¿Reorganización del FMLN o creación de un nuevo instrumento partidario de izquierda? Mauricio Funes. Colatino. 12 de marzo de 2024

Las continuas derrotas electorales que el FMLN ha venido sufriendo desde 2018, así como la reducción de su capital político y de su  representación en los Órganos del Estado, llevan forzosamente a plantear el siguiente desafío a sus actuales dirigentes:

¿Lo que la izquierda en El Salvador necesita es solo una reorganización interna o más bien la creación de un nuevo partido que sea un referente real de las luchas del pueblo?

A juzgar por el estado agónico en que se encuentra el partido en mi opinión hay que practicar una eutanasia inmediata y comenzar a trabajar  en la creación de un nuevo referente partidario que retome el ideario fundacional de un verdadero partido de izquierda, tal como el que surgió a inicios de los años 80.

El FMLN, así como está, ya no tiene ninguna viabilidad.

La mayoría de sus  dirigentes han demostrado una incapacidad total para superar la crisis que enfrenta el partido al punto de que no reconocen que se encuentran atrapados en una lógica derrotista, lo que ha provocado que poco a poco se hayan ido alejando de sus principios revolucionarios.

Son tan incapaces y faltos de autocrítica que responsabilizan de su derrota a los dos gobiernos anteriores del FMLN, sobre todo al primero (2009/2014).

Les acusan de haberse distanciado de las aspiraciones populares pero por otro lado contradictoriamente reivindican como propias las conquistas sociales que produjeron una reducción importante de la pobreza, sobre todo de la pobreza extrema.

Han llegado al colmo de ver como victoria el hecho de no haber desaparecido jurídicamente.

Así lo planteó su candidato presidencial, Manuel “el chino” Flores, cuando dijo que muchos, de adentro y de afuera del partido, los creían derrotados y aniquilados. Según Flores eso no ocurrió, ya que seguirán existiendo legalmente y lograron remontar la votación del 2019. No hay nada que nos haga crear que esta remontada ocurrió.

Probablemente les anularon algunos votos que habían ganado en las Presidenciales pero de esa anulación a asegurar que les “robaron” cerca de medio millón de votos efectivos hay una gran diferencia.

Vanagloriarse de ser la segunda fuerza política del país con apenas 204 mil votos (menos del 7% de la votación) es una vergüenza.

Existe además una situación que no nos explican.

No solo el FMLN no desapareció jurídicamente, tampoco desapareció el PDC, el PCN, GANA, Vamos y Fuerza Solidaria (el partido creado por Herbert Saca con recursos del oficialismo).

Cuál es el mérito entonces de no desaparecer si otros tampoco desaparecieron y sobre todo que no tienen ninguna representación en el Estado, al punto que el FMLN se ha vuelto inviable como oposición real.

Cuando Oscar Ortiz, actual Secretario General del FMLN, dice que pondrá su cargo a disposición de la dirigencia nacional, en el fondo está dejando que sean los responsables de la debacle electoral los que decidan sobre el futuro del FMLN.

Qué es lo más probable que ocurra?

Que la CP acepte la renuncia de Ortiz y que en su lugar nombren a Lourdes Argueta o al Chino Flores, con la bendición de José  Luis Merino, lo que sería más de lo mismo.

¿Por qué no se atreven a denunciar y a desligarse de José Luis Merino? Esta es la corrupción que le ha hecho daño al partido y que ha corrompido a su dirigencia.

Las acusaciones en contra de mi gobierno y el de Sánchez Cerén la Fiscalía aún no ha podido demostrarlas, porque en el fondo fueron fabricadas por la derecha oligárquica y por una Fiscalía al servicio de los intereses oligárquicos y del clan Bukele.

Hablar de reestructuración interna o de relevo generacional sin desligarse de los corruptos y mercantilistas en el FMLN no es ni refundación y menos creación de un sólido instrumento partidario de izquierda que defienda los intereses populares.

Bajo el disfraz de una supuesta reestructuración interna, que más bien suena a una especie de rueda de caballitos, el FMLN seguirá siendo un partido sin rumbo, destinado al fracaso.

Acá lo que se impone es la creación de un nuevo partido de izquierda que recoja lo mejor de la militancia actual, del liderazgo joven y que no sea genuflexo a José Luis Merino y a sus seguidores en la Comisión Política actual.

La cirugía tiene que ir a la raíz del problema.

De lo contrario acabarán siendo más de lo mismo.

Por eso sostengo que no es una reestructuración lo que necesita el  FMLN sino una refundación de raíz que parta de la creación de un nuevo referente partidario, fuertemente vinculado al movimiento social y a la lucha callejera, y a nuevos principios fundacionales ajustados a los tiempos que vivimos.

Ricardo Simán, el gran retailer de Centroamérica, entrega la estafeta. Leonel Ibarra. Estrategia y Negocios. Octubre de 2023

Se forjó en los negocios en los duros años 80´s, en una economía en guerra y de fronteras cerradas. Consolidó SIMAN como una cadena líder en El Salvador y dirigió la regionalización de la empresa familiar hasta Guatemala, Nicaragua y Costa Rica.

Con más de 50 años de su vida en la centenaria empresa familiar y dos décadas al frente del negocio, Ricardo Félix Simán Dabdoub se despide de la operación diaria de la empresa fundada por su abuelo en 1921, y pasa a presidir la junta directiva de Grupo ALSICORP.

“Yo soy alguien que ha sido súper activo y operativo. (El nuevo rol) es un cambio no solo para la empresa, sino para mí también”, confiesa Simán. No obstante, concede, “siempre hay que rejuvenecer la dirección de la empresa y estoy muy satisfecho de las personas que han tomado estas responsabilidades”, expresó.

Por primera vez en más de 100 años de existencia, la dirección de la mayor cadena de tiendas por departamentos de Centroamérica será llevada por alguien externo a la familia Simán.

El relevo de uno de los grandes líderes del retail en Centroamérica comenzó a prepararse desde hace unos tres años. El empresario salvadoreño explicó que la empresa tiene acuerdos internos que facilitan la transición. Desde hace unos tres años empezaron a formar un equipo con profesionales y miembros de Junta Directiva externos a la familia Simán, y evaluaron a la gente más destacada para ocupar los puestos.

Fue entonces que seleccionaron a dos nuevos presidentes ejecutivos: Juan Pablo Gálvez, a cargo de dirigir la cadena de almacenes y a Pablo Portillo, para llevar el timón en el negocio de franquicias. “Vemos que lo están haciendo muy bien, ahora estamos adaptándonos a otra forma de trabajar y de supervisar, y a ver las cosas a veces con más calma”, expresó Simán sobre sus sucesores.

Ricardo Simán espera que en el futuro próximo algunos miembros de la familia se puedan integrar a los puestos de dirección de la compañía, pero solo será posible si cumplen con todas las habilidades necesarias para ello.

“Vamos a ver qué oportunidades salen”, responde en son de broma, al hablar del futuro que le depara su salida como presidente y CEO de Almacenes SIMAN a sus 70 años y, aunque comparte que le gustaría seguir dedicándose más a su gran pasión, la fotografía, advierte que todavía no se separará completamente de las operaciones de la empresa, pues ha pasado a presidir la junta directiva de Grupo ALSICORP. “Aquí voy a estar y si se portan mal, vamos a dar un par de coscorrones”, dijo con una sonrisa.

EL TRANSFORMADOR DEL NEGOCIO

Ricardo Simán se unió a la empresa familiar desde los 18 años. Inició en el departamento de mayoreo de productos textiles, el cual terminó cerrando “por la competencia desleal y otros factores”. Luego, a inicios de la década de 1980, se incorporó en el negocio del retail. Eran tiempos turbulentos en El Salvador que el empresario recuerda como una “época muy dura” por el comienzo del conflicto armado y por que además estaban prohibidas las importaciones.

Aunque afirma que no le gusta ver al pasado y que “se le han borrado bastante de los recuerdos”, al rememorar esos comienzos de su trayectoria reconoció que tuvieron que echar mano de mucho ingenio para fabricar localmente lo que podían ofrecer al público y desarrollaron una gran cantidad de proveedores locales, muchos de ellos todavía siguen activos y trabajando con la cadena.

Describió que en aquellos años, Almacenes SIMAN funcionaba como “una empresa de familia, con todos sus pro y con algunos obstáculos para caminar”. Se encaminaron hacia una evolución profesional cuando le nombraron CEO y Presidente de la Junta Directiva. Eran tiempos de cambio y con grandes proyectos por venir.

Entonces, detalló, lo primero por lo que se preocupó fue del adecuado manejo y selección del personal. “Si el recurso humano no está bien atendido, seleccionado y bien compensado, las empresas no van a ninguna parte”. Así, entre sus primeros proyectos destacó el cambio en la forma de seleccionar al personal, con exámenes y evaluaciones mucho más profesionales. Trajeron consultores en diferentes áreas y modernizaron los sistemas de contabilidad y de inventarios.

Para principios de la década de 1990, la marca SIMAN ya tenía tres sucursales bien posicionadas en El Salvador, pero se trazaba la ruta para dar el paso fuera de las fronteras de su país. Así nació en 1993 la tienda del Centro Comercial Los Próceres, ubicada en la Zona 10 de la Ciudad de Guatemala. Después, en 2002 llegaron a Managua, Nicaragua, y en 2009 abrieron su primera tienda en Costa Rica, en Multiplaza Escazú.

EL ESTRATEGA

Simán no solo regionalizó la marca familiar, también logró un importante hito al expandir el negocio por medio de una alianza con el grupo español Inditex, una negociación que fue “un proceso largo”, pero que le dio la llave para operar las codiciadas y exitosas franquicias de moda Zara, Bershka, Stradivarius y Massimo Dutti.

A finales de 2022, Almacenes SIMAN contaba con unos 7.800 empleados directos, la mayoría mujeres (58 %) y con cerca de los 200.000 metros cuadrados de área de venta, el buque insignia de un conglomerado que ahora se conoce como Grupo ALSICORP.

El grupo tiene una huella importante en el sector del retail de Centroamérica y bajo la dirección de Ricardo Simán se compone actualmente de 19 tiendas SIMAN, 17 de Prisma moda, 10 de MAC Cosméticos, Bershka, Pull &Bear y Stradivarius, nueve de Zara, cuatro de Xclaim, Zara Home, Oysho y tres de Massimo Dutti.

El empresario mencionó que la participación de las tiendas de Inditex en el negocio “es un porcentaje importante y va creciendo”, pero ahora la estrategia para este brazo del Grupo ya no es abrir tantas nuevas localidades, sino que las están ampliando y ajustando a las nuevas demandas y generaciones con un estilo vanguardista.

UN CAMINO, GRANDES HISTORIAS

Consultado sobre sus grandes momentos a nivel empresarial, Ricardo Simán destacó que en los últimos años se dieron cambios drásticos en la operatividad de la empresa. Haber conseguido las primeras franquicias con Inditex y el inicio de operaciones de su sitio en Internet fueron hitos importantes, concedió.

Otros momentos que lo desafiaron al frente de la empresa fueron la guerra civil salvadoreña, varios terremotos y, más recientemente, la histórica paralización de las actividades por la pandemia del COVID-19, en 2020. “Nos costó unas pérdidas enormes”, confesó, aunque reconoció que pudieron tomarse acciones para maniobrar en el histórico cierre de actividades.

Durante los primeros meses de la pandemia, pese a que se les permitió comenzar a vender por Internet, el empresario reconoció que no pudieron dar el servicio que habrían esperado brindar a los clientes que se decantaron por el ecommerce durante las primeras semanas de la emergencia. “Tengo que aceptarlo, fallamos en varias oportunidades. Primero por la limitación de personal que teníamos y por la logística. No habíamos tenido esa demanda anteriormente y eso fue un aprendizaje. Pero ese proceso nos hizo saltar a otra forma de trabajar y ahora las ventas por Internet y canales digitales son importantes, pueden andar por un 10 % y creciendo”, acotó el presidente.

Pese a que las nuevas generaciones de consumidores están más familiarizadas con las redes sociales y las compras en línea están en auge, Ricardo Simán cree que la necesidad de interacción del ser humano no va a cambiar y avizora oportunidades para el sector del retail tradicional en la región centroamericana. La experiencia de “llegar a un centro comercial, a una tienda, ver, probarse la ropa, interactuar… creo que eso difícilmente va a desaparecer y, además, a veces va acompañado de alguna diversión. Espero que esa vivencia no desaparezca, no por mi negocio, sino por el ser humano”, consideró.

Las inversiones para el Grupo empresarial no se detienen y dijo que “siempre están buscando nuevas oportunidades”. Ahora se enfocarán en impulsar la nueva la tarjeta Credisiman Visa, ampliar los locales de las franquicias de Inditex, digitalizar el sistema de control de inventarios y el del servicio al cliente, aunque los próximos planes y estrategias corresponderán a los nuevos CEO quienes serán los encargados de diseñar y ejecutar dichos movimientos, los que no le serán del todo ajenos ya que Simán los atenderá desde la presidencia de la Junta Directiva del Grupo ALSICORP.

VISIÓN DE PAÍS, LÍDER GREMIAL

En esta retrospectiva de su trayectoria, a nivel personal, Simán consideró que, por el espíritu que le inculcaron sus padres y tíos, siempre ha buscado dónde servir. Por ello, atesora como uno de sus mayores legados su trabajo al frente de gremiales del sector privado salvadoreño como la Asociación Nacional de la Empresa Privada (1997-2001) y de la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador, entidad que dirigió entre 1989 y 1990 y en un segundo período entre 1995 y 1996.

“Eso no produce ingresos, más que todo (atrae) riesgos y problemas, pero a mí siempre me ha gustado estar al servicio de la sociedad y de los empresarios. Tuvimos la oportunidad de trabajar muy duro con los gobiernos de aquella época, durante los terremotos de 1986, el Huracán Mitch, el terremoto de 2001… fueron tragedias terribles y (haber podido colaborar) son satisfacciones que uno tiene, ver, que ha podido contribuir en algo a la sociedad que tanto lo necesita. Creo y sostengo que el deber social número uno de un empresario es reinvertir y crear nuevas fuentes de trabajo”, concluyó.

1. Sobre el concepto de política. Nikos Poulantzas

Política e historia: lo político y la política

Aquí se dispone ya de suficiente número de elementos para intentar exponer el concepto de política en Marx, Engels y Lenin, y sus relaciones con la problemática del Estado. Hay que hacer, sin embargo, dos observaciones previas.

1] En este capítulo se intentará plantear los problemas de la teoría marxista general del Estado y de la lucha política de clases. Este capítulo, que trata sobre todo del problema general del Estado, precede, en el orden de exposición, al capítulo sobre las clases sociales y la lucha de clases. Y no por azar: no es, entiéndase bien, que pueda emprenderse en el orden lógico un examen del Estado sin referencia directa y simultánea a la lucha de clases, o que este orden de presentación corresponda a un orden histórico de existencia del Estado antes de la división de la sociedad en clases; es que las clases sociales constituyen el efecto, ya se verá en qué sentido exacto, de ciertos niveles de estructuras, de las que forma parte el Estado.

2] Se presentará ya la distinción entre la superestructura jurídico-política del Estado, lo que puede llamarse lo político, y las prácticas políticas de clase -lucha política de clase- , lo que puede llamarse la política. Sin embargo, no habrá que perder de vista que esta distinción se aclarará en el capítulo siguiente sobre las clases sociales, donde podrá fundamentarse la distinción y la relación entre las estructuras por una parte, y las prácticas de clase, o sea, el campo de la lucha de clases, por otra.

El problema de lo político y de la política se enlaza, en Marx, Engels y Lenin, con el problema de la historia.

En efecto, la posición marxista a este respecto depende de las dos proposiciones fundamentales de Marx y Engels en el Manifiesto comunista, según las cuales:

a)“Toda lucha de clases es una lucha política”, y b) “La lucha de clases es el motor de la historia”.

Está muy claro que puede hacerse una primera interpretación, de tipo historicista, de la relación de esas dos proposiciones.

Esta interpretación presupone finalmente el tipo hegeliano de “totalidad” y de “historia” ; se trata, en primer lugar, de un tipo de totalidad simple y circular, compuesta de elementos equivalentes, que se distingue radicalmente de la estructura compleja predominante que especifica el tipo de unidad marxista.

Se trata, en segundo lugar, de un tipo lineal de historicidad, cuya evolución está desde siempre contenida en el origen del concepto, identificándose el proceso histórico con el devenir del autodesenvolvimiento de la idea. En esa “totalidad”, la especificidad de los diversos elementos en cuestión está reducida a ese principio de unidad simple que es el Concepto cuya objetivación constituyen; la historia se reduce a un devenir simple cuyo principio de desarrollo es el paso “dialéctico” de la esencia a la existencia del concepto.

Pero puede hacerse, efectivamente, una interpretación historicista de las dos proposiciones marxistas que acaban de citarse. ¿Cuál sería su resultado? No serían comprendidos entonces en el dominio de lo político un nivel estructural particular y una práctica específica, sino en general el aspecto “dinámico” -“diacrónico”-de todo elemento, perteneciente a no importa qué nivel de estructuras o de prácticas de una formación social. Siendo el marxismo para el historicismo una ciencia “genética” del devenir en general, y siendo la política el motor de la historia, sería en último análisis una ciencia de la política -y hasta una “ciencia de la revolución”- identificada con el devenir unilineal simple.

De aquí se siguen varias consecuencias: a) Una identificación de la política y de la historia, b) Lo que puede llamarse sobreposición de los diversos niveles de las estructuras y de las prácticas sociales cuya especificidad, autonomía relativa y eficacia propia quedarían reducidas a su aspecto dinámico-histórico-político.

Lo político constituiría aquí el centro, o el denominador común y simple, a la vezde su unidad (totalidad) y de su desenvolvimiento: ejemplo particularmente sorprendente de ese resultado, la  famosa sobrepolitización del nivel teórico que llevó al esquema “ciencia burguesa-ciencia proletaria” , c) La abolición de la especificidad misma de lo político, su desmenuzamiento en todo elemento indistinto que rompería el equilibrio de la relación de las fuerzas de una formación.

Esas consecuencias tienen por resultado hacer superfluo el estudio teórico de las estructuras de lo político y de la práctica política, lo que conduce a la invariante ideológica voluntarismo-economismo, y a las diversas formas de revisionismo, reformismo, espontaneísmo, etc.

En resumen, lo político, en una concepción histórica del marxismo, desempeña con toda exactitud el papel que reviste finalmente el Concepto en Hegel. No me ocuparé aquí de las formas concretas que reviste esa problemática. No haré más que dos citas para situar el problema.

Una procede de Gramsci, cuyos análisis políticos, siempre preciosos, con frecuencia están empañados por el historicismo de Croce y de Labriola. Esta cita ilustra las consecuencias señaladas:

“La primera cuestión que hay que plantear y resolver en un estudio sobre Maquiavelo es la de lo político como ciencia autónoma, es decir, del lugar que la ciencia política ocupa o debe ocupar en una concepción sistemática del mundo …, en una filosofía de la praxis. El progreso que, a este propósito, hicieron los estudios sobre Maquiavelo y la ciencia política por obra de Croce, consiste sobre todo. . . en haber disipado una serie de falsos problemas, inexistentes o mal planteados. Croce se fundó en la distinción de los momentos del espíritu y en la afirmación de un momento de la práctica, de un espíritu práctico, autónomo e independiente, aunque enlazado circularmente con la realidad entera por la dialéctica de los distintos.

En una filosofía de la praxis, la distinción no se hará ciertamente entre los momentos del Espíritu absoluto, sino» entre los grados de la superestructura, y se tratará, pues, de establecer la posición dialéctica de la actividad política (y de la ciencia correspondiente) como grado determinado de la superestructura: podrá decirse a título de primera indicación y de aproximación que la actividad política es precisamente el primer momento o primer grado, el momento en que la superestructura está aún en la fase inmediata de simple afirmación voluntaria, indistinta y elemental.

¿En qué sentido puede establecerse una identidad entre la política y la historia, y por consiguiente entre el conjunto de la vida y la política? ¿Cómo, en ese caso, podrá concebirse todo el sistema de las superestructuras como diferencia de la política, y cómo se justificará entonces la introducción del concepto de diferencia en una filosofía de la praxis?. . . Concepto de ‘bloque histórico’, es decir, de la unidad de estructura y superestructura, unidad de los contrarios y de los diferentes. . . ”[1]

Ya se ven apuntar, en esta cita de Gramsci, las consecuencias señaladas del historicismo, que conducen aquí, como por otra parte ocurrió con el izquierdismo teórico del decenio de los veinteLukács, Korsch, etcétera-, a una sobrepolitización de carácter voluntarista: es el equivalente del economismo en la misma problemática.[2]

Tomo una segunda cita a T. Parsons, maestro de la tendencia “funcionalista” de la sociología actual, tendencia sobre la cual volveremos extensamente, porque, influida por el historicismo de M. Weber, rige los análisis de la ciencia política moderna: [3] es sorprendente comprobar que conduce, por razón precisamente de sus principios teóricos comunes con el historicismo marxista, a resultados análogos relativos a lo político y la política:

“…no podría abordarse el estudio de la política apoyándose en una concepción teórica reservada a ese problema, por la sencilla razón de que la política constituye un centro de unificación de todos los elementos analíticos del sistema social, y no se la podría reconocer a ella misma como uno de esos elementos particulares”.[4]

Se verá a continuación que el funcionalismo constituye, de hecho, en el plano epistemológico, la continuación directa de la concepción historicista general: se ve claramente la reducción que se produce de lo político, el cual, por otra parte, se convierte aquí, en tanto que principio simple de la totalidad social, en el principio de su desenvolvimiento, en la perspectiva sincronía-diacronía que caracteriza al funcionalismo.

En la concepción antihistoricista de la problemática original del marxismo debe situarse lo político en la estructura de una formación social, por una parte en cuanto nivel específico, por otra parte, sin embargo, en cuanto nivel decisivo en que se reflejan y condensan las contradicciones de una formación, a fin de comprender exactamente el carácter antihistórico de la proposición según la cual es la lucha de clases la que constituye el motor de la historia.

Comencemos por este último punto, puesto en evidencia por Althusser, quien demostró, como se recordará que para el marxismo no es un tipo universal y ontológico de historia, un principio de génesis referente a un asunto, lo que constituye el principio de inteligibilidad del proceso de transformación de las sociedades, sino el concepto teóricamente construido de un modo de producción dado en cuanto todo-complejo-con predominio.

A partir de este concepto nos es dado el materialismo histórico, y puede construirse el concepto de historia que no tiene nada que ver con un devenir lineal simple. Así como los niveles de estructuras y de prácticas presentan, en el interior de la unidad de un modo de producción y de una formación social históricamente determinada, una especificidad propia, una| autonomía relativa y una eficacia particular, presentan temporalidades de ritmos y escansiones diferenciales.[5]

Los diversos niveles de una formación social están caracterizados por un desarrollo desigual, rasgo esencial de la relación de esas temporalidades diferenciales en la estructura, por diferencias de fases o etapas que son el fundamento de la inteligibilidad de una formación y de su desarrollo. En esa medida, las transformaciones de una formación y la transición son captadas por el concepto de una historia de temporalidades diferenciales.

Tratemos de ver el lugar que corresponde, en ese contexto, a lo político, y más particularmente a la práctica política. El concepto de práctica reviste aquí el sentido de un trabajo de transformación sobre un objeto (materia prima) determinado, cuyo resultado es la producción de algo nuevo (el producto) que constituye, o por lo menos, puede constituir, una ruptura con los elementos ya dados del objeto.

Pero, ¿cuál es a este respecto la especificidad de la práctica política? Esa práctica tiene por objeto específico “el momento actual”[6] como decía Lenin, es decir, el punto nodal en que se condensan las contradicciones de los diversos niveles de una formación en las relaciones complejas regidas por la sobredeterminación, por sus diferencias de etapas y su desarrollo desigual. Ese momento actual es, pues, una coyuntura, el punto estratégico, en que se fusionan las diversas contradicciones en cuanto reflejan la articulación que especifica una estructura con predominio.

El objeto de la práctica política, tal como aparece en el desarrollo del marxismo por Lenin, es el lugar en donde finalmente se fusionan las relaciones de las diversas contradicciones, relaciones que especifican la unidad de la estructura; el lugar a partir del cual puede descifrarse, en una situación concreta, la unidad de la estructura y actuar sobre ella para transformarla.

Con eso esta dicho que el objeto sobre el cual versa la práctica política depende de los diversos niveles sociales –la practica política versa a la vez sobre lo económico, sobre lo ideológico, sobre lo teórico y sobre lo político en sentido estricto— en su relación, que constituye una coyuntura.

Se sigue de ahí una segunda consecuencia en lo que concierne a la política en sus relaciones con la historia.

La práctica política es el motor de la historia en la medida en que su producto constituye finalmente la transformación de la unidad de una formación social, en sus diversas etapas y fases. Esto, no obstante, no enun sentido historicista: la práctica política es la quetransforma la unidad, en la medida en que su objetoconstituye el punto nodal de condensación de las contradicciones de los diversos niveles, de historicidad propias y de desarrollo desigual.

Esos análisis son importantes para situar el concepto de lo político, y más particularmente de la práctica política, en la problemática original del marxismo: sin embargo, es preciso completarlos sobre un punto. En efecto, tales análisis, relativos al objeto y al producto de la práctica política, no pueden bastar para situar exactamente la especificidad de lo político: deben completarse con una concepción adecuada de la superectructura política.[7]

Pues, en realidad, contentándose con definir lo político simplemente como práctica de objeto y producto definidos, siempre se corre el riesgo de diluir su especificidad, de acabar identificando como político todo lo que “transforma” a una unidad dada. Olvidando el examen teórico de las estructuras políticas, se corre el peligro de errar el momento actual de la coyuntura y caer en ese “momento” de que hablaba, planteando claramente el problema, Gramsci. En suma, si se quiere superar definitivamente un historicismo de lo político no basta limitarse al análisis histórico del objeto de la práctica política, es preciso también situar, en el interior de una formación social, el lugar y la función específicos del nivel de las estructuras políticas que son  su objetivo: sólo en esa medida podrá mostrarse la  superdeterminación por lo político en sus relaciones con una historia diferencial.

Entremos en lo vivo del problema:  las estructuras políticas -lo que se llama superestructura política— de un modo de producción y de una formación social constituyen el poder institucionalizado del Estado. En efecto, siempre que Marx, Engels, Lenin o Gramsci hablan de lucha (práctica) política distinguiéndola de la lucha económica, consideran expresamente su especificidad en relación con su objetivo particular que es el Estado, en cuanto nivel específico de estructuras de una formación social.

En este sentido se encuentra, en efecto, en los clásicos del marxismo, una definición general de la política. Se trata muy precisamente de la concepción indicada de la práctica política: ésta tiene por objeto el momento actual, produce las transformaciones -o quizás la conservación- de la unidad de una formación, pero en la única medida exacta en que tiene por blanco, por “objetivo” estratégico específico, las estructuras políticas del Estado.[8]

Así, Marx nos dice: “El movimiento político de la clase obrera tiene… como objetivo final [Endzweck] la toma del poder político” .[9] También precisamente en este sentido debe entenderse la frase de Lenin: No basta decir que la lucha de clases no llega a ser una verdadera lucha, consecuente, desplegada, sino el día en que abarca el dominio de la política…Para el marxismo, la lucha de clases no se convierte en una lucha totalmente desplegada del conjunto de la nación más que el día en que no sólo abarca la política sino que se dirige al dominio de lo esencial: la estructura del  Estado.”[10]

Lo que realmente resalta en esta cita es que ese objetivo del poder del Estado es la condición de la especificidad de la práctica política. Señalemos aún, a este respecto, la posición de Lenin en sus textos de 1918 relativos al problema del “doble poder” del Estado de los soviets. En realidad Lenin sigue considerando aquí también, el objetivo de la práctica política enlazado con la superestructura del Estado. En efecto, la consigna  “Todo el poder a los soviets” está enlazada en el pensamiento de Lenin, al hecho de que considera a los “soviets” “segundo Estado”. Se advertirá la diferencia entre poder del Estado y aparato del Estado. Lo que nos interesa aquí, es que esa consigna no procede del hecho de que los soviets estén dominados por los bolcheviques -en realidad los soviets, en la fecha de la consigna, estaban dominados por los mencheviques-, sino de que los soviets constituyen un aparato de Estado que asume funciones del Estado oficial, de que constituyen el Estado real. De donde la conclusión: hay que fortalecer a este segundo Estado y tener por objetivo tomarlo en cuanto Estado: “La esencia verdadera de la Comuna no está donde la buscan en general los burgueses, sino en la creación de un tipo particular de Estado. Pero un Estado de ese género ya nació en Rusia: son los soviets…[11]

Estos análisis de Lenin proceden, por lo demás, de su posición teórica relativa a la diferencia -y la relación- de la lucha económica y de la lucha política, tal como la había definido ya esencialmente en ¿Qué hacer?: “La socialdemocracia dirige la lucha de la clase obrera…en sus relaciones no sólo con un grupo de patronos, sino también con…el Estado como fuerza política organizada. Se sigue, pues, de ahí que los socialdemócratas no pueden limitarse a la lucha económica”…,o también: “Las rebeliones políticas son una declaración de guerra al gobierno con el mismo título que las rebeliones económicas son una declaración de guerra a los fabricantes”.[12]


[1] Este texto está citado según las Oeuvres choisis de las Éd. Sociales (pp. 197 ss). Sobre la identificación, en Gramsci, de la “ ciencia” y de la “ filosofía de la praxis” con la política véanse: II materialismo storico e la filosofia di B. Croce, Einaudi, pp. 117 jí, y Note sul Machiavelli, sulla politica e sullo Stato moderno, Einaudi, pp. 79 ss, 142 ss.

[2] A este respecto, remito a los análisis de Althusser en Para leer E l capital, 1969.

[3] T h e Social System , Glencoe, 1951, pp. 1 2 6 « .

[4] En efecto, esta corriente no sólo está directamente afiliada

al historicismo, sino que se presenta, a través de la importancia que reviste, como la “alternativa” del marxismo. Como advierte Runcirnann en su excelente libro Social Science and Political Theory , 1965, p. 109 :  “ En ciencia política no existe realmente, aparte del marxismo, más que un solo candidato serio para una teoría general de la sociedad. . . Sus partidarios declaran que existe otra serie de proposiciones generales que proporcionan una explicación mejor del comportamiento político que el marxismo . . . Se trata del funcionalismo…”  O también, p. 1 2 2 : “ Sigue en pie el hecho de que alguna forma de funcionalismo es la única alternativa actual del marxismo, como base de una teoría general en ciencia política” .

[5] Para la distinción entre modo d e producción y formación social, esencial para el problema del concepto de historia, véase la Introducción.

[6] “L a dialéctica materialista” , en La revolución teórica de Marx. Hay que señalar, sin embargo, que ese concepto de práctica no es todavía, en el estado actual de las investigaciones, más que un concepto práctico (técnico ).

[7] Se trata de lo que puede llamarse “ superestructura jurídico-política del Estado” , a condición de señalar esto: esa expresión engloba demasiado esquemáticamente dos realidades diferentes, dos niveles relativamente autónomos, a saber, las estructuras jurídicas -el derecho- y las estructuras políticas- el Estado.  Su empleo es legítimo en la medida en que los clásicos del marxismo establecieron de manera efectiva la relación estrecha de esos dos niveles: ese empleo no debe hacernos olvidar por eso que la expresión abarca dos niveles relativamente distintos, cuya combinación concreta depende del modo de producción y de la formación social en cuestión. Deberá tenerse en cuenta esta observación cuando se emplee dicha expresión.

[8] Se puede, pues, perfectamente suscribir la definición que da M . Verret de la política: “ L a práctica política es la práctica de la dirección de la lucha de clases por y en el Estado (Theorie et politique, e.d. Sociales, 1967,pág. 1944). Dentro de un instante abordaremos la cuestión de la relación entre la política y el Estado, tal como la plantea la antropología política actual.

[9] Carta a Bolte del 29 de noviembre de 1871.

[10] Lenin, Oeuvres completes, Éd. Sociales, t. 19.

[11] Theses d ’Abril, “ Lettre sur la tactique” .

[12] Más particularmente sobre la relación lucha económica- lucha política, véase infra, pp. 9 7 y 108.

The Costs of El Salvador’s Crime Crackdown. Bukele Has Reduced Homicides—but Eroded Democracy. Gustavo Flores-Macías. Foreign Affairs. March 20, 2024

Under President Nayib Bukele, El Salvador has experienced one of the most spectacular declines in violent crime in recent memory, anywhere in the world. Despite ranking among the most dangerous countries on the planet a mere decade ago, the Central American state today boasts a homicide rate of only 2.4 per 100,000 people—the lowest of any country in the Western Hemisphere other than Canada.

El Salvador owes much of its dramatic drop in crime to Bukele’s crackdown on street gangs and criminal organizations, including MS-13 and Barrio 18. Although homicide rates were trending downward before Bukele took office in 2019, violent crime declined sharply after March 2022, when his government declared a state of emergency following a spike in murders, allowing the government to suspend basic civil liberties and mobilize the armed forces to carry out mass arrests. This state of exception granted Bukele’s administration a blank check to fight gangs and detain suspects without consideration for transparency, due process, or human rights.

Bukele’s iron-fist measures and their apparent results have not only made him wildly popular in his country—earning him a landslide reelection in February 2024—but also captured the imagination of politicians elsewhere grappling with rapidly deteriorating public safety. Members of the political elite in other states are now toying with the so-called Bukele model. In Ecuador, for instance, President Daniel Noboa has unabashedly followed in Bukele’s footsteps in response to prison riots and a major surge in homicides, declaring a state of emergency in January that gave the armed forces free rein to detain suspects and to take over control of the country’s prisons. The Bukele-style security measures appear to be succeeding there, as well: a little over a month into the crackdown, the government reported that the daily average of homicides had fallen from 28 to six. The fact that militarized public safety campaigns are proving effective outside El Salvador has only enhanced the model’s growing appeal across Latin America, which has long suffered the highest rate of violence of any region in the world.

But as appealing as a Bukele-style crackdown might seem, these punitive campaigns against organized crime come at a serious cost to democracy and human rights. These measures concentrate power in the hands of the executive, chipping away at other democratic institutions, such as Congress and the judiciary, that are critical bulwarks against governmental abuse. They also fail to solve the underlying problems, such as corruption and impunity, that generate such violence and instability in the first place.

There are alternatives to the Bukele model for reducing crime. In cities in Brazil, Colombia, and Mexico, politicians have managed to decrease homicides without eroding civil and human rights by making sustained investments in democratic policing, which emphasizes transparency, accountability, and civil liberties. These measures may not work as quickly, and they may not be as conspicuous. But they do not sacrifice democracy on the altar of public safety. Militarized states of emergency are no silver bullet: for any public safety measures to permanently succeed, they must not come at the expense of the democratic institutions that protect civilians from abuse at the hands of the government.

BUKELE’S SOCIAL CONTRACT

Iron-fist measures against crime—including armed forces assuming control of law enforcement, severe sentences, and the suspension of civil liberties—are not new in Latin America. But Bukele’s approach is notable for its duration. El Salvador’s state of emergency, which was first declared in March 2022, has been extended some 24 times, giving Bukele nearly two years of free rein.

Bukele’s suspension of civil liberties has streamlined his crackdown on gangs, allowing the military to detain suspects without hindrance, circumvent the corruption that pervades the judicial process, and sever the links between imprisoned gang leaders and their acolytes in the outside world. The emergency decree’s suspension of rights, including due process, has made it much easier to arrest suspected gang members, given that probable cause or arrest warrants are not needed and excessive use of force is not a concern. Bukele also used emergency powers to introduce indefinite pretrial detention, which means that the state does not need to present convincing evidence in court before locking a suspect up for extended periods and preempts the possibility that a corrupt judge would release the suspect. The emergency mandate also bars inmates from establishing any contact with individuals outside the prison, including lawyers, relatives, or associates, thereby preventing kingpins from continuing to run their groups from behind bars. The outcome, according to Amnesty International, has been the imprisonment of some 77,000 people, many of whom have also been subjected to systematic torture and other mistreatment.

Public safety has improved dramatically as a result. Although human rights organizations have pointed to significant underreporting of homicides and questioned the reliability of government statistics, the testimonies of Salvadoran citizens make clear that there has been a significant reduction of extortions among business owners and a newfound freedom to enjoy public spaces. Tellingly, the number of encounters that U.S. authorities had with Salvadoran migrants dropped from 97,000 in 2022 to 61,515 in 2023, signaling that violent crime as a push factor for migration may be receding.

Leaders throughout the rest of Latin America have taken notice. Elected officials in Argentina, Colombia, Guatemala, and Peru have expressed support for the Bukele model. The fact that officials in states such as Argentina have considered adopting Bukele’s system speaks to its widespread appeal, given that Argentina’s crime rate is comparatively low. The same is true for Uruguay, another country with low—albeit rising—homicide rates. One Uruguayan senator went so far as to travel to El Salvador to hear directly from Bukele.

The state that has done the most to follow Bukele’s approach is Ecuador, where Noboa has rolled out a similar set of measures dubbed Noboa’s Way. The public safety challenges in Ecuador are different from those in El Salvador, as the former’s violent crime stems from the prevalence of transnational drug trafficking organizations as opposed to more localized gangs. But the distinct security landscape has not prevented Noboa from following in Bukele’s footsteps, including by handing control of penitentiaries over to the armed forces and ordering the construction of two maximum-security prisons modeled after Salvador’s secretive Terrorism Confinement Center—which, theoretically, has the capacity to hold 40,000 inmates. (By contrast, the Louisiana State Penitentiary, one of the largest maximum-security prisons in the United States, can hold up to 6,300 inmates.) Since declaring a state of emergency in January, Noboa has overseen the arrest of over 8,000 people—and his popularity, like Bukele’s, has only risen.

THE PRICE OF SAFETY

Although Bukele’s crackdown has achieved spectacular public safety gains, it has incurred an equally sizable but less visible cost to El Salvador’s democracy. In the short term, the mass arrests have led to the incarceration of tens of thousands of people who lack legal recourse, with many Salvadorans living in fear of arbitrary imprisonment. In the long run, Bukele’s consolidation of power undermines the system of institutional checks and balances that safeguard the public against government abuse. Ahead of the country’s February elections, for instance, Bukele used the suspension of constitutional rights to modify El Salvador’s electoral rules to favor his party. Moreover, the normalization of states of emergency and the militarization of public life erodes citizens’ ability to influence policy, and it weakens trust in the capacity of civilian institutions to solve the country’s problems.

Despite these high costs, public safety has become such an overriding concern for so many Salvadorans that civil liberties and human rights have been sidelined. As Bukele’s enduring popularity demonstrates, if violent crime is severe enough people are willing to relinquish protections against government abuse in exchange for improved public safety.

The result is a paradox of punitive populism, in which democratically elected leaders with broad anticrime mandates undermine liberal democracy by adopting iron-fist policies that are not only popular but can also be effective. Iron-fist policies are widely appealing to publics accustomed to living in fear for their safety; such is the case for generations of Latin Americans, many of whom have not known a reality other than widespread extortions, kidnappings, and murders. In El Salvador, for example, anybody born after 1979 has only known life under either a brutal civil war, which lasted from 1979 to 1992, or the subsequent internecine gang warfare that has killed tens of thousands and driven many more to flee the country. Bukele came to power pledging to bring an end to this state of chaos, and he has proceeded to do so by a popular demand that has not diminished even amid his dismantling of democracy from within.

Bukele-style campaigns against organized crime come at a serious cost to democracy and human rights.

The strong desire for drastic public safety measures is understandable in a region where many proposed solutions have yielded little fruit. Governments throughout Latin America have cycled through many failed bids to counter violent crime, swinging back and forth on the centralization and decentralization of the police and facilitating the proliferation of private security firms. Officials in countries including Mexico and Brazil have shelled out millions in consultancy fees for the advice of former New York City Mayor Rudolph Giuliani on crime-fighting techniques, with few discernible long-term results. But despite the real need for increased public safety, the price of a no-holds-barred war on violent crime is too steep for Latin America, where democracies are still relatively young and fragile and where the rule of law is already elusive.

Even in countries without states of emergency, the militarization of law enforcement can have damaging antidemocratic consequences. In Mexico, for instance, the country has grown steadily more illiberal since President Felipe Calderón deployed the military in 2006 as part of an ill-fated effort to combat drug traffickers, despite a constitutional prohibition on doing so. Human rights violations have gone up in the intervening years, as has violent crime. But subsequent administrations have refused to change course, choosing instead to double down on the militarization of public safety. Amid persistently high rates of cartel violence, President Andrés Manuel López Obrador, known as AMLO, has granted the armed forces even more expansive powers, including oversight over the country’s air and sea ports. As a result, citizens are increasingly subject to the whims of the military rather than to the rule of law.

In Bukele’s case, at least, the rate of violent crime has come down. But in the long run, iron-fist approaches may not be so successful—and could simply fuel the problems that caused violent crime to spiral out of control in the first place. Corruption and impunity are the key obstacles to public safety across the region, where gangsters elude prison or run criminal enterprises from behind bars because police, judges, and prison wardens are complicit in organized crime. States of emergency and the militarization of public safety can circumvent some existing corruption, but they also bring greater opacity, remove institutional constraints against government abuse, and reaffirm the perception that only the military can solve societal problems. Addressing impunity requires more, rather than less, transparency and accountability. In the absence of a major overhaul of existing security forces, giving the same forces that operated with impunity a blank check to put the house in order invites disaster.

DEMOCRACIES THAT DELIVER

To be sure, not all aspects of Bukele’s model are detrimental to liberal democracy. Putting criminals away to keep them from terrorizing law-abiding citizens and preventing inmates from engaging in criminal activity from prison are critical to addressing the region’s violent crime epidemic, and therefore giving people freedom to go about their lives without fear of victimization. But militarized states of emergency are no substitute for a long-term public safety strategy.

Instead, governments should craft new policing strategies that are compatible with democracy and that work to overcome the obstacles that prevent publics from trusting law enforcement. Officials must invest more in civilian policing agencies to incentivize good and effective police behavior, including training and staffing new officers, adopting merit-based selection and promotion procedures, establishing more competitive salaries and benefits, and implementing rigorous evaluation programs.

They must channel more resources toward anticorruption vetting systems that include personnel screening tests and recurrent accountability checks. They need to use policing technology for real-time decision-making and intelligence, such as surveillance systems that can detect problematic areas early and generate evidence to be used in court, and they need to establish closer collaboration between police and local residents, taking cues from proximity policing models that incentivize trust and responsiveness to citizens’ concerns. Governments must also make key reforms to the judiciary and civil service, including vetting judges based on their trajectories and ability to bring transparency to the assignment of court cases. They must also establish institutionalized oversight mechanisms such as mandatory and regular disclosure of assets.

Corruption and impunity are the key obstacles to public safety across the region.

Local governments throughout Latin America have shown that such systems can work. A case in point is Ciudad Nezahualcóyotl—a densely populated suburb of Mexico City with over a million people concentrated in about 25 square miles. Once considered a large and dangerous slum, the city made a sustained effort to expand its local police force and strengthen trust in local law enforcement—and was able to cut the homicide rate in half between 2013 and 2022. Encouraging experiences can also be found in Medellín, Colombia, and São Paulo, Brazil, which have also adopted similar approaches, in addition to measures including firearms controls and recurring evaluations of police intervention. In all these places, policing has helped not only to reduce crime but also to build confidence in civilian institutions.

Despite their effectiveness at the local level, such alternative policing methods have not gained national traction because they are eclipsed by flashy and politically expedient iron-fist approaches. Given the popularity of the visible deployment of the armed forces from one emergency to the next, resources are channeled toward military budgets rather than to less sexy but crucial reforms to civilian police and the judiciary. In 2019, for example, AMLO dismantled the civilian federal police and created a paramilitary national guard that consists mainly of former soldiers. Even in places like Chile, where violent crime is relatively low and the police enjoy trust from society, the government increasingly relies on the military for public security.

But leaders should pursue the better solution, not the one that is most showy. That means they must shift their priorities and channel funds toward strengthening the police and judiciary on a national level—scaling up what has worked locally. If the region’s democracies are to survive the illiberal pressures of punitive populism, governments must prove that nonmilitary measures can be effective. Otherwise, publics across Latin America will continue to surrender their constitutional rights in exchange for authoritarian police states that maintain order. The best antidote against authoritarian populism is for democracies to deliver results.

Para cuando nazcas. Carlos Aragón.El Sicahuite, 31 de Agosto de 1981

Quizá no te cuente sobre la Caperucita Roja,

o el Gato con Botas;

pero te platicaré refrescando memorias de niño

y hablaré todas las noches que quieras

sobre los pañuelos rojos en nuestro cuello,

o sobre los pedazos de tela roja amarrada

en nuestro brazo izquierdo.

Te contaré miles de historias cuentoverdades

sobre los niños correos de las montañas;

entre lobos y hienas por todas las veredas

que se dirigían a nuestro campamento,

para comernos mejor

y nuestros niños correos burlando los lobos

en la oscuridad de la noche,

en la profundidad de la lluvia,

en la boca del lobo

llevando nuestros correos

para otras unidades de apoyo,

para comunicarnos mejor,

para prepararnos mejor.

Nuestros niños correos entre lobos,

desde el Sicahuite a La Montañona,

de La Montañona a Patamera;

pasando por Gallinero, Portillo, Los Ranchos…

Nuestros niños descalzos sin botas,

deslizándose como gatos al viento,

entre mariposas, mosquitos y bombas;

entre fusiles y cantos de guerra.

Ya no platicaremos sobre la abuelita

que se comió el lobo;

sino sobre la abuelita que nos echaba las tortillas

(cuando teníamos maíz suficiente)

de la abuelita mamá Munda o Mamá Nona

que también burlaban los lobos

junto a todos los niños con pañuelos rojos al cuello.

Cuando nazcas hijo,

ya no habrá lobos que maten abuelitas,

tu serás un niño amigo de los lobos…

y a los lobos los criaremos en la montaña,

los dejaremos ser….

plateados o negros bellos,

salvajes aullando canción de libertad….

Los fusiles irán siendo menos necesarios,

nuestros pañuelos rojos serán una sola bandera de sangre

limpia, honesta, sencilla, arrogante de cara al sol.

Entonces los cuentos serán historias

verdad de nuestros niños;

correos, sabiduría de nuestras abuelitas tortilleras…

y quizá queriendo yo ser un niño a tu altura:

(torpemente) te hable un ratito de

la Caperucita Roja y el Gato con Botas.

El Desfile Bufo de la Universidad de El Salvador. Saul García. 2005

Era parte de las actividades que se daban en la universidad (allá por 1956…) en cada inicio de año lectivo; es decir, que era una actividad anual; pero la preparación se hacía durante todo el año.

Eran actividades netamente estudiantiles comandadas por AGEUS (Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños). Era la única Asociación en toda la Universidad con el apoyo de Directivos y comités en todas las facultades. Con este tipo de organización, la dirección de los eventos era centralizada pero no vertical, con la garantía del poder de convocatoria que AGEUS tenía. El apoyo económico se lograba de las empresas privadas.

Habías tres actividades fuertes y bien caracterizadas al inicio de cada año lectivo: el famoso desfile bufo, la peloneada (el bautizo) de los de nuevo ingreso y la velada de la Facultad de Medicina (eran verdaderas tradiciones).

La velada era una variedad preparada por estudiantes de medicina, con pantomimas, sainetes, dramas, comedias cortas, escritos y montados por los diferentes años de la carrera(se premiaba la mejor).

Cuando se utiliza la palabra montaje se hace de la forma correcta, había creatividad en todo, a pesar de que la mayoría podrían clasificarse de “3X”. Se criticaba a docentes, autoridades y medidas universitarias con un lenguaje directo y soez pero en forma creativa y original (realmente había mucha creatividad).

El desfile bufo era público y esperado por todos los capitalinos y habían personas que viajaban del interior del país, para presenciarlo y divertirse “de lo lindo”.

El desfile salía de la Rotonda, el edificio que está frente al Hospital Rosales y el Hospital de Maternidad. Este edificio, que al fin se está terminando se reconstruir (2005) pertenece a la Facultad de Medicina.

El desfile consistía en unas cuatro o cinco cuadras de carrozas acompañadas, a pie, por alumnos disfrazados. Cada carroza era una crítica mordaz, generalmente el gobierno y sus instituciones o, a sucesos de la vida nacional.

Todos los actores eran hombres, el apoyo femenino se daba en el aporte de ideas; y, el propio día, en cuidar los detalles: maquillajes, vestuarios, disfraces, caracterizaciones.

Algunos de los motivos presentados en el desfile eran, por ejemplo: hubo un presidente que en todos sus discursos insistía en recalcar que era el “presidente de los salvadoreños”.

Pues, para el desfile se consiguió un burrito todo viejo y seco y se le puso en todo el lomo un cartel que decía “yo soy el presidente de los salvadoreños”. El burro era conducido por una persona con saco disfrazada de ministro y escoltada por “soldados”.

Había carrozas de “Reinas del Gueveyo”. Los de a pie iban disfrazados de indigentes, pordioseros, prostitutas, afeminados, todas las lacras sociales del país.

También, una vez, salieron cachiporristas, porque hubo un gobierno que gastó un dineral en traer un grupo de cachiporristas de Estados Unidos.

En lo personal tengo un recuerdo imborrable de una carroza en nada ofensiva, malcriada pero muy original; el año que se inauguró el Hotel de Montaña en el Cerro Verde, el Volcán de Izalco, reconocido como “el faro de la América Central”, cesó sus erupciones, que por años y años había mantenido a intervalos de 30 a 40 minutos como máximo. Era un maravilloso espectáculo y el Hotel, por su ubicación, hubiera sido famoso.

Ese acontecimiento dio vida, a una carroza en la mente estudiantil: en la plataforma de un camión de 8-10 toneladas, aproximadamente 5-6 metros de largo se dibujo el volcán apagado y casi sobre la cabina, se simulo el Hotel. Del cráter apagado del volcán salía un enorme brazo que se estiraba hasta llegar a poner la mano frente del Hotel. La mano estaba haciendo esa señal tan propia de los salvadoreños, cuando negamos con burla una cosa: ¡maa! Pero en la carroza, la mano lo decía todo, no llevaba el ¡maa!.

Otto René Castillo. Manlio Argueta. 2024

Otto René Castillo vino desde Guatemala a El Salvador exiliado a los 18 años (1954) como presidente de la Asociación de Estudiantes de secundaria de Guatemala FUEGO). A la caída del coronel Jacobo Arbenz ingresó a la facultad de medicina, pero se dedicó al periodismo para sobrevivir (cuando comenzaba el periodismo radial, impulsada por exiliados guatemaltecos de esa experiencia periodística).

Otto y Roque fueron los fundadores del Círculo Literario Universitario 1955, Roque de 20 y Otto de 19 años, eran la sección más rebelde de la llamada Generación Comprometida, por ser más jóvenes y estudiantes universitarios, de primero y segundo año (Roque en Facultad de Derecho). Otto René, con más experiencia política (debido al régimen democrático de Arbenz, derrotado por la Yunai Fruit, uno de los socios era el Srio. de Estado John Foster Dulles), influyó en Roque para fundar el Círculo Literario. Otto, sin embargo, tuvo que dedicarse a vivir del periodismo en LPG, donde escribió crónicas sociales con su nombre, en LPG donde trabajaba de planta como reportero. Otto se casó con una maestra salvadoreña con quién tuvo un hijo. Olvido los nombres. Luego ganó una beca para estudiar cine en Alemania. Se nos fue el gran Otto para no regresar.

Años después supimos de su muerte en la Sierra de las Minas en Guatemala.

Fue capturado mientras filmaba y quemado vivo (a los 33 años). Triste destino para los dos fundadores del nominado Círculo literario Universitario. Representativos desde jóvenes de una generación que quiso una transformación para los dos países hermanos: Guatemala-El Salvador. Soñadores de un nuevo país, que parecía interminable pensar en un cambio. Roque fue asesinado días antes de cumplir 40 años. En la novela de Dalton «Pobrecito Poeta que era yo…», el chapín del Capítulo jocoso «The Party», es Otto René Castillo.

Esa Fiesta fue mi primera reunión literaria, a mis 20 años, ahí donde ahora es el Ministerio de Obras Públicas cerca de Feria de Artesanías. Al descubrirlos a los dos en esa fiesta, confirmé mi vocacion como escritor de poesía, novela y reseñas literarias. Mis dos hermanos mártires de sus ideas.

Dago, parte de la historia. Geovani Galeas. Diario El Salvador. 2023

Hacia 1977 yo estaba por salir del bachillerato y por cumplir 17 años. Vivía en Jocoro, un pequeño pueblo en el oriente del país, y desde allá venía a San Salvador a visitar a mis amigos escritores y artistas que se reunían en el antiguo Café Skandia.

En aquellos momentos, la gran mayoría de los intelectuales salvadoreños estaba por ingresar a alguna de las organizaciones guerrilleras o ya estaba vinculada a ellas de manera encubierta. En mi caso había iniciado acercamientos con el Ejército Revolucionario del Pueblo.

En la capital había dos librerías donde podían conseguirse libros de literatura y política bastante actualizados: Neruda, atendida por Chito Silis, que en secreto era dirigente de la Resistencia Nacional, y Extemporáneos, regenteada por Armando Herrera que, también en la clandestinidad, era dirigente del Partido Comunista.

Yo andaba buscando una biografía de Trotsky escrita por Isaac Deutscher que no estaba disponible en ninguna de las dos librerías. El Zarco Herrera me dijo que me la conseguiría. En efecto, un par de día después regresé a Extemporáneos y el Zarco me entregó los tres gordos y relucientes tomos de Deutscher, pero junto a la trilogía me dio una publicación especial del Partido Comunista Salvadoreño titulada «Nuestra polémica con la ultraizquierda».

Yo había leído ya algunas de las posiciones y contraposiciones de esa polémica, aunque ignoraba que los teóricos enfrentados eran, por una parte, Dagoberto Gutiérrez y, por la otra, Rafael Arce Zablah, del PCS y del ERP, respectivamente.

La polémica en cuestión bien podía resumirse en dos frases emblemáticas y contrapuestas: «El izquierdismo es una enfermedad infantil del comunismo», sostenía Dago; «El izquierdismo es el remedio para la enfermedad senil del comunismo», le respondía Arce Zablah.

El Zarco y yo discutimos un rato sobre ese tema y de pronto me dijo: «Vení, quiero presentarte a un amigo», y acto seguido me condujo a una habitación que, de forma disimulada, se comunicaba por la parte de atrás con la librería.

Para mi sorpresa, el amigo era el joven, pero ya el entonces mítico y ubicuo Dagoberto Gutiérrez, y aquel cuartito atestado de libros y documentos era uno de sus tantos escondrijos clandestinos. En ese primer encuentro no hablamos absolutamente nada de política, sino solo de literatura.

Dos fueron mis principales impresiones iniciales, la primera: aquel hombre parecía haber leído todos los libros; la segunda: aquel hombre tranquilo desconocía el miedo y era simpático, brillante y generoso a mares. Nada que ver con la imagen sombría y sigilosa que yo tenía de los comunistas (continuará).

Cuatro personajes en busca de una curul. Gabriel Labrador. El Faro. 2014

El secretario técnico de la Presidencia, Alexander Segovia; el secretario presidencial para Asuntos de Vulnerabilidad, Jorge Mélendez; el exmagistrado del Tribunal Supremo Electoral Félix Ulloa y el exdiputado efemelenista Dagoberto Gutiérrez han estado reuniéndose con la idea de preparar su camino a la próxima Asamblea Legislativa. Aunque no tienen claro cómo llegar, pues algunos no están seguros de si desean unir fuerzas, todos coinciden en que el FMLN no debe ser la única fuerza de izquierda con representación legislativa en el período 2015-2018. 

Meléndez, Ulloa y Gutiérrez tienen en común haber estado conversando desde hace dos años en un espacio denominado Foro de la Nueva Izquierda, que pretende diseñar un proyecto que gane representación en la próxima Asamblea. Meléndez, secretario general del Partido Social Demócrata (PSD), abandonó al FMLN en 1994 por diferencias con la dirigencia de Schafik Hándal; Ulloa estuvo antes de la guerra en la Resistencia Nacional, una de las organizaciones que integraron la guerrilla del FMLN, y de 1994 a 1999 fue magistrado del TSE en representación de los partidos FMLN y Convergencia Democrática; Gutiérrez fue guerrillero, integró el Partido Comunista y fue diputado del FMLN de 1994 a 1997. A finales de los años 90 fundó la Tendencia Revolucionaria, una de las facciones más radicales dentro del FMLN, que terminó rompiendo con el partido de izquierdas. Segovia, un economista, se incorporó al primer gobierno del FMLN con el cargo de secretario técnico de la Presidencia.

Los que pertenecen a la Nueva Izquierda no pretenden convertir ese espacio en un partido político, pero uno de ellos, Meléndez, cree que su PSD es el vehículo que deberían abordar para competir, aunque los demás no están tan seguros. 

El secretario técnico de la Presidencia pretende llegar sin motes partidarios y busca perfilarse como independiente. Ulloa asegura que él no necesariamente será candidato, pero habla con entusiasmo de un bloque legislativo de izquierda alternativo al FMLN tanto en la Asamblea como en las alcaldías. Y Dagoberto Gutiérrez está trabajando para inscribir formalmente como partido a su Movimiento Nuevo País (MNP).

Ulloa habla de las alcaldías porque las elecciones de 2015 también son para nombrar gobiernos municipales, y por primera vez en la historia salvadoreña cada uno de los 262 concejos tendrá la posibilidad de quedar integrado por políticos de más de una organización partidaria, ya que los partidos que obtengan más votos tendrán derecho a la mayoría simple en el concejo y a nombrar al alcalde, pero el partido o los partidos perdedores tendrán derecho a una cuota proporcional de concejales.

El sueño de Jonás

Jorge Meléndez apoyó en 2009 la candidatura presidencial del FMLN, pero para 2015 busca arropar a un grupo de personajes con los que pretende formar un bloque alternativo al de los efemelenistas. Un esfuerzo que ya intentaron repetidas veces otros, y fallaron en cada examen en las urnas desde 1997, cuando compitió por primera y última vez el Partido Demócrata.

Meléndez fue conocido durante la guerra civil como Jonás, un comandante guerrillero que fundó el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una de las cinco fuerzas que formaron el FMLN. Hablar de Jonás también es hablar de Roque Dalton, posiblemente uno de los poetas más universales de El Salvador, asesinado por decisión de la dirección del ERP en 1975. Jonás alega que esa decisión terminó no con un asesinato, sino con que “una persona murió fruto de un proceso político”.

Al eliminar todas las noticias que hablan de Jonás como secretario presidencial de Vulnerabilidad, los hechos más destacados de la vida reciente de este funcionario pueden resumirse en tres: en 2012, un juez lo exoneró del crimen de Dalton. En 2013, su partido recibió la autorización para competir en elecciones. En 2014 decidió no participar con su bandera en la presidencial y formó parte de las personas que apoyaron la fórmula presidencial del FMLN.

El 1 de junio, el gobierno de Mauricio Funes llega a su fin, y en 2015 los salvadoreños renovarán la Asamblea Legislativa, adonde Jonás pretende llegar con un grupo de personas a quienes él llama “los talentos de la sociedad”.

—¿Cuál es el plan para afrontar las elecciones de 2015? —le preguntó El Faro.

—Queremos ser partícipes del mayor número de concejos municipales, ese es el primer gran objetivo. Segundo: queremos una representación legislativa que nos permita tener una plataforma pública permanente. Tercero: queremos llevar a la Asamblea Legislativa a los talentos de la sociedad, más que a representantes del partido. Hemos hablado con el doctor (Alexander) Segovia, con Félix Ulloa, con Dagoberto Gutiérrez, con Roberto Rubio -resume.

—¿Y qué respuesta ha obtenido de esas personas?

—He tenido una respuesta positiva —asegura—. Tenemos coincidencias básicas y programáticas con estos personajes.

El dinero para financiar esta campaña, asegura Jonás, puede venir de empresarios salvadoreños radicados en el exterior interesados en el nacimiento de una “nueva izquierda”.

Roberto Rubio es un economista, presidente de la Fundación Nacional para el Desarrollo (Funde), que dice no tener interés en buscar un escaño legislativo.

Segovia habla de independencia

Al igual que Meléndez, el secretario técnico se libera del cargo el 1 de julio, cuando asuma como presidente el excomandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén. Dice que no pretende abandonar el país al terminar estos cinco años. “Me voy a quedar para trabajar desde la academia… pero también desde la política no partidaria”, revela Segovia.

Segovia dice que sería candidato a diputado si encuentra con quién hacer equipo. “No lo haría nunca como un proyecto personal, lo voy a hacer como un proyecto político, junto a otros, de transformación”, dice. Para discutir su posible candidatura, los bueyes tienen que ir antes de la carreta . Eso quiere decir que no discutirá ninguna participación sin antes no haber hablado el proyecto de país que se quiere seguir.

Dice que nadie le ha hecho una propuesta formal para ser diputado pero después de una plática de 20 minutos se entiende que le interesa la posibilidad de una candidatura no partidaria, habilitadas desde las elecciones de 2012 gracias a una sentencia de la Sala de lo Constitucional.

—La pregunta obvia es si usted quiere ser un candidato independiente a diputado.

—Esa no es la pregunta obvia.

—Para mí ahora sí.

—No, no es la pregunta obvia. Desgraciadamente no puedo adelantarte más información en este tema, pero en las próximas semanas sí puedo hacerlo.

Segovia dice que ha escuchado sobre el Foro de Nueva Izquierda en el que están involucrados Meléndez, Ulloa y Gutiérrez. Al igual que ellos, dice que le interesa que haya representantes directos de la ciudadanía.

—He tenido pláticas con líderes, no los que salen en la televisión, sino mucha gente en el territorio y ahí hay mucha gente, ciudadanos comunes, como nosotros, que quieren una nueva forma de participación política no partidaria —acota—. Si logramos varios, ojalá muchos, ponernos de acuerdo en una visión de país, en una estrategia de país, en una plataforma de cambio de país, ahí podemos hacer alianzas. Yo personalmente lo haría en el puesto que se me asigne, con partidos y movimientos, pero alrededor de una agenda de país, pero no alrededor de una agenda personal o partidaria.

¿Qué pasará con la oferta de Jonás? Segovia dice que Jorge Meléndez es su amigo desde la campaña de Mauricio Funes, y con quien intercambia análisis de coyuntura al ritmo de una vez cada dos o tres semanas. Asegura que tienen coincidencia ‘en términos generales’, pero cuando salta el nombre del PSD los caminos se bifurcan.

—Yo voy a ayudar a profundizar la democracia pero en esta fase desde una perspectiva no partidaria.

En el corto plazo, Segovia trabajará en desarrollar investigaciones desde el centro de pensamiento que presentó en sociedad antes de la Semana Santa. Se llama Instituto Centroamericano de Investigaciones para el Desarrollo y el Cambio Social (Incide) y busca, en palabras de su director, aportar al debate nacional de la administración pública y el poder. “No somos neutros, no hacemos ciencia por hacer ciencia… es una ciencia al servicio de la transformación de Centroamérica y de El Salvador”.

El capítulo después de Unidad

“Estamos trabajando para buscar representatividad en la Asamblea”, dice Félix Ulloa, abogado exmagistrado del TSE y director del Instituto de Estudios Jurídicos de El Salvador (IEJES). Y cuando dice ‘estamos’ menciona al PSD de su amigo Jorge Meléndez, y al Movimiento Nuevo País (MNP) de su otro amigo Dagoberto Gutiérrez, vicerrector de la Universidad Luterana*. 

“Existen charlas con el PSD y van a tener como resultado la formulación de una estrategia que pasa porque todos los movimientos de la nueva izquierda busquen una agenda común para articularse, sumar esfuerzos y para poder tener una participación si no exitosa, por lo menos satisfactoria”, dice Ulloa.

Ulloa sostiene que unirse con sus pares de izquierda implica que haya una “cabuda” de recursos para abarcar la mayor parte del territorio posible. Quien sea fuerte en Santa Ana, trabajará ahí; quien lo sea en San Miguel, igual. “Hay que hacer una combinación de esfuerzos territoriales, financieros, mediáticos para apostarle a un proyecto común. Hay que sumar esfuerzos porque el riesgo que se corre es que la izquierda se convierta en pedazos cada vez más pequeños”, dice Ulloa.

Él dice que será diputado solo cuando el territorio que le toque representar, si es que lo eligen a él, está de acuerdo con su nombramiento. “Los rostros de este esfuerzo van a depender de los liderazgos locales porque ellos van a construir quiénes son sus candidatos y dirigentes”, explica.

Dagoberto Gutiérrez es un veterano comunista quien a mediados de los 90 decidió estudiar teología. Ulloa dice que apoya al MNP en su lucha para inscribirse como partido político ante el Tribunal Supremo Electoral como partido político. En el último año, Gutiérrez ha compartido micrófonos con Ulloa, con quien comparte la idea de “refundar el país, refundar el Estado”. Pero para lograrlo, lo primero es lograr espacios en la institucionalidad.

Gutiérrez y Ulloa además han estado trabajando desde el MNP reuniéndose con sus bases para discutir el futuro del movimiento y establecer la estrategia a seguir de cara al nuevo panorama político ya con el FMLN en el gobierno.

Ulloa dice que el FMLN está tan ocupado en administrar la cosa pública, las instituciones del Estado, sus Órganos y las alcaldías del país, que ha descuidado su papel de coordinador de alianzas con otras fuerzas. “Es una izquierda burocratizada. No hay intelectuales en el FMLN, no hay visionarios. Están perdido en la administración del Estado, no hay gente viendo al horizonte”, dice Ulloa, quien reclama que el Frente no haya discutido plataformas ni agendas con fuerzas aliadas.

Ulloa dice que se malinterpretó los acercamientos que él y Gutiérrez tuvieron con Unidad, el movimiento tripartito que encabezó el expresidente Antonio Saca y con el cual este intentó ganar la presidencia de la República en las elecciones pasadas. Explica que fue Unidad la que forzó a la segunda vuelta electoral gracias a que fue una opción despolarizadora y que eso trajo como beneficios que el FMLN se sintiera obligado a negociar con las demás fuerzas políticas. Ahí es donde entran ellos, dice Ulloa.

“La sociedad podría paralizarse por la falta de hegemonía del FMLN y tendrían que surgir nuevas fuerzas que impulsen los cambios y ahí es donde el MNP y otros sectores podrían jugar este papel”, explica Ulloa.

Jonás ya se reunió por aparte con Ulloa y Gutiérrez, y es este último, según Jonás, quien es el más escéptico de la idea de ir juntos a 2015. A Gutiérrez, El Faro le preguntó si él se miraba en un mismo grupo con Alexander Segovia, el secretario técnico de Funes, en el camino hacia la Asamblea Legislativa. Gutiérrez, habituado a gesticular cada palabra que dice, frunció el ceño como cuando alguien comienza a desaprobar algo. “Él es del Banco Mundial”, dijo.

Expresan preocupación por situación de salud de Dagoberto Gutiérrez

SAN SALVADOR, 18 de marzo de 2024 (SIEP) Diversos sectores y personas han expresado su preocupación por la grave situación de salud del militante revolucionario Dagoberto Gutiérrez, de 80 años, actual vicerrector de la Universidad Luterana Salvadoreña, ULS.

Entre estas, el escritor Roberto Pineda quién indicó que “Dagoberto es desde hace décadas, una de las personas con mayor capacidad analítica de la izquierda salvadoreña, por lo que preocupa las informaciones desde diversas fuentes acerca de su grave estado de salud…”

“Escuche por primera vez – añadió Pineda- a Dago, gritando consignas en la marcha del 1ro. de mayo de 1973, en el contingente del FAU, me acuerdo que la escuche cantando alegremente: “San José republicano, y la virgen socialista, y el hijo que va nacer, el Partido Comunista…”

Luego de esto, lo volví a ver en una asamblea estudiantil universitaria que se celebró a finales de 1973 en el Teatro de Cámara, habló en ese entonces como Presidente del Consejo Estudiantil Provisional, CEP, la AGEUS de ese entonces que luchaba por la reapertura de la UES, que estaba cerrada, y me impresionó fuertemente por sus sólidos argumentos y su estilo característico de hablar, gesticulando, enfatizando cada palabra …”

Luego lo oí en la campaña de la Unión Nacional Opositora, UNO, para las elecciones de 1974 en la que resultó electo como diputado por Santa Ana. En marzo del 75 me alegre mucho al encontrármelo en el acto para la celebración del 45 aniversario del Partido Comunista, realizado en la clandestinidad y en la que se presentó como Camilo y habló junto con Emilio (Schafik Handal), me acuerdo que también estaba Rosita Castellanos…”

Y luego lo escuchaba hablando, tanto en los mítines de la UNO como en las reuniones de la Juventud Comunista, JCS, de la cual era el secretario general. Luego lo volví a  ver a finales de 1979, después del golpe de estado del 15 de octubre, en el marco de todas esas movilizaciones…nos reuníamos siendo él responsable de las relaciones internacionales del PCS, participaba también Manuel Franco, que luego fue dirigente de la CRM.

Lo volví a encontrar en 1982 en la Managua sandinista, allá en el Planetarium, donde estaba la sede del PCS, con su serenidad y amistad característica, enfatizando las palabras, compartiendo la agudeza de sus reflexiones políticas y filosóficas…”

Luego de los Acuerdos de Paz   de 1992, de los cuales fue firmante, volvimos a encontrarnos esta vez en la Comisión de Asuntos Religiosos del PCS, junto con Hugo Magaña y Santiago Flores. Me acuerdo de su entusiasmo por la publicación de su libro  la Persona, la Fe y la Revolución, que hicimos desde la ACJ y la CJE.

A finales de 1os 90s se separa del FMLN y origina la Tendencia Revolucionaria, TR y posteriormente el Movimiento Nuevo País, MNP y luego asume como vicerrector en la Universidad Luterana.

Hoy Dago, originario de Chalchuapa, y a las 80 años, esta librando la mayor de sus batallas, la batalla de su salud, de su vida. Ojala que pueda ganarla.