Moisés y la resistencia popular frente al becerro de oro imperialista…

Moisés y la resistencia popular frente al becerro de oro imperialista…
Reflexión sobre Éxodo 32

Entre las diversas experiencias vividas por el pueblo hebreo en su camino a la liberación, luego de la salida de Egipto, se encuentra la del Becerro de Oro. Su enseñanza es muy valiosa y vigente para las batallas que libramos en la actualidad. Es la enseñanza de la dignidad como principio básico de nuestras vidas y como el corazón de la resistencia milenaria a los imperios.

La actitud de Moisés frente al Becerro de Oro nos revela la claridad de la dirección revolucionaria frente a las vacilaciones de un sector de la población, que fácilmente es arrastrado a repetir las mismas prácticas religiosas de opresión, de la esclavitud en Egipto.

Sucede que mientras Moisés se encontraba en el Monte Sinaí dialogando con Yahvé, la gente se confunde y le exigen a Aarón la construcción de dioses para conducirlos. Y él lo hace e incluso les construye un altar para venerarlo. Se trataba de cambiar la conducción política de Moisés por la de Aarón.

Y más importante, se trataba de regresar a los dioses de la opresión simbolizados por el oro y rechazar al dios que con mano fuerte los sacó de la casa de la esclavitud en Egipto. Los esclavos añoraban la mano del amo para que los acariciara y los golpeara, la comida del amo, la religión del amo con sus fiestas y sus disfraces.

Y Moisés al regresar del Monte Sinaí fue categórico en su rechazo al becerro de oro. No se podía conciliar. No puede coexistir la opresión con la liberación. Y Moisés y lo sectores populares que acompañaban este proyecto se vieron obligado a resolver esta crisis de manera radical. De no hacerlo se ponía en peligro el futuro de este proyecto de liberación.

La tentación del becerro de oro

La tentación del becerro de oro acompaña nuestras vidas y las vidas de nuestros pueblos. Los poderosos saben que fomentando el individualismo y la búsqueda de la riqueza como principio que orienta nuestras vidas, se aleja el peligro de un cambio revolucionario. Los imperios enfrentan a la resistencia de los pueblos por medio del becerro de oro. La compra de conciencias es una de las fórmulas para mantener la dominación. La otra es el látigo de la represión. La otra es el adormecimiento.

Aarón decidió construir un altar al becerro de oro para adorarlo. Los altares son la demostración de nuestro agradecimiento. Cada uno de nosotros debe preguntarse hacia quienes construimos altares. Los altares pueden construirse para consolidar la opresión y legitimar las cadenas de los imperios o pueden ser barricadas de la resistencia. Nosotros determinamos la decisión.

El becerro de oro es la mejor representación de actual mundo capitalista globalizado. En este mundo la guerra y el comercio son los medios mediante los cuales el becerro de oro penetra en nuestras vidas y conciencias. El becerro de oro imperialista se alimenta de petróleo, de agua, de gas natural, de biodiversidad, etc. El becerro de oro vive de la sangre de nuestros pueblos que son sacrificados ante el altar del mercado. El templo del becerro de oro es el mercado.

Y esto hace que los templos religiosos cristianos se asemejen a los mercados. El mercado es el modelo de la humanidad globalizada. Y entonces el mundo gira alrededor del mercado capitalista, alrededor del becerro de oro. Y entonces la familia se parece al mercado. El mercado rompe la unidad de la familia y establece sus leyes. Y penetra en la escuela. Y penetra en los hospitales.

Y también la iglesia se ve infiltrada por el becerro de oro. Y surge el pastor empresario. Y las iglesias se convierten en mercados. Y se venden las oraciones y se vende todo. Y se vende la conciencia. Es lo que más se vende. Es la mercancía más valiosa. Porque la conciencia es la base de la dignidad. Y la religión del becerro de oro olvida, niega, rechaza la religión del camino por el desierto, la religión de la cruz de Jesús. Deja de ser la religión de los esclavos en lucha y vuelve a ser la religión de los amos, la religión del Faraón, la religión de Baal, la religión de los imperios.

Cuando el becerro de oro ilumina nuestros corazones hemos dejado de ser pueblo de Dios y nos hemos convertido en esclavos, en consumidores del mercado, en seguidores de ídolos. Únicamente la resistencia a los imperios y la lucha por la justicia nos convierte en hombres y mujeres libres.

En cada corazón que se abre a la solidaridad y la lucha allí se encuentra la semilla de la esperanza. Con la confianza que nuestro pueblo quebrará como Moisés al becerro de oro y que seguiremos caminando como iglesia acompañando a nuestro pueblo. Así sea.

Rev. Roberto Pineda, Iglesia Luterana Popular

San Salvador, 21 de diciembre de 2007

Mi papá amaba a San Vicente… (II)

Mi papá amaba a San Vicente… (II)
Platica con Luís Sarbelio Navarrete

SAN SALVADOR, 28 de diciembre de 2007 (SIEP) “En 1953, falleció mi madre, un año después que muriera mi padre, el Dr. Sarbelio Navarrete, que fue rector de la Universidad de El Salvador” nos cuenta su hijo, el también doctor, pero médico, de 78 años, Luís Sarbelio Navarrete.

“Cuando mi papá era magistrado de la Corte Suprema de Justicia, lo traían de San Vicente para San Salvador, porque a el le gustaba, amaba estar en San Vicente…Fue a finales del 29 o principios del 30 que nos venimos para San Salvador. Alquilamos una casa en la Quinta Calle Oriente, la numero 31. Allí vivimos por diez años, del 29 al 39…”

“Yo llegue de meses y estudie primero y segundo grado en el Colegio El Niño Dios. Luego me pasaron al Externado San José, donde fui compañero de Walter Beneke…”

“El 13 de septiembre de 1937 mi papá siendo rector de la Universidad, solo había una, organizó un ciclo de conferencias sobre René Descartes, y como deferencia especial envió una carta invitando al Presidente, el General Maximiliano Hernández Martínez, para inaugurar la actividad, que se realizaría en el Paraninfo de la UES. Su sorpresa fue que el general Martínez aprovecho la ocasión para extenderse largamente sobre sus doctrinas teosóficas y se refirió a las aguas azules que curaban toda enfermedad…en una actividad conmemorando el nacimiento del método científico…para mi papá eso fue una burla, la gente que asistió se durmió o manifestó su decepción por la actividad. Mi papá estaba encolerizado…no se lo perdonó…”

“Ellos se conocían…ambos sacaron el bachillerato juntos en el Instituto Francisco Menéndez, que quedaba donde esta hoy el edificio de la Alcaldía…por cierto se graduaron juntos, tenían en común que no eran de San Salvador, mi papá de san Vicente y el General de San Matías, y al acto de graduación ningún familiar llegó a acompañarlos por las distancias…y quedaron solo ellos dos. Entonces Max, como lo llamaba m papá, lo invitó para “ir al casino.”Mi papá se sorprendió porque por ser de origen humilde nunca había visitado un casino. Pro Max lo convenció para que fueran. Y agarraron camino para Santa Tecla. Al llegar, el general –entonces un estudiante- pidió dos cervezas. Andaban con los diplomas de bachiller bajo el brazo. El Mesero les pregunto si eran socios del casino y ante la respuesta negativa les dijo que no podía servirles. Entonces Max le dijo a mi papa: Qué jodida, si no podemos disfrutar del casino de los ricos, vamonos para el casino de los pobres. Y acto seguido salieron y Max los condujo a un estanco, a una cantina, donde pidieron dos tragos…y así celebraron.”

“Luego se encontraron de nuevo en la facultad de Derecho…al tercer año, Martínez le confeso que no iba a seguir estudiando. Ante la sorpresa de mi padre le manifestó que mejor “me voy a dedicar a la política, me voy a hacer militar…”

“Mi papa después que se graduó en 1913, se regreso a San Vicente, para ser juez. Luego Don Pío Romero Bosque lo lamo para que fuera Subsecretario de Instrucción Publica. El Ministro era Martínez Suárez, que conducía cuatro carteras: economía, relaciones exteriores, educación…Eso fue a finales de 1929 y nos venimos para San Salvador. En octubre del 39 regresamos, en tres camiones, para San Vicente de nuevo…”

“A principios del gobierno de Martínez fue papa es nombrado como Juez General de hacienda. Enfrento la corrupción e incluso mando preso a un ministro de apellido Varela. Y entonces nació un dicho popular del juicio que se le libro: “Cabal, dijo Varela…y faltaban quince mil pesos.”

“En 1943, el 30 de enero, se le rindió un homenaje nacional en la Alcaldía de San Vicente por sus contribuciones a la ciencia y la cultura del país…”

“En 1944 los estudiantes universitarios tenían acordonada a la Asamblea Legislativa, que quedaba en el Palacio Nacional, y a pura presión lograban acuerdos legislativos. Y para rector de la UES los de AGEUS pensaron en mi padre y fueron a buscarlo a San Vicente, al final lo convencieron para que aceptara ser magistrado de la Corte suprema de Justicia.”

“En octubre de 1944…el vivía en una pensión cerca del Telégrafo, famosa, llamada La Centroamericana, en una pieza a orilla de calle, y allí llegaron enviados de los golpistas para amenazarlo y decirle que renunciara a ser segunda designado a la presidencia, ya llevaban el escrito y el les respondió que esa era una responsabilidad que el pueblo le había dado y que no iba a ceder. Y se fueron molestos…Entonces un sobrino de el, el Teniente Coronel Alonso Castillo Navarrete le recomendó que lo mejor fuera irse porque corría peligro e incluso le compro el boleto para México… Y se fue pero ya en México decidió irse para Guatemala para sumarse al Gobierno en el Exilio presidido por el Dr. Miguel Tomas Molina. Para el el Dr. Molina fue siempre su ídolo, su maestro., su guia. Allí se integro al movimiento contra los golpistas…”

“En 1948 la Asamblea Legislativa lo nombra como Presidente de la Corte Suprema de Justicia y cumplió su periodo de dos años y luego, de nuevo regreso a San Vicente…en 1952 por una dolencia de apendicitis fue trasladado a San Salvador, y lo operan en la Policlínica, y dos semanas después, cuando le dan la noticia de su alta, el se levanta emocionado de su cama y ese movimiento brusco le provoca un infarto al corazón y mi padre muere…y es trasladado a san Vicente donde fue enterrado. Lo acompañaban sus amigos de toda la vida, el Dr. Juan Crisóstomo Segovia y el pueblo de San Vicente…”

CEM publica digitalmente «El Estado Centroamericano» de Sarbelio Navarrete

SAN SALVADOR, 26 de diciembre de 2007 (SIEP) “El Estado Centroamericano” constituye la primera obra de pensamiento marxista escrita en El Salvador. Fue la tesis doctoral de Sarbelio Navarrete, pronunciada el 29 de marzo de 1913” indicó el Lic. Roberto Pineda, Coordinador del Centro de Estudios Marxistas, que lleva el nombre de este pensador vicentino.

Agregó que “la obra de este demócrata salvadoreño, que hizo uso de las herramientas conceptuales del marxismo para analizar nuestra historia, es una herencia que forma parte e inaugura la tradición marxista en nuestra Patria…”

“Es por eso que la publicamos como la primera entrega del compromiso que asumimos, de divulgar la tradición marxista salvadoreña de hombres y mujeres, demócratas y revolucionarios, que a lo largo del siglo pasado nos legaron sus ideas basadas en el marxismo. Iniciamos con Sarbelio Navarrete y El Estado Centroamericano la Biblioteca Digital de Autores y Autoras Marxistas Salvadoreños. Puede leerse en nuestra página electrónica.”

“La vida y obra del Dr. Sarbelio Navarrete (1879-1952) estuvo guiada por un claro sentido del deber cívico, profundamente demócrata, bolivariano, sandinista, amigo de los trabajadores, animado por la ciencia y con una definida actitud antiimperialista.”

“Sarbelio nació el 29 de enero de 1879 en San Esteban Catarina, en el departamento de San Vicente. Estudio derecho en la Universidad de El Salvador. En 1910 viajó a la Argentina en representación de los estudiantes salvadoreños, para participar en el II Congreso Universitario Americano. Este viaje le permite relacionarse con personalidades democráticas del continente, incluyendo a José Ingenieros.”

“En 1913 se gradúa como Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales con su tesis sobre El estado Centroamericano que estamos publicando digitalmente. Y regresa a San Vicente…y se relaciona con los trabajadores. En 1915 habla ante los miembros de la Sociedad Obreros Amigos y les recomienda Unión y Fuerza.”

“Dos años después, en su carácter de sub-secretario de instrucción pública, habla en 1930 sobre Bolívar y nos dice que “el solo nombre de Bolívar es un himno a la libertad. En las luchas por la Emancipación, en la pugna titánica por quebrantar el yugo de trescientos años, se hacía preciso demostrar al mundo que eran merecedores de la libertad los pueblos por alcanzarla combatían…”

“En 1936, en plena dictadura martinista, es electo Rector de la UES. Y convierte la Alma Mater en trinchera contra el oscurantismo y el militarismo. Renuncia en 1939 cuando el tirano suprimió la autonomía universitaria…”

“En 1944, luego de la caída del tirano Martínez es electo magistrado de la Corte Suprema de Justicia y segundo designado a la Presidencia de la República. En octubre de ese año repudia el golpe militar y es obligado a exilarse a Guatemala. Se integró a la Corte Suprema de Justicia en el Exilio.”
“En 1948 es nombrado presidente de la Corte Suprema de Justicia. Dura dos años en el cargo. Muere en 1952 a los 74 años. Durante toda su vida fue un ejemplo de intelectual demócrata, comprometido con su pueblo” concluyó el Licdo. Pineda.

El estado Centroamericano

EL ESTADO CENTROAMERICANO
Por Sarbelio Navarrete (marzo de 1913)

La obra de la independencia de Centro América no fue simplemente una disgregación de la colonia del Gobierno de España; aquel acto trascendentalísimo en la vida de estos pueblos entrañaba necesariamente una revolución. Un nuevo Estado surgía por la virtud de fuerzas hasta entonces desconocidas, pero que en la mente de los emancipadores se traducían en fórmulas políticas, doctrinas filosóficas, credos religiosos, formas de gobierno y aspiraciones comunes de libertad. La Patria no existía; el Estado Nacional no existía; la República de Centro América era una entidad insospechada aún para los mismos padres de la independencia. No había más que el deseo casi unánime en las clases directoras de abandonar la tutela de España y sacudir el yugo de aquel vasto poderío en decadencia. Este era el propósito único y primordial del momento en el alma de la gente criolla; la organización del nuevo Estado y su forma definitiva vendrían después.

Podemos fácilmente, pues son bien sabidas, hacer un compendio de las «ideas-fuerzas» que impulsaron a los espíritus selectos de la época hacia la secesión del antiguo reino de Guatemala, de la Monarquía española, como extremo recurso para conseguir su libertad y soberanía. Los principios de la Revolución francesa se habían propagado como un incendio que amenazase al universo entero; la bandera tricolor daba la vuelta al mundo, y las almas oprimidas se rebelaban al grito de libertad, igualdad y fraternidad. Derechos políticos, derechos del hombre, supremacía de la razón, ley del progreso, religión de la humanidad, contrato social, laicización de los Estados: eran otras tantas ideas fascinantes que germinando en las inteligencias cultivadas, inflamaron los corazones, movieron las voluntades y pusieron el puñal del conjurado en las manos de los insurgentes. Al despertar de la Europa civilizada, la América española se irguió también proclamando sus derechos, después de tres siglos de explotación y servidumbre; y cuando la Madre Patria quiso detener el desmembramiento de sus colonias, era ya tarde, pues ella misma se desmoronaba en el interior acosada por las huestes de Bonaparte. La invasión napoleónica fue, no una causa eficiente, sino ocasional y propicia para la emancipación de los pueblos de la América indo-hispana.

Centro América se declaró independiente, arrastrada por la corriente imperiosa de los acontecimientos que se desarrollaban en el Nuevo Mundo, ilustrados por la heroicidad de los caudillos, y respondiendo al mismo tiempo a la renovación total de las ideas que se operaba entonces, conmoviendo hondamente los espíritus y los viejos sillares del edificio social. El lugar común de que estas provincias habían llegado a la mayor edad, no es más cine una frase como cualquier otra; así como la afirmación retrógrada de que los males que después las han conturbado, ha sido porque no estaban preparadas para la liberad, no vale la pena ni de tomarse en cuenta.

La obra de nuestros próceres, he dicho, implicaba necesariamente una revolución, una doble revolución: la primera sería el implantamiento o adopción de las ideas de la época, y la segunda la organización del Estado centroamericano. Era una doble lucha en que todo iba a ser removido, —instituciones y credos, derechos y costumbres, — para adaptarse a otras formas de evolución más avanzada; y porque se necesitaba además, y antes que todo, darle vida a la Patria naciente, fundar el nuevo Estado Nacional, organizar la flamante entidad política e inscribir su nombre en el escalafón de las naciones civilizadas.

Son tres las fases de toda revolución, según Gioherti: la mayoría del pensamiento (soberanía de la razón, lucha contra el dogma); la constitución de las nacionalidades (fundamento del derecho público moderno), y la redención de las plebes (cuestión social) «Estas capi capitalidades que mueven la revolución», —dice Bovio, y que fueron formuladas por Gioberti en 1851, — «están desde entonces netamente planteadas y continúan subsistiendo». Tal para nosotros el doble aspecto de la revolución a que dio origen la proclamación de la independencia de Centro América, y que corresponde a las dos primeras fases indicadas; la tercera no ha aparecido todavía en ademán revolucionario y por lo tanto no nos interesa en este momento. Alrededor de esta doble revolución gira nuestra historia, como gira la historia de las demás nacionalidades que hicieron su advenimiento en los comienzos de la pasada centuria.

De los principios fundamentales, —religioso, jurídico, político y económico—, que han pretendido y pretenden ser la base organizadora de las sociedades, es sin duda el principio religioso el que aparece predominando desde que tenemos noticia oral o escrita de los principales acontecimientos y de los orígenes de la humanidad, ya que la religión no es más que la explicación provisional, —filosofía y ciencia a la vez, — de los fenómenos cósmicos y humanos. Cuando el Estado hace su aparición en la sociedad, la religión lo envuelve completamente en la inextricable malla de sus dogmas, formando esa secular superestructura teocrática que, a pesar de los desgarros que ha sufrido, se mantiene aún asida a la corteza de las civiles instituciones. No sin fundamento, sociólogos y moralistas eminentes, —entre ellos Kidd, Le Bon, Renán y Quinet, — consideran el factor religioso actuando en primer término en las transformaciones sociales. Pero frente al factor religioso existen los otros principios mencionados, de los cuales el jurídico y político se presentan no menos patentes y virtuales, moviendo los resortes del Estado y dirigiendo su evolución. El factor económico, finalmente, relegado durante largos siglos a la categoría de las cosas secundarias, ha conquistado en la época contemporánea el puesto que científicamente le corresponde, y aún parece disputar a los demás la preponderancia en cuanto es considerado como la fuerza máxima o la única fuerza generatriz de los fenómenos de la vida societaria. Quien quiera, pues, estudiar el origen y desenvolvimiento de esa gran formación histórico-social, como diría Pasquale Rossi, que llamamos Estado, tendrá que tornar en cuenta necesariamente esos factores superorgánicos, inquiriendo las leyes en cuya virtud obran y ponderando su acción en las determinaciones todas de la vida individual y colectiva.

Ante esa gran formación histórico-social, el Estado, parece que se eclipsan los fenómenos cuotidianos (le la vida extra-oficial, o pasan por lo menos inadvertidos bajo la sombra inmensurable que proyectan sus instituciones milenarias. El Estado viene a ser la entidad todopoderosa que absorbe la existencia personal más allá de sus importantes manifestaciones de tal manera, que su desaparición se nos figura un sueño utópico, y hasta tal grado, que juzgamos ilegítimo, falso o sin valor ninguno todo cuanto no lleve su sello, su consagración o su aquiescencia. He aquí de qué modo el Estado, como suprema forma de la vida social, ha constituido durante varios siglos el objeto precipuo, si no exclusivo, de la historia; más todavía, desapareciendo ante él la sociedad, ha llegado a suponérsele como el único autor o productor de la historia. Por eso ha sido ésta eminentemente política; la historia de los hechos humanos no ha sido otra cosa que la narración de las transformaciones estatales; escribir la historia de un pueblo ha sido referir los hechos más salientes de sus gobiernos y gobernantes sucesivos. La historia social, la verdadera historia científica, esbozada en los comienzos del siglo decimonono, se presentó en los últimos años plenamente relevada, aprovechando los elementos de las ciencias naturales y los datos de la sociología.

Es, por consiguiente, sobre el terreno de la historia escrita donde hay que buscar la génesis del Estado y seguirlo en su desarrollo progresivo; vale decir que, para explicar la evolución de un Estado cualquiera, o lo que es igual, de una Nación organizada en Estado, conviene recurrir a los datos que nos suministra la historia de esa nación. Así, pues, en el presente trabajo, en que me propongo hacer nada más que un pequeño ensayo a manera de planificación o prospecto de una monografía acerca del Estado Nacional Centroamericano, tendré que valerme principalmente de los elementos ya contrastados de la patria historia, interpretando dentro de una doctrina sociológica determinada los fenómenos políticos fundamentales que han marcado el proceso de nuestra vida nacional.

Ahora bien, la Historia de Centro América no ha sido escrita aún, no digamos con intenciones científicas, pero ni siquiera siguiendo un señalado sistema o preconcepto filosófico. Las relaciones de nuestros cronistas son meramente expositivas, o político sectarias; refieren con más o menos simplicidad los hechos sucedidos, o los coordinan de tal modo que concurran a la demostración de una tesis partidarista. Nuestra historia ha tenido que presentar indefectiblemente las dos primeras fases, -la narrativa o expositiva y la instructiva o pragmática,-de las tres que Bernheim distingue en el devenir de la historia general; la tercera, —la evolutiva o genética,— que es una integración de ambas, aparecerá cuando los estudios históricos y sociológicos despierten entre nosotros el entusiasmo que han suscitado en otros países. «En un principio simplemente narrativa, —dice Schmoller,— la historia se ha convertido en seguida en pragmática y por fin en genética, es decir, se ha propuesto explicar las relaciones internas y causales de los acontecimientos, la influencia de la naturaleza y de la raza, las ideas tradicionales y los conocimientos nuevos, los grandes hombres y las instituciones».

En las postrimerías del coloniaje, los grupos directores de la comunidad centroamericana, obrando bajo el influjo de sentimientos de libertad, se agitan inconscientes de las fuerzas reales que los empujan fatalmente hacia la emancipación, ignorantes de la transformación radical que este acto de suprema rebeldía iba a producir en las condiciones sociales de su época. «Suponer que los hombres, —dice el eximio sociólogo Antonio Labriola,- siempre y en todos los casos, hayan tenido una conciencia aproximadamente clara de la propia situación y de aquello que más les hubiese convenido racionalmente hacer, es suponer lo inverosímil, mejor dicho, lo inexistente». ¿Quién, sin incidir en temeraria especulación, podría asegurar que por la mente de los optímates de la independencia pasó por un momento siquiera la imagen de los acontecimientos capitales que se han sucedido en nuestra historia, la visión del desastre de la patria común, el cambio completo de instituciones y costumbres, en una palabra, toda la infuturación social y política del nuevo Estado a que dio origen la heroicidad de sus esfuerzos?

Al través de la fraseología que expresa las idealidades colectivas de una época, palpitan latentes las circunstancias materiales que han venido creándose en el transcurso del tiempo. Estimamos buenamente que los hechos reales se efectúan por la virtud de los- idealismos expresados, cuando éstos no son, al contrario, sino los reflejos de la realidad que tiende a patentizarse. Formando en un momento de la evolución el terreno material propicio a la transformación social, tiene ésta por necesidad que verificarse, para lo cual se producen algunas veces esos grandes cataclismos que se llaman revoluciones. «Esas dislocaciones políticas —dice De Greef— coinciden siempre con perturbaciones de la misma naturaleza en las creencias; acompañan, preceden y siguen, y este último caso es el más frecuente, a los antagonismos que nacen en la conciencia colectiva y que, desde entonces, impelen a las diversas partes y unidades del cuerpo social a evolucionar unas frente a otras como elementos hostiles e irreconciliables, para los cuales la vida común se ha hecho imposible.

Sobre el terreno material, pues, de las condiciones ambientes acumuladas por el régimen colonial, se produjeron los antagonismos irreconciliables entre la clase de los criollos y la de los españoles peninsulares, detentadores de la riqueza publica y del poder político. Arrebatar este poder y adueñarse de la riqueza para convertirla en nacional constituía en el fondo las aspiraciones de emancipación; de tales aspiraciones surgió toda una ideología con pretensión a imponerse a las inteligencias populares; del fermento de esas ideas y pasiones combinadas, estallo por fin la catástrofe revolucionaria, y Centro América fue libre e independiente.

El dislocamiento producido en las creencias entonces dominantes, es el fenómeno más saliente que acompaña a nuestra revolución. Las creencias políticas y religiosas, las jurídicas y económicas, fueron sometidas al escalpelo de la crítica racional; y como el principio religioso es la primera envoltura de las sociales instituciones, puede decirse que la tendencia del Estado Centroamericano a convertirse de teocrático en laico, o sea la historia de sus luchas con la omnipotente autoridad eclesiástica, señala el aspecto más importante de su formación y desenvolvimiento. Por sustraerse a esa influencia tradicional teocrática, pugna al mismo tiempo todo el sistema político, jurídico y económico, evolucionando frente a las fuerzas de resistencia que se le oponen; y en medio de esta lucha de encontrados elementos, el Estado Centroamericano tiende a afirmar su personalidad independiente, tomando la forma preparada por las condiciones que precedieron a su aparición, es decir, tiende a equilibrarse y constituirse, fundiendo en su naturaleza aquellos principios evolucionantes, como que son ellos, al fin, la sustancia de su propio organismo.

Investigar el proceso de nuestra revolución desde el punto de vista sociológico, equivaldría a analizar los dos primeros aspectos con que ella se manifiesta: el desgarramiento de la superestructura católico-feudal, que trae por consecuencia la modificación de las ideas e instituciones jurídicas, políticas y económicas, y el hecho culminante de la tendencia de la colonia a constituirse en Estado Nacional. Del movimiento de esos factores, obrando en la psicología del conglomerado social, y tomando en cuenta, además, las condiciones del medio físico y de la raza, surge el Estado Centroamericano, con los caracteres peculiares que en su fisonomía han impreso sus tradiciones y su historia antecedente.

Podemos dar el primer puesto de acción a uno cualquiera de los factores prenominados. Puede demostrarse, según el concepto sociológico que se tenga, que es el principio religioso, o el jurídico, o el político; que ha sido el quebrantamiento del poder de la Iglesia y de las creencias religiosas, o la acción personal de los políticos y de los caudillos, o la obra de juristas y legisladores, lo que ha determinado más que ninguna otra causa el movimiento géneto-evolutivo de nuestro Estado y de su constitución. Inclinado, por mi parte, a conceder la preponderancia al factor económico como subestructura y causa primera de los fenómenos del mundo social, procuraré en este ensayo de sociología centroamericana aplicar la teoría del materialismo histórico al Estado Nacional de forma federativa, a su génesis y evolución, a su organización efímera y a su fraccionamiento final en cinco Estados provinciales de forma unitaria. Intento abordar tan difícil tema sin pretensiones de ahondar en él poco ni mucho, ya que la exigüidad de los elementos de que dispongo y mi escasa experiencia mental casi me inhiben para dar una sola plumada en el asunto. La fundación del Estado Nacional Centroamericano es para nosotros, y lo será mientras no se establezca definitivamente, el problema capitalísimo, ante el cual todo otro es secundario, puesto que significa nada menos que la constitución de la nacionalidad, la existencia de la Patria: el «ser o no ser» de nuestra personalidad independiente y libre. Otras naciones han resuelto ya el problema político; se han constituido de manera más o menos cohesiva y solidaria; en tanto que nosotros nos agitamos estérilmente por resolverlo, si es que no hemos caído en la apatía de los pueblos esclavos.

Reconociendo, pues, la influencia decisiva de los otros factores sociológicos, lo mismo que la del ambiente, de la raza, de la topografía, de los héroes y, sobre todo, de las mil determinaciones psíquicas indefinibles de los individuos y de las muchedumbres; proclamando, precisamente, que la historia científica y la sociología de una nación deben apreciar todos esos elementos, como antes he dicho, y ponderar su acción y su fuerza, quiero dejar consignado que el proceso de la evolución es uno, que todas sus modalidades se engloban en un conjunto unitario, y que si se habla de fases o manifestaciones determinadas, es simplemente como medio de expeditar el análisis. Declaro, en consecuencia, que el criterio doctrinal que sirve de base a mi ensayo, el del materialismo histórico, es un criterio demasiado unilateral y simplista, que no basta a explicar en su totalidad el origen y desarrollo de nuestro Estado, pero que pretende ser su fundamento más sólido y su causa más eficiente. Apasionado por el movimiento científico moderno en los estudios jurídico-sociales, he querido encarar el tema, como una iniciación, con la seguridad de no poder explanarlo. Así es que el presente trabajo, como obra de mero tanteo en el campo de la sociología, no será otra cosa que una visión de perspectiva del Estado Nacional Centroamericano.

II

El Estado es el núcleo central, coercitivo y dirigente de los agregados sociales; producto de las fuerzas orgánicas de una nación, es al mismo tiempo el principio virtual que la constituye y mantiene, evitando su disolución. La tendencia inmanente de todo agregado social humano, como la de los cuerpos orgánicos, con los cuales han sido comparados analógicamente, es la de conservar su unidad al través de las vicisitudes que ocasiona la lucha por la vida. La heterogénea multiplicidad de fuerzas de la psiquis colectiva, convergiendo en un punto común, crean el Estado; el cual será tanto más eficaz y subsistente cuanto mayor sea el poder de las fuerzas que le han dado origen. Este poder eminente constituye lo que llamamos soberanía; de modo que soberanía y Estado son ideas correlativas que se compenetran: no pueden existir separadamente.

En las monarquías el rey es la suma de las fuerzas nacionales; la soberanía encarna en su persona, y así pudo decir Luís XIV: «El Estado soy yo». En las modernas democracias, una ficción de Derecho Político supone que la soberanía reside esencialmente en la universalidad de los habitantes de un país; pero de hecho, es decir, realmente, la soberanía es oligárquica, reside en las clases pudientes que son las directoras, las cuales forman el Estado, o sea el núcleo central, coercitivo y dirigente, que se ensancha hasta tocar los lindes imprecisos del cuarto Estado, el todavía informe de las clases desposeídas, que entre nosotros no dan señales de acción sino como instrumentos pasivos en auxilio de los aspirantes a la cosa que se dice pública. Esta lucha de económicos intereses es el nervio de la historia, la cual, manifestándose altamente en el Derecho y el Estado, viene a ser la suprema concreción de la humana lucha por la existencia, de la explotación del hombre por el hombre; el Estado es el equilibrio sistemático de determinados intereses materiales en un momento dado, y el Derecho la consagración legal de tales intereses. Cuando las fuerzas sociales pugnan por sostener nuevos intereses y organizarlos, el viejo Estado se debilita paulatinamente y concluye por ceder la preeminencia a un nuevo Estado y, por consiguiente, a nuevos derechos.
Hay, pues, una acción recíproca de resistencia entre el Estado que como poder supremo tiende a mantener la unidad y seguridad de los diversos grupos sociales, y cada uno de los individuos cuyas actividades conjuntas lo originaron. Y es porque el Estado, aspirando a ser la prepotencia dominadora, tiene que cohibir necesariamente y a cada paso la autonomía individual, en su afán de dirigirlo todo, de acapararlo todo. De aquí que el Estado, como producto que es de fuerzas antagónicas en equilibrio, estas mismas fuerzas propenden constantemente a destruirlo o modificarlo; y quién sabe si en las
sumidades de la evolución humana desaparecerá por completo para jamás aparecer, como el anarquismo sostiene, o tendrá que revertir a la misma sociedad que lo produjo y transformarse en ella, como pretende el socialismo.

El origen del Estado Centroamericano arranca de la fecha histórica en que las seis provincias del reino de Guatemala proclamaron su independencia. Un momento llegó en que el Estado Ibérico, encarnado en el poder absoluto de Fernando el Deseado, fue impotente para hacer valer su soberanía sobre estas provincias; las cuales, considerándose entonces aptas y fuertes para gobernarse por sí mismas, se separaron de aquel Estado que ya no pudo someterlas, y asumieron la soberanía, aspirando a constituir un Estado aparte.

Sabida es la crisis política que atravesó España en aquellos días nefastos de Fernando VII, en que vio gravemente amenazada su unidad con la invasión de Bonaparte. Por un momento, el Monarca hispano, prisionero de Napoleón en Valencey, dejó escapar de sus manos el cetro que heredara de sus mayores, haciendo periclitar la soberanía nacional, en él personificada. El conquistador penetró violentamente en España invocando el nombre de libertad; más el heroico pueblo español acudió a las armas gritando «muera la libertad!, ¡viva Fernando VII!», -y en un titánico esfuerzo de patriotismo, arrojó al francés intruso y volvió a colocar a su rey en el trono de sus antepasados. La Monarquía estaba salvada y con ella la integridad de la Nación; pero la real soberanía iba a compartirse de allí en adelante con aquel pueblo, que era el efectivo soberano, y el débil Monarca firmó temblando la Constitución liberal de 1812. Todas las subsiguientes tentativas de Fernando VII por abrogar aquella Carta constitucional que le arrebataba el poder absoluto, fueron vanas; tenía que aceptarla o desaparecer, y puesto en semejante alternativa, la juró y sancionó en 1820. Su soberanía era desde entonces una delegación popular; el derecho divino estaba herido de muerte; la realeza constitucional era un producto híbrido enquistado en el organismo democrático.

Estos acontecimientos afectaron profundamente a la colonia centroamericana, que ya desde 1811 se había sentido conmovida por insurrecciones locales, verdaderos pródromos del malestar general, convulsiones de un volcán próximo a irrumpir en la noche del antiguo régimen. Quebrantado, por otra parte, el poder de la Monarquía en las batallas que por la independencia acababan de librarse en México y Sud-América, fue mucho más factible a la colonia emanciparse del dominio de España, la cual pareció no darse cuenta de este hecho, o lo vio al menos como un lógico resultado de la conflagración hispano-americana. La independencia de Centro América aparece en nuestra historia como un acontecimiento natural efectuado pacíficamente y, al parecer, sin ulteriores consecuencias; como la anticipada aceptación por ambos partidos de un hecho que tenía que suceder; como una transacción amistosa entre el Capitán General Gainza, en representación de España y los egregios personajes que suscribieron el Acta Inmortal, en representación de la colonia.

Satisface más al realismo sociológico la concepción materialista mejor dicho experimental, del Derecho y el Estado, que cualesquiera otras que en el campo de las abstracciones intenten definirlos. El verdadero Estado se manifiesta siempre como institución de fuerzas sistemáticamente equilibradas, cuyo órgano más visible es el Gobierno. Quien quiera que se apodere de éste, —hombre o facción, clase o familia,- tendrá en sus manos el poder social dominador. Los intereses de la colectividad, heterogéneos y múltiples, desenvolviéndose en perpetua lucha, imperceptible o violenta, llegan a equilibrar sus fuerzas en un momento de la evolución, y originan el Estado, como la forma permanente de la sociedad en ese momento, y el derecho viene a ser entonces la expresión autoritaria de los intereses que han triunfado» – Bastaría, pues, a nuestro objeto, rastrear el origen y desarrollo de los intereses ingentes de la colonia, puestos a discusión en los años que precedieron a la independencia, para ver de encontrar el móvil latente, el nisus formativus, la verdadera «fuerza vital originaria» de aquel magno suceso, que produjo a su vez el Estado Centroamericano. Esos intereses, creados por la conquista y organizados en provecho de las clases dominadoras, vinieron desenvolviéndose en el lapso del tiempo, hasta que llegó la época en que la forma de organización alcanzada en su trayectoria evolutiva se halló de pronto en contradicción con el régimen colonial imperante.

Es indiscutible que los intereses que privan sobre todos los demás en la sociedad son los económicos, ya que son ellos los que tienen por objeto la inmediata conservación de la especie; de modo que las fuerzas activas del individuo y la colectividad se dirigen en primer término a la organización de tales intereses, es decir, a dar forma estable a la producción de la riqueza, al trabajo y a la explotación material de los elementos de subsistencia. Ahora bien, el fenomenismo que deriva de la economía dinámica, considerado durante varios siglos como un conjunto de hechos secundarios o sin ninguna influencia en las determinaciones de la vida societaria, quedó reducido en la filosofía histórica de la humanidad a una simple derivación de los fenómenos políticos y jurídicos, o hablando con más precisión, se pensó que los hechos económicos eran regidos por la estructura política y jurídica de la sociedad. Más aún, llegó a creerse que esos hechos eran inmutables por naturaleza, y que el arbitrio humano, operando sobre ellos, podían dirigirlos y organizarlos, pero sin destruir el orden preestablecido por la naturaleza misma.

Se sabe, por ejemplo, que la institución de la esclavitud es, en la mente de Aristóteles, un hecho natural, y por natural, necesario; que hay, por lo tanto, una ley inexorable que condena a una parte de la humanidad a ser objeto de apropiación y mercancía de otra parte naturalmente privilegiada. Sin embargo, el genio prodigioso del Estagirita, atreviéndose en las sombras de lo desconocido, llegó a adivinar que la máquina libertaría al esclavo, que la perfección de los instrumentos de producción acabaría por volver innecesaria la apropiación del hombre por el hombre. La explotación, pues, del trabajo y la propiedad, tomaría otro aspecto, y por consecuencia, toda la ideología moral, religiosa, jurídica y política sobre la esclavitud sufriría un cambio profundo, y la estructura de la sociedad se transformaría radicalmente.

Fue preciso que la Economía apareciera como una ciencia fundamental en la categoría de las otras ciencias; fue preciso que la industria y la tecnología alcanzaran su grado máximo de desarrollo, para que las inteligencias pensantes convirtieran su atención a investigar las leyes del orden económico. Se vio entonces que los fenómenos de este orden están sujetos a las leyes de la evolución, y que ejercen, además, una influencia predominante en los acontecimientos de la historia y en la constitución de los Estados. El fenomenismo económico ha llegado, así, a considerarse como la base fundamental o subestructura de las sociedades. Los hombres actúan y se mueven sobre ese terreno material, modificándolo en fuerza de sus actividades productivas; pero las modificaciones que él experimenta reaccionan a su vez sobre la sociedad y determinan las transformaciones sociales. Tal es, en síntesis, la doctrina del materialismo histórico o determinismo económico, intuida por el genial talento de Carlos Marx y reducida a sistema por Aquiles Loria. Esta doctrina, —que es ya una conquista inapreciable en el campo de las ciencias histórico-sociales, y que se ostenta protegida con el blindaje de estudios meritísimos de insignes sociólogos contemporáneos—, si no es una explicación completa, es por lo menos «un hilo conductor en el laberinto de la historia». «Nuestra doctrina, —dice Labriola,- no pretende ser la visión intelectual de un gran plan o designio, pero sí es solamente un método de investigación y de concepción». Su importancia actual es incontestable; porque, habiendo pretendido ante todo explicar el proceso de la historia, ha concluido necesariamente por invadir el real de la sociología, «en la cual, —como dice muy bien el ilustre profesor Guido Villa,-encuentra una justificación mejor que en la historia propiamente dicha».

«Los hombres —dice Jaurés, siguiendo a Marx,- no se mueven por virtud de una idea abstracta del derecho; los hombres se mueven porque el sistema social formado entre ellos en un momento dado de la historia, y por las relaciones económicas de producción, es un sistema inestable, que forzosamente se transforma para ceder el campo a otros sistemas». Pero hay que reconocer también que los hombres se mueven por virtud de los ideales, y precisamente las palabras transcritas fueron pronunciadas por Jaurés en defensa de la integración ideal-materialista de la historia, contra las exageraciones unilaterales en sentido rasamente materialista de algunos de los principales adeptos. Es bueno, por lo tanto, dejar sentado de una vez que la concepción económica no pretende arrumbar por ineficiente el idealismo que impulsa los actos del hombre en particular y, por ende, los grandes acontecimientos colectivos. «La historia entera de la humanidad —dice Ricardo Mella,-se compone de la sucesión ininterrumpida, un poco idealista, un poco materialista, de cambios continuos en el modo de pensar, en el modo de relacionarse, en el modo de vivir. La idea y el hecho tienen un mismo desenvolvimiento: se suponen, se compenetran. Aun cuando aparezcan a veces divergentes, la resultante y la finalidad son siempre de concurrencia por el mejoramiento de la vida, por la elevación del pensamiento, por el dominio de la existencia entera. Imposible escindir lo ideal y lo material».

La prestancia del materialismo histórico sobre los sistemas de Comte y Spencer, es la que señala Asturaro, «de partir de la verdadera base de la pirámide social, de la estructura y de las actividades económicas». Desde este punto de vista el determinismo económico ha venido a encontrarse frente a la sociología contemporánea, todavía en formación, como uno de los conceptos más avanzados de dicha ciencia, como «el representante más perfecto y reciente de la filosofía sociológica”. El citado autor de El Idealismo Moderno, Guido Villa, dice también: «Es indiscutible que la doctrina del materialismo histórico ha proporcionado a la ciencia de la sociedad humana, antes exclusivamente dominada por las concepciones ideológicas y abstractas, el único fundamento real y sólido que hasta ahora se haya podido encontrar». El Dr. Adolfo Posada, por otra parte, resume en las siguientes palabras la importancia científica y la trascendencia social de la doctrina: «El materialismo o realismo histórico, o interpretación económica de la historia, es de un lado una gran fórmula social que se difunde con extraordinaria rapidez, hasta por los medios políticos, merced al socialismo científico, que la ha recibido de su gran teorizador Marx; por otro lado, apenas hay una concepción sociológica hoy que no se conceptúe obligada a definir su posición ante el economismo histórico, y, de un modo más general, que no crea indispensable determinar la naturaleza, el valor, la trascendencia sociológica del fenómeno y del factor económicos. Y, por fin, no cabe duda que entre las tendencias imperantes en la construcción doctrinal de la sociología, hay una que ve el cimiento de la vida social, el hecho social elemental en la relación económica, entendida ya de un modo sencillamente biológico, ya elevándose a una explicación psicológica de la misma».

Partiendo, pues, de la base de la pirámide social centroamericana, nos encontramos con que ella está formada por el sedimento material de la organización económica del coloniaje. Es primeramente la clase de los conquistadores la que se impone y da la ley a la vieja raza subyugada, implantando un régimen de dominación cuyo carácter fundamental es el repartimiento de indios y tierras y la detentación del poder por derecho de conquista. No pudo esta clase, sin embargo, mantenerse por largo tiempo, si bien es cierto que sus prerrogativas le fueron reconocidas sobre las de los españoles que vinieron después a colonizar en concepto de fundadores de pueblos y ciudades. Hay en la primera época del coloniaje marcada rivalidad entre los conquistadores y los elementos eclesiásticos, principalmente los frailes de la orden dominicana, quienes se oponen en abierta lucha contra la tiranía de aquellos señores de horca y cuchillo que al frente de sus mesnadas intentan constituirse como núcleo dirigente, llegando algunos de ellos, en un gesto de suprema ambición, a querer alzar su poderío con independencia de la Corona. Escenas turbulentas, pleitos e intrigas en la Corte, jornadas de sangre, señalan el primer período de la dominación española en Centro América; hasta que abatida la arrogancia de los conquistadores, —sin duda por la muerte de sus grandes caudillos,— desaparecieron con ella sus intentos de prepotencia exclusivista, y una nueva clase vino a imponerse por la fuerza de los acontecimientos.
Son los clérigos regulares quienes se disputan el predominio, amparados bajo la sombra teocrática de la Monarquía, ejerciendo su influjo sobre las autoridades coloniales. Ellos son los fundadores de conventos, con sus grandes propiedades en tierras de cultivo, con sus hermandades y manos muertas, con sus pingües diezmos que se rematan en el mejor postor, En el seno mismo de las comunidades conventuales se suscitan controversias por la preponderancia en los asuntos públicos, de las que se aprovechan los funcionarios seculares y los demás españoles que venían en busca de trabajo y de riquezas, los llamados indianos que regresaban al patrio solar cargados de cuantiosos bienes, o se quedaban afincados en el país centroamericano con pretensiones a figurar en el gobierno de la colonia. Fue poderosa, en verdad, la Monarquía para establecer el orden en medio del caos económico que se produjo a raíz de la conquista, domeñando la heroica estrenuidad de cuantos quisieron alzar el gonfalón de la absoluta independencia, poniendo a raya las pasiones de los descontentos en el reparto del territorio, satisfaciendo en parte la insana codicia de los ambiciosos de fortuna, organizando, en una palabra, un régimen administrativo de acuerdo con las circunstancias. Régimen de triple explotación, —en el justo pensar de un historiador sudamericano,- fue el implantado por la- Monarquía en sus colonias de América: “la primera en favor del gobierno de España, 1a segunda en favor del gobierno colonial y la tercera en favor de los mismos colonizadores”. Este sistema de triple explotación es lo que propiamente se llama el coloniaje.

La lucha de clases dentro del Estado Colonial se mantiene entre las autoridades de la colonia y los mismos colonizadores; quiere decir que las clases más altas de la colonia aspiran a la dirección suprema de sus propios negocios e intereses, para lo cual tienen por necesidad que oponerse a los representantes directos de España. Terminada la lucha entre los conquistadores, unidos los elementos clericales a los funcionarios del gobierno, los colonos pudientes vienen a constituir otra clase de más sólida influencia, puesto que son ellos los principales productores de la riqueza pública. Conocido es el absurdo sistema que empleó España para detener el avance de las corrientes productoras en el Nuevo Mundo, prohibiendo el tráfico con el extranjero y aún entre las mismas colonias, imponiendo onerosas tributaciones fiscales, restringiendo la industria, organizando el monopolio en favor exclusivo de la Corona, abriendo la puerta al contrabando y la piratería.

Detenida fue en sus legítimas pretensiones de dominio esta clase productora, permitiéndosele no obstante, el acceso a los puestos superiores del Estado; pero tan sólo podían llegar a ellos los oriundos de la Península, los vulgarmente apellidados chapetones, quitando toda ingerencia a sus descendientes nacidos en tierra centroamericana. Esta última forma la clase de los criollos, que viene desarrollándose lentamente en el andar de los años y que aparece al cabo con fuerza bastante, con vigorosa organización, a fines del siglo dieciocho y comienzos del diecinueve. Después de su fracaso en las Cortes de Cádiz, cuando perdió toda esperanza de alcanzar la plenitud de sus derechos, se vio empujada hacia la independencia como único recurso para obtener la hegemonía social. Y el hecho de su emancipación originó el Estado Centroamericano.

Baste lo dicho para indicar, aunque sea en esbozo, el plano científico sobre el cual pudiéramos estudiar el proceso de nuestra historia. Sería hermoso seguir paso a paso sobre ese terreno material que forma la base o subestructura de los agregados sociales, el desenvolvimiento de la sociedad centroamericana, de este abigarrado conjunto humano que a raíz de su independencia procuró tener fisonomía constituyéndose en un gran Estado Nacional, y que ha visto desgarrada su unidad, y que se esfuerza aún por conservarla a toda costa. Sería una hermosa tarea analizar desde tal punto de mira la transformación económica que produjo la emancipación; la consiguiente anarquía de los intereses crematísticos que originó el caudillaje, las lides montoneras, los cacicatos y los partidos políticos; las tendencias opuestas de estos partidos al unitarismo centralizador y a la federación regionalista; y hacer la psicología de estos pueblos, que han tenido también sus hombres fásticos o representativos y que han pasado por los mismos o idénticos azares de los otros pueblos de la América que fue de España, en sus anhelos de justicia, en sus movimientos hacia la civilización y en sus tentativas de organización nacional. Pero tamaña empresa de reconstrucción científica de nuestra historia,-o de nuestra sociología, si se quiere,-no es para ser acometida por uno solo, sino por varios. Como en otros países, debe ser la obra co1ectiva de muchos estudiosos que lleven al acervo de la investigación, no opiniones, sino hechos.

La evolución alcanzada por el trabajo y la producción hasta las postrimerías de la decimoctava centuria, y la organización que hasta entonces les habían dado las clases dominantes, no estaban ya en consonancia con los nuevos elementos económicos que se iniciaban en la estructura de aquella sociedad colonial. Los intereses de los criollos eran en aquel estadio histórico los que tendían a sobreponerse; mas, por debajo de esos intereses, fermentaban los de la clase desposeída o de propiedad rudimentaria, que era la mayoría de los centroamericanos, los mestizos, los indios supervivientes, toda la nueva
raza, el pueblo, la nación, para decirlo en una palabra. Son los próceres de nuestra independencia el grupo más escogido de entre la clase de los criollos, que interesan en el movimiento insurreccional a las demás clases sociales, para arrancar el poder político de manos de los representantes españoles y utilizarlo en beneficio propio; pero este llamamiento a las masas populares era ala vez la solemne convocatoria a que participasen ellas también en los asuntos del nuevo Estado.

Dos son, desde luego, los partidos en lucha: el de los criollos, llamado independiente, y el de los anti-independientes o españolistas, adictos a la Madre Patria, formado por los españoles peninsulares y los funcionarios del gobierno. Ambos partidos llevan el cognomento bufo o despectivo con que siempre se apellidan recíprocamente las agrupaciones políticas en efervescencia: el primero es el de los Cacos, y el segundo el de los Gazistas. No es, al principio, la aspiración de los independientes por la emancipación absoluta, sino solamente por conquistar las garantías y la consagración legal de sus derechos, mediante una Constitución; lo que implicaba el reconocimiento de sus prerrogativas para ocupar los primeros lugares en la dirección administrativa y política de los negocios de la colonia, que eran sus propios negocios. «El Editor Constitucional» es el vocero de ese partido, en tanto que «El Amigo de la Patria», vale decir de España, es el representante de los funcionarios públicos, o sea del poder hispano. Habríanse calmado, sin duda, por algún tiempo, los empeños de los independientes, si la Monarquía hubiese accedido a la reforma, si no se hubiese obstinado en perpetuar su absolutismo. El partido de los independientes es el de los impropiamente llamados aristócratas, el de las familias, el de los criollos pudientes; todos ellos constituyen una masa compacta y homogénea, y su primera batalla la libran en el campo electoral contra los españolistas que se atraen a los artesanos y ganan las elecciones por el oro. Se subdivide luego el bando vencido, asociándose una parte a los artesanos, atrayéndose al proletariado; pero en el fondo es un solo partido, que tiende ya derechamente y sin embozo a la independencia absoluta.

En el palacio de los- Capitanes Generales se discuten por última vez derechos de los- independientes, y se vio entonces a muchos criollos que habían protestado cobardes o indecisos su fidelidad a España unirse a los de su clase y coadyuvar a la emancipación, arrastrados por las fuerzas conservadoras de sus comunes intereses. Todo pareció entonces terminado; pero el desequilibrio económico se había producido, y sobrevino en seguida la tempestad política revolucionaria, que en el fondo no era más que la tendencia de los intereses materiales vencedores a recuperar el equilibrio, a organizarse de manera estable, a constituir el nuevo Estado.

Podemos imaginarnos lo que habría sido la suerte de Centro América si inmediatamente después de alcanzada la independencia la riqueza pública se hubiese difundido como por encanto: si se hubiesen abierto vías de comunicación; si una inmigración numerosa hubiese venido a prestar su contingente industrial; si se hubiese hecho el canal de Nicaragua y ofrecido al comercio de las naciones; si la agricultura sé hubiese extendido sobre los vastos terrenos incultos; si la producción y el trabajo, en una palabra, se hubiesen organizado de momento. Semejante exigencia sería, por cierto, un imposible material, un vano ensueño. Sin embargo, los que sólo ven el principio único de nuestra revolución en el carácter levantisco de la raza, en la supina incapacidad para el gobierno propio, los bienhallados que recomiendan el trabajo como antídoto a las conmociones de nuestras democracias, toman el efecto por la causa o solamente ven un lado de la cuestión. No quieren ver que la constitución de los Estados es el equilibrio de los intereses de clase en un momento de la evolución social; que el tipo militante, producto de la descomposición económica, precede al tipo industrial, que a su vez es producto de la regularización en la marcha de los intereses materiales. Un Estado se constituye definitivamente cuando se convierte en lo que debe ser: en potencia económica. Entonces la clase dominante, tiene poder suficiente, gobierno fuerte, para mantener la armonía de la comunidad.

Un observador del estado social de su tiempo, don Manuel Montúfar, —actor él mismo en el sangriento escenario de la Revolución Centroamericana,- escribe en sus Memorias: «Todo el sistema legislativo parecía inventado exprofesamente para poner a los propietarios a merced de los que nada poseían: así la revolución se hizo inevitable a pesar del carácter pacífico del país». . Las clases dirigentes, los criollos propietarios que habían hecho la independencia y asistían a la transformación de la antigua colonia, no podían explicarse la anarquía surgida en el seno de aquella sociedad de tan suaves costumbres: creían que todo el malestar que aquejaba a la República era ocasionado por la ambición de unos cuantos revoltosos, enemigos del orden por el solo espíritu de rebeldía. Sin embargo, la Revolución de Centro América en sus lineamientos fundamentales, no es más que el derrumbamiento del feudalismo colonial, o sea la radical modificación en el sistema explotativo de la propiedad y del trabajo. Pero esa transformación no pudo efectuarse de momento, por el soberano querer de políticos y legisladores; el caos económico no pudo arreglarse sin que la sociedad dejase de padecer hondas perturbaciones. Para llegar a nivelar los intereses desquiciados, para que la riqueza alcanzase un grado de normalidad suficiente a propiciar su desarrollo, fue necesario el desgarramiento de la estructura política del viejo Estado Colonial. Ese dislocamiento es la Revolución Centroamericana, nuestra verdadera Revolución, que se prolonga por más de medio siglo.

El período anárquico de la Revolución de Centro América es también el período de nuestro caudillaje. En medio del desbarajuste económico originado por la independencia, surge el caudillo militar, audaz e inculto, autoritario y violento, imponiendo su voluntad personalísima sobre las leyes y las instituciones. No ha sido estudiado aún ese período del caudillaje en la historia de la América Central; pero puede decirse que en el proceso formativo de nuestra democracia, el tipo del caudillo es un factor predominante que da la nota característica de nuestro modo de ser republicano, quien impone la ley a despecho de las clases poderosas, a pesar de los códigos que formulan los legisladores civiles. Es una clase nueva que se levanta del nebuloso fondo de las masas populares; sus jefes disputan la preeminencia aun a los mismos padres de la Patria, y en ellos buscan apoyo aun los mismos orgullosos propietarios para defender sus intereses. El caudillo es el héroe multánime, sugestionador de muchedumbres; algunos de ellos han encarnado los misteriosos instintos del pueblo, sus ansias de libertad y de grandeza. Su obra responde a las circunstancias del medio y de la época. Puesto que la riqueza pública, completamente desorganizada, está a merced del primer ocupante, el caudillo será quien por el esfuerzo de su brazo contribuya a nacionalizarla. De aquí que los caudillos, colocados por encima de las utopías constitucionales, representan los intereses de las provincias frente a los de las clases conservadoras de Guatemala. No son ellos los autores del federalismo, pero se aprovechan del sistema para contribuir a la consolidación de los intereses locales. El federalismo nace inconsciente de las propias condiciones históricas y materiales de las provincias, y el caudillo es su producto más legítimo.

El Estado Centroamericano, cuyo núcleo central es Guatemala, careció en su génesis de poder bastante para mantener la cohesión y el equilibrio nacionales. Las provincias invocan el predominio de sus propios intereses, y el Estado Nacional se declara por la adopción de la forma federativa. El predominio de los intereses regionales sobre los intereses comunes del Estado Nacional, o más bien, la falta o ninguna significación de esos comunes intereses, lleva a los Estados provinciales a la ruptura de la nacionalidad y a consolidarse como Estados independientes. El período federalista no es más que un paréntesis en el desarrollo de nuestra historia nacional. Para estudiar ese período, no con intenciones políticas sino sociológicas, necesitamos reconstruirlo en sus más simples elementos, para encontrar las direcciones que en su formación y desenvolvimiento ha seguido la nacionalidad de Centro América. Procuraré señalar esos elementos.

III

Nunca en la historia aparecen los pueblos de la América Central formando una nacionalidad solidamente establecida. Cuando los españoles invadieron estas tierras, la raza primigenia alcanzaba la etapa de la barbarie saliendo del salvajismo. Los pueblos aborígenes, en su mayor parte, se agrupaban en tribus guerreras y sedentarias, con caciques por jefes. Algunos, sin embargo, se habían constituido ya u pequeños estados monárquicos, de los cuales el más poderoso y que tuvo una civilización elemental de que nos quedan notables vestigios, era el reino del Quiché, fundado por Gucumatz, el mago proteico, y consolidado por Quicab el grande, de quien dice el Popol Vuh: «No se pudo ni matarlo ni vencerlo; verdaderamente era un héroe y todas las naciones le llevaban su tributo. Pero la influencia dominadora del Quiché no se extendió más allá de lo que hoy es el territorio guatemalteco, como tampoco llegó hasta Centro América la soberanía del imperio de Moctezuma. Así es que estos pueblos se encontraban completamente desunidos y perturbados, además, por guerras intestinas.
El reino del Quiché fue, por consiguiente, el más fuerte propugnáculo contra el español aventurero. Los demás pueblos sucumbieron, es verdad, heroicamente; pero la resistencia organizada la presentó el Quiché, acaudilladas sus huestes por Tecum-Umán, quizás con el mismo empuje con que los aguerridos ejércitos aztecas resistieron
a Cortés. Vencido el reino, destruida su gran capital, los demás pueblos tenían que oponer a los invasores una resistencia desesperada, sin cohesión ni plan, y caer fieramente en la desigual contienda. La falta de unidad política, lo rudimentario de sus armas, el grado inferior de su evolución respecto a los castellanos, en una palabra, les hicieron caer por fin aniquilados o sometidos, en esa guerra de la conquista, que no es más que un episodio en la historia general de la lucha de razas.

La provincia que fue el reino del Quiché vino a ser desde entonces, y por necesidad histórica, el núcleo de la Capitanía General, el emporio de la colonia, que se llamó Reino de Guatemala por el recuerdo de la vieja monarquía autóctona hundida en las ruinas humeantes de Cumarcah para no levantarse más. Toda la civilización que alcanzó la colonia tenía que centralizarse en la metrópoli guatemalteca, que era la representante de la dominación hispana, e irradiar de allí a las demás provincias; pero éstas hubieron de conservar siempre el sello de su antigua independencia; y ni el propio Don Pedro de Alvarado, a quien tocó ser la más alta figura entre los conquistadores de Centro América, y que logró someter el pequeño reino de Cuscatlán hasta Chaparrastique, pudo incorporar definitivamente la provincia de San Salvador a la de Guatemala, borrando con la punta de su tizona los viejos linderos comarcanos. Ni mucho menos pudieron los otros capitanes, que como aves de presa cayeron sobre Honduras, Nicaragua y Costa Rica, desde luego que actuaban separadamente y por cuenta propia, juntar en un solo haz las provincias conquistadas para unirlas al resto de la colonia, haciendo de pueblos divididos una sola nación. El germen, pues, del llamado provincialismo es secular; y, si el régimen absoluto del coloniaje logró acallar las aspiraciones localistas, esas aspiraciones despertaron al fin de su sueño de siglos cuando los primeros conatos de independencia y se manifestaron en la plenitud de su egoísmo al desatarse el huracán de la revolución.

España, por otra parte, no podía extender hasta América toda la fuerza de su poderío, de aquel enorme poderío que alcanzó la cumbre zenital bajo Carlos V y Felipe II, para formar con sus colonias un solo reino, unido por indisolubles vínculos nacionales, ya que ella misma había logrado apenas reconquistar su unidad política, lentamente, trabajosamente, casi agotándose en la magna empresa, después de ochocientos años de continuo batallar, desde Covadonga hasta Granada. Su soberanía se extendió sobre América, ciertamente, pero sin jamás intensificarse en ella; ni era dable que pensase en instituir de este lado del Atlántico nacionalidades bien conformadas, puesto que en el interior se encontraba aún seriamente empeñada en fortificar más y más los cimientos del Estado monárquico o, lo que es igual, fundando su propia nacionalidad. La conquista fue, pues, no la obra consciente de ejércitos disciplinados, de jefes que operaban en nombre y por mandato de una nación vigorosamente constituida, sino la irrupción desordenada de gente aventurera, de oscuro linaje en su mayoría, sin más ley que sus bríos ni más idealidad que el hambre de riquezas. De aquí que el coloniaje, es decir, el régimen de dominación implantado por tales aventureros, tuviese que ser necesariamente una secuela inmediata de la conquista: la explotación económica en masa, el saqueo colosal de América erigido en sistema.

La Monarquía toleró en beneficio propio el régimen colonial y le dio su sanción en las leyes. Dejó que conquistadores y gobernantes se arreglaran aquí como pudieran, en cambio del oro con que abastecían las arcas fiscales. De modo que el territorio americano, desde México hasta el Plata, no fue otra cosa que una serie de feudos, grandes los unos, pequeños la mayor parte y sin cohesión ninguna, que explotaron a su sabor virreyes, capitanes generales, intendentes, corregidores, curas, frailes, encomenderos y cuantos venían de España en busca de mejor fortuna. El reino de Guatemala fue, pues, una reunión de seis pequeños feudos, dependientes en lo político de la Capitanía General, pero independientes entre sí por las circunstancias históricas ya
referidas. Cada conquistador hizo de su provincia un señorío aparte, con intereses económicos particulares; mas, por virtud de la autoridad central y por su posición geográfica, sobre todo, fueron uniéndose aunque débilmente en el transcurso del tiempo, sin perder en su totalidad su propia fisonomía y conservando siempre sus antiguas demarcaciones.

Historiadores y publicistas nuestros han estudiado el régimen económico de la colonia centroamericana, que fue ni más ni menos como el de las otras colonias de la América española, y lo han descrito detalladamente con todas sus lacras y monstruosidades, pero también en sus aspectos beneficiosos; así es que no me detendré a hacer una reseña de él en estas páginas ligeras, y sólo diré que ese régimen de explotación de la propiedad y del trabajo humanos fue la esencia, o la base, si se quiere, de la esclavitud americana, de la servidumbre feudal entre nosotros, y que respondió al grado evolutivo que España había alcanzado en su manera de producción, muy inferior al de Inglaterra, que alcanzaba entonces el período industrial, franqueando los límites del feudalismo. Jamás pudieron los españoles ser, como los ingleses en el Norte de América, excelentes colonizadores, por los motivos ya conocidos de las circunstancias en que ambos arribaron al Continente y por el carácter aventurero de los unos y práctico de los otros; pero, quien quiera hallar una causa más profunda de la disparidad en los sistemas de colonización material que implantaron iberos y anglo-sajones, tendrá que reconocer como la más fundamental la diferencia de su evolución económica.

Es de todo punto inexacta, o simplemente un tropo de retórica declamativa, la afirmación aquella de que España «agotó su savia por dar vida a estos desiertos de América». Todo lo contrario: ni América era un desierto, sino una tierra ubérrima cual ninguna, ni España era una nación pujante, sino exhausta, que pudo mantenerse precisamente nutriéndose con la savia riquísima del suelo americano. Al cabo de ocho siglos de incesante guerra, y providencialmente en el año mismo en que arrebataba a los moros el último baluarte, España tuvo la buena suerte de que el genio de Colón encontrase un nuevo mundo, pletórico de opulenta vitalidad; país en donde pudo, por espacio de trescientos años, tonificar las agotadas fuerzas y amedrentar a Europa con el grandioso fantasma de dominación universal. Pero es opinión, reconocida ya, que tan ventajosa posición de España era solamente una brillante apariencia, que entrañaba un principio de profunda degeneración nacional, toda vez que, manteniéndose a expensas de la riqueza americana, sin poder dar de su parte un solo elemento económico de vida, venía a colocarse en la condición misérrima de nación parásita de otra nación, y por consiguiente, el término de su dominio en América era inevitable más o menos pronto.

Y llegó la emancipación de las colonias, como había llegado también la de los Estados norteamericanos; pero este acaecimiento no fue para Inglaterra de tan desastrosos resultados como lo fue para España la pérdida de sus inmensas posesiones coloniales. Puede decirse de una vez que la independencia de los Estados Unidos no afectó en nada la vitalidad de la Monarquía británica; en cambio, la independencia de la América Latina marca en la historia el período más agudo de la decadencia de la Monarquía española. Al perder sus feraces territorios, al desprenderse del tronco robusto que por tantos años había alimentado su existencia parasitaria, España se encontró nuevamente encerrada dentro de sus antiguos límites peninsulares, completamente empobrecida, y amenazada, además, con el desgarramiento de su unidad interior.

Mientras que Inglaterra y los Estados americanos del Norte siguieron paralelamente la trayectoria de su avanzadísima evolución industrial, hasta penetrar de lleno en la suprema etapa de la producción, el capitalismo, España y sus colonias pugnaban por abatir el régimen feudal, acercándose apenas a un embrionario industrialismo e iniciando la sustitución de la servidumbre por el moderno salariado. Una simple cuestión de impuestos provocó la insurrección americana; pero su independencia no fue propiamente una revolución en el más amplio sentido de la palabra, como lo fue para los pueblos de la América española. Los Estados Unidos habían conquistado ya su libertad religiosa y su manera de producción había entrado en un período de actividad normalizada; de modo que la comunidad de intereses les llevó fácilmente a federarse y a constituir su nacionalidad sin agresiones ni violencias. Solamente más tarde, cuando la cuestión de la esclavitud, —anacrónica supervivencia en aquel medio eminentemente industrialista—, concitó una sangrienta guerra entre los Estados del Norte y del Sur, la Unión Americana estuvo en peligro de fraccionarse; y quién sabe si no tendrá que pasar de nuevo otra crisis política semejante ahora que su progreso capitalista ha llegado con los trusts al más alto grado de desenvolvimiento, creando intereses enormes que se encuentran en manifiesto antagonismo.

Estaban ya constituidos, puede decirse, los Estados norteamericanos cuando alcanzaron su independencia; no. necesitaron más que seguir desarrollando sus materiales elementos de vida, al amparo de su libertad tradicional, para convertirse en república esencialmente democrática. Fue, en cambio, la emancipación indo-hispana, la abolición de todo un régimen teocrático-monárquico, de explotación económica, de servidumbre feudal; fue la constitución de estados rudimentarios y el advenimiento de indefinidas nacionalidades. Esta obra de política organización abarca un largo período de incertidumbre y de «civil barbarie»: verdadero estado caótico en que los pueblos latinoamericanos, recién salidos de la esclavitud e ignorando los rumbos que debían seguir hacia la libertad, se encontraron de pronto completamente desorientados y entorpecidos en su marcha, para caer muy luego en la vorágine del caudillismo y la anarquía. Centro América no pudo sustraerse a esta ley fatal de los pueblos en formación, y al igual que sus hermanas las otras nacionalidades de Hispanoamérica, ha tenido que hacer ineludiblemente el mismo camino de constantes desaciertos y de escandalosos motines colectivos, también como ellas en la médula de su propio organismo todos los vicios de la raza.

Hemos visto el proceso genético de las colonias provinciales centroamericanas, cuya reunión política y administrativa formó una sola colonia con el nombre de reino de Guatemala, bajo la dependencia de una Capitanía General. Sometidos a sangre y fuego los primitivos pobladores de estas comarcas, los conquistadores se repartieron el cuantioso botín de sus militares aventuras, para lo cual hubieron de sostener entre ellos mismos, sobre todo en Honduras y Nicaragua, una serie de sangrientas refriegas, en las que cada jefe, seguido de sus parciales, disputaba a otro el dominio y la jurisdicción sobre el territorio conquistado. El Gobierno de España tuvo que imponer su autoridad en medio de aquellas divisiones y contiendas, viniendo a quedar por último fijados los límites de las provincias como señoríos independientes entre sí, aunque reconociendo el poder central de la metrópoli guatemalteca. En los albores del siglo XIX, los primeros movimientos de emancipación política son las tendencias de la colonia que quiere convertirse en nación, de la nación que quiere organizarse en Estado; y como cada provincia, en cierto modo, era una pequeña nacionalidad, y cada nacionalidad era un pequeño Estado, la lucha constitucional de Centro América vino a ser la lucha por unir o fundir aquellos Estados y nacionalidades embrionarios en un solo Estado y en una sola nacionalidad.

Fusión de castas, comunidad de origen étnico, mezcla de las razas española e indígena, cuyo producto es una nueva raza, la hispanoamericana; un mismo idioma y una misma religión; criollos que se identifican en ideas y sentimientos y que se confunden con indios y mestizos para formar un solo pueblo; situación geográfica perfectamente delimitada, y una tradición y una historia comunes de tres siglos, son los elementos primarios de nuestra nacionalidad, los caracteres que ligeramente esbozados ofreció la colonia al querer transformarse en nación. Pero bajo estos caracteres generales de nacionalidad centroamericana, había cada provincia con fisonomía propia e intereses particulares, que eclipsaron parcialmente el espíritu de unión y solidaridad en el momento mismo en que el reino de Guatemala proclamaba su independencia. Chiapas, Honduras, Nicaragua y Costa Rica se separaron de la metrópoli colonial, asumiendo la soberanía absoluta o incorporándose a México; sólo San Salvador y Guatemala quedaron frente a frente manteniendo indecisas la sustantividad de la nueva nación, sin pensar que muy pronto iban a ser el eje de las discordias civiles que produjeron el fracaso de Centro América. Al sacudir el yugo que la sujetaba a la Madre Patria, la colonia se desmembró en sus provincias y aún dentro de las mismas provincias; las patrias chicas y locales aparecieron con tendencias disolventes. El período que va de 1821 a 1824 fue un período de confusión inorgánica, de incertidumbre constitucional; y, cuando en el año último dicho se trató de fundar sólidamente la república, las tendencias separatistas se disfrazaron con el nombre de Federación, para reaparecer en seguida con más fuerza hasta llegar al fraccionamiento definitivo de la unidad nacional.

¿Está por hacer, pues, la nacionalidad centroamericana? Está por hacer, sin duda. El problema de la Patria Grande permanece planteado tal como en los primeros años de la independencia, es decir, en su forma política: República Federal o Unitaria. Pero las formas políticas no son la nacionalidad, sino las concreciones de ésta en el momento de su constitución. El sentimiento nacional, la idea de nacionalidad, están muy por encima de los partidos y de los gobiernos; no pueden ser jamás el patrimonio o el programa exclusivo de una fracción banderiza o de un sistema político determinado. «La íntima esencia de la nacionalidad —dice Chiapelli— debe buscarse en algo que proceda generalmente de la descendencia de estirpe y prepara el terreno para la integración de una sociedad política en un Estado; debe buscarse en aquella unidad de espíritu y de carácter, que hace que los hombres se unan íntimamente, formando un pueblo como
miembros de un mismo organismo, siendo los coeficientes de este espíritu múltiples y variadísimos. El fondo lo forma la común descendencia que engendra con la afinidad física un cierto parentesco en las aptitudes y tendencias. Después se va añadiendo toda la historia, toda la vida del pueblo, formándose poco a poco el patrimonio de sus tradiciones, hábitos, derecho, ideas religiosas, cultura, todo aquel conjunto de elementos, de los cuales se deriva y por los cuales se define el carácter nacional».
Un estudio de nuestra nacionalidad, en este sentido, sería de utilidad incontestable mucho más que las declaraciones de los partidarios. He querido, por de pronto, esquiciar aquí los contornos de esa nacionalidad, ya que ella, es la materia prima del Estado, o ese algo que «prepara el terreno para la integración de una sociedad política en un Estado». Si éste, como antes he dicho, no es más que el producto de las fuerzas nacionales, tenemos ya un bosquejo de Centro América como nación; podemos ahora analizar sus fuerzas, investigando los factores que actuaron en la organización del Estado Nacional Centroamericano. Digamos de una vez que esas fuerzas fueron debilísimas, casi nulas, puesto que tenemos el hecho de cinco Estados que, acentuando en el decurso del tiempo sus rasgos peculiares, han afirmado cada vez más su autonomía interior, y que, constituidos hasta la fecha en Repúblicas soberanas, y considerándose como naciones distintas, parece que se alejaron por completo del gran ideal de una Patria común, solidaria e indivisible, como si en su egoísmo raquítico fuesen impotentes para elevarse hasta donde llegan los pueblos que incrustan su personalidad en la historia.

IV

He dicho que las tendencias separatistas se disfrazaron con el nombre de Federación; debí decir, más bien, que las provincias, autónomas por tradición e historia, adoptaron en el momento de su constitución independiente el sistema federativo como el que mejor cuadraba a sus sentimientos de autonomía frente al poder central de la metrópoli guatemalteca. Y lo adoptaron, no por obra de los políticos ni tampoco sabiendo a ciencia cierta lo que significaba aquel sistema, sino llevadas por sus impulsos autonómicos —provinciales y aún locales— que se traducían más visiblemente en profunda animadversión al poder colonial representado por Guatemala.

Marure nos ha dejado en páginas de su «Bosquejo Histórico» una síntesis perfecta de las opiniones de los dos bandos, unitario y federalista, que en el campo de las teorías políticas se disputaron la empresa de organizar el Estado Centroamericano. En la esencia íntima de las opiniones de ambos bandos, hay, por parte de los unitarios, la pretensión manifiesta de conservar la preponderancia del gobierno guatemalteco so pretexto de mantener la unidad nacional, y por parte de los federales, la de sostener ante todo y por todo la independencia de las provincias, fuera del tutelaje de aquel gobierno, so pretexto de hacer una República Federal a la manera norteamericana. Por una parte, la unidad se mantenía firme y segura, pero a costa de la libre expansión de las provincias; por otra, la independencia autonómica se favorecía, pero con perjuicio de la integridad de la nación. De aquí que el partido tradicionalista o conservador haya sido unitario y federalista el liberal. Al menos, para Centro América, fue ése el fondo del problema constitutivo, en el breve período de quince años que duró el simulacro de federación. Después de la ruptura del pacto,-si es que lo hubo,-y cuando los Estados se desligaron provisionalmente para organizarse como mejor les conviniese, el liberalismo nacionalista adoptó el sistema unitario para reconstruir la antigua Patria, en tanto que el conservatismo histórico se ha inclinado más al statu quo, es decir, a mantener la separación de las Repúblicas, procurando no aventurarlas en empresas de unión o federación a ultranza.

Son puramente deductivas, como puede verse en Marure, las consideraciones que hacían los federalistas para justificar la conveniencia de su sistema; pero luego descendían a la realidad y en este terreno sus apreciaciones son tan terminantes como verdaderas. Dejando aparte sus reflexiones especulativas, se expresaban de este modo, según dice el historiador citado: «Mas, añadían, cualquiera que sea la importancia que se dé a estas reflexiones, no podrá desconocerse que las provincias todas repugnan el que se mantengan acumuladas en la capital las supremas autoridades y reunidas en ella los elementos de prepotencia y dominación: que desde el momento de la emancipación todas ellas se han manejado independientes unas de otras, han creado sus gobiernos particulares y han podido sostenerlos sin sujeción a la metrópoli. Su voluntad, en esta parte, es decidida, y está consignada del modo más claro en las instrucciones de la mayoría de los representantes: quieren vivir federadas y no sometidas a la antigua capital del reino».

En el fondo, pues, no encierra una paradoja mi afirmación de que el federalismo fue el disfraz aparatoso del egoísmo regionalista. Proclamando la autonomía local; combatiendo la sujeción a la antigua capital del reino y, por consiguiente, a todo otro poder o núcleo central común; laxando los vínculos de unión, bajo pretexto de un sistema cuya significación estaban los pueblos muy lejos de comprender, se fomentaba de hecho la separación, se le daba forma visible al espíritu separatista, y los Estados caminaban derechamente a consolidar, unos frente a otros, su independencia y soberanía absolutas. Unitarios y federales quisieron imponer sus teorías; pero bajo todas ellas estaba latente la verdadera realidad social, que se impuso y que se habría impuesto a pesar de las pretensiones del unitarismo y de los idéales del federalismo. Por eso fue, en mi concepto, el sistema federal el que mejor respondió a la realidad del «provincialismo»; mas respondió por de pronto, como teoría política al fin, ya que había necesidad de darle forma a la nación que se inauguraba. Esa forma constitucional, respondiendo en el nombre al magno ideal de federación, -que es unión solidaria, integral y diferenciada a la vez,-fue la tentativa ficticia, y, por ende, pasajera, de la fusión de la sociedad centroamericana en un solo Estado Nacional. La federación no existió jamás; fue solamente una sombra.

Federación, unitarismo: estas dos grandes palabras, inscritas en las banderas de los partidos que se formaron en Hispano-América inmediatamente después de conquistada la emancipación, polarizan las tendencias de las nacionalidades que advinieron, en el momento histórico-sociológico de organizarse, de adquirir personalidad. Cuestión debatida por los políticos doctrinarios, con ardimiento e iracundia, en el revuelto período de las lides constitucionales; piedra de escándalo después, causa de mutuas recriminaciones, cuando, retirada la marea revolucionaria, se vio el dislocamiento producido en antiguas colonias que, oponiéndose en abierta rebelión contra todo poder centralizante, como herederas, al fin, de la heroica raza de los fueros y de las germanías, se disgregaron en su unidad interna para fundar nuevos Estados y naciones, -fue también para Centro América el problema ése de la federación, tópico de candentes controversias, motivo de acerbas recriminaciones, y, por último, rectificación sincera o ingenuo arrepentimiento de federalistas bien intencionados que atribuyeron a la adopción de su sistema el desgarramiento y la anarquía de la Patria.

En la Argentina, Mitre, el gran unitario, fulmina sus anatemas contra el federalismo, acusándolo de haber ocasionado la separación del Paraguay y del Uruguay, de las Provincias del Plata. La sola palabra federación exalta en indignaciones sus sentimientos nacionalistas. «Esta palabra es Federación -dice. Pronunciada por la primera vez por Moreno, el numen de la Revolución de Mayo, en 1810, los diputados nombrados para formar el primer Congreso Nacional, la renegaron, falseando su mandato. Repetida por el Paraguay, por espíritu de localismo, y aceptada solemnemente por un tratado público, la segregación de esta provincia fue el primer golpe dado a la antigua unidad colonial. Adoptada, sin comprenderla, por Artigas y los suyos, se convirtió en sinónimo de barbarie, tiranía, anti-nacionalismo, guerra y liga de caudillos contra pueblos y gobiernos». Así fue que la dilatada y sangrienta contienda entre unitarios y federales, en la Argentina, señala el período más agitado y calamitoso de su vida independiente; así también esa misma lucha en las demás Repúblicas de origen hispano, en donde la gémula localista brotó espontánea como impulsión disociadora, como fenómeno de involución más bien que de progreso. Sería, en verdad, un estudio interesante para la historia de la formación de nuestras nacionalidades, determinar las causas que influyeron para que el federalismo triunfase, por ejemplo, en la Argentina, Brasil, México, Venezuela, y para que fuese abatido en la Nueva Granada; por qué Chile, Perú, Bolivia, Cuba, Ecuador son unitarios, y por qué fue sólo un hermoso proyecto la Gran Colombia de Bolívar.

En Centro América, como en los países precitados, se oyeron reconvenciones semejantes contra el federalismo en la época revolucionaria. Los mismos que preconizaron el sistema se asustan de su propia obra; ningún Estado quiere acoger en su seno los poderes federales; y, cuando la Nación, arrastrada en e1 torbellino de las guerras civiles, fue a estrellarse despedazada contra el egoísmo regionalista, todos inculparon al federalismo de haber sido la causa del fracaso. Arce se indigna contra los que aseguran que fue San Salvador de donde surgió la idea de federación; Barrundia concluye por aceptar y reconocer como un hecho consumado la República de Guatemala; y acaso Morazán, el más alto paladín de la causa federalista, aluda a ella en el trance supremo de sellarla con su sangre en el cadalso, al escribir estas palabras en su testamento: «Cuando había rectificado mis opiniones en política, en la carrera de la revolución, se me quita la vida injustamente». «Una sola Patria —dice más tarde Máximo Jerez— una sola Patria y un solo Gobierno, es lo que queremos, es lo que
necesita Centro América; el federalismo sirvió sólo para abreviar el día de su fraccionamiento».

La reversión al unitarismo jacobino, como sistema político para organizar nuestra nacionalidad, después del desastre del federalismo, es la segunda etapa, tal vez la más importante por la magnitud del esfuerzo, de la aspiración a constituir el Estado Centroamericano. Quedan todavía ensayos parciales de pactos federativos, de convenciones protocolarias entre algunos Estados, sin otra eficacia positiva que mantener enhiesto el ideal de la Patria común; pero la propaganda nacionalista se orienta con mayor decisión hacia el rumbo francamente unitario, y, convertida de idea en acción, se manifestó violentamente en la audacia agresiva de Justo Rufino Barrios, proclamado Jefe Supremo de Centro América, yendo él mismo, arriscado y soberbio, a pagar con su propia vida la grandiosidad de su propósito ante las fortificaciones de Chalchuapa. Tocó esta vez a El Salvador, a la morazánica tierra del federalismo, abatir en el polvo el estandarte unionista; pero puede con toda certeza asegurarse que el triunfo del general Barrios sobre El Salvador no habría significado jamás el sometimiento del resto de Centro América a Guatemala, el afianzamiento definitivo de la unión bajo el régimen central unitario. Nuevas luchas se habrían empeñado, quizá más desastrosas y sangrientas, con resultados tal vez de mayor trascendencia para la vida de estos pueblos. Los Estados habrían invocado con más pujanza los derechos de su personalidad autonómica, y el federalismo habría sido otra vez, y entonces más que nunca, el símbolo perfecto de esa autonomía, la única forma factible de unión.
Hay toda una literatura combativa en la historia constitucional de las naciones hispanoamericanas, en la cual pueden verse las encontradas opiniones de políticos prominentes acerca de la conveniencia de las formas unitaria y federal, y las sangrientas escisiones ocasionadas por la adopción de uno u otro sistema. Entre el cúmulo de teorías, pareceres y proyectos constitutivos, por encima de arreglos arbitrarios de fronteras, de fraccionamientos y adiciones territoriales, las antiguas colonias siguieron la corriente natural dinámica de sus propios intereses, de sus afinidades colectivas, de su situación histórico-geográfica, para organizar su nacionalidad, siendo unitarias o federales según las condiciones en que aparecieron a la vida independiente, según las leyes sociológicas que precedieron a su formación. A investigar esas leyes y determinar esas condiciones, se consagran en la actualidad distinguidos publicistas de nuestra América indo-española, en la región serena de los estudios histórico-sociales, muy lejos ya del campo de lucha en que encendieron sus odios implacables los antiguos bandos políticos. «El hombre de partido —dice Renán— quiere imponer sus iras al porvenir, sin pensar que el porvenir no tendrá cóleras contra nadie».

Para nosotros ha sido más funesta aún la cuestión del federalismo, no porque él sea incompatible con el ideal nacionalista, ni porque la tentativa de su implantamiento haya ocasionado la desintegración centroamericana, sino porque un error de apreciación histórica, cristalizado en creencia generalmente admitida, ha hecho de sus primeros partidarios los únicos mantenedores de la unidad nacional, contribuyendo esta creencia a ahondar más todavía el viejo cauce de las divisiones sectarias. Alrededor de la idea de unión centroamericana se ha formado un ambiente de erróneos conceptos y de pasiones mezquinas. Es, en la apariencia, un ideal excelso del más puro patriotismo; pero en el fondo no es más que objeto de explotación de nuestros histriones políticos, pretexto para discursos altisonantes de patriotería barata: ¡ut declamatio fiat! En la entraña de todas nuestras aspiraciones de reconstrucción nacionalista se esconde el localismo tradicional, más acentuado aún que en épocas pasadas.

Se ha prolongado hasta el presente, con el mismo espíritu de hermético partidarismo, el debate inmisericorde entre las fracciones políticas que se disputaron el poder en los tiempos de Arce y Morazán. Como fue el régimen federativo la forma primera de organización que adoptaron las provincias, y como el fracaso del sistema trajo por consecuencia el establecimiento de las repúblicas soberanas e independientes, o sea la ruptura de la unión nacional, se ha hecho del federalismo la sustancia de nuestra nacionalidad, inculpando de haber sido los causantes del desastre, los factores de la desunión, precisamente a quienes quisieron, al menos en teoría, mantener la unidad histórica del antiguo reino de Guatemala. Al menos en teoría; pues conviene observar que la Constitución Federal se aceptó sin mayor resistencia por el partido centralista unitario, respetando la autonomía de las provincias, pero reconociendo siempre la supremacía de Guatemala. No hubo jamás contiendas de hecho entre unitarios y federales, como en otros países, por el predominio o implantamiento del primero de dichos sistemas.

La ruptura de la nacionalidad, digámoslo de una vez, se debió a ese espíritu autonomista de los Estados provinciales ante las pretensiones centralizadoras de la metrópoli guatemalteca; espíritu rayano, indudablemente, en localismos, pero fecundo en obras de libertad. Es inútil hablar de empeños separatistas por parte de la fracción conservadora, cuando el separatismo estaba, de hecho, implícito en las tendencias regionales de los Estados. Todos ellos se apresuran a constituirse independientemente de Guatemala, a desligarse por completo de la unión histórica colonial y a desconocer la supremacía guatemalteca como si fuera siempre la soberanía de España. Si es cierto que se proclama la idea de unidad común: —Dios, Unión, Libertad, Provincias Unidas del Centro de América,- puede asegurarse que en el ardor de las pasiones políticas desencadenadas, en medio de la vorágine de la revolución, no prevaleció jamás el ideal de una Patria Grande, sino que cada Estado tendió a consolidar su independencia propia, siguiendo el impulso de sus intereses locales. En los momentos de tregua de la guerra civil, cuando se vio que el separatismo era una realidad, los bandos luchadores inculpáronse mutuamente del naufragio de la república, y la Constitución Federal vino a ser, en opinión de los conservadores unitarios, una especie de caja pandórica de donde habían escapado todos los males que afligían a Centre América, de los cuales era el mayor el desmembramiento nacional, en tanto que los federalistas se empeñaban en sostener la perfección de su obra constitucionaria, achacando al conservatismo el ser enemigo de ella por el solo intento maléfico de ocasionar la desunión de los Estados.

Juzgada quedó ya la Constitución de 1824. Documento respetable para la historia política de Centro América, lo es también para el sociólogo que sin prejuicios de bandería quiera estudiar en sus páginas el primer ensayo de organización de nuestra nacionalidad. Pero es inútil seguir comentando sus defectos, hacer punto de tema sobre la que debió haber consignado o suprimido; quiero decir que es vana tarea hacer de ese código político el fundamento de la nacionalidad centroamericana, la base única de su organización, como si Centro América fuese algo petrificado, como si las leyes no fueran la expresión de las condiciones sociales del momento, sujetas, por lo mismo, a las adaptaciones de la vida en evolución. No hay que buscar en la histórica Constitución del 24 la causa generadora del federalismo centroamericano, ni tampoco del fraccionamiento de la nación. El fenómeno federalista apareció en nuestra historia como inmediata consecuencia del provincialismo, y fue el predominio de los intereses localistas sobre los nacionales la fuerza disociadora que produjo la separación de los Estados.

Paréceme que el prócer don Manuel José Arce no está en lo cierto cuando dice: «Nuestros Estados son solamente una emanación, un efecto, un resultado de la Constitución de 1824; a ella deben su ser; sin ella estarían en la nada». . . Antes que se promulgara la Constitución Federal, ya San Salvador se había dado la suya propia, y era tendencia general en las demás provincias a decretar su organización interna de acuerdo con sus sentimientos de independencia y soberanía. La Constitución fue, por un momento, la expresión legal de las aspiraciones autonómicas regionalistas, —«una ley de circunstancias»,— en opinión del doctor Lorenzo Montúfar, pero luego quedó convertida en letra muerta, mientras los Estados caminaban aceleradamente a constituirse, con desconocimiento absoluto de todo poder común, con oposición sistemática a cualquier otro poder centralizante. Tenían personalidad propia las provincias, como verdaderos Estados en formación; y esa personalidad fue reconocida y respetada desde el tiempo del coloniaje, en el acto de proclamar la independencia, cuando se trató de la anexión al efímero imperio de Iturbide y en el momento de organizar la república de Centro América. Verdad sí es que la Constitución Federal abría camino para la formación de nuevos Estados: el de Los Altos fue producto artificial de esa disposición, como lo hubieran sido los «partidos» de Santa Ana y Sonsonate, Totonicapán y Sololá, que también intentaron hacerse independientes. Hay quienes piensan todavía que, para evitar la desunión, habría sido conveniente fraccionar a Centro América, creando más Estados, con el objeto de contrabalancear la preponderancia de todos entre sí, principalmente de Guatemala; pero se cae de su peso que el fraccionamiento más bien precipita que impide la desunión, y que no pueden improvisarse Estados por el sólo arbitrio de una ley sin que precedan fuerzas sociales que contribuyan a formarlos.

El famoso sofisma del doctor Aycinena: salir de la federación para volver a entrar en ella, —sofisma forjado con la arteria propia de los partidos conservadores y que influyó poderosamente a acelerar el desenlace de la unión federal,- apareció en tiempo oportuno, cuando los Estados, cansados ya del flagelo de las guerras civiles, querían desligarse de todo pacto o compromiso para organizarse de conformidad con sus particulares intereses. No habiendo podido Morazán mantener la federación, Carrera se presenta como sostén de las clases directoras de Guatemala, de los intereses de aquel Estado, el cual se limita también a organizarse, reincorporándose Los Altos, que le había arrebatado la federación. «Sucedió, pues, —dice Arce— que el edificio se desplomó: salió de sus quicios; y sólo la nación misma con la omnipotencia de su poder podrá llevarlo de nuevo a sus niveles».

Federalismo no es sinónimo de antinacionalismo o de anarquía, como no lo es tampoco el régimen centralista unitario de tiranía o estagnación de las actividades nacionales. Si, como dice Valenti Camp, «el centralismo tuvo razón de ser antes de nuestro siglo, para organizar de un modo embrionario la estática social y dar existencia propia a las nacionalidades»,—en el caso de Centro América no creo que el unitarismo habría contribuido a elidir las impulsiones internas de autonomía en las provincias, a consolidar nuestra nacionalidad; todo lo contrario: cualquiera tentativa de centralización unitaria habría traído como única fórmula aceptable el federalismo, o la desintegración completa, en virtud de las condiciones históricas y de las fuerzas sociológicas que he procurado esbozar en este trabajo.

Ahora, en el asunto de nuestra nacionalidad, se ha verificado la ley que señala Spencer, de que «las naciones formadas por la reunión de pequeños grupos sociales, desaparecen o se debilitan una vez que desaparece el poder central que unía a las partes, produciéndose el fenómeno inverso de desintegración, aunque manteniéndose siempre en relación de esa fuerza, los vínculos sociales que las unían; que, cambiadas las circunstancias, vuelven a unirse las partes, produciéndose el fenómeno de reintegración, formado nuevamente el todo». Desaparecido el poder unitario de la Capitanía General, por el hecho de la emancipación, se produjo el desmembramiento del reino de Guatemala. ¿Habrá de efectuarse la reintegración de las partes disueltas? Esperemos. «Cuando se forma parte, —dice el Marqués de Dosfuentes,- de un todo orgánico cualquiera, y, en consecuencia, se es integración de él, no se puede prescindir de ese organismo sin condenarse de antemano al fracaso».

El período federalista, he dicho, es un paréntesis en nuestra historia; un fenómeno sociológico que se presentó por las circunstancias apuntadas y que tuvo su expresión tangible en la primera Constitución de Centro América; un movimiento embrionario de organización nacional. Fue ese federalismo, por ser elemental, más bien un fenómeno de involución; pues, de acuerdo con la opinión de un distinguido profesor de sociología, «Se puede decir que el federalismo significa siempre atraso y el unitarismo significa progreso; que la evolución consiste en pasar de un federalismo -elemental a un federalismo más complicado». Esta última organización, la más perfecta posible, es la integración complementaria de elementos unitarios y federales.
Dentro de la doctrina del determinismo económico, las fuerzas que propendieron a la formación del Estado Nacional Centroamericano fueron débiles por la falta casi absoluta de intereses comunes materiales. No había riqueza nacional, propiamente hablando, sino provincial. Fue ésta la que tendió desde luego a desarrollarse y constituirse egoístamente en cada Estado, quedando, en consecuencia, el Poder Federal como un simple simulacro, sin elementos bastantes para mantener la cohesión de Centro América.

Podemos figurarnos las condiciones materiales de aquella época, en que la fuerza ejecutiva del gobierno común era impotente para hacerse sentir sobre las provincias desorganizadas, compuestas en su mayor parte de míseros poblachos, sin vías ni medios de comunicación, aisladas casi unas de otras y con sus intereses abandonados a las audacias del caudillaje personalista y a las menudas intrigas de campanario. Tales condiciones eran, sin duda, producto de la descomposición económica y del escaso desarrollo de la riqueza pública. No habiendo intereses propiamente nacionales, sino locales, tuvieron que prevalecer necesariamente las fuerzas generadoras de los Estados provinciales sobre las que tendían a la formación del Estado Nacional Centroamericano. Cuando los intereses ingentes de las repúblicas sean comunes, cuando haya grandes intereses que afecten a toda la Nación Centroamericana, el Estado Nacional resurgirá poderoso, unido en federación íntima y solidaria, sobre la base real en que se sustentan las sociedades que tienen personalidad bien definida.

No quiero decir que el gran problema de nuestra nacionalidad sea un asunto esencialmente económico; he señalado tan sólo uno de sus datos más fundamentales desde el punto de mira en que me propuse estudiarlo. El asunto de nuestra nacionalidad, mucho más serio y complejo de lo que se piensa, es no solamente económico, sino también histórico y político, jurídico y sociológico. Más que todo esto, es un problema de vida social; un mundo de aspiraciones que hay que buscar en las profundidades de la conciencia colectiva para ver si en ellas alienta todavía el alma de Centro América. Desde algún tiempo a esta parte se han enderezado en este sentido el pensamiento y la propaganda de las nuevas generaciones. Una corriente generosa de entusiasmo ha venido a extenderse sobre el estéril campo de recelos e indiferencia en que se agitan los intereses egoístas de los gobiernos centroamericanos. El nacionalismo ha dejado de ser una cuestión batallona de política intransigente. Necesitamos ahora recoger con amor la herencia de nuestros antepasados, no renegar de ella un sólo instante, y procurar engrandecerla con nuestro patrimonio, dirigiéndonos a investigar las cuestiones palpitantes que afectan directamente a Centro América, todas sus vicisitudes y caídas, sus esfuerzos todos por conservar su existencia como nación. El verdadero nacionalismo necesita ser la vibración amplia y serena del alma nacional. Tengamos fe en esa alma, en el poder de su vitalidad. Empeñémonos en creer que Centro América quiere vivir. La negación anticipada de la vida, en los individuos como en las sociedades, es síntoma de agotamiento.

29 de marzo de 1913.

CEM completa publicacion de dos documentos del PCS de 1964 y 1966

SAN SALVADOR; 26 de diciembre de 2007 (SIEP) “A punto de concluir el año 2007 cumplimos nuestros compromiso de publicar las partes restantes de dos importantes documentos del Partido Comunista de El Salvador, de su Programa Agrario de 1964 y de Planteamientos del PCS de 1966”explicó el Lic. Roberto Pineda, Coordinador del Centro de Estudios Marxistas Sarbelio Navarrete.”

Agregó que “la parte final del Programa Agrario, aprobado por el V Congreso del PCS en marzo de 1964, comprende importantes conclusiones sobre “las tareas inmediatas” así como un resumen histórico del problema agrario en El Salvador, elaborado por el dirigente comunista Schafik Handal.”

En las tareas inmediatas señala el documento del PCS que “tienen intereses comunes contra la oligarquía y el imperialismo: el proletariado de la ciudad y del campo, los campesinos, la pequeña burguesía urbana y la burguesía media del campo y la ciudad. Son estas las clases que forman el pueblo en la presente etapa histórica de nuestro país La columna vertebral de la unidad antifeudal y anti-imperialista del pueblo deberá ser la alianza obrero-campesina, porque la clase obrera y la campesina son los dos clases más consecuentemente interesadas en hacer triunfar las tareas de la liquidación del feudalismo y de la liberación nacional. La alianza de esas dos clases es garantía de firmeza y poderío de las fuerzas revolucionarias. Mientras ella no sea forjada, las batallas decisivas de la Revolución no habrán madurado.”

En el resumen histórico se sostiene que “en los latifundios privados dominaban a principios de la colonia, las relaciones esclavistas de producción. La encomienda era en realidad esclavitud y los latifundistas que habían recibido indígenas “encomendados”, realizaban las labores en sus grandes propiedades usando ampliamente de su mano de obra esclava. En los latifundios privados existían, casi siempre, una parte de la tierra entregada en parcelas a campesinos mestizos (hijos do españoles o indígenas), para que las sombraran con cultivos propios, a cambio de pagar al terrateniente una renta en especie y de prestarle servicios personales gratuitos. Esto tipo de relaciones de producción es la típica servidumbre feudal que estaba en boga en Europa.”

Con relación al segundo documento, publicado en enero de 1966, contiene interesantes secciones sobre las posiciones del PCS ante la religión, las fuerzas armadas, la democracia, el Mercado Común y la integración centroamericana e incluso sobre las vendedoras ambulantes.

Sobre la religión, afirma que “es cierto que los comunistas no creemos en la existencia de Dios. Somos ateos. Pero también que llegar a establecer quién tiene la razón, si nosotros o, los creyentes religiosos, en cuanto a este problema de la existencia de Dios; es algo que solamente se conseguirá en un futuro muy lejano. Nosotros creemos firmemente que tenemos la razón y que si la sociedad fuera transformada revolucionariamente de modo que se construyera una nueva vida en la que todos tuvieran la posibilidad de recibir una educación científica y no sufrieran el rudo padecimiento de la explotación económica y la opresión política, se iría abriendo paso a una nueva concepción del mundo, y del Hombre, de sus orígenes y leyes de desarrollo que no reconoce misterios y no necesita de explicarse las causas de lo que ocurre y existe por la voluntad de seres sobrenaturales, como Dios. Los religiosos creen por su parte que son ellos quienes están en la razón y que nosotros seremos finalmente convencidos de la existencia de Dios.”

Sobre las fuerzas armadas, la opinión es que “los soldados y agentes de los cuerpos de seguridad se reclutan entre los jornaleros del campo y los trabajadores de las ciudades, lo mismo que entre los campesinos pobres y acomodados. Los oficiales proceden de las capas de campesinos acomodados o ricos, o de las capas medias de las ciudades. Solamente muy pocos tienen su origen en familias millonarias. No hay duda pues de que las Fuerzas Armadas proceden del pueblo. Pero entonces resulta más absurdo que, procediendo del pueblo, estén al servicio de explotadores y opresores.”

Y con respecto a las vendedoras ambulantes se considera que “el problema de las vendedoras ambulantes no se resuelvo con hacer Mercados. Este problema refleja la falta de empleos suficientes para toda la población en edad de trabajo y de empleos con un salario suficiente. El problema de las vendedoras ambulantes solamente se resolverá cuando se haga la Reforma Agraria, se industrialice al país con una orientación patriótica, se elimine el dominio de la oligarquía de los 14 grandes y de los monopolios yanquis, se realicen todas las demás reformas sociales. Por eso el Partido Comunista El Salvador sostiene que debe cesar la persecución a las vendedoras ambulantes, que debe garantizarse a estas mujeres su derecho a ganarse la vida con su trabajo. Los pretextos de ornato de la ciudad y de la inconveniencia para el turismo, no pasan de superficiales argumentaciones que, más que justificar la represión contra estas trabajadoras constituyen un insulto a la dignidad humana! Basta de maltratar a las vendedoras ambulantes! !Respeto absoluto a su derecho a ganarse la vida trabajando honradamente!

El Lic. Pineda concluyó que “el conocimiento del pensamiento de los comunistas salvadoreños en la década del sesenta del siglo pasado, es clave para comprender el desarrollo ulterior de los procesos políticos y la lucha revolucionaria en nuestro país y es por esto que publicamos en esta ocasión ambos documentos en su totalidad.”

Programa Agrario del PCS (segunda parte) marzo de 1964

11— Resumiendo las características de nuestro problema
agrario.

Después de realizado el estudio anterior, podemos resumir así las características más sobresalientes de nuestro problema agrario:

1— Más de la mitad de nuestro territorio agrícola se encuentra inculto. La mayor parte de la tierra inculta se encuentra cubierta por pastos para una ganadería raquítica, en crisis y sumamente atrasada.
2— Existe un extremo monopolio sobre la tierra. Los dos tercios de la tierra se encuentran concentrados en poder de una reducida oligarquía de grandes terratenientes y multimillonarios capitalistas, exportadores o importadores, dueños también del sistema bancario y de la gran industria, en sociedad con los monopolios yanquis.
3— En nuestra agricultura tiene lugar un proceso de desarrollo capitalista ligado a las ramas destinadas a la exportación (café, algodón y azúcar). Este desarrollo capitalista conserva y ensancha la gran propiedad territorial y numerosos remanentes feudales en las relaciones de producción, al mismo tiempo que estanca dentro del atraso feudal al resto de la agricultura. Por eso puedo decirse que la agricultura salvadoreña es semi-feudal y en desarrollo capitalista deforme.
4— Tenemos una agricultura monocultivista, que gira en torno de dos o tres cultivos destinados a la exportación. El monocultivo ha llevado la crisis
a la producción de alimentos, determina el desempleo masivo temporal y obstruye el desarrollo armónico y general de toda la agricultura.
5— Los asalariados forman la inmensa mayoría de la población rural y constituyen una gran masa desposeída, con un poder comprador extremadamente pobre y unas pésimas condiciones do vida.
6— Todos estos rasgos son el resultado del proceso deformado de desarrollo de nuestra agricultura, interferido por los interesas coloniales desde la llegada do los españoles. El monopolio de la tierra, la ociosidad do su mayor parte, el desarrollo capitalista, el monocultivo, son rasgos formados históricamente, bajo la presión del rumbo colonial que ha tenido nuestra producción agrícola desde la conquista. Nuestro país es ahora más que ayer un apéndice agrícola de las potencias capitalistas industriales y en primer lugar de los EE.UU.
Pero la tierra y demás medios do producción en la agricultura, la exportación do sus productos monocultivistas, y demás negocios conexos, no pertenecen a monopolios extranjeros, sino a un puñado de multimillonarios nacionales. Por todo esto es que decimos que nuestra agricultura es semi-colonial.
7— La siguiente caracterización sintetiza todos los rasgos do nuestro problema agrario: Nuestra agricultura os semi-colonial, semi-feudal y en desarrollo capitalista deforme.

r’:
IA REFORMA AGRARIA

Después del estudio de nuestro problema agrario, podemos ya trazar, aunque en sus líneas generales, lo que será la Reforma Agraria de la Revolución Democrática, Anti-feudal y Anti—imperialista.
1— Los objetivos de la Reforma Agraria:
En primer lugar; veamos cuales serán sus objetivos. Ellos están dictados por las características de nuestro problema, y se destacan como los más –importantes los que siguen:
1— Liquidar el monopolio de la tierra;
2— Poner la mayor parte de la tierra en poder de los asalariados, campesinos pobres, mozo-colonos y campesinos medios.
3-Incorporar a la producción todas las tierras cultivables con que cuenta el país y sacar a la ganadería de su actual estado de atraso y crisis.
4— Poner fin al monocultivo diversificando la producción agropecuaria; y tratar de satisfacer a breve plazo las necesidades alimenticias crecientes do la población y de aportar a la industrialización nacional con materias primas agrícolas diversas.
5— Liquidar las relaciones feudales o semifeudales de producción.
6— Mecanizar toda la agricultura y elevar su nivel técnico.
7— Elevar el bienestar material y cultural de la población del campo y aumentar su poder de compra, como condición decisiva para hacer posible la industria1ización en amplia escala y todo el independiente desarrollo económico nacional.
Todos estos objetivos se explican por sí mismos y no son precisos mayores comentarios.

12— Las transformaciones y demás medidas para alcanzarlos objetivos do la reforma agraria.

A-. Las transformaciones en el régimen de propiedad:
La clave de la Reforma Agraria está en las transformaciones que se realicen en el régimen de propiedad. La tarea central en este campo es, en nuestro país, el de liquidar el monopolio que pesa sobre la tierra. Sin cumplir con esa tarea es completamente imposible la Reforma Agraria en su conjunto.

De las cifras que proporciona el Censo Agropecuario de 1961 se desprende que el monopolio de la tierra se encuentra concentrado en manos de los propietarios de explotaciones mayores de 143 manzanas, que además son dueños de una considerable extensión comprendida en las explotaciones menores. Esta concentración facilita la tarea do trazar las medidas para la liquidación del monopolio sobro la tierra.

Deberá establecerse un límite máximo que pueda poseerse en propiedad privada, y el resto deberá ser expropiado por el Gobierno Revolucionario de Liberación Nacional, para los fines do la Reforma Agraria. Creemos — que ese límite máximo por familia no puede ser superior a las 143 manzanas, ya sea que se posean en una sola unidad o en varias separadamente.

La fijación do este límite máximo, por tanto, sólo afectará un numero relativamente pequeño de personas. Si comprenden la necesidad de la Reforma Agraria y están dispuestos a colaborar patrióticamente con ella, o al menos a mantener una posición neutral, el resto de propietarios no sólo no saldrán afectados por la expropiación sino que además podrán gozar de los beneficios que en materia de créditos y desarrollo técnico, hará posibles la Revolución.

El límite máximo de 143 manzanas que es a primera vista elevado, en comparación con el tamaño de nuestro país, en la práctica resultará adecuado para poner en manos del Gobierno Revolucionario la cantidad de tierra suficiente para lograr los fines de la Reforma Agraria. Una expropiación que parta de eso límite dejaría para la Reforma Agraria un fondo do tierra cercano a la mitad del territorio agrícola nacional, es decir, a 1.114.999 manzanas.

La expropiación de las tierras que sobrepasen el límite máximo se hará mediante el pago de una indemnización o sin ella, según sea el comportamiento que los afectados observen frente a la Revolución, según que se trate de tierras legítimamente adquiridas o no, según sea la situación económica de cada latifundista en concreto. Pero las indemnizaciones por la tierra expropiada y su forma de pago deberán efectuarse de acuerdo a las necesidades del desarrollo económico nacional.

Hay pues, en nuestro país, las condiciones objetivas para unir en favor de la Reforma Agraria, incluso a los burgueses modios y hasta a ciertos terratenientes, o al menos para lograr su neutralidad. Al mismo tiempo existen las condiciones objetivas para reducir el número de enemigos de la Reforma Agraria a un pequeño grupo.

Pero no es solamente preciso expropiar a los monopolistas de la tierra, es necesario entregarla a las masas del campo. Al hacerlo, se dará origen a una nueva estructura de la propiedad de la tierra que asegurará el desarrollo progresivo y rápido de la agricultura y de toda la economía nacional.

Los rasgos actuales de nuestra agricultura y los objetivos que nuestra Reforma Agraria persigue, así como también la correlación de fuerzas en la arena mundial y las perspectivas del ulterior desarrollo de nuestra sociedad hacia el socialismo, son los factores que determinan la configuración de la nueva estructura de la propiedad en el campo.

Ante todo hay que decir que la Reforma Agraria no dará origen a una sola forma de propiedad, sino a varias formas y que no liquidará todas las formas actualmente existentes sino sólo algunas de ellas. La Reforma Agraria en la presente etapa de la Revolución, dirigirá su filo contra los monopolistas do la tierra y contra la gran propiedad latifundista, feudal o capitalista, se orientará contra las relaciones feudales y semi-feudales de producción, que aún subsisten, pero no contra todas las relaciones capita1istas. Las haciendas cafetaleras, algodoneras, cañeras y de otros cultivos, que tienen un alto desarrollo técnico y una elevada productividad, no deberán ser parceladas, porque ello redundaría en prejuicio de la propiedad y de toda la economía nacional. Además no todos los desposeídos de la tierra y los que la poseen en pequeña cantidad aspiran precisamente a poseer parcelas.

Los obreros agrícolas, los asalariados el campo, que forman la gran mayoría de los desposeídos de la tierra, se encuentran ligados a una técnica avanzada. Poner en manos de cada uno do ellos una parcela no solamente resultaría imposible por la estrechez de nuestro territorio, sino también contraproducente desde el punto do vista económico, pues dejarían de aportar su valiosa experiencia en la gran producción y eso no se encontraría compensado con un incremento do la producción en las parcelas, ya que a la inexperiencia para producir dentro de ellas, so une el hecho do que no pueden aplicarse en ellas, a costos bajos, las maquinarias, los abonos, los insecticidas, etc., y el rendimiento que puede alcanzarse las grandes unidades.

Los obreros agrícolas, además, no aspiran a contar con una parcela, Únicamente los que han dejado de ser parceleros en fecha reciente, a causa del proceso de proletarización que se produce en nuestro país, podrían tener un mayor interés por contar con un pedazo de tierra. La gran mayoría de ellos aspiran a un mayor salario, a mejores condiciones de trabajo, a impulsar el desarrollo económico general y a terminar con el azote del desempleo.

El hecho de que la mayor parte de los trabajadores del campo sean asalariados es para nuestro pueblo una gran ventaja, que le permitirá conservar en lo fundamental las grandes unidades agrícolas de alta productividad, sin dividirlas.

Así, la gran producción cafetalera y algodonera podrán ser la palanca más importante dentro de nuestro país, para levantar toda la producción agropecuaria, para diversificar la agricultura y promover el mejoramiento de las condiciones materiales y culturales de vida para las masas.

Por todas estas razones, las haciendas algodoneras, las fincas cafetaleras, las haciendas cañeras y con otros cultivos que ostenten un alto desarrollo técnico y una alta productividad, que sean expropiadas por la Reforma Agraria, no serán parceladas en lo fundamental. Los trabajadores las recibirán como unidades y no a pedacitos. Para lograr esta finalidad, será necesario crear las formas colectivas de la propiedad que sean adecuadas. Estas formas son fundamentalmente dos, de acuerdo a la experiencia
internacional: la propiedad de grupo o propiedad cooperativa, y la propiedad de todo el pueblo o propiedad estatal cuando el Estado está en manos do este. Ambas formas tendrán que combinarse en nuestro país, resolviéndose cuál de ellas es la más apropiada en cada caso, a la hora de aplicar la Reforma Agraria.

Asimismo será necesario resolver otro problema que nos presenta nuestra conformación agraria: el problema del desarrollo de la ganadería y del aprovechamiento de las extensiones erosionadas, resecas o de muy baja fertilidad. No puede ni siquiera pensarse que repartiendo parcelas, podrá por ejemplo, enfrentarse el gravo problema del desarrollo do la ganadería, que habrá de requerir de grandes inversiones en la construcción de silos, establos modernos, potreros cultivados, pastos de alta calidad, sementales de raza, servicios veterinarios, de inseminación artificial, etc. Convertir en pedacitos todas las extensiones ocupadas hoy por las grandes haciendas ganaderas, sería condenar la ganadería a la muerte, porque los parceleros estarían más necesitados de consumir el ganado que preparados técnicamente y con los recursos económicos suficientes (aún con la ayuda crediticia que pudiera prestárseles), para enfrentar la tarea de dotar al país de una ganadería desarrollada. Esta tarea tendrá que ser enfrontada, en lo fundamental, también dentro del marco do las formas colectivas de la propiedad.

Un caso parecido es el de la tierra erosionada. Repartir esa tierra entre los campesinos pobres o asalariados agrícolas en parcelas equivaldría a un engaño. Para que esa tierra llegue a estar en condiciones de producir, será necesario realizar costosas obras de riego, reforestación, etc., o será preciso plantar costosos frutales cuyas primeras cosechas solamente so producirán años más tarde. Aquí también será necesario recurrir a la propiedad colectiva y, para el caso, concretamente a la propiedad estatal, que es la que más se adecúa a las necesidades de la incorporación de las tierras erosionadas a la producción.

Pero, como ya hemos visto, al lado de la gran producción y de las grandes propiedades latifundistas, existe una regular cantidad de parceleros que trabajan tierra propia, en arrendamiento o en colonia. La mayor parte de las parcelas propias de los campesinos son menores de dos manzanas, es decir, completamente insuficientes para asegurar una producción que pueda permitir a sus dueños la satisfacción de sus elementales
necesidades, no digamos un nivel de vida material y cultural acorde con los tiempos que vive el mundo. La mayor aspiración de todos estos campesinos es contar con tierra propia suficiente.

Estos trabajadores son experimentados en la agricultura parcelaria y con la ayuda técnica y crediticia que pueda proporcionárseles, serán capaces de incrementar grandemente su producción. La Reforma Agraria deberá satisfacer las aspiraciones do todos los colonos, pequeños arrendatarios y pequeños propietarios, entregándoles una parcela o complementándolas la insuficiente que ya poseen. Una parte de los latifundios que se expropien serán repartidos a los campesinos pobres y medios, a los mozo-colonos y, en ciertos casos también a obreros agrícolas.

La Ley de Reforma Agraria que se decrete deberá establecer con claridad que, desde el momento do su entrada en vigor, pasarán automáticamente a propiedad de los pequeños arrendatarios, mozo-colones y colonos, las parcelas que en esos momentos se encuentren trabajando a cambio do alquiler o censo, hasta una extensión do 5 manzanas y que dejarán desde ese instante de pagar renta al terrateniente. Al mismo tiempo establecerá que los propietarios de parcelas insuficientes, recibirán después la tierra hasta completar las 5 manzanas.

A los obreros agrícolas deberá permitírseles elegir libremente el convertirse en parceleros o incorporarse a las cooperativas y granjas del Estado. La Ley fijará el procedimiento adecuado para entregar parcelas a los obreros agrícolas que prefieren esta forma de propiedad.

Los campesinos y obreros agrícolas recibirán gratuitamente sus parcelas hasta una extensión que la Ley determinará, comprometiéndose a pagar el resto por cuotas anuales durante un plazo de largo alcance. Las parcelas serán entregadas en propiedad y a los beneficiarios los será extendido su correspondiente título de dominio.

En resumen, una voz aplicada la Reforma Agraria, la estructura de la propiedad de la tierra revestirá cuatro formas:

1-La propiedad privada capitalista: este sector estará formado por los medianos terratenientes, campesinos ricos y medios que utilizan mano de obra asalariada y que son propietarios de unidades inferiores al límite máximo de extensión permitido por la Ley, por lo cual no serán afectados por la expropiación.

2- La propiedad privada individual: este sector estará formado por los actuales campesinos pobres, propietarios de pequeñas parcelas, y por los parceleros que la reforma agraria origine, según se ha explicado. Esta forma de la propiedad tiene en común con la capitalista el ser también do carácter privado, pero se diferencia de ella en que los pequeños propietarios no explotan mano de obra asalariada y trabajan la tierra ellos mismos o con ayuda do su familia.

3-La propiedad cooperativa: este sector está integrado por las cooperativas que se establezca en las actuales grandes haciendas que so considere conveniente organizar de esta manera. La propiedad cooperativa es propiedad de un grupo de trabajadores, que laboran en común y se distribuyen el producto de acuerdo a la cantidad de trabajo que aportan a la producción.

4- La propiedad estatal: que ya desplazados del poder las actuales clases dominantes explotadoras, será una auténtica propiedad do todo el pueblo. Los trabajadores participarán en la dirección de estas empresas y — recibirán un salario que les permita hacer una vida a tono con las demandas de la civilización, además de otras prestaciones sociales, servicios y atención a su desarrollo cultural.

Las últimas dos formas son evidentemente las más elevadas, pero todas ellas recibirán la ayuda y el estímulo suficiente de parto del Estado, para que puedan desarrollarse y contribuir al incremento do la población nacional.

Las tareas de la construcción revolucionaria que siguen a la liberación son tareas complejas y profundas, cuya realización solo puedan lograr la las fuerzas revolucionarias apoyándose ampliamente en el esfuerzo creador, consciente y entusiasta de las más amplias masas de la población. El esfuerzo do todos los ciudadanos progresistas, de todas las clases sociales, adquirirá dimensión patriótica y contribuirá a la felicidad de todo el pueblo. Y el que a ese esfuerzo se sume la amplia cooperación solidaria de los países socialistas y do otros países amantes de la paz y del progreso, hará posible el rápido desarrollo revolucionario de nuestro propio país.

De la profundidad do las medidas revolucionarias, del acierto de su contenido y de los éxitos en su aplicación, dependerá que la revolución pueda cumplir sus metas democráticas, anti-feudales y anti-imperialistas y que puedan crearse las bases para pasar a la construcción de una sociedad superior: la sociedad socialista.

El tránsito pleno a formar colectivas do propiedad podrá hacerse cuando el campesinado esté consciente de las ventajas que ofrece la colectivización de la tierra para el desarrollo de la agricultura y para el rápido mejoramiento de sus propias condiciones de vida. Queremos decir que ese tránsito sólo podrá realizarse basándose en la voluntariedad y conciencia del campesinado, siguiendo el camino de la persuasión y no de la coerción. Como lo ha demostrado la experiencia de la transformación revolucionaria en muchos países, incluso los elementos capitalistas del campo contarán con la posibilidad do elevar su conciencia — hasta el nivel de los intereses de todo el pueblo, y podrán voluntariamente, entrar a la vía de las transformaciones colectivas. Tal actitud patriótica merecerá debido respeto, recibirá el aprecio do todo el pueblo y el apoyo de su gobierno revolucionario.

Estas transformaciones en el régimen de la propiedad son los medios fundamentales de la Reforma Agraria. Aquí han sido abordadas en sus líneas generales.

Pero no son estos solamente los medios de la Reforma Agraria. Para alcanzar sus objetivos será preciso adoptar muchas otras medidas, de las cuales pasaremos a ver las más sobresalientes:

La ley prohibirá todo resabio feudal en las relaciones do producción, como la colonia, los censos, el trabajo gratuito, los tributos do cualquier especie y bajo cualquier forma a los terratenientes, etc.

-El Estado declarará abolidas las deudas do los campesinos con los terratenientes y los gravámenes que pesan sobre su tierra.

-Para mecanizar la agricultura y proporcionar la ayuda técnica , el Estado creará una amplia red do centros y escuelas técnicas y agronómicas, patios de maquinaria agrícola, silos, centros de producción y distribución de abonos, fábricas de aperos agrícolas; y construirá o ayudara a construir regadíos, embalses, plantas do energía eléctrica,
sistemas de fumigación. etc.

-Para proporcionar la adecuada asistencia crediticia, se creará un sistema de créditos a corto y largo plazo de fácil acceso, que tome en cuenta las distintas necesidades de la producción y distribución agrícola y ganadera.

-Será impulsado el desarrollo de las industrias de enlatado de frutas, carnes y pescados; de fabricación de vinos, dulces y. otras dentro del área rural.

-Se tomarán medidas para suprimir la especulación y acaparamiento de la producción agrícola.

-La parte colectiva de la agricultura será sometida a planeamiento y se tratará de que los parceleros y capitalistas cooperen en la aplicación de los planes. Por esto medio se pondrá fin en corto, tiempo al monocultivo y se incorporarán a la producción todas las tierras actualmente ociosas.

B. SOBRE LA ELEVACION DEL BIENESTAR GENERAL DE LA POBLACION RURAL.

Con todas las medidas apuntadas so elevarán sustancialmente las condiciones de vida de la familia campesina, pero además se tomarán las siguientes con ese fin concreto:

-Fijación de un salario mínimo para los obreros agrícolas, que sea suficiente para atender las necesidades físicas y culturales de la familia.

-Establecimiento del principio de “a trabajo igual, salario igual” sin discriminación de sexo, edad, etc. – Aplicación en el campo de todas las prestaciones laborales y sociales reconocidas nacional e internacionalmente como los derechos do los trabajadores (vacaciones, salarios, aguinaldos, descansos de maternidad, seguro social, etc.) – Creación de una amplia red de tiendas que proporcionen a precios módicos los artículos de consumo personal, aperos de labranza, etc. – Se pondrá en marcha un amplio plan estatal de construcción do viviendas en el campo.
-Modernización a corto plazo de todas las poblaciones rurales existentes, introduciendo el agua potable, luz, alcantarillado, etc., y creación de nuevas donde sean necesarias.
-Saneamiento de los focos de infección palúdica y lucha intensiva contra la tuberculosis, enfermedades intestinales y demás males que aquejan a la población del campo. – Establecimiento de centros médicos y hospitalarios, centros de maternidad, salas cunas, guarderías, etc. Combate a la desnutrición infantil mediante la complementación gratuita de la alimentación en las escuelas y otras medidas.

EDUCACION

-Establecimiento de la Escuela Primaria do seis grados en toda la República, en proporción suficiente para absorber toda la población en edad. escolar.
-Creación do la Educación Media Rural, sobre la baso de Escuelas Normales Rurales, Escuelas técnicas y agropecuarias, cursos do pequeñas industrias (corte y confección, administración doméstica, cocina, etc.)

Con el objeto de aplicar planificada y correctamente la Reforma Agraria, y de orientar el desarrollo do la producción agrícola, será creada una institución estatal.

LAS TAREAS INMEDIATAS

Para que esta Reforma Agraria pueda ser aplicada, será necesario que triunfe la Revolución Democrática, Anti-feudal y Anti-imperialista. El triunfo de tal Revolución solamente será posible por la acción del pueblo unido, encabezado por el proletariado.

Tienen intereses comunes contra la oligarquía y el imperialismo: el proletariado de la ciudad y del campo, los campesinos, la pequeña burguesía urbana y la burguesía media del campo y la ciudad. Son estas las clases que forman el pueblo en la presente etapa histórica de nuestro país La columna vertebral de la unidad antifeudal y anti-imperialista del pueblo deberá ser la alianza obrero-campesina, porque la clase obrera y la campesina son los dos clases más consecuentemente interesadas en hacer triunfar las tareas de la liquidación del feudalismo y de la liberación nacional. La alianza de esas dos clases es garantía de firmeza y poderío de las fuerzas revolucionarias. Mientras ella no sea forjada, las batallas decisivas de la Revolución no habrán madurado.

Con el objeto de construir la unidad revolucionaria de todo el pueblo, de construir la alianza obrero-camposina y de alcanzar la hegemonía del proletariado en la dirección de la Revolución Democrática, Antifeudal y Anti-imperialista, el PCS y las demás organizaciones revolucionarias deberán empeñarse en la realización de las siguientes tareas inmediatas:

1-Organizar a los asalariados agrícolas y a los campesinos para la lucha por sus reivindicaciones inmediatas (mejores salarios, reducción de terrajes y censos, créditos, ayuda técnica, etc.) La organización de los asalariados agrícolas y de los camposinos no debe esperar a que ella sea permitida legalmente. Por el contrario, en el proceso de la organización do las masas rurales debe plantearse la lucha por el reconocimiento legal de ese derecho a la organización.
2-Organizar la lucha por la extensión de todas las conquistas laborales y de seguridad social de la ciudad al campo; y por la abolición do las distintas formas de trabajo gratuito y demás remanentes feudales en las relaciones laborales.
3-Organizar la lucha por la derogación do la Ley Agraria vigente, y por el cese de las diferentes formas de la arbitrariedad de la Guardia Nacional y demás cuerpos de seguridad en contra de los trabajadores.
4-Organizar la lucha de los colonos y mozo-colonos contra los desalojos y demás formas de arbitrariedad de los terratenientes.
5- Impulsar la lucha por el aumento de escuelas primarias en el campo.
6-Impulsar y organizar las acciones comunes con los medianos y pequeños capitalistas y propietarios contra los grandes terratenientes y los oligarcas exportadores, importadores y banqueros, en favor de la reducción del alquiler de la tierra, de la reducción de los tipos de intereses do los créditos, de reducción de los precios de la maquinaria, abonos, insecticidas y demás aperos agrícolas, contra los monopolización de la cosecha para la exportación, por la ampliación do los créditos, etc.
7— Impulsar y organizar las acciones comunes con todos los interesados (incluyendo algunos grandes burgueses) en la ampliaci6n del mercado — internacional del café, el algodón y el azúcar salvadoreños, rompiendo el bloqueo imperialista al campo socialista.
8— Divulgar ampliamente en el campo y la ciudad el Programa Agrario del PCS.

En el cumplimiento de todas estas tareas se irá forjando la alianza obrero-camposina, mediante la cooperación activa y concreta de la clase obrera organizada, con la lucha de los asalariados agrícolas y campesinos, ayudándolos con su mayor experiencia y orientándoles en el rumbo de la independencia de clase y do los objetivos programáticos de la Revolución Democrática, Anti-feudal y Anti—imperialista.

PROCESO HISTORICO DE NUESTRO PROBLEMA

A- La propiedad sobre la tierra antes de la llegada de los españoles y durante la colonia.

Cuando los españoles llegaron a costas de América en 1492, los niveles más altos de agricultura indígena se encontraban entre los Incas y los Aztecas, pero aún entre ellos no se había consolidado de manera definitiva la propiedad privada sobro la tierra. Predominaban todavía las formas colectivas do la propiedad, el trabajo en común y el reparto más o manos igualitario de la producción dentro de las comunidades, El ayllu de los Incas y el Capullí de los Aztecas, eran comunidades asentadas sobre la base de la propiedad colectiva de la tierra y, más entre los Incas que entre los Aztecas, en el trabajo en común y en el reparto equitativo de la producción. Con todo, tanto en un pueblo como en el otro había comenzado a despuntar la propiedad privada sobre la tierra, en la forma de la propiedad de los jefes y sacerdotes del culto.

La propiedad privada sobre otros medios de producci6n y la explotación del hombre por el hombre estaban también apareciendo y en proceso de crecimiento entre los pueblos de mayor desarrollo. La esclavitud entre algunas tribus se encontraba ya bastante difundida, aunque el trabajo de los esclavos no era todavía la base principal de la producción. Poseían esclavos los caciques, los sacerdotes del culto y algunos otros jefes, lo que les permitía un rápido enriquecimiento, que los estaban separando más y más del resto de la comunidad y convirtiéndolos en una clase explotadora que habría terminado sometiendo a todo el conglomerado a su férrea dictadura. Esto proceso estaba ya bastante avanzado entre los Aztecas.

Los Aztecas tenían una gran influencia sobre los Maya-Quiche y al través de ellos sobre el resto de pueblos que habitaban Centroamérica. El régimen social de los Aztecas se repetía en lo fundamental, entre esos pueblos, en parte por los lazos que los unían a aquellos desde los remotos tiempos en que vagaban como nómadas, pero principalmente por su propio proceso de desarrollo, que había recorrido gran parte del mismo camino.

Entre los Incas la propiedad comunal revestía formas complejas, algunas de las cuales apuntaban ya hacia el aparecimiento do la propiedad privada sobre la tierra: había tierras destinadas al culto (“las tierras del sol”), tierras destinadas al sostenimiento de los incapaces (huérfanos, viudas, ciegos, soldados en servicio, lisiados, etc., etc.); tierras comunes del pueblo, tierras de los altos funcionarios y jefes militares y tierras del Inca (Jefe supremo y representante de 1a cosa publica), destinadas a su persona y al sostenimiento do las funciones administrativas. El trabajo en común, pese a esta división de las tierras, seguía siendo la forma principal que se aplicaba a toda la agricultura, en cualquiera do las clasificaciones anteriores.

Aparte de los Aztecas, los Incas y un regular número de pueblos en el Sur y el Centro del Continente, había un considerable número de tribus que no habían salido todavía del nomadismo, de la caza, la recolección y la pesca como formas principales de la producción. Entre estas tribus no so conocía la propiedad sobro la tierra, ni siquiera era conocida entre ellas la esclavitud, ni otra forma de la explotación do unos hombres por otros. Había tribus también que se encontraban en un nivel del proceso un poco más avanzado y practicaban ya una agricultura primitiva y en extremo rudimentaria, asentada sobre la propiedad comunal absoluta de pequeños retazos arrancados a la espesura de los bosques mediante un trabajo colectivo increíblemente esforzado.

En términos generales, esta era la situación en que se encontraban la propiedad sobre la tierra y las relaciones de producción en América, a la llegada de los españoles. España, junto a toda Europa, se encontraba en el inicio da la etapa de descomposición del feudalismo. El mismo viaje de Colón fue el resultado del incremento considerable que había alcanzado en el viejo mundo la circulación de mercancías y el comercio. El capitalismo estaba haciendo ya su aparición en la entraña del régimen feudal y en la propia España la joven burguesía pugnaba por derribar e poder de los feudales.

España y Portugal, los principales patrocinadores de los grandes descubrimientos geográficos y de la apertura de nuevas rutas marítimas, no eran sin embargo, países con gran comercio, ni con producción mercantil desarrollada. Pero la obtención de metales preciosos en América (oro y plata), les permitieron adquirir grandes cantidades de mercancías en Alemania, Italia, Inglaterra y los demás países donde la producción mercantil se encontraba a la vanguardia de Europa. El oro y la plata do América fueron un gran factor para el desarrollo del capitalismo en esos países, al mismo tiempo que contribuyeron al estancamiento do España y Portugal que pudiendo obtenerlo todo mediante los metales preciosos extraídos de sus colonias americanas, no se vieron forzados al desarrollo de la producción mercantil.
Por eso los españoles en América tenían su principal empeño en la obtención de oro y plata, y veían a la agricultura, especialmente durante los primeros tiempos do la colonia como algo secundario.

Desde el asentamiento de Colón en la isla “La Española” (isla hoy ocupada por Santo Domingo y Haití) apareció la primera forma de esclavización de las masas indígenas, a la que se denominó “La Encomienda”. A cada español, según su rango, le era entregado (encomendado) un determinado número de indígenas para que trabajaran forzosamente para él en la agricultura o en cualquier otra labor. La encomienda so extendió por todo al Continente durante los tres siglos que duró la colonia. Para encubrir sus propósitos esclavistas, so alegaba cierta reciprocidad de deberes y derechos entre los indígenas encomendados y su “encomendero”. Mientras los indígenas tenían la obligación de trabajar duramente para su amo, bajo distintas reglamentaciones que variaban según la actividad y el país, los amos tenían el deber de enseñarles la doctrina cristiana y de velar por el bien de ellos. A la “encomienda” vinieron después a agregarse otras formas de la esclavitud como la “Mita”. La mano de obra esclava de los indígenas se utilizaba no solamente en la minería y la agricultura, sino también en la producción artesana,, según el sistema de “obrajes” y “batanes”. Los obrajes y batanas eran grandes talleres donde se encerraba a los indígenas para que desarrollaran de “sol a sol” una determinada “tarea” repartida por un capataz. Este llegaba por la noche a recoger el resultado del trabajo e infería crueles castigos corporales a los que no habían cumplido totalmente la tarea. Los que la habían cumplido, recibían al día siguiente una mayor “porque se había visto que podrían hacer mas”. Las encomiendas y el trabajo en las Mitas, Obrajes y Batanes exterminaron masivamente a la población indígena.

Las leyes españolas consideraban que a partir do la conquista toda la tierra americana pertenecía a la Corona. Por disposición real fueron asignadas a los conquistadores, a manera de premio, extensiones de tierra que variaban según el rango. Así a los soldados de a pie se les entregaba “peonías”, a los soldados de a caballo se les daba “caballerías” * a los oficiales y jefes do alto rango se les entregaban extensiones que variaban según su influencia y sus méritos. So trataba do grandes latifundios a los que se les daba el nombre de “haciendas”. Algunos de ellos recibieron grandes extensiones que abarcaban a pueblos indígenas enteros, los cuales quedaban también sujetos prácticamente a la propiedad do estos grandes señores. A estas grandes extensiones así conferidas se les daba el nombro do “marquesados”.

  • Las “peonías’ y las “caballerías” eran medidas en uso por esos años. Una “peonía” era un cuadrado formado por cien pasos do peatón por lado. Una “caballería” era un cuadrado de ciento cincuenta pasos do jinete por lado.

Una parte de la tierra de labranza de los indígenas fue arrebatada por los españoles e incluida en estos repartos, pero las tribus lograron conservar una parte importante de estas tierras comunales. La explicación de este fenómeno se encuentra en varios factores, de los cuales mencionaremos los de mayor importancia:
a) La resistencia tenaz que muchas tribus opusieron permanentemente a los colonizadores, los obligó a reconocer, pese a todo, muchos derechos de los indígenas y particularmente su propiedad comunal sobre la tierra.
b) Desde los primeros tiempos do la colonia se planteó una contradicción entre los intereses de los reyes españoles y los de los conquistadores y colonizadores. La Corona no podía controlar, debido a las distancias y a la lentitud do los medios do transporte, lo que sus súbditos hacían en América los cuales encontraban en su falta do control la oportunidad para escamotear a los reyes su parte en el botín, no le pagaban cumplidamente los impuestos, no cumplían a cabalidad con las leyes que disponían que debía entregarse a la Corona una quinta parte de todo oro y plata que se extrajera en América, etc. Para proteger sus intereses los reyos tomaron múltiplos medidas mientras duró el dominio sobre América y entre ellas estuvo la de brindar protección legal a las tribus indígenas para la conservación do sus tierras y del derecho a regirse por sus caciques, a cambio del pago de determinados impuestos.

c) La propiedad comunal mantenía a los indios reunidos y eso permitía a los explotadores españoles contar con mano de obra para sus trabajos de minoría, obrajes, batanas y labores agrícolas diversas de carácter temporal. En esos casos eran los españoles los más interesados en mantener la propiedad comunal y hasta llegaron a crearla en algunos lugares donde no existía, para los fines apuntados.

Así la propiedad comunal sobre la tierra se mantuvo durante la colonia, subsistió después de la Independencia y aún existe en algunos países, como por ejemplo en Guatemala. Ha sufrido innumerables deformaciones e influencias extrañas, pero conserva la condición fundamental de ser propiedad colectiva sobre la tierra, propia de la etapa del Comunismo Primitivo. En nuestro país, la propiedad comunal fue liquidada durante el siglo pasado por causas y medios que veremos más adelante.

Las leyes españolas dispusieron también la formación de “Ejidos” en América, trasplantando esta institución peninsular a nuestro suelo, pero con modificaciones de importancia. El Ejido (del latín. exitus que significa salida) era en España una forma de propiedad comunal que apareció espontáneamente y se fue consolidando en el transcurso do los siglos. Consistía en una faja más o menos angosta de tierra en derredor do las poblaciones españolas, destinadas al uso común para la descarga do productos, para apacentar ganado, desmontar carruajes y otros usados parecidos, pero en la cual no se realizaban cultivos ni se levantaban edificaciones, Eran tierras comunales que se encontraban pues, a la salida de las poblaciones y de allí su nombre.

Al ser trasplantado al nuevo mundo, el Ejido adquiere nuevas formas. Según las leyes españolas debían formarse de la siguiente manera: Al irse a fundar una población se escogía un lugar de buen clima, agua abundante y tierra fértil. En el medio del territorio elegido se trazaba un cuadrado de cien varas por lado, el cual quedaba destinado para la plaza. Al frente de la plaza y dejando calle de por medio se trazaban cuatro cuadrados o rectángulos por lo general irregulares, destinados: uno para la iglesia, otro para los edificios públicos, otro para la guarnición y otro para la residencia de autoridades o familias destacadas, o para la construcción de un mesón para el alojamiento de los viajeros. Por lo menos en dos de los costados de la plaza, debían las casas tener portales, para dar albergue a los viajeros. A partir de esta estructura urbana central, se trazaban nuevos cuadros o rectángulos irregulares, dejando siempre las calles de por medio, destinados a las casas do familias que se asentarían en la población. La calle más exterior de la población corría a todo su alrededor y se llamaba la “ronda”. A todo el delineado se le llamaba “traza”. A partir de la ronda y en todas las direcciones se medían dos, tres, cuatro, cinco o más leguas, según la cantidad do familias quo serían avecinadas, y la tierra que quedaba comprendida dentro de la circunferencia era el Ejido. La mitad de la tierra del Ejido se daba en arrendamiento a los vecinos. A esta parte so llamaba “el propio”. El arriendo debía pagarse al municipio y las familias más influyentes obtenían los mejores y mayores terrenos. La otra mitad estaba destinada al usufructo común do la población: en esas tierras obtenían los vecinos leña o madera para sus construcciones, apacentaban su ganado en los pastizales naturales, etc., pero era prohibido realizar allí cultivo o construcción.

En nuestro país, la mayor parte de las poblaciones se asentaron en la faja horizontal-central de nuestro territorio por ser esta la de mejor clima y de mayor fertilidad Por tanto, en esa faja es donde los Ejidos abundaron. La mayoría de la tierra llegó a estar comprometida allí en los Ejidos.

Los Ejidos se mantuvieron en nuestro país hasta fines del siglo pasa do. El proceso de su liquidación, las causas que la determinaron y los medios que fueron puestos en práctica para efectuarla los veremos adelante.

Las tierras que no quedaban comprendidas dentro do los Ejidos, de las Comunidades indígenas o de las haciendas, peonías, caballerías y marquesados, se consideraban como propiedad del rey y por esa razón se las llamaba “realengos”. También se conocían con el nombre de “tierras de composición”, por que podían ser adquiridas por los particulares pagando un precio o “composición” a la corona. Los reyos vendieron grandes territorios realengos para salir do apuros económicos durante los tres siglos de dominio sobre América. Por otra parte, muchos colonizadores so establecieron de hecho en tierras de composición y las hicieron suyas.

“Así, pues podernos resumir las distintas formas do propiedad sobre la tierra durante la colonia:

a) Las Comunidades Indígenas;
b) Los Ejidos;
c) Los latifundios privados (haciendas) adquiridos como premio de conquista, de hecho o como compra al rey; las peonías, caballerías y marquesados. Una parte considerable de los latifundios pertenecían a la Iglesia,
d) Los realengos o tierra de composición.

De todas estas formas de propiedad sobre la tierra hubo en nuestro país durante la colonia.

Las relaciones de producción dentro de estas formas de la propiedad sobre la tierra variaban entre las propias del comunismo primitivo, en las Comunidades Indígenas y una mezcla de esclavitud y servidumbre feudal en los latifundios privados.

En las Comunidades Indígenas dominaban el trabajo en común y el reparto más o menos igualitario del producto. Estas relaciones propias del comunismo primitivo, se combinaban con el pago de impuestos a la corona española, con los servicios gratuitos a los encomenderos, con el cumplimiento de los “mandamientos” en las haciendas y minas do los españoles.

En los latifundios privados dominaban a principios de la colonia, las relaciones esclavistas de producción. La encomienda era en realidad esclavitud y los latifundistas que habían recibido indígenas “encomendados”, realizaban las labores en sus grandes propiedades usando ampliamente de su mano de obra esclava. En los latifundios privados existían, casi siempre, una parte de la tierra entregada en parcelas a campesinos mestizos (hijos do españoles o indígenas), para que las sombraran con cultivos propios, a cambio de pagar al terrateniente una renta en especie y de prestarle servicios personales gratuitos. Esto tipo de relaciones de producción es la típica servidumbre feudal que estaba en boga en Europa.

En los Ejidos predominaba el arrendamiento feudal. Los campesinos (mestizos por lo general) recibían la tierra en arrendamiento por parte del municipio y pagaban en cambio una renta en especie o en dinero. A principios de la colonia el pago en especie ora la regla general y sólo excepcionalmente so efectuaba el pago en dinero, pero a finales do esta el pago en dinero so extendió mucho más.

En ciertos cultivos destinados a la exportación, que contaban con una buena demanda en Europa, fue planteándose la necesidad do masas cada vez más grandes de braceros. Esto ocurrió particularmente en el añil desde fines del siglo XVI. Al principio las hojas de Jiquilite (Añil) se recolectaban en los bosques costeros de los arbustos crecidos espontáneamente. Ya para esa labor era necesario contar con cuadrillas de recolectores. Más tardo, el añil pasó a ser un cultivo muy extendido dentro de las haciendas y, en la época de cosechas, a las necesidades de braceros para la recolección de las hojas se unía la demanda de trabajadores para laborar en los “obrajes” u “obradores” donde las hojas eran procesadas para extraer el colorante.

La necesidad do incrementar rápidamente la producción, a tono con la creciente demanda de colorantes en Europa, y la necesidad de una abundante mano de obra para realizar ese cultivo en crecimiento, comenzaron a mostrar los inconvenientes del trabajo esclavo. Los esclavos no tenían el menor interés en la producción, trabajaban forzados y ejecutaban la labor sin esmero. La mayor parte do la población indígena, por otro lado, se encontraba sujeta a las encomiendas esclavistas y las posibilidades do contar con una mano de obra abundante en las plantaciones de añil y otras ramas de la producción mercantil, so veían por eso excesivamente limitadas. En estas condiciones tomó gran desarrollo una institución creada por las leyes españolas a mediados del siglo XVI y que no había contado con una buena acogida al principio “L0S MANDAMIENTOS”. Los mandamientos consistían en la obligación impuesta a tribus enteras para concurrir, durante una parte del año, a las minas y haciendas distantes hasta ocho leguas de sus respectivos pueblos, para prestar sus servicios como trabajadores, pero ya no gratuitamente como en las Encomiendas, sino mediante el pago do un pequeño salario en dinero. De hecho se llevaba a los indígenas a distancias muchísimo mayores.

Los indígenas que trabajaban bajo el sistema de los “mandamientos”, continuaban siendo tratados en parte como esclavos, pues se mantenían en su contra los castigos corporales (las flagelaciones, el “trozo”, etc.) pero al mismo tiempo contaban con una mayor libertad personal y recibían un salario. Puede decirse por ello quo se trataba de jornaleros semi-libres que en comparación con los “encomendados” representaban por eso de mayor provecho para los hacendados.

De esta manera fueron quedando definidos bastante claramente los latifundios esclavistas y las haciendas añileras, con dos tipos distintos de relaciones de producción.

El crecimiento del cultivo del añil, impulsado por la demanda do una Europa en crecimiento industrial (especialmente en la rama textil tan necesitada de colorantes) planteaba a los hacendados añileros la necesidad do una masa cada vez más abundante do jornaleros. Esto hecho los llevó a conflictos con los esclavistas, que retenían a millares de trabajadores. Así, algunos de los añileros se convirtieron en enemigos de la esclavitud y 1ucharon por su abolición.

B— La Independencia llevó a los añileros al Poder.

La producción añilera que ya era el renglón principal de nuestra economía a mediados del siglo XVIII, sufría no solamente la escasez do mano de obra, sino que también soportaba la extorsión del abrumador sistema impositivo colonial, y las restricciones que España imponía al comercio internacional de sus colonias. A los crecidos impuestos do la Corona se sumaban los “diezmos “pagados a la Iglesia, aparto de innumerables otros impuestos municipales y parroquiales que pesaban sobro la producción.

Los diezmos (décima parte del producto) se cobraban tanto al agricultor como al comerciante, repitiéndose así varias veces sobro el mismo producto en su marcha desde los campos hasta el consumidor. En la práctica, pues, dejaba do sor “diezmo” para transformarse en cuarenta o cincuenta por ciento de la producción. Los productores de añil, como todos los productores de mercancías para la exportación, no podían negociar directamente en Europa, escogiendo al mejor postor. Debían negociar obligadamente con las Casas establecidas en España especialmente para acaparar la producción americana. Estas Casas eran las que realizaban las mejores ganancias en la reventa de nuestra producción al resto de Europa. Por todo ello la producción añilera y, sobre todo su exportación, sufría grandes oscilaciones. En 1798, la exportación de añil llegó a ser apenas un 7% de lo que era en 1773 y después de levantarse hasta llegar en 1802 al
96% (siempre en relación con 1773) se derrumbó de nuevo en 1804 hasta el
42% (+) (Ver nota al final de este anexo.)

Como puede verses el añil se encontraba sujeto a una inestabilidad crítica. Sus bandazos arrastraban la economía del país a grandes dificultades. Esta situación empujaba a los añileros por el camino de la Independencia. Al principio, los añileros, encabezando a todos los criollos, aspiraban nada más a una reforma en el marco de la Colonia. Reclamaban la eliminación de los impuestos gravosos, especialmente de los diezmos y otras gabelas eclesiásticas, demandaban la igualdad de derechos con los españoles peninsulares para ocupar los más altos cargos púb1icos en la Administración Colonial y luchaban por un comercio libro. A cambio de estas concesiones estaban dispuestos a continuar bajo la corona. Los sentimientos independentistas intransigentes no tenían sus raíces entro e1los, sino entre las masas de mestizos e indígenas, que frecuentemente lo patentizaban y hasta llegaban al alzamiento en contra del dominio español.

Los criollos formaban parte de la clase do los latifundistas, eran en su mayoría grandes hacendados, miembros de prominentes familias de explotadores. Sus conflictos con 1os españoles peninsulares y con el clero tenían el origen que hemos explicado, pero ante todo eran explotadores de las masas mestizas e indígenas.

La ocupación de España por las tropas de Bonaparte en 1808 provocó el surgimiento de un heroico movimiento popular por la expulsión de los franceses. La participación de las masas en ese movimiento, que es una de las más altas glorias de la historia de España, imprimió su sello a los acontecimientos. El pueblo español era partidario de las avanzadas reivindicaciones de la Revolución Francesa y la lucha por liberar a la patria invadida adquirió pronto el carácter también do una lucha contra el feudalismo y el absolutismo monárquico. Al influjo de esta fuerza popular se creó una Junta Patriótica en Sevilla, que proclamó su adhesión al principio republicano de quo “la soberanía emana del pueblo”.
Fernando VII, tenido como legítimo sucesor de Carlos IV y que había sido apresado por los franceses, desconoció a la Junta de Sevilla desde su prisión. Quedó así claramente definida la existencia de las dos corrientes dentro del movimiento español por la expulsión de lo invasores. Sin embargo, el apoyo popular a los liberales condujo a que en 1812 se convocara en Cádiz las Cortes (Asamblea do Representantes de la nobleza y otras capas de la sociedad .española) con la asistencia de representantes de las colonias aún no independizadas de América.

En Cádiz se aprobó una Constitución liberal, que hacia numerosas concesiones a los criollos americanos y les daba el derecho de enviar representantes permanentes a España para velar por sus intereses ante las Cortes. La Constitución de 1812 reconocía aún los derechos soberanos del rey, pero limitaba considerablemente su autoridad. Cuando los franceses fueron por fin expulsados en 1813 y Fernando VII asumió el trono, desconoció la “Constitución de Cádiz en (1814). Los criollos centroamericanos se habían llenado do entusiasmo con la Constitución de 1812 y se habían reafirmado en su línea política conciliadora de conseguir un arreglo con el gobierno español, para una larga convivencia bajo el régimen colonial Pero la abrogación de esta Constitución por Fernando VII, unida a la calamitosa situación a que cada vez los empujaba más la supervivencia de los estorbosos controles coloniales sobre la producción y el comercio internacional, los hizo virar más resueltamente hacia las posiciones en pro de la Independencia. Tal viraje en la línea de los criollos centroamericanos y principalmente de los criollos salvadoreños, les permitió recobrar el prestigio que habían perdido en gran parte, por su actuación conciliadora durante los breves alzamientos populares del 4, 5, 6 y 7 de Noviembre de 1811 en San Salvador y diversas localidades del interior de nuestro país.

En nuestro país los principales próceres do la Independencia eran conocidos añileros o estaban emparentados con familias dedicadas a esto negocio, Manuel José Arce, el padre José Matías Delgado, José Simeón Cañas, José María Villaseñor , Antonio José Carías, Mariano Prado, el Padre Isidro Menéndez y Juan de Dios Mayorga, por ejemplo, eran propietarios de numerosas haciendas añileras . Algunos de ellos se vieron arruinados por la aplastante política impositiva do la Colonia o como consecuencia de los avatares de su agitada vida política, que llevó a más de uno a la cárcel. Cuando vino la Independencia algunos estaban llenos de deudas y completamente arruinados y hasta habían perdido o vendido sus haciendas. Pero su arribo al poder favoreció a su clase, la clase de los grandes terratenientes y en primer lugar a los hacendados añileros, que
pasaron a apoderarse de todo el aparato del Estado, tanto al nivel del gobierno de la Provincia como al nivel del poder local.

Las circunstancias especiales que rodearon al acto de nuestra emancipaci6n del yugo español y los sucesos posteriores, dieron al núcleo de criollos salvadoreños, dirigido por José Matías Delgado, la hegemonía en la dirección del joven Estado salvadoreño. Esta hegemonía se consolidó mucho más con su justa postura frente a las pretensiones anexionistas de Iturbide y su positiva militancia en contra de la oligarquía conservadora guatemalteca, corroncha de la colonia, formada en tres siglos de saqueo e inmisericorde explotación de nuestros pueblos.

De este modo el poder del Estado quedó en manos del sector añilero y este imprimió a la política económica el sello de sus intereses. Fueron abolidas las trabas para el libre comercio con Europa, fueron suprimidos los impuestos que entorpecían el desarrollo de la producción añilera. Cuando la demanda europea por el añil exigió un mayor incremento de la producción, se inició el asalto a las tierras de las Comunidades Indígenas, de los ejidos y de los pequeños propietarios en las regiones añileras, usando para ello la fuerza del Estado. Así dio comienzo el proceso de concentración de la tierra en manos de un reducido número de monopolistas, que duró hasta fines del siglo pasado.

C— El proceso de formación del monopolio sobre la tierra y de proletarización de las masas rurales después de la independencia.

Casi simultáneamente con la Independencia dio comienzo un proceso violento de liquidación de las Comunidades Indígenas aun subsistentes. En las regiones añileras las plantaciones crecieron a costa de la tierra de labranza de las Comunidades indígenas. El aparato local del poder era utilizado por los hacendados para despojar a los indígenas y para convertirlos en jornaleros. Pero el despojo de las Comunidades no tenía por objeto solamente proveer a los hacendados de tierra necesaria para sus cultivos. También necesitaban las haciendas una mayor cantidad de mano de obra y mientras los indios tuvieran lo propio para ocuparse no estarían dispuestos a concurrir a las haciendas por un miserable jornal y someterse voluntariamente a la brutal disciplina de los castigos corporales. Al principio los hacendados resolvían el problema de mano de obra obligando a los comuneros a concurrir durante las épocas de mayor labor, valiéndose de la coerción militar. Sin embargo, ese procedimiento tenía inconvenientes: el trabajo seguía teniendo un carácter forzado y el rendimiento se veía influenciado en sentido negativo. Por eso, convertir a los comuneros en hombres sin tierra, necesitados de vender su fuerza de trabajo para no morir de hambre, fue mostrando ser el camino más adecuado para proveer a las haciendas de mano do obra abundante y barata.

Una do las zonas más azotadas por el pillaje de los terratenientes, fue la de los pueblos nonualcos (Santiago, San Pedro, San Juan). Masas indígenas relativamente numerosas para su época fueron despojadas de su tierra en esa región. Tras perder su tierra, los comuneros y pequeños parceleros eran convertidos en jornaleros que devengaban el miserable salario de un “cuartillo” o a lo sumo, “medio real” diario, por jornada agotadora y extensas bajo el despotismo de los caporales, de los castigos en el “trozo” y la tortura de la flagelación. Estos factores acumularon un gran descontento en toda esa zona, que al fin estalló en la insurrección de 1833, dirigida por Anastasio Aquino.

Aquino era caporal en la hacienda añilera “Jalponguita” de la jurisdicción de Santiago Nonualco (esta hacienda perteneció antes de la Independencia al padre José Simeón Cañas), pero nunca se acomodó al cometido brutal de su empleo. Su valentía, su arrojo y el contenido reivindicativo que para las masas tenían sus ideas acerca de la fundación de un “imperio indígena”, endilgado contra los “blancos usurpadores”, le valieron el resuelto apoyo de su pueblo.

A diferencia de los múltiples levantamientos campesinos que se produjeron durante el siglo pasado, que eran sólo una forma do resistencia al despojo de los terratenientes, el levantamiento do Aquino es particularmente meritorio porque enlazó las reivindicaciones de las masas campesinas comuneras, de pequeños propietarios y de jornaleros semi-libres, con la lucha por el poder. Aunque sus ideas sobre el papel de un imperio indígena, no eran muy claras, el sólo planteamiento de este objetivo, llevaba en sí la idea correcta de que la liberación del pueblo explotado y oprimido no puede realizarse sin el derrocamiento do las clases explotadoras.

Los revestimientos raciales de la lucha de Aquino no son más que la expresión de la lucha do clases, en medio de una peculiar situación en la que la clase de los explotadores so identificaba con el origen europeo y la clase de los explotados se identificaba con al origen nativo o con la participación do los indígenas en el mestizaje. Algunos “historiadores” en su empeño por deformar las causas y contornos reales del levantamiento de Aquino, lo achacan una especie de delirio racial, nacido de un resentimiento subjetivo. Pero ni era eso un “delirio”, ni el resentimiento era meramente subjetivo, sino la rebeldía de clase ante la explotación. Por otra parte, no solo era pecado de Aquino y do los indígenas el planteamiento racial del problema social de la época. Fueron precisamente los colonizadores españoles quienes identificaron los privilegios de clase, con el origen europeo de las personas. Hasta llegaron a reglamentar minuciosamente la calidad de la vestimenta y los modelos de ropa que estaba permitido usar a los que no ostentaban un origen puramente europeo, para evitar “confusiones”.

El levantamiento de Aquino es el primer acto insurreccional de los jornaleros semi-libres, precursores da los actuales asalariados agrícolas, proletarios del campo.

Cuando en 1881 el gobierno encabezado por Zaldivar promulgó la Ley de Extinción de las Comunidades, en los hechos esa tarea había sido realizada ya por los grandes terratenientes mediante el despojo violento de los indígenas. La ley vino a legalizar ese despojo y a facilitar la completa liquidación de las pocas comunidades aún existentes, bajo la presión de las exigencias redobladas de mano de obra y tierras apropiadas para un nuevo, cultivo de exportación en desarrollo: EL .CAFE. El desarrollo del café condujo también a la liquidación completa de loe Ejidos, que se había iniciado en las regiones añileras de hecho desde los días subsiguientes a la Independencia.

Hacia la mitad del siglo pasado tomó gran desarrollo en Europa la aplicación de la Química a la industria, dando origen a la Química Industrial, que llegaría a ser con el tiempo uno de los pilares fundamentales do la producción de colorantes sintéticos, de superiores cualidades que los colorantes fabricados en base del añil. El añil comenzó a declinar y la demanda en Europa se fue reduciendo a medida que crecía la fabricación
de los tintes químicos.

Para una economía monocultivista cono ya era la nuestra, que giraba en torno del añil, aquella era una catástrofe. Pero a quiénes habían sido por generaciones dirigentes de una economía colonial, productora do materias primas para la exportación, apéndice agrario de los países más desarrollados, no podía ocurrírselos producir un viraje fundamental en aquella coyuntura. Los españoles conformaron así la producción en sus colonias de América y los criollos, como ya vimos, resentían no el hecho de que la producción americana estuviera conformada para abastecer y complementar a Europa, sino el que, en cumplimiento de ese papel, encontraron la traba impuesta por España al comercio, las discriminaciones en materia de impuestos y en cuanto a los derechos políticos que en definitiva pesaban sobre sus intereses económicos. Por eso, la Independencia política que les dio a los añileros el poder en nuestro país, no podía conducir ni condujo a la independencia económica, sino a la acentuación del carácter colonial de nuestra producción agrícola. Hablar de mercado para nuestros productos seguía significando hablar de Europa, como en la colonia, y hacía la sustitución del añil por otro producto aceptable para los europeos so encaminaron los desvelos de la clase dominante, aun antes de que el añil entrara en crisis, cuando ya ésta se dibujaba en el porvenir.

El café surgió entonces como la mayor esperanza de las clases dominantes. En esto consistió la “previsión” y la capacidad “visionaria’ que tanto se alaba en los gobernantes de la época, y sobre todo en Gerardo Barrios, cuyos auténticos méritos patrióticos forjados en la lucha contra la oligarquía conservadora y clerical, en favor del laicismo en la enseñanza y de la completa separación de la Iglesia respecto del Estado, se ocultan en cambio cada día más ante la juventud.

De nuevo el aparato del Estado fue empleado a fondo por las clases dominantes para empujar la agricultura nacional por el camino más conveniente para sus intereses, por el camino del cultivo del café. La zona más adecuada para el cultivo cafetero resultó ser la faja horizontal central, de tierra muy fértil, de origen volcánico y de clima fresco en sus puntos altos, muy propicio para este arbusto. Pero esa faja era en donde más abundaban los Ejidos, como ya vimos, y esa forma de propiedad no era precisamente la más indicada para incrementar el costoso cultivo del café, que es de carácter permanente. Quién, en efecto, estaría dispuesto a plantar unos arbustos en tierra ajena, para esperar luego entro cuatro y cinco años por las primeras cosechas, escasas además por ser las primeras? Quién estaría dispuesto a realizar una costosa inversión en la plantación de cafetales en las tierras de los Ejidos, sin tener la seguridad de que no sería lanzado por el Municipio, tan sujeto a los vaivenes de las enconadas disputas entre los más grandes terratenientes de la localidad? Por otra parte, cómo incrementar con rapidez un cultivo que multiplicaría varias veces las necesidades de mano de obra, sin convertir previamente en jornaleros a los parceleros ejidales, que no estarían dispuestos a concurrir voluntariamente a sus fincas do café a devengar un miserable salario, mientras tuvieran cultivos propios que atender? Indiscutiblemente, pues, por el lado que se lo rnirara, los Ejidos habían llegado a estar en contraposición con los intereses de la clase dominante y su desaparecimiento se había convertido en una necesidad para ella. El proceso de liquidación do los Ejidos se aceleré entonces de hecho. En 1882 fue promulgada por el gobierno de Zaldivar la Ley de Extinción de Ejidos, pero ese proceso ya se había iniciado desde varios años atrás. La ley vinos consolidar la usurpación, a propiciar la definitiva desaparición de los Ejidos y el paso de sus tierras a manos de unas cuantas familias do ricos hacendados.

El gobierno impuso como condición para quienes obtuvieron en propiedad tierra de los Ejidos, que ella fuera sombrada con café. Fueron por esta razón liquidados no más pronto los Ejidos que comprendían tierra apropiadas para su cultivo. Los terrenos ejidales costeros permanecieron por mucho tiempo sin sor reclamados por nadie, pese a que la Ley daba grandes facilidades para ello. En la faja costera se encontraba también buena parte de los terrenos llamados “realengos” durante la colonia y baldíos después de la Independencia, que se consideraban de propiedad estatal. Una pequeña parte de los campesinos despojados de su tierra parcelaria o expulsados de los terrenos ejidales, se refugiaron en territorios de la faja costera, en donde tuvieron que realizar esfuerzos gigantescos para arrancar a la montaña pequeñas parcelas de tierra destronconada para labranza y esfuerzos todavía mayores, casi heroicos, para mantenerse bajo las inclemencias del clima, la abundante plaga do zancudos transmisores del paludismo y la ausencia casi completa de vías de comunicación.
El establecimiento del Registro de la Propiedad Raíz e Hipotecas en 1897, puso nuevos instrumentos en manos de los terratenientes para el despojo de los campesinos.

Todo el siglo pasado y comienzos del presente está empapado en la sangre campesina, derramada en el proceso brutal de formación del monopolio de la tierra en nuestro país. Quienes ocupaban un lugar destacado en el Gobierno Central o en el gobierno local, aprovechaban a fondo su posición para usar de la fuerza del Estado en el despojo de las masas rurales. No es casualidad que los apellidos de los más grandes latifundistas de la actualidad están vinculados a ex-Presidentes do la República, a ex- Ministros, a ex-Gobernadores o ex-Alcaldes. Si se revisa en las generaciones anteriores de las familias do los más grandes terratenientes en cada localidad, casi siempre toparemos con antepasados alcaldes, gobernadores, jueces, Ministros o Presidentes. Y eso no es, repetimos, ninguna casualidad, Es el mudo testimonio de la utilización durante más de un siglo del poder del Estado, de la fuerza pública, de las leyes, para despojar a las masas campesinas do su tierra. Constituye la silenciosa evidencia de que el monopolio que hoy pesa sobre la tierra en nuestro país es el producto do la usurpación respaldada por la fuerza pública.

La Revolución al realizar la Reforma Agraria no hará otra cosa que expropiar a los expropiadores.

( ) NOTA: Datos tomados del artículo “Estructura de Clases en El Salvador a fines de la Colonia, de J. Humberto Velásquez, publicado por 1ª Revista “La Universidad”, Número 1—2 correspondiente a enero y julio de 1960.

Planteamientos del PCS (segunda parte) Enero de 1966

NUESTRA POSICION ANTE LA RELIGION, Y EN PARTICULAR, ANTE LOS CATOLICOS

102. A los comunistas se nos acusa de ser enemigos jurados de la religión y se nos achaca que al llegar al poder desatamos la persecución contra las creencias religiosas y contra todos los que profesan una religión. Es realmente todo esto?

¡Será cierto! Las cosas son de otro modo. En primer lugar, es cierto que los comunistas no creemos en la existencia de Dios. Somos ateos. Pero también que llegar a establecer quién tiene la razón, si nosotros o, los creyentes religiosos, en cuanto a este problema de la existencia de Dios; es algo que solamente se conseguirá en un futuro muy lejano. Nosotros creemos firmemente que tenemos la razón y que si la sociedad fuera transformada revolucionariamente de modo que se construyera una nueva vida en la que todos tuvieran la posibilidad de recibir una educación científica y no sufrieran el rudo padecimiento de la explotación económica y la opresión política, se iría abriendo paso a una nueva concepción del mundo, y del Hombre, de sus orígenes y leyes de desarrollo que no reconoce misterios y no necesita de explicarse las causas de lo que ocurre y existe por la voluntad de seres sobrenaturales, como Dios. Los religiosos creen por su parte que son ellos quienes están en la razón y que nosotros seremos finalmente convencidos de la existencia de Dios.

Mientras tanto, religiosos y ateos pertenecemos al mismo pueblo, a las mismas clases sociales y sufrimos los mismos problemas económicos, sociales y políticos. Los comunistas pensamos, por consiguiente, que dejando en segundo lugar nuestra discusión acerca de si existe o no existe Dios, podemos y debemos hacer un esfuerzo por resolver los problemas que nos afectan por igual. Además, tenemos que, puesto que a nuestro entender, solamente se resolverá la disputa ideológica entre ateos y religiosos cuando la sociedad se haya transformado y se haya desarrollado plenamente sobre una nueva base, todo gobierno debe respetar y proteger la libertad religiosa más amplia, al igual que la libertad de no creer para aquellos que no poseemos fe religiosa. En ningún país gobernado por los comunistas se ha efectuado ni se efectúa persecución por motivos religiosos, lo que ha habido es otra cosa, muy distinta: han, sido castigados algunos religiosos y otros sin religión que conspiraban para lograr un regreso a la vida anterior, con el hambre, con la explotación, el atraso cultural y la mala salud cayendo
sobre el pueblo, que en mayoría sigue siendo creyente en muchos países gobernados por los comunistas.

La Iglesia Católica había venido manteniendo, bajo la dirección de Papa y Cardenales anteriores, vinculados o comprometidos con los intereses de grandes monopolios capitalistas internacionales o con las oligarquías internas de cada país, una lucha contra el comunismo y contra el ateismo, desaforadamente injusta.

Pero los tiempos cambian. Los oleajes de las luchas populares se fueron haciendo muy
altas en todo el mundo. En un conjunto de países se ha iniciado o se encuentra culminando la construcción del socialismo; en la Unión Soviética se da comienzo a la construcción de la sociedad comunista; y decenas de países se han liberado del colonialismo. La Iglesia Católica se ha visto, por la fuerza de los pueblos, en la necesidad de ocuparse de los problemas sociales y ha tenido que reconocer la existencia de una gran explotación sobre las masas trabajadoras, que formen la mayoría de la. Humanidad. En la lucha contra esa explotación, nos ha encontrado en todas partes a nosotros los comunistas, que estábamos luchando por una vida mejor, sin explotación, desde mucho untes que la Iglesia comenzara a preocuparse por el problema. Se le presentó por consiguiente una encrucijada: o bien variaba su línea reaccionaria para buscar el acercamiento de las masas trabajadoras y en ellas estamos los comunistas, pues la mayoría de nosotros somos trabajadores; o bien continuaba en sus posiciones conservadoras, defendiendo a los explotadores y cada vez más alejada de lo pueblos. El Concilio Ecuménico encaró este problema y lo resolvió así: la Iglesia no condena al comunismo, lucha contra los ateos pero no los condena. Mas aún, considera que es bueno que los católicos “mantengan un diálogo prudente con los ateos” para enfrentar los problemas comunes.

Es importante tener en cuenta que la Iglesia comenzó a comprender la necesidad de cambiar su línea solo cuando las luchas de los pueblos en todo el mundo entraron en una etapa aguda y generalizada y cuando llegaron a ser Papas y Cardenales, hombres procedentes del pueblo y no de la aristocracia millonaria. Pío XII, que fue un enconado anti-comunista, al mismo tiempo que encubría los nazi-fascistas, provenía de la aristocracia millonaria y monárquica de familia. Juan XXIII, que inició estos cambios en la línea de la Iglesia Católica procedía de una familia de campesinos.

103. En la América Latina, los obispados y cardenalatos continúan en manos de elementos vinculados a las ricas familias terratenientes o de elementos que educaron en el servicio incondicional de los explotadores, aunque provienen ellos mismos de capas populares. Por eso en el Concilio Ecuménico gran número de obispos latinoamericanos se alinearon con la minoría reaccionaria que quería una condena del comunismo y una lucha sin cuartel contra nosotros, tan deseada por los grandes terratenientes y multimillonarios de todo negocio, para mantener la actual estructura social. Sin embargo; en la América Latina también ha comenzado a menudear el caso de sacerdotes que, sin temores ni prejuicios, se han lanzado a la lucha por la liberación nacional y la revolución social, incluso al lado, de los comunistas.

Nosotros saludamos esos pasos adelante que ha dado la Iglesia Católica en su Concilio Ecuménico, aunque son todavía vacilantes e inconsecuentes. Saludamos esos progresos hacia la izquierda en la línea de la Iglesia, porque favorecen la unidad popular y contribuyen a la victoria de los pueblos en su lucha por una vida mejor.

104. Los comunistas estamos por el diálogo respetuoso y de altura que aconsejó a los católicos el Concilio Ecuménico. Estarnos en favor de la unidad de las masas católicas, para luchar por la transformación de la sociedad y para enfrentar la solución inmediata de los problemas que, aquejan a nuestro pueblo. Estamos en favor do la unión estrecha de todos los hombres y mujeres de nuestro pueblo: católicos, protestantes de todas las sectas y ateos, para luchar por la causa común. Estamos en favor de la libertad religiosa y, más ampliamente todavía, en favor de la plena libertad da pensamiento.

105. Quienes pregonan que los comunistas somos enemigos jurados de todo aquel que tiene religión, mienten pare lograr un propósito vital para los intereses explotadores que representan: evitar la unión de todo el pueblo, porque si pueblo se une, estarán contados los días de existencia para este infernal sistema social, en el que reina la miseria,.el hambre, la enfermedad, el desempleo, -el atraso cultural, la represión por motivos ideológicos, la garduña en el manejo de los recursos públicos, etc. Los propagandistas del anticomunismo utilizan el tema religioso para lograr la vieja fórmula que han empleado todos los explotadores: “divide y vencerás”. Los comunistas decimos a los católicos y a todos los creyentes de cualquiera otra religión’, que pertenecen a las clases sociales populares: “! Unámonos y Venceremos!”.

106. La mayoría de católicos y protestantes, los comunistas y demás ateos somos obreros, jornaleros agrícolas, campesinos, estudiantes, intelectuales, comerciantes, agricultores o comerciantes pequeños y medianos. Formamos el pueblo salvadoreño. Enfrentamos a enemigos comunas a todos: el imperialismo yanqui y la oligarquía interna. Que es lo que impida que nos unamos para derrotar esos enemigos. y construir un país distinto, donde podamos hacer una vida mejor? Antes se decía que los creyentes religiosos tenían prohibido relacionarse con nosotros los comunistas. Pero ahora los tiempos han cambiado. El Concilio Ecuménico rechazó las propuestas de una minoría do obispos recalcitrantes para condenar a el comunismo..No sólo se negó a condenarnos, sino que también aconsejó a los católicos un “diálogo prudente’ con nosotros. El Partido Comunista de El Salvador (PCS) saluda esa resolución del Concilio como una contribución constructiva a la unión de los pueblos en la lucha por sus anhelos. Nosotros llamamos a todos los católicos a ese “diálogo prudente” y a unir nuestra acción para resolver los problemas que sufre nuestro pueblo.

Los comunistas no estamos en contra da los católicos y demás creyentes religiosos, nosotros estamos en contra de los hambreadores y opresoras de nuestro pueblo, sean católicos, protestantes o ateos. O todos los demás, a todos los que sufren la explotación y la opresión, a todos los que quieran liberarse de ellas, nosotros les decimos: Tenemos problemas comunes, luchamos contra el mismo enemigo, perseguimos la misma causa, formamos el mismo pueblo y tenemos por tanto, el deber de unir nuestra fuerza y nuestra acción dejando en segundo lugar nuestras discrepancias religiosas. Nosotros somos ateos, pero respetamos vuestra creencia y fe. Podemos incluso discutir sobre eso, pero sin poner esa discusión en el primer lugar y sin abandonar la lucha por una vida mejor, a la que aspiramos todos.

108. La propaganda anticomunista pregona la división por motivos religiosos, porque esté al servicio de los opresores y explotadores imperialistas y oligarcas de este país. Pregonan la división porque saben que si el pueblo se une estarán contados los días para este injusto sistema social, en el que todo el pueblo trabaja duramente por unos cuantos centavos y un puñado de multimillonarios de aquí y monopolios extranjeros, se enriquecen incesantemente.

109.Los comunistas estamos favor de le unión de todo el pueblo salvadoreño, haciendo a un lado las diferencias religiosas, para librar con fuerza la batalla por un cambio social, que nos ofrezca la posibilidad de vivir sin hambre, sin desempleo, con buena salud, con trabajo bien remunerado, con educación y progreso social en general. Viva la unión de comunistas, católicos y protestantes un bien de la Patria y de las generaciones futuras!

NUESTRO POSICION ANTE LOS FUERZAS ARMADAS

110- Ahora se desarrolla una propaganda asegurando que ellas procedan del pueb1o. Y eso es una gran verdad. Los soldados y agentes de los cuerpos de seguridad se reclutan entre los jornaleros del campo y los trabajadores de las ciudades, lo mismo que entre los campesinos pobres y acomodados. Los oficiales proceden de las capas de campesinos acomodados o ricos, o de las capas medias de las ciudades. Solamente muy pocos tienen su origen en familias millonarias. No hay duda pues de que las Fuerzas Armadas proceden del pueblo. Pero entonces resulta más absurdo que, procediendo del pueblo, estén al servicio de explotadores y opresores. Para mantener al servicio de los explotadores y opresores a estos salvadoreños que integran las Fuerzas Armadas, se hace uso, entre otras cosas, del anti-comunismo. Se les inculca el temor y el odio contra los comunistas, pintándonos como enemigos jurados de todo lo militar. Se nos pinta como violadores de la moral, como enemigos de todo al que tiene creencia religiosa y su les dice que queremos quitarlo todo a todos, para darnos la gran vida con lo ajeno, etc. Se argumente sobre esta base que la misión de la Fuerza Armada es la de perseguirnos y abatirnos con las armas.
Pero no es difícil comprender que esos jornaleros, obreros, campesinos, elementos de las capas medias, vestidos de uniforme o al servicio de cuerpos secretos, no sirven a la Patria atacándonos a nosotros. Mientras las Fuerzas Armadas se hacen más anticomunistas y se preparan más pera luchar contra nosotros, el hambre, el desempleo, la miseria, la quiebra económica, la perdida de sus propiedades a manos de los prestamistas, la mala salud, el atraso total, los altos alquileres, el mesón, las barriadas de cartón y desperdicios, de latas o madera, etc., no sólo continúan presentes, sino que además aumentan sin cesar. Y también aumentan sin cesar las deudas de nuestro país con los EE.UU., la riqueza de los multimillonarios de aquí y los ingresos de monopolios norteamericanos. No esta claro que el anticomunismo es un procedimiento ideológico para hacer a los soldados y hombres de armas en general que defiendan a los explotadores y opresores del pueblo y luchen en contra de cambio social que ansían las clases sociales y las capas de donde ellos proceden? No esta claro que así las Fuerzas Armadas se extraen del pueblo para que luchen contra él?

Los comunistas no estamos en contra de las Fuerzas Armadas. Estamos en contra de este sistema social y luchamos por cambiarlo. Estamos en contra de quienes defienden este sistema social, pero al mismo tiempo comprendemos que la mayoría de esos defensores, entre los que se cuentan los miembros de la Fuerzas Armadas, no tienen razón para defender este sistema, porque proceden de un pueblo que lo sufre y ansía una vida mejor.

111. El Partido Comunista de El Salvador invita a todos los soldados y oficiales, a todos los agentes de los cuerpos de seguridad, a todos los salvadoreños que forman las Fuerzas Armadas, a meditar sobre su origen social, recordar las familias de donde proceden, las clases sociales de donde vienen, los problemas graves que confrontan esas clases y nuestro pueblo todo y al enjuiciar, teniendo en cuenta esta situación, el papel que ahora desempeñan al servicio de este sistema de explotación y opresión. Qué razón que no sea falsa, impide pues que los comunistas y los miembros de las Fuerzas Armada estemos en el mismo bando, si somos parte de nuestro pueblo, venimos de las filas de las masas trabajadoras y de las capas medias?

112. El soldado, el guardia, el policía, son jornaleros, obreros o pequeños agricultores. Los oficiales de las Fuerzas Armadas son elementos procedentes de familias de las capas medias. Quienes explotan a los jornaleros, a pequeños agricultores, a los obreros y a las capas medias, son los grandes terratenientes, los multimillonarios que forman la oligarquía nacional y 1o imperialistas norteamericanos, responsables de los malos precios de los productos nacionales de exportación (café y algodón). Pero son estos mismos grandes terratenientes, oligarcas e imperialistas yanquis, quienes más pregonan y a quienes más conviene el anticomunismo.
Por qué entonces tiene que estar la Fuerza Armada obligada a defender a estos explotadores del pueblo salvadoreño? Por qué tiene la Fuerza Armada que ser anticomunista, si los comunistas luchamos por poner fina semejante explotación, por transformar la sociedad y asegurar a los jornaleros, a los obreros, a los pequeños y medianos agricultores, a las capas medias en general, una vida mejor? Anticomunismo es lo mismo que defensa del actual sistema social, en el cual se enriquecen unos cuantos mientras se empobrece, se enferma, se mantiene sin educación, se oprime, se hambrea a la inmensa mayoría del pueblo.

113. La Fuerza armada procede del seno del pueblo, pero eso no basta. Es necesario también que defiende a ese pueblo de donde procede y se niegue a servir a quines lo explotan. El anti-comunismo es un truco ideológico que sirve para mantener a la Fuerza Armada en contra de pueblo de donde procede.

114. La oficialidad de las Fuerzas Armadas ya ha comprobado por su propia experiencia la insolente intromisión de los EE.UU. en la conducción de los asuntos militares en nuestro país. La Misión Militar norteamericana opera en muchos aspectos como un verdadero Estado Mayor, por encima del Estado Mayor salvadoreño. Con frecuencia oficiales y hasta Sargentos norteamericanos, aparecen impartiendo órdenes a oficiales salvadoreños de grado superior.

115. La intromisión militar yanqui constituye un esfuerzo práctico encaminado a convertir a las Fuerzas Armadas salvadoreñas en un ejército de ocupación, al servicio de los EE.UU. En gran parte ese objetivo ya ha sido conseguido. He aquí dos hechos que prueban suficientemente lo que estamos diciendo:

i) Toda la razón de ser y el centro de todos los planes de desarro1lo de las Fuerzas Armadas nacionales, ha pasado a ser el anti-comunismo. Ha llegado a ser tan absorbente esa posición, que ahora todo se justifica en nombre de la necesidad de prepararnos para combatir al comunismo.
Bajo la presión de los militares yanquis, en 1966 se rompió con la tradicional y positiva actitud de nuestro país de no formar bloques militares en Centroamérica. Tales bloques están siempre orientados a intervenir en los asuntos internos de los pueblos del Istmo y en otros países latinoamericanos y del mundo. Ahora con todo descaro se ha anunciado que el llamado Ejército Centroamericano, en el cual se ha comprometido El Salvador, está destinado a intervenir en cualquier país para impedir el triunfo del comunismo.

Nadie mejer que los propios oficiales saben que ese llamado Ejército Centroamericano no es otra cosa que la realización de un antiguo proyecto yanqui para contar en esta zona con una fuerza a su servicio, con la cual intervenir en defensa de sus intereses imperialistas y en contra de los pueblos, tal como se hizo en Santo Domingo.

116. Entre los oficiales salvadoreños han comenzado a perfilarse las corrientes nacionalistas, unes más consecuentes y democráticas que otras, que constituyen una expresión de resistencia al intento de los imperialistas de ocupar nuestros países con sus propios ejércitos puestos al servicio suyo. El Partido Comunista de El Salvador (PCS), pese al anticomunismo de estos oficiales nacionalistas, apoya y aplaude su posición y esté seguro que la Historia demostrara que esa es la posición correcta y patriótica. También demostrará la Historia que los comunistas somos patriotas de primera fila y que el anticomunismo propalado por los militaras yanquis, es una treta para conseguir la supeditación de la Fuerza Armada a sus designios.

117. La intromisión militar yanqui en nuestro país sofoca su desarrollo democrático. La Misión Militar norteamericana envenena el pensamiento de la oficialidad con el anti-comunismo y lo hace ver fantasmas rojos por todas partes, instigándola para imponer al Estado una línea de gobierno reaccionaria y represiva.

La Agencia Central de Inteligencia (CIA) ha corrompido a numerosos oficiales al reclutarlos para servir bajo sus órdenes mediante el pago de un sobresueldo en dólares. Así, las Fuerzas Armadas de El Salvador han sido minadas de agentes al servicio de una potencia extranjera que las imponen el rumbo considerado mejor por ella a la política interna e internacional de nuestro país. La amenaza constante de castigar con el golpe de Estado a los que rehúsan aplicar la línea trazada por el Pentágono yanqui la aseguran los agentes de la CIA en los distintos cuerpos armados y los oficiales independientes y nacionalistas se encuentran bloqueados y vigilados. Poner fin a la intromisión militar norteamericana ha pasado a ser una cuestión clave para abrirle paso a la democratización del país y preservar la independencia nacional.

SOBRE EL MERCADO COMUN Y LA INTEGRACION ECONOMICA CENTROAMERICANA

118. El Mercado Común Centroamericano es una buena cosa, pero deben aprovecharlo los centroamericanos y no los monopolios extranjeros. El Partido Comunista de El Salvador (PCS) esta en favor de una nueva orientación para la política que se sigue en la formación del mercado común y la integración centroamericana. Los comunistas estamos en favor de que se proteja al capital centroamericano, de que se dé facilidades y apoyo a los pequeños y medianos industriales y comerciantes, para que también puedan aprovechar las buenas condiciones de un mercado más grande.

119. El Partido Comunista de El Salvador (PCS), esta en favor de que grandes recursos naturales centroamericanos sean explotados por los propios centroamericanos y no se entreguen a los monopolios extranjeros. Centroamérica tiene capacidad para desarrollar su propia industria petrolera, su propia industria siderúrgica (fundición de acero), su propia industria. Metalúrgica, su propia industria química pesada, sus propios astilleros, etc. Las poquísimas inversiones que ahora se hacen en estas ramas de la producción pertenecen primordialmente a monopolios norteamericanos, europeos o japoneses. Se trata de las ramas más importantes de la economía de los países y quien tiene control de ellas, controla todo lo demás.
El pretexto que se invoca para entregar a monopolios extranjeros estos renglones, en el que no hay capitales centroamericanos suficientes para montar esas grandes empresas. Los comunistas salvadoreños creemos que sí existen esos capitales y además que pueden obtenerse muchos recursos nuevos ampliando el comercio con los países socialistas y obteniendo así mayores ingresos a cambio de nuestras exportaciones, lo mismo que ampliando las relaciones económicas en general al campo socialista y a todos los países europeos y asiáticos con los que ahora no existen, para obtener préstamos baratos y sin condiciones políticas, ayuda técnica incondicional y cooperación activa para las ramas de la industria pesada centroamericana en manos centroamericanas.
Ahora solamente se obtienen préstamos en los EE.UU. y. traen precisamente la condición de que nada más se inviertan en carreteras, viviendas, servicios públicos en general, además de las condiciones políticas que van eliminando poco a poco nuestra independencia. Los comunistas creemos que incluso se puede seguir .contratando préstamos en los EE.UU., pero sin admitir condiciones lesivas y para ser invertidos conforme a planes elaborados por centroamericanos de acuerdo al interés centroamericano. Este interés reclama la construcción de las grandes empresas de la industria pesada, que son indispensables para asegurar una independencia económica de verdad.

123. Ahora se monta en Centroamérica una industria no sólo penetrada por capital extranjero imperialista, sino que también sin el respaldo de una industria pesada centroamericana que la abastezca de los materiales, las herramientas, las máquinas, los repuestos necesarios. Aquí solamente se instalan fábricas para mezclar, para ensamblar o envasar. La industria pesada y hasta las empresas claves de la industria liviana, se encuentran en los EE.UU., en Alemania o Japón. Cuando no convenga a los monopolios de esos países, las fábricas instaladas aquí, pueden dejar de producir, con sólo negarse a abastecerlas. Por te camino Centroamérica esté perdiendo más y más su independencia económica y política y va cayendo bajo el chantaje imperialista.
Con esa línea impuesta a nuestra industrialización, los imperialistas calculan poder bloquearnos y rendirnos por la paralización de la economía., el día que nuestros pueblos quieran seguir un camino propio .y se decidan o resolver revolucionariamente los seculares problemas sociales que los agobian. Esa es la espada que estén colgando sobre la cabeza de Centroamérica. Los comunistas llamamos por eso a todos los centroamericanos patriotas, obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales, profesionales y técnicos, capitalistas pequeños, medianos y hasta aquellos grandes con sentimientos patrióticos, a la lucha por una industria pasada centroamericana y por una industrialización orientada con criterio de independencia y patriotismo.
Exijamos un plan de desarrollo industrial centroamericano que garantice el interés centroamericano y asegure el fortalecimiento de la independencia económica y política de Centroamérica.

121. El Mercado Común y la Integración Económica centroamericanos pueden ser formidables palancas para alcanzar la independencia económica de nuestros países, promover un acelerado desarrollo económico y elevar el nivel de vida material y cultural de nuestros pueblos, a condición de que se elimine la penetración del capital monopolista yanqui y se realice una reforma agraria profunda en todo el Istmo. El timón del mercomún y la integración esté ahora en Washington, traigámoslo a Centroamérica. La acción unida de los pueblos centroamericanos puede corregir el rumbo y asegurar un movimiento integracionista al servicio de nuestra independencia y de la transformación de nuestro sistema social atrasado e injusto.

122. Los trabajadores centroamericanos deben coordinar sus esfuerzos y unir su acción por salarios más altos, legislación laboral avanzada, libertad sindical y política plenas. Los trabajadores centroamericanos deben unir su acción en la lucha por los cambios sociales, en la brega por una vida mejor.

123. Es de interés vital para los obreros, los campesinos y los comerciantes e industriales pequeños y medianos, que en toda Centroamérica se realice una profunda y democrática Reforma Agraria, que elimine el latifundio y ponga la tierra en manos de quienes la trabajan. La Reforma Agraria daría gran poder comprador a las masas populares de toda la región y significaría un gran impulso para el desarrollo industrial y comercial. El Partido Comunista de El Salvador (PC5) esté en favor de la unidad de acción de los movimientos obreros, campesinos y democráticos centroamericanos en la lucha por la Reforma Agraria en todo el Istmo.

124. El Partido Comunista de El Salvador esté en favor de la completa libertad de tránsito para los centroamericanos por toda Centroamérica. Ese libre tránsito no sólo será un factor do apoyo al desarrollo económico, sino también una vía mucho más práctica y efectiva que miles de declaraciones románticas, para estrechar los vínculos entre nuestros pueblos y para fortalecer sus luchas por su causa común.

125. El. Partido Comunista de El Salvador (PCS) esta en favor de un amplio entendimiento y una activa unidad de acción entre todas las fuerzas democráticas y antiimperialistas de Centroamérica. De hecho tenemos enemigos comunes y objetivos similares. La reacción centroamericana, por su .parte, ya se han unificado y ya actúan coordinadamente bajo la batuta del imperialismo yanqui. ! Viva la unidad de las fuerzas revolucionarias, democráticas y anti-imperialistas toda de toda Centroamérica.

NUESTRA POSICION FRENTE A LA DEMOCRACIA

126. Se nos acusa a los comunistas de ser enemigos de la democracia y a los comunistas salvadoreños, en particular, de luchar para destruir la democracia en nuestro país. Más aún, la Constitución, la Ley Electoral, el Código Penal, el Código de Instrucción Criminal, prohíben y castigan la difusión de “las doctrinas anárquicas y contrarias a la democracia”, entre las que se sitúa arbitrariamente a la nuestra.
Para orientarse en el examen de esta acusación contra los comunistas hay que partir de esta cuestión: Se nos acusa de querer destruir la democracia en El Salvador, pero realmente hay democracia en nuestro país? Nosotros sostenemos que no la hay y que, por tanto, es absurdo que se nos acuse de querer destruirla. He aquí algunas razones en las que basamos nuestra afirmación:

a) La Constitución establece el derecho a la libre asociación, pero de y por medio de algunas leyes, se prohíbe la organización de los trabajadores del campo y se mantiene un costoso aparato represivo para controlar, vigilar y aterrorizar a las masas rurales, con el objeto de impedir que se asocien para la defensa do sus intereses.
La población rural, conforme al censo de 1961, forma las dos terceras partes de toda la población del país.
b) La Constitución establece el derecho a la inviolabilidad del domici1io. Sin embargo, tanto por disposiciones de la Ley Agraria, como de hecho, la Guardia Nacional y demás cuerpos represivos, irrumpen diariamente en decenas de viviendas rurales sin orden de juez. Igualmente, sin orden de juez, la policía, la guardia y otros cuerpos, allanan los domicilios de cientos de ciudadanos democráticos durante las represiones políticas que frecuentemente se realizan.
c) La Constitución prohíbe los castigos corporales y la prisión por deudas, pero en el campo son procedimientos predilectos do la Guardia y demás cuerpos represivos: las “colgadas”, la flagelación, los planazos de machete, las torturas con capucha, los puñetazos y patadas. En las ciudades, el procedimiento principal de la policía, tanto para la investigación de delitos comunes, como para la represión política consiste en la tortura, cuyas modalidades, con la capucha en primer lugar, son ampliamente conocidas por nuestro pueblo.
Por otra parte, en el campo los terratenientes y todos los ricos, tienen el privilegio de poder mandar presos, simplemente bajo su palabra, a cualquier persona. Este procedimiento se utiliza ampliamente pera hacer pagar las deudas aunque la Constitución prohíba la prisión por deudas. Estos procedimientos de apremio sobre los deudores se utilizan con frecuencia, aunque en menor grado también en las ciudades, principalmente en las pequeñas poblaciones del interior del país.
ch) La Constitución establece que toda persona tiene derecho a ser oída y vencida en juicio y que nadie puede ser castigado sin previa sentencia judicial. Realmente en lo que se refiere a la población rural esa disposición es simplemente un adorno. La Guardia Nacional castiga a diestra y siniestra incluso con la muerte. Eso es de sobra conocido.
Los opositores al gobierno, especialmente los elementos de izquierda y nosotros los comunistas, somos permanentes victimas de toda clase de castigos sin previo juicio y sentencia: se nos captura sin orden judicial, se nos mantiene en secuestro sin presentarnos ante juez competente durante meses, se nos tortura en la Guardia o la Policía, se nos hace la guerra económica presionando para que se nos despida de todo empleo, se nos calumnia y denigra constantemente, se nos expulsa del país, pese a que la Constitución prohíbe el exilio, etc.

d) La Constitución establece la libertad para organizar partidos políticos. Pero de hecho solamente so tolera la formación de partidos que representan a los intereses de clases minoritarias de nuestra sociedad. El Partido Comunista y otros partidos que representan los intereses de los trabajadores, de los campesinos, de la intelectualidad, de las capas medias, o bien son mantenidos en la arbitraria ilegalidad (como es el caso nuestro), o bien se les obstruye y hace imposible de obtener su inscripción legal, con el sarcástico pretexto de defender la democracia.
e) La Constitución establece el derecho a la libre emisión del pensamiento. Pero solamente pueden difundir sin trabas su pensamiento los reaccionarios, que defienden el actual sistema social, injusto para la gran mayoría de nuestro pueblo. Tienen libertad para expresarse y difundir sus ideas los dueños de periódicos, radiodifusoras y estaciones de televisión y todos los elementos de la minoritaria clase dominante y sus propagandistas. Tienen derecho a expresarse libremente los propagandistas nacionales y extranjeros a sueldo del imperialismo, al que le cantan loas y lo cubren de elogios al mismo tiempo que cubren de calumnias y deforman la imagen de todos los antiimperialistas y revolucionarios, especialmente de nosotros los comunistas. Para todos los que no defienden el sistema actual y la sumisión al imperialismo norteamericano, están cerradas las páginas de la prensa y si queremos opinar, debemos hacerlo en franca lucha con la policía y mediante un arriesgado esfuerzo para
imprimir y divulgar clandestinamente nuestra palabra.
f) La Constitución establece el sufragio universal come medio de dar origen al gobierno de la República, pero, habrá en nuestro país alguien que pueda sostener con seriedad que ha sido el sufragio universal la fuente de nuestros gobiernos? La misma Constitución que manda eso es cambiada con frecuencia para ajustarla a las conveniencias de cada camarilla de golpistas que asalta el poder, en cuanto tienen la impresión de que esta avanzando la conciencia popular democrática y peligra el dominio de la minoría explotadora y pro-imperialista.
g) La Constitución establece el recurso de Exhibición Personal para amparar la libertad de toda persona privada injustamente de ella. Pero, hay un solo caso que pueda citarse en los quince últimos años, para no extendernos más, algún preso político, de los miles que en este período ha habido, en cuyo caso la Exhibición Personal haya sido un procedimiento eficaz para recobrar la libertad? Se puede citar un solo caso en el que la Corte Suprema de Justicia haya defendido este recurso de Exhibición Personal, de la descarada burla que de el hace la policía y demás cuerpos represivos, cada vez que es invocado en favor de un perseguido político? Más todavía, se recuerda el caso de alguna Corte Suprema de Justicia realmente independiente del Poder Ejecutivo, como lo manda la Constitución, que no haya sido un fiel lacayo del Presidente la República?
La Constitución no puede realmente mandar nada, aunque contenga en su texto toda la lista de derechos y libertades democráticas, porque sencillamente nadie que tenga poder garantiza su existencia y ella puedo ser cambiada, cuestionada vuelta a promulgar, corregida, aumentada, reducida, maltratada, etc., según la conveniencia de las minorías que detentan el poder.
¡NO! , los comunistas no somos perseguidos por tratar de destruir esta destruida y burlada democracia salvadoreña! Los comunistas somos perseguidos precisamente por lo contrario, por luchar en defensa de los derechos democráticos, en defensa de las libertades públicas, por hacer uso de esos derechos y esas libertades contra la voluntad de las poderosas minorías gobernantes y del imperialismo yanqui. Somos perseguidos en nombre de la democracia por quienes aplastan y niegan la democracia.

127. No habrá democracia en El Salvador mientras se mantenga en la ilegalidad a los partidos de izquierda y mientras se mantenga en la ilegalidad al Partido Comunista de El Salvador (PCS).

128. No habrá democracia en El Salvador mientras no sea efectiva la plena libertad de emisión del pensamiento y mientras no se ponga fin a la persecución policial por motivos ideológicos.
129. No habrá democracia en El Salvador mientras no se reconozca el derecho de los trabajadores agrícolas a organizarse libremente en Sindicatos.

130. No habrá democracia en El Salvador mientras no se garantice plenamente el derecho a organizar partidos políticos, sin cortapisas do ninguna clase.

l3l. No habrá democracia en El Salvador mientras no se garantice plenamente el derecho de huelga para los trabajadores de la ciudad y del campo y se ponga fin a la intromisión del Ministerio de Trabajo en los sindicatos.

132. No habrá democracia en El Salvador mientras no se garantice plenamente la educación científica superior y se ponga fin a la hostilidad contra Universidad Nacional.

133. No habrá democracia en El Salvador, mientras el poder no esté en manos del pueblo salvadoreño y no se ponga fin al dominio de la minoría, que esta al servicio de los intereses de los multimillonarios nacionales y de los imperialistas yanquis.

134. No habrá democracia en El Salvador mientras las Fuerzas Armadas al servicio del puñado de grandes terratenientes, grandes exportadores e importadores, banqueros y grandes negociantes en general, y mientras estén bajo control y dirección del Pentágono norteamericano. La democracia salvadoreña necesita unas Fuerzas Armadas al servicio de la nación y defensores de la Independencia patria.

135. No habrá democracia en El Salvador mientras la Misión Militar yanqui controle y dirija a las Fuerzas Armadas salvadoreñas, mientras la Policía; la Guardia y demás cuerpos de seguridad, estén bajo la dirección de recalcitrantes reaccionarios al servicio de la Agencia Central de Inteligencia y del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos.

136. No habrá democracia en El Salvador mientras la inmensa mayoría del pueblo no tenga propiedad y mientras la tierra, los bancos, los transportes, el gran comercio y la gran industria, estén en manos de un puñado de multimillonarios salvadoreños y de monopolios extranjeros.
137. No habrá democracia en El Salvador mientras se encuentre vigente la ley anticomunista. La ley anticomunista es un instrumento del imperialismo y de la reacción interna para impedir la democratización del país. ! La ley anticomunista debe derogarse!!

138. La Ley Anticomunista viola el derecho a huelga, el derecho a la libre expresión del pensamiento, la libertad de asociación, la libertad de reunión, la libertad de cátedra, y atenta contra la seguridad personal de todo los ciudadanos desafectos al Gobierno. Todo opositor al régimen esta bajo la amenaza que se emplee en su contra la Ley Anticomunista.
.
139. El Salvador necesita un cambio! !Debe terminar el sufrimiento en que vive la mayoría de nuestro pueblo! El Salvador necesita un gobierno que haga una Reforma Agraria, que establezca relaciones económicas y diplomáticas con todos los países del mundo, que defienda la soberanía nacional y ponga fin a la intromisión yanqui, que nacionalice la Banca, los ferrocarriles, los puertos, la producción y distribución de electricidad; que emprenda una industrialización con orientación nacionalista; que democratice la vida político, reformando toda la legislación para eliminar las trabas y prohibiciones antidemocráticas y para ampliar los derechos y libertades ciudadanas y laborales a los más elevados niveles democráticos; que mantenga una política exterior do amistad con todas las naciones y defienda la coexistencia pacífica entra los Estados de distinto régimen social y el derecho a la no intervención y la autodeterminación de los pueblos.
140. El Salvador necesita un gobierno en el que estén representadas la clase trabajadora, los pequeños y medianos propietarios de la ciudad y el campo, la intelectualidad democrática.. El Salvador necesita un gobierno así, que transforme su sistema social, que emprenda los cambios revolucionarios para hacer del nuestro un país que pertenece a su pueblo y no a un puñado de millonarios criollos y de monopolios extranjeros. Sólo un gobierno como este puede realmente ser democrático.

QUE POSICION TIENEN LOS DEMAS PARTIDOS FRENTE A LA DEMOCRACIA Y A LA SITUACION DE DEPENDENCIA DE NUESTRO PAIS?

l4l. Los partidos (tales o cuales) deben definir claramente su posición ante la Reforma Agraria, ante las relaciones económicas y diplomáticas con todos los países, incluyendo al campo socialista; deben definir su posición ante la llamada ‘Ley anticomunista”, ante las restricciones antidemocráticas de la Ley Electoral; deben definirse frente a las medidas yanquis contra el precio del algodón y ante la política del gobierno actual de endeudar interminablemente al país con los EE.UU. comprometiéndose a apoyar su política intervencionista en la América Latina. En suma, los partidos (tales o cuales) deben definirse ante la Democracia.
142. Cuál es la posición de los partidos (tales o cuales) y de sus candidatos en relación con la presencia y actividades de la Misión Militar de los EE.UU. y de los agentes de la CIA en nuestro país? Qué opinan acerca del Estado Mayor Centroamericano, del Consejo de Defensa Centroamericano y del control y dirección que en esos organismos tiene el Estado Mayor Conjunto de los EE.UU.?
Qué opinan acerca de las frecuentes reuniones de los Ministros del Interior, Jefes de Policía y de Migración de Centroamérica con delegados del gobierno yanqui para acordar medidas de control y represión en todos estos países? Qué opinan de la existencia de la llamada Policía Centroamericana? Qué opinan de el derecho a la autodeterminación de los pueblos y el derecho a la no intervención? Qué opinan acerca de la intervención militar yanqui en la República Dominicana y del papel de encubridor y cómplice do ese bárbaro crimen que fue a sostener el gobierno de Rivera en la llamada Comisión de Paz, que estuvo haciendo arreglos en Santo Domingo y luego en la Conferencia de Río de Janeiro? Cual es la política exterior que esos partidos y candidatos creen que sería la mejor para nuestro país?
143. Que opinan los partidos (tales o cuales) de la Ley Anticomunista?
144. Los municipios deben dejar de ser un instrumento del oficialismo. Hay que arrancar los municipios de las manos del gobierno y transformarlos en instrumentos de la voluntad popular. Cómo enfocan este problema los partidos
(tales o cuales)?
145. Qué opinan los partidos (tales o cuales) y sus candidatos a Alcaldes sobre el problema de las vendedoras ambulantes? Continuará la persecución contra las vendedoras ambulantes?
146 – ! Libertad para los presos políticos! !Libertad para los sindicalistas presos! Qué opinan los partidos (tales o cuales) de la represión contra la izquierda y contra el movimiento sindical independiente?

SOBRE LAS VENDEDORAS AMBULANTES

147. El problema de las vendedoras ambulantes no se resuelvo con hacer Mercados. Este problema refleja la falta de empleos suficientes para toda la población en edad de trabajo y de empleos con un salario suficiente. El problema de las vendedoras ambulantes solamente se resolverá cuando se haga la Reforma Agraria, se industrialice al país con una orientación patriótica, se elimine el dominio de la oligarquía de los 14 grandes y de los monopolios yanquis, se realicen todas las demás reformas sociales. Por eso el Partido Comunista El Salvador sostiene que debe cesar la persecución a las vendedoras ambulantes, que debe garantizarse a estas mujeres su derecho a ganarse la vida con su trabajo. Los pretextos de ornato de la ciudad y de la inconveniencia para el turismo, no pasan de superficiales argumentaciones que, más que justificar la represión contra estas trabajadoras constituyen un insulto a la dignidad humana! Basta de maltratar a las vendedoras ambulantes! !Respeto absoluto a su derecho a ganarse la vida trabajando.honradamente!

EL PARTIDO COMUNISTA DE ÉL SALVADOR (PCS)

148. EL Partido Comunista de El Salvador (PCS) cumplió 35 años de existencia en marzo de 1965. Antes de cumplir dos años de fundado soportó una feroz masacre que segó la vida de más de treinta mil trabajadores, hombres y mujeres del pueblo en general. Sus 33 años siguientes están repletos de persecuciones, expatriaciones, encarcelamientos, torturas, etc., en contra suya. Y sin embargo, nuestro Partido no sólo subsiste, sino que crece y se desarrolla. Cuál es la causa de la indestructibilidad de este Partido? Por más que los propagandistas del anticomunismo retuerzan las cosas, la respuesta a esta pregunta no puede ser otra que la siguiente: los comunistas provenimos de la entraña de nuestro pueblo y el pueblo procrea comunistas incesantemente.

Somos hijos del pueblo salvadoreño, somos eJ. Partido de los trabajadores salvadoreños, y hemos asumido plenamente nuestro deber revolucionario ante nuestro pueblo, el pueblo salvadoreño. Porque somos sus hijos y hemos asumido esa responsabilidad, él nos protege y nos apoya. El Partido Comunista es indestructible.

La rudeza de los enemigos, aunque no la buscamos ni deseamos, en realidad nos ayuda, puesto que nos templa y depura nuestras filas de aquellos que no son capaces de mantenerse en pie en medio de la tormenta, libres de corrupción y de vacilaciones.

149. El Partido Comunista de El Salvador (PCS) cumplió 35 años de existencia en marzo de 1965, durante los cuales ha sufrido una atroz masacre que segó la vida de más de treinta mil patriotas y una permanente persecución, abundante en secuestros y torturas policiales, en exilios y enjuiciamientos amañados en contra de sus miembros. Pero el PCS sigue en pie y además crece, se desarrolla y ensancha su prestigio entre todo el pueblo.
Cuál de todos los movimientos anticomunistas ha mostrado tanta vitalidad política? Cuál de los gobiernos anticomunistas salió de su cargo cubierto de gloria, rodeado del cariño de su pueblo? Cuál de los gobernantes anticomunistas no dejó su cargo condenado y maldecido por nuestro pueblo? Cual de todos ellos puede mostrar siquiera la mitad de la honradez, del espíritu de sacrificio que hemos demostrado poseer los comunistas?

EN LO INTERNACIONAL

150. Al mismo tiempo que somos patriotas y precisamente por ello, los comunistas somos internacionalistas.
La clase obrera de todas partes, los pueblos de todos los confines, tienen nuestros mismos objetivos, enfrentan los mismos enemigos, luchan por las mismas aspiraciones a una vida mejor. Los explotadores y reaccionarios por su parte, acoplan internacionalmente sus golpes contra los pueblos. De todo esto puedo cualquiera enterarse por la simple lectura de los diarios.

Los imperialistas norteamericanos han asumido el papel de policía mundial y golpean con su garrote lo mismo a Vietnam que a la República Dominicana. Por eso la lucha de los vietnamitas y de los dominicanos, como la de todos los que de una otra forma combaten al imperialismo, nos ayuda a nosotros los salvadoreños, que soportamos un sistema social que mantiene en la miseria y el hambre a la inmensa mayoría y tenemos enfrente también al imperialismo yanqui que se opone a nuestra necesidad vital de hacer una profunda revolución social, que resuelva nuestro graves problemas.

Quienes no comprendan el carácter internacional de la lucha de los pueblos y no miran la causa de la liberación nacional de los salvadoreños como parte de la causa de toda la Humanidad trabajadora y progresista, quienes no miren la lucha de nuestro pueblo por la transformación social como una contribución a la lucha de todos los pueblos; de hecho fortalecen las posiciones del imperialismo y debilitan la causa del pueblo salvadoreño.

Pero la propaganda anticomunista trata de tergiversar esta posición internacionalista, presentándonos como agentes de potencias extranjeras. Nosotros estemos en un mismo bando con los soviéticos, con los cubanos, con los pueblos de todos los países socialistas, que están construyendo la nueva vida y asestando con ello go1pes demoledores al imperialismo. Nosotros estamos en el mismo bando que todos los pueblos contra el imperialismo, en el bando de la revolución mundial contra el bando de la reacción, el colonialismo, la contrarrevolución, y la explotación mundial. Esto es lo que hace rabiar a los anticomunistas y por eso nos calumnian.
l5l. ! Fuera yanquis de Vietnam! !Viva el pueblo norteamericano que repudia la agresión imperialista a Vietnam!
152 – ! Los imperialistas yanquis serán derrotados en Vietnam! !El Viet Cong levanta la bandera de todos los pueblos oprimidos y explotados por el imperialismo! 1 Viva el Viet Cong!
153 – Los imperialistas yanquis tienen en Vietnam super-fortaleza para bombardear, portaaviones y una flota entera de buques de guerra, tienen allí miles de helicópteros, más de ciento noventa mil soldados armados hasta los dientes con equipos modernísimos; tienen allí grandes bases de la aviación militar con miles de bombarderos y cazas supersónicos; esta gastando allí para sostener su guerra de agresión, más de 30 millones de dólares diarios, !pero les falta algol No tienen a su favor, sino resueltamente en su contra, al heroico pueblo vietnamita y, por eso están perdiendo la guerra y serán derrotados, pese a que el Viet Cong no cuenta con armamento moderno ni abundante.

154! Viva el pueblo norteamericano, que está despertando a la lucha antiimperialista! El Partido Comunista de El Salvador saluda al pueblo de los EE.UU. y llama a todo el pueblo salvadoreño a expresarle su apoyo.

155. En América Latina crece la lucha contra el imperialismo y por la revolución social: En Venezuela, Guatemala, Colombia y Perú, el pueblo ha tomado las armas para arrancar el poder de manos de la oligarquía y los agentes de1 imperialismo. En Uruguay y Chile se agiganta la lucha callejera de masas, huelgas de los trabajadores y el movimiento de la intelectualidad democrática, en Panamá arrecia la lucha de los estudiantes; en Nicaragua crece la organización de los obreros y campesinos, con la reciente formación de una gran federación de asalariados agrícolas.; en Honduras, la resistencia popular ha impedido al gobierno aplastar al movimiento obrero que recientemente sostuvo en Tegucigalpa une valiente huelga; en El Salvador crece orgánicamente el movimiento obrero, se intensifica la lucha de los estudiantes, se agrupan las fuerzas políticas en torno, de programas partidistas más inclinados a la izquierda; en Bolivia, el gobierno gorila,,y pro yanqui ha recurrido a la masacre contra los mineros, pero no ha conseguido doblegar su resistencia.; en Paraguay sigue adelante la lucha contra la tiranía fascista pro yanqui de Stroessner; en Ecuador surge el movimiento popular y revolucionario con nueva fuerza después de los reveses sufridos en 1963 con la represión desatada por los gorilas que asaltaron el poder; en Brasil fue derrotado rotundamente en las urnas electorales el llamado gobierno “revolucionario” de Castello Branco, gobierno de gorilas peleles de Washington, obligándolo a quitarse la careta al prohibir las elecciones presidenciales para no enfrentar otra derrota segura.

En los propios EE.UU. el pueblo está despertando a la lucha contra la agresión a Vietnam y la política guerrerista del imperialismo en todo el mundo, y ha arreciado su esfuerzo en contra de la discriminación racial.

Los comunistas estamos en las filas delanteras de todos estos combates, cumpliendo con nuestro deber ante los pueblos, de cuyas entrañas provenimos.

156! Viva el pueblo guatemalteco! !Abajo la tiranía gorila de Peralta Azurdia! El pueblo salvadoreño mira la valiente lucia de los guerrilleros guatemaltecos de las” Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), como suya propia. El Partido Comunista de El Salvador apoya la lucha de las FAR.
157. El Salvador defendió el principio de la no intervención, y el derecho a la autodeterminación de los pueblos en la Conferencie de La Habana en 1929. Pero esa gloriosa tradición de la política internacional de nuestro país ha sido lanzada por la borda por el gobierno actual. Los comunistas nos mantenemos firmes y no claudicamos ante el imperialismo, defendiendo nuestra honrosa tradición nacional. Estamos en favor de la no intervención., estamos en favor de la autodeterminación de los pueblos.

158 — En la República Dominicana el imperialismo yanqui botó su máscara, se mostró como lo que es: el enemigo principal de los pueblos latinoamericanos.
159. ¡Fuera yanquis de la República Dominicana! ¡Viva la gran unidad de los patriotas dominicanos y su heroica decisión de lanzar de su patria al invasor yanqui!
160. En la República Dominicana los comunistas demostraron al lado de quien están: mientras los imperialistas yanquis invadían su patria y pisoteaban al derecho de su pueblo a decidir libremente su destino, los comunistas luchaban junto a todos los patriotas de distintas tendencias políticas por restablecer la institucionalizad y por defender la independencia nacional. Muchos de los que honradamente se habían hecho eco de la propaganda anticomunista aprendieron por la irrefutable y dura lección de la vida, que los imperialistas yanquis, sumos sacerdotes del anticomunismo, son al mismo tiempo los peores enemigos de su pueblo; mientras que los comunistas son patriotas de primera fila, dispuestos a morir por la libertad y la independencia nacional, por la democracia y el progreso social.
Ahora en la República Dominicana hay un gran frente unido formado por todos los patriotas de verdad. La Historia demuestra dónde esté el lugar de los comunistas y dónde el de los anticomunistas.
l6l. El odio y la furiosa campaña de propaganda contra la Revolución Cubana tienen una explicación:
En Cuba se hizo la Reforma Agraria que puso fin al dominio de los terratenientes y dio lo tierra a quienes la trabajan; se puso fin al Analfabetismo en un solo año, so ha llevado las escuelas primarias hasta el último rincón del país, se ha creado una amplia red de Escuelas técnicas en el campo y la ciudad, se ha extendido enormemente la educación universitaria y ahora se he llevado a todos los que eran analfabetas antes de la Revolución, hasta el nivel del Sexto grado como mínimo. La ‘Batalla por el Sexto Grado” como la llamó el pueblo de Cuba, se ha cumplido en un breve plazo.

En Cuba la Revolución puso fin a la explotación de los casatenientes sobre la población de, las ciudades, mediante la Reforma Urbana que dio a todos los arrendatarios la posibilidad de ser propietarios de casa y rebajó los alquileres a un nivel que ya no significa la parte mayor do los gastos de la familia trabajadora.

La Revolución Cubana hizo cubana toda la industria; nacionalizando las empresas
de propiedad de los monopolios extranjeros y multimillonarios criollos, industrializando a ritmo rápido al país, electrificándolo abundantemente y multiplicando en muchas veces el número da técnicos y obreros calificados que laboran en la producción.
La Revolución Cubana ha desarrollado la salud pública llevando le medicina curativa y preventiva a todos los rincones del país.
La Revolución Cubana ha hecho gobernante a la clase obrera, ha hecho participar en la dirección del Estado a los campesinos, a la intelectualidad, y otras capas medias. Estas clases sociales soportaban antes de la Revolución la dictadura de la minoría de terratenientes, banqueros y grandes negociantes del comercio exterior que, aliados de los monopolios norteamericanos y supeditados a ellos, realizaban el saqueo económico del país y sojuzgaban a su pueblo. El poder en manos de esa minoría explotadora se había transformado en un apéndice de Washington y la independencia nacional, por la que tanta sangre derramaran los cubanos a fines del siglo pasado, era una simple frase en la Constitución Política. Ahora en Cuba gobierna el pueblo y la dignidad nacional ha sido rescatada y elevada. La bandera de Martí y de Maceo flamea hoy sostenida por el poderoso abrazo de todo el pueblo.
En América Latina no hay una democracia tan amplia y tan profundamente verdadera en sus postulados de “gobierno del pueblo, por y para el pueblo” como la que estableció en Cuba la Revolución.

La Revolución Cubana ha demostrado que todo esto y muchísimo más que ha
realizado para bien de su pueblo, se puede hacer aún en contra de la voluntad de los imperialistas yanquis, gracias a las inagotables reservas de heroísmo que una revolución despierta en el pueblo y gracias al resuelto respaldo material y moral que le ha prestado la. Unión Soviética y todo el campo socialista.

La Revolución Cubana es un ejemplo para los pueblos de este Continente, que no puede cubrirse por la propaganda venenosa de los imperialistas y reaccionarios, de la misma forma que “no puede taparse el sol con un dedo”.

El Partido Comunista de El Salvador (PCS) apoya resueltamente a la Revolución Cubana y considera que el pueblo de Cuba ha hecho y hace con su Revolución y la construcción de la Sociedad Socialista en América, una gran contribución a la causa de todos nuestros pueblos. ! Viva la Revolución Cubana! ¡Viva el Primer País Socialista de América!

162. La Revolución Cubana es invencible porque la realiza su heroico pueblo, firmemente unido; porque la apoyan todos los pueblos de la América Latina y el mundo; y, sobre todo, porque ha llevado a la clase obrera al poder, con ello Cuba ha entrado en la poderosa y gran familia de países socialistas, de países gobernados por la clase obrera.

La Unión Soviética y todo el Campo Socialista respaldan a Cuba Socialista y demuestran con ello que los comunistas, vanguardia que somos de la clase obrera, no decimos palabras vanas, ni hacemos ofrecimientos mentirosos cuando decimos a los pueblos: !Somos internacionalistas, nuestra causa es la causa de toda la humanidad trabajadora, la lucha de cualquier pueblo por su liberación es nuestra propia lucha.!

El ejemplo de la solidaridad internacional con Cuba demuestra la gran fuerza y la vigorosa vitalidad de la consigna que escribió Carlos 1arx en 1848, al final del Manifiesto Comunista: “Proletarios de todos los países, uníos”, que es hoy la más alta divisa de todo el Movimiento Comunista Internacional. “Proletarios de todos los países, uníos” dice también el lema del Partido Comunista de El Salvador (PCS).

163. Los comunistas somos partidarios de la coexistencia pacífica entre Estados con distinto régimen social. Somos enemigos firmes de la guerra mundial y de la carrera de los armamentos. Lo comunistas estarnos firmemente a favor de la prohibición total de las arma nucleares y abogamos por la utilización de la energía atómica exclusivamente para los usos pacíficos, que permitan hacer mejor la vida de la sociedad humana.

164. Los pueblos realizan inevitablemente sus revoluciones sociales como un resultado del desarrollo económico-social de sus países. En unos madura antes la Revolución y en otros después pero todos llegan invariablemente al momento de realizar su revolución social. Los imperialistas yanquis y todos los ultra reaccionarios quieren impedir este proceso natural por medio de una guerra atómica mundial, que confronte a todos los pueblos de una vez con una destrucción gigantesca. Confían en que así harán retroceder la rueda de la Historia y alargaran indefinidamente el plazo de cada pueblo para arribar al poder y hacer su Revolución.

De una guerra mundial, en las actuales condiciones, el imperialismo y todo el sistema capitalista saldrían sin duda derrotados y no vencedores, como algunos de los más furiosos reaccionarios piensan. La Unión Soviética cuenta con un gigantesco poderío nuclear, capaz de realizar esa tarea y todos los pueblos del campo socialista, a la cabeza de .toda la Humanidad, constituirían una irresistible fuerza demoledora contra el imperialismo, el día, que los atolondrados guerreristas desencadenaran el incendio nuclear. Pero los imperialistas habrían, sin embargo, alcanzado en parte su objetivo, porque los pueblos, aunque vencedores, sobrevivirían en un mundo de cenizas radioactivas, cubierto por los escombros de la destrucción atómica. Las maravillosas conquistes de la ciencia, de la técnica, de la industria y la agricultura, los bellos frutos del arte, conquistados al través de los siglos y que constituyen un tesoro de toda la Humanidad; en fin, las conquistas de la vida civilizada, sufrirían una destrucción incalculable y la construcción de la nueva vida, de la vida socialista y comunista, sería para estos vencedores una meta muy lejana.

Los comunistas confiamos firmemente en la vitalidad de la lucha de los pueblos, en su capacidad para vencer al imperialismo y hacer cada uno, con la solidaridad de todos los demás, su propia Revolución. Los comunistas sostenemos que la coexistencia pacífica, el mantenimiento de la paz mundial, el no estallido de la guerra nuclear, constituye por eso la CONDICION MAS IMPORTANTE PARA QUE LOS PUEBLOS PUEDAN HACER SU REVOLUCION. La coexistencia pacífica entre los estados de distinto sistema social, es el marco indispensable para que cada pueblo realice su propia revolución. Por eso la lucha por la paz mundial, por la coexistencia pacífica, es una lucha revolucionaria de alcances históricos incalculables. Los comunistas sostenemos que la liberación de la humanidad de la esclavitud capitalista, está más cerca ahora que después de una guerra nuclear.

¡Viva la coexistencia pacífica entre los Estados con distinto régimen social! !Atemos las manos de los incendiarios atómicos que maniobran desde Washington! !Alto a la carrera de los armamentos! !Los pueblos exigen el desarme general y completo!

165! Viva el puebla venezolano en armas! !Vivan las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional de Venezuela (FLN)! En Venezuela la guerra revolucionaria del pueblo la sostienen como un solo brazo el Partido Comunista (PCV), el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), un amplio contingente de oficiales del Ejército que han preferido servir a su pueblo en vez de obedecer a los explotadores imperialistas y multimillonarios criollos, y un vasto y mayoritario sector de la intelectualidad y el estudiantado universitario. Todas estas fuerzas forman al Frente de Liberación Nacional de Venezuela (FLN). El Partido Comunista de El Salvador apoya al Frente de Liberación Nacional de Venezuela.

166. En Guatemala se he encendido la guerra revolucionaria en las montañas. Los que han levantado las armas son: el Partido Guatemalteco del Trabajo, partido de los comunistas, un combativo grupo de Oficiales patriotas del Ejército Nacional, que prefirieron servir a su pueblo en vez de servir de instrumento a los imperialistas yanquis y a los multimillonarios criollos, y contingentes representativos de las capas medias.
Este ejemplo del pueblo guatemalteco demuestra que los comunistas no decimos palabras vanas ni hacemos promesas falsas, cuando ofrecemos nuestra amistad y nuestra alianza a todos los patriotas, civiles o militares, y fuerzas políticas que quieran realmente luchar por la democracia, por la independencia nacional y el progreso social, contra el imperialismo y la oligarquía interna.
¡Viva la unidad de los comunistas guatemaltecos con todos los patriotas de ese país!
¡Viva la Revolución guatemalteca, que ya alumbra en el horizonte!!
! Los comunistas salvadoreños apoyamos la justa lucha del PGT y de las FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes)! El Partido Comunista de El Salvador se esfuerza y se esforzará aún más, para que todo el pueblo salvadoreño apoye activamente la guerra revolucionaria del pueblo guatemalteco.-

Halldor Laxness

Halldor Laxness

———————————————————————————————————————— – Halldór Gudjónsson – (Islandia, 1902-1998)
Escritor y premio Nobel islandés, considerado como el más importante de los autores contemporáneos de su país. Nació en Reikjavik y estudió en el instituto de su ciudad. De nombre original Halldór Gudjónsson, viajó por toda Europa al terminar la I Guerra Mundial y, se interesó por los diversos movimientos artísticos e intelectuales del momento que determinaron su obra. Fue sucesivamente impresionista, católico, surrealista y socialista. Su primera novela importante, El gran tejedor de Cachemira (1927), surgió de su conversión al catolicismo y de su posterior decepción con la Iglesia. En 1927 Laxness viajó a los Estados Unidos, país en que la visión de la más absoluta pobreza conviviendo estrechamente con la ostentosidad desenfrenada, le empujó a un socialismo no dogmático. En Estados Unidos escribió El libro de los pueblos (1929), un conjunto de ensayos satíricos en los que exponía los puntos de vista del marxismo. Su dura crítica del capitalismo imperante en todos los aspectos de la vida estadounidense motivó una demanda de deportación contra él, y en 1930 regresó a Islandia. Durante la década de los años treinta escribió una serie de novelas basadas en la vida cotidiana del pueblo islandés: Salka Valka (1932), los dos volúmenes de Gente independiente (1935), y Luz del mundo (1940). Escritos con un estilo expresionista, estas obras contienen la grandeza épica y la belleza lírica de las antiguas sagas islandesas. En la década de 1950, Laxness fue activista del ‘movimiento por la paz’, apoyado por la Unión Soviética, y recibió el Premio Stalin de Literatura en el año 1952, así como el Nobel de 1955. Entre sus restantes trabajos destacan las novelas La campana de Islandia (1946), Estación atómica (1948), La saga de los bravucones (1952) y El paraíso reconquistado (1960). A partir de estos años evolucionó hacia el misticísmo y escribió numerosas obras teatrales, como El taller de tricotado (1962); varios volúmenes de ensayos; y en 1975 publicó En el recinto de la casa, unas memorias de su juventud en forma de novela.

El fin de la URSS:días que cambiaron al mundo

EL FIN DE LA URSS: DIAS QUE CAMBIARON AL MUNDO

(I)

Jorge Gómez Barata

En fechas en que casi todas las personas encontraban motivos para celebrar, 16 años atrás, en 1991 implotó la Unión Soviética. De un día para otro desapareció una de las dos superpotencias mundiales, el mayor estado y la segunda potencia economía del mundo, culminando el mayor ajuste territorial y geopolítico de la modernidad.

Aunque Estados Unidos proclamó su victoria en la Guerra Fría, su accionar anticomunista respaldado por todo occidente y apoyado por papas, rabinos y ayatolas, no hubieran sido suficientes para frustrar 70 años de esfuerzos para edificar una alternativa socialista.

La andadura que condujo a la debacle comenzó a gestarse en los orígenes mismos, cuando en medio de las urgencias de la lucha, en aras de tareas tácticas y soluciones coyunturales, se introdujeron deformaciones que, a la larga, comprometieron a la revolución. El hecho de que tales pasos se dieran por líderes legítimos, que actuaron de buena fe, es una explicación no una excusa.

Aunque develar las causas de aquella catástrofe es una asignatura pendiente, se puede adelantar que aun cuando se trató de un dilatado proceso histórico en el que convergieron multitud de causales internas y externas, la estocada decisiva vino desde dentro, paradójicamente, de quienes con mayor celo decían defenderla: sus líderes, el partido y su “aparato”.

Aunque difícilmente un hecho de semejante magnitud pueda ser individualizado, los nombres de Iósiv Stalin, Mijail Gorbachov y Boris Yeltsin sobresalen. Ninguno puede evadir sus responsabilidades históricas ni esperar aplauso. Cada uno en su momento, traicionaron a quienes le confiaron su destino y el del país y, aquellos que los usaron, hace mucho tiempo olvidaron sus favores.

Sobre la matriz del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, fundado en 1883 por Georgi Plejanov para la lucha política legal, Lenin creó el Partido Bolchevique que, desde la clandestinidad, el exilio y el destierro, preparó y encabezó la Revolución, condujo la lucha contra la contrarrevolución y la intervención extranjera y avanzó el primer tramo en la construcción del socialismo en la URSS.

Para cumplir la función de estado mayor de la revolución y sobrevivir a la represión zarista, el partido prescindió de elementos esenciales en la vida interna de una entidad política, entre ellos a la democracia, la crítica y el debate, prácticas imprescindibles, a las que renunciaron para, a propuesta de Lenin, adoptar el “centralismo democrático”. Aunque aquella doctrina organizativa aportó ventajas tácticas y evitó que el partido se convirtiera en un “club de discusión”, sembró semillas de burocratismo y autoritarismo.

No obstante, bajo la conducción de Lenin, la democracia y la dirección colectiva no fueron completamente anuladas, entre otras cosas por su estilo de gobernar, basado en la utilización de las palancas del Estado y del gobierno; reservando al partido como entidad política.

Durante su intensa ejecutoria, en el partido, Lenin prescindió de cargos y jerarquías, excepto en lo referido a los órganos de dirección colegiada, cuyos acuerdos respetaba escrupulosamente, incluso cuando las decisiones le eran adversas y naturalmente, la autoridad derivada del reconocimiento de los meritos y experiencias que sustanciaron su propio liderazgo.

El triunfo de la revolución y la guerra civil dieron lugar al explosivo crecimiento del partido, que pasó de unos 25 000 militantes en 1917 a varios millones unos años después, circunstancia que unida a las responsabilidades que implicaban la edificación y conducción del nuevo sistema político, aconsejaron la creación de un aparato integrado por funcionarios profesionales, inicialmente agrupados en el Departamento de Organización, que junto a un secretariado se encargaría de los asuntos del partido.

En aquella coyuntura y asociado al fin de la Guerra Civil y a los ajustes organizativos, algunos miembros de la dirección partidista encabezados por Trotski, insistieron en que había llegado el momento en que el centralismo instalado por necesidades prácticas, cediera en beneficio de una mayor democracia al interior del partido, el gobierno, los soviets e incluso en la sociedad.

Con la muerte de Lenin en 1922, todos los intentos renovadores se paralizaron, planteándose el problema de la sucesión que dividió y enfrentó a la vieja guardia bolchevique, obligada a tomar parte en la feroz lucha desatada entre Trotski y Stalin.

Usando el poder acumulado en el proceso de la construcción del aparato partidista, encargado entre otras cosas de colocar los cuadros en los diferentes cargos, Stalin prevaleció, no sólo sobre Trotski, sino sobre el partido, los soviets, la sociedad e incluso el propio Lenin cuyo testamento ignoró. En aquella confrontación, la primera baja fue la esperanza de una democratización del partido y de una apertura en la sociedad. Tardarían muchos años para que se presentara otra oportunidad.

Desde su retiro, virtualmente en su lecho de muerte, obsesionado por lo que percibía como un crecimiento desmesurado de la burocracia estatal y partidista, en un postrer esfuerzo por salvar la obra a la que había dedicado toda su vida, Lenin encontró fuerzas para clamar por la integración de un mayor número de obreros al Comité Central, tramitar la creación de un órgano de control obrero y campesino que fiscalizara al poder y redactar un testamento. No fue escuchado.

Con la aparición del Stalinismo comenzó la cuenta regresiva del modelo socialista soviético. Luego les cuento

¡Por una Navidad sin hambre ni represión y por un 2008 lleno de victorias populares, todos y todas a luchar contra ARENA!

BLOQUE POPULAR SOCIAL DE EL SALVADOR

¡Por una Navidad sin hambre ni represión y por un 2008 lleno de victorias populares, todos y todas a luchar contra ARENA!

El Bloque Popular Social, fundado en septiembre de 2003, e integrado por organizaciones sindicales, campesinas, estudiantiles, religiosas, comunales, cooperativas, de mujeres, vendedores populares, indígenas, jubilados, jóvenes, y veteranos de guerra, CONSIDERANDO:

1. El año 2007 fue un año de intensa lucha de clases entre oprimidos y opresores, explotados y explotadores en nuestra querida patria. Los trabajadores de la ciudad y del campo logramos por medio de la unidad, la organización y la lucha, defender nuestros derechos y avanzar en la lucha contra este sistema capitalista.

2. El esfuerzo de la derecha por silenciar y aplastar al movimiento social y popular ha fracasado. Las amenazas, la legislación represiva, las capturas, los asesinatos no lograron detener el empuje victorioso de nuestro movimiento popular.

3. Hemos estado en la calle luchando. Miles de salvadoreños y salvadoreñas han tomado conciencia que solo la lucha permitirá enfrentar las estrategias privatizadoras de la salud y la educación, del agua y de nuestros recursos naturales.

4. Tenemos en el 2008 el desafío de transformar el descontento popular generalizado en organización y lucha en cada cantón, en cada comunidad, en cada empresa pública o privada, dentro y fuera de nuestro país. Si el imperio nos diseminó por todo el mundo pelearemos en todo el mundo.

5. Tenemos en el 2008 el reto de construir la fuerza social que junto con el FMLN y su victoriosa formula presidencial termine con esta dictadura del capital financiero y su nefasto modelo económico. Ese es el reto estratégico.

En este marco y luego de realizar un balance de los logros y derrotas, que también las hubo, como Bloque Popular Social ACORDAMOS:

1. Dedicar en el 2008 nuestros esfuerzos a continuar acompañando y conduciendo la lucha de nuestro pueblo por las siguientes banderas:

a) Frenar el aumento del costo de la vida, transporte, comida.

b) Exigir apertura de fuentes de trabajo

c) Exigir seguridad en nuestras comunidades rurales y urbanas

d) Alto a las privatizaciones de los servicios públicos

e) Exigir el regreso de las tropas de Irak

f) Alto a la corrupción gubernamental

g) Alto a la represión contra el movimiento social y popular

2. Continuar trabajando por elevar los niveles de unidad y organización entre los diversos componentes del movimiento social y popular. La división únicamente fortalece a nuestros enemigos de clase. La unidad popular acerca la victoria.

3. Respaldar a la formula presidencial victoriosa del FMLN, integrada por Mauricio Funes y Salvador Sánchez Ceren, con que derrotaremos en el 2009 a la derecha de este país.

4. Rendir homenaje a Saúl Santiago Contreras y Oscar Gilberto Martínez, mártires obreros asesinados en febrero de 1968 por la dictadura militar debido a su apoyo a la primera huelga de los maestros de ANDES 21 de Junio.

5. Rendir homenaje al heroico pueblo de Irak que pasa otra Navidad en resistencia, luchando heroicamente y que representa la dignidad de los pueblos del mundo que luchan por su liberación. Saludamos al pueblo de Cuba Socialista, de Venezuela bolivariana, de Ecuador, de Bolivia, de Nicaragua.

El presente es de lucha, el futuro es nuestro

Coordinación Nacional del Bloque Popular Social

San Salvador, 22 de diciembre de 2007