La masacre del 22 de mayo de 1979

La masacre del 22 de mayo de 1979

Eduardo B. Rodríguez (*)

Lo que la historia no debe olvidar, lo que la historia no debe repetir

SAN SALVADOR – Lleno de enojo, el policía bajó del carropatrulla dirigiéndose hacia las personas que se agrupaban en la calle, sacudió su cabeza como hartado de ellos, no dio ninguna advertencia más que la que sus ojos de odio habrán mostrado detrás de sus lentes oscuros y entonces disparó a los que estaban frente a él. El sí matarás sonaba más como mandamiento en ese 22 de mayo de 1979. Al otro lado del esbirro y a milésimas de segundos del disparo, los manifestantes estaban entre la muerte y el escape. La tarde meditaba si debía empezar a empequeñecerse alrededor de la embajada de Venezuela en El Salvador.

Antes, a media mañana, el Movimiento Estudiantil Revolucionario de Secundaria (MERS), había programado una manifestación desde el Instituto Nacional Francisco Menéndez hasta Catedral. La marcha transcurrió sin novedades. La iglesia se mantenía tomada por el BPR en protesta por las capturas, desapariciones y masacres cometidas por las fuerzas de seguridad. También mantenía ocupadas las embajadas de Francia y Venezuela. Una tercera, la de Costa Rica, había sido desalojada por la policía. El Salvador era desde el día ocho, tema en los noticieros internacionales. La población había participado masivamente en los entierros de los asesinados. El gobierno del General Romero sentía el peso de la crisis política y la presión popular.

AL final de la demostración frente a Catedral, se pasó la voz de que habría una actividad de apoyo a los ocupantes de la embajada de Venezuela. Al contrario de la de Francia, localizada en la Alameda Roosevelt, en el edificio La Joya, la embajada de Venezuela se ubicaba en un vecindario aislado de la Colonia Escalón. Aunque en ambas la Policía Nacional tenía vigilancia, en la de Venezuela la presencia policial ejercía más presión. La situación se suponía delicada y el BPR decidió llevar medicinas y comida para sus compañeros en la sede diplomática. Una manifestación llevaría entonces los suministros hasta la embajada. Los participantes se movilizaron por autobús desde el Centro de San Salvador en dirección poniente hacia el exclusivo suburbio. Para el lugar de concentración se escogió al complejo de canchas de la Federación Salvadoreña de Fútbol.

Carlos Alberto llegó a la concentración en un autobús de la ruta 29, era del MERS y vivía en Santa Tecla. Cuando se le llamaba por su nombre el era Carlitos, cuando le llamaban por su apodo él era “Misisiopo”. Había sido capturado por el gobierno y recientemente liberado como prisionero político. En esa época cualquier activismo era penado con prisión. El país permaneció en constante Estado de Sitio desde la masacre del 28 de febrero de 1977. Las restricciones fueron levantadas en octubre para recibir un préstamo de 90 millones de dólares, estancado por la administración Carter para que en el país mejorara el respeto a los derechos humanos[i]. Recibido el préstamo, la Asamblea Legislativa aprobó en noviembre de 1977 la Ley del Orden Público,[ii] legislación por la cual fue hecho prisionero Carlitos.

El “Misisiopo” llegó a las canchas de la Federación de Fut como el resto de sus compañeros. Poco a poco los participantes se congregaban esperando iniciar la actividad. Alguien sugirió que por la presencia de tanta gente sería mejor disimular y hacer juegos entre todos. Carlitos jugó con sus compañeros. Corrió libremente tras ellos, su cara llena de una euforia que por un momento borró su habitual inseguridad y nerviosismo. Corría y sonreía, los meses de cárcel olvidados en el juego infantil, la algarabía ocultando la tensión, la posibilidad de la muerte. El juego se acabaría cuando se hizo el llamado a comenzar la actividad. La marcha se dividiría en dos. Unos caminarían en bloque por el sector norte y los otros comenzarían desde el sector poniente de las canchas sobre la 83 Avenida Norte.

En la intersección de la 83 Avenida con la 3ª Calle Poniente, ahora Calle Shafik Handal, dio inicio la manifestación. Unas 70 personas empezaron la caminata en ese bloque. Siete de ellas integraban una comisión que llevarían agua, comida y medicinas hasta la sede Venezolana. Jorge Mauricio Scaffini Siriany, un estudiante de la UCA de 21 años de edad y miembro de la organización FUR-30, era parte de esa comitiva. Los hombres y mujeres en la marcha caminaron gritando consignas en medio de las amplias y lujosas residencias. No se veía gente en esas calles. Subieron en dirección poniente sobre la Avenida José Matías Delgado hasta la 87 Avenida Norte, la calle en donde se encontraba la embajada. En medio de tanto lujo residencial, un pequeño tugurio se alzaba junto a un arenal.

El primer vistazo al llegar a la 87 Avenida era de los policías apostados en lo alto de un predio baldío sobre el costado poniente de la calle, terrenos que ahora ocupan locales comerciales y el World Trade Center. La distancia entre los manifestantes y aquellos era de unos 40 o 50 metros. Sobre la calle y bloqueando el acceso a la embajada ubicada en el número 604, los policías habían cruzado dos carropatrullas. Pronto ambos bloques de manifestantes, los que llegaban por el lado sur y desde la Avenida Delgado y los que subieron por el sector norte, se encontraban frente a frente con los agentes. Los megáfonos de los manifestantes anunciaban el propósito pacifico y humanitario de la actividad. Se les pedía a los policías permitir el ingreso de los siete asignados.

Los minutos pasaron. Los activistas coreaban sus consignas. Un maestro de ANDES 21 de junio que se encontraba en el bloque sur indicó que era mejor retirarse. Él pensaba que los policías tenían demasiada ventaja de tiro por su ubicación. El profesor, un docente del Instituto Nacional en la población de Aguilares, saldría con vida de la masacre, pero semanas después sería secuestrado y asesinado por escuadrones de la muerte durante una cacería de terror a maestros del gremio. Ante la inseguridad del lugar y el no avance en las demandas, otros manifestantes se ponían intranquilos. Otros hacían llamados a la calma. Las demandas y las consignas no paraban. El grueso de los manifestantes en ese sector sur se ubicaba en la acera oriente, cerca de un barranco que daba al arenal. Los policías gritaban más y seguían amenazantes con sus fusiles. El ambiente se había tornado tenso y peligroso.

Un carro-patrulla apareció atrás de los manifestantes. El vehículo venía sobre la 7ª Calle Poniente hasta empalmar con la 87 Avenida Norte. El carro quedó atravesado frente a la Nunciatura. Los policías se bajaron con sus armas desenfundadas. Aunque llegaban en la patrulla, estaban uniformados como motorizados, con sus cascos blancos, las botas altas de montar, el pantalón dentro de las botas y los lentes oscuros con aro metálico al estilo Ray-Ban. Los policías recién llegados estaban a unos 20 metros de los militantes. Estos se desordenaron y la mayoría se colocó cerca del barranco. Uno de los policías se adelantó, hizo un gesto de rencor y sin mediar palabra, levantó su mano y disparó su pistola contra aquellos junto al borde. Los otros policías comenzaron a disparar. En segundos, muchos se lanzaron a una altura de más de dos metros en la hondonada. Otros buscaron refugio en el tugurio.

Un grupo logró salir por el arenal. Las balas sonaban sobre sus cabezas. Salieron a las calles desiertas de la Escalón y trataron de encontrar una salida del vecindario desconocido. Llegaron a una casa de esquina cerca del Colegio Sagrado Corazón. Uno de ellos, joven dirigente de un gremio de trabajadores bancarios, estaba herido de un pie y no podía seguir. Otro, se encontraba sin zapatos. Un estudiante de la UCA, ahora periodista internacional, estaba lleno de lodo. Los otros dos se adelantaron y hablaron con un par de jóvenes en la entrada de la casa. Estos vestían de traje porque el lugar era el local de una universidad privada. La casa de dos plantas seguía con la puerta cerrada.

En la terraza, estudiantes de la universidad veían la escena pero huyeron en desbandada al ver un camión de guardias nacionales apareciendo por el oriente de la calle. La acción de los estudiantes alertó a los guardias que pararon frente a la casa. Los dos estudiantes afuera golpearon desesperadamente la puerta pero nadie abrió. El oficial se bajó del camión, amenazante, los guardias empezaron a bajarse con sus fusiles G-3. A lo lejos se escuchaban los tiros alrededor de la embajada. Rápidamente, la mente de uno de los activistas se iluminó. Actuando con la mayor calma se plantó frente a los de la universidad privada. Les dijo que actuaran con naturalidad, a hablar en voz alta, bromear y a ignorar a los guardias.

Los estudiantes de la universidad privada se quedaron paralizados. Los guardias nacionales se quedaron confundidos. No podían ver al herido, al enlodado y al que no tenía zapatos, solo a los dos estudiantes de traje y a los activistas que los ignoraban con la naturalidad de una platica de bar. El oficial ordenó a los guardias de regreso al camión, arrancaron y se fueron en dirección poniente hacia la embajada. Los sobrevivientes caminaron en dirección oriente, una persona en un vehículo que hacía viajes les paró y los llevó sin sospechar hasta Metrocentro, allí tomaron un taxi hacia la Universidad Nacional.

Al día siguiente, se dijo que los cuerpos de los caídos estaban en la morgue. Varios activistas y familiares se dirigieron hasta allá. Carlitos “Misisiopo” había sido colocado boca arriba sobre una especie de mesa dentro de la morgue. El cuerpo de Mauricio Scaffini también estaba ahí y el de Nelson Ernesto Méndez, un niño de 15 años del Tercer Ciclo Santa Lucía y activista del MERS. Además, se encontraban los restos de Emma Guadalupe Carpio, maestra de ANDES e hija del entonces máximo líder de las FPL, Salvador Cayetano Carpio; de otro Carlos, dirigente de los estudiantes de las secciones nocturnas de secundaria y miembro de la dirección nacional del MERS; y de Delfi Góchez, escritora y dirigente del FUR-30.

En total, 15 miembros del BPR fueron asesinados, con una docena o más de heridos. Una adolescente que quedó herida contó como se hizo la muerta mientras observaba a los policías tirar ácido sobre los cuerpos, una práctica para “despertar” a los que no habían fallecido. Cuando llegó su turno, uno de los policías dijo que no le tiraran el ácido, a él le pareció que se encontraba muerta. Toño Girón, también del FUR-30, no tuvo la misma suerte. Su cuerpo tenia señales de quemaduras y torturas. Treinta años y los muertos siguen en una historia prohibida mientras no se considere que le llegó el turno a la justicia.

[i] Armstrong, Robert y Janet S. Rubin. El Salvador: El Rostro de la Revolución. Boston: South End Press, 1983. San Salvador: UCA Editores, 2001. P. 96.

[ii] Ibid. P. 97

(*) Colaborador de ContraPunto

Las tonalidades de la memoria o la disputa por la historia

Las tonalidades de la memoria o la disputa por la historia

¿Ha comenzado una de las disputas por la memoria nacional de la generación que llegó a la Presidencia?

MEXICO, DF – Treinta años después, no soy el mismo que vivió aquellas masacres de mayo de 1979, las que marcaron nuestras vidas para siempre. No puedo hablar en nombre de mis compañeros universitarios de la UCA sobrevivientes o caídos en aquellas jornadas. Yo era otro y no volví a ser jamás el mismo. Ni yo ni los demás.

Puedo, eso sí, hacer un enorme esfuerzo por recordar la anécdota, el dato humano, nuestra secreta confraternidad, buscar el testimonio. He leído el texto que publicó en este espacio de ContraPunto Eduardo B. Rodríguez, donde me retrata enlodado buscando el escape, ayudando a un herido frente a un camión de guardias nacionales y me he decidido a ofrecer estas líneas.

Recuerdo, por ejemplo, a la Delfi, poeta precoz de cuerpo esbelto y bello a sus 21 años, yo no cumplía los 19 y apenas estaba en mi segundo año universitario. La recuerdo nítida a minutos de su muerte. Nos vimos a los ojos y pensé, poquito antes, en la cancha de fútbol de la colonia Escalón donde nos concentramos, para simular un partido de fútbol, cerca de la Embajada de Venezuela, ocupada por un movimiento popular: “Uno de nosotros se puede morir hoy”.

Era el 22 de Mayo de 1979, reinaba una Ley de Orden Público y ya había ocurrido la Masacre de Catedral el 8 de Mayo, aquel mediodía adonde llegué tarde, cuando lo tiros ya llovían sobre las escaleras frente a la Plaza Barrios y el Palacio Nacional.

El clima cerca de la embajada venezolana olía a peligro inminente. Lo sabíamos todos.

Escribí originalmente estas líneas a pedido de Tono Morales Carbonell, otro protagonista de aquellos rebeldes años universitarios, horas antes de que participara el 15 de mayo pasado en un homenaje a los estudiantes de la UCA de la Fuerzas Universitarias Revolucionarias 30 de Julio (FUR-30), en el que militamos junto con los hermanos Roberto y Mauricio Funes.

Tono y otros compañeros de la UCA con quienes participamos de aquel extendido enjambre de organizaciones gremiales de la segunda mitad de los años 70s denominado Bloque Popular Revolucionario, habían estado cercados en la embajada de Costa Rica, pero con el embajador como garantía; digamos la palabra horrible y cierta, como rehén.

La diferencia es que el embajador de Venezuela, Leopoldo Castillo, hoy notable opositor al presidente Hugo Chávez, conductor del más popular programa disidente ¡Aló Ciudadano!, ahora perseguido con múltiples pretextos autoritarios, se había escapado. Nuestros compañeros estaban jodidos, sin luz ni agua. El plan era allegarles víveres, y si era posible… ¡rescatarlos!

Éramos apenas unas 200 personas en dos bloques hacia cada flanco de la embajada venezolana, no más, en plena colonia Escalón. Habíamos partido con mantas, pancartas, agua, comida desde las barracas de la Universidad Nacional. Habíamos sido advertidos que era una manifestación riesgosa.

La mayoría era el liderazgo de una parte radicalizada de movimiento popular, miembros de direcciones nacionales de esos movimientos germinales de la guerra civil que era el BPR. Vi que hasta una notable dirigente magisterial, hija del caudillo guerrillero Salvador Cayetano Carpio, iba con nosotros en su último día de vida.

La seguridad en la periferia que pusimos falló, y las fuerzas de seguridad uniformadas de café policial, polainas, con arneses y cascos de acero nos cercaron en menos cinco minutos. Nosotros, Mauricio Escaffini, Toño Girón, la Delfina Góchez, creo que Rudy y yo, éramos parte de la llamada “autodefensa”, medio armada de cocteles molotov y un par pistolitas.

Alberto, el Beto líder del FUR-30 y entonces ya dirigente nacional, que se iba a casar el siguiente fin de semana con la Delfina, hija del poeta Góchez Sosa, pedía a los policías cordura, con su megáfono, mientras ellos tomaban posiciones en lo que era un predio frente a la Nunciatura, hoy construido.

Les decía que sólo traíamos agua y comida a los de la embajada, que íbamos en son de paz. Cuando olfateó el desenlace llamó a retirarnos.

Comenzaron a disparar. Del asfalto saltaban chisporroteos como pop corn, las balas silbaban sobre nuestras cabezas y la gente caía.

Nos masacraron. Fueron casi 20 muertos y 15 heridos de una vez, ni pude sacar ni disparar mi pinche pistolita 38 con la que salté al barranco de una quebrada por donde la mayoría escapó. Abajo, bañados en fango, hubo que ayudar a los heridos, salir del cerco, pero eso es muy largo de contar a estas alturas. El relato de Eduardo es más documentado.

Recuerdo que Tono y otros colegas de la UCA que acompañaban ese movimiento había estaba cercado en la embajada de Costa Rica, porque en aquellos días de violento autoritarismo ocupar una sede diplomática era la única manera de pedir la libertad de líderes populares.

Había sido detenido Facundo Guardado, máximo líder del muy masivo BPR y Ricardo Mena, entonces máximo dirigente de los estudiantes rebeldes de la UCA, que algún día se había trenzado en debates por reivindicaciones juveniles con los cerebros de esa academia junto con Mauricio Funes.

Podría seguir escribiendo de los demás pero no hay espacio esta vez para más memoria, el tiempo siempre corre contra nosotros. Es hora de decir que no comparto que se les defina como mártires como se anunció el homenaje de la UCA, que además los juntó con la celebración del natalicio del martirizado jesuita Ignacio Martín Baro.

Entre el martirio y el heroísmo hay distinciones más allá de la semántica. Tal vez la decisión de mezclar el episodio con los jesuitas masacrados a mansalva haya causado la pifia.

Menos aún comparto que hayamos sido el paradigma de la juventud de aquellos años, como sugería el título del acto. En realidad, la mayoría de los jóvenes universitarios estaba en las aulas, empeñado en su frágil normalidad y la búsqueda académica de sus sueños. Fuimos simplemente diferentes, curiosos, a veces audaces, talentosos algunos, lúdicos, soñadores todos, irresponsables.

Éramos una singular agrupación que recién se embarcaba en una nave justiciera que ya había comenzado su travesía a la locura de la guerra civil. Medio lo sabíamos, medio lo ignorábamos.

Bromeábamos y jugábamos al conflicto con la certeza de su inminencia. Los caídos en Mayo de 1979 sólo fueron los primeros. Luego vendría de regreso del exilio Roberto Cañas Viana, mi entrañable mentor, quien regresó del exilio de Cuba, adonde fue a parar desde la embajada de Costa Rica, donde compartió toma y encierro con Tono. Y murió asesinado en un retén cuando se estrenaba en la rebelión armada.

Luego fue detenido y asesinado nuestro entrañable compañero de banca en la facultad de Ingeniería, Mauricio Flores, la alegría andante, cultor de las artes marciales, que de plano dejó la universidad para luego hacer una de las primeras emboscadas urbanas guerrilleras. Colgamos su imagen pintada de cinco metros en nuestro primer congreso público de movimiento universitario en el Aula Magna 1 de la UCA, en el interregno de mediana apertura democrática tras el Golpe del octubre 1979. La lista en muy grande, me declaro incompetente para armarla.

Y llegado a este punto, los matices claroscuros, las tonalidades de la memoria, hacen por ejemplo poner ahora a nuestros compañeros de aquellos años, años de ilusionados e iniciados, en el mismo lugar al grupo que encabezó el filósofo y rector de la UCA, Ignacio Ellacuría, cuya obra sirvió para mi tesis de filosofía en México y luego fue publicada como libro.

Son los bemoles de la disputa por el recuerdo. No es una conjugación tan simple. No es precisa. Los jesuitas fueron asesinados a mansalva 10 años después y el país ya era otro, como otro es hoy.

El único registro escrito que he encontrado de las opiniones de los jesuitas sobre nuestro movimiento estudiantil no los convierte en socios, en aquellos años.

Habla Ellacuría a la revista Cuadernos del Tercer Mundo ( Octubre-diciembre 1984):

“Pregunta : -Parte importante del movimiento popular era el movimiento estudiantil. ¿Eso también se reflejó en la UCA?

Respuesta de Ellacuría: – Nuestro estudiantado es y ha sido tranquilo, preocupado por su profesión, por sus estudios, por sus intereses juveniles. Hubo un pequeño movimiento estudiantil juvenil, relativamente minoritario. Se dedicaba a impulsar al estudiantado a hacer reclamos más o menos irracionales: de ingreso masivo, de baja de las exigencias académicas, causas que pensamos en ese tiempo iban en contra de las mayorías populares en El Salvador. El país no necesita de ineptos profesionales. El Salvador necesita de gente muy comprometida políticamente y en eso daban un ejemplo: pero necesita también gente muy seriamente preparada desde el punto de vista académico y de comportamiento, y en eso no eran ningún ejemplo. Hubo que combatir con ellos. En una ocasión nos secuestraron a los dirigentes a punta de pistola para que cediéramos a sus demandas de tipo aparentemente gremial.

-Pregunta: – ¿A usted también lo secuestraron?

– Sí, pero no cedimos. No estamos dispuestos a ceder ante la irracionalidad. Yo creo que las propias organizaciones populares les ordenaron que olvidaran el secuestro porque era absurdo. Yo creo que, con el tiempo, todos comprendimos mejor cuál era el papel de cada uno y nos respetamos. Muchos de ellos, cuando las cosas se dificultaron en el 80, pasaron a la guerrilla y desaparecieron de la universidad”.

En fin. Con los elementos de los cuales dispongo, puedo darme cuenta que el acto del 15 de mayo pasado en la UCA es parte del primer episodio en la disputa por la memoria y por la agenda del tema de los derechos humanos en el arranque del primer gobierno de las izquierdas en El Salvador.

Indagué hasta donde pude si había sido invitado el Presidente electo, miembro de nuestra generación a la cual se dedicó el acto luctuoso. Entiendo que no fue así. ¿Por qué, no lo sé?. Él y su hermano Roberto, fueron parte de aquel nuestro movimiento. Ya he escrito en un texto publicado en El Faro sobre la forma en que fue detenido y asesinado a sangre fría Roberto, luego de una inofensiva barricada fallida.

Elegir este acto de homenaje no es una selección inocente. Tiene ahora una connotación política para nosotros, los sobrevivientes. Y debemos ser responsables de nuestros pensamientos para no ocultarnos en esta memoria digna con el fin de legitimar nuestros planteamientos actuales.

Lo que sí sé es que Mauricio plantea que primero se necesita la reconciliación del país. Me parece una actitud muy responsable.

Sé que plantea que no se trata de abrir juicios y procesos tormentosos para un aparato de justicia que no está preparado para esa tarea enorme.

Comparto la médula de su pensamiento: que en las condiciones de El Salvador, saber la verdad es apenas el asomo de la justicia posible.

Tal vez en aquel homenaje del 15 de mayo pasado en la UCA haya comenzado una de las disputas por la memoria nacional de la generación que llegó a la Presidencia.

(*) Escritor y periodista; colaborador de ContraPunto

Carta para los amigos en el FMLN

Lunes, 24 de Agosto de 2009 / 09:24 h
Carta para los amigos en el FMLN

Dagoberto Gutiérrez

La figura del cambio que funcionó como desencadenante en la campaña electoral de marzo, desamarró la imaginación del pueblo para enfrentarse a una realidad que, armada de dientes letales, mordía a los más pobres distribuyéndoles veneno, mientras ofrendaba y ofrenda bálsamo para los más ricos, por eso cuando el cambio resulta ser medular en el discurso de las izquierdas y también en su política real, debe ser puntualmente diferente al de las derechas, no debe tardar más de lo inevitable y debe armonizar con la idea que el pueblo tiene del mismo cambio.

El nuevo gobierno para ser gobierno nuevo, necesita significar un nuevo ejercicio del poder político, una nueva política y un nuevo proyecto de sociedad, más y mucho más que de país.

Estos son, presumiblemente, los contenidos mágicos que sintetizan las diferentes ideas de cambio en las que piensan los más pobres. En ningún caso el gobierno nuevo podrá ser simplemente un nuevo equipo de administradores, por buenos que fueran, porque siendo la crisis de aquellas totales e integrales, resulta que la realidad debe ser cambiada desde un principio desde abajo y con los de abajo. Es un cambio de vida que ha de caracterizar la nueva política anunciada, pero resulta que el FMLN como partido que ganó una votación presidencial con la bandera del cambio, una vez contados los votos ha desaparecido totalmente como actor político, se ha vuelto ciego, mudo, y sordo dentro de un autismo político total.

En realidad, el FMLN debió ser sujeto político e instrumento político, pero no lo ha sido ni lo es y, con angustias ha sido actor. Actualmente ha renunciado a este papel y todo parece indicar que también ha renunciado al gobierno de Mauricio Funes, en nombre de un mítico gobierno puro que vendrá después en algún momento, de algún modo y de alguna forma, en algún tiempo en alguna nube y en algún suspiro.

El Gobierno de Mauricio Funes no es el gobierno del FMLN, y aunque se necesitaron mutuamente, al desaparecer esta necesidad, real o aparentemente, y más aparente que real, aparecieron dos realidades políticas adolescentes desencantadas y desenamoradas.

Gobernar actualmente es enfrentar la mayor crisis y cambiar el ejercicio del poder político y, más concretamente, es asegurar medicina, atención médica, educación y trabajo para las mayorías. Este es el mínimo que se espera, se requiere y se necesita; como lo podés ver, querido amigo, este es un máximo que requiere de la participación y la movilización social más extensa y ocurre, que esta explosión de energía no aparece, todavía en la cabeza del gobierno ni en la de este partido. Aunque si a borbollones, en la cabeza y en el corazón del movimiento popular.

La relación entre gobierno y partido es la misma que se da entre un aparato y una organización, el primero funciona, complementa e implementa la política que la organización difunde, asegura y propagandiza en el corazón social, es, en definitiva, el nexo entre un músculo que mueve y un cerebro que concibe y que es al mismo tiempo movido por el músculo.

Cuando estos dos actores se desencuentran sufren ambos porque debiendo necesitarse pasan a ignorarse como doncellas resentidas y, a menos que nazcan una alternativa o que se establezca una nueva alianza en cualquier rumbo o que el gobierno, en disputa como lo esta actualmente, establezca su rumbo definitivo con el pueblo o contra el pueblo, la situación creada favorece la derrota de aquel gobierno que supuestamente tiene un presidente que se guía por Monseñor Romero. Tamaña situación, será obligatoriamente ventajosa para las derechas.

Es muy cierto, que el actual gobierno necesita apurar el paso, definir definiciones pendientes, establecer rumbos, revisar lo hecho, pero, necesita sobre todo aprender y aprehender a involucrar al pueblo e involucrarse con el pueblo en el abordaje gubernamental. Esta es la piedra de toque de la gestión y es, precisamente, la carencia más notoria y desgarradora de los primeros meses; incluso, partido y gobierno, necesitan aprender a usar palabras diferentes a las de la derecha para referirse a los mismos hechos, estas son necesidades de gobierno y partido que sufren, ardientemente de los mismos cucos.

El acuerdo entre el pueblo y gobierno pasa porque este ultimo se torne defendible por el pueblo lo que solo será posible y necesario si el gobierno defiende al pueblo que lo puede defender.

La política es la materia prima más importante que el pueblo esta produciendo en estos momentos y solamente aprendiendo a usarla podremos construir la energía necesaria para salir adelante. No hay que olvidar que quien no haga política puede morir así como ocurre en el Protágoras griego.

Si el problema de la democracia es la necesidad de su democratización también la política requiere de su politización. Nunca como hoy, ha sido más cruda la frase que dice que, dime cuál es tu política y te diré quien eres.

El eterno mayo de Roque

El eterno mayo de Roque

Por Elio Henríquez

La anécdota de un viejo camarada de Roque

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, MX – Al poeta salvadoreño Ricardo Bogrand no le cabe la menor duda de que si Roque Dalton viviera, “andaríamos locos, abrazándonos y celebrando, con unos tragos,” el reciente triunfo de la izquierda en las elecciones presidenciales del país.

Compañero de Dalton en la llamada “Generación Comprometida” y en el Partido Comunista Salvadoreño, Bogrand asegura que el triunfo del Frente Farabundo Martí para la Liberación (FMLN), es resultado de la lucha que durante casi un siglo emprendieron en distintas etapas miles de salvadoreños, incluyendo a los que fueron masacrados en 1932.

“La lucha contra la dictadura militar en El Salvador se inicia en 1932 con el alzamiento popular de campesinos y después se liga con el movimiento de 1944 para tumbar la dictadura de Hernández Martínez”, afirma y agrega: “Es una misma línea de continuidad desde 1932 hasta el 2009. Nos ha llevado casi un siglo para llegar al poder. Así ha sido de tremenda, de dolorosa la lucha de nuestro pueblo”.

Sostiene que ahora que la izquierda ha ganado la presidencia de la República debería de abrirse una investigación amplia para castigar a los asesinos materiales e intelectuales de Roque Dalton y que el crimen no quede impune. “Ese famoso perdón y olvido (no sólo en el caso de Dalton) es una bofetada para el pueblo salvadoreño”, manifiesta.

Roque, agrega, “no merecía morir como murió. En todo caso, si tenía que morir, pues tenía que morir con las armas en la mano y disparando, no asesinado y sedado, porque primero lo sedaron y después lo ametrallaron y fueron a tirar el cadáver a un lugar X, y no se sabe dónde están sus restos”.

Ricardo Bogrand es el seudónimo con que desde joven firma su obra poética, José Antonio Aparicio, quien nació en 1930 en San Pedro Arenales, Chinameca, departamento de San Miguel. Ha publicado “Perfil de la Raíz” (1956), “De mar a mar”, “Alianza de mis manos”, “María del Carmen”, entre muchos otros poemas. Desde hace cinco años es catedrático de tiempo completo en la Universidad Intercultural de Chiapas, México, con sede en San Cristóbal de Las Casas.

Como integrante de la “Generación Comprometida”, fue compañero y amigo de Roque, a quien considera uno de los mejores poetas salvadoreños de la segunda mitad del siglo pasado.

Ricardo Bogrand, o José Antonio Aparicio, aceptó ser entrevistado a propósito del 34 aniversario del “cobarde asesinato” del autor de “Pobrecito poeta que era yo” —-quien este 14 de mayo cumpliría 74 años de edad—, y del triunfo de la izquierda salvadoreña en las elecciones presidenciales.

Saboreando una humeante taza de café en una de las casonas antiguas de esta colonial ciudad fundada en 1528, el poeta, naturalizado mexicano y quien desde hace casi medio siglo llegó como exiliado a tierras aztecas, se llena de recuerdos, de nostalgia.

Con el pelo blanco a sus 78 años de edad, recuerda cómo conoció a Roque. Se remonta a 1954 cuando la Asociación General de Estudiantes de El Salvador (AGEUS) había convocado a un mitin en lo que era el predio universitario, donde había estado la antigua universidad de madera que mandó a incendiar el entonces mayor José Alberto Medrano, jefe de investigaciones de la Policía Nacional.

Allí, donde los estudiantes organizaban los mítines, una tarde de aquel año se encontró con Roque y se conocieron. “El se acercó y me dijo: ‘¿usted es Ricardo Bogrand?’. ‘Sí, le dije, en qué puedo servirle’. ‘Mire, leí el poema que publicó usted el sábado en el diario Latino, me gustó y me interesó mucho’. Ahí empezamos la relación y la amistad”. Aquel poema era “A flor de tierra”.

Un año después, cuenta, él fue a trabajar como maestro a la Escuela Normal “Alberto Masferrer”, a donde llegaba Roque a platicar con él. Ahí, relata, “surgió la idea de organizar el Círculo Literario Universitario, y para ello Dalton ya había hablado con Otto René Castillo, también del mismo grupo y exiliado guatemalteco; con Manlio Argueta, que estudiaba en la facultad de derecho junto con Roque, con Jorge Díaz Gómez, y otros compañeros”.

Fue así como, en 1956, se fundó el Círculo Literario Universitario, “pero antes, todo el grupo que formaba parte del Cenáculo de Iniciación Literaria había saltado ya a las páginas de los periódicos locales: el Diario de Hoy, la Prensa Gráfica y el diario Latino. Cuando estaba yo en primer año de derecho Roque y Manlio estaban en tercero, y Schafik Handal en quinto. Este grupo fue la izquierda universitaria que después tendría relevancia en las luchas universitarias y a nivel nacional luchando contra la dictadura militar y finalmente en la guerra civil”.

Comenta que después de algunos años, él y Dalton, ambos en el exilio, se encontraron de nuevo en México. Durante una noche de parranda, recuerda, “me dijo Roque: ‘mire, poeta, usted tiene un libro que se llama “El rostro en la ventana”, ¿por qué no me regala ese título?’. ‘No, porque es el título de mi libro que voy a publicar’. ‘Es que yo voy a publicar un libro y ese título me gusta; usted es muy bueno para encontrar títulos para libros’. Me tocó la parte sensible y le dije que lo tomara”. Finalmente Dalton tituló ese libro como “La ventana en el rostro”.

Recuerda que la “Generación Comprometida”, se integró por un primer grupo de nueve poetas, de la promoción de 1950. “Empecemos por las mujeres: Irma Lanzas, Mercedes Durán, Mauricio de la Selva, Italo López Vallecillos, Orlando Frecedo, Eugenio Martínez Orantes, Alvaro Menéndez Leal, Waldo Chávez Velado y su servidor. Para 1956 se incorporan Roque, que era menor que nosotros, Manlio Arguete y Roberto Armijo. Éramos doce los que formamos la “Generación Comprometida”, que correspondería, con ciertas diferencias y distancias que hay que reconocer, a la generación de medio siglo de México”.

De este grupo eran sus amigos cercanos Roque, Menéndez Leal, Italo López Vallecillos y Orlando Precedo, “el mejor poeta de todos, que murió muy joven, porque se hizo alcohólico”.

Ricardo Bogrand se detiene y hace una necesaria aclaración: “Qué bueno que tocamos el tema porque cuando se habla de la “Generación Comprometida” se cree que todos teníamos el mismo compromiso pero no es cierto. Lo de ‘comprometido’ lo entendíamos nosotros con el pueblo y los trabajadores, los campesinos. Que nuestra poesía, lo que escribíamos, fuera para ayudar a la liberación del pueblo; no podemos decir que, por ejemplo, Waldo Chávez Velasco, Eugenio Martínez Orantes, Irma Lanzas por mencionar tres, tuvieran un compromiso; ellos lo tenían pero con el sector oficial”.

Sostiene que él no ha claudicado y que morirá en la izquierda, pues no piensa cambiar. Dice que del grupo quedan con vida Irma Lanzas, Mauricio de la Selva y él. “Han muerto seis y del otro grupo queda Manlio, pero en su caso tampoco podemos hablar de un compromiso, porque no sé cómo llamarle a una persona que se va a leerle versos a los cadetes”.

¿Qué opina usted de Roque como poeta?

Era muy buen poeta. Tuvo una evolución estupenda. No son sólo aquellos poemas de corte romántico como cuando empezamos en El Salvador sino que su estancia sobre todo en Cuba le ayudó mucho a desarrollarse y evolucionar como poeta. Esa estancia en Cuba también le sirvió para relacionarse con los poetas y escritores latinoamericanos, como Julio Cortazar, Mario Benedeti, que le tenía mucho aprecio a Roque, y poetas cubanos, como Roberto Fernández Retamar; todo esto le sirve y se da a conocer ya más a nivel latinoamericano. Era un buen poeta, aunque hay unos poemas que no tienen la misma calidad que otros, pero eso es natural en la poesía, no todos los hijos salen bonitos.

¿Cómo cree usted que sería ahora Roque?

Sería un anciano como su servidor pero con entusiasmo y muchos deseos de vivir. Roque era muy vital, con muchos deseos de vivir, y muy buen amigo, nada de dobleces, derecho, recto. Así lo recuerdo.

¿Cómo se vivió el proceso de la muerte de Roque?

Yo estaba en México porque tuve que salir al exilio de nuevo en 1972. Trabajaba como profesor de tiempo completo en la Universidad de El Salvador en el departamento de letras de la facultad de ciencias y humanidades. El ejército y la policía asaltaron la universidad e hicieron una redada. Yo me salvé porque andaba en trabajo de campo haciendo una investigación en el área nahuatl de El Salvador junto con una compañera antropóloga francesa; estaba ese día en Armenia y hasta en la tarde que regresé a San Salvador me di cuenta de lo que había pasado. Meses después regresé a México como exilado de nuevo hasta 1992 cuando ya se habían firmado los acuerdos de paz.

¿En México cómo se vivió la noticia del crimen?

Se nos hizo llegar copia de la famosa denuncia –un boletín del EPR (Ejército Revolucionario del Pueblo)—- del por qué un grupo no podemos hablar de toda la organización-, lo mató. Para nosotros la acusación era una mentira. No se podía creer y hubo protestas, cundió en la conciencia de la gente revolucionaria y de izquierda mexicana este crimen imperdonable.

Roque Dalton, subraya Bogrand, “era un hombre revolucionario y es una estupidez lo que dijeron acerca de que era agente de la CIA y que por eso lo habían matado. Lo que menos se podía pensar es que fuera eso porque no lo era, era un hombre honesto, a carta cabal. Eso era Roque. Un poco loco como éramos todos los de aquella época que andábamos en la revolución y al mismo tiempo en la parranda pero esa era nuestra manera de ser y teníamos que desahogarnos de alguna forma”.

¿Usted cree que alguien tendría que ser castigado por ese crimen?

Yo pienso que sí. ¿Por qué no? Hoy que por fin el FMLN llega al poder ojala todas estas cosas se remuevan. No puedo adelantar nada porque no lo sé pero ese famoso perdón y olvido es una bofetada para el pueblo salvadoreño. No deben de quedar impunes todas estas muertes. Roque no merecía morir como murió. En todo caso si había que morir pues había que morir con las armas en la mano y disparando no asesinado y sedado, porque primero lo sedaron y después lo ametrallaron y fueron a tirar el cadáver aun lugar X. No se sabe dónde están sus restos. Y no obstante que sus hijos reclaman el castigo para los asesinos, todo sigue igual. Debe de castigarse a los responsables materiales e intelectuales de ese crimen.

Joaquín Villalobos dijo que fue uno de los grandes errores de la guerrilla

Sí, pero eso no se justifica de ninguna manera.

Roque decía que había que ganar el poder con al lucha revolucionaria. ¿El triunfo del FMLN en este 2009 es producto de esa lucha?

No lo podemos desligar. La lucha contra la dictadura militar en El Salvador se inicia en 1932 con el alzamiento popular de campesinos entre ellos muchos indígenas de Sonsonate y Ahuachapán. Después se liga con el movimiento de 1944 para tumbar la dictadura de Hernández Martínez, y a raíz de eso se instaura la dictadura militar. Con los acuerdos de paz los militares van a sus cuarteles, se suprimen los cuerpos de seguridad y aunque hay una Policía Nacional Civil que tiene algunos vicios, esto probablemente sea objeto de un proceso de remodelación con el gobierno (que a partir del primero de junio encabezará Mauricio Funes). La lucha ya sea civil, electoral o armada forma parte toda del mismo fenómeno y hasta ahorita es que el FMLN ha ganado las elecciones y llega al poder, pero es una misma línea de continuidad desde 1932 hasta el 2009.

Usted que lo conoció, ¿cree que Roque estaría contento por este triunfo de la izquierda?

Si Roque viviera –a Bogrand se le quiebra la voz, se le humedecen los ojos en medio de los recuerdos y la nostalgia—, andaríamos locos, abrazándonos y celebrando todo esto. Es lo más seguro, porque yo lo conocía. Y andaríamos echándonos los tragos, aunque yo ahora ya no bebo.

Creo en el materialismo pero…

Creo en el materialismo pero…

Por Juan José Dalton

Relato sobre Miguel Mármol contado por Toño Hernández

SAN SALVADOR – Cuenta Antonio Hernández, Toño, abogado y amigo desde hace muchos años, que un día en la década de los 80, se encontró a Miguel Mármol en el hotelito de Miramar, en la Ciudad de la Habana.

Aquella era una instalación que había sido remodelada para hospedar a lisiados de guerra centroamericanos que se habían reestablecidos y que pronto retornarían a sus países. Miguel Mármol era un “permanente”: el hotelito era su nuevo hogar.

Se dedicaba a escribir y a preparar conferencias sobre su propia historia de sobreviviente de la masacre de 1932 y fundador del Partido Comunista de El Salvador (PCS). Sus charlas eran magistrales; era un archivo viviente.

Recuerdo una de sus charlas en la que sorprendió a su auditorio, cuando estaba haciendo grandes elogios de quien fuera su amigo y compañero de lucha: Agustín Farabundo Martí, a quien él llamaba “el Negro”.

“Era tan entregado a la lucha, pero tan entregado a la causa, que al Negro nunca se le conoció mujer…”, dijo entonces entusiasmado Mármol. Los lisiados “tragaron en seco” y se miraban uno a otro como interrogándose: ¿Será que Farabundo era del otro bando?… Después Miguelito rectificó y dijo que quiso decir que “Farabundo no era mujeriego”.

Bueno, pero el caso es que Miguel Mármol –cuenta Toño- un día estaba sentado en el comedor del hotelito y Toño se le acercó para conversar con él.

Toño fue al grano: “Mire Miguel, cómo es eso que dice Ud en el testimonio que escribió Roque Dalton, que cuando iba huyendo después de sobrevivir al fusilamiento, se encontró a la Siguanaba…” (Mujer bruja de la mitología local).

Miguelito se sorprendió, se puso como enfurecido y dijo mirando fijamente a los ojos de su interlocutor: “Mire compañero, Ud sabe que yo soy marxista-leninista, es decir, que creo en el materialismo histórico y en el materialismo dialéctico… ¿verdad? Ud sabe que creo en el comunismo científico. ¿Está claro? Pero mire compañero, ¡¡La Siguanaba existe!!”.

Roque Dalton en Santiago de Chile

Roque Dalton en Santiago de Chile

Por Santiago Ruiz Granadino

“Callate, pendejo que ando clandestino, seguime”

SAN SALVADOR – Yo me encontraba auto exiliado en Santiago de Chile, junto a mi esposa y mis pequeños hijos, un día de verano (30 de diciembre) cuando caminábamos con mi esposa por una avenida muy concurrida, reconocí a Roque Dalton que caminaba en dirección a nosotros, él trató de voltear la cara para otra parte para que no lo reconociera, pero mi alegría era tan grande de encontrarme con ese viejo amigo y camarada que lo llamé por su nombre y él se hizo el loco.

Cuando pasó por nuestro lado me dijo: “Callate, pendejo que ando clandestino, seguime”. Después de varios cruces de calles entró a una plaza y bajo un gran árbol posiblemente centenario me invitó a que pasáramos el año nuevo en casa de una amiga suya (una compositora musical muy famosa y muy guapa).

Mi esposa no conocía a Roque y le preocupó la “putiada” que me había dado, yo le expliqué que era un revolucionario salvadoreño con el cual habíamos compartido muchos años como miembros del Partido Comunista, pero que también habíamos disfrutado de la vida universitaria, especialmente en la organización de los desfiles bufos en que nos vestíamos de putas, militares, curas, gorilas, etc, para ridiculizar a nuestros gobernantes y sus políticas públicas.

Nos encontramos el 31 de diciembre varias personas: cuatro salvadoreños revolucionarios que nos encontrábamos en esa ciudad, Regis Debray (del cual había leído varias de sus publicaciones y escuchado conferencias en las principales universidades chilenas), Roque y su amiga compositora. Por supuesto, que conversamos sobre la situación revolucionaria en América Latina y el mundo, específicamente Chile, Centroamérica y por supuesto El Salvador.

Yo me limitaba a escuchar hasta que Roque me señaló diciendo “¿y tú que opinas de la estrategia revolucionaria del que se dice Partido Comunista de El Salvador?”.

Yo le respondí que estaba de acuerdo y expresé varias justificaciones, el Roque me dejó hablar como cinco minutos (el resto había hecho participaciones de diez a veinte minutos) y luego bastante encolerizado me gritó “¡Comé mierda, hijo de puta, culero, con esa estrategia pasaremos siglos comiendo mierda en nuestro país!”.

Yo había leído varios artículos de Roque en que analizaba la realidad revolucionaria en América Latina en los cinco años recientes y me había parecido que él valoraba mucho la estrategia de la guerra popular prolongada utilizada en la revolución china y vietnamita, pero al escuchar la argumentación para robustecer su tesis que la estrategia del Partido Comunista de El Salvador (PCS) era “pura mierda”, comencé a dudar de cuál era la orientación política que ahora tenía mi gran amigo.

Por un lado entendía que había diferencias pero por otro lado, varias coincidencias con la estrategia del PCS.

Cuando ya se había armado la “periquera” en que todos hablan y nadie escuchaba, entonces Roque dijo ceremoniosamente: “Coman mierda todos, estamos disfrutando el estar juntos en este año nuevo y estamos peleando, mejor chupemos civilizadamente”; le pidió a su amiga que pusiera música alusiva al año nuevo al estilo salvadoreño, pero la compositora musical no disponía de esa música.

Por supuesto que el guaro se agotó más rápidamente y cuando eran como las diez y media de la noche me dijo que fuéramos a comprar licor y otras mierdas para comer a un negocio que yo sabía que estaba abierto, cerca de la Plaza Italia.

Mientras escogíamos lo que pensábamos comprar, el Roque jugaba a que se robaba cosas y se las metías en las bolsas sólo para joderme porque yo era amigo del dueño.

(*) Académico economista

Dos batallas guerrilleras estratégicas (1)

Dos batallas guerrilleras estratégicas narradas por el comandante Claudio Armijo del ERP

Claudio Armijo se incorporó al Ejército Revolucionario del Pueblo a mediados de los años setenta, cuando aun estudiaba el bachillerato. En ese momento la guerrilla salvadoreña se limitaba a unos cuantos comandos que operaban en las ciudades, aunque ya comenzaba a proyectar esfuerzos organizativos hacia el campo.

Rebautizado como “Chico” en la clandestinidad, Claudio fue de los últimos guerrilleros puramente urbanos y de los primeros jefes militares de unidades insurgentes mayores en las montañas.

Como miembro de la Dirección Nacional del ERP, cumplió misiones en casi todos los frentes de guerra, condujo en el terreno un sinfín de batallas, y experimentó la cárcel y la tortura sin que ello quebrara su voluntad combativa. Sin embargo, a Claudio no le gusta la palabra “heroísmo”, y en su lugar prefiere usar el concepto de responsabilidad frente a los hombres bajo su mando.

Cuando acabó la guerra, el comandante “Chico” entregó su fusil, y Claudio Armijo volvió a sus estudios, al trabajo profesional, y formó un hogar.

A sus cincuenta años, Claudio prefiere ahora vivir plenamente el presente y pensar en el futuro. No es muy dado a hablar de los tiempos pasados. Pero, a fuerza de insistencia, Centroamérica 21 logró que relatara para nuestros lectores algunas de sus batallas.

Entre ellas hay dos que recuerda especialmente, no solo por la intensidad, el volumen de fuego y el gran despliegue de personal concentrado en ellas, sino sobre todo por sus implicaciones estratégicas: una (la del Moscarrón, en 1982) cambió el curso de la guerra; la otra (la ofensiva Al Tope, de 1989) evidenció que, para el país, ya no había más salida que el diálogo y la negociación.

Lunes 9 de julio de 2007
Entrevista y edición Geovani Galeas y Berne Ayaláh (Primera entrega)
redaccion@centroamerica21.com

Claudio Armijo, comandante Chico.

El estilo y la cualidad de una guerrilla

Lo primero que debo decir es que el Ejército Revolucionario del Pueblo nació en el fogueo de la actividad guerrillera urbana. Después, su doctrina militar se nutrió de varias vertientes distintas a las que conformaron a las demás fuerzas de la guerrilla salvadoreña.

Nosotros no mandamos gente a Cuba en un primer momento. Nuestro motor inicial fueron los primeros comandos urbanos de la guerrilla. Fue en esa actividad que aprendimos el manejo de algunos principios del combate.

Luego, lo más importante para el ERP fue la influencia del propio ejército salvadoreño, a partir de una línea que asumió la dirección de que nuestros militantes campesinos se dejaran reclutar por el ejército. Muchos de los mandos nuestros que llegaron a conformar jefaturas de columnas, de lo que se conoció como la Brigada Rafael Arce Zablah (BRAZ), habían sido cabos en el ejército, ahí obtuvieron experiencia y conocimiento de las armas.

Ese fue el caso de “Licho”, “el Che”, “Javier” y “Hernán”, entre otros jefes operativos muy experimentados de la guerrilla.

Hay otro grupo que peleó en Nicaragua, en la insurrección dirigida por el Frente Sandinista. Con ello se nos permitió obtener una experiencia en la estrategia insurreccional y en la actividad militar general. Otro grupo, que también fue vital en aquellos primeros tiempos cuando no conocíamos muchas cosas, se preparó en Palestina con Al Fatah. Esas son las fuentes del ERP.

Todo eso nos sirvió para construir nuestra doctrina militar. Por eso no éramos tan cuadrados como los oficiales que se formaron en la Unión Soviética o en Cuba, como los del PC o las FPL.

Cada vertiente le da su aporte a nuestra doctrina militar, pues los primeros jefes se forman operando en las ciudades, aplicando criterios de planificación y del uso de la fuerza. Luego, cuando pasamos a la construcción de las unidades guerrilleras de mayor envergadura, esos jefes fueron decisivos, pues ya sabían usar las armas, hacer una columna, montar una marcha.

Es la suma de todo eso lo que permite construir una doctrina militar. Pero también hay que destacar el papel que en todo ello jugó la brillantez de un dirigente como Joaquín Villalobos. Esa guerrilla, con las características indicadas, es la que ejecuta la primera gran operación militar de carácter estratégico de nuestra guerra civil.

El Moscarrón

Era el mes de junio de 1982 cuando las fuerzas guerrilleras, acantonadas en el norte del departamento de Morazán, ejecutaron una maniobra de guerra en movimiento en un territorio de apenas 8 kilómetros cuadrados.

Unos tres mil hombres de la guerrilla y el ejército gubernamental nos enfrentamos en esa batalla que duró varios días, y que provocó un cambio estratégico en la guerra, se dio el viraje a las grandes concentraciones de fuerza. Al mando estuvimos Joaquín Villalobos, Jonás y yo

Las orientaciones de concentrarnos, dadas y ejecutadas en total secreto, es lo que permite que el factor sorpresa aparezca en toda la batalla del Moscarrón. Nos permitió usar el terreno de la mejor manera y algo que el ejército no esperaba: la capacidad de maniobra nuestra. Eso es lo que configuró el esplendor de esa batalla.

Es la primera vez que se aplica a gran escala la maniobra con emboscada en movimiento. La emboscada como tal lo que implica es un punto específico donde puedes utilizar el terreno para ganar sorpresa táctica, colocar tu fuerza y el que aparece ahí lo neutralizas.

Pero es muy distinto operar en un terreno más amplio, que implique el movimiento de otras fuerzas. Por eso es que el Moscarrón representa un gran viraje en la guerra. Logramos usar la masa de fuerza.

El 15 de junio de 1982 atacamos la ciudad de Perquín, y eso provocó un movimiento del ejército: el desembarco de tropa en el poblado de San Fernando. Tomamos la primera ciudad, cercamos la segunda y contuvimos el refuerzo. Luego atacamos ese movimiento, los cercamos, y con ello se provocó otro movimiento y lo aniquilamos. Ese fue el manejo extraordinario de la tropa en movimiento.

Nuestra fuerza de contención frontal detuvo el avance de las unidades enemigas que avanzaban entre Torola y San Fernando. Yo tenía el mando operativo y por ello me mantenía en movimiento constante. Me trasladaba con la fuerza. Tú vas decidiendo hacia dónde moverte de acuerdo a tus requerimientos.

Joaquín Villalobos diseña el planteamiento estratégico. Ese es su papel. No sabes cómo va a ser el desarrollo de los acontecimientos debido al movimiento. Lo que tienes que tener es capacidad para saber cómo utilizar el terreno, y eso lo aprendimos en combate. Lo aprendimos después de errores, cuando decides subir a equis cerro porque de lo contrario te sorprende el fuego enemigo, vas calculando tu capacidad de respuesta.

Las coordinaciones con el mando estratégico eran muy escasas a la hora del combate, debido a las limitaciones tecnológicas de aquellos tiempos. Lo que sí hay son grandes trazos que, en un momento determinado te pueden ayudar. A todos nos tocó que improvisar la maniobra en el terreno.

A la hora del combate llegas a comprender que todo puede ser como una jugada de ajedrez. Que si mueves una pieza de tal manera provocas una reacción. La habilidad tuya es precisamente que el enemigo haga en el combate precisamente lo que tú quieres que haga. Puedes tener varios cursos de acción y en la medida en que eres capaz de preverlos, y en las movidas que puedan ser anticipadas, vas adquiriendo ventaja. En ese momento el que tiene la iniciativa eres tú porque eres quien ha atacado.

En el diseño de la confección global estamos implicados todos. Joaquín el máximo jefe, y Jonás, que cuando hicimos las concentraciones ordenó las misiones. Jonás dijo que necesitábamos recuperar más de cien fusiles, y nadie le creyó porque veníamos de recuperar cinco o diez fusiles cuando mucho, y de hacer cinco o diez prisioneros a lo sumo.

José Adolfo Castillo, Viceministro de defensa, fue el prisionero de más alto rango capturado durante toda la guerra. Fue hecho prisionero en Perquín, Morazán por el ERP.

La habilidad fundamental nuestra consistía en lograr que en el teatro de operaciones nuestras acciones ofensivas provocaran un tipo de respuesta, ya prevista, que es lo que sucedió.

Ya en el momento del combate la velocidad también implica que puedas dar respuestas rápidas y a veces no se tiene tiempo de consultar con el mando estratégico. Lo que sí es importante decir es que el mando que está atrás de ti, y que puede ver el escenario con mayor amplitud, se comunica y te dice: toma en consideración tal cosa, que tú, debido al calor del combate, no has tenido la capacidad de apreciar. Ese es el papel de los mandos estratégicos.

La primera jugada

Todo comenzó con el ataque a Perquín: dejamos una salida para que las tropas enemigas se movieran por ahí, y efectivamente ahí emboscamos a la unidad. Eso provocó movimientos de refuerzo, que estaban estipulados, y estos a otros más. Luego viene el factor sorpresa, como el caso del helicóptero del viceministro de defensa, que no era algo esperado, lo que sí pudimos prever fue el movimiento y respuesta general de la tropa enemiga.

El prisionero de guerra de más alto rango en toda la guerra fue capturado ahí, en Perquín: el Coronel Adolfo Castillo, vice ministro de Defensa de la Fuerza Armada de El Salvador. Fui yo quien le informé en el momento de su captura que él era un prisionero de guerra de las fuerzas guerrilleras. Debido al derribo de su helicóptero, falleció el piloto y el Coronel Beltrán Luna, jefe del Destacamento Militar de Morazán.

En esos momentos aprendes a conducirte en el terreno, a manejar tus unidades, a administrar el uso de tus armas; o sea es terreno-armas-hombres.

Por eso es como un juego de ajedrez, si tú haces un movimiento que el otro no es capaz de prever lo sorprendes.

Cuando el ejército comienza a desplazarse no tienen idea de la sorpresiva maniobra estratégica que estaba siendo articulada en su contra: que el ERP había concentrado sus fuerzas y había pasado de unidades pequeñas a unidades grandes, con estructura y mando, o sea otro ejército, y que con esa maniobra fue capaz de provocar su derrota. Todo este movimiento de concentración lo habíamos comenzado en el mes de abril de 1982, bajo la orden de Joaquín Villalobos.

El mando del ejército enemigo cometió el error de subestimarnos. El ejército decide entrar y descuida su retaguardia: ingresa al corazón de la batalla sin cubrirse las espaldas.

Es la primera iniciativa de una gran concentración guerrillera en toda la guerra civil: más de mil doscientos combatientes. Ochocientos involucrados directamente en el combate, y cuatrocientos de reserva y seguridad de retaguardia.

La unidad enemiga que iba de refuerzo cometió un gravísimo error: llegó al combate y paró el avance, creyendo que se trataba de una contención. Durante toda la noche nosotros pasamos a cercarlos, a tomarnos las elevaciones y a colocar fuerza en su retaguardia, o sea que se trató de una maniobra de envolvimiento.

Al día siguiente que comenzó el combate en el lugar conocido como el Moscarrón, el enemigo chocó con la maniobra envolvente. Ese fue el inicio de su aniquilación. Durante dos días combatimos con lo mejor de nuestras armas, el ejército utilizó aviones A-37 para bombardear nuestras posiciones.

Un ejército como el salvadoreño, educado en la táctica regular se ve afectado por una maniobra de envolvimiento de una guerrilla. Cualquier militar al apreciar esas maniobras te dirá que es complejísima y que da pavor. Ellos partían, por la experiencias anteriores, de que los guerrilleros son muy desorganizados, que salimos en desbandada, unos por aquí otros por allá, y adelante nos volvemos a organizar. El ejército convencional en eso es más ordenado porque así está educado. Su percepción clásica de la guerrilla es precisamente su punto débil, el elemento aprovechado para poder cercarles concentradamente.

Ahí es donde la construcción es de todos los jefes operativos que te van ayudando. El mayor error del ejército fue el habernos subestimado; nosotros ganamos el factor sorpresa.

Maniobra y aniquilamiento

Cuando comienzan a pelear en las primeras horas hacia el frente y, además, sienten los disparos en su retaguardia, ahí comienza su debacle. Comienza a partirse la unidad y a moverse en distintas direcciones, y comienzan a caer en otras emboscadas que previamente habíamos colocado. Una muy bien calculada maniobra de envolvimiento.

Nosotros llevábamos muchos factores de sorpresa que nos dieron ventajas: la concentración y un plan. Si el ejército hubiera tenido esa información hubiera sido quizá distinto, pero pensaron que iban a combatir contra pequeñas unidades guerrilleras.

Por eso fue vital la batalla, por eso Joaquín Villalobos la ubica como un momento determinante de todo lo que fue el proceso histórico de la guerra civil: surge una fuerza regular en la guerrilla, y a partir de allí se comienza a aniquilar unidades pequeñas del ejército, porque la masa de combatientes guerrilleros era mayor.

La efectividad de la maniobra radica en tu capacidad de respuesta al momento del combate, porque tú no sabes cómo van a ser las cosas en sus detalles menores. Y en eso el ejército salvadoreño sí tiene una gran experiencia, en la maniobra de movimiento, tuvo en ese momento buenos jefes, ellos aprendieron también. Ellos iban avanzando de acuerdo a cómo se iba presentando la resistencia de la guerrilla. Si se mueve, cadencia de fuego, el tipo de armas que se tienen.

La batalla del Moscarrón dejó como resultado más de 150 soldados gubernamentales muertos, 40 prisioneros y 250 armas recuperadas. Además se cambió el curso de la guerra.

Elementos nuevos surgieron de ahí para aquellos que observaban los acontecimientos de la guerra de El Salvador, la beligerancia de la guerrilla creció y su reconocimiento internacional se consolidó.

La batalla del Moscarrón es también un momento clave en la conducta del ejército, de inmediato se planteó su respuesta: el uso masivo de los medios aéreos.

(Fin de la primera entrega)

Dos batallas guerrilleras estratégicas

Dos batallas guerrilleras estratégicas narradas por el comandante Claudio Armijo del ERP.

Después de intensos combates en la periferia de San Salvador, las fuerzas guerrilleras empiezan el repliegue, este movimiento fue interpretado por el ejército como una retirada.

Sin embargo, para los guerrilleros era nada más un reacomodo. Los guerrilleros se concentraron en las faldas del volcán de San Salvador, para reiniciar los combates en la Colonia Escalón, y con un objetivo concreto: tomarse el hotel Sheraton.

El hotel por su altura era un objetivo estratégico, que al final redituó beneficios políticos, gracias a los inesperados ocupantes que encontraron en él.

Lunes 23 de julio de 2007
Entrevista y edición Geovani Galeas y Berne Ayaláh (Tercera y última entrega)
redaccion@centroamerica21.com

Claudio Armijo, comandante de las fuerzas militares del ERP durante la ofensiva de 1989.

Para nosotros, como fuerza del ERP y desde el punto de vista militar, el momento más difícil de toda la ofensiva Al Tope fue en la colonia Zacamil.

Recuerdo que un compañero del mando me dijo que enviáramos un mensaje a nuestro comandante, Joaquín Villalobos, explicándole que la situación era ya tan crítica que habíamos llegado al punto de proclamar vencer o morir. Yo le respondí que para morir faltaba mucho; esa misma noche rompimos el cerco y salimos hacia el volcán.

Hay momentos en que, como jefe militar en el terreno, sabes que la situación es muy difícil, pero por eso debes saberte conducir y no delatar tus preocupaciones. Eso te hace ver un poco más allá, esforzarte, hacer más sacrificio. El rostro del jefe y su actitud frente al combate puede decidir una batalla, los combatientes están pendientes de ti.

Existe una gran diferencia entre la batalla del Moscarrón y la de la Zacamil: allá nosotros llevábamos la ventaja y aquí éramos nosotros quienes estábamos cercados. Aunque es importante decir también que el enemigo estaba un poco desordenado. Lo que sí nos complicaba era la ametralladora cincuenta que rompía las paredes y de nada te servía cubrirte en ellas. Eso psicológicamente es de un gran impacto para cualquier combatiente.

Cuando ingresaron las tanquetas a la zona, nosotros concentramos el fuego, entonces escuchamos por radio que habíamos superado el blindaje y que ellos tenían heridos. Los blindados no significaron mayor problema. El problema fue el bombardeo y el roqueteo desde los helicópteros.

El ejército logró articular una respuesta a la ofensiva el día 16 de noviembre, fecha en que mataron a los sacerdotes Jesuitas. La idea de ellos era retomar todas las posiciones, porque ese día en la madrugada combatimos fuerte y le hicimos varias bajas al batallón Bracamonte. No pudieron sacarnos de nuestras posiciones.

Tampoco tenía el ejército un cerco cerrado, pues la ofensiva los sorprendió. Ellos fueron pasando de la esperanza de que ya nos íbamos a ir hasta que, al fin, se decidieron a pedir el apoyo aéreo debido al posicionamiento de la guerrilla en la capital.

El ejército decidió utilizar la aviación en un momento de desesperación, pues lo que querían era sacarnos de la ciudad a toda costa. Las colonias Zacamil y Emmanuel fueron atacadas y bombardeadas con todo su poder de fuego.

En esas condiciones debíamos comenzar a replegarnos para evacuar a los heridos y reabastecernos. El desgaste y la presión militar del momento así lo exigían. Como he dicho, si nos hubiésemos quedado ahí nos habrían hecho más bajas y capturas o nos habrían matado a todos. Así de sencillo
El comandante Facundo Guardado, con sus tropas de las FPL, también se retira de Mejicanos y se reúne con nosotros. Ambas fuerzas nos movimos en dirección del volcán de San Salvador.

El ejército interpretó ese movimiento como si nosotros, ya derrotados, habíamos optado por una retirada definitiva. Ese fue su error. Nuestra intención y nuestra decisión era otra: al replegarnos lo que hicimos fue salirnos de una situación crítica para acomodar nuestra maniobra ofensiva en un sector de mayor importancia. Se trataba de una readecuación estratégica de toda la maniobra ofensiva. En las faldas del volcán realizamos las coordinaciones para una nueva incursión.

La toma del Sheraton

Como lo expliqué antes, nosotros ya contábamos con un plan preciso de la operación Sheraton. Tomar ese hotel, situado en una zona poblada por familias adineradas, y cercana a la Residencia Presidencial, significaba darle continuidad a la maniobra general de la ofensiva, pero además nos permitiría hacer resonar nuestra acción en todo el mundo, lo que implicaba traducir en beneficio político el uso de la fuerza.

Las experiencias acumuladas en los días anteriores eran importantes, pues nunca hasta ese momento habíamos estado más de un día dentro de la capital. Mientras nosotros realizábamos ese movimiento, en otros sectores de San Salvador, como en Ciudad Delgado y Soyapango, las otras fuerzas de la guerrilla continuaban los combates.

Nuestro desplazamiento abarcó parte de la 75 Avenida Norte y el final de la Juan Pablo II. Fue un amplio sector donde las tropas guerrilleras se posicionaron, de cara a amplios sectores de residencias que bordeaban el hotel. El objetivo de toda esa maniobra consistía en apoyar la toma del hotel, que era la operación principal.

Sorpresas en el hotel

Cuando nuestros comandos entraron al Sheraton no sabíamos que ahí estaba Joao Baena Soares, secretario general de la OEA, y tampoco conocíamos de la presencia de los marines norteamericanos. Lo que nos interesaba era la posición, porque se trataba de una altura y además estaba pegada a nuestro corredor de posibles retiradas y de maniobras militares.

La situación se volvió más tensa cuando Joaquín Villalobos y Ana Guadalupe Martínez nos avisaron, desde el exterior, que Baena Soares y los marines estaban ahí.

Yo tenía mi puesto de mando en la Escalonia, en las afueras del hotel. Las fuerzas de las FPL entraron por el redondel Artiga y por el Crucero. En ese momento teníamos total control del hotel y de sus alrededores.

Militarmente los marines estaban en nuestras manos, podíamos aniquilarlos perfectamente, pero la orden fue no hacerlo. A ellos los salvó la evaluación política de lo que sus muertes hubieran implicado en términos de un conflicto internacional.

Tiempo después, durante las negociaciones para la firma de la paz, un importante funcionario norteamericano nos confirmó algo que en aquél momento ignorábamos: una unidad de la Fuerza Delta del Ejército de Estados Unidos había despegado con el objetivo de rescatar a los marines.

En medio se esa situación tan tensa se realizaron negociaciones. Nosotros nos comprometimos a evacuar la zona para que pudieran salir tanto Baena Soares como los marines. Fue un gesto político de nuestra parte.

Salimos del hotel el 22 de noviembre con dirección hacia el volcán, pero tampoco en esa ocasión se trataba de un repliegue definitivo, aunque las fuerzas de las FPL que nos habían acompañado si se retiraron debido al cúmulo de heridos que tenían.

Yo esperé en el volcán a la fuerza del partido comunista. Nos reunimos el 28, y el 29 entramos juntos a la colonia Lomas Verdes, mientras otras unidades del PC y las FPL incursionaron a la colonia Escalón en diferentes momentos.

El repliegue

Luego de esas incursiones se comienza a dar el agotamiento. Éramos una fuerza que venía de combatir, que tenía heridos y que necesitaba reabastecerse. Todo eso, el cansancio, el cúmulo de heridos, la perdida de capacidades logísticas, la reducción de nuestra capacidad para maniobrar en el terreno y la toma de la contra ofensiva por parte del ejército nos obligaron a retirarnos.

Entonces comenzamos a salir definitivamente del asedio a la capital. En todos esos días de combate dormimos muy poco a nada, y el estrés se acumula. Uno lo supera durante un tiempo, pues el ser humano enfrentado a situaciones difíciles suele comportarse de manera increíble, la forma cómo se pueden sacar energías prácticamente de la nada es extraordinaria.

En una batalla como la ofensiva Al Tope no había seguridad de encontrarte fuera del alcance del fuego enemigo, aunque estuvieras en el puesto de mando, pues la batalla era dirigida desde allí mimo, a pocos metros.

En toda la operación de la ofensiva no hubo un momento en el cual no estuviera dando indicaciones, siempre había actividad permanente. El fuego enemigo más cercano fue el de la ametralladora cincuenta y el de los roquetazos que nos caían encima de las posiciones.

Nosotros logramos articularnos bien y evadir. El ejército mostró una serie de confusiones y de movilización de tropas de diferentes guarniciones.

En síntesis: la ofensiva de 1989 consistió en la penetración de toda la zona norte de la capital, especialmente en los barrios populares; luego de ahí se le da continuidad con otras operaciones de incursión al Hotel Sheraton y a las residencias de sus alrededores, donde los combates pasan a ser mayoritariamente ventajosos para la guerrilla.

Los combates en la zona de la colonia Escalón desestabilizaron al ejército pues no era lo mismo combatir en las colonias populares que en las grandes residencias, donde viven personas de influencia en el gobierno, eso desestabiliza pues es la zona más estratégica.

La ofensiva de 1989 ha sido la operación guerrillera urbana más importante en la historia moderna de América Latina; fue a la vez el signo de una época en la cual cristalizaron los esfuerzos conjuntos de todas las organizaciones del FMLN.

La incursión a las residencias de personas acaudaladas y al mismo Hotel Sheraton significó un quiebre en el curso de la guerra; fue a partir de esa acción militar que la negociación pasó a ocupar el lugar primordial en la estrategia tanto de la guerrilla como del gobierno

Dos batallas guerrilleras estratégicas (2)

Dos batallas guerrilleras estratégicas narradas por el comandante Claudio Armijo del ERP

En la primera entrega de este relato, publicado en la edición 13 de Centroamérica 21, Claudio Armijo, narró las acciones militares ejecutadas por el ERP en junio de 1982 en el norte de Morazán. Una maniobra de guerra en movimiento, en un territorio de apenas 8 kilómetros cuadrados; que tuvo su momento culminante en el cerro El Moscarrón, nombre con el que sería conocida la batalla a través del tiempo.

La importancia estratégica de esta batalla, es la redefinición de la conducta del ejército y un cambio en el curso de la guerra.

En esta entrega Armijo relata las acciones previas y el inicio de la ofensiva guerrillera Al Tope de 1989, en la que él fue el comandante principal de las fuerzas militares del ERP.

Lunes 16 de julio de 2007
Entrevista y edición Geovani Galeas y Berne Ayaláh (Segunda entrega)
redaccion@centroamerica21.com

Claudio Armijo, comandante de las fuerzas militares del ERP durante la ofensiva de 1989.

Concentración, dispersión, reagrupamiento

Lo interesante de la ofensiva de 1989 es que nosotros, después de iniciado el proceso de concentración de fuerzas que duró varios años, volvimos a modificar nuestra estrategia militar y logramos con ello colocar al ejército gubernamental en una situación crítica.

El enemigo se readecua y volvemos a quedar emparejados, luego nosotros readecuamos y hacemos otro cambio. Esa fue la dinámica pues se trata de un proceso dialéctico.

Cuando nosotros iniciamos el proceso de concentración logramos limpiar el corredor del norte, y al ver el territorio se aprecia que cae Perquín y nos vamos introduciendo al norte de San Miguel, Ciudad Barrios y otras ciudades; en todo ese proceso vamos llegando a las principales carreteras. El ejército entendió la dinámica y comienza el uso masivo de los medios aéreos y la táctica de tropas helitransportadas.

Ello llevó a que las concentraciones se convirtieran en un blanco fácil de la aviación.

Entonces se viene el otro cambio de carácter estratégico: de la concentración pasamos a la dispersión. Esa es la repuesta: nos dispersamos en el terreno en pequeñas unidades con el propósito de alcanzar nuevos territorios.

Es cuando yo salgo para Santa Ana con un contingente de tropa. El reto es mantener la capacidad de concentración y desconcentración. La fuerza que era capaz de concentrarse, desconcentrarse y luego reagruparse era la que podía adaptarse mejor a las circunstancias.

Lo interesante de la ofensiva de 1989 es que precisamente estábamos en ese proceso de dispersión, y para hacer la ofensiva debíamos volver a una gran concentración de la tropa de la guerrilla.

Ese es un elemento que para nosotros representaba, desde el punto de vista militar, un reto muy grande porque la ofensiva no fue un secreto. Ya era de conocimiento del ejército, pues ellos tenían sus propias fuentes de inteligencia que les dieron abundante información. El proceso de movilización de la fuerza guerrillera fue de conocimiento del mando del ejército gubernamental.

Pero precisamente para llevar a cabo el plan de la ofensiva de 1989 se debió realizar una serie de acciones respecto de las cuales el ejército no tenía experiencia.

Para atacar pasamos a concentrar nuestras fuerzas que antes estaban dispersas; el ejército nos responde con una defensa en toda la periferia norte de San Salvador.

Dos días antes de que comiencen las operaciones militares yo estoy en San Salvador, clandestinamente por supuesto, en espera de definir la situación de una posible participación de miembros de la Fuerza Armada en la ofensiva guerrillera, es decir, para determinar si ellos nos iban a acompañar.

Las piezas del ajedrez se mueven despacio y aparecen las primeras sorpresas.

El día viernes 10 de noviembre de 1989, como a las dos de la tarde, ahí en uno de esos restaurantitos que están detrás del Hotel Camino Real, la comandante Mariana y yo nos reunimos con un contacto de la oficialidad del ejército, con quienes teníamos un buen trabajo conspirativo. El objeto de esa reunión era determinar si ellos al fin de cuentas nos iban a acompañar en la ofensiva.

La respuesta de los militares fue negativa. Únicamente nos dicen que nos desean suerte pero que no les es posible accionar una conspiración militar, que la situación para ellos en ese momento era demasiado compleja. Nos despedimos y allí terminó todo.

Era un intento por repetir la experiencia del capitán Mena Sandoval en el año 1981, cuando él, siendo oficial de la Segunda Brigada de Infantería, se pasa al bando guerrillero. La idea era que nos acompañaran en las acciones militares y que nos permitieran tomarnos algún cuartel. Esa es una línea conspirativa que el ERP aprendió en la relación con la guerrilla venezolana de Douglas Bravo.

La pregunta que a cualquiera le puede surgir es cómo un dirigente de mi jerarquía, y tan conocido, podía lograr una presencia en un lugar tan concurrido y en medio de una tensión y alerta tan crítica. Y la respuesta es que uno de los fallos mayores del ejército salvadoreño, en aquellos momentos, es que tenían muy divididos sus servicios de inteligencia. Y eso nosotros lo sabíamos y lo explotábamos.

Claudio Armijo.

De ahí en adelante, como se sabe, participamos todas las organizaciones del FMLN. Hay una serie de lineamientos que hace Joaquín Villalobos que son muy importantes. Inclusive lo de “Al Tope” fue para que todas las unidades y todas las organizaciones se involucraran a fondo. Debía de ser así y no a medias. No era una prueba para ver qué lográbamos, no, era de echar toda la carne al asador como se dice. Llegamos con la decisión de que íbamos a ganar.

Planteas al tope y no hay retirada: vas a implementar todos tus recursos, porque estás buscando esos resultados. El ejército si conoció de nuestros movimientos. Tenían distintas fuentes y hasta infiltrados en nuestras filas.

Inteligencia y contrainteligencia

Precisamente a nosotros como ERP nos dieron un buen golpe en ese sentido. Hay algo que no se ha dicho. La ofensiva iba a comenzar con la toma del Hotel Sheraton. El plan ya estaba elaborado, en términos de cómo entrar, hombres, capacidad de fuego y otras variables tácticas. Ese iba a ser el inicio de toda la maniobra: una unidad del ERP iba a avanzar desde el volcán hacia San Ramón para luego ingresar al hotel.

Pero de pronto, cuando ya todo estaba listo, el ejército nos capturó al jefe de esa operación y desarticuló toda la unidad bajo su mando: para nosotros fue evidente que teníamos una infiltración a ese nivel.

Detectamos el problema y lo resolvimos, pero la desarticulación de nuestra unidad nos permitió enviar un mensaje de contrainteligencia al ejército, y a la vez tomar ventaja en la detección de su movimiento.

Dijimos que ya se venía la ofensiva y dimos algunos datos falsos; efectivamente el ejército habló del desbaratamiento de una operación en contra del Estado Mayor. Pero esos fueron elementos introducidos por nosotros para distraer al enemigo.

Eso nos permitió ubicar dónde teníamos la infiltración y además confundir al Ejército. Ellos hasta convocaron a los medios de comunicación para informar que supuestamente habían desarticulado la ofensiva.

Esa operación la pagamos con varios jefes muertos y la desarticulación de nuestra unidad. Por eso sólo pudimos hacer en un primer momento el ataque a la Zacamil y a la Primera Brigada de Infantería.
El ejército siguió esperando un ataque de afuera, pero no operaciones de comandos urbanos y fuerzas milicianas desde el interior, eso no se lo esperaban. Fue un elemento de sorpresa.

Comienzan las acciones

El domingo 12 de noviembre nos tomamos la colonia Zacamil con puras fuerzas urbanas, comandos y milicias. Esa fuerza salió de dos casas que estaban adentro de San Salvador, es decir, de la retaguardia.

Nuestra fuerza militar regular estaba en el volcán, no entró ese día. La acción más importante del ERP se da en la colonia Zacamil. El resto de las organizaciones estaban en todo el cordón norte y parte del sur: la RN en Soyapango y San Jacinto; el PRTC en Soyapango; el PC en Ciudad Delgado, San Marcos y Soyapango; las FPL en Mexicanos, Ayutuxtepeque, Cuscatancingo y otras unidades movilizadas al sur de Antiguo Cuscatlán.

En la lógica de nuestra operación se esperaba la participación de la población. Cuando ingresamos a la capital llevábamos contemplando ciertas variantes, una de ellas era el acompañamiento de las masas, le apostamos a esa idea, pero no se dio. Sin embargo no era ese el único objetivo.

Los que se encargaron de divulgar la idea del fracaso fue el ejército y los mismos Estados Unidos, indicando de que no habíamos logrado la insurrección de las masas y que por ello habíamos fracasado, un argumento defensivo para quitarle mérito a la incursión de la guerrilla a la capital.

Pero es evidente que sólo el hecho de que las fuerzas guerrilleras ingresaran a la capital, y se mantuvieran ahí combatiendo varios días tiene un valor militar sin precedentes en América latina. Eso sólo lo podés ver en Vietnam.

La experiencia vivida en la ofensiva de 1981, y el resto de experiencias de la guerra, nos fue demostrando que el mayor objetivo no iba a ser posible, es decir la toma del poder.

La retirada, una nueva maniobra

La penetración de las unidades guerrilleras a la capital significó una gran sorpresa porque hasta ese momento sólo habíamos hecho incursiones de pocas horas a la capital. Las mismas noticias suponían que en pocas horas íbamos a salir, el problema para ellos fue que pasaban los días y no nos íbamos.

La estrategia consistía en asumir con fuerza posiciones fijas, y el que intentara sacarnos iba a tener el mayor número de bajas. Por eso es que el planteamiento de la guerrilla fue tomarse toda la zona norte de la capital, ingresar y posicionarnos.

La importancia radicaba también en el tipo de población que habitaba esos lugares: obreros, empleados, donde teníamos más apoyo; es decir una parte de la ciudad vinculada a la zona natural de expansión de la guerrilla.

Los combates fueron en realidad bastante intensos. Logramos mantenernos hasta donde nos fue posible. Nos comenzamos a retirar debido al cansancio, al cúmulo de bajas, y además la evolución de la situación militar nos iba colocando en una gran desventaja.

El enemigo nos cercó. De haber persistido ahí nos hubieran podido haber aislado y aniquilado.

Yo tenía mi puesto de mando en la segunda planta de un edificio cercano al hospital Zacamil, en la Gran Manzana. Todo lo demás estaba tomado por francotiradores. Pero sentimos que el cerco se nos comenzó a estrechar. En esos momentos tuvimos una situación muy crítica a nivel de comunicaciones y perdimos la perspectiva del resto de unidades militares del FMLN.

Entonces se tomó la decisión de retirarnos. Pero precisamente ahí viene la audacia. Si la ofensiva hubiera parado ahí, con esa retirada, todo en realidad hubiera sido un fracaso, un retroceso. Pero la idea era tomar tomar una mejor posición.

Nuestro movimiento se encaminó entonces a la realización de una de las maniobras de incursión que le dio a la ofensiva de 1989 un nuevo momento estratégico: la toma del Hotel Sheraton, que como dije, para nosotros significaba retomar una operación que ya estaba diseñada.

Dos batallas guerrilleras estratégicas (1)

Dos batallas guerrilleras estratégicas narradas por el comandante Claudio Armijo del ERP

Claudio Armijo se incorporó al Ejército Revolucionario del Pueblo a mediados de los años setenta, cuando aun estudiaba el bachillerato. En ese momento la guerrilla salvadoreña se limitaba a unos cuantos comandos que operaban en las ciudades, aunque ya comenzaba a proyectar esfuerzos organizativos hacia el campo.

Rebautizado como “Chico” en la clandestinidad, Claudio fue de los últimos guerrilleros puramente urbanos y de los primeros jefes militares de unidades insurgentes mayores en las montañas.

Como miembro de la Dirección Nacional del ERP, cumplió misiones en casi todos los frentes de guerra, condujo en el terreno un sinfín de batallas, y experimentó la cárcel y la tortura sin que ello quebrara su voluntad combativa. Sin embargo, a Claudio no le gusta la palabra “heroísmo”, y en su lugar prefiere usar el concepto de responsabilidad frente a los hombres bajo su mando.

Cuando acabó la guerra, el comandante “Chico” entregó su fusil, y Claudio Armijo volvió a sus estudios, al trabajo profesional, y formó un hogar.

A sus cincuenta años, Claudio prefiere ahora vivir plenamente el presente y pensar en el futuro. No es muy dado a hablar de los tiempos pasados. Pero, a fuerza de insistencia, Centroamérica 21 logró que relatara para nuestros lectores algunas de sus batallas.

Entre ellas hay dos que recuerda especialmente, no solo por la intensidad, el volumen de fuego y el gran despliegue de personal concentrado en ellas, sino sobre todo por sus implicaciones estratégicas: una (la del Moscarrón, en 1982) cambió el curso de la guerra; la otra (la ofensiva Al Tope, de 1989) evidenció que, para el país, ya no había más salida que el diálogo y la negociación.

Lunes 9 de julio de 2007
Entrevista y edición Geovani Galeas y Berne Ayaláh (Primera entrega)
redaccion@centroamerica21.com

Claudio Armijo, comandante Chico.

El estilo y la cualidad de una guerrilla

Lo primero que debo decir es que el Ejército Revolucionario del Pueblo nació en el fogueo de la actividad guerrillera urbana. Después, su doctrina militar se nutrió de varias vertientes distintas a las que conformaron a las demás fuerzas de la guerrilla salvadoreña.

Nosotros no mandamos gente a Cuba en un primer momento. Nuestro motor inicial fueron los primeros comandos urbanos de la guerrilla. Fue en esa actividad que aprendimos el manejo de algunos principios del combate.

Luego, lo más importante para el ERP fue la influencia del propio ejército salvadoreño, a partir de una línea que asumió la dirección de que nuestros militantes campesinos se dejaran reclutar por el ejército. Muchos de los mandos nuestros que llegaron a conformar jefaturas de columnas, de lo que se conoció como la Brigada Rafael Arce Zablah (BRAZ), habían sido cabos en el ejército, ahí obtuvieron experiencia y conocimiento de las armas.

Ese fue el caso de “Licho”, “el Che”, “Javier” y “Hernán”, entre otros jefes operativos muy experimentados de la guerrilla.

Hay otro grupo que peleó en Nicaragua, en la insurrección dirigida por el Frente Sandinista. Con ello se nos permitió obtener una experiencia en la estrategia insurreccional y en la actividad militar general. Otro grupo, que también fue vital en aquellos primeros tiempos cuando no conocíamos muchas cosas, se preparó en Palestina con Al Fatah. Esas son las fuentes del ERP.

Todo eso nos sirvió para construir nuestra doctrina militar. Por eso no éramos tan cuadrados como los oficiales que se formaron en la Unión Soviética o en Cuba, como los del PC o las FPL.

Cada vertiente le da su aporte a nuestra doctrina militar, pues los primeros jefes se forman operando en las ciudades, aplicando criterios de planificación y del uso de la fuerza. Luego, cuando pasamos a la construcción de las unidades guerrilleras de mayor envergadura, esos jefes fueron decisivos, pues ya sabían usar las armas, hacer una columna, montar una marcha.

Es la suma de todo eso lo que permite construir una doctrina militar. Pero también hay que destacar el papel que en todo ello jugó la brillantez de un dirigente como Joaquín Villalobos. Esa guerrilla, con las características indicadas, es la que ejecuta la primera gran operación militar de carácter estratégico de nuestra guerra civil.

El Moscarrón

Era el mes de junio de 1982 cuando las fuerzas guerrilleras, acantonadas en el norte del departamento de Morazán, ejecutaron una maniobra de guerra en movimiento en un territorio de apenas 8 kilómetros cuadrados.

Unos tres mil hombres de la guerrilla y el ejército gubernamental nos enfrentamos en esa batalla que duró varios días, y que provocó un cambio estratégico en la guerra, se dio el viraje a las grandes concentraciones de fuerza. Al mando estuvimos Joaquín Villalobos, Jonás y yo

Las orientaciones de concentrarnos, dadas y ejecutadas en total secreto, es lo que permite que el factor sorpresa aparezca en toda la batalla del Moscarrón. Nos permitió usar el terreno de la mejor manera y algo que el ejército no esperaba: la capacidad de maniobra nuestra. Eso es lo que configuró el esplendor de esa batalla.

Es la primera vez que se aplica a gran escala la maniobra con emboscada en movimiento. La emboscada como tal lo que implica es un punto específico donde puedes utilizar el terreno para ganar sorpresa táctica, colocar tu fuerza y el que aparece ahí lo neutralizas.

Pero es muy distinto operar en un terreno más amplio, que implique el movimiento de otras fuerzas. Por eso es que el Moscarrón representa un gran viraje en la guerra. Logramos usar la masa de fuerza.

El 15 de junio de 1982 atacamos la ciudad de Perquín, y eso provocó un movimiento del ejército: el desembarco de tropa en el poblado de San Fernando. Tomamos la primera ciudad, cercamos la segunda y contuvimos el refuerzo. Luego atacamos ese movimiento, los cercamos, y con ello se provocó otro movimiento y lo aniquilamos. Ese fue el manejo extraordinario de la tropa en movimiento.

Nuestra fuerza de contención frontal detuvo el avance de las unidades enemigas que avanzaban entre Torola y San Fernando. Yo tenía el mando operativo y por ello me mantenía en movimiento constante. Me trasladaba con la fuerza. Tú vas decidiendo hacia dónde moverte de acuerdo a tus requerimientos.

Joaquín Villalobos diseña el planteamiento estratégico. Ese es su papel. No sabes cómo va a ser el desarrollo de los acontecimientos debido al movimiento. Lo que tienes que tener es capacidad para saber cómo utilizar el terreno, y eso lo aprendimos en combate. Lo aprendimos después de errores, cuando decides subir a equis cerro porque de lo contrario te sorprende el fuego enemigo, vas calculando tu capacidad de respuesta.

Las coordinaciones con el mando estratégico eran muy escasas a la hora del combate, debido a las limitaciones tecnológicas de aquellos tiempos. Lo que sí hay son grandes trazos que, en un momento determinado te pueden ayudar. A todos nos tocó que improvisar la maniobra en el terreno.

A la hora del combate llegas a comprender que todo puede ser como una jugada de ajedrez. Que si mueves una pieza de tal manera provocas una reacción. La habilidad tuya es precisamente que el enemigo haga en el combate precisamente lo que tú quieres que haga. Puedes tener varios cursos de acción y en la medida en que eres capaz de preverlos, y en las movidas que puedan ser anticipadas, vas adquiriendo ventaja. En ese momento el que tiene la iniciativa eres tú porque eres quien ha atacado.

En el diseño de la confección global estamos implicados todos. Joaquín el máximo jefe, y Jonás, que cuando hicimos las concentraciones ordenó las misiones. Jonás dijo que necesitábamos recuperar más de cien fusiles, y nadie le creyó porque veníamos de recuperar cinco o diez fusiles cuando mucho, y de hacer cinco o diez prisioneros a lo sumo.

José Adolfo Castillo, Viceministro de defensa, fue el prisionero de más alto rango capturado durante toda la guerra. Fue hecho prisionero en Perquín, Morazán por el ERP.

La habilidad fundamental nuestra consistía en lograr que en el teatro de operaciones nuestras acciones ofensivas provocaran un tipo de respuesta, ya prevista, que es lo que sucedió.

Ya en el momento del combate la velocidad también implica que puedas dar respuestas rápidas y a veces no se tiene tiempo de consultar con el mando estratégico. Lo que sí es importante decir es que el mando que está atrás de ti, y que puede ver el escenario con mayor amplitud, se comunica y te dice: toma en consideración tal cosa, que tú, debido al calor del combate, no has tenido la capacidad de apreciar. Ese es el papel de los mandos estratégicos.

La primera jugada

Todo comenzó con el ataque a Perquín: dejamos una salida para que las tropas enemigas se movieran por ahí, y efectivamente ahí emboscamos a la unidad. Eso provocó movimientos de refuerzo, que estaban estipulados, y estos a otros más. Luego viene el factor sorpresa, como el caso del helicóptero del viceministro de defensa, que no era algo esperado, lo que sí pudimos prever fue el movimiento y respuesta general de la tropa enemiga.

El prisionero de guerra de más alto rango en toda la guerra fue capturado ahí, en Perquín: el Coronel Adolfo Castillo, vice ministro de Defensa de la Fuerza Armada de El Salvador. Fui yo quien le informé en el momento de su captura que él era un prisionero de guerra de las fuerzas guerrilleras. Debido al derribo de su helicóptero, falleció el piloto y el Coronel Beltrán Luna, jefe del Destacamento Militar de Morazán.

En esos momentos aprendes a conducirte en el terreno, a manejar tus unidades, a administrar el uso de tus armas; o sea es terreno-armas-hombres.

Por eso es como un juego de ajedrez, si tú haces un movimiento que el otro no es capaz de prever lo sorprendes.

Cuando el ejército comienza a desplazarse no tienen idea de la sorpresiva maniobra estratégica que estaba siendo articulada en su contra: que el ERP había concentrado sus fuerzas y había pasado de unidades pequeñas a unidades grandes, con estructura y mando, o sea otro ejército, y que con esa maniobra fue capaz de provocar su derrota. Todo este movimiento de concentración lo habíamos comenzado en el mes de abril de 1982, bajo la orden de Joaquín Villalobos.

El mando del ejército enemigo cometió el error de subestimarnos. El ejército decide entrar y descuida su retaguardia: ingresa al corazón de la batalla sin cubrirse las espaldas.

Es la primera iniciativa de una gran concentración guerrillera en toda la guerra civil: más de mil doscientos combatientes. Ochocientos involucrados directamente en el combate, y cuatrocientos de reserva y seguridad de retaguardia.

La unidad enemiga que iba de refuerzo cometió un gravísimo error: llegó al combate y paró el avance, creyendo que se trataba de una contención. Durante toda la noche nosotros pasamos a cercarlos, a tomarnos las elevaciones y a colocar fuerza en su retaguardia, o sea que se trató de una maniobra de envolvimiento.

Al día siguiente que comenzó el combate en el lugar conocido como el Moscarrón, el enemigo chocó con la maniobra envolvente. Ese fue el inicio de su aniquilación. Durante dos días combatimos con lo mejor de nuestras armas, el ejército utilizó aviones A-37 para bombardear nuestras posiciones.

Un ejército como el salvadoreño, educado en la táctica regular se ve afectado por una maniobra de envolvimiento de una guerrilla. Cualquier militar al apreciar esas maniobras te dirá que es complejísima y que da pavor. Ellos partían, por la experiencias anteriores, de que los guerrilleros son muy desorganizados, que salimos en desbandada, unos por aquí otros por allá, y adelante nos volvemos a organizar. El ejército convencional en eso es más ordenado porque así está educado. Su percepción clásica de la guerrilla es precisamente su punto débil, el elemento aprovechado para poder cercarles concentradamente.

Ahí es donde la construcción es de todos los jefes operativos que te van ayudando. El mayor error del ejército fue el habernos subestimado; nosotros ganamos el factor sorpresa.

Maniobra y aniquilamiento

Cuando comienzan a pelear en las primeras horas hacia el frente y, además, sienten los disparos en su retaguardia, ahí comienza su debacle. Comienza a partirse la unidad y a moverse en distintas direcciones, y comienzan a caer en otras emboscadas que previamente habíamos colocado. Una muy bien calculada maniobra de envolvimiento.

Nosotros llevábamos muchos factores de sorpresa que nos dieron ventajas: la concentración y un plan. Si el ejército hubiera tenido esa información hubiera sido quizá distinto, pero pensaron que iban a combatir contra pequeñas unidades guerrilleras.

Por eso fue vital la batalla, por eso Joaquín Villalobos la ubica como un momento determinante de todo lo que fue el proceso histórico de la guerra civil: surge una fuerza regular en la guerrilla, y a partir de allí se comienza a aniquilar unidades pequeñas del ejército, porque la masa de combatientes guerrilleros era mayor.

La efectividad de la maniobra radica en tu capacidad de respuesta al momento del combate, porque tú no sabes cómo van a ser las cosas en sus detalles menores. Y en eso el ejército salvadoreño sí tiene una gran experiencia, en la maniobra de movimiento, tuvo en ese momento buenos jefes, ellos aprendieron también. Ellos iban avanzando de acuerdo a cómo se iba presentando la resistencia de la guerrilla. Si se mueve, cadencia de fuego, el tipo de armas que se tienen.

La batalla del Moscarrón dejó como resultado más de 150 soldados gubernamentales muertos, 40 prisioneros y 250 armas recuperadas. Además se cambió el curso de la guerra.

Elementos nuevos surgieron de ahí para aquellos que observaban los acontecimientos de la guerra de El Salvador, la beligerancia de la guerrilla creció y su reconocimiento internacional se consolidó.

La batalla del Moscarrón es también un momento clave en la conducta del ejército, de inmediato se planteó su respuesta: el uso masivo de los medios aéreos.

(Fin de la primera entrega)