3. La Compañía de Jesús y la primera modernidad de la América Latina. Bolívar Echeverría. 1996

Au moment de la découverte de Amérique et de l’Asie orientale, le première pensée des ordres religieux fut d’é treindre ces inondes nouveaux dans l’unité de la foi crétienne […] /I peine fonnée, la société de Jésus se jeta sur cette carrière; ce fut celle qu’elle parcourut le plus glorieusement. Réunir l’Orient et Occident, le Nord et le Sud, établir la solidarité morale du globe […] janmis il ne se présenta de plus grand dessein au génie de l’hoinnie […] ce ¡nonient ne pouvait numquer d’avoir une influence incalculable sur l’avenir. La société de jésus, en se jetant en avant, pouvait décider ou compromettre l’alliance universelle. Laquelle de ces deux choses est arrivée ? Edgar Quinet

Varias veces en estos últimos cinco siglos la modernidad tuvo y aprovechó la oportunidad de intervenir en la historia de la América Latina y de transformar su sociedad, y todo parece indicar que la primera de ellas, la que comenzó a fines del siglo XVI, se consolidó durante el XVII y duró hasta mediados del XVIII, fue aquélla en la que su proyecto civilizatorio tuvo la capacidad conformadora más decisiva.

La modernización de la América Latina en la época «barroca» parece haber sido tan profunda que las otras que vinieron después – la del colonialismo ilustrado en el siglo XVIII, la de la nacionalización republicana en el siglo XIX y la de la capitalización dependiente en este siglo, por identificarlas de algún modo- no han sido capaces de alterar sustancialmente lo que ella fundó en su tiempo.

Lo «moderno», lo «barroco» son dos conceptos que aparecen cada vez con más frecuencia cuando se habla de la vida social y la historia latinoamericanas, y que sin embargo, o tal vez justamente por ello, en lugar de precisarse, se vuelven cada vez más ambiguos. De todas maneras, a sabiendas de lo precario del intento, quisiera tratar de definirlos, aunque sea sólo para el tiempo de lectura de las siguientes páginas: por «modernidad» voy a entender, sobre todo, un proyecto civilizatorio específico de la historia europea, un proyecto histórico de larga duración, que aparece ya en los siglos XII y XIII, que se cumple de múltiples formas desde entonces y que en nuestros días parece estar en trance de desaparecer.

Por «barroco» voy a entender – retomando un concepto que ha estado por mucho tiempo en desuso- una «voluntad de forma» específica, una determinada manera de comportarse con cualquier sustancia para organizarla, para sacarla de un estado amorfo previo o para metamorfosearla; una manera de conformar o configurar que se encontraría en todo el cuerpo social y en toda su actividad.

Para aproximarme al punto de encuentro de los temas que se encierran en los conceptos de «modernidad» y «barroco» quisiera recurrir en lo que sigue a una especie de confrontación entre dos historias; dos historias diferentes entre sí y de diferente orden, pero que están íntimamente conectadas. La primera sería una historia grande, de amplios alcances: la historia de la constitución de la especificidad o singularidad de la cultura latinoamericana en el siglo XVII.

La otra sería una historia particular, que dura dos siglos y que es de orden político-religioso, la historia de la primera Compañía de Jesús y, sobre todo, de su proyecto de construcción de una modernidad, de un proyecto civilizatorio moderno y al mismo tiempo -¿paradójicamente?- católico.

La confrontación entre estas dos historias no es del todo arbitraria, tiene su justificación. Allí está, en primer lugar, la coincidencia temporal y espacial de ambas. Y allí está, sobre todo, el carácter esencial de la gravitación que ejercen la una sobre la otra.

La coincidencia espacial y temporal entre estas dos historias es evidente. Podríamos hablar de todo un periodo histórico, de un largo siglo XVII, que comenzaría, por decir algo, con la derrota de la Gran Armada a finales del siglo XVI (1588) y que terminaría aproximadamente con el Tratado de Madrid, de 1764; de una época que comenzaría con el primer signo evidente de la decadencia del imperio español y que terminaría con el primer signo evidente de su desmoronamiento, cuando la España borbonizada aniquila el estado de los guaraníes inspirado por los jesuitas al ceder a Portugal una parte de sus dominios de Sudamérica —fecha que al mismo tiempo subraya la destrucción del incipiente mundo histórico latinoamericano, iniciada cuando el imperio, empeñado en una «remodernación» que prometía salvarlo, pretendió hacer de su parte americana una simple colonia.

Este periodo de la historia larga a la que estamos haciendo referencia es también el tiempo que dura lo principal de la primera época de la Compañía de Jesús – una historia que va, como sabemos, de mediados del siglo XVI hasta fines del siglo XVIII. Es interesante tener en cuenta esta confrontación porque, más que en la propia Europa, es en Asia y sobre todo en América donde la Compañía de Jesús despliega con buenos éxitos su actividad.

La comparación entre estas dos historias tiene, por lo que se ve, su justificación geográfica y temporal; pero tiene también una justificación en el hecho de que entre estas dos historias hay una relación de influencia esencial.

Por un lado, el lugar en donde el proyecto de la Compañía de Jesús se juega principalmente – y se pierde- es América; por otro, ni la vida material y práctica en América Latina ni su dimensión simbólica y discursiva habrían sido las mismas desde comienzos del siglo XVII sin la presencia determinante de la Compañía de Jesús.

Hay, podría decirse, una relación de interioridad entre estas dos historias, una gravitación recíproca entre lo que hace la Compañía de Jesús y lo que es la historia del mundo latinoamericano durante todo este tiempo.

Esta confrontación – que es lo que quisiera poner a discusión aquí – intento hacerla en dos planos: primero, en el plano de aquello que acontece en estas dos historias; y después en el plano del modo o la manera predominante como se cumple tal acontecer.

I

¿Cómo caracterizar lo que tiene lugar en la historia de la Compañía de Jesús? ¿Cómo caracterizar lo que sucede en la historia de la singularidad cultural de la América Latina?

Quisiera enfatizar el hecho de que lo que acontece principalmente en estos dos procesos se representa o se dice de la mejor manera con conceptos o palabras que tienen que ver con procesos de reconstrucción o reconstitución.

Ambas son historias que consisten en el relato de procesos de transición en los que el restablecimiento transformador de una realidad histórica – el cristianismo católico, en el primer caso, la civilización europea (en América), en el segundo – es intentada como medida de rescate de la existencia de la misma.

Al mirar el modo de vida social que se va configurando en la América Latina durante este siglo XVII, es imposible dejar de advertir comparativamente lo siguiente: son convincentes, sin duda, los datos que permiten afirmar que las características adoptadas allí por el modo de vida europeo – que es el que se impone y predomina incontestablemente- son las de un modelo que resulta más complejo que la vida real que pretende alcanzarlo; pero no menos convincentes son aquellos otros que permiten decir que tales características son más bien – por el contrario- las de un modelo afectado por una falta de complejidad irremediable respecto de esa vida real.

Igual parece tratarse del desvirtuamiento del modelo de vida activo, el europeo, al ser impuesto sobre un modelo de vida pasivo, el americano (que se reproduce espontáneamente) que del desvirtuamiento de éste al ejercer una resistencia a la imposición del primero. Esta «indecisión de sentido» que manifiestan las particularidades de la vida social en la América Latina de esa época es un reto para una narración de los acontecimientos históricos que se pretenda reflexiva: ¿a qué se debe esta ambivalencia? ¿Cuál puede ser su explicación?

La tesis que defiendo, retomada en sus rasgos generales de la obra de Edmundo OGorman , – afirma que la ambigüedad en cuestión proviene del hecho de que el «proyecto» histórico espontáneo que inspiraba de manera dominante la vida social en la América Latina del siglo XVII no era el de prolongar (continuar y expandir) la historia europea, sino un proyecto del todo diferente: re-comenzar (cortar y reanudar) la historia de Europa, re-hacer su civilización.

El proceso histórico que tenía lugar allí no sería una variación dentro del mismo esquema de vida civilizada, sino una metamorfosis completa, una redefinición de la «elección civilizatoria» occidental; no habría sido sólo un proceso de repetición modificada de lo mismo sobre un territorio vacío (espontáneamente o por haber sido vaciado a la fuerza) – un traslado y extensión, una ampliación del radio de vigencia de la vida social europea ( como sí lo será más tarde el que se dé en las colonias británicas)-, sino un proceso de re-creación completa de lo mismo, al ejercerse como transformación de un mundo pre-existente.

Es sin duda indispensable enfatizar la gravitación determinante que ejerce el siglo XVI en la historia de América: su carácter de tiempo heroico, sin el cual no hubiesen podido existir ni los personajes ni el escenario del drama que le da sentido a esa historia. Insistir en lo catastrófico, desastroso sin compensación, de lo que aconteció entonces allí: la destrucción de la civilización prehispánica y sus culturas, seguida de la eliminación de las nueve décimas partes de la población que vivía dentro de ella. 

Recordar que, en paralelo a su huella destructiva, este siglo conoce también, promovida desde el discurso cristiano y protegida por la Corona, la puesta en práctica de ciertas utopías renacentistas que intentan construir sociedades híbridas o sincréticas y convertir así el sangriento «encuentro de los dos mundos» en una oportunidad de salvación recíproca de un mundo por el otro.

Considerar, en fin, que el siglo XVI americano, tan determinante en el proceso modernizador de la civilización europea, dio ya a ésta la experiencia temprana de que la occidentalización del mundo no puede pasar por la destrucción de lo no occidental y la limpieza del territorio de expansión; que el trato en interioridad con el «otro», aunque «peligroso» para la propia «identidad», es sin embargo indispensable.

Pero hay que reconocer que a este siglo tan heroico y tan cruel, tan maravilloso y abominable, le sucede otro no menos radical, pero en un sentido diferente. Antes de terminarse cronológicamente, el siglo XVI cumple ya la curva de la necesidad que lo define; lo hace una vez que completa y agota la figura de la Conquista en los centros de la nueva vida americana.   Hay todo un ciclo histórico del continente que culmina y se acaba en la segunda mitad del siglo XVI.

Pero hay también otro diferente que se inicia en esos mismos años. La investigación histórica mundial delinea cada vez con mayor nitidez la imagen de un siglo XVII dueño de su propia necesidad histórica; un siglo que es en sí mismo una época, en el que impera todo un drama original, que no es sólo el epílogo de un drama anterior o el proemio de otro drama por venir.

Y es tal vez la historia de América la que más ha contribuido a la definición de esa imagen. Que efectivamente hay un relanzamiento del proceso histórico en el siglo XVII americano se deja percibir con claridad si observamos, aunque sea rápidamente, ciertos fenómenos sociales esenciales que se presentan a comienzos del siglo XVII: tanto ciertos fenómenos de orden demográfico y económico, como otros referentes a las formas de explotación del plustrabajo. La diferencia respecto de sus equivalentes en el siglo XVI es clara y considerable.

En la demografía, vemos cómo la curva desciende marcadamente hasta finales del siglo XVI y cómo en los dos primeros decenios del siglo XVII asciende ya de manera sostenida, y, lo que es más importante, si tenemos en cuenta la consistencia étnica de la población que decrece y la comparamos con la de la población que crece, la diferencia resulta sustancial: mientras en el primer caso la presencia de la población indígena es predominante y la importancia numérica de la población española es débil, y más débil aún la de los africanos, observamos que la nueva población que aparece en el siglo XVII posee una consistencia étnica antes desconocida: América ha pasado a estar poblada mayoritariamente por mestizos de todo tipo y color.

Algo parecido podría decirse también de los fenómenos económicos: a finales del siglo XVI, la actividad económica que es posible reconocer se encuentra sumida en un proceso regresivo que la encamina a anularse, en la medida en que la disminución de las Carreras de Indias[1] que conectaban a Europa con América – que eran el «cordón umbilical» entre la madre patria y los españoles de ultramar– se vuelve prácticamente una interrupción, en la medida en que España deja de interesarse por la economía americana y la abandona a su propio destino.

En los primeros decenios del siglo XVII, en cambio, reconocemos una economía que se reactiva y que lo hace en términos radicalmente diferentes de los del siglo anterior; ya no es la vieja economía basada casi exclusivamente en la explotación de los metales preciosos del suelo americano, sino otra nueva que da muestras de una actividad muy diversificada, dirigida no sólo a la minería sino a la producción de objetos manufacturados y de productos agrícolas, a la relación comercial entre centros de producción y consumo a todo lo largo de América.

Y lo mismo ocurre en lo que respecta a la explotación del plustrabajo de las poblaciones indígenas y mestizas. Del sistema feudal modernizado centrado en la encomienda -un procedimiento de explotación servil adaptado a la economía mercantil-, se pasa en el siglo XVII al sistema de  explotación moderno feudal propio de las haciendas, que son centros de producción mercantil, basados en la compraventa de la fuerza de trabajo, pero interferidos sustancialmente por relaciones sociales de tipo servil.

Todo parece indicar efectivamente que se trata de una nueva historia que se gesta a comienzos del siglo XVII. Una historia que se distingue ante todo por la insistencia y el énfasis con el que se perfila una dirección y un sentido en la pluralidad de procesos que la conforman, con el que se esboza una coherencia espontánea, una especie de acuerdo no concertado, de «proyecto» objetivo, al que la narración histórica tradicional, que le reconoce privilegios al mirador «político», ha dado en llamar “proyecto criollo”, según el nombre de sus protagonistas más visibles.

Hay un proyecto no deliberado pero efectivo de definición civilizatoria, de elección de un determinado universo no sólo lingüístico sino simbólico en general, de creación de técnicas y valores de uso, de organización del ciclo reproductivo de la riqueza social y de integración de la vida económica regional; de ejercicio de lo político-religioso; de cultivo de las formas que configuran la vida cotidiana: el proyecto de rehacer Europa fuera del continente europeo.[2]

Esto sería, en resumen, lo que sucede en la primera de las historias a las que hacía referencia, la historia global de la sociedad americana; se trata, insisto, de un proceso de repetición y re-creación que recompone y reconstituye una civilización que había estado en trance de desaparecer.

Ahora bien, ¿qué acontece en la otra historia, la historia particular de la Compañía de Jesús, con la que quisiéramos confrontar a la historia americana? También en ella tiene lugar un proceso de reconstrucción y reconstitución. Cada vez más se hace necesario en la investigación actual revisar la imagen dejada por el Siglo de las Luces francés sobre el carácter puramente reaccionario, retrógrado, premodernizador de la Iglesia Católica postridentina, y de la Compañía de Jesús como el principal agente de la actividad de esa Iglesia.

Se hace necesario revisar esta idea, dado justamente el fracaso de la modernidad establecida, iluminada por el Siglo de las Luces: la modernidad capitalista que ha prevalecido desde los tiempos de la primera revolución industrial en el siglo XVIII.

Es necesario revisar esta imagen por cuanto muchos de los esquemas conceptuales a partir de los cuales se juzgó nefasta la actividad de la Iglesia postridentina y de la Compañía de Jesús se encuentran ahora en crisis.

La idea misma del progreso y de la meta hacia la que él conduciría, propuesta por la Ilustración, que es justamente la idea que sirvió para juzgar el carácter anti-histórico de esa actividad, es una idea que se hunde cada vez más en sus propias contradicciones.

El proyecto postridentino[3] de la Iglesia Católica, viéndolo a la luz de este fin de siglo posmoderno, no parece ser pura y propiamente conservador y retrógrado; su defensa de la tradición no es una invitación a volver al pasado o a premodernizar lo moderno. Es un proyecto que se inscribe también, aunque a su manera, en la afirmación de la modernidad, es decir, que está volcado hacia la problemática de la vida nueva y posee su propia visión de lo que ella debe ser en su novedad.

Tal vez el sentido de esta aseveración puede aclararse si se tiene en cuenta uno de los contenidos teológicos más distintivos de la doctrina de la Compañía de Jesús en su primera época; me refiero a su concepción de lo que es la vida terrenal y de cuál es su función en aquel ciclo mítico en el que acontece el drama de la Creación, que lleva de la caída original del hombre a su redención por Cristo y de ella a su salvación final.

La teología tridentina de la Compañía de Jesús reflexiona sobre la vida terrenal -vista como despliegue del cuerpo y sus apetitos sobre el escenario del mundo – a partir de una actitud completamente nueva, diferente de la que la doctrina medieval tenia ante ella.

Incursionando en la herejíacayendo en ella, según sus enemigos, los dominicos-, la teología jesuita reaviva y moderniza la antigua vena maniquea que late en el cristianismo.

En primer lugar, mira en la creación del Creador una obra en proceso, un hecho en el acto de hacerse; proceso o acto que consiste en una lucha inconclusa, que está siempre en trance de decidirse, entre la luz y las Tinieblas, el Bien y el Mal, Dios y el Diablo. (Una lucha que, por otra parte, ya sólo por el hecho de ser percibida a través de la preferencia del ser humano por la Luz, por el Bien y por Dios, parecería estar decidiéndose justamente en favor de ellos.)

En segundo lugar, en la Creación como un acontecer, como un acto en proceso, distingue un lugar necesario, funcionalmente específico para el ser humano: el topos a través del cual y gracias al cual esa creación alcanza a completarse como «el mejor de los mundos posibles», según argumentaba Leibniz.

En tanto que libertad, que libre albedrío, que capacidad de decidir y elegir, y no como cualquier otro ente, el ser humano tiene su importancia específica en y para la obra de Dios. Viendo así las cosas, para la teología jesuita, el mundo, el siglo, no puede ser exclusivamente una ocasión de pecado, un lugar de perdición del alma, un siempre merecido «valle de lágrimas”; tiene que ser también, y en igual medida, una oportunidad de virtud, de salvación, de «beatitud».

Es el escenario dramático al que no hay cómo ni para qué renunciar, pues es en él donde el ser humano asume activamente la gracia de Dios, donde cada trampa que el cuerpo le pone a su alma puede ser un motivo de triunfo para ésta, de resistencia de la Luz al embate de las Tinieblas, del Bien a la acometida del Mal: un motivo de la autoafirmación de Dios sobre el atrevimiento del Diablo.

Es así que, para la Compañía de Jesús, el comportamiento verdaderamente cristiano no consiste en renunciar al mundo, como si fuera un territorio ya definitivamente perdido, sino en luchar en él y por él, para ganárselo a las Tinieblas, al Mal, al Diablo.

El mundo, el ámbito de la diversidad cualitativa de las cosas, de la producción y el disfrute de los valores de uso, el reino de la vida en su despliegue, no es visto ya sólo como el lugar del sacrificio o entrega del cuerpo a cambio de la salvación del alma, sino como el lugar donde la perdición o la salvación pueden darse por igual.

La frase tan insistentemente repetida por Ignacio de Loyola acerca de que «se puede ganar el mundo y sin embargo perder el alma» es una advertencia que no condena sino simplemente corrige la idea de que el mundo es efectivamente algo digno y deseable de ganarse, que le pone a la ganancia del mundo la condición de que sea un medio para ganar el alma, es decir, de que sea una empresa «ad maiorem Dei gloriam».

De alguna manera, lo rebuscado de esta versión de la vieja hostilidad judeo-cristiana hacia la felicidad terrenal – que es vista como el simulacro de una felicidad verdadera, trascendente, como el ídolo capaz de engañar y así de obstaculizar y posponer la realización de la misma – tiene un eco en lo rebuscado de la modernidad de su comportamiento, implicada justamente en ese movimiento de apertura hacia el mundo.

En efecto, en la doctrina de la Compañía de Jesús, aparece una estrategia muy especial, perversa si se quiere, de ganar el mundo; una estrategia que implica el disfrute del cuerpo, pero de un cuerpo poseído místicamente por el alma. Un disfrute de segundo grado, en el que incluso el sufrimiento puede ser un elemento potenciador de la experiencia del mundo en su riqueza cualitativa.

Es comprensible, por ello, que las investigaciones recientes coincidan en reconocer que la Iglesia postridentina y la Compañía de Jesús no pueden ser definidas como antes, que no son exclusivamente esfuerzos tardíos e inútiles por poner en marcha un proceso de contra-reforma, de reacción a la Reforma protestante que se había dado en el norte de Europa.

La idea de una contra-reforma no recubre toda la consistencia del proyecto que se gestó en el Concilio de Trento. El intento que predominó en éste no fue el de combatir la Reforma declarándola injustificada, sino el de rebasarla por considerarla insuficiente y regresiva.

No se trataba de una reacción que intentara frenar el Progreso y opacar las Luces; de lo que se trataba era de replantear y trascender la problemática que dio lugar a los movimientos reformistas protestantes. No se trataba de ponerle un dique a la revolución religiosa sino de avanzar saltando por encima de ella; de quitarle su fundamento real, de resolver los problemas a partir de los cuales ella se había vuelto necesaria.

Este es el planteamiento principal del padre Diego Laínes, el jesuita que arma y conduce muchas de las discusiones más importantes en las sesiones del Concilio de Trento.

La actividad de los jesuitas como tropa de apoyo al papado es sin duda uno de los rasgos principales del desenvolvimiento de este Concilio; se trata, como resulta de la exhaustiva Historia de Jedin,[4] de la acción de un equipo muy bien preparado en términos estratégicos y muy bien armado en términos teológicos para combatir y para vencer efectivamente sobre las otras órdenes y los otros partidos presentes en él.

Pero es interesante tener en cuenta que se trata de un apoyo sumamente condicionado, que sólo se da en la medida en que es retribuido con el derecho a imponer una redefinición radical de lo que el papado debe ser en su esencia.

Sólo si el papa decide re-formarse, es decir, re-plantear su función, su identidad, sólo en esa medida el papado les resulta defendible a los jesuitas. Lo que está planteado como fundamental en el Concilio de Trento es el restablecimiento de la necesidad de la mediación eclesial entre lo humano y lo otro, lo divino; una mediación cuya decadencia – así lo interpretan los jesuitas- ha sido el fundamento de la Reforma, de una respuesta salvaje, brutal, a esa ausencia de mediación.

A lo largo de los siglos se había debilitado la necesidad de la mediación eclesial entre lo humano y lo otro, la función del locus mysticus, que es lo que el papado es en esencia – es decir, la función de ese lugar y esa persona que conectan necesariamente el mundo terrenal con el mundo celestial, la voluntad de Dios con la realidad del mundo.

Había perdido su carácter de indispensable; y justamente esta pérdida era la que había motivado la aparición del rechazo protestante a la existencia misma del papado. Si antes de la Reforma se aceptaba que «fuera de la Iglesia no hay salvación», después de ella se dirá: «sólo fuera de la Iglesia hay salvación».

El Concilio de Trento intenta restaurar y reconstituir la necesidad de la mediación eclesial entre lo terrenal y lo celestial, una mediación cuya necesidad es planteada en términos sumamente enfáticos. A través del papado, la entidad religiosa en cuanto tal administra el sacrificio sublimador de la represión de las pulsiones salvajes, una represión sin la cual no hay forma social posible.

La Iglesia es una instancia fundamentalmente re-ligadora, es decir, socializadora, y lo es precisamente en la medida en que justifica el sacrificio que día a día el ser humano tiene que hacer de sus pulsiones para poder vivir dentro de una forma social civilizada.

La idea de que es necesaria una mediación, de que la Iglesia tiene una función que cumplir, es defendida de esta manera. Dentro de este ciclo mítico del cristianismo, que conecta el pecado original con la condena, ésta con la redención y la redención con la salvación, la función de la Iglesia es planteada como un recurso divino insuperable.

La necesidad de esta mediación había sido desgastada, minada, corroída fuertemente a lo largo de los últimos siglos; y esto no tanto en el plano de su presencia doctrinal y litúrgica cuanto en el de la comprobación empírica de su validez.

En efecto, la principal impugnación vino de la presencia y la acción, dentro de la vida práctica cotidiana, del dinero-capital. La Iglesia había cumplido siempre en la historia europea la función socializadora o religadora fundamental; si hubo cohesión social en todo el período de su conformación como tal, fue justamente porque la vida en la ecclesia era la que daba un lugar, una función, un prestigio y un sitio jerárquico a cada uno de los individuos, la que volvía realmente sociales a los individuos que habían perdido su socialidad arcaica y les otorgaba una identidad.

Con la aparición del dinero actuando como capital – no como instrumento de circulación sino de apropiación-, esta función había pasado del terreno exclusivamente imaginario al terreno de la vida práctica, de la vida económica. Era ahora en el mercado, y en el proceso en que el dinero se vuelve más dinero, donde se socializaban los individuos.

Esto por un lado; por el otro, había comenzado ya el fenómeno propiamente moderno de un estallido o explosión no sólo cuantitativo sino cualitativo del mundo del valor de uso. La Iglesia no tenía ya que vérselas sólo con un sistema primario de necesidades de consumo, propio de un mundo que únicamente es tránsito y sufrimiento, sino con otro que se diversificaba y se hacía cada vez más complejo, y que mostraba que la bondad de Dios podía también tener la figura de la abundancia.

Estos dos fenómenos reales de la historia son los que efectivamente estaban en la base de esa pérdida de la necesidad de la Iglesia como entidad mediadora y socializadora, capaz de definir cuál es la axiología inherente al mundo de las mercancías, de los productos y de los bienes.

Es este trasfondo histórico el que mueve a hablar de la presencia de la Compañía de Jesús – elemento motor del Concilio de Trento y de la Iglesia postridentina– como impulsora de un proyecto político-religioso cuidadosamente estructurado, de inspiración inconfundiblemente moderna; un proyecto sumamente ambicioso que pretende efectivamente aggiornare la vida de la comunidad universal, ponerla en armonía con los tiempos, mediante una reconstrucción y reconstitución del orden cristiano del mundo, entendido como orden católico, apostólico y romano.

Todos conocemos las historias fabulosas que se cuentan de la Compañía de Jesús, historias que llevan a sus miembros desde las cortes europeas y sus luchas palaciegas por el poder, desde su participación política soterrada en la toma de decisiones económicas y de todo tipo de los gobiernos europeos, pasando por su monopolio de la educación proto- «ilustrada» de las élites, hasta escenarios mucho más abiertos, aventurados y populares, en las misiones evangelizadoras de Asia y sobre todo en América, donde llegan a dirigir el levantamiento de repúblicas socialistas teocráticas, capaces de vivir en la abundancia.

Mencionemos algo de su actividad en estos últimos escenarios. Solange Alberro toca el problema de cómo traducir un producto de la cultura europea occidental a culturas de otro orden mental, de un corte civilizatorio diferente, como son las orientales.

Es un problema que Mateo Ricci, el gran explorador cultural, conquistador-conquistado, problematizó a fondo en el siglo XVII. Son pocos en toda la historia los textos en que, como en los de él o de su antecesor Alessandro Valignano, se observa una sociedad que pretende trasladar sus formas culturales a sociedades en las que éstas son extrañas o no «naturales», arriesgarse mentalmente en tal empresa hasta el punto de verse obligada a poner en cuestión los rasgos más fundamentales de su singularidad; a desamarrar y aflojar los nudos de su código cultural para poder penetrar en el núcleo de una cultura diferente, en el plano de la simbolización fundamental de su código. Son los religiosos jesuitas empeñados en la evangelización de la India, el Japón y la China los que van a internarse en esa vía.[5]

Van a hacerlo, por ejemplo, en el campo problemático de la traducción lingüística. ¿Cómo traducir las palabras «Dios Padre», «Madre de Dios», «Inmaculada Concepción», «Virgen madre»? Términos como éstos, absurdos, si se quiere, pero perfectamente comprensibles en Occidente, no parece que puedan tener equivalentes ni siquiera aproximados en el japonés o el chino.

La única manera que ellos ven de volverlos asequibles a los posibles cristianos orientales – manera que será tildada justamente de herejía por parte de las otras congregaciones religiosas– pasa por el cuestionamiento del propio concepto occidental de Dios.

Por el intento, por ejemplo, de encontrar en qué medida, en el concepto de Dios occidental, puede encontrarse un cierto contenido femenino;  sólo de este modo , a partir de una feminidad de Dios, les parecía posible introducir en el código oriental significaciones de ese tipo.

Este trabajo de los evangelizadores jesuitas sobre la doctrina cristiana y su teología es un trabajo discursivo sin paralelo; es tal vez el único modelo que Europa, la inventora de la universalidad moderna, puede ofrecer de una genuina disposición de apertura, de autocrítica, respecto de sus propias estructuras mentales.

En América, la actividad de la Compañía de Jesús en los grandes centros citadinos tuvo gran amplitud e intensidad; llegó a ser determinante, incluso esencial para la existencia de ese peculiar mundo virreinal que se configuraba en América a partir del siglo XVII.

Desde el cultivo de la élite criolla hasta el manejo de la primera versión histórica del «capital financiero», pasando por los múltiples mecanismos de organización de la vida social, la consideración de su presencia es indispensable para comprender el primer esbozo de modernidad vivido por los pueblos del continente. Los padres jesuitas cultivaron las ciencias y desarrollaron muchas innovaciones técnicas, introdujeron métodos inéditos de organización de los procesos productivos y circulatorios.

Para comienzos del siglo XVIII, sus especulaciones económicas eran ya una pieza clave en la acumulación y el flujo del capital en Europa; para no hablar de América, donde parecen haber sido completamente dominantes. Sin embargo, pese a que su intervención en las ciudades era de gran importancia, ella misma la consideraba como un medio al servicio de otro fin; su fin central, que no era propiamente urbano sino el de la propaganda fide, cuya mirada estaba puesta en las misiones.

Se trataba de la evangelización de los indios, pero especialmente de aquellos que no habían pasado por la experiencia de la conquista y la sujeción a la encomienda, es decir, de los indios que vivían en las selvas del Orinoco, del Amazonas, del Paraguay. Su trabajo citadino se concebía así mismo como una actividad de apoyo al proceso de expansión de la Iglesia sobre los mundos americanos aún vírgenes, incontaminados por la «mala» modernidad.

También en la historia de la Compañía de Jesús lo que predomina es un intento de recomposición. Se trata en ella de un proyecto de magnitud planetaria destinado a reestructurar el mundo de la vida radical y exhaustivamente, desde su plano más bajo, profundo y determinante – donde el trabajo productivo y virtuoso transforma el cuerpo natural, exterior e interior al individuo humano-, hasta sus estratos retro determinantes más altos y elaborados – el disfrute lúdico, festivo y estético de las formas.

Es la desmesurada pretensión jesuita de levantar una modernidad alternativa y conscientemente planeada, frente a la modernidad espontánea y «ciega» del mercado capitalista, lo que hace que, para mediados del siglo XVIII, la Compañía de Jesús sea vista por el despotismo ilustrado como el principal enemigo a vencer.

Así lo planteaba con toda claridad el marqués de Pombal, el famoso primer ministro de Portugal, promotor de la transformación de la economía y de la política ibéricas, cuya influencia se extenderá más allá de la gestión de Carlos III en España.

La derrota de la Compañía de Jesús, que queda sellada con el Tratado de Madrid y la destrucción de las Repúblicas Guaraníes, y que lleva a su expulsión de los países católicos, a su anulación por el papa y a la prohibición de toda actividad conectada con ella a fines del siglo XVIII, es la derrota de una utopía; una derrota que, vista desde el otro lado, no equivale más que a un capítulo en la historia del «indetenible ascenso» de la modernidad capitalista, de la consolidación de su monolitismo.

Se trata entonces de toda una historia, de todo un ciclo que tiene un principio y un fin, que comienza en 1545, en las discusiones teológicas y en las intrigas palaciegas de Trento, y termina en 1775, en las privaciones y el escarnio de las mazmorras de Sant’Angelo.

Tal vez conviene subrayar quién fue en verdad el contrincante que derrotó al proyecto jesuita de modernización del mundo y cuál fue la razón de su triunfo. La utopía neocatólica se enfrentó nada menos que al proyecto espontáneo y sólidamente realista de configurar el moderno mundo de la vida a imagen y semejanza de la acumulación del capital.

La presencia de Dios en el misticismo cotidiano y seglar que los jesuitas intentaban imponer en la población, por más exacerbada que ella haya podido ser, no fue capaz de contrarrestar el poder cohesionador y dinamizador de la sociedad que despliega la acumulación de capital, el dinero generando más dinero, cuando invade ese «territorio ajeno a ella» (según Braudel) que es la producción y el consumo de los bienes y los servicios.

En el lugar del capital, los jesuitas quisieron poner a la ecclesia, a la comunidad humana socializada en torno a la fe y la moral cristianas. En vísperas de la revolución industrial que ya se anunciaba, ella no fue capaz de vencerlo; resultó ser mucho  menos eficaz que él como gestora de la producción y el consumo adecuados del plusvalor.

El atractivo de su sociedad beatífica resultó mucho más débil que el del paraíso que la «sociedad abierta» prometía como una realidad que estuviera a la vuelta de la esquina ( como lo muestran los interesantes estudios recientes sobre el proceso de descreimiento en Francia e Inglaterra a lo largo del siglo XVIII).

Tenemos, así, dos historias de diferente orden en las que tienen lugar procesos cuyo propósito no sólo implícito es una reconstitución: en el caso del proyecto criollo, la re-creación de la civilización europea en América; en el caso de la Compañía de Jesús, la re-construcción del mundo católico para la época moderna.

Habría que insistir, tal vez, en el hecho de que, en la América Latina, el fracaso de la Compañía de Jesús es un hecho que tiene que ver directamente con el fracaso del proyecto propiamente político o de élite de la sociedad criolla.

Un fracaso que se da en conexión muy evidente con la política económica global del despotismo ilustrado, cuando la Corona piensa que, de imperio sin más, orgánicamente integrado, España debe pasar a ser un imperio «moderno», colonial, y pretende hacer de su cuerpo americano un cuerpo extraño, colonizado.

Es importante tener en cuenta, sin embargo, que, aunque los jesuitas fracasan globalmente y desaparecen prácticamente de la historia a finales del siglo XVIII,[6] el proyecto criollo sin embargo continúa, y lo hace justamente en ese proceso -siempre inacabado- que tiene  lugar en la vida cotidiana de la parte baja de la sociedad latinoamericana, en el cual el “criollismo” popular y su mestizaje cultural crean nuevas formas para el mundo de la vida, formas que no pierden su matriz civilizatoria europea.

II

Aparte de la estructura de lo que acontece en estas dos historias, podemos considerar también el cómo o la manera en que acontecen estas dos historias. Para ello, en mi opinión, es indispensable tener en cuenta el concepto de «lo barroco». El modo de comportarse de la Compañía de Jesús y el modo de comportarse de los criollos mestizos, ambos, son de corte barroco.

Quisiera para ello hacer referencia -brevemente- a lo que podría ser un rasgo constante o una cadencia distintiva de las muy variadas estrategias de conformación de una materia que solemos denominar «barrocas».

Estas, en efecto, son múltiples, y es muy difícil, prácticamente imposible, elaborar una lista de determinaciones que diga: «lo barroco, para ser tal, debe presentar estas características y estas otras». Ni siquiera las cinco marcas que, según Wólfflin, distinguen el arte barroco del renacentista, y que completan una definición que sigue sin duda siendo válida, alcanzan efectivamente a componer lo que podríamos llamar un modelo típico o un tipo ideal de «lo barroco».

Sí hay, sin embargo, ejemplos paradigmáticos o modos ejemplares de comportarse de lo barroco, sobre todo en la historia del arte. Por esta razón, y para intentar mostrar en qué sentido la forma en que se comportan jesuitas y criollos puede llamarse «barroca», quisiera recordar aquí el modo  como se comporta Gian Lorenzo Bernini con la tradición clásica en su trabajo artístico.

Si nos acercamos a la obra escultórica de Bernini podemos observar que su autor tiene, en verdad, un solo proyecto desde que comienza sus trabajos: es el intento de seguir haciendo arte griego o romano, de incluir su obra en el catálogo de la herencia clásica.

Comienza sus trabajos imitando el arte helenístico, haciendo piezas que pueden confundirse perfectamente con las que están siendo desenterradas del suelo de Roma, provenientes del arte griego. Sueña ser, intenta ser o hace como si fuera un escultor antiguo que estuviera todavía trabajando.

Artista ubicado ya en el desencanto posrenacentista, se plantea como proyecto suyo no seguir el canon clásico sino rehacerlo, no aprovecharlo sino revitalizarlo, ponerlo nuevamente a funcionar como en el momento de su fundación.

Su trabajo va a tener siempre este sentido, hacer piezas a un tiempo nuevas y antiguas, pero el problema formal al que se enfrenta es radical: ¿cómo repetir la vitalidad formal en esas piezas antiguas-nuevas que él produce?, ¿cómo no hacer arte muerto, simples copias de las piezas que ya existen?, ¿cómo inventarse nuevas figuras, que no existieron entonces pero que pudieron haber existido?

Es aquí donde aparece el comportamiento barroco al que hago referencia; un comportamiento bastante complejo porque lo que busca el artista Bernini al hacer sus obras es, como diría el músico Claudio Monteverdi, «despertar la pasión oculta en cada una de las formas», revivir el drama del que ellas surgieron: ir a la fuente de los cánones clásicos y encontrar su vitalidad para seguir trabajando identificado con ella.

Sólo que en el camino de esta búsqueda del origen de la vitalidad de los cánones clásicos en la dramaticidad pagana, Bernini va a toparse con otra completamente diferente: la dramaticidad cristiana.

El gran problema estético al que se enfrenta el Bernini maduro – hombre sumamente religioso, entregado a la fe, ligado estrechamente a los jesuitas- es, en verdad, el de cómo representar el único objeto que, en última instancia, vale la pena representar: la presencia de Dios.

Presencia que nunca puede ser directa, que sólo puede ser atrapada en sus efectos, en las experiencias místicas de las que son capaces los seres humanos. Si hay algo que mueve, que da vitalidad al cuerpo y a los pliegues del hábito de la beata Ludovica Albertoni es el hecho de que ella está haciendo la experiencia de la presencia de Dios: una presencia delegada en el rictus, en el gesto corporal y en el movimiento instantáneamente detenido de su agonía; delegada, como lo está también, bajo la forma de luz que posee el cuerpo místico de santa Teresa, en el famoso Extasis o Transververación  de la Capilla Cornaro.

Dios es irrepresentable en sí mismo, directamente, parece reconocer aquí Bernini; no hay cómo hacer una figura que retrate verdaderamente a Dios. Y él propone una vía para la conveniencia de representarlo expresada por el Concilio de Trento: mostrarlo en la perturbación que provoca su presencia mística en el cuerpo humano y su entorno.

La forma de lo relatado en las dos historias que nos ocupan – el modo de la reconstrucción criolla de lo europeo en América y de la reconstrucción de la modernidad en términos modernos y católicos por parte de la Compañía de Jesús- puede conectarse con este modo ejemplar de comportamiento artístico en Berrnini. Para ello es necesario acercarse otro poco al problema de la teología de la Compañía  de Jesús. 

Se trata de una teología sumamente compleja, contradictoria en sí misma, pues está en vías de dejar de ser tal y convertirse en filosofía. Es sabido que la obra de Luis de Molina que está en los orígenes de todo este proceso, la Concordia liberi arbitrii cum gratiae donis…, que va a influir inertemente en la inmensa y brillante obra de Francisco Suárez así como   en la de muchos otros, es una teología que, después de enconadas discusiones fue rechazada como, teología oficial de la Iglesia.

Esto tiene su fundamento y está justificado desde la perspectiva de la Iglesia, del papa y de Roma porque lo que se intenta en ella es, en definitiva, nada menos que redefinir en qué consiste la presencia de Dios en el mundo terrenal. El planteamiento de los teólogos jesuitas es sumamente radical: golpea en el centro mismo del discurso teológico de la Edad Media.

Nada hay más híbrido y ambivalente que el discurso teológico: es el discurso filosófico, el discurso de la razón volcada en contra de toda verdad revelada, pero como discurso que está allí para justificar precisamente una verdad revelada; el discurso de la no-revelación puesto a fundamentar la revelación.

Este discurso tan peculiar es justamente el que comienza a reconfigurarse en las obras de Molina, de Suárez, etcétera, mediante un intento de reconstruir el concepto de Dios. Es un intento que sólo puede cumplirse de la manera en que es posible dentro de una estructura totalitaria del discurso, mediante estrategias de pensamiento sumamente sutiles, tiñéndose de recursos de argumentación monstruosamente elaborados.

El núcleo, y aquello en torno a lo cual se discute de ida y vuelta, es el de la distinción que hacen ellos entre la gracia suficiente de Dios y la gracia eficaz. Es un planteamiento que sólo se comprende a partir de la polémica del catolicismo con la Reforma: en el planteamiento de la Iglesia reformada, la gracia de Dios es suficiente para la salvación.

Dios, arbitrariamente, con su omnipotencia, con su omnisciencia, con su voluntad impenetrable, decide quiénes habrán de salvarse y quiénes no.

Habrá incluso, en la versión de la doctrina calvinista puritana, la idea de que los elegidos por Dios para salvarse, los «santos visibles», pueden ser reconocidos incluso por marcas exteriores gracias a la capacidad de trabajo productivo que ostentan.

Esta idea de que la gracia para la salvación viene directa y exclusivamente de Dios, de que, por lo tanto, ya todo está decidido de antemano, de que los elegidos y los condenados han sido ya determinados, esta idea es la que los teólogos jesuitas van a poner en cuestión.

Ellos afirmarán, en cambio, que hay, sin duda, la gracia suficiente de Dios; que El se basta a sí mismo para salvar o condenar a cualquiera; pero añadirán que este bastarse a sí mismo sólo puede darse mediante una intervención humana, que el libre arbitrio debe estar ahí, en cada uno de los individuos, para que la gracia suficiente de Dios se convierta en una gracia eficaz, para que la salvación tenga lugar en definitiva.

El trabajo de estos teólogos es sumamente agudo y complejo, pues deben insistir tanto en la omnipotencia y la omnisciencia de Dios como en su infinita bondad. ¿Cómo es posible que el Creador, que es a la par omnipotente y bondadoso, permita que sus criaturas se condenen? ¿Dónde queda su bondad? ¿Cuál es la relación entre la onmipotencia y la omnisciencia de Dios y su infinita bondad?

Es allí, entonces, donde los jesuitas intervienen con un complejo aparato de argumentación que tiene que ver justamente con la correspondencia entre los diferentes modos y grados del saber omnisciente de Dios y los modos o grados de la existencia del mundo. Lo que Dios sabe es lo que el mundo es. La teología jesuita plantea la idea de que hay tres modos de la omnisciencia de Dios: un saber «simple», un saber «libre» y un saber «medio» de Dios.

Afirma que, entre el saber simple de Dios, que es el saber absoluto y total de todas las posibilidades de ente imaginables en el universo, y su saber de lo real, es decir, no sólo de eso posible sino de lo que realmente existe, de lo que habrá sido definitivamente elegido para existir, que entre ese mundo posible y este mundo real – que son por supuesto proyecciones del saber simple y el saber libre de Dios-, se encuentra sin embargo un momento intermedio, justamente aquel en el que esta realización de lo posible está en trance de darse, en el que esa infinidad de posibilidades está concretándose sólo en aquellas que realmente se van a dar.

Se trata de un momento que corresponde a una «ciencia media» de Dios, que «sabe» del mundo no como realizado sino realizándose. Las «cosas» de este momento peculiar son cosas «sabidas» o constituidas por un saber divino que sabe del momento de la elección, que sabe del libre arbitrio: son cosas cuyo status ontológico se ubica entre lo posible y lo real.

Son el referente al que corresponde este saber medio o esta ciencia de la realización de lo posible; son el campo de la condición humana. El arbitrio humano es el topos de la libertad.

Con buen olfato, el papado rechazó la teología jesuita porque percibió que llevaba al umbral de la herejía. Es una teología que podía hacer saltar el aparato conceptual de la teología cristiana.

En primer lugar, porque plantea una idea de Dios como un Dios haciéndose, es decir, como un Dios creándose a sí mismo, como Dios en proceso de ser Dios, y no como un Dios que ya lo es. Se trata de una idea de Dios en la que hay un fuerte sesgo maniqueo, puesto que Dios sólo es tal en la medida en que vence, como luz, a las tinieblas.

En segundo lugar —y éste es el punto verdaderamente difícil- es una idea que encamina a la herejía, al «pelagianismo», a la equiparación de las virtudes de cualquiera con el sacrificio de Cristo, el hijo de Dios; lo es, porque afirma que, al estar haciéndose, Dios depende en alguna medida de su propia creación, depende del ser humano.

Esta peculiar inserción del ser humano y su libre albedrío como una entidad necesitada por Dios para que su creación funcione efectivamente, este intento de conciliar o hacer que concuerden la omnipotencia de Dios y la dignidad humana, es el punto donde, efectivamente, la doctrina teológica de los jesuitas parece dirigida a revolucionar toda la teología tradicional.

El comportamiento de los teólogos de la Compañía de Jesús se parece mucho a lo que hace Bernini. Efectivamente, lo que ellos quieren es reconstruir el concepto de Dios, «remodelarlo», ponerlo al día. Al rehacerlo, sin embargo, lo modifican, y lo hacen tan sustancialmente, que el Dios reconstruido ya no coincide con el Dios de la teología medieval, se parece poco a El.

Tenemos aquí nuevamente el mismo periplo berniniano: se parte en busca de una dramaticidad religiosa antigua, y la misma, al ser despertada, resulta que es otra, la dramaticidad de la experiencia de lo divino propia de la vida moderna.

Si consideramos ahora el proceso de mestizaje cultural latinoamericano a partir del siglo XVI, vamos a encontrar también en él, un modo de comportamiento que es similar.

La palabra «mestizaje» evoca aquí necesariamente un proceso de mixtura, de mezcla de formas culturales que se parecería a procesos conocidos por la química o la biología: mezcla de sustancias, de sus colores, por ejemplo, injertos de una planta en otra, cruces de diferentes razas de animales, etcétera.

El proceso de mestizaje cultural, sin embargo, más allá de estas resonancias fisicalistas u organicistas, al parecer sólo se puede tematizar adecuadamente en una aproximación y un tratamiento de orden semiótico.

Cuando hablamos de una relación de cualquier tipo entre diferentes formas culturales no podemos dejar de lado aquello en lo que Lévis-Strauss ha insistido tanto: la idea de que todo mundo cultural es un mundo cerrado en sí mismo, que plantea como condición de su vigencia la impenetrabilidad de su código, de la subcodificación identificadora del mismo.

Cada código cultural sería así absolutista: tiende la red de su simbolización elemental, de su producción de sentido y su inteligibilidad, sobre todos y cada uno de los elementos que puedan presentarse al mundo de la percepción.

Se basta a sí mismo, y todo otro proyecto o esquema de mundo, toda otra subcodificación del código de lo humano que pretenda competir con él, le resulta por lo menos incompatible, si no es que incluso hostil. En este sentido completamente abstracto no habría la posibilidad de un diálogo entre las culturas; las formas culturales tenderían más bien a darse la espalda las unas a las otras.

En la historia concreta, sin embargo, la vida de las culturas ha consistido siempre en procesos de imbricación, de entrecruzamiento, de intercambio de elementos de los distintos subcódigos que marcan sus diferentes identidades.

Procesos extraordinarios y bruscos, en un sentido, cotidianos y pacientes, en otro, que son siempre conflictivos y «traumáticos», resultantes de respuestas a «situaciones límites». Si hay historia de la cultura, es justamente una historia de mestizajes. El mestizaje, la interpenetración de códigos a los que las circunstancias obligan a aflojar los nudos de su absolutismo, es el modo de vida de la cultura.

Paradójicamente, sólo en la medida en que una cultura se pone en juego, y su «identidad» se pone en peligro y entra en cuestión sacando a la luz su contradicción interna, sólo en esa medida defiende sus posibilidades de darle forma al mundo, sólo en esa medida despliega adecuadamente su propuesta de inteligibilidad.

Para terminar, cabe insistir en el hecho de que, si el proceso de mestizaje cultural en la América Latina pudo comenzar, fue precisamente en virtud de la situación cultural especialmente conflictiva, muchas veces desesperada, que le tocó vivir ya en el siglo XVII -situación muy parecida, por cierto, a la que, esta vez a escala planetaria, agobia a la época en que vivimos.

Había, por un lado, la crisis en la que estaba sumida la civilización dominante, ibero-europea, después del agotamiento del siglo XVI cuando casi se había cortado todo el circuito de retroalimentación que la conectaba con el centro metropolitano; pero había también, por otro, la crisis de la civilización indígena: después de la catástrofe político-religiosa que trajo para ella la Conquista, los restos de la sociedad prehispánica no estaban en capacidad de funcionar nuevamente como el todo orgánico que habían sido en el pasado.

Y sin embargo, aunque ninguna de las dos podía hacerlo sola o independientemente, ambas experimentaban la imperiosa necesidad de mantenerse al menos por encima del grado cero de la civilización. Son los criollos de los estratos bajos, mestizos aindiados, amulatados, los que, sin saberlo, harán lo que Bernini hizo con los cánones clásicos: intentarán restaurar la civilización más viable, la dominante, la europea; intentarán despertar y luego reproducir su vitalidad original.

Al hacerlo, al alimentar el código europeo con las ruinas del código prehispánico (y con los restos de los códigos africanos de los esclavos traídos a la fuerza), son ellos quienes pronto se verán construyendo algo diferente de lo que se habían propuesto; se descubrirán poniendo en pie una Europa que nunca existió antes de ellos, una Europa diferente, «latino-americana».


[1] La Carrera de Indias fue el conjunto de rutas que unieron Castilla con sus virreinatos americanos, haciendo posible la integración de éstos en el vasto conjunto de la Monarquía Hispánica. Funcionó como un gran conector imperial, a través del cual viajaron personas, mercancías, dinero, objetos, información, cultura…

[2] Es interesante tener en cuenta que la realización de este proyecto criollo tiene lugar siempre dentro de un marcado conflicto de clases dentro de la estratificación y la jerarquía sociales. Por debajo de la realización

de este proyecto «criollo» por parte de la élite, realización castiza, españolizante, que efectivamente sólo persigue copiar a la manera americana lo que existe en Europa (en España), y que pretende practicar un apartheid paternalista con la población indígena, negra y mestiza, hay otro nivel de realización de ese proyecto, que es el determinante: más cargado hacia el pueblo bajo, lo que acontece en él es esta reconstrucción de la civilización europea en América pero dentro de aquello que Braudel llama la «civilización material» y gracias al proceso del mestizaje cultural y étnico. En el proyecto criollo elitista predomina lo político, mientras en el proyecto criollo de abajo predomina lo económico , es decir, el plano de las relaciones más inmediatas de producción y consumo.

[3] El Concilio de Trento (1545-1563) reafirmó la autoridad y la centralidad de la Iglesia Católica, reformó los abusos dentro de la Iglesia, codificó las escrituras, estableció seminarios para un clero mejor educado y condenó la Reforma Protestante como una herejía.

[4] Hubert Jedin , Geschichte des Konzits von Trient, Freiburg, 1949-73.

[5] ‘Véase, por ejemplo, Alejandro Valignano S. I., Sumario de las cosas del Japón (1583) y Adiciones (1592), Sophia University, Kyoto, 1954.

[6] Para tener una segunda época, ésta sí reaccionaria y tenebrosa, contradictoria de la primera, desde comienzos del siglo XIX hasta mediados del presente.

Fui del Movimiento de Cultura Popular en 1978. Entrevista con Dimas Castellón (II)

AYUTUXTEPEQUE, 10 de diciembre de 2023 (SIEP) Continuamos conversando – bajo el aroma siempre presente de un café- con Dimas Castellón, actor, mimo, titiritero, dramaturgo, poeta, cantautor, pedagogo teatral  y fundamentalmente militante revolucionario desde la década de los años setenta, en las filas del glorioso Bloque Popular Revolucionario, BPR.

Antes de hablar sobre el Movimiento de Cultura Popular, MCP, abordamos dos temas pendientes de nuestra última conversación, el primero relacionado con lo sueños del papá de Ñuñu ( Carlos Hernández) y el segundo, sobre la obra de teatro Los Criollos.

El sueño del papá de Ñuñu

Ya te había contado que el papá de Ñuñu tenía un cine allá en el pueblo (El Transito) y él soñaba, esperaba que luego que Carlos (Hernández) se graduara en el CENAR, podría irse a estudiar cine allá en Cuba, ese era su sueño, pero la represión de la dictadura militar hizo que Ñuñu se convirtiera en uno de los desaparecidos de la masacre estudiantil del 30 de julio de 1975.

La obra de teatro Los Criollos

Te aclaró que ya para la presentación de Los Criollos allá en la pequeña sala de Teatro Nacional, en noviembre de 1977,  ya yo y otros compañeros militábamos en las Efes, las FPL. El enfoque de la obra era por lo tanto teatral, política, ideológica e históricamente radical.

La obra era básicamente montada por el grupo de teatro Maíz, que al principio éramos ocho, y luego nos quedamos solo cuatro, no era todo el curso. Estaba Donald Paz, Mariano Espinoza, Milton Chong Vanegas Guzmán, Jorge Barahona, Ricardo Mendoza y mi persona.

Fíjate que la primera parte de la obra trata sobre las culturas prehispánicas, antes de la llegada de los españoles. Y retrata las actividades diarias de las comunidades, las labores agrícolas, la pesca, el comercio,  el arte y todo esto expresado teatralmente, sin texto, era un poema de expresión corporal, porque esa era la fuente, acordate que la idea de Los Criollos surgió en la clase de Manuel Sorto sobre expresión corporal.

Fíjate que en esta primera parte presentamos una escena de juego de pelota. Claro es un juego imaginario, sin pelota, imagínatelo, vos ves los movimientos de los jugadores que se desplazan en un círculo,  y de repente aparecen en el otro extremo la imagen de los conquistadores, en un contraste de luz, y se rompe el poema y aparece la destrucción.

Aparecen los conquistadores y gritan: Dios! Rey! España! Y empieza la destrucción, el caos, la represión, y cada cierto tiempo se repite el texto: Dios! Rey! España! que señala el sometimiento, la opresión política y religiosa que se estaba imponiendo.

Luego hay una escena de persecución de un grupo de guerreros indígenas por los conquistadores, los guerreros huyen hacia las montañas, y no logran capturarlos, se les escapan, huyen… Y los conquistadores los siguen con espadas y con una gran cruz. Y en esta parte se inserta un texto del Chilam Balam, que dice:

“El 11 Ahau Katun, primero que se cuenta, es el katun inicial. Ichcaansihó, Faz-del-nacimiento-del-cielo, fue el asiento del katun en que llegaron los extranjeros de barbas rubicundas, los hijos del sol, los hombres de color claro. ¡Ay! ¡Entristezcámonos porque llegaron!”

Los proceres de la independencia patria

Luego se pasa a la parte de la independencia. Se trata de una reunión de los proceres para los preparativos de la independencia, están conspirando. Desean apresurar la independencia  porque temen que la resistencia este cobrando vida y se vayan extendiendo los focos insurreccionales, que ya están surgiendo. Existe el temor que los indios se están sublevando. Se recita texto del artículo primero de la declaración de independencia:

“1. º Que siendo la independencia del gobierno español la voluntad general del pueblo de Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el Congreso que debe formarse, el señor jefe político la mande publicar, para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.”

La reunión se realiza en una hacienda añilera, propiedad de Manuel José Arce, que es el personaje principal, pero además esta José Matías Delgado, los hermanos Aguilar y otros. Hablan sobre la necesidad de acelerar la independencia…

Te hago un paréntesis, fíjate que Baltazar Polío, lo conociste? Él vio la obra , le gusto y quería llevarla al cine, hacerla película. Y que la llegada a este reunión fuera en un avión de TACA, una gran pelazón de aquel, o que llegaran a la hacienda en carruajes…

Continuando, fíjate que el vestuario de los actores se encontraba en el escenario, un volcán de ropa, y los actores llegaban en sus ropas normales y seleccionaban una vestimenta y se iban cambiando y a medida que se cambiaban iban adquiriendo las características de sus personajes, era como un ritual..

Y mientras esto sucedía en el escenario, dentro del publico se destacaban unos jóvenes indígenas, con pantalones de manta, descalzos y sin camisa, pero con sombreros de palma y una pañoleta roja sobre sus cuellos, eran los sobrevivientes de los que huyeron a las montañas, y estos indígenas cantaban una canción en coro llamada Los Criollos, de mi autoría, y que fue la primera que compuse:

Traían su Dios/ y con la cruz/ y con la cruz/ cortaron cabezas(bis)/ destruyeron nuestras ciudades/ se apoderaron de oro y jade/ quemaron nuestros libros/ y fuimos perseguidos / por las montañas… (bis)/ Dónde esta el oro?/Dónde está el jade?/ Dónde la tierra?/ Y la alegría/ ya no trabajo cantando…/ Diezmo a la iglesia/ y el quinto al rey (bis)/ Son para ellos los frutos/ y para nosotros el hambre(bis)/ Bebiendo vino/ los criollos hablan/ de independencia/ y liberación/pero en verdad son igualitos/al carnicero y al gachupín… (bis)

La canción se acompaña de música de tambor y de quena. Fíjate que olvidaba decirte que esta obra fue reseñada en el Diario de Hoy, y nos felicitaban, pero a la vez se lamentaba el articulista  que hubiéramos ofendido la imagen de los próceres. Ja, ja, ja!

Continuemos con la obra…después hay una escena en la que los proceres están bebiendo, y en su borrachera deciden hacer un ensayo de la lectura del acta de independencia, de lo que van a decir. Y mandan a llamar a un sirviente indígena, que llega, servil, domesticado, vestido de cotón. Fíjate que la distancia social es tan grande que no se molestan ni en hablarle, se dirigen a él con palmaditas, que él entiende.

Lo mandan a que se hinque y los escuche y ellos empiezan a leer el acta de independencia: “para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.”

Fíjate que están borrachos y ya con algunos tragos dentro, empiezan a manifestase entre los proceres, gestos afeminados,  se empiezan a saludar con sonrisitas, con miradas dulces…Luego al sirviente le mandan que se incline y les sirva de mesa y ponen sus botas sobre él, mientras declaman con poses grandilocuentes el acta de independencia.

A continuación avientan violentamente al sirviente a un lado…y cada uno de ellos asume ademanes agresivos de perro y comienzan a ladrar, y gritan: Viva la Libertad! Viva la Paz! Viva la Unión, y luego de cada grito se abalanzaban sobre un pedazo de tierra, de la que se apoderaban, o sea de los departamentos…Y se ladraban entre ellos como perros rabiosos, pero luego regresan a la normalidad.

Entonces un prócer que esta en un extremo llama al sirviente, y este al responder al llamado pasa por donde está un cura, y este lo detiene y le grita: Indio! cuando pases por mi propiedad, persígnate! Y el sirviente  asustado se persigna. Y aquí termina esta parte.

En el campamento de Anastasio Aquino

La siguiente escena se desarrolla en el campamento de Anastasio Aquino, en el cerro El Tacuazín. Aparece Aquino despidiendo a un cura, y diciéndole: Gracias padre por su visita, pero no entregaremos las armas. Lo que tiene que pasar que pase… Luego aparece un cuadro con un cuerpo rodeado por un manto rojo, y la cabeza desprendida…

El fusilamiento de Martí, Luna y Zapata

Y la última escena es la del fusilamiento de Martí, Luna y Zapata el 1 de febrero de 1932.  Con esta escena concluye la obra, la cual siempre al final hacíamos un conversatorio con el público. La obra la presentamos en 1977 pero fue montada en segundo año, en el 1976.

Mirá, de esta obra hicimos por lo menos unas 600 presentaciones, la presentamos en comunidades campesinas, en congresos sindicales, en universidades, en los mercados, en los tugurios… Contribuyó fuertemente  a la toma de conciencia de miles de personas.

La creación del Movimiento de Cultura Popular, MCP

La masacre de San Pedro Perulapan

Fíjate que el Movimiento de Cultura Popular, MCP, que fue un inmenso movimiento cultural, del sector artístico organizado del Bloque Popular Revolucionario, surge como un gesto, como una expresión de solidaridad de diversos colaboradores de la comunidad artística vinculada al BPR, hacia comunidades de unos cantones de San Pedro Perulapan, que fueron reprimidos por el ejército en abril de 1978.

Esta fue una cruel masacre de más de 40 campesinos, y entonces decidimos levantar una campaña para conseguirles víveres a las familias damnificadas por la represión gubernamental.

El Viejo, Jorge Palencia, facilito esta primera acción solidaria, ya que él trabajaba como docente en el Colegio la Asunción, y para ese entonces la mayoría de colegios católicos estaban dirigidos por curas y monjas romeristas, entonces se montó una campaña en estos colegios para recaudar víveres para estas comunidades campesinas de San Pedro Perulapan, hicimos un festival de todos los colegios católicos.

El Taller de Los Vagos

Y los artistas que participamos en esta campaña teníamos la experiencia de peñas culturales, los viernes en el Taller de los Vagos, que era un local de Norman Douglas que  quedaba allá en el centro, sobre la quinta calle oriente, ahí nos congregábamos.

Ahí participábamos , estaban los de Yolocamba Ita, que por cierto andaba en esa época en plena onda de música andina, con sus charangos; Norman Douglas con sus sketch de teatro; nosotros del grupo de teatro Maíz; el cantautor Saúl López, que musicalizó el Poema de Amor de Roque.

Participaba también un cantautor peruano de nombre Francisco “Paco” Guzmán, que es el autor por cierto de la canción La Amnistía, que cantamos en un acto que hicimos como BPR por la libertad de los presos políticos en el parque San José. Fíjate que este peruano estuvo preso por ser extranjero y meterse en política interna, le llevamos una guitarra  a la cárcel y se ganó cantando  a las trabajadoras sociales y salió por buena conducta y al  nomas verse libre se regresó a su país.

Había también escritores como los poetas Rafael Mendoza, Salvador Juárez, Joaquín Meza  y Miguel Ángel Chinchilla.

Titiriteros como Roberto Franco, y su ranita Aurora.  Fíjate que Roberto, originario de San Ramón, Mejicanos, se graduó en el 1975 en teatro del CENAR y luego se fue para Argentina, allá estuvo y regresó en 1977.  Su compañera era la Corina. La conocés, verdad? Y por un tiempo Roberto estuvo con nosotros en el grupo Maíz.

Estaba David Méndez, conocido como El Papo, que era un fotógrafo artístico, el fotógrafo oficial del BPR, venía del CENAR.

El grupo de danza Yulmaquit dirigido por Roberto Navarrete, que había sido el director del Ballet Folklórico Nacional.

Estaba El Chojo, conocido como Jorge Alberto García, pintor y caricaturista, que nos ayudaba con carteles para actividades y en la propaganda del BPR, venía del CENAR y después trabajó en la UES.   

El grupo musical Mayo, de Alvar Castillo (que ahora  vive en Hiroshima, Japón), estaba también Raúl Cuellar, Benjamín y Edgardo (murió combatiendo), se llamaba así este grupo por la masacre de Catedral de mayo del 78.

El Pelón, que era mimo y fue fusilado delante de la gente allá en la comunidad La Fosa, a la par de la UES. El cantor Will, que fue fusilado cantando. El musico Julio Rohrer. El grupo de Teatro Obrero Campesino, dirigido por Norman Douglas, y con este grupo estuvimos en 1978 en San José, Costa Rica en una jornada en solidaridad con el FSLN.

Estaba el grupo Labor y Cosecha, con Alfonso, conocido cariñosamente como King Kong y que muere combatiendo en Santa Ana para la ofensiva de enero de 1981, El Chino, que muere combatiendo en San Vicente, Oscar Flores, conocido como Zompopo. Fíjate que este grupo tuvo muchas canciones originales, que lamentablemente se perdieron.

Estaba el dúo Duodeno (Saul López y Félix Morán). Estaba La Hormiga que era también mimo, a la vez que Comando Urbano de las Efes. Estaba el dúo musical Aguilares (Paty  y Toño Girón, que murió en una marcha de solidaridad con la toma de la embajada de Venezuela, por la masacre del 8 de mayo de 1978).

Estaba el Ruso, estudiante del CENAR que fue luego un destacado combatiente de las FPL, que hay un relato que una vez asaltó un tren en san Vicente, que venía de La Unión con armas, y logró capturarlas, ahí le cayó un balazo en una mano, todo un héroe de guerra…

Como MCP esos años fueron intensos, de mucha actividad, diariamente nos movilizábamos, el equipo coordinador lo integrábamos los del Yolocamba y nosotros de Maíz. Llegamos a movilizar a cerca de 200 artistas, incluidos payasos de los circos.  Hay un libro de Roberto Quezada, de los Yolocamba, que recoge parte de esta experiencia inicial del MCP, la del Taller de los Vagos, se titula Diles que aún vivo.

Para ese tiempo Luis Melgar Brizuela junto con Margarita Posada, tenía una librería de izquierda, vinculada al BPR, llamada  El Pulgarcito. Ahí podías -en plena dictadura militar- encontrar el boletín El Rebelde de las FPL.

Para aquellos momentos, el musico Tamba ya andaba en la parte militar.  Bueno, a mediados de 1979 buena parte del MCP pasó de la actividad artística a la militar. Y su accionar se fue entonces reduciendo, porque los grupos se desintegraban, ya se avizoraba la larga guerra que se nos venía encima…

Bukele y Estados Unidos: cachetadas de payaso. PCT. Noviembre de 2023

«Tuve una excelente reunión con Nayib Bukele. Hablamos sobre promover la inversión extranjera en El Salvador»: secretario de Estado adjunto Brian Nichols

Ahora te doy, pero no te dolerá. Ahora te toca a ti…como acto de payasos que aparentan pelear, así es como podríamos resumir la relación de Bukele con el imperio norteamericano. Venimos atestiguando, en las ultimas semanas, lo que algunos han dado en llamar una “flexibilización del gobierno estadounidense” hacia el gobierno de Bukele en El Salvador. Vale la pena, para no dejarnos engañar tener en cuanta algunos elementos importantes.

Bukele desde sus comienzos demostró la lealtad a los yankis

Pareciera que Bukele tiene mas afinidad con los republicanos que con los demócratas en USA. Pero más bien, tiene más afinidad con quienes representan la derecha más extrema de aquel país. Basta recordar que recién electo presidente fue a la Heritage Foundation, sede de una de las organizaciones más conservadoras de Estados Unidos, donde pronunció un discurso en el que omitió cuestionar la política antinmigrante de Donald Trump (presidente de USA por aquel entonces) porque la solución ‘no es meterte en una pelea con tu aliado más grande’. Cuando los demócratas asumieron el poder, Bukele quiso toma distancia del gobierno estadounidense e incluso ha lanzado diatribas que parecen retar al imperio estadounidense, mientras personeros de aquel gobierno hacían primero criticas disimuladas y luego abiertas y confrontativas hacia las diferentes decisiones de Bukele en El Salvador. Todo en su juego de cachetadas de payaso, porque ni antes ni hoy, el país norteamericano ha dejado de “respaldar” con diferentes tipos de “ayuda” a Bukele y los suyos. Por ejemplo, el 27 de mayo de 2020 se divulgo un informe del Departamento de Estado norteamericano que reconocía al gobierno de El Salvador como garante de los derechos humanos. Según el análisis de la administración Trump de aquel entonces, El Salvador había cumplido nueve criterios que el Congreso definió como requisitos para que, junto a Guatemala y a Honduras, pudieran recibir $540 millones en asistencia.

Continúa la política Pro Yankis.

Mas recientemente, han ocurrido 4 fenómenos que confirman lo que estamos afirmando:

  1. Se derogo una ley que permitía encarcelar a periodistas o cualquiera que “transmitiera mensajes de pandillas”. La mencionada ley se aprobó en su momento como una ley mordaza que buscaba impedir el libre ejercicio del periodismo que le resultara incomodo al régimen salvadoreño.
  2. Bukele el día de la presentación de su solicitud de inscripción como candidato a la reelección dijo que Estados Unidos y El Salvador son amigos y socios, suavizando su discurso incendiario contra el gobierno Biden.
  3. Brian Nichols, subsecretario de Estados de Estados Unidos para el hemisferio occidental visito El Salvador y se reunión con Bukele. En su visita dijo que “el tema de la reelección es algo que amerita debate” pero que es el pueblo salvadoreño el que debe debatir y decidir si permite la reelección o no. Esto contrasta con las duras criticas que abiertamente hacia el gobierno norteamericano hacia las intenciones de Bukele de perpetuarse en el poder.
  4. La visita de la subsecretaria de comercio internacional del gobierno Biden, Mariza Lago, visito El Salvador y se anunció la intención de convertir a El Salvador en un hub tecnológico lo cual implicaría “inversión” estadounidense en el país convirtiéndolo en un “centro tecnológico regional” con un “entorno regulatorio digital sólido”.

El imperialismo al rescate de su enclave en Centroamérica.

Todo esto tiene detrás intenciones tanto de Bukele como de la de administración Biden.

Bukele ha fracasado con su experimento Bitcoin, de donde pretendía obtener financiamiento que lo hiciera menos dependiente de Estados Unidos. La relación con China tampoco ha traído los réditos económicos que se esperaban. El endeudamiento salvadoreño no hace mas que crecer y crecer y las opciones de financiación para el gobierno salvadoreño son muy limitadas y se habla nuevamente de considerar el acuerdo con el FMI hasta por $1,300 millones, con los respectivos “ajustes” que el Fondo le exige al gobierno que solo vendrían a precarizar más las condiciones de la clase trabajadora.

Por su parte, el gobierno estadounidense ve en Bukele la válvula de escape a la presión social que podría generar desequilibrio en Centroamérica. Pero también Washington mira a El Salvador de Bukele como una pieza de su agenda regional por dos razones: inmigración y en la construcción de un muro digital contra la influencia de China y Rusia. Por eso no es de extrañarse que recientemente se haya comenzado a cobrar un impuesto aeroportuario en concepto de tarifa por mejoras aeroportuarias a personas procedentes de 56 países de África que suma $1113.00 solo por hacer transito en el aeropuerto. Esto como un esfuerzo para frenar la migración. Todos sabemos que la ultima parada de estos migrantes no es El Salvador sino los Estados Unidos y el gobierno Bukele sirve como sabueso contra los migrantes africanos.

Por lo tanto, visto esta, que no son enemigas las administraciones Bukele-Biden, independientemente de su mayor o menor agrado, ambas buscaran alianzas que le permitan al capitalismo seguir explotando a las personas trabajadoras ya sea en El Salvador o en Estados Unidos.

La clase trabajadora debe seguir haciendo la experiencia y descubriendo que Bukele no es su aliado y que los Estados Unidos no vendrán a eliminar a Bukele. Se tiene que confiar en la capacidad de organización y movilización de la clase pues solo su fuerza la podrá liberar del yugo de sus opresores y para esto se necesita apostar no a las elecciones, sino a la construcción del instrumento político de la clase trabajadora y los pueblos de Cuzcatan, cuya meta no sea ganar elecciones sino organizar a la clase y al pueblo, y liderar sus luchas hasta el derrocamiento del capitalismo infame.

¡¡¡Por la Construcción del Instrumento político de la Clase Trabajadora Salvadoreña y de los Pueblos!!!

San Salvador, 24 de noviembre de 2023

La distribución prehistórica e histórica de los pipiles. William R. Fowler, Jr.*

Los pipiles fueron grupos de habla nahuat que, en sucesivas etapas u «oleadas» de migración que duraron desde aproximadamente 800 d.C. hasta alrededor de 1250 o 1300 d.C. , se trasladaron al altiplano central de México y las tierras bajas de la región sur del golfo de México y llegaron a asentarse en varias regiones de las actuales republicas de Guatemala, El Salvador y Honduras en Centroamérica.

Un grupo nahuat se desprendió de los pipiles alrededor de 1200 o 1250 d.C. y fue a asentarse en Nicaragua donde se conocieron con el nombre de los nicaraos. [1] Se ha calculado que al momento de la conquista la población nahuat de Centroamérica era de por lo menos 700,000 personas.[2] Los nicaraos fueron aniquilados o llevados de Nicaragua en esclavitud poco después de la conquista.[3]

Aproximadamente unos 2,000 descendientes de los pipiles sobreviven actualmente, la mayoría en los pueblos de Cuisnahuat y Santo Domingo de Guzmán (departamento de Sonsonate), en el occidente de El Salvador.[4]

*William Fowler, de nacionalidad estadounidense, recibió un doctorado en arqueología de la University of Calgary; ahora es profesor asistente de antropología y arqueología, University of North Dakota-Grand Forks

Los pipiles tuvieron un profundo impacto en los acontecimientos pre-hispánicos de la periferia sur de Mesoamérica y, aunque son pocos los que quedan ahora, la herencia cultural, genética y lingüística de la antigua población nahuat de Centroamérica se conserva y es indiscutiblemente fuerte. Uno de los problemas respecto a esta antigua población es precisar con exactitud la extensión y las fronteras del territorio que ocupaban y controlaban los pipiles en tiempos anteriores a la conquista. Este problema puede ser enfocado por medio de la correlación de los datos históricos, arqueológicos, y lingüísticos.

En este artículo, como primer paso, se  traza la distribución  geográfica de los pipiles según se conoce por medio de los documentos históricos; se recurre luego a la evidencia arqueológica y lingüística, a fin de proyectar su distribución en la época prehispánica.

Evidencia y fuentes históricas

Varias fuentes históricas que se han publicado presentan contribuciones a nuestro conocimiento de la distribución geográfica de los grupos de habla náhuat en el área. Es de primera importancia la lista que hizo el oidor lic. Diego García de Palacio de los idiomas  indígenas hablados en el territorio de la Audiencia de Guatemala, desde Chiapas hasta Costa Rica, en 1573 y 1574[5]. En su confusa relación de las migraciones de los grupos de habla nahuat de México a Centroamérica, fray Juan de Torquemada mencionó específicamente algunos pueblos y varias regiones donde se asentaron los inmigrantes.[6] De los datos en La historia descrita por don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán entre 1680 y 1695, es posible recoger importante información acerca de las antiguas ubicaciones de los pipiles.[7]  

De menos importancia, pero aun digna de notar, es l a relación geográfica de las provincias de Escuintla y Guazacapán escritaen 1740 por don Alonso Crespo, quien incluyó en este breve documento comentarios sobre las lenguas maternas de ambas provincias coloniales.[8]

Mientras que estas y o t r a s fuentes ofrecen cierta cantidad de información útil, hay dos fuentes que son de excepcional importancia por los datos que proporcionan sobre la distribución geográfica de los grupos de dialecto nahuat en Centroamérica y los linderos lingüísticos entre ellos y los otros grupos indígenas del área. Dichas fuentes son el secretario de fray Alonso Ponce, Antonio de Ciudad Real, y el arzobispo Pedro Cortés y Larraz. Ponce y Ciudad Real viajaron por Centroamérica en 1586; Cortés y Larraz recorrió su diócesis (Guatemala y E l Salvador) en tres viajes de 1768 a 1770.[9]

Ambos hicieron apuntes escrupulosos sobre la distribución de los idiomas indígenas en las regiones por donde pasaron. Aunque muchos asentamientos indígenas habían sido reubicados y algunos se habían despoblado antes que se recogieran estos datos, los informes de Ciudad Real y Cortés y Larraz son de máximo valor en cualquier estudio que se haga de la distribución geográfica de los idiomas indígenas de Centroamérica.

Los datos históricos pueden o no ser comprobados  por la evidencia lingüística y arqueológica.  Hay dos clases de evidencia lingüística que se relacionan con le problema de «reconstruir” el antiguo territorio de los pipiles.

La primera consiste de vocabularios nahuat recolectados por  Bromowicz en 1878 en San Agustín Acasaguastlán (Guatemala), publicada por Brinton, y la lista que Stoll obtuvo en Salamá (Guatemala) en 1883.[10]

Otro importante vocabulario es el que Squier consiguió en la costa del  Bálsamo en El Salvador.[11] Ciertos problemas se plantean en el uso de estas listas: el primero consiste en determinar su autenticidad; autenticidad; también hay que averiguar si los vocabularios representan fósiles de una presencia prehistórica nahuat en las regiones donde fueron obtenidos, o si indican un movimiento postconquista de hablantes del nahuat a estas regiones.

La otra clase de evidencia lingüística proviene de los estudios toponímicos , como por ejemplo los de Vivó Escoto, Geoffroy Rivas y Arriola.[12]

Como Wainwright ha señalado:

“La toponimia proporciona en medida completa información de una clase que está ausente en la arqueología y generalmente pasada por alto u oscurecida en la historia. También permite conclusiones bastante precisas sobre la intensidad de los asentamientos, las fronteras lingüísticas, los orígenes y las relaciones, con comentarios de vez en cuando sobre las condiciones sociales y económicas. Esta información es principalmente lingüística, desde luego, pero sus  implicaciones políticas y sociales son muchas veces menos ambiguas y más convincentes que las implicaciones equivalentes inherentes en el material arqueológico.”[13]

Los topónimos mexicanos en Centroamérica se hallan muchas veces asociados con las regiones del asentamiento nahuat que se conocen por la evidencia histórica.  En algunas regiones, empero, los topónimos nahuas ocurren donde no hay indicación histórica de una previa ocupación nahuat.

En algunos lugares estos nombres fueron impuestos por las tropas mexicanas de Alvarado, pero éste no fue siempre el caso. Podemos utilizar la distribución de estos topónimos para arrojar luz adicional sobre la distribución geográfica de los grupos de habla nahuat en Centroamérica.

Como los estudios lingüísticos, la arqueología nos da indicaciones de la distribución prehistórica de los pipiles. Frecuentemente la identificación de los restos arqueológicos con cierto grupo lingüístico resulta en controversia, pero los pipiles  dejaron vestigios netamente mexicanos de casi toda clase en sus restos culturales.

Trajeron a las regiones de que se apoderaron, cambios en la arquitectura, los patrones de asentamiento,  la economía y la tecnología, entre otras cosas. Son especialmente reveladoras las representaciones en cerámica de tamaño natural de dioses mexicanos como Tlaloc ( o Quiahuitl), Xipe Totec, y Mictlantecuhtli, los que dejaron en sus centros ceremoniales.

La siguiente serie de interpretaciones, ordenada geográficamente de

oeste a este y de norte a sur, pretende determinar, por medio de toda la evidencia disponible, la distribución histórica y prehistórica de los pipiles.  

Se enfoca en las regiones donde los grupos de habla nahuat están seguramente documentados en la historia, o donde su presencia puede inferirse por medio de la evidencia lingüística o arqueológica. También se pone énfasis en las regiones problemáticas donde la presencia nahuat es dudosa o insegura.

La Figura 1 muestra la distribución conocida de los grupos de lengua nahua ( el idioma que incluye el dialecto de nahuat) en Centroamérica. Además de la distribución pipil en Guatemala, El Salvador y Honduras, el mapa señala la distribución de los grupos de lengua nahua en Centroamérica no tratados en este artículo:los nicaraos de Nicaragua y probablemente Costa Rica, así como unos posibles enclaves en Panamá.

Guatemala

Hay segura evidencia de que al momento de la conquista y durante el período postclásico (900-1524 d.c.) los pipiles se hallaban en la planicie costera y bocacosta de Escuintla y en parte de la zona montañosa oriental.

Varios estudios sugieren que también se hallaban, durante el período anterior a la conquista, en la parte central del valle del río Motagua, cerca de San Agustín Acasaguastlán, en Salamá (Baja Verapaz) y en Nito, bahía de Amitique.

La planicie costera y la bocacosta. Fuentes y Guzmán subrayó que Escuintla (Escuinta o Itzcuintepec), que fue atacado y arrasado en 1524 por Alvarado, era pueblo pipil de mucha importancia al tiempo de la conquista y durante la época colonial.[14] Otro importante asentamiento pipil de esta zona era el pueblo (hoy desaparecido) de Panatacat o Atacat, mencionado en los Anales de los Cakchiqueles, el cual estaba ubicado, según el Título de Alotenango, a una legua al norte de Escuintla, y que también fue destruido por Alvarado.[15]

Fuentes y Guzmán también mencionó el «gran pueblo» de Teguantepeque, probablemente San Miguel Tehuantepeque, cerca de Santa Lucía Cotzumalhuapa, como un asentamiento pipil. [16] La atribución especulativa del famoso estilo artístico de Cotzumalhuapa de los períodos clásico medio (400-700 d. C. ) y clásico tardío (700-900 d.C. ) a una población de habla nahuat es muy conocida, pero también llena de problemas.[17]

Otros pueblos pipiles importantes de esta región enumerados por Fuentes y Guzmán incluyen Chipilapa, San Juan Mixtán, Santa Ana Mixtán, Texcuaco y Masagua, todos los cuales fueron identificados por Cortés y Larraz como de habla nahuat.[18]

Con base a esta evidencia uno puede fijar con seguridad los límites de la comarca pipil en la zona del Pacífico de Guatemala durante la época posterior a la conquista entre los ríos  Coyolate y Michatoya   ( y su continuación el María Linda), siendo Escuintla y Panatacat los pueblos pipiles más al norte de esta zona.

Sus vecinos indígenas eran los cakchiqueles al norte y al oeste y los xincas al este. Es posible que el territorio pipil en esta región haya sido mucho más extenso en tiempos anteriores a la conquista. Como señaló Thompson, Fuentes y Guzmán informó de pérdidas   cuantiosas de territorio pipil  en favor de los cakchiqueles y los quichés en las guerras que caracterizaron el período postclásico.[19]

Consta que un gran número de los topónimos de la vertiente del Pacífico de Guatemala al oeste del río Michatoya, e incluso al oeste del río Coyolate, provienen del nahuat, y estos son un posible reflejo de la  extensión del antiguo territorio0 pipil de esta región.[20]

La zona de oriente. Aunque Asunción Mita parece haber sido ocupado por los chortíes durante el período clásico, en el siglo XVI era evidentemente un importante centro pipil.[21] Cortés y Larraz anotó que el «idioma materno” de Asunción Mita era el «mexicano» (nahuat), mientras que en Santa Catarina Mita,14 kilómetros al norte,  se hablaba el pokomam. En su relación de la  conquista de la región de Jumay, Fuentes y Guzmán afirmó que ese pueblo y otros de la zona, notablemente Izguatlán (probablemente Santa María Ixhuatán) , Comapa, Jalapatagua y Los Esclavos, estaban ocupados por los pipiles en el siglo XVI.[22]

Los pipiles de esta región que sobrevivieron a las batallas descritas por Fuentes y Guzmán fueron hechos prisioneros y trasladados a Los Esclavos.[23]

Una pequeña población pipil quedó en Comapa donde Sapper obtuvo un breve vocabulario nahuat a fines del siglo XIX.[24]

Aparte de enclaves de pipiles, pokomames y chortíes,  la zona del oriente de Guatemala estaba ocupada principalmente por xincas durante e l postclásico y en tiempos de la conquista.[25]

El valle del río Motagua. García de Palacio informó que los idiomas hablados a fines del siglo XVI en el valle de «Hacacevastlan» (Acasaguastlán) eran el “hacacevastleca” y el “apay” (chortí).[26]

Según parece, el llamado idioma hacacevastleca o tlacacebatlecano no vuelve a mencionarse en las fuentes históricas. Cortés y Larraz manifestó que a fines del siglo XVIII la lengua de la cabecera del curato de san Cristóbal  Acasaquastlán era el chortí, mientras en los anexos de Chimalapa y Usumatlán se hablaba el alagüilac. El arzobispo afirmo que en San Agustín Acasaguastlán la lengua materna era el mexicano.[27]

A principios del siglo XIX, el historiador Juarros apuntó que la lengua indígena de san Cristóbal Acasaguastlán era el mexicano. [28]

La identidad del alagüilac  nunca ha sido establecida con seguridad.

En so obra maestra, publicada por primera vez en 1884, Stoll declaró que  el hacacevastleca de García de Palacio era sin duda la misma lengua que más tarde  llegara a ser llamada alagüilac.

Stoll consideró al alagüilac como un idioma de afiliación desconocida, y l o colocó en su mapa etnográfico una pequeña zona alrededor de San Cristobal Acasaquastlán, rodeada por la comarca chol al norte y una supuesta «colonia septentrional» de pipiles al sur.  

Esta última, según Stoll, ocupaba la región comprendida entre Salamá ( Baja Verapaz) y algunas poblaciones de la parte central del valle del río Motagua,  principalmente San Agustín Acasaguastlán y Chimalapa.[29]

Volveremos a tocar el tema de los pipiles de Salamá más adelante. Brinton dio origen a una confusión histórica cuando quiso demostrar que el llamado idioma alagüilac «era una forma bastante pura» del nahuat, y que estaba estrechamente relacionado con el pipil (nahuat) de Escuintla.

La evidencia que Brinton citó en apoyo de esta hipótesis consistió de cuatrozos de textos  de documentos del archivo parroquia de San Agustín Acasaguastlán, con fechas de 1610 a 1637 que, según Brinton, fueron escritos en nahuat; el ya mencionado vocabulario que Bromowicz obtuvo en San Agustín en 1878; y también evidencia toponímica sobre el problema.[30]

Según parece, el argumento de Brinton de que el alagüilac equivale al nahuat logró la aceptación de muchas autoridades.[31] Esto no convenció a Lehmann, quien consideró la identidad del alagüilac como un problema no resuelto. Lehmann señaló, empero, que el vocabulario recolectado por Bromowicz es sin duda en nahuat, mientras que los trozos de texto del archivo parroquial de San Agustín son en una lengua franca que es esencialmente una forma corrompida del nahuatl con algunos elementos del español.

Lehmann indicó tres ejemplos de voces en nahuatl en vez de nahuat que aparecen e n los trozos de textos y , más recientemente, Campbell ha señalado varios ejemplos semejantes.[32] Lehmann también publicó una lista de voces que Sapper había recolectado en San Agustín Acasaguastlán alrededor de 1890. Con base a esta lista y a la de Bromowicz, y a pesar de las fallas evcidentes en el material del archivo parroquial, Lehmann pensó que anteriormente se hablaba el nahuat en San Agustín Acasaguastlán, y que era un dialecto estrechamente relacionado con el nahuat de los pipiles de El Salvador.[33]  

Lehmann no abordó la posibilidad que los hablantes del nahuat de San Agustín hayan llegado allí después de la conquista.

Esta posibilidad sí fue considerada por Miles, rechazándola en favor de la hipótesis de que los habitantes prehispánicos de la región de Acasaguastlán fueran gente mezclada y bilingüe que hablaba el nahuat y el pokomam.[34] De hecho, no hay indicación alguna en los datos arqueológicos relativos a la zona de Acasaguastlán de que haya habido ocupación nahua ahí antes de la conquista.[35]

Además, Miles citó evidencia histórica indicando que la reducción de grupos de habla nahua de otras regiones a la comarca de Acasaguastlán fue un fenómeno bastante común durante el período colonial. Sin embargo, Miles optó por la hipótesis en la que los «pipiles» del valle de1 río Motagua eran en realidad pokomam-pipiles bilingües, tal vez aumentados por mexicanos de las tropas auxiliares en la conquista. La evidencia que Miles adujo en apoyo de su conclusión es poco convincente, y la «hipótesis bilingüe” para la región de Acasaguastlán ha sido efectivamente desmantelada por Campbell quien estima que la solución que Miles sugirió a la «cuestión alagüilac» no es más sustancial que la de Brinton.[36]  

Como indica Campbell, parece más factible atribuir los vocabularios y los trozos de texto de San Agustín Acasaguastlán publicados por Brinton y Lehmann a los hablantes del nahuat y el nahuatl que fueron trasladados a la región de Acasaguastlán después de la conquista. Si es así, la hipótesis de Brinton que e1 alagüilac era equivalente al nahuat queda sin base.

Campbell ha concluido tentativamente que la mejor posible identificación del alagüilac, dado que no era completamente distinto a los idiomas conocidos en Guatemala, es con el xinca.[37]

Baja Verapaz. A diferencia de la situación en el valle del Motagua, los especialistas están de acuerdo que los pipiles de Salamá (Baja Verapaz), donde Stoll recolectó un vocabulario nahuat en 1883, fueron reubicados ahí después de la conquista. Este consenso se basa en una declaración del juez contador Juan de Pineda, quien en 1594 manifestó que los pipiles de Salamá habían sido liberados de la esclavitud y asentados ahí por orden del lic. Alonso López Cerrato, presidente de la Real Audiencia de Guatemala de 1549 a 1555.[38]

Bahía de Amatique. El importante centro comercial de Nito, ubicado en l a desembocadura del río Dulce, fue visitado en 1525 por Hernán Cortés quien informó que un barrio del pueblo estaba ocupado por mercaderes de Acalán, el famoso puerto de la región de la laguna de Términos, México, y que este barrio era gobernado por un hermano del gobernador de Acalán.[39]

Los comerciantes de Acalán eran mayas chontales; sus anfitriones en Nito eran de otra afiliación lingüística y étnica. Roys conjeturó que » si bien Nito era frecuentado por mercaderes chontales, choles, y yucatecos mayas, parece posible que eran en realidad una factoría nahua.[40]

La existencia de varios topónimos nahuas en la región de Nito presta apoyo a l a sugerencia de Roys.[41]

Si Nito e r a verdaderamente un centro nahua, los pipiles resultarían ser, quizás, sus principales habitantes. Sin embargo, parece igualmente probable que Nito fuera una población chol o chortí. [42]

En realidad, no hay evidencia sobre la afiliación lingüística de Nito. No se le conoce arqueológicamente y ni siquiera se sabe su ubicación exacta. De manera que, por ahora, la arqueología no puede contribuir a la solución de este problema. La hipótesis de Roys de una ocupación nahua en Nito es sugerente pero está por demostrarse.

Honduras

La evidencia indica pequeños enclaves de pipiles en Honduras, pero es difícil saber su localización exacta. Posiblemente hubo un grupo de habla nahuat en la antigua población de Naco o cerca de allí , en la región noroeste del país. Se sabe con seguridad que existía un grupo de habla nahuat al momento de la conquista en el Valle de Aguán, al sur de Trujillo, en el noreste;   probablemente había pequeños grupos de pipiles en los valles de Comayagua y Olancho antes de la conquista; y hay buena evidencia de pequeños grupos de habla nahuat durante el período colonial en la región de Choluteca, al sur.

Región noroeste. Esta región abarca los grandes valles de Ulúa, Chamelecón y Sula. Hay poca duda de que aquí habían enclaves de pipiles antes de la conquista, pero su localización exacta está por determinarse.

Como señalaron Lehmann y Stone, los topónimos nahuas son prominentes en esta región.[43]  En un estudio rápido de un documento importante del siglo XVI perteneciente a la región, el «Repartimiento de la Villa de San Pedro de Puerto de Caballos y su Fundación por Pedro de Alvarado», que fue firmado en 1536 por el escribano real Gerónimo de San Martín (1871), se han identificado noventa nombres de poblaciones, cerros, y ríos, de un total de 153, que sin duda son del nahuat.[44]

Si bien es posible que algunos de estos topónimos nahuas hayan sido impuestos por los auxiliares mexicanos de los españoles, muchos, o quizá la mayoría, probablemente ya existían antes de la conquista.[45]

Los préstamos de palabras del nahuat al lenca hondureño también pueden ser un indicio de una presencia pipil en la región antes de la conquista.[46]

Estos préstamos pueden haberse originado, empero, en otra región de Honduras más bien que en la de los valles de Ulúa, Chamelecón y Sula. Mientras que los topónimos y préstamos nahuas son sugestivos, esta evidencia no basta para construir un caso concluyente sobre poblaciones pipiles en la región antes de la conquista.

Veamos, pues, la evidencia arqueológica e histórica.

Un sitio arqueológico que a menudo ha sido considerado como fuerte candidato de l a ocupación preconquista por un grupo de habla nahua es Naco, el más conocido sitio postclásico de la región. Situado en el Valle de Naco, cerca de la parte central del río Chamelecón, Naco era un centro próspero de intercambio durante el postclásico tardío (1200-1524 d.C. ).

El rompimiento de los nexos de intercambio que ocurrió durante los años de la conquista había producido el abandono de la población antes de que Cortés llegara allí en 1525. El hecho de que Naco fuera usado como base de operaciones por los primeros españoles para entrar en la región, atestigua su anterior importancia económica y política.[47]

Aunque tanto Cortés como Bern1 Díaz dieron indicaciones de que Naco era un centro poderoso, ninguno de los dos comentó sobre el idioma hablado por los habitantes de la población. [48]

Cortés mencionó que algunos de sus aliados mexicanos hablaron con un grupo de los antiguos  residentes de Naco, aparentemente sin la ayuda de un intérprete. Después Cortés habló, por medio de un intérprete ( su amante, Marina), a los mismos indígenas.

Esta información indica que la gente de Naco hablaba ya sea un dialecto del nahua (nahuat o nahuatl), o el maya chontal, o los dos. Los mayas chontales ( o putunes) eran un grupo expansionista, muchos de los cuales, sobre todo los mercaderes, eran bilingües en chontal y náhuat. [49]

Marina dominaba el náhuatl y el chontal. [50] Esto limita las posibilidades de la afiliación lingüística de Naco.

Evidencia interesante es la declaración de 1525 del escribano Diego Cavallero de que los habitantes de Naco habían venido de la «mar del Sur», es decir, la región del Pacífico de Centroamérica.[51]

Si se acepta esta declaración en su significado literal, quiere decir, por supuesto, que parte o toda la población del postclásico tardío de Naco se componía de pipiles de Guatemala o El Salvador.

Por medio de las investigaciones de Strong, Kidder y Paul y las de Henderson y sus colegas, Naco está bastante bien conocido arqueológicamente.[52] Aunque los especialistas al principio detectaron semejanzas aparentes entre los restos culturales de Naco y los de México central, especialmente en la cerámica policroma, el análisis más detallado ha mostrado claramente que los vínculos culturales de Naco están con las tradiciones postclásicas de la zona central del Peten, el altiplano de Guatemala, la cuenca central de El Salvador y el suroeste de Nicaragua.

Por ejemplo, hay bastantes semejanzas estrechas entre la cerámica y los planos arquitectónicos de Naco con los de la antigua población pipil de Cihuatán, en e l centro de El Salvador. Los paralelos más estrechos entre estos dos sitios pueden fecharse en la parte final de la ocupación de Naco ( 1450-1536 d. C . ) . La distribución intrasitio de cerámica y la variación arquitectónica en Naco durante este período sugieren que hubo dos grupos sociales distintos, residiendo el grupo dominante en el centro  principal de la población.[53]

Basándose en todo o p a r t e de estos datos,  varios especialistas han propuesto una hipótesis sobre la afiliación lingüística de Naco. Como ya se ha notado, las probabilidades están limitadas al nahua, al chontal, o a los dos. Algunos estudiosos consideran que Naco en el postclásico tardío era una colonia mercantil de habla nahuat o nahuatl.[54]

Como Henderson ha señalado, l a posibilidad de que los habitantes de Naco fueran de habla nahuatl ( del México central ) es sumamente inverosímil. [55]

La evidencia arqueológica y etnohistórica indica que si de verdad había un grupo de habla nahua en Naco, sus relaciones históricas  hubieran sido con el sur, y su dialecto hubiera sido el nahuat. La posibilidad de un grupo chontal en Naco es muy alta.[56]

La teoría de que Naco estaba ocupado a finales del postclásico tardío tanto por pipiles como chontales es atractiva, sobre todo en vista del patrón arqueológico descrito arriba.

Considerando esta evidencia, Henderson ha sugerido que es posible que Naco haya tenido una élite bajo influencia mexicana, como los quichés, si no más directos enlaces con los pipiles. En realidad, la evidencia no es suficientemente concluyente para resolver el problema de las afiliaciones lingüísticas de Naco. Sin embargo, es claro que si no había un grupo de habla nahuat en Naco, la población del postclásico tardío de Naco ciertamente absorbió influencias mexicanas, quizás de otra población en la misma región de los valles de Ulúa, Chamelecón y Sula, o posiblemente de otra región.

Valle de Aguán. Hay firme evidencia histórica que en esta región del norte de Honduras, inmediatamente al sur del actual pueblo de Trujillo, había dos poblaciones de habla nahua al momento de la conquista. Cortés se impresionó mucho por el tamaño de estos dos centros, que tenían los nombres de Papayeca y Chapagua. También observó Cortés que tenían mucho poder político, con 18 pueblos o aldeas de tributarios el primero y 10 el segundo.

El conquistador recibió a unos mensajeros de las dos poblaciones principales, comunicándose con ellos por medio de intérprete, y declaró que la lengua «de Culua (Méxicol) y esta son casi la misma, excepto que difieren algo en pronunciación y en algunos vocablos».[57] 57

Parece muy probable que las pocas diferencias fonológicas y léxicas entre el nahuatl de México central y la lengua de los mensajeros de Papayeca y Chapaqua, sean indicación de que hablaban el nahuat.

Healy ha llevado a cabo investigaciones arqueológicas en un sitio de esta región que se cree puede ser el antiguo pueblo de Papayeca. Designado H-CN-12: Río Claro, este sitio está firmemente fechado por medio de siete determinaciones de radiocarbono en el período Cocal (1000-1530 d.C. )[58]

Las características de los restos arquitectónicos y el plano del sitio contrastan con los de otros sitios contemporáneos del valle y son, por lo general, características propias de una población mexicana o de una población bajo influencias mexicanas; aunque al parecer el sitio carece de ciertos importantes rasgos arquitectónicos mexicanos, tal como la construcción talud-tablero.

Curiosamente, el complejo cerámico del sitio de Río Claro parece tener poco en común con las tradiciones de alfarería postclásica mesoamericana, y se relaciona más con la cerámica del norte de Sudamérica. Evidentemente, algunos restos culturales del sitio son incongruentes con su identificación hipotética como la población histórica de habla nahuat, Papayeca.[59]

Los datos actuales sobre este problema son poco precisos, y el sitio requiere más investigación antes que se pueda comprobar o descartar esta hipótesis. Sea Río Claro el Papayeca antiguo o no, lo que sí es claro, según la evidencia proporcionada  por Cortés, es que Papayeca y Chapagua estaban habitados por un grupo de habla  nahua, probablemente un grupo pipil.  

Valle de Comayagua. Generalmente se piensa que esta región de Honduras central estaba ocupada antes de la conquista principalmente por los lencas. Ciudad Real informó en 1586 que los idiomas indígenas hablados en la región eran el colo y e l mexicano o pipil.[60] No hay evidencia directa sobre la identidad del colo, pero Stone ha sugerido que era el mimo lenca.[61]

Se desconoce la localización exacta de los grupos de pipiles mencionados por Ciudad Real. Según parece, ninguno de los sitios  arqueológicos conocidos en la región muestra evidencia convincente de ocupación pipil, aunque algunas influencias mexicanas imprecisas se han detectado en varios sitios, especialmente en Yarumela, Tenampúa y Agalteca[62] como en casi todas las regiones que estamos considerando, los topónimos nahuas son prominentes en el valle de Comayagua.[63]

Valle de Olancho. Al este del valle de Comayagua está situado el valle de Olancho que también parece haber sido una región secundaria de la ocupación pipil durante la época de la conquista y posiblemente antes. A principios del siglo XIX, le historiador Juarros  escribió que en tiempos de la conquista esta región estaba ocupada por lencas y mexicanos.[64]

La fuente de esta información fue el cronista franciscano Fray Francisco Vázquez quién, entre 1683 y 1713 o 1714 escribió una extensa historia de Guatemala basada en parte en manuscritos franciscanos del siglo XVI. Stone ha citado dos declaraciones de Vásquez semejantes a la de Juarros.[65]

Las localizaciones precisas de los santuarios o asentamientos nahuas en el valle de Olancho no han podido concretarse , pero Reyes Mazzoni ha sugerido como posibilidades Agalta, Juticalpa y Jutiquile. Esta región tiene evidencia toponímica que sugiere una ocupación nahuat prehistórica.[66]

La Choluteca. Vázquez manifestó que en la jurisdicción del convento de Nacaome y en el pequeño pueblo de Goascorán se hablaba el lenca y el mexicano. Según García de Palacio las lenguas indígenas de la Choluteca eran el mangue y el chontal (lenca). Ciudad Real informo en 1586 que en la región se hablaban el mangue, el ulúa y el potón (lenca) ; también mencionó un sitio definible de antigua ocupación nahuat en la Choluteca, en la llamada isla ( en realidad una punta) de Ciualtepetl. Antes que él y fray Ponce visitaran este lugar, sus habitantes antiguos habían sido trasladados a la población de habla nahuat de El Viejo (Tecoatega), Nicaragua.[67]

Las islas del golfo de Fonseca. Ciudad Real mencionó varias islas  del golfo de Fonseca que en 1586 o antes estaban ocupadas por lencas, pero dio nombres para estas islas en nahua, o en nahua y lenca. Estas son: Meanguera (antes Meangola o Quetzaltepetl),  Conchaquita ( antes Conxagua o Taca ) , Matzatepetl, Tecuantepetl y Tzinacantepetl.[68]

Las primeras dos pertenecen actualmente a la República de El Salvador. Como Stone ha notado, los nombres en nahua de las islas  probablemente se originaron del grupo de habla nahuat que vivía  en Punta Cosigüina, Nicaragua.[69]

El hecho de que Ciudad Real diera nombres para las islas en náhuatl en vez de náhuat ( – tepetl en vez de – tepet ) no afecta esta explicación pues tenía la tendencia a hacer lo mimo cuando daba nombres a los fenómenos naturales.[70]

El Salvador

Casi todo El Salvador al oeste del río Lempa estaba ocupado por los pipiles al momento de la conquista y probablemente durante el período postclásico.  Es posible que grupos de lengua nahuat penetraran en el oriente de El Salvador antes de la conquista.

Las regiones occidental y central. La evidencia arqueológica, lingüística y etnohistórica indica, fuera de toda duda razonable, que al momento de la conquista, y por lo menos cinco siglos antes, casi toda la parte de El Salvador al oeste y al sur del río Lempa estaba ocupada por los pipiles.[71]

De hecho, e1 antiguo territorio en El Salvador occidental y central a veces probablemente se extendió al norte y al este de la tradicional frontera cultural del Lempa. Al menos en la cuenca central, el sitio de Santa María constituye evidencia de la ocupación pipil un poco al norte del Lempa.[72] Examinaremos l a posibilidad de la expansión pipil al este del Lempa al tratar el  oriente de El Salvador, más adelante.

Hay solamente tres, posiblemente cuatro, excepciones específicas a la dominación total de El Salvador occidental y central por los pipiles al momento del  contacto europeo. Estas son los enclaves de pokomames en Chalchuapa, Ahuachapán y posiblemente Atiquizaya en el occidente, y evidentemente una penetración lenca en Istepeque, un poco al norte del volcán San Vicente y al oeste del río Lempa.[73]

Aunque Ciudad Real manifestó que Chalchuapa era una población de habla nahuat en 1586, esto parece ser un error; o quizás Ciudad Real se topó con algunos individuos que hablaban el nahuat en Chalchuapa. En 1637, fray Tomás Gage, quien dominaba el pokomam, habló a los indígenas de Chalchuapa en ese idioma. Francisco Ximénez escribió a principios del siglo XVIII que en tiempos de la conquista, Chalchuapa estaba habitada por los pokomames. A fines del siglo XVIII, Cortés y Larraz informó que el idioma materno de la parroquia de Chalchuapa, que incluía el pueblo de Atiquizaya, era el pokomam.[74]

Los indicios arqueológicos muestran que los pokomames arrebataron Chalchuapa de los pipiles a fines del postclásico tardío.  Esta impresión está confirmada por la evidencia de la lingüística histórica.[75]

Así, Lothrop se equivocó gravemente cuando aseveró que los

pokomames antes  dominaban toda el área de El Salvador occidental y central, y que más tarde llegó a ser territorio pipil.[76]

Ciudad Real y Cortés y Larraz informaron que Ahuachapán era de idioma mexicano, pero Lardé citó un informe de 1549 de un oidor de la Audiencia de Guatemala, Tomás López Medel, el cual dice que las mujeres de Ahuachapán hablaban el pokomam, mientras que los hombres hablaban el nahuat (probablemente ellos eran bilingües).[77]

Según parece, la única evidencia para la ocupación pokomam de Atiquizaya es la declaración de Cortes y Larraz, mencionada arriba. Ciudad Real manifestó que Atiquizaya era pueblo pipil.

En cuanto a la intrusión lenca en el territorio pipil del este, García de Palacio declaró que en Istepeque, aunque se localizaba en la misma provincia de San Salvador, poseída por los pipiles, los habitantes hablaban un idioma que los pipiles llamaban «el chontal”.[78]

La voz nahuat chontal (nahuatl chontalli) ) quiere decir «forastero». Los pipiles daban este nombre a cualquier otro grupo indígena que no hablaba el nahua. Por ejemplo, a los pokomames de Santa Catarina Mita, Guatemala, los pipiles también les llamaban “chontales”. [79]

Lothrop estaba convencido de que los chontales de Istepeque eran pokomames;  pero Thompson demostró convincentemente que el idioma en cuestión era en realidad el lenca, al que también se referiría muchas veces en el siglo XVI como potón o potona.[80]

Es sensato suponer, por lo menos como una hipótesis de trabajo, que, tal como las intrusiones tardías de pokomames en la región del oeste, la entrada de los lencas en Istepeque era relativamente reciente.

Puesto que algunos mapas lingüísticos indican grupos mayences conocidos históricamente en la vecindad de San Salvador, es necesario un comentario breve sobre su presencia. Ciudad Real declaró que la mayoría de los indígenas de San Salvador eran pipiles, pero algunos eran achíes.[81]

Estos mayas del altiplano de Guatemala no tenían nada que ver con los acontecimientos previos a la conquista de El Salvador, al menos no directamente.

Por cierto, fueron llamados al servicio de la hueste española y reubicados en San Salvador después de concluirse la conquista de Cuscatlán.[82]  

Aparte de los dos o tres pequeños enclaves de pokomames en el oeste y la penetración lenca en Istepeque, en tiempos de la conquista e l resto de El Salvador occidental y central estaba densamente poblado por los pipiles. Alvarado se refirió frecuentemente a las grandes e importantes poblaciones pipiles y los grandes ejércitos pipiles que encontró en el valle de Sonsonate, la región de Acajutla ( la planicie costera del suroeste) y Cuscatlán ( cerca de San Salvador).[83]

Algunos de los pueblos pipiles por los que Alvarado pasó en 1524 pueden tentativamente identificarse con sitios arqueológicos: Mopicalco con El Güisnay; Miaguaclam con Los Lagartos, también conocido como Miahuacán; y Atehuan con Ateos.

Desafortunadamente, tenemos solamente un conocimiento superficial de estos sitios. No ha sido establecido con seguridad el sitio de la antigua capital, aunque muchas autoridades, notablemente Barón Castro, han considerado que es el actual pueblo de Antiguo Cuscatlán, en el suroeste de las afueras de San Salvador.[84]

No hay datos arqueológicos que apoyen esta identificación, pero la evidencia etnohistórica indica que Cuscatlán sí estaba ubicado a poca distancia al suroeste de San Salvador.[85]

En cuanto al valle de Sonsonate y la planicie costera del suroeste de El Salvador, fue allí donde Alvarado libró las dos mayores batallas de su campaña contra los pipiles. Izalco, cerca de Sonsonate, fue un conocido centro de producción de cacao durante la colonia y probablemente también durante el período postclásico.[86]

Fuentes y Guzmán describió y usó dos documentos pipiles que eran listas del tributo que se pagaba antes de la conquista a uno de los pueblos pipiles cerca de Sonsonate, probablemente Izalco.[87]

Los pocos sobrevivientes de la cultura pipil viven hoy en esta región,  y se ha recolectado una considerable cantidad de datos lingüísticos y etnográficos sobre los pipiles actuales de Izalco y las poblaciones circunvecinas. [88]

El valle de Sonsonate y la planicie costera del suroeste de El Salvador eran sin duda regiones importantes de la ocupación pipil durante el período de la conquista y antes de la conquista, por lo menos durante el período postclásico (900-1540 dC). La arqueología de estas regiones, especialmente la de esta época, es muy mal conocida y necesita investigación.

Además de estas regiones y la de San Salvador (Cuscatlán), los datos lingüísticos, arqueológicos y etnohistóricos indican que otras  zonas de El Salvador occidental y central eran importantes regiones del asentamiento pipil durante los períodos postclásico y de la conquista.

Estas incluyen, entre otras : la región del lago de Güija; la Cuenca Central y su región circundante ; la costa del Bálsamo; la región de Cojutepeque e Ilopango; y la ladera sur del volcán San Vicente, incluyendo la región de los Nonualcos.

En general, con excepción de la Cuenca Central, hay pocos datos arqueológicos sobre estas regiones. Tal vez el mejor conocido pueblo pipil prehistórico es el sitio de Cihuatan, en la Cuenca Central, que era centro activo en el período postclásico temprano (1900-1200 d.c.).

Además, hay una plétora de topónimos nahuat en El Salvador occidental y central que no debe pasarse por alto.[89] Aunque muchos de estos nombres han sido «nahuatlizados» (por ejemplo, Cuscatlán en vez de Cuscatán), la mayoría retienen su carácter nahuat original, a pesar de que muchos hayan sido corregidos a formas hispanizadas ( como , por ejemplo, Cuisnahuat en vez de Huitsnahuac o Tamagashte en vez de Tamagaztepec, y otros  ejemplos semejantes). Algunos topónimos nahuas de El Salvador fueron probablemente impuestos por los indígenas auxiliares de Alvarado, o incluso por los españoles. Un ejemplo del últmo tipo sería Tacuba (nahuatl Tlacopán), un nombre que Geoffroy Rivas piensa que fue traido por los españoles en forma ya corrompida.[90]

Sin embargo, la inmensa mayoría de los topónimos nahuas en El Salvador seguramente se originaron de los pipiles,  y no de los españoles o de sus aliados mexicanos. Como demuestra el estudio de Vivó Escoto, muchos de los topónimos nahuat de El Salvador forman grupos que pueden correlacionarse con las migraciones históricas de los pipiles a esta y otras regiones de Centroamérica.

La región de oriente. Los especialistas están generalmente de acuerdo que al momento de la conquista casi todo El Salvador al este del río Lempa estaba ocupado por los lencas, con pequeños enclaves de cacaoperas en el noreste, ulúas en el sureste,  y mangues en el extremo oriente.[91]

La extendida distribución de los topónimos lencas de esta región es notoria, y esta distribución debe ser una indicación bastante buena del antiguo  territorio lenca.[92]

Sin embargo, los topónimos nahuas son numerosos en las tierras bajas costeras del departamento de Usulután; algunos ejemplos son Jiquilisco, Aguacayo, Ozatlán, Gualacho y el propio Usulután.[93]  

Los topónimos lencas también ocurren en la región, por ejemplo, Oxucar, Chaquantique y Ereguayquín.[94] Estos topónimos plantean la posibilidad de que simultáneamente los pipiles y los lencas compartieran la zona entre la parte baja del río Lempa y el río  Grande de San Miguel. De hecho, algunos mapas lingüísticos extienden la distribución de los pipiles al este de la parte baja del Lempa hasta la región de la bahía de Jiquilisco.[95]

Es muy posible que los pipiles nonoalcas, que arribaron a la periferia sur de Mesoamérica alrededor de 1250 o 1300 d.C., lograron el control total o parcial de esta región costera en el período postclásico tardío. La «nahuatización» de los lencas de esta región está bien documentada para el período colonial, y este proceso pudo haber comenzado antes de la conquista.[96]

Sin embargo, esta posibilidad se halla debilitada por la declaración  inequívoca de Ciudad Real que en 1586 el territorio pipil tenía al río Lempa como lindero al este. También es digno de notar que había una colonia postconquista de habla nahuatl de los indígenas auxiliares en la conquista, en Mejicapa, a corta distancia al este de Usulután.[97]

Hasta cierto punto, es posible que este grupo haya sido la fuente de la mexicanización de los lencas que tuvo lugar en el período colonial. Ante estos hechos y con los datos actuales no es posible establecer con seguridad si hubo o no ocupación pipil durante el período postclásico en las tierras bajas costeras de Usulután.

Cambiando el enfoque a una época temprana y una zona más al este, Andrews ha recobrado evidencia arqueológica de que un grupo de Veracruz o bajo influencias veracruzanas se trasladó al oriente de El Salvador posiblemente alrededor de 600 d.c.[98] Los restos culturales del sitio de Quelepa, cerca de San Miguel, durante la fase Lepa (625-1000 d. C. ) son muy distintos en contenido y carácter a los de las fases anteriores.

Desde fines del período preclásico medio hasta el clásico tardío el sitio puede ser atribuido con confianza a los lencas. En el clásico tardío aparecen cambios completos en cerámica, lítica, arquitectura y costumbres funerarias. Además, se introducen al sitio durante la fase Lepa varios rasgos culturales que indican vínculos estrechos con Veracruz.[99]

Esta evidencia indica una sustitución total o parcial de la población de Quelepa durante el clásico tardío,  y Andrews propone la hipótesis de que una élite veracruzana tomó el sitio con  apoyo militar, quizás acompañada por un grupo de la clase baja. Andrews no identifica específicamente como pipiles a estos invasores hipotéticos, pero sugiere que su traslado al oriente de El Salvador esté relacionado con las migraciones pipiles de México a Centroamérica.

En vista de la estrecha relación entre el nahuat de Veracruz y el nahuat de El Salvador, es muy posible que la población de Quelepa durante la fase Lepa fuera de los primeros grupos de habla nahuat que entró a la periferia sur de Mesoamérica.[100]

Resumen y conclusión

Este ensayo ha tenido efectivamente tres metas. Primero, hemos tratado de exponer una metodología para estudiar la distribución geográfica, histórica y prehistórica de un grupo indígena de Centroamérica que, como la mayoría de los grupos del área, ocupaba varias zonas no contiguas, las fronteras de las cuales casi siempre estaban en flujo. La base de la metodología es el uso integrado de datos históricos, lingüísticos y arqueológicos.

El segundo objetivo fue identificar las fuentes históricas que ofrecen datos sobre el problema y evaluar su importancia relativa, así como las contribuciones que puedan hacer en un estudio de esta índole. La meta principal fue reunir y examinar los datos pertenecientes al problema de la distribución geográfica de los pipiles en Centroamérica, tal como se conoce históricamente, y tal como se puede proyectar a la época prehistórica (ver mapa).

En resumen, hemos visto que las mayores regiones en posesión de los pipiles al tiempo de la conquista eran la planicie costera y bocacosta del sureste de Guatemala entre los ríos Coyolate y Michatoya, parte de la zona de oriente de Guatemala, y casi todo El  Salvador occidental y central.

Algunas de sus poblaciones principales en tiempos de la conquista eran Escuintla, Panatacat, Asunción Mita, Izalco, Acajutla, y Cuscatlán. Estas zonas y poblaciones por cierto pertenecieron a los pipiles durante el período postclásico, a partir más o menos de 900 d.c., y por algún tiempo antes de la conquista es casi seguro que el territorio pipil se extendía más allá de las fronteras que se conocen por medio de los datos históricos. Por ejemplo, su territorio en la vertiente del Pacífico de Guatemala probablemente se extendió al oeste del río Coyolate durante el postclásico temprano, y en E1 Salvador es posible que los pipiles ocuparan parte de las tierras bajas costeras de Usulután, al este del río Lempa, durante el postclásico tardío.

Una zona de suma importancia para la ocupación pipil prehistórica fue la Cuenca Central de El Salvador, con su población principal de Cihuatán, próspero centro del postclásico temprano que, según parece, ya estaba abandonado en tiempos de la conquista.

Los pipiles de la zona de Acasaguastlán, Guatemala, probablemente fueron reasentados ahí después de la conquista, y este fue definitivamente el caso de los pipiles de Salamá, Guatemala. Hay indicios imprecisos acerca de enclaves pipiles previos a la conquista en Honduras, posiblemente en Naco en la región noroeste y en el valle de Comayagua, y probablemente en el valle de Olancho. La evidencia histórica indica que hubo pequeños grupos de habla nahuat en el valle de Aguán y en parte de la región de Choluteca, Honduras, y que su entrada puede fecharse por lo menos en el período postclásico.


[1] Paul F. Healy, Archaeology of the Rivas Region, Nicaragua (Waterloo, Ontario: Wilfrid Laurier University, 1980 ) ; William R. Fowler, Jr. , «The Pipil-Nicarao of Central America» (disertación doctoral, University o£ Calgary, 1981).

[2] Fowler, «The Pipil-Nicarao of Central America», pp. 819-24.

[3] David Richard Radell, «The Indian Slave Trade and Population of Nicaragua during the Sixteenth Century», en The Native Population of the Americas in 1492, William M. Denevan, ed. (Madison: University of Wisconsin Press, 1976); William L. Sherman, Forced Native Labor in Sixteenth-Century Central America (Lincoln: University of Nebraska Press, 1979).-

[4] Lyle Richard Campbell, «La dialectología pipil», América Indígena 35 (1975): 833; Lyle Richard Campbell, «The Linguistic Prehistory of the Southern Mesoamerican Periphery , en Las fronteras de M e s d r i c a (México: Sociedad Mexicana de ~ntropología,1976), 1: 172.

[5] «San Salvador y Honduras el año 1576», informe o f i c i a l d e l l i c , Diego García d e l Palacio a l rey de España sobre l a s provincias centroamer i c a n a s de San Salvador y Honduras e l año de 1576, en Colección de documentos p a r a l a h i s t o r i a de Costa Rica (León Fernández, 1881-7907) 1:t-52.

[6] Monarquía Indiana (México: Editorial Porrúa, 1969)’ pp. 331-33.

[7] Recordación f l o r i d a : discurso h i s t o r i a l demostración natural, m a t e r i a l , m i l i t a r , y p o l í t i c a del reyno de G u a t e a , 3 t o m s (Guatemala: Biblioteca «Goathemala», 1932-1933)

[8] AGCA, Al. 17.2 10.5003, versión paleografiada, «Relación geográfica

d e l a r t i d o de E s c u i n t l a » , B o l e t í n d e l Archivo General d e l Gobierno 1

f 193f): 9-15.

[9] Antonio de Ciudad Real, Relación breve y verdadera de algunas cosas de las muchas que sucedieron al Padre Fray Alonso Ponce en las provincias de la Nueva España, siendo comisario general de aquellas partes…, 2 tomos (Madrid: Imprenta de la Viuda de Calero, 1873); Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral de la diócesis de Goathemala (1768-1770), 2 tomos (Guatemala: Biblioteca «Goathemala», 1958); Fowler, «The Pipil Nicarao of Central America», pp. 659-62 y 668-69.

[10] D a n i e l B r i n t o n , «On the So-Called Alagüilac Ianquage of Guatemala » , Proceedings of t h e American Philosophical Society 24 ( 1 8 8 7 ) : 366-77; O t t o S t o l l , Etnografía de Guatemala (Guatemala: Seminario de Integración Social Guatemalteca, 1958), PP. 20-29.

[11] E. G. S q u i e r , Notes on Central America; Particularly the states  of Honduras and San Salvador (New York: Harper and B r o t h e r s , 1 8 5 5 ) , pp. 351-52.

[12] Jorge Vivó Escoto , » El poblamiento náhuat de El Salvador y otros países de Centroamerica”.  (San Salvador: Ministerio de Educación, 1972): Pedro Geoffroy Rivas , Toponimia nahuat de Cuscatlán (San Salvador: Ministerio de Educación, 1973): Jorge Luis Arriola,  El libro de las geonimias de Guatemala (Guatemala: Ministerio de Educación , 1973).

[13] Frederick. Wainwright, Archaeology and Place-Names and History (Landon: Routledge and Kegan Paul, 1962)’ pág. 4.

[14] Recordación florida, parte 2, pp. 72-73.

[15] Adrián Recinos, Memorial de Sololá: Anales de los Cakchiqueles: título de los señores de Totonicapán (México: Fondo de Cultura Económica, 1950), pp. 126-27; Francis Polo Sifontes, Título de Alotenango (Guatemala: Ministerio de Educación, 1979) y «Título de Alotenango: clave para ubicar geográficamente la antigua Itzcuintepec pipil», Antropología e Historia de Guatemala, época 11, 3 ( 1981): 109-29.

[16] Recordación florida, 2: 74; J. Eric S. Thompson, An Archaeoloqical Reconnaissance in the Cotzumalhuapa Region, Escuintla, Guatemala (Washington, D. C.: Carnegie Institution of Washington, 1948), pag. 8.

[17] Thompson, Archaeological Reconnaissance in the Cotzumaihuapa Region, pág. 49; Gordon R. Willey, «An Archaeological Frame of Referente for Maya Culture History», en Desarrollo cultural de los Mayas, E. Z. Vogt y A. Ruz, eds. (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1964), 166, 182 183; Michael D. Coe, The Maya (London: Thames and Hudson, 3%66), pp. 87-90; Lee Allen Parsons, Bilbao, Guatemala: An Archaeological Study of the Pacific Coast. Cotzumalhuapa Region (Milwaukee: Milwaukee. Public Museum, 1969), pag. 150; Terrence Kaufman, «Archaeological and Linguistic Correlations in Mayaland and Associated Areas of Mesoamerica», World Archaeology 8 ( 1976) : 1 14-15.

[18] Fuentes y Guzmán, Recordación florida, 2: 74-81; Cortés y Larr.32, Descripción geográfico-moral, 11: 241-45; véase también Crespo, Relación geográfica del partido de Escuintla, pág. 11.

[19] Recordación florida, 2: 56-58.

[20] Arriola, Las geonimias de Guatemala.

[21] Gustavo Stromsvik, «Las ruinas de Asunción Mita: informe de su reconocimiento», Antropología e Historia de Guatemala 2 (1950): 23-57; J. Eric S. Thompson, Maya History  and Religion (Norman: University of

Oklahoma Press, 19701, pág. 94; García de P a l a c i o , «San Salvador y Honduras», pp. 34-44.

[22] Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 1: 254.; Fuentes y Guzmán,  Recordación florida, 2: 140-44.

[23] Fuentes y Guzmán, ~Recordación florida, 2 : 144; Ciudad Real, Relación breve y verdadera de algunas cosas, 1: 318

[24] Walter Lehmann, Zentral-Amerika ( Berlin : Dietrich Reimer, 1920), T I : 1062-67.

[25] García de Palacio, «San Salvador y Honduras», pág. 5; Crespo, Relación geográfica del partido de

Escuintla, p p 12-l?; Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral , 1: 48, 54 y 59; Samuel Kirkland Lothrop , » T h e Southeastern Frontier for the Maya», American Anthropologist 45 ( 1939 ) : 42-43: Thompson, Archeological  Reconnaissance in t h e Cotzumalhuapa Region, pág. 7 ; Lyle R ichard Campbell, «A Note on the  So-Called Alaguilac Language” , Iinternational Journal of American Linguistics 38 (1972):206; Agustín estrada Monroy, «Lenguas de doce provincias de Guatemala en e l s i g l o X V I I I » , Guartemala Indígena 12 (1972): 4: 60-61 y 68-69.

[26] «San Salvador y Honduras», pág. 6.

[27] Descripción geográfico-moral, 1: 283 y 289.

[28] Domingo Juarros, Compendio de la historia de Guatemala.  2 tomos, 1 ( Guatemala: Imprenta de Luna, 1857), 1: 103.

[29] Etnografía de Guatemala, pp. 2 y 249.

[30] Brinton, «Alagüilac language», pp. 376 y 370.

[31] Véanse: Cyrus Thomas y John R. Swanton, «Indian Languages of Mexico and Central America and Their Geographical Distribution” , Bureau o£ American Ethnology Bulletin 44 ( 1 9 % ) : 72; J. Alden Flason, The Native Languages of Middle America», enThe Maya and their Neighbors, C. L. Hay et a l . , eds. (New York: D. Appleton-Century, 1940), .pag. 82; Frederics Johnson, «The Linguistic Map of Mexico and Central Amerlca», en The Maya and their Neighbors, pp. 88-1 14; Norman A. McQuown, The Indigenous Languages of Latin America», American Anthropalogist 57 ( 1955): 301-47.

[32] Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 1061 ; Campbell, «A Note on Alagüilac», pág. 205.

[33] Zentral-Amerika, 11: 1061-67.

[34] S. W. Miles, «The Sixteenth-century Pokom-Maya: A Documentary Analysis of Social Structure and Archaeological Setting», Transactions of the American Philosophical Society 47 ( 1957): 4: 740.

[35] A. L. Smith y A. Ti, Kidder, Explorations in the Motagua Valley, Guatemala (Washington, D. C. : Carnegie Institution of Washington, 1943); Gary Rex Walters, «Proyecto arqueológico de San Aqustín Acasaguastlán»,

Antropología e Historia de Guatemala 2 (1981): 3: 325-69.

[36] Miles, The Sixteenth-century Pokom-Maya, pp. 740-42; Campbell, «A Note on Alagüilac» . Vease también Fowler, «The Pipil-Nicarao of Central America», pp. 484-85, «El idioma alagüilac y la población pipil de Acasaguastlan: la historia de una confusión». Guatemala Indígena (en prensa).

[37] «A Note on Alaguilac», pp. 205-07.

[38] «Descripción de la provincia de Guatemala», ASGHG 1 ( 1925): 347.

[39] Hernán C o r t é s , C a r t a s y documentos (México: Editorial Porrúa, 1963, pág. 274.

[40] Ralph L. Roys. The Indian Background of Colonial Yucatan (Norman: University of Oklahoma, 1972), pag. 114.

[41] Bernal Diaz del Castillo , Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, 2 tomos (México: Editorial Porrúa, 1968), 11: 220-22.

[42] John S. Henderson, «Tne Valle de Naco: Ethnohistory and Archaeology in Northwestern Honduras», Ethnohistory 24 (1977: 369.

[43] Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 1019-21; Doris Stone, «Nahuat Traits in the Sula Plain , Northwestern Honduras», Verhandlungen d e s X X X V I I I I n t e r n a t i o n a l Amerikanisten kongresses (1969), 1: 531.

[44] Fowler, «The Pipil-Nicarao of Central America», pp. 487-88.

[45] Roys, Indian Background of colonial Yucatán, pág. 118.

[46] Campbell, «The Linguistic Prehistory o£ the Southern Mesoamerican Periphery» , pag. 177.

[47] Henderson, ‘The Valle de Naco», pág. 366.

[48] Cartas y documentos, . 291-92; Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, 11: 20.

[49] Thompson, Maya History and Religion, pp. 4-5, 43 y 78.

[50] Mariano G. Somote, Doña Marina, «La Malinche» (México: Comote, 1969), pag. 16.

[51] Relación e información que hizo a los Higueras el Bachiller Pedro Moreno (año de 1525)», en Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones Españolas de América y Oceanía sacados de los archivos del reino, y muy especialmente del de Indias (Madrid: José María Pérez, 1870). XiV: 20-24.

[52] William Duncan Strong, Alfred Kidder 11 y A. J. Drexel Paul, Jr., Preliminary Report on the Smithsonian Institution-Harvard University Archaeoloqical Expedition to Northwestern Honduras, 1936 (Washington, D. C. : Smithsonian Institution , 1938); Kenderson, The Valle de Naco»; John S. Henderson, Ilene Sterns, Anthony Wonderlen y Patricia A. Urban. «Archaeological Investigations in the Valle de Naco ,Northwestern Honduras : A Preliminary Report», Journal of Field Archaeology 6 (7979): 169-92; Anthony Wonderley, «Postclassic Naco, Honduras» ponencia presentada a la 45a. reunión anual de la Society For American Archaeology, 1980); Anthony Wonderley, «Late Postclassic Excavations at Naco, Honduras» (disertación doctoral-Cornell University, 1981).

[53] ffenderson, «The Valle de Naco», pp. 372-73; Henderson, Stems, Wonderley Urban, «Archaeological Investigations i n t h e Valle de Naco», pag. 198; Wonderley, «Postclassic Naco», pp. 23 y 30-34.

[54] Strong, Xidder y Paul, «Preliminary R e p r t » , pp. 10, 118 y 123; b r i s Stone, «Archaeology o€ the North Coast of Honduras», Memoirs of t h e Peabody Museum of Archaeology and Ethnology 9 (1941) : 1: 96; Roys, Indian Background of c o l o n i a l Yucatán, pág. 117; John B. Glass, «Archaeological Survey of Western Honduras», en Handbook of Middle American Indians, Robert Wauchope, ed. qzn. (Austin: University of Texas, 1966), I V : 161 ; Claude F. Baudez, Arqueología de l a frontera sur de Mesoamérica», en Las

fronteras de Mesoamérica, 1: 143

[55] «The Valle de Naco», pág. 370.

[56] Thompson, Maya History and Religion, pp. 78-79 y 91; Henderson, The Valle de Naco», pag. 369

[57] Cartas y documentos, pág. 299.

[58] Paul F. Healy, «Informe preliminar sobre la arqueología del período Cocal en colón, noreste de Honduras», Yaxkin 1 (1976): 2 : 4-9; y Paul F. Healy, «Excavations at Río Claro, Northeast Honduras: Preliminary Report» , Journal of Field Anthropology 5 ( 1978): 21-22.

[59] Healy, «Excavations at Río Claro», pp, 22-23.

[60] Relación breve y verdadera, 1: 347..

[61] «Archeology of t h e North Coast in Yonduras», pág. 12: Doris Stone, «The Archaeology of Central and Southern Honduras», Papers of the Peabody Museum of Archaeology and Ethnology 49 (1957): 3: 9.

[62] Stone, «Archaeology of Central and SrJuthem Honduras», pp. 44, 56 y 73.

[63] Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 1019-21: Vivó Escoto, El poblamiento nahuat; Roberto Reyes Mazzoni, «El nombre de Olancho y los qrupos de habla nahuat Honduras», Instituto de Investigaciones Antropológicas, Notas Antropológicas 1 ( 1974): 5: 31-33.

[64] Compendio de la Historia de Guatemala, 11: 209.

[65] «Archaeology of the North Coast», pág. 15.

[66] Reyes Mazzoni, » El nombre de Olancho»; Vivó Escoto, El poblamiento nahuat.

[67] Vázquez es citado por Stone. The Archaeology of Central and Southern Honduras, pp. 83 y 1%; García de Palacio, San Salvador y Honduras.” 6; Ciudad Real, Relación breve y verdadera, 1: 337-343, 379 y 386.

[68] Ciudad Real, Relación breve y verdadera, 1: 381 y 383.

[69] The archaeology of C e n t r a l and Southern Honduras, pág. 101

[70] Véase, por ejemplo, Relación breve y verdadera, 1: 346. 364 William R. Fowler, Jr.

[71] Véanse por ejemplo Squier. Notes on Central America, PP. 340-41; Walter Lehmann, «Ergebnise einer Forschungraise in Mittelamerika und Mexico 1907-19909». Zeitschrifts für Ethnologie 42 (1910): 734; Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 1021-24; Herbert J. Spinden, «Notes on the Archaeology of Salvador», American Anthropoloqist 17 (1915): 446; Jorge Lardé , «Los chorotegas en El Salvador». Revista de Etnología , Arqueoloqia y Linguística ( 1926): 286; Samuel Kirkland Lothrop, «Pottery Types and Their Secuence in El Salvador», Indian Notes and Monographs 1 ( 1927)  216; John M . Longyear. 111. «Archaeological Investigations in El Salvador», Memoirs of the Peabody Múseum of Archaeology and Éthnology 9 (1944): 2: 6 ; Thompson, «Archaeological Reconnaissance», pág. 13; Doris Stone, «Los grupos mexicanos en la América Central y su importancia», Antropología e Historia de Guatemala 1 (1949): 44; y Francisco de Solano, «Población y áreas lingüísticas en El Salvador, 1772», Revista Española de Antropología Americana 5 (1970): 280-89.

[72] Fowler, «The Pipil-Nicarao of Central America».

[73] Thompson, Maya History and Religion, pp. 95-96.

[74] Ciudad Real, Relación breve y verdadera, 1: 323; Thomas Gage, Thomas Gages Travels in the New World (Norman: University of Oklahoma,1958), pag. 304; Francisco Ximénez, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, 3 tomos (Guatemala: Biblioteca «Goathemala»,1929- 1931 ) , 1: 69; Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 1: 233.

[75] Robert J. Sharer , Pottery and Conclusions: The prehistory of Chalchuapa, El Salvador (Philadelphia: University of Pennsylvania, 1978 1 , 111: 211 y 213-15; Campbell, » Linguistic Prehistory of the  Southern mesoamerican Periphery» , pág. 168.

[76] «The Southeastern Frontier of the Maya». Véase Thompson, Maya History and Religion, pp. 95-96.

[77] Ciudad Real, elación breve y verdadera, 1: 321; Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 1: 66; Lardé, «Los chorotegas en El Salvador», pág. 283

[78] «San Salvador y Honduras», pág. 33.

[79] García de Palacio, «San Salvador y Honduras», pág. 35.

[80] Lothrop, «The S o u t h e a s t e r n F r o n t i e r of t h e Maya», pág. 46; Thompson, Maya H i s t o r y and Religion, p . 95-96; García de Palacio, «San Salvador y Honduras», pág. 6; Ciudad Real, Relación breve y verdadera, 1: 384.

[81] Quichés, cakchiqueles, o tzutujiles;  véase Relación breve y verdadera, 1: 383 y 400.

[82] Thompson, Maya History and Religion, pag, 97-98

[83] Account of the Conquest of Guatemala in 1524 [New York:The Cortes Society, 1924), pp. 79, 8q) 83 y 88

[84] Rodolfo Barón Castro, La población de El Salvador (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1942) pp. 92-93.

[85] Ciudad Real, Relación breve y verdadera, I: 400.

[86] Veanse, entre otros: AGI, Guatemala 128, 82 y 82% f 1549): René Francis Millon, When Money Grew on Trees: A Study of Cacao in Ancient Mesoamerica (disertación doctoral, Columbia University, 1955) , pag 71-73; y John F. Bergmann, ‘The Distribution of Cacao Cultivation in Precolumbian America», Annals of the Association of American Geographers 59 (1963): 92-93.

[87] Recordación florida, 2: 108-10.

[88] Lehmann, Zentral-Amerika 11: 1027-28 y 1032-59; Próspero Aráuz, El Pipil de la región de los Itzalcos (San Salvador: Ministerio de Cultura 1960) ; Leonard Schultze-Jena, Indiana 11: Mythen in der Muttersprache der Pipi1 von Izalco in E1 Salvador (Jena: Gustav Fischer 1935); Karl T. Saper, «Pipiles und Mayavolker», en Ibero-Amerikanisches Archiv, 10 ( 1936 ) : $8-86; y Campbell, «La dialectología pipil.” pp. 833-44.

[89] Johann Carl Eduard Buschmann, Über die aztekischen ürtsnamen, ( B e r l i n : Ferd. Dümmler, 1853), pp. 137-39 y 187-200; Lehmann, Zentral-Amerika 11: 1025; Vivó Escoto, El poblamiento nahuat de E l Salvador; Geoffroy RSvas, Toponimia nahuat de Cuscatlán.

[90] Los ejemplos se tomaron de Geoffroy Rivas, Toponimia nahuat de Cuscatlán, p. 52, 136 y 141

[91] Véanse, por ejemplo: Lehmann, Zentral-Amerika; Spinden, «Notes on thee Archaeology of Salvador» pág. 447; Solano, «Población y áreas linguisticas en El Salvador, 1772 , pp. 292-97; E. Wyllys Andrews V, «The southeastern Periphery of Mesoamerica: A View from Eastern El Salvador», en Social Process in Maya Prehistory, N. Hammond, ed. (New York: Academic Press, 1977), pág. 120 : y Campbell, «The Linguistic Prehistory of the Southern Mesoamerican Periphery», pag. 166.

[92] Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 719-22; Campbell, «The Linguistic Prehistory of the Southern Mesoamerican Periphery», pág. 166; Andrews, «The Southeastern Periphery of Mesoamerica», pag. 720.

[93] Geoffroy Rivas, Toponimia nahuat de Cuscatlán, pp. 18, 82, 101, 119, 159 y 1 G O .

[94] Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 719-20.

[95] Véanse: Lardé, «Los chorotegas en 0i Salvador», pág. 286; Lothrop, «The Southeastern Frontier of the Maya», Figura 1; Johnson, «Linquistic Map of Mexico and Central America»; y Longacre, «Systematic Comparison and Reconstruction», Figura 15.

[96] Ciudad Real, Relación breve y verdadera 1: 393; Cortés y Larraz, Descripción geográfico-mral, 1: 149; Solano, «población y áreas lingüísticas,pp. 293-94.

[97] Ciudad Real, Relación breve y verdadera 1: 329-30.

[98] E. Willys  Andrews V, The Archaeology of Quelepa, El Salvador (New Orleans: The American Research Institute, 1976), p . 783-86; Andrews, ‘The Southeastern Periphery of Mesoamerica», pp. 725-f9.

[99] Andrews, The Archaeology of Quelepa, pp. 41 y 146-48 y ss

[100] Morris Swadesh, «Algunas fechas glotocronológicas importantes para la prehistoria nahua», Revista Mexicana de Estudios Antropoloqicos 14 71954-19 5% ): 173-92; Alvin Luckenbach y Richard S. Levy, «The implications of Nahua (Aztecan) Lexical Diversity for Mesoamerican Culture-history», American Antiquity 45 ( 1980): 455-61 ; Fowler, «%e Pipil-Nicarao of Central-America», pp. 532-47.

Pasado, presente y futuro de la arqueología en El Salvador. Juan Albarracín. 2013

Introducción

La vasta y significativa profundidad histórica que presenta el patrimonio cultural de El Salvador aún no ha recibido la merecida atención por parte del Estado, aspecto que ha incidido negativamente en el apoyo otorgado por las autoridades de Gobierno al desarrollo de las investigaciones antropológicas, la calidad de la formación académica, así como la protección, conservación y puesta en valor de tan importante acervo.

Tal como ocurre en muchos países latinoamericanos, la respuesta a esta problemática en las esferas estatales encierra una serie de factores ideológicos, políticos, económicos y sociales, la mayoría de ellos asociados con el debate sobre el rol de los pueblos indígenas en la formulación de las políticas públicas y en la noción de «desarrollo».

En El Salvador, durante el siglo XIX y comienzos del XX, se produjo una sistemática censura —si no la abolición— de muchos elementos que representaban al ancestro prehispánico, incluida la lengua y las tradiciones.

El paradigma de la modernidad que prevaleció en esas épocas imposibilitó la integración social, puesto que las comunidades de ancestro indígena eran consideradas expresiones de ignorancia y retraso social por parte de las élites políticas.

A pesar de ello, muchas de las instituciones no-formales del legado prehispánico perduraron inmersas en los patrones culturales de la sociedad salvadoreña en general.

Al presente, sin embargo, las múltiples expresiones culturales, propias del devenir histórico de El Salvador, no han sido plenamente exploradas y valoradas. Una especie de omisión de la historia —de sus extraordinarios logros y de su legado civilizatorio— ha postergado el reconocimiento de su trascendencia en la sociedad del presente, favoreciendo una percepción de modernidad ajena a la diversidad de matrices culturales que prevalece en El Salvador y que podría constituirse en una de las fortalezas de su desarrollo.

Es, precisamente, el legado cultural el que despierta el potencial innovador que tienen sus protagonistas para insertarse en el mundo contemporáneo. El patrimonio cultural no es una riqueza inerte y, menos, una cuestión de un pasado irreconciliable y disfuncional con los tiempos actuales.

El patrimonio salvadoreño es formidable y está cargado de significados históricos y sociales que de manera implícita producen y reproducen el sentido de pertenencia a la Nación. Es en este sentido que la consideración del patrimonio cultural en las políticas públicas adquiere importancia y contribuye a la toma de decisiones respecto del desarrollo integral y sostenible.

El presente artículo es un breve análisis del desarrollo de la arqueología en El Salvador, tomando en cuenta sus orígenes, los principales sitios arqueológicos y el avance de la investigación. Asimismo, este documento hace un balance de los resultados obtenidos en las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en la región norte y oriental de El Salvador.

Con tal propósito, decidimos incluir el análisis de (i) la importancia de los descubrimientos realizados en el conocimiento de la historia más antigua del actual territorio salvadoreño; (ii) el rol e influencia que tuvieron sus forjadores; y (iii) el significado que actualmente revisten los avances realizados en la arqueología salvadoreña.

Como se verá más adelante, la mayor parte de los estudios se concentran en los valles de la zona occidental y paracentral del país. Sin embargo, los estudios arqueológicos realizados en el norte y oriente, en los últimos diez años, demuestran la importancia que tienen estas zonas para completar y complementar el panorama arqueológico del país en épocas prehispánicas, coloniales y republicanas.

Gran parte del contenido del presente artículo deriva del Estudio de Evaluación de Impacto Arqueológico (EEIAR) de la Carretera Longitudinal de la Zona Norte, dirigido por Albarracín-Jordan, en 2007 y 2008, en colaboración con Valdivieso. No obstante, el contenido de ese estudio ha sido ampliamente enriquecido por investigaciones realizadas en los últimos cuatro años, principalmente en el norte y oriente del país, que se incluyen en el presente análisis.

Los pioneros de la arqueología en El Salvador

Las investigaciones realizadas, desde mediados del siglo XIX, respecto del patrimonio arqueológico de El Salvador, han puesto de manifiesto el extraordinario y complejo legado prehispánico que yace en el país.

John L. Stephens (1839)

Para mediados del siglo XIX, la arqueología centroamericana ya era de conocimiento en el mundo de las ciencias, luego de las publicaciones producidas por John L. Stephens[1] tras su paso por el itsmo en 1839.

Abogado, escritor de viajes y diplomático norteamericano, Stephens, en 1837, ya contaba en su haber con Travels in Egypt, Arabia Petrae and the Holy Land. En 1839, a sus 34 años, fue enviado como encargado de negocios a Centroamérica por el Gobierno de los Estados Unidos, con el objetivo de identificar la fuente del poder político en aquel entonces país confederado centroamericano, para establecer acuerdos con el país del Norte.

Stephens exploró en la región y examinó sitios arqueológicos mayas. Sus descripciones, al mejor estilo de la época romántica, proporcionan importantes y precisos datos sobre su periplo en tierras centroamericanas. Junto al prominente dibujante Frederick Catherwood, Stephens, en 1841, publicó Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatán.

Estos viajeros fueron los primeros en visitar algunos sitios mayas desde tiempos coloniales en Yucatán. Stephens examinó más sitios mayas que ningún otro explorador anterior.

En una de sus curiosas anécdotas, Stephens detalla la compra de Copán por la escasa suma de cincuenta dólares. Sus descripciones de los sitios arqueológicos están hechas con un elegante lenguaje, mientras que sus interpretaciones ponían al descubierto una cultura considerada superior a las del centro de México. En aquella época nadie podía alegar desconocer su obra, llegando a colocar a los mayas en el plano arqueológico y cultural del mundo.[2]

A su paso por Salvador (El Salvador), Stephens proporciona una detallada descripción de la provincia y la inestabilidad política de la convulsa época durante las batallas del general Francisco Morazán, presidente de la República Federal de Centroamérica (1830-1834, 1835-1839), a quién, en 1940, llegó a conocer: Morazán tenía aproximadamente 45 años de edad, 5 pies y 10 pulgadas, con mostacho negro y barba poco crecida, vestía un traje militar abotonado hasta el cuello, y una espada (…) Sus características eran las de un hombre bien dotado, física e intelectualmente, y de una gran disciplina propia.

De carácter fuerte y controversial. Sorprendentemente, Stephens no dejó descripción alguna de la arqueología salvadoreña.

Ephraim George Squier (1853)

A mediados del siglo XIX, Ephraim George Squier, arqueólogo y diplomático norteamericano,[3] visitó algunos de los antiguos monumentos de El Salvador, aunque no elaboró descripciones de los mismos.

Sin embargo, Squier infirió acerca de los orígenes de la población local. Enviado por Zachary Taylor, entonces presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Squier llegó inicialmente a Nicaragua, en 1849, como encargado de negocios.

Durante comienzos de 1850, Squier estuvo en Honduras, Costa Rica y El Salvador. En 1853 pasó a ser secretario de la Honduras Interoceanic Railway Co., cargo que le dio la oportunidad de visitar territorio salvadoreño y describir sus riquezas naturales y culturales. Aprovechó la ocasión, asimismo, para realizar descripciones extensas sobre potenciales inversiones en recursos naturales, principalmente azúcar y bálsamo.

Squier pasó el mes de agosto de 1853 en la ciudad de San Salvador, la cual le causó muy grata impresión. Casi un año más tarde, el 16 de abril de 1854, se produjo uno de los terremotos más portentosos del siglo XIX en San Salvador; aunque Squier no presenció el fenómeno sí lo representó, a partir de la descripción publicada en el Boletín Extraordinario del Gobierno del Salvador.[4]

En San Salvador, Squier aprovechó la amistad que cultivó con dos comerciantes que mantenían nexos con indígenas de pueblos ubicados en la «costa del bálsamo»; de esta manera, pudo entrevistar a algunos indígenas que llegaban hasta la capital para obtener información acerca de sus formas de vida.[5]

Sobre la base de esta información y las crónicas que revisó profusamente concluyó que estos pueblos, conocidos como «pipiles», constituían una colonia desprendida de ancestros mexicanos:

“Se ha supuesto que los indios pipiles que ocupan la costa de San Salvador tuvieron un origen mexicano, y que arribaron a Centroamérica al mismo tiempo que la colonia en Nicaragua. No tenemos un vocabulario de su lengua, pero los nombres de la mayoría de los lugares en la región que ellos ocuparon, u ocupan, son claramente mexicanos. Istepec [sic], Usulatán [sic], Sensuntepec [sic], Cuscutlán [sic], Suchiltepec [sic], Cojutepec [sic], Cuyutitán [sic], Jilpango [sic], etc., son inconfundiblemente mexicanos. Se ha sospechado, sin embargo, que los amigables indios de México, quienes acompañaron a Alvarado en su conquista del país, fueron establecidos aquí, y que los nombres a los que me he referido fueron dados por ellos. Este es un punto que todavía está abierto a la investigación; mientras tanto, me inclino a creer que una colonia mexicana también existía en San Salvador.[6]

Squier[7] anotó que la frontera de estos pueblos con otros grupos étnicos constituía el río Lempa. Squier es, indiscutiblemente, el principal forjador de una de las corrientes de pensamiento más importantes de la arqueología salvadoreña, fundamentalmente debido a que sus apreciaciones sobre la presencia pipil en la región dieron inicio a un debate que ha durado más de un siglo y medio en Centroamérica.

Otros exploradores y geógrafos del siglo XIX, entre estos Simeon Habel, Karl Scherzer, Karl Sapper y Montessus de Ballore (estos dos últimos geólogos-vulcanólogos) realizaron descripciones de sitios arqueológicos, con lo cual proporcionaron bases para subsiguientes estudios.

Simeon Habel (1860),  Montessus de Ballore (1881)

Habel realizó varios descubrimientos en Ahuachapán y Sonsonate, al suroeste del país, durante la década de 1860. Montessus de Ballore[8] en 1883 fue el fundador del primer observatorio meteorológico y sismológico en la región centroamericana, inaugurado por el Gobierno salvadoreño durante la administración de Rafael Zaldívar.

En la misma gestión presidencial se fundó el primer Museo Nacional en San Salvador. Montessus de Ballore llegó a Salvador (El Salvador) en 1881, año en el que logró compilar una primera e importante relación histórica de sismos registrados desde la época de la intrusión española.

Su obra, denominada Terremotos y erupciones volcánicas en Centro América, publicada en 1884, enlista más de 2,300 sismos ocurridos entre 1526 y 1885. Su texto le permitió ser galardonado por la Academia de Ciencias, siendo este referente un hito en estudios sismológicos y vulcanológicos mundiales. Montessus de Ballore es considerado uno de los padres de la sismología contemporánea.[9]

Muy pocas exploraciones fueron llevadas a cabo en el oriente de El Salvador durante el siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Darío González (1891)

Tehuacán,[10] ubicado en San Vicente, fue uno de los sitios visitados por E. G. Squire, reportado en 1853. Se tiene registro de que Darío González visitó el sitio en 1891 e identificó varios montículos en el centro del lugar. Sus descripciones fueron publicadas en 1906 y 1926. Tehuacán también fue mencionado por Montessus de Ballore en 1892. Otras apreciaciones sobre Tehuacán fueron publicadas por Antonio Sol en 1939.

Este importante sitio ha sido pobremente investigado, pese a tener la declaratoria de Monumento Nacional desde 1977.

Hacia inicios del siglo XX, la investigación arqueológica adquirió una dimensión más sistemática y especializada, de tal manera que los sitios arqueológicos fueron descritos, prospectados y excavados, generándose, así, información más contundente.

Ello no implica, sin embargo, que el trabajo arqueológico sistemático en El Salvador haya operado en un vacío temático más amplio en la región. El interés por la arqueología americana, en general, empezaba a tomar cuerpo en los trabajos realizados por Max Uhle y Adolph F. Bandelier, en Sudamérica; y Eric Thompson, Otis Mason y Herbert Spinden, en México y Centroamérica. En ese entonces, la noción de un área histórico-cultural extensa empezaba a madurar.

Bajo la influencia de Max Uhle, Herbert Spinden desarrolló la idea del «horizonte cultural», concepto que permitió examinar fenómenos de expansión en vastas regiones.

Herbert Spinden (1915)

Bajo este marco, Spinden fue uno de los arqueólogos pioneros en suelo salvadoreño. Spinden, hacia 1915, desarrolló un panorama lingüístico de El Salvador a partir de los trabajos de Walter Lehmann, distinguiendo, en ese entonces, los grupos de habla nahua y los pobladores que, según el investigador, eran anteriores: los lenca.

Spinden elogió los trabajos de Santiago Barbarena, Alberto Luna, Rafael Reyes, Juan José Laínez y David J. Guzmán respecto del rescate de los significados que tendrían los nombres de lugares prehispánicos. Como era norma en la época, Spinden elaboró una secuencia-cronológica basada en los estilos artísticos cerámicos que fueron encontrados en México.

Sobre esa base, Spinden examinó estatuillas y otras piezas cerámicas, muchas de las cuales provenían de colecciones privadas, y distinguió un primer período, que denominó «Arcaico», un subsiguiente período de corta duración que llamó «Transicional», un tercero llamado «Maya», un período «Post-Maya» (en el que aparecería una fuerte influencia nahua, la cual habría introducido el juego de pelota) y un último período que Spinden denominó «Azteca».

Spinden sostenía que el elemento azteca en El Salvador era una manifestación derivada del intercambio de bienes, no así producto de la invasión militar. Spinden reconoció la dinámica histórica de los diversos grupos que se asentaron en El Salvador, señalando que el escenario tenía amplia implicancia para con las rutas de intercambio entre territorios del norte (México, Guatemala y Honduras) y el sur (Nicaragua y Costa Rica).

Jorge Lardé y Arthés (1920),  Antonio Sol (1920)

En la década de1920, el investigador salvadoreño Jorge Lardé y Arthés fue el primero en elaborar una lista de sitios arqueológicos de El Salvador, incluyendo la región de Chalchuapa, y de prospectar varios lugares alrededor de San Salvador, mientras que Antonio Sol fue el primero en excavar en Cihuatán.

Posteriormente, los trabajos realizados por Samuel K. Lothrop, los esposos Dimick y los esposos Ries, en San Andrés, ampliaron el panorama de los monumentos precolombinos y de la distribución de lenguas prehispánicas en el país. Lothrop,[11] por ejemplo, a partir de los trabajos de Squier, planteó que el río Lempa —en su curso bajo — fue la frontera sureña del mundo maya.

Stanley H. Boggs (1940)

Hacia inicios de la década de 1940, el arqueólogo norteamericano Stanley H. Boggs[12] se convirtió en una de las figuras más importantes de la arqueología salvadoreña. Boggs estudió en Northwestern University y en Harvard (aunque no se graduó de esta) y, posteriormente, cursó una Maestría en Antropología en University of Arizona.

Llegó a El Salvador en octubre de 1940, recomendado por Alfred V. Kidder, para ser director de campo de John M. Dimick en el sitio San Andrés. En 1946 y 1947, Boggs viajó a Guatemala, junto a su esposa Inés Sagrera Rosales, para realizar excavaciones en Zaculeu junto a Gus Stömsvik y Aubrey Trik. Entre 1948 y 1954, fue jefe del Departamento de Arqueología del Ministerio de Cultura de El Salvador.

Entre 1963 y 1968 fue catedrático de la Universidad de El Salvador y director del Departamento de Arqueología del Museo Nacional, dentro de la entonces Dirección Nacional de Patrimonio Cultural, hasta 1988. A partir de ese año encabezó la Dirección de Registro, dentro del Museo Nacional en San Salvador, hasta su muerte en 1991.

Residió en El Salvador durante cincuenta años y fue el pionero de la arqueología en el país.

Su extensa obra abarcó diversos sitios y épocas de la era precolombina, incluyendo excavaciones y trabajos de restauración en San Andrés y Tazumal. Boggs también realizó investigaciones en el Cerro de Zapote, Las Victorias, Cihuatán, Tacuxcalco, Almulunga, Cara Sucia, Igualtepeque y Santa Leticia, entre otros sitios.[13]

Boggs trabajó intensamente para que varios de los sitios arqueológicos fueran declarados monumentos nacionales y para que el Estado adquiriese terrenos que permitieran la preservación de importantes sectores en sitios como San Andrés, Quelepa y Cara Sucia.[14]

Con Boggs se escribe un antes y un después en la arqueología salvadoreña en el siglo XX. También, hacia comienzos de la década de 1940, John M. Longyear III[15] fue el primer arqueólogo en realizar estudios en la zona oriental de El Salvador. Llevó a cabo trabajos de prospección y excavación en Los Llanitos, en el departamento de San Miguel.

Los Llanitos reviste mucha importancia en la arqueología mesoamericana, ya que representa, junto a Quelepa, uno de los sitios con juego de pelota más al sur de la macroregión.

Mesoamérica: hacia un concepto regional para el análisis de la continuidad y el cambio

Paul Kirchhoff

En 1943, Paul Kirchhoff[16] propuso denominar a la macroárea cultural mexicana y norcentroamericana «Mesoamérica», término que desde ese año vino a caracterizar a una formación histórica distintiva, en tiempo y en espacio. Kirchhoff basó su definición en «límites geográficos, composición étnica y características culturales al momento de la Conquista».

Sin embargo, durante las siguientes décadas, el concepto fue replanteado por varios investigadores, cada cual con una distinta manera de enfocar el carácter de su significado.[17]

Si bien el término ha llevado a varios académicos a debatir acerca de su utilidad en términos de la dinámica cultural y de sus fronteras,[18] el concepto, como unidad analítica, forma parte intrínseca de las investigaciones arqueológicas actuales.

Matos Moctezuma[19] definió Mesoamérica como «la conjunción de determinado tipo de sociedades con sus propias características dentro de un tiempo determinado y un espacio que tuvo variaciones a lo largo de ese tiempo».

En todo caso, como término rector de un fenómeno histórico complejo «Mesoamérica» se convirtió en una unidad analítica fundamental para ordenar y explicar continuidades y cambios de los orígenes y desarrollo de la región. En Centroamérica se demarcó una línea variable —según el período— para distinguir entre el sector de influencia mesoamericana y el sector de influencia sudamericana.

Sin embargo, fue dentro de este marco conceptual que se continuaron llevando a cabo los trabajos de investigación en El Salvador.

No cabe duda de que la clasificación taxonómica/cronológica que Gordon R. Willey y Phillip Phillips desarrollaron en 1958 tuvo gran aceptación en las investigaciones realizadas en El Salvador.[20]

Entre 1945 y 1965, al trabajo realizado por Stanley H. Boggs, se sumaron los estudios llevados a cabo por Wolfgang Haberland,[21] Muriel N. Porter,[22] William R. Coe[23] y Carlos Navarrete.[24]

Este primer ciclo de la arqueología salvadoreña está marcado por exploraciones dispersas, muchas de ellas asociadas con estudios de distinta índole. Los primeros viajeros eran, fundamentalmente, diplomáticos y/o científicos que tenían como objetivo principal el establecimiento de acuerdos con los Gobiernos de la región centroamericana.

Squier, por ejemplo, jugó el papel de encargado de negocios en Centroamérica en 1849, con el único propósito de convencer al Gobierno nicaragüense para que una empresa norteamericana, y no británica, se hiciera cargo de la construcción del propuesto canal interoceánico. Cuando Squier retornó a Centroamérica, en 1853, en calidad de secretario encargado de la Honduras Interoceanic Railway Company, aprovechó la ocasión para recolectar datos etnológicos.

Aunque no documentó sitios arqueológicos en El Salvador de la manera en la que lo hizo en su visita a Nicaragua, Squier sentó las bases para las interpretaciones sobre el origen pipil en El Salvador.

Hacia finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, los vulcanólogos, historiadores y médicos se encargaron de realizar las primeras descripciones de sitios arqueológicos. La arqueología no tenía una estructura clara —al margen de su rol utilitario en la reconstrucción de la monumentalidad de centros ceremoniales— y tampoco era considerada como una disciplina que podría aportar al debate acerca de la identidad y la construcción nacional.

Fue la monumentalidad de las estructuras prehispánicas (por ejemplo, Tazumal o Cihuatán) la que generó la mayor atracción. Por otra parte, siguiendo el paradigma establecido en otras áreas de la macroregión denominada «Mesoamérica», los investigadores se concentraron en clasificar tipos cerámicos y secuencias cronológicas.

La propuesta de Willey y Phillips, en particular, influyó en los enfoques de los trabajos arqueológicos realizados en El Salvador, a partir de 1950. Stanley H. Boggs fue, sin duda, el protagonista de la arqueología salvadoreña y claro representante del enfoque histórico-cultural durante varias décadas. Sin su aporte, poco se habría desarrollado, en términos de la institucionalización de la arqueología, tanto en esferas de Gobierno como en círculos académicos.

Debido a la mayor accesibilidad que presenta la mitad oeste del país, una división geográfica y cultural demarcada por el curso del río Lempa, las investigaciones arqueológicas se concentraron en zonas occidentales y sitios, como Tazumal, Cihuatán y San Andrés. La parte oriental recibió poca atención. Probablemente, los únicos dos sitios que mayor importancia cobraron fueron Quelepa, investigado por Andrews; y Corinto, estudiado por Haberland.

La nueva arqueología y la arqueología de rescate

Hacia finales de 1960 y comienzos de 1970, en consonancia con los cambios introducidos en la disciplina (p.ej., nueva arqueología, teoría de sistemas), las investigaciones abandonan la mera reconstrucción cronológica como un fin en sí mismo.

Comienzan a plantearse preguntas sobre la adaptación humana a cambios recurrentes en el medioambiente y a la transformación de los paisajes. En sincronía con la tendencia generalizada que se produjo en otras ramas de las ciencias naturales y sociales, la arqueología empezó a concentrarse en la relación entre la sociedad y los ecosistemas, a través del tiempo.

La noción de «sistemas» de interacción le otorga un enfoque adicional a la mera descripción de objetos arqueológicos.[25] Las investigaciones ya no se orientan a «descubrir» cosas de la antigüedad sino a plantear problemáticas vinculadas con los sistemas sociales y sus contextos regionales. El criterio cronológico se vuelve más riguroso, aunque no suficiente para explicar las sociedades antiguas.

Siguiendo estos cambios de paradigma científico, la investigación arqueológica en El Salvador también experimentó cambios importantes. Rafael Cobos[26] distingue esta fase de la historia de la arqueología en El Salvador y la separa de los cien años anteriores. Aunque Cobos no establece una explicación del porqué los estudios arqueológicos adquieren cierto carácter, distinto del período anterior, sí señala que los nuevos trabajos tienden a profundizar el análisis funcional.

Son dos proyectos que menciona como trascendentales para distinguir la «nueva arqueología» en El Salvador: el estudio de Robert J. Sharer[27] (llevado a cabo principalmente en Chalchuapa) y el de Wyllys E. Andrews[28] (en Quelepa).

Con los estudios de Sharer y Andrews se obtuvieron dos amplias propuestas clasificatorias del material arqueológico localizado en dos regiones del territorio salvadoreño. La cerámica identificada por los investigadores a finales de la década de 1960 responde a la aplicación del sistema tipo-variedad, el cual describe las características físicas mediante la morfología de la pieza, pasta, decoración y acabados.

Los especímenes cerámicos identificados mediante este sistema permiten distinguir y correlacionar cronológicamente la cerámica, reconstruyendo complejos, distinguiendo formas utilizadas durante determinada época y en determinada región.

Este sistema evita renombrar piezas y permite compararlas con otros especímenes en otras regiones, con el objetivo de vincularlas a un mismo grupo o de distinguirlas.[29]

A estos le siguieron los estudios realizados por William R. Fowler, Jr.[30] en El Tanque y Santa María; Howard H. Earnest Jr.[31] en el Valle Central del río Lempa; Karen Olsen Bruhns[32] en Cihuatán; Jorge Mejía[33] en San Andrés; Arthur A. Demarest[34] en Santa Leticia; Payson D. Sheets[35] en el Valle de Zapotitán (Joya de Cerén); Kevin D. Black[36] y Christian J. Zier[37] ambos en el Valle de Zapotitán; Susan M. Chandler[38] en El Cambio (Valle de Zapotitán); y Paul Amaroli[39] en Cara Sucia.

Otro elemento introducido en la década de 1970 es la arqueología de rescate, aplicada a proyectos de desarrollo o proyectos de inversión privada. De esta manera, las prospecciones regionales llevadas a cabo en extensas áreas de embalse para represas empezaron a generar nueva y valiosa información respecto del patrimonio arqueológico en el país.

Asimismo, los rescates arqueológicos en obras civiles expandieron el rol institucional de la arqueología, entre estos los estudios realizados por Casasola,[40] Crane,[41] Fowler,[42] Fowler y Earnest,[43] Boggs[44] y Bello-Suazo.[45]

A partir de estos trabajos, la arqueología de rescate en El Salvador se ha incrementado sustancialmente, haciendo mucho más visible el alcance y significado que tiene la arqueología en términos de la restauración y conservación del patrimonio arqueológico. En algunos casos, la arqueología de emergencia también ha adquirido mayor notoriedad, dado que ha permitido respuestas efectivas a situaciones en las que se involucra la integridad estructural de importantes centros ceremoniales.[46] Tazumal, en particular, ha sido objeto principal de este tipo de trabajos en la década de 2000.[47]

En resumen, la arqueología salvadoreña durante veinte años, desde mediados de los sesenta hasta el inicio de la guerra civil, en 1980, fue más bien receptora de las transformaciones teóricas y metodológicas que tuvieron lugar en los Estados Unidos y en Inglaterra.

La lista de proyectos arqueológicos llevados a cabo durante este período da cuenta de la importancia que tuvo El Salvador en la complementación de la visión macroregional mesoamericana desde la óptica de la escuela norteamericana.

La crítica a la arqueología «tradicional» y la escuela histórico-cultural, inicialmente abanderada por Lewis Binford, devino en el estudio de la cultura (presente y pasada) como un sistema de adaptación al entorno.

El aspecto funcional cobró, en tal sentido, mayor significado en el análisis de la relación entre los subsistemas y el cambio cultural asociado a la adaptación. Si bien algunos de los trabajos en El Salvador continuaron con la práctica «tradicional», muchos de los estudios llevados a cabo entre 1970 y 1980 se alinearon con el planteamiento de la nueva arqueología, en términos del enfoque regional de los trabajos y de su relación con la interpretación funcionalista.

A raíz de la demanda intelectual que provenía de los Estados Unidos, se produjo mayor presión para que en El Salvador se normara y supervisara la implementación de estos estudios. La respuesta fue lenta, principalmente debido a que la arqueología salvadoreña convergía, fundamentalmente, en su personificación a través de la imagen e intelecto de Stanley Boggs.

Si bien existía un marco normativo previo para la protección de sitios con arquitectura monumental (monumentos nacionales), la estructura organizacional era absolutamente precaria para atender las necesidades de un creciente interés académico, principalmente norteamericano, en el país, así como de un creciente número de estudios de impacto arqueológico requerido por los proyectos de desarrollo.

El estado actual del conocimiento arqueológico

A raíz de la guerra civil en El Salvador, entre 1980 y 1992, se produjo un paréntesis en la práctica arqueológica. Boggs falleció en 1991, un año antes de los Acuerdos de Paz, dejando un vacío en la administración pública de la arqueología salvadoreña. Gran parte de los investigadores extranjeros tomaron tiempo en retornar al campo, otros no retornaron.

Sin embargo, el impulso académico y la influencia ejercida por otros países, entre estos México y Japón, fueron factores clave en el surgimiento de la carrera de arqueología en la Universidad Tecnológica (UTEC). Algunos de los estudiantes de arqueología, eventualmente, fueron los forjadores de una nueva época de institucionalización de la disciplina en el país.

Los resultados de la deconstrucción permitieron identificar otras estructuras arqueológicas de origen prehispánico, las cuales permanecían ocultas por la cobertura de concreto. El cemento había sido colocado sobre las evidencias originales con un aislante de piedra entre la superficie de concreto y los rasgos prehispánicos. Los resultados de este trabajo permitieron establecer la equívoca restauración de la antigua estructura.

En las siguientes secciones, sintetizamos el estado actual del conocimiento arqueológico en El Salvador, incluyendo los aportes realizados en los últimos cinco años, la mayoría de ellos representados por estudios de evaluación de impacto arqueológico que se aplicaron a proyectos de desarrollo y de inversión privada.

Cabe enfatizar que la evaluación de impacto arqueológico, aunque con normativa actual propia en El Salvador, forma parte de estudios de evaluación de impacto ambiental (EIA) más extensos, los cuales son requeridos por ley y son comunes en todos los países latinoamericanos.

Las evaluaciones de impacto ambiental se generalizaron en Latinoamérica durante la década de los noventa, principalmente por las políticas operativas y las guías establecidas por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. No cabe duda de que la EIA abrió nuevas oportunidades para el desarrollo de la arqueología en el país.

Los primeros pobladores de El Salvador (11,000-5,000 a.C)

Sobre la base de los hallazgos realizados en Panamá, Costa Rica y Guatemala, la colonización temprana de Centroamérica se habría producido hace unos 12,000 años.

Desde esa época, el territorio centroamericano habría conformado una «frontera» dinámica entre el norte y el sur. Tanto las puntas clovis —asociadas con grupos de cazadores en regiones al norte del continente—, como puntas «cola de pescado»— asociadas con grupos de cazadores en Sudamérica—, dan cuenta de la presencia de dos «tradiciones» tecnológicas en Centroamérica.[48]

No obstante, los restos arqueológicos que han sido asociados con una temprana ocupación del actual territorio salvadoreño, entre los 11,000 a.C. y, aproximadamente, el 5,000 a.C., están compuestos principalmente por pinturas y grabados rupestres.

Estos datos, evidentemente, son controversiales, ya que, en ausencia de asociaciones arqueológicas más contundentes (p.ej., artefactos líticos), su relación con períodos precerámicos no es definitiva. Al presente, los artefactos encontrados en dos sitios podrían considerarse como prueba de la existencia de asentamientos humanos precerámicos en El Salvador.

El primero es Chalchuapa, donde se encontraron restos de navajas de obsidiana, reportadas por Sharer en 1978; y colecciones privadas que Payson D. Sheets[49] revisó, y de ellas reportó haber visto puntas de proyectil tipo Folsom.

El sitio denominado Gruta del Espíritu Santo[50] —también conocido como «Capilla de los Cacaoperas»— un abrigo rocoso ubicado en la villa de Corinto (departamento de Morazán), en la zona nororiente del país, fue reportado por vez primera por Santiago I. Barberena en 1892, y fue estudiado, como se mencionó más arriba, por Wolfgang Haberland en la década del cincuenta.

Actualmente, el sitio constituye un «parque arqueológico rupestre». El área donde se encuentran las pinturas y petroglifos fue adquirida por el Estado, gestión de la que fue protagonista Stanley H. Boggs. Haberland realizó excavaciones en áreas adyacentes al abrigo rocoso.

El hallazgo de restos líticos presentes en los estratos más profundos de los pozos de excavación llevó a Haberland a suponer que en la región existió una ocupación humana bastante antigua, mayor a los 5,000 años antes de nuestra era.

Sin embargo, las excavaciones realizadas por Coladán y Amaroli,[51] en áreas adyacentes a los pozos excavados por Haberland, dieron como resultado un cuadro más complejo de ocupación humana. Las últimas investigaciones realizadas en el sitio fueron dirigidas por el Departamento de Arqueología de la Secretaría de Cultura (SECULTURA), financiadas por la Embajada de los Estados Unidos, en 2011.

El reconocimiento arqueológico que llevaron a cabo Coladán y Amaroli a finales de 1990, focalizados en zonas aledañas a la Gruta de Espíritu Santo, puso en evidencia la presencia de un conjunto de sitios rupestres.

Entre los sitios identificados se encuentran los siguientes: La Cueva del Toro, Cueva de Las Figuras y Cueva de Los Fierros. Coladán y Amaroli también identificaron algunas piedras con grabados en las inmediaciones de la entrada a la Gruta de Espíritu Santo.

Si bien algunos de los sitios con arte rupestre en El Salvador apuntan hacia una ocupación humana anterior a la aparición de tecnologías cerámicas y a la agricultura intensiva, el vacío de información respecto del período Arcaico temprano (11,000 a.C. – 5,000 a.C.) está más bien vinculado al reducido número de estudios arqueológicos desarrollados en la zona norte.

Sin embargo, recientemente, los arqueólogos franceses S. Perrot-Minnot y Phillipe Costa sugieren que la mayoría de las representaciones rupestres en El Salvador no corresponden a épocas arcaicas, sino a épocas más tardías.

Al presente, solo las tres puntas de lanza encontradas en uno de los márgenes del río San Esteban (departamento de San Miguel) constituyen la muestra más clara acerca de ocupación humana temprana;[52] aunque en regiones aledañas, en Honduras y Guatemala, dan cuenta de la inobjetable presencia de grupos humanos, durante el período Arcaico temprano,[53] aspecto que refuerza la conclusión de que aún queda mucho por investigarse en El Salvador con relación a sus primeros pobladores.

Período Arcaico tardío (5,000 -1,500 a.C.)

La experimentación con el cultivo de plantas en el continente americano tiene antecedentes de hace unos 10,000 años y precede la formación de la vida sedentaria.[54]

Gradualmente, este vínculo establecido entre los grupos humanos —aún nómadas— y la variabilidad genética de las plantas cultivadas y los animales amaestrados llevó a cambios trascendentales en la economía de las poblaciones, la demografía y la organización política y social.

Una suerte de simbiosis emergió como consecuencia del proceso, lo cual implicó que los cambios morfológicos seleccionados en algunas especies de plantas y animales condujeran a una dependencia mutua entre seres humanos, plantas y animales domesticados.

Por un lado, los seres humanos pasaron a depender en su alimentación de estas nuevas especies domesticadas. Por otro lado, las plantas y animales domésticos pasaron a depender de los seres humanos para su reproducción.

Tanto domesticadores como domesticados pasaron a formar parte de un proceso coevolutivo.[55]

Aún no se han identificado artefactos o sitios asociados con arquitectura de esta época en El Salvador. La evidencia más bien proviene de restos botánicos asociados con el maíz.

En la región oeste de El Salvador, los estudios palinológicos realizados en Laguna Verde (Sierra de Apaneca) dan cuenta del probable uso agrícola de la tierra, principalmente para el cultivo de maíz, alrededor del 3,500 a.C.

En Chalchuapa, los testigos de polen demuestran, de forma contundente, que el cultivo del maíz hacia el 1800 a.C., era componente importante de la dieta.[56]

Período Preclásico (1,500a.C. – 250 d.C.)

El patrón coevolutivo, eventualmente, devino en la agricultura intensiva y en la domesticación plena de animales, una forma productiva que caracterizó a las primeras aldeas del período Preclásico (1,500 a.C. – 200 d.C.).

A ello se debe añadir la cerámica, la cual era utilizada para preparar, cocer y servir alimentos.

Las figurillas cerámicas también se convirtieron en importantes artefactos de las esferas social, ritual y política. En el área mesoamericana empezaban a configurarse grandes centros de poder ideológico, entre los que se destacan los centros olmecas: La Venta y San Lorenzo.

Aunque, en general, se sostiene que lo «olmeca» habría tenido un desarrollo mayor en el Golfo de México, sus orígenes aún no están bien establecidos. Al parecer, el estilo escultórico olmeca formó parte de una ideología común a varias poblaciones en Mesoamérica.[57]

Lo peculiar del proceso de difusión olmeca, sin embargo, es la diversidad lingüística que lo habría caracterizado. Pese a constituir un complejo mosaico lingüístico, estas poblaciones, al parecer, no solo compartían una base ideológica común sino que también tenían una base económica similar —basada en la agricultura—, así como una organización social y política que estableció jerarquías internas.

Los sitios más importantes de El Salvador, representativos del Preclásico, incluyen a El Trapiche, las Victorias, Bolinas y Casa Blanca (en Chalchuapa); San Andrés, La Cuchilla, El Cambio, Sitio Sucio, Sitio del Niño, Agua Caliente y Los Lagartos (en el Valle de Zapotitán) y Quelepa[58] (en la zona oriental de El Salvador).

Acorde a los estilos cerámicos identificados en Chalchuapa, dentro de la fase Cerámico Tok,[59] se advierte que existían relaciones con otros asentamientos del Preclásico, ubicados en las tierras altas y la costa del Pacífico de Guatemala, por ejemplo Salinas La Blanca.[60]

En Chalchuapa, alrededor del siglo VIII antes de nuestra era, el estilo escultórico olmeca aparece manifiesto en las piedras grabadas de Las Victorias. El estilo refleja un segundo momento de influencia olmeca en Mesoamérica que, al parecer, provenía de La Venta.[61] En la cerámica (fase Colos) también se observa influencia olmeca.

Sin duda, el establecimiento de centros maya en El Salvador, a partir del 400 a.C, dio origen a una sucesión de asentamientos importantes en los que se ha venido a denominar «la frontera sur» de Mesoamérica.

Entre los sitios del Preclásico que se destacan por sus edificaciones se encuentran El Trapiche,[62] Santa Leticia[63] y Ataco[64] en el departamento de Ahuachapán; Atalaya[65] en Sonsonate, y Quelepa en el departamento de San Miguel.[66] [67]

En Quelepa, la alfarería típica de este período está compuesta por Usulután y la cerámica de importación, rojo fino y café-negro; estas apuntan hacia vínculos con el centro y occidente de El Salvador, particularmente con los complejos cerámicos Chul y Caynac, en Chalchuapa; con las Tierras Altas de Guatemala (fases Providencia, Miraflores y Arenal de Kaminaljuyú); con el occidente de Honduras (período «Arcaico» de Copán) y con el centro de Honduras.

En lo que se refiere a la escultura del período se reporta la existencia de al menos cincuenta monumentos esculpidos de la tradición Cabeza de Jaguar procedentes de los departamentos de Ahuachapán, Sonsonate y Santa Ana, los cuales dan más luz sobre el componente maya temprano en el occidente de El Salvador.[68]

Las Cabezas de Jaguar se usaron durante el Preclásico tardío junto con barrigones, estelas lisas y estelas talladas. El reciente hallazgo del monumento 1 de Ataco (ca. 200 a.C.- 200 d.C.) es, sin duda, un aporte novedoso al conocimiento que tenemos sobre representaciones de autoridades sagradas en el occidente de El Salvador. Su asociación a tres monumentos de la tradición Cabeza de Jaguar refuerza los hallazgos realizados por Sharer, en el sitio El Trapiche, en Chalchuapa.

El monumento 1 (fragmento de estela con textos jeroglíficos) fue localizado a solo unos metros de un ejemplar de la tradición Cabeza de Jaguar, a su vez bajo la capa de ceniza de Ilopango.

El Altar del Jaguar[69] —en el que aparecen los rostros estilizados de dos felinos y la cabeza de un tercer jaguar que se ubica en medio de los rostros— es único en Quelepa; su estilo está relacionado con Kaminaljuyú.[70]

Hacia el primer siglo de nuestra era, en Quelepa se erigen amplias plataformas, a manera de terrazas, con espacios ceremoniales que le otorgan un carácter particular al sitio. Aunque la cerámica de la fase final del Preclásico en Quelepa presenta vínculos con estilos del oeste salvadoreño, varios atributos la aproximan, incuestionablemente, a Copán y a Los Naranjos, en Honduras.

En el área que actualmente ocupa la Presa Cerrón Grande,[71] se identificaron cinco sitios que pertenecen al período Preclásico: El Perical, El Cocal, El Campanario, Los Flores y río Grande.

En El Perical se encontró la cerámica más antigua, la cual data del 1,000 a.C. Sin embargo, el sitio más extenso y con estructuras redondas similares a las que se encuentran en Kaminaljuyú —en Guatemala— es Los Flores.

Período Clásico (250 -900 d.C.)

Lo «clásico» se caracteriza, fundamentalmente, por el apogeo y expansión cultural manifiestos en los órdenes arquitectónicos y artísticos. Esto no implica que el orbe «clásico» haya absorbido toda variabilidad local. Por el contrario, lo «clásico» hace alusión a formas dinámicas de hegemonía, con pulsaciones centro-periferia que aparecen de manera más incisiva, en determinados momentos, y que se debilitan en otros.

El desarrollo de esferas de interacción más extensas que en siglos anteriores promovió la complejidad política, en sistemas jerárquicos interregionales, los cuales llegaron a conformar el tipo de hegemonías descritas anteriormente. Teotihuacán fue precisamente una de estas formaciones hegemónicas mesoamericanas.

Este período implica profundos cambios en la sociedad prehispánica de la región que hoy ocupa El Salvador. Estos cambios fueron consecuencia, en gran parte, de uno de los eventos volcánicos de mayor trascendencia en la región: la erupción del volcán Ilopango, la cual es claramente identificada por gruesas capas de ceniza blanca, también llamadas TBJ.[72]

Recientes fechamientos ubican este evento hacia el 536 d.C.[73] De acuerdo con Dull (et al.), esta erupción volcánica fue la más formidable en Centroamérica en los últimos 84,000 años. Los efectos que la explosión habría tenido sobre las poblaciones cercanas fueron progresivos. Aquellas comunidades que se ubicaban en las cercanías del volcán no habrían sobrevivido a la erupción y a los agentes físico-químicos que esta emanó.

Poblaciones más lejanas habrían sufrido las consecuencias del fenómeno de manera gradual, pero progresiva. Dull et al. señalan que la población de Chalchuapa, por ejemplo, ubicada a 77 km al oeste del volcán, habría sobrevivido la erupción aunque el asentamiento fue totalmente abandonado.

Asimismo, la acumulación de ceniza y tefra en el río Paz no habría permitido a los pobladores cultivar en la zona.

Según Dull et al., los datos obtenidos de Tazumal corroboran estos resultados, ya que el sitio muestra señales de abandono hacia mediados del siglo VI. Tazumal no habría sido reocupado sino hasta finales del siglo VI. Otra fuente de información que corrobora esta revisión cronológica es el repentino crecimiento demográfico que experimentó Copán, en Honduras.

Dull et al., sostienen que este incremento poblacional se debió, en parte, a la migración de gente del oeste salvadoreño.

Entre los siglos III y IV, su influencia llegó hasta territorio salvadoreño. Tazumal[74] y Casa Blanca son claros ejemplos de esta ascendencia en el oeste de El Salvador.

Allí, los pobladores del Clásico construyeron plataformas piramidales y fachadas que presentan una aparente influencia teotihuacana.

La pirámide principal, en Tazumal, tiene 24 m de altura y presenta 13 etapas de construcción. La cerámica es monócroma, con algunos estilos bícromos. El estilo Usulután es aún producido, aunque aparecen estilos vinculados a Teotihuacán.

Durante la fase tardía (600-800 d.C.), se construyó la pirámide 1, utilizándose las plataformas de las fases anteriores. Se introdujo lo que algunos arqueólogos interpretan como juego de pelota, elemento que habría de conformar parte intrínseca de la ideología de la época y que demuestra que Tazumal tenía vínculos con Copán y otros sitios ubicados en las tierras bajas mayas.

Luego del lapso de tiempo que requirió para que las regiones aledañas al volcán Ilopango, afectadas por la enorme erupción ocurrida a mediados del siglo VI, pudieran rehabilitarse, algunos grupos maya reocuparon el Valle de Zapotitán.[75]

Allí, en San Andrés,[76] a comienzos del siglo VII, se construyó un complejo ceremonial, palaciego y comercial que tiene una extensión aproximada de 3 km2. El sitio incluye la Plaza Norte y la Plaza Sur. En la Plaza Norte yace la estructura (pirámide) más importantes del sitio: La Campana de San Andrés.

Payson Sheets sostiene que San Andrés recibió la influencia de Copán,[77] aunque la evidencia arqueológica apunta a que podría haber existido cierta influencia teotihuacana.[78] El sitio fue abandonado hacia el año 900 d.C.

Quizás, uno de los sitios de mayor significado para la arqueología —en sentido de la preservación de contextos arqueológicos— es Joya de Cerén.[79] El sitio está ubicado cerca de San Juan de Opico, en el Departamento de La Libertad, a unos 35 km al oeste de San Salvador, y tiene una extensión aproximada de 2ha. El área de Cerén presenta evidencia de actividad cultural previo a la erupción del volcán Ilopango hacia el año 530 d.C.

El evento ocasionó el abandono de la aldea.

El lugar fue reocupado, posteriormente, aunque alrededor del 600 d.C., la erupción del volcán Loma Caldera, ubicado a un kilómetro de Cerén, hizo que la aldea quedase sepultada. El sitio fue descubierto en 1976 y, a partir de 1978, Payson Sheets dirigió las excavaciones en el lugar, descubriendo los restos intactos de estructuras, cerámica y otros artefactos empleados en actividades domésticas. Los análisis paleobotánicos y edafológicos han permitido reconstruir, casi en su integridad, la forma de vida de las personas que habitaron la aldea.

En Quelepa, durante este período, se construyeron nuevas estructuras que incluyen una plaza rectangular, un juego de pelota y varias plataformas. La cerámica contiene atributos que la vinculan con las tierras bajas mayas y el Golfo de México, incluyendo instrumentos musicales, como flautas y ocarinas, así como figurillas con ruedas. El vínculo con el Golfo de México también está representado por objetos tallados en piedra.

Otros sitios representativos del período Clásico son Cara Sucia,[80] Amulunga, La Huesera, Los Llanitos, Vividores, Asanyamba, Santa Teresa, Hacienda Colima, Salinas de Ayachapa, Hacienda La Presita, Punian, Mucuyu y La Boquita.

El trabajo de rescate arqueológico realizado en el valle El Paraíso, por Fowler y Earnest,[81] identificó 12 sitios asociados con el período Clásico: La Ciénega, El Rosario, La Criba, Las Guaras, El Remolino, El Perical, Malacatero, El Tamarindo, El Tanque, La Boquita, El Dorado y El Tablón. Estos sitios, a decir de sus componentes cerámicos, muestran vínculos con cerámica de Copán —en Honduras— y de Chalchuapa. De estos, El Tanque presenta evidencia de una alta densidad, a manera de viviendas alrededor de una plazuela, mientras que otros sitios presentan arquitectura típica del juego de pelota.

Período Posclásico (900-1540 d.C.)

Hacia finales del siglo IX, se dan cambios importantes en la composición étnica de los pueblos que se asentaron en territorio salvadoreño. Aunque son diversos los argumentos expuestos para explicar el abandono de la mayoría de los sitios del período Clásico, una de las conclusiones a las que llegan muchos investigadores está relacionada con el arribo de nuevos grupos étnicos al área, quienes luego conformarían los grupos pipiles del Postclásico tardío.

De este modo, algunos investigadores sostienen que los pipiles tienen su origen en pueblos de habla nahua en el norte y centro de México y que el proceso migratorio hacia el sur comenzó posiblemente a mediados del período Clásico.

Otros investigadores sostienen que la migración tuvo lugar durante el Epiclásico[82] (800 d.C.)  y Posclásico temprano[83].  Sharer [84] argumenta que grupos predecesores a los pipiles ya se habían establecido en las tierras altas del sur de Mesoamérica durante el período Clásico y que su intrusión en territorio salvadoreño tuvo una arremetida más enérgica en el Postclásico. Otros investigadores, no obstante, señalan que los pipiles estuvieron vinculados con los toltecas.[85] Lo cierto es que los patrones de interacción que mantenían los anteriores centros fueron alterados por la llegada de estos nuevos grupos.[86]

En el valle de Chalchuapa, los pipiles habrían compartido espacios con los Chorti y los Xinca, aspecto que estaría plasmado en el registro arqueológico.[87] Gradualmente, los pipiles habrían ganado mayores espacios de poder y habrían tomado el control de Tazumal hasta el 1200 d.C. Según referencias coloniales, grupos mayas pokomanes aún habitaban en la zona durante la intrusión española.[88] En Chalchuapa, los bienes importados demuestran que esta región mantuvo contacto con pueblos en Honduras (Copán) y con el centro de México (Pachuca). Al margen de Chalchuapa, otros sitios mayores del Postclásico son Tehuacán, Las Marías[89] y Cihuatán.[90]

En la Cuenca de Cerrón Grande, Fowler y Earnest identificaron ocho sitios con componentes cerámicos pertenecientes al período Postclásico. De estos, tres son sitios que fueron identificados hace varios decenios: Cihuatán, San Jerónimo y San Francisco.

Los otros cinco son El Zapote, Chacalingo I, Chacalingo II, Santa María y El Chaparral.

Al igual que en otras regiones de El Salvador, el arribo de grupos pipiles transformó las relaciones de poder en la cuenca. La cultura material que fue introducida en la región es prueba patente de esta transformación.

Con una extensión de aproximadamente 3 km2, Cihuatán tuvo su auge entre el 900 y 1200 d.C. Estuvo compuesto por varias etnias, entre las que se incluye a los pipiles. Al igual que en Chalchuapa, la cerámica de Cihuatán demuestra la existencia de vínculos extensos con poblaciones mexicanas.

La mayoría de las investigaciones en Cihuatán han sido llevadas a cabo en el Centro Ceremonial Poniente, aunque en los últimos diez años las investigaciones se han concentrado en reconocimientos y excavaciones en el sector oriente del sitio, así como en reconocimientos en la región de Guazapa. Estos proyectos en la zona han sido dirigidos por Paul Amaroli y la Fundación Nacional de Arqueología (FUNDAR), otorgando importantes avances para la interpretación del área.[91]

Debido a que Chichén Itza —centro ubicado en la Península de Yucatán— fue parte de la red tolteca,[92] Cihuatán, al parecer, también mantuvo vínculos con poblaciones de la península. El sitio fue abandonado alrededor de 1200 d.C.

La lista de sitios que datan del período Postclásico incluye a los siguientes: Isla El Cajete, Laguna Seca, Carranza, Pampe, Loma China, Cerro La Olla, La Sabana, Cerro Legal, El Mico, San Jerónimo, Lago de Güija, Moquero, Playona Grande, Nuevo Tazumal, Vergeles del Edén, San Rafael, Playitas, Sitio de Jesús II, San Francisco, El Güisnay, El Copinol y Tacuzcalco.

Avances en la arqueología del oriente de El Salvador

Cabe mencionar que la zona oriental del país, hasta no más de una década atrás, había sido poco estudiada. El Salvador cuenta con un registro de más de 671 sitios arqueológicos. De esta cifra, la mayor parte se concentra en la zona de Zapotitán, en el departamento de La Libertad, y Chalchuapa, en el departamento de Santa Ana.

No obstante, las investigaciones en la zona oriental, siguiendo el trabajo pionero de Longyear y Boggs, se han intensificado, debido en gran parte al auge constructivo en la región, sobre todo en el Golfo de Fonseca y zonas adyacentes.[93]  En cuanto se refiere a estudios, reconocimientos y observaciones previos en la zona oriental incluyendo el Golfo de Fonseca y la zona norte de San Miguel, estos han permitido ahondar en el formidable patrimonio arqueológico de la región.

Para esta región se cuenta con un importante antecedente en los trabajos de rescate realizados antes de la construcción de la Central Hidroeléctrica 15 de Septiembre, conocida también como presa San Lorenzo, en 1981.

Las intervenciones en el área a ser inundada por la Central Hidroeléctrica requirieron, además de reconocimientos arqueológicos, la ejecución de labores de rescate, los cuales fueron dirigidos por Stanley H. Boggs, en aquel entonces jefe del Departamento de Arqueología de la Dirección Nacional de Patrimonio Cultural.

Como resultado se lograron identificar importantes evidencias posclásicas provenientes de sitios como Loma China, los cuales se acompañaban de entierros asociados a vasijas Naranja Fino Siho, Plomizos Tohil, Nicoya y obsidiana verde. Aquellos resultados permitieron formular teorías relacionadas a la presencia o contactos con grupos venidos del altiplano de México, a más de 2,000 kilómetros de distancia. Aquellos estudios también identifican sitios rupestres los cuales quedaron sumergidos.

Frederic Lange, en 2002, realizó un reconocimiento preliminar en la región a ser inundada por el embalse hidroeléctrico El Chaparral.

Dicho proyecto incluyó las primeras excavaciones arqueológicas en el área, logrando corroborar la existencia de un sitio en la ribera norte del río Torola, denominado Carolina, nombre el cual se deriva por encontrarse próximo a la población del mismo nombre. Luego el área fue nuevamente estudiada por Valdivieso en 2009, reportando el hallazgo de un mayor número de sitios prehispánicos y coloniales.

En 2003, arqueólogos de la entonces Unidad de Arqueología de CONCULTURA identificaron un sitio prehispánico en las inmediaciones de Sesori, consistente en dos montículos. El primero de los montículos es bajo, con aproximadamente 50 a l00 cm de altura, con un diámetro de 20 metros, el cual hasta la fecha carece de excavaciones arqueológicas y mayores estudios. En aquel reconocimiento se registró en superficie, contiguo al montículo, un yacimiento de piedras de moler y material cerámico, posiblemente del período Clásico.

En cuanto se refiere al segundo montículo, este mide aproximadamente diez metros de altura, con unos 40 metros de largo, orientado Este-Oeste. Esta elevación, por contener material arqueológico en superficie y abundante piedra, se presume corresponde a una estructura prehispánica asociada al primer montículo antes descrito.

La Casa de la Cultura de Sesori resguarda material cerámico y lítico, cuya tipología parece mantener relación con Quelepa. Una de las piezas almacenadas en la Casa de la Cultura corresponde a una mano de moler con características mejicanas.

Del mismo modo, en la región de Sesori se han registrado tres sitios arqueológicos más, los cuales carecen de investigación científica formal.[94] Según los materiales encontrados, los sitios prehispánicos de la zona tienen su origen en el período Clásico tardío (600 d.C. – 900 d.C.).

Entre los artefactos recuperados mediante recolección superficial se cuenta con una piedra de moler-efigie, zoomorfa, la cual incluye soportes.

Se tienen otros metates, algunos de bordes abiertos y otros sin bordes, malacates, así como una figurilla similar al tipo 3 descrita por Andrews, en Quelepa y el valle central de San Miguel.

Al margen de Quelepa, otros sitios importantes se ubican próximos a la costa del Golfo de Fonseca, entre los que se encuentran Amapala, o Pueblo Viejo (época colonial) y Punta Chiquirín y Asanyamba, o Chapernalito (período Clásico).

Este último, registrado por Stanley H. Boggs a finales de la década del setenta, proporciona una importante fuente de información, tanto así que parte de las más importantes piezas expuestas en las vitrinas del Museo Nacional de Antropología provienen de este sitio.[95] El estudio de artefactos provenientes de Asanyamba, realizado por Marilyn Beaudry, confirma contactos con regiones lejanas en el interior de Honduras, Nicaragua y El Salvador incluyendo la zona occidental de este último.

Las primeras labores de rescate en Asanyamba fueron realizadas por Ahmed Abdally Posada, asistente del entonces Departamento de Arqueología, en noviembre de 1977. Para aquel tiempo se infería que el sitio era un puerto pre-hispánico en las costas del Golfo de Fonseca, lugar donde partía la importación de moluscos petrificados (supuestamente provenientes de Costa Rica), adornos, cerámica y otros.

La mayor parte del sitio está compuesto por concheros con gran cantidad de restos humanos y artefactos arqueológicos, en una extensión no mayor a 4 ha. Se trata de una cantidad considerable de montículos bajos y de altura regular no mayor de los 3 m, y otros apenas observables en superficie. Estos montículos sobrepasan la veintena, lo cual indica que es uno de los más extensos sitios arqueológicos del Golfo de Fonseca.

Desde la superficie es posible distinguir algunas estructuras edificadas a base de rocas basálticas y abundantes conchas. Gran parte de estos montículos se perciben dispersos y otros parecen ordenarse concéntricamente, a manera de permitir espacios a pequeñas plazas.

Los concheros, o conjunto de concheros, son llamados también conchitajes. Nuevas investigaciones han revelado que otros conchitajes, como los de Asanyamba y Las Tunas (departamento de La Unión) y Huiscoyolate (Sonsonate), se distribuyen también en diversas partes del Golfo de Fonseca.

En los últimos años se ha demostrado, mediante exhaustivos recorridos arqueológicos realizados en las islas Zacatillo, Meanguera, en Conchaguita, en el estero La Manzanilla, y en Plan de la Montaña (noroeste de la ciudad de La Unión) la existencia de un mayor número de asentamientos prehispánicos.

En el caso de las estructuras en la zona del golfo, tal es el caso de Chiquirín, puede sugerirse que existía un sistema constructivo mixto, en el que se utiliza la piedra y concha para las edificaciones. Asanyamba, posiblemente, fue un centro rector de la zona, el cual mantuvo contactos con varias regiones, incluyendo la periferia este de la región maya.[96]

En 2002, se llevaron a cabo rescates arqueológicos en Punta Chiquirín, supervisados por Marlon Escamilla y Shione Shibata.[97] Luego el mismo sitio fue intervenido por Noboyuki Ito de la Universidad de Nagoya, Japón. Por un lado, se tiene una alta concentración de sitios identificados en las islas del golfo, específicamente en Zacatillo, resultado de recientes reconocimientos pedestres, realizados por Esteban Gómez.[98] Por otro lado, a estos trabajos también se suman los proyectos de reconocimiento realizados por Fabio Esteban Amador (parte del proyecto SIEPAC), los cuales han demostrado la existencia de evidencias arqueológicas significativas en el trayecto de la línea de transmisión proyectada en el trazo de la zona oriental del país.

Amador a su vez, junto con Rosa María Ramírez y Frances Paola Garnica, entre 2006 y 2008, llevaron a cabo uno de los más importantes proyectos de reconocimiento en la zona oriental de El Salvador, financiado por FAMSI y la Universidad de El Salvador.

Como resultado, se obtuvo un nuevo atlas arqueológico de la región, habiéndose registrado varios sitios y confirmado el estado actual de otros sitios previamente registrados en los departamentos de San Miguel, La Unión, Cabañas, Usulután, y Morazán.[99]

La vasta presencia de sitios arqueológicos en la región oriental del El Salvador también yace manifiesta en los reconocimientos y excavaciones arqueológicas dirigidas por Valdivieso[100] en San Gerardo y en la región norte de San Miguel, así como los recorridos realizados por Marlon Escamilla en las zonas adyacentes a Nueva Esparta al norte de La Unión, en 2007.

En este último se han registrado sitios con arte rupestre, mientras que en el primero se trata de más de una decena de sitios prehispánicos y coloniales, incluidos los obrajes de añil y haciendas.

En los reconocimientos realizados por Valdivieso[101] en 44.5 kilómetros de área proyectada para la instalación de la línea de transmisión, entre la subestación El Chaparral y 15 de Septiembre, se identificaron sitios del período Clásico, desde la cordillera Cacahuatique hasta la ribera oeste del río Lempa, contiguo a San Ildefonso, en el departamento de San Vicente.

San Gerardo y Sesori comparten una misma región, la cual incluye San Luís de La Reina, Carolina y San Antonio del Mosco. Con estos hallazgos se puede considerar la existencia de corredores culturales y zonas de intercambio, en los cuales se incluía el valle de San Miguel y las regiones hacia el Oeste, en la cuenca alta del río Lempa y el valle El Paraíso.

Al parecer, el Clásico tardío, en el valle El Paraíso, representa un período de repoblamiento, luego de la erupción del volcán Ilopango en el 536 d.C. Esta época fue sujeta a un notorio crecimiento demográfico, desarrollo político y económico.

Muchos de los artefactos encontrados en sitios inundados por Cerrón Grande son semejantes a los de Tazumal y San Andrés, y con algunas cerámicas y líticas encontradas en sitios de la ribera oeste del río Lempa y sitios del río Torola. Lo anterior probablemente indica una unidad étnica entre las poblaciones de la zona central y occidental de El Salvador.

En concordancia con otros investigadores, este intercambio, según la evaluación de artefactos encontrados tanto en Cerrón Grande como en San Andrés y Tazumal, pudo darse con élites mayas de Copán, contribuyendo con ello al reforzamiento de la posición política de aquel lejano sitio en suroeste de Honduras. De conformidad con las evidencias arqueológicas, cabe la posibilidad de un efectivo arribo de nuevos grupos culturales en la zona oriental y occidental del país en el período Clásico tardío, posiblemente relacionada con los problemas en el área maya al final del período.[102]

Sitios como Casa Quemada,[103] El Chaparral, y otros localizados dentro del área proyectada para el futuro embalse de la presa El Chaparral, su origen y desarrollo no se dio de manera aislada, más bien pudo formar parte de los acontecimientos de la época y los intercambios culturales, cuya interpretación es permisible en la evaluación de su ubicación geográfica y artefactos provenientes de recolección superficial y primeras excavaciones.

A estos estudios se suman las intervenciones arqueológicas realizadas en Uluazapa, San Miguel, por Vicente Genovés, en 2006.[104] Genovés realizó reconocimientos en la zona del embalse de la futura presa El Cimarrón en la región norte de Santa Ana y Chalatenango,[105] y registró sitios prehispánicos, coloniales y republicanos.

Entre 2004 y 2006, la misión francesa dirigida por Sebastién Perrot-Minnot, Eric Gelliot y Phillipe Costa realizó reconocimientos en Cabañas y San Vicente, aportando valiosa información relacionada con el arte rupestre. Perrot-Minnot y su equipo realizaron estudios en el sitio El Junquillo en Cabañas, los cuales incluyen el patrón de asentamiento. La misión francesa fue la primera en ejecutar un estudio de carácter antropológico, con el objetivo de identificar el rol de la arqueología en las comunidades.[106]

Misuho Ikeda, de la Cooperación Japonesa, realizó un estudio similar en el área de Nueva Esperanza, en 2010, en la región del Bajo Lempa, en el departamento de San Vicente. Estos últimos estudios se articulan con excavaciones de rescate en un entierro preclásico con ofrendas, el cual fue dirigido por Akira Ichicawa y Shione Shibata, en coordinación con el Departamento de Arqueología de CONCULTURA, entre 2006 y 2009.

Asentamientos preclásicos en el departamento de San Vicente ya habían sido registrados con anterioridad. Erquicia, junto con arqueólogos de la entonces Unidad de Arqueología de CONCULTURA, dirigió en 2001 excavaciones de rescate de un entierro colectivo con al menos 22 ofrendas, en Verapaz, departamento de San Vicente.[107]

En 2007, Albarracín-Jordan llevó a cabo un análisis de situación del patrimonio cultural de El Salvador, en general, y de la arqueología, en particular, incluyendo aspectos institucionales y de desempeño organizacional. Esta evaluación formó parte de la Evaluación Ambiental Estratégica (EAE) del Programa de Desarrollo Sostenible de la Zona Norte, financiada por la Corporación del Reto del Milenio.

Posteriormente, en 2008, Albarracín-Jordan, en colaboración con Valdivieso, dirigió uno de los más amplios diagnósticos realizados en la región norte y nororiente, en el marco del programa de desarrollo financiado por FOMILENIO y el Gobierno de los Estados Unidos (a través de la Corporación del Reto del Milenio) para la construcción de la Carretera Longitudinal del Norte.

El trabajo de campo incluyó el recorrido pedestre de aproximadamente 150 kilómetros, entre los departamentos de Santa Ana, Chalatenango, Cabañas y San Miguel, lográndose registrar 53 sitios arqueológicos, entre estos varios sitios del período Posclásico, en el área de derecho de vía de la carretera.[108]

En resumen, aunque las investigaciones arqueológicas en El Salvador fueron afectadas por el conflicto armado, entre 1980 y 1992, durante inicios del nuevo milenio los estudios empezaron a tomar mayor dinámica y mayor cuidado en cuanto al registro de sitios se refiere.

A ello se suma la formación de arqueólogos salvadoreños en la Universidad Tecnológica (UTEC) y la preparación de otros jóvenes arqueólogos en el exterior. La nueva generación de arqueólogos salvadoreños también devino en una mayor interacción con arqueólogos de países vecinos y de otras regiones.

La intensidad teórica que caracterizó a esta nueva fase coincidió, en la praxis, con la mayor atención otorgada, por ley, al cuidado del patrimonio arqueológico y a la realización de estudios de impacto arqueológico, tal como señala la lista de los estudios mencionados anteriormente.

Estas evaluaciones permitieron ampliar el registro de sitios, particularmente, en zonas marginadas en épocas anteriores.

La zona norte y la región oriental, en general, fueron objeto de prospecciones arqueológicas y de labores de rescate que generaron información valiosa acerca de la profundidad histórica de estas áreas y de sus vínculos con poblaciones de otras regiones.

Este caudal de información ha generado nuevas necesidades en la estructura administrativa y científica del patrimonio arqueológico. Desafortunadamente, la respuesta del Estado, al igual que la época anterior al conflicto armado, ha sido lánguida y estrecha.

El presupuesto asignado para cubrir eficazmente las tareas administrativas, de investigación, restauración, conservación y puesta en valor del patrimonio arqueológico es ínfimo, afectando el desempeño del actual departamento de arqueología. La débil política cultural salvadoreña, no obstante, no solo afecta a la dimensión arqueológica, sino que influye en la forma en la que se articula el legado indígena en la sociedad en su conjunto.

Conclusiones

El patrimonio arqueológico de El Salvador contiene elementos que destacan la diversidad cultural como fuente del potencial de desarrollo del país. Del estado actual del conocimiento, la profundidad y complejidad históricas que encierra la dualidad entre occidente y oriente son extraordinarias.

En particular, la aún poco conocida región oriental esconde importantes antecedentes sobre los vínculos que existieron entre pueblos mesoamericanos y comunidades asociadas con esferas culturales sudamericanas y caribeñas en épocas prehispánicas.

Lo poco que se ha identificado, durante la última década, apunta hacia una importante y compleja red de asentamientos con múltiples vínculos regionales. Esto hace suponer que la denominada «periferia» mesoamericana no tuvo un rol tangencial al desarrollo de los centros ceremoniales, sino que contuvo una expresión propia, creíblemente mucho más articuladora de lo que se pensaba con anterioridad.

Las primeras descripciones de la arquitectura que contienen los principales centros ceremoniales sentaron las bases para que el interés por el pasado prehispánico no perdiera lugar en las políticas de Estado.

Ello, no obstante, no significó que el pasado indígena tuviese el mismo sitial en la participación efectiva de las comunidades con el patrimonio arqueológico.

Por el contrario, la disociación que se hizo entre la arquitectura monumental (entendida como el legado material de culturas «superiores») y las comunidades indígenas de la época (concebidas como la manifestación retrógrada de la «modernidad») fue determinante para que el sistema político instaurado desde la Colonia se asentara con mayor fuerza en el primer siglo de la república. Podría decirse que fue la «forma» del legado indígena, no el «contenido», la que se utilizó para formular e implementar las políticas culturales.

Entrado el siglo XX, sectores de la intelectualidad salvadoreña se interesaron en estudiar —con los métodos de la época— parte del «contenido» histórico de los antiguos monumentos, sin que ello implique influencia alguna en el sistema de poder establecido en el país.

Contrariamente a lo que acontecía en otros países latinoamericanos —como México o Perú— con el movimiento indigenista y su rol en la valoración del pasado prehispánico, en El Salvador se produjo una de las más feroces masacres en contra de las comunidades indígenas acusadas de estar alineadas con movimientos comunistas. Ejemplo de ello fue la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez, durante la cual se exterminaron miles de indígenas de descendencia pipil.[109]

Desde la perspectiva indígena, la lucha por sus derechos estaba casi perdida, restando únicamente la conversión forzosa a los códigos de la «modernidad», cambiando su lengua y sus tradiciones.

La arqueología «tradicional» tuvo a su mayor representante en la figura de Stanley H. Boggs. El aporte de Boggs fue decisivo para que los distintos Gobiernos con los que tuvo que interactuar dieran lugar a la creación de secciones administrativas públicas, encargadas de velar por el patrimonio arqueológico.

Fue Boggs quien abrió varios frentes, tanto públicos como privados, para que la arqueología se introdujera en la consciencia social más amplia. Su incansable labor de promoción del patrimonio arqueológico jugó un papel significativo en la protección de varios sitios y en la divulgación de su significado histórico y social.

Sin embargo, uno de los resultados de la personalización de la arqueología salvadoreña en la figura de Boggs fue el débil desarrollo del sistema institucional. Dicho de otro modo, no se formó un grupo de investigadores salvadoreños que generaran discusiones internas o debates sobre el patrimonio arqueológico. Todo descubrimiento o estudio realizado en El Salvador era remitido o puesto en conocimiento de Boggs.

Con el fallecimiento de Boggs, en 1991, se produjo un vacío de liderazgo en el tema del patrimonio arqueológico, probablemente no tan evidente, a consecuencia del conflicto armado. Fueron varios años, después de los Acuerdo de Paz, los que se necesitaron para que la nueva generación de arqueólogos encaminara la arqueología salvadoreña por un nuevo curso.

Los avances en teoría y método en El Salvador, desde comienzos del milenio, han sido resultado de nuevas interacciones con la comunidad académica de otros países.

Aunque los avances en el marco normativo han sido eficaces, en general el insuficiente presupuesto que le asigna el Gobierno para atender las múltiples labores ha sido el principal obstáculo para mejorar el desempeño organizacional del Departamento de Arqueología. Es de suponer que la nueva generación de arqueólogos salvadoreños tendrá un rol más amplio en la influencia que se requiere para que la clase política pueda ensanchar una visión de la identidad salvadoreña basada en la defensa y promoción del legado prehispánico y de su continuidad, tanto en forma como en contenido.


[1] John L. Stephens nació en Nueva Jersey en 1805 y murió en Nueva York, en 1852, a causa de la malaria contraída en Panamá durante la construcción del ferrocarril. Es considerado uno de los fundadores de la arqueología mesoamericana. Michael D. Coe, El desciframiento de los glifos mayas (México: Fondo de Cultura Económica, 1995); J. L. Stephens, Incidentes de viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán (San José, Costa Rica: EDUCA, 1971).

[2] Michael D. Coe, El desciframiento de los glifos mayas (México: Fondo de Cultura Económica, 1995).

[3] E. G. Squier y Edwin H. Davis fueron los pioneros de la arqueología norteamericana. Su libro Ancient Monuments of the Mississippi Valley fue el primer libro publicado por el Smithsonian Institution en 1848. E. G. Squier, «The Great Ship Canal Question: England and Costa Rica Versus the United States and Nicaragua,»

The American Whig Review 6 (1850): 441-455 (escrito por Squier, pero sin su firma); Nicaragua; Its People, Scenery, Monuments, and the Proposed Interoceanic Canal (New York: Appleton and Co., Publishers, 1852); Notes on Central America; Particularly the States of Honduras and San Salvador; their geography, topography, climate, population, resources, production, etc., etc., and the proposed inter-oceanic railway (New York: Harper and Brothers, Publishers, 1855).

[4] Ephraim G. Squier, Notes on Central America; particularly the states of Honduras and San Salvador, 321-323.

[5] Juan Albarracín-Jordan, Política y etnología norteamericanas del siglo XIX. Ephraim George Squier en Centroamérica, Perú y Bolivia (La Paz: Fundación Bartolomé de Las Casas/Plural Editores, 2011).

[6] «It has been supposed that the Pipil Indians, occupying the coast of San Salvador, were also of Mexican origin, and arrived in Central America at the same time with the colony in Nicaragua. We have no vocabulary of their language, but the names of most of the places in the region which they occupied, or occupy, are clearly Mexican. Istepec, Usulután, Sesultepec, Cuscutlán, Suchiltepec, Cojutepec, Cuyutitan, Jilpango, etc., are unmistakably Mexican. It has, however, been suspected that the friendly Indians from Mexico, who accompanied Alvarado in his conquest of the country, were established here, and that the names to which I have referred were given by them. This is a point which is yet open to investigation; meantime, I incline to the belief that a Mexican colony also existed in San Salvador», Ephraim G. Squier, Travels in Central America, particularly in Nicaragua. With a description of its aboriginal monuments, scenery and people, their languages, institutions, religion, etc. Illustrated by numerous maps and coloured illustrations. Vols. I and II (New York: D. Appleton & Co., Publishers, 1853).

[7] Ephraim G. Squier, Notes on Central America; Particularly the States of Honduras and San Salvador (New York: Harper and Brothers, Publishers, 1855), 340.

[8] Fernand Jean Batiste Marie Montessus de Ballore nació en Domperre-Sauvignes, Francia, en 1851, y falleció en Santiago de Chile en 1923.

[9] Carlos Cañas-Dinarte, «Montessus de Ballore. Un sismólogo francés en El Salvador del siglo XIX,» Hqnngvq» dkqitƒÞeq.» Et„pkecu» fg» pwguvtc» vkgttc0″ Jkuvqtkc» pcvwtcn» fg» Gn» Ucnxcfqt (San Salvador: CONCULTURA, 2001, Telecom, 2003, y Walter Hernández); Carlos Cañas Dinarte et al (San Salvador: Aseguradora Suiza Salvadoreña S. A.-ASESUISA, 2009).

[10] Los pobladores llaman a la zona El León de Piedra, nombre atribuido por la existencia de una escultura grande, la cual adopta la forma de un felino, posiblemente un jaguar. El sitio se ubica en la antigua hacienda Opico, a 10 km de la ciudad de San Vicente. Fue ocupado durante el Clásico tardío (600-900 d.C.). Se le calcula una extensión de 1.5 km2, en cuya área nuclear pueden percibirse terraplenes, rampas, plataformas, murallas bajas y montículos; el más grande de estos últimos puede alcanzar los 20 metros de altura con 40 y 60 metros de largo y ancho. Las edificaciones fueron elaboradas de canto y tierra. La cerámica de Tehuacán sugiere corresponder con las fases Shila y Lepa de Quelepa en el departamento de San Miguel. Para algunos arqueólogos estos dos sitios son muy similares.

[11] Samuel K. Lothrop, «The Southeastern Frontier of the Maya,» American Anthropologist, New Series 41, n.° 1 (1939): 42-54.

[12] Stanley H. Boggs nació el 8 de agosto de 1914, en Warsaw, Indiana.

[13] Stanley H. Boggs, «Notas sobre las excavaciones en la hacienda San Andrés, Departamento de La Libertad,» Tsunpame año III, n.° 1 (1943): 104-126; «Observaciones respecto a la importancia de Tazumal en la prehistoria salvadoreña,» Tsunpame año III, n.° 1 (1943): 127-133; «Excavations in Central and Western El Salvador,» Archaeological Investigations in El Salvador, ed. John M. Longyear III; Memoirs of the Peabody Museum of Archaeology and Ethnology, vol. IX, n.° 2, appendix C (Cambridge: Harvard University, 1944a), 51-72; «A Preconquest Tomb on the Cerro del Zapote, El Salvador,» Notes on Middle American Archaeology and Ethnology, vol. II, n.° 32, (Washington D.C.: Carnegie Institution of Washington, 1944b), 8-15; «Informe sobre la tercera temporada de excavaciones en las ruinas de Tazumal,» Tsunpame V, n.° 4 (1945): 33-45; «Excavations of Tazumal, El Salvador,» Yearbook of the American Philosophical Society (1962), 488-491; «Excavations at Tazumal, El Salvador,» Yearbook of the American Philosophical Society (1963), 505-507; Pottery Jars from the Loma del Tacuazin, El Salvador (Middle American Research Institute, Publication Number 28. New Orleans: Tulane University, 1966); «Excavations at Almulunga, El Salvador,» Katunob 6, n.° 2 (1967): 57; «Figurillas con ruedas de Cihuatán y el oriente de El Salvador,» Colección Antropología, n.° 3 (Ministerio de Educación, El Salvador, 1972); «Current Archaeological Research in El Salvador,» Mexicon I, n.° 4 (1979): 43-44; «Continuing Archaeological Work in El Salvador,» Mexicon III, n.° 4 (1981): 61; «Archaeological Excavations in El Salvador, 1983,» Mexicon VI, n.° 1 (1984): 4-5.

[14] Fabricio Valdivieso, «Remembranzas de un departamento de arqueología con los primeros arqueólogos formados en El Salvador,» Kóot 1, n.° 2 (2010): 77-99.

[15] John M. Longyear III, Archaeological Investigations in El Salvador (Peabody Museum of Archaeology and Ethnology. Harvard University, 1944).

[16] Paul Kirchhoff, «Mesoamérica. Sus límites geográficos, composición étnica y caracteres culturales,» Acta Americana 1 (1943): 92-107; «Mesoamérica,» Suplemento de la revista Tlatoani (México, 1960).

[17] Richard E. Blanton, Stephen A. Kowalewski, Gary Feinman y Jill Appel, Ancient Mesoamerica. A comparison of change in three regions (New York: Cambridge University Press, 1981).

[18] Anne Chapman, «Mesoamérica: ¿estructura o historia?,» en La validez teórica del concepto de Mesoamérica (México: INAH/SMA, 1990), 21-29; Winifred Creamer, «Mesoamerica as a Concept: An Archaeological View form Central America,» Latin American Research Review 22, n.°1 (1987): 35-62; Moctezuma Ramiro Matos, «Mesoamérica,» en Historia antigua de México. Vol I. El México antiguo, sus áreas culturales, los orígenes y el horizonte Preclásico, coords. Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (México: INAH/UNAM, 2000), 95-119; Enrique Nalda, «¿Qué es lo que define Mesoamérica?,» en La validez teórica del concepto de Mesoamérica (México: INAH/SMA, 1990), 11-20.

[19] Moctezuma Ramiro Matos, «Mesoamérica,» 95-119.

[20] Gordon R. Willey y Philip Phillips, Method and Theory in American Archaeology (The University of Chicago Press, 1958).

[21] Wolfgang Haberland, «A Pre-Classic Complex of Western El Salvador, C.A,» Proceedings of the Thirty-Second International Congress of Americanists [Copenhagen 1956] (Copenhagen: Munksgaard, 1958), 485-490; «Ceramic Sequences in El Salvador,» American Antiquity 26, n.° 1 (1960): 21-29; «Marihua Red-on-Buff and the Pipil Question,» Ethnos 1-2 (1964): 73-86.

[22] «Material Preclásico de San Salvador,» Comunicaciones 4, n.° 3-4 (San Salvador: Instituto Tropical de Investigaciones Científicas, 1955): 105-112.

[23] «Excavations in El Salvador,» The University Museum Bulletin 19, n.° 2 (Philadelphia: University Museum, 1955): 14-21.

[24] «El sitio arqueológico de San Nicolás, Municipio de Ahuachapán, El Salvador,» Estudios de Cultura Maya 7 (1972): 57-66

[25] L. R. Binford, «Archaeology as Anthropology,» American Antiquity 28, n.° 2 (1962): 217–225; «Archaeological systematics and the study of culture process,» en Contemporary Archaeology, ed. M. Leone (Southern Illinois University, Carbondale, 1965), 125–132; New Perspectives in Archaeology (Chicago: Aldine Press, 1968).

[26] Síntesis de la Arqueología de El Salvador, Colección Antropología e Historia n.° 21 (Consejo Nacional para la Cultura y el Arte / Dirección Nacional del Patrimonio Cultural, San Salvador, 1994).

[27] «Investigaciones preclásicas en Chalchuapa, El Salvador,» Anales del Museo Nacional «David J. Guzmán» XI, n.° 37-41 (San Salvador, 1967): 27-34; «The Prehistory of the Southern Maya Periphery,» Current Anthropology 15, n.° 2 (1974): 165-187.

[28] «Excavations at Quelepa, El Salvador» (Disertación de Doctorado, Departamento de Antropología, Tulane University, New Orleans).

[29] Luis Manuel Gamboa y Nadia Verónica Vélez, «Estratigrafía, cerámica y cronología. Pozas de Ventura, Campeche,» en XVII Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, eds. J.P. Laporte, B. Arroyo, H. Escobedo y H. Mejía (Guatemala: Museo Nacional de Arqueología y Etnología, 2003), 379- 391; Robert J. Sharer, The Prehistory of Chalchuapa, El Salvador: Pottery and Conclusions. Vol. 3 (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1978), 1-204.

[30] William R. Fowler, Jr. «Programa de rescate arqueológico Cerrón Grande: Sub-Proyecto Hacienda Las Flores,» Anales del Museo Nacional «David J. Guzmán», n.° 49 (San Salvador, 1976): 13-49; «Informe preliminar sobre las excavaciones del montículo 3, El Tanque, Hacienda El Morrito, Departamento de Chalatenango,» Anales del Museo Nacional «David J. Guzmán», n.° 49 (San Salvador, 1976): 83-92; Willam R. Fowler, Jr. y E. Margarita Solís Angulo, «El mapa de Santa María: un sitio Posclásico de la región Cerrón Grande,» Anales del Museo Nacional «David J. Guzmán», n.° 50 (San Salvador, 1977): 13-17; William R. Fowler, Jr. y Howard D. Earnest, Jr., «Settlement Patterns and Prehistory of the Paraíso Basin of El Salvador,» Journal of Field Archaeology 12, n.° 1 (1985): 19-32.

[31] Howard D. Earnest, Jr., «Investigaciones efectuadas por el Proyecto No. 1: Programa de rescate arqueológico Cerrón Grande, en la Hacienda Santa Bárbara, Departamento de Chalatenango. Segundo Informe Preliminar,» Anales del Museo Nacional «David J. Guzmán», n.° 49 (San Salvador, 1976): 57-67; «Informe preliminar sobre investigaciones arqueológicas en la Ciénaga, la Hacienda Santa Bárbara y sitios aledaños, Departamento de Chalatenango,» Mesoamérica 12, n.° 21 (1991):122-126.

[32] Karen Olsen Bruhns, «Investigaciones arqueológicas en Cihuatán,» Anales del Museo Nacional «David J. Guzmán», n.° 3 (San Salvador, 1976): 75-82; Cihuatan: An Early Postclassic Town of El Salvador. Monographs in Anthropology, n.° 5 (Columbia, Missouri: University of Missouri, 1980).

[33] Jorge N. Mejía, «Las ruinas de San Andrés,» Flama, n.° 48 (San Salvador, 1984): 33-47.

[34] Arthur A. Demarest, «Santa Leticia and the development of complex society in southeastern Mesoamerica» (Disertación de Doctorado, Harvard University, 1981); «Political Evolution in the Maya Borderlands: The Salvadoran Frontier,» en The Southeast Classic Maya Zone, eds. Elizabeth H. Boone y Gordon R. Willey. Papers form de Dumbarton Oaks Symposium on the Southeast Classic Maya Zone (Washington D.C.: Dumbarton Oaks, 1988), 335-394.

[35] Payson D. Sheets, «The Prehistory of El Salvador: An Interpretive Summary,» en The Archaeology of Lower Central America, eds. F.W. Lange y D.Z. Stone (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1984), 85-112; The Ceren Site. A Prehistoric Village Buried by Volcanic Ash in Central America (Orlando: Harcourt Brace Javanovich Publishers, 1992); «Tropical Time Capsule: An Ancient Village Preserved in Volcanic Ash Yields Evidence of Mesoamerican Peasant Life,» Archaeology (July, 1994): 30-34.

[36] Kevin D. Black, Settlement Patterns n the Zapotitán Valley, El Salvador (Tesis de Maestría, Department of Anthropology, University of Colorado, Boulder, 1979).

[37] Christian J. Zier, «A Functional Análisis of Late Classic Period Maya Residence and Agricultural Field in the Zapotitán Valley, El Salvador» (Disertación de Doctorado, University Microfilms International, Ann Arbor, 1981).

[38] Susan M. Chandler, «Excavations at the El Cambio Site,» en Archaeology and Volcanism in Central America. The Zapotitán Valley of El Salvador, ed. Payson D. Sheets (Austin: University of Teas Press, 1983), 98-118.

[39] Paul E. Amaroli, «Cara Sucia: nueva luz sobre el pasado de la costa occidental de El Salvador,» Universitas 1 (San Salvador, 1984): 15-19.

[40] Luis Casasola García, «Jayaque, un sitio Preclásico de El Salvador» (Tesis de Maestría, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977).

[41] Richard S. Crane, «Informe preliminar de las excavaciones arqueológicas de rescate efectuadas en 1974 en la Hacienda Colima, Depto. de Cuscatlán (Proyecto n.° 2, Programa de «Cerrón Grande»),» Anales del Museo Nacional «David J. Guzmán» 42-48 (San Salvador, 1975): 13-27.

[42] William R. Fowler, Jr. «Programa de rescate arqueológico Cerrón Grande: Sub-Proyecto Hacienda Las Flores,» Anales del Museo Nacional «David J. Guzmán», n.° 49 (San Salvador, 1976): 13-49.

[43] William R. Fowler, Jr. y Howard D. Earnest Jr «Settlement Patterns and Prehistpry of the Paraíso Basin of El Salvador,» Journal of Field Archaeology 12, n.°1 (1985): 19-32.

[44] Stanley H. Boggs, «Current Archaeological Research in El Salvador,» Mexicon I, n.° 4 (1979): 43-44; «Continuing Archaeological Work in El Salvador,» Mexicon III, n.° 4 (1981): 61

[45] Gregorio Bello-Suazo, Rescate arqueológico en Santa Teresa: una experiencia de arqueología alternativa. San Martín, San Salvador, El Salvador, C.A. (San Salvador: Fundación Salvadoreña de Desarrollo y Vivienda Mínima (FUNDASAL), Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 1990); «Rescate arqueológico en Antiguo Cuscatlán: informe preliminar,» Mesoamérica 12, n.° 21 (1991): 115-121.

[46] Roger Atwood, «Deconstructing a Maya Pyramid,» Archaeology 59, n.° 5 (2006): 31-35.

[47] En 2004, una tormenta propició el derrumbe de la fachada sur de la B1-2. Luego de cinco décadas, el derrumbe activó tres años y medio de restauración arqueológica en el inmueble. El proyecto, dirigido por Valdivieso, consistió en la remoción total del cemento, de manera analítica mediante un proceso deconstructivo.

[48] Ernesto Vargas Pacheco, «La frontera meridional de Mesoamérica,» en Historia antigua de México. Vol I. El México antiguo, sus áreas culturales, los orígenes y el horizonte Preclásico, coords. Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (México: INAH/UNAM, 2000), 191-220.

[49] Payson D. Sheets, «The Prehistory of El Salvador: An Interpretive Summary,» en The Archaeology of Lower Central America, eds. F.W. Lange y D.Z. Stone (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1984), 85-112.

[50] Esta formación rocosa mide aproximadamente 35 metros de ancho y 15 metros de altura y profundidad promedio. La singularidad de este sitio es tenida en torno a las representaciones gráficas rupestres. Se trata de pinturas con motivos antropomorfos y zoomorfos, entre los que se incluyen figuras humanas en pareja, manos, aves y otros animales y formas, en donde se distinguen colores rojo, negro, amarillo, blanco y verde.

[51] Elisenda Coladán y Paul Amaroli, «Las representaciones rupestres de El Salvador,» en Arte rupestre de México oriental y Centro América, Indiana 16, ed. Martin Künne y Mathias Strecker (Berlin, Alemania: Ibero-Amerikanisches Institut Gebr. Mann Verlag, 2003), 143-161.

[52] Gregorio Bello-Suazo, «La arqueología de El Salvador,» Arqueología Mexicana XIV, n.° 79 (2006).

[53] Hector Neff, Deborah M. Pearsall, John G. Jones, Bárbara Arroyo, Shawn K. Collins y Dorothy E. Freidel, «Early Maya Adaptive Patterns: Mid-Late Holocene Paleoenvironmental Evidence form Pacific Guatemala,» Latin American Antiquity 17, n.° 3 (2006): 287-315.

[54] Kent V. Flannery, Guilá Naquitz. Archaic Foraging and Early Agricultura in Oaxaca, México (New York: Academic Press, 1986).

[55] David Rindos, The Origins of Agriculture: An Evolutionary Perspective (New York: Academic Press, 1984).

[56] Robert A. Dull, «An 8000-Year Record of Vegetation, Climate, and Human Disturbance from the Sierra de Apaneca, El Salvador,» Quaternary Research 61 (2004): 159-167.

[57] Rebecca González Lauck, «La zona del Golfo en el Preclásico: la etapa olmeca,» en Historia antigua de México. Vol I. El México antiguo, sus áreas culturales, los orígenes y el horizonte Preclásico, coords. Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (México: INAH/UNAM, 2000), 363-406.

[58] Existen varios sitios menores que también incluyen componentes de este período: Gualacho, Tovar, Apastepeque, laguna Cuzcachapa, San Isidro, Verapaz, Cerro Zapote, Hacienda Las Flores, El Tamarindo, La Ciénega, Río Grande, El Carmen y Las Tunas.

[59] Fase Tok. En Chalchuapa la cerámica de la fase Tok es fechada entre el 1200 y 900 a.C., y es considerada hace algunos años como la cerámica más remota de El Salvador, previo a los estudios en El Carmen, a mediados de la década de 1980. La cerámica Tok de Chalchuapa expone tecomates y ollas con filetes agregados y modelados. Robert J. Sharer, The Prehistory of Chalchuapa, El Salvador: Pottery and conclusions.

[60] Robert J. Sharer y James C. Gifford, «Preclassic Ceramics from Chalchuapa, El Salvador, and Their Relationships with the Maya Lowlands,» American Antiquity 35, n.° 4 (1970): 441-462.

[61]

[62] Rebecca González Lauck, «La zona del Golfo en el Preclásico: la etapa olmeca,» 363-406.

[63] Robert J. Sharer, «The Surface Surveys,» The Prehistory of Chalchuapa, El Salvador. Vol. 1. (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1978), 15-39; William Fowler, Jr., El Salvador, antiguas civilizaciones (San Salvador, El Salvador: Banco Agrícola de El Salvador, 1995).

[64] Arthur A. Demarest, «Santa Leticia and the development of complex society in southeastern Mesoamerica»; Arthur A. Demarest y Robert J. Sharer, «The Origins and Evolution of Usulután Ceramics,» American Antiquity 47, n.° 4 (1982): 810-822.

[65] Federico Paredes Umaña, «Local Symbols and Regional Dynamics: The Jaguar Head Core Zone in Southeastern Mesoamerica During the Late Preclassic» (A dissertation work presented to the Faculty of the University of Pennsylvania. Degree of Doctor of Philosphy, 2012).

[66] Fabricio Valdivieso, «Atalaya. Un sitio preclásico en las costas de Acajutla,» Revista La Universidad (El Salvador, 2011).

[67]  Bello-Suazo, «La arqueología de El Salvador.»

[68] Paredes Umaña, «Local Symbols and Regional Dynamics: The Jaguar Head Core Zone in Southeastern Mesoamérica During the Late Preclassic.»

[69] En conversación personal con Paredes Umaña (2012), este monumento no es necesariamente una estela, pero si un gran depósito de líquidos, similar en función tal vez a los reportados para el sitio Preclásico de Xochitécat, en el centro de México, y similar a Quelepa, por tener rampas de acceso a las estructuras en lugar de escalinatas. El motivo central de este monumento representa iconografía asociada al Preclásico tardío, con un interesante antecedente estilístico de la representación del Disco Jaguar de Cara Sucia (Clásico tardío).

[70] Andrews E., Wyllys V., The Archaeology of Quelepa, El Salvador. Publication 42 (New Orleans: Middle American Research Institute, Tulane University, 1976).

[71] Entre 1976 y 1977, la Presa Cerrón Grande fue concluida y los sitios arqueológicos que se encontraban en el área de embalse fueron cubiertos de agua. Los trabajos de rescate arqueológico, que fueron llevados a cabo antes de que se inundara la presa, fueron dirigidos por Richard S. Crane, Howard H. Earnest y William R. Fowler, Jr. bajo la supervisión de Stanley H. Boggs. El trabajo fue realizado en varias sesiones de campo y de gabinete. La prospección del área fue realizada en 1974. A este primer trabajo se sumaron las excavaciones y análisis llevados a cabo hasta la inundación de la presa. Fowler y Earnest dieron a conocer los resultados del plan de rescate arqueológico, habiéndose identificado un total de 24 sitios en el área, tanto en el sector del embalse como en sectores adyacentes.

[72] La Tierra Blanca Joven (TBJ) es un suelo de origen volcánico, arenoso uniforme, fino y suave, color blanquecino. San Salvador se encuentra asentada sobre esta gruesa capa volcánica. Próximo a la caldera de Ilopango, hoy ocupada por un extenso lago, pueden llegarse a encontrar estratos de esta tierra con espesores mayores de los 60 metros, mientras que en regiones distantes, próximas a las fronteras de Guatemala, esta capa puede apenas ostentar un grosor de 10 cm. Esta ceniza puede percibirse en muchos de los más importantes asentamientos arqueológicos de la zona occidental de El Salvador. En base a la presencia de esta tierra suave, los arqueólogos pueden emitir algunas interpretaciones relacionadas al estudio de un determinado sitio, y la datación del mismo.

[73] Robert Dull, John Southon, Steffen Kutterrolf, Armin Freundt, David Wahl y Payson Sheets. Did the Ilopango TBJ Eruption Cause the AD 536 Event? Afiche presentado en la reunión de la International Geophysical Union, diciembre 2010. PDF en posesión de los autores.

[74] En Tazumal, la estructura B1-1, la más representativa del sitio, es en realidad un grupo de estructuras superpuestas una sobre otra. Este grupo expone varias fases constructivas, que datan desde el período Clásico temprano hasta el Posclásico.

[75] Este valle se localiza en la denominada fosa central del país, la cual trata de una depresión de entre diez y treinta kilómetros de ancho, extendiéndose en eje noreste-suroeste, entre el departamento de Sonsonate y La Libertad. Entre los volcanes que han influido en la formación de suelos en el valle en épocas de actividad humana, se tienen primeramente Ilopango (536 d.C.), Laguna Caldera (590 d.C.), San Salvador o Boquerón (600 +/- 1,300 d.C.) y El Playón (3 de noviembre de 1658). Para principios del siglo XX, gran parte de esta región aún era selvática, cambiando paulatinamente con la agricultura y la industria que hoy impera en la zona. El residuo último de la laguna en el valle fue drenado durante el año de 1966. Aunque en el valle se encuentran sitios de varios períodos, los sitios del Clásico son los más representativos, incluyendo San Andrés y Joya de Cerén.

[76] San Andrés fue el centro regional primario. Tuvo su mayor auge en el período Clásico, con una extensión que alcanzaba los 3 km2, y un área nuclear de estructura ceremoniales que cubría aproximadamente 20 hectáreas. El sitio ha sido atribuido a la cultura maya. El sistema constructivo guarda mucha similitud con las estructuras del Clásico en Tazumal. Los contactos de este sitio se extendían hacia Copán, el área de Petén y la región del centro de México, incluyendo Teotihuacán. La excesiva restauración con cemento ha contaminado la muestra arquitectónica, lo cual puede dar lugar a falsas interpretaciones. Muchas estructuras prehispánicas en El Salvador, de este período denotan patrones arquitectónicos a base de tierra, sumamente degradados, a veces muy difícil de entender en labores de restauración. En años recientes, Paul Amaroli (arqueólogo de FUNDAR) dirigió la apertura de un túnel bajo la acrópolis del sitio, en el cual pueden apreciarse las bases arquitectónicas que dieron lugar a la construcción de la plaza principal, entre otros detalles.

[77] Payson D. Sheets, «The Prehistory of El Salvador: An Interpretive Summary,» en The Archaeology of Lower Central America, eds. F.W. Lange y D.Z. Stone (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1984), 85-112; The Ceren Site. A Prehistoric Village Buried by Volcanic Ash in Central America (Orlando: Harcourt Brace Javanovich Publishers, 1992); «Tropical Time Capsule: An Ancient Village Preserved in Volcanic Ash Yields Evidence of Mesoamerican Peasant Life,» Archaeology (July, 1994): 30-34.

[78] Joya de Cerén fue una aldea en las riberas del Río Sucio, en el valle de Zapotitán. Joya de Cerén debió ser una de tantas comunidades prehispánicas relativamente alejada de los grandes centros ceremoniales. Las excavaciones en el sitio demostraron al menos la existencia de 18 estructuras arqueológicas incluyendo todos los implementos domésticos de quienes allí habitaron. Esta aldea, descubierta en 1976, sepultada por la ceniza de Loma Caldera, es una de las más fieles muestras arqueológicas del ambiente social y cultural de las antiguas poblaciones. Entre sus estructuras se tienen bodegas, dormitorios, una estructura comunal, una sauna, estructuras destinadas a usos chamánicos y cocinas. Este sitio fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 1993. Por su riqueza cultural y científica representa uno de los más emblemáticos legados arqueológicos de América.

[79] Payson D. Sheets, «Tropical Time Capsule: An Ancient Village Preserved in Volcanic Ash Yields Evidence of Mesoamerican Peasant Life,» Archaeology (July, 1994): 30-34.

[80] Aunque se tienen evidencias de ocupación preclásica, este sitio alcanza su mayor auge en el período Clásico

[81] William R. Fowler, Jr. y Howard D. Earnest, Jr., «Settlement Patterns and Prehistory of the Paraíso Basin of El Salvador,» Journal of Field Archaeology 12, n.° 1 (1985): 19-32.

[82] Conocido también como el Clásico tardío terminal (800 d.C. – 1000 d.C.).

[83] Fase Tollan en Tula (900 d.C. – 1150 d.C.), época en que la metrópolis tolteca alcanzó su máxima extensión. Alba Guadalupe Mastache, Robert Cobean y Dan Healen, Ancient Tollan,Tula and the Toltec Heartland (E.E. U.U.: University Press of Colorado, 2002).

[84] Robert J. Sharer, «The Prehistory of the Southern Maya Periphery,» Current Anthropology 15, n.° 2 (1974): 165-187.

[85] Ma. Josefa Iglesias Ponce de León y Andrés Ciudad Ruiz, «Las tierras altas de la zona maya en el Posclásico,» en Historia Antigua de México. Vol III. El México antiguo, sus áreas culturales, los orígenes y el horizonte Preclásico, coords. Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (México: INAH/UNAM, 2000), 93-126; Fabricio Valdivieso, «Tazumal y los contactos toltecas en El Salvador. Nuevas apreciaciones desde la Estructura B1-2,» Divulgata 3 (México: INAH/UNAM, 2009): 19-43; William R. Fowler, Jr., «El complejo Guazapa en El Salvador: la diáspora tolteca y las migraciones pipiles,» La Universidad 14-15 (septiembre-abril, El Salvador, 2011): 17-66.

[86] En Tazumal, los estilos arquitectónicos en la estructura B1-2. muestran paredes saturadas de piedras espigadas, cinco fases constructivas, sistema a base de mortero y mampostería, incluyendo canales de drenaje, las huellas de cimientos y tres habitaciones en la parte superior del edificio, lo cual permite sugerir la existencia de un templo. Así también se encontraron restos de cerámica plomiza, carbón, navajillas de obsidiana y un entierro con restos de un adulto y un infante localizado en las inmediaciones de la escalinata.

Los estilos arquitectónicos encontrados en la B1-2 son muy parecidos a las construcciones en Tula, capital tolteca en el centro de México durante el Posclásico temprano, o Epiclásico (900 d.C.- 1200 d.C.). Las fechas de Carbono 14 aplicadas a las osamentas en la estructura B1-2 datan del año 770 d.C – 1000 d.C. Fabricio Valdivieso, «Tazumal y la estructura B1-2. Registro de una deconstrucción arqueológica y nuevos aportes para su interpretación,» Informe elaborado para CONCULTURA (El Salvador, 2007).

[87] Robert J. Sharer, «The Prehistory of the Southern Maya Periphery,» Current Anthropology 15, n.° 2 (1974): 165-187.

[88] Paul Amaroli, «Linderos Geografía económica de Cuscatlán, provincia pipil del territorio de El Salvador,» Mesoamérica 21, (CIRMA. Guatemala, 1991): 51.

[89] La evidencia más contundente de las migraciones nahuas en El Salvador provienen de Cihuatán, Las Marías y algunos asentamientos localizados en la cuenca del Paraíso. Las Marías se localiza a 12 km al oriente de Cihuatán, en el municipio de Quezaltepeque, departamento de La Libertad. Este sitio es conocido también como Pueblo Viejo, y fue registrado por Manuel López en 1978. El probable que el sitio haya sido visitado por Haberland entre 1954 y 1959. Según Haberland, el nombre Marihua, el cual utiliza para designar el estilo cerámico rojo sobre beige propio del Posclásico, fue tomado de un pequeño caserío cerca de Quetzaltepeque.

Es posible que dicho caserío debió tratarse de Las Marías, y el término Marihua podría tratarse de la degeneración de la palabra María (ver Wolfgang Haberland, Un complejo preclásico del occidente salvadoreño /A Pre-Classic Complex Of Western El Salvador, C. A., Colección Antropología e História, n.° 13. Administración del Patrimonio Cultura (El Salvador, 1977), 12). De ser así, Haberland debió ser el primer arqueólogo en explorar la zona (Amaroli, conversación personal, 2009). Las Marías pertenece al período Posclásico temprano (900-1200 d.C.), y se extiende sobre un área de 3.5 km2. Representa uno de los sitios arqueológicos más extensos de El Salvador.

Expone plazas, terrazas cuadradas, montículos dispersos, y un juego de pelota en forma de I, todos elaborados con basaltos y mortero muy similar al sistema constructivo de Cihuatán, aunque de forma arquitectónica distinta. Pese a que Cihuatán y Las Marías corresponden con el mismo período, los arqueólogos han percibido importantes diferencias entre las dos urbes, muchas de estas notorias en el patrón de asentamiento. Se cree que estos asentamientos fueron ocupados por hablantes nahuat para el Posclásico temprano. El complejo cerámico Guazapa, conocido también como Complejo Cerámico Cihuatán, del Posclásico temprano, fue originalmente definido por Wolfgang Haberland y posteriormente por William Fowler. Según Fowler, el complejo cerámico Guazapa reproduce precisamente la mayoría de las formas, modos decorativos y características tecnológicas del complejo Tollan, en Tula, México. Los marcadores de este complejo pueden distinguirse en otros sitios, como Tazumal, Igualtepeque, El Cajete, Carranza, Tacuzcalco y Cerro Ulata, entre otros. En años recientes, el sitio ha sido estudiado preliminarmente por la Fundación Nacional de Arqueología, proyecto dirigido por Paul Amaroli. William R. Fowler, Jr. The Pipil-Nicarao of Central America (Ph.D. dissertation, Department of Archaeology, University of Calgary. National Library of Canada, Ottawa, 1981), 117-287.

[90] Cihuatán fue edificado durante el período Posclásico temprano, entre el 900 y 1200 d.C. Se localiza en el municipio de Aguilares, en la región norte del departamento de San Salvador. Las primeras referencias de Cihuatán aparecen en las descripciones realizadas por el viajero alemán-americano Simeon Habel, en 1878, época en que este sitio yacía oculto entre la densa vegetación. Luego, en 1920, el sitio fue visitado por Jorge Lardé y Samuel Lothrop. Fue excavado por vez primera por Antonio Sol, en 1929, y se restauraron parcialmente las estructuras P-5 y P-7. Los trabajos de Sol fueron publicados en 1929, y expuestos también en periódicos y revistas de la época. A lo largo del siglo XX, Cihuatán fue explorado por varios arqueólogos, entre ellos Stanley H. Boggs (1954 y 1965), Gloria Hernández (1975-1976), Karen O. Bruhns (1975, 1977, 1978 y 1980), William Fowler, Jr. (1977 a 1979), Earl H. Lubensky (1979) y Jane H. Kelley (1979). Luego del conflicto armado, no fue hasta 1999, en que el sitio y sus alrededores fueron nuevamente investigados por Paul Amaroli. Cihuatán fue declarado Monumento Nacional en 1977. Es uno de los parques arqueológicos más extensos de El Salvador. Cubre una zona de al menos 300 hectáreas. Esta antigua ciudad se distribuye en dos sectores: el primero se considera como zona «ceremonial», y el segundo como la zona «residencial». El área ceremonial cubre aproximadamente 22 hectáreas., donde pueden observarse extensas plataformas rectangulares, plazas, dos juegos de pelota en forma de «I» y montículos; uno de estos últimos, la denominada estructura P-7, alcanza 13 metros de altura. El área ceremonial es rodeada por una muralla, posiblemente defensiva.

[91] Paul Amaroli, «Informe de actividades en Cihuatán» (El Salvador: FUNDAR, 2012).

[92] Kristan-Graham, Cynthia y Jeff Karl Kowalski, «Chichén Itzá, Tula, and Tollan: Changing Perspectives on a Recurrent Problem in Mesoamerican Archaeology and Art History,» en Twin Tollans: Chichén Itzá, Tula, and the Epiclassic to Early Postclassic Mesoameircan World, eds. Jeff Karl Kowalski y Cynthia Kristan-Graham (Harvard University Press, 2007), 13-83

[93] Fabricio Valdivieso (compilador), El Golfo de Fonseca, colección de estudios culturales (El Salvador: Departamento de Arqueología, CONCULTURA, 2006).

[94] Fabricio Valdivieso, «Inspección arqueológica en Sesori,» Informe Inmediato de Actividades. Manuscrito (El Salvador: Unidad de Arqueología, CONCULTURA, 2003).

[95] Asanyamba es un sitio arqueológico costero del período Clásico, nombrado por vez primera en 1977 por Stanley H. Boggs. Este sitio se localiza en el municipio de San Alejo, departamento de La Unión, a 15.3 km al este de la ciudad de San Alejo y 23 km de la boca del Golfo de Fonseca, siendo en la actualidad una importante zona de extracción de sal. Su verdadero nombre es Chapernalito, cuya nominación arqueológica fue dada por Boggs con el objeto de proteger el área, escondiéndolo de los saqueadores. Su nombre es tomado del lenca y significa «caliente»

[96] Fabricio Valdivieso, «Asanyamba, un importante sitio en las costas del golfo,» Revista El Salvador Investiga, Año 2, edición 4 (CONCULTURA, El Salvador, 2007): 5-19.

[97] Marlon Escamilla y Shione Shibata, «Rescate arqueológico en el Chiquirín, Golfo de Fonseca, La Unión, El Salvador,» Manuscrito (Departamento de Arqueología, SECULTURA, 2002).

[98] Esteban Gómes, «Reconocimientos arqueológicos del Golfo de Fonseca,» Informe presentado a CONCULTURA (Universidad de California, Berkeley, 2003).

[99] Fabio E. Amador, Atlas arqueológico de la región oriente de El Salvador (Universidad de El Salvador, 2010); Fabio E. Amador, Rosa María Ramírez y Paola Garnica, La identidad cultural de la región Oriente de El Salvador en base a la evidencia arqueológica. Papeles de Arqueología Salvadoreña (Fundación Clic, San Salvador, 2007); Geoffrey McCafferty, Fabio Esteban Amador, Silvia Salgado González y Carrie Dennett, «Archaeology on Mesoamerica’s Southern Frontier,» en Oxford Handbook of Mesoamerican Archaeology, eds. Deborah L. Nichols y Christopher A. Pool (Oxford University Press, 2012), 83-105.

[100] Fabricio Valdivieso, «Inspección arqueológica en Sesori,» Informe Inmediato de Actividades. Manuscrito (Departamento de Arqueología, SECULTURA, 2003); «San Gerardo y sus montañas con historia y arqueología» (San Salvador: Departamento de Arqueología, SECULTURA, 2005).

[101] Fabricio Valdivieso, «Estudio de reconocimiento arqueológico, estudio de impacto ambiental (EsIA) del proyecto «Línea de Transmisión a 115KV El Chaparral – 15 de Septiembre». Annex 4.7,» ECO Ingenieros S.A. de C.V./CEL (San Salvador, 2009).

[102] William Fowler, Jr. El Salvador: antiguas civilizaciones (San Salvador, El Salvador: Banco Agrícola de El Salvador, 1995).

[103] Este sitio, identificado y excavado por Valdivieso, en 2009, dentro del proyecto de reconocimiento y rescate en el área de inundación por la futura presa El Chaparral, expone al menos trece estructuras estratégicamente ubicadas en el denominado Sector D (ribera sur), próximo a un lugar conocido como Casa Quemada, al cual debe su nombre. La zona representa un importante vado, y un pequeño llano contiguo al Río Torola. Los materiales recuperados permiten confirmar que se trata de un asentamiento del período Clásico (600 d.C. – 900 d.C.), con tipologías muy similares a las percibidas en la zona norcentral y oriental de El Salvador. Este sitio representa uno de los escasos ejemplares arqueológicos excavados ubicado en la periferia sureste maya. Su reconocimiento cultural remiten a considerarle preliminarmente como uno de los grupos previos a los Lencas posclásicos de la zona oriental de El Salvador, con afiliaciones aún desconocidas, posiblemente con contactos en el área maya y la región del valle central de San Miguel, incluyendo Quelepa. Fabricio Valdivieso, «Estudio complementario de investigación arqueológica del área a ser afectada por el futuro embalse del proyecto hidroeléctrico “El Chaparral”» (San Salvador: Departamento de Arqueología, CEL-CONCULTURA, 2009).

[104] José Vicente Genoves, «Proyecto Municipal Nuevo Amanecer, Uluazapa, San Miguel, El Salvador,» Informe presentado a CONCULTURA (El Salvador, 2006).

[105] José Vicente Genovés, «Proyecto El Cimarrón, Santa Ana-Chalatenango, El Salvador. Prospección arqueológica de superficie,» Informe final de actividades presentado a CONCULTURA (El Salvador, 2006).

[106] Nicolas Delsol, «Arqueología y antropología del patrimonio: el caso de San Isidro, Cabañas, El Salvador,» El Salvador Investiga, año 2 (3) (El Salvador, 2006): 42-46.

[107] José Heriberto Erquicia, «Verapáz, un entierro prehispánico del preclásico medio, en San Vicente, El Salvador,» El Salvador Investiga, 1 (1) (El Salvador, 2005): 25-33; «El Hierro de la tierra del Reino de Guatemala: los ingenios de hierro en El Salvador. Un acercamiento desde la arqueología histórica,» La Universidad, n.° 14-15 (El Salvador, 2011).

[108] Juan Albarracín-Jordan, Estudio de evaluación de impacto arqueológico (EEIAR). Carretera Longitudinal del Norte Tramos 1 y 2 (FOMILENIO-CONCULTURA San Salvador, 2008).

[109] Carlos Cañas-Dinarte, La ausencia del otro: las personas indígenas en la legislación salvadoreña. Colección Antropología n.° 5 (El Salvador: UTEC, 2005); Mac Chapin, «La población indígena de El Salvador,» Mesoamérica 21 (CIRMA, Antigua Guatemala, 1991): 1-40; Comité Técnico Multisectorial para los Pueblos Indígenas de El Salvador, RgtÞn»fg»nqu»Rwgdnqu»Kpf‡igpcu»fg»Gn»Ucnxcfqt»(El Salvador: Pueblos Indígenas/BM/RUTA/ CONCULTURA, 2003); Carlos Benjamín Lara Martínez, La población indígena de Santo Domingo de Guzmán: cambio y continuidad social. Colección Antropología e Historia (El Salvador: DPI, 2006); Ramón Rivas, Conceptualización g»kpvgtrtgvcek„p»fg»nc»fgÞpkek„p»kpf‡igpc»gp»Gn»Ucnxcfqt, Colección Antropología n.° 5 (UTEC, 2005).

El milagro de Bukele en El Salvador por fin se filtra a la economía y no gracias al bitcoin. El Economista. Diciembre 2023

Nayib Bukele y El Salvador están siendo protagonistas de un auténtico milagro. Poniendo el foco en las frías estadísticas, sin entrar a valorar los métodos y políticas que han permitido esta transformación (no son pocos los que critican las controvertidas medidas adoptadas por Bukele), este país centroamericano ha pasado de ser uno de los más inseguros del mundo a convertirse en una auténtica balsa. La drástica caída de la tasa de homicidios y de la criminalidad resulta incuestionable. Sin embargo, hasta el día de hoy, el Gobierno de Nayib Bukele tenía una cuenta pendiente: la economía.

Los principales indicadores económicos de El Salvador han mostrado un comportamiento mediocre durante su mandato. Esto podría estar a punto de cambiar y no precisamente gracias al bitcoin, ‘moneda’ de curso legal en el país. Justo ahora que se avecinan nuevas elecciones (Bukele ha dejado su cargo para preparar la campaña), la economía de El Salvador ha comenzado a mostrar ciertos signos que auguran un futuro prometedor.

El desempleo, el crecimiento del PIB, la caída del déficit y la intensa llegada de turistas son los frutos de esta caída sin parangón de la criminalidad en un país que otrora fue de los más peligrosos del mundo.

Las calles de El Salvador son hoy mucho más seguras que hace unos años. Las tasas de crímenes y homicidios por cada 100.000 habitantes se han desplomado. La tasa de homicidios ha pasado de los 106 por cada 100.000 personas en 2015 a caer hasta los 18 por 100.000 habitantes en 2021 (antes de que comenzara el estado de excepción tan criticado).

Ese estado excepción aprobado en 2021 y prorrogado en sucesivas ocasiones ha permitido a la policía actuar sin ningún tipo de obstáculo para frenar la violencia. Esta decisión ha generado importantes críticas contra Bukele (ahora la policía puede hacer cualquier tipo de detención o intervención sin necesidad de una orden judicial, es más, apenas se necesitan pruebas para detener a un sospechoso).

No obstante, todo hace indicar que las fuertes medidas aplicadas tras el estado de excepción han contribuido a reducir a la mitad la tasa de asesinatos en el país. El Salvador solo tuvo ocho asesinatos por cada 100.000 habitantes en 2022, una tasa similar a la de EEUU.

Lo más impresionante es que en lo que va de 2023 se habla de que la tasa ha caído hasta los 2,4 por cada 100.000 habitantes, según el titular de la Policía Nacional Civil (PNC), Mauricio Arriaza Chicas. Esta es una tasa equiparable a la de Canadá y cada vez más cercana a la de los países europeos. En las calles, los pequeño negocios ya perciben este cambio, que les anima a crecer y poner todos sus esfuerzos en la gestión eficiente de sus recursos, en lugar de en la seguridad.

En un reportaje publicado por The Economist, varios comerciantes admiten que la situación hoy es infinitamente mejor. Si algún miembro de una banda intenta extorsionarles, una llamada anómina a la policía basta para que esa persona vaya directamente a la cárcel. Antiguamente, una llamada solo servía para delatar al comerciante que había llamado a la policía. Muchas de estas personas que se atrevieron a denunciar terminaron asesinadas. Ahora, la mano dura de Bukele está acabando con este tipo de extorsiones que llegaron a representar el 3% del PIB, según un informe de la ONU.

«Llegar a este nivel de tasa por cada 100.000 habitantes, estamos hablando que El Salvador es un referente internacional ya en materia de seguridad… estamos diciendo que somos el país más seguro de toda América, porque así lo estamos considerando», aseguraba en declaraciones compartidas por la Presidencia. Antes de pasar al terreno económico, solo un dato más: desde que comenzó el estado de excepción se han detenido a 74.000 personas (en un país de 6,3 millones de habitantes). La criminalidad se ha hundido, pero obviamente ha tenido un coste. No son pocos los organismos y ONGs que hablan de una constante violación de los derechos humanos. La cuestión es si el beneficio (la caída de la criminalidad) supera el coste (el traspaso de ciertos derechos). La respuesta de la población es abrumadora: el 90% de los salvadoreños apoya a Bukele.

La economía reacciona a los incentivos

Pese a esta mayor ‘estabilidad’, la economía no terminaba de despegar de forma clara. El Salvador experimentó un crecimiento económico modesto en las últimas décadas, con una tasa anual del 2,5% entre 2013 y 2019. Con Bukele esto no había cambiado demasiado, aunque es cierto que la pandemia del covid lo ha distorsionado todo. La pandemia tuvo un impacto notable en la economía. Pero poco a poco la situación está cambiando.

Aunque El Salvador se apresuró a adoptar fuertes medidas de contención contra el brote y el Gobierno implementó una sólida respuesta fiscal (que disparó la deuda pública) para limitar el impacto de la pandemia en los hogares y las empresas, la pandemia asestó un duro golpe al crecimiento, ya que el Producto Interno Bruto (PIB) disminuyó un -7,9% en 2020. En 2021, la economía de El Salvador creció un 11,2%, mientras que el crecimiento se moderó al 2,6% en 2022, según explican desde el Banco Mundial en una nota sobre El Salvador.

Sin embargo, los primeros brotes verdes empiezan a aparecer. El turismo está en pleno auge, la inversión empieza a llegar, la deuda pública está cayendo rápidamente y el desempleo está en cotas históricamente bajas. El Banco Mundial espera que el PIB avance 2,8% en 2023. A medio plazo, se prevé que el PIB se estabilice por encima de los promedios históricos, gracias al consumo privado, la inversión pública y el turismo, aseguran desde el Banco Mundial.

El presidente Bukele pide paciencia: acabar con la criminalidad no es sinónimo de crecimiento económico inmediato, pero sin duda es una buena base para atraer inversión extranjera, turismo y generar los incentivos adecuados para que los salvadoreños comiencen a emprender. Además, los masivos encarcelamientos han supuesto la destrucción de una economía sumergida (la economía de la extorsión) que mantenía a miles de familias.

Bukele admite que esto es nocivo para la economía en el corto plazo, pero era necesario para generar los incentivos que conduzcan al crecimiento sostenible de medio y largo plazo.

Desde JP Morgan se muestran muy positivos con la economía de El Salvador. En un informe publicado en diciembre vaticinaban un crecimiento del PIB muy superior al que pronostican desde el Banco Mundial: «Esperamos un crecimiento del 3,9% interanual y del 3,1% en 2023 y 2024», aseguran desde JP Morgan.

«Hace algunos meses mejoramos nuestro pronóstico de crecimiento del PIB para este año a 3,9% interanual desde poco menos de 2,5%, ya que vimos múltiples vientos de cola que se unieron para crear un impulso autosostenible en la actividad. Argumentamos que la industria manufacturera había dejado de ser un obstáculo, la construcción estaba en auge y el gasto fiscal estaba ayudando a la expansión», aseguran los expertos de JP Morgan. La economía de El Salvador empieza a carburar.

«La economía nacional parece robusta a juzgar por un puñado de indicadores del sector de servicios. Seguimos pensando que la expansión tiene margen de avance y buscamos un crecimiento interanual del 3,1% en 2024, por encima de nuestra excelente estimación de potencial (justo por debajo del 2%)», culminan los analistas de JP Morgan.

El turismo parece ser uno de los sectores que se encuentran en la rampa de salida. El departamento de investigación del Banco Santander publicó este verano un informe en el que señalaba que la llegada de visitantes desde EEUU ya había comenzado a crecer con intensidad. Según Banco Santander, los ingresos por turismo se han duplicado desde los niveles previos a la pandemia y ya superan el 10% del PIB. Lo cierto es que las redes sociales están plagadas de salvadoreños subiendo vídeos de las calles de San Salvador (la capital) llena de turistas y viandantes incluso por la noche, algo que hace unos años era totalmente impensable.

Todo ello repercute de forma directa en los ingresos y las finanzas públicas. De este modo, los saldos fiscales están viviendo un giro de 180 grado (para bien), según los expertos del banco americano. La reducción del déficit y de la deuda pública ha sido notable desde que se puso ‘fin’ a la pandemia del covid y las medidas extraordinarias: «Como venimos destacando desde hace algún tiempo, el saldo fiscal en El Salvador ha experimentado una fuerte mejora en los últimos años, pasando de un déficit cercano al 10% del PIB en el punto álgido de la pandemia a un déficit estimado del -2% este año», apuntan desde JP Morgan.

«Esto implica que el saldo primario habría pasado de un déficit del 5,7% a un superávit del 2,4% en el mismo período. Esperamos que el déficit fiscal se mantenga muy cerca de sus niveles actuales en 2024». El mayor crecimiento del PIB junto con la corrección de los saldos fiscales ha ayudado a reducir rápidamente la relación deuda/PIB en el país en unos 15 puntos porcentuales.

No obstante, la segunda mitad del próximo año podría resultar algo más desafiante a medida que la economía estadounidense se desacelere, con el impacto potencial que esto tendría en las remesas y el turismo. Pero más allá de las consideraciones cíclicas, creemos que hay motivos para pensar que el crecimiento potencial se ha acercado más al 3% que al 2%.

La mejora de las condiciones de seguridad en el país, de mantenerse, podría conducir a ganancias sostenidas en el crecimiento de la producción derivadas de una mayor certidumbre. Además, el cambio del gasto público hacia la inversión de capital en proyectos de infraestructura en diferentes sectores de la economía podría ser beneficioso. Por último, de forma lenta pero segura la IED (inversión extrajera directa) está recuperándose y podría impulsar la productividad. Esto debería permitir la resiliencia de la economía incluso frente a un crecimiento más lento en Estados Unidos.

El punto negro del bitcoin

Además de la supuesta violación de los derechos humanos, el mandato de Nayib Bukele tiene otro punto negro, si es que se le puede llamar así. El Salvador fue el primer país del mundo en aceptar bitcoin (la popular criptodivisa) como moneda de curso legal. Sin embargo, el bitcoin no ha cuajado en El Salvador, pese a que el Gobierno de Nayib Bukele sigue promoviéndolo y expandiéndolo. Esta semana se ha puesto fecha a la emisión del primer bono soberano respaldado por la criptomoneda, que será en el primer trimestre de 2024, por valor de 1.000 millones de dólares.

Sin embargo, más allá de la llamativa operación, el token no se usa apenas en el día a día. Y eso que es moneda de curso legal desde hace más de dos años.

Es decir, la adopción del bitcoin es muy limitada entre los salvadoreños. La mitad de los adultos se ha descargado la aplicación oficial, Chivo, y el 40% de las descargas se produjeron en septiembre de 2021, cuando la Ley Bitcoin entró en vigor, según un estudio de la Oficina Nacional de Investigación Económica de EEUU (NBER) del año pasado. Prácticamente no hubo descargas en 2022, ya que la mayoría solo buscaba la recompensa de 30 dólares en bitcoins que se dio como incentivo, una cantidad jugosa que representa el 0,7% del ingreso anual per capita.

Por eso, la acogida de la criptomoneda ha ido de más a menos y solo el 20% de los usuarios ha seguido usando la aplicación activamente tras gastarse la recompensa inicial. Parte de los que todavía recurren a Chivo, únicamente realizan transacciones con dólares. El objetivo de Bukele era que se popularizara la app para pagar impuestos o para mandar dinero a los familiares en el extranjero, algo que no sucede en la actualidad, ni siquiera al ser su uso gratuito y sin comisiones.

Las empresas del país tampoco han abrazado al bitcoin y solo el 20% de las mismas lo acepta, ya que solo es obligatorio ofrecer el pago en ‘cripto’ si el negocio tiene los medios para ello. En todo caso, menos del 5% de las ventas se abonan en la criptodivisa, que después se convierte a dólares o efectivo, detalla el mismo estudio, que se basa en encuestas presenciales a la población y en el rastreo de la blockchain. El NBER avisa de que el Gobierno solo publica información muy selecta, por lo que no hay transparencia, ni datos oficiales al respecto.

En todo caso, la realidad del país centroamericano es particular, ya que muchos ciudadanos aún no tienen teléfono móvil o cuentas bancarias. Usan, en gran medida, el efectivo. El portal de precios de criptomonedas más popular a nivel global, CoinMarketCap, también estudió el año pasado la adopción del bitcoin allí mediante datos del Banco Mundial o del NBER. Su conclusión fue muy similar y es que muy poca gente siguió usando Chivo tras consumir los 30 dólares. Pero, además, aportaban otros datos, como que solo el 65% de la población cuenta con un smartphone y solo el 30% tiene una cuenta en el banco.

Esta realidad ha hecho que sea aún más difícil el ambicioso objetivo de Bukele, popularizar el uso del bitcoin, sin que se den las condiciones necesarias en el país para que ello pueda pasar. Por eso, a día de hoy, las pretensiones ‘cripto’ del Gobierno han fracasado y token solo se usa en pequeños reductos.

Pese a todo, «esperamos que el presidente Bukele gane cómodamente la reelección el próximo año», apuestan desde JP Morgan. El Salvador celebrará sus elecciones generales en febrero del próximo año. Como se señalaba anteriormente, la caída masiva de la actividad criminal en el país ha hecho que el apoyo público al presidente Bukele se mantenga extremadamente alto, hasta el 90%, según algunas estimaciones. Además, los primeros brotes verdes que está disfrutando el país en lo que a economía se refiere, podrían ayudar a Bukele a lograr un apoyo incluso superior y más duradero.

El rock en El Salvador. Oscar Leiva Marinero. El Faro. 2009

Primera Parte: «El Rock es una Religion»

Este es un reportaje escrito por Oscar Leiva Marinero, donde narra muy bien la evolución del Rock desde los 60 hasta los gloriosos 90…

Luis López, el Monseñor del rock, y Chente Sibrián, un rockero especial.

Restaurante «Ruko Rock» en Los Planes de Renderos. Sábado por la noche. Va vestido con un saco negro adornado con lentejuelas, pelo largo y canoso. Pantalón de cuero oscuro y un cigarrillo. El hippie está listo para esta noche.

Su nombre: Luis López. Su banda de antaño, «Los Supersónicos», permanece grabada en el recuerdo de los cariñosamente llamados «dinosaurios del rock» o «adultos contemporáneos», que se dan cita en el restaurante de esta excéntrica santidad del rock salvadoreño.

Aquellos tiempos…

Luis López recuerda cómo a principio de la década de los 60 el rock aterriza en El Salvador desde los Estados Unidos y México. Es en este tiempo que el rock nacional empieza su etapa embrionaria. «Así fue como nosotros tomamos la iniciativa también de incursionar en el rock n´roll, más que todo por imitación», comenta López.

El rockero cuenta que al principio pensaba que el rock iba a ser algo transitorio en su vida. «Podía ser un juego o un hobbie, pero se fue quedando aquello. Nos fuimos comprometiendo con el rock n´ roll y… hasta aquí», confiesa entre sonrisas y humo.

En aquel tiempo, el rock era un ritmo jovial que hablaba de experiencias comunes. Un sentimiento que se convertiría en la bandera de un movimiento juvenil sin precedentes, que alcanzaría niveles globales. La «beatlemanía» alcanzaría El Salvador. En Inglaterra, el rock pierde su «roll», con el surgimiento de grupos como The Rolling Stones.

El movimiento hippie (1966. High Ashbury, San Francisco) adoptó al rock como género musical propio. Lo psicodélico (viaje de la mente), el desarrollo de nuevas drogas (LSD) y otros factores sociales y culturales transportarían al rock a nuevas rutas experimentales y de nuevas dimensiones. La filosofía «paz, amor y libertad» impactó en aquel joven Luis López.

«El rock ha cambiado mi forma de ver el mundo», afirma. Hablando de sus influencias manifiesta que admira a The Beatles. Para López, este conjunto llegó a revolucionar la música rock con mensajes «muy importantes para el cambio social que se dio en el mundo después de los sesentas para acá».

Luis vivió una época especial. Los años 70´s son sinónimo de «lo salvaje, de libertad». En el país sin embargo, el movimiento choca con otra realidad en gestación: la violencia que desembocaría en una guerra civil.

Cronología rockera

El Monseñor del Rock recuerda que uno de los primeros grupos conocidos en EL Salvador a comienzos de los años 60 eran Los Supertwister. Este grupo era conformado por jóvenes que estudiaban en el Externado de San José. López recuerda que había otros grupos populares como Los Satélites del Twist y los Holly Boys.

Luis López asegura que se realizaban los «Mano a Mano», que organizaban las radios YSU, YSS y Femenina. Además señala que el rock nacional estará siempre en deuda con el disk jockey Tito Carías quien fue el primer gran impulsador del rock en el país.

 

Fue en 1965 cuando Luis López da sus primeros pasos como rockero. En ese año empieza a cantar con el grupo The fire fingers. El grupo tiene poca vida (hasta 1966). López comenta: «Fue de corta duración porque no teníamos el equipo suficiente para sonar profesionalmente».

En 1966 Luis López llega a Los Supersónicos, banda que lo haría famoso. Sin proponérselo, el hippie conformaría la segunda generación de rockeros salvadoreños. Otro grupo popular en aquella época eran Los Beats. Desde ese año la producción de los grupos de rock se intensifica y los grupos empiezan a profesionalizarse.

En la escena rockera aparecen grupos como: Los Kiriaps, Los Vikings, Los Mustang y Los intocables. En Santa Ana se escuchan grupos como Los Cristians; y en San Miguel, Los Thunders.

Luis López dice que en esos tiempos había muchos grupos. «Había uno casi en cada colonia… fue un movimiento grande». Para ese entonces ya se organizaban grandes eventos de rock, algo parecido a los actuales «Guana rock», en los cuales participan diversas bandas.

Tito Carías organizaba los festivales. En esta época se dan los primeros «Festivales Centroamericanos de Rock«. Para que una banda pudiera competir se realizaban eliminatorias localmente para ver quién iría a medirse con otros grupos de rock de Centroamérica. El Salvador ganó el primer Festival Centroamericano en 1964 con la banda Los Supertwisters.

El Segundo Festival Centroamericano lo ganaron Los Supersónicos. Luis López cosechaba sus primeros triunfos.

En cuestiones de contenido, en aquella primera etapa del rock salvadoreño predominaban los «covers», adaptaciones al español de la música producida por otros grupos famosos en el extranjero. Luis López fue uno de los pocos músicos privilegiados que pudo plasmar su talento en vinilo. Los Supersónicos llegaron a grabar un disco de larga duración con la compañía disquera RCA en México, el grupo se separó en el año 1970.

El rock, a pesar de todo

El caso de José Vicente Sibrián, más conocido como «Chente Sibrián», es uno de los casos más excepcionales y que más respeto merece en la historia del rock salvadoreño.

Esta leyenda del rock, sufrió en su niñez la grave enfermedad de la poliomelitis. Este mal lo condenó a estar atado de por vida a una silla de ruedas. Sus limitaciones físicas son serias, pero eso no lo detuvo para que hiciera su carrera de rockero desde 1967 hasta 1996, año en que dejó los escenarios.

Actualmente, a sus 53 años, es profesor de música. Sin embargo el rock en El Salvador, no siempre es una carrera que de lo suficiente para vivir dignamente.

Sibrián recuerda que empezó su contacto con el rock en los años 50 escuchando músicos como Elvis Presley, Little Richard y Bill Halley and the Comets. En realidad, su primera experiencia con la música la tuvo con su padre que también fue músico, como lo habían sido sus abuelos. Con su padre escuchaba música clásica, rancheras y música cubana. Él le explicaba también cómo se ejecutaban esas canciones.

Con mucho esfuerzo logró dominar instrumentos como la armónica, la guitarra y el bajo. Estos instrumentos de cuerda los tuvo que conquistar de acuerdo a sus posibilidades. «Mi sueño siempre fue tocar la guitarra líder. Tuve que tocarla acostada, es un estilo que se parece a la llamada guitarra hawaina. Hubo muchas técnicas que no podía realizar… Fue algo muy difícil tirarme de lleno al rock en silla de ruedas. Hoy pienso que fue algo ilógico», subraya Chente Sibrián con la mirada triste en la oscuridad de su pequeño apartamento.

Los grupos que le metieron el amor al rock en su cabeza fueron The Birds, los Rolling Stones, Bob Dylan, Roy Robbinson, Led Zepellin, Deep Purple, Jimmy Hendrix y grupos españoles como Los Ventura.

Sibrián empezó a tocar en el año 1967 con la banda Thorns (Espinas). Luego empieza con Broncco, con este grupo lograría grabar algún material discográfico. En este tiempo surgen otras bandas como La Nueva Generación, Los Pocomanes, Mente Cuerpo y Alma, Los Lobos, etc.

Lo que sonaba antes…

Sibrián cuenta que en los 60´s existían en El Salvador grupos como Sagitario, Macho, Compañía 10, Mostacho, Los Beats, Los Mustang, Los Supersónicos y Los Intocables. De ellos, los más populares eran Macho, Los Beats, Los Mustang y Los Supersónicos.

Muchos de estos grupos no lograron grabar su material, por lo que no se conserva un registro musical de ellos. Sibrián recuerda que estos grupos eran populares «a puras tocadas», es decir, a puros conciertos.

Chente Sibrián confirma que la tendencia de aquella época era tocar covers de otros grupos. Algunos grupos como Los Kiriaps empezaron a tocar canciones originales.

Dos músicos, una pasión.

Tanto Luis López, como Chente Sibrián son ejemplo y testimonio de que el rock no es siempre una inquietud que desaparece con la misma fugacidad que la juventud.

 

«El rock se ha caracterizado por sus letras, por sus mensajes. He aprendido a conocer a los personas, he aprendido cómo poder llegarle al público a través de un sentimiento que se llama rock n´roll, pues el rock es y será la palabra de la juventud», afirma López.

En estas dos generaciones de músicos, el rock experimentó cambios de fondo. López reconoce que el rock en sus comienzos hablaba de cosas livianas y cotidianas. «Cosas como: se fue mi chica con el otro», explica.

Luis López habla de cómo se vivió la etapa del rock psicodélico. «Los mensajes cambiaron del amor a lo que se llamó la protesta y la denuncia. La juventud a través del rock n´roll empieza a expresar sus sentimientos. Señalaban cuáles eran sus formas de ver el mundo, cuáles eran las instituciones que les hacían daño. Se le llamaba «el antiestablishment», (en contra de lo establecido).

Ambos músicos coinciden en que la música es la mejor forma de comunicación. «Con música se ha dicho lo que se ha querido sutilmente».

Por otro lado, Chente Sibrián añade que una de las barreras más duras que tienen el rock nacional es la poca fe que tienen los jóvenes del país en la música original. «La mayoría de las personas prefieren escuchar rock importado… la gente siempre buscan que los grupos nacionales suenen como los extranjeros».

A pesar de todo, Sibrián sentencia: «Siempre he creído que el rock es una cultura… es un estilo de vida, te metes de lleno. A medida que el rock va evolucionando, el cambio de impacta… es una religión. Te lo digo: Soy católico y a la par, soy rockero».

Segunda Parte: La Historia de un «Kiriap»

 

La vida de Gabriel Antonio Delgado Murcia, conocido artísticamente como Tony Delgado, cambió en el año 1964. Tenía apenas 12 años cuando un día conoció al rock. El joven Tony había conseguido el primer disco de Los Beatles. Escuchó con entusiasmo canciones como «And I love her», pero ni por un instante pensó que ese sería su primer paso en el camino que lo convertiría en lo que es hoy: una leyenda del rock salvadoreño.

Tony creció en una familia amante de la música. Su madre, Julia Murcia tocaba la guitarra y también cantaba. «La llamaban el ruiseñor de oriente en la radio cadena YSU». Ella fue la que despertó su pasión por la música así como la pasión por el canto.

Su carrera precoz de rockero empezó a sus trece años, en el colegio «Divino Salvador». Era el año 1965 cuando un compañero de clases lo invitó a ver a unos muchachos que querían formar un grupo. La primera canción que cantó con ellos fue «Pretty Woman» de Roy Robbinson. Así empezó todo. Tony se había convertido en cantante de la banda «Los Supersónicos Juniors». En Los Supersónicos «grandes», Luis López ya hacía de las suyas con Mario Maida, Mincho Luna, Raúl Monterrosa y Ricardo Martínez.

Gilberto Martínez era el propietario de ambas bandas y las ofrecía en paquete. «Yo ganaba 25 colones por noche», recuerda Tony. Con ellos tocaba música de Jerry and the Pacemakers y Dave Clarke Five muy populares en el país.

A su padre, que era militar, no le parecía la idea de que su hijo se desvelara por 25 «tusas». Tony recuerda como su progenitor lo quiso sacar del grupo, por lo que dejó de hablarle alrededor de un año. Para que sus amenazas no se cumplieran, Tony tuvo que mantener buenas notas en el colegio. «Se me hizo una obligación ser buen estudiante», comenta.

En el año 1965 aparecen en la escena musical Edgardo «Tite» Salamanca, primer líder de la banda «Los Kiriaps«. Tite convence a Tony para que cantara boleros en español. «Esa era la influencia que había tenido de mi padre pero a mi me gustaban Los Beatles y los Rolling Stones».

«Cuando llegué a Los Kiriaps (1967), yo ya traía la onda del Satisfacción (de los Stones)». Tony recuerda que en esa época llegó al país el primer pedal de distorsión para guitarra. «Eran los distorsionadores marca VOX, todos los grupos tenían ese pedal. Yo obligué al guitarrista a que se comprara uno, pero no lo ocupaba… a veces se descuidaba y tocaba Satisfacción sin el pedal… Yo salía corriendo y se lo apretaba y ya sonaba grueso».

Tony recuerda que él les dijo a los demás Kiriaps que si querían progresar tenían que cambiar de guitarrista. Fue así como Tite fue desplazado. El primer cantante de Kiriaps fue Héctor René Zuleta quien también fue copropietario fundador de La Fiebre Amarilla.

Los Kiriaps quedaron con su alineación así: En la batería Mariano Rodríguez (actualmente en Tallahassee, Florida), en el Bajo y a cargo de la composición Rolando Schilling (actualmente en Alemania y cuyo abuelo había sido director de la sinfónica del Tercer Reich de Hitler), en la guitarra «al agresivo», Herman Mangandi (quien también fue co – fundador de Los Beats y de La Fiebre Amarilla) y en los teclados Armando Guandique (actualmente en San Francisco, California). Héctor Zuleta se queda como sonidista de la banda. Su canción «Incomprensión»[1], es considerada como un himno generacional. Entre otras de sus canciones se encuentran «El viaje», «Tu deber» y «Amor puro».

Actualmente el extravagante Tony Delgado funge como líder, cantante y percusionista del popular grupo AMARETTO, conocido por interpretar rock especial para «el adulto contemporáneo»…

Entrevista con Tony Delgado

El FARO: ¿Cómo definirías la música que tocaban y hacían Los Kiriaps?

Era rock de vanguardia… Tocábamos música de grupos ingleses extraños como Tarántula, The Flock y IF… La que tocábamos de Tarántula era una que se llamaba «Strange»… Rolando Schilling y Armando Guandique a quién le decían «pianito», eran los que más produjeron música. Yo ponía la poesía.

¿Lograron grabar algún disco?

Un solo disco. Con 7 canciones originales. Kiriaps sigue adquiriendo y emulando música más sofisticada. Era una música muy adelantada para la época. Los Kiriaps eran parte de un movimiento rockero social. Denunciábamos la incomprensión de los adultos al amor de los jóvenes, el intento de los países de oprimir el comercio de otros como lo que paso en la guerra que hubo entre El Salvador y Honduras, etc…

¿Tocaban covers?

En la cuarta etapa de Los Kiriaps entra Juan Flamenco en la batería. En el bajo Jorge Rivera y en la guitarra entra «Chamba» Elías – un tremendo músico -. Se hace una formación tan poderosa que empezamos a tocar música de «Yes», de «Genesis» y «Pink Floyd».

¿Qué pasó con Los Kiriaps?

Lo que pasó es que después del año 1970 la música dance empezó a pegar muy fuerte. Música de Barry White y otros. Eso destruyó a los Kiriaps… Ya estaba pegando muy fuerte el grupo Sagitario. Sagitario tocaba R& B (ritmo y blues), música de negro, funky…

Para mí ellos fueron el mejor grupo de música de entretenimiento de este país. Tenían unos trajes brillantes lindos. Su cabecilla era Mario Maida y armaba un tremendo show. Mario Maida ha sido el único y verdadero «showman», que ha habido aquí en El Salvador. La gente saltaba, gritaba, cantaba con él. Era tremendo. Ahora el es director de una radio ubicada en Ciudad Merliot.

Así se mueren Los Kiriaps, la gente quería música comercial y la música de nosotros no lo era.

¿Cómo se formó la Fiebre Amarilla?

Yo recibo una llamada telefónica de Héctor René Zuleta y me invito a que fuera a una reunión en el edificio Palomo. En la cuarta planta estaba la Radio Femenina. En la quinta estaban los Estudios W de Willy Maldonado.

Ahí estaban Herman Mangandi, Jorge Rivera, Juan Flamenco, el sonidista Armando Zepeda y yo. Éramos los que Willy Maldonado había diagnosticado que íbamos a formar un grupo idóneo tal como lo definió Alirio Guerra en un capitulo de estas «Historias del Rock», de El FARO.

La idea de Willy era hacer un grupo que fusionara todo lo fuerte de los estilos del rock con música de Deep Purple, Black Sabbath, Three Dog Night, etc. con toda la música tropical de ese entonces: eso era el Chicano, Malo, Carlos Santana… así empezó Fiebre Amarilla en 1971. El comienzo de Fiebre Amarilla fue el final de Los Kiriaps.

A los nueve meses de formados se contratan los servicios de Carlos Peraza en los teclados, el venía de tocar en una banda que se llamaban «Los Genios». Era un tremendo grupo de Rock Jazz liderada por un tipo de apellido Kosicky… Ellos grabaron un número instrumental muy bueno llamado «La llegada de los Tzules», esa pegó mucho en la radio.

Carlos fue el último en llegar pero, por cosas de la vida, se quedó con la franquicia de Fiebre Amarilla.

¿Cuánto tiempo estuviste en La Fiebre?

En 1974 me fui para Estados Unidos. Regresé en 1975. En el 75 y 77 estuve con Macho.

Cuéntanos un poco de Macho y de los grupos de esa época…

Macho tuvo un montón de transacciones. El Macho que yo integré se le consideraba el grupo más complicado que existió en Centroamérica en ese entonces.

Emulábamos exactamente a «Yes», «Emerson, Lake & Palmer», «Génesis», «Pink Floyd»… La alineación de Macho era la siguiente: Juan Flamenco en la batería – quien fuera baterista de Kiriaps y de La Fiebre -, Américo «Meco» Masariego en el bajo – actualmente contrabajista de la Sinfónica Nacional – otro excelente músico; en la guitarra estaba Hector Alarcón que venía de la banda «Los Cuervos» (1976) y en los teclados Tono Grimaldi – asesinado por error en el tiempo de la guerrilla – y Raúl Monterrosa quien fuera tecladista de Los Supersónicos.

El propietario de Macho, Orlando Ríos, estaba muy interesado en impulsar el rock completamente. Por cuestiones de drogas se perdió el liderazgo y se deshizo ese Macho.

En las voces de Macho también estaba Ricardo Díaz que venía de la banda «Américan Brass», de Orlando Carpio. Esta era la banda del Nuevo Liceo Centroamericano en 1969. Ellos imitaban exactamente al grupo Chicago. Su competencia era «Compañía 10», de Sonsonate cuyo cantante era Alan del Castillo (actualmente en Los Ángeles, California).

Cómo era su repertorio…

Tocábamos «Speed King», «Smoke on the Water», «Woman from Tokio», todas de Deep Purple. De Yes tocábamos «The Fish», «Round about», «Long Distance», «Siberian kathru»; y de Emerson Lake & Palmer», tocábamos «Tarkus»…

Usted nos contaba de Los Lovers de Juan Ramón Crespo…

Ellos se hicieron famosos por su canción «Camino de Hormiga«[2]. Cuando yo me fui de Los Supersónicos Juniors vino Juan Ramón Crespo y agarró al guitarrista y al baterista de Los Supersónicos… y grabaron esa canción. Esa es otro himno generacional. Otra canción famosa de la época era «Te vi pasar» de Los Mustangs (1968) y «Tu no llegaste a mí», de Los Intocables. Todas estas canciones hablaban de amor. «Bedilia», de Macho también sonó fuerte… era una canción de Raúl Monterrosa y cantaba Ricardo Díaz.

¿Cuáles han sido tus satisfacciones más grandes como rockero?

En 1981 toqué percusión con el ensamble de Gino Vagnelli en Montreal Canadá. Eso fue antes de que se hiciera famoso. La satisfacción actual es que Amaretto desde que debutó, no ha parado de trabajar 52 semanas al año. Les hemos abierto conciertos a grandes músicos como America, Air Supply, The Outfield, Village People, Son by Four… Las voces de rock clásico que vinieron… el cantante de Tierra Rara, El cantante de Carlos Santanta, el cantante de Toto, el cantante de Deep Purple… todos estos hicieron un grupo y vinieron aquí a El Salvador hace unos años… Yo tuve el honor de tocar congas con todos ellos. Pero les cobré… (se ríe).

 

¿El rock te ha dado alguna desilusión?

No el rock en sí, sino los que han querido ser rockeros y no han podido serlo de corazón porque han tenido que tocar cumbia, salsa y merengue para poder sobrevivir.

Yo conozco a tremendos rockeros tocando cumbia para poder comer. Esa es la desilusión. La música rock no es autóctona de países tan cálidos. El calor nos vuelve tropicales… Cuchuperos. Yo les digo así.

Eso no es música. Es un ritmo con unas notas musicales que lo único que hacen es avivar los deseos de «chupar» (tomar) y los deseos sexuales desordenados. No tienen nada espiritual.

En tu vida ¿Cuál ha sido la parte más difícil de ser un rockero?

Es encontrar el mercado idóneo… El mercado correcto para poder trabajar y tener un trabajo fijo decente aquí en El Salvador. Nosotros tenemos trabajo como rockeros 52 semanas al año con AMARETTO. Esa fue una idea mía. Hice el mercadeo del adulto y del joven contemporáneo. Eso abarca música desde Los Beatles, Rolling Stones, pasando por Alan Parson´s Proyect, David Bowie, Queen,… me di cuenta que aquí faltaba un grupo que tocara música de todo eso. Amaretto toca todo eso.

¿Cómo defines al adulto contemporáneo?

Es el joven de los 60. El adulto contemporáneo siempre le ha gustado el orden y la mejor educación para sus hijos… porque ellos recibieron eso. Les gusta la buena música bien armonizada. La música neo clásica vertida al rock. Al adulto contemporáneo le gusta trabajar duro y divertirse duro. Tiene el poder adquisitivo para ir a un restaurante de tan alta calidad, como lo es el Acajutla (lugar adonde toca Amaretto de planta) en Ciudad Merliot y tenemos lleno total viernes y sábado en la noche. No cabe la gente.

Tercera Parte: «Los 70´s… El Rock no Muere»

 

El «rock n´ roll», de los años 60 podría haber pasado como una moda más… Un «boom», juvenil sin precedentes en un pequeño país de Centroamérica. La realidad de El Salvador aparentaba estar lejos de toda relación con lo que pasaba en las naciones del mundo anglosajón, que vieron nacer a este importante género musical.

El movimiento hippie se fue tan rápido como vino. Aquí en el país, el movimiento juvenil se vivió de una manera muy propia, muy a lo latino. El movimiento hippie salvadoreño no logró cimentar una filosofía permanente en la juventud, en muchos casos «lo hippie», no pasaba de la ya inmortalizada moda de cabellos largos, camisa de colores encendidos, pantalones de campana, zapatos de plataformas, lentes muy grandes, minifaldas y alguna que otra experimentación con la Marihuana.

Había grupos de rock en casi todo departamento del país, en cada ciudad, en cada barrio. Sin embargo, sólo algunos lograron sobrevivir en el recuerdo. Ya se han mencionado los dos grandes grupos de la primera generación «Los Super twister» y «Los satelites del Twist»; grupos de la segunda generación como «Los Kiriaps» de Tony Delgado, «Los Supersónicos», de Luis López» y «Los Intocables» de Oscar Olano.

La lucha del rock por sobrevivir

El rock no murió en los 70´s pero este si sufrió algunas transformaciones. Otros quizá llamen a este periodo «la crisis del rock salvadoreño». Los espacios cedidos por las compañías disqueras estaban reservados para las formas más «comerciales» de rock. Las bandas que tocaban estilos más pesados de rock eran discriminados por estas compañías que privilegiaban más la moda y lo comercial que el arte en sí.

En ese entonces, el mercado musical norteamericano descubre un nuevo estilo derivado de la mezcla del rock con los ritmos latinos y africanos más movidos. Era una mezcla de lo afro – tropical y el rock. La estrella del momento tenía un nombre: Carlos Santana. Su primera presentación fue en un teatro de San Francisco, California en el año 1968; pero su gloría llegaría en 1969 cuando aparecería en el festival de Woodstock.

También se pone de moda el estilo llamado «Chicano» (mexicano – norteamericano) que privilegia el uso de percusiones y otros instrumentos «no tradicionales», dentro del rock.

Sin embargo el rock seguía siendo rock. Algunas bandas experimentaron con su lado más duro y agresivo: bandas como «Cream» – de Inglaterra en los tardíos 60-; «Deep Purple» (1968) y los padres de lo oscuro «Black Sabath» (1969), que definirían entonces una escuela determinada. Algunos grupos nacionales como «Macho», de Juan Ramón Crespo buscarían ese estilo, lo cual les costaría la marginación por parte de las casas disqueras y radios.

Lo Tropical…

Algunos le llamarán una contaminación, otros: una etapa de experimentación y de la expansión de las fronteras musicales del rock.

Efectivamente, las modas no sólo venían de el mundo anglosajón. En los años 70´s llegan al país ritmos muy bailables, fáciles de escuchar, fáciles de entender y de letras divertidas que hablaba de amores, despechos, sexo y parecidos. La cumbia y lo tropical dominarían la moda, los espacios radiofónicos estarían colmados de estos géneros. El rock se fusiona con lo tropical para sobrevivir.

En 1971 muere Tito Carias, primer y gran impulsador del rock en el país. Termina así la «época de oro del rock salvadoreño». Atrás queda una historia y otros luchan por escribirla. La tercera generación de rockeros, la de los 70´s, gravarían dignamente algunos nombres importantísimos en ella.

«La Fiebre Amarilla», (creada en 1971) es quizá el nombre que más resuena. En ese entonces su manager era Willie Maldonado – actual conductor televisivo -. Uno de los fundadores de La Fiebre, Tony Delgado, era un ex «Kiriap».

Citando a «La historia del rock», escrita por el periodista musical Orus Villacorta (publicada en la revista Planeta Alternativo – EDH) : «La fiebre vio las cosas de una manera más comercial. En aquel entonces, el movimiento musical en nuestro país estaba compuesto por dos corrientes comerciales: Las orquestas que tocaban música tropical y los grupos de la nueva ola (rock)… Dado que todos se cotizaban muy bien, si alguien organizaba un evento, el dinero no alcanzaba para contratar a un grupo tropical, como a uno de rock. «Fiebre Amarilla» fue uno de los primeros que fusionó ambos estilos musicales y todo el mundo quería tenerlos en sus fiestas«.

Cuarta Parte: «80´s es esto ¿Rock?

Recuerdan aquellos peinados inflados con gelatina y brillantina. Esos leotardos a rayas, medias rotas, pantalones de cuero, jeans desgastados, aretes grandes y botines estrictamente Reebok o FILA… Muchos preferirían olvidar esa terrible moda.

Podemos estar hablando de Madonna así como de Cyndi Lauper o de los artistas de ese ritmo tan fácil de escuchar llamado «Pop». Por el lado del rock están de moda las caras de malo, el que se viste mas raro… Si un rockero dice «no recuerdo», el inolvidable maquillaje de KISS, la actitud de Twister Sister, la oscuridad de Maiden, no vivió los ochenta…

Nacen los grandes

Empezamos por Irlanda adonde surge un tal Bono con su banda U2. En la vecina Inglaterra el punk rock se corona no sólo como moda, sino también, como una filosofía emergente muy sólida: Los Sex Pistols dejaron una huella imborrable y le siguen bandas como The Cure, The Clash y The Cult… La década ve nacer a los grandes del heavy metal: Def Lepard, Iron Maiden, Judas Priest, Motorhead: cada banda se convirtió en un «creator» de su propia escuela.

Siempre en Inglaterra pero más a lo Ska se encuentra, The Police y UB40. El rock sintético da fuertes patadas con Duran Durán, Depeche Mode, New Order, y los Pet Shop Boys.

Cambiemos de continente. En Estados Unidos se escucha a bandas como Cheap Trick y R.E.M. Aparecen los grandes del rock alternativo underground: Sonic Youth, el progresivo Steve Vai. Nuclear Assault y Ántrax por el speed metal. De ultratumba llegan Los Misfits, auténticas deidades del punk. También están los señores de Suicidal Tendencies y Corrosion of Conformity por el Trash y Hard core. No puede faltar tampoco Pantera – los malos del hard rock -, y los rap rock Beasty Boys.

Olvidábamos a RUSH, al sonriente Bon Jovi, a los enfermos sexuales de Motley Crue, a los chicos malos de Metallica y Megadeth. También están Joe Satriani y a Van Halen. No podemos olvidar a los ultratenebrosos Exodus, Sadus, Testament y los death y black metal Caníbal Corpse y Obituary. ¿Olvidamos a alguien?

 

Fue una década fértil. Sin embargo queda un duda en el aire… A la palabra rock se le han ido añadiendo viñetas o estilos. Muchos dudan de que Elvis Presley tenga algo que ver con oscuras bandas ochenteras como Morbid Angel o Guns n´Roses.

La pregunta importante es: ¿Sigue siendo esto Rock? Y si no… ¿Qué es? ¿Qué pasaba en guanalaxia?

Balas, «roquetazos», helicópteros, bengalas en la noche, censura en los medios y el terrible «toque de queda». Pocos trasnochadores vivieron para contarlo…El rock tuvo que soportar la década encerrado, amarrado, apaleado, atrapado en el tiempo y en el espacio.

Sin embargo los rockeros no cayeron en combate. Aguantaron la cumbia y la hicieron frente a la demencia de la historia. Firmes, aunque con una u otra cosa medio rara… – Aquí también fuimos fieles a Michael Jackson, Madonna, y Menudo. Desde Luis Miguel hasta Lucerito -.

El toque de queda obligaba a los grupos a tocar por las tardes… Eran pocos los lugares adonde armar un recital. Los rockeros ochenteros son gente de admirar. Mantuvieron vivo al rock en las condiciones más adversas.

Algunas de las bandas de este tiempo eran «Bronco» de Chente Sibrián y «Karn», primera incursión en el rock del «extraterrestre» Rafael Alfaro quien luego fundaría OVNI. Aparece «Crisis», de Fernando Alvergue. También despunta gente como Roberto Salamanca que en ese tiempo estaba en el grupo «Sex».

En 1980 aparece el maestro de la batería Gerardo Sibrián – hermano del gran «Chente» -. Gerardo empezó su trayectoria en el banda «Aurora» en el que cantaba Luis López, «Chamba» Elías en la guitarra y el monstruo «Chele» Oscar Alejandro en el bajo. Gerardo se une a Bronco en el año 1983.

Nuevas caras y sonidos…

El entusiasmo de ser un impulsador del rock de Willie Maldonado – sucesor de Tito Carías -, había quedado en los 70´s. En los años 80 aparece «tímido», en el medio radiofónico Daniel Rucks quien cedía algún espacio a los rockeros en la Radio Femenina y luego en «Domingo Para Todos».

Muy poco se escucha rock en español en los principios de los ochenta. Casi todos los grupos de rock salvadoreños habían adoptado al ingles.

A mediados de los 80 sucede una cosa. Sacude a la juventud el imperioso «boom» del Rock en Español. El rock deja de ser patrimonio de Estados Unidos y de Inglaterra.

Entre los grupos más emulados están en primer lugar Soda Stereo y Miguel Mateos de Argentina. España también nos invade con sus Hombres G y su canción «Voy a pasármela bien», también están Radio Futura y Barón Rojo. En México va saliendo del «hoyo» gente como el rey jaguar Saul Hernández, quien después de pasar por varias agrupaciones, funda a «Los Caifanes». No podemos tampoco dejar de lado a «el Tri», de Alex Lora.

1987, casi al final de esta década, nace en el país una de las pioneras emisoras que le apuesta fuerte al rock en español. Es la Super Estéreo, más conocida como «La Doble S». Esta realizaba conciertos en la 8ª etapa de Metrocentro a los cuales acudía la gente masivamente. Al final de la década también empieza a sonar las bandas «Vive», «Crisol» y «Sobre Tierra».

 

Es también en 1987 cuando aparecen los padres de la tendencia más oscura del rock salvadoreño. Son los primeros pasos del Rockers Club y su onda heavy, black y death metal. Surgen las bandas «Thrash», «Tabu» y por último «Renegado».

Incomprendidos, la mara «obscurity», se queda en las sombras. Son tildados de satánicos por una conservadora sociedad salvadoreña. Sin embargo esta música necrofílica, no es extraña en una juventud que ha crecido entre tanta muerte.

Casi a final de los 80. La guerra se vuelve cruenta. La juventud no soporta más. En 1989 la gente del rock organiza «El concierto por la paz». Es un grito de reclamo de parte de una generación cansada y perdida entre tanto odio expelido por los bandos enfrentados….

Quinta Parte: «Historias del Rock, El Rock en los 90´s»

La década de los 90 trajo cambios en todo el mundo. La guerra fría acaba y en El Salvador las balas dejan de sonar. La juventud encuentra nuevos espacios y más libertad para explotar la vida nocturna. El ambiente es fecundo para un «boom», o resurgimiento de bandas de garaje. Los espacios adonde tocar también se multiplican.

En Estados Unidos un fuerte movimiento revitaliza al rock. El llamado Rock Alternativo va de la mano con la generación X – la última camada de jóvenes del milenio -. El movimiento nace y se desarrolla en Seattle, en el gris estado de Washington. Estas bandas tiene un perfil diferente y antagónico con la imagen de las grandes bandas de rock como Guns n´ Roses y Metallica.

Los «alternos», parecen gente común alejada de la imagen de los Rock Star. La apariencia descuidada se convierte en moda. Las camisas a cuadros de leñador y los zapatos All Star y Vans se vuelven requisito. El pelo largo y pintado empieza a verse en las calles de San Salvador.

Grupos como Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Blind Melon y Candlebox se volvieron en los portadores del sentimiento de los generación X. A este tipo de sonido se le bautiza como Grunge. El rock explora y experimenta nuevos sonidos.

En El Salvador algunos grupos de rock empiezan a apostarle a la creación de música original. Algunos grupos como Adrenalina y REDD logran salir del anonimato y logran hacerse de seguidores.

Sin embargo, en el momento muchos grupos se dedicaban a tocar covers. Se escuchaban nombres como HASH, OBLIVION y ROTTEN APPLES. Los grupos tocaban música en ingles. Sus nombres también reflejan la gran influencia norteamericana en el rock.

Los lugares adonde habían «toques», eran más abundantes. De los más recordados está «El Zanzíbar», que estaba en frente del Colegio Cristóbal Colón. El «Tunal Khan», que se encontraba por Kismet Escalón. «El Jarro» que estaba en la zona Rosa. El «Chantilly», antes en el paseo general Escalón. «El Señor Tortuga» y el «Hard Core Café» en la zona del Camino Real. Todos estos bares fueron cerrando. El único lugar que parece sobrevivir a los vaivenes comerciales es La Luna Casa y Arte, quizá una de las últimas mezquitas del rock salvadoreño.

«El cuento del Sapo Legendario»

Roberto Torres, alias «el sapo», alias «el greñas»; es uno de los símbolos de la generación rockera de los 90´s. Sin proponérselo, el actual vocalista de Clandestino 10 – 4 lleva más de 10 años en el mundo «underground», del rock. Los rockeros de esta generación recuerdan con nostalgia los tiempos en que «El Sapo», cantaba en La Iguana. Esta banda dejó una huella imborrable en el folklore rockero salvadoreño.

Torrez recuerda que en sus «tiempos mozos», las bandas rockeras que triunfaban a finales de los 80 eran Alux Nahual, Bronco y Alma de Fuego. Fue en el año 90 en que El Sapo dio sus primeros «pininos» en el mundo del rock.

El FARO: ¿Como fue que te iniciaste en el rock?

Roberto Torres: Mi primer contacto con el rock fue bien chistoso… Yo no tocaba rock es más… yo tocaba en un grupo cristiano evangélico. Tocaba la batería en la iglesia y también cantaba cuando tenía unos 12 años. Después que me salí de la iglesia y empecé a tocar música andina… la zampoña, la kena, percusiones…

Una vez estábamos tocando con un grupo en el Colegio Santa Cecilia y un chavo de una banda que se llamaba MASS, me llegó a decir «Mirá chavo, querés cantar rock»… Yo le dije que no sabía mucho de rock, le dije que lo único que había escuchado era grupos como Black Sabbath y Deep Purple… solo clasicones.

Fue así como empecé con MASS. Eso fue en el 92. Después me salí de MASS.

¿Por qué?

No estábamos haciendo nada original… había buena onda con los chavos tocábamos bien y a la mara le gustaba. Éramos el grupo «de planta», del Bar Zanzíbar. Ahí me empecé a corromper (Se ríe).

Luego de eso me salí porque yo ya conocía a Hulk y a Leo (integrantes de La Iguana) desde antes… Por ahí por el 94 ellos estaban en P.I.G. Ellos me vieron cantar en MASS y les gustó el rollo. Fue entonces que hicimos Oblivion.

Oblivion era un grupo de covers… ¿Qué música tocaban?

Si, tocábamos de Alice in Chains, Soundgarden, un par de Rush, Temple of the Dog, Faith No More… Rock clásico como Black Sabbath y Iron Maiden.

Después de un par de meses de estar en Oblivion… en la alineación original estaba «El Pandy», en la segunda guitarra y Paul García que era el baterista. Salió Paul y nos quedamos sin batero. Después se unió Juan Carlos Chavarría en la batería.

Después de unos 6 meses de estar con Oblivion, decidimos tocar pura música original. Como ya no estaba ni Paul ni Pandy decidimos cambiarnos el nombre a «La Iguana». Este fue un cambio bien difícil porque con Oblivion se llenaba por que la gente llegaba por los covers. Cuando salimos de repente con música original nos bajó la afluencia de gente, pero luego volvió a subir.

El gran mérito de La Iguana es que fue una de las primeras bandas, de las muchas que habían en el momento, que decidieron dejar de tocar covers en inglés y empezar a tocar música propia, música original en español… ¿Fue difícil?

Tuvimos que aventurarnos. En los primeros toques no era la misma cantidad de gente que llegaba a los de Oblivion. Poco a poco la gente lo aceptó. Así empezaron muchas bandas también a hacer música original y a tocar en los festivales.

Las letras de las canciones de La Iguana hablan de temas políticos. Un ejemplo es «Yes Patrón». Esa canción hace un cambio curioso a la oración del padre nuestro…

Sí, dice:

«Patrón nuestro que estás en el norte,/capitalizado sea tu nombre…/depórtanos de tu reino./Sea hecha tu voluntad en El Salvador/Como en Latinoamérica./El pan nuestro de cada día impórtanoslo/y explótanos así como nosotros a nuestros trabajadores/No nos dejes caer en revolución/Más líbranos de Marx,/Por que tuyo es el reino, el poder… por los siglos de los siglos OK».

Es una burla a la dependencia que tenemos con esos «cabrones».

¿Porqué proyectar este tipo de mensajes a la juventud? ¿En qué puede contribuir el rock diciendo estas cosas?

A sacar a la luz la realidad. La verdad es que es un compromiso que las bandas deben de aprovechar. El rollo del rock en su esencia es una expresión rebelde… No una rebeldía sin causa. El rock puede ir destruyendo tabúes… El impulso se transforma en música y la música puede ir rompiendo esquemas.

Las bandas deben aprovechar el espacio que les da la mara para difundir mensajes. La tarima te la presta la mara. Vos estas ahí porque la mara quiere que estás ahí. Si ellos no te aceptan no podes estar ahí. De lo que se trata es hacer una expresión pura. No importa de qué se trate.

¿La Iguana experimentó alguna dificultad por los contenidos de las letras de sus canciones?

Para empezar… la mayoría de las radios nos cerraron la puerta. No se quisieron comprometer… no les pareció. La única radio que nos había echado la mano era la radio Astral (94.9 FM) se»aculeró», y nos dijo que no.

¿Escribías las letras de La Iguana… también lo haces en Clandestino?

En La Iguana escribía todas las letras. En Clandestino mitad y mitad… Lo que me gusta de Clandestino es que no sólo es mi manera de pensar… sino que todos contribuyen con las letras.

Hay mucha coherencia entre los mensajes de La Iguana con los de Clandestino… Ustedes mismos han dicho «somos el clan de los oprimidos». ¿Pueden ser considerados ustedes un rock de protesta?

Yo me atrevería da decir que las bandas de repente empezaron a…. no a imitar, sino que a tomar el riesgo de empezar a hablar de esas cosas. Necesitaban a alguien que rompiera el hielo. Que dijera «vale verga… hablemos de eso». Las bandas empezaron a decir mensajes arriesgados.

Siento que hay una continuidad entre las letras de la Iguana y ahora Clandestino. Pienso que la critica social en Clandestino es más fuerte y más comprometida con la verdad. Con La Iguana terminamos porque no estaban de acuerdo con los mensajes políticos. Con Clandestino todos tenemos la misma ideología.

¿Puedes hablarnos de qué tratan temas de Clandestino como «Rifa»?

«Rifa» es una rola que me gusta mucha. No la hice yo… la hizo Alex Molina. Es una canción que pelea por la integración de las maras. El fenómeno de las maras es una sub cultura que se formó.

Un caso de esta integración se dio para el terremoto. En Santa Elena las dos maras «MS» y «18» siempre tenían pleitos. Pero para el terremoto ellos decidieron unirse para hacer un cordón de seguridad y evitar los saqueos. Esa canción se la hemos dedicado a las maras de Santa Elena.

Nosotros de hecho estamos planeando un rollo que se llama «Gira Sangre Unida»… queremos dar conciertos gratis para que sea un espacio en el cual las dos maras se comprometan a estar juntas y puedan convivir.

Nosotros no les pedimos que se salgan de las maras… Esa es una subcultura que es una sociedad para ellos muchas veces por buscar una familia. Nosotros les decimos que toda esa energía que tienen y toda esa cultura y fe que tienen en su mara, que la apliquen más positivamente. Que no peleen… que mejor cuiden a su comunidad… tenemos la idea de formar concursos de rap y la mejor canción poder incluir en un disco…

¿Cuanto tiempo tienes planeado seguir en el rock?

Hasta que me alcancen las energías. Lo que esta vida loca me va a dejar vivir. (ríe) No se que tanto me va a dejar vivir mi estilo de vida… espero poder seguir cantando… Pero si de repente no puede seguir en el escenario siempre voy a buscar una manera con el rock.

Sexta Entrega: «Adrenos» Hasta la Muerte.

La banda Adrenalina nace en el año 1992 en los pasillos de la Escuela Alemana. La música se convierte en su pasión y el grupo empieza a ensayar de manera regular «con el permiso de los profe»… Adrenalina se convertiría luego en el grupo de rock más importante de la década de los noventa.

Entre sus primeros integrantes estaban Aarón Starkman, en el bajo, y Carlos Walter, en la guitarra. Carlos nos cuenta que sus influencias eran The Doors, Jimmy Hendrix, Eric Clapton, The Police, U2 y Tesla.

La guerra acababa de terminar y muy pocos grupos sonaban. Carlos recuerda a bandas como The People, salidos de la escuela americana. En una ocasión, después de escucharlos, Walter decide que no sería un espectador más, sería uno de los que están arriba, en la tarima…

Otro grupo que se escuchaba bastante era Fuga. Ellos tocaban en un conocido bar llamado «El Malibú». Todavía andan por ahí grupos como Ovni, Bronco y Sobre Tierra, que venían de los 80. Pronto reventaría Prueba de Sonido, con su canción «Hacer nuestro el Universo», una balada pegajosa que nunca será olvidada. «Todo el mundo quería sonar como Soda Stereo», recuerda Walter, quien entonces tenía 16 años.

Los dos muchachos reclutan a Moisés Anaya para que se haga cargo de la guitarra. El grupo comienza a tocar en el bar «La Luna, Casa y Arte».

En los primeros conciertos Adrenalina tocaba sólo covers. Al principio, el grupo no encontraba un cantante fijo. Desfilaron las gargantas de Carlos Chinchilla, quien tocaba en la banda Boneyard (luego Jardín de Huesos), Keith Sánchez –actualmente en Nuevo México, Estados Unidos y cantante del grupo Stoic Frame-, con quien grabaron los primeros demos en inglés. Luego se uniría a la banda Leonel López (Bronco) -quien se quedaría por más tiempo-. Después aparece Carlos Galicia y en la última etapa de Adrenalina se les uniría David Méndez.

Algo similar pasó en la percusión. Primero estaba Hugo Fajardo, luego viene Enrique Torres y al final Gerardo Sibrian. Poco a poco, Adrenalina se va solidificando, eran capaces de lograr sonidos fuertes, un rock rápido y desgarrador. Como el nombre de la banda sugiere, su rock ponía a todos a saltar.

Los conciertos que realizaban siempre eran espectaculares. Cuando vino por primera vez al país el grupo argentino A.N.I.M.A.L. en 1997; Adrenalina abrió el show, subió a la tarima a dos «mamacitas», en pequeñísimos trajes de baño. Los miles de rockeros presentes simplemente enloquecieron y destruyeron el gimnasio nacional adonde luego quedaron vedados cualquier tipo de «rock concert», para siempre.

Discografía

Adrenalina graba su primer disco titulado «Mi ciudad». Gracias a la pujanza de éste y otros grupos se logra romper «el corralito», de «la éra de los covers». Empezaron a educar a la nueva generación de rockeros para que apoyara lo hecho en casa.

Adrenalina experimentaba con el rock. «Nuestra onda era tener una canción de un estilo distinto a la otra». El grupo logra destacar varios «hits» en la radio. Entre los más exitosos se encuentra «H.I.V.», canción que hablaba del sufrimiento de un joven que se contagia de SIDA.

En el año 1996, Adrenalina graba su segundo disco. «Ni un pelo de inocente», la producción se hizo en Guatemala, adonde ya sonaban algunas de sus rolas. En el disco se encuentra la canción «La Maldita», una combinación del tradicional sonido de la cumbia mezclado con un fuerte rock. Otras canciones que sonaron fueron «Patas arriba» y «Pater Noster»… Esta es una etapa ambiciosa. El grupo sale a dar grandes conciertos.

Luego Adrenalina, como todas las demás bandas, se vuelve un grupo de Bar. La mayoría de sus presentaciones se realizaban los fines de semana en La Zona Rosa. La vida nocturna regresaba con fuerza a El Salvador. «Tocábamos en el Hard Rock Café, en el Tunal Khan y en Poco Loco´s», recuerda Walter.

En 1998 graban el disco «Kaleidoscopio» junto a los hermanos Sibrian (Chente y Gerardo). De este disco sale la canción «Ángel de luz», que también conquistaría las radios.

Luego sale la producción «Adrenalina S.A. de C.V». En este disco se encuentra una versión salsa de «La maldita», ejecutada por La Raza Band, también se encuentra la canción «Centroamérica», que salió en un disco tributo a Alux Nahual… Este último no alcanzó el impacto que habían tenido los anteriores.

Para esta etapa, Adrenalina era ya una leyenda. Era un grupo ambicioso, habían logrado grabar 3 videos musicales y eran conocidos en varios países centroamericanos. El video de «La Maldita», fue transmitido por la cadena MTV, en el programa Raisonica.

Adrenalina grabará su último disco titulado «Vámonos Juntos» en 1999. El álbum pasa totalmente desapercibido. Cabe mencionar que en este periodo Adrenalina se queda sin cantante. La banda se separaría poco tiempo después.

«Tratábamos de experimentar con otras cosas, en el país el hecho que te pegue una canción y que la gente te acepte es difícil, es una cultura bien alienada. No hay cultura del rock , no hay managers, no hay productores, no hay mercado», se queja Walter.

Otros rockeros coinciden con la opinión del adreno, El Salvador es una tierra salvaje para el rock. La mayoría de los grupos se defienden solos, manejan todo y hasta se autoproducen. Carlos se queja que la mayoría de grupos nacionales no posee manager: «Ellos son los encargados de la logística, de llevar las relaciones públicas, de conseguir patrocinio. Todo eso lleva tiempo y energía, los músicos están más preocupados por componer su música y eso absorbe el 100% de tu tiempo».

El fin de una era

Adrenalina fue «la punta de la lanza», la vanguardia de un nuevo «boom» de bandas que surgen alrededor del año 1994. Junto a ellos estaban R.E.D.D., más orientado al Pop Rock. A ellos los siguieron una infinidad de bandas que tocaban en los muchos bares que abrieron -gustosos-, sus puertas a la cultura «cervecera–rockera».

Adrenalina se caracterizaba por hacer un rock «muy a lo guanaco», y se perfilaba como un grupo con un buen futuro por delante. De estar en otro país, en un mercado más grande, seguramente la historia los hubiera consagrado.

Adrenalina tocó la última vez en octubre del año 2001. El bajista fundador, Aarón Starkman, se fue a Estudiar a España. La banda se desintegra. Carlos se acuerda de aquellos días con una mirada triste: «Unos se fueron metiendo más en su trabajo, nos concentrábamos en otras cosas, otros se fueron del país a estudiar… Se fue apagando la llama».

La juventud es el terreno fértil del rock. Sin embargo uno no es joven para siempre. Poco a poco la sociedad va configurando rutinas y el estilo de vida cambia. «Cuando tenía 20 pensaba que iba a vivir del musicón, ahora que estoy llegando a los 30 veo las cosas de otra manera. En el país no existen los canales para poder evolucionar con tu música», confiesa.

Walter todavía se reúne con Moises Anaya para trabajar algunas de sus inquietudes musicales. «La música nos sirve para expresarnos, para desahogarnos, para sacar las tensiones, para olvidarnos de todo lo demás».

Carlos Walter nunca termina de apartase del mundo del rock. Es sábado en la noche, el lugar se llama «Puerto Escondido», es un exclusivo restaurante ubicado en el boulevard de los próceres. Carlos toca su guitarra junto con algunos ex «Adrenos», en la voz está la diva Pamela Robin, los acompañan otros músicos profesionales «de calibre», cada uno con su propia historia, sus propios grupos, su propia escuela.

El grupo se llama Calle Vieja, se dedica únicamente a «los covers», deleitan a su generación: «los jóvenes contemporáneos», con música de las ya pasadas y gloriosas décadas de los años noventa y ochenta.

Pulso Musical

Adrenalina: Un proyecto que sigue vivo pero ya no con ese nombre.

Rock Nacional: Comenzando a crecer de nuevo.

Tu generación: ya pasó.

Rock de los 90: Nunca se compara con la de los 70.

Grunge: Un movimiento de tantos. Algunas bandas influenciaron a Adrenalina: Alice in Chains, Soundgarden, Stone Temple Pilots…

Rage against the machine: Combinan funk, blues, grunge.

Lo más pesado de los 90 en El Salvador: La Iguana.

Nirvana: Son composiciones sencillas pero fuertes.

Septima Parte: «Los 2mil una nueva y valiente generacion de Rockeros»

 

Alrededor del año 1997, una nueva camada de fieles «guanarrockers» empieza a alinearse para la batalla. Hay nuevas bandas, sonidos extremos, nuevos estilos; y por siempre la inmortal vibra del buen rock.

La escuela

Esta generación vio nacer y caer el movimiento «Grunge» llamado por algunos «Rock Alternativo». En la etapa «post–grunge», muchas bandas experimentaron tonalidades distintas que resultaron ser difíciles de encasillar bajo un estilo. Esa rica fusión, a la que nadie sabía o se atrevía a bautizar, fue catalogada al final como «alternativa» con algún otro añadido (alternative-metal, etc.). Es por eso que a muchas bandas se les denominaba así, aunque en realidad fueran otra cosa.

Los rockeros del «2mil» vieron emerger a gente como Rage Against The Machine; un grupo norteamericano de protesta que empezó a marcarse como gran influencia en los sonidos de las bandas locales como La Pepa. Luego vendría la fiebre desatada por el grupo KORN.

También se escuchaba mucho la banda española Heroes del Silencio, que se caracterizaba por la poesía en sus letras. Este grupo empezó a dominar el área del rock en español. Una banda nacional llamada Eclipse era una fiel y perfecta fotocopia de los rockeros ibéricos y ofrecía cualquiera de sus canciones en su repertorio.

En ese tiempo, se escuchaban todavía algunas melodías de bandas como Nirvana, cuya historia terminó con el trágico suicidio de su guitarrista y vocalista Kurt Cobain. La música de este grupo contaba con miles de seguidores guanacos. Uno de ellos, David Gallardo, quien es hoy la guitarra líder de el grupo Ayustush, confiesa: «por Nirvana hice un grupo». De seguro, su caso no fue el único.

Ahogados por el Pop

Actualmente, el rock no pasa por muy buenos momentos a nivel comercial. En la cadena musical MTV, y en otros canales de música, predomina una variedad de artistas Pop. Las «boybands» (bandas de chicos) como N´SYNC, Backstreet Boys y otros han retomado con éxito la fórmula ochentera de los New Kids on The Block. La receta de su éxito: una onza de la música «easy listening», tres cuartos de sonidos pegajosos y letras que no requieren de mayor esfuerzo mental para asimilarlas; agregándole a esto una fuerte cantidad de caras bonitas y bastante piel, al desnudo.

Ejemplo de ello es el mercado musical que se encarga de lucir a ¿bellas? y voluptuosas estrellas adolescentes de la talla de Britney Spears, Cristina Aguilera y Jessica Simpson, que intentan seguir desesperadamente los pasos de Madonna -la chica material-, que consiguió abofetear la moral de los críticos musicales un par de décadas atrás.

A principios del nuevo siglo, el «power», el «numetal» y otro tipo de fusiones empiezan a ganar campo. Se escuchan bandas como Limp Bizkit, Linkin Park, System of a Down, Slipknot, Creed, God Smack, Tool y otras agrupaciones de calibre. El rock es ya una institución mundial. Es un género que no parece debilitarse con el tiempo, acumula nuevas «ondas sonoras» en su acervo musical, se hace cada vez más complejo, se reinventa y satisface todo tipo de gustos con sus decenas de ramificaciones.

Rock vrs. Tecno

Pero el rock nacional apenas ha salido de la batalla contra la cumbia cuando la guerra ha estallado en otro frente. Los gustos de la gente joven están confrontados y perfilan distintas personalidades y estilos de vida. Los noctámbulos salvadoreños suelen tener varias formas como disfrutar la agitada vida de los fines de semana. Entre las opciones más comunes se encuentran los bares que hoy prefieren a las «rocolas» que a los grupos.

Lo común es encontrarse clubs y discotecas que ofrecen lo último de la «new age» electrónica. El tecno ha calado duro en los gustos de la juventud salvadoreña. Eso se manifiesta con profusión en la programación de la mayoría de las emisoras.

Para ser un rockero…

Los rockeros viven «debajo de agua», dan guerra por ganarse un público selecto y fiel. Sufren por el limitado número de lugares adonde expresarse. Siguen cargando el eterno problema de la falta de apoyo de parte de los patrocinadores.

Mantener un grupo es una empresa difícil. El equipo se deteriora, hay que reparar piezas, comprar cuerdas, arreglar amplificadores, estar actualizado en cuanto a recursos y dispositivos… Sin dinero ningún grupo avanza. Muy pocos tienen los medios para plasmar su creatividad en un disco. Una buena producción discográfica cuesta alrededor de 10 mil colones, si se toma en cuenta el tiempo de estudio y los materiales necesarios para grabar. A pesar de todo, algunos logran conquistar ese sueño.

¿Recetas? Lo más importante, en cualquier grupo, es el espíritu de comunión y la moral. Esto ayuda a sobrevivir los momentos de crisis y permite gozar el triunfo de una manera comunitaria. Otro elemento importante es la disciplina y la convicción. Para tocar en un grupo no sólo hay que amar la música, hay que dedicar horas de tiempo para ensayar hasta que todo salga perfecto. Hay que ser creativo y estar dispuesto a cargar con el «qué dirán» de padres, familia y sociedad.

Hay que irse dando golpes. A veces el público no aplaude, a veces el público enloquece. Nadie lo sabe mejor que los que están o han estado arriba del escenario.

La tendencia actual sigue siendo la cultura del bar. Sin embargo, hay gente que se está preocupando por «armar» recitales masivos como el festival anual «Guanarock».

El movimiento parece estar en su apogeo. Hay conciertos casi todas las semanas. Para comprobarlo uno sólo tiene que inspeccionar las carteleras de los medios de comunicación en las que se anuncian los toques de la guana-raza.

Algunos medios radiofónicos, sabedores de la mayor aceptación de las masas hacia lo nacional, han cedido algunos espacios, limitados pero importantes, al rock trucho. Algunas radios tienen programas dedicados a transmitir pura música rock nativa. Dos de ellos, merecedores de aplauso por su esfuerzo y por la fe a lo nacional, son «Subterránica», de La Femenina (102.5 FM) y «Rock del Barrio» de La Astral (94.9 FM).

La actualidad

Mark Bell, bajista del grupo R.C.P -uno de los más importantes de la nueva ola 2mil-, comenta: «yo lo que veo es que hay una competencia entre tres tipos de música bien definidos: los punk–ska, que está bien fuerte; el power y death metal, de la mara del rockers club; y la gente que hace power».

En efecto, el punk está pegando fuerte hoy en día. Muchos jóvenes incorporan las cadenas, los aretes, las muñequeras con púas y los excéntricos cabellos erizados en sus atuendos. Los conciertos de este tipo de grupos se llenan a más no poder.

El punk, aquella vieja música de los setenta, empezó a resurgir internacionalmente en los años noventa con bandas como Green Day, NOFX y Pennywise. Actualmente, Blink 182 es una de las bandas más jóvenes del estilo. El Ska también va ganando terreno.

Una de las primera bandas salvadoreña de punk fue Shock (90´s), quienes todavía se presentan en algunos antros. Otra banda buenísima era La Sexta Virgada, aunque la banda se deshizo, todavía se puede obtener su música a través de www.audiogalaxy.com. Actualmente hay bandas que se dedican sólo a este estilo. Entre ellas se encuentran: Adhesivo Punk, Los Rosty, y Al Skamote (Punk – Ska).

El Rockers Club también se perfila como una organización muy bien cohesionada. Después del terremoto tuvieron que desalojar el local de FENASTRAS, su vieja cueva, pero siguen dando conciertos en los que usualmente se presentan grupos internacionales del escenario del «heavy» y «death» metal. Entre estos grupos se encuentran Soom Drag y Angelus.

La tercera arista se la lleva el estilo Power. En realidad es un hard rock o rock pesado -influenciado mucho por el rap core en el caso de Ayutush-. El sonido es agresivo y enérgico. Muchas bandas power se fueron formando a finales de los 90, y las que trascendieron disfrutan hoy de cierta popularidad en los «2mil». Entre las bandas más fuertes están La Pepa y Clandestino 10-4.

Una de las bandas que más aceptación tuvo en los albores del nuevo milenio fue Aborígenes. Lamentablemente, se quedaron en el camino. Su cantante, El Conejo, engrosó las filas de los migrantes salvadoreños en los Estados Unidos. Entre los integrantes de los aborígenes se encontraba el mítico Jaime «Hulk» Varela en la guitarra, quien venía del grupo La Iguana.

En ese momento, la banda se configuraba como «lo más decente», del estilo power metal. Por suerte, se conserva algún material discográfico de ellos y actualmente se juntan en ocasiones especiales.

La despedida

Los años «2mil» verán profesionalizarse a otra camada de grupos. Ellos tendrán que enfrentarse con valentía a todas las barreras y dificultades que ha venido arrastrando el rock nacional como una añeja maldición. No todos lo lograrán, pero aquellos que lo hagan quedarán marcados en lo más profundo del alma por un sentimiento y una pasión que los unirá para siempre a esta religión llamada rock.

Tenemos carne fresca. Están Las tres ramas del árbol (Jazz), Pashpak, Tótem, Minium y otros que intentarán sumarse a los selectos gustos de la «Guana-raza».

A estos guerreros urbanos les tocará escribir nuevas historias del rock. La locura no se detendrá mientras existan jóvenes alegres, inconformes, rebeldes, creativos, soñadores, agresivos, espontáneos y «pelados» como lo son los guanarockers.

Esperamos que todo su talento y entrega sea reconocido algún día cercano y que pongan en alto el nombre del rock salvadoreño. Mucha suerte a todos. Que Dios les bendiga y ¡Larga vida al rock!

Fuentes: Luis López, Tony Delgado, Alirio Guerra, Pamela Robin, Carlos Walter, David Gallardo, David Méndez, Jaime Varela, Mark Bell, Rafael Rosa, Gerado Rosa, El «Sapo» Torres, Cesar Magaña, Chente y Gerardo Sibrian, Rafael Alfaro, Joel Barraza, Caito Carrillo, Jaime Varela, Cesar Magaña, Orus Villacorta, Marcial Amaya, Javier Gómez, Alejandro Funes y a todos aquellos que contribuyeron de alguna u otra forma. Gracias a todos los que hicieron posible este espacio.

 

 


[1]

[2] Dime si has visto una hoja llorar/ Y si has volcado tu espíritu al mar/Se que no responderás/Se que nunca hallaras…/Pienso que lejos y cerca de mi/Puedo tenerte con solo pensar/De que no me aguardaras/Que no me olvidaras…/Al fin pronto he de unirme/A ti, mi amor no morirá/ Lara la lara la lara lala/Lara la lara la lara lala/ Lara lara la la/Lara la la la/Un gran silencio que oigo aquí/Pero aun guardo tu aliento/No se si al amanecer/Volveré a respirar/Mi amor pronto he de unirme/A ti, mi amor no morira/Lara la lara la lara lala

Lara la lara la lara lala/Lara lara la la/Lara la la la/Lara lara lara la la/Lara lara lara la

Breve historia del Jazz en El Salvador. Alfredo Mojica

Cuando uno escucha la palabra Jazz, piensa en afrodescendientes vestidos con un smoking blanco, tocando música suave, casi sedosa, en ambientes bastante oscuros, y quizá el más adelantado y bohemio evocará imágenes en blanco y negro, con una fina cortina de humo y escenarios con micrófonos de condensador y todas esas cosas un poco “Holliwoodenses”.

Pero hoy ahondemos un poco más sobre el fenómeno del jazz en El Salvador además de elaborar ciertas aproximaciones históricas de hechos que dieron forma a la escena jazzera, personajes y fechas que marcaron un antes, un después; lo que pudo ser y no fue de esta música afroamericana en tierra centroamericana. Este artículo no pretende ser absoluto al momento de contar los orígenes del jazz, pero sí espera abarcar a la mayor cantidad de exponentes del género.

Brevísima e injusta introducción al jazz

Siendo injustos, podríamos decir que el jazz se basa en la improvisación musical en donde se conjuntan una batería, un saxofón, trompetas y piano. Aunque si bien esta podría ser una aseveración correcta, está lejos de explicar el fenómeno completo.

Según el historiador y crítico de jazz Ted Gioia, en su libro Historia del Jazz (1997), el género tiene como primer antecedente el blues primitivo que, se dice, se cantaba a orillas del río Mississippi, en donde los esclavos africanos (cabe aclarar que no todos venían de los mismos sitios) cantaban sus penas y añoranzas, además de ciertas canciones de trabajo para amenizar un poco la jornada laboral en el campo.

El segundo antecedente del jazz es el ragtime, un género parecido a una marcha (entiéndase marcha como un género musical bailable durante el siglo XIX) compuesta para piano, con ritmo sincopado y bastante rápido para la época.

Con el pasar del tiempo, el blues comenzaría a estructurarse como el género que conocemos ahora; el ragtime, por su parte, se haría popular durante las primeras dos décadas del siglo XX, llegando hasta Nueva Orleans para quedarse y convivir con otros géneros bailables de aquellos días.

Ambos dejaron su semilla sembrada y aquí fue donde surgió el primer género dentro del lenguaje jazz (en realidad este término es una denominación a muchos géneros musicales que comparten características sonoras y contextos sociales de desarrollo muy similares, pero por conveniencia diremos que es un género musical): el New Orleans Jazz, que combinaba la síncopa y el piano del Ragtime, y las temáticas de las letras e instrumentación del blues.

A partir de ahí, todo se pudrió; es decir, todo se deformó (en buena onda) en los subgéneros del Jazz que conocemos: Dixieland, New York Jazz, Jazz de Chicago, Bebop, Cool Jazz, Acid Jazz, Free Jazz, Jazz latino, etc. Y es también cuando surgieron los grandes nombres que conocemos hoy día: Billie Hollyday, Nina Simmone, Bessie Smith, Ella Fitzgerald, Miles Davis, John Coltrane, Louis Armstrong, y así.

Comienzos del Jazz en El Salvador

Existe un solo artículo sobre el jazz en el país que es (por qué no decirlo) la única fuente que desglosa los orígenes de este género en esta porción de tierra. El Faro se encargó de publicar este documento llamado “La ruta del Jazz en El Salvador” (2012), en donde se explica grosso modo quiénes fueron los pioneros del jazz, qué hicieron y cómo movieron la escena jazzera en el país. También esboza un poco la escena local del jazz a principios de la década pasada, profundizando en El Salvador Jazz Fest y entrevistando a algunos otros actores importantes para la apertura de espacios del ritmo afro estadounidense.

Dentro de todos los nombres arrojados en La ruta del jazz en El Salvador, uno de los pioneros en este género fue el de Rafael “Lito” Barrientos, uno de los padres de la cumbia de El Salvador. Debutó profesionalmente en la Orquesta de Poni Meca durante la década de los 40’s. Se cuenta que ellos tocaron en la inauguración de los trabajos de ampliación del Canal de Panamá.

Cuando regresó de dicha presentación, la Orquesta de Poni Meca dividió caminos, dando lugar a que Lito creara su propia agrupación, la Orquesta Internacional de Lito Barrientos a finales de la década de los cuarenta y principios de los años cincuenta. Su nueva orquesta comenzó tocando un Jazz parecido al de Glenn Miller (quien a su vez tocaba un jazz tradicional, digamos).

Otro personaje a quien no hay que dejar de lado es al grandioso Paquito Palaviccini. Este músico también tuvo su faceta jazz al ensamblar un conjunto llamado Dixie Pals, con el cual experimentaba un poco más con el jazz y algunos boleros de la época. Un vídeo subido a   Youtube por Audiovisuales UCA (2005) recuerda a los Dixie Pals de la siguiente manera:

    La orquesta Dixie Pals fue la casa del jazz en EL Salvador, y Paquito se continuó consolidando como un gran intérprete de música jazz

Esta se conoce como su incursión más fuerte al género, dado que después crearía el género folclórico por excelencia de El Salvador: el Xuc.

Pero volvamos a Lito Barrientos por un momento. Este señor fue semillero de grandes músicos que aprendieron, bajo su batuta (y la de don Palaviccini), a hacer música: Tony Mojica, Alfredo Mojica, Carlos Navarro y compañía. No sería descabellado que las raíces del jazz se remontan a Lito Barrientos, y ya vamos a ver bien por qué.

Con el señor Barrientos aprendió música un trotamundos del arte de ordenar sonidos: Alfredo Mojica, trompetista salvadoreño que completó su formación musical en diferentes partes de América Latina. Una página en Facebook llamada Alfredo Mojica Memorial Page,  hizo una serie de publicaciones en 2017 en donde da a conocer el testimonio fehaciente de un ex alumno suyo llamado Ben Hall, que hizo conversa con el músico poco antes de morir, a quien le contó gran parte de su carrera. Cito textualmente el apartado inicial:

    En la primavera de este año (1997), yo, Ben Hall, pude sentarme con el Maestro Alfredo Mojica y escuchar la historia de su vida. Esta información iba a ser usada para una publicación de su biografía, un proyecto futuro del cual habíamos hablado. Resulta que esta es mi oportunidad para ayudar a preservar la historia de un gran maestro, padre, profesor, esposo y amigo“

Partiendo de este testimonio, comenzó su carrera en San Salvador aprendiendo violín. Luego con su familia se mudaron a Nicaragua, donde aprendió a tocar la trompeta. Recorrió Colombia, volviendo a Nicaragua y haciendo una parada en El Salvador.

Mientras estuvo en San Salvador, el maestro Mojica se incorporó a la orquesta de Lito Barrientos. Hablamos del año cincuenta y seis, aproximadamente. Después de su instrucción en la dirección de orquestas tropicales, don Alfredo Mojica funda la Orquesta Tropicana, de la que se dice que él, como trompetista, poseía un estilo parecido al de Miles Davis. Con esta banda interpretó algunos temas que, si bien no eran parte del lenguaje jazz, desarrollaron su dominio de la trompeta y el gusto por las orquestas: Ritmo y Palmeras, La Unión Centroamericana y Feria Internacional.

Alfredo también se convierte en uno de los “primeros migrantes” de El Salvador con destino hacia los Estados Unidos. Es allá donde su apego al jazz comienza de la mano de otro grande, del quien tenemos que recordar su nombre, porque más adelante lo mencionaremos: Ricky Loza.

Durante su estancia en los Estados Unidos, el maestro Mojica formó una banda llamada Los Internacionales, con la cual debutaron en “The Jazz Place – The Great American Music Hall“, en la ciudad de San Francisco, California. También se desempeñó como arreglista y compositor dentro del género.

El crecimiento del género y nuevos exponentes

Los años setenta fueron turbulentos en el país, como en toda América Latina. En estos días se dio a conocer uno de los guitarristas más prolijos que ha sabido dar el paisito: Chamba Elías, músico que sigue en activo y cuenta con más de cuarenta años de carrera haciendo música de varios estilos, pero siempre teniendo al jazz presente en sus recitales.

Elías fue guitarrista de un par de grupos reconocidos en su época, y quizá el grupo más importante en donde tocó la guitarra fue en Los Kiriaps (sí, esos locos que hacían que Jim Morrison se quedara corto), pasando por otros grupos como Aurora, Macho y Oasis. Al igual que Ricky Loza y Alfredo Mojica, pasó por Estados Unidos para hacerse de más experiencia musical.

Casi se me olvidaba, y con injusta razón, incluir a otro de los grandes que aún sigue activo en el jazz, y me atrevo a decir que fue uno de los pioneros en el jazz Latino en El Salvador: el maestro Tilo Paiz, quien nació en Jucuapa, Usulután.

En la década de los cincuenta, con 14 años, don Palaviccini se lo llevó para ser su baterista de cabecera para su Orquesta Internacional Polío. Luego, en 1973 se lo quiso llevar nada más y nada menos que Carlos Santana para que tocara con su banda, quién le escribió una misiva desde Alemania y después de su concierto en El Salvador durante el mismo año. Pero don Tilo declinó la oferta para ser parte de la banda.

Años ochenta y la decadencia de la escena

Vamos entonces a los recordados, estimados, odiados por unos y amados por otros, años ochenta. La década perdida en cuanto a jazz (y musicalmente hablando) se refiere en el país. No hubo una escena sólida ni muchos lugares donde la gente se congregara a escuchar jazz o a músicos como Chamba Elías, Lito Barrientos o Palaviccini. Sin embargo, fuera de las fronteras sí había algunos que se metían al bacil del jazz: Alfredo Mojica ya era un reconocido arreglista y trompetista en Estados Unidos, haciendo vida y obra de la música jazz y Ricky Loza se erigía como la figura más prominente en cuanto a este ritmo.

Ricardo Loza nació en La Unión, en 1946. Desde pequeño se interesó por la percusión aprendiendo a tocar la marimba por medio de su padre y sabiendo que la percusión sería su vida. Se dice que de pequeño vendía chicles para ayudar a la economía familiar, y durante esta etapa de su vida formó parte de la Orquesta Continental de Marimba.

A mediados de los 50, Ricky se integró a la Orquesta Internacional Polío y se fue de gira al sur del continente, trayéndose consigo una gran experiencia a una edad bastante corta. También cabe recalcar que fue parte de la Orquesta Sinfónica de El Salvador, cuando el maestro Esteban Servellón estuvo a cargo de la Sinfónica.

Luego de su formación en El Salvador, Loza se fue al país de la Estatua de la Libertad en 1968. Desde ahí construyó su leyenda al integrar diversos proyectos musicales de jazz y terminó siendo catedrático de la Universidad George Washington como profesor de música.

El Renacer del jazz en los 90s

Durante los años de 1990, el jazz volvió a encontrar sitio en el mal llamado Pulgarcito de América con algunas propuestas interesantes como la Luna Casa y Arte, ese mítico lugar donde todo músico o artista aspiraba a tocar y presentarse. Este era un espacio  necesario de San Salvador. Fue abierta al público el 6 de diciembre de 1991. Beatriz Alcaine y Álvar Castillo, cofundadores del lugar, dieron cabida a músicos de todas las estirpes, incluyendo a los meros jazzeros.

El señor Álvar Castillo ya tenía cierto rodaje en la música. Ya era, en realidad, un músico prominente que había sido uno de los primeros integrantes de Yolocamba I-ta, el enorme grupo que durante la guerra se dedicó a musicalizar, entre otras cosas, los poemas de Oswaldo Escobar Velado y Roque Dalton. Luego pasó un tiempo en México y regresó a El Salvador para fundar una clínica de jazz de donde salieron músicos como Octavio Salmán. Luego de un tiempo, se fue a Japón a crear el Combo de la Paz, un grupo de salsa que la rompe en Hiroshima, nada más y nada menos.

Por estos días ocurren algunos relevos generacionales y algunas consagraciones, digamos. Francisco Palaviccini falleció el 26 de febrero de 1996, habiendo sido condecorado como Ciudadano Meritísimo de El Salvador el 6 de junio de 1991, dejando un enorme legado folklórico para El Salvador. Alfredo Mojica, por ejemplo, trabajó mucho en Washington con orquestas escolares, además de escribir arreglos para bandas y orquestas. Falleció de un ataque al corazón el 24 de septiembre de 1997.

Tilo Paiz, por su parte, emigró a Edmonton, Canadá, en donde radica actualmente y sigue grabando discos de música latina y jazz latino, además de tocar de vez en cuando algunos temas del repertorio de Carlos Santana. Hoy día, Tilo Paíz posee la Tilo Paiz Band, quienes, al cierre de este artículo, están en el proceso de publicar un disco.

En cuanto a Ricky Loza, se trajo todos sus años de experiencia musical en el jazz a El Salvador al momento de crear los legendarios festivales de jazz llamados Ricky Loza Jazz Fest, siendo celebrado el primero en 1999 en la Luna Casa y Arte, lugar donde anteriormente ya se habían celebrado festivales como el Free Jazz Village, un festival jazzístico organizado por una marca de cigarrillos.

Bueno, Ricky Loza tuvo la dicha de organizar las ediciones del Ricky Loza Jazz Fest desde su primera edición del 99 hasta la última, acaecida un par de días después de su fallecimiento, el miércoles 25 de junio del 2003, a causa de un paro cardíaco. Luego de conocerse la noticia, se pensaba que el Ricky Loza Jazz fest no se celebraría; sin embargo, en honor a la memoria del mejor percusionista de El Salvador, el festival continuó su marcha siendo acogido en tres lugares distintos.

Se cuenta que los R.L. Jazz Fest eran una barbaridad de lujo. El amigo Loza traía a muchos de sus doctos contactos en el mundo del jazz, y estos no decepcionaban con su talento. Tanto así era el asombro que causaban algunos músicos invitados que Janet Cienfuegos, periodista de El Diario de Hoy durante los 2000, relata en una nota publicada el 14 de julio de 2001 el asombro que le causó Marjorie Clarke, una importante cantante de jazz en los Estados Unidos:

    Esta vez, además de los excelentes músicos, Ricky tuvo la gran idea de invitar a Marjorie Clarke, una mujer que no exagero en lo más mínimo al decir alguna vez que su voz era un don de Dios que ella pone al servicio de los demás”

Luego de la lastimosa pérdida de Ricardo Loza el 25 de junio de 2003, lo más llamativo que logré encontrar en torno al jazz fue Tres ramas del Árbol, una banda experimental y muy interesante formada en 1999, y siguiendo en activo con el jazz durante los dos mil. Lo más “extraño” de esta banda es que en sus inicios no contaban con un guitarrista, solo poseían bajo, percusiones y batería, pero evolucionaron rapidísimo y pasaron de un jazz agresivo a una mezcla de instrumentos y ritmos.

Ya para estos días, Lito Barrientos (el músico entrañable, el padre de los inicios del jazz, el que pulió a varios cipotes para que de grandes se convirtieran en referentes del género) tenía la enfermedad del Parkinson bastante avanzada y dejó de existir en este mundo el 2 de agosto del 2008.

*****

Con cierto aire nostálgico hemos llegado hasta este punto de la historia del jazz en El Salvador. Lejos quedan los días de blues, de jazz y luchas sociales en donde personajes como Nina Simmone ocupaban al género como mecanismo de defensa y protesta en contra de un Estado y una sociedad machista, opresora y racista en donde las personas afrodescendientes solo servían para divertimento blanco. Del jazz se apoderaron los círculos intelectuales europeos y algunos japoneses y ese sincretismo cultural que dio vida al jazz en su momento solo puede observarse por el retrovisor.

Del Jazz en El Salvador se pueden concluir un par de cosas: en este país,  jazz se ha desprovisto de casi toda lucha racial. Ojo, esto no es malo. Significa nomás que ha adoptado otras luchas, unas muy personales, como la de vivir de la música en un país en donde escuchar y saber apreciar jazz puede ser un privilegio de clase. Ojo, recalco de nuevo que esto no está mal, pero sí creo que está mal pararse únicamente desde este lugar de la música.

También podemos concluir que Estados Unidos (y ¡cómo no!) funcionó como escuela de los grandes jazzistas a quienes estudiamos anteriormente. A partir de esta experiencia norteamericana, los músicos que regresaron plantaron su semilla jazzística en el país para luego expandirla y crear la escena actual, de la cual se puede escribir un artículo completo y bien documentado.

Ricky Loza es, sin duda alguna, el máximo exponente salvadoreño del jazz y desde su desarrollo como músico se atrevió a marcar la diferencia al crear los Ricky Loza Jazz Fest, el progenitor de los actuales El Salvador Jazz Fest. Sin Ricky y sin Lito Barrientos y sin toda la comunidad afrodescendiente que luchó para ser escuchada y encontró en el jazz el vehículo necesario para compartir sus ideas, luchas y convicciones, no estaríamos hablando hoy sobre la escena musical del jazz en El Salvador.

Derrotas del socialismo y un análisis de Natalia Sedova. Rolando Astarita. Diciembre 2023

A raíz de mi crítica a la idea de que Argentina atraviesa una coyuntura prerrevolucionaria (aquí), algunas personas plantearon que, si bien mis argumentos son atendibles, mi posición debe ser rechazada por “derrotista”. Pareciera que, según este enfoque, para no ser “derrotista” hay que coincidir con que “Argentina 2023 se asemeja a la Rusia del poder dual de 1917”, o poco menos.

Este es entonces un nivel de discrepancia con mis críticos. Pero, en un plano más fundamental, el cargo de “derrotista” tiene que ver con mi afirmación de que la clase obrera y el programa socialista han sufrido derrotas históricas, que afectan su capacidad de resistencia y lucha contra el capital. Lo esencial: las masas trabajadoras interpretan la vuelta al capitalismo en los territorios de los ex “socialismos reales” como el resultado de la imposibilidad del socialismo, o prueba de su fracaso. Por lo cual el programa socialista permanece exterior a las masas. Una situación que es agravada por experiencias como la del “socialismo siglo XXI” venezolano. De ahí el slogan de la derecha “no hay alternativa al capitalismo, acepta lo que existe”.  

En perspectiva histórica

 “No hubo derrota histórica alguna, y el que no acuerde con ello es un derrotista”. Por fuera de los que miran para otro lado, esta es la respuesta, palabras más o palabras menos, más frecuente, dentro de la izquierda, a mi planteo del apartado anterior. Una postura que tiene como trasfondo una periodización de los grandes cambios en la correlación de fuerzas entre el capital y el trabajo que reza: desde 1917 hasta 1923, ofensiva revolucionaria, que da como resultado la Rusia soviética; desde mediados de los 1920 y los 1930, retrocesos y derrotas (fascismo, nazismo); a partir de 1943 (Stalingrado) nuevo ascenso revolucionario que dio lugar al surgimiento de nuevos Estados obreros.

Lo importante: en la etapa final de la Segunda Guerra se habría revertido la relación de fuerzas a favor de la clase obrera. La tesis de que existe una situación prerrevolucionaria mundial -y por décadas. nada menos- tiene esta raíz. Una idea a la que adhirió la Cuarta Internacional. Según esta, Los “Estados obreros burocráticos” (Este de Europa, China, Yugoslavia) eran la expresión de ese vuelco en favor del trabajo y en contra del capital (y el imperialismo). Como no podía ser de otra manera, los partidos Comunistas también caracterizaron el triunfo del Ejército Rojo como un avance de la clase obrera y del socialismo. Dado, además, que entre 1945 y 1985 la clase obrera no había sufrido ninguna derrota más o menos decisiva, los trotskistas esperaban, a fines de los 1980, que en algún momento el movimiento obrero de la URSS y de otros países stalinistas retomaría el programa de la Revolución de Octubre y establecería la república de los consejos. Los militantes comunistas, guevaristas, maoístas, por su parte, apostaban al fortalecimiento y desarrollo más o menos continuos del socialismo, aceptando incluso la introducción parcial del mercado en las economías estatizadas. En cualquier caso, ¿cómo podría haber una derrota de magnitud -histórica- del socialismo y la clase obrera en tales condiciones? Solo los «derrotistas» podían pensarlo.

Sin embargo, el giro de China al capitalismo en la década de los 1980; la caída del Muro de Berlín en 1989; y la desintegración de la Unión Soviética en 1991 y las restauraciones capitalistas que siguieron fueron imposibles de encajar en la tesis “la clase obrera mundial pasó a la ofensiva a partir de 1943”. Es que si las economías nacionalizadas eran superiores a las economías capitalistas; si la clase obrera no había padecido ninguna derrota de carácter histórico desde 1945 y tenía sus fuerzas intactas; si la URSS, China, Yugoslavia, Polonia, Hungría, entre otros, eran Estados proletarios; si los EEUU habían sido derrotados en Vietnam; si además la clase obrera se había fortalecido socialmente en los países capitalistas y en los “Estados proletarios” ¿cómo pudo ocurrir que el capitalismo se restaurara sin mayores resistencias en casi todos lados? ¿Por qué la clase obrera no defendió a “sus” Estados y a las economías nacionalizadas? Preguntas imposibles de responder con el acostumbrado inflador de “las masas se están volcando al movimiento revolucionario”. O con el argumento (Fidel Castro, por ejemplo) “es culpa de los traidores”.

El análisis de Natalia Sedova

Llegados a este punto cobra relevancia el análisis que hizo la ex compañera de Trotsky, Natalia Sedova (1882-1962) del significado de la ocupación de los países del centro de Europa por el Ejército Rojo. Su tesis fundamental: esos regímenes no fueron proletarios, sino dictaduras hostiles a la clase obrera. De manera que no se puede hablar de un ascenso de la clase obrera o de un progreso de la revolución socialista. Una postura que la llevó a alejarse de la Cuarta Internacional, junto a un puñado de revolucionarios (entre ellos Grandizo Munis, 1912-1989). En su carta de ruptura con la CI Sedova escribió:  

“Ahora consideráis que los Estados de Europa oriental en los que el stalinismo ha establecido su dominio durante y después de la guerra son igualmente Estados obreros. Esto equivale a decir que el estalinismo ha desempeñado un papel socialista revolucionario. No quiero ni puedo seguiros en este punto. Tras la guerra e incluso antes de que acabara, existió un movimiento revolucionario de masas en esos países. Pero no fueron esas masas quienes tomaron el poder y no fueron Estados obreros los que se establecieron con sus luchas. Es la contrarrevolución stalinista quien tomó el poder, reduciendo estos países a la condición de esclavos del Kremlin, estrangulando a las masas trabajadoras, sus luchas revolucionarias y sus aspiraciones revolucionarias. Al considerar que la burocracia ha establecido Estados obreros en esos países, le asignáis a esa burocracia un papel progresivo e incluso revolucionario. Al propagar esta monstruosa mentira, denegáis a la IV Internacional toda razón fundamental de existencia como partido mundial de la revolución socialista. En el pasado siempre hemos considerado al stalinismo como una fuerza contrarrevolucionaria con todas las connotaciones del término. Vosotros ya no lo hacéis, pero yo sigo haciéndolo.” Carta de ruptura con la IV Internacional, mayo de 1951 (Marxists Internet Archive).

Antes, en “Carta abierta al Partido Comunista Internacionalista”, de junio de 1947, junto a Benjamín Péret, G. Munis, sostuvo:

“Las organizaciones causantes y exponentes de la crisis han acrecido su dominio orgánico sobre la clase trabajadora, encadenándola más reciamente que antaño al sistema general de la contrarrevolución mundial. Nosotros, por el contrario, en ninguna parte hemos alcanzado la fuerza orgánica, la autoridad ideológica y el prestigio combativo que dan a un partido revolucionario categoría de tal.”

“El gobierno ruso y su apéndice exterior, el stalinismo mundial, dejaron muy atrás la vieja socialdemocracia, convirtiéndose ambos, estrechamente unidos, en la causa más potente y peligrosa de la crisis del movimiento obrero mundial. ¡Una causa que, además, dispone de la GPU, policía internacionalmente organizada y subvencionada con millones! El primer punto a comprender en la situación mundial, y sin comprender el cual todos los demás se nublan y la acción se esteriliza, es que el actual Estado y gobierno rusos, lejos de tener por base o llevar consigo ningún resto de la revolución bolchevique de 1917, representan frente a ella la más feroz y completa contrarrevolución. Por sí solo, el actual gobierno ruso ha contribuido a la derrota de la revolución mundial y al estado de postración de las masas mucho más que todos los gobiernos capitalistas juntos.”  (…) “El stalinismo es hoy absolutamente incompatible con toda democracia proletaria. Dondequiera que han surgido órganos de poder revolucionario, desde España hasta Varsovia, París y Milán, él se ha dado prisa en destruirlos. El stalinismo no puede permitir que los revolucionarios hablen”. “….todo gobierno stalinista o bajo la influencia stalinista lleva consigo una imperiosa tendencia a aniquilar físicamente la vanguardia revolucionaria.”

“Tanto a la contrarrevolución rusa como a la contrarrevolución del más puro abolengo burgués, las nacionalizaciones les han servido, en momentos revolucionarios, para expropiar el proletariado que entraba en posesión de los medios de producción, y en momentos de pasividad de las masas para concentrar la propiedad en manos del Estado, fetiche religioso y opresor por excelencia, mediante lo cual dificultar las huelgas, restringir la democracia (servicio de policía estaliniano-reformista en las fábricas francesas) y emprender la creación de un orden corporativo”.

No hay necesidad de acordar con todo el análisis de Natalia Sedova (por ejemplo, con la misma óptica habría que revisar la caracterización de la URSS por Trotsky) para rescatar lo central: las estatizaciones en los territorios ocupados por el Ejército Rojo sirvieron para impedir el control y administración de los medios de producción por la clase obrera y para fortalecer un Estado opresor, que anulaba la democracia obrera. También en Francia, dice Sedova, las nacionalizaciones fueron funcionales al control stalinista y reformista en las fábricas. Por eso destaca el carácter general de la represión a la clase obrera y la vanguardia revolucionaria.  

Botón de muestra, Varsovia 1944

Como muestra de lo ocurrido en los últimos años de la Segunda Guerra recordamos en este apartado el levantamiento de Varsovia, iniciado el 1 de agosto de 1944. La resistencia polaca contaba en ese tiempo con unos 40.000 combatientes. El ejército alemán estaba en retirada, los rusos se acercaban por el este y la resistencia contaba con su llegada a Varsovia para iniciar el alzamiento. Sin embargo, el Ejército Rojo se detuvo en la orilla oriental del Vístula sin intervenir, y los nazis lanzaron una brutal represión. Después de 63 días de lucha la resistencia se rindió. Unos 200.000 polacos fueron asesinados; otros cientos de miles terminaron en campos de trabajo forzado.

Consumada la derrota (masacre) del alzamiento, los alemanes se retiraron y el Ejército Rojo entró en Varsovia. Stalin sabía que la eliminación de la resistencia polaca era indispensable para establecer un régimen burocrático dictatorial bajo su control. Para lo que nos interesa ahora: esto fue interpretado (y la idea continúa) como un triunfo de la clase obrera por prácticamente toda la izquierda. O sea, Varsovia – Polonia no fue “derrota”, sino victoria y progreso del socialismo. Ante esto mi pregunta “derrotista” es qué “socialismo” podía surgir de esa carnicería.

No hay revoluciones socialistas desde arriba o burocráticas

Los aplastamientos de levantamientos obreros y populares en Berlín 1953, Hungría 1956 o Checoslovaquia 1968 obedecieron a la misma lógica: la burocracia no podía permitir ninguna forma de democracia de las bases, de los trabajadores. Lo cual no obstó para que el trotskismo siguiera caracterizando como “obreros” a los Estados burocráticos, la URSS y los regímenes “disciplinados” por el Ejército soviético.

En todo esto hay una cuestión “de principio”, de punto de arranque. Tiene que ver con la idea, muy extendida, de que existen revoluciones socialistas “desde arriba”, impulsadas por alguna “vanguardia revolucionaria” que actúa en lugar de las masas obreras. Un ejemplo: la colectivización forzosa del agro en la Unión Soviética fue considerada por los stalinistas como una “revolución desde arriba”. También la industrialización a marchas forzadas. Incluso Trotsky y sus partidarios consideraron que, a pesar de los desastres –millones de muertos, hambrunas- la colectivización e industrialización habían fortalecido al socialismo. Trotsky llegó a escribir (en la Revolución traicionada) que los éxitos de la URSS demostraban la superioridad del socialismo, no en las páginas de El capital de Marx sino en la arena económica. De esta manera, se fue instalando la idea de que la revolución socialista puede beneficiarse de impulsos “burocráticos”. Un ejemplo reciente lo tuvimos en Venezuela, donde gran parte de la izquierda creyó que se podía avanzar en una transformación socialista de la mano de burócratas, milicos, arribistas y boli burgueses. Así, llevaron a las masas a la catástrofe social, a la derrota (otra excusa para tachar a los críticos por “derrotistas”).  

La realidad, sin embargo, es que no hay “impulsos burocráticos al socialismo”. Las estatizaciones sirvieron para establecer una relación de explotación (apropiación de plustrabajo) en favor de la burocracia. Los regímenes burocráticos ahogaron en sangre y represión formas mínimas de democracia obrera. No hay manera de sostener que semejante situación revirtiera las derrotas de los movimientos revolucionarios y consejistas surgidos al calor de la crisis del capital, a fines de la Primera Guerra. No podía haberla bajo la conducción, el programa y la estrategia del stalinismo. El mismo dominio de la burocracia era expresión de la derrota del movimiento revolucionario.

Como decía la Asociación Internacional de Trabajadores, la liberación de los trabajadores deberá ser obra de los mismos trabajadores, o no habrá tal liberación. No hay sustitutos. Pero si se reconoce esto, hay que mirar de frente las derrotas, y llamarlas por su nombre, derrotas. Es el primer paso para superar la crisis del socialismo. Todo lo demás es hueco palabrerío izquierdista. Es marearse con las caracterizaciones.

Los toques a San Lázaro, Babalú Ayé, llegan de las montañas cubanas. Raúl García. Prensa Latina. Diciembre 2023

Sancti Spíritu, Cuba, 17 dic (Prensa Latina) En esta central provincia de Cuba, donde miles de africanos llegaron para la producción de azúcar en los siglos XVIII y XIX, es hoy día de veneración a San Lázaro, o Babalú Ayé deidad yoruba, según sus devotos, es muy milagroso.

Los principales festejos se dan en las villas patrimoniales de Trinidad y Sancti Spiritus, próximas a cumplir 510 años de fundadas, en la comunidad de Condado donde cerca del 50 por cientos de sus habitantes mantienen sus raíces de los ancestros en el Valle de los Ingenios.

Los toques al santo comenzaron en la madrugada, con ritmos, velas y ron, ofrecimientos que son parte de la tradición popular religiosa, así como rendir culto y pedir por la salud y el bienestar, alejar males y buscar la felicidad.

La mayoría que llegan a las casas templos y cabildos lucen indumentaria esclava, hechuras de sacos y adornos morados (color del santo) con elementos de la naturaleza, flores, caracoles, piedras, en reverencia al orisha africano emergido del sincretismo, Babalú Ayé.

Esta tradición tiene su mayor exponente en el Valle de los Ingenieros, donde la mano esclava hizo de esta zona y Trinidad, Patrimonio Cultural de la Humanidad, un emporio de riqueza, centro de la comunidad de Condado, al margen de las montañas del Escambray.

Es una fiesta de colores y adoración heredada de los ancestros, patrocinada por la Casa de Cultura local, convertida en templo popular, con ritos y toque de tambores, mientras donde viviera Juana Marín, mito de esta comunidad rural llegan las ofrendas, familias del campo, visitantes de otras comunidades para animar la celebración.

Así se fusionan creyentes y no creyentes, cubanos todos, para nutrir una de las tradiciones de mayor arraigo en la nación, en la que no faltan la bebidas y los platos tradicionales.

Miles de cubanos desde el occidente al oriente de la isla y en otros confines del mundo, veneran a San Lázaro, el personaje bíblico amigo de Jesús y hermano de Marta y María Magdalena.

La mayor celebración, convertida en peregrinación de pueblo, se realiza en el Santuario o iglesia de San Lázaro en El Rincón, municipio Boyeros, La Habana.