Las crisis de la izquierda latinoamericana.2016. Emir Sader

Se puede decir que hay dos izquierdas en América Latina y que ambas padecen de crisis, cada una a su manera. Una es la que llegó a los gobiernos, empezó procesos de democratización de las sociedades y de salida del modelo neoliberal y que hoy se enfrenta a dificultades –de distinto orden, desde afuera y desde adentro– para dar continuidad a esos procesos. La otra es la que, aun viviendo en países con continuados gobiernos neoliberales, no logra siquiera constituir fuerzas capaces de ganar elecciones, llegar al gobierno y empezar a superar el neoliberalismo.

 La izquierda posneoliberal ha tenido éxitos extraordinarios, aún más teniendo en cuenta que los avances en la  lucha contra la pobreza y la desigualdad se han dado en los marcos de una economía internacional que, al contrario, aumenta la pobreza y la desigualdad. En el continente más desigual del mundo, cercados por un proceso de recesión profunda y prolongada del capitalismo internacional, los gobiernos de Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador han disminuido la desigualdad y la pobreza, han consolidado procesos políticos democráticos, han construido procesos de integración regional independientes de Estados Unidos y han acentuado el intercambio Sur-Sur.

Mientras que las otras vertientes de la izquierda, por distintas razones, no han logrado construir alternativas a los fracasos de los gobiernos neoliberales, de las cuales los casos de México y de Perú son los dos más evidentes, mostrando incapacidad, hasta ahora, de sacar lecciones de los otros países, para adaptarlas a  sus condiciones específicas.

 ¿En qué consiste la crisis actual de las izquierdas que han llegado al gobierno en América Latina? Hay síntomas comunes y rasgos particulares a cada país. Entre ellos están la incapacidad de contrarrestar el poder de los monopolios privados de los medios de comunicación, aun en los países en los que se ha avanzado en leyes y medidas concretas para quebrar lo que es la espina dorsal de la derecha latinoamericana. En cada uno de esos países, en cada una de las crisis enfrentadas por esos gobiernos, el rol protagónico ha sido de los medios de comunicación privados, actuando de forma brutal y avasalladora en contra de los gobiernos, que han contado con  éxitos en su gestión y un amplio apoyo popular.

 Los  medios han ocultado los grandes avances sociales en cada uno de nuestros países, los han censurado, han tapado los nuevos modelos de vida que los procesos de democratización social han promovido en la masa de la población. Por otro lado, destacan problemas aislados, dándoles proyecciones irreales, difundiendo incluso falsedades, con el propósito de deslegitimar las conquistas logradas y la imagen de sus líderes, sea negándolas, sea intentando destacar aspectos secundarios negativos de los programas sociales.

 Los medios han promovido sistemáticamente campañas de terrorismo y de pesimismo económico, buscando bajar la autoconfianza de las personas en su propio país. Como parte específica de esa operación están las sistemáticas denuncias de corrupción, sea a partir de casos reales a los que han dado una proporción desmesurada, sea inventando denuncias por las cuales no responden cuando son cuestionados, pero los efectos ya han sido producidos.

Las reiteradas sospechas sobre el accionar de los gobiernos producen, especialmente en sectores medios de la población, sentimientos de crítica y de rechazo, a los que pueden sumarse otros sectores afectados por esa fabricación antidemocrática de la opinión pública.  Sin ese factor, se puede decir que las dificultades tendrían su dimensión real, no serían transformadas en crisis políticas, movidas por la influencia unilateral que los medios tienen sobre sectores de la opinión pública, incluso de origen popular.

 No es que sea un tema de fácil solución, pero no considerar como un tema fundamental a enfrentar es subestimar el nivel en que la izquierda está en mayor inferioridad: la lucha de las ideas. La izquierda ha logrado llegar al gobierno por el fracaso del modelo económico neoliberal, pero ha recibido, entre otras herencias, la hegemonía de los valores neoliberales diseminados en la sociedad.

“Cuando finalmente la izquierda llegó al gobierno, había perdido la batalla de las ideas”, según Perry Anderson. Tendencias a visiones pre-gramscianas en la izquierda han acentuado formas de acción tecnocráticas, creyendo que hacer buenas políticas para la gente era suficiente como para producir automáticamente conciencia correspondiente  al apoyo a los gobiernos. Se ha subestimado el poder de acción de los medios de información en la conciencia de las personas y los efectos políticos de desgaste de los gobiernos que esa acción promueve.

Un otro factor condicionante, en principio a favor  y luego en contra, fue el relativamente alto precio de los commodities durante algunos años, del que los gobiernos se aprovecharon no para promover un reciclaje en los modelos económicos, para que no dependieran tanto de esas exportaciones. Para ese reciclaje habría sido necesario formular y empezar a poner en práctica un modelo alternativo basado en la integración regional. Se ha perdido un período de gran homogeneidad en el Mercosur, sin que se haya avanzado en esa dirección. Cuando los precios bajaron, nuestras economías sufrieron los efectos, sin tener como defenderse, por no haber promovido el reciclaje hacia un modelo distinto.

Había también que comprender que el período histórico actual está marcado por profundos retrocesos a escala mundial, que las alternativas de izquierda están en un posición defensiva, que de lo que se trata en este momento es de salir de la hegemonía del modelo neoliberal, construir alternativas, apoyándose en las fuerzas de la integración regional, en los Brics y en los sectores que dentro de nuestros países se suman al modelo de desarrollo económico con distribución de renta, con prioridad de las políticas sociales.

En algunos países no se ha cuidado debidamente el equilibrio de las cuentas públicas, lo cual ha generado niveles de inflación que han neutralizado, en parte, los efectos de las políticas sociales, porque los efectos de la inflación recaen sobre asalariados. Los ajustes no deben ser  trasformados en objetivos, pero si en instrumentos para garantizar el equilibrio de las cuentas públicas y eso es un elemento importante del éxito de las políticas económicas y sociales.

Aunque los medios de información hayan magnificado los casos de corrupción, hay que reconocer que no hubo control suficiente de parte de los gobiernos del uso de los recursos públicos. El tema del cuidado absoluto de la esfera pública debe ser sagrado para los gobiernos de izquierda, que deben ser los que descubran eventuales irregularidades y las castiguen, antes de que lo hagan los medios de información. La ética en la política tiene que ser un patrimonio permanente de la izquierda, la transparencia absoluta en el manejo de los recursos públicos tiene que ser una regla de oro de parte de los gobiernos de izquierda. El no haber actuado siempre así hace que los gobiernos paguen un precio caro, que puede ser un factor determinante para poner en riesgo la continuidad de esos gobiernos, con daños gravísimos para los derechos de la gran mayoría de la población y para el destino mismo de nuestros países.

Por último, para destacar algunos de los problemas de esos gobiernos, el rol de los partidos en su condición de partidos de gobierno nunca ha sido bien resuelto en prácticamente ninguno de esos países. Como los gobiernos tienen una dinámica propia, incluso con alianzas sociales y políticas con la centro izquierda,  en varios casos, esos partidos deberían representar el proyecto histórico de la izquierda, pero no han logrado hacerlo, perdiendo relevancia frente al rol preponderante de los gobiernos.

Se debilitan así la reflexión estratégica, más allá de las coyunturas políticas, la formación de cuadros, la propaganda de las ideas de la izquierda y la misma lucha ideológica.

Nada de eso autoriza a hablar de “fin de ciclo”. Las alternativas a esos gobiernos están siempre a la derecha y con proyectos de restauración conservadora, netamente de carácter neoliberal. Los gobiernos posneoliberales y las fuerzas que los han promovido son los elementos más avanzados que la izquierda latinoamericana dispone actualmente y que funcionan también como referencia para otras regiones de mundo, como España, Portugal y Grecia, entre otros. 

 Lo que se vive es el final del primer periodo  de la construcción de  modelos alternativos al neoliberalismo. Ya no se podrá contar con el dinamismo del centro del capitalismo, ni con precios altos de las commodities. Las clave del paso a un segundo período tienen que ser: profundización y extensión del mercado interno de consumo popular; proyecto de integración regional; intensificación del intercambio con los Brics y su Banco de Desarrollo.

Además de superar los problemas apuntados anteriormente, antes que todo crear procesos democráticos de formación de la opinión pública, dar la batalla de las ideas, cuestión central en la construcción de una nueva hegemonía en nuestras sociedades y en el conjunto de la región.

Hay que construir un proyecto estratégico para la región, no solo de superación del neoliberalismo y del poder del dinero sobre los seres humanos, sino de construcción de sociedades justas, solidarias, soberanas, libres, emancipadas de todas las formas de explotación, dominación, opresión y alienación.

Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

Las 100 empresas más valiosas del mundo, 2019. Guadalupe Hernández

Las grandes tecnológicas estadounidenses acaparan el ‘top 10’ de las compañías más cotizadas del mundo en 2019, con una capitalización total de $9,000 millones, pese a que la petrolera Aramco se hace del primer lugar. Las 100 compañías más valiosas del mundo suman hoy una capitalización de más de $25,400 millones de dólares, una cifra equivalente a casi dos veces la economía China.

En términos comparativos, se trata de un 33% más de capitalización que el año pasado y el doble que hace una década, según datos de Bloomberg, publicados por Expansión de España.

En el top 10 del ranking destaca el poderío del sector tecnológico, con siete representantes: Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Facebook, Alibaba y Tencent, que juntas suman una capitalización de $5,960 millones de dólares, esto es, un 45% más que a cierre de 2018, lo que supone una subida histórica.

Sin embargo, la gran protagonista del año es la petrolera estatal saudí Aramco, que al cerrar en diciembre pasado tuvo la salida a Bolsa más grande de la historia y se posicionó así como la mayor empresa cotizada de los mercados globales.

Aramco, en concreto, suma una capitalización de casi 1,900 millones, y es la primera vez desde 2011 que una petrolera escala a la primera posición, un puesto que durante los últimos siete años había correspondido a grupos tecnológicos.

La petrolera logró posicionarse en el puesto número uno, a pesar de los ataques que sufrió en septiembre del año pasado.

Cabe destacar que entre 2012 y 2017 ese primer lugar fue conquistado por Apple. En 2018 el oro fue para Microsoft.

El triunfo de las tecnológicas y financieras

Las tecnológicas son, de nuevo, el sector dominante en 2019. En el ranking de las 100 empresas con mayor cotización suman casi $9,000 millones de dólares lo que supone el 35% de la valoración total de esa elite.

Apple cerró la década en segunda posición tras acabar 2019 con una valoración de casi $1,300 millones de dólares. Este importe es un 61% superior al del ejercicio anterior y le sirve para superar de nuevo a Microsoft, que es ahora tercera, con $1,200 millones de dólares.

Con Alphabet en cuarto lugar $933,269 millones de dólares; Amazon en el quinto con $927,042 millones de dólares; Facebook en el sexto, $593,448 millones de dólares, y Alibaba en el séptimo, $578,046 millones.

El segundo puesto corresponde al sector financiero, con $4,200 millones de dólares, esto es, el 16.6% del total.

En su caso, se trata de una representación algo menor que el pasado ejercicio, lo que se explica por la pujanza de otras dos industrias: la energía -gracias al debut de Aramco y su paso a la historia bursátil mundial – y el sector de farmacia y química, que también gana peso. Ambas rondan hoy los $3,000 millones.

Es así como el octavo puesto del top ten con $552,718 millones de dólares corresponde a Berkshire Hathaway -el brazo inversor de Warren Buffett-, que se mantiene por delante de la china Tencent con $471,080 millones de dólares.

Cierra esa elite bursátil de nuevo el sector financiero con JPMorgan, con $436,411 millones de dólares, lo que supone una escalada de casi el 50%, una de las más elevadas del ejercicio junto a Apple.

Fuera del top ten, Johnson & Johnson pierde dos puestos para quedar ahora undécima, con una valoración a cierre de 2019 de más de $383,595 millones de dólares.

Exxon, que en 2019 era décima, está ahora en el puesto 18º, con lo que le han adelantado, además de JPMorgan, firmas como Visa, Bank of América o Mastercard, mostrando así la pujanza del sector financiero en 2019.

Estados Unidos, al frente

El mercado bursátil dejó un panorama dispar para la geografía mundial.

Estados Unidos sigue siendo líder del top 100 de firmas más valiosas, pues sus empresas en la lista suman una capitalización de $15,500 millones lo que supone el 60.6% del total.

Se trata, no obstante, de cuatro puntos menos que el año pasado, lo que se explica por el auge de Asia y Europa.

En concreto, la capitalización de las firmas asiáticas pasa de $3,600 a $6,000 millones, lo que representa el 23.3% del acumulado de capitalización global.

La escalada llega sobre todo de la mano de su gran embajador, Aramco, acompañada de grandes firmas en primeras posiciones como Alibaba (cuya valoración escala un 37%), Tencent (sube un 21%) o, ya en puestos inferiores, ICBC, Samsung o TSMC .

En la lista van en detrimento de Europa, donde Suiza, Reino Unido, Francia, Países Bajos, Alemania, Bélgica, Dinamarca y España son, por este orden, los países con representantes en la lista las cien empresas más valiosas.

En el caso español, Inditex es el único representante: figura en el puesto 98º con una capitalización a cierre del pasado ejercicio de $112,254 millones de dólares.

Se trata de una mejora respecto al año pasado (cuando era la 110º), si bien no supone su mejor desempeño en esta clasificación.

En 2017, por ejemplo, llegó a colocarse en el puesto 73º y en 2018 ocupaba el 78º. Hay que ampliar el foco hasta las 200 firmas más valiosas del mundo para encontrar más empresas españolas: Banco Santander e Iberdrola. Ambas, no obstante, siguen elevando sus cifras particulares al igual que Inditex, aunque a menor ritmo que otros grandes titanes mundiales.

En la historia

Tanto tecnología como energía han sido protagonistas en el podio de empresas más valiosas desde 1992, si bien con representantes distintos a los actuales. Entonces, en el año de los Juegos Olímpicos de Barcelona, el líder mundial en términos bursátiles era Exxon Mobil, que ahora ocupa la posición 18º. Exxon sumaba entonces $75,000 millones, una capitalización que tiene hoy una empresa como Mitsubishi, que está en el puesto 150º. Exxon dio el relevo a Nippon Telegraph, que se llevó el oro como la compañía más valiosa del planeta entre 1993 y 1995.

En 1996 estrenó el liderato General Electric, primera cotizada durante ocho ejercicios (1996 a 1998, 2000, 2001, 2003, 2004 y 2005).

El reinado de este titán norteamericano -que, sin embargo, queda hoy relegado al puesto 119º- sólo se vio interrumpido por dos empresas: Microsoft, que fue líder en 1999 con el auge de las puntocom para recuperar ese puesto en 2002 y de nuevo en 2018; y Exxon, que reeditó su oro de 1992 en 2006, 2010 y 2011 y que este año ha pasado el relevo del sector energético a Aramco.

En esta lista solo falta Apple, cuyo reinado es más reciente: fue la más valiosa de 2012 a 2017. Nadie se atreve a vaticinar qué pasará en las próximas décadas.

Máxime si se echa la vista atrás, pues el podio de Apple en los últimos ejercicios contrasta con el puesto 70º que ocupaba en 2007 con su primer iPhone, justo en el momento en que Amazon ocupaba la posición 377º y Facebook ni siquiera cotizaba en Bolsa.

El enfoque basado en los derechos humanos y cooperación en favor de los niños.UNICEF

Desde 1988, UNICEF ha sido el principal arquitecto y promotor del enfoque a la programación basado en los derechos humanos para realizar los derechos de las mujeres y los niños descritos en la Convención y en la Convención sobre la eliminación de todo tipo de discriminación contra la mujer. Los programas de país de la organización se rigen por los principios de derechos humanos aplicados en todas las fases y sectores.

El enfoque basado en los derechos humanos se deriva de una serie de principios que son la base de ambas convenciones: rendición de cuentas, universalidad y no discriminación, indivisibilidad y participación. Está firmemente enraizado en la labor de las Naciones Unidas, que en 2003 aprobó una declaración titulada “Enfoque basado en los derechos humanos en la cooperación para el desarrollo: hacia un entendimiento común”.

De conformidad con este paradigma, uno de los objetivos subyacentes de todos los programas de las Naciones Unidas es promover la realización de los derechos humanos tal como se describen en la Declaración Universal de Derechos Humanos y otros instrumentos fundamentales sobre los derechos humanos.

Principios del enfoque basado en los derechos humanos

Universalidad: Todas las personas nacen con derechos humanos independientemente de su origen étnico, sus creencias y sus prácticas, su ubicación geográfica, su género o su nivel de ingresos. Sin embargo, a pesar de los sólidos marcos jurídicos internacionales y nacionales que apoyan los derechos humanos, los grupos sociales que tradicionalmente han sufrido las consecuencias de la marginación y de la discriminación dentro de sus países y sociedades son los que siguen corriendo un mayor riesgo de que sus derechos se conculquen o no se cumplan, una situación que ocurre sistemáticamente.

Un enfoque basado en los derechos humanos selecciona específicamente a los grupos más marginados –y a los miembros más vulnerables de esos grupos, que por lo general son las mujeres y los niños– en los países y las comunidades más necesitados.

El enfoque tiene consecuencias para el presupuesto de los programas y para su planificación, ya que por lo general resulta más difícil alcanzar a los grupos marginados o a las personas que viven en lugares remotos de las zonas rurales o en tugurios urbanos, que a quienes se hallan en zonas más integradas. La vacunación es un ejemplo, ya que el costo por unidad que supone vacunar a recién nacidos en las zonas rurales es bastante más elevado que el costo de vacunar a los recién nacidos que viven en ciudades.

Si se aplica a la inmunización un enfoque basado en los derechos humanos, puede que sea necesario emplear una medida alternativa para determinar las prioridades programáticas y asignar los recursos.

Al utilizar como factor determinante en la asignación de recursos el número de muertes que se han evitado (o los años saludables conseguidos) por inmunización, en lugar de los costos por unidad, cambia inmediatamente la ecuación entre costos y beneficios, ya que los grupos más pobres o más marginados tienen más probabilidades de beneficiarse de la ampliación de los servicios esenciales. A menudo es necesario aplicar soluciones innovadoras para defender los derechos de los niños marginados y desfavorecidos y de sus familias. Por ejemplo, el Gobierno de la India y UNICEF se han asociado en una iniciativa de divulgación para enviar a la escuela a más de 300.000 niños y niñas desfavorecidos utilizando técnicas como los centros móviles de aprendizaje para facilitar que los niños que se encuentran en lugares de difícil acceso puedan recibir una educación.

Rendición de cuentas: Según un enfoque basado en los derechos humanos, se reconoce que los niños y las mujeres son titulares de derechos y no sujetos pasivos de un acto de caridad. Los Estados partes, los firmantes de las dos convenciones, tienen la obligación de trabajar en favor de la realización de los derechos humanos de todos sus ciudadanos. En los tratados y marcos de derechos humanos, los más vulnerables, especialmente los niños y las mujeres, reciben una protección especial.

Los ciudadanos  con autonomía y los organismos creados en virtud de tratados pueden responsabilizar a los gobiernos por cualquier violación de los derechos humanos, y evaluar sus progresos en la aplicación de los acuerdos relativos a los derechos humanos. En términos prácticos, el enfoque basado en los derechos humanos incluye la necesidad de prestar asistencia a todos los niveles de la comunidad y de la sociedad para que cumplan sus obligaciones en favor de los niños y las mujeres.

En Colombia, por ejemplo, UNICEF ha prestado apoyo a una serie de foros sobre políticas y rendición de cuentas en los cuales se preguntó a los funcionarios locales electos sobre sus logros y los desafíos que supone la aplicación de los derechos de la infancia.

Indivisibilidad: Todos los derechos humanos son indivisibles e interdependientes, lo que significa que no se debe conceder un carácter prioritario a ninguno de los derechos.

Para los niños y niñas, la indivisibilidad significa garantizar que los derechos relacionados con la personalidad integral del niño se cumplan mediante la satisfacción de sus necesidades físicas, psicológicas, de desarrollo y espirituales, y no solamente concentrándose en la prestación de servicios esenciales como la atención básica de la salud y la educación. También exige trabajar en asociación con otras organizaciones que dispongan de aptitudes y conocimientos técnicos complementarios para satisfacer estas necesidades.

El enfoque basado en los derechos humanos ha generado un mayor hincapié en conceptos de amplia base como el desarrollo durante la primera infancia, la continuidad de la atención de la salud para la madre, el recién nacido y el niño y la creación de un entorno protector para la infancia. También ha ampliado la gama de compromisos básicos en favor de los niños en situaciones de emergencia, que incluyen la educación, la protección de la infancia y la terapia y orientación psicosocial para los afectados por desastres naturales, pandemias o conflictos armados.

En Viet Nam, por ejemplo, la aplicación constante del enfoque basado en los derechos humanos en la esfera de la cooperación para el desarrollo ha dado como resultado que los funcionarios formulen políticas intersectoriales integradas y holísticas para la salud, la educación y la protección.

Participación: Un elemento central de un enfoque basado en los derechos humanos es la premisa de que la cooperación para el desarrollo es más eficaz cuando los usuarios a quienes se dirige –tanto los individuos como las comunidades– participan en su planificación, aplicación y evaluación. La promoción de la autonomía del individuo y de la comunidad es tanto el objetivo para la realización de los derechos humanos como un medio en favor de los mismos. La adaptación de los programas al contexto local ha demostrado ser fundamental para su aceptación, ampliación y sostenibilidad.

Por ejemplo, en Rwanda, el Gobierno y UNICEF han apoyado instituciones nacionales y locales para llevar a cabo consultas de base con niños sobre la Estrategia de desarrollo económico y reducción de la pobreza. Gracias esta consulta, las recomendaciones de los niños se incorporaron al documento final.

Abordar las disparidades en relación a los derechos de la infancia

El enfoque de la cooperación basado en los derechos humanos ofrece un marco holístico e integrado para abordar las disparidades en la realización de los derechos de la infancia. En los últimos años, se ha hecho cada vez más evidente que las privaciones de los derechos de los niños a la supervivencia, el desarrollo y determinados tipos de protección (como por ejemplo contra el trabajo infantil) se concentran especialmente en determinados continentes, regiones y países. Dentro de las naciones, las disparidades también son notables en la realización de los derechos de la infancia sobre la base de circunstancias como la pobreza en el hogar, la ubicación geográfica, el origen étnico, el género y la discapacidad.

Aumentar el acceso y proporcionar servicios esenciales a la población marginada y excluida es fundamental para realizar los derechos de la infancia a la supervivencia y el desarrollo.

El enfoque basado en los derechos aborda las disparidades identificando las zonas y los grupos más vulnerables y excluidos dentro de los países, utilizando análisis de situación sobre las causas directas y subyacentes

y las causas básicas de las disparidades a las que hacen frente en materia de supervivencia, desarrollo y protección. Este enfoque contribuye también a articular las denuncias de las poblaciones pobres y marginadas por medio de la promoción y la movilización social. Exige una rendición de cuentas por parte de los titulares de obligaciones a la hora de hacer realidad los derechos de las mujeres y los niños, y garantizar que sus denuncias se codifiquen en la legislación y las políticas nacionales y locales y reciban el apoyo de unos presupuestos adecuados.

También procura sacar el máximo rendimiento de los recursos –financieros, humanos, de información o materiales– en apoyo a políticas para reducir las disparidades en la mayor medida posible con respecto al nivel de desarrollo de un país.

El Programa Buen comienzo en la vida del Perú es un ejemplo de un programa basado en los derechos humanos que aborda las causas directas de las disparidades, en este caso el acceso inadecuado a una atención de la salud de calidad y a información sobre prácticas de nutrición e higiene mejoradas, que contribuye a las altas tasas de emaciación y de carencia de micronutrientes entre los niños menores de tres años de las poblaciones indígenas más pobres de la cordillera de los Andes y de la selva del Amazonas en ese país.

La aplicación de un conjunto de intervenciones eficaces con respecto a sus costos –que incluye el seguimiento del crecimiento, la orientación a las madres en materia de nutrición y de salud, la administración de suplementos de micronutrientes y la promoción de la higiene, junto a una firme participación de la comunidad– contribuyó reducir las tasas de emaciación del 54% en 2000 al 34% en 2004, y reducir la carencia de vitamina A del 30% a alrededor del 5% durante el mismo período.

Los programas y las políticas tratan también de abordar las causas subyacentes y básicas que menoscaban el cumplimiento de los derechos. Por ejemplo, las disparidades en los ingresos se pueden abordar por medio de estrategias de reducción de la pobreza, que incluyen medidas de protección social como las transferencias de efectivo a los hogares pobres para apoyar el gasto en bienes sociales como la atención de la salud y la educación de los niños. En América Latina es posible encontrar con frecuencia este tipo de programas, y los ejemplos más conocidos son la iniciativa Bolsa Escola del Brasil y el programa Oportunidades de México. Pero otras regiones están logrando también progresos en la prestación de programas de apoyo con ingresos: por ejemplo, en Malawi se ha introducido un mecanismo de transferencia de efectivo en seis distritos para proporcionar apoyo a los huérfanos y a los niños y niñas vulnerables, y en particular a los hogares encabezados por niños.

También es posible abordar la desigualdad de género aumentando la concienciación sobre las prácticas discriminatorias y promoviendo reformas jurídicas y sociales. Las disparidades en la prestación de servicios esenciales debido a la ubicación geográfica se pueden reducir mediante la aplicación de servicios integrados y servicios móviles. Por ejemplo, en el sur del Sudán, los programas de inmunización de la infancia se han combinado eficazmente con la vacunación del ganado contra la peste bovina.

Ampliar las oportunidades educativas a las madres es fundamental para mejorar la supervivencia y el desarrollo de los niños, ya que las investigaciones han demostrado que las mujeres que han recibido una educación tienen menos probabilidades de morir en el parto y más probabilidades de enviar a sus hijos a la escuela.

Un desafío fundamental es supervisar y evaluar la eficacia de los programas basados en los derechos humanos, no solamente a la hora de producir mejores resultados para la supervivencia, el desarrollo, la protección y la participación de los niños, sino también a la hora de transformar las actitudes, prácticas, políticas, leyes y programas que apoyan el cumplimiento de los derechos de la infancia.

Principios de Paris. Principios relativos al estatuto y funcionamiento de las instituciones nacionales de protección y promoción de los derechos humanos

Nota: En octubre de 1991, el Centro de Derechos Humanos organizó una reunión técnica internacional a fin de examinar y actualizar la información relativa a las instituciones nacionales de derechos humanos existentes. A la reunión asistieron representantes de instituciones nacionales, Estados, las Naciones Unidas, sus organismos especializados, organizaciones intergubernamentales y organizaciones no gubernamentales.

Además de intercambiar puntos de vista sobre las disposiciones vigentes, los participantes formularon un amplio conjunto de recomendaciones sobre la función y la composición, así como sobre el estatuto y las funciones de las instituciones nacionales de derechos humanos. A continuación, se resumen estas recomendaciones, que la Comisión de Derechos Humanos hizo suyas en marzo de 1992.

A. Competencias y atribuciones

1. La institución nacional será competente en el ámbito de la promoción y protección de los derechos humanos.

2. La institución nacional dispondrá del mandato más amplio posible, claramente enunciado en un texto constitucional o legislativo, que establezca su composición y su ámbito de competencia.

3. La institución nacional tendrá, en particular, las siguientes atribuciones:

a) presentar, a título consultivo, al gobierno, al Parlamento y a cualquier otro órgano pertinente, a instancia de las autoridades interesadas o en ejercicio de su facultad de autosumisión, dictámenes, recomendaciones, propuestas e informes sobre todas las cuestiones relativas a la protección y promoción de los derechos humanos; la institución nacional podrá decidir hacerlos públicos; los dictámenes, las recomendaciones, las proposiciones y los informes, así como cualquier prerrogativa de la institución nacional, abarcarán las siguientes esferas:

i) todas las disposiciones de carácter legislativo y administrativo, así como las relativas a la organización judicial, destinadas a preservar y ampliar la protección de los derechos humanos; a este respecto, la institución nacional examinará la legislación y los textos administrativos en vigor, así como los proyectos y proposiciones de ley y hará las recomendaciones que considere apropiadas para garantizar que esos textos respeten los principios fundamentales en materia de derechos humanos; en caso necesario, la institución nacional recomendará la aprobación de una nueva legislación, la modificación de la legislación en vigor y la adopción de medidas administrativas o su modificación;

ii) toda situación de violación de los derechos humanos de la cual decida ocuparse;

iii) la elaboración de informes sobre la situación nacional en materia de derechos humanos en general o sobre cuestiones más específicas;

iv) señalar a la atención del Gobierno las situaciones de violación de los derechos humanos en cualquier parte del país, proponer medidas encaminadas a poner término a esas situaciones y, en su caso, emitir un dictamen sobre la posición y reacción del gobierno;

b) promover y asegurar que la legislación, los reglamentos y las prácticas nacionales se armonicen con los instrumentos internacionales de derechos humanos en los que el Estado sea parte, y que su aplicación sea efectiva;

c) alentar la ratificación de esos instrumentos o la adhesión a esos textos y asegurar su aplicación;

d) contribuir a la elaboración de los informes que los Estados deban presentar a los órganos y comités de las Naciones Unidas, así como a las instituciones regionales, en cumplimiento de sus obligaciones contraídas en virtud de tratados y, en su caso, emitir un dictamen a ese respecto, en el marco del respeto de su independencia;

e) cooperar con las Naciones Unidas y los demás organismos del sistema de las Naciones Unidas, las instituciones regionales y las instituciones de otros países que sean competentes en las esferas de la promoción y protección de los derechos humanos;

f) colaborar a la elaboración de programas relativos a la enseñanza y la investigación en la esfera de los derechos humanos y participar en su aplicación en el ámbito escolar, universitario y profesional;

g) dar a conocer los derechos humanos y la lucha contra todas las formas de discriminación, en particular la discriminación racial, sensibilizando a la opinión pública, en particular mediante la información y la enseñanza, recurriendo para ello a todos los medios de comunicación.

B. Composición y garantías de independencia y pluralismo

1. La composición de la institución nacional y el nombramiento de sus miembros, por vía de elección o de otro modo, deberán ajustarse a un procedimiento que ofrezca todas las garantías necesarias para asegurar la representación pluralista de las fuerzas sociales (de la sociedad civil) interesadas en la promoción y protección de los derechos humanos, en particular mediante facultades que permitan lograr la cooperación eficaz o la participación de los representantes de:

_ las organizaciones no gubernamentales competentes en la esfera de los derechos humanos y la lucha contra la discriminación racial, los sindicatos, las organizaciones socioprofesionales interesadas, en particular juristas, médicos, periodistas y personalidades científicas;

_ las corrientes de pensamiento filosófico y religioso;

_ los universitarios y especialistas calificados;

_ el Parlamento;

_ las administraciones (de incluirse, los representantes de las administraciones sólo participarán en los debates a título consultivo).

2. La institución nacional dispondrá de una infraestructura apropiada para el buen desempeño de sus funciones, y en particular de créditos suficientes. Esos créditos deberán destinarse principalmente a la dotación de personal y locales propios, a fin de lograr la autonomía respecto del Estado y no estar sujeta a controles financieros que podrían limitar su independencia.

3. En el interés de la estabilidad del mandato de los miembros de la institución nacional, sin la cual no habrá una verdadera independencia, su nombramiento se hará mediante acto oficial en el que se señale un plazo determinado de duración del mandato. Este podrá prorrogarse bajo reserva de que se siga garantizado el pluralismo de la composición.

C. Modalidades de funcionamiento

En el marco de sus actividades, la institución nacional deberá:

1. Examinar libremente todas las cuestiones comprendidas en el ámbito de su competencia, que le sean sometidas por el gobierno o que decida conocer en virtud de sus atribuciones, a propuesta de sus miembros o de cualquier solicitante;

2. recibir todos los testimonios y obtener todas las informaciones y documentos necesarios para el examen de las situaciones comprendidas en el ámbito de su competencia;

3. dirigirse a la opinión pública, directamente o por intermedio de cualquier órgano de comunicación, especialmente para dar a conocer sus opiniones y recomendaciones;

4. reunirse de manera regular y cada vez que sea necesario, en presencia de todos sus miembros, debidamente convocados;

5. establecer grupos de trabajo integrados por sus miembros, cada vez que sea necesario, así como secciones locales o regionales para facilitar el desempeño de sus funciones;

6. mantener la coordinación con los demás órganos de carácter jurisdiccional o de otra índole encargados de la promoción y protección de los derechos humanos (en particular, ombudsman, mediadores u otras instituciones similares);

7. establecer relaciones con organizaciones no gubernamentales que se ocupen de la promoción y protección de los derechos humanos, el desarrollo económico y social, la lucha contra el racismo, la protección de los grupos especialmente vulnerables (en particular, niños, trabajadores migratorios, refugiados, incapacitados físicos y mentales) o de otras esferas especializadas, habida cuenta de la importancia fundamental de la labor de esas organizaciones para ampliar la acción de las instituciones nacionales.

D. Principios complementarios relativos al estatuto de las comisiones dotadas de competencia cuasi jurisdiccional

La institución nacional podrá estar facultada para recibir y examinar denuncias y demandas relativas a situaciones particulares. Podrán recurrir a ella los particulares, sus representantes, terceros, organizaciones no gubernamentales, asociaciones de sindicatos y cualquier otra organización representativa. En ese caso, y sin perjuicio de los principios antes mencionados que se refieren a otros aspectos de la competencia de las comisiones, las funciones que se les encomienden podrán inspirarse en los siguientes principios:

1. tratar de hallar una solución amistosa mediante la conciliación o, dentro de los límites establecidos por ley, mediante decisiones obligatorias o, en su caso, cuando sea necesario, siguiendo un procedimiento de carácter confidencial;

2. informar al autor de la demanda acerca de sus derechos, en particular de los recursos de que dispone, y facilitarle el acceso a esos recursos;

3. conocer de todas las denuncias o demandas o transmitirlas a cualquier otra autoridad competente, dentro de los límites establecidos por ley;

4. formular recomendaciones a las autoridades competentes, en particular proponer modificaciones o reformas de leyes, reglamentos y prácticas administrativas, especialmente cuando ellas sean la fuente de las dificultades encontradas por los demandantes para hacer valer sus derechos.

5 Steps to Create the Perfect Outline. Brandon Ramey

The writing process can be stressful, especially when you don’t know where to start. That’s why you need to begin with an outline. An outline is simply a framework for presenting the main and supporting ideas for a particular subject or topic. Outlines help you develop a logical, coherent structure for your paper, making it easier to translate your ideas into words and sentences. Once your outline is complete, you’ll have a clear picture of how you want your paper to develop.

Here are five steps to a strong outline:

1. Choose Your Topic and Establish Your Purpose. A lot of writers struggle to define the initial focus for their paper. Trying to come up with a topic from a list of possibilities is a difficult task, but understanding your essay’s larger purpose is just as important. Having a goal or objective in mind will help you set guidelines and limitations on what is appropriate content for your essay. What do you want your readers to learn from reading your paper? What do you want them to understand about your topic? These questions can help you focus your ideas around the specific take-home messages you want to leave with your readers.

 2.   Create A List Of Main Ideas. This is the brainstorming part of the writing process. The goal here is to come up with a list of essential ideas that you are planning to present in your article or essay. This step can be a list of arguments to answer a question, a list of resources, or it could even include tips on how to do something. No matter what the topic is, this step gives you a chance to get all of your ideas out and have a list of possible topics that you can touch on in your essay.

 3.   Organize Your Main Ideas. The goal of this step is to rearrange the list of ideas that you came up with in Step 2, putting them in an order that will make sense to you and the reader. There are many different strategies for organizing your ideas, and these will vary depending on the type of essay you are writing. Some common organizational structures are cause and effect, classification, chronological and process. Once you have put your ideas in order, you’re well on your way to developing the structure of your essay.

 4.   Flush Out Your Main Points. After you have decided on the order of your main points, you’ll want to add some relevant content to help support each main idea. Your goal in this step is to expand upon your original ideas so that your reader has a better understanding of each point. You can add more detail to each concept by including examples, quotes, facts, theories or personal anecdotes. While this step may seem tedious, it will make your drafting process much easier. You’ll save time in the long run because your paper will be more logical and focused and your ideas will be fully developed.

5.    Review and Adjust. Most people would think that after step four your outline is done, but that is not the case. Writing is a repetitive process, and all good writers continue to review and revise their essay until they feel it is the best it can possibly be. The same goes for an outline; it should be like a roadmap that you use to direct your essay exactly where you want it to go. Make sure that you’ve included all of your ideas and established the connections between each of your main points.

Although outlining may seem like a long process, it will make the writing process a much easier experience.  Once you have your outline completed, all the hard work is done. You’re ready to start putting your ideas into full sentences and writing a logical, well-developed essay. 

Desigualdad, diferencia y políticas de la identidad: una agenda pendiente. Ludwig Huber

Las ciencias sociales han tratado la desigualdad social por lo general como sinónimo para la estratificación vertical, entendida como jerarquía de posiciones sistemáticamente vinculadas con ventajas o desventajas en el acceso a los bienes y servicios de una determinada sociedad.

De la desigualdad (vertical) así entendida, se distinguió la diferencia (horizontal) para designar distinciones en el interior de un determinado nivel jerárquico, que no —o en todo caso no necesariamente— implican este tipo de ventajas o desventajas. En consecuencia, el análisis de la desigualdad enfocó la clase social —definida en términos económicos a través de las relaciones de producción o la relación con el mercado—, mientras conceptos supuestamente horizontales como el género, la etnicidad o la raza quedaron “relegados a la periferia sociológica”.1[1]

Esta diferenciación conceptual entre desigualdad (vertical-económica) y diferencia (horizontal-cultural) se pudo mantener mientras los conflictos sociales se caracterizaban principalmente por reivindicaciones redistributivas. Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo pasado, otras demandas sociales, de corte más horizontal que vertical, más cultural que económico, han cobrado relevancia.

Grupos constituidos en torno a identidades que antes eran escondidas, oprimidas o negadas —el género, la raza, la etnicidad, la religión, la orientación sexual o la pertenencia a un determinado territorio— exigen ahora el reconocimiento y la participación en la distribución de los recursos del Estado.

El universalismo (económico) de la lucha de clases —“Proletarios del mundo, ¡uníos!”— ha cedido gran parte del protagonismo en la lucha social al particularismo de las reivindicaciones culturales.

En la medida en que estos elementos del posicionamiento social —los no

económicos— empezaron a ganar importancia, la restricción a la clasificación vertical se convirtió en un obstáculo para el análisis de la desigualdad.

Escritoras feministas como Judith Butler e Iris Marion Young rechazaron la “dicotomización” entre el orden económico y las constelaciones culturales, argumentando que la cultura y la economía están tan profundamente interconectadas y son tan mutuamente constituyentes que no pueden ser separadas.

Estudios sobre el racismo llegaron a la misma conclusión: en la medida en que las diferencias culturales fomentan relaciones sociales asimétricas —cuando una raza se siente superior a la otra y un sexo por encima del otro—, intervienen también en el acceso desigual a los recursos de la sociedad; de esta manera la cultura se convierte en un elemento constitutivo de la diferenciación vertical y, por lo tanto, de la desigualdad social.

El ocaso de las políticas de clase y el aumento de demandas culturales marcan una nueva constelación en la cultura política, donde el centro de gravedad se ha desplazado de la redistribución hacia el reconocimiento. Se ha producido una politización de la cultura y la identidad se ha añadido, y en buena medida ha reemplazado, a la clase social como referente en la generación de solidaridades y acciones colectivas. Por consiguiente, a estas constelaciones políticas posclasistas las han denominado políticas de la identidad.

En América Latina, la etnicidad ha ganado particular importancia (y atención académica) entre las diferentes expresiones de la política de la identidad.

Tradicionalmente, las poblaciones originarias se consideraban parte del campesinado explotado, pero a partir de los años ochenta y con más fuerza en los noventa se observa un cambio en las demandas, pues se empiezan a plantear reclamos por el derecho a la autonomía y la libre determinación de los pueblos. Sin olvidarse necesariamente de las preocupaciones de clase, el acento está ahora más en la identidad indígena y en cuestiones étnico-nacionales.

A menudo, estas identidades son elegidas y “esencializadas” por razones estratégicas, de acuerdo con las oportunidades que ofrece la coyuntura política para regular la distribución de bienes materiales y simbólicos.[2]

La particularidad de las demandas identitarias es que se sustentan en la “identidad única de este individuo o de este grupo, el hecho de que es distinto de todos los demás”;[3] es decir, en la diferencia consciente y acentuada de todos los otros.[4] La política de la identidad colisiona así con el concepto liberal de la ciudadanía que se asienta en la pertenencia a una comunidad política en términos de igualdad y se expresa en un conjunto de derechos y obligaciones compartidos por todos los “ciudadanos”.

La contradicción de fondo entre el universalismo de la ciudadanía y el particularismo de las identidades ha causado rechazo a la política de la identidad en todos los campos políticos. Conservadores ven en ella una “receta para el caos”[5] porque amenaza la unidad nacional y la cohesión social. Los liberales lamentan la pérdida de los postulados de la Ilustración, que pone en peligro la libertad individual y la autonomía personal.

La izquierda marxista acusa al particularismo de la política identitaria de haber fragmentado la lucha de los oprimidos y sofocado el movimiento sindical. Sectores de la izquierda moderada la interpretan como una calamidad que agota la energía moral y la política sin tocar el fondo del orden social. Autores de la talla de Richard Rorty[6] y Brian Barry[7] insisten en que se trata de una distracción contraproducente de la lucha por la equidad económica y la justicia social, una imprudencia que balcaniza a los grupos sociales y rechaza normas morales universales.

Sin embargo, hay diferentes formas de abordar las demandas identitarias. La versión que enfatiza, muchas veces de manera confrontacional, la diferencia entre la cultura propia y otras culturas y la convierte en la principal plataforma política, es solo una de las facetas. Esta posición caracteriza a muchas organizaciones de pueblos originarios en el Nuevo Mundo y a la Nueva Derecha en Europa que defiende la “cultura nacional” contra los inmigrantes asiáticos y africanos.

Nos encontramos así ante la situación de que esta versión de las políticas de la identidad representa a la vez las nociones más radicales y las más reaccionarias en el escenario político contemporáneo. Lo que está en juego depende, en última instancia, del caso concreto, algo que el análisis político no siempre ha sido capaz de tomar en cuenta.

La otra versión de las políticas identitarias rechaza el “esencialismo” de la política de la identidad convencional y pone énfasis en la interacción constructiva entre las culturas. Esta es la posición de la interculturalidad, de la política del reconocimiento y de la ciudadanía multicultural.

El término “política del reconocimiento” fue acuñado por el filósofo canadiense Charles Taylor en su reacción (comunitarista) a la teoría de la justicia que había sido formulada, desde una posición liberal, por John Rawls.[8] Rawls reclamaba la estricta neutralidad del Estado frente a las identidades particulares y las preferencias culturales de sus ciudadanos; es decir, la religión, la raza, el género y la descendencia nacional o étnica son aspectos rigurosamente privados que no tienen por qué ser materia de políticas públicas. Las demandas de justicia frente al Estado solo pueden referirse a lo que todos tenemos en común: nuestras “necesidades universales” de “bienes primarios” como el ingreso, la salud, la educación o las libertades individuales.

Taylor, en cambio, argumenta que las “necesidades básicas” no se limitan al abastecimiento con recursos económicos o a la normatividad jurídica que garantiza la libertad del individuo, sino incluyen también el reconocimiento de la persona como miembro de una comunidad cultural. La injusticia, para Taylor, no se agota en el recorte de las libertades individuales, sino implica la denegación de derechos para grupos culturalmente constituidos como, por ejemplo, las minorías religiosas, étnicas y raciales. El Estado debe reconocer estas diferencias culturales mediante la aplicación de derechos colectivos.

El también filósofo canadiense Will Kymlicka coincide con Taylor en la postulación de que las minorías culturales y étnicas deben ser protegidas, pero defiende la posición liberal de Rawls y da prioridad a la autonomía del individuo sobre los intereses del grupo. Kymlicka reconoce que el marco jurídico-legal de las democracias occidentales está configurado para un determinado “tipo” de ciudadano: blanco, masculino y heterosexual, y los demás —los no blancos, los no anglosajones (minorías étnicas originarias e inmigrantes), las minorías religiosas, las mujeres, los homosexuales— sufren desventajas estructurales. Para garantizar el pleno desarrollo de los derechos del individuo, el Estado debe tomar en cuenta también las reivindicaciones culturales de estos ciudadanos; es decir, debe contemplar una “ciudadanía diferenciada” o “ciudadanía multicultural”.[9]

Debido a su composición étnica-cultural, el Perú podría ser un país por excelencia para aplicar una política del reconocimiento y/o la ciudadanía multicultural. Sin embargo, son pocos los intelectuales peruanos que inciden en este tema (además casi todos vinculados con la Universidad Católica),[10] y lo que se discute queda principalmente entre ellos; es decir, se trata de un debate que apasiona a algunos círculos académicos, pero no tiene ninguna repercusión en la política estatal. Eso, obviamente, no es así por culpa de los estudiosos.

El desinterés oficial por estos temas pasa por alto que también en el Perú se ha producido un giro desde el clasismo, predominante todavía en la lucha del campesinado por la tierra durante los años sesenta y setenta, hacia expresiones identitarias. Entre las manifestaciones más importantes podemos señalar las diferentes formas del nacionalismo (desde el nacionalismo económico que representa Ollanta Humala hasta el etnonacionalismo de su hermano Antauro), el surgimiento de organizaciones étnicas en la sierra y los recientes paros amazónicos, y sobre todo las expresiones regionales que en los últimos años han ido proliferando. Basta con una revisión de los reportes mensuales sobre conflictos sociales de la Defensoría del Pueblo para darse cuenta de que en el Perú el factor territorial tiene mucho más impacto como movilizador sociopolítico que la etnicidad.

Sin embargo, son los movimientos indígenas los que más interés han despertado, tanto en los círculos académicos como en las agencias de la cooperación internacional, en las ONG y a veces en el mismo Estado, a pesar de que nunca lograron siquiera aproximarse a la importancia que tienen en los países vecinos. El problema, desde mi punto de vista, es que la evaluación de estos movimientos a menudo no pasa del nivel fenomenológico (o, por las particularidades del caso, fenotípico); basta que los actores hablen quechua y lleven ponchos para que una protesta social pase por movimiento indígena y se olvide otros componentes igualmente importantes, pero menos visibles.

La interrogante que plantea Canessa en este sentido —“¿si un movimiento está compuesto por indígenas, eso lo convierte automáticamente en un movimiento indígena?”—[11] es una pregunta importante que merece más atención en los estudios sobre los movimientos etnopolíticos. ¿Podemos comparar a Sendero Luminoso con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional por el simple hecho de que su “masa” fueron mayoritariamente “indígenas” quechuahablantes?

Obviamente no, ¿pero qué criterios aplicamos para trazar la línea de separación? O si consideramos el tema desde el otro lado: ¿qué expresiones encuentran las demandas étnico-culturales en un país donde no existe un fuerte movimiento indígena? ¿Y cómo se mezclan estas demandas con otras, más verticales y materiales?

Las diferentes maneras como se fusionan la etnicidad, la clase, el territorio y otras identidades en los nuevos movimientos sociales del Perú —más allá de un discurso “único”, étnico o regional o lo que sea, que pueda prevalecer en la presentación pública de una determinada organización— es un tema cuyo análisis está pendiente. Nancy Fraser reclama que “una perspectiva genuinamente crítica […] no puede tomar literalmente la apariencia de esferas separadas. Más bien debe mirar por detrás de las apariencias para descubrir las conexiones ocultas entre [las políticas de] la distribución y el reconocimiento”.[12]

La antropóloga Sherry Ortner sostiene que en los Estados Unidos de América, por ejemplo, “la raza y la etnicidad son en realidad posiciones cripto-clasistas”, detrás de las cuales se “esconde” la clase, la cual, por tanto, requiere más “arqueología intelectual”.[13] ¿Cuánto de eso hay en el Perú? Preguntas importantes que esperan ser respondidas.

Extraído de Argumentos (IEP) http://www.revistargumentos.org.pe/index.php?fp_verpub


[1] Grusky, David B., ”The Past, Present, and Future of Social Inequality“. En Grusky, David B. (ed.), Social Stratification. Class, Race, and Gender in Sociological Perspective. Boulder: Westview Press, p. 28. 2001.

[2] Gayatri Spivak acuñó el término “esencialismo estratégico” para denominar la “auto-esencialización” de grupos subalternos con fines emancipadores. Véase Spivak, Gayatri Chakravorty, “Subaltern Studies. Deconstructing Historiography”. En Donna Landry y Gerald MacLean (eds.), The Spivak Reader. Londres: Routledge, p. 214. 1985.

[3] Taylor, Charles, El multiculturalismo y la ‘política del reconocimiento’. México: Fondo de Cultura Económica, p. 61. 1992.

[4] Taylor habla de las “políticas de la diferencia”.

[5] Parekh, Bhikhu, “Redistribution or Recognition? A Misguided Debate”. En Stephen May, Tariq Modood y Judith Squires (eds.), Ethnicity, Nationalism and Minority Rights. Cambridge: Cambridge University Press, p. 199. 2004.

[6] Rorty, Richard, Achieving Our Country: Leftist Thought in Twentieth Century. Cambridge: America. 1999.

[7] Barry, Brian, Culture and Equality: An Egalitarian Critique of Multiculturalism. Cambridge: Cambridge University Press. 2001.

[8] Rawls, John, Teoría de la justicia. México: Fondo de Cultura Económica, 1997. El original en inglés fue publicado en 1971.

[9] Kymlicka, Will, Ciudadanía multicultural. Barcelona: Paidós. 1996.

[10] Véase sobre todo los diferentes trabajos de Fidel Tubino.

[11] Canessa Andrew, “Todos somos indígenas: Towards a New Language of National Political Identity”. En Bulletin of Latin American Research, vol. 25, nº 2, p. 253.

[12] Fraser, Nancy, “Social Justice in the Age of Identity Politics: Redistribution, Recognition, and Participation”. En Nancy Fraser y Axel Honneth, Redistribution or Recognition? A Political-Philosophical Exchange. Londres y Nueva York: Verso, p. 62. 2003.

[13] Ortner, Sherry B., Anthropology and Social Theory. Culture, Power, and the Acting Subject. Durham y Londres: Duke University Press, pp. 73 y 78. 2006.

Desafíos a la nueva izquierda. 2005. Frei Betto

Se cayó el ideario socialista, víctima de su pragmática identificación con el progreso material. Lenín enfatizó el socialismo como sinónimo de electrificación. Los partidos comunistas en el poder se empeñaron en desarrollar la infraestructura de sus respectivos países, pero sin la misma atención a la formación de la sociedad civil, la democratización de la estructura política y la ampliación del mercado economicista.

Socialismo debe rimar con emancipación humana, soberanía nacional y, sobre todo, con felicidad personal. En el capitalismo que exalta la competitividad, se acepta la lógica de que la felicidad de uno se logra por la desgracia de muchos. Es otra vertiente ética, enraizada en la solidaridad, la que hace al socialismo radicalmente diferente. “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”.

La izquierda latinoamericana se ve desafiada ahora a volverse menos leninista y más guevarista. La autocracia partidaria cede el lugar a las emulaciones morales. Más lectura de Los manuscritos económicos-filosóficos de Marx y menos de El Capital.

La ideología progresista ya no puede quedar reducida a una teoría económica de naturaleza positivista. El socialismo no puede ser proyectado como un capitalismo sin capitalistas. Lo que significa que no puede ser organizado según patrones de tecnología y modelos de consumo.

El rescate de la ética, la transparencia en el trato de la cosa pública, la tolerancia en las relaciones y la intransigencia en los principios, el compromiso efectivo y afectivo con los sectores más necesitados de la población: He ahí la condición para una izquierda que pretenda recuperar su credibilidad y su poder de humanización de la sociedad.

El peruano José Carlos Mariátegui , que latinoamericanizó el marxismo, denunció en sus escritos el culto supersticioso de la idea de progreso. Interesado en superar el positivismo y el determinismo, propuso un socialismo como “creación heroica” a partir del pueblo, poniendo en el centro, en América Latina, la cuestión indígena, el universo campesino, la multitud de pobres, y no el prometeico proletariado industrial. En resumen, más atención al pueblo y menos rigor en la óptica de clase.

En la actual coyuntura latinoamericana queda descartada la estrategia liberadora centrada en la propuesta de asalto al Estado. La Nicaragua sandinista comprobó que, debido a la internacionalización del aparato represivo, dirigido por los Estados Unidos, antes de apelar a la idea de fuerza es necesario es necesario recurrir a la fuerza de las ideas. La elección de Lula es expresión de este nuevo camino.

No se conquista el aparato estatal sin antes tener consolidado el apoyo de los corazones y las mentes de la mayoría de la población. No se puede subestimar al sujeto popular: jóvenes, creyentes, amas de casa, etc. Esos sectores no pueden ser considerados simple masa electoral. Si la izquierda no se libra del sectarismo y del dogmatismo permanecerá aislada en sus purezas y certezas pero sin condiciones de elaborar un nuevo sentido común popular.

No siempre la izquierda partidarizada reconoció el merecido valor de las prácticas populares alternativas: luchas por la sobrevivencia y la resistencia, denuncias, conquista de derechos, preservación del medio ambiente, relaciones de género, combate a la discriminación racial y/o étnica, etc.

Es inútil dar un paso atrás y fijarse en la utopía del control del Estado como precondición para transformar la sociedad. Antes es necesario transformar la sociedad a través de la conquista de los movimientos sociales y de gestos y símbolos que hagan emerger las raíces antipopulares del modelo neoliberal. Combinar las contradicciones de prácticas cotidianas (empobrecimiento progresivo de la clase media, desempleo, generalización de las drogas) con las grandes estrategias políticas.

Es hacer concesión a la lógica burguesa admitir que el Estado es el único lugar donde reside el poder. Éste se extiende por la sociedad civil, los movimientos populares, las ONGs, el mundo del arte y de la cultura, que originan nuevos modos de pensar, de sentir y de actuar, modificando valores y representaciones ideológicas, incluso religiosas.

“No queremos conquistar el mundo sino hacerlo nuevo”, proclaman los zapatistas. Hoy día la lucha de una clase contra otra sino de toda la sociedad contra un modelo perverso que hace de la acumulación de la riqueza la única razón de vivir. La lucha es de la humanización contra la deshumanización, de la solidaridad contra la alineación, de la vida contra la muerte.

La crisis de la izquierda no procede sólo de la caída del muro de Berlín. Es también una crisis teórica y práctica. Teórica: la de quien enfrenta el reto de un socialismo sin estalinismo, sin dogmatismo, sin sacralización de líderes y estructuras políticas. Práctica: la de quien sabe que no hay salida sin retomar el trabajo de base, reinventar la estructura sindical, reactivar el movimiento estudiantil, e incluir en su agenda las cuestiones indígenas, raciales, feministas y ecológicas.

En este mundo sin esperanza sólo la imaginación y la creatividad de la izquierda serán capaces de librar a la juventud de la inercia, a la clase media del desaliento, a los excluidos del conformismo. Lo cual requiere una ideología que rescate la ética humanista del socialismo, abandonando toda interpretación escolástica de la realidad y, sobre todo, toda actitud que, en nombre del combate a la burguesía, haga a la izquierda actuar miméticamente como burguesa, incensando vanidades, ocultando informaciones sobre recursos financieros, reforzando la antropofagia de grupos y tendencias que se satisfacen mordiéndose unos a otros.

El polo de referencia de las izquierdas en torno al cual se deben unir, solo puede ser uno: los derechos de los pobres.

Frei Betto

Desafíos éticos. 2003. Frei Betto

Los animales no tienen ética ni moral, al menos desde el punto de vista humano. Actúan por instinto, sin poder escoger, sin discernimiento consciente de sus actos. Incluso cuando un perro se aleja de una persona es su instinto quien le previene de la posibilidad de un castigo. Por eso el animal puede ser domesticado, adiestrado, pero nunca dotado de ética.

En la naturaleza sólo el ser humano asume comportamiento ético. Es a partir de los 3 años cuando la persona comienza a darse cuenta de que no puede hacer lo que quiere ni actuar instintivamente. Entonces comienza a percibir las relaciones sociales: la madre que reclama porque el niño se hizo pipí en el suelo, la abuela o la niñera que le baña todo el día.

Ese condicionamiento ético pasa a la esfera de la razón. El niño apegado a la madre y con celos del padre (complejo de Edipo) se va convenciendo de que debe dejar de lado sus fantasías de matar al padre. La vida social exige autolimitación de nuestros impulsos, control de nuestro instinto, selección de nuestros valores y opciones, que siempre implican renuncias. No se puede escoger esto sin renunciar a aquello. En suma, poco a poco se forja en nosotros el comportamiento ético.

Toda actitud ética está íntimamente ligada a los valores morales que predominan en nuestro grupo social. Son esos valores los que inspiran nuestras acciones y sirven de referencia para juzgar si ellas son o no éticamente aceptables. En la moral de ciertos países árabes el hombre tiene más valor que la mujer y por tanto ésta debe estar supeditada a él. Por lo mismo es éticamente aceptable que el padre decida con quién debe casarse la hija e impide que ella muestre su rostro en la calle. En la moral de nuestros abuelos una joven no debía enseñar las piernas ni un muchacho llevar cabellos largos o usar aretes.

Hoy día eso se considera aceptable y pasa por moralista quien recrimine tales comportamientos. Estos ejemplos muestran que la moral no es la misma en todos los tiempos ni en todos los pueblos, sino que resulta del proceso cultural de cada pueblo, o sea desde el punto de vista de la razón no hay valores morales absolutos, objetivamente incuestionables para toda la humanidad.

En el Egipto de los faraones o en el Brasil anterior a 1888 no era considerado inmoral esclavizar a seres humanos, y aún hoy no es considerado inmoral por la cultura dominante explotar el trabajo ajeno. En muchas sociedades, a lo largo de la historia, se aceptó que hubiera seres humanos superiores (reyes, nobles, blancos, sacerdotes) e inferiores (súbditos, peones, negros, laicos). Poco a poco los hombres y las mujeres fueron tomando conciencia de sus derechos.

Cuanto mayor es la conciencia de los derechos humanos, más ética y moral se vuelve la vida social. Sin embargo, si miramos a nuestro alrededor notaremos que hay mucha falta de ética y de moral en nuestra sociedad. Hay, incluso, quien se opone a las campañas a favor de los derechos humanos, ¿Por qué?

Capitalismo y moral

La moral tiene implicaciones políticas y económicas. En la Edad Media la Iglesia condenaba el interés bancario; si hoy perdurase tal censura ningún católico podría ser banquero o agiotista; e incluso, por ironía del destino, el mismo Vaticano posee el Banco del Espíritu Santo… La ética protestante siempre recomendó a sus fieles empeño en el trabajo y austeridad en los gastos, incentivando el ahorro. Algunos autores creen que tal ética fue decisiva para enriquecer a países de fuerte tradición protestante, como Alemania, Suiza y los Estados Unidos.

En el capitalismo la moral predominante en la sociedad es ambigua y contradictoria, pues el mayor valor para el sistema es la acumulación de capital. Así, en la «moral» de dicho sistema la propiedad privada es un valor por encima de la existencia humana. Basta con referirnos a la reacción de algunos ruralistas con relación a las demandas del Movimiento Sin Tierra… Si una persona tiene hambre, dice la doctrina de la Iglesia, tiene derecho a hacer uso de la propiedad ajena. ¿Mayor y más divino es el bien del pueblo que el bien particular?, recuerda santo Tomás de Aquino en ?De Regimine Principum 1,1,9.

La lógica del capital trata de arrimar la ética social a sus intereses y objetivos. Para ella es aceptable el asesinato de niños de la calle o de líderes sindicales que luchan por la reforma agraria. Y se refleja incluso en el tejido social bajo la forma de una doble moral: la privada y la pública. El mismo presidente de la empresa que paga el anuncio pornográfico en la televisión prohíbe en casa que su hija use «hilo dental»; el mismo comerciante que llama a la policía contra el jovenzuelo que le robó una lata de sardinas aumenta los precios de modo exorbitante y defrauda al fisco; el mismo cura que predica la participación de los laicos en la vida eclesial cierra las puertas de la iglesia si las cosas no funcionan tal como a él le gustan… La lógica del capital destruye los valores morales y corroe la ética.

En Estados Unidos hicieron una investigación para saber en qué fase de la vida consume más una persona, y se descubrió que cuando se casa. Un casamiento siempre desencadena consumo, desde las alianzas al nuevo apartamento, pasando por la ropa de los invitados y los regalos. Resultado: «hagamos que las personas se casen varias veces». No es de extrañar, pues, que las novelas de la televisión consideren obsoleta la fidelidad e incentiven tanto la rotatividad conyugal.

¿El fin justifica los medios? En la política burguesa la lucha por el poder hace que el fin justifique los medios, o sea niega la ética. ¿Sería lícito y políticamente ventajoso utilizar cualquier medio para obtener un fin liberador? Un grupo de labradores sin tierra ¿podría torturar a un latifundista para obtener una información considerada importante para su movimiento? La historia demuestra que el medio utilizado influye en el carácter del fin que se pretende obtener.

La tortura es un arma del opresor y todo el que la utiliza se pone de lado del opresor, por más que los fines sean aparentemente liberadores. Al torturar, el torturador se deshumaniza y deshumaniza a su víctima poniéndola como testigo de su oprobio. Por eso, los verdaderos movimientos revolucionarios nunca recurrieron a la tortura.

En la guerrilla de Sierra Maestra, en Cuba, torturar al enemigo era considerado un crimen, aunque se tratase de un torturador. Ante todo porque la revolución no es un movimiento vengativo. Segundo, porque tratar bien al enemigo es demostrarle que la guerrilla,  contrario al ejército burgués, no llega a matar sino a generar más vida. El enemigo preso era intercambiado por combatientes presos. Y cuando retornaba a sus filas hacía propaganda favorable del movimiento revolucionario al relatar el tratamiento digno que había recibido.

Un revolucionario que necesita echar mano a la tortura para obtener información demuestra que se apartó del pueblo. El pueblo sabe todo, basta con estrechar vínculos con él para que le fluya información. En la guerra del Vietnam los vietcongs eran violentamente torturados por los militares estadounidenses. Sin embargo, cuando un soldado o un oficial de los Estados Unidos caía en manos de los vietcongs era bien tratado.

Los oficiales eran llevados al antiguo hotel Hilton de Hanoi, la capital de Vietnam del Norte, donde estaba ubicado también el comando guerrillero. Durante años la Casa Blanca pretendió bombardear Hanoi y nunca lo pudo hacer porque hubiera matado a sus propios oficiales en el hotel Hilton. De este modo se salvó Hanoi. Al terminar la guerra los prisioneros fueron llevados de Hanoi a la base naval de Guam, en el Pacífico.

Entrevistados por la prensa, revelaron que fueron bien tratados y que, durante los años de prisión en el antiguo hotel, jugaron tenis, usaron la piscina y recibieron periódicos y revistas de su país. La entrevista fue suspendida, bajo la alegación de que habían sufrido lavado de cerebro para no contar las torturas recibidas… Sufrían, según los médicos norteamericanos, de «Síndrome de Estocolmo», expresión utilizada para definir la admiración de la víctima por su verdugo.

Moral y política

A lo largo de los tiempos se ha discutido ampliamente la unión entre moral y política. Hay quien defiende que la política debe ser autónoma o independiente respecto a la moral. Tal propuesta es atribuida al famoso politicólogo italiano Maquiavelo (1469-1527). Por eso se le llama maquiavélica a toda actitud política que ignora los preceptos morales. De hecho fue Maquiavelo quien sugirió a los poderosos el principio de que «el fin justifica los medios».

En su famoso libro El Príncipe aconseja: «…y en las acciones de todos los hombres, especialmente de los príncipes, cuando no hay indicación a la que apelar, se mira al fin. Haga, pues, el príncipe por vencer y defender el Estado: los medios siempre serán considerados honrosos y alabados por todos».

El gran reto de la política liberadora es basarse en una ética liberadora. No se puede construir el hombre y la mujer nuevos usando métodos viejos. Cuando se recurre a irregularidades, difamaciones y trampas para ganar una elección sindical o partidaria, de hecho se está perpetuando la vieja sociedad opresora en nombre de ideales libertarios. Es lo que el Evangelio denuncia como echar vino nuevo en odres viejos.

En octubre de 1990, en la 2ª Plenaria nacional de Movimientos Populares, un grupo de compañeros falsificó papeletas de votación para tratar de ganar una elección. Salió derrotado. Pero lo grave del caso fue encontrar que la liberación podría avanzar utilizando medios propios de quienes oprimen y promueven la injusticia. La ética se enraiza en el corazón humano.

No es tan sólo una cuestión de comportamiento político. Ella sólo adquiere fuerza cuando se encarna en la vivencia personal. El opresor actúa movido por intereses; el liberador, por principios. Así, nunca un militante de la justicia puede aceptar desviar fondos, viciar procesos electorales, mentirle al pueblo o hacer uso de lo que es colectivo en beneficio personal. «El que es fiel en las cosas pequeñas – advierte Jesús- también lo será en las grandes, y el que es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho» (Lucas 16, 10-12).

La mosca azul. 2006. Frei Betto

El poder intriga. Lo ejercí pocas veces: dirigente estudiantil, jefe de redacción. Más reciente, en 2003 y 2004, asesor especial del presidente de la República, con derecho a gabinete en Palacio de Planalto y una infraestructura nada despreciable: secretarias, móvil, viajes aéreos, vivienda, coche con conductor, todo pagado por el contribuyente.

Mucho aprendí. Algunas lecciones traigo de la cuna. Mi abuelo y mi padre también sirvieron en palacios de gobierno.

La persona revestida de poder –cualquiera que sea: síndico o gerente, policial o político- debería prestar atención a lo que de ella dicen sus subalternos. Vox populi. Pero no es lo que acontece en general. Prestamos más atención al juicio de los pares y superiores, en búsqueda de reconocimiento de quien tiene poder de ampliar nuestro poder.

Así, sobre los subalternos cae nuestro otro lado perverso que tanto esmeramos en esconder a los ojos de nuestros pares y superiores. Sin embargo, caballo indomado, si no somos contenidos por las riendas de la buena educación, ¡ay de los subalternos! Quien está por encima tiene el poder de amonestarlos, censurarlos, castigarlos y despedirlos. Como no nos amenazan, dejamos desbordar el demonio que llevamos dentro. Irrazonables, elevamos la voz, humillamos, insultamos, reprendemos, y por poco no llegamos a descargar sopapos a la víctima.

Dé a la persona una tajada de poder y sabrá quién de hecho ella es. El poder, al contrario de lo que se dice, no cambia a las personas. Hace que se revelen. Es como el artista a quien faltaban pincel, tintas y tela, o el asesino que, finalmente, dispone de arma. El poder sube a la cabeza cuando ya se encontraba destilado, en reposo, en el corazón. Como el alcohol, embriaga y, a veces, hace delirar, excita la agresividad, derrumba escrúpulos. Una vez investida de la función o cargo, título o prebenda, la persona se cree superior y no admite que subalternos contraríen su voluntad, sus opiniones, sus ideas y sus caprichos.

A falta de una psicología del poder más sistemática, en la cual no faltan las valiosas contribuciones de Adler y Reich, recurro a los clásicos de la literatura. Desde la Biblia, destacándose los libros del Pentateuco, a las obras de Shakespeare, Kafka y nuestro Machado de Assis.

El dramaturgo inglés retrata bien las ambiciones y las intrigas del poder. El autor de La Metamorfosis revela su fase opresiva, la arrogancia, el modo cómo tiende a anular la dignidad del ciudadano común. Y Machado de Assis no hace menos, aunque con más sutileza, sin embargo incisivo.

Léase el cuento El Espejo. Allí, un tratado completo de patología del poder. El joven Jacobina, de origen pobre, es nombrado alférez. Descubre, pues, que “cada criatura humana trae dos almas consigo: una que mira de dentro hacia fuera; otra que mira de fuera hacia dentro.” (…) “Hay casos, por ejemplo, en que un simple botón de camisa es el alma exterior de una persona; y así también la polca, el voltarete [1] , un libro, una máquina, un par de botas, una cavatina, un tambor etc.”

Recibido en la hacienda de la tía, Jacobina se asombra que todos lo traten de “señor alférez” (lo que me hace recordar que, en Planalto, todos son llamados “doctor” o “doctora”, aunque el funcionario nunca haya pisado una facultad). Su “alma exterior” anula la “interior”.

Jacobina sólo se da cuenta de la aberración cuando se ve a solas en la propiedad. No es la soledad la que lo asusta. Es la propia insignificancia. Se había acostumbrado a mirarse sólo de fuera hacia dentro. Hasta que, uniformado, se contempla en el espejo. Recupera entonces el auto-estima, el orgullo, el “alma exterior” que le despersonalizara, castrándole la verdadera identidad.

No todos quienes ocupan el poder dejan que el “alma exterior” prevalezca sobre la “interior”. Esos hacen del poder servicio y no temen el juicio de sus subalternos, ni tampoco las críticas. Pues saben que somos todos hechos de barro y soplo, y lo que importa en la vida es el equipaje subjetivo, no los aderezos objetivos.

Sin el ingenio de Machado de Assis, sin embargo inspirado en su poema La mosca azul, osé llevar al papel mi reflexión sobre el poder. Desembocó en el libro “La mosca azul», que la editora Rocco hace llegar este mes a las librerías. Mis dos años en el gobierno Lula me estimularon a compartir con los lectores mi punto de vista a partir de un punto: el Palacio de Planalto, corazón del poder.

[1] Juego de cartas (NDLT)

Espantar a la mosca azul, consejo de Frei Betto. Mónica Rivero

La mosca azul es, en el libro de Frei Betto, el poder corruptor. Acaso la asociación venga porque esta especie tiende a poner sus huevos en la materia en descomposición; algo no del todo lejano a lo que ocurre cuando alguien «enferma de poder». Pero encontrar la analogía que propone el título de la obra, es apenas uno de los motivos para hacer su lectura.

Ricardo Alarcón, presentado por última vez como Presidente del Parlamento, Gilberto Valdés, director del Instituto de Filosofía, y Ricardo Barnet, uno de los editores (Ciencias Sociales), acompañaron al autor; quien presentó su obra como una reflexión autocrítica acerca de su generación.

«Una generación que superó cárcel, tortura, asesinato, y una vez que llegó al poder, se acomodó». Betto confesó haber creído durante mucho tiempo que el poder cambiaba a la gente; pero que había descubierto luego que lo que hace, en verdad, es revelar su esencia. «Por allá -dijo- tenemos un dicho que versa más o menos así: Si quieres conocer a Juanito, dale un carguito”. Aquellos en tales circunstancias manifiestan lo que realmente son, toda la bondad, o la maldad, o la miseria o la magnificencia que hasta entonces habían tenido en potencia o en más o menos desarrollo.

«Mosca azul trata del poder, la mayor de las tentaciones humanas. Recorro los clásicos: Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Montaigne, Hanna Arendt, Robert Michels. Intento diagnosticar el proceso histórico que llevó al Partido de los Trabajadores (PT) al gobierno de Brasil y las causas de su involucramiento en procesos antiéticos. Analizo la crisis de la izquierda brasileña, su tendencia a cambiar un proyecto de nación por un proyecto electoral, y enfatizo en la importancia de gobernar en sintonía con los movimientos populares, condición de una democracia real«; explicó en una entrevista.

Así, pues, debe evitarse «la picada de la mosca azul. La política es consagración: servicio, donación, riesgo». Él, Betto,  bien lo sabe: así lo hace desde los 13 años. Para tener una introducción a la obra, nada mejor que las palabras de presentación leídas en la Sala José Antonio Portuondo, en una de las últimas jornadas de la Feria, por Gilberto Valdés:

PALABRAS DE PRESENTACIÓN DE GILBERTO VALDÉS

Las palabras me salvan, tornan terriblemente lúcida mi demencia y me disipan las sombras del alma. Tengo con ellas una relación pasional, promiscua, lexicofágica. Las como, las bebo, las respiro, son ellas las que pueblan mis sueños”. Habría que añadir algo a esta confesión, una máxima que Mario Benedetti dijera de otro grande de las letras: “La moral de los hechos aclara su palabra”.

Y esos hechos de una vida como la de Frei Betto son los que clarifican esta sui generis reflexión ética y estética sobre el poder que fluye en su libro La mosca azul. El ingenioso poema de Machado de Asís que da título al libro narra la fascinación de un paria ante una mosca azul que brota entre las hojas de una rosa encarnada, que lo encandila con la magnificencia del poder que cree ver a través de su fulgor, la atrapa con sus manos, curioso por esos mundos, y termina disecando su ilusión, sucumbe la mosca azul y se desvanece aquella visión fantástica y sutil. El paria pierde la mosca azul que creyó poseer, enloquece.

Vale advertir al lector. No hay en el texto un rechazo romántico al ejercicio del poder y al liderazgo y mucho menos a la política. Todo lo contario. En reciente entrevista, el autor aclara: “La persona revestida de poder ―cualquiera que sea: síndico o gerente, policial o político― debería prestar atención a lo que de ella dicen sus subalternos. Vox populi. Pero no es lo que acontece en general. Prestamos más atención al juicio de los pares y superiores, en búsqueda de reconocimiento de quien tiene poder de ampliar nuestro poder”.

Esa relación de poder corrupto y corruptor se hace más dramática en las sociedades neoliberales, signadas por la absolutización del principio mercantil, en las que prima la política-espectáculo, la contaminación visual y la “pornografía” política, en medio de la  irrelevancia decisoria del voto ciudadano, el vaciamiento de la democracia representativa, el clientelismo político y el secuestro del estado por las élites de poder.

“La política siempre fue un factor de educación ciudadana –escribe. Vaciada de contenido ideológico y firmeza de ideas, se transforma en el mero negocio de acceder al poder”.

Betto apuesta por otra Política, por otro Poder (sin dejar de contemplar la posible pertinencia del escepticismo freudiano sobre las ambigüedades del deseo, refractadas en la instancia política). Una política emancipatoria, que tenga a la ética como referente para evaluar los medios que construyamos en el camino para llegar, sin arrepentirnos, al fin anhelado, que siempre propicie espacio a la autocrítica propositiva, como antídoto al elitismo y la desvinculación  con los principios que enarbolamos.

Sin embargo, mientras no se logre superar los procedimientos heredados de la democracia liberal reconoce que “a la izquierda no le queda más alternativa, si quiere ganar elecciones, que someterse a los parámetros del marketing”, el que cada vez más –nos recuerda–, fabrica candidaturas desideologizadas en aras de satisfacer a los “consumidores-electores”.

Entre las sugerencias sustantivas que aporta en aras de impregnar un uso contragehemónico a esos mecanismos, está el llamado al financiamiento público de las campañas electorales. Esa centralidad de la ética a la hora de concebir el ejercicio de la política es la que lo lleva a afirmar: “El mundo y la crisis que le afecta sí tienen solución. Siempre que los países fueran gobernados por políticos centrados en otros paradigmas que huyan del casino global de la acumulación privada y de la incontenible espiral del lucro. Paradigmas altruistas, centrados en la distribución de la riqueza, en la preservación ambiental y en el compartimiento de los bienes de la Tierra y de los frutos del trabajo humano”.

El texto no aspira a ser un tratado profesoral de filosofía política –algo ajeno a la epistemología y la sensibilidad freireana,  sentipensante del autor, para quien “pensar duele” y el saber resulta más eficaz y solidario si se construye y se comparte desde el disfrute y la belleza–. No obstante, desde estas páginas podemos identificar diálogos, afinidades y discusiones con los clásicos del pensamiento político: Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Montesquieu, Rousseau, Max Weber, Marx, Lenin, Che Guevara.

Asoman referentes fundamentales de nuestro escenario latinoamericano como la teología de la liberación, el “mandar obedeciendo” de los zapatistas, el poder obedencial de Evo Morales, la Revolución Cubana como permanencia en lucha y cambio, la ejecutoria del MST y las Comunidades Eclesiales de Base, el feminismo emancipador, las organizaciones indígenas, el ecosocialismo. Todas vertientes de pensamiento y acción alternativa para enrumbar las luchas estratégicas contra lo que define, con rigor imposible de superar por ninguna academia, con el término de globocolonización.

El autor es consciente que en América Latina existe una tensión entre la lógica de la lucha política (antineoliberal, antioligárquica, antiimperialista) y la emergencia civilizatoria antisistémica derivada de las prácticas y visiones utópico-liberadoras, ambientalistas y antipatriarcales de los movimientos sociales. La actitud más productiva para intentar superar dicha tensión no radica, salvo que nos contentemos con un consenso “fácil” e igualmente estéril, en desplazar los puntos conflictivos que suponen ambas lógicas.

La Mosca azul es un ejemplo de esa postura de radical honestidad  intelectual y política. Desde el fondo de esta reflexión emerge el clamor por facilitar agendas de discusiones honestas entre los gobiernos de izquierda y las vertientes del  movimiento social popular sobre la construcción del nuevo poder y la nueva hegemonía antineoliberal, con horizonte no capitalista. A sabiendas de que nos enfrentamos siempre a “la paradoja entre el discurso y la práctica, la falta de sintonía entre la fina armonía de los sueños y la conflictiva aspereza de la realidad”.

Betto sabe por su visión y su práctica que sobreviene el tiempo político de los movimientos sociales, tiempo que no implica el regreso a los modos estrategistas de otras épocas, ni mucho menos acomodar las exigencias liberadoras de los pueblos a los juegos de la gobernabilidad liberal, sino la necesidad de poner en común los sentidos de una construcción de lo político como proceso de la propia lucha contrahegemónica y los objetivos emancipatorios del movimiento social-popular, superando la lógica fragmentaria y sectorializada de lo social.

Debemos estar preparados para las nuevas estrategias liberadoras, que implica ensanchar el continente y el contenido de lo político, percibir la política implícita en lo social, y no solo en las estructuras concebidas habitualmente como tales, incorporar con ello más actores sociales que asuman posiciones contestatarias frente a las discriminaciones de todo tipo, tal vez dispersas y no sistemáticas; pero igualmente válidas.

La lección que parece darnos, pese a que él se aparta del didactismo y de las preceptivas, es que la construcción integral de lo político se hace desde la cotidianidad de las demandas emancipatorias, libertarias y de reconocimiento. Lo político no es un momento que sucede a otras instancias de resistencia, lucha y creación alternativa, sino una dimensión de articulación de la lucha política, económica, social, cultural, simbólica y comunicativa, desde la diversidad del movimiento social popular.

No hay escepticismo en estas reflexiones, “la esperanza es un pájaro en vuelo permanente”-nos dice en un momento del libro. Aunque el pensador comprometido deja entrever en medio de su portentosa búsqueda, de su empuje beligerante contra la cultura de la desesperanza, aquella fragilidad de los humanos que en ocasiones abre la brecha al deseo de “quedarme en el portal, contemplando en silencio la ciudad, con sus miríadas de ventana que relucen impersonales, anónimas, indiferentes a mi estupor”.

Cuando inicia su obra organizativa en las comunidades eclesiales de base, luego de la experiencia de la cárcel, nos narra sus peripecias “en una casucha de madera, en plena favela” en un pueblo de Espíritu Santo. Con esa misma línea de profundo humanismo, de franqueza irreductible y humor inteligente, escribe sobre los sujetos históricos de la emancipación latinoamericana:

“Por primera vez entré en contacto directo con el pueblo. Ese pueblo que existía en los libros que nutrían mi idealismo y presente también en mi discurso, en mis teorías, en la razón de ser de mi participación en la lucha armada, en las infinitas discusiones políticas de la cárcel: allí estaba el pueblo pegado a mi covacha, en aquella callejuela fétida por los desechos a cielo abierto, el moco corriendo por la nariz de los niños, el radio alto el día entero, el marido borracho pegándole a la mujer, mientras yo intentaba concentrarme, rezar, estudiar y me preguntaba si el viejo Marx habría producido su obra monumental de haber estado cercado así por ese proletariado que tanto analiza y exalta, la vecina preguntando si le podía prestar una taza de azúcar, un poco de fariña, una lata de puré de tomate, la niña pidiendo un lápiz para usar en la escuela, el vecino matando el tiempo por la noche en nuestra casa, conversando, sin la menor idea de que interrumpía nuestra reunión…”

Es un privilegio presentar este libro de Frei Betto, uno de los seres humanos que más ha contribuido desde su vida raigalmente comprometida con los humildes, marginados y excluidos, a la construcción plural de los sentidos éticos y políticos de la lucha liberadora y emancipatoria de nuestra América.

Un hombre que nos conmina a mantener viva la indignación y comprometernos con los cambios que terminen con la marginalización y la exclusión, que nos alerta para que nunca aceptemos la desigualdad social como algo natural; un hombre que, como decía de su padre, “se vuelve más joven a medida que envejece”. Más allá de la controversia de opiniones que puedan suscitar sus juicios, o mejor, gracias a esa controversia, es que podremos seguir nuestro camino de aprendizaje al lado de este hermano que la mosca azul no lo picó y que prefiere seguir siendo un “paria” al servicio de los oprimidos y oprimidas de este mundo.

Muchas gracias.

Gilberto Valdés Gutiérrez