La fábula del águila y la gallina

La globalización representa una nueva etapa en el proceso de cosmogénesis y de antropogénesis. Tenemos que entrar en ella. No de la manera que las potencias controladas del mercado mundial quieren mercado competitivo y nada cooperativo, solamente interesadas en nuestras riquezas materiales, reduciéndonos a meros consumidores.

Nosotros queremos entrar soberanos y conscientes de nuestra posible contribución ecológica, multicultural y espiritual.

Se percibe un desmesurado entusiasmo del actual gobierno por la globalización. El presidente habla de ellas sin los matices que situarían con la debida luz nuestra singularidad. Posee capacidad para ser una voz propia y no eco de la voz de los otros.

Para él y sus aliados, cuento una historia que viene de un pequeño país de África occidental, Gana, narrada por un educador popular, James Aggrey, a principios de este siglo cuando se daban los embates por la descolonización.

Ojalá los haga pensar.

Era una vez un campesino que fue al bosque cercano a atrapar algún pájaro con el fin de tenerlo cautivo en su casa. Consiguió atrapar un aguilucho. Lo colocó en el gallinero junto a las gallinas. Creció como una gallina.

Después de cinco años, ese hombre recibió en su casa la visita de un naturalista. Al pasar por el jardín, dice el naturalista: “Ese pájaro que está ahí, no es una gallina. Es un águila.”

“De hecho”, dijo el hombre. “Es un águila. Pero yo la crié como gallina. Ya no es un águila. Es una gallina como las otras.

“No, respondió el naturalista”. Ella es y será siempre un águila. Pues tiene el corazón de un águila. Este corazón la hará un día volar a las alturas”.

“No, insistió el campesino. Ya se volvió gallina y jamás volará como águila”.

Entonces, decidieron, hacer una prueba. El naturalista tomó al águila, la elevó muy alto y, desafiándola, dijo: “Ya que de hecho eres un águila, ya que tú perteneces al cielo y no a la tierra, entonces, abre tusa alas y vuela!”

El águila se quedó, fija sobre el brazo extendido del naturalista. Miraba distraídamente a su alrededor. Vio a las gallinas allá abajo, comiendo granos. Y saltó junto a ellas.

El campesino comentó. “Yo lo dije, ella se transformo en una simple gallina”.

“No”, insistió de nuevo el naturalista, “Es un águila”. Y un águila, siempre será un águila. Vamos a experimentar nuevamente mañana.

Al día siguiente, al naturalista subió con el águila al techo de la casa. Le susurró: “Águila, ya que tú eres un águila, abre tus alas y vuela!”.

Pero cuando el águila vio allá abajo a las gallinas picoteando el suelo, saltó y fue a parar junto a ellas.

El campesino sonrió y volvió a la carga: “Ya le había dicho, se volvió gallina”.

“No”, respondió firmemente el naturalista. “Es águila y poseerá siempre un corazón de águila. Vamos a experimentar por última vez. Mañana la haré volar”.

Al día siguiente, el naturalista y el campesino se levantaron muy temprano. Tomaron el águila, la llevaron hasta lo alto de una montaña. El sol estaba saliendo y doraba los picos de las montañas.

El naturalista levantó el águila hacia lo alto y le ordenó: “Águila, ya que tú eres un águila, ya que tu perteneces al cielo y no a la tierra, abre tus alas y vuela”.

El águila miró alrededor. Temblaba, como si experimentara su nueva vida, pero no voló. Entonces, el naturalista la agarró firmemente en dirección al sol, de suerte que sus ojos se pudiesen llenar de claridad y conseguir las dimensiones del vasto horizonte.

Fue cuando ella abrió sus potentes alas. Se erguió soberana sobre sí misma. Y comenzó a volar a volar hacia lo alto y a volar cada vez más a las alturas. Voló. Y nunca más volvió.

Pueblos de África (y de Brasil)! Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Pero hubo personas que nos hicieron pensar como gallinas. Y aun pensamos que efectivamente somos gallinas. Pero somos águilas.

Por eso, hermanos y hermanas, abran las alas y vuelen. Vuelen como las águilas. Jamás se contenten con los granos que les arrojen a los pies para picotearlos.

Tradujo Daniel Rodríguez (MCCLP), México 1997

Declaración Cumbre de los Pueblos, Santiago de Chile

En el marco da la Cumbre de los Pueblos realizada entre los días 25, 26 y 27 de Enero de 2013, en Santiago de Chile, las organizaciones y movimientos sociales y políticos de los diferentes países de América Latina, el Caribe y la Unión Europea declaramos lo siguiente:

Hoy, somos testigos de cómo los bienes naturales, los derechos y las personas han sido mercantilizadas en las naciones y pueblos de América Latina, Europa y el Caribe, producto de la lógica capitalista, que en su vertiente neoliberal y machista, permite su instalación y profundización a través de aparatos cívicos, políticos, militares.

Las relaciones existentes entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe que priorizan los privilegios y ganancias de los inversionistas frente a los derechos de los pueblos a través de acuerdos comerciales y acuerdos bilaterales de inversiones, profundizan este modelo que perjudica a los pueblos de ambas regiones.

Es así, que estos Estados mercantilistas, las transnacionales y las corporaciones continúan siendo administradores y profundizadores de la pobreza y la desigualdad social en el mundo, amparados por un tipo de democracia representativa, de mano de la elite, que se aleja de los intereses de las grandes mayorías de nuestro pueblo.

Esta hegemonía del capital financiero se manifiesta entre otros en la privatización y mercantilización de los servicios públicos, el desmantelamiento del Estado de bienestar, la precarización del trabajo, el extractivismo, la usurpación, la destrucción y mercantilización de los bienes naturales y sociales propios del pueblo y el desplazamiento forzoso de los pueblos originarios, provocando las crisis alimentarias, energéticas, climáticas.

En la Unión Europea la crisis capitalista ha significado un verdadero golpe de estado financiero que ha impuesto políticas de austeridad en contra de los derechos de los pueblos, de los derechos laborales, ambientales, etc. La troika europea (FMI, BCE, Comisión Europea) obliga los estados a endeudarse para salvar los bancos para que seamos los pueblos los que paguen la crisis provocada por ellos mismo.

Al mismo, es necesario visibilizar la creciente opresión y discriminación hacia las mujeres en América Latina, el Caribe y Europa.

No obstante, a este panorama que parece adverso, reconocemos procesos históricos y recientes a partir de las luchas de nuestros pueblos en el mundo, que han logrado tensionar y agrietar las actuales lógicas y nos dan la esperanza de que otro mundo es posible.

De este modo, surge la necesidad de construir las bases para un nuevo modelo de sociedad que transforme las actuales lógicas y coordenadas políticas, económicas, sociales y culturales en todas nuestras naciones y pueblos de ambos lados del continente las luchas de los diferentes actores y organizaciones del campo popular.

Para alcanzar estos objetivos proponemos que:

Los derechos y bienes naturales arrebatados a nuestro pueblo deben ser recuperados, por medio de la nacionalización, la comunitarización de los bienes y servicios y los medios de producción y el reconocimiento constitucional de la naturaleza como sujeto de derecho. Esto implica pasar de ser resistencia y movimientos reivindicativos a una alternativa que contenga una propuesta política-social integral de país.

Promover el paradigma del buen vivir basado en equilibrio del ser humano con la naturaleza y el medio ambiente y los derechos de la tierra, al servicio de los pueblos, con una economía plural y solidaria.

Democracia directa, participativa y popular y su concretización desde las bases sociales. Para ello, es necesario la integración de actores sociales y políticos del mundo, valorando prácticas territoriales y haciendo el dialogo entre las instancias locales y globales.

Promover la integración en la participación política de los niños y niñas y las juventudes, desde un enfoque de género. Respeto a la libre determinación de los pueblos originarios del mundo, entendiéndolos como pueblos hermanos no sometidos a la territorialidad impuesta por la colonización. Esto, sumando a la promoción de la soberanía alimentaria en perspectiva de una autotomía territorial que a los pueblos y comunidades decidir qué y cómo producirlo.

En cuanto al avance de la represión y la criminalización de la protesta, movimientos sociales y populares, debemos articularnos de tal manera de generar la fuerza necesaria para frenar el avance de leyes antiterroristas y la inserción en las comunidades indígenas de nuestros pueblos, como a su vez la militarización imperialista que ha instalado bases militares en America Latina, Europa y el Caribe.

Sensibilizar, agitar y promover luchas contra las transnacionales, mediante campaña de denuncias y biocot en todos los niveles.

Posicionar el feminismo con un proyecto político antipatriarcal y anticapitalista. Reconocer y promover los derechos de los migrantes y los derechos de los pueblos de libre tránsito entre las naciones.

Plena solidaridad con el pueblo Palestino y todos aquellos pueblos y naciones oprimidos por el poder colonizador y el imperialismo, así como el repudio a las intervenciones cívicos-militares en Honduras, Haití y Paraguay. Apoyamos los procesos de paz, con la participación de los actores sociales y políticos en Colombia. Solidaridad con el pueblo cubano en contra del bloqueo, con Argentina en el proceso de recuperación de las Malvinas, con Bolivia y su demanda por salida al mar, con el pueblo Venezolano en el proceso Bolivariano y con los movimientos sociales en Grecia y España. En el caso de Chile, solidaridad con el movimiento estudiantil en defensa de la educación pública, gratuita y con el pueblo-nación mapuche contra la represión realizada de parte del Estado.

Acompañando la lucha por la soberanía de nuestros territorios en América Latina, es necesario luchar por el respeto de la soberanía de nuestro cuerpo como territorio propio de las mujeres.

Entendemos que la superación de la precarización laboral a la que se ven expuestos las mayorías de trabajadores en América Lantina y el mundo, pasa por un cambio estructural que altere las relaciones de propiedad y producción de bienes y servicios valorando la labor esencial que desempeñan los trabajadores y trabajadoras como sustento sobre el cual se construye toda sociedad.

De manera transversal, debemos avanzar en la construcción de plataformas de lucha comunicacional que no sólo permitan develar y difundir las demandas y alternativas de nuestros pueblos frente al modelo hegemónico, sino también como forma de explicar las verdaderas causas de los problemas que hoy nos aquejan.

Debemos ser capaces de construir demandas unitarias que aglutinen a todos los actores sociales y pueblos en disputa y que a su vez nos permitan trazar un horizonte estratégico hacia el cual avanzar, articulando y organizando la unidad entre el movimiento sindical, social y político en América Latina, el Caribe y Europa. Esto debiera traducirse en una hoja de ruta de trabajo y de movilizaciones para el presente periodo, pero con perspectivas a largo plazo.

Al mismo tiempo, fortalecer la organización social y popular en cada sector de inserción, potenciando la amplificación de nuestras demandas a las grandes mayorías por medio de la politización y la movilización.

No podemos dividir más las instancias organizativas en las que estamos, conducir hacia un proyecto en la diversidad es el mayor desafío que se nos presenta para la generación de una alternativa real de poder popular. Romper con los sectarismos que fragmentan, dividen e impiden la construcción de unidad del campo popular, es una tarea urgente.

Frente al poder del bloque dominante sólo la unidad y la solidaridad entre nuestros pueblos nos darán la fuerza necesaria para alcanzar nuestros más alto objetivos y vencer.

Santiago de Chile, Enero 2013

Alejo Carpentier o La sangrienta primavera de la historia

Un presupuesto surrealista permite a Carpentier construir el dualismo más constante de su obra: la oposición Europa/América. La percepción anquilosada de la realidad cotidiana, la historia convertida en la pequeña historia, es europea. La posibilidad de romper esta habitualidad y acceder a la “sobrerrealidad” que caracteriza a la visión surrealista, es americana. Tal vez así podamos simplificar la hinchada cuestión de lo real maravilloso, con el curioso agregado de que, para nuestro escritor, América es exclusivamente la cultura afrocaribeña, una cultura sin nada aborigen pues la despoblación de indígenas propició la repoblación a cargo de blancos, negros y amarillos.

América, contrafigura de la historia, opone religión a secularidad, arcaísmo a modernidad, mito a devenir, regeneración utópica a continuidad evolutiva: la promesa de dicha de la historia, la revolución. Esta caracterización cumple distintas derivas en las obras de Carpentier.

En El reino de este mundo estamos ante una América francamente africana, si vale la paradoja, la magia negra contra el arma blanca. El líder rebelde Mackandal pasa a convertirse en figura épica de los himnos populares y en personaje de las liturgias animistas del vudú.

América es mitología o, como prefiere precisar Carpentier, “ontología”, transformación del descubrimiento en revelación, mestizaje fecundo, carácter fantástico de lo negro y lo indígena. Su historia es la crónica de lo real maravilloso, es decir de lo surreal del surrealismo.

Carpentier caracteriza al negro sublevado como vital y potente, opuesto al blanco europeo, racional y desvaído. Aquellas características parecen denunciar su sesgo sobrenatural. Está sobre la realidad cotidiana y sobre la naturaleza. Es paranormal. Tiene una cualidad demiúrgica.

Mackandal puede ir y venir del mundo de los muertos, posee el don de la metamorfosis, controla a sus fieles, hace trabajar a los difuntos como zombies, sale volando de la hoguera donde acaba de ser incinerado. “El manco Mackandal, hecho un houngan del rito Radá, investido de poderes extraordinarios por varias caídas en posesión de dioses mayores, era el Señor del Veneno. Dotado de suprema autoridad por los Mandatarios de la otra orilla, había proclamado la cruzada de exterminio, elegido como estaba para acabar con los blancos y crear un gran imperio de negros libres en Santo Domingo.”

El blanco, aprisionado por su condición histórica, está destinado a pasar, a convertirse en pasado, pues la historia es consumación, exterminio y muerte. En cambio el negro, al poderse comunicar con “la otra orilla”, el mundo de las sombras, tiene acceso a una movediza eternidad, marcada por las reencarnaciones y retornos. Es trascendente y le basta invocar a sus dioses guerreros para asaltar con éxito la fortaleza de la Diosa Razón.

En Los pasos perdidos América es la primavera del tiempo, la tierra donde el mundo se regenera. En América se atesoran las energías que darán nueva vida a la exhausta cultura europea, dormida en el invierno de la razón.

El protagonista es un músico que percibe esas energías instintivas en los instrumentos de percusión. En la historia, el hombre europeo ha perdido sus pasos, alejándose de su origen, que es sagrado, extraviándose. Intentar recuperarlo por medio de la música, es inútil, pues al compositor le falta el trance del sacerdote.

En El siglo de las luces reaparece la superioridad de la magia negra sobre la ciencia blanca cuando el asmático Esteban es curado por los conjuros y bebedizos de Ogé. Mientras el ilustrado francés Victor Hugues cree en la revolución como estallido de la luz, aquél anuncia los trastornos causados por la “llegada de los tiempos” y el Apocalipsis. ¿De qué lado cae el cambio histórico? Carpentier no sabrá contestar.

También el arquitecto y la bailarina de La consagración de la primavera, hartos de la revolución surrealista, la bolchevique y la guerra civil española, marchan a América en busca de una primavera para consagrar. Ella quiere llevar a Europa el ballet de Stravinski que da nombre a la novela, pero “bailado a la cubana”. Tal vez, en clave alegórica, la revolución castrista.

La vuelta al origen hace de América el lugar de la utopía. En Carpentier adquiere la forma de la ciudad ideal, hecha a partir del grado cero de los tiempos, una fundación. En Los pasos perdidos es la obra de El Adelantado y se llama Puerto Anunciación. Es tarea de la libertad y en ella se confunden las direcciones del tiempo, de modo que el porvenir es memoria.

El Adelantado no advierte, sin embargo, que su plan reproduce el modelo de las ciudades históricas. Es una forma disimulada del fracaso utópico, similar a la de Victor en El siglo de las luces, cuando construye en el Amazonas una ciudad ideal destinada a ser devorada por la selva.

Un destino comparable aguarda, en Carpentier, a las revoluciones. Sobre el fondo cíclico y circular del tiempo, la revolución altera la naturaleza de las cosas y las jerarquías establecidas.

Sus líderes son juzgados y condenados por traidores ante los tribunales de la propia revolución, a menos que se conviertan en servidores del orden que intentaron subvertir, y que se restablece como algo natural.

El reino de negros fundado por Henri Christophe reproduce los mandos, crueldades y pompas del antiguo régimen. Victor y Esteban, emisarios de la masonería cubana, viajan a Francia y España en tiempos de la Revolución Francesa y vuelven a Cuba para divulgar sus ideales de igualdad. Llevan una guillotina.

Con el tiempo, Victor se hace militar y brilla por su represión de los sublevados. Los negros son liberados, se los rebautiza con nombres romanos y se les enseña el catecismo jacobino, pero siguen sometidos a los mismos y extenuantes trabajos de siempre. Bajo mosquiteros de tul y servido por hermosas mulatas, Victor decreta las ejecuciones en la guillotina.

La irrealizable utopía, al llevarse a la práctica, se convierte en tiranía. El revolucionario, en comisario terrorista de Estado. En principio, las nuevas autoridades no comercian con esclavos pero acaban haciéndolo cuando los capturan a las potencias enemigas. La conclusión de Esteban es pesimista: “Cuidémonos de las palabras demasiado hermosas, de los Mundos Mejores creados por las palabras. Nuestra época sucumbe por un exceso de palabras. No hay más Tierra Prometida que la que el hombre puede encontrar en sí mismo.” En el exterior de la historia toda promesa decepciona. En el interior del individuo, se cumple. Las Luces se convierten en la sombra de un jardín.

Carpentier declaró su proyecto de escribir una novela sobre la revolución cubana. Nunca lo hizo. Sólo hay algunas referencias en La consagración de la primavera: los últimos combates contra Batista, la instalación de los revolucionarios en el poder, la frustrada invasión de la bahía de Cochinos.

La narradora se entera de esto leyendo revistas francesas, donde los castristas, con sus barbas y melenas, le parecen hombres de una nueva raza, similar a los revolucionarios franceses del 89. Cabe suponer que les espera el destino de Victor Hugues.

La palabra revolución tiene, en Carpentier, el significado de ciclo completo, de vuelta a empezar. Las sociedades se asientan sobre un pacto sagrado y quebrarlo es generar desorden e invocar la restauración. Los negros siguen con sus cultos de santería aunque los franceses les inculquen ideas racionalistas o el caudillo libertador, el culto católico.

Si ha habido algún intento de cambio, su fracaso redunda en decadencia y ruina, esa postrimería barroca que se armoniza con el barroquismo de las descripciones carpenterianas. Su narración tiende a la inmovilidad descriptiva, acentuada por la escasez de los diálogos. La historia se paraliza en tiempos muertos. Si la historia es cíclica como las estaciones del año, su primavera exige sacrificios y se vuelve sangrienta.

Carpentier sale románticamente del Siglo de las Luces: consciencia desdichada, desajuste entre mundo y deseo, desproporción entre lo limitado del hombre y lo inconmensurable del universo. La Ilustración intentó regular socialmente la felicidad, estableciendo un código de cosas razonablemente deseables.

Pero la historia es la antropología de la desdicha, muerte y devoración, tiniebla barroca y noche romántica. El reino del Hombre no es el mundo de los hombres, que se preguntan cuál será. Como dice el barbero Ti Noel, “el hombre nunca sabe para quién padece y espera.”

En algún momento, Carpentier absuelve al hombre de la infelicidad temporal, la mortalidad, por medio del arte. En su busca del momento original, presente absoluto sin antes ni después, donde ha de haber un signo incomparable del origen, el novelista inviste a un músico. Pues, en efecto, es la música, arte de la unidad, y no la literatura, arte de la escisión, la que puede recuperar el instante exento de muerte.

Hay connotaciones sexuales de la escena. Si la historia, reino de la muerte, es paterna, el origen, reino de la inmortalidad, es materno. No ya el Dios masculino de Occidente, sino la Madre de Dios. La identidad fundamental de todo lo existente es femenina. El principio subjetivo masculino introduce la finitud, la asunción de la muerte, la irregularidad y el desorden: la historia.

La paz ordenada y serena es materna, pero es también prenatal y carece de lenguaje articulado. Lo que hace humano al ser humano es desprenderse del origen, nacer. Esa es la marca, el tajo que instaura el tiempo, los pasos contados que se van convirtiendo en pasos perdidos.

Por volver al comienzo, América es la promesa de dicha de la historia porque es la promesa de retorno a la protección materna y al perdido paraíso donde no existe la muerte.

América es la feliz casa sin padre, el cuarto de los juegos, la utopía que es origen y paraíso, pero todo ello ilusorio porque no se pueden desandar los pasos perdidos en el tiempo, no puede retraerse la historia. Si se recupera el origen caótico y dichoso anterior al tiempo será para repetir la creación del tiempo y la refundación de la historia, con lo que ciclo de la revolución volverá a empezar donde terminó para terminar donde empezó.

Obras de Alejo Carpentier

Écue-Yamba-O! (1933).

El reino de este mundo (1949).

Los pasos perdidos (1953).

Guerra del tiempo (1956).

El acoso (1958).

El Siglo de las Luces (1962).

El recurso del método (1974).

Concierto barroco (1974).

El arpa y la sombra (1978).

La consagración de la primavera (1978).

Visión de América.

Los advertidos (cuento).

Semejante la noche (cuento).

Viaje a la semilla (cuento).

Los fugitivos (cuento).

Poderoso caballero es Don Dinero

6 de Febrero de 2013 La diferencia entre quienes tienen 100 millones de dólares y quienes tienen 200 no es de lujos, sino de poder. La cantidad depende del tamaño del país, pero es imposible escapar al poder del dinero en la política. Contra las dictaduras se puede luchar con más voluntad que recursos; pero en democracia, sin dinero no se puede hacer política. La competencia es el factor más importante para la generación de resultados de calidad. Cuando una competencia política es desigual por la concentración de poder económico, aunque sea democrática, el monopolio de poder se mantiene, no importa quién gobierne.

Si en nuestro país tomáramos de base los últimos 150 años, podemos decir que la oposición ha gobernado 8 y quienes detentan el poder económico 142. En otras palabras, estamos mal como resultado de la concentración de poder y no por lo que ha pasado en años recientes. Por eso tuvimos una guerra civil y ahora tenemos polarización política, “maras”, violencia, policía débil, seguridad privada fuerte, abandono del agro, economía improductiva que no crece, emigración masiva de trabajadores, desempleo, olvido de las pequeñas empresas y por eso nos financiamos permanentemente con deuda. Los problemas del actual gobierno son herencia estructural de cómo se gobernó por décadas. La codicia desmedida y la insensibilidad frente a la pobreza son rasgos culturales de los viejos poderes del país. Empobrecieron al Estado, se enriquecieron más, vendieron todo, sacaron el dinero del país, se globalizaron ellos y dejaron desglobalizado al país.

El Salvador es reconocido como un caso clásico de poder oligárquico y el supuesto ha sido que con la democracia ese poder desapareció. Sin embargo, lo que en realidad ocurrió es que el poder económico se concentró más y el control del poder político se refinó. Con una economía tan pequeña ahora “los 14” se volvieron “8”. Tal como lo establecen algunos estudios contemporáneos sobre oligarquías, si antes los oligarcas tenían un ejército de militares y policías para imponerse, en democracia utilizan un ejército compuesto por abogados, medios de comunicación, líderes de opinión, tecnócratas, especialistas en evasión fiscal; financieros que esconden, expatrían y movilizan capitales, gremios empresariales que se subordinan y políticos que les aseguran mantener al Estado como extensión de su patrimonio.

Para enfrentar un poder oligárquico es necesario dispersar el poder económico favoreciendo el surgimiento de nuevas élites. La existencia de diversidad de grupos económicos con visiones políticas distintas favorece el sistema de pesos y contrapesos que necesita la democracia. No bastan las posiciones de gobierno, que en democracia son temporales, es indispensable dispersar el poder económico para lograr un balance integral del poder. Una cosa es asumir la representación de los pobres y otra es ser un partido solo de pobres. Lo segundo sería un sindicato, pero no una fuerza política con perspectiva de poder.

Es indispensable que emerjan, se multipliquen y fortalezcan nuevos ricos con ideas que contribuyan a reconstruir el país. Una competencia democrática con poderes económicos más balanceados aumentaría el valor de los votos de los pobres y les permitiría a jueces, académicos, periodistas y políticos no tener que subordinarse ante los que ahora son los únicos empleadores privados importantes del país.

Muchos empresarios se han quejado siempre de que los grandes capitales les impiden crecer. Nada inquieta más a un sistema oligárquico que perder la exclusividad del poder económico y eso es precisamente lo que está ocurriendo en nuestro país. La llegada de la oposición al gobierno; la separación del expresidente Saca del partido ARENA representando a otros capitales y su proximidad con el presidente Funes; la independencia del PCN y del PDC y el surgimiento de las empresas de ALBA, son todos cambios positivos. Las divisiones sucesivas en la derecha no son oportunistas, son una consecuencia lógica del surgimiento de otros polos de poder económico. La vieja élite está perdiendo el control incluso de su propio candidato, que no representa a la clase, sino a los asalariados de ARENA. Por otro lado, los programas sociales del actual gobierno y la atención que da a los pequeños empresarios y a las mujeres están generando que muchos pobres dejen de ser conservadores y abandonen a la vieja derecha.

Estamos frente a un gran reacomodo histórico en la estructura de poder económico, político y social del país. Las imperfecciones de personas o grupos en este proceso son inevitables, ninguna élite nace santa, no existen cambios a la carta. Las reglas y el orden surgen del nuevo equilibrio. La curva de aprendizaje en la administración de los negocios de ALBA y su transición de empresas políticas a empresas de proyección social o privadas eficientes será complicada y en el camino morirán muchos millones de dólares. Sin embargo, este proceso transformará políticamente al FMLN. Impresiona que a nuestros oligarcas les preocupe ALBA aquí, pero que al mismo tiempo inviertan en la Nicaragua sandinista. Las acusaciones de corrupción a los disidentes de la derecha o los cuestionamientos a las empresas ALBA por el supuesto uso que hacen del Estado es como si los burros se pusieran a criticar a los orejones.

Exhiben mucho dolor las reacciones casi racistas de la vieja élite ante la aparición de nuevos ricos. Están como patrona que llama “igualada” a la sirvienta. Es ridículo que la derecha les demande a los nuevos ricos del FMLN retornar al extremismo consecuente. Cuando los inmigrantes árabes llegaron al país se evitó que compraran tierras y se les despreció y discriminó socialmente. La oligarquía quería evitar que se fortalecieran económicamente. A lo largo de la historia, las divisiones en las filas del poder se han cobrado con muerte, exilio y golpes de Estado. Manuel Enrique Araujo, cafetalero asesinado en 1913; Arturo Araujo, terrateniente derrocado en 1931; Roberto Edmundo Canessa, cafetalero muerto por una golpiza policial en 1961; y Enrique Álvarez Córdova, cafetalero asesinado por la Policía de Hacienda en 1980. Igual mataron cuando perdieron el control de la Iglesia Católica al arzobispo Romero y a decenas de sacerdotes y monjas. La división encabezada por el expresidente Saca es la primera que ocurre bajo condición democrática, sin duda hace medio siglo lo habrían asesinado.

A todos los disidentes de la derecha y a quienes intentaron cambiar al país desde posiciones moderadas, como Napoleón Duarte y muchos otros, se los acusó de corruptos, ladrones, mujereros, homosexuales, comunistas, sidosos y locos. Si ARENA ganara la próxima elección desmantelaría al bloque económico de Saca y a las empresas de ALBA, para quitarle poder a sus competidores y gobernar de nuevo por varias décadas. No son solo las buenas intenciones de los políticos las que obligan a gobernar bien, sino la incertidumbre de que pueden salir del gobierno frente a la existencia de otros polos de poder que les compiten; la construcción de ese nuevo balance de poderes es lo que está en juego en este momento en el país. Nuestra centenaria oligarquía debería aceptar la nueva realidad, competir e influir, pero ya no pretender controlar.

Deleuze and Guattari: Schizos, Nomads, Rhizomes

We live today in the age of partial objects, bricks that have been shattered to bits, and leftovers… We no longer believe in a primordial totality that once existed, or in a final totality that awaits us at some future date (Deleuze and Guattari 1983: p.42)

A theory does not totalize; it is an instrument for multiplication and it also multiplies itself… It is in the nature of power to totalize and … theory is by nature opposed to power (Deleuze 1977a: p.208)

Gilles Deleuze and Felix Guattari have embarked on postmodern adventures that attempt to create new forms of thought, writing, subjectivity, and politics. While they do not adopt the discourse of the postmodern, and Guattari (1986) even attacks it as a new wave of cynicism and conservativism, they are exemplary representatives of postmodern positions in their thoroughgoing efforts to dismantle modern beliefs in unity, hierarchy, identity, foundations, subjectivity and representation, while celebrating counter-principles of difference and multiplicity in theory, politics, and everyday life.

Their most influential book to date, Anti-Oedipus (1983; orig. 1972) is a provocative critique of modernity’s discourses and institutions which repress desire and proliferate fascists subjectivities that haunt even revolutionary movements. Deleuze and Guattari have been political militants and perhaps the most enthusiastic of proponents of a micropolitics of desire that to precipitate radical change through a liberation of desire. Hence they anticipate the possibility of a new postmodern mode of existence where individuals overcome repressive modern forms of identity and stasis to become desiring nomads in a constant process of becoming and transformation.

Deleuze is a professor of philosophy who in the 1950s and 1960s gained attention for his studies of Spinoza, Hume, Kant, Nietzsche, Bergson, Proust and others. Guattari is a practicing psychoanalyst who since the 1950s has worked at the experimental psychiatric clinic, La Borde. He was trained in Lacanian psychoanalysis, has been politically active from an early age, and participated in the events of May 1968. He has collaborated with Italian theorist Antonio Negri (Guattari and Negri 1990) and has been involved in the autonomy’ movement which seeks an independent revolutionary movement outside of the structures of organized parties. Deleuze and Guattari’s separate careers first merged in 1969 when they began work on Anti-Oedipus. This was followed by Kafka: Toward a Minor Literature (1986; orig. 1975), A Thousand Plateaus (1987; orig. 1980), and numerous independent works by each author.

There are many interesting similarities and differences between their work and Foucault’s. Like Foucault, Deleuze was trained in philosophy and Guattari has worked in a psychiatric hospital, becoming interested in medical knowledge as an important form of social control. Deleuze and Guattari follow the general tenor of Foucault’s critique of modernity. Like Foucault, their central concern is with modernity as an unparalleled historical stage of domination based on the proliferation of normalizing discourses and institutions that pervade all aspects of social existence and everyday life.

Their perspectives on modernity are somewhat different, however. Most conspicuously, where Foucault tended toward a totalizing critique of modernity, Deleuze and Guattari seek to theorize and appropriate its positive and liberating aspects, the decoding of libidinal flows initiated b the dynamics of the capitalist economy. Unlike Foucault, Deleuze and Guattari’s work is less a critique of knowledge and rationality than of capitalist society; consequently, their analyses rely on traditional Marxist categories more than Foucault’s. Like Foucault, however, they by no means identify themselves as Marxists and reject dialectical methodology for a postmodern logic of difference, perspectives, and fragments. Also while all three foreground the importance of theorizing microstructures of domination. Deleuze and Guattari more clearly address the importance of macrostructures as well and develop a detailed critique of the state.

Further where Foucault’s emphasis is on the disciplinary technologies of modernity and the targeting of the body within regimes of power/knowledge. Deleuze and Guattari focus on the colonization of desire by various modern discourse and institutions. While desire is a sub-theme in Foucault’s later genealogy of the subject, it is of primary importance for Deleuze and Guattari. Consequently, psychoanalysis, the concept of psychic repression, engagements with Freudo-Marxism, and the analysis of the family and fascism play a far greater role in the work of Deleuze and Guattari than Foucault, although their critique of psychoanalysis builds on Foucault’s critique of Freud, psychiatry, and the human sciences.

In contrast to Foucault who emphasizes the productive nature of power and rejects the repressive hypothesis’, Deleuze and Guattari readily speak of the repression’ of desire and they do so, as we shall argue, because they construct an essentialist concept of desire. In addition, Deleuze and Guattari’s willingness to champion the liberation of bodies and desire stands in sharp contrast to Foucault’s sympathies to the Greco-Roman project of mastering the self. All three theorists, however, attempt to decenter and liquidate the bourgeois, humanist subject. Foucault pursues this through a critical archaeology and genealogy that reduces the subject to an effect of discourse and disciplinary practices, while Deleuze and Guattari pursue a schizophrenic’ destruction of the ego and superego In favor of a dynamic unconscious. Although Foucault later qualified his views on the subject, all three theorists reject the modernist notion of a unified, rational, and expressive subject and attempt to make possible the emergence of new types of decentered subjects, liberated from what they see to be the terror of fixed and unified identities, and free to become dispersed and multiple, reconstituted as new types of subjectivities and bodies.

All three writers have shown high regard for each other’s work. In his book Foucault (1988; orig. 1986 p.14), Deleuze hails Foucault as a radically new thinker whose work represents the most decisive step yet taken in the theory-practice of multiplicities’. For his part, Foucault (1977; p. 213) claims that Deleuze and Guattari’s work was an important influence on his theory of power and has written a laudatory introduction to Anti-Oedipus. In his review of Deleuze’s work in “Theatrum Philosophicum” (1977: pp. 165-96), Foucault praises him for contributing to a critique of Western philosophical categories and to a positive knowledge of the historical event’. Modestly downplaying his own place in history, Foucault even claims (1977; p. 165) that perhaps one day, this century will be known as Deleuzian’. In the dialogue “Intellectuals and Power” (Foucault 1977: pp.205-17), Foucault and Deleuze’s voices freely interweave in a shared project of constructing a new definition of theory which is always -already practice and local and regional’ in character.

ILPES RESPALDA POSICION DE PRESIDENTE FUNES ANTE LA ENEL

SAN SALVADOR, 31 de enero de 2013 (SIEP) “Respaldamos la posición patriótica adoptada por el presidente Funes frente a la pretensión de la transnacional italiana ENEL de apoderarse de nuestra energía geotérmica…”expresó el Rev. Roberto Pineda, de la Iglesia Luterana Popular de El Salvador.

Agregó que “los responsables de esta situación son los funcionarios corruptos de administraciones pasadas del partido ARENA, que no tuvieron reparo en vender nuestra soberanía, en vender nuestros recursos, para obtener prebendas económicas. Estos funcionarios deben ser juzgados y castigados.”

Opinó que “como país debemos de unificarnos alrededor de la defensa de nuestros recursos y no permitir que las grandes empresas multinacionales vengan y se aprovechen e funcionarios corruptos, como ha pasado en el caso de la telefonía, la distribución de energía y los fondos de pensiones.”

Finalmente hizo “un llamado a la solidaridad internacional, en particular a nuestros hermanos y hermanas italianos, para que desde aquel país pongan presión para lograr un nuevo arreglo que permita que nuestro país recupere su dominio soberano sobre este recurso.”

Foucault and the Critique of Modernity

Is it not necessary to draw a line between those who believe that we can continue to situate our present discontinuities within the historical and transcendental tradition of the nineteenth century and those who are making a great effort to liberate themselves, once and for all, from this conceptual framework? (Foucault 1977: p.120)

What’s going on just now? What’s happening to us? What is this world, this period, this precise moment in which we are living? (Foucault 1982a p.216)

[T]he impression of fulfillment and of end, the muffled feeling that carries and animates our thought, and perhaps lulls it so sleep with the facility of its promises… and makes us believe that something new is about to begin, something that we glimpse only as a thin line of light low on the horizon – that feeling and impression are perhaps not ill founded (Foucault 1973b: p.384)

Foucault’s critique of modernity and humanism, along with his proclamation of the death of man’ and development of new perspectives on society, knowledge, discourse, and power, has made him a major source of postmodern thought. Foucault draws upon an anti-Enlightenment tradition that rejects the equation of reason, emancipation, and progress, arguing that an interface between modern forms of power and knowledge has served tog create new forms of domination. In a series of historico-philosophical studies, he has attempted to develop and substantiate this theme from various perspectives: psychiatry, medicine, punishment and criminology, the emergence of the human sciences, the formation of various disciplinary apparatuses, and the constitution of the subject. Foucault’s project has been to write a critique of our historical era’ (1984: p.42) which problematizes modern forms of knowledge, rationality, social institutions, and subjectivity that seem given and natural but in fact are contingent sociohistorical constructs of power and domination.

While Foucault has decisively influenced postmodern theory, he cannot be wholly assimilate to that rubric. He is a complex and eclectic thinker who draws from multiple sources and problematics while aligning himself with no single one. If there are privileged figures in his work, they are critics of reason and Western thought such as Nietzsche and Bataille. Nietzsche provided Foucault, and nearly all French poststructuralists, with the impetus and ideas to transcend Hegelian and Marxist philosophies. In addition to initiating a postmetaphysical, posthumanist mode of thought, Nietzsche taught Foucault that one could write a genealogical’ history of unconventional topics such as reason, madness, and the subject which located their emergence within sites of domination. Nietzsche demonstrated that the will to truth and knowledge is indissociable from the will to power, and Foucault developed these claims in his critique of liberal humanism, the human sciences, and in his later work on ethics. While Foucault never wrote aphoristically in the style of Nietzsche, he did accept Nietzsche’s claims that systematizing methods produce reductive social and historical analyses, and that knowledge is perspectival in nature, requiring multiple viewpoints to interpret a heterogeneous reality.

Foucault was also deeply influenced by Bataille’s assault on Enlightenment reason and the reality principle of Western culture. Bataille (1985, 1988, 1989) championed the realm of heterogeneity, the ecstatic and explosive forces of religious fervor, secularity, and intoxicated experience that subvert and transgress the instrumental rationality and normalcy of bourgeois culture. Against the rationalist outlook of political economy and philosophy, Bataille sought a transcendence of utilitarian production and needs, while celebrating a general economy’ of consumption, waste, and expenditure as liberator. Bataille’s fervent attach on the sovereign philosophical subject and his embrace of transgressive experiences were influential for Foucault and other postmodern theorists. Through his writings, Foucault valorizes figures such as Holderlin, Artaud, and others for subverting the hegemony of modern reason and its norms and he frequently empathized with the mad, criminals, aesthetes, and marginalized types of all kinds.

Recognizing the problems with attaching labels to Foucault’s work, we wish to examine the extent to which he develops certain postmodern positions. We do not read Foucault as a postmodernist tout court, but rather as a theorist who combines premodern, modern, and postmodern perspectives. We see Foucault as a profoundly conflicted thinker whose thought is torn between oppositions such as totalizing/detotalizing impulses and tensions between discursive/extra-discursive theorization, macro/microperspectives, and a dialectic of domination/resistance.

In search of the postmodern

For the past two decades, the postmodern debates dominated the cultural and intellectual scene in many fields throughout the world. In aesthetic and cultural theory, polemics emerged over whether modernism in the arts was or was not dead and what sort of postmodern art was succeeding it. In philosophy, debates erupted concerning whether or not the tradition of modern philosophy had ended, and many began celebrating a new postmodern philosophy associated with Nietzche, Heidegger, Derrida, Rorty, Lyotard, and others. Eventually, the postmodern assault produced new social and political theories, as well as theoretical attempts to define the multifaceted aspects of the postmodern phenomenon itself.

Advocates of the postmodern turn aggressively criticized traditional culture, theory, and politics, while defenders of the modern tradition responded either by ignoring the new challenger, by attacking it in return, or by attempting to come to terms with and appropriate the new discourses and positions. Critics of the postmodern turn argued that it was either a passing fad (Fo 1986/7; Guattari 1986), a specious invention of intellectuals in search of a new discourse and source of cultural capital (Britton 1988), or yet another conservative ideology attempting to devalue emancipatory modern theories and values (Habermas 1981 and 1987a). But the emerging postmodern discourses and problematics raise issues which resist easy dismissal or facile incorporation into already established paradigms.

In view of the wide range of postmodern disputes, we propose to explicate and sort out the differences between the most significant articulations of postmodern theory, and to identify their central positions, insights, and limitations. Yet, as we shall see, there is no unified postmodern theory, or even a coherent set of positions. Rather, one is struck by the diversities between theories often lumped together as `postmodern’ and the plurality – often conflictual – of postmodern positions. One is also struck by the inadequate and undertheorized notion of the `postmodern’ in the theories which adopt, or are identified in, such terms. To clarify some of the key words within the family of concepts of the postmodern, it is useful to distinguish between the discourses of the modern and the postmodern (see Featherston 1988).

To begin, we might distinguish between `modernity’ conceptualized as the modern age and `postmodernity’ as an epochal term for describing the period which allegedly follows modernity. There are many discourses of modernity, as there would later be of postmodernity, and the term refers to a variety of economic, political, social, and cultural transformations. Modernity, as theorized by Marx, Weber, and others, is a historical periodizing term which refers to the epoch that follows the’Middle Ages’ or feudalism. For some, modernity is opposed to traditional societies and is characterized by innovation, novelty, and dynamism (Berman 1982). The theoretical discourses of modernity from Descartes through the Enlightenment and its progeny championed reason as the source of progress in knowledge and society, as well as the privileged locus of truth and the foundation of systematic knowledge. Reason was deemed competent to discover adequate theoretical and practical norms upon which system sof thought and action could be built and society could be restructured. This Enlightenment project is also operative in the American, French, and other democrateic revolutions which attempted to overturn the feudal world and to produce a just and egalitarian social order that would embody reason and social progress (Toulmin 1990).

Aesthetic modernity emerged in the new avant-garde modernist movements and bohemian subcultures, which rebelled against the alienating aspects of industrialization and rationalization, while seeking to transform culture and to find creative self-realization in art. Modernity entered everyday life through the dissemination of modern art, the products of consumer society, new technologies, and new modes of transportation and communication. The dynamics by which modernity produced a new industrial and colonial world can be described as `modernization’ – a term denoting those processes of individualization, secularization, industrialization, cultural differentiation, commodification, urbanization, bureaucratization, and rationalization which together have constituted the modern world.

Yet the construction of modernity produced untold suffering and misery for its victims, ranging form the peasantry, proletariat, and artisans oppressed by capitalist industrialization to the exclusion of women from the public sphere, to the genocide of imperialist colonialization. Modernity also produced a set of disciplinary institutions, practices, and discourses which legitimate its modes of domination and control. The `dialectic of Enlightenment’ (Horkheimer and Adorno 1972) thus described a process whereby reason turned into its opposite and modernity’s promises of liberation masked forms of oppression and domination. Yet defenders of modernity (Habermas 1981, 1987a, and 1987b) claim that it has `unfulfilled potential’ and the resources to overcome its limitations and destructive effects.

Postmodern theorists, however, claim that in the contemporary high tech media society, emergent processes of change and transformation are producing a new postmodern society and its advocates claim that the era of postmodernity constitutes a novel state of history and novel sociocultural formation which requires new concepts and theories. Theorists of postmodernity (Baudrillard, Lyotard, Harvey, etc.) claim that technologies such as computers and media, new forms of knowledge, and changes in the socioeconomic systems are producing a postmodern social formation. Baudrillard and lyotard interpret these developments in terms of novel types of information, knowledge, and technologies, while neo-Marxist theorists like Jameson and Harvey interpret the postmodern in terms of development of a higher stage of capitalism marked by a greater degree of capital penetration and homogenization across the globe. These processes are also producing increased cultural fragmentation, changes in the experience of space and time, and new modes of experience, subjectivity, and culture. These conditions provide the socioeconomic and cultural basis for postmodern theory and their analysis provides the perspectives from which postmodern theory can claim to be on the cutting edge of contemporary devleopments.

In additiona to the distinction between modernity and postmodernity in teh field of social theory, the discourse of the postmodern plays an important role in the field of aesthetics and cultural theory. Here the debate revolves around distinctions between modernism and postmodernism in the arts. Within this discourse, `modernism’ could be used to describe the art movements of hte modern age (impressionism, l’art our l’art, expression, surrealism, and other avant-garde movements), while `postmodernism’ can describe those diverse aesthetic forms and practices which come after and break with modernism. These forms include the architecture of Robert Venturi and Philip Johnson, the musical experiments of John Cage, the art of Warhol and Rauschenberg, the novels of Pynchon and Ballard, and filesm like Blade Runner or Blue Velvet. Debates centre on whether there is or is not a sharp conceptual distinction between modernism and postmodernism and the relative merits and limitations of these movements.

The discourses of the postmodern also appear in the field of theory and focus on the critique of modern theory and arguments for a postmodern rupture in theoyr. Modern theory – rangin from the philosophical project of Descartes, through the Enlightenment, to the social theory of Comte, Marx, Weber and others – is criticized for its serach for a foundation of knowlecdge, for its universalizing and totalizing claims, for its hubris to supply apodictic truth, and for its allegedly fallacious rationalism. defenders of modern theory, by contract, attack postmodern relativism, irrationalism, and nihilism.

More specifically, postmodern theory provides a critique of representation and the modern belief that theory mirrors reality, taking instead `perspectivist’ and `relativist’ positions that theories at best provide partial perspectives on their objects, and that all cognitive representations of the world are historically and linguistically mediated. Some postmodern theory accordinaly rejects the totalizing macroperspectives on socieyt and history favored by mdoern theory in favour of microtheory and micropolitics (Lyotard 1984a). Postmodern theory also rejets modern assumptions of social coherence and notions of causality in favour of multiplicity, plurality, fragmentation, and indeterminacy. In addition, postmodern theory abandons the rational and unified subject postulated by much modern theory in favour of a socially and linguistically decentered and fragmented subject.

Thus, to avoid conceptual confusion, in this book we shall use the term `postmodernity’ to describe the supposed epoch that follows moderntiy, and `postmodernism’ to descibe movements and artifacts tin the cultural field that can be distinguished form modernist movements, textx, and practices. We shall also distinguish between `modern theory’ and `postmodern theory’, as well as between `modern politics’ which is characterized by party, parliamentary, or trade union politics in opposition to `postmodern politics’ associated with locally base micropolitics that challenge a broad array of discourses and institutionalized forms of power.

To help clarify and illuminate the confusing and variegated discourse of the postmodern, we shall first provide an archaeology of the term, specifying its history, early usages, and conflicting meanings. Next, we situate the development of contemporary postmodern theory in the context of post-1960’s France where the concept of a new postmodern condition became an important theme by the late 1970’s. An in 1.3 we sketch the problematic of our interrogations of postmodern theory and the perspectives that will guide our inquiries throughout this book.

Jorge Luis Borges y la nueva era del mundo: La paradoja, el laberinto y la física cuántica

¿De dónde brota el encanto de la obra literaria de Jorge Luís Borges (1899-1986)? ¿Por qué ese creciente interés que lleva a sumar congresos, conferencias, publicaciones sobre su obra en diversas partes del mundo? ¿De qué ese fervor que llegó a mitad de obra y vida del escritor y que después de su muerte no cesa de multiplicarse? El escritor se defendió muchas veces de esos vientos contrarios describiendo su obra, con leve ironía, como “mis borrones”, “irresponsables juegos de un tímido”, “serie de divagaciones, acumulaciones, reiteraciones”, y de ser un escritor “decididamente monótono” [1].

Muchos de sus críticos, tratando de no ceder al encanto, se apresuraron a amarrarse al palo mayor, a taponarse los oídos, y a acusar esta obra de plagio, “escritura parasitaria”, “reiterativa”, “estetizante” (Lafforgue, 1999; Helft y Paúl: 2000). Apropiándome de una frase del Borges de “Magias parciales del Quijote” (1952), podría decir: “creo haber dado con la causa”. La obra de Borges parece constituirse en irradiación de los signos fundamentales de la nueva “imagen de mundo” [2] en la que estamos inmersos, que empieza a configurarse a la vez como rechazo y continuación de la modernidad y que ha sido llamada “postmodernidad” (Lyotard, 1983), “era del vacío”(Lipovetsky, 1993), “edad hermenéutica de la razón” (Ricoeur, 2006), etc. Quizás podría decirse que, en el mismo sentido en que Foucault ve El Quijote (1605 y 1615) y Las meninas (1653) como umbrales y representaciones de la “modernidad optimista” (Rorty, 1990), así puede verse la obra de Borges respecto a la postmodernidad.

La reflexión moderna, de Heidegger a Gadamer, de Edgar Morin a Habermas, de Rorty a Lipovetsky ha establecido claros deslindes y cualificaciones de la época moderna. Morin ha sintetizado en una frase el paso de la visión de mundo de la fe a la razón: “La ley eterna que regula la caída de las manzanas ha suplantado a la Ley de lo Eterno que, por una manzana, hizo caer a Adán” (Morin1981:50). Podría abrirse un arco desde el siglo XV hasta finales del siglo XIX, que podríamos llamar con Rorty, de la modernidad optimista: el paso de la teleología a la “ley causal”, a lo que con Leibniz o Schopenhauer podemos llamar el principio de razón suficiente como dominante en una visión de mundo, donde Descartes y Newton se muestran como paradigmas; el discurso científico como su más acabada expresión; en la conquista de la verdad objetiva y la certeza de la capacidad de revelar los enigmas del universo. De allí la frase de Pope, “Dios dijo hágase la luz, y nació Newton”, o la certeza de Laplace de poder dilucidar todos los enigmas si se conocieran las causas. Borges se ha referido explícitamente a la teoría del “monstruo” de Laplace: “.si existiese un mortal cuyo espíritu pudiera abarcar el encadenamiento general de las causas, sería infalible; pues el que conoce las causas de todos los acontecimientos futuros, prevé necesariamente el porvenir”. Borges puntualiza: “Laplace jugó con la posibilidad de cifrar en una sola fórmula matemática todos los hechos que componen un instante del mundo, para luego extraer de esa fórmula todo el porvenir y todo el pasado” (OC 1: 282). Laplace, como Newton, como Descartes, representará el paradigma de la modernidad optimista. Cuando Borges observa en “Los crímenes de la calle Morgue” (“The murders in the rue Morgue”, 1841 ), de E. A. Poe (1809-1849) el nacimiento del relato policiaco, no hace sino poner en evidencia un ámbito de relato donde la “ratio” despliega sus poderes y “des-oculta”, de manera objetiva, la verdad. La verdad revelada por la mente racional de Auguste Dupin, como posteriormente, en la inusitada expansión del género por Sherlock Holmes, Hércules Poirot, El Padre Brown, Maidret. Pepe Carvalho… cederá ante los poderes de la razón que son los mismos que del “monstruo” de Laplace.
La razón moderna explora lo desconocido para vencer sus enigmas y sumarlo a los horizontes de lo conocido, a la identidad del poder y lo real donde la vida transcurre. De allí que el discurso científico moderno, en un calco secularizado de la tierra prometida de las religiones, irá acompañado de una “promesa de felicidad”. Esta nueva visión imaginó otros mundos, regidos, ya no por Dios sino por la razón, donde la felicidad sería posible, los mundos de la utopía, que tiene formal nacimiento en la obra de Tomás Moro y que ha impactado de manera significativa la cultura y la literatura de occidente.
La modernidad es la celebración del orden y de lo real, bajo el dominio de la objetividad de la razón, de sus presuposiciones lógicas y causales, de las fuerzas cohesionadas de la identidad, de su condición de límite; la ciencia es su lámpara exploratoria. La modernidad aún no cesa: es, como diría Habermas, un proyecto inacabado. De antiguo, sin embargo, una fuerza subterránea que, como veremos, tendrá, en el siglo XX, uno de sus centros de confluencia en la obra de Borges, avanzará para expresarse en la crítica de lo real de Hume, de Berkeley; en la crítica de la causalidad que tendrá una de sus primeras formulaciones en Kant y que luego será retomada, por ejemplo, por Schopenhauer, en la puesta en crisis de la objetividad, de la verdad objetiva, y que confluirá en Nietzsche, a quién llamará Habermas “La tabla giratoria de la posmodernidad”. Esta nueva visión de mundo, que no cancela la visión moderna y optimista sino que a veces va en paralelo, a veces es su prolongación, a veces su refutación, elaborará una conciencia ecológica para oponerse con alarma al optimismo moderno de la ciencia; opondrá la indeterminación a la objetividad; la perspectiva a la verdad objetiva; etc. Se articulará a la teoría cuántica, ese otro modo del pensar científico, e imaginará otros mundos, no en la perfección de la racionalidad utópica sino en prefiguraciones de la repetición y la extrañeza. Cuando Borges, en contraposición del relato policíaco de Poe, escribe, “La muerte y la brújula”, nos muestra la razón posmoderna, aquella donde la verdad no es tal sino una interpretación: la verdad revelada por la “ratio” no es sino una verdad indeterminada, falaz.
De igual forma, los continuos desplazamientos, inclusiones, revelaciones de otros mundos, sean estos los del sueño o de mundos inventados o imaginados, no son proyecciones utópicas, sino, podríamos decir, mundo de una “pos-utopía” que asechan, anulan o revelan la insustancialidad de lo real. Paul Davies ve en los años de 1900 y 1930 los puntos de señalización en el arco de esta nueva visión de mundo (Davies, 1994: IX) y es posible ver, teniendo como antecedentes a Spinoza y a Leibniz, sus figuras paradigmáticas primero en Einstein y luego en figuras como Heisenberg y Shrodinger: Visión de mundo que permite el paso de la certeza deterministas a las paradojas microfísicas; de la visión del universo con perfección de relojería, a otro, aterrador, de caos, sin razón, y destrucción.
Borges ha señalado: “El escritor es un producto de su tiempo, pero el tiempo es también un producto del escritor”. Los autores crean también la realidad. Oscar Wilde llegó a decir que en Londres no había habido neblina antes del pintor Wistler “(Borges Oral, 1979).
Escritores como umbrales y representación de nuevas visiones del mundo pueden señalarse como ejemplos: Platón, fundamentalmente en Fedro en la Carta VII colocado en el paso de la visión del mundo de la oralidad a la visión del mundo de la escritura (Havelock, 1994); El Quijote y Las meninas, como hemos dicho, y podríamos agregar a Shakespeare, como umbrales y representaciones de la modernidad. Habermas ha señalado al Italo Calvino de Si una noche de invierno un viajero (1982), como ejemplo de la época posmoderna (Habermas, 1994: 52); también ha señalado a Joyce a Kafka a Beckett; y a Borges.
En este horizonte, ¿Cómo podríamos leer la obra de Borges? Creo que por lo menos en dos instancias: en la interrogación sobre sus representaciones, del orden y lo real del límite y la causalidad, en el juego de sus combinaciones textuales; y en la interrogación de su significación del enigma y el universo de la paradoja y el laberinto.

LA PROLIJIDAD DE LO REAL
Lo real está allí, como prolongación de la vida. No hay “real” sin un “orden”; y el hombre no puede vivir sin las presuposiciones de un orden. Por ello quizá ha dicho Pope que el orden baja del cielo; pero, ¿Qué es el orden y qué es lo real? El orden es el horizonte donde se constituye toda cultura que, por constituirse, legitima ese orden que podríamos concebir como un ámbito, una suerte de “burbuja” donde se hace posible la vida. Ámbito constituido por un conjunto de presuposiciones, por relaciones de poder y jerarquía, por interdictos y leyes, por la legitimación de la verdad, por redes causales y redes lógicas; por el despliegue del poder y la imposición de límites; por el lenguaje y su competencia comunicativa, por una moral reguladora. La cohesión del orden y lo real lo dan las convicciones y hábitos identitarios, de allí que la condición de siervo sea el primer elemento cohesionador del orden. De allí el valor de la libertad como elemento perturbador. .Rudolf. Carnap ha señalado: “todo objeto real pertenece a un sistema comprensivo que se comporta según ciertas leyes” (Carnap, 988:318). La modernidad y sobre todo, la posmodernidad han visto en la génesis del orden y lo real menos una ontología que es una construcción. En este sentido Borges habla de una “postulación de la realidad”; y señala: “el hecho mismo de percibir, de atender, es de orden selectivo: toda atención, toda fijación de nuestra consciencia comporta una deliberada omisión de lo no interesante. Vemos y oímos a través de recuerdos, de temores de previsiones” (OC 1: 218). Uno de los primeros asombros de Borges no es tanto que el hombre no pueda vivir sino según un orden; sino descubrir esa enigmática e invencible vocación por la construcción de un orden y por la voluntad, que parece venir del fondo del ser, de someterse a ese orden. En el perfil que va creando de su imaginario personal (y que se despliega en infinidades de entrevistas y biografías sobre el autor) Borges se imagina en un lugar intermedio: “Lo cierto es que me crié en un jardín detrás de una verja con lanzas, y en una biblioteca de ilimitados libros ingleses”. Es posible imaginar al escritor en esa suerte de franja, observando en un lado, sin duda superior, el “mundo” épico, de elegante valentía de sus mayores; y del otro, hacia abajo el mundo de los malevos, el mundo del coraje. El escritor se obsesionará por representar uno y otro mundo, desde la franja de su jardín, dibujando esa especial topología, acaso los primeros trazos laberínticos de su imaginario.
“Los Borges” son vistos en su grandeza heroica emergiendo del horizonte histórico, en contra posición al presente del escritor y en la vieja querella de las armas y las letras. En el poema un mañana de El oro de los tigres (1972 ) dirá “yo, que padecí la vergüenza/de no haber sido aquel Francisco Borges que murió en 1874; en “1972” de la Rosa profunda (OC III: 104), ya había revelado:
No soy aquellas sombras tutelares
Que honré con versos que no olvida el tiempo.
Estoy ciego. He cumplido los setenta;
No soy el oriental Francisco Borges
que murió con dos balas en el pecho,
Entre agonías de los hombres,
En el hedor de un hospital de sangre,
Pero la Patria, hoy profana quiere
Que con mi oscura pluma de gramático,
Docta en las nimiedades académicas
Y ajena a los trabajos de la espada,
Congregue el gran rumor de la epopeya
Y exija mi lugar. Lo estoy haciendo.
En “The thing I am” de Historia de la noche, (1977). Había señalado: “soy apenas la sombra que proyectan/estas íntimas sombras intrincadas” (OC III: 196). Frente al esplendor de los mayores, presencia reiterada a través de su obra, el poeta es “el que cuenta las sílabas”. Esta topología guardará correspondencia con la significación estética del “Yo soy nadie” que atravesará con distintas modulaciones la obra borgiana.
En el otro extremo del mundo de los mayores, en una suerte de pliegue de la representación, en una franja de ilegalidad, irrumpe desde lo bajo esa forma ciega e instantánea de la heroicidad que es el coraje. Foucault ha descrito esa franja donde un orden, con sus leyes y sus ritos, se instaura: “Por debajo de la paz, el orden, la riqueza, la autoridad, por debajo del orden apacible de las subordinaciones, por debajo del Estado, de los aparatos del Estado, de las leyes, etcétera, ¿hay que escuchar y redescubrir una especie de guerra primitiva y permanente?” (Foucault, 2000: 52).
Temprano Borges se siente fascinado por ese “orden” donde “no hay otra obligación que ser valiente”, fascinación que se desplegará desde Evaristo Carriego (1930), uno de sus textos sobre el mundo “malevo” y la “religión del coraje”. Desde entonces la “mitología del malevo” no abandonará la expresión de esta obra y aparecerá aquí y allá en diversos tonos y representaciones. En este contexto la figura del duelo será una de las reiteraciones al lado de la caracterización de figuras de la tradición del coraje como Hormiga Negra o Juan Moreira, desprendidos de la cultura popular a partir fundamentalmente de las novelas populares de Jorge Gutiérrez (Gutierrez, 1999ª y 1999b). Josefina Ludmer ha señalado: “Juan Moreira representa la continuación de la tradición gauchesca de la confrontación y la violencia: sigue a La ida de Martín Fierro con la lucha hasta el fin… el gaucho Moreira encarna la violencia popular en su estado puro” (Ludmer, 1999: 232 y 233). Esta peculiar fascinación lleva a Borges a privilegiar, en contraposición a Lugones, al Martín Fierro de la primera parte, de la ilegalidad, de la violencia y el malevaje, y no el de la segunda parte, edificante, de la legalidad; lo lleva a narrar escenas de cuchilleros y a dibujar en un proceso de repetición y reescritura, una de las más sorprendentes articulaciones entre la cobardía y la valentía.

EL PERSPECTIVISMO
La narración de malevos le dará a la poética borgiana que se va configurando una serie de signos que se desplegarán en el amplio campo de una estética reconocible más allá de sus fuentes racionales: el juego de repeticiones, de reescrituras, de combinatorias. En la progresión que va de “Hombres pelearon” (1928) a “Hombre de la esquina rosada” (1935) hasta “Historia de Rosendo Juárez” (1970 ) se despliega un juego de textualidades que, desde el perspectivismo, pone en cuestión la certeza de lo real, y que asoma los rasgos de una poética y de una visión de mundo: el desplazamiento en el duelo, por arte de la perspectiva de los hombres que pelean, a los cuchillos (este desplazamiento, cuyo surco es la metonimia, será retomado en muchos otros textos; el perspectivismo, que desplaza en un horizonte ético la noción de cobardía a valentía y, finalmente, el dibujo de la paradoja: no atender al desafío por hacer verdad una convicción ética (“mi consejo es que no te metas en las historias por lo que la gente pueda decir y por una mujer que ya no te quiere”). El desplazamiento de la perspectiva, de uno a otro relato, pone en evidencia los límites de la verdad y sus encubrimientos.
La fascinación por el orden, lleva a Borges a fundar ámbitos de juego en el relato para interrogar las diversas maneras en que ese orden alcanza sus representaciones culturales; por ejemplo, en los relatos sobre la formación de sectas o aquellos de la representación imaginaria de otros mundos. La formación, las razones y sin razones de las sectas son asimiladas en ese ámbito de juego narrativo, no en la construcción de una nueva mitología sino en el despliegue de una perspectiva humorística que puede pasar desapercibida por el lector; asi la “secta del fénix” (OC 1: 521) y “El Congreso” (OC.III: 20) parten de un principio paradojal que deriva en representación humorística: el principio del mapa del tamaño del mundo se desplaza aquí a la secta del tamaño de la comunidad del total de los hombres. El principio del juego se encuentra en la siguiente formulación que recorre la obra borgiana: “…un mapa del Imperio, que tenía el tamaño del imperio y coincidía puntualmente con él” (OC II: 205). La creación de otro mundo, no en el sentido de otro mundo utópico de la racionalidad optimista; sino más cerca de la teoría de los otros mundos concebido por Leibniz y que tienen “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” (1943) su más plena expresión.
Paradojas en el mundo y fisuras que nos permiten imaginar otros mundos. Borges lo ha señalado explícitamente: “Nosotros (la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso” (Borges, OC1: 258) Borges como Carroll, crea un campo narrativo de juego, vértigo de combinaciones y desplazamientos, de inversiones y rupturas de límites, donde brota la crítica y la refutación a lo real; y donde se revela la “fisura” de lo real El hueco de lo real diría Lacan desde donde se prefigurarán otros mundos, otras formas de lo real; tramadas por otros principios lógicos y causales que emergen de un fondo de paradojas y laberintos. De Carroll Borges aprenderá, con el episodio del sueño del rey, que podemos ser soñados por otros. Que es posible invertir la causalidad y crear causalidades inmotivadas, y que la paradoja crea mundos distintos, extraños, pero íntimamente ligados a las presuposiciones lógicas del mundo. De este modo, si el límite es lo que determina la configuración de lo real (Trias, 1991: 58) muchos relatos tienen como centro la transgresión o el desbordamiento del límite; así el ámbito del sueño irrumpiendo en lo real, como en La flor de Coleridge, reiteradamente citada por el autor, y cuyo principio está presente por ejemplo en “Las ruinas circulares”, o en la irrupción de objetos desde un mundo imaginado, como los “hrönir” desde Tlön; así la memoria apropiándose de los espacios propios del olvido como en “Funes el memorioso”; así “el inmortal”; así “El libro de arena”… Es posible observar, en la expresión plástica de un Magritte. como la transgresión de los límites, en formas heterogéneas de ámbitos distintos, por ejemplo, lo humano y lo animal y lo mineral, etc. Es posible observar en algunos cuentos de “duelo” el desplazamiento metonímico, de los hombres a las armas: el cuchillo o el puñal es el que pelea (así podemos decir en un poema: “el destino que acecha tácito en un cuchillo”; o en breve relato del “puñal” donde se dice: “sueña el puñal su sencillo sueño de tigre”… el metal que presiente contacto con cada contacto con homicida el destino para el que lo crearon los hombres. En “el encuentro” igualmente se dirá, en el arco de ese desplazamiento: “las armas no los hombres pelearon”) igualmente en la espada persiste la osadía y el pasado de crímenes y duelos. Es posible ver también el parentesco de estos desplazamientos en cuentos como “La mano” (de Maupassant) o “la nariz” (de Gogol) donde el desplazamiento, en el relato, lleva a efectos de horror u humorismo.
Ese juego de desplazamientos lleva, en Borges, a la intervención narrativa del mundo creado por Cervantes (como en “Pierre Menard, autor del Quijote”) ( OC 1: 431); y de Shakespeare (como en “La memoria de Shakespeare”) (OC III: 391); y lleva a un espectro de posibilidades, de meandros causales y de “senderos que se bifurcan” por donde se precipitan los diversos relatos; así la lógica de la inversión en el cambio de roles de Caín y Abel, tal como se describe en diversos textos (y que guarda correspondencias con la inmersión del cobarde y el valiente de otra serie de textos); tal la inversión del sentido de la influencia en “Kafka y sus precursores” con la refutación “del color local” en “El escritor argentino y la tradición”; movimiento de inversión tramado en el carril de la paradoja. Es importante mencionar en este juego de inversiones la trama narrativa de “La intrusa” (OC II: 401)) donde la pasión por la amante propicia por encima de los enfrentamientos de los hermanos, el sorprendente asesinato de la intrusa: el amor de hermanos por encima de la sexualidad, para desconcierto del esquema psicoanalista.
Así el espectro de versiones y variaciones, estrechamente ligado al perspectivismo, se despliega en el relato desde diversas perspectivas y construcciones. Así la “escritura”, que abren diversas perspectivas narrativas en el texto canónico del Martín Fierro.
Con “El fin” Borges “interviene” el Martín Fierro para romper “el nudo edificante” que instaura la “vuelta…”. En el poema de Hernández duelo y muerte se expresan en su repetición en la primera parte (dos duelos y dos muertes) y en la clausura de la repetición en la segunda parte (en el reto del moreno, no aceptado por Martín Fierro). Esas dos fases, repetición y clausura, hacen de este poema una obra edificante, de allí la resignificación como texto fundacional que realizará Lugones en sus conferencias de Mayo de 1913. Contra esta clausura se escribirá “El fin”, texto especular, recursivo, que restituirá la fuerza repetitiva de la violencia. Esta reescritura refutará la condición edificante de “La vuelta” y el fundamento de la lectura de Lugones. El texto convoca temas recurrentes en Borges: la espera, la venganza, la imposición de un destino, la perspectiva desde la inmovilidad. El cuento resignifica el duelo, desde la perspectiva del testigo inmóvil: Recabarren. “El fin” narra un segundo duelo con el hermano del negro, no narrado por Hernández, y el texto es el “fin” de Martín Fierro: su muerte (a diferencia del poema de Hernández que narra de manera edificante su reintegración social, su “desaparición” como gaucho) y la resignificación de la “apertura” de la repetición del duelo. Una de las más fascinantes significaciones del duelo es su resistencia a la clausura: frente al valiente vencedor de todos los retos siempre aparecerán, una y otra vez, los retadores con la intención de ganarle y hacerse con el prestigio del valiente. De allí el “cansancio” del valiente y la crisis ética que genera tal cansancio (tal como hemos visto en “Hombre de la esquina rosada”,: y como puede observarse en la “mitología del pistolero” del oeste norteamericano). La distancia entre el texto de Hernández (“procurando los presentes que no se armara pendencia, / se pusieron de por medio/ y la cosa quedó quieta”) y el de Borges (“mi destino ha querido que yo matara y ahora otra vez, me pone el cuchillo en la mano”) es la distancia entre la clausura y la insistencia de la repetición, entre lo edificante y la especularidad, entre la tranquilidad del orden recuperado, y la fascinación del mal absoluto.
Si en “El fin” la reescritura borgiana salva la repetición de su clausura para que el duelo pueda cumplir con el imperativo de la venganza, en “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)”, la escritura del cambio de bando de Cruz, narrado en el Martín Fierro (“Tal vez en el corazón / le tocó un santo bendito / a un gaucho que pegó el grito, / y dijo: “Cruz no consciente / que se cometa el delito / de matar ansí un valiente”), se constituye en la representación del instante en que un hombre cambia para siempre su destino, acontecimiento que no dejará de fascinar a Borges y quien lo rescribirá de diversas maneras, con distintos contextos y en diferentes momentos de su vida de escritor. El cuento se propone buscar una respuesta, por medio del relato, a ese instante en el que un hombre cambia para siempre su destino. Las fechas de nacimiento y muerte de Cruz, señaladas en el título, no indican sino el precipitado hacia la noche de ese instante único; en ese lapso se extiende el relato para interrogar el enigma de esa noche y de ese instante. El enigma es otra de las fascinaciones borgianas: El relato de Borges se propone dar una explicación al enigma. El juego de desplazamientos (de asesino fugitivo, a oficial fugitivo) que concurre en el desplazamiento fundamental: el de Cruz al bando de Martín Fierro, pues ese juego de desplazamientos es el mismo de Fierro: uno es el otro. En la “reescritura” del destino de Cruz, el relato desplegado, desde la “concepción” hasta la noche con Martín Fierro, tratará de explicar ese acto definitivo: la pesadilla del padre, uno de los montoneros hostigados por Lavalle, que fecunda a Isidora Cruz, antes de perecer “perseguido por la caballería de Suárez”, se convierte en el remoto enigma (“nadie sabe lo que soñó”) que dará inicio al precipitado de una vida hacia la “lúcida noche fundamental”.

VERSIONES Y VARIACIONES
Versiones y variaciones se constituyen en uno de los movimientos fundamentales del tejido borgiano.
Quizá uno de los campos textuales más atractivos para este movimiento sea el que se establece entre el discurso sagrado y el espectro de variantes heréticas, en las religiones del mundo, lo que históricamente ha llevado a persecuciones y a instituciones implacablemente vigilantes como la inquisición en la edad media. En la historia de occidente la tenebrosa figura del inquisidor va a tomar para sí la divina tarea de la persecución de los heréticos. Escritores modernos han explorado, desde la perspectiva estética, las posibilidades textuales de las variantes heréticas; quizás el más conocido de ello, por el escándalo ocurrido en el contexto musulmán, sea el de Salman Rusdhie con la publicación en 1982 de su novela Los versos satánicos. En muchos textos Borges explora las posibilidades estéticas de lo herético; mencionemos uno: “Las tres versiones de Judas” (1943) que plantea un espectro de variantes del “más precioso acontecimiento de la historia del mundo”; una de estas variantes es especialmente estremecedora: “Dios totalmente se hizo hombre pero hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos pudo haber elegido cualquiera de los destinos que trama la compleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; eligió un ínfimo destino: fue Judas”. La variante herética de la historia cristiana que tiene en este texto uno de sus más importantes momentos, se multiplica en otros textos y autores: así en Terra Nostra (1987) de Carlos Fuentes, donde, en sorprendente variante, por ejemplo, José es Judas y es quien como carpintero quien hace la cruz, vengando en Jesús el engaño de María.
“Automatismo de repetición” llama Foucault a uno de los modos esenciales del acaecer y el vivir. Modo del vivir estudiado por Freud y por Nietzsche de diversa manera, pero siempre orientado a la configuración o disolución del sentido. Ha señalado Foucault: “No hay repeticiones en sentido estricto, creo, sino en el orden del lenguaje (…) quizá en el análisis de la forma de repetición es donde se pudiera esbozar algo parecido a una ontología del lenguaje (…). El lenguaje no cesa de repetirse” (1994: 506). Podríamos decir, en términos generales que la repetición de lo identitario es el elemento cohesionador fundamental del orden (en el reconocimiento de la ley y el interdicto; en el hábito, el ritual y la costumbre), y que la repetición de la alteridad es la manifestación de lo ominoso, incluso del mal absoluto, cuando esa repetición no tiene clausura, tal como puede observarse en la repetición del crimen en Macbeth de Shakespeare. En su seminario de “la carta robada” Lacan cree observar en la repetición de una escena fundamental, el campo de la manifestación de la verdad, en el mismo momento en que se muestra el drama entre la paradoja y el sentido. la obra de Borges no cesa de repetirse. Su famosa expresión “La historia de la literatura no es sino la historia de las diversas entonaciones de unas cuantas metáforas” su señalamiento de que el relato de todos los tiempos corresponde a pocas historias que se repiten, repercuten en la constitución de los rasgos de una poética.
El propio Borges ha señalado en su obra la recurrencia de pocos elementos: la paradoja y el laberinto; el espejo y el tigre, que aparecen en un ritmo de repeticiones que alguno de sus contemporáneos han visto como monotonía; otros por el contrario han intuido allí uno de los movimientos fundamentales de la creación. Borges se ha referido a esta recurrencia, con la leve ironía que lo acompañaba como un escudo en las cientos de entrevistas que le hacían: “Al final de cada año me hago una promesa: el año próximo renunciaré a los laberintos y los tigres, a los cuchillos, a los espejos. Pero no hay nada que hacer, es algo más fuerte que yo: comienzo a escribir y, de golpe, he aquí que surge un laberinto, que un tigre atraviesa la página” (Borges Oral) Mencionemos, a título de ejemplo algunos textos donde la repetición alcanza significativa modalidades: así en Pierre Menard autor del Quijote, la representación central del texto, exactamente igual escrito por Cervantes o por Menard, pero diferentes, pone en evidencia, el regreso de lo mismo como diferente, el eterno retorno; en “La biblioteca de babel”, la repetición de libros y anaqueles, pasillos y galerías, crea representaciones alucinatorias del orden y el universo. Muchos textos convocan a repetición de una escena, así en La trama (OCII: 171) “Lo maté y no sabe que muere para que se repita en la escena”; así en “El evangelio según San Marcos” (OC II: 444) el acto de crucifixión de Espinoza, por parte de los Gutre, responderá de manera desdibujada a una venganza (por haber tomado a la hija y hermana) y de manera estremecedora, a la repetición de la escena alucinada de la lectura en voz alta del evangelio.
De Borges, y de gran parte de la literatura contemporánea podría decirse lo que él dijo de Chesterton (OC II: 72): “La repetición de un esquema a través de los años y de los libros… parece conformar que se trata de una forma esencial, no de un artificio retórico”. Forma esencial de una poética: en este ritmo de repeticiones se repetirá el doble (donde el Yo es “otro yo mismo”) y en los otros (“Las cosas que le ocurren a un hombre le ocurren a todos los hombres”) y el yo que se diluye en todos (“Ser nadie para ser todos los hombres”): el amplio campo de la repetición es, repitámoslo, juego estético de la inversión y la reescritura de las variaciones y las correspondencias. En el objeto mágico confluyen repeticiones y acumulaciones para dar una idea de lo visionario y lo infinito; así en “EL Zahir”, así en “EL disco”, así en uno de sus textos centrales, “El aleph”.

EL JUEGO DE DADOS
Junto a los juegos de repeticiones es necesario referirse a las presuposiciones de la causalidad. En las redes de la causalidad (causa eficiente) y causas finales (teleología) parece jugarse el sentido y la naturaleza de una cultura. Hemos señalado como la causa final, la teleología, se constituye en dominante de las sociedades míticas y religiosas: la causa final, materializada en dios o los dioses, es dadora de una plenitud de sentido. Hemos señalado como la sociedad moderna, desacralizada, parece colocar el sentido en la causa eficiente que engendra como el gran logro de la razón, la verdad objetiva. El “giro lingüístico de la posmodernidad es, sin embargo, una inflexión y una puesta en crisis de la causalidad, por lo tanto de la verdad objetiva; y una colocación en el límite de la pregunta sobre el sentido final. En esta situación límite Leibniz ha señalado, en el optimismo moderno que “Los espíritus obran de conformidad con las leyes de las causas finales; los cuerpos obran de conformidad con las leyes de las causas eficientes” ( Leibniz, 1992: 15); en esta situación límite, parece no plantearse la pregunta central sobre los fundamentos pues, como señala Leibniz, nihil est sine ratione, nada es sin fundamento (Heidegger 1991:67), Einstein, en el estremecimiento mismo de las causas finales, pero en correspondencia con el proyecto divino de la vida que viene del fondo mismo de las religiones, dirá en famosa frase, en el límite mismo de la situación límite, “Dios no juega a los dados” (contemporáneamente Mallarmé había experimentado, desde la experiencia poética, la fisura del sinsentido final; “un golpe de dados jamás abolirá el azar”). ¿Llegará la física cuántica, en el giro más espectacular de la visión de mundo que está construyendo, darse de tope con las causas finales y, de manera absoluta, con el sinsentido? ¿Podrá expresar el “nada es” desde el “sin fundamento”? En el juego estético de la causalidad, la obra de Borges parece cruzarse con tesis fundamentales de la física cuántica, y parece llegar a la misma situación límite de Einstein. Como el científico, el escritor pensará que al final de ese camino de extravíos y señalizaciones que es el laberinto, que detrás de la dura resistencia que es el enigma, es posible pensar alguna forma del sentido; es posible que Dios no juegue a los dados.
Los principios lógicos de identidad, no contradicción y tercero excluido constituyen para Axelos “Las formas principescas de la gramática y la sintaxis” (Axelos, 1969: 27). Leibniz subraya que nuestro razonamiento se funda en estos principios lógicos y en el principio de razón suficiente, donde toda expresión y todo acaecer es un tejido de causas y efectos. Siguiendo al principio el juego carroiano (donde, Alicia; al comer o beber crece o se achica; donde corre hasta desfallecer sin moverse del sitio al lado de la reina, donde ve al gato que ríe y que luego desaparece hasta dejar en el lugar la sonrisa) Borges crea un sorprendente ámbito de juego estético de desplazamiento de la causalidad. Uno es el movimiento de regression in infinitum, que sirve de principio de reconstrucción de muchos cuentos en el arco de fondo de la paradoja. Así “Las ruinas circulares” donde la situación de haber soñado un hombre en el mismo momento de ser soñado por otro abre al infinito la regresión causal; así como se abre a la regresión de mundos Uqbar-Tlön… y que se desvía metonímicamente en la reproducción del “hrönin”; el regressum in infinitum aparece una y otra vez a lo largo de la obra Borgiana. En la Flor de Coleridge señala: “Henry James crea (en the sense of the part) un incomparable regressum in infinitum, ya que su héroe Ralp Pendrel, se traslada al siglo XVIII porque le fascina un viejo retrato, pero ese retrato requiere para existir que Pendrel se halla trasladado al siglo XVIII. La causa es posterior al efecto, el motivo del viaje es una de las consecuencias del viaje” (OC, II: 20) en “Nathaniel Hawthorne” imaginará que el mundo es el sueño de alguien (como ocurría de manera festiva en el mundo de Alicia); en “Un sueño” (OC, II: 320) “En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular… el proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben. (O.C.3-320). El poema “ajedrez” dirá: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza / ¿qué dios detrás de dios la trama empieza?. /de polvo y tiempo y sueños y agonías. El regressum in infinitum rompe el límite que hace posible el orden y lo real; crea un movimiento circular que lleva a esa forma de la especularidad y la autoreflexividad que expresa el texto dentro del texto, tal como señala Borges que se produce en el cuento 602 de Las mil y una noches creando un horizonte humano hacia el infinito. Regressum in infinitum y circularidad: desbordamiento del carril de la causalidad y manifestación de la paradoja.
La asunción de la causalidad como “cemento de lo real” como tramado de la objetividad, al enfrentarse al juego de variaciones pone en crisis su horizonte de presuposiciones. Borges ha explorado, desde el relato, esa puesta en crisis.
Para hacer posible la causalidad de la venganza, personajes, en relatos estelares de Borges, crean una “causalidad inmotivada”, paralela a la del acontecimiento real: dos series, según las importantes reflexiones de Enrique Pezzoni (1999), generando, en un momento estelar del texto “cruce de series” en un temprano texto sobre Borges Paul De Man señala: “La infamia desempeña la función de un principio estético, formal. Las ficciones, literalmente, no podrían haberse materializado de no haber sido por la presencia de la maldad en su núcleo del mismo.” (Man, 1996: 216). Podríamos matizar y decir que la infamia es importante en la composición de muchos textos Borgianos, sobre todo la venganza que ofrece una red de posibilidades alternas, en posible cruce con lo real; en Borges el tema de la venganza concurre en la estrategia de la causalidad inmotivada. Señalemos algunos de sus textos mayores donde la causalidad inmotivada hace su aparición: en Tlön, Ugbar, Orbis tertius, el mundo de Tlön tiene una causalidad paralela (basada en la lógica de Berkeley y en la paradoja) con la presuposición lógica del mundo. La presencia de “hrönir” significará el cruce de series (que aquí se expresará en la lógica de lo fantástico); en “Las ruinas circulares” el cruce se produce en el paso del hombre soñado a la realidad. En “El jardín de senderos que se bifurcan” la fina y compleja correspondencia de opciones hace de este texto uno de los textos más interesantes del laberinto. El asesinato inmotivado de Albert, para que se sepa la ciudad que debe ser bombardeada, establece sus correspondencias, con el laberinto de Psiu Pen, y con el propio camino a la quinta del sinólogo. En “La muerte y la brújula” los asesinatos (los verdaderos: el primero y el segundo; el simulacro: el tercero) se constituyen en la causalidad (falaz) para el cuarto asesinato (que será el del propio detective: Lanröt); en Emma Zunz, la buscada y terrible violación se convierte en causa inmotivada para el señalamiento de la culpabilidad de Loewenthal, para que de esta manera pague la vieja culpa (ser responsable de la desgracia del padre (tragedia sobre la que posiblemente tampoco sea culpable). El cruce de “registros”, de series, de causalidades, produce la situación del laberinto y la más alta eficacia de la reflexividad, produciendo lo que Pezzoni ha llamado “una exhibición desaforada de los procedimientos”.
En el amplio espectro de juego de la causalidad Borges habla de “las secretas leyes del azar” (identificando su optimismo con el de Einstein) y todos, hasta dios, estaría subordinado a las leyes causales. Ya Leibniz había reflexionado sobre la paradoja del gran poder de dios, sometido sin embargo a la causalidad: “Dios señala no hace nada fuera del orden e incluso no es posible concebir sucesos que no sean regulares” y señala: “Dios nada hace que no esté sometido al orden. Entonces, lo que pasa por extraordinario, no lo es sino respecto a algún orden particular establecido entre las criaturas. Pues, en cuanto al orden universal, todo concuerda con él” (p. 15). Esta paradoja explica la resistencia divina (sea de dios o de los santos, en producir milagros). Borges hace suya esta reflexión de Leibniz en algunos momentos de su propia reflexión sobre la causalidad y en alguno de sus más importantes relatos. Señalemos “El milagro secreto” y “La otra muerte” donde dios se vale de un artificio para poder “intervenir” una causalidad sin transgredirla, así en “El milagro secreto” de Ficciones (OC, I: 508), situada en pleno fervor nazi (1939: “era el amanecer, las blindadas vanguardias del Tercer Reich entraban en Praga”), despliega una serie paralela (un año que permita al condenado Jaromir Hladik terminar su drama inconcluso) en el minuto de su fusilamiento, en un paralelismo entre tiempos distintos, el objetivo y el subjetivo, que ya encontramos desplegado, por ejemplo, en la escena de la Cueva de Montesinos en la segunda parte de El Quijote: mientras que Sancho atestigua que Don Quijote bajó y subió en poco más de una hora, Don Quijote afirmará que estuvo allí, y que estuvo tres días; lapso en el que le ocurrieron un sinfín de aventuras. Dos tiempos de dos perspectivas que se corresponden relativamente con el tiempo objetivo y el subjetivo, y la posible inadecuación entre ambos tiempos. En “El milagro secreto”, esa inadecuación se mantiene y permite la diferenciación temporal sin entrar en contradicción (las dos series existen de manera simultánea) es el nudo enigmático del texto. Esta dualidad de series (que alcanza su duplicación en la subjetividad del personaje, así pues el texto se adentra en las posibilidades representacionales de la subjetividad) deriva e variaciones al infinito, en repeticiones sin clausura: “No se cansaba de imaginar esas circunstancias: absurdamente procuraba agotar todas las variaciones. Anticipaba infinitamente el proceso, desde el insomne amanecer hasta la misteriosa descarga… Jaromir interminablemente volvía a las trémulas vísperas de su muerte”. La multiplicidad de mundos de la subjetividad se dibuja como un laberinto; y la inadecuación entre mundo objetivo y mundo subjetivo en enigma… y en milagro divino. El “secreto” evita el choque entre las dos series: la modificación de una serie por otra. Dios de esta manera interviene la causalidad (en la subjetividad) sin intervenirla (en los hechos objetivos). La paradoja se abre así a la simultaneidad de mundos posibles.
En “La otra muerte” de El Aleph (OC, I: 571) como en “El milagro secreto” de Ficciones, la proyección de la serie presupone una reflexión sobre la causalidad: la discusión teológica sobre si Dios puede modificar el pasado se convierte aquí en enigma, paradoja e inteligibilidad estética. En “La otra muerte”, en un horizonte de profundas conjeturas, la cobardía y la valentía se convierten en dos ámbitos que se excluyen o se identifican, creando el paradojal destino del personaje. Pedro Damián, habiendo muerto como cobarde en la “sangrienta jornada de Masoller”, tendría sin embargo la mágica oportunidad de otra batalla para mostrar su valentía. Para hacer posible la representación y la inteligibilidad de esta paradoja, el relato se “bifurca” en “series” o versiones. La primera versión es la del coronel Tabares, que presenta a Damián como un cobarde en la batalla de Masoller de 1904. El narrador presenta el perfil de este primer Damián: “En vano me repetí que un hombre acosado de cobardía es más complejo y más interesante que un hombre meramente animoso”. El cuento presenta el imperativo del culto al coraje que atraviesa, con toda su complejidad, parte de la obra de Borges: “Damián, como gaucho, tenía la obligación de ser Martín Fierro…” Así pues, el segundo testigo, el doctor Juan Francisco Amaro de Paysandú, en otro encuentro del narrador en casa de Tabares, atestigua sobre la valentía de Damián en esa misma batalla. El testimonio de Amaro de Paysandú se hace de manera simultánea al “extraño” olvido por parte de Tabares sobre su anterior juicio de cobardía, y en contraste con el testimonio del propio narrador de haber conocido a Damián, quien habría muerto no en 1904 sino en 1946. Se plantea de este modo una compleja red de contradicciones y enigmas: ¿cómo es posible que Damián haya sido a la vez un cobarde y un valiente en la batalla de Masoller de 1904 (donde habría muerto) y que a la vez haya muerto en 1946? El principio de la paradoja borgiana alcanza aquí un punto de vértigo. Borges no resuelve la paradoja (¿acaso es posible “resolver” una paradoja más allá del punto de fuga de la alegoría?), sino que la hace posible al hacer posible una realidad subjetiva (en forma de delirio) que incide sobre la realidad de los hechos (como la flor de Colerigde que irrumpe del sueño a la vigilia); la correlación se establece de este modo: Damián se porta como un cobarde en el campo de Masoller en 1904. Ruega a Dios una segunda oportunidad y de este modo regresa a Entre Ríos como una sombra (realmente como un muerto vivo). Allí vive hasta 1946 apartado de todos; allí lo conoce el narrador. En ese tiempo de más de 40 años también espera la oportunidad de “otra batalla” para “merecerla”. En la hora de su muerte (de su segunda muerte, de 1946) por medio de un delirio asiste de nuevo a la batalla de Masoller, donde muere heroicamente, en acto simultáneo con la muerte de 1946: en rigor, según la lógica del relato, Damián muere no dos veces, como indica el título, sino tres veces.

BORGES Y LA FÍSICA CUÁNTICA
El texto borgiano pone en crisis, desde la paradoja, la causalidad, sin violentarla, sino resolviéndola por la vía de la reproducción de series. La apreciación de la causalidad en Borges hace confluir la teoría del “monstruo laplaciano” y las teorías actuales del azar y de indeterminación que se presentarían no como ausencia de causalidad sino como producto de causalidades complejas y desconocidas. Se señala en “La otra muerte”: “la intrincada concatenación de causas y efectos, es tan vasta y tan íntima que acaso no cabría anular un solo hecho remoto, por insignificante que fuera, sin invalidar el presente. Modificar el pasado no es modificar un solo hecho; es anular sus consecuencias, que tienden a ser infinitas”. La física cuántica ha dado cuenta de esa simultaneidad causal, de ese paralelismo de mundos. Es famoso “el efecto mariposa” como una de las expresiones de la complejidad causal. En el cuento, la insospechada limitación divina para modificar el pasado se desplaza a la capacidad de la estética; de hacer posible la paradoja en el juego de la multiplicidad de series. El cuento se sostiene sobre la paradoja de la causalidad inmodificable y la omnipotencia de Dios (que, por “omnipotente” podría modificar cualquier causalidad). Dado que la tesis de la “causalidad inmodificable” pone en entredicho la omnipotencia de Dios, quien no podría modificar la más mínima causalidad, Dios, para no perder su “omnipotencia” y, a la vez, atender el pedido de Damián, debe valerse de una argucia: la de regresar a Damián como sombra (en una suerte de “serie paralela”) para hacerlo morir como héroe, pero en el delirio, aunque este delirio (de manera inesperada) incide en la realidad (lo recuerda el doctor Amaro) poniendo en peligro si atendemos al principio de la paradoja “la estructura misma del universo”.
La causalidad, su arco objetivo que construye la realidad de nuestras presuposiciones, y la posibilidad de la fisura causal por donde acceder a otros órdenes, a otros saberes, a otros mundos, alcanza significativa recurrencia en Borges. De allí quizás su interés estético antes que como creyente en la cábala y el budismo (pues se convierten en perspectivas posibles para la representación de otros mundos y otras causalidades); de allí la paradoja que, como los tigres, emerge del imaginario borgiano.
En un importante trabajo sobre Borges y la física cuántica, Alberto Rojo señala que es posible ver citas borgianas en textos científicos, así “en la Biblioteca de Babel para ilustrar las paradojas de los conjuntos infinitos y la geometría fractal, referencias a la taxonomía fantástica del Dr. Franz Kuhn, en “El idioma analítico de John Wilkins (un favorito de neurocientíficos y linguisticos), invocaciones a Funes el memorioso para presentar sistemas de numeración; y hace poco me sorprendió una cita a El libro de arena en un artículo sobre la segregación de mezclas granulares” Señala cómo en “El jardín de los senderos que se bifurcan” “se anticipa se anticipa la tesis de Hugh Everestt III, de 1957, sobre “la interpretación de los muchos mundos” (Rojo, 1999: 188).
Borges se presenta como el oráculo de los tiempos modernos.

LA PARADOJA, EL ENIGMA, EL LABERINTO.
Es posible deslindar por lo menos dos modos de representación borgianos: la representación de un orden, de un mundo (asediado sin embargo por la paradoja); y la representación de un afuera, donde otros mundos son posibles; de allí la doble reflexión sobre la causalidad y sobre la paradoja, en arco que va desde las aporías de Zenón de Elea hasta las antinomias de Kant y las mónadas de Leibniz, concurrente en el imaginario borgiano. La visión crítica sobre lo real y el mundo hacen brotar, en Borges, el mundo de las paradojas; los intersticios permiten ver y describir otros mundos donde las paradojas, como en los cuadros de Escher, rigen las representaciones.
El imaginario de los pueblos ha proyectado, en el ámbito enigmático de lo desconocido, del afuera, del más allá de los límites de lo real, representaciones antropomórficas. En este contexto habría que entender la frase de Hermógenes; si los caballos pudiesen imaginar a sus dioses, los imaginarían como caballos. La proyección antropomórfica parece darse en dos vertientes que a veces se identifican: lo divino, la armonía y la perfección de los dioses; y la concurrencia de lo heterogéneo en lo monstruoso. El imaginario de las religiones parece constituirse en el primer expediente de esta dualidad. La representación de mundos por la paradoja parece alejarse de esa visión antropomórfica y sustituir la religiosidad por una visión panteísta: la representación de mundos como expresiones del enigma, irreductible a su disolución.
La representación de mundos como enigmas hace brotar la paradoja como su principio lógico fundamental; así es posible pensarlo, por ejemplo, de Zenón de Elea a Wittgenstein; así es posible verlo en el espectro lógico de otros mundos que de asombro en asombro nos presenta la física cuántica.
Ya Leibniz había imaginado la posibilidad de otros mundos paralelos al mundo en el que vivimos; para él, en el sentido de Newton y Laplace, “vivimos en un universo regulado”, regido por una “armonía universal” y en el que habría muchos mundos paralelos, y que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Esta intención, parodiada por Voltaire, en su Candide, guardará sin embargo parentesco con la teoría contemporánea de los mundos de la física cuántica; con la diferencia de que ésta concibe otras lógicas, la de las paradojas a distancia del principio de razón suficiente Leibniziano; de allí que en el borde mismo de estas sorprendente representaciones emerge la más terrible de las preguntas, la pregunta sobre el sin sentido. La noción de “armonía preestablecida”, de Leibniz, como la tesis de que Dios no juega a los dados, según la famosa expresión de Einstein, es testimonio del vértigo que esa pregunta conlleva; y una inmediata asunción de fe en la preservación del sentido de la creación y de la vida. Cuando Carroll nos presenta en las dos Alicias sus representaciones paradojales lo hace en un ámbito de juego estético y en regresos a esas reconstrucciones del sentido que son el humor y la alegoría. “La paradoja señala Deleuze es primeramente lo que destruye el buen sentido como sentido único, pero luego es lo que destruye el sentido común, asignación de identidades fijas” (Deleuze, 1989: 27). La paradoja, al refutar la presuposición lógica de lo real funda otra representación de lo real “imposible” desde la normalidad lógica. Imposibilidad que sin embargo se realiza, es la paradoja y es el más extremo modo de la crítica a lo real y del vértigo del sentido.
La primera manifestación del reto entre sentido y sin sentido es el planteamiento de la solución o lo irresoluble del enigma. La paradoja, señala Roy Sorencen, “es la expresión lógica del enigma” (Sorensen, 207: 21). El enigma desde la figura del esfinge y del oráculo de Delfos en la cultura griega; desde el presagio de las brujas en Macbeth de Shakespeare, coloca su impronta para articular enigma y destino. El imaginario de Dios o de los dioses en las religiones es el intento más prodigioso de las culturas por resolver el enigma de la vida y del universo. La objetividad causal y determinista que va de Newton a Laplace irrumpió como la posibilidad de disolución de todos los enigmas, hasta que la noción de verdad objetiva fue cuestionada de Schopenhauer a Nietzsche y de éste a la hermenéutica contemporánea; y la noción de certeza a demostrar sus limitaciones en el conocimiento del infinito horizonte de lo desconocido.
De Spinoza a Borges la pregunta ante el enigma alcanza una nueva posibilidad: la de su presencia irreductible en el universo, y su despliegue en una visión panteísta. Panteísmo y paradoja crearán un espacio de juego en la obra de Borges.
En el espacio del juego borgiano el infinito y el tiempo se constituyen en enigmas irreductibles; lo real puede ser concebido como la creación de un Dios menor; y toda posibilidad asertiva deviene conjetura. Así dirá: “No hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo” (OC, II: 86). La poesía permitirá “recibir lo que no se comprende” y es posible observar cuentos de Borges donde el brote de la solución del enigma va seguido de una decisión sobre su ocultamiento (así en “La escritura de Dios”). La noción de enigma del panteísmo se aparta del determinismo optimista (según Laplace, comprenderíamos el universo si conociéramos todas las causas) y se acerca más a las nociones de incertidumbre e indeterminación de la física cuántica.
Si el enigma tiene su más inmediata expresión en la paradoja, la paradoja la tiene en el laberinto. El laberinto es el modo borgiano de desplegar una consciencia crítica sobre lo real y de representar el enigma y el infinito. Borges hace del laberinto la arquitectura del relato; y la más inmediata de sus correspondencias es, qué duda cabe, el mito del minotauro, tal como se muestra de manera expresa en “La casa de Asterion”(OC,I: 564), donde el mito será una suerte de pizarra para las combinatorias y los desplazamientos: el monstruo espera en Teseo a su salvador, no a su verdugo; la casa-laberinto como un interior que incesantemente se repite y no tiene exterior pues salir es seguir adentro, etc. En ese destello del fuera se vislumbra “El templo de las Hachas, remitiendo el mito a sus fuentes dionisiacas. García Gual, en un ensayo imprescindible (García Gual, 1999: 270-319) ve en el relato borgiano la presencia constante del laberinto, ciertamente, y con ella la presencia plural de la mitología y la cultura griegas. El laberinto guarda estrecha relación con el descrito por Psui Pen, en El jardín de senderos que se bifurcan, y señalado como clave en el título m ismo de este cuento: los acontecimientos excluyentes se hacen simultáneos. En sus juegos de laberintos Borges los concebirá en línea recta, tal el laberinto descrito por Lonrot al final de La muerte y la brújula, como tela de araña, tal como ocurre con impecable perfección y en un desplazamiento de roles en Albajacán el Bojarí, muerto en el laberinto” (OC.I:600), etc. El laberinto en Borges, como la aporía de Zenón de Elea, es el surco de la paradoja y la repetición del infinito.

BORGES Y EL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO
El juego de paradojas y laberintos; el arco que va de la representación del coraje a las interrogaciones sobre el universo donde las certezas se derrumban y las conjeturas se despliegan del universo al yo, donde el universo irradia un tramado de paradojas y el yo se precipita en el otro, en la nada, en nadie, desplazándose del “soy quien soy” a la reformulación de la pregunta ¿quién soy? Y a la ubicación del ser en ese lugar de paralaje de umbral donde parece situarse la física cuántica; el lugar, a la vez del soy y no soy, del to be or not to be, según la luminosa expresión de Hamlet.
Puede hacerse una historia de la cultura que sea a la vez una historia de la verdad: el paso a las sociedad “encantadas” a la modernidad es el paso de una verdad de dominante teleológica cargada de sentido de diría Lukács a la construcción optimista de una verdad objetiva que diera cuenta de la vida, del mundo y del universo. La “tabla giratoria” de la modernidad que según Habermas es Nietzsche hace confluir en su reflexión una profunda crítica a la verdad, que viene de antiguo, pero que en él alcanzará una síntesis fundamental: No hay verdad sino interpretaciones; toda verdad lo es desde una perspectiva; el mundo es una fábula. El así de la complejidad de la física cuántica parece colocarse en este último horizonte de la verdad; así mismo la obra de Borges. En este sentido hemos distinguido a Poe de Borges en esa narrativa de la verdad que es el relato policíaco. Hemos observado cómo el relato policíaco según la lectura que Borges hace de Poe, se sitúa en el horizonte de la modernidad optimista del triunfo de la razón que tiene sus paradigmas en Descartes, en Newton, en Laplace; de allí que la razón sea capaz de resolver los enigmas tal como sucede en los crímenes de la calle Morgue y “La carta robada” donde la racionalidad es capaz de revelar la verdad oculta en las inflexiones de la paradoja (así, lo demasiado visible que no se ve, en “La carta robada”). Es notable en este sentido el pasaje inicial de “los crímenes…” cuando Dupin camina con Watson por una calle de Londres y de pronto logra deducir o abducir, según la teoría de Pierce lo que piensa en ese momento su acompañante. El género inventado por Poe tendrá un despliegue inusitado en la historia del relato en occidente.
Un relato como “la muerte y la brújula”, parodia del relato policíaco, como lo fuera el Quijote de las novelas de Caballerías, realiza el proceso racional, propio del género, de desvelamiento de la verdad; sólo para mostrar lo falaz de esa verdad: la repetición, verdadera o falaz del crimen, la construcción racional de un laberinto como “tela de araña”, el juego de desplazamiento, inversiones y repeticiones que hace a estos textos y a toda la obra de Borges, esos “borrones”, “toda una literatura”, y constituirse en la gran interrogante sobre las certidumbres del universo de lo real y de la condición humana.

NOTAS
[1] Así en “A quien leyere”, de Fervor de Buenos Aires, dirá: “Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente”; así en el “Prólogo” a la edición de 1954, de Historia Universal de la infamia: “Estas páginas… son el impensable juego de un tímido que no se animó a escribir cuentos y que distrajo en falsear y tergiversal (sin justificación estética alguna) ajenas historias”. En el “Epílogo” para las obras completas, 1974 cita una nota de la “Enciclopedia sudamericana”, que se publicará en Santiago de Chile el año 2074, donde señala: “El nombre de que Borges gozó durante su vida, documentado por un cúmulo de monografías y de polémicas, no deja de asombrarnos ahora. Nos consta que el primer asombrado fue él y que siempre temió que lo declararan un impostor o un chapucero o una singular mezcla de ambos. Indagaremos las razones, que hoy nos parecen misteriosas”. Solo el hilo de Ariadna podrá ser más orientador que esta actitud reflexiva de leve ironía y delicado humorismo.
[2] Heidegger (1995) utiliza la expresión “La época de la imagen del mundo” para referirse a la modernidad. Podríamos quizás decir que lo que se ha llamado Postmodernidad constituye una distinta “imagen de mundo”.

Bibliografía citada
Borges, Jorge Luís. OBRAS COMPLETAS I-IV (OC.) Buenos Aires, EMECE. 1996.
Axelos, Kostas. El pensamiento planetario. Caracas. Monte Ávila. 1969 (Primera edición en francés: 1964);
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Davies, Paúl, Otros mundos. El espacio y el universo cuántico. Barcelona, 1994 (Primera edición en inglés: 1992);
Deleuze, Gilles, Lógica del sentido. Barcelona. Paidós. 1989 (Primera edición en francés: 1969;
Foucault, Michel, Les mots et les choses. Paris. Gallimard, 1966;
—— Defender la sociedad, México. FCE, 1997 (Primera edición en francés: 1997);
—— Langage et litterature”, en: Dit et ecrits. Gallimard, 1994;
García Gual, Carlos, “Borges y los clásicos de Grecia y Roma”, en: Sobre el descrédito de la literatura. Barcelona, Península, 1999; pp. 270-319.
Gutierrez, Jorge (1999ª), Juan Moreira. Buenos Aires, Perfil Libros, 1996;
—— (1999b) La hormiga negra. Buenos Aires, Perfil libros, 1999
Habermas, Junger, El pensamiento postmoderno Madrid. Taurus, 1990 (Primera edición en alemán: 1988)
Heidegger, Martín, “La época de la imagen del mundo” (1938), en: Caminos de bosque. Madrid Alianza, 1995;
—— La proposición del fundamento. Barcelona, ODOS, 1991;
Hestfl, Nicolás y Alan Pauls, El factor Borges. Buenos Aires. FCE. 2000;
Lafforgue, Martín (Comp-), Anti-borges. Buenos Aires. Vergara. 1999.
Leibniz, G.W., Tres textos metafísicos. Bogotá. Norma. 1992;
Lipovetsky, Gilles, La era del vacío. Barcelona, Anagrama, 1986 (Primera edición en francés: 1983;
Ludmer, Josefina, El cuerpo del delito. Buenos Aires. Perfil libros. 1999;
Lyotard, Jean, La condición postmoderna. Madrid. Teorema, 1987;
Man, Paul de, “Un maestro de nuestros días: Jorge Luís Borges” (1964), en: Escritos críticos. Madrid. Visor, 1996; pp. 215-222;
Morin, Edgar, El método. La naturaleza de la naturaleza. Madrid, Cátedra, 1988 (Primera edición en francés: 1977);
Pezzoni, Enrique, Lector de Borges. Buenos Aires. Sudamericana, 1994;
Ricoeur, Paul, Teoría de la interpretación. México. Siglo XXI, 1995 (Primera edición en inglés: 1976);
—— Si mismo como otro. México. Siglo XXI 1996 (Primera edición en francés: 1990;
Rojo, Alberto, “El jardín de los mundos que se ramifican: Borges y la mecánica cuántica”, en: VVVV Borges en diez miradas, Buenos Aires, Fundación el libro, 1999; pp. 185-198.
Rorty, Richard, El giro lingüístico. Barcelona. Paidós 1990 (Primera edición en inglés: 1967);
Trías, Eugenio, Lógica del límite. Barcelona. Destino. 1991

  • Víctor Bravo. Escritor venezolano, nacido en Maracaibo el 27 de septiembre de 1949. Magíster en literatura Iberoamericana y Doctor en Letras. Profesor titular jubilado de la Universidad de los Andes. Ha sido profesor visitante de Universidades europeas y americanas. Ha publicado en revistas indexadas y arbitradas de Europa y América. Conferencista. Poeta. Crítico literario. Ha recibo premios, reconocimientos y condecoraciones por su labor docente y su obra literaria.

Entre sus últimas obras publicadas destacan:
Desde lo oscuro.(poesía) ( 2004).
El mundo es una fábula y otros ensayos. (2004).
EL ORDEN Y LA PARADOJA. Jorge Luis Borges y el pensamiento de la modernidad. (2003 y 2004).
EL SEÑOR DE LOS TRISTES Y OTROS ENSAYOS. (2008).
EL NACIMIENTO DEL LECTOR Y OTROS ENSAYOS, (2008).
LEER EL MUNDO, (2009)

Las causas del miedo

29 de Enero de 2013 Decía en mi columna anterior que ARENA está pasando de la crisis al pánico. Lo que sigue en la lógica de esa secuencia es la desbandada.
Las causas se revelan con mayor claridad día con día y se expresan en un hecho significativo: los señalamientos en torno a la debilidad de la candidatura de Norman Quijano, y a la errática estrategia del partido, ya no provienen solo de observadores externos y de adversarios sino también desde dentro de sus propias filas y de personalidades y sectores afines.

Naturalmente, el miedo es una reacción comprensible en determinadas circunstancias. Pero no es buen consejero. Enfrentado a la realidad de sus números decrecientes, Norman Quijano comprueba que su rechazo a la política de subsidios es contraproducente e improvisa una corrección: lo que él haría, dice ahora, es ampliar los subsidios. ¿Pero en qué basa esa corrección repentina?

El mismo día, uno de los miembros de la Comisión Política de su partido, el expresidente Armando Calderón Sol, le corrige la plana al candidato y afirma, en una entrevista televisiva, que los subsidios son insostenibles en El Salvador. Esta contradicción es reveladora por cuanto muestra el contraste entre un mero cambio del discurso, en términos de oportunismo demagógico, y la persistencia en la verdadera visión estratégica neoliberal. Me explico.

Cuando ARENA sufrió una dramática derrota electoral en 2003, el expresidente Alfredo Cristiani dijo que su partido, por haberse enfocado en el ordenamiento macroeconómico, había descuidado la atención al bolsillo del salvadoreño de a pie. Era el reconocimiento implícito del fracaso de la famosa teoría del rebalse, según la cual, el proceso privatizador y la concentración de la riqueza en las grandes empresas terminarían por beneficiar a los pobres. Pero lo único que ocurrió fue que los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres.

Esto es el centro de la visión neoliberal, y es lo mismo que Calderón Sol sostiene: sin crecimiento económico no hay subsidio. Es decir, o subsidiamos o crecemos, y mientras se logra el crecimiento que los pobres se aprieten el cinturón y vean cómo hacen. Por ese fundamentalismo neoliberal, exacerbado por la administración de Francisco Flores, es que ARENA perdió aquellas elecciones, y por el reflorecimiento de ese mismo fundamentalismo neoliberal es que ha perdido el rumbo hacia 2014.

Lo que hay que cambiar entonces no es el discurso de campaña sino la visión estratégica, entender que el desarrollo económico no solo no es excluyente de la atención a los problemas concretos de la clase media y los más pobres sino que, además, ese desarrollo es imposible si no se atiende de manera simultánea las necesidades más acuciantes de esos sectores.

Dos hechos problematizan aún más la situación de ARENA. Por un lado, el presidente Mauricio Funes ha integrado esas dos tareas en su gestión, y la población le endosa un creciente respaldo. Por el otro, Tony Saca reaparece en la escena política con la propuesta de dar continuidad y profundizar ese esfuerzo en que, como lo ha reiterado él mismo, la libertad de mercado y la justicia social no son nociones excluyentes sino complementarias, y su popularidad se fortalece en las encuestas. Ante la polarización divisiva, ambos líderes proponen una visión de síntesis y unidad nacional.

El miedo aconseja disparates: boicotear a Mauricio Funes e intentar inhabilitar con vanos trucos de abogados la candidatura de Tony Saca. El miedo crece porque la enorme corrupción, vinculada al intento de privatización encubierta de la energía geotérmica, está saliendo a luz con nombres y apellidos, y las responsabilidades apuntan en una sola dirección. Ahí sí tendrán trabajo real los abogados de ARENA.