Estrategia militar-mediática estadounidense derrumba Proyecto Bolivariano

Heinz Dieterich 14.8.2009

Estrategia militar-mediática estadounidense derrumba Proyecto Bolivariano

1. El avance imperial

Con el ataque militar a Ecuador, la activación de la IV Flota, el golpe militar en Honduras y la iraquización de Colombia (bases militares), Washington ha reimplantado la Doctrina Monroe en América Latina. El reciente rechazo del Senado paraguayo a la adhesión venezolana al MERCOSUR coronó esos esfuerzos de la bota militar mediante un importante triunfo político. Tales éxitos de la dupla imperial Bush-Obama, logrados en poco más de un año, no hubieran sido posibles sin la notable falta de inteligencia y capacidad operativa estratégica de los gobiernos “bolivarianos”.

2. Reacciones tácticas, carencia de estrategia

Para lograr sus éxitos Washington diseñó un paradigma militar-mediático que le concedió la iniciativa estratégica en ambos campos. Ejecutaba sus jugadas sincronizadas en el tablero de poder latinoamericano, sin que los gobiernos de centroizquierda lograsen descifrar ni la sofisticación ni la dimensión de la amenaza. Fueron tomados recurrentemente por sorpresa y colocados a la defensiva, simplemente reaccionando, y reaccionando de manera individual, sin capacidad de previsión y, mucho menos, de prevención de las ofensivas enemigas.

3. Los campos de batalla: lo militar y lo mediático

El imperio, apoyado por sus cómplices europeos, instrumentó su ofensiva en los dos campos de poder donde no puede ser vencido: el militar y el mediático. Geopolíticamente, avanzó vía el Bloque Monroeista del Pacífico (BMP), conformado por países centroamericanos, Colombia, Perú y, en parte, Chile. Ante este paradigma de intervención la única defensa bolivariana posible hubiera sido una contraofensiva colectiva del Bloque Bolivariano que enfrentara políticamente el centro de la agresión, Washington arriesgando la ruptura abierta y que castigara económicamente a su avanzada militar, el gobierno de Uribe-Santos. Al no actuar de esa forma, omisión, cuya grave responsabilidad histórica recae principalmente sobre el gobierno brasileño, el monroeismo ha avanzado como un cáncer letal que proyecta matar al Bolivarianismo dentro de dos años (2011), liquidando a su centrum gravitatis, la presidencia de Hugo Chávez.

4. Ecuador: la Caja de Pandora

El momento crucial para enfrentar la ofensiva general de Washington se dio con el ataque militar a Ecuador. Las ventajas mediáticas, jurídicas y políticas, que esa fragante violación de la soberanía ecuatoriana proporcionaba al Bloque Bolivariano eran inmejorables. Por ejemplo, al violentar el gobierno colombiano la escena del crimen, removiendo y modificando la evidencia forense, hecho reconocido por la propia policía colombiana, el Bloque Bolivariano debía haber invocado la doctrina judicial universal de la inadmisibilidad de evidencia contaminada (tainted evidence) en una corte de ley.

Frente a los aparatos policíacos internacionales, la aplicación de este principio forense hubiera significado la negación de cualquier colaboración respectiva, advirtiéndose inclusive la posible ruptura en bloque con esas estructuras policíacas internacionales, controladas por Washington y Bruselas, ante presiones indebidas. Al no activar ese axioma jurídico y advertir sobre la prospectiva ruptura, los gobiernos de Quito y Caracas se convirtieron ad infinitum en rehenes pasivos de las campañas mediáticas chantajistas que Washington desata cuando le conviene.

5. Santo Domingo: el appeasement ante Hitler

El grave error de no enfrentar de manera jurídica-ofensiva la agresión militar de Washington-Bogotá a Ecuador, se repitió en lo político-económico. Presionado por dos cercanos aliados, Hugo Chávez tuvo que jugar al mediador y levantar las sanciones económicas contra Bogotá, dejando aislada la digna posición de no-reconciliación de Rafael Correa y, también, de Daniel Ortega. La resolución de Santo Domingo, a su vez, consagró la impunidad, absolviendo a los dos perpetradores principales de la agresión (Bush y Uribe), sin cobrarles costo político ni económico alguno. Con este triunfo de la política del appeasement (oportunismo), que la historia no absolverá, la puerta al regreso de James Monroe quedaba plenamente abierta. No tardó mucho el Uncle Sam (Tío Sam) en pasar por ella. Le tocó el turno a Honduras.

6. El appeasement se repite ante Honduras y Colombia

El mismo patrón de miedo e irresolución política de la nueva clase política desarrollista latinoamericana, practicado en Santo Domingo, se repite ante el golpe de Estado en Honduras y la conversión de Colombia en un protectorado militar del Comando Sur. Mientras el pueblo hondureño enfrenta heroicamente a los gorilas locales de Washington en la calle, los gobiernos latinoamericanos de centroizquierda hacen, esencialmente… nada. No solo se mostraron incapaces de detectar el golpe a tiempo, ahora se muestran sin voluntad real para cortar el nudo gordiano del problema.

7. Enfrentar a Obama o perder la guerra

La solución al problema de la dictadura militar se encuentra en Washington, en la presión pública y colectiva de los gobiernos latinoamericanos sobre el gobierno de Obama, para obligarle a definirse ya. Si los gobiernos latinoamericanos no se atreven a cobrarle un alto costo político al “Presidente del cambio y de la esperanza” por su de facto complicidad con el coup d´etat, congelando las relaciones con su gobierno, el monroeismo ganará la guerra. Y la misma disyuntiva debe plantearse ante Uribe, explicitándole a él y a la sociedad civil colombiana los costos políticos y económicos de la sumisión santanderista ante el imperio.

8. El circo

Pedirle explicaciones sobre las bases militares estadounidenses en Colombia en una futura reunión de la UNASUR, es ridículo; de hecho, tan ridículo y cínico como el circo de la OEA instrumentado por la Casa Blanca con el procónsul imperial Oscar Arias. No es más que una finta seudo-diplomática de los gobiernos desarrollistas que oculta la verdadera gravedad de la situación ante los pueblos latinoamericanos y engaña sobre el avance del cáncer monroeista. Es la mentira de poder parar el cáncer con operaciones cosméticas locales, en lugar de enfrentarlo en una operación de vida o muerte contra su centro de proliferación.

9. La lección de Ayacucho

Es la hora de la Batalla de Ayacucho, donde el virrey español La Serna, con el doble de tropas del Gran Mariscal de Campo Antonio José de Sucre y una abrumadora superioridad de artillería, aplicó la Guerra de Desgaste al Ejército Libertador del Sur; obligándolo a constantes movilizaciones reactivas en una guerra de movimientos. El Mariscal Sucre, resuelto a no caer en el juego del enemigo, decidió recobrar la iniciativa. Rompió la estrategia de los realistas con la de la batalla decisiva, es decir, la batalla que decide la guerra. En las áridas colinas de la pampa de Junín, el 8 de diciembre de 1824, forzó a los monroeistas europeos a presentar batalla y los venció. Fue el fin del colonialismo español.

10. ¿Cómo salvar el Proyecto Bolivariano?

Estamos, de nuevo, ante el escenario de una Guerra de Desgaste de fuerzas imperiales-oligárquicas muy superiores. Pero, esta vez, en calidad de huérfanos, sin el Gran Mariscal Antonio José de Sucre, sin el General Simón Bolívar y sin el General San Martín. Es decir, sin liderazgo ni vanguardia latinoamericana.

¿Qué hacer ante tal situación? Al igual que en el momento culminante del golpe imperial separatista en la media luna boliviana habrá que activar la sabiduría del comandante Fidel Castro para diseñar y consensuar un plan de contención y contraofensiva bolivariana hemisférica frente a Obama-Uribe. Pero, no basta reactivar las tareas de conducción de la Segunda Emancipación en manos de los gobiernos porque son precisamente ellos los que han perdido la iniciativa y el rumbo estratégico.

Por lo mismo es necesario que se reactiven en forma autónoma los grandes movimientos sociales, como el MST en Brasil, y los intelectuales de Estado, como la red “En Defensa de la Humanidad”, para que se autoasuman como sujetos estratégicos del cambio, abandonando su papel subordinado ante los gobiernos de centroizquierda, de cuya simbiosis se benefician con sus agendas particulares.

Crear la vanguardia unificada latinoamericana entre todas las fuerzas anti-imperiales; mantener la máxima unidad posible y la alianza estratégica entre Estados y movimientos de masas, sin dominación de los Estados; recuperar la iniciativa y el rumbo estratégico y enfrentar a Washington con la estrategia de la batalla decisiva. Esas son las tareas apremiantes generadas por la Guerra de Desgaste imperialista.

Es el momento de Ayacucho. Es el momento de la grandeza y audacia de los Libertadores.

Made in Washington

Made in Washington

Más allá del alto drama que se vive en Honduras y de la cuidada puesta en escena que lució San José de Costa Rica, la suerte de Honduras se decide en Washington. Lo dijo el canciller de Lula, lo dijo Fidel, lo dice cualquiera que siga con atención los acontecimientos. Y por cómo se viene jugando el partido en ese escenario, no es difícil aventurar que el gobierno de facto de Roberto Micheletti tiene los días contados y que el presidente legítimo, Mel Zelaya, volverá al poder pero a plazo fijo y condicionado.

¿Por qué? Porque Honduras es lo más cercano a lo que puede ser una colonia de los Estados Unidos en el siglo XXI.
Allí tiene la base militar de Soto Cano, plataforma para sus operaciones antiinsurgentes en todo Centroamérica durante la Guerra Fría, a través de la cual ha tejido sólidos vínculos con las fuerzas armadas hondureñas, cuyos jefes son instruidos en instituciones estadounidenses.
Allí tiene a una oligarquía sumisa y trasnacionalizada con casa de verano en Miami, que defiende los intereses de las empresas y gobiernos estadounidenses como propios.
Allí tiene en vigencia un Tratado de Libre Comercio que garantiza el libre acceso a bienes estadounidenses y relega al empobrecido país centroamericano al rol de proveedor de bienes primarios en la periferia del capitalismo global. Hasta allí llegan las remesas de Florida y New York que mantienen viva a la economía local.
Allí tiene la Constitución y el sistema electoral más conservador de la región, prácticamente a prueba de experimentos populistas y/o progresistas, como el que súbitamente decidió encarnar Zelaya durante la segunda mitad de su mandato.
Por todo eso, el Departamento de Estado sabía que se venía gestando un golpe. Se lo venía contando su embajador. Pero el burocratizado Departamento de Estado había cometido un error que terminaría pagando muy caro. Tegucigalpa no es lo que se dice un destino diplomático apetecible. Antes de la conversión de Zelaya, parecía un lugar lo suficientemente inofensivo como para cumplir con la cuota de embajadores republicanos. Entonces había mandado a Hugo Llorens, un clásico ejemplo del diplomático-empresario que usa sus destinos para asegurarse trabajos bien pagos para su retiro, mimetizándose con los sectores más prebendarios de la oligarquía local, donde sus servicios son más útiles.
Como reveló Ernesto Semán en estas páginas, cuando Llorens estuvo destinado acá en Argentina fue lobbista de Ciccone Calcográfica. O sea, trabajó para una empresa especializada en colonizar distintos estamentos del Estado, ya sea aliada con Yabrán, ya sea aliada con Cavallo, siempre cerca de los sectores más retrógrados de la Iglesia que se referencian en políticos como Cacho Caselli, para copar los mejores negocios de impresión de dinero, cuasidinero, billetes de lotería, patentes de autos, pasaportes, cédulas y documentos de los últimos años.
Según fuentes de la diplomacia y de los organismos multilaterales, en Honduras las fuerzas golpistas tenían bastante persuadido a Llorens de que un golpe más o menos prolijo podía funcionar. Que era la mejor manera de prevenir que Zelaya forzara su reelección y Honduras cayera bajo la órbita chavista.
O sea, un disparate: por más que lo intentara, y probablemente lo intentaría, Zelaya no tenía ni los votos ni el poder legal ni el poder institucional ni el poder militar para forzar su reelección, y debía entregar el mando sí o sí en seis meses. La Corte Suprema, la Corte Electoral, el Congreso, los generales, la embajada norteamericana, la Iglesia Católica y las protestantes, dos de las tres principales cámaras empresariales, los diarios nacionales, las cadenas de televisión y hasta su propio partido, el Liberal, se habían manifestado en contra de la reelección y la Carta Magna vigente consideraba un delito siquiera intentarlo. Encima, en las encuestas Zelaya ni siquiera alcanzaba a arañar el cincuenta por ciento de la intención de voto.
Pero Llorens no hacía esa cuenta por afinidad ideológica sino por intereses compartidos. Llorens compraba el análisis paranoico-revanchista de los golpistas y en sus comunicaciones con Washington advertía que Zelaya era un peligro. Mientras tanto, en sus conversaciones con los golpistas a Llorens le costaba bajar la línea trazada por Obama en la última Cumbre interamericana: no más golpes, no más intervencionismo, todos somos socios.
Tom Shannon, subsecretario para la región, tuvo que viajar a Tegucigalpa para transmitir el mensaje a Micheletti y al general golpista Romeo Vázquez con el énfasis que a Llorens tanto le costaba encontrar. Pero en algo coincidieron los norteamericanos y los golpistas: Mel Zelaya no podía seguir más allá de su mandato. Sí o sí había que pararlo. Llorens, Shannon, los militares norteamericanos de la base hondureña, los militares hondureños, los civiles golpistas, todos estaban de acuerdo.
Había que contener la expansión chavista que supuestamente representaba la reelección de Zelaya. Una peligrosa expansión, no sólo a nivel territorial hacia el corazón del poder militar estadounidense en la región sino también a nivel ideológico: si a los aliados de Chávez se les permitía reformar sus constituciones a su antojo para perpetuarse en el poder, el equilibrio regional se perdía y los intereses de Washington quedaban desprotegidos.
Entonces pasó lo que pasó y antes de que Obama pudiera reaccionar, los cancilleres del hemisferio se habían reunido en Wa-shington en el marco de la OEA para pedir el retorno “inmediato e incondicional” de Zelaya, resolución que Estados Unidos no tuvo más remedio que acompañar, atento a los compromisos que Obama había asumido con los demás presidentes de la región. Pero había una palabra que incomodaba a los norteamericanos, “incondicional”. Foggy Bottom, como le dicen allá al Departamento de Estado, no quería un retorno “incondicional”. Aceptaba que vuelva, pero no que se quede.
Shannon seguramente recomendó hacer lo que se viene haciendo en la región en cada crisis desde que él se hizo cargo en el tramo final del gobierno de George W. Bush: bajarle los decibeles a la pelea con Chávez y negociar con Brasil una posición común que contenga a los demás países de la región. Como Lula quería que Zelaya volviera y Obama quería que no se quedara, consensuaron en Moscú que Zelaya volvería pero no se quedaría.
Para pasar de “vuelve sin condiciones” a “vuelve pero se va”, Shannon, Hillary o algún cráneo de Foggy Bottom tuvo la idea de convocar al presidente de Costa Rica, Oscar Arias, para que haga valer el acuerdo entre Obama y Lula.
El anuncio de la mediación fue un baldazo de agua fría para la OEA. “Veníamos invictos y de repente nos dejaron afuera”, graficó una fuente del organismo. Ni lerdo ni perezoso, Arias puso en la mesa su versión light de “vuelta incondicional”: amnistía para todos, gobierno de “unidad nacional”, adelanto de las elecciones, fuerzas armadas bajo las órdenes de la Corte electoral, promesa pública de Zelaya de irse sin tocar la Constitución. Así la OEA quedó rehén de Costa Rica: si había acuerdo, tendría un rol estelar en la puesta en marcha y verificación de los acuerdos; si fracasaba el acuerdo quedaba pintada, a merced de su creciente coro de críticos.
Los países del ALBA tampoco quedaron muy contentos y a través de Fidel Castro acusaron a Arias de querer perpetuar el golpe. En cambio Chávez hizo saber sus reparos, pero después acompañó con sonoros silencios los editoriales rabiosos del comandante cubano. Había decidido bajar el perfil en Costa Rica para jugar fuerte en Washington..
Zelaya aceptó la propuesta de Arias enseguida, Micheletti no. Pensaba que podía dar vuelta a los norteamericanos. Pasaban los días y Arias se mostraba nervioso porque los golpistas no se bajaban del caballo. Cuando el plazo se acabó, el Premio Nobel costarricense reiteró su oferta más algunos chupetines que venían pidiendo los golpistas: elogios para el “profesionalismo” de los militares hondureños, “Comisión de la Verdad”, moratoria por seis meses de cualquier juicio político. Micheletti volvió a decir que no.
¿Y qué estaba pasando en Washington? Pasaba que el lobby anticastrista, con epicentro en Miami, había recobrado los bríos de antaño y había hecho del golpe de Honduras su nueva causa patriótica. Bajo la batuta de los dinosaurios Otto Reich y Roger Noriega, los referentes de Llorens, este pequeño y marginal grupo de presión, que alguna vez fue influyente pero cuya imagen ante la opinión pública norteamericana quedó por el piso tras el caso del balserito Elián González, este lobby invadió despachos y redacciones de los diarios con publicistas y asesores caros que venían a presentar “el caso hondureño” ante los decision-makers de la capital norteamericana. “Si vas al Congreso está lleno de hondureños y gente paga por los hondureños haciendo lobby a favor del golpe”, cuenta Héctor Timerman, el embajador argentino en Washington.
Al mismo tiempo, la atención de Obama estaba en otro lado. El presidente buscaba desesperadamente los votos moderados que necesitaba para el pasaje de su reforma del sistema de salud, un tema decisivo en su pulseada con los republicanos. Lo último que quería era perder votos por una discusión sobre si hubo o no hubo golpe en Honduras. Por eso había un bando muy marginal que hacía mucho ruido contra otro bando con todo el poder que no contestaba, generando un microclima que algún analista confundió con “interna feroz” en el seno del gobierno norteamericano.
Así las cosas, fueron los diplomáticos argentinos y venezolanos quienes llevaron el peso de la campaña a favor de Zelaya, combatiendo en inferioridad de condiciones al lobby anticastrista en las horas decisivas que sucedieron al golpe, armando la agenda de la delegación zelayista cuando ésta finalmente llegó, una semana más tarde.
Esa gestión habría producido el mayor acercamiento diplomático entre Venezuela y Estados Unidos que se haya conocido hasta el momento, según confió una fuente que presenció el trabajo conjunto, acercamiento que ambos gobiernos prefieren ocultar por razones obvias de política doméstica: Chávez es mala palabra en Estados Unidos y Estados Unidos es mala palabra en la Venezuela chavista.
Más allá del ruido que generaron, a la hora de contar los porotos, la cosecha de los golpistas fue más bien exigua: dieciocho votos de los más de 400 congresistas norteamericanos para condenar los intentos reeleccionistas de Zelaya, algún editorial favorable en los diarios influyentes y la demora por un par de semanas de las confirmaciones de Arturo Valenzuela (subsecretario para América latina) y Shannon (embajador en Brasil). No mucho más.
Brasil jugó como venía jugando en la región, ya con el tema de las FARC, ya con el intento de golpe en Bolivia: sereno, confiado, sin correr detrás de la pelota, sabiendo que tarde o temprano le iba a llegar. Dejó hacer a Arias como antes había acompañado en la OEA y recién se puso en movimiento el lunes pasado, dos días antes de que venza el plazo de la mediación. Entonces el canciller Celso Amorin llamó a Hillary Clinton y le dijo que era tiempo de apretar a Micheletti para que agarre viaje. Washington tiene juego. Su as de espadas es la facultad de cancelar las visas de los golpistas. Según pudieron constatar una variedad de negociadores, ésa es la pena más temida.. De concretarse, los golpistas no podrían visitar por un largo tiempo sus condominios en Miami.
Al día siguiente de hablar con Amorim, Hillary apretó por teléfono a Micheletti. Pero el dictador le juró a la prensa hondureña que el tema de las visas ni siquiera se mencionó. Si Micheletti no miente, Hillary se guardó la carta.
Los tiempos se estiraban y el lobby anticastrista enrarecía el ambiente en Washington. Uribe, el presidente colombiano, envalentonado por las dos bases militares que los norteamericanos le acababan de enchufar, se animaba a tirarleS una soga a los golpistas, rompiendo el consenso en la OEA.. Entonces Zelaya decidió que había llegado la hora de presionar a Washington para que acelere el desenlace, y se trasladó a la frontera. Lula le deseó suerte. La Unión Europea pidió “serenidad”. Mercosur apoyó a Zelaya con una fuerte declaración, pero como no había querido invitarlo a la cumbre, Chávez faltó a la cita.
La movida obligó a Washington a usar toda su influencia para evitar que los militares hondureños cumplieran con la orden de Micheletti de meter preso a Zelaya no bien pisara suelo hondureño. Cuando lo pisó, un coronel lo mandó de vuelta a Nicaragua. En sintonía con el coronel, los norteamericanos usaron todo su poder de seducción para lograr que Zelaya retrocediera. Lo invitaron a Wa-shington, le prometieron reuniones top, le juraron que esto se resuelve sin sangre y en cuestión de días. Si lograba entrar sin Arias y sin la OEA, ya no lo podrían controlar.
Y Zelaya quedó ahí, en la frontera, a la espera de que los militares hondureños lo dejen volver. Y los muy profesionales militares hondureños, que antes desobedecieron a Zelaya y ahora desobedecen a Micheletti, también quedaron ahí, mudos y acuartelados. A la espera de que sus verdaderos patrones, los comanders de Soto Cano, les digan lo que tienen que hacer. Al cierre de esta edición, los militares norteamericanos esperaban órdenes de Washington, donde el partido entraba en tiempo de descuento.

Un salvadoreño en la Universidad Patricio Lumumba…Entrevista con Américo Araujo (III)

SAN SALVADOR, 21 de agosto de 2009 (SIEP) “Lo que me marcó enormemente en mi vida, de mi estadía de siete años en la URSS, fue conocer la increíble diversidad cultural, étnica, religiosa, política y social de los estudiantes en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú” nos comparte Américo Mauro Araujo.

Agregó que “esta valiosa experiencia vivida a los diecisiete años, me enseñó a ser tolerante, me enseñó el valor de la tolerancia en un mundo muy diverso, viniendo de un país muy homogéneo culturalmente como lo es El Salvador.”

Llegue a Moscú en agosto de 1962, en noviembre cumplí 18 años. Estaba en una etapa en que se forma el carácter, se construye la identidad, madura la persona…y viví esta etapa con jóvenes de casi 70 países del mundo, de África, de Asia, Oceanía, de las 15 republicas de la URSS, solo no había de Europa Occidental, de Canadá, de USA, de Australia…y era en un momento internacional caracterizado por el derrumbe de los imperios coloniales en África y Asia…

Ese fue el ambiente en que fue creada la Universidad de Amistad de los Pueblos que después fue bautizada como Patricio Lumumba en 1960. El próximo año se cumple el cincuenta aniversario. ¿Cual era el significado de estudiar en esta Universidad? Era sumergirse en un mundo de mucha diversidad, no solo étnica, diversas estaturas, aspectos raciales, sino también de creencias, de culturas, de convicciones filosóficas, religiosas, ideológicas…los latinoamericanos éramos pocos…

Y entonces se construyen relaciones de amistad, incluso sentimentales con diversa gente…nuestra relación primaria era con latinoamericanos en los grupos de estudio de siete estudiantes del idioma ruso, luego en la Facultad eran grupos de 15 estudiantes y me correspondió el grupo numero siete, como en la VJS.

En este grupo había 3 rusos: Yuri Gregori, Vladimir y Vladimir; un africano de Argelia, Mustafá, que hablaba siete idiomas: berebere, su idioma materno, árabe, francés, español (era de Casablanca) y en la URSS aprendió ruso y estudio alemán e inglés. Un indonesio, una hindú, Kabana, una chilena, Nancy Alarcón, un libanés, un iraqui, Ali Altan, un estudiante de Omán, Ahmed Abdala Rijan, que después se volvió millonario al procesar el agua salada y hacerla apta para consumo humano…dos de Mauritius y uno de El Salvador.

Era una amplia variedad de nacionalidades y culturas; había religiosos, ateos, cristianos católicos, protestantes, ortodoxos, cópticos, africanos animista, musulmanes, budistas, taoistas, etc.

Compartí habitación por seis años con un estudiante libanés y un ruso (Yuri Grigorevitch). Los que estudiábamos en la Facultad de Medicina estábamos relacionados por cuestiones de estudio con el 1er. Instituto Médico de Moscú…

En segundo lugar, durante aquellos años el aislamiento en que nos encontrábamos los estudiantes extranjeros becados en la URSS era brutal: cortamos todo vinculo con El Salvador…esperábamos ansiosos algún evento que nos trajera algún visitante de la tierra lejana; que te brindara noticias: no se podían escribir cartas, a menos que se hiciera puenteando triangulando, o sea que un amigo venezolano le escribiera a su familia y este pusiera en otro sobre tu carta y la enviar de Venezuela…

El año que regrese mi familia emigró y me quede sin referente familiar en El Salvador. La experiencia en la URSS me había ayudado a ser independiente, a planchar, cocinar, lavar, etc.

Mi primera impresión al llegar a Moscú fue de una ciudad sombría…llegue en un vuelo de SABENA, línea aérea belga ya desparecida, fue un vuelo México-Bruselas, trasborde en Bruselas y me acuerdo que el aeropuerto era muy pequeñito…llegue a las 11 de la noche a Moscú, me estaban esperando en el aeropuerto personal de la Universidad, abordamos un bus y pasamos por el centro de la ciudad…implementaban un sistema de ahorro de energía que volvía a la ciudad lúgubre, con luces mortecinas…pasamos por la Plaza Roja, y me pareció inmensa, como dos canchas de fútbol unidas…

Había en la Universidad una gran diversidad social, como en Asía y África el mundo colonial se estaba terminando, la clase social más beligerante de ese proceso era la burguesía anti-capitalista anti-colonial. Y ellos mandaba sus hijos a prepararse. Como sectores dominantes eran los únicos que mandaban a sus hijos a escuelas secundarias. En África, eran los jefes tribales, los príncipes y reyes… mandaban a sus hijos a prepararse a Londres, a Madrid, a Paris, a Lisboa…y a Moscú…y también los árabes que estaban liberándose de Francia y de Inglaterra…Se pavoneaban con sus ricos trajes por las aulas de la Universidad…

La extracción social de los latinoamericanos y caribeños era diferente: llegaban por medio de sus relaciones con los partidos comunistas y en el caso salvadoreño era más difícil la situación dada la dictadura militar que prevalecía en el país…es por eso que en vacaciones de verano las opciones eran uno, ir a trabajar a Suecia o Finlandia, para ganar dólares, dos quedarse en Moscú o tres: viajar por la URSS, 20 días en el tren de la Amistad, que viajaba de noche por las diferentes republicas, y valía 15 rublos, y nos pagaban por estudiar 90 rublos.

Mis primeras vacaciones, el primer mes lo pase haciendo trabajo voluntario en un Koljós de Moldavia, a las orillas del río Dnieper. El segundo mes viaje a los países bálticos, y luego al Caucaso.

El primer año de estudio me impresionó grandemente el alto nivel de planificación…el primer día d clases te entregaban el programa de todo el año, y así sabías perfectamente en que aula ibas a estar, con que profesor, haciendo que…había una certidumbre total o fatal, en términos de clases, salidas, exámenes, vacaciones, etc.

Al llegar a la URSS los estudiantes salvadoreños nos constituimos en una célula del PCS. En esa época el PCUS y el Komsomol eran bastante cerrados. La Lumumba fue la primera institución en la que se realizó una apertura hacia el mundo. Era la época del boom de la carrera espacial…el 12 de abril de 1961 el cosmonauta Yuri Alexandrovitch Gagarin realizo el primer viaje alrededor de la tierra en el Vostok I, subió, dio la vuelta y regresó…me acuerdo más o menos de sus palabras al regresar: “Ciudadanos del Mundo: defendamos esta extrema belleza, no la destruyamos jamás.”

El PCUS daba becas a los partidos comunistas para estudiar en la Escuela Superior de Cuadros, y esto permitió que nos visitaran periódicamente dirigentes del PCS. Entre estos estaba Raúl Castellanos Figueroa, el Dr. Antonio Díaz, que era nuestro referente político, Daniel Castaneda que nos visito en 1963 en su carácter de secretario general del PCS , el siguiente año llegó Salvador Cayetano Carpio que había sido electo secretario general en el V Congreso, en 1964. Schafik llegó en 1965 a operarse, de la tiroides y de estrabismo.
Como estudiantes de Medicina éramos los únicos estudiantes extranjeros
que nos relacionábamos con soviéticos. En la medicina soviética la historia clínica de un paciente es determinante, lo que se llama epicrisis, y esto requiere explorar detalles de la vida de los pacientes, en aquellos años, la guerra estaba reciente como lo esta hoy nuestra guerra para nosotros, todos hasta los niños habían vivido la experiencia de la segunda Guerra Mundial, que ellos llamaban la Gran Guerra Patria, y estaba presentes sus repercusiones de hambre, privaciones, sacrificios, represión, bombardeos, etc.

Esto me permitió conocer esta parte profunda de la psicología colectiva de los soviéticos y que explicaba su ferviente deseo de una paz mundial. Y después vivieron la pobreza y las limitaciones de la posguerra, con sus ciudades destruidas y las tareas de la reconstrucción. Ellos conocían la guerra y no querían volverla a vivir…

A los dos meses de haber llegado a Moscú estalla la crisis de octubre, y presenciamos el nerviosismo de los soviéticos, sus rostros tensos, preocupados, ante la amenaza de una guerra nuclear…el 22 de octubre en el noticiero de las 10 p.m. salió la noticia del estallido de la crisis, supimos que esa misma tarde en la habana a las 3:30 p.m. Fidel había dado la Orden Alerta Armada, y dos horas después, la Orden de Alerta de Combate…

A la mañana siguiente la gente se arremolinaba alrededor de los quioscos para leer el periódico Pravda, y se les veía murmurando…ese día nos informaron –para mi sorpresa-donde quedaba el centro de refugio nuclear más cercano..por la tarde los estudiantes latinoamericanos nos presentamos ante la Embajada de Cuba para alistarnos como voluntarios para ir a combatir, fue un gesto simbólico pero significativo de nuestras convicciones.

Y me acuerdo también que en 1965 me impactó el conflicto chino-soviético, y los conflictos fronterizos en 1967, China experimentaba con la revolución cultural y el Gran Salto…

Eligen a Licda. María Isabel Villegas en Presidencia del CCE-Fondo Mundial El Salvador

SAN SALVADOR, 27 de agosto de 2009 (SIEP) La Lic. María Isabel Villegas fue electa esta tarde Presidenta del Comité Coordinador El Salvador (CCE) que es el Mecanismo de Coordinación de El Salvador de las propuestas del Fondo Mundial para la lucha contra el VIH-Sida y la Tuberculosis.

“Asumo esta responsabilidad con la convicción de contribuir a unificar y promover acciones, estrategias y políticas orientadas a prevenir la pandemia del VIH-SIDA” indicó la Lic. Villegas., representante del Foro de ONGs en Lucha contra el VIH-SIDA.

La Presidente saliente es la Dra. Ana Isabel Nieto, de CARITAS El Salvador quien ha sido propuesta por organizaciones de la sociedad civil para conducir el Programa Nacional del VIH-SIDA.

Agregó que “como CCE tenemos la responsabilidad de presentar propuestas al Fondo Mundial, así como de supervisar la implementación de los proyectos financiados por las subvenciones de este organismo internacional.”

Explicó que el CCE esta integrado “ por seis sectores que trabajamos conjuntamente y que son el Gubernamental, Personas que viven con el VIH-Sida, Tuberculosis; ONG’s locales e internacionales; Académicos; Religioso y de Organismos internacionales. Yo vengo de la Sociedad Civil (ONGs.)”

Finalmente hizo un llamado a “tomar conciencia de la magnitud de la amenaza que representa la pandemia del VIH-SIDA e incorporarnos a mejorar la respuesta nacional ante el VIH-SIDA.

Crónica de una guerrilla (Segunda parte)

Crónica de una guerrilla
Marvin Galeas*

(Segunda parte)

Cuando las Fuerzas Populares de Liberación, la Resistencia Nacional y el Partido Comunista se unieron en 1980, para formar la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU), tomaron cuatro emisoras capitalinas para hacer el anuncio. Pocas semanas después, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) ocupó más de 20 emisoras en distintos puntos del país, para exigir que se le admitiera en flamante organismo unificado.

A los miembros del ERP no les querían. Les acusaban de aventureros, militaristas, putchistas y de estar infiltrados por la policía. No les perdonaban el asesinato de Roque Dalton y además dudaban, en serio, de que fuesen en realidad una organización marxista-leninista. Desde el asesinato de Dalton en 1975, había corrido bastante agua, y sangre también, por los clandestinos pasillos de esta guerrilla.

Un buen día de 1977, Alejandro Rivas Mira (Sebastián Urquilla), fundador y máximo líder, y su compañera de cama y andadas, Angélica Meardi (Gertrudis), alzaron vuelo. La periodista Caterina Monti afirma en un trabajo investigativo que Rivas Mira se llevó “un par de millones de dólares, producto del secuestro y rescate del empresario Roberto Poma”.

Rafael Arce Zablah y Joaquín Villalobos, ambos ex alumnos del Liceo Salvadoreño, eran más que compañeros de guerra. Eran amigos de toda la vida. Arce Zablah había escrito, cuando tenía poco más de 20 años, un pequeño estudio sobre la economía cafetalera del país, titulado: “El grano de oro”. Eso le dio fama de niño genio. Joaquín era voluntarioso y organizador. Cualquiera de los dos podría haber sido el sucesor de Rivas Mira.

Pero Rafael Arce Zablah murió a balazos, en 1975, durante un combate con la Guardia Nacional en El Carmen, departamento de La Unión. Joaquín Villalobos, a sus 24 años, asumió la máxima jefatura de una de las más agresivas y pragmáticas organizaciones guerrilleras que haya existido en la historia de América Latina. Desde los primeros momentos, Joaquín dio muestras de talento organizativo, mucha astucia, valentía, sentido de poder y sangre fría.

“El pragmatismo es la mejor forma de defender los principios”, solía decir Villalobos. El aforismo echa luces sobre muchas de las controvertidas decisiones que a lo largo de su vida guerrillera tomó Joaquín. La más dramática fue cuando, con el firme propósito de sacar a Ana Guadalupe Martínez de la Guardia Nacional, negoció el rescate de Roberto Poma cuando éste ya estaba muerto.

Mientras las otras organizaciones guerrilleras discutían largamente sobre “la caracterización del enemigo de clase”, “las críticas al foquismo”, “los métodos de lucha”, etc. El ERP mantenía una tremenda actividad. En realidad no eran muchos, pero parecían miles debido a su capacidad operativa. Estaban convencidos de que, en El Salvador, la revolución, y sobre todo el poder, estaba a la vuelta de la esquina.

Todo era cuestión de mostrarse, conseguir fusiles y tiros, agitar a unas masas desesperadas ante los gobiernos militares y esperar el momento propicio para desatar una fulminante insurrección popular. Las otras guerrillas miraban eso como una locura de cipotes jugando a ser el Che. Ellos tenían que quemar etapas, construir la vanguardia, desarrollar los frentes amplios y desatar una guerra popular prolongada que garantizara la pureza del proceso.

Era la época cuando soplaban por todas partes aires de victoria revolucionaria. El socialismo era un estadio al que, por determinismo histórico, tenían que llegar, redimidos, todos los pueblos del mundo. Esa idea fija y justiciera combinada con los rigores de la vida clandestina, la presión constante del enemigo, la muerte y la tortura acechando en cada recodo y la terrible experiencia de matar a otros, forja un perfil psicológico de suprema intolerancia.

El ERP era, en los años de la guerrilla urbana, una organización con muy poco sustento intelectual y mínima formación académica. El informe que a modo de balance escribió Joaquín Villalobos en 1977 no sólo evidenciaba la pobreza de análisis, sino también la alta fiebre de emotividad que producía la mezcla de obsesiones ideológicas y el deseo de poder que desde muy temprano fue fuente de audacia y desastre. Imagino que el autor debe sonrojarse, visto a distancia aquel infame mamotreto.

Lo cierto es que, luego de intensas negociaciones y presiones (desde Cuba), el ERP fue admitido en la DRU. Poco después se sumó el pequeño Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y se formó el FMLN. El nombre, la bandera y toda la simbología eran fruto de un efecto imitativo con respecto al Frente Sandinista de Liberación Nacional, que había tomado el poder en Nicaragua.

El 10 de enero de 1981, comenzó la ofensiva final. Es probable que Schafik y Cayetano Carpio pensaran que a lo mejor estos locos del ERP tenían razón: el poder estaba a la vuelta de la esquina… (Continuará).
*Columnista de El Diario de Hoy.

Crónica de una guerrilla (2)

Crónica de una guerrilla (2)

Los jefes del ERP no tenían nada que ver con la imagen del guerrillero sucio, roto, de cabello largo, barbas y con un puro en la boca que estableció en la imaginería universal el Che Guevara. Usaban, cada uno de ellos, un AK 47 de fabricación soviética, regalo del mismísimo Fidel Castro, una Browning 9 milímetros, arreos de combate norteamericanos, ropa verde olivo y se aseaban y afeitaban todos los días.

Marvin Galeas

A los máximos comandantes del Ejército Revolucionario del Pueblo, los conocí en Managua, en 1981. Era por los días en los que la ofensiva final del 10 de enero de 1981 se diluía sin el desenlace esperado. Aquella, en realidad, había sido la ofensiva que marcaría el inicio formal de una guerra que se prolongaría por 12 años. Pero entonces nadie lo sabía.

Lo primero que me llamó la atención fue el desenfado y la juventud de ellos. Los más viejos apenas habían cruzado la línea de los 30. Parecían, más bien, por el aspecto y la forma de hablar, muchachos universitarios listos para presentar la tesis de grado. Habían salido del frente de guerra para evaluar la ofensiva de enero y para planificar las próximas operaciones militares. Managua era la retaguardia profunda.

Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional

NOTA RELACIONADA
Crónica de una guerrilla
(Primera Entrega)

Joaquín Villalobos (Atilio), era el comandante en jefe. El jefe del frente nororiental era Jonás (Jorge Meléndez); del sur oriental, Juan Ramón Medrano (Balta); del paracentral, Claudio Armijo (Chico). La encargada de las relaciones diplomáticas, Ana Guadalupe Martínez (María); Ana Sonia Medina (Mariana) estaba a cargo de las estructuras clandestinas de San Salvador y del frente de Guazapa. Mercedes del Carmen Letona (Luisa), coordinaba todo el proyecto de comunicaciones, que incluía Radio Venceremos.

Ellos siete formaban en esa época la Comisión Política, máximo organismo de dirección. Luego estaba el Comité Central, eran unos 12 o 15 miembros, diseminados en la capital y diferentes puntos del interior del país, Tegucigalpa y Managua. Cada uno tenía bajo su mando estructuras guerrilleras dedicadas a diversas misiones, como hacer la guerra en San Salvador, dirigir columnas en los frentes, conspirar con miembros de la Fuerza Armada del gobierno, conducir frentes de masas como sindicatos o introducir toneladas de armas hacia los frentes.

Algunos analistas siempre han creído que el Frente Democrático Revolucionario (FDR), era el brazo político de la guerrilla. Error. Cada una de las organizaciones guerrilleras era de tipo político militar. Es decir que cada agrupación guerrillera era conducida por un partido con claros fines políticos.

De manera que el Ejército Revolucionario del Pueblo era el brazo militar del Partido de la Revolución Salvadoreña (PRS). Su consigna: “Con la inquebrantable decisión de luchar por la revolución salvadoreña, hasta vencer o morir”. El FDR era un aliado del FMLN dedicado fundamentalmente a cuestiones de representación diplomática.

Sin embargo, la Comisión Política del PRS era, al mismo tiempo, la máxima dirección del ERP. Joaquín Villalobos era el comandante en jefe y, además, secretario general del partido. Lógicamente no eran partidos electorales, sino revolucionarios que seguían, algunos menos otros más, el clásico modelo de partido ideado por Lenin.

Llegué al cantón La Guacamaya, al norte del río Torola, en Morazán, en marzo de 1982. Allí estaba el campamento de Radio Venceremos. En ese lugar conocí a Santiago, la apasionada y recia voz de la emisora, y a Maravilla, un cineasta que hacía las veces de reportero. Al mismo tiempo que transmitía para la radio desde las propias líneas de fuego, filmaba los combates. Con ellos trabé una controvertida amistad que se convirtió en una de las más intensas experiencias humanas. No es mi propósito, en esta serie, contar mi historia, sino hacer una rápida crónica del ERP.

Joaquín Villalobos y Mercedes Letona ingresaron ese mismo año a Morazán y no volvieron a salir, sino hasta mediados de 1988. El campamento de la Venceremos estaba siempre ubicado junto al de la Comandancia General, las comunicaciones estratégicas y la sección de inteligencia y contrainteligencia militar.

Estábamos protegidos por una unidad militar bajo el mando del viejo Germán e Ismael, dos campesinos capaces de dar la vida por los ideales de la revolución o por la vida de cualquiera de los máximos comandantes. Ismael murió en combate, en el norte de La Unión. El viejo Germán vive en Morazán recordando, como futbolista nostálgico de gloria, los tiempos que no volverán.

Joaquín Villalobos

Los jefes del ERP no tenían nada que ver con la imagen del guerrillero sucio, rotoso, de cabello largo, barbas y con un puro en la boca que estableció en la imaginería universal el Che Guevara. Usaban, cada uno de ellos, un AK 47 de fabricación soviética, regalo del mismísimo Fidel Castro, una Browning 9 milímetros, arreos de combate norteamericanos, ropa verde olivo y se aseaban y afeitaban todos los días.

Es cierto que los operativos de la Fuerza Armada obligaban al puesto de mando a cambiar permanentemente de lugar, pero donde se establecía, los miembros de la seguridad construían un sistema de champas que incluía cocina, lugar de transmisión para la radio, sistema de monitoreo de noticieros y de las comunicaciones del ejército, zanjas y defensas antiaéreas. Para la comandancia hacían una champa especial, con una larga mesa (hecha de leños), para reuniones, lugar para revisar cartas topográficas y hasta un televisor de 12 pulgadas conectado a una batería de carro.

Atrás habían quedado los años de la guerrilla urbana y clandestina. Las pugnas con otras organizaciones guerrilleras, la escasez de todo y las constantes acusaciones. Ahora el ERP era la más poderosa organización de las cinco que conformaban el FMLN. Tenían a miles de hombres sobre las armas, una radio, red de comunicaciones, aparatos de propaganda y representaciones en diferentes capitales del mundo, fuentes de permanente financiamiento, dominaban un amplio territorio, se habían amistado con Fidel Castro y sus representantes eran recibidos por importantes gobernantes como Felipe González y Francois Mitterrand.

Tal vez el poder no estaba a la vuelta de la esquina. Pero de que estaba… estaba, esperando como novia ansiosa

Crónica de una guerrilla (1)

Crónica de una guerrilla

Marvin Galeas*

(Primera parte)

La primera vez que oí hablar del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) fue a finales de 1974. Yo tenía entonces 16 años y acababa de regresar de Costa Rica, de estudiar el primer año de bachillerato en un colegio adventista. Cristóbal, el hermano menor de mi mamá, quien era apenas cuatro años mayor que yo, me contó que en la televisión había aparecido un tipo llamado Santos Lino Ramírez, anunciando que abandonaba a la Policía Nacional para incorporarse a las filas de la guerrilla.

El sujeto era alto, esbelto y tenía un pasamontañas. Cristóbal y Geovanni, mi hermano menor, estaban impactados por la imagen del enmascarado. He descubierto con el tiempo que los rostros enmascarados y las identidades clandestinas siempre producen un secreto y morboso atractivo.
Prueba de ello son Santo, el enmascarado de plata; El Fantasma, de Lee Falk, y últimamente Marcos, el de Chiapas.

A finales de 1975, luego de otro año de ausencia en el país, alguien me prestó un libro de Roque Dalton. “El poema de amor” me quebró todos los esquemas. Hasta ese momento, yo era aficionado, como muchos adolescentes, a Bécquer, Neruda, Gutiérrez Nájera, Manuelito Acuña y otros azucarados poetas. Me movió el tapete Dalton. Me morí de la risa leyendo “Pobrecito poeta que era yo”. Después supe que el ERP le había asesinado.

Me contaron que le mataron el Día de la Madre, acusado de ser agente de la CIA. Poco después leí los ríos de tinta que poetas de toda América Latina habían escrito en homenaje a Roque y en desprecio a los líderes del ERP. ¿Por qué le mataron? ¿Quiénes era estos tipos del ERP? Me puse a preguntar. La historia que recogí en pedazos tenía más sombras que luces.

En 1971, un movimiento clandestino, llamado simplemente “El Grupo”, secuestró y posteriormente asesinó al joven industrial Ernesto Regalado Dueñas. El cadáver apareció terriblemente torturado en la carretera a Apulo. Hubo muchas especulaciones en esa época sobre este terrible crimen que sacudió al país. El gobierno del general Sánchez Hernández publicó en todos los medios los nombres y los rostros de los implicados. Recuerdo los nombres de Sol Arriaza, Rivas Mira y Cáceres Prendes. Se ofrecía recompensa a quienes informaran sobre su paradero.

Luego vino el sonado juicio de Cáceres Prendes, un ex militante de la Democracia Cristiana. El sujeto fue sobreseído. En esos primeros años de los setenta, se respiraba en el país una densa atmósfera. Una tragedia de enormes proporciones se estaba cocinando a fuego lento. Había surgido la guerrilla, el más claro síntoma de sociedades enfermas.

A finales de la década de los sesenta, el Partido Comunista estaba haciendo aguas por todas partes. Su apoyo al gobierno en la guerra con Honduras había motivado a muchos de sus dirigentes y militantes de base a hacer fuertes críticas a los partidarios de la lucha no violenta, entre ellos Schafik Handal. Las andanzas del Che Guevara en Bolivia y la guerra de Viet Nam había prendido la calentura en muchos militantes comunistas. Querían acción y la querían de inmediato.

Salvador Cayetano Carpio, José Salvador Dimas Alas y otros radicales dirigentes comunistas fundaron, en 1970, las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí”, FPL. La mayoría de sus fundadores eran líderes sindicales, maestros y no faltaba uno que otro cura afiliado a la Teología de la Liberación. La única diferencia entre el Partido Comunista y la FPL era en torno a métodos de lucha. Ambas organizaciones eran marxista-leninistas y pro soviéticas.

Por esos días, justamente, un grupo de jóvenes demócrata cristianos de familias de clase media, muchos de ellos ex alumnos de los mejores colegios de la capital y miembros de las juventudes católicas, se embullaron con la lucha armada. La Universidad de El Salvador era un hervidero de ideas y debates sobre cómo darle forma a la guerrilla. El llamado “El Grupo” surgió como una nueva izquierda, alejada de los tradicionales partidos comunistas y con fuertes críticas a la Unión Soviética, pero era tan radical como las FPL y el Partido Comunista.

Después del asesinato de Ernesto Regalado Dueñas, durante meses no se volvió a saber nada de “El Grupo”; fue hasta en marzo de 1972, en medio de un candente proceso electoral, que reapareció con el nombre de Ejército Revolucionario del Pueblo. Los flamantes guerrilleros mataron a dos guardias cerca del antiguo Hospital Bloom, y lanzaron un comunicado que decía: “La guerra de los pobres ha comenzado; la paz para los ricos ha terminado”.

Alejandro Rivas Mira, de seudónimo Sebastián Urquilla, era el jefe de la organización. Entre sus primeros militantes clandestinos estaban ya Joaquín Villalobos, Ana Sonia Medina, Lil Milagro Ramírez y Vladimir Rogel, entre otros. Rivas Mira, me contaron mucho tiempo después, tenía una personalidad extraña, un hombre que había leído mucho, un conspirador nato, de gustos exquisitos y de sangre fría para tirar del gatillo. Su mujer tenía el seudónimo de Gertrudis. Según le recuerdan algunos, era una muchacha bonita, procedente de una acomodada familia capitalina.

Entre 1972 y 1975, el ERP se dedicó a construir todo el andamiaje de la clandestinidad, reclutar jóvenes, sobre todo estudiantes de la Universidad y del Bachillerato en Artes. Pero al mismo tiempo realizó una serie de atentados dinamiteros, ataques a pequeñas guarniciones de los cuerpos de seguridad, tomas de emisoras, “ajusticiamiento” de guardias, policías y hasta de vigilantes nocturnos, para quitarles las pistolas.

Dos hechos marcaron al ERP para toda su historia: los asesinatos del poeta Roque Dalton, en 1975, y del empresario Roberto Poma en 1977. Todavía en 1979, yo no tenía la menor idea de que un día iba a enredarme en la historia de esta guerrilla, ser testigo de sus momentos de euforia y desastre, su auge, sus delirios de poder, sus acciones militares, su debacle y metamorfosis hasta mi ruptura total y absoluta con uno de las más veleidosos grupos de nuestra historia. (Continuará).

Declaración Franco-Mexicana de reconocimiento al FMLN-FDR. 28 de agosto de 1981

Declaración Franco-Mexicana de reconocimiento al FMLN-FDR

28 de agosto de 1981

El Secretario de Relaciones Exteriores de México, Jorge Castaneda, y el Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Claude Cheysson, sostuvieron un intercambio de opiniones en relación a la situación existente en América Central.

Ambos Ministros manifiestan la grave preocupación de sus gobiernos por los sufrimientos del pueblo salvadoreño en la situación actual, que constituye una fuente de peligros potenciales para la estabilidad y la paz de toda la región habida cuenta de los riesgos de internacionalización de la crisis.

En tal virtud formulan la siguiente declaración: convencidos de que corresponde únicamente al pueblo de El Salvador la búsqueda de una solución justa y duradera a la profunda crisis por la que atraviesa ese país, poniendo así fin al drama que vive la población salvadoreña. Conscientes de su responsabilidad como miembros de la Comunidad Internacional e inspirados en los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas (ONU).

Tomando en cuenta la extrema gravedad de la situación existente en El Salvador y la necesidad que tiene ese país de cambios fundamentales en los campos social, económico y político. Reconocen que la alianza del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y del Frente Democrático Revolucionario constituye una fuerza política representativa, dispuesta a asumir las obligaciones y los derechos que de ellas se derivan.

En consecuencia es legítimo que la alianza participe en la instauración de los mecanismos de acercamiento y negociación necesarios para una solución política de la crisis. Recuerdan que corresponde al pueblo salvadoreño iniciar un proceso de solución política global en el que será establecido un nuevo orden interno, serán reestructuradas la fuerzas armadas y serán creadas las condiciones necesarias para el respeto de la voluntad popular, expresada mediante elecciones auténticamente libres y otros mecanismos propios de un sistema democrático. Hacen un llamado a la Comunidad Internacional para que, particularmente dentro del marco de las Naciones Unidas, se asegure la protección de la población civil, de acuerdo con las normas internacionales aplicables, y se facilite el acercamiento entre los representantes de las fuerzas políticas salvadoreñas en lucha, a fin de que se restablezca la concordia en el país y se evite toda la injerencia en los asuntos internos de El Salvador.

Frank Sinatra en Mariona

Frank Sinatra en Mariona

Por Juan José Dalton

Vivencias de un preso político durante la guerra civil

SAN SALVADOR – El 27 de octubre de 1981 cumplía mis 25 años, pero fue como volver a nacer. En tales circunstancias no podía tener mejor regalo en la vida: de las cárceles clandestinas del Cuartel General de la Policía de Hacienda (PH), conocida entonces también como “la de azúcar”, fui trasladado a la Penitenciaría Central “La Esperanza”, en Mariona, al norte de la capital salvadoreña.

El médico Wilfredo Centeno y el dominicano Manuel Terrero que usaba el seudónimo de “Frank”, con quienes me habían capturado, el 7 de octubre de aquel mismo año en las montañas de Chalatenango, tras una larga odisea (historia que merece otros cuentos), fueron igualmente trasladados a Mariona. Lo mismo los integrantes del “Pelotón Atonal”, de la organización Resistencia Nacional (RN), incluido un viejito colaborador, a quien los de la PH apodaron “Farabundo Martí”.

Nos tiraron amarrados unos a otros en la cama de un pick up y fuimos rodeados por varios agentes que con sus G-3 nos apuntaban en la cabeza. “Si intentan rescatarlos, serán los primeros en morirse”.

En mis “adentros” imploraba que ojalá no se les ocurriera a los “compas” hacer algo en el trayecto hacia Mariona; que ni siquiera estallara la llanta de algún carro, de lo contrario iríamos directo al otro mundo.

Por suerte no ocurrió percance alguno y llegamos a Mariona sin problemas. Fuimos registrados y nos enviaron a una celda provisional donde pasamos todo el día. Era una especie de jaula. Los presos comunes iban a vernos como si estuvieran admirando a animales en el zoológico.

Al siguiente día nos trasladaron al Sector Cuatro, que era nuevo y preparado únicamente para presos políticos. “Frank”, el doctor y yo, como habíamos sido capturados en los montes, estábamos peludos y barbudos. Los del “Pelotón Atonal” no, porque ellos actuaban en San Salvador, o “la Metro”, como le decían a la capital en el argot insurgente.

Cuando estábamos en la PH “Frank” había sido obligado a declarar ante los medios de prensa, a los que les dio a conocer su verdadero nombre, o de pila: Manuel Enrique Terrero Sánchez…, lo demás que reconoció fueron inventos que después le costaron 14 meses en las bartolinas policiales.

El ejército supo un poco después que Terrero había sido oficial de la Marina dominicana y había estado en Cuba entrenándose con la gente del guerrillero dominicano Francisco Caamaño. Entonces lo secuestraron de Mariona y lo regresaron nuevamente a la PH, donde lo interrogaron agentes de la inteligencia estadounidense, de la CIA.

En aquel momento sólo habían sido capturados dos extranjeros que colaboraban con la guerrilla: el aviador costarricense Talavera y el nicaragüense Orlando Tardencilla. El tercer fue “Frank”.

Unos días antes de ser trasladado a Mariona recibimos la visita de miembros de la Cruz Roja Internacional y ello nos dio la garantía de que ya no nos iban a “desaparecer”. Yo les pedí que avisaran a mi abuela María (la mamá de mi padre), pero hasta después de ser enviado al penal y así lo hicieron.

Durante los interrogatorios nunca dije tener apellido Dalton, sino que García, por lo tanto, la Policía jamás se dio cuenta de mi verdadera identidad. Cuando alguna comitiva de oficiales llegaba a ver al extranjero capturado, un oficial del Servicio de Inteligencia (S-2) de la PH indicaba: “El más barbudo es el dominicano, el otro es el médico y el otro cipote (que era yo), es un vago cualquiera”. Hería un poco mi ego, pero tenía que quedarme callado.

Los tres meses que estuve en Mariona convivimos en el mismo sector de presos políticos dos Juan José García. Así que pasé desapercibido.

Bueno…, resulta que aquel era día de visitas, creo que un jueves. Mi abuela llegaría con mi tía Orbe, que en la actualidad tiene 96 años. Eran a las únicas que en un principio les confió que yo estaba preso. Juntas, mi mamá María y mi tía Orbe, habían apoyado en el pasado a mi padre; también a Cayetano Carpio (fundador de la guerrilla salvadoreña) cuando estuvo en la famosa huelga obrera en 1967. Años más tarde me estaban apoyando a mí.

A la visita anterior había llegado sólo mi abuela y yo le había advertido que la próxima visita no preguntara por mí sino que por “Frank”. Yo suponía que como él había salido en la TV y en los periódicos, ya mi abuela estaba enterada de que su verdadero nombre era Manuel Enrique Terrero Sánchez.

Aquel día estábamos en el salón de visitas en espera de nuestros familiares cuando de pronto veo entrar a dos ancianas cada una con una colchoneta al hombro y una bolsa en la otra mano… pero venían muertas de risa.

!¿Qué será?…, estas señoras se volvieron locas!, me decía en mis “adentros”. Cuando se me acercaron y nos pudimos abrazar, mi tía Orbe me hizo el cuento.

Resulta que cuando les llegó el turno para registrarse como visitantes después de hacer una larga fila, el vigilante preguntó a las dos señoras a quién venían a visitar.

Mi abuela titubeó por un momento, pero mí tía se adelantó y dijo que venían a ver a “Frank”.

¿Frank qué, señora?, insistió el vigilante.

“Sinatra”, respondió mi tía sin mucha contemplación.

Mientras me hacían el cuento yo sudaba frío. Pero aquellas dos ancianas se reían y decían: “qué brutos son los hombres que los cuidaban. Lo peor de todo es que el muy bruto apuntó Sinatra con C”, recalcó mi tía Orbe.

Así quedó registrado: Frank Sinatra, con “C”, estuvo detenido en Mariona y dos señoras lo fueron a visitar, por allí por noviembre de 1981.

A los presos políticos se nos había permitido tener una guitarra, como una concesión del entonces director del penal y mientras “Frank”, digo, Manuel Enrique Terrero Sánchez, estuvo en Mariona, nos juntábamos a su alrededor para oírle cantar, no “Extraños en la noche” ni “A mi manera”, sino boleros, sobre todo le pedíamos que cantara “Moliendo café”.

Mi amistad con Roque Dalton

Mi amistad con Roque Dalton

Por Santiago Ruiz Granadino

Los estudiantes universitarios estábamos luchando contra el gobierno del Coronel José Maria Lemus

SAN SALVADOR – Roque Dalton para mi era una persona especial, cuando lo conocí yo no comulgaba con sus ideas revolucionarias, debido a que yo era una persona de pensamiento de derecha, católico conservador, de familia terrateniente, criado en un hogar de un militar y mi principal aspiración cuando era adolescente era ser sacerdote. Con Roque me unían otros lazos: el era de Sonsonate igual que yo; su esposa era muy amiga de mi hermana, el era muy amigo de mi primo José Napoleón Rodríguez Ruiz (Pepe), a mi me gustaba escribir ensayos sobre la sociedad y la naturaleza y ambos éramos libre pensantes (el de izquierda y yo de derecha).

Yo lo conocí en el local de la Sociedad de Estudiantes de Humanidades, que estaba en el edificio que compartía la Rectoría con las Facultades de Humanidades y Economía, este había sido utilizado por un colegio de señoritas y una de las entradas del edificio estaba frente al Correo Nacional. Yo era ordenanza de la Rectoría y como era el último que habían contratado me correspondía limpiar los inodoros de la Rectoría, todo el corredor de la misma, el Paraninfo Universitario y la oficina de la Sociedad de Estudiantes de Humanidades (al final del corredor, antes de llegar al Paraninfo), yo tenía que andar rogando a los estudiantes que llegaban a joder o a reunirse en ese pequeño local (unos 12 metros cuadrados) para poder entrar a barrer y trapear, en realidad sólo me lo permitieron unas cinco veces en aproximadamente seis meses, ellos decían que todos los papeles que estaban tirados en el suelo eran confidenciales y que ellos ordenarían para que yo limpiara el piso; por lo general allí trabajaba el Pichón Cea y otros estudiantes que se encargaban de manejar un mimiógrafo que tenían en esa oficina, ese local lo utilizaban generalmente en la noche y algunos de ellos dormían allí. En esa época, mi tío el Dr. Napoleón Rodríguez Ruiz (Pistolita) era el Rector de la Universidad y mi primo “Pepe” Rodríguez Ruiz era el decano de la Facultad de Humanidades, donde se reunían muchos de los escritores y artistas de la época.

Yo tenía trabajando como ordenanza como seis meses, ya me habían entregado un uniforme de color caqui de mi medida, cuando una tarde me di cuenta que estaba abierto el local de la Sociedad de Estudiantes de Humanidades y rápidamente fui a ver si me dejaban hacer el aseo. Mi Jefa la Oficial Mayor de la Rectoría era muy estricta y ya me había llamado la atención varias veces de que ese local apestaba y estaba a la par del Paraninfo Universitario, en donde daban conferencias magistrales profesionales nacionales y extranjeros, se hacían los exámenes públicos de todos aquellos que habían culminado sus estudios universitarios y se entregaban los títulos a los graduados, toda la gente que ingresaba al Paraninfo vestía elegantemente y eran personas muy refinadas en sus gustos. Cuando entré en el local de los estudiantes me encontré con Roque, quien estaba leyendo un libro de poesía, sentado en una silla que estaba sobre una alfombra de basura de aproximadamente cinco centímetros (papeles, restos de fruta y de comida, stenciles, etc.), el se voltió hacia mi y me preguntó ¿Que es lo que desea jovencito?, yo le explique que tenía que hacer aseo al local y el en forma muy clara me explicó que allí sólo podían hacer el aseo los responsables del mismo, ya que esos papeles que estaban tirados en el suelo eran manifiestos contra el gobierno y los militares, que estos papeles no se podían botar en cualquier parte si no que debían ser quemados; yo le expliqué las regañadas que me había dado la Oficial Mayor y el me dijo que no me preocupara, que el le diría al Chino (no se cual) o al Rudy (un muchacho chele) que recogieran los papeles para quemarlos y que luego que me avisaran para barrer y trapear.

Desde ese momento, cuando nos encontrábamos en los pasillos del edificio nos saludábamos con cordialidad. Eran días difíciles, los estudiantes universitarios estábamos luchando contra el gobierno del Coronel José Maria Lemus, quien ante las protestas populares por la falta de empleo y otros efectos de la crisis económica que había azotado el país en los últimos años de los cincuenta, había respondido con más represión. Una tarde, cuando ya había completado mi jornada de trabajo en la Rectoría, me dirigía hacia mi cuarto como a tres cuadras de distancia, para cambiarme de ropa y luego regresar para recibir mis clases en la Facultad de Economía, en la esquina a una cuadra al poniente del Correo Nacional y a media cuadra al norte de la Rectoría, había varias centenas de personas reunidas escuchando a mi primo Pepe Ruiz, el cual explicaba los desmanes de la Policía y la Guardia Nacional, la cual no había permitido que se realizara esa tarde un mitin en la Plaza Libertad. Yo tenía como dos minutos de haber llegado al lugar, cuando la Guardia Nacional atacó por el lado del Correo Nacional, por el norte y por el poniente, ante los disparos de los atacantes, todos corrimos en dirección del Mercado Central, muchos buscaron refugio en la Rectoría, pero yo continué corriendo dos cuadras mas adelante; toda la zona fue acordonada por la Policía y la Guardia, como a las siete de la noche se empezaron a escuchar nuevamente disparos en dirección de la Rectoría, los cuales finalizaron como dos horas después.

Al día siguiente, a las cinco y media de la mañana, me presenté a la Rectoría para realizar mi trabajo de ordenanza, la puerta principal estaba custodiada por la Guardia Nacional, yo pedí hablar con el jefe de ese destacamento, llamaron a un cabo que estaba por allí cerca, le expliqué que yo era ordenanza y que me responsabilidad era hacer aseo antes que se abriera el edificio al público, el cabo me explicó que todo el edificio estaba ocupado por la Policía y la Guardia, que esperara por allí cerca porque no sabía a que hora ellos se tenían que retirar del lugar; así lo hice, me senté en una grada de un local comercial que estaba en frente de la Rectoría, en donde vendían maquinas de escribir, contómetros y otras cosas para oficina, sólo me levantaba para ir a comer por allí cerca.

No me recuerdo si ese día o al día siguiente, el cabo me llamó para decirme que en ese momento todos los policías y guardias tenían orden de retirarse del lugar, yo entré a la oficina de la Oficial Mayor para comunicarme con ella para recibir órdenes al respecto; esta señora llegó como media hora después, cuando ya se habían ido los policías y guardias, entramos a inspeccionar los destrozos y a ella se le caían las lágrimas, allí me contó que el Rector (ella era la que me había contratado especialmente por el hecho que yo era bachiller, no sabía que el rector era mi tío) y el Secretario General estaban hospitalizados, que el interventor de la Corte de Cuentas también estaba muy grave porque lo habían lanzado desde el segundo piso del edificio; esa noche cuidamos el edificio (para evitar que llegaran a recoger las evidencias de la violencia con que habían actuado las supuestas fuerzas de seguridad) el Jefe de Ordenanzas y otro compañero de trabajo; al siguiente día llegaron los periodistas a tomar fotografías y entrevistar a los pocos funcionarios universitarios que habían llegado a trabajar.

Ese acontecimiento me hizo muy popular en el edificio, yo salí ganando por que la Oficial Mayor le pidió a mi tío que me trasladara a la oficina de contabilidad de la Universidad como auxiliar contable (por supuesto que con el mismo salario de ordenanza), en la Facultad de Economía los miembros del Partido Comunista empezaron a acercarse para conversar y motivarme para que aceptara la postulación como candidato para representante de los Estudiantes de Economía ante la AGEUS.

Pasaron los meses y un día de tantos, el responsable de los estudiantes comunistas de la Facultad me pidió que yo y la Bibliotecaria de la Facultad, visitáramos a Roque Dalton, quien se encontraba guardando prisión en la Penitenciaría, allí frente al Parque Bolívar, en esa tarea de solidaridad estudiantil me hice amigo del poeta, por supuesto que eso significó que se sintiera con el derecho de putearme, por ejemplo cuando metimos a la Penitenciaría dos libros marxistas, encuadernados como códigos de leyes; ese día solo llegamos a dejarle las cosas (medicinas, periódico, golosinas, cigarros y los dos códigos), el las recibió muy contento y nosotros nos retiramos inmediatamente, pero en la siguiente ocasión no quiso salir al área de visitas por que dijo sentirse mal de salud, nosotros dijimos que lo esperaríamos una media hora por si sentía mejor, al cuarto de hora apareció bien emputado, nos dio los dos “códigos” y nos dijo “Llévense estas mierdas, esta basura, esta porquería, como se imaginan que yo voy a leerlas”, se trataba del “Manual de Economía Política” y “Materialismo Histórico”, ambos publicados por la Academia de Ciencias de la Unión Soviética..

Varios meses después, cuando triunfó el golpe de estado contra el Coronel Lemus, que llevó al Dr. Fabio Castillo a la Junta de Gobierno, me sentí muy importante cuando cargábamos en hombros a Roque Dalton, por encima de la multitud que había llegado para exigir la liberación de este estudiante universitario revolucionario.

En esta época Roque estaba de acuerdo con los planteamientos estratégicos del Partido Comunista de El Salvador, en cuya cúpula se encontraba Shafick Handal y Cayetano Carpio, fue un militante disciplinado no obstante su espíritu libertino y su boca sin autocensura, incluso durante varios años estuvo comunicando los planteamientos del Partido Comunista de la Unión Soviética en la Revista Internacional, en cuya redacción trabajó desde Praga, Checoslovaquia. A fines de la década de los sesenta, se produjo una división en el Partido Comunista de El Salvador, Shafick encabezó el mantenimiento del Partido dentro de la lucha electoral y Cayetano Carpio apoyado por la mayoría de la Juventud del Partido planteó que se debería de utilizar todas las formas de lucha revolucionaria. A este sector, que posteriormente conformó las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), junto con otros grupos revolucionarios que habían surgido de la veta socialcristiana, el Partido Comunista Salvadoreño los tildó de ultraizquierdistas. Uno o dos años después Roque Dalton escribió un poema poco conocido que se titula “Los Ultraizquierdistas”.

(*) Académico y colaborador de ContraPunto