Entrevista con Eugenio Chicas. “Si el FMLN lleva candidato presidencial, está haciendo el juego a Bukele”. El Faro. Marzo de 2023

(Eugenio Chicas está convencido de que el FMLN cometerá un error si participa en las elecciones presidenciales de 2024. “Llevar candidatura presidencial es dividir a la oposición”, insiste. Para este dirigente histórico del partido de izquierda, la dirección ha sido timorata en calificar como corresponde a Bukele e incapaz de interpretar el periodo político que vive el país. Chicas no se atreve a desahuciar al FMLN, pero cree que la “inercia” con la que opera puede implicar que haya intereses de altos dirigentes “de matar a el Frente y entregarle el cadáver y la bandera a Bukele”.)

Eugenio Chicas es de los pocos dirigentes históricos del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) que se atreve a hablar con claridad sobre la agonía que atraviesa su partido. Miembro de la Corriente Revolucionaria Socialista, uno de los tres grupos de poder que controla el FMLN, Chicas acepta que cometieron errores que les llevaron a las debacles electorales de 2019 y 2021, los peores resultados en la historia del FMLN. «Nos equivocamos en muchos terrenos y nos equivocamos principalmente en la estrategia», reconoce. Con el FMLN a punto de morir, Chicas reconoce que se equivocaron de aliados y no supieron responder a su base cuando fueron gobierno entre 2009 y 2019.

En el último Gobierno del FMLN (2014-2019), Chicas se ocupó de la Secretaria de Comunicaciones de la Presidencia de Salvador Sánchez Cerén, hoy asilado y con nacionalidad de Nicaragua.  Este veterano dirigente fue muy influyente en la toma de decisiones del FMLN, tanto en la estrategia que llevó al poder al partido de izquierdas, como en la debacle que hoy lo tiene moribundo y reducido al mínimo.  Tras la disolución de la guerrilla, Chicas se estrenó en la política como diputado en las primeras dos legislaturas de la Asamblea Legislativa  de la posguerra -1994 al 2000- . Durante diez años fue magistrado de Tribunal Supremo Electoral, entre 2009–2014 presidió dicha institución.

En esta entrevista con El Faro, Chicas es contundente: lo único viable para que el partido pueda sanarse es que se aparte de correr en las próximas presidenciales, y que deje a su estructura, a su militancia, apoyar cualquier propuesta que venga desde la sociedad civil.

En la conversación, Chicas enumera los errores que tienen al FMLN  «muerto en vida». No ve posibilidad alguna de que el FMLN salga del estado crítico en el que está, producto de las fracturas internas que vive; y no cree  que sea inteligente participar en las próximas elecciones bajo esta condición.

Si bien la responsabilidad de la caída la asume, adjudica a otros grupos dentro del partido parte de responsabilidad del papel «irrelevante» que juega hoy el FMLN como oposición. Empieza por el liderazgo de Óscar Ortiz, el actual secretario general del partido. Para Chicas, la dirección del FMLN es incapaz de interpretar el momento político que atraviesa el país. Cuestiona no solo la nula aparición mediática de Ortiz, sino también el no acompañamiento del partido a algunas luchas sociales. Mientras «la coyuntura les pasa de largo», ve a un partido metido en otros temas, como la reforma de estatutos. «¡¿Y a quién le importa en este país los estatutos del FMLN como tema político?!».

Habla de una dirección «timorata», pero también pone el dedo sobre José Luis Merino y su gente.  Merino, en la lista Engel del Departamento de Estado de Estados Unidos, es uno de los tres máximos dirigentes del FMLN durante los últimos 25 años. También es el cerebro de las millonarias operaciones de Alba Petróleos en El Salvador. En este punto es donde Chicas más se detiene.

Aunque Ortiz está a la cabeza, responsabiliza principalmente a Merino y a su grupo de la situación en la que el Frente se encuentra. No solo es «la persona que corrompió Alba (Petróleos)», conglomerado con paraísos fiscales en Panamá y que dirigió Merino, sino que también lo señala como «el poder detrás del trono» al contar con mayoría interna: «Los 12 (de 19) miembros del Frente que controlan la dirección están bajo la coordinación, bajo la supervisión, bajo el control de José Luis Merino».

Algunos gestos que demuestran cercanía de Merino con Nayib Bukele constan en distintas publicaciones: el mismo presidente Bukele ha confirmado que recibió dinero de Alba por la venta de TVX -un canal de Televisión;  Alba Petróleos también dio préstamos a dos influyentes ex ministros del Gobierno de Bukele,  y algunos operadores de Alba Petróleos también estuvieron detrás de la Chivo Wallet. 

Por esos y otros antecendentes, Chicas piensa que puede haber una intención de dejar morir al partido. Cree que podrá confirmar su teoría en las elecciones de 2024, si el FMLN opta por llevar candidato presidencial: «Si lanza candidatura, va a ser mi señal de que es el compadre hablado’. Para Chicas, que se dice parte del directorio nacional de una alianza opositora llamada Resistencia Ciudadana, lo que el FMLN debe hacer es dejar el camino libre a una opción como esa.

¿Qué perspectiva tiene el FMLN de cara a las próximas elecciones, tomando en cuenta que en cada elección se reduce más y más su caudal de votos y solo tienen cuatro diputados?

El Frente, durante muchos años, va a jugar un papel irrelevante. No se va a morir, pero su papel es irrelevante y será irrelevante por un buen rato. Tiene una fractura, de división interna que sigue sosteniendo y que lo debilita profundamente. Quienes desde la izquierda estén creyendo que a partir de esta elección el Frente va a empezar un proceso sostenido de recuperación están perdidos, no es así. No es electoral donde está el rol principal del Frente, aunque el Frente siga participando marginalmente en elecciones.

¿Seguirá existiendo como partido político?

Primero legalmente es un partido político, está inscrito y por la cantidad de base organizada que tiene no va a perder esa inscripción como partido político. No es esperable eso. Pero que el Frente vaya a incidir en la salida estratégica de la crisis de este país, no. No puede, no tiene cómo. Seguirá existiendo como partido político, como proyecto político, pero su capacidad de incidir estratégicamente en una salida política de la crisis de El Salvador no está dada en este momento. 

Usted planteó hace un año en una entrevista radial, justo cuando recién empezaba el Régimen de Excepción, que el FMLN no tenía ninguna «perspectiva presidencial para 2024». ¿Cree que sigue sin tenerla?

Es que una cosa es llevar candidato y otra cosa es tener perspectiva. O sea, candidato… probablemente mis compañeros de la dirección decidan llevar algún candidato; cosa que será un lamentable error, porque desde mi perspectiva yo he venido sosteniendo públicamente que en esta elección de 2024, ni el Frente debería llevar candidato presidencial, ni Arena. Este es el momento para construir una candidatura desde la sociedad civil que pueda ser coordinada, negociada, puesta en marcha en uno, dos, tres partidos pequeños y proyectar esa candidatura de la sociedad civil. El Frente y Arena deben liderar la batalla legislativa.

Eugenio Chicas fue muy  influyente durante los diez años en los que el FMLN estuvo a cargo del Gobierno. En la entrevista ofrecida al periódico El Faro, Chicas aceptó algunos de los errores que llevaron a su partido a perder el poder. San Salvador, 10 de marzo de 2023. Foto de El Faro: Víctor Peña.

¿Debe el Frente y Arena apoyar lo que surja desde la sociedad civil?

Debe dejar que crezca esa candidatura. Incluso, yo en eso de apoyarlo sería muy cauto, porque no puede ser una candidatura de una alianza entre Arena y el Frente. Sería mortal para cualquier candidatura ciudadana nacer bajo el amparo de Arena y el Frente. No debe de ser eso. Insisto: que Arena y Frente cedan el espacio, dejen que su militancia, si se identifica, apoye y simpatice; pero las direcciones no deberían de meterse en ese entuerto, porque se desnaturaliza las características ciudadanas de una candidatura y, por otro lado, porque ni el Frente ni Arena están en condiciones de entenderse entre ellos. Nunca se pudieron entender históricamente, salvo en el proceso de paz, y luego han sido fuerzas antagónicas. La expectativa es que la propia sociedad asuma su rol. 

¿Ha escuchado algo de una gran alianza o coalición opositora?

Yo personalmente pertenezco a Resistencia Ciudadana. Yo soy activo. Pertenezco al directorio nacional. Somos agrupamientos de la sociedad civil y hay conversaciones.

¿De dónde proviene la gente de Resistencia Ciudadana?

Resistencia Ciudadana somos un agrupamiento que recoge personas que no han militado en política, personas que estuvieron vinculadas a Arena, personas que estamos vinculadas al Frente, pero somos críticos del Frente. Yo soy militante del Frente, pero soy crítico del Frente. Soy muy crítico de la actual dirección del Frente.

¿Correrían bajo un solo partido?

Desde Resistencia Ciudadana hemos lanzado una iniciativa para proponer una candidatura presidencial en fórmula, para que sea considerada por los partidos políticos de oposición. Esa candidatura ciudadana puede ser asumida por una coalición de partidos como Vamos, Nuestro Tiempo y FPS. De ninguna manera procede coaliciones entre El FMLN y Arena, Ellos expresamente han rechazado esa posibilidad. Por lo tanto la coalición puede ser con partidos considerados de centro.

¿Quiénes están?

En el directorio nacional está representado PAÍS, la UNO (Union Nacional Opositora), MÁS (Movimiento Auténtico Salvadoreño), sectores agropecuarios, Movimiento Libertad; figuras públicas como Rubén Zamora, José Miguel Fortín, Eugenio Chicas, Federico Hernández, Ronald Umaña, entre otros.

Volviendo a esa división que usted planteaba al inicio. Esto lo vemos incluso en su fracción legislativa de cuatro diputados, que evidentemente está dividida en dos. ¿Puede explicarnos esta división?

El Frente tiene tres agrupamientos. Un agrupamiento, el mayoritario, el que hoy por hoy domina, coordina, controla, capitaliza la marca del Frente, es el sector vinculado a José Luis Merino. Son quienes están al frente de la institucionalidad. De los 19 cargos de la Comisión Política, ellos tienen 12, el grupo de José Luis Merino. Luego estamos la Corriente Revolucionaria Socialista. Nosotros hemos tenido una representación de cinco personas, dentro de los 19 miembros.

Y hay un tercer grupito, que es Óscar (Ortiz), que es él y un miembro más, dos personas. Así estamos los tres grupos, con posturas diferenciadas dentro del partido. Óscar tiene que irse acomodando como secretario general, tiene que ir buscando soluciones, pero yo personalmente lo veo más plegado al grupo de Merino. Aunque él trata de jugar sus cartas como secretario general, pero en realidad él está sujeto a lo que establece la mayoría de José Luis Merino. La oportunidad institucional de promover cambios fue en la convención del año pasado. Perdida esa oportunidad, la gente de José Luis Merino tendrá que cargar con la responsabilidad de la situación de empantanamiento que tiene el Frente.

Si bien dice que José Luis Merino es el principal responsable dentro del partido, es Ortiz quien está a la cabeza. ¿Cuáles son entonces las principales fallas que ve en esta dirección?

Que no ha logrado interpretar el periodo político que vive el país. Ha sido timorata en calificar como corresponde a Bukele, que es un dictador. Esta dirección trató desde el principio de entenderse con Bukele, en una primera fase, y hasta hoy no le veo posturas suficientemente críticas para enfrentar a Bukele y lo otro es que no le veo estableciendo iniciativas políticas como tal.

¿Y qué piensa de Ortiz como líder?

Pienso que él es una persona que fue mejor cuando fue alcalde. Como alcalde de Santa Tecla fue brillante, pero el problema de Óscar es que no tiene ninguna correlación a su favor para liderar al Frente.

Pero si Óscar «tiene que acomodarse» para tomar decisiones. ¿Por qué tenerlo como líder?

Él está electo hasta el 2024. La otra gente no quiso abrir el espacio para elegir una nueva dirección, de deponer todos los cargos y construir una dirección de consenso que pudiera liderar esta transición. Y por lo tanto también se tienen que soportar a Óscar, porque no aceptaron hacer ningún cambio, pero el problema me parece que a estas alturas no hay nada novedoso de la dirección del Frente de cara al país. Por ejemplo, estamos viendo toda la debacle del sector informal del país, en un país donde el 62 % de la economía está compuesta por el sector informal, ¿y cuál es la propuesta del Frente? ¿Dónde está el Frente? ¿La lucha social del Frente dónde está en esos casos?

Sabemos que hay miles de jóvenes inocentes presos por el Régimen de Excepción, ¿y dónde está la lucha? Yo veo la lucha del Bloque de Resistencia y Rebeldía Popular, el MOVIR, que es una de las organizaciones más dinámicas, agrupando, orientando, asesorando a familiares de jóvenes que están injustamente presos. Pero, ¿y el Frente dónde está?

¿Todas estas críticas las ha hecho internamente? ¿Se las ha hecho a Ortiz también?

En los eventos partidarios se han hecho las críticas. Pero lo que pasa es que el Frente ha venido muy ensimismado. Por ejemplo, todos estos meses, hasta la convención, ¿en qué estuvo el Frente? En la reforma de estatutos. ¡¿Y a quién le importa en este país los estatutos del FMLN como tema político?! Y pasaron meses, mientras Bukele consolidaba su Régimen de Excepción, Ortiz y mis compañeros de la dirección, reformando los estatutos. O sea, pasaron viéndose el ombligo mientras la coyuntura les pasa de largo. Ese es el problema.

¿Y dónde está Ortiz ahorita? No es visible mediáticamente.

¡Así es! Y hoy no es necesario estar en la televisión para ser visible. En este país hay gente muy visible, muy mediática por las redes sociales. Si usted tiene una buena propuesta se va a proyectar en las redes sociales. Pero veo a una dirección muy timorata, muy lejos de la interpretación de la coyuntura política. Veo a un Frente muy mediatizado.

¿No cree que Ortiz debió haber renunciado ya?

Yo no creo que la renuncia sea la solución. El abandono no es la solución. No. Ortiz tiene suficiente experiencia política, suficiente trayectoria política, como sentarse a reflexionar junto a la dirección y encontrar el rumbo de la responsabilidad que les corresponde. Abandonar el barco no creo que sea la solución.

¿Usted cree que la mayor responsabilidad de lo que ocurre al partido recae en el grupo que controla José Luis Merino?

Ellos nos apartaron al otro grupo diciendo: «bueno, ustedes, ejercieron gobierno…”. Y es una responsabilidad que debemos asumir. Cuando nosotros fuimos dirigentes, ganamos dos periodos de gobierno, pero perdimos el poder. Tenemos que asumir esa responsabilidad. Nos equivocamos en muchos terrenos y nos equivocamos principalmente en la estrategia. La estrategia fue equivocada y hemos pagado el costo político. Ellos asumieron la dirección del partido. La han asumido, pero no han logrado poner al partido en función de vincularlo a las luchas de este país.

¿Puede ser más preciso al describir el papel de José Luis Merino?

Es el poder tras el trono. Es el poder. No solo es la persona que corrompió Alba, y lo digo con mucha claridad porque en ese tema he sido públicamente muy crítico desde el 2014. El proyecto Alba era un buen proyecto para el país, que Shafick (Hándal) lo concibió en el sentido de proveer de recursos alternativos para las municipalidades. Al final, lo que José Luis Merino hace entre compadres, entre gente de la derecha, es empezar a repartir dinero hasta que tronó el proyecto.

Entre ellos, Bukele.

Entre esos, Bukele y gente vinculada a Bukele. Los Anliker, por ejemplo, son gente que usufructuó los recursos de Alba. El primer rol negativo de Merino fue ese. En segundo lugar, hoy, los 12 miembros del Frente que controlan la dirección están bajo la coordinación, bajo la supervisión, bajo el control de José Luis Merino.

Si partimos de este vínculo entre Bukele y Merino, la persona que más poder tiene dentro del partido, ¿no es suficiente para deducir que Bukele todavía tiene control y poder dentro del FMLN?

Claro, yo creo que sí. Yo creo que ese rol mediatizado del Frente de no asumir con responsabilidad una postura crítica es porque el Frente hasta hoy se dejó embobar intencionalmente con la supuesta postura «antiimperialista» de Bukele, porque con ese cuento es que han traído a la base del Frente.

Usted habla de que el principal error es que les falló la estrategia. ¿A qué se refiere con esto?

El tema esencial es que el esfuerzo principal fue establecer las mesas de diálogo, las mesas de concertación nacional, las mesas de gobernabilidad, de seguridad pública, de productividad, la mesa de reforma educativa y la estrategia era, junto a Naciones Unidas, construir un segundo Chapultepec, un segundo acuerdo de paz. ¿Por qué era errada esa estrategia? No era realista alcanzar un segundo Chapultepec si Arena nos estaba bloqueando en nuestra legislatura todas las iniciativas y eso impedía el avance de gobierno. El hospital Rosales, la ampliación del aeropuerto… Ahora, ¿hacía mal Arena? No, lo que pasa es que Arena venía de la desconfianza.

Nosotros fuimos, junto a Funes, quienes creamos Gana. Nosotros conspiramos para dividir a Arena y para darle fuerza a Saca. Se divide Arena, surge Gana y después queríamos entendernos con Arena en las mesas de concertación. Ahí había un error de estrategia. No era genuino el tema de «vení, pongámonos de acuerdo en un nuevo proceso de paz», pero por el otro lado te meto el cuchillo y te divido el partido. Eso fue lo que hicimos: Arena y el Frente mutuamente nos anulamos, nos zancadillamos. ¿Con quién teníamos que haber hecho alianzas en ese caso? No era con las mesas de concertación, era con el movimiento social y popular. Era con las bases históricas del Frente. ¿Por qué nuestra reforma de pensiones fue tan timorata? Porque estaba amarrado a eso. No estaba amarrado a la base social, sino a un entendimiento de cúpulas.

Y eso es lo que las bases no les perdonan.

Nos equivocamos de aliados y la gente nos volteó a ver y nos dijo «me ofreciste cambios que no ejecutaste» y nos dio la espalda.

Pero esa misma estrategia de dividir a Arena fue utilizada contra ustedes por Bukele. Porque estamos aquí por la decisión de unos de expulsarlo del FMLN.

Y yo creo que fue la decisión correcta. A estas alturas, si el Frente no decide expulsar a Bukele en ese momento, Bukele se habría apropiado del Frente y este Régimen de Excepción se estaría montando con la bandera del Frente y la dirección del Frente sería irrelevante con Bukele a la cabeza.

Pero había mucho análisis sobre que si el Frente no expulsaba a Bukele, lo ahogaba, porque los tiempos para participar en la elección de 2019 no le daban.

No, no. Él siempre hubiera encontrado un camino para lanzar su candidatura. Yo creo que el problema es que el Frente y Bukele desde un principio éramos como el agua y el aceite.

No se apropió del Frente, pero sí de un discurso que luego utilizó contra ustedes…

Él decía que era de izquierda radical.

Pero también decía que el FMLN no había resuelto los problemas de la gente, que no había sido un cambio.

Claro. Él comenzó a hacer oposición dentro del Frente cuando él empieza a criticar a Salvador (Sánchez Cerén) como presidente, porque él ya se estaba proyectando. Eso creo que fue a mediados de 2017. Él ya era alcalde de San Salvador cuando Medardo  (González, ex secretario general) lo llama y le dice «mirá, Nayib, debo decirte con franqueza y honestidad, que no sos nuestro candidato presidencial». Y él se encachimbó. Se molestó mucho. Pero ya era tarde. La discusión donde están las fallas es en el 2014, previo a la elección municipal de 2015. La visión fue electorera; el tema fue cómo desbancar a Norman Quijano. No se quiso aceptar la discusión de que lo que estábamos proyectando era una figura presidencial.

Este veterano dirigente del FMLN es de los pocos líderes del partido de izquierdas que da entrevistas y hace críticas directas al partido que gobernó el país entre 2009 y 2019. Foto de El Faro: Víctor Peña.

Un error que no les perdonan es que nunca reconocen que se distanciaron y abandonaron a su base, que se cegaron por el poder y que hubo funcionarios que durante los diez años de gobierno fueron igual de corruptos que la derecha.

Nos faltó ser ejemplares en tema de corrupción. En nuestro gobierno no hubo ejemplo claro con la gente de «este gobierno no va a permitirlo». El tema de que se abandonó la base no es un problema de la estrategia, ese es un efecto político de la estrategia. Estar con la base no es ir a visitar a la base, no. Estar con la base es resolver los problemas de la base del Frente. Le pongo un caso: las víctimas del Mozote. Se hicieron cositas puntuales, pero no era lo que la gente esperaba. La gente esperaba cosas más claras.

La gente esperaba un cambio, pero también cuestiona la corrupción. Usted ya lo dijo, les faltó ser ejemplares. ¿Cuál cree que debió ser la posición del FMLN, por ejemplo, en casos como el proyecto Alba y sobre José Luis Merino tras conocerse sobre las empresas off-shore y los paraísos fiscales en Panamá?

Mi postura pública es que el Frente ya hace ratos se tuvo que haber distanciado de José Luis Merino, haber separado a José Luis Merino del FMLN y que él responda legalmente por los problemas judiciales que puedan tener esas empresas. Pero el Frente tiene que separarse de ese bulto.

¿Quiénes deberían tomar la dirección del partido?

En política no funciona aquel principio de que las nuevas generaciones asuman y las viejas se aparten. Desde mi perspectiva lo que debería de ocurrir, por eso lo planteé desde el principio, es una dirección de consenso. Por ejemplo, si estuve en el gobierno anterior, no me veo en una nueva dirección del Frente. Yo soy parte del problema. Yo puedo contribuir desde la base. 

¿Qué debe cambiar de la estrategia?

El eje de la estrategia es interpretar correctamente los problemas que tiene este periodo político que vive el país. Mientras el FMLN siga hablando de asuntos internos y de reformas a los estatutos, mientras el alto costo de la vida y el valor del huevo está consumiendo a la gente, eso no es ponerse al frente de la estrategia. Poner a la cabeza de un periodo político implica interpretar correctamente los asuntos que le interesan a la gente en ese periodo político. 

Veo que usted cree que el FMLN puede continuar como proyecto político y como marca.

Hay quienes creen que el Frente ya se murió. No, es que el Frente se puede morir. Si la inercia va a seguir así como se lleva, ineludiblemente quienes lo conducen de esa manera lo van a llevar a morirse. Hay muchísima izquierda. ¿Qué le tocaría al Frente? ¿Capitalizar todo eso? No, no se va a poder. Mucha de esa gente ya no va a creer en el Frente. Pero lo que podemos abogar es porque surjan nuevos proyectos y hacer alianzas con esos nuevos proyectos. El tema no es que solo yo voy a ser de izquierda y solo yo voy a ser la marca. Dejá que surjan esas expresiones y después nos entendemos.

¿Cree que hay una intención de parte de la dirección de dejar morir al FMLN?

Hay incapacidad. En algunos casos como José Luis Merino, no sé. Tengo dudas. Y más me inclinaría por la perspectiva de matar el Frente y entregarle el cadáver y la bandera a Bukele. Pero, lo que veo en la gente que está en la dirección del Frente es incapacidad de interpretar correctamente el periodo político que vive el país y en saberse poner a la cabeza de ese periodo político.

¿Y qué pasará con el FMLN si no consigue suficiente apoyo en estas próximas elecciones?

La maquinaria orgánica del FMLN es bastante grande, la base organizada, la gente de mesas. Tendremos lo suficiente para seguir respirando como partido, en el peor de los escenarios. Ese no es el problema. El problema es ser muerto en vida.

¿El FMLN está muerto en vida?

Claro, ese es el problema. Tener la inscripción y ser muerto en vida. Ser muerto en vida es ser irrelevante en la gestión de los principales problemas de este país.

En diciembre anunciaron que participarán en todos los comicios, incluida la presidencial…

No, no es tan así.

Pero para la presidencial ya hay gente que se está promoviendo.

No, el Chinito (Flores)… es un invento de él que anda haciendo una gran campaña. Hoy por hoy es un enigma lo que el partido decidió en su convención. Al final, la elección es: «vamos a la elección». Solo que dice: «No nos vamos a coaligar con Arena, ni con Gana ni con Nuevas Ideas».

¿Y entonces con quién?

Lo más importante no es con quién no, lo más importante es con quién sí. No hay nada respecto a la sociedad civil. No hay claridad, aunque la resolución da para eso. La resolución no obliga al Frente a llevar candidatura presidencial. No lo obliga. Puede llevarla. Ya será que ellos se lo tienen que pensar bien, porque hay mucha presión. ¿Por qué? ¿Cuál es el problema? Si el Frente decide llevar candidato presidencial, será la mayor muestra de que está haciendo el juego a Bukele. Llevar candidatura desde la izquierda es dividir a la oposición. La mejor señal que podría dar el Frente de contribuir a una oposición unida es no llevar candidato para que la sociedad civil geste una candidatura que sea creíble. Pero si lanza candidatura, va a ser mi señal de que es el compadre hablado.

¿No estarían avalando la ilegalidad?

En eso, igual podría decir que la oposición no participemos en estas elecciones y dejémosle la cancha libre a Bukele. Y Bukele, haya o no haya partidos de oposición, él se va a lanzar. Si usted deja un espacio vacío, otro cuerpo lo va a llenar. En política es así.

Para cerrar, me llama la atención cuando dice que hay que enfrentar a esta ‘dictadura’. Pero vemos expresidentes del FMLN como Mauricio Funes o Salvador Sánchez Cerén que buscan protección en gobiernos como el de Daniel Ortega. Se refugian en un régimen. ¿Un poco hipócrita, no cree?

Yo respeto a quienes se han ido. Otros se han ido para México, otros se han ido para Europa. Cada quien valora con su familia el camino que va a tomar. No me atrevería a criticar. Cada quien en su condición humana sabrá hasta dónde se expone, hasta dónde expone a su familia.

Parece que el Frente no pone la misma postura de crítica a un régimen nicaragüense como la está tomando con El Salvador.

Lo que ocurre en Nicaragua es grave, en Venezuela, en Bolivia, en cualquiera de estos países, pero son procesos muy diferentes. Los efectos humanos son muy parecidos. Bukele es otra cosa. Bukele… a saber qué será.

Orígenes y desarrollo del proyecto político y económico oligárquico y neoliberal del Clan Bukele liderado por Nayib. ¿Cuáles son sus verdaderas intenciones de mantenerse en la Presidencia de la República? Marzo de 2023. Colectivo Tetzáhuitl

Antecedentes

El período presidencial de Félix Alfredo Cristiani (1989-1994) marca el agotamiento definitivo del modelo agro exportador de más de un siglo de existencia y el afianzamiento de una economía más orientada al comercio, las finanzas y los servicios.

Las privatizaciones que comenzaron con Cristiani y que se profundizaron en los gobiernos de Calderón Sol y de Francisco Flores, el desmontaje y reducción del Estado, la liberalización de la economía así como la suscripción de Tratados de Libre Comercio, como el TLC de Centro América con EEUU, el acuerdo comercial con México y con Chile, entre los más destacados, permitieron el surgimiento de un nuevo eje de acumulación que provocó la mutación y conversión de la oligarquía tradicional que había surgido en el último cuarto del siglo XIX y que tenía sus intereses fundamentalmente en la agro exportación, sobre todo del café y en la industria, en nuevos grupos empresariales cuyos intereses estarían más centrados en el sector financiero y de servicios así como en el comercio.

Se trata en esencia de una nueva oligarquía de la que forman parte los antiguos grupos económicos que mantuvieron su prosperidad y que supieron aprovechar las oportunidades de negocios que se crearon con el nuevo modelo económico afianzado a lo largo de los 20 años de gobiernos de ARENA.

Las ganancias de los diferentes sectores de esta oligarquía alcanzaron en el 2019 la exorbitante cifra de 9 mil 14 millones de dólares, repartidos de la siguiente forma: el 45% corresponde a Servicios Varios, el 31% a la Industria, el 16% al Comercio, el 5% al Agro y el 3%  a las Finanzas.

Solo el grupo Kriete tiene activos por más de 7 mil millones de dólares y un conglomerado de más de 10 empresas o sociedades, entre ellas AVIANCA Holding, lo que lo convierte en uno de los grupos empresariales más fuertes de la región centroamericana.

Los ejes de acumulación de esta nueva oligarquía, que nace a finales de los años 80 y se consolida a lo largo de los 4 gobiernos de ARENA, se basan en la utilización de los resortes del Estado para acumular y expandir sus riquezas.

Estamos hablando de grupos empresariales como los Kriete, los Poma, los Calleja, los Regalado, los Dueñas, los Wright, la familia De Sola, el grupo AGRISAL liderado por Roberto Murray Meza (ya fallecido), el grupo empresarial del ex presidente Cristiani, los Simán y el grupo Eserski, dueño de la más importante cadena de televisión comercial, de varias frecuencias radiales y de agencias de publicidad además de inversiones en otros sectores de la economía como los bienes raíces.

Otros grupos, con menos poder económico y que aún no forman parte de esta nueva oligarquía pero que siempre han tenido la aspiración de pertenecer a ella, son empresarios de origen árabe como los Zablah, los Salume, los Saca, los Safie y más recientemente el clan Bukele.

Existen también empresas extranjeras dedicadas a las comunicaciones telefónicas (Por ejemplo, el grupo Claro del mexicano-libanés Carlos Slim) o bien, empresas dedicadas a la generación y distribución de energía eléctrica y otras empresas como La Constancia, que fue adquirida por un grupo económico transnacional de origen sudafricano, dedicada a la producción, comercialización e importación de Cervezas, que sin ser grupos oligárquicos salvadoreños reciben beneficios del gobierno y participan en algunos negocios del Estado.

Fue en el período de Saca (2004-2009), el último de ARENA con el control del Ejecutivo, que desde la Presidencia de la República se promueve un intento de apertura en la oligarquía y se logran abrir algunos espacios para hacer negocios con el gobierno a capitales de origen árabe representados por los Salume, por familiares del ex Presidente Saca, incluyendo al mismo Tony Saca, los Safie, los Zablah y el clan Bukele.

No fue casual que la candidatura de Tony Saca en ARENA fuera promovida y financiada en el 2003 con importantes aportes de estas familias, sobre todo de Ricardo Simán (Presidente de la ANEP en ese momento y cabeza del grupo Simán) y Nicolás Salume (Presidente del Grupo COMERSAL).

Familias como los Bukele y los Safie entraron con poca fuerza, aunque no dejaron de aprovechar algunas licitaciones públicas para hacer crecer sus negocios y aumentar sus riquezas.

Armando Bukele, cabeza del clan familiar y principal accionista de las empresas del grupo, ganó licitaciones en el ISSS y en el Ministerio de Salud que hicieron crecer la droguería SINQUIMIA, en un rubro que por años había sido controlado por las droguerías del ex Presidente Cristiani.

Esta incursión en la actividad económica gestada desde el gobierno es la que estimula la ambición del grupo empresarial de los Bukele y sus aspiraciones de convertirse en un grupo oligárquico y aumentar de esa forma sus inversiones y por ende sus riquezas y su poder político.

¿Cómo construye el clan Bukele su ascenso político y su llegada a la Presidencia de la República para formar parte de la oligarquía salvadoreña?

Con la victoria del FMLN en el 2009, los Bukele planean su ingreso a la política partidista en la medida que encuentran la oportunidad de aliarse con un sector de la dirigencia efemelenista liderado por José Luis Merino (alias Ramiro Vásquez).

Desde que Shafick Handal fue candidato a la Presidencia en el 2004, Armado Bukele, jefe del clan y padre de Nayib, tiene acercamientos más frecuentes con el FMLN al manejar varias de sus  campañas electorales con la agencia que Armando Bukele había comprado por esos años y que dirigía su hijo Nayib.

Aunque la historia registra una relación que venía desde los años 80 de Armando Bukele con Shafick Handal y su hermano Farid no fue sino hasta la candidatura presidencial de Shafick que este acercamiento se profundiza.

La muerte de Shafick a su regreso de la toma de posesión del ex Presidente Evo Morales le llevan a Armando Bukele a reforzar sus acercamientos con otros dirigentes del FMLN y poner más empeño en la participación de sus hijos en política, sobre todo de Nayib, a quién él siempre consideró que estaba destinado a ser Presidente de la República.

El triunfo electoral del FMLN en el 2009 abre de nuevo la posibilidad de incursionar en política partidista y comenzar a construir una alianza empresarial con el grupo dirigencial de José Luis Merino que tiene bajo su responsabilidad la administración del Grupo Alba, vinculado a la importación y comercialización del combustible venezolano.

Su plataforma inicial fue la alcaldía de Nuevo Cuscatlán, donde se trasladó a vivir Nayib y su familia.

Los Bukele estaban claros que para tener acceso a los negocios del Estado y utilizar estos negocios como un eje de acumulación había que ganar la Presidencia de la República, tal como en el pasado lo habían hecho los grupos Oligarcas por más de 150 años desde el nacimiento de la República.

Así lo hizo la oligarquía cafetalera en el último cuarto del Siglo XIX con la promulgación de las leyes de extinción de las tierras comunales (1881) y la abolición de los ejidos municipales (1882) en el gobierno de Rafael Zaldívar para ser cultivadas con Café y la aprobación de reformas legislativas, reducción de impuestos para estimular la producción del café y la entrega de insumos agrícolas a bajos precios que le permitieron a los ricos cafetaleros tener una presencia dominante en la naciente economía agro exportadora del país.

Así lo siguió haciendo en el siglo pasado, esta oligarquía agro exportadora que diversificó sus inversiones con la ayuda de los gobierno de turno y consolidó su poder económico.

Así lo hizo también la nueva Oligarquía que surge a finales de los 80 y que tuvo como instrumento de su proceso de acumulación y expansión de sus negocios y riquezas a los gobiernos areneros.

Nayib Bukele ingresa al FMLN en el 2011 como candidato a la alcaldía de Nuevo Cuscatlán, un pequeño municipio del Departamento de la Libertad de apenas 12 mil habitantes, que muy pronto se convertiría en residencia de familias de clase media-alta y alta y receptor de inversiones inmobiliarias donde una empresa del Grupo Alba, INVERVAL S.A. de C.V., desarrollaría importantes proyectos urbanísticos (construcción de Residenciales y Apartamentos) que Bukele autorizó desde el Concejo Municipal con claras ventajas competitivas para la empresa que manejaba José Luis Merino mediante testaferros de su confianza.

Fue por esos años que Bukele obtiene dos préstamos del Grupo Alba: Uno para comprar la mayoría de las acciones de la sociedad que manejaba el Canal de señal abierta TVX y otro para ampliar la empresa de publicidad OBERMET S.A de C.V., propiedad de la familia, que ganó contratos con el Ministerio de Turismo en los gobiernos del FMLN hasta por montos que sobrepasaron los $30 millones en solo tres años.

Otras empresas del clan Bukele que lograron contratos con el gobierno fueron: Global Motors S.A. de C. V., distribuidora de la reconocida marca japonesa de motos YAMAHA, que vendió un importante lote de motos acuáticas y chalecos salvavidas a la PNC, y Droguería SINQUIMIA con la que ganó varios contratos de suministros de medicamentos con el ISSS y el MINSAL.

De hecho esta relación comercial con el gobierno inició en la Presidencia  de Saca pero se amplió considerablemente en el segundo gobierno del FMLN.

El proyecto político de los Bukele, muy vinculado a sus intereses económicos, lo expuso el propio padre de Nayib en el 2012 en un programa de TV que tenía en Megavisión titulado “Aclarando Conceptos”.

En ese programa Armando Bukele sentenció: “La comunidad salvadoreña de origen árabe tiene ahora suficiente poder para ser el grupo dominante. Pero como no tenemos conciencia hegemónica, al menos actuemos para dejar de ser dominados”.

En esta afirmación hay dos ideas a destacar y que explican tanto las aspiraciones presidenciales como oligárquicas de Nayib Bukele y sus hermanos.

Armando Bukele siempre consideró que el conflicto entre Israel y Palestina era una expresión del conflicto entre Oriente y Occidente y que en el caso de El Salvador tenía su expresión en la lucha histórica de los migrantes árabes y sus descendientes contra la oligarquía de origen blanco-europeo en El Salvador.

En la práctica los grupos oligárquicos de descendientes europeos o judíos que vivían en Estados Unidos y en Europa siempre bloquearon la entrada de las familias árabes, incluyendo las más acaudaladas, a la oligarquía salvadoreña.

En sus concepciones islámicas, Armando Bukele era de la opinión que los árabes debían estar siempre unidos y aumentar su presencia en la política con los elegidos por Alá.

En una conversación privada en el Club Árabe y que fue registrada por la Revista “Elementos” que se dedica al periodismo investigativo, Armando Bukele le dice a otros empresarios de origen árabe con los que conversaba citando referencias al Corán (la Biblia de los musulmanes) que “es el momento que se encienda la antorcha porque Alí ya comenzó. Nayib ha sido ungido con la llama de Alí”, les dijo.

Por eso es que no es de extrañar el ritual que Bukele usó durante la ocupación militar de la Asamblea Legislativa en Febrero del 2020 donde simula que conversa con Dios y es quién, según Nayib, le ordena ceder en su intento de destituir a los Diputados por la fuerza.

Según Nayib Bukele, todo lo que él hace como gobernante es guiado por la mano de Dios y por eso es que no tiene que dar cuentas a nadie de sus actos y decisiones.

Ya siendo Alcalde de San Salvador (2015-2018), Bukele renovó el contrato de eliminación y tratamiento de desechos sólidos con las empresas del empresario suizo-salvadoreño Enrique Rais, socio de José Luis Merino.

Otorgó además un contrato de supervisión de la obra pública realizada por la alcaldía capitalina a la empresa consultora de obras civiles (Rivas Franco Consultores SA de CV) propiedad de su asesor en el despacho municipal, Rogelio Rivas, quien luego se convirtió en su primer Ministro de Seguridad y Justicia.

Ya en la Presidencia de Bukele, esta misma empresa de Rivas obtiene un contrato de supervisión de las obras de modernización de la Planta Potabilizadora Las Pavas, en Tacachico, La Libertad, por más de 2 millones 600 mil dólares.

Otras empresas vinculadas a los Bukele como la empresa productora de semillas y granos básicos, propiedad de la familia del ex Ministro de Agricultura, Pablo Salvador Anliker (PRECOSAL SA de CV), ganó contratos con el Ministerio de Agricultura del gobierno de Sanchéz Cerén cuando el titular del Ministerio era el tío de Nayib por el lado materno, Orestes Ortez, quien también fue directivo de la empresa Alba Petróleos.

De hecho esta empresa del Grupo Alba le otorgó un crédito de salvataje a PRECOSAL que estaba al borde de la quiebra en los primeros años del gobierno de Sánchez Cerén, la que luego fue absorvida como parte del Grupo Alba.

Según la agencia de noticias INFOBAE y algunas agencias federales de investigación en EEUU, como el FBI y la DEA, el otorgamiento de préstamos millonarios a empresas en quiebra que finalmente no eran cancelados por los deudores fue uno de los mecanismos utilizados por ALBA para lavar dinero.

Los contratos que ganó la empresa de Pablo Anliker en el gobierno de Sánchez Cerén afectaron a los pequeños y medianos productores y a las cooperativas agrícolas que en el primer gobierno del FMLN eran los proveedores de granos y semillas para los paquetes agrícolas y la merienda escolar.

Una práctica muy frecuente en los gobiernos de la derecha de entregar a dedo o sin licitación contratos a proveedores provenientes o vinculados a los grupos oligárquicos del país siguió siendo utilizada por Bukele y su gobierno, donde existen claras evidencias de corrupción y despilfarro, que no favorecen al pueblo, sino únicamente a empresas del clan familiar y del grupo cercano de amigos del gobierno.

Citamos a continuación algunos ejemplos de esta práctica corrupta.

En los primeros días de la Pandemia fue favorecida con un contrato de suministro de mascarillas y otros insumos médicos una empresa propiedad de la familia de Jorge Aguilar, quien en ese entonces era Presidente del FONAES (Fondo de Sanidad Ambiental) del gobierno.

Este contrato además de ilegal representaba un claro conflicto de interés que es prohibido y sancionado por la Ley.

La misma empresa de Aguilar se encargó del reciclaje de toneladas de plástico que habían sido recogidas casi al inicio del gobierno de Bukele por ONGs ambientalistas y personal del Ministerio de Medio Ambiente y del FONAES.

Otro contrato irregular que fue autorizado por el gobierno fue la compra de un lote de botas de hule para el personal médico que se encontraba en la primera línea de combate del COVID-19 a una empresa de familiares del Ministro de Salud, Frank Alabí, registrada como “Autodo, SA de CV” y que según el CNR, su giro ordinario era la importación y venta de repuestos para automóviles.

Lo mismo ocurrió con la empresa “Kamar Store”, propiedad del hermano mayor de Nayib, Yamil Bukele, nuevo Iman de los Musulmanes salvadoreños luego del fallecimiento de Armando Bukele, a la que el gobierno le compró sin licitación insumos médicos durante la emergencia del COVID-19 siendo que en el CNR esta empresa figura como una tienda que se dedica a la venta de ropa y zapatos deportivos.

Entre las empresas favorecidas con la construcción del Hospital El Salvador, se encuentra la empresa “Aire Frío”, propiedad del actual jefe de bancada de Nuevas Ideas, Christian Guevara.

Menos de un año después Guevara fue candidato a Diputado por San Salvador y ganó la jefatura de la bancada oficialista, siendo que la Constitución prohíbe que un proveedor del Estado sea candidato a un cargo de elección popular.

A pesar de esta evidente ilegalidad, sigue en la Asamblea y seguramente buscará su reelección a Diputado.

La empresa de capital hondureño, Alutech El Salvador, S.A., que donó un millón de dólares a la campaña presidencial de Nayib Bukele en el 2019, fue favorecida por CEPA en el 2020 con el contrato de ampliación de la terminal de carga del Aeropuerto Internacional San Romero.

Negocios similares esta empresa ganó en Honduras, durante el gobierno de Juan Orlando Hernández, como fue la ampliación del Aeropuerto de Tegucigalpa y la modernización de la base militar en Palmerola.

Se sabe de otros empresarios que han ganado contratos con el Estado partiendo de la relación que tienen con el clan Bukele o con funcionarios de gobierno.

Es el caso de la constructora del Grupo Salazar Romero (cuyo principal accionista es primo hermano de Adán Salazar, alias “Chepe Diablo”, jefe del cártel de Texis) que con los contratos otorgados por el Ministerio de Vivienda de Bukele y FONAVIPO sus activos aumentaron de 18 millones 300 mil dólares en 2019 a 80 millones 800 mil dólares en el 2020.

Se tiene registro además que entre Mayo y Junio del 2020, en un contexto de confinamiento absoluto por el COVID-19, el CNR autorizó la creación de 82 empresas o sociedades nuevas, algunas de las cuales se cree que están relacionadas con el clan Bukele o con personas cercanas a la familia presidencial.

El eje de acumulación implementado por los Bukele utilizando los resortes del Estado ha consistido, entonces, en hacer negocios con el gobierno, adjudicar licitaciones “a dedo” o simplemente otorgar obras y contratos sin concurso público, mantener en reserva los contratos, favorecer con estos negocios a empresas del clan familiar o a empresarios amigos y funcionarios cercanos.

La estrategia también supone una alianza con los grupos oligarcas para que éstos no pongan trabas en la “repartición del pastel gubernamental” y a la distribución de recursos y utilidades.

Esta estrategia implica el compromiso de no afectar los intereses corporativos de estos grupos de poder, mantener el sistema de privilegios creados desde los gobiernos de ARENA, legislar en favor de la obtención de jugosas ganancias de parte de los más importantes y poderosos grupos empresariales del país (aprobación de la Ley del Agua, Reforma Previsional para favorecer a las AFPs en detrimento de los pensionados, exención de impuestos y reducción de aranceles para la gran empresa, ampliar los beneficios fiscales para los grupos empresariales, autorización de proyectos urbanísticos que impactan negativamente en el medio ambiente, oposición a aprobar una reforma tributaria progresiva que haga pagar más impuestos a los sectores de mayores ingresos, etc.) así como el respaldo a resoluciones o sentencias judiciales que favorezcan a los más ricos del país como fue el caso AVIANCA, el caso MOLSA o la probable indemnización a favor del grupo Guirola-Hill, del que forma parte la familia de la Canciller de la República.

Si Bukele abriera las licitaciones a la participación de la pequeña y mediana empresa o promoviera nuevos impuestos al gran capital que permitieran reducir los impuestos que pagan los pobres y la clase media, o bien, si Bukele combatiera el despilfarro en el gasto público y la corrupción de su gobierno, habría entonces más dinero para atender las necesidades de la población de menos recursos y no tendría que recurrir al endeudamiento externo o a medidas lesivas como el despido de trabajadores y empleados públicos y los drásticos recortes al gasto social.

Por qué Bukele necesita la reelección en el 2024 y al menos 5 años más como Presidente de la República?

Bukele no tiene más salida, viendo las experiencias de sus vecinos, que poner sus barbas en remojo y asegurarse 5 años más de inmunidad. Nadie ni nada puede garantizarle que al dejar la Presidencia en Junio del próximo año no enfrentará procesos judiciales, tanto en el país como en el exterior.

Bukele está urgido de seguir ejerciendo el control del Ejecutivo y de los demás Órganos del Estado para no ser juzgado penal y políticamente por graves violaciones al ordenamiento constitucional (empezando por la búsqueda de una reelección ilegal e inconstitucional), por violar el Estado de Derecho durante su ejercicio público como gobernante, por violar los Derechos Humanos durante la vigencia del Régimen de Excepción, por financiar y encubrir asesinatos cometidos por las pandillas y por agentes del Estado dentro de las cárceles o por cometer y encubrir actos de corrupción en su gobierno.

Bukele sabe que para garantizar esta impunidad debe seguir ejerciendo control sobre el Fiscal General de la República y los Jueces y Magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Debe además tener el control sobre las decisiones calificadas del Órgano Legislativo y mantener el mando sobre la Policía y el Ejército.

El eje de acumulación que le permitirá al Clan Bukele formar parte de la Oligarquía y ejercer un poder hegemónico sobre el país (tal como lo expresó Armando Bukele en un programa televisivo como hemos visto antes) necesita también de continuar en la Presidencia de la República por muchos años más.

El modelo oligárquico agroexportador requirió de más de 100 años para desarrollarse y consolidarse. Fueron necesarios varios gobiernos de derecha que se sucedieron en el tiempo y que requirieron de prácticas autoritarias para enfrentar la resistencia popular.

El modelo económico neoliberal y oligárquico que reemplazo al modelo agroexportador una vez agotado demandó de 20 años de control del Ejecutivo por parte de la nueva Oligarquía y el uso del partido ARENA como su instrumento de dominación.

Las aspiraciones oligárquicas del clan Bukele y del capital árabe en el país aliado al grupo empresarial creado por el padre de Nayib necesitan más de 5 años de control del gobierno y de los demás Órganos del Estado. Bukele buscará su relección inmediata en el 2024 no porque el pueblo mayoritariamente se lo demande. Y mucho menos porque sea necesario que continúe en el poder para asegurar mejores condiciones de vida a la población.

Por el contrario, su ejercicio presidencial solo ha permitido que la Oligarquía aliada a los intereses de EEUU en el país y en la región siga exprimiendo a la población y continúe robándose los recursos públicos para incrementar sus riquezas.

Con Bukele los ricos son ahora más ricos que antes, incluso más ricos que cuando ARENA gobernaba.

Los pobres continúan sumidos en la pobreza y no existen perspectivas claras de que su situación económica y social vaya a mejorar.

Con Bukele la pobreza ha vuelto a los niveles que existían antes que llegara el FMLN al gobierno, se ha abierto aún más la brecha entre ricos y pobres y ha aumentado la concentración de la riqueza.

A quiénes beneficia, entonces, que Bukele siga en la Presidencia?

Indudablemente que solo a su clan familiar aliado del Grupo Alba y a la Oligarquía que nació y se fortaleció en los gobiernos de ARENA.

*El colectivo está formado por analistas e investigadores salvadoreños. Tetzahuitl es un nombre Náhuatl que hace referencia a un presagio, a un fenómeno insólito considerado una señal que anuncia un hecho del futuro. La palabra náhuatl “tetzahuitl” significa una cosa escandalosa o cosa de agüero.  En general, es posible decir que tetzahuitl es un suceso que provoca temor y además constituye un presagio o augurio.

Elecciones en El Salvador: ¿qué papel juegan las pandillas en los comicios presidenciales del país centroamericano? Marcos González Díaz. BBC. 1 febrero 2019

El control de algunas zonas de El Salvador por parte de las pandillas también llega a algunos colegios electorales, según repetidas denuncias en comicios anteriores.

No hay duda de cómo en El Salvador, considerado según las estadísticas como «el país más violento del mundo», las pandillas condicionan la vida de su población.

Ellas son el origen de la violencia que, junto a la pobreza y falta de empleo, los salvadoreños identifican como su principal preocupación, y que les lleva a abandonar el país buscando mejores oportunidades en peligrosos viajes como las últimas caravanas de migrantes hacia Estados Unidos.

La magnitud e influencia de estos grupos delictivos es tan grande como difícil de precisar. Pero su presencia se siente en casi todos lados.

No en vano, se estima que hay entre 30.000 y 60.000 miembros de pandillas en un país donde viven poco más de seis millones de habitantes. Es decir, cerca del 1% de la población total.

Consideradas un verdadero problema de seguridad nacional, controlan territorios y son agentes tan poderosos como para haber llevado a partidos políticos a sentarse a negociar y pactar con ellas.

En este escenario, no es de extrañar que las pandillas representen una cuestión clave ante las elecciones presidenciales que el país celebra este domingo.

Según todas las encuestas, estos comicios podrían acabar con la histórica alternancia entre el izquierdista FMLN (ahora en el poder) y la coalición conservadora liderada por ARENA a favor de Nayib Bukele, exalcalde de San Salvador y que concurre bajo las siglas de GANA (una escisión de ARENA).

Sin embargo, ciudadanos y analistas critican que, pese a su importancia, el tema de seguridad y violencia no haya sido abordado de manera clara y directa por los candidatos en sus campañas electorales.

Según analistas, la referencia directa a las pandillas durante la campaña del favorito en las encuestas Nayib Bukele (del partido GANA), así como de Carlos Calleja (ARENA) y Hugo Martínez (FMLN), ha brillado por su ausencia.

Pero ¿qué papel juegan las pandillas en estos comicios y hasta qué punto pueden influir realmente en los resultados?

«Una fuerza política» más

«Las pandillas son un poder político, económico y militar. Al sentirse dueños del territorio, todos (empresas a las que extorsionan y partidos políticos) tienen que negociar con ellos, forzosamente», asegura Dagoberto Gutiérrez, analista y excomandante del FMLN durante la guerra civil salvadoreña (1980-1992).

«¿Pero que si influyen en los resultados electorales? ¡Por supuesto, si son una gran fuerza política en el país!», dice tajante en conversación con BBC Mundo.

En otras citas con las urnas se registraron numerosas denuncias de personas que aseguran que las pandillas (que ya de por sí representan decenas de miles de votos junto a su entorno) les piden los documentos de identificación y amenazan para que voten por un partido determinado.

«Algunas controlan territorios y pueden decir que aquí no vamos a dejar entrar a los que son de tal partido. Eso siempre ha ocurrido, tienen incidencia. No sé hasta qué punto para inclinar un resultado, pero sin duda hay un problema», le dice a BBC Mundo César Villalona, economista e investigador social.

Se estima que en El Salvador, un país de poco más de seis millones de habitantes, hay entre 30.000 y 60.000 pandilleros.

Pero preguntados por cuál es el partido al que favorecen estos grupos, expertos aseguran no tenerlo tan claro. «Depende del territorio de que se trate», afirma Gutiérrez.

«Las pandillas no tienen una ideología que podamos decir que corresponde a un planteamiento concreto. Responden al dinero», dice Roberto Cañas, economista y firmante como parte de la delegación del FMLN (al igual que Gutiérrez) de los Acuerdos de Paz con el gobierno que pusieron fin en 1992 a 12 años de conflicto armado.

Repunte de violencia

Según el ministro salvadoreño de Justicia y Seguridad, Mauricio Ramírez Landaverde, las pandillas ven «una nueva oportunidad» en estos comicios para lograr sus dos principales «expectativas de criminalidad».

Estas serían «volver a gozar de beneficios carcelarios que les permitan, como en el pasado, seguir coordinando la actividad criminal, y que se reduzca la persecución» contra ellas, dijo a principios de enero en la televisión local Canal 12.

El actual ministro de Justicia salvadoreño cree que un cambio en las autoridades del gobierno tras las elecciones será utilizado por las pandillas para conseguir beneficios carcelarios.

El economista Villalona, también representante del gobierno en el Consejo Nacional del Salario Mínimo, destaca cómo el aumento de homicidios en el país durante las tres primeras semanas de 2019 puede apuntar a una presión de las pandillas por inclinar la balanza electoral en una dirección.

«Llama la atención esta subida en la criminalidad. Pueden estar interesadas en que gane otro partido (diferente al FMLN) porque un brote de violencia al final (de esta legislatura) puede generar descontento con el gobierno y el partido en el gobierno a favor de la oposición«, reflexiona.

En efecto, tras un repunte de violencia después de que se rompiera la tregua promovida en 2012 por el gobierno entre las pandillas MS-13 y el Barrio 18, las cifras de homicidios estaban descendiendo hasta ahora de manera continuada desde 2015.

Gutiérrez alerta, sin embargo, de que las cifras de reducción de homicidios que el gobierno ha estado presentando «como el éxito de su guerra de desgaste», son manejados a discreción por las pandillas en función de sus intereses.

«Cuando les conviene, aumentan los homicidios, y cuando les conviene los reducen. Eso está en la punta de sus pistolas. Esta es una demostración de fuerza que aumenta su capacidad negociadora», asegura.

Cañas coincide al considerar que quizá las pandillas piensan que «su activar delictivo puede generar posibilidades para que exista algún arreglo con los candidatos«, aunque considera que «no da la impresión de que ninguno esté manejando esos arreglos» actualmente.

Negociación y ausencia en campaña

Se desconoce si los partidos están ahora llevando a cabo algún tipo de negociación pero, desde luego, sí existió en el pasado.

En los últimos años, el diario digital salvadoreño El Faro sacó a la luz videos de reuniones mantenidas entre dirigentes de ARENA y el FMLN con pandillas para negociar y evitar que boicotearan a sus respectivos candidatos en la campaña de las presidenciales de 2014.

El mismo medio publicó el año pasado que Nayib Bukele, el candidato mejor posicionado para estos comicios según las encuestas, pactó con estos grupos cuando era alcalde de San Salvador para ejecutar sus proyectos en zonas peligrosas.

Sin embargo, Bukele niega haberles pagado y asegura que lo que hizo fue «ir a la comunidad e invertir en ella y generar beneficios», refiriéndose por comunidad a «las madres, los hermanos de los pandilleros». «Por eso, una cosa es negociar con el pandillero, y otra cosa es lidiar», aseguró al diario español ABC.

La falta de concreción durante la campaña electoral sobre violencia e inseguridad hace que muchos ciudadanos no conozcan realmente las propuestas de los candidatos a presidente.

Estas relaciones en el pasado pueden ser uno de los motivos por los que, sorprendentemente, el tema de las pandillas haya tenido una escasísima presencia en la campaña electoral.

«Que es un problema real de El Salvador lo es, y que los candidatos han evitado tocarlo de manera directa creo que lo han hecho para no verse perjudicados por el accionar de las pandillas en elección», le dice a BBC Mundo el analista Rafael Castellanos, empresario y miembro del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana.

Lo cierto es que la ausencia de este tema en campaña hace que muchos ciudadanos no tengan idea de cuáles son las propuestas de los candidatos para solucionar un conflicto que lleva décadas lastrando las vidas de la población salvadoreña.

Aunque según el analista Roberto Cañas, no hay grandes diferencias entre las propuestas de los principales partidos.

«Todos hablan de prevención como mecanismo fundamental, control y represión de la delincuencia, recuperar territorios y reinsertar a los miembros de pandillas, dar más apoyo a la policía…», enumera.

Los planes de gobierno de la mayoría de candidatos apuestan por la prevención y reinserción de quienes abandonan las pandillas. Otros expertos también consideran como una cuestión de «prudencia» la decisión de los partidos de no afrontar el tema de las pandillas estos meses.

«Lo que han ido aprendiendo los partidos, a golpes, es que en las familias de los pandilleros y en su entorno hay votos que permiten ganar elecciones», le dijo a El Faro en diciembre Verónica Reyna, del Servicio Social Pasionista, una de las ONG salvadoreñas más activa en seguridad pública.

«Creo que los partidos tienen claro que las pandillas son actores relevantes; quieran o no, les guste o no, sean legítimas o no en el sentido legalista de la palabra», añadió Reyna, quien cree que habrá que esperar hasta después de las elecciones para conocer la verdadera política de seguridad del nuevo gobierno salvadoreño.

Subjetivación y política: el sujeto maquilador. Laura Echavarría

Una de las principales formas de manifestación de la globalización en México ha sido el notable incremento de la industria maquiladora. En este contexto, la investigación presenta (con base en un estudio de corte cualitativo realizado en la industria maquiladora textil en Irapuato, Guanajuato, durante el periodo 2004-2006 y desde una perspectiva teórica fundamentada en Foucault y en Butler) un análisis del sujeto que se está construyendo en la maquila, a partir de dos procesos: la subjetivación y la politicidad.
En este marco, se analiza la subjetivación del sujeto maquilador a través de la introyección del sometimiento del trabajador, planteando como pilares de este proceso: primero, la construcción del rol de trabajador maquilador que involucra reglas de conducta, modelos de sumisión que reducen al sujeto a subjetividades individualistas y sojuzgadas; segundo, el acceso diferenciado al consumo como signo
de adscripción socia
l en tanto el dinero (sueldos, bonos o porcentajes salariales de premio) posee una capacidad para diferenciar e identificar grupos sociales; tercero, en tanto economía libidinal que marca
al deseo siempre insatisfecho del sujeto como elemento que se desplaza hacia el salario, en tanto objeto de compensación que materializa temporal y parcialmente al ideal de plenitud del sujeto y en este

1 Las entrevistas están fundamentadas a nivel metodológico en J. P. Goetz. y M. D. Le-
Compte, Etnografía y diseño cualitativo en investigación educativa, Madrid, Morata, 1988; en
Taylor Bodgan, Introducción a los métodos cualitativos de investigación, Buenos Aires, Paidós,
1990, y en Peter Woods, La escuela por dentro. La etnografía en la investigación educativa, Bar-
celona, Paidós, 1987.

aspecto adquiere la forma de material sublime o mítico, y cuarto, en tanto sujeto de la interpelación afectiva. Asimismo, se presentan algunas investigaciones que narran procesos de resistencia y la incipiente emergencia de un sindicalismo independiente en este tipo de industrias, lo que permite sostener la posibilidad de emergencia de formas de trasgresión a las nuevas condiciones de explotación y sometimiento que acompañan a la globalización.
Fábrica global y panóptico fabril
De acuerdo con diversos teóricos,2 una de las principales consecuencias de la globalización sobre el mundo del trabajo se refiere a lo que se conoce como la nueva división internacional del trabajo producto de la intensa y generalizada internacionalización del proceso productivo.

Esto significa que las corporaciones ya no se concentran en los países centrales sino que se desplazan hacia los diversos países, produciéndose una organización del proceso de trabajo y producción en términos de subcontratación, terciarización de la economía, flexibilización laboral y precarización de las condiciones de trabajo.
En México, una de las formas en que esta fábrica global se ha venido desarrollando es a través del crecimiento de la subcontratación, vía el incremento de la industria maquiladora, la que ha sido uno de los ejes a través de los cuales la fábrica global se ha extendido en el país generando no sólo una extrema dependencia económica de la inversión extranjera sino también un determinado tipo de sujeto acorde a los
2 Octavio, Ianni, Teorías de la globalización, México, Siglo XXI, 1996; Leonel Corona Co-
rona, “Revolución científico-técnica”, en La educación superior ante los desafíos de la sustenta-
bilidad, v. 1, México, anuies, 1999; James Petras, “El imperio y los trabajadores: EU y América
Latina”, en Eseconomía, núm. 3, México, Instituto Politécnico Nacional, 2003; y Luis Arizmendi,
“La globalización como mito y simulacro histórico”, en Eseconomía, núm. 3, México, Instituto
Politécnico Nacional, 2003.
3 Hernández Laos y Aboites conceptúan a la flexibilidad laboral como la capacidad de res-
puesta del sistema laboral de una empresa ante una reestructuración de sus acervos de capital
y un cambio en las condiciones del mercado interno de trabajo. El punto central es la recom-
posición de la plantilla de trabajadores, con base en las condiciones del mercado laboral y en la
estrategia interna de cambio tecnológico y organizacional de las empresas.
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requerimientos de la nueva división internacional del trabajo. El crecimiento de este tipo de industrias puede verse en la siguiente tabla:
Tabla 1
Industria maquiladora de exportación, 1990-2000
Establecimientos fronterizos Personal
Año Electrónica Textil Autopartes Electrónica Textil Autopartes
1990 441 65 122 114 432 17 135 60 592
1995 420 59 118 159 006 24 371 83 585
2000 558 06 175 267 511 37 805 142 142
Establecimientos no fronterizos Personal
Año Electrónica Textil Autopartes Electrónica Textil Autopartes
1990 78 28 38 18 830 18 603 17 404
1995 90 06 48 29 676 62 130 26 274
2000 159 83 71 79 631 198 162 45 202
Fuente: J. Carrillo, y María E. de la O (2000: 301).


Si bien la fábrica global se ha instaurado rápidamente en el país, no por ello el espacio arquitectónico de la fábrica ha cambiado mucho. Es en la modernidad donde de acuerdo con Foucault4 se desarrolla una
arquitectura en tanto construcción de espacios destinados a la vigilancia, el control y la autorregulación de los sujetos, visible claramente en el panóptico de Jeremy Bentham, en las instituciones productivas
y que refiere a una nueva experiencia de subordinación del sujeto; es también la modernidad la que inaugura la separación radical de los locos, los enfermos y los transgresores en instituciones no productivas.
En este contexto, asumo al espacio arquitectónico como una construcción social que también refiere a un espacio en la constitución de sujetos, en tanto espacios materiales de subjetivación que involucran
la autosubordinación a los procesos de sometimiento. Esto puede ob-
4 Cfr. Michael Foucault, Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión, México, Siglo XXI,
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servarse en la entrada de Maquiladora Anónima S.A.,5 como podemos observar en la siguiente imagen:
Foto: Maquiladora Anónima S.A. Laura Echavarría.
La Iglesia es una de las instituciones ideológicas más fuertes en el estado de Guanajuato, de tradición panista y con una influencia notoriamente eclesiástica como puede observarse en el altar a la virgen de Guadalupe que se encuentra en la puerta de entrada de Maquiladora Anónima S.A.
Althusser argumenta que la dimensión fundamental de la ideología se sustenta en la práctica a través de rituales ideológicos. En Maquiladora Anónima, S.A. lo religioso involucra una dimensión espacial (el
altar) que se introduce en la subjetividad de los trabajadores, reificando símbolos emblemáticos que refieren a una religión compartida a
5 Maquiladora Anónima S.A. se dedica a la producción de prendas de vestir de mezclilla, la
mayor parte de su producción es para exportación y su principal cliente es Gap. La investigación
incluyó observación de procesos de trabajo (5 al 10 de julio de 2004, 22 al 26 de abril de 2005 y 9
al 11 de abril de 2006). Entrevistas semiestructuradas a jefe de personal, jefe de producción, se-
cretario general del Sindicato, ex supervisor y trabajadoras de la empresa Maquiladora Anónima,
S.A. Asimismo, entrevistas semiestructuradas al dueño de un taller pequeño y a un trabajador
independiente (5 al 10 de julio de 2004, 22 al 26 de abril de 2005 y 9 al 11 de abril de 2006), y
entrevista al gerente de Desarrollo de Recursos Humanos, quien trabajó en LG Electronics en el
2004 y ha sido consultor en esa área por casi 10 años (7 y 8 de agosto de 2006).
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nivel colectivo y que reviste un tejido extralingüístico de significados (la virgen, la imagen de Cristo).6
Es desde este umbral donde el sujeto maquilador ingresa a la fábrica y ya desde la puerta, marca su pertenencia religiosa y laboral a una colectividad de pares, subordinados por igual, tanto ideológica como económicamente.
Una vez dentro de los procesos laborales fordistas que signan a este tipo de industrias, la fábrica se despliega como campo discursivo, como red institucional que construye sistemas de significación y en
tanto espacio que refrenda sistemas de exclusión, reproduciendo sistemas jerárquicos incorporados (desde maestro-alumno a jefe-obrero) que invalidan a determinados tipos de trabajadores (en nuestro caso, a los trabajadores manuales), aunque su trabajo sea requisito indispen-sable para la producción fabril.
En suma y de acuerdo con Berger y Luckmann:7 “…Todo comportamiento institucionalizado involucra roles y éstos comparten así el carácter controlador de toda institución”. De esta manera, la cons-
trucción del rol trabajador, maquilador da cuenta no sólo de un tipo de trabajo sino también de los mecanismos de control subyacentes al mismo.
Por otro lado, esta construcción fabril es reforzada vía el panóptico de Benthan.8 En este aspecto, Foucault9 plantea “…desarróllase entonces toda una problemática: la de una arquitectura que ya no está
simplemente para ser vista o para vigilar el espacio exterior sino para

6 Sin embargo, una de las críticas que se le hacen a Althusser refieren a que la función que
juega la ideología en su obra es la de capacitar a los individuos (a través de la interpelación) para
los requisitos que establecen sus roles, lo que deja poco espacio a los procesos de des-identifica-
ción de los sujetos con los roles que los aparatos ideológicos del Estado les proponen. En el caso
de Maquiladora Anónima existen trabajadores que pertenecen a la religión cristiana y no a la
católica. Cfr. Slavoj Žižek, El sublime objeto de la ideología, México, Siglo XXI, 1998.
7 Peter Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, Buenos Aires,
Amorrortu, 1979, p. 98.
8 Roditi señala que el plan para el Panóptico de Bentham en 1791 es paradigmático en el
esquema tecnológico que vincula el conocimiento con el poder disciplinario; la metáfora del cre-
ciente control social, eficiente en su operación y flexible en sus aplicaciones. Cfr. Sonia Roditi,
“Revuelta de los consumidores: desmantelando el control”, en Revista Con Sentidos, núm. 11,
México, Colectivo Cultural De Nadie, 2005.
9 M. Foucault, op. cit., p. 177.
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permitir un control interior, articulado y detallado, para hacer visibles a quienes se encuentran adentro”.
Esto puede observarse en la disposición arquitectónica de la fábrica, diseñada en diversos espacios para vigilar: el diseño (con dos trabajadores que reciben los diseños vía computarizada desde Gap); el corte (con trabajadores situados alrededor de una mesa de trabajo de amplias dimensiones); la producción, con cuatro líneas de producción divididas en una serie de máquinas que cosen, pretinan y unen las
piezas; el control de calidad; el lavado; el planchado y el etiquetado de las prendas.
Se trata de una fábrica diseñada para vigilar a los trabajadores. Por ejemplo, la enfermería se encuentra en la oficina del gerente; entonces un trabajador enfermo será vigilado (que efectivamente se encuen-
tre enfermo) y controlado (tiempo en que corporalmente no puede trabajar). Así, el sujeto maquilador carece del derecho a enfermarse y si lo hace tendrá que pasar por el ritual de vigilancia y control de la
fábrica.
Asimismo, en la maquila podemos observar una institucionalización no sólo de la división social del trabajo sino también de una asignación diferenciada de conocimientos, de tal manera que el sujeto
maquilador se construye en la rutinización de la división social del trabajo y da cuenta de relaciones asimétricas en cuanto al conocimiento (80 por ciento de los trabajadores de esta fábrica sólo cuentan con
educación básica, 15 por ciento con nivel medio superior y funcionan como supervisores y sólo el cinco por ciento restante tuvo acceso a la educación superior y sus puestos son de gerentes o jefes de personal).
Estas relaciones asimétricas si bien tienen sus orígenes en la desigualdad social, son después refrendadas en las instituciones escolares y se reifican en la división del trabajo fabril.
Adicionalmente, en la globalización adquiere elementos que muestran huellas distintivas, en tanto conforman sujetos de la globalización, en nuestro caso, la fábrica global, con su consecuente división internacional del trabajo, desciende al país en el sujeto maquilador. Este sujeto permite dar cuenta del tipo de trabajador que se está formando en el país (obreros y técnicos) y encarna el tipo de control social y económico que se nos está demandando en esta forma de globalización, si bien también da cuenta de las maneras heterogéneas en que la globalización se manifiesta en las diversas realidades nacionales, por
ejemplo, en el caso que estudiamos no vimos el tránsito del fordismo al toyotismo que teóricamente está acompañando a la globalización.
Subjetivación y sujeto maquilador
Se entiende por subjetivación el proceso de auto subordinación al poder, la subordinación del sí mismo que tiene su génesis en la introyección simbólica del poder; al respecto nos dice Butler: “…como efecto
voluntario del sujeto, el sometimiento es una subordinación que el sujeto se provoca a sí mismo […] No se puede hacer ninguna transición conceptual entre el poder como algo externo al sujeto actuando
sobre él y el poder como algo constitutivo del sujeto, actuando por él”.10 Es decir, la subjetivación implica un proceso de interiorización de los dispositivos de poder; lo anterior es claramente visible en el
siguiente fragmento de la entrevista al secretario general del Sindicato de Maquiladora Anónima S.A.:
ea: ¿Y cómo funciona el sindicato?
sgs:11 O sea, este, pues, el sindicato es una agrupación que somos aquí todos los trabajadores, pero la agrupación pus, como yo representante de ellos, pus, o sea yo trato de que se respete lo que está dentro de las normas, dentro de la Ley Federal del Trabajo, sí, entonces, ésa es una de las funciones que tenemos, o sea, los representantes sindicales.
Como se puede advertir, el poder que generalmente se presenta como figura exterior, el control ejercido por los jefes y los supervisores, que imponen al sujeto el sometimiento, asume ahora una forma identitaria
10 Judith Butler, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Madrid, Cátedra,
1997, p. 25.
11 sgs: Secretario General del Sindicato de Maquiladora Anónima S.A. (entrevista realizada
el 5 de julio de 2004).

constitutiva del sujeto:12 como yo representante de ellos, pus, o sea yo trato de que se respete lo que está dentro de las normas. Esto nos permite percibir que el poder no sólo actúa sobre el sujeto sino también dentro de él.
Así podemos ver una subordinación que el sujeto asume dentro de sí mismo y acordar con Butler13 respecto a que “el funcionamiento psíquico de la norma ofrece al poder regulador un camino más insi-
dioso que la coerción explícita, cuyo éxito permite su funcionamiento tácito dentro de lo social”. Esto alude a la interiorización de normas del poder regulador, su incorporación como algo propio, de esto se trata la subjetivación. Uno de los principales mecanismos para la operación de la subjetivación que encontramos en esta investigación refiere al acceso diferenciado a compensaciones salariales, como podemos ver en el siguiente fragmento:
ea: ¿Y tienen otro tipo de prestaciones?
sgs: Sí, pus o sea, tenemos por ejemplo, becas para los hijos de los trabajadores, tenemos una ayuda cuando es para gastos de defunción para familiares de primer grado, este, tenemos un bono que se nos da cada tres meses, tenemos, este…
ea: ¿Cómo es el bono?
sgs: O sea, se nos da de cuenta el equivalente a dos días y medio de salario tabulado, o sea de lo que tu ganas, o sea por ejemplo, este, cuandose da el premio, ahorita lo tenemos atorado porque andamos medios, pero más o menos se les da un promedio como 250 mínimo, es el mínimo pero
hay unos que se les da 900 de acuerdo al sueldo que están ganando, o sea se les dan dos días y medio de salario tabulado, lo que gana uno, sí, entonces este mínimo son 250 hasta 800 (eisgs).
De esta manera, el poder constituye al sujeto no como algo externo que se le impone, sino como acto de subjetivación, identificación, in-
12 Tanto Žižek como Butler plantean que esta internalización es siempre fallida ya que nunca
se logra plenamente; siempre hay un residuo, una mancha de irracionalidad traumática (Žižek) o
una resistencia inconsciente al mandato normalizador (Butler) que impide la constitución plena
del sujeto como sujeto sujetado.
13 J. Butler, op. cit., p. 32.
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ternalización, introyección del mandato presente en la interpelación que involucra su propio sometimiento. En este caso, el bono encarna manifestaciones del poder que dan cuenta de dos mecanismos: primero, la posibilidad de un mayor acceso al consumo como signo de adscripción social diferenciada, y segundo, la incorporación del deseo, con sus marcas simbólicas que nacen del mercado capitalista.14 En este sentido, como práctica hegemónica, la subjetivación implica coerción
pero también persuasión. Esta persuasión tiene uno de sus pilares en el deseo, al respecto, McLaren señala:
El capitalismo produce una dialéctica del deseo socialmente construida —una economía libidinal diversa— en la cual la fantasía es movilizada en el orden de buscar un sustituto para la carencia, es decir, para descubrir un objeto material, para sustituir un objeto mítico que nosotros percibimos en la realidad y el cual sentimos que necesitamos para completar nuestra subjetividad.15
Uno de los objetos míticos materiales para el sujeto maquilador, lo constituye esta remuneración en sueldos:
sgs: O sea, ésa es otra prestación que tenemos adicional también, ese 25 por ciento.
De esta forma, la figura dinero (bono, 25 por ciento) involucra no sólo al intercambio capitalista sino también el valor simbólico que el sujeto le asigna. En el capitalismo contemporáneo el consumo adquiere una relativa autonomía y las clases se diferencian, además de por su posición en las relaciones de producción y de propiedad, por el aspecto
14 De acuerdo con el psicoanálisis lacaniano, al reconocer la falta identitaria constitutiva,
podemos entender al proceso de identificación como inacabado por lo que éste se sitúa en in-
completud permanente, en falta constante porque también representa la incompletud del Gran
Otro lacaniano (el orden simbólico escindido).
15 Peter Mc Laren, “La experiencia del cuerpo posmoderno: la pedagogía crítica y las polí-
ticas de la corporeidad”, en Alicia de Alba (comp.), Posmodernidad y educación, México, cesu-
unam, 1995, p. 282

simbólico del consumo.16 Esta capacidad del dinero para diferenciar e identificar grupos es uno de los ámbitos donde se sustenta la globalización y se ha constituido como uno de sus pilares principales.
En este sentido, el dinero como valor simbólico produce identidades diferenciadas, como diría Žižek, un objeto sublime que posee algo más que él mismo:
No se trata del material empírico del que el dinero está hecho, sino del material sublime, el de esa otra consistencia indestructible e inmutable que persiste más allá de la corrupción del cuerpo físico, ese otro cuerpo del dinero que es como el cadáver de la víctima sadiana que soporta todos los tormentos y sobrevive con su belleza inmaculada. Esta corporalidad inmaterial del cuerpo dentro del cuerpo […] indestructible, exento de los efectos del desgaste por el uso, siempre está sustentado por la garantía de
alguna autoridad simbólica.17

En suma, en la compra del objeto-causa de deseo, lo que se adquiere es la ilusión imaginaria que produce comprar dicha mercancía, se generan imaginarios que requieren para su realización de productos de consumo y, de acuerdo con Néstor Braunstein,18 en la etapa actual el sujeto ya no es el amo ni el dueño de sí mismo sino que el amo es el pequeño objeto19 encarnado en el mercado, lo que produce una objetivación de los sujetos.
En este contexto, el consumo puede ser interpretado como un dispositivo que constituye identidades y las figuras para simbolizarlas.
McLaren20 introduce un importante aporte a la constitución de los
16 Bourdieu concibe al valor de uso simbólico como a los usos culturales de un producto e
identifica dos usos específicamente socioculturales de un producto: distinción e identificación.
17 S. Žižek,Žižek,, op. cit., p. 44.
18 Véase N. Braunstein, “Memoria subjetiva y construcción de la identidad”, en Jornadas.
Hermenéutica, sujeto y cambio social, México, Facultad de Filosofía y Letras-unam, 2009.
19 En el psicoanálisis lacaniano el pequeño objeto a, es definido como: “…el objeto a, el obje-
to causa de deseo, un objeto que, en cierto sentido, es puesto por el deseo mismo… él no existe,
ya que no es nada más que la encarnación, la materialización de esta distorsión, de este exceden-
te de confusión y perturbación introducido por el deseo en la denominada “realidad objetiva”
(S. Žižek, Mirando el sesgo, Buenos Aires, Paidós, 29).
20 P. McLaren, op. cit., p. 289.

sujetos en esta época: la llamada colonización postindustrial de la identidad que refiere a “…una reducción de los seres humanos para un estado dual de egos subjetivos privatizados y subyugados, objetos manipulables”.
Un último elemento en la construcción de esta subjetivación refiere al ámbito afectivo, ya Freud21 en su genealogía de la identificación, conceptúa a ésta como la más temprana exteriorización de una ligazón
afectiva con otra persona cuya prehistoria se encuentra en el complejo de Edipo. Por ello, la dimensión afectiva tiene dimensiones tanto conscientes como inconscientes, involucra lo racional y lo irracional y
pasa por una representación libidinal.22
En este sentido, Laclau plantea: “En primer lugar tenemos el momento de plenitud mítica que buscamos en vano: la restauración de la unidad madre/hijo o, en términos políticos, la sociedad completamente reconciliada. Luego tenemos la parcialización de las pulsiones: la pluralidad de objetos a que, en algún punto, encarnan la plenitud en última instancia inalcanzable”.23
El ámbito afectivo cobra una importante dimensión en la maquila, en tanto dota al sujeto de ideales de plenitud (imaginarios) que al ser alcanzados implican a nivel emocional gratitud y reconocimiento. Lo
anterior pudo verse en diversos testimonios del trabajo de campo y en particular es visible en el siguiente fragmento:
jp:24 Sí, por ejemplo, yo cuando entré aquí tenía 14 años, iba a cumplir 14 años. Este, con el permiso de los papás y todo, me dejaron trabajar, nos capacitaron, teníamos alrededor de, yo tengo aquí veintitantos años.
ea: ¿Y usted fue ascendienda?
21 Es en la Psicología de las masas y análisis del yo donde Freud va a plantear como figura central en la conformación de la identidad de los sujetos al Padre, aquel que ama a todos por igual y en este sentido existe una ligazón libidinosa sublimada, por ello la base de esta identificación es ese objeto amado, no deseado.
22 Freud conceptúa la libido como: “Libido es una expresión tomada de la doctrina de la
afectividad. Llamamos así a la energía, considerada como magnitud cuantitativa —aunque por
ahora no medible. De aquellas pulsiones que tiene que ver con todo lo que puede sintetizarse
como amor”. Sigmund Freud, Psicología de las masas y análisis del yo, tomo iii, Madrid, Biblio-
teca Nueva, 1973, p. 86.
23 Ernesto Laclau, La razón populista, Buenos Aires, fce, 2005, p. 152.
24 jp.- Jefa de producción (entrevista realizada el 10 de abril de 2006).
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jp: Sí, me fueron capacitando, cursos, entré a cursos de ingeniería, con varios, ahí en Monterrey, a muchos cursos de capacitación. He andado hasta en México, Guadalajara, Querétaro, Estados Unidos.
ea: Ajá, ¿y en Estados Unidos?
jp: Pues lo mismo, de industria textil, con latinos, gringos, latinos, todo. La empresa nos ha capacitado bastante, y sí, pus sí nos ha apoyado a todos, a bastantes, supervisores, a la gente. Ha mandado gente para hacer otras cosas pero a veces se desaparecen porque el interés que tiene la
gente es muy poquito (eijp).
En esta trabajadora, la dimensión afectiva es clara, ha sido la empresa la que le ha proporcionado la posibilidad de ascenso social y en esta trama, la que le ha permitido el logro de su plenitud mítica, la dimensión que aquí representa el pequeño objeto se refiere a una historia personal que involucra tanto aspectos laborales (ascensos) como trayectorias académicas (niveles de escolaridad alcanzados). A lo largo del estudio de caso, demostró su imbricación afectiva con la maquiladora.
En este marco, es el afecto el que constituye la esencia misma de la investidura, en tanto se hace de un objeto la encarnación de la plenitud mítica que se representa en el pequeño objeto a, objeto que es
temporal e inestable, pues en la medida en que nuevas identificaciones modifican nuestras coordenadas de deseo, nos brindan nuevos objetos causa de deseo.
En este sentido, el proceso identificatorio de los sujetos y su constitución como tales supone la posibilidad de que el discurso que interpela pueda operar en el individuo como una especie de marco
estructurante de su deseo de desear. Por ello, se dice que este pequeño objeto es vacío, en la medida en que su llenado es temporal y contingente, sujeto al cambio de nuevas interpelaciones y de múltiples identificaciones.
Politicidad del sujeto maquilador
Es necesario señalar que la crítica más aceptada a Foucault refiere a su concepción del completo control del sujeto que emerge de las propiedades disciplinarias de poder, es decir, a su noción de sujeto como
sujeto sujetado y a la ausencia de cualquier atención a lo que podría disturbar la inserción sometida de los individuos en posiciones de sujeto construidas por estos discursos.
Quisiera destacar que en Foucault se encuentran desde 1963 sus primeras reflexiones sobre la transgresión, y además se planteaba desde el primer libro de su Historia de la sexualidad, la noción de resistencia. Así, señala: “Las resistencias también pues, están distribuidas de manera irregular: los puntos, los nudos, los focos de resistencia se hallan diseminados con más o menos densidad en el tiempo y en el
espacio, llevando a lo alto a veces grupos o individuos de manera definitiva, encendiendo algunos puntos del cuerpo, ciertos momentos de la vida, determinados tipos de comportamiento”.25
En esta trama, para Foucault, el dispositivo disciplinario forma sujetos, pero como consecuencia de esto, genera en su mismo discurso la disposición para subvertirlo, es decir, el control se vuelve contra sí
mismo y genera interpretaciones que se oponen a los propósitos que lo respaldan y lo reproducen.
En este marco, las resistencias operan al interior del campo del poder y éste al estructurar el campo de acción de los sujetos genera en su propia interioridad formas de resistencia que en la maquila van desde
resistencias pasivas (el tortuguismo) hasta resistencias perversas (la negociación con prostitución o con drogas).
Sin embargo, es Laclau en su obra Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (1993), quien al recuperar la noción lacaniana de sujeto,26 introduce la noción de sujeto de la decisión, en tanto
la búsqueda de plenitud del sujeto se da en un orden simbólico imperfecto, incompleto, tendencialmente dislocado, fallido. Es esta falla lo que deja un margen para que el sujeto emerja y decida entre dos
o más alternativas. Es decir, es porque el sujeto está en falta, escindido,
25 Michael Foucault, Historia de la sexualidad, v. i., La voluntad de saber, México, Siglo XXI,
1977, p. 117.
26 Para Lacan, el sujeto se constituye a través de tres registros: lo real, lo simbólico y lo ima-
ginario. Son lo simbólico (ideal del yo) y lo imaginario (yo ideal) los que permiten los procesos
de identificación aunque esta identificación es siempre parcial en la medida en que para Lacan
el sujeto siempre está en falta y esta falta es llenada siempre de manera parcial e incompleta con el
pequeño objeto a, estudiado en el apartado anterior.

nunca completo, por lo que busca constantemente nuevas identificaciones.27
En este sentido, Laclau28 plantea al sujeto como “la distancia entre la indecidibilidad de la estructura y la decisión”. La noción de sujeto de la decisión está imbricada con la categoría dislocación, en tanto ésta
representa la falla estructural del orden simbólico y su incompletud constitutiva. La irrupción de lo Real (en Lacan) muestra lo fallido de la identidad, hace visible su dislocación, creando la necesidad de nue-
vas identificaciones con las que se intenta una vez más suturar la es- tructura. En nuestro caso, el cierre unilateral de las maquilas significa para los trabajadores la irrupción de lo Real, en tanto pierden un tra- bajo que consideraban estable. Esta irrupción de lo real puede generar nuevas identidades que van desde la creación de sindicatos hasta la aceptación de los despidos injustificados. Tal fue el caso de la mayoría
de los trabajadores de Maquiladora Anónima S.A., quienes frente a la declaración de quiebra por parte del dueño en 2007 deciden tomar las instalaciones para quedarse con la maquinaria e intentar formar una
cooperativa, mientras otros, aceptaron la mínima liquidación que el dueño les otorgó. De esta manera, es en este espacio entre la estructura fallida (el quiebre de la maquiladora) y la posibilidad de nuevas identi-
ficaciones (la cooperativa) desde donde puede pensarse al sujeto de la decisión. Sin embargo, el concepto de decisión no debe asociarse con un acto ni en el libre albedrío, ni exclusivamente racional y deliberado, sino con la elección de una entre dos o más alternativas, como acto parcialmente racional y pasional que se despliega en diversas redes
sociosimbólicas.
27 Cabe precisar que la noción de dislocación en Laclau se asocia con la temporalidad, la po-
sibilidad (indeterminada) y la libertad. Cfr. Ernesto Laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolución
de nuestro tiempo, Buenos Aires, Nueva Visión, 1994, p. 58 y ss. Lo anterior no debe asociarse
con la irrupción dramática, ni con la desaparición de un marco simbólico, sino con la desunión,
descolocamiento, consecuencia de una situación de falta que presupone la referencia estructural.
Una estructura es dislocada por la penetración de elementos que no formaban parte de ella, en
un proceso que como tal puede ser violento e inmediato o gradual, incluso imperceptible hasta
que se observa el cambio que produjo.
28 Ibid., p. 56.

En este contexto, podemos observar algunas decisiones de este cuerpo maquilador, entre las que destacan: la rotación29 y el sindicalismo.
El fenómeno de la rotación30 da cuenta de procesos de desidentificación parcial (con esa X maquiladora en la que hasta ayer trabajaban) de los sujetos y es condición de nuevas identificaciones (por ejemplo,
entre si trabajan en la maquiladora de enfrente, se van a otro sector o se vuelven migrantes). Lo anterior implica una noción de sujeto atravesado por una incompletud identitaria que requiere permanentemente de nuevos llenados.
Un segundo espacio de emergencia del sujeto maquilador puede verse en el incipiente movimiento sindical independiente de las maquiladoras ubicadas en Tehuacán, Puebla, documentado en el infor-
me: Tehuacán: del calzón de manta a los blue jeans donde Barrios y Santiago narran diversos movimientos sindicales,31 entre los que destacan los del Tarrant Apparel Group, Exportadora Gil-Martínez, Confecciones Rotterdam y Kuk Dong en Atlixco.
Todos estos movimientos presentan idénticas demandas: aumento de salarios, seguridad laboral, pago de prestaciones, alto a los despidos injustificados y al cierre unilateral de las plantas32 y todos ellos
usan formas de lucha semejantes: paros, plantones, etcétera, y desarrollan formas de resistencia que se producen en condiciones sumamente difíciles porque al ser la industria maquiladora una industria
golondrina, no sólo desestructura conquistas laborales añejas sino
29 Se entiende por rotación, la salida de la empresa después de un corto periodo de trabajo.
30 El fenómeno de la rotación está documentado en Jorge Carrillo y Juan Santibáñez, Rota-
ción de personal en las maquiladoras, México, El Colegio de la Frontera Norte, 2001; y en testi-
monios del trabajo de campo.
31 Martín Amaru Barrios Hernández y Rodrigo Santiago Hernández, Tehuacán: del calzón
de manta a los blue jeans, México, Comisión de Derechos Humanos y Laborales del Valle de
Tehuacán, A. C., 2004.
32 El cierre unilateral de las maquiladoras por parte de los empresarios corresponde a su
ubicación dentro de la fábrica global; de esta manera, si el mercado requiere de una menor pro-
ducción o los costos de producción son más bajos en otros países (el caso clásico de China), los em-
presarios maquiladores cierran sus plantas sin cumplir con los requisitos legales establecidos
(liquidación de los trabajadores). Estos casos están documentados en el trabajo de Martín Ama-
ru Barrios Hernández y Rodrigo Santiago Hernández, op. cit.

que golpea formas de solidaridad tradicional, lo que a la vez, genera otras formas de fraternidad sindical.
Surge así la posibilidad de que frente a lo Real, los sujetos de este estudio tengan su posibilidad de emergencia en el panorama dislocatorio y esta posibilidad emerge de la categoría dislocación postulada
por Laclau, quien plantea que hay una centralidad creciente de la categoría dislocación porque:
Toda identidad es dislocada en la medida en que depende de un exterior que, a la vez que la niega, es su condición de posibilidad. Pero esto mismo significa que los efectos de la dislocación habrán de ser contradictorios.
Si por un lado, ellos amenazan a las identidades, por el otro, están en la base de constitución de identidades nuevas. [Esto es así, señala Laclau, porque] el campo de las identidades sociales no es un campo de identidades plenas sino el de un fracaso, en última instancia, en la constitución
de estas últimas.33
En este marco, este sujeto que decide, le otorga a la decisión una dimensión que alude a la necesidad de una identificación de tipo nuevo (en nuestro caso, la posibilidad de un sindicalismo independiente)
pero y a la vez, las decisiones no se dan al margen del contexto que las origina (en nuestro caso, despidos injustificados, falta de pago de prestaciones, etcétera), por ello, estas decisiones son parcialmente libres,
en la medida en que involucran tanto prácticas sedimentadas (sociales, políticas o ideológicas) del sujeto como la libertad de decisión que inaugura el ámbito de la posibilidad y es este ámbito, el que cuestiona
la dimensión althusseriana de la inserción social del sujeto interpelado en tanto sujeto pasivo, receptáculo de los aparatos ideológicos del Estado.
Asimismo, la posibilidad de una nueva identificación que actúacomo momento de decisión frente al cual el sujeto se transforma a través de nuevas identificaciones, no necesariamente opera de manera
disruptiva, la decisión no necesariamente implica una trama dislocatoria sino que existen diversas posibilidades, por ejemplo, un entre-
33 E. Laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, p. 55.

tejido de interpelaciones que modifican la red simbólica anterior del sujeto o un socavamiento previo de dicha red que llevan al sujeto a decidir su adscripción a una nueva red simbólica.
Este socavamiento previo de una red simbólica, desordena la inscripción del sujeto en esa red y da origen a una nueva identificación, como es el caso de un trabajador independiente de esta industria maquiladora, el cual aun y cuando tenía garantizado su empleo como cortador, decide irse de migrante a Estados Unidos, planteando:
eiti:34 Trabajé allá hace dos años de jardinero y me pagaban a 17 dólares la hora, en mi tiempo libre atendía una tienda tipo la Oxxo de aquí y me pagaban cinco dólares la hora. Aquí no hay futuro, ni porque Fox es de Guanajuato.
Para concluir, es evidente que la identidad se enmarca en ámbitos de enajenación tanto a nivel psíquico (estadio del espejo, cuerpo dócil) como económico (venta de la fuerza de trabajo), político (subordina-
ción a mecanismos de poder en todos los ámbitos) y social (sumisión a mandatos simbólicos y a sujetamientos ideológicos) pero no por ello el sujeto deja de ser un sujeto dislocado y por tanto constructor de su propia historia. Parafraseando a Žižek diríamos que: “yo no soy sólo
una encarnación de la ideología, soy también una persona compleja, hay una complejidad, no me pueden simplificar a la encarnación de la ideología.

Erradicar la criminalidad y derogar el régimen de excepción. PSOCA. Marzo de 2023

El próximo viernes 27 de marzo cumplirá 1 año desde que El salvador está bajo régimen de excepción, Nayib Bukele, se alza sintiéndose victorioso de haber logrado (y en verdad lo ha logrado), encestar duros golpes a las pandillas que operan en el país, desmantelar el control territorial y operacional que estas agrupaciones tenían en buena parte del territorio es su mejor carta de presentación de cara a las próximas elecciones, a pesar de las críticas y de las denuncias por los abusos de las capturas arbitrarias e injustificadas, torturas y asesinatos en los recintos carcelarios, el bukelismo recurre a la trampa discursiva de justificar las violaciones a los Derechos Humanos de las personas capturadas en nombre de las mayorías, al presentarlo como necesario para el bienestar general, que los daños colateral son mínimos, si se piensa en lo positivo que resulta para la mayoría de la población.

Es necesario analizar con seriedad el régimen de excepción, pues al quedarnos únicamente con los resultados inmediatos, no habría más darle la razón a la propaganda oficial, y, se acabó el debate: militarizar el país, encarcelar en masas y torturar era la solución definitiva al problema de las pandillas. ¡Qué gran error! Porque con esta visión escasa solo se ve al fenómeno, si se descuidan las causas sociales históricas y estructurales que lo crearon habrá otras expresiones.

El militarismo como solución es otro problema que es aún mayor al que tenemos que afrontar, más temprano que tarde, tomemos en consideración que la realidad es compleja y cambiante.

El fracaso de las medidas de seguridad y el fin de las negociaciones

El régimen de excepción como medida empleada para combatir a las pandillas surge a consecuencia de dos aspectos importantes: 1) El fracaso del Plan Control Territorial, y 2) El rompimiento de las negociaciones del Gobierno con las principales pandillas.

El Plan Control Territorial, fue una extensión de los mismos planes de seguridad que se aplicaron desde las Mano Dura 1, 2 y 3, esquemas repetidos por los Gobiernos del FMLN y empleada tal cual por este Gobierno, sin embargo la variante era ampliar el empleo de elementos de la Fuerza armada de El Salvador (FAES), en el acompañamiento de las tareas de seguridad, pero tenía como complemento la focalización de territorios, siendo estos los municipios: 12 municipios priorizados son San Salvador, Mejicanos, Apopa, Soyapango, Ilopango, San Martín, Santa Tecla, Colón, San Marcos, Ciudad Delgado, San Miguel y Santa Ana.

Con el despliegue de 2,500 policías y 3 mil militares dio inicio la tarea de cercar las zonas y atacar frontalmente a las estructuras pandilleriles, en este plan también se realizaron traslados de reos pertenecientes a las pandillas para impedir que sus líderes quienes cumplen condena orquesten ordenes, así desorientar a los palabreros libres lo que permitiría a las operaciones tener mejores efectos. Las negociaciones fueron el detonante de la ola de asesinatos que en el último fin de semana de marzo de 2022 registró alrededor de 80 muertes violentas en tan solo dos días, las investigaciones periodísticas así como de la Fiscalía General de la República (FGR), antes del agente del Bukelismo Rodolfo Delgado, muestran que hubo negociaciones de este Gobierno, en 2020 se suscitaron negociaciones con las organizaciones de pandilla: Mara Salvatrucha (MS13) y Barrio 18-fracciones Sureños y Revolucionarios-, según manifiesta dichas negociaciones traba la reducción de los homicidios, posteriormente se intentó ocultar las evidencias de esto, según la misma fuente periodística el Grupo Especial Antimafia, que dirigía la investigación “Catedral”, incautó en 2020 documentos oficiales de Centros Penales, esta investigación fiscal se detuvo con la entrada en funciones del fiscal servil a Bukele.

En un intento de ir por encima de las críticas del fracaso del Plan Control Territorial, el Fiscal general Rodolfo delgado, en octubre de 2022 manifestó que este plan fue una fase previa al régimen de excepción, porque le permitió a la FGR recabar importante información. Si tomamos como valido esto entonces habría que suponer que el régimen de excepción estaba dentro de un plan preconcebido y que las negociaciones caídas seguidas por la ola de asesinatos fue una obra maquiavélica para justificarlo.

La suspensión de Derechos, un método represivo de antaño

El poder político de la burguesía, dentro de los regímenes democráticos modernos dispone de un amplio repertorio de Derechos en favor del ciudadano, para el goce de estos Derechos se configuran las garantías como medios de ejercicio y protección incluso ante el mismo poder estatal, pero tiene una salvedad.

En el constitucionalismo moderno se ha incluido una solución para aquellos casos en los que el Órgano Ejecutivo, no pueda solucionar ciertos problemas por las vías normales y permanentes, permitiéndole hacer uso excepcionalmente de medidas más violentas, pero que por su misma dimensión deben ser temporales y justificarse en atención a un inconveniente específico, siendo estas aquellas que suspenden las garantías de los Derechos civiles, no suspende Derechos en sí sino garantías para su defensa y ejercicio, un claro ejemplo de esto fue lo ocurrido en muchos países del mundo con la pandemia del COVID-19, en El salvador se decretó el régimen de excepción para obligar a las personas al confinamiento, proteger la propiedad privada de las grandes empresas e impedir movilizaciones organizadas de los desvalidos en esta crisis, este mecanismo lleva un año siendo utilizado pero bajo la especificidad de ser usada para combatir a las pandillas.

En el pasado ya fueron utilizadas medidas que suspenden las garantías de Derechos civiles. Durante la dictadura militar el 28 de febrero de 1977 fue disuelta violentamente en la Plaza Libertad del centro de la capital, utilizando el fuego de la metralla en contra de los valientes manifestantes que se expresaban en contra del fraude electoral del 20 de febrero, en este contexto se decretó el Estado de Sitio mismo que fue prorrogado tres veces, estando vigente hasta el 27 de junio de 1977. Para tener más eficacia contra las organizaciones de masas en 1978, bajo la Ley de Defensa y garantía del Orden Público (Decreto 407 de 25 de noviembre de 1977), cuyo enfoque principal era coartar la libertad de expresión, reunión y asociación. En 1978, el régimen de Carlos Humberto Romero, decretó la Ley de Garantía del Orden Público, cuyo enfoque era concretamente combatir a las organizaciones guerrilleras en formación y doblegar al poderoso movimiento de masas, bajo el amparo de esta Ley el Gobierno persiguió, torturo y asesinó con total libertad, la fascista Organización Democrática Nacionalista (ORDEN), del tipo paramilitar tuvo en todo este tiempo un papel importante en la aplicación de las embestidas represivas que dirigía la dictadura.

Todo esto fue una forma legal de tener un Estado de Sitio permanente con el cual las fuerzas de seguridad de esa época podían capturar e interferir la morada sin orden judicial, las masacres son la escala suprema dela violencia estatal. Para contener al movimiento de masas e impedir que el movimiento guerrillero se consolide en 1979, hubo un Golpe de Estado que dio falsas muestras de buena voluntad por parte del estado salvadoreño, La Junta Revolucionaria de Gobierno, como una nueva versión de las justas cívicas militares, nada más que un engaño que denunciaron las organizaciones revolucionarias, luego del contragolpe como consolidación de la alianza política entre las casta militar dirigente y la democracia cristiana retornaron los métodos de violencia.

El asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero, dio lugar a una masiva asistencia del pueblo al funeral, esta enorme concentración fue disuelta con metrallas, tras la masacre de catedral la dictadura decretó Estado de Sitio, al año siguiente, el 10 de enero de 1981 fue lanzada la ofensiva general dirigida por el FMLN, y con ello la dictadura colocó junto al Estado de Sitio, el Toque de Queda, este último mecanismo no fue prorrogado tanto como el Estado de Sitio cuya duración finaliza junto con el nacimiento de la actual Constitución Nacional de 1983, en la cual se establece el Estado de Excepción, por cierto que también se dieron algunos cambios tras el asesinato de Cayetano Carpio en Managua en 1983, en 1984 el FMLN cambia el programa del Gobierno Democrático Revolucionario (GDR), por el Gobierno de Amplia Participación (GAP), concretiza el viraje de la toma del poder por un cambio en el régimen donde se prevé la participación política de sectores progresistas de la burguesía. De aquí en adelante no se volverá a saber hasta 1989 con la Ofensiva General Hasta el tope, tanto del Estado de Sitio como del Toque de Queda.

El bukelismo se sustenta en el engaño

Las pandillas, al igual que el bipartidismo, generaron hartazgo entre la mayor parte del pueblo salvadoreño, ha caído en el engaño que hace el bukelismo acerca de lo necesario que ha sido y la importancia que continúe el régimen de excepción para acabar con las pandillas, esto explica por qué pese a los abusos y de todo tipo de violaciones hacia la clase trabajadora y sectores populares, existe una alta aprobación popular. Ante esto Nayib Bukele, hace alarde de haber logrado lo que nadie más hizo antes que él; acabar con las pandillas y es ahí donde logra sobrellevar el que hayan sido expuestas las negociaciones que tanto él como algunos de sus funcionarios tuvieron con las maras y pandillas.

Acabemos con el régimen de excepción

A fecha de esta publicación son más de 65,000 capturas por el régimen de excepción, dentro de las cárceles 400 personas han sido asesinadas, esto es preocupante y debe ser detenido inmediatamente pues la forma de actuar de los agentes policiales y efectivos militares es de absoluta libertad e impunidad como en el pasado, su enfoque al ser de criminalizar la pobreza va encaminada a reprimir al pobre solo por su condición.

Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntrico. Edgardo Lander

En los debates políticos y en diversos campos de las ciencias sociales, han sido notorias las dificultades para formular alternativas teóricas y políticas a la primacía total del mercado, cuya defensa más coherente ha sido formulada por el neoliberalismo.

Estas dificultades se deben, en una importante medida, al hecho de que el neoliberalismo es debatido y confrontado como una teoría económica, cuando en realidad debe ser comprendido como el discurso hegemónico de un modelo civilizatorio, esto es, como una extraordinaria síntesis de los supuestos y valores básicos de la sociedad liberal moderna en torno al ser humano, la riqueza, la naturaleza, la historia, el progreso, el conocimiento y la buena vida.

Las alternativas a las propuestas neoliberales y al modelo de vida que representan, no pueden buscarse en otros modelos o teorías en el campo de la economía ya que la economía misma como disciplina científica asume, en lo fundamental, la cosmovisión liberal.

La expresión más potente de la eficacia del pensamiento científico moderno –especialmente en sus expresiones tecnocráticas y neoliberales hoy hegemónicas– es lo que puede ser descrito literalmente como la naturalización de las relaciones sociales, la noción de acuerdo a la cual las características de la sociedad llamada moderna son la expresión de las tendencias espontáneas, naturales del desarrollo histórico de la sociedad.

La sociedad liberal industrial se constituye -desde esta perspectiva- no sólo en el orden social deseable, sino en el único posible. Esta es la concepción según la cual nos encontramos hoy en un punto de llegada, sociedad sin ideologías, modelo civilizatorio único, globalizado, universal, que hace innecesaria la política, en la medida en que ya no hay alternativas posibles a ese modo de vida.

Esta fuerza hegemónica del pensamiento neoliberal, su capacidad de presentar su propia narrativa histórica como el conocimiento objetivo, científico y universal y a su visión de la sociedad moderna como la forma más avanzada -pero igualmente normal- de la experiencia humana, está sustentada en condiciones histórico culturales específicas.

El neoliberalismo es un excepcional extracto, purificado y por ello despojado de tensiones y contradicciones, de tendencias y opciones civilizatorias que tienen una larga historia en la sociedad occidental.

Esto le da la capacidad de constituirse en el sentido común de la sociedad moderna. La eficacia hegemónica actual de esta síntesis se sustenta en las tectónicas transformaciones en las relaciones de poder que se han producido en el mundo en las últimas décadas.

La desaparición o derrota de las principales oposiciones políticas que ha enfrentado históricamente la sociedad liberal (el socialismo real, y las organizaciones y luchas populares anti-capitalistas en todas partes del mundo), así como la riqueza y el poderío militar sin rival de las sociedades industriales del Norte, contribuyen a la imagen de la sociedad liberal de mercado como la única opción posible, como el fin de la Historia.

Sin embargo, la naturalización de la sociedad liberal como la forma más avanzada y normal de existencia humana no es una construcción reciente que pueda atribuirse al pensamiento neoliberal, ni a la actual coyuntura geopolítica, sino que por el contrario tiene una larga historia en el pensamiento social occidental de los últimos siglos.

La búsqueda de alternativas a la conformación profundamente excluyente y desigual del mundo moderno exige un esfuerzo de deconstrucción del carácter universal y natural de la sociedad capitalista-liberal. Esto requiere el cuestionamiento de las pretensiones de objetividad y neutralidad de los principales instrumentos de naturalización y legitimación de este orden social: el conjunto de saberes que conocemos globalmente como ciencias sociales.

Este trabajo de deconstrucción es un esfuerzo extraordinariamente vigoroso y multifacético que se ha venido produciendo en los últimos años en todas partes del mundo. Entre sus contribuciones fundamentales se destacan: las múltiples vertientes de la crítica feminista[1], el cuestionamiento de la historia europea como Historia Universal[2], el desentrañamiento de la naturaleza del orientalismo[3], la exigencia de «abrir las ciencias sociales»[4]; los aportes de los estudios subalternos de la India[5]; la producción de intelectuales africanos como V.Y. Mudimbe, Mahmood Mamdani, Tsenay Serequeberham y Oyenka Owomoyela[6], y el amplio espectro de la llamada perspectiva postcolonial que encuentra especial vigor en muchos departamentos de estudios culturales de universidades norteamericanas y europeas.

La búsqueda de perspectivas del conocer no eurocéntrico tiene una larga y valiosa tradición en América Latina (José Martí, José Carlos Mariátegui), y cuenta con valiosas contribuciones recientes, entre éstas las de Enrique Dussel[7], Arturo Escobar[8], Michel-Rolph Trouillot[9], Aníbal Quijano[10], Walter Mignolo[11], Fernando Coronil[12] y Carlos Lenkersdorf[13].

Este texto se inscribe dentro de este esfuerzo, argumentando que es posible identificar dos dimensiones constitutivas de los saberes modernos que contribuyen a explicar su eficacia naturalizadora. Se trata de dos dimensiones que tienen orígenes históricos diferentes, y que sólo adquieren su actual potencia naturalizadora por la vía de su estrecha imbricación.

La primera dimensión se refiere a las sucesivas separaciones o particiones del mundo de lo «real» que se dan históricamente en la sociedad occidental y las formas como se va construyendo el conocimiento sobre las bases de este proceso de sucesivas separaciones.

La segunda dimensión es la forma como se articulan los saberes modernos con la organización del poder, especialmente las relaciones coloniales/imperiales de poder constitutivas del mundo moderno.

Estas dos dimensiones sirven de sustento sólido a una construcción discursiva naturalizadora de las ciencias sociales o saberes sociales modernos.

I. Las múltiples separaciones de Occidente

Una primera separación de la tradición occidental es de origen religioso. Un sustrato fundamental de las formas particulares del conocer y del hacer tecnológico de la sociedad occidental la asocia Jan Berting a la separación judeo-cristiana entre Dios (lo sagrado), el hombre (lo humano) y la naturaleza.

De acuerdo a Berting, en esta tradición:… Dios creó al mundo, de manera que el mundo mismo no es Dios, y no se considera sagrado. Esto está asociado a la idea de que Dios creó al hombre en su propia imagen y lo elevó sobre todas las otras criaturas en la tierra, dándole el derecho… a intervenir en el curso de los acontecimientos en la tierra.

A diferencia de la mayor parte de los otros sistemas religiosos, las creencias judeo-cristianas no contienen inhibiciones al control de la naturaleza por el hombre[14].

Es sin embargo a partir de la Ilustración y con el desarrollo posterior de las ciencias modernas cuando se sistematizan y se multiplican estas separaciones[15]. Un hito histórico significativo en estos sucesivos procesos de separación lo constituye la ruptura ontológica entre cuerpo y mente, entre la razón y el mundo, tal como ésta es formulada en la obra de Descartes[16].

La ruptura ontológica entre la razón y el mundo quiere decir que el mundo ya no es un orden significativo, está expresamente muerto. La comprensión del mundo ya no es un asunto de estar en sintonía con el cosmos, como lo era para los pensadores griegos clásicos… El mundo se convirtió en lo que es para los ciudadanos el mundo moderno, un mecanismo desespiritualizado que puede ser captado por los conceptos y representaciones construidos por la razón[17].

Esta total separación entre mente y cuerpo dejó al mundo y al cuerpo vacío de significado y subjetivizó radicalmente a la mente. Esta subjetivación de la mente, esta radical separación entre mente y mundo, colocó a los seres humanos en una posición externa al cuerpo y al mundo, con una postura instrumental hacia ellos[18].

Se crea de esta manera, como señala Charles Taylor, una fisura ontológica, entre la razón y el mundo[19], separación que no está presente en otras culturas[20]. Sólo sobre la base de estas separaciones -base de un conocimiento descorporeizado y descontextualizado- es concebible ese tipo muy particular de conocimiento que pretende ser des-subjetivado (esto es, objetivo) y universal.

Estas tendencias se radicalizan con las separaciones que Weber conceptualizó como constitutivas de la modernidad cultural, y una creciente escisión que se da en la sociedad moderna entre la población en general y el mundo de los especialistas y los expertos. Como señala Habermas:

[Weber] caracterizó la modernidad cultural como la separación de la razón sustantiva expresada en la religión y la metafísica en tres esferas autónomas: ciencia, moralidad y arte, que se diferenciaron porque las visiones del mundo unificadas de la religión y la metafísica seescindieron. Desde el siglo XVIII, los problemas heredados de estas viejas visiones del mundopudieron organizarse según aspectos específicos de validez: verdad, derecho normativo, autenticidad y belleza que pudieron entonces ser tratados como problemas de conocimiento,de justicia y moral o de gusto.

A su vez pudieron institucionalizarse el discurso científico, las teorías morales, la jurisprudencia y la producción y crítica de arte. Cada dominio de la cultura correspondía a profesiones culturales, que enfocaban los problemas con perspectiva deespecialistas.

Este tratamiento profesional de la tradición cultural trae a primer plano las estructuras intrínsecas de cada una de las tres dimensiones de la cultura. Aparecen lasestructuras de la racionalidad cognitivo-instrumental, de la moral-práctica y de la estético-expresiva, cada una de ellas sometida al control de especialistas, que parecen ser másproclives a estas lógicas particulares que el resto de los hombres. Como resultado, crece la distancia entre la cultura de los expertos y la de un público más amplio.

El proyecto de modernidad formulado por los filósofos del iluminismo en el siglo XVIII se basaba en el desarrollo de una ciencia objetiva, una moral universal, y una ley y un arte autónomos y regulados por lógicas propias[21].

En la autoconciencia europea de la modernidad, estas sucesivas separaciones se articulan con aquéllas que sirven de fundamento al contraste esencial que se establece a partir de la conformación colonial del mundo entre occidental o europeo (concebido como lo moderno, lo avanzado) y los «Otros», el resto de los pueblos y culturas del planeta.

La conquista ibérica del continente americano es el momento fundante de los dos procesos que articuladamente conforman la historia posterior: la modernidad y la organización colonial del mundo[22]. Con el inicio del colonialismo en América comienza no sólo la organización colonial del mundo sino -simultáneamente- la constitución colonial de los saberes, de los lenguajes, de la memoria[23] y del imaginario[24].

Se da inicio al largo proceso que culminará en los siglos XVIII y XIX en el cual, por primera vez, se organiza la totalidad del espacio y del tiempo –todas las culturas, pueblos y territorios del planeta, presentes y pasados- en una gran narrativa universal.

En esta narrativa, Europa es -o ha sido siempre- simultáneamente el centro geográfico y la culminación del movimiento temporal. En este período moderno temprano/colonial, se dan los primeros pasos en la «articulación de las diferencias culturales en jerarquías cronológicas»[25] y de lo que Johannes Fabian llama la negación de la simultaneidad (negation of coevalness)[26].

Con los cronistas españoles se da inicio a la «masiva formación discursiva» de construcción de Europa/Occidente y lo otro, del europeo y el indio, desde la posición privilegiada del lugar de enunciación asociado al poder imperial[27].

Esta construcción tiene como supuesto básico el carácter universal de la experiencia europea.

Las obras de Locke y de Hegel -además de extraordinariamente influyentes- son en este sentido paradigmáticas. Al construirse la noción de la universalidad a partir de la experiencia particular (o parroquial) de la historia europea y realizar la lectura de la totalidad del tiempo y del espacio de la experiencia humana a partir de esa particularidad, se erige una universalidad radicalmente excluyente.

Bartolomé Clavero realiza un significativo aporte a esta discusión en su análisis de las concepciones del universalismo, y del individuo y sus derechos, en el liberalismo clásico y en el pensamiento constitucional. Es éste un universalismo no-universal en la medida en que niega todo derecho diferente al liberal, que está sustentado en la propiedad privada individual[28].

La negación del derecho del colonizado comienza por la afirmación del derecho del colonizador; lo es de un derecho colectivo por un derecho individual. Locke en el segundo Treatise of Government, concibe más concretamente ese derecho como derecho de propiedad, como propiedad privada, por una razón muy precisa. La propiedad para él es derecho ante todo del individuo sobre sí mismo.

Es un principio de disposición personal, de esta libertad radical. Y el derecho de propiedad también puede serlo sobre las cosas en cuanto que resulte del ejercicio de la propia disposición del individuo no sólo sobre sí mismo, sino sobre la naturaleza, ocupándola y trabajándola. Es el derecho subjetivo, individual, que constituye, que debe así prestar constitución, al derecho objetivo, social. El orden de la sociedad habrá de responder a la facultad del individuo. No hay derecho legítimo fuera de esta composición[29].

‘Let him [the Man] plant in some in-land, vacant places of America’, que el hombre así colonice las tierras vacantes de América, un territorio que puede considerarse jurídicamente vacío porque no está poblado de individuos que respondan a los requerimientos de la propia concepción, a una forma de ocupación y explotación de la tierra que produzca ante todo derechos, y derechos antes que nada individuales[30].

si no hay cultivo y cosecha, ni la ocupación efectiva sirve para generar derecho; otros usos no valen, esa parte de la tierra, este continente de América, aunque esté poblado, puede todavía considerarse vacante, a disposición del primer colono que llegue y se establezca. El aborigen que no se atenga a esos conceptos, a tal cultura, no tiene ningún derecho[31].

He aquí el punto de llegada del discurso propietario, punto de partida de la concepción constitucional. Y no es desde luego una mera ocurrencia de un pensador aislado. Estamos ante una manifestación realmente paradigmática de toda una cultura, quizás todavía la nuestra[32].

Para la perspectiva constitucional, para esta nueva mentalidad, los indígenas no reúnen las condiciones para tener derecho alguno, ni privado ni público. The Wealth of Nations de Adam Smith, su riqueza de las naciones no menos paradigmática, contiene y difunde la conclusión:

‘The native tribes of North America’ no tienen por su particular ‘state of society’, por un estado que se juzga primitivo, ‘neither sovereign nor commonwealth’, ni soberano ni república, derecho político alguno tampoco.

Con este alcance de privación jurídica de la población indígena, podrá ser alegado por tierras americanas incluso a efectos judiciales no sólo John Locke, sino también Adam Smith, su Wealth of Nations. Valen más como derecho para privar de derecho, que el propio ordenamiento particular[33].

Fue así necesario establecer un orden de derechos universales de todos los seres humanos, como paso precisamente para negar el derecho a la mayoría de ellos.

El efecto es, no la universalización del derecho, sino la entronización del propio universo jurídico, con expulsión radical de cualquier otro. Ya no es sólo que el indígena se encuentre en una posición subordinada. Ahora resulta que no tiene sitio ninguno si no se muestra dispuesto a abandonar completamente sus costumbres y deshacer enteramente sus comunidades para conseguir integrarse al único mundo constitucionalmente concebible del derecho[34].

…no se concibe solamente un derecho individual, este derecho privado. Derecho, también se admite colectivo, de una colectividad, pero sólo aquél o solamente de aquélla que se corresponda y sirva al primero, al derecho de autonomía personal y propiedad privada, a esta libertad civil fundamental que entonces así se concebía. Dicho de otro modo, sólo cabe como público el derecho no de cualquier comunidad, sino solamente de la institución política constituida conforme a dicho fundamento, con vistas a su existencia y aseguramiento.

Tanto las comunidades tradicionales propias como todas las extrañas, cuales aquellas indígenas sin soberano ni constitución, quedan excluidas de un nivel paritario del ordenamiento jurídico o incluso del campo del derecho sin más, lo uno respecto a las propias y lo otro, lo más excluyente, respecto a las ajenas que así no respondan a la forma estatal[35].

El universalismo de la filosofía de la historia de Hegel reproduce este mismo proceso sistemático de exclusiones. La historia es universal en cuanto realización del espíritu universal[36]. Pero de este espíritu universal no participan igualmente todos los pueblos.

Ya que la historia es la figura del espíritu en forma de acontecer, de la realidad natural inmediata, entonces los momentos del desarrollo son existentes como principios naturales inmediatos, y éstos, porque son naturales, son como una pluralidad la una fuera de la otra, y además del modo tal que a un pueblo corresponde uno de ellos; es su existencia geográfica y antropológica[37].

Al pueblo al que corresponde tal momento como principio natural, le es encomendado la ejecución del mismo en el progreso de la autoconciencia del espíritu del mundo que se despliega. Este pueblo, en la historia universal, y para esa época, es el dominante y en ella sólo puede hacer época una vez. Contra éste su absoluto derecho a ser portador del actual grado de desarrollo del espíritu del mundo, los espíritus de los otros pueblos están sin derecho, y ellos, como aquéllos cuya época ha pasado, no cuentan en la historia universal[38].

De este universalismo eurocéntrico excluyente, se derivan las mismas conclusiones que en Locke respecto a los derechos de los pueblos. A diferencia de los pueblos que son portadores históricos de la razón universal, las naciones bárbaras (y sus pueblos) carecen de soberanía y de autonomía.

Un pueblo no es aún un Estado, y el tránsito de una familia, de una horda, de un clan, de una multitud, etc., a la situación de Estado constituye la realización formal de la idea en general en ese pueblo. Sin esa forma carece, como substancia ética que es en sí (an sich), de la objetividad de tener en las leyes, en cuanto determinaciones pensadas, una existencia empírica para sí y para los otros universal y omniválida y, por tanto, no es reconocido: su autonomía en cuanto carece de legalidad objetiva y de racionalidad firme para sí es sólo formal y no es soberanía[39].

…ocurre que las naciones civilizadas consideren a otras que se les han quedado atrás en los movimientos substanciales del Estado (los pueblos pastores frente a los cazadores, los agrícolas frente a ambos, etc.), como bárbaras, con la consciencia de un derecho desigual, y traten su autonomía como algo formal[40].

La narrativa de Hegel está construida sobre una tríada de continentes, (Asia, Africa, Europa). Estas «… partes del mundo no están… divididas por casualidad o por razones de comodidad, sino que se trata de diferencias esenciales«[41]. La Historia se mueve de Oriente a Occidente, siendo Europa el Occidente absoluto, lugar en el cual el espíritu alcanza su máxima expresión al unirse consigo mismo[42].

Dentro de esta metanarrativa histórica, América ocupa un papelambiguo. Por una lado es el continente joven, con la implicación potencial que esta caracterización puede tener como portador de futuro, pero su juventud se manifiesta fundamentalmente en ser débil e inmaduro[43].

Mientras su vegetación es monstruosa, su fauna es endeble[44], e incluso el canto de sus pájaros es desagradable[45]. Los aborígenes americanos son una raza débil en proceso de desaparición[46]. Sus civilizaciones carecían «de los dos grandes instrumentos del progreso, el hierro y el caballo«[47]. América siempre se ha mostrado y sigue mostrándose física y espiritualmente impotente[48].

Incluso las civilizaciones de México y del Perú eran meramente naturales: al acercarse el espíritu, la llegada de la incomparable civilización europea, no podían menos que desaparecer[49].

II. La naturalización de la sociedad liberal y el origen histórico de las ciencias sociales

El proceso que culminó con la consolidación de las relaciones de producción capitalistas y modo de vida liberal, hasta que éstas adquirieron el carácter de las formas naturales de la vida social, tuvo simultáneamente una dimensión colonial/imperial de conquista y/o sometimiento de otro continentes y territorios por parte de las potencias europeas, y una encarnizada lucha civilizatoria interna al territorio europeo en la cual finalmente terminó por imponerse la hegemonía del proyecto liberal.

Para las generaciones de campesinos y trabajadores que durante los siglos XVIII y XIX vivieron en carne propia las extraordinarias y traumáticas transformaciones: expulsión de la tierra y del acceso a los recursos naturales; la ruptura con las formas anteriores de vida y de sustento -condición necesaria para la creación de la fuerza de trabajo «libre»-, y la imposición de la disciplina del trabajo fabril, este proceso fue todo menos natural.

La gente no entró a la fábrica alegremente y por su propia voluntad. Un régimen de disciplina y de normatización cabal fue necesario. Además de la expulsión de los campesinos y los siervos de la tierra y la creación de la clase proletaria, la economía moderna requería una profunda transformación de los cuerpos, los individuos y de las formas sociales. Como producto de este régimen de normalización se creó el hombre económico[50].

En diversas partes de Europa, y con particular intensidad en el Reino Unido, el avance de este modelo de organización no sólo del trabajo y del acceso a los recursos, sino del conjunto de la vida, fue ampliamente resistido tanto en las ciudades como en el campo.

Detengámonos en la caracterización de esa resistencia, de este conflicto cultural o civilizatorio, que formula el historiador inglés E.P. Thompson, lúcido estudioso de la sensibilidad popular de ese período:

Mi tesis es que la conciencia de la costumbre y los usos de la costumbre, eran especialmente robustos en el siglo dieciocho: de hecho algunas de las ‘costumbres’ eran de invención reciente y eran en realidad reclamos de nuevos ‘derechos’. … la presión para ‘reformar’ fue resistida obstinadamente y en el siglo dieciocho se abrió una distancia profunda, una alienación profunda entre la cultura de patricios y plebeyos[51].

Esta es entonces una cultura conservadora en sus formas que apela a, y busca reforzar los usos tradicionales. Son formas no-racionales; no apelan a ninguna ‘razón’ a través del folleto, sermón o plataforma; imponen las sanciones del ridículo, la vergüenza y las intimidaciones.

Pero el contenido y sentido de esta cultura no pueden describirse tan fácilmente como conservadores. En la realidad social el trabajo está volviéndose, década tras década, más ‘libre’ de los tradicionales controles señoriales, parroquiales, corporativos y paternales, y más distanciado de la dependencia clientelar directa del señorío[52].

De ahí una paradoja característica del siglo: encontramos una cultura tradicional rebelde. La cultura conservadora de los plebeyos, tan a menudo como no, resiste, en el nombre de la costumbre, esas racionalizaciones económicas e innovaciones (como el cerramiento de las tierras comunes, la disciplina laboral, y los mercados ‘libres’ no regulados de granos) que gobernantes, comerciantes, o patronos buscan imponer.

La innovación es más evidente en la cima de la sociedad que debajo, pero como esta innovación no es un proceso tecnológico/sociológico neutral y sin normas (‘modernización’, ‘racionalización’) sino la innovación del proceso capitalista, es a menudo experimentado por los plebeyos en la forma de explotación, o la apropiación de sus derechos de uso tradicionales, o la ruptura violenta de modelos valorados de trabajo y ocio… Por lo tanto, la cultura plebeya es rebelde, pero rebelde en la defensa de las costumbres. Las costumbres defendidas son las de la propia gente, y algunas de ellas están, de hecho, basadas en recientes aserciones en la práctica[53].

Las ciencias sociales tienen como piso la derrota de esa resistencia, tienen como sustrato las nuevas condiciones que se crean cuando el modelo liberal de organización de la propiedad, del

trabajo y del tiempo dejan de aparecer como una modalidad civilizatoria en pugna con otra(s) que conservan su vigor, y adquiere hegemonía como la única forma de vida posible[54].

A partir de este momento, las luchas sociales ya no tienen como eje al modelo civilizatorio liberal y la resistencia a su imposición, sino que pasan a definirse al interior de la sociedad liberal[55].

Estas son las condiciones históricas de la naturalización de la sociedad liberal de mercado. La «superioridad evidente» de ese modelo de organización social -y de sus países, cultura, historia, y raza- queda demostrada tanto por la conquista y sometimiento de los demás pueblos del mundo, como por la «superación» histórica de las formas anteriores de organización social, una vez que se ha logrado imponer en Europa la plena hegemonía de la organización liberal de la vida sobre las múltiples formas de resistencia con las cuales se enfrentó.

Es éste el contexto histórico-cultural del imaginario que impregna el ambiente intelectual en el cual se da la constitución de las disciplinas de las ciencias sociales. Esta es la cosmovisión que aporta los presupuestos fundantes a todo el edificio de los saberes sociales modernos. Esta cosmovisión tiene como eje articulador central la idea de modernidad, noción que captura complejamente cuatro dimensiones básicas:                                                                            1) la visión universal de la historia asociada a la idea del progreso (a partir de la cual se construye la clasificación y jerarquización de todos los pueblos y continentes, y experiencias históricas);                                                                                                      2) la «naturalización» tanto de las relaciones sociales como de la «naturaleza humana» de la sociedad liberal-capitalista;                       3) la naturalización u ontologización de las múltiples separaciones propias de esa sociedad; y

4) la necesaria superioridad de los saberes que produce esa sociedad (‘ciencia’) sobre todo otro saber.

Tal como lo caracterizan Immanuel Wallerstein y el equipo que trabajó con él en el Informe Gulbenkian[56], las ciencias sociales se constituyen como tales en un contexto espacial y temporal específico: en cinco países liberales industriales (Inglaterra, Francia, Alemania, las Italias y los Estados Unidos) en la segunda mitad del siglo pasado.

En el cuerpo disciplinario básico de las ciencias sociales -al interior de las cuales continuamos hoy habitando- se establece en primer lugar, una separación entre pasado y presente: la disciplina historia estudia el pasado, mientras se definen otras especialidades que corresponden al estudio del presente.

Para el estudio de éste se acotan, se delimitan, ámbitos diferenciados correspondientes a lo social, lo político y lo económico, concebidos propiamente como regiones ontológicas de la realidad histórico-social. A cada uno de estos ámbitos separados de la realidad histórico-social corresponde una disciplina de las ciencias sociales, con su objeto de estudios, sus métodos, sus tradiciones intelectuales, sus departamentos universitarios: la sociología, la ciencia política y la economía. La antropología y los estudios clásicos se definen como los campos para el estudio de los otros.

De la constitución histórica de las disciplinas científicas que se produce en la academia occidental, interesa destacar dos asuntos que resultan fundantes y esenciales. En primer lugar, está el supuesto de la existencia de un metarrelato universal que lleva a todas las culturas y a los pueblos desde lo primitivo, lo tradicional, a lo moderno. La sociedad industrial liberal es la expresión más avanzada de ese proceso histórico, es por ello el modelo que define a la sociedad moderna. La sociedad liberal, como norma universal, señala el único futuro posible de todas las otras culturas o pueblos. Aquéllos que no logren incorporarse a esa marcha inexorable de la historia, están destinados a desaparecer.

En segundo lugar, y precisamente por el carácter universal de la experiencia histórica europea, las formas del conocimiento desarrolladas para la comprensión de esa sociedad se convierten en las únicas formas válidas, objetivas, universales del conocimiento.

Las categorías, conceptos y perspectivas (economía, Estado, sociedad civil, mercado, clases, etc.) se convierten así no sólo en categorías universales para el análisis de cualquier realidad, sino igualmente en proposiciones normativas que definen el deber ser para todos los pueblos del planeta.

Estos saberes se convierten así en los patrones a partir de los cuales se pueden analizar y detectar las carencias, los atrasos, los frenos e impactos perversos que se dan como producto de lo primitivo o lo tradicional en todas las otras sociedades.

Esta es una construcción eurocéntrica, que piensa y organiza a la totalidad del tiempo y del espacio, a toda la humanidad, a partir de su propia experiencia, colocando su especificidad histórico-cultural como patrón de referencia superior y universal. Pero es más que eso. Este metarrelato de la modernidad es un dispositivo de conocimiento colonial e imperial en que se articula esa totalidad de pueblos, tiempo y espacio como parte de la organización colonial/imperial del mundo.

Una forma de organización y de ser de la sociedad, se transforma mediante este dispositivo colonizador del saber en la forma «normal» del ser humano y de la sociedad. Las otras formas de ser, las otras formas de organización de la sociedad, las otras formas del saber, son trasformadas no sólo en diferentes, sino en carentes, en arcaicas, primitivas, tradicionales, premodernas. Son ubicadas en un momento anterior del desarrollo histórico de la humanidad[57], lo cual dentro del imaginario del progreso enfatiza su inferioridad.

Existiendo una forma «natural» del ser de la sociedad y del ser humano, las otras expresiones culturales diferentes son vistas como esencial u ontológicamente inferiores e imposibilitadas por ello de llegar a «superarse» y llegar a ser modernas (debido principalmente a la inferioridad racial). Los más optimistas las ven como requiriendo la acción civilizadora o modernizadora por parte de quienes son portadores de una cultura superior para salir de su primitivismo o atraso. Aniquilación o civilización impuesta definen así los únicos destinos posibles para los otros[58].

El conjunto de separaciones sobre el cual está sustentada la noción del carácter objetivo y universal del conocimiento científico, está articulado a las separaciones que establecen los saberes sociales entre la sociedad moderna y el resto de las culturas.

Con las ciencias sociales se da el proceso de cientifización de la sociedad liberal, su objetivación y universalización, y por lo tanto, su naturalización. El acceso a la ciencia, y la relación entre ciencia y verdad en todas las disciplinas, establece una diferencia radical entre las sociedades modernas occidentales y el resto del mundo. Se da, como señala Bruno Latour, una diferenciación básica entre una sociedad que posee la verdad -el control de la naturaleza- y otras que no lo tienen.

En los ojos de los occidentales, el Occidente, y sólo el Occidente no es una cultura, no es sólo una cultura.

¿Por qué se ve el Occidente a sí mismo de esta manera? ¿Por qué debería ser Occidente y sólo Occidente no una cultura? Para comprender la Gran División entre nosotros y ellos, debemos regresar a la otra Gran División, aquélla que se da entre humanos y no-humanos…

En efecto, la primera es la exportación de la segunda. Nosotros los occidentales no podemos ser una cultura más entre otras, ya que nosotros también movilizamos a la Naturaleza. Nosotros no movilizamos una imagen, o una representación simbólica de la naturaleza como lo hacen otras sociedades, sino a la Naturaleza, tal como ésta es, o por lo menos tal como ésta es conocida por las ciencias -que permanecen en el fondo, no estudiadas, no estudiables, milagrosamente identificadas con la Naturaleza misma[59].

Así, la Gran División Interna da cuenta de la Gran División Externa: nosotros somos los únicos que diferenciamos absolutamente entre Naturaleza y Cultura, entre Ciencia y Sociedad, mientras que a nuestros ojos todos los demás, sean chinos, amerindios, azande o barouya, no pueden realmente separar lo que es conocimiento de lo que es sociedad, lo que es signo de lo que es cosa, lo que viene de la Naturaleza, de lo que su cultura requiere. Hagan lo que hagan, no importa si es adaptado, regulado o funcional, ellos siempre permanecen ciegos al interior de esta confusión. Ellos son prisioneros tanto de lo social como del lenguaje. Nosotros, hagamos lo que hagamos, no importa cuan criminal o imperialista podamos ser, escapamos a la prisión de lo social y del lenguaje para lograr acceso a las cosas mismas a través de un portón de salida providencial, el del conocimiento científico.

La partición interna entre humanos y no humanos define una segunda partición -una externa esta vez- a través de la cual los modernos se han puesto a sí mismos en un plano diferente de los premodernos[60].

Este cuerpo o conjunto de polaridades entre la sociedad moderna occidental y las otras culturas, pueblos y sociedades, polaridades, jerarquizaciones y exclusiones establece supuestos y miradas específicas en el conocimiento de los otros.

En este sentido es posible afirmar que, en todo el mundo ex-colonial, las ciencias sociales han servido más para el establecimiento de contrastes con la experiencia histórico cultural universal (normal) de la experiencia europea, (herramientas en este sentido de identificación de carencias y deficiencias que tienen que ser superadas), que para el conocimiento de esas sociedades a partir de sus especificidades histórico culturales.

Existe una extraordinaria continuidad entre las diferentes formas en las cuales los saberes eurocéntricos han legitimado la misión civilizadora/normalizadora a partir de las deficiencias -desviaciones respecto al patrón normal de lo civilizado– de otras sociedades. Los diferentes discursos históricos (evangelización, civilización, la carga del hombre blanco, modernización, desarrollo, globalización) tienen todos como sustento la concepción de que hay un patrón civilizatorio que es simultáneamente superior y normal.

Afirmando el carácter universal de los saberes científicos eurocéntricos se ha abordado el estudio de todas las demás culturas y pueblos a partir de la experiencia moderna occidental, contribuyendo de esta manera a ocultar, negar, subordinar o extirpar toda experiencia o expresión cultural que no ha correspondido con este deber ser que fundamenta a las ciencias sociales.

Las sociedades occidentales modernas constituyen la imagen de futuro para el resto del mundo, el modo de vida al cual éste llegaría naturalmente si no fuese por los obstáculos representados por su composición racial inadecuada, su cultura arcaica o tradicional, sus prejuicios mágico religiosos[61], o más recientemente, por el populismo y unos Estados excesivamente intervencionistas, que no respetan la libertad espontánea del mercado.

En América Latina, las ciencias sociales, en la medida en que han apelado a esta objetividad universal, han contribuido a la búsqueda, asumida por las élites latinoamericanas a lo largo de toda la historia de este continente, de la «superación» de los rasgos tradicionales y premodernos que han obstaculizado el progreso, y la transformación de estas sociedades a imagen y semejanza de las sociedades liberales-industriales[62].

Al naturalizar y universalizar las regiones ontológicas de la cosmovisión liberal que sirven de piso a sus acotamientos disciplinarios, las ciencias sociales han estado imposibilitadas de abordar procesos histórico-culturales diferentes a los postulados por dicha cosmovisión. A partir de caracterizar las expresiones culturales «tradicionales» o «no-modernas», como en proceso de transición hacia la modernidad, se les niega toda la posibilidad de lógicas culturales o cosmovisiones propias.

Al colocarlas como expresión del pasado se niega la posibilidad de su contemporaneidad. Está tan profundamente arraigada esta noción de lo moderno, el patrón cultural occidental y su secuencia histórica como lo normal o universal, que este imaginario ha logrado acotar una alta proporción de las luchas sociales y de los debates político-intelectuales del continente.

Estas nociones de la experiencia occidental como lo moderno en un sentido universal, y de la secuencia histórica europea como el patrón normal con el cual es necesario comparar otras experiencias, permanecen como presupuestos implícitos, aun en autores que expresamente se proponen la comprensión de la especificidad histórico-cultural de este continente.

Podemos ver, por ejemplo, la forma como García Canclini aborda la caracterización de las culturas latinoamericanas como culturas híbridas[63]. A pesar de rechazar expresamente la lectura de la experiencia latinoamericana de la modernidad «como eco diferido y deficiente de los países centrales»[64] caracteriza al modernismo en los siguientes términos:

Si el modernismo no es la expresión de la modernización socioeconómica, sino el modo en que las élites se hacen cargo de la intersección de diferentes temporalidades históricas y tratan de elaborar con ellas un proyecto global, ¿cuáles son las temporalidades en América Latina y qué contradicciones genera su cruce?

La perspectiva Pluralista, que acepta la fragmentación y las combinaciones múltiples entre tradición, modernidad y posmodernidad, es indispensable para considerar la coyuntura latinoamericana de fin de siglo. Así se comprueba… cómo se desenvolvieron en nuestro continente los cuatro rasgos o movimientos definitorios de la modernidad: emancipación, expansión, renovación y democratización. Todos se han manifestado en América Latina. El problema no reside en que no nos hayamos modernizado, sino en la forma contradictoria y desigual en que estos componentes se han venido articulando[65].

Parece aquí asumirse que hay un tiempo histórico «normal» y universal que es el europeo. La modernidad entendida como universal tiene como modelo «puro» a la experiencia europea. En contraste con este modelo o estándar de comparación, los procesos de la modernidad en América Latina se dan en forma «contradictoria» y «desigual», como intersección de diferentes temporalidades históricas (¿temporalidades europeas?).

III. Alternativas al pensamiento eurocéntrico-colonial en América Latina hoy

En el pensamiento social latinoamericano, desde el continente y desde afuera de éste -y sin llegar a constituirse en un cuerpo coherente- se ha producido una amplia gama de búsquedas de formas alternativas del conocer, cuestionándose el carácter colonial/eurocéntrico de los saberes sociales sobre el continente, el régimen de separaciones que les sirven de fundamento, y la idea misma de la modernidad como modelo civilizatorio universal.

De acuerdo a Maritza Montero, a partir de las muchas voces en busca de formas alternativas de conocer que se han venido dando en América Latina en las últimas décadas, es posible hablar de la existencia de un «modo de ver el mundo, de interpretarlo y de actuar sobre él» que constituye propiamente un episteme con el cual «América Latina está ejerciendo su capacidad de ver y hacer desde una perspectiva Otra, colocada al fin en el lugar de Nosotros»[66].

Las ideas centrales articuladoras de este paradigma son, para Montero, las siguientes:

· Una concepción de comunidad y de participación así como del saber popular, como formas de constitución y a la vez como producto de un episteme de relación.

· La idea de liberación a través de la praxis, que supone la movilización de la conciencia, y un sentido crítico que lleva a la desnaturalización de las formas canónicas de aprehender- construir-ser en el mundo.

· La redefinición del rol de investigador social, el reconocimiento del Otro como Sí Mismo y por lo tanto la del sujeto-objeto de la investigación como actor social y constructor de conocimiento.

· El carácter histórico, indeterminado, indefinido, no acabado y relativo del conocimiento. La multiplicidad de voces, de mundos de vida, la pluralidad epistémica.

· La perspectiva de la dependencia y luego, la de la resistencia. La tensión ente minorías y mayorías y los modos alternativos de hacer-conocer.

· La revisión de métodos, los aportes y las transformaciones provocados por ellos[67].

Las contribuciones principales a este episteme latinoamericano las ubica Montero en la teología de la liberación y la filosofía de la liberación[68], así como en la obra de Paulo Freire, Orlando Fals Borda[69] y Alejandro Moreno[70].

IV. Tres aportes recientes: Trouillot, Escobar y Coronil

Tres libros recientes nos ilustran el vigor de una producción teórica cuya riqueza reside tanto en su perspectiva crítica del eurocentrismo colonial de los saberes sociales modernos, como en las reinterpretaciones de la realidad latinoamericana que ofrecen, a partir de otros supuestos[71].

Michel-Rolph Trouillot

Las implicaciones de la narrativa histórica universal que tiene a Europa como único sujeto significativo, son abordadas por Michel-Rolph Trouillot. En Silencing the Past. Power and the Production of History, analiza el carácter colonial de la historiografía occidental mediante el estudio de las formas como ha sido narrada la revolución haitiana, haciendo particular énfasis en caracterizar cómo operan las relaciones de poder[72] y los silencios en la construcción de la narrativa histórica[73].

Las narrativas históricas se basan en premisas o comprensiones anteriores que tienen a su vez como premisas la distribución del poder de registro (archival power). En el caso de la historiografía haitiana, como en el caso de la mayoría de los países del Tercer Mundo, esas comprensiones anteriores han sido modeladas profundamente por convenciones y procedimientos occidentales[74].

De acuerdo a Trouillot, la Revolución Haitiana fue silenciada por la historiografía occidental, porque dados sus supuestos, esta revolución tal como ocurrió, era impensable[75].

De hecho la afirmación de que africanos esclavizados y sus descendientes no podían imaginar su libertad -y menos aún, formular estrategias para conquistar y afianzar dicha libertad- no estaba basada tanto en la evidencia empírica como en una ontología, una organización implícita del mundo y de sus habitantes. Aunque de ninguna forma monolítica, esta concepción del mundo era ampliamente compartida por los blancos en Europa y las Américas, y también por muchos dueños de plantación no-blancos. Aunque dejó espacio para variaciones, ninguna de estas variaciones incluyó la posibilidad de un levantamiento revolucionario en las plantaciones de esclavos, y menos aún uno exitoso que condujese a crear un Estado independiente.

Así, la Revolución Haitiana entró en la historia mundial con la particular característica de ser inconcebible aún mientras ocurría[76].

En un orden global caracterizado por la organización colonial del mundo, la esclavitud y el racismo, no había lugar a dudas en cuanto a la superioridad europea, y por lo tanto acontecimientos que la pusiesen en cuestión no eran concebibles[77].

Lo impensable es aquello que no puede ser concebido dentro del rango de alternativas posibles, aquello que pervierte todas las respuestas porque desafía los términos a partir de los cuales se formulan las preguntas. En este sentido, la Revolución Haitiana fue impensable en su tiempo: retó el propio marco de referencia a partir del cual sus proponentes y opositores examinaban la raza, el colonialismo y la esclavitud[78].

La visión del mundo gana sobre los hechos: la hegemonía blanca es natural, tomada como dada; cualquier alternativa todavía está en el dominio de lo impensable[79].

De acuerdo a Trouillot, el silenciamiento de la Revolución Haitiana es sólo un capítulo dentro de la narrativa de la dominación global sobre los pueblos no europeos[80].

Arturo Escobar

En Encountering Development. The Making and Unmaking of the Third World, Arturo Escobar se propone contribuir a la construcción de un marco de referencia para la crítica cultural de la economía como una estructura fundacional de la modernidad. Para ello analiza el discurso -y las institucionalidades nacionales e internacionales- del desarrollo en la post-guerra. Este discurso, producido bajo condiciones de desigualdad de poder, construye al Tercer Mundo como forma de ejercer control sobre él[81].

De acuerdo a Escobar, desde estas desigualdades de poder, y a partir de las categorías del pensamiento social europeo, opera la «colonización de la realidad por el discurso» del desarrollo[82].

A partir del establecimiento del patrón de desarrollo occidental como la norma, al final de la segunda guerra mundial, se da la «invención» del desarrollo, produciéndose substanciales cambios en la forma como se conciben las relaciones entre los países ricos y los pobres. Toda la vida, cultural, política, agrícola, comercial de estas sociedades pasa a estar subordinada a una nueva estrategia[83].

Fue promovido un tipo de desarrollo que se correspondía con las ideas y expectativas del Occidente próspero, lo que los países occidentales consideraban que era el curso normal de la evolución y el progreso. …al conceptualizar el progreso en esos términos, la estrategia del desarrollo se convirtió en un poderoso instrumento para la normalización del mundo[84].

La ciencia y la tecnología son concebidas no sólo como base del progreso material, sino como la fuente de dirección y de sentido del desarrollo[85].

En las ciencias sociales del momento predomina una gran confianza en la posibilidad de un conocimiento cierto, objetivo, con base empírica, sin contaminación por el prejuicio o el error[86].

Por ello, sólo determinadas formas de conocimiento fueron consideradas como apropiadas para los programas del desarrollo: el

conocimiento de los expertos entrenados en la tradición occidental[87].

El conocimiento de los «otros», el conocimiento «tradicional» de los pobres, de los campesinos, no sólo era considerado no pertinente, sino incluso como uno de los obstáculos a la tarea transformadora del desarrollo.

En el período de la post-guerra, se dio el «descubrimiento» de la pobreza masiva existente en Asia, Africa y América Latina[88].

A partir de una definición estrictamente económica y cuantitativa, dos terceras partes de la humanidad fueron transformadas en pobres – y por lo tanto en seres carentes y necesitados de intervención- cuando en 1948 el Banco Mundial definió como pobres a aquellos países cuyo ingreso anual per cápita era menor a US$100 al año: «… si el problema era de insuficiente ingreso, la solución era claramente el desarrollo económico.»[89]

De esta forma:

El desarrollo obró creando anormalidades (los ‘pobres’, los ‘desnutridos’, los ‘analfabetos’, las ‘mujeres embarazadas’, los ‘sin tierra’), anormalidades que entonces procedía a tratar de reformar. Buscando eliminar todos los problemas de la faz de la tierra, del Tercer Mundo, lo que realmente logró fue multiplicarlos hasta el infinito. Materializándose en un conjunto de prácticas, instituciones y estructuras, ha tenido un profundo impacto sobre el Tercer Mundo: las relaciones sociales, las formas de pensar, las visiones de futuro quedaron marcadas indeleblemente por este ubicuo operador.

El Tercer Mundo ha llegado a ser lo que es, en gran medida, por el desarrollo. Este proceso de llegar a ser implicó seleccionar entre opciones críticas y altos costos, y los pueblos del Tercer Mundo apenas comienzan ahora a comprender cabalmente su naturaleza[90].

Detrás de la preocupación humanitaria y la perspectiva positiva de la nueva estrategia, nuevas formas de poder y control, más sutiles y refinadas, fueron puestas en operación. La habilidad de los pobres para definir y hacerse cargo de sus propias vidas fue erosionada en una forma más profunda que quizás nunca antes. Los pobres se convirtieron en el blanco de prácticas más sofisticadas, de una variedad de programas que parecían ineludibles. Desde las nuevas instituciones del poder en los Estados Unidos y Europa; desde las oficinas del Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo y las Naciones Unidas; desde las universidades, institutos de investigaciones e instituciones de los Estados Unidos y Europa; y desde las nuevas oficinas de planificación de las grandes capitales del mundo subdesarrollado, este era el tipo de desarrollo que era activamente promovido, y que en unos pocos años  extendió su alcance a todos los aspectos de la sociedad[91].

La premisa organizadora era la creencia en el papel de la modernización como la única fuerza capaz de destruir las supersticiones y relaciones arcaicas, a cualquier costo social, cultural o político. La industrialización y la urbanización eran vistas como inevitables y necesariamente progresivas rutas a la modernización[92].

Estos procesos, de acuerdo a Escobar, deben ser entendidos en el marco global de la progresiva expansión de estas formas modernas no sólo a todos los ámbitos geográficos del planeta, sino igualmente al corazón mismo de la naturaleza y la vida.

Si con la modernidad podemos hablar de la progresiva conquista semiótica de la vida social y cultural, hoy esta conquista se ha extendido al corazón mismo de la naturaleza y la vida. Una vez que la modernidad se ha consolidado y la economía se convierte en una realidad aparentemente ineluctable -para la mayoría un verdadero descriptor de la realidad- el capital debe abordar la cuestión de la domesticación de todas las relaciones sociales y simbólicas restantes en términos del código de la producción. Ya no son solamente el capital y el trabajo per se los que están en juego, sino la reproducción del código. La realidad social se convierte, para tomar prestada la expresión de Baudrillard, en ‘el espejo de la producción’[93].

En la búsqueda de alternativas a estas formas universalistas de sometimiento y control de todas las dimensiones de la cultura y la vida, Escobar apunta en dos direcciones complementarias: la resistencia local de grupos de base a las formas dominantes de intervención, y la deconstrucción del desarrollo[94], tarea que implica el esfuerzo de la desnaturalización y desuniversalización de la modernidad.

Para esto último hace falta una antropología de la modernidad, conducente a la comprensión de la modernidad occidental como un fenómeno cultural e histórico específico[95]. Esto pasa necesariamente por la desuniversalización de los ámbitos en los cuales se ha separado la sociedad moderna.

¿Cuál es el código cultural que ha sido inscrito en la estructura de la economía? ¿Qué vasto desarrollo civilizatorio resultó en la actual concepción y práctica de la economía? (…). Una antropología de la modernidad centrada en la economía nos lleva a narraciones del mercado, producción y el trabajo, que están en las raíces de lo que podría llamarse la economía occidental. Estas narrativas son raramente cuestionadas, son tomadas como las formas normales y naturales de ver la vida. Sin embargo, las nociones de mercado, economía y producción son contingencias históricas. Sus historias pueden ser descritas, sus genealogías marcadas, sus mecanismos de poder y verdad revelados. Esto es, la economía occidental puede ser antropologizada, para demostrar cómo está compuesta por un conjunto de discursos y prácticas muy peculiares en la historia de las culturas.

La economía occidental es generalmente pensada como un sistema de producción. Desde la perspectiva de la antropología de la modernidad, sin embargo, la economía occidental debe ser vista como una institución compuesta por sistemas de producción, poder y significación. Los tres sistemas se unieron al final del siglo dieciocho y están inseparablemente ligados al desarrollo del capitalismo y la modernidad. Deben ser vistos como formas culturales a través de las cuales los seres humanos son transformados en sujetos productivos. La economía no es sólo, ni siquiera principalmente, una entidad material. Es ante todo, una producción cultural, una forma de producir sujetos humanos y órdenes sociales de un determinado tipo[96].

Los antropólogos han sido cómplice de la racionalización de la economía moderna al contribuir a la naturalización de los constructos de la economía, la política, la religión, el parentesco y similares, como los bloques primarios en la construcción de toda sociedad. La existencia de estos dominios como pre-sociales y universales debe ser rechazada. Por el contrario, debemos interrogarnos sobre los procesos simbólicos y sociales que hacen que estos dominios aparezcan como auto-evidentes y naturales[97].

Fernando Coronil

Del libro de Fernando Coronil The Magical State, interesa destacar su análisis de algunas de las separaciones fundantes de los saberes sociales modernos que fueron caracterizadas en la primera parte de este texto, asunto abordado a partir de la exploración de las implicaciones de la exclusión del espacio y de la naturaleza que se ha dado históricamente en la caracterización de la sociedad moderna.

De acuerdo a Coronil ninguna generalización puede hacer justicia a la diversidad y complejidad del tratamiento de la naturaleza en la teoría social occidental. Sin embargo, considera que:

…los paradigmas dominantes tienden a reproducir los supuestos que atraviesan a la cultura moderna en los cuales la naturaleza es un supuesto más. Las visiones del progreso histórico posteriores a la Ilustración afirman la primacía del tiempo sobre el espacio y de la cultura sobre la naturaleza. En términos de estas polaridades, la naturaleza está tan profundamente asociada con espacio y geografía que estas categorías con frecuencia se presentan como metáforas una de otra. Al diferenciarlas, los historiadores y los científicos sociales usualmente presentan al espacio o a la geografía como un escenario inerte en el cual tienen lugar los eventos históricos, y a la naturaleza como el material pasivo con el cual los humanos hacen su mundo. La separación de la historia de la geografía y el dominio del tiempo sobre el espacio tiene el efecto de producir imágenes de sociedades cortadas de su ambiente material, como si surgieran de la nada[98].

Ni en las concepciones de la economía neoclásica, ni en las marxistas, la naturaleza es incorporada centralmente como parte del proceso de creación de riqueza, hecho que tiene vastas consecuencias. En la teoría neoclásica, la separación de la naturaleza del proceso de creación de riqueza se expresa en la concepción subjetiva del valor, centrada en el mercado.

Desde esta perspectiva, el valor de cualquier recurso natural se determina de la misma manera que toda otra mercancía, esto es por su utilidad para los consumidores tal como ésta es medida en el mercado[99].

Desde un punto de vista macroeconómico, la remuneración de los dueños de la tierra y de los recursos naturales es concebida como una transferencia de ingreso, no como un pago por un capital natural. Es ésta la concepción que sirve de sustento al sistema de cuentas nacionales utilizado en todo el mundo[100].

Marx, a pesar de afirmar que la trinidad (trabajo/capital/tierra) «contiene en sí misma todos los misterios del proceso social de producción»[101], termina por formalizar una concepción de la creación de riqueza que ocurre al interior de la sociedad, como una relación capital/trabajo, dejando fuera a la naturaleza. Como la naturaleza no crea valor, la renta se refiere a la distribución, no a la creación de plusvalía[102].

Para Coronil es fundamental el aporte de Henry Lefebvre[103] en torno a la construcción social del espacio como base para «pensar el espacio en términos que integren su significado socialmente construido con sus propiedades formales y materiales»[104].

Interesan aquí dos aspectos del pensamiento de Lefebvre sobre el espacio. El primero se refiere a la concepción del espacio como producto de las relaciones sociales y de la naturaleza (estos constituyen su «materia prima»)[105].

[El espacio] es tanto el producto de, como la condición de posibilidad de las relaciones sociales. Como una relación social, el espacio es también una relación natural, una relación entre sociedad y naturaleza a través de la cual la sociedad mientras se produce a sí misma transforma y se apropia de la naturaleza[106].

En segundo lugar, para Lefebvre, la tierra incluye «los terratenientes, la aristocracia del campo», «el Estado-nación confinado dentro de un territorio específico» y «en el sentido más absoluto, la política y la estrategia política»[107]. Tenemos así identificadas las dos exclusiones esenciales implicadas por la ausencia del espacio: la naturaleza, y la territorialidad como ámbito de lo político[108].

Coronil afirma que en la medida en que se deja afuera a la naturaleza en la caracterización teórica de la producción y del desarrollo del capitalismo y la sociedad moderna, se está igualmente dejando al espacio fuera de la mirada de la teoría. Al hacer abstracción de la naturaleza, de los recursos, del espacio, y de los territorios, el desarrollo histórico de la sociedad moderna y del capitalismo aparece como un proceso interno, autogenerado, de la

sociedad europea, que posteriormente se expande hacia regiones «atrasadas».

En esta construcción eurocéntrica, desaparece del campo de visión el colonialismo como dimensión constitutiva de estas experiencias históricas. Están ausentes las relaciones de subordinación de territorios, recursos y poblaciones del espacio no europeo. Desaparece así del campo de visibilidad la presencia del mundo periférico y sus recursos en la constitución del capitalismo, con lo cual se reafirma la idea de Europa como único sujeto histórico.

La reintroducción del espacio -y por esa vía la dialéctica de los tres elementos de la trinidad de Marx (trabajo, capital y tierra)- permite ver al capitalismo como proceso global, más que como un proceso auto-generado en Europa, y permite incorporar al campo de visión a las modernidades subalternas[109].

El recordar la naturaleza -reconociendo teóricamente su significado histórico- nos permite reformular las historias dominantes del desarrollo histórico occidental, y cuestionar la noción de acuerdo a la cual la modernidad es la creación de un Occidente auto-propulsado[110].

El proyecto de la parroquialización de la modernidad occidental (…) implica también el reconocimiento de la periferia como el sitio de la modernidad subalterna. El propósito no es ni homogeneizar, ni catalogar las múltiples formas de la modernidad, menos aún elevar a la periferia mediante un mandato semántico, sino el deshacer las taxonomías imperiales que fetichizan a Europa como el portador exclusivo de la modernidad y borra la constitución transcultural de los centros imperiales y las periferias colonizadas.

La crítica del locus de la modernidad desde sus márgenes, crea las condiciones para una crítica inherentemente desestabilizadora de la modernidad misma. Al desmontarse la representación de la periferia como la encarnación del atraso bárbaro, a su vez se desmitifica la auto-representación europea como la portadora universal de la razón y el progreso histórico[111].

Una vez que se incorpora la naturaleza al análisis social, la organización del trabajo no puede ser abstraída de sus bases materiales[112]. En consecuencia, la división internacional del trabajo tiene que ser entendida no sólo como una división social del trabajo, sino igualmente una división global de la naturaleza[113].

Lo que podría llamarse la división internacional de la naturaleza suministra la base material para la división internacional del trabajo: constituyen dos dimensiones de un proceso unitario.

El foco exclusivo en el trabajo oscurece a la visión el hecho ineludible de que el trabajo siempre está localizado en el espacio, que éste transforma a la naturaleza en localizaciones específicas, y que por lo tanto su estructura global implica también una división global de la naturaleza[114].

Como la producción de materias primas en la periferia está generalmente organizada en torno a la explotación no sólo del trabajo sino de los recursos naturales, yo creo que el estudio del neocolonialismo requiere un desplazamiento de foco del desigual flujo del valor, a la estructura desigual de la producción internacional.

Esta perspectiva coloca en el centro del análisis las relaciones entre la producción de valor social y la riqueza natural[115].

Para romper con este conjunto de escisiones, en particular las que se han construido entre los factores materiales y factores culturales[116], Coronil propone una perspectiva holística de la producción que incluya dichos órdenes en un mismo campo analítico.

Al igual que Arturo Escobar, concibe el proceso productivo simultáneamente como de creación de sujetos y de mercancías.

Una perspectiva holística en torno a la producción abarca tanto la producción de mercancías, como la formación de los agentes sociales implicados en este proceso, y por lo tanto, unifica dentro de un mismo campo analítico los órdenes materiales y culturales dentro del cual los seres humanos se forman a sí mismos mientras hacen su mundo. (…) Esta visión unificadora busca comprender la constitución histórica de los sujetos en un mundo de relaciones sociales y significaciones hechas por humanos. Como estos sujetos están constituidos históricamente, a la vez que son protagonistas de la historia, esta perspectiva ve la actividad que hace a la historia como parte de la historia que los forma e informa su actividad[117].

Una apreciación del papel de la naturaleza en la creación de riqueza ofrece una visión diferente del capitalismo. La inclusión de la naturaleza (y de los agentes asociados con ésta) debería reemplazar a la relación capital/trabajo de la centralidad osificada que ha ocupado en la teoría marxista. Junto con la tierra, la relación capital/trabajo puede ser vista dentro de un proceso más amplio de mercantilización, cuyas formas específicas y efectos deben ser demostrados concretamente en cada instancia. A la luz de esta visión más comprensiva del capitalismo, sería difícil reducir su desarrollo a una dialéctica capital/trabajo que se origina en los centros avanzados y se expande a la periferia atrasada.

Por el contrario, la división internacional del trabajo podría ser reconocida más adecuadamente como simultáneamente una división internacional de naciones y de naturaleza (y de otras unidades geopolíticas, tales como el primer y el tercer mundo, que reflejan las cambiantes condiciones internacionales). Al incluir a los agentes que en todo el mundo están implicados en la creación del capitalismo, esta perspectiva hace posible vislumbrar una concepción global, no eurocéntrica de su desarrollo[118].

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Wallerstein, Immanuel (coordinador): Abrir las ciencias sociales. Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, Siglo XXI Editores, México, 1996.


[1] Ver, por ejemplo, los ensayos incluidos en: Linda Christiansen-Ruffman (editora): Feminist Perspectives, International Sociological Association, Pre-Congress Volumes, Social Knowledge: Heritage, Challenges, Perspectives, María-Luz Morán (editora general), Montreal, 1998.

[2] Martin Bernal, Black Athena. The Afroasiatic Roots of Classical Civilization, Martin Bernal. Vol. I. The Fabrication of Ancient Greece 1785-1985, Rutgers University Press, New Brunswick,

1987; J. M. Blaut, The Colonizers Model of the World. Geographical Diffusionism and Eurocentric History, The Guilford Press, Nueva York, 1993; y 1492. The Debate on Colonialism, Eurocentrism and History, Africa World Press, Trenton, 1992.

[3] Edward Said, Orientalism, Vintage Books, Nueva York, 1979; y Culture and Imperialism, Vintage Books, Nueva York, 1994.

[4] Immanuel Wallerstein, (Coordinador), Abrir las ciencias sociales. Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, Siglo XXI Editores, México, 1996.

[5] Ranajit Guha (editor), A Subaltern Studies Reader 1986-1995, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1998; y Silvia Rivera Cusicanqui y Rossana Barragán (compiladoras), Debates Post Coloniales: Una introducción a los estudios de la subalternidad, Historias, SEPHIS y Aruwiyiri, La Paz, 1997.

[6] V. Y. Mudimbe, The Idea of Africa, Indiana University Press, Bloomington e Indianapolis, 1994; Mahmood Mamdani, Citizen and Subject. Contemporary Africa and the Legacy of Colonialism, Princeton University Press, Princeton, 1996; Tsenay Serequeberhan (editor), African Philosophy. The Essential Readings, Paragon House, Nueva York, 1991.

[7] Karl-Otto Apel, Enrique Dussel y Raúl Fornet B., Fundamentación de la ética y filosofía de la liberación, Siglo XXI Editores y UAM Iztapalapa, México, 1992; Enrique Dussel (compilador) Debate en torno a la ética del discurso de Apel. Diálogo filosófico Norte-Sur desde América Latina, Siglo XXI Editores y UAM Iztapalapa, México, 1994; Enrique Dussel, Etica de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión, Editorial Trotta, Madrid, 1998.

[8] Encountering Development. The Making and Unmaking of the Third World, Princeton University Press, Princeton,1995.

[9] Silencing the Past. Power and the Production of History, Beacon Press, Boston, 1995.

[10] «Raza, «etnia» y «nación» en Mariátegui: Cuestiones abiertas», en Juan Carlos Mariátegui y Europa. La otra cara del descubrimiento, Amauta, Lima, 1992; Modernidad, identidad y utopía en América Latina, Editorial El Conejo, Quito, 1990; y «La colonialidad del poder y la experiencia cultural latinoamericana», en Roberto Briceño-León y Heinz R. Sonntag (editores), Pueblo, época y desarrollo: la sociología de América Latina, CENDES, LACSO, Nueva Sociedad, Caracas, 1998.

[11] The Darker Side of the Renaissance. Literacy, Territoriality and Colonization, Michigan University Press, Ann Arbor, 1995; y «Posoccidentalismo: las epistemologías fronterizas y el dilema de los estudios (latinoamericanos) de área», Revista Iberoamericana, LXII, 1996.

[12] The Magical State. Nature, Money and Modernity in Venezuela, Chicago University Press, Chicago, 1997; y «Beyond Occidentalism: Toward Nonimperial Geohistorical Categories», Cultural Anthropology,vol. 11, nº 1, 51-87, 1996.

[13] Los hombres verdaderos. Voces y testimonios tojolabales, Siglo XXI Editores, México, 1996.

[14] «Technological Impacts on Human Rights: Models of Development, Science and Technology and Human Rights», en C.G. Weeramantry (editor), The Impact of Technology on Human Rights. Global Case Studies, United Nations University Press, Tokyo, 1993., p. 18. » De acuerdo a Max Weber, el cristianismo heredó del judaísmo su hostilidad al pensamiento mágico. Esto abrió el camino para importantes logros económicos ya que las ideas mágicas imponen severas limitaciones a la racionalización de la vida económica. Con la llegada del ascetismo protestante esta desmitificación del mundo se completó.» (idem).

[15] Dada la naturalización tanto de las relaciones sociales como de los acotamientos de los saberes modernos, incluida la fundante separación sujeto/objeto, resulta difícil la compresión del carácter histórico cultural específico de estas formas del saber sin acudir a otras perspectivas culturales que nos permiten des-familiarizarnos y por lo tanto desnaturalizar la objetividad universal de estas formas de concebir la realidad. Un texto que resulta particularmente iluminador en este sentido es el de Carlos Lenkersdorf, ya citado. Lenkersdorf estudia la cosmovisión de los tojolabales a través de su lengua. Caracteriza lo que llama una lengua intersubjetiva en la cual no hay separación entre objeto y sujeto, como expresión de una forma de compresión del mundo que carece de las múltiple escisiones que han sido naturalizadas por la cultura occidental.

[16] Frédérique Apffel-Marglin, «Introduction: Rationality and the World», en Frédérique Apffel- Marglin y Stephen A. Marglin, Decolonizing Knowledge. From Development to Dialogue, Clarendon Press, Oxford, 1996, p. 3.

[17] Ídem,

[18] Op. cit. p. 4.

[19] Op. cit. p. 6.

[20] Op. cit. p. 7.

[21] Jurgën Habermas, «Modernidad, un proyecto incompleto», en Nicolás Casullo (compilador), El debate modernidad posmodernidad, Puntosur Editores, Buenos Aires, 1989, pp. 137-138.

[22] En palabras de Tzvetan Todorov: «…el descubrimiento de América es lo que anuncia y funda nuestra identidad presente; aún si toda fecha que permite separar dos épocas es arbitraria, no hay ninguna que convenga más para marcar el nacimiento de la era moderna que el año 1492, en que Colón atraviesa el océano Atlántico. Todos somos descendientes de Colón, con él comienza nuestra genealogía -en la medida en que la palabra “comienzo” tiene sentido». La conquista de América. El problema del otro, Siglo XXI Editores, México, 1995 (1982), p. 15.

[23] Walter Mignolo, The Darker Side of the Renaissance…, op. cit.

[24] Ver: Aníbal Quijano, «Raza”, “etnia” y “nación” en Mariátegui: cuestiones abiertas», op

[25] Walter Mignolo, op. cit., p. xi.

[26] «Por esto quiero decir una tendencia persistente y sistemática de ubicar los referentes de la antropología en un tiempo diferente al presente del productor del discurso antropológico.» Time and the Other. How Anthropology Makes its Object, Columbia University Press, Nueva York, 1983, p.31.

[27] Walter Mignolo, op. cit., 328.

[28] Ver: Derecho indígena y cultura constitucional en América, Siglo XXI, México, 1994; y Happy Constitution. Cultura y Lengua Constitucionales, Editorial Trota, S.A, Madrid, 1997.

[29] Bartolomé Clavero, Derecho indígena y cultura constitucional en América, op. cit., pp. 21-22.

[30] Op. cit., p. 22.

[31] Idem.

[32] Op. cit., pp. 22-23.

[33] Op. cit., p. 23.

[34] Op. cit., pp. 25-26.

[35] Op. cit., p. 27.

[36] «…la historia universal no es el mero tribunal de su fuerza, es decir, necesidad abstracta e irracional de un destino ciego, sino que, ella es razón en sí (an sich) y para sí y su ser para-sí en el espíritu es saber, en ella es el desarrollo necesario, únicamente desde el concepto de su libertad, de los momentos de la razón y así de su autoconciencia y de su libertad, la explicitación y realización del espíritu universal.» G.W.F. Hegel, Filosofía del Derecho (Rasgos fundamentales de la filosofía del derecho o Compendio de derecho natural y ciencia del Estado), Ediciones de la Biblioteca, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1976, p. 333.

[37] Op. cit., p. 334.

[38] Op. cit., pp. 334-335.

[39] Op. cit., pp. 335-335.

[40] Op. cit., p. 336.

[41] G.W.F. Hegel, Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften, Werke, vol. VI, p.442. Citado por Antonello Gerbi, La disputa del nuevo mundo. Historia de una polémica, Fondo de Cultura Económica, México 1993 (1955), p. 535

[42] G.W.F. Hegel, Lectures on the Philosophy of History, Cambridge University Press, Cambridge, 1975, p. 172 y 190-191. Citado por Fernando Coronil, «Beyond Occidentalism…» op. cit., p. 58.

[43] Antonello Gerbi, op. cit., pp. 527 y 537.

[44] Op. cit., p. 537.

[45] Op. cit., p. 542.

[46] . Op. cit., p. 545.

[47] Op. cit., p. 537.

[48] G.W.F. Hegel, Philosophie der Geschite, ed. Lasson, vol I, pp. 189-191. Citado por Antonello Gerbi, op. cit., p. 538

[49] Antonello Gerbi, op. cit., pp. 545 y 548.

[50] Arturo Escobar, op. cit., p. 60.

[51] Customs in Common (Studies in Traditional Popular Culture), The New Press, Nueva York, 1993, p. 1.

[52] Op. cit. p. 9.

[53] Op. cit., pp. 9-10.

[54] Para un análisis extraordinariamente rico de este proceso, ver el texto de E. P. Thompson, ya citado.

[55] Es el paso, por ejemplo, de la resistencia al maquinismo y a la disciplina laboral, a la lucha por el derecho a la sindicalización y por la limitación de la jornada de trabajo. «Mientras el capitalismo (o el ‘mercado’) rehicieron la naturaleza humana y la necesidad humana, la economía política y su antagonista revolucionario asumieron que este hombre económico era para siempre. » E. P. Thompson, op. cit., p. 15.

[56] Immanuel Wallerstein, op. cit.

[57] Ver: Johannes Fabián, op. cit.

[58] Los problemas del eurocentrismo no residen sólo en las distorsiones en la comprensión de los otros. Está simétricamente implicada igualmente la distorsión en la autocomprensión europea, al concebirse como centro, como sujeto único de la historia de la modernidad. Ver más abajo la discusión de Fernando Coronil sobre este crucial asunto.

[59] Bruno Latour, We Have Never Been Modern, Harvard University Press, Cambridge, 1993, p. 97

[60] Op. cit., pp. 99-100.

[61] El estudio de estos obstáculos culturales, sociales e institucionales a la modernización constituyó el eje que orientó la amplísima producción de la sociología y la antropología de la modernización en las décadas de los 50 y los 60.

[62] «El ambivalente discurso latinoamericano, en su rechazo a la dominación europea, pero en  ¿su internalización de su misión civilizadora, ha asumido la forma de un proceso de autocolonización, que asume distintas formas en diferentes contextos y períodos históricos.» Fernando Coronil, The Magical State… op. cit., p. 73.

[63] Néstor García Canclini, Culturas híbridas, Editorial Grijalbo y Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, México, 1989.

[64] Perry Anderson, «Modernity and Revolution», New Left Review, número 144, marzo-abril 1984, citado por

[65] Néstor García Canclini, op. cit., p. 330.

[66] «Paradigmas, conceptos y relaciones para una nueva era. Cómo pensar las Ciencias Sociales dese América Latina», Seminario Las ciencias económicas y sociales: reflexiones de fin de siglo, Dirección de Estudios de Postgrado, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 20 de junio de 1998 (mimeo).

[67] Maritza Montero, op. cit.

[68] Enrique Dussel, Introducción a la filosofía de la liberación, Nueva América, Bogotá, 1988; y J.C. Scannone, Nuevo punto de partida de la filosofía latinoamericana, Guadalupe, Buenos Aires, 1990.

[69] Acción comunal. Una vereda colombiana, Universidad Nacional, Bogotá, 1959; y «Por la praxis. El problema de como investigar la realidad para transformarla», En Crítica y política en ciencias sociales. El debate Teoría y Práctica, Simposio Mundial en Cartagena, Punta de Lanza, Bogotá, 1978.

[70] El aro y la trama, Centro de Investigaciones Populares, Caracas, 1995.

[71] Estos tres textos, que han sido publicados en inglés en los Estados Unidos, son: Michel-Rolph Trouillot, Silencing the Past… op. cit.; Arturo Escobar, Encountering Development… op. cit. y Fernando Coronil, The Magical State…op. cit.

[72] «El poder es constitutivo de la historia. Rastreando el poder a través de varios ‘momentos’ simplemente ayuda a enfatizar el carácter fundamentalmente procedimental de la producción histórica, insistir en que lo que la historia es importa menos que cómo trabaja la historia; que el poder mismo trabaja conjuntamente con la historia; y que las preferencias políticas declaradas de los historiadores tienen poca influencia en la mayoría de las prácticas reales del poder». Op. cit., p 28.

[73] «Los silencios son inherentes en la historia porque cada evento singular entra a la historia careciendo de algunas de sus partes constitutivas. Algo siempre se omite mientras algo es registrado. Nunca hay un cierre perfecto de ningún evento. Así aquello que se convierte en dato, lo hace con ausencias innatas, específicas a su producción como tal. En otros términos, el mismo mecanismo que hace posible cualquier registro histórico, también asegura que no todos los hechos históricos son creados iguales. Ellos reflejan el control diferencial de los medios de producción histórica desde el primer registro que transforma un evento en un dato.» Op. cit., p. 49.

[74] Op. cit., p. 55.

[75] Op. cit., p. 26.

[76] Op. cit., p. 73.

[77] Op. cit., pp. 80-81.

[78] Op. cit., pp. 82-83.

[79] Op. cit., p. 93.

[80] Op. cit., p. 107.

[81] «…si muchos aspectos del colonialismo han sido superados, las representaciones del Tercer Mundo a través del desarrollo no son menos abarcantes y eficaces que sus contrapartes coloniales». Op. cit., p. 15.

[82] Op. cit., p. 5. «En síntesis, me propongo hablar del desarrollo como una experiencia histórica singular, la creación de un dominio de pensamiento y acción por la vía del análisis de las características e interrelaciones de los tres ejes que lo definen: las formas del conocimiento que se refieren a éste y a través de las cuales éste se constituye como tal y es elaborado en la forma de objetos, conceptos, teorías y similares; el sistema de poder que regula su práctica; y las formas de subjetividad gestadas por este discurso, aquéllas a través de las cuales la gente llega a reconocerse a sí misma como desarrollada o subdesarrollada.» Op. cit., p. 10.

[83] Op. cit., p. 30.

[84] Op. cit., p. 26.

[85] Op. cit., p. 26.

[86] Op. cit., p. 36.

[87] Op. cit., p. 111.

[88] Op. cit., p. 21.

[89] Op. cit., p. 24.

[90] Arturo Escobar, «Imaginando el futuro: pensamiento crítico, desarrollo y movimientos sociales», en Margarita López Maya (editora), Desarrollo y democracia, UNESCO, Rectorado de la Universidad Central de Venezuela y Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 1991, p. 142.

[91] Arturo Escobar, Encountering Development… op. cit., p. 39.

[92] Ídem.

[93] Op. cit., p. 203.

[94] Op. cit., pp. 222-223.

[95] Op. cit., pp. 11.

[96] Op. cit., p. 59.

[97] Op. cit., p. 61.

[98] Op. cit., p. 23.

[99] Op. cit., p. 42.

[100] Al dejar a la naturaleza fuera del cálculo económico de la producción de riqueza en las cuentas nacionales, el proceso de creación-destrucción que siempre está implicado en la transformación productiva de la naturaleza queda reducido a una de sus dimensiones. Su «lado oscuro», la destrucción/ consumo/ agotamiento de recursos, se hace completamente invisible.

[101] Citado por Fernando Coronil, op. cit., p. 57.

[102] Op. cit., p. 47. «La concepción estrictamente social de la creación de la explotación en Marx busca evitar la fetichización del capital, el dinero y la tierra como fuentes de valor. Pero termina por excluir la explotación de la naturaleza del análisis de la producción capitalista, y borra su papel en la formación de la riqueza.» Op. cit., p. 59.

[103] The Production of Space, Blackwell, Oxford, 1991.

[104] Fernando Coronil, op. cit., p. 28.

[105] Op. cit., p. 28.

[106] Op. cit., p. 28. De acuerdo con Lefebvre, el modelo dual simplificado (capital/trabajo) no es capaz de dar cuenta de la creciente importancia de la naturaleza para la producción capitalista.

[107] Henry Lefebvre, op. cit., p. 325. Citado por Fernando Coronil, op. cit., p. 57.

[108] Sólo a partir de estas exclusiones es posible la concepción de «lo económico» como una región ontológica separada tanto de la naturaleza como de la política, tal como se apuntó en la parte II de este texto.

[109] Op. cit., p. 8.

[110] Op. cit., p. 7.

[111] Op. cit., p. 74.

[112] Op. cit., pp. 29-30.

[113] Op. cit., pp. 29

[114] Op. cit., pp. 29

[115] Op. cit., pp. 32

[116] Op. cit., pp. 15

[117] Op. cit., pp. 41

[118] Op. cit., pp. 161

Introducción: La translocalización discursiva de «Latinoamérica» en tiempos de la globalización. Santiago Castro-Gómez, Eduardo Mendieta.1998

Hacia finales de los años ochenta, el debate sobre la posmodernidad generó en América Latina una gama bastante amplia de reacciones: desde los más entusiastas defensores del capitalismo y el «final de las utopías», pasando por los espíritus moderados, que veían allí la posibilidad de revitalizar la compresión crítica de viejos problemas, hasta los detractores más acérrimos, que no dudaban en calificar lo «posmoderno» como una nueva maniobra de penetración imperialista.

Curiosamente, una década después, resulta interesante observar una reacción muy parecida de la intelectualidad latinoamericana frente a dos de los debates que agitan el mundo académico de los noventa: la globalización y la poscolonialidad.

No resulta difícil adivinar a qué se debe la energía y pasión con que muchos teóricos(cas) latinoamericanos participan en tales discusiones: lo que se halla en juego es el sentido mismo de la expresión «América Latina» en un momento histórico en el que las pertenencias culturales de carácter nacional o tradicional parecieran ser relevadas (o, por lo menos, empujadas hacia los márgenes) por identidades orientadas hacia valores transnacionales y postradicionales.

Quisiéramos ofrecer al lector una introducción general a los dos debates mencionados.

¿Qué se entiende por «globalización» y «poscolonialidad»? ¿Cuál es la relevancia teórica de estos conceptos para una (nueva) discusión sobre el problema de la «identidad latinoamericana»? ¿Cómo se posicionan diferentes teóricos(cas) latinoamericanos al respecto?

Para ello procederemos de la siguiente forma: primero examinaremos el concepto de globalización, resaltando su carácter multidimensional y plurivalente. Luego entraremos a caracterizar de manera muy esquemática las así llamadas «teorías poscoloniales», concentrándonos aquí en el pensamiento de Edward Said, Homi Bhabha y Gayatri Spivak.

Finalmente realizaremos una presentación de los textos recopilados en éste volumen, que documentan el modo en que las políticas del conocimiento sobre América Latina vienen siendo repensadas a finales del siglo XX.

Más que ofrecer una simple exposición de los temas, quisiéramos «provocar» al lector para la consideración de un debate que es presentado aquí, por vez primera, al público latinoamericano.

1. La experiencia de la des(re) territorialización: globalización de lo local, localización de lo global.

Apenas comenzando el siglo XX, el pensador uruguayo José Enrique Rodó escribió un opúsculo destinado a influenciar notablemente las representaciones sobre América Latina y los Estados Unidos manejadas por gran parte de la intelectualidad durante toda la centuria. La estrategia de Rodó en Ariel consistió básicamente en la contraposición de dos identidades homogéneas e inconmensurables: los latinos y los sajones.

Se trata de dos «espíritus» distintos; de dos formas de vida que heredan valores y formas de convivencia muy diferentes entre sí. Tanto los sajones como los latinos son herederos de la antigua civilización grecorromana, nos dice Rodó. Pero mientras que los Estados Unidos reciben esta herencia por la vía del humanismo nórdico-protestante, Hispanoamérica la recibe directamente por la vía del humanismo latino-católico que se desarrolló en las regiones mediterráneas de Europa: Francia, Italia, Portugal y, sobre todo, España.

Ello explicaría por qué la religión, la lengua, la moral y el pensamiento de estos dos pueblos adquieren un carácter tan opuesto.

De acuerdo a la narrativa de Rodó, la principal diferencia cultural entre latinos y sajones es la valoración que se da en uno y otro lado a la racionalidad técnico-instrumental. Mientras que los valores supremos de la cultura sajona son el trabajo, el ahorro y el culto a las promesas redentoras del industrialismo y el mercantilismo, los valores de la cultura latina se centran en la contemplación estética, la generosidad del sacrificio y el sentimiento de solidaridad.

De este modo, lo que para aquellos es tenido como virtud, para éstos aparece como vulgaridad. En un lado se otorga prioridad a la cultura del «tener», en el otro a la cultura del «ser»; allí se concede más importancia a la «sociedad», aquí a la «comunidad»; o, utilizando la terminología de Durkheim, allí reina la solidaridad mecánica, mientras que aquí reina la solidaridad orgánica.

No en vano, Rodó simboliza la cultura sajona con la figura shakespereana de Calibán, aludiendo así a los rasgos de automatismo, tosquedad y barbarie del pragmatismo norteamericano, mientras que la cultura latina queda simbolizada por la figura de Ariel, representante de la idealidad estética y moral que predomina en la América hispana.

Pero en los umbrales del siglo XXI, casi exactamente un siglo después de Ariel, el fenómeno de la globalización ha creado nuevas formas culturales que obligan a revisar las representaciones dibujadas por Rodó. ¿La «globalización»? ¿Acaso no es ésta una palabra de moda pero vacía de contenidos, como lo fue también la expresión «posmodernidad»? ¿A nombre de qué o de quién se nos viene a decir ahora que la «globalización» exige un cambio radical de las representaciones culturales que Latinoamérica ha generado sobre sí misma? ¿No estaremos frente a una nueva estrategia ideológica proveniente de los países imperialistas, en su afán de legitimar un orden económico internacional que les conviene?

A pesar de que tales objeciones pudieran tener alguna fuerza, nosotros pensamos que las cosas no son tan simples y que, pese a su carácter un tanto nebuloso y caleidoscópico, la palabra «globalización» sí está refiriéndose a procesos muy complejos de orden planetario que generan transformaciones no sólo cuantitativas en el ámbito de la economía y de la racionalización técnica-institucional, sino también cualitativas en el ámbito de la reproducción cultural.

Y estos cambios, como se muestra en el presente libro, desencadenan un profundo debate en torno al Latinoamericanismo, esto es, en torno a las categorías histórico-culturales con las que habíamos venido pensando (e inventando) a Latinoamérica desde el siglo XIX.

Digamos en primer lugar, y de manera general, que la globalización constituye un nuevo «modo de producción de riqueza» (cf. Barnet / Cavanagh 1994). En tiempos de Rodó, y durante buena parte del siglo XX, la riqueza se producía sobre la base del desarrollo industrial de los estados territoriales y de acuerdo al tipo de función (hegemónica o subalterna) que desempeñaban estos estados al interior de un «sistema-mundo» fundamentalmente internacional (cf. Wallerstein 1994).

El crecimiento económico en los centros metropolitanos dependía de varios factores: la posesión de un conocimiento tecnológico fundamentado en la industrialización de materias primas (carbón, hierro, petróleo), la presencia de fuerza laboral (proletariado) en cada uno de los estados territoriales y, no por último, la disposición de colonias o neocolonias encargadas de producir esas y otras materias primas (algodón, trigo, lana, carne, especies, etc.).

Pero en los albores del siglo XXI, el panorama se ha transformado casi por completo. El modo capitalista de producción adquiere una configuración global que sobrepasa lo puramente nacional, internacional o multinacional. No son los estados territoriales quienes jalonan la producción, sino corporaciones transnacionales que se pasean por el globo sin estar atadas a ningún territorio, cultura o nación en particular.

Y ya no son los procesos del fordismo y sus tecnologías de transporte (ferrocarril, correo, barco, carreteras) quienes sostienen la circulación material de capital, sino que ésta se ha virtualizado por completo – el dinero ya no «viaja» físicamente de un lugar a otro, pues las transferencias se realizan electrónicamente -, situación que ha convertido al mundo en una verdadera «sociedad planetaria» (Weltgesellschaft) constituida por lo que Luhmann llamase «comunicaciones globales» (Luhmann 1997: 145-171).

En efecto, a partir de la segunda guerra mundial se fue haciendo claro que el capital iba perdiendo sus connotaciones «nacionales» (capital inglés, japonés, alemán, norteamericano) para subordinarse cada vez más a formas propiamente globales de reproducción, situación que se tornó más evidente con el final de la guerra fría.

Las empresas y corporaciones transnacionales desplazaron al estado-nación como lugar de la hegemonía y empezaron a convertirse en dispensadores de las promesas que éste había recibido de la modernidad temprana: soberanía, emancipación política, liberalización económico-jurídica, secularización de las costumbres.

El aparato estatal, incluyendo no sólo las funciones de orden administrativo-financieras, sino también sus instituciones jurídico-políticas, comienza a reorganizarse de acuerdo a la exigencia mundial de los mercados y siguiendo los lineamientos trazados por corporaciones bancarias supranacionales como el Fondo Monetario Internacional.

Eliminados así los controles nacionales, las corporaciones (o, mejor dicho, un puñado de ellas) obtienen el campo libre para movilizarse a sus anchas por todo el planeta sin tener que consultar sus estrategias con ningún gobierno, e incluso, muy a menudo, actuando en contra de los intereses estatales.

Así por ejemplo, lo que es bueno para la Volkswagen o la Mercedes Benz (creación de fábricas y puestos de trabajo en México y Brasil) ha dejado de ser bueno para un país como Alemania, que observa impotente el derrumbe paulatino de su estado benefactor.

Todavía peor es la situación en los países latinoamericanos, donde las ganancias de las empresas no se integran a mecanismos nacionales de redistribución de la riqueza, sino que contribuyen más bien a incrementar la distancia entre los ricos y los pobres.

La nueva división del trabajo rompe así con el esquema clásico centro-periferia, pues las transnacionales se han convertido en agentes que afectan los intereses nacionales tanto en los países metropolitanos, como en las zonas anteriormente periferizadas o colonizadas por éstos.

Ahora bien, en éste proceso de des(re)territorialización del capital, lo que se globaliza no son únicamente las instituciones estatales y las estrategias económicas, sino también las ideas y los patrones socioculturales de comportamiento.

Esto debido a que, durante la segunda mitad del siglo XX, la globalización del capital vino acompañada por la revolución informática y, muy especialmente, por dos de sus productos tecnológicos: la industria cultural y la comunicación a distancia.

En cuestión de pocas décadas los medios electrónicos de comunicación (teléfono, cine, televisión, video, fax, internet) han propiciado una transformación jamás conocida en los imaginarios culturales de la humanidad. Rompiendo barreras culturales, sociales, políticas o ideológicas erigidas desde hace milenios, los medios han configurado una verdadera cultura global de masas.

Todo un universo de signos y símbolos difundidos planetariamente por los mass media empiezan a definir el modo en que millones de personas sienten, piensan, desean, imaginan y actúan. Signos y símbolos que ya no vienen ligados a las peculiaridades históricas, religiosas, étnicas, nacionales o lingüísticas de esas personas, sino que poseen un carácter trans-territorializado y, por ello mismo, postradicional. (cf. Giddens 1993).

Pero los lenguajes postradicionales no son valorativamente neutros, sino que están atravesados por violentas inclusiones y exclusiones de todo tipo. Los intereses que difunden y producen estos lenguajes son de carácter particular, aunque pretendan escenificarse como universales.

Empresas y conglomerados disputan entre sí el derecho a decidir qué tipo de cosas van a comer, beber, vestir y consumir millones de personas en todo el planeta. También está en juego el control sobre las imágenes y la información que recibimos cada día respecto a lo que «sucede» en el mundo. Con todo, esto es sólo una parte de la historia.

La otra parte es que cada uno de nosotros, en la medida en que se vincula formalmente a las redes mundiales de intercomunicación (p.ej. viendo la televisión, consumiendo símbolos de prestigio, usando los medios de transporte rápido o escribiendo un texto como éste en el ordenador), se constituye en un agente de la globalización.

No debemos pensar, entonces, que estamos frente a una estructura homogénea que se impone verticalmente por encima de nuestras cabezas y sin nuestro consentimiento. Los estudios culturales en América Latina han mostrado convincentemente que la globalización no es algo que ocurre «afuera» de nosotros y nos «aliena» de alguna supuesta esencia ideológica, personal o cultural (cf. Martín-Barbero 1989; García Canclini 1995).

Todavía más: en las condiciones creadas por la globalización, cada vez son más las personas en todas las localidades que se ven compelidas a vivir en una situación institucionalizada de riesgo (Risikogesellschaft) y, por tanto, a ejercer protagonismo sobre su propia vida a nivel cognitivo, hermenéutico y estético, como bien lo muestra la sociología de la cultura contemporánea (cf. Beck 1986; Baumann 1992; Luhmann 1993; Lash / Urry 1994; Schulze 1995).

Todo esto tiene consecuencias importantes a la hora de pensar quiénes somos los latinoamericanos hoy en día, en tiempos de la globalización. Se trata, nuevamente, de la eterna pregunta por la identidad, que ha movilizado gran parte del pensamiento filosófico en América Latina durante los últimos 200 años.

Sólo que la respuesta a esta pregunta ya no puede venir marcada por representaciones de tipo esencialista que establecen diferencias «orgánicas» entre los pueblos y las territorialidades. Por un lado, la industria de la información ha saturado a los países latinoamericanos de películas, videos, libros, exhibiciones, aparatos electrónicos y espectáculos multimedia provenientes del extranjero, creando territorios supranacionales en donde se borran las fronteras entre «ellos» y «nosotros».

En estos espacios, la oposición entre lo propio y lo ajeno se desdibuja en la medida en que los bienes culturales o de consumo son des(re)territorializados, es decir, arrebatados de sus contextos originarios e integrados a nuevas localidades globales.

Así, por ejemplo, cuando vamos a una sala de cine en Bogotá para ver una película filmada en Hollywood, o cuando desde la Ciudad de México nos comunicamos por teléfono, fax o internet con una persona ubicada en Nueva York, nos encontramos ingresando a territorios globales, que han dejado de ser colombianos, mexicanos o estadounidenses para convertirse en lugares que pueden ser habitados por cualquier persona de cualquier país, lengua, raza, o ideología.

Queriéndolo o no, la globalización nos ha conectado vitalmente con territorios en donde las identidades no están referidas más a pertenencias de lengua, sangre o nación, pues ya no se estructuran desde la inmanencia de las tradiciones culturales (como pensaba Rodó), sino desde la interacción de la cultura con la dinámica transnacional de los mercados.

Debería quedar claro que la globalización no es un proceso nebuloso y abstracto sino que se haya siempre localizado, es decir, que no existe ni puede existir con independencia de lo local. Cuando hablamos de «territorios globales» o de «comunicaciones desterritorializadas» no nos estamos refiriendo a procesos que ocurren «por fuera» de subjetividades y localidades específicas.

No se trata, insistimos, de un fenómeno relativo únicamente a las señales electrónicas de los medios o a flujos anónimos de información sin vínculos con la cultura. La globalización no es una estructura sin rostro ni conciencia que coloniza el mundo de la vida (Habermas), pero tampoco es, por sí misma, un agente (cf. Mato 1996).

Los agentes de la globalización son actores sociales específicos con diferente poder de intervención: corporaciones económicas, fundaciones privadas, gobiernos, sindicatos, iglesias, grupos de derechos humanos, movimientos sociales de diverso tipo y, no por último, cada uno de nosotros.

Y todos estos actores se hallan localizados, es decir, forman parte de un espacio social específico desde el cual se integran (desigualmente) a los procesos de globalización y luchan por redefinir su identidad personal o colectiva.

Desde este punto de vista quisiéramos utilizar, siguiendo a Robertson (1995), el neologismo glocalización para designar estos procesos asimétricos de interacción entre lo local y lo global.

Uno de los casos en donde se muestra con mayor claridad este fenómeno de la glocalización es el de los movimientos migratorios contemporáneos. No estamos hablando de migraciones comparables, por ejemplo, al desplazamiento de las tropas de Alejandro Magno hacia el medio oriente, a las invasiones de Genghis Khan, o al paso de millones de europeos hacia norte o Sudamérica en el siglo XIX. Migraciones como la de los latinoamericanos hacia Estados Unidos, de los indios hacia Inglaterra o de los turcos hacia Alemania poseen un carácter diferente porque se producen en contextos ya globalizados de acción.

Por un lado, la mayor parte de los inmigrantes se establecen en ciudades globales (como Londres, Berlín o Nueva York), cuyas

fronteras trascienden los límites del estado-nación; por el otro, la vinculación a redes electrónicas de información y el uso de medios de transporte rápido permite a los inmigrantes (o «transmigrantes») mantener un intercambio continuo de mensajes, dinero e imaginarios massmediáticos con sus localidades de origen, que resultaba impensable en el pasado.

Más que «lugares de asentamiento», los espacios habitados por estos inmigrantes se definen como «zonas de contacto» (Pratt 1992: 1-11); como territorios globales atravesados por múltiples pertenencias culturales que funcionan, sin embargo, como lugares de asociación e identidad. Piénsese, por ejemplo, en los puertorriqueños en Nueva York («niuyoricans») o en los mexicanos en California y sus permutaciones lingüísticas («spanglisch»).

Este fenómeno de las identidades transversas y los espacios intermedios desafía las representaciones monoculturalistas de Rodó (el «sajonismo» y la «latinidad» como unidades orgánicas expresadas en la pureza del lenguaje).

No quedaría completa ésta imagen de la globalización si no mencionáramos el carácter asimétrico de la misma. Pues sería ilusorio pensar que la des(re)territorialización de la economía, los imaginarios y las identidades obedece a una dinámica igualitaria o, por lo menos, democrática. El sueño neoliberal de que la libertad económica conduciría necesariamente a la libertad social y política se ha revelado, para millones de personas en todo el mundo, como una pesadilla. Lo quepara unos es libertad de elección, movilización y consumo, para otros es la sentencia a vivir en las condiciones más elementales de sobrevivencia física. Hemos dicho ya que la globalización des-localiza y re-localiza, pero éste proceso implica (o presupone) la construcción de nuevas jerarquías de poder.

Se trata, en el fondo, de una nueva repartición de privilegios y exclusiones, de posibilidades y desesperanzas, de libertades y esclavitudes. Pero lo más dramático y novedoso de ésta estratificación global es que los vínculos entre la pobreza y la riqueza se transforman radicalmente.

Si durante milenios las relaciones asimétricas de poder estaban organizadas de tal manera que los ricos necesitaban de los pobres -ya fuera para «salvar su alma» mediante obras caritativas, ya fuera para explotarlos mediante el trabajo y aumentar de este modo sus riquezas-, en tiempos de la globalización los pobres han dejado de ser necesarios. Ahora las riquezas aumentan y el capital se acumula sin necesidad del trabajo de los pobres, lo cual conduce a una situación paradójica en que los dos mundos están más cerca y, simultáneamente, más lejos que nunca.

Los pobres se hallan más cerca de los ricos que antes, pues tienen acceso virtual a los símbolos de la libertad y el consumo escenificados por los media, pero sus posibilidades de tocarlos con la mano son cada vez menores. Los ricos, a su vez, también se hallan más cerca de los pobres que antes, porque el zapping les da la posibilidad de presenciar virtualmente la miseria del mundo en su propia casa, pero su riqueza ya no depende de que el pobre, aunque siga siendo pobre, reproduzca por lo menos su fuerza de trabajo (Marx).

Como el pobre ya no le resulta útil para nada, el rico considera terminada su responsabilidad social (Bauman 1997). El fin de la sociedad del trabajo significa también el fin de la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo.

Completando nuestra presentación diríamos entonces lo siguiente: la globalización es ciertamente una nueva forma de producción de la riqueza pero también, y concomitantemente, una nueva forma de producción y escenificación de la pobreza.

2. Teorías poscoloniales o la radicalización de la crítica al occidentalismo

La reflexión que hacíamos en torno al significado de las migraciones globales es importante, porque nos conecta directamente con uno de los temas centrales a ser discutidos en este volumen: el concepto de «poscolonialidad» o, más precisamente, el carácter de las así llamadas «teorías poscoloniales».

¿Qué ocurre cuando inmigrantes o hijos de inmigrantes turcos, indios, africanos o latinoamericanos empiezan a ganar posiciones de influencia en universidades del primer mundo? ¿Qué desplazamiento discursivo se produce cuando éstos académicos procuran dar cuenta de la condición subalterna en que se encuentran tanto sus localidades de origen con respecto a los centros metropolitanos, como la comunidad de inmigrantes al interior de estos mismos centros?

Una respuesta podría ser que conceptos tales como «Tercer Mundo», «colonialismo» e «intelectualidad crítica» empiezan a experimentar una trans-localización discursiva.

Durante los años sesenta y setenta la conceptualización del colonialismo, estimulada por los procesos de «liberación nacional» que se vivían en Asia y en África, giraba en torno a dos ejes principales: el estado metropolitano y el estado nacional-popular.

Ambos ejes eran considerados antitéticos: mientras que el estado metropolitano era visto como agente del imperialismo y la explotación, el estado nacional-popular era tenido como agente de liberación y descolonización en el «tercer mundo».

Naturalmente, esta perspectiva cambia en el momento en que el problema se piensa desde el interior de las «zonas de contacto», es decir, desde el momento en que los subalternos se encuentran atravesados por redes globales que los vinculan tanto a la

metrópoli como a la periferia, así como por exclusiones de tipo económico, racial y sexual que operan más allá y más acá de la «nación».

Además, el asunto se complica cuando los académicos que teorizan estos problemas empiezan a ser conscientes de que están hablando desde una doble posición hegemónica: por un lado, la hegemonía frente a sus localidades de origen debido a su condición de personas que viven y trabajan en universidades elitistas del primer mundo; por el otro, la hegemonía que les garantiza el saber y la letra frente a los otros inmigrantes, la mayoría de los cuales luchan diariamente por sobrevivir en el sector de servicios.

Tal situación obliga a revisar el papel que las narrativas anticolonialistas y tercermundistas habían asignado al «intelectual crítico» y a buscar nuevas formas de concebir la relación entre teoría y praxis.

Las llamadas «teorías poscoloniales» nacen precisamente como resultado de las tensiones generadas por estos problemas [1]. Por ser ya un resultado de procesos enteramente globales y de la translocalización discursiva a ellos vinculada, las teorías poscoloniales se diferencian (tanto material como formalmente) de las narrativas anticolonialistas que siempre acompañaron a la occidentalización (cf. Moore-Gilbert 1997: 5-33).

Pensamos, por ejemplo, en el tipo de crítica al colonialismo llevada a cabo en Latinoamérica por Bartolomé de Las Casas, Guamán Poma de Ayala, Francisco Bilbao, José Martí y el mismo Rodó, para mencionar únicamente algunos casos. Tales narrativas fueron articuladas en espacios tradicionales de acción (Macondoamérica), es decir, en situaciones donde los sujetos formaban su identidad

en contextos predominantemente locales, no sometidos todavía a procesos intensivos de racionalización (Weber / Habermas)[2]. Como es apenas comprensible, en ese tipo de situaciones la crítica al colonialismo pasaba necesariamente por un rescate de la autenticidad cultural de los pueblos colonizados.

El concepto de «autenticidad» jugaba allí como un arma ideológica de lucha contra los invasores, contra aquellos que amenazaban con destruir el «legado cultural» y la «memoria colectiva» de los subalternos. Y los guardianes de la autenticidad, los encargados de «representar» (Vertreten) a los subalternos y articular sus intereses eran los arieles: aquellos letrados e «intelectuales críticos» que podían impugnar al colonizador en su propio idioma, utilizando sus mismos conceptos y su misma «gramática» (cf. Castro-Gómez 1996: 67-120).

Aquí precisamente tuvo su locus enuntiationis el Latinoamericanismo.

Las teorías poscoloniales se articulan, en cambio, al interior de contextos postradicionales de acción, es decir, en localidades donde los sujetos sociales configuran su identidad interactuando con procesos de racionalización global y en donde, por lo mismo, las fronteras culturales empiezan a volverse borrosas. Esto explica en parte por qué teóricos como Said, Bhabha y Spivak no se ven a sí mismos como profetas que articulan la voz del oprimido, como «guardianes» de ninguna tradición cultural extraoccidental o como representantes intelectuales del «tercer mundo».

Como veremos enseguida, su crítica al colonialismo no viene motivada por la creencia en un ámbito – moral o cultural – de «exterioridad» frente a occidente, y mucho menos por la idea de un retorno nostálgico a formas tradicionales o precapitalistas de

existencia. Ellos saben perfectamente que la occidentalización es un fenómeno planetario sin retorno y que el único camino viable para todo el mundo es aprender a negociar con ella. En este sentido, como lo afirmara Spivak, su actitud frente a la globalización es la de una «crítica permanente frente aquello que no se puede dejar de desear» (Spivak 1996: 27-28). Y sus metodologías preferidas son la «reconstelación» y la «catachresis», esto es, el uso estratégico de las categorías más autocríticas desarrolladas por el pensamiento occidental para recontextualizarlas y devolverlas en contra de sí mismo.

En efecto, desde un punto de vista conceptual, las teorías poscoloniales se encuentran directamente emparentadas con la crítica radical de la metafísica occidental que se articula en la línea de Nietzsche, Weber, Heidegger, Freud, Lacan, Vattimo, Foucault, Deleuze y Derrida. Al igual que estos autores europeos, los teóricos poscoloniales señalan la complicidad fundamental de occidente – y de todas sus expresiones institucionales, tecnológicas, morales o científicas – con la voluntad irrestricta de poder sobre otros hombres y otras culturas.

Pero la crítica de los autores poscoloniales es todavía más profunda, al menos en dos sentidos:

a) Ninguno de los autores arriba mencionados tematizó los vínculos entre la metafísica occidental y el proyecto europeo de colonización. Por el contrario, todos ellos permanecieron recluidos en el ámbito de una crítica intraeuropea y eurocéntrica, que fue incapaz de levantar la mirada por encima de sus propias fronteras [3].

Sin abandonar la radicalidad de estos autores, los teóricos poscoloniales señalan, en cambio, que la metafísica moderna es, de hecho, un proyecto global. Las primeras víctimas de la modernidad no fueron los trabajadores de las fábricas europeas en el siglo XIX, ni tampoco los inadaptados franceses encerrados en cárceles y hospitales de los que nos habla Foucault, sino las poblaciones nativas en América, Africa y Asia, utilizadas como «instrumentos» (Gestell) en favor de la libertad y el progreso.

De hecho, el fabuloso despliegue de la racionalidad científico-técnica en Europa no hubiera sido posible sin los recursos materiales y los «ejemplos prácticos» que provenían de las colonias. Fue, por ello, sobre el contraluz del «otro» (el bárbaro y el salvaje convertidos en objetos de estudio) que pudo emerger en Europa lo que Heidegger llamase la «época de la imagen del mundo».

Sin colonialismo no hay ilustración, lo cual significa, como lo ha señalado Enrique Dussel, que sin el ego conquiro es imposible el ego cogito.

La razón moderna hunde genealógicamente sus raíces en la matanza, la esclavitud y el genocidio practicados por Europa sobre otras culturas.

b) Mientras que casi todos los críticos europeos terminan proclamando algún ámbito de escape a la metafísica occidental (el arte para Nietzsche, la contemplación mística para Heidegger, la «religión débil» para Vattimo, los deseos para Deleuze), los teóricos poscoloniales señalan que todas estas vías se encuentran permeadas por los sueños, las fantasías y los proyectos coloniales.

Pues fue justamente la estrategia de la otrificación (othering) la que otorgó sentido a la colonización europea y al dominio que la racionalidad técnica ejerce todavía sobre la naturaleza interna y externa. A diferencia, pues, de los maestros de la sospecha, los teóricos poscoloniales reconocen que todas las categorías emancipadoras, aún las que ellos mismos utilizan, se

encuentran ya «manchadas» de metafísica. De lo que se trata no es, por ello, de proclamar un ámbito de exterioridad frente a occidente (el «tercer mundo», los pobres, los obreros, las mujeres, etc.) o de avanzar hacia algún tipo de «posoccidentalismo» teórico legitimado paradójicamente con categorías occidentales. Ello no haría otra cosa que reforzar un sistema imperial de categorizaciones que le garantiza al intelectual el poder hegemónico de hablar por o en lugar de otros.

De lo que se trata, más bien, como lo enseña Spivak, es de jugar limpio; de poner las cartas sobre la mesa y descubrir qué es lo que se quiere lograr políticamente con una determinada interpretación. Si detrás de la interpretación no hay realidades sino únicamente voluntades, entonces la única estrategia para quebrantar la metafísica es la que Spivak denomina el «Darstellung», esto es, la historización radical del propio locus enuntiationis.

El que interpreta sabe que lo hace desde una perspectiva en particular, aunque utilice para ello categorías metafísicas como «libertad», «identidad», «diferencia», «sujeto», «memoria colectiva», «nación», «derechos humanos», «sociedad», etc.

Lo importante aquí no es la referencialidad ontológica de tales categorías — que en opinión de Spivak no son otra cosa que «prácticas discursivas»— sino su función performativa. Lo que se quiere no es encontrar una verdad subyacente a la interpretación sino ampliar el campo de maniobralibidad política, generando para ello determinados «efectos de verdad».


[1]

[2]

[3]

3. ¿Poscolonización de lo latinoamericano o latinoamericanización de lo poscolonial?

En los Estados Unidos, las teorías poscoloniales han gozado de gran recepción en círculos académicos orientados hacia el estudio de la lengua y la cultura inglesa de ultramar (Commonwealth Literature). No obstante, también los latinoamericanistas han venido mostrado bastante interés por el tema, teniendo en cuenta de que fue en América Latina donde, por primera vez, se empezó a articular una crítica sistemática del colonialismo.

De ahí la irritación de muchos estudiosos de la cultura latinoamericana frente a declaraciones como la de Spivak, para quien Latinoamérica no habría participado hasta el presente en el proceso de descolonización, o frente a la exclusión sistemática de la experiencia colonial iberoamericana por parte de Said, Bhabha y otros teóricos poscoloniales [1].

Con todo, la discusión poscolonial ganó bastante intensidad desde comienzos de los noventa entre los latinoamericanistas de la academia estadounidense, adoptando la forma de una crítica interna al Latinoamericanismo.

«Latinoamericanismo», «Latinoamericanística» y «Estudios Latinoamericanos» son términos utilizados a veces de manera sinónima, a veces de manera diferencial en la discusión poscolonial. Por lo general, ellos hacen referencia al conjunto de saberes académicos y conocimientos teóricos sobre América Latina producidos en universidades e instituciones científicas del primer mundo, y específicamente en algunos departamentos de literatura en los Estados Unidos.

Pues aunque los «Estudios Latinoamericanos» incluyen ciertamente la sociología, la politología, la historia, la antropología y últimamente también los estudios culturales, fue precisamente en los departamentos de lengua y literatura donde empezó a discutirse por primera vez el problema de la poscolonialidad.

Esto no es extraño, si tenemos en cuenta tres factores: primero, que por lo menos a partir del Boom, la literatura sigue siendo considerada en los Estados Unidos (y también en Europa) como el producto cultural latinoamericano par excellence, aún a pesar de la gran popularidad que empiezan a tener otras mercancías de exportación como el arte (sobre todo la pintura), la música (tango, salsa) y las telenovelas; segundo, que el tema de lo poscolonial encaja muy bien con el enorme desarrollo que ya desde los setenta venían mostrando los estudios de la literatura colonial hispanoamericana, principalmente la del siglo XVI; y tercero, que las teorías poscoloniales, como ya lo señalamos, muestran grandes afinidades con el estructuralismo (Barthes, Lacan), la deconstrucción (Derrida) o la genealogía (Nietzsche, Foucault), metodologías que ya habían sido institucionalizadas, es decir, incorporadas al análisis de textos en las facultades de literatura desde comienzos de los ochenta.

Así las cosas, cuando Patricia Seed dio inicio al primer Round de la discusión con la publicación de su reseña «Colonial and Poscolonial Discourse» en 1991, ya el terreno se encontraba abonado para ello (Seed 1991). En ese texto, Seed resaltaba las nuevas perspectivas que ofrecen las teorías de Said, Bhabha y Spivak para un replanteamiento de los estudios coloniales hispanoamericanos. No obstante, y como lo anotaron también los críticos más acervos del poscolonialismo (cf. Ahmad 1992), uno de los puntos en discusión era justamente el uso de un instrumentario teórico decididamente «occidental» —como el postestructuralismo para examinar el pasado cultural de las ex-colonias europeas.

Desde este punto de vista, el crítico literario Hernán Vidal afirmaba que tal uso desconoce olímpicamente el modo en que el pensamiento latinoamericano mismo, y particularmente las teorías de la liberación y la dependencia, han desarrollado categorías pertinentes al estudio de su propia realidad cultural (Vidal 1993). Otros autores como Jorge Klor de Alva y Rolena Adorno impugnaban la importación de la categoría «poscolonialismo» en los Estudios

Latinoamericanos con el argumento de que tal designación corresponde quizás a los legados culturales de las ex-colonias británicas (Commonwealth), pero nunca al de las ex-colonias ibéricas (Klor de Alva 1992; Adorno 1993).

Como puede verse, la discusión adoptaba ya en aquel entonces dos frentes bien definidos: de un lado, el de aquellos latinoamericanistas que buscaban aprovechar las teorías poscoloniales para una nueva lectura de los textos pertenecientes al período colonial hispanoamericano; del otro, el de aquellos que objetaban este movimiento, con el argumento de que tal relectura debería realizarse a partir de las tradiciones mismas del pensamiento latinoamericano y no desde categorizaciones extranjeras.

Una segunda vuelta del debate tuvo lugar en el congreso de LASA celebrado en Guadalajara (Abril de 1997), en donde fueron leídos varios de los trabajos presentados en este volumen. Algunos de los temas debatidos entre 1991 y 1993 se mantienen todavía vigentes, pero la discusión se ha diversificado mucho más debido a varios factores: la consolidación de los Estudios Culturales (García Canclini, Brunner, Ortiz, Sarlo, Calderón, Hopenhayn, Martín-Barbero, Yúdice, etc.) como nuevo paradigma de teorización de lo latinoamericano a finales del siglo XX; la incorporación de nuevos debatientes provenientes de otras disciplinas (antropología cultural, semiología, historia, filosofía); la fundación del Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos; la publicación de libros como The Darker Side of the Renaissance (W. Mignolo), Cultura y Tercer Mundo (ed. B. González Stephan) y The Postmodernism Debate in Latin America (eds. J. Beverley / J. Oviedo / M. Aronna), así como a la participación crítica desde Latinoamérica de autores como Hugo Achúgar y Nelly Richard.

Intentaremos mostrar al lector cuáles son los nuevos contornos de la discusión, tal como pudieran ser reconstruidos a partir de los textos que estamos presentando.

El Manifiesto Inaugural redactado por el Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos recoge varios de los temas abordados por el historiador indio Ranajit Guha, a partir de los cuales se pretende avanzar hacia una reconstrucción de la historia latinoamericana de las últimas dos décadas. Tal reconstrucción quisiera presentarse como una alternativa al proyecto teórico llevado a cabo por los Estudios Culturales desde finales de los ochenta.

Por esta razón, el grupo coloca mucho énfasis en categorías de orden político tales como «clase», «nación» o «género», que en el proyecto de Estudios Culturales parecieran ser reemplazadas por categorías meramente descriptivas como la de «hibridez», o sepultadas bajo una celebración apresurada de la incidencia de los medios y las nuevas tecnologías en el imaginario colectivo.

La dicotomía élite/subalterno, de claro origen gramsciano, busca mostrar que la nueva etapa de globalización del capital no debiera ser vista en América Latina como algo ya «naturalizado», como una condición de vida inevitable, sino que ella pudiera generar un bloque de oposición potencialmente hegemónico, como ocurrió, por ejemplo, en el caso de la revolución sandinista en Nicaragua.

La teórica nicaragüense Ileana Rodríguez, cofundadora del Grupo de Estudios Subalternos, muestra que la lógica de la dominación occidental posee siempre «otra cara», que es donde se localiza el subalterno y sus estrategias de negociación con el poder. El subalterno no es, pues, un sujeto pasivo, «hibridizado» por una lógica cultural que se le impone desde afuera, sino un sujeto negociante, activo, capaz de elaborar estrategias culturales de resistencia y de acceder incluso a la hegemonía.

Walter Mignolo aprovecha también algunos elementos de las teorías poscoloniales para realizar una crítica de los legados coloniales en América Latina. Pero, a diferencia de Ileana Rodríguez y de otros miembros del Grupo de Estudios Subalternos, Mignolo piensa que las tesis de Ranajit Guha, Gayatri Spivak, Homi Bhabha y otros teóricos indios no debieran ser asumidas y trasladadas sin más para un análisis del caso latinoamericano. Haciéndose eco de las críticas tempranas de Vidal y Klor de Alva, Mignolo afirma que las teorías poscoloniales tienen su locus enuntiationis en las herencias coloniales del imperio británico y que es preciso, por ello, buscar una categorización crítica del occidentalismo que tenga su locus en América Latina.

Para ello acude a la tradición socio-filosófica del pensamiento latinoamericano, que desde el siglo XIX se posicionó críticamente frente a los legados del colonialismo español, pero también frente a la amenaza de los colonialismos inglés y norteamericano. Este tipo de reflexión crítica es llamado por Mignolo «posoccidentalismo» (y no «poscolonialismo» ni «posmodernidad»), utilizando la expresión sugerida por el cubano Roberto Fernández Retamar.

En la misma línea de Mignolo se ubica el artículo de Eduardo Mendieta, para quien la modernidad y la posmodernidad no son otra cosa que la secularización del cristianismo, y en particular de la concepción cristiana del tiempo y de la historia. Se trata, según Mendieta, de una crono-topología del mundo que elimina sistemáticamente los loci espacio-temporales de otras culturas distintas a la occidental. Occidente se convierte así en el panóptico del mundo, en el dispensador de las promesas redentoras para toda la humanidad. Pero ésta práctica occidental de vigilar el calendario de la historia ha sido quebrantada en las últimas décadas por las teorías poscoloniales.

Mendieta no se refiere solamente a las críticas de Said, Bhabha

y Spivak, sino a todas las teorías procedentes del tercer mundo que buscan reivindicar su propio locus enuntiationis frente a la modernidad occidental. En este sentido, todas ellas serían teorías «transmodernas», que en América Latina encontrarían su mejor expresión en la teología de la liberación y en el pensamiento filosófico de Leopoldo Zea y Enrique Dussel. La transmodernidad sería, entonces, la irrupción crítica en el ámbito del conocimiento (un dominio tradicionalmente sagrado de occidente) de teóricos y teóricas que defienden su pertenencia a localidades periféricas. Ellos reclaman la posibilidad de nombrar su propia historia y de articular sus propias categorías autoreflexivas, aunque utilicen, como Calibán, el mismo lenguaje de Próspero, es decir, el instrumentario conceptual generado por occidente.

A manera de contrapunto, Santiago Castro-Gómez se pregunta si acaso ésta utilización del lenguaje de Próspero no genera también representaciones unitarias y excluyentes de Latinoamérica. Su sospecha se dirige principalmente hacia la tradición del «pensamiento latinoamericano», que desde el siglo XIX se articuló al interior de los procesos de globalización y racionalización (periférica) arrastrados por la modernidad.

Si el poscolonialismo de Mignolo, Moreiras y Beverley busca deconstruir las imágenes coloniales de América Latina que circulan en los aparatos académicos del primer mundo, ¿por qué no – se pregunta – hacer lo mismo con las imágenes de Latinoamérica que se generan desde Latinoamérica misma? Para este efecto, Castro-Gómez propone avanzar hacia una «genealogía del pensamiento latinoamericano» que, a partir de la exposición de los mitos con que América Latina se ha pensado a sí misma, pudiera articular una crítica radical de la metafísica occidental. Esta intención auto-genealógica es compartida también por la colombiana Erna von der Walde, quien muestra cómo el «macondismo» funciona en América Latina como una construcción hegemónica y excluyente, mientras que en Europa y los Estados se celebra ingenuamente como una expresión tercermundista del poscolonialismo y la posmodernidad. El macondismo es una representación unitaria y panóptica que, por lo menos en Colombia, tiene sus raíces genealógicas en el siglo XIX, y concretamente en un proyecto político de orientación aristocrática, militarista, antimoderna e hispanófila: la «regeneración».

Fernando Coronil, por su parte, critica algunas de las categorías dibujadas por la academia norteamericana para conceptualizar al «otro» y, al igual que Mignolo, señala su complicidad genealógica con el imperialismo de los Estados Unidos. Las representaciones sobre América Latina, el Oriente y el Occidente obedecen, en realidad, al ejercicio de ciertas políticas epistemológicas llevadas a cabo por instituciones metropolitanas. No obstante, y siguiendo en este punto el pensamiento de Marx, Coronil muestra que el capitalismo tardío genera su contrario: la globalización del capital está propiciado una espacialización del tiempo.

Esto significa que la historia, ahora desterritorializada, ya no pueda quedar anclada en localidades fijas, lo cual descredita las grandes cartografías históricas de la modernidad, basadas precisamente en la centralidad de Occidente. El resultado es, a nivel práctico, que las subalternidades (el «otro») ya no se ubican afuera sino adentro de los países centrales, provocando la articulación de movimientos sociales contestatarios; y a nivel teórico, que al interior de la academia misma están emergiendo «categorías geohistóricas no imperialistas» que permiten abandonar los mapas imperiales dibujados por la modernidad.

Precisamente en este punto concuerdan los intereses teóricos de Coronil con los de Alberto Moreiras, quien también busca realizar una genealogía de las políticas del conocimiento sobre América Latina (el «Latinoamericanismo»), pero ya no a partir de sus configuraciones latinoamericanas como en el caso de Castro-Gómez y von der Walde, sino en su manifestación como «Latin American Studies», tal como éstos son escenificados por la academia norteamericana.

En opinión de Moreiras, las representaciones sobre América Latina han funcionado allí como instancia teórica de una agencia global, vinculada a los intereses políticos de los Estados Unidos en Latinoamérica. Además, el Latinoamericanismo históricamente constituido ya no es capaz de dar cuenta de la nueva situación socio-cultural de los Estados Unidos, en donde las fronteras con el tercer mundo se han empezado a desplazar hacia adentro.

Lo que se requiere, entonces, es una renovación crítica del Latinoamericanismo que aproveche las nuevas energías políticas y los nuevos imaginarios culturales de los inmigrantes latinoamericanos, sin caer por ello en posiciones de corte fundamentalista.

El nuevo Latinoamericanismo (de «segundo orden») debiera convertirse en una «teoría antiglobal» que sirva como herramienta crítica para una democratización radical del conocimiento y la cultura en la sociedad estadounidense.

Pero no todos los debatientes comparten este optimismo respecto a la posibilidad de una renovación de las políticas del conocimiento sobre América Latina desde el aparato teórico de la academia norteamericana. Mabel Moraña califica la teorización poscolonial como una nueva versión posmoderna de América Latina elaborada desde los centros de poder. El propósito de esta teorización sería reforzar el vanguardismo teórico de ciertos sectores intelectuales en los Estados Unidos, que necesitan algún tipo de «exterioridad» para ejemplificar sus modelos interpretativos.

Así, por ejemplo, las nociones de «hibridez» y «subalternidad» buscan confirmar la tesis posmoderna de la pérdida del referente, convirtiendo inesperadamente a las masas latinoamericanas en «protagonistas» de la globalización.

Pero se trata, en realidad, de un protagonismo engañoso, porque, al ser articulado desde un locus teórico metropolitano, el diagnóstico de la «hibridez» y la «subalternidad» es autopoiético: se trata de una observación que el norte realiza sobre sí mismo, sobre su propia hegemonía representacional. Latinoamérica es ubicada aquí en el espacio de lo exótico, de lo calibanesco y de lo marginal con respecto a los discursos metropolitanos.

En opinión de Moraña, el poscolonialismo no supera sino refuerza doblemente la épica tercermundista de los años sesenta. No en vano, anota Moraña, coincidiendo en esto con Erna von der Walde, los teóricos poscoloniales (Said, Spivak) construyen a Latinoamérica desde la fórmula de lo «real-maravilloso», sin renunciar a las bases epistemológicas desde la que se generaba la alteridad en las teorías del desarrollo.

Más dura todavía es la crítica de Hugo Achúgar al poscolonialismo. Para el teórico uruguayo, estaríamos frente a una nueva forma de teorización metropolitana sobre Latinoamérica que ignora las tradiciones de lectura y las memorias históricas articuladas desde Latinoamérica misma. Las agendas teóricas del poscolonialismo no se inscriben como un instrumento de lucha en favor de la sociedad civil latinoamericana; ellas obedecen, más bien, al impacto que la diversidad étnica, religiosa y cultural ha producido en países que, como los Estados Unidos, hasta hace poco se representaban a sí mismos como monoculturales.

Al no distinguir las dos situaciones, es decir, al confundir lo latinoamericano con lo latino-estadounidense, las teorías poscoloniales funcionan en realidad como una política colonialista de la memoria y el conocimiento. Achúgar sospecha incluso que el poscolonialismo es una nueva forma de panamericanismo teórico, que corre paralelo al panamericanismo económico diseñado por el gobierno de los Estados Unidos (Tratado de Libre

Comercio). De lo que se trataría, entonces, es de descolonizar el poscolonialismo, mostrando que América Latina ha generado sus propias categorías autoreflexivas.

Categorías como «Nuestra América» de José Martí, que pusieron siempre en claro la diferencia entre los intereses latinoamericanos y los intereses colonialistas estadounidenses.

También Nelly Richard contrapone, como Achúgar, el hablar sobre y el hablar desde América Latina. Pero, a diferencia de éste, la teórica chilena no se refiere primariamente al lugar geográfico de la enunciación, sino al carácter formal de la misma. Richard castiga cualquier tipo de enunciación que busque integrar el referente «Latinoamérica» en un aparato global de conexiones teóricas, ligadas a una institucionalidad determinada. No sólo el Latinoamericanismo articulado desde la academia norteamericana es objeto de su crítica; también lo es el Latinoamericanismo que se produce en América Latina desde instituciones como la FLACSO, tal como lo muestra la polémica que sostiene con las ciencias sociales chilenas (Brunner, Lechner, etc.) en su último libro (Richard 1994).

El peligro de este tipo de teorización es que los saberes locales y marginales quedan integrados en una maquinaria teórica omnicomprensiva, controlada por tecnócratas del saber. En este sentido, Richard habla de una «Internacional académica» que determina qué autores deben ser leídos o citados, cuáles temas son relevantes, qué significa estar en la «vanguardia» de una discusión, etc. Lo que halla en juego es el acceso a posiciones de poder en las universidades, la financiación millonaria de proyectos académicos, los intereses mercantiles de las editoriales y, no por último, la reestructuración metropolitana de los programas educativos de acuerdo a las nuevas necesidades del capital. Es allí, en este aparato institucionalizado de saber-poder, donde se ubica el debate sobre los estudios culturales, la poscolonialidad y la subalternidad.

Nos encontramos, pues, frente a una polémica de gran calidad intelectual, destinada a revitalizar la ya bicentenaria pregunta por la identidad y el destino de estos pueblos que, bien o mal, hemos venido denominando «América Latina». Una pregunta que, por la complejidad misma de su objeto, ha conservado siempre un carácter transdisciplinar. No ocurre de otro modo en la colección que estamos presentando al público: sociólogos, antropólogos, historiadores, críticos literarios, semiólogos y filósofos, todos ellos y ellas reunidos en torno a una sola temática. Se trata, pues, de verdaderas teorías sin disciplina que convergen o divergen, pero que, en cualquier caso, dialogan entre sí.

Notas

1. Nuestra caracterización formal de las «teorías poscoloniales» se concentra en la obra de Edward Said, Homi Bhabha y Gayatri Spivak, considerados generalmente como los tres mayores teóricos del poscolonialismo.

2. Nótese que no utilizamos la categoría «tradición» en el mismo sentido que lo hicieron las teorías de la modernización. No estamos oponiendo lo «tradicional» a lo «moderno», como si los dos términos correspondieran a un ordenamiento temporal y teleológico. Por el contrario, «tradicional» y «postradicional» son categorías estructurales que buscan dilucidar el tipo de relaciones que se dan entre lo distante y lo cercano, entre el espacio y el tiempo, en condiciones de globalización.

3. Es bien conocida la crítica que realiza Spivak del postestructuralismo teórico en Foucault y Deleuze, a quienes acusa de «ignorar la división internacional del trabajo» (cf. Spivak 1994). También Said y Homi Bhabha, aún reconociendo su deuda con la obra de Foucault, critican la «ignorancia» de éste respecto al problema del colonialismo (cf. Said 1994: 81; Bhabha 1994: 236 ss).

4. Bastaría mencionar que en las dos principales antologías del poscolonialismo (la de Williams y Chrisman de 1994, y la de Ashcroft, Griffiths y Tiffin de 1995) no aparece invitado ningún teórico(a) latinoamericano. La mayor parte de los textos hacen referencia a la experiencia de las ex-colonias inglesas. A lo sumo se incluyen referencias al colonialismo en el Caribe, pero siempre desde la perspectiva del Commonwealth (de ahí la constante mención de teóricos como Franz Fanon y Aimé Césaire, convertidos en «commodities» de la discusión poscolonial).

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Lash, Scott / Urry, John. Economies of Signs and Space. London: SAGE

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Luhmann, Niklas. Risk: A Sociological Theory. New York: de Gruyter 1993.


[1]

Injusticia epistémica y activismo epistémico en las protestas sociales feministas. José Medina. 2021

El  foco  de  mi  contribución  será  el  análisis  de  lo  que llamo el activismo epistémico de los movimientos feministas, es decir, las prácticas activistas que ejercen fricciones epistémicas contra las sensibilidades heterosexistas y patriarcales que son cómplices de la invisibilidad social de la violencia sexual contra las mujeres y  del  silenciamiento  o  desacreditación  de  las  protestas  feministas  contra la violencia sexual.

Palabra  clave:  injusticia  epistémica,  activismo  epistémico,  protesta  social feminista.

En este ensayo ampliaré las discusiones recientes sobre la injusticia epistémica a través de las ideas de filósofas feministas  que  han  escrito  sobre  la  violencia  sexual  y  las  protestas  feministas, especialmente Linda Martin Alcoff en su innovadora  monografía  Rape  and  Resistance  (2018). 

El  foco  de  mi  contribución será el análisis de lo que llamo el activismo epistémico  de  los  movimientos  feministas,  es  decir,  las  prácticas  activistas que ejercen fricciones epistémicas contra las sensibilidades heterosexistas y patriarcales que son cómplices de la invisibilidad social de la violencia sexual contra las mujeres y del silenciamiento o desacreditación de las protestas feministas contra la violencia sexual.

En Epistemic Injustice: Power and the Ethics of Knowing(2007), Miranda Fricker definió la injusticia epistémica como el tipo de injusticia que ocurre cuando un sujeto (o grupo de sujetos) es agraviado como conocedor, es decir, como sujeto de conocimiento y comprensión, y como participante en prácticas de intercambio de conocimiento y creación de sentido.

Fricker distingue dos tipos de injusticia epistémica: la injusticia hermenéutica y la injusticia testimonial. La injusticia hermenéutica compromete injustamente la inteligibilidad de los actores sociales  y  ocurre  cuando  un  grupo  de  hablantes  es  injustamente  privado  de  recursos  expresivos  para  comunicar  sus experiencias o cuando sus intentos de hacerlo se consideran carentes  de  sentido. 

La  injusticia  testimonial  compromete  injustamente la credibilidad de los testigos y ocurre cuando los  oradores  se  ven  injustamente  privados  de  credibilidad  o  cuando  sus  intentos  de  testificar  se  consideran  menos  creíbles de lo que merecen.

La invisibilidad social de la violencia sexual contra las mujeres y el silencio social que reprime las protestas feministas contra la violencia sexual pueden explicarse  en  términos  de  las  injusticias  hermenéuticas  y  testimoniales  basadas  en  ideologías  patriarcas  y  heterosexistas. 

Desarrollo el ensayo en dos secciones en las que analizo estos dos  tipos  de  injusticia  epistémica  en  relación  con  la  violencia  sexual  contra  las  mujeres  y  examino  cómo  las  protestas  feministas  contra  la  violencia  sexual  ofrecen  una  resistencia  epistémica  contra  esas  formas  de  injusticia

La  sección  1  se  centrará  en  la  injusticia  hermenéutica  y  los  obstáculos  comunicativos que encuentran las protestas contra la violencia  sexual  en  contextos  hermenéuticamente  empobrecidos.  En  esta  sección  aclararé  lo  que  llamo  el  testimonio  radical de las víctimas de violencia sexual, discutiendo las intervenciones  de  los  activistas  epistémicos  para  romper  la  invisibilidad social y romper los silencios sociales sobre la violencia sexual. 

La  sección  2  se  centrará  en  la  injusticia  testimonial  y los problemas de credibilidad y falta de agencia epistémica que enfrentan los grupos feministas para protestar contra la violencia sexual. En esta sección ofreceré un análisis de cómo cultivar  la  solidaridad  comunicativa  y  formar  comunidades  de  resistencia  a  través  de  lo  que  llamo  el  eco  de  las  voces  de  las  víctimas  de  abuso  sexual.  El  objetivo  general  de  mis  análisis y argumentos en estas dos secciones es la defensa de un enfoque del activismo centrado en las víctimas y de base, ejemplificado  por  el  movimiento  feminista  Ni  Una  Menos,  fundado en Argentina en 2015.

  1. Silencio social y testimonio radical: mi cuerpo como testigo

Fricker (2007) conceptualizó la injusticia hermenéutica como un fenómeno grupal: la falta de inteligibilidad experimentada por un grupo en sus intentos de comunicar ciertas experiencias.

El ejemplo central de Fricker de injusticia hermenéutica fue un fenómeno  grupal  que  involucra  un  movimiento  social  de  protesta y sus actos comunicativos: el ejemplo se refería a los obstáculos  que  encontró  el  Movimiento  de  Mujeres  para  abordar  experiencias  de  intimidación  sexual  cuando  no  se  disponía  de  etiquetas como “acoso sexual”.

Como observa Fricker, las mujeres activistas se encontraron en la peculiar situación de organizar locuciones públicas (“speak-outs”) en las que “El ‘esto’ sobre el que iban a romper el silencio no tenía nombre” (2007: 150). Estas  locuciones  públicas  (“speak-outs”)  en  sí  mismas  fueron  intervenciones de activistas hermenéuticas (actos grupales de activismo epistémico) en las que las mujeres trabajaron juntas para mejorar su agencia de creación de significado y desarrollar una voz grupal.

En la siguiente sección veremos otros ejemplos de activismo epistémico dentro del Movimiento de Mujeres que se  utilizaron  para  luchar  contra  la  injusticia  hermenéutica  y  los problemas de inteligibilidad que obstaculizan la capacidad de  las  mujeres  para  protestar  por  las  injusticias  que  sufren.  En  sus  discusiones  sobre  las  dificultades  de  protestar  contra  la violencia contra las mujeres, Rita Laura Segato (2013, 2016) ha llamado la atención sobre la apariencia de sinsentido que a menudo toma la violencia de género y lo difícil que es dar sentido a los patrones de violencia contra las mujeres.

En su análisis de  los  horrendos  casos  de  tortura  y  asesinato  de  trabajadoras  fabriles en Ciudad Juárez,[1] [2]Segato enfatiza que el primer problema que enfrenta la audiencia al abordar estos casos de violencia de género es “un problema de inteligibilidad”. (2013: 13; mi énfasis).

Como veremos en la siguiente sección, un aspecto clave del activismo epistémico de los movimientos contra la violencia es la articulación de nuevos conceptos, como el concepto de feminicidio (es decir, el asesinato de una mujer por su identidad de género o expresión de género).

De hecho, la creación y uso de vocabularios y otros recursos expresivos adecuados para comprender el fenómeno en cuestión son cruciales para que un público  supere  la  injusticia  hermenéutica  y  pueda  protestar  contra la injusticia en sus propios términos. Más allá del relato de Fricker y su foco en la falta de palabras o lagunas hermenéuticas, como ella lo expresa, es importante  señalar  que  un  grupo  puede  experimentar  injusticia  hermenéutica de otras formas: no solo cuando faltan palabras y recursos interpretativos, pero también cuando están disponibles pero su uso se bloquea o no recibe aceptación; y también cuando el grupo es capaz de hablar en sus propios términos y recibe captación, pero la inteligibilidad de sus expresiones es distorsionada  o  subvertida.  Analicemos  estos  dos  escenarios. 

El primer escenario en el que un grupo marginado encuentra resistencia por el uso o la adecuada asimilación de los términos  preferidos  que  ha  desarrollado  para  hablar  de  sus  experiencias  ocurre  en  el  fenómeno  que  Gayle  Pohlhaus  (2012)  ha  denominado  “ignorancia  hermenéutica  deliberada”. 

Las  audiencias y las instituciones exhiben una ignorancia hermenéutica deliberada cuando se niegan a aprender a comprender y  utilizar  términos  nuevos  o  no  convencionales  que  los  grupos minoritarios o marginados han desarrollado para hablar sobre  sí  mismos  y  sus  experiencias.  Por  lo  general,  no  es  el  caso que los nuevos términos que se introducen para protestar contra la injusticia por parte de un público oprimido, como “acoso  sexual”,  “feminicidio”,  “homofobia”,  “transfobia”,  etc.,  son automáticamente aceptados sin resistencia por todas las comunidades, por el público en general y por las instituciones públicas. En particular, la ley y el sistema de justicia tienden a  ser  particularmente  lentos  en  aceptar  y  poner  en  uso  los  nuevos conceptos que provienen del activismo de base de los movimientos de protesta, como veremos más adelante cuando analicemos las leyes de delitos de odio y las leyes de violencia de género y feminicidios.

El activismo epistémico que promueve el uso y el eco de nuevos términos a menudo es necesario para garantizar que los públicos que protestan puedan hablar y expresar sus actos testimoniales de protesta en sus propios términos. Pero incluso cuando se acepta el uso de nuevos términos y se  permite  a  los  manifestantes  hablar  en  sus  propios  términos, todavía es posible que experimenten la injusticia hermenéutica  en  el  segundo  escenario  mencionado  anteriormente,  es decir, en los casos en los que la inteligibilidad de sus expresiones  es  distorsionada  o  subvertida  a  través  de  una  captación  defectuosa. 

No  se  trata  de  casos  de  silenciamiento,  sino  de  degradaciones  epistémicas  de  los  actos  comunicativos  al  comprometer su inteligibilidad. Un tipo de ejemplo de injusticia hermenéutica producida por el mal uso conceptual ocurre cuando  una  audiencia  o  una  institución  reduce  arbitraria  o  injustamente el significado aceptable de un término tal como lo  usa  el  grupo  o  público  en  protesta  en  cuestión. 

Pensemos,  por  ejemplo,  en  públicos  e  instituciones  que  han  aplicado  el  término “feminicidio” solo para cubrir los asesinatos de mujeres cisgénero, negándose a aplicar el término para cubrir los asesinatos  de  mujeres  transgénero. 

Discutiré  este  caso  con  más detalle a continuación, pero basta con señalar aquí que, cuando se produce el estrechamiento injusto de un nuevo concepto o recurso expresivo como “feminicidio”, parte del público que  protesta  permanece  hermenéuticamente  desfavorecido  y  marginado  en  su  intento  de  hacer  sentir  y  protestar  por  los  daños e injusticias que sufren.

Los movimientos sociales de protesta a menudo se encuentran con entornos hermenéuticos empobrecidos, defectuosos y poco comprensivos y, como resultado, a menudo sufren injusticias  hermenéuticas  grupales.  Las  injusticias  hermenéuticas  grupales  tienen  un  impacto  profundo  en  la  eficacia  con  la  que  el  grupo  en  cuestión  puede  comunicarse. 

Como  ya  se  señaló, para resistir este tipo de injusticia epistémica, los grupos deben participar en el activismo epistémico para superar el silenciamiento y la degradación epistémica que resulta de las  desventajas  hermenéuticas  y  la  marginación  a  nivel  de  grupo que sufren. Convertirse en un activista epistémico con respecto  a  la  injusticia  hermenéutica  grupal  implica  promover activamente la agencia hermenéutica de los movimientos sociales  para  articular  nuevos  conceptos  y  promover  activamente  el  uso  de  estos  conceptos  mientras  se  lucha  contra  la  “ignorancia  hermenéutica  deliberada”  (Pohlhaus  2012)  que  bloquea  o  inhabilita  su  circulación. 

Los  movimientos  de  protesta contra la violencia han elaborado nuevos conceptos que identifican patrones distintivos de violencia y vulnerabilidad que no fueron reconocidos antes: p. ej. violencia intrafamiliar, acoso sexual, feminicidios, violencia homofóbica y transfóbica, etc.

Luchar por el uso e interpretación correcta de estos conceptos  en  el  discurso  público  ha  requerido  mucho  activismo  epistémico, mucha resistencia al silenciamiento y a las distorsiones  hermenéuticas.  Como  activistas  epistémicos,  debemos  denunciar y luchar no solo contra las lagunas hermenéuticas o la falta de recursos expresivos, sino también los obstáculos e insensibilidades hermenéuticas que dificultan el florecimiento de la agencia expresiva e interpretativa de los grupos marginados.

Como activistas epistémicos, también debemos resistir  las  formas  de  distorsionar,  subvertir  o  cooptar  la  agencia  expresiva e interpretativa de los públicos que protestan, y la degradación epistémica de sus actos de protesta. Hablar y dar testimonio de un daño como la violencia sexual es ya un acto de activismo epistémico que desafía y resiste los silencios  sociales  cultivados  y  las  injusticias  hermenéuticas. 

¿Cómo pueden las sobrevivientes de violencia sexual dar testimonio  público  de  sus  experiencias  en  contextos  sociales  en  los que faltan palabras o se bloquean en sus intentos de describir esas experiencias? En un ensayo del que fui coautor con Tempest Henning, “My Body as a Witness: Bodily Testimony and  Epistemic  Injustice”  (2021),  he  argumentado  que  nuestra  capacidad  expresiva  para  protestar  supera  las  palabras  disponibles. (Medina y Henning 2021: 177).

El testimonio sin palabras es especialmente urgente cuando existen obstáculos comunicativos  para  que  los  sujetos  oprimidos  verbalicen  sus  experiencias, es decir, cuando existen disfunciones testimoniales o limitaciones hermenéuticas que comprometen la credibilidad, inteligibilidad y agencia discursiva de los sujetos oprimidos como testigos.

Es aquí donde la comunicación corporal juega  un  papel  importante  para  la  resistencia  comunicativa  y epistémica bajo condiciones de injusticia. Hay posibilidades comunicativas resistentes y subversivas que ofrecen la expresividad  del  cuerpo  bajo  condiciones  de  injusticia  epistémica.  Como lo expresaron Medina y Henning: Las  injusticias  hermenéuticas  y  testimoniales  socavan  y  restringen fuertemente la agencia comunicativa y epistémica de los sujetos oprimidos, pero no aniquilan por completo dicha agencia: incluso sin palabras disponibles y sin oportunidades para  hablar  o  ser  escuchado  adecuadamente,  el  sujeto  aún  puede expresarse a través de su cuerpo. …el testimonio corporal… es una parte clave para resistir la opresión en condiciones  de  injusticia  epistémica  cuando  la  agencia  comunicativa  (y especialmente verbal) de los testigos se vuelve injustamente restringida. (Medina y Henning 2021: 171)

En contra de Fricker, Medina y Henning argumentan que no  es  cierto  que  en  condiciones  de  injusticia  hermenéutica  las personas no puedan comunicar las experiencias que caen bajo  “lagunas  hermenéuticas”  –o  para  las  que  no  hay  palabras–  y  no  pueden  protestar  por  los  daños  contenidos  en  él  de cualquier manera. En otras palabras, no es el caso de que la falta de palabras (o “lagunas hermenéuticas”) impidan por completo  a  las  personas  expresar  experiencias  que  no  pueden  nombrar  y  alertar  a  otros  sobre  posibles  daños  que  no  pueden  verbalizar.  “Puede  haber  un  ‘esto’  o  un  ‘aquello’  que  no tiene nombre para ser señalado y apuntado a los demás a través de la comunicación corporal” (Medina y Henning 2021: 178).

Incluso en contextos hermenéuticamente empobrecidos y restringidos, las personas pueden recurrir a la comunicación corporal para indicarse a sí mismas y a los demás que están pasando por experiencias de injusticia; pueden usar sus cuerpos para identificar tales experiencias, protestar contra ellas y  advertir  a  otros  acerca  de  ellas

La  comunicación  corporal  crea  posibilidades  para  compartir  experiencias  de  injusticia,  hablar en contra de ella y formar comunidades de resistencia que  el  testimonio  verbal  no  puede  ofrecer.  Como  expresaron  Medina y Henning: “A través de la comunicación corporal, los sujetos  epistémicamente  marginados  pueden  indicarse  entre  sí  que  hay  algo  mal  que  están  experimentando;  y,  de  esta  manera, pueden compartir experiencias de opresión y comenzar a construir una comunidad de resistencia” (Medina y Hen-ning 2021: 171).

Pensemos en el ejemplo paradigmático de la injusticia hermenéutica que ofrece Fricker, se refiere a las experiencias de acoso sexual antes de que tales experiencias tuvieran nombre y  las  dificultades  de  las  mujeres  en  las  primeras  etapas  del  Movimiento  de  Mujeres  para  dar  testimonio  y  protestar  por  tales experiencias. Para Fricker, no fue hasta que las mujeres activistas acuñaron la frase “acoso sexual” que pudieron superar  la  injusticia  hermenéutica  (por  falta  de  palabras)  que  se  interpuso en el camino de su protesta. Pero, de hecho, las mujeres activistas tenían recursos comunicativos que excedían los recursos verbales y la disponibilidad de palabras particulares; tenían otras formas de señalar los tipos de daños que experimentaban al ser objetivadas y sexualmente atacadas; en particular,  tenían  la  expresividad  de  sus  propios  cuerpos

Como  han argumentado Medina y Henning, es un error pensar que durante  ese  tiempo  el  cuerpo  de  una  víctima  después  de  un  incidente  de  acoso  sexual  permaneció  necesariamente  inexpresivo y no pudo comunicar o protestar por el acoso a través de gestos, expresiones faciales, posturas y otros esquemas corporales. Medina y Henning señalan: “Incluso sin las palabras  adecuadas, una víctima puede protestar por lo que está pasando sin nombrarlo.

Puede dar testimonio de al menos algunos aspectos de su experiencia de ser violada a través del lenguaje corporal;  y  también  puede  usar  su  cuerpo  para  expresar  su  situación  de  no  ser  entendida  o  de  no  ser  capaz  de  articular  adecuadamente el mal que está experimentando. A través del comportamiento expresivo del cuerpo, puede transmitir a los demás  que,  como  dice  Fricker,  está  “profundamente  dificultada,  confundida  y  aislada”  y  que  sigue  siendo  vulnerable  al  maltrato” (2021: 177).

La  comunicación  corporal  ofrece  posibilidades  comunicativas  resistentes  y  subversivas  para  protestar  por  experiencias de injusticia, incluso cuando no hay palabras disponibles. Pero también, cuando hay palabras disponibles, existen contextos en los que la comunicación corporal puede ser preferible  a  la  comunicación  verbal  porque  puede  proporcionar  un  lugar  más  seguro  para  los  actos  testimoniales  de  protesta. 

Piense en el escenario en el que una víctima de acoso sexual en el lugar de trabajo quiere comunicar a sus compañeros de trabajo, pero no al acosador ni a otras personas que pueden apoyar al acosador, que está siendo acosada y protesta por el comportamiento de acoso. La víctima puede hacerlo utilizando un lenguaje corporal dirigido exclusivamente a un público y  no  a  otros  (por  ejemplo,  dejando  fuera  de  la  comunicación  al acosador y/o a aquellos que lo protegen): poner los ojos en blanco ante un comentario de acoso sin que el acosador se dé cuenta, incluso señalarlo con una expresión de disgusto a sus espaldas, etc.

Con el acto de protesta testimonial expresado a través del lenguaje corporal, la víctima puede estar buscando ayuda o apoyo para sí misma, y/o quizás esté buscando alertar a otros sobre los peligros del comportamiento de acoso. Dadas las  ventajas  comunicativas  del  lenguaje  corporal  que  puede  ser simultáneamente accesible a unos y opaco a otros, la víctima puede decidir comunicarse de forma no verbal incluso en un entorno hermenéuticamente rico en el que tiene muchas palabras  para  protestar  por  el  acoso,  incluso  aunque  pueda decir, por ejemplo, “Me están acosando sexualmente y esto es inaceptable.”

Hay contextos en los que las víctimas de la injusticia pueden querer participar en actos de protesta testimoniales, encubiertos  o  semicubiertos,  para  su  propia  protección  o  para  la  protección  de  los  demás,  es  decir,  para  evitar  las  repercusiones  negativas  y  la  mayor  vulnerabilidad  al  daño  que  el  acto  de  protesta  puede  acarrear. 

A  primera  vista,  puede  parecer  misterioso  por  qué  alguien  puede  querer  participar  en  una  protesta testimonial encubierta si el objetivo de dar testimonio y protestar es precisamente compartir abiertamente experiencias  y  protestar  contra  ellas.  Pero  hay  casos  en  los  que  uno  puede  querer  testificar  sobre  una  injusticia  y  protestar  selectivamente, es decir, testificar y protestar ante unos, pero no ante otros.

Las víctimas de acoso sexual que quieren compartir su experiencia y protestar con algunos compañeros de trabajo mientras se esconden del acosador o de posibles acosadores es uno de esos casos. Piense también en los individuos homosexuales  que  experimentan  homofobia  a  su  alrededor,  pero, debido a que serían denunciados y se volverían más vulnerables al maltrato prejuicioso si protestan abiertamente por cómo  les  perjudica  la  homofobia,  deciden  protestar  de  forma  encubierta dirigiendo sus actos testimoniales de protesta solo de forma selectiva a las personas homosexuales y a personas no  homofóbicas. 

Esto  se  puede  hacer  verbalmente  mediante  un “doble discurso” que contiene un “subtexto” crítico y queer que  solo  es  registrado  como  tal  por  aquellos  que  entienden  las sexualidades no dominantes y a los que una sensibilidad heterosexista es insensible, como explica Eve Sedgwick en The Epistemology of the Closet (2008).

Pero, como han reconocido Sedgwick y otros teóricos queer, este tipo de actos de protesta  testimoniales  encubiertos  también  se  pueden  realizar  de  manera no verbal a través de una comunicación corporal (por ejemplo,  mirar  fijamente,  guiñar  un  ojo,  morderse  los  labios,  etc.) con la cual solo los sujetos queer y aquellos familiarizados con la sexualidad queer están en sintonía, mientras pasan desapercibidos  para  los  sujetos  de  la  corriente  principal  que  carecen  de  la  sensibilidad  testimonial  corporal  relevante. 

Antes  de  que  el  Movimiento  de  Liberación  Gay  se  convirtiera  en  un  movimiento  de  protesta  abierto  y  de  confrontación  cuyos miembros declaran en voz alta y con orgullo sus sexualidades alternativas, los sujetos queer (activistas o no) sabían bien cómo denunciar la homofobia de manera encubierta, protestando por los daños que experimentaban entre sí pero sin hacerlo abiertamente con el mundo heterosexista dominante.

Como han argumentado Medina y Henning, “la expresividad del cuerpo puede ofrecer una forma poderosa de dar testimonio para eludir las limitaciones verbales cuando las personas  no  pueden  hablar  abiertamente  y  con  seguridad  sobre  ciertas  cosas”  (2021:  183). 

Medina  y  Henning  enfatizan  que  “la comunicación corporal puede ser una forma más segura y selectiva de dar un testimonio arriesgado que la comunicación verbal, ya que los comunicadores pueden optar por compartir experiencias  e  información  testimonial  con  aquellos  que  tienen un tipo particular de sensibilidad con respecto al lenguaje corporal, mientras que sus actos comunicativos quedan ocultos  para  quienes  no  lo  hacen”  (Ibid.). 

El  hecho  de  que  cierta  audiencia no tenga la sensibilidad testimonial adecuada para reconocer  o  comprender  adecuadamente  la  expresividad  corporal  puede  resultar  en  el  descarrilamiento  (es  decir,  en  la  falta  de  éxito  o  infelicidad)  del  testimonio  corporal  si  dicha  audiencia es el objetivo, es decir, si el comunicador estaba testificando para ellos.

Pero la insensibilidad testimonial de una audiencia  y  la  sensibilidad  testimonial  de  otra  pueden  permitir  el  éxito  y  la  seguridad  de  un  testimonio  arriesgado  a  través del lenguaje corporal entre las víctimas de la injusticia sin  exponerse  comunicativamente  a  los  perpetradores  de  tal  injusticia  o  a  audiencias  cómplices  e  insensibles.  Es  importante señalar que una sensibilidad testimonial es una sensibilidad encarnada que opera tanto en la comunicación verbal como  en  la  no  verbal:  incluye  no  solo  competencia  en  el  uso  de palabras, sino también atención a la expresividad corporal  y  competencia  para  captar  señales  comunicativas  corporales  y  para  la  comprensión  del  lenguaje  corporal. 

No  estar  atento  y  ser  competente  en  las  expresiones  corporales  de  daño  a  menudo resulta no solo en una falla epistémica (una falta de comprensión  y  conocimiento),  sino  también,  y  lo  que  es  más  importante, en una falla ética de la responsabilidad comunicativa: debido a la ignorancia de uno, uno se vuelve un interlocutor irresponsable que descuida a los demás y su sufrimiento por la desatención comunicativa y la captación defectuosa de sus  actos  testimoniales  corporales. 

Debido  a  que  las  personas perjudicadas y las víctimas de injusticia tienden a estar en una posición precaria para expresarse, ya sea verbal o no verbalmente, existe una mayor responsabilidad entre quienes los rodean para brindarles apoyo comunicativo y expresar su solidaridad comunicativa en sus intentos de expresar su sufrimiento. Medina  y  Henning  (2021)  argumentan  que  el  testimonio  grupal corporal es muy adecuado para cultivar la solidaridad comunicativa dentro del grupo y para dar protagonismo a los miembros  del  grupo  en  la  dinámica  testimonial.  Como  enfatizan,  al  aprovechar  los  aspectos  encarnados  de  la  identidad  grupal y la expresividad corporal de los miembros del grupo, la  comunicación  corporal  puede  jugar  un  papel  importante  en  el  testimonio  de  resistencia  del  grupo,  es  decir,  en  el  testimonio grupal que es resistente al silenciamiento y la injusticia epistémica.

Quiero llamar la atención sobre los actos de protesta  testimoniales  de  resistencia  que  son  radicales  por  su  poder  de  romper  el  silencio  y  su  potencial  transformador  para regenerar las sensibilidades testimoniales. El testimonio radical es un tipo particular de testimonio de resistencia: un testimonio  que  resiste  y  supera  los  obstáculos  testimoniales  y  las  injusticias  epistémicas  rompiendo  los  silencios  sociales  e  institucionales  y  mejorando  las  sensibilidades  testimonia-les.  El  testimonio  radical  está  bien  ilustrado  por  el  ejemplo  de  las  protestas  “die-in”  realizadas  como  actos  testimoniales  de  protesta  por  diferentes  movimientos  de  protesta:  por  las  protestas de ACT UP contra el silencio y la inacción sobre la epidemia del SIDA en la década de 1980, por las protestas de Black  Lives  Matter  contra  la  violencia  racista  desde  2014,  y  por Ni Una Menos desde 2015.

Me centraré aquí en las actuaciones callejeras y especialmente en las protestas “die-in” del movimiento  feminista  Ni  Una  Menos,  que  comenzó  como  un  hashtag popular y rápidamente se convirtió en un movimiento de protesta, impulsando los derechos de las mujeres a la cima de la agenda en Argentina y extendiéndose por todo América del Sur mientras millones de mujeres se opusieron a la violencia de género.

Ni Una Menos es un movimiento feminista de base de cuarta ola que se ha convertido en el movimiento antifemicidio y contra la violencia de género más importante de América Latina. Las activistas de Ni Una Menos participan en el activismo online,  así  como  en  actuaciones  de  protestas  callejeras,  que  incluyen protestas “die-in” como las de las imágenes 1 y 2. Mi análisis y argumento quieren reivindicar estas protestas “die-in” como testimonio de grupo radical.

Puede parecer exagerado afirmar que una protesta “die-in” pueda ser considerada como un testimonio grupal no verbal. ¿En qué sentido exactamente se puede pensar en una protesta “die-in” como el acto testimonial de un grupo? Ciertamente no es el testimonio de los moribundos o de los muertos; pero es el testimonio de quienes se exponen sistemáticamente a la muerte por la injusticia estructural de la violencia de género. Las protestas “die-in” de Ni Una Menos se utilizan para dar testimonio grupal de la experiencia de pérdida y vulnerabilidad a la muerte prematura por una epidemia de violencia de género.

Estas protestas “die-in” sacan a las calles, de manera performativa,  utilizando  los  propios  cuerpos  de  las  manifestantes,  la muerte de mujeres por violencia de género, testificando las experiencias de pérdida, de abandono social del grupo, de presenciar un número creciente de víctimas de violencia de género  ante  la  apatía  social  y  la  insensibilidad  institucional

Las  activistas  depositaron  sus  propios  cuerpos  en  la  acera  para  que los habitantes de la ciudad tuvieran que detenerse para ver lo que parecía un mar de cadáveres en el suelo, que el público en general y las instituciones ignoran rutinariamente. Las protestas “die-in” pueden describirse como teatro político y acrobacias para sorprender a la gente, pero son más que  eso

También  son  una  forma  de  compartir  experiencias  hasta  ahora  descuidadas  en  la  esfera  pública.  Las  activistas  que participan en protestas “die-in” dan testimonio público de su dolor, así como de su indignación e ira de una manera que ya no pueden ser ignorados por el público y las instituciones.

Las  protestas  “die-in”  exhiben  los  dos  rasgos  centrales  característicos del testimonio grupal corporal: (a) tienen una cualidad supraindividual  irreductible,  es  decir,  los  manifestantes  dan  testimonio  de  una  experiencia  colectiva;  y  (b)  el  testimonio grupal expresado en protestas “die-in” está anclado e  indexado  a  la  especificidad  de  las  identidades  encarnadas  y las experiencias encarnadas de los miembros del grupo.

Es interesante cómo la técnica comunicativa de las protestas “die-in” ha viajado a través de los movimientos de protesta y, sin embargo, ha permanecido expresamente ligada a la corporeidad específica de los públicos que protestan y sus miembros: cuerpos queer en las protestas “die-in” de ACT UP; cuerpos de personas de color en las protestas “die-in” de BLM; y cuerpos de mujeres en las protestas “die-in” de Ni Una Menos.

El  efecto  comunicativo  de  las  protestas  “die-in”  como  protestas  grupales  testimoniales  es  que  son  una  forma  de  obligar a las audiencias a ser co-testigos indirectos de la muerte y el sufrimiento tolerado por la sociedad en general y por sus instituciones. Los testigos de un incidente pueden convertir a otros en co-testigos de ese incidente a través de su testimonio por  medio  de  palabras,  pero  de  manera  más  vívida  mediante recreaciones o representaciones visuales de lo que presenciaron.

El co-testimonio indirecto puede ser tanto productivo como  contraproducente  para  combatir  la  insensibilidad  ante  una injusticia y para crear una sensibilidad adecuada que se preocupe y atienda los daños experimentados por las víctimas de  la  injusticia.  Convertirse  en  un  co-testigo  indirecto  tiene  el  peligro  de  dar  al  sujeto  la  falsa  impresión  de  haber  presenciado  verdaderamente  la  perpetración  de  la  injusticia  en  cuestión y tener acceso a la experiencia de la víctima o alguna idea de lo que se siente al ser impactado negativamente por la injusticia sin sufrir como la víctima.

Pero, cuando se restringe y se despliega correctamente, el co-testigo indirecto puede tener un impacto positivo en la sensibilidad de las audiencias: en particular, puede tener el poder de obligar a las personas a reconocer experiencias y fenómenos dañinos que preferirían ignorar  y  confrontar  su  tolerancia  a  la  continuación  de  esas  experiencias y fenómenos y su complicidad con las injusticias que los producen.[3]

Haciendo eco y superando los límites conceptuales

Bajo la influencia de ideologías patriarcales y heterosexistas,  los  filtros  ideológicos  de  las  audiencias  y  la  insensibilidad  testimonial  conforman  ambientes  comunicativos  que  se  protegen  de  los  testimonios  de  víctimas  de  la  injusticia. 

En  el ejemplo del abuso sexual y la violencia contra las mujeres, por ejemplo, al comprometer la credibilidad e inteligibilidad de  las  víctimas,  sus  testimonios  se  acallan  o  sofocan  con  climas  testimoniales  disfuncionales.  Las  mujeres  a  menudo  se  han callado cuando intentan protestar contra el acoso o abuso sexual, especialmente cuando los agresores han sido hombres poderosos.

Incluso cuando las mujeres testifican sobre la violencia sexual, en climas desfavorables a menudo encuentran desconfianza  y  falta  de  credibilidad  injustamente  colocadas;  es  decir,  sufren  una  injusticia  testimonial  y  se  convierten  así  en  dobles víctimas:  las  víctimas  del  sexismo  y  las  víctimas  epistémicas  de  ambientes  comunicativos  y  epistémicos  defectuosos  que  sofocan  o  desacreditan  sus  voces. 

Piense  en  cuántas mujeres tuvieron que presentar acusaciones de abuso sexual contra Harvey Weinstein antes de que estas acusaciones fueran consideradas creíbles y la opinión pública creyera ampliamente en las mujeres. Piense en la estrategia del movimiento MeToo  para  luchar  contra  el  déficit  de  credibilidad  injusto que reciben los testimonios de las víctimas de acoso y abuso sexual: empezaron a hacerse eco de los testimonios de los demás, a conectar sus experiencias y a amplificar las voces de las demás, y a poner en común sus recursos comunicativos para dar a conocer las denuncias de delitos sexuales y exigir ser  tratadas  con  respeto  comunicativo. 

La  misma  frase  “Me  Too” que se convirtió en el lema del movimiento se usa en este sentido, y fue acuñada por la sobreviviente de acoso sexual y activista  Tarana  Burke  en  las  redes  sociales  en  2006.  Burke  comenzó a usar la frase “Me Too” para ayudar a otras mujeres con experiencias similares a defenderse y crear conciencia sobre  la  omnipresencia  del  abuso  y  la  agresión  sexual  en  la  sociedad.

En 2017, el #MeToo se convirtió en un hashtag viral cuando las mujeres comenzaron a usarlo para twittear sobre las acusaciones de abuso sexual de Harvey Weinstein y para conectarlas  con  otras  experiencias  de  abuso  sexual.  La  frase  y el hashtag se han convertido en un poderoso movimiento de protesta nacional e internacional.

El uso de #MeToo es un ejemplo perfecto de activismo epistémico  que  intenta  resistir  el  acallamiento  y  sofocación  testimonial en un clima testimonial viciado que socava y desinfla la credibilidad de las víctimas de abuso sexual. Al usar el #MeToo, las víctimas expresan apoyo comunicativo entre sí y se hacen eco de los testimonios de los demás, presionando a la opinión  pública  y  a  las  instituciones  para  que  otorguen  una  aceptación  adecuada  y  una  evaluación  justa  de  la  credibilidad de sus testimonios.

Del mismo modo, #BlackLivesMatter también ha sido utilizado por activistas y víctimas de la brutalidad  policial  como  una  forma  distintivamente  epistémica de  activismo  para  hacer  eco  y  expresar  apoyo  comunicativo  a los testimonios de víctimas de violencia racial. También en este  caso,  los  activistas  utilizan  una  estrategia  comunicativa  y  epistémica  que  intenta  compensar  la  falta  de  atención  y credibilidad que tradicionalmente han recibido los testimonios  de  violencia  racial.  No  ha  sido  hasta  el  levantamiento   de 2020 que #BlakLivesMatter tuvo un éxito considerable en movilizar  ampliamente  al  público  estadounidense  y  obtener  su apoyo generalizado, y en asegurar el respeto comunicativo y la aceptación adecuada de los medios de comunicación, las instituciones públicas e incluso las corporaciones.

Es  la  insistente  e  implacable  protesta  contra  el  sexismo,  incluida la constante divulgación testimonial de experiencias de  violencia  sexual,  lo  que  merece  crédito  por  hacer  que  el  público reconozca las realidades sociales del patriarcado y la opresión sexual y por asegurar la inteligibilidad pública de las formas de nombrar formas de violencia sexual como “feminicidio”.

En otras palabras, es el activismo de base centrado en las víctimas lo que efectivamente cambia los discursos públicos y transforma  las  sensibilidades  públicas.  Es  importante  apreciar  la  importancia  crucial  del  nuevo  lenguaje  que  surge  de  los  movimientos  feministas  para  garantizar  la  protección  en  algunas áreas de la vida social y política, como la ley y el sistema de justicia penal.

Expresiones recientemente acuñadas como “delitos de odio” y “feminicidios” han sido absolutamente cruciales  para  lograr  el  reconocimiento  de  delitos  específicos  y  para  asegurar  protecciones  específicas  para  grupos  vulnerables.  Pero  no  son  solo  las  etiquetas  las  que  abren  el  espacio  conceptual  para  nombrar  y  describir  los  fenómenos  de  la  injusticia en cuestión; es la protesta continua la que traspasa los límites de los conceptos inaugurados por esas nuevas etiquetas a través de los actos de habla testimoniales, críticos y evaluativos del público manifestante.

Como  ejemplo  de  cómo  la  protesta  continua  en  las  luchas  feministas  y  queer  conduce  al  refinamiento  conceptual  y  la  expansión en el uso de un término, considere cómo el activismo transgénero implacable hizo posible que algunos (¡todavía solo unos pocos!) sistemas de justicia penal en todo el mundo aplicaran  el  término  “feminicidio”  al  asesinato  de  mujeres  trans.

Inicialmente, la legislación introducida para tipificar el “feminicidio” como un tipo específico de asesinato (es decir, el asesinato  de  mujeres  por  su  identidad  de  género)  se  utilizó

exclusivamente para mujeres cis-género, dejando la violencia de género letal contra las mujeres trans fuera del alcance del término y desprotegida por la legislación que utiliza esa categoría.

Según  lo  informado  por  Women  in  the  World[4][5],  en  un  fallo  histórico, Colombia fue el primer país que procesó el asesinato de una mujer trans como feminicidio en 2018, luego de haber aprobado  una  ley  de  feminicidio  en  2015

Colombia  aprobó  esta ley para combatir los altos niveles de violencia contra las mujeres  en  el  país  imponiendo  sentencias  más  duras  a  sus  asesinos[6]. La ley definió el “feminicidio” como “el asesinato de una  mujer  por  el  simple  hecho  de  ser  mujer  o  por  expresar  su  identidad  de  género  u  orientación  sexual”.[7] 

Pero  fue  solo  bajo  la  presión  del  activismo  transgénero  que  los  medios  de  comunicación  informaron  como  feminicidios  el  asesinato  de  mujeres transgénero por su expresión de género y, finalmente, el sistema de justicia penal colombiano los trató como tales. El asesinato de Anyela Ramos Claros, mujer trans asesinada por su  expresión  de  género,  fue  procesado  por  primera  vez  como  feminicidio bajo la ley colombiana. La Sra. Ramos Claros era una de las al menos 35 mujeres trans que habían sido asesinadas en Colombia en 2017, según Colombia Diversa, un grupo de derechos LGBTQ.

Y, sin embargo, la ley de feminicidio no se había aplicado al asesinato de ningún otro asesinato de una mujer trans ese año o en años anteriores. Las protestas contra la  violencia transgénero de la comunidad LGBTQ en Colombia y alrededor del mundo son responsables de asegurar que la violencia de género letal contra las mujeres trans sea incluida en la aplicación y extensión del concepto de feminicidio en el  discurso  público,  en  los  medios  y  en  el  sistema  de  justicia  criminal.

La elaboración y refinamiento de conceptos –como el feminicidio– que surgen de los movimientos de protesta se dan en los  actos  de  habla  testimoniales,  evaluativos  y  prescriptivos  contenidos en las protestas del activismo de base –por ejemplo,  en  los  testimonios,  críticas  y  demandas  que  abordan  la  violencia de género que sufren las mujeres trans que se expresan  en  los  actos  de  protesta  de  la  comunidad  LGBTQ. 

De  la  misma  manera  que  hay  testimonios  radicales  que  pueden  romper los silencios sociales y empujar los límites conceptuales, como hemos visto en la sección anterior, también hay críticas radicales y demandas radicales con poder para romper el silencio y con un tremendo potencial de innovación conceptual.

No son solo las palabras, sino el uso de palabras en actos de  habla  radicales  testimoniales,  evaluativos  y  prescriptivos  los que son responsables de las expansiones conceptuales y la regeneración de sensibilidades comunicativas de las que son capaces los movimientos de protesta. La elaboración y el refinamiento conceptual no comienzan ni terminan con la invención de nuevas palabras. Un concepto emerge y se elabora en la  agencia  expresiva  de  los  múltiples  públicos  que  utilizan  el concepto para dar sentido a sus experiencias y realidades.

En  los  movimientos  de  protesta,  esta  elaboración  conceptual  típicamente tiene lugar mediante el uso de una palabra o un grupo de palabras en actos de protesta testimoniales, evaluativos y prescriptivos. Incluso después de que se dispone de una nueva  etiqueta  para  nombrar  una  experiencia  de  injusticia,  la elaboración conceptual del término continúa a través de su uso  en  actos  de  protesta  innovadores:  se  le  da  profundidad  experiencial a través de actos testimoniales, profundidad crítica  y  argumentativa  a  través  de  actos  evaluativos,  y  efectividad regulatoria a través de actos prescriptivos.

Es a través de  actos  comunicativos  de  protesta  (en  particular,  actos  de  habla testimoniales, evaluativos y prescriptivos de tipo radical) que un público que protesta sigue empujando los límites conceptuales y participando en la innovación conceptual que permite  a  las  personas  ver  el  mundo  social  con  ojos  nuevos,  con una nueva sensibilidad, y con una imaginación expandida que puede conceptualizar las cosas de manera diferente.

Pero este tipo de creatividad conceptual que puede transformar la sensibilidad y la imaginación de las personas no está rígidamente ligada a la invención de nuevas herramientas lingüísticas, sino a la labor expresiva del activismo de base (con o sin nuevos términos), como lo ejemplifica Ni Una Menos.

Los movimientos de protesta a menudo crean nuevas palabras,  pero  pueden  hacer  mucho  más  que  eso:  lo  que  es  más  importante, pueden crear nuevas formas de conciencia social y  nuevas  sensibilidades.  Es  solo  cuando  hacen  esto  último  que los movimientos de protesta pueden llamarse movimientos de liberación, es decir, movimientos que liberan al público que protesta y, si tienen éxito, a la sociedad en general de la insensibilidad o entumecimiento ante la injusticia.

Como dice Jane  Mansbridge  (2001),  los  movimientos  de  liberación  son  aquellos  movimientos  de  protesta  que  crean  una  conciencia de  oposición  (“oppositional  consciousness”),  un  público  sensibilizado a la injusticia con una sensibilidad crítica que no tolerará más la injusticia. Mansbridge contrasta los movimientos de liberación con los movimientos de reforma social tanto en términos de su alcance como de su potencial para transformar la esfera pública: mientras que los movimientos de liberación abordan una gama amplia y abierta de problemas de justicia experimentados por un grupo oprimido y tienen como objetivo revolucionar el mundo social mediante el fomento de nuevas formas  de  concebir  y  experimentar  un  área  de  la  vida  social  (es  decir,  nuevos  horizontes  de  comprensión  y  nuevas  sensibilidades), los movimientos de reforma social se restringen a un  aspecto  estrecho  de  la  justicia  social  y  tienen  como  objetivo  reformar  las  instituciones  y  la  vida  pública  en  aspectos  muy específicos.

Piense, por ejemplo, en el contraste entre el movimiento de liberación LGBTQ o queer y el movimiento de Igualdad Matrimonial que se separó de él en la segunda mitad del siglo XX. El movimiento de liberación queer ha abordado una amplia gama de cuestiones de justicia social relacionadas con la diversidad sexual y de género y ha abogado por nuevas formas de concebir y experimentar las identidades de género y sexuales y su aceptación social y florecimiento, mientras que el movimiento de Igualdad Matrimonial se ha centrado exclusivamente en la inclusión de parejas del mismo sexo en la institución del matrimonio.

Ni Una Menos es un movimiento de liberación  de  base  que  debe  resistir  ser  reducido  a  un  movimiento  reformista  (como  la  lucha  por  leyes  anti-feminicidios  solamente) y seguir comprometido con un programa expansivo de liberación feminista en todos los aspectos de la vida social y política, desde la violencia sexual en el lugar de trabajo hasta la  violencia  doméstica,  desde  las  microagresiones  hasta  los  feminicidios, desde el trabajo doméstico no remunerado hasta las disparidades económicas globales de género, desde la privación  política  de  las  mujeres  en  la  vida  institucional  hasta  las injusticias epistémicas que sufren las mujeres en todos los ámbitos de la vida cívica.

BIBLIOGRAFÍA

Alcoff,  Linda  Martin.  1995.  “The  Problem  of  Speaking  for  Others”. En Who Can Speak? Authority and Critical Identity, editado por Judith Roof y Robyn Wiegman, 97-119. Urbana-Champaign: University of Illinois Press.

Alcoff, Linda Martin. 2018. Rape and Resistance. Cambridge (UK): Polity Books.Fricker,  Miranda.  2007.  Epistemic  Injustice:  Power  and  the  Ethics of Knowing. Oxford y New York: Oxford University Press.

Mansbridge,  Jane,  y  Aldon  Morris.  2001.  “The  making  of  oppositional consciousness”. En Oppositional consciousness: The  subjective  roots  of  social  protest,  editado  por  Jane  Mansbridge y Aldon Morris, 1-19. Chicago: The University of Chicago Press.

Medina,  José.  2013.  The  Epistemology  of  Resistance:  Gender  and Racial Oppression, Epistemic Injustice, and Resistant Imaginations. Oxford y New York: Oxford University Press.

Medina, José, y Tempest Henning. 2021. “My Body as a Witness,” En Applied Epistemology, editado por Jennifer Lackey, 171-190. New York: Oxford University Press.

Pohlhaus, Gaile, Jr. 2012. “Relational Knowing and Epistemic Injustice: Toward a Theory of ‘Willful Hermeneutical Igno-rance’.” Hypatia 27, no. 4: 715-35.

Sedgwick, Eve Kosofsky. 2008. The Epistemology of the Closet, 2nd  edition.  Los  Ángeles  (CA):  University  of  California  Press.

Segato,  Rita  Laura.  2013.  La  Escritura  en  el  Cuerpo  de  las  Mujeres Asesinadas en Ciudad Juárez. Buenos Aires: Tinta Limón.

Segato, Rita Laura. 2016. La Guerra contra las Mujeres.  Ma-drid: Traficantes de Sueños.


[1]

[2] Se  estima  que  más  de  370  mujeres  fueron  asesinadas  entre  1993  y  2005 en Ciudad Juárez, la mayoría de ellas mujeres jóvenes que trabajaban en grandes fábricas por bajos salarios en las maquiladoras de la ciudad

[3]

[4]

[5] <https://womenintheworld.com/2018/12/21/in-historic-ruling-colombia-prosecutes-transgender-womans-murder-as-femicide/>.

[6] Antes  de  la  ley  de  feminicidio,  8.020  mujeres  fueron  asesinadas  en  Colombia entre 2009 y 2014, un promedio de cuatro mujeres por día, según Medicina  Legal,  el  principal  centro  de  ciencias  forenses  de  Colombia.  Ver  <https://www.nbcnews.com/news/latino/first-time-colombia-prosecutes-transgender-woman-s-murder-femicide-n950021>.

[7] <https://www.nbcnews.com/news/latino/first-time-colombia-prosecutes-transgender-woman-s-murder-femicide-n950021>.

Acerca de la violencia epistémica: el caso de la experiencia académica. Giannina Burlando.   

Mi actividad filosófica, como enseñante e investigadora, se ha caracterizado en general por hacer una filosofía vinculada a lo que se reconoce como el clásico estudio de la “Historia de las ideas”.

Este tipo de estudio se distingue por ahondar en el conocimiento de una determinada historia del pensamiento más que una historia de la acción humana. Las directrices que guían esta forma de hacer filosofía y de interpretar el pensamiento, ya sea metafísico, epistemológico o político, son las de revisar un corpus bibliográfico determinado identificando y examinando los contenidos centrales abordados por un pensador, o la relación entre varios, a lo largo de escritos escogidos.

El método de esta corriente tradicional consiste en hacer exégesis interpretativas de textos considerados canónicos y oficiales, para dar con el sentido y significado de dichas obras. El presupuesto que late con fuerza detrás de esta historia de las ideas es la creencia de que en los textos filosóficos de ciertos autores se lleva a cabo un desarrollo temático de grandes ideas universales, sempiternas y neutras.

Estas ideas se estudian en abstracto, inarticuladas del contexto de enunciación que las engendra y con independencia de los sujetos que las piensan, puesto que el contenido de las grandes obras puede reducirse a ideas y postulados sub especie eternitatis, presentes en diversos autores, principalmente masculinos, con leves variaciones.

¿De qué trata entonces la violencia epistémica y su contexto en el espacio academicista? Ciertamente mi investigación del tema da un giro y se aleja de la línea de estudio de la historia de las ideas, para más bien tener como horizonte la filosofía que intenta acercar el conocimiento teórico a la praxis de liberación de las mujeres y de otros colectivos socialmente marginados; para dar cabida a la corriente de pensamiento que se ocupa de la experiencia cognitiva vital del sujeto, o mejor aún, a una que se enmarca en el tipo de investigación ética que propone incluir la experiencia moral de la mujer en la filosofía.

De tal modo, primeramente, se abordará este tema de una manera extrínseca: desde el marco teórico de fuentes feministas contemporáneas sobre ética del conocer; en segundo lugar, de manera intrínseca: contextualizando formas particulares de la experiencia laboral de enseñanza superior, poniéndolas en relación con la violencia epistémica situada en la institución académica.

Por último, la coda final plantea valores y acciones de resistencia, que permiten exceder los límites de la pura historia de las ideas, ya sea recurriendo al contextualismo filosófico, nueva historia crítica de las ideas, o a la ética feminista, cuyo alcance, como se verá, implica al sujeto en su experiencia social.

I. Del con-texto de la violencia epistémica

Las publicaciones acerca de conductas conscientes y sistemáticas de hostigamiento dentro del ámbito laboral -sean en psicología del trabajo o en el mundo jurídico- son tipificadas bajo los léxicos de “mobbing laboral” o de “acoso moral laboral”, en cambio las abundantes publicaciones del feminismo angloparlante proponen los conceptos de: “injusticia epistémica”, “injusticia hermenéutica”, “parcialidad hermenéutica”, “ignorancia activa” y “resistencia epistémica”.

Esto demuestra que las autoras feministas eligen un vocabulario conceptual bien definido para identificar y analizar el fenómeno complejo de un tipo de injusticia, la injusticia epistémica. En este caso particular, se trata de una forma de injusticia manifiesta en las prácticas en que desconsideran las elocuciones, declaraciones y relatos de sujetos percibidos como diferentes.

Se trata del tipo de injusticia que se hace al sujeto en su capacidad de conocimiento: cuando su credibilidad llega a ser dañada y degradada por prejuicios. Denomino la ‘injusticia epistémica’ indistintamente como ‘violencia epistémica’, dado que ambas categorías, como se verá, comprometen la destrucción de la vida del sujeto.

La forma de violencia epistémica se sitúa como objeto de estudio fronterizo de la ética y la epistemología, y las expresiones aquí reunidas son usadas efectivamente como categorías de la ética, pero más particularmente, como categorías de la ética del saber.

Se refieren a lo que en la práctica es un saber; aunque ciertamente se trata de un saber-ignorar, pues se trata de un saber-desconocer, en actitud de desconfianza, las capacidades del conocedor/a en tanto conocedor/a, en particular dentro de los espacios laborales académicos donde los sujetos participan en la educación y comunican su conocer a otros.

Este particular objeto de análisis en el feminismo de Latinoamérica lleva aún cierto retraso, puesto que las categorías conceptuales aludidas han sido más utilizadas en la literatura feminista internacional. Desde publicaciones como: Miranda Fricker y Jennifer Hornsby, The Cambridge Companion to Feminism in Philosophy; o en las apariciones regulares de Feminist Studies, Feminist Review, y con mayor desarrollo metodológico e intensidad en la Revista Hypatia.

También en la creciente corriente de publicación de libros de autores tales como: Lisa Tessman, Miranda Fricker, Marije Altorf, Alison Wylie, Elizabeth Anderson, José Medina, y más recientemente de estudiosos de lengua castellana que, han discutido implícita o explícitamente el fenómeno desde la antropología política, la historiografía y la sociología.

Todos los autores mencionados ofrecen modelos teóricos para facilitar la comprensión de un fenómeno que limita con las esferas del poder, del conocer y de la administración de justicia, y que ofrecen herramientas de análisis testimonial y hermenéutico, en los procedimientos de evaluación de colectivos minoritarios, incluyendo la presencia de mujeres en el espacio de experiencia académica.

En el libro Epistemic Injustice: Power and the Ethics of Knowing (2007), la filósofa feminista de Oxford, Miranda Fricker, analiza el fenómeno de la injusticia epistémica. Clasifica dos grandes tipos de injusticias epistémicas: la injusticia testimonial (IT) y la injusticia hermenéutica (IH).

La injusticia testimonial, por una parte:

    Excluye al sujeto de la conversación confiada. Por tanto, lo margina de la participación en una actividad estabilizadora de la mente y además falsifica un aspecto esencial de su identidad. Esta injusticia testimonial, además, no es meramente un momento de exclusión (de esa doblemente valiosa actividad psicológica), sino que es un tipo de exclusión prejuiciosa (Fricker, M. 2007, 54 ).

Se entiende que algunos prejuicios son locales, como el prejuicio racial o de clases sociales, haciendo surgir injusticias testimoniales incidentales. Pero otros, como los prejuicios de identidad, son sistemáticos. Bernard Williams (1995, 9 ) ha hecho ver que, aquellos prejuicios que funcionan en contra de un hablante, en un intercambio discursivo dado, pueden concernir a la categoría de la identidad social (i.e., a los factores raciales, religiosos, sexuales, políticos o de clase social).

Es decir, todo lo que es esencial a la identidad como identidad inter-seccional: la relativa a los rasgos entrecruzados de un sujeto, por ejemplo, mujer/divorciada/católica; hombre/homosexual/mestizo- para crear situaciones de marginalización.

De tal manera, cuando la injusticia epistémica acontece al sujeto, lo afecta transversalmente, pues no solo lo degrada en su capacidad de conocedor, sino en sus características esenciales, en tanto que ser social.

El análisis de Fricker considera que la IT:

De hecho no se confina al intercambio testimonial, permitiendo incluso que entendamos el testimonio en su sentido más amplio, el cual incluye todos los casos del habla. El déficit de la credibilidad prejuiciosa puede ocurrir cuando un hablante expresa simplemente una opinión personal a un auditor, o emite un juicio de valor, incluyendo discursos de injusticia testimonial a una audiencia determinada. Sin embargo, el habla es el foco principal de la injusticia testimonial, ya que el daño básico de la injusticia testimonial es el acallamiento del hablante qua conocedor, mientras que otros tipos de elocuciones pueden comunicar conocimiento (Fricker, M. 2007, 60 ).

Esta originaria obra de Fricker aporta un desarrollo a la epistemología testimonial; la cual es considerada como marco teórico adecuado para situar todos los casos de déficit de credibilidad prejuiciosa. La innovación en el aspecto de la justicia testimonial – iniciada por C. A. J. Coady, en su libro Testimony. A Philosophical Study (1992)- es la emisión de puntos elocutivos del testimonio, no en términos de comunicación de conocimiento, sino más específicamente como evidencias léxicas.

Parte del capítulo sobre descripciones del testimonio, está dedicado al análisis de la justificación dentro de la epistemología del testimonio, la cual es clasificada en dos variedades: la inferencista y no-inferencista.

La discusión aclara que, una motivación clave será la inclinación del autor por cualquiera de esos modelos, inferencista o no-inferencista; además involucra las obligaciones que tiene el auditor si se trata de la adquisición de conocimiento. No se atiende aquí al desarrollo de los argumentos a favor y en contra de las variedades teóricas de la epistemología del testimonio; no obstante, se acepta un tipo de cognitivismo cuya fuente es la tradición ética de la virtud, donde la percepción virtuosa depende tanto de las condiciones morales como epistémicas del sujeto.

Importa notar aquí la analogía construida por Fricker, entre la capacidad perceptual del agente moral y la capacidad perceptual testimonial del auditor virtuoso, que depende de al menos cinco factores interrelacionados, estos son: 1) que el testimonio en la esfera moral siga el modelo perceptual para los juicios y, por tanto, es de tipo no-inferencial; 2) que en ambas esferas, del agente y auditor, el buen juicio es in-codificable; 3) que en ambas esferas, el juicio es intrínsecamente motivado; 4) que ambos polos aportan razones; y 5) que en ambos sujetos, el juicio moral contiene un aspecto emocional, aceptado como parte esencial y propia de la cognición (Fricker, M. 2007, 72).

Como parte de la discusión sobre justicia epistémica, aparece el tipo de injusticia hermenéutica (IH). La formulación genérica que mejor capta los sentidos de lo que Fricker denomina “injusticia hermenéutica per se”, es que: “La injusticia de tener obscurecida un área significativa de la experiencia social de un sujeto, para la comprensión colectiva, debido a la marginalización hermenéutica”.

Esta definición cubre dos tipos de casos, incidentales y sistemáticos, de injusticia hermenéutica. Para Fricker, la IH sistemática es central en su exposición, lo que no significa que casos de IH incidentales no sean éticamente graves. En uno de los casos incidentales que la autora presenta: “es vitalmente desintegrador para Jeanne que su experiencia no sea bien entendida desde un comienzo, ya que esto permite que el acoso de Joe escale hasta los últimos niveles de amenaza […]. Por lo mismo, casos de IH incidental, pueden ser destructivos para la vida de un sujeto” (Fricker, M. 2007, 158).

Lo que distingue los casos sistemáticos de IH no es la gravedad del daño singular, sino condiciones más generales, ya que estas ayudan a revelar el lugar de la injusticia hermenéutica en el complejo campo de las injusticias sociales.

A modo de resumen y siguiendo a Fricker (2007, 159 ), las condiciones necesarias y suficientes para la injusticia incidental o hermenéutica sistemática, son las siguientes:

I. Que un sujeto sea desfavorecido porque su experiencia se deja en la oscuridad, debido a una laguna en el recurso hermenéutico colectivo; esto es suficiente para afirmar que se trata de una IH incidental, incluso si la marginalización es localizada o única en su tipo.

II. Que un sujeto sea desfavorecido porque su experiencia se deja en la oscuridad. Debido a un vacío en el recurso hermenéutico colectivo, tal laguna es mantenida por un amplio y persistente rango de marginalización hermenéutica: entonces la injusticia hermenéutica es sistemática.

III. La condición necesaria para la IH es la marginalización hermenéutica del sujeto. Pero el momento crucial de la IH se revela sólo cuando, la condición de exclusión se manifiesta en un intento de parte del sujeto para verbalizar y socializar su experiencia, ya sea a sí mismo u otro interlocutor.

IV. La desigualdad hermenéutica que existe como latente en una situación de marginalización, estalla como injusticia hermenéutica, especialmente cuando alguna evidencia inteligible ha quedado silenciada por esa marginalización.

V. La característica típica de la IH, se manifiesta en la lucha del hablante por hacer inteligible su caso en un intercambio testimonial, lo que hace surgir la sombría posibilidad de que la IH esté compuesta a menudo por una injusticia testimonial (IT).

VI. Esto último tiende a ser el caso cada vez que la IH es sistemática, porque los miembros de grupos marginalizados siempre tenderán a estar sujetos a prejuicios de identidad.

En esta perspectiva, ningún agente comete injusticia hermenéutica, sea incidental o sistemática, pues esta viene a ser una noción puramente estructural. Ahora bien, lo hasta aquí investigado sobre injusticias epistémicas, se complementará con la contribución crítica al tema de José Medina.

Efectivamente en su reciente publicación: The Epistemology of Resistance: Gender and Racial Oppression, Epistemic Injustice, and Resistant Imaginations (2013), puede incluirse en el área de la epistemología social, normativa no- idealista.

Pues en ese texto Medina parte del hecho distintivo de la violencia epistémica, pero añade un aspecto central, el de nuestras obligaciones morales. De ahí que se agregará al análisis presente las categorías de: “ignorancia activa” y de “resistencia epistémica”, defendiendo así -en línea con Elizabeth Andersen- un Imperativo de Interacción Epistémica (IIE).

El imperativo de interacción epistémica: “llama al desarrollo de hábitos reactivos y comunicativos, que hace operacional nuestra capacidad de respuesta a los múltiples y diversos otros, no importando cuán diferentes sean. Se convoca al cultivo de sensibilidades sociales que nos abran a los otros diversos, cognitiva, afectiva y comunicativamente, que nos permitan compartir espacios responsablemente y comprometernos en actividades en conjunto” (Medina, J. 2013, 9).

Ciertamente, este imperativo ético normativo (IIE) es concebido como manera habitual de confrontar y resistir la violencia epistémica.

En tanto que, por el lado de la violencia epistémica, Medina destaca la actitud de ignorancia activa del sujeto, cuyo carácter se define como: “un estado mental culpable que surge de un conjunto de vicios epistémicos, tales como: la arrogancia, la pereza, la indiferencia y sobre todo, la mentalidad cerrada (closed- mindedness)” (Medina, J. 2013, 39).

Medina ofrece así una acuciosa investigación sobre cómo estos vicios del carácter tienden a manifestarse en los sujetos privilegiados de los ambientes institucionales. Aunque aquellos en posiciones jerárquicas privilegiadas tienden a estar mejor de muchas maneras, de hecho se encuentran epistémicamente en desventaja debido a su autolimitación y complicidad con situaciones de opresión. Por otro lado, según destaca la teoría feminista, los que en este escenario son desfavorecidos, tienden a sostener virtudes epistémicas opuestas a los vicios alentados por el privilegio, es decir: humildad, diligencia, sensibilidad social, curiosidad intelectual, lucidez crítica y apertura de espíritu.

En cuanto a los vicios y virtudes epistémicas, que tienden a manifestarse entre sujetos privilegiados y desfavorecidos respectivamente, Medina considera que los vicios tienden a producir una meta-insensibilidad. Esto quiere decir que, quienes adolecen de vicios epistémicos, (o agentes jerárquicamente privilegiados) desarrollarán insensibilidad en la forma de ignorancia activa, pero también desarrollarán insensibilidad a su propia insensibilidad.

Estos sujetos son incapaces de reconocer sus propias limitaciones intelectuales (Medina, J. 2013, 39). En este punto, el profesor Medina relaciona el análisis de la injusticia testimonial con lo que Fricker llama injusticia hermenéutica, ya que, según el autor, la meta- insensibilidad surge, en parte, debido a opacidades interpretativas en nuestros recursos conceptuales colectivos.

Estas verdaderas lagunas retroalimentan nuestras evaluaciones de credibilidad, que se basan en parte, en lo que parece ser inteligible o plausible. Lo importante en esta investigación de epistemología social del profesor de la Vanderbild University es la consideración de que los casos de injusticia testimonial son siempre sistemáticos, ya que la credibilidad esta evaluada en el contexto del poder social.

Por otra parte, Medina propone desarrollar la noción de “resistencia epistémica” (Medina, J. 2013, 48-52 ) , cuyas consideraciones se han basado en el trabajo de Charles Mills, quien acuñó la importante noción de “espacio de experiencia” y cuyo campo se define como:

    El espacio en el que un sujeto conduce su vida cognitiva y desarrolla hábitos, actitudes, y un carácter epistémico; este no es un espacio homogéneo, igual para todos, sino distintivamente un espacio social lleno de heterogeneidades y discontinuidades estructuradas (Mills, Ch. 1998, 27 ).

Según Mills, podemos hablar de un grupo de experiencia diferenciada. Este se contrasta al espacio de experiencia sin fricción, propio del sujeto abstracto y universal de la epistemología tradicional. Esta perspectiva de experiencia diferencial de los sujetos socialmente situados, se explica en términos de resistencia:

    Así, mientras el conocedor cartesiano asocial, puede moverse libremente en todos los puntos axiales del espacio, ciertas resistencias relacionadas específicamente a las características sociales y a la membresía del grupo, determinan al menos tendencialmente, los tipos de experiencia que uno probablemente tenga (Mills, Ch. 1998, 28 ).

A propósito de la palabra resistir (del latín resistere), el diccionario la define como: 1. el ejercicio que uno hace para oponerse a una fuerza o a la acción violenta de otra; 2. puede incluir el ejercicio de repugnar, contrariar, rechazar, contradecir el efecto violento de otro. Pero ¿Qué quiere decir resistir en relación a creencias o sistemas de creencias? Medina elabora un significado especial para la resistencia epistémica. En tal caso la resistencia no se entiende simplemente como el ejercicio que uno hace para oponerse a una fuerza -a la acción violenta de otra. Ya que en la resistencia epistémica:

I. Es necesario hablar de fuerzas en plural, i.e., de la interacción de fuerzas contendoras; por consiguiente, hablar de resistencia es hablar de fuerzas opuestas.

II. Cuando se habla del sujeto que resiste o hace resistencia de modo pasivo, se trata de un enfoque en las fuerzas que operan sobre el sujeto, pero solo indirectamente, entonces se habla de la fuerza reactiva del sujeto.

III. Cuando se habla del sujeto que resiste de manera activa, se está llamando la atención sobre la fuerza que impulsa la trayectoria cognitiva del sujeto, pero solo indirectamente, entonces se está mentando fuerzas externas de telón de fondo, en contra del cual el sujeto cambia su curso y formas de creencias; así las fuerzas externas ahora aparecen como reactivas, reactivas a la trayectoria del sujeto.

IV. Por tanto, la resistencia epistémica tiene un significado fuerte.

En suma, en este contexto epistémico del espacio de experiencia, la resistencia comprende un intercambio de fuerzas, reaccionando unas frente a otras, y a diferencia de su significado biológico, donde el término se refiere a “la inherente habilidad de un organismo para resistir las influencias dañinas [presentes en el ambiente natural] como: enfermedades, agentes tóxicos o infecciones”, Medina destaca la resistencia epistémica, que ejercen o soportan los sujetos en sus vidas cognitivas.

Distingue entre resistencia epistémica interna, externa, y ambas pueden ser positivas o negativas. Por ejemplo, una fuerza interna opositora que se defiende de la influencia epistémica externa, puede ser positiva en tanto crítica, pues desenmascara prejuicios y parcialidades, reacciona frente a los cuerpos de ignorancia; o también puede ser negativa en tanto se rehúsa a creer en un tipo de mentalidad que cierra el camino al reconocimiento de lo otro.

Dentro de las consideraciones normativas, Medina propone que, tanto los individuos como los grupos comunitarios, asuman su responsabilidad por sus propios ambientes epistémicos y por las formas de resistencia que tales grupos ayudan a crear y a perpetuar. Los principios guías de esta epistemología de la resistencia -los cuales facilitan el análisis de las fuerzas cognitivas y sus interacciones- permiten evaluar las diferentes formas de fricciones epistémicas y así conducir nuestras vidas a través de ellos.

Estos principios son: 1º El principio de Reconocimiento y de Conexión (PRC), y 2º el Principio de Equilibrio Epistémico (PEE). El PRC dicta que, todas las fuerzas cognitivas que encontramos en el espacio laboral deben ser reconocidas, y en la medida de lo posible contactadas. El segundo PEE, establece el desideratum de la búsqueda de equilibrio entre las fuerzas cognitivas interconectadas, sin que unas fuerzas se superpongan, dominen y se empoderen sobre otras; sin que unas influencias cognitivas queden fuera de evaluación y fuera de balance, particularmente en la relación y perspectivas entre el sujeto individual y el grupo social en el que está embebido (Medina, J. 2013, 50 ).

Otro matiz de diferencia con Fricker -quien propone la virtud epistémica como manera de mitigar y enmendar el prejuicio que silencia al hablante- es que Medina propone hacer frente al prejuicio epistémico con la metodología del contextualismo polifónico.

Este contextualismo no acepta la noción de que haya un solo contexto de actividad epistémica de evaluación. Más bien, considera que hay contextos sociales múltiples, yuxtapuestos, en los cuales evaluar las injusticias epistémicas. En verdad, vemos que Medina parte del análisis de Fricker, pero va más allá cuando se propone corregir las injusticias hermenéuticas, argumentando en el sentido de que “cada uno de nosotros posee responsabilidad compartida, dados nuestros recursos hermenéuticos pluralistas y polifónicos” (Medina, J. 2013, 116- 17).

Esta línea argumentativa desarrolla la noción de responsabilidad epistémica, la cual previsiblemente apunta y alerta sobre el contexto del poder social. Se aborda, de este modo, la controvertida relación entre agencia y responsabilidad. El autor propone que la agencia requiere autoconocimiento mínimo; conocimiento social mínimo de los otros; y un mínimo conocimiento empírico del mundo, conocida así, como la tesis de los mínimos cognitivos (Medina, J. 2013, 127 ). El innovador resultado de esta tesis es que las fallas epistémicas no se deben cargar solamente al agente moral individual, sin tener en cuenta su relación con el contexto social. En lo que sigue se ilustrará este complejo asunto.

II. De la violencia epistémica en el espacio de experiencia académica y el método contextual

El enfoque de esta sección sobrepasa la lexicografía en uso, en el conjunto de expresiones que han acuñado los varios autores, para la descripción y análisis del fenómeno ético-epistémico, pues se remite concretamente a prácticas del habla, situadas en contextos y formas de vida particulares especialmente académicas, de modo que, como anunciamos al comienzo, esta sección tiene en perspectiva no la tradicional historia de las ideas, profundamente antisocial por lo que pierde de vista su auténtico objeto de estudio, sino la Nueva Historia Intelectual o el método contextual que prioriza los modos en los cuales los pensamientos se inscriben, se reproducen y mutan socialmente en un horizonte espacio-temporal determinado.

Por tanto, intenta recuperar el objeto de estudio histórico, estableciendo modelos teóricos que proyectan distintos niveles de análisis en las construcciones, sentidos y pensamientos del ser humano. Por cierto, el hilo conductor que guía este método es el lenguaje y sus formas, que el investigador estudiará como zona central de construcción de significados, arraigados en un contexto particular. Esta concepción descansa en la idea de que el sujeto y su conducta están inmersos en una red de significados, previamente establecidos y codificados de modo que estos últimos constituyen su horizonte de sentido. A continuación, entonces, se consigna primero un emblemático episodio de la biografía intelectual de la autora Edith Stein:

    Justo después de la II Guerra Mundial, cuando la tarea de reunir, editar e imprimir, las Obras de E. Stein era auspiciada por los Archivos de Louvain de Husserl, surgió un problema con respecto a la publicación de Endliches und Ewiges Sein (Ser Eterno y Ser Finito). Los entonces editores de las Obras recolectadas, encontraron adjuntas a la Habilitationsschrift de Stein dos Apéndices. El primero se titulaba Die Seelennburg (El Castillo del Alma), el segundo Martin Heideggers Existentialphilosophie (La Filosofía Existencial de Martin Heidegger). Estos Apéndices conformaban el último capítulo de Endliches und Ewiges Sein. Sin embargo, cuando en 1950 la obra fue publicada, los dos Apéndices fueron excluidos. Eventualmente aparecieron en otro volumen, Welt und Person (El mundo y la Persona), publicado doce años después.

Si los escritos de esta mujer filósofa, de origen judío y católica conversa, en los años 50 fueron marginalizados por un asalto de injusticia hermenéutica. Hoy en día podemos determinar, por el análisis lógico de la investigación, que ese tipo de injusticia hermenéutica estructural pudo sumarse a otro acto de violencia sistemática, sostenido por el prejuicio de identidad social e inter- seccional que se cometió contra Stein en la época del nazismo, lo que finalmente destruyo su vida al destinarla a morir incinerada junto a su hermana Rosa y otros religiosos, en el campo de exterminio de Auschwitz.

No obstante, para el colectivo feminista, que hoy día ocupa excepcionales espacios de la experiencia académica chilena la cuestión sería: ¿Por qué es necesario relatar y denunciar -en vez de permanecer en silencio, como de hecho ha comandado cierta agencia funcionaria que apoya las estrategias hegemónicas machistas del “no hablar ni preguntar”- las diversas experiencias de injusticia testimonial o hermenéutica sobrellevadas por sujetos que han sido subordinados en el espacio laboral de la institución académica?

¿Podrá ser un error acercar las dimensiones del conocer a las del poder? Ciertamente no puede tratarse de un proceder éticamente errado. Pues, lo que se busca es reflexionar, y a su vez, llegar a modificar las actuales políticas de inclusión-exclusión en el campo laboral-social-institucional, insertas en todas las relaciones de poder y que llevan a reconsiderar nuevas “relaciones de poder justo” (Cfr. Ansión, J. 2014, 91 ).

Dicho todo esto y considerando la historia biográfica de Stein, los casos de violencia epistémica en la vida académica chilena no resultan insignificantes. No es posible omitir la existencia de violencia epistémica en la propia república de Letras, cuyos efectos son deletéreos para el sujeto en el espacio de experiencia cognitiva (véase nota a pie).

Volviendo al caso de injusticia hermenéutica en contra de la autora de Ser finito, Ser eterno, una academia de Letras ucrónica podría apelar a la ignorancia del significado social, que está en la base del acto discriminatorio de los editores, como un intento por aminorar la reacción emocional de justa indignación. Una defensa tal puede sostener que, la ignorancia o negligencia de los editores es exculpatoria, pero desde la perspectiva que aquí se expone, se hace notar que la ignorancia en el acto de esos editores se debe, tanto a una falla epistémica individual como también colectiva.

Porque: “La participación individual, en los órganos colectivos de ignorancia que uno ha heredado, se activa justamente porque uno actúa con ellos y falla en actuar en contra de ellos” (Medina, J. 2013, 140-41 ).

Por tanto, es evidente que el análisis de Fricker y Medina aplicado aquí a espacios de experiencias académicas, transfiere el peso de la responsabilidad en la lucha contra la ignorancia, a la comunidad científica y sus miembros, más particularmente, a aquellos funcionarios académicos que manifiestan los rasgos típicos de una ignorancia activa como la antes descrita.

III. Coda: la filosofía moral en contexto institucional

Se han escogido textos que analizan diversas perspectivas sobre la injusticia epistémica. Por una parte, el texto feminista de Fricker representa dos tipos de injusticia: testimonial y hermenéutica, y frente a tales fenómenos, a manera de prevención y resistencia, dos virtudes respectivas: la justicia testimonial y la justicia hermenéutica.

Tal perspectiva de filosofía feminista ha sido elaborada dentro de una ética del poder, como parte del espacio de experiencia de conocedores, en el que se incluyen experiencias de mujeres académicas y se presentan articuladamente en un léxico de epistemología de la virtud. El método explorado, por una parte, pertenece al área de la ética feminista de primer orden y se revela en la práctica epistemológica. La sola idea de que exista una ética feminista de primer orden, de impronta epistémica, indicaría una nueva manera viable en la que nuestras discusiones, sobre lo que es ser conocedora/e, puedan reflejar más ajustadamente el hecho de que la condición humana, es necesariamente una condición socialmente contextualizada.

Por otro lado, esta elaboración de la ética epistémica feminista nos recuerda de la distancia histórico cultural que nos separa de otra larga tradición filosófica, transmitida a través del dispositivo de la Historia de las Ideas, a la que también interesaron temas valóricos del conocimiento, pero cuyo método se fundó en una suerte de naturalismo cósmico. Efectivamente, por ejemplo, en el estoicismo ortodoxo la resistencia y el peso de las fallas, como el de la ignorancia activa, las soportaba la solitaria fuerza del individuo, como responsabilidad única del ciudadano y por eso requería de un arte de vida, para la propia transformación individual y así seguir la naturaleza divinizada.

Se ha considerado que las perspectivas y métodos de la ética epistémica feminista y la ética epistémica social de Fricker y Medina, respectivamente, promueven un camino de resistencia epistémica alternativo al desolado camino antisocial del estoico antiguo.

Fricker identificó las virtudes de la justicia epistémica por parte del auditor para aclarar y ampliar nuestra concepción filosófica sobre lo que constituye la actitud epistémica correcta, en el contexto socialmente situado. El alcance profundo de esta corriente del feminismo es haber entrelazado conceptualmente los ámbitos del conocer y del poder que conforman la identidad de los sujetos, sentando relaciones de poder justo sobre bases éticas de virtudes, aquellas correlativas para el buen vivir de las instituciones, tales como: las judiciales, gubernamentales, eclesiásticas, policiales o, en el caso apuntado, las academias universitarias: espacio de experiencia social privilegiada, donde los sujetos conducen su vida cognitiva y desarrollan hábitos y actitudes epistémicas.

El segundo aporte a la discusión es el Imperativo de Interacción Epistémica, como manera de resistir y confrontar las diversas formas de violencia epistémica. Esta categorización es una toma de conciencia crítica o una re-contextualización: Primero, de interrelaciones cruciales entre las violencias o injusticias epistémicas, y las violencias o injusticias sociopolíticas. En segundo lugar, de las concepciones que han sido insuficientes para la promoción de responsabilidades, con respecto a la justicia como fenómeno moral. Ya sean puramente individualistas, o puramente colectivistas, dando lugar a una concepción híbrida de responsabilidad compartida. Por tanto, quedará en evidencia que la obligación de resistir y oponerse a las parcialidades y sesgos de género tiene una dimensión epistémica central, la cual demanda que críticamente examinemos y asumamos responsabilidades con respecto a lo que somos capaces de comunicar, interpretar y conocer.

Junto a lo anterior, está la necesidad de abordar la violencia epistémica respecto a la ignorancia activa, los silencios, los daños explícitos en el ámbito laboral académico, el establecimiento de lagunas hermenéuticas, poniendo limitaciones a nuestras habilidades para escuchar o para interpretar adecuadamente, los actos de habla y actitudes de silenciamiento activo.

Por último, el modelo de interconexión social, sobre la base de una noción de acción-en-cadena con responsabilidad compartida, es clave para tratar de resolver los temas de la violencia epistémica frecuentemente dados en los espacios de experiencia cognitiva jerarquizados y hegemónicamente masculinizados.

En este aspecto se puede insistir que, el colectivo feminista tiene la obligación compartida de ejercer modos de resistencia epistémica y de imaginar qué nos hace sensible a las exclusiones simbólicas, a los daños explícitos y a los asaltos de violencia epistémica, llevando a la práctica una noción de solidaridad en red, fundada en un tipo de imaginación social caleidoscópica. Abreviadamente y en palabras de Medina:

    Los agentes y las comunidades epistémicamente responsables, deben interactuar y cooperar para estar a la altura de sus responsabilidades compartidas con respecto a la justicia: deben ejercitar resistencia en sus interacciones epistémicas, para identificar e interrogar silencios, cuerpos de ignorancia y marginalizaciones epistémicas de todo tipo (por ej. testimoniales y hermenéuticas); deben comprometerse en acciones en cadena, para mitigar las injusticias epistémicas que toleran las relaciones de opresión y subordinación; ellos deben en conjunto, pluralizar las maneras de imaginar para mejor resistir aquellas imaginaciones hegemónicas. (Medina, J. 2013, 313 )

Así pues, la ética epistémica normativa de Medina -en sintonía con el arte político de autores tales como: John Dewey, Chantal Mouffe, o de feministas analíticas y otras pensadoras y activistas latinoamericanas- nos propone que, sobrepasemos la Historia de las Ideas y usemos tanto el método contextual, como nuestra propia imaginación creativa a modo de instrumentos para asegurarnos que los relatos dominantes no queden sin desafíos. La misma resistencia solidaria y la interacción epistémica son métodos para fomentar y construir colectivos pluralistas, donde varios puntos de vista -sin tolerar la maldad que deshumaniza- son invitados al diálogo de unos con otros.

Por otra parte, políticamente hablando, el pluralismo propuesto en los trabajos de feministas chilenas como Olga Grau no implica necesariamente una colectividad fragmentaria y en continua confrontación, sino que normativamente debiera alcanzar la solidaridad defendida. Es necesario, sin embargo, promover una solidaridad en red, considerando las disidencias y el desacuerdo. Así vista, la relación normativa central que nos convoca es la de una sensibilidad moral radical y la consecuente máxima epistémica, para colectividades inclusivas, debiera ser: por el reconocimiento y la conectividad, más que por el acuerdo y desacuerdo (Cfr. Medina, J. 2013, 280).

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3 H. Leymann (1990) apela al verbo inglés “to mob”, que significa “atacar con violencia”, para hablar por primera vez de “mobbing laboral”. Describe esta acción como una conducta consciente, sistemática y repetitiva de hostigamiento; de presión negativa dentro del espacio laboral de una persona. Se trata de una práctica que se realiza: “de un modo muy cuidadoso, sofisticado (para no dejar pruebas tangibles); lo que no disminuye, al contrario, multiplica, su efecto estigmatizador”. “El mobbing es un proceso de destrucción; se compone de una serie de actuaciones hostiles que, tomadas de manera aislada, podrían parecer anodinas, pero cuya repetición constante tiene efectos perniciosos con el fin de destruir las redes de comunicación o reputación de las víctimas y de perturbar el ejercicio de sus labores hasta que finalmente acaben por abandonar el lugar de trabajo.” Véase también: Brodsky, C. M. 1976.

4En Chile el acoso laboral está sancionado por la ley Nº 20.607 (cfr. De Ferrari, F. 2012). En 2014 se solicitó al gobierno incluir el fin de todas las formas de discriminación contra la mujer: En ese sentido, y de cara al aumento de casos de femicidio, la diputada Álvarez dijo que es imperativo que el gobierno impulse la aprobación de este instrumento jurídico internacional, relativo a los derechos de las mujeres (Diario Clarín, 5/11/14). En tanto, en el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), se denunció que: “Las mujeres en Chile son discriminadas en su salario, pensión y salud”, por lo que la organización recomendó revisar las normativas actuales con el fin de resguardar el derecho a la igualdad, sin que el sexo sea un factor de exclusión (cf. Diario cooperativa.cl; febrero de 2018).

5Según M. Fricker, el prejuicio se hace manifiesto en: “las exclusiones epistémicas que se caracterizan por impedir la entrada a la comunidad de informadores, es algo central a las políticas de la vida epistémica real. La exclusión de hecho marca una forma común de injusticia testimonial: aquellos grupos sociales que están sujetos a prejuicios de identidad y, por tanto, son susceptibles de déficit de credibilidad injusta, por lo mismo, también tenderán simplemente a no ser consultados para que participen con sus ideas, opiniones y juicios de valor. Este tipo de injusticia testimonial ocurre en el silencio. Ocurre cuando el prejuicio del auditor funciona por adelantado al potencial intercambio de información y pre-viene cualquier tipo de intercambio. Llamémosle -dice Fricker- injusticia testimonial preventiva. La credibilidad de tal persona sobre una materia determinada está ya suficientemente en déficit prejuicioso, por lo cual su potencial testimonio nunca es solicitado; así que el hablante es silenciado por el prejuicio de identidad, que minimiza su credibilidad por adelantado […]. El silenciamiento de aquellos que están sujetos a injusticia testimonial preventiva, como otras formas de injusticia testimonial, es altamente dependiente del contexto” (Fricker, M. 2007, 130. Traducción de la autora).

6Dado que desde enfoques distintos se puede afirmar, por una parte, que: la injusticia no es violencia, porque la violencia tiene que ver con daño, golpes y perjuicios físicos a las vidas; sin embargo, por otra parte, la delimitación lógica entre injusticia y violencia se atenúa, cuando se considera que la injusticia, o injusticias, son causa principal de violencia. Desde la perspectiva antigua, que define la injusticia como no dar, ni devolver lo que es debido a cada cual, se sostendrá que no hay distinción real entre injusticia y violencia, solo grados conceptuales de separación o influencia, siendo su denominador común el que ambos fenómenos dañan y destruyen, física o moralmente, las vidas de los sujetos. La discusión filosófica sobre estos conceptos es amplia. Cfr. Butler, J. 2016, distinciones sobre violencia y no violencia, inspirada en la noción de biopolítica de Foucault; El Glosario de género (2007), entradas sobre: Violencia; Violencia contra la mujer, Violencia institucional, Violencia laboral y docente. O también, desde el pensamiento crítico latinoamericano, Pulido, G. 2009, 173201; o la visión de la teórica feminista antirracial descolonial, Espinoza-Miñoso, Y. 2014, 7-12. Para la violencia del derecho, cfr. Benjamin, W. 1974-1982; Agamben, G., 2017, 69-82.

7A. Sen demuestra su preocupación por la habilidad de las personas para vivir la clase de vida que tienen razones para valorar, e incluye también las influencias sociales: “Resulta difícil entonces, representarse de manera convincente cómo las personas en la sociedad pueden pensar, elegir o actuar sin ser influidas, en una u otra forma, por la naturaleza y el funcionamiento del mundo a su alrededor” (Sen, A. 2010, 274-75).

8Los objetos de análisis del feminismo latinoamericano se enfocan preferentemente en: la igualdad jurídica, la dominación, el orden sexista, la interculturalidad, la descolonización, el patriarcado, los femicidios, la violencia de género. En tanto, las investigadoras del colectivo feminista chileno contribuyen al dinamismo interpelante y al kairós transformador de esta filosofía feminista latinoamericana. Los relatos aportan a la discusión de temas del cuerpo, la subjetividad, la diferencia sexual, la identidad y la escritura de mujeres (donde destacan a María Zambrano, Hannah Arendt, Luce Irigaray, Simone de Beauvoir, Marilena Chaui, Diana de Vallescar, entre otras). En la publicación de Filósofas en contexto (2016), cuyas colaboradoras

9Cfr. Ansión, J. 2014, 91-106.

10Se hace referencia a la literatura de la segunda Ola feminista de los años 80 hasta hoy, incluyendo a: Mohanty, Ch. 1988. Under Western Eyes: Feminist Scholarship and Colonial Discourses. Feminist Review, 61-88; Longino, H. 1990. Science as Social Knowledge: Values and Objectivity in Scientific Inquiry. (Princeton: Princeton University Press) 30; Tessman, L. 2005. Burdenned Virtues, Virtue Ethics for Liberation Struggles. (Oxford: Oxford U. P).

11 Salem, S. 2016, 142.

12Cf. Otros significados políticos a partir del daño que produce la injusticia epistémica son desarrollados críticamente por Fricker en “Epistemic justice as a condition of political freedom?”, Synthese, 2013, 1317-1332. Según la feminista del Wolfson College la justicia epistémica es una condición constitutiva de no dominación y por tanto central al ideal de libertad en la política liberal. Por el contrario, el daño de la injusticia epistémica tiene significado político en relación a la dominación y la libertad. Argumenta que la no dominación se entiende mejor como un ideal liberal de libertad completamente genérico, al cual incluso los libertarianos están comprometidos implícitamente, porque la no dominación es Libertad negativa desde el derecho -en tanto garantiza la no interferencia. En esta perspectiva política Fricker piensa que la no dominación requiere que el ciudadano pueda impugnar las interferencias. Siendo tres las condiciones de impugnación, donde cada una de las cuales protege contra un riesgo importante de que los posibles contendientes no obtengan una “audiencia adecuada”.

13 Montmarquet (1993) categoriza y describe algunas virtudes epistémicas tales como: (I) La imparcialidad; (II) La sobriedad intelectual; y (III) El coraje intelectual. Esta última incluye el deseo de concebir y examinar alternativas a las creencias sostenidas generalmente; esto implica perseverancia frente a la oposición de otros, hasta que se haya convencido de que uno esté equivocado (citado en Fricker, 2007: 49).

14Fricker anota que: “la idea de que el conocimiento moral es in-codificable se hace clara, si uno mantiene que la capacidad perceptual moral virtuosa, es una sensibilidad a patrones de carácter moral, una sensibilidad a como los diferentes tipos de valores configuran, a una nueva situación, a una acción, o ciertamente a una persona […]. Una percepción virtuosa nos da una comprensión moral de las experiencias, de la gente, de las situaciones y los eventos -es una visión del mundo en colores morales, como digo- y es parte y parcela de esta manera de ver, que incluso la persona más sabia moralmente permanece abierta a las sorpresas. O, mejor dicho, el factor de que ella sea una persona suficientemente abierta mentalmente, como para resistir la seguridad deshonesta de entendimientos morales fijos, es lo que corona su sabiduría moral. Iris Murdoch había notado que: “las tareas morales son típicamente sin fin, porque en tanto nos movemos, y miramos a nuestros mismos conceptos, ellos están cambiando” (cita de Fricker, M. 2007, 74).

15“The injustice of having some significant area of one’s social experience obscured from collective understanding owing to hermeneutical marginalization” (Fricker, M. 2007, 158). La definición de Medina sobre injusticia hermenéutica especifica que es: “el tipo de injusticia epistémica que ocurre cuando un sujeto es desfavorecido injustamente en sus capacidades al dar sentido a una experiencia” (Medina, J. 2013, 90).

16Cfr. Andersen, E. 2010, 43.

17Mi traducción de Medina, J. 2013, 48-52.

18Según definición del Diccionario Merriam-Webster, el significado físico de resistencia refiere a la durabilidad de un cuerpo; su significado político refiere a los grupos encubiertos que resisten la ocupación armada de un país. En tanto, E. Sábato reflexiona sobre la capacidad humana de resistencia cuando declara que: “nos salvaremos por los afectos” (2014, 145).

19Se toma en cuenta a los autores de la Nueva Historia Intelectual, críticos de la escuela de la Historia de las ideas, quienes creen que mediante el análisis lingüístico se puede iluminar la historia de la filosofía y del pensamiento político en particular. Los autores más reconocidos provienen de la Escuela de Cambridge, tales como: J. G. A. Pocock (1962), Quentin Skinner (1969), John Dunn (1968), Giuseppe Duso (1998) y otros. Sobre esta Nueva Historia Intelectual, ya mencionada en la Introducción del texto, hay que decir que se emprende como un tránsito desde la tradicional Historia de las ideas, cifrada en contenidos intelectuales, estables, incambiables, hacia una Nueva Historia Intelectual, que prioriza los modos en los cuales los pensamientos se inscriben, se reproducen y mutan socialmente en un horizonte espacio- temporal determinado. Es de interés notar que este método contextual influye en autores de la epistemología contemporánea, por ejemplo: la tesis de que el vocabulario es contextualmente sensitivo ha sido adoptada por importantes epistemólogos. (Cfr. Las discusiones sobre las construcciones lingüísticas contextualmente sensibles, en el libro de Preyer, G. y Peter, G. eds., 2014). Desde luego, el método contextualista o Nueva Historia Intelectual, coincide con los aspectos historicistas del análisis crítico de la filosofía latinoamericana que, desde su examen del eurocentrismo filosófico, como nota José Santos, toma distancia de aquella “Historia de la Filosofía […] que ha normalizado y naturalizado— del decurso de la tradición europeo-occidental de pensamiento filosófico” (2015, 58). Véase también Paladines, C. 2013 y Santos, J. 2010.

20Mi traducción de Calcagno, A. 2000, 269. La actitud de los editores cercenó de manera arbitraria el cuerpo de la obra.

21En un caso típico de violencia epistémica, el prejuicio del auditor funcionó por adelantado y quedó registrado por el sistema de información de Evaluación Docente de un período relevante. Cuando, por ejemplo, hubo alumnos que opinaban así: “las clases son buenas a pesar de lo que se diga al respecto; es una lástima eso si que el curso tenga una composición con tantos alumnos de otras carreras, lo que afecta el nivel de las discusiones.” U otro testimonio, que afirmó: “me gustó mucho este curso y la forma de exponer del docente, lo que en un principio me sorprendió pues hay un prejuicio grande en contra de este ramo”. Estos comentarios connotan que la credibilidad de quien enseña sobre la materia está ya en déficit prejuicioso; se trata, por ende, de un tipo de injusticia testimonial preventiva (cfr. nota 5). Sin embargo, el mismo déficit prejuicioso se puede derivar del hecho, públicamente reconocido, que en el espacio de la sala de clases haya alumnos que asistan con mandato de calificar mal al docente, realizando así un tipo de favor para figuras de la jerarquía administrativa institucional. En otra situación, dos editores encargados, excluyeron el artículo de una docente, previamente aceptado para su publicación en una monografía sobre antropología filosófica de la Facultad; uno de los editores se excusó de tal omisión expresando literalmente haber olvidado incluirlo (13 de junio, 2011). El hecho indica un dejar de hacer, un incumplimiento a los procesos editoriales y a los mínimos cognitivos. Otro registrado evento de injusticia epistémica ocurre durante un período académico de doctorado, en el cual un alumno comunicó por e-mail: “Le escribo para hacerle una consulta. Yo inscribí para este semestre dos cursos: uno con el profesor x, y otro con el profesor y. Acaba de terminar el proceso de inscripción normal y comenzó el ajuste de inscripción, y resulta que solo me dieron 1 de los 2 cursos que solicité. Estoy revisando el sistema para ver qué pasó, y me dicen que con el curso del profesor x: No cumple los requisitos. No entiendo eso. Aún tengo plazo para hacer el ajuste de inscripción y me interesa tomar el seminario con el profesor x ¿Qué habrá sucedido que no me dieron el curso en primera instancia? ¿Puedo inscribirlo ahora en segunda instancia?”. El mismo alumno insiste en otro e-mail: “Le escribo a propósito de un problema en que me encuentro yo y otros varios compañeros. Nos ha sucedido que, después del primer período de inscripción de ramos, nos encontramos con la sorpresa de que, de los dos ramos que hemos inscrito, solo nos han dado el del profesor y, no el del profesor x, quedando así con un solo curso. […]. Esto claramente es un error. Una copia de este mail se lo envié ayer a mis compañeros que se encuentran en la misma situación, para informarles y tranquilizarlos. Se lo envío hoy a Ud. en caso de que no se encuentre al tanto. Le comento esto para confirmar dicha información y saber si efectivamente podemos tranquilizarnos, especialmente aquellos que están estudiando con becas y que cualquier irregularidad en su inscripción podría significar el riesgo de perderla. Espero haber sido de ayuda”. Hay exactitud en el diagnóstico del alumno: “Ha sido un problema con los requisitos”. El error detectado en la larga argumentación del alumno es sofisticado, tiene poder causal para impedir la inscripción de varios alumnos a un determinado curso, por exigirles pre- requisitos, siendo que ciertas asignaturas por normativa universitaria no tienen pre-requisitos. La eficacia de este error conduce a dejar desierto de alumnos el curso registrado a nombre del docente x. A su vez, de inducirlos a inscribir otro curso registrado a nombre de otro docente, cuya asignatura aparecía libre de la sanción: “No cumple los requisitos”. Si los errores y prácticas de esta índole son de carácter frecuente y transcurren de modo constante en el tiempo, entonces constituyen instancias de marginalización hermenéutica sistemática. Conllevan, por cierto, paulatina pero persistentemente a la destrucción de la vida laboral del docente x. A la marginalización hermenéutica sistemática se suman irregularidades administrativas bajo responsabilidad de agentes que traban la carrera académica de algunas mujeres. Tal como la situación de un retraso de tres años, de los consejos del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, para comunicar a una investigadora de sostenida trayectoria la aprobación de su proyecto regular, cuyo informe de aprobación final databa de 2016. Retraso que se llegó a explicar por correo electrónico aludiendo a razones de “los cambios implementados en el sistema de Informes académicos en línea”, a lo cual se agregaron corteses palabras de lamento por “los inconvenientes generados” (8 de mayo, 2019). Esta patente instancia de violencia epistémica e ignorancia activa, significó un impedimento formal, sostenido en el tiempo, para que la investigadora mujer concursara proyectos regulares a la institución estatal que los financia, en detrimento de su profesión académica. A la lista de este tipo de prácticas institucionalizadas que llega a ser incontable y los datos testimoniales de injusticia epistémica que se suman hasta el presente, se agrega el acertado juicio de que: “Fondecyt ha alterado definitivamente la forma en que se entiende el trabajar profesionalmente en ciencia y lo ha hecho en múltiples sentidos. Uno de ellos sin duda es el haber introducido la competencia como una variable central de dicha labor. Su consecuencia, sin embargo, ha sido la instalación de una manera de trabajar profesionalmente en la academia muy cercana al modo en que se gestiona un emprendimiento económico” (Santos, J. 2015, 40).

22“Me encontré con un […], un insolente, un mentiroso, un envidioso, un insociable. Todo eso les acontece por ignorancia de los bienes y de los males. Pero yo, que he observado que la naturaleza del bien es lo bello, y que la del mal es lo vergonzoso, y que la naturaleza del pecador mismo es pariente de la mía, porque participa, no de la misma sangre o de la misma semilla, sino de la inteligencia, y de una porción de la divinidad, no puedo recibir daño de ninguno de ellos, pues ninguno me cubrirá de vergüenza” (Marco Aurelio, Meditaciones, l. II. 69).

“Hay muchas razones que explican por qué el régimen de Putin puede mantenerse”.Gerardo Lissardy.BBC. Marzo de 2023

Vladimir Putin llegó al poder en Rusia hace más de 23 años.

A medida que el presidente ruso, Vladimir Putin, se enfrentaba a fracasos militares en Ucrania, cobró fuerza la pregunta de cómo esa guerra abierta por él hace un año afectará su propio liderazgo.

Analistas independientes y críticos del Kremlin comenzaron a plantear escenarios que contemplan una eventual derrota rusa en el país invadido y una caída del gobierno de Putin, que tiene 70 años y llegó al poder en diciembre de 1999.

Sin embargo, Marlène Laruelle, directora del Instituto de estudios europeos, rusos y euroasiáticos en la Universidad George Washington (EE.UU.), advierte que es es difícil avizorar un colapso del poder en Moscú en el futuro próximo.

«Hay muchas razones que explican por qué el régimen puede mantenerse», dice esta historiadora y politóloga francesa en una entrevista con BBC Mundo.

A su juicio, por ahora la guerra en Ucrania parece estar jugando a favor de Putin dentro de Rusia.

Lo que sigue es una síntesis del diálogo telefónico con Laruelle, autora del libro «¿Es Rusia fascista?» (2021) y coautora de «Comprender a Rusia: los desafíos de la transformación» (2018).

¿Cree que hasta ahora la guerra en Ucrania ha debilitado el liderazgo de Vladimir Putin en Rusia?

No estoy segura. Depende de cómo termine la guerra. Pero si no resulta en una especie de derrota absoluta para Putin, no estoy segura de que esté dañando tanto su popularidad en Rusia.

Creo que lo que vemos, al menos ahora, es una especie de consolidación defensiva de la población rusa en torno a él y a las instituciones rusas. Así que por ahora está jugando bastante a su favor en Rusia.

Marlène Laruelle

Marlène Laruelle cree que Putin «hasta ahora ha logrado mantener bastante bien su popularidad en Rusia».

Por supuesto que, si la guerra se prolonga durante mucho tiempo y los temas económicos cobran relevancia, si cada vez muere más gente y si el final es una derrota, entonces habrá una especie de efecto retroactivo de la guerra sobre su liderazgo.

Hasta ahora, ha logrado mantener bastante bien su legitimidad en Rusia.

¿No ve señales de una creciente oposición a la guerra en Rusia que pueda desafiar el statu quo o la autoridad del Kremlin?

No, muchos de los que se oponen abiertamente a la guerra se han marchado. Que hayan emigrado cientos de miles de rusos es una red de seguridad para el régimen.

Algunas personas descontentas con la guerra se quedaron, pero no pueden hablar públicamente y no cuentan con un amplio apoyo. Y lo que vemos en las encuestas es un apoyo decreciente incluso para Navalny (el líder opositor ruso que ha sido encarcelado en su país).

Por supuesto que hay quejas locales y gente descontenta con la guerra, pero no creo que esto desafíe el statu quo hasta ahora.

El excampeón de ajedrez Garry Kasparov y el exmagnate Mijail Jodorkovski, dos rusos críticos del Kremlin, afirmaban en un reciente artículo en la revista Foreign Affairs que «si Occidente se mantiene firme, el régimen de Putin probablemente se derrumbará en un futuro próximo». ¿Coincide con esta opinión?

No estoy de acuerdo. Ambos son figuras de la oposición, también es su trabajo decir eso. No creo que tengamos buenos datos como para demostrar sociológicamente que el régimen se derrumbaría. Puede ser cuestionado —hay luchas intra-élite—, pero el régimen ha estado gestionando las sanciones bastante bien. Así que el daño económico a Rusia empeorará, pero de momento no es demasiado radical.

No hay deserción de la élite, todos los servicios de seguridad son leales a Putin, así que no veo cómo podría colapsar el régimen en un futuro próximo. Puede ser que colapse algún día, pero no creo que eso pase en un futuro próximo como dicen Kasparov y Jodorkovski.

¿Y si las sanciones occidentales empeoran la situación económica en Rusia, causando descontento y demandas de cambio desde adentro?

Es una posibilidad, pero en una escala de tiempo diferente. Llevará años que la economía rusa se debilite drásticamente.

Este año ya será más difícil que el próximo, y probablemente 2024 aún más difícil. Así que pasarán años hasta que los ciudadanos de a pie sientan que su situación económica se ha deteriorado tanto que estén dispuestos a salir a la calle a reclamar.

Un tanque ruso destruido.

Las tropas rusas han encontrado dificultades en Ucrania.

Podríamos imaginar que haya reclamos económicos, pero no un llamado a cambiar el régimen.

Esperar que las sanciones pongan a la economía rusa en tales dificultades que la gente salga a la calle y luche contra Putin es una combinación muy larga de posibilidades. No está garantizado que funcione así.

En esto subyace la cuestión de los riesgos de un repentino colapso o cambio en el Kremlin. ¿No cree que eso ocurra?

No, al menos no en un futuro próximo. Y, si ocurriera, el riesgo sería múltiple.

Si Putin es destituido y sustituido por alguien del sistema, entonces el sistema podría seguir funcionando sin Putin.

Es difícil imaginar un colapso total, porque los servicios de seguridad nunca permitirán que eso ocurra.

Si fueran protestas desde el terreno, como repúblicas étnicas, quejas económicas, etcétera, creo que serían muy reprimidas y podría establecerse una especie de dictadura militar para intentar mantener el control.

Así que no creo que el país esté listo para desplomarse pronto. Se necesitaría una combinación tal como una desaparición de Putin, luchas entre élites y protestas populares para que el sistema se derrumbara. No es imposible, pero tampoco muy plausible.

¿Cómo consigue Putin mantenerse firme en el poder en la situación actual? Usted ha mencionado dos claves: las fuerzas de seguridad y que muchos de los que se oponen a la guerra están huyendo del país. Pero, ¿hay otras claves, quizás sentimientos nacionalistas en algunas partes de Rusia?

Por supuesto, existe un apoyo popular a lo que está haciendo el régimen, la sensación de que el país está amenazado, de que la guerra es algo existencial para Rusia, de que Rusia está luchando contra Occidente y no contra Ucrania.

Putin en el escenario

Putin en el escenario

Así que se produce una especie de efecto de fervor patriótico, propaganda y represión. Hay muchas razones que explican por qué el régimen puede mantenerse.

Lo que dice no sólo va contra la idea que intentan transmitir algunas figuras de la oposición, sino también contra los deseos de muchos en Occidente que creen posible ver el final del gobierno de Putin en un futuro próximo. ¿Occidente no comprende lo que ocurre dentro de Rusia?

Depende de lo que se entienda por Occidente. Si hablas con los círculos que realmente toman decisiones, son muy conscientes de que el régimen se mantiene bastante firme.

Parte de los medios y de la oposición política rusa están jugando con la narrativa del colapso inminente de Rusia, pero cuando hablas en Europa o aquí en Estados Unidos en los círculos del Departamento de Estado o del Departamento de Defensa, nadie cree realmente en un colapso inminente.

Quizás la gente en Polonia, los países bálticos o Ucrania crea eso. Pero es sobre todo la oposición rusa la que lo vuelve un tema destacado. No creo que quienes están en el poder en Occidente piensen que realmente vaya a ser así.

El presidente de EE.UU., Joe Biden, dijo el año pasado que Putin «no puede seguir en el poder», pero la Casa Blanca aclaró de inmediato que no se trataba de un llamado a un cambio de régimen en Rusia. ¿Fue una pifia de alguien tan experto en política exterior como Biden?

Sí, es especialista en cometer pifias. Y puede haber gente como Victoria Nuland (la subsecretaria de Estado de EE.UU. para Asuntos Políticos) que sea más radical.

Biden en Polonia

Joe Biden sorprendió el año pasado al decir que Putin «no puede seguir en el poder», lo que motivó una aclaración de la Casa Blanca.

Pero cuando hablas con personas que no están bajo los focos de los medios en el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa, si bien a muchos de ellos les gustaría ver el colapso del régimen, no es su prioridad en términos de política exterior.

Y no creen tener las herramientas para lograr que eso ocurra. Apoyan a la oposición rusa, a quienes intentan que eso suceda, pero no es el centro de sus decisiones.

¿Cómo sería una victoria de Ucrania para Occidente?

Eso también depende a quién nos refiramos en Occidente. Para Ucrania, la victoria oficialmente será recuperar todo su territorio, incluida Crimea.

Muchos en Occidente son más realistas y piensan que el simple hecho de expulsar a Rusia de Ucrania sin tener en cuenta Crimea ya sería una gran victoria.

También hay diferencias entre Polonia, los países bálticos y algunos centroeuropeos, que esperan que Ucrania pueda recuperar Crimea, y gente en Francia, Alemania o EE.UU. que es mucho más moderada y considera que recuperar Crimea será casi imposible.

Así que cada uno ve la victoria de diferente modo. Claro que dependerá de cómo evolucione el campo de batalla esta primavera y verano, y de si Ucrania puede recuperar más territorios. Esto, por supuesto, llevaría a los círculos de decisión a ser optimistas sobre lo que sería una victoria.

El problema en este tipo de guerras contemporáneas es que es difícil definir la victoria. Una victoria completa, en la que un bando lo recupera todo y el otro lo pierde todo, rara vez ocurre. Desde la Segunda Guerra Mundial no hay guerras que acaben así.

Así que podría parecerse mucho más a una línea congelada de alto el fuego durante largo tiempo, sin que se vislumbre realmente una victoria.

Putin

Putin

¿Y cómo sería un final de guerra aceptable para Putin?

Dependerá del terreno de batalla. Hasta ahora lo que quieren es que se reconozca la anexión de Crimea y los territorios que anexaron a fines de septiembre.

Por supuesto que si estuvieran perdiendo más terreno y se vieran en dificultades, limitarían sus reclamos tal vez a que Crimea fuera reconocida como parte de Rusia.

Pero Rusia envía señales contradictorias y es difícil saber lo que quieren.

¿Es posible que Rusia utilice sus armas químicas o incluso nucleares y entre en confrontación militar directa con la OTAN?

No es lo más plausible, pero hay que preverlo porque queremos estar preparados en caso de que eso ocurra.

Si se enfrentaran a una gran derrota militar en el terreno, si percibiera la amenaza de que Crimea sea recuperada por Ucrania, creo que el régimen se volvería más rebelde y de hecho amenazaría al menos con usar armas químicas o nucleares.

Biden y Zelensky

Biden ha dado un fuerte apoyo al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, contra la invasión rusa.

Pero saben que sería muy difícil enfrentar directamente a la OTAN. Sin embargo, si realmente enfrentaran a dificultades o el riesgo de perder Crimea, creo que se acercarían a eso.

Usted también se especializa en populismo, iliberalismo, nacionalismo y el auge de la extrema derecha. ¿Se están debilitando estos fenómenos con la guerra de Ucrania y la pandemia? ¿O por el contrario, podrían fortalecerse?

Se están fortaleciendo porque la situación económica de Europa se deteriorará en los próximos meses y años debido al precio de la guerra para las economías europeas.

Y creo que será muy difícil para las fuerzas liberales reivindicarse con firmeza y veremos movimientos populistas nacionales que seguirán creciendo y se volverán algo institucionalizado, normalizado, parte del paisaje político europeo. La guerra no está aminorando esto.

La guerra está reforzando la unidad de la OTAN y de la Unión Europea, pero eso es sobre todo a nivel político. En términos de lo que piensa el ciudadano europeo medio, el precio económico de la guerra será tan caro que impulsará el crecimiento de líderes populistas. Recuerda que puedes recibir notificaciones de BBC Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.