil aunque es una economía fuerte no es Estados Unidos, por lo cual es posible que así como Chile decidió no “depender” de un país “dependiente” como es Brasil, también lo haga Argentina, sobre todo en este momento de enorme inestabilidad económica. El segundo tipo de cambio lo veo en los países andinos, aunque la Comunidad Andina de Naciones, por lo que sé, no esté consolidada como Mercosur y Nafta. Los países andinos, desde 1970 pero fundamentalmente en los últimos diez años se destacan a mi ver por una mayor inestabilidad económica pero, al mismo tiempo, mayor resistencia y proyectos frente a la globalización, es decir, frente a la hegemonía de la economía neoliberal en tanto diseño económico, financiero y civilizatorio.
12Creo que estos dos momentos marcan un giro económico-político fuerte que no se corresponde, todavía, con el cambio de imaginario. ¿Qué quiero decir? Pensemos en tres etapas cronológicas que coexisten hoy en contradicciones diacrónicas. El imaginario del período colonial, el imaginario del período nacional y el imaginario del período post-nacional que estamos viviendo. En el período de la construcción nacional se redefinieron las posiciones entre Latino América y Anglo América y, en ese sentido, 1898 es una fecha clave en la consolidación del imaginario nacional-subcontinental. Hoy, en cambio, el imaginario nacional y continental se refuerza en los países financiera y económicamente líderes, como Estados Unidos y la Unión Europea mientras que se debilita en las zonas del ex-Tercer Mundo. La crisis del Estado que tanto se mienta para entender la globalización es, en realidad, una crisis de los Estados post-coloniales (o neo-coloniales). Así, la crisis de los Estados nacionales, en América Latina, va acompañada de una crisis, pero también de la posibilidad de redefiniciones del imaginario sub-continental. Mientras que en el imaginario nacional la división clásica fue entre los países del Atlántico y los países Andinos (con excepciones como Venezuela, que es Atlántico y Andino al mismo tiempo) hoy esta división está siendo suplantada por otras imágenes de mucho más fuerza y de distinta distribución geo-política. Por un lado, está el nivel de concentración económica neo-liberal, tanto en Brasil como en México, como en Colombia o Bolivia aunque la densidad de concentración es distinta. Por otro lado, están las zonas de concentración anti-neo-liberal, por decirlo de alguna manera que, hoy, toma la forma de movimientos indígenas desde el Sur de México, a Ecuador y a Bolivia. Este es sin duda un elemento nuevo y muy importante: tanto el imaginario colonial como el imaginario nacional se construyó de espaldas a la presencia indígena.
13Es por eso que, para tomar un ejemplo, la filosofía latinoamericana fue siempre ciega a esta situación que hoy ya no se la puede ignorar en ninguna dimensión, ni política, ni económica, educativa. Por esta razón, me parece, habría que ver las reformas educativas en la que tú y otros muchos están trabajando, en los Andes, en este contexto más amplio. Me parece, además, que ésta es una dimensión que ya tiene mucha fuerza y a la que deberemos prestar atención en el futuro. Habría quizás que prestar más atención a lo que Raúl Fornet-Betancourt propone en Interculturalidad y globalización. Ejercicios de crítica filosófica intercultural (2000), lo cual nos sitúa en el vaivén entre la filosofía y la economía, entre la educación y los movimientos indígenas, entre la ética y el pensamiento crítico, entre la geopolítica del conocimiento y la re-articulación de la diferencia imperial y colonial.
14En países como Ecuador y Bolivia, los movimientos indígenas están promoviendo una rearticulación de la diferencia epistémica y colonial y, a la vez, un uso políticamente estratégico del conocimiento, acciones que en cierta manera desafían el colonialismo interno como también los diseños globales del mundo moderno-colonial. ¿Qué surge de estas acciones a historias (trans) locales en torno a las geopolíticas del conocimiento y la colonialidad del poder?
15Este es sin duda un tema clave no sólo para los Andes, sino en general, para imaginar el futuro. W.E. B. Dubois dijo, al principio del siglo XX, que el gran tema de este siglo sería lo que él llamó “the color line.” Parafraseando a Du Bois podríamos decir que el gran tema del siglo XXI será la doble traducción y la interculturalidad. También creo que ambas, doble traducción e interculturalidad, en América Latina tienen su formulación más fuerte en los movimientos indígenas, particularmente en Ecuador y en Bolivia donde la “interculturalidad” es un tópico esencial, y también el movimiento zapatista que no pudo ser lo que es sin la doble traducción. Esto es, la infección simultánea de la cosmología marxista por la cosmología indígena y de la cosmología indígena por la cosmología marxista. Con el zapatismo el marxismo, sobre todo en la versión del materialismo histórico y la visión eurocentrica de la clase obrera como detentadora del futuro, corrige el error fundamental que cometieron los sandinistas con los mesquitos. Con el zapatismo, los saberes indígenas se afirman frente a los saberes occidentales, del liberalismo (y su versión tanto científica como de la filosofía de la ciencia), del cristianismo y del marxismo. La contribución que en Ecuador y en Bolivia se está haciendo al pensamiento a partir de categorías no-occidentales (esto es, de las herencias del cristianismo, del liberalismo y del marxismo y la variedad de articulaciones filosóficas y científicas en este marco) es, como usted bien lo sabe, enorme. En la última reunión del proyecto “Geopolíticas del conocimiento” que tuvimos aquí en Quito, esta cuestión quedó clara en los varios diálogos que hemos tenido con intelectuales y dirigentes del movimiento indígena ecuatoriano. El artículo de Javier Sanjinés, que se publicó en el número 2 de Comentario Internacional (Junio del 2001) y que se reproduce en este libro en forma ampliada, pone de relieve la contribución de Felipe Quispe. Sus propias contribuciones, Catherine, tanto en Comentario Internacional (2000) como en Nepantla (2002), Nueva Sociedad (2000) y en un texto por publicarse en Perú contribuyen a comprender esta situación. Y me gustaría también mencionar aquí el artículo reciente de Armando Muyolema (2001), De modo que dado que ustedes me llevan la ventaja en estos temas, me limitaré a puntualizar un par de asuntos que me parecen cruciales tanto para el desarrollo de nuestros proyectos (que comenzaron con “Geopolíticas del conocimiento”) como para pensar en y actuar hacia futuros que ofrezcan alternativos al capitalismo, sobre todo en su más reciente versión neoliberal.
16En primer lugar, la importante distinción entre “interculturalidad” y “multiculturalidad.” Usted recordará seguro que en la última reunión de Lasa John Beverley preguntó en público que se le explicara la diferencia. Otras manifestaciones similares que escuché en privado es el consabido argumento de que no hay nada fuera del mercado y que la interculturalidad es un nuevo “gadget” del mercado empleado por el Estado. En este sentido, la interculturalidad sería otra manifestación de las políticas identitarias que el filósofo e investigador esloveno, Slavoj Zizek, condena tomando el ejemplo paradigmático de Estados Unidos sin entender ni “mus” de lo que pasa en otras partes del mundo, y olvidándose que el mundo es algo más que Europa y Estados Unidos, aunque Europa y Estados Unidos se hayan expandido a todas partes del mundo. Pero lo cierto es, que como lo vimos en el once de septiembre el mundo llegó también a Estados Unidos e, indirectamente, también a Europa. En fin, la dificultad de entender la diferencia entre lo que estas dos palabras designan es una de las dificultades del monotopismo del pensamiento moderno, la imposibilidad de pensar fuera de las categorías de la modernidad, de no entender en suma la importancia de las geopolíticas del conocimiento y de los lugares epistémicos, éticos y políticos de enunciación. Pues bien, para usar el ejemplo que me brindó José Yánez del Pozo diría, para aquello que no entienden la diferencia, que vivimos en un mundo multicultural constantemente en la medida en que interactuamos con gentes de distinta “cultura”. Sin duda, la multiculturalidad trae conflictos en situaciones de crisis y el Estado tiende a resolver esos conflictos, puesto que si los dejara estar serían perniciosos tanto para el Estado como para el mercado. Pero la interculturalidad no es solo el “estar” juntos sino el de aceptar la diversidad del “ser” en sus necesidades, opiniones, deseos, conocimiento, perspectiva, etc. En este momento de la historia no es fácil comprender (y aún para la izquierda) que haya formas de pensamiento que no se fundan en Santo Tomás, Kant, Spinoza, Freud, Heidegger, Husserl o Marx, y quizás algunos más. En el caso de los Andes, se trata del conocimiento que comenzó a ser subyugado por el cristianismo y luego por la Ilustración y más tarde por el marxismo.
17Usted ha expuesto muy bien la trayectoria y las complejidades del concepto de “interculturalidad” (Walsh 2000; Walsh en prensa). A mí me incumbe aquí puntualizar sólo un aspecto: el que el concepto de “interculturalidad” revele y ponga en juego la diferencia colonial, lo cual queda un tanto escondido en el concepto de “multiculturalidad”. Por eso, cuando la palabra “interculturalidad” la emplea el Estado, en el discurso oficial el sentido es equivalente a “multiculturalidad.” El Estado quiere ser inclusivo, reformador, para mantener la ideología neoliberal y la primacía del mercado. Pero, en todo caso, es importante reconocer las reformas que se pueden realizar a través de la política del Estado. En cambio el proyecto “intercultural” en el discurso de los movimientos indígenas está diciendo toda otra cosa, está proponiendo una transformación. No están pidiendo el reconocimiento y la “inclusión” en un Estado que reproduce la ideología neoliberal y el colonialismo interno, sino que están reclamando la necesidad de que el Estado reconozca la diferencia colonial (ética, política y epistémica). Tampoco están pidiendo que se reconozca la participación de los indígenas en el Estado, sino la intervención en paridad y reconociendo la diferencia actual de poder, esto es, la diferencia colonial y la colonialidad del poder todavía existente, de los indígenas en la transformación del Estado, y por cierto, de la educación, la economía, la ley.
18En ese sentido, el Estado ya no podría ser “monotópico e inclusivo” sino que tendrá que ser “pluritópico y dialógico” en el cual la hegemonía es la del diálogo mismo y no la de uno de los participantes en el diálogo, como es el caso actual tanto en Ecuador, Bolivia o Estados Unidos o Francia. El paso decisivo para el futuro es la universidad y este paso se está ya dando en Ecuador con la Universidad Intercultural y en Bolivia con varias experiencias en marcha de universidades lideradas por intelectuales indígenas. Subrayemos para los lectores no familiarizados con estos temas, que la Universidad Intercultural indígena no es sólo para indígenas, sino para todo el mundo. La particularidad es la diferencia de perspectiva entre la Universidad Estatal (o privada) y la Universidad Intercultural. Mientras que la universidad estatal, en Ecuador o en Bolivia, reproduce la tradición colonial de la expansión de la universidad europea en América y, mas recientemente, la transformación de la universidad kantiana-humboldiana en universidad corporativa (por ejemplo, conocimiento instrumental, preparación de profesionales eficientes, eliminación de conocimientos “inútiles” como las humanidades y el pensamiento crítico), la Universidad Intercultural reformula el qué, el por qué y el para qué del conocimiento tanto en la perspectiva epistémica indígena (en vez de blanca) como en las necesidades legales, económicas, de salud, etc.
19En este sentido la respuesta a la globalización desde la perspectiva indígena es por un lado inequívoca y por otro lado sin retroceso. No voy a abundar en estos detalles que están ya explicados en el Boletín Icci-Rimai de octubre del 2000. Pero para los lectores que no tienen por el momento acceso a este Boletín señalaré que la decisión de los diseñadores de la Universidad Intercultural, y la de su actual rector Luis Macas, la decisión de designar la organización de la universidad y los títulos otorgados en quichua, en vez de castellano, no es un mero capricho ni una decisión sin consecuencias. Al contrario, es un ancla importante de lo que la interculturalidad, tomada en serio, significa. Y no me queda la menor duda de la seriedad y radical importancia del proyecto.
20En este sentido, el libro de Betancourt que mencioné antes es importante pero necesita ser recontextualizado. La contribución del libro es la de marcar el hecho de que la “filosofía latinoamericana” fue una filosofía por un lado marcada por la diferencia colonial con respecto a la filosofía europea (que explico tanto en “Diferencia colonial y razón postoccidental”, 2000 como en la introducción al libro Capitalismo y Geopolítica del Conocimiento, 2001) y, por otro, una filosofía que estuvo de espalda al pensamiento indígena y al pensamiento afro-caribeño. En este momento no es suficiente con que la tradición de la filosofía “latinoamericana-criolla” reconozca sus límites. Si sólo fuera así sería una “filosofía multicultural” es decir, incluir a todos para seguir siendo la filosofía del pensamiento criollo-mestizo e inmigrante. La verdadera filosofía intercultural será aquella en que dialoguen pensamiento mestizo-criollo e inmigrante con el pensamiento indígena y el pensamiento afro-caribeño (tal como lo articulan, por ejemplo, tanto Gordon Lewis (2000), de Jamaica y Paget Henry (2001) de Antigua. En cuanto al pensamiento indígena está ya en marcha desde el siglo XVI (Guaman Poma, Pachacuti Yamki, el manuscrito de Huarochiri, etc.) y se está re-articulando en obras como las de Fausto Reinaga, Felipe Quispe, Marcelo Fernández, Enrique Ticona y otros, en Bolivia. En Ecuador pienso que la Universidad Intercultural es el proyecto donde esta actualización se resume y se articula institucionalmente.
21En suma, el concepto de “interculturalidad” definido desde la perspectiva de los movimientos sociales e intelectuales indígenas da cuenta de la importancia de las geopolíticas del conocimiento. Esto es, la de tomar en serio que el conocimiento no es uno y universal para quien quiera ingresar a él, sino que está marcado y está marcado por la diferencia colonial. En este sentido, estoy de acuerdo con usted en que la interculturalidad así definida es una manera de sobrepasar el colonialismo interno. Por otra parte, es una buena muestra del potencial epistémico de la epistemología fronteriza. Una epistemología que trabaja en el límite de los conocimientos indígenas subordinados por la colonialidad del poder, marginados por la diferencia colonial y los conocimientos occidentales traducidos a la perspectiva indígena de conocimiento y a sus necesidades políticas y concepción ética.
22Finalmente, es importante subrayar que la “interculturalidad” como proyecto epistémico, ético y político desde la perspectiva indígena es una manifestación singular de lo que está ocurriendo en otras partes del mundo. No tengo aquí tiempo para desarrollar el punto, pero quiero mencionar el caso de los intelectuales progresistas del mundo árabe-musulmán como Mohammed Abed al-Jabri y Ali Shar’iati, además de Abdelkhebir Khatibi de quien me ocupé en Local Histories/Global Designs. Al pensamiento afro-caribeño habría que agregar también lo que está ocurriendo en África. De ello me ocupo en parte en Capitalismo y Geopolítica del Conocimiento. A los nombres ahí mencionados habría que agregar el muy importante de Achille Membe. En fin, el grupo de asiático de estudios subalternos (traducido en Bolivia por Silvia Rivera y Rossana Barragán) es otro ejemplo. “Interculturalidad” sería así un nombre de un fenómeno global cuyas características dependen de las historias locales y de la particular articulación de la colonialidad del poder en Asia, África y América Latina. Traté de explicar este fenómeno como la emergencia del pensamiento (epistemología, ética y política) fronterizo en mi libro Local Histories/Global Designs.
23C.W: Dentro de la perspectiva que usted a señalado aquí y al frente de la nueva política antiterrorista lanzada después de los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 y una emergente colonialidad global, como pensar perspectiva como pensar el Plan Colombia?
24W.M: Para responder a estas preguntas tenemos que comenzar por tratar de entender la lógica de los diseños globales, particularmente en su última etapa, la etapa del “mercado total” (Hinkelammert) o lo que es lo mismo la filosofía neo-liberal o, lo que es lo mismo, la última etapa de la globalización. Es decir, de la globalización/colonialidad global. Antes de entrar al tema del 11 de septiembre hay que decir que la muerte de miles de personas (ciudadanos o no) en el ataque a las torres del World Trade Center tiene que ser condenado. Pero es necesario también poner entre paréntesis los afectos para poder entender la lógica de lo que esta ocurriendo. La condena al acto “terrorista” no implica que, automáticamente, se celebre “la respuesta” del gobierno estadounidense. Por otra parte, de las miles de personas que perdieron la vida el 11 de septiembre no todas eran “estadounidenses”, aunque los media asumen que sí, que todos lo eran. La condena al acto terrorista, entonces, es una condena desde la perspectiva de la “pérdida de vidas humanas” y no sólo de la “pérdida de vidas” identificadas con la nacionalidad, y la nacionalidad marcada por la tradición anglo-protestante-blanca. Volveré sobre este asunto más abajo, al referirme a los derechos humanos.
25A partir del 11 de septiembre hemos escuchado y leído tres tipos básicos de discurso. El discurso de la derecha, particularmente pronunciado por el Presidente George W. Bush y sus estrechos colaboradores. En Europa, Tony Blair se encargó de propagar esta versión en sus propios términos. La retórica de este discurso acentúa el “terrorismo” como ataque a la “libertad” amenazada por “el Mal.” Esta caracterización la había empleado Ronald Reagan en los ochenta para caracterizar el Imperio Soviético. En este discurso la guerra indefinida contra el terrorismo se justifica como defensa de “la libertad” y de Estados Unidos como paradigma de la libertad y de la democracia. Al mismo tiempo, el paradigma nacional de la democracia se extendió a nivel global cuando el Presidente George W. Bush sentenció que quienes no están con nosotros están contra nosotros. Este pronunciamiento revela la lógica de la lucha contra el terrorismo: la defensa de la libertad y de la democracia implica que quienes no están aliados con esta defensa no tienen derecho a ser libres y a estar en contra. Esto es, la defensa de la libertad se justifica mediante la violencia contra quienes no están involucrados en la libertad que se defiende y a quienes se les ha dificultado el derecho de oponerse libremente a la libertad que se defiende con la violencia. Lo que acabo de decir no debe leerse como una justificación de lo que ocurrió el 11 de septiembre.
26Hay aquí dos niveles de análisis que no podemos confundir: uno es el ético-político. Éticamente es condenable todo acto que atente contra la vida de personas civiles, no involucradas en el conflicto. Políticamente, los actos terroristas tienen un efecto contraproducente en la medida en que justifican el refuerzo del poder contra el cual el terrorismo se ejecuta y, por otro lado, no ofrece alternativas ni proyectos para el futuro. Se podría argumentar que Bin Laden y Al-Queda lo tienen, pero no voy a entrar aquí en estos detalles. Pero, por otro lado, la lógica del poder y de la colonialidad del poder como lo explica Aníbal Quijano (Polis Nº3 2002), no puede aceptarse como el bien natural que lucha para destruir la artificialidad del Mal. La “doble crítica” es aquí más necesaria que nunca. Y la “epistemología fronteriza”, esto es, el pensamiento que piensa y se piensa desde la perspectiva de quienes sufren las consecuencias de la violencia estatal, es más necesaria que nunca. Por cierto, no estoy diciendo que Bin Laden “representa” esa perspectiva. Bin Laden es una de las respuestas posibles explicable desde la perspectiva de la colonialidad del poder. Explicable, pero no necesariamente justificable. En la misma lógica es explicable Sendero Luminoso. Pero de ninguna manera justificable. El resultado de Sendero Luminoso fue, dicho sea de paso, semejante. Reforzó el poder y justificó la violencia estatal y militar aunque, claro está, sólo a nivel nacional.
27Por otro lado, el discurso de la izquierda nacional (es decir, la izquierda en Estados Unidos, particularmente a través de medios como The Nation) denunció las complicidades entre el gobierno de Estados Unidos y Afganistán, en 1979, contra la Unión Soviética. Puso de relieve la participación de Bin Laden y el entrenamiento que recibió, en la ocasión, por parte de la Cia. Puso también de relieve la conveniencia para Estados Unidos del gobierno talibán. No dejó de señalar los intereses económicos y las riquezas petroleras en Afganistán y también las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudita, relaciones que continuaron desde 1979 hasta la presidencia de George Bush padre. En fin, no quedó un aspecto de las componendas y triquiñuelas internacionales, durante la Guerra Fría, entre Estados Unidos y los países árabes, particularmente Arabia Saudita, y la Unión Soviética que la izquierda estadounidense no pusiera de relieve.
28Hubo, y todavía lo hay, un silencio sólo roto esporádicamente y cuando así ocurre enmarcado por la presencia y la ideología de la media en Estados Unidos: la opinión de los intelectuales progresista en el mundo árabe-islámico. Al-Jaezira fue censurada después del primer día en que algunos canales en Estados Unidos se atrevieron a mostrar trozos de entrevistas con Bin Laden y los talibanes. Personalmente tuve la oportunidad de escuchar, en Duke, a la escritora y activista egipcia Nawal El-Sadawi (Octubre del 2001) y ver también una entrevista que Al-Jaezira le hizo a ella un par de años antes. En la entrevista se podía comprender las posiciones antagónicas y enfrentadas, en el Islam, entre intelectuales fundamentalistas y progresistas. No obstante, cuando los intelectuales progresistas arabo-islámicos no sólo condenan el fundamentalismo islámico, sino también el fundamentalismo del mercado neo-liberal son vistos también ellos como contrarios al bien, a la libertad y a la democracia.
29Sería interesante revisar las reacciones en otras partes del mundo, pero no viene al caso aquí. Teniendo en cuenta la segunda parte de la pregunta, mejor nos concentramos en las respuestas en y desde América Latina. Pero para ello hay que empezar antes, en la década del 70, después del “fracaso” del proyecto de modernización y desarrollo, de la Alianza para el Progreso, de las reformas de Frei en Chile que culminaron en la elección de Salvador Allende. Su derrocamiento, en el 1973, puede tomarse como un punto de referencia del cambio al que estoy aludiendo. El teólogo de la liberación Franz J. Hinkelammert (1989) caracterizó esta etapa (es decir, la etapa que siguió al fracaso de la Alianza para el Progreso, el golpe militar en Chile y la crisis motivada por la Opec), como la “tercera guerra mundial.” La aparición del “mal” como el enemigo marcó, para Hinkelammert, el argumento y la estrategia para el lanzamiento del mercado total y del Estado contra del Estado. En esta genealogía, la transferencia del “mal” de la Unión Soviética a los Talibanes, Bin Laden y Al-Queda, constituiría la Cuarta Guerra Mundial. Y así como la caracterizó el Sub-Comandante Marcos (1997). Es en esta línea de pensamiento que podemos también entender la posición asumida por Aníbal Quijano, miembro de nuestro proyecto de investigación, en su artículo “¿Entre la guerra santa y la cruzada?” (Polis 3 2002). El argumento de Quijano tiene dos facetas. Por un lado, el argumento histórico que se estructura en torno a la colonialidad del poder y subraya el conflicto entre cristianos y moros en el siglo XVI que es una de las marcas de la complicidad entre cristianismo y capitalismo mercantil. La destrucción de libros y del saber árabe-islámico, a finales del siglo XV, en la campaña dirigida por el Cardenal Jiménez de Cisneros encuentra su contraparte diacrónica, el 11 de septiembre, en la destrucción del capital simbólico del siglo XXI: no ya los libros y el saber, sino la concentración del capital financiero. La acumulación del capital simbólico de los dos acontecimientos es sin duda reveladora. Por otra parte, Quijano contrapone el “terrorismo de Estado” al “terrorismo privado”. Indirectamente continúa el análisis que había ofrecido Hinkelammert, desde la perspectiva de la teología de la liberación, al analizar la lógica del mercado total durante la etapa de la “tercera guerra mundial”. Quijano nos ofrece una actualización en el momento de la “cuarta guerra mundial.” Franz J. Hinkelammert (1989) caracterizó esta etapa (es decir, la etapa que siguió al fracaso de la Alianza para el Progreso, el golpe militar en Chile y la crisis motivada por la Opec), como la “tercera guerra mundial.” La aparición del “mal” como el enemigo marcó, para Hinkelammert, el argumento y la estrategia para el lanzamiento del mercado total y del Estado contra del Estado. En esta genealogía, la transferencia del “mal” de la Unión Soviética a los talibanes, Bin Laden y Al-Queda, constituiría la cuarta guerra mundial. Y así como la caracterizó el Sub-Comandante Marcos (1997).
30Tenemos aquí ya bastantes elementos para pensar de qué manera se está re-articulando hoy la colonialidad del poder en la “cuarta guerra mundial.” Dentro de esta perspectiva el Plan Colombia sería una re-configuración hoy de los diseños globales y, en particular, de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. El Plan Colombia, lanzado por el gobierno colombiano y apoyado por los Estados Unidos (y con la abstención de la Unión Europea), es un buen ejemplo de la complicidad entre gobiernos locales de “países emergentes”, del ex-tercer mundo (el “tercer mundo” en la etapa de la tercera guerra mundial) y los diseños imperiales (económicos y militares) de los gobiernos locales “de países desarrollados”, del primer mundo. Es curioso que mientras “tercer mundo” es una expresión criticada como obsoleta, por la derecha misma, mientras que “primer mundo” no produce las mismas desconfianzas. El Plan Colombia es un proyecto de lucha contra “la guerrilla” no contra el “terrorismo.” Ambos son movimientos anti-sistémicos, para emplear la expresión introducida en el análisis del mundo moderno-colonial. Pero sus respuestas tienen distintas motivaciones aunque sus resultados sean muchas veces semejantes. Por ejemplo, la muerte indiscriminada de personas inocentes.
31Pero claro está, la muerte de personas inocentes ocurre también en las maniobras del “Estado” contra el “terrorismo”, la “guerrilla” y la “invasión”, como ocurrió en la Guerra del Golfo, en Afganistán y, aunque sabemos menos, en las fumigaciones en la zona cocalera de Colombia. Recordemos, para entender lo que estoy diciendo, los distintos diseños globales que a lo largo de cinco siglos justificaron e implementaron la colonialidad del poder. La cristianización del mundo fue el primero. A ella siguió la Misión Civilizadora, la “civilización”, secular, del mundo. A este diseño siguió el Desarrollo y Modernización, entre 1945 y 1950 aproximadamente. A partir de ese entonces, durante la “tercera y cuarta” guerra mundial lo que tenemos es el Mercado Total del que habla Hinkelammert. Cada una de estos diseños, que coexisten hoy aunque el dominante es el del Mercado Total, ha producido distintas formas de justificar e instrumentar la colonialidad del poder. Como vimos más arriba, el Mercado es hoy el bastión donde anida la Libertad y la Democracia. Pero, como ya se habla hoy en Estados Unidos en la media independiente, ¿porqué suponer que el capitalismo es la condición necesaria de la democracia? Si el objetivo es la democracia, ¿por qué necesitamos del capitalismo? Y por otra parte, sino hay un vínculo necesario entre capitalismo y democracia, ¿cuáles son las posibilidades futuras? Por cierto que no la dictadura del proletariado, un proyecto que mantuvo la misma lógica y que cambió el contenido. En vez de la concentración del poder en las elites capitalistas, la concentración del poder en los intelectuales “representantes” de la clase obrera!
32Quiero aclarar, aunque resulte obvio, que aquí me estoy refiriendo al Plan Colombia no en su complejidad cotidiana, sino en el lugar que le corresponde en la perspectiva de la colonialidad global, es decir, de los cambios que van re-configurando la (post)modernidad y, en consecuencia, la (post)colonialidad. Con esto quiero decir que si por postmodernidad entendemos transformaciones que operan ya sobre los principios de la modernidad pero tampoco se explican sin la modernidad, la postcolonialidad debemos entenderla como transformaciones de los principios en los que operó la colonialidad hasta hoy. Postcolonialidad quiere decir pues, nuevas formas de colonialidad y no su fin. Esta postcolonialidad, esta colonialidad global (o “colonialidad at large” para complementar lo que le faltó a Arjun Appadurai cuando sólo se refirió a “modernity at large”) que toma distintas formas, tiene en el Plan Colombia una manera específica de operar en América Latina. ¿Que quiero decir con esto?
33Primero pensemos, a grandes rasgos, en la colonialidad global. En primer lugar, como es obvio para todo el mundo, si bien hay Estados fuertes como lo son el Grupo de los 8, también es cierto que el capital y sobre todo el capital financiero funciona con independencia del Estado. Si bien es cierto que Estados Unidos tiene el poder militar más fuerte, también es cierto que el poder militar está concentrado, hoy, en los Estados Unidos y la Unión Europea. En fin, lo que el Grupo de los 7 hace, al igual que el “grupo de los cinco” del Consejo Mundial de Seguridad (EE.UU., Inglaterra, Francia, Rusia y China), es constituir complejas formas de gobierno mundial y de redefinición de la diferencia imperial (por ejemplo, el grupo de los cinco) y de la diferencia colonial (por ejemplo, ya no es sólo Estados Unidos o Francia que son agentes identificables de ejercicio de la colonialidad del poder, sino que ésta se distribuye en otros lugares, el Fondo Monetario, el Banco Mundial, la Organización del Atlántico Norte, etc.). No es que el imperio se haya convertido en un deleuziano y postmoderno no-lugar. No, no. Solo ha cambiado de lugar. El lugar no es un territorio, un Estado-nación imperial, como Inglaterra en el pasado, o Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX. El “lugar” no es un “territorio”, sino un espacio de poder o, mejor, redes desde donde se ejerce la colonialidad del poder.
34Estas formas de concentración de capital y de colonialidad global son generales. Los herbicidas desparramados sobre los campos de cultivo de coca en Colombia son parte de las tecnologías de guerra que se emplean hoy, sea con fines de “aumento de la producción” genéticamente orquestada y purificada o con fines de “disminución de la producción”, en el caso de la coca. Ahora bien, la aparente contradicción entre aumento y disminución de la producción no lo es y ambos, aumento y disminución, están mediados por una cuestión ética que se combina de manera un tanto perversa con una cuestión económica y otra política. La cuestión ética es la que hace de la coca, contraria al café, por ejemplo, una mercancía éticamente deplorable. Sin embargo, el caso es de que la coca es, como el café o cualquiera otra mercancía, una mercancía más en la estructura del capital. No sólo eso, sino que es una mercancía que mueve una cantidad de dinero que no mueven otras mercancías. De tal modo que por un lado produce y distribuye un discurso ético en todos los medios de difusión, por otro los beneficios económicos que produce la coca para todos aquellos involucrados en el negocio hace totalmente dispensable el discurso ético y las vidas humanas que la producción y mercantilización de la coca líquida.
35No obstante, la mercantilización de la droga no es la única forma por la que la vida humana pierde valor frente al valor de la mercancía, del dinero, y de la acumulación de riquezas. En los últimos meses los periódicos estuvieron comentando el genocidio indirecto en África por falta de capacidad adquisitiva de medicinas para los pacientes de Sida. En este caso, el aumento de productos farmacéuticos no se ha logrado para salvar o prolongar vidas humanas, sino para producir riqueza. De tal modo que cuando la cuestión es elegir entre la vida humana y las ganancias, para la ética del capital, hoy, este no es un dilema: las ganancias vienen primero. Este es el momento en que es necesario estar atento a la política y la filosofía de los derechos humanos. Hoy la derecha defiende la universalidad de los derechos humanos conscientes de las críticas a tal universalidad. Estas críticas provienen, fundamentalmente, de la izquierda occidental, de los líderes políticos asiáticos y de los fundamentalistas islámicos. En este escenario, la derecha que así presenta el argumento, sale ganando. Pero hay una cuestión más básica: la desvalorización de la vida humana por el Mercado Total y es precisamente en este contexto de desvaloración de la vida humana que se defiende la importancia de los derechos humanos, desde la derecha, contra la izquierda que critica su universalismo y frente al Este Asiático y al mundo Islámico que critican su occidentalismo.
36Los derechos humanos deben ser defendidos, pero no desde una posición que mantiene los derechos humanos suponiendo que el capitalismo, la democracia y la libertad son la mejor forma de asegurarlos. La defensa de los derechos humanos sin cuestionar el capitalismo esta tan viciada como su condena por la izquierda occidental y por el “asianismo” y por el fundamentalismo islámico. En este argumento están hoy enredados los debates sobre los “derechos humanos”. Ignatieff (2001) defiende la universalidad de los derechos humanos frente a tres tipos de críticas. La de la izquierda occidental, las críticas de la perspectiva islámica y de la perspectiva asiática. El argumento está viciado por la ceguera y la asunción de que en el Occidente no-marxista (si se puede decir) no se violan derechos humanos. Los violadores son siempre los otros, los diferentes, los que están del otro lado de la diferencia imperial o de la diferencia colonial. En este preciso sentido, es que el argumento de Ignatieff es útil para comprender la doble cara de los derechos humanos defendidos por Occidente: son un instrumento para el control de la “barbarie” mediante la expansión del capitalismo, de la libertad y de la democracia (ver la crítica progresista, desde la perspectiva islámica, de Abdullahi An-Na´im 1994).
37Por el lado de lo político, las complicaciones surgen entre otras cosas en torno a la soberanía y a la gobernabilidad. Para comprender este aspecto conviene hacer algunas distinciones en el largo horizonte colonial de la modernidad. En el siglo XVI, por ejemplo, la cuestión de soberanía no se planteaba todavía en los términos en que nos la planteamos hoy. El “derecho de gentes” que introdujo y elaboró la escuela de Salamanca se ocupaba más bien de los “derechos” de gentes bajo la esfera del imperio pero no de su autogobierno. A partir de finales del siglo XVIII y sobre todo en el siglo XIX, y perdón por ser demasiado esquemático, pero es necesario tener en cuenta este marco, la cuestión de la soberanía comienza a plantearse en dos frentes: por un lado la soberanía de los Estados-nacionales en Europa y, paralelamente, de los Estados que emergían de la descolonización en las Américas (EE.UU., Haití, la América hispánica y portuguesa), y por otro lado, la soberanía de los Estados-nación que surgieron de la descolonización en la segunda mitad del siglo XX. Pero, además, la existencia del “comunismo” que estructuró la Guerra Fría introdujo una nueva dimensión en la cuestión de la soberanía. Introdujo, en realidad, un nuevo enemigo para el concepto liberal de soberanía. Así, forzó a nuevas alianzas entre los Estados que surgieron de las ex-colonias y los Estados industrializados que orquestaron la colonización en los siglos XIX y XX.
38En todo caso, la soberanía fue y sigue siendo un arma de doble filo. La soberanía es un discurso de la modernidad que, al mismo tiempo, se ejerce como colonialidad del poder, es decir, como forma de control. El Plan Colombia se presenta, por un lado, como parte del discurso de limpieza ética y, por otro, como una cuestión de gobernabilidad en la que la soberanía del Estado colombiano está entre fuegos cruzados: el negocio de la droga y la guerrilla, por un lado, y Estados Unidos, por el otro. Si a esto agregamos que además de la coca como mercancía y de la cuestión de gobernabilidad muchas otras riquezas naturales están en juego (petróleo, minerales, explotación forestal), el Plan Colombia sería un sector de los nuevos diseños globales puestos en práctica por el diseño neoliberal (es decir, ya no el diseño global con el proyecto de cristianizar, de civilizar luego o de modernizar, como lo fue en los años posteriores a la segunda guerra mundial). Se trata ahora de un diseño en el cual, contrario a los anteriores, ha llegado a poner la acumulación por encima de la vida humana. Mientras que a lo largo de la misión cristiana y civilizadora se restaba valor a las poblaciones colonizadas, marcando la diferencia colonial que distinguía culturas superiores de culturas inferiores, hoy, en cambio, lo que ha perdido valor es simplemente la vida humana. Así pues, en el terreno de lo político, el Plan Colombia aparece como un aspecto más del gran diseño global en el que el discurso ético oculta la potencialidad económica que subyace y el discurso político de la libertad y soberanía de Colombia oculta la potencialidad política y militar del control de la población y la administración de riquezas futuras.
39C.W: ¿Cuáles son las cuestiones centrales que las geopolíticas de conocimiento plantean a la universidad latinoamericana / andina y a nosotros académicos?
40W.M: La primera parte de su pregunta alude a la dimensión institucional y, en consecuencia, apunta hacia la fundación económica y política en la producción del conocimiento. Tomemos de nuevo, como marco, los años de la Guerra Fría y los más recientes, los post-Guerra Fría. Pero recordemos, sin embargo, que la uni-versidad fue y es parte de los diseños globales del mundo moderno-colonial. Con ello no quiero decir que en las grandes civilizaciones que ya existían cuando Europa era todavía una comunidad a formarse, débil y semi-barbaría, no tuvieran instituciones educativas. Quiero decir que a la institución educativa que se concibió en términos de universidad le fue consubstancial en la conceptualización epistémica que hoy conocemos como uni-vers(al)idad. La expansión religiosa y económica de occidente fue paralela a la expansión de la universidad. En consecuencia, la situación de la universidad, en este plano, debe pensarse en relación a la distribución planetaria de las riquezas económicas. Pero, además, debe verse también en relación a la desvalorización de la educación en los diseños globales neoliberales, paralelos a la desvalorización de la vida humana. El segundo ministro de economía que tuvo Argentina en dos años del gobierno de De la Rúa, Ricardo López Murphy, “educado” en la economía del mercado libre, lo primero que hizo es cortar el presupuesto, y cortar por lo menos “necesario”, la educación. En fin, todo esto lo sabemos. Sólo estoy tratando de ponerlo en el marco de la doble cara modernidad/colonialidad y de las historias locales y de los diseños globales.
41Sin duda que estos fenómenos también ocurren en la Unión Europea y en Estados Unidos. No obstante, y particularmente en Estados Unidos, la universidad no depende ya de los fondos del Estado, sino de la financiación del capital privado, en el área de investigaciones médicas, de ingeniería, de ciencias físicas, etc. y de los “donantes”, sobre todo en el área de humanidades. ¿Quiénes son los “donantes”? Los “donantes” son ex-alumnos de universidades de prestigio, tanto estatales como privadas, que han tenido carreras exitosas en términos de dinero. Así, por ejemplo, Melinda Gates, la hija del magnate de Microsoft Bill Gates, fue estudiante en Duke y ahora es miembro del Consejo Superior de la universidad (los Consejos Superiores de las grandes universidades está siempre formados por personas de influencia en el medio político y económico, por ejemplo, banqueros, senadores, hombres y mujeres de negocios). Melinda Gates donó hace poco 20 millones de dólares a Duke y ambos, Melinda y Bill Gates, han donado también dinero para programas especiales en la educación de pre-grado. Hay otros casos. Por ejemplo, un millonario chino que dona 100 millones a la Universidad de Princeton, por ejemplo, para patrocinar el incremento de la calidad y cantidad de los estudios de China en los Estados Unidos. El gobierno francés y el español han estado alimentando de dinero a las universidades para incrementar el estudio del español y del francés en Estados Unidos. Claro, esta posibilidad les está negada a Bolivia y a Ecuador, por ejemplo. Esta situación tiene sus ventajas, en la medida en que se dispone de medios, las bibliotecas están bien surtidas, y las computadoras abundan. Por otro lado, es notable y está siendo tema de discusión, cuál será el rol de las humanidades y del pensamiento crítico en universidades que son día a día más corporativas y la investigación, aún en las humanidades, está patrocinada por el capital privado.
42Volvamos al ex-Tercer Mundo. Hace tiempo que los científicos sociales en África, y últimamente también en América Latina, se han estado refiriendo a las condiciones de trabajo de las universidades de estas regiones. En América Latina instituciones como la Unam en México o la Usp en Brasil son casos excepcionales. El rector de cada una de estas universidades tiene tanto o más poder, político y económico, que el gobernador de una provincia argentina o ecuatoriana. Este no es el caso de la universidad en Argentina, en Bolivia o en Perú, me refiero a las universidades estatales, donde las condiciones son cada vez más precarias (NACLA publicó recientemente, enero-febrero del 2000, un informe especial sobre “The crisis of the Latin American University”). Por otro lado, están surgiendo universidades privadas en un muy buen nivel de investigación y enseñanza, como la Torcuato Di Tella y la Universidad de San Andrés en Buenos Aires, la universidad Arcis, en Chile y, dentro de las ya consagradas, la Javeriana en Bogotá (ver Lander 2001 y este volumen para una crítica filosófica de la cuestión de la colonialidad del saber, la universidad y las geopolíticas del conocimiento). En fin, a esto habría que agregar instituciones como Clacso y Flacso. Lo que importa, no obstante, es que si bien se encuentran centros de investigación y enseñanza de primera línea, la universidad sea privada o estatal, sea económica y políticamente fuerte como la Unam y la Usp, la diferencia que nos interesa aquí es aquella que existe entre historias locales en las que se piensan y se distribuyen diseños globales y aquellas historias locales que tienen que negociar tales diseños globales. En suma, lo que nos interesa aquí es la configuración de la diferencia colonial en el plano institucional de la educación.
43Ahora bien, todo este recorrido es útil para referirme al último aspecto de la pregunta, al “nosotros académicos”. Creo que aquí es necesario plantearse el problema en términos más amplios, sin dejar de tener en cuenta, por cierto, los factores económicos y políticos a los que aludí en el párrafo anterior. Todo lo contrario, debido a ellos es que es necesario plantearse el problema en términos más amplios. Para simplificar una cuestión compleja, y con el riesgo de simplificarla demasiado, “el rol del (a) intelectual” es aquí la cuestión. Se me ocurren tres ejes para comenzar a pensar la cuestión:
44El primero es que la idea de intelectual orgánico, que había planteado Antonio Gramsci, aparece hoy como insuficiente, sobre todo en el ex-Tercer Mundo y en particular debido a la emergencia de una intelectualidad indígena fuerte, una intelectualidad que, como argumenta Freya Schiwy, cuestiona el concepto de intelectual forjado en el imaginario de la modernidad/colonialidad: los indígenas, por definición, no podrían ser intelectuales puesto que el intelectual se define en relación al poder de la letra (el intelectual del siglo XIX es la transformación del letrado del siglo XVI) y los indígenas no tenían “letras”, es decir, no tenían “luces.” Pero, además de la letra, el intelectual se define por el “intelecto” y los indígenas, según los diseños globales triunfantes, no tenían letras y, por lo tanto, un intelecto debía “desarrollarse” mediante la civilización.
45En segundo lugar, la idea de académico, o “scholar”, nos lleva a preguntarnos sobre la formación de las “culturas académicas”, el rol de la investigación y de la enseñanza, y las relaciones y diferencias entre académico-a e intelectual. En este terreno es necesario no solo repensar sino fundamentalmente re-orientar los principios y objetivos de la investigación y de la enseñanza. Diría, para empezar, que hay tres preguntas claves que explorar en este terreno: (a) ¿Qué tipo de conocimiento/comprensión (epistemología y hermenéutica) queremos/ necesitamos producir y transmitir? ¿A quienes y para qué? (b) ¿Qué métodos/teorías son relevantes para el conocimiento/comprensión que queremos / necesitamos producir y transmitir? (c) ¿Con qué fines queremos/necesitamos producir y transmitir tal tipo de conocimiento/comprensión?
46El proceso de pensamiento crítico que responda a estas preguntas deberá ser un trabajo continuo (publicar un artículo o un libro será un momento particular, pero no trascendente en este proceso); requerirá esfuerzos y toma de posiciones particulares en situaciones políticas tan distintas como puede ser la de la universidad en Ecuador o en Estados Unidos, como señalé más arriba. El exceso económico y técnico, en Estados Unidos, dificulta el ejercicio de un pensamiento crítico puesto que la sociedad valora y prefiere la “eficiencia”. En este sentido, quienes trabajan en América Latina (o en Asia o África) tienen una contribución fundamental que hacer. En sentido contrario, quienes trabajamos en Estados Unidos y nos beneficiamos del pensamiento crítico producido en África, Asia o América Latina tenemos también un papel importante, de apoyo tanto político, como material como intelectual, al pensamiento crítico que se produce fuera de Europa o de Estados Unidos.
47El pensamiento crítico del futuro ya no podrá ser una constante actualización del pensamiento crítico europeo o estadounidense, aún aquel que están produciendo hoy los intelectuales del Tercer Mundo en Europa y en Estados Unidos. Esto es, si la crítica a la globalización de derecha es seria, en el sentido en que la globalización tiende a la homogeneización, también esta crítica es válida para la izquierda. Pensar que el marxismo debe ser universal tiene un contenido distinto, pero la misma lógica que el pensar que el cristianismo y el liberalismo debe ser universal. Así diría pues que “la tarea intelectual del académico(a)”, para responder a la última parte de la pregunta, en Estados Unidos, en América Latina y donde fuera es producir pensamiento crítico, y el pensamiento crítico no podrá ser reemplazar la Biblia por Marx o Hegel por Heidegger, o Fukuyama por Zizek, etc. El pensamiento crítico tendrá que ser desde la colonialidad, por la descolonización tanto económica como intelectual, tanto de derecha como de izquierda. El pensamiento crítico es, en última instancia, el de una crítica sin garantías.
48Por eso, para terminar, los estudios culturales o los estudios postcoloniales son útiles y necesarios, pero mantienen los limites de la academia y, sobre todo, de la epistemología moderna que piensa el conocimiento como “estudio” de algo. En este preciso sentido, los estudios culturales no son distintos a los estudios sociológicos, históricos o antropológicos. Por eso se celebran los estudios culturales, por ser interdisciplinarios. Este es un aspecto importante en la institución universitaria puesto que permite la creación de espacios más allá de las normas disciplinarias y, así, permite que quienes se sientan asfixiados por la tiranía de las disciplinas que invocan “rigor científico” más que pensamiento crítico tengan un lugar para proseguir sus investigaciones y enseñanzas.
49No obstante, “pensamiento crítico” quiere decir algo muy distinto a “estudios culturales” o “estudios postcoloniales”. El pensamiento crítico no tiene como fin el conocimiento o comprensión del objeto que se estudia, sino que el conocimiento y la comprensión son los peldaños necesarios para “otra cosa” y “otra cosa” está resumida en las tres preguntas que enuncie un poco más arriba. En Local Histories/Global Designs mi propósito no fue “estudiar.” Me interesó y me interesa más “reflexionar sobre ciertos problemas” y no “estudiar ciertos objetos o dominios o áreas o campos o textos”, así estos estudios culturales o postcoloniales. En fin, para terminar, la tarea académica/intelectual deberá reformularse en términos epistémicos, éticos y políticos, más que metodológicos. La epistemología fronteriza que contribuirá a conceptualizaciones y prácticas de conocimiento que Silvia Rivera Cusicanqui, en Bolivia, formuló “el potencial epistemológico y teórico de la historia oral” para una tarea de “descolonización de las ciencias sociales andinas (y agrego, en general).” El pensamiento crítico en la sociedad global deberá ser un constante proceso de descolonización intelectual que deberá contribuir a la descolonización en otras áreas, ética, económica y política.
50Creo, sin embargo, como dije más arriba que el proyecto de la Universidad Intercultural es el proyecto más radical en cuanto a la geopolítica del conocimiento y a las posibles vías futuras de implementar transformaciones epistémicas radicales y, por lo tanto, también éticas y políticas. Y quisiera terminar esta entrevista invocando el proyecto, para mi radical, de la Universidad Intercultural, citando algunos párrafos del proyecto tal como está presentado en el Boletín ICCI-Rimai
51“Hasta ahora la ciencia moderna se ha sumido en unos soliloquios en los cuales ella misma se daba los fundamentos de la verdad desde los parámetros de la modernidad occidental. Sus categorías de base eran siempre autoreferenciales, es decir, para criticar a la modernidad era necesario adoptar los conceptos hechos por la misma modernidad, y para conocer la alteridad y la diferencia de otros pueblos, era también necesario adoptar conceptos hechos desde la matriz de la modernidad.
52Es por ello que para la comprensión de los pueblos, naciones o tribus que estaban fuera de la modernidad se hayan creado ciencias como la etnología, la antropología, en las cuales el sujeto que observaba y estudiaba no podía comprometerse ni a contaminarse con el objeto estudiado. Los pueblos indígenas fueron transformados en objetos de estudio, descripción y análisis. Conocer y estudiar a los indígenas compartía la misma actitud vivencial y epistemológica con la cual se deberían estudiar, por ejemplo, los delfines, las ballenas o las bacterias. Este distanciamiento supuestamente determinado por las condiciones de saber, excluía la posibilidad de auto-comprensión de los pueblos indígenas.
53Si la ciencia moderna se ha sumido en un soliloquio, y si las condiciones de saber siempre están implicadas en las condiciones de poder, entonces cómo generar las condiciones para un diálogo? ¿Cómo articular la interculturalidad dentro de los límites de la epistemología y de la producción de conocimientos? ¿Cómo aportar a la aventura humana del conocimiento desde nuevas fuentes?
54La Universidad Intercultural está pensada justamente en esa dimensión teórica, pero también tiene una dimensión deontológica y ética, en la cual el eje vertebrador es la noción de interculturalidad, como propuesta para aceptar las diferencias radicales y construir un mundo más justo, equitativo y tolerante” (páginas 8-9).
55Volviendo al concepto de “interculturalidad” en el argumento de Betancourt, citado más arriba, no me cabe duda de que estamos aquí frente a un planteo radical que, como tú dices, comienza a desmantelar el colonialismo interno y a afirmar el saber y el poder desde la diferencia colonial interna. Los proyectos progresistas que se implementen en las Universidades estatales (como la Andina) y privadas (como la Javeriana) no podrán ya ignorar estas propuestas. En cuanto a las Universidades en Estados Unidos, tanto privadas como Duke y estatales como Michigan, encontrarán en proyectos como el de la Universidad Intercultural un instrumento potente para deshacer la colonialidad del poder implicada en los estudios de área, en los “Estudios Latinoamericanos” en Estados Unidos los cuales, muchas veces con buenas intenciones y desde la izquierda, mantienen todavía la creencia de que el saber está en otras partes pero no ahí, precisamente, donde la Universidad Intercultural lo formula e implementa. Desde el momento en que “los indios” tienen su propia universidad donde se ejerce la autocomprensión y el estudio de la epistemología moderna, occidental, ¿qué necesidad habrá ya de “estudiar a los indios”, como lo formula el propio proyecto de la Universidad Intercultural?
56La Universidad Intercultural es quizás el planteamiento más radical al que nos enfrentamos no sólo los académicos, sino también el Estado y la sociedad civil. Y como tal, en tanto profesionales y ciudadanos, con simple o doble nacionalidad, debemos asumirlo. Dos de los mayores desafíos es la de contribuir a proyectos como los de la Universidad Intercultural mediante trabajos que adelanten la descolonización del saber, fundamentalmente a nivel de la economía y de la ley. Estos principios se encuentran ya formulados en las investigaciones y argumentos adelantado por Aníbal Quijano en los últimos diez años. La colonialidad del poder implico la colonialidad del saber, y la colonialidad del saber contribuyó a desmantelar (a veces con buenas intenciones) los sistemas legales indígenas y también (nunca con buenas intenciones) a desmantelar la filosofía y la organización económica indígena. Por otra parte, los propios intelectuales indígenas hoy están ya corrigiendo los errores históricos, perpetuados a través de los siglos, e implementados por la colonialidad del poder y del saber. Trabajos como los del intelectual aymara Marcelo Fernández sobre “la ley del Ayllu” y el intelectual también aymara, Simón Yampara Huarachi sobre la “economía.” Me parece que hay que dar este giro y construir nuevas genealogías conceptuales puesto que los Huntingtons (para la derecha) y los Zizeks, los Laclaus, los Bourdieus (o aún mejor, los Giddens que asesoran a Blair y los Becks que asesora a Schroeder) ya no pueden ser quienes guían el pensamiento critico del “otro lado” de la diferencia colonial.
57De ahí la importancia que tiene pensar las geopolíticas del conocimiento involucrados en ellas. Esto es, no tomar las geopolíticas del conocimiento como un objeto de estudio y hacerlo desde una perspectiva que este “fuera” de ellas. No hay afuera de la geopolítica del conocimiento porque no hay afuera de la diferencia imperial y de la diferencia colonial. La cuestión central de las geopolíticas del conocimiento es, primero, entender cuál conocimiento se produce “del lado de la diferencia colonial”, aunque sea crítico, y cuál conocimiento se produce “del otro lado de la diferencia colonial” (que serán distintas en América Latina, el Caribe, Asia, África y en Europa o América del Norte cuando se trata de los afroamericanos, latinos, pakistaníes, magrebies, etc.), esto es, desde la experiencia subalterna de la diferencia colonial como lo hace, por ejemplo, Marcelo Fernández y Simon Yampara Huarachi en los Andes o Lewis Gordon y Paget Henry en el Caribe, o Gloria Anzaldua entre los chicanos-as o Rigoberta Menchú en Guatemala o los zapatistas en el sur de México, o Al-Jabri en Marruecos y Ali Shariáti en Irán o Vandana Shiva y Ashis Nandy en India. Soy consciente que hay intelectuales “progresistas” y “posmodernos” en Europa y en Estados Unidos que toman estos nombres con pinzas y desconfianzas de autenticidades nacionales o fundamentales y prefieren enlistarse en las genealogías hegemónicas del pensamiento moderno de Occidente. Pues, ahí esta el debate futuro, el verdadero debate de la interculturalidad, de la geopolítica del conocimiento y de la diferencia epistémica colonial.
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Bibliografía
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Notas

  • Corresponde al Capítulo I de Indisciplinar las ciencias sociales. Geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. Perspectivas desde lo Andino, editado por C. Walsh, F. Schiwy y S. Castro-Gómez. Quito; UASB/Abya Yala, en prensa.
    • Semiólogo argentino.Profesor de la Universidad de Duke donde coordina los programas de literatura latinoamericana y antropología cultural. Coedita la revista Dispositio/n y la nueva serie de publicaciones Latin America Otherwise.

Pensamiento decolonial: teoría crítica desde América Latina

Pensamiento decolonial:
teoría crítica desde América Latina

Cátedra Florestan Fernandes – 40º Aniversario de CLACSO
Profesores: Eduardo Restrepo
Marta Cabrera
Asistentes: Roberto Almanza
Axel Rojas
Maestría en Estudios Culturales, Facultad de Ciencias Sociales-Instituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar, Universidad Javeriana.

Presentación
El pensamiento decolonial (también conocido como proyecto decolonial, proyecto de la modernidad/colonialidad o, más problemáticamente, como teoría postoccidental) constituye una inusitada expresión de la teoría crítica contemporánea estrechamente relacionado con las tradiciones de las ciencias sociales y humanidades de América Latina y el Caribe. Como lo han argumentado varios de sus exponentes, es un pensamiento que se articula desde América Latina pero que no se circunscribe a ésta. Como se verá a lo largo del curso, el proyecto decolonial retoma de manera crítica y establece diálogos constructivos con otros proyectos intelectuales y políticos de América Latina y el Caribe, así como de otras latitudes del planeta, constituyendo una novedosa alternativa para reflexionar acerca del sentido de pensar desde la especificidad histórica y política de nuestras sociedades, pero no sólo hacia o sobre ellas. De esta manera, retoma y discute con proyectos centrales de la experiencia intelectual latinoamericana y del Caribe, como los debates sobre el colonialismo, la filosofía de la liberación, la pedagogía crítica y la teoría de la dependencia, entre otras.
En este sentido, consideramos pertinente la presentación del curso sobre pensamiento decolonial en el marco de la Cátedra Florestan Fernandes, dado su profundo poder de crítica a los paradigmas dominantes al proponer otros principios de inteligibilidad de la historia y del presente, de las jerarquías naturalizadas de los conocimientos, de los silenciamientos constitutivos de las narrativas y tecnologías de intervención modernas, de las corporalidades, subjetividades y agencias. Este proyecto constituye una naciente perspectiva analítica para comprender de otros modos algunas de las problemáticas que enfrenta América Latina y el Caribe como la globalización (colonial), la corporativización de las políticas e instituciones de producción, distribución y recepción de conocimientos dominantes en las ciencias sociales, las articulaciones de los imaginarios y acciones colectivas que trasciende las formaciones nacionales.
Objetivo
Contribuir al análisis de conocimiento y debate de las problemáticas actuales de América Latina y el Caribe ofreciendo insumos teóricos críticos asociados al pensamiento decolonial.
Método de evaluación:
Este curso busca aportar a los estudiantes en dos sentidos complementarios; la apropiación de las líneas conceptuales básicas del pensamiento colonial y sus principales debates, y la incorporación de dichos elementos teóricos en el análisis de problemáticas específicas, que en lo posible deberían estar ligadas a los intereses intelectuales de cada participante. En consecuencia, la evaluación se realizará sobre dos tipos de productos escritos. El primero consiste en la elaboración de dos reseñas críticas sobre las lecturas asignadas a dos de las sesiones de trabajo; el segundo, consiste en un trabajo final de análisis de problemas a la luz de los principales debates que recoge el pensamiento decolonial. Las reseñas serán de unas tres carillas cada una. Cada reseña consistirá en el análisis de los argumentos de los autores propuestos para una de las sesiones de trabajo. Para el trabajo final, cada uno de los estudiantes deberá escoger hacia la tercera clase una temática de un listado asignado por los profesores sobre diferentes aspectos de las transformaciones estructurales de la región (por ejemplo, industrias culturales, movimientos sociales, políticas de ciencia y tecnología, modelos económicos nacionales y regionales, identidades, giro multicultural, ecogubernamentalidad) para que sean pensados a la luz de los aportes del pensamiento decolonial. Cada uno de los estudiantes realizará su trabajo final sobre su temática, el cual deberá ser de al menos ocho carillas. En términos de porcentaje, cada reseña valdrá un 15 % mientras que el trabajo final valdrá 70%.
Plan de clases:
1.Introducción: historia y características del pensamiento decolonial [28 de julio]
• Escobar, Arturo. 2003. “Mundos y conocimientos de otro modo”: el programa de investigación de modernidad/colonialidad Latinoamericano. Tabula Rasa. (1): 51-86.
• Castro-Gómez, Santiago y Ramón Grosfoguel. 2007. “Prólogo. Giro decolonial, teoría crítica y pensamiento heterárquico” En: Santiago Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel (eds.), El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. pp. 9-23. Bogotá: Iesco-Pensar-Siglo del Hombre Editores.
• Maldonado, Nelson. 2007. Walter Mignolo: una vida dedicada al proyecto decolonial. Nómadas. (26): 187-194.
2. Elaboraciones clásicas sobre el colonialismo en América Latina y el Caribe
• Césaire, Aimé. 2006. “Discurso sobre el colonialismo”. En: Discurso sobre el colonialismo. pp. 13-43. Madrid: Akal.
• Fanon, Franz. 1965. “Racismo y cultura”. En: Por la revolución africana. pp. 38-52. México: Fondo de Cultura Económica.
• Fals Borda, Orlando. 1987. “Es posible una sociología de la liberación” y “Por un conocimiento vivencial” En: Ciencia propia y colonialismo intelectual. Los nuevos rumbos. Bogotá: Carlos Valencia Editores.
3. Líneas constitutivas del pensamiento decolonial (Pedagogía del oprimido, Teología de la liberación, Teoría de la dependencia)
• Freire, Paulo. [1970] 1987. “Justificativa da ‘pedagogía do oprimido’”. En: pedagogía do oprimido. pp. 16-32. Rio de Janeiro: Paz e Terra.
• Dussel, Enrique. [1977] 1996. “De la ciencia a la filosofía de la liberación“. En: Filosofía de la liberación. pp. 181-209. Bogotá: Nueva América.
• Cardoso, Fernando Henrique y Enzo Faletto. [1969] 1973. “Prefacio” “Introducción” y “Análisis integrado del desarrollo”. Dependencia y desarrollo en América Latina. pp. 1-38. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
4. Sistema mundo moderno/colonial
• Dussel, Enrique. 2004. “Sistema mundo y transmodernidad”. En: Saurabh Dube, Ishita Banerjee y Walter Mignolo (eds.). Modernidades coloniales. pp. 201-226. México: El Colegio de México.
• Mignolo, Walter. 2003. “‘Un paradigma otro’: colonialidad global, pensamiento fronterizo y cosmopolitismo crítico” En: Historias locales-diseños globales: colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo. pp. 19-60. Madrid: Akal.
5. La colonialidad del poder
• Quijano, Aníbal. 2000. Colonialidad del poder y clasificación social. Journal of World-System Research. (2): 342-386.
• Quijano, Aníbal. 2000. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. Edgardo Lander (ed.), La Colonialidad del saber: Eurocentrismo y Ciencias Sociales. Perspectivas Latinoamericanas. pp. 201-245. Caracas: Clasco.
6. La colonialidad del saber y geopolítica del conocimiento
• Castro-Gómez, Santiago. 2007. “Decolonizar la universidad. La hybris del punto cero y el diálogo de saberes”. En: Santiago Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel (eds.), El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. pp. 79-91. Bogotá: Iesco-Pensar-Siglo del Hombre Editores.
• Walsh, Catherine. 2007. ¿Son posibles unas ciencias sociales/culturales otras? Reflexiones en torno a las epistemologías decoloniales. Nomadas. (26): 102-113.
• Grosfoguel, Ramón. 2006. La descolonización de la economía política y los estudios postcoloniales. Transmodernidad, pensamiento fronterizo y colonialidad global. Tabula Rasa. (4): 17-48.
7. La colonialidad del ser
• Maldonado-Torres, Nelson. 2007. “Sobre la colonialidad del ser: contribuciones al desarrollo de un concepto”. En: Santiago Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel (eds.), El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. pp. 127-167. Bogotá: Iesco-Pensar-Siglo del Hombre Editores.
8. Interculturalidad y diferencia colonial
• Walsh, Catherine. 2005. “(Re)pensamiento crítico y (de)colonialidad”. En: Catherine Walsh (ed.), Pensamiento crítico y matriz (de)colonial. Reflexiones latinoamericanas. pp. 13-35. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar-Abya-Yala.
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• Mignolo, Walter. “Geopolítica del conocimiento y diferencia colonial” Traducción del articulo Geopolitics of knowledge and colonial difference (The South Atlantic Quarterly 101 (2): 57-96, 2002)
9. La idea de América Latina
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El enemigo del mimetismo y del bozal al libre pensamiento. Entrevista a Roberto Lorenzana. Septiembre de 2004

El enemigo del mimetismo y del bozal al libre pensamiento. Entrevista a Roberto Lorenzana. Septiembre de 2004.

“Somos un conjunto de compañeros que trabajamos por la recuperación de la identidad de izquierda del FMLN. No son nostalgias. Le damos un gran papel a la lucha de ideas, lo que significa también no estar de acuerdo con el planteamiento de que aquí no hay libertad de pensamiento”. Roberto Lorenzana. Dirigente del FMLN

Publicada 5 de septiembre 2004, El Diario de Hoy

“Debemos ser actores de la aventura teórica del momento. La izquierda necesita una aventura teórica que busque romper esquemas”. Foto: EDH

Luis Laínez
El Diario de Hoy
nacional@elsalvador.com

Hablar de Roberto Lorenzana es poner de referencia al pensamiento más duro en el FMLN. Desde la guerra ha sido identificado dentro del círculo más cercano de Schafik Handal.

Sin embargo, junto a Norma Guevara, otra dirigente del Partido Comunista, ha decidido volver la crítica hacia sus antiguos compañeros con los que formaron la Corriente Revolucionaria Socialista (CRS, el nombre oficial de la ortodoxia).

Ahora le encara a sus ex compañeros haberse dejado asimilar por el juego de cosechar adeptos para ganar las batallas internas.

Eso, no obstante, no significa que haya cambiado de bando. Califica de “mimetismo” al grupo de Óscar Ortiz y le reprocha su plan de llevar al Frente hacia el centro izquierda.
Lo suyo, explica, va más allá de las primarias.

Pregunta: Al verlo a usted y a Norma Guevara en un grupo que no es el de Schafik Handal hace pensar en una división. ¿Cuándo fue que la CRS tomó caminos distintos?

Respuesta:Hace más o menos tres años, se tomó la decisión de disolver las corrientes. En una primera fase había contradicción, lo mismo del lado de Facundo, que se opuso a la disolución de las corrientes. Hoy, en este otro período, aparecieron agrupamientos alrededor de personas, pero que ya no son exactamente los mismos. No quiero hablar mucho de personas, pero Oscar (Ortiz), por ejemplo, era uno de los fundadores de la CRS, lo mismo René Canjura.

P:¿No estamos hablando de corrientes orgánicas?

R:De pensamiento, pero que también están conjugadas en este momento con una tradición organicista y ligadas también, de nuevo, a candidaturas. Justamente, esa es una de las cosas que nosotros plantemos que hay que cambiar. Lo que nos ha estado diferenciando con compañeros que han sido de la CRS es que hemos dicho que hay que cambiar las cosas. Oscar también propone cambios, pero nosotros creemos que no son los cambios que Oscar propone. También creemos es que el partido necesita hacer un viraje hacia la izquierda, particularmente en el tema partidario, no en el tema programático.

P:¿Más a la izquierda?

R:El partido tiene una convocatoria permanente a la acción, el partido permanentemente se monta en la coyuntura. Es un partido de mucho activismo político, lo cual es bueno, pero hay menos reflexión que antes. Creemos que la acción no debe divorciarse de la reflexión. No puede haber un partido revolucionario, para usar esa terminología, si no hay teoría revolucionaria y hoy se elabora menos teoría revolucionaria. Lo que estamos haciendo es una invitación hacer una reflexión profunda para construir el ideario común de nuestro desarrollo y para eso consideramos conveniente sincerarnos más, porque no compartimos el planteamiento de que hay que liquidar las diferencias, como lo dicen unos.

P: ¿Es el nacimiento de una nueva corriente?

R:Estamos haciendo una especie de provocación de una discusión. Lo que queremos es generar una tensión de ideas. Nuestro planteamiento es de que las cosas se pueden y se deben de hacer de otra manera. El FMLN renunció desde 1992, de manera tácita, a la lucha ideológica. La construcción del partido se hace sobre la base de las correlaciones orgánicas, de construcción de facciones, en la que la gente se pregunta ‘¿con quién estoy?’ o ‘¿con quién estás?’. No se pregunta ‘¿qué pienso o qué piensan?’ Lo primero que la gente debe preguntarse es ‘¿cuáles son las ideas que debo apoyar?’ y que se pase a la construcción de hegemonías en el pensamiento, no de hegemonías orgánicas. Por eso el crecimiento en períodos electorales internos, de preparase para tener votos. De lo que se trata es de preparar al partido en el terreno de las ideas, los planteamientos de la gente. No queremos que se haga una polémica alrededor de personas. Es un deber que cada quien diga sus ideas, que no las oculte. Lo otro que nosotros estamos planteando es que el partido debe de tener lealtad a sus propias convicciones aunque no son absolutas, son verdades relativas. Tenemos un conjunto de manifestaciones en que se pierde lealtad.

P: ¿Por ejemplo?

R:Estamos por la estabilidad laboral de la gente y en muchas alcaldías se ha despedido gente, gente del mismo partido, por motivaciones políticas.

P: San Salvador y Soyapango, ¿verdad?

R: Ese es un ejemplo categórico de que no es un problema en una sola dirección. ¿Dónde está nuestra posición de principios si se le dispara a los vendedores del centro de San Salvador y no nos pronunciamos en contra? Siempre luchamos en contra de la represión. Aunque fueran los delincuentes peligrosos de Mariona, debemos estar en contra de dispararles. Por eso luchamos en contra de la represión. Nosotros creemos que es es un planteamiento de izquierda.

P: ¿Lo mismo con el alza del pasaje?

R: Lo mismo. Hay una especie de subordinación de la ética a los intereses políticos y esa es un dosis de la filosofía del pragmatismo que es una influencia exterior. Estamos claros que la ideología dominante en la sociedad es la ideología de los sectores dominantes y que el Frente también está influenciado por esas ideas. Hay una serie de manifestaciones y conductas incorrectas, pero que son toleradas por conveniencia. No puedo decir que es una manifestación generalizada, pero hay una doble moral entre el discurso y la práctica. Hay un ética política en la que el discurso no sirve para expresar las ideas, sino para ocultarlas o encubrirlas. Todos decimos que somos unitarios, pero tenemos manifestaciones, sectarismo, en nombre de la unidad. Esas cosas que creemos deben ser superadas. De lo contrario, no se puede construir un sistema de ideas impregnadas de valores, sino de que la conveniencia política, de lo que es útil en lo inmediato, de lo que me genera algunos votos, los privilegios por encima de los privilegios. Creemos que hay que hacer es un vuelco a la izquierda.
Perfil
Roberto Lorenzana es un antiguo comandante de las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL, el brazo armado del Partido Comunista Salvadoreño). Recibió formación universitaria en Ucrania, donde estudió economía. Fue diputado desde la primera vez que el FMLN participó en elecciones, en 1994, y se mantuvo en la Asamblea
Legislativa hasta el período anterior. En la actualidad, es asesor de la bancada parlamentaria. Fue uno de los fundadores de la Corriente Revolucionaria y
Socialista (CRS, el nombre oficial de los ortodoxos). Ahora, se ha distanciado de Schafik Handal.

P: ¿Son una nueva corriente?

R: Lo que queremos es que el planteamiento sea recogido, en primer lugar, por los cuadros del partido, por su base y no nos interesa construir una correlación para ganar cargos. Yo mismo no voy a participar en ninguna candidatura, porque no creo que sea conveniente.

P: ¡Pero hay compañeros suyos que sí se postulan!

R:Eso es correcto. La gente puede hacerlo y es legítimo también, pero el propósito principal no es electoral. Este planteamiento trasciende el 7 de noviembre, porque tampoco es fácil consolidarlo y no tenemos el propósito de construir una fuerza con un conjunto de compañeros que pertenezca a un grupo y tengan estas ideas. Queremos que estas ideas influyan en el partido, y en lo que estemos equivocados, también que nos lo digan. El partido ha perdido la crítica y la autocrítica. Debe recuperarse porque si no somos capaces de reconocer nuestros errores, no podemos corregirlos.

P: Usted y Norma Guevara provienen del Partido Comunista. La última vez que vieron un dirigente del Partido Comunista diferir fue cuando Dagoberto Gutiérrez se fue con la Tendencia Revolucionaria. ¿No es algo similar?

R:No. Primero, creo que hay una valoración política distinta, porque nosotros partimos de que el Frente es una puerta política y, al mismo tiempo, es un partido. Tenemos claridad que la fuerza política que puede hacer transformaciones en este país es el FMLN. Pero la fuerza política del Frente no es el partido, es su capacidad de convocatoria, son los 800,000 votos y más, es el conjunto de colaboradores. Los compañeros perdieron de vista eso. Ir a construir una cosa fuera de una fuerza política que determina no tiene viabilidad. Queremos trabajar porque estas ideas cuajen en el FMLN. No tenemos interés en generar una disidencia, sino contribuir al debate de las ideas.

P: Al hablar de usted y Norma Guevara, uno los tiene como personas muy cercanas a Schafik y verlos en un esfuerzo distinto no deja más que uno abra más los ojos y aliste mejor las orejas.

R:Es lógico, creo yo. Partimos de que la unidad del FMLN no puede ni debe construirse sobre la base de uniformidad del pensamiento. Más bien, es sobre la base del reconocimiento de las diferencias que se puede seguir construyendo el derecho a que el pueblo tenga una esperanza. No son las coincidencias las que unen, sino el abordaje correcto de las diferencias.

P: ¿En qué se diferencian de la gente que está con Schafik y de los que están con Oscar?

R:Voy a poner un ejemplo que no necesariamente es un ejemplo que los abarca a todos. Ha habido quien ha dicho que en el FMLN no caben los libres pensadores. Si aquí no hay derecho a pensar, ¿quién va a pensar la estrategia, quién va a pensar la elaboración teórica del partido? ¡No puede haber una licencia para no pensar! ¿Cómo se sentirán los intelectuales del partido y los de fuera cuando alguien dice eso? Estamos obligados a promover la actitud crítica sobre la realidad social. De lo contrario, no podríamos plantearnos superar el horizonte de la realidad. Es cierto que la realidad nos impone ciertos límites, pero un partido que quiere transformar la realidad necesita tener una actitud crítica frente a la realidad y romper esos límites. No queremos, parafraseando a un filósofo famoso, contemplar la realidad. Tenemos que transformarla, por eso nos llamamos un partido revolucionario. No puedo decir que todos los compañeros piensan igual, pero hay quien lo han dicho en público.

P: ¡Y es un candidato a coordinador! ¿Significa que están con el otro, con Oscar?

R:Tampoco, porque nosotros estamos en contra del mimetismo político. La gente debe decir qué piensa, pero si me dicen que no hay diferencias… El planteamiento este, de que el partido debe ser la casa de todas las izquierdas es un movimiento de centro izquierda y, aunque yo tengo mucho respeto por los planteamientos de centro izquierda, creo que el FMLN se debilitaría como opción en esta país si se define como centro izquierda. La historia de los movimientos de centro izquierda es que aunque sean legítimos, han fracasado. Debemos aspirar a que se desarrollen las ideas de centro izquierda, pero no orgánicamente dentro del FMLN. Ideológicamente no es posible conjugar los planteamientos de centro izquierda e izquierda. Creo es que se pueden conjugar políticamente y podríamos construir juntos un movimiento democrático que contribuya a las transformaciones del país, pero separados. Esas ideas hay que ponerlas en el tapete no hay que ocultarlas.

La construcción de la teoría revolucionaria en El Salvador

La construcción de la teoría revolucionaria en El Salvador Roberto Pineda San Salvador, 5 de mayo de 2015

A lo largo de 90 años (l925-2015) los revolucionarios y las revolucionarias han reflexionado desde la teoría marxista sobre las características de la sociedad salvadoreña y los principales problemas de la estrategia y la táctica de las luchas populares para derrotar a la dictadura militar, a la oligarquía y el imperialismo así como para construir la democracia y el socialismo.

Muchas de estas reflexiones y discusiones han quedado soterradas bajo el manto de la represión, la cárcel, el exilio o la clandestinidad. Una severa derrota en enero de 1932 y 60 años de dictadura militar (1931-1992) lograron reducir estos debates a la opacidad del murmullo. En pocas ocasiones hemos logrado conceptualizar la riqueza de nuestras formas de lucha y los perfiles, sujetos y territorios de nuestra lucha de clases y la densidad de la lucha de clases nos sofoca muchas veces el aliento teórico.

Y lamentablemente la herencia teórica que conocemos de Agustín Farabundo Martí (Teotepeque 1893-1932) principal referente del pensamiento de los primeros siete años del movimiento revolucionario del siglo XX (1925-1932) es muy limitada, se reduce a algunas cartas. Es más su simbología, su ejemplo militante de internacionalista y de revolucionario, que su palabra, la que nos ha servido de sustento y horizonte.

Lo mismo puede decirse de Alfonso Luna, Mario Zapata, Moisés Castro y Morales (+1982 San José, CR) Miguel Ángel Vásquez (circa 1904-1990 Ciudad de México), de los profesor Víctor Manuel Angulo y Juan Campos Bolaños. Del pensamiento de esa generación heroica inicial conocemos muy poco. Y lo poco que se conoce esta por lo general teñido de anticomunismo. Pero la historia siguió marchando.

Después del 32, en los años treinta y cuarenta destacan las figuras de los intelectuales marxistas Julio Fausto Fernández (1913-1981) y Alejandro Dagoberto Marroquín (1911-1917), ambos dirigentes principales en un periodo de la historia del PCS. El primero escribió una interesante obra filosófica en 1950 que fue publicada en la Editorial Pueblos Unidos de Montevideo, Uruguay, titulada “El existencialismo, ideología de un mundo en crisis.”Pero ese mismo año es expulsado del PCS por “aceptar cargos diplomáticos de la dictadura militar” en Brasil y se convierte posteriormente en un cuadro intelectual de la dictadura militar.

En el caso de Marroquín no deserta pero si abandona la lucha popular, aunque deja una importante herencia sociológica, que incluye las obras Panchimalco, Apreciación Sociológica de la independencia salvadoreña. Estudio sobre la crisis de los Años 30 en El Salvador, etc. Otro intelectual de esa época, el periodista Jacinto Castellanos Rivas, secretario privado de Martínez y luego dirigente del PCS, lamentablemente nos privó de conocer sobre las últimas horas de la vida de Farabundo. Asimismo destaca el Dr. Miguel Ángel Flores, originario de Usulutan, el médico Antonio Díaz, de Berlin, y el abogado Toni Vassiliu Hidalgo, dirigente del PCS a principios de los años 50. Durante esta época es en las páginas de Opinión Estudiantil donde se puede rastrear la huella marxista.

Otra figura destacada es el intelectual marxista y participante del levantamiento popular de 1932, Abel Cuenca Martínez (1909-1975 Ciudad de México), originario de Tacuba, exilado en Honduras y luego exilado en Guatemala, donde en mayo de 1951 es nombrado Administrador del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social. Regresa en enero de 1957 y ese año escribe la obra Una democracia cafetalera, en la que hace un singular planteamiento marxista de análisis de país y estrategia revolucionaria. Además escribe sobre Francisco Morazán. Su padre, Leopoldo Cuenca, fue fusilado en el 32 en Nahuizalco, y lo fueron también sus hermanos Alfonso y Leopoldo. Otro hermano, Efraín, fue ahorcado.

Otro hermano, Max Ricardo Cuenca (+1965 Santiago de Chile), químico, escribe en 1947 La reforma agraria democrática en Guatemala, publicada por la Confederación de Trabajadores, CTG. En septiembre de 1954 ambos abandonan Guatemala y son exiliados a Chile, donde fueron confinados a un campo de concentración en el “árido norte chileno” (Díaz Castillo 1998). Otra intelectual marxista, Matilde Elena López, en 1940 integrante de la Liga de Escritores Antifascistas, también estuvo en Guatemala y luego en 1954 salió al exilio.

José Celestino Castro, originario de Arcatao, fue un intelectual progresista, biólogo, que enfrentó a la dictadura osorista y escapó de la cárcel en 1952, muere exiliado en Chile. De esta época es el Dr. Gabriel Gallegos Valdés, abogado, dirigente del PCS. Pedro Geoffroy Rivas (1908-1979), periodista, lingüista e intelectual marxista, exilado primero en México y en 1944 en Guatemala, regresa al país en 1956 y publica un combativo periódico, pero unos años después abandona la lucha popular. En 1951 el jurista Napoleón Rodríguez Ruiz (1910-1987), Rector de la UES de 1959 a 1963, publica Historia de las instituciones jurídicas salvadoreñas. Un año antes había publicado la novela Jaraguá. Carlos Lobato (Zacatecoluca 1911-1999) que vivió la mayor parte de su vida en Europa. Juan José Vides, militante del PCS, dirigió Opinión Estudiantil.

El dirigente del PCS y luego fundador de las FPL, Salvador Cayetano Carpio (Santa Tecla 1918-1983 Managua) publica en 1951 Principios Elementales del Sindicalismo; en 1962 su testimonio de las cárceles de la dictadura osorista, Secuestro y Capucha; en 1964 el artículo Corrientes Sindicales en el Movimiento Obrero, así como La huelga general obrera de abril de 1967; en 1982 publica El partido marxista-leninista del proletariado y La lucha de clases, motor del desarrollo del Ejército Popular de Liberación. Y el que es considerado como su testamento político, su discurso en el XII Aniversario de fundación de las FPL (abril de 1983). Y su última carta del 12 de abril de 1983: Palabras al heroico pueblo de El Salvador, a mí querida clase obrera y a la gloriosa FPL Farabundo Martí.

En enero de 1962 el intelectual marxista y militante del PCS, Mauricio de la Selva (Soyapango 1930) escribe en la revista mexicana Cuadernos Americanos El Salvador: 30 años de lucha. El dirigente del PCS, Jorge Arias Gómez (1923-2002) escribe en 1964 su obra Anastasio Aquino: recuerdo, valoración y presencia y posteriormente su obra cumbre en 1972, Farabundo Martí, así como Sandino, semilla de revolución (1995). El intelectual marxista, Rector de la UES (63-67 y 91-95) y fundador del PRTC, Fabio Castillo Figueroa (1920-2012) dejo poca obra escrita. En 1989 escribió Centroamérica: Zona de Paz. Mario Salazar Valiente (1927-2012) publica en 1988 la obra Saltar al Reino de la Libertad.

El intelectual marxista y poeta Roque Dalton (1935-1975), militante primero del PCS y luego del ERP, pública en 1963 en Cuba, El Salvador. Monografía; en 1969 El intelectual y la sociedad; en 1970 ¿Revolución en la revolución? y la críti¬ca de derecha; en 1972 Miguel Mármol. Los sucesos de 1932 en El Salvador, así como Partido revolucionario y lucha armada en la formación social contemporánea de El Salvador, en 1973 Imperialismo y revolución en Centroamérica. El dirigente del PCS y luego del FAPU y la RN, José Napoleón Rodríguez Ruiz publicó en 1965 junto con Roberto Armijo la obra Francisco Gavidia, la Odisea de su Genio.

El intelectual marxista Jorge Bairez (1943-2007) escribe desde la Comisión Militar del PCS de los años sesenta sobre aspectos de estrategia militar. Escribe en 1982 sobre El valor histórico de los testimonios de Miguel Mármol acerca de la insurrección de 1932. Los intelectuales marxistas y dirigentes del PCS, Raúl Castellanos Figueroa (+1970 Moscú) y Roberto Castellanos Calvo (+1994) , periodista uno y economista el otro, lamentablemente producen muy poca teoría, y orientada más hacia la coyuntura.

En 1971 David Alejandro Luna publica Manual de Historia Económica de El Salvador y Algunas facetas esenciales en la vida de Farabundo Martí. En 1972 Mélida Anaya Montes (1929-1983), intelectual marxista y dirigente de ANDES 21 de Junio, luego de las FPL y del BPR, escribe en 1972 La segunda gran batalla de ANDES.
En julio de 1972 Rafael Menjívar Larin (1935-2000), entonces Rector de la UES es exiliado a Costa Rica. En 1976 viaja a México, becado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) para obtener un doctorado en ciencias políticas, que completó en 1979. En ese periodo y como militante de las FPL, escribe dos obras fundamentales en el desarrollo del pensamiento marxista salvadoreño, que son Acumulación originaria y desarrollo del capitalismo en El Salvador y Formación y lucha del proletariado industrial salvadoreño.

En 1977 un intelectual de origen democristiano, Eduardo Colindres publica la destacada obra Fundamentos económicos de la burguesía salvadoreña. Otro intelectual marxista en esa época, Rafael Guidos Vejar, publica en 1980 su magistral obra El ascenso del militarismo en El Salvador.

El economista marxista Santiago Ruiz Granadino ha escrito desde los años setenta sobre temáticas vinculadas al agro, finanzas y relaciones comerciales. Asimismo Luis Argueta Antillón, economista y ex Rector de la UES ha publicado La economía salvadoreña en 1984. Algunos elementos de análisis. También el economista y militante revolucionario Hugo Molina (1944-2014) , pública en 1980 la obra Contenido político e ideológico de la Integración Centroamericana. Liliam Jiménez (1923-2007), poeta y periodista exiliada en México, publica en 1980 El Salvador, sus problemas socioeconómicos y El salvador: un proceso de lucha irreversible. En febrero de 1980, semanas después de haber regresado al país de su exilio en Costa Rica es asesinado el intelectual comunista Roberto Castellanos Braña.

En 1984 el economista Aquiles Montoya (1942-2012) publica Los elementos ideológicos de la clase dominante en El Salvador en 1932 y Antes del 32 y se publica en 2012 su Manual de Economía Solidaria. En 1986 el arquitecto Mario Lungo (1943-2005) escribe El desarrollo de las ciencias sociales en El Salvador y su aporte al conocimiento de la realidad del país; en 1987 publica La lucha de masas en El Salvador; así como El Salvador 1981-1984, la dimensión política de la guerra, en el año 2000 La tierra urbana. El sociólogo Pablo Castro publica en 2004 Sociología y transformaciones de la sociedad salvadoreña: transición hacia el siglo XXI (1960-2003).

En diciembre de 1986 Eduardo Sancho (1951…) , entonces Ferman Cienfuegos, dirigente máximo de la RN y miembro de la Comandancia General del FMLN, desarrolla una charla que después es publicada en 1989 como Veredas de la Audacia (Fundación y desarrollo de la vanguardia dispersa). En 1986, Joaquin Villalobos ( 1951…) , dirigente del ERP y de la Comandancia General del FMLN publica El estado actual de la guerra. En 1990 Antonio Cardenal (1950-1991) , entonces Jesús Rojas, dirigente de las FPL publica Al tope para negociar: La estrategia del FMLN. En 1992 Víctor Marroquín publica el Manual de Economía Agrícola Salvadoreña. En 1995 Víctor Aguilar publica junto con Joaquin Arriola la obra Globalización de la economía. En 1997 Pedro Juan Hernández, dirigente del MPR-12 publica Tierras, Deuda Agraria y Políticas Agrarias.

En 1993 el dirigente del PCS y luego de la TR, Dagoberto Gutiérrez (Chalchuapa 1944…) publica La persona, la fe y la revolución; en el 2007 Nadie quedara en el olvido; en el 2012 Sobre los movimientos sociales. El economista Salvador Arias (1945…) publica en 2003 Mundialización y las dos globalizaciones; en 2008 Derrumbe del Neoliberalismo Lineamientos de un modelo alternativo en 2010 ANTA 25 años de lucha campesina; en 2010 Mapa de la Pobreza y la Opulencia en El Salvador; en 2012 la trampa de la deuda. En 2014 Manual de la corrupción de ARENA. En 1995 Roberto Cañas (1950…) , dirigente de las RN y del FMLN, publica La Universidad hacia el siglo XXI.

Asimismo en el año 2001se publica la obra del principal historiador marxista salvadoreño, que vivió exiliado en Costa Rica desde 1972, Juan Mario Castellanos (1936-2013 San José, C.R.) : El Salvador: 1930-1960 y en el 2010 la continuación de esta magistral obra: El Salvador: 1960-1968. Lamentablemente quedo sin publicarse la tercera parte de este esfuerzo que va del 67 al 72.

En la primera década del 2000 sobresale el esfuerzo del dirigente del PCS Domingo Santacruz que publica Antecedentes del movimiento popular de masas y papel del Partido Comunista en las luchas políticas y populares antes y después de 1970 y en un foro realizado en 2005 por el FMLN para su 25 aniversario Santacruz y Nidia Díaz hablaron respectivamente del PCS y del PRTC, bajo el tema La construcción del Partido FMLN y el aporte de las cinco organizaciones históricas que lo constituyeron. Eugenio Chicas, dirigente de la RN publica Partidos militares de la década de los 70, creadores e impulsores del movimiento de masas. En 2013 Américo Araujo, dirigente del PCS, publica Un tiempecito después de terminada la guerra.

En el 2000 el economista Raul Moreno publica Reforma Fiscal en El Salvador: una exigencia impostergable; en 2003 Derechos Laborales y Tratados de Libre Comercio y El Tratado de Libre Comercio Estados Unidos-Centroamérica. Implicaciones Económicas y Sociales; en 2004 La Globalización Neoliberal en El Salvador. Un análisis de sus impactos e implicaciones; en 2005 El marco jurídico para la privatización el agua en El Salvador; en 2006 CAFTA-DR y Deuda Externa en Centroamérica y CAFTA-DR, agricultura y soberanía alimentaria y en 2011 Una mirada desde El Salvador.

En el caso de Schafik Handal (1930-2006) , su producción político-teórica abarca casi cinco décadas y es indudablemente uno de los más destacados teóricos marxistas del movimiento revolucionario salvadoreño. Y su pensamiento puede estudiarse desde cuatro vertientes principales en los que se interesó y analizó: escritos relacionados con la construcción y fortalecimiento partidario (primero del PCS luego del FMLN) ; análisis de la coyuntura nacional e internacional, análisis acerca de la estructura de clases del país y elaboración teórica sobre problemas estratégicos de la conducción revolucionaria salvadoreña e internacional.

En términos del último apartado, Schafik inicia con la elaboración en 1961 de la Plataforma Programática del FUAR, continúa con la producción teórica orientada al V Congreso del PCS de marzo de 1964 (Programa General, Programa Agrario, incluso Estatutos); publica en 1964: La proletarización orgánica e ideológica del Partido; en 1968 Reflexiones sobre algunos problemas de la revolución latinoamericana; en 1974 Por un gobierno democrático, antiimperialista y antioligarquico; en 1975: La experiencia del PCS, el más rico patrimonio de la clase obrera y del pueblo salvadoreño así como El Fascismo en América Latina; en 1974-76 Nuestra polémica con la ultraizquierda; en 1977 Tesis y Fundamentos de la Línea del PCS; en 1979 Experiencias de la Revolución Nicaragüense; en 1981 El Poder, el carácter y la vía de la revolución y la unidad de la izquierda; en 1982: Un partido que supo ponerse a la altura de la historia; en 1983: Consideraciones acerca del viraje del Partido Comunista de El Salvador hacia la lucha armada; en 1988: El Salvador: Partido Comunista y guerra revolucionaria; en 1990: PCS: 60 años jóvenes en la lucha por la democracia y el socialismo; en 1991: El socialismo: ¿Una alternativa para América Latina?; Discurso durante la Ceremonia de la Firma del Acuerdo de Paz de Enero de 1992; Discurso pronunciado en el Acto de Fin del Proceso de Paz Armada; en 1993 Problemas teóricos políticos y trazos del modelo de desarrollo económico – social de la revolución democrática en El Salvador”, en 1994 El capitalismo no es la estación terminal del desarrollo de la humanidad; en 1997: El Salvador: La lucha continúa; en 2003: Erradiquemos la pobreza, saquemos al país de la crisis económica y garanticemos una efectiva democracia para todos y todas; en 2004: El debate de la izquierda en América Latina; en 2004: El FMLN y la vigencia del pensamiento revolucionario en El Salvador; en el 2012 se publica póstumamente Teoría de la situación revolucionaria así como en 2014 Legado de un Revolucionario.

Revolución Permanente y Revolución por Etapas en América Latina

Daniel Bensaïd

1983
Revolución Permanente y Revolución por Etapas en América Latina

La crítica insuficiente de Shafik Handal

En 1981, Schafik Jorge Handal secretario general del Partido Comunista Salvadoreño, publicó un articulo denominado “El poder, el carácter, y la vía revolucionaria y la unidad de la izquierda”, en el cual, trataba una serie de problemas de la revolución salvadoreña y latinoamericana a la luz de la experiencia nicaragüense. El 15 de noviembre de 1982, en una entrevista con la periodista chilena Marta Harnecker, Handal desarrolla las ideas presentadas un año atrás y critica la política de los PCs en América Latina. Desde entonces, la polémica – y la confusión – recorre a gran parte de la vanguardia latinoamericana : se trata de un PC distinto ? lo de Handal significa una rectificación de la clásica concepción stalinista de la revolución por etapas ? no se trata de un giro táctico presionado por los acontecimientos políticos en El Salvador ? Por la importancia que el tema tiene para los revolucionarios latinoamericanos, Inprecor ofrece hoy, un artículo del dirigente de la IV Internacional Daniel Bensaid, y aunque escrito en agosto de 1983, mantiene plena vigencia tanto en el análisis como en las conclusiones que se extraen de la posición del dirigente salvadoreño y miembro de la comandancia general del frente Farabundo Martí de Liberación Nacional.

Los problemas abordados por Handal bajo la presión de los hechos políticos, no son problemas nuevos para el Partido Comunista Salvadoreño, sino, que han sido objeto de debates internos y de convulsiones desde hace dos décadas [1].

Por otra parte, y mas allá de las autocriticas, Handal insiste en mantener una continuidad en la política concreta del PC. En 1979 después del golpe de Estado que derribó al general Romero, el PC entró al gobierno junto a los demócratas cristianos de Duarte y a los militares reformistas encabezados por el coronel Majano. En 1982, después de las elecciones orquestadas por el imperialismo norteamericano, Handal en persona reafirmaba la posibilidad de una alianza estratégica con un sector del ejército y que no se podía concebir por fuera de una negociación global en la región, “…Seria falso pensar que en el ejército hondureño, no existen más que partidarios de la política de represión y de intervención. Existen en él, otras opiniones, verdaderamente democráticas provenientes de los adversarios de que el ejército sea utilizado de esa manera. Veremos a su tiempo, un cuadro análogo también en El Salvador” (Proceso Revolucionario, n° 2, agosto de 1982, pág. 13). Estos hechos concretos de la política del PC salvadoreño es bueno tenerlos presentes la hora de cualquier análisis.

En su artículo, Handal se propone tratar cuatro puntos decisivos para la estrategia revolucionaria en América Latina y que parten de una constatación indiscutible : “dos grandes revoluciones tuvieron lugar en Cuba y en Nicaragua, sin que, en ninguna de las dos, el Partido Comunista haya estado a la cabeza”. Esos cuatro puntos, son según Handal, él de la cuestión del poder, el carácter de la revolución, el de las “vías de la revolución” y finalmente el de la “unidad de la izquierda revolucionaria”.

1. El fracaso de los partidos comunistas tradicionales (Handal habla de la “experiencia desastrosa del hermano partido nicaragüense”) encierra efectivamente motivos suficientes para cuestionar el conjunto de su orientación. Para Handal, su debilidad fundamental reside en el abordaje del problema del poder : “Estamos convencidos que la ausencia practica de una clara dirección del combate por el poder es el principal factor que explica esos resultados. El mismo problema ha estado en la base, pensamos, de la caracterización incorrecta de ciertos procesos sociales y políticos reformistas en América Latina como “revoluciones en la práctica”, esta caracterización ha colocado a los partidos comunistas hermanos de los diferentes países, en un rol de fuerzas de colaboración”.

2. En cuanto al carácter de la revolución, Handal, escribe, “No podemos llegar al socialismo más que la vía democrática antiimperialista, pero recíprocamente, la revolución democrática antiimperialista no puede alcanzarse sin ir hacia el socialismo. En la medida en que existe entre las dos un lazo esencial e indivisible, se trata de dos facetas de una misma revolución y no de dos revoluciones…” “La revolución democrática antiimperialista no la veremos como una revolución separada, sino mas bien, como el cumplimiento de las tareas de la primera fase de la revolución socialista”.

3. En cuanto a la vía revolucionaria, Handal la deduce lógicamente del carácter mismo de la revolución : “Si aceptamos la idea de que la revolución democrática antiimperialista es una parte de la revolución socialista, la revolución no puede entonces, llevarse a cabo a través de la conquista pacífica del poder, sino que será indispensable, de una manera u otra, desmantelar la maquina del Estado capitalista y de sus amos imperialistas, para construir un Estado y un poder nuevo. En esas condiciones, se torna evidente que la vía pacifica no es la vía de la revolución. A propósito de la vía revolucionaria en América Latina, partir del dogma según el cual, es indiscutible verdad, por principio, que la vía armada y la vía pacifica son igualmente posibles y acertadas, nos parece un error muy grave”.

4. Finalmente, en relación con todos esos problemas, está “el asunto de la unidad de las fuerzas de izquierda revolucionaria y de la actitud de los comunistas hacia las organizaciones revolucionarias que han surgido por de las estructuras del partido”. Respecto a ello, Handal dice : “Es curiosamente sintomático, que los partidos comunistas hayan demostrado en las décadas pasadas, una gran capacidad para entenderse con sus vecinos de la derecha, mientras que no hemos sido capaces, sin embargo, en la mayor parte de los casos, de establecer relaciones y alianzas progresistas estables con nuestros vecinos de la izquierda… ; no somos capaces de comprender el fenómeno de sus existencias, sus características y su significado histórico”.
Sobre el caracter de la revolución en america latina

Luego de haber afirmado claramente que la revolución democrática antiimperialista y la revolución socialista no podían existir separadas, y que se trata de “dos facetas de una misma revolución”, Handal que no es un novato del movimiento comunista, desliza con una increíble mala fe : “Yo no sé de donde nos ha venido la idea, que nuestro partido, y me parece que otros partidos y dirigentes comunistas en América Latina, han trabajado durante decenas de años con la idea de las dos revoluciones, y que hemos considerado a la revolución cubana como una experiencia particular”.

¡Es una maniobra ideologica ! ¡De dónde puede venir esa idea de dividir a la revolución en dos etapas ? Handal ha perdido de pronto la memoria. Es necesario refrescársela. La separación de la revolución en dos etapas, es ajena totalmente a los escasos documentos de la Internacional Comunista (IC) sobre América Latina, en sus primeros años. “Llamando a la clase obrera de las dos Américas” (La Internacional Comunista, n° 15, enero de 1921), inscribe al contrario, la lucha democrática en la perspectiva de la revolución proletaria : “La unión revolucionaria de la clase campesina pobre y de la clase obrera es indispensable ; sólo la revolución proletaria puede liberar al campesinado, quebrando el poder del capital, sólo la revolución agraria puede preservar la revolución proletaria del peligro de ser aplastada por la contrarrevolución”. Y dos años más tarde, en la proclama “A los obreros y a los campesinos de América del Sur” (Correspondencia Internacional n° 2, 20 enero 1923) afirma lo siguiente : “Luchad contra nuestra propia burguesía y luchareis contra el imperialismo yanqui”.

Los pioneros del marxismo revolucionario en América Latina, los gigantes revolucionarios como el cubano Mella y el peruano Mariategui, se ubicaban directamente en esta tradición, apuntalándola con una lucidez fundada en la experiencia concreta y en el conocimiento preciso de su continente.

En un texto magnifico de 1928, “La lucha revolucionaria contra el imperialismo”, Mella explica : “Las traiciones de las burguesías y pequeñas burguesías nacionales, tienen ya, una causa que todo el proletariado comprende. Ellas no luchan contra el imperialismo extranjero para abolir la propiedad privada, sino para defender su propiedad contra el robo que los imperialistas cometen en su perjuicio. En su lucha contra el imperialismo (el ladrón extranjero), las burguesías (los ladrones nacionales) se unen al proletariado, buena carne de cañón. Sin embargo, acaban por comprender que vale más la pena hacer alianza con el imperialismo, ya que al final de cuentas, persiguen un interés similar. Los progresistas se tornan reaccionarios. Las concesiones que la burguesía daba al proletariado, para tenerlo a su lado, son traicionadas por aquella cuando este trata de avanzar y con ello se vuelve peligroso, tanto para el ladrón extranjero como para el ladrón nacional… Para hablar concretamente : la liberación nacional absoluta, solamente la obtendrá el proletariado, y será a través de la revolución obrera”.

Esta línea de pensamiento era también desarrollada por Mariategui, que en 1929 en su texto “El proletariado y su organización” afirmaba : “La revolución latinoamericana no será nada más ni nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Ella será pura y simplemente la revolución socialista. Ustedes pueden apegar a esta palabra, según el caso, todos los objetivos que quieran : antiimperialista, agraria, nacionalista, revolucionaria. El socialismo las implica, las precede, las abarca a todas”. No se debe pensar que se trataba de planteos de principios y nada más. Mariategui sabia al contrario, sacar de ellos las consecuencias estratégicas esenciales : “Para nosotros, el antiimperialismo no constituye en sí mismo un programa político, un movimiento de masas apto para la conquista del poder. Incluso si admitimos que pueda movilizar al lado de las masas obreras y campesinas a la burguesía y a la pequeña burguesía nacionalista (nosotros ya hemos refutado formalmente esta posibilidad), el antiimperialismo no suprime el antagonismo entre las clases, no anula las divergencias entre sus intereses. Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía pueden llevar al poder una política antiimperialista… La toma del poder por el antiimperialismo en tanto que movimiento demagógico-populista, si fuere posible, no equivaldría jamás, a la toma del poder por las masas proletarias por el socialismo. La revolución socialista encontraría ese enemigo más decidido y más fanático (peligroso en su confusionismo y su demagogia) en la pequeña burguesía afirmada en el poder conquistado bajo estas consignas. Sin descuidar el empleo de ningún elemento de agitación antiimperialista, ni ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente puedan participar en esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista es capaz de oponer una barrera verdadera y definitiva al imperialismo” (Punto de Vista Antiimperialista, 1929). He aquí pues, cual es la tradición del comunismo revolucionario nacido de la influencia que tuvo en América Latina la revolución bolchevique de octubre de 1917. Y fue también, bajo la bandera inseparable del antiimperialismo y del socialismo, que el joven Partido Comunista Salvadoreño, bajo la dirección de Farabundo Martí, condujo la insurrección campesina de enero de 1932.

La idea de mutilar la revolución, de truncarla en su fase antiimperialista, y que Handal en 1981 declara “no saber” de donde proviene, es en efecto, una idea importada. Es la proyección en el continente de la corriente derechista de la Internacional Comunista ya burocratizada, de la tentativa de alianzas entre la URSS y las democracias burguesas (pacto Stalin-Laval) y de la sistematización a escala internacional, de la política de los “frentes populares” adoptada en el VII Congreso de la IC en 1935. A partir de entonces, el objetivo estratégico de los partidos comunistas subordinados a Moscú, no va más allá de una etapa democrática y antiimperialista de desarrollo capitalista. El fin implica los medios : una alianza durable con las burguesías nacionales en la cual, los partidos comunistas – como lo admite a posteriori Handal – se convierten en fuerzas de apoya y colaboración y que periódicamente, se ven expuestas a la represión implacable por sus aliados de la víspera. En ese cuadro general, la aplicación concreta de la política sigue las necesidades de la diplomacia soviética. A fines de los años 30, está lo de los “frentes populares” que llevan al PC a ir de remolque del Partido Radical.

En 1945, al final de la guerra, es la euforia de la alianza entre Stalin y el imperialismo norteamericano, lo que se refleja inmediatamente en la política de los partidos comunistas. En la Argentina. Codovila, el stalinista “modelo”, flama a una alianza contra el peronismo de “todos los partidos tradicionales, de la parte más consciente y combativa del movimiento y del campesinado, de la mayoría de los industriales, comerciantes, agricultores, ganaderos y financistas, de la mayoría del ejército y la marina, y de una parte de la policía de uniforme”. (Informe a la Conferencia del PC argentino de diciembre de 1945). En Brasil, el Partido Comunista de Prestes, se coloca bajo la tutela de Getulio Vargas, pues se había ubicado en la guerra del lado de los aliados.

En fin, como decía Carlos Fonseca Amador, fundador del Frente Sandinista ; el Partido Socialista Nicaragüense (partido comunista) había nacido “En 1944 antes del fin de la guerra mundial, en una época en que las tesis de Earl Browder, secretario del PC de los EE.UU., que impulsaba la conciliación con la clase capitalista y con el imperialismo norteamericano en América Latina, estaban en pleno vigor. Es cierto, se trataba de la política oficial de Moscú, de la cual Brodwer no era él (inicio abanderado. Peor, el PSN nació en el curso de un mitin cuyo objetivo era proclamar el apoyo al gobierno de Somoza. Esto fue el 3 de julio de 1944 en el Gimnasio de Managua” (Carlos Fonseca, Nicaragua Hora H, Tricontinental, setiembre de 1969).

El agujero en la memoria de Handal es más bien una fosa o un abismo, en el cual desaparece medio siglo de historia del movimiento obrero latinoamericano.

Inclusive, admitiendo que Handal sufre de tales olvidos, habría tenido más de 20 años después de la victoria de la revolución cubana, para volver a encontrar en su frágil memoria, el hilo de la historia. Porque Castro, Guevara y Fonseca Amador, no esperaron 20 años para extraer las enseñanzas de la revolución cubana y retornar a las fuentes de los grandes ancestros como Mella y Mariátegui.

A partir de su histórico discurso del 2 de diciembre de 1961, luego de la nacionalización de las empresas imperialistas, Fidel Castro vuelve explícitamente a esta tradición : “No hay término medio entre el capitalismo y el socialismo. Los que se obstinan en buscar una tercera vía, caen en una posición errónea y utópica… Tal es el camino que hemos seguido : el camino de la lucha antiimperialista, el camino de la revolución socialista. Pues no existía otra posición posible. Debíamos hacer una revolución antiimperialista, una revolución socialista. Pero esto no era sino una sola revolución, pues no puede existir más que una. Esta es la gran verdad dialéctica de la humanidad : el imperialismo no tiene frente a él más que al socialismo”. Castro estaba categóricamente por la unidad dialéctica del contenido antiimperialista y socialista de la revolución. Le fueron necesarios 20 años a Handal para convencerse de ello. Más vale tarde que nunca. Sin embargo, el “descubrimiento” de Castro no ha sido la confidencia oculta entre las líneas de un discurso. Fue compartida y propagandeada sobre el continente por toda una generación de revolucionarios. Por el Che que proclamaba “o revolución socialista o caricatura de revolución” por el informe de la delegación cubana en la Conferencia de la OLAS en 1967 y por las tesis de la propia Conferencia [2].

Handal no puede pretender que esta perspectiva no hubiera alcanzado a América Central. En el artículo citado de Carlos Fonseca escrito en 1969, se afirmaba : “La lucha se desarrolló (de 1926-1936) sin que existiera un proletariado industrial. La burguesía naciente traicionó al pueblo nicaragüense y se abandonó a la intervención yanqui…” “es necesario actualmente insistir sobre el hecho de que nuestro principal objetivo es la revolución socialista, una revolución que presupone denotar al imperialismo yanqui, sus agentes locales, a los falsos opositores y a los falsos revolucionarios”.

No hemos escatimado citaciones y referencias para demostrar claramente hasta qué punto las revelaciones de Handal son tardías y generales en relación a un debate que sacude desde hace medio siglo al movimiento obrero latinoamericano. Fue necesario el formidable encadenamiento de los hechos y sobre todo el surgimiento de la propia revolución en El Salvador a contrapelo de la política concreta del PC salvadoreño, para que apareciera la autocritica que tratamos.

Sin embargo, ya en los años veinte, los alcances del problema estratégico estaban definidos y bien planteados. Encontrábamos por un lado, una corriente populista que tendía a insistir sobre la especificidad de América Latina, de su historia, de su estructura social, para fundamentar en teoría la perspectiva de una colaboración de clases. Era esa, la posición del peruano Haya de la Torre y de su partido, el APRA, que se presentaba en sus inicios en 1924, como un movimiento antiimperialista.

Más tarde, vendría una corriente marxista-economicista que alimentaba con coartadas teóricas, las políticas de alianzas y de subordinación a las burguesías nacionales, seguidas por los partidos stalinistas. Se trataba de considerar a las sociedades latinoamericanas como sociedades feudales para justificar mejor, la perspectiva de un desarrollo capitalista nacional y antiimperialista, lo que implicaba una alianza estratégica con la burguesía nacional de cada país. Esta orientación, continúa siendo, aun con variantes, la de los partidos comunistas (en Brasil, en Chile, en Uruguay, en Bolivia, en Perú, etc.). Debe entenderse esta orientación, en el marco general de la política internacional de la burocracia soviética y de sus necesidades.

Esta dependencia con la burocracia soviética, tiene raíces materiales, y lo que Handal no dice, es que para tener una política revolucionaria en América Latina, los PCs tendrían que romper definitivamente con la política de Moscú y con los lazos de dependencia que los subordinan.

Finalmente, la corriente marxista revolucionaria, encarnada desde la década del veinte por Mella y Mariátegui, ha considerado siempre a las sociedades latinoamericanas como sociedades en las cuales el carácter capitalista esta directamente imbricado en la dominación imperialista y marcado por ella. De allí, el lazo indisoluble entre la lucha antiimperialista y la revolución socialista. Esta corriente, rechaza la doctrina de un feudalismo latinoamericano y define la estructura social, incluyendo al campo, como esencialmente capitalista. Critica el concepto de “burguesía nacional progresista” y rechaza la perspectiva de un posible “desarrollo capitalista independiente”. Ve en el fracaso de las experiencias populistas, la consecuencia lógica de la naturaleza de las fuerzas sociales dependientes del imperialismo. Encuentra la fuente del “retraso” económico no en el feudalismo o en los obstáculos pre capitalistas, sino en las características mismas del capitalismo dependiente. En conclusión, excluye la posibilidad de una vía de desarrollo democrático-nacional y afirma la necesidad de la revolución socialista como única respuesta coherente a la dependencia y al subdesarrollo.
La cuestion del poder

Handal considera que los deslices reformistas cometidos por los partidos comunistas en América Latina, se debe a que perdieron de vista la cuestión del poder. ¡Razonamiento perfectamente circular ! ¿Y porqué perdieron de vista la cuestión del poder ? Todo está encerrado en ésta cuestión.

Handal no establece claramente la relación entre este problema y el asunto sobre el carácter de la revolución. Es sin embargo, evidente que un partido no se plantea la cuestión del poder de la misma manera, si quiere compartirlo con una clase “aliada” o si quiere tomarlo para ejercerlo. Era esa ya, la gran línea divisoria desde 1905 entre mencheviques y bolcheviques y así lo entendía Lenin que afirmaba : “Las fracciones bolcheviques y mencheviques han llevado ellas mismas todas las divergencias a la siguiente alternativa : el proletariado debe ser “el guía”, “el dirigente” de la revolución, y arrastrar tras de sí al campesinado, o debe ser “el motor” que sostiene tal o cual vía de la democracia burguesa” (Obras Completas, tomo 15, pág. 388). Lenin, entonces, defendía contra los mencheviques una posición claramente anticapitalista desde el punto de vista de la conquista del poder político.

A la luz de la experiencia revolucionaria de 1905, y desde 1906, el debate se clarificó aun más. Para los bolcheviques, “solo el proletariado está en condiciones de conducir hasta el fin, la revolución democrática, pues es la clase completamente revolucionaria de la sociedad contemporánea”. Y “arrastra tras de sí al campesinado” (idem).

El litigio con los mencheviques se resume en tres puntos capitales para Lenin y los bolcheviques : 1) que el proletariado debe jugar el rol dirigente, el rol de guía de la revolución. 2) que el objetivo de la lucha es la conquista del poder por el proletariado con la ayuda de las otras clases revolucionarias. 3) que en ese terreno, el campesinado puede ser la primera y tal vez la única ayuda. Para los mencheviques, el proletariado debía ser “el motor” (y no la dirección como planteaba Lenin) de la revolución, y debía “sostener” a través de una presión de masas de vías de la democracia burguesa que no estaban en contradicción con su propio programa. “Desde el punto de vista del poder político, esto significa resignarse a una etapa en la cual el poder es abandonado en manos de la democracia burguesa” (Lenin, idem).

Handal, reconoce a su manera, que los partidos comunistas en Latinoamérica se han colocado en la mayoría de los casos, en el terreno menchevique, al adjudicarse el papel de “fuerzas de apoyo” en cuanto al problema del poder, y en “fuerzas de colaboración”.

Sin embargo, en “su vuelta a Lenin”, Handal no recorre más que la mitad del camino. De un lado, el pretende abolir la separación entre las dos revoluciones. Pero por otro lado, tiende a establecer esta etapa distinguiendo radicalmente “el problema del poder” del “programa socio-económico de la revolución”.

Es cierto que en 1905-1906, la polémica de Lenin contra los mencheviques se limitaba al asunto : quién debe tomar el poder ? Y el respondía “el proletariado arrastrando tras de sí al campesinado”. Pero al mismo tiempo, Lenin continuaba caracterizando al programa de la revolución por las tareas a realizar como democrático burgués, concebía incluso, la posibilidad de que luego de la conquista del poder por el proletariado, se mantuviera en la sociedad un cuadro general que se podría definir como capitalista.

Sobre este punto, la revolución rusa de octubre del 17 completó las lecciones de 1905. Es cierto que la revolución proletaria comienza por la conquista del poder político, (Marx hablaba de la dictadura del proletariado como instrumento para empezar las transformaciones económicas y sociales). Es cierto que la conquista del poder politico y las transformaciones de las relaciones de producción, no coinciden en el tiempo. Lo primero (la conquista del poder) es un acto, el resultado revolucionario de una prueba de fuerzas entre clases antagónicas. Lo segundo (las transformaciones económicas y sociales) es un proceso sobre el cual no podemos pre-fijar ritmos ni plazos y que está determinado por un conjunto de factores internos y externos. Lo que si está claro, es que sin el primer acto revolucionario, lo segundo es imposible.

Existe sin embargo, una relación dialéctica entre los dos. Pues la conquista del poder político, y principalmente su conservación frente a toda intentona contrarrevolucionaria, implica la mayor movilización de las masas, en primer lugar de la clase obrera y el campesinado pobre, las únicas capaces de aplastar la resistencia burguesa e imperialista. Pero esta movilización no puede nutrirse de promesas, sino de conquistas sociales concretas. El Partido Comunista Vietnamita (PCV) lo sabía muy bien, por eso, para preparar la ofensiva contra las tropas francesas en Dien Bien Phu en 1954, lanzó una campaña de profundización de la reforma agraria en los territorios liberados. Lo mismo en la revolución rusa, la resistencia a la agresión de las potencias capitalistas europeas y a la contrarrevolución interna durante la guerra civil, llevó muy rápidamente a la radicalización del contenido social de la revolución, la ruptura con la burguesía, la estatización de los medios de producción, a las diferenciaciones de clase en el campo, etc. Esta lección, se ha visto confirmada por las revoluciones derrotadas como la china de 1926-27, o por la victoriosa de China en 1949, la vietnamita, la cubana, y más recientemente la de Nicaragua.

Este problema fue sistematizado por Trotsky en 1928 en la teoría de la revolución permanente. La batalla que él condujo contra la teoría stalinista de la revolución por etapas, se inscribe en la continuidad de la batalla librada por Lenin contra los mencheviques y su etapismo, y Trotsky la enriqueció a la luz de la victoria de la revolución rusa y de la derrotada revolución china a mediados de la década del veinte.

La teoría de la revolución permanente afirma, la necesidad de transformar la revolución democrática en revolución socialista en los países dominados, no niega, contrariamente a lo que han hecho creer los stalinistas, la existencia de etapas en un mismo proceso revolucionario : “Yo no he negado jamás, el carácter burgués de la revolución en cuanto a sus tareas históricas inmediatas, yo lo he negado únicamente, en cuanto a sus fuerzas motrices y sus perspectivas…” “La historia ha unido, no confundido, sino unido orgánicamente el contenido fundamental de la revolución burguesa a la primer etapa de la revolución proletaria” (Trotsky, La Revolución Permanente).

Del mismo modo, Trotsky no excluye para nada, las alianzas tácticas con fracciones de la burguesía : “Es evidente que nosotros, no podemos en el futuro, renunciar a tales acuerdos rigurosamente limitados y sirviendo cada vez a un objetivo claramente definido la única condición de todo acuerdo con la burguesía, acuerdo separado, practico, limitado a medidas definidas y adaptadas a cada caso, consiste en no mezclar las organizaciones y las banderas, ni directa ni indirectamente, ni por un día, ni por una hora, y a no creer jamás que la burguesía es capaz de conducir una lucha real contra el imperialismo y a no poner obstáculos a los trabajadores y campesinos” (idem).

Para derrotar a la dictadura de Batista, Fidel Castro hizo con sectores burgueses un pacto limitado, que “definió una estrategia común para derrotar a la dictadura con la insurrección armada”. Pero desde la caída del dictador, Castro consolida alrededor del ejército rebelde, las bases del poder revolucionario fuera de todo control de los órganos formales del gobierno recién instalado e integrado por dirigentes burgueses. En la medida que el proceso revolucionario avanza, y se profundiza, que se desarrolla la reforma agraria, que se constituye el ejército revolucionario, los representantes de la burguesía van a retirarse unos tras otros, para pasar a la oposición abierta y a la contrarrevolución.

Cada presión o agresión imperialista, conduce a la necesidad de ir apurando el proceso de transformaciones sociales y económicas, de radicalización de la reforma agraria, de nacionalización, de expropiaciones, etc., con el fin de resguardar el poder revolucionario y de avanzar en las conquistas sociales de las masas.

Al mismo tiempo, estas conclusiones que han sabido sacar los revolucionarios mas consecuentes, también hay que decirlo, las ha sacado la propia burguesía. La evolución de las posiciones burguesas en la medida que avanzaba el proceso revolucionario nicaragüense con una prueba de ello. La dictadura oligárquica se impuso en Nicaragua en los 30 con el apoyo del imperialismo yanqui. Desde el inicio de la década del 60, una contradicción se desarrolló entre la vieja oligarquía reagrupada en tomo a la familia Somoza, y fracciones de la burguesía industrial que deseaban una liberalización del régimen para poder insertarse en el desarrollo económico ligado a la implantación del mercado común de América Central. Esta burguesía encabezó una oposición liberal con la proclamación de la Unión Democrática de Liberación (UDEL). En 1977, luego de dos años de Estado de Sitio, que supuestamente había liquidado al Frente Sandinista, los liberales creen poder aprovechar la campana democratizante del presidente Carter para pasar a la ofensiva sin correr el riesgo de un desbordamiento del movimiento de masas. En enero del 78, luego del asesinato de su líder Joaquín Chamorro, son los patrones quienes toman la iniciativa de lanzar una huelga general.

Pero una carrera contra el tiempo se plantea entonces para la dirección revolucionaria. En febrero del 78, el Frente Sandinista pasa nuevamente a la acción. La patronal se asusta y suspende la huelga general. En julio se constituye el Frente Amplio de Oposición (FAO) por un lado y que reagrupa a la burguesía opositora. Y por otro lado, se forma el Movimiento Popular Unificado (MPU) que nuclea a veintidós organizaciones de masas (barrios, estudiantes, mujeres).

A fines de agosto y comienzos de septiembre de ese año, con el repunte de la movilización autónoma de las masas, y con ello la iniciativa vuelve a estar en manos de los sandinistas. A fines de agosto, un comando del FSLN ocupa el Congreso Nacional y obtiene la mayoría de sus demandas. El MPU llama a la Huelga general y en setiembre el FSLN a la insurrección popular. A cada paso del movimiento de masas, la burguesía se retrae y busca la negociación con la dictadura apoyándose en el gobierno de EE.UU., que a esa altura busca una “transición” pacifica y controlada.

El ala “tercerista” del FSLN toma esta capitulación como argumento para retirarse del FAO y se unifica con las otras dos tendencias del sandinismo. En febrero del 79 se constituye el Frente Patriótico Nacional (FPN), incluye a los sandinistas y a sectores burgueses significativos representados por Alfonso Robelo y Violeta Chamorro. Pero, mientras que la burguesía era hegemónica en el FAO, ahora el centro de gravedad se ha desplazado, debido a que la lucha toma un curso favorable a los trabajadores y campesinos. Esto es lo que se traduce de la formación del FPN donde el rol dirigente – político y militar – le corresponde al FSLN.

Denotada la dictadura, y a medida que el proceso revolucionario se iba profundizando, nuevos sectores de la burguesía son llevados a retirarse del Gobierno de Reconstrucción Nacional y a pasar a la oposición. Esto se confirma con el retiro de Robelo y Chamorro en la primavera de 1980.

En ese proceso de ruptura con la burguesía, la dirección sandinista permaneció fiel a los consejos de Carlos Fonseca, que el articulo antes citado agregaba : “Se debe prestar atención al peligro de que la insurrección no le sirva de trampolín a la fuerza reaccionaria de oposición a Somoza. El objetivo del movimiento revolucionario es doble. Por un lado, se trata de derrotar a la camarilla criminal y traidora que, durante largos años ha usurpado el poder, y por otra parte, debemos impedir que la fuerza capitalista de la oposición, cuya sumisión al imperialismo es sabida, no aproveche de la situación desatada por la lucha de la guerrilla y tome el control de poder”.

De este modo, el comunicado del 9 de diciembre de 1978, que sella la unidad entre las tres tendencias del sandinismo, confirma la necesidad de continuar la lucha hasta la destrucción de la columna vertebral de la dictadura (la Guardia Nacional) y de avanzar en la conquista de la democracia y las transformaciones sociales y económicas.
Una autocritica a medias

Las otras dos cuestiones abordadas por Handal, la vía armada y la unidad de la izquierda revolucionaria, son decisivas sin duda, sin embargo, como en casi todo, el compañero salvadoreño no va a fondo en el asunto.

1. Primero : él constata que “la idea de la vía pacifica de la revolución en América Latina se relaciona con el reformismo”. La lucha armada es la primera palabra de la estrategia revolucionaria, pero no la ultima. Si la lucha armada es necesaria porque se trata de destruir el aparato del Estado burgués, ella no constituye en sí misma, una línea divisoria suficiente entre reforma y revolución existe también un reformismo armado que practica la conciliación de clases.

El caso de los Montoneros argentinos particularmente bajo el gobierno de Campora en 1973 y luego con Perón – es una muestra elocuente de lo que afirmamos. Pero sobre todo, la afirmación de la necesidad de la lucha armada no dice nada sobre la forma de esa lucha armada y su relación con el conjunto de una estrategia revolucionaria. Existe respecto a este tema una amplia experiencia de más de veinte años en el continente. En la “Revolución en la revolución”, Regis Debray sacó de la experiencia cubana una visión simplista y errónea, privilegiando el foco de guerrilla rural y subordinado a esto la construcción del partido revolucionario A la luz de los fracasos verificados en los años 60, el propio Debray tuvo que hacerse una autocritica, las que formuló en su libro “La crítica de las armas”.

De la misma manera, el ejemplo mal asimilado de la revolución rusa, pudo nutrir en la década del 20, corrientes putchistas en el seno de la Internacional Comunista, y el ejemplo mal comprendido de la revolución cubana, llevó a errores y fracasos político-militares que tuvieron nefastas consecuencias para el conjunto del movimiento de masas en muchos países, y lo que es peor, no sirvieron para hacer avanzar al movimiento popular en sus niveles de comprensión respecto al rol de los aparatos reformistas.

La revolución nicaragüense al contrario, aportó una combinación original de formas de lucha armada culminando en la huelga general y en la insurrección de las principales ciudades : en ese caso, la insurrección supone una preparación particular y una organización en profundidad de las masas urbanas. Hoy en El Salvador, la relación entre las zonas controladas militarmente por el FMLN y la perspectiva final de lucha por el poder, están en el corazón del debate entre las diversas organizaciones revolucionarias salvadoreñas.

Al pronunciarse categóricamente por la lucha armada, Handel da un paso decisivo, pero no irreversible. Ya hemos visto en 1967 en la Conferencia de la OLAS, a dirigentes stalinistas tradicionales como el uruguayo Rodney Arismendi, “pronunciarse” por la lucha armada, sin embargo en la política concreta de su país, el PC uruguayo puede calificarse como absolutamente reformista, consecuente con las tesis etapistas de la revolución, y defensor acérrimo de la vía pacífica. Hoy mismo, el PC chileno se declara a favor de la lucha armada y por la “sublevación popular”, sin que esto signifique un abandono de su estrategia de conciliación con la burguesía democrática y los militares “patrióticos”.

En 1970, Carlos Fonseca ya había dicho respecto al PC nicaragüense : “Podemos afirmar que los cambios operados en la dirección de esta organización no son más que cambios formales. La pretendida nueva dirección no cesa de hablar de lucha armada, mientras que en la práctica, concentra toda su energía en una acción pseudo-legal”,

2. Segundo : Sobre la unidad de la izquierda revolucionaria, Handal reconoce, y es positivo, que pueden aparecer otros partidos revolucionarios por fuera de los PCs oficiales : “La vieja concepción dogmatica según la cual el Partido Comunista es por definición “el partido de la clase obrera”, la vanguardia del combate antiimperialista, etc. limita e incluso bloquea nuestra capacidad para comprender que en las condiciones sociales y políticas de América Latina, es imposible que no aparezcan esas organizaciones de la izquierda armada”. Debemos reconocer, a menos que neguemos obstinadamente la realidad, que Handal no tiene otra elección, ya que el PC salvadoreño fue colocado en una situación de minoría en las organizaciones de masas urbanas, por formaciones revolucionarias armadas como el Bloque Popular Revolucionario (BPR) y por las Ligas Populares 28 de Enero (LP208). Además, la marginalización del PC de Nicaragua en el proceso revolucionario, también le sirvió a Handal, para la autocritica. Pero a partir de ese reconocimiento forzado de la realidad, “la unidad de la izquierda revolucionaria” puede desembocar en dos casos diferentes. O bien se trata de encontrar la unidad en la acción, a nivel sindical, político, de todas las organizaciones que hablan en nombre de los trabajadores y campesinos, lo que significa un frente único de movilización y de combate, respetando la identidad y diversidad de sus integrantes, O bien, se trata de la construcción a través de un proceso de fusiones, de un nuevo partido revolucionario En este caso, un llamado a la unidad no alcanza. Existe entre esas organizaciones (las que componen el FMLN) programas y perspectivas distintas desde el punto de vista del objetivo final de la revolución, así como de sus visiones respecto a la situación internacional. Estas diferencias pueden ser superadas por la experiencia de la practica común es cierto, pero no, sin la discusión clara de las diferencias existentes, y sin afirmar al mismo tiempo, la necesidad de la unidad y de la democracia que permita, en el marco de una misma organización, coexistir a corrientes y compañeros con posiciones distintas.

Artículo publicado por primera vez en agosto de 1983 en la revista Quatrieme International
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Notes

[1] En 1969 se produjo la escisión más importante dentro del PC. Allí un grupo de militantes encabezados por Cayetano Carpio, secretario general del partido, cuestionando la finca reformista del PC, formó las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), que hoy es una de las organizaciones más fuertes del FMLN.

[2] Contrariamente, la historia de la lucha de clases en América Latina ofrece múltiples ejemplos de revoluciones derrotadas y traicionadas. Handal habla sobre las elecciones de la derrota chilena en 1973, a la considera como un “laboratorio” : “Es cierto que a lo largo de la experiencia chilena, dos vías se opusieron constantemente : la vía de la conciliación y colaboración de clases por un lado, y la de la movilización revolucionaria de masas por otro”.
Luego que la ofensiva reaccionaria de octubre de 1972 alrededor de la huelga de los camioneros, Allende podía apoyarse sobre la movilización espontanea del movimiento popular, sobre la forma no de las Juntas de Abastecimiento Popular (JAP), de los Cordones Industriales, de los Comandos Cominales, para pasar a la ofensiva contra la derecha fascista. Sin embargo, prefirió reafirmar el respeto a la -“legalidad burguesa” y a aumentar la presencia de los militares “constitucionalistas” en su gabinete ministerial.
Después del ensayo de golpe de Estado de junio del 73 (“el tancazo”) y cuando preparación del golpe gorila se hacía evidente y abierto, Allende otra vez, y apoyado por el PC y el PS, se dedicó a ofrecer garantías constitucionales a la oposición burguesa encabezada por la Democracia Cristiana, desarmando a los obreros de los Cordones Industriales y permitió la represión sobre los marinos de Valparaiso que se oponían a los militares golpistas.
Por otra parte, Handal parece ignorar completamente la autocritica del Partido Guatemalteco del Trabajo (comunista) que ya en 1955, evaluaba la derrota popular de 1954, tras el derrocamiento del gobierno burgués-reformista de Jacobo Arbenz : “El PGT no ha -seguido una línea de trabajo independiente en relación con la burguesía nacional. Es la alianza con la burguesía democrática, obtuvo los éxitos señalados, pero a la vez, la burguesía ejerció una influencia sobre nuestro partido, influencia que en la práctica frenó numerosas actividades. El PGT, no evaluó correctamente la débil capacidad de resistencia de la burguesa y no tuvo permanentemente presente en carácter conciliador frente al imperialismo y a las clases reaccionarias, lo que explica algunas ilusiones que se tuvieron sobre el patriotismo, la lealtad y la firmeza de la burguesía nacional frente a los asaltos del imperialismo norteamericano”

La hora de la verdad para el PRD

La hora de la verdad para el PRD
Paco Ignacio Taibo II

Coloque en el centro, en el único centro de su vida, sagrado y unidimensional, la lucha electoral. No lo diga, pero en el fondo de su corazón mantenga la firme creencia de que las luchas sociales estorban los momentos claves y definitorios de la vida del partido, los verdaderos, que tiene que ver con la selección de candidatos, las campañas electorales, las reu¬niones para medir las fuerzas y repartir las cuotas, el reparto de zonas de influencia y el reparto de botines salariales.

2) Convierta a una buena parte de los militantes en asalariados, que dependan para su supervivencia del aparato y la jerarquía. Salve a esa militancia de trabajos mal pagados de maestros, chambas de medio tiempo, ventas de miel de colmena que manda la abuelita o enciclopedias británicas a domicilio. Aproveche que toda una generación de militantes, la de los 60-70, está quemada económicamente, que deben la renta y están tres meses atrasados con la pensión alimenticia. Construya un partido moderno de empleados y no de activistas.
Conviértase usted mismo y toda la dirección nacional en asalariados de lujo, con prebendas, asistentes, choferes paseadores de esposas y esposos, ayudantes que hacen el súper. Dé por buena la teoría de que un diputado tiene derecho a ganar 50 veces lo que gana un obrero.
Reparta cargos de elección popular, de administradores públicos en términos de cuotas (aunque alguno sea narco), ni se le ocurra pensar en perfiles profesionales, técnicos o políticos; cree centenares de asalariados del propio partido a escala municipal, delegacional, estatal, nacional. Distribuya infatigablemente empleos y no apoyos económicos para la realización de tareas. Reparta esos empleos generando lazos de afinidad con los que los reciben, deudas a ser pagadas, fidelidades, servidumbres.
Construya paulatinamente una situación en la que en la cabeza de los militantes aparezca la idea de eternidad asociada a la idea de chamba. Establezca que la única continuidad en la vida es la del empleo que ofrece el partido. Que en la realidad política mexicana se puede construir una rueda de la fortuna donde nomás se va cambiando de asiento: de regidor de ayuntamiento a miembro de dirección estatal, a diputado, a senador, a viceministro.
3) Abandone cualquier radicalismo. No sólo el radicalismo no es moderno sino que espanta. En la realpolitik lo políticamente correcto no tiene aristas. Ponga de moda la noción de que lo ideal es el centro, que el centro atrae votos indecisos, gana elecciones. Dé por buena la idea muy estedunidense de que se gobierna con las encuestas, que no se trata de convocar a la población y llevarle visiones, reflexiones, ideas, sino que se trata de adoptar sus dudas, sus miedos, sus prejuicios. Declárese ferviente partidario de la búsqueda del centro, aunque no lo diga. No permita que por ahí se ande diciendo que en política el centro es la nada.
4) Convierta todo debate de ideas en un debate de posibilidades. Ponga siempre por delante la idea de que el objetivo es alcanzar el poder. ¿Para hacer qué con el poder? Eso no importa.
Despolitice la política, vuélvala un juego de posibilidades donde los principios se desvanecen, las ideas del cambio profundo pasan al rincón de los juguetes viejos, la utopía es considerada una mala palabra, los muchachos de Ayotzinapa, un estorbo. Declare abolido el trabajo de formación política. Declare difuntos a Marx y a Sandino, a Ho Chi Minh y a Pancho Villa, al cura Hidalgo (excepto en ceremonias) y a Bakunin. Simplemente no son modernos.
Acepte pragmáticamente cualquier tipo de alianza, con quien sea, con tal de medio ganar una elección. Alíese con el que despide electricistas, con el que está en contra de las leyes progresistas del aborto o el matrimonio homosexual, con el que declara al Fondo Monetario Internacional su santo patrón, con los que quieren desnacionalizar el petróleo. Ignore esas pequeñas diferencias con tal de ganar-perder una elección.
5) Dé por buena la idea de que una pequeña parte de corrupción es admisible, no mucha, no saqueadora, apenas funcional; que no tiene nada de malo recibir apoyos económicos de un gobernador priísta o que un alto funcionario panista le ofrezca a su grupo tres camionetas. Poco a poco adopte la idea de que la corrupción es un mal del sistema y por lo tanto aprovéchese de ella, total (como dijo la sumadora), si todos le caen, por qué uno no.
6) Adquiera los estilos y las formas del poder, conviva respetuosamente con el enemigo, reúnase frecuentemente con él en hoteles, restaurantes y cantinas, salúdelo amablemente cuando lo tenga en el asiento de al lado de una cámara de senadores. No les crea a los que andan diciendo que existe el contagio por contacto. Acepte consejos de priístas y panistas de dónde comprar corbatas italianas o cómo leer una carta de vinos.
7) Haga suya y de corazón toda norma burocrática. Donde manda la normatividad, que le valga verdaderamente madre el sentido común, el pensamiento racional, la sensatez. No permita de ninguna manera que la sensibilidad estorbe el procedimiento. Olvídese de cualquier intento de simplificación administrativa. Diga frecuentemente cosas como: Ni modo, así hay que hacerlo. Si se lo encuentran en una escalera no permita que nadie sepa si sube o baja.
8) Cambie el lenguaje, hable de canicas y de recursos. Cuando le hablen de Programa responda: ¿En qué canal?
9) Viva en un país en una de las más profundas crisis de su historia y logre que a pesar de ello, le valga absolutamente sombrilla. Convierta la política en un acto reac¬tivo y no propositivo. Viva como en un clóset cerrado y sin público, preocúpese sólo de lo que ahí sucede, desconéctese del exterior.
10) Reviva las prácticas internas de fraude electoral. No importa que ese haya sido uno de los demonios cuya necesidad de abolición les dio origen. Si no las practica, al menos consiéntalas, explíquelas, perdónelas. Haga lo mismo con la presión del voto a través de la despensa o el saco de cemento, la compra de conciencia. Construya detrás de cada tendencia un apoyo social corporativo (por ejemplo: un proyecto habitacional de 40 casas con 400 peticionarios). Declare la moral abolida y la vergüenza inexistente. No son modernas.
11) No conceda a las demás tribus ni el aliento, practique la lucha interna con estilo de emperador romano, o de auxiliar de Stalin (Beria o Yhezov sirven para los efectos), chínguese al de al lado a la menor oportunidad.
12) No realice congresos ni elecciones de comités abiertas, a no ser que cuente con el ferviente apoyo del gobernador de Puebla que les va a mandar a los trabajadores de limpia transmutados en perredistas, a los trabajadores de la delegación Iztapalapa que votan con lista y amenaza de desempleo.
13) Procure que no se hable demasiado del pasado militante de cada quien. Ese es un terreno peligroso, bien por la ausencia de tal pasado, bien por la incoherencia entre ese pasado y el triste presente.
14) Tenga de uno a 20 cargaportafolios, no le hace que sólo posea un portafolio, la medida del poder la da el número de ayudantes inútiles que andan rondando.
15) No vaya jamás a una manifestación, mítines sólo en lugares cerrados y con cámaras de televisión. Eso sí, apoye el Teletón. Odie con vehemencia a los moneros de La Jornada.
Bien, más o menos ya lo tiene. Ahora asuma el problema: ¿quién quiere militar en una lata de sardinas?, ¿quién se siente representado por una lata de sardinas?, ¿quién va a votar por una lata de sardinas?
16) Prepárese para el descalabro.

  • Dieciséis de las muchas maneras de convertir un partido político de izquierda en una lata de sardinas.

Este artículo está dedicado a mis amigos Alejandro Encinas, Gilberto Ensástiga, Roberto Rico, reiterándoles la pregunta de ¿Si no son como ellos, qué siguen haciendo ahí?

Planeta Tierra. Movimientos antisistémicos

Planeta Tierra. Movimientos antisistémicos

Gilberto Valdés Gutiérrez *

La civilización con que soñamos, será “un mundo en el cual caben muchos mundos”
(según la bella fórmula de los zapatistas), una civilización mundial de la solidaridad y de
la diversidad. De cara a la homogeneización mercantil y cuantitativa del mundo, de cara
al falso universalismo capitalista, es más que nunca importante reafirmar la riqueza que
representa la diversidad cultural, y la contribución única e insustituible de cada pueblo,
de cada cultura, de cada individuo.
Michael Löwy y Frei Betto

No hay otros mundos. Todos los otros mundos están en éste.
Paul Eluard

El Sistema de Dominación Múltiple del capital

Si se piensa en alternativas reales, de trascendencia desenajenadora, a la civilización rectoreada por el capital, es imprescindible determinar las formas históricas de opresión que se entrelazan en la crisis civilizatoria de fines de siglo XX y principios del XXI. Nos parece oportuno, en esta dirección, asumir la categoría de Sistema de Dominación Múltiple (SDM) . Su análisis debe realizarse teniendo en cuenta sus dimensiones económica, política, social, educativa, cultural y simbólica. El campo económico y social del capital completa su fortaleza con su conversión en capital simbólico. Mientras enfrentábamos su poder visible con las armas de la crítica reflexivo-racional, sus tentáculos estetizados contactaban con los subvalorados rincones del inconsciente social e individual de sus víctimas, logrando incorporarlas, en no pocas ocasiones, al consenso de sus victimarios.

1.- Véase Raúl Leis, “El sujeto popular y las nuevas formas de hacer política”, Multiversidad,
n. 2, Montevideo, marzo de 1992, y Gilberto Valdés Gutiérrez, El sistema de dominación
múltiple. Hacia un nuevo paradigma emancipatorio, Tesis de doctorado, Fondo del Instituto
de Filosofía, La Habana, 2002. La categoría operacional de Sistema de Dominación Múltiple
ha sido enriquecida a lo largo de los Talleres Internacionales sobre Paradigmas
Emancipatorios, convocados desde 1995 cada dos años por el Grupo GALFISA del Instituto
de Filosofía en coauspicio con otras organizaciones e instituciones cubanas e
internacionales, como el Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr.

  • Grupo GALFISA Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr

Con esta categoría podremos integrar diversas demandas y
prácticas emancipatorias que hoy aparecen contrapuestas o no
articuladas, y evitar de esta forma viejos y nuevos reduccionismos
ligados a la predeterminación abstracta de actores sociales a los que
se les asignan a priori mesiánicas tareas liberadoras.
El contenido del SDM abarca las siguientes prácticas de:
•Explotación económica y exclusión social (Aparecen
nuevas formas de explotación de las empresas transnacionales de
producción mundial, a la vez que se acentúan las prácticas
tradicionales de explotación económica y a esto se agrega la
exclusión social que refuerza las primeras)

•Opresión política en el marco de la democracia formal
(Política-espectáculo neoliberal: contaminación visual y
“pornografía” política, irrelevancia decisoria del voto ciudadano,
vaciamiento de la democracia representativa, corrupción
generalizada y clientelismo político, secuestro del estado por las
élites de poder ).
•Discriminación sociocultural (étnica, racial, de género, de
edades, de opciones sexuales, por diferencias regionales, entre
otras).
•Enajenación mediático-cultural (Alta concentración de los
medios como forma de dominio del capital sobre la sociedad, su
conversión en espacios de toma de decisiones políticas y de
contrainsurgencia frente a las alternativas y las resistencias
populares que pongan en peligro su hegemonía, su papel como
puerta “estetizada” del mercado capitalista, antesala visual de la
78
Gilberto Valdés Gutiérrez
2.- “La “clase política” actúa en la práctica como una elite unificada, en la que la división en
diferentes partidos obra sólo como una formalidad necesaria para la distribución de cargos
vía elecciones y la consiguiente legitimación que ello produce, pero no encarna proyectos
diferentes ni pretensiones serias de transformación del orden social existente. Se aprecia una
situación de “partido único virtual”, en la que el lugar de gobierno y oposición puede
intercambiarse sin mayores consecuencias, y sin frenar ni atenuar la tendencia persistente al
empeoramiento de la calidad de vida de las mayorías, y al deterioro de las instituciones
políticas. El gran compromiso realmente eficaz de la dirigencia política es con el gran capital
y sus instituciones, compromiso que se toma a veces con entusiasmo y otras con resignación
frente a lo que se considera una valla infranqueable para la realización de políticas más
“progresistas”, pero se asume y ejecuta invariablemente por parte de quienes tienen a su
cargo la conducción del aparato estatal”. (Daniel Campione, “Los problemas de la
representación política y el movimiento social. Algunas reflexiones críticas”, Periferias, a. 5,
n. 8, Buenos Aires, segundo semestre de 2000.)
2
plusvalía, paralización del pensamiento crítico a través de la
velocidad de la imagen fragmentada y del simulacro virtual,
hiperrealista de las televisoras, lo que el Subcomandante Marcos
llama, con razón, “el Canal Único del neoliberalismo”).
•Depredación ecológica (en el sentido de que la especie
humana, colocada como “responsable” y no como “dueña” de la
tierra, ha contraído una deuda ecológica, al no haber podido impedir
la proliferación de modelos utilitarios de intervención en la
naturaleza, que han destruido los ecosistemas ).
El despliegue de esta categoría nos facilita el análisis integral
de las prácticas de dominación, y por ende, permite debatir los
problemas de la emancipación en clave más compleja. De ahí la
necesidad de abordar la crítica a las prácticas de dominio y sujeción
acendradas en la sociedad contemporánea vinculadas al examen de
los problemas actuales de la articulación de las demandas libertarias
y emancipatorias en el movimiento social y popular de América
Latina y el Caribe. Resulta necesario contextualizar, a la luz del
imperialismo transnacional y de los aportes de la teoría social
contemporánea, aquellos conceptos teórico-críticos surgidos de
Marx: explotación económica, exclusión social, opresión política,
alienación individual y colectiva, con el propósito de sistematizar
las múltiples perspectivas de lucha y demandas emancipatorias que
se dan a diario y simultáneamente en los lugares más diversos del
planeta, y determinar las bases de una voluntad proyectiva mundial
que otorgue condiciones de posibilidad a la superación de la
dominación capitalista.
La esencia de la categoría de sistema de dominación múltiple

3.- “La utilización de los recursos naturales, tal como se está llevando adelante en esta forma
de capitalismo, tenemos que modificarla, hay que empezar a encontrar otra lógica. La lógica
del capitalismo es utilizar los recursos, sean naturales o humanos, para maximizar sus
ganancias; nosotros pretendemos encontrar una lógica que utilice los recursos naturales y
humanos para maximizar la felicidad de la gente. (…)Necesitamos construir una forma nueva
de relación con los recursos que respete, por ejemplo, lo que pregonan los pueblos originarios
desde hace más de 500 años en América, de que somos parte de un todo y si nos comemos las
montañas y los ríos y el aire nosotros tampoco vamos a estar, o no van a estar nuestros hijos o
nuestros nietos. El tema es que cada vez está más cerca -y no de los que van a ser nuestros
nietos sino de nuestros hijos y de nosotros mismos- que el agua se acaba, el aire se acaba, la
tierra se acaba. La pelea por construir un nuevo modelo no es sólo por una visión romántica de
la naturaleza y el mundo, ni es sólo por querer plantear una alternativa al capitalismo tal cual
lo conocemos, sino que hoy por hoy es una urgencia de vida.” (Entrevista a Juan Vita, de la
Central de Trabajadores Argentinos, www.rebelion.org, 06-09-2007)
3
coincide con la formulación que realiza István Mészáros para
caracterizar la civilización del capital: “El capital – apunta con razón
4.- István Mészáros, “La teoría económica y la política: más allá del capital”

“ellas no lograron conformar un sistema hegemónico que globalice
las reglas de vida de toda la humanidad, como lo ha hecho el sistema
capitalista porque no son su esencia sino la diversidad ”. La
dirección antisistema (antihegemónica) está ligada en su
razonamiento al avance de las emancipaciones, mas no de la noche a
la mañana, ya que “no se puede vivir una mutación genética
sociopolítica de manera inmediata, espontánea y radicalmente
distinta al sistema hegemónico capitalista, sino como parte de un
desprendimiento de la vieja piel para cubrirse de otra alternativa.
Esta transición implica por tanto incoherencias, contradicciones,
pero con una direccionalidad por medio del desprendimiento para
dar origen y parir otros mundos ”.
Al analizar la presunta crisis de los paradigmas, Franz
Hinkelammert se pregunta si existe realmente una pérdida de los
criterios universalistas de actuar con capacidad crítica beligerante
frente al triunfo del universalismo abstracto propio del capitalismo
de cuartel, actualmente transformado en sistema globalizante y
homogeneizante. Este sistema, arguye, está lejos de ser afectado por
la fragmentación. Todo lo contrario: aparece como un bloque
unitario ante la dispersión de sus posibles opositores. Su conclusión
es que no podemos enfrentar dicho universalismo abstracto
mediante otro sistema de universalismo abstracto, sino mediante lo
que define como una “respuesta universal”, que haga de la
fragmentación un proyecto universal alternativo:

Fragmentarizar el mercado mundial mediante una lógica de lo
plural es una condición imprescindible de un proyecto de liberación
hoy. No obstante, la fragmentación/pluralización como proyecto
implica, ella misma, una respuesta universal. La fragmentación no
debe ser fragmentaria. Si lo es, es pura desbandada, es caos y nada
más. Además, caería en la misma paradoja del relativismo. Sólo se
transformará en criterio universal cuando para la propia
fragmentación exista un criterio universal. La fragmentación no
13.- Frei Betto aboga por no minimizar las diferencias de modelo. Si pretendemos pulsar los
intereses inmediatos de los sectores populares (y su representación en la conciencia cotidiana
de las masas), que el capitalismo salvaje deja de satisfacer, es preciso distinguir, sin ninguna
idealización, las diferencias entre las vías “incluyente” y “excluyente” adoptadas por el
sistema de acuerdo con sus cálculos de beneficio: “Todos sabemos que el neoliberalismo es
una nueva fase del capitalismo. Nosotros sentimos en nuestras vidas, en la piel, en el bolsillo,
debe ser fragmentaria. Por eso esta “fragmentación” es
pluralización.

En similar perspectiva epistemológica, Jorge Luis Cerletti
aporta su propia visión crítica sobre la reproducción del
universalismo abstracto en el proyecto alternativo: “La totalidad es
una eminente cuestión política que, además de lo que abarca, exige
decidir en nombre de qué y de quiénes se plantean las luchas. Si se
exalta la universalidad de los mismos, se puede enunciar un sujeto
ideal y privilegiado, sea la clase obrera, la nación, la humanidad o
también la muchedumbre. Caso contrario, marchamos hacia la
valorización de las partes que en sentido amplio connota la
pluralidad. Y ésta exige un cambio sustantivo de mirada que
contradice la cultura política que tenemos introyectada ”.
Ese cambio de cultura política lo ubica el autor argentino en
una visión diferente del poder y la organización. A partir
precisamente de esa apuesta por las partes surgen interrogantes que
Cerletti se formula: ¿cómo se expresa el todo en cada parte?; ¿cuál
sería el hilo conductor que haría lazo entre las múltiples
“inmanencias” de cada situación?; Y si no hay tal lazo, ¿en qué
consistiría el “todo”?, ¿en la pura diversidad? La tensión entre los
lazos de poder y el tipo de organización que sea capaz de evitar la
estructura piramidal es resuelta acá mediante la propuesta de
construcción política en red:

La red no sólo se liga a través del hilo sino que éste conforma
los nudos que se vinculan entre sí. O sea, el vínculo es de la
misma naturaleza de lo que relaciona. Luego, se podría decir
que los principios y la orientación política constituyen las
múltiples hebras del hilo, y de sus cualidades dependerá la
fortaleza de la red. Pero ésta es obra del tejido que transforma
el hilo en red. Esto exige ir construyendo los nudos al tiempo
que se los va ligando (metodología de construcción).
Traducido en términos políticos, la red es producto de las
cuál es la diferencia entre el capitalismo liberal y el capitalismo neoliberal: Pequeñas pero
significativas diferencias. Porque antes el capitalismo hablaba de desarrollo. Y había una
esperanza de que mucha gente iba a ser beneficiada por ese desarrollo. Por ejemplo, en los
años 60 la Alianza para el Progreso era un esfuerzo de preocupación por el bienestar de toda la

acciones constitutivas de los nudos (las partes) pero que si no
se vinculan pierden su razón de ser (potenciación de los
cambios colectivos). Y al hacer centro en la organización
necesariamente debemos precisar a qué tipo de hilo nos
referimos, pues se pueden construir redes afines al orden
establecido (conexiones interempresarias), como redes de
autoayuda, de políticos tradicionales, de mafias, etc. etc. Pero
en este caso hablamos de una red emancipatoria.

Entonces, el problema se revierte sobre la condición constitutiva de la red. Y para que la misma no se convierta en la que emplea el pescador que es quien la maneja, el pode debe circular entre los distintos nodos que componen la red y al interior de los mismos. Queda establecida así la condición fundante a que debe responder semejante construcción para que no se constituya, bajo una apariencia distinta, en otra
variante de una estructura piramidal a imagen del Estado.

Este esbozo metafórico, plantea simultáneamente la
necesidad de crear organizaciones políticas junto a la
modalidad asumida para establecer sus relaciones internas.
De lo dicho se desprende tanto la autonomía de las partes en
aptitud de decidir las situaciones que la involucran así como
sus vínculos que deben corresponder a la orientación política
que define tal metodología de construcción.
Si nos colocamos desde la mirada antisistémica, observamos
que la categoría de exclusión social deja en ocasiones en la
opacidad, fuera de la crítica radical a la categoría central de
explotación, independientemente de la necesidad de develar las
prácticas presentes de explotación en el capitalismo transnacional.
Pero si miramos el tema desde el ángulo de las posibles alternativas
intrasistémicas, la crítica a la exclusión asume competencia
beligerante en el enfrentamiento a la forma prevaleciente de
capitalismo salvaje. Lo mismo ocurre con la opresión política. El
Estado neoliberal se ha convertido en un mercado de intereses
población de América Latina. Hoy el neoliberalismo no habla de desarrollo. Habla de
modernización. Y modernización no incluye a la mayoría de la gente. Modernización es este
proceso creciente en que las inversiones no se hacen teniendo en vista las necesidades del
pueblo, sino teniendo en vista la tecnología de punta. (…) En el liberalismo se hablaba de

particulares al desaparecer las conquistas democráticas que hicieron
de la cosa pública un espacio en disputa entre las clases. Por ello, la
batalla por la ciudadanización tiene un contenido político
convergente con la izquierda en la medida en que se enfrenta a la
desarticulación o “secuestro” de la cosa pública por las élites de
poder. En el ámbito global, la existencia de un Gobierno mundial de
facto, no regulado por la sociedad civil internacional, es también
otro argumento en favor de este tipo de ciudadanización activa.

Hoy es impensable lograr la emancipación del trabajo vivo
únicamente con los asalariados formales. Existen dos fenómenos
contradictorios que se desarrollan simultáneamente en el
capitalismo: por un lado la evolución socioeconómica y cultural de
los trabajadores vinculados al proceso económico, en particular a
los sectores tecnológicos más evolucionados, y por otro lado la
super explotación, la marginalización y exclusión de los
trabajadores desvinculados del proceso económico principal o
directamente expulsados a la desocupación. Ambos son explotados
económicamente y excluidos socialmente a través del trabajo
asalariado y semiasalariado, y a través del desempleo, subempleo
invisible y visible. El trabajo y el “no trabajo” (la fuerza de trabajo
que ha dejado de ser necesaria a la producción capitalista) encarnan
la verdadera universalidad que el capital usurpa.

Los núcleos de trabajadores vinculados a los sectores
económicos más avanzados pueden constituirse en células
autogestionarias de un futuro en el que el capital perderá su cetro
como dueño de las condiciones de trabajo. Las experiencias de
cooperación, de economía solidaria y trueque, así como otras
prácticas altermercantilistas de los sujetos excluidos y precarizados
complementan esa fisonomía del modo de producción alternativo al
hoy hegemónico. Una versión formalista de la categoría de
marginalización. Una persona que está marginalizada en una iglesia, en una escuela, tiene la
esperanza de volver al centro. Ahora no, ahora se habla de exclusión. Y uno que está excluido
no tiene más cómo volver al centro. El neoliberalismo es la canonización de la exclusión”.
(Frei Betto, “Luchadores de un mundo nuevo”, América Libre,No. 10, enero 1997, pp. 7-8.).
14.- A propósito del sentido del juego “democrático” dentro de la sociedad neoliberal,
podrán citarse muchos estudios críticos. Pero, como ya sabemos, con Martí, que el arte es la
forma más rápida de llegar a la verdad, el autor de este texto, en una reciente estancia en un

trabajador (ocupado) sería políticamente inoperante para entender,
por ejemplo, la naturaleza del nuevo sindicalismo argentino
presente en la Central de Trabajadores Argentinos y la de
movimientos sociales, como pueden ser los piqueteros, en el caso de
Argentina, y otros donde el peso de los trabajadores “no ocupados” o
excluidos marca la radicalidad política de sus acciones, tal como
reconocemos en el Movimiento de los Sin Tierra, de Brasil. Dónde
colocar desde una perspectiva reduccionista a los pueblos indígenas
de nuestro continente y de otras regiones del planeta, cuya
resistencia, cosmovisión y modos de entender el relacionamiento
con la naturaleza y el “tiempo político” desafían no sólo a la
civilización productivista, consumista y disipatoria, al servicio de
las superganacias de las transnacionales y de los bloques
imperialistas, sino a las nociones de cierta “izquierda”, cuyas
prácticas no van más allá del “juego democrático” y de la ilusión
de humanizar el orden del capital.

La significación histórica y epistemológica de la noción de
Sistema de Dominación Múltiple radica en la superación del
reduccionismo y la consecuente comprensión de que las luchas
contra el poder político del capital están íntimamente vinculadas a la
creación no sólo de un nuevo orden político-institucional
alternativo al capitalista, sino a la superación histórica de su
civilización y su cultura hegemónicas.

Si concordamos en que este orden económico y político
hegemónico está ligado íntimamente a una civilización excluyente,
patriarcal, discriminatoria y depredadora, que impulsa la cultura de
entrañable país latinoamericano afectado profundamente por ese “sentido”, no pudo dejar
de meditar cada noche, en la soledad de su habitación, escuchando la impresionante
canción de Luis Eduardo Auté, “La belleza”. Vale la pena recordar algunas frases: Y ahora
que ya no hay trincheras / el combate es la escalera / y el que trepe la más alta / pondrá a salvo
su cabeza / aunque se hunda en el asfalto / la belleza…”, y también, por supuesto, “Míralos
como reptiles al acecho de la presa / negociando en cada mesa ideologías de ocasión”.
15.- Cf. José Luis Rebellato, Antología mínima, Editorial Caminos, La Habana, 2000.
16.- Cf. Jorge Luis Cerletti, El poder bajo sospecha, De la Campana, Buenos Aires, 1997.
17.- Raúl Zibechi: “La emancipación como producción de vínculos”, en Los desafíos de las
emancipaciones en un contexto militarizado, Op. cit., p.125.
18.- Sobre el papel de la utopía en estos procesos véase Yohanka León del Río: Sobre el papel

la violencia e impide el propio sentido de la vida humana, habrá que
reconocer que la absolutización de un tipo de paradigma de acceso al
poder y al saber, centrado en el arquetipo “viril” y “exitoso” de un
modelo de hombre racional, adulto, blanco, occidental,
desarrollado, heterosexual y burgués (toda una simbología del
dominador), ha dado lugar al ocultamiento de prácticas de dominio
que, tanto en la vida cotidiana como en otras dimensiones de la
sociedad, perviven al margen de la crítica y la acción liberadoras.
Nos referimos, entre otros temas, a los millones de hombres y
mujeres que son expulsados de la producción, el mercado y la
política, que sobran por no ser redituables, a la discriminación
histórica efectuada sobre los pueblos y las culturas indígenas, los
negros, las mujeres, los niños y niñas y otras categorías socio—
demográficas que padecen prácticas específicas de dominación.
Son expresiones de una civilización excluyente, patriarcal y
depredadora que el capital encierra en su Pensamiento Único. José
Luis Rebellato sintetiza lo que queremos expresar con certeras
palabras: “Patriarcado, imperialismo, capitalismo, racismo.
Estructuras de dominación y violencia que son destructivas para los
ecosistemas vivientes ”.

Dichas prácticas de dominio, potenciadas en la civilización (y
la barbarie) capitalista, han penetrado en la psiquis y la cultura
humana . No de otra manera se explica la permanencia de patrones
de prácticas autoritarias racistas, sexistas y patriarcales que irradian
el tejido social, incluso bajo el manto de discursos pretendidamente
democráticos o en las propias filas del movimiento anticapitalista.
Podría objetarse que existen discriminaciones y violencias
mucho antes de la hegemonía del capital sobre la sociedad, lo cual es
de la utopía en el pensamiento social crítico contemporáneo, Fondo instituto de Filosofía, La
Habana, 2006.
19.- Helio Gallardo: “Intervención en el VII taller Internacional sobre Paradigmas
Emancipatorios, La Habana, abril 2007, Sitio web: Pensar América Latina:
http://www.heliogallardo-americalatina.info
20.- Cf. Fernando de la Riva: En la encrucijada, inédito.
21.- Isabel Rauber, Construcción de poder desde abajo. Claves para una nueva estrategia,

absolutamente cierto. Sin embargo, el régimen del capital las
potencia y generaliza como nunca antes. Un ejemplo de ello
podemos verlo con los feminicidios en la actualidad. Se sabe que
cada cultura patriarcal mantiene nichos de violencia y criminalidad,
es el caso de la quema de mujeres como resultado del
incumplimiento del tributo de la dote en la casta de los Brahmā de la
India. Esas prácticas de violencia sobre las mujeres fueron incluso
esgrimidas por los ingleses para justificar como “civilizadora” la
invasión colonialista. Las mujeres que luchan hoy contra esa
herencia patriarcal en la India aducen que, con el neoliberalismo y la
mercantilización de la vida, lo que era privativo de la casta
“superior” devino una práctica generalizada en la sociedad
globalizada.

Según un cable de EFE fechado en Nueva Delhi el 23-05-
2007, casarse en la India sigue siendo una losa para miles de mujeres
que, al no poder pagar las altas cantidades que exige la dote, una
tradición ilegal pero aún vigente, se suicidan o mueren a manos de
sus maridos. Los últimos casos de jóvenes muertas por esta causa
han puesto en evidencia que la costumbre de la dote, lejos de
extinguirse, sigue a la orden del día más allá de barreras de clase o
casta. De acuerdo con la Comisión de Mujeres de Delhi (DCW), son
aún muchas las muertes por este motivo que pasan desapercibidas:
sólo el año pasado se denunciaron más de 9.800 casos relacionados
con violencia por la dote, según datos de la Policía de Nueva Delhi
difundidos recientemente por The Times of India. La tradición no se
limita al mero desembolso económico en el momento de la boda, ya
que, en los meses y años siguientes, es posible que el marido y su
familia sigan pidiendo dinero o bienes a la esposa por concepto de
gastos vinculados al matrimonio, o como confirmación de un cierto
status social.

Así cualquier hombre de esa sociedad puede ejercer la
violencia sobre la mujer si considera que no ha recibido lo que de
suyo le pertenece a cuenta de esa figura ancestral, hoy
“democratizada” en la sociedad mercantil. “No nos dejan
enfrentarnos críticamente a los nichos de violencia de nuestra
Pasado y Presente XXI, Santo Domingo, p. 123.
22.- Ibídem.
23.- La vinculación entre los actores políticos y sociales no puede ser casual ni coyuntural

cultura tradicional, una vez que la sociedad neoliberal los
generaliza”expresaba Madhu, activista del CIEDS de Bangalore al autor de este texto, en el marco del VI Foro Social Mundial en Mumbai.

Mas no es necesario ir tan lejos para comprobar cómo la lógica totalizadora del capital subsume y recicla este tipo de violencia: el caso de las jóvenes asesinadas en Ciudad Juárez en México es otro ejemplo de feminicidio multicausal en el que se
entrelaza la cultura de la violencia del patriarcado con el narco, el
tráfico de órganos por la frontera norte y la injusticia como norma
del orden neoliberal.

El alto grado de explotación/exclusión, de prácticas de
saqueo, de opresión política y de discriminación sociocultural, así
como de densidad de enajenación (económica, social, política,
cultural, mediática) común a los modelos de capitalismo neoliberal
dependiente en América Latina, hace que se condensen todas las
dimensiones y las consecuencias de lo que hemos llamado Sistema
de Dominación Múltiple del capital; a saber: la muerte de los sujetos
subalternos como “destino” (ya sean pobladores urbanos o rurales,
trabajadores ocupados, no ocupados, jubilados o excluidos,
indígenas, mujeres, jóvenes, personas LGTB) (lesbianas, gays,
personas transgénero y bisexuales) y la destrucción del entorno
ambiental, como efectos sociales, humanos y ecológicos en el Sur
periférico de la implementación de las nociones de “crecimiento”,
“desarrollo” y “competitividad” de la globalización imperialista.

Vertientes de resistencia y lucha: Hacia un modo “no tramposo” de articulación

La existencia de múltiples redes de movimientos sociales y prácticas contestatarias en el seno del movimiento social-popular en América Latina, las que se constituyen en torno de demandas puntuales (en muchos casos ancestrales e históricas) por la equidad y/o por el reconocimiento, obliga, en principio, a describir los ámbitos arquetípicos de dichas prácticas y movimientos de la manera siguiente:

1. Movimientos reivindicativos/redistributivos (equidad social)
•Barriales y sindicales (por demandas reivindicativas locales
y sectoriales)
•El nuevo sindicalismo radical que trasciende el
economicismo y comprende una noción más amplia de trabajador
(trabajadores ocupados, no ocupados, jubilados, excluidos/as). De
las luchas por trabajo y los derechos básicos de subsistencia estos
movimientos avanzan hacia la subversión de las relaciones sociales
del capital, la promoción de experiencias autogestionarias y de
economía solidaria (popular). Alternativas y propuestas de nueva
socialidad

2. Movimientos por el Reconocimiento (identitarios)
•Movimiento indígena (autonomía cultural, derechos como
pueblos, reconocimiento de saberes y cosmovisiones)
•De género (movimientos feministas y de mujeres)
•Personas LGTB
•Movimientos contraculturales y juveniles en contra de la
moral tradicional y la mercantilización de la vida en el capitalismo.
Al luchar contra las prácticas racistas, discriminatorias
(patriarcales y homofóbicas) desde una dimensión utópico-
liberadora, muchos de estos movimientos llegan a enfrentarse a los
poderes hegemónicos, causantes supremos de la opresión
sociocultural y política de los grupos humanos que representan, a la
vez que irradian y co-construyen con otras fuerzas alternativas
nuevos patrones civilizatorios de interacción social.

3. Movimientos ambientalistas, conservacionistas y en defensa
de la biodiversidad.
“No es lo habitual – argumenta Raúl Zibechi en su ensayo “La emancipación como producción de vínculos”-, ciertamente, que un
movimiento haya desarrollado de forma pareja todos los aspectos
que hacen a la emancipación y a la creación de un mundo nuevo. (…)
Existen, por lo tanto, grados diversos de ruptura con lo viejo, siendo
a mi modo de ver el zapatismo la ruptura más completa y explícita
tanto en el hacer como en el pensar con las viejas formas de cambiar
el mundo (…) Las diferencias anotadas entre los movimientos, y
otras tantas que pudiéramos sumar, no deberían ocultarnos las
cuestiones en común de estos sujetos territorializados que, mientras
resisten, se empeñan en convertir sus emprendimientos para la
sobrevivencia en alternativas al sistema ”.

La mayoría de estos movimientos tributan a la dimensión
utópico-liberadora del pensamiento social crítico latinoamericano,
frente a las consecuencias genocidas (humanas, ecológicas,
socioculturales) del paradigma depredador de la modernidad
capitalista potenciado por la globalización neoliberal: indígenas,
campesinos, feministas, comunidades eclesiales de base (teología
de la liberación), juveniles, de excluidos/as urbanos y rurales, etc.
De sus vertientes de lucha se desprenden, entre otras, las visiones
analíticas de la crítica al Desarrollo y la Economía (del capital), la
ecología social, el ecosocialismo, la soberanía alimentaria, los
proyectos autogestionarios de fundamento ecológico, así como
otras dimensiones utópicas positivas de nueva socialidad, nueva
economía y nueva relación con el entorno . Esto ya implica un salto
de lógica, una racionalidad diferente, no absolutamente
identificable con la que ha prevalecido dentro de la modernidad.
En consecuencia, si existe un sistema múltiple de prácticas de
dominio y sujeción entrelazadas, podemos representarnos al
movimiento social-popular como la integración compleja y
dinámica de todas las demandas emancipatorias y perspectivas de
resistencia, lucha y creación alternativa a ese Sistema de
Dominación Múltiple del capital. Sin embargo, este es un tema que
sigue estando pendiente en la agenda práctica de los movimientos y
redes, por más que se han logrado avances en determinadas
campañas articuladoras de defensa de los intereses fundamentales
de nuestros países, como ha sido la exitosa Campaña hemisférica
contra el ALCA.
Para Helio Gallardo el sistema de dominaciones provee a los
sectores populares de identificaciones inerciales: “Tú ocuparás el
lugar de mujer o hembra, tú el de niño, tú el de anciano, tú el de
obrero, tú el de indígena, tú el de LGTB, el de desplazado o migrante
no deseado…” y estas identidades “forzadas” los ha tornado
vulnerables, discriminados y rebajados en su autoestima por la
dominación patriarcal machista y adultocéntrica.
17.- Raúl Zibechi, “La emancipación como producción de vínculos” en Los desafíos de las
emancipaciones en un contexto militarizado, op. cit., p.125.

La identidad autoproducida de los sujetos subalternos que
enfrentan, resisten y combaten las identidades inerciales que
le confiere el sistema para aislarlo y destruirlo material y
simbólicamente, comprende su autonomía y autoestima: esta
última consiste en aprender a quererse a sí mismo para
ofrecerse a otros. La autoestima no se liga con narcisismo ni
con egoísmo. Pasa por cuidar de sí, integrarse, quererse a uno
mismo, aprender a asumirse como parte de un
emprendimiento colectivo (de la familia, de la especie, del
sistema de vida)… y se sabe que uno la posee porque se la
testimonia en la existencia cotidiana, o sea en la vida de todos
los días, en cada acto, todo el tiempo. Es factor decisivo de la
identidad autoproducida. Y puede ser muy complicado y
riesgoso testimoniar esta autoestima, irradiarla, porque, ya
hemos visto, puede darse en un sistema de poder que no la
admite, que la invisibiliza, la persigue y acosa para destruirla.
Es así que – en la reflexión de Gallardo – para los movimientos
sociales populares los puntos de referencia decisivos son su
autonomía, la autoproducción de identidad efectiva, la conversión
de sus espacios de encuentro y discusión, de sus movilizaciones en
situaciones de aprendizaje, el testimonio, la irradiación de
autoestima. Sin autoestima – arguye -, ninguna aproximación social
o humana resulta positiva.

Esto vale tanto para las relaciones de pareja como para el
movimiento campesino o para un movimiento ciudadano por
instituciones democráticas Con autoestima, cualquier propuesta o
acción, venga de amigos, de adversarios o de enemigos, será juzgada
como conveniente o inconveniente por la competencia y eficacia
que el actor social popular ha ido ganando, es decir
autotrasfiriéndose, mediante su lucha.

Mucho se ha discutido acerca de las dificultades para
construir un modelo de articulación que no esté preestablecido por
una u otra fuerza política, o por las expectativas corporativistas o
gremiales de uno u otro actor social. Este tipo de modelo
18.- Sobre el papel de la utopía en estos procesos véase Yohanka León del Río, Sobre el papel
de la utopía en el pensamiento social crítico contemporáneo, Fondo instituto de Filosofía, La
Habana, 2006.

“colonizador”, pretendiendo un universalismo poscapitalista, ha
dado lugar, en ocasiones, a consensos “fáciles” o pseudoconsensos
que ocultan las contradicciones, liquidan las visiones distintas y
desplazan los puntos conflictivos entre los sujetos involucrados en
la construcción de un proyecto compartido. Aquí aparece un
problema central que resolver:

¿En qué medida la nueva articulación sociopolítica por la que
abogan los movimientos devendrá garantía para asumir, respetar y
desplegar la emergencia de la diversidad sociocultural, étnico-
racial, de género, etánea, de opciones sexuales, diferencias
regionales, entre otras que son objeto de manipulación y diversas
formas discriminatorias por el actual orden enajenante del
imperialismo global, no como signo de dispersión y atomización,
sino de fortaleza y como la propia expresión de la complejidad del
sujeto social-popular en las dimensiones micro y macrosocial?

La preocupación anterior se formula con mucha frecuencia
ante cada propuesta de articulación sugerida desde cualquiera de las
fuerzas políticas del campo popular.

Mientras un componente del sujeto social y popular se erija en
designador omnipotente del lugar del otro, habrá normatividad de
roles, e identidades adscriptivas. Esta especie de desvergüenza
epistemológica legitima el juego del “elogio y el vituperio” en el
plano político. Si el actor que sufre tal designación trata de vivir
como si pudiera hacer abstracción de las designaciones de que es
objeto por el otro, y pretende autodefinirse desde su propia
experiencia subalterna, no hace sino seleccionar de nuevo, por
cuenta propia, los aspectos del mundo que ya han seleccionado para
él, y resignificar el lenguaje mismo que lo destina a una forma de
vida y de comportamiento que debe acatar, dentro de un espacio
ausente de actividad crítico-reflexiva.

Una totalidad “tramposa”, en consecuencia, sería aquella que
conciba al proyecto como sinónimo de rasero nivelador para un
denominador común. Desde la perspectiva popular, es primordial
19.- Helio Gallardo, “Intervención en el VII taller Internacional sobre Paradigmas
Emancipatorios”, La Habana, abril 2007, Sitio web: Pensar América Latina:
http://www.heliogallardo-americalatina.info

que los sujetos demanden y constituyan al proyecto, y no a la
inversa. Nadie pone en duda la necesidad de un proyecto y la
viabilidad de éste, que dé credibilidad a las masas populares, que
supere, en sentido positivo, la crisis de valores existente. Pero no
debe ser concebido como la idealización y la autoconciencia, en sí
mismas. La experiencia política propia, labrada sobre las prácticas
socioclasistas y de otros géneros, ha sido y es la que constituye al
sujeto, y en ella éste, a su vez, valida al proyecto. Cualquiera de estas
dos partes que falte hace que el sujeto real se transforme en virtual, y
que un proyecto virtual se presente como real y verdadero, propio
para ese sujeto; pero nunca, por ese carácter, puede hacerlo
completamente suyo.

La práctica más severa confirma que el carácter de un proceso
sólo está determinado por las contradicciones sociales que resuelve
y no por un supuesto protagonista que puede ser virtual (como lo ha
sido en la mayor parte de la historia), y que ha defendido un proyecto
como suyo, pero que en realidad lo han convertido, por exclusión
participativa, en algo que nada o muy poco tiene que ver con él,
anteponiendo una utopía “alcanzable”, como velo de un proyecto
del y para el poder de otros.

Lamentablemente, muchas experiencias frentistas en Latinoamérica reprodujeron estos viejos esquemas, y al final llegaron al fracaso. Por eso se produjo una crítica al estrategismo, es decir, a la visión que tenían algunas fuerzas de izquierda de que una
vez que se tomara el poder, se iban a resolver, de la noche a la mañana, el problema del medio ambiente, el de la mujer, el de las poblaciones indígenas, de los barrios, etc., y no incorporaron temas de estas demandas en la construcción de la propia lucha, desde el
mismo comienzo del camino hacia una sociedad humanizada. La sociedad deseada, por supuesto, tiene mucho que ver con el camino que recorramos para llegar a ella, y de la capacidad para no desvincular fines y medios, para no reproducir viejas o generar
nuevas formas de dominación.

El conocimiento mutuo, la superación de prejuicios, el
desarrollo de la confianza mutua entre personas y entre
organizaciones es clave en este proceso. Compartir el análisis que
hacemos de la realidad dentro de la diversidad. Fijar objetivos
comunes, claros, concretos, posibles; que sea un espacio (con
procedimientos claros) para la participación de las organizaciones y
personas. Evitar desequilibrios (unos, siempre mucho; otros,
siempre poco). Si hay desequilibrios, que sean razonados,
“conscientes”, asumidos y solidarios. Así como evaluar, revisar
conjuntamente, responsablemente la acción común y el
funcionamiento de la coordinación. Vamos a tener que apostar por el
mestizaje, dice Fernando de la Riva, por las mezclas que nacen
desde la identidad de cada uno, pero se convierten en algo más
cuando incorporan la fuerza y las capacidades de los otros.

Debemos estar preparados para una nueva estrategia liberadora, que implica ensanchar el continente y el contenido de lo político, percibir la política implícita en lo social, y no sólo en las estructuras concebidas habitualmente como tales, incorporar con ello más actores sociales que asuman posiciones contestatarias frente a las discriminaciones de todo tipo, tal vez dispersas y no sistemáticas, pero igualmente válidas. “El proceso de lucha es,
escribe Isabel Rauber, a la vez que construcción (reconstrucción),
articulación y puente, un proceso educativo-formativo de
construcción de sujetos, de conciencias, de contrahegemonías y de
poder ”.

La posibilidad de elaborar un nuevo proyecto que represente
y sintetice las actuales aspiraciones y necesidades de los pueblos
latinoamericanos y caribeños, apunta dicha autora, está
directamente relacionada (y condicionada) por la capacidad de la
teoría, del pensamiento de y para la transformación. Capacidad que
presupone la actualización de la propia teoría, asunto que en nuestro
caso pasa, en primer lugar, por asumir el mestizaje étnico y cultural
de los pueblos y, por tanto, de la teoría de la transformación.

Desde el ángulo de esta convocatoria, esto supone “mestizar” el marxismo, asumir sus aportes junto a los de otras corrientes del pensamiento latinoamericano y nacional: con el pensamiento de los independentistas, con las propuestas de los pueblos originarios, con los aportes de la educación popular y de la Teología de la Liberación, con las reflexiones de las experiencias de resistencia y construcción de los movimientos urbanos y rurales desarrollados en las últimas décadas, etcétera.

En este sentido, parece hoy más importante encontrar una matriz política, ética y simbólica, que permita integrar, sin exclusiones, todas las demandas emancipatorias, libertarias y de
20
20.- Cf. Fernando de la Riva, En la encrucijada, inédito.
reconocimiento que dan sentido a las luchas de los actores sociales
que están hoy frente a un sistema de dominación concreta, y que
arrastran como sucede particularmente con las mujeres, ancestrales
opresiones y discriminaciones de difícil y/o incómodo
reconocimiento para la cultura patriarcal. Para ello es clave
reconocer estos cuatro nódulos de referencia: el género, la raza, la
etnia y la clase. Estas cuatro categorías han padecido diversos usos
reduccionistas.

Es tan perjudicial preterir el enfoque de género en aras de una
visión estructural o económica de la sociedad, como asumir la lucha
contra la cultura patriarcal haciendo abstracción de la denuncia y el
enfrentamiento a los poderes económicos y políticos de clase,
responsables de la explotación, la exclusión y la llamada
feminización de la pobreza. Lo mismo puede suceder con la raza o la
etnia, o con la clase. Los que vienen de una tradición marxista en
América Latina conocen el itinerario del reduccionismo de clase a la
hora de elaborar las tácticas, las estrategias, los modos de
acumulación. Claro está que la crítica al reduccionismo de clase ha
llevado también a una postura nihilista: desconocer la clase como
categoría fundamental de análisis.

La apuesta por la articulación social-política de estos sujetos
y actores subalternos no constituye un fin en sí mismo, sino una
condición de la emergencia de lo que István Mészáros llama
movimiento radical de masas, germen a su vez de alternativas
emancipatorias antiimperialistas y anticapitalistas. Sin embargo, la
articulación de las resistencias y luchas no debe ser identificada con
la noción idílica de “unidad aglutinante”, supeditada a intereses
virtuales de pretendidas “vanguardias” ajenos a la experiencia
política propia de los actores sociales involucrados.

No es ocioso recordar que el nuevo sentido político de las
articulaciones será resultado de la experiencia política propia de los
actores. Cada cual (organización, movimiento y redes sociales)
deberá y podrá traer todo lo suyo: sus prácticas y tradiciones de
21.- Isabel Rauber, Construcción de poder desde abajo. Claves para una nueva estrategia,
Pasado y Presente XXI, Santo Domingo, p. 123.
22.- Ibídem.

resistencia y lucha, las visiones civilizatorias y perspectivas
libertarias y la diversidad de “epistemes” y saberes construidos
96
Gilberto Valdés Gutiérrez
23
23.- La vinculación entre los actores políticos y sociales no puede ser casual ni coyuntural
afirma Alberto Pérez Lara, sino que tiene que darse de manera necesaria y continuada sobre la

político-cultural contrahegemónico, distinto del reduccionismo
estrategista o “vanguardista”.
Lo anterior requiere, en consecuencia, la búsqueda de un eje
articulador que pasa, inevitablemente, por la creación de un nuevo
modelo de acumulación política. Esto presupone, al menos:

•El reconocimiento de la especificidad cultural y la
competencia simbólica y comunicativa de cada sujeto o actor
social, la realización de acciones comunicativas de rango
horizontal, que permitan develar las demandas específicas,
integrando solidariamente las de otros sectores, sobre la base
de la confrontación teórica y práctica con las formas de
dominio de clase, género, etnia y raza. Aquí es importante
concebir no sólo las problemáticas fundamentales de los
trabajadores formales y no formales (ocupados y no
ocupados), de los excluidos del sistema, sino la aparición, o
nuevos desarrollos, de problemáticas antes no consideradas
por las fuerzas contestatarias: las de género, las étnicas, el
cuestionamiento de la moral tradicional, la politización de
ciertos movimientos juveniles, etc. Sigue vacante la
construcción de una articulación política para todas esas
líneas de iniciativas populares que se forman en torno a
diferentes cuestiones particulares y evolucionan, en muchos
casos, hacia un cuestionamiento global del sistema
económico, social y cultural. Ese papel lo puede cumplir
solamente una organización horizontalista, plural y
democrática en su interior. Horizontalista en cuanto no acepte
liderazgos permanentes e indiscutibles, y plural en cuanto a
base de un conjunto de principios: una relación de respeto mutuo a la identidad de ambos y a la
autonomía, un impulso y respeto a la democracia; tolerancia y flexibilidad; fijar áreas de acción
común que garantice el paso de las reinvidicaciones inmediatas a la construcción de poder
político; la construcción en común de un pensamiento crítico impugnador del neocapitalismo.
El paradigma de emancipación, en consecuencia, debe ser construido por todos/as con
expresión del contenido plural y el protagonismo debe basarse en la participación efectiva y
real y no en la pretendida superioridad de una organización respecto a la otra. (Alberto Pérez
Lara, Nuevo sujeto histórico y emancipación social en América Latina, Fondo Instituto de
Filosofía, La Habana, p. 14.)

no convertirse en una organización centralizada que aspire a
la homogeneidad ideológica y tenga, además, capacidad de
incorporar organizaciones preexistentes que no renuncien a
su identidad propia.

•La aceptación de la pluralidad de maneras de acumular y
confrontar, propias de cada tradición política dentro del
movimiento popular.
•La necesidad de un modo horizontal de articulación de los
movimientos sociales, de los partidos y otras fuerzas sociales
y políticas de la sociedad civil. Lo cual no quiere decir
renunciar a la organización, sino a la concepción elitista,
verticalista de ella. De lo que se trata es de imaginar el
movimiento político como una organización que debe
asumirla doble tarea de promover el protagonismo popular y
contribuir efectivamente a crear las condiciones para que sea
posible, como una fuerza nueva capaz de integrar las más
diversas tradiciones y las formas organizativas más variadas,
y articular horizontalmente, no unificar verticalmente.

El sujeto del cambio es plural demandante de expectativas emancipadoras de distinto carácter, y no una entidad preconstituida.

Su autoconstitución implica, en consecuencia, una intencionalidad múltiple, construida desde diversidades (no siempre articuladas) y dirigida a transformar los regímenes de prácticas características de explotación y dominio del capitalismo contemporáneo. Ello será posible en la medida en que se constituyan como agentes alternativos por vía de la plasmación de otros patrones de interacción social opuestos a los hoy institucionalizados. Esta
situación no debe interpretarse como un simple “basismo” o como
propuesta a favor de la “gradualidad” de las transformaciones
requeridas para que se impongan dichos patrones alternativos.

Una articulación “no tramposa”, tal y como hemos
examinado anteriormente, entraña alternativas acompañadas de
visiones diferentes sobre la significación de la vida humana a
aquellas que prevalecen en la modernidad capitalista. Se trata de ir
más allá, de trascender la lógica antihumanista de la
mercantilización de la vida, del trabajo, de la naturaleza, del amor,
del arte, del compañerismo, del sexo, que impulsa la
transnacionalización irrefrenable del capital. Descartemos la
ilusión de poder promulgar un salto ahistórico hacia una nueva
civilización, puesto que existen alternativas viables que están
encapsuladas por las formas y los poderes económicos e
institucionales hegemónicos. La creación y generalización de
nuevos patrones de interacción social, desde la vida cotidiana, el
despliegue de las nuevas estructuras y subjetividades y sus praxis
contrahegemónicas, harán variar la relativa poca capacidad de
interpelación o interlocución de dichas alternativas con la situación
social general.

Se impone hacer un registro lo más abarcador posible de las
prácticas de resistencia y lucha a diversas escalas (local, nacional,
regional, global), no para decirnos sólo “lo que le falta a cada una”,
sino “lo que tiene de interesante, lo que aporta ya, lo que promete
potencialmente”. En otras palabras, sistematizar mejor las
experiencias alternativas emprendidas por los sujetos sociales que
se enfrentan a los patrones de interacción social hegemónicos, y
cuyo accionar multifacético se orienta hacia la creación de
regímenes de prácticas colectivas, características y recurrentes
(comunitaria, familiar, clasista, educacional, laboral, de género,
etnia, raza, etc.), alternativas al patrón capitalista neoliberal,
depredador y patriarcal, que usurpa la universalidad humana de
nuestra época.

Ello nos permitirá, en principio, ensanchar la noción de sujeto
social-popular alternativo con la diversidad de movimientos
sociales (barriales, feministas y de mujeres, étnicos y campesinos,
de trabajadores excluidos, sindicales, ambientalistas, juveniles,
contraculturales), de identidades y culturas subalternas amenazadas
por la homogeneización mercantil y la “macdonalización” del
entorno y el tiempo libre; cosmologías preteridas, perspectivas
liberadoras que se enfrentan, cada cual desde su propia visión y
experiencia de confrontación, al pensamiento único del
neoliberalismo global.
La desesperación ante la falta de reales, efectivas, viables y
24.- Cf. Daniel Campione, “Los problemas de la representación política y el movimiento
social. Algunas reflexiones críticas”, Periferias, a. 5, n. 8, Buenos Aires, segundo semestre de
2000.

radicales propuestas y acciones políticas alternativas que engloben
a todos los actores sociales comprometidos en construir ese otro
mundo posible, mientras los dueños del mundo que se quiere
cambiar siguen actuando impunemente contra los pueblos y las
personas, destruyendo su entorno identitario y natural, es y será
legítima, siempre que, desde esa insatisfacción, se avance creativa y
audazmente en la búsqueda del verdadero centro de gravedad
político en cada país, región y a escala planetaria. Ese centro no se
diseña “desde arriba” ni se declara a partir de una sola de las fuerzas
beligerantes, por muy buenas intenciones y capacidad
“representativa” y teórica que tenga. No se puede prever en sus
detalles, pero sí captar a tiempo su posibilidad y apostar por ella sin
temor a dejar en el camino cualquier signo o seña particular que nos
haya acompañado en la lucha, por muy amada que sea, en aras de la
emancipación y la dignificación social que nos involucra a todos y
todas.

La tarea estratégica implica construir un enfoque ético-político que reconozca la multiplicidad y diversidad del sujeto social alternativo (y la legitimidad de sus respectivos epistemes), que dé lugar a un nuevo modelo de articulación política en el
movimiento popular, en el que esté representado el conjunto de
demandas emancipatorias y libertarias, independientemente de las
tendencias cosmovisivas confrontadas, para llegar a un consenso
que admita puntos de conflictos. No se trata de negar los
desencuentros, incomprensiones y visiones diferentes sobre
diversos asuntos, entre las distintas vertientes del movimiento
social-popular, entre las tradiciones marxistas, socialistas,
comunistas, religiosas, indígenas, feministas, sindicales,
ambientalistas, comunitaristas, etc., y sus modos actuales de
25.- Ibídem.
26.- Concuerdo con Pedro Luis Sotolongo en que debemos, en primer lugar, asumir nuevas
pautas teóricas, epistemológicas y prácticas que permitan captar los modos del registro
subjetivo sus componentes inconsciente o arreflexivo, tácito o prerreflexivo y consciente del
sistema de sujetos-actores sociales alternativos. En otros términos, para calar ulteriormente,
en toda la complejidad de esa mediación aportada por la praxis interpersonal, social e
histórica, la relación entre los seres humanos y el mundo por conocer y transformar por ellos,
hace falta articular nuestros tratamientos tradicionales de la dimensión social clasista,
consciente e ideológica (con su sentimiento de pertenencia a ella) con, por lo menos, la
dimensión del inconsciente, vinculada a ámbitos prerreflexivos tales como el deseo, el saber
cotidiano tácito, los plastos prerreflexivos del poder microsocial (micropoderes) y el ámbito

afrontar los poderes hegemónicos desde sus organizaciones, redes y
movimientos sociales. Lo importante es no encapsularnos en
corazas corporativas y abrirnos hacia la identidad social-humana en
el compromiso emancipatorio, en la defensa de la vida, en la
solidaridad.

La actitud de los movimientos sociales ante la nueva etapa
posneoliberal en América Latina resulta hoy un tema de primer
orden. “La dificultad con los movimientos sociales es que – refiere
Emir Sader-, no logran construir opciones políticas (…) la
autonomía es fundamental para defender los intereses del pueblo, de
la masa, pero no es absoluta. La política tiene un momento
institucional y si se le rehúye, si se insiste en preservar su autonomía
como una categoría absoluta, si se oponen autonomía y hegemonía,
los movimientos se relegan y pueden adquirir rasgos corporativos ”.
El tránsito de lo social a lo político conlleva numerosos retos y
peligros que deben ser afrontados, a riesgo de hacer retroceder la
actual ola antiimperialista en la región. Pero, como ya hemos
apuntado, el paso a lo institucional que hace dejación de la lógica
emancipatoria, antisistémica, hace el juego a la política que se
pretende superar.

En consecuencia, ¿reconocemos la necesidad de
(auto)constitución de movimientos políticos alternativos? Si
admitimos esta necesidad, ¿nacerá éste de la articulación de y desde
los movimientos sociales y otras fuerzas? ¿Cuáles son los sentidos
éticos y políticos que se deberían encarnar en estos procesos de
articulación? ¿Cómo tomar en cuenta la reclamada autonomía de lo
social y los movimientos que lo expresan? Y en el caso en el que
estas problemáticas puedan ser respondidas positivamente, en el
que un movimiento social rico y diverso se dé a sí mismo una
expresión política, y llegue hipotéticamente al gobierno, ¿cómo
vivir entonces la autonomía en esas nuevas condiciones, hasta qué
punto convertirla en un coto cerrado? ¿Cómo construir esa nueva
política realmente emancipatoria, en la que los fines no son
indiferentes a los medios, en la que la postura ética personal y el
enunciativo o del discurso, que han sido puestos en evidencia por diversos pensadores y
corrientes de conceptualización social contemporánea. (Ver: Pedro Luis Sotolongo Codina,
Hacia un nuevo paradigma epistemológico, Fondo del Instituto de Filosofía, La Habana.)

compromiso con las mayorías son intransferibles? ¿Se enajenan el movimiento político y el movimiento social?

O en el caso de quienes tienen una reconocida trayectoria y liderazgo en organizaciones y movimientos sociales y a la vez poseen una militancia partidaria, ¿cómo viven como individuos (sujetos) esa aparente contradicción?

Tendremos que enfrentar – apunta con razón Joel Suárez – estas y otras interrogantes e intentar hallar pistas y caminos que nos
orienten en la constitución de un (nuevo) bloque histórico y una
(nueva) hegemonía emancipatoria.

Sabemos que este tema es complejo y está sujeto a
interpretaciones disímiles, no se ajusta a una fórmula preconcebida
para todas las coyunturas políticas nacionales y regionales.
El horizonte de nuestras luchas no se reduce a un mero cambio
de gobierno. La aspiración es por la justicia, la equidad, pero desde
un verdadero y significativo tránsito civilizatorio-cultural, de un
nuevo modo de relacionamiento social y con la naturaleza.

Convenimos en que si desde hoy no impregnamos al camino de
resistencia, lucha y construcción alternativas con esos valores, si no
lo aplicamos en nuestro accionar cotidiano, en las articulaciones
políticas y sociales que hacemos, no aparecerán por simple
generación espontánea.

En América Latina existe una tensión entre la lógica de la
lucha política (antineoliberal, antiimperialista, antisistema: la
nueva emancipación política) y la emergencia civilizatoria derivada
de las prácticas y visiones utópico-liberadoras de los movimientos
sociales (sus desafíos y propuestas frente a la civilización del
capital: la contextualización contemporánea de lo que Marx llama
emancipación humana). Esta tensión se ha hecho tradicionalmente
explícita desde una visión instrumentalista de la política y de la
lucha por el poder como demiurgo de lo social. Mas desde una visión
más amplia de lo político, ella reaparece como algo imposible de
obviar. La actitud más productiva para intentar superar dicha tensión
no radica, salvo que nos contentemos con un consenso “fácil” e
igualmente estéril, en desplazar los puntos conflictivos que suponen
ambas lógicas.

Al caracterizar las líneas de discusión entre las estrategias
liberadoras contenidas en las prácticas y conceptos de las llamadas
“contrahegemonías” (dirigidas a la construcción de un poder
alternativo) y las “emancipaciones”, entendidas esquemáticamente
como procesos tendientes a la liquidación de las propias relaciones
de sujeción y poder, Raúl Ornelas reseña las antinomias de las que
pueden ser presa ambas lógicas. “Desde la perspectiva de la
emancipación – nos dice el autor mexicano – el sujeto que se
construye es también múltiple pero caracterizado por la diversidad y
anclado más en la sociedad civil (o si se prefiere, en las luchas
populares) que en la esfera política. La diferencia esencial con el
proyecto contrahegemónico es que la emancipación privilegia y
pone el énfasis en la recuperación del control de la reproducción del
sujeto transformador. Por encima de cualquier otro objetivo, el
proyecto emancipador parte de enfrentar las dependencias y
opresiones que viven cotidianamente los individuos y sus
comunidades ”.

El proyecto emancipador, a diferencia de la estrategia política
del proyecto contrahegemónico de las fuerzas de izquierda, asume
la política como proceso de autoafirmación, lo que Helio Gallardo
caracteriza como identidad autoproducida e irradiación de
autoestima popular.

La demonización del Estado, como representación de la
dominación, por parte de la visión “emancipadora”, deviene un
punto de no entendimiento y de conflicto entre ambas concepciones.
De igual manera el pragmatismo y el peligro de reproducir o
continuar la cadena de dominaciones en los proyectos
contrahegemónicos que queden truncos y no se propongan
trascender el sistema y superar la civilización y el orden cultural del
capital, constituye el principal cuestionamiento que puede hacerse a
la perspectiva lineal contrahegemónica. Con razón Ornelas plantea
que “los esfuerzos que se realizan actualmente en ambas direcciones
están encerrados en callejones sin salida aparente en lo inmediato ”.
27.- Emir Sader, “El posneoliberalismo será anticapitalista, no socialista”, La Jornada,
viernes 12 de octubre de 2007, p. 7.

Ni las emancipaciones han logrado quebrar desde la cotidianidad y
territorialidad de sus emprendimientos la hegemonía capitalista, ni
las contrahegemonías son tales si no incluyen en sus estrategias de
orden el perfil emancipatorio, libertario y autogestivo de los
movimientos sociales.

La predisposición de muchos movimientos sociales hacia la
impronta de las formalizaciones políticas (el temor al verticalismo y
a la nivelación de lo heterogéneo, a la visión tradicional de cierta
izquierda, que concibe la diversidad como un lastre qué superar y no
como riqueza y potencialidad qué articular sobre la base del respeto
a la autonomía de los distintos movimientos) y la advertencia de los
partidos de izquierda sobre la posibilidad de agotamiento (o
cooptación) del movimiento social que no avance hacia la
construcción colectiva de alternativas políticas contrahegemónicas
de verdadera direccionalidad antineoliberal y anticapitalista
poseen, a su turno, razones atendibles, base de los debates
necesarios en la actualidad.

Ninguna de estas lógicas debe ser supeditada una a la otra,
sino armonizadas y complementadas, lo que implica asumir sus
puntos de tensión como desafíos creativos de aprendizaje de los
sujetos involucrados. En otras palabras: si en aras de la presunta
toma del poder se abandonan las demandas libertarias y de
reconocimiento por las que han luchado muchos movimientos, el
nuevo poder contrahegemónico pudiera derivar en una entidad
ficticia o desnaturalizada. De igual forma, negarse a participar en el
movimiento radical de masas que se constituya en una nación
determinada ante la crisis del modelo hegemónico, colocando las
demandas específicas (por muy legítimas que sean) por encima de
las de la inmensa mayoría de la población, implica signar la noción
de “diferencia” con un alto rango de universalidad excluyente.

Habría que reconocer, en principio, que la confluencia de los
movimientos sociales y populares para generar alternativas social-
políticas en una dirección anticapitalista, no implica hacer dejación
28.- Estas interrogantes surgen en el debate acerca de la propuesta de investigación
participativa “Diversidad, Identidad y Articulación en las organizaciones, redes y
movimientos sociales en América Latina y el Caribe” realizada por GALFISA y el Centro
Memorial Dr. Martin Luther King, Jr.

de sus demandas específicas (libertarias y de reconocimientos) ni
posponerlas para etapas posteriores, aunque se modifiquen sus
objetivos y métodos en cada coyuntura. La lógica geopolítica
antiimperialista que avanza hoy en América Latina no es
incompatible con la lógica de los movimientos sociales. Las razones
de los movimientos son tantas como los atributos del mundo que es
posible conquistar: dignidad para personas y pueblos, equidad,
igualdad de género, medio ambiente, diversidad sexual,
multiculturalismo, soberanía alimentaria, biodiversidad. El
“programa máximo” emancipatorio y libertario de la revolución
política anticapitalista (pospuesto en las experiencias
protosocialistas del siglo XX) se convierte en “programa mínimo”
de las luchas de los movimientos sociales y populares.
Hoy, como nunca antes, la izquierda requiere tensar sus
instrumentos de análisis y de creación, puesto que “es necesario
pensar en una empresa muchísimo más difícil: la labor histórica de
superar la lógica objetiva del capital en sí, mediante un intento
sostenido de ir más allá del capital mismo ”. Pero esas alternativas
sociopolíticas no serán obra de gabinetes, ni fruto de ninguna
arrogancia teórica o política. Serán construidas como proyectos
colectivos y compartidos, desde y para el movimiento social-
popular.

No tenemos, en esto, dudas: necesitamos construir una ética
de la articulación , no declarativamente, sino como aprendizaje y
desarrollo de la capacidad dialógica, profundo respeto por lo(a)s
otro(a)s, disposición a construir juntos desde saberes, cosmologías
y experiencias de acumulación y confrontación distintas, potenciar
identidades y subjetividades. Tal ética ha de moverse dentro de las
coordenadas de un paradigma de racionalidad crítica, organizada
mediante el diálogo de los sujetos implicados y orientada a descubrir
29.- Raúl Ornelas, “Contrahegemonías y emancipaciones. Apuntes para un inicio de debate”
en Los desafíos de las emancipaciones en un contexto militarizado, Ana Estehr Ceceña
Coordinadora, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Colección Grupos de
Trabajo, Buenos Aires, 2006, p. 102.
30.- Cf. Helio Gallardo, “Intervención en el VII Taller Internacional sobre Paradigmas
Emancipatorios, La Habana, marzo 2007, www.heliogallardo-americalatina.info
31.- Raúl Ornelas, “Contrahegemonías y emancipaciones. Apuntes para un inicio de debate”,
op. cit,p.113.

el significado auténtico de la realidad humana.

El horizonte no es un muro que podamos saltar de una vez

Las luchas y resistencias del movimiento social popular en
América Latina han producido el quiebre de la otrora hegemonía del
neoliberalismo y del dominio absoluto de nuestras soberanías por el
imperialismo norteamericano. Todo lo que parecía aplastado,
acallado, luego de épocas de profundo malestar, de saqueo y
humillación, se levanta desde el Sur. La presencia de una amplia y
diversa corriente alterglobalizadora (portadora de tres momentos
distintos pero complementarios: la negatividad de la resistencia, las
propuestas concretas y la utopía de otro mundo ), devino nuevo
fenómeno político mundial, visible en las resistencias y luchas
multivariadas que convergen a partir de este siglo en la experiencia
del Foro Social Mundial en Porto Alegre y sus sucesivas ediciones
regionales y mundiales. Nuevos gobiernos populares emergen en
nuestro continente modificando el escenario geopolítico a favor de
los pueblos.

El Sub Comandante Marcos ha expresado: “el capitalismo agonizante ha puesto los ojos en nuestras selvas, desiertos, bosques, montañas, ríos, aguas, vientos, mares, playas, maíces, saberes que durante miles de años hemos aprendido, defendido, alimentado,
cuidado ”. El ecocidio, etnocidio, feminicidio y genocidio son enfrentados hoy por trabajadores ocupados y no ocupados del campo y la ciudad, excluidos de las redes de reproducción del capital, mujeres, jóvenes e indígenas de nuestro continente que
protagonizan las luchas más variadas y creativas contra la recolonización imperial.

Estos nuevos escenarios no deben dar lugar a la creación de falsas expectativas de ruptura del sistema, como resultado inminente de sus contradicciones internas, del acercamiento de una “hora cero” en la que se producirá el estallido esperado. Tal punto de vista sigue siendo un sustituto mesiánico o escatológico de la necesidad de estudiar el movimiento real del capitalismo. No para satisfacer un prurito académico, sino para captar en todos los aspectos posibles las estrategias y los reacomodos del capital y estar
así en mejores condiciones para oponer las alternativas concretas que aconseje cada vuelta de tuerca de la época, en función de los intereses de las mayorías populares. La postura escatológica, al contrario, fija una línea inmóvil de salto en el horizonte que, al
desplazarse, hace que la perspectiva revolucionaria pierda credibilidad y eficacia.

Las posibilidades reconstructivas, sin embargo, no son
eternas, ni mucho menos endógenas al sistema. Los elementos que
previsiblemente pondrán tope a la reproducción actual del
capitalismo, hoy se anuncian en la crisis de civilización y de vida
que se agudiza ya entrado el nuevo milenio. Pero resulta imposible
aún prever el modo de desenlace, ni las formas institucionales y
civilizatorias sustitutivas que sobrevendrán. La globocolonización
del capital obliga a pensar las alternativas emancipatorias en
términos de globoliberación . Frente a los poderosos que acumulan
depredando al género humano y a su entorno, una pluralidad de
sujetos intenta, a partir del entrelazamiento de sus prácticas y sus
rutas específicas entrelazadas, conformar colectivamente un
“nuevo mapa cognitivo” para acceder al puerto donde los hombres y
las mujeres comenzarán a fabricar su verdadera historia. Lo que
hagamos en la travesía no será indiferente al Fin-Comienzo
anhelado: el puerto es, en mucho, la travesía. De ella depende que
lleguemos y que no tengamos que volver otra vez a preguntarnos
extrañados: ¿qué nos pasó?