Es hora que el gobierno se alíe con el pueblo:MST

25 de junio de 2013 En entrevista, Joao Pedro Stédile, integrante de la directiva del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, habla sobre el significado y las perspectivas de las movilizaciones en Brasil.

–¿Cómo analiza usted las recientes manifestaciones que vienen sacudiendo a Brasil en los últimos días? ¿Cuál es la base económica que las ha producido?

–Hay diversas evaluaciones de por qué están ocurriendo estas manifestaciones. Me sumo al análisis de la profesora Erminia Maricato, que es nuestra mayor especialista en temas urbanos y que actuó en el Ministerio de Ciudades en la gestión de Olivio Dutra. Ella defiende la tesis de que existe una crisis urbana instalada en las ciudades brasileñas, provocada por la actual etapa del capitalismo financiero. Hubo una enorme especulación inmobiliaria que elevó 150 por ciento los precios de los alquileres y de los terrenos en los últimos tres años. El capital financió –sin ningún control gubernamental– la venta de automóviles y el envío de esos dineros al exterior, lo que transformó nuestro tránsito en un caos. Mientras, en los últimos 10 años no hubo inversión en el transporte público. El programa habitacional Mi Casa, Mi Vida, empujó a los pobres hacia las periferias, sin adicionar condiciones de infraestructura.

“Todo eso generó una crisis estructural y que las personas estén viviendo en un infierno en las grandes ciudades, perdiendo tres o cuatro horas por día en el tránsito, cuando podrían estar con sus familias, estudiando o participando en actividades culturales.

A eso se suma la pésima calidad de los servicios públicos, en especial los de salud y también los de educación, desde la escuela primaria y la enseñanza media, de la que los estudiantes salen sin saber redactar. Y la enseñanza superior cambió locales de ventas de diplomas por una de prestaciones donde están 70 por ciento de los estudiantes universitarios.
–Y desde el punto de vista político, ¿por qué sucedió?
–Los 15 años de neoliberalismo, más los últimos 10 años de un gobierno de convivencia de clases, transformaron el modo de hacer política en apenas un referente de los intereses del capital. Los partidos políticos envejecieron sus prácticas políticas y se transformaron en meras siglas que aglutinan, en su mayoría, a oportunistas que quieren ascender en sus cargos o entrar a la disputa por los recursos públicos.

“Todos los jóvenes nacidos después de las ‘directas ya’ [N de la R: 1984, al final de la dictadura] no tuvieron oportunidad de participar en política. Hoy, para disputar cualquier cargo, por ejemplo de edil, el candidato precisa tener más de 3 millones de reales; un diputado cuesta alrededor de 10 millones [un dólar equivale a 2.24 reales]. Los capitalistas pagan y después los políticos obedecen. La juventud está hasta la madre de esa forma de política burguesa, mercantil. Pero lo más grave fue que los partidos de la izquierda institucional, todos ellos, se amoldaron a esos métodos. Envejecieron y se burocratizaron. Y, por tanto, generaron en la juventud ojeriza, distanciamiento, con esa forma de actuar. Y tienen razón: la juventud no es apolítica, al contrario; tan es así que sacó la política a las calles, aunque no tuviera definida conciencia de su significado. Sin embargo, está diciendo que no aguanta más ver en la televisión esas prácticas políticas, que secuestran el voto de las personas basándose en la mentira y la manipulación. Es que los partidos de izquierda precisan reaprender que su papel es organizar la lucha social y politizar a la clase trabajadora. Si no, caerán en la fosa común… de la historia.”

¿Por qué ahora?

–¿Y por qué las manifestaciones estallaron hasta ahora?

–Probablemente haya sido la suma de diversos factores del carácter de la sicología de masas, más que de una decisión planeada. Se sumó todo el clima que comenté, más las denuncias de la superfacturación de las obras de los estadios, lo que resultó en un acicate para el pueblo. Observen algunos episodios. La red Globo recibió del gobierno del estado de Río de Janeiro y del municipio de la ciudad 20 millones de reales de dinero público para organizar el showcito de apenas dos horas del sorteo de la Copa Confederaciones. ¡El estadio de Brasilia costó mil 400 millones, en tanto no existe transporte público en la ciudad! La dictadura de la FIFA y la Confederación Brasileña de Futbol (CBF) es explícita y se impuso –junto con las pillerías–, y los gobiernos se sometieron. La reinauguración de Maracaná fue una venda que intentaron poner al pueblo brasileño. Las fotos eran claras: ¡en el mayor templo mundial no había ningún negro o mestizo! Y entonces, lo del aumento de las tarifas de ómnibus fue apenas la chispa para encender el sentimiento generalizado de revuelta, de indignación. La gasolina para la chispa vino del gobierno paulista de (Geraldo) Alkmin que, protegido por los medios de comunicación que financia, está acostumbrado a golpear al pueblo impunemente, como hizo en (el barrio de) Pinheirinho (en la ciudad de San José dos Campos) y en otros sitios rurales y urbanos, mandando a la policía a cometer una barbarie. Ahí fue que todo mundo reaccionó.

Ahora bien: la juventud despertó. En eso hay mérito del Movimiento Pase Libre, que supo capitalizar esa insatisfacción popular y organizó las protestas en el momento justo.

–¿Por qué la clase trabajadora aún no ha salido a las calles?
–Es verdad; la clase trabajadora aún no está en las calles. Quienes están en las calles son los hijos de la clase media, los de clase media baja y también algunos jóvenes de los que André Singer llamaría subproletariado, que estudian y trabajan en el sector de los servicios, que vieron mejoradas las condiciones de consumo, pero que además quieren ser oídos. Estos últimos aparecieron en algunas capitales estatales y en las periferias.
“La reducción de la tarifa del transporte público interesaba mucho a todo el pueblo y ese fue el acierto del Movimiento Pase Libre, que supo convocar movilizaciones en nombre de los intereses más generales. Y el pueblo apoyó esas manifestaciones y eso está expresado en los índices de popularidad de los jóvenes, sobre todo cuando fueron reprimidos.

La clase trabajadora demora en moverse, pero cuando lo hace afecta directamente al capital, lo cual todavía no ha sucedido. Creo que las organizaciones que hacen los enlaces con la clase trabajadora aún no han comprendido el momento y tienen un comportamiento tímido. Pero la clase, como clase, creo que está dispuesta a luchar. Fíjese que las huelgas por temas reivindicativos salariales ya recuperó la ocurrencia de los 80. Entiendo que se trata de una cuestión de tiempo para que los enlaces con la clase trabajadora acierten en las banderas que la hagan mover. En los últimos días se percibe que en algunas ciudades menores y en las periferias de las grandes ya comienzan a haber manifestaciones con banderas de reivindicaciones bien formalizadas. Eso es muy importante.
–¿Y las voces del MST y los campesinos?

–Es verdad. En las capitales donde tenemos asentamientos y agricultores familiares más próximos a lo urbano, ya estamos participando. Incluso doy testimonio de que fuimos muy bien recibidos con nuestra bandera verde y nuestra reivindicación de reforma agraria y alimentos saludables y baratos para todo el pueblo. Entiendo que en las próximas semanas podrá haber una adhesión mayor, incluso realizando manifestaciones de campesinos en las terminales y municipios del interior. Entre nuestra militancia está todo el mundo loco por entrar en la lucha y movilizarse. Espero que se muevan rápido…

–¿Cuál es su opinión acerca de la violencia que ha ocurrido en algunas manifestaciones?
–Bueno, primero hay que relativizar. La burguesía, a través de sus televisoras, ha empleado la táctica de asustar al pueblo colocando imágenes de desaforados rompiendo alguna cosa. Son los menores casos, que resultan insignificantes ante los millares de personas que se movilizaron. A la derecha le interesa incrustar en el imaginario de la población que esos son actos impulsados por vagos, y al final, si hubiese caos, imputar la culpa al gobierno y exigir la presencia de las fuerzas armadas. Espero que el gobierno no cometa la bestialidad de llamar a la guardia nacional y a las fuerzas armadas para reprimir las manifestaciones. ¡Eso es todo lo que la derecha sueña!
“Quien está provocando los actos de violencia es la forma de intervención de la policía militar. La PM fue preparada desde la dictadura militar para tratar al pueblo siempre como enemigo. Y en los estados gobernados por los tucanos (N de la R: Partidos de la Social Democracia Brasileña: Sao Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais) aún cuenta con las promesas de impunidad.

Hay grupos derechistas organizados, con orientación de hacer provocaciones y cometer saqueos. En Sao Paulo actuaron grupos fascistas y contrataron marginales del campo. En Río de Janeiro actuaron los grupos de choque organizados que protegen a los políticos conservadores. Y claro, hay también un substrato de lúmpenes que aparecen en cualquier movilización popular, sea en los estadios, carnaval, hasta en la fiesta de una iglesia, intentando sacar provecho.

–Entonces, ¿hay lucha de clase en las calles o es sólo la juventud manifestando su indignación?
–Es claro que hay una lucha de clases en la calle, envuelta, todavía, en una disputa ideológica. Lo que es más grave es que la propia juventud movilizada por su origen de clase no tiene conciencia de que está participando de una lucha ideológica. Vean: ellos están haciendo política de la mejor forma posible, en la calle. Y ahí nos escriben: ¿estamos contra los partidos y la política? Es por eso que han sido tan diversas y difusas sus expresiones. Está sucediendo en cada ciudad, en cada manifestación; hay una disputa ideológica permanente de lucha de los intereses de clase. Los jóvenes están siendo disputados por las ideas de la derecha y por la izquierda, por los capitalistas y la clase trabajadora.

“Por otro lado, son evidentes las señales de la derecha, mucho mejor articulada, y de sus servicios de inteligencia, que usan Internet, se esconden detrás de distintas máscaras o intentan generar círculos concéntricos con noticias y opiniones en las redes sociales. De repente, un mensaje extraño genera millares de otros. Y de ahí se pasan a difundir resultados como si ellos fuesen una expresión mayoritaria. Esos mecanismos de manipulación fueron usados por la CIA y el Departamento de Estado estadunidense en la primavera árabe, en las tentativas de desestabilización en Venezuela, en la guerra de Siria. Y es claro que ellos están operando aquí también para alcanzar sus objetivos.”
Protestas manipuladas

–¿Cuáles son los objetivos de la derecha y cuáles sus propuestas?
–La clase dominante, los capitalistas, los intereses imperialistas de los estadunidenses y sus portavoces ideológicos que aparecen en televisión todos los días tienen un gran objetivo: desgastar al máximo el gobierno de Dilma, adelgazar las formas organizativas de la clase trabajadora, derrotar cualquier propuesta de cambio estructural en la sociedad brasileña y ganar las elecciones de 2014 para recomponer una hegemonía total al frente del Estado brasileño, lo que ahora está en disputa.

“Para alcanzar esos objetivos ellos están aún tanteando, alternando sus tácticas. Hay veces que provocan la violencia, para descolocar las metas de los jóvenes. Otras veces incrustan sus mensajes en las consignas de los jóvenes. Por ejemplo, la manifestación del sábado, aunque pequeña, en Sao Paulo fue totalmente manipulada por sectores derechistas que pautaron la lucha sólo contra la Propuesta de Enmienda Constitucional (PEC) 37 –que reduce las atribuciones del ministerio público– con una terminología extrañamente escrita de forma similar y en el mismo orden. Ciertamente, la mayoría de los jóvenes ni siquiera sabían de qué se trataba. Y es un tema secundario para el pueblo, pero la derecha está intentando levantar banderas de moralidad, como hizo en el pasado la UDN (partido de la derecha, fundado en 1945). Eso es lo que están haciendo en el Congreso, luego, para llevarlo a las calles.

“He visto en las redes sociales que controla la derecha, además del PEC 37: pedidos de expulsión en el Senado o transparencia en los gastos; declarar la corrupción como un crimen hediondo y el fin del fuero especial de los políticos. Ya los grupos más fascistas gritan ‘¡Fora Dilma!’ y abajo firman por su impeachment. Felizmente, esas banderas no tienen nada que ver con las condiciones de vida de las masas, aunque ellas puedan ser manipuladas por los medios: objetivamente pueden resultar en un tiro en el pie. Al final, es la burguesía brasileña, sus empresarios y políticos quienes son los mayores corruptos y corruptores. ¿Quién se apropió de los gastos exagerados de la copa?: ¡la red Globo y las empresas empresariales!”
Los desafíos
–¿Cuales son los desafíos de tienen ante sí la clase trabajadora y las organizaciones populares y los partidos de izquierda?
–Los desafíos son muchos. Primero debemos tener conciencia de la naturaleza de esas manifestaciones e irnos para la calle, a disputar corazones y mentes para politizar esa juventud que no tiene experiencia en la lucha de clases. Segundo, la clase trabajadora precisa movilizar, salir a la calle, manifestarse en las fábricas, campos y construcciones, como diría Geraldo Vandré. Levantar sus demandas para resolver los problemas concretos de clase desde el punto de vista político y económico. Tercero, precisamos explicarle al pueblo quiénes son sus principales enemigos. Y, ahora son los bancos, las empresas trasnacionales que tomaron cuenta de nuestra economía, los latifundistas del agronegocio y los especuladores.

“Precisamos tomar la iniciativa de pautar el debate en la sociedad y exigir la aprobación del proyecto de reducción de la jornada de trabajo a 40 horas; exigir que la prioridad de inversiones públicas sea en salud, educación, reforma agraria. Pero para eso el gobierno debe recortar porcentajes de ganancia y redefinir los recursos del superávit primario, aquellos 200 mil millones que todos los años van para los apenas 20 mil ricos, rentistas, creadores de una deuda interna que nunca hicimos, aportar en inversiones sociales y productivas. Y eso es lo que la lucha de clase pone enfrente del gobierno de Dilma: ¿los recursos públicos se volcarán para la burguesía rentista o para resolver los problemas del pueblo?

“Aprobar en régimen de urgencia –para que esté vigente en las próximas elecciones– una reforma política de gran aliento, que por lo menos instituya el financiamiento público exclusivo de la campaña; derecho a revocación de mandato y plebiscitos.
“Se precisa una reforma tributaria que vuelva a cobrar impuestos a las exportaciones primarias e impacte los ingresos de los más ricos, reduzca los impuestos de los más pobres, que son los que más pagan.

“Es necesario que el gobierno suspenda las licitaciones sobre el petróleo y todas las concesiones privatizadoras de minas y otras áreas públicas. De nada sirve aplicar royalties en el petróleo para financiar educación, si esos impuestos representan apenas 8 por ciento de la renta petrolera mientras el 92 por ciento va a dar a las empresas trasnacionales que se quedarán con el crudo en las licitaciones.

“Una reforma urbana estructural es necesaria para que vuelva a priorizarse el transporte público, de calidad y con tarifa cero. Ya está probado que no es caro ni difícil instituir transporte gratuito para las masas de las capitales. Asimismo, controlar la especulación inmobiliaria.
“Finalmente, precisamos aprovechar y aprobar el proyecto de conferencia nacional de comunicación, ampliamente representativa, de democratización de los medios y acabar con el monopolio de la Globo, y para que el pueblo y sus organizaciones populares tengan amplio acceso a comunicarse, a crear sus propios medios con recursos públicos. Oí de diversos movimientos juveniles que están articulando las marchas, que tal vez esa sea la única bandera que unifica a todos: ¡Abajo el monopolio de la Globo!
Pero que esas banderas tengan eco en la sociedad y presionen al gobierno y a los políticos solamente ocurrirá si la clase trabajadora se moviliza.
Enfrentar a la clase dominante

–¿Qué debiera hacer el gobierno ahora?

–Espero que el gobierno tenga la sensibilidad y la inteligencia de aprovechar ese apoyo, ese clamor que viene de las calles –que es apenas una síntesis de una conciencia difusa de la sociedad– de que es necesario cambiar. Y cambiar a favor del pueblo. Para eso el gobierno precisa enfrentar a la clase dominante en todos los aspectos. Enfrentar a la burguesía rentista, desarticulando lo que recibe por intereses y aplicando el capital en inversiones en áreas que resuelvan los problemas de la gente. Promover, de inmediato, las reformas políticas, tributarias. Conducir la aprobación del proyecto de democratización de los medios de comunicación. Crear mecanismos para grandes inversiones en transporte público que conduzcan al final a la tarifa cero. Acelerar la reforma agraria en un proyecto de producción de alimentos aportados para el mercado interno.

“Garantizar de inmediato la aplicación de 10 por ciento del PIB en recursos públicos para educación en todos los niveles, desde las estancias infantiles en las grandes ciudades, enseñanza fundamental de calidad, y hacer universal el acceso de los jóvenes a las universidades públicas.
Sin eso, cundirá la decepción y el gobierno entregará a la derecha la iniciativa, se harán nuevas manifestaciones intentando desgastar al gobierno hasta las elecciones de 2014. Es hora de que el gobierno se alíe con el pueblo o deberá pagar la factura en el futuro.

–¿Qué perspectivas le ve a las movilizaciones en los próximos meses?

–Todo aún es una incógnita frente al hecho de que los jóvenes y las masas están en disputa. Por eso las fuerzas populares y los partidos de izquierda precisan involucrar todas sus energías en salir a la calle: manifestarse, colocar las banderas de lucha por las reformas que interesan al pueblo. La derecha va a hacer la misma cosa y también levantará sus consignas, conservadoras, atrasadas, de criminalización y estigmatización de las ideas de cambios sociales. Estamos en plena batalla ideológica, que nadie sabe cuál será el resultado. En cada ciudad, cada manifestación, precisamos disputar corazones y mentes. Quien se quede fuera se quedará fuera de la historia.

*Entrevista realizada por el diario brasileño Brasil de Fato para su edición del 25 de junio. Se publica simultáneamente en La Jornada con la autorización de Joao Pedro Stédile, integrante de la directiva del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra.

Aquiles Montoya, el economista marxista

Falleció este viernes a la 11 am. Antes de morir envió su último artículo para ContraPunto, en un mensaje a los jóvenes a cultivarse intelectualmente, como todo un Maestro SAN SALVADOR –27 de enerop de 2012. No lo conocí personalmente mucho; una vez llegó a mi casa para recoger un chihuahuita que le regalamos a Julia Evelyn y a él, y la conversación sobre temas de mutuo interés se prolongó por largas horas. Eso fue hace casi dos años. Aquella noche suscribimos el compromiso para que se convirtiera en colaborador de ContraPunto, compromiso que cumplió hasta unas horas antes de morir.

Audaz en su planteamiento económico en contra del capitalismo y ni se diga contra el neoliberalismo; impulsor de la teoría de la economía solidaria y polémico en el desarrollo de sus teorías políticas.

Todo esto fue reflejado en sus escritos y en sus ideas que divulgó desde la UCA, donde fue académico y últimamente en ContraPunto.

Yo le decía Maestro. Alguna vez tuvimos encontronazos en privado, pero él siempre fue respetuoso, aunque padecía de “la terquedad del izote”.

Este viernes en horas de la mañana, como a las 7 am había un mensaje suyo en mi buzón:

Juan

Este quizà sea mi ùltimo artìculo

Adios

El registro de envío decía: 00:10 (hace 7 horas)

Me dije: ahí está Aquiles con sus bromas, aunque él mismo me había enviado varios mensajes en el que me advertía que estaba muy mal de salud.

Aquiles Montoya fue un Maestro en todo momento y se preocupó por enseñar a sus alumnos. Su último artículo, que a continuación reproducimos, es una de sus cátedras.

He quedado profundamente impresionado con su fallecimiento porque algunas personas de su entorno me cuentan que estaba sumido en una profunda depresión y tristeza, lo cual no refleja en su último artículo, sino todo lo contrario: llama a luchar.

Nos duele y nos dolerá en ContraPunto su ausencia.

Nuestro homenaje al Maestro es continuar siendo críticos de la realidad que vivimos, pero forjarnos cada vez más con intelectuales al servicio de la sociedad.

Con este postulado, Maestro, te decimos adiós.

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La importancia de poseer una mente abierta

Aquiles Montoya (*)

SAN JOSÉ VILLANUEVA – Siempre he manifestado ser un economista marxista y pienso que, en lo poco que me queda de vida, no encontraré una teoría que me permita comprender de mejor manera el capitalismo. Actualmente, hasta los más acérrimos enemigos de Marx, recomiendan su estudio para comprender la crisis actual del capitalismo. Pero si encontrara una mejor teoría, sin ninguna duda que la abandonaría, como abandoné la máquina de escribir por la computadora.

Ahora bien, lo antes dicho, no significa que yo sea marxista, porque eso del ¨marxismo¨, o del ¨socialismo científico¨, yo aún no lo alcanzo a comprender. Me explico. Si Stalin se declaraba marxista, y sus acciones se justificaban con el marxismo, yo, ciertamente no soy marxista. Como tampoco comparto las ideas políticas de Marx en cuánto al cómo transformar el capitalismo, por ejemplo, lo de la dictadura del proletariado. Aunque si comparto su ideal comunista. Pero ese ideal, esa utopía, no era exclusiva de Marx. También lo fue de los llamados socialistas utópicos: de Pruodon, de quien Marx, hasta se burló en su obra ·La miseria de la filosofía·, o de los anarquistas como Bakunin, y Kropotkin, cuyas ideas, cuyos planteamientos, deberían, al menos, conocerse. Al igual que los de Rosa Luxemburgo, en su lucha contra el reformismo de Berstein y los dirigentes de la socialdemocracia alemana.

Pero, desafortunadamente, en nuestro medio, en este paísito nuestro de mierda, cualquier fulano que sabe leer y escribir, que no es lo mismo que comprender, se atreve a manifestar que yo los quiero ¨salvequear¨, cuando recomiendo leer a Rosa Luxemburgo, como si la problemática económica, social y política de la que me ocupo, fuese un vulgar juego de poquer.

Estoy viejo en edad, pero mi mente sigue joven y abierta a las nuevas y a las viejas ideas, por tal razón es que en esta ocasión deseo compartir con los jóvenes y los viejos, de mente joven, algunas ideas de los anarquistas. No para que se hagan anarquistas –aunque esa es una decisión muy personal- sino para que se percaten, si es que no lo han hecho, de que así como el ¨Mundo es ancho y ajeno¨ en términos de propiedad, también el mundo de las ideas es ancho y ajeno, en términos de conocimiento.

Citaré en esta ocasión algunos planteamientos de Kropotkin, anarquista ruso, a quien Lenin guardaba mucho respeto, aunque fuese su adversario político, pero que tienen gran actualidad. Así escribía Prokoptin:

“A los jóvenes”

Quizás se esté resignando. Como no ve salida a la situación, es posible que se diga a sí mismo: “¡Ya generaciones enteras sufrieron la misma suerte, y yo que no puedo cambiar nada, tengo que sufrirla también! Pues a trabajar, y a vivir de la mejor manera.

¡Vale! Pero la misma vida se va a encargar de que usted se dé cuenta.

Algún día estallará la crisis, una de esas crisis, ya no pasajera como antes, sino que fulmina toda una industria, que echa a la miseria a millares de trabajadores, que diezma las familias. Usted luchará, como los demás, en contra de esta calamidad. Pero pronto se dará cuenta cómo su esposa, su hijo, su amigo, sucumben poco a poco por la escasez, se debilitan bajo sus ojos y, por faltar la comida, acaban por morir en un camastro, mientras que la vida, despreocupándose de quienes perecen, pregona sus alegres ondulaciones en las calles de la gran ciudad, risueña de sol. Usted comprenderá entonces lo asqueroso de aquella sociedad, pensará en las causas de la crisis y la mirada de usted sondeará toda la hondura de esa iniquidad que expone millares de seres humanos a la codicia de un puñado de gandules; entenderá que los socialistas [anarquistas] tienen razón cuando dicen que la sociedad actual tiene que ser, y puede ser transformada totalmente.

Otro día, cuando su amo le busque, para una nueva reducción de sueldos, para quitarle aún algo de dinero para redondear más su fortuna, usted protestará; pero le contestará con prepotencia: “Vaya a pacer hierba, si no quiere trabajar por este precio.” Comprenderá entonces que el amo no sólo quiere esquilmarle como un cordero sino que le considera además como de raza inferior; el amo, que no se conforma con mantenerle entre sus garras con el sueldo, aspira aún a que se convierta usted en esclavo total. Entonces, o tendrá que plegar las espaldas, o renunciará al sentimiento de la dignidad humana y acabará por sufrir todas las humillaciones; o la sangre le subirá a la cabeza, tendrá horror a la pendiente por la que resbala, reaccionará, despedido y echado a la calle, comprenderá entonces que los socialistas [anarquistas] tienen razón cuando dicen: “¡Rebélate! ¡Rebélate contra la esclavitud económica, porque ella es la causa de todas las esclavitudes!” Entonces usted vendrá a tomar su sitio en las filas socialistas y obrará con ellos para libertar a todos los esclavos: económicos, políticos y sociales.¨(Fin de cita)

¿Qué les parece? ¿Tenía o no razón Kropotkin? Aunque éste y otros autores no aparezcan en los manuales, que han sido como el catecismo para algunos, dizque intelectuales de izquierda. Los planteamientos de este viejo intelectual ruso tienen tanta actualidad, que me ha parecido una responsabilidad política el desempolvarlos y darlos a la luz, en un medio como el nuestro, que poco o nada conoce de las ideas anarquistas.

Y a los indignados de nuestra época que ocupan plazas y parques, Kropotkin les dice:

¨Tomar posesión, en nombre del pueblo de los depósitos de trigo, de las tiendas atiborradas de vestimentas, de las casas habitables. No despilfarrar nada, organizarse de inmediato para llenar todos los vacíos, atender todas las necesidades, satisfacer todas las necesidades de producir, ya no para dar beneficios a nadie sino para que la sociedad viva y se desarrolle. […] “¡Pan, la revolución necesita pan! ¡Que otros se ocupen de lanzar circulares de versos rimbombantes! ¡Que otros se cuelguen todos los galones que sus hombros puedan soportar! ¡Que otros finalmente hagan peroratas sobre las libertades políticas! […] Nuestra tarea específica será la de obrar de manera tal que desde los primeros días de la revolución y mientras ésta dure no haya un sólo hombre en el territorio insurrecto a quien le falte el pan.

La idea burguesa consistió en perorar acerca de los grandes principios, o más bien acerca de las grandes mentiras. La idea popular consistirá en asegurar pan para todos. Mientras los burgueses y los trabajadores se harán los grandes hombres en los corrillos, mientras la “gente práctica” discutirá indefinidamente acerca de las formas de gobierno, nosotros, los “utopistas”, tendremos que pensar en el pan cotidiano.

Tenemos la audacia de afirmar que cada uno debe y puede comer según el hambre que tenga, que la revolución vencerá a través del pan de todos.

Como se sabe, somos utopistas, tan utopistas, en efecto, que llevamos nuestra utopía hasta creer que la revolución deberá y podrá asegurar a todos la vivienda, el vestido y el pan; esto no les gusta nada a los burgueses rojos o azules, porque saben perfectamente que un pueblo que comerá según el hambre que tenga será dificilísimo de dominar.¨(Fin de cita)

Y en cuanto a la igualdad de género Kropotkin, manifiesta:

¨Los mismos que desean la emancipación del género humano no han incluido a la mujer dentro de su sueño de emancipación y consideran indigno de su elevada dignidad masculina pensar “en esos asuntos de cocina”, que han cargado sobre los hombros del gran paño de lágrimas: la mujer.¨

Emancipar a la mujer no es abrirle las puertas de la universidad, de los tribunales y del parlamento. La mujer así emancipada desplaza siempre hacia otra mujer los trabajos domésticos. Emancipar a la mujer es liberarla del trabajo embrutecedor de la cocina y del lavadero; es organizarse de tal manera que pueda alimentar y criar a sus hijos, si así le parece, sin perder la posibilidad de asumir la parte que le corresponde en la vida social.¨(Fin de cita).

Generalmente cuando se habla de anarquismo en nuestro medio, se hace de manera despectiva, pero no porque se conozcan sus ideas, su filosofía, sus planteamientos, sino porque en nuestro medio los pocos que se autodenominan marxistas, ni siquiera conocen a Marx, sino que los manuales, ya no digamos el pensamiento de Rosa Luxemburgo, de Gramsci, de los socialistas utópicos, etc.

Para un intelectual político y revolucionario, pienso yo, que es necesario no quedarse, no conformarse con las lecturas de Marx o de Lenin, ya no digamos con el maestro de muchos políticos modernos, como el tal N. Bobio que, no es ni siquiera revolucionario. Y por otra parte, atender a la realidad y ser creativos, esto es, aprender a pensar y proponer sus ideas, pueden ser aceptadas o no. Pero eso es lo menos importante, por eso, cito a Kropotkin, alguien que ha sido ignorado a pesar de tener gran racionalidad y actualidad en su pensamiento.

Adiós muchachos, los quiero mucho, pero por favor cultívense!

LA PROMOCIÓN CHE GUEVARA 1971

Mi tata me decía que desde chiquito siempre fui un cuerudo, era su manera de alentarme cuando le contaba los intentos que había hecho por incitar ex-compañeros a organizar una reunión, como lo hacen varias promociones de otros años, pero no encontraba entusiasmo y le decía que una golondrina nunca hace verano.

He tratado de reunir y revivir los restos de la vívida unión y entrega que mostró el Quinto Curso del Instituto Nacional del año escolar 1971. Estoy seguro que si esa Promoción no fue única, al menos es imposible duplicarla. Pero entonces, en 1971, era la primera vez que se vio algo así en todo El Salvador.

Una Promoción de secundaria que por primera vez en la historia de El Salvador, estremeció las principales arterias y calles de San Salvador con protestas y demostraciones públicas. Nunca antes el estudiante de secundaria había protagonizado disturbios en la nación, hasta entonces eso era territorio exclusivo de los universitarios.

Una Promoción que había escogido democráticamente y desafiantemente el nombre que simbolizaba Revolución y Socialismo: Che Guevara. Una Promoción que decidió, democráticamente, y por primera vez en la historia del Instituto Nacional, presentarse a los actos de graduación en uniforme, y no con el tradicional “traje entero”. Una Promoción, en fin, que decidió ser la primera en negarse a estrechar la mano a un Ministro de Educación, y al Director del Instituto, don Chalo, durante la entrega de títulos.

Una Promoción rebelde, estudiosa, pero más madura políticamente, y con un casi perfecto liderazgo… como ninguna otra… esa fue la Promoción 1971 “Ernesto Ché Guevara” del Instituto Nacional “General Francisco Menéndez”… y que honrosamente soy parte de ella Quiero hacer un homenaje a esas 500 góndolas del 71…, y a los nuevos bachilleres de mi terruño que, como mi Promoción hace 36 años, terminan sus estudios de secundaria…

¡Felicidades, y mucho ánimo compañeros bachilleres…!

UN DÍA DE GRADUACIÓN

La Huelga de ANDES 21 de Junio
1971 fue un año turbulento, el magisterio nacional sindicalizado en A.N.D.E.S 21 de Junio, había decretado huelga nacional por mejoras en beneficios y la Ley del Escalafón.
Era la segunda huelga de maestros (la primera en 1968) contra el gobierno del Presidente tapón Sánchez Hernández. Pero en 1971 tapón reprimió la huelga y apresó a Mélida Anaya Montes, líder de ANDES… consecuencia de ésto vinieron las manifestaciones, masacres, y aprisionamiento durante el resto del año.
La planilla de docentes en el Instituto Nacional estaba partida, la mayoría apoyaba el paro, pero una minoría, y entre ellos el director don Chalo, no apoyaban la huelga. No se podía ser entre camagüe y elote, por lo que don Chalo fue tildado de “pecenista”, y en esos días era suficiente para ser odiado, hostigado y hasta se le echaba bola negra. Entonces un día en el mes de Julio la bola se comenzó a regar en el plantel de salir a la calle en manifestación en apoyo de los maestros.
Increíblemente nadie se ahuevó y casi todos salimos a las 10 de la mañana a organizarnos. Aunque la principal razón de apoyo se pensaría era para irse a la casa, fue realmente asombrosa la respuesta al llamado; por supuesto, algunos se fueron para sus casas, pero la mayoría respondió a la convocatoria y fue al desfile. Había entre 5-10 líderes salidos de la nada, que nadie había nombrado, pero que imprimieron disciplina y organización hasta el Día de Graduación.
500 futuros bachilleres liderando a casi dos mil estudiantes de otros cursos, todos bien uniformados, la mayoría chavos y chavas virguitos, quienes salieron gritando a todo pulmón por la 25 Avenida Norte “-gorilas, hijosdeputa, los estudiantes somos vergones… che, che, che, che…
La manifestación llegó al Central de Señoritas por el Hospital de Maternidad, pero la directora y el personal echaron candado a los portones y aunque las chavas querían salir, no pudieron… entonces nos dirigimos al Anexo del Central de Señoritas, situado entonces en el edificio que hoy aloja la Alcaldía Municipal de San Salvador y que antes de llegar a ser Anexo, fue el caserón que hospedó al Instituto Nacional por años.
En 1971, el Instituto Nacional aún no era llamado INFRAMEN, sino así: Instituto, o Nacional, a secas, y la prensa nacional lo refería como las siglas de cobre en el cuello del uniforme: IN. Para nosotros INFRAMEN era el nombre del periódico mensual que teníamos intramuros.
Al llegar al antiguo caserón del Anexo del Central de Señoritas ¡increíblemente!, las chavas con su uniforme color blanco, como candelitas de yeso, nos esperaban afuera organizándose en fila india sobre lo que hoy es Avenida Juan Pablo Primero.
¡Qué belleza!, el estrógeno ruge en las cuzcatlecas, crema y nata de la adolescencia femenina salvadoreña, capitalinas de clase media y baja en sus 13,14, y 15 años, todas en el otrora Plan Básico, esperándonos organizadas afuera para ir hacer bulla en apoyo de los maestros salvadoreños. Muchas de ellas caerían durante la sublevación mestiza contra la Patria del Criollo en los 80s.
El desfile era ya respetable y nos dirigimos al Palacio Nacional haciendo trabazones por todos lados. En el Palacio Nacional hicimos sentada y un minuto de silencio en pleno mediodía de ese día de Julio… y eso fue todo, luego nos dispersamos y calabaza, calabaza, cada quién pa su casa… y al llegar a casa pues a gritar a todo pulmón “mamá tengo hambre”.
El gobierno acusó a organizaciones de la Universidad Nacional de haber organizado esa manifestación, yo puedo hoy afirmar que eso fue falso, nosotros decidimos desfilar por voluntad propia, nadie nos dio paja, fue como un inevitable huracán de hormonas haciendo bulla en San Salvador. Hicimos dos manifestaciones más y la segunda fue porque don Chalo quiso reprimir y vengar las protestas prohibiendo a los líderes entrar al plantel a clases.
Ese día todos suspendimos clases para apoyarlos, hicimos un pequeño mitin en la entrada, cerrando la calle por supuesto, y decidimos salir en manifestación de nuevo pero debido más que todo a que se estaba haciendo chapupa eso de las manifestaciones, y segundo el motivo, ¿porqué y para qué?, la huelga de maestros había terminado hacía unos días, por el desfile que rápidamente se armó fue pequeño, quizás 600 compañeros, pero no menos bulliciosos, y nos gustaba el jelengue.
Las manifestaciones generalmente se dirigían a la plaza Libertad… pues hacia allí desfilamos esa mañana… y llegamos sin problema dos horas después… “pero al momento llegó un bus gris lleno de cuilios que se paró en el lado sur del parque intimidándonos, con este primer movimiento de la chota la mayoría salió escupida corriendo para sus casas, pero entre 75-100 estudiantes nos quedamos y continuamos oyendo a nuestro líder que subido en el monumento gritaba contra el imperialismo yanqui y el imperialismo inglés. la cuilia hace amague de salirse del bus pero los compañeros no se achican… la animala se abalanzó sobre nosotros y fue cuando salimos todos en guinda…” (extracto de un diario personal)

Viernes 2 de Junio de 1972
Finalmente todo culminó con la sangrienta manifestación del 15 de Septiembre de 1971. Luego llegaron los privados en Diciembre, la fiesta de graduación en Enero/72, el examen de admisión en la Universidad Nacional en Febrero… y finalmente la graduación el dos de Junio.
Ya habíamos decidido desde Septiembre que no íbamos a presentarnos en “traje de gala” como se acostumbraba, sino uniformados, y ese mismo día decidimos ponerle nombre a la promoción lo cual cuento desde mi punto de vista en el pasaje de Don Chalo. Sin embargo, no se nos permitió poner el nombre de la Promoción en la tarjeta de invitación al acto, solamente se nos permitió escribirlo críptico, difícil de leer, en la escarapela de la Promoción presentada.
Tradicionalmente los nombres de graduaciones de bachilleres en los centros de estudios llevaban nombre de profesores, ex-profesores, ex-estudiantes, o algún notable… nosotros decidimos quebrar esa tradición y votamos en mayoría por llamarnos Promoción Che Guevara.
El cine o teatro Popular, o “el Pulgoso”, como le llamábamos en mi barrio por el vergo de pulgas, chinches y telepates que se traían de allí, era el cine más barato de San Salvador hasta 1966. Era de pura madera y lámina, sucio, maloliente, gradas de madera, como en los circos, y letrina de fosa; también se organizaban matinés de lucha libre y boxeo profesional, el edificio era cuadrado y por el dolor de nuca después, era paloma quedar en los lados, pero eran las tablas más baratas, pues las sillas de “ringside” no había butacas aún allí estaba fuera de mi alcance. Hasta mis 10 años, en este cine vi decenas de películas, triples por cinco centavos los domingos a la 1 pm. eran mis favoritos aunque saliera con un espantoso dolor de cabeza y nuca.
El cine Modelo, México, Cápitol, América y el Pulgoso era la diversión de la currunchunchún de San Salvador en los años 50s y 60s, pues la televisión era inalcanzable.
El Pulgoso fue demolido en 1966, y en su lugar se construyó el precioso cine Libertad, yo entré por primera vez un inolvidable 28 de Diciembre de 1967 a ver la película el Gran Escape cuando una reventazón de cuetes nos sacó espantados del cine. Los puestos de pólvora enfrente del cine habían agarrado fuego, y mi madre tenía puesto allí, cuando salía en carrera del cine vi a mi madre corriendo a mi encuentro, ¡fue el momento más feliz de mi vida!… Pero mi madre, que murió un año después, en 1968, ya no estaría en el cine Libertad para mi graduación de bachiller en 1972.
En la mesa entregando los diplomas estaban la Ministro de Educación Licenciada Antonia Portillo de Galindo, el profesor Humberto Perla Flores, el subdirector Mario Aguilar, y el director Gonzálo de Jesús Hernández, el popular don Chalo (son los nombres que escribí en mi diario, pero estoy seguro habían otros maestros y ex-maestros). La entrega de diplomas se hizo en orden alfabético, de la A-LL, y M-Z.

El Rechazo

Entonces algo que no habíamos acordado comenzó a suceder, los primeros estudiantes en subir a recoger el diploma entregado por la Ministro Galindo le dejaban la mano tendida, no sólo a ella sino también a don Chalo, sólo estrechaban la mano al burrito Perla y los otros maestros.
Aunque no eran todos pues algunos si estrechaban manos con ellos, la mayoría no lo hacía, ignoraba a los dos a propósito. La Ministro y don Chalo se veían totalmente ahuevados y sin saber que hacer… Yo tampoco tenía idea que putas iba hacer cuando llegara mi turno de subir al estrado, pues de ésto no se había hablado. Le pregunté a mi gran alero a la par, aquél también estaba asombrado y dudoso… había un ronroneo entre la mara, y cuchicheo entre los familiares en las filas de atrás… al terminar la letra LL, don Chalo paró la entrega y dio un receso de 15 minutos.

Fue entonces cuando nuestro máximo líder prácticamente asaltó el estrado y agarró el micrófono de la mesa, un profesor trata de detenerlo, pero él simplemente lo ignora, don Chalo le dice algo al oído pero él se niega a regresar el micrófono y comienza más o menos así (esta parte la escribí en mi diario): “compañeros, a pesar de la represión de la dictadura y la represión de la dirección del Instituto tratando de detenernos, nada ha podido evitar que hoy nos graduemos, así como nada ni nadie detendrá a nuestro pueblo en su lucha por su libertad…” y siguió hablando por alrededor de cinco minutos echándole verga a la dictadura y chinas a don Chalo…, y dramáticamente terminó diciendo “… che Guevara, hoy te saludamos, ¡Viva El Salvador libre!”, levantando el puño izquierdo en alto.
Los familiares estaban confusos y muchos parecían horrorizados.La señora Ministro de Educación Portillo de Galindo se levantó con muestras claras de hallarse emputada y se despidió del evento.
Yo sentí un gran alivio. Una semana después el Ministerio de Educación anunciada la prohibición de nombres a las promociones en los planteles nacionales… Pero yo sí le di la mano a don Chalo… Aunque no se la hubiera dado a la Ministro… Era una Ministro fraudelanta.
OCTUBRE/2007

La generación patria o muerte en El Salvador

Creo que hay una “Generación Patria o Muerte” en El Salvador. Está formada por aquellos que nacimos a fines de los treinta y principios de los cuarenta en el siglo veinte y que soñamos con la inevitabilidad de la revolución social.

El 4 de marzo, recién pasado, se conmemo-raron los 50 años de la explosión, en los muelles de La Habana, del barco francés La Coubre. La Revolución cubana era muy joven. Había comenzado un año antes con el triunfo de los rebeldes de Fidel Castro sobre el ejército del dictador Batista.

Al día siguiente, en el funeral de los centenares de muertos por este indudable sabotaje homicida urdido para amilanar a los revolucionarios cubanos, un fotógrafo –Alberto Korda- tomó la célebre foto del Che Guevara que, durante varias décadas, ha decorado o ilustrado múltiples expresiones políticas y culturales.

La foto estuvo en la portada del primer Diario del Che en Bolivia, que publicó la Editorial Siglo XXI y que compré apenas salió en México, en julio de 1968, estando de paso por esa ciudad, en los días en que una celebración del aniversario del comienzo de la rebelión de Fidel Castro -el 26 de julio de 1953, dio lugar a disturbios que culminaron en octubre de 1968 con la “matanza de Tlatelolco”.

En el mismo acto en que fue tomada la famosa foto del Che, Fidel Castro con indignación y resolución pronunció por primera vez el concepto que después tomó la forma de “Patria o Muerte: venceremos”.

Muchos jóvenes, principalmente de América Latina, éramos en 1960 admiradores de la Revolución Cubana y su fogoso dirigente. Podría decirse que había una Generación Patria o Muerte de revolucionarios e izquierdistas de El Salvador. En 1960 se dieron en el país hechos políticos que estuvieron a punto de abrir paréntesis y alimentar esperanzas. El gobierno militar de José María Lemus se deterioró en pocos meses y entró en un período de gran represión política.

Entonces se configuró la Generación Patria o Muerte. La dirigencia estudiantil universitaria y los políticos de izquierda movilizaron a la población y en tres meses –de agosto a octubre de 1960- derrocaron al gobierno militar de Lemus, por medio de un movimiento cívico-militar que tuvo como fuerzas concurrentes a sectores de izquierda y a grupos ligados el antecesor de Lemus, el también militar Oscar Osorio.

Esa generación universitaria Patria o Muerte era variopinta. La dictadura homogenizaba a todos los opositores políticos como comunistas; pero había de todo. La Generación Patria o Muerte incluía a Miguel Sáenz Varela, Manlio Argueta, Roberto Armijo, Roque Dalton, Ivo Alvarenga, Albino Tinetti, Eduardo Badía Serra, Josefina Guirola, Guadalupe Flores, Mario Moreira, Tomás Guerra, Eduardo Castillo Urrutia, Gustavo Pineda Marchelli, Miguel Parada, Antonio Osegueda, Roberto Góchez, Víctor Marroquín, Santiago Ruiz Granadino, Alfredo Castro Quezada, Manuel de Paz, Manuel Gavidia, Ernesto Ramírez Guatemala, Joaquín Figueroa Villalta, Félix Villatoro y muchos más.

Schafik Handal, Juan José Vides y Mario Flores Macal eran un poco mayores. Raúl Castellanos Figueroa, Rodrigo Antonio Gamero, Jorge Arias Gómez y Roberto Castellanos Calvo tenían aún más años; pero con todos ellos interactuó la Generación Patria o Muerte. Muchos nombres quedan en las gavetas escondidas de la memoria. Que me perdonen.

Cantábamos la Marcha del 26 de Julio, recitábamos Patria Exacta de Osvaldo Escobar Velado, lo mismo armábamos un mitin relámpago que entonábamos una canción de la República Española. Insultábamos a Francisco Franco y recitábamos: “Valiente la Policía/orden de los coroneles/ en la hora más amarga/mataron a dos mujeres”.

Todos tuvimos algo que ver en la caída de Lemus el 26 de octubre de 1960 y casi todos creímos que había llegado el tiempo de Patria o Muerte a El Salvador. Quizá ilusamente creíamos que la Universidad era como el país o viceversa.

En 1960 solamente existía la Universidad de El Salvador y todos los mencionados pasaron por las aulas de las facultades de la Universidad. La primera universidad privada, la UCA, se fundó en 1965 con base en una Ley de Universidades Privadas que aprobó la Asamblea Legislativa durante el Gobierno del Coronel Julio Rivera.,

El tiempo pasó. Los jóvenes universitarios de la Generación Patria o Muerte comenzaron a diferenciarse. Unos se hicieron social demócratas de apariencia o de corazón, otros hicieron aflorar su arraigado anti-comunismo, unos optaron por la Dolce Vita (por cierto también este año se cumplen 50 años de esa señera película de Fellini), unos se volcaron a terminar sus estudios, muchos murieron y algunos siguieron en la izquierda y aún luchan por un país con democracia, justicia social y dignidad para todos.

Quizá el saldo humano más reconfortante para los luchadores sea que en la Generación Patria o Muerte ha habido revolucionarios de toda la vida, que lo fueron desde antes del Concilio Vaticano II y han continuado como revolucionarios después de la caída del Muro de Berlín. Algunos de ellos, han proyectado sus luchas a través de sus hijos y de las siguientes generaciones.

Se me ocurre, como evidencia gráfica de la vigencia de lo que se sembró hace 50 años, recordar una fotografía del día cuando cayó el Coronel Lemus, el 26 de octubre de 1960. La foto recoge el instante en que Roque Dalton sale de la Penitenciaría Central, donde lo tenían secuestrado y desaparecido, y el compañero solidario que está a su lado dándole la bienvenida a la libertad es Eduardo Badía Serra, quien hace 50 años era un dirigente estudiantil del frente revolucionario de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de El Salvador y ahora es Vice Ministro de Educación.

Pasados 50 años de estos hechos recordados, puede concluirse que la marcha ha sido larga. Lo que actualmente vive El Salvador –en sus esplendores y en sus miserias- tiene largas raíces. Lo que importa es que las generaciones jóvenes asuman con pasión la esperanza de un mundo mejor. Algo queda y, sobre todo, la esperanza no muere.

¿Tenemos ahora, en El Salvador, el equivalente a la Generación Patria o Muerte?

Las maniobras de la política tradicional no acallan las protestas de Brasil

Del blanco al negro. De la derecha a la izquierda. Los vaivenes de las revueltas de Brasil siguen desconcertando al mundo y a los propios brasileños. El lunes 17 de junio explotó una oleada de revueltas masivas con un grito plural que excedía la petición inicial de bajar 0,20 centavos el precio del transporte público. “Esto no es por 0,20 centavos”, se oía en las calles. Por primera vez, los gritos apartidistas se escucharon en la calle de forma contundente.

El jueves 20, los grandes medios de comunicación y grupos conservadores se incorporaron a las protestas dirigiendo el foco contra el Gobierno de la presidente Dilma Roussef. Tras tres días de pánico, en los que en círculos izquierdistas se llegó a escuchar que existía un golpe de Estado, todo volvió a cambiar.

A partir del martes 24, los movimientos sociales y la izquierda política clásica se incorporaron de nuevo a las protestas. Las asambleas políticas que empezaron a consolidarse en las calles y plazas de todo el país atrajeron a los movimientos populares y alejaron a la derecha. La reacción macropolítica de Dilma Rousseff lanzar la propuesta de un plebiscito constituyente y aprobar algunas leyes concretas también alejó a los grupos más conservadores de las protestas. Pero las protestas no paran. En Río de Janeiro está convocada una manifestación alrededor del estadio Maracanã, mientras Brasil y España jueguen la final de la Copa de Confederaciones.

Sin embargo, las lecturas izquierda-derecha no explican lo que está ocurriendo en Brasil. Las explicaciones macro tampoco reflejan lo que se está cocinando en las calles y las redes de Brasil. Los detalles micro son, en estos momentos, las mejores metáforas para acercarse a un ecosistema social mucho más complejo. El lenguaje corporal de las calles desmiente las versiones oficiales. Y los mensajes emotivos en las redes sociales y la letra pequeñas de algunos manifiestos hablan claro sobre un nuevo movimiento social brasileño, horizontal y transversal, que todavía no tiene nombre.

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1. Una ocupación pacífica de una asamblea municipal. La Cámara Municipal de Belo Horizonte Cámara legislativa del vital tercer colegio electoral de Brasil está ocupada desde la mañana del sábado por una multitud. Durante un momento del streaming, realizado por PosTV.org, la multitud cantó una canción que Chico Buarque compuso contra la dictadura (y que la censura no entendió): “A pesar de ti, mañana será otro día”.

A diferencia de otras ciudades que ya han conseguido bajadas en la tarifa del transporte público, la mejora del transporte público en Belo Horizonte todavía es una causa común. Hay otras muchas peticiones. La Assembleia Popular Horizontal de Belo Horizonte congrega a miles de personas bajo el viaducto del barrio de Santa Teresa y ya es la más sólida de Brasil. El deseo de participación política, mientras el poder público no aparece, ya cuaja en formatos horizontales en el espacio público de todo Brasil.

2. Un cartel en el que cabe todo. En el medio de la fotografía que The New York Times incluye en The Signs of the Brazilian Protest, tomada en Recife el día 20, hay un cartel que pasa casi desapercibido. Está, además, cortado. Casi con toda seguridad dice “hay tanta cosa equivocada que no cabe en este cartel”. Los medios del mundo han intentando identificar los gritos y peticiones concretas de los carteles. Pero han ignorado algunos que eran, tal vez, más sintomáticos.

En las calles de São Paulo se han podido ver carteles como “Todavía no tengo frase para llenar este cartel”, “En este cartel caben todos los gritos” o “Salimos de Facebook”. En un país poco dado hasta ahora a protestar en las calles, empuñar un cartel vacío revela un cambio de actitud vital. En su texto Deliciosa oportunidad de cuestionar los mitos, Theoronio de Paiva afirma que las revueltas tiran por tierra todos los mitos fundadores de Brasil: “Mucho tiempo de falta de conciencia política produjo una herida abierta descomunal”.

Derrumba el mito del pueblo “indolente, perezoso e sin carácter” del héroe nacional Macunaíma, un personaje creado por el escritor modernista Mário de Andrade. También derriba el mito del “hombre cordial”, que nunca dice no y negocia evitando el conflicto, metáfora acuñada por el sociólogo Sérgio Buarque de Holanda en 1936. Un cartel en blanco, con una actitud reivindicativa, despedaza los cimientos imaginarios de Brasil. Es un precipicio que abre la construcción de una nueva narrativa de país.

Retrato n.1 Povo acordado e suas 1000 Bandeiras from Edu Yatri Ioschpe on Vimeo.

3. Una mujer aguantando gritos no partidistas. Hasta el pasado 17 de junio, escuchar gritos apartidistas en una manifestación era algo casi inédito en Brasil. El vídeo Retrato n.1 Povo acordado e suas 1000 Bandeiras es la metáfora más cruda del choque de mundo. Muestra cómo una mujer de 57 años aguanta los gritos de una multitud enfurecida contra las banderas de los partidos políticos. Ellos gritan: “Oportunista”, “es politiquería”, “aquí nadie tiene siglas”, “quema la bandera”. Ella resiste: “No comencé hoy”, “lucho por la revolución socialista”, “tengo conciencia política”. El 17J se abrió una brecha contra el sistema de partidos. Pero también una resiliencia adaptación, mutación del descontento. Se empezó a diferenciar entre “apartidistas” (sin partido) y “antipartidistas”, como alguien que reacciona con violencia frente a los partidos. Se legitima lo apartidista pacífico y se critica lo antipartidista radical.
Asamblea en Brasil / Foto: Bernardo Gutiérrez

Asamblea en Brasil / Foto: Bernardo Gutiérrez

Asamblea política en la avenida Paulista de São Paulo. Fotografía: Bernardo Gutiérrez.

4. Un izquierdista sin bandera. Martes 24, 19.30 horas. Vano del Museu de Arte de São Paulo (MASP). Una asamblea temática titulada Democracia en los medios congrega a unas mil personas. Cualquiera puede hablar. Basta empuñar un micrófono. De repente, sube al pequeño palco montado Danilo (no dice su apellido), miembro del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), histórico movimiento que hasta entonces no ha entrado en las protestas. Un matiz vital.

Danilo afirma que está como ciudadano. Y no lleva bandera del MST. El detalle anticipó el cambio de estrategia de los movimientos y partidos de izquierda. Intentar participar en las manifestaciones con banderas fracasó. Incorporarse a una nueva gramática social agregadora y horizontal de forma diluida, como hizo Danilo, pasa a ser el nuevo camino. Los militantes de izquierda ya conviven con el deseo apartidista del nuevo movimiento en las asambleas populares de Río de Janeiro, São Paulo, Campinas (São Paulo), Porto Alegre, Belo Horizonte, Vitória y Jõao Pessoa, entre un largo etcétera.
Movilizaciones en Facebook

Movilizaciones en Facebook

5. Perfiles de apoyo a Dilma Rousseff. A partir del viernes 21 de junio, cuando grupos conservadores se incorporaron a las protestas y los grandes medios dirigieron el descontento contra el Gobierno de Dilma Rousseff, una oleada solidaria sacudió la red social Facebook. Muchísima gente cambió su fotografía de perfil por un avatar colorido diseñado para la campaña presidencial de Dilma Rousseff. También se veían muchas camisetas con el mismo diseño.

6. Policías que se unen a los manifestantes. Las imágenes de la dura represión de la Policía Militar (PM) en São Paulo o Río de Janeiro que expandieron las revueltas han dado la vuelta al mundo. Sin embargo, las escenas de la no violencia, siendo mayoritarias, no han circulado tanto. La Policía Militar de São Paulo se unió en algunos momentos a las protestas. Una joven intentó besar a un policía militar en Río de Janeiro.

El vídeo en el que un presunto policía de paisano arroja su arma al fuego, ha circulado bastante. Aunque no se pueda comprobar su veracidad, lo interesante es el intento de construir un relato agregador que rompe el antagonismo entre manifestantes y fuerzas de seguridad. La fotografía del colectivo Mídia Ninja en la que una pareja se acaricia bajo el clima bélico de Belo Horizonte también es un contraataque narrativo de las calles tomadas.

7. La revolución de arriba contra el 99%. Los grandes medios han dado gran relevancia a la reacción del Gobierno de Dilma y del Congreso brasileño a las revueltas. Cierto: en pocos días se han aprobado varias leyes. El fin del voto secreto de los diputados o la destinación de los beneficios del petróleo a educación y salud. También se anunció a bombo y platillo la búsqueda de un pacto para mejorar la movilidad urbana.

Un detalle pasó desapercibido: la negociación inicial fue exclusivamente con el Movimiento Passe Livre (MPL), que convocó las primeras manifestaciones. El MPL, en una carta abierta a Dilma, dejó desconcertado a un Estado que busca a los líderes concretos de una revuelta coral cocinada descentralizadamente: “Esperamos que esa reunión marque un cambio de postura del Gobierno Federal, que se extienda a las otras luchas sociales: a los pueblos indígenas, a las comunidades afectados por desalojo; a los sin techo; a los sin tierra”.

Que el Estado intenta acoplarse a las protestas y apropiarse de su energía es un hecho. Dilma ya se ha reunido con líderes de diferentes colectivos. ¿Conseguirá el Gobierno canalizar peticiones y apagar el fuego de una revueltas que en muchos casos critican a Gobiernos e instituciones locales, regionales o incluso supranacionales?

La fagocitación vertical de los movimientos sociales tampoco es ninguna novedad en Brasil. El expresidente Getúlio Vargas instauró en 1940 el Primero de Mayo (día del trabajador) y la subida del salario mínimo en actos populistas en estadios de fútbol. Salvando la distancia, los militares brasileños y parte de la prensa acostumbran a referirse al golpe de 1964 como la “revolución brasileña”. ¿Conseguirá el Estado fagocitar el espíritu de las revueltas? Que el propio Passe Livre, que se declara apartidista y confiesa sus influencias zapatistas, no se considere líder cambia en parte las reglas del juego. Debajo del pasamontañas no estamos nosotros, están ustedes (frase del subcomandante Marcos). Son el 99%.

Dagoberto y Jonás

25 de Junio de 2013 El Dagoberto del título, como ustedes supondrán, es Dagoberto Gutiérrez: una persona a la que muchos admiran por su talante reflexivo, su trayectoria política y su condición moral. Jonás, claro está, es Jorge Meléndez: uno de los presuntos asesinos del poeta y revolucionario Roque Dalton.

La historia siempre nos depara sorpresas, giros que sacuden las imágenes que nos habíamos formado de ciertos hechos y ciertas personas. A Gutiérrez se lo ha visto en los últimos años como una especie de reserva moral de la izquierda y por eso desconcierta su diálogo con una figura que aun no ha clarificado ante la opinión pública un oscuro pasaje de su biografía política.

Hace poco, en una entrevista, pusieron contra las cuerdas a Dagoberto por ese diálogo político que ahora mantiene con Jonás. Felicito al entrevistador, David Ernesto Pérez, por poner en dificultades a una conciencia tan reflexiva. Por un momento, el juego de las preguntas y las respuestas adquirió la dimensión de un diálogo platónico. Pérez, un periodista mayéutico, interrogó a Dagoberto sobre la legitimidad de Jonás como jefe de un partido. Y las respuestas del dirigente del MNP se tambalearon como las ideas de un boxeador al que le han propinado un buen golpe.

Acorralado, Dagoberto armó su defensa y trazó la moderna distinción entre los ámbitos de la moral, la política y la historia. Estas dimensiones pueden separarse analíticamente con el propósito de hacer juicios relativamente objetivos y cálculos políticos realistas. Pero un político sabio nunca olvida las implicaciones éticas de sus juicios y cálculos prácticos. Para Gutiérrez, además, el asesinato de Dalton –como la revolución rusa y el asesinato de Trotsky– ya es un hecho histórico cuyo análisis no debería mezclarse con la moral ni afectar las decisiones que hoy nacen de una política ajena a la pureza. Si esto es así, y no lo malinterpreto, Dagoberto piensa de modo semejante a Mauricio Funes y como muchos dirigentes del FMLN.

Para que Gutiérrez advierta la complejidad del caso, le recomendaría que se acercase a los familiares del poeta y les dijera que su asesinato ya es un hecho histórico, un fenómeno del pasado que debe analizarse con el lenguaje de las ciencias sociales. Está claro que los familiares de la víctima no admitirían de buena gana “ese punto de vista restrictivo” porque para ellos esa muerte, aunque ya sea un hecho histórico, es un duelo que permanece vivo y que se renueva al ver la vida pública de los presuntos asesinos. Ni el cálculo político realista, ni el análisis sociológico, ni las precisiones jurídicas (siempre tan relativas y modificables) pueden negar la existencia y la actualidad de ese duelo familiar y el conflicto que plantean sus demandas de justicia.

Por otro lado, Roque Dalton es un mito y aunque la muerte del mito pueda localizarse en un punto del tiempo histórico siempre es una muerte que sucedió ayer mismo y por la cual el pueblo guarda un luto colectivo que se renueva cada mes de mayo. Esto trasciende el derecho y los juegos de poder para ubicarse en otra dimensión. El tiempo del mito es otro. Quienes asesinaron al poeta se echaron encima una losa de cuyo peso simbólico va a ser bastante difícil que escapen. Todos los protagonistas de aquel crimen, los que siguen teniendo una vida pública, saben que el asesinato de Dalton los ha dejado medio muertos, por mucho que ahora destaquen en su nuevo rol de consejeros del príncipe o de fundadores de partidos políticos.

Y hay algo más. Quienes participaron en aquel asesinato no han podido salir airosos y limpios del fango en que ellos mismos se metieron. En vez de aclarar los hechos y asumir con nitidez sus responsabilidades se han dedicado a enturbiar las aguas del asunto, posiblemente con el objetivo de salvar sus ambiciones de poder. Si el duelo por Dalton se vuelve contra ellos es porque tampoco han sabido asumir la verdad y las consecuencias de lo que hicieron ante la familia del poeta y ante el pueblo. Cuando Meléndez nos dice que la muerte de Roque fue un proceso y no un asesinato revela que, muchos años después del crimen, no está dispuesto a asumir la verdad.

En el mejor estilo sofista, Jonás nos quiere presentar la muerte de Roque como si hubiera sido la culminación de “un proceso legal revolucionario”, como si hubiera sido la ejecución emanada de un órgano de la justicia popular. Tal como hizo el nazi Adolf Eichmann, el antiguo dirigente del ERP diluye su responsabilidad personal en la decisión colectiva y los procedimientos institucionales. Se le puede preguntar a Dagoberto ¿Qué confianza merece un político que ante un asunto tan complejo es capaz de auto-engañarse con triquiñuelas de abogado?

Aquí no se discute si Jonás tiene principios –seguramente los tiene–, se discute cómo daña a sus principios y a su legitimidad moral como político el que no haya clarificado públicamente su participación en el torticero asesinato de Roque Dalton.

Lamento que el líder del MNP repita las mismas palabras de Joaquín Villalobos y hable de este caso como de “un error”. Llamar error a lo que pasó en mayo de 1975 es un eufemismo, un intento de maquillar lo que en verdad fue una acción torticera. Eso que Dagoberto llama “error histórico” y que Meléndez denomina “proceso” no fue más que un turbio, alevoso y vulgar asesinato político; uno de esos crímenes que a veces perpetran los mafiosos o los pistoleros, cuando dirimen quién es quién en sus jerarquías internas de poder. Para justificar el crimen previsto, los asesinos montaron la pantomima de un juicio. Stalin, el oscuro, también montó juicios –con sus pertinentes acusadores, defensores y acusados– para darle una pátina legal a la eliminación física de sus adversarios políticos. A los dudosos juicios estalinistas también se les llamó “procesos”. Con las elegantes y neutras palabras se pueden dulcificar los más oscuros crímenes.

Quienes decidieron y ejecutaron la muerte de Dalton y de Pancho habían caído en un profundo agujero moral. Aquellos años dentro del ERP son dignos de ser trasladados al universo de la novela negra: se inició la caza de los miembros de la RN; los cazadores también se mataron entre ellos, así murió Vladimir Rogel; otro de los asesinos de Dalton, anticipando que también lo eliminarían, huyó con el dinero de los secuestros. Díganme ustedes, si no había algo ahí que estaba profundamente podrido y que no merece ennoblecerse con palabras como “error” o “proceso”.

No se hace un bien a la historia ni a la conciencia moral de la izquierda ideando subterfugios para eludir la cruda realidad. Me sorprende que a Jorge Meléndez le incomode que se le llame asesinato a lo que fue un turbio asesinato. A nadie le gusta que lo llamen asesino, pero si las cosas fueron así, no hay más remedio que aceptarlo. Peor es matar y después tapar el crimen con mentiras y auto-engaños.

Comprendo que si hay que negociar se negocia, pero sé que no se puede negociar a cualquier precio. Comprendo que hay que negociar, pero también sé que hay negociaciones y negociaciones ¿Qué papel juegan las bases del MNP en la actual conversación con Jorge Meléndez? ¿Participan o son meras invitadas de piedra?

El líder del MNP no quiere que una moral enemistada con el realismo comprometa sus movimientos. El caso es que su oposición al FMLN, en los últimos años, ha tenido un acento ético muy fuerte. De ahí que se mire a Dagoberto Gutiérrez como a una figura “con principios”. Es normal que aquellas personas a las que ha dado esperanzas en la posibilidad de una izquierda “honesta”, ahora se pregunten dónde pone Dagoberto “los principios” hoy que dialoga con un dirigente que no ha esclarecido de forma satisfactoria un pasaje turbio de su biografía.

Como ciudadano no me acaba de convencer el MNP. No sé hasta qué punto es nuevo en realidad. A pesar de eso, creo que las figuras como Dagoberto son necesarias en nuestra izquierda. Lamentaría que por culpa de una mala decisión suya, un sector de sus propios seguidores y de la opinión pública lo acabaran devorando.

¡Frente anticapitalista para avanzar!¡Frente antifascista para evitar el retroceso! (Declaración política del PCB)

La opción de los gobiernos del PT por La gobernabilidad institucional burguesa y por “neo-desarrollismo” capitalista es el principal responsable de la explosión de indignación de sectores heterogéneos de la sociedad brasileña.

La opción por las alianzas con la derecha para garantizar la gobernabilidad hace del gobierno rehén de estas fuerzas conservadoras, llevando a que, en diez años, no se produjera ni siquiera una medida de naturaleza socializante. Por el contrario, el propio sector petista del gobierno fue el protagonista de las medidas de carácter antipopular y contrarias a los trabajadores.

Los resultados de esto son la reanudación de las privatizaciones a gran escala, la reforma de las pensiones y la imposición de complementar la pensión de los funcionarios públicos (FUNPRESP), la generalización de las particiones público-privadas, la entrega de nuestras reservas de petróleo, la opción por el agronegocio –en detrimento de la reforma agraria y la agricultura familiar–, por el sistema financiero y los grandes monopolios, la exención de impuestos al capital y la precarización del trabajo (creando más y peores empleos), la política de superávit primario con el desmantelamiento de los servicios públicos, el endeudamiento creciente de las familias, la falta de perspectiva para la juventud, El descrédito de la política y de los partidos políticos.

En diez años de gobierno, en ningún momento los trabajadores fueron llamados a intervenir de forma independiente y autónoma para cambiar la correlación de fuerzas en favor de medidas de carácter popular y en defensa de sus derechos, atacados por la ofensiva del capital y por la contrarreforma del Estado, bajo mando del petismo, que impuso la cooptación y La desmovilización de la mayoría de los movimientos sociales.

A poco más de un año del fin del gobierno Dilma, y después de haber perdido el contacto con las calles a cambio de permanecer en los gabinetes, vemos el esfuerzo tardío y desesperado de los grupos que apoyan, levantando a toda prisa las tímidas banderas reformistas abandonadas desde La primera toma de posesión de Lula. Este esfuerzo ahora se da en una coyuntura desfavorable para romper la alianza con la derecha moderada y superar la política económica de continuismo neoliberal.

La movilización de la calle, que comenzó por iniciativa popular, está ahora en disputa, pues la derecha intenta secuestrar y carnavalizar el movimiento popular, canalizándolo para sus objetivos. Ésa es recurrente de las clases dominantes, que secuestran los movimientos iniciados por la izquierda y las conducen para el pacto de las élites, como han sido los casos de Directas Ya y Fuera Color.

Valiéndose de la justa indignación de la población con el gobierno, los partidos de su base de apoyo y demás partidos de orden, que manipulan las demandas populares y de los trabajadores con fines electorales y después dan la espalda a estas demandas, la derecha más ideológica y reaccionaria, que no fue comprada por La maquinaria gubernamental del PT, se traviste de apartidista y lanza a las masas desorganizadas y alienadas por los medios de comunicación contra la izquierda socialista, estimulando el desorden para, enseguida, exigir el orden.

Precisan echar de las calles a la verdadera izquierda y sus propuestas revolucionarias, y así apoderarse de las manifestaciones y no tener el contrapunto organizado y popular frente a SUS embestidas desestabilizadoras, que cuentan con el apoyo logístico y la mirada benevolente de sus colegas uniformados en horario de servicio.

En este momento, la hegemonía del movimiento es del campo moralista, antipartidario y “nacionalero” de clase media, con consignas difusas y sectoriales. A esto se suma una comprensible explosión de los sectores de la población hasta ahora invisibilizadas por el discurso jactancioso del gobierno: individuos que, en su mayoría provienen de las comunidades proletarias, cansados de los abusos policiales. Se valen del tumulto para apoderarse de bienes de consumo que codician en los anuncios en la televisión, pero que no pueden comprar.

Las fuerzas fascistas, reducidas en número, pero con el apoyo de los grandes medios de comunicación a su discurso patriotero y antipartidista, se aprovechan de esa tendencia para intentar conducir el movimiento hacia algún tipo de golpe institucional “de masas” y dentro del orden legal, dejado intacto por los gobiernos del PT. Como los golpes con tanques en las calles están desfasados, pueden intentar formas golpistas en el parlamento y/o en el poder judicial o acumular fuerzas para vencer en las elecciones de 2014.

Es como mínimo preocupante la facilidad con la que los participantes en las manifestaciones, ninguna de las cuales de organizaciones de izquierda, atacaron y ocuparon simbólicamente la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro y, en Brasilia, el Palacio Itamaraty y la cúpula del Congreso Nacional. Estos enfrentamientos ocurrieron, en la mayoría de los casos, entre policías uniformados y policías de paisano, incluyendo grupos paramilitares y organizaciones fascistas.

Se anuncia, a partir de ahora, la concentración de las consignas de la derecha en torno a la lucha contra la corrupción y el restablecimiento del orden, roto por un desorden provocado por ella misma. Es necesario recordar que la corrupción es inherente al capitalismo y que, irónicamente, la bandera “contra la corrupción” ya sirvió a la derecha para la elección de Fernando Collor y a la falsa izquierda en los antiguos discursos del PT.

Los sectores de masas que hostigan a los partidos de izquierda aún no perciben la diferencia de estos en relación con los partidos sin rostro que las conducen y que deberían ser objeto de revuelta popular, los que agreden físicamente a los partidos de izquierda son paramilitares, no manifestantes.

La hostilidad contra los partidos de izquierda se ve reforzada, además, por la profunda despolitización y el conservadurismo de un nuevo sentido común que, incluso levantándose contra de los efectos más evidentes del orden capitalista en crisis, se muestra incapaz de ver las determinaciones más profundas de esta crisis, relacionadas con el funcionamiento del propio sistema. Un sentido común conservador impide que se perciba la actualidad y la necesidad de una lucha anticapitalista que apunte a una alternativa socialista y revolucionaria, haciendo que las personas caigan en el movimiento por el movimiento y sin horizontes definidos, lo que ha llevado a un impasse semejante a las manifestaciones similares de los indignados en Europa u Occupy en EEUU.

El “huevo de la serpiente” adquiere visibilidad. Detrás de este movimiento, están también militares de derecha descontentos con el rumbo de la Comisión de la Verdad, el Opus Dei preocupado con la venida del Papa y un conservadurismo religioso que quiere aprovecharse de la situación para hacer retroceder los conquistas de la lucha contra las discriminaciones.

Esta derecha es tan conservadora y pro-imperialista que no acepta ni externalizar el gobierno a las fuerzas reformistas que actúan al servicio de ella, de manera competente y con la ventaja de ser agentes desmovilizadores de los trabajadores y proletarios. Podrán haber, por lo tanto, divergencias en las clases dominantes entre aquellos que, con lucidez, se siente cómodo con los gobiernos del PT, y los que quieren asumir el poder ellos mismos.

Las fuerzas de derecha pueden estarse aprovechando de la coyuntura desfavorable creada en América Latina después de la muerte de Chávez, la vinculación de Colombia con la OTAN y el golpe de Estado en Paraguay, así como la ola de protestas diferenciadas que recorren el mundo, para acabar con la externalización de los reformistas y tomar el poder directamente, a fin de restringir aún más la ya restringida democracia burguesa e imponer la barbarie de un capitalismo sin mediaciones y sin políticas compensatorias, intensificando la explotación capitalista.

Con el agravamiento de la crisis del capitalismo, el imperialismo puede querer descartar la alianza tácita con los reformistas y acabar con la concurrencia hasta ahora consentida. No es una coincidencia el nombramiento de la nueva embajadora norteamericana en Brasil, vinculada al sionismo, la USAID y al Pentágono y que fue embajadora en Nicaragua durante la lucha contra los sandinistas, en Colombia en el auge de la ofensiva de Uribe contra la insurgencia y el movimiento popular, y en Bolivia durante la tentativa de separatismo y de desestabilización del gobierno de Evo Morales.

Hay una tendencia del movimiento a partir de ahora a bifurcarse entre actos convocados por el campo popular y por la derecha, preferentemente en los espacios, fechas y recorridos diferentes. Los frentes con las fuerzas populares y las de izquierda socialista tendrán que ser forjados en la lucha y en articulaciones a partir de los espacios comunes de lucha, de los municipios y de los estados, como condición para posibles unidades nacionales.

El PCB reafirma su línea estratégica basada en el carácter socialista de la revolución brasileña y su oposición a la izquierda en el gobierno petista que no es más que reformista, rehén de la derecha y al servicio del capital. Ante los ataques de los sectores golpistas más a la derecha, cerraremos filas al lado de los trabajadores contra nuestro enemigo común.

No daremos apoyo a cualquier intento de salvar el gobierno Dilma y reafirmamos que de ésta es la responsabilidad mayor por la existencia de protestas y su giro a la derecha, ya que el gobierno en ningún momento hace gestos de un cambio real de su coalición con la burguesía. Por el contrario, vemos que se refuerzan las apelaciones al “orden” y la “tranquilidad” y se anuncia la propuesta de “unidad nacional”, con la convocatoria de una reunión con los gobernadores y alcaldes, iniciativas gubernamentales que sólo preservan el status quo político en degeneración.

Travestida de retirada, la otra solución apuntada para hacer callar el clamor provocado por el estallido de la revuelta –el precio de los billetes de autobús– sólo hace reeditar el mismo principio que mueve al gobierno: aumentar los subsidios para las empresas, desviando fondos públicos para el lucro privado. Tales medidas son vergonzosamente anunciadas en apariciones de tv que unen a PT y PSDB para que, en el monopartidismo bicéfalo hasta ahora dominante en Brasil, nadie aparezca “mal en la foto”, pensando en futuras elecciones.

Nuestra eventual unidad en un frente antifascista coyuntural se dará con identidad propia, responsabilizando al gobierno por los riesgos de fascismo, poniendo nuestras críticas y propuestas tácticas y estratégicas. Quién tiene que ser protegido no es el gobierno, sino los trabajadores, ante el riesgo de retroceso generado por el impasse político de una coalición de fuerzas que los desarmó contra sus verdaderos enemigos, a los que se alió en la ilusión del desarrollo capitalista que se debería hacer lo imposible: satisfacer las demandas de todos (burguesía y trabajadores).

A pesar de la actual hegemonía conservadora sobre el movimiento, está lejos de ser resuelta esta disputa. Pero el fascismo sólo será derrotado y la orientación del movimiento sólo puede llegar a tener una vocación socialista, si se vuelcan en la lucha los trabajadores y el proletariado en general, de forma organizada, a través de sindicatos y movimientos populares combativos y contrarios al orden imperante.

La única manera de abortar el germen fascista es fortalecer una alternativa real de la izquierda socialista para Brasil que abandone las ilusiones de un desarrollo pactado con la burguesía monopolista y el fetiche de un orden democrático abstracto que interese a ambas clases en disputa, reafirmando la necesidad de un gobierno popular.

Para cualquier escenario, de avance o retroceso, el frente de izquierda socialista y anticapitalista debe construir un programa común, formalizar una articulación unitaria, priorizando sus esfuerzos de unidad en acciones en el movimiento de masas, para dejar de ser sólo una mera coalición electoral. Cuando hablamos del frente de izquierda socialista y anticapitalista, no tenemos como criterio exclusivo el registro electoral, sino que incluimos las organizaciones políticas revolucionarias no institucionalizadas y movimientos sociales a antihegemónicos.

El eje central para establecer un diálogo con el movimiento de masas que expresa caóticamente su descontento no puede ser una abstracta defensa del “orden y la tranquilidad” y una continuación de lo misma con “más diálogo”, sino la incisiva declaración de que las demandas por educación , sanidad, vivienda, transporte, contra de los gastos de la Copa, los desahucios, la violencia policial, la privatización desenfrenada y el endeudamiento de las familias, las precarización de las condiciones de trabajo y la pérdida de derechos de los trabajadores no se explican por la afirmación moralista contra la “corrupción”, sino por los efectos esperados de la opción por el desarrollo capitalista y el mito de que el crecimiento de este orden podría llevar al mismo tiempo a los beneficios de los monopolios y a la satisfacción de las demandas populares.

Es hora de decir que la vida no puede ser garantizada por el mercado: sanidad, educación, vivienda, transporte y otros servicios esenciales no pueden ser mercancías, son derechos y deben ser garantizados por los fondos públicos que están siendo utilizados prioritariamente para subsidiar y apoyar los grandes monopolios capitalistas y los grandes bancos.

Este cambio exige superar los límites de esta democracia burguesa que ahora se desenmascara, no una mera reforma política para mantener en el poder a los mismos que siempre mandan, sino el establecimiento de un verdadero gobierno popular que se fundamente en formas de democracia directa y dar voz de hecho a la mayoría de la sociedad y, principalmente, a los trabajadores.

El PCB, que no se intimidados por las amenazas de la derecha, no saldrá de las calles, al lado de las fuerzas de izquierda anticapitalistas y populares y levantará bien alto sus banderas:

– ¡El fascismo no pasará!

– ¡No a la criminalización de los movimientos populares!

– ¡Desmilitarización de la policía!

– ¡Por la nacionalización del transporte público, la sanidad y la educación, bajo control de los trabajadores!

– ¡El petróleo es nuestro!

– ¡Por un frente de izquierda anticapitalista!

– ¡Por un gobierno popular!

Río de Janeiro, 23 de junio 2013

PCB – Partido Comunista Brasileño

Comité Central

Primeras reflexiones

El movimiento iniciado en Brasil como resistencia al aumento de las tarifas del transporte fue sorprendente. Quien diga que alcanza a captar todas sus dimensiones y proyecciones futuras, muy probablemente tendrá una visión reduccionista del fenómeno, presionando la sardina para defender preconceptos, para confirmar sus propios argumentos, sin darse cuenta del carácter multifacético y sorprendente de las movilizaciones.

No vamos a intentar eso en este artículo, sino apenas llegar a algunas primeras conclusiones.

Fue una victoria del movimiento la anulación del aumento; muestra la fuerza de las movilizaciones, aún más cuando se apoyan en una reivindicación justa y posible: tan así que se pudo concretar. Esa victoria, en primer lugar, refuerza que las movilizaciones populares valen la pena, sensibilizan a las personas, hacen que se hable a toda la sociedad y sirven como fuerte factor de presión sobre los gobiernos.

Además de lo anterior, el movimiento puso en discusión una cuestión fundamental en la lucha contra el neoliberalismo –la polarización entre intereses públicos y privados–, sobre quién debe financiar los costos de un servicio público esencial que, como tal, no debería estar subordinado a los intereses de las empresas privadas, movidas por el lucro.

La conquista de la anulación del aumento se traduce en un beneficio para los extractos más pobres de la población, que son los que comúnmente utilizan el transporte público, demostrando que un movimiento debe abarcar no sólo las reivindicaciones que corresponden a cada sector de la sociedad en particular, sino tiene que atender demandas más amplias.

Tal vez el aspecto central de las movilizaciones haya sido el haber incorporado a la vida política amplios sectores de la juventud, no contemplados en las acciones gubernamentales que, hasta aquí, no habían encontrado formas específicas de manifestarse políticamente.

Quedó claro, también, que los gobiernos de los más diferentes partidos –unos más, los de derecha; otros menos, los de izquierda– tienen dificultades para relacionarse con las movilizaciones populares. Toman decisiones importantes sin consulta y cuando se enfrentan con resistencias populares tienden a reafirmar tecnocráticamente sus decisiones –no hay recursos, las cuentas no cierran– sin darse cuenta de que se trata de una cuestión política, de una justa reivindicación de la ciudadanía apoyada en un inmenso consenso social a la que deben darse soluciones políticas para las que los gobernantes fueron elegidos. Sólo después de muchas movilizaciones y de desgaste de la autoridad gubernamental, las decisiones correctas se asumieron. Una cosa es afirmar que se dialoga con los movimientos y otra es enfrentarse efectivamente con sus movilizaciones, más cuando contestan y contradicen decisiones gubernamentales.

Con certeza, un problema que el movimiento enfrenta son las tentativas de manipulación desde fuera. Una de ellas, representada por los sectores más extremistas que buscaron incorporar reivindicaciones maximalistas, de levantamiento popular contra el Estado, buscaba justificar sus acciones violentas caracterizadas como vandalismo. Son sectores pequeños, externos al movimiento, con infiltración o no de la policía. Alcanzan a ser destacados por la cobertura que los medios promueven, pero son rechazados por la casi totalidad de los movimientos.

La otra tentativa fue de la derecha, claramente expresada por la actitud de los viejos medios de comunicación. Inicialmente se opusieron al movimiento, como acostumbran hacer ante toda manifestación popular. Después, cuando se dieron cuenta de que podría representar un desgaste para el gobierno, promovieron e intentaron incidir artificialmente. Fueron igualmente rechazadas esas intenciones por el conjunto de los movimientos, en el que siempre existe un componente reaccionario que se hace presente.

Hay que destacar la sorpresa de los gobiernos y su incapacidad para entender la explosividad de las condiciones de vida urbana y, en particular, la ausencia de políticas dirigidas a la juventud por parte del gobierno federal. Las entidades estudiantiles tradicionales también fueron sorprendidas y estuvieron ausentes.

Dos actitudes se distinguieron a lo largo de las movilizaciones: la denuncia de las manipulaciones intentadas por la derecha –expuesta claramente en la actividad de los medios tradicionales– y sus intenciones de apoderarse del movimiento. La otra, la exaltación acrítica del movimiento, como si él contuviese proyectos claros y de futuro. Ambas son equivocadas. El movimiento surgió a partir de reivindicaciones justas, compuesto por sectores de jóvenes, con sus actuales estados de conciencia, con todas las contradicciones que un movimiento de esas características contiene. La actitud correcta es la de aprender del movimiento y actuar junto a él, para ayudarlo a tener una conciencia más clara de sus objetivos, de sus limitaciones, de las intenciones de ser usado por la derecha y de los problemas que originó, así como llevar adelante la discusión de sus significados.

El significado completo del movimiento va a quedar más claro con el tiempo. La derecha se interesará en sus estrechas preocupaciones electorales. Los sectores extremistas buscarán interpretaciones acerca de que estaban dadas las condiciones de alternativas violentas, aunque esto desaparecerá.

La más importante son las lecciones que el propio movimiento y la izquierda –partidos, organizaciones populares, gobiernos– saquen de esta experiencia. Ninguna interpretación previa explica la complejidad y el carácter inédito del movimiento. Es probable que la mayor consecuencia sea la introducción del significado político de la juventud y de sus condiciones concretas de vida y de expectativas en el Brasil del siglo XXI.

*Sociólogo y politólogo brasileño. Extraído de su blog en Carta Maior.

Brasil: ¿un nuevo ciclo de luchas populares?

Las grandes manifestaciones populares de protesta en Brasil demolieron en la práctica una premisa cultivada por la derecha, y asumida también por diversas formaciones de izquierda comenzando por el PT y siguiendo por sus aliados: si se garantizaba “pan y circo” el pueblo –desorganizado, despolitizado, decepcionado por diez años de gobierno petista aceptaría mansamente que la alianza entre las viejas y las nuevas oligarquías prosiguieran gobernando sin mayores sobresaltos.

La continuidad y eficacia del programa “Bolsa Familia” aseguraba el pan, y la Copa del Mundo y su preludio, la Copa Confederación, y luego los Juegos Olímpicos, aportarían el circo necesario para consolidar la pasividad política de los brasileños. Esta visión, no sólo equivocada sino profundamente reaccionaria (y casi siempre racista) quedó hecha añicos en estos días, lo que revela la corta memoria histórica y el peligroso autismo de la clase dominante y sus representantes políticos a quienes se les olvidó que el pueblo brasileño supo ser protagonista de grandes jornadas de lucha y que sus períodos de quietismo y pasividad alternaron con episodios de súbita movilización que rebasaron los estrechos marcos oligárquicos de un estado apenas superficialmente democrático.

Basta recordar las multitudinarias movilizaciones populares que impusieron la elección directa del presidente a comienzos de los años ochentas; las que precipitaron la renuncia de Fernando Collor de Melo en 1992 y la ola ascendente de luchas populares que hicieron posible el triunfo de Lula en el 2002. El quietismo posterior, fomentado por un gobierno que optó por gobernar con y para los ricos y poderosos, creo la errónea impresión de que la expansión del consumo de un amplio estrato del universo popular era suficiente para garantizar indefinidamente el consenso social. Una pésima sociología se combinó con la traidora arrogancia de una tecnocracia estatal que al embotar la memoria hizo que los acontecimientos de esta semana fueran tan sorpresivos como un rayo en un día de cielos despejados.La sorpresa enmudeció a una dirigencia política de discurso fácil y efectista, que no podía comprender y mucho menos contener el tsunami político que irrumpía nada menos que en medio de los fastos futboleros de la Copa Confederación. Fue notable la lentitud de la respuesta gubernamental, desde las intendencias municipales hasta los gobiernos estaduales y el propio gobierno federal.

Opinólogos y analistas adscriptos al gobierno insisten ahora en colocar bajo la lupa estas manifestaciones, señalando su carácter caótico, su falta de liderazgo, la ausencia de un proyecto político de recambio. Sería mejor que en lugar de exaltar las virtudes de un fantasioso “posneoliberalismo” de Brasilia y de pensar que lo ocurrido tiene que ver con la falta de políticas gubernamentales hacia un nuevo actor social, la juventud, dirigieran su mirada hacia los déficits de la gestión gubernativa del PT y sus aliados en un amplio abanico de temas cruciales para el bienestar de la ciudadanía. Plantear que las protestas fueron causadas por el aumento de 20 centavos de real en el transporte público de Sao Paulo es lo mismo que, salvando las distancias, afirmar que la Revolución Francesa se produjo porque, como es sabido, algunas panaderías de la zona de la Bastilla habían aumentado en unos pocos centavos el precio del pan. Confunden estos propagandistas el detonante de la rebelión popular con las causas profundas que la provocan, que dicen relación con la enorme deuda social de la democracia brasileña, apenas atenuada en los últimos años del gobierno Lula. El disparador, el aumento en el precio del boleto del transporte urbano, tuvo eficacia porque según algunos cálculos para un trabajador que gana apenas el salario mínimo en Sao Paulo el costo diario de la transportación para concurrir a su trabajo equivale a poco más de la cuarta parte de sus ingresos.

Pero esto sólo pudo desencadenar la oleada de protestas porque se combinaba con la pésima situación de los servicios de salud pública; el sesgo clasista y racista del acceso a la educación; la corrupción gubernamental (un indicador: la presidenta Dilma Rousseff ha echado a varios ministros por esta causa), la ferocidad represiva impropia de un estado que se reclama como democrático y la arrogancia tecnocrática de los gobernantes, en todos sus niveles, ante las demandas populares que son desoídas sistemáticamente: caso de la reforma de la previsión social, o de la paralizada Reforma Agraria o los reclamos de los pueblos originarios ante la construcciones de grandes represas en la Amazonía. Con estas asignaturas pendientes, hablar de “posneoliberalismo” revela, en el mejor de los casos, indolencia del espíritu crítico; en el peor, una deplorable sumisión incondicional al discurso oficial.

A la explosiva combinación señalada más arriba hay que sumar el creciente abismo que separa al común de la ciudadanía de la partidocracia gobernante, incesante tejedora de toda suerte de inescrupulosas alianzas y transformismos, que burlan la voluntad del electorado sacrificando identidades partidarias y adscripciones ideológicas. No por casualidad todas las manifestaciones expresaban su repudio a los partidos políticos. Un indicador del costo fenomenal de esa partidocracia–que resta recursos al erario público que podrían destinarse a la inversión social- está dado por lo que en Brasil se denomina el Fondo Partidario, que financia el mantenimiento de una maquinaria meramente electoralista y que nada tiene que ver con ese “príncipe colectivo”, sintetizador de la voluntad nacional-popular del que hablara Antonio Gramsci.

Un solo dato será suficiente: a pesar de que la población exige infructuosamente mayores presupuestos para mejorar los servicios básicos que hacen a la calidad de la democracia, el mencionado fondo pasó de distribuir 729.000 reales en 1994 a la friolera de 350.000.000 de reales en el 2012, y está por acrecentarse aún más en el curso de este año. Esa enorme cifra habla con elocuencia del hiato que separa representantes de representados: ni los salarios reales ni la inversión social en salud, educación, vivienda y transporte tuvieron la prodigiosa progresión experimentada por una casta política completamente apartada de su pueblo y que no vive para la política sino que vive, y muy bien, de la política, a costa de su propio pueblo.

¿Eso es todo? No, hay algo más que provocó la furia ciudadana. El exorbitante costo en que incurrió Brasilia a cuenta de una absurda “política de prestigio” encaminada a convertir al Brasil en un “jugador global” en la política internacional. La Copa del Mundo de la FIFA y los Juegos Olímpicos exigirán enormes desembolsos que podrían haber sido utilizados más provechosamente en solucionar añejos problemas que afectan a las clases populares. Hubiera sido bueno que se recordara que México no sólo organizó una sino dos Copas del Mundo en 1970 y 1986, y los Juegos Olímpicos de 1968. Ninguno de estos grandes fastos convirtió a México en un jugador global de la política mundial: pero aún, sirvieron para ocultar los problemas reales que irrumpirían con fuerza en la década de los noventas y que perduran hasta el día de hoy.

Según la ley aprobada por el congreso brasileño la Copa del Mundo dispone de un presupuesto inicial de 13.600 millones de dólares, que seguramente aumentará a medida que se acerque la inauguración del evento, y se estima que los Juegos Olímpicos demandarán una cifra aún mayor. Conviene aquí recordar una sentencia de Adam Smith, cuando decía que “lo que es imprudencia y locura en el manejo de las finanzas familiares no puede ser responsabilidad y sensatez en el manejo de las finanzas del reino.” Quien en su hogar no dispone de ingresos suficientes que garanticen la salud, la educación y una adecuada vivienda para su familia no puede ser elogiado cuando gasta lo que no tiene en una costosísima fiesta.

La dimensión de este despropósito queda graficado, como observa con perspicacia el sociólogo y economista brasileño Carlos Eduardo Martins, cuando compara el costo del programa “Bolsa Familia”, 20.000 millones de reales, con el que devoran los intereses de la deuda pública: 240.000 millones de reales. Es decir, que en un año los tiburones financieros de Brasil y del exterior, niños mimados del gobierno, reciben como compensación a sus tramposos préstamos el equivalente doce planes “Bolsa Familia” por año.

Según un estudio de la Auditoría Ciudadana de la Deuda, en el año 2012 el desembolso por concepto de intereses y amortizaciones de la deuda pública insumió el 47.19 por ciento del presupuesto nacional; por contraposición, se le dedicó a la salud pública el 3.98 por ciento, a la educación el 3.18 por ciento y a l transporte el 1.21 por ciento. Con esto no se quiere disminuir la importancia del programa “Bolsa Familia” sino de resaltar la escandalosa gravitación de la sangría originada por una deuda pública-ilegítima hasta la médula-que ha hecho de los banqueros y especuladores financieros los principales beneficiarios de la democracia brasileña o, más precisamente, de la plutocracia reinante en el Brasil.

Por eso tiene razón Martins cuando observa que la dimensión de la crisis exige algo más que reuniones de gabinete y conversaciones con algunos líderes de los movimientos sociales organizados. Propone, en cambio, la realización de un plebiscito para una reforma constitucional que recorte los poderes de la partidocracia y empodere de verdad a la ciudadanía; o para derogar la ley de auto-amnistía de la dictadura; o para realizar una auditoría integral sobre la turbia génesis de la escandalosa deuda pública (como hizo Rafael Correa en el Ecuador).

Agrega también que no basta con decir que el 100 por ciento de los royalties que origine la explotación del enorme yacimiento petrolero del Pre-Sal serán dedicados, como lo declaró Rousseff, a la educación, en la medida en que no se diga cuál será la proporción que el estado captará de las empresas petroleras. En Venezuela y Ecuador el estado retiene por concepto de royalties entre el 80 y el 85 por ciento de lo producido en boca de pozo. ¿Y en Brasil quién fijará ese porcentaje? ¿El mercado? ¿Por qué no establecerlo mediante una democrática consulta popular?

Como puede colegirse de todo lo anterior, es imposible reducir la causa de la protesta popular en Brasil a una eclosión juvenil. Es prematuro prever cual será el futuro de estas manifestaciones, pero de algo estamos seguros. El “¡Que se vayan todos!” de la Argentina del 2001-2002 no pudo constituirse como una alternativa de poder, pero por lo menos señaló los límites que ningún gobierno podría volver a traspasar so pena de ser derrocado por una nueva insurgencia popular.

Más aún, las grandes movilizaciones populares en Bolivia y Ecuador demostraron que sus flaquezas y su inorganicidad como las que hoy hay en Brasil no le impidieron tumbar a gobernantes que sólo solo lo hacían a favor de los ricos. Las masas que salieron a la calle en más de cien ciudades brasileñas pueden tal vez no saber adónde van, pero en su marcha pueden acabar con un gobierno que claramente eligió ponerse al servicio del capital.

Brasilia haría muy bien en mirar lo ocurrido en los países vecinos y tomar nota de esta lección que presagia crecientes niveles de ingobernabilidad si persiste en su alianza con la derecha, con los monopolios, con el agronegocios, con el capital financiero, con los especuladores que desangran al presupuesto público de Brasil. La única salida a todo esto es por la izquierda, potenciando no en el discurso sino con hechos concretos, el protagonismo popular y adoptando políticas coherentes con el nuevo sistema de alianzas. No sería exagerado pronosticar que un nuevo ciclo de ascenso de las luchas populares estaría dando comienzo en el gigante sudamericano. Si así fuera lo más probable sería una reorientación de la política brasileña, lo cual sería una muy buena noticia para la causa de la emancipación de Brasil y de toda Nuestra América.

La inocencia del coronel

18 de Junio de 2013 Figurar en una lista de personas que escucharon la orden ilegal de matar y que fueron incapaces de evitar un asesinato previamente anunciado no es delito, según el coronel retirado René Roberto López Morales. Él era teniente cuando el coronel Benavides llegó a la Escuela Militar procedente de una reunión en el Estado Mayor y le dijo a él y al resto de los oficiales de la Escuela Militar que tenía luz verde del propio Estado Mayor para matar a Ellacuría y no dejar testigos. Preguntó si alguno de los oficiales allí presentes estaban en contra de la medida y nadie se opuso. Eran las nueve de la noche. Faltaban cinco horas para el momento en que se produciría el asesinato de los jesuitas y de dos mujeres hospedadas en su casa. Al entonces teniente López Morales no se le ocurrió llamar por teléfono a nadie para que avisaran a Ellacuría o a cualquiera de los jesuitas. Órdenes son órdenes y hay que cumplirlas. A pesar de que asesinar es ilegal, y el propio código militar insistía ya entonces en no obedecer una orden ilegal. Tres años después, ya ascendido a capitán, López Morales fue a declarar ante la Comisión de la Verdad. En su primera entrevista con los Comisionados no colaboró en absoluto. Después de que Benavides informara de la orden de matar, López Morales se fue a dormir y ni oyó ni vio nada. Al menos eso les dijo a los Comisionados. Ni siquiera reconoció, al contrario de otros miembros del grupo de oficiales que permanecían en la escuela, que Benavides había transmitido la orden de matar.

Ahora aparece como coronel retirado, participando en un apoyo público al FMLN. ¿Es ético que aparezca tan fresco y tranquilo, hablando de inocencia, un encubridor de un crimen de lesa humanidad? La participación política, es ciertamente, un derecho de todos. Pero para participar en la misma desde una opción ética es importante reconocer públicamente los errores de la vida pasada. El coronel retirado López Morales debería decir en primer lugar la verdad: Que aceptó como válida una orden ilegal de asesinar, probablemente por miedo a aparecer como desobediente y que eso entorpeciera su carrera. Y que un miedo aún mayor, probablemente a ser considerado como traidor, le impidió hacer una llamada telefónica a alguien para intentar salvar la vida de inocentes. Debe reconocer también que mintió ante la Comisión de la Verdad. Y debe declarar públicamente que se arrepiente. Además debe reconocer, como militar conocedor de las entrañas del ejército, que un crimen como el cometido sólo pudo llevarse a cabo desde una autorización del Estado Mayor. Esto lo reconoció públicamente en su momento el coronel Ochoa Pérez, por poner un solo ejemplo. Y que fue un crimen institucional, encubierto en sus máximas responsabilidades desde el Estado Mayor, y con los abogados de los acusados pagados desde el Estado Mayor.
Después de actuar con sinceridad y valentía, aunque sea tarde, puede dedicarse a la política. Dos virtudes, la sinceridad y la valentía, que suelen inculcarse a los militares, pero que en medio de las guerras civiles latinoamericanas han sido con frecuencia olvidadas. La sinceridad ha sido considerada como traición cuando se trata de reconocer errores o masacres. Y la valentía ha desaparecido cuando se trata de reconocer la verdad de los hechos. En el caso jesuitas, la valentía consistió en asesinar a personas desarmadas, incluidas mujeres, y en temblar después cobardemente cada vez que la sombra de la justicia se acercaba especialmente a coroneles y altos oficiales. El espectáculo de los oficiales que corrieron a refugiarse en cuarteles de la Fuerza Armada cuando recientemente se dio una alerta verde contra ellos no deja de tener rasgos cómicos, aun en medio de lo trágico de los acontecimientos que se rememoran. Igual que el coronel Montano en Estados Unidos, negando haber servido en el ejército salvadoreño, a pesar de que llegó a ser viceministro de Defensa.
No todos los oficiales que participaron en aquellos sangrientos días fueron cobardes a la hora de decir la verdad. Los hubo honestos que supieron reconocer la realidad y que incluso a nivel personal supieron pedir perdón a las víctimas y se arriesgaron reparando, desde sus posibilidades, el mal hecho. Leyendo las declaraciones ante la Comisión de la Verdad de los militares que fueron interrogados por el “caso jesuitas” se puede ver desde muy pronto el diferente talante de unos y otros. Aun en medio del lógico miedo a oponerse a una orden del Estado Mayor, en un momento de crisis fortísima para el país y para el propio Ejército, en las declaraciones ante la Comisión de la Verdad se ve la diferencia de talante entre unos oficiales y otros. Alguno de ellos tuvo que presentar la baja y migrar, por quejarse en conversaciones entre compañeros de la injusticia que suponía dar órdenes y no asumir responsabilidades de parte de miembros del Estado Mayor. Como en todas las historias donde la vida y la muerte están en juego, se puede encontrar de todo. Pero nunca es tarde para ser sincero, para reconocer la verdad cuando la misma es patente, y para pedir perdón. Todos hemos tenido miedo en una o muchas ocasiones. Pero el reconocer la verdad y el pedir perdón honra a todos, incluso a quienes han cometido crímenes graves.