El gabinete oculto de Nayib Bukele. El País. Febrero de 2024

Actúan con discreción y son poco dados a darse publicidad. Un grupo de venezolanos con raíces en el antichavismo rodea de forma sigilosa a Nayib Bukele, el presidente de El Salvador que el domingo pasado arrasó en unas elecciones que le mantendrán otros cinco años en el poder.

Los venezolanos, que han conseguido irritar a ministros y altos cargos salvadoreños que han sentido que sus funciones eran usurpadas, se han encargado de organizar sus exitosas campañas electorales y después de estructurar su Gobierno y servir de enlace con asesores, amigos, contratistas y vendedores de humo.

Paradójicamente, esta especie de gabinete en la sombra ha replicado algunas tácticas con las que el chavismo dio un giro autoritario y ha logrado perpetuarse en el poder.

Alrededor de Bukele, un presidente de 42 años muy popular por haber reducido al mínimo el crimen en un país con un pasado muy violento, orbitan asesores estadounidenses, españoles y argentinos que se achacan los éxitos en materia de propaganda y toma de decisiones estratégicas, sin que eso sea necesariamente cierto.

Bukele es enormemente popular en redes sociales, donde lanza vídeos muy impactantes de los pandilleros recluidos en una cárcel de máxima seguridad y cuenta con una caterva de youtubers con millones de seguidores que viajan hasta El Salvador para glorificar sus políticas.

Este entramado de extranjeros buscavidas tiene un peso muy menor y un acceso reducido a la cúpula. Realmente son los consejeros venezolanos los que toman decisiones importantes y los que cuentan con acceso directo a Bukele y sus hermanos.

“Todo pasa por sus manos”, cuenta una fuente del más alto nivel que trabajó con Bukele durante los dos primeros años de su Gobierno . “Cuando comenzó la pandemia, ellos conformaron el equipo de emergencia. Cualquier cosa había que consultársela. Los ministros no tenían poder real de decisión.

Es verdad que algunos se rebelaron y no dejaron que los venezolanos se les pusieran por encima, pero otras sencillamente no tenían otra opción”. El equipo foráneo se instaló en un ala del hospital que construyó Bukele, cerca del Palacio Nacional, donde estuvieron al menos hasta finales de 2023.

Esta misma fuente detalla que forman parte de “un gabinete en la sombra”. Hay uno presidencial, el principal; otro estratégico, conformado por secretarios privados, los hermanos de Bukele, el secretario de prensa, y un gabinete de venezolanos.

Recuerdan a los misteriosos cubanos, expertos en seguridad e inteligencia, que rodeaban a Hugo Chávez. El Faro, un medio de El Salvador, ha identificado a una docena de ellos y se cree que han llegado a ser al menos 20. No resulta fácil detectarlos porque sus contratos no son públicos y no aparecen en las cuentas estatales.

Entre todos ellos destaca Sarah Abdel Karim Hanna Georges, más conocida como Sarah Hanna, la líder del grupo. Bukele y sus hermanos le tienen una fe ciega, según distintas fuentes. Años atrás trabajó con Leopoldo López, que representa el ala más radical de la oposición venezolana, y después con su esposa, Lilian Tintori, que emprendió una campaña mundial para conseguir la liberación de su marido de una cárcel chavista.

Sarah Hanna es odontóloga y no llega a los cuarenta años. Armando Info, un periódico venezolano de investigación, sostiene que se manifestó como estudiante contra la propuesta de reforma constitucional presentada por Hugo Chávez en agosto de 2007.

Llegó a El Salvador en 2018, se cree que a través de uno de los hermanos del ahora presidente, y se dedicó a escribir sus discursos, moldear su imagen y llevar la estrategia de redes y comunicación. A la vista de los resultados, el trabajo de Sarah Hanna ha sido impecable, ha conseguido crear un culto alrededor de Bukele a la manera del que se fraguó con Chávez, pero desde una óptica más moderna.

Varias fuentes consultadas por este periódico no le restan mérito a la venezolana, pero sostienen que hay una mujer salvadoreña que tiene aún más poder, Sofía Medina, secretaria de Comunicaciones. Medina tiene una presencia más modesta en redes sociales que Ernesto Sanabria, el secretario de Presidencia —sube retratos en Instagram de sus zapatos caros—. Sin embargo, se encuentra aún más cerca de Bukele.

El presidente salvadoreño ha sido reelegido a pesar de que la Constitución lo prohibía expresamente hasta en seis artículos. El control que él ejerce sobre la Sala Constitucional posibilitó que los magistrados reinterpretaran las normas a su conveniencia.

Bukele ha utilizado la figura del régimen de excepción, impuesta desde hace dos años a través de prórrogas en la Asamblea que domina su partido, para esquilmar libertades civiles y llenar las cárceles con pandilleros, sí, pero también con inocentes que no están teniendo derecho a un proceso penal justo.

Eso ha sido ampliamente documentado por las organizaciones humanitarias y las investigaciones periodísticas. Algunos analistas creen que esta deriva autoritaria de Bukele echa sus raíces en Venezuela.

“Estos asesores venezolanos están apoyando a un líder autoritario [Bukele] que utiliza el manual de Chávez, que instrumentalizó su popularidad para desmantelar la democracia, cambiar las reglas de juego para nunca soltar el poder, y aplicar estrategias sucias para silenciar a la prensa y desmantelar toda oposición o disenso”, explica Jimmy Alvarado, un periodista salvadoreño que ha estado detrás de todas estas conexiones.

No hay que escarbar mucho para encontrarlas. El Gobierno de El Salvador ha replicado la táctica de los Clap, la repartición de alimentos que ideó el chavismo para crear en los barrios una red de apoyo y aislar a los críticos, que no recibían su caja de comida.

Estas, según pudo comprobar este periodista, se repartieron en los alrededores de San Salvador apenas uno o dos días antes de las elecciones. Bukele y su equipo aprovechan su inmensa popularidad, algo incuestionable a día de hoy, para conseguir que Nuevas Ideas, el partido personalista del presidente, se funda con la población a la manera en la que lo hizo el PRI en México o el chavismo en Venezuela.

También el proyecto de Chivo Wallet, el monedero creado por Bukele para realizar pagos en dólares o bitcoins, resulta un calco del Petro, la criptomoneda venezolana que tiene su origen en una idea de Chávez.

Mención aparte merece Lester Toledo, un estratega electoral venezolano que trabaja directamente para el partido y tiene relación directa con sus compatriotas del Gobierno. Fue en su día un opositor frontal del chavismo por denunciar la corrupción chavista, señalando directamente a hombres tan poderosos como Nicolás Maduro o Diosdado Cabello.

“La verdad es que el pana se la jugó. El chavismo le puso en la diana”, cuenta un asesor antichavista. Toledo no se esconde en redes y recientemente ha subido una foto abrazado a Bukele en su Instagram. Es el asesor jefe de la campaña y se ha encargado esta vez, entre otras muchas cosas, de desplegar 100.000 simpatizantes del partido en las mesas electorales. Un trabajo de logística descomunal.

Sea en el Gobierno o en el partido, el sello venezolano resulta más que evidente. La experiencia de enfrentarse a un fenómeno social que sufrió una deriva autoritaria les ha dado las herramientas para elevar a Bukele al poder absoluto.

El País: https://elpais.com/america/2024-02-11/el-gabinete-oculto-de-nayib-bukele.html

The Leaning Tower of Babel.What We Lose When Languages Die. Ross Perlin. FP. April  2024

The world’s 190-odd nation-states are home to 7,168 “living languages,” according to the latest figure from Ethnologue, a widely used language database. The implications of this enormous disproportion are obvious, given that few governments support more than one or a handful of official languages.

The vast majority of languages represent communities that are much older and more localized than nation-states, and the mismatch between states and languages is at least one driver of a planet-wide shift in human consciousness: the staggering loss of linguistic diversity.

Linguists consider at least half of all human languages to be endangered. Already most of these tongues have under 10,000 speakers, whereas hundreds have fewer than ten, and many are thought to have just one. (The situation is particularly dire for the world’s 157 sign languages, as tallied by Ethnologue.)

Speakers of Arabic, English, French, Hindi, Mandarin Chinese, and Spanish are legion, while lesser-known tongues dwindle away. According to one estimate, 96 percent of the world’s population speaks just four percent of all languages, which means that the striking obverse is also true: just four percent of the world’s population speaks 96 percent of all languages.

Like biodiversity, linguistic diversity is not evenly distributed, remaining strongest in “hotspots” such as Papua New Guinea, equatorial Africa, the Amazon, and the Himalayas, all places where, at least until recently, topography, subsistence economies, and distance from centralized states have helped smaller language groups survive.

The new language hotspots today are in cities that are migrant hubs such as Jakarta, Lagos, London, New York, and Paris, where peoples from all over increasingly cluster for work, education, access to services, a chance for survival, and a taste of modern life. Today’s New York is the most linguistically diverse city not only in the world but in the history of the world, but the survival of linguistic diversity in such crucibles of contact is far from assured.

Languages have always come and gone—and sometimes even languages with very small numbers of speakers have survived for generations—but the current rate of loss is unprecedented. In many ways, it is parallel to the planet’s accelerating loss of animal and plant species.

Arguably, it started with the millennia-long, ongoing spread of agriculture, which enabled certain language groups to increase in number, take new territories, and dominate smaller-scale and more linguistically diverse hunter-gatherer and nomadic groups.

In recent centuries, the conquests of colonial empires, hyper-urbanization, the ever-expanding networks of capitalism, and the monolingual imperatives of nation-states have all driven the vanishing of languages. The spread of formal education systems and new forms of media and communications also make it harder for smaller languages to hang on in a changing world.

Languages have always come and gone, but the current rate of loss is unprecedented.

Speakers of dominant languages often shrug at the disappearance of these smaller languages. After all, they wonder, wouldn’t the world be a better place if everybody understood one another? That kind of thinking not only forgets that speakers of the same language are perfectly capable of fighting and killing one another but also completely overlooks the scientific, artistic, and deeply human benefits of linguistic diversity.

In A Myriad of Tongues: How Languages Reveal Differences in How We Think, the anthropological linguist Caleb Everett dwells on the richness of the world’s disappearing tongues. Far from being primitive dialects, endangered languages teem with oral literature, historical and scientific knowledge, unique linguistic features, and other wonders that can rarely be fully translated into other languages.

A growing body of research also shows that it is best for children to be educated in their mother tongue and that maintaining one’s mother tongue can even be good for one’s mental and physical health. Preserving languages can also be a matter of justice, given the history of displacement, persecution, and marginalization of most speakers of endangered languages.

The demise of any language is not inevitable. With the political support of local or national governments and the devotion of sufficient economic resources, every language can handle all the threats, temptations, and communicative demands that come with both the homogenizing of national identities and the pressures of globalization.

But most languages do not enjoy that kind of backing. Extraordinary economic, political, and social strains produce ruptures in intergenerational language transmission as young people cease to speak the way their elders do. Speakers of a language begin to feel out of place in the world; it is not just that access to jobs, schools, and other opportunities are tied to dominant languages such as English, Mandarin, and Spanish but also that speakers of tongues such as Cree, Nahuatl, and Zhuang have continually been made to feel ashamed of what and how they speak and, by extension, of who they are.

Such languages face an uphill battle to survive, never mind to flourish. It is precisely the endangered half of the world’s languages about which the least is known, with few if any books or recordings to document most of them—sometimes little beyond a bare list of words.

Only in the past few decades has there been a serious organized effort even among linguists (often a step behind missionaries) to document endangered languages and develop a set of practices, protocols, and tools for the purpose. At the same time, speakers of small and endangered languages are not sitting idly by. Hundreds of communities around the world have started trying to reclaim or revitalize their languages—a new global movement with major political implications of its own.

TIME CODES

In A Myriad of Tongues, Everett sketches the tremendous diversity of the world’s languages. Most belong to one of hundreds of overarching language families, including Austronesian, Indo-European (which includes English), and Niger-Congo. But there are also well over a hundred language “isolates” with no proven connection to any other known language.

Although language families trace common descent from a putative protolanguage typically thousands of years in the past, languages also develop features and structures independently or change through contact with other languages.

Everett offers a sophisticated account of how researchers, by finally beginning to draw on a more representative sample of the world’s languages, are making connections between language, thought, and “other aspects of the human experience.”

Among the more ineffable things that the world stands to lose with diminishing linguistic diversity are the subtly but significantly different ways that human groups have of inhabiting and understanding their natural and social worlds.

Languages do not simply offer different labels for the same universal set of items and concepts, with translation always bridging the gap. There may be cross-linguistic tendencies and commonalities, but there is no single language we can call Earthling, no linguistic “view from nowhere.” Every language carries within it the grain of a particular place and history.

Different languages, suggests Everett, encode and affect “the human cognitive experience” in different ways. With careful phrasing and an emphasis on empirical evidence, he sidesteps addressing in a definitive way one of the classic controversies of linguistics, about what is known as the Sapir-Whorf hypothesis—that “languages have strong effects on their speakers’ nonlinguistic thoughts,” as Everett puts it.

In other words, people do not just think in a given language; that language shapes the way they think. The debate over whether this is indeed true has raged for nearly a century, with many nonlinguists discerning a kernel of common sense in the proposition even as most linguists have resisted what they see as a largely untestable and oversimplifying claim.

Until recently, that is. Everett draws on dozens of recent studies that point to languages’ deeply divergent ways of handling time, space, and relationships, among other central human preoccupations, and to how these may linger in minds and cultures beyond the moment of speech.

More speculatively, he also sees intriguing connections between linguistic features and certain natural environments and associated manners of living, or lifeways. In other words, the old saw that the Inuit people have 50 words for snow may be wildly exaggerated (the original observation by the anthropologist Franz Boas isolated only four ways of describing snow), but there is something to it.

Take time, for instance. The linguist Benjamin Whorf (of the Sapir-Whorf hypothesis) claimed that the Hopi language in what is now Arizona has no words referring to time, suggesting that Hopi speakers as a result might not experience time in the same way as, for example, English speakers.

Whatever the (hotly debated) facts may be in Hopi, it is manifestly true that many languages large and small either dispense with tense altogether or encode something other than a division into past, present, and future. Karitiana, an Amazonian language that Everett researches, distinguishes only two tenses: future and nonfuture, the latter mingling both past and present.

Yagua, also spoken in the Amazon, has eight tenses, five of which are for different periods in the past. To speak Yagua well, one needs to make fine distinctions about timing—for example, attaching the suffix -siymaa to verbs to mean “between approximately one week and one month ago.”

More intricate still are the many metaphors for time in different languages. Where English speakers see the future as being spatially ahead or in front of them, speakers of Aymara in Bolivia and Peru see the future as being behind them and the past in front, as in the expression nayra mara, which is literally “the year I can see” but figuratively “last year.” Associated gestures are an indication that such expressions may seep into thought. Whereas English speakers often point backward in discussing the past, Aymara speakers do the opposite.

Such cases multiply when it comes to space, color, and noun categorization, including by kinship, gender, and shape. For instance, speakers of the Berinmo language of Papua New Guinea have the word nol for what English speakers call green and blue. (Indeed, many languages have such a “grue” color.) Berinmo speakers also have the word wor, which covers English speakers’ yellows and bright greens.

An experiment testing the ability of Berinmo and English speakers to recall different color chips found that each group did better with chips that aligned clearly in terms of their respective linguistic categories for understanding colors, compared with chips whose color was more ambiguous. This is language-based categorical perception, in which “people discriminate stimuli more neatly because the stimuli fall into distinct conceptual categories,” according to Everett.

How much these fascinatingly different conceptions matter in everyday life is a “thornier issue,” Everett admits. Some would argue that the effects of linguistic differences are relatively slight, appearing mainly under carefully calibrated experimental conditions. No one would dispute that different lexicons on some level reflect the different priorities, lifeways, and environments of speakers; indeed, there are more words for snow in languages spoken where snow exists.

But relatively few of the presumably “deeper” grammatical differences are readily explained by social, cultural, or environmental variables. Certain ones clearly are—including levels of politeness in more stratified societies and directional markers based on local topography—but the fact that English speakers pluralize nouns and Mandarin speakers do not has to be seen as an arbitrary detail of linguistic history without any nonlinguistic consequences.

Sometimes, the differences between languages are merely that, with many linguistic features essentially random parameters that have no deeper cultural or cognitive meaning. Not only is there currently no basis for seeing it otherwise, but the resulting pseudoscientific generalizations could be downright dangerous. Imagine if people started believing that Hopi speakers had no sense of time, whereas Yagua speakers had the most sophisticated understanding of it, and English speakers were somewhere in the middle. Actual linguistic practices are simply too dynamic, situational, and mixed to generalize about in this way.

Nonetheless, A Myriad of Tongues gently suggests that certain connections between language, culture, and thought can be found. Farmers with softer diets—and thus a tendency for their top teeth to protrude in overbites and overjets—may be more likely to use labiodental sounds, such as f and v, that combine the top front teeth and the bottom lip, whereas hunter-gatherers, with their edge-to-edge bites, in which the top and bottom front teeth are flush, use these sounds less.

Although the use of commercial dyes in WEIRD (Western, educated, industrialized, rich, and democratic) societies has recently enriched the color terms in those languages, hunter-gatherer subsistence strategies may have led to richer “olfactory lexicons” in others—such as the 15 abstract terms for different smells documented for the Chapalaa language of Ecuador.

DIALECTS WITH NO ARMIES

Fascinating as they may be for linguists and cognitive scientists, languages such as Aymara, Berinmo, and Chapalaa are not just bundles of exotic features waiting to be displayed in some future museum of the world’s languages, or at least in one of the new digital archives where linguists are depositing recordings of them.

Like all languages, they are to varying degrees emblems and embodiments of group belonging, in which every feature, however arbitrary, may be laden with political meaning. Yet in their particular circumstances, these languages face different challenges: the pressures on Berinmo, which has a few hundred speakers in two villages, will not be the same as those on Chapalaa, which has several thousand speakers in a rainforest territory, or Aymara, which has around three million speakers spread across multiple countries.

A shprakh iz a dialekt mit an armey un flot—“A language is a dialect with an army and a navy”—in the famous Yiddish phrase uttered in the 1940s by an unknown Bronx high school teacher to the linguist Max Weinreich. More than the linguistic criterion of mutual intelligibility, this sly witticism puts its finger on how some “language varieties” (to use a more neutral term preferred by linguists over “language” or “dialect”) are elevated and developed above others. According to Weinreich, the teacher had never heard that his own mother tongue had a history and “could be used for higher matters” beyond just the basics of everyday life and oral communication.

Now more than ever, global inequalities are producing linguistic ones. Speakers of endangered languages are ever more marginalized as their lands are taken or made uninhabitable by climate change; they enter both cities and the cash economy at the bottom of the hierarchy. The few hundred languages that enjoy official status and some form of governmental support are pulling away from all the others with the spread of mass literacy, standardization, formal education, mass media, and new technologies.

One study found that less than five percent of all languages are “ascending” into the digital realm, flourishing online and in a range of new technologies. As for the other 95 percent of human languages, although every bit as sophisticated on a grammatical and cognitive level, they may have to be supported if they are going to survive. To assert that a language has not just a history but also a future requires, in most cases, the mobilizing of people, resources, and social pressure: a language movement.

    The groundbreaking movements of the twentieth century have shown that any language can be made modern.

The groundbreaking language movements of the twentieth century have shown that any language can be made modern, even as dominant languages extend their sway over the world—and even in the absence of an army and a navy. A few generations ago, it seemed that the Welsh language was locked in inevitable decline with fewer and fewer young people able to speak it. But thanks to the work of activists—and the eventual support of local, national, and even continental governments such as the European Union—the language has been revived to the point that even in the heartland of English, it has a stable population of speakers and is thriving.

The twentieth-century language movements of the Basques and Catalans benefited from the economic wealth and autonomy of those regions of Spain. Advocates of Maori in New Zealand and of Hawaiian have emphasized the importance of inculcating these languages in early childhood development and education as part of their successful revival.

The extraordinary efforts of many Native American revitalization programs are demonstrating that even smaller groups may be able to carve out a place for languages that have been “asleep,” as linguists describe languages with no fluent speakers, for a century or more.

The political theorist Will Kymlicka has written that “national minorities should have the same tools of nation-building available to them as the majority nation,” and perhaps many countries will see fit to offer linguistic and cultural autonomy to minorities as long as ultimate authority remains in the capital. But how far can that process go?

The linguist Gerald Roche points out that language movements “often take nationalist form, reproducing the logic of one people, one language, one territory, endeavoring to capture or create state power for their nation, and oppressing the languages of second-order minorities in the process.”

An example Roche points to is the Tibetan independence struggle, which has given rise to a “pure father-tongue movement” that tends to focus on Standard Tibetan and ignore Tibet’s many other languages and dialects.

Language movements are nothing new, but they have formed an integral part of most of the political movements that lie behind nearly every contemporary nation-state. What is distinctive today is a world order in which few new nation-states can emerge but in which language movements are rising everywhere in response to the pressures of endangerment, through the force of imitation and often under the banner of indigenous rights.

Many governments are responding to these demands at least with symbolic gestures—enshrining languages in constitutions including those of Alaska and Algeria, for example, while spending little on resources for them—but the demands are likely to keep growing.

Not every group will resist the passing of its language. Nor will every language movement inevitably turn political and spur secession, ethnic conflict, and civil war. But from Cameroon to Catalonia, as from Hong Kong to Ukraine, language politics are gaining currency more than ever before.

With decolonization, creole languages from Port Moresby to Port-au-Prince are climbing out of the shadows. In Jamaica, the political push to exit the British Commonwealth has accompanied a linguistic push to elevate Patwa, long stigmatized as a “broken” form of English.

Nor are new language movements only about these fairly large, quasi-national languages often with hundreds of thousands of speakers. Hundreds of much smaller groups are collaborating with linguists, harnessing new technologies, and drawing inspiration from the pioneering twentieth-century movements. It is the dialects with neither armies nor navies that need support most of all.

ROSS PERLIN is Co-Director of the Endangered Language Alliance and teaches linguistics at Columbia University. He is the author of Language City: The Fight to Preserve Endangered Mother Tongues in New York.

Capitulo 1   Juglares y trovadores en el sur del Bronx   (Marzo a junio de 1992) Roberto Pineda

Y al llegar la aurora, armados de ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades. A. R.

Y como será allá vos?

Te imaginas caminando por las calles de San Salvador, las mismas que recorrió Roque Dalton?  Y sentir ese sol que dicen que te quema la piel…y oír el murmullo del hormiguero de los vendedores por las calles del centro…y bajar por la cuesta del palo verde, y meterte a cualquier comedor y pedir que te vendan pupusas revueltas…y vagabundear por Metrocentro, y la sombra del volcán siempre vigilando tus pasos, y zamparte una guacalada de fresco de ensalada, y tortillas tostadas con queso duro-blandito…                                                            

-Al oírte ese discurso hasta hambre me está dando…Y fíjate que me lo imagino, va ser chévere regresar, te voy a llevar para que conozcas el parque Libertad, la Catedral donde Monseñor Romero pronunciaba sus homilías, la casa de Roque en san Miguelito! T te voy a llevar a comer carne de chucho en el Vietnam del estadio…Ya vas a ver que te va gustar mucho!

– ¡Ay bendito! Y conoces donde queda la casa de Roque, tu no me estás diciendo embustes?  Y se permite visitarla?

-Claro que si…te lo aseguro, que te voy a llevar.

-No me aguanto por ir y revolcarme en la arena caliente de esas playas y zambullirme en sus tibias aguas, y tomarme un agua de coco con ron, acompañada de pupusas.!

-La combinación que hacés no va mucho, pero tu intención es lo que cuenta!  Además el comer pupusas refleja un profundo contenido onírico y afrodisiaco casi froidiano.

-No se toma ron con pupusas?  Seguro?  No me estás gufeando?

-No, las pupusas se comen con chocolate o café, y el ron, que allá se llama Muñeco o guaro, y en cualquier chupadero o cantina se combina con rodajas de jícama, mango verde, hojas de jocote, tortrix o pepino con tajaditas de limón, etcétera, etcétera. Un día te voy a dar un curso gratis sobre las principales ramas de las boquitas salvadoreñas.

-Bueno yo voy a establecer un  nuevo estilo, pupusas con -como decís?- con Muñeco. Y segura que no me va dar juma, ni un tantito así..!

-Vos estás loca?  Como dicen los puertorros, estas arrebatada!

-Compadre, se vale soñar.

Cuando platicaban sus ojos se perdían en el skyline de edificios de Manhattan, mientras su imaginación se trasladaba -en el caso de Rogelio- a los vagos recuerdos de la vez que su papá lo llevó al entierro de su abuela, allá en Ayutuxtepeque, pero entonces solo tenía diez años, por lo que sus recuerdos eran ya borrosos y lejanos…

En el caso de Claudia su imagen resultaba incluso más etérea porque conocía el país mediante pláticas de su madre, lectura de libros  o de las noticias, pero nunca había estado allá, nunca había sentido el calor de semana santa o los vientos de octubre o las exuberantes y curativas puteadas en los mercados…

Rogelio y Claudia  vivían en el mismísimo corazón boricua del Sur del Bronx, cerca del parque Pulaski, a pocas cuadras de donde se inventó el mentado hip hop, música que permitió que se conocieran y se enamoraran bailando en una discoteca  en la que cantó el famoso rapero Fat Joe, el pasado verano.

A Claudia le cautivó como este muchacho alto, de mirada profunda  y de aspecto anglo, que desde que la vio no le había quitado la vista de encima, la música hiphop lo transformaba y era tan diestro en las acrobacias circenses del breakdance.

Mientras se escuchaba del rapero afro-americano Rakim su opera magna, In the Ghetto, con la cadencia de su estribillo: Ghetto/Nobody´s smilin´/ The Ghetto/Nobody´s smilin´/ Even the/Ghetto/ Nobody´s smilin/Aint´gonna smilin¨/ the Ghetto/ Nobody´s smilin´…

Pero su sorpresa fue mayúscula – no podía creerlo, todavía lo dudaba-al descubrir que en un clásico universo boricua, -de mofongo y arroz con gandules,  de ay bendito y vete pal carajo-se encontrara con un navegante extraviado a lo Ulises, de origen pipil, con orígenes comunes. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, dice sabiamente Rubén en su canción.

Se hicieron novios y luego despreocupadamente decidieron vivir juntos. Habitaban en un pequeño apartamento semi-amueblado, de dos cuartos y un baño, en el sexto piso  de un viejo edificio destartalado y con el ascensor siempre arruinado.

El edificio -saturado de grafitis-, que sobrevivía solitario en la cuadra, y que inexplicablemente se había salvado de ser incendiado, -como dictaba la tradición local- por los dueños para cobrar el seguro, y al que se mudaron cuando decidieron compartir tribulaciones, gastos y sueños.

Al conocerse descubrieron -riéndose porque nunca antes se habían visto- que ambos también estudiaban en el Hostos Community College, y esperaban graduarse de Artes Liberales. Asimismo compartían gustos, como la atracción por el hip hop, por el cine en español, la comida italiana y la política de izquierda.

En el caso de Rogelio -desde los quince años-tocaba la guitarra eléctrica, y además del hip hop se sentía atraído por  Pink Floyd, por la música techno, el heavy metal, y era un adorador fanático de Black Sabbath.

Y como debilidad musical, suspiraba cuando escuchaba los temas del boricua  Héctor Lavoe, con quién se identificaba mucho, y a quién pudo verlo incluso en persona cantando su tema favorito, El cantante, que va así: 

“Yo, soy el cantante/Muy popular donde quiera/Pero cuando el show se acaba/ Soy otro humano cualquiera/Y sigo mi vida/Con risas y penas/Con ratos amargos/Y con cosas buenas/Yo soy el cantante/ Y mi negocio es cantar/ Y a los que me siguen/ mi canción voy a brindar…”

Le gustaba iniciar y proseguir discusiones bizantinas por meses, sobre todo tipo de temas para evidenciar su rebuscado horizonte cultural, resultado de una interminable sed de lecturas nocturnas, incluyendo las obras maestras tanto del marxismo como de la pornografía, aficiones que lo acompañaban desde casi su infancia.

Era alto y espigado, y su ejercicio espiritual favorito consistía en caminar las calles de la Gran Manzana, a veces desde el Bronx hasta el Greenwich Village, ciudad a la que había sido llevado por sus padres siendo un bebe.

En su casa aprendió el español como su lengua materna y trató siempre para distinguirse, de conservar el acento “guanaco garrobero” en un fuerte ambiente caribeño. Y también fue instruido en la fe católica, incluso hizo la primera comunión en la iglesia de San Lucas, allá en la calle 138. Pero ya en la adolescencia, cuando estaba en la high school,  se volvió ateo militante.

Para vestir había adoptado el estilo de las sudaderas de deporte anchas, zapatos de camionero, y gorra de los Yankees, por lo que Claudia le bromeaba que parecía su guardaespaldas, o en el mejor de los casos, eran la versión  latina de la bella y la bestia.

Rogelio nunca se sintió atraído por los licores y  el tabaco, pero tampoco le molestaba que los usaran en su presencia. Pero su paladar no podía resistirse a un café bien cargado, acompañado de una rebanada de pastel de queso con mermelada de fresa, o a una cena con pupusas.

Su principal defecto era la soberbia, que envarias ocasiones le causó problemas en su relaciones, pero por suerte gozaba de una privilegiada virtud: la fuerza de voluntad, lo que le daba mucha seguridad en si mismo  y lo volvía una persona muy atractiva  y segura de sí mismo.  

Por su parte, Claudia que había nacido en el Lincoln Hospital, escribía poesía  desde la adolescencia y fortaleció su identidad latina mediante sus lecturas favoritas, entre estas el argentino Borges, los poetas Neruda y Vallejo, y había leído con detenimiento casi toda la obra  de Roque Dalton, a quién citaba con frecuencia para respaldar sus puntos de vista, como si se tratara de un amuleto teórico, que orientaba su vida.

Era una lectora incansable, y uno de sus pasatiempos favoritos era luego de devorar un suculento brunch, a mitad de la mañana de un domingo, realizar el ritual de sentarse en un cómodo sillón, para felizmente atragantarse con las diferentes secciones de la  tupida edición dominical del New York Times, dándolo particular seguimiento a sus  secciones culturales y de política internacional.

Su cuerpo era esbelto, y coronado por una larga cabellera color de azabache, que le llegaba a la cintura, la cual coquetamente agitaba con el viento, y hacía juego con sus chispeantes ojos negros, que delataban sus orgullosas raíces indígenas.  Sus labios eran gruesos, sensuales, y animaban a besarlos y cuando reía se le formaban unos simpáticos camanances en sus mejillas.

El español lo hablaba con un claro acento puertorriqueño, porque su padrastro José, a quien mucho admiraba, era de Ponce, y Rogelio pasaba bromeándola por ese detalle, sin que a ella le importase. Le gustaba mucho el hip hop, pero a veces se decantaba por la sabrosa salsa de Willy Colon, que le permitía mover sus caderas, o incluso por la refinada ternura de Carole King.

Claudia tenía el don de encontrar y cultivar amistades y les daba seguimiento metódico de la misma manera como se cuida un jardín, lo que resultaba en que siempre la estaban buscando, llamando, e invitándola a  comer, al cine, a bailar, a contar intimidades y a miles de actividades.

Otra de las facetas de su personalidad era su esmerado espíritu ahorrativo, que muchas veces llegaba a volverse tacañería simple y pura, el cual contrastaba con su peculiar espíritu de tolerancia y de respeto y empatía hacia las demás personas. Podía dedicarle tardes enteras a una amiga enferma, pero sin que incluyera algún tipo de gasto.

Por lo general disfrutaba, n su empleo y en su casa, de un ambiente artístico, en el que sobresalía su afición por la música clásica -en particular era devota del polaco Chopin- y por la ropa y los perfumes de marca, en especial, el perturbador olor a jazmín del Chanel No. 5. 

En una ocasión un grupo de amigos los invitó a ambos para pintar el muro de una escuela y pudieron hacer la experiencia -oyendo gangsta rap- de delinear y luego pintar con letras grandes y colores brillantes, un mural alusivo a Benjy Meléndez y los Ghetto Brothers.  

Aprendieron que Benjy había sido un músico que se volvió pandillero o viceversa, quién logró organizar a miles de jóvenes boricuas para que defendieran sus vecindarios, y además logró alcanzar un acuerdo de paz entre gangas de negros y de puertorriqueños, que cubrió Harlem y el Bronx, y que permitió que se celebraran en un ambiente de tranquilidad, festivales de música  salsa y de hip hop. Una proeza de dimensiones míticas.

Un fantasma del paisito

Una tarde lluviosa, Rogelio había conocido en los pasillos de Hostos a un enigmático salvadoreño, que incluso ocultaba hasta su verdadero nombre bajo un seudónimo, y que le fue presentado por Antonio, un amigo dominicano del PCD, que era además profesor de Literatura caribeña.

Rogelio lc contó a Claudia que allá en Guazapa, para la guerra, hubo tigres dominicanos del PCD combatiendo en las filas de las FAL, incluso cuatro quedaron allá. Cayeron combatiendo, este intercambio fue facilitado por el hecho que tanto Schafik como Isa Conde eran ambos “turcos”, de origen árabe.

Con este misterioso salvadoreño, -que alegaba ser representante del FMLN y del mismo PCS- se hicieron amigos, y se lo presentó a Claudia, la cual se burlaba abiertamente de sus gestos de clandestinaje, como el de desconfiar de la mayoría de personas alegando que podrían ser informantes y estar siempre alerta ante los supuestos “micrófonos ocultos” del FBI.

Este “enviado de los dioses subversivos del pulgarcito” coo lo llamaba Claudia, lo condujo en una ocasión a una reunión en un  edificio en Chelsea, en donde conoció a otros salvadoreños que lo invitaron a integrarse a una célula de militantes de izquierda, a lo que accedió más por curiosidad que por convicción.

Se reunían cada viernes de manera puntual a repasar – incluso con periódicos y documentos del país- lo que sucedía en lo que llamaban nostálgicamente el Pulgarcito  o el Paisito. Luego de tomar confianza en el grupo, solicitó se le permitiera llevar a su novia Claudia, a lo cual alegremente accedieron.

La agenda de cada reunión comprendía religiosamente, una parte inicial de estudio político, y en ese momento estaban  estudiando las sutilezas poéticas del Qué hacer de Vladimir Lenin. Luego venía un Informe Político de lo que ocurría en el paisito y se concluía con una revisión de las tareas  encomendadas a cada militante. Ah, y también se pagaba una cuota  que supuestamente era enviada para “allá abajo.”

La célula se componía por cinco personas, tres hombres y dos mujeres, en su mayoría adultos mayores que llevaban mucho tiempo viviendo  “en el exilio” por lo que disfrutaban con la llegada de lo que llamaban sangre joven, o “el relevo histórico”, refiriéndose a Rogelio y a Claudia.

Uno de los camaradas llegó incluso a mencionar despreocupadamente el término de “carne fresca”,  lo que fue  fuertemente criticado por una de las camaradas, que vivía en Brooklyn,  por considerar desde una óptica feminista, que se trataba de un término con un sesgo claramente machista, ya que se refería exclusivamente a Claudia.

Unos meses después, del personaje clandestino que los canalizó a este grupo, nunca más volvieron a  saber  y se especulaba que había regresado a conducir un campamento guerrillero en Chalatenango, en el norte del paisito, lugar desde donde supuestamente viajaba al exterior, en misiones compartimentadas de la comandancia general del frente guerrillero.

El edificio -de ocho pisos- donde se reunían era propiedad de un grupo de comunistas gringos, los cuales -se enteró después por confidencias de un locuaz y amigable joven griego que militaba con ellos- se encontraban atravesando una profunda crisis, derivada a la vez de la caída del muro de Berlín y la reciente desaparición de la Unión Soviética.

Incluso el mes pasado, un fuerte sector se había separado del CPUSA y había creado en California una nueva organización, los Comités de Correspondencia, con el apoyo incluso de la mundialmente famosa Angela Davis.

Ángela Davis, una afro-americana,  era un icono de la izquierda  gringa dado que en 1969 fue expulsada de la Universidad de California por impartir marxismo, y luego fue acusada en 1972 de asesinato y secuestro y perseguida en todo el país por el FBI, y se desató a nivel mundial una campaña por su liberación, la que se produjo en 1973. Un año despupes pasó a formar parte de la dirección del CPUSA.

Resulta que la llegada de Gorbachov a la jefatura del todopoderoso PCUS  había provocado que se les suspendiera todo el apoyo financiero, debido a las críticas públicas del veterano líder comunista Gus Hall, a la glasnost y la perestroika iniciada en 1985.

Gus Hall, minero y ferrocarrilero,  era el secretario general del CPUSA desde 1959 y frente a las reformas encabezadas por Gorbachov en la URSS, y su posterior disolución en 1991, afirmó que  “lo desatado en Rusia tras la derrota del socialismo no dista nada de la caza de brujas del macartismo en nuestro país hace 35 años…”

El derrumbe de la URSS hizo que un partido históricamente de mucha solidez financiera, se viera forzado a despedir a centenares de empleados, a convertir su diario Peoples Daily World en semanario, e incluso a la necesidad de alquilar el salón del segundo piso de este edificio, para cumpleaños y casamientos privados.

Al salir de la reunión Rogelio y Claudia decidieron pasar por un sitio de comida griega, a la vuelta del edificio, donde paladearon unas hamburguesas, grasosas y deliciosas, con aditamento de cebollas en salsa oscura y acompañadas por un par de cervezas Budweiser.

Luego para hacer la digestión, caminaron hasta la calle 14 y Union Square para abordar el tren número 4 que los condujo hasta la estación de la calle 138, de donde se trasladaron a su casa, platicando y riéndose -como siempre-y haciendo planes acerca del futuro que les esperaría al regresar al pulgarcito.

Al llegar al apartamento, Rogelio estuvo ensayando una nueva melodía con la guitarra antes de dormirse, mientras Claudia veía en las noticias como un gobernador sureño, de Arkansas, de nombre Bill Clinton, se lanzaba a participar en las primarias demócratas, lo que le permitiría de ganarlas, competir en noviembre para la presidencia de los Estados Unidos.

-Papi, que te parece este candidato Clinton, de los demócratas, le preguntó Claudia a Rogelio. Rogelio le respondió que los demócratas y los republicanos eran como la Pepsi y la Coca Cola,  diferentes por fuera pero la misma bebida por dentro.  Ambos partidos sirven a las transnacionales y al complejo militar-industrial, le dijo.

Claudia movió la cabeza en señal de duda, y le respondió que ese análisis era en parte correcto, pero unilateral porque no tomaba en cuenta el hecho que el Partido Demócrata también tuviera en sus filas a sectores sindicales, de mujeres y de las minorías étnicas  como afroamericanos, chicanos, y puertorriqueños.

-Solo los usan para la preservación del sistema, no tienen poder de decisión…

– Momento…el partido Demócrata es también un instrumento para avanzar en la lucha por la igualdad política y racial. O no?  No crees que la elección de candidatos negros y latinos es parte de la lucha por los derechos civiles de las minorías…

-Bueno, – le respondió elevando el tono de voz- si querés morir engañada es tu derecho…veo que te volviste reformista.

-Tan lindo que te ves cuando te encojonas…Nene, hablando de otra cosa,  y tienes turno mañana?

-No, y vos?

-Tampoco y que te parece si vamos al Parque Central.

-Solo si me das un beso….y le acercó los labios.

-Te voy a dar miles de besos. Pero tienes chavos para ir?

-Creo que sí-déjame revisar- si creo que tengo…nos alcanza.

El siguiente día, se levantaron alrededor de las 8 de la mañana, y Rogelio preparó el desayuno, consistente en huevos fritos con tocino y rebanadas tostadas de pan con mantequilla, junto a un humeante café Lareño, obsequio de la mamá de Claudia.  

Alrededor de las 9 salieron rumbo al Parque Central.  Hacía un día esplendido, con un sol radiante y una temperatura benigna, por lo que algunas personas incluso se atrevían a andar por la calle en mangas de camisa, y los arboles comenzaban a florecer. Era la primavera tocando a las puertas de la ciudad.

Caminaron hacia la estación del subway y bajaron hacia Manhattan, se bajaron en la calle 86  y avenida Lexington. Caminaron hacia el occidente y al llegar a la Quinta Avenida, se encontraron con la conocida fachada del Museo Metropolitano.

Este tenía una exposición sobre  The Great Utopia: The Russian and Soviet Avant-Garde, 1915-1932, que resultaba sumamente interesante para visitarla. Pero al final coincidieron en que habían venido a caminar bajo el sol y no a encerrarse de nuevo entre cuatro paredes.

Se internaron en las veredas del parque y llegaron al célebre Strawberry Fields, un lugar dedicado a rendir tributo a uno de sus ídolos, al fallecido John Lennon, de los inolvidables Beatles de Liverpool.  Se sentaron en una banca a contemplar tranquilamente el juego de las ardillas saltando en las ramas -filtradas por el sol- de los altos olmos.

Luego se encaminaron hacia el lago, y contemplaron las barcazas navegando plácidamente con familias o enamorados. No habían llevado almuerzo así que fueron a buscar un carrito de hot dogs, los que comieron con mostaza y sauerkraut, acompañados de unas sodas heladas Mountain Dew.

Claudia le comentó a Rogelio que el sauerkraut se asemejaba al curtido de las pupusas salvadoreñas, y él le respondió que se trataba de una receta guanaca copiada por los polacos, ante lo cual al unísono se carcajearon. Luego de una breve siesta en una banca, después del mediodía emprendieron el regreso.

-Regresémonos en guagua, le sugirió Claudia.

-Nombre, es mejor por el subway, le replicó Rogelio.

Los siguientes días Rogelio los dedicó a ensayar con un grupo musical de hip hop al que pertenecía, -llamado South Bronx-, porque Luciano que era un puertorriqueño que lo dirigía, les informó que el fin de semana habían sido invitados a tocar en un club en Trenton, y debían estar en forma.

Los ensayos los realizaban en el basement del edificio donde vivía Luciano, que quedaba a algunas cuadras de su edificio, en la tercera avenida. Rogelio trataba en los ensayos que las letras de las canciones tuviera un contenido social de denuncia de la explotación y opresión racial que vivían las comunidades latinas, mientras que Luciano estaba más inclinado a los contenidos de las vivencias en las cárceles o en la violencia, el sexo y las drogas.

Como grupo principalmente hacían cover de temas de Fat Joe o de Jay-Z. Rogelio frecuentemente refería este esfuerzo musical comparándose con los trovadores y juglares de la antigüedad, a lo que Claudia respondía con un dejo de incredulidad y burla.

Una tarde, en una de las reuniones de la célula, a la que habían bautizado como Rafael Aguiñada Carranza, en homenaje a un dirigente comunista asesinado en 1975, el camarada Julio le prestó a Rogelio un libro que había comprado en su reciente viaje a Cuba. Se trataba de una larga entrevista realizada por Marta Harnecker a Schafik Handal, secretario general del PCS, y miembro de la Comandancia General del FMLN.

La entrevista estaba dividida en dos partes, la primera sobre aspectos teóricos sobre el socialismo y la segunda sobre el proyecto político del FMLN para la sociedad salvadoreña. El título del libro era “El Socialismo: ¿Una alternativa para América Latina?”

A Claudia le pareció sumamente interesante, y además coincidente, dada la crisis del marxismo, provocada por el derrumbe del campo socialista, la afirmación que hacia la Marta Harnecker acerca de la visión de Shafik, o del Comandante Simón.

Marta  asegura que “el socialismo que (Schafik) defiende no es el socialismo estatista, verticalista, antidemocrático, que llegó a ser históricamente la antítesis del proyecto social que imaginaron los clásicos del marxismo, sino de un socialismo pluralista, democrático, antiverticalista, donde la conducción política jamás está predeterminada de antemano…”

Para Rogelio la crisis del socialismo le parecía bastante complicada y muchas veces confusa, lo desconcertaba.  Las imágenes de jóvenes derribando el muro en Berlín y luego el fracaso del golpe de los sectores ortodoxos del PCUS, no dejaba -aunque fingía no importarle- de dolerle.

Era como si le hubiera caído una gran roca encima, y lo hubiera aplastado. Era como si los planteamientos de Fukuyama que la historia había terminado fueran ciertos. Pero entonces, ¿y la lucha social seguía siendo válida?  Y lo más importante en términos de pareja: ¿Tenía sentido regresar al paisito? ¿Tendremos algún futuro en Zivar?

Al día siguiente Claudia descubrió en la biblioteca pública de la 42 un tesoro, una edición cubana de la Memoria Subversiva de Roque, un libro que siempre había querido leer,  y hasta Rogelio se mostró sorprendido por este hallazgo, no se aguantaba las ganas de poder penetrar en sus páginas. Acordaron turnarse en su lectura.

Rogelio hojeó rápidamente el libro de 264 páginas, y se detuvo en su índice. Estaba dividido en doce capítulos. Le intereso el capítulo nueve que trataba sobre el encuentro con Sebastián (Alejandro Rivas Mira) en La Habana en 1972, en el que acordaron su ingreso al ERP.

En ese momento estaba leyendo Fura del juego de Heberto Padilla, pero el libro de Roque lo subyugó, en particular CUANDO Roque describe su primer contacto con Rivas Mira.

A Roque le impresionó “la seguridad que proyectaba este -para él- joven revolucionario, que alardeaba sobre el poderío militar alcanzado por su organización. Le contó acerca del secuestro que habían realizado un año antes de un joven oligarca de nombre Ernesto Regalado Dueñas, y como este se les  murió estando en cautiverio.”

No obstante esto, “obtuvieron un jugoso rescate, que les permitió crear un fondo de guerra, porque le aseguró gesticulando con el índice como Fidel, en nuestro caso, la guerra la va pagar la misma oligarquía…enfatizó  en un tono prepotente.”

Pero también este ajusticiamiento permitió, que “se agudizaran las contradicciones en el campo enemigo” ya que el presidente Sánchez Hernández acusó del hecho a su enemigo, el general Alberto Medrano, “un chacal con el que algún día ajustaremos cuentas.”

Luego Sebastián le relató pormenores de la acción -para proyectar su rol dirigente- realizada el mes pasado en la cual ejecutaron a dos guardias y recuperaron dos fusiles G-3 frente al Hospital Bloom.

La acción fue denominada como  “La guerra de los pobres ha comenzado, la paz para los ricos ha terminado”  y asumida oficialmente por el Ejército revolucionario del Pueblo, ERP.

“Ya no somos El Grupo aquel de jóvenes románticos y rebeldes, ahora hemos dado un salto de calidad, ahora somos técnicamente, militarmente, un ejército popular en proceso de construcción…” le recalcó -salpicándole el rostro de saliva con briznas de tabaco-“viéndome fijamente a los ojos, como desafiándome a refutarlo, pero quizás he ido madurando porque opte por un prudente silencio.”

Roque reflexiona en su libro que se encuentra “ante un nuevo tipo de revolucionario salvadoreño que no conocía, diferente al humilde y abnegado comunista proletario que militaba en el PCS, esta vez “se trata de la pequeña burguesía radicalizada, procedente de los medios universitarios, la que está encabezando el proceso…”

Y concluye que “…esto me genera alegría por la evidente ruptura de esquemas, pero a la vez me genera algunas dudas y preocupaciones, por su evidente inexperiencia y altanería.”

-Muchas gracias por prestarme el libro, le dijo Claudia bromeando y él se disculpó y se lo devolvió, ante lo cual ella le dijo: un día cada uno para leer, empieza tu…Rogelio se lo agradeció con una sonrisa.

Palestina, Ucrania y la crisis de los imperios. Simon Pirani. Viento Sur. Abril de 2024

El fin de semana de Pascua, en la más reciente marcha gigantesca en Londres contra la complicidad del Reino Unido en la guerra de Israel contra Gaza, un grupo nuestro llevó una pancarta que decía “De Ucrania a Palestina, la ocupación es un crimen”.

Recibimos los aplausos de la gente que nos rodeaba y que coreó nuestro lema. Pero más allá de la consigna, ¿qué podemos hacer, en el movimiento obrero y los movimientos sociales del Reino Unido, en relación con estos conflictos que están transformando el mundo en que vivimos y alimentan el temor a guerras más amplias y sangrientas?

En lo que sigue propongo algunas respuestas, basadas en la idea de que estamos asistiendo al declive de dos imperios, el estadounidense y el ruso[1]. Por supuesto, ninguno de los dos es un imperio en sentido estricto.

Por imperio estadounidense me refiero al dominio económico de EE UU en el capitalismo mundial, junto con el sistema militar y político que lo apoya, en el que Israel es un elemento clave. Rusia, en cambio, es una potencia de segunda, económicamente subordinada, que trata de reafirmar su dominación en el espacio geográfico eurasiático.

Me centraré en la guerra de Rusia en Ucrania y en cómo está cambiando en el contexto marcado por la guerra en Gaza. Los apartados del artículo se refieren a (1) cosas que encuentro que han cambiado en los últimos seis meses, (2) cómo ha cambiado Rusia desde 2022, (3) las perspectivas para Ucrania, (4) el papel de las potencias occidentales en la guerra de Rusia, (5) democracia y autoritarismo, (6) los peligros de una extensión de la guerra y algunas conclusiones[2].

1. Qué ha cambiado

Lo primero, es la violencia excepcional y chocante de la guerra de Israel. Más de 33.000 personas palestinas han sido asesinadas, en su mayoría mujeres y niñas y niños, en seis meses. La población civil es objeto de un castigo colectivo, el hambre se utiliza como arma de guerra. Se registran y se relatan múltiples crímenes de guerra todos los días. La soldadesca israelí alardea de sus crímenes en las redes sociales; grupos de civiles se jactan del bloqueo de la ayuda humanitaria. Los políticos israelíes declaran abiertamente objetivos de guerra que equivalen a un genocidio y una limpieza étnica.

Aquí en el Reino Unido, la respuesta de una nueva generación de manifestantes, que no se limitan a tomar la calle, sino que emprenden acciones directas contra fábricas de armas, es un signo de esperanza.

En segundo lugar, está el apoyo al embate genocida por parte de EE UU, el Reino Unido, Alemania y otros gobiernos occidentales. Quien marca el paso es el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, junto con los extremistas enloquecidos que forman parte de su gobierno de coalición; las potencias occidentales le siguen.

La frenética caza de brujas contra quienes se oponen a la guerra de Israel no tiene precedentes. Sin embargo, con cada nueva imagen escandalosa y cada nueva manifestación en demanda de un alto el fuego se tira de un nuevo hilo del tejido de la gran ficción, que dice que Israel está defendiendo al pueblo judío y que cuestionar sus actos es antisemita. Se abren enormes grietas en los cimientos ideológicos del proyecto sionista.

En tercer lugar, el modo en que cientos de millones de personas de todo el mundo han comprendido, y les ha enfurecido, la hipocresía de los políticos occidentales que condenan la limpieza étnica por parte de Rusia, pero permiten la que tiene lugar en Gaza.

En cuarto lugar, la manera en que la ausencia de un Estado o de un Ejército basado en un Estado deja tan terriblemente indefensas a las víctimas civiles de la incursión israelí. De nuevo estamos ante un contraste. La invasión rusa de Ucrania se ha visto obstaculizada no solo gracias a la poderosa fuerza moral de la resistencia popular, sino también por la fuerza de las armas. Muchas de estas últimas han sido suministradas a las fuerzas armadas ucranianas por EE UU, el Reino Unido y otros Estados, que ahora facilitan el terror israelí en Gaza.

Finalmente, ante estas dos guerras, la parálisis política de sectores del movimiento obrero occidental resulta sumamente chocante. Quienes profesan el campismo y el antiimperialismo unilateral denuncian a EE UU e Israel, pero no alcanzan a mirar el imperio ruso a través de la misma lente.

El deslizamiento del Estado ruso hacia el fascismo, el carácter imperialista de su guerra y el horror que ha impuesto en las partes ocupadas de Ucrania se hallan en un punto ciego. Tres decenios después del colapso de la Unión Soviética, el movimiento y su internacionalismo están siendo minados por este campismo, ese nieto monstruoso del estalinismo.

2. La guerra de Rusia

La socialista ucraniana Hanna Perekhoda ha escrito recientemente sobre el carácter imperialista de la guerra de Rusia, y el socialista ruso Ilyá Budraitskis ha aportado un potente argumento sobre el giro hacia el fascismo operado por el Kremlin durante la guerra[3]. Aquí comentaré dos aspectos que creo que apoyan y desarrollan sus argumentos: sobre cómo se libra la guerra y cómo la política económica se adapta para ponerse a su servicio.

La guerra de Rusia es, ante todo, una guerra contra la población civil de Ucrania. El ataque masivo con misiles y drones del 21 y 22 de marzo, que apuntaron contra Járkov (la segunda ciudad de Ucrania), Zaporiyia y Kryvói Rog, fue un recordatorio. La central hidroeléctrica más grande de Ucrania, junto al río Dniéper, quedó reducida a escombros y DTEK, la principal compañía eléctrica, declaró que había perdido el 50 % de su capacidad de generación.

“Rusia está causando muertes de civiles, inclusive la de trabajadores y trabajadoras en los centros de trabajo, y destruyendo activamente la economía ucraniana y la industria energética”, declaró la Confederación de Sindicatos Libres de Ucrania.

Sendos informes de Naciones Unidas y de organizaciones no gubernamentales, que cuantifican las destrucciones causadas en los dos años transcurridos desde la invasión rusa del 24 de febrero de 2022, demuestran que el ataque ruso se centra en objetivos civiles.

Una actualización del informe del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas confirma que han muerto más de 10.000 civiles y que otras 20.000 personas han resultado heridas; “las cifras reales con probablemente bastante más elevadas”.

La vasta mayoría de estas personas fueron víctimas de “armas explosivas con efectos de amplio alcance”, un poco más de una de cada siete que habitaban en zonas ocupadas (es decir, lo más probable es que se tratara de bombardeos ucranianos), las demás en zonas bajo control del gobierno (lo más probablemente por bombardeos rusos).

Las pruebas que demuestran la comisión de crímenes de guerra redundan en lo mismo: numerosos informes de Naciones Unidas muestran que la gran mayoría, aunque no todos, han sido cometidos por las fuerzas rusas.

Con el tiempo, la investigación ha permitido descubrir más cosas sobre el asedio ruso de Mariúpol, un hecho clave en la invasión de 2022. Un informe de 230 páginas de Human Rights Watch y Truth Hounds concluye que por lo menos 8.000 personas murieron allí por causas relacionadas con la guerra. Los cadáveres se enterraron en fosas comunes y la cifra real tal vez no se conozca nunca. El ataque dañó la totalidad de los 19 hospitales de Mariúpol y 86 de sus 89 escuelas y facultades. Los hallazgos de la comisión internacional independiente de Naciones Unidas complementan estos datos.

Un rasgo distintivo de la guerra de Rusia es su disposición a sacrificar a sus propias tropas por unos pocos kilómetros de terreno, lo que recuerda a la Primera Guerra Mundial. Así fue cómo Rusia capturó la ciudad estratégicamente significativa de Avdivka en Donetsk el mes pasado, lo mismo que ya hizo en Bajmut en 2023.

Desde febrero de 2022, Rusia ha contabilizado probablemente 75.000 soldados muertos, aparte de una cifra desconocida de militares procedentes de las repúblicas de Donetsk y Luhansk, mientras que Ucrania puede haber tenido 42.000 bajas. Se calcula que los soldados heridos suman más de 300.000 rusos y 100.000 ucranianos[4].

Otra característica crucial de la guerra de Rusia es la administración de los territorios que ha ocupado, que trae al siglo XXI la limpieza étnica, la tiranía local y el vandalismo cultural que inauguró el imperio británico en el siglo XIX. Un ejemplo destacado de la locura supremacista rusa es el de Serguéi Mirónov, un líder parlamentario, quien adoptó el año pasado a una niña robada de un orfanato del territorio ocupado.

Las zonas ocupadas han sido militarizadas y en ellas se han suprimido los derechos civiles. Diversas ONG han hecho un seguimiento de la estrategia de las autoridades de expulsar por la fuerza a la población civil ucraniana y estimular la inmigración de pobladores rusos[5]. La resistencia, impulsada en 2022, vuelve a extenderse, ante todo a través de redes clandestinas de mujeres activistas. Ahí hay esperanza.

La estrategia económica de Rusia ha cambiado durante la guerra. La adopción del keynesianismo militar podría ser un factor clave de la extensión de la guerra dentro de Ucrania y más allá de sus fronteras. El presupuesto se ha inflado gracias al fuerte aumento de los ingresos por la venta de petróleo, y estos fondos se han canalizado a la industria militar y sectores asociados. El Estado también está reordenando la propiedad de las empresas, transfiriendo activos a sectores de la elite relacionados con nuevos servicios de seguridad y obligando a los oligarcas exiliados a trasladar de nuevo sus haberes a Rusia o venderlos.

En respuesta a la invasión de 2022, las potencias occidentales impusieron un abanico nunca visto de sanciones a Rusia: actualmente están en vigor 13.000 medidas, más de las que se decretaron contra Irán, Cuba y Corea del Norte juntas. Estas sanciones no han eliminado los ingresos del petróleo que sostienen el presupuesto ruso: en el apartado 4 me pregunto si alguna vez se planteó esta posibilidad.

Sí que se congelaron las reservas de moneda extranjera rusas y se limitó la actividad de sus bancos. El Kremlin respondió prohibiendo la salida de dinero, elevando los tipos de interés y estableciendo el control de capitales. Las exportaciones de petróleo se encaminaron hacia destinos asiáticos.

El gasto militar ha crecido vertiginosamente: si en 2019-2021 fue de 3 a 3,6 billones de rublos (44.000 a 48.000 millones de dólares, representando el 15 % del presupuesto federal o del 3 al 4 % del PIB), en 2022 ya saltó a 8,4 billones de rublos (124.500 millones de dólares), y en 2023 a unos 13,3 billones de rublos (160.000 millones de dólares, representando el 40 % del presupuesto federal, o del 8 al 9 % del PIB), según cálculos del economista Boris Grozovski[6].

Los pagos a las familias de los soldados se han disparado y las industrias relacionadas con el Ejército, como la microelectrónica y la de material eléctrico, se han expandido rápidamente. Se destinan fondos a la reconstrucción de las ciudades ucranianas destruidas por los bombardeos rusos y ahora ocupadas por el ejército ruso[7].

En 2023 se produjo un esfuerzo concertado por reordenar la propiedad de las empresas: la oficina del fiscal general solicitó a los tribunales que nacionalizaran más de 180 empresas privadas. El grueso de estas pertenece a sectores necesarios para la producción de material bélico, como la planta electrometalúrgica de Chelíabinsk, la principal fabricante rusa de ferroaleaciones, que fue nacionalizada el mes pasado, y las pertenecientes a empresarios considerados desleales.

Este año ha comenzado una nueva ofensiva: el mes pasado, el gobierno ha comenzado a catalogar las “organizaciones económicamente significativas” que obligarán a los imperios empresariales basados en el extranjero a retrotraer su dinero a Rusia y pagar sus dividendos en este país; esto protegerá a esas empresas de las sanciones y al mismo tiempo las someterá a un control estatal más estricto[8].

La economista Alexandra Prokopenko piensa que está en marcha nada menos que una remodelación de la elite rusa: la segunda que impulsa Vladímir Putin, después del sometimiento de los oligarcas de la era Yeltsin en 2003-2007.

Las olas de nacionalizaciones forman “parte del intento de Putin de redistribuir la propiedad de gente considerada insuficientemente leal al Kremlin y de crear una nueva clase de propietarios de activos que deben sus fortunas al presidente y su círculo íntimo”. Estos nuevos propietarios serán “los verdaderos vencedores de la guerra de Ucrania y una base sólida de la estabilidad del régimen[9].

El keynesianismo militar implica un descenso de la productividad y la competitividad, una reducción del gasto en actividades no militares y un aumento del riesgo de escalada militar, señala Prokopenko.

Incentiva al Kremlin a alargar la guerra al máximo posible, o a convertir una guerra caliente en una guerra fría”. El Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo advierte de que la “nueva adicción” al gasto militar crea una dependencia todavía mayor de los ingresos energéticos[10].

El Kremlin llevó a Rusia a la guerra en 2014, subordinando la gestión económica y los intereses empresariales de los capitalistas rusos a imperativos geopolíticos (resumidamente, la aspiración a alcanzar la condición de gran potencia), al expansionismo imperialista y la ideología nacionalista

En 2022, este sacrificio de los intereses económicos a los imperativos militares y políticos fue mucho más allá. Ahora, el Kremlin avanza todavía más por esta senda desastrosa. La demagogia fascista se torna más estridente, se aprietan las tuercas de la represión interna y la economía no solo se subordina al nacionalismo y al militarismo, sino que se remodela para nutrirlos. Este proceso genera tal vez el mayor peligro de una guerra futura en Europa.

3. Las perspectivas de Ucrania

La guerra de Ucrania la libra una coalición del Estado ucraniano con la población y las potencias occidentales que le suministran armas. Esta alianza se ha visto tensionada ante el resultado decepcionante del intento de contraofensiva ucraniana del verano pasado y la previsión de una nueva ofensiva rusa este verano.

El Ejército ucraniano anda escaso tanto de hombres como de equipos: un grupo de periodistas ha calculado que en Avdivka, por ejemplo, la proporción frente al ejército ruso fue de cinco a uno (artillería), de siete a uno (drones) y hasta de 15 a uno (soldados).

Es importante situar esto en su contexto. El Kremlin esperaba someter completamente a Ucrania en una semana, y dos años después ha sufrido pérdidas muy importantes para capturar las ruinas de una pequeña ciudad que ha estado bombardeando previamente de forma masiva. Pero nos las tenemos que ver con el mundo que el Kremlin ha contribuido a crear mientras tanto.

La escasez de tropas agrava las tensiones entre el Estado y la población. El 2 de abril, el presidente Vladímir Zelenski firmó unas leyes que rebajan de 27 a 25 años la edad para prestar el servicio militar obligatorio, creando un registro en línea de reclutas y anulando la condición de parcialmente apto en los exámenes médicos.

Estos cambios se han producido mientras en el parlamento está atascada una nueva ley de movilización que adopta un enfoque más amplio y podría permitir el llamamiento a filas de unos 500.000 hombres.

Los diputados y diputadas han presentado más de 4.000 enmiendas. Zelenski y su equipo tratan de distanciase de las medidas, que son impopulares: no han confirmado la cifra de 500.000 hombres (Ucrania tiene desplegadas actualmente alrededor de 330.000 tropas, de un total de 1,2 millones de personas que componen las fuerzas armadas).

La acalorada controversia pública en torno a la movilización no debe confundirse con una oposición a la guerra, de la que apenas hay señales. La cuestión es cómo librarla. Los soldados movilizados tienen en promedio una edad de entre 40 y 50 años, y algunos llevan en el frente dos años sin interrupción.

Un sondeo reciente revela que el 48 % de los hombres no están dispuestos a combatir, un 34 % sí lo están y un 18 % declaran que es difícil decirlo; otra encuesta muestra que una mayoría de la población ucraniana (54 %) comprende los motivos de quienes se evaden de la conscripción, y una tercera encuesta indica que hay muchas más personas que piensan que el nivel de reclutamiento es más o menos adecuado o insuficiente que las que piensan que es excesivo[11].

Además de la escasez potencial de soldados, las fuerzas armadas ucranianas sufren una escasez aguda de armas. Este hecho refleja las discrepancias entre los países occidentales que se las suministran en torno a la situación de la guerra (véase el apartado siguiente). Esta carencia solo se compensa en parte mediante el uso inteligente de los suministros limitados de armas, por ejemplo, infligiendo graves daños a la flota rusa del mar Negro y atacando refinerías de petróleo y aeródromos en Rusia.

En este contexto, en la prensa occidental aparecen regularmente noticias que citan fuentes anónimas y afirman, por ejemplo, que EE UU pregunta a Ucrania si estaría dispuesta a negociar o que Rusia ha formulado propuestas informales a EE UU. El mes pasado, Turquía ofreció hospedar negociaciones.

Desde mi punto de vista, los obstáculos a una negociación de paz son sustanciales. El Kremlin ha inscrito en la constitución rusa el territorio ucraniano que reclama. Está comprometido a seguir adelante, no solo por su retórica imperialista que niega la condición de nación de Ucrania, sino también en virtud de sus objetivos geopolíticos y de la adopción del keynesianismo militar.

No trataré de pintar un cuadro de lo que pasa en estos momentos por la cabeza del pueblo ucraniano, pero por mis conversaciones y la lectura de los medios diría que para mucha gente el ansia desesperada de paz viene compensada por la convicción de que (1) la perspectiva de que Rusia conserve el control del 18 % del territorio ucraniano que ocupa actualmente, idea que se discute en los pasillos del poder occidentales, es inaceptable, y (2) ante todo, cualquier acuerdo de paz que permita a Rusia reconstruir sus fuerzas armadas fuertemente dañadas y recuperar nuevo brío constituye un peligro mortal. Así se refleja en uno de los numerosos comentarios publicados en medios ucranianos sobre la conscripción:

    “Uno de los argumentos más comunes con respecto a los hombres que se evaden del reclutamiento dice así: si te escondes de los oficiales de reclutamiento militar de tu propio país y Ucrania sale derrotada, nadie te salvará de los oficiales de reclutamiento militar ni de los comandantes rusos, que te enviarán a asaltar Cracovia y Varsovia. Así que es mejor someterte a tu propio Leviatán que no al del enemigo.

Mi conclusión es que hasta que el Kremlin decida pausar, por no decir detener, su agresión, no se prevén negociaciones de paz. Ojalá sea posible un alto el fuego que por lo menos congele el conflicto.

En el movimiento obrero de los países occidentales sigue siendo crucial responder a la afirmación machacona de que únicamente las potencias occidentales obstaculizan un acuerdo de paz, afirmación hecha habitualmente por campistas (antiimperialistas unilaterales), que consideran que la única potencia imperialista es EE UU y que Rusia y/o China representan una alternativa potencialmente progresista (véase el artículo No path to peace through this fantasy world).

4. Las potencias occidentales y Ucrania

Emergen discrepancias entre las potencias occidentales sobre cómo tratar a Rusia, por razones geopolíticas y estratégicas, vinculadas a la crisis del imperio estadounidense. Esto no tiene que ver con principios democráticos, sino con la manera de controlar, en vez de destruir, un imperio de segunda que desempeña un papel subordinado en la economía mundial.

El régimen de Putin nunca ha sido un polo opuesto al imperio estadounidense. Hasta 2014, las potencias occidentales lo han mimado con entusiasmo, ya que integró el capital ruso en el sistema mundial. A partir de 2014, la relación se ha enfriado cada vez más.

Fue la invasión masiva de Ucrania en 2022 la que provocó una ruptura definitiva. El régimen de sanciones ha sido limitado incluso a partir de entonces. Concretamente, el imperio estadounidense ha suprimido medidas que obstruían el suministro de petróleo al mercado mundial. Los siguientes antecedentes ayudan a entender la actitud actual de las potencias occidentales hacia Rusia.

A comienzos de la década de 2000, el imperio estadounidense apoyó la violenta campaña militar de Putin contra Chechenia, junto con los múltiples crímenes de guerra que se cometieron, como parte integrante de su estrategia de centralización y refuerzo de la maquinaria estatal debilitada. Cuando la economía rusa se recuperó gracias al aumento de los precios del petróleo (2001-2008), las potencias occidentales trataron a Putin como un gendarme del capital, y tuvo rienda suelta en el espacio postsoviético.

A partir de 2007, cuando Putin pronunció su discurso en Múnich contra el “mundo unipolar” dirigido por EE UU, trató de revertir el declive de Rusia como potencia imperial, aunque sus esfuerzos se vieron dificultados por sucesivas crisis económicas (el crac de 2008-2009, el colapso del precio del petróleo en 2015 y la pandemia de 2020-2021).

A pesar de todo, las potencias occidentales miraron impasibles cuando Rusia invadió Georgia (2008) y el este de Ucrania (2014), así como cuando Putin ayudó a Bashar el Asad a ahogar en sangre la revuelta siria (2015-2016).

El imperio estadounidense solo protestó por la anexión de Crimea, que violó numerosos acuerdos internacionales, y la destrucción del avión civil malayo que sobrevolaba el este de Ucrania (2014).

En 2021, mientras el Kremlin preparaba la invasión de Ucrania, las potencias occidentales trataron de revertir algunas sanciones. En julio de ese año, EE UU y Alemania acordaron eliminar las trabas al proyecto de gasoducto del mar del Norte y no abandonaron este intento hasta que Rusia reconoció las repúblicas bastardas de Donetsk y Luhansk el 21 de febrero de 2022, tres días antes de la invasión masiva de Ucrania[12].

Tras la invasión, las potencias occidentales procedieron a cortar los lazos de Rusia con el sistema financiero internacional y aceptaron que las exportaciones de gas ruso a Europa se redujeran drásticamente, es probable que para siempre. Pero bloquearon todas las medidas que podrían hacer subir el precio del petróleo.

Las sanciones a las exportaciones de petróleo son las más importantes, porque el petróleo es, con diferencia, el principal producto de exportación y el que genera más ingresos del presupuesto estatal ruso.

En diciembre de 2022, los países europeos habían propuesto una simple prohibición de los servicios financieros, incluidos los seguros marítimos, para los buques que transportan petróleo ruso. El predominio de Europa en el mercado de seguros significaba que esta medida sería viable, pero las propuestas “asustaron al Tesoro de Estados Unidos”, como informó Global Witness en ese momento.

“El gobierno estadounidense ideó la limitación de precios con la intención explícita de mantener el flujo de petróleo ruso, reduciendo al mismo tiempo los ingresos del Kremlin, y presionó a los países europeos para que renunciaran a su prohibición total.”

Cuando se adoptó el tope de precios, era demasiado alto para ser efectivo ‒60 dólares el barril de crudo‒ y EE UU también intervino para garantizar que las sanciones por incumplimiento fueran leves, y que los productos petrolíferos refinados a partir del petróleo ruso no fueran sancionados.

Así pues, el petróleo ruso se exporta ahora a India, China y otros destinos principalmente asiáticos, donde se refina y se reexporta a destinos occidentales. El Reino Unido, cuyos políticos son los que más alardean de su apoyo a Ucrania, importó estos productos por un valor total de unos 660 millones de euros en el primer año después de que se impusiera la limitación del precio del petróleo.

Junto a esta evasión de las sanciones, se produce un incumplimiento sistemático de las mismas por parte de una flota gris de buques que carecen de seguro adecuado y son propiedad de estructuras opacas.

Sin amilanarse, el ejército ucraniano atacó el mes pasado refinerías de petróleo rusas con drones. La respuesta: una reprimenda de Washington.

Según el Financial Times, a Estados Unidos le preocupa el aumento del precio de la gasolina en un año electoral y que Rusia “arremeta contra las infraestructuras energéticas en las que confía Occidente”, como los oleoductos que transportan petróleo desde Asia central a través de Rusia. Me complace decir que, hasta el momento de escribir esto, parece que Ucrania no ha hecho mucho caso.

En cuanto al coro de empresas occidentales que en 2022 anunciaron que abandonarían Rusia, una base de datos de la Escuela de Economía de Kiev muestra que de 3.756 empresas extranjeras que operaban allí antes de la invasión masiva, solo 372 han abandonado el país completamente.

Aunque los principales productores de petróleo han cesado sus operaciones en Rusia, la mayor empresa de servicios petrolíferos del mundo, SLB (antes Schlumberger) no lo ha hecho. No es de extrañar que otros gobiernos hayan presionado a Ucrania para que elimine su lista negra de “patrocinadores de la guerra”, lo que ha provocado la supresión de la versión disponible públicamente.

5. Democracia y autoritarismo

El régimen de Putin es un monstruo Frankenstein que se ha vuelto contra el imperio estadounidense que una vez lo fomentó. El gobierno de Netanyahu es otro tipo de monstruo, muy dependiente de su amo estadounidense, que lo protege mientras arrasa Gaza.

En la medida en que las potencias occidentales tienen una narrativa ideológica para justificar su oposición a Putin y su apoyo a Netanyahu, dicen que defienden la democracia frente a una alianza de potencias autoritarias que incluye a Rusia, China, Irán y Corea del Norte, como ha dicho esta semana Jens Stoltenberg, el jefe de la OTAN. El movimiento obrero y los movimientos sociales no deben aceptar esta falsa dicotomía.

Los peligros de creer en esta falsa narrativa afectan a la cuestión política muy práctica del suministro de armas a Ucrania. Las potencias occidentales están racionando deliberadamente estas armas, en consonancia con sus puntos de vista sobre cómo hacer frente al Kremlin, pero están divididas sobre el alcance de este racionamiento.

A veces se sugiere en los círculos del movimiento obrero que estos argumentos reflejan una división entre demócratas y nuevos autoritarios en la política occidental. No estoy de acuerdo.

Para empezar, ahora mismo son los demócratas y no menos los autoritarios quienes están imponiendo las restricciones más perjudiciales a la resistencia ucraniana frente a Rusia. Para entender esto, sugiero que lo veamos en el contexto de la crisis del imperio estadounidense.

Empecemos por Donald Trump. Se da por sentado que el Kremlin seguirá intensificando la acción militar en Ucrania al menos hasta noviembre, con la esperanza de que Trump gane las elecciones presidenciales estadounidenses y debilite el apoyo occidental a Ucrania.

No tengo motivos para dudar de que el Kremlin mantenga abiertas sus opciones en ese sentido, pero (siendo cualquier cosa menos un experto en política estadounidense) creo que Trump es tan solo una pieza del rompecabezas de la política occidental.

Tomemos como ejemplo la decisión sobre la ayuda a Ucrania que se aprobó en el Senado estadounidense y que ahora está atascada en la Cámara de Representantes porque Trump presiona al presidente de la Cámara, Mike Johnson.

El retraso del paquete de ayuda está perjudicando militarmente a Ucrania. Martin Wolf, del Financial Times, ha advertido de que Trump “pronto podría entregar a su amigo, Vladímir Putin, la victoria sobre Ucrania”.

Wolf examina las maquinaciones internas en el Partido Republicano y concluye que la fuerza de Trump radica en la lealtad de la base del partido. Teme que Ucrania sea “abandonada”: eso “plantearía dudas sobre la fiabilidad de EE UU en todas partes”; los aliados de EE UU dudarían de sus garantías; podría producirse una proliferación nuclear; el vacío podrían llenarlo alianzas menos dependientes de EE UU.

En contraste con Wolf, articulistas de The Economist destacan las divisiones internas del Partido Republicano. En caso de que Trump gane las elecciones, argumentan, su política exterior sería caótica, pero estaría influida por facciones republicanas fundamentalmente opuestas entre sí: el sector aislacionista, con un fuerte apoyo en las filas republicanas (“Make America Great Again”); quienes piensan que la atención debería desplazarse de Europa al Pacífico y a la supuesta amenaza china para el imperio estadounidense; y la facción reaganista, que cree en preservar la hegemonía estadounidense.

En conjunto, creo que una victoria de Trump en noviembre podría comportar más restricciones en el suministro de armas a Ucrania. Pero no perdamos de vista el hecho de que estas se basarían en las restricciones ya impuestas bajo el gobierno de Biden, tanto en el suministro de armas como en las sanciones.

El contexto es el declive a largo plazo del imperio estadounidense. La toma del poder del Partido Republicano por Trump no es más que una manifestación de ello; la disfunción de la gobernanza estadounidense es otra; la caótica retirada de Afganistán en 2021, una tercera.

El debilitamiento de las instituciones internacionales establecidas por el imperio estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial, y en concreto de Naciones Unidas, es sintomático. La profundidad del malestar puede verse en el desastroso fracaso de la comunidad internacional para hacer frente al cambio climático, o en la serie de guerras igualmente destructivas que se ocultan a la mirada occidental (Sudán, Eritrea, etc.).

La ilustración más gráfica de la crisis de este imperio es su relación con Netanyahu, que ha llevado a Israel, y al sionismo, por el más extremo de los caminos posibles, mientras que los Demócratas estadounidenses (no los Republicanos) se niegan a pararle los pies.

La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), creada en 1949 para gestionar la crisis de los refugiados palestinos provocada por la creación del Estado de Israel, es una víctima de ello.

Estamos ante una profunda crisis de la hegemonía occidental que no puede entenderse únicamente como una acción malvada de nuevos autoritarios (Trump y compañía) frente a las y los demócratas.

En Europa, mientras los líderes de derechas de los países más pequeños del este, como Hungría y Eslovaquia, esperan llegar a un acuerdo con el Kremlin, en Polonia, el partido de extrema derecha Ley y Justicia, y la Plataforma Cívica de centro-derecha de Donald Tusk, abogan por un fuerte respaldo militar a Ucrania.

La respuesta más eficaz a las peticiones de ayuda ucranianas entre los países europeos más ricos fue la del gobierno tory del Reino Unido, el más derechista de ellos. Incluso la coalición de extrema derecha de Giorgia Meloni en Italia (aunque no su adjunto, Matteo Salvini) apoya firmemente el suministro de armas.

En Alemania, es un líder de los socialdemócratas, Rolf Mutzenich, quien provocó una tormenta en el parlamento cuando argumentó no solo que los misiles Taurus no deberían enviarse a Ucrania, sino que Alemania debería tratar de “congelar la guerra y más tarde ponerle fin”, presumiblemente mediante concesiones a Putin.

La conclusión política de todo esto no es que los derechistas sean aliados más fiables que los Demócratas estadounidenses, los socialdemócratas alemanes o los líderes laboristas británicos. Es que estamos ante una crisis profunda de la política de los gobiernos occidentales, de la que forman parte la democracia y la socialdemocracia.

Los demócratas y socialdemócratas facilitan el genocidio en Gaza en virtud de su compromiso de larga data con Israel, tanto ideológico como estratégico, al igual que la izquierda y la derecha de la política burguesa facilitaron el ataque asesino contra Irak en 2003, por un complejo similar de razones.

Ahora, estos demócratas ven a Ucrania a través de la lente de su política sobre Rusia. Respaldarse en el Kremlin es un principio para ellos; los derechos democráticos y sociales del pueblo ucraniano, no.

Por supuesto, hay diferentes formas de entender la democracia frente al autoritarismo. Por ejemplo, justo después de la invasión masiva de Ucrania por parte de Rusia, el escritor Volodýmyr Yermolenko utilizó estos términos para explicar la feroz e inesperada resistencia del pueblo ucraniano:

    El autoritarismo interno en Ucrania es difícil de conseguir y siempre ha sido importado. Kiev y Moscú difieren sustancialmente en cultura política y derechos civiles. Los ucranianos quieren vivir en una democracia con derechos y libertades garantizadas, y perciben a Rusia como un lugar donde se descuidan estos valores y se respeta el poder de los tiranos.

No comparto la visión optimista de Yermolenko sobre la historia ucraniana. Y considero peligroso el autoritarismo progresivo en la Ucrania en guerra (la concentración de poder, las restricciones impuestas al Parlamento y a las organizaciones sindicales). Pero creo que Yermolenko tiene razón en lo esencial sobre el impacto de la invasión de 2022 en la conciencia nacional ucraniana:

    Por mucho que el Kremlin intente dividir al pueblo ucraniano mediante falsas narrativas históricas, la distorsión de los hechos y la invasión y apropiación de territorios, así como todo su comportamiento agresivo, están uniendo a la nación ucraniana y fortaleciendo la identidad ucraniana.

He aquí algunos indicios de una visión de la democracia conformada por el pueblo, y desarrollada y defendida por la acción colectiva. Para la elite política occidental, en cambio, la democracia está consagrada en el Estado.

Por ejemplo, Michael Ignatieff, político canadiense reconvertido en académico, en un discurso pronunciado justo después de la invasión inicial rusa de Ucrania en 2014, afirmó que la democracia depende en gran medida del Estado estadounidense y viene determinada por él:

    No se puede cambiar a los nuevos autoritarios [líderes de Rusia y China], pero se les puede frenar y se puede esperar a que se vayan. Para ello, Estados Unidos debe hacer lo que pueda para mantener alejados a los dos autoritarios, para establecer relaciones con cada uno de ellos que les ofrezcan alternativas a una mayor integración entre sí.

Estados Unidos, dijo Ignatieff, “sigue siendo la democracia cuyo estado de salud determina la credibilidad del propio modelo capitalista liberal en el mundo en general”. Ese modelo yace destrozado y roto entre los cadáveres insepultos de los niños de Gaza.

Es un principio fundamental del socialismo que la democracia, y los derechos democráticos, tienen su raíz en las luchas por el cambio social, no en EE UU ni en ningún otro Estado capitalista. Este era básicamente el punto de vista de más de 400 activistas, escritores e investigadoras ucranianas que suscribieron la carta de solidaridad con el pueblo palestino en noviembre:

    El pueblo palestino tiene derecho a la autodeterminación y a la resistencia contra la ocupación israelí, al igual que las y los ucranianos tienen derecho a resistir la invasión rusa. Nuestra solidaridad nace de un sentimiento de rabia ante la injusticia y de profundo dolor por los efectos devastadores de la ocupación, el bombardeo de infraestructuras civiles y el bloqueo humanitario que hemos sufrido en nuestro país.

Es un punto de vista minoritario, un pequeño comienzo. Creo que es ahí por donde hemos de empezar.

6. El peligro de extensión de la guerra

Europa se halla en un “periodo de preguerra”, declaró el recién elegido primer ministro polaco Donald Tusk el 31 de marzo; la destrucción de la infraestructura energética ucraniana por parte de Rusia indica que “literalmente cualquier evolución es posible”.

Como socialistas podemos denostar a Tusk y las instituciones políticas neoliberales en las que opera, pero ¿es correcta esta instantánea de los tiempos que corren? Creo que sí. No comprendo suficientemente esta amenaza para escribir sobre ella en detalle, pero pienso que hace falta reconocerla.

El imperio estadounidense está en crisis y Netanyahu, el perro de presa de este imperio, disfruta extendiendo su guerra por Oriente Medio. A comienzos de este mes reaccionó ante la crisis política cada vez más profunda de Israel ordenando el bombardeo de la embajada iraní en Siria.

El temor que sienten millones de personas de Europa Oriental, y expresado por Tusk, es que Putin, el monstruo Frankenstein del imperio estadounidense, también trate de extender su guerra más allá de Ucrania (The Insider ‒revista rusa de oposición‒ ha publicado un sondeo de opinión sobre esto).

Es un principio socialista, tal como lo entiendo yo, que la guerra, por naturaleza, suele confundir, bloquear y debilitar nuestra esperanza de cambiar el mundo por medio de la acción colectiva, de reforzar la sociedad frente al Estado y de hallar maneras de hacer retroceder, desbancar y derrotar al capitalismo.

Pero esto no significa que nos opongamos a todas las guerras en todas las circunstancias: las guerras de los pueblos oprimidos contra los opresores y las guerras de resistencia a la tiranía y la dictadura pueden estar justificadas, y en casos como los de Ucrania y Palestina lo están.

Si nos adentramos efectivamente en un periodo de preguerra, tendremos que desarrollar el análisis de los tipos de guerra ante los que podemos encontrarnos. ¿Veremos guerras análogas al ataque de Italia contra Eritrea (1935)? ¿A la del imperio japonés contra China (a partir de 1937)?  ¿A la invasión soviética de Filandia (1939)? ¿Nos opondríamos al suministro de armas al bando atacado en todos estos casos de agresión? De nuevo, no voy a profundizar aquí en esta cuestión, aunque reconozco que es preciso que reflexionemos sobre ello. Esperemos que podamos evitar la especulación sobre cómo podría evolucionar este periodo de preguerra y ocuparnos en su lugar de las guerras reales que se libran actualmente.

Conclusiones

En mayo de 2022, una agrupación local de la coalición Stop the War organizó un debate entre Lindsey German, una destacada portavoz de Stop the War, y yo. Ella suspendió el acto a última hora y yo le escribí una carta abierta que decía:

    En mayo [2021] escribiste que Stop the War “apoya al pueblo de Palestina, que tiene derecho a resistirse a la ocupación”. Estoy de acuerdo. Pero ¿por qué no decir lo mismo con respecto a Ucrania? Y si el pueblo ucraniano, o palestino, tiene derecho a resistirse, ¿qué implica? ¿Significa únicamente enfrentarse a los tanques con las manos vacías, como tuvieron que hacer en Ucrania? ¿Significa que hay que enfrentarse a los tanques a base de pedradas, a menudo las únicas armas que tiene la juventud palestina? ¿Qué decir sobre armas adecuadas? ¿Piensas que el pueblo palestino tiene derecho a contar con ellas? ¿Y el ucraniano?

Dije entonces que no creía que estas preguntas fueran fáciles de responder, y sigo sin creerlo. Pero no he cambiado de opinión: el movimiento obrero no debe oponerse a la entrega de armas a Ucrania por parte de los gobiernos occidentales, como hace Stop the War, porque la guerra de Ucrania sigue siendo esencialmente una guerra de resistencia a la agresión imperial.

Los argumentos de que Ucrania está librando una guerra por delegación de la OTAN se basan en una mitología inspirada por el Kremlin. Estos argumentos no se corresponden con la posición real de las potencias occidentales (véase el apartado 4 anterior) o de Rusia (apartado 2 anterior). Tenemos que abordar la guerra real que se está librando, no la que existe en las cabezas de los propagandistas de izquierda.

En esta guerra real, deseo fervientemente la derrota de la invasión rusa y la retirada de todas las fuerzas rusas, como base para un resultado justo. Pero por las razones expuestas anteriormente, no creo que sea el resultado más probable a corto plazo. El año que viene, más o menos, creo que es más probable (1) que las fuerzas rusas no consigan avanzar más y solo conserven partes limitadas del este y el sur de Ucrania, o (2) que las fuerzas rusas consigan avanzar más.

Por lo tanto, la disyuntiva más probable a la que se enfrenta la mayoría del pueblo ucraniano, a corto plazo, puede ser entre vivir en una democracia burguesa muy imperfecta, cada vez más dependiente económica y políticamente de la Unión Europea (como ocurre ahora con la mayoría), o vivir bajo administraciones de ocupación títeres de un régimen ruso fascista, o casi fascista.

Las y los socialistas no podemos ser neutrales al respecto. Estamos por la derrota del poder imperial, y por cada golpe que la resistencia ucraniana pueda asestarle. En otras palabras, reconocemos el derecho del pueblo ucraniano a luchar para vivir bajo Zelenski, en contraposición a ser gobernados por matones sin ley.

Esto está ciertamente relacionado con nuestra aspiración a largo plazo, fortalecer el movimiento de la clase obrera, y la sociedad civil, para construir su poder en oposición al poder del capital y sus élites políticas.

En cuanto a las futuras conversaciones de paz, el tiempo lo dirá. En mi opinión, están muy lejos. Pedir conversaciones de paz, sin reconocer la forma en que el Kremlin utiliza esa narrativa, es ingenuo. Podemos presionar a los gobiernos occidentales para que adopten políticas que ayuden al pueblo a sobrevivir a la guerra y a construir una vida mejor después de ella, lo que incluye no privarles de las armas que necesitan para defenderse, cancelar la deuda ucraniana, frenar la marea de neoliberalismo que las instituciones británicas, estadounidenses y europeas están preparando para imponer en la Ucrania de posguerra y apoyar los futuros acuerdos de seguridad más sólidos posibles frente al expansionismo ruso.

También tenemos que reconocer los límites de nuestra capacidad para influir en los gobiernos y aprovechar la riqueza de las iniciativas de solidaridad directa de apoyo a la clase trabajadora y a la sociedad civil ucraniana por parte de los movimientos sindicales británicos y europeos en los últimos dos años.

Otro elemento vital en este proceso es construir relaciones entre el movimiento en los países occidentales, en Europa Oriental y en todo el Sur global, donde la guerra en Gaza ha producido una ola de repulsión contra el imperialismo, y la voluntad de derrotarlo, en una nueva generación.


[1] Muchas gracias a T., D. y otras personas que han comentado el borrador.

[2] Nótese que solamente sugiero algunas orientaciones sobre lo que podrían hacer el movimiento obrero y los movimientos sociales, pues estos son los agentes del cambio que importan. No escribo sobre lo que podrían o deberían hacer los gobiernos; no veo la política de este modo.

[3] Expresé mi opinión sobre ambos temas en abril de 2022, en este artículo.

[4] El Estado ruso oculta información sobre las bajas. La información más fidedigna sobre las pérdidas rusas proviene del proyecto conjunto de Mediazona y Meduza. Publicaciones occidentales como Economist y Newsweek consideran creíbles sus cálculos. En el lado ucraniano, la cifra de 42.000 también es de Meduza/Mediazona. En el segundo aniversario de la invasión rusa, el presidente Zelensky declaró que habían muerto 32.000 soldados ucranianos.

[5] El Instituto para el Estudio de la Guerra, con sede en Estados Unidos, también publicó recientemente un informe sobre los territorios ocupados. A pesar de su claro sesgo político, el material fáctico es exacto.

[6] B. Grosovski, “Russia’s Unprecedented War Budget Explained”, The Wilson Centre: the Russia File, 07/09/2023. Grosovski incluye en sus cálculos apartados presupuestarios calificados de militares y otros calificados de secretos. Se indican cifras más bajas en V. Ishchenko, I. Matvéyev y O. Shurávliev, “El keynesianismo militar ruso: ¿quién se beneficia de la guerra en Ucrania?”, Viento Sur, 04/04/2024.

[7] Ishchenko et al., “Keynesianismo militar ruso”; “Novye rossiiski regiony okazalis’ dotatsionnymi pochti no 90%”, Forbes.ru, 5/06/2023

[8] “La guerra de Ucrania facilita el sueño de la ‘desautorización’ del Kremlin”, The Bell, 8/03/2024; Novaya Gazeta Evropa, “Iz’iato dlia SVOikh”, 5/03/2024; “La reorganización de Putin: la desprivatización como ‘proyecto nacional’ para reformatear las élites”, Re: Rusia, 7/03/2024.

[9] A. Prokopenko, “Oligarchs are losing out as Putin courts a new class of loyal asset owners”, Financial Times, 04/10/2023.

[10] A. Prokopenko y A. Kolyandr, “Keynes in jackboots: can defense spending sustain Russian economic growth”, The Bell, 23/06/2023; “The surprising resilience of the Russian economy”, Financial Times, 02/02/2024.

[11] Véase “Ukraine needs 500,000 military recruits. Can it raise them?”, Financial Times, 13/03/2024; comentario de OSW, On the threshold of a third year of war. Ukraine’s mobilisation crisis, febrero de 2024; y “Draft dodging plagues Ukraine”, Politico, 25/03/2024. Encuestas reseñadas en el artículo de Financial Times y aquí.

[12] Escribí sobre la cuestión del gasoducto del mar del Norte aquí y aquí

“…Ningun partido sirve para promover un cambio trascendente en la República Dominicana. ” Entrevista con José Israel Cuello, por Carmen Imbert. Julio, 2002

Antiguo miembro de la agrupación política 14 de junio y Director del periódico de la organización, dirigente del Partido Comunista Dominicano –PCD-y Director del desaparecido semanario Hablan Los Comunistas, el ingeniero José Israel Cuello evalúa la situación de la izquierda dominicana y su experiencia electoral el pasado 16 de mayo. Transcurrido el tiempo el otrora militante de la izquierda dice que no le toca calificarse en términos ideológicos, ni tampoco puede ser inclemente con sus ex camaradas.

” A mí no me toca calificarme ni puedo ser implacable con la izquierda porque no sé si yo la dirigiría mejor. En esta situación de ausencia de paradigmas nadie ha acertado, nadie encuentra el camino de la izquierda.”

” Cuando pasan cosas como la de las pasadas elecciones, achacarle la culpa a esos abnegados combatientes que todavía levantan banderas en una trinchera destruida, me parece indigno. Tienen el mérito de mantener la bandera en la mano así sean ellos conscientes de que les queda un trapo.”

Cuello, hoy empresario y analista político, controversial y agraz explica por qué consideró pertinente militar en el PCD.

” Lo hice porque todo lo otro era y sigue y siendo una porquería, porque cuando lo elegí, al PCD, era dirigente del 14 de junio y ya no había mucho que hacer ahí. Pensé que en el PCD había un ambiente más promisorio pero mantengo que ningún partido sirve para promover un cambio trascendente en la República Dominicana.”

” El PCD se desarrolló y tuvo una capacidad de administración de la opinión publica impresionante. Cuando sacamos Hablan Los Comunistas llegamos a vender 18,000 ejemplares semanales y llegamos a manejarnos en la opinión pública con habilidad, pero eso no se expresó en organización, no logró expresarse antes que surgieran las discrepancias sobre la táctica.”

El propietario de Editora Taller y Productor del Programa de TV, Contrapunto, se adelantó a la debacle del socialismo real. En el año 85, en una carta dirigida al PCD, renuncia del partido y explica las razones que motivan el abandono de la militancia. El contenido de aquella misiva no se publicó in extenso, la decisión le costó la correspondiente crítica y los calificativos usuales: revisionista, vendido al sistema, converso… El Gordo Cuello, sobrevivió. 17 años después, utiliza un estilo de perdonavidas, extraño a su esencia, para explicar el momento.

El contradictor por antonomasia, ríspido y desbocado, dice sin decir, el epigrama le fascina y provocar con sus ideas también.

” No puedo juzgar a nadie, bastante me han juzgado a mí, ya pagué mi cuota hasta la séptima encarnación. El único juez válido es la conciencia. Después de aquello ha habido acontecimientos mayores que una carta que nunca se publicó completa. La caída del muro de Berlín que se produjo luego de la disolución de la URSS me parece más importante que la carta de un pobre tropical que no mereció su publicación completa. Lo que sí debió conmover para siempre fue la caída de los paradigmas, la permanencia de Fidel Castro envilecido en el poder. Hoy se proclama una elección en Cuba, con nombre, apellido, dirección, huellas digitales de cada votante. Si eso es democracia yo estoy muy lejos de esa vaina.”

NADIE COMO MINERVA

José Israel, antes de adentrarse en las miserias electorales y en lo que califica la anómala representatividad, hace un recuento histórico de la izquierda dominicana. Entre la crudeza y el pesar, asevera que los mejores se fueron y sobrevivieron los menores. La izquierda nuestra – declara- no conoce la ambición propia de cualquier político. Considera como única líder válida y con carácter a Minerva Mirabal, los demás temieron a la política más que a la muerte.

“La izquierda dominicana se caracteriza por existir, porque evidentemente existe. Desarticulada, carente de definición, de objetivos, de táctica y de estrategia pero existe. Si alguna falla fundamental ha tenido desde su origen, donde parecía muy vigorosa, es la escasez de ambición de sus líderes, la humildad de sus dirigentes. Los dos que tuvieron posibilidad de conducirla al triunfo le tenían más miedo a la política que a la muerte y prefirieron morir a jugar el papel que les correspondía. Estoy hablando de Manolo Tavárez Justo y Francis Caamaño, los otros aunque parezcan ambiciosos al frente de pequeños grupos en ningún momento han conocido la ambición natural de cualquier político y es una falla. A través de la historia, el sentido de la predestinación de los líderes ha sido determinante. Ni Mao Tse Tung ni Lenin ni Tito ni Fidel ocultaron sus ambiciones personales, si tú quieres en esos casos exacerbada y en los casos dominicanos disminuido. Yo recuerdo con el respeto que Manolo me hablaba del profesor Balaguer y del profesor Bonnelly y recuerdo con el sentimiento absoluto de aplastamiento a que se refería Francis, en el campamento de Cuba, al profesor Bosch, la devoción y aceptación de sus conceptos y directrices a pesar de que ya era evidente que Bosch tenía un juego propio con Balaguer. De manera que ese ha sido un factor determinante en el papel de la izquierda.”

“Hay otro factor, el más importante y es la cuota de sangre que aportó la izquierda a esa transformación tan repentina que se produjo en la sociedad dominicana entre el 14 de junio de 1959 y el 30 de mayo de 1961. En apenas dos años el país pasó del dominio absoluto de Trujillo a la desaparición de Trujillo y de la parte más irritante del despotismo trujillista y ¿quién dio la cuota de sangre mayor? La izquierda. Se destacaron muchos que no conocí personalmente en las expediciones de Constanza, Maimón y Estero Hondo pero se destaca entre todos uno que hubiese variado la historia dominicana y de la izquierda se llamaba Minerva Mirabal. La conocí y la conocí en la acción política, no pude apreciar ambiciones personales en ella pero don de mando sí y capacidad de mando sí. Nadie lo tuvo en la izquierda, nadie, ni antes ni después, ni lo tuvieron los líderes elementales de la primera izquierda. Naturalmente sin la muerte de Minerva el proceso no hubiese sido tan rápido porque ella con su cuota de muerte aceleró la muerte de Trujillo. La vida es contradictoria, para ella sobrevivir sobrevivía el trujillismo. De manera que entramos a la vida pública huérfanos de padre y madre, diezmados, todo lo que se había podido transformar en un pensamiento elevado se murió, sobrevivimos los menores y agrégale a eso que surgimos en medio de un conflicto internacional de proporciones gigantescas, la guerra del mundo se daba en El Caribe y cometimos errores garrafales como dividirnos los anti trujillistas en anti trujillistas de derecha y antitrujillistas de izquierda. Por ahí fue que se coló Balaguer, para permanecer eternamente en el poder, y también se coló el trujillismo.”

LA REPRESENTATIVIDAD ANÓMALA

Subraya Cuello que con los antecedentes señalados imputar a la izquierda un fracaso puro y simple en las urnas, es una mezquindad. Aparte de la pobre oferta, el sistema electoral –afirma- afectó las posibilidades de la izquierda.

“Hay un problema de mecánica política, es una izquierda que se pasa tres años y medio al margen de los mecanismos electorales del sistema y en seis meses piensa que la sociedad puede sintonizar con ella. Existe el voto utilitario, el ejemplo es Pelegrín Castillo que es el más votado dentro del PLD y saca más votos que los que su papá ha sacado en toda su vida, incluyendo si sacó alguno cuando era trujillista. Eso se produce porque estaba en la mecánica electoral, postulado por el PLD, era útil el voto porque podía ganar, eso aparte de que hizo una diputación activa.”

¿Eso ocurrió también en el año 78?

“La izquierda fue por primera vez a las elecciones en ese año a través de tres expresiones: EL Partido de los Trabajadores Dominicanos –PTD- que se retiró, el PCD que sacó poco menos de 11,000 votos y el PLD que entonces podía valorarse como de izquierda, que sacó 18,000 votos. Ya era claro en esa época que la representatividad era anómala, mientras Balaguer conocía el recurso de la representatividad y se manejó para quedarse con el Senado y con el Poder Judicial, la izquierda no hizo conciencia ni convirtió en parte de sus demandas la representatividad. En ese momento el PLD ganó más votos que todos los senadores que ganaron en la frontera juntos y no sacó un senador y probablemente el PCD pudo sacar un senador y no fue capaz de plantearse ese problema.”

“Si algo tiene de valioso esta elección es que el problema de la representatividad afecta a los grandes partidos. Un partido saca el 40% de los votos y tiene 29 senadores, el siguiente saca 28% y tiene un senador y el otro saca 22% y tiene dos senadores. Por cada voto de Pedernales tienen que votar 18 capitaleños y eso es anómalo y esa anomalía se creó cuando Trujillo, en el 1932, modificó la composición territorial y aumentó de 7 a 25 las provincias.”

“La representatividad es más importante que la reelección, que cualquier reforma. No es verdad que Narciso Isa Conde representa menos que un senador de la frontera y que merece estar en el Congreso menos que uno de esos vagabundos.”

PERO NECESITA VOTOS..

” Él los tiene. Él sacó más votos que ellos. Hay senadores de 4,000 votos. En otros países existe el voto acumulativo. Al país entero le preguntas el nombre de los senadores de la frontera y no lo saben, pero si le preguntas por Narciso lo conocen.”

UN DISCURSO IRREAL

Sin embargo, Cuello admite las deficiencias en el discurso de la izquierda y sugiere el trabajo sistemático y el acercamiento a la sociedad y sus realidades.

“La izquierda tiene un discurso fuera de la realidad, eso de ir a las elecciones con una bandera de antielectorales por antonomasia puede confundir. Francis Caamaño nunca fue a elecciones ni le importaba eso, tú puedes estar de acuerdo o no con el Ché o con Caamaño en los momentos cumbres de su acción pero no sé por qué levantarlos ahora, eso parece incoherencia, utilitarismo. La mayoría de los que votaron hoy no saben de eso ni les importa. Yo lo que creo es que se está en el sistema o no se está. Si estás en el sistema tienes que ser electorero todo el tiempo y si estás fuera se coge el fusil aunque no hay posibilidad de cogerlo hoy.”

Dos millonarios libran disputa no autorizada por la candidatura presidencial de Arena. Gabriel Labrador. El Faro. Junio de 2017

El partido Arena está revuelto alrededor de dos bandos de políticos y empresarios que se disputan la candidatura presidencial de 2019, ante una dirigencia que ha intentado contenerlos, pero que ha sido embestida en el intento. Carlos Calleja, de la familia dueña de la cadena de supermercados Super Selectos, y Javier Simán, empresario textilero, tienen dos meses de haber arrancado una frenética actividad proselitista en el partido de derechas que incluye constantes reuniones con sus colaboradores, desayunos con miembros del partido, almuerzos en fincas, cenas de recaudación de fondos, llamadas telefónicas a diputados, creación de páginas ad hoc y mensajes propagandísticos en redes sociales, a pesar del llamado de la dirección arenera a que por ahora todo mundo se concentre en las elecciones de alcaldes y diputados de 2018, cuando intentarán al menos conservar los 35 escaños legislativos obtenidos en 2015.

En esta disputa ya hay quienes han llegado, incluso, a proponer que el partido, en lugar de abrir una competencia para toda persona interesada, se cierre y construya una sola para 2019. Y ante el desbocamiento de Calleja y Simán y sus séquitos, el presidente del partido, Mauricio Interiano ya ha recibido reclamos en privado de donantes y fundadores que le echan en cara su indulgencia.

Esta última etapa de una batalla que hasta hace dos meses era más o menos silenciosa, arrancó poco antes de Semana Santa, el martes 4 de abril, con un desayuno en las instalaciones de la Asociación Salvadoreña de Industriales (ASI), ofrecido por Javier Simán, presidente del gremio. El desayuno fue exclusivo para las diputadas del partido Arena, que no dejaron de sorprenderse por la invitación. La maniobra tuvo una reacción inmediata en el otro bando: la mañana siguiente, el diputado arenero Ernesto Muyshondt dijo, en la entrevista de televisión Frente a Frente, que Calleja estaba entusiasmado con la posibilidad de ser el candidato y que él y mucha otra gente lo había buscado para plantearle una eventual postulación.

A lo largo de las cuatro semanas siguientes, otra serie de actividades, incluida una declaración pública de Interiano, llevó a los fundadores del partido a confrontarlo por dejar que la atención se centre en 2019 y no en 2018, y por dar a entender que él respalda a Calleja.

A partir de ello, Interiano enfatizó, cada vez que pudo en sus mensajes públicos, que Arena debía concentrar sus esfuerzos para 2018. Su exhortación fue retomada por algunos organismos de dirección del partido que prohibieron que dirigentes y militantes mostraran apoyo en público a cualquier precandidato. El partido emitió al menos tres comunicados internos con esta prohibición en los últimos tres meses, pero la norma ha sido el desacato, del que han formado parte incluso miembros de la misma dirección nacional, el Consejo Ejecutivo Nacional (Coena).

Por ejemplo, a finales de abril, Carlos Calleja asistió a un almuerzo con alcaldes, dirigentes y diputados del partido en una casa de campo en el departamento de Cuscatlán. En este almuerzo hubo al menos una persona del Coena. También celebró el 11 de mayo una cena en un hotel capitalino en la que compartió mesa con cuatro miembros del Coena. Javier Simán aprovechó la entrega de premios de la ASI, el 9 de junio, para invitar a un público muy importante para su candidatura: aparte de magistrados del Órgano Judicial, invitó a empresarios y a diputados de su partido.

En su carrera, uno de los candidatos ha dicho a sus seguidores que Dios le dijo que debía ser el próximo presidente de El Salvador, y el otro ha promovido la inscripción sistemática de militantes para engrosar el padrón interno que en asamblea general resolverá en 2018 quién tendrá la investidura arenera para la presidencia salvadoreña 2019-2024.

En esta carrera, el tercero en disputa es en realidad el único que abiertamente ha dicho que él quiere la próxima postulación presidencial de Arena. El abogado Luis Parada dice verse como una opción que evite que el partido se rompa, y admite que quienes advierten que primero hay que resolver la contienda de 2018 tienen razón.

El Faro buscó una entrevista con los empresarios Simán y Calleja a principios del mes de mayo con sus jefes de relaciones públicas. Al cierre de este reportaje no habían dado una respuesta oficial. 

Los frenos no funcionan

El desayuno del martes 4 de abril organizado por Simán tenía el pretexto de conmemorar —tardíamente— el Día Internacional de la Mujer. Las diputadas areneras, sin embargo, repararon en que ese gesto no tenía antecedentes. Aunque Simán no hizo ningún anuncio sobre precandidaturas ni pidió respaldo para alguna causa en particular, sus invitadas creen que su objetivo era granjearse simpatías con la mente puesta en la postulación. ‘Él nunca había ofrecido un desayuno por el día de la mujer a las diputadas. Jamás había hecho algo así’, dice una de las asistentes a la actividad, realizada en las oficinas de la ASI, en la colonia Roma, en San Salvador.

Por la noche, la diputada Silvia Ostorga, de Sonsonate, escribió en su cuenta de Twitter lo que muchos vieron como un respaldo a Simán: ‘Este día tuve una grata noticia, algo que había estado deseando y que hoy es una realidad: tenemos candidato a la presidencia’, escribió. El tuit no pasó inadvertido entre areneros y comenzó a circular entre los chats internos del partido. Al cabo de unas horas, la diputada borró el tuit.

Ostorga admite que eliminó el tuit de su cuenta porque recibió un llamado de atención, pero se niega a admitir que significara su apoyo a Simán. ‘Uy, sí, lo quité. Es que ese día fui a dos entrevistas, el desayuno con Javier y por la tarde con Carlos, entonces el que me jaló el aire no sabía con quién estaba yo’, dice la diputada. Alguien en el partido le pidió que no creara expectativas para las presidenciales porque el énfasis estaba en 2018. Ante la pregunta de a quién dirigió ese tuit, Ostorga se queda en el medio: ‘Yo estoy con los dos ahorita’.

En su cuenta de Twitter, Ostorga tiene mensajes de apoyo para ambos candidatos, aunque su trayectoria es cercana a los intereses de Simán. La diputada respaldó públicamente a Edwin Zamora cuando este competía por la presidencia del partido, en 2016. Zamora es un empresario textil igual que Javier Simán, y es de plena confianza de la familia Simán, la cual respaldó económicamente la candidatura de Zamora para la alcaldía de San Salvador en 2015.

A la mañana siguiente del tuit, el miércoles 5 de abril, vino la respuesta del bando de Calleja. Cuando el entrevistador preguntó a Ernesto Muyshondt si él tenía interés en una candidatura presidencial, el diputado respondió: ‘He visto con muchísima satisfacción que hay gente entusiasmada con una posible candidatura, como Carlos Calleja, por ejemplo, que creo que sería un excelente candidato y un excelente presidente’. Al día siguiente, Muyshondt dijo a El Faro que la precandidatura de Calleja no solo era una idea, sino un proyecto: ‘Muchos miembros del partido lo hemos buscado y sé que hay disposición, hay apertura de parte de él. En el momento en que se abra el proceso creo que estaría dispuesto’.

Dos semanas más tarde, el 19 de abril, a Interiano le pidieron en una entrevista en el canal 12 de televisión que comentara una encuesta publicada en El Diario de Hoy y que valorara las posibilidades de ser candidato de alguien como Calleja. El presidente de Arena expresó su entusiasmo: ‘Es una persona que tiene muy buenos perfiles, que tiene muy buena imagen, que tiene experiencia, y es algo que nosotros, como te digo, nos motiva’, respondió. Al día siguiente, La Prensa Gráfica publicó una nota de una página cuya única fuente eran esas palabras que Interiano había dicho en la entrevista. La fotografía —el rostro de Calleja— ocupaba la tercera parte de la publicación, y el titular volvía añicos cualquier pretensión de ecuanimidad por parte de Interiano: ‘Posible candidatura de empresario Calleja entusiasma a Arena’.

Ese artículo cimbró los nervios de los fundadores de Arena quienes exigieron una reunión con el presidente Interiano. Le llamaron y le pidieron cita, pero fue hasta dos semanas más tarde que la reunión se llevó a cabo en el despacho de Interiano en la colonia Flor Blanca.

A la siguiente semana, el jueves 27 de abril, la Comisión Política emitió una normativa que prohibía a dirigentes y militantes expresar públicamente apoyo público a alguna de las candidaturas en ciernes.

No obstante, apenas dos días más tarde, otra reunión proselitista desoía el llamado a la cordura de la dirección: el sábado 29 de abril un almuerzo en una casa de campo organizado por diputados areneros, tuvo como invitado especial a Carlos Calleja. Las fotografías de aquella reunión celebrada en un municipio del departamento de Cuscatlán muestran entre los asistentes al diputado Carlos Reyes, miembro del Coena; a la alcaldesa de Antiguo Cuscatlán, Milagro Navas, también miembro del Coena, y a la subjefa de diputados de Arena, Carmen Elena Calderón de Escalón.

La prohibición de la Comisión Política tenía como objetivo frustrar el almuerzo de ese sábado, pero hay quienes dicen que eso no se explica por una pretensión de imparcialidad, sino porque este organismo de dirección está inclinado en favor de Simán. Quienes sostienen esta hipótesis mencionan, por ejemplo, al expresidente arenero Jorge Velado, y a los exdirectores del sector empresarial Albino Román y Thomas Hawk.

Hawk niega la posibilidad de que ese organismo esté inclinado hacia alguno de los dos pretendientes: ‘Para empezar porque no hay ningún candidato oficial, ni siquiera se ha abierto un proceso. Es en 2018 donde estamos enfocados y nuestra responsabilidad es asegurar que todos tengan una competencia sana y justa’. Este dirigente añadió que él tampoco tiene preferencia por alguno. 

Otro miembro de la Comisión Política plantea que solo pretendían ayudar a ordenar la situación, porque parecía que ese almuerzo había sido programado con el aval de Interiano. ‘Con esas fotos daba la impresión de que la candidatura presidencial ya se está discutiendo hacia afuera del partido cuando internamente no se ha oficializado nada’, dice este dirigente.

Los fundadores de Arena tenían programada su reunión con Interiano para el 2 de mayo. Y se enteraron de ese almuerzo en los días previos a su cita. En la sesión —11 de 35 fundadores siguen activos en el partido— reclamaron al presidente de Arena su tolerancia excesiva con Calleja y le recordaron las declaraciones de la entrevista y la publicación de La Prensa Gráfica. Le dijeron que daba la impresión de que él estaba tratando de imponer una candidatura. ‘No puede ser que como presidente del partido salgás hablando de que la precandidatura de Calleja entusiasma al partido’, le recriminó uno. Otro le dijo que sus palabras habían tenido un tono de luz verde para la competencia por 2019: ‘¡Ese fue un banderillazo de salida que no debió ocurrir!’ Un tercero lo acusó de estar en favor de la candidatura de Calleja: ‘Como presidente del partido no debés imponer criterios a las estructuras’.

En esa reunión, Interiano escuchó con atención y no confrontó. ‘Fue una catarsis y al final él (Interiano) nos dio la razón’, dice uno de los fundadores que participó. Un compañero suyo resume para El Faro la conclusión de aquella cita: ‘Le dijimos que la candidatura presidencial es un tema que debe mantenerse en bajo perfil porque no hay que distraer al militante de voto duro, porque además el candidato puede terminar siendo una persona distinta, que había que ser prudentes’.

La queja pareció calar. Minutos después de aquella reunión, Interiano debía pronunciar un discurso frente a una Asamblea General de unos 500 delegados del partido que habían sido convocados para otra cosa (para que autorizaran al Coena la búsqueda de alianzas para 2018). Después del pequeño acto protocolario, Interiano aprovechó su discurso para pedir paciencia a las estructuras y que todos pusieran atención a 2018 antes que a 2019. ‘Aún nos queda un tiempo para 2019, y yo les puedo garantizar que tenemos los mejores candidatos (…) pero eso será después de marzo de 2018. Es 2018 donde nos tenemos que enfocar’.

Pero los pronunciamientos públicos a favor de Calleja o Simán siguieron. El árbitro de las elecciones internas de Arena, la Comisión Electoral Nacional (CEN), tardó dos semanas en reaccionar y hacer eco de aquella prohibición que había reglamentado la Comisión Política. Fue hasta el 11 de mayo que la CEN emitió un comunicado en el que prohibía a los dirigentes hacer campaña a favor de algún candidato.

Era ya el segundo comunicado institucional en el que el énfasis era el llamado a las estructuras a guardar paciencia frente a la presidencial de 2019 y enfocarse en 2018.

Pero además de la reunión con fundadores, Interiano ha recibido llamadas telefónicas de miembros de su partido en las que le critican su aparente tolerancia a toda la parafernalia desatada por la carrera presidencial, incluyendo, las expresiones de apoyo a Calleja. Para este reportaje El Faro habló con 15 fuentes entre las que hay diputados, dirigentes, fundadores y asesores del partido y de los equipos relacionados con los precandidatos presidenciales. ‘Es el Coena el que tiene que poner orden en todo esto y por eso yo hablé con Interiano’, dijo un diputado a principios de abril. Otro legislador arenero dijo a El Faro: ‘Sé que se le ha dicho a Mauricio que el partido tiene que entrar unido al 2018, sino, va a ser una tastaseada la que nos van a dar’.

A la base de las quejas que ha recibido Interiano hay un grupo de políticos y empresarios que respalda la precandidatura de Simán y que creen que Calleja se robó la salida en la carrera por la candidatura presidencial, a pesar de aquel desayuno previo a Semana Santa organizado por el presidente de la ASI.

Competencia vs. candidatura única

Dos bandos. Y en ambos grupos sobresalen los apellidos de algunos de los más tradicionales y grandes financistas del partido Arena. En esta lucha no solo está en juego quién se queda con la postulación presidencial, sino también la forma en que el partido debe decidir sobre sus cargos de dirección y sobre sus postulaciones para cargos de elección popular.

Alrededor de Javier Simán se alinean algunos de quienes tuvieron mucho protagonismo en la conducción del partido entre 2010 y 2016, hasta la elección del nuevo Coena en agosto pasado. Entre los empresarios de este grupo están personajes como Ricardo Simán (presidente de Almacenes Simán) y primo de Javier Simán, Ricardo Poma (CEO del Grupo Poma), Ricardo Sagrera (presidente de Hilasal) y Roberto Murray Meza (presidente de Agrisal). También hay diputados como Karla Hernández, Juan Valiente y Patricia Valdivieso; y también hay políticos con algún nivel de jerarquía como Jorge Velado y Albino Román, miembros de la Comisión Política, y concejales como Edwin Zamora (San Salvador) y Gerardo Barón (Nuevo Cuscatlán).

Algunos en este grupo son responsables de las reformas de estatutos que, en los últimos años, cambiaron el organigrama dentro de Arena y redistribuyeron el poder con la creación del tribunal de ética y la Comisión Política. Entre los diputados que impulsaron las reformas están Valiente y Johnny Wright, que entraron en 2015 como resultado directo de las reformas estatutarias que rompieron el control de la dirigencia para definir la lista de candidatos y fue así como entraron a competir por una curul.

Todo este grupo está más inclinado a que el candidato presidencial de Arena sea Javier Simán, porque tienen la idea de que está en sintonía con lo que consideran reforma modernizadora impulsada tras la traumática ruptura con el expresidente Antonio Saca en 2009. Cuando Saca fue presidente de la República (2004-2009), lo fue también del partido Arena, y muchos insistieron entonces en que mantener el doble cargo era un error porque llevaría a confundir una cosa con la otra.

Con la expulsión de Saca a finales de 2009, Arena intentó reconfigurarse. Ricardo Simán, junto a los empresarios Murray Meza, Poma y Sagrera, tomaron la batuta. Murray Meza, particularmente, comisionó, en nombre del partido, la elaboración de un documento que apuntara las reformas deseables para modernizar Arena. El documento lo retomó el sector empresarial de Arena —una de las ocho estructuras de reclutamiento— y las operativizó. Los más identificados con esa bandera eran el estadounidense-hondureño Thomas Hawk, exdirector ejecutivo del FISDL de la administración Francisco Flores; Edwin Zamora, diputado 2012-2015 y que ahora dirige el sector empresarial; Juan Pablo Fontán, exdiputado suplente de Johnny Wright; Gerardo Barón, quien fue candidato a alcalde en Nuevo Cuscatlán en 2015, y Marcos Llach, un joven ejecutivo, hijo de uno de los asesores con más trayectoria en el partido en los gobiernos de Arena, Roberto Llach, ex mano derecha del presidente Alfredo Cristiani (1989-1994).

El equipo detrás de Simán no es homogéneo. Los diputados Valiente y Wright son una muestra de ello. Wright ha retado abiertamente el discurso conservador del partido en temas relacionados con el matrimonio entre personas del mismo sexo o con el aborto. En esto está contrapuesto, por ejemplo, al empresario Ricardo Simán, quien se autodefine como un ferviente católico. El diputado Valiente también ha roto con esta postura conservadora: hace unos días escuchó una propuesta que busca avalar el aborto según cuatro causales e invitó al partido a discutir al respecto. Valiente y Wright también han incomodado al partido con temas que tienen que ver con la transparencia en el uso de los recursos de la Asamblea o con la democracia interna.

Pese a las diferencias, hay un grupo de grandes empresarios prestos a respaldarlos. Hubo una reunión de Wright con empresarios a finales de abril, en la que algunos de los financistas dijeron que estaban satisfechos con el trabajo de los diputados Johnny Wright y Juan Valiente, según contó a El Faro una de las personas que estuvo presente en esa reunión.

Simán, si bien tiene el apoyo de este sector del partido y la simpatía de esos empresarios, ha tenido una exposición mediática menos intensa que Calleja. ‘¡Yo no sé qué está pensando, Javier! Está dudando mucho y eso no le gusta al militante arenero. Tiene que mostrarse y decir sí, yo quiero ser (el candidato)’, dice un dirigente con preferencia por Calleja. Hace unas semanas, Javier Simán publicó en sus cuentas de redes sociales que los políticos han fracasado en la conducción del país. El diputado Juan Valiente le respondió con una pregunta: ‘¿Y entonces?’

Calleja, en cambio, tiene actividades públicas todas las semanas, a las cuales lo suelen acompañar comunicadores, camarógrafos y videógrafos. A veces actúa como vicepresidente del Grupo Calleja, otras, como presidente de la Fundación Calleja y otras como fuente del sector empresarial. 

Interiano parece burlado por sus mismos miembros del Coena que pese a las reglamentaciones internas han obviado el llamado y han acompañado a Calleja en las actividades. Estos dirigentes se aprovechan de dos cosas: que Calleja aún no es un precandidato oficial y que ellos, como dirigentes, depositaron sus cargos en marzo debido a las internas en las que muchos de ellos buscan reelegirse. En teoría retomarán sus cargos de dirección la última semana de julio. Son dirigentes latentes.

Un vídeo que circuló en los chats internos del partido podría dar la razón a los simpatizantes de Simán sobre sus argumentos de que son el bando con una visión más moderna. Ese vídeo muestra a Calleja durante el almuerzo en la casa de campo en Cuscatlán. En un momento un grupo de personas está de pie, escuchando a Calleja, quien les dice: ‘O todos en la cama, o todos en el suelo, pero juntos. Con la ayuda de Dios vamos a triunfar, juntos nadie nos para’, agrega, y la gente aplaude. Entonces la alcaldesa Milagro Navas toma la palabra y se dirige al resto y al mismo Calleja para revelar una intención sobre la lucha interna: ‘Carlos, estas son las bases, ellas son las que deciden. Yo creo que la lucha que tenemos que hacer es por una candidatura única’, dice Navas.

En teoría el partido debe hacer una competencia interna en la que las bases tomen la decisión, pero si Navas se mantiene en el cargo de dirigente del partido y llega el momento de oficializar la lucha por la presidencia, ella ya habrá dicho que su candidato favorito es Calleja, y que espera que no haya concurso interno.

Navas tiene una proyección nacional gracias a su cargo como presidenta de la Corporación de Municipalidades de El Salvador (Comures) que aglutina a todas las alcaldías del país. Navas ya ha intentado buscar una silla en el Ejecutivo: luchó por ser candidata a vicepresidencia con Norman Quijano en la elección de 2014, pero el partido se decantó por el abogado René Portillo Cuadra, exsecretario general de la Universidad Tecnológica.

La alcaldesa de Antiguo Cuscatlán es firme aliada de Calleja. El 11 de mayo le acompañó en una cena de recaudación de fondos organizada por el partido en el hotel Sheraton Presidente, de San Salvador. En algún momento, según muestra un vídeo de aquella noche, Calleja caminó dentro del hotel escoltado por varios dirigentes, entre ellos el diputado y director de asuntos legislativos del Coena Alberto Romero; el diputado y director de actas y acuerdos, Carlos Reyes; y el diputado y director de asuntos internacionales, Ernesto Muyshondt (todos ellos depositaron su cargo en marzo por las internas). En el video, la comitiva camina hacia el salón donde esperan el resto de invitados a la cena. Ya adentro, Calleja se fotografió en la mesa número 5, sentado junto a la alcaldesa Navas, y otros tres miembros del Coena que por ahora han dejado en depósito sus cargos.

Además de sus apoyos dentro del partido, Calleja tiene un círculo en el que sus amigos de infancia o juventud están respaldando la construcción de su candidatura: el empresario azucarero Tomás Regalado hijo; Juan José y Ernesto Borja, herederos del Grupo Borja (agroindustria, energía, diario El Mundo, telecomunicaciones, Sertracen); Alejandro Dueñas, un ejecutivo del emporio familiar dedicado al comercio y la construcción. A mediados de abril, este círculo ya hablaba de la necesidad de contratar asesores y alquilar un local para que fuera la central de operaciones.

Este grupo cercano cuenta con el apoyo cercano de la generación anterior a la de ellos, como Tomás Regalado padre, Roberto Kriete, el cofundador de Avianca Holdings; y, por supuesto, el padre de Calleja, Francisco Calleja, presidente del Grupo Calleja. 

Estos empresarios, al igual que los que se mueven alrededor de las pretensiones de Javier Simán, tiene gran incidencia en Arena, aunque no forman parte de ninguna estructura o sector formal del partido. Varios de ellos están entre los principales donantes de Arena. Una muestra de su incidencia es que ayudaron a Mauricio Interiano a llegar a la presidencia del partido gracias a dos cosas: su capacidad de cabildeo con diputados y alcaldes del partido a los que apoyan habitualmente, y su alianza con personajes de viejo cuño arenero que conocen, como muy pocos, los entresijos del poder partidario y gubernamental. Son estos los que toman las decisiones estratégicas en la conducción de la organización. Junto a los políticos tradicionales, Mauricio Interiano —un hombre con poca experiencia política para entonces— impulsó una campaña interna entre 2015 y 2016 hasta ganar la presidencia del Coena en agosto pasado. ‘Ganamos la presidencia porque supimos con quién debíamos reunirnos, gente clave, recorrimos el país… no había que andar con otras cosas’, dice un miembro del Coena, en alusión a la estrategia que usaron durante la contienda interna.

Millonarios versus políticos

En la historia de Arena, entre grandes empresarios y políticos profesionales siempre ha existido un tira y encoge. Ya sucedió en 1996, cuando se produjo una ruptura tras un desencuentro en el que fueron protagonistas personajes como el presidente Armando Calderón Sol, Antonio Cornejo Arango —exlugarteniente del mayor Roberto d´Aubuisson—, Mauricio Gutiérrez Castro, el exvicepresidente Francisco Merino y el empresario Juan José Domenech.

Los empresarios dieron un golpe en 2001, cuando presididos por Murray Meza tomaron la dirección del partido. Esto supuso la salida de algunos dirigentes históricos, como Gloria Salguero Gross, que alegó que gente que no sabía de política había tomado las riendas de Arena, a la que llamó ‘Arena, S.A. de C.V.’, y que por eso ella prefería retirarse. ‘Mi Arena es la del mayor D´Aubuisson’, dijo entonces.

Ambos grupos volvieron a enfrentarse entre 2012 y 2015: los empresarios casi consiguen detener la candidatura de Norman Quijano para 2014, pero en esa ocasión Quijano se robó la salida en una maniobra que fue calificada como de matonería política. En octubre de 2014, los empresarios maniobraron para sustituir a Quijano como candidato a la alcaldía de San Salvador y prevalecieron cuando colocaron a Edwin Zamora como el nuevo aspirante.

Con la llegada de Interiano al Coena, en septiembre de 2016, la estirpe de los políticos profesionales retomó el control arenero. Ahora los dirigentes son personajes de larga trayectoria como el diputado Carlos Reyes (legislador desde 1997), fundadores como Eduardo “el Grillo” Barrientos y alcaldesas como Milagro Navas.

La cúpula arenera, de hecho, podría administrar el partido desde la Asamblea Legislativa, es un “Coena parlamentario”. Ocho de los 13 miembros de la cúpula arenera trabajan ahí. Los vicepresidentes Rolando Alvarenga y Carolina Ramírez son asesores de la fracción, al igual que el director de asuntos electorales, Selim Alabí. Otros cinco directores del Coena también son diputados: Romero (jefe de bancada), René Portillo Cuadra (excandidato a la vicepresidencia de la República), Martha Evelyn Batres (exdirectora de la juventud arenera), Muyshondt (candidato a la alcaldía de San Salvador) y Carlos Reyes.

Todos ellos ahora conducen el partido con el respaldo de empresarios que se saben necesitados de conocimientos sobre cómo navegar en aguas partidarias. El trabajo de este binomio suele hacer que cuajen sus proyectos políticos, como cuando en momentos que la candidatura de Quijano flaqueba, Ricardo Poma logró estabilizarla con ayuda de Francisco Flores.

El actual reinado de los “políticos tradicionales” en Arena ahora se ve amenazado por la aparición en el horizonte de los apellidos Simán y Calleja, dos nombres que representan a familias que, en las últimas tres décadas, han sido financistas de Arena y que han administrado negocios millonarios y emblemáticos del país. Esto cambia la ecuación arenera: los millonarios quieren desplazar a los políticos.

Javier Simán publicó en su cuenta de Twitter a mediados de mayo que los políticos han demostrado incapacidad para resolver los problemas de los salvadoreños. Recibió una serie de críticas de diputados que lo apoyan y entonces borró su publicación. Cada voto puede ser decisivo para cuando se llegue el momento de otorgar la postulación para la presidencia de la República.

Por eso es que el registro interno de militantes areneros es otro instrumento al que hay que poner cuidado. El padrón de areneros con el que se eligió hace ocho meses la dirigencia ha aumentado de 28 mil en agosto pasado, a 90 mil en junio. Esencialmente, sostienen las fuentes para este reportaje, los bandos interesados en las candidaturas de Calleja y Simán son los responsables de los nuevos 60 mil areneros, y en esto, el sector empresarial, dirigido por Edwin Zamora, es uno de los sectores más activos.

Para la elección de dirigentes de 2016, hubo areneros que tenían la sospecha de que en el registro de votantes se inscribió gente que nunca había militado en el partido con tal de favorecer ciertas candidaturas. El Faro reveló que, por ejemplo en Chalatenango, en el municipio de El Paraíso, la dirección local del partido había inscrito a gente que ni siquiera simpatizaba con Arena, con tal de que votaran por José Alberto León como candidato a alcalde. El diputado por Chalatenango Julio Fabián decía en aquel momento que el porcentaje de gente afiliada así era mínimo. Un exdiputado dice ahora: ‘Ese registro fue chueco, se compró a la gente’.

Y ahora la sospecha es que se ha hecho lo mismo para que en 2018 se elija al candidato a presidente a la medida de quien ha inscrito más militantes. Es la versión de los juegos del hambre ofrecida por la política salvadoreña. ‘Si trabajaron y afiliaron, ¿qué les vamos a decir? Se pusieron las pilas y ahí usted ve la libertad con la que inscribieron’, decía en agosto de 2016 quien había sido la responsable de buena parte del proceso de afiliación de areneros, la entonces dirigente Leonie Bicard.

Los parientes se suman a la pugna

Simán es presidente de la ASI desde 2010. Estudió en el Liceo Salvadoreño y luego en los Estados Unidos, donde se graduó de administrador de empresas y abogado. Allá también cursó un programa de formación militar, según una biografía publicada en su página www.javiersiman.com.sv.

Hasta 1999 fue Director de Sucursales de los Almacenes Simán, una empresa familiar, donde el presidente de la junta directiva es su primo Ricardo Félix Simán. Para abril de 2017 esta empresa tenía activos por 94 millones de dólares. Javier Simán fue directivo de la corporación hasta el año 2010. Desde principios de la década de los años 2000, también comenzó a dirigir negocios de textilería y de confección, con la empresa Inmobiliaria Apopa S.A. de C.V. que para junio de 2016 tenía activos por 84 millones de dólares. Simán también ha incursionado en la generación de energía, por ejemplo, con Hilcasa Energy S.A. de C.V., una empresa que en 2013 registraba bienes por 7 millones de dólares y en la que Simán fue administrador único y representante legal. En Arena ha sido un asesor externo en temas fiscales y económicos.

Simán y su hermano Miguel Ángel están al frente de dos de las más importantes organizaciones vinculadas al sector privado salvadoreño y que suelen representar sus intereses en la discusión de políticas públicas con el gobierno: la ASI, que dirige Javier, y la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades), que preside Miguel Ángel. La ASI es parte de la poderosa Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), presidida por Luis Cardenal, un empresario que contó con el apoyo decidido de Javier Simán durante las elecciones internas de ese organismo, según publicó La Página en abril de 2016. Desde el equipo cercano a Calleja, esta influencia en el sector privado es percibida como una cuota excesiva de poder para el grupo de los Simán.

El dirigente industrial es pariente de Jorge Simán y Carlos Dada, fundadores, accionistas y miembros de la junta directiva de El Faro, aunque carecen de intereses empresariales comunes.

Javier Simán no está afiliado al partido. Ha evitado cualquier vinculación con Arena como precandidato presidencial. De hecho, la única vez que habló al respecto fue para decir al periódico El Salvador Times que un grupo de empresarios y ciudadanos le habían preguntado si estaría dispuesto a ser candidato a la presidencia.

Simán ya tiene un equipo operativo y logístico trabajando, en el que está el exdirector de la Policía Nacional Civil en los gobiernos de Arena Mauricio Sandoval. También ya parece estar con un ojo atento en los movimientos de su adversario Calleja. En un tuit publicado hace unas semanas, pareció criticar al vicepresidente de la cadena Selectos por predicar un liderazgo que le es natural al ser dueño de la empresa.

Juan Carlos Calleja es vicepresidente y la tercera generación responsable de los Súper Selectos, la cadena de tiendas que pertenece a Calleja S.A. de C.V. Esta sociedad tenía activos por 327.2 millones de dólares al cierre de 2015.

Carlos Calleja estudió el bachillerato y la universidad en Estados Unidos, en Vermont y Nueva York, donde obtuvo un título en administración de empresas. Es presidente de la Fundación Calleja —creada en 2015— y es el único hijo del fundador del Grupo Calleja que regresó a El Salvador después de los estudios en el extranjero. Se incorporó a Calleja S.A. de C.V hace 21 años a tiempo completo. ‘Regresé porque me siento bien aquí, me enamoré realmente del país cuando hacía pasantías cuando estaba de vacaciones’, dijo durante un conversatorio con estudiantes universitarios a finales de abril.

Desde hace meses, Carlos comenzó a buscar apoyos dentro del partido, ha llamado a diputados para pedirles su respaldo, y ha pedido reuniones con políticos prominentes y de arrastre histórico en Arena, entre ellos, la familia Calderón Sol, con la cual se reunió ya en varias ocasiones.

Francisco Calleja, padre de Carlos, nunca había estado tan anuente a que su hijo se metiera en la política como hasta ahora. Antes lo había permitido con algún recelo. En la campaña presidencial de Quijano, el estratega de campaña Francisco Flores encomendó a Carlos la responsabilidad sobre la estrategia en redes sociales. El patriarca se quejó, y según lo parafrasean las fuentes con las que El Faro habló, en aquel momento dejó entrever que Carlos, su hijo, había regresado a El Salvador para trabajar con él, no para la política. ‘Yo recuerdo que el papá de Carlos se molestó por esa exposición que estaba teniendo, aunque nunca lo dijo con esas palabras’, dice un dirigente de Arena.

El equipo más cercano de colaboradores, que integran empresarios herederos de negocios millonarios, está intentando construir el equipo de estrategas necesario para la campaña. Para el mercadeo político se ha reunido un par de ocasiones con Manuel Meléndez, fundador de agencias de publicidad que trabajó con todas las campañas de Arena, excepto la de Antonio Saca. El general retirado Gustavo Perdomo también es parte del equipo logístico de este panel. Perdomo era de suma confianza del expresidente Flores, tanto que él coordinó las acciones de ayuda posterior a los terremotos de 2001. También fue accionista, junto al exdirigente arenero Adolfo Torrez, de la empresa de seguridad Serconse S.A. de C.V.

Los críticos de la candidatura de Calleja objetan el estilo de la política al que juegan algunas de las familias que componen su círculo íntimo. Mencionan, por ejemplo, cuando Tomás Regalado, padre, presionó a Arena para la reelección como fiscal general de Luis Martínez, un funcionario que ya había sido señalado como corrupto por los dos grandes partidos, el FMLN y Arena, y que ahora guarda prisión acusado de corrupción.

El entonces presidente de Arena, Jorge Velado, rechazó las presiones del magnate azucarero y este, en represalia, cortó la ayuda económica que para entonces brindaba al partido. Regalado envió a Velado un correo electrónico con un reclamo: ‘Después de leer tus graves declaraciones en La Prensa este día en la pagina 32, respecto a Luis Martinez, me convenzo más que tu estas bueno para ir a vender garnachas y chatarra a las hueseras, en lugar de estar dirigiendo un partido politico como Arena, lanzando acusaciones sin fundamento que dañan a personas honestas y al mismo partido (sic)’.

Más adelante, en 2016, la familia Regalado cabildeó con alcaldes para pujar, en las internas de hace ocho meses, a favor de la candidatura de Mauricio Interiano, según confirman un fundador de Arena y un dirigente del partido. Este apoyo para las internas ocurrió, entre otras cosas, porque Regalado consideraba que la planilla de Edwin Zamora representaba una línea continuista de Velado, aquel que había rechazado las presiones para la reelección del fiscal general.

‘Ellos son empresarios que quieren hacer la política a la vieja usanza, con prácticas de 20 años por las que la gente cree que Arena hizo prácticas corruptas’, dice un diputado detractor de Calleja y que se identifica con la candidatura de Simán. Este diputado junto a empresarios y políticos que hablaron con El Faro describen a sus adversarios del lado de Calleja como personajes que reconocen en las reformas que buscan modernizar el partido (voto secreto, internas, etc.) ciertas desventajas porque así reducen su capacidad de influencia en las decisiones del partido. El diputado recuerda que hay otro tipo de empresarios: ‘Los financistas tienen que entender que deben apoyar la renovación, y es importante que no nos dejen solos que cuando tomemos decisiones que no le gusten a la cúpula (de Interiano), los necesitamos’.

Calleja tampoco es militante de Arena. El único precandidato que se ha registrado como miembro del partido es Parada, pero por ahora parece que los únicos en campaña plena son los simpatizantes de los dos millonarios. 

Simán ha evadido decirlo con claridad, pero nadie duda de su intención. Su primo, Ricardo Simán, ya en público habló de ‘una contienda interna’, al reclamar a un dirigente de Arena por expresar en una de sus cuentas de redes sociales su simpatía hacia Calleja. Ricardo Simán incluso demandó al dirigente Eduardo Barrientos que mostrara ‘imparcialidad’.

El partido dirigido por Interiano ha estado lejos de la tranquilidad, a pesar de los reiterados llamados a aguardar. El 5 de junio, cuando se avecinaba la ceremonia anual en la que ASI entrega premios a empresarios y a la que habían sido invitados varios diputados de Arena, el Coena emitió una tercera prohibición de reuniones ‘con posibles aspirantes a candidatos a la presidencia’.

El documento iba dirigido desde el Coena a las direcciones departamentales y de estas, se reenvió a diputados, alcaldes, concejales, a los miembros de la estructura y a aspirantes a diputados y alcaldes también. ‘Se les informa que se SE LES PROHIBE asistir a reuniones con posibles aspirantes a candidatos a la presidencia en vista de que en este momento nos distrae de las actividades del partido para las próximas elecciones de 2018’, dice el comunicado que circuló entre las filas de Arena.

El llamado, por tercera vez en casi tres meses, fue burlado por al menos los diputados de Arena. Durante la gala de la ASI, el jueves 8 de junio, mientras Javier Simán entregaba premios a diversos empresarios del país, desde las mesas donde se sentaban los invitados aplaudían los diputados Donato Vaquerano, Margarita Escobar, Javier Palomo, Edgar Escolán, Mayteé Iraheta y Ricardo Velásquez Parker.

Las fuentes del poder de Estados Unidos. Jake Sullivan. Política Exterior. Febrero 2024

Nada en la política mundial es inevitable. Los elementos subyacentes del poder nacional, como la demografía, la geografía y los recursos naturales, importan, pero la historia demuestra que no bastan para determinar qué países configurarán el futuro. Lo más importante son las decisiones estratégicas que toman las naciones: cómo se organizan internamente, en qué invierten, con quién deciden alinearse y quién quiere alinearse con ellos, qué guerras libran, cuáles disuaden y cuáles evitan.

Cuando el presidente Joe Biden tomó posesión de su cargo, reconoció que la política exterior de Estados Unidos se encuentra en un punto de inflexión, donde las decisiones que los estadounidenses tomen ahora tendrán un gran impacto en el futuro. Los puntos fuertes que tiene Estados Unidos de base son amplios, tanto en términos absolutos como en relación con otros países. Estados Unidos tiene una población creciente, abundantes recursos y una sociedad abierta que atrae talento e inversión y estimula la innovación y la reinvención. Los estadounidenses deberían ser optimistas sobre el futuro. Pero la política exterior de Estados Unidos se desarrolló en una época que se está convirtiendo rápidamente en un recuerdo, y la cuestión ahora es si el país puede adaptarse al principal reto al que se enfrenta: la competencia en una era de interdependencia.

La era posterior a la Guerra Fría fue un periodo de grandes cambios, pero el hilo conductor a lo largo de la década de 1990 y los años posteriores al 11-S fue la ausencia de una intensa competencia entre grandes potencias. Esto se debió principalmente a la preeminencia militar y económica de Estados Unidos, aunque se interpretó ampliamente como una prueba de que el mundo estaba de acuerdo en la dirección básica del orden internacional. Esa era posterior a la Guerra Fría ha terminado de manera definitiva. La competencia estratégica…

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Las 5 familias con más plata y poder que mandan en Guatemala. Las dos orillas. Enero de 2024

En Guatemala, el país centroamericano en el que finalmente pudo posesionarse el presidente Bernardo Arévalo, quien ganó hace seis meses democráticamente las elecciones, la riqueza está tan concentrada que hacen de este país uno de los 10 más desiguales del mundo.

Doscientos sesenta millonarios tienen más dinero que el resto de los 17 millones de ciudadanos combinados y controlan el 30% del PIB nacional. Y entre éstos hay un puñado de 6 fortunas billonarias que manejan la producción de cerveza, bebidas, azúcar, pollos y huevos, café, pastas, el cemento y controlan el comercio, supermercados, centros comerciales y bancos.

Seis familias que llevan acumulando riqueza y poder algunas desde comienzos del siglo XX y otras desde la colonia como es el caso de los Castillo, descendientes del cronista y encomendero español Bernal Diaz del Castillo. Recibió tierras, otorgadas por la Corona española en el siglo XVI y que supo aprovechar constituyéndose en un caso excepcional en América Latina. Hay tres ramas descendientes del cronista: los Castillo Monge, Castillo Love y Castillo Sinibaldi que forman parte de los billonarios guatemaltecos.

Los Castillo cerveceros y banqueros

Son propietarios de Cervecería Centroamericana con sus marcas Gallo, Dorada ICE, Brahva, negocio que dio origen a un emporio con más de un centenar de empresas en las industrias alimentos y bebidas entre las que se encuentran Embotelladora Mariposa (Pepsi), Cervecería del Río (Brahva), Productos Maravilla (Tampico Citrus Punch), Alimentos de Guatemala (Boquitas Señorial, Néctares del Frutal).

Los hermanos Ramiro y Jorge Castillo Love se concentraron más en el sector financiero con el Banco Industrial y el Banco Continental. La familia es también accionista de los Centros Comerciales Pradera.

Pantaleón el ingenio con el que empezaron los Herrera

Tan antiguo como varios de los 14 ingenios del Valle del Cauca, el ingenio Pantaleon lo inició en 1870 con Manuel María Herrera en la región de Escuintla en el sur del país. El próspero negocio se transformó en  Pantaleon Sugar Holdings conformada por Ingenio Pantaleón y Concepción y otros ingenios en esta región, produciendo 1.3 millones de toneladas de azúcar y derivados; han incursionado en otros cultivos como café y palma de aceite, la materia prima de la productora de alimentos y bebidas «Procalidad», Agropecuarias Atitlán, San Agustín y Cantel.

La familia Herrera tiene además participación e inversión en diversas hidroeléctricas, accionistas en Bancos Agro Mercantil, Cuscatlán, Industrial y Telefónica que fue adquirida por Carlos Slim en 2019 y la Inmobiliaria Spectrum con centros comerciales como Oakland Mall).

Con el Pollo Campero los Gutierrez Bosch multiplicaron su riqueza

A la cabeza de Corporación Multi Inversiones está Juan Luis Bosch quien además de empresario hace sentir su poder con los gobernantes y patrocinan distintos partidos políticos.

Aunque el negocio familiar empezó en los años 20 cuando el bisabuelo don Dionisio Gutiérrez, un inmigrante español, abrió una pequeña tienda en San Cristóbal, Totonicapán y luego en 1936 su hijo montó un molino –Excelsior- es en la industria avícola donde han hecho su gran acumulación.

Iniciaron en 1964 y el Pollo Campero se convirtió en un éxito que se expandió primero en su país donde controlan el negocio del pollo y el huevo, así como sus derivados para siguieron avanzando más allá de Guatemala hasta ser conocidos como el McDonald centroamericano y junto a sus otras marcas Don Pollo y Pollo Granjero suman más de 800 establecimientos que manejan como franquicias.  Pollo Campero se vende en Europa, Estados Unidos y está también en China.  

Intentaron entrar a Colombia en alianza con Kokorico y con los hermanos Robayo Ferro hicieron los primeros contactos hace más de una década, pero ésta no prosperó.

Vea también: Los hermanos Robayo empezaron con Kokoriko, ahora pisan duro en el negocio de comida

Además de la cadena avícola con presentaciones adicionales como Pollo Granjero, Pollo Rey la Corporación CMI manejada por Juan Luis Bosch y su primo Dionisio Gutiérrez Bosch, incluye Pastas INA, Galletas Gama, Galletas Can Can, Franks, Club Max, Alican, Cuétara, Rufo, Multiproyectos, centros comerciales Pradera, El Pulté, Renace y son accionistas principales en el Banco Industrial y Banco Reformador.

De la tienda La Bombita a Wallmart, la visión de don Carlos Paíz

La visión comercial de don Carlos Paiz que en 1928 abrió la tienda de artículos de cuero y materiales para calzado «La Bombita», tiene a la familia negociando con Wallmart. El pequeño negocio pasó a convertirse en los almacenes Paiz y luego abrieron Suertienda Paiz –el primer autoservicio- y otros formatos Despensa Familiar, Hiper Paíz, ClubCo, Maxi Despensas y Wallmart (adquirida en 2010 por Wallmart México).

En los años 90 el primogénito Carlos Paiz Andrade empezó la internacionalización y en el 2005, Fernando, el menor de los hermanos, culminó la alianza con Walmart Stores de Estados Unidos, operación que fue adquirida por Walmart de México en 2010.

Al igual que las otras familias, los Paiz han diversificado sus negocios, teniendo participación en el Banco Cuscatlán, diario Siglo 21, y empresas de bienes raíces, entre otros. También tienen inversiones en constructoras en Guatemala, El Salvador y Honduras.

Los Novella millonarios con el monopolio de Cementos Progreso

De ascendencia italiana, Carlos Novella fundó en 1899 en la finca La Pedrera en plena Ciudad de Guatemala Carlos F. Novella y Cia, una de las primeras fábricas de cemento en América Latina, una industria innovadora, cuando el cemento comenzaba a utilizarse en la construcción. Este fue el origen del monopolio Cementos Progreso, siendo el principal fabricante de cemento por más de un siglo, además de producir hierro, lamina, piedrín y otros derivados.

Los Novella son también dueños de mineras, empresas de energía y transporte de petróleo y negocios relacionados con el petróleo, plantas de piedrín y mineras, entre otros. Son accionistas importantes en la generación de cementos en Honduras y El Salvador, y tienen acciones en el Banco Industrial y Agro Mercantil.

Política planetaria: reactivar el espíritu del concepto de «sociedad civil global». Sabine Selchow. CIDOB. Septiembre 2023

Una de las tareas centrales de los científicos sociales en la actualidad es desarrollar conceptos que no se limiten a describir las realidades sociales, sino que abran horizontes para reimaginar el mundo de una forma que permita abordar los complejos problemas globales a los que se enfrenta la humanidad. Al respecto, este artículo analiza el concepto de «sociedad civil global», que desempeñó un papel importante en la construcción simbólica de la realidad social tras el final de la Guerra Fría. Fue un concepto que representó una crítica a las percepciones convencionales de la política estatocéntrica, al hacer hincapié en la importancia de la política no partidista y del activismo transfronterizo. De hecho, el estudio de la sociedad civil global se consideró una forma de suplantar el estudio de las relaciones internacionales, más centrado en las relaciones entre estados. Este concepto, además, se inmiscuyó en el debate sobre la relación entre el Estado, la sociedad, el individuo y el mercado, y representó una contribución al discurso sobre la globalización, argumentando que esta era un fenómeno más amplio que la integración económica y que no era un simple proceso estructural que se nos había impuesto. Sin embargo, a pesar de todos sus logros discursivos, dicho concepto fracasó en un aspecto: no consiguió impulsar la producción de conocimiento más allá del nacionalismo metodológico, que es una forma de acercarse al mundo que tiene como fundamento el supuesto de que la vida social está contenida en los estados-nación (Beck, 2007; Selchow, 2020). Aquello que constituía el potencial disruptivo del concepto –es decir, su enredo teórico con la idea de globalización, recogida en el adjetivo global– acabó domesticándolo. Este artículo pretende reactivar el espíritu de la noción de «sociedad civil global» introduciendo un concepto que retome e impulse este objetivo no alcanzado: la «política planetaria».

Contexto histórico y finalidad del concepto de «sociedad civil global»

El concepto de «sociedad civil global» nació y tomó fuerza a principios de la década de 2000 (Anheier et al., 2001; Kaldor, 2003), y tres fueron los factores que allanaron su camino: el primero fue una realidad sociopolítica cambiante, caracterizada por un activismo político no partidista –cada vez mayor y más interconectado a escala mundial– que pasó a formar parte de las estructuras de gobernanza global en una medida desconocida hasta entonces. La década anterior, la de 1990, había sido testigo de «la aparición de una esfera supranacional de participación social y política en la que grupos de ciudadanos, movimientos sociales e individuos entablan diálogos, debates, confrontaciones y negociaciones entre sí y con diversos actores gubernamentales –internacionales, nacionales y locales–, así como con el mundo empresarial» (Anheier et al., 2001: 4). Tanto el número de ONG internacionales que actuaban en espacios transnacionales como el de individuos que participaban en ellas nunca había sido tan elevado (Anheier et al., 2005: 302).

El segundo factor que explica el éxito del establecimiento del concepto de «sociedad civil global» a principios de la década de 2000 fue su popularidad. Dicho concepto no era una novedad en la caja de herramientas conceptuales del pensamiento político del momento. Ya lo había redescubierto la disidencia de América Latina y Europa Central y del Este en los años setenta y ochenta del siglo pasado (Kaldor, 2003), al recuperar la idea de «sociedad civil» para sus respectivas proyecciones de alternativas a los regímenes y sociedades autoritarios en los que y contra los que luchaba. Desde la década de 1990, este concepto ha sido utilizado para captar y promover ideales muy diferentes de la relación entre el Estado, o la autoridad política, la sociedad, el individuo y el mercado, que van desde ideales neoliberales, del tercer sector como un elemento central de la organización de dicha relación, hasta las «nociones activistas» de una esfera pública como su esencia necesaria (ibídem).

Por último, el tercer factor fue el auge de un discurso surgido tras la Guerra Fría en el que la creciente interconexión de las relaciones sociales y económicas se conceptualizó con la ayuda del neologismo globalización. Por supuesto, la década de 1990 no fue, en absoluto, el único momento histórico de interconexión mundial y de toma de conciencia de dicha interconexión (Osterhammel y Petersson, 2005). Sin embargo, no fue hasta esa década que se introdujo el neologismo globalización para captar el encogimiento del mundo. Esto se debió a que a finales de los años ochenta se produjo un curioso vacío conceptual ante la ruptura del sistema bipolar de bloques, un acontecimiento que se percibía como algo que había dejado «a los observadores sin paradigmas ni teorías que pudieran explicar adecuadamente el curso de los acontecimientos», en palabras del teórico de las relaciones internacionales Rosenau (1990: 5). Así, el neologismo globalización llenó este vacío, constituyendo el núcleo en torno al cual se desplegó un discurso centrado en la idea de que había algo «nuevo», desconocido e incluso inexplicable en el mundo (Selchow, 2017). La «globalización», que tenía significados muy diferentes para muchas personas distintas, se convirtió en un nombre familiar para describir el estado del mundo a partir de 1989, propiciando la práctica de emplear el adjetivo global en todo tipo de contextos, como en el concepto de «sociedad civil global» (ibídem). En definitiva, fue la confluencia de estos tres factores lo que hizo posible el nacimiento de la noción de «sociedad civil global».

Un aspecto fundamental del concepto –tal y como lo desarrollaron los estudiosos del entorno de Anheier et al. (2001) y Kaldor (2003)– fue la propuesta de que las realidades sociopolíticas captadas por la «sociedad civil global» «se alimentan (…) de la globalización y reaccionan (…) a ella» (Anheier et al.,2001: 7). La globalización se entendía en un sentido amplio, ya que abarcaba una «creciente interconexión en las esferas política, social y cultural, así como en la económica» y un mayor «sentimiento de comunidad compartida de la humanidad» (ibídem). El adjetivo global recogía esta relación fundamental entre las realidades de la sociedad civil global y la globalización, y no era utilizado tanto para señalar una escala geográfica como una realidad política de «globalización» con una cualidad distinta y nueva, es decir, la «globalización desde abajo» (Falk, 1997). Con ello, el concepto de «sociedad civil global» sirvió para que este se inmiscuyera en las percepciones convencionales de la política estatocéntrica, al destacar la importancia de la política no partidista y el activismo; asimismo, intervenía en el debate sobre la relación entre el Estado, la sociedad, el individuo y el mercado, haciendo hincapié y promoviendo una noción «activista» de la sociedad civil basada en la deliberación, en contraste con el pensamiento «neoliberal», del «tercer sector» (Kaldor, 2003). El concepto de «sociedad civil global» también participó en el discurso de la globalización, argumentando que esta era algo más que integración económica y un proceso estructural que se extendía por el mundo.

Por lo tanto, más que una descripción de la realidad social, el concepto de «sociedad civil global» fue concebido como una provocación a la producción del conocimiento convencional. Con ello, se perseguían tres objetivos principales: en primer lugar, afinar la percepción de los distintos actores políticos mundiales no estatales tanto como parte de la globalización como una reacción a ella; en segundo lugar, debatir y promover una idea distinta y activista de sociedad civil; y, en tercer lugar, impulsar el abandono de una convicción que ha dado y sigue dando forma a gran parte de la producción de conocimiento científico social y de la recopilación de datos públicos, esto es, el nacionalismo metodológico –en otras palabras, la convicción de que sociedad equivale a sociedad nacional, es decir, que la vida social está limitada a contenedores nacionales, y la inscripción natural e invisible de esta convicción en la ordenación simbólica del mundo–. 

La domesticación del concepto de «sociedad civil global»

Los nuevos conceptos, al intervenir en la producción de conocimiento establecida, están inevitablemente sujetos a respuestas críticas y a la domesticación por parte de los discursos hegemónicos. El potencial disruptivo del concepto de «sociedad civil global» fue domesticado por el hecho de que, tras el final de la Guerra Fría, el término sociedad civil adquirió de forma predominante significados basados en el pensamiento del «tercer sector». La acepción neoliberal de sociedad civil (Kaldor, 2003) se convirtió en el significado dominante del término, equiparando la sociedad civil con las ONG (internacionales). Esta interpretación se reprodujo en los programas de promoción de la democracia nacionales e internacionales, así como en una serie de otros ámbitos políticos.

Evidentemente, por su naturaleza, los conceptos en las ciencias políticas y sociales son «esencialmente cuestionables» (y a veces cuestionados) (Mason, 1993: 59); por lo que el propósito explícito del concepto de «sociedad civil global» era abrir nuevas perspectivas sobre cómo se construye el dónde y el quién de la política (internacional) y de qué iba la globalización, en efecto, cuestionar la producción moderna de conocimiento y su dependencia del nacionalismo metodológico; ello es una aproximación al mundo que, como se ha mencionado, asume que la vida social está contenida en los estados-nación (Beck, 2007; Selchow, 2020). En particular, el concepto pretendía captar las diversas redes de la sociedad civil y formas de activismo en todo el mundo –en definitiva, la «globalización desde abajo»–, que se intensificó tras el final de la Guerra Fría. De ahí que el desafío de parte de su potencial disruptivo por parte de los discursos hegemónicos, en particular desviando las ideas de «sociedad civil», fuera una parte productiva de su vigencia. Ello no impidió que el concepto alcanzara dos de sus tres objetivos principales: reforzar la consideración de los distintos actores políticos globales no estatales como parte de la globalización y como reacción a esta, y someter a debate y promover una idea distinta y activista de sociedad civil.

Lo que no logró plenamente el concepto de «sociedad civil global» fue su tercer propósito: desencadenar un cambio epistemológico fundamental que se alejara del nacionalismo metodológico. Esto se debió principalmente a que el discurso de la globalización, en el que el concepto de «sociedad civil global» estaba explícitamente integrado, simplemente resultó no ser lo suficientemente radical como para pensar más allá del nacionalismo metodológico (Selchow, 2017). El adjetivo global, uno de los componentes constitutivos del concepto «sociedad civil global», estaba demasiado ocupado por la idea de «escala» para que pudiera provocar un cambio profundo en la percepción y el enfoque del mundo social. Sin embargo, la expresión «sociedad civil global» no debía referirse únicamente a las ONG internacionales que operaban en relación con las instituciones y los tratados internacionales, sino también a la sociedad civil en general, en estos tiempos globales o nuevos. De ahí que, irónicamente, fuera su compromiso conceptual con la globalización, captado y expresado a través del adjetivo global, lo que domesticó la idea de «sociedad civil global» de forma improductiva. 

Política planetaria: reactivar el espíritu del concepto de «sociedad civil global»

En la actualidad, al igual que en la década de 1990, nos encontramos en un momento donde se ofrece un espacio discursivo para la innovación conceptual respecto a la reimaginación de las relaciones sociales y la política mundial. Es un momento histórico en el que las deficiencias institucionales son más flagrantes que nunca y la evidencia científica de las amenazas que se ciernen sobre los ecosistemas que sustentan la vida es cada vez más difícil de desestimar. Por ello, es discursivamente aceptable cuestionar principios rectores fundamentales que han informado la organización de las sociedades (nacionales) modernas como, por ejemplo, el indicador monetario del PIB (Raworth, 2017). Por lo tanto, se abren posibilidades para reactivar el espíritu del concepto de «sociedad civil global», impulsando lo que fue su tercer e inalcanzado propósito, es decir, el cuestionamiento de las epistemologías mediante la superación del nacionalismo metodológico. De esta forma, es necesario un nuevo concepto: el de la «política planetaria».

El adjetivo planetario ha ganado popularidad recientemente entre los científicos sociales que pretenden superar las deficiencias del adjetivo global (Lees et al., 2016; Friedman, 2018). Actualmente existen tres usos del término planetario: en primer lugar, para referirse a una escala y, a menudo, también como sinónimo de global (Scholte, 2014); en segundo lugar, para apuntar a la importancia del medio ambiente, sobre todo en relación con el cambio climático (Burke et al., 2016); y, en tercer lugar, para aludir a algo más profundo y desencadenar una nueva idea del mundo, al desnaturalizar la noción moderna de la relación entre los seres humanos y la naturaleza. En el extremo de esta tendencia se encuentra el «pensamiento planetario», que Hanusch, Leggwie y Meyer (2021) presentan como un nuevo Denkstil (estilo de pensamiento).

El adjetivo planetario propuesto en este artículo no llega a plantear un nuevo Denkstil; sin embargo, entra en el tercer propósito porque, al igual que el adjetivo global en el concepto de «sociedad civil global» de hace 20 años, pretende impulsar una reimaginación radical de las relaciones sociales y políticas. El adjetivo planetario presentado aúna dos ideas: primero, reconoce a la Tierra como un planeta material que está sometido a un profundo estrés debido a los modos de vida humanos. En este sentido, el adjetivo planetario tiene en cuenta la finitud de los recursos naturales, la interrelación esencial entre los seres humanos y los ecosistemas que sustentan la vida, así como el profundo impacto de las actividades humanas pasadas y futuras en estos sistemas.

En segundo lugar, introduce la idea de «planetaridad» de Spivak (2015). Esta autora presenta el término «planetaridad» como una palabra intraducible, lo que implica que esta no puede remitirse a un objeto que la domestique simbólicamente. Afirma: «[s]i pensamos críticamente –de nuevo a través de Kant– solo en referencia a nuestras facultades cognitivas y, en consecuencia, sujetos a las condiciones subjetivas de imaginar la planetaridad, sin comprometernos a decidir nada sobre su objeto, descubrimos que la planetaridad no es susceptible de ser aprehendida por el sujeto» (ibídem: 290). Por tanto, la «planetaridad» abre la posibilidad de imaginar un nuevo tipo de sujeto, el «sujeto planetario», en cuyo contexto «la alteridad sigue sin estar relacionada con nosotros; no es nuestra negación dialéctica, nos contiene tanto como nos expulsa y, por lo tanto, pensar en ella ya es transgredir, porque, a pesar de nuestras incursiones en lo que representamos a través de la metáfora, de manera diferente, como espacio exterior e interior, lo que está por encima y más allá de nuestro propio alcance no tiene continuidad con nosotros, del mismo modo que no es, de hecho, específicamente discontinuo» (ibídem: 292).

Asumir esta disolución radical de dicotomías y fundamentos (globales) convencionales que implica la noción de «planetaridad» de Spivak es una estrategia que ayuda a abrir horizontes epistemológicos y a desencadenar un cambio más allá del principio rector del nacionalismo metodológico, hacia el tercer propósito no alcanzado del concepto de «sociedad civil global». Ello se recoge en lo que Ulrich Beck denomina «cosmopolitización» y «modernización reflexiva». Se trata de una comprensión del mundo que reconoce que muchos de los problemas de acción colectiva global a los que nos enfrentamos no tienen tanto que ver con una nueva realidad externa que requiere un ajuste institucional, como que son el resultado de un mundo organizado nacionalmente con fundamentos modernos. Problemas como el cambio climático inducido por la actividad humana deben considerarse, por un lado, como el éxito, el triunfo de la modernización y no como su lado oscuro y, por el otro, como el resultado de «decisiones industriales, es decir, tecnoeconómicas y consideraciones de utilidad» del pasado (Beck, 1992: 98), que se basaban en lo que Beck (2006: 48) denomina la «perspectiva nacional», en general, y la tecnología moderna del «riesgo», en particular. Esto último se debe a que, en la aplicación del riesgo, la posibilidad de problemas como el cambio climático (o una consecuencia no deseada imaginada del cambio climático) no podría haber figurado como factor orientador de la acción, simplemente porque tales problemas son contrarios a las propias premisas nacionales-modernas en las que se basaban o se basan las evaluaciones del riesgo de las «decisiones tecnoeconómicas y las consideraciones de utilidad», tales como las ideas de «dentro» y «fuera» y, más en general, la noción de delimitación espacial. En este sentido, la realidad de problemas como el cambio climático es un ejemplo del «efecto colateral de la modernización», como lo llama Beck, en el que el propio éxito de la modernización socava sus propias instituciones y premisas. Al respecto, la mirada nacional es la perspectiva que pone de manifiesto la realidad con la que nos vemos confrontados cada vez con mayor impotencia, ya que equipara la sociedad con la sociedad nacional (ibídem) y consigue su posición de mirada natural sobre el mundo debido a que «adopta las categorías de la práctica como categorías de análisis» (Beck y Sznaider, 2006: 4; véase también Selchow, 2020).

Impuesta a través de la noción natural-antinatural de soberanía nacional, la perspectiva nacional permite y luego reproduce la existencia de un mundo en el que no solo está claro dónde están los límites de las políticas y acciones soberanas del Estado-nación, sino también, y de forma importante, dónde están los límites naturales-antinaturales de las responsabilidades; esta perspectiva pone de manifiesto un mundo de «irresponsabilidad organizada» (Beck, 1988). En términos más generales, es la perspectiva nacional la que hace posible la idea misma de externalización de los males de los estilos de vida nacionales a otras sociedades nacionales, tales como las condiciones laborales que suponen una amenaza para la vida y el trabajo infantil en las industrias de la confección y el camarón, la exportación de residuos electrónicos y plásticos o, de hecho, la externalización de la producción agraria a otra parte del mundo, con todas sus consecuencias ecológicas y económicas. Lessenich (2016) desvela y evalúa críticamente todo esto y sobre todo bajo la etiqueta «sociedad de la externalización». Aunque estas externalizaciones son perfectamente razonables y naturales en un mundo de perspectiva nacional, de hecho, nunca se produce una verdadera externalización. Las tecnologías contemporáneas de la información y la comunicación hacen difícil escapar a la realidad mediada de las vidas de los «otros globales»; la destrucción de ecosistemas en nombre de la productividad agraria en el extranjero regresa en forma de consecuencias del cambio climático; y los residuos plásticos que se externalizan en los océanos del mundo allí encuentran su camino de vuelta a las existencias corporales en su lugar de origen a través del marisco que se consume aquí.

Algunas partes de este razonamiento se parecen a la historia de la globalización que habla de una creciente interconexión mundial. Sin embargo, hay un ligero pero importante giro y consecuencia de lo anterior. Seguir esta forma de entender el mundo nos obliga a ver que enfrentarse a los retos contemporáneos no consiste tanto en encontrar el ajuste institucional adecuado a un entorno cambiante –es decir, retocar lo que hay para que encaje en cada vez más y más amplios entornos y experimentos de gobernanza– como en darse cuenta de que la propia «gramática» (Beck, 2004: 133) de la perspectiva nacional fracasa ante la realidad, y que esto pone en evidencia el entorno institucional y las premisas sobre las que este se construye. Eso no responde a la realidad porque, según Beck, esta realidad inicialmente no es nacional, sino que está moldeada por la «condición cosmopolita» (Beck y Sznaider, 2006: 6-9). La condición cosmopolita es el producto de la cosmopolitización, un proceso estructural de enredo global que se desarrolla como un efecto secundario no intencionado de todo tipo de acciones y que lleva al «otro global» (por ejemplo, procedente de un pequeño Estado insular que se está hundiendo debido al cambio climático) a encontrarse en medio de los demás «otros globales», independientemente de si los actores sociales son conscientes de ello o no. Para referirse a esto, Beck utiliza la palabra «cosmopolitización», en lugar de globalización, porque ve la perspectiva nacional reproducida en la segunda, sugiriendo que esta se conceptualiza ampliamente como «algo que tiene lugar “ahí fuera”, [mientras que] la cosmopolitización ocurre “desde dentro”» (ibídem: 9).

Esta combinación de nociones relativas, por un lado, a la finitud de los recursos naturales, a la interrelación esencial entre los seres humanos y los ecosistemas que sustentan la vida, así como al profundo impacto de los desarrollos humanos pasados y futuros sobre estos sistemas; y, por el otro, al impulso de Spivak (2015) y Beck (2006 y 2007) en favor de una epistemología diferente, es lo que hace que el adjetivo planetario sea «poderoso» e inscriba en el concepto de «política planetaria» una forma radicalmente nueva de ver el mundo que el concepto de «sociedad civil global» perseguía pero no consiguió.

Conclusión

Los conceptos son abstracciones; orientan y permiten ver con mayor nitidez determinados aspectos de la realidad social. En su momento, el concepto de «sociedad civil global» abordó la relación entre la autoridad política, la sociedad, el individuo y el mercado, ayudándonos a comprender «la aparición de una esfera supranacional de participación social y política» (Anheier et al., 2001, 4); de hecho, fue útil para fines importantes en la producción de conocimiento posguerra fría. La expresión «sociedad civil global» intervino en las percepciones convencionales de la política centradas en el Estado, al hacer hincapié en la importancia de la política no partidista y el activismo; asimismo, incidió en el debate sobre la relación entre el Estado, la sociedad, el individuo y el mercado, al subrayar y promover una noción «activista» de la sociedad civil basada en la deliberación –en contraste con el pensamiento «neoliberal», del «tercer sector» (Kaldor, 2003)–; y en el discurso sobre la globalización, al argumentar que esta era algo más que integración económica y un proceso estructural que se extendía por el mundo, ya que era una construcción humana.

En la misma línea, el concepto de «política planetaria» tal y como se propone aquí pretende intervenir en la producción contemporánea de conocimiento. Su objetivo es reavivar e impulsar un propósito que el concepto de «sociedad civil global» no acabó de alcanzar plenamente, es decir, abrir vías para un enfoque no convencional del mundo social, que fuera más allá del nacionalismo metodológico. Así, el concepto propuesto de «política planetaria» abarca una comprensión de la realidad social contemporánea en la que el desarrollo humano está esencialmente involucrado con el estado del planeta Tierra, además de conformado por el «efecto colateral de la modernización» en el que las instituciones establecidas socavan [BM5] su propia finalidad debido a premisas y principios subyacentes, importantes para nosotros, guiados por la idea de que las consecuencias de la acción social podrían externalizarse. Ambos aspectos están interrelacionados. La idea de que las consecuencias pueden externalizarse da forma a las prácticas (cotidianas) en todos los niveles; no solo incluye externalizaciones espaciales, sino también, por ejemplo, externalizaciones intergeneracionales, interraciales e intergénero.

Partiendo de esta forma de entender el mundo, el concepto de «política planetaria» está diseñado para mejorar nuestra comprensión de las prácticas de externalización, que ya no pueden considerarse una forma natural de hacer las cosas, sino prácticas políticas que reproducen un mundo social y un paisaje institucional que es el motor de muchos de los problemas contemporáneos esenciales más que una realidad que aún no se ha ajustado del todo. Dando la vuelta a esto, la «política planetaria» abarca prácticas y formaciones sociales que se comprometen y desafían las diversas realidades y prácticas de externalización y/o (intentan) vivir una realidad «no externalizadora». En este sentido, la expresión «política planetaria» no es una descripción de un aspecto concreto de la realidad, sino que, al igual que «sociedad civil global», este concepto pretende desencadenar una agenda de investigación que explore la existencia y los matices de la «política planetaria». Si el concepto de «sociedad civil global» exigía alejarse del nacionalismo metodológico, el de «política planetaria» va un paso más allá. Esta noción pone de manifiesto un objeto de investigación, la «política planetaria», que solo es visible desde una perspectiva conceptual que, para empezar, va más allá del nacionalismo metodológico; por lo tanto, sitúa al investigador en un mundo diferente, «no metodológicamente nacionalista» y, con ello, abre la perspectiva a una realidad ignorada de prácticas y formaciones políticas. 

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Este artículo es una versión adaptada y abreviada del trabajo «Planetary Politics: Reviving the Spirit of the Concept of ‘Global Civil Society’» (originalmente en: Civil Society: Concepts, Challenges, Contexts: Essays in Honour of Helmut K. Anheier. Springer International Publishing, 2022, p. 189-204).

Palabras clave: sociedad civil global, nacionalismo metodológico, globalización, política planetaria

La teoría política ante el desafío de un mundo multipolar. Mario López Areu. 2020

I. INTRODUCCIÓN

A lo largo de la última década hemos sido testigos de fenómenos políticos tales como el auge y la consolidación de nuevas potencias como China e India, el resurgir nacionalista ruso o el fracaso de la Primavera Árabe y la expansión del Estado Islámico.

A pesar de su diversidad, todos ellos tienen en común que son fenómenos modernos que están teniendo lugar en el no-Occidente y que la ciencia política y sus disciplinas afines encuentran difícil explicar adecuadamente, a menudo porque sus causas y dinámicas internas no se ajustan al canon teórico occidental.

En este trabajo buscamos reflexionar acerca de la labor fundamental que realiza la teoría política a la hora de equipar a las ciencias sociales, y en particular a la ciencia política, con conceptos y teorías que les ayuden a comprender los fenómenos sociopolíticos. Debido a la importancia de dicha tarea, el trabajo también defiende la necesidad de llevar a cabo una expansión de las fronteras conceptuales de la teoría política para aumentar su capacidad heurística ante fenómenos modernos no europeos que, para bien o para mal, van a jugar un papel muy relevante en la nueva normalidad que es un mundo multipolar.

Nuestra investigación se divide en dos partes. En una primera parte proponemos una suerte de tipología crítica de los tres ejes del conocimiento científico —ontología, epistemología y metodologíapara la teoría política contemporánea. El objetivo de esta tipología no es realizar un examen exhaustivo, o siquiera al uso, de la disciplina, sino ordenar y contrastar las principales líneas de debate de relevancia para evaluar la naturaleza de la actual crisis heurística de la disciplina.

En la segunda parte, utilizando como punto de referencia la tipología de la primera parte, defendemos que la teoría política requiere de una reflexión global para que sus principios, conceptos y herramientas de trabajo puedan continuar ayudando a explicar la realidad política. En esta segunda parte también presentamos nuestra propia contribución a dicha reflexión colectiva.

II. TRES EJES BÁSICOS DE LA NATURALEZA DE LA TEORÍA POLÍTICA: UNA SUERTE DE TIPOLOGÍA CRÍTICA DE LA DISCIPLINA

¿Qué es y cuál es la función de la teoría política? Estas son dos preguntas que llevan haciéndose los teóricos de la política desde sus inicios como disciplina moderna.

Ambas preguntas no tienen una única respuesta porque, como en toda disciplina académica, existen distintos enfoques y debates alrededor de la misma; esta es una cualidad inmanente al estudio y la reflexión.

En relación con qué es la teoría política, el punto de partida sí está claro: la teoría política busca, a partir de un análisis racional, conocer y explicar la realidad política. Este mínimo común denominador es el punto de partida porque determina el objeto de estudio de la disciplina.

Dicho objeto es la política: la(s) forma(s) en que los seres humanos organizan sus intereses comunes, los asuntos públicos, a través del acatamiento de reglas colectivas; o, dicho de otra manera, «la provisión de bienes públicos por medio de la acción colectiva» (Colomer, 2009: XII).

Si el objeto de estudio está claro, sin embargo, solo hasta ahí alcanza el consenso en la disciplina. Más allá comienzan las divergencias que abarcan los tres ejes del conocimientola ontología, la epistemología y la metodología— y que aquí ordenaremos en una tipología basada en tres líneas de debate, quizás atípicas, pero que creemos útiles para alcanzar el objetivo de este trabajo.

La primera línea de debate es cómo abordar el conocimiento de la realidad política; la segunda es cuáles son los límites de lo político, y la tercera y última, si la teoría política debe ir más allá de simplemente la comprensión de la realidad política. A continuación, indagaremos en las tres líneas por separado.

1. CÓMO ABORDAR EL CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD POLÍTICA (ONTOLOGÍA)

La primera línea de debate, cómo abordar el conocimiento de la realidad política, podríamos organizarla con base en dos preguntas básicas: ¿por qué se comportan los individuos como lo hacen? ¿Por qué debería alguien obedecer a otro alguien?

«¿Por qué se comportan los individuos como lo hacen?» es una pregunta clave de la que parte el positivismo en la ciencia política. La ciencia política positiva se desarrolla en la década de 1950 y sus principios fueron presentados por David Easton (1965) en su conocido A framework for political analysis.

El primer principio es la búsqueda de regularidades en el comportamiento político de los individuos. La ciencia política positiva asume que las personas reaccionan de manera uniforme ante la misma circunstancia y, por tanto, se pueden extraer conclusiones generales de acuerdo con dicho comportamiento político similar en los individuos.

El segundo principio es que dichas generalizaciones sobre el comportamiento político pueden ser verificadas a través de su demostración empírica. Tercero, el uso de técnicas de investigación científicas para garantizar que la recolección e interpretación de los datos es objetiva, estable y consistente. El cuarto principio es el uso de la cuantificación, es decir, los datos y la evidencia son medidos para hacer posible la aplicación de técnicas de investigación científicas a los mismos. Quinto, la distinción clara entre la explicación objetiva y la valoración subjetiva del comportamiento observado. Sexto, la sistematización del proceso explicativo, en otras palabras, el análisis científico debe ir orientado al desarrollo de una verdad objetiva o a la construcción de un principio general y, por tanto, todos los pasos dados en el proceso deben ser parte de un sistema. El principio séptimo y último es la reivindicación de la aplicación de los principios de la ciencia pura, sus métodos y técnicas, a la ciencia política para que esta alcance un mayor poder explicativo y prestigio.

Con base en estos principios, podemos afirmar que el enfoque positivista asume que los comportamientos políticos son ahistóricos, objetivos, estables y consistentes y que, por tanto, a través del método científico se pueden desarrollar conceptos y teorías generales que expliquen y no simplemente describan la realidad política (Easton, 1953).

Esos conceptos y teorías generales constituirían la teoría política; una teoría política que establece postulados que buscan dar respuesta a la pregunta que enunciábamos al comienzo: por qué se comportan los individuos como lo hacen ante situaciones similares (Riker y Ordeshook, 1973).

Frente a la razón descontextualizada del positivismo encontramos la interpretación de la teoría política que busca dar respuesta a la segunda pregunta: ¿por qué debería alguien obedecer a otro alguien?

Esta segunda pregunta, a nuestro juicio, orbita alrededor del elemento crucial de la legitimidad política, como justificaremos más adelante. La pregunta la planteó ya Isaiah Berlin en su artículo «Does political theory still exist?» de 1962. En el mismo, Berlin (1978: 149) explica que la realidad política está constituida por el desacuerdo sobre el significado de conceptos como autoridad, soberanía o libertad entre los miembros de la sociedad y que, por ende, existen diferencias acerca de lo que componen razones válidas para la acción política.

Esa heterogeneidad de interpretaciones y valores políticos abre la puerta a la consideración de la contextualización —histórica, geográfica, sociocultural, lingüística, etc.— en la teoría política, lo que se ha denominado como giro ontológico.

Ya en 1977, Gabriel Almond y Stephen Genco (1977: 489), inspirados por la metáfora de las nubes y los relojes de Karl Popper, criticaron el carácter descontextualizado de la teoría política positiva para, en su lugar, reivindicar la necesidad de que toda teorización política se mantenga en contacto con su base ontológica.

Según ellos la realidad política está constituida por tres elementos que interactúan entre sí. El primer elemento son las ideas políticas, las cuales son heterogéneas y diversas, lo que da lugar a distintas concepciones de lo político.

El segundo elemento es el comportamiento humano, que se encuentra determinado por la socialización. Y el tercero, el mundo físico, que incluye la situación geográfica o el nivel de desarrollo tecnológico, entre otros, de una sociedad. La interacción entre esos tres condicionantes da lugar a un complejo sistema que determina las elecciones y decisiones tanto de los líderes —qué políticas adoptar y cómo hacerlo— como de los ciudadanos —a quién votar, qué demandas hacer o si obedecer o no a la autoridad (Almond y Genco, 1977: 492)—.

El complejo y específico contexto en el que se constituye toda realidad política implica que no se pueda intentar estudiar esta en un vacío científico. La experiencia individual y colectiva y la naturaleza de los objetivos condicionan el horizonte de lo posible a través de la opinión pública y la cultura política.

A todo esto, Almond y Genco (ibid.: 494) lo denominan «propiedades ontológicas», y sin ellas no se puede comprender verdaderamente la realidad política. En definitiva, mientras toda teoría busca encontrar regularidades y establecer generalizaciones, las teorías de la política lo hacen, pero limitadas a un espacio y un tiempo.

La preocupación por la ontología en la teoría política que expusieron Almond y Genco ha sido articulada también por Michael Freeden a través del estudio de las ideologías. Como para Almond y Genco, para él toda interpretación social por parte de un individuo tiene lugar dentro de un contexto dado y limitado (Freeden, 2018: 410).

Según la tesis de Freeden, la realidad política se constituye a través del lenguaje ordinario de una sociedad, ya que es a través del mismo como los individuos se comunican, deliberan y toman decisiones acerca de lo público. Pero, como ya afirmó Berlin, dicho lenguaje es ambiguo, dando lugar a múltiples y complejas interpretaciones de los conceptos políticos.

Ante esa ambigüedad de significados, las ideologías, defiende Freeden (1996), ofrecen una simplificación semántica que permite a los individuos orientarse políticamente, decidir, en definitiva, acerca de su posición en relación a las distintas opciones disponibles para la gobernanza de lo público.

Para él, el estudio de las ideologías es la mejor manera de comprender la realidad política porque estas son vehículos de doble dirección.

Como afirma la escuela marxista, las ideologías pueden ser una manifestación del poder de los intereses de la clase dominante, pero también, argumenta Freeden (2018: 411), estas pueden resolver la necesidad de un grupo social de poseer una identidad política que le permita organizarse en la lucha por el poder.

El estudio de las ideologías, en definitiva, pone el foco de la teoría política en el punto de encuentro entre pensamiento y acción política.

Antes hemos dicho que esta segunda interpretación de la teoría política está íntimamente ligada, a nuestro juicio, a la cuestión de la legitimidad. Para dar respuesta a la pregunta «¿por qué debería alguien obedecer a otro alguien?» es necesario conocer cuáles son las razones que el individuo considera válidas, es decir, legítimas, para acatar la autoridad política; dichas razones le dirigirán hacia una u otra opción política.

Y a su vez, los líderes políticos compiten por influir en la composición de dichas razones válidas a través de la lucha ideológica. Todo esto ocurre a través de dos elementos: el lenguaje ordinario y el marco ontológico de la cultura política del momento (Lebenswelt).

Es por ello que la respuesta a la pregunta de por qué alguien debería obedecer a otro alguien es porque es el poder legítimo y esa legitimidad solo puede existir dentro de un contexto específico.

El giro ontológico o contextualismo en la teoría política es relevante no solo para el objeto de estudio —la realidad política— como hemos analizado hasta ahora, sino también para el investigador.

En 1969 Sheldon Wolin alertó sobre el peligro de aplicar el positivismo, lo que él denominó metodismo, a la teoría política, pero por razones distintas a las ya mencionadas.

Para Wolin el principal riesgo de aplicar el método científico a la política, un análisis objetivo y desapegado del sujeto y su contexto, es que ignora el «yo situado históricamente» del propio teórico. El teórico político que busca descubrir verdades científicas de la realidad política, ignora que su reflexión está limitada por su propia experiencia subjetiva.

Esto abre la puerta a que sus postulados generales puedan ser cuestionados por otros teóricos políticos desde otros contextos y que a su vez afirman sus propias verdades científicas.

La cuestión de cómo la propia subjetividad del investigador limita su

horizonte de posibilidades analíticas ha dado lugar a lo que Richard Bernstein (1976: XV) ha denominado «el científico social metodológicamente auto-consciente».

El cuestionamiento de la capacidad para la objetividad del teórico político nos conduce a la segunda línea de debate que hemos presentado al principio de este trabajo: cuáles son los límites de lo político.

2. CUÁLES SON LOS LÍMITES DE LO POLÍTICO (EPISTEMOLOGÍA)

Un concepto central para la teoría política es el de poder —la capacidad de un individuo para influir en la conducta de otros— y, unido a ello, el concepto de autoridad como fuente del poder legítimo. A partir de la década de 1960, emergen un número de críticas, denominadas radicales, en la teoría política tradicional y sus explicaciones de cómo el poder es ejercido y por quién.

Dichas críticas pueden ser resumidas en la pregunta «¿quién se beneficia?». En otras palabras, estas corrientes buscan examinar cómo las reglas e instituciones que organizan los intereses comunes, los asuntos públicos, no son moldeadas por la sociedad en su totalidad, ya que ciertos grupos sociales han sido excluidos del proceso.

De ahí la pregunta que se hacen de quién se beneficia del sistema político. Estas críticas han sido calificadas como radicales porque se trata de críticas epistemológicas: denuncian que la producción de conocimiento perpetúa estructuras de poder discriminatorias a través de representaciones del mundo interesadas.

Su objetivo es expandir los límites de lo político al explorar nuevas formas o relaciones de poder y, por tanto, de comprender y explicar la realidad política, introduciendo nuevas perspectivas y conceptos en la teoría política.

Entre estas teorías críticas, resaltar brevemente, como ejemplos ilustrativos, la teoría política feminista, la teoría de la gubernamentalidad de Michel Foucault o la teoría poscolonial de, entre otros, los estudios subalternos.

La crítica feminista a la teoría política se construye sobre el concepto de patriarcado: el sistema general de dominio masculino sobre las esferas económica, política y cultural (Menon, 2014: 154). Para la teoría política feminista, la posición subordinada de las mujeres no es el resultado de comportamientos o situaciones individuales, sino que el patriarcado legitima su dominación y subyugación sistemática y les deniega el acceso a los recursos necesarios para su liberación.

Para esta crítica epistemológica, el dominio del patriarcado se extiende a la teoría política que como sistema de conocimiento está dominada por conceptos e interpretaciones que excluyen la perspectiva femenina, legitimando y normalizando el dominio de lo masculino (Guerra-Cunningham, 2007: 10).

La teoría de la gubernamentalidad de Michel Foucault explora la noción de poder dominante en la teoría política y defiende que este no es de carácter represivo, sino productivo. Para el filósofo francés la verdadera función del poder es producir identidades y subjetividades que, a través de discursos, son normalizadas y aceptadas como válidas.

Estas identidades y subjetividades, a través de definiciones instrumentales, dan lugar a su vez a interpretaciones interesadas de la realidad política, sin que estas sean percibidas conscientemente, y que condicionan el ordenamiento de lo público en favor de los poderosos. Su concepto de gubernamentalidad (Foucault, 2012) establece que la construcción de la subjetividad, cómo respondemos a la pregunta de quiénes somos, es a su vez una subyugación al poder ejercido por los poderosos que son los que establecen la verdad y, por tanto, la normalidad.

Por último, desde la crítica poscolonial los estudios subalternos defienden que la evolución política del mundo poscolonial está dominada por el consenso epistemológico alrededor de los valores y conceptos de la modernidad occidental compartido por las élites coloniales y las élites nacionalistas (Chibber, 2013: 7).

Los estudios subalternos defienden que dicha continuidad de las ideas y conceptos políticos de los poderosos marginan las formas de conocimiento de las clases subalternas autóctonas, excluyéndolas de la interpretación y construcción de las realidades sociopolíticas poscoloniales (Guha, 1982).

El resultado de la continuidad histórica de las teorías y conceptos políticos entre el colonialismo y el poscolonialismo es también la continuidad de las estructuras de poder.

Los estudios subalternos buscan rescatar las narrativas políticas subalternas a través de una relectura radical de la evidencia histórica contaminada por las interpretaciones elitistas, otorgándoles a las mismas la capacidad para desarrollar sus ideas políticas y su capacidad de influencia en el devenir de los procesos políticos como un actor legítimo y no prepolítico.

El elemento común a estas tres críticas epistemológicas a la teoría política es que la producción de conocimiento es una función instrumental de las relaciones de poder. Por tanto, resulta pertinente primero hacerse la pregunta acerca de quién y por qué ha producido y produce los conceptos y herramientas analíticas de la teoría política para determinar quién se beneficia y a quién se excluye de la interpretación de la realidad política a la que estos dan lugar.

Y segundo, considerar cómo influyen estos en nosotros mismos como investigadores a la hora de llevar a cabo nuestras propias interpretaciones y explicaciones de los fenómenos políticos.

3. EXPLICAR O VALORAR EN LA TEORÍA POLÍTICA (METODOLOGÍA)

La tercera línea de debate en nuestra tipología atiende a la cuestión de si la función de la teoría política debe limitarse a comprender y explicar la realidad política o si, por el contrario, debe ir más allá y realizar juicios de valor sobre la misma. Esta cuestión la presentaremos como un debate entre lo que denominamos la teoría política explicativa —¿por qué esta realidad?— y la teoría política normativa —¿es esta realidad aceptable?—.

La cuestión de si la teoría política debe explicar o valorar la realidad política fue una preocupación fundamental para Max Weber. En 1904, tras convertirse en coeditor de la Revista de Ciencia Social y Política Social, Weber publica un artículo en la misma en la que reflexiona sobre la objetividad en la ciencia social. El artículo «La “objetividad” del conocimiento en la ciencia social y en la política social» (Weber, 2017) es un texto fundamental del pensador alemán porque desarrolla las nociones más importantes de su metodología de trabajo.

En opinión de Weber (1993: 211), existe una necesidad de examinar críticamente la realidad política, pero sin hacer juicios de valor sobre la misma, ya que «las tomas de posición política y el análisis científico de los fenómenos y los partidos políticos son dos cosas bien distintas».

Para poder llevar a cabo dicha tarea, él desarrolla una metodología de trabajo en el artículo y en la que continuaría profundizando en escritos posteriores como Por qué no se deben hacer juicios de valor en la sociología y en la economía (Weber, 2010) y La ciencia como profesión (Weber, 1993).

Para Weber, el objetivo de investigación de la ciencia social es comprender la vida que nos rodea en su singularidad, cómo se organiza y el significado de sus fenómenos concretos en su forma actual; pero también por qué dichos fenómenos que la constituyen son así y no de otra manera (Abellán, 2017:17).

Por tanto, la realidad política solo puede ser comprendida en referencia a lo particular. Ese particular son los valores culturales establecidos en una sociedad determinada en una época determinada, es decir, el contexto.

Por ello, en un primer paso, Weber (2017: 122) defiende que la ciencia social no puede formular leyes generales porque: «No se puede pensar en un conocimiento de los fenómenos culturales que no sea sobre la base del significado que tengan para nosotros determinados aspectos concretos de la siempre individualizada realidad. Y ninguna ley nos puede descubrir en qué sentido y en qué situaciones ocurre esto, pues esto se decide por los valores con los que contemplemos la ‘cultura’ en cada caso».

En otras palabras, son los valores culturales los que le dan su significado a la realidad política.

El segundo paso en la metodología de Weber es desvelar esos valores que dan significado a la realidad. Para ello, hace la distinción entre el concepto genérico y el concepto genético o tipo ideal. El concepto genérico es aquel que contiene lo común a varios fenómenos que encontramos en la realidad política para así poder definirlos y clasificarlos. El tipo ideal —concepto genético— por su parte no busca subsumir la realidad en un género más amplio, sino que se construye como un modelo que sirve como punto de referencia con el que comparar el fenómeno histórico.

El tipo ideal, por tanto, no existe en la realidad, es una imagen mental, formada por un conjunto de características objetivamente posibles, con la que se mide o se compara la realidad para desvelar los elementos significativos de la misma, los valores que le dan su significado, y así poder comprenderla (Weber, 2017: 145). La ética protestante o el sistema capitalista son ejemplos de tipos ideales.

A la hora de enmarcar la metodología de Weber más ampliamente en nuestra tipología, podemos destacar dos elementos relevantes. El primero es que esta metodología hace una importante distinción entre argumentar para los sentimientos y argumentar científicamente para el entendimiento (Abellán, 2017: 15).

Esto implica la advertencia de que los tipos ideales deben reflejar una idea, pero no el ideal del teórico porque entonces dejarían de ser un medio lógico con el que comparar la realidad para convertirse, en su lugar, en un estándar con el que valorar la realidad.

La función, por tanto, de los tipos ideales es ofrecer un punto de referencia con el que primero ordenar para después explicar la realidad política —argumentar científicamente para el entendimiento—, en lugar de legitimar o validar una realidad política —argumentar para los sentimientos—.

El segundo elemento destacable es que, para Weber, al ser la realidad política finita, el objetivo de la teoría política no debe ser la búsqueda de un sistema de valores de carácter supratemporal o infinito (Abellán, 2015: 237). Los conceptos son efímeros, porque según cambia la realidad y los valores culturales, el contenido de los conceptos se transforma o se crean nuevos conceptos.

En suma, en relación con nuestra tipología se pueden extraer dos conclusiones de la metodología de Weber: primero, que la teoría política debe limitarse a conocer y explicar la realidad política, y segundo, que el contexto es relevante, tanto para el objeto de estudio como para el investigador.

Si la metodología de Max Weber nos sirve como referente de la teoría política explicativa, para la teoría política normativa esa función la puede realizar la conocida undécima tesis de Feuerbach de Karl Marx (1845): «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo».

La tesis de Marx es un punto de partida adecuado porque engloba la idea de algunos teóricos políticos para los que no es suficiente con comprender la realidad política, sino que existe una obligación moral de valorar si esta conduce a la buena vida y si no es así, hacer propuestas para cambiarla. Esta corriente normativa podemos decir que se adscribe a la necesidad de la teoría política de contribuir al progreso de la humanidad a través de la mejora de su organización política con base en valores como justicia, igualdad o libertad.

Aquí nos gustaría hacer una distinción clasificatoria entre dos formas de hacer teoría política normativa y que, a su vez, está unida a la cuestión del contexto.

La primera forma sería aquella que engloba metateorías de carácter descontextualizado. Estas metateorías tienen en común su adscripción a los principios básicos de la modernidad occidental: el racionalismo y el universalismo. Charles Taylor (2001) define este tipo de teorías como aculturales porque su característica común fundamental es su carácter universalista, lo que implica que se construyen en base a una razón descontextualizada, es decir, niegan que la modernidad occidental —el individualismo, el capitalismo, el método científico, el Estado centralizado…— sea fruto de un contexto cultural específico, el europeo.

Es por ello que para estos teóricos aculturales, el proyecto de la modernidad occidental es factible en cualquier sociedad independientemente del contexto cultural de la misma y, por tanto, universal.

Dos ejemplos de este tipo de metateorías podrían ser el materialismo histórico marxista y la teoría de los sentimientos morales de Adam Smith, por poner dos ejemplos en los extremos ideológicos de la teoría política normativa. En ambos casos se ofrece una lógica descontextualizada de comportamiento humano, con base en unos principios que pueden ser utilizados para construir un sistema político más adecuado para alcanzar el bien común de una manera más justa, igualitaria y basada en el respeto a la libertad humana.

La segunda forma de teoría política normativa englobaría aquellas teorías que podríamos denominar herramientas normativas. Dentro de este tipo encontraríamos aquellas teorías que, a diferencia de las metateorías analizadas más arriba, sí son sensibles al contexto cultural de la realidad social y, por tanto, aunque su aplicabilidad es universal, no prescriben una lógica unilineal de progreso.

Dos ejemplos que a nuestro juicio formarían parte de esta forma serían la teoría de la justicia de John Rawls y la teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas. Por motivos de espacio, nos centraremos solo en analizar la primera para ilustrar nuestro argumento.

Para John Rawls (1996) la centralidad de la ontología en los sistemas de valores de las democracias modernas dificulta el surgimiento de una concepción consensuada socialmente de justicia. La importancia que Rawls otorga a la ontología es un matiz importante a la hora de comprender su propuesta de una concepción de la justicia común.

Como afirma Irena Rosenthal (2019: 5), la búsqueda de dicho consenso no debe ser vista, como interpretan algunos críticos de Rawls, entre ellos Habermas, como un intento por encontrar una solución definitiva y universal a los conflictos políticos. Dicha búsqueda es una herramienta metodológica para que cada sociedad pueda construir su propio consenso dentro de su contexto cultural específico.

Esa herramienta metodológica de Rawls se basa en un proceso deliberativo en tres fases, que da lugar a la construcción de un consenso social sobre la concepción de justicia (Rawls, 1996: 386).

La primera fase —por tanto— sería en la que tendría lugar una reflexión individual de cada uno de los ciudadanos acerca de

la propia concepción de la justicia social según sus valores políticos personales. La segunda fase —justificación completa— implicaría que cada ciudadano evaluara si su concepción de la justicia podría ser considerada lo suficientemente independiente, es decir, aplicable de manera generalizada en la sociedad. La tercera y última fase sería la de la justificación pública de la concepción por parte de la sociedad, con los ciudadanos deliberando acerca de sus distintas concepciones para encontrar puntos de encuentro que den lugar a un consenso de justicia independiente ampliamente aceptado.

Dos son los elementos que destacar en la teoría normativa de Rawls con relevancia para nuestro argumento. Primero, que es normativa porque Rawls (1999: XII) establece ex ante dos atributos necesarios para que una concepción de justicia pueda ser considerada independiente: el principio de libertad igualitaria y el principio de la diferencia.

Y segundo, que ofrece una herramientametodológica que tiene en cuenta que es el contexto lo que al final legitima la concepción de justicia a ojos de la sociedad, lo que la hace aceptada y, portanto, duradera en el tiempo.

Como el propio Rawls afirma (2001: 90), suherramienta ofrece a los ciudadanos la oportunidad de demostrar bajo quécondiciones están dispuestos a aceptar la concepción pública de justicia.

III EL DESAFÍO DE LA NUEVA NORMALIDAD DE UN MUNDO MULTIPOLAR

En la primera parte del trabajo hemos desarrollado una tipología sobre los tres principales debates acerca del ser y la función de la teoría política:

1) una ontología descontextualizada y universalista frente a otra contextualizada y finita;

2) una epistemología tradicional frente a otra crítica,

y 3) una metodología explicativa y otra normativa.

A continuación, en esta segunda parte del trabajo abordaremos nuestra reflexión acerca de la crisis de capacidad explicativa de la disciplina ante fenómenos modernos no occidentales que conforman la realidad política del mundo actual, utilizando como marco referencial esa tipología.

De manera periódica en la teoría política surge el debate acerca de la capacidad de la misma para explicar los fenómenos políticos de un tiempo determinado. Como hemos visto que afirma Weber, la evolución de la realidad política impone la necesidad de actualizar los conceptos que utiliza la disciplina para mantener su capacidad heurística.

Durante el último cambio de siglo encontramos algunas reflexiones sobre esta cuestión. Por ejemplo, en 2002 la revista Political Theory publicó un volumen monográfico especial que aunaba distintas reflexiones sobre la relevancia de la teoría política cincuenta años después de su surgimiento como disciplina moderna.

Entre los artículos publicados podemos destacar «The adequacy of the canon» de George Kateb (2002), en el que reflexiona sobre la capacidad de la teoría política para explicar algunos de los horrores del siglo xx como el nazismo o el estalinismo.

Kateb argumenta, desde una concepción universalista de la teoría política, cómo tres factores —el crecimiento exponencial de la población humana, eldesarrollo tecnológico y el declive de la religión— han modificado la aplicabilidad de los postulados teóricos occidentales surgidos en los siglos xviii y xix.

Desde la perspectiva normativa, por otro lado, en 1993 John Dunn publicó unas breves notas tituladas Western political theory in the face of the future en las que se hacía la pregunta de si las tradiciones de entender la política que han sido desarrolladas en Europa en los dos últimos milenios poseían aún la capacidad para dirigirnos en el mundo de entonces.

En sus notas, Dunn (1993: IX) defiende que el tono confiado con el que las ideologías y los conceptos normativos occidentales se pronuncian, particularmente el liberalismo democrático y capitalista tras el colapso de la URSS en 1989, no equivalía a la fuerza intelectual y coherencia práctica de los que presumían.

Este tipo de reflexiones críticas son un ejercicio saludable para la teoría política porque ayuda a examinar la relevancia de sus postulados y herramientas de trabajo. Las tres líneas de debate que hemos presentado en nuestra tipología de la primera parte del trabajo son un buen reflejo de ese ánimo reflexivo a lo largo del último siglo.

En consonancia con ese espíritu crítico, a nuestro juicio, a las puertas de la tercera década del siglo xxi sería conveniente inaugurar un nuevo período de reflexión. Las razones para ello son principalmente dos.

La primera es que la crisis económica de 2008 ha supuesto un punto de inflexión para el orden político mundial. Esta crisis económica, que afectó principalmente a Occidente, ha tenido un profundo impacto en los ordenamientos políticos de Europa y EE. UU., sumiendo al consenso liberal post Guerra Fría en una importante crisis de legitimidad. Los denominados movimientos nacional populistas han minado la credibilidad de proyectos liberales como la integración regional de la Unión Europea —con la elección de Gobiernos ultranacionalistas y el referéndum del brexit— o el libre comercio, ilustrado principalmente por la política de inspiración jacksoniana del «America First» de Donald Trump en EE. UU. (Tovar, 2019).

La segunda razón es que, mientras este declive del proyecto liberal occidental tenía lugar, otras regiones del mundo han experimentado desarrollos políticos muy importantes. China, por ejemplo, no solo ha consolidado una forma económicamente exitosa de capitalismo de Estado, sino que ha unido esa fortaleza económica a una visión política más sofisticada, alejada de la ortodoxia ideológica marxista.

La doctrina del «sueño chino» de Xi Jinping propone una sinización del discurso político en el gigante asiático. El objetivo es cuestionar la superioridad normativa de los ordenamientos políticos occidentales y, por tanto, su universalidad. Con ello se busca una mayor autonomía del proyecto político chino de los conceptos políticos occidentales y su horizonte de posibilidades y, a su vez, la exportación de una modernidad política china alternativa y su horizonte de posibilidades a otras regiones del mundo como Asia, África o Latinoamérica.

En el caso de Rusia, vemos cómo el régimen de Vladimir Putin ha recuperado el concepto de eurasianismo y con él la noción eslavófila de una Rusia epistemológicamente alejada de Occidente (Clover, 2016; Berlin, 2008: 6). Un último ejemplo podría ser cómo los sustentos teóricos de la democracia india, como su particular conceptualización del secularismo o del nacionalismo, ofrecen una hoja de ruta para las democracias liberales dentro de un contexto futuro inevitablemente más multicultural.

A diferencia de lo que ocurrió en el pasado, por ejemplo con el fascismo o el comunismo, muchos de estos cambios en la realidad política no están inspirados en las ideas y valores occidentales, sino que provienen de unas epistemologías y ontologías diferentes.

Además, aunque ya a mediados del siglo xx tuvo lugar el proceso descolonizador en Asia y África, dentro del cual se desarrollaron nuevas teorías y conceptos alejados de la modernidad política occidental, la diferencia hoy es que algunos de estos nuevos proyectos buscan ofrecer una alternativa normativa a las cosmovisiones políticas occidentales, principalmente, como ya hemos apuntado, al liberalismo democrático capitalista.

Esa combinación de declive de la influencia de las ideas liberales y el auge de cosmovisiones alternativas inevitablemente ponen a la teoría política contra las cuerdas a la hora de explicar la normalidad de un nuevo mundo con diferentes centros de influencia, cada uno con una cosmovisión diferente.

1. LA TESIS DE LA PLURALIDAD DE MODERNIDADES

No es una afirmación sorprendente decir que la teoría política como disciplina está fuertemente arraigada en la epistemología y ontología occidental. La teoría política es hija de la modernidad europea; es más, la disciplina ha sido clave en la definición de los atributos de esta y en la expansión geográfica de sus instituciones y valores más allá de los confines de la región.

Uno de los atributos definitorios de la teoría política descontextuali-

zada, sea esta positiva o de las metateorías normativas, es que asume el carácter ahistórico y universal de la modernidad occidental. Ello conlleva dos consecuencias. Primero, que sus postulados tiendan a asentarse sobre una cruda dicotomía modernidad/tradición, equivalente, a su vez, a progreso/atraso.

Y segundo, como resultado de la primera, que el asumido carácter universal de la modernidad devenga en el impulso en el siglo xx de la convicción de que la única manera para que una sociedad se modernice y progrese es realizando las mismas transformaciones culturales que hizo Occidente en su momento.

El resultado ha sido un grave problema de etnocentrismo: «La tendencia a considerar el grupo étnico propio y sus estándares sociales como la base para juicios de valor en relación a las prácticas de otros; con la implicación de que el punto de vista de uno es que sus propios estándares son superiores» (Joseph, 1990: 1).

Ya que la teoría política juega una función fundamental equipando a la ciencia política con teorías, conceptos y metodologías de trabajo, su eurocentrismo inevitablemente se contagia a los análisis sociopolíticos de su disciplina afín.

El máximo exponente de los postulados teóricos de la modernidad eurocéntrica en la ciencia política ha sido la escuela desarrollista (developmentalism), que tuvo su auge en el período entre 1945 y la década de 1970, un período dominado por el amplio proceso descolonizador en Asia y África.

Esta escuela, espoleada por la revolución positiva, busca crear categorías generales que permitan distinguir los elementos esenciales en procesos sociales para permitir la comparación entre distintas sociedades (Parsons, 1966; Huntington, 1968). Siguiendo los principios de la modernidad occidental y el positivismo, el desarrollismo busca descontextualizar sus análisis, defendiendo una metodología funcionalista-estructuralista, con el objetivo de alcanzar teorías generales y científicamente verificables de la acción humana.

El resultado son observaciones reduccionistas porque desdeñan el contexto cultural de una sociedad como vacío de poder explicativo en el desarrollo de la misma, y unilineales porque al utilizar la modernidad occidental como un ideal, para que otras sociedades se consideren modernas, estas deben ajustarse al modelo occidental:

Lo que había ocurrido en Europa y Norteamérica en el siglo xix y principios del siglo xx estaba ahora, más o menos, a punto de ocurrir en América Latina, Asia y África. El progreso prometido por la Ilustración —la expansión del conocimiento, el desarrollo de la tecnología, el alcance de niveles más altos de bienestar material, el auge de gobiernos de derecho, humanos y liberales, y la perfección del espíritu humano ahora espera al tercer mundo libre del colonialismo y la explotación y luchando contra su propio provincialismo— (Smith, 1985: 537).

Aunque el desarrollismo en su vertiente más ortodoxa sufrió un fuerte declive en el último cuarto del siglo xx con la irrupción del contextualismo, como ya hemos analizado en la primera parte de este trabajo, su influencia sigue siendo muy importante, informando las políticas de instituciones internacionales que se crearon con base en su análisis, como son el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial del Comercio.

Si el eurocentrismo de la teoría política produce, a través de los conceptos y herramientas del positivismo y la teoría normativa liberal, la escuela desarrollista en la ciencia política, a través de los conceptos y herramientas del materialismo histórico marxista produce la teoría de la dependencia.

La teoría de la dependencia ejerce una crítica directa y feroz a la tesis liberal del desarrollismo; a pesar de ello, comparte con esta los postulados que avanzaba Charles Taylor de las teorías aculturales de la modernidad.

La teoría de la dependencia extrapola la teoría marxista del desarrollo capitalista a las relaciones internacionales, para argumentar que el poder del capitalismo internacional concentrado en Occidente, el centro, ha creado una división del trabajo global y es el principal responsable de determinar la historia del tercer mundo, la periferia, a través de su sometimiento imperialista.

Al igual que el desarrollismo, la teoría de la dependencia ha ignorado en su análisis la influencia de la cultura en el desarrollo de una sociedad, al tratarla como parte de la superestructura económica y, por tanto, sometida a la lógica acultural de la economía capitalista.

El propio Marx (1976) sentía que la historia, a través del colonialismo, produciría nuevas fuerzas tecnológicas y sociales en Asia y África, que acabarían por desarrollar una conciencia crítica racional similar a la que tendría lugar en Occidente bajo el capitalismo.

Tradicionalmente, en la teoría política el liberalismo y el marxismo han sido vistos como dos corrientes de pensamiento y análisis fundamentalmente diferentes e incluso antagónicas. Este análisis, sin embargo, como hemos examinado brevemente, es solo válido si aceptamos la premisa básica de que la lógica de la modernidad occidental es universal; el desarrollo histórico en sociedades no occidentales en los dos últimos siglos evidencia que tal premisa no es cierta.

Las teorías aculturales de la modernidad han desarrollado herramientas de análisis extraordinariamente exitosas para explicar las realidades políticas en sociedades occidentales, pero según han expandido su análisis hacia otras sociedades fuera de Occidente su capacidad explicativa ha decaído fuertemente.

Esto se debe a su incapacidad para incorporar a su análisis las particularidades históricas y socioculturales de estas sociedades.

No es solo que las transformaciones sociopolíticas en sociedades no occidentales con frecuencia no siguen las pautas de la modernidad occidental, como esperaba la teoría política descontextualizada, sino que tampoco es que estas sociedades se encuentren estancadas en sistemas tradicionales; lo que ocurre es que desarrollan sus propias modernidades alternativas.

El islamismo político, sea este la versión iraní o la de los Hermanos Musulmanes en Egipto, por ejemplo, utiliza términos como Estado o religión para apelar a la construcción de un modelo de sociedad alternativo al occidental, y para ello dan a esos términos un contenido conceptual totalmente diferente al desarrollado originalmente por la modernidad occidental. ¿Significa que porque el islamismo político no sigue las pautas de la modernidad occidental ya no es un movimiento moderno?

La respuesta es que sí lo es, es moderno porque utiliza conceptos modernos, pero los reconceptualiza para aplicarlos a lo que ellos consideran la realidad cultural de sus sociedades.

Con este ejemplo, no se trata aquí de hacer un juicio de valor sobre estos movimientos, sino de señalar que a menos que la teoría política sea capaz de comprender e incorporar nuevos conceptos, su capacidad analítica y explicativa de la lógica de los fenómenos políticos fuera de Occidente seguirá siendo insuficiente. La aparición de una nueva normalidad política epistemológicamente multipolar hace más urgente esa tarea.

La gran deficiencia analítica de la teoría política hoy es la ausencia de conceptos que le ayuden a comprender y explicar estas realidades sociopolíticas que no se adecúan a la experiencia histórica y al canon teórico occidentales. A falta de conceptos adecuados, la disciplina peca del abuso de dicotomías que utilizan descripciones secundarias o en negativo para analizarlas.

La dicotomía moderno/tradicional, como ya hemos visto, es un ejemplo de ello, pero también lo son secularismo/religión u occidental/no occidental. Como advierte Sudipta Kaviraj (2005: 525), existe la necesidad de forzar las fronteras conceptuales de la modernidad occidental en la teoría política para abarcar nuevas realidades políticas como legítimas formas de modernidades alternativas.

2. LOS LÍMITES DEL GIRO ONTOLÓGICO Y LA TESIS DE LA INCONMENSURABILIDAD

La preocupación por la necesidad de expandir las fronteras conceptuales de la teoría política más allá de Occidente, desde una perspectiva de la pluralidad de modernidades, es la razón de la que parte esta propuesta de reflexión acerca del estado de la teoría política hoy.

Nuestro objetivo no es defender el relativismo epistémico y ontológico, es decir, la creencia en la originalidad absoluta y hermética de cada cultural individual que previene su estudio y comprensión a menos que se haga desde sus propios conceptos y tradiciones autóctonos.

Igualmente, es importante resaltar que sería un error hacer una equivalencia entre el rechazo a la hegemonía de las ideas modernas occidentales en sociedades poscoloniales con lo que Samuel Huntington (1996) denominó un choque de civilizaciones.

Al contrario, el desafío que aquí proponemos para la teoría política es actualizarse para contribuir a la búsqueda de puentes de entendimiento conceptuales entre sistemas cognitivos diferentes frente a aquellos que, en ambos extremos del debate, abogan por posiciones radicalizadas y enfrentadas.

Como ya hemos expuesto, el giro ontológico en la teoría política emergió como respuesta a la preocupación por las limitaciones analíticas de una teoría política descontextualizada. Es por ello que su premisa básica, la importancia del contexto histórico para explicar una realidad política concreta, continúa siendo válida.

Sin embargo, la irrupción de realidades políticas no occidentales han expuesto sus limitaciones, principalmente su incapacidad de escapar del marco conceptual occidental.

Incluso en aquellos casos, como el del poscolonialismo, en los que se ha hecho del contexto la piedra angular de su enfoque, existen sofisticadas críticas (Chibber, 2013; Nandy, 2020) acerca del continuo uso de dicho marco por parte de investigadores formados dentro del mismo.

El multiculturalismo es un claro ejemplo ilustrativo de las debilidades del universo de enfoques nacidos del giro ontológico para abordar la cuestión de la expansión conceptual. Podemos señalar dos razones del porqué.

La primera es que el multiculturalismo no aborda la cuestión de la pluralidad de modernidades, al centrarse en comprender y explicar el impacto y acomodo de la diversidad cultural en la realidad política de una sociedad específica con una modernidad preexistente y no en el desarrollo e interacción de diversas modernidades dentro de dicha sociedad.

Y segundo, la teoría política multicultural, ya sea esta explicativa —la que considera la diversidad cultural dentro de una sociedad como un hecho— o normativa la que considera dicha diversidad como un valor—, tiende a un proceso de esencialización de las características de una cultura (Turner, 2018).

Las culturas no son estáticas y perennes, sino que sus normas y prácticas existen en un contexto de raciocinio y deliberación dentro del cual las personas establecen preferencias, deseos y creencias para así encontrar sentido a sus vidas. Por tanto, la cultura no puede ser vista como una normatividad estática y perenne, sino como un espacio (Mehta, 2000: 625).

En gran medida la esencialización de la cultura que vemos presente en el multiculturalismo ilustra el problema subyacente en el giro ontológico en la teoría política y que lo ha hecho reticente a expandirse más allá de la experiencia de las sociedades occidentales u occidentalizadas.

Dicho problema es su eurocentrismo: la inhabilidad de ver en todas las culturas una capacidad reflexiva, retornando a la convicción originaria de la teoría política como disciplina moderna de que solo las ideas y los sistemas políticos occidentales permiten el progreso y la modernidad, mientras que el resto son tradicionales y atrasadas, donde la agencia de sus miembros se ve desplazada a unas esencias culturales, y sus acciones explicadas como expresiones de dichas esencias (Mehta, 2000: 631).

Este eurocentrismo lleva inevitablemente a la conclusión de que las sociedades no occidentales, al estar presas de sus esencias culturales, son prepolíticas y, por tanto, incapaces de contribuir conceptualmente a la teoría política.

Un destacado miembro del giro contextual como Jürgen Habermas (1998: 162) lo expresaba así: «La capacidad para tomar cierta distancia de las tradiciones de uno y expandir perspectivas limitadas es una ventaja comparativa del racionalismo occidental».

Las limitaciones del giro ontológico para contribuir a la expansión conceptual más allá de Occidente de la teoría política se deben a que la reflexión sobre los cambios necesarios debe ir más allá de lo ontológico y metodológico, para abarcar también lo epistemológico. La teoría política debe superar su tendencia a la esencialización de los sistemas de conocimiento, tanto desde la perspectiva de la universalidad de las ideas y conceptos occidentales como del relativismo cultural, que impide cualquier tipo de teorización y comparación de distintas realidades políticas al considerar cada cultura individual original.

Frente a esa tendencia a la esencialización en la teoría política, para

superar las limitaciones del giro ontológico aquí nos apoyamos en una tercera vía intermedia, arraigada en la tradición hermenéutica y la tesis de la inconmensurabilidad de Richard Bernstein.

La tesis de la inconmensurabilidad cuestiona la existencia de un marco ahistórico, universal y neutral en el que todas las lenguas y vocablos pueden ser traducidos para evaluar racionalmente los argumentos hechos por las distintas lenguas (Bernstein, 1991: 92). La inconmensurabilidad, por tanto, cuestiona las bases fundacionales de la epistemología moderna occidental, siguiendo los mismos argumentos desarrollados en este trabajo.

Sin embargo, la tesis de la inconmensurabilidad difiere del relativismo cultural porque, a diferencia de este, no cae en el mito del marco, es decir, no interpreta las tradiciones epistemológicas como recipientes herméticamente cerrados y, por tanto, con marcos cognitivos irreconciliables que previenen a un miembro externo a esa comunidad conocer al otro; siempre existen puntos de unión y trasvase entre ellas, lo que permite la comparación e incluso a menudo la fusión de los distintos horizontes (Lebenswelt).

El problema, señala Bernstein (1983: 73), es que dentro de una tradición de pensamiento sus miembros siempre argumentarán la validez universal de sus ideas, lo que las hace querer transcender el contexto específico en el que se desarrollaron. En el caso del pensamiento occidental moderno, en su Dialéctica de la Ilustración, Horkheimer y Adorno (2018: 70) apuntan que el ímpetu homogeneizador del pensamiento ilustrado nace en parte de que el ser humano cree estar liberado del terror cuando ya no existe nada desconocido, lo que conlleva que nada debe

quedar inexplicado, porque lo externo es la «genuina fuente del miedo».

Frente a esa disposición de los sistemas de conocimiento humanos a considerar lo propio como universal, lo necesario es intentar involucrarnos con las ideas del otro desde su propia perspectiva, en lugar de desde la nuestra propia. Esto implica el rechazo al esencialismo, una ardua tarea que conlleva resistir la tentación de ver algo de lo nuestro en el otro, es decir, caer en la comparación desde nuestro propio marco epistemológico en lugar de aceptar que pueden existir otros alternativos y tan válidos como el nuestro.

Esta es la base del concepto de inconmensurabilidad y de la tesis de la pluralidad de modernidades. Nos encontramos, por tanto, no solo ante un desafío académico, como ya planteaba Weber, de incrementar la capacidad heurística de la ciencia política, sino ante un desafío ético, una obligación recíproca entre tradiciones de pensamiento de abandonar su esencialismo e intentar entender al otro, la alteridad.

Porque, como señala Bernstein, la inestabilidad de la alteridad es un problema de la convivencia humana y no existe una solución definitiva a ella que no suponga intolerancia y la violencia imperialista homogeneizadora.

El desafío de la inconmensurabilidad y de las modernidades alternativas en la teoría política es lo que Walter Mignolo (2018: 380) ha denominado la externalidad, una invención epistémica para la otredad ontológica; como lo otro no puede ser controlado, debe ser concebido como algo externo para así legitimar su devaluación y manejabilidad.

Lo necesario es un proceso de reconstitución epistémica, que él denomina «decolonialidad», para cambiar las reglas de la conversación y no solo su contexto, que es a lo que se ha limitado el giro ontológico en relación a las realidades políticas no occidentales.

3. LA HISTORIA INTELECTUAL PUEDE MARCAR EL CAMINO

Una disciplina afín a la teoría política en la que actualmente se está llevando a cabo una reflexión profunda en relación a la pluralidad de modernidades es la historia intelectual. En la última década ha comenzado en esta disciplina un interesante debate alrededor de la cuestión del contexto entre lo que John Pocock (2019: 3) ha denominado la historia intelectual global y la historia mundial del pensamiento político.

La historia intelectual global es un nuevo enfoque, o una disciplina neonata —todavía no existe un consenso sobre ello— que ha ido tomando forma tras la publicación en 2013 del volumen Global intellectual history (Moyn y Sartori, 2013).

Esta obra compila las contribuciones de destacados estudiosos de las ideas políticas acerca de las fortalezas y debilidades de establecer estudios comparativos transnacionales para explicar cómo los conceptos políticos fueron, o no, globalizados.

Aunque existen tensiones acerca de cómo abordar dicha cuestión, en el libro emergen tres concepciones sobre la historia intelectual global (López, 2016). Primero, la utilización de lo global como una categoría metaanalítica para el historiador de las ideas. Segundo, el estudio de lo global como un proceso histórico: cómo los conceptos circulan, son traducidos y adquieren significado

más allá de su ámbito nacional original. Y, por último, la historia intelectual global como una historia intelectual de lo global. El punto en común a todos ellos es la problematización de lo que la historia intelectual entiende por contexto, tanto a nivel temporal como espacial.

Ante el desafío de la historia intelectual global a la relevancia del contexto en la producción de las ideas políticas, Pocock afirma la existencia de una edad axial, no en el mismo período del uso original del término por Karl Jaspers (2017), en la que diversos sistemas de pensamiento político se desarrollaron y existieron con caracteres diferentes entre ellos.

Estos sistemas se proveyeron de sus propios contextos porque poseían autoridad paradigmática y existían en aislamiento, antagonismo, comunicación o interacción entre unos y otros (Pocock, 2019: 3). Para Pocock esa potencial relación entre ellos es lo que permitiría el establecimiento de puentes de entendimiento y estudio, lo que él denomina una historia mundial del pensamiento político.

Para poder llevar a cabo ese estudio, Pocock defiende, frente a los proponentes de la historia intelectual global, que se deben considerar tres cuestiones metodológicas.

Primero, la cuestión de la traducción: la adaptación del lenguaje y los contextos para describir el mundo lingüístico en el que otro culturalmente y lingüísticamente remoto de nosotros lleva a cabo acciones y discursos y se representa a sí mismo.

Segundo, si sería necesario utilizar diferentes lenguas o si las mismas expresiones podrían ser utilizadas y cuáles serían

las consecuencias políticas de ello. Y tercero, cuando el investigador considera políticos unas acciones o discursos de acuerdo a su criterio, ¿lo eran también para el otro? (ibid.: 3).

La defensa de Pocock y el debate acerca del contexto en la disciplina de la historia intelectual resultan valiosos para la teoría política porque nos ayudan a examinar las debilidades y limitaciones de su propio giro contextual.

Kari Palonen (2002: 92) ha argumentado, por ejemplo, que la capacidad de la historia conceptual como metodología dentro de la historia intelectual para examinar la falibilidad, la contingencia y la historicidad del uso de los conceptos la convierte en un instrumento útil para la conceptualización en la teoría política.

Nos parece interesante destacar el argumento de Palonen porque apunta a una debilidad en el proceso de construcción de conceptos en la teoría política. Dicha debilidad se fundamenta en que la teoría política tiende a desarrollar conceptos para explicar la realidad política que resultan sofisticados, pero estáticos.

Es decir, los conceptos responden bien a un fenómeno o realidad específica, hasta que estos evolucionan. La teoría política, paradójicamente, encuentra dificultades para reflejar la política como actividad: cómo el proceso de deliberación público, las ideologías y la lucha por el poder dan lugar a una evolución en el contenido de significados de los conceptos.

Desde la escuela de Cambridge, Quentin Skinner (1987) ahonda en esta crítica al defender que la acción política no se limita al momento constituyente —el establecimiento del contrato social y su entramado legal e institucional—, sino que es continua debido a la obligación de la autoridad de buscar su legitimación ante los ciudadanos. Esa necesidad de una legitimación permanente de la autoridad supone dos cosas: primero, que el contexto cultural está intrínsecamente unido a la cuestión de la legitimidad, como ya hemos defendido en la primera parte del trabajo. Y segundo, que si rechazamos la esencialización de las culturas —como también aquí hemos argumentado— y, por tanto, aceptamos que estas evolucionan, entonces los discursos y conceptos políticos también lo han de hacer para preservar la legitimidad de la autoridad.

Por tanto, las debilidades y limitaciones de la conceptualización en la teoría política hoy tienen dos causas. Primero, desde la perspectiva de la ontología, su dificultad para reflejar el cambio conceptual derivado de la política como acción. Y segundo, desde la epistemología, su eurocentrismo, que le impide entablar una conversación con otros sistemas de conocimiento no occidentales.

Estas debilidades y limitaciones suponen que en un mundo donde el poder político se ha descentralizado, principalmente hacia Asia, la disciplina ha perdido poder heurístico al aplicar conceptos ajenos a la experiencia histórica del lugar no occidental. Si la teoría política ya no puede cumplir su función fundamental de explicar la realidad política adecuadamente, entonces debemos reconocer los límites de nuestros conceptos y, como hemos indicado, forzar las fronteras conceptuales de la disciplina, evitando buscar Occidente en el no-Occidente (Ingerflom, 2018: 203).

Dentro de la disciplina de la historia intelectual encontramos la que, a nuestro juicio, podría ser una interesante contribución a este esfuerzo actualizador en la teoría política; esta es la metodología de la historia de los conceptos o Begriffsgeschichte. Reinhart Koselleck desarrolló la Begriffsgeschichte como una alternativa metodológica a la ortodoxia historiográfica alemana en elestudio de las ideas políticas, representada por la Geistesgeschichte de, entreotros, Friedrich Meinecke.

A diferencia de la segunda, que asume el caráctermonolítico del clima intelectual de los períodos históricos, la historia de los conceptos se construye sobre la premisa básica de que la constitución de la sociedad moderna se puede observar como una batalla semántica sobre lo político y lo social, una batalla de definiciones, de defensa y ocupación de posiciones conceptuales.

Su enfoque, por tanto, permite trazar la evolución del contenido de los conceptos políticos durante un período de tiempo histórico en particular y al mismo tiempo relacionar dicha evolución con suimpacto en la realidad social y política extralingüística.

Al centrarse en la evolución histórica de los conceptos, la metodología de Koselleck puede resultar una contribución muy útil a la teoría política.

Primero, porque permite dilucidar la naturaleza ontológica de modernidades alternativas. A menudo, en estas modernidades nos encontramos ante el uso de una terminología política occidental —el Estado, la sociedad civil, secularismo, comunismo, nacionalismo…— debido a que los conceptos acuñados inicialmente en Occidente por diversas razones, principalmente el imperialismo y la globalización, son introducidos en las sociedades no occidentales.

Es, por tanto, de particular relevancia conocer, primero, cómo dichos conceptos foráneos son llenados de significado —y de qué significado— por los pensadores de estas sociedades y, segundo, si la evolución en el contenido de los conceptos supone: la imposición de la ontología occidental en aquellas modernidades; el reemplazo completo del contenido de los conceptos y, por tanto, el nacimiento de una modernidad completamente autóctona que rechaza a la occidental, o, por último, una combinación de ambas.

La segunda razón de la potencial utilidad de la metodología de la historia de los conceptos para la teoría política es que el conocer el contenido de los conceptos nos permitirá crear un puente de entendimiento entre las epistemologías políticas occidental y no occidental.

La Begriffsgeschichte no solo resulta atractiva como metodología para la teoría política por su poder explicativo, sino que también lo es desde el punto de vista del análisis práctico. La diversidad lingüística, como apunta Pocock, es un desafío importante a la hora de abordar el estudio del pensamiento político no occidental.

Dicha diversidad da lugar a una terminología muy diversa para desarrollar y explicar ideas a distintas audiencias, retornando a la cuestión de la legitimación de la autoridad. Igualmente, para evitar caer en un esencialismo o reduccionismo de la existencia de un pensamiento monolítico, es importante ser capaces de examinar las diversas ideas y visiones políticas dentro de estas modernidades alternativas.

El análisis semasiológico y onomasiológico de la Begriffsgeschichte nos va a permitir rastrear los conceptos a través de los múltiples términos utilizados para referirse a ellos, permitiendo tanto un análisis pancultural como uno más detallado de la batalla semántica no solo entre las distintas ideologías en su lucha por el poder, sino también entre los pensadores autóctonos frente a los postulados del canon teórico dominante.

El análisis conceptual que la Begriffsgeschichte nos permite realizar es también, desde nuestro punto de vista, particularmente apto para el estudio de sociedades poscoloniales, entendiendo el colonialismo como físico —como en el caso de India y en cierta medida China— o epistemológico —como en el caso de Rusia—, ya que dentro de las mismas existen dos ámbitos de acción conceptuales como ya hemos indicado; por un lado, el de confrontación con la epistemología del poder colonial occidental y, por otro, el de legitimación y movilización local. El análisis sincrónico nos permite en estos casos estudiar el uso de conceptos en ambos ámbitos, al posicionar el uso específico que los pensadores locales dan a un concepto en un contexto de confrontación con el otro, pero también en uno dentro del nosotros, la visión del mundo nacional.

IV. CONCLUSIONES

Como hemos afirmado al comienzo del mismo, el objetivo de este trabajo era proponer una reflexión acerca del estado de la teoría política como disciplina académica. La necesidad de dicha reflexión la hemos defendido según dos ejes. Primero, la constatación del surgimiento y consolidación de una nueva normalidad política, constituida por el declive de la influencia de las ideas de la modernidad liberal occidental tras la crisis de 2008 y el auge a su vez de cosmovisiones de modernidades alternativas no occidentales.

Y segundo, que esta descentralización política ha dado lugar a un desencuentro epistemológico y ontológico entre el canon de la teoría política, dominado por Occidente, y la realidad política. Ese desencuentro, hemos defendido, ha reducido la capacidad heurística de la disciplina.

En la primera parte del trabajo, hemos desarrollado una tipología crítica de la teoría política con base en los tres ejes de conocimiento: ontología, epistemología y metodología. Esta tipología es atípica porque su función es instrumental; su objetivo es permitirnos identificar los principales debates acerca de las limitaciones de la disciplina que expliquen el declive de su poder analítico de la nueva realidad política.

De nuestra tipología hemos extraído dos conclusiones fundamentales. La primera es que las aspiraciones universalistas de la teoría política descontextualizada chocan frontalmente con la naturaleza efímera de su objeto de estudio: la realidad política; y dos, que la disciplina encontró la solución a dicho problema en el giro ontológico, que exitosamente articula el nexo entre contexto y legitimidad política.

La nueva normalidad de un mundo multipolar, sin embargo, pone a la teoría política ante la necesidad de ir más allá del giro ontológico y expandir sus fronteras conceptuales para capturar de una manera más precisa su realidad política. Para ello hemos propuesto dos desafíos que abordar: primero, la descentralización epistemológica de la disciplina, a través de la superación de su eurocentrismo; y segundo, desde la ontología, la superación del estatismo conceptual que deriva en la esencialización de las culturas y la incapacidad de reflejar la política como acción.

Finalmente, hemos querido, recurriendo a la disciplina afín de la historia de las ideas, ofrecer una pequeña aportación al debate al sugerir la contribución que podría hacer la metodología de la historia conceptual, o Begriffsgeschichte, a la dinamización conceptual en la teoría política.

Un elemento constitutivo de la política como actividad es el del diálogo ante la pluralidad de ideas y como vehículo para la competición entre ideologías y distintas interpretaciones del gobierno de los asuntos públicos (Crick, 1964). La pluralidad es intrínseca a la política como actividad y, por ende, la teoría política, como disciplina que busca comprender y explicar esa actividad, debe también ser capaz de reflejar dicha pluralidad. Es por ello que aquí defendemos que en el mundo de hoy es necesario una descentralización del canon de la disciplina, abarcando como legítimos otros sistemas de conocimiento, dialogar con ellos e incorporar sus ideas y conceptos al canon.

En caso contrario, la alternativa es correr el riesgo de caer en la disfuncionalidad de un lenguaje teórico abstracto que crea un mundo propio, desconectado de la realidad política.

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SUMARIO

I. INTRODUCCIÓN. II. TRES EJES BÁSICOS DE LA NATURALEZA DE LA TEORÍA POLÍTICA: UNA SUERTE DE TIPOLOGÍA CRÍTICA DE LA DISCIPLINA: 1. Cómo abordar el conocimiento de la realidad política (ontología). 2. Cuáles son los límites de lo político (epistemología). 3. Explicar o valorar en la teoría política (metodología). III. EL DESAFÍO DE LA NUEVA NORMALIDAD DE UN MUNDO MULTIPOLAR: 1. La tesis de la pluralidad de modernidades. 2. Los límites del giro ontológico y la tesis de la inconmensurabilidad. 3. La historia intelectual puede marcar el camino. IV. CONCLUSIONES. BiBliografía .