Medición y representación gráfica de las distancias culturales entre países latinoamericanos (2016) Pablo Farías

Pese al rol central que tienen las distancias culturales en las ciencias sociales, la literatura es sorprendentemente escasa en la medición cuantitativa y representación gráfica de este concepto en América Latina. El presente estudio aborda esta cuestión al mostrar un índice de distancia cultural usando las nueve dimensiones culturales medidas por House et al. (2004) para diez países latinoamericanos: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México y Venezuela.

También se representa gráficamente las distancias culturales calculadas. La relevancia de esta investigación radica en la posibilidad de incorporar indicadores culturales que permiten la comparación de la situación actual y perspectivas en América Latina. Con el propósito de ilustrar las implicancias de este estudio, se analiza el caso de las distancias culturales de México con los otros nueve países latinoamericanos.

Introducción

Las diferencias entre países que se observan en la forma de pensar, actuar y reaccionar de las personas tiene un gran impacto en las distintas áreas de las ciencias sociales; debido a esto adquiere gran importancia el hecho de poder reconocer, medir cuantitativamente e interpretar las distancias culturales entre países.

El concepto de distancia cultural entre éstos ha sido aplicado a una gran variedad de investigaciones, incluyendo el análisis del efecto de la distancia cultural entre países sobre el comportamiento de los inmigrantes y los expatriados, acuerdos internacionales entre naciones, cambios sociales, inversión extranjera, expansión internacional, funcionamiento de filiales extranjeras, transformación organizacional, preferencias del consumidor, efectividad de los formatos de publicidad, uso de medios y canales de distribución, aprendizaje organizacional, transferencias de tecnologías, etcétera (Shenkar, 2001; Manzur et al., 2012; Meunier y Medeiros, 2013; Olavarrieta et al., 2013; Farías, 2015).

Pese al rol central que tienen las distancias culturales entre países en las ciencias sociales, la literatura es sorprendentemente escasa en la medición cuantitativa y representación gráfica de este concepto en América Latina. El presente estudio aborda esta cuestión utilizando las nueve dimensiones culturales medidas por House et al. (2004) para diez países latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México y Venezuela) y empleando las metodologías sugeridas por Kogut y Singh (1988) y Fernández et al. (2003) para medir cuantitativamente y representar gráficamente las distancias culturales entre países en América Latina.

En este estudio se presenta una metodología para medir cuantitativamente y representar gráficamente las distancias culturales y proyectar posibles cambios en las distancias culturales entre los diez países latinoamericanos incluidos en el estudio de House et al. (2004). La relevancia de este trabajo es la posibilidad de incorporar indicadores culturales que permiten la comparación de la situación actual y perspectivas en América Latina. El resto del artículo se compone de la siguiente forma: la segunda sección expone el marco conceptual.

La sección tres presenta formalmente la metodología y los resultados de la investigación. En la cuarta sección, con el propósito de ilustrar las implicancias de este estudio, se analiza el caso de las distancias culturales de México con los otros nueve países latinoamericanos. Finalmente, la quinta sección entrega las conclusiones y las implicancias de este trabajo para los investigadores y los administradores.

Marco conceptual

Cultura nacional

Hofstede (1980) condujo en la década de 1970 uno de los estudios más completos que se hayan hecho hasta esa fecha sobre diferencias culturales entre países. La investigación tuvo gran impacto en muchos ámbitos de la sociología y la administración, especialmente en negociación, gestión de equipos multiculturales y en la configuración de estrategias de marketing internacional (Hofstede, 2001; Hidalgo et al., 2007; Manzur et al., 2012). Hofstede (1980) analizó 70 países y simplificó complejos patrones culturales de conducta en sólo cuatro dimensiones culturales (aunque actualmente Hofstede utiliza seis dimensiones culturales). El trabajo de Hofstede ha mostrado que hay agrupamientos culturales a nivel nacional que afectan el comportamiento de las sociedades y las organizaciones.

De acuerdo con Hofstede (1991: 4), la cultura es siempre un fenómeno colectivo, debido a que es compartida con personas que viven o vivieron en un mismo ambiente social, en la cual la cultura es aprendida. La cultura se aprende, no se hereda. Ésta se deriva de un ambiente social, no de los genes. La cultura puede ser distinguida de la naturaleza humana, por un lado, y de la personalidad de los individuos, por otro (véase Figura 1 2 ). Hofstede (1991: 5) define “cultura” como la programación mental colectiva que distingue a miembros de un grupo o categoría de gente de los de otros.

Hofstede (2001: 2) señala que los programas mentales pueden ser heredados (transferidos a través de nuestros genes) o pueden ser aprendidos después de nacer; asimismo, define tres niveles de programación mental: individual, colectiva y universal.

Hofstede indica que a nivel individual, al menos una parte de la programación debe ser heredada; de lo contrario, es difícil explicar diferencias en habilidades y temperamento entre niños de una misma familia y ambiente.

A nivel colectivo, Hofstede (2001: 3) señala que la mayoría de nuestra programación mental es aprendida; lo ejemplifica con los estadounidenses, quienes son una multitud de variaciones genéticas, pero que, sin embargo, muestran una programación mental colectiva que es percibida por los extranjeros.

Hofstede (2001: 3) indica que el nivel universal de la programación mental es compartido por todos los seres humanos y se refiere a la naturaleza humana. Ésta es heredada por medio de los genes, determinando nuestro funcionamiento físico y psicológico básico. La capacidad humana de sentir miedo, furia, amor, placer, enojo, etcétera pertenecen a este nivel de programación mental.

Hofstede (1991: 5) se refiere a grupo como el conjunto de personas que mantienen contacto unas con otras. Una categoría de gente consiste en personas que sin necesariamente tener contacto entre ellas, tienen algo en común. Por ejemplo, todas las mujeres ejecutivas, deportistas, vegetarianos, filósofos, escritores, etc. Esta definición de cultura se refiere más tangiblemente a considerar las características personales que sean comunes y estándares en una sociedad dada. Ya que existe una gran variedad de personalidades individuales en cualquier sociedad, la que se observa con mayor frecuencia (en términos estadísticos) ha sido usada para aproximarse a la cultura nacional (Clark, 1990; Nakata y Sivakumar, 1996). El término “cultura”, en este sentido, puede ser aplicado a naciones, organizaciones, ocupaciones y profesiones, grupos religiosos, grupos étnicos, etcétera.

El concepto de cultura es más aplicable a sociedades que a naciones. Sin embargo, históricamente, muchas naciones han desarrollado una forma conjunta, aún si ello consiste en grupos claramente diferentes y aún si éstas contienen minorías menos integradas. Además, también hay “fuerzas” que dificultan la integración. Por ejemplo, existen grupos religiosos, étnicos que buscan su propia identidad. Empero, al interior de las naciones han existido a través del tiempo “fuerzas” que posibilitan la integración: un lenguaje nacional dominante, medios de comunicación masivos comunes, sistema educacional nacional, ejército nacional, sistema político nacional, representación nacional en eventos deportivos, mercados nacionales de productos y servicios, etcétera.

De acuerdo con Hofstede (2001: 12), los orígenes de las distancias culturales de una nación a otra se encuentran arraigados en la historia universal; señala que en algunos casos son posibles las explicaciones de las causas de las distancias culturales. En muchos otros casos uno podría simplemente asumir que pequeñas diferencias hace cientos y miles de años atrás, transferidas de generación en generación, llevaron a esas pequeñas diferencias culturales a crecer y crecer hasta llegar a las distancias culturales actuales entre países.

El estudio de House et al. (2004)

House et al. (2004: 12), incorporando las dimensiones culturales de Hofstede (1980; 2001) y utilizando métodos cualitativos, identificaron y midieron nueve dimensiones culturales para 62 países. El trabajo de House et al. (2004) también es conocido como el estudio o proyecto GLOBE (Global Leadership and Organizational Behavior Effectiveness Research).

En este artículo, con el objetivo de presentar una metodología para medir cuantitativamente y representar gráficamente las distancias culturales entre los países latinoamericanos, se utilizan los puntajes de los países latinoamericanos en las nueve dimensiones culturales medidas por House et al. (2004). En los diez países latinoamericanos incluidos en el estudio de House et al. (2004) se encuestaron a 1.527 gerentes de nivel medio (ni presidentes ni vicepresidentes, y dos niveles por encima de los trabajadores) de empresas de tres sectores empresariales: telecomunicaciones, finanzas e industria procesadora de alimentos.

Los diez países latinoamericanos incluidos y el total de encuestas efectuadas por House et al. (2004) son los siguientes: Argentina (153), Bolivia (99), Brasil (265), Colombia (302), Costa Rica (114), Ecuador (49), El Salvador (25), Guatemala (110), México (260) y Venezuela (150). House et al. (2004: 11) midieron nueve dimensiones de la cultura nacional a través de las respuestas de los gerentes latinoamericanos sobre cómo es su cultura y cómo querían ellos que fuese su cultura en cada una de las nueve dimensiones culturales (véase Tabla 1).

La utilización de una muestra relativamente homogénea (i.e., gerentes de nivel medio de tres sectores empresariales) al interior de los países permite capturar las dimensiones culturales de una manera más limpia en comparación a usar una mayor heterogeneidad en las muestras al interior de cada uno de los países. Las dimensiones culturales medidas demostraron ser unidimensionales, con coeficientes alfa de Cronbach adecuados y con una fuerte capacidad de agregación social (House et al., 2004).

Las dimensiones culturales medidas por House et al. (2004)

El estudio de House et al. (2004: 11) midió nueve dimensiones de la cultura nacional: asertividad, colectivismo, colectivismo familiar, distancia de poder, evitar la incertidumbre, igualdad de género, orientación al desempeño, orientación al futuro y orientación humana. A continuación se describen brevemente estas nueve dimensiones culturales:

Asertividad.

House et al. (2004) distinguieron entre sociedades donde la gente es muy agresiva, afirmativa, dura en sus opiniones, dominante y recurre a la fuerza física para dirimir sus diferencias, de otras de comportamientos menos agresivos. Para los valores tradicionales del mundo esto tiene que ver con culturas masculinas y culturas femeninas (Hofstede, 1980): el ser tierno, poco dominante, suave, poco agresivo, se identifica con el temperamento “femenino”, y los comportamientos más agresivos, dominantes, de predominancia física, opiniones fuertes, se identifican con el temperamento “masculino”.

Colectivismo.

Se refiere al grado en el cual una sociedad valora la lealtad al grupo, el compromiso con las normas grupales y actividades colectivas, cohesividad social e intensa sociabilización por sobre los objetivos personales, autonomía y privacidad de las personas (Hofstede, 2001; Triandis, 2004).

Colectivismo familiar.

Esta dimensión trata de identificar la orientación hacia valores colectivos en la relación entre padres e hijos y la importancia de la familia en la sociedad.

Distancia de poder.

Esta dimensión se define como el grado en el cual una sociedad acepta la distribución desigual de poder en las instituciones y las organizaciones (De Mooij y Hofstede, 2002; Hodgetts y Luthans, 1993; Ryan et al., 1999). Las “instituciones” son los elementos básicos de la sociedad tales como la familia, la escuela y la comunidad. Las “organizaciones” son grupos sociales compuestos por personas, tareas y administración que forman una estructura sistemática de relaciones de interacción, tendientes a producir bienes o servicios o normativas para satisfacer las necesidades de una comunidad dentro de un entorno, y así poder lograr el propósito distintivo que es su misión (Hofstede, 2001).

Evitar la incertidumbre.

Es el grado en el cual los miembros de la sociedad se sienten inconfortables en situaciones no estructuradas (Hofstede, 2001). Hofstede (1991) señala que esta dimensión también puede ser definida como el grado en el cual las personas en un país prefieren situaciones estructuradas sobre situaciones no estructuradas. Una sociedad orientada a reducir la incertidumbre instruye normas, leyes, regulaciones y controles para disminuir la cantidad de incertidumbre (De Mooij y Hofstede, 2002; Lu et al., 1999; Shane, 1995). Estas reglas pueden ser escritas, pero también pueden ser no escritas e impuestas por tradición (Stohl, 1993). En estas culturas la gente busca situaciones estructuradas, conocer con precisión qué va a ocurrir, y, por lo tanto, la predicción de los eventos es muy valorado (Ryan et al., 1999; Triandis, 2004).

Igualdad de género.

Esta dimensión cultural trata de identificar hasta qué punto la gente de un país prefiere minimizar las diferencias de roles y estatus entre hombres y mujeres.

Orientación al desempeño.

Se trata de identificar el grado en el cual las personas están orientadas a la excelencia, al mejoramiento continuo, a obtener desempeño sobresaliente y al logro de los resultados.

Orientación al futuro.

Esta dimensión cultural trata de identificar si los individuos están orientados hacia el futuro, o si los criterios y valores están centrados en el presente o en el pasado.

Orientación humana.

Esta dimensión intenta determinar el grado en el cual los valores culturales de un país apoyan y recompensan a la gente por ser altruistas, justos, compasivos, amistosos y sensibles con los demás.

Estudio. Medición cuantitativa de las distancias culturales

Con el objetivo de medir cuantitativamente las distancias culturales entre los diez países latinoamericanos incluidos en House et al. (2004), en el presente estudio se usa la metodología propuesta por Kogut y Singh (1988), quienes desarrollaron un índice de distancia cultural para las dimensiones culturales medidas por Hofstede (1980). Kogut y Singh (1988) combinaron las dimensiones culturales de Hofstede (1980) en una medida agregada de distancias culturales entre países. Dicha medida ha sido ampliamente utilizada en posteriores investigaciones en diversas áreas de las ciencias sociales (e.g., Agarwal, 1993; Barkema et al., 1996; Roth y O’Donnel, 1996). Este índice se forma a partir del promedio de las desviaciones de los índices (I) entre el país “X” y el país “Y” en cada una de las “i” dimensiones culturales, corregidas por la varianza (V) de cada “i” dimensión cultural (Kogut y Singh, 1988: 422). Algebraicamente, el índice de “distancia cultural” entre el país “X” y el país “Y” (Cultural Distance – CDxy) para el estudio de House et al. (2004), de nueve dimensiones culturales, se puede calcular con la siguiente ecuación 1:

La Tabla 2 muestra las matrices de distancias culturales calculadas en este estudio para los diez países latinoamericanos incluidos en el trabajo de House et al. (2004). Se presentan las distancias culturales que los diez países latinoamericanos poseen actualmente (matriz de distancias culturales actuales) y también las distancias culturales que potencialmente podrían tener en el futuro los diez países latinoamericanos (matriz de distancias culturales potenciales).

Distanciamiento-acercamiento de las culturas nacionales

El diferencial entre cómo vive la gente y cómo desea vivir es un factor de insatisfacción, y por lo tanto, de cambio cultural. Dada la diferencia entre cómo vive la gente (matriz de distancias culturales actuales) y cómo desea vivir (matriz de distancias culturales potenciales) en América Latina, los esfuerzos por disminuir ese diferencial serán una tendencia importante de cambios culturales en el futuro (House et al., 2004).

La Tabla 3 indica el porcentaje de incremento potencial de la distancia cultural entre los diez países latinoamericanos. Valores positivos (negativos) indican que existe un potencial distanciamiento (acercamiento) cultural entre los países. Por ejemplo, Brasil y El Salvador muestran un relevante potencial de distanciamiento cultural (la distancia cultural se incrementaría en un 421,3%), dado que brasileños y salvadoreños difieren en la cultura nacional que desean tener en el futuro.

Por otra parte, las culturas nacionales de Ecuador y Venezuela presentan un significativo potencial de acercamiento en las próximas décadas (la distancia cultural se reduciría en un 85,1%). Consecuentemente, para cada uno de los diez países latinoamericanos se puede proyectar qué culturas nacionales se acercarán o distanciarán en el futuro.

Representación gráfica de las distancias culturales

Utilizando como variables de entrada las distancias culturales calculadas entre los diez países latinoamericanos (matrices de distancias culturales actuales y potenciales; véase Tabla 2), se realizaron dos escalamientos multidimensionales (EMD) con el objetivo de representar gráficamente estas distancias culturales en mapas. La Figura 2 (EMD; Stress = ,09417; RSQ = ,95240; índices de ajuste aceptables, Malhotra, 2004; Hair et al., 2006) presenta el mapa de las distancias culturales actuales encontradas entre los diez países latinoamericanos, usando los datos de la matriz de distancias culturales actuales.

El Stress mide el mal ajuste o la proporción de la varianza de los datos de escala óptima que no explica el EMD. Un Stress del 0,20 o superior es considerado malo, 0,05 es considerado bueno y 0,025 es visto como excelente (Malhotra, 2004: 617-618). RSQ (R cuadrado) señala la proporción de varianza de los datos de escala óptima que pueden explicarse con el EMD. Se considera aceptable valores de 0,60 en adelante (Malhotra, 2004: 617). La Figura 3 (EMD; Stress = ,06359; RSQ = ,97679; índices de ajuste aceptables, Malhotra, 2004; Hair et al., 2006) presenta el mapa de las distancias culturales potenciales encontradas entre los diez países latinoamericanos, ocupando los datos de la matriz de distancias culturales potenciales.

En ambos mapas de distancias culturales se puede observar que Brasil muestra una pequeña distancia cultural con Argentina y Colombia. Por otro lado, Brasil presenta una gran distancia cultural con México y Ecuador. En ambos mapas se puede observar que México presenta una pequeña distancia cultural con Ecuador. En contraste, México exhibe una gran distancia cultural con Argentina y Brasil (véanse Figuras 2 y 3).

Interpretación de las dimensiones de los mapas de distancias culturales

Posteriormente, se siguió la metodología sugerida por Fernández et al. (2003) para interpretar las dimensiones de los mapas obtenidos en los EMD. Como consecuencia, se realizó una regresión lineal para cada una de las nueve dimensiones culturales, es decir, la variable dependiente es el valor del índice (I) de la “i” dimensión cultural para cada país “X” y las variables independientes son las coordenadas del EMD (Dim1, Dim2) para cada país “X” (véase ecuación 2). De acuerdo con Fernández et al. (2003), la condición para una interpretación satisfactoria es que los coeficientes (betas) sean significativos estadísticamente (valor-p < 0,01) y un R cuadrado de 0,70 es considerado aceptable.

Para el EMD distancias culturales actuales, los resultados de la Tabla 4 indican con significación estadística que la dimensión 1 es explicada principalmente por las variables de colectivismo (negativamente) y distancia de poder, y la dimensión 2 se explica, sobre todo, por la distancia de poder (negativamente). Luego, es posible observar que la actual distancia cultural que presentan Costa Rica y Bolivia del resto de los países latinoamericanos se puede explicar tanto por la baja distancia de poder como por el alto colectivismo que muestran en relación con el resto los países.

Para el EMD distancias culturales potenciales, los resultados de la Tabla 5 indican con significación estadística que la dimensión 1 es explicada principalmente por la orientación humana, orientación al futuro y orientación al desempeño, y la dimensión 2 se explica, sobre todo, por la orientación humana y la igualdad de género. Se consideró aceptables los ajustes para orientación al futuro (valor-p = 0,012) e igualdad de género (R cuadrado = 0,697) al observarse en estos dos casos valores muy cercanos a los valores aceptables (valor-p < 0,01 y R cuadrado > 0,7), de acuerdo con Fernández et al. (2003). Entonces es posible observar que los individuos de los países de Argentina, Brasil y Colombia presentan un mayor deseo que el resto de los países latinoamericanos por tener una orientación más humana y una mayor igualdad de género, lo cual llevaría a éstos a un potencial distanciamiento cultural del resto de las naciones latinoamericanas en el futuro.

Análisis del caso de México

En esta sección se analiza el caso de México para ilustrar las implicancias de este estudio para los diez países latinoamericanos. La Figura 4 expone las distancias culturales actuales y potenciales que tiene México con los otros nueve países latinoamericanos. El presente trabajo muestra que hoy en día México exhibe una gran distancia cultural con Argentina, Guatemala y El Salvador. En contraste, México presenta en la actualidad una pequeña distancia cultural con Costa Rica y Ecuador. Además, es posible observar que México muestra un potencial distanciamiento cultural con Brasil (la distancia cultural se incrementaría en un 66,2%) y un potencial acercamiento cultural con Guatemala (la distancia cultural se reduciría en un 76,3%).

Las distancias culturales actuales y potenciales con otros países tienen implicancias en el desarrollo de América Latina y de México, en particular. Por ejemplo, se ha observado que la distancia cultural puede influir sobre el intercambio comercial entre países (Lee, 1998). Culturas más similares pueden generar acuerdos, relaciones, comportamientos comunes, facilitando el intercambio comercial entre los países. Utilizando datos de SE (2015), se analizó la asociación entre la distancia cultural actual y el crecimiento en las exportaciones de México hacia los nueve países latinoamericanos en los últimos diez años (2004-2014).

La Figura 5 muestra que los países que tienen actualmente una menor distancia cultural con México (e.g., Brasil, Colombia) presentan un mayor crecimiento en las exportaciones de México en los últimos diez años. En contraste, los países con mayor distancia cultural (e.g., Argentina, Guatemala, El Salvador, Venezuela) registran un menor crecimiento en las exportaciones de México en los últimos diez años.

Una menor distancia cultural entre países también puede facilitar la inmigración entre éstos (Tadesse y White, 2010). Con datos de INEDI (2015) se analizó la asociación entre la distancia cultural actual y el crecimiento en el periodo 1970-2010 en el número de inmigrantes que recibió México provenientes de los nueve países latinoamericanos. La Figura 6 muestra que los países que tienen actualmente una menor distancia cultural con México (e.g., Colombia) presentan un mayor crecimiento en el número de inmigrantes que recibió México en el periodo 1970-2010. En contraste, los países con mayor distancia cultural con México (e.g., Guatemala) presentan un menor crecimiento en el número de inmigrantes que recibió México en el periodo 1970-2010.

Debido a que la cultura también influye sobre los grupos de investigación (Kedia et al., 1992), los cuales se caracterizan por tener un horizonte de largo plazo al momento de trabajar y definir líneas de investigación, la distancia cultural potencial entre los países puede influir sobre el número de copublicaciones científicas entre grupos de investigación de distintas naciones. Grupos de investigación de países con una mayor distancia cultural potencial pueden ser más atractivos dadas las diferencias culturales potenciales para los grupos de investigación de un país determinado, debido a las diferencias entre investigadores, unidades de prueba, contextos, etcétera.

Con datos de Lozano et al. (2006) se analizó la asociación entre la distancia cultural potencial y el número de copublicaciones científicas entre grupos de investigación de México con grupos de investigación de los otros nueve países latinoamericanos. La Figura 7 muestra que los países con una mayor distancia cultural potencial con México (e.g., Brasil) presentan un mayor número de copublicaciones científicas con México. En contraste, los países con una menor distancia cultural potencial con México (e.g., Bolivia, Guatemala) exhiben un menor número de copublicaciones científicas con México.

Es importante señalar que en esta sección se describen asociaciones entre variables para ilustrar las implicancias del presente estudio. Futuras investigaciones en América Latina pueden incorporar variables de control que permitan concluir causalidad entre las variables analizadas u otras variables que el investigador quisiera examinar.

Conclusiones e implicancias

Esta investigación aborda la medición cuantitativa y representación gráfica de las distancias culturales entre diez países latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México y Venezuela), utilizando las nueve dimensiones culturales medidas por House et al. (2004) para estos diez países latinoamericanos y empleando las metodologías sugeridas por Kogut y Singh (1988) y Fernández et al. (2003), para medir cuantitativamente, representar gráficamente e interpretar las distancias culturales entre países en América Latina.

Este estudio permitirá trabajar cuantitativamente la variable distancia cultural entre los países latinoamericanos, la que tradicionalmente muchas investigaciones a nivel mundial y en América Latina han abordado cualitativamente (para una revisión de éstos véase Alasuutari, 1995). Esto posibilitará dar un nuevo enfoque a futuras investigaciones en América Latina que incorporen la distancia cultural entre países en sus análisis. Por lo tanto, las implicancias de este trabajo son muchas para los investigadores en las distintas áreas de las ciencias sociales: se ha presentado una metodología para medir cuantitativamente y representar gráficamente distancias culturales y proyectar posibles cambios en las distancias culturales entre los diez países latinoamericanos incluidos en House et al. (2004).

Los investigadores en una amplia diversidad de áreas de las ciencias sociales pueden utilizar las distancias culturales calculadas como variables de entrada en modelos que incorporen este concepto, ya sea como variable dependiente, variable independiente o variable de control en futuras investigaciones en América Latina. La medición cuantitativa y representación gráfica de las distancias culturales entre los diez países latinoamericanos no sólo se podrá usar en enfoques cuantitativos, sino también en enfoques cualitativos, al poder ocupar los resultados de este estudio como datos secundarios para la elaboración de preguntas de investigación, comprender los resultados de una investigación, etcétera.

Los reguladores, directivos y administradores también pueden emplear esta herramienta para una toma de decisiones sensibilizada por las distancias culturales entre los países latinoamericanos. Es de esperar que en el futuro tanto investigadores como tomadores de decisión puedan contar con estudios que, utilizando metodologías comparables, incorporen en su análisis un mayor número de países latinoamericanos (i.e., no sólo los incluidos por House et al., 2004), para poder evaluar la evolución de las distancias culturales entre países y su potencial impacto en las diversas áreas de las ciencias sociales.

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Anexo

Tabla 1:

Dimensiones culturales medidas por House et al. (2004)

Tabla 2:

Distancias culturales actuales y potenciales

Tabla 3:

Potencial crecimiento de la distancia cultural

Tabla 4:

Análisis de regresión, EMD distancias culturales actuales

Tabla 5:

Análisis de regresión, EMD distancias culturales potenciales

Notas

1 Pablo Farías. Doctor en Gestión y Administración de Empresas. Es profesor asistente en la Universidad de Chile, donde imparte los cursos de introducción al marketing, investigación de mercados y métricas de marketing. Líneas de investigación: estrategia de precios, publicidad, marcas, marketing digital, comercio minorista y la toma de decisiones de consumidores y administradores. Publicaciones recientes: Farías, P., “Determinants of the success of global and local brands in Latin America”, en RAE, 55(5) (2015); Farías, P. y R. Rodríguez, “Segment disclosures under IFRS 8’s management approach: has segment reporting improved?”, en Spanish Journal of Finance and Accounting, 44(2) (2015); Valenzuela, L., Torres, E., Hidalgo, P., Farías, P., “Salesperson CLV orientation’s effect on performance”, en Journal of Business Research, 67(4) (2014).

2 Todas las figuras y tablas se encuentran en el Anexo, al final del presente artículo (Nota del Editor).

Distinción y reciprocidad. Notas para una antropología de la equidad. Luis Reygadas

La antropología siempre se ha distinguido por sus aportes a la comprensión de la diversidad. ¿Podría contribuir también a un mejor entendimiento de la igualdad y la desigualdad entre géneros, clases, grupos étnicos, regiones y países?  Este escrito propone algunas líneas para la construcción de una antropología de la equidad, y para ello trata de reunir dos tradiciones antropológicas que casi siempre se han mantenido alejadas.

Por un lado, muchos antropólogos y antropólogas han estudiado los procesos que generan jerarquías, desigualdades, distinciones, inequidades. Por otro lado, y no siempre en diálogo con los primeros, otros colegas han analizado diversos mecanismos, sobre todo de reciprocidad, que alimentan tendencias a la nivelación, la igualación y la equidad dentro de las sociedades.

Esta separación está relacionada con una concepción dualista y cierta división del trabajo intelectual vinculada a ella. Se coloca, de un lado, a sociedades y grupos caracterizados por la preeminencia de mecanismos de igualación e intercambio solidario, y en el otro a sociedades donde predomina la generación de distinciones, jerarquías y desigualdades.

En un costado, la reflexión sobre sociedades “primitivas”, familias y grupos primarios, supuestamente horizontales, alérgicos a las jerarquías y la dominación. En el otro costado, los análisis de las sociedades “modernas” y sus instituciones complejas, a las que se concibe como esencialmente verticales, desiguales y atravesadas por el poder.

A veces, este dualismo se reproduce en el análisis de las sociedades contemporáneas: habría en ellas algunas instancias prístinas, por ejemplo las comunidades indígenas, los movimientos sociales y la “sociedad civil”, a las que se concibe impregnadas por la solidaridad, la honestidad y los valores comunales, mientras instancias como el mercado, los gobiernos y las empresas estarían caracterizadas por la explotación, la corrupción y las relaciones asimétricas.

Este dualismo impide advertir el vínculo dialéctico entre ambos procesos, presente en todo tipo de sociedades e instituciones.

Pero el problema no sólo es la unilateralidad de cada una de estas perspectivas tomadas por separado. En muchas ocasiones tiende a suponerse la existencia de alguna tendencia metahistórica, bien hacia la igualdad o bien hacia la desigualdad, que se impone no sólo por encima de las acciones y voluntades de los individuos, sino también predetermina la evolución de las sociedades.

Esta suposición presenta dos variantes principales. Por una parte, se piensa que esas tendencias brotan de una causalidad estructural inevitable (“la ley general de la acumulación capitalista”, “siempre habrá ricos y pobres”, “el poder y la riqueza tienden a concentrarse cada vez más”). Por la otra, se pone en juego alguna esencia innata compartida por todos los seres humanos (“está en nuestra naturaleza”, “el individuo siempre quiere destacar sobre los demás”).

Una mirada a la historia permite advertir que no existe tal predeterminación: en algunas épocas se han cerrado algunas brechas sociales que tiempo después vuelven a abrirse, y viceversa.

Para no ir más lejos, el siglo XX fue testigo de procesos que condujeron a una distribución más equitativa de la riqueza, tanto en países capitalistas en la época de oro del Estado de bienestar como entre los que optaron por la vía socialista; pero durante las últimas dos décadas del siglo pasado nuevamente se acentuaron las asimetrías sociales en los dos grupos de países. Más que establecer una tendencia a priori hacia la igualdad o la desigualdad, sería conveniente estudiar sus mecanismos de generación.

Propongo que reciprocidad y diferenciación pueden ser pensadas en su entrelazamiento y oposición, e insertarse en un marco analítico que dé cuenta de los procesos que pueden generar tanto intercambios compensatorios como desigualdades mayores.

Me interesa discutir estos temas desde la perspectiva de la antropología simbólica. Esto quiere decir que no voy a hablar de la equidad en general, sino fundamentalmente de la relación que existe entre los procesos simbólicos y la dialéctica igualdad-desigualdad. Argumentaré que los símbolos pueden ser, y de hecho son, utilizados tanto para crear distinciones como para disiparlas, y que la dimensión cultural es fundamental para la constitución de las asimetrías sociales.

Éstas no se agotan en sus aspectos significativos, están fundadas también en realidades materiales, económicas, biológicas, geográficas y políticas. Pero estas realidades no operan al margen de lo simbólico, y por ello vale la pena indagar la incidencia de la cultura sobre la estratificación social.

Del mismo modo, la construcción de la equidad está acompañada de utopías, reivindicaciones, declaraciones, proyectos y acciones que tienen un componente simbólico.

El artículo consta de tres partes. En la primera se discuten algunos enfoques que analizan la relación entre símbolos y desigualdad, a partir de las ideas de Mauss y Durkheim sobre las clasificaciones primitivas hasta llegar a la teoría de Bourdieu sobre la distinción.

En la segunda parte se reflexiona sobre la construcción simbólica de la reciprocidad y la igualdad, tomando como punto de partida los análisis de Malinowski y Mauss sobre los intercambios ceremoniales, para luego incluir algunas reflexiones contemporáneas sobre el tema. Por último, se pretende entrelazar ambas perspectivas para mostrar la dialéctica igualdaddesigualdad que atraviesa las relaciones y estructuras sociales, así como los significados que se generan en torno a ellas.

DE LAS CLASIFICACIONES PRIMITIVAS A LA DISTINCIÓN MODERNA

La relación entre símbolos y grupos sociales es un tema clásico de las ciencias sociales, abordado tempranamente por autores como Durkheim,Weber y Simmel (Durkheim, 1982; Durkheim y Mauss, 1996, Simmel, 1950). Debemos a Durkheim y Mauss, en su trabajo sobre las clasificaciones primitivas, la idea de que por medio de símbolos las sociedades y grupos establecen límites que definen conjuntos de relaciones.

Así, al clasificar las cosas del mundo se establecen entre ellas relaciones de inferioridad/superioridad y exclusión/inclusión vinculadas directamente con el orden social:

Clasificar no significa únicamente constituir grupos: significa disponer esos grupos de acuerdo a relaciones muy especiales. Nosotros los representamos como coordinados o subordinados los unos a los otros, decimos que éstos [las especies] están incluidos en aquéllos [los géneros], que los segundos subsumen a los primeros. Los hay que dominan, otros que son dominados, otros que son independientes los unos de los otros. Toda clasificación implica un orden jerárquico del que ni el mundo sensible ni nuestra conciencia nos brindan el modelo (Durkheim y Mauss, 1996: 30).

Para Durkheim y Mauss la función clasificatoria de la mente humana era explicada por la existencia de grupos sociales; es decir, establecían una relación de primacía o determinación de la estructura social sobre la estructura del pensamiento. Para ellos, las personas clasificaban los objetos del mundo en grupos debido a que la sociedad estaba dividida en grupos.[1]

Esta correspondencia entre las estructuras mentales y las estructuras sociales ha sido ampliamente criticada (Díaz, 2002), pero sigue teniendo partidarios tan renombrados como Pierre Bourdieu; en su libro sobre la distinción suscribió el llamado “conformismo lógico” de Durkheim al afirmar:

Las estructuras cognitivas que elaboran los agentes sociales para conocer prácticamente el mundo social son unas estructuras sociales incorporadas. El conocimiento práctico del mundo social que supone la conducta “razonable” en ese mundo elabora unos esquemas clasificadores […], esquemas históricos de percepción y apreciación que son producto de la división objetiva en clases [clases de edad, clases sexuales, clases sociales] y que funcionan al margen de la conciencia y del discurso. […] En la lucha y para las necesidades de la lucha funcionan unos principios de división inseparablemente lógicos y sociológicos que, al producir unos conceptos, producen unos grupos, los mismos grupos que los producen y los grupos contra los cuales se producen (Bourdieu, 1988:479 y 490).

Más allá de que se suscriba o no la tesis de la correspondencia entre las clasificaciones sociales y las clasificaciones simbólicas, o de que se postule algún tipo de autonomía entre ellas,[2] una idea que permanece con gran fuerza es que las desigualdades sociales se encuentran asociadas con un conjunto de operaciones simbólicas, siendo la de agrupar y clasificar una de las más relevantes.

De aquí no se sigue que las inequidades sólo son resultado del trabajo simbólico de ordenar, separar y etiquetar los diferentes grupos humanos, ya que además intervienen muchos otros procesos, entre ellos la explotación, los monopolios de diversos recursos y los cierres sociales. Dado que los estudios de antropólogos y otros científicos interesados en las dimensiones significativas muestran que las asimetrías sociales tienen un fuerte componente simbólico, vale la pena recordar algunas contribuciones al respecto.

Como se dijo antes, Durkheim y Mauss se interesaron en la actividad clasificatoria del ser humano, quien al ordenar, agrupar y separar objetos, animales y plantas, personas e instituciones, también marca diferencias, límites y fronteras entre ellos, define jerarquías, crea situaciones de inclusión y exclusión. Interesados en fundar una ciencia de lo social, insistieron en señalar que el origen de esta función clasificatoria no era lógico ni biológico, sino histórico y social, resultado de la segmentación de la sociedad en grupos.

La agudeza de la correlación conduce a reflexionar sobre las implicaciones sociales de acciones simbólicas tan simples y constantes como agrupar y separar, establecer un orden, incluir y excluir. Al analizar estas operaciones en el contexto de las relaciones de poder y de la distribución de recursos, privilegios y oportunidades, se entra de lleno en el estudio de la desigualdad.

Otro clásico, Max Weber, también vinculó el estudio de los significados con el análisis de las clases sociales y los grupos de estatus. Además de clases sociales formadas gracias a diversos monopolios sobre recursos económicos, Weber postulaba la existencia de grupos de status, explicados por la distribución desigual del prestigio y el honor social. Estos diferenciales de prestigio no pueden entenderse sin hacer referencia a lo simbólico, ya que se asigna a cada grupo de estatus cierta estimación social, positiva o negativa, asociada a una cualidad común a las personas de ese grupo (Weber, 1996: 684 y ss.).

Esta asignación es un hecho cultural, independientemente de que pueda estar asociada a situaciones económicas y políticas; sin embargo,Weber va más allá y postula la existencia de marcas rituales que acompañan la constitución de muchos grupos de status:

“… al lado de la garantía convencional y jurídica de la separación de estamentos existe también una garantía ritual, de suerte que todo contacto físico con un miembro de una casta considerada ‘inferior’ es para los pertenecientes a la casta ‘superior’ una mácula que contamina y es expiada desde el punto de vista religioso” (Weber, 1996: 689).

Relacionar la impureza y las manchas con las clasificaciones sociales ha sido un recurso empleado en diversas ocasiones, pero tal vez nadie le haya prestado tanta atención como Mary Douglas, quien recurre al análisis de lo puro y lo impuro, lo contaminado y lo sucio para comprender los límites simbólicos que separan los grupos. Lo sucio es lo que está fuera de lugar, lo que no corresponde con la estructura esperada. Al descifrar las estructuras simbólicas con que una sociedad distingue lo impoluto, lo limpio y lo inmaculado de lo contaminado, sucio o manchado puede aprenderse mucho de ciertas estructuras sociales (Douglas, 1984).

Contemplar las relaciones entre clases sociales o entre géneros desde la ventana abierta por Douglas representa un camino para descubrir formas sutiles de exclusión y discriminación.

Desde un registro muy diferente, Erwin Goffman reflexiona sobre los estigmas, un tipo particular de máculas que marcan de manera profunda a quienes son objeto de ellos (Goffman, 1986). A este autor no le interesan tanto las estructuras simbólicas que agrupan y distinguen a los individuos, sino las acciones e interacciones mediante las cuales se etiquetan a sí mismos y a los demás. Podría decirse que se preocupa más por las estrategias de clasificación que por las clasificaciones. Para Goffman, son los pequeños actos de deferencia o rebajamiento los que, al acumularse, constituyen las grandes diferencias sociales:

Rutinariamente la cuestión es: la opinión de quién es emitida más frecuente y contundentemente, quién hace las decisiones menores aparentemente requeridas para la coordinación de alguna acción conjunta en curso y a los intereses pasajeros de quién se otorga más peso. Y por más trivial que algunas de estas pequeñas ganancias y pérdidas puedan parecer, sumando todas ellas a lo largo de todas las situaciones sociales en las cuales ocurren, podemos ver que su efecto social es enorme. La expresión de subordinación y dominación a través de este enjambre de significados situacionales es más que un mero vestigio o símbolo o afirmación ritualista de la jerarquía social. Estas expresiones constituyen considerablemente la jerarquía (citado en Bourdieu, 1988: 493-494).

Los mitos también desempeñan su papel en la construcción de desigualdades, como demuestra Maurice Godelier en su estudio sobre la dominación masculina entre los baruya. En este pueblo de Nueva Guinea una compleja narrativa mítica consagra la supremacía de los hombres, a cuyo semen se atribuye un cúmulo de virtudes (produce la concepción, nutre al feto, alimenta a la esposa, se transforma en leche, fortalece a los jóvenes iniciados, etcétera), mientras la sangre menstrual es considerada una sustancia dañina y peligrosa.

Esta narrativa se prolonga en diferencias en torno a los cuerpos (el del hombre se considera bello, puede usar cintas y plumas) y en torno a los espacios (hay caminos dobles, los de los hombres son más altos, una línea imaginaria divide áreas masculinas y femeninas en las casas familiares). Esta pesadísima trama contribuye a la existencia de discriminaciones de género en los ámbitos económico y político (Godelier, 1986).

El tema de la desigualdad de género ha experimentado una impresionante expansión durante los últimos veinticinco años, y analizarlo, así sea someramente, requeriría varios artículos.

Para los propósitos de este escrito cabe recordar que la antropología del género, junto con muchas autoras feministas, ha contribuido a mostrar que las asimetrías entre hombres y mujeres han estado directamente relacionadas con construcciones simbólicas sobre lo que significa ser varón y ser mujer (Butler, 1996; Lamas, 1996; Ortner, 1979; Rubin, 1996).

La cosmología de muchas culturas está poblada de oposiciones entre lo masculino y lo femenino, mismas que con frecuencia sobrevaloran las cualidades positivas masculinas e infravaloran las femeninas lo cual contribuye a reproducir relaciones de dominación entre los géneros. La antropología también ha desempeñado un papel importante en las tareas de mostrar cómo la subordinación de las mujeres está en el origen de muchas otras asimetrías sociales.[3]

En un texto clásico de antropología política, Abner Cohen estudió los rituales de exclusividad que permitían a un grupo étnico de Sierra Leona constituirse en una elite social, política y cultural.

Habla de la “mística de la excelencia” y de los “cultos de elite” que permiten a un grupo validar y sostener su estatus privilegiado al afirmar que poseen cualidades escasas y exclusivas que son esenciales para la sociedad en su conjunto (Cohen, 1981). La ideología de la elite estaría objetivada y sostenida por un elaborado cuerpo de símbolos y desempeños dramáticos que incluyen modales, etiqueta, estilos de vestir, acento, patrones recreativos, costumbres y reglas matrimoniales.

Este estilo de vida sólo se adquiere a través de largos periodos de socialización, en particular en espacios informales como la familia, grupos de pares, clubes y actividades extracurriculares de la escuela (Cohen, 1981: 2-3).[4]

El trabajo simbólico de las elites les permite distinguirse del resto de la población en lo relativo a cosas tan vagas como el decoro, la elegancia, la educación y otros atributos que les permiten acceder a privilegios y recompensas extraordinarios.

De manera similar, Pierre Bourdieu encontró en el análisis del gusto algunos de los más sutiles resortes de la diferenciación clasista en las sociedades contemporáneas. Va más allá del simple análisis del consumo cultural como un poderoso marcador de estatus, para indagar en torno a los habitus de clase; es decir, los esquemas de disposiciones duraderas que gobiernan las prácticas y gustos de los diferentes grupos, los cuales resultan en sistemas de clasificación para ubicar a los individuos en determinada posición social no sólo por su dinero, sino también por su capital simbólico (Bourdieu, 1988).

Hasta en detalles aparentemente insignificantes, como la manera de hablar o la forma de mover el cuerpo, estaría inscrita la ubicación de un sujeto en la división social del trabajo (ibidem: 477).

Para Bourdieu, los símbolos, por el poder evocador de la enunciación, hacen ver otras cosas, otras propiedades de las cosas y de las personas, tienen un poder capaz de separar y de distinguir y, de este modo, de lo indiferenciado hacen surgir la diferencia:

El principio de división lógica y política que es el sistema de enclasamiento sólo tiene existencia y eficacia porque reproduce, bajo una forma transfigurada, en la lógica propiamente simbólica de las distancias diferenciales, es decir, de lo discontinuo, las diferencias, lo más frecuente graduales y continuas, que confieren su estructura al orden establecido: pero sólo añade su contribución propia, es decir, propiamente simbólica, al mantenimiento de ese orden porque tiene el poder propiamente simbólico de hacer ver y hacer creer que otorga la imposición de estructuras mentales (ibidem: 490).

Los símbolos también crean límites que pueden convertirse en fronteras entre los grupos sociales. Esas fronteras fijan un estado de las luchas sociales y de la distribución de las ventajas y las obligaciones en una sociedad. En ese sentido, Charles Tilly ha hecho un detallado análisis sobre la desigualdad categorial, una diferencia que surge de la distinción entre diferentes categorías de personas definidas socialmente[5].

De acuerdo con Tilly, las categorías son producidas culturalmente en torno a ciertas características, biológicas o sociales. La institucionalización de las categorías pareadas, y de sistemas de cierre y exclusión creadas en torno a ellas, hace que la desigualdad perdure. Se interesa en las diferencias que resultan de la existencia de categorías pareadas que separan claramente a las personas en dos grupos, pues los considera fundamentales en la generación de las desigualdades persistentes: “el argumento central reza lo siguiente: las grandes y significativas desigualdades en las ventajas de que gozan los seres humanos corresponden principalmente a diferencias categoriales como negro/blanco, varón/mujer, ciudadano/extranjero o musulmán/judío más que a diferencias individuales en atributos, inclinaciones o desempeños” (Tilly, 2000: 21).

Tilly critica las aproximaciones individualistas al fenómeno de la desigualdad, es decir, las centradas en la distribución de atributos, bienes o posesiones entre los actores. En contrapartida propone un enfoque relacional de la desigualdad, atento a las interacciones entre grupos de personas. Le interesa el trabajo categorial que establece límites entre los grupos, crea estigmas y atribuye cualidades a los actores ubicados a uno y otro lado de los límites (ibidem: 79 y ss.).

Los límites pueden separar categorías internas, específicas a una organización o grupo (por ejemplo los que separan a directivos de trabajadores o reclutas de oficiales), o bien distinguir categorías externas, comunes a toda la sociedad (hombre/mujer, blanco/negro). Cuando coinciden las categorías internas y externas la desigualdad se ve reforzada (ibidem: 87-90), mientras la utilización de categorías pareadas causa desigualdad persistente cuando permite la existencia de dos mecanismos básicos: la explotación y el acaparamiento de oportunidades.[6]

Cada uno de los autores mencionados parte de una perspectiva diferente, pero tienen algo en común: en primer lugar, apuntan que los símbolos desempeñan un papel fundamental en la creación y reproducción de las desigualdades.

No todas las desigualdades tienen un origen cultural, algunas se derivan del simple uso de la fuerza, de diferencias materiales o biológicas, pero incluso éstas van a ser filtradas por el entramado simbólico. Por ejemplo, dos hombres pueden diferir en estatura, aspecto físico o color de la piel por causas estrictamente genéticas (sin necesidad de considerar los casos en que la estatura u otros rasgos físicos varían por causas sociales), pero la cultura puede etiquetarlos como iguales o, por el contrario, establecer entre ellos jerarquías y diferencias valorativas.

Sobre esa base les pueden ser reconocidos diferentes derechos, obligaciones, retribuciones, castigos y privilegios. Las clasificaciones simbólicas no son condición suficiente para la producción de desigualdades materiales, culturales y políticas, más casi siempre son condición necesaria para su existencia al combinarse con jerarquías, instituciones y relaciones de poder específicas.

En segundo lugar, dichos autores identifican diversos procesos y operaciones simbólicas que entran en juego en la construcción de desigualdades.

Durkheim habla de clasificaciones y formación de grupos;Weber de atribución de cualidades y de marcas rituales; Mary Douglas propone calificaciones de pureza e impureza, Goffman de estigmas y así sucesivamente. El siguiente cuadro muestra las distintas operaciones simbólicas detectadas y los efectos de desigualdad que producen:

Relaciones entre simbolismo y desigualdad

Autor Operaciones simbólicas Efectos de desigualdad
Durkheim y Mauss Clasificación, ordenación y agrupación. Jerarquías, inclusión y exclusión
Weber Atribución de cualidades a los grupos. Marcas rituales Distribución desigual del prestigio. Cierres sociales y monopolios de recursos
Douglas Calificaciones de pureza e impureza Fronteras entre los grupos. Prescripción de relaciones adecuadas dentro de los grupos.
Goffman Estigmatización. Exclusión. Reproducción cotidiana de los privilegios y las desventajas.
Godelier Mitos. Simbolismo del cuerpo y del espacio. Ritos de iniciación. Dominación y subordinación de género
Butler, Lamas, Ortner y Rubin Construcción cultural del género. Sobrevaloración e infravaloración. Tabúes. Dominación masculina. Asimetrías de género.
Cohen Rituales de exclusividad. Cultos de elite. Mística de la excelencia. Constitución de elites. Distinción con respecto al resto de la población. Acceso a privilegios, estatus y recompensas extraordinarios.
Bourdieu Formación de habitus. Enunciación, separación y distinción. Distancias diferenciales. Sistemas de enclasamiento. Distinción de clase. Límites y fronteras entre los grupos sociales.
Tilly Categorías pareadas. Atribución de límites, estigmas y cualidades a los miembros de las categorías. Desigualdad persistente. Explotación. Acaparamiento de oportunidades.

La lista podría extenderse y extenderse, pues existe una gran cantidad de recursos simbólicos que pueden ser utilizados para crear y reproducir desigualdades. No tendría caso hacer una enumeración exhaustiva de dichos recursos, pero puede ser útil tratar de identificar algunos de las principales estrategias simbólicas que entran en juego en la construcción de la desigualdad.

En primer término están todas las que imputan características positivas al grupo social al cual se pertenece. En la misma línea opera la sobrevaloración de lo propio, las autocalificaciones de pureza y todas las operaciones que presentan los privilegios propios como resultado de la posesión de rasgos especiales. La mística de la excelencia y las estrategias de distinción constituirían una variante de estos mecanismos, en la medida en que presentan la ganancia de estatus como un resultado del esfuerzo, la inteligencia, la elegancia, el buen gusto, la cultura, la educación, la belleza o cualquier otra característica que posea el propio grupo.

Como complemento de lo anterior, pero de signo contrario, están todos los dispositivos simbólicos que atribuyen características negativas a los otros grupos: estigmatización, satanización, señalamientos de impureza, rebajamiento e infravaloración de lo ajeno o extraño. Todas ellas legitiman el estatus inferior de los otros por la posesión de rasgos físicos, sociales o culturales poco adecuados o de menor valor.

En conjunto, estos dos tipos de recursos simbólicos constituyen dispositivos de categorías pareadas, clasificaciones y ordenamientos que producen jerarquías y sistemas de enclasamiento.

Pero no basta con clasificar en grupos jerarquizados, se requiere además preservar la separación entre las agrupaciones conformadas, por lo que también entra en juego un tercer mecanismo, consistente en establecer fronteras y mantener las distancias sociales. Así, el trabajo de construcción y reproducción de límites simbólicos (boundary work) crea situaciones de inclusión y exclusión y sostiene los límites materiales, económicos y políticos que separan a los grupos.

La creación de una distancia cultural es fundamental para hacer posibles distancias y diferencias de otra naturaleza.

Además de sobrevalorar, demeritar y separar, las tres estrategias anteriores también contribuyen a legitimar las desigualdades, mas puede añadirse una cuarta estrategia, enfocada específicamente en el trabajo de legitimación.

Se trata de recursos simbólicos que presentan los intereses particulares de un grupo como si fueran universales, es decir, cuya satisfacción redunda en el beneficio de toda la sociedad. También entran aquí todos los discursos que naturalizan la desigualdad o la consideran inevitable o normal.

Estas cuatro estrategias recurren a una diversidad de dispositivos simbólicos para lograr su eficacia. Probablemente el más analizado de ellos es el ritual, por la enorme fuerza expresiva que tienen las dramatizaciones rituales al concentrar una gran cantidad de símbolos que vinculan emociones y prescripciones (Díaz, 1998; Geertz, 2000; Turner, 1988).

Aun cuando el ritual es uno de los mecanismos más poderosos para conferir estatus y legitimar la obtención de privilegios (Kertzer, 1988: 51), no todo se reduce a éste: la construcción simbólica de las desigualdades también pasa por los mitos, las rutinas cotidianas, el discurso, el habitus, las narraciones y argumentaciones, el simbolismo del cuerpo y el espacio, las cosmovisiones y por un sinfín de acciones simbólicas que elevan, degradan, separan y legitiman las distancias y diferencias sociales.

La insistencia en la capacidad de los procesos simbólicos para generar fronteras y diferencias ayuda a comprender mejor la dinámica de la desigualdad, pero también entraña riesgos. Uno de ellos es sobrestimar su poder legitimador, hasta el punto de pensar que los dominados simplemente aceptan el lugar que les ha asignado la división social del trabajo, como señala Pierre Bourdieu:

Utilizando, para apreciar el valor de su posición y de sus propiedades, un sistema de esquemas de percepción y apreciación que no es otra cosa que la incorporación de las leyes objetivas según las cuales se constituye objetivamente su valor, los dominados tienden de entrada a atribuirse lo que la distribución les atribuye, rechazando lo que les es negado [“eso no es para nosotros”], contentándose con lo que se les otorga, midiendo sus esperanzas por sus posibilidades, definiéndose como los define el orden establecido, reproduciendo en el veredicto que hacen sobre sí mismos el veredicto que sobre ellos hace la economía, destinándose, en una palabra, a lo que en todo caso les pertenece (Bourdieu, 1988: 482).

Otro riesgo es el de considerar la existencia de un actor exclusivamente racional, orientado hacia la maximización de beneficios económicos o de estatus, una especie de homo oeconomicus u homo hierarquicus que siempre estaría esforzándose por alcanzar la mayor distinción posible. Para enfrentar estos riesgos resulta conveniente considerar que los procesos simbólicos también pueden actuar en sentido inverso; es decir, contribuir a limitar las desigualdades, a generar solidaridad, a cuestionar los argumentos legitimadores del poder y a erosionar las fronteras erigidas entre los grupos. En esa dirección apunta el siguiente apartado.

LA LÓGICA DEL DON Y EL HOMO RECIPROCUS

Por medio de los símbolos, los seres humanos no sólo establecen diferencias y fronteras en una realidad continua, también hacen lo contrario: afirman la continuidad y afinidad en realidades que de otro modo serían discontinuas, fragmentadas y desiguales. Así como diversos dispositivos simbólicos generan, reproducen y refuerzan las desigualdades, muchos otros son fundamentales para construir la igualdad; es aquí donde resultan relevantes los análisis antropológicos sobre los dones y la reciprocidad.

Bronislaw Malinowski, en su conocido texto Los argonautas del Pacífico Occidental… publicado en 1922, hizo una importante contribución al tema de la reciprocidad al presentar una detallada descripción del kula, sistema de intercambio ceremonial de los habitantes de las islas Trobriand (Malinowski, 1995).

El kula es una amplia red intertribal que une a gran número de personas mediante lazos concretos de obligaciones recíprocas, en la que circulan objetos rituales (brazaletes y collares de conchas). No tiene como fin la ganancia o la acumulación —aunque las expediciones kula puedan estar acompañadas de actividades de comercio—, ya que el receptor de un objeto kula sólo podrá poseerlo y exhibirlo durante un tiempo y luego deberá donarlo a otro asociado del circuito.

El intercambio kula, absurdo a los ojos del economista racional y calculador, permite a Malinowski críticar la noción de homo oeconomicus y destacar que esta actividad contribuye a crear redes de asociación y reciprocidad que preservan la paz y mantienen el flujo de las relaciones sociales. Malinowski reconoce que entre los trobriandeses no están ausentes ni el deseo de posesión ni la búsqueda del prestigio que se obtiene al regalar brazaletes y collares particularmente valiosos, pero estas tendencias se encuentran reguladas por normas y principios que aseguran los vínculos entre los asociados del circuito kula.

Dicho en otras palabras, la lógica de la distinción, descrita más arriba, se encuentra acotada por la lógica de la reciprocidad. Como ha dicho Godbout, el kula tiene como objeto esencial la apropiación del poder de dar más que la apropiación de las cosas (Godbout, 1997: 143).

Dos años más tarde, en 1924, Marcel Mauss publicó su famoso Ensayo sobre los dones, que se convirtió en referencia obligada para la mayoría de las discusiones posteriores sobre el tema de la reciprocidad (Mauss, 1979). El ensayo de Mauss se apoyó en el texto de Malinowski, en escritos de Boas sobre el potlach de los kwakiutl y en numerosas fuentes etnográficas e históricas sobre intercambios rituales en diversas culturas, para proponer una ambiciosa interpretación sobre la importancia de la lógica del don en los pueblos primitivos y en las sociedades modernas.

Según Mauss, en el kula, el potlach y otras instituciones similares no participan individuos aislados, sino grupos, tribus, familias y otros sujetos colectivos. Por medio de ellas “los pueblos consiguen sustituir la guerra, el aislamiento y el estancamiento, por la alianza, el don y el comercio” (ibidem: 262).

Para Mauss, los dones son al mismo tiempo voluntarios e imperativos, ya que se rigen por una triple obligación: la de dar, la de recibir y la de devolver.

Son también actos sociales totales, ya que implican aspectos económicos, jurídicos, familiares, morales, religiosos y sociológicos, no sólo se intercambian objetos: “la circulación de los bienes sigue la circulación de los hombres, mujeres y niños, la de las fiestas, ritos, ceremonias y danzas, incluso la de bromas o injurias. En el fondo es la misma” (ibidem: 222). Los procesos simbólicos que forman parte del don (ceremonias, tabúes, creencia en el hau o espíritu de las cosas, ritos, conjuros, etc.) tienen un sentido moral y social, la finalidad esencial sería la creación de un vínculo, la producción de un sentimiento de amistad, de recíproco respeto (ibidem:177 y 199).

En el estudio de los dones antiguos Mauss encuentra argumentos para postular la necesidad de una concepción moderna de la equidad, que implique cierta redistribución de la riqueza y la posibilidad de preservar la reciprocidad:

[…] los pueblos, las clases, las familias y los individuos podrán enriquecerse, pero sólo serán felices cuando sepan sentarse, como caballeros, en torno a la riqueza común. Es inútil buscar más lejos el bien y la felicidad, pues descansa en esto, en la paz impuesta, en el trabajo acompasado, solitario y en común alternativamente, en la riqueza amasada y distribuida después en el mutuo respeto y en la recíproca generosidad que enseña la educación (ibidem: 262).

Desde una perspectiva que otorga mayor prioridad al simbolismo, Claude Lévi-Strauss también abordó el tema de la reciprocidad y el intercambio. Considera la prohibición del incesto como una intervención cultural cuya finalidad es el reparto equitativo de mujeres, al hacer posible su circulación entre las secciones que componen a un grupo. La interdicción crea el intercambio:

[…] la mujer que nos vedamos y nos vedan es, por eso mismo, ofrecida. […]

El fenómeno fundamental que brota de la prohibición del incesto es el mismo: a partir del momento en que me vedo el uso de una mujer, quedando ella así disponible para otro hombre que renuncia a una mujer, que, por este hecho queda disponible para mí (Lévi-Strauss, 1949: 64-65).

La mujer tendría un valor crucial, es fundamental para la reproducción biológica y social, de modo que el grupo no podía dejar su distribución al azar o a la incertidumbre de la competencia.

Lévi-Strauss considera que la alianza posibilitada por la prohibición del incesto no sólo involucra a las secciones que participan en el intercambio, sino al grupo en su conjunto que se beneficia del reparto equitativo de mujeres (Lévi-Strauss, 1949: 38-39; Fages, 1972: 42-49). Nacida de la cultura, la prohibición del incesto está relacionada con “estructuras fundamentales del espíritu humano” como la noción de reciprocidad, que integra la oposición entre el yo y el otro, lo mismo que el carácter sintético de la donación que transforma a los individuos en asociados (Lévi-Strauss, 1949: 108).

Muchas interacciones humanas son evaluadas bajo los términos de un código de reciprocidad. Esto no quiere decir que la mayoría de relaciones sociales sean recíprocas o justas —por el contrario, casi siempre se presentan asimetrías y desigualdades, pero en muchos casos los agentes implicados en ellas consideran que deberían ser recíprocas.

Planteo como hipótesis que la persistencia de la reciprocidad en la interacción social y en los discursos acerca de ella (cotidianos y científicos), se debe en parte a la fuerza que tiene la narrativa igualitaria en muchos individuos y grupos, narrativa que se sostiene en un entramado simbólico tan denso como el que nutre los mecanismos de la distinción.

Las etnografías de grupos cazadores recolectores documentan la existencia de sociedades que en muchos aspectos son igualitarias, por lo menos dentro de cada categoría de edad y sexo; es decir, en las que existen tantas posiciones de prestigio en cualquier grado de edad-sexo como personas capaces de ocuparlas, si bien esto no es obstáculo para que existan profundas diferencias entre los géneros y grupos de edad (Fried, 1979:135).Tal igualdad no sólo se explica por el hecho de que las condiciones de la vida nómada hacen que cada individuo sólo pueda poseer aquello que puede cargar en largos traslados, sino por la existencia de dispositivos culturales que establecen que ciertos bienes estratégicos deben ser distribuidos entre todo el grupo.

En su descripción de los bosquimanos !kung, Lorna Marshall registra que existen patrones tan fuertemente arraigados en la distribución de la carne obtenida en la cacería de especies mayores (antílopes, sobre todo), que para ellos resulta inconcebible que un hombre no distribuya los frutos de la cacería entre los otros miembros de la banda:

La costumbre de compartir la carne está tan fuertemente establecida y es seguida de manera tan equitativa que se ha extinguido el concepto de no compartir la carne en las mentes de los !kung. Es impensable que una familia tuviera mucho que comer y otros nada cuando ellos se sientan en la noche muy juntos circundados por sus fogatas.

Cuando hice que trajeran a su imaginación la imagen de un cazador que escondiera carne para sí mismo o para su familia para comerla secretamente (lo que en realidad sería prácticamente imposible, porque adonde quiera que un !kung vaya y lo que él haga puede leerse en sus huellas), la gente se rió a carcajadas. Un hombre sería muy malo si hiciera eso, dijeron. Sería como un león. Ellos tendrían quetratarlo como un león, apartándolo oenseñándole modales no dándole nadade carne. No le darían ni siquieraun trozo delgado. Les pregunté: “¿algunavez conocieron a alguien que comierasolo como un león?”. Nunca, dijeron(Marshall, 1967: 23).

En cambio, otros bienes no son distribuidos de esa manera; por ejemplo, los animales pequeños y los productos vegetales recolectados por los !kung son distribuidos sólo entre los miembros de la familia nuclear. Esto sugiere que la distribución, la reciprocidad y los mecanismos de igualación están sancionados por la cultura no sólo como respuesta automática a necesidades adaptativas, sino también por una lógica propiamente simbólica. Otras sociedades son mucho menos igualitarias que las bandas de cazadores recolectores, pero en ellas también existen prescripciones culturales para establecer cuáles bienes son objeto de apropiación y usufructo privados y cuáles son materia de algún tipo de redistribución compensatoria.

El potlach de los kwakiutl, tal como fue descrito por Boas y otros autores a finales del siglo XIX y principios del XX, tenía una fuerte connotación de fiera competencia por el prestigio: los individuos rivalizaban por distinguirse de los otros mediante donaciones cada vez mayores, incluso llegando a destruir bienes en una encarnizada confrontación por el estatus. Otros autores han sugerido que el potlach previo al contacto con los europeos, es decir anterior a 1792, tenía otras características.

Stuart Piddocke sostiene que antes de ese contacto los kwakiutl —aunque en su conjunto tenían mayores recursos alimenticios que otros grupos conocidos de cazadores-recolectores—, enfrentaban problemas de escasez temporal en algunas tribus o numaym (unidad social básica), por lo que el potlach funcionaba más bien como un sistema de intercambio que aseguraba un movimiento continuo de alimentos desde los grupos que disfrutaban una abundancia temporal hacia los que sufrían una carencia temporal, lo cual contribuye a la supervivencia de toda la población (Piddocke, 1981: 106).

Quienes participaban en el potlach como donadores adquirían un mayor estatus, pero las rivalidades por el prestigio estaban subordinadas a la reciprocidad general que involucraba a todo el grupo. Después del contacto hubo una drástica disminución de la población kwakiutl debido al sarampión y a otras enfermedades, al mismo tiempo que tuvieron recursos adicionales por el comercio con los colonizadores de origen europeo, lo cual explicaría la abundancia posterior y la preeminencia de la encarnizada lucha por el estatus en el potlach descrito por Boas y sus contemporáneos.

Equidad y diferencia son dos caras de la misma moneda, pero dos caras contradictorias en tanto expresan tendencias y contratendencias que atraviesan a los grupos humanos. Me parece que Victor Turner planteó de manera sugerente esta confrontación, al referirse a la potencialidad que tienen los rituales para crear una communitas: “en la historia humana, yo veo una continua tensión entre estructura y communitas, en todos los niveles de escala y complejidad. La estructura, o todo lo que mantiene a la gente aparte, define sus diferencias y constriñe sus acciones, es un polo de un campo cargado, para el cual el polo opuesto es la communitas, o antiestructura, el igualitario “sentimiento para la humanidad”, del cual habla David Hume” (Turner, 1987: 274).

Para Turner, en la fase liminal del ritual se disuelven temporalmente las diferencias entre los participantes y se crean entre ellos vínculos directos e igualitarios que ignoran, revierten, cruzan u ocurren fuera de las diferencias de rango y posición que caracterizan a las estructuras sociales cotidianas.

Al crear la communitas, el ritual lanza el mensaje de que todos somos iguales —aunque sea un mensaje pasajero—para que después la sociedad puedafuncionar de manera ordenada dentro de su lógica estructural de distancia, desigualdad y, a veces, explotación.

Pese a sus diferentes puntos de vista, los autores comentados en este apartado apuntan en la misma dirección: en diversas sociedades existe una lógica del don que establece obligaciones de dar, recibir y devolver regalos en distintos tipos de intercambios ceremoniales que crean vínculos de reciprocidad entre individuos y grupos, generan flujos de bienes, personas, fiestas y rituales, algunos de los cuales funcionan como mecanismos de redistribución de la riqueza creada en esas sociedades.

Construcción simbólica de la reciprocidad

Autor Operaciones simbólicas Efectos de reciprocidad e igualación
Malinowski Intercambio ceremonial kula Formación de redes de asociación y reciprocidad.
Mauss Donaciones como actos sociales totales. Creación de vínculos entre grupos. Solidaridad. Redistribución de la riqueza mediante el gasto noble.
  Lévi-Strauss Prohibición del incesto. Circulación y reparto equitativo de las mujeres.
Marshall Imaginarios igualitarios Patrones de distribución equitativa de recursos particularmente apreciados
Piddocke Potlach. Transferencia de recursos desde áreas de abundancia temporal hacia áreas de escasez temporal.
Turner Liminalidad y creación ritual de la communitas. Disolución temporal de las categorías estructurales.

El funcionamiento de la reciprocidad estaría alimentado por diversos procesos simbólicos, que se resumen en el cuadro de la página anterior.

Aquí entran en juego dos estrategias simbólicas básicas que pueden repercutir en la construcción de igualdades.

Por un lado, todas aquellas acciones simbólicas que disuelven, relativizan o suspenden las diferencias entre los actores sociales, creando entre ellos sentimientos y nociones de igualdad, solidaridad, amistad, de ser parte de una comunidad, de un sujeto colectivo. Trabajan en este sentido los mitos y narrativas niveladoras e igualitarias, ya sea de carácter religioso, político, social o filosófico, lo mismo que las dimensiones del ritual que producen inclusión y communitas y los procesos simbólicos que transmiten el significado de que todos somos iguales.

Por otro lado están las ceremonias, creencias, mitos y rituales que hacen posibles los intercambios y, al hacerlo, generan circulación, vínculos, obligaciones, redistribución de bienes y personas y la formación de densas redes sociales. En conjunto, estos dos mecanismos indican la existencia, en palabras de Godbout, de un homo reciprocus, que se guía por creencias igualitarias y principios de correspondencia (Godbout, 1997).

Identificar estos procesos simbólicos permite reconocer una dimensión de la reciprocidad en la vida social que tuvo enorme fuerza en las sociedades primitivas, que aún persiste en muchos espacios y circunstancias de la vida moderna.

Pero no debe exagerarse esta fuerza ni caerse en la ingenua suposición de que la solidaridad y el igualitarismo son tendencias únicas en ciertos individuos o grupos sociales. El homo reciprocus es un tipo ideal que puede describir una dimensión de la vida social, aquella orientada por las normas del don; sin embargo, existen otras dimensiones a considerar: por ejemplo, una lógica de la maximización de los beneficios que ha sido bien descrita mediante otro tipo ideal, el del homo oeconomicus.

También puede ser útil recordar la distinción que hace Dumont entre homo aequalis y homo hierarquicus, para señalar que los seres humanos estamos atravesados por la tensión que existe entre la búsqueda de la igualdad y el afán por obtener un estatus superior (Dumont, 1977). En el siguiente apartado trataré de reflexionar en torno a esa tensión.

LA DIALÉCTICA DE LA JERARQUÍA Y LA EQUIDAD

La mayoría de estudiosos de la reciprocidad advierten que en las donaciones e intercambios ceremoniales está presente la lógica de la distinción: donar es una manera de adquirir estatus, de obligar al receptor a adquirir una deuda con el donante. No existe el don gratuito, ha señalado con claridad Mary Douglas (1989). Malinowski y Boas también fueron explícitos al afirmar que en el kula y el potlach había una competencia por el prestigio. Quizás sea Ruth Benedict quien haya expresado con mayor crudeza la idea de que las donaciones entrañan un interés egoísta, pues veía en los kwakiutl “la obsesión de la riqueza, el deseo de superioridad, y una megalomanía paranoica sin vergüenza” (Benedict, 1967: 2 53, citada en Godbout, 1997: 138).[7]

Esto es comprometerse demasiado con la idea del homo oeconomicus, y me parece más adecuado entender que los dones y muchas otras instituciones están atravesados por la dialéctica entre jerarquía y equidad. Aquí, nuevamente, Mauss puede ser un guía lúcido: considera que dar es signo de superioridad, los dones y los consumos furiosos establecen jerarquías entre jefes y vasallos, pero también hay una dimensión de gratuidad en el don: no se rige por la pura generosidad ni tampoco por el mero interés en las utilidades, sino por una “especie de hibrido” (Mauss, 1979: 253).

No se trata, entonces, de que unas sociedades se rijan exclusivamente por los lazos comunitarios, el don y la reciprocidad y otras por el mercado, la ganancia y las jerarquías, sino que en la mayoría de casos existen todos estos elementos en una tensión contradictoria, pero con diferente intensidad y distintas maneras de articularse en cada situación.

Se trata de un continuum en el que un extremo corresponde a las bandas de cazadores-recolectores, para las que el comercio, la acumulación y las distinciones jerárquicas están reducidos al mínimo. En el otro tenemos las sociedades capitalistas contemporáneas, donde el intercambio mercantil, la búsqueda del excedente económico y las desigualdades han proliferado por doquier. Pero en las primeras hay intercambios de mujeres y cierta competencia por el estatus, mientras en las últimas subsiste el don, aunque casi siempre arrinconado a la esfera de las relaciones íntimas.

Podría decirse que en las sociedades más simples el prestigio se encuentra muy acotado por vínculos personales, creencias y prácticas igualitarias, mientras en las sociedades contemporáneas las lógicas del mercado, el Estado y las jerarquías sobredeterminan la reciprocidad, y si bien ésta no ha desaparecido por completo, incluso en ocasiones reaparece y se reconstruye. En medio de los dos extremos hay una enorme diversidad de combinaciones.

Para ilustrar la superposición entre distinción y equidad y la dialéctica entre ellas quisiera mencionar un ejemplo mexicano como el sistema de cargos en Zinacantán, Chiapas. En esta región, los pobladores que desean ascender en la jerarquía lo hacen participando en los cargos ceremoniales, lo cual los obliga a distribuir entre los miembros de la comunidad una gran parte de su riqueza, ya que deben hacer importantes gastos en las fiestas del poblado:

Los ritos del sistema de cargos mexicano ilustran esta mezcla ritual de símbolos de igualdad y jerarquía en una clase muy diferente de sistema social. Entre los indios de Zinacantán prevalece una ideología igualitaria, reforzada por la creencia de que las personas que se vuelven ricos deben ser brujos y deben ser tratados en consecuencia.

El sistema de cargos es un complejo ritual en el cual los hombres pueden progresar durante el curso de sus vidas, escalando en una jerarquía de puestos en el ciclo ritual comunal. Para ocupar los peldaños más altos de esta escalera, y así adquirir prestigio, un hombre debe ser relativamente próspero, porque los gastos conectados con las responsabilidades rituales son considerables. Debe pagar por una variedad de fiestas y celebraciones de la comunidad.

Por medio de estos ritos, el hombre es capaz de transformar la riqueza en status públicamente reconocido, pese a la de otro modo tenaz adhesión de los aldeanos a una ideología igualitaria (Kertzer, 1988: 52, cursivas en el original).

Como es ampliamente conocido, muchos rituales sirven para elevar a los individuos, permitirles adquirir un estatus superior y, en ese sentido, para dar paso a desigualdades y jerarquías de diversa índole. Pero el ritual también puede equiparar e igualar, y esta misma dualidad recorre todas las construcciones simbólicas: excluyen e incluyen, elevan y denigran, disuelven clasificaciones tanto como las refuerzan, erigen y derriban fronteras, legitiman a los poderosos y cuestionan la dominación.

No tiene mucho sentido atribuir a priori a los procesos y artefactos culturales una función de producción de equidad o generación de distinciones, ya que ambas posibilidades existen y los efectos de igualdad o desigualdad dependen mucho del contexto, la dinámica simbólica y los intereses y acciones de los participantes en cada caso concreto. “El don entre iguales reproduce la igualdad, el don entre desiguales reproduce la desigualdad” (Godbout, 1997: 179).[8]

Pero no sólo se reproducen las condiciones previas, hay cualidades emergentes en las interacciones sociales, un proceso puede modificar la correlación de fuerzas preexistente, además de que se pueden producir consecuencias no buscadas. A veces, la suma de los deseos individuales por distinguirse y obtener estatus no produce una mayor jerarquía, sino un contexto igualitario de competencia.

Del mismo modo, acciones encaminadas a generar una mayor equidad pueden derivar en la aparición de nuevas diferenciaciones. Por ello es imprescindible el análisis histórico de cada caso concreto.

En conclusión, habría que alejarse de las definiciones esencialistas que prescriben de antemano funciones igualitarias o jerarquizantes a la cultura.

No existe una lógica estructural de la sociedad que conduzca irremisiblemente a la mayor desigualdad, ni siquiera en las sociedades contemporáneas, ya que en ellas las tendencias polarizantes de la acumulación capitalista se encuentran contrarrestadas por diversas instituciones compensatorias, y los mecanismos de distinción social son acotados por las tradiciones democráticas, la reconstrucción moderna de la reciprocidad y las luchas en pro de la equidad.

Del mismo modo, no puede postularse la existencia de estructuras sociales que garanticen de manera absoluta equidad y reciprocidad, porque incluso en las sociedades y grupos más igualitarios se ha documentado la acción de contratendencias que ocasionan asimetrías entre los géneros, competencia por el prestigio y estrategias de distinción. Lo que debe investigarse es de qué manera la estructura de cada grupo o sociedad, las interacciones entre sus miembros y las estrategias que siguen articulan esas tendencias y contratendencias.

Lo mismo ocurre si nos enfocamos en los individuos. Resulta poco fructífero suponer que el ser humano tiene una esencia inmutable que lo orienta siempre hacia la reciprocidad con sus semejantes o, por el contrario, aprovecharse de ellos y distinguirse del resto.

No hay una pulsión jerarquizante innata ni una propensión ahistórica hacia la justicia; no está en nuestra naturaleza ser ni homo reciprocus ni homo aeconomicus en estado puro, sino que somos, al mismo tiempo, las dos cosas y mucho más, es decir, individuos de carne y hueso, situados en circunstancias históricas específicas, formados en sociedades y culturas concretas que estamos atravesadas por múltiples contradicciones, una de las cuales es la que opone distinción y reciprocidad, pero no es la única ni la más importante.

No se puede reducir el simbolismo a alguna de las diversas funciones que tiene, ya que la cultura es un fenómeno complejo y abarcador que no se agota en sus implicaciones económicas, ecológicas, políticas, sociales o psicológicas.

Puede analizarse la manera en que los procesos simbólicos expresan, y a la vez constituyen, la dialéctica entre igualdad y desigualdad, pero ambos fenómenos contienen múltiples determinaciones que desbordan esa relación.

Para concluir, quisiera anotar algunas lagunas de este escrito, que deberán ser tomadas en consideración para el futuro de una antropología de la equidad.

En primer lugar, la mayor parte de las contribuciones sobre el tema que he revisado aquí se enfocan primordialmente en las acciones de los actores dominantes de la sociedad. Me explico.

Hay una fascinación especial de los analistas por lo que hacen los poderosos: jefes tribales que hacen donaciones, hombres que intercambian mujeres, big men que concentran y redistribuyen recursos para incrementar su prestigio, castas dominantes que erigen fronteras simbólicas y tabúes para alejarse de las castas inferiores, elites que acaparan recursos y protegen sus monopolios mediante sofisticados rituales, etnias privilegiadas que denigran a las minorías, burgueses que acrecientan su capital simbólico para distinguirse de la masa y reproducir sus privilegios.

Sin embargo, esto es sólo una cara de la moneda. Es imprescindible estudiar lo que hacen los dominados para erosionar los monopolios simbólicos y materiales, cuestionar los rituales de las elites, ridiculizar las estrategias de distinción, acotar las inequidades, derribar, traspasar o invertir las clasificaciones y las fronteras culturales, darle fuerza ritual a la resistencia y la rebelión.

No basta con estudiar la dialéctica entre la reciprocidad y la distinción, también hay que explorar los procesos de contradistinción y deconstrucción de la desigualdad.

En segundo lugar, hay que precisar los alcances y limitaciones de los procesos simbólicos en la construcción de igualdades y desigualdades. En este escrito traté de mostrar que la cultura no sólo expresa las estructuras sociales, sino también juega un papel central en la constitución de la jerarquía y la estratificación social. Las desigualdades sociales serían impensables, o al menos mucho más frágiles, sin las clasificaciones, las marcas rituales, las fronteras simbólicas, la acumulación asimétrica de capital cultural, los rituales de las elites, las estrategias de distinción, los mitos del poder, la reproducción de categorías pareadas y la legitimación de la dominación.

Pero la desigualdad no se reduce a la acción de estas operaciones simbólicas, también se relaciona con la distribución de recursos de todo tipo, el uso de la fuerza, condiciones ecológicas y estructuras económicas y políticas que aun cuando no actúan al margen de la cultura, tampoco se reducen a ella. Del mismo modo, la equidad está íntimamente vinculada con creencias igualitarias, lazos de reciprocidad, obligaciones de dar, recibir y devolver, intercambios ceremoniales, ideologías niveladoras y justicieras, creación ritual de communitas y sanciones rituales al enriquecimiento extremo; pero todos estos procesos simbólicos, indispensables para la construcción de un entorno

igualitario, no son suficientes para garantizarlo, también se requieren mecanismos compensatorios, reglas equitativas, redistribución de recursos de todo tipo, instituciones que reproduzcan la igualdad de oportunidades y, en general, dispositivos técnicos, políticos y económicos que propicien la continuidad de la justicia.

De ahí que una antropología simbólica de la equidad, al igual que toda antropología simbólica, requiera de un análisis de las relaciones entre los procesos culturales y el resto de las dimensiones de la vida social.

Por último, una antropología de la equidad tiene que construirse en diálogo permanente con la antropología de la diferencia: hoy más que nunca proliferan luchas y esfuerzos por lograr el respeto a la diversidad, y este reclamo de una mayor igualdad no puede divorciarse de la aspiración a la diferencia.

Sería estéril, ingenuo y hasta peligroso pensar que es posible lograr la equidad por la vía de suprimir la alteridad y la pluralidad, buscando la homogeneización de todos los individuos y grupos. Pero el derecho a la diferencia tampoco es satisfactorio si se traduce en desigualdades y asimetrías cada vez mayores.

El reto estriba en que las diferencias no se traduzcan en asimetrías, en encontrar caminos para poder ser diversos en un contexto de equidad. Pienso que la antropología tiene muchas contribuciones por hacer para enfrentar este reto, tanto en la teoría como en la práctica.

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[1] En otro pasaje de Clasificaciones primitivas (y otros ensayos de antropología positiva), Durkheim y Mauss lo expresan así: “Es porque los hombres están agrupados, y se piensan a ellos mismos en la forma de grupos, que en sus ideas ellos agrupan otras cosas” (citados en Lamont y Fournier, 1992: 2).

[2] El mismo Bourdieu señala que hay una autonomía relativa entre ambas: “En la independencia relativa de la estructura del sistema de las palabras enclasantes y enclasadas […] con respecto a la estructura de la distribución del capital, y, con mayor precisión, en el desajuste […] entre el cambio de los puestos, ligado al cambio del aparato de producción, y el cambio de las titulaciones, es donde reside el principio de las estrategias simbólicas que tratan de explotar las discordancias entre lo nominal y lo real, de apropiarse las palabras para tener las cosas que aquéllas designan o de apropiarse las cosas en espera de obtener las palabras que las sancionen” (Bourdieu, 1988: 491).

[3] Véase Godelier (1986); “la división del trabajo por sexos, por lo tanto, puede ser vista como un ‘tabú’: un tabú contra la igualdad de hombres y mujeres, un tabú que divide los sexos en dos categorías mutuamente excluyentes, un tabú que exacerba las diferencias biológicas y así crea el género” (Rubin, 1996: 58).

[4] Sobre la estrecha relación entre símbolos y clases sociales, Cohen afirma: “‘los grupos de clase’ son construcciones sociológicas abstractas que no pueden ser comprendidas al margen de los mecanismos simbólicos que entrelazan a sus miembros y sus familias, y entonces las transforman de meras categorías de personas en grupos corporativos concretos, cohesivos, cooperantes y relativamente durables” (Cohen, 1981: XVII).

[5] “Las categorías pareadas y desiguales, consistentes en relaciones asimétricas a través de una línea divisoria socialmente reconocida (y habitualmente incompleta), se reiteran en una amplia variedad de situaciones, y su efecto corriente es la exclusión desigual de cada red de los recursos controlados por la otra” (Tilly, 2000: 22).

[6] Tilly habla de otros dos mecanismos complementarios que refuerzan la desigualdad categorial: la emulación y la adaptación (2000:22-23)

[7] Raymond Firth y Melville Herskovits también consideraban los dones como una inversión material para obtener un provecho (Firth, 1972; Herskovits, 1965).

[8] El don horizontal puede dar paso al don vertical: en lo que Sahlins llama la reciprocidad equilibrada aparecen los dones horizontales, que “en principio se efectúan entre pares, o más bien crean paridad. Salvo que la paridad siempre está amenazada por el objetivo de obtención de una superioridad, que el hecho de devolver reabsorbe e invierte. Los donadores de mujeres son superiores a los tomadores, a menos que excepcionalmente sea la inversa. Soñar, como decía Mauss, que un don sea tan enorme que no pueda ser devuelto […], es soñar en transformar el don horizontal en don vertical” (Godbout, 1997: 183).

Ensayo histórico sobre el Partido Socialista Nicaraguense, PSN. Rafael Casanova Fuertes

Hasta los tiempos actuales, salvo los trabajos del historiador norteamericano Jeffrey Gould poco conocidos en el país (Amigos mortales enemigos peligrosos (1944-1946); y por su resistencia y pericia : las relaciones laborales en el ingenio de San Antonio (1912-1936), las obras de Guevara-Pérez Bermúdez y la tesis de Gustavo Mayorga, los estudios e interpretaciones serias sobre el papel de esta corriente,- que estuvo representada por el Partido Socialista, en buena parte de la historia contemporánea-, son casi inexistentes, lo más que hacen los autores que mencionan algunos hechos concatenados al socialismo marxista, lo hacen a partir de fuentes secundarias, pero sobre todo en las que predominan los criterios negativos, que se vertieron en tiempos polémicos, por parte de los rivales político-ideológicos de los socialistas criollos. Incluso en algunos trabajos históricos, se omite totalmente, a esta corriente, como si nunca hubiera existido. Esto último puede resultar incomprensible cuando aún sobreviven muchos protagonistas, que fueron parte integrante de sus filas y de sus gremios, algunos de los cuales, ostentan suficiente criterios para hacer al menos alguna referencia sobre su experiencia en las filas del socialismo nicaragüense. Se ha tenido la tendencia a presentar al Frente Sandinista de Liberación Nacional, como la única fuerza de izquierda que enfrentó a la dictadura somocista hasta 1979.Sin embargo en el mismo periodo de lucha contra la dictadura y en los mismos años ochenta, hubo puntos de vista que por el contrario visualizaron y caracterizaron al socialismo marxista, de una forma más objetiva. El dirigente sandinista de origen obrero José Benito Escobar Pérez asegura al final de su folleto “El Principio del fin” escrito en 1976, que las dos únicas fuerzas revolucionarias que enfrentaban a la dictadura en ese momento eran: el Frente Sandinista de Liberación Nacional y el Partido Socialista Nicaragüense. En esta misma dirección, Amaru Barahona sostiene en sus estudios sobre historia contemporánea que “la expresión política autónoma de las clases populares (desde el inicio de la 2ª generación dinástica hasta 1971) giró en torno a dos organizaciones políticas: el Partido Socialista Nicaragüense (PSN) y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)”.(Barahona 1987 p.70).Estos están entre los pocos (dirigente revolucionario, el primero y escritor el segundo) exponentes que se alejan de la visión sesgada y sectaria, que ha predominado hasta los tiempos actuales. Razón por la cual, hay distintas motivos para abordar con la debida objetividad la proyección del socialismo y al Partido Socialista Nicaragüense.En perspectiva histórica, las relaciones entre ambas organizaciones, nunca fueron las mejores, porque aunque ambas se identificaban como marxistas leninistas, competían por ganar una misma clientela que eran los sectores populares. La primera le dio énfasis al trabajo político-organizativo como medio de acumulación de fuerzas y consideró la lucha armada como una expresión final de la lucha política, para plantearse la toma del poder. El FSLN por el contrario consideró que la lucha armada debería ser lo principal como frente de lucha y eje aglutinante de las masas, para lograr este mismo objetivo. El triunfo del pueblo contra la dictadura dirigida por el FSLN, puede dejar en entredicho el papel de su principal rival mejor dicho que este hecho, restó razón histórica al PSN. Aunque hay que destacar que las versiones de los historiadores o relatores oficiales de los años ochenta descansaron por un lado en apologías al Frente Sandinista y por el otro a desnaturalizar u omitir lo no vinculado al sandinismo histórico (1927-1933) y con el mismo FSLN (1961-1979). Pero esta conducta, está alejada de la objetividad científica con la que se deben abordar los procesos históricos, razón por la cual hemos considerado necesario, hacer una excepción al referirnos a esta corriente, en particular en este caso vamos a hacer un poco de historia.¿Cuando y como surgieron los socialistas?El desarrollo de las ideas marxistas, estuvo íntimamente vinculado al también surgimiento del movimiento sindical. Por tanto el nacimiento del primer partido obrero como el segundo partido obrero se dio en el marco de relativos auges de la lucha sindical, el Partido Trabajador Nicaragüense PTN en los años treinta y el mencionado PSN en los años cuarenta. El PTN surgió en el año de 1931 y su fundación fue gestada por un grupo de jóvenes artesanos, simpatizantes del socialismo, algunos profesionales e intelectuales y desprendidos de los partidos tradicionales. Entre sus fundadores se pueden mencionar Manuel Vivas Garay, Carlos Pérez Bermúdez, Alejandro Bermúdez Alegría, Andrés Castro Wassmer, Jesús Maravilla, Emilio Quintana, Efraín Rodríguez, Andrés Murillo y otros. Algunos de ellos tuvieron una relación personal con las ideas marxistas como Jesús Maravilla y Roberto González, dado tuvieron vínculos en El Salvador, con el Partido Comunista Salvadoreño. En el proceso de desarrollo de la actividad del PTN, se vinieron definiendo dos posiciones una de izquierda representada por los antes mencionados y una de derecha y colaboracionista encabezada por el poeta Emilio Quintana, Absalón González y Jesús Maravilla Almendarez.Este esfuerzo organizativo llegó a su fin en el año de 1938 al darse una vasta represión en este año por parte de el aparato represivo somocista, la mayoría de los integrantes de la izquierda petenista fueron encarcelados, pero algunos pudieron huir a Costa Rica. Estos últimos serían el principal núcleo de fundadores del segundo partido obrero de Nicaragua, el Partido Socialista Nicaragüense (en lo adelante PSN). Los historiadores, en su mayoría establecen como punto de partida oficial el PSN, el 3 de julio de 1944, aunque su proceso gestativo se inició en 1939, su formación –como expresamos anteriormente- estuvo a cargo, de los artesanos y obreros progresistas sobrevivientes a la mencionada experiencia organizativa del primer partido obrero socialista: el Partido Trabajador Nicaragüense (PTN) de 1931 y 1938. Este núcleo que sumaba menos de una decena de integrantes, una vez refugiado en Costa Rica, bajo la sombra de los comunistas costarricenses del Partido: Vanguardia Popular Costarricense (VPC), Arnoldo Ferreto, Eduardo y Manuel Mora Valverde, formaron el núcleo inicial, del PSN. Una vez terminado su “adiestramiento” los integrantes del grupo, asumirían la misión de divulgar las ideas marxistas-leninistas entre la población nicaragüense y organizar a los sectores populares, para prepararlos estratégicamente hacia la toma del poder político, por parte de “la clase obrera”. Esto pasaba necesariamente por la formación del partido, al que llamaron inicialmente: Partido Comunista de Nicaragua. A su retorno al país en 1939, los novatos comunistas, coincidieron con otro grupo de dirigentes que ya trabajaban tanto en la formación del movimiento sindical, así como en la creación de un órgano de difusión de la clase obrera el semanario “Hoy”. El núcleo en total llegó a estuvo conformado por: Efraín Rodríguez, Manuel Pérez Estrada, los hermanos Juan y Augusto Lorío, Francisco Hernández Segura, Armando Amador Flores, Manuel Herrera, Carlos Pérez Bermúdez, Alejandro Bermúdez Alegría, Pedro Turcios y otros. Desde su ingreso a las fronteras nicaragüenses, los bisoños organizadores también se dieron cuenta de que el nombre de “comunista” no era adecuado para las condiciones de Nicaragua y optaron por llamar –aunque sin constituirse- a su naciente organización: Partido Socialista de Nicaragua. Desde 1940 se dio un amplio proceso de crecimiento organizativo de los sectores populares urbanos en las nacientes industrias textiles, talleres artesanales de zapatería, imprentas, puertos y enclaves mineros del Pacífico- Centro del país. Esto causado entre otras cosas, por las mismas consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, cuando en todo el Subcontinente americano surgieron las llamadas industrias sustitutivas, al ser bloqueadas las vías de acceso marítimo de los productos industriales europeos, por los submarinos alemanes. Las huelgas y manifestaciones obreras demandaban reivindicaciones económicas, libertad de organización sindical, derecho de reunión, etc. Somoza García, desde entonces vio el potencial que representaba esta fuerza social organizada, y con sus propios agentes los sindicalistas somocistas Roberto González, Absalón González, Jesús Maravilla y otros, trató por todos los medios de ejercer control sobre el naciente movimiento obrero. El dictador, trataba de imitar el modelo populista de Juan Domingo Perón, razón por la cual no solo toleró las actividades organizativas de los obreros, sino que también, llegó a presentarse en mítines obreros y referirse a los capitalistas nicaragüenses como “sus enemigos” y reiterar su compromiso con la “clase trabajadora nicaragüense”.Empero, los sindicatos, las federaciones y la proyectada Central de Trabajadores de Nicaragua, se convirtieron en escenarios de confrontación entre socialistas y somocistas, los primeros lograron ejercer el control de las bases y los intermedios, los somocistas acapararon la mayoría de los cargos directivos de la CTN, sin tener contacto con las bases. En síntesis el naciente socialismo, en estas circunstancias, logró extender su actividad, a las principales ciudades del Pacífico-Centro Norte del País.El PSN y el sindicalismo independiente, se vieron fortalecidos por la participación e ingreso de una membrecía más joven y combativa tales como: Mario Flores Ortiz, Domingo Sánchez Salgado, Fernando Centeno, Guillermo Briceño, Rigoberto Palma, Ernesto Martinez Robelo, Alejandro Bermúdez Alegría, Jorge Galo Espinoza, Alejandro Dávila Bolaños, Onofre Guevara, Miguel Medina, etc.En la cuerda floja de julio de 1944. El clímax de este proceso se dio el 3 de julio de 1944, al gestarse la fundación del Partido lo cual se dio en un momento histórico muy complejo, en medio del auge de los movimientos antisomocistas, y de crecimiento del movimiento popular. El PSN, que se reconocía como producto de las clases populares y de la lucha de clases, habría de pasar por muchas pruebas. La complejidad de este momento, estuvo dictada por circunstancias en que se tenía que escoger, entre sumarse al vasto movimiento antisomocista que encabezaban los estudiantes o abstenerse de participar en las manifestaciones, que significaba un apoyo tácito al Dictador. El movimiento, demandaba la renuncia de Somoza García, había participación masiva del pueblo, y jugaban un rol beligerante los estudiantes universitarios, pero estaba encabezado principalmente por la oposición conservadora, cuyos dirigentes lanzaban lo mismo consignas antisomocistas, como clichés anticomunistas contra el naciente movimiento obrero, es decir que era un movimiento opositor, que expresaba abiertamente más prejuicios anticomunistas y anti obreros, que el mismo dictador Somoza García. En estas circunstancias, el Partido optó por aceptar la oferta social demagógica del dictador Anastasio Somoza García, quien hasta ese momento no solo “se había hecho de la vista gorda” con el trabajo político-organizativo de los trabajadores, sino que ofrecía a los trabajadores la introducción de una reforma para imponer constitucionalmente el “Código del Trabajo”. Dentro de esta lógica, el Partido a través del Consejo Ínter gremial Obrero (CIO), optó por no apoyar a la oposición. Gracias a esto Somoza García estuvo en capacidad de reprimir con la GN, las masivas manifestaciones encabezadas por los opositores: liberales independientes y conservadoresEsto, fue aprovechado por la oposición conservadora para endilgarles el cliché de colaboracionistas y aunque posteriormente, el PSN buscó un acercamiento en los años de 1946,1947 y 1948 con otras fuerzas antisomocistas en movimientos, no se lograron superar por parte de los dirigentes opositores, incluido los del PLI, los prejuicios anticomunistas y antipesenistas. Razón por la cual, en situaciones como la campaña electoral de 1946, el PSN participó por su cuenta, no en unidad, porque la oposición siempre rechazó un entendimiento formal con los socialistas; tanto, que éstos hicieron su propia campaña electoral en el 46 y lanzaron sus propias pre-candidaturas para diputados: Juan Lorío, Ricardo Zeledón, Mario Flores Ortiz y Fernando Centeno Zapata, estos últimos estudiantes entonces de medicina y derecho, respectivamente. Aunque en los frustrados intentos armados de 1947 y 1948, los socialistas, pudieron realizar alianzas de hecho, con sectores progresistas del exilio y sobrevivientes del sandinismo. La falta de estudios sobre el particular, influyen todavía para que algunos escritores contemporáneos, omitan a los socialistas o no haya un manejo correcto de estas situaciones. Ejemplo: el político René Herrera Zúñiga en su tesis: Relaciones Internacionales y poder político, prolonga hasta los años sesenta “la colaboración o alianzas tácticas del PSN con el somocismo”, sin evidencia de fuentes, que fundamenten, estas afirmaciones. Es totalmente cierto que los primeros años de la década de los cuarenta, el dictador Somoza García, dentro de sus aires social demagógicos se hizo de la “vista gorda” de la labor de sus dirigentes y activistas, mientras trató de controlarlos, por medio de sus títeres obreristas. Pero, cuando esto se hizo imposible, en el marco de las políticas anticomunistas de Guerra Fría y la histeria anticomunista que propagandizaban los Estados Unidos y los medios libero-conservadores, procedió a reprimirlos, violentamente. En 1948, desató una vasta represión encarcelando a 80 dirigentes y 300 militantes socialistas en todo el país. El dictador, hizo efectiva, la prohibición del Partido como organización comunista, unos pocos lograron escapar o refugiarse en embajadas y no volvieron a regresar al país. A los encarcelados, les propuso la firma de un documento de compromiso, de no involucrarse más en ningún tipo de actividad política y conexa al Partido, so pena de continuar encerrados de forma indefinida. Los dirigentes y militantes socialistas tomaron la decisión de retar al dictador, firmaron el documento y se comprometieron a reunirse dentro de unos meses en un punto señalado de la Capital para reorganizarse sindical y partidariamente. Así lo hicieron, aunque a esta convocatoria hubo quienes por temor a las amenazas, ya nunca regresaron ni a la reunión, ni al Partido en los años subsiguientes. Por lo que la misma represión somocista, propició una suerte de depuración en las filas socialistas.Hay dos elementos externos, que pesaron en la conducta de los socialistas de esos años : La línea del comunista norteamericano Earl Browder quien confundió la alianza táctica internacional contra el fascismo preconizada por la URSS, con el llamado a la colaboración de clases, en lo interno de los países, porque el enemigo inmediato era el fascismo, es decir que era un abandono de la lucha de clases en lo interno de los países ; y la influencia inmediata de los comunistas costarricenses, quienes en circunstancias muy particulares para su país, establecieron una hábil política de alianzas con el Partido Republicano de Rafael Ángel Calderón Guardia (de tendencia reformista) y el jefe de la iglesia Monseñor Sanabria. Esto les permitió a los comunistas ticos, ampliar sus espacios de participación y ser protagonistas de las garantías sociales (Reforma Política de 1943) en beneficio de los sectores populares y continuar hasta los sucesos de 1948 realizando su trabajo político- organizativo en un marco jurídico político, adecuado a las condiciones particulares de Costa Rica.Como notamos, el planteamiento de Browder, no es la línea de la Internacional Comunista, (desaparecida en 1943) de los frentes únicos antifascistas, que llamaba a la alianza con todos los sectores antifascistas, incluidas las burguesías locales, para luchar contra el enemigo común. Esta corriente (la de Browder) afectó en estos años, la línea política de algunos de los partidos comunistas de America Latina y el Caribe. Un ejemplo de estos fue el caso colombiano, en que el Partido además de cambiar de nombre, rechazó la alianza con los sectores radicales anti oligárquicos como el “populismo gaitanista” al calificarlos de fascistas, en tanto era el momento de la “unidad nacional contra el fascismo” a nivel internacional. Entonces en Nicaragua los novatos socialistas de esta época, descalificaban como fascistas a los opositores a Somoza García, encabezados por el Partido Conservador.Pero el error de algunos de sus críticos, es asegurar, que el PSN surgió en 1944 inspirado por Browder. Esto es borrar de un plumazo la experiencia interna de las clases populares, desde los años treinta, en que se hicieron los primeros sindicatos como producto de una reacción interna de las clases oprimidas contra las clases opresoras. En el caso de la lucha del Gral. Sandino los principales protagonistas fueron los campesinos, en este caso fueron los sectores urbanos de la población, quienes desde los años veinte se venían organizando en gremios artesanales y que a su vez protagonizaron dramáticos –y poco conocidos- movimientos huelguísticos en los enclaves madereros y mineros. Por tanto el PTN y el PSN, dentro de las limitaciones que se le señalan, fueron parte del desarrollo dialéctico de la lucha de clases dentro en el país, influenciadas a su vez, por las distintas corrientes internacionales, las que a su vez fueron asimiladas dentro del atraso político y cultural de la época. Esto también, lo puede dejar claro otra interrogante ¿Pasada la II Guerra mundial y desaparecidas los argumentos de Browder en medio de la persecución que siguió a la política de Guerra Fría, desapareció el PSN? Los acontecimientos demostraron lo contrario. En síntesis el PSN con independencia de sus limitaciones, fue la segunda fuerza política construida por las clases populares del país y su surgimiento –aunque parezca reiterativo-es producto de una reacción interna de las clases explotadas contra las clases explotadoras. Aunque también es válido denotar, que ya los socialistas, en el señalado año de 1948 habían guardado distancia de Somoza, pero además a nivel latinoamericano, los partidos comunistas en su totalidad se habían desprendido de las tesis de Browder, una vez finalizadas las condiciones que propició la Segunda Guerra Mundial.Los socialistas de esta generación lograron avances muy importantes en el proceso organizativo de las masas, presentándose como los primeros marxistas leninistas, tuvieron logros muy importantes, entre los que se pueden mencionar: la divulgación de las ideas socialistas en un amplio segmento de la población; la organización de los sectores populares en sindicatos que por primera vez presentaron batallas a las patronales capitalistas demandando reivindicaciones sociales.Pero los socialistas, no definieron un programa de lucha claro de lucha y de igual modo, los métodos correctos para ejecutar en términos estratégicos, la toma del poder político por parte de los trabajadores y su “partido de clase”. Por otro lado, el PSN también siguió las formas organizativas artesanales de los partidos tradicionales del país. Por ejemplo, las organizaciones de bases eran los “Comités de Barrio” integrados por decenas de personas y a pesar de no ser legales funcionaban de forma casi abierta en sus reuniones y actividades, la integración según lo reconocen fuentes de la misma Embajada Norteamericana, fue numerosa para su tiempo (de más de 1.200 miembros) aunque carecía de selectividad.Del reflujo de 1948 al auge de 1959.Entre 1948 y 1957 el Partido pasó por una especie de reflujo, en donde de más de un millar de militantes entre 1944 y 1948 -por razones antes explicadas- se redujo a una plantilla básica de unas pocas centenas de militantes, en todo el país, porque también existía la idea de dotar a las estructuras, de un carácter propiamente clandestino. (Entrevista a Efraín Rodríguez Vanegas. San José Costa Rica 5 de abril de 1994)). En estos años, el PSN creó la Unión General de Trabajadores (UGT) y se mostraron muy activos lo sindicatos de zapateros, de choferes y la Liga de Inquilinos. En la segunda oleada organizativa que se inició entre los años de 1957 y 1959 en que surgió una nueva generación de dirigentes y activistas, quienes empezaron a romper con los viejos métodos artesanales de trabajo de los dirigentes de los años de 1940, los comités de base o células –por ejemplo- aunque se siguen organizando por barrios, son estructurados de forma selecta y clandestina. En estas circunstancias el Partido se había recuperado de los golpes de 1940 con una nueva camada de militantes que habrían de prosperar en el futuro como la siguiente generación de dirigentes y hasta fundadores y dirigentes de otras organizaciones revolucionarias. Entre estos se pueden mencionar: Carlos Fonseca, Tomás Borge, Miguel Somarriba, Juan Ramón Chávez, Silvio Mayorga, Eleuterio Téllez, Pablo Martinez, Roger Cabezas, Álvaro Ramírez González, Noel Guerrero, Heriberto Carillo, Gonzalo Navarro, Manuel Domínguez, Gustavo Tablada, Guadalupe Téllez, Arnoldo Pastrán, Nicolás Arrieta .Cabe destacar que es en este lapso, en que se establecieron los vínculos internacionales con el Partido Comunista de la Unión Soviética y demás partidos comunistas del mundo, las que se oficializaron en 1959. En 1957 fue enviado a Moscú, el joven Carlos Fonseca al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, quien una vez finalizado el Festival, se trasladó a Leipzig, Alemania para participar, en el Congreso de la Federación Sindical Mundial, representando a los trabajadores nicaragüenses. Fonseca asume esta última representación, al no lograrse la salida clandestina (desde Costa Rica) de Jorge Galo Espinoza, joven dirigente de Unión General de Trabajadores (UGT). En los años subsiguientes se envían cuadros del Partido, Juventud, movimientos sindicales campesinos y femeniles a eventos y cursos de capacitación a la URSS. De igual modo que al fundarse la Universidad Patricio Lumumba en Moscú, en 1960, se empezaron a enviar a jóvenes a cursar carreras profesionales.Pero fue sobre todo la influencia de la Revolución Cubana en enero de 1959, la que incidió sustancialmente en un cambio de mentalidad y estilo, en las formas de actuar y de pensar de la nueva generación de revolucionarios socialistas, ejemplo se empezó a darle el carácter de organización clandestina al Partido, las células tuvieron un carácter más cerrado y se hizo una captación más rigurosa y selectiva de la militancia. Aunque en lo interno de Nicaragua hubo una especie de despertar de nuevos movimientos sociales como la liga de inquilinos y las huelgas de chóferes y de zapateros a partir de 1957. El auge revolucionario se expresó también a través de movimientos guerrilleros, juveniles, huelgas obreras, masivas manifestaciones. Los sindicatos se organizan en federaciones departamentales de trabajadores, adquirió un carácter territorial, el movimiento campesino, el femenil y juvenil. En estas circunstancias el PSN se va a nutrir de elementos jóvenes que van a desarrollar más agresividad no solo en las tareas organizativas, sino también que empiezan a plantearse la necesidad de proponerse nuevos métodos de lucha para derrotar a la dictadura. El PSN a su vez logró un tendido organizativo en la mayoría de los departamentos del país. Entre estos se pueden mencionar: Oscar Danilo Rosales, Jorge Navarro, Francisco Buitrago, Roberto Amaya, Guillermo y Félix Baltodano, Miguel Bejarano, Abdul Sirker, Carlos y Salvador Lara, Dámaso Picado, Doris Tijerino Haslam, Gladis Báez, Gladis Avilés, Julio Briceño Dávila, Roger Cabezas, Enrique Ruiz, Adolfo y Alberto Everts, Alfredo Valencia, Salvador Suárez, Félix Contreras, Faustino Aragón Pichardo, Bernardino Díaz Ochoa, Catalino Flores, Oscar Benavides, Denis Enrique Romero, Augusto Gutiérrez y otros. Se incorporan al PSN, hasta quienes habían adversado al partido como los sindicalistas: Guillermo Aguirre, Guillermo Pérez y otrosLos elementos jóvenes que pasan a las filas del PSN van a reforzar, a quienes desde dentro de las estructuras del Partido tienen una posición diferente, al grupo dirigente tradicional, una tendencia radical, que tuvo, entre otros, como representantes a: Rigoberto Palma, Abdul Sirker, Nicolás Arrieta (quien regreso al país en 1956-57, después del ajusticiamiento de Somoza García), Julio Briceño Dávila, César Cortés Téllez, Álvaro Montoya Lara, Guillermo y Félix Baltodano Serrano, Roberto Arévalo, Luís Sánchez Sancho. Algunos como Everts, Palma y Cortez, habían sido participantes en experiencias armadas como las guerrillas del Chaparral y la de Julio Alonso Leclair. Se dio el caso de elementos como Abdul Sirker que había sido preparados militarmente en Cuba e ingresado al país en 1960. Este grupo que puede considerarse el ala radical del PSN va a presionar primero desde los inicios de 1960, para que el Partido optara por la lucha armada. Finalmente, van a romper con el grupo conservador, que conservaba el control de la dirección del Partido en 1967. Entre los conservadores se pueden mencionar a: Manuel Pérez Estrada (Srio General), los hermanos Augusto y Ramón Lorío, Miguel Ángel Flores, Eliseo Altamirano y Ariel Bravo Lorío. En medio de esta situación surgió con la influencia del embajador cubano: Quintín Pino Machado, la Juventud Patriótica Nicaragüense (JPN). Esta organización que logra extenderse por todos los rincones del país, va a ser de corta duración (1959-1960) al disolverse, y convertirse en la nutriente de dos organizaciones revolucionarias: 1º del naciente Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y 2ºdel ya existente PSN, formando el núcleo fundamental de la Juventud Socialista Nicaragüense (JSN) en todos los territorios.la JSN se constituyó el 5 de noviembre de 1961, después de un año de trabajo organizativo en todo el país iniciado a finales de 1960.Del triunfo de la Revolución Cubana a la división de 1967.Los socialistas lograron en este lapso fundar la Confederación General de Trabajadores Independientes (CGTi), la Federación de Mujeres de Nicaragua (FMN), el Frente Estudiantil Revolucionario (FER), Los Comités de Defensa Popular (CDP) la Central de Campesinos y Trabajadores Agrícolas de Nicaragua (CCTAN). Algunas de estas cambiaron de nombre como la FMN que pasó a denominarse Organización de Mujeres Democráticas de Nicaragua (OMDN).La organización se extendió de forma considerable se fundaron seccionales en todos los departamentos del país, exceptuando Madriz, Río San Juan y la Costa Atlántica (esta última hasta 1974). De igual modo fundaron en las estructuras territoriales la Juventud Socialista Nicaragüense (JSN), para mantener una cantera partidaria y su influencia en los sectores juveniles. Entre 1961- 1963 al darse las contradicciones por diferencias de línea político ideológica, jóvenes socialistas encabezados por Noel Guerrero, Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge Martínez Silvio Mayorga y otros, se separaron del PSN y tras varios intentos organizativos fundaron, el Frente de Liberación Nacional (FLN). Esta organización que a partir de 1964 se denominaría Frente Sandinista de Liberación Nacional, planteó la lucha armada como el eje fundamental para la toma del poder político. Válido es anotar que la principal fuerza en el movimiento estudiantil, el FER, pasaría desde entonces a ser regido por la línea política del FSLN y una buena parte de la naciente JSN entre los que se encontraban dirigentes fundadores, como Jorge Navarro y Francisco Buitrago, pasaron a ser parte de la nueva organización en los inicios de 1963. Otros, en este proceso de indefinición conservarían una especie de doble militancia hasta los años de 1967 tal como fueron los casos de Oscar Danilo Rosales y Roberto Amaya. De igual modo, muchos militantes y dirigentes intermedios del PSN, se convirtieron en colaboradores de la nueva organización.El PSN por su parte, sostuvo que el eje fundamental era el político-organizativo, basado en tres principales formas de lucha: la económica, para organizar a las masas en contra de la patronal capitalista; la ideológica para educar a los sectores populares en la ideología socialista revolucionaria; la lucha política era el planteamiento de la lucha por el poder político, esta implicaba el fortalecimiento del Partido, el desarrollo de una política de alianzas tácticas como el impulso de coaliciones anti dictatoriales que deberían involucrar a los sectores opuestos al somocismo, incluida la burguesía opositora; y estratégicas como era la consolidación de la alianza Obrero-campesina y la unidad con las otras fuerzas revolucionarias. La lucha armada era vista como la expresión más desarrollada de la lucha política, para plantearse la toma del poder político por la clase obrera, esta debería ser por medio de la insurrección popular de las masas, con una interrelación muy estrecha con las demás formas de lucha y debería impulsarse cuando las condiciones objetivas y subjetivas estuvieran lo suficientemente maduras. La experiencia de las FARNEn 1967 la situación demandaba cambios, el proceso de discusión de la línea política condujo a la primera división del partido, siendo desplazados de la dirección los hermanos Lorío y Manuel Perez Estrada, pasando a ocuparla una nueva generación de socialistas encabezada por Onofre Guevara, Álvaro Ramírez, Abdul Sirker y otros. El detonante de esta división fue la manifestación del 22 de enero, por la causa siguiente: los primeros, en una reunión de urgencia la noche del 21 de enero, se mostraron partidarios de denunciar públicamente los planes insurreccionales de un grupo dirigido por los conservadores para el día 22; los segundos se opusieron a eso, porque aparecerían como soplones del régimen con esa denuncia en un somocismo, más bien acordaron ir a la manifestación a prevenir a las masas sobre el peligro a que se exponía a la gente desarmada e ignorante de la maniobra conservadora, para evitar al máximo la masacre que efectivamente se produjo. Este esfuerzo fue insuficiente, la gente del partido fue rebasada por las masas agitadas, e incluso lamentó la muerte del compañero militante Manuel Aburto, obrero de la construcción. Valga reiterar que una denuncia pública, implicado una mayor preparación del aparato represivo GN, y la masacre hacia el pueblo hubiera sido mucho mayor.Los desplazados pasaron a formar lo que sería primero: el Partido Obrero socialista (POSN) entre 1967 y después el Partido Comunista de Nicaragua (PC de N) en 1970. Este partido tendría una proyección muy limitada, su actividad se limitó principalmente a la capital Managua, en algunos talleres artesanales (particularmente los metalúrgicos). Lograron conservar algunos organismos de base en León y Matagalpa después de la división, pero su militancia quedó reducida a un poco más de cien militantes a nivel nacional. Aunque hacia fines de los años setenta sobre todo a partir de 1978, en que la lucha antisomocista se acrecentó, lograron un relativo crecimiento. A pesar de que invadía de documentos a las representaciones de Partidos Comunistas afines en el Continente y el Campo Socialista, principalmente el PCUS de la URSS, no logró obtener ningún reconocimiento internacional. Tras el triunfo revolucionario de 1979, mientras el FSLN pasó a ocupar las responsabilidades en el Estado y otras fuerzas de izquierda se encontraban dentro del dilema de fusionarse o actuar como aliados u opositores del nuevo sistema, el PC de N actuó como fuerza independiente, aprovechó los nuevos espacios para extender su red organizativa por todo el territorio, organizando sindicatos y otros frentes de masas. Una situación que lo llevó a confrontarse con el Estado Revolucionario a lo largo de los años ochenta, pasando desde 1985 a ser parte de las alianzas opositoras antisandinistas. En los años noventa, tras el triunfo reaccionario de la derecha opositora se inició su proceso de defunción, al pasar algunos de sus líderes a ser cuadros de las nuevas opciones de la derecha y la pérdida de control de las bases creadas en los ochenta, lo llevaron a una situación más, reducida que la de los años setenta. Desde el surgimiento de esta fracción su principal dirigente ha sido Eliseo AltamiranoEl ala radical de los socialistas dirigida primero por Álvaro Ramírez y después por Onofre Guevara, experimentó con la actividad armada a través de lo que se conoció como Fuerzas Armadas Revolucionarias de Nicaragua (FARN). Esta fue concebida como un brazo armado que debería realizar acciones que no deberían desnaturalizar el eje fundamental de la estrategia del partido, sustentado en el trabajo político-organizativo de las masas para educarlas y prepararlas para la toma del poder, por la clase obrera. Con la caída de Jacinto Baca Jerez, el jefe de operaciones militares de esta organización, en 1969, el partido fue objeto de una vasta represión, que se prolongó hasta 1971. Todo esto, propició el ascenso de Luís Sánchez Sancho, representante de una nueva tendencia conservadora a la dirección del Partido*, él y su círculo asumieron que la lucha armada como estaba planteada en el partido era una aventura, que la forma en cómo también la llevaba a cabo el Frente Sandinista, era una aventura. Que había que preparar seriamente, la lucha armada. Estos argumentos incidieron para que se procediera a desmantelar las FARN, en lo adelante Sánchez Sancho y su grupo, como los Lorío y Pérez Estrada en los inicios de los sesenta, pospusieron la lucha armada y la preparación militar de sus cuadros.Del auge del sindicalismo en 1973 hasta el triunfo de julio de 1979.Sin embargo el Partido Socialista desde 1971, hasta 1977 experimentó un proceso de crecimiento interno y externo. A pesar de las duras represiones que incluyeron el asesinato de dirigentes nacionales como Bernardino Díaz Ochoa, Rommel López y Efraín González en 1971, logró mantener la plantilla de más de 2.000 militantes en todo el país, las relaciones internacionales con los partidos comunistas, las organizaciones gremiales y colaboración con el PCUS; ampliar su base social en el campo y la ciudad, el crecimiento del movimiento sindical pasando a dirigir los sindicatos más combativos como el de las Construcciones (SCAAS) y el de los hospitalarios (compartido con la CTN en Managua)desarrollando huelgas y otros movimientos en las principales poblaciones del Pacífico. Siendo por añadidura los dirigentes de las principales movimientos huelguísticos del país en los años setenta (construcciones en 1973 y 1975, las hospitalarias de 1974 y 1975). Además, fueron integrantes de alianzas opositoras antisomocistas, como la Unión Democrática de Liberación (UDEL) en 1974, una unidad, muy criticada por su rival en la izquierda: el FSLN. Hubo un tendido organizativo en casi todos los departamentos del país incluido la región Caribe. El órgano juvenil del Partido, la JSN a crecentó su acción en los departamentos tales como: Chinandega, Matagalpa, Carazo, Rivas, Chontales, Y Río San Juan. En la Universidad logra insertarse como la segunda fuerza política entre los años de 1971 y 1974 y se extiende en la secundaria y movimientos juveniles de los departamentos del interior., tales como los de Matagalpa, Carazo y Rivas.La división de 1976-1977A fines de 1975, en medio de la represión contra las estructura del Partido tras la acción del FSLN contra la Casa de Chema Castillo empezaron a asomar las diferencias de posiciones, lo que condujo a una división definitiva en 1977, entre una nueva tendencia conservadora encabezada por Luís Sánchez Sancho y la tendencia progresista encabezada primero por Julio Briceño Dávila y después por Álvaro Ramírez González. A diferencia de la anterior división de 1967 este fraccionamiento se dio en dos partes más o menos iguales, tanto a nivel de estructuras internas intermedias como en organizaciones de masas. Los primeros (los Sánchez) alegaron ser representantes de la línea socialista proletaria pura, contra el espíritu pequeño burgués y aventurero de los segundos y que era necesario darle un carácter estratégico a la alianza opositora UDEL, de mantener la autonomía del movimiento sindical de la línea partidista. Los segundos Briceño-Ramírez)acusaron a los primeros de liquidacionistas, de abandonar totalmente la preparación del Partido para otras formas de lucha (lucha armada) de convertir el gremialismo en un fin y no en medio de organizar a la clase obrera para el fin estratégico que era la toma del poder político, bajo la dirección del Partido; de privilegiar la alianza tácticas con la derecha antisomocista y alejarse de las alianzas estratégicas: las fuerzas progresistas y revolucionarias (el FSLN) de la sociedad y el aliado natural de la clase obrera, el campesinado. Estas acusaciones y contra acusaciones iban acompañados en concordancia con la subcultura política del país de los llamados “golpes bajos” es decir señalamientos individuales. Los Briceño-Ramírez acusaban a los Sanchez de “mal manejo de los fondos del Partido, de mal aprovechamiento de la cooperación y convenios internacionales; de favoritismos familiares y personales en la distribución de responsabilidades y recursos”. Los Sanchez a su vez exaltaban los vicios y el aventurerismo pequeño burgués, de algunos de los dirigentes de los Briceño-Ramírez.” Ambos siguieron usando la misma denominación y siglas: PSN, con los apodos de mencheviques (los Sánchez) y bolcheviques (los Briceño- Ramírez), desarrollaron una vasta propaganda internacional (con resultados parciales) para ser reconocidos cada uno por los partidos homólogos de otros países, como la fuerza legítima. Algunos de los partidos como el PVC de Costa Rica optó por abstenerse de tomar una decisión, porque alegaron “no ver diferencia de líneas entre las tendencias”; otros como el mexicano una posición mediadora para la “reunificación”. En el Campo Socialista se optó por mantener el no reconocimiento de los dos grupos, pero manteniendo mejores relaciones con el de los Briceño- Ramírez, principalmente el Partido Comunista Cubano. Ejemplo de esto último, fue el convenio de becas en 1977 y el entrenamiento militar de de dos contingentes de jóvenes socialistas, entre 1978 y 1979 en campamentos guerrilleros cubanos.En lo interno el grupo de Briceño – Ramírez pasó a fundar la alianza de Izquierda: Movimiento Pueblo Unido (MPU) en alianza con los organismos intermedios de las tendencias del Frente Sandinista y el Grupo: P. C. de N. Además de ello en 1978, activó los viejos fierros y cuadros de la antigua FARN y empezó a actuar y configurar la Organización Militar del Pueblo OMP bajo la dirección de Álvaro Montoya, grupo que en 1979 se integró como fuerza operativa socialista a las columnas y frentes guerrilleros del FSLN en el Occidente, Oriente, Norte, Sur del país y Managua. En el Norte del País los socialistas (Matagalpa y Jinotega) siguieron manteniendo la sigla FARN y fueron muy activos en la toma de Jinotega. En Managua se destacaron en los combates de Bello Horizonte, la toma de Sierra Trece y el Aserrío de Morales en Carretera Norte; En los combates de la Inca y el Coyotepe en Masaya; en el Frente Sur los “especialistas”, dirigidos por Álvaro Montoya Lara.Mientras que el de los Sánchez, continuó en UDEL y después en el FAO apoyando hasta julio de 1979 en plena insurrección final, propuestas conservadoras como el plebiscito, para librarse del somocismo, por la vía pacífica, por un gobierno de unidad nacional incluidas las fuerzas de la derecha más extremista del país. Esto le granjeó el rechazo nacional de toda la izquierda nacional e internacional.La fusión con el FSLN en 1980.Tras el triunfo revolucionario de 1979 el grupo de Ramírez terminó fusionándose con el FSLN en 1980, sus cuadros, militantes (unas 1.000 personas) y candidatos (unos 4.000 registrados) disueltos en las estructuras del Estado Revolucionario, desapareciendo de forma definitiva del escenario político, buena parte del contingente histórico del antiguo PSN. Cuadros nacionales de este grupo como Federico López, Álvaro Ramírez y Nathán Sevilla pasaron a ocupar altos cargos en el Gobierno, el Partido y el Estado, otros cuadros y militantes, a pesar de que su perfil era político-organizativo fueron ubicados en las fuerzas armadas (policía y ejército). En general los “disueltos integrados” del PSN fueron vistos como advenedizos por los cuadros y militantes del FSLN, quienes en algunos casos, vieron la oportunidad de seguirles echando en cara su “pacifismo-reformismo” de los años anteriores. Una conducta, que fue facilitada por tres razones fundamentales: a)A los dirigentes del Partido en estas condiciones se les hizo difícil enfrentar una dualidad de direcciones en las condiciones del triunfo revolucionario la mayoría de sus cuadros y militantes integrados a la alianza política MPU(desaparecida en esos días) y la militar a través de la OMP con el FSLN estaban inmersos desde julio de 1979 por un lado en las tareas del Partido cuyo crecimiento lo concebían en estas condiciones como fundamental para el fortalecimiento de la Revolución y por otro lado el propio cumplimiento de las responsabilidades en el Estado Revolucionario Sandinista, que se les impuso como parte de la alianza política con el FSLN. Esto creo no solo dificultades, sino roces abiertos con miembros de base y las estructuras intermedias del Frente en el poder. Ejemplo: en la Escuela de Instrucción Militar “Oscar Turcios”, hubo choques sobre todo con cuadros de la Tendencia Proletaria quienes “confundieron” las reuniones y asambleas ordinarias de los instructores y cuadros socialistas, como una “labor proselitista” dentro del Ejército Sandinista y de esto los acusaron. El proceso de consolidación y reorganización de los sindicatos en los territorios por parte de los socialistas, quienes volcaron su experiencia a acometer esta labor, se encontraron con la oposición de los nuevos cuadros del Estado Revolucionario quienes carentes de experiencia en este sentido (además de su inmadurez política), recurrieron en muchos casos a la represión militar sin distinguir al resto de “enemigos” a los “aliados socialistas”. La documentación sobre este particular es abundante entre agosto de 1979 y marzo de 1980.b) Aún con todos los problemas de esos días, los miembros de la dirección de esta fracción no estuvieron en capacidad de calcular o avizorar de que los prejuicios sectarios en contra del PSN los iban a afectar en el futuro, tampoco estuvieron en capacidad (ni tuvieron la debida autoridad) de condicionar que se respetara políticamente a sus cuadros y militantes. Por el contrario insistir en que se debía aprovechar la experiencia organizativa y madurez ideológica de los socialistas para beneficio del mismo Frente, y la construcción del Proyecto Socialista en el país. Sino que en un acto voluntarista, entregaron sus cuadros y militantes confiando, que en las filas intermedias y dirección del FSLN ya existían suficientes condiciones, para asimilar de forma madura su integración al sandinismo. Los mencionados incidentes fueron el termómetro, de lo que podría ser más adelante. La experiencia demostró que la fusión debió ser producto de una decisión serena y meditada entre las dos organizaciones y no el resultado de una decisión precipitada. Pero además no existió un acuerdo de compromisos, firmado entre las partes. Los altos dirigentes de esta fracción pasaron a ocupar los cargos y entregaron al FSLN un listado de cuadros nacionales y territoriales, de militantes, acompañado de la especificación de sus capacidades. En estas circunstancias, los integrados, fueron ubicados en distintas estructuras del Estado, Gobierno, Partido y su tratamiento y proyección, fue en lo adelante, determinada por su relación subordinal a las propuestas y práctica del FSLN, en la construcción del nuevo Estado Revolucionario.c) La dirección del FSLN en medio de la euforia triunfalista, no había adquirido la debida madurez para impulsar una correcta política de alianzas en este nuevo contexto nacional, que demandaba de una amplia política de unidad popular, revolucionaria, progresista, y sobre todas las cosas: audaz, para aislar a las fuerzas de la derecha interna y externa. Pero además, la asimilación de otra organización entre sus filas, era también una experiencia desconocida en la historia del FSLN como organización, su práctica había sido, más orientada a la captación individual de cuadros de otras organizaciones, que a la fusión e integración de colectivos a sus filas. En la práctica consideraron como suficiente ceder algunas posiciones a los dirigentes de los integrados, desentendiéndose de las bases de estos. Afectando sin pretenderlo la perspectiva estratégica de la unidad popular. A las bases del Partido Sandinista, tampoco se le informó de esta integración desprendida de los socialistas y los cuadros socialistas fueron ubicados en cargos del Estado y el Partido según el criterio o nivel de madurez de los responsables inmediatos en los territorios, organizaciones e instituciones. En casos muy particulares como el del Frente Femenino, se tomó en cuenta la experiencia acumulada de las compañeras, pero fueron casos muy excepcionales.Para un observador cuidadoso de esa época y con la óptica serena que da el paso del tiempo, puede parecer contradictorio que quienes se encargaron de hacer los materiales de propaganda histórica del FSLN no cejaron sus ataques a las fuerzas antisomocistas no sandinistas incluidos los socialistas, sin medir que dentro de sus filas estuvieran “los integrados socialistas” quienes en algunos casos extremos, fueron objeto hasta de “puyas” por los nuevos compañeros. Las quejas, cuando se hicieron llegar sobre este comportamiento, nunca fueron atendidas debidamente, es mas “siempre hubo cosas más importantes que atender” en todo el universo de la Revolución, que resolver “problemas de poca importancia como la inmadurez de algunos compañeros”. La mayoría de los integrados socialistas a pesar de todo, continuaron hasta el final con el proyecto revolucionario, derrotando con estoicismo, los sectarismos y malos entendidos. Algunos (y algunas) pasaron a ocupar cargos, en las organizaciones específicas del Partido u organizaciones gremiales, en el Estado y el Gobierno. Onofre Guevara pasó a co- editorialista y a ocupar la página de opinión del órgano oficial “Barricada”; las conocidas hermanas Dávila Navarrete, en el movimiento femenil AMLAE. En algunos casos llegaron a alcanzar posiciones de mando en la policía, como el caso de Roger Cabezas (único que alcanzó el rango de Comandante del MINT) alcanzando rangos de subcomandantes, posteriormente Comisionados, algunos de ellos (como Eva Sacasa, Arnoldo Pastrán, Nubia Obando y Guillermo Vallecillo); otros estuvieron en posiciones claves en órganos intermedios de inteligencia (DGSE, Dirección 5ª, etc.), en menor grado en el ejército, donde algunos como el ex dirigente juvenil Bolívar Téllez, Francisco Medrano lograron obtener rangos de mayores, por debajo de personas de menor trayectoria, capacidad y méritos, y escala de valores revolucionarios La Fracción Socialista de los Sánchez.El grupo de Sánchez pasó primero entre 1979 y 1987 a una alianza primero con el FSLN y después a una oposición crítica y finalmente a una oposición total al proyecto revolucionario hasta ser parte de la alianza opositora UNO que ganó las elecciones en 1990. Algunos de sus cuadros como Adolfo Everts, Luís Sánchez y Gustavo Tablada pasaron a ocupar ministerios y diputaciones en el Gobierno de Violeta Barrios. Por estos años como se conoce, se produjo la disolución del Campo Socialista debilitándose las ya deterioradas relaciones internacionales del Partido. A diferencia del grupo Ramírez estos conservaron su independencia durante los años ochenta, pero si bien rechazaron el “hegemonismo sectario” del sandinismo, su posición no fue la de mantenerse como opositores de izquierda y que pudo ser una actitud de presión sobre el sandinismo para incidir en la radicalización del proceso. Por el contrario su posición crítica se hizo cada vez coincidente con los sectores más conservadores de la sociedad, hasta llegar a ser parte de la mencionada alianza UNO, instrumento de la derecha internacional para liquidar el proyecto revolucionario del sandinismo, sin percatarse que un triunfo de la derecha nacional e internacional, iba obrar en su propio deterioro y no solo del proyecto revolucionario, por lo que su liquidación política como fuerza beligerante, fue también, cuestión de tiempo. ¿Sobrevivieron los socialistas?Al margen de que como individuos, ni como cuadros, pudieron influir sustancialmente -por las características de su integración- en la línea de la revolución, una gran mayoría de socialistas quedaron disueltos en las estructuras territoriales del FSLN. De los antiguos dirigentes nacionales, solo figuraron en los últimos tiempos, el Dr. Ramírez González y Nathán Sevilla. El primero como precandidato a la nominación por el FSLN en 1996 y el segundo quien se destacó como legislativo del mismo FSLN hasta el año de 2006. Otro caso, fue el del conocido periodista Onofre Guevara, quien pasó a ser un disidente del FSLN desde 1995, reconociéndose en esta posición, como escritor en la página de opinión de El Nuevo Diario. En las filas del FSLN actual, no quedaron recuerdos del socialismo integrado y del socialismo en general, tan solo se manejan -cuando alguien los recuerda- las cansadas muletillas, con las que se les atacaba desde los años sesenta y que continuaron inalterables en los ochenta. Razón por la cual a algunos de los viejos ex -militantes socialistas, ni se les ocurre mencionar su pasado socialista, ante los nuevos compañeros. Finalizado la administración Barrios en 1996, se inició una especie de diáspora en la otra facción del socialismo. Años antes de su retiro Sánchez, como -Secretario General- le imprimió al partido un perfil socialdemócrata renunciando a las posiciones marxistas –leninistas, lo que no fue aceptado por la generalidad de la militancia. Por esta misma época, Sánchez renunció al partido y terminó siendo el encargado de la página editorial del diario conservador “La Prensa”. El Partido Socialista (de los Sánchez) pasó entonces a ser dirigido por el médico psiquiatra Dr. Gustavo Tablada, bajo cuya gestión a fines de los años noventa se produjo la dolorosa disolución del histórico PSN. Sin embargo sobreviven aún fracciones del mismo: la encabezada por el mencionado Dr. Tablada, quien mantiene hasta ahora una alianza con el Partido Liberal Constitucionalista del Dr. Arnoldo Alemán, lo forman un reducido núcleo de ex dirigentes que defienden esta alianza alegando el maltrato que históricamente han sufrido a manos del FSLN y que al menos el liberalismo –a diferencia del sandinismo- les ofrece la oportunidad de sobrevivir. Está el otro grupo de socialistas, el PSN que encabeza Enrique Ruiz Mendoza quien logró reunir parte de la antigua membresía de Managua, Rivas, Carazo y otros departamentos, participando hasta ahora en la alianza con la disidencia del FSLN (el MRS y Movimiento por el Rescate del Sandinismo) y con el Movimiento Patriótico por la República, MPR, a nivel internacional han logrado mantener relaciones con el Partido Comunista Cubano y con el Partido Socialista Obrero Español. Estos últimos coinciden en proclamar la reivindicación de las posiciones históricas y revolucionarias del antiguo PSN y su propuesta es reconstruir y reorganizar las estructuras nacionales del mismo. En esta dirección también se podrían señalar los intentos que desde 1990 realizó un grupo de militantes sandinistas provenientes del histórico socialismo fusionado de 1980. Quienes pretendieron desde dentro y fuera del FSLN constituir una tendencia marxista-leninista con la instancia: los Amigos del Socialismo y la Paz. Posteriormente con algunas decenas de ex militantes, lograron estructurar una organización que llamaron el Partido Unidad Popular (PUP) de efímera duración. El principal dirigente fue el médico Julio Briceño Dávila, acompañado de cuadros ex socialistas dirigentes como Federico Krauddy, Fernando Zúñiga, Porfirio García, Francisco Brenes, Lombardo Aburto y los fallecidos dirigentes: Mauricio Lacayo, Jorge Galo Espinosa y Abdul Sirker. Sus ejes de justificación estuvieron orientados primero a preservar los valores morales del proyecto revolucionario sandinista desde adentro del FSLN y después (en la década del 2.000) a la construcción de un verdadero partido marxista leninista, fuera de la estructura del Frente. En los últimos años, solo se conocen algunas reflexiones críticas personales, que ha presentado en los medios de difusión el Dr. Briceño, pero no se presume actividad de esta agrupación. Como tendencia general estas iniciativas han tenido hasta ahora serias dificultades para recuperar el brillo de las décadas anteriores, el derrumbe de la RPS en 1990, la caída del Campo Socialista entre 1989 y 1991, el discurso de la derecha moderada y recalcitrante contra las ideas socialistas, los triunfos de la derecha mundial, que “demuestran la inconsistencia del socialismo” como proyecto y a la vez el discurso apologético al nuevo orden neocapitalista. Todo esto, entre otras cosas, hace difícil aglutinar a nuevas generaciones de jóvenes, convertidos en consumidores de discursos distorsionados sobre los valores y las propuestas del socialismo.Los postulados ideológicos de los socialistas.Desde su surgimiento en 1944, los socialistas dijeron ser marxistas leninistas. “La lucha de clases es el motor que impulsa el progreso social y material de los pueblos” (Juan Lorío en prólogo a: Socialcristianismo. Su forma y su contenido de Onofre Guevara. Managua 1964,P 5). Así como esta expresión que los identificaba con los llamados partidos de nuevo tipo de orientación socialista el PSN a través de su historia se consideraba a sí mismo como el partido de los comunistas de Nicaragua, es decir dentro de una concepción mesiánica como el llamado a dirigir la revolución socialista en el país, la cual era considerada como algo inevitable “Justamente, nuestra época, en la que se resumen las mejores y más grandes creaciones del hombre en millones de años, está definida como la época en que se opera revolucionariamente la transición del capitalismo al socialismo”(Guevara Onofre 1965. P6).Los socialistas se proponían la toma del poder (siguiendo el modelo leninista de la revolución por etapas) pero en los años sesenta dentro de su concepción etapista, este objetivo lo dejaban demasiado implícito como lo deja entrever la siguiente cita “desde luego que los socialistas nicaragüenses no pretendemos en las actuales condiciones histórico- sociales hacer la socialización científica y verdadera. Creemos, y en eso encaminamos nuestras luchas, que en lo inmediato es necesario luchar por los derechos sociales para los trabajadores (seguro social, aplicación y ampliación de las conquistas laborales, mejores salarios, reducción del costo de la vida), por la democratización de nuestra vida pública y por la liberación nacional del tutelaje extranjero. Pero esas conquistas las planteamos no como el objetivo final, sino como un medio de aliviar las miserables condiciones económico –sociales en que el capitalismo sume a los trabajadores, mientras logran estos la liberación social definitiva.(Guevara 1965,p.30-31). Esta postura va a irse transformando, es la época que los socialistas llamaban el loriismo en donde el economicismo o la lucha sindical estaba en el centro y se obviaba públicamente en lo posible la contradicción clasista con el sistema, para definir que se perseguía como objetivo estratégico, la toma del poder político por la clase obrera.. Esto lo sustituían al plantear que la lucha inmediata era entre otras cosas por la democratización de nuestra vida pública y por la liberación nacional del tutelaje extranjero. Es decir la democracia que no al definían como democracia popular o democracia burguesa y la liberación nacional del dominio imperialista. En el otro objetivo se plantean las conquistas anteriores para mejorar las condiciones de los trabajadores (seguro social, aplicación y ampliación de las conquistas laborales, mejores salarios, reducción del costo de la vida), dentro del sistema capitalista mientras logran estos la liberación social definitiva. Es decir que la lucha por el socialismo debería de pasar necesariamente por las dos etapas anteriores. En 1972 en medio de una profunda confrontación con las posturas del FSLN, en una de sus publicaciones argumentaban sus puntos de vista defendiendo las tesis de los tres frentes, que según su concepción eran en los que descansaban los postulados básicos del marxismo – leninismo. Valga destacar que esta fue un planteamiento de los socialistas a través de la CGT(i) su frente sindical, es decir que desde esta posición gremial sustentan la toma del poder a partir de la lucha en las tres dimensiones que veremos a continuación. “La enconada lucha por resolver el antagonismo existente entre la burguesía y el proletariado y que unas veces adquiere las características de un enfrentamiento solapado y otras veces toma formas de huelga, de choques sangrientos y crueles, se desarrolla de manera permanente y tenaz en tres frentes fundamentales: el ideológico, el político y el económico.La lucha ideológica. Se manifiesta en el esfuerzo que desarrolla la burguesía (…) por mantener sometido al proletariado a sus concepciones idealistas del mundo y la sociedad (…) el desarme ideológico de los explotados (…) con la introducción del conformismo y demás sedantes a la lucha de la clase obrera. Esto por una parte y, por la otra (…) el esfuerzo del proletariado revolucionario por arrancar a las masas de la sumisión a la ideología reaccionaria de la burguesía y dotarlo de su propia ideología que es la concepción materialista de los fenómenos del mundo y de la sociedad con el objeto de transformarse en ella para transformar el mundo y la sociedad.(La Lucha de Clases, el sindicalismo y Revolucionarismo Pequeño Burgués. Folleto CGT(i) Managua,1972 s.p.i. p. 4)Esta concepción lo llevaba a una lucha en un escenario difícil de librar en una población en su mayoría analfabeta, con fuerte influencia religiosa, con una jerarquía eclesiástica fuertemente arraigada a una alianza con la burguesía y el capital, pero además aferrada a concepciones anticomunistas, que propagandizaban en los púlpitos la amenaza del comunismo ateo, como un nuevo demonio. Es decir que la confrontación más que contra los teóricos del capitalismo, era contra el atraso cultural, sin negar la ideología conformista e individualista que el somocismo y los medios del sistema trasmitían y reproducían a la población. Con respecto a la lucha política siguen diciendo en el material que el escenario de lucha es la que desarrolla …la burguesía como clase dominante para mantener su dominio en el poder estatal y utilizarlo para someter y reprimir al proletariado y demás sectores sociales oprimidos y que a su vez el también el proletariado y todos los oprimidos utilizan la lucha política con el propósito de arrebatarle a la burguesía el poder estatal y convertirlo en instrumento para ejercer su voluntad y concluyen que El problema central de la lucha política es la toma del poder político.(La Lucha de Clases, el Sindicalismo y Revolucionarismo Pequeño Burgués. Folleto CGT(i) Managua,1972..La lucha económica vista en esta época 7 años después, se diría que no presenta cambios sustanciales con respecto a lo planteado por Onofre en 1965 aunque no hablan de mejorar condiciones de vida de los trabajadores, sino de confrontar a los patronos capitalistas y derrotarlos.La lucha económica es la que llevan a cabo los capitalistas contra los trabajadores con el objeto de vencer la resistencia de estos a la explotación asalariada; y de la que se valen los trabajadores para “oponer resistencia a los capitalistas” para obtener condiciones ventajosas de venta de fuerza de trabajo(lucha exclusivamente sindical)en sus relaciones con grupos determinados de la clase patronal, pero no solo eso; la lucha económica es la que conocemos comúnmente como “tradeunionista”gremial o sindical. (La Lucha de Clases, el sindicalismo y Revolucionarismo Pequeño Burgués. Folleto CGT(i) Managua,1972 s.p.i. p. 5).Esta posición fue criticada por sus rivales, principalmente el FSLN, señalándole que aunque controlaran los sindicatos, solo planteaban la reivindicación salarial y que desde 1974 habían claudicado al pasar a ser parte de la unión opositora UDEL, encabezada por el Dr. Pedro Joaquín Chamorro. Los socialistas, se defendieron de estos ataques planteando que para la situación de Nicaragua la etapa de la lucha contra la dictadura se justificaba la unidad de todas las fuerzas anti dictatoriales y que rebasada esta etapa se pasaba a la de liberación nacional que la llevaría a chocar con los sectores burgueses de la oposición y que de aquí devendría la unidad estratégica con las fuerzas revolucionarias, de igual modo esta alianza debería continuar en la construcción del socialismo. Además, es evidente que la confrontación en el plano de la lucha económica no cesó con la alianza con la burguesía, en los años setenta las huelgas de la construcción y las hospitalarias se dieron entre los años de 1973 y 1975, contra las patronales capitalistas, se dieron de forma más cruda, cuando ya se había conformado la unión opositora UDEL.Aunque ha pasado mucho tiempo, los críticos de esta posición no establecen diferencias entre las posturas socialistas de una etapa y otra. Ejemplo no separan en sus análisis a la corriente de los Lorío que predominó hasta el año de 1967 y la que surgió de esta división. No explican la división -señalada anteriormente- que se dio entre los conservadores (el grupo de Sánchez) que plantearon que era necesario “respetar los derechos del aliado burgués” y concibieron el gremialismo en un fin y los radicales (Briceño-Ramírez) rompieron con los primeros y fueron a una alianza con las tendencias del FSLN y terminaron fusionándose con el mismo Frente en 1980, integrando su contingente y las organizaciones intermedias que estaban bajo su control. Pero sus críticos de la izquierda no actualizaron su pensamiento, para diferenciar la postura y práctica de los Briceño – Ramírez, de los Sánchez, cuando eran evidentes las diferencias, en concepciones y prácticas. Los rivales del PSN también ligaron la postura internacional de la Coexistencia Pacífica, enunciada por el Congreso partidario del PCUS en 1955 y aseguraban que esta fue impuesta por el PCUS a los Partidos Comunistas del mundo y que esta era la línea la que seguían los socialistas nicaragüenses. La coexistencia política, fue una política enunciada por el PCUS en su proceso de distensión mundial con el sistema capitalista para evitar una conflagración mundial con las potencias capitalistas y procurar el desarrollo pacífico de su sistema socialista, en plena Guerra Fría. La URSS tenía en su poder el la bomba atómica y la bomba H y según su dirigente N. Kruschev la distensión consistía entre otras cosas, en evitar la confrontación directa y aminorar los focos de tensión entre ambos sistemas. En un periodo de paz menor de veinte años la URSS iba a superar económicamente al Mundo Capitalista. Por esa razón y no por otras se lanzó propuesta de coexistencia pacífica de estados con distintos régimen, pero no se observa en la documentación una negación de las contradicciones internas de clase de cada país y las contradicciones antagónicas del socialismo de la URSS con el Capitalismo Mundial.Lo mayoría de las veces, se aplicaron de forma mecánica, las contradicciones chino-soviéticas en el campo internacional que se dieron a la largo de los años sesentas y setentas. Porque al plantearse la línea de la coexistencia pacífica, fue considerado por el Partido Comunista Chino como una traición a la Revolución Mundial de la dirigencia soviética. Las contradicciones entre estas dos propuestas propiciaron la primera división en el Campo Socialista y se denominaron: la línea maoísta y la línea pro-soviética.Los socialistas nicaragüenses, que proclamaban su eterna amistad y admiración por el PCUS y el papel rector de la URSS en el Movimiento Revolucionario Mundial y su lucha por la paz, condenaban las posiciones del Partido Comunista Chino y el Maoísmo. Alegaban que la posición y actuación de cada partido, obedecía a las particularidades internas de cada país y estos tenían su propia estrategia, totalmente independientes de la línea del PCUS y que no se debían confundir las contradicciones internas con las contradicciones mundiales. En Guatemala, Colombia y Filipinas, los Partidos Comunistas encabezaban la lucha armada contra los regímenes y gobiernos derechistas, siendo apoyados moral y materialmente por la URSS. Esto se dio, en la misma época de Coexistencia Pacífica, en que paralelo a ello la URSS desarrolló dentro de este afán una vasta ofensiva político-diplomática, para conjurar las provocaciones de los sectores más extremistas del Capitalismo Mundial. Pero no abandonó en ningún momento a los mencionados partidos. Valga reseñar en estas líneas, que Los partidos comunistas de Venezuela, Brasil, El Salvador, incluido el de Nicaragua (con las FARN), también organizaron algunos experimentos armados, en plena vigencia de la Coexistencia Pacífica. Razón por la cual quedan en entredichas, estas afirmaciones. Los socialistas del PSN por su parte, negaron que la URSS y el PCUS les trazaran la línea interna que deberían seguir en Nicaragua:“A la URSS íbamos a la Escuela de Cuadros del Partido en Moscú, estudiábamos filosofía y otros materiales, nos entrevistábamos con funcionarios de Partido Comunista de la URSS que atendían América Latina, hablábamos de nuestra experiencia interna, del trabajo político, ellos hacían algunas recomendaciones sobre la base de su experiencia, pero es falso,..son habladurías, eso que dicen, de que nos decían, lo que teníamos que hacer en Nicaragua”. (Entrevista a Jorge Galo Espinosa 19 de enero de 1996) Consideraban dentro de esta misma lógica que desde la desaparición de la Internacional en 1943, que orientaba una dirección vertical a los partidos comunistas, dado su falta de funcionalidad e inconsistencia el PCUS no estuvo, desde entonces (ni fue su objetivo) en capacidad de implantar líneas específicas, acerca de cómo debería orientarse la estrategia de un partido a nivel interno, aún cuando hubiesen, objetivamente, líneas generales, relación y colaboración entre estos y el PCUS. Los Partidos actuaban acertaban y se equivocaban, según su propia proyección y actuación interna.A pesar de la abundante documentación que existe sobre el particular en archivos públicos y privados no hay estudios empíricos que se orienten más al terreno de los hechos. Algunos escritores al momento aludir a este tema, se limitan a dar una explicación esquemática, prejuiciada y desfasada. Resultado entre otras cosas de las limitaciones de aquel tiempo histórico, en que se pensaba mas en el quehacer revolucionario, que en profundizar en los estudios. Aún no se alcanza a comprender en la actualidad, de que tales afirmaciones fueron producto de las fuertes contradicciones que existieron en la diferencia de líneas y de prácticas contrapuestas. El reto lo pueden asumir, nuevas generaciones de investigadores ajenos a los prejuicios que hemos señalado. ¿Hubo o no aportes de los socialistas a la sociedad nicaragüense? Para finalizar estas notas orientadas a realizar una aproximación al estudio de los partidos políticos en Nicaragua, y en particular el papel de los socialistas nicaragüenses y la corriente socialista, se hace necesaria una sustancial aclaración. es válido advertir que no solo el Partido Socialista representó a la corriente socialista, hubo tras agrupaciones identificadas con el socialismo marxista, sobre todo las surgidas en los años setenta, como el mencionado Partido Comunista de Nicaragua (PC de N), El Movimiento de Acción Popular (MAP), la Liga Marxista Revolucionaria (LMR), o Partido Trabajador Nicaragüense (PRT de filiación troskquista), aunque su proyección fue muy limitada con relación al PSN en los años que estudiamos, lograron aprovechar los espacios de los años ochenta para tener un crecimiento relativo. Pero a partir de de los años noventa se redujeron al mínimo o desaparecieron por completo de la escena política. Las mismas deben, de ser objeto de estudio en una ampliación de este mismo trabajo o posteriores estudios. Finalmente consideramos pertinente señalar que este trabajo va dirigido a la sociedad en general y es un modesto aporte para romper desde la perspectiva de la izquierda, con los esquemas sectarios que aún nos restringen y no nos permiten ver con la debida amplitud e integralidad, los procesos históricos contemporáneos. En esta dirección consideramos: Que con independencia de sus errores y limitaciones, fueron los socialistas organizados en el Partido Socialista Nicaragüense (PSN), los primeros en divulgar desde los años cuarenta, las ideas redentoras del socialismo en Nicaragua e imprimirle un contenido organizativo territorial a los movimientos populares de obreros, empleados, campesinos, mujeres, jóvenes etc. Que es evidente, que fue la presión de los trabajadores organizados en los sindicatos y organizaciones de los socialistas, los que hicieron posible conquistas sociales en distintas etapas de la historia, tales como el mencionado Código del Trabajo en 1945, la Ley de Inquilinato en 1957, los distintos ajustes salariales logrados en las mencionadas huelgas de 1973,1974 y 1975, etc. Que contrario a lo que se ha reafirmado el PSN, participó en la lucha armada a partir de dos experiencias político-militares las FARN entre 1966- 1971) y la OMP entre 1978-1979, aunque es válido señalar que no tuvieron las debidas dimensiones que se requirió para confrontar efectivamente al sistema. La primera muy efímera y la segunda fue el aporte de una de las fracciones en que se dividieron los socialistas, entre 1976-1977 y se integró a la lucha armada hasta el año de 1978. Esta organización aunque más extensa y mas experimentada que la primera, realizó pocas actividades como fuerza independiente al coordinar y realizar sus actividades con las tres tendencias del FSLN.Que las divisiones y contradicciones internas, las conductas inestables y vacilantes de sus máximos dirigentes a lo largo de su existencia (dejaron en evidencia el vacío de liderazgo y carisma individual que se requería para una dirección revolucionaria), no permitieron al Partido Socialista jugar un rol más beligerante en torno a vanguardizar la toma del poder, pero no se puede desconocer que los movimientos sociales no armados de mayor consistencia durante la dictadura, los dirigió el Partido Socialista Nicaragüense. Ejemplo de ello fueron: el movimiento de los inquilinos, las huelgas de los zapateros, y los transportistas en los años 50s y 60s, los movimientos campesinos en el Norte del país, tomas de tierras, como las de Mancarrón y Virgen Morena en Rivas en 1965, Sirama y Tonalá en 1978, las grandes huelgas de la construcción, y las hospitalarias en 1973 y 1975. Participación en los movimientos estudiantiles de 1966, 1967, 1971-1972, 1978-1978.Los movimientos comunales de los años 50s, 60s y 70s. Luchas que fueron dirigidas en la práctica por organización sociales intermedias del PSN, tales como JSN, la CCTAN, la CGT(i). , la OMDN, la FES, y los CDP, etc.Que fue también esta fuerza política -a partir de ser la primera organización realmente definida como izquierda- el principal semillero de todas las fuerzas de izquierda del país siendo el principal beneficiado el FSLN. Porque fue el trabajo paralelo en escenarios ajenos a la lucha armada de los socialistas -de lo que no se debe excluir a las otras tendencias marxistas- las que alimentaron al FSLN y le permitieron encontrar bases sociales politizadas tanto en la insurrección armada antisomocista de 1978- 1979, así como en la ejecución del proyecto revolucionario de los años ochenta.Bibliografía y otras fuentes consultadas y utilizadas.1-Barahona Amarú. Estudio sobre la Historia contemporánea de Nicaragua. INIES.1987. 2-Documento 3-20 OSN de 7 de noviembre de 1977. Archivo de Rafael Casanova Fuertes.3-Entrevista a Abdul Sirker diciembre de 1993. Ciudad Jardín, Managua4-Entrevista a Jorge Galo Espinosa 17 de enero de 1996).5- Socialcristianismo. Su forma y su contenido, de Onofre Guevara. Managua, 1964.(Publicación de la Comisión Política del PSN en forma de folleto)6-Entrevista a Efraín Rodríguez Vanegas. San José Costa Rica 5 de abril de 1994)).7-Entrevista a Miguel Bejarano Ruiz12 y 13 de septiembre de 1997).8-Entrevista a Fernando Zuñiga 1992- 1993.León)9-Gould, Jefrey. Amigos mortales enemigos peligrosos (1944-1946); y por su resistencia y pericia: las relaciones laborales en el ingenio de San Antonio (1912-1936).En: Anuario de Estudios Centroamericanos. UCR 13 (1) 25-42.1987. 10-Informe de la Comisión Internacional del Centro Universitario de la Universidad Nacional CUUN, al V Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua p. 25 León 6 de agosto de 1971). 11-La Lucha de Clases, el Sindicalismo y Revolucionarismo Pequeño Burgués. (Publicación de la Confederación General del Trabajadores independiente CGT(i) Managua,1972 s.p.i. ).. *El ascenso de Sánchez ocurrió de la forma siguiente: Álvaro Ramírez, renunció a la secretaría general en a finales de de 1967, por lo cual no participó nadie del PSN en el 70 aniversario de la revolución bolchevique en la URSS en noviembre de ese año; en febrero de 1968, el Comité Central sustituyó a Ramírez por Onofre Guevara y de inmediato fue enviado al exterior para representar al partido en la conferencia internacional de partido comunistas y obreros en Budapest en abril; así como para informar sobre las causas de la división del 67 y la renuncia de Álvaro y el nombramiento de otro secretario general. El régimen le negó el pasaporte a Onofre, y este salió por tierra, a pie, hacia Costa Rica, por uno de los puntos ciegos guiado por Rubén Jiménez–llamado “El Manco”—.Una vez en Costa Rica, Vanguardia Popular le proporcionó pasaporte tico, para asistir a Budapest y a Moscú. Logró en estas entrevistas, arreglar el reconocimiento oficial del PSN.El retorno fue de igual modo: a pie desde Honduras, en el mes de marzo, adonde lo fue a traer el dirigente campesino Pedro Rigby, siendo capturado el 5 de mayo y condenado a seis meses de cárcel. Al salir libre en noviembre del 68, fue avisado por Luis Sánchez y Carlos Salgado, del cambio operado en la dirección del partido de acuerdo “al principio de la dirección colectiva”: en consecuencia, Guevara le asignaron la representación oficial del PSN y la edición del semanario Tribuna: a Luis le recetaron las funciones políticas internas y las relaciones políticas del partido con otras organizaciones, o sea, las funciones del secretarlo general.En julio de 1969 se produjo la renuncia de Guevara, desde la cárcel, tras la represión que siguió al secuestro del terrateniente chinandegano Venerio Plazaola, y el ascenso de Luis Sánchez a la secretaría general del PSN. (Aclaraciones de Onofre Guevara, por correo electrónico Managua, febrero de 2012).
Rafael Casanova Fuertes Historiador y Ex-Miembro del P.S.N.

Relaciones de poder dentro de la pareja. Un análisis psicosocial. 2007. Elena Morales Marente

En la tesis doctoral “Análisis psicosocial del poder en las relaciones de género” se analizan las desigualdades de poder en las relaciones de pareja heterosexuales, utilizando como marco teórico el Modelo de Poder de Género (Pratto y Walker, 2004).

Este modelo considera que la desigualdad de género está basada en cuatro grandes bases: a) la fuerza o violencia –tanto de tipo físico como psicológico- (la amenaza con la violencia puede inducir a que otros obedezcan a nuestras demandas); b) el control de los recursos (poder económico o control de los recursos básicos); c) las obligaciones sociales (en una relación, la parte que tiene más obligaciones sociales está en una situación de inferioridad en cuanto al poder); d) la ideología (conjunto de creencias que justifican la desigualdad o las diferencias de poder).

El modelo predice una relación dinámica entre las diferentes bases de poder, así como que cada una de ellas podrá emplearse como una forma de obtener poder en las demás. Además, el modelo sugiere que las innumerables obligaciones sociales que tienen las mujeres en relación con sus parejas y familiares (cuidado de su salud, educación, responsabilidades en el hogar, etc.) constituyen una de las claves a la hora de explicar la inferioridad en cuanto al poder (de recursos, fuerza e ideología) que ostentan dentro de la relación de pareja.

Las posibilidades que brinda este modelo de analizar la situación real que viven cotidianamente hombres y mujeres es especialmente importantes para el estudio de las desigualdades de género. En primer lugar, es obvia la diferencia entre hombres y mujeres respecto a la violencia o fuerza como base de poder. De hecho, algunos autores han señalado la violencia tanto física como psicológica del hombre hacia la mujer como la mayor fuente de desigualdad de género.

En segundo lugar, existe también diferencias en el control y acceso a los recursos de hombres y de mujeres desde las sociedades más tradicionales hasta la actualidad, que abarcan desde diferencias salariales hasta el tipo de ocupación desempeñado, pasando por la ocupación de puestos de alto status.

En tercer lugar, la asimetría en las obligaciones sociales de hombres y mujeres hace que la obligación de proveer cuidados constituya el rol femenino por excelencia, convirtiéndose en un arma de doble filo al limitar las posibilidades de las mujeres para acceder a otras bases de poder (recursos económicos, por ejemplo).

Por último, las ideologías imperantes en nuestra sociedad fomentan estas diferencias entre hombres y mujeres e impregnan las creencias y prácticas sociales, produciendo un efecto que perpetúa la jerarquía establecida.

En definitiva, consideramos que la perspectiva formulada por Pratto y Walker (2004) constituye un rico e interesante análisis de la relación entre género y poder al incluir variables y aspectos de las relaciones, tanto en el ámbito público como privado. Además, pensamos que la conjunción de estas diferentes bases de poder ayudaría a explicar la complejidad de las relaciones heterosexuales de pareja desde una perspectiva muy completa.

Como parte de la tesis, además de otros estudios, se realizó una investigación en la que analizamos la distribución de las bases de poder de género en un amplio grupo de matrimonios. En este estudio participaron 278 personas (139 parejas) heterosexuales, todas ellas residentes en Andalucía, cuya edad media es de 43 años. La mitad de la muestra estuvo formada por parejas en las que hombres y mujeres trabajaban fuera del hogar, mientras que en la otra mitad los hombres trabajaban fuera del hogar y las mujeres eran amas de casa, y no tenían un trabajo remunerado. De esta forma, se analizó si existía una distribución diferente de las bases de poder en función de la situación laboral de la mujer.

Nuestros resultados indican que existen diferencias entre hombres y mujeres en las cuatro bases estudiadas. Los hombres presentan una mayor ideología sexista, tienen más recursos económicos (incluso en las parejas en que ambos tenían un trabajo remunerado) y usan más fuerza física que las mujeres. Por el contrario, las mujeres realizan más obligaciones sociales que sus parejas (también incluso en las parejas en que ambos trabajan fuera de casa). Aunque las autoras del modelo señalan que habría que reducir las diferencias en estos cuatro parámetros para conseguir la igualdad, nuestros datos indican que los primeros pasos hacia el cambio podrían darse modificando la ideología y como consecuencia, la distribución de obligaciones sociales dentro de la pareja.

Además, los análisis realizados muestran que trabajar sobre la ideología de la mujer sería importante para el cambio, sin caer en el tópico de culpar a la mujer de ser responsable de la desigualdad que ella misma sufre. La mujer tiene mucha capacidad para influir en las bases de poder de su pareja, es decir: si ella cambia su ideología hacia una más igualitaria, podría incidir en la de su pareja, y así en el resto de bases.

Por tanto, las principales implicaciones de nuestro trabajo serían trabajar sobre el reparto más equitativo de tareas domésticas y de cuidado, así como sobre las creencias y estereotipos que establecen y legitiman cuáles son los roles que hombres y mujeres debemos desempeñar (pensamientos del tipo “el hombre debe trabajar y la mujer no”, “la educación de los hijos es tarea de la madre”).

Bibliografía:

Pratto, F. y Walter, A. (2004). The bases of gendered power. En A. H. Eagly, A. E. Beall y R. J. Sternberg (Eds.). The Psychology of Gender (2ª ed., pp. 242-268). New York: The Guilford Press.

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La tortura desde la aplicación del Protocolo de Estambul (2019) Víctor Manuel Rodríguez

La tortura en el mundo no es un tema del pasado. Lamentablemente, hay países de Latinoamérica, particularmente Colombia, Brasil, por su cantidad, y México donde siguen existiendo prácticas de tortura, afirmó el doctor Víctor Manuel Rodríguez Rescia, ex presidente del Subcomité para la Prevención de la Tortura de las Naciones Unidas, quien impartió la conferencia magistral La tortura desde la aplicación del Protocolo de Estambul.

Presidente del Instituto Interamericano de Responsabilidad Social y Derechos Humanos, Rodríguez Rescia aseveró que si bien ya no hay tortura  como la registrada durante los gobiernos dictatoriales de Argentina, Chile y Guatemala entre los años 50 y 80, cuando sistemáticamente se torturaba ejecutaba, detenía y  desaparecía a las personas, la práctica no ha sido del todo superada, ni aún con la llegada de los gobiernos democráticos. “Sí hay tortura en democracia aunque no de manera escandalosa”, puntualizó.

El abogado costarricense, quien fuera miembro del Comité de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas que recomendó abolir la prisión preventiva oficiosa en el país, explicó que en México se reconoció oficialmente una cifra de 44 mil desapariciones hace aproximadamente nueve años y distintos gobiernos han admitido la existencia de 44 mil torturas.

En su primera visita a Tabasco detalló que la desaparición forzada es una tortura, ya que se supone que además de la detención ilegal y el aislamiento hay una ejecución extrajudicial. Y esta tortura no es solamente para la víctima, sino también es una tortura psicológica para los familiares al no saber de su paradero ni pueden procesar adecuadamente su duelo y esto lo ha determinado la misma Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH).

Víctor Manuel Rodríguez, también presidente de Servicios Interamericanos de Profesionales en Derechos Humanos, con sede en su natal  San José de Costa Rica, y miembro de la Asociación Española para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos (AEDIDH), aseguró que la tortura es un tema que no se puede invisibilizar en México.  Está ahí, en unos estados más que en otros, y relatores de la Organización de Naciones Unidas han dicho que es generalizada.

Sostuvo que durante una visita al país en 2008, cuando fungía como presidente del Subcomité para la Prevención de la Tortura de Naciones Unidas, constató que efectivamente era muy usual que en las primeras horas de la detención se dieran tratos crueles, inhumanos y tortura para obtener información con fines de investigación criminal, lo que se puede verificar en videos compartidos en redes sociales.

Ante proyectistas de jueces, jueces, magistrados del Tribunal Superior de Justicia y consejeros de la Judicatura, mencionó que otra modalidad de tortura es la denominada tratos crueles, inhumanos que tienen que ver con hacinamiento, maltrato y condiciones insalubres en cárceles, aunque aclaró que en México nada se parecen a las condiciones surrealistas de los centros de detención de Honduras, Guatemala y El Salvador, caso específico las catacumbas de El Salvador donde se encuentran detenidos los jefes de la Mara Salvatrucha.

Comentó que para superar esta práctica un país debe sanarse las heridas de no tener resuelto el problema de cultura institucional y de respeto a la dignidad, debe apostar “por dejar la cultura de la violencia por la cultura de la paz y el respeto a la dignidad humana” que establece el artículo 5 de la Convención Americana de Derechos Humanos.

Al detallar los casos de María Elena Loaiza Tamayo –acusada de ser integrante de la organización maoísta  Sendero Luminoso– contra el gobierno de Perú, y el conocido como Gangarán Panday contra Surinam, sentenció que  el problema no se va a resolver con la prohibición de la tortura. “Se puede empezar por ahí, porque pareciera que es como una práctica permisiva. Es decir, que no pasa nada porque no se investiga, no hay castigos o los casos de tortura se investigan como lesiones.

“Entonces pareciera que no hay lección aprendida. Parece que a las instituciones que investigan como la fiscalía no le gusta que se condene por tortura, pero no se puede tapar el sol con un dedo”, puntualizó.

Señaló que en México –segunda Nación en el mundo en aceptarlo, después de Turquía– ha habido mala interpretación del Protocolo Estambul  y hay quienes creen que únicamente con su aplicación se puede demostrar la tortura, cuando pueden hacerlo por medio de otros peritajes especializados. “Es una confusión ya que es sólo una herramienta más para demostrar, pero sobre todo, para prevenir la tortura en ciertas condiciones, pues existen otras maneras de hacerlo, ya sea través de testigos, dictámenes psicológicos, que se han practicado históricamente siempre, como el Protocolo de Minnesota para casos de desapariciones y ejecuciones”.

Lo que sucede, dijo, es que como no hay capacidad para practicarlo, porque además se necesita entrenamiento, papel de seguridad especial, todo un trámite con procedimiento y por ello se dice que el Protocolo de Estambul no sirve, se atrasan los procesos, pero es un problema de operatividad. Por tanto, indicó que el protocolo es una herramienta útil y si no hay capacidad para practicarlo no quiere decir que se van a rendir.

Sobre las demandas por violaciones de derechos humanos que ha perdido México ante la corte interamericana, manifestó que tienen que ver un poco con la cultura institucional del país, es un reflejo de la cultura respecto a los derechos humanos en general, y cuando hay poca credibilidad en las instituciones públicas, cuando existe un gran debate sobre la credibilidad, sobre la eficacia, eso replica en los mismos funcionarios que deben velar por estos derechos.

Y si no hay una prohibición clara pero no sólo en la ley, sino también se cambian las prácticas, si no se previene no se resolverá el tema de fondo, advirtió.

Las sentencias de la corte interamericana generan recomendaciones, entre otras, se llama a la no repetición de los hechos, a que los poderes judiciales investiguen bien, capaciten y sensibilicen a sus funcionarios, que se modifique la forma de responsabilizarse o no responsabilizarse en el tema, así como en la investigación, la prevención, la forma de condenar a las personas, expuso Rodríguez Rescia. “Porque si no hay impunidad, y este es el primer paso para combatir el problema, si no se hace bien hay luz para que siga ocurriendo”.

Casos como los de Rosendo Radilla Pacheco e Inés Fernández Ortega provocaron que México realizara la reforma constitucional de 2011 para que los tratados internacionales estuvieran al mismo nivel de la Constitución y eso fue una reforma que se dio porque la corte interamericana le pidió a México que modificara su legislación nacional, recordó el consultor principal del Instituto Interamericano de Derechos Humanos a cargo del Programa de Administración de Justicia, Derechos Humanos y Temas Afines, quien también dio cátedra el pasado jueves 28 en el Instituto Universitario Puebla, (IUP), con sede en Villahermosa.

Estudio de las Brechas de Género en los Espacios de Concertación y Coordinación Regional. Piura, Perú. 2013. Gladis Robles Gamarra

El presente documento es el producto final de un estudio de las brechas de género en la  presencia y participación social y política de las mujeres en los espacios de concertación y coordinación entre sociedad civil y el Estado, en el espacio regional de Piura. Es de interés del estudio la recuperación de las dificultades existentes para adoptar criterios, lineamientos y principios de género en los diversos espacios de concertación en Piura.

La idea clave del estudio es la identificación de las diferencias en las brechas de género entre las provincias rurales y urbanas en la región, así como los factores cualitativos presentes en las brechas de género limitantes para la participación social y política de las mujeres en los espacios de concertación y coordinación regional.

La metodología del estudio priorizó el recojo de la percepción de las y los integrantes de los espacios regionales de concertación y coordinación, entre ellos: Consejo de Coordinación Regional (CCR), Consejo Participativo Regional De Educación Piura (COPARE), Consejo Regional de la Mujer (COREM), Consejo Regional de Agricultura (CORDA), Colectivo por la Gobernabilidad, Asamblea de Delegados de la Sociedad Civil / Comité de Vigilancia del Presupuesto Participativo Regional.

El estudio ha combinado el uso de estrategias de investigación cualitativa y el análisis de cifras oficiales, priorizando los datos referidos a la participación de los y las protagonistas en los espacios señalados, mediante la aplicación de tres instrumentos: entrevista en profundidad, encuesta y grupos de discusión.

Un primer hallazgo nos muestra la situación actual de los espacios de concertación y coordinación regional y las organizaciones que las conforman, principalmente en cuanto a las expectativas de los y las representantes de la población y de los grupos integrantes de estas instancias, así como las expectativas en relación a lo que es posible lograr.

Un segundo hallazgo se refiere a cómo se van superando algunos indicadores de inequidad de género con medidas de discriminación positiva para la participación social y política de las mujeres; estas medidas no son suficientes, aún hay limitaciones en el número de mujeres participando en estos espacios y con la forma que ejercen su participación.

Un tercer hallazgo pone énfasis en las barreras culturales invisibles de género haciendo uso de la línea del tiempo en referencia al trabajo por la reproducción social y el trabajo doméstico, que recae en el 70% de las mujeres jóvenes con pareja y en el 100% en mujeres jefas de hogar en la región.

Uno de los aportes más importantes del estudio es haber identificado los indicadores cualitativos que mantienen las brechas de género en la participación social y política de las mujeres en los mencionados espacios y las propuestas que se han presentado y negociado en estos.

Entre los retos identificados para mejorar la participación política y social de las mujeres e incrementar su presencia en estos espacios, están los contenidos de las funciones de la participación, la vigilancia y evaluación al cumplimiento de las políticas regionales. Sin embargo, el reto más importante señalado ha sido el promover una concertación en torno a las políticas específicas de igualdad y no discriminación y de equidad de género, sobre la base de los compromisos asumidos por el gobierno regional y los sectores descentralizados.

El estudio abre un espacio para iniciar la discusión sobre las propuestas señaladas por los participantes y la necesidad de descubrir nuevas dimensiones articuladoras de la ciudadanía y el gobierno regional, fortaleciendo el proceso de descentralización con la atención adecuada a la realidad del escenario regional, fomentando nuevas formas de operar con mayor eficiencia.

INTRODUCCIÓN

El Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) históricamente ha orientado su quehacer a promover procesos de desarrollo regional articulados a una visión de lucha contra la pobreza estructural y al desarrollo humano, sostenible, inclusivo y equitativo, con el protagonismo de la población rural y urbana organizada.

Con este marco institucional y desde el Programa “Gobernabilidad: de la propuesta a la implementación”, que se implementa en tres regiones del Perú (Piura, Cusco y Moquegua), se ejecuta este estudio, el que abre puertas para una mayor comprensión de la inequitativa participación social y política de las mujeres en la vida social comunal y política por el desarrollo de la región.

El estudio está dentro de los contenidos específicos del objetivo del Programa que es: “Mujeres y hombres organizados de tres regiones representativas del Perú (Cusco, Moquegua y Piura), inciden en la implementación de políticas públicas regionales concertadas, especialmente en materia de agricultura, educación y participación ciudadana, que responden a las necesidades y problemáticas de la población excluida”.

El equipo consideró a la política de género como línea transversal importante para el Programa Gobernabilidad que pone énfasis en la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, tanto en las organizaciones sociales como en su acceso y participación en los espacios de concertación entre la sociedad civil y el Estado.

Con este estudio se aporta al objetivo del programa mencionado, abriendo nuevas rutas para profundizar el conocimiento de las causas que subyacen en la limitada participación política y social de las mujeres, destacando de manera cualitativa las barreras y limitantes presentes en las brechas de género regionales, así como las diferencias de esta problemática entre lo rural y urbano y entre lo local y lo regional.

Los resultados obtenidos se presentan en cinco bloques que nos llevan a desenredar la trama de la complejidad de las relaciones de género y la participación social y política de la mujer en estos espacios de concertación y participación política en la región.

CONTEXTO

La necesidad de fortalecer el sistema democrático y sus instituciones continúa siendo un tema de interés en el debate nacional. Desde el retorno a la democracia se han dado un conjunto de medidas hacia la reconversión del Estado y la modernización de la gestión pública con reorientación de competencias, funciones y políticas. Algunos especialistas señalan que los avances son lentos, que se ha paralizado el proceso y no se ha logrado una relación fluida y de confianza de la sociedad civil con el Estado, hecho que ha restringido la democracia.

Los cambios en el marco jurídico y en la cultura organizacional de las instituciones de gobierno y los operadores de las políticas del Estado, se han orientado a promover una administración pública que sea aceptada y reconocida por la población; ello implica una transformación más eficiente, equitativa, transparente e inclusiva y con justicia de género, que aún está en el imaginario de políticos, autoridades y de la población.

En este escenario de reformas con nueva legislación, la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales N° 27867 (2002) es específica al impulso del proceso de descentralización como una política transversal; sin embargo, no definió el rol que le correspondía a los Consejos de Coordinación Regional y con fuertes resistencias a la participación de la sociedad civil.

En ese mismo año, el Poder Ejecutivo aprobó la Ley 27902[1]. Los aspectos referidos a la representación de la sociedad civil y los requisitos para participar en el CCR, los mecanismos de elección de los representantes de la sociedad civil, el régimen de sesiones, la convocatoria pero, la ausencia de instancias nacionales y la cuota de género al Consejo de Coordinación no eran resueltos; no obstante, desde una perspectiva de género se configuraba una oportunidad para afirmar la ciudadanía de las mujeres.

En este sentido, como señala el concepto de ciudadanía que describe Line Bareiro,[2] la participación “es un derecho que concede la potestad de intervenir en el poder político de una sociedad determinada” sosteniendo, asimismo, que la ciudadanía es plena sólo cuando se tienen derechos políticos. Es decir, no basta con una ciudadanía formal apoyada sólo en el derecho a elegir a nuestros representantes o la adquisición de otros derechos civiles, sino en el ejercicio de una ciudadanía sustantiva, a través de la cual se logre la incidencia en la adopción de decisiones de carácter político y la participación en el desarrollo de las comunidades.

Paralelo a este proceso fueron el retorno a la democracia, incentivo a un reordenamiento social organizativo, venido a menos en la etapa del conflicto interno; determinados movimientos, redes y organizaciones sociales nacionales y regionales con un trabajo sostenido en la búsqueda de canales efectivos de comunicación para ponerse de acuerdo con el Estado en sus propuestas, articulando esfuerzos en el diseño y ejecución de políticas, planes, estrategias y correctivos de estas, para el replanteamiento de propuestas y alternativas dirigidas al bienestar de la sociedad.

Con el gobierno de Paniagua, la concertación cobró importancia y luego con Alejandro Toledo se dispusieron normas referidas a la descentralización y participación ciudadana, que se han mantenido con los gobiernos de García y Ollanta.

Los espacios de coordinación y concertación entre autoridades y sociedad civil para la gestión del desarrollo regional de Piura, se sustentaron en la base legal y en la experiencia de las organizaciones sociales, que fueron impulsados por ciudadanos y ciudadanas para resolver los problemas más urgentes de sus localidades. Además de los Consejos de Coordinación Local y el Consejo de Coordinación Regional, las juntas de delegados vecinales, los comités de vigilancia y control al presupuesto participativo, fueron surgiendo otros Consejos por incidencia política de las organizaciones e instituciones de la Mesa Regional por la Equidad de Género, que en concertación con autoridades y funcionarios regionales logran que se constituya el Consejo Regional de la Mujer (2004) experiencia que ha sido replicada en otras regiones.

Otro proceso importante para la democratización del país ha sido la emergente participación política de las mujeres en los procesos electorales y en los espacios de coordinación regional y local, así como la participación social de las mujeres en los espacios de concertación.

En este contexto, el país afirmó su compromiso con la democracia, al proponerse reducir las brechas de género teniendo como base el marco normativo de género internacional[3] y nacional[4], la normatividad regional y los cambios sociales y culturales que las diferentes sociedades en su desarrollo van modificando.

Una de las brechas de género más profunda y menos abordada es la vinculada a los derechos civiles y políticos de las mujeres, que da lugar a ejercer la participación social y política de las mujeres; esta brecha subsiste a pesar de acuerdos y normas internacionales[5] y nacionales[6] orientados a promover los derechos políticos de las mujeres, con carácter vinculante.

Las instancias de gobierno sub nacionales y las instituciones públicas descentralizadas, van incorporando estos compromisos en la gestión del desarrollo a través de políticas normadas mediante ordenanzas regionales y municipales, cumpliendo así con las políticas nacionales de equidad de género: Ley de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres N° 28983 y el Plan Nacional de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres 2015 – 2019 (PIO), hoy Plan Nacional de Igualdad de Género – PLANIG 2012-2017.

Piura es una de las regiones con un amplio marco normativo en favor de la equidad de género. Así en el 2009 se tenía en la región 20[7] ordenanzas y acuerdos de consejos regionales, provinciales y locales y posteriormente se han emitido 10 más. En ellas se manifiesta la voluntad política por garantizar el cumplimiento de los derechos de las mujeres en educación, salud, violencia de género, trabajo, participación social y política, acceso a recursos entre otros, generando condiciones en las instituciones de gobierno para su implementación. Sin duda esta apertura es expresión de la afirmación de la democracia en la región, pese a que los resultados aún sean una cuenta por saldar.

La Ley N° 27387, aprobada en el año 2000, modificó la Ley N° 26859, Ley Orgánica de Elecciones. Entre los cambios se amplió la cuota de género de 25% a 30% para las elecciones parlamentarias.

I. DELIMITACIÓN DEL ESTUDIO

ÁMBITO DEL ESTUDIO

El estudio se ha desarrollado en la Región Piura, en el marco del Programa “Gobernabilidad: de la propuesta a la implementación”, que se implementa en tres regiones del Perú (Piura, Cusco y Moquegua), cuyo objetivo es: “Mujeres y hombres organizados de 3 regiones representativas del Perú (Cusco, Moquegua y Piura), inciden en la implementación de políticas públicas regionales concertadas, especialmente en materia de agricultura, educación y participación ciudadana, que responden a las necesidades y problemáticas de la población excluida”.

El programa que da lugar a este estudio, trabaja sobre una muestra cuyo universo es de 388 participantes, de los cuales se cuentan: 96 representantes del estado y 292 de sociedad civil, así mismo participan 11 organizaciones e instituciones públicas y privadas, entre ellas 7 espacios de concertación y consejos de coordinación (ver cuadro N°1) en esta participación la sociedad civil tiene una representación femenina de casi el 30%. A diferencia de las instituciones del Estado con 30,2%. Factor que debe ser considerado en el Estudio.

Se priorizaron para este estudio seis espacios de concertación y coordinación regional elegidos para el período 2012-2013: CCR, COPARE, COREM, CORDA, Colectivo por la Gobernabilidad y la Asamblea de Delegados de la Sociedad Civil/Comité de Vigilancia del Presupuesto Participativo Regional, en los que están participando lideresas y líderes de más de 20 organizaciones e instituciones sociales.

Los espacios de concertación y coordinación seleccionados fueron aquellos que tienen una dinámica más constante en su vida orgánica y directa vinculación con el proyecto, por las temáticas que aborda.

METODOLOGÍA DEL ESTUDIO

El estudio es de tipo cualitativo, sin embargo se ha recurrido también a la información estadística para levantar las brechas de género que interfieren en la participación social y política de las mujeres en los espacios de concertación y coordinación regional. De este modo se ha logrado recopilar información de estos espacios, de las condiciones socioculturales y políticas, así como las percepciones sobre las barreras de género que subyacen en el ejercicio de sus derechos cívicos y políticos de mujeres y hombres.

Para la recuperación de la información se ha utilizado cuatro instrumentos de recojo: entrevista en profundidad, encuesta, talleres participativos y grupos de discusión, logrando poner atención en indicadores cualitativos que pueden ser modificados con la intervención del proyecto.

Para el análisis de la información e interpretación se ha hecho uso de los enfoques de género e interculturalidad, como soporte conceptual a las definiciones oficiales asumidas legalmente por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) como órgano rector de las políticas de igualdad de oportunidades y no discriminación[8].

El estudio también se apoya en la economía del cuidado para una lectura más acertada de la línea del tiempo que siguen las mujeres para el trabajo doméstico.

El estudio se inició estableciendo y precisando los objetivos y resultados en términos de variables e indicadores, con el propósito de determinar los aspectos a ser abordados en los instrumentos de recojo de información. Los procedimientos a seguir fueron organizados en cinco fases secuenciales:

1) Determinación del esquema general del diseño del estudio

Sobre la base de las definiciones y de las variables identificadas como nudos en el diagnóstico levantado por el equipo del proyecto se diseñó una matriz de consistencia del estudio, se precisó las características y los contenidos de los instrumentos y se identificó a los actores clave y las especificaciones de la muestra.

2) Desarrollo de instrumentos

Se elaboraron el cuestionario, las guías y matrices para definir campos de observación, de análisis y preguntas orientadoras. Así mismo, se precisaron las fuentes y las técnicas para el recojo de información y las muestras para su aplicación.

Los instrumentos fueron ajustados después de la aplicación de entrevistas preliminares realizadas con el fin de validar las variables y el peso de las mismas en los instrumentos[9].

Se diseñó la base de datos para el ordenamiento y procesamiento de la información cuantitativa y se diseñaron matrices para el ordenamiento y análisis de la información cualitativa.

3) Recojo de información

En esta tercera fase se recogió la información necesaria para el estudio. Supuso un intenso trabajo de campo centrado en la recolección de información a través de encuestas, entrevistas, talleres diagnósticos, grupos de discusión y observación. Se hizo en coordinación con las y los responsables de la ejecución del proyecto en cada distrito, a nivel central y en cada una de las sedes. Requirió del apoyo de un equipo que trabajó en la aplicación de encuestas.

4) Procesamiento, sistematización análisis de la información

En esta fase se evaluó la calidad de la información generada por cada indicador. Implicó la producción de reportes por instrumento aplicado. Para las encuestas se elaboraron informes del análisis estadístico.

5) Elaboración de reportes e informe

Ha comprendido la interpretación y análisis de la información procesada, la elaboración de reportes por objetivo materia del estudio y la redacción del informe de los resultados. Para organizar el andamiaje teórico del estudio, hemos asumido los enfoques de: Desarrollo de Capacidades y Libertades, Interculturalidad, Género, Ciudadanía. De la misma manera se han usado los conceptos que para las políticas de equidad de género ha oficializado el gobierno peruano, desde su órgano rector de las políticas de equidad de género y no discriminación: el MIMP[10].

a. Criterios para la determinación de las muestras.

Los criterios que se determinaron para la selección de las muestras de informantes son los siguientes:

• Mujeres y hombres que integran los espacios de concertación y coordinación regional.

• Mujeres y hombres dirigentes/as y lideresas/es de las organizaciones que integran estos espacios.

• Mujeres y hombres autoridades y funcionarias/os de instituciones públicas.

Cabe señalar que la propuesta técnica planteaba la aplicación de entrevistas a profundidad a otros actores de los espacios de coordinación y concertación, representantes de organizaciones de mujeres, autoridades y funcionarios de gobiernos locales y regionales. Las entrevistas preliminares aplicadas permitieron efectuar correcciones en las variables y la ampliación de su aplicación a mayor número de informantes de las señaladas en la muestra.

En la propuesta técnica del estudio se planteó realizar grupos de discusión, aprovechando la presencia de los actores en los talleres de diagnóstico rápido.

b. Técnicas e instrumentos aplicados

En el proceso de recolección de información para el estudio se han aplicado encuestas, entrevistas a profundidad, talleres participativos y grupos de discusión, se han observado algunas reuniones de los espacios de coordinación regional y se ha revisado información secundaria.

PERSONAS ENCUESTADAS

Se han aplicado en total 21 encuestas entre los seis espacios de concertación y coordinación. Una de las dificultades fue la ausencia temporal de la región de algunos miembros de estos espacios de concertación y coordinación. En el cuadro que a continuación se presenta, se especifican los actores encuestados.

El tratamiento de la información cualitativa implicó un proceso de revisión de grabaciones y desgravado de las secciones que se consideraron más importantes. Además, la organización de la información en matrices por temas de interés.

Las pocas observaciones realizadas fueron enriquecedoras en tanto ampliaron los criterios y referentes para conocer y comprender mejor la problemática abordada en el estudio.

Se desarrolló un grupo de discusión con las 12 personas asistentes al taller. El grupo priorizó propuestas y estrategias para incentivar la participación social y política de las mujeres, considerando como favorable a sus funciones el marco normativo regional de género.

II. CARACTERIZACIÓN DE LA REGIÓN PIURA Y LOS ESPACIOS DE CONCERTACIÓN Y COORDINACIÓN REGIONAL

CARACTERÍSTICAS SOCIOECONÓMICAS DE LA REGIÓN PIURA

La población del departamento de Piura es predominantemente urbana y representa el 74.2% del total de la población (2007), con una población de 1´725,488 habitantes, de los cuales fueron censados 1´676,315, habiéndose omitido 49,173 habitantes.

Su tasa de crecimiento intercensal promedio al 2007 fue 1,3%[11]; con una población proyectada al 2013 de 1´814,622 (911,031 varones o 49.82% y 903,591 de mujeres o 50.18%)[12].

Políticamente está dividido en 8 provincias y 64 distritos. De esta población el 29% es población rural. De la población censada en el 2007: 835,203 son varones y 841,112 mujeres; mientras que por área de residencia el INEI precisa que 1´243,841 habitantes pertenecen al área urbana y 432,474 al área rural[13]. Por el peso poblacional se ubica en el segundo lugar después de Lima.

La población del departamento de Piura es predominantemente urbana y representa el 74.2% del total de la población (2007), está localizada principalmente en las provincias de Piura y Sullana, (Cuadro Nº5), que concentran en conjunto el 66.9 %, de la población urbana total y es en este espacio de costa donde se localizan las principales ciudades del departamento. (Plan Estratégico Regional de Desarrollo Concertado – Región Piura 2013-2016).

El espacio rural alberga a 25.8% de la población del departamento: 432,474 habitantes. Las provincias de Ayabaca (60%) y Huancabamba (80%) son predominantemente rurales; asimismo, la provincia de Morropón a pesar de ser calificada urbana todavía alberga importante población rural (42.5%). (PLAN Estratégico Regional de Desarrollo Concertado – Región Piura (2013-2016).

La provincia de Piura a pesar de tener mayoritariamente población urbana, también tiene una importante población rural con respecto al total de la población del departamento (21.5%). En cuanto al crecimiento de la población se registra el estancamiento en el área rural andina y el crecimiento fundamentalmente urbano en la costa. La población censada en edad electoral (18 a 70 años) a nivel regional es de 950,968 habitantes, de los cuales 467,597 son varones y 483,371 son mujeres.

En relación a los índices de Desarrollo Humano, Piura se ubica en el grupo de departamentos del segundo quintil de pobreza.

Desde el 2002 se observa a nivel global en la región un crecimiento en el índice de Desarrollo Humano, que implica que se va superando la pobreza, sin embargo en la sierra andina, la pobreza aumenta y hoy Huancabamba y Ayabaca son consideradas las provincias más pobres del Perú.

Respecto a la participación ciudadana en la región Piura en el 2010, hubo 27 municipalidades que informaron haber constituido juntas vecinales con la participación de 2,228 personas (1497 hombres y 731 mujeres), pero 37 municipalidades no ofrecieron ninguna información[14]. En ese mismo registro, 64 municipalidades informaron que la participación de la población en la gestión administrativa se daba en los siguientes rubros:

En el plano de la organización social, tradicionalmente Piura ha sido reconocida a nivel nacional por su alto nivel organizativo y de liderazgo, con capacidad propositiva a nivel regional y nacional. La participación social y política de mujeres y hombres en los espacios sociales se visibilizaba con la presencia de liderazgos femeninos y masculinos negociando con las autoridades la problemática de sus grupos, comunidad o su territorio municipal.

Las organizaciones de mujeres aglutinadas en torno a problemáticas de la familia (alimentación, protección frente a las lluvias del FEN, salud y vivienda) se articularon entre ellas en organizaciones de segundo nivel (distritales y provinciales), discutieron y priorizaron sus problemas en agendas y asumieron que si bien habían problemas comunes para los y las ciudadanas/os pobres, rurales y urbanos marginales, también vivían problemas diferentes a los de los hombres.

Para el año 2011, se explicitaba la problemática de las mujeres, en 14 agendas a las que les llamaron agendas de las mujeres (desarrolladas con el apoyo de ONG que trabajaban por los derechos de las mujeres), esas agendas se elaboraron en 5 provincias (Piura, Morropón-Chulucanas, Sullana, Huancabamba y Ayabaca, así como en los distritos de Buenos Aires, Bigote y Salitral, Pueblo Nuevo de Colán, Marcavelica, Vice, Catacaos, Santo Domingo y Bernal, posteriormente Paita y la Mancomunidad Luciano Castillo.

CARACTERIZACIÓN DE LOS ESPACIOS DE CONCERTACIÓN Y COORDINACIÓN REGIONAL

1.- Marco normativo de los espacios de coordinación en la Región

Los Consejos Regionales son creados por el gobierno regional como espacios de consulta, diálogo y con participación de las organizaciones de la sociedad civil en aplicación de mandatos constitucionales, ejerciendo su competencia como órgano de gobierno subnacional para determinar su organización interna, estableciendo también las dinámicas que regulan su accionar y su desarrollo.

La Ley N° 27783 de Bases de Descentralización establece en su Capítulo IV sobre Participación Ciudadana que ésta se canaliza a través de los espacios de consulta, coordinación, concertación y vigilancia existentes, así mismo señala que los gobiernos regionales están obligados a promover la participación ciudadana en la gestión pública (Art. 17). Las leyes que dan sustento a la creación de espacios de concertación de la participación formal de las y los ciudadanas/os[15]:

El marco normativo nacional dio lugar a un marco normativo regional para afirmar la democracia con la creación de los Consejos Regionales que señalaba la Ley y otros, que, sin ser normados fueron creados en diálogo entre las mujeres organizadas y las autoridades del Gobierno Regional, como lo fue el caso de la creación del Consejo Regional de la Mujer (COREM)[16] mediante Ordenanza N° 041/2004/GRP-CR, a iniciativa de las mujeres organizadas de la región.

Entre otros Consejos creados mediante ordenanza regional tenemos:

 Ordenanza N° 025-2003/GRP-CR se constituye el CORDA, Consejo Regional de Desarrollo Agrario,

 Ordenanza Regional N° 0233-2004/GRP-CR, se constituye el COREMYPE Consejo Regional de la Micro y Pequeña Empresa,

 Ordenanza Regional N° 030-2004/GRP-CR, se constituyó el Consejo Regional de Salud (CRS),

 Ordenanza Regional N° 143-2008/GRP-CR, crea el Consejo Regional de Coordinación y Concertación de lucha contra la pobreza y desnutrición infantil CRECER Piura con Equidad.

 Ordenanza Regional N° 149-2004/GRP-CR, crea el Consejo Regional por los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes,

 Ordenanza Regional N° 140-2004/GRP-CR, crea el Consejo Regional de la Juventud COREJU.

De la misma manera el Acuerdo Regional N° 630-2010/GRP-CR del 06 de julio del 2010, que aprueba El Programa Multianual de Inversión Publica 2011-2 y el Acuerdo Regional N° 691-.201/GRP-CR del 16 de Marzo del 2010, que aprueba El Programa Multianual de Inversión Publica 2011.

A este marco normativo regional se suma un marco cultural de relación de la ciudadanía con el Estado que se había ejercitado por décadas y que para las mujeres significaba retomar el rumbo de la historia iniciada por las Capullanas y por piuranas prehispánicas, mujeres que “teniendo el mando guiaron a sus pueblos por el destino que los llamaba a mayores horizontes”.

2.- Los espacios de concertación en Piura

En Piura, el proceso de concertación entre el Estado y representantes de la sociedad civil, surgió entre los años 90, mucho antes que la ley lo reconociera. Esta estrategia de comunicación dialogada, impulsada por la sociedad civil organizada de Piura demostró que sí se podía mejorar la gestión del Estado con la participación de la sociedad civil.

“He participado en muchos espacios de concertación, pero el más grande ha sido unirnos con CIPCA, GTZ, CARE y formar la Coordinadora Multisectorial a raíz del Fenómeno El Niño, cuyo objetivo principal era unir esfuerzos y no desperdiciar recursos, y que el Estado trabajara más de cerca con las organizaciones bajo los mismos objetivos, nos juntamos aproximadamente 19 instituciones que trabajamos desde 1995 hasta el 2002, 2003 que fue desapareciendo como Coordinadora, pero lo bueno es que quedaron espacios fuertes para poder seguir trabajando. Soy la secretaria técnica del Consejo Regional de Salud. Hemos trabajado bastante con el CIPCA para fortalecer la Mesa Temática de Agricultura y actualmente estoy como representante alterna en el COREM. Son muchas experiencias. Priorizaría la Coordinadora Multisectorial porque me permitió hacer un trabajo conjunto y dar una respuesta ante una situación de desastre y que de allí salió la experiencia para poder trabajar el tema de riesgos y Piura se convirtió en un referente del tema[17].

La institucionalización y el reconocimiento de los procesos de concertación, para unos peruanos fue la oportunidad de contar con un marco jurídico esperado para “legitimar la voz y decisión a los que nunca la tuvieron” y para los Piuranos y Piuranas, se afirmaba la erradicación de estilos antidemocráticos de tomar decisiones para la asignación y uso de los recursos públicos, fortaleciendo los espacios de concertación, con la participación del conjunto de los sectores públicos, privados y la sociedad civil, facilitaría tomar acuerdos y la coordinación integral del desarrollo de la región.

También fue una medida importante para incrementar el número de mujeres a la vida pública, ampliar su participación social y ciudadana, el incremento de representatividad femenina en cargos de elección popular a nivel nacional y regional, se creció aunque no como se proponían y esperaban.

Se pensaba que estas mujeres en el poder político como congresistas, alcaldesas y regidoras serían sensibles a la problemática de sus pares y se comprometerían haciéndola suya y de la mano con lideresas y mujeres de las organizaciones pudieran ayudar en la implementación del marco normativo regional y en la disminución de desigualdades de género, erradicando las causas que lo mantienen en la región). Considerando que sin modificar las condiciones de inequidad de género, siempre será limitada la presencia de las mujeres en estos espacios y lograr que alcancen su desarrollo y el de sus familias: restringiendo de esta manera una efectiva democracia regional.

Los Consejos Regionales son creados por el gobierno regional como espacios de consulta, diálogo y con participación de las organizaciones de la sociedad civil en aplicación de mandatos constitucionales, ejerciendo su competencia como órgano de gobierno subnacional para determinar su organización interna, estableciendo también las dinámicas que regulan su accionar y su desarrollo.

La Ley N° 27783 de Bases de Descentralización establece en su Capítulo IV sobre Participación Ciudadana que ésta se canaliza a través de los espacios de consulta, coordinación, concertación y vigilancia existentes, así mismo señala que los gobiernos regionales están obligados a promover la participación ciudadana en la gestión pública (Art. 17). Las leyes que dan sustento a la creación de espacios de concertación de la participación formal de las y los ciudadanas/os: el marco normativo nacional dio lugar a un marco normativo regional para afirmar la democracia.

3.- Espacios de concertación social y política del estudio

El Gobierno Regional de Piura ha generado la conformación de 10 Consejos Regionales, espacios de concertación como: COREM, COREDIS, COREDNNA, COREJU, COREMUSA, CORDA, COREMYPE, COPARE, CCR, en el marco de la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales.

Mientras que a propuesta de la sociedad civil se conforman: Mesa de Concertación de Lucha contra la Pobreza, Red Regional de Desarrollo Económico, Mesa de Prevención y Atención contra la violencia de género, entre otras, en las cuáles el Estado participa activamente a través del gobierno regional, direcciones regionales y gobiernos locales. Por otro lado existen: Colectivo por la Gobernabilidad, Mesa Regional por la Equidad de Género, en las que el espacio es exclusivamente de sociedad civil.

Consejo Regional de Desarrollo Agrario – CORDA

Consejo Regional de Desarrollo Agrario- CORDA, se constituye sobre la experiencia de asesoría agraria especializada a la Presidencia Regional, con la participación de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Piura y representantes del Colegio de Ingenieros de Piura (2003).

Sus principales objetivos son la planificación, el ordenamiento y la promoción de la producción agraria en la región Piura. Se le identifica como mecanismo de concertación entre el Estado y los productores agrarios, representantes de asociaciones de productores, comunidades campesinas e instituciones vinculadas al sector agrario.

Después de su formalización la dinámica activa de funcionamiento se fue diluyendo, la aprobación del reglamento para su funcionamiento, direccionado por los técnicos del Gobierno Regional, motivaron tensiones que no se pudieron resolver, generando la separación de algunos asociados de hecho como las asociaciones de productores de la sierra, comunidades campesinas, entre otras que no cumplían el nuevo perfil que el reglamento les exige. En la actualidad están en un proceso de coordinación para recuperar el Consejo.

Un aspecto a señalar es la ausencia de mujeres en este espacio, a simple vista se podría afirmar que es un espacio solo para hombres, sin embargo hay muchas mujeres en las Comisiones de Regantes, en las Asociaciones de Productores y en las Comunidades que son dirigentes, y otras que simplemente son agricultoras.

La no presencia de las mujeres es justificada en la negativa que estas tienen para asumir cargos, sin embargo no se analizan las causas, de las 45 personas que integran el CORDA todos son hombres.

 Consejo Participativo Regional por la Educación – COPARE

Es una instancia de participación, concertación y vigilancia en la elaboración, seguimiento y evaluación del Proyecto Educativo Regional. Está basado en la Ley General de Educación. En Piura fue creado a fines de 2003.

Lideró el proceso de elaboración del PER, a través del CIPER. (Comité Impulsor del PER). Tuvo mucha actividad en la elaboración del plan del PER, esta fue la etapa más activa de este Consejo, logrando elaborar el plan, el que asumió principios y estrategias de género para la curricular educativa regional.

Entre los miembros, representantes del Consejo, se contó con 2 docentes mujeres y 3 hombres sensibles al género, que motivaron debates y análisis de propuestas de género para la currícula educativa, en espacios de sociedad civil con alumnos del II Diplomado de Políticas de Género[18] y con los grupos de jóvenes de la Universidad Nacional de Piura.

Este espacio estuvo representado por hombres y mujeres, sin embargo muchas de las mujeres desconocían el enfoque de género y las ordenanzas en esta materia, minimizando su importancia.

 Colectivo por la Gobernabilidad

Se constituye en el proceso del contexto electoral del año 2010. Es un espacio netamente de sociedad civil, vincula la incidencia política y la vigilancia ciudadana con respecto a quienes tienen representación pública, entre las instituciones que lo conforman se encuentran:

– Mesa de Concertación para la Lucha Contra la Pobreza – MCLCP

– Cámara de Comercio y Producción de Piura – CAMCO

– Grupo Impulsor de la Convención Regional de la Sociedad Civil

– Plan Internacional Piura

– AB Prisma “Proyecto Gobernabilidad y Transparencia”

– Centro de Investigación y Promoción del Campesino – CIPCA

– Centro de Investigación, Documentación, Educación, Asesoramiento y Servicios – Centro IDEAS

– Programa de Desarrollo Rural Sostenible – GTZ

– Centro Ecuménico de Promoción y Acción Social Norte – CEDEPAS Norte.

– Red Regional Agua y Desarrollo

– Proyecto: “Gestión Integral Catamayo – Chira”

– Centro de Reflexión Loyola –CRL

– Central Peruana de Servicios – CEPESER

– Red Nacional de Promoción de la Mujer

– Centro de Apoyo a Niños y Adolescentes Trabajadores –CANAT

– Red de Municipalidades Rurales de Piura –REMURPI

– Radio Cutivalú

– Prevención de Conflictos – PREVCON

– Responsabilidad Todos – RS Todos

– Grupo Impulsor CVR

– Foro Salud Piura

– Núcleo Educativo Regional – NER

– Agenda Educativa Regional – AER

– Colegio de Ingenieros del Perú – Filial Piura

 Asamblea de Delegados de la Sociedad Civil/Comité de Vigilancia del Presupuesto Participativo Regional

Se reglamentó en febrero de 2004, y fue de carácter obligatorio, en los PPR se define la naturaleza de la ADSC en los siguientes términos “… es un órgano de naturaleza autónoma, de carácter consultivo, de concertación y de coordinación de las acciones de desarrollo de los representantes de la sociedad civil…”. Es uno de los espacios de coordinación y participación más dinámicos y con mayor número de integrantes.

El Presupuesto por resultados también ha seguido la ruta de le efervescencia, el repliegue y la recuperación, insertó en la lógica de los nuevos procesos sociales que generaron múltiples expectativas por el retorno a la democracia y que se fueron esfumando en la población y en las instituciones públicas y privadas. De las 112 organizaciones que iniciaron su participación los primeros años de instalada la asamblea, se retiraron 78 organizaciones en el año 2005, quedando 35 organizaciones en el año 2007, 20 organizaciones en el año 2009, 24 en el año 2010, 53 en el año 2011 y 32 en el año 2012.

La desmotivación principal está en el no cumplimiento de las obras. Mientras en la asamblea se aprueban los proyectos priorizados para el año, el equipo político y técnico regional aprueba y prioriza otros proyectos y los ejecuta, incumpliendo acuerdos, esta situación tiene un impacto negativo en las comunidades, y territorios y en las mismas organizaciones, quienes arremeten contra sus representantes por no exigir y vigilar acuerdos. (Versiones expresadas por un delegado retirado por sanción de su organización).

En cuanto a sus participantes el 73% son hombres y el 23% mujeres. La agenda está determinada por el ciclo de capacitación, talleres y reuniones descentralizadas, hasta el diseño y selección de los perfiles de los proyectos.

Los proyectos priorizados hasta la actualidad han tenido énfasis en resolver problemas a necesidades básicas, a diferencia de otras experiencias de regiones que ha institucionalizado puntaje obligatorio para aquellos proyectos que incorporan estrategias, indicadores y actividades orientadas a modificar las brechas que afectan a las mujeres y niñas.

 Consejo de Coordinación Regional –CCR

Se creó en el 2003, constituyéndose en un espacio de encuentro y concertación entre el gobierno regional, sus municipalidades y distritos respectivos, las funciones y competencias señaladas son asignadas por ley y por el Gobierno Regional.

Lo integran el Presidente Regional, los 8 Alcaldes Provinciales y 5 representantes de las organizaciones e instituciones de la sociedad civil, elegidos en la asamblea de delegados de las organizaciones debidamente inscritas.

En la misma lógica de los consejos anteriores, hay una gran diferencia de la primera fase a la actual, de una expectativa e interés latente a una pérdida de interés y desanimo, esta ruta en la dinámica de este mecanismo democrático tiene varias aristas, entre ellas los vacíos legales de las normas que lo crean y los reglamentos en este espacio, la interpretación sesgada de los representantes del gobierno regional.

 Consejo Regional de la Mujer – COREM

Se crea por Ordenanza Regional N° 041-2004, como un ente sistemático que se rige por los principios de identidad, transparencia, participación, concertación, coordinación, representación e institucionalidad democrática y descentralizada.

Surge como propuesta de las mujeres de sociedad civil organizadas, quienes en alianza con la Mesa por la Equidad de Género (constituida en el mismo año), con el apoyo de las ONG (que brindan la asesoría técnica) y en diálogo directo con las consejeras regionales, abordan de manera conjunta esta problemática. Esta iniciativa culminó con la concertación y coordinación entre las mujeres de sociedad civil y mujeres autoridades en el I Congreso Regional de la Mujeres producto del cual se promovió una ley regional.

Las propuestas fueron las ordenanzas N° 041 y 042 de las que ya se ha hecho mención anteriormente. La importancia de estas políticas aprobadas, radica en dos campos: 1°. Se cambia de rumbo de la propuesta de trabajo con mujeres en la región pasando de la reivindicación de derechos a la defensa de los mismos en pro de mejorar las condiciones de vida de las mujeres como ciudadanas y 2°. Se incorpora al trabajo el enfoque de género como perspectiva para erradicar las causas que generan las desigualdades entre los sexos y la exclusión y discriminación de las mujeres como personas.

Considerando que el rol del gobierno regional era fundamental para impulsar el cambio en la sociedad regional, las mujeres Piuranas lograron con las delegadas provinciales y la Mesa Regional por la Equidad de Género, que también surge en esta experiencia, dieran un paso que tendría repercusiones nacionales y que nunca estuvo en la propuesta política de la descentralización.

4.- Ordenanzas regionales que institucionalizan políticas de igualdad de género en Piura.

Acuerdo Nº 084-2003/GOB.REG.PIURA-CR del 18 de julio del 2003, el Consejo Regional de la Región Piura, reitera el compromiso de cumplir y hacer cumplir las normas supranacionales que regulan la protección a la mujer, al niño, al anciano y a las personas con discapacidad física y/o mental, promoviendo programas que fomenten activamente la participación de las mujeres en los ámbitos públicos y privados de la sociedad. Reitera su compromiso de erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres y luchar contra la impunidad de quienes la perpetren, protección de las mujeres contra el hostigamiento sexual y todas formas de explotación sexual y laboral y la esterilización forzada, así como la participación femenina en políticas de trabajo, salud, educación y la incorporación en el proceso productivo de la región, así también su compromiso de defensa de los derechos de los niños, niñas, adolescentes y discapacitados.

 Ordenanza Regional Nº 041-2004/GRP-CR. Aprueba lineamientos de Política regional en materia del enfoque de equidad de género en la región Piura 2004-2006 y aprueba la constitución del COREM.

 Ordenanza Regional Nº 042-2004/GRP-CR. Aprueba lineamientos de Política Regional por una Educación con Enfoque de Género para todas las edades 2004 – 2006 de la Región Piura.

 Ordenanza Regional Nº 121-2007/GRP-CR. Aprueba la vigencia indefinida de los documentos de gestión aprobados mediante Ordenanzas Regionales Nº 041-2004/GRP-CR y Nº 042-2004/GRP-CR.

 Ordenanza Regional Nº 180 – 2010/GRP-CR Ordenanza que aprueba el PRIO, en su lineamiento 5 se propone: Garantizar el ejercicio pleno de los derechos civiles y políticos de las mujeres de la región, así como el acceso equitativo a instancias de poder y toma de decisiones, no solo en ámbito público, sino también a nivel organizativo social y familiar[19].

III. MAPEO DE ORGANIZACIONES PARTICIPANTES EN LOS ESPACIOS DE CONCERTACIÓN

En el registro de organizaciones del Consejo de Coordinación Regional se tiene a 53 organizaciones e instituciones inscritas en el 2013[20], mientras en el Presupuesto Participativo se han reconocido a 54 delegados de instituciones de sociedad civil y 8 representantes de instituciones públicas[21], considerados aptos para participar en el Proceso del Presupuesto Participativo Regional del Año fiscal 2014. En los últimos años (2011 al 2013) una baja en el número de participantes en relación a años anteriores. Pese a ello es el presupuesto participativo el espacio más convocante.

Un reciente estudio de balance sobre la participación de las organizaciones de la sociedad civil en los espacios del gobierno regional – Piura (Marlene Castillo, señala tres momentos en la participación de las OSC: La fase de crecimiento (2005-2006) asociada a las expectativas participativas de la descentralización a una población negociadora, demandante y propositiva. Una segunda fase de decrecimiento (2007-2010), y la tercera fase: periodo de recuperación inicial en los dos últimos años, con el cambio de gobierno[22].

En este escenario las organizaciones de mujeres, se contraen dejando en las lideresas la representación y representatividad en los espacios locales y regionales de concertación, esta situación también generó una dispersión de intereses, dejando la problemática de las mujeres por la apuesta a una agenda social colectiva neutra en género y lejos de las agendas de las mujeres.

El análisis de las relaciones de género confirma las brechas de género en la región y da cuenta de la disparidad en la que se encuentran las mujeres en relación a los hombres, frente al desarrollo, al ejercicio de su ciudadanía y a la satisfacción de sus necesidades prácticas y estratégicas. También pone en el escenario la problemática de la participación social y política de las mujeres, brecha que ha concitado el interés de este estudio.

Si bien hay un aumento de la presencia de organizaciones y liderazgos femeninos en estos espacios y mayor presencia de mujeres en los partidos políticos, esta participación expresa un conjunto de limitaciones que no permiten incidir y negociar las agendas de género de las mujeres.

El derecho al voto y la gradual conquista femenina en otros ámbitos, como el educativo y el laboral, tampoco han sido suficientes para que las mujeres se posicionen políticamente en el marco del poder y la toma de decisiones públicas.

A pesar que hoy son más las mujeres que enfrentan las barreras de la discriminación desde el espacio público y del privado, exigiendo el ejercicio de su ciudadanía con igualdad de género.

IV. ANÁLISIS DE LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN LOS ESPACIOS POLÍTICOS Y DE PARTICIPACIÓN Y CONCERTACIÓN REGIONAL

CONSEJO REGIONAL DE DESARROLLO AGRARIO – CORDA

La participación de las mujeres en este espacio no existe, todos los representantes son varones; según los entrevistados esto puede deberse a varias razones. De un lado, los cargos directivos de las instituciones públicas que tienen que ver con el sector agrario son encabezados por varones; de otro lado los cargos directivos de las asociaciones de agricultores, juntas de usuarios, comisiones de regantes, rondas campesinas, comunidades campesinas en su gran mayoría (90%) son ocupados por varones; si tienen mujeres en las directivas están en alguna secretaría o en las vocalías.

Algunas mujeres han rechazado ocupar un cargo de mayor responsabilidad porque no se sienten capaces de ejercerlo o porque el esposo luego les ha dicho que él no les ha autorizado. Nos relata Juan de la Cruz Rivera Olear: “En mi comunidad elegimos a una señora que había ido representando a su esposo para que ocupara un cargo en la Junta Directiva, no recuerdo si fue la tesorería; ella aceptó, pero al día siguiente nos buscó y dijo que venía a renunciar porque al llegar a su casa su esposo le había dicho que él la había mandado a representarlo y no a que aceptase ningún compromiso en su nombre”.

Para Miguel Silva Huertas, representante de CECOBOSQUE, CORDA, “significa mucho para las comunidades campesinas, fue un buen espacio para interactuar con el Estado, para que nos escucharan, se debe reactivar para que las organizaciones tengan un espacio para proponer y concertar. Ahora hace casi dos años nos dejaron de convocar y está inactivo. La participación de las mujeres ha sido poca en este espacio, desde que las organizaciones no han tenido representación, todos los representantes son varones, antes sí habían mujeres como representantes de los sectores del Estado: Direcciones Regionales y Gobierno Regional. La presencia de las mujeres fue bienvenida. Nos faltó constituir un equipo técnico”.

El señor Silva señala “como CECOBOSQUE estamos comprometidos a hacer respetar las normas y las leyes, así como promover su conocimiento, es indispensable que las instancias donde participamos se incorpore a las mujeres y haya alternancia para que puedan representar y acceder al poder. En cuanto a las reglamentaciones internas de las comunidades también se están cambiando y vamos por buen camino, ya tenemos dos vicepresidentas de comunidades campesinas y en las elecciones últimas algunas mujeres (dos o tres) se han presentado para la presidencia, ese es nuestro trabajo y vamos a seguirlo impulsando; ahora nos falta identificar algunas estrategias para que cuando se active el CORDA impulsar la sensibilización en género a cada uno de los y las integrantes”.

El señor Donald Lecarnaqué Castro, representante de CEPIBO ante el CORDA, señala: “el CORDA era importante en la medida que el fuerte de la región es la agricultura, un 80% de las actividades de la región se mueven alrededor de la agricultura. Hay un proceso que se ha detenido, pero es necesario retomar. Las agendas están separadas, me da la impresión que hay una crisis en las organizaciones de la sociedad civil, en las instancias públicas, en los partidos políticos. Creo que nunca se dio realmente el trabajo concertado en el CORDA. La participación de las mujeres en el CORDA era cero, creo que a los hombres nos asusta que ellas tengan poder”.

“Si se reactivara el CORDA (que dejó de funcionar desde el 2010) creo que debería ser uno de los consejos que impulse, mediante campaña publicitaria, la participación de la mujer que no aparece en las asociaciones bananeras y su participación en el campo laboral en el sector agricultura, no se valora lo que hacen”. Donald Lecarnaqué Castro, CEPIBO.

Según los entrevistados en esta instancia había un total desconocimiento de las políticas de género, salvo de algunas personas de sociedad civil que tenían formación o alguna capacitación en estos temas. El enfoque de género no fue un tema prioritario que se abordara en el CORDA, no se generaron debates para involucrar e incorporar a las mujeres en el CORDA, menos para abordar temas de desigualdad e inequidades, ni por parte del Estado, ni de la sociedad civil. Esta situación ahora es objetivo de reflexión y nuevas propuestas como incorporar criterios de género como acuerdos que rijan su funcionamiento y nivel de organicidad.

CONSEJO REGIONAL DE LA MUJER – COREM

Este es el único espacio donde el 95% de representantes son mujeres; sin embargo, también hay varones entre los que se encuentran: Gerente Regional o el Sub Gerente Regional de Desarrollo Social (que lo preside) y el representante del COREDIS.

El 50% de miembros, conformado por las integrantes del COREM, corresponde a mujeres profesionales universitarias o técnicas, que asisten al consejo por delegación institucional, del director(a) de alguna entidad estatal. El otro 50% de miembros de sociedad civil son mujeres lideresas con diferentes grados de educación (primaria, secundaria, técnica) que representan a las asociaciones y organizaciones sociales de base de sus provincias. En el primer caso se trata de personas con mucho interés por articular una agenda de género y lograr avances en la región; en el segundo caso son mujeres que requieren aún de formación y fortalecimiento en cuanto a sus derechos y deberes. Se observa que los intereses son diversos y los niveles de conocimiento de la problemática de las mujeres y las brechas de género no son homogéneos.

En la actual gestión del gobierno regional, a pesar del interés y compromiso del Sub Gerente Regional de Desarrollo Social por llevar adelante el COREM, no ha habido mucho eco en las autoridades del Gobierno Regional.

Para Carmen Campos Mendoza representante titular ante el COREM por la Provincia de Morropón a través de la AMPRODESDCH “este es un espacio muy valioso al que no se le da la debida importancia, en él se articula el Estado y la sociedad civil, se pueden gestar políticas públicas para la región que aporten en la reducción de las inequidades de género. No ha habido una agenda común para articular el trabajo, tanto de la sociedad civil y del Estado, siempre ha habido trabajos aislados, movilizados por un punto coyuntural. Hay desmotivación de las mujeres para continuar participando en este espacio, además no se tiene una agenda común de las mujeres. Cuando empezó el movimiento en el 2004 fue importante organizar la representación de las mujeres de las provincias a nivel regional, logramos conformar el Consejo; se marcaron grandes hitos, se han elaborado propuestas de ordenanzas regionales y algunas municipales. Nuestra debilidad está en que se ha quedado a nivel central de Piura no avanzamos hacia el espacio rural. No se ha evaluado el impacto de las políticas con respecto a género, sus limitaciones, nos falta dar ese paso. Uno de los principales resultados ha sido el PRIO; la definición de las brechas de género en la región, que si bien no ha sido hecha directamente por el COREM se ha tenido una participación bastante importante”.

Hay conocimiento de parte de algunos/as funcionarios/as pero no se aplican las políticas de género.

Se sigue trabajando aisladamente y desconociendo la importancia de la aplicación del enfoque de género. Hay vacíos que permiten al Gobierno Regional y a los gobiernos locales dejar de lado estas políticas.

Uno de los logros del COREM ha sido posicionar y lograr que mediante Ordenanza Regional se institucionalice el Congreso de la Mujer anualmente, espacio interesante como proceso promovido por el Estado y la Sociedad Civil a pesar de las dificultades para poder realizarlo, en un inicio estaba pensado hacerlo en el marco del 8 de marzo y como un espacio donde el Estado rendía cuentas de cómo venía implementando las políticas de género en la región y el PRIO, pero además un espacio para que las mujeres de las provincias pudiesen acercar su propia problemática e insertarse en un proceso más global de solución a la misma.

La Región Piura es una de las que han iniciado varios procesos, tanto desde el Estado como desde la misma Sociedad civil, pero sigue sin contemplarse cómo los proyectos y acciones de desarrollo afectan a las mujeres.

Carmen Campos sostiene “desde la creación de los Consejos, todos han nacido castrados, desde que nos impusieron que a la cabeza de los mismos tenía que estar el gobierno regional, eso ha impedido avances, o sea si se mueve la gerencia que los preside las cosas funcionan, sino todo está en espera, que si no están los gerentes que son quienes deciden no se hace nada, aún estén los sectores no se hace mucho porque es el gobierno regional el que decide; además cuando el Gerente que preside no puede asistir porque tiene muchas responsabilidades acaba delegando en un subordinado que sólo lo representa pero no puede tomar decisiones, así nos hemos pasado mucho tiempo sin hacer nada.

Con respecto a los posibles aportes creo que sí se pueden hacer cosas interesantes en base a las priorizaciones de la atención a las brechas que tenemos en el tema de equidad de género”.

Uno de los grandes vacíos sentidos por las integrantes de la sociedad civil en el COREM ha sido la renovación de las representantes de las asociaciones y la elección de las representantes de las organizaciones sociales de base, a pesar de haber un reglamento que indica paso a paso como hacer el proceso, ni en el último año del gobierno anterior, ni en lo que va de este gobierno se ha promovido las elecciones para las 15 representantes titulares y 15 representantes alternas de la sociedad civil (7 de Asociaciones de 2° nivel[23] y 8 de Organizaciones Sociales de Base) de las provincias.

Con respecto a la capacitación Carmen Campos señala: “Ya no podemos capacitar a las mujeres sólo en participación ciudadana y vigilancia ciudadana, tenemos que ajustar los temas a los contextos actuales: planes de desarrollo, presupuestos participativos, proyectos de desarrollo que contemplen las brechas, presupuestos por resultados. Desde el gobierno regional deben haber apuestas para reforzar el consejo de la mujer, para que haya una mejor participación y representación, finalmente de estas filas también pueden salir mujeres que van a ir a ocupar espacios públicos o desempeñarse en los partidos políticos”.

El Lic. José Luis Calle Sosa, quien en estos dos últimos años ha acompañado muy de cerca el trabajo del COREM y que actualmente ocupa la Sub Gerencia Regional de Desarrollo Social, siendo quien representa al Presidente del COREM en las Asambleas (cuando sus funciones se lo permiten) comenta: “Sabemos que hay diferencias e inequidades, pero no hay evidencias estadísticas, documentarias que prueben que existen estas inequidades. Hay una tarea pendiente muy grande en cuanto a la problemática de género. La gerencia trabaja en los espacios de concertación y nos preocupamos que tengan en cuenta el enfoque de igualdad de género, pero siento que no tenemos mucha capacidad para interactuar con otros sectores y actores, o sea abrimos espacios pero no podemos generar cuadros, esa es nuestra limitante. Al interno del gobierno regional creo que deberíamos corregir el hecho de que no le damos relevancia suficiente a la igualdad de género en todas nuestras prácticas y programas; tomar medidas concretas afirmativas para incluir más a las mujeres en los procesos de desarrollo que se impulsan; pensamos en nota masculina, incluyo en ello a las mismas mujeres. No hay muchos hombres que hablen del tema y a veces siento que invado espacios”.

CONSEJO PARTICIPATIVO REGIONAL DE EDUCACIÓN – COPARE

Este espacio ha pasado por muchos altibajos desde su creación, su mejor etapa fue durante la elaboración del Proyecto Educativo Regional (PER), luego su trabajo decayó notablemente. Desde su constitución contó con la presencia de mujeres entre sus integrantes. De las 15 personas que se reúnen para activar el espacio, tres son mujeres: directora de educación, secretaria del COPARE y la representante de las AMAPAFAS de la región.

Entre las instituciones que conforman el COPARE están: Dirección de Educación, AMAPAFAS, Gerencia de Desarrollo Social, Direcciones de Salud, Vivienda, Trabajo, Municipalidades Provinciales y Distritales, Defensoría del Pueblo, Universidades, Institutos Superiores, Instituto Nacional de Cultura, SUNAT, Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Municipios Escolares de primaria y secundaria, Iglesia, entre otras.

La señora Maribel Silupú Abramonte, representante de las AMAPAFAS ante el COPARE señala: “Para mí el Consejo de Participación Regional de Educación es importante porque permite a los padres y madres de familia a tener un acercamiento al sector educativo y así hacemos llegar nuestras inquietudes, problemas y propuestas. El trabajo concertado yo veo que a veces no hay interés de ambas partes, ni del Estado ni de la Sociedad Civil, por ejemplo deberíamos haber 50 representantes y sin embargo en el poco tiempo que llevamos reuniéndonos sólo llegamos a mayoría simple, algo de 15 representantes. Creo que algunas personas nos anotamos en estos espacios para hacer notar nuestra presencia y una vez que lo logramos lo abandonamos. Igualdad en la participación en cuanto al número no hay, pero en cuanto al respeto de las opiniones y propuestas si nos respetan. No podría decirle en cuanto al conocimiento de políticas de género, pero creo que no hay”.

Al hablar sobre algunas prácticas excluyentes, la señora Silupú dice: “Creo que para que las mujeres participen mejor y más, los espacios de concertación deben contar con espacios para que las mujeres que tienen niños pequeños los dejen allí y puedan tener la seguridad que sus hijos están cerca y bien atendidos, jugando y vigilados, eso haría que más mujeres participen. Se deben tomar algunas medidas que faciliten y promuevan la participación de las mujeres. Hay otro factor que tiene que ver directamente con las mismas personas y es la pérdida del hábito de la lectura, del conocimiento, del interés, los jóvenes pierden mucho el tiempo en tanta tecnología que hay y no la saben aprovechar para mejorar como personas, por ello nosotras mismas mujeres y varones nos excluimos de espacios públicos y políticos”.

Para la docente Rosaura Sosa Madrid “El COPARE tiene una gran importancia porque es un espacio que permite a la sociedad civil concertar con el Estado y vigilar todas las acciones que se realicen en función al proyecto educativo regional de Piura. Actualmente estamos afrontando muchas dificultades, tanto a nivel de autoridades como de sociedad civil, no asumimos el compromiso y no nos involucramos con respecto a la participación nuestra en este espacio. Estamos haciendo todo un trabajo en poder ir fortaleciendo las capacidades de algunos miembros del COPARE sobre lo que es la concertación y la incidencia en políticas educativas regionales, que se concreticen en proyectos viables para ejecutar. En el COPARE tenemos actualmente una participación minoritaria de mujeres con respecto a los varones”.

Al preguntarle sobre algunas correcciones a prácticas excluyentes, la profesora Sosa manifestó “En principio que en las escuelas pudiéramos tener un doble lenguaje en las prácticas educativas, lo decimos, usamos lenguaje inclusivo, pero cuando lo llevamos a la práctica notamos que hay filas de niños y niñas; en inicial cuando los niños juegan con muñecas y las niñas con carritos, les decimos no, estos juguetes son para niñas y aquellos para niños. Influir en los niños desde pequeños en prácticas positivas que permitan equilibrar la igualdad entre hombres y mujeres”.

COLECTIVO POR LA GOBERNABILIDAD

Participan hombres y mujeres en representación de instituciones de la sociedad civil, según señalan sus integrantes es bastante equitativa tanto en número como en participación propositiva.

Según Cecilia Bustamante de la MCLCP, “en el colectivo hay diversidad de enfoques y temas. Es al abordar el tema de desarrollo social cuando es más factible vincular lo de género, pero en los otros temas como lo económico, medio ambiental y gobernabilidad casi no está asumido conscientemente

el enfoque de género, hay que trabajar un poco más. Primero tendríamos que ir construyendo normas y reformas de las leyes, tenemos que trabajar mucho la cultura democrática con equidad de género, tanto en el colegio, para ir generando una reflexión de lo que necesita una sociedad justa; normas en espacios mixtos, en AMAPAFAS, en procesos de participación ciudadana, creo que hay que ir avanzando en establecer y adoptar algunas prácticas”.

Para Segundo Obando Pintado de CEDEPAS Norte “De todas los ejes y acciones que contiene el pacto político los que menos se están implementando son los que tienen que ver con equidad de género y promoción de la mujer en general. Al menos está en la agenda y hay espacios que se van encauzando en la dinámica de promover la participación de la mujer. Si se conoce las políticas por parte de las mujeres que participan y de algunos varones también, se hace incidencia para que el tema de la mujer esté presente en las políticas públicas”.

ASAMBLEA DE DELEGADOS Y DELEGADAS DE LA SOCIEDAD CIVIL Y COMITÉ DE VIGILANCIA DEL PRESUPUESTO PARTICIPATIVO REGIONAL

Aquí está un poco equilibrada la participación de las mujeres y los varones; las personas entrevistadas señalan que hay una buena relación de entendimiento en el grupo y mucho respeto a las opiniones y propuestas de cada uno de sus miembros. “Las mujeres que participan son profesionales, saben mucho, son buenas técnicas, conocen bastante, son buenas haciendo propuestas”. Federico Arana Llanos.

 “Creo que la nueva conformación de la ADSC y del PPR está mucho mejor que antes, la mayoría somos profesionales, tenemos conocimiento y capacidad de propuesta, se nos escucha y vamos a hacer un buen trabajo”. Lourdes Valdiviezo.

De estos espacios es el COREM quien desde su nacimiento tiene una agenda de género y con la cual ha podido incidir para que se formulen políticas regionales.

La mayoría de los espacios de concertación y coordinación regional son sensibles a la problemática de género y tienen en sus representantes a mujeres, sólo un Consejo de Coordinación no tiene entre sus filas a ninguna mujer, CORDA.

En cuanto a sus agendas, estas están focalizadas en problemáticas de políticas sectoriales (agricultura, salud, educación, entre otras) no han incorporado temas de la agenda de género regional

Las y los participantes del estudio y asistentes al taller diagnóstico y al grupo de discusión señalaron la problemática de género que impide la participación social y política de las mujeres coincidiendo en muchos puntos del diagnóstico de inicio que motivo este estudio.

Un 95% de personas entrevistadas tienen conocimiento sobre las políticas de género en los niveles nacional y regional, sin embargo reconocen que en los espacios de concertación en los que participan poco o nada se conoce al respecto y tampoco ha habido una clara apropiación del enfoque de género para poder transversalizarlo.

Hay un 5% de personas que conocen de las políticas y el enfoque de género porque alguna vez lo han recibido en alguna capacitación, pero no lo han vuelto a abordar.

Un 50% del conjunto de entrevistados/as consideran género, a la presencia de hombres y mujeres en un proyecto o que se trabaje exclusivamente con mujeres.

Las y los entrevistados tienen la percepción, sobre todo las entrevistadas mujeres, que en los sectores públicos “género” es un tema casi exclusivo de mujeres.

Tanto en el Ministerio Público como en el Poder Judicial conocen el enfoque a partir de los servicios que brindan y las normas que los regulan (la legislación, los compromisos asumidos internacionalmente, los espacios existentes para abordar la problemática de género) consideran también que es un tema de “mujeres” ligado al tema de violencia. Pero en la estructura interna de estas instancias “Los jueces mayores se resisten a que las mujeres asuman cargos en la magistratura”, sólo hay una mujer entre cinco magistrados.

Todos coinciden en que el machismo es una práctica muy arraigada en la región y lo identifican como una de las principales limitaciones para el empoderamiento y participación social y política de la mujer. Pero también señalan que las mujeres tienen que estar muy bien preparadas si quieren asumir algún cargo político o directivo, el significado dado a esta premisa los llevó a la construcción de una persona superdotada, requisito que no cumple ningún integrante varón de estos espacios, pero que si lo exigen como “requisito indispensable” a las representantes mujeres.

En cuanto a los espacios de concertación todos sin excepción, consideran muy importante el espacio en el que participan, sin embargo dejan notar cierto sinsabor por el desempeño del Estado y el hecho de que las organizaciones no quieren participar activamente en estos espacios por desánimo y la ausencia de respuestas a sus expectativas. El grupo de discusión revisó las propuestas producto del taller diagnóstico y concluyó que deben trabajar en sus espacios las siguientes 11 propuestas:

1. Capacitación a mujeres para que se empoderen.

2. Sensibilizar a los hombres para que aborden e incorporen el enfoque de género.

3. Mejorar Reglamento y Mecanismos del CCR para incorporar mujeres y jóvenes.

4. Vincular diferentes estrategias de acuerdo al nivel y a las necesidades de las propias mujeres y los varones. Buscar el equilibrio entre hombres y mujeres partiendo del conocimiento de sus necesidades.

5. Vigilancia permanente al cumplimiento de las Políticas de Género.

6. Promover criterios de género/empoderamiento en los proyectos o propuestas que se presenten al PPR.

7. Institucionalizar estrategias para la implementación de políticas de género.

8. Incrementar la participación de la sociedad civil en la vigilancia del cumplimiento de la Ley.

9. Difusión a través de Programas Radiales sostenidos.

10. Establecer roles claros de los espacios de concertación en temas específicos como por ejemplo: embarazo en adolescentes, feminicidio, trata de personas, crímenes de odio.

11. Transversalizar el enfoque de género en todas las políticas.

Del análisis de la participación de la mujer en los espacios de concertación podemos resaltar los siguientes hallazgos:

a.-Primer hallazgo:

Nos muestra la característica de la población que integra estos espacios de concertación y coordinación regional, mayores de 35 hasta 56 años, personas con experiencia, capacidad y nivel educativo superior en la mayoría, con estabilidad económica sobre todo los funcionarios y representantes de instituciones sociales, llama la atención la no presencia de jóvenes, a pesar que a nivel nacional y en la región se cuenta con organizaciones juveniles.

La situación actual de los espacios de concertación y coordinación regional y de las organizaciones que las conforman, no están pasando por su mejor momento, hay un repliegue de las organizaciones, cansancio frente a expectativas y promesas no cumplidas y hasta un ligero agotamiento de algunos integrantes. Sin embargo las expectativas de la población y de los grupos que están detrás de esos representantes siguen latentes y consideran que es posible lograr los objetivos. Esta afirmación se demuestra cuando los y las integrantes señalan los siguientes elementos con mucha claridad, aludiendo a su rol y funciones asignados por ley en la coordinación con el Estado: consulta, propuestas, vigilancia, exigibilidad y el seguimiento a las políticas regionales vinculadas a ciertas temáticas de sus agendas.

En este accionar limitado de las mujeres como delegadas de las instituciones del Estado en los espacios de coordinación, priorizan su rol técnico y su experticia en el tema, sin articular la problemática sectorial hacia una lectura del mismo con el enfoque de género, aunque puede proponerse abordar algún servicio que ayude a disminuir un problema de la agenda de género con el

objetivo de disminuir las brechas (Ejem.: la violencia de genero) estrategia en la que todos y todas las autoridades, líderes y lideresas regionales están de acuerdo. Pero no se están cambiando los patrones estructurales que mantienen y dan continuidad a la inequidad de género.

b.- Segundo hallazgo:

Es que se reconoce que se van superando algunos factores para la participación social y política de las mujeres, esta afirmación es asimétrica con el número de mujeres participando y con la calidad de la participación, en los espacios mixtos (Estado-sociedad civil).

La región Piura es una de las 13 regiones del país que no ha normado las cuotas de género en los Consejos de Coordinación Regional, mecanismo de discriminación positiva que garantiza la presencia de mujeres en estos espacios. Por lo que hasta hoy la presencia de las mujeres se debe a las delegaturas de las instituciones y organizaciones por razón de liderazgo técnico en la temática o por el alto cargo que ocupan.

Otro aspecto importante es la identificación de un déficit de lideresas preparadas para intervenciones en estos espacios, si bien hay lideresas locales potenciales, estas están más relacionadas con las problemáticas sociales y no con las propuestas de género locales y regionales priorizadas. La toma de conciencia por las agendas de las mujeres, son las menos abordadas, a ello se suma que estas agendas no han sido actualizadas en la mayoría de las organizaciones de mujeres de segundo nivel y no son conocidas por las mujeres asociadas.

Si bien hay una gran acogida al discurso de la defensa de los derechos de las mujeres, mismo que ha sido internalizado por diferentes mujeres de todas las edades, son muy pocas aquellas que se atreven a ejercitarlos y, quienes han iniciado el ejercicio de estos derechos, tanto en el espacio privado (familia) en el espacio público (organizaciones, instituciones sociales y políticas) se ven sometidas a un conjunto de críticas y sanciones bajo códigos culturales sexistas tradicionales, por poner en riesgo la continuidad del sistema de relaciones jerárquicas.

Para las mujeres, ejercitar sus derechos significa transgredir el sistema de relaciones inequitativas y enfrentarse a un conjunto de prácticas, estereotipos y paradigmas sobre lo masculino y lo femenino, componente de una estructura de relaciones culturales, sociales, políticas y físicas, este sistema se ha desarrollado en torno a mecanismos de control y sanción, los que son aplicados cuando la sociedad cree que se está transgrediendo el orden “natural”.

Esta situación se expresa a la preocupación de las y los líderes de sociedad civil, que se preguntaban ¿Qué tipo de lideresa queremos o necesitamos? y a la que respondían señalando un conjunto de habilidades, competencias y destrezas para las mujeres, que ellos aún no han logrado desarrollar.

Entre las que señalaron: Se percibe entonces una exigencia muy alta para el liderazgo femenino en estos espacios.

Las brechas de genero priorizadas por el gobierno regional, salud reproductiva, educación, empleo, violencia, acceso a recursos y el medio ambiente tienen un impacto importante en la participación social y política de las mujeres, en la medida que estas brechas sean acortadas se habrán generado mejores condiciones para que las mujeres ejerzan su derechos civiles y políticos. Sin embargo la brecha de la participación social y política de las mujeres ha sido poco abordada, a ello se suma las necesidades estratégicas que han afectado el mundo subjetivo de las mujeres, lo que feministas llaman los marcadores de género que no se superan cuando se logra cambios personales en: seguridad, empoderamiento, autovaloración, toma de decisiones, negociación, compartir roles, revaloración del trabajo doméstico, identidad de género entre otros.

c.- Tercer hallazgo

Es la invisibilización de barreras culturales entre ellas la desvalorización del trabajo doméstico y la responsabilidad casi total en las mujeres, según la línea del tiempo es de 45 a 70 horas semanales que las mujeres utilizan en esta labor, siendo la falta de tiempo uno de los principales limitantes para su desarrollo como ciudadanas.

La complejidad de este trabajo, requiere la ejecución de diferentes y múltiples actividades. Es importante mirar el trabajo doméstico con la nueva teoría de economías del cuidado[24] y la relación trabajo familia, dos aspectos que en nuestro país aún están lejos de normarse.

V. IDENTIFICACIÓN DE LAS BRECHAS DE GÉNERO EN LA REGIÓN Y EN LA PARTICIPACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA DE LA MUJER EN ESPACIOS DE CONCERTACIÓN

Las brechas de género en la región

Las brechas de Género de la Región Piura levantadas en el 2009, fueron el primer producto formal que permitió que el gobierno regional revisara las políticas de género existentes y emanara otras a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, pudiendo con este mecanismo evaluar los logros y mejoras alcanzados.

Conceptualmente las brechas de género son las diferencias que exhiben mujeres y hombres en cuanto a oportunidades, acceso, control y uso de los recursos que les permiten garantizar su bienestar y desarrollo humano. Las brechas de género tienen que ver con: “diferencias objetivas, significativas y verificables entre hombres y mujeres en el acceso a bienes, servicios e instituciones cruciales para determinar sus niveles de desarrollo personal, social, económico, cultural y político, a pesar de ser ambos iguales en derechos y deberes”.[25]

Las diferencias entre las tasas masculina y femenina en la categoría de una variable, se calcula restando Tasa Femenina-Tasa Masculina. Cuanto menor sea la “brecha”, más cerca estaremos de la igualdad (Instituto Andaluz de la Mujer).

También están referidas a las diferentes posiciones de hombres y mujeres y a la desigual distribución de recursos, acceso y poder en un contexto. Constatar una brecha de género en un contexto significa normalmente que en éste existe una desigual distribución, donde el colectivo que pertenece al género femenino forma el grupo que queda con menos recursos, poder, etc.

En este estudio ponemos énfasis en indicadores cualitativos: los que refieren a cualidades o aspectos que no son cuantificados directamente. Se trata de opiniones, percepciones o juicio de parte de la gente sobre barreras invisibles.

Una de las definiciones más utilizadas por diferentes organismos y autores señala: que “los indicadores (…) son estadísticas, series estadísticas o cualquier forma de pronóstico que nos facilita estudiar dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos con respecto a determinados objetivos y metas, así como evaluar programas específicos y determinar su impacto”[26].

Ha cobrado más fuerza la idea de que los indicadores no son demografía, economía y pobreza, educación, salud y nutrición, trabajo y empleo; algunos temas están aún en proceso de maduración (como los de medio ambiente) y otros que han presentado problemas (por ejemplo, los derechos humanos y el buen gobierno y participación política y social)[27].

No obstante, se destaca que todos los avances han sido a escala nacional, y resultan prácticamente inexistentes las experiencias a escala local[28].

Una distinción importante para la región Piura es el abordar desde este estudio las brechas de género en las zonas urbanas y en las rurales (Ayabaca y Huancabamba).

1. La salud de la mujer

La Mortalidad Materna es un indicador altamente sensible que, según la Estrategia Sanitaria de Salud Sexual y Reproductiva en Piura se han reportado 39 casos en el 2009, 29 en el 2010 y 34 casos en el2011[29]. Este indicador para el 2012 se manifestó en 35 muertes maternas (Huancabamba con nueve casos, Piura con ocho, Ayabaca con seis y Sullana con cuatro, siendo éstas las provincias con mayor presencia de mortalidad materna); en lo que va del 2013 se presentaron nueve muertes maternas, siendo Piura y Sullana con dos casos cada una las provincias que encabezan la lista[30].

La mortalidad materna en las provincias rurales de Huancabamba, Ayabaca y parte de Morropón fue mayor en el año 2010 -2012, para el 2013 hay un incremento en la zona urbana (Sullana y Piura).

De la misma manera se aprecian cifras que dan cuenta de una problemática diferenciada entre las zonas urbanas y rurales, constatándose las brechas sociales con la extrema pobreza y las de género en el tema de salud sexual y reproductiva y mortalidad. Se conoce que la sensibilización, información y la mejora de los servicios, las estrategias de atención a las madres gestantes en provincias rurales de mayor recurrencia, han contribuido a la baja de la tasa de mortalidad materna a diferencia de provincias de la costa (Sullana y Piura) que es donde se ha incrementado el número de muertes.

Otro indicador es el embarazo adolescente que, según la Estrategia Sanitaria de Salud Sexual y Reproductiva de Piura, en el año 2011 se presentó en 3,427 jóvenes embarazadas entre 12 a 17 años y en el año 2012 en 3,140 embarazos en adolescentes.

El embarazo adolescente es considerado como un problema de salud pública, una madre adolescente trunca su desarrollo, agrava su salud física y emocional, abandona la escuela para ser madre, se vuelve más dependiente y la tendencia es la separación o un sometimiento que muchas veces se convierte en un ciclo de violencia doméstica y de espaldas a ejercer sus derechos.

La violencia política contra las mujeres en cargos públicos.

Es otro tipo de violencia que se da en los espacios públicos. La violencia o acoso político contra la mujer se sanciona como violencia común, en el terreno judicial, sin tratarla en el espacio político, donde muchas lideresas y mujeres autoridades son agredidas en el cumplimiento de sus funciones, quedando muchas veces en impunidad y sancionada en el cargo público.

Algunas mujeres autoridades y lideresas han levantado esta problemática que se expande cada día más, Piura no ha sido ajena a esta problemática, los testimonios de consejeras, alcaldesas y regidoras. Estudio Nacional de la Red Nacional de Mujeres Autoridades del Perú. 2013. así lo señalan.

Este es un atenuante importante para las mujeres que prefieren quedarse en el espacio privado negándose a participar en los espacios públicos, por el alto nivel de agresividad que puede recibir y la desprotección a la que es sometida cuando es censurada por cumplir con el rol asignado por ley, el fiscalizar la gestión. Esta experiencia es desalentadora para muchas mujeres pero también aquellas que logran superarla logran altos niveles de empoderamiento y mejoran sustancialmente su participación política.

1. La violencia física

En el período 2009 – 2010 se ha incrementado el número de las denuncias de violencia física de 9.9% a 14.6%; mientras que la violencia psicológica alcanzó el 64.5% el 2011, la violencia sexual fue el 2.4% el 2009 y el 4.6% el 2010, produciéndose un incremento significativo en comparación al año anterior.

El 32.6% de mujeres considera “no necesario” denunciar, a pesar de todos los mecanismos de información y prevención existentes y difundidos. La violencia puede causar la muerte de mujeres, en Piura no hay casas de refugio para facilitar el soporte que la urgencia de tratar los casos de violencia exige.[31]

Según la Mesa de Prevención y Atención de la Violencia de Género de Piura, en el 2012 se registraron tres feminicidios a nivel regional, uno de ellos ocurrido en Sullana, además de cuatro tentativas. Los pocos registros que existen al respecto no revelan el número real de casos, en la medida que no se cuenta con una base única de registro de denuncias interinstitucional. Asimismo, la Mesa registró entre enero y noviembre de 2012 a 2,013 personas afectadas por violencia familiar y sexual reportadas por los Centro de Emergencia Mujer. La Fiscalía de Familia de Piura reportó hasta noviembre del mismo año, 2,776 casos de violencia familiar solo en el distrito de Piura, en la Primera y Segunda Fiscalía de Familia. De estos, hay por lo menos 273 en investigación tutelar, que tiene que ver con menores de edad maltratados, abandonados o utilizados para mendigar.[32]

En Huancabamba, Ayabaca y la zona rural de Morropón, la violencia contra la mujer y las niñas y el feminicidio, es poco denunciada. Hacer efectivo el derecho a la denuncia que les asiste a las mujeres, es considerado por las otras mujeres y por las familias del agresor y la víctima como un hecho más grave que la agresión recibida por las mujeres. Denunciar es romper con la familia para toda la vida. Esta situación esconde las cifras reales de la dimensión de la violencia en estos espacios.

La trata de personas, a enero del 2013 Piura se ubica en el 7° lugar de las 29 grandes ciudades del país, con 18 casos de trata de personas[33] víctimas de esta esclavitud, es evidente que el problema se está abordando desde el Estado con apoyo de sociedad civil pero los avances legislativos aún están centrados en el Poder Judicial. En otras provincias se viene abordando el tema y aun no existen registros. Esta problemática es más compleja en su abordaje, por ahora solo se registran casos judicializados.

2. Educación

Entre 2005 y 2011 la tasa de asistencia a educación inicial en Piura no muestra cambios significativos para hombres y mujeres. En siete años el progreso es reducido, de cada 100 niños de 3 a 5 años apenas el 62%, asiste a la escuela, mientras que las niñas logran el 72%.

La educación inicial es una etapa importante en la formación de niñas y niños, sin embargo el acceso sigue siendo insuficiente.

En ámbitos rurales no se considera necesaria la educación temprana de sus hijos/as; allí las distancias y el acompañamiento que requieren los niños/as suelen ser limitaciones para los padres, el bajo nivel educativo de padre y madre influye en la importancia que se le otorgue a esta etapa educativa.

La tasa de asistencia de educación primaria logra ser casi universal en Piura: entre 2009 y 2011, el 92.3% de varones y 95.6% de mujeres. Mientras que la tasa de asistencia en la educación secundaria soporta un estancamiento: 70.8% de varones y 71.2% de mujeres el 2011. En esta etapa los/as adolescentes, principalmente de zonas rurales, enfrentan la pobreza y la economía de subsistencia familiar que obliga a los adolescentes (hombres) a trabajar para poder sobrevivir y seguir estudiando, mientras que las (mujeres) se convierten prematuramente en madres y nunca más regresan a la escuela.

Según la Gerencia Regional de Desarrollo Social, en Piura en el 2012 hubo 3.5% de repitencia y 1.9 % de deserción escolar.[34]

En Piura el 13.1% de mujeres es analfabeta respecto al 5.8% de hombres; por cada 13 mujeres analfabetas hay cinco hombres analfabetos. Esta diferencia significativa muestra el grave atraso de las mujeres principalmente en las zonas rurales. Esta tendencia se mantiene en los últimos 5 años con ligeras variaciones.

3. La inserción laboral

La actividad económica en Piura muestra un crecimiento importante de mujeres que acceden al trabajo independiente, entre el 2009 (43.2%) y el 2011 (58.2%) hay un notable incremento de 15%; sin embargo es necesario advertir que la inserción laboral de las mujeres, en especial de las más pobres, es en ocupaciones poco productivas y con muy bajos ingresos, que les exige largos y difíciles desplazamientos cotidianos en condiciones muy precarias lo cual afecta su salud, más aún si en general las mujeres trabajadoras no cuentan con seguro social, ni con el apoyo para el cuidado infantil de sus menores hijos con quienes se desplazan con mucho riesgo.

Los indicadores referidos a la inserción laboral expresan la disparidad de género; así por ejemplo, el nivel de ingreso por actividad económica independiente es de 734.6 nuevos soles en los hombres frente a 391.1 nuevos soles en las mujeres por una actividad similar. Las mujeres se incorporan al mercado laboral como independientes y el trabajo familiar no remunerado continúa siendo predominantemente femenino.

La población inactiva en la región Piura es principalmente femenina (73.0%) en relación con los hombres (27.0%); es decir, de cada 10 personas inactivas siete son mujeres. Dentro de este grupo  (inactivos) se encuentran las amas de casa, los estudiantes, los jubilados, es decir aquellos que no se encontraban trabajando ni buscando trabajo.

Respecto de los ingresos económicos, se evidencian significativas brechas de género; solo 37,1% es el promedio de mujeres con ingresos por salarios con respecto a los hombres. Las mujeres trabajadoras representan el 53% del ingreso promedio de los hombres.[35]

4. Jefas del hogar en el Programa Juntos

La región Piura ocupa el 13° lugar en población de pobreza extrema del programa juntos, con una población de mujeres de extrema pobreza, representantes del hogar para el 2011 de 86.3% (27,067) en el área rural, y de 13.7% (4,305 hombres) y para el 2012, la población de mujeres jefas de hogar aumentó en 20,000 mujeres más, y se incrementó también el número de mujeres jefas de hogar en la zona rural a 69.1% (35.965) y 30.9% urbana (16,102).

Llama la atención la presencia de un alto número de madres solteras jefas de hogar en situación de pobreza extrema, población que merece atención diferenciada de los gobiernos locales y nacionales.

Participación ciudadana y política de las mujeres

1. Identidad

En el año 2007, un alto porcentaje de mujeres por encima de los hombres no contaban con partida de nacimiento, situación que impide el ejercicio de su ciudadanía, negándoseles el derecho a la identidad y al reconocimiento de su existencia legal en esta región y en el país.

De la misma manera existe una brecha entre mujeres (1.5%) y hombres (1.2%) que no cuentan con documento de identidad. Estos dos instrumentos son fundamentales para la participación ciudadana y política de las mujeres.

Entre el 2010 y 2011 se han desarrollado en el Perú procesos democráticos para elegir autoridades regionales y municipales. Piura es la segunda Región más poblada del país y el 50.2% de su población está constituido por mujeres, sin embargo ellas no han logrado cargos de poder en el Gobierno Regional. En las elecciones de 2010, de 8 alcaldes provinciales solo una es mujer (Provincia de Piura).

De 56 alcaldes distritales solo 02 son mujeres (Castilla y El Arenal).

La participación política de las mujeres en la región es baja, a pesar de la existencia de la Ley de Cuotas existe gran resistencia a estas medidas que pretenden corregir la poca participación de las mujeres en las listas de los partidos y movimientos políticos; quienes mantienen una presencia exclusiva o mayoritaria de varones en sus listas. De otro lado, continúa la incorporación de mujeres en los últimos lugares de las listas sólo por cumplir con la Ley que no contempla la alternancia ni la cuota de poder. Los puestos de responsabilidad asignados a ellas siempre están vinculados a funciones “sociales” (bienestar, salud, educación, secretarías económicas y vocalías).

El Gráfico N°1 nos indica que hay mayor presencia de mujeres en los cargos de regidoras distritales y provinciales, a pesar de ello en este ítem los hombres ocupan 286 regidurías, mientras que las mujeres sólo 100. En cuanto a Alcaldes Distritales tenemos 61 alcaldes y 03 alcaldesas; en el nivel provincial 7 Alcaldes y 1 Alcaldesa. La presencia de mujeres en estos espacios no ha significado para las mujeres de sociedad civil una ventaja en relación a recepción y trabajo con la Agenda de las Mujeres, generándose un distanciamiento entre las lideresas y las mujeres autoridades.

La violencia o acoso político

Si bien este tema ha sido abordado anteriormente, consideramos profundizar en esta parte porque tiene una implicancia directa en la resistencia que tienen las mujeres para incursionar en estos espacios, los ejemplos de violencia que sufren algunas mujeres en ejercicio de funciones políticas en los espacios de gobierno y en los partidos políticos es aleccionadora para otras mujeres, quienes por temor a pasar situaciones desagradables frenan el interés de ejercer sus derechos políticos.

Un estudio reciente realizado por Flora Tristán (aún sin publicar), respondiendo al interés de la RENAMA – Red Nacional de Mujeres Autoridades de Gobiernos Locales y Regionales del Perú[36], sobre la violencia o acoso político en espacios de decisión política, ha tenido un impacto en la formulación de una propuesta de Ley de sanción a esta violencia de manera diferente a la violencia familiar, la misma que ha sido aprobada en el Congreso, en estos ámbitos, es importante que se promuevan acciones articuladas entre las mujeres para su propia defensa, exigiendo también un nuevo tipo de relacionamiento entre mujeres autoridades y lideresas de sociedad civil con nuevos marcos normativos.

De otro lado, el arraigado machismo en la región, las tradiciones y costumbres inculcadas desde pequeñas, encasillan a las mujeres a las labores domésticas. A ello se añade el poco tiempo que tienen por la carga familiar (más aún si son jefas de familia) y sus múltiples responsabilidades laborales más el trabajo social que realizan, no les permite participar en política.

Otro atenuante para que las mujeres se inserten en espacios de organizaciones mixtas o en política es el escaso nivel de educación, algunas con primaria incompleta o secundaria completa o incompleta, lo cual les intimida en la posibilidad de ocupar un cargo, más aún si es una invitación a participar en elecciones municipales. La desinformación juega un papel importante en la poca confianza y timidez que muestra la mayoría de mujeres para ocupar cargos dentro de la organización y también públicos.

La problemática regional de género se hace explicita en el 2004 cuando se inicia un trabajo concertado entre las mujeres lideresas de organizaciones y representantes de instituciones de la sociedad civil y mujeres autoridades, funcionarios y funcionarias del Gobierno Regional, decidiendo crear e institucionalizar el COREM, la Mesa Regional por la Equidad de Género, el Congreso anual de la mujer.

Se priorizaron problemas y formularon propuestas de políticas regionales en favor de las mujeres, visitando las 8 provincias y motivando su centralización provincial, fue sumamente importante el apoyo de los alcaldes y desde la sociedad civil de las ONG con el financiamiento y apoyo técnico de la cooperación quienes con el aval político del equipo del Gobierno Regional de ese periodo, lograron levantar las brechas de género y aprobar en Sechura el PIO (2008) y en la región el PRIO (2009).

El PRIO Piura, proporciona la información que da cuenta de las brechas regionales de género y los indicadores de inequidad entre mujeres y hombres. En este instrumento el problema de la participación política y social de las mujeres ya se visibilizaba como una de las brechas más profunda.

En los procesos electorales 2006– 2010 y 2011-2014 la participación de las mujeres y su elección en los cargos por voto popular han tenido como resultados mayor presencia de mujeres piuranas.

Las brechas de género en los espacios de concertación regional

Identificar las brechas de género en estos espacios regionales nos remite a la incursión de las mujeres piuranas en el espacio público, las mujeres se insertan en los movimientos sociales organizados que la población masculina había impulsado y, por otra parte a las organizaciones o colectivos que determinadas instituciones públicas y privadas impulsaron para implementar las políticas sociales para mejorar y ampliar el acceso y aprovechamiento, entre ellas: las políticas de salud, salud de la mujer, alimentación, políticas para disminuir la pobreza y para enfrentar la emergencia entre otras.

Es importante recordar que las mujeres que participan en estos espacios llegan con las marcas que la exclusión y la inequidad de género les ha brindado solo por el hecho de ser mujer.

Para trabajar las brechas de género en los espacios de concertación y coordinación regional, se trabajó según la muestra del estudio con 21 encuestas aplicadas a nueve varones y 12 mujeres, de las que podemos levantar la información que presentamos.

1. Inequitativa presencia de mujeres en los espacios de concertación y coordinación regional

La presencia de las mujeres en estos espacios sigue siendo limitada a pesar de la apertura a una mayor participación. Actualmente en los cinco espacios de concertación y coordinación elegidos para el estudio participan 47 mujeres (31.06. %) en relación a la representación masculina que es de 99 personas (69%). La cifra de mujeres más alta pertenece al COREM, 30 mujeres que en porcentaje es el 65.02 % de las mujeres.

Sin el COREM la cuota de participación de las mujeres seria del 13% de mujeres sobre el 87 % de hombres representante de las instituciones y organizaciones.

Esta constatación nos muestra que detrás de los espacios hay una masculinización[37] de los mismos, producto de la división social de trabajo en los espacios privado y público y de una cultura tradicional de asignación de roles con inequidad de género que afecta a las mujeres.

Ante esta realidad es urgente democratizar estos espacios garantizando mayor presencia de mujeres e incorporando reglas de juego nuevas, más democráticas y adecuadas a la realidad de hombres y mujeres.

En este sentido es importante revisar: horarios y fechas de reuniones, recursos económicos para transporte y refrigerio a fin de facilitar la presencia de lideresas sin trabajo.

2. Edades de las y los participantes en los espacios de concertación

Las edades de las 12 mujeres encuestadas, fluctúan entre 38 y 59 años, mientras que para el caso de los nueve hombres el rango está entre 50 y 57 años. Aquí la brecha de edades es alta en los hombres, hay una brecha positiva hacia las mujeres en cuanto a su juventud.

Esta brecha influye en la disponibilidad de tiempo para el trabajo de participación social y política, la relación entre edad y la disponibilidad de tiempo impide a las mujeres ejercitar sus derechos civiles y políticos en estos espacios. Mientras para los hombres adultos con más edad las responsabilidades bajan y tienen más tiempo para participar.

Otra asociación de la edad es con la reproducción de vida, si bien la edad de 38 años nos indica que la mayoría de mujeres acabo su ciclo para la maternidad, hay un gran porcentaje de ellas que se dedica al cuidado de sus hijos/as.

Esta situación genera una tensión entre edad y maternidad, que en una situación equitativa de género no existiría ni sería una limitante para la participación política de las mujeres.

Para las mujeres la edad no debería ser una desventaja para incursionar en lo político, pero condicionada ésta con otras brechas de género, como la dependencia económica, la violencia, la maternidad, las labores domésticas, el cuidado de las personas adultas y familiares enfermos; el jefatura familia en sociedades con un sistema de relaciones inequitativas de genero se convierte en una limitante.

Compartir roles y responsabilidades es una estrategia que se tiene que implementar en la familia como espacio privado y en el espacio público.

3. En el plano laboral

Del total de encuestados, dos son independientes (agricultores) (3.3%), una es ama de casa y dependiente económicamente de su esposo, una de las encuestadas tiene trabajo temporal (3.35%) que ha sido continuo los últimos tres años; las personas restantes 17 personas encuestadas (91,9%) tienen un empleo dependiente, que va desde los 12 a los 45 años de servicio, por lo tanto cuentan con un ingreso económico mensual fijo, seguro social, AFP, CTS.

En estas cifras la información arroja una diferencia entre quienes representan a las instituciones públicas y privadas con las mujeres que representan a las organizaciones de sociedad civil. La brecha es más bien social de discriminación.

Los ingresos fijos mensuales de los hombres van desde 1,600.00 nuevos soles (el ingreso más bajo) hasta 5,500 (el ingreso más alto), mientras que en las mujeres los ingresos fluctúan entre 1,230.00 y 4,290.00 nuevos soles al mes. La brecha salarial es de aproximadamente 1000 nuevos soles para las mujeres.

Las mujeres muestran mayor dificultad para ejercer sus derechos a un empleo, la temporalidad en el trabajo desfavorece su participación en estos espacios, considerando que el desempleo y los bajos ingresos económicos limitan la autonomía para decidir y participar en todas las actividades programadas. Considerando que los gastos para estas actividades los financian las y los participantes en caso representen a la sociedad civil organizada.

4. Nivel educativo

De los y las encuestados/as, siete varones y cinco mujeres cuentan con educación superior universitaria completa, tres mujeres tienen educación universitaria incompleta, dos mujeres lograron educación técnica completa, dos mujeres y un varón terminaron la secundaria y un varón solo tiene secundaria incompleta.

Las brechas de género en el nivel educativo no son profundas, la mayoría de los representantes hombres tienen el nivel educativo más alto a diferencia de las mujeres, que menos de la mitad cuentan con el mismo nivel educativo. Otro grupo de mujeres (3) tienen estudios superiores universitarios incompletos y 2 cuentan con estudios técnicos concluidos.

Las brechas de género educativas en estos espacios se miden con dos indicadores, educación superior concluida y educación secundaria no concluida.

El nivel educativo no concluido también es una barrera para una participación social y política segura en el espacio de concertación y coordinación, considerando que la interacción es con funcionarios y técnicos del Estado quienes tienen alto dominio de la gestión pública y de las políticas que implementan. A ello se suma el desconocimiento de la gestión pública.

Esta situación genera inseguridad en las mujeres participantes quienes optan por cumplir un rol de representación de sus organizaciones. De la misma manera en el imaginario de los participantes está instalada una escala de valores para las mujeres basada en la tecnocracia.

5. Participación en la economía del cuidado y el uso de la línea del tiempo

Con referencia a las horas semanales dedicadas a la economía del cuidado familiar y las labores domésticas, en la línea del uso del tiempo señalan que usan mayor cantidad de horas en las labores domésticas a pesar del nivel económico, educativo y laboral que tienen, contando con apoyo de otra mujer o de la familia, para este trabajo dedican entre 10 a 50 horas semanales mientras los hombres dedican a este trabajo solo entre 5 a 15 horas a la semana.

A pesar de este apoyo, las mujeres no se eximen del cuidado de los hijos/as. La administración del hogar y la representación de la familia, casi no suelen controlar el tiempo que usan en el trabajo doméstico o “trabajo de la economía del cuidado” lo que tiene un impacto directo en la poca participación política y social de las mujeres.

Las mujeres que no disponen de recursos para contratar apoyo, tienen que desarrollar todas las labores señaladas, con jornadas de más de 100 horas a la semana.

El no compartir roles y distribuir el trabajo doméstico entre los miembros de la familia, limita la participación social y política de las mujeres.

6. La atención personal

El trabajo en la línea del uso del tiempo incluye también la atención personal. En general las mujeres que participan en estos espacios, ocupan más tiempo en labores domésticas que los hombres, según el gráfico, cuatro mujeres de las 12 encuestadas dedican entre una y cinco horas a su atención personal durante la semana; tres se toman un tiempo de 11 a 15 horas para ellas mismas; dos se dedican entre seis y 10 horas; otras dos se dedican entre 21 y 25 horas y una entre 16 y 20 horas. En cambio, en el grupo de nueve varones, tres señalan dedicarse entre 11 y 15 horas semanales; dos de seis a 10 horas; dos entre una y cinco horas; uno de 16 a 20 horas y el otro de 21 a 25 horas a la semana.

Esta brecha nos permite comprender que las largas jornadas de trabajo en los diferentes roles que cumplen las mujeres que participan en estos espacios, les limita la atención adecuada a su persona, negándose espacios para el control de su salud, capacitación y recreación.

7. Dedicación a la participación social

Este gráfico nos indica que son las mujeres las que más horas dedican a la participación social, dedican entre 6 a 60 horas semanales, mientras los hombres, dedican de 5 a 40 horas a la semana.

Aquí el indicador de la brecha es el tiempo de dedicación al trabajo social y el nivel de compromiso e identificación que las mujeres tienen con este trabajo. Los hombres también están comprometidos pero dedican menos tiempo.

8. La participación política

La dedicación de las mujeres en la participación política en partidos políticos y no en la labor política que cumplen en los espacios de concertación y coordinación que integran. La dedicación que ponen las mujeres a la participación política semanalmente; es poca: nueve han señalado que no dedican ninguna hora a la semana al tema, mientras que las tres restantes dedican: de seis a 10 horas, entre 11 y 15, y entre 16 y 20 horas a la

semana. En los nueve varones encuestados, tres señalan dedicarle entre seis y 10 horas, dos le dedican 21 y 30 horas, dos de una a cinco horas y dos no le dedican tiempo a la participación política.

Barreras Invisibles

Para su participación política y social, las mujeres en estos espacios enfrentan múltiples barreras, tales como: económicas, sociales, políticas y existen también barreras invisibles, entendidas como el conjunto de actitudes resultantes de las expectativas, las normas y los valores tradicionales que impiden la capacitación y participación de la mujer en los procesos de toma de decisiones para la plena participación en la sociedad.

En el ámbito político, retomo a Angélica Bernal (2004) distingue tres tipos de obstáculos que dificultan la participación de las mujeres. Unos son los obstáculos de partida, que consisten en la carencia de las mujeres de una serie de destrezas, conocimientos y oportunidades para entrar en el juego político en igualdad de condiciones con los hombres y que son resultado de la socialización diferencial de hombres y mujeres.

Los obstáculos de entrada, son los impuestos por la cultura con los paradigmas y estereotipos sobre las esferas de acción y los papeles que deben cumplir las mujeres para entrar al mundo de lo público.

Asimismo, los obstáculos de permanencia, que encuentran las mujeres una vez han logrado entrar en la esfera pública: socio política y que son las características y dinámicas mismas del quehacer político con las que estas mujeres muchas veces no se sienten identificadas y se constituyen en la razón principal por lo que la mayoría decide retirarse a la esfera privada o al trabajo comunitario”.

Las barreras socioculturales que impiden la participación social y política de las mujeres están ligadas a los estereotipos y paradigmas sexistas, que se mantienen activas actuando de manera directa en la creación de brechas cuyos resultados generan desigualdades entre mujeres y hombres.

Las barreras también operan como categorías de indicadores cualitativos para identificar las brechas de género, algunos de ellos se han usado en este estudio y han salido en el bloque de limitaciones para la participación.

 Las relaciones de familia.

 Niveles de autonomía para la toma de decisiones en la familia sobre la participación.

 Capacidad de negociación en la familia y la pareja.

 Segregación y discriminación de las mujeres en el ámbito público.

Persistencia de modelos patriarcales de liderazgo en la política.

 Élites políticas dominadas por los hombres.

 Relaciones machistas de poder.

 Pactos masculinos.

 Escasa apertura a la inclusión femenina en los espacios de toma de decisiones.

 Socialización estereotipada.

 Falta de apoyo social y familiar para que las mujeres trabajen en política.

 Traspolación de los roles de género a la función pública.

 Resistencias sociales e individuales a revertir el modelo patriarcal.

Misoginia hacia y entre las propias mujeres.

 Resistencias masculinas a ceder espacios de poder.

 Prevalencia del modelo femenino de belleza y sumisión.

 Ambiente político rivalizante con prácticas poco asumidas por las mujeres.

 Descrédito profesional hacia las mujeres.

 Infravaloración y descalificación de las mujeres.

 Temor a sufrir violencia o acoso político[38], las mujeres toleran la violencia familiar, pero no la violencia en espacios públicos, muchas mujeres autoridades han compartido las diferentes formas de acoso político que vivieron durante el ejercicio de la gestión política como autoridades con los equipos de trabajo en los municipios. Ellas señalaron la dolorosa experiencia y no quieren repetirla.

VI. EXPERIENCIAS EXITOSAS DE PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN ESPACIOS DE CONCERTACIÓN.

El Consejo Regional de la Mujer –COREM

Surge como propuesta de la sociedad civil, de las mujeres organizadas y de las instituciones sociales, ONG y las mujeres autoridades del consejo regional, quienes se propusieron en el marco del proceso de descentralización, solicitar se formalice un espacio de coordinación y concertación de las mujeres con el Estado, que garantice una fluida comunicación, negociación y vigilancia en el cumplimiento de políticas, normas y acuerdos para abordar la problemática de inequidad de género y el cierre de brechas.

El proceso generó una gran movilización de las mujeres en la región, para la elección de delegadas y representantes por provincia y en la discusión de sus prioridades.

Esta iniciativa proponía también algunas medidas para la transversalización de género en el gobierno regional y las direcciones regionales, quienes se verían comprometidas a implementarlas desde la aplicación de sus políticas sectoriales para favorecer a las mujeres en la igualdad de oportunidades y en la erradicación de las causas que mantienen la desigualdad como: mejora de la educación, liderazgo y el nivel organizativo, la situación y condición de exclusión y desvaloración,

A partir de su constitución la segunda medida fue la reglamentación del COREM y posteriormente la elaboración del PRIO.

La experiencia tiene un impacto en las mujeres lideresas de la región y del País, en tanto, se ha influido que las mujeres de otras regiones, desarrollen e impulsen normas de protección exigiendo su cumplimiento. Hoy se cuenta con 17 Concejos Regionales de la Mujer (COREM) como canal formal de negociación y vigilancia para ejercer el derecho a la exigibilidad en el cumplimiento de sus derechos.

Sin embargo, lo que las mujeres en Piura han logrado con el COREM es la visibilización del analfabetismo, la mortalidad materna, el registro de identificación, la presencia de la violencia en diferentes esferas y modalidades y la priorización de brechas, logrando motivar el interés del Estado y la sociedad civil.

Central de Comunidades Campesinas del Bosque Seco – CECOBOSQUE

Es una asociación civil de comunidades campesinas del bosque temporalmente seco del departamento de Piura, constituida para la defensa de los derechos de sus asociadas, para contribuir a desarrollar capacidades de gestión organizacional, productivas, comercialización e incidencia, con equidad de género. Fue creada en el año 2006 para resolver los conflictos de tierra que habían entre las Comunidades Campesinas José Ignacio Távara y San Juan Bautista de Catataos por cuestiones limítrofes, en aquella época Heifer Project International trabajaba el Proyecto “Fortalecimiento y Capacitación de Líderes Jóvenes” con la Nacho Távara y se fue generando una buena relación con la CC de Catataos, fruto de ello nace la iniciativa de acercarse a otras comunidades campesinas para formar una asociación entre ellas, la primera reunión fue en Las Lomas y se inició la organización con 17 Comunidades Campesinas, actualmente se cuenta con 32 comunidades asociadas.

Una vez constituida CECOBOSQUE, HPI financió dos proyectos transcendentes para el desarrollo de la organización: “Escuela para formación de cuadros jóvenes y dirigenciales de las Comunidades Campesinas” y “Escuela de Lideresas”, ambos proyectos fueron ejecutados con enfoque de género.

Los resultados de esta experiencia se expresa en la mayor presencia de jóvenes capacitados en la escuela que actualmente vienen dirigiendo sus comunidades campesinas; mientras que varias de las mujeres de la Escuela de Lideresas han asumido cargos importantes dentro de la dirigencia de sus comunidades, incluso una mujer postuló a la Presidencia de la Comunidad Virgen de las Mercedes de Lancones, habiendo obtenido el segundo lugar en las elecciones por un voto de diferencia.

Trabajar el enfoque de género es un reto para la organización porque hay comunidades en la sierra que no ven la importancia de que hombres y mujeres trabajen juntos por el desarrollo de sus comunidades, sus estatutos no están actualizados. En zona costera ya se han hecho ajustes a los estatutos incluyendo lenguaje inclusivo y donde se señala que “el comunero o comunera tienen derecho a ser elegidos”, esto no ha sido fácil, hemos tenido que ir comunidad por comunidad a hacer talleres, participar en sus asambleas, hemos ido una delegación mixta de hombres y mujeres a cada comunidad para sensibilizar a los asociados y que entiendan la importancia de modificar los estatutos e incluir a las mujeres en ellos, se ha hecho trabajo de campo.

Las necesidades prácticas visibilizadas por las propias mujeres y algunos hombres que ya estamos sensibilizados con el enfoque de género, están en relación a derechos como la educación, la salud, la alimentación, el agua de consumo diario, el cuidado de niñas y niños, la problemática de violencia entre otros. Estas demandas son generalmente analizadas como domésticas y desestimadas en el plano de lo político desvalorizando el aporte político de las mujeres.

En CECOBOSQUE creemos que es fundamental, incluir la visión de las mujeres en los procesos de diagnóstico, en las propuestas, la ejecución y evaluación de los programas/proyectos para obtener una visión integradora e inclusiva.

Asamblea de Delegados de la Sociedad Civil del CCR – Piura

La norma que estableció la naturaleza, composición, funciones y funcionamiento del CCR fue aprobada el primer día del año 2003 (Ley Modificatoria de la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales), a pesar de que en la Ley se establecía una proporcionalidad igual para los miembros plenos y los representantes de la sociedad civil esto nunca se aplicó y, si no se aplicaba para la mayoría de organizaciones (mayoritariamente masculinas) que se inscribían en los procesos, a lo largo de estos años, menos aún los reglamentos hacían mención a la participación de las mujeres organizadas.

En este marco, Radio Cutivalú como representante de la Mesa Regional de Prevención y Atención en Violencia de Género, inició un proceso de motivación y sensibilización (al interior de su espacio) sobre la importancia de estar en el CCR como organizaciones que trabajan por los derechos de las mujeres.

Habiendo tomado conciencia sus miembros de la importancia de una participación activa, comprometida, permanente, propositiva y vigilante para insertar en el espacio la Agenda de Género, se consideró relevante participar en la convocatoria del Gobierno Regional para la Asamblea de electores/as para la renovación de la representación de la sociedad civil en el CCR, misma que se renueva cada dos años de acuerdo a Ley.

Una de las primeras tareas realizadas al haber sido aceptadas como Asambleístas, fue aportar en la revisión del Reglamento para el Proceso de Elección de los Representantes de la Sociedad Civil[39] ante el CCR, tomando en cuenta el marco normativo existente a nivel nacional[40] y regional[41] se incorporó el lenguaje inclusivo en el reglamento de elecciones y se propuso que la representación por institución u organización ante la Asamblea fuera alternada: varón y mujer (titular y/o alterno/a).

Así hemos logrado una mayor participación en la inscripción de mujeres y, como resultados visibles una mayor presencia de las mujeres en el espacio del CCR, donde de los 05 titulares y 05 alterno/as hay una relación de: 03 varones y 02 mujeres por grupo.

VII. APRENDIZAJES

1. Los espacios de concertación y coordinación para el caso de Piura son experiencias regionales históricas que han sido formalizadas con la Descentralización, este recorrido histórico ha facilitado el desarrollo de liderazgos personales e institucionales reconocidos, que operan como comunidad del conocimiento en la región, logrando promover el desarrollo de capacidades de ciudadanos y ciudadanas para visualizar los horizontes en la definición de estrategias adecuadas a las propuestas de desarrollo que se plantean.

2. Otro elemento importante es que estos grupos han logrado revertir propuestas improvisadas a diferentes equipos de gobierno en Piura, lo cual demuestra su capacidad negociadora y de dialogo democrático, con esos aprendizajes estos espacios van a seguir funcionando a pesar de los cambios o estancos que se reproduzcan en el país, demostrando la fuerza de un tejido social regional legitimado e institucionalizado que está en permanentemente renovación, leyendo su problemática, proponiendo, vigilando y negociando.

3. Esta riqueza regional bañada por su historia, cultura y social debe ser el motor de nuevos espacios para formar nuevos líderes/sas jóvenes, se trata de ampliar espacios de participación que garanticen la presencia de nuevos líderes/as con mayor y mejor identidad regional, con acento cultural, ciudadana y la continuidad de los procesos.

4. Los espacios de concertación y coordinación han desarrollado capacidades institucionales para afinar la lectura de las problemáticas regionales y proponer asertivamente las vías de solución a los problemas, esta experticia debe romper con la focalización de la problemática sectorial, transversalizandola de tal manera que se trabaje con propuestas articuladas. La problemática de género y su agenda priorizada es una oportunidad para hacer nuevas experiencias y fortalecer las capacidades instaladas de instituciones y personas.

5. Un aprendizaje recogido en el estudio es la posibilidad e importancia de trabajar la temática de género con hombres en espacios públicos y /o mixtos.

6. Otro aprendizaje es que no es suficiente mejorar la participación social y política de las mujeres en los espacios de participación y coordinación regional, las provincias de Ayabaca y Huancabamba, y una parte de Morropón constituyen la ruralidad y se trata de obtener una visión integradora de región, ese hecho requiere trabajar género, no solo priorizando brechas, también priorizando los espacios rurales donde la problemática de la mujer es más profunda, para esto la negociación y articulación del CCR con los CCL y los comités del Presupuesto Participativo es de vital importancia tal como lo señalan algunos integrantes de estos espacios.

VIII. CONCLUSIONES

1. La participación ciudadana se ejerce en permanentes retos y en contextos de problemas que exigen soluciones con rápidas respuestas, con esta premisa es difícil sintonizar las demandas de la población y de los grupos demandantes con las dinámicas de los gobiernos regionales (asistencialismo inmediato, planificación y proyectos de mediano y largo plazo), lo que genera una tensión permanente.

2. Es importante que los espacios de concertación y coordinación regional generen corriente de opinión favorable al género, articulando el enfoque a los problemas sociales, rompiendo la segmentación, señalando los beneficios dentro de lo posible a conseguir en mediano plazo, para el desarrollo de la democracia regional y la gobernabilidad en los diferentes espacios de acción pública, a fin de generar una cultura política con enfoque de género en cada localidad, desde el liderazgo de estos espacios.

3. Existen condiciones favorables en los espacios de concertación y coordinación para el trabajo de transversalización de género en estas instituciones, hay personas muy sensibilizadas, casi todos y todas los/as integrantes tienen información básica sobre el enfoque e interés en afirmar la democracia y erradicar o disminuir las brechas de género.

4. Hay una confusión en los integrantes de los espacios de concertación y coordinación en relación a la presencia de las mujeres, se manejan discursos confusos como el siguiente: “Ella si se merece estar aquí, porque es bien preparada, una buena profesional” este mensaje muestra la confusión acerca de la participación de las mujeres como un derecho, y es más bien la cultura de la exclusión que nos hace precalificar a quienes elegir, quienes si deben estar en estos espacios. Esta barrera invisible excluye a las mujeres de la participación social y política, el nivel técnico o por los conocimientos que tiene limita la posibilidad de que las mujeres que no tienen profesión y un perfil técnico alto puedan entrar a estos espacios.

IX. RECOMENDACIONES PARA SUPERAR LAS BRECHAS DE PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN LOS ESPACIOS DE CONCERTACIÓN Y EN LAS ORGANIZACIONES

1. Transversalizar género en los espacios de concertación y coordinación.

2. Capacitar a sus integrantes en la tecnología del género[42], para su aplicabilidad operativa en el cumplimiento de funciones.

3. Un fondo para los gastos operativos de movilidades de lideresas que participan en estos espacios, garantizando su presencia en reuniones y otras actividades.

4. Adecuar el funcionamiento de los espacios de concertación y coordinación con horarios que garanticen la presencia de las mujeres que integran estos espacios de trabajo.

5. Promover la ordenanza que obliga a la participación de las mujeres, con cuotas mayores al 30% y la alternancia en los CCR y espacios de concertación, en las directivas de colegios profesionales e instituciones públicas, así como en las juntas directivas de organizaciones que integran los espacios de concertación y coordinación regional.

6. Trabajar el tema de exigibilidad al cumplimiento de acuerdos, planes y políticas nacionales, regionales y locales, ampliar el mecanismo de rendición de cuentas a las consejeras regionales, regidoras y lideresas /es sociales, para medir avances en acortar las brechas de género que limitan la participación política de las mujeres.

7. Generar un sistema de indicadores de género desde el proyecto que puedan ser articulados a los indicadores regionales y nacionales a fin de avanzar en sintonía con las políticas en los tres niveles de gobierno. Desde el estudio se sugieren indicadores cualitativos vinculados a las barreras individuales que las mujeres han asumido como naturales (dependencia, postergación, asumir la responsabilidad absoluta sobre la familia, auto desvaloración), estos indicadores se identifican en el campo de la cultura tradicional y los estereotipos asumidos por las mujeres, así como la forma como operan los mecanismos de control para mantenerlos.

8. Generar información local regional y levantamiento de estadísticas de proyectos, diagnósticos y estudios específicos que puedan aproximarnos con mayor objetividad a las problemáticas de inequidad, a los avances de la igualdad y equidad de género.

X. BIBLIOGRAFIA

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XI. ANEXOS

Anexo 1

Encuesta general para elaboración de las brechas de género

Objetivo: Tener información estadística para fundamentar en cifras las brechas de género en la participación política y social de las mujeres, en los espacios de concertación regionales y locales.

I. INFORMACION GENERAL

1. Nombres y Apellidos: __________________________________________________________

Dirección ________________________________________________ Teléfono___________

2. Sexo: M ( ) V ( ) edad: _______________________________________________________

3. Estado civil soltara/o ( ) casada/o ( ) N° de dependientes __________________________

4. Integrante de CCR o CCL ( ) ________mujeres __________hombres___________________

5. Nombre del espacio de concertación ___________________________________________

6. Nivel educativo: PC ( ) PI ( ) SC ( ) SI ( ) STC ( ) STI ( ) SUC ( ) SUI ( )

7. Actividad económica que realiza__________________________________________________

8. Dependiente ( ) Independiente ( ) N° de años _________________________________

9. Salario Mensual ( ) Semanal ( ) Monto ______________________________________

10. Cuenta con seguridad social: Seguro Salud ( ) AFP ( ) _____________________________

11. Estado de salud y manifestaciones en la última semana

___________

12. Línea del tiempo. Horas por semana dedicadas a:

Su atención personal ______, a labores domésticas_________ a la participación social _____________y a la participación política

13 ¿Qué respaldo ante eventualidades tiene?__________________________________________

II. INFORMACION SOBRE LA PARTICIPACION SOCIAL Y POLITICA

1. Organización a la que pertenece __________________________________________________

2. integrantes: Mujeres __________________Hombres___________

3. Tiempo de pertenencia__________________

4. Cargos asumidos______

5. Actividades de su organización _________

6. El aporte que Ud. da su organización: dirige ( ) _____ representa ( ) _____ acompaña ( ) ___

7. Tipo de actividades que realiza por su organización: Fortalecimiento de Redes ( ) Campañas Informativas ( ) coordinaciones con otras instituciones ( ) asistencia a reuniones ( )

8. Su organización tiene agenda de problemas priorizados: Si ( ) No ( ) señalar 3 problemas

_______________________________________________________________

9. Su participación en el espacio de coordinación regional/local es en calidad de:

Delegado/a elegido por su organización ( ) desatacado/a por su institución ( ) Invitado como

Persona por el espacio de concertación ( ) otro ( ) _____________desde el año___________

10. Cargo que ocupa en el espacio de concertación_____________________________________

11. ¿Cuál fue el procedimiento para nominarlo? (a) como representante de su organización a la

instancia en que participa: Elección ( ) Designado por la directiva ( ) Otro ( )

Describa brevemente_____________________

12. Funciones que Ud. desempeña en esa instancia______

13. Aportes presentados por Ud. (formal o informalmente) a la instancia de concertación _______

14. ¿Conversó o se puso de acuerdo con uno o varios representantes de otras organizaciones para presentar su aporte en la instancia?_________________

15. Existen barreras que limiten su participación en esas instancias de concertación: Si ( ) No ( ),    ¿Cuáles?______

III. PERCEPCIONES DE LA DINÁMICA DE LOS ESPACIOS DE CONCERTACION Y LA PARTICIPACIÓN DE

LA MUJER

1. Cuándo se formó_____________________________________

2. Funciones del espacio de concertación que integra: ______________________________

3. Instrumentos legales, orgánicos y de gestión de este espacio: Plan o agenda de trabajo para el año ( ) Junta directiva actualizada ( ) Reglamento de funciones y competencias ( ) Libro de actas ( )

Comisiones de trabajo ( )

¿Cuáles?_________

4. Participación N° mujeres ________________ y N° de hombres ____________en estos espacios.

5. Rol o funciones de las mujeres que integran estos espacios_____________

6. ¿Limitaciones para una mayor participación en estos espacios?

7 ¿Qué opinión tienen los hombres que integran estos espacios de concertación, sobre la participación política y/o social de las mujeres?

8 ¿Qué factores existen en estos espacios de concertación influyan negativa o positivamente en la participación política y/o social de las mujeres? señalar 3 negativos y tres positivos:

9. Señale dos prácticas inequitativas de género desechadas ( ) o por desechar ( ), en el espacio que Ud. integra _______________________________

10. ¿Se pueden incorporar criterios de equidad de género en estos espacios de concertación, motivando la mayor participación de las mujeres? Si ( ) No ( ). ¿Cuáles? Señalar tres._____

Encuestador____________________________telef.__________________Fecha_________Lugar____________

OBSERVACIONES________

Anexo 2

Guía de entrevistas

ENTREVISTA A DIRECTIVOS DE INSTITUCIONES ES/AS, FUNCIONARIOS COORDINADORES y PARTICIPANTES EN LOS ESPACIOS DE CONCERTACIÓN

Objetivo: Este instrumento pretende recoger las opiniones de Directores/as y coordinadores/as en relación a la democracia y la equidad de género, las barreras presentadas, las nuevas estrategias utilizadas y los mecanismos de apropiación que se han aperturado:

 Datos generales, nombre, institución, cargo, tiempo en el trabajo, espacios de concertación en los que participa, priorizar uno si participara en más de dos.

 Significado e importancia del espacio de concertación, en términos de gestión y de trabajo concertado con la sociedad civil y en la participación de mujeres.

 Resultados obtenidos como instancia de coordinación, alguno de estos beneficia a superar la problemática de la mujer en este espacio y en el distrito

 Conocimiento y aplicación de las políticas de género en el distrito, institución/ organización y espacio de concertación. La dinámica del espacio en relación a la desigualdad e inequidades que desde el Estado se quiere modificar en la Sociedad Civil. avances y límites

 Procesos sociales y políticos generados por este espacio tienen mayor relevancia. Ejemplos.

 Precisar tres elementos que han afectado positiva o negativamente al empoderamiento para la participación política de las mujeres

 Evaluación del espacio de CC que Ud. Lidera y posibles aportes a la participación política de la mujer.

 Correcciones a prácticas exclusivas para la participación política y social de las mujeres y compromiso de los integrantes de los espacios de concertación y miembros del equipo para mejorar la participación política de las mujeres.

Anexo 3

Taller diagnóstico sobre brechas de género en los espacios de concertación, participación regional y organizaciones participantes en Piura

I. JUSTIFICACIÓN

Esta actividad se inserta en la ejecución del Programa “Gobernabilidad de la propuesta a la implementación”, que se realiza en tres regiones del Perú (Piura, Cuzco y Moquegua).

EL objetivo del programa es: “Mujeres y hombres organizados de 3 regiones representativas del Perú (Cusco, Moquegua y Piura), inciden en la implementación de políticas públicas regionales concertadas, especialmente en materia de agricultura, educación y participación ciudadana, que responden a las necesidades y problemáticas de la población excluida”. Se ha propuesto entre otras acciones: Profundizar el conocimiento de las causas que subyacen en la participación política y social de las mujeres en los espacios de concertación regional; destacando la influencia de las brechas de género.

En este marco, el taller aportó a profundizar con conocimientos de primera fuente a una mayor comprensión de las causas que subyacen en la escasa participación política y social de las mujeres en los espacios de concertación en la Región Piura.

II. OBJETIVOS

Objetivo General:

Contar con la información diagnóstica y con propuestas democráticas y con enfoque de género, que aporten a la elaboración del estudio.

Objetivos Específicos:

• Recuperar las dinámicas de los espacios de concertación regional.

• Conocer las barreras influyentes en las brechas de género y en la participación política de las mujeres, presentes en los espacios de concertación y en sus integrantes

• Recuperar elaborar estrategias democráticas y de género que promueven la participación efectiva de la mujer.

III. PARTICIPANTES

Funcionarios y funcionarias del Gobierno Regional y Direcciones Regionales que participan en espacios de concertación.

Sociedad Civil organizada participante en espacios de concertación.

IV. LUGAR Y FECHA

Auditorium Carlos Schmidt del CIPCA, el día 9 de Julio del 2013.

V. DESARROLLO DEL TALLER

El Taller se inició a las 04:00 de la tarde con la participación de 12 asistentes: 5 varones y 7 mujeres, además de las presencia de Julio Oliden como Coordinador del Proyecto y Gladis Robles como Consultora del Estudio.

Julio Oliden tuvo a cargo la apertura del taller. Gladis Robles hizo un breve resumen de “Los nuevos marcos normativos de la gestión pública”, mientras que Julio Oliden habló sobre “Los espacios de concertación en el desarrollo regional”.

En la medida de que había poca audiencia se decidió armar cuatro grupos de trabajo para que cada uno contribuyese a elaborar una de las 4 matrices propuestas.

Los resultados de los trabajos grupales son los siguientes:

……………

Anexo 7

Propuesta de acciones concretas

1. Capacitación a mujeres para que se empoderen.

2. Sensibilizar a los hombres para que aborden e incorporen el enfoque de género.

3. Mejorar Reglamento y Mecanismos del CCR para incorporar mujeres y jóvenes.

4. Vincular diferentes estrategias de acuerdo al nivel y a las necesidades de las propias mujeres  y  los  varones.  Buscar  el  equilibrio  entre  hombres  y  mujeres  partiendo  del conocimiento de sus necesidades.

5. Vigilancia permanente al cumplimiento de las Políticas de Género.

6. Promover criterios de género/empoderamiento en los proyectos o propuestas que se presenten al PPR.

7. Institucionalizar estrategias para la implementación de políticas de género.

8. Incrementar  la  participación  de  la  sociedad  civil en  la  vigilancia  del  cumplimiento  de la Ley.

9. Difusión a través de Programas Radiales sostenidos.

10. Establecer roles claros de los espacios de concertación en temas específicos como por ejemplo:  embarazo  en  adolescentes,  feminicidio,  trata  de  personas,  crímenes  de odio.

11. Transversalizar el enfoque de género en todas las políticas.


[1] Chirinos Luis 2004

[2] Line Barreiro (1997:2)

[3] Acuerdos internacionales, Cumbres, Pactos y los Objetivos del Milenio (3ª. Meta)

[4] Ley De Igualdad de Oportunidades N° y el Plan Nacional de igualdad de género 20012-2017

[5] Convención interamericana sobre concesión de los derechos políticos a la Mujer (1948), Convención sobre los derechos políticos de la mujer (1995), El Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos. PIDESC (1966), Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, CEDAW (1979).

[6] El Acuerdo Nacional firmado, junio 2002 Ley Orgánica de Municipalidades. No 27972, mayo 2003 La Ley Orgánica De Gobiernos Regionales No 27867,noviembre 2002 y Ley que modifica la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales No 27867, Ley de cutas. Ley de partidos políticos. Ley de Elecciones Regionales No 27683, marzo 2002 En el ámbito normativo, el Estado Peruano aprobó la cuota electoral de género en 1997 con la promulgación de la Ley Nº 26859, Ley Orgánica de Elecciones, que estableció que las listas de candidatos al Congreso debían incluir un número no menor del 25% de mujeres o de hombres. Ese mismo año, se promulgó la Ley Nº 26864, Ley de Elecciones Municipales, cuyo artículo 10 inciso 2 indicó que la lista de candidatos debía estar conformada por no menos del 25% de hombres o mujeres.

[7] Compendio de ordenanzas y políticas de género. CESIP. 2010.

[8] Ley de Igualdad de Oportunidades N° 28983 – LIO y El Plan Nacional de Igualdad de Género-PLANIG.

[9] a variación más significativa está referida a la sección 300 de la encuesta: En la propuesta técnica se propuso tomar como referencia el cuestionario utilizado en la ENUT 2010, adaptado y complementado a los intereses específicos del estudio, en tanto uno de los resultados está explícitamente referido al tema de las responsabilidades familiares compartidas… No obstante, las dinámicas familiares recogidas en las entrevistas preliminares mostraron que un nivel de detalle tal como el inicialmente pensado resultaba excesivo, por lo que primero se aligeró el cuestionario y luego se simplificó su registro.

[10] Plan Nacional de Igualdad de Género PLANIG 2012-2017

[11] INEI, Censo De Población y Vivienda 2007.

[12] PERÚ: Estimaciones y Proyección de Población por Sexo, Según Departamento, Provincia y Distrito, 2000-2015.

[13] INEI – Censo Nacional De Población y Vivienda. 21 Octubre 2007.

[14] INEI – Registro Nacional de Municipalidades 2010.

[15] Ley N° 29298, que modifica el Art. 4 de la ley N° 28056, Ley Marco del Presupuesto Participativo. Art. 16 – inc. 16.1 numeral A. Ley de Incentivos para la Integración y Conformación de Regiones. Ley Nº 28274. Art. 7 – inc. E. Ley del Sistema de Acreditación. Ley Nº 28273. Art. 6, Ley Marco de Promoción de la Inversión Descentralizada. Ley Nº 28059. Art. 4, Ley Marco del Presupuesto Participativo. Ley Nº 28056. Ley N° 28013, Modifica la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales N° 27867, fijando un plazo para la instalación de los Consejos de Coordinación Regional. Ley N° 27902, Modifica la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales N° 27867, para Regular la Participación de los Alcaldes Provinciales y la Sociedad Civil en los Gobiernos Regionales y Fortalecer el Proceso de Descentralización. Ley N° 27867, “Ley Orgánica de Gobiernos Regionales”, que establece en el art. 11º en la Estructura básica el Co, auspiciado por CDI. Consejo de Coordinación Regional.

[16] Promovido de manera articulada por organizaciones, instituciones, las ONG que trabajaban por la vigencia de los derechos de las mujeres en el marco del proyecto “Descentralización una oportunidad para la equidad de género, Impulsado por cesip y ACDI”

[17] Helen Luna Oficina de Planificación de la Dirección Regional de Salud. Con 20 años de experiencia en cargos de planeamiento en diferentes sectores públicos. Actualmente es Directora de Gestión Administrativa I de la Oficina de Planeamiento

[18] Diplomado Políticas Públicas y Equidad de Género con énfasis en la Educación, desarrollado por CESIP, la Universidad Nacional y el Gobierno Regional, en el marco del proyecto “Descentralización y Regionalización: Una Oportunidad para la Equidad de Género”. 2004-2005

[19] Fuente: Gobierno Regional de Piura

[20] Listado del Consejo de Coordinación Regional 2013-2014.

[21] Registro de Agentes Participantes al Presupuesto Participativo.

[22] Balance de la participación de las organizaciones de la sociedad civil en los espacios del gobierno Regional-Piura. Marlene Castillo Fernández. CIPCA. Junio del 2013.

[23] Se consideran 7 representantes de Asociaciones de 2° nivel porque la Mesa Regional por la Equidad de Género es un miembro nato del COREM, por ello no entra la provincia de Piura las elecciones de asociaciones.

[24] Esta es una nueva forma de mirar la realidad e intentar medirla. Es un enfoque que considera importante examinar esa noble actividad, el cuidado, indispensable para la sobrevivencia humana, al pretender remediar el olvido que permitió que muchas sociedades fueran tremendamente injustas con quienes, además, ponían afecto en la realización de esos deberes….) La economía del cuidado presta atención a esa presencia —que ha sido la que hace cantar “con las vidas construimos tu canción”—, para reordenar las actividades que se realizan en los hogares, en el espacio privado, que aporta bienes fundamentales para el desarrollo de la humanidad y que, en casi todas las sociedades modernas ha estado a cargo de las mujeres. ClaraScherer Excélsior/2 de octubre de 2009.

[25] Tomado del Manual para la incorporación del enfoque de género en el Presupuesto Público (MIMDES-UNIFEM: 2009, p.17

[26] Horn, Robert V. Statistical indicators for the economic and social sciences. Cambridge, UniversityPress, Hong Kong, 1993.

[27] López María Teresa- Gentile Natacha El Sistema de indicadores económicos y sociales: la importancia del Análisis integrado. López María Teresa- Gentile Natacha1 López María Teresa- Gentile Natacha1 López María Teresa- Gentile Natacha1

[28] Manual Para Proyectos Por qué y cómo utilizar indicadores de género Servicio Nacional de la Mujer Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional.

[29] Informe de Seguimiento de las Brechas de Género, Piura 2009-2011. Dra. Lourdes Palao. Abril 2012.

[30] Dirección Regional de Salud de Piura.

[31] Informe de Seguimiento de las Brechas de Género, Piura 2009-2011. Dra. Lourdes Palao. Abril 2012.

[32] Dr. Richard Espinoza M., CEM PIURA. Diario El Tiempo, Piura, 19 de enero del 2013

[33] Sistema de información de Apoyo Al Trabajo Fiscal (SIATF) y Sistema de Gestión Fiscal (SGF).

[34] Fuente: INEI – Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), 2001-2011.

[35] Brechas De Género. Línea De Base De La Región. Julio Del 2011. MIMDES.

[36] Un estudio realizado en Perú revela que de 187 mujeres autoridades de gobiernos regionales y locales, el 41 por ciento de ellas fueron afectadas por acoso político. Eso significa que 2 de cada 5 mujeres autoridades regionales o locales y 1 de cada 4 alcaldesas son agraviadas por acoso político bajo diferentes modalidades o niveles. Como un aporte a la conquista de la igualdad de género y a la defensa de los derechos de la mujer, la alcaldesa de Lima, Susana Villarán, presidenta de la Red Nacional de Mujeres Autoridades (RENAMA), entregó en octubre del año pasado al despacho de la congresista Verónica Mendoza el Proyecto de Ley contra el Acoso Político hacia las mujeres.

[37] La masculinización de los espacios públicos se refiere al conjunto de ideas, supuestos y prácticas masculinas que, los espacios considerados para hombres o de hombres establecen en lo cotidiano.

[38] Se entiende por violencia política a las acciones y/o conductas agresivas cometidas por una persona, por sí o a través de terceros, que causen daño físico, psicológico o sexual, en contra de una mujer y/o de su familia, en ejercicio de la representación política, para impedir restringir el ejercicio de su cargo o inducirla a tomar decisiones en contra de su voluntad, de sus principios y de la ley.

[39] REGLAMENTO PARA EL PROCESO DE ELECCION DE LOS REPRESENTANTES DE LA SOCIEDAD CIVIL ANTE EL CONSEJO DE

COORDINACION REGIONAL CAPITULO I, Artículo 07°.- Representantes de la sociedad civil en el Consejo de Coordinación Regional. Son las personas naturales que en aplicación de las normas y mecanismos establecidos en el presente reglamento, son elegidas para representar a la sociedad civil en calidad de miembro titular en el Consejo de Coordinación Regional, cuyo número de representantes está determinado según el Art. 3° de la Ley Nº 27902 que modifica a la LOGR, Ley N° 27867 e incorpora el Art. 11º-A, mediante el cual se establece su participación en el CCR en un 40%. Asimismo, en cumplimiento a la Ley Nº 27783, Ley de Bases de la Descentralización; Ley Nº 28983, Ley de Igualdad de Oportunidades entre Hombres y Mujeres; y, Ley Nº 27802, Ley del Consejo Nacional de la Juventud. Bajo este marco, en donde se promueve la igualdad de oportunidades para el acceso a mayores niveles de desarrollo humano en cada ámbito, y la relación Estado y Sociedad, basada en la participación y concertación para la gestión de gobierno, debe garantizarse la participación de la sociedad civil bajo las condiciones siguientes: … Participación de la mujer como mínimo un 30%, es decir dos (02) representantes de la sociedad civil deben ser mujeres; …

[40] Ley Nº 28983 Ley de Igualdad de Oportunidades entre Hombres y Mujeres, en su Art. 3º, Inc. a) y el Art. 4º, inc. 3) resalta la importancia de incorporar y promover el uso del lenguaje inclusivo en todas las comunicaciones escritas y documentos que se elaboren en todas las instancias y niveles de gobierno y en su Art. 8º inciso b), promueve la participación política de la mujer en el ejercicio del derecho de sufragio, como electora y como candidata, así como en el uso de mecanismos de participación ciudadana.

[41] Ordenanza Regional N°041-2004/GRP-CR. Ordenanza Regional N° 0180-20107GRP-CR.

[42] Está referido a la capacidad de las personas para diseñar estrategias, articular sinergias, visualizar oportunidades para un desarrollo eficiente con resultados adecuados en sentar las bases, transversalizar el enfoque, empoderar a las mujeres y fortalecer las instancias y organizaciones femeninas para la exigibilidad, presentación de propuestas y negociación. Implica el abordaje de la problemática de las mujeres en diferentes campos, partiendo de cuatro elementos específicos: marco normativo; capacitación adecuada para la acción; agendas, propuestas o planes; y gobiernos locales sensibilizados con instancias operativas para disminuir las brechas.

Questionamento a Tese de “Gerações de Direitos Humanos” de Norberto Bobbio. Antonio Cançado Trindade

Eu não aceito de forma alguma a concepção de Norberto Bobbio das teorias de Direito. Primeiro, porque não são dele. Quem formulou a tese das gerações de direito foi o Karel Vasak, em conferência ministrada em 1979, no Instituto Internacional de Direitos Humanos, em Estrasburgo.

Pela primeira vez, ele falou em gerações de direitos, inspirado na bandeira francesa: liberté, egalité, fraternité. A primeira geração, liberté: os direitos de liberdade e os direitos individuais. A segunda geração, egaIité: os direitos de igualdade e econômico-sociais. A terceira geração diz respeito a solidarité: os direitos de solidariedade. E assim por diante.

Sou isento para falar sobre o assunto. Sou amigo dele e não concordo com a tese que ele apresentou pela primeira vez em 1979, e que Norberto Bobbio copiou.

Para falar dos seguidores de Norberto Bobbio, aqui, neste País, como em todos os países da América Latina, temos a mania de copiar ipsis Iiteris, como se fosse a última palavra, o que dizem os europeus. Eu não estou de acordo com essa tese de Norberto Bobbio e do meu querido amigo Karel Vasak. Por que razões? Tenho relação de amizade com seguidores dessa tese aqui no Brasil, mas não estou de acordo com seus fundamentos.

Em primeiro lugar, essa tese das gerações de direitos não tem nenhum fundamento jurídico, nem na realidade. Essa teoria é fragmentadora, atomista e toma os direitos de maneira absolutamente dividida, o que não corresponde à realidade. Eu conversei com Karel Vasak e perguntei: “Por que você formulou essa tese em 1979?”. Ele respondeu: “Ah, eu não tinha tempo de preparar uma exposição, então me ocorreu fazer alguma reflexão, e eu me lembrei da –bandeira francesa” – ele nasceu na velha Tchecoslováquia. Ele mesmo não levou essa tese muita a sério, mas, como tudo que é palavra “chavão”, pegou. Aí Norberto Bobbio começou a construir gerações de direitos etc.

Quais são as razões de ordem jurídica que me fazem rechaçar essa tese nos meus livros e nos meus votos? Inclusive, citei aqui no caso dos meninos de rua, é um rechaço à tese de gerações de direitos, porque creio que o próprio direito fundamental à vida é de primeira, segunda, terceira e de todas as gerações. É civil, político, econômico-social e cultural. Em primeiro lugar, essa tese não corresponde à verdade histórica. É certo que houve as declarações dos séculos XVII e XVIII e a Revolução Francesa, e parece-me que a doutrina brasileira parou por aí. Houve a revolução americana e depois a Declaração Universal.

Essa conceituação de que primeiro vieram os direitos individuais e. nesta ordem, os direitos econômico-sociais e o direito de coletividade correspondem à evolução do direito constitucional. É verdade que isso ocorreu no plano dos direitos internos dos países, mas no plano internacional a evolução foi contrária. No plano internacional, os direitos que apareceram primeiro foram os econômicos e os sociais.

As primeiras convenções da OIT anteriores às Nações Unidas, surgiram nos anos 20 e 30. O direito ao trabalho o direito às condições de trabalho é a primeira geração, do ponto de vista do Direito Internacional. A segunda geração corresponde aos direitos individuais, com a Declaração Universal e a Americana, de 1948. Então, a expressão “gerações é falaciosa, porque não corresponde ao descompasso, que se pode comprova; entre o direito interno e o direito internacional em matéria de direitos humanos. Esta é a primeira razão histórica. Trata-se de construção vazia de sentido e que não corresponde à realidade histórica.

Segundo, é uma construção perigosa, porque faz analogia com o conceito de gerações. O referido conceito se refere praticamente a gerações de seres humanos que se sucedem no tempo. Desaparece uma geração, vem outra geração e assim sucessivamente. Na minha concepção, quando surge um novo direito, os direitos anteriores não desaparecem. Há um processo de cumulação e de expansão do corpus juris dos direitos humanos. Os direitos se ampliam, e os novos direitos enriquecem os direitos anteriores.

Do ponto de vista jurídico, a teoria das gerações de direitos não tem nenhum fundamento. Vou dar dois exemplos práticos, concretos, sobre os perigos da teoria das gerações de direitos. Primeiro, a concepção que prevalece no mundo ocidental e sobretudo ao norte do Equador, na América do Norte, onde, para a maioria das pessoas, os direitos humanos são sinônimos de civil rights e os direitos econômico-sociais seriam puramente programáticos, o que ainda é a visão que prevalece em países como Estados Unidos e Canadá, como todos sabemos.

For outro lado, há a visão que prevalece no extremo oriente. Tive oportunidade de visitar a China duas vezes, através do Comitê Internacional da Cruz Vermelha. Na segunda visita, estive com um juiz da Corte Européia. Foram dois convidados: um do sistema interamericano e um do sistema europeu. Acompanhou-me um juiz da Dinamarca, St Foighel. O tema de que tratamos foi “O devido processo legal”.

O Juiz Foighel, da Corte Européia, falou sobre a jurisprudência em matéria de devido processo legal na Europa, e eu falei sobre a jurisprudência incipiente interamericana.

Os chineses nos escutavam um tant atônitos e diziam: “Aqui damos um fair trail and then we hang everybody”.Eles não têm essa mesma noção de direitos de devido processo que, na verdade, permeia os direitos civis e políticos e os direitos econômicos, sociais e culturais.

Essa concepção tem causado grande dano à evolução dos direitos humanos. Por exemplo, por que razão a discriminação é combatida e criticada somente em relação aos direitos civis e políticos e é tolerada como inevitável em relação aos direitos econômicos, sociais e culturais? Porque são supostamente de segunda geração e de realização progressiva.

Então, vemos uma condenação absoluta de qualquer tipo de discriminação quando se trata de direito individual ou mesmo de direitos políticos mas uma tolerância absoluta quando se trata de disparidades em matéria de salário, de renda, e assim por diante. Em vez de ajudar a combater essa visão atomizada, essa teoria de geração de direitos convalida esse tipo de disparidade.

Estava mencionando que, no caso da China, para os chineses, ao contrário dos americanos do Norte, os verdadeiros direitos são os econômicos e sociais, Os direitos civis e políticos, os direitos ao devido processo ficam para o século XXI ou para o século XXII. Da mesma maneira, na América Latina é o contrário. Os direitos econômicos e sociais vão deixar o bolo crescer, como já se dizia na época da ditadura, e depois quem sabe no futuros vamos dividi-lo. Vejam os perigos dessa teoria.

Para mim, o testemunho mais eloquente da falta de fundamento dessa teoria são essas distorções que verificamos em diferentes partes do mundo e que requerem a visão da indivisibilidade e inter-relação entre todos os direitos humanos.

Esta pergunta me ofereceu a oportunidade de explicar a minha posição. Estou absolutamente convencido disso. Creio que o futuro, na proteção internacional dos direitos humanos passa pela indivisibilidade e pela inter-relação de todos os direitos, como tenho dito em meus livros. Estou absolutamente convencido disso também devido à experiência nos casos sobre os quais tenho sido chamado a me pronunciar.

Seminário Direitos Humanos das Mulheres: A Proteção Internacional .Evento Associado à V Conferência Nacional de Direitos Humanos Dia 25 de maio de 2000. Câmara dos Deputados, Brasília, DF

Antropología y derechos humanos: alteridad y ética en el movimiento de los derechos universales Rita Segato

Mi exposición atravesará cuatro módulos: 1. Me referiré primeramente a la diferencia entre la ley y la moral, y a la diversidad de comunidades morales que habitan el universo de una nación, frente al papel mediador de la ley.

2. Me referiré a la pluralidad de jurisdicciones estatales frente al internacionalismo de los Derechos Humanos.

3. Me referiré al conflicto existente entre el proyecto relativista de la Antropología y el programa universal de los Derechos Humanos y expondré muy sintéticamente tres estrategias de resolución de este impase.

4. Finalmente, en el cuarto y último módulo, retomaré el tema inicial y defenderé la importancia de considerar la dimensión ética de la existencia humana como diferente tanto de la moral como de la ley moderna, e intentaré mostrar el papel central del impulso ético como fundamento de los derechos humanos en su constante proceso de expansión. Definiré las nociones de moral y ética de una manera que me distancia de su concepción habermasiana, que ha tenido tan fuerte impacto en el pensamiento contemporáneo sobre el Derecho.

1. La construcción del Derecho frente a la diversidad de las comunidades morales

Extraigo de una situación real en la cual participé recientemente la viñeta que ilustra y resume el argumento que desarrollaré a seguir.

En noviembre de 2002, cuarenta y una mujeres indígenas, representantes de pueblos dispersos por el extenso territorio brasileño, se reunieron en Brasília durante una semana para participar de un Taller de Capacitación y Discusión sobre Derechos Humanos, Género y Políticas Públicas. Tuve la incumbencia, por encomienda de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), de preparar una cartilla con los conceptos básicos relativos al género y a los Derechos Humanos que servirían de base para la discusión, y también de explicarles las categorías centrales del pensamiento teórico occidental sobre ambos temas durante el taller, para más tarde concluir recogiendo sus aspiraciones y su descripción de los problemas que enfrentan. El informe final, con una propuesta de políticas públicas, se dirigiría, justamente, a dar respuesta a las demandas allí colocadas (Segato 2002).

Uno de los momentos más ricos y complejos de la discusión de conceptos ocurrió cuando una de las participantes, la joven y única abogada indígena de su estado natal, Rio Grande do Sul, Fernanda Kaigang (Lúcia Fernanda Belfort) inquirió sobre la posibilidad de considerar la costumbre tradicional de un pueblo indígena como equivalente a la ley, es decir, si el derecho “tradicional”, de la costumbre, sería equivalente al derecho en su sentido moderno y tendría capacidad para substituirlo dentro de la comunidad. Ésta es, sin duda, una gran pregunta que encontrará respuestas de las más diversas.

Si nos remitimos al Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes de 1989, ratificado por el Brasil en junio de 2002 y en vigencia en Argentina desde el año 2000, constataremos que, aun recomendando sensibilidad para con el derecho que llama “consuetudinario” y las costumbres de las sociedades indígenas, advierte que estos otros derechos, o derechos propios, tal como se los denomina a veces, no pueden ser contradictorios con los derechos definidos por el sistema jurídico nacional ni con los derechos humanos internacionalmente reconocidos.

Mantiene, así un grado de indefinición, innovando en el pluralismo que introduce pero insistiendo en la necesidad de negociar cuando leyes modernas y en especial los Derechos Humanos instituyen el carácter intolerable de determinadas costumbres:

Artículo 8.

Párrafo 1. Al aplicar la legislación nacional a los pueblos interesados deberán tomarse debidamente en consideración sus costumbres o su derecho consuetudinario.

Párrafo 2. Dichos pueblos deberán tener el derecho de conservar sus costumbres e instituciones propias, siempre que éstas no sean incompatibles con los derechos fundamentales definidos por el sistema jurídico nacional ni con los derechos humanos internacionalmente reconocidos. Siempre que sea necesario, deberán establecerse procedimientos para solucionar los conflictos que puedan surgir en la aplicación de este principio.

Párrafo 3. La aplicación de los párrafos 1 y 2 de este artículo no deberá impedir a los miembros de dichos pueblos ejercer los derechos reconocidos a todos los ciudadanos del país y asumir las obligaciones correspondientes.

Artículo 9.

Párrafo 1. En la medida en que ello sea compatible con el sistema jurídico nacional y con los derechos humanos internacionalmente reconocidos, deberán respetarse los métodos a los que los pueblos interesados recurren tradicionalmente para la represión de los delitos cometidos por sus miembros. Párrafo 2. Las autoridades y los tribunales llamados a pronunciarse sobre cuestiones penales deberán tener en cuenta las costumbres de dichos pueblos en la materia.

Artículo 10. Párrafo 1 Cuando se impongan sanciones penales previstas por la legislación general a miembros de dichos pueblos deberán tenerse en cuenta sus características económicas, sociales y culturales.

Párrafo 2. Deberán darse preferencia a tipos de sanción distintos del encarcelamiento.-

Vemos que, a pesar de las recomendaciones especiales y la consideración pluralista de las formas tradicionales de resolución de conflicto, retribución y reparación, el convenio deja claro que no percibe como equivalentes o del mismo nivel las normas tradicionales basadas en prácticas y valores culturales ancestrales y las leyes en el ámbito estatal o supraestatal.

Es importante aquí destacar que el tema del pluralismo jurídico reviste una gran complejidad y acoge polémicas fundamentales para la reglamentación del uso de la convención (ver, por ejemplo, Albó 1998 y 1999; Castro y Sierra 1999; Maliska 2000; Sánchez Botero 2003 y 2004; Sousa Santos 1998 y 2003, Sousa Santos y García Villegas 2001; Yrigoyen Fajardo 1999; y Wolkmer 2001, entre muchos otros que han contribuido en este interesante campo de estudios)

A pesar de mi interés por la reglamentación de procedimientos jurídicos que consideren la pluralidad de concepciones de justicia de los diversos pueblos que habitan nuestro continente, mi respuesta es que el Derecho moderno se encuentra en tensión con algunas costumbres no solamente en el caso de las sociedades “simples” o “pueblos originarios”, sino también con relación a las costumbres del propio Occidente en plena modernidad.

De hecho, cuando un nuevo código civil suprime el “jefe del hogar” o la “patria potestad” exclusiva del padre, y muy especialmente cuando incorpora y constitucionaliza los convenios contra todas las formas de discriminación de género y racial, coloca órganos coercitivos al servicio de la erradicación del racismo y sanciona leyes que garantizan acciones afirmativas para beneficiar a las mujeres, a las personas negras o, inclusive, a los portadores de deficiencias físicas, la ley entra en ruta de colisión con la moral establecida y con creencias arraigadas en una sociedad que consideramos “moderna”, erosionando la costumbre en pleno seno del propio Occidente.

En este sentido, el Convenio para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer de las Naciones Unidas (CEDAW), adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1979, es clara a este respecto, y en el Artículo 5o. sanciona que “los Estados-Parte tomarán todas las medidas apropiadas para […] modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con vistas a alcanzar la eliminación de los prejuicios y prácticas consuetudinarias, y de cualquier otra índole que estén basadas en la idea de inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres” (para un análisis más detallado, ver Segato 2003).

En el caso del ejemplo al que me refería, las mujeres se preguntaron, entonces, cuál es la relación entre la costumbre y la cultura, esperando también que, como antropóloga, pudiese darles algún subsidio técnico para lo que necesitaban elaborar.

Respondí de la siguiente manera: que la cultura es constituida por costumbres – tanto en el pensamiento y en los valores, en el sentido de normas y modos acostumbrados de pensar y juzgar, cuanto en las prácticas, en el sentido de acciones y formas de interacción habituales. Por lo que, respondiendo a la finalidad que nos congregaba, se recomendó, entonces, que, al formular las reivindicaciones de género, se intentase siempre pensar y sugerir maneras de modificar las costumbres perjudiciales para las mujeres evitando que estas modificaciones alcanzasen a las culturas como un todo.

En otras palabras, lo que se presentó como el gran desafío para las culturas fragilizadas por el contacto con el Occidente fue la necesidad de implementar estrategias de transformación de algunas costumbres preservando el contexto de continuidad cultural.

Esto no es tarea simple, sobre todo si tomamos en cuenta que, en sociedades en que la economía doméstica es central para la sobrevivencia, la complementación estrecha entre los papeles y posiciones de los dos géneros no solamente se confunde con la propia cultura y se vuelve inseparable de la auto-imagen que solidifica la identidad, sino que también tiene un papel crucial en la reproducción material del grupo[1].

En ese caso, es difícil alterar los derechos de uno de los géneros sin que esto tenga consecuencias para la sobrevivencia y continuidad de todo el grupo como unidad política y económica.

El relato de la discusión del grupo de mujeres sobre un conjunto de políticas públicas que pudiera beneficiarlas expone el difícil dilema de la universalidad de los Derechos Humanos y una de las contradicciones que les son inherentes: por lo menos en el caso específico de los Derechos Humanos de la mujer, si respondemos que sí, que la norma moral tradicional vale igual que la ley, estaremos en el camino del reconocimiento pleno de la autonomía de los pueblos originarios, pero, en la mayor parte de los casos, nos estaremos distanciando de lo que los instrumentos internacionales promulgan con relación a los derechos humanos de la mujeres y hasta, en algunos casos, de los niños, entre otras categorías marcadas por un estatus inferior y dependiente en las comunidades tradicionales.

Si decimos que no, nos internaremos en el paradigma jurídico del Estado democrático, que debe albergar, administrar e intermediar entre diversas comunidades morales sin coincidir con ninguna de ellas.

Hoy más que nunca, con las evidencias incontestables que los etnógrafos han aportado en un siglo de antropología sobre la diversidad de visiones de mundo y sistemas de valores, debemos percibir claramente la diferencia y la distancia entre ley y moral, entre sociedad nacional y comunidades morales.

La costumbre “nativa”, sea de pueblos originarios o de pueblos occidentales (tan “étnicos” para la perspectiva antropológica como cualquier grupo tribal) no puede ser considerada equivalente a la ley que constantemente se genera y se transforma como consecuencia de las luchas entre grupos de interés dentro de las sociedades nacionales y de la comunidad internacional. En todo los contextos, la ley se encuentra – o debería encontrarse – en tensión con la costumbre cuando cualquiera de los dominios del sistema jerárquico de estatus arraigados en la vida social de todos los pueblos es puesto en cuestión – género, raza o región, entre otros.

Ya que el estatus, la estratificación fija de grupos sociales con marcas indelebles que determinan su exclusión, debería, por definición, ser extraño al idioma moderno e igualitario de la ley y considerarse una infiltración de un régimen previo, bastante resistente, por cierto, a los intentos de cambio y modernización. De hecho, en el Occidente, la ley se vuelve también contra los hábitos y la costumbre.

Esta diferencia debe ser pensada en el contexto de la crítica a las concepciones primordialistas de la nación (Pechincha 2002), que afirman algún tipo de continuidad entre la nación moderna y una de sus etnias formadoras y transforman a la nación en un resultado y una manifestación de un destino civilizacional. La confusión entre identidad étnica y designio nacional es todo lo que la racionalidad de la ley debe venir a combatir.

La representación dominante de la nación alemana tuvo estas características, con las consecuencias que conocemos. La idea de una sociedad nacional como una unidad de base étnica y con las características de una comunidad moral prescribe continuidades entre la ley y la costumbre del grupo dominante entre los que habitan su territorio, afirmando el parentesco entre el sistema legal y el sistema moral de ese grupo particular y, por lo tanto, entre el régimen de contrato –en que se basa la idea de Constitución – y el régimen de status – asentado en la costumbre.

Endoso la crítica a este tipo de concepción y opto, a pesar de las (fértiles e interesantes) controversias que en esto podrán originarse – por una visión contractualista de la nación, donde la ley debe mediar y administrar la convivencia de costumbres diferentes, es decir, la convivencia entre comunidades morales diferentes. A pesar de originarse en un acto de fuerza por el cual la etnia dominante impone su código a las etnias dominadas, la ley así impuesta pasa a comportarse, a partir del momento mismo de su promulgación, en una arena de contiendas múltiples e interlocuciones tensas.

La ley es un campo de lucha donde, sin duda, el juego de las fuerzas en conflicto y el control de la fuerza bélica es decisivo, en última instancia. Su legitimidad y el capital simbólico que representa para la clase que la controla y administra depende de que contemple desde su estrado un paisaje diverso, en cuyo contexto preserva la capacidad de mediación. Cuando la ley adhiere a una de las tradiciones, es decir, a uno de los códigos morales particulares que conviven bajo la administración de un estado nacional y se autorepresenta como indiferenciada con respecto al mismo, estamos frente a lo que podríamos llamar de “localismo nacionalizado”, aplicando aquí al universo de la nación la misma crítica que llevó a Boaventura de Sousa Santos a formular la categoría “localismo globalizado” para describir el proceso de globalización arbitraria de valores locales (Santos 2002) .

Estaremos, en ese caso, prisioneros de un “colonialismo moral interno”, para aplicar a la nación la crítica al “imperialismo moral” de cierta concepción y cierta práctica de los Derechos Humanos, que culpabiliza la diferencia sin dejarse alcanzar por la crítica que ésta podría, por su parte, dirigirle, tal como ha señalado Berta Hernández Truyol (2002) .

En esta perspectiva, el texto de la ley es una narrativa maestra de la nación, y de eso deriva la pugna por inscribir una posición en la ley y obtener legitimidad y audibilidad dentro de esa narrativa. Se trata de verdaderas e importantes luchas simbólicas. Algunos ejemplos, entre otros posibles, como la lucha en torno de la cuestión del aborto o el casamiento gay, son particularmente reveladores, pues no es meramente la legislación sobre las prácticas concretas lo que está en juego –estas prácticas encuentran su camino con o sin la ley – sino la inscripción de las mismas y, con esto, el propio estatus de existencia y de legitimidad, en la nación, de las comunidades morales que las endosan.

Esas luchas simbólicas no más hacen que reconocer el poder nominador del Derecho, entronizado por el estado como la palabra autorizada de la nación, capaz por esto no sólo de regular sino también de crear, de dar estatus de realidad a las entidades cuyos derechos garantiza, instituyendo su existencia a partir del mero acto de nominación (ver, por exemplo, Bourdieu 1989: 238).

2. Ley y leyes: el problema de la “superioridad moral” frente a las otras leyes

El panorama de la heterogeneidad de los sistemas de derecho se complica todavía más, como es sabido, si dejamos atrás la tensión entre legislación estatal y supraestatal y las morales tradicionales y observamos la tensión entre legislaciones nacionales diferentes. Ejemplos paradigmáticos que marcan la diferencia con relación a los estados regidos por el liberalismo occidental son los estados islámicos, el estado de Israel y los estados socialistas.

Cançado Trindade, en su crítica a la formulación de la tesis de las “generaciones de Derechos Humanos” de Norberto Bobbio[2], se pregunta: por qué razón la discriminación es combatida y criticada solamente en relación a los derechos civiles y políticos y es tolerada como inevitable en relación a los derechos económicos, sociales y culturales? Porque son supuestamente de Segunda generación y de realización progresiva. Entonces, vemos una condenación absoluta de cualquier tipo de discriminación cuando se trata de derecho individual, o mismo de derechos políticos pero una tolerancia absoluta cuando se trata de disparidades en materia de salario, de renta, y así en adelante.

En vez de ayudar a combatir esta visión atomizada, esa teoría de las generaciones de derechos valida ese tipo de disparidad […] (Sin embargo), en el caso de China, para los chinos, al contrario de los Americanos del Norte, los verdaderos derechos son los económicos y sociales. Los derechos civiles y políticos, los derechos al debido proceso quedan para el s. XXI o para el siglo XXII. (Extraído de una entrevista a Cançado Trindade durante el Seminário Direitos Humanos das Mulheres: A proteção Internacional, durante a V Conferência de Direitos Humanos da Câmara dos Deputados, Brasília, 25 de maio de 2000. Mi traducción) .

Esta diferencia es semejante a la que encontré recientemente en Cuba cuando, en septiembre de 2003, visité ese país por encargo de la UNESCO-Brasil para comenzar a formar un banco de datos que preste subsidios al trabajo de futuros investigadores interesados en comparar el mundo de la cultura y dela sociedad afro-cubanas con el mundo de la cultura y de la sociedad afro-brasileñas.

El tema incluía también lo referente a las relaciones raciales en ambos países. Como en Brasil algunos estamos luchando por la implantación de un sistema de cuotas (o reserva de vacantes) para estudiantes negros en las universidades públicas, el tema me interesaba especialmente.

Quería saber si en un país donde ocurrió un proceso revolucionario y donde se democratizó la educación de forma notable, persistía el problema de la exclusión racial, especialmente en el acceso a la formación superior. Esto era importante para mí pues una de las preguntas que nos hacen siempre las audiencias frente a las cuales exponemos el proyecto de acción afirmativa es si no sería mejor destinar vacantes en las universidades para los estudiantes de escuelas públicas o de baja renta, en un país donde las elites estudian años en escuelas particulares para garantizar el ingreso a las exclusivas universidades públicas.

Cuba, por lo tanto, se presentaba a mis ojos como el laboratorio ideal para probar nuestra apuesta. Y de hecho, las entrevistas que realicé constataron que una democratización profunda del acceso a la educación en ese país llevó a muchos estudiantes negros y pobres a profesiones prestigiosas antes inaccesibles para ellos, pero no erradicó el problema racial. El mismo Fidel Castro ha admitido en diversas ocasiones como, por ejemplo, en su visita a la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos (U.N.E.A.C.), frente a autores negros que debatían con él este delicado tema, que efectivamente persistía el problema y que el criterio de clases sociales no había sido suficiente para lidiar con la marca racial[3].

Pero, por qué relato este episodio? Porque es interesante constatar que la cuestión es tratada en Cuba a partir de una perspectiva totalmente diferente a la de los países capitalistas. En Cuba, no es el tema de la diferencia del negro el que detona la idea de que la nación es plural y, como tal, sus instituciones y sus oportunidades de acceso a los recursos deben reflejar esa pluralidad. Es el multiculturalismo del mundo capitalista lo que exige, en el universo de los estados liberales, la marca, la presencia de ese multiculturalismo en sus instituciones y opera a partir de los derechos considerados de tercera generación: los étnicos y culturales.

En Cuba, en consonancia con el análisis anteriormente citado de Cançado Trindade, es el tema de la igualdad el que precede la discusión. Lo que se quiere es analizar qué factores impiden la obtención de la igualdad, y si la raza es un factor impeditivo, la discriminación racial debe ser atacada para cumplir en primer lugar con el mandato de los derechos de tipo económico y social. La perspectiva sobre los Derechos Humanos es otra.

En los países islámicos, el movimiento de los DDHHs es visto como una imposición de los valores occidentales y un símbolo de la continuidad de la hegemonía política y cultural del Occidente. En el Islam, otros problemas surgen. En los países de regla islámica es Dios mismo quien ordena los principios de la justicia y de la vida pública. La ley islámica es la Sharia (Shari’ah) y “regula la higiene personal, la dieta, la conducta sexual, y algunos aspectos de la crianza de los hijos. También, prescribe reglas específicas para la oración, el ayuno, la limosna y otros temas religiosos. La ley civil y la ley ordinaria focaliza primeramente en la conducta pública, pero también regula algunos asuntos privados” (Madkoar s/d. Mi traducción).

La gran diferencia aquí, por lo tanto, no es solamente que lo público y lo privado son regidos por la ley sino que no hay separación entre la Iglesia y el Estado: “La ley islámica es controlada, dirigida y regulada por la religión islámica. La teocracia controla todos los asuntos, públicos y privados […]. Gobierno, ley y religión son una sola entidad”. Por otro lado, la Sharia, con sus derechos y obligaciones, es solamente aplicable a los musulmanos. (Ibidem). A partir de allí, las diferencias e incompatibbilidades entre las dos concepciones de justicia solamente se suman.

No olvidemos tampoco que no sólo el mundo islámico es regido por una legislación religiosa, sino que también existe una Ley de Moisés, basada en el Antiguo Testamento, que todavía hoy guía el pensamiento del Knesset, o Parlamento, en Israel; y una Ley hindú, utilizada en algunas partes de la India.

Éstas y otras diferencias entre las concepciones de justicia y los derechos propios han hecho con que la defensa de los Derechos Humanos en el Occidente resulte muchas veces en lo que María Cristina Álvarez Degregori ha llamado de “alterofobia”, propiciando, con su crítica de las prácticas ajenas, la ceguera con relación a las violaciones de los Derechos Humanos cometidas por los países occidentales (Degregori 2001).

En este proceso crítico, que debería ser siempre de doble mano, repatriando para casa la vergüenza y la desmoralización a que sometemos a los otros, lo que producimos acríticamente es una equivocada confirmación de la certeza de nuestra superioridad moral y refuerzo dañino de los estereotipos negativos que exportamos, a menudo con consecuencias nefastas y costo de vidas.

Otros autores han desarrollado argumentos importantes en este mismo sentido, como Berta Esperanza Hernández-Truyol, con su crítica al imperialismo moral de la práctica occidental de los Derechos Humanos (op. cit.). En esta lista podría incluirse también a Edward Said, cuando habla, en su obra sobre Imperialismo y Cultura del arma más importante con que los imperios cuentan para ejercer y justificar su dominio: la superioridad moral, que les vale más que la superioridad tecnológica, la económica o la bélica (Said 1993: 17). Sería posible decir que la superioridad moral es el capital simbólico de mayor peso en el ejercicio de la dominación.

En un iluminador artículo de 2002, Gill Gott reconstruye la historia de lo que llama “humanismo imperial” y muestra que su desarrollo tiene la estructura de una “diálectica aprisionada”, ya que los Derechos Humanos de hoy surgen lado a lado del humanitarismo imperial que acompañó el proceso de colonización y, por lo tanto, tanto aquél como su versión contemporánea propia del mundo pos-colonial tienen un pie preso en ese origen y en esa coetaneidad.

El humanitarismo – de los misioneros y los voluntarios entra en conflicto con los administradores coloniales en cuya compañía arribó a las tierras conquistadas, pero no puede liberarse de su naturaleza derivativa del sistema colonial. La única solución para esta trampa de posiciones históricamente prefijadas es, para este autor, el trazado de una política humanitaria, es decir, de una política que tenga como fundamento el proyecto de los Derechos Humanos, en contraposición a una concepción de los Derechos Humanos que se contenta con los intersticios de la política, actuando en los espacios residuales que ésta deja libres (Gott 2002).

3. El relativismo de las culturas y el universalismo de los Derechos Humanos: estrategias para la resolución de este dilema.

Por lo expuesto hasta aquí, es evidente que resulta muy difícil, desde la perspectiva antropológica, lidiar con el proyecto universal – si no universalizante – de los Derechos Humanos. La antropología, a lo largo del siglo XX, ha intentado trabajar la conciencia de la humanidad para percibir y aceptar la variedad de las perspectivas culturales y de los conceptos de bien. La empresa de la antropología, sin embargo, ha alcanzado su límite en el momento presente, cuando las culturas consideradas más distantes desde la perspectiva occidental tienen que dialogar y negociar sus derechos en los foros establecidos por sus respectivos estados nacionales.

Eso no vuelve obsoleto el proyecto científico de la antropología como área de conocimiento, pero lo disloca, de cierta manera. Me parece que el foco de la disciplina, en este momento, debe desplazarse de la comprensión y conocimiento de los contenidos de conciencia y los valores del otro para colocarse justamente en la frontera donde dialogan esta alteridad con la alteridad representada, desde su perspectiva, por los sectores que controlan el Estado.

He seleccionado aquí tres propuestas de conciliación de ambos principios – el relativista y el universalista -, que expondré de forma muy sintética.

1. La primera, de los años 90, es la presentada por el antropólogo Richard Wilson en la Introducción de su libro Human Rights, Culture and Context. En ella, Wilson habla de los Derechos Humanos como un recurso que se coloca a disposición: “vamos hacia un mundo ‘post-cultural’” en el que “las sociedades se encuentran crecientemente integradas en redes globales” (Wilson :10, citando aquí Weissbrodt 1988:1. Mi traducción).

“Los Derechos Humanos son la primera ideología universal del mundo”. “Así como anteriormente los relativismos boasianos ignoraron realidades globales tales como el colonialismo, los intentos de minar los derechos humanos invocando la cultura han ignorado los procesos jurídicos transnacionales […]. Es simplemente imposible vivir actualmente en cualquier lugar sin tener encuentros regulares con agentes o instituciones del estado-nación, como sucedía en los días dorados del funcionalismo antropológico y del relativismo cultural hasta mediadios del s. XX” (Ibid: 9).

La tarea del antropólogo es, por lo tanto, en este nuevo contexto mundial, estudiar la interconexión y la interacción de los procesos legales que operan a diferentes niveles. Esto puede incluir el estudio de cómo la legislación de los Derechos Humanos va encuadrando y dando forma a los órdenes normativos locales y cómo éstos, a su vez, resisten y se apropian de la legislación internacional […], cómo los actores sociales desarrollan formas distintas de usar la ley transnacional en cortes nacionales para construir un caso como un ‘caso de DDHHs’[…], como discursos normativos basados en estos derechos son producidos, traducidos y materializados en una variedad de contextos (Ibid.:13).

Un caso ya clásico de esta interacción es el de los indios U’wa de Colombia, que articularon los principios de su cosmología tradicional y el idioma de los Derechos Humanos para garantizar el control de los recursos naturales localizados en su territorio – en este caso particular, petróleo (Arenas 2001 y 2003). La particularidad de la cultura y el internacionalismo de los Derechos Humanos se conjugaron aquí para apoyar la continuidad del grupo.

2. Frente a este dilema, otra posibilidad es la que he sugerido en algunos textos y consiste en revisar la manera en que los antropólogos entendemos la noción de relativismo. De hecho, recurrimos frecuentemente al relativismo de forma un tanto simplificadora focalizando en la diferencia de visiones de mundo de cada pueblo como una totalidad. Con eso, muchas veces no vemos o minimizamos las parcialidades con puntos de vista diferenciados y los grupos de interés diferentes que fracturan la unidad de esos pueblos, lo que caracteriza relatividades internas que introducen fisuras en el consenso monolítico de valores que a menudo erróneamente atribuimos a las culturas. Por menor que la aldea sea, siempre habrá en ella disenso y grupos con intereses encontrados. Es a partir de allí que los Derechos Humanos pueden a veces ecoar en las aspiraciones de uno de estos grupos.

Sin embargo, la contra-regla aquí es que enfatizar las relatividades internas y colocar el foco en las perspectivas y voluntades diversas dentro de un mismo grupo puede llevar, peligrosamente, a la fragilización de la colectividad, debilitando sus intereses comunes y su unidad en la resistencia política.

La acogida del standard de los DDHHs por parte de un grupo, como por ejemplo las mujeres, al manifestar su insatisfacción y rebasar la jurisprudencia tradicional del grupo étnico, puede amenazar la permanencia de los derechos colectivos en los cuales se basa el derecho a la tierra y perjudicar el equilibrio de las relaciones de género, que ordenan una economía de base doméstica.

Por esto, los DDHHs pueden entrar en la comunidad moral a partir de sus fisuras en grupos de interés internos, pero es un camino peligroso.

Estoy convencida de que es justamente esta forma de re-negociar la unidad del grupo a partir de la articulación entre el discurso de los Derechos Humanos e intereses y las aspiraciones disidentes de algunos de sus miembros lo que está por tras de la idea del teórico de los Derechos Humanos en el mundo islámico Abdullahi An-Na’im cuando afirma que lo correcto será, en este nuevo mundo, dejar de hablar de “resolución de conflictos” para pasar a referirnos a la “transformación de los conflictos”.

Para An-Na’im y Svetlana Peshkova, que recogen, a su vez, la formulación de autores como Raimo Vayrynen (1991) y John Paul Lederach (1995), la manera adecuada y fructífera de pensar el tema del conflicto es buscando su transformación más que su resolución, donde lo que se transforma no son solamente los derechos del grupo insatisfecho sino el conjunto de la sociedad: “el sistema , la estructura y las relaciones que se encuentran en el centro del conflicto” (An-Na’im y Peshkova 2000)

3. Finalmente, el jurista y antropólogo Boaventura de Sousa Santos ha también formulado una estrategia que merece mención: en su reciente ensayo sobre la posibilidad de construir una versión multicultural de los Derechos Humanos (2002 en los Estados Unidos y 2003 en Brasil), propone el concepto de “hermenéutica diatópica” como instrumento útil en el diálogo intercultural de los derechos. La idea, en síntesis, es que todas las culturas son en alguna medida incompletas y que el diálogo entre ellas puede precisamente avanzar a partir de esa incompletud y desarrollar la conciencia de sus imperfecciones.

El topos de los Derechos Humanos en la cultura occidental puede conversar, así, eon el topos del Dharma en la cultura hindú y con el topos de la Umma en la cultura islámica: “Vistos a partir de la perspectiva (topos) del Dharma, los Derechos Humanos son incompletos porque fallan en establecer el vínculo entre la parte (el individuo) y el todo […] (y) colocan el foco en lo que es meramente derivativo, en los derechos y no en el imperativo primordial, el deber de los individuos de encontrar su lugar en el orden de toda la sociedad y del cosmos entero”

Por basarse en una reciprocidad mecánica entre deberes y derechos, “en los derechos humanos occidentales, la naturaleza no tiene derechos, porque no hay deberes que se le puedan imponer”. Por otro lado, siguiendo este raciocinio, el Dharma es también incompleto por su fuerte desequilibrio en favor de la armonía y el status-quo religioso y social, “ocultando por eso las injusticias y negligenciando el valor del conflicto como camino para una mayor armonía”.  El Dharma es totalmente insensible al sufrimiento individual (Sousa Santos 2002: 48-49).

En el caso de la Umma islámica, Boaventura cita al teórico musulmano que mencioné anteriormente, Abdullahi Ahmed An-na’im, y destaca el hecho de que, si mirada desde el occidente, la Shari’a, o ley islámica, se aparta de la idea moderna de una humanidad común pues excluye al “otro occidental” de la Umma, o hermandad islámica, y segrega a las mujeres del propio grupo (“con respecto a los no- musulmanos, la Shari’a dicta la creación de un estado para musulmanes como únicos ciudadanos, donde los no-musulmanes no gozan de derechos políticos […] (y) a respecto de la mujer, la igualdad está fuera de cuestión”. Ibidem: 51); por el otro lado, si visto desde la perspectiva de la Umma islámica y su énfasis en la fraternidad, el Occidente aparece como fatalmente individualista y carente de valores comunitarios.

Es de esta forma, para Boaventura de Sousa, que se puede ir construyendo un “multiculturalismo progresista”, a partir de una conversación transcultural, de una hermenéutica diatópica, por la cual cada pueblo esté dispuesto a exponerse a que otro le muestre las debilidades de sus concepciones y le apunte las carencias de su sistema de valores.

4. Derechos Humanos, relatividad cultural y las consecuencias de entender ley, moral y ética como principios diferentes.

Retorno ahora, para concluir, al sistema normativo de la ley. Como ya he dicho en otra ocasión, creo que la ley no es solamente productiva en el trabajo de los jueces al emitir sentencias. Es importante también percibir la importancia pedagógica del discurso legal, que por su simple circulación es capaz de inaugurar nuevos estilos de moralidad y desarrollar sensibilidades éticas desconocidas. Es por eso que a la ley no le basta existir. Para su eficacia plena, ella depende de la divulgación activa de su discurso e, inclusive, de la propaganda. De la alianza entre la ley y la publicidad depende la posibilidad de instalar nuevas sensibilidades y de introducir cambios en la moral vigente (Segato 2003 b).

Un autor que comprende y expresa de forma convincente el papel de la “sensibilidad” en las transformaciones de las ideas de justicia es David Garland.

Aunque no haría mías todas sus tesis sobre el castigo, su formulación sobre las “áreas de insensibilidad” de una dada época nos da pie para percibir que hay, de hecho, una historia social de la “sensibilidad” relativa al sufrimiento de los otros, y es en la dirección que esa historia toma que el discurso de la ley puede venir a incidir (Garland 1990: 288). Más que en las cortes internacionales, es por el camino de la transformación de la sensibilidad que los Derechos Humanos recorren mundo y se apropian de una época.

Se puede, por lo tanto, decir que la moral de una determinada época o de un pueblo y la ley son sistemas que interaccionan y cruzan influencias, la primera desde su arraigo en la tradición y las costumbres, la segunda a partir del acto deliberado y racional del contrato y la promulgación.

Ambos sistemas normativos tienen en común el hecho de que son positivables, substantivos, pudiendo expresarse en un elenco de reglas o lista de mandamientos establecidos, sea por la tradición y la costumbre, sea como resultado de un contrato moderno entre los sectores que conviven y son parte de una misma sociedad. Esa positividad los fija como repertorio de normas, sin que esto excluya la posibilidad de algunas inconsistencias y ambigüedades en ambos sistemas.

Sin embargo, como ha afirmado Norberto Bobbio en El Problema de la Guerra y las Vías de la Paz, los Derechos Humanos se despliegan en un proceso inacabado del cual la Declaración Universal debe ser entendida como el punto de partida hacia una meta progresiva. Por lo tanto, el problema no es solamente construir los instrumentos que garanticen esos derechos en cuanto derechos ya definidos, sino “perfeccionar el contenido de la Declaración, articulándolo, especificándolo, actualizándolo, de modo a no dejarlo cristalizar y momificar en fórmulas tanto más solemnes cuanto más vacías […]. Se trata de un verdadero desarrollo o quizás incluso de una gradual maduración de la Declaración, que ha generado y está por generar otros documentos interpretativos o simplemente integradores del documento inicial”.

En el ensayo que cito, el autor da varios ejemplos de la “historicidad” del documento inicial e inclusive de la historicidad de la sensibilidad normativa: los derechos del hombre constituyen una clase variable como la historia de estos últimos siglos demuestra abundantemente.

La lista de los derechos del hombre se ha modificado y sigue haciéndolo con el cambio de las condiciones históricas, es decir, de las necesidades, los intereses, las clases en el poder, los medios disponibles para su realización, las transformaciones técnicas, etc. […]

Derechos que habían sido declarados absolutos a finales del siglo XVIII, como la propiedad sacré e inviolable, han sido sometidos a radicales limitaciones en las declaraciones contemporáneas; derechos que las declaraciones del siglo XVIII no mencionaban siquiera, como los derechos sociales, resulta proclamados con gran ostentación en todas las declaraciones recientes. No es difícil prever que en el futuro podrán surgir nuevas exigencias que ahora no logramos apenas entrever (mi énfasis) […]. A los autores de la Declaración de 1789 les debió parecer evidente, con toda probabilidad, que la propiedad era ‘sagrada e inviolable’.

Hoy, en cambio, toda alusión al derecho de propiedad como derecho del hombre ha desaparecido por completo de los documentos más recientes de Naciones Unidas. Actualmente, quién no piensa que es evidente que no se debe torturar a los detenidos? Y sin embargo, durante muchos siglos, la tortura fue aceptada y defendida como un procedimiento judicial normal.

A lo largo de esta obra, Norberto Bobbio, entonces, diserta ampliamente sobre la historicidad y la expansión constante de los derechos como parte de un argumento destinado a invalidar las tesis del iusnaturalismo y de la autoevidencia de los valores que fundan los Derechos Humanos como valores objetivos y permanentes. En su perspectiva, lo que los funda es un consenso producido históricamente.

Me gustaría sugerir que si, por un lado, tal como Bobbio argumenta, la ahistoricidad inherente a las tesis del ius-naturalismo las torna insustentables frente a la evidencia histórica de la expansión de los derechos y, en realidad, también acaba invalidando las tesis basadas en la supuesta existencia de fundamentos morales objetivos y universales; por el otro lado, las tesis del ius-positivismo que hacen referencia al carácter objetivo de los contratos jurídicos ya sellados dejan de explicar otro aspecto del proceso histórico: el movimiento de las leyes.

Aún si concedemos que, después de um período bélico, en tiempos de paz, la ley es producto de luchas sociales y negociaciones, faltaría dar cuenta del despliegue histórico de los Derechos Humanos e identificar la naturaleza de la usina que alimenta su constante expansión.

Sugiero que para entender este fenómeno es necesario incorporar un tercer principio de justicia que se distancia de la moral y de la ley porque, si bien orienta decisiones y evaluaciones de comportamientos propios y ajenos, lo hace sin basarse en un repertorio de normas positivas y elencables. Me refiero aquí al impulso o deseo que hace posible que contestemos la ley y que nos volvamos reflexivamente sobre los códigos morales que nos rigen para extrañarnos de ellos y encontrarlos inadecuados e inaceptables. El impulso ético es lo que nos permite abordar críticamente la ley y la moral y evaluarlas inadecuadas.

La pulsión ética nos permite no solamente contestar y modificar las leyes que regulan el “contrato” impositivo en que se funda la nación sino también distanciarnos del lecho cultural que nos vio nacer y transformar las costumbres de las comunidades morales de las que formamos parte.

Para utilizar la metáfora que el cine nos ofrece con frecuencia en los últimos años, es la pulsión ética que desinstala los chips que tienen por finalidad tornar nuestro comportamiento automático; es la pulsión ética que nos permite huir de la automatación: Si la cultura es una para-naturaleza, es decir, una segunda naturaleza o programa no biológico, para-biológico, implantado en nosotros a través del proceso de socialización e coincidente con nuestra humanidad misma, es el deseo ético, transcendente y complejo, lo que nos lleva a vislumbrar el otro lado de la conciencia posible, y nos permite rebasar la visión programada de una época y desarticular el programa cultural y jurídico que la sustenta.

Si el cine es la imagen proyectiva del inconciente social en un determinado tiempo histórico, Matrix, Total Recall, Blade Runner y otras cintas al mismo tiempo populares y clásicas del cine contemporáneo, verdaderos best-sellers cinematográficos que atraviesan todos los públicos, hablan de esto: de las memorias que no aceptamos plenamente como nuestras, de los programas que hacen parte de nosotros pero por momentos se revelan ajenos, de la sospecha de que los códigos morales y jurídicos podrían ser un programa no elegido al que estamos sujetos, pero no de forma inescapable.[4]

Si, como sugiere Walter Benjamin, el papel de la representación de la fantasía y su reproducción y difusión por medios técnicos consistiría en servir de espejo para que la sociedad reconozca sus tendencias y sus peligros, y si el cine y otros medios masivos son productos de la transferencia de las imágenes del inconsciente social a un soporte proyectivo en el cual adquieren visibilidad, las películas citadas, de audiencia masiva, hablan del extrañamiento y de la sospecha con respecto a códigos instalados que programan y automatizan nuestro comportamiento con el apoyo de una creencia incontestable en la inevitabilidad del mundo que habitamos. La ética es lo que hace destellar en nosotros el vislumbre de la evitabilidad.

Somos plenamente humanos porque la misma cultura que nos implanta los chips de los valores morales y las prácticas semi-automáticas que nos habilitan como miembros de una comunidad moral y como “naturales” de una sociedad jurídicamente constituída, también nos equipa con las herramientas que nos permiten reflexivamente detectar esos chips y desactivarlos.

El antropólogo Clifford Geertz alude a esto cuando, relanzando conceptos ya trabajados por los lingüistas desde el siglo XIX, nos dice que, como Humanos, es decir, como seres de cultura, contamos con patrones para el comportamiento y patrones de comportamiento (patterns for y patterns of behavior), y nos recuerda la importante diferencia entre ambos: los primeros nos hacen actuar, son impulsionadores de la conducta, inoculados por el proceso de socialización que instaura nuestra humanidad y nos permite la vida en común; en cuanto los segundos son estos mismos patrones cuando ya identificados después de un proceso de análisis cultural y también de auto-análisis. Los patrones para el comportamientos son los automatizadores de la conducta; los patrones de comportamiento son las apuestas intelectivas que lanzamos al respecto de los moldes que nos hacen actuar, ya en su versión reflexiva, como producto de la tentativa de autoconomiento por parte de una sociedad o de un individuo (Geertz 1973).

Agrego que es en este segundo nivel que nos hacemos seres históricos, ejercemos algún grado de libertad y autonomía y, por lo tanto, solamente en este nivel es que damos plenitud humana a nuestra existencia, en cualquier sociedad que nos toque vivir. Malinowski ya decía, en su introducción los Argonautas del Pacífico Occidental, que toda sociedad tiene sus “sociólogos nativos”, en otras palabras, que toda sociedad tiene sus extrañados, los que siendo miembros plenos y aún sin nunca haber conocido otra no dejan de observarla con asombro y mantienen de por vida un grado de distanciamiento, una mirada desde afuera.

Esto significa que en el trabajo reflexivo de identificación de los patrones de comportamiento radica la posibilidad de la ética, como impulso hacia un mundo regido por otras normas, y del redireccionamiento de la vida, así como radica nuestra propia historicidad, en el sentido de trabajo constante de transformación de lo que no consideramos aceptable. Somos plenamente humanos no porque somos miembros natos y cómodos de nuestras respectivas comunidades morales y sociedades jurídicas, sino porque estamos en la historia, es decir, porque no respondemos a una programación, por la moral o por la ley, que nos determina de forma inapelable.[5]

Es en este lugar que creo oportuno introducir, entonces, la idea de que lo que propele la expansión histórica de los Derechos depende de este tercer factor sin contenidos elencables ni normas positivas. La ética, definida en este contexto, resulta de la aspiración o el deseo de más bien, de mejor vida, de mayor verdad, y se encuentra, por lo tanto, en constante movimiento: si la moral y la ley son substantivas, la ética es pulsional, un impulso vital; si la moral y la ley son estables, la ética es inquieta.

Esto hace posible que dentro de una misma comunidad moral, la comunidad de cultura que estudian los antropólogos, pueda existir más de una sensibilidad con referencia a la ética, que podríamos de forma grosera calificar como la ética de los conformistas y la ética de los disconformes; de los satisfechos y de los insatisfechos; de los que tienen disponibilidad hacia la diferencia – lo nuevo, el otro – y los que no la tienen; los sensibles a las márgenes – lo que se encuentra del otro lado de las murallas de contención de la “normalidad” moral del grupo – y a las víctimas, y los no sensibles.

Me parece, y es precisamente a esto que deseo llegar, ser este motor ético el impulso que se encuentra por detrás y permite explicar el desdoblamiento expansivo de los Derechos Humanos, la apertura de las comunidades morales, y el proceso constante e histórico de despositivización de la ley.

El autor que se encuentra por detrás de este sentido contemporáneo de la noción de ética es, sin duda, en primer lugar, Nietzsche, con su elogio de los espíritus libres y de la voluntad de vivir y su arremetida contra la moral y los valores vigentes. Nietzsche es el gran representante de una ética contra-burguesa, anti-conformista, y el superhombre nietzschiano, entendido de esta forma, se encuentra más allá de la moral, encarna la insatisfacción como postura filosófica y como valor y hace de su vida un esfuerzo permanente y un estado de lucha.

Si bien despreciativo de la piedad, la compasión y la bondad cuando regladas por la comunidad moral de la época, el superhombre nietzschiano mantiene una apertura fundamental hacia lo otro, en su permanente inquietud, en su permanente búsqueda, en su permanente aspiración de trapasar lo dado en un presente achatado por la mismidad. El sujeto ético sería, inspirándonos en esta perspectiva, el ser en movimiento, abierto al futuro y a la transformación, el ser exigido por una voluntad infatigable de transmutar valores y minar certezas, el ser que duda y sospecha. La iconoclastia Nietzschiana es parte de esta pulsión ética que se distingue de

la complaciencia moral y la obediencia convencional a las leyes.

Michel Foucault también se refiere a una ética de la incomodidad. Lo hace en su reseña de la obra de Jean Daniel L’Ére des ruptures y sugiere que es ella el fundamento de una “izquierda esencial”: “no una coalición de partidos en el tablero político sino una adhesión experimentada por muchos sin poder o sin querer darle una definición clara”, “un hogar más que un concepto” (Foucault 2000: 444), y la vincula a lo que Maurice Merleau-Ponty consideraba “la tarea filosófica esencial: nunca consentir con estar completamente cómodo con nuestras propias presuposiciones” (Ibidem: 448).

Justamente, me parece que este desafío a las propias presuposiciones característico de la actitud ética sería idealmente la contribución del etnógrafo, que debería interpelarnos y desafiarnos con las presuposiciones del Otro a cuya investigación se dedica. Ésta sería, por excelencia, la contribución ética de una antropología militante y empeñada en mobilizar constantemente el campo de la moral y del derecho.

Por eso mismo, no me parece ser una esencia o metafísica humana lo que detona ese estado de búsqueda en aquéllos que son, en mi definición, éticos. Como he observado anteriormente, es a través de las hendiduras e inconsistencias de los sistemas normativos que accedemos a algún grado de percepción de lo que sean los otros, las otras soluciones, las otras moralidades, las otras legislaciones. Todo lo que permanece como virtual y no realizado en nuestro horizonte de cultura se infiltra a través de estas brechas abiertas por la propia imperfección del entramado de ideas que habitamos (Segato 1992).

Es así que surge – o no – la pulsión que alimenta el deseo de desconfiar de lo que creemos y de oír lo que el otro tenga para enseñarnos, constitutiva no solamente de la aspiración ética sino también de la disponibilidad cognoscitiva.

Es una facultad de este tipo lo que localizo en constante agitación como el motor expansivo de los derechos, más que una naturaleza moral, una objetividad de los valores o una positividad de las leyes convenidas. Los Derechos están en la historia y se despliegan y transforman porque un impulso de insatisfacción crítica los moviliza. Este impulso actúa, en mayor o menor medida, entre miembros de cualquier sociedad. No es por otra razón que los etnógrafos se han encontrado, una y otra vez, desde principios del siglo XX, con el relato de normas y prácticas de las culturas así llamadas “primitivas” o consideradas por algunos autores como “pueblos sin historia” de las que se decía que habían caído ya en desuso.

Muchas son las costumbres de las que los primeros etnógrafos escucharon hablar pero no pudieron observar. Esto quiere decir que los pueblos sin historia no existieron nunca, y que la supuesta inercia de las otras culturas no es más que un producto de la episteme culturalista de una antropología hoy inaceptable. Ni la insatifacción ni la disidencia ética son patrimonio de ningún pueblo en particular, pero sí son actitudes minoritarias en la mayoría de las sociedades.

Son ellos los vectores que señalan lo que está faltando, lo que no puede continuar siendo como es. En cuanto actitud, por lo tanto, el anhelo ético es universal, en el sentido de que puede ser encontrado en algunos miembros de cualquier grupo humano, pero los objetos de ese anhelo son variables. Por lo tanto, la ética no tiene contenidos que puedan ser listados.

Ética, moral y ley son, en mi modelo, principios diferenciados en interacción “…ética, tal como la defino, no es un sistema de reglas de comportamiento, ni un sistema de standards positivos a partir de los cuales es posile justificar la desaprobación de los otros. Es más que nada una actitud hacia lo que es ajeno para uno” dice Drucilla Cornell (1995: 78-79), y se ampara para definir ese otro capaz de orientar la actitud ética en las nociones de falibilidad y asombro del filósofo pragmatista estadounidense Charles Peirce.

Estas nociones implican una apertura, una exposición voluntaria al desafio y a la perplejidad que el mundo de los otros le impone a nuestras certezas: es el límite impuesto por los otros, por lo ajeno a nuestros valores y a las categorías que organizan nuestra realidad, causándonos perplejidad y mostrando su falibilidad, su carácter contingente y, por lo tanto, arbitrario. Lo importante aquí es el papel de la alteridad con su resistencia a confirmar nuestro mundo, las bases de nuestra comunidad moral.

Por este camino, entonces, la relatividad trabajada por la Antropología y las

evidencias etnográficas de la pluralidad de culturas dejan de percibirse en posición antagónica con relación al proceso de expansión de los Derechos Humanos: es justamente en la diferencia de las comunidades morales que se ampara y se alimenta el anhelo ético para conseguir desnaturalizar las reglas que sustentan nuestro paisaje normativo e impartir ritmo histórico tanto a la moral – por definición más lenta y apegada a la costumbre – como a las leyes – producto inicialmente de la conquista de un territorio por un vencedor que implanta su ley pero, a partir de ese momento, del juego de fuerzas entre los pueblos que habitan ese territorio y de la negociación en el ámbito de la nación.

La presencia ineludible de los otros habitando el mismo mundo, el extrañamiento ético y el progresivo desdoblamiento de los Derechos son engranajes de una articulación única. Es por eso que, modificando el enunciado Hegeliano sobre la conciencia ética en la Fenomenología del Espíritu, podría decirse que, si la conciencia moral es la que reconoce la culpa, la conciencia ética es la que reconoce la responsabilidad, en el sentido preciso de responder al otro, reconociendo su interpelación y su pedido de cuentas.

Es en el discurso filosófico de Emmanuel Lévinas que la idea de ética que aquí propongo alcanza su realización más plena. Lévinas nos habla de una disponibilidad existencial para un Otro que cumple un papel humanizador . El Otro se presenta ante el sujeto ético como un rostro irreductiblemente otro que lo obliga al desprendimiento.

Lévinas alegoriza poéticamente el papel interpelador de la otredad en la ética de la insatisfacción, que nos humaniza sin descanso. La expansión de los Derechos Humanos, en mi concepción, es uno de los aspectos de este proceso de humanización.

La significancia del rostro , en su abstracción, es, en el sentido literal del término, extraordinaria, exterior a todo orden, exterior a todo mundo […]. Insistamos, por el momento, en el sentido implicado por la abstracción o la desnudez del rostro que atraviesa el orden del mundo, y de igual modo, la turbación de la conciencia que responde a esta “abstracción” […] . Y, así, se anuncia la dimensión ética de la visitación.

Mientras que la representación sigue siendo posibilidad de apariencia, mientras el mundo (como otro, como alteridad) que se enfrenta al pensar nada puede contra el pensar libre capaz de negarse interiormente, de refugiarse en sí, de seguir siendo, precisamente, pensar libre frente a lo verdadero, y permanece capaz de volver a sí, de reflexionar sobre sí y pretenderse origen de lo que recibe […]; mientras que en tanto que pensar libre sigue siendo El Mismo – el rostro se me impone sin que pueda hacerme el sordo a su llamada, ni olvidarlo, quiero decir, sin que pueda dejar de ser responsable de su miseria.

La conciencia pierde su primacía […] La conciencia es cuestionada por el rostro. […]. Lo “absolutamente otro” no se refleja en la conciencia. Se resiste de tal forma, que ni su resistencia se convierte en contenido de conciencia. La visitación consiste en transtornar el egoísmo del yo mismo que sostiene esta conversión […]. Se trata del cuestionamiento de la conciencia y no de la conciencia del cuestionamiento. El Yo pierde su soberana coincidencia consigo, su identificación en la que la conciencia vuelve triunfalmente a sí para reposar en sí misma.

Ante la exigencia del Otro, el Yo se expulsa de este reposo, deja de ser la conciencia gloriosa de este exilio. Toda complacencia destruye la lealtad del movimiento ético. Ser yo significa, por lo tanto, no poder sustraerse a la responsabilidad, como si todo el edificio de la creación reposara sobre mis espaldas […]. El yo ante el otro es infinitamente responsable. El Otro que provoca este movimiento ético en la conciencia, que desajusta la buena conciencia de la coincidencia del mismo consigo mismo, implica un acercamiento inadecuado a la intencionalidad. Esto es el Deseo: arder de un fuego distinto a la necesidad que la saturación apaga, pensar más allá de lo que se piensa…(Lévinas 1993: 60-63. Mis énfasis)

Para Lévinas, una reflexión que nos conduce a coincidir con lo que ya somos es una reflexión inválida porque el otro no ha hecho su intervención auténtica – el otro, justamente, es plenamente otro cuando tiene por consecuencia fracturar el nosotros, no dejarlo incólumne. El otro en la narrativa de Lévinas se diferencia del Otro en el modelo Lacaniano, porque en Lévinas no funda el sujeto con su violencia fundadora sino que lo disloca, lo desplaza, lo vuelve más humilde y lo infiltra de dudas: lo invita a desconocerse y a abandonar sus certezas, entre ellas la de su superioridad moral.

Lévinas introduce, por lo tanto, el valor ético de lo que nos desconfirma, es decir, el valor ético de la alteridad.

El impulso ético o, más exactamente, la ética como impulso, como aspiración, como salto en dirección al otro es, por lo tanto, en Lévinas, lo que nos arranca de ser nosotros mismos y nos salva de la coincidencia con lo que ya somos. Responsabilidad y apertura son los predicados del yo ético. En este sentido, la permanencia y validez de la ley instituída invocada por el ius-positivismo y el anclaje en una naturaleza humana sugerida por el ius-naturalismo tendrían dificultad para explicar el movimiento de ampliación constante de los Derechos Humanos como solamente el movimiento constante de un ética transiente y desarraigada lo permite.

Enrique Dussel, en su ambiciosa obra Ética de la Liberación (1998), también coloca en el Otro – en su caso, el otro victimizado – el ancla de una perspectiva ética transformadora. El otro, en Dussel, es entendido como negatividad substantivada, en su materialidad contingente transformada en trascendente en el argumento Dusseliano.

Este otro puede verse contenido en una lista de categorías constituida por “el obrero, el indio, el esclavo africano o el explotado asiático del mundo colonial, la mujer, las razas no-blancas y las generaciones futuras”(Ibidem: párrafo 210), entendiéndose que deben pasar a ser acogidos en un “nosotros” también sustantivo. El argumento de Dussel se centra en este acto de inclusión de la perspectiva de las víctimas en “nuestra” perspectiva.

La ética, en todas estas acepciones, es lo que nos permite extrañarnos de nuestro propio mundo, cualquiera que este sea, y revisar la moral que nos orienta y la ley que nos limita. Es por eso que podemos decir que se constituye en el principio motor de la historia de los Derechos Humanos. Ser ético, entendido de esta forma, es acoger la interpelación del intruso, del diferente, en el nosotros de la comunidad moral, especialmente cuando el intruso, en su intervención, no puede o no podría tener control material sobre las condiciones de nuestra existencia, cuando no interviene en nuestra

vida desde una posición de mayor poder. En este sentido, la Antropología, como Ciencia del Otro, sería el campo de conocimiento destinado a contribuir para el desarrollo de la sensibilidad ética. En un viraje radical de su deontología, su tarea ya no sería la de dirigir nuestra mirada al otro con la finalidad de conocerlo, sino la de permitir conocernos en la mirada del otro. En otras palabras, permitirle posar sus ojos sobre nosotros, intermediar para que su mirada nos alcance. Esto, sin embargo, como dije, representaría un cambio radical en la práctica y los valores que inspiran la disciplina hasta hoy.

Los que tienen dificultad en aceptar un discurso fuertemente teológico y religioso – en el caso de Lévinas, de raíz judaica, y en el caso de Dussel, de raíz católica – pueden encontrar en la obra de Fernando Sabater otra noción dentro de esta misma perspectiva de una ética en movimiento impulsada en el deseo, en el ansia y en el investimento libidinal . Para este autor, con su ética anti-altruista, no es de la apertura hacia el otro sino del amor propio y del egoísmo que resulta el impulso ético, como único camino para la trascendencia y la derrota de la muerte. Es por mí misma que soy ética – contra Lévinas (Sabater 1991: 70).

Podríamos también extendernos aquí, si el tiempo lo permitiese, sobre la ética del deseo en Jacques Lacan que, como Nietzsche – y también, agregaría ahora, Lévinas -, introduce la obligación de la sospecha, la desconfianza de una supuesta coincidencia no problemática con nosotros mismos, con nuestra conciencia. La crítica ética del psicoanálisis nos resposabiliza por lo que deseamos sin saberlo, por lo que obscuramente maneja nuestros actos y por las consecuencias de este nuestro deseo no sabido en el mundo. Después del psicoanálisis, nunca más podemos eludir la responsabilidad por el impacto en el mundo de lo que Weber un día llamó: “las consecuencias no intencionales de la acción”.

*******

Argumenté aquí que el anhelo ético es el principio que promueve la expansión de los Derechos en su movimiento universal. El anhelo ético es un movimiento en dirección al bien no alcanzado, una apertura alimentada por la presencia de la alteridad y que se manifiesta en la experiencia de insatisfacción tanto con relación a los patrones morales compartidos que nos hacen miembros natos de una comunidad moral, como a las leyes que orientan nuestra conducta en la sociedad nacional de la que formamos parte. En otras palabras, no es otra cosa que una ética de la insatisfacción, hallable entre los ciudadanos de cualquier nación y de los miembros de la más simple y cohesa de las comunidades morales, lo que constituye el fundamento de los Derechos Humanos. En este camino, el nosotros se muestra sensible y vulnerable a la desafiadora existencia de los otros, y voluntades extrañadas, disidentes, inconformadas inscriben lentamente sus aspiraciones en el discurso de la ley.

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[1] Basada en la novela homónima de Witi Ihimaera publicada en 1987, la película The Whales Rider de la directora neo-zelandesa Niki Caro ilustra magistralmente la posibilidad de que una cultura, en ese caso la de los Maoris, otorgue a una mujer la posición de líder y heredera de la jefatura del grupo, contrariando todos los principios de sucesión arraigados en los preceptos de la tradición y la concepción del linaje. En el caso de la historia ficcional narrada por esta película, una costumbre tiene que ser cambiada justamente para que la cultura pueda sobrevivir, como condición misma para garantizar la continuidad.

[2] Tesis cuya formulación original, dicho sea de paso, Cançado Trindade atribuye a Karel Vasak, en una conferencia dictada en 1979 en el Instituto Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo, sin que éste, su creador, le haya dado, más tarde, demasiada transcendencia. Según Cançado Trindade, el propio Vasak le confesó, más tarde, que se había tratado simplemente una forma de organizar su exposición a falta de una idea mejor en la ocasión, pero no el enunciado de un modelo definitivo para la comprensión de los Derechos Humanos

[3] Esto nos recuerda, de paso, que , en algún momento no distante, deberíamos, finalmente, abordar este tema en la Argentina.

[4] “This is the sound of inevitability” afirma sin sombra de dudas el agente Smith, un “programa” de bajo nivel en el mundo de la Matrix, a Neo, un programa más sofisticado y de alta indeterminación, al dejarlo preso a las vías del subte para ser, “inevitablemente”, atropellado por el tren en su inminente arribo. El tema del antagonismo entre la inevitabilidad y la evitabilidad (palabra, esta última, nunca pronunciada en la película) atraviesa e impregna la narrativa entera de los dos episodios de Matrix. Al final, se revela que ni siquiera el “oráculo”, la autoridad sobre el destino encarnada en una mujer negra que se ocupa de tareas eminentemente domésticas, conocía el futuro de los personajes. Sin embargo, cumplía rigurosamente su papel de “predecir” y conducir la historia. Es en el imaginario plasmado en este tipo de texto cultural que podemos encontrar claves importantes para entender lo que es posible pensar sobre el destino humano desde la perspectiva de nuestro tiempo. Porque el tiempo de todas y cada una de las sociedades que habitan el planeta es, a pesar de la relatividad de sus costumbres, un tiempo común; así como es también su espacio, un espacio común.

[5] Jacques Lacan, en el Seminario 7, vincula ética y deseo – en el sentido de ser fiel y consistente con el propio deseo, de recusarse a ceder el propio deseo y de reconocerse en él -, y encuentra en Antígona la encarnación del acto ético. Podríamos también ubicar allí a los amantes de Shakespeare, que con su muerte arrancan del Príncipe una reconvención a Capuletos e Montaldos y una exhortación a dar fin a la regla de vendetta que hasta el momento obedecían.

Se trata del mismo deber de Desobediencia Civil que Henry David Thoreau formuló y que puede llegar a instaurar un nuevo régimen. Elisabeth Roudinesco interpreta ese deseo como deseo de libertad, que conlleva a la libertad de morir representada por Antígona (Roudinesco: 319). No estoy de acuerdo con esto y lo que diría es que no se trata de la libertad de morir sino de la libertad de disentir, desobedecer o desviarse del camino trazado por la moral y las leyes, aun cuando esto lleve a la muerte.

Slavoj Zizek parece seguir a Hegel cuando afirma que Antígona, por no sentir culpa, no se constituye en un sujeto ético, no tiene en cuenta el bien común. Zizek entiende la ética Lacaniana de fidelidad al deseo como una ética egoísta, absolutamente centrada en el sujeto (Zizek1994:69), “inhumana” y “asustadora en su crueldad” (Zizek 1989: 135). Sin embargo, me inclino a coincidir con Judith Butler, que percibe la desobediencia civil de Antígona y su amor por Polinices como representativa del “carácter mortal de todos aquellos amores para los cuales no hay un lugar viable y vibible en la cultura” (Butler 2000: 24). En ese sentido, Antigona, al no claudicar en su deseo, no habla sólo por sí sino habla también por otros, pero otros no tipificables, cuya cualidad compartida es la de sentir otro deseo.

Economía feminista y economía del cuidado. Aportes conceptuales para el estudio de la desigualdad (2019) Corina Rodríguez Enríquez

DIAGNÓSTICO INSTITUCIONAL DE GÉNERO

La cuestión de la desigualdad es una preocupación relevante para visiones críticas y heterodoxas de la economía que contrastan con la mirada ortodoxa, concentrada centralmente en explicar el funcionamiento de los mercados, y con ello, la perfecta asignación de recursos económicos para una producción óptima.

La economía feminista se ubica dentro de este conjunto de miradas alternativas y hace una contribución específica al explicar las raíces económicas de la desigualdad de género. Uno de los aspectos centrales de esta mirada refiere a la explicitación de la manera en que las sociedades resuelven la reproducción cotidiana de las personas y al rol que esto juega en el funcionamiento económico y en los determinantes de la desigualdad. Utiliza para esto el concepto de «economía del cuidado».

El objetivo de este artículo es presentar de manera sintética los elementos centrales de esta contribución, enmarcándola dentro de los desarrollos más amplios de la economía feminista. En la primera sección abordamos brevemente en qué consiste esta corriente de pensamiento. En la segunda, nos enfocamos en el concepto de economía del cuidado y en su explicación del rol sistémico del trabajo de cuidado. En la tercera, profundizamos nuestro abordaje sobre la organización del cuidado como determinante de la desigualdad. Y en la cuarta, concluimos señalando algunas implicancias para el debate de política pública[1].

La contribución de la economía feminista a la economía

La economía feminista[2] es una corriente de pensamiento que pone énfasis en la necesidad de incorporar las relaciones de género[3] como una variable relevante en la explicación del funcionamiento de la economía, y de la diferente posición de los varones y las mujeres como agentes económicos y sujetos de las políticas económicas.

La economía feminista ha ido construyendo críticas y reflexiones en todos los campos temáticos de la economía, en los tres niveles de análisis: micro, meso y macro, y en relación con las distintas escuelas de pensamiento. Realiza una crítica particular a la teoría neoclásica, hoy paradigma dominante en la disciplina, y denuncia el sesgo androcéntrico de esta mirada, que atribuye al hombre económico (homo economicus) características que considera universales para la especie humana, pero que sin embargo son propias de un ser humano varón, blanco, adulto, heterosexual, sano, de ingresos medios.

La racionalidad del hombre económico, esencial para las decisiones económicas que toma (como participar en el mercado laboral o no hacerlo), no se enfrenta con los condicionantes que impone vivir en un mundo racista, xenófobo, homofóbico y sexista. Por el contrario, cuando se reconoce y visibiliza la relación entre las relaciones sociales (y en este caso particular, las relaciones de género) y la dinámica económica, queda en evidencia el sesgo androcéntrico de la mirada económica convencional, y por ende su incapacidad para explicar apropiadamente el funcionamiento de la realidad y contribuir con relevancia a los debates de políticas públicas.

La economía feminista se caracteriza por poner en el centro del análisis la sostenibilidad de la vida[4], descentrando los mercados. En consecuencia, el objetivo del funcionamiento económico desde esta mirada no es la reproducción del capital, sino la reproducción de la vida. La preocupación no está en la perfecta asignación, sino en la mejor provisión[5] para sostener y reproducir la vida. Por lo mismo, la economía feminista tiene como una preocupación central la cuestión distributiva.

Y en particular se concentra en reconocer, identificar, analizar y proponer cómo modificar la desigualdad de género como elemento necesario para lograr la equidad socioeconómica. En este sentido, la economía feminista es un programa académico pero también político. No tiene una pretensión aséptica de describir la realidad (como aquella que se atribuyen los economistas neoclásicos), sino un objetivo político de transformarla en un sentido más igualitario.

Por ello sus contribuciones buscan fortalecer el desarrollo de la economía como una ciencia social y un abordaje multidisciplinario, en diálogo con otras corrientes de pensamiento, con otras disciplinas y con otros movimientos políticos. La crítica epistemológica y metodológica de la economía feminista a los supuestos neoclásicos en torno de las características del homo oeconomicus y su forma de actuar incorporan dimensiones no contempladas por la visión ortodoxa de la economía.

En primer lugar, la economía feminista hace énfasis en el nudo producción/reproducción, recogiendo los antiguos debates sobre el trabajo doméstico. Para ello incorpora y desarrolla conceptos analíticos específicos: división sexual del trabajo, organización social del cuidado, economía del cuidado. Volveremos sobre esto en las próximas secciones.

En relación con lo anterior, la economía feminista hace una contribución extensa al estudio de la participación económica de las mujeres, en particular revelando los mecanismos de discriminación en el mercado laboral. Así, ha venido dando cuenta de los determinantes de la menor y peor participación laboral de las mujeres, de la existencia de brechas de género en los ingresos laborales, de procesos de segregación de género horizontal (por rama de actividad) y vertical (por jerarquía de las ocupaciones), de concentración de las mujeres en diferentes espacios de precariedad laboral y desprotección social.

En este sentido, la economía feminista también ha contribuido a los debates sobre la cuestión de la pobreza desde el punto de vista conceptual y empírico. En el primer caso, ha insistido en la importancia de considerar las múltiples dimensiones de la pobreza (alejándose de las concepciones estrictamente monetarias) y, en particular, en la necesidad de incorporar la dimensión de la pobreza de tiempo[6]. Por otro lado, ha contribuido en la producción de evidencia empírica que permite constatar la persistencia de procesos de feminización de la pobreza y los resultados ambiguos que, en términos de autonomía de las mujeres, pueden tener las políticas públicas implementadas para atender esta cuestión[7].

Más allá de estos niveles micro y meso de análisis, la economía feminista también ha denunciado los sesgos de género de la macroeconomía y de las políticas económicas. En la medida en que estas últimas y el entorno macroeconómico operan sobre un campo desigual, en el que varones y mujeres se encuentran posicionados de manera específica y diferencial como agentes económicos, estas políticas no son neutrales en términos de género.

Según sea su diseño y la dinámica económica que favorezcan, pueden contribuir a la persistencia de la inequidad económica de género o, por el contrario, pueden colaborar en reducirla. De esta manera, los trabajos desde la economía feminista visibilizan las implicancias específicas sobre la vida de las mujeres del proceso de globalización económica; de los distintos patrones de crecimiento y desarrollo, incluyendo las estrategias de desarrollo basadas en la explotación de las mujeres como ventaja comparativa[8]; de las políticas comerciales y de liberalización financiera; de las crisis económicas y los programas de ajuste estructural y de austeridad que se implementan para atender sus consecuencias; de las políticas fiscales, de gasto público y tributarias.

En definitiva, la economía feminista, con sus múltiples matices internos, viene contribuyendo en los últimos años a consolidar un mirada desde la economía que desafía los principios convencionales, expone dimensiones de la realidad invisibilizadas y reclama y propone estrategias concretas para la transformación de la dinámica económica en un sentido igualitario.

La economía del cuidado y el rol sistémico del trabajo de cuidado

Uno de los principales aportes de la economía feminista fue la recuperación de un debate de larga data dentro del feminismo: aquel conocido como «debate del trabajo doméstico»[9] que, tempranamente y en diálogo con la teoría marxista, argumentó sobre la necesidad de visibilizar el rol del trabajo doméstico no remunerado en el proceso de acumulación capitalista, y las implicancias en términos de explotación de las mujeres, tanto por parte de los capitalistas como de «los maridos».

La revitalización de este debate dentro del campo económico dio lugar a la promoción del concepto de economía del cuidado[10], que como tal tiene recortes difusos y es en sí mismo un objeto en permanente discusión. En un sentido amplio, el contenido del concepto refiere a todas las actividades y prácticas necesarias para la supervivencia cotidiana de las personas en la sociedad en que viven. Incluye el autocuidado, el cuidado directo de otras personas (la actividad interpersonal de cuidado), la provisión de las precondiciones en que se realiza el cuidado (la limpieza de la casa, la compra y preparación de alimentos) y la gestión del cuidado (coordinación de horarios, traslados a centros educativos y a otras instituciones, supervisión del trabajo de cuidadoras remuneradas, entre otros). El cuidado permite atender las necesidades de las personas dependientes, por su edad o por sus condiciones/capacidades (niños y niñas, personas mayores, enfermas o con algunas discapacidades) y también de las que podrían autoproveerse dicho cuidado[11].

Asociar la idea de cuidado a la economía implica enfatizar aquellos elementos del cuidado que producen o contribuyen a producir valor económico. Y aquí reside la peculiaridad del abordaje. A través del concepto de economía del cuidado, la economía feminista pretende al menos dos objetivos: en primer lugar, visibilizar el rol sistémico del trabajo de cuidado en la dinámica económica en el marco de sociedades capitalistas, y en segundo lugar, dar cuenta de las implicancias que la manera en que se organiza el cuidado tiene para la vida económica de las mujeres.

El trabajo de cuidado (entendido en un sentido amplio, pero en este caso focalizado principalmente en el trabajo de cuidado no remunerado que se realiza en el interior de los hogares) cumple una función esencial en las economías capitalistas: la reproducción de la fuerza de trabajo. Sin este trabajo cotidiano que permite que el capital disponga todos los días de trabajadores y trabajadoras en condiciones de emplearse, el sistema simplemente no podría reproducirse.

El punto es que, en el análisis económico convencional, este trabajo se encuentra invisibilizado y, por el contrario, la oferta laboral se entiende como el resultado de una elección racional de las personas (individuos económicos) entre trabajo y ocio (no trabajo), determinada por las preferencias personales y las condiciones del mercado laboral (básicamente, el nivel de los salarios). De esta forma, no se tiene en cuenta ni el trabajo que esa fuerza laboral tiene incorporada (al estar cuidada, higienizada, alimentada, descansada), ni el trabajo del cual se la libera al eximirla de responsabilidades de cuidado de aquellos con quienes convive.

La economía feminista discute esta visión en varios sentidos. En primer lugar, y tal como se señaló anteriormente, advierte sobre la inexactitud (por decir lo menos) de considerar la elección de las personas en torno del uso de su tiempo como un ejercicio de preferencias y racionalidad. Por el contrario, expresa la necesidad de tomar en consideración el rol determinante de las relaciones de género, especialmente relevante a la hora de explicar la concentración de las mujeres en las actividades de cuidado y su consecuente menor y peor participación en el mercado laboral. El concepto de división sexual del trabajo como forma generalizada de distribución de los tiempos y tipos de trabajo entre hombres y mujeres es un aporte esencial en este sentido.

En segundo lugar, la economía feminista contribuye conceptual y metodológicamente a visibilizar el rol de este trabajo de cuidado en el funcionamiento de la economía[12]. Para tener éxito en la modificación del enfoque analítico y centrarlo en la reproducción social, es necesario «ubicar el proceso de reproducción social de la población trabajadora en relación con el proceso de producción de recursos, un tema central en el análisis dinámico de los economistas clásicos»[13].

En esta línea, una posibilidad es expandir el marco del «flujo circular de la renta», incorporando un espacio económico que podría denominarse «de reproducción»[14]. El flujo circular de la renta ampliado (v. gráfico) permite hacer visible la masa de trabajo de cuidado no remunerado y relacionarla con los agentes económicos y con el sistema de producción, así como con el bienestar efectivo de las personas[15].

En la parte superior del gráfico se reproduce el tradicional flujo circular de la renta, que discrimina el flujo monetario y real de producción y distribución en la esfera mercantil. Como se observa, en esta visión no se contempla lo que sucede en el interior de los hogares, que se consideran una unidad en el consumo de bienes y la provisión de fuerza de trabajo. Esta dimensión es lo que se agrega en la representación del flujo ampliado, en la que a la esfera del intercambio mercantil se le suma la de la reproducción.

Lo primero que allí puede verse es la inclusión del trabajo no remunerado, esto es, de las actividades que realizan los hogares y que garantizan la reproducción de sus miembros. Una vez que los hogares han adquirido en el espacio de intercambio mercantil los bienes y servicios que requieren para satisfacer sus necesidades y deseos, es preciso transformarlos en consumo efectivo. Por ello, cuando a los bienes y servicios se les suma el trabajo no remunerado, se consigue la extensión de este consumo a estándares de vida ampliados. Es también mediante el trabajo no remunerado de cuidado que las personas transforman esos estándares de vida en bienestar, por medio de actividades relacionadas con el cuidado de la salud, la educación, el esparcimiento, entre otras.

En este marco, y a diferencia de lo que sucede en el análisis convencional, los hogares no se consideran unidades armónicas. Por el contrario, la inclusión del trabajo no remunerado en el análisis vuelve más complejos los hogares, que entonces deben negociar explícitamente en su interior y decidir la división del trabajo entre sus miembros[16].

Este es el proceso por el cual solo una porción de la fuerza de trabajo disponible se ofrece en el mercado. Así, los hogares hacen posible la reducción de la oferta de trabajo necesaria en el mercado mediante la relación entre sus propias demandas de trabajo no remunerado y las condiciones imperantes en el mercado laboral. Dicho de otra manera: la oferta de trabajo remunerado se regula gracias a la negociación dentro de los hogares destinada a distribuir el trabajo no remunerado para la reproducción[17].

Claro que el trabajo no remunerado no es infinitamente elástico. Su capacidad de arbitraje entre el mercado laboral y las condiciones de vida se reduce cuando aparecen nuevas oportunidades para algunos segmentos de la fuerza de trabajo (incluidas las mujeres). El problema de las crecientes tensiones entre las condiciones del proceso de reproducción social y las condiciones de producción de mercancías no puede resolverse potenciando simbólicamente las capacidades de las mujeres sin debatir las contradicciones internas del sistema en relación con la formación de capital social, las normas de convivencia y la adecuación de la remuneración del trabajo[18].

Cuando se integra de esta forma el trabajo de cuidado no remunerado en el análisis de las relaciones capitalistas de producción, se puede comprender que existe una transferencia desde el ámbito doméstico hacia la acumulación de capital. Brevemente, podría decirse que el trabajo de cuidado no remunerado que se realiza dentro de los hogares (y que realizan mayoritariamente las mujeres) constituye un subsidio a la tasa de ganancia y a la acumulación del capital.

La organización social del cuidado y la reproducción de las desigualdades[19]

El peso relevante del trabajo de cuidado no remunerado en el funcionamiento del sistema económico deviene de la manera en que socialmente se organiza la reproducción de las personas. Esto puede pensarse a partir del concepto de organización social del cuidado, el cual refiere a la manera en que, de manera interrelacionada, las familias, el Estado, el mercado y las organizaciones comunitarias producen y distribuyen cuidado.

La noción de organización social del cuidado se emparenta con la de «diamante de cuidado» como representación de la arquitectura a través de la cual se provee el cuidado[20]. El diamante de cuidado indica la presencia de los cuatro actores mencionados, y también de las relaciones que se establecen entre ellos: la provisión de cuidados no ocurre de manera aislada o estanca, sino que resulta de una continuidad donde se suceden actividades, trabajos y responsabilidades.

En este sentido, se sugiere hablar de «redes de cuidado» para aludir a los encadenamientos múltiples y no lineales que se dan entre los actores que participan en el cuidado, los escenarios en los cuales esto sucede y las interrelaciones que establecen entre sí y que, en consecuencia, inciden en lo densa o débil que resulta la red de cuidados[21].

Las redes de cuidado las conforman las personas que dan cuidado y las que lo reciben (es decir, todas las personas en nuestros roles de cuidadoras y cuidadas) así como los actores institucionales, los marcos normativos y las regulaciones, la participación mercantil y también la comunitaria. Esta red de cuidados es dinámica, está en movimiento, cambia y, por ese mismo motivo, puede ser transformada.

La evidencia existente demuestra que la organización social del cuidado, en su conformación actual en América Latina en general, y en Argentina en particular, es injusta, porque las responsabilidades de cuidado se encuentran desigualmente distribuidas en dos ámbitos diferentes. Por un lado, hay una distribución desigual de las responsabilidades de cuidado entre hogares, Estado, mercado y organizaciones comunitarias. Por otro lado, la desigualdad en la distribución de responsabilidades se verifica también entre varones y mujeres[22]. En síntesis, la evidencia muestra que el trabajo de cuidado es asumido mayormente por los hogares y, dentro de los hogares, por las mujeres[23].

Esto deviene de la concurrencia simultánea de una serie diversa de factores. En primer lugar, la mencionada división sexual del trabajo. En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, la naturalización de la capacidad de las mujeres para cuidar. Esto es, la construcción de una idea social (que las mujeres tienen mayor capacidad que los hombres para cuidar) a partir de una diferencia biológica (la posibilidad que las mujeres tienen y los hombres no, de parir y amamantar).

Así, se considera que esta capacidad biológica exclusiva de las mujeres las dota de capacidades superiores para otros aspectos del cuidado (como higienizar a los niños y las niñas, preparar la comida, limpiar la casa, organizar las diversas actividades de cuidado necesarias en un hogar). Lejos de ser una capacidad natural, se trata de una construcción social sustentada por las relaciones patriarcales de género, que se sostiene en valoraciones culturales reproducidas por diversos mecanismos como la educación, los contenidos de las publicidades y otras piezas de comunicación, la tradición, las prácticas domésticas cotidianas, las religiones, las instituciones.

En tercer lugar, la forma que adopta la organización social del cuidado depende de los recorridos históricos de los regímenes de bienestar, en los que la cuestión del cuidado fue considerada como responsabilidad principal de los hogares (y dentro de ellos, de las mujeres). De este modo, la participación del Estado quedó reservada para aspectos muy específicos (por caso, la educación escolar) o como complemento de los hogares cuando las situaciones particulares lo ameritaran (por ejemplo, para el caso de hogares en situaciones de vulnerabilidad económica y social).

Finalmente, la forma de la organización social del cuidado se vincula con el cuidado como experiencia socioeconómicamente estratificada. En efecto, los hogares pertenecientes a diferentes estratos económicos cuentan con distintos grados de libertad para decidir la mejor manera de organizar el cuidado de las personas.

Las mujeres que viven en hogares de ingresos medios o altos cuentan con la oportunidad de adquirir servicios de cuidado en el mercado (salas maternales o jardines de infantes privados) o de pagar por el trabajo de cuidado de otra mujer (una empleada de casas particulares). Esto alivia la presión sobre su propio tiempo de trabajo de cuidado no remunerado, liberándolo para otras actividades (de trabajo productivo en el mercado, de autocuidado, de educación o formación, de esparcimiento).

Estas opciones se encuentran limitadas o directamente no existen para la enorme mayoría de mujeres que viven en hogares de estratos socioeconómicamente bajos. En estos casos, la presión sobre el tiempo de trabajo de las mujeres puede ser superlativa y las restricciones para realizar otras actividades (entre ellas, la participación en la vida económica) son severas. De este modo, la organización social del cuidado resulta en sí misma un vector de reproducción y profundización de la desigualdad.

Adicionalmente, la organización social del cuidado puede adoptar una dimensión trasnacional que se verifica cuando parte de la demanda de cuidado es atendida por personas trabajadoras migrantes[24]. En las experiencias de la región, sucede con frecuencia que las personas que migran y se ocupan en actividades de cuidado (mayoritariamente mujeres) dejan en sus países de origen hijos e hijas cuyo cuidado es entonces atendido por otras personas, vinculadas a redes de parentesco (abuelas, tías, cuñadas, hermanas mayores) o de proximidad (vecinas, amigas).

Se conforman de este modo las llamadas «cadenas globales de cuidado», es decir, vínculos y relaciones a través de los cuales se transfiere cuidado de la mujer empleadora en el país de destino hacia la trabajadora migrante, y desde esta hacia sus familiares o personas próximas en el país de origen. Los eslabones de la cadena tienen distinto grado de fortaleza y la experiencia de cuidado (recibido y dado) se ve de este modo determinada y atravesada por condiciones de vida desiguales. En este sentido, en su dimensión trasnacional, la organización social del cuidado agudiza su rol como vector de desigualdad.[25]

Conclusión: el desafío para la agenda de políticas públicas

Como ha quedado expuesto, abordar la cuestión de la organización del cuidado es clave cuando se aspira a sociedades más igualitarias. Para ello resulta imprescindible que el tema se incorpore en las agendas de discusión de política pública.

En varios trabajos se han expuesto sugerencias en este sentido[26]. Aquí podemos señalar muy sintéticamente que abordar este tema implica los siguientes desafíos: a) producir información que permita construir diagnósticos informados sobre la situación actual de la organización social del cuidado, y visibilizar el aporte del trabajo no remunerado al funcionamiento económico[27]; b) contribuir a la construcción de la demanda social en favor de política públicas de cuidado que permitan su redistribución (entre actores de la organización social del cuidado y entre varones y mujeres); c) desarrollar una batería integrada de políticas públicas que amplíen las posibilidades de las personas de elegir el modo de organizar el cuidado y que faciliten la conciliación entre la vida laboral y familiar de las personas (incluyendo regulaciones laborales, ampliación de licencias paternales y parentales, extensión de servicios públicos de cuidado, fortalecimiento de las condiciones de trabajo de las personas empleadas en actividades de cuidado, y d) transformar los estereotipos de género en torno del cuidado, desnaturalizando su feminización.

La cuestión del cuidado no es un asunto de mujeres. Es una necesidad de todas las personas que somos vulnerables e interdependientes. Los avances sustantivos que las mujeres han experimentado en términos de participación económica y política y de reconocimiento de derechos en diversos campos deberían también expresarse en el ámbito de la organización del cuidado, en el cual los cambios resultan, por el contrario, extremadamente lentos. Lograr mayor justicia en este campo es un paso ineludible para alcanzar mayor equidad económica y social, y construir sociedades más igualitarias.


[1] En el texto que sigue tomo elementos de C. Rodríguez Enríquez: «Análisis económico para la equidad: los aportes de la economía feminista» en Saberes. Revista de Ciencias Económicas y Estadística No 2, 2010; C. Rodríguez Enríquez: «La cuestión del cuidado: ¿el eslabón perdido del análisis económico?» en Revista de la Cepal No 106, 4/2012; C. Rodríguez Enríquez y Laura Pautassi: La organización social del cuidado de niños y niñas. Elementos para la construcción de una agenda de cuidados en Argentina, ela / ciepp / adc, Buenos Aires, 2014.

[2] Para un trabajo fundante de la perspectiva de la economía feminista, v. Mariane Ferber y Julie Nelson (eds.): Beyond Economic Man, The University of Chicago Press, Chicago, 1993; y su actualización: M. Ferber y J. Nelson (eds): Feminist Economics Today: Beyond Economic Man, The University of Chicago Press, Chicago-Londres, 2003. Para un recorrido de la producción en este campo desde América Latina, v. Valeria Esquivel (coord.): La economía feminista desde América Latina: una hoja de ruta sobre los debates actuales en la región, gem-lac / onu Mujeres, Santo Domingo, 2012. V. tb. los sitios www.iaffe.org y www.gemlac.org

[3] El concepto de género como categoría social de análisis es una de las contribuciones teóricas más significativas del feminismo contemporáneo. Surgió para explicar las desigualdades entre varones y mujeres, y para dar cuenta de cómo la noción de lo femenino y lo masculino se conforma a partir de una relación mutua, cultural e histórica. El género es una categoría transdisciplinaria que remite a los rasgos y funciones psicológicos y socioculturales que se atribuyen a cada uno de los sexos en cada momento histórico y en cada sociedad. Las elaboraciones históricas de los géneros son sistemas de poder, con un discurso hegemónico. La problematización de las relaciones de género logró romper con la idea de su carácter natural. La «perspectiva de género», en referencia a los marcos teóricos adoptados para una investigación o desarrollo de políticas o programas, implica: a) reconocer las relaciones de poder que se dan entre los géneros, en general favorables a los varones como grupo social y discriminatorias para las mujeres; b) que estas relaciones han sido constituidas social e históricamente y son constitutivas de las personas, y c) que ellas atraviesan todo el entramado social y se articulan con otras relaciones sociales, como las de clase, etnia, edad, preferencia sexual y religión. Ver Susana Gamba (coord.): Diccionario de estudios de género y feminismos, Biblos, Buenos Aires, 2007.

[4] Para un desarrollo de esta idea, v. Amaia Pérez Orozco: Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida, Traficantes de Sueños, Madrid, 2014.

[5] V. al respecto Julie Nelson: Feminism, Objectivity and Economics, Routledge, Londres, 1996.

[6]Rania Antonopoulos, Thomas Masterson y Ajit Zacharias: «La interrelación entre los déficits de tiempo y de ingreso. Revisando la medición de la pobreza para la generación de respuestas de política», pnud, Panamá, 2012.

[7] C. Rodríguez Enríquez: «La cuestión del cuidado», cit.

[8] Esto es especialmente evidente, por ejemplo, en muchos casos de industrias manufactureras orientadas a la exportación, a través del modo de producción de maquilas. Al respecto, v. Noemí Giosa Zuazúa y C. Rodríguez Enríquez: «Estrategias de desarrollo y equidad de género en América Latina y el Caribe. Una propuesta de abordaje y una aplicación al caso de la imane en México y Centroamérica», Serie Mujer y Desarrollo No 97, Cepal, Santiago de Chile, 2010.

[9] Para una revisión de este debate y todas sus vertientes, v. Joan Gardiner: Gender, Care and Economics, MacMillan, Londres, 1997.

[10]Para un recorrido conceptual del término, v. V. Esquivel: La economía del cuidado en América Latina. Poniendo a los cuidados en el centro de la agenda, pnud, Panamá, 2011.

[11] Ver C. Rodríguez Enríquez y L. Pautassi: La organización social del cuidado de niños y niñas, cit; C. Rodríguez Enríquez: «La economía del cuidado: un aporte conceptual para el estudio de políticas públicas», documento de trabajo No 44, Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas, 2005; V. Esquivel: La economía del cuidado en América Latina, cit.; ela: De eso no se habla: el cuidado en la agenda pública. Estudio de opinión sobre la organización del cuidado, Equipo Latinoamericano de Justicia y Género, Buenos Aires, enero de 2012, disponible en www.ela.org.ar; L. Pautassi y Carla Zibecchi (coords.): Las fronteras del cuidado. Agenda, derechos e infraestructura, ela / Biblos, Buenos Aires, 2013.

[12] En lo que sigue, tomo la lectura realizada en C. Rodríguez Enríquez: «La cuestión del cuidado: ¿el eslabón perdido del análisis económico?», cit.

[13]Antonella Picchio: «La economía política y la investigación sobre las condiciones de vida» en Gemma Cairo i Céspedes y Maribel Mayordomo Rico (comps): Por una economía sobre la vida. Aportaciones desde un enfoque feminista, Icaria, Barcelona, 2005, p. 23.

[14] Esto es lo que hace Antonella Picchio. La autora lo define como espacio de desarrollo humano, pero este concepto puede confundirse con la noción divulgada en torno del índice de desarrollo humano que estima anualmente el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud), o con el concepto de capital humano, que se refiere en cambio a un uso instrumental de las personas como elementos de producción que es preciso actualizar y valorizar para aumentar su productividad. Ver A. Picchio: «Un enfoque macroeconómico ampliado de las condiciones de vida», conferencia inaugural de las jornadas «Tiempos, trabajos y género», Universidad de Barcelona, 2001.

[15] Conviene destacar que en este marco de análisis se excluye el espacio de las políticas públicas, que intervienen tanto en la regulación de la producción y la determinación del salario como en la expansión del bienestar de las personas. Asimismo, y dado que el objetivo es situar el proceso de reproducción en relación con el de producción, y no hacer un análisis complejo del funcionamiento del sistema económico, se excluyen las vinculaciones con el sector externo.

[16] La idea de hogares como unidades no armónicas, atravesadas por intereses en conflicto y relaciones asimétricas de poder, está más emparentada con la noción de conflictos cooperativos desarrollada por Amartya Sen: «Gender and Cooperative Conflicts» en Irene Tinker (ed.): Persistent Inequalities, Oxford University Press, Oxford, 1990.

[17] El proceso de distribución de trabajo en el interior de los hogares es parte de la mencionada división sexual del trabajo, la cual está determinada tanto por pautas culturales como por racionalidades económicas.

[18] A. Picchio: «La economía política y la investigación sobre las condiciones de vida», cit., p. 23.

[19]Sigo aquí a C. Rodríguez Enríquez y L. Pautassi: La organización social del cuidado de niños y niñas, cit.

[20] Shahra Razavi: The Political and Social Economy of Care in a Development Context: Conceptual Issues, Research Questions and Policy Options, Instituto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (unrisd), Ginebra, 2007.

[21]A. Pérez Orozco: «Miradas globales a la organización social de los cuidados en tiempos de crisis i: ¿qué está ocurriendo?», Serie Género, Migración y Desarrollo No 5, Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación para la Promoción de la Mujer (instraw), Santo Domingo, 2009.

[22]V. al respecto C. Rodríguez Enríquez y L. Pautassi: La organización social del cuidado de niños y niñas, cit.; Organización Internacional del Trabajo (oit) y pnud: Trabajo y familia: hacia nuevas formas de conciliación con corresponsabilidad social, Santiago de Chile, 2009; Carina Lupica: Trabajo decente y corresponsabilidad de los cuidados en Argentina, oit, Santiago de Chile, 2009; V. Esquivel, Eleonor Faur y Elizabeth Jelin: Las lógicas del cuidado infantil. Entre las familias, el Estado y el mercado, ides / unfpa / unicef, Buenos Aires, 2012; Flavia Marco y Nieves Rico: «Cuidado y políticas públicas: debates y estado de situación a nivel regional» en L. Pautassi y C. Zibecchi (coords.): Las fronteras del cuidado, cit.

[23] Para ilustrar este punto, el Módulo de Trabajo no Remunerado y Uso del Tiempo relevado en la Encuesta Anual de Hogares Urbanos de Argentina da cuenta de que las mujeres destinan el doble de tiempo a las actividades de cuidado que los varones. Para una lectura detallada de los resultados de este módulo, v. C. Rodríguez Enríquez: «El trabajo de cuidado no remunerado en Argentina. Un análisis desde la evidencia del módulo de trabajo no remunerado», ela / ciepp / adc, Buenos Aires, 2015.

[24] A. Pérez Orozco: «Miradas globales a la organización social de los cuidados en tiempos de crisis i», cit.

[25] Ver Norma Sanchís y C. Rodríguez Enríquez (coords.): Cadenas globales de cuidados. El papel de las migrantes paraguayas en la provisión de cuidados en Argentina, onu Mujeres, Buenos Aires, 2011.

[26] V. al respecto C. Rodríguez Enríquez y L. Pautassi: La organización social del cuidado de niños y niñas, cit.; oit y pnud: Trabajo y familia, cit.

[27] Las encuestas de uso del tiempo que se han desarrollado ampliamente en América Latina han permitido las primeras estimaciones monetarias de la contribución del trabajo no remunerado al pib. Para ilustrar, vale mencionar el caso mexicano, que construyó la cuenta satélite de los hogares, que permite estimar que dicha contribución equivale aproximadamente a 20% del pib.

El discurso de derechos humanos como gramática en disputa: Empoderamiento y dominación (2017) Ariadna Estévez

Los derechos humanos, cuenta la leyenda, son los derechos que tenemos todos los seres humanos por el simple hecho de ser humanos. Sin embargo, como se observa en la cotidianidad mundial, esto no es cierto. A pesar de que la vida, la integridad física, el empleo, la vida libre de explotación y de violencia, y la protección internacional frente a la persecución son derechos humanos reconocidos mundialmente, cada día miles de personas son heridas o asesinadas a manos de militares, terroristas, guerrilleros, corporaciones o algún familiar.

Millones se encuentran sin empleo o en condiciones análogas a la esclavitud, el medio ambiente no es propicio para la vida en diversos territorios, y las grandes potencias económicas y militares invaden y matan a nombre de los derechos humanos. Como si la miseria social y política no fuera prueba suficiente de su ineficacia, siguen habiendo causas enmarcadas en el “discurso ético de la globalización”.

La hipótesis analítica del artículo sobre esta paradoja irresoluble es que más allá de lo que son, los derechos humanos constituyen una gramática en disputa. Desde la perspectiva discursiva es posible apreciar su constitución dual como discurso empoderador y de dominación. Para explicar esta dualidad, el artículo se divide en dos partes.

La primera analiza su capacidad de empoderar a los sujetos sociales en dos dimensiones: como significante vacío para la articulación de identidades políticas; y como discurso intertextual para la argumentación liberal necesaria en la legitimación de demandas sociales que podrían interpretarse como revolucionarias como, por ejemplo, la privatización de tierras de cultivo como violaciones al derecho a la alimentación.

La segunda parte examina los derechos humanos como discurso para la dominación en dos sentidos: como dispositivo biopolítico que administra el sufrimiento; y como dispositivo necropolítico que gestiona muerte a través de una política de verdad que se desentiende de las formas de dominación contemporáneas que van más allá del poder político estatal.

Los derechos humanos como discurso en el marco foucaultiano

Cuando se dice que los derechos humanos son un discurso, esto puede significar diversas cosas. Puede ser que discurso se refiera a los elementos del lenguaje y su retórica para lograr ciertos objetivos ideológicos o de adoctrinamiento; o puede ser también que describa el funcionamiento de una episteme.

En este artículo, al hablar del discurso de derechos humanos estaremos hablando de un saber experto, una episteme que normaliza y legitima nociones de universalidad, progreso e igualdad, con diferentes efectos de poder de acuerdo al contexto. Más específicamente, la perspectiva discursiva que se usará aquí para examinar el carácter empoderador y de dominación del discurso de derechos humanos como disciplina es una posmodernista en lo epistemológico y posestructuralista en lo teórico-metodológico[1].

Dentro de las perspectivas posestructuralistas, se retomará la definición de discurso de Michel Foucault. En sus estudios iniciales –aquellos que analizaban la medicina y la psiquiatría (Foucault, 1977)- Foucault consideraba los discursos como sistemas autónomos de reglas que constituían objetos, conceptos, sujetos y estrategias, lo cual definía la producción de enunciados científicos.

Después, en sus trabajos que estudiaban la sexualidad y la historia de la prisión (Foucault, 1988a, 1985, 1998), Foucault desarrolló una idea más compleja de los discursos, que los consideraba como bloques tácticos operando en el campo de las relaciones de fuerza, es decir, el conjunto de enunciados que utilizan diferentes fuerzas para promover sus intereses y proyectos mientras establecen puntos de resistencia para que surjan contra-estrategias.

En esta visión, Foucault distinguía entre prácticas discursivas y no discursivas –como las instituciones y la técnica (Foucault, 1988a, 1998).

Para indagar en la formación de discursos y en las relaciones de poder que subyacen la práctica de un discurso determinado, Foucault desarrolló el método genealógico con el cual, rastreando la formación de sujetos, objetos, conceptos y estrategias en contextos específicos, se puede ver la forma en que el poder se disputa en los enunciados que constituyen una formación discursiva.

En esta etapa, Foucault empezó a utilizar la idea del dispositivo para distinguir claramente los aspectos extralingüísticos del discurso. Los dispositivos son las redes de relaciones sociales construidas en torno a un discurso: instituciones, leyes, políticas, disciplinas, declaraciones científicas y filosóficas, conceptos y posiciones morales que tienen la función específica de mantener el poder.

Hay dispositivos de poder, de subjetividad, de verdad. Los dispositivos se mantienen a través de diversas estrategias y tácticas, las cuales constituyen los elementos que establecen la regularidad que organiza un modo de hacer orientándolo a un fin (Foucault 2006, Foucault et al. 2007). Con ellos, la constitución de sus elementos centrales va cambiando en el tiempo.

Para Foucault, los discursos son, sobre todo, vehículos para el poder, cuyos efectos para la construcción de sujetos describe y analiza, por ello lo considera como la capacidad de acción que unos sujetos tienen sobre otros, induciendo, facilitando, dificultando, limitando o impidiendo sus acciones. En su filosofía analítica del poder, Foucault distingue tres tipos que se han ido yuxtaponiendo históricamente: el poder soberano o de espada (la ley), el poder disciplinario (los saberes y las instituciones) y el biopoder (políticas de regulación poblacional).

En todos los casos, el poder conduce la conducta de los sujetos a través de diversas acciones posibles que se dan a través de: 1) los sistemas de diferenciación jurídica, económica y cognitiva, que permiten que unos actúen sobre otros; 2) los objetivos de mantenimiento de privilegios, acumulación de riqueza, y de trabajo; 3) las modalidades instrumentales tales como el lenguaje, el dinero, registros, vigilancia; 4) las formas de institucionalización implicadas, tales como estructuras jurídicas, costumbres, jerarquías, leyes, burocracias; y 5) la racionalidad en juego, ya sea tecnológica o económica. El poder así entendido, construye al sujeto de dos formas: el que está sujeto por el control y la dependencia de otro; y el sujeto a la propia identidad por las prácticas y el conocimiento de sí (Foucault, 1988b).

Con base en el pensamiento de Foucault sobre el discurso como vehículo del poder, es posible decir que los derechos humanos son una formación discursiva, una construcción lingüística y un saber político-legal cuyos valores e instrumentos son intertextuales y pueden ser reinterpretados por las luchas sociales para hacer lobbying y construir nuevas peticiones de derechos humanos en el ámbito legal y sociopolítico.

Pero, como lo demuestran las invasiones bélicas en nombre de la democracia y los derechos humanos, estas mismas cualidades sociopolíticas e intertextuales también pueden ser utilizadas por los poderes de dominación. Una visión genealógica del discurso de derechos humanos implica considerarlo como algo flexible, sin fundamentos naturales o morales pues en su flexibilidad se encuentran, simultáneamente, la posibilidad de expansión respecto de los sujetos, objetos, conceptos y estrategias nuevas a las que se pueda abrir; y la posibilidad de conducir a los sujetos a situaciones de dominación.

Si se considera a los derechos humanos como una formación discursiva, cuyos objetos, sujetos, conceptos y estrategias nunca están fijos ni terminados sino en construcción constante, de acuerdo con las diferentes luchas de fuerza y el surgimiento de contra-estrategias, es posible observar que los derechos humanos se construyen según el contexto histórico y nunca pueden ser fijos, de aquí que nunca son completamente positivos ni completamente negativos. Los derechos humanos tienen una dualidad que varía según la contingencia política y el contexto espacio-temporal, como veremos a continuación[2].

Los derechos humanos como discurso articulador e intertextual: el empoderamiento

Como ya se sugirió en la primera parte del ensayo, el discurso de derechos humanos tiene una faceta empoderadora que se da fuera y dentro de sus dispositivos de poder soberano –el sistema de justicia- gracias a la indeterminación discursiva del sujeto central del discurso (el humano del significante derechos humanos), el cual permite: 1) que una gran diversidad de sujetos sociales se incluyan e identifiquen en él, ampliando así los lugares de enunciación; y 2) que la intertextualidad de los instrumentos de derechos humanos históricamente determinados permita el reconocimiento de nuevos sujetos de derechos humanos y sus causas específicas. Esta doble capacidad empoderadora del discurso de derechos humanos se examinará a la luz de la teoría de la articulación hegemónica (Laclau y Mouffe, 2014) y la intertextualidad de los textos legales de derechos humanos (Baxi, 2003; Nyamu-Musembi, 2002).

Articulación hegemónica

Los derechos humanos pueden lograr la articulación de una gran diversidad de identidades, entre otras cosas, porque no implica sacrificar la identidad cultural o política de los sujetos sociales y propone conceptos que apelan a muchas de ellas –por ejemplo, unirse en torno al derecho a la alimentación o al desarrollo no va contra la identidad de género o la indígena, y ofrece categorías de análisis identitario o estructural. Para proponer una articulación en torno a los derechos humanos se usará la idea de articulación hegemónica, del argentino Ernesto Laclau y la belga Chantal Mouffe (Laclau and Mouffe, 2014).

La teoría de la hegemonía establece un análisis de la sociedad comparándola con un sistema de significado en el que los sujetos sociales son relacionales. En esta concepción de lo social, la identidad colectiva se logra con la articulación hegemónica contingente, mediante la práctica de unir a un gran número de sujetos bajo la fijación de un significante vacío que se erige como una identidad nueva y contingente en un contexto histórico determinado (Laclau, 1996, Laclau and Mouffe, 2001, Laclau, 1994).

La articulación hegemónica planteada así por Laclau y Mouffe tiene guarda muy poca relación según Antonio Gramsci, para quien la hegemonía significaba liderazgo moral e intelectual orientado a formar una voluntad colectiva con un carácter nacional-popular (una identidad colectiva nueva) que controlara la política, la economía y la sociedad civil. Gramsci le otorgaba a la identidad de clase un rol ontológicamente privilegiado en la lucha por la hegemonía, debido a la posición estructural de ésta, que se ubica al nivel de las relaciones de producción. Por el contrario, para Laclau y Mouffe todas las identidades tienen el mismo estatus ontológico y ninguna de ellas posee un carácter fundamental.

El momento de la hegemonía en Laclau y Mouffe es el momento de rearticulación de todas las diferentes identidades que se encuentran haciendo política democrática, es decir, la lucha por sus demandas sin pasar, necesariamente, por el sistema de partidos. Las articulaciones hegemónicas son la unión temporal de diversas identidades a través del uso de significantes vacíos, es decir, palabras que tienen la capacidad de fijar definiciones y contenidos en las distintas luchas, y de cancelar, temporalmente, la diferencia que caracteriza a cada identidad al convertirse en aquello que se es sistemáticamente negado por el enemigo estructural.

Por ejemplo, si tomamos los derechos humanos como el significante vacío en la lucha frente al neoliberalismo, aquéllos definen dos cosas. Primero, el contenido de la agenda. Los derechos humanos pueden fijar, parcialmente, el significado en una agenda común frente al neoliberalismo, lo cual quiere decir que las demandas se expresan en lenguaje de derechos humanos para privilegiar la dignidad humana, la participación ciudadana y la rendición de cuentas del Estado y entidades privadas.

Segundo, la idea de lo ausente frente al enemigo estructural. La falta de garantías para los derechos humanos es justamente lo que mujeres, indígenas, trabajadores/as, ambientalistas, migrantes, personas con VIH/Sida, etc. tienen en común frente al neoliberalismo.

Los derechos humanos pueden desempeñar el rol de significantes vacíos por dos razones. En primer lugar, los derechos humanos incluyen a las diferentes identidades que luchan por causas determinadas frente al neoliberalismo, al tiempo que representan lo que está ausente en términos de sus demandas: disponibilidad y accesibilidad de servicios, y políticas públicas que implementen el acceso a todos los/las sujetos a los derechos humanos.

Asimismo, todas las identidades buscan crear, de una forma u otra, las condiciones que permitan desarrollar la dignidad humana, que es un valor fundamental en los derechos humanos, y puede enfocarse en la procuración del bienestar social, el respeto a las necesidades generadas en la orientación sexual, la no discriminación por género, etc. Evidentemente, todo esto se reivindica frente a un enemigo común a todas las identidades, que son las entidades de toma de decisión en materia comercial, las trasnacionales y los gobiernos empresariales, como el mexicano.

En segundo lugar, los derechos humanos proporcionan criterios y parámetros para fijar el significado en la construcción de agendas. Esto quiere decir que las agendas de cabildeo de los diversos grupos que formen coaliciones en acciones de diplomacia ciudadana pueden estar construidas con base en las obligaciones del Estado y el respeto a la diversidad cultural, con el fin último de establecer un tipo de orden internacional en el que los derechos humanos sean el centro de la política económica.

Intertextualidad

La legitimidad del discurso de derechos humanos basada en la política y no en la supuesta esencia o moralidad humana es fundamental para la exigibilidad política de derechos humanos reconocidos o por reconocer, la cual es posible gracias a la intertextualidad del discurso de derechos humanos que proponen los académicos poscoloniales Upendra Baxi (2003) y Celestine Nyamu-Musembi (2002).

La intertextualidad es un término acuñado por Julia Kristeva pero ampliamente usado por los exponentes de los Estudios Legales Críticos (ECL), y se refiere a la inexistencia de textos completamente nuevos o autónomos, pues todo adquiere significado renovado por la lectura de contexto. Los textos se construyen en la conjunción de textos previos y presentes, y en referencia a sus contextos sociales, y tienen que ser entendidos en su propio contexto social e histórico, pero también en la incorporación de lecturas y contextos actuales.

Para Baxi, los valores e instrumentos de derechos humanos se pueden leer como textos que están listos para ser releídos y reinterpretados. Por ejemplo, la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) se refiere a los derechos naturales de la filosofía de la Ilustración, pero su construcción moderna y contemporánea se tiene que entender en relación con las lecciones del holocausto.

Asimismo la DUDH nutre la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la cual fue elaborada en la década de los setenta, cuando el movimiento de mujeres estaba en un momento histórico importante. Estas mismas normas dan cabida al reconocimiento de derechos humanos de nuevos sujetos, como migrantes, personas con discapacidad, indígenas.

La intertextualidad de los derechos humanos se da sobre todo en la interpretación que se hace para la elaboración de jurisprudencia. En el estudio del derecho existe un cuerpo extenso de literatura que aborda la naturaleza de la autoridad legal y cómo ésta debe ser interpretada al momento de establecer jurisprudencia.

Algunos dicen que la ley se debe interpretar a la luz de las intenciones de quienes elaboraron la ley en cuestión, mientras que otros creen que la interpretación es válida en la medida que beneficia al sujeto defendido. Para los ECL no hay una respuesta única para esto; el arte de interpretar es un acto pragmático y se puede utilizar cualesquiera métodos que resulten apropiados para el caso (Kennedy, 2006).

Esta misma idea se aplica a la interpretación política –en vez de legal- de los derechos humanos. La legitimidad política del discurso de derechos humanos hace posible que los textos de derechos humanos –instrumentos y valores- tengan la misma validez aun cuando éstos sean materia de una negociación y no de un caso legal. Los textos legales de derechos humanos se pueden interpretar políticamente en el cabildeo de propuesta de política pública y económica para producir determinados argumentos que llevan el simbolismo ético y de legitimidad de los derechos humanos, sin tener que litigar el asunto en una corte.

Asimismo, la legislación de derechos humanos se puede usar para producir una demanda legítima sin que necesariamente se encuentre establecida como un derecho positivo, de la forma en que se hace la jurisprudencia.

La forma precisa en la que los sujetos sociopolíticos utilizan la intertextualidad de los derechos humanos puede interpretarse a través del trabajo de Celestine Nyamu-Musembi que ella llama “una perspectiva de derechos humanos orientada al actor”.

Señala que los instrumentos de derechos humanos se utilizan para construcciones de derechos humanos histórica y geográficamente determinadas que generalmente expanden la gama de los derechos mismos y son posteriormente llevados a los escenarios internacionales. Nyamu-Musembi analiza cómo, en su trabajo cotidiano, los intelectuales y activistas locales interpretan los debates más importantes de derechos humanos –especialmente los de universalidad vs. particularidad; individualismo vs. colectividad; el estatus de los derechos económicos, sociales y culturales; y la rendición de cuentas de los agentes violadores de derechos humanos no estatales – a la luz de la legislación internacional de derechos humanos y los mecanismos de defensa.

Concluye que las interpretaciones individuales de la gente amplían el alcance de algunos derechos porque, mientras siguen habiendo debates teóricos y filosóficos sobre estos asuntos, en la práctica la gente los ha rebasado. Nyamu-Musembi (2002:1) establece que “observar el significado de los derechos desde la perspectiva de aquellos que los reclaman transforma los parámetros normativos de los debates sobre derechos humanos, cuestiona las categorías conceptuales establecidas y expande el rango de demandas que son validadas como derechos”.

Los derechos humanos como dispositivo biopolítico y necropolítico: la dominación

Si bien los derechos humanos tienen una faceta política (articulación hegemónica) y legal (intertextualidad en la interpretación) que los convierten en un discurso empoderador de movimientos sociales y causas contra la dominación, también tienen otra que es funcional a las actividades más depredadoras de la vida en todas sus formas, incluyendo la humana.

Por un lado, se han transformado en un discurso que legitima políticas públicas que tienen como fin gestionar los efectos simultáneamente más corrosivos y potenciadores de la agencia política, como es el sufrimiento social causado por la victimización sistemática y generalizada.

Por otro, su estado-centrismo metodológico genera una política de verdad cuyos efectos de realidad excluyen las experiencias de sufrimiento frente a la violencia no estatal, que es la que impera en muchos lugares de América Latina actualmente. A continuación, se analizan los derechos humanos como tecnologías del biopoder y del necropoder en función del capital legal y criminal.

Biopolítica

Foucault llamó biopolítica a la tecnología de poder mediante la cual se regula administra la vida de la población como colectivo biológico, con el fin de hacer vivir a unos y dejar morir a otros, generalmente los grupos racializados y subordinados. El biopoder tiene como objeto a la población, “una masa de seres vivientes y coexistentes que tienen particularidades biológicas y patológicas y que por ello se colocan bajo un conocimiento tecnologías específicas” (Foucault, 1997:71).

En el marco foucaultiano, la palabra gobierno no se refiere a la institución de gobierno sino a “una actividad encaminada a conducir a los individuos a lo largo de sus vidas poniéndolos bajo la autoridad de una guía responsable de lo que hacen lo que pasa con ellos” ( oucault, 1997:67).

Agrega que la racionalidad –gubernamentalidad- contemporánea del biopoder es el neoliberalismo. Según el estudio genealógico de Foucault, el neoliberalismo se opone a la intervención estatal y a la expansión burocrática en nombre de la libertad económica porque atenta contra los derechos individuales.

El objetivo central del neoliberalismo es aplicar el discurso económico –conceptos, objetos, lógicas y lenguaje- al análisis social, borrando las diferencias entre los dos campos. El modelo de racionalidad económica se usa para justificar y limitar la acción gubernamental. El gobierno estatal –el Estado gubernamentalizado- se vuelve un administrador de negocios a cargo de universalizar la competencia e inventar sistemas para la acción individual y social, que se rigen por las leyes del mercado.

De esta forma, la economía deja de ser sólo un área de la vida humana para cubrir todas las áreas de ésta. Universalizar la economía sirve para entender lo social y evaluar el desempeño estatal y social en términos económicos (Foucault, 2004), con el fin de subordinar todas las esferas a las dinámicas del mercado, incluyendo la economía criminal y los derechos humanos.

Por esta razón, los estados neoliberales se han convertido en estados gerenciales que ya no controlan solamente el comportamiento individual a través de la disciplina sino que regulan y administran el crecimiento y la mortandad de la población para la reproducción de s misma a través de tecnologías del yo, es decir, técnicas que desplazan al individuo la responsabilidad sobre su propia salud, educación y todo aquello que incide en la reproducción del “capital humano” que cada individuo posee para lograr desplazar sus obligaciones sociales al individuo, el Estado neoliberal echa mano de diversas tecnologías de poder, pero aquí las que interesan son dos: la norma y la política pública, que son la base de los derechos humanos como técnica y tecnología.

Por un lado, en el neoliberalismo hay una “importancia creciente tomada por el juego de la norma a expensas del sistema jurídico de la ley ” (Castro, 2004:219); no es que “la ley desaparezca o que las instituciones de justicia tiendan a desaparecer, sino que la ley funciona cada vez más como una norma y que la institución judicial se integra más y más a un continuum de aparatos (médicos, administrativos) cuyas funciones son sobre todo reguladoras” (Castro, 2004:219).

El aparato jurídico del dispositivo de derechos humanos ha adquirido un rol de norma, es decir, busca imponer conformidad, homogenizar; es una técnica reguladora de la política de la vida, por eso se ha instalado bien en el terreno de la administración pública.

Por otro lado, el Estado neoliberal implementa políticas públicas, las cuales se definen como la toma de decisiones del Estado para modificar u orientar la acción social. Toman la forma de elementos legales, políticos y técnicos basados en el conocimiento social (Guendel, 2009:3). En el neoliberalismo se espera que la política pública regule la salud y el crecimiento de la población (Foucault, 1997:70-71) pero no con intervención estatal directa como ocurría en el Estado de Bienestar sino con políticas encaminadas a que el individuo se haga cargo de sí mismo, o en términos neoliberales, sea “empresario de sí mismo”. Esta es propiamente lo que se entiende como biopolíticas. Las políticas públicas de derechos humanos, como las de atención a defensores y víctimas pertenecen a este tipo de biopolítica.

Guendel afirma que el enfoque de derechos humanos a las políticas públicas es superior a los enfoques tradicionales o hegemónicos porque estos últimos son instrumentales mientras que los primeros tienen un propósito moral y ético: la redistribución del ingreso y el poder político a través del uso de los principios morales de la legislación de derechos humanos. Se basa en la idea de que la redistribución del poder político se da con la participación de los sujetos en el diseño y evaluación de políticas públicas.

Por sujeto el enfoque de derechos humanos entiende a los representantes de la sociedad civil organizada, es decir, los miembros de las organizaciones civiles que dicen representar los intereses de los marginados, los “pobres”, los “vulnerables”, las “víctimas” se convierten en objetos de política pública cuya representación proactiva está en estas organizaciones (Guendel, 2009).

Pero el enfoque de derechos humanos a la política pública presenta un problema serio en términos de la defensa de las víctimas porque la agencia política de los activistas es regulada para conducirlos a la despolitización de su movilización: el cabildeo y la promoción de política pública se lleva a cabo en un espacio de negociación y compromiso en vez de uno de antagonismo político, es decir, la relación con el Estado deja de ser política y se vuelve gerencial. Lo político se entiende aquí en el sentido del pensamiento político posfundacional en su vertiente disociativa o schmittiana, opuesta a la asociativa o arendtiana. En esta corriente de pensamiento no se cree que lo político no tenga fundamentos, sino que este fundamento siempre es temporal y depende de posiciones subjetivas, entre otras cosas (Marchart, 2009).

Desde la perspectiva schmittiana, toda vez que un principio político debe ser disociativo, lo que opera es el antagonismo. Más aún, “cuando el criterio amigo/ enemigo ya no es aplicable, perdemos automáticamente toda política en el sentido radical de la palabra y, por tanto, nos quedamos en la mera vigilancia de disturbios tales como rivalidades, intrigas o rebeliones. En el caso más extremo, se nos deja lo que Schmitt denomina Politesse –algo así como una forma “educada” lúdica de la política: la petite politique…” (Marchart, 2009:66).

En la biopolítica pública de derechos humanos se pierde totalmente el antagonismo porque la distinción, que debiera ser el fundamento contingente, se pierde al entrar en negociación y eventual burocratización de las demandas.

Los dispositivos de administración de sufrimiento como biopolíticas de derechos humanos

Por estas características de negociación y compromiso, las biopolíticas de derechos humanos se han convertido en dispositivos de administración del sufrimiento para el tratamiento gerencial de un fenómeno vital en las poblaciones que han vivido en conflicto y violencia: el sufrimiento social. Kleinman, Das y Lock (1997: ix-x) denominan sufrimiento social al dolor individual que el poder político, económico e institucional causa a los seres humanos como colectivo.

El sufrimiento social al conjunto de problemas humanos que tienen origen y consecuencias en las heridas devastadoras que la fuerza social puede infligir en la experiencia humana y que, a su vez, estimulan una respuesta social. Agrupa condiciones generalmente categorizadas y estudiadas por separado y de forma individual -violencia, drogadicción, síndrome de estrés postraumático, depresión– y sirve para vincular los problemas personales con problemas sociales evidenciando así que el sufrimiento es una experiencia social que aqueja a países ricos y pobres, pero que afecta primordialmente a las clases marginadas y desposeídas.

Para Kleinman, Das y Lock (1997: x) los poderes de dominación elaboran diversas intervenciones tecnológicas para “tratar” el sufrimiento social, que intensifican el sufrimiento debido a sus efectos morales, económicos y de género, y a que terminan normalizando patologías sociales o patologizando la psicología del terror. Estas políticas transforman las expresiones locales de las víctimas en lenguajes profesionales universales de queja y restitución –como el discurso de derechos humanos- lo cual recrea las representaciones y experiencias de sufrimiento, induciendo a la intensificación del sufrimiento mismo.

De acuerdo a Daas (2008), esto se denomina la “apropiación judicial burocrática del sufrimiento”. La burocratización del sufrimiento social tiene el objetivo de manipular el tiempo de las víctimas pues la espera es una dimensión simbólica de la subordinación política (Auyero, 2013). La vida de los que sufren acontece en un tiempo orientado por agentes poderosos, en una dominación que “se vive como un tiempo de espera: esperar con ilusión primero y luego con impotencia que otros tomen decisiones y, en efecto, rendirse ante la autoridad de los otros” (Au ero 2013:18).

El conjunto de biopolíticas públicas que se apropian del sufrimiento para burocratizarlo, para dominar al otro simbólicamente a través de la espera es lo que constituye los dispositivos de administración del sufrimiento (Estévez, 2017, mimeo), los cuales construyen sujetos que les son funcionales y conjuntan diversos tipos de biopolítica pública –comités y comisiones especiales, reglamentos, unidades de atención a víctimas- que operan a través de cuatro tecnologías que regulan la agencia política.

La primera es la positivización jurídica de la demanda política en una norma, no para reconocer derechos sino para la conversión de ésta en un código administrativo que evita imponer los términos de impartición de justicia y, en cambio, asigna los de la operación de un instrumento que gestiona el sufrimiento a favor del Estado. Esto es diferente a la positivización jurídica de la demanda política en el reconocimiento de un derecho, por ejemplo la positivización de la desaparición forzada como una violación grave al derecho a la vida y la integridad personal.

La norma en el sentido neoliberal reinterpreta las demandas con un código administrativo de plazos, mecanismos y fondos que conduce a los sujetos a lugares y tiempos en los que su capital político se va desvaneciendo y, al final, el objetivo no es la legislación para el reconocimiento de un derecho, sino la normativización de los términos de operación del dispositivo para su propia sobrevivencia.

La segunda es la complejidad interinstitucional. Se conjuntan representantes de los poderes Ejecutivo y Legislativo en comités o consejos en los que la organizaciones pueden o no tener representación, pero que sirven de foros de colaboración sin influencia real. Este andamiaje interinstitucional echa a andar un complejo juego de trámites burocráticos que dan al sujeto la ilusión de que están avanzando hacia la justicia aunque esté ausente el poder Judicial y la característica fundamental sea la espera y, como dice Auyero (2013: 36-37): “la espera produce incertidumbre y arbitrariedad. La incertidumbre y la arbitrariedad engendran un efecto subjetivo específico entre quienes necesitan al Estado para sobrevivir: se someten en silencio a requisitos del Estado por lo general arbitrarios. Para decirlo claramente, la dominación política cotidiana es eso que pasa cuando aparentemente no pasa nada, cuando la gente ‘solo espera’”.

La tercera es la subjetivación. Las biopolíticas públicas de derechos humanos construyen dos tipos de sujetos: el sujeto activo, el de la “participación ciudadana”; el sujeto pasivo, el que es sujeto de intervención para gestionar “positivamente” su sufrimiento y agencia política a través de canales de negociación. Aun cuando los activistas tienen las mejores intenciones de participar en el diseño de estas políticas, los dispositivos de administración del sufrimiento los convierten a ellos en stakeholders (en la jerga gerencial, socios) y a las víctimas en objetos de intervención gubernamental que sólo esperan, “la exposición habitual a largas demoras modela un conjunto particular de comportamientos sumisos” (Au ero, 2013:25). Esto tiene implicaciones para la subjetividad política como se verá más adelante.

En la biopolítica pública de derechos humanos se pierde totalmente el antagonismo porque la distinción que debiera ser el fundamento contingente se pierde al entrar en negociación y eventual burocratización de las demandas. Es cierto que desde la perspectiva arendtiana la negociación es política porque es el momento deliberativo, pero desde la perspectiva schmittiana se puede decir que ese momento en el que se delibera sobre el contenido de la norma es donde termina lo estrictamente político. El último momento de antagonismo es la disputa por las definiciones y la negociación de la norma que le da organicidad a la política pública. Los términos negociados son los que se traducen en las tecnologías que dan cuerpo a la administración del sufrimiento.

Después de negociar la ley los activistas entran en una práctica burocrática en la que la emergencia que debiera hacer evidente la primacía de la relación amigo-enemigo –la violencia estado-criminal contra la ciudadanía- se desvanece frente a la lógica administrativa que se vuelve una “petite politique”, no un momento político como el que se requiere para entrar en resistencia frente a la gubernamentalidad neoliberal. En los hechos, la sociedad civil y el Estado-criminal se convierten en socios del diseño de la política pública mientras que los activistas de derechos humanos se convierten en jugadores claves de la administración de problemas sociales en vez de antagonistas del Estado.

Cuarta y última, la fetichización de la justicia. Como la justicia no va a llegar en la mayoría de los casos si no es que en todos, el mecanismo la fetichiza de a lo menos dos formas. Una, con bienes materiales (botones de pánico, guardaespaldas, carros blindados, tecnología de vigilancia) o económicos (becas, viáticos para atender trámites, pagos por funerarias) que pueden estar a disposición de los activistas y las víctimas en medio del proceso, y cuya gestión se va convirtiendo en el objeto mismo de la lucha por la justicia.

El problema no es que se procuren medios para la seguridad de los activistas, o fondos económicos para financiar los gastos en los que las víctimas incurren durante la búsqueda de justicia, sino que estos bienes materiales y económicos reemplacen la justicia.

Dos, sustituir la justicia por el dispositivo mismo. Como el dispositivo se encuentra diseñado para entrar en operación paulatinamente o al mediano y largo plazo, y su andamiaje institucional está sujeto a una burocracia gubernamental que, como todas, es proclive a la desviación de fondos, la dilación, el abuso laboral y el nepotismo, los activistas y víctimas se empiezan a enfocar en su ineficacia, corrupción y abuso, de tal forma que paulatinamente la justicia empieza a tomar la forma de la correcta operación del dispositivo.

Los dispositivos de administración del sufrimiento son variados. Pueden ser los mecanismos que establece el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en albergues de refugiados temporales mediante los cuales procesa las solicitudes de asilo y atiende la emergencia humanitaria –el caso de los Sirios en Grecia. También pueden ser las comisiones de atención a víctimas o desplazados en contextos de desplazamiento y desaparición forzada masiva, como en Colombia y México.

Necropolítica

Para crear efectos de verdad los discursos se apoyan en otros discursos verdaderos y se producen y distribuyen bajo el control de grandes aparatos políticos y económicos que permiten determinar las distinciones entre: 1) enunciados falsos y verdaderos, 2) las formas en que se sancionan unos y otros, 3) las técnicas y los procedimientos para la obtención de la verdad, y 4) el estatuto de aquellos sujetos que tienen la función de decir lo que funciona como verdadero. La división entre falso y verdadero genera formas de exclusión discursiva que se vuelve un sistema, es decir, adquiere carácter histórico, modificable e institucionalmente coercitivo (Foucault, 1988b).

El discurso de derechos humanos tiene efectos de verdad, es decir, establece subjetividades, objetos y conceptos que dividen lo verdadero de lo falso. Para crear estos efectos de verdad se apoya en otros discursos de verdad tales como el derecho y la criminología, y se produce y distribuye bajo el control de aparatos económicos y políticos tales como cortes y otras organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. El discurso de derechos humanos ha construido un régimen de verdad en el que la definición de la atribución estatal excluye otras subjetividades, objetos y conceptos derivados de la dominación contemporánea.

Los derechos humanos construyen narrativas verdaderas en las que los actores estatales siempre son los principales perpetradores responsables de violaciones a los derechos humanos tales como ejecuciones, desapariciones forzadas, tortura y persecución. Esta política de verdad se ha vuelto un problema para calificar las violaciones a los derechos humanos en contextos de necropolítica.

Aun cuando el término de necropolítica se atribuye al africano Achille Mbembe (2011)[3], la definición que interesa aquí es la de la feminista mexicana Sayak Valencia, quien la sitúa en el contexto mexicano y señala que en las sociedades hiperconsumistas los cuerpos se convierten en una mercancía, y su cuidado, conservación, libertad e integridad son productos relacionados (Valencia, 2010).

Para ella, los cárteles de la droga y las pandillas ejercen un poder de opresión análogo al del Estado y se han convertido en un Estado paralelo que reconfigura la biopolítica y utiliza técnicas que Valencia denomina necroprácticas –acciones radicales dirigidas a infringir dolor, sufrimiento y muerte. Al igual que el Estado legítimo, su contraparte criminal pretende tener el control sobre el territorio, la seguridad y la población, es decir, de gobernar a través de la explotación de los recursos nacionales, la venta de seguridad privada, y las personas. Controlan los cuerpos de hombres y mujeres, haciéndolos mercancías de intercambio o consumidores de los bienes ofertados en el narcomercado.

En las narrativas de violencia necropolítica, la naturaleza de las violaciones a los derechos humanos se caracteriza por un traslape de los dominios legal y criminal –ejecución por narcos trabajando para el Estado, desaparición de mujeres para esclavitud sexual solapada por policías, tráfico de migrantes para cosecha de órganos por parte de policías trabajando para narcos.

Sin embargo, no son necesariamente consideradas como violaciones porque no siempre es posible comprobar que tienen vínculos con el Estado. Esto se debe a que la naturaleza semicriminal del Estado en algunas partes de América Latina –México y Centroamérica específicamente- en efecto disloca la política de verdad del discurso de derechos humanos ya que se basa en el presupuesto ontológico de que existe una división entre la esfera pública y la privada –típica de los sistemas legales liberales-, que se vuelve extremadamente borrosa, incluso aceptando que esa división existe objetivamente.

Las juristas feministas Chinkin (1999) y Gal (2005) aseguran que la dicotomía público/privado en la ley siempre ha sido artificial, construida a través del lenguaje, y sirve propósitos ideológicos (Gal, 2005:25). Chinkin cree que esta división tiene importantes consecuencias para la legislación internacional, especialmente la de derechos humanos, porque define una visión estado-céntrica de la responsabilidad y la atribución. Asegura que la demanda de aplicación universal de los derechos humanos asume una racionalidad poco cuestionada de distinguir entre la conducta de los órganos estatales y los de otras entidades cuya definición en realidad depende de las convicciones filosóficas referentes al adecuado rol del gobierno y de la intervención gubernamental (Chinkin, 1999).

Según la división público/privado que permea el discurso de derechos humanos, las actividades criminales se dan en el ámbito de la economía criminal y no constituyen un problema de carácter público, entendido éste como el ámbito de la política del Estado. La división legal entre lo público y privado es fundamental para legitimar o descalificar la espacialización de las violaciones a los derechos humanos en el contexto de la narcoviolencia y la violencia sexual contra mujeres.

En narrativas típicas o verdaderas de derechos humanos estas actividades son consideradas simples crímenes debido a: 1) que los objetos a los que se refieren, como extorsión, y asesinato y vejaciones durante secuestros, entre otros; 2) los sujetos que involucra, tales como agentes cuyo vínculo con el Estado es borroso y generalmente negado; y 3) los sujetos subjetivados: no sólo periodistas y activistas políticos, sino gente de negocios, familias con negocios pequeños, testigos de actividades ilícitas, ciudadanos comunes que reclaman justicia para sus seres queridos asesinados o desaparecidos, o que se resisten a las extorsiones u otro tipo de delito.

Las violaciones a los derechos humanos en la necropolítica se invisibilizan por el colapso espacial de la dicotomía público/privado para fines de identificar la atribución estatal en la responsabilidad de derechos humanos; y por la impunidad estructural de delitos que violan el derecho a la vida, la seguridad personal, y los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia sexual y sexista, incluyendo la esclavitud sexual.

Conclusiones

Desde una perspectiva posestructuralista del discurso –Foucault, Mbembe, Valencia, Kristeva, y Laclau y Mouffe, específicamente- el artículo demostró que, en términos analíticos, los derechos humanos son una gramática cuyo significado está siempre en disputa y susceptible de ser fijado por sujetos antagónicos por tener capacidades simultáneas de emancipación y dominación.

Por un lado, la capacidad emancipadora de los derechos humanos se analizó y demostró argumentando la existencia de dos dimensiones discursivas: como significante vacío para la articulación de identidades políticas; y como construcción intertextual que permite la argumentación liberal necesaria para legitimar demandas sociales. Esto es posible porque la indeterminación discursiva del “humano” de los “derechos humanos” hace posible que una gran diversidad de sujetos sociales se incluyan e identifiquen en él, y que se reconozcan nuevos sujetos de derechos humanos y las causas particulares de las violaciones a sus derechos.

Por otro lado, su funcionalidad al poder de dominación se estableció caracterizándolo como dispositivo biopolítico y necropolítico para la administración de la vida y la muerte. Las biopolíticas de derechos humanos administran el sufrimiento social causado por la victimización sistemática y generalizada. Asimismo, establecen una política de verdad cuyos efectos de realidad excluyen las experiencias de sufrimiento frente a la violencia no estatal, sobre todo la violencia criminal y sexual.

Lo que esto nos demuestra de los derechos humanos es que su falta de indeterminación conceptual los transforma en una herramienta política tanto beneficiosa como peligrosa. Los derechos humanos constituyen una gramática social y política cuyo significado es permanentemente dual. La virtud de esta dualidad es a la vez su mayor defecto pues los derechos humanos pueden al mismo tiempo constituir una plataforma que articula y argumenta causas progresivas y ser funcionales a los poderes destructivos del capitalismo.

No obstante, a pesar de esta dualidad inherente a su indeterminación, la investigación sociopolítica y sociojurídica en derechos humanos pone demasiado énfasis en resaltar sus características positivas. Es necesario hacer más investigación sobre los efectos corrosivos del uso de los derechos humanos, sobre todo su función de invisibilización de experiencias grotescas de sufrimiento social, en particular en los casos de la violencia doméstica y sexual contra las mujeres, y la violencia de la guerrilla y el narcotráfico.

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Nota biográfica

Ariadna Estévez es Doctora en Derechos Humanos (Sussex University, Inglaterra), Maestra en Sociología Política, (City University, Inglaterra) y Licenciada en Periodismo y Comunicación Colectiva (UNAM). Investigadora Titular Definitiva de la UNAM-CISAN, y tutora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Entre su intereses de investigación se incluyen: la biopolítica de asilo en América del Norte, la necropolítica en México, y la crítica a la teoría de derechos humanos desde una perspectiva necropolítica y feminista. Publica ampliamente en español e inglés. https://unam.academia.edu/ARIADNAESTEVEZ


[1] Es posmodernista porque cuestiona los efectos de realidad y de verdad que produce el lenguaje de derechos humanos y su anclaje en la filosofía legal moderna, en particular las ideas de racionalidad, objetividad y universalidad. Asume la inexistencia a priori del sujeto de derechos humanos pues se construye a través de la sujeción a sus dispositivos legales y políticos. Es también posestructuralista porque asume que lo social no tiene un significado esencial, sino que éste es asignado a través del lenguaje, el cual funciona como un sistema relacional en el que cada elemento adquiere un significado en relación con los otros componentes del sistema.

[2] No existe tal cosa como una sola historia de los derechos humanos, cada país o región podría tener su propia genealogía. La historia ha realizado algunas indagaciones genealógicas sobre el discurso de derechos humanos en México y América Latina, las cuales se pueden resumir muy brevemente de la siguiente forma. La genealogía del discurso de los derechos humanos en la región latinoamericana revela no solamente las relaciones de fuerza que llevaron a que surgiera como una contra-estrategia de lucha, sino también la contribución del pensamiento latinoamericano a la formación de conceptos tales como “desaparición forzada” o “derechos colectivos de los pueblos indígenas”. El discurso de derechos humanos, como ha sido institucionalizado ahora no es producto sólo de la práctica legal sino de movimientos sociales por defender de la represión a sindicalistas, estudiantes, campesinos y oponentes políticos. Éstos eran violentamente castigados por resistir los embates de los regímenes autoritarios – desde el partido único hasta las juntas militares- que se resistían a liberar la política de la forma que lo hacían con la economía, cuya reestructuración incrementaba los niveles de pobreza y desprotección social. En esta lucha, la base discursiva no era el liberalismo político y social, sino el discurso de la transición a la democracia como fue promovido por los intelectuales latinoamericanos, y el discurso de la teología de la liberación. En términos más generales, la genealogía del discurso de derechos humanos en el continente refleja cómo éste surge como una contra-estrategia sociopolítica frente a la represión. En la medida en que se convirtió en un terreno en el que diferentes fuerzas se disputaban el poder, se institucionalizó y comenzó a legalizarse, pero también a incluir otros sujetos como los pueblos indígenas y las mujeres, u objetos como el libre comercio y el desarrollo de términos tales como “desaparición forzada”. Estévez 2007, 2008a,b, 201.

[3] Mbembe sostiene que la biopolítica no es suficiente para entender cómo la vida se subordina al poder de la muerte en África. Afirma que la proliferación de armas y la existencia de mundos de la muerte –lugares donde la gente se encuentra tan marginada que en realidad viven como muertos vivientes- son un indicador de que existe una política de la muerte (necropolítica) en lugar de una política de la vida (biopolítica) como la entiende Foucault. Examina cómo el derecho soberano de matar se reformula en las sociedades donde el estado de excepción es permanente. Según Mbembe, en un estado sistemático de emergencia el poder se refiere y apela constantemente a la excepción y a una idea ficticia del enemigo. Afirma que las operaciones militares y el derecho de matar no son ya prerrogativas exclusivas del Estado gubernamentalizado, y que el ejército regular no es ya el único medio para ejecutar el derecho de matar. Las milicias urbanas, los ejércitos privados y las policías de seguridad privada tienen también acceso a las técnicas y prácticas de muerte. La proliferación de entidades necroempoderadas, junto con el acceso generalizado a tecnologías sofisticadas de destrucción y las consecuencias de las políticas socioeconómicas neoliberales, hace que los campos de concentración, los guetos y las plantaciones se conviertan en aparatos disciplinarios innecesarios porque son fácilmente sustituidos por la masacre, una tecnología necropolítica que puede ejecutarse en cualquier lugar en cualquier momento. Mbembe (2011).