Presentan en CEES libro de Alfredo Acosta sobre sus Cinco Capturas

SAN SALVADOR, 15 de marzo de 2024 (SIEP) “Muchas gracias por su asistencia, me llena de mucha alegría ver los rostros y las sonrisas de tantos camaradas aquí presentes…la lucha continúa…” expresó Alfredo Acosta Díaz, de seudónimo Nery, veterano dirigente comunista, de 95 años, en la presentación de su libro Cinco Capturas.

La presentación del libro fue realizada esta tarde en el Centro de Estudios de El Salvador, al sur de esta ciudad. La actividad fue moderada por Ricardo Ayala, e inició con una reseña biográfica del militante revolucionario, por el escritor Luis Antonio Chávez, recalcando que “desde el 44 y por 80 años Alfredo ha luchado por la democracia y el socialismo en este país.”

Por su parte, el dirigente del FMLN, José Luis Merino, recalcó que el ejemplo de firmeza revolucionaria de Nery, fue de  los motivos que le impulsaron a “asumir la lucha guerrillera en las FAL y las tantas caídas que tuve en las quebradas del cerro de Guazapa…”

En el transcurso de la presentación le fue presentado a Alfredo Díaz la placa de honor “Schafik Handal”. Entre los asistentes al evento se encontraban diversas generaciones de exmilitantes del PCS, entre estos Edito Genovés, Juan Antonio González, Camelia y Silvia Cartagena, Fidel Nieto, Luis Rosales, Carlos Castaneda, María Isabel Villegas, Miguel Mármol hijo, Roberto Pineda, Rafael Benavidez, así como jóvenes de la dirección del FMLN como Lourdes Argueta y Juan José Ángel.

Los interesados en obtener un ejemplar del libro Cinco capturas, con un precio de 15 dólares, pueden escribir a aadc28@hotmail.com

Publican libro de Edito Genovés en homenaje a  Camaradas caídos en la lucha

SAN SALVADOR, 20 de enero de 2024 (SIEP) Esta semana se dio a conocer la publicación del libro Camaradas caídos en la lucha, del conocido líder obrero de la FUSS y exmilitante del Partido Comunista, PCS, de 92 años, Edito Genovés. En 1920 había publicado  Mi vida en el movimiento obrero.

Roberto Pineda, compañero de lucha de Genovés, expresó que “esta nueva contribución de Edito viene a rendir homenaje a una serie de hombres y mujeres que dedicaron su vida desde la militancia comunista y sindical, a luchar por al democracia y el socialismo en El Salvador.”

El libro de 231 páginas, se divide en dos partes. La primera es En memoria d ellos camaradas caídos en la lucha, y se menciona el aporte de José Alberto Carrillo,  Luis Roberto Rivas Alvarado, Juanita Mendoza, Salvador Vargas y muchos más.

En la segunda parte trata el tema Pobreza y Desigualdad en El Salvador: la lucha por el derecho a una vida digna. Y aborda las temáticas de la “cruda desigualdad social; el derecho a una vida digna, la vida de los proletarios y marginados, actividades de la juventud sin trabajo, entre otros temas.

Los interesados en adquirir este libro pueden comunicarse con Edito al correo: editogenoves@hotmail.com . El precio por ejemplar es de 15 dólares.

Dos o tres palabras (brutales) sobre Marx y Lenin. Louis Althusser. 1977

Nuestro interés por los exiliados de los países del Este no obedece a una simple necesidad de saber, ni a una manifestación de solidaridad. Lo que ocurre en los países del Este nos toca en el corazón y en las entrañas. También nosotros estamos en juego en cuanto allí sucede. Todo lo que allí pasa nos concierne, repercute en nuestras perspectivas, los objetivos de nuestra lucha, la teoría, el combate y nuestras maneras de actuar.

Me disculpo de antemano si algunas de las cosas que voy a decir son brutales y esquemáticas: sin los necesarios matices. Pero de un tiempo a esta parte se ha comenzado a hablar de la «crisis del marxismo». Y no debemos tener miedo: ciertamente el marxismo está en crisis, y esta crisis es manifiesta. La ven y la sienten todos: en primer lugar, nuestros adversarios, quienes hacen lo posible por sacar el mayor provecho. En cuanto a nosotros, hacemos algo más que verla: la vivimos. Y desde hace tiempo.

¿Qué entiendo por crisis del marxismo? Un fenómeno contradictorio que debe pensarse a escala histórica y mundial, y que obviamente re- basa los límites de la simple «teoría marxista»; un fenómeno que concierne al conjunto de las fuerzas que toman al marxismo como punto de referencia, a sus organizaciones, sus objetivos, su teoría, su ideología, sus luchas, la historia de sus derrotas y sus victorias.

Es un hecho: ya no es posible hoy en día pensar conjuntamente, de una parte, el octubre de 1917, el extraordinario papel liberador de la revolución de los Soviets, Stalingrado, y por otra los horrores del régimen stalinista y el sistema opresivo de Breznev. Los mismos compañeros de la Mirafiori decían: si no se puede, como antes, pensar conjuntamente presente y pasado, quiere decir que en la conciencia de las masas ya no existe un ideal realizado, una referencia viva para el socialismo.

Este hecho, en apariencia tan simple, ha sido registrado y traducido por las repetidas declaraciones de los dirigentes comunistas occidentales: «No existe un modelo único» para el socialismo. Se trata de una comprobación y no de una respuesta a la pregunta de las masas. En realidad, ya no se puede pensar la situación actual con- tentándose con decir que «hay diversas vías hacia el socialismo».

Pues en últimas, es imposible evadir este interrogante: ¿quién garantiza que «el socialismo de las otras vías» no conduzca al mismo resultado? Una circunstancia particular hace todavía más grave la crisis que vivimos. No sólo algo se ha «roto» en la historia del movimiento comunista, no sólo la Unión Soviética ha «pasado» de Lenin a Stalin y Breznev, sino que los partidos comunistas, organizaciones de clase que se dicen marxistas, no se han explicado todavía esta dramática historia: ¡y esto, veinte años después del XX Congreso!

No han querido hacerlo, no han podido hacerlo. Detrás de sus reticencias y sus rechazos políticos, detrás de las fórmulas irrisorias repetidas hasta el cansancio («el culto a la personalidad», «la violación de la legalidad socialista», «el retraso de Rusia», para no hablar de la afirmación: «la Unión Soviética tiene todo lo necesario para la democracia, sólo hay que esperar un poco») surge algo todavía más grave: la extrema dificultad (y la conocen todos los que trabajan seriamente en este campo) y tal vez, en el estado actual de nuestros conocimientos teóricos, la casi imposibilidad de ofrecer una explicación marxista realmente satisfactoria de una historia que no obstante se ha hecho en nombre del marxismo.

Si esta dificultad no es un mito, significa que vivimos en una situación reveladora de la debilidad, y quizás de elementos de crisis, en la teoría marxista.

Creo que este es el punto adonde tenemos que llegar. A condición de tomar el concepto de ‘teoría marxista» en el sentido extenso, pleno: no en la acepción abstracta y limitada del término, sino en el sentido materialista, marxista, de la palabra, según el cual «teoría» designa el asumir los principios y conocimientos en la articulación de la práctica política, en sus dimensiones estratégicas y organizativas, en sus objetivos y medios.

En el sentido en que, hace ya ocho años, Fernando Claudín hablaba de «crisis teórica», para designar la crisis del movimiento comunista internacional; en el sentido en que Bruno Trentin evoca algunos problemas de organización como cuestiones de dimensiones y alcance teórico. Es en este sentido, profundamente político, que me parece inevitable hablar hoy de crisis del marxismo.

El resquebrajamiento de las certezas heredadas de una larga tradición, la de la II y luego de la III Internacional, los efectos ideológicos y teóricos de la crisis manifiesta (escisión entre China y la URSS) y encubierta (entre los partidos comunistas occidentales y la URSS), el abandono solemne o silencioso de principios (como la «Dictadura del proletariado») sin una razón teórica confesable, la diversidad de las preguntas y las respuestas, la confusión de los lenguajes y de las referencias, traicionan y enuncian la existencia de dificultades críticas de la propia teoría marxista, de una crisis teórica del marxismo. En esta situación, dejando aparte las especulaciones de los adversarios, es posible distinguir, muy esquemáticamente, tres formas de reaccionar.

La primera, característica de algunos partidos comunistas, consiste en cerrar los ojos para no ver, y callar: oficialmente el marxismo no conoce crisis alguna, son los enemigos quienes la han inventado. Otros partidos intentan salvar lo salvable, toman distancias pragmáticamente frente a algunos puntos específicos, frente a otros «abandonan» esta o aquella formula «embarazosa», pero salvan las apariencias: no llaman a la crisis por su nombre.

La segunda forma consiste en padecer el desgaste de la crisis, vivirla y sufrirla mientras se continúan buscando motivos reales de esperanza en las fuerzas del movimiento obrero y popular. Ninguno de nosotros escapa a esta reacción, acompañada de grandes interrogantes e inquietudes. Pero no es posible vivir mucho tiempo sin un mínimo de perspectiva y reflexión sobre un fenómeno histórico de esta importancia: existe la fuerza del movimiento obrero, y existe de verdad, pero no puede por sí sola suplir la falta de perspectiva e interpretación.

La tercera forma de reaccionar ante la crisis es tomar una perspectiva histórica, teórica y política suficiente para tratar de descubrir, aunque no es fácil, el carácter, el sentido y el alcance de esta crisis. Si se acierta, es posible también cambiar de lenguaje. En vez de comprobar: «El marxismo está en crisis», decir: «¡Por fin ha estallado la crisis del marxismo! ¡Por fin se ha hecho visible! por fin, en la crisis y de la crisis, puede surgir algo vital!»

No es una paradoja, ni un modo arbitrario de voltear las cartas. Pienso que la crisis del marxismo no es un fenómeno reciente, no data de estos últimos años, y ni siquiera de la crisis del movimiento comunista internacional, inaugurada públicamente con la ruptura entre China y la URSS y agravada por las «iniciativas» de los partidos comunistas internacionales. Ni siquiera del XX Congreso del PCUS. Si bien el fin de la unidad del movimiento comunista internacional la hizo evidente, en realidad la crisis tenía raíces mucho más lejanas.

Si explotó, si se hizo visible, es que se escondía desde hace tiempo, bajo formas que le impedían explotar. Era, por lo tanto, una crisis «bloqueada» bajo el manto de la ortodoxia de parte de un impresionante aparato político e ideológico. A excepción de los breves años de los Frentes populares y la Resistencia, puede decirse, muy esquemáticamente, que para nosotros la crisis del marxismo se ha condensado y fue contemporáneamente sofocada, en los años treinta.

Es en esos años cuando una línea y en prácticas impuestas por la dirección histórica el marxismo fue bloqueado y fijado en fórmulas «teóricas», del stalinismo. Al arreglar los problemas del marxismo a su modo, Stalin impuso «soluciones» que tuvieron como resultado bloquear la crisis que provocaban y reforzaban. Al hacer violencia a lo que era el marxismo, en su apertura y también en sus dificultades, Stalin provocó de hecho una profunda crisis en la teoría, y a la vez la bloqueó y le impidió salir a la luz.

La situación que vivimos hoy presenta esta ventaja: después de largas y dramáticas vicisitudes, esta crisis finalmente estalló, y en condiciones tales que le permite al marxismo una nueva vitalidad. No en el sentido de que toda crisis trae consigo, de por sí, la promesa de un futuro y de una liberación.

Bajo este aspecto sería falso remitir el estallido de la crisis del marxismo solamente al trágico proceso que desembocó en la ruptura del movimiento comunista internacional. Vemos también el otro aspecto: la capacidad de un movimiento de masas obrero y popular sin precedentes, que dispone de fuerzas y potencialidades históricas nuevas. Si podemos hoy hablar de crisis del marxismo en términos de posible liberación y renovación, es por la fuerza y la potencialidad histórica de este movimiento de masas. Pero esta liberación del marxismo nos obliga a transformar nuestra manera de relacionarnos con ese movimiento y, en consecuencia, con cuanto ocurra dentro del marxismo mismo.

No podemos de ningún modo contentarnos con resolverlo todo, adjudicándole la responsabilidad a Stalin. No podemos considerar nuestra tradición histórica, política y también teórica como herencia pura, deformada por un individuo de nombre Stalin, o por el período histórico en que él ha dominado -y que por lo tanto bastaría volver a recoger en su «pureza» precedente.

En el curso de esta larga prueba, cada vez que unos y otros volvimos en los años sesenta «a las fuentes», cuando releímos a Marx, Lenin y Gramsci para encontrar el marxismo vivo que las fórmulas y las prácticas stalinistas habían sofocado, unos y otros, cada cual a su manera y también con nuestras diferencias, hemos debido rendirnos ante una evidencia.

Ante el hecho de que nuestra tradición teórica no es «pura». Que, contrariamente a la apresurada definición de Lenin, el marxismo no es un «bloque de acero», sino que conlleva dificultades, contradicciones y lagunas, que también, a su nivel, han contribuido a esta crisis, como ya lo habían hecho a la II Internacional y en vida de Lenin, al inicio de la III.

Por todo ello estaría tentado a decir: nos hallamos hoy ante la necesidad vital de revisar muy de cerca cierta idea que nos hemos hecho, en la historia y en las luchas, de nuestros autores; de Marx, de Lenin y de Gramsci –una idea basada en la exigencia de unidad ideológica de nuestros partidos, con la que hemos vivido largo tiempo y con la que continuamos viviendo, todavía.

Nuestros autores nos han dado un conjunto de elementos teóricos sin precedentes, inestimables, pero recordemos las lúcidas palabras de Lenin: Marx «sólo nos ha proporcionado las piedras angulares…». Lo que nos ha dado no es un sistema total, unificado y concluido, sino una obra que conlleva principios teóricos y analíticos sólidos, y junto a ellos dificultades, contradicciones y lagunas. No hay por qué asombrarse.

Si nos han dado el comienzo de una teoría de las condiciones y de las formas de la lucha de clases en las sociedades capitalistas, sería insensato creer que podría ser «pura» y completa desde sus orígenes. Por otra parte, ¿qué puede significar para un materialista, una teoría pura y completa? ¿Y cómo podría una teoría de las condiciones y de las formas de la lucha de clases, escapar a la lucha de clases, a las formas ideológicas dominantes bajo las que nació, y a su contagio, en el curso de la historia política e ideológica? Esa teoría sólo puede liberarse a condición de una lucha sin fin.

Y por último, nuestros autores, quienes se adentraron en un terreno desconocido, eran, cualesquiera fuesen sus cualidades, hombres como nosotros: buscaban, dudaban, expuestos a los equívocos, a los retrocesos, a los avances y a los errores de toda investigación. No hay que asombrarse si su obra conlleva dificultades, contradicciones y lagunas. Es muy importante tomar hoy conciencia de estos hechos, y asumirla plena y lúcidamente, para extraer las consecuencias que están a nuestro alcance, para iluminar aspectos de la crisis que vivimos, para reconocer su naturaleza liberadora, y medir la ocasión histórica que se nos ofrece, si sabemos llegar a una enmienda.

Ya que algunas de las dificultades de Marx, Lenin y Gramsci remiten a algunos nudos gordianos de la crisis que vivimos. Daré muy esquemáticamente algunos ejemplos:

En el mismo Marx -es decir, en El Capital-, comenzamos a descubrir muy claramente que la unidad teórica impuesta por el orden de exposición es en gran parte ficticia. Uno de los efectos más sensibles de esta unidad -manifiestamente impuesta a El Capital por la idea muy determinada que Marx tenía, en parte bajo la influencia de Hegel pero no sólo por esto, de la unidad que debe presentar una teoría para ser verdadera-, procede de lo que puede llamarse la presentación «contable» de la plusvalía (en la famosa ecuación: V = c + v + p, en donde V significa valor, c capital constante, v capital variable y p plusvalía) que en la práctica fue interpretada como una teoría acabada y completa de la explotación.

Ahora bien, esta interpretación contable de la explotación -como la teoría cuasi ricardiana, es decir, también contable, del valor de la fuerza de trabajo-, ha venido a constituir en la historia del movimiento obrero un obstáculo teórico y político para llegar a una justa concepción de las condiciones y las formas de la explotación.

Estas interpretaciones (de la plusvalía y del valor de la fuerza de trabajo) han contribuido, por una parte, a que se separen en la lucha de clases la lucha económica y la lucha política; por otra, a una concepción restrictiva de ambas, que a partir de un determinado momento, ha frenado y que frena hoy claramente la ampliación de las formas de la lucha obrera y popular.

Hay, es claro, otras dificultades en Marx. Ninguna puede ser abordada sin afrontar al mismo tiempo el problema de la filosofía marxista; que yo prefiero denominar el problema de la posición marxista en filosofía. Es de conocimiento general que Marx no ha dicho nada explícito al respecto, que Engels no fue siempre feliz en sus formulaciones, que debemos a Lenin lo mejor y lo peor; como quiera que sea, la cuestión resultó bloqueada en los años treinta en las tesis del dogmatismo oficial.

Otro ejemplo. En Marx y en Lenin hay dos lagunas de gran alcance: una sobre el Estado, la otra sobre las organizaciones de la lucha de clases. Hay que decirlo: no existe una «teoría marxista del Estado». Esto no significa que Marx y Lenin no hayan visto el problema: constituye el centro de su pensamiento político.

Pero lo que encontramos en ellos, y ante todo en lo que toca a la relación entre Estado, lucha de clases y dominación de clase, es una repetida invitación a refutar categóricamente las concepciones burguesas del Estado: es decir, una delimitación y una definición «negativa».

Resulta patético releer bajo este aspecto la conferencia pronunciada por Lenin el 11 de julio de 1919 en la Universidad Sverdlock Sobre el Estado. Lenin insiste: «Es un problema muy difícil, muy intrincado»; lo dice veinte veces, el Estado es una máquina especial, un aparato especial, usa continuamente el adjetivo «especial» para subrayar con insistencia que no es una máquina o un aparato como los demás, pero sin lograr decir bajo qué aspecto es «especial» (y por lo demás, ninguna «máquina» es «aparato»).

Y resulta también patético releer desde este ángulo las pequeñas ecuaciones del Gramsci de la cárcel (Estado = coerción + hegemonía; dictadura + hegemonía; Fuerza + consenso, etc.) que ex- presan no tanto la búsqueda de una teoría del Estado sino más bien, con categorías tomadas lo mismo de la «Ciencia política» que de Lenin, la definición de una línea política posible para la conquista del poder del Estado por parte de la clase obrera. El patetismo de Lenin y Gramsci reside en la tentativa de superar la clásica definición por la vía de la negación, pero sin éxito.

Este problema del Estado se ha tornado hoy vital para el movimiento obrero y popular: vital para comprender la historia y el funcionamiento de los países del Este, en donde Estado y partido forman un «mecanismo único»; vital cuando se trata para las fuerzas populares de acceder al poder y de actuar en la perspectiva de una transformación democrática revolucionaria del Estado en miras a su «desaparición».

Del mismo modo no hay en la herencia marxista una verdadera teoría de las organizaciones de la lucha de clases y antes que nada del partido y del sindicato. Ciertamente, se encuentran tesis políticas, por consiguiente «prácticas» sobre el partido y sobre el sindicato, pero nada que permita comprender verdaderamente el funcionamiento, y por lo tanto también la disfunción y sus formas.

El movimiento obrero constituyó desde hace tiempo organizaciones de lucha, sindical y política, sobre la base de sus tradiciones pero también de las instituciones burguesas existentes (incluido, cuando hizo falta, el modelo militar). Estas formas fueron conservadas o transformadas. En el Este como en el Occidente, nos hallamos ante el grave problema de la relación entre estas organizaciones y el Estado; al problema de su fusión con el Estado en el Este -fusión abierta y manifiestamente nefasta, por no decir algo peor-, y entre nosotros al problema del riesgo de una fusión, pues no podemos ignorar el riesgo de una complicidad de hecho entre el Estado burgués y las organizaciones de la lucha de clases, que aquel no cesa de intentar integrar, a menudo con éxito, dentro de su propio funcionamiento.

Estas «lagunas» de la teoría marxista designan algunos problemas decisivos para nosotros.

¿Cuál es la naturaleza del Estado y del Estado imperialista actual?

¿Cuál es la naturaleza, el modo de funcionamiento del partido y del sindicato?

¿Cómo escapar al riesgo de entrar en el juego del Estado burgués y más tarde a la fusión entre Estado y partido?

¿Cómo pensar desde ahora, para delinear el camino, la necesidad de «destrucción» del Estado burgués y de «desaparición» del Estado revolucionario?

¿Cómo ver y cambiar la naturaleza y el funcionamiento de las organizaciones de la lucha de clases?

¿Cómo modificar la idea que tradicionalmente el partido comunista tiene de sí mismo, ya sea como «partido de la clase obrera» o como «partido dirigente», es decir su ideología, para que sea reconocida en la práctica la existencia de otros partidos, de otros movimientos?

Y sobre todo, pregunta para el presente y para el futuro, ¿cómo establecer con las masas relaciones que, yendo más allá de la clásica distinción sindicato-partido, garanticen el desarrollo de las iniciativas populares, que ya superan la división entre economía y política, y también su unión?

Pues a cada momento vemos nacer más y más movimientos de masa por fuera del sindicato y del partido, capaces o susceptibles de darle a la lucha una nueva e insustituible calidad. En una palabra, ¿cómo responder realmente a las exigencias y a las expectativas de las masas populares?

En formas diversas, negativas o positivas, como vacíos o como emergencias. Objetiva o subjetivamente, son los mismos problemas que se nos plantean: a propósito del Estado, del partido, del sindicato, de los movimientos y de las iniciativas de masa. Sobre todos estos puntos, estamos obligados a contar solamente con nuestra propia fuerza.

Ciertamente no se trata de problemas nuevos. Otros marxistas, otros revolucionarios, trataron de plantearlos en algunas fases críticas del pasado. Pero hoy se presentan a una escala sin precedentes y, cuestión decisiva, se presentan a una escala de masas en la práctica, como puede verse en Italia, en España y en otros lugares. Podemos decirlo: sin el movimiento de las masas y su iniciativa, no podríamos ni siquiera exponer abiertamente estos interrogantes; gracias a él, tales cuestiones se han convertido en problemas políticos actuales. Y sin el estallido de la crisis del marxismo, no podríamos plantearlos con tanta claridad.

Ciertamente, nada está ganado de antemano y nada puede hacerse de un día para otro. El «bloqueo» de la crisis del marxismo, bajo formas más o menos tranquilizantes, puede continuar todavía largo tiempo en éste o aquel partido, éste o aquel sindicato. Lo esencial no es que algunos intelectuales, venidos del Este o del Occidente, den un grito de alarma: podría ser un clamor en el desierto. Lo esencial es que aunque se encuentre dividido, aunque aquí o allá esté temporalmente en un callejón sin salida, el movimiento obrero y popular nunca fue tan amplio, nuca tuvo tantas iniciativas y dispuso de tantos recursos.

Lo esencial es que en la práctica, con vacilantes intentos, se comienza a tomar conciencia de la gravedad y del alcance de la crisis del movimiento comunista internacional y del marxismo: entiendo la gravedad de sus riesgos, pero comprendo también el espesor y la ocasión histórica que conlleva. El marxismo ha conocido en su historia una larga serie de crisis y transformaciones.

Pensamos en su transformación después de la revolución de octubre, después de la ruina del marxismo de la II Internacional, en la Unión Soviética. Nos hallamos en el corazón de la presente crisis, ante una nueva transformación, ya en gestación en las luchas de masas: puede renovar el marxismo, dar una nueva fuerza a su teoría, modificar la ideología, la organización y las prácticas, para abrir un verdadero futuro de revolución social, política y cultural a la clase obrera y a los trabajadores.

Nadie pretende que la tarea no sea extremadamente ardua: lo esencial reside en que no obstante las dificultades, es posible.

¿Quienes deben imponer el orden en Haití? PSOCA. Marzo de 2024

Nuevamente Haití ocupa los titulares de los principales periódicos de América. No es para menos. Las noticias son alarmantes. Está ocurriendo un fenómeno sin precedentes. Las pandillas o grupos criminales en Haití, se han fortalecido tanto, reclutando adeptos en los barrios marginales, en donde vive la mayoría de la población, desplegando semejante poderío militar, que disputa a balazos
el control de muchos territorios, desplazando a la Policía y el Ejercito, obligándolos a replegarse.
El fortalecimiento de los grupos criminales es tal, que son, en los hechos, una especie de doble poder. En Haití está ocurriendo un colapso del Estado, y son las pandillas las que se presentan como alternativa real de poder.
Las pandillas se han agrupado en una coordinadora, encabezada por Jimmy Chérizier, un ex policía, alias “Barbecue”, uno de los líderes pandilleros más temido y respetado. Desde el 2020, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos ha sancionado a Chérizier, por considerarlo líder de los ataques militares contra las debilitadas Fuerzas Armadas de Haití, pero extrañamente no lo ha acusado de narcotráfico.
Hasta el asesinato de Jovenel Moise, en julio del 2021, Barbecue mantenía una estrecha alianza con el Partido Haitiano Tèt Kale (Parti Haïtien Tèt Kale – PHTK). Las buenas relaciones se rompieron y las pandillas lanzaron una ofensiva para consolidar su poder. La crisis económica y el caos social se profundizaron en Haití, al grado que el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), a petición del nuevo primer ministro, Ariel Henry, aprobó una resolución, con la abstención de Rusia y China, para desplegar una fuerza multinacional, liderada por Kenia, para combatir a las bandas criminales en Haití.
El pasado 1 de marzo, Ariel Henry, y el presidente de Kenia, William Ruto, firmaron en Nairobi, un acuerdo de seguridad que permitiría aplicar la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, para desplegar una fuerza policial internacional de 1000 efectivos, para contener el poderío militar
de las pandillas.
La repuesta de las pandillas no se hizo esperar. Chérizier llamo a la lucha frontal contra el gobierno de Ariel Henry, exigiendo su renuncia, y amenazando con la guerra civil. Las fuerzas Armadas decretando el toque de queda y el ambiente en Haití era de una efectiva guerra civil. El poder las pandillas es tal, que Henry ya no pudo regresar a Haití, y desde Puerto Rico, envió un discurso grabado renunciando como primer ministro.
En Haití está ocurriendo algo inédito. Las masas hambrientas y oprimidas se sienten más identificadas con la actuación de este tipo de pandillas, y no con las instituciones del Estado en crisis, convirtiéndose en real doble poder. Ante la ausencia de una conducción revolucionaria, los lumpenes terminan ocupando el vacío.
La descomposición capitalista es tan grave, que últimamente hay fenómenos parecidos en otros países de América Latina. Los carteles de narcotráfico en México, tienen base social en algunas zonas importantes. En El Salvador, la descomposición social, causada por la crisis y la guerra civil, hizo surgir el fenómeno de las maras, las que fueron creciendo en influencia y reclutamiento, al grado de controlar municipios enteros. Esto fenómeno fue cortado abruptamente por la represión de Bukele, que creo un campo de concentración de pandilleros en las cárceles recién construidas. A partir de este triunfo de Bukele, y de la restauración de la autoridad del Estado, algunos gobiernos con
problemas similares, como Ecuador, y ahora Milei en Argentina, intentan aplicar medidas similares a las de Bukele.
Incluso, Bukele ha ofrecido enviar tropas a combatir las pandillas, siempre y cuando paguen el costo que significa. Pero hay una gran diferencia, en Haití las pandillas no solo han reclutado amplios sectores populares, sino que, además, tiene una capacidad militar que no tenían las maras salvadoreñas. No es un simple paseo.
Nuevamente se cierne el peligro de una intervención militar imperialista con el pretexto de restaurar el orden, en realidad el desorden ha sido causado por la intervención extranjera. No defendemos a las pandillas de Haití, ni de ningún otro país, pero estamos en la obligación de analizar este tipo de fenómenos sociales, para luchar políticamente para que sean las propias masas haitianas
quienes combatan la criminalidad, y decidan democráticamente como reorganizar un país que ha sido destruido por el saqueo imperialista.
Nos oponemos a cualquier envío de tropas, bajo cualquier figura, que sean las masas haitianas las que decidan su futuro e impongan su propio orden.

El tosco Frankenstein del municipalismo. Eugenio Chicas. DEM. 14 de marzo de 2024

Este forzado ensamble de pedazos de territorio caprichosamente mezclados, sin la estética proporcional del desarrollo local, ha hecho de los nuevos municipios una desproporcionada deformación administrativa.

La nefasta “Ley Especial para la Reestructuración Municipal”, aprobada en junio de 2023, violentó el principio democrático de no efectuar reformas a menos de un año electoral y fue impuesta por el gobierno y su mayoría cian, sin consenso y con la finalidad de concentrar más poder en Bukele.

Buscaba, además, reducir el costo del aparato del Estado y el gasto público ante la inminente crisis de las finanzas del gobierno por la corrupción y el despilfarro. Una aviesa reforma que afecta el desarrollo, al quitarle el presupuesto de obras municipales y la representatividad y cambiaría las reglas de competencia electoral, mediante una ingeniería que puso en desventaja a la oposición, asegurando una mayoría artificial al partido de Bukele.

Eliminaron de tajo, en una noche, 218 municipios, de los 262 que históricamente representaron el ordenamiento territorial, corporaciones que en su mayoría existen desde la independencia; impusieron 44 bolsones, sin estudio técnico, socioeconómico, ni el soporte del censo poblacional; sin consulta con el gremio de alcaldes (COMURES); sin la opinión de las organizaciones de la Sociedad Civil, la cooperación internacional o especialistas en municipalismo y desarrollo local.

Con esa ley, el régimen de Bukele dio el tiro de gracia desmantelando lo poco que quedaba del desarrollo local. Ese descalabro no es aislado, comenzó con la abolición del FISDL, luego disolvieron el ISDEM, cercenaron el presupuesto del FODES del 10% de los ingresos ordinarios del Estado para los municipios, a la mísera cantidad del 1.5%.

El avance de los procesos de descentralización, desarrollo local, fortalecimiento comunitario y de gobiernos municipales, se amplió y creció inmediatamente después de los Acuerdos de Paz, en el espacio de la apertura democrática, la normalización de ciudades y municipios, y los programas de reconstrucción nacional.

Surgió del consenso entre fuerzas políticas y sociales, y el decidido apoyo y acompañamiento de la cooperación internacional, organizaciones de la Sociedad Civil y Ong, quienes acompañaron las iniciativas de retorno, repoblación y reinserción de excombatientes, veteranos de guerra y comunidades desplazadas que fueron forzadas al abandono de sus territorios por la represión y la cruenta guerra civil padecida durante más de una década (1981-1992). Esta crisis también empujó el éxodo migratorio de centenares de miles de habitantes que se vieron forzados a migrar a una decena de países.

En la elección municipal anterior (2021-2024), Nuevas Ideas de Bukele ganó 13 de 14 cabeceras departamentales, solo perdió Sensuntepeque. Así gobernó sobre el 82% de la población.

En esta elección (2024-2027) en que solo participó el 30.1% del padrón, NI gobernará sobre el 68% de la población, un desplome del 14%. Perdieron en 9 de 14 cabeceras (Ahuachapán, Sonsonate, Chalatenango, San Vicente, Cojutepeque, Usulután, San Miguel, San Francisco Gotera, La Unión). Sin embargo, con su “ingeniería electoral” agruparon calculadamente municipios tradicionales en nuevos territorios; y aunque perdieron cabeceras como Cojutepeque, San Vicente, y La Unión, mediante su “ingeniería” las terminará gobernando, vulnerando así el principio de representatividad, que es la base constitucional de la gobernabilidad.

Con este ganapierde le arrebataron al FMLN una veintena de municipios que serán gobernados por otros partidos. Aun con su “ingeniería” la pérdida de NI en Antiguo y Nuevo Cuscatlán, Huizúcar, Zaragoza y la franja costera, es grave por los jugosos proyectos inmobiliarios de la argolla en el poder.

La nueva arquitectura municipal enfrentará de entrada graves problemas estructurales, como la excesiva centralización de recursos a través de la Dirección de Obras Municipales; los vacíos de una improvisada ley que no determina dónde colocar la cabeza en esa deformidad distrital; el pago de una deuda municipal que supera los 800 millones de dólares (incrementada en 25% en tres años de gobiernos de Nuevas Ideas); iniciará el viacrucis de proveedores buscando el pago de sus “quedan”; una avalancha de despidos; una compleja operación de recolección de basura; alza de tasas municipales al nivel de cabeceras; más problemas de mantenimiento de la red vial (baches; disputa por el personal de distrito y por las comisiones (Medio Ambiente, Genero, Acceso a información pública).

Este forzado ensamble de pedazos de territorio caprichosamente mezclados, sin la estética proporcional del desarrollo local, ha hecho de los nuevos municipios una desproporcionada deformación administrativa, muy parecida al tétrico Frankenstein, obra de la extraordinaria imaginación literaria de Mary Shelley. Por el contrario, esta vez ha sido recreada de manera tosca, a filo de machete y cosido con pita por Bukele.

El Salvador tiene 160 millonarios. Diario 1. 2015

El país centroamericano con más magnates es Guatemala, al alcanzar los 260. No hay duda de que la lista de magnates de Centro América está en crecimiento. Para la revista Forbes, hay 12 centroamericanos cuyas operaciones son tan relevantes que a futuro cualquiera de sus integrantes podría incorporarse al club.

El Salvador posee 160 millonarios aunque no es el país centroamericano con mayor número de personas que posean esa condición.

Aunque no se citan los nombres, un informe del 2014 hecho por Wealth X Consultores menciona que Guatemala es el país con más millonarios al tener 260. Los millonarios de Guatemala tienen una riqueza combinada que supera los $30 mil millones. Los millonarios salvadoreños tendrían más de $20 mil millones en riqueza.

El segundo país con magnates es Honduras, Guatemala lo supera con 35 millonarios. Honduras tiene 225 millonarios, Nicaragua 210, El Salvador le sigue con 160 magnates, Panamá con 120 y, finalmente, Costa Rica cuenta con 100 magnates que controlan $14 mil millones.

Estados Unidos lidera el ranking mundial de millonarios  con 211, 275 millonarios. Cuba y Tayikistán están empatados como los últimos de la lista, con seis magnates cada uno.

El informe utiliza un modelo propio, que estima el valor de los activos que se cotizan en bolsa, así como bienes privados.

A un paso de entrar en el grupo

No hay duda de que la lista de magnates de Centro América está en crecimiento. Para la revista Forbes, hay doce 12 centroamericanos que, aunque no estén  en su  ranking de billonarios, sus operaciones son tan relevantes que a futuro cualquiera de sus integrantes podría incorporarse al club de los 1,000 millones de dólares.

Los siguientes doce centroamericanos han creado sus fortunas con negocios que provienen de diferentes rubros como telecomunicaciones, servicios financieros, aerolíneas, agronegocios, etc.

1. Stanley Motta y Familia. País de origen: Panamá

Presidente Motta International. Empresas y sectores: Tiendas duty free, aerolíneas (COPA) , telecomunicaciones, servicios portuarios y financieros.

Su fortuna proviene de las tiendas libres de impuestos instaladas en aeropuertos de más de 20 países latinoamericanos. La diversificación de Motta Internacional le ha permitido a este conglomerado extender su presencia en todo el Caribe y Latinoamérica, consolidado así al sector financiero, aerolíneas, proyectos inmobiliarios y productos de lujo como los principales pilares del grupo empresarial. Medios locales calculan que los activos del corporativo rondan los 2,500 millones de dólares.

2. Dionisio Gutiérrez y Familia

País de origen: Guatemala. Copresidente de Corporación Multi-Inversiones. Empresas y sectores: Financiero, desarrollo inmobiliario, telecomunicaciones, agronegocios, restaurantes y energía renovable.

Recientemente, Corporación Multi-Inversiones adquirió 40% de los activos de la española Telefónica, que tiene operaciones en El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Panamá. Una transacción que ascendió a 500 millones de dólares, según reportes de las compañías involucradas.

3. Ramón Mendiola

País de origen: Costa Rica. Director general de Florida Ice & Farm. Empresas y sectores: Bebidas, desarrollo inmobiliario y turismo. Florida Ice & Farm Co. (FIFCO) es considerada la principal empresa de bebidas embotelladas en Costa Rica. Su director general es Ramón Mendiola Sánchez que  hace poco más de 12 meses, adquirió la cervecera estadounidense North American Breweries Holdings (NAB) por 388 millones de dólares. Actualmente Ramón Mendiola dirige una compañía que tiene un valor en activos de 1,621 mdd, en 2013 su facturación ascendió a 1,102 millones de dólares.

4. Ricardo Poma

País de origen: El Salvador. Presidente de Grupo Poma. Empresas y sectores: Automotriz, servicios financieros, industrial y hospitalidad. Un totalde 16 marcas automotrices son representadas de Guatemala a Panamá por Excel Automotriz de Grupo Poma, que comercializa alrededor de 18,000 autos cada año y atiende cerca de 100,000 más en sus talleres, negocio que tiene un valor de 59 millones de dólares en autopartes de repuesto.

La rama inmobiliaria del conglomerado Poma ha construido más de 50,000 viviendas en El Salvador y 19 grandes centros comerciales en toda la región, que son operados por Metrocentro, los cuales equivalen a más de 166,000 metros cuadrados de piso comercial. Finalmente la rama hotelera maneja 28 hoteles en 10 países de las cadenas Marriot, Intercontinental y Choice, atendiendo a cerca de 35,000 huéspedes cada mes.

5. Mohamad Yusuf Amdani Bai

País de origen: Honduras. Presidente de Grupo Karim’s. Empresas y sectores: Líder en la industria textil, hotelera y real estate; manufactura para las marcas JC Penney y Medline Industries.

Si bien Grupo Karim’s tiene su matriz en Pakistán, en la actualidad las compañías del conglomerado operan en Estados Unidos, Honduras, México, Guatemala, República Dominicana, Nicaragua y Emiratos Árabes, siendo los sectores textil y bienes raíces donde mantiene la mayoría de operaciones. Cifras publicadas en varios medios de comunicación regionales estiman que los ingresos de Grupo Karim’s son superiores a los 5,500 millones de dólares anuales.

6. Jaime Rosenthal Oliva

País de origen: Honduras. Presidente de Grupo Continental

Empresas y sectores: Banca, seguros, bienes raíces, tecnología, energía, diarios, telecomunicaciones y agronegocios. De acuerdo con la calificación de riesgo de Equilibrium de 2013, el conglomerado contaba con activos por 1,173 millones de dólares y su facturación fue por 155.8 millones de dólares en ese año, siendo la división de Inversiones Continentales y Subsidiarias, en donde es presidente su hijo Yani Rosenthal, la que tiene la mayor contribución al flujo operativo, junto con Cementos del Norte.

7. Roberto Kriete

País de origen: El Salvador. Presidente de TACA y Grupo Kriete

Empresas y sectores: Aerolíneas, bienes raíces, hotelería, agroindustria y fondos de inversión. La aerolínea Avianca- TACA  tiene ventas superiores a 3,800 millones de dólares. A partir de octubre de 2013, la aerolínea opera sólo con el nombre de Avianca, luego de un acuerdo firmado entre los principales accionistas de ambas empresas. Tras esta alianza se constituyó una nueva empresa con operaciones en más de 100 países en Latinoamérica, conformada por cuatro hubs ubicados en El Salvador, San José, Colombia y Perú. La participación de TACA en este nuevo holding corresponde a 33% del total de las acciones. Luego de esta alianza, los ingresos de la aerolínea se estiman por arriba de 3,800 millones de dólares.

8. Mario López Estrada

País de origen: Guatemala

Presidente de Telefónica Tigo Guatemala. Empresas y sectores: Telefonía, televisión, internet y desarrollo inmobiliario.

Tigo cuenta con 43% del mercado de telefonía en Guatemala, que se estima tiene un valor de 1,600 millones de dólares con operaciones en Centro y Sudamérica. En febrero pasado, la empresa colocó un bono por 800 millones de dólares.

9. Carlos Enrique Mata Castillo

País de origen: Guatemala

Presidente de The Central American Bottling Corporation (Cabcorp)

Empresas y sectores: Alimentos y bebidas, banca. Cabcorp también ha incursionado en la fabricación de cerveza bajo la marca Brahva en alianza con AmBev y en el sector alimentos con la firma centroamericana LivSmart. Sus ventas rondan los 924 mdd, en 2012 colocó un bono por 150 millones de dólares en el mercado de Estados Unidos con vencimiento al año 2022.

10. José Miguel Torrebiarte Novella

País de origen: Guatemala

Director corporativo de Cementos Progreso

Empresas y sectores: 10 compañías divididas en industrias como cemento, inversiones y desarrollo inmobiliario. Cementos Progresa, dirigida por José Miguel Torrebiarte Novella, es la filial insignia, la cual tiene 84% del mercado guatemalteco de cemento. Durante el año fiscal 2012 la firma tuvo ingresos por 508 millones de dólares, es decir, cerca del 1% del PIB de Guatemala, de acuerdo con cifras de la calificación de Fitch. Durante 2013, realizó inversiones por 720 millones de dólares para la construcción de lo que será la planta más grande de cemento en Centroamérica.

11. Miguel Facussé Barjum

País de origen: Honduras. Presidente de Corporación Dinant

Empresas y sectores: Alimentos, agronegocios, biodiesel, biogas y productos de limpieza y cuidado del hogar. En 2000, Dinant vendió activos a Unilever con un valor de 400 millones de dólares. A partir de ese momento, Miguel Facussé reconfiguró el mercado de consumo masivo en Honduras hasta llevarlo a alcanzar el sitio que hoy ocupa. Y en 2009 Dinant solicitó un préstamo por 30 millones de dólares, utilizados para expandir sus plantaciones de palma aceitera.

12. Francis Durman Esquivel

País de origen: Costa Rica

Director general de Aliaxis Latinoamérica y ceo de Grupo Montecristo

Empresas y sectores: Construcción, petroquímica, agroindustrial, financiero, tecnología, salud y logística. El reporte financiero más reciente disponible de Aliaxis señala que durante 2012 la corporación tuvo ingresos globales por 2,377 millones de euros, de los cuales alrededor de 15% provienen de sus operaciones en la región de América Latina. La empresa tiene presencia en los principales mercados de Latino América, entre los que destacan Brasil, México, Argentina, Panamá, Colombia y Perú.

Bukele divide a los millonarios para acumular más poder. Ricardo Vaquerano. Plaza Publica.  29 de Abril de 2021

(El presidente de El Salvador ha logrado que entre el selecto club de los multimillonarios salvadoreños cundan la suspicacia y la discordia. Algunos ven en los silencios o en las acciones de otros señales claras de que han cometido un error capital en una democracia amenazada: se han aliado con un gobernante autoritario que los utiliza mientras conduce a El Salvador hacia un destino parecido al de Nicaragua, un presidente que lo controla todo.)

Transcurrían las últimas horas del 18 de mayo de 2020 cuando, tras una cadena nacional de radio y televisión del presidente Nayib Bukele, estalló un enfrentamiento en un grupo de chat en el que participaban algunos de los multimillonarios de El Salvador. «Un pariente mío reclamó fuerte», dice casi un año después Javier Simán, presidente de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), al recordar el efecto que causó Bukele al exhibir a algunas de las personas más ricas de Centroamérica como sus nuevos socios apenas tres meses después de su irrupción con los militares en la Asamblea Legislativa y solo seis días después de que lo «desconociera» a él como representante del sector privado. El descontento fue tal que los reclamos escalaron hasta los insultos. «Les dijo que parecían prostitutas que habían llegado a venderse al presidente», recuerda una de las personas que integraban uno de esos grupos de conversación. «Después de decir eso, se salió del grupo».

El reclamo marcó el punto más tenso en el conflicto entre la élite económica salvadoreña sobre cuál debe ser su rol ante un presidente que, con menos de un año en el ejercicio, ya comenzaba a recordarles al nicaragüense Daniel Ortega. Cuatro opciones: enfrentarle abiertamente, resistirle con discreción, someterse a regañadientes o aliarse con él.

Bukele, que asumió el 1 de junio de 2019 tras ganar la carrera montado un partido prestado, ha dado hartas muestras de su desprecio por la legalidad y por la vigilancia ciudadana sobre sus actuaciones, de su divorcio con la probidad, con los derechos humanos y con la democracia. Durante sus 23 meses de mandato, ha renegado de los contrapesos en el Estado, ha declarado ilegalmente secretas las compras del Estado (incluidas las vinculadas al manejo de la pandemia por COVID19), ha montado campañas sistemáticas injuriosas y difamatorias contra académicos, intelectuales y empresarios que se han atrevido a criticar su gobierno, y lo mismo ha hecho contra periodistas y medios que han sacado a la luz la corrupción que se gestó a la sombra de la emergencia sanitaria.

Asimismo, se ha dedicado a deslegitimar y humillar a la oposición política y, desde mayo de 2020, a una ANEP que hasta antes de que la presidiera Simán tenía una buena relación con el presidente.

Aquella noche de la cadena nacional de radio y televisión estalló, airado, Ricardo Simán, expresidente de la ANEP y cabeza prominente en el grupo comercial de esta familia de origen palestino. Simán estaba impactado porque representantes de las familias Poma, Meza Ayau, De Sola, Dueñas, Kriete y Calleja acababan de permitir al gobernante que usara su imagen para legitimar un nuevo ataque contra la Asamblea Legislativa, contra la Sala de lo Constitucional, contra la prensa independiente y también contra la ANEP.

La reunión del 18 de mayo y el uso que Bukele le dio aumentó la desconfianza con que se ven en este selecto club de millonarios cuyos nombres suelen aparecer en las listas de la revista Forbes de las personas más ricas de Centroamérica. Algunas de ellas, y que se sentaron a la mesa con el presidente, han sido citadas como «milmilonarios», y un par de ellas son sospechosas de ser las personas más acaudaladas de la región: Roberto Kriete, presidente de Avianca Holdings, y Ricardo Poma, del grupo Poma.

La duda es difícil de disipar porque, como se lo dijo en 2017 el periodista de Bloomberg Blake Schmidt a BBC, «Centroamérica es uno de los lugares más difíciles para hacer ese tipo de trabajo porque no hay mucha transparencia». Schmidt había sido contratado en 2015 para que hiciera el inventario de los milmillonarios de Centroamérica, y tanto El Salvador como Panamá fueron los peldaños más difíciles para llegar a la meta.

Aunque Kriete y Poma comparten la etiqueta de tal vez estar en la cima de las mayores fortunas personales de la región, en este dilema sobre cómo posicionarse ante Bukele están en bandos distintos.

Desde el 18 de mayo de 2020, este puñado de empresarios cuyas familias han sido blanco de varios estudios académicos sobre sus relaciones, su influencia en las políticas públicas y sobre la posible captura del Estado, son como hermanos que duermen en la misma habitación, pero con suspicacias tales que les inhiben de lograr un sueño profundo: duermen con un ojo abierto.

Aunque a lo largo de las décadas han encontrado la forma de armonizar sus intereses, durante los últimos seis años la relación se ha debilitado y este probablemente sea el momento de mayor distanciamiento que han tenido.

«Siempre hubo una especie de mesa permanente», dice Patrick Murray, hijo de Roberto Murray Meza, uno de los personajes con más peso en la élite económica salvadoreña y que por años estuvo muy vinculado al partido Arena, la organización política de extrema derecha que fundara el mayor Roberto d´Aubuisson y que durante cuatro décadas de evolución ha sabido representar en la institucionalidad del Estado los intereses de los sectores empresariales.

Patrick Murray gerencia uno de los negocios agrícolas de la familia y se preocupa por que se le reconozca como empresario por su trabajo, en lugar de que se le etiquete como tal solo por el hecho de ser hijo de Murray Meza. «Ser heredero no te hace empresario», dice.

Su padre fue uno de quienes participaron en la reunión con Nayib Bukele que tanto irritó a Ricardo Simán. Y Patrick entiende bien por qué causó esa reacción en algunas personas. «Es una trampa cazabobos», tuiteó esa noche. «Validar a un autoritario, más temprano que tarde, trae consecuencias irreparables».

Aquella era la segunda ocasión en que Roberto Murray Meza aparecía ante el público sentado a la diestra del presidente. Dos meses antes había sorprendido a medio El Salvador porque por primera vez alguien que representaba muy bien a la oligarquía a la que Bukele siempre se había referido despectivamente como parte de «los mismos de siempre», apareció sentado a la mesa presidencial.

La noche del 21 de marzo, cuando la penumbra de la peste de 2020 cubría medio mundo, Bukele anunció el inicio de una cuarentena estricta para tratar de contener el avance de la pandemia por Covid19. Una medida como esta era previsible, dado lo visto en otros países, y dadas las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Lo que no era previsible era que Murray Meza apareciera respaldando con su presencia una administración atemorizante como la de Bukele. Fue tan inesperada la aparición de Murray Meza en el show presidencial, que ni siquiera su hijo sabía que al sintonizar la cadena de radio y televisión vería el rostro de su progenitor en la pantalla. «Yo me enteré igual que todo El Salvador: cuando vi a mi papá en televisión».

Cuando tuvo oportunidad de preguntarle por qué hacía aquello, dice que le respondió: «A un presidente no se le dice que no». Y menos cuando Bukele había acudido a los empresarios en busca de auxilio ante una amenaza de magnitudes gigantescas que ya había postrado a los países de Europa.

Javier Simán, el presidente de la ANEP, tampoco se esperaba ver a Murray Meza sentado a la mesa presidencial, pero dice entender sus razones.

«Cuando un presidente invita a empresarios, por respeto van a ir». Y entonces, dos meses después, fueron varios. Y lo malo, dice, no fue que acudieran, sino lo que el presidente hizo con esa reunión. «Nayib Bukele invitó a algunos empresarios y hoy unos se sienten usados y se alejaron; otros se quedaron cerca porque se sienten bien cerca del poder o porque les beneficia en sus negocios».

¿Y quiénes son los que siguen acompañándolo porque se sienten bien cerca del presidente o porque esa proximidad beneficia sus negocios? Javier Simán sonríe y asegura que uno mismo puede responderse esa pregunta si echa una mirada a «la carta», un documento fechado 16 de enero de 2021 y suscrito por 184 personas. Los sospechosos de ser aliados de Bukele no son quienes firman, sino quienes no firmaron.

La trampa

El sector empresarial no es homogéneo. De hecho, el clan de los Simán puede diferenciarse de entrada respecto de la mayoría de los otros grandes capitales en que se trata de una fortuna relativamente reciente. La mayoría de las fortunas de las familias que enviaron representantes a reunirse con Bukele ante las cámaras el 18 de mayo de 2020 tienen su origen hace ya un siglo e incluso algunos casos se remontan a principios del siglo XX o a finales del siglo XIX.

«La vieja oligarquía», como en una ocasión le llamó Orlando de Sola, se fundó en el agro, en la tenencia de la tierra y en el acaparamiento de las exportaciones agrícolas. La dinámica de la economía, sin embargo, atada a los cismas políticos, obligó a ajustes importantes. Particularmente la década de la guerra civil, a partir de 1980, supuso cambios significativos con las expropiaciones de tierras para hacer la reforma agraria y con la nacionalización de la banca y de las exportaciones agrícolas del café y del azúcar. Esta fue una oportunidad para que el capital buscara nuevos nichos y así El Salvador vio potenciado el comercio y, después de la firma de la paz, la economía hizo un traslado importante hacia el área de servicios. La reprivatización de la banca permitió a algunas familias volver a sus quehaceres de antaño, pero también facilitó el surgimiento de nuevas fortunas.

Los Simán, más conocidos por su cadena de Almacenes Simán presente en varios países de Centroamérica, también tienen inversiones en la industria textil y en la inmobiliaria, y constituyen un ejemplo de fortunas relativamente nuevas, a diferencia de las que algunos caracterizan como «de dinero viejo» que ha venido heredándose de generación en generación a lo largo de muchas décadas.

En el caso de la ANEP, fundada en la década de 1960, su poder estriba en su representatividad. La Asociación Nacional de la Empresa Privada es una federación que aglutina a más de 50 asociaciones de índole comercial, financiera, agropecuaria, de servicios e industrial. La ANEP, si se lo propusiera, podría paralizar al país desde la conducción de las empresas. Es un poder político por esa razón, y así se lo reconocía la Asamblea Legislativa cuando, en mayo de 2020, conversaban sobre cómo reabrir la economía.

Esa es la ANEP que ha estado en la mira del presidente Bukele desde días antes de aquella sesión con los millonarios. Ha intentado descalificarla porque, según él, representa los intereses del partido Arena y de la oligarquía. En la retórica de Bukele, el partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que nació en 1981 como un instrumento de lucha política anticomunista, representa a «los mismos de siempre» a quienes se debe desterrar de la vida política de El Salvador.

«El rol de la ANEP es político porque estamos en la cancha política, pero no competimos con los partidos políticos: la ANEP no defiende intereses, sino principios», dice Javier Simán.

En «los mismos de siempre» Bukele incluye a su expartido, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que le abrió las puertas en 2012 para que iniciara su carrera política como alcalde de un pequeño pueblo al sur de San Salvador. Expulsado de la organización en 2017, Bukele incorporó al partido de la exguerrilla en el conjunto.

Cuando en mayo de 2020 la pandemia había provocado las primeras muertes en El Salvador, la cuarentena y el cierre de la economía cumplían dos meses, y centenares de miles de personas también estaban cumpliendo dos meses de sufrir hambre. En una economía en la que casi la mitad de la población en edad de trabajar sobrevive gracias a que se autoemplea, de un día para otro, centenares de miles habían perdido sus fuentes de ingresos. La presión para reabrir era insostenible, pero la ola más grande de la pandemia aún era solo una silueta ominosa en el horizonte. Esa era la situación del país cuando la Asamblea intentaba construir con la ANEP un plan de reapertura que tuviera suficientes medidas de prevención para aplanar la curva de contagios.

La ANEP históricamente ha tenido una muy cercana relación con el partido Arena. Dirigentes como Ricardo Simán han sido personas que han financiado al partido, pero a lo largo de los años han tenido mayor peso y mayor incidencia algunos de los empresarios que la noche del 18 de mayo de 2020 accedieron a tomarse fotos con el presidente Bukele.

De hecho, a finales de 2001, cuando el partido alcanzaba niveles bajísimos de popularidad y parecía estar perdiendo demasiada fuerza ante el creciente respaldo que obtenía el FMLN, fueron algunos de los invitados de Bukele a la reunión de mayo quienes dieron un golpe sobre la mesa y tomaron, ellos mismos, las riendas del partido. «Se privatizó Arena», reclamó en noviembre de 2001 Gloria Salguero Gross, fundadora y expresidenta de la organización política, ante la toma de la dirección nacional por personajes como Archie Baldocchi Dueñas, Ricardo Poma y Roberto Murray Meza.

Esos multimillonarios constituyen la oligarquía contra la que Bukele dijo que pelearía para acabar con un sistema que no vela por los intereses de las mayorías, sino esencialmente por los intereses de «los mismos de siempre». Cuando en 2014 El Salvador acababa de salir de la primera ronda para elegir presidente, el FMLN y Arena se aprestaban a definir la disputa en una segunda vuelta el 9 de marzo de ese año. El día 21 de febrero, y ante la campaña que advertía que si el excomandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén ganaba la presidencia El Salvador se volcaría hacia Cuba y Venezuela, Bukele escribió en su cuenta de Twitter: «No entreguemos El Salvador a Cuba ni a Venezuela, y mucho menos a la oligarquía que tanto daño le hizo a este país». Y fue con los mejores representantes de esa oligarquía con quienes se sentó a platicar aquella noche del 18 de mayo de 2020.

«Ellos se representan a sí mismos», dice Javier Simán, para marcar distancia respecto de lo que representa ANEP. Y la aparición de aquellas personas junto al presidente no le sorprendió, porque estaba al tanto de la reunión.

Y tampoco le sorprendió cómo Bukele manejó todo, porque lo había previsto. Y se lo había advertido. «Les dije: “Se va a tomar la foto con ustedes y los manipulará.”»

Esa noche, El Salvador tenía dos meses de sufrir una cuarentena tan extrema y tan mal diseñada que la Sala de lo Constitucional ya había resuelto que el gobierno violaba la Constitución al capturar a personas en las calles por violar unas reglas de encierro elaboradas sin seguir el procedimiento de ley. Y el presidente no solo había ignorado la resolución de los magistrados, sino que persistía en hacer capturas arbitrarias. Además, la Sala de lo Constitucional acababa de resolver que el presidente no podía declarar por su cuenta un estado de emergencia: esa atribución corresponde a la Asamblea Legislativa, que carecía de impedimento para sesionar.

El presidente se dirigió al país en dos momentos: primero, cuando permitió que El Salvador lo viera reunido «con los empresarios más grandes del país», con quienes, según dijo, «consensuó» un plan de reapertura de la economía. El segundo acto fue una conferencia de prensa en la que no solo amenazó con asfixiar financieramente a la Asamblea Legislativa y a la Sala de lo Constitucional porque mostraban «un deseo evidente de subir los contagios y la cantidad de muertes por COVID19», sino que también acusó a la legislatura de estar preparando «un decreto económico disfrazado de emergencia nacional y forzado por la ANEP» cuyo propósito era reabrir las empresas, no atenuar el impacto de la pandemia en contagios y muertes.

Así que Ricardo Simán reaccionó airado y, al igual que otros, entendió que la aparición de los millonarios junto al presidente iba a leerse como un respaldo a un gobernante que ya había puesto en la mira al apellido Simán. Ricardo Simán expresó su disposición a conversar con Plaza Pública, aunque transparentó una inquietud. «Siempre he sido colaborador con la prensa… pero lo que pasa en estas circunstancias es cómo nos atacan como familia…» Accedió a responder preguntas por medio de un programa de conversación electrónica. Plaza Pública deseaba preguntarle sobre su reacción tras la cadena del presidente y sobre sus temores respecto del rumbo del país, y envió las primeras dos interrogantes, pero nunca las contestó.

En este enfrentamiento con el presidente, los Simán no están solos. Aunque de las decisiones de Bukele podría interpretarse que ha habido un afán por aislarles desde cuando Javier tomó las riendas de la ANEP en mayo de 2020, poco a poco ha ido consolidándose una especie de frente común que aún es un tanto difuso ante el público. Y en él están alineados algunos de quienes se tomaron la foto con el gobernante.

Por eso, Javier Simán habla de que tras aquella reunión algunos de los participantes se alejaron del gobernante, mientras que otros optaron por aprovechar las ventajas que pueda dar cobijarse bajo la sombra del poder del presidente.

Una persona cercana a Ricardo Poma cree que este aceptó la invitación porque vio una oportunidad de presentar el plan de reapertura que se había trabajado en la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN, fundada por la familia Poma). «Esa propuesta se estaba presentando a diversos actores, y uno clave era el gobierno».

En esos días, además, había empresarios interesados en otra propuesta de reapertura, que era la elaborada y donada al país por el Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE).

Aunque Bukele aludió a la reapertura cuando mostró a los empresarios, lo que no esperaban quienes acudieron a la reunión, y lo que había anticipado Javier Simán, fue lo que ocurrió después, en la conferencia de prensa.

«Este día, mientras los diputados se reunían con la ANEP, nosotros nos reunimos con los empresarios más grandes del país, y llegamos a un entendimiento», anunció Bukele, jactancioso.

Subrayaba el peso específico de los interlocutores que había tenido minutos antes. «Vamos a poner una propuesta ya consensuada con un grupo muy representativo del gran empresariado nacional», añadió.

Bukele, que inició su ocupación de adulto en la agencia de publicidad de su familia, es una persona muy preocupada por la grandilocuencia. A lo largo de sus primeros dos años de gobierno ha acuñado lemas como «estamos haciendo historia», se ha vanagloriado repetidas veces de que «por primera vez en la historia de El Salvador» su gobierno está haciendo algo, prometió el hospital más grande de Latinoamérica contra la COVID19, ha dicho que El Salvador ha dado al mundo lecciones de cómo manejar adecuadamente la pandemia, se ha jactado de ser el presidente más cool del mundo y ha destacado cómo, a pesar de tener supuestamente en su contra al Órgano Judicial, al Órgano Legislativo, a la ANEP, a George Soros, a Human Rights Watch y a «los periodistas» que según él defienden el sistema corrupto que él dice estar desmontando, logró reducir la tasa de homicidios a menos de la mitad y El Salvador será pronto un país próspero y justo.

Entonces, no podía desaprovechar la oportunidad para colgarse, como una nueva medalla, su pacto con «los empresarios más grandes del país». Agregó que el plan incluía, antes del inicio de la reapertura gradual de la economía, «una cuarentena absoluta de 15 días, según estudios que hemos recibido de la ESEN y del INCAE».

La conferencia fue caótica. Bukele iba y venía con su discurso para tratar de deslegitimar a la Sala de lo Constitucional, a la Asamblea Legislativa y a la ANEP, a quienes de antemano culpaba de un potencial escenario catastrófico ante la pandemia.

«Los mismos que nos critican por supuestamente invadir atribuciones del Órgano Judicial o del Órgano Legislativo, aplauden ahora la invasión que acaba de hacer la Sala de lo Constitucional al quitar a la Presidencia de la República la facultad de decretar estado de emergencia en medio de la emergencia más grande que ha enfrentado la humanidad. Somos el único país del mundo en el que por sentencia se declara que se acabó la covid-19», dijo.

Después recordó que, también en cadena nacional, el día anterior él había dicho que el gobierno echaría mano de todas las herramientas legales «para defender de este virus a la familia salvadoreña».

Entonces lanzó una advertencia: «Y si nos dejan solo con la ropa que andamos puesta y se nos acaba el dinero, vamos a suspender las transferencias de fondos a la Asamblea Legislativa y a la Sala de lo Constitucional».

Y Bukele cumplió su amenaza e intentó, durante los días posteriores, asfixiar financieramente a quienes perfilaba como sus enemigos políticos.

Los ataques contra la ANEP continuaron. El 8 de junio de 2020, el secretario jurídico de la Presidencia, Conan Castro, dio declaraciones a la prensa sobre cómo marchaba el plan de reapertura. «Hemos creado una mesa intersectorial, pero no con ANEP… con ese señor (Javier Simán) no nos vamos a reunir».

Javier Simán dice que habló con varios de los empresarios que se tomaron la foto con Nayib Bukele. «Se sintieron usados. Es mi interpretación tras platicar con algunos de ellos», dice. Y, particularmente, cree que Murray Meza fue el que más perdió porque reincidió. «El presidente estaba jugando con Murray Meza cuando este accedió a aparecer en la cadena nacional del 21 de marzo. Quería dar la impresión de que estaba apoyado por el sector privado. Y lo volvió a hacer en mayo, cuando salió rodeado de todos ellos».

Cuando inició la emergencia sanitaria, el gobernante se puso en contacto con algunos de estos empresarios. Algunas fuentes vinculadas a estas familias explican que Bukele quiso platicar sobre el eventual cierre de la economía, y también les fue franco respecto de la situación en extremo precaria del sistema de salud pública.

«Les dijo que apenas tenían unos 20 ventiladores mecánicos en todo el país y les pidió que le ayudaran a buscar recursos», comenta una persona que estuvo al tanto de los acercamientos. Precisa que fue uno de los hermanos del presidente, Yusef Bukele, quien sirvió de enlace, y que por el lado de los nombres de las listas Forbes, fue Roberto Kriete.

Y así se produjo la primera sorpresa, la del 21 de marzo, y luego la de la foto grupal, del 18 de mayo. Patrick Murray, en desacuerdo con que su padre apareciera en público con Bukele por temor a la interpretación que podría hacerse de ese acercamiento, cree haber identificado el anzuelo que lanzó el presidente cuando aún estaba fresco el intento de golpe contra la Asamblea. «En un momento en el que estos empresarios estaban relativamente alejados del poder político, creo que Nayib Bukele y sus hermanos calcularon que podían tenerlos contentos al darles un sentido de realidad e involucrarlos en los esfuerzos por enfrentar la pandemia», dice el hijo de Murray Meza.

En la ANEP, Javier Simán dice estar convencido de que algunos de los empresarios fueron timados por el presidente, y que otros sí están muy a gusto junto a él.

Si se le pregunta por qué los Simán no aparecieron en la foto grupal con el presidente, responde: «Porque somos gremialistas, somos institucionalistas. Otros prefieren levantar el teléfono… Mientras otros prefieren resolver sus propios problemas, nosotros preferimos resolver los problemas del sector y del país».

¿Y quiénes son los empresarios que, egoístamente, han optado por estar cerca del poder? Ahí es cuando Javier Simán pide que se revise «la carta» del 16 de enero de 2021.

Los millonarios sospechosos

Estos empresarios que se reunieron con Bukele y cuyas fortunas familiares o personales se cuentan por centenares o por miles de millones de dólares, son huidizos. Esquivos. Son pocos los que acceden a hablar abiertamente de política, de gobierno, del rumbo del país, a pesar de que sí desean tener incidencia. Baldocchi Dueñas, Murray Meza y Poma tomaron las riendas de Arena a finales de 2001, pero el partido no recuperó brillo. Aquella demostración de fuerza del poder económico sobre el partido resintió a algunos políticos profesionales históricos, que se sintieron humillados.

Dos años duró esa aventura, que desembocó en dos costosos episodios para la vida de Arena: el partido desvió para uso partidario millones de dólares de un donativo de Taiwán destinado a fortalecer el área de seguridad pública y llevar alivio a las víctimas de los terremotos de 2001, y terminó escogiendo como candidato presidencial a Antonio Saca, quien ahora está preso por haber desfalcado 300 millones de dólares durante su gobierno.

Tanto el desvío del donativo de Taiwán como la corrupción de Saca mancharon irremediablemente al partido y Nayib Bukele supo explotar esa información para su propio beneficio.

Los millonarios, sin embargo, siguieron manejando los hilos del partido desde afuera, y tras el bache de Saca, que terminó en la ruptura arenera que dio origen al nacimiento del partido Gana, apellidos como Regalado, Cristiani, Poma, Murray Meza o Calleja estuvieron tomando las decisiones sobre las próximas candidaturas presidenciales. Discutieron y resolvieron la nominación de Norman Quijano para 2014 y, tras la derrota de este, también estuvieron al tanto del surgimiento de dos precandidaturas para la presidencial de 2019.

Esta última elección interna tensó aquella «mesa permanente» de la que habla Patrick Murray, pues los millonarios se dividieron entre quienes preferían que el candidato fuera Javier Simán y quienes preferían al heredero del Grupo Calleja, Carlos Calleja. Al final, tras una agria disputa interna, Calleja obtuvo la candidatura arenera. Aquella competencia estuvo marcada por alusiones personales que generaron algunos resentimientos entre las familias protagonistas y hasta la ridiculización en público apareció como síntoma de una rivalidad desbordada.

Ese empresariado élite fragmentado fue el que encontró Bukele al asumir la presidencia en junio de 2019.

Bukele no solo dice carecer de ideología, sino que se jacta de ello.

También se jactaba, en los primeros ocho meses de su gobierno y mientras exigía a la Asamblea Legislativa que le autorizara cientos de millones de dólares en nueva deuda para financiar su plan de seguridad, de que este es secreto.

Y luego, ya con la pandemia encima, declaró secretas las compras para la emergencia, pero también los datos sobre pruebas para detectar covid-19, las compras de insumos hospitalarios, la información sobre «el más grande hospital de Latinoamérica» que nunca terminó, los datos sobre incidencia de enfermedades comunes, los detalles sobre las gestiones de las vacunas contra el coronavirus, los costos y el plan de vacunación, y hasta ha declarado secreto el Plan Nacional de Salud y la Política Nacional para la Primera Infancia.

El presidente de lo secreto es el mismo que, en 2013, como alcalde de Nuevo Cuscatlán, avergonzó a su partido al emplazarlo en público cuando el FMLN intentaba modificar la Ley de Acceso a la Información Pública para quitar dientes a la institución garante: «¿Estamos en favor o en contra de la transparencia?», preguntó en Twitter y en Facebook.

Su habilidad para desdecirse quizás quedó registrada mejor que nunca en 2018, cuando aún no se inscribía como candidato presidencial, y andaba buscando a la desesperada el vehículo partidario necesario para competir. Su movimiento Nuevas Ideas no estaría listo a tiempo, y el debate público llegó a mencionar la posibilidad de que fuera candidato del partido Gana, ese al que el hoy vicepresidente Félix Ulloa había caracterizado como «el que representa lo más podrido de la política salvadoreña». Bukele salió al paso de los rumores para tranquilizar a sus simpatizantes y dijo que, «por principios», nunca se inscribiría en Gana.

Cinco días después se inscribió en Gana y obtuvo la nominación presidencial. En realidad tal vez podría concluirse que este presidente que desconcierta a los millonarios y que aún no cumple los 40 años sí tiene una ideología bien definida: es un auténtico marxista. marxista no de la corriente de Karl Marx, sino de la de Groucho, a quien se le atribuye -aunque equivocadamente- la autoría de aquella famosa sentencia: «Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros». Bukele a menudo parece tener principios alternativos.

Ese es el político que no deja dormir tranquilo al presidente de la ANEP, y que también preocupa a Patrick Murray y a Claudia Cristiani, hija del expresidente Alfredo Cristiani, quien negoció la paz con la guerrilla y firmó en 1992 los Acuerdos de Chapultepec que pusieron fin a la guerra civil de 12 años que provocó la muerte de unas 75,000 personas. Por eso El Salvador celebra, cada 16 de enero y desde 1993, el aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz.

O, mejor dicho, celebraba.

A medida que se acercaba la fecha de un nuevo aniversario, este 2021, el presidente comenzó a hacer alusiones a la efeméride, pero para desacreditarla. El Salvador se encaminaba a celebrar 29 años de la firma de la paz, pero simultáneamente también estaba en curso una campaña para elegir una nueva Asamblea Legislativa en la que, ahora sí, el partido del presidente, Nuevas Ideas, iba a competir.

El presidente, acostumbrado a hacer proselitismo a partir de cualquier cosa, usó la firma de la paz y la guerra civil para tratar de potenciar más las posibilidades de Nuevas Ideas en la elección del 28 de febrero de 2021. A pesar de que él mismo había destacado en más de una ocasión en público el valor de la firma de la paz, esta vez, y en plena campaña proselitista, comenzó a proclamar que tanto la guerra como los Acuerdos de Paz habían sido una farsa, un montaje de «los mismos de siempre», una obra artificial construida por Arena y FMLN.

Todo desembocó en que al final, el presidente anunciara que el gobierno no iba a conmemorar nada el 16 de enero, porque hacerlo significaría hacer el juego a los partidos Arena y FMLN. Esos contra los que su nuevo partido, Nuevas Ideas, competiría el 28 de febrero.

El anuncio levantó una ola de indignación en la academia, entre la intelectualidad, entre las organizaciones defensoras de derechos humanos y entre el sector empresarial.

Para cuando Bukele hizo el desdén oficial a los Acuerdos de Paz, ya había hecho un desdén escandaloso a las víctimas de la guerra civil: a pesar de prometerles abrir los archivos de la Fuerza Armada para facilitar las investigaciones sobre las responsabilidades en masacres como la de El Mozote, cuando el juez de la causa acudió a las guarniciones militares con orden judicial formal para revisar los archivos, se le negó el acceso una y otra vez.

Una razón más para sospechar de un gobernante con claros tintes autoritarios y capaz de cualquier cosa en su afán de enterrar todo lo que represente un obstáculo en su ambición de acumular más poder.

Bukele siempre expresó su interés en que, a partir de mayo de 2021, El Salvador tuviera una Asamblea Legislativa en la que su nuevo partido tuviera control para facilitarle gobernar. Para gobernar sin el estorbo de «los mismos de siempre».

Llegado el día de conmemoración, apareció publicada la «carta» a la que alude Javier Simán: un pronunciamiento titulado «En defensa de la democracia», y que firmaron 184 personas. Esa «carta» es un llamado de atención y a la vez denuncia contra las actuaciones del presidente, y fue suscrita por académicos, intelectuales, líderes religiosos y empresarios, que señalan que el presidente Bukele ha puesto bajo riesgo la democracia salvadoreña y le exhortan a corregir el rumbo y a respetar la Constitución y las leyes.

El pronunciamiento subraya que, a diferencia del gobierno de Bukele, los anteriores aceptaron la separación de poderes y reconocieron la legitimidad de sus adversarios políticos.

«Ahora hay un enorme riesgo de retroceso democrático debido a las actitudes, expresiones y decisiones manifiestamente autoritarias por parte del Órgano Ejecutivo, encabezado por el presidente Bukele», expresaron los firmantes.

El pronunciamiento también advierte de cómo la prensa investigó y denunció numerosos casos de corrupción en el Órgano Ejecutivo amparados bajo la emergencia por la pandemia. «Esa corrupción se sustenta en la falta de transparencia del gobierno y pone presión adicional sobre las precarias finanzas públicas. El presidente ha respondido atacando a la prensa». Al final, la carta exhorta a la comunidad a exigir al presidente que respete la democracia y la libertad de expresión.

«De los Simán todos firmamos», dice el presidente de la ANEP, con una sonrisa de satisfacción. Y ese es el documento que, según Javier Simán, ayuda a responder la pregunta de quiénes han optado por estar cerca del poder para obtener beneficios particulares. «Leé esa carta y mirá quiénes no firmaron»…

Esa carta la rubricaron algunos de quienes en mayo de 2020 se habían tomado la foto con el presidente, como Murray Meza o Ricardo Poma, o miembros de las familias que estuvieron en aquella reunión, como Francisco de Sola. También la suscribieron cuatro miembros de la familia Simán, el expresidente Cristiani y la hija de este, Claudia Cristiani…

El pronunciamiento no lo suscribieron personas de las familias Regalado, ni Dueñas, ni Kriete…

«¡Ni Calleja! », interrumpe Javier Simán, como preocupado de que por un descuido no se mencione el nombre de quien, hace tres años, fue su contendiente en la lucha por la candidatura presidencial del partido Arena.

En efecto, ni Francisco Calleja ni su hijo Carlos, dueños de la cadena de supermercados Super Selectos estamparon su firma en el documento.

¿Ese silencio qué significa?

Para Javier Simán y otros, es un síntoma de una decisión de no incomodar al presidente. O, peor aun, de acompañarlo. Y esa es una opción que puede suponer enormes riesgos para El Salvador.

«En Nicaragua, los empresarios pactaron con Daniel Ortega y mirá dónde están hoy», dice Simán.

Patrick Murray coincide en que callar es peligroso: «Nadie ha calculado el daño real que le puede hacer al país el acompañamiento a Nayib Bukele. Los empresarios aún no han calculado el valor de su pronunciamiento para que el rumbo que lleva el país no se salga de control».

Ambos se inclinan a creer, con pocos matices, que algunos multimillonarios están a un paso de tomar el camino que siguieron los empresarios más acaudalados de Nicaragua con Ortega: en un afán de proteger sus intereses, dejar que el gobernante de turno haga lo que quiera. Una especie de armisticio perverso: si no te metés con mis millones, nosotros no nos metemos con tu forma de gobernar.

Murray lo viene diciendo desde cuando su padre y los otros se tomaron las fotografías con Bukele. En septiembre pasado, escribió uno de varios mensajes en Twitter con los que ha criticado a quienes guardan silencio. «Aquel silencio incómodo de los empresarios que callan ante la realidad… el país está peor que nunca y deberían pronunciarse, como les corresponde, denunciando el pésimo manejo que este lleva».

Tres de las personas consultadas para este reportaje y relacionadas muy de cerca con estas familias creen que el blanco y negro que Simán mira en la élite económica en realidad tiene algunos grises.

«Esto tiene que ver con la sensibilidad de sus inversiones ante decisiones del gobierno», explica una de las fuentes.

Se refiere a que, como algunos de los acompañantes del presidente en aquel diálogo televisado han expandido sus inversiones no solo a otros países de Centroamérica, sino incluso a Estados Unidos o Suramérica, están en una posición de más libertad de arriesgarse a un choque frontal con un gobernante muy de armas tomar, dispuesto incluso a propagar mentiras para atacar a sus críticos. Por el contrario, quienes tienen sus operaciones radicadas prácticamente solo en territorio salvadoreño, se vuelven más vulnerables ante posibles represalias.

Dos miembros de las familias de las listas de la revista Forbes coinciden en mencionar, en entrevistas por separado, el mismo hecho como un pretendido indicio de que algunos están durmiendo con el enemigo: «Ahí ves al presidente volando en el helicóptero de Kriete».

Se refieren a una aeronave de matrícula salvadoreña YS-1777-P que Bukele usó al menos dos veces en 2020: en julio, durante un viaje a San Vicente, y en diciembre, cuando visitó el caserío El Mozote, en Morazán. Aunque el presidente de la República tiene un helicóptero a su servicio, perteneciente a la Fuerza Aérea de El Salvador, en aquellas dos ocasiones optó por viajar en una aeronave privada, que algunos ven como razón para justificar las sospechas.

Plaza Pública intentó verificar la propiedad de la aeronave, un Eurocopter 130 B4, de siete plazas, pero fue imposible. El registro de las aeronaves con matrícula salvadoreña mantiene alejada de la vista pública la propiedad de los vehículos. Una carta dejada en el domicilio del empresario, al sur de San Salvador, a finales de marzo, no había recibido respuesta hasta el jueves 22 de abril. La persona que recibió la carta dijo que Kriete no se encontraba en el lugar en ese momento, pero que se la entregaría cuando volviera.

El pronunciamiento del 16 de enero fue redactado por un equipo multidisciplinario un tanto receloso sobre su labor. En él destacan nombres como el del exmagistrado constitucionalista Rodolfo González, el de la economista Carmen Aída Lazo y el del padre Andreu Oliva, rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Estas personas redactaron el documento y se encargaron de hacerlo circular para firmas.

«A mí una de esas personas me lo hizo llegar», dice Claudia Cristiani.

Ninguna de las fuentes consultadas fue categórica al responder si el equipo solicitó la firma del documento a los millonarios que no lo suscribieron. Sin embargo, Andreu Oliva y Rodolfo González dan a entender que el propósito era obtener la mayor cantidad de respaldo posible. «La idea era que no se excluiría a nadie», asegura el exmagistrado González. Pero ni él ni las demás personas del equipo redactor se atreven a asegurar que el documento se hizo llegar para firma a Kriete, a alguien de la familia Regalado, a alguien de la familia Dueñas o a Francisco o Carlos Calleja.

Plaza Pública buscó respuestas en la familia Calleja, de Roberto Kriete y de la familia Dueñas. En este último caso, Alejandro Dueñas respondió, por medio de una colaboradora, Fabiola Gutiérrez, que agradecía que se tomara en cuenta su opinión, pero que no podría conceder una entrevista o responder preguntas enviadas vía electrónica. «Porque tiene ocupada su agenda durante los próximos meses», escribió Gutiérrez por correo electrónico, el 24 de marzo pasado.

Seis días después, el martes 30 de marzo, un hombre esbelto de cabello ligeramente gris caminaba enmascarillado por los pasillos de una de las tiendas de la cadena Super Selectos, en Antiguo Cuscatlán, al suroccidente de San Salvador. Le seguían el paso dos hombres, con quienes de vez en vez intercambiaba palabras. El hombre larguirucho saludaba a un cliente por aquí, a una clienta por allá. Finalmente llegó al área de venta de mariscos.

«¡Hola, ¿cómo está?! », me preguntó, mientras prolongaba el codo de su brazo derecho para hacer más expresivo el saludo.

«Muy bien, don Carlos, muchas gracias. Lo vi aparecer y pensé que tenía que saludarlo. Me llamo Ricardo Vaquerano y soy periodista», le dije.

«¿Y cómo me lo están atendiendo?»

«Muy bien hasta ahora. Como le digo, soy periodista y estoy preparando un reportaje y quisiera hacerle un par de preguntas.»

«No, mire, Ricardo, yo he decidido no dar declaraciones. Yo estoy retirado a mi vida empresarial y…»

«Entiendo. No le quitaré mucho tiempo, solo son un par de cosas sobre las que quiero preguntarle y…»

«No, disculpe, como le digo, desde que salí de… yo no estoy dando declaraciones a los medios.»

«Lo lamento. Tendré que consignar que se rehusó a dar entrevista.»

«No, yo preferiría que no me mencione. Le deseo mucha suerte con su reportaje, espero que lo atiendan bien y que Dios lo bendiga.»

Se marchó. Algunas preguntas obligatorias a Carlos Calleja eran por qué no aparecía su nombre en el pronunciamiento del 16 de enero. También si tienen razón quienes lo consideran sospechoso de haber decidido llevar la fiesta en paz con Bukele. Y también era obligatorio preguntar por el monto de los ingresos de Super Selectos durante los tres meses del cierre de la economía, dado que la cadena de tiendas fue uno de los escasos negocios a los que se permitió mantenerse abiertos entre marzo y junio de 2020. El gobierno ordenó el cierre incluso de los mercados municipales en todo el país.

En el caso de Kriete, presidente de Avianca Holdings y con participación accionaria en Volaris, en Aeroman y en la banca salvadoreña, está tratando de salvar la aerolínea radicada en Colombia, que se declaró en bancarrota para intentar reestructurar sus deudas. Avianca heredó en buena parte el mercado centroamericano y particularmente los viajes desde y hacia Estados Unidos que dominaba Taca hasta la fusión de ambas compañías.

Los Regalado tienen sus intereses centrados en la agroindustria, y muy concentrados en la producción de azúcar de caña. Los Dueñas tienen mayor diversificación y con la empresa Urbánica están expandiéndose en sus proyectos inmobiliarios. El más reciente, y que ha generado las protestas de grupos ambientalistas, es el desarrollo de Ciudad Valle El Ángel, que contempla levantar una miniciudad de 6,500 viviendas al menos e incluye hospitales, escuelas, terminal de autobuses, hoteles y restaurantes. Ciudad Valle El Ángel es controversial porque se levanta sobre una zona de recarga acuífera vital para el Área Metropolitana de San Salvador, que ya sufre problemas graves de desabastecimiento de agua por cañería. Este proyecto se destrabó en noviembre de 2020, según reveló la revista Gato Encerrado, después de dos años de gestiones para obtener luz verde. El presidente Bukele anunció que su gobierno va a agilizar los permisos necesarios para generar inversión.

Javier Simán admite que esto podría explicar, en parte, esos silencios. «Hay que reconocer que algunos sectores podrían estar actuando con prudencia por temor a represalias», dice. Pero cree que el costo del silencio es mayor que el de pronunciarse. «En realidad tienen claro que tarde o temprano les afectará. Lo que quizás no saben es si deben salir a decir algo o no».

En todo caso, para Simán las sospechas sobre relaciones parecidas a alianzas de algunos millonarios con Bukele están justificadas. Su interpretación sobre el significado de que algunos no firmaran el pronunciamiento del 16 de enero es compartida plenamente por Andreu Oliva, el rector de la jesuita Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, que fue uno de los redactores del documento y que también lo firmó. Comienza con un paralelismo entre El Salvador y Nicaragua:

«El gran error de las fortunas nicaragüenses fue pactar con Ortega su continuidad en la presidencia a cambio de que les dejara seguir haciendo negocios.»

«¿Y usted cree que quienes no firmaron el pronunciamiento son sospechosos de estar trabajando de acuerdo con Nayib Bukele?»

«Sabemos de empresarios que están trabajando muy de cerca con el gobierno y que, de alguna manera, ya han pactado con el gobierno

«¿Me puede decir quiénes son esos empresarios que, según usted, ya pactaron con el gobierno de Nayib Bukele?»

«No puedo decirlo… no tengo evidencias, solo son sospechas…»

«¿Algo así como “no tengo pruebas, pero tampoco dudas”?»

«Sí, algo así. Creo que hay muchos empresarios que no firmaron esa carta y que no están trabajando con el gobierno de Nayib Bukele. Eso quizás podría decirse del empresariado más fuerte y más grande y que no firmaron porque probablemente ya tienen acuerdos con el gobierno de Nayib Bukele…»

«En una reunión del 18 de mayo de 2020, el presidente Bukele recibió a empresarios de familias como Regalado, Dueñas, Calleja y a Roberto Kriete, apellidos que no aparecen como firmantes del pronunciamiento del 16 de enero. ¿Estas personas son las sospechosas de estar trabajando con Nayib Bukele?»

«No lo sé… Yo, Ricardo, te pediría que, si queremos una entrevista amigable, no me obligues a…»

«No pretendo que nos enemistemos por esta entrevista…»

«Es que a veces ustedes los periodistas quieren mover el límite y…»

«Solo sigo el hilo de la conversación.»

«Tú saca tus conclusiones…»

Los recursos del presidente

Nayib Bukele tal vez no pueda probar que es el presidente más cool del mundo. Lo que sí puede mostrar es el título de gobernante con un gigantesco apoyo popular. En las vísperas de la elección de la nueva Asamblea Legislativa del 28 de febrero, sus niveles de apoyo ciudadano estaban por encima del 80 %, y el resultado de la elección fue, en esencia, una ratificación de respaldo a su gestión.

Su partido, Nuevas Ideas, ni siquiera tuvo necesidad de hacer una propuesta de trabajo legislativo, pues, confiado en el poder convocante del presidente, se dedicó a pedir al electorado que votara «por la N de Nayib». Y candidatos y candidatas a la legislatura no tuvieron inhibición alguna para decir que su única propuesta de trabajo para la Asamblea Legislativa que asume este 1 de mayo y que será reemplazada dentro de tres años, era ejecutar el Plan Cuscatlán, que es el plan de trabajo que Bukele ofreció para su quinquenio presidencial.

A partir del 1 de mayo, Bukele tendrá la posibilidad de acaparar casi todo el poder público. Con más de dos tercios de los escaños legislativos dispuestos a rendirle pleitesía, podrá tener una Fiscalía General a su gusto, elegir a un tercio de las magistraturas de la Corte Suprema de Justicia a su medida e impulsar reformas a la Constitución de la República que, por ejemplo, prohíbe la reelección consecutiva.

Bukele ha dicho que no tiene pretensiones de reelegirse. Como lo dijeron en su momento muchos que terminaron maniobrando para reelegirse. Bukele ha dicho que la comisión para proponer reformas constitucionales que él formó no tiene como misión allanar el camino para que él se perpetúe en la presidencia. Bukele ha dicho que quiere la Asamblea Legislativa al servicio del Ejecutivo para poder trabajar, finalmente, sin el estorbo de «los mismos de siempre» en beneficio del pueblo salvadoreño.

El partido del presidente arrasó el 28 de febrero a pesar de que Bukele había dado ya sobradas muestras de comportarse igual que «los mismos de siempre», pero con agravantes. Como los señalados por el pronunciamiento del 16 de enero respecto de su ataque a la independencia de poderes y a la deslegitimación de la oposición.

Bukele niega ser un dictador, como le señalan desde la oposición. «Si fuera un dictador ya habría fusilado a los magistrados de la Sala de lo Constitucional», se defendió una vez.

A pesar de la abundante evidencia de que durante la pandemia por COVID19 El Salvador fue azotado por una epidemia de corrupción en el gobierno, la gente decidió votar por el partido de un presidente que ha sabido utilizar el recurso de las emociones y ha sacrificado el de la razón.

Sus discursos vertidos muchas veces en Twitter sobre el sistema corrupto que dice querer cambiar, a menudo ha estado salpicado de mentiras o maquillajes de hechos o datos. Cuando El Salvador estaba preparándose para afrontar la embestida de la pandemia, hilvanó una serie de falsedades respecto de cómo el mundo la estaba pasando de mal. Por ejemplo, una vez aseguró que Estados Unidos había movilizado a sus fuerzas armadas para enfrentar la emergencia. «Esta es la tercera guerra mundial», anunció alarmista en otra ocasión, en referencia a la pandemia. También inventó que en un vuelo de Avianca procedente de México venían varios pasajeros portadores del nuevo coronavirus y había que cancelar el vuelo. Y en aquellos días de marzo de 2020 cuando apenas se sabía de la existencia de pruebas para detectar COVID19, Avianca le siguió el juego.

A pesar de todo eso, y de haber amagado con derrocar a la Asamblea Legislativa y de haber perpetrado decenas de detenciones arbitrarias por violaciones a la cuarentena, la ciudadanía le dio un respaldo inédito.

Quizás apelar a las emociones le haya sido útil. Y, sin duda, la gente le ha agradecido algunas cosas que han tenido un profundo significado en su vida cotidiana. La caída de los homicidios a menos de la mitad desde el inicio de este gobierno es algo que se le reconoce y que se refleja en encuestas. Las encuestas también evidencian el impacto de la ayuda monetaria directa de 300 dólares que se repartió en 2020. Y han mostrado el acierto (al menos en términos de imagen) de repartir una y otra vez canastas de víveres a centenares de miles de hogares, incluso en zonas de habitación caracterizadas por alto poder adquisitivo.

El reparto de alimentos, que comenzó en las primeras semanas de la cuarentena con la entrega de modestas bolsas valoradas en unos 10 dólares pero que el gobierno aseguraba valían 50 dólares, fue un mecanismo que llegó para quedarse. El gobierno dice seguir comprando alimentos en el extranjero para seguir repartiendo víveres.

Algunos medios han registrado la reacción agradecida de la gente, incluso cuando se le hace ver el medio centenar de investigaciones periodísticas que pusieron al descubierto cómo aprovecharon la emergencia para abusar de los recursos públicos o para entregar contratos millonarios a empresas de personajes del gobierno o vinculadas a familias de miembros del gabinete de gobierno.

«Todos roban, pero por primera vez un presidente nos está dando algo» es una respuesta que se repite cuando la prensa recoge la opinión de la gente.

Antes de los dos años de gobierno, el presidente ha logrado que la gente vea a la democracia como un bien no solo suntuario, sino superfluo. Y no es que la gente esté esperanzada en que la administración Bukele le deparará días mejores: está desesperada y rabiosa. Y las cifras de detenciones en Estados Unidos muestran que en los últimos meses la migración indocumentada desde Centroamérica, incluido El Salvador, se ha incrementado. La gente sigue sin ver razones para quedarse, pero sí para apoyar a su presidente.

Ese arrastre de opinión pública favorable hace a Nayib Bukele más temible. Javier Simán, el presidente de la ANEP, señala la amenaza para la democracia, pero también advierte que un régimen autoritario golpeará en la economía y eso supondrá la pérdida progresiva de empleos. «Ese 70 % de salvadoreñas y salvadoreños que tiene que salir cada día a buscar el sustento, será el último en enterarse de lo grave de la situación», dice.

EEUU o la vana esperanza

Patrick Murray lo viene anotando desde que se topó con el rostro de su papá en la cadena de televisión del 21 de marzo de 2020. «Validar a un autoritario trae consecuencias irreparables. Muestras hay de sobra en Nicaragua y Venezuela», tuiteó el 18 de mayo, tras la cadena del presidente. Cuatro meses después repitió su llamado de atención sobre el silencio: «Luego será muy tarde y el silencio incómodo de los empresarios les hará cómplices», escribió en Twitter el 18 de septiembre.

Este 23 de abril de 2021 los medios de comunicación advirtieron que una maniobra del presidente para destituir a una comisionada del Instituto de Acceso a la Información Pública supone, en la práctica, la muerte de la institución. Este 23 de abril, Murray volvió a tuitear sobre el silencio: «Y el empresariado… sigue callado».

Ha criticado a su papá y también a quienes guardan un silencio que a él se le antoja cómplice.

«¿Y por qué creés que guardan silencio: no les importa o no ven el peligro?»

«Han estado calculando que pueden influir indirectamente vía Estados Unidos, por medio de personas como las exembajadoras Mari Carmen Aponte o Jean Manes, o de senadores como McGovern», dice.

Dice no tener dudas de que el país se encamina al desastre.

«Hay cierta ingenuidad en no creer que la cosa se puede poner peor, pero la realidad nos muestra lo contrario: lo vemos con que el reparto de la ayuda de 300 dólares que se desvirtuó al entregarla varias veces a la misma persona porque los registros muestran que hay varios números de documento único de identidad que repetidas veces recibieron el bono; también nos lo muestra la irrupción militar en la Asamblea Legislativa y lo vemos cuando el Hospital El Salvador no está terminado.»

El Hospital El Salvador quizás sea otra de las claves para la popularidad de Bukele. El gobierno anunció el 26 de marzo de 2020 que construiría «el más grande hospital de Latinoamérica» para atender personas con COVID19 y dijo que estaría listo en tres meses. Los tres meses se cumplieron el 10 de junio de 2020 y nada. Un hospital secreto. El gobierno nunca puso a disposición de la ciudadanía información básica sobre la construcción del hospital, y solo aseguraba que tendría mil camas de unidades de cuidados intensivos. Cuando la prensa solicitaba autorización para ingresar a observar la construcción del hospital que, en dos de sus tres partes solo consistía en adaptar la infraestructura del Centro Internacional de Ferias y Convenciones y equiparla, Bukele decía que todo periodista que deseara ir a reportear al lugar de la construcción podía hacerlo. Pero nunca se permitió el ingreso de la prensa.

Pasaron los meses, el 10 de junio no había hospital.

La pandemia se intensificó y alcanzó las tasas más altas de muertes en julio, cuando la gente desesperada no encontraba dónde pudieran recibirle a su familiar enfermo. Muchas personas murieron sin haber tenido la oportunidad de recibir atención médica. Unos días después de cumplirse el plazo para entrega, Bukele lo que inauguró fue una «primera fase» en la que infló los datos sobre camas UCI. Pasó el pico de la pandemia y el hospital nunca estuvo listo. Cuando la prensa preguntaba al ministro de Obras Públicas, Romero Herrera, cuándo terminaría el hospital, se limitaba a decir que no tenían fecha. Terminó el año 2020, el gobierno ignoró el aniversario de la firma de la paz, vinieron las elecciones legislativas y el hospital prometido no existía.

Finalmente, el 12 de abril de 2021, el presidente hizo un anuncio: esa caja blanca de tres pisos que se suponía sería la fase tres del Hospital El Salvador, ya no lo será. En su lugar, se convirtió en «megacentro de vacunación» contra COVID19.

Y en materia de vacunación, Nayib Bukele tiene algo de lo cual jactarse. Cuando a finales de marzo llegó un lote de un millón de dosis de la Coronavac, que es la producida en China por Sinovac, El Salvador subió a la cima de Centroamérica en cantidad de vacunas adquiridas, al superar a Costa Rica y Panamá.

Y, salvo el caos del primer día de servicio del megacentro de vacunación, los testimonios de la gente vacunada coinciden en que aparte de que la atención es buena, el servicio es ágil. Y Bukele, el publicista, sabe aprovechar estos éxitos. Aunque todo lo relacionado con las compras de las vacunas y con el plan de vacunación sea secreto, y aunque una negra sombra de sospecha de corrupción se cierna sobre el nuevo hospital.

Los millonarios saben que una cosa es popularidad, y otra cosa es hacer un buen gobierno. Pero en general se mueven con enorme discreción. Y eso, ante los ojos de Javier Simán y Patrick Murray, es pecado, dadas las circunstancias. «Los empresarios deberían pronunciarse en público y pedir reunión con el presidente para hablar sobre el rumbo del país», dice.

Apelar a Estados Unidos puede ser una vana esperanza. Y Nayib Bukele ya dio a entender que puede tensar la relación con Washington, D.C., si lo juzga necesario.

Mientras Donald Trump fue el inquilino de la Casa Blanca, Bukele estaba feliz. El gobierno de Trump había mostrado una actitud de dejar hacer, dejar pasar ante su «socio confiable» de Centroamérica, y ni siquiera cuando el presidente tomó militarmente la Asamblea Legislativa, Estados Unidos expresó alguna objeción pública clara.

Bukele y el embajador Ronald Johnson divulgaban fotografías de encuentros familiares en los que compartían cangrejos o recorrían en yate la costa salvadoreña.

Sin embargo, a medida que se aproximaba la elección en Estados Unidos y cuando Joe Biden cobraba fuerza, las voces críticas comenzaron a llegar desde el norte. Y ganó Biden, y vino el desencuentro.

De repente, la embajada destacaba la importancia que para Estados Unidos tiene la prensa, blanco de las frecuentes diatribas de Bukele. Personas cercanas a Biden advirtieron que a Washington le preocupan las conductas autoritarias y que aprecia la independencia de poderes y el respeto a la legalidad. De repente, Estados Unidos parecía hostilizar a su socio confiable salvadoreño.

El presidente Bukele, entonces, sacó la chequera y contrató millonarios servicios de cabildeo para intentar recomponer un vínculo que estaba deteriorándose. Y luego intentó una maniobra arriesgada: a inicios de febrero viajó en secreto a Estados Unidos para tratar de reunirse con oficiales o funcionarios importantes de la administración Biden. Nadie lo recibió. Pero Nayib Bukele, que ha probado tener predilección por la venganza, tendría oportunidad de desquitarse. La ocasión se produjo a inicios de abril, cuando rehusó recibir al enviado especial de Biden para Centroamérica, Ricardo Zúñiga.

La visita de Zúñiga dejó dos imágenes elocuentes: una, en la que el enviado especial anunció que Estados Unidos aportará dos millones de dólares para financiar la Comisión internacional contra la impunidad en El Salvador (Cicies), un organismo que supuestamente iba a gozar de las fortalezas e independencia que la Cicig, pero edulcorada por la limitación de poder solo «asistir» a las instituciones que son parte del problema de impunidad. No obstante, un informe de la Cicies sirvió como insumo a la Fiscalía General para que esta iniciara una investigación por más de 150 millones de dólares en compras durante la emergencia sanitaria por sospechas de corrupción. La otra imagen relevante fue una que divulgó la misma embajada de Estados Unidos: Zúñiga se reunió con algunos de los empresarios que se tomaron la foto con Bukele el 18 de mayo de 2020. En la imagen aparecen Roberto Kriete y Roberto Murray Meza.

Murray Meza es uno de los millonarios que, según Javier Simán, se sintieron engañados por Bukele y poco a poco fueron alejándose del presidente hasta garantizar una distancia adecuada que disipe dudas sobre con quiénes se alinea.

En los días previos a la visita de Zúñiga, Bukele tuvo un enfrentamiento en redes sociales con la congresista de origen guatemalteco Norma Torres. La política estadounidense forma parte del Comité de Asignaciones y advirtió que ella nunca daría su voto para aprobar el envío de un solo dólar a un gobierno que no mostraba compromiso en la lucha contra la corrupción. El episodio duró una semana y Bukele terminó pidiendo por Twitter a la población votante en Estados Unidos que en la próxima elección se abstengan de votar por Norma Torres.

Esta declaración tuvo repercusiones: otro congresista que ha estado muy atento a lo que ocurre en El Salvador en los últimos años lanzó una advertencia a Bukele. Albio Sires, miembro de los comités para Asuntos Exteriores y para Presupuesto de la Cámara de Representantes, dijo que si el presidente salvadoreño continuaba con su interferencia en las elecciones de Estados Unidos, tendría que ser declarado como «una amenaza a la seguridad nacional».

Palabras mayores.

Y palabras mayores son las que tienen en El Salvador algunas de las personas que firmaron el pronunciamiento del 16 de enero, para referirse al gobierno de Bukele.

Cuando al rector de la UCA, Andreu Oliva, se le pregunta por qué si Bukele ya irrumpió con militares en la Asamblea, incurrió en desacato repetido ante la Sala de lo Constitucional, ha iniciado el desmontaje del Instituto de Acceso a la Información Pública y ataca sistemáticamente a la prensa independiente, el pronunciamiento «En defensa de la democracia» habla solo de «un riesgo de retroceso democrático», no de un retroceso democrático de hecho, su respuesta es aclaradora: «Es que es cierto, ya ha habido retroceso, pero no se ha institucionalizado, y hay grandes posibilidades de que sí se institucionalice a partir del 1 de mayo cuando tenga el control de la Asamblea Legislativa».

Oliva sí cree que Bukele es un dictador en ciernes, un presidente que desea gobernar sin que nadie le haga ruido.

Enumera como sustento «el hecho de querer disolver la Asamblea Legislativa el 9 de febrero de 2020; no ha negado su ambición por la reelección presidencial, un tema en el que ha sido muy ambiguo; ha buscado el apoyo de la Fuerza Armada a sus actuaciones abusivas y ha puesto en la dirección de la Policía Nacional Civil a alguien que proviene de los anteriores cuerpos de seguridad pública…»

Y si Oliva es pesimista, Claudia Cristiani lo supera con creces. Dice tener dudas del poder real que puedan tener los empresarios para intentar preservar la democracia salvadoreña. Entrevistada dos días después de las elecciones en las que el partido del presidente arrasó con los escaños de la próxima legislatura, estaba desolada. Sus primeras palabras fueron estas: «El proyecto democrático de El Salvador murió el domingo, con el resultado de las elecciones».

¿Cuál es el FMLN que ha caducado?Ricardo Ayala. 13 de marzo de 2024

“Para transformar la realidad en El Salvador necesitamos un Partido que siga fiel a la misión revolucionaria de cambiar este sistema. Su composición, su organización y funcionamiento deben ser coherentes con esa misión ¡Porque, hay que admitirlo, se rompió la coherencia entre la misión, la estructura y el funcionamiento del Partido!” Schafik Hándal

“Hay que preparar hombres [y mujeres] que no consagren a la revolución sólo sus tardes libres, sino toda la vida” V. I. Lenin (noviembre de 1900)

   El debate y la construcción colectiva del conocimiento son valiosísimos, de ellos se extraen poderosas lecciones. A la luz del reciente encuentro de formadores y formadoras de la Secretaría Nacional de Educación Política e Ideológica del FMLN, así como de integrantes de las secretarías de Organización, Comunicaciones y Organización Social y Popular, queremos compartir algunas de las reflexiones a las que en este espacio se arribaron en relación al partido, al rumbo, al programa, a la estrategia y la táctica que la izquierda revolucionaria necesita en El Salvador. 

   Compartimos estas reflexiones porque son varias las expresiones de analistas, políticos, académicos e intelectuales del variopinto escenario político nacional que exponen sus ideas alrededor de nuestro partido en los medios de comunicación, muchos de los cuales lo hacen a partir de los recientes resultados electorales, parámetro importantísimo a considerar, sin ser el exclusivo. Además, porque de cara a la sociedad salvadoreña, y especialmente a su pueblo, deben conocerse algunas conclusiones de quienes forman parte de las filas revolucionarias adentro del FMLN.

Hay numerosas intervenciones de estos analistas que concluyen que el FMLN ha caducado, que llegó a su fin y que es necesario el surgimiento de otra izquierda, por tanto, algunos creyendo que organizar un partido (y más aún, un partido revolucionario), es “soplar y hacer botellas”, andan tras la gente buscando firmas para inscribirlo ante el TSE y prepararse de cara a las próximas elecciones. 

   Una de las principales conclusiones a las que arribaron los participantes del referido encuentro es que el FMLN que ha caducado es el FMLN como maquinaria electoral, en el que se convirtió a partir del extravío de su rumbo estratégico, especialmente su dirección y durante los diez años de gobiernos bajo la bandera del partido. Se trata de la desviación electorera, que únicamente busca al pueblo para pedirle el voto y elegir candidatos a cargos públicos, pero sin llegar a emprender las trasformaciones prometidas durante la campaña, provocando descontento, frustración y desesperanza entre la gente por el engaño y la mentira. 

   Por eso las derrotas de 2019 en adelante, porque el pueblo condenó el abandono de la esencia revolucionaria del FMLN a cambio de una práctica electorera. Es decir, al FMLN no lo castigó el pueblo por ser revolucionario y socialista, por ser radical, por continuar con la obra y práctica de sus lideres históricos, como Schafik; sino por el contrario, lo castigó por no serlo en el ejercicio del gobierno. Ese es el pecado capital que está pagando a un precio muy elevado: con el rechazo del pueblo.

   Esta desviación sufrida por el FMLN tiene a su base la indefinición y descohesión ideológica del partido y su dirección, que se agudizó en la medida se usufructuaban los privilegios emanados por la democracia representativa y los cargos públicos, los cuales cada vez más hacían mella en su solidez ética. La indefinición ideológica está ligada estrechamente a la indefinición del para qué luchar por el poder, es decir, ¿para qué el FMLN quiere el poder y cómo lo ejercerá? 

   Lo cual debió definirlo el FMLN desde su incursión en la lucha política electoral a partir de 1992 y actualizarlo en cada momento. Hasta 2004, casi todas las escisiones sufridas tienen a la base la disputa por el rumbo estratégico y el programa del proceso revolucionario, porque a partir de estos se precisa para qué quiere el poder el FMLN, por qué lucha para estos fines. 

   Por tanto, ante la pregunta sobre qué debe hacer el partido de izquierda en el momento actual para recuperar el respaldo y la confianza de la gente, su prestigio y volver a la vanguardia de las luchas populares, acá el debate arroja un camino preciso. 

El FMLN, único partido de izquierda en El Salvador, quedó fuera de toda posición de poder. Guillermo Cartagena. Gato encerrado. Marzo de 2024

Los resultados de las elecciones del 4 de febrero y el 3 de marzo dejaron al FMLN fuera de la Asamblea Legislativa y sin ninguna alcaldía para gobernar para el periodo 2024-2027. Los dirigentes del partido interpretan los resultados como la oportunidad para un nuevo comienzo, pero la realidad es que, luego de 30 años con representación en el palacio legislativo y en las municipalidades, ahora el histórico partido de izquierda perdió el poco poder que le quedaba. Las migajas de poder con las que se quedó, en el Parlacen y concejos municipales plurales, son irrelevantes. Estos son los datos.

l excandidato presidencial del FMLN, Manuel “Chino” Flores, cerró la noche del pasado 4 de febrero en la sede de su partido con un suspiro de alivio: “Siento una alegría en mi corazón porque no desaparecimos; dijeron que nos iban a desaparecer, pero aquí estamos, vivos, porque así lo quisieron miles de votantes que creyeron en nosotros”. Con un tono triunfalista, pregonó que esa fecha pasaría a la historia como “el día de la resurrección” y el “resurgimiento” del FMLN. Sin embargo, los fríos datos electorales cuentan una historia diferente de aquella noche, una en la que su partido cosechó la menor cantidad de votos desde que participa en las elecciones presidenciales. En lugar de “resurgir”, los números sugieren que el partido se hundió más de lo que ya estaba. Aunque los votos le alcanzan para seguir vivo, la realidad es que está a punto de ahogarse.

La caída en picada del FMLN comenzó hace cinco años. En el ocaso de su segundo periodo presidencial, el partido perdió un millón de los votos que había obtenido (1.3 millones) cuando ganó la elección presidencial de 2014. Para las elecciones de 2019, cuando Nayib Bukele les arrebató la Presidencia de la República, el FMLN solo alcanzó el 14.40 % del total de los votos. La situación se agravó aún más en las pasadas elecciones del 4 de febrero, cuando apenas logró un 6.40 % de los votos.

En toda su historia, desde que el FMLN se transformó de guerrilla en partido político, este ha sido su peor año. Ni siquiera en 1994, cuando participó por primera vez en unas elecciones presidenciales, el partido de izquierda tuvo resultados tan bajos. En ese año logró 330,892 votos, mientras que en este se quedó con 204,167.

Pero eso no es todo. Quince días después del 4 de febrero, el partido confirmó que por primera vez, desde que participa en elecciones legislativas, se quedó fuera de la Asamblea, sin ningún diputado. Este desenlace se fue dando de manera progresiva desde 2018, cuando el partido tuvo su primer revés relacionado al número de escaños en la Asamblea: de los 31 diputados que ganaron en 2015, se quedaron con 23 en 2018. Tres años después, los resultados fueron aún peores y solo obtuvieron cuatro diputaciones. El FMLN seguía hundiéndose. 

Aunque es cierto que los 195,920 votos que obtuvo no le alcanzaron para colocar al menos un diputado, es necesario explicar que los cambios en las reglas electorales que impuso el oficialismo afectaron al único partido de izquierda. Parte de esas reglas modificadas fue el cambio de fórmula electoral que se utiliza para repartir los escaños y el voto del exterior que fue agregado al departamento de San Salvador. Ambos cambios lograron que el FMLN quedara sin posibilidades de ganar una diputación.

Por si fuera poco, un mes después, el partido también se quedó sin ninguna alcaldía en todo el país. A manera de consuelo del cual aferrarse, el secretario general del FMLN, Óscar Ortiz, dijo al día siguiente de las elecciones que tendrán representación en los 14 departamentos gracias a los candidatos que lograron un puesto en los concejos plurales.

En estos comicios también hubo cambios a favor del oficialismo que afectaron al Frente, como la reducción inconsulta y exprés de 262 municipios a 44. Sin esta modificación, y tomando en cuenta los datos del Tribunal Supremo Electoral aún con 1,860 actas sin procesar, el FMLN habría ganado 19 alcaldías en estas elecciones de 2024, que igualmente representaría una pérdida de 11 comunas con respecto a las 30 que ganó en 2021.

Esta práctica de redibujar las circunscripciones electorales para diluir el voto de los adversarios políticos se le conoce como “Gerrymandering” y es habitual en Estados Unidos. Es una medida que favorece a los partidos mayoritarios, porque se potencia la cantidad de votos que reciben. De manera que si los partidos opositores ganan en un distrito, esa cantidad de votos no será suficiente para superar al partido mayoritario en el resto de la circunscripción.

FMLN consiguió migajas de poder en el Parlacen, pero es irrelevante

En la única elección que el partido se quedó con algo fue en la de diputados para el Parlamento Centroamericano (Parlacen), aunque en realidad esta institución es irrelevante para incidir políticamente. Según proyecciones, con el 77.98 % de las actas procesadas hasta el momento de esta nota, el partido lograría dos escaños —uno más que en el periodo actual— y serían ocupados por la exdiputada de la Asamblea Legislativa, Rina Araujo, y la exdiputada del Parlacen, Mirtala López.

Ese pequeño “triunfo” también fue destacado por Óscar Ortiz, aunque no lo suficiente como para evitar decir que es necesaria la “renovación completa del partido” y que “la izquierda se debe repensar para conectar con el pueblo salvadoreño”. Aunque hablar de renovación no es algo nuevo para el Frente. En los últimos tres años, Ortiz  dijo en diversas ocasiones que estaban en proceso de renovación y que querían apostarle a liderazgos jóvenes dentro del partido. Ahora, el discurso se vuelve a repetir, con la diferencia de que el partido está en una peor posición.

Visto así, desde los números fríos y tomando en cuenta que el oficialismo hizo trampa para expulsarlo de la Asamblea y quitarle las alcaldías, el FMLN ha tocado fondo. En vez de resurgir, se hundió más.  

Manifiesto de la Internacional Comunista Revolucionaria. CMI. 11 de marzo de 2024

El siguiente manifiesto es de la mayor importancia para el movimiento comunista mundial. Hacemos un llamamiento a todos nuestros lectores para que lo estudien a fondo y le den la mayor difusión posible. Fue aprobado por unanimidad por el Secretariado Internacional de la CMI y constituirá el documento fundacional de una nueva Internacional Comunista Revolucionaria, que se lanzará en junio de este año.

La Internacional Comunista Revolucionaria se esforzará por convertirse en la bandera bajo la cual esta generación de trabajadores y jóvenes revolucionarios que está despertando puede reunirse para derrocar al capitalismo. Podrás participar personalmente en su fundación, ya que toda la conferencia se transmitirá en línea para que puedas verla en casa, o con otros camaradas en una de las muchas reuniones para la transmisión organizadas en países de todo el mundo.

Sigue este enlace para registrar tu participación en la conferencia fundacional de la Internacional Comunista Revolucionaria.

Manifiesto de la Internacional Comunista Revolucionaria

En 1938, el gran revolucionario ruso León Trotski afirmó que «la situación política mundial del momento, se caracteriza, ante todo, por la crisis histórica de la dirección del proletariado.» Estas palabras son tan ciertas y pertinentes hoy como el día en que fueron escritas.

En la tercera década del siglo XXI, el sistema capitalista se encuentra en una crisis existencial. Tales situaciones no son en absoluto inusuales en la historia. Son la expresión del hecho de que un determinado sistema sociohistórico ha alcanzado sus límites y ya no es capaz de desempeñar ningún papel progresista.

La teoría marxista del materialismo histórico nos proporciona una explicación científica de este fenómeno. Todo sistema socioeconómico surge por determinadas razones. Se desarrolla, florece, luego alcanza su apogeo, momento en el que entra en una fase de declive. Este fue el caso de la sociedad esclavista y de la decadencia y caída del Imperio Romano.

En su momento, el capitalismo consiguió desarrollar la industria, la agricultura, la ciencia y la técnica hasta un nivel inimaginable en el pasado. Al hacerlo, inconscientemente sentaba las bases materiales de una futura sociedad sin clases.

Pero ahora esto ha alcanzado sus límites, y todo se está convirtiendo en su contrario. El sistema capitalista agotó hace tiempo su potencial histórico. Incapaz de llevar más lejos a la sociedad, ha llegado al punto sin retorno.

La crisis actual no es una crisis cíclica normal del capitalismo. Es una crisis existencial, expresada no sólo en el estancamiento de las fuerzas productivas, sino también en una crisis general de la cultura, la moral, la política y la religión.

El abismo que separa a ricos y pobres -entre la riqueza obscena en manos de unos pocos parásitos y la pobreza, la indigencia y la desesperación de la gran mayoría de la humanidad- nunca ha sido tan grande.

Estos son síntomas repugnantes de la enfermedad de una sociedad que está madura, e incluso podrida, para ser derrocada. Su caída final es inevitable y no se puede evitar. Pero eso no significa que la burguesía carezca de medios para retrasar las crisis o reducir su impacto, al menos en cierta medida y durante un periodo temporal.

Sin embargo, tales medidas no hacen sino crear nuevas e insolubles contradicciones. La crisis financiera de 2008 fue un importante punto de inflexión. Lo cierto es que el capitalismo mundial nunca se ha recuperado de esa crisis.

Durante décadas, los economistas burgueses argumentaron que la «mano invisible del mercado» lo resolvería todo y que el gobierno no debía desempeñar ningún papel en la vida económica de la nación. Pero los mercados colpasaron y sólo se salvaron gracias a la intervención masiva de los gobiernos. Durante aquella crisis, los gobiernos y los bancos centrales se vieron obligados a inyectar enormes sumas de dinero en el sistema para evitar una catástrofe total.

La burguesía sólo consiguió salvar el sistema llevándolo mucho más allá de sus límites naturales. Los gobiernos gastaron enormes cantidades de dinero que no poseían. Este método imprudente se repitió en la pandemia del COVID-19.

Estas medidas desesperadas condujeron inevitablemente a una explosión incontrolada de la inflación y a la creación de una enorme deuda pública, empresarial y privada, que ha obligado a los gobiernos a pisar el freno a fondo. Ahora hay que revertir todo el proceso.

La era de las tasas de interés excepcionalmente bajas y del crédito fácil es ya sólo un vago recuerdo del pasado. No hay ninguna posibilidad de que volvamos pronto al periodo anterior, si es que alguna vez se logra.

La economía mundial se enfrenta a la perspectiva de una tormenta perfecta en la que un factor se alimenta de otro para producir una fuerte espiral descendente.

El mundo se dirige hacia un futuro incierto caracterizado por un ciclo interminable de guerras, colapso económico y miseria creciente. Incluso en las naciones más ricas, los salarios se ven socavados por el incremento imparable de los precios, mientras que los profundos recortes del gasto público erosionan constantemente servicios sociales como la sanidad y la educación.

Estas medidas representan un ataque directo al nivel de vida de los trabajadores y de la clase media. Pero sólo sirven para profundizar la crisis. Todos los intentos de la burguesía por restablecer el equilibrio económico sólo sirven para destruir el equilibrio social y político. La burguesía se encuentra atrapada en una crisis para la que no tiene solución. Esta es la clave para comprender la situación actual.

Sin embargo, Lenin explicó hace tiempo que no existe tal cosa como una crisis final del capitalismo. A menos que sea derrocado, el sistema capitalista siempre se recuperará incluso de la crisis más profunda, aunque a un coste terrible para la humanidad.

Los límites de la globalización

Las principales causas de las crisis capitalistas son, por un lado, la propiedad privada de los medios de producción y, por otro, la asfixiante camisa de fuerza del mercado nacional, que es demasiado estrecha para contener las fuerzas productivas que ha creado el capitalismo.

Durante un tiempo, el fenómeno conocido como «globalización» permitió a la burguesía superar parcialmente la limitación del mercado nacional mediante el impulso del comercio mundial y la intensificación de la división internacional del trabajo.

Esto se aceleró aún más con la incorporación de China, India y Rusia al mercado mundial capitalista, tras el colapso de la Unión Soviética. Este fue el principal medio por el que el sistema capitalista sobrevivió y creció en las últimas décadas.

Al igual que los antiguos alquimistas creían haber descubierto el método secreto para transmutar el metal común en oro, los economistas burgueses creían haber descubierto la cura secreta para todos los problemas del capitalismo.

Ahora estas ilusiones han estallado como burbujas en el aire. Está bastante claro que este proceso ha alcanzado sus límites y está dando marcha atrás. El nacionalismo económico y las medidas proteccionistas son ahora las tendencias dominantes, precisamente las mismas que convirtieron la recesión de los años treinta en la Gran Depresión.

Esto marca un cambio decisivo en toda la situación y ha llevado inevitablemente a una enorme exacerbación de las contradicciones entre las naciones y a la proliferación de los conflictos militares y del proteccionismo.

Se expresa muy claramente en la ruidosa campaña que lleva a cabo el imperialismo estadounidense bajo la bandera de «¡América primero!» «América primero» significa que el resto del mundo debe ser empujado a la segunda, tercera o cuarta posición, lo que conduce a más contradicciones, guerras y guerras comerciales.

Horror sin fin

La crisis se traduce en inestabilidad en todos los ámbitos: económico, financiero, social, político, diplomático y militar. En los países pobres, millones de personas se enfrentan a una muerte lenta por desnutrición, estrujadas por las garras implacables de los prestamistas imperialistas.

La ONU estimó en junio de 2023 que el número de personas desplazadas a la fuerza por la guerra, la hambruna y el impacto del cambio climático ascendía a 110 millones, lo que suponía un fuerte aumento respecto a los niveles anteriores a la pandemia. Esto era antes de la guerra de Gaza.

En un intento desesperado por escapar de estos horrores, un gran número de personas se ven obligadas a huir a países como Estados Unidos y Europa. Quienes emprenden los difíciles y peligrosos viajes para cruzar el Mediterráneo o el Río Grande soportan una violencia y unos abusos innombrables en el camino. Decenas de miles mueren cada año en el intento.

Estas son las terribles consecuencias del colapso económico y social provocado por los estragos de la llamada economía de libre mercado y las violentas acciones del imperialismo, que causan devastación, muerte y destrucción a una escala inimaginable.

Tras la caída de la Unión Soviética, Estados Unidos se convirtió durante un tiempo en la única superpotencia del mundo. El poder colosal vino acompañado de una arrogancia colosal. El imperialismo estadounidense impuso su voluntad en todas partes, utilizando una combinación de poder económico y fuerza militar para someter a cualquier nación que se negara a arrodillarse ante Washington.

Tras hacerse con el control de los Balcanes y otras antiguas esferas de influencia soviéticas, lanzó una invasión despiadada y no provocada de Irak que causó la muerte de más de un millón de personas. La invasión de Afganistán fue otro episodio sangriento. Nadie sabe cuántas vidas se perdieron en esa desdichada tierra.

Pero los límites del poder estadounidense quedaron al descubierto en Siria, donde los estadounidenses sufrieron una derrota como consecuencia de la intervención de Rusia e Irán. Esto marcó un brusco cambio en la situación. Desde entonces, el imperialismo estadounidense ha sufrido un humillante revés tras otro.

Este hecho es en sí mismo una prueba contundente de la crisis del capitalismo a escala mundial. En el siglo XIX, el imperialismo británico obtenía enormes riquezas de su papel de potencia mundial dominante. Pero ahora las cosas se han convertido en su contrario.

La crisis del capitalismo y las crecientes tensiones entre las naciones están haciendo del mundo un lugar mucho más turbulento y peligroso. Ser el principal policía del mundo es un trabajo cada vez más complejo y costoso, con problemas que surgen por doquier y antiguos aliados que, presintiendo debilidad, se unen para desafiar al jefe.

El imperialismo estadounidense es la fuerza más poderosa y reaccionaria del planeta. Su gasto militar es igual a la suma de los diez países que le siguen. Y, sin embargo, es incapaz de imponer decisivamente su voluntad en ninguna región del mundo.

La fría crueldad del imperialismo estadounidense, y también su repulsiva hipocresía, quedaron claramente expuestas por los horribles acontecimientos de Gaza. Participó activamente en la atroz masacre perpetrada contra hombres, mujeres y niños indefensos por el monstruoso régimen israelí.

Esta criminal guerra de agresión no podría haber durado ni un solo día sin el apoyo activo de la camarilla gobernante estadounidense. Sin embargo, mientras se lamentaba hipócritamente de la suerte de estas víctimas, Washington seguía enviando armas y dinero para ayudar a Netanyahu en su trabajo de carnicero.

Pero lo más sorprendente ha sido la total incapacidad de Washington para obligar a los israelíes a hacer lo que conviene a los intereses estadounidenses. Por mucho que tiraban de los hilos, la marioneta seguía bailando a su son. Este fue un indicio muy instructivo del declive del poder estadounidense, y no sólo en Oriente Medio.

La capacidad de una nación para dominar a otras no es absoluta, sino relativa. La situación no es estática, sino dinámica y cambia constantemente. La historia demuestra que naciones antes atrasadas y oprimidas pueden transformarse en Estados agresivos que se vuelven contra sus vecinos e intentan dominarlos y explotarlos.

En la actualidad, Turquía es una de las potencias dominantes en Oriente Medio. Es una potencia imperialista regional. En cambio, Rusia y China, tras haber entrado en la vía capitalista, se han revelado como formidables potencias imperialistas de alcance mundial. Esto las enfrenta directamente con el imperialismo estadounidense.

China y Rusia aún no han adquirido el mismo nivel de poder económico y militar que Estados Unidos, pero han surgido como poderosos rivales, desafiando a Washington en una lucha global por mercados, esferas de influencia, materias primas e inversiones rentables. Las guerras de Ucrania y Gaza han proporcionado pruebas gráficas de los límites del poder del imperialismo estadounidense.

En el pasado, las tensiones existentes ya habrían desembocado en una gran guerra entre las Grandes Potencias. Pero las condiciones cambiantes han eliminado esta posibilidad del orden del día, al menos por el momento.

Los capitalistas no hacen la guerra por patriotismo, democracia ni cualquier otro principio altisonante. Hacen la guerra por el beneficio, para captar mercados extranjeros, fuentes de materias primas (como el petróleo) y ampliar esferas de influencia.

¿No está eso absolutamente claro? ¿Y no está también muy claro que una guerra nuclear no significaría ninguna de estas cosas, sino sólo la destrucción mutua de ambas partes? Incluso han acuñado una frase para describir este escenario: DMA (destrucción mutua asegurada [MAD en sus siglas en inglés, que también significa “locura”]).

Otro factor decisivo que pesa en contra de una guerra abierta entre las principales potencias imperialistas es la oposición masiva a la guerra, en particular (pero no exclusivamente) en Estados Unidos. Una encuesta reciente indica que sólo el 5% de la población estadounidense estaría a favor de una intervención militar directa en Ucrania.

No es de extrañar, dadas las humillantes derrotas sufridas en Irak y Afganistán, un hecho que está grabado a fuego en la conciencia del pueblo de Estados Unidos. Esto, sumado al temor de que una confrontación militar directa con Rusia pueda escalar, creando el riesgo de una guerra nuclear, actúa como un serio freno.

Aunque en las condiciones actuales una guerra mundial está descartada, habrá muchas guerras «pequeñas» y guerras por poderes como la de Ucrania. El impacto global de estas guerras será significativo. Esto se sumará a la volatilidad general y avivará las llamas del desorden mundial. Esto quedó muy claro con los acontecimientos de Gaza.

El futuro que ofrece este sistema sólo puede ser de miseria sin fin, sufrimiento, enfermedades, guerras para la humanidad. En palabras de Lenin: el capitalismo es horror sin fin.

Crisis de la democracia burguesa

Las condiciones económicas del próximo periodo se parecerán mucho más a las de los años treinta que a las que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, se plantea la siguiente pregunta: ¿permanecerá intacta la democracia burguesa en un futuro previsible?

La democracia es, de hecho, el monopolio de unas pocas naciones ricas y privilegiadas, donde la guerra de clases puede mantenerse dentro de límites aceptables haciendo concesiones a la clase trabajadora.

Esta fue la premisa material sobre la que pudo mantenerse durante décadas la llamada democracia en países como Estados Unidos y Gran Bretaña. Republicanos y Demócratas, tories y laboristas, se alternaban en el poder, sin que ello supusiera ninguna diferencia fundamental.

En realidad, la democracia burguesa no es más que una máscara sonriente, una fachada tras la que se esconde la realidad de la dictadura de los bancos y las grandes corporaciones. En la medida en que la clase dominante es incapaz de seguir otorgando concesiones a las masas, se aparta la máscara sonriente, para revelar la fea realidad del gobierno por la violencia y la coerción. Esto es cada vez más evidente.

Se suponía que el libre mercado era garante de la democracia. Pero democracia y capitalismo son contrarios. Los estrategas del Capital expresan ahora abiertamente sus dudas sobre la viabilidad de la democracia burguesa y sobre el futuro mismo del capitalismo.

El viejo y reconfortante mito de que todos los ciudadanos tienen las mismas oportunidades se ha hecho añicos por el marcado contraste de la riqueza y el lujo obscenos de los que se hace alarde sin pudor ante una masa de pobreza, desempleo, falta de vivienda y desesperación, incluso en las naciones ricas.

El creciente declive económico afecta ahora no sólo a la clase trabajadora, sino también a una capa significativa de la clase media. Los choques económicos, la crisis del coste de la vida, la inflación galopante y los tipos de interés en constante aumento llevan a la quiebra a los pequeños negocios. Hay inseguridad general y miedo al futuro en todos los niveles de la sociedad, con la excepción de los superricos y sus allegados.

Se suponía que la legitimidad del sistema se basaba en una prosperidad ampliamente compartida. Pero el capital se concentra cada vez más en manos de unos pocos multimillonarios, bancos gigantes y corporaciones.

En lugar de democracia, tenemos el gobierno de una plutocracia apenas disimulada. La riqueza compra el poder. Todo el mundo lo sabe. La democracia significa un ciudadano, un voto. Pero el capitalismo significa un dólar, un voto. Unos cuantos miles de millones de dólares compran un billete de entrada a la Casa Blanca.

Este hecho es cada vez más evidente para la mayoría de la gente. Crece la indiferencia hacia el orden político existente y la desconfianza -incluso el odio- hacia la élite dirigente y sus instituciones.

El propio gobierno parlamentario se ve socavado. Los órganos electos se convierten en meras tertulias, mientras que el poder real pasa del Parlamento al Gabinete, del Gabinete a camarillas de funcionarios y «asesores» no electos.

La mentira descarada de que la policía y el poder judicial son de alguna manera independientes está quedando al descubierto a la vista de todos. A medida que se intensifique la lucha de clases, estas instituciones se verán cada vez más desenmascaradas y perderán el respeto y la autoridad que alguna vez pudieron haber poseído.

Al final, la burguesía sacará la conclusión de que hay demasiado desorden, demasiadas huelgas y manifestaciones, demasiado caos. «¡Exigimos orden!» Vemos cómo ya se imponen limitaciones a los derechos democráticos, como el derecho de manifestación, el derecho de huelga, la libertad de expresión y de prensa.

En un momento dado, la burguesía se verá tentada a recurrir a la dictadura abierta de una forma u otra. Pero esto sólo podría convertirse en una perspectiva realista después de que la clase obrera hubiera sufrido una serie de graves derrotas, como fue el caso de Alemania tras la Primera Guerra Mundial.

Pero mucho antes de eso, la clase obrera tendrá muchas oportunidades de poner a prueba su fuerza contra la del Estado burgués y pasar a tomar el poder en sus propias manos.

¿Existe riesgo de fascismo?

Los impresionistas superficiales de la llamada izquierda internacional ven estúpidamente al trumpismo como fascismo. Tal confusión no puede ayudarnos a comprender el verdadero significado de fenómenos importantes.

Este disparate les lleva directamente al pantano de las políticas colaboracionistas de clase. Al proponer la falsa idea del «mal menor», invitan a la clase obrera y a sus organizaciones a unirse con un ala reaccionaria de la burguesía contra otra.

Fue esta falsa política la que les permitió empujar a los votantes a apoyar a Joe Biden y a los Demócratas, un voto del que posteriormente muchos se arrepintieron amargamente.

Al insistir constantemente en el supuesto peligro del «fascismo», desarmarán a la clase obrera cuando se enfrente a auténticas formaciones fascistas en el futuro. En cuanto al presente, no entienden nada.

Hay muchos demagogos de derechas por ahí, y algunos incluso llegan a ser elegidos. Sin embargo, eso no es lo mismo que un régimen fascista, que se basa en la movilización de masas de la pequeña burguesía enfurecida como ariete para destruir las organizaciones obreras.

En los años 30, las contradicciones de la sociedad se resolvieron en un espacio de tiempo relativamente corto, y sólo podían acabar o bien con la victoria de la revolución proletaria, o bien con la reacción en forma de fascismo o bonapartismo.

Pero la clase dominante se quemó los dedos cuando apoyó a los fascistas en el pasado. No va a seguir por ese camino fácilmente.

Y lo que es más importante, hoy en día, una solución tan rápida queda descartada por el cambio en el equilibrio de fuerzas. Las reservas sociales de la reacción son mucho más débiles que en los años 30, y el peso específico de la clase obrera es mucho mayor.

El campesinado ha desaparecido en gran medida en los países capitalistas avanzados, mientras que amplias capas que antes se consideraban de clase media (profesionales, trabajadores de cuello blanco, maestros, profesores universitarios, funcionarios, médicos y enfermeras) se han acercado al proletariado y se han sindicado.

Los estudiantes, que en los años veinte y treinta [del siglo pasado] proporcionaron las tropas de choque al fascismo, han girado bruscamente a la izquierda y están abiertos a las ideas revolucionarias. La clase obrera, en la mayoría de los países, no ha sufrido derrotas graves desde hace décadas. Sus fuerzas están prácticamente intactas.

La burguesía se encuentra ante la crisis más grave de su historia, pero debido al enorme fortalecimiento de la clase obrera, es incapaz de avanzar rápidamente en la dirección de la reacción abierta.

Eso significa que la clase dominante se enfrentará a serias dificultades cuando intente destruir las conquistas del pasado. La profundidad de la crisis significa que tendrán que intentar cortar y recortar hasta el hueso. Pero eso provocará explosiones en un país tras otro.

El desastre medioambiental

Además de las constantes guerras y crisis económicas, la humanidad está amenazada por el expolio del planeta. En su constante búsqueda de beneficios, el sistema capitalista ha envenenado el aire que respiramos, los alimentos que comemos y el agua que bebemos.

Está destruyendo la selva amazónica y los casquetes polares. Los océanos están sofocados de plástico y contaminados con residuos químicos. Las especies animales se extinguen a un ritmo alarmante. Y el futuro de naciones enteras está en peligro.

Los sectores más pobres de la sociedad y la clase trabajadora son los más afectados por el impacto de la contaminación y el cambio climático. Para colmo, la clase dominante les pide que paguen la factura de la crisis que ha creado el capitalismo.

Marx explicó que la elección ante la humanidad era socialismo o barbarie. Los elementos de la barbarie ya existen incluso en los países capitalistas más avanzados, y amenazan la existencia misma de la civilización. Pero ahora tenemos derecho a decir que el capitalismo supone una amenaza para la existencia misma del género humano.

Todas estas cosas remueven la conciencia de millones de personas, especialmente de los jóvenes. Pero la indignación moral y las manifestaciones airadas son totalmente insuficientes. Si el movimiento ecologista se limita a una política de gestos vacíos, se condenará a la impotencia.

Los ecologistas son capaces de señalar los síntomas más evidentes del problema. Pero no dan un diagnóstico correcto, y sin eso, es imposible ofrecer una cura. El movimiento ecologista sólo podrá tener éxito en sus objetivos si adopta una posición revolucionaria anticapitalista clara e inequívoca.

Debemos esforzarnos por llegar a los mejores elementos y convencerles de que el problema es el propio capitalismo. La catástrofe medioambiental es el resultado de la locura de la economía de mercado y del afán de lucro.

La llamada economía de libre mercado es impotente para resolver cualquiera de los problemas a los que se enfrenta la humanidad. Es colosalmente despilfarradora, destructiva e inhumana. No se puede avanzar sobre esta base. Los argumentos a favor de una economía planificada son incontestables.

Es necesario expropiar a los banqueros y capitalistas y sustituir la anarquía del mercado por un sistema armonioso y racional de planificación.

El sistema capitalista muestra ahora todas las horribles características de una criatura que ha perdido toda razón de existir. Pero eso no significa que reconozca que se enfrenta a la extinción. Todo lo contrario.

Este sistema degenerado y enfermo se parece a un anciano enfermo y senil que se aferra tenazmente a la vida. Seguirá tambaleándose hasta que sea derrocado por el movimiento revolucionario consciente de la clase obrera.

Es tarea de la clase obrera poner fin a este largo proceso de agonía del capitalismo mediante su derrocamiento revolucionario y la reconstrucción de la sociedad de arriba abajo.

La existencia del capitalismo representa ahora una amenaza clara y presente para el futuro del planeta Tierra. Para que la humanidad pueda vivir, el sistema capitalista debe morir.

El factor subjetivo

A partir de la crisis general del capitalismo, es posible concluir que su colapso final es inevitable e ineludible. En el mismo sentido, la victoria del socialismo es una fatalidad histórica.

Eso es cierto en un sentido general. Pero a partir de proposiciones generales es imposible tener una explicación concreta de los hechos reales.

Si todo es completamente inevitable, no hay necesidad de un partido revolucionario, ni de sindicatos, ni de huelgas, ni de manifestaciones, ni del estudio de la teoría, ni de nada. Pero toda la historia demuestra precisamente lo contrario. El factor subjetivo, la dirección, desempeña un papel absolutamente fundamental en los momentos decisivos de la historia.

Karl Marx señaló que la clase obrera sin organización no es más que materia prima para la explotación. Sin organización no somos nada. Con ella, lo somos todo.

Pero aquí llegamos al nudo del problema. El verdadero problema es la ausencia total de dirección, la podredumbre total de los dirigentes de los trabajadores.

Las organizaciones de masas históricamente desarrolladas de la clase obrera se han visto sometidas a la presión de la clase dominante y de la pequeña burguesía a lo largo de décadas de relativa prosperidad. Esto ha reforzado el control de la burocracia obrera sobre estas organizaciones.

La crisis del capitalismo significa necesariamente la crisis del reformismo. Los dirigentes derechistas han abandonado las ideas sobre las que se fundó el movimiento y se han divorciado de la clase a la que supuestamente representan.

Más que en ningún otro período de la historia, la dirección de las organizaciones obreras se ha visto sometida a la presión de la burguesía. Para utilizar una expresión acuñada por el pionero socialista estadounidense Daniel DeLeon y citada a menudo por Lenin, no son más que los «lugartenientes obreros del capital». Representan el pasado, no el presente ni el futuro. Serán barridos en el tormentoso período que ahora se abre.

Pero el problema no empieza ni termina con los reformistas de derechas.

La bancarrota de la “izquierda”

Un papel especialmente pernicioso lo ha desempeñado la llamada izquierda, que en todas partes ha capitulado ante las presiones de la derecha y el establishment. Lo hemos visto con Tsipras y los demás dirigentes de Syriza en Grecia. El mismo proceso puede verse con Podemos en España, en Estados Unidos con Bernie Sanders y en Gran Bretaña con Jeremy Corbyn.

En todos estos casos, los dirigentes de izquierda despertaron inicialmente las esperanzas de mucha gente, pero estas esperanzas se desvanecieron cuando capitularon ante las presiones de la derecha.

Sería fácil acusar a estos dirigentes de cobardía y debilidad. Pero aquí no se trata de moralidad individual o valor personal, sino de extrema debilidad política.

El problema esencial de los reformistas de izquierda es que creen que es posible alcanzar las reivindicaciones de las masas sin romper con el propio sistema capitalista. En este sentido, no difieren de los reformistas de derechas, salvo en que estos últimos ni siquiera se molestan en ocultar su completa capitulación ante los banqueros y capitalistas.

En general, hoy los «izquierdistas» ya ni siquiera hablan de socialismo. No son ni la sombra de los viejos dirigentes de la izquierda de los años treinta. En su lugar, se limitan a débiles ruegos de mejores niveles de vida, más derechos democráticos, etcétera.

Ya ni siquiera se refieren al capitalismo, sino al «neoliberalismo», es decir, al capitalismo «malo», por oposición al capitalismo «bueno», aunque nunca dicen exactamente qué se supone que es este capitalismo bueno imaginario.

Como se niegan a romper con el sistema, los reformistas de izquierda ven inevitablemente la necesidad de encontrar acomodo con la clase dominante. Intentan demostrar que no son una amenaza y que se puede confiar en que gobernarán en interés de los capitalistas.

Esto explica su obstinada negativa a romper con la derecha -los agentes abiertos de la clase dominante dentro del movimiento obrero-, que intentan justificar alegando la necesidad de mantener la unidad.

Al final, esto siempre les lleva a capitular ante la derecha. Pero cuando ésta se hace con el control, no muestran la misma timidez, sino que se lanzan inmediatamente a una feroz caza de brujas contra la izquierda.

Así pues, la cobardía no es aquí una cuestión del carácter personal de tal o cual individuo. Es una parte inseparable del ADN político del reformismo de izquierdas.

La lucha contra la opresión

La crisis del capitalismo ha encontrado su expresión en muchas corrientes profundamente arraigadas de oposición a la sociedad existente, sus valores, su moral y sus intolerables injusticias y opresión.

La contradicción central de la sociedad sigue siendo el antagonismo entre el trabajo asalariado y el capital. Sin embargo, la opresión adopta muchas formas diferentes, algunas de ellas considerablemente más antiguas y arraigadas que la esclavitud asalariada.

Entre las formas más universales y dolorosas de opresión está la de las mujeres en un mundo dominado por los hombres. La crisis aumenta la dependencia económica de las mujeres. Los recortes en el gasto social del Estado están cargando desproporcionadamente a las mujeres con el peso del cuidado de los niños y de los ancianos.

Hay una epidemia de violencia contra las mujeres en todo el mundo. Y derechos como el acceso al aborto están siendo atacados. Esto está provocando una enorme reacción, y está creciendo un estado de ánimo combativo, especialmente entre las mujeres jóvenes.

La rebelión de las mujeres contra esta monstruosa opresión tiene una importancia fundamental en la lucha contra el capitalismo. Sin la plena participación de las mujeres no puede haber una revolución socialista exitosa.

La lucha contra todas las formas de opresión y discriminación es una parte necesaria de la lucha contra el capitalismo.

Nuestra posición es muy simple: en todas las luchas, siempre nos pondremos del lado de los oprimidos contra los opresores. Pero esta afirmación general es insuficiente por sí sola para definir nuestra posición. Debemos añadir que nuestra actitud es esencialmente negativa.

Es decir: nos oponemos a la opresión y la discriminación de cualquier tipo, ya sea dirigida contra las mujeres, las personas de color, los homosexuales, los transgénero o cualquier otro grupo o minoría oprimida.

Sin embargo, rechazamos totalmente la política de identidad, que, bajo el pretexto de defender los derechos de un grupo concreto, desempeña un papel reaccionario y divisorio que, en última instancia, debilita la unidad de la clase obrera y proporciona una ayuda inestimable a la clase dominante.

El movimiento obrero se ha infectado con todo tipo de ideas ajenas: posmodernismo, política de identidad, «corrección política» y todas las demás tonterías estrambóticas que la pequeña burguesía de «izquierda» ha introducido de contrabando desde las universidades, que actúan como correa de transmisión de ideología ajena y reaccionaria.

Subproducto del llamado posmodernismo, la política de identidad ha servido para confundir los cerebros de los estudiantes. Estas ideas ajenas se han introducido en el movimiento obrero, donde actúan como un arma muy eficaz en manos de la burocracia para su lucha contra los luchadores de clase más combativos.

Lenin insistió en la necesidad de que los comunistas lucharan en todos los frentes, no sólo en el económico y político, sino también en el ideológico. Nos mantenemos firmes sobre la sólida base de la teoría marxista y la filosofía del materialismo dialéctico.

Esto está en total contradicción con el idealismo filosófico en todas sus formas: ya sea el misticismo abierto y no disimulado de la religión, o el misticismo cínico, disfrazado y no menos venenoso del posmodernismo.

La lucha contra esta ideología de clase ajena y sus defensores pequeñoburgueses constituye, por tanto, una tarea muy importante. No hay que hacer concesiones a las ideas divisionistas y contrarrevolucionarias, que hacen el juego a la patronal y a su vieja táctica: divide y vencerás.

De hecho, ya ha comenzado una saludable reacción contra estas ideas perniciosas entre una capa de jóvenes que se acercan al comunismo.

Los comunistas nos mantenemos firmes en el terreno de la política de clase y defendemos la unidad de la clase obrera por encima de todas las divisiones de raza, color, sexo, lengua o religión. No nos importa si eres blanco o negro, hombre o mujer. Tampoco nos interesa lo más mínimo tu estilo de vida o quién es o no tu pareja. Son cuestiones puramente personales que no conciernen a nadie: ni burócratas, ni curas ni políticos.

El único requisito para unirte a nosotros es que estés preparado y dispuesto a luchar por la única causa que puede ofrecer auténtica libertad, igualdad y relaciones genuinamente humanas entre hombres y mujeres: la sagrada causa de la lucha por la emancipación de la clase obrera.

Pero la condición previa para unirte a los comunistas es que dejes todas las tonterías reaccionarias de la política de identidad antes de entrar por la puerta.

Los sindicatos

El período actual es el más tormentoso y convulso de la historia. El escenario está preparado para un renacimiento general de la lucha de clases. Pero no será fácil. La clase obrera comienza a despertar tras un período más o menos de letargio. Tendrá que volver a aprender muchas lecciones, incluso lecciones tan elementales como la necesidad de organizarse en sindicatos.

Pero la dirección de las organizaciones de masas, empezando por los sindicatos, se encuentra en todas partes en un estado lamentable. Se ha revelado completamente inadecuada para responder a las necesidades más acuciantes de la clase obrera. Ni siquiera han sido capaces de construir y fortalecer los propios sindicatos.

Como resultado, capas enteras de la nueva generación de jóvenes trabajadores que desempeñan trabajos precarios como repartidores, trabajadores de centros de llamadas y similares, se encuentran como poco más que materia prima para la explotación.

Trabajan en condiciones deplorables en condiciones de explotación laboral moderna como en los almacenes de Amazon, sometidos a una explotación brutal, largas jornadas laborales y malos salarios. Los días en que los trabajadores podían conseguir aumentos salariales importantes simplemente amenazando con una huelga han quedado atrás. La patronal dirá que ni siquiera puede permitirse mantener el nivel salarial actual, y mucho menos hacer concesiones.

Los que aún sueñan con la paz social y el consenso viven en el pasado, en una fase del capitalismo que ya no existe. ¡Son los dirigentes sindicales, no los marxistas, los que son utópicos! Se abre un panorama de grandes batallas pero también de derrotas del proletariado como consecuencia de una mala dirección. Lo que hace falta es una combatividad a ultranza y una reactivación de la lucha de clases.

El proceso de radicalización continuará y se profundizará. Esto abrirá grandes posibilidades para el trabajo de los comunistas en los sindicatos y centros de trabajo.

El camino a seguir exige una lucha seria contra el reformismo, una lucha para regenerar las organizaciones de masas de la clase obrera, empezando por los sindicatos. Deben transformarse en organizaciones de lucha de la clase obrera.

Pero esto sólo puede lograrse mediante una lucha implacable contra la burocracia reformista. Hay que purgar los sindicatos de arriba abajo y eliminar por completo la políticas de colaboración de clases.

La combatividad no basta

La lucha contra el reformismo no significa que nos opongamos a las reformas. No criticamos a los dirigentes sindicales porque luchen por las reformas, sino al contrario, porque no luchan en absoluto.

Buscan el acomodo con la patronal, evitan la acción combativa y, cuando se ven obligados a ella por la presión de las bases, hacen todo lo posible por limitar la huelga y llegar a un compromiso podrido para acabar cuanto antes con el movimiento.

Los comunistas lucharán incluso por las reformas más pequeñas que representen una mejora del nivel de vida y de los derechos de los trabajadores. Pero en las condiciones actuales, la lucha por reformas significativas sólo puede tener éxito en la medida en que adquiera el alcance más amplio y revolucionario.

Las limitaciones de la democracia burguesa formal quedarán al descubierto en la medida en que se ponga a prueba en la práctica. Lucharemos por defender cualquier reivindicación democrática significativa, a fin de propiciar las condiciones más favorables para el desarrollo más pleno de la lucha de clases.

La clase obrera en su conjunto sólo puede aprender a través de su propia experiencia. Sin la lucha cotidiana por avanzar bajo el capitalismo, la revolución socialista sería impensable.

Pero, en última instancia, el sindicalismo combativo no es suficiente. En condiciones de crisis capitalista, ni siquiera las conquistas de la clase obrera pueden ser duraderas.

Lo que la patronal concede con la mano derecha lo recuperará con la izquierda. Los aumentos salariales quedan anulados por la inflación o el aumento de los impuestos. Se cierran fábricas y aumenta el paro.

La única forma de garantizar que no se anulen las reformas es luchar por un cambio radical de la sociedad. En un momento dado, las luchas defensivas pueden transformarse en ofensivas. Es precisamente a través de la experiencia de pequeñas luchas por reivindicaciones parciales como se prepara el terreno para la batalla final por el poder.

La necesidad del partido

La clase obrera es la única clase genuinamente revolucionaria de la sociedad. Sólo ella no tiene ninguna razón para desear la continuación de un sistema basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la explotación de la fuerza de trabajo humana para satisfacer la codicia rapaz de unos pocos parásitos ricos.

Es deber de los comunistas hacer consciente el esfuerzo inconsciente o semiconsciente de la clase obrera por cambiar la sociedad. Sólo la clase obrera tiene el poder necesario para derrocar la dictadura de los banqueros y capitalistas.

No olvidemos nunca que no brilla ni una bombilla, ni gira una rueda, ni suena un teléfono sin el amable permiso de la clase obrera.

Es un poder colosal. Y, sin embargo, es un poder sólo en potencia. Para que ese poder potencial se convierta en realidad, hace falta algo más. Ese algo es la organización.

Existe una analogía precisa con las fuerzas de la naturaleza. El vapor es una de ellas. Fue el motor de la revolución industrial. Es la fuerza que mueve los motores, proporciona luz, calefacción y energía para dar vida y movimiento a las grandes ciudades.

Pero el vapor sólo se convierte en energía cuando se concentra en un mecanismo llamado caja de pistones. Sin ese mecanismo, se disipa inútilmente en la atmósfera. Sigue siendo un mero potencial, y nada más.

Incluso al nivel más elemental, todo trabajador con conciencia de clase comprende la necesidad de la organización sindical. Pero la máxima expresión de la organización proletaria es el partido revolucionario que une a la capa más consciente, dedicada y combativa de la clase en la lucha por derrocar al capitalismo. La creación de un partido así es la tarea más urgente a la que nos enfrentamos.

Conciencia

La creciente inestabilidad económica y social amenaza con socavar los cimientos del orden existente. ¿Cómo explicar los violentos vaivenes electorales en todas partes, a derecha e izquierda y de nuevo a derecha?

Los miopes reformistas de izquierda culpan a los trabajadores de su supuesto atraso. Así intentan excusarse y encubrir su propio papel pernicioso. Pero lo que esto refleja es la desesperación y la falta total de una alternativa seria. Las masas intentan desesperadamente encontrar una salida. Y están probando una opción tras otra. Un gobierno, un partido y un dirigente tras otro son puestos a prueba, se les considera deficientes y se les descarta.

En este proceso, los reformistas desempeñan un papel muy lamentable, y los reformistas de izquierda uno aún más lamentable, si cabe. A raíz de esto, asistimos a un cambio de conciencia. No es el tipo de cambio lento y gradual que cabría esperar.

Lleva tiempo madurar, naturalmente, pero los cambios de cantidad acaban alcanzando un punto crítico en el que la cantidad se convierte de repente en calidad. Los cambios bruscos de conciencia son inherentes a toda la situación.

Este es precisamente el tipo de cambio que estamos viendo ahora, sobre todo entre los jóvenes. En una encuesta se pidió a más de 1.000 adultos británicos que clasificaran las palabras y frases que más asocian con el «capitalismo».

Los principales resultados fueron «codicia» (73%), «presión constante para conseguir logros» (70%) y «corrupción» (69%). El 42 por ciento de los encuestados estaba de acuerdo con la frase «el capitalismo está dominado por los ricos, ellos marcan la agenda política».

El cambio se expresa más claramente en la tendencia hacia las ideas comunistas entre los jóvenes. Estos jóvenes se autodenominan comunistas, aunque muchos nunca han leído el Manifiesto Comunista y no conocen el socialismo científico.

Pero las traiciones de la izquierda han hecho que la propia palabra «socialismo» apeste. Ya no tiene eco entre los mejores. Dicen: «Queremos comunismo. Sólo eso y nada menos que eso».

¿Qué es un comunista?

En la sección del Manifiesto Comunista titulada Proletarios y comunistas, leemos lo siguiente:

«¿Qué relación guardan los comunistas con los proletarios en general?

Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.

No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.

Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad. […]

«Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario.»

Estas líneas expresan muy bien la esencia del asunto.

¿Ha llegado el momento de crear una Internacional Comunista Revolucionaria?

La creciente reacción contra la llamada economía de libre mercado ha aterrorizado a los apologistas del capitalismo. Miran con pavor hacia un futuro incierto y turbulento.

Junto con este ambiente de pesimismo generalizado, los representantes más reflexivos de la burguesía empiezan a descubrir incómodos paralelismos con el mundo de 1917. En este contexto, se plantea la necesidad de un partido revolucionario con una bandera limpia y una política revolucionaria clara.

El carácter internacional de nuestro movimiento se deriva del hecho de que el capitalismo es un sistema mundial. Desde el principio, Marx se esforzó por crear una organización internacional de la clase obrera.

 Sin embargo, desde la degeneración estalinista de la Internacional Comunista, no ha existido tal organización. ¡Ahora es el momento de lanzar una Internacional Comunista Revolucionaria!

Algunos lo considerarán sectarismo. Pero no se trata de eso para nada. No tenemos absolutamente nada en común con los grupúsculos ultraizquierdistas y sectarios que se pavonean como ridículos pavos reales al margen del movimiento obrero.

Debemos dar la espalda a los sectarios y mirar hacia las nuevas capas frescas que avanzan hacia el comunismo. La necesidad de dar ese paso no es una expresión de impaciencia ni de voluntarismo subjetivo. Tiene sus raíces en una clara comprensión de la situación objetiva. Es esto, y no otra cosa, lo que hace que ese paso sea absolutamente necesario e inevitable.

Examinemos los hechos:

Las últimas encuestas realizadas en Gran Bretaña, Estados Unidos, Australia y otros países nos proporcionan una indicación muy clara de que la idea del comunismo se está extendiendo rápidamente. El potencial del comunismo es enorme. Nuestra tarea es hacer realidad este potencial dándole una expresión organizativa.

Organizando a la vanguardia en un auténtico Partido Comunista Revolucionario, fusionándola con una organización bolchevique disciplinada, educándola en las ideas marxistas y adiestrándola en los métodos de Lenin, construiremos una fuerza que puede desempeñar un papel clave en el desarrollo de la revolución socialista en el próximo período.

Esa es nuestra tarea. Debemos superar todos los obstáculos para conseguirlo.

El estalinismo frente al bolchevismo

Durante mucho tiempo, los enemigos del comunismo creyeron que habían exorcizado con éxito los fantasmas de la Revolución de Octubre. El colapso de la Unión Soviética parecía confirmar su creencia de que el comunismo estaba muerto y enterrado. «La Guerra Fría ha terminado», se regodeaban, «y hemos ganado».

Sin embargo, contrariamente a la leyenda tan insistentemente repetida por nuestros enemigos de clase, no fue el comunismo lo que se derrumbó en los años 80, sino el estalinismo, una horrible caricatura burocrática y totalitaria que no tenía ninguna relación con el régimen de democracia obrera establecido por Lenin y los bolcheviques en 1917.

Stalin llevó a cabo una contrarrevolución política contra el bolchevismo, apoyándose en una casta privilegiada de funcionarios que ascendió al poder en un periodo de reflujo de la revolución tras la muerte de Lenin. Para consolidar su dictadura contrarrevolucionaria, Stalin se vio obligado a asesinar a todos los camaradas de Lenin y a un gran número de auténticos comunistas.

El estalinismo y el bolchevismo, lejos de ser idénticos, no sólo son diferentes en especie: son enemigos mutuamente excluyentes y mortales, separados por un río de sangre.

Degeneración de los “partidos comunistas”

El comunismo está indeleblemente asociado al nombre de Lenin y a las gloriosas tradiciones de la Revolución Rusa, pero los Partidos Comunistas de hoy son «comunistas» sólo de nombre. Los dirigentes de esos partidos abandonaron hace tiempo las ideas de Lenin y del bolchevismo.

La aceptación de la política antimarxista del socialismo en un solo país fue una ruptura decisiva con el leninismo. En 1928, Trotski predijo que esto conduciría inevitablemente a la degeneración nacional-reformista de todos los partidos comunistas del mundo. Esta predicción resultó ser correcta.

Al principio, los dirigentes de los Partidos Comunistas cumplieron obedientemente los dictados de Stalin y de la burocracia, siguiendo servilmente cada giro que venía de Moscú. Más tarde repudiaron a Stalin, pero en lugar de volver a Lenin, dieron un brusco giro a la derecha. Al romper con Moscú, en la mayoría de los países estos partidos adoptaron perspectivas y políticas reformistas.

Siguiendo la lógica fatal del «socialismo en un solo país», la dirección de cada partido nacional se adaptó a los intereses de la burguesía de su propio país. Esto ha llevado a la degeneración completa, e incluso a la liquidación total de los Partidos Comunistas.

El caso más extremo fue el del Partido Comunista Italiano (PCI), que solía ser el más grande y poderoso de Europa. Las políticas de degeneración nacional-reformista condujeron al final a la disolución del PCI y a su transformación en un partido reformista burgués.

En la actualidad, el Partido Comunista Británico sólo tiene influencia a través de un diario, el Morning Star, cuya línea no va más allá de una tibia versión del reformismo de izquierdas. Es, en efecto, sólo una tapadera de izquierda para la burocracia sindical.

El Partido Comunista de España (PCE) está en un gobierno de coalición que está enviando armas a Ucrania como parte de la guerra de la OTAN contra Rusia. Como resultado, el PCE ha entrado en un fuerte declive. La organización juvenil (UJCE) rechazó la línea oficial y fue expulsada.

El Partido Comunista de Estados Unidos (CPUSA) funciona como poco más que una máquina electoral para el Partido Demócrata, pidiendo el voto para Biden como un «voto contra el fascismo».

El Partido Comunista de Sudáfrica ha formado parte del gobierno procapitalista del CNA durante 30 años, e incluso defendió la masacre de 34 mineros en huelga en Marikana en 2012.

La lista es interminable.

La crisis de los partidos comunistas

En este momento crítico de la historia mundial, el movimiento comunista internacional se encuentra en un completo desbarajuste.

Los partidos comunistas de todo el mundo han respondido a la masacre de Gaza con llamamientos a «respetar el derecho internacional» y las resoluciones de las Naciones Unidas, es decir, de las principales potencias imperialistas.

Pero fue la invasión de Ucrania por Rusia en febrero de 2022 lo que provocó una profunda división, con la mayoría de los Partidos Comunistas escandalosamente doblegándose hacia la posición de su propia clase dominante. Muchos partidos comunistas, particularmente en Occidente, encubrieron su apoyo tácito a la OTAN con llamamientos pacifistas a la paz, las «negociaciones», etc. El ataque de Israel contra Gaza ha empeorado aún más las cosas.

El Partido Comunista Francés (PCF), por ejemplo, se retiró de la coalición electoral de Izquierda (NUPES) porque su dirigente, Mélenchon, se negó a calificar a Hamás de organización terrorista.

En el otro extremo, algunos partidos se han convertido en poco más que instrumentos de la política exterior rusa y china, presentándoles como aliados progresistas de la lucha de las naciones débiles y dependientes para «liberarse de la colonización imperialista y de la esclavitud de la deuda».

El Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) es un caso extremo. Ha perdido cualquier pretensión de existencia independiente, por no hablar de comunista. El partido de Zyuganov se convirtió hace tiempo en un simple simpatizante del régimen reaccionario de Putin.

Estas contradicciones han llevado a una serie de escisiones. La Reunión Internacional de Partidos Comunistas y Obreros (IMCWP) en La Habana en 2023 ni siquiera pudo producir una declaración sobre la guerra de Ucrania, ya que no logró «consenso».

La crisis del movimiento comunista y el papel del KKE

Muchos obreros comunistas de base han reaccionado contra este revisionismo descarado.

El Partido Comunista Griego (KKE) ha dado sin duda pasos importantes adelante al rechazar la vieja y desacreditada idea estalinista-menchevique de las dos etapas. Adoptó una posición internacionalista correcta sobre la guerra de Ucrania, que caracteriza como un conflicto interimperialista.

Dirigió un movimiento de trabajadores para boicotear el envío de armas desde los puertos griegos a Ucrania. Esto será acogido con satisfacción por todos los auténticos comunistas. Sin embargo, aunque es claramente de gran importancia, es demasiado pronto para concluir que se ha completado el progreso realizado por los comunistas griegos.

En particular, es necesario romper completamente con la teoría antimarxista del socialismo en un solo país y adoptar un enfoque leninista de frente único.

El KKE está intentando establecer vínculos con otros Partidos Comunistas que comparten su posición sobre la guerra de Ucrania como conflicto interimperialista. Es un paso en la dirección correcta. Sin embargo, la condición previa para el éxito es un debate abierto y democrático en el que participen todas las tendencias comunistas genuinas del mundo.

Sobre la base de la diplomacia y el «consenso», por oposición al debate y al centralismo democrático, es imposible reconstruir una verdadera Internacional Comunista basada en las ideas y los métodos de Lenin.

Es nuestra tarea devolver el movimiento a sus orígenes genuinos, romper con el revisionismo cobarde y abrazar la bandera de Lenin. Con este fin, tendemos una mano de amistad a cualquier partido u organización que comparta este objetivo.

Cuando Trotski lanzó la Oposición de Izquierda Internacional, la concibió como la oposición de izquierda del movimiento comunista internacional. Somos auténticos comunistas -bolcheviques-leninistas- que fuimos burocráticamente excluidos de las filas del movimiento comunista por Stalin.

Siempre hemos luchado por mantener la bandera roja de Octubre y el auténtico leninismo, y ahora debemos reclamar el lugar que nos corresponde como parte integrante del movimiento comunista mundial.

Ha llegado el momento de abrir un debate honesto en el movimiento sobre el pasado, que rompa definitivamente con los últimos restos del estalinismo y prepare el terreno para una unidad comunista duradera sobre los sólidos cimientos del leninismo.

¡Abajo el revisionismo!

¡Por la unidad combativa de todos los comunistas!

¡Volvamos a Lenin!

La política de Lenin

Nuestra tarea inmediata no es ganar a las masas. Eso está totalmente fuera de nuestro alcance. Nuestro objetivo es ganar a los elementos más avanzados y con mayor conciencia de clase. Sólo así podremos encontrar un camino hacia las masas. Pero no podemos tratar nuestro acercamiento a las masas a la ligera.

La nueva generación de trabajadores y jóvenes busca una salida al callejón sin salida. Los mejores elementos han comprendido que la única solución pasa por emprender el camino de la revolución socialista.

Empiezan a comprender la naturaleza de los problemas que tienen ante sí y poco a poco empiezan a comprender la necesidad de soluciones radicales. Pero su impaciencia puede llevarles a cometer errores.

El trabajo de los comunistas sería muy sencillo si todo lo que hiciera falta fuera bombardear a la clase obrera con consignas revolucionarias. Pero eso es completamente inadecuado e incluso puede llegar a ser contraproducente.

La clase obrera sólo puede aprender a través de la experiencia, especialmente la experiencia de los grandes acontecimientos. Por lo general, sólo aprende lentamente, demasiado lentamente para muchos revolucionarios que a veces caen bajo la influencia de la impaciencia y la frustración.

Lenin comprendió que, antes de que los bolcheviques pudieran conquistar el poder, primero tenían que conquistar a las masas. Para ello, es necesaria una gran flexibilidad en la táctica. Lenin siempre recomendaba a los revolucionarios que fueran pacientes: «explicar pacientemente» fue su consejo a los bolcheviques, incluso en el fragor de la revolución de 1917.

Sin una comprensión de la táctica, partiendo de la experiencia concreta de la clase obrera, todo lo que se diga sobre la construcción del movimiento revolucionario es palabrería vana: es como un cuchillo sin filo.

Por eso las cuestiones de estrategia y táctica deben ocupar un lugar central en las consideraciones de los comunistas. Tanto Lenin como Trotski tenían una idea muy clara sobre la relación de la vanguardia comunista con las organizaciones reformistas de masas.

Esto se resumió en lo que sin duda fue la declaración definitiva de Lenin sobre la táctica revolucionaria: La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo. Más de un siglo después, los escritos de Lenin sobre este importante tema siguen siendo un libro sellado por siete sellos para los sectarios seudo trotskistas.

En todas partes han desacreditado la bandera del trotskismo y han prestado inestimables servicios a la burocracia. Piensan que las organizaciones de masas son anacronismos históricos. Su actitud hacia estas organizaciones se limita a estridentes denuncias de traición. Pero esta táctica conduce directamente a un callejón sin salida.

No tienen nada en común con los métodos flexibles de Lenin y Trotski, que comprendieron la necesidad de que los comunistas tendieran puentes hacia la masa de trabajadores que permanecen bajo la influencia de los reformistas.

Debemos dar decididamente la espalda a este sectarismo estéril y dirigirnos con valentía hacia la clase obrera. Explicando pacientemente a las masas la política comunista y planteando exigencias a los dirigentes reformistas, es posible ganar al comunismo a los obreros reformistas.

«Todo el poder para los soviets»

Basta mencionar el hecho de que, en 1917, Lenin avanzó la consigna de «todo el poder a los soviets», en un momento en que estas organizaciones, que representaban a la masa de obreros y soldados, estaban bajo el control de los mencheviques y los socialrevolucionarios reformistas.

Con esta consigna, Lenin decía a los dirigentes reformistas de los soviets: «Muy bien, señores. Tenéis la mayoría. Os proponemos que toméis el poder en vuestras manos y déis al pueblo lo que quiere: paz, pan y tierra. Si hacéis esto, os apoyaremos, se evitará la guerra civil y la lucha por el poder se reducirá a una lucha pacífica por la influencia dentro de los Soviets.»

Los cobardes dirigentes reformistas no tenían ninguna intención de tomar el poder. Se subordinaron al Gobierno Provisional burgués, que a su vez se subordinó al imperialismo y a la reacción. Los obreros y soldados de los soviets pudieron así comprobar por sí mismos el carácter traidor de sus dirigentes y se volvieron hacia el bolchevismo.

Sólo así fue posible que los bolcheviques pasaran de ser un pequeño partido de unos 8.000 militantes en febrero de 1917 a una fuerza de masas capaz de ganar la mayoría en los Soviets en el periodo inmediatamente anterior a la Revolución de Octubre.

Por encima de todo, es necesario que hoy mantengamos el sentido de la realidad. Las auténticas fuerzas del comunismo han retrocedido como resultado de fuerzas históricas que escapan a nuestro control. Estamos reducidos a una minoría de una minoría en el movimiento obrero.

Tenemos las ideas correctas, pero la gran mayoría de la clase obrera aún no se ha convencido de que nuestras ideas sean correctas y necesarias. En su mayoría, siguen bajo la influencia de las organizaciones reformistas tradicionales por la sencilla razón de que los dirigentes de esas organizaciones les ofrecen lo que parece ser una salida fácil e indolora de la crisis.

En realidad, este camino sólo conduce a más derrotas, decepciones y miseria. Los comunistas no podemos, bajo ninguna circunstancia, abandonar a la clase obrera a la tierna misericordia de los traidores de clase y burócratas reformistas. Al contrario, debemos llevar a cabo una lucha implacable contra ellos. Pero no hay forma de que la clase obrera pueda evitar pasar por la dolorosa escuela de los reformismos.

Nuestra tarea no es criticarles desde la barrera, sino pasar por la experiencia con ellos, codo con codo, ayudándoles a extraer las lecciones y a encontrar el camino a seguir, como hicieron los bolcheviques en 1917.

Construir un puente hacia los trabajadores

Debemos establecer un diálogo con la clase obrera, en el que se nos vea, no como elementos extraños o enemigos, sino como camaradas en lucha contra un enemigo común: el Capital. Debemos demostrarles la superioridad del comunismo, no con palabras, sino con hechos.

Debemos encontrar los medios de ganar audiencia entre la masa de los trabajadores que siguen bajo la influencia del reformismo. La burocracia utilizará todos los métodos inescrupulosos para aislar a los comunistas de los trabajadores de base. Prohibiciones, proscripciones, expulsiones, mentiras, calumnias, insultos y ataques de todo tipo. Pero los comunistas siempre encontrarán la manera de superar estos obstáculos. No hay forma de que la burocracia, que ha usurpado la dirección de las organizaciones obreras, pueda impedir que los comunistas lleguen a la clase obrera.

No existe una regla de oro para determinar las tácticas, que vienen determinadas por las condiciones concretas. No es una cuestión de principios, sino práctica. Lenin siempre tuvo una actitud flexible ante las cuestiones tácticas. El mismo Lenin que defendió implacablemente la ruptura con la socialdemocracia en 1914 y apoyó el establecimiento de un Partido Comunista independiente en Gran Bretaña, también propuso que el partido británico solicitara la afiliación al Partido Laborista, manteniendo al mismo tiempo su propio programa, bandera y políticas.

En determinadas circunstancias, puede ser necesario enviar todas nuestras fuerzas a las organizaciones reformistas para ganar a los trabajadores que se mueven hacia la izquierda a una firme posición revolucionaria.

En la fase actual, sin embargo, eso no se plantea. No se dan las condiciones para ello. Pero en todo momento es necesario encontrar un camino hacia la clase obrera. No se trata de una cuestión táctica, sino de una cuestión de vida o muerte para la vanguardia comunista.

Los comunistas, aun trabajando como partido independiente, tienen el deber de orientarse hacia las organizaciones de masas de la clase obrera, aplicando una táctica de frente único siempre que sea posible, para encontrar un camino hacia las masas. Este es el ABC para cualquiera que esté mínimamente familiarizado con las ideas y métodos de Marx, Engels, Lenin y Trotski.

Nuestra política se basa precisamente en los consejos de Lenin y en las tesis de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. Si nuestros críticos sectarios no lo entienden, es enteramente su desgracia.

¿Por qué luchamos?

En esencia, los objetivos de los comunistas son los mismos que los de los trabajadores en general. Defendemos la eliminación total del hambre y de la falta de vivienda; la garantía de un trabajo en buenas condiciones; la reducción drástica de la semana laboral y la conquista del tiempo libre; la garantía de una sanidad y una educación de calidad; el fin del imperialismo y de la guerra; y el fin de la destrucción demencial de nuestro planeta.

Pero señalamos que, en condiciones de crisis capitalista, estos objetivos sólo pueden alcanzarse mediante una lucha implacable, y que ésta sólo puede tener éxito en última instancia si conduce a la expropiación de los banqueros y capitalistas. Por esta razón Trotski desarrolló la idea de las reivindicaciones transitorias.

Los comunistas intervendrán con la máxima energía en todas las luchas de la clase obrera. Las reivindicaciones concretas que los comunistas planteen en el movimiento cambiarán, por supuesto, con frecuencia en función de la evolución de las condiciones, y variarán según las condiciones de cada país. Por lo tanto, una lista programática de reivindicaciones estaría fuera de lugar en un manifiesto de esta naturaleza.

Sin embargo, el método por el que los comunistas de todos los países deben formular reivindicaciones concretas fue elaborado brillantemente por Trotski en 1938 y publicado en el documento fundacional de la IV Internacional, La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional -o el Programa de Transición, como se conoce más comúnmente-.

Las reivindicaciones presentadas en ese documento representan una síntesis del programa elaborado por Lenin y los bolcheviques, y están contenidas en las tesis y documentos publicados de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista.

La idea básica de las reivindicaciones transitorias puede enunciarse sencillamente. Trotski explicó que en el período de decadencia capitalista, cualquier lucha seria por la mejora del nivel de vida irá inevitablemente «más allá de los límites de las relaciones de propiedad capitalistas y del Estado burgués.»

Al igual que en la guerra las batallas defensivas pueden transformarse en ofensivas, en la lucha de clases la lucha por reivindicaciones inmediatas puede conducir, en determinadas circunstancias, a un salto de conciencia y a un movimiento en dirección a una lucha revolucionaria por el poder.

En última instancia, ninguna reforma puede adquirir un carácter duradero si no va unida al derrocamiento del orden burgués.

Los comunistas luchan por la emancipación total de la clase obrera, por liberarla de la opresión y de la agonía del trabajo. Esto sólo puede lograrse mediante la destrucción del Estado burgués, la expropiación de los medios de producción y la introducción de la planificación socialista bajo el control y la gestión democráticos de los trabajadores.

De ello depende el futuro de la humanidad. En palabras del gran marxista irlandés James Connolly:

«Nuestras demandas más moderadas son, Sólo queremos la tierra».

¿Es el comunismo una utopía?

El último refugio de los defensores del capitalismo es decir que no hay alternativa a su sistema en quiebra. Pero, ¿puede alguien razonable creer esto?

¿Puede ser realmente cierto que la humanidad sea incapaz de concebir un sistema superior a la horrible situación actual? Una afirmación tan fantástica representa una monstruosa calumnia contra la inteligencia de nuestra especie.

La abolición de la dictadura de los banqueros y capitalistas permitirá la creación de una economía racionalmente planificada para satisfacer las necesidades de la humanidad, no la codicia rapaz de un puñado de multimillonarios.

La solución es obvia para cualquier persona que piense seriamente. Y ahora está a nuestro alcance. Es la única manera de abolir el hambre, la pobreza, las guerras y todos los demás males del capitalismo, y de crear un mundo apto para que vivan los seres humanos.

Los enemigos del comunismo sostienen que se trata de una utopía. Esta acusación suena irónica. Lo que es utópico es precisamente un sistema socioeconómico que ha vivido más allá de su utilidad, cuya mera existencia está en flagrante contradicción con las necesidades reales de la sociedad. Un sistema así no tiene derecho a existir y está condenado a acabar en el basurero de la historia.

El comunismo no tiene nada de utópico. Al contrario. Las condiciones materiales para una sociedad humana nueva y superior ya existen a escala mundial y están madurando rápidamente.

Los enormes avances de la ciencia y la tecnología ofrecen un panorama tentador de un mundo sin pobreza, sin techo y sin hambre. El desarrollo de la inteligencia artificial, combinado con la robótica moderna, podría servir para reducir las horas de trabajo hasta el punto de que, en última instancia, las personas ya no tengan que trabajar salvo por elección personal.

La abolición de la esclavitud del trabajo es precisamente la premisa material para una sociedad sin clases. Ahora es totalmente posible. No es una utopía, sino algo que está a nuestro alcance. Un nuevo mundo está naciendo, creciendo silenciosa pero firmemente en el seno del viejo.

Pero bajo el capitalismo, todo se convierte en su contrario. En un sistema en el que todo está subordinado al afán de lucro, cada nuevo avance tecnológico significa un aumento del desempleo junto con una prolongación de la jornada laboral, y un incremento de la explotación y la esclavitud.

Lo que proponemos es ni más ni menos que sustituir un sistema injusto e irracional donde todo se subordina a la codicia insaciable de unos pocos, por una economía planificada racional y armoniosa, basada en la producción para la satisfacción de las necesidades humanas.

¡Por una auténtica Internacional Comunista!

Hace tres décadas, en el momento de la caída de la Unión Soviética, Francis Fukuyama proclamó triunfalmente el fin de la historia. Pero no es tan fácil deshacerse de la Historia. Sigue su camino, independientemente de las opiniones de los escribas burgueses. Y ahora la rueda de la historia ha girado 180 grados.

La caída de la Unión Soviética fue sin duda un gran drama histórico. Pero, en retrospectiva, será visto sólo como el preludio de un drama mucho mayor: la crisis terminal del capitalismo.

Por las razones expuestas, la crisis actual será de naturaleza prolongada. Puede durar años, o incluso décadas, con altibajos, debido a la ausencia del factor subjetivo. Sin embargo, ésta es sólo una cara de la moneda.

La crisis será larga, pero eso no significa en absoluto que vaya a ser pacífica y tranquila. Al contrario. Hemos entrado en el periodo más turbulento y convulsivo de la historia de los tiempos modernos.

La crisis afectará a un país tras otro. La clase obrera tendrá muchas oportunidades de tomar el poder. Los cambios bruscos y repentinos están implícitos en toda la situación. Pueden estallar cuando menos lo esperemos. Debemos estar preparados.

Ya no es necesario convencer a amplias capas de la juventud de la superioridad del comunismo. Ya son comunistas. Buscan una bandera limpia, una organización que haya roto radicalmente con el reformismo y el cobarde oportunismo de «izquierda».

Tenemos que tomar todas las medidas prácticas posibles para encontrarlos y reclutarlos. Esto implica la proclamación de un nuevo partido y de una nueva Internacional. Toda la situación lo exige. Es una tarea absolutamente necesaria y urgente que no admite demora.

Lo que se necesita es un auténtico Partido Comunista, que se base en las ideas de Lenin y de los demás grandes maestros marxistas, y una Internacional en la línea de la Internacional Comunista durante sus primeros cinco años.

Nuestro número sigue siendo pequeño en comparación con las grandes tareas a las que nos enfrentamos y no nos hacemos ilusiones al respecto. Pero todos los movimientos revolucionarios de la historia han comenzado siempre con elementos pequeños y aparentemente insignificantes.

Tenemos un importante trabajo que hacer, y ese trabajo ya está dando importantes frutos y está alcanzando una fase decisiva.

Estamos creciendo rápidamente porque ahora nadamos junto con la corriente de la historia. Sobre todo tenemos las ideas correctas. Lenin dijo que el marxismo es todopoderoso porque es verdadero. Este hecho nos llena de confianza en el futuro.

El gran socialista utópico francés Fourier definió el socialismo como la forma de hacer realidad el potencial de la humanidad.

Bajo el comunismo, por primera vez en la historia de la humanidad, se abrirán de par en par las puertas a las masas para que realmente abarquen el mundo de la cultura que les ha sido negado. Se abrirá el camino para un florecimiento inimaginable del arte, la música y la cultura, como nunca se ha visto en el mundo.

Por un mundo nuevo, en el que la vida adquirirá un sentido totalmente nuevo. Y, por primera vez, hombres y mujeres podrán elevarse a su verdadera estatura sobre la base de una igualdad total. Será el salto de la humanidad del reino de la necesidad al reino de la libertad.

Los hombres y las mujeres ya no tendrán que mirar al cielo en busca de una vida mejor después de la muerte. Experimentarán un mundo nuevo, en el que la vida misma, purgada de opresión, explotación e injusticia, adquirirá un significado totalmente nuevo.

Ese es el objetivo maravilloso por el que luchamos: un paraíso en este mundo.

Eso es lo que significa el verdadero comunismo.

Esa es la única causa por la que merece la pena luchar.

Por eso somos comunistas.

Nos incumbe a cada uno de nosotros asegurarnos de que esta labor se lleve a cabo de inmediato, sin vacilaciones y con la absoluta convicción de que tendremos éxito.

Que nuestros lemas de lucha sean:

 ¡Abajo los ladrones imperialistas!

 ¡Abajo la esclavitud capitalista!

 ¡Expropiar a los banqueros y capitalistas!

¡Viva el comunismo!

Trabajadores de todos los países, ¡uníos! ¡Adelante con la construcción de una nueva Internacional!