El tigre nicaragüense y las emociones del contrapoder

El tigre nicaraguense y las emociones del contrapoder. José Luis Rocha. 23 de abril 2018.

Cuentan que el 31 de mayo de 1911, cuando el dictador mexicano Porfirio Díaz estaba a punto de abordar en Veracruz el barco que lo llevaría a su exilio en París después de haber perpetrado su último fraude –el único fallido en sus más de tres décadas de gobierno- contra el Partido Antirreeleccionista liderado por Francisco Madero, emitió una de las frases más proféticas de las muchas harto memorables que se le atribuyen: “Madero ha soltado al tigre, vamos a ver si puede controlarlo.” El tigre es el pueblo, pero no cualquier “pueblo”: es el pueblo de las revueltas, asonadas y turbulencias, capaz de excesos y acciones imposibles de vaticinar como la Primavera árabe, la caída del muro de Berlín, el derrocamiento del Sha de Irán en cuestión de horas, las masivas deserciones del ejército del Zar que precedieron a la revolución de octubre, etc. No hubo sibila ni analista social capaz de otear los síntomas previos de estos levantamientos en un horizonte que hasta la víspera lucía despejado. Por eso la historiadora Theda Skocpol sostiene que las revoluciones no se producen, simplemente ocurren.

El tigre parecía reposar en prolongado letargo. Algunos hablaban de la fatiga de la guerra. De la apatía política de las nuevas generaciones de jóvenes. Otros de la decadencia y cooptación de los movimientos sociales. En todo caso, es un hecho que los nicaragüenses resistimos la subida del IVA al 15% y otras reformas fiscales impopulares, no menos de cuatro fraudes electorales, un pacto de villanos entre los dos partidos políticos más fuertes, la inconstitucional reelección consecutiva, la persecución de las ONGs y el desmantelamiento de la independencia de los poderes del Estado sin serias conmociones, aunque no sin protestas y propuestas. Los cuatro gobiernos de la posguerra, de muy diverso cuño cada uno, tuvieron un denominador común: ante el turismo y la inversión extranjera vendieron a Nicaragua como un remanso de paz, en marcado contraste con el triángulo norte de Centroamérica. Hasta que alguien o algo soltó al tigre en Nicaragua. O el tigre saltó porque le tocaron los huevos. ¿Cómo se los tocaron?

Todo empezó con las protestas que suscitó el negligente manejo por las entidades estatales del incendio en la reserva Indio-Maíz, que afectó a más de cinco mil hectáreas de bosque. El incendio forestal empezó a propagarse como incendio político a todo el país cuando jóvenes universitarios se manifestaron, protestaron y fueron vilipendiados por el jefe de la bancada sandinista en la Asamblea Nacional Edwin Castro, profesor de derecho constitucional de la Universidad Centroamericana (UCA) en Managua. A los insultos del diputado, los estudiantes respondieron irrumpiendo en su clase del jueves 12 de abril y, al grito de consignas y a horcajadas sobre una ventana a modo de exótico podio, dieron lectura a un comunicado. La grabación de este acto circuló en las redes sociales. Algo se había roto. ¿Qué cosa? Un tabú. Edwin Castro fue el primer funcionario del régimen en recibir un repudio explícito en un ámbito que seguramente considerada como un coto vedado a sus adversarios. Ocurrió lo impensable e impracticable. Y su reporte audiovisual se diseminó como semillas de ceibo.

Seis días después, con los rescoldos aún humeantes del encontronazo con Castro, vino la aprobación sin consenso de las reformas a la seguridad social: 5% de reducción de las pensiones y un aumento de las cotizaciones desde el 6.25% al 7% para el trabajador y desde el 19% al 22.5% para el empleador. Ese fue el inicio inmediato que rebalsó un acumulado de dos quinquenios y pico: el destape de las millonarias mansiones que en Costa Rica y en España compró el Presidente del Consejo Supremo Electoral Roberto Rivas, más de cuatro fraudes electorales, la represión a las ONGs, el control de los fondos de la cooperación externa, el monopolio de la publicidad estatal por empresas de los hijos de Ortega-Murillo, las concesiones a las empresas mineras, el monopolio de las empresas que prestan servicios de salud a la seguridad social, los oligopolios del mercado de medicamentos y similares, y un larguísimo etcétera que llenaría tratados y enciclopedias.

El tigre saltó con rabia a las calles. Los movimientos y cambios sociales los hacen los tigres, es decir, las masas viscerales. Los reclamos de un cambio se hacen con las vísceras por la sencilla razón de que los poderosos se resisten a que le arrebaten la tajada del león mediante el diálogo y palabras persuasivas. En su libro “Redes de indignación y esperanza”, el sociólogo Manuel Castells, que ha acompañado y estudiado por décadas a diversos movimientos sociales –desde el mayo del 68 en París hasta el de los indignados en España-, destaca el papel de las emociones en la política. Si el poder busca cohibir el cambio amedrentando a la población, el contrapoder logra sus objetivos cuando el tigre vence el miedo y se llena de ira y esperanza.

El episodio con Edwin Castro fue un punto de inflexión de pérdida del miedo y del hervor de la ira. La ira puede ser canalizada porque encontró un punto de convergencia: el FSLN, que en estos momentos es identificado con todas las formas de expolio: el asalto a la caja de la seguridad social, las mafias madereras y la deforestación, el extractivismo e incluso el narcotráfico, entre otros males acuciantes. Como sucedió cuando Somoza, el somocismo era un sistema ligado a dinámicas supranacionales del capitalismo que escapaban a su control y lo trascendían. En ese sentido, no era responsable exclusivo de todos los males. Pero como era un sistema bien incardinado en esas dinámicas y tenía un hombre fuerte que lo encarnaba –Anastasio Somoza-, la rabia pudo encontrar un objetivo concreto, un lenguaje pintoresco y ser canalizada.

El FSLN es el nudo fontal de los expolios. No es su causante exclusivo y no dudo que la mayoría de ellos existiría incluso en ausencia del FSLN, como ocurre en el resto del istmo, donde los expolios son ejecutados por partidos políticos que ni en raíces ni en retórica guardan afinidad con el FSLN, si exceptuamos –hasta cierto punto- al FMLN. Pero en las últimas dos décadas –incluso antes de asumir el poder-, el FSLN les ha insuflado aliento, dado forma y provisto de manos y cabezas. Y además de esto, ha aportado su particular versión de los medios para perpetuar el sistema, no enteramente original si levantamos un poco la vista de este tiempo y lugar: gamberros que contienen a la oposición a morterazos, compra de clientela política con cargos, láminas de zinc y sacos de frijoles, proclamación de un estado confesional, autoidentificación como socialistas y una cosmética kitsch que abigarra con colorines las bancas en la calle, las pancartas y los memos oficiales.

En las calles de Managua, impregnada hasta el hartazgo por esa cosmética como una forma de apropiación política del espacio, la rabia se ha enfocado primordialmente sobre los “chayopalos”, antes llamados “arbolatas”, los árboles metálicos gigantescos y de colores que Rosario Murillo ha sembrado en la capital. Son los símbolos del régimen. Sobre ellos se ensaña la odiosa pero recurrente economía jurídica del ojo por ojo. En desquite por la negligencia con la que el gobierno enfrentó el incendio en la reserva Indio-Maíz, los manifestantes empezaron a deforestar Managua, podando y quemando sin misericordia los “chayopalos” con que la Vicepresidente ha ido construyendo la que la vox populi ha bautizado como reserva Chayo-Maíz.

El incendio político se ha extendido a decenas de ciudades y numerosos puntos de la capital. El asedio al que los manifestantes han sido sometidos por policías, fuerzas antimotines y miembros de la Juventud Sandinista ha cobrado más de 20 muertos comprobados hasta el domingo 22 de abril, con un sobresaliente desbalance en perjuicio de las fuerzas de la oposición. Hay también más de 40 desaparecidos y decenas de detenidos. La dispersión de energías y la falta de organicidad de quienes protestan no permiten vaticinar el derrotero de esta lucha. Intentando desmarcarse de la propuesta del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), que se conforma con una marcha atrás en las reformas en seguridad social, un grupo de estudiantes universitarios dieron a conocer un pliego de peticiones donde reclaman una mesa de diálogo amplia que no se reduzca al COSEP, anular la reforma, investigación de los asesinatos, destitución inmediata de todos los alcaldes, otros funcionarios públicos y jefes de la policía que protegieron a los vándalos en contra de los estudiantes, restablecimiento de la libertad de expresión y la señal de los medios censurados, libertad de los encarcelados por manifestarse, independencia de los poderes del Estado, investigación del enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos y devolución de lo robado, renuncia inmediata de Daniel Ortega y todo su gabinete, y convocar a elecciones libres. En caso de no quedar satisfecho, el tigre seguirá al ataque o al acecho.

Uruguay: El cerrojo progresista

Uruguay: El cerrojo progresista
Ernesto Herrera 17/03/2018

8 de marzo de 2018. “Todas juntas”. Portadas de diarios y noticieros televisivos dan cuenta de la enorme demostración. Las redes sociales explotan de feminismo. Gobernantes y opositores se tiñen de morado. Más de 200 mil mujeres (y hombres) tapizan un largo tramo de la principal avenida de Montevideo. Cientos de videos difunden las imágenes del caleidoscopio. Impresionante.

Las demandas de género y equidad tienen como destinatarios los poderes del Estado (gobierno parlamento, justicia). La espantosa ola de femicidios y la imparable “violencia doméstica” (que afectan sobre todo a mujeres jóvenes, trabajadoras y pobres), agregan la cuota de indignación y de rabia. Al paso de la marcha, en una pantalla gigante del Impo (Centro de Información Oficial) se lee que Uruguay “es el país con el índice de asesinatos de mujeres más alto del mundo”. Lo que vendría a contrariar cifras de Naciones Unidas y CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), que hablan de “un país con poca violencia de género”. (1)

La “brecha salarial” figura entre los tantos reclamos. Aunque “se viene reduciendo paulatinamente”, la desigualdad es un insulto: las mujeres ganan un promedio de 23,9% menos que los hombres por la misma tarea. Lo que implica nada menos “que si un hombre y una mujer comenzaran a trabajar el 1° de enero en el mismo cargo, la mujer cobraría a partir del 28 de marzo, por lo que trabajaría gratis los primeros 87 días del año”. (2)

Los contrastes en las proclamas leídas en el curso de la Marcha, no disminuyen la intensidad del “fenómeno social”. Reafirman la fertilidad del movimiento de mujeres que se adueña del espacio público. Aún si “puertas adentro” del feminismo militante se expresan “diferencias ideológicas y generacionales” que “reeditan el histórico debate entre la autonomía, la institucionalización y el rol del Estado”. (3)

Infelizmente, la Huelga Internacional de Mujeres no tuvo el mismo eco. Mientras que en algunos lugares se paralizaron las actividades total o parcialmente (salud pública, liceos públicos, Universidad de la República, y pocos del sector privado), la inmensa mayoría de las trabajadoras no pudieron acompañar la convocatoria. Aun con sindicalización, las asalariadas de fábricas, panaderías, tiendas, restaurantes, farmacias, shoppings, supermercados, empleo doméstico, limpieza subcontratada, call centers, celebraron el 8 de Marzo trabajando.

Ellas, también, exigen respeto, quieren ser libres, vivir sin miedos. Si bien no estuvieron en la Marcha, ni hicieron la Huelga. Se entienden las razones: integran ese 70% de “sectores populares” imposibilitado de realizar los “paros parciales”, que decreta el aparato del PIT-CNT. (4)

Constatación insoslayable. La crítica de la opresión patriarcal, la reivindicación de los derechos de género, y por tanto, la emancipación de la mujer, son inseparables de la lucha de clases. Sin alterar las relaciones de fuerza entre trabajo y capital, sin desafiar el despotismo patronal, sin eliminar las condiciones de empleo precario y miseria salarial, sin derrotar la amenaza del despido, sin barrer el acoso machista del lugar de trabajo, la “condición femenina” continuará en estado de subordinación. Mucho peor para trabajadoras, solas o jefas de hogar, cuyo ingreso promedio apenas supera un salario mínimo mensual de 430 dólares.

De todas maneras, es cierto que la Marcha de las Mujeres pese a sus diferencias y limitaciones comparte el podio junto a la Marcha del Silencio (20 de mayo), y a la Marcha de la Diversidad Sexual, (28 de setiembre). Son las únicas manifestaciones realmente masivas que sacuden, tres veces al año, la apatía política.

Aunque sean muy distintas. Por origen, identidades, reivindicaciones. La Marcha del Silencio (5) convocada por Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, reclama Verdad y Justicia. Exige, incansablemente, el fin de la impunidad, el castigo a los criminales del terrorismo de Estado. (6) Aunque la burla del gobierno persista. (7)

La Marcha de la Diversidad Sexual, convocada por colectivos LGTBI, feministas y culturales, ONGs e instituciones oficiales, resalta derechos conquistados, avances legales, y alerta sobre discriminaciones enquistadas. Muestra un alto componente juvenil. Aunque desde hace unos años, se nota un sesgo de marketing político progresista.

No obstante distintas, convergen en ellas rasgos comunes. Son pacíficas, inclusivas, tolerantes. Revalorizan solidaridades. Si bien ninguna establece barreras de clase, ni levanta consignas anticapitalistas, ni pretende subvertir lo establecido. Es decir, no está en sus intenciones desafiar el orden del capital, ni la “autoridad legítima” del Estado y sus instituciones.

Lejos de una crítica sectaria, se trata de un dato de la realidad. Las tres Marchas presentan una nítida fotografía del país progresista. Dónde las diversas “agendas democráticas” de la “sociedad civil”, superan, largamente, los índices de “conflictividad laboral” y las plataformas “clasistas” del “movimiento obrero organizado”. Bastaría una simple comparación: el PIT-CNT dice contar con alrededor de 400 mil afiliados (30% de los/as asalariados/as con “empleo formal”), sin embargo, desde hace muchos años, no logra reunir a 5 mil trabajadores en el acto central del 1° de Mayo. La Plaza Mártires de Chicago a medio llenar. Los parques repletos. Tal cual una jornada de asueto familiar.

Horizonte infranqueable

La resistencia social existe. Es defensiva. La cartelera de luchas da cuenta de ello. Movilizaciones por los Consejos de Salarios (negociación tripartita entre gobierno, empresarios y sindicatos); protestas contra el “modelo extractivista” y en defensa del agua; trabajadores rurales que exigen el cumplimiento de la “ley de 8 horas” y el cese de la represión patronal; familiares de adolescentes presos que testimonian las torturas que aplican los funcionarios sindicalizados del Inisa (Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente); clasificadores de basura que reclaman dignificar su tarea; escraches a los impunes del terrorismo de Estado; mujeres en alerta que denuncian la violencia de género; reclamos por mayor presupuesto para la salud, educación y vivienda.

Pancartas y grafitis callejeros aluden al “ajuste fiscal”, las “rebajas salariales”, a la privatización y tercerización de servicios públicos, y a la corrupción (comprobada) en la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE). Parece que gobernara el “neoliberalismo salvaje”.

Algunas de esas luchas han sido, masivas, radicales. Como la de maestros/as y profesores/as en el invierno de 2015. Tabaré Vázquez les decretó la “esencialidad de los servicios” que prohíbe la huelga. El Director Nacional del Trabajo era Juan Castillo, ex dirigente del PIT-CNT, hoy secretario general del Partido Comunista de Uruguay (PCU). Fueron reprimidos por las brigadas antimotines de la Guardia Republicana. Perdieron en esa ocasión y sus organizaciones quedaron debilitadas. Cumpliéndose así el propósito (hecho público ante los medios) de José Mujica: a los sindicatos de la enseñanza “hay que hacerlos mierda”. Aunque el 1° de marzo de 2010, ya posesionado como jefe de Estado, le anunciaba al Parlamento sus tres principales objetivos: “educación, educación, educación”. Una radiante Hillary Clinton lo aplaudía de pie.

Los sindicatos de la enseñanza continúan peleando. Igual que miles de trabajadores/as. Sin embargo, las aspiraciones de “salario digno” y “justicia social“, no agrietan eso que muchos comentaristas llaman “hegemonía progresista”, la cual, en verdad, funciona como cerrojo ideológico y programático. Donde la perspectiva de emancipación social y el “ir más allá” quedan encerrados en las dos premisas fundamentales que definen el “cambio posible”: aceptación del capitalismo y colaboración de clases. Las demandas tienen un límite: el horizonte infranqueable.

Dicho en palabras del jefe de los tupamaros oficiales. Por un lado, la economía capitalista “es una herramienta de la prosperidad económica.” (8) Imposible de vencer “con decretos o con decisiones meramente políticas. Es un cambio de época. Utilizamos los recursos del capitalismo con el máximo de inteligencia para tratar de tener sociedades mucho más calificadas”. (9) Por el otro, “las discusiones sindicales no pueden ser solo sobre salarios (…) El trabajador se tiene que ir empezando a envolver de las dificultades y los logros que tienen las empresas para exigir que caminen y que además se reinvierta. No podemos permanecer tan distantes de las vicisitudes que significa la peripecia de una empresa, cuando está en juego tanta cosa”. (10)

La profesora Alma Bolon ya lo había apuntado lucidamente. Mujica no es solamente “héroe de la más exitosa operación mediático-ética de la que haya registro en estas tierras”; sino “el regalo con el que la derecha uruguaya nunca se había atrevido a soñar”. (11) Tiempo después de estas lapidarias afirmaciones, un índice del Instituto Fraser con apoyo del Centro de Estudios para el Desarrollo, un think thank de corte liberal, certificaba que la adscripción del antiguo guerrillero a las “reglas” del mercado es absolutamente sincera: durante su presidencia (2010-2015), el país consiguió el “mayor grado de libertad económica”. (12)

Las consecuencias de esta espantosa metamorfosis de la “izquierda histórica” son aplastantes. Entierran principios. Borran antagonismos entre pobres y ricos. Domestican conciencias. No hay clases irreconciliables. La “cultura obrera” cede lugar al “status de clase media”. La lucha de clases se vuelve un juego de intercambios negociados o de “contrapartidas acordadas”. La “convivencia ciudadana” y el “interés nacional” como estandartes. Las percepciones socio-culturales se confunden. Hasta las más elementales.

Los “milicos represores” pasaron a ser la “Policía amiga”. Los efectivos del Ministerio del Interior (que dirige el tupamaro Eduardo Bonomi) aducen sentirse “rehenes” en los “barrios críticos” de la periferia urbana. (13) Vecinos, comerciantes y sindicatos del transporte, los convocan y apoyan. Son el arma institucional para perseguir a los “pobres malos” y, sobre todo, para castigar a los principales “enemigos de la seguridad”: los “adolescentes infractores”. El parte de guerra es un horror. Durante la presidencia de Mujica se profundizó el “Estado punitivo” con aumentos de las penas y más políticas de criminalización social (14); la mayoría de los muertos, heridos y detenidos tiene menos de 35 años; la tasa de población encarcelada es la más alta de América Latina (15), el 62% de los 12 mil “privados de libertad” es menor de 29 años.

La pobreza ya no tiene raíces socio-económicas, sino que es un “problema personal y privado” (16) cuando no consecuencia de un proceso de “lumpenización” y “favelización”. Un alto porcentaje de personas (muchísimas votantes del Frente Amplio) critican los planes sociales, piensan que lo que se hace para bajar la pobreza “es más de lo necesario”. (17) Sin molestarse en saber que las “transferencias monetarias directas” a los hogares más pobres apenas representa 0,2% del Presupuesto Nacional; ni que 350 mil personas (11% de la población total del país) todavía sobreviven en el “núcleo duro” de la “pobreza estructural”. Desde la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) dicen que el “país igualitario” muestra signos de fractura. (17)

El PIT-CNT coopera con los “proyectos productivos”. Respalda la inversión privada, local y extranjera. Los sindicatos de la Construcción y Metalúrgicos (dirigidos por el Partido Comunista), admiten la instalación de la tercera “mega-fábrica” transnacional de pasta de celulosa: “genera empleos y masa salarial”. No importan la contaminación medio-ambiental, las exoneraciones fiscales, ni que las “obras de infraestructura vial” sean pagadas por el Estado. (18) En todos los casos mejor. Es la ley de “Participación Público-Privada” que, al fin, empieza a derramar “crecimiento económico”. Porque hasta ahora, solo se había concretado un solo emprendimiento: la construcción de una “cárcel modelo” con 1.800 plazas, donde los presos comerán pescado hasta ¡dos veces por semana!

Los gobiernos del Frente Amplio aceleraron la contrarrevolución agraria. Los propietarios del agronegocio la definen como una “revolución sorprendente” (19) Editorialistas liberales son más punzantes en el juicio. El gobierno Mujica, “será recordado por no haber concretado los desastres que los tupamaros proponían hace cuatro décadas (…) “No hay ‘reforma agraria’ (salvo la que desarrollaron con indudable éxito los empresarios brasileños en el campo uruguayo), la banca privada es toda extranjera, las relaciones con el FMI son excelentes, las multinacionales y el capital extranjero no sólo son bienvenidos sino que han sido llamados con desesperación por el liderazgo tupamaro (…) y la ‘extranjerización de la tierra’ se expandió como pocas veces en la historia del Uruguay durante los dos gobiernos del Frente Amplio”. (20) Ayuda memoria: Mujica ejerció como Ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca (2010-2014) en el primer mandato de Vázquez.

En este cuadro, los sindicatos de trabajadores rurales denuncian la sobreexplotación, los salarios de hambre, la persecución sindical, las agresiones físicas, las deplorables condiciones laborales. Y luchan. Aunque la tasa de sindicalización ronde apenas el 6%. Reclaman fomento de producción, libre de transgénicos, destinada al mercado interno, financiación de cooperativas. Es decir, proponen otro modelo de “acceso a la tierra”. Sin embargo, “reforma agraria” y “expropiaciones” están ausentes de la extensa lista de “reivindicaciones inmediatas”. (21)

¿Ciclo o paréntesis?

1° de marzo de 2018. Ya no hay entusiasmo. Ni multitudes tomando las calles para saludar a Tabaré Vázquez, el “compañero presidente”. Como ocurría 13 años atrás, cuando el Frente Amplio asumía el gobierno nacional por primera vez. Esta vez, el progresismo optó, para “defender su gestión”, por “una nueva estrategia de comunicación”: la Cadena Nacional de Radio y Televisión. Sin barullo militante ni ondear de banderas. Así los votantes meditan atentos en sus casas.

Simultáneamente, la tropa de choque aprueba sin chistar. Tanto el contenido como la modalidad. Son los miles de “cuadros políticos” y sindicalistas que se reciclaron como “gestores/administradores” del aparato de Estado. Para empujar “más a la izquierda”. Y que siguen atornillados en sus “cargos de confianza política”. Hace rato que abandonaron la tesis de “rumbo en disputa”. Sus principales instigadores, el Movimiento de Participación Popular (MPP) y el Partido Comunista, la tacharon del diccionario. Defienden su cuota de poder en la “nueva elite gobernante”. Ejerciendo clientelismo, comprando Ongs, traficando influencias, usando dineros públicos. Haciendo carrera como capa social privilegiada.

Más de una década después de aquel “cimbronazo político” que prometía, según Tabaré Vázquez, un “camino de transformaciones” que haría “temblar las raíces de los árboles” el resultado es, cuando mucho, avaro. Incluso desde una mirada “reformista”.

Leyes de protección laboral; derechos sindicales; “recuperación salarial” (entre 2005-2013); reducción de la pobreza y la indigencia (entre 2005-2015); “agenda de nuevos derechos” (despenalización del aborto, legalización de la marihuana, matrimonio igualitario). En fin, 600 mil personas (27% de la población) integradas al “confortable” consumo de “clase media”.

No obstante, las “asignaturas pendientes” superan la lista de materias aprobadas. A pesar de una década con record histórico de “crecimiento económico”, el desempleo abierto se ubica en 8,5%. “Y lo que es más revelador de la precariedad estructural de nuestra economía, casi la mitad de la fuerza de trabajo percibe una remuneración inferior a los 600 dólares mensuales”. (22) Alrededor de 185 mil personas habitan los “asentamientos irregulares”. Las 15 mil viviendas populares que Mujica prometió en el marco de su “generoso” Plan Juntos, fueron menos de 3 mil al final de su mandato. En las “zonas vulnerables” donde predominan las “necesidades básicas insatisfechas”, el desempleo juvenil alcanza 25% y el embarazo adolescente se reproduce a tasas alarmantes. Apenas 2% de los “hijos de clase trabajadora” accede a la Universidad. En la enseñanza pública, 6 de cada 10 alumnos no completa los seis años del ciclo secundario. .

El programa económico, certificado por las Instituciones Financieras Internacionales en junio de 2005, en la ciudad de Washington, está vigente. Las ataduras a las condiciones que impone la “mundialización” capitalista, también. La fraudulenta deuda externa se paga puntualmente. Al final, el progresismo resultó un “cambio posible”…en la misma dirección.

Por tanto, es una exageración hablar de dos “ciclos” o de dos “eras”. Neoliberalismo y “pos-neoliberalismo” convergen en la misma lógica. La prosa “neo-desarrollista” apenas un eufemismo que no modifica la ecuación. La “matriz” fue diseñada por los gobiernos de coalición entre colorados y blancos en la “década perdida” de 1990 y así continúa. Los pilares son los mismos. Ley Forestal; Ley de Inversiones; Ley de Zonas Francas; Sistema de Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional (Afap); Ley de Puertos. Cuando el Frente Amplio, era oposición de izquierda, se opuso a este proceso de contrarreformas neoliberales, promoviendo en algunos casos plebiscitos y referéndums. Ninguna fue derogada en estos 13 años.

El “ciclo progresista” consistió, justamente, en más continuidad. Desregulación financiera; desnacionalización de la producción y de la comercialización de los rubros exportables: soja (100% transgénica), carne, arroz, trigo, lácteos; concentración-extranjerización de la tierra; multiplicación del régimen de zonas francas; exoneraciones tributarias a las multinacionales de celulosa y mineras; privatizaciones y subcontrataciones.

Los sucesivos gobiernos del Frente Amplio le agregó: Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF), primer mandato de Vázquez; ley de “Participación Público-Privada” (PPP) y ley de “Inclusión Financiera”, mandato de Mujica (23); privatización-tercerización de áreas y servicios del Banco de la República (BROU), segundo mandato de Vázquez.

La agenda económica no contempló, en ningún momento, una real distribución de la riqueza. La “rentabilidad” empresarial siempre estuvo a cubierto de los vaivenes “cíclicos” de la economía. En todo caso, el progresismo se benefició del paréntesis que abrió la “bonanza” de los commodities (entre 2004-2001), para “ocultar el “conflicto distributivo” y generar recursos de inversión pública y financiamiento del proceso asistencialista de las políticas sociales. Aunque el monto destinado a esas políticas nunca haya alcanzado el 0,4% del PBI. (24)

Desde el vamos, la política económica fue una sola. Coherente. Jamás estuvo “en disputa”. Ni hubo tire y afloje entre “dos equipos económicos”. Las directrices fueron marcadas por su principal teórico y ejecutor: el solvente Danilo Astori. El historiador y politólogo Gerardo Caetano, a quién nadie puede tildar de “radical” o desinformado, lo describe con precisión. “Me causa mucha gracia cuando me dicen que Astori es el gran perdedor en la interna frenteamplista. En los tres gobiernos frenteamplistas, luego del presidente, ha sido sin duda el hombre más poderoso en estos 11 años. Vázquez lo ha respaldado siempre o casi siempre y Mujica, aun cuando lo ha discutido, a la hora de la verdad también lo respaldó. Entonces la mera discusión de la política económica del gobierno frenteamplista se ha convertido en un tabú”. (25) Lo continúa siendo, aun si de vez en cuando hay griterío y rabieta. Y muchos militantes se sientan desconcertados. Incómodos.

Partido de Estado

Nadie pretendía, o siquiera imaginaba, que el Frente Amplio sería un gobierno de “ruptura anticapitalista”. Que fuera a poner en tela de juicio las “relaciones sociales de producción” o que demolería las instituciones del régimen burgués de dominación política. Tampoco que asumiría una postura soberanista ante la prepotencia del “campo imperialista”. De hecho, está a favor de firmar Tratados de Libre Comercio con el que sea. Por ejemplo, es uno de los socios del Mercosur más proclives a concretar, rápidamente, el que se negocia con la Unión Europea.

Su definición estratégica se basó en llegar al poder de Estado, sometiéndose al régimen de “democracia gobernable”. Ya cuando la brutal crisis económico-financiera de 2001-2003, su compromiso fue preciso: “lealtad institucional”. Mientras diversos analistas nacionales internaciones (hasta incluso el FMI) daban que el presidente de entonces, Jorge Batlle (Partido Colorado) estaba “con los días contados”, amortiguó las terribles consecuencias sociales para “no incendiar la pradera”. No hubo saqueos, ni huelgas generales, ni asambleas barriales, ni gente con cacerolas en los ómnibus como en Buenos Aires. Y mucho menos el “que se vayan todos”. Fue el último examen y lo aprobó. El trampolín hacia la victoria electoral de octubre de 2004.

Cierto. El Frente Amplio no llegó al gobierno empujado por una ola de insurgencias populares, ni rebeliones masivas. Es la diferencia con Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela. No estaba obligado a ir por las “reformas estructurales” del programa “antioligárquico” y “antiimperialista” de 1971, cuando su fundación. La reforma agraria, la nacionalización de los bancos privados, la reforma urbana, la nacionalización del comercio exterior, no eran ya una seña programática de la clase trabajadora y sus aliados populares. La crisis de 2001-2003, fue un punto de inflexión. Las demandas bajaron a tierra. El desastroso cuadro socio-económico pincho la “inflación de expectativas”. Había que “recuperar” condiciones de vida soportables. Más de 150 mil trabajadores/as habían perdido el empleo en el sector privado; el salario sufrió una caída del 20%; la pobreza y la indigencia sumaban 39%.

En tal sentido, el progresismo se hizo cargo de la “herencia maldita” sembrada por la “crisis del neoliberalismo”; recompuso en parte el “tejido social”, redujo los índices de “pobreza reciente” y, fundamentalmente, restauró la “normalización” sistémica. Ejerciendo el poder como partido de Estado. O sea, como partido del orden capitalista. Hecho cualitativo y definitorio que los sectores frenteamplistas “desconcertados”, por lo general, omiten de sus análisis. Con mayorías parlamentarias propias (en los dos primeros mandatos) y sin la necesidad de formalizar un gobierno de coalición con la gran burguesía como en el caso del Partido de los Trabajadores en Brasil, el progresismo uruguayo aplicó con prudencia la estrategia de “unidad nacional” a partir de una consistente política de colaboración de clases. Que, debe decirse, contó (y cuenta) con un amplio consentimiento social.

Evidente. La “decadencia ideológica” de la “centroizquierda” fue sorteando etapas. Comenzó con las distintas “actualizaciones programáticas”, con el acceso al gobierno municipal de Montevideo hace 28 años, y con la idea verticalista de que los “cambios” son más eficientes, duraderos y sostenibles, si se realizan “desde arriba”. Desmotivando así cualquier proceso de auto-organización por fuera de lo institucional (partidos, sindicatos, gremios estudiantiles, Ongs cooptadas). Razones que también olvidan los militantes del Frente Amplio que hoy son críticos y se preguntan qué es lo que terminó y qué es lo que comienza. (26) Sin responderse sobre la naturaleza y la función actual del Frente Amplio.

Las fuerzas políticas que deciden en el Frente Amplio y sostienen al gobierno, ya no pueden considerarse “de izquierda”, ni en un sentido práctico ni programático. Su capa dirigente es, esencialmente, un grupo de funcionarios y parlamentarios que viven de los cargos públicos y las nominaciones electorales; que negocia por dentro del aparato de Estado con un conjunto de enemigos de la clase trabajadora (derecha política, poderes mediáticos, corporaciones patronales, instituciones financieras internacionales, gobiernos imperialistas o reaccionarios), Una capa social conservadora que, más allá de sus contorsiones discursivas y espasmódicos “virajes a la izquierda”, es irrecuperable, incluso para una lucha más o menos “reformista”. Su horizonte estratégico es el poder por el poder mismo, su programa está desprovisto de un proyecto de nación soberana y huérfano de cualquier noción de emancipación social.

Obviamente, esto no significa subestimar al Frente Amplio como maquinaria electoral. En este terreno seguirá gravitando. Tanto como su indiscutida capacidad de volver a reclutar votos y voluntades que se inclinan por “lo menos malo” para que “no vuelva la derecha”.

Las conclusiones que resultan de estos 13 años de progresismo en Uruguay, coinciden con las realizadas por Decio Machado y Raúl Zibechi en torno a los llamados “gobiernos nacionales y populares” o “pos-neoliberales” del “ciclo progresista” en América del Sur. “Lo que entró en crisis es un proyecto que buscó administrar el capitalismo realmente existente (o sea extractivo) pero con buenos modales. El resultado de los años dedicados a gerenciar el modelo, fue el ascenso de nuevas proles de gestores que se incrustaron en los altos escalones del Estado, ya sea como en las administraciones centrales, en las empresas estatales en alianza con empresas privadas. La crisis del progresismo devela lo que el discurso pretendió enmascarar: cómo las políticas sociales, bajo el argumento de la justicia social, el combate a la pobreza y la desigualdad, se limitaron a cooptar a los dirigentes populares para intentar domesticar los movimientos de los más pobres”. (27)

La verdadera “disputa”, entonces, pasa por (re)construir “un campo estratégico” de la izquierda socialista y revolucionaria. Y no apenas corregir el “rumbo perdido” de la antigua izquierda. Si la función central del progresismo es la de cerrajero del “potencial anticapitalista” de la clase trabajadora, el desafío de las fuerzas de “intención revolucionaria” es (o debería serlo) la de forjar una vinculación real con las resistencias sindicales y populares, siendo protagonista visible, sin pretensiones vanguardistas, proponiendo alternativas programáticas y estratégicas antagonistas del poder de Estado y de su arquitectura institucional.

Montevideo, 16 de marzo de 2018.

Notas:

1) “Uruguay es un país con poca violencia de género”. La Diaria, edición Fin de Semana, 3-3-2018.

2) “Brecha salarial: las mujeres trabajan 87 días gratis al año”. Informe Equal Pay Day divulgado por el estudio de abogados Ferrere, El País, 8-3-2018.

3) “Esta es mi revolución. El feminismo militante en Uruguay”, Daiana García, Brecha, 9-3-2018, y Correspondencia de Prensa, 9-3-2018.

4) Plenario Intersindical de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores, central sindical única.

5) La Marcha recuerda el 20 de mayo de 1976, durante la dictadura (1973-1985), cuando fueron asesinados en Buenos Aires los legisladores Zelmar Michelini (Frente Amplio) y Héctor Gutiérrez Ruiz (Partido Nacional), y Rosario Barredo y William Whitelaw (militantes escindidos del movimiento tupamaro). Todos ellos se encontraban exiliados. El crimen fue cometido por militares uruguayos y argentinos en el marco de coordinación represiva de las dictaduras del Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay), conocida más tarde como “Operación Cóndor”.

6) “Las cloacas de la impunidad”. Ernesto Herrera, Rebelión, 22-1-2015 (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=194573) y A l´encontre, 6-2-2015 (http://alencontre.org/?s=ernesto+herrera+impunit%C3%A9)

7) “Hasta acá llegamos”, La renuncia de Familiares al Grupo por Verdad y Justicia”, Samuel Blixen, Brecha, 2-3-2018 y Correspondencia de Prensa, 3-3-2018.

8) Almuerzo de Mujica (12-12-2012) con 200 empresarios hoteleros, inmobiliarios y gastronómicos, Actividad organizada por “Destino Uruguay” en el restaurante Boca Chica de Punta del Este. Búsqueda, 27-12-2012.

9) Entrevista a Mujica, diario El Mercurio, Santiago de Chile, 5-1-2014.

10) Entrevista a Mujica, suplemento El Empresario, El País, 5-4-2013.

11) “El 14 de abril”, Ana Bolon, Brecha, 13-4-2012

12) “Uruguay tuvo con Mujica su mayor grado de libertad económica”, Búsqueda, 5-10-2017.

13) “Los policías denuncian sentirse “rehenes” en los barrios críticos”. El País, Montevideo, 9-3-2018.

14) “Seguridad, pobreza y criminalización. La profundización del estado punitivo en Uruguay”, Ana Juanche y Giani Di Palma, Revista Contrapunto, Montevideo, mayo de 2014.

15) “La benevolencia de la izquierda con los criminales es un mito”, entrevista al sociólogo Luis Eduardo Morás en el Semanario Hebreo, Montevideo Portal, 3-3-2018 y Correspondencia de Prensa, 10-3-2018

16) “La pobreza como un problema personal y privado. El ropaje des-socializante de las nuevas políticas sociales”, Bentura, Alonso, Mariatti, Brecha, 2-9-2018.

17) “Es pobre por “su culpa”: la nueva grieta uruguaya”, Tomer Urwicz, El País, 24-9-2017.

18) Ya existen dos gigantescas fábricas pasteras: una de UPM (ex Botnia), transnacional finlandesa, ubicada en la ciudad de Fray Bentos, departamento de Río Negro; y otra de Montes del Plata, propiedad de Arauco y Stora Enso, de origen chileno y sueco-finlandés, ubicada en Conchillas, departamento de Colonia. La segunda de UPM, se instalará cerca de la ciudad de Paso de los Toros, ubicada entre los departamentos de Durazno y Tacuarembó.

19) “Agro. La revolución sorprendente”, Rosanna Dellazoppa, Fin de Siglo, Montevideo, 2014.

20) “Dos años de Mujica”, Claudio Paolillo, Búsqueda, 1-3-2012.

21) “El conflicto del campo en la mirada de los trabajadores. La séptima mochila”, Salvador Neves, Brecha, 9-3-2018, y Correspondencia de Prensa, 10-3-2018.

22) “Hijos de la tierra. Apuntes sobre la economía política del Uruguay”, Gabriel Oyhantçabal. y Rodrigo Alonso, artículo publicado en el libro “Entre: ensayos sobre lo empieza y lo que termina”, Estuario editora, Montevideo, 2017.

23) A propósito del poder de los “servicios financieros” y sus consecuencias económicas y sociales, hay un estudio riguroso de Lena Levinas, investigadora del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro, “La financierización de la política social: el caso brasileño”, publicado en el sito de Sin Permiso, el 10-10-2015: (http://www.sinpermiso.info/textos/la-financierizacion-de-la-politica-social-el-caso-brasileno)

24) “Modos de ocultar el conflicto distributivo. Focopolítica en Uruguay”, Leticia Pérez, Brecha, 26-8-2016.

25) “El próximo presidente del FA tendrá que hacer varios parricidios”, entrevista a Gerardo Caetano, Brecha, 22-7-2016, y Correspondencia de Prensa, 23-7-2016.

26) Un resumen de las posiciones de estos sectores críticos, la expone el sociólogo Gabriel Delacoste en una entrevista titulada “La decadencia del progresismo no es electoral sino ideológica”, Brecha, 9-2-2018. Lacoste integra el colectivo de jóvenes académicos y activistas de diversas redes sociales, militantes del Frente Amplio, que publicaron el libro citado en la nota 22.

27) “Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo”. Decio Machado y Raúl Zibechi, Ediciones desde abajo, Bogotá, 2016.

Primera carta a las izquierdas

Primera carta a las izquierdas
Por Boaventura de Sousa Santos *

No pongo en cuestión que exista un futuro para las izquierdas, pero su futuro no será una continuación lineal de su pasado. Definir lo que tienen en común equivale a responder la pregunta: ¿qué es la izquierda? La izquierda es un conjunto de posiciones políticas que comparten el ideal de que los seres humanos tienen todos el mismo valor, y que son el valor más alto. Ese ideal es puesto en cuestión siempre que hay relaciones sociales de poder de-sigual, esto es, de dominación. En este caso, algunos individuos o grupos satisfacen algunas de sus necesidades transformando a otros individuos o grupos en medios para sus fines. El capitalismo no es la única fuente de dominación, pero es una fuente importante.

Las diferentes comprensiones de este ideal produjeron diversas fracturas. Las principales fueron respuestas opuestas a las siguientes preguntas. ¿Puede el capitalismo ser reformado para mejorar la suerte de los dominados, o esto sólo es posible más allá del capitalismo? ¿La lucha social debe ser conducida por una clase (la clase obrera) o por diferentes clases o grupos sociales? ¿Debe ser conducida dentro de las instituciones democráticas o fuera de ellas? ¿El Estado es, en sí mismo, una relación de dominación, o puede ser movilizado para combatir las relaciones de dominación?
Las respuestas opuestas a estas preguntas estuvieron en el origen de violentas fracturas. En nombre de la izquierda se cometieron atrocidades contra la izquierda; pero, en su conjunto, las izquierdas dominaron el siglo XX (a pesar del nazismo, el fascismo y el colonialismo) y el mundo se volvió más libre e igualitario gracias a ellas. Este siglo corto de las izquierdas terminó con la caída del Muro de Berlín. Los últimos treinta años fueron marcados, por un lado, por una gestión de ruinas y de inercias y, por el otro, por la emergencia de nuevas luchas contra la dominación, con otros actores y otros lenguajes que las izquierdas no pudieron entender.
Mientras tanto, liberado de las izquierdas, el capitalismo volvió a mostrar su vocación antisocial. Ahora vuelve a ser urgente reconstruir las izquierdas para evitar la barbarie. ¿Cómo recomenzar? Con la aceptación de las siguientes ideas:
Primero, el mundo se diversificó y la diversidad se instaló en el interior de cada país. La comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo; no hay internacionalismo sin interculturalismo.
Segundo, el capitalismo concibe a la democracia como un instrumento de acumulación; si es preciso, la reduce a la irrelevancia y, si encuentra otro instrumento más eficiente, prescinde de ella (el caso de China). La defensa de la democracia de alta intensidad debe ser la gran bandera de las izquierdas.
Tercero, el capitalismo es amoral y no entiende el concepto de dignidad humana; defender esta dignidad es una lucha contra el capitalismo y nunca con el capitalismo (en el capitalismo, incluso las limosnas sólo existen como relaciones públicas).
Cuarto, la experiencia del mundo muestra que hay inmensas realidades no capitalistas, guiadas por la reciprocidad y el cooperativismo, a la espera de ser valoradas como el futuro dentro del presente.
Quinto, el siglo pasado reveló que la relación de los humanos con la naturaleza es una relación de dominación contra la cual hay que luchar; el crecimiento económico no es infinito.
Sexto, la propiedad privada sólo es un bien social si es una entre varias formas de propiedad y si todas están protegidas; hay bienes comunes de la humanidad (como el agua y el aire).
Séptimo, el siglo corto de las izquierdas fue suficiente para crear un espíritu igualitario entre los seres humanos que sobresale en todas las encuestas; éste es un patrimonio de las izquierdas que ellas han estado dilapidando.
Octavo, el capitalismo precisa otras formas de dominación para florecer, del racismo al sexismo y la guerra, y todas deben ser combatidas.
Noveno, el Estado es un animal extraño, mitad ángel y mitad monstruo, pero, sin él, muchos otros monstruos andarían sueltos, insaciables, a la caza de ángeles indefensos. Mejor Estado, siempre; menos Estado, nunca.
Con estas ideas, las izquierdas seguirán siendo varias, aunque ya no es probable que se maten unas a otras y es posible que se unan para detener la barbarie que se aproxima.

  • Doctor en Sociología del Derecho.

Traducción: Javier Lorca.

The Alchemist

The Alchemist
By H. P. Lovecraft

High up, crowning the grassy summit of a swelling mound whose sides are wooded near the base with the gnarled trees of the primeval forest, stands the old chateau of my ancestors. For centuries its lofty battlements have frowned down upon the wild and rugged countryside about, serving as a home and stronghold for the proud house whose honoured line is older even than the moss-grown castle walls. These ancient turrets, stained by the storms of generations and crumbling under the slow yet mighty pressure of time, formed in the ages of feudalism one of the most dreaded and formidable fortresses in all France. From its machicolated parapets and mounted battlements Barons, Counts, and even Kings had been defied, yet never had its spacious halls resounded to the footsteps of the invader.

But since those glorious years all is changed. A poverty but little above the level of dire want, together with a pride of name that forbids its alleviation by the pursuits of commercial life, have prevented the scions of our line from maintaining their estates in pristine splendour; and the falling stones of the walls, the overgrown vegetation in the parks, the dry and dusty moat, the ill-paved courtyards, and toppling towers without, as well as the sagging floors, the worm-eaten wainscots, and the faded tapestries within, all tell a gloomy tale of fallen grandeur. As the ages passed, first one, then another of the four great turrets were left to ruin, until at last but a single tower housed the sadly reduced descendants of the once mighty lords of the estate.

It was in one of the vast and gloomy chambers of this remaining tower that I, Antoine, last of the unhappy and accursed Comtes de C——, first saw the light of day, ninety long years ago. Within these walls, and amongst the dark and shadowy forests, the wild ravines and grottoes of the hillside below, were spent the first years of my troubled life. My parents I never knew. My father had been killed at the age of thirty-two, a month before I was born, by the fall of a stone somehow dislodged from one of the deserted parapets of the castle; and my mother having died at my birth, my care and education devolved solely upon one remaining servitor, an old and trusted man of considerable intelligence, whose name I remember as Pierre. I was an only child, and the lack of companionship which this fact entailed upon me was augmented by the strange care exercised by my aged guardian in excluding me from the society of the peasant children whose abodes were scattered here and there upon the plains that surround the base of the hill.

At the time, Pierre said that this restriction was imposed upon me because my noble birth placed me above association with such plebeian company. Now I know that its real object was to keep from my ears the idle tales of the dread curse upon our line, that were nightly told and magnified by the simple tenantry as they conversed in hushed accents in the glow of their cottage hearths.

Thus isolated, and thrown upon my own resources, I spent the hours of my childhood in poring over the ancient tomes that filled the shadow-haunted library of the chateau, and in roaming without aim or purpose through the perpetual dusk of the spectral wood that clothes the side of the hill near its foot. It was perhaps an effect of such surroundings that my mind early acquired a shade of melancholy. Those studies and pursuits which partake of the dark and occult in Nature most strongly claimed my attention.

Of my own race I was permitted to learn singularly little, yet what small knowledge of it I was able to gain, seemed to depress me much. Perhaps it was at first only the manifest reluctance of my old preceptor to discuss with me my paternal ancestry that gave rise to the terror which I ever felt at the mention of my great house; yet as I grew out of childhood, I was able to piece together disconnected fragments of discourse, let slip from the unwilling tongue which had begun to falter in approaching senility, that had a sort of relation to a certain circumstance which I had always deemed strange, but which now became dimly terrible.

The circumstance to which I allude is the early age at which all the Comtes of my line had met their end. Whilst I had hitherto considered this but a natural attribute of a family of short-lived men, I afterward pondered long upon these premature deaths, and began to connect them with the wanderings of the old man, who often spoke of a curse which for centuries had prevented the lives of the holders of my title from much exceeding the span of thirty-two years. Upon my twenty-first birthday, the aged Pierre gave to me a family document which he said had for many generations been handed down from father to son, and continued by each possessor. Its contents were of the most startling nature, and its perusal confirmed the gravest of my apprehensions. At this time, my belief in the supernatural was firm and deep-seated, else I should have dismissed with scorn the incredible narrative unfolded before my eyes.
The paper carried me back to the days of the thirteenth century, when the old castle in which I sat had been a feared and impregnable fortress. It told of a certain ancient man who had once dwelt on our estates, a person of no small accomplishments, though little above the rank of peasant; by name, Michel, usually designated by the surname of Mauvais, the Evil, on account of his sinister reputation. He had studied beyond the custom of his kind, seeking such things as the Philosopher’s Stone, or the Elixir of Eternal Life, and was reputed wise in the terrible secrets of Black Magic and Alchemy. Michel Mauvais had one son, named Charles, a youth as proficient as himself in the hidden arts, and who had therefore been called Le Sorcier, or the Wizard. This pair, shunned by all honest folk, were suspected of the most hideous practices. Old Michel was said to have burnt his wife alive as a sacrifice to the Devil, and the unaccountable disappearances of many small peasant children were laid at the dreaded door of these two. Yet through the dark natures of the father and the son ran one redeeming ray of humanity; the evil old man loved his offspring with fierce intensity, whilst the youth had for his parent a more than filial affection.
One night the castle on the hill was thrown into the wildest confusion by the vanishment of young Godfrey, son to Henri the Comte. A searching party, headed by the frantic father, invaded the cottage of the sorcerers and there came upon old Michel Mauvais, busy over a huge and violently boiling cauldron. Without certain cause, in the ungoverned madness of fury and despair, the Comte laid hands on the aged wizard, and ere he released his murderous hold his victim was no more. Meanwhile joyful servants were proclaiming the finding of young Godfrey in a distant and unused chamber of the great edifice, telling too late that poor Michel had been killed in vain. As the Comte and his associates turned away from the lowly abode of the alchemists, the form of Charles Le Sorcier appeared through the trees. The excited chatter of the menials standing about told him what had occurred, yet he seemed at first unmoved at his father’s fate. Then, slowly advancing to meet the Comte, he pronounced in dull yet terrible accents the curse that ever afterward haunted the house of C——.

“May ne’er a noble of thy murd’rous line
Survive to reach a greater age than thine!”

spake he, when, suddenly leaping backwards into the black wood, he drew from his tunic a phial of colourless liquid which he threw into the face of his father’s slayer as he disappeared behind the inky curtain of the night. The Comte died without utterance, and was buried the next day, but little more than two and thirty years from the hour of his birth. No trace of the assassin could be found, though relentless bands of peasants scoured the neighbouring woods and the meadow-land around the hill.
Thus time and the want of a reminder dulled the memory of the curse in the minds of the late Comte’s family, so that when Godfrey, innocent cause of the whole tragedy and now bearing the title, was killed by an arrow whilst hunting, at the age of thirty-two, there were no thoughts save those of grief at his demise. But when, years afterward, the next young Comte, Robert by name, was found dead in a nearby field from no apparent cause, the peasants told in whispers that their seigneur had but lately passed his thirty-second birthday when surprised by early death. Louis, son to Robert, was found drowned in the moat at the same fateful age, and thus down through the centuries ran the ominous chronicle; Henris, Roberts, Antoines, and Armands snatched from happy and virtuous lives when little below the age of their unfortunate ancestor at his murder.
That I had left at most but eleven years of further existence was made certain to me by the words which I read. My life, previously held at small value, now became dearer to me each day, as I delved deeper and deeper into the mysteries of the hidden world of black magic. Isolated as I was, modern science had produced no impression upon me, and I laboured as in the Middle Ages, as wrapt as had been old Michel and young Charles themselves in the acquisition of daemonological and alchemical learning. Yet read as I might, in no manner could I account for the strange curse upon my line. In unusually rational moments, I would even go so far as to seek a natural explanation, attributing the early deaths of my ancestors to the sinister Charles Le Sorcier and his heirs; yet having found upon careful inquiry that there were no known descendants of the alchemist, I would fall back to occult studies, and once more endeavour to find a spell that would release my house from its terrible burden. Upon one thing I was absolutely resolved. I should never wed, for since no other branches of my family were in existence, I might thus end the curse with myself.
As I drew near the age of thirty, old Pierre was called to the land beyond. Alone I buried him beneath the stones of the courtyard about which he had loved to wander in life. Thus was I left to ponder on myself as the only human creature within the great fortress, and in my utter solitude my mind began to cease its vain protest against the impending doom, to become almost reconciled to the fate which so many of my ancestors had met. Much of my time was now occupied in the exploration of the ruined and abandoned halls and towers of the old chateau, which in youth fear had caused me to shun, and some of which, old Pierre had once told me, had not been trodden by human foot for over four centuries. Strange and awesome were many of the objects I encountered. Furniture, covered by the dust of ages and crumbling with the rot of long dampness, met my eyes. Cobwebs in a profusion never before seen by me were spun everywhere, and huge bats flapped their bony and uncanny wings on all sides of the otherwise untenanted gloom.
Of my exact age, even down to days and hours, I kept a most careful record, for each movement of the pendulum of the massive clock in the library told off so much more of my doomed existence. At length I approached that time which I had so long viewed with apprehension. Since most of my ancestors had been seized some little while before they reached the exact age of Comte Henri at his end, I was every moment on the watch for the coming of the unknown death. In what strange form the curse should overtake me, I knew not; but I was resolved, at least, that it should not find me a cowardly or a passive victim. With new vigour I applied myself to my examination of the old chateau and its contents.
It was upon one of the longest of all my excursions of discovery in the deserted portion of the castle, less than a week before that fatal hour which I felt must mark the utmost limit of my stay on earth, beyond which I could have not even the slightest hope of continuing to draw breath, that I came upon the culminating event of my whole life. I had spent the better part of the morning in climbing up and down half-ruined staircases in one of the most dilapidated of the ancient turrets. As the afternoon progressed, I sought the lower levels, descending into what appeared to be either a mediaeval place of confinement, or a more recently excavated storehouse for gunpowder. As I slowly traversed the nitre-encrusted passageway at the foot of the last staircase, the paving became very damp, and soon I saw by the light of my flickering torch that a blank, water-stained wall impeded my journey. Turning to retrace my steps, my eye fell upon a small trap-door with a ring, which lay directly beneath my feet. Pausing, I succeeded with difficulty in raising it, whereupon there was revealed a black aperture, exhaling noxious fumes which caused my torch to sputter, and disclosing in the unsteady glare the top of a flight of stone steps. As soon as the torch, which I lowered into the repellent depths, burned freely and steadily, I commenced my descent. The steps were many, and led to a narrow stone-flagged passage which I knew must be far underground. The passage proved of great length, and terminated in a massive oaken door, dripping with the moisture of the place, and stoutly resisting all my attempts to open it. Ceasing after a time my efforts in this direction, I had proceeded back some distance toward the steps, when there suddenly fell to my experience one of the most profound and maddening shocks capable of reception by the human mind. Without warning, I heard the heavy door behind me creak slowly open upon its rusted hinges. My immediate sensations are incapable of analysis. To be confronted in a place as thoroughly deserted as I had deemed the old castle with evidence of the presence of man or spirit, produced in my brain a horror of the most acute description. When at last I turned and faced the seat of the sound, my eyes must have started from their orbits at the sight that they beheld. There in the ancient Gothic doorway stood a human figure. It was that of a man clad in a skull-cap and long mediaeval tunic of dark colour. His long hair and flowing beard were of a terrible and intense black hue, and of incredible profusion. His forehead, high beyond the usual dimensions; his cheeks, deep-sunken and heavily lined with wrinkles; and his hands, long, claw-like, and gnarled, were of such a deathly, marble-like whiteness as I have never elsewhere seen in man. His figure, lean to the proportions of a skeleton, was strangely bent and almost lost within the voluminous folds of his peculiar garment. But strangest of all were his eyes; twin caves of abysmal blackness, profound in expression of understanding, yet inhuman in degree of wickedness. These were now fixed upon me, piercing my soul with their hatred, and rooting me to the spot whereon I stood. At last the figure spoke in a rumbling voice that chilled me through with its dull hollowness and latent malevolence. The language in which the discourse was clothed was that debased form of Latin in use amongst the more learned men of the Middle Ages, and made familiar to me by my prolonged researches into the works of the old alchemists and daemonologists. The apparition spoke of the curse which had hovered over my house, told me of my coming end, dwelt on the wrong perpetrated by my ancestor against old Michel Mauvais, and gloated over the revenge of Charles Le Sorcier. He told how the young Charles had escaped into the night, returning in after years to kill Godfrey the heir with an arrow just as he approached the age which had been his father’s at his assassination; how he had secretly returned to the estate and established himself, unknown, in the even then deserted subterranean chamber whose doorway now framed the hideous narrator; how he had seized Robert, son of Godfrey, in a field, forced poison down his throat, and left him to die at the age of thirty-two, thus maintaining the foul provisions of his vengeful curse. At this point I was left to imagine the solution of the greatest mystery of all, how the curse had been fulfilled since that time when Charles Le Sorcier must in the course of Nature have died, for the man digressed into an account of the deep alchemical studies of the two wizards, father and son, speaking most particularly of the researches of Charles Le Sorcier concerning the elixir which should grant to him who partook of it eternal life and youth.
His enthusiasm had seemed for the moment to remove from his terrible eyes the hatred that had at first so haunted them, but suddenly the fiendish glare returned, and with a shocking sound like the hissing of a serpent, the stranger raised a glass phial with the evident intent of ending my life as had Charles Le Sorcier, six hundred years before, ended that of my ancestor. Prompted by some preserving instinct of self-defence, I broke through the spell that had hitherto held me immovable, and flung my now dying torch at the creature who menaced my existence. I heard the phial break harmlessly against the stones of the passage as the tunic of the strange man caught fire and lit the horrid scene with a ghastly radiance. The shriek of fright and impotent malice emitted by the would-be assassin proved too much for my already shaken nerves, and I fell prone upon the slimy floor in a total faint.
When at last my senses returned, all was frightfully dark, and my mind remembering what had occurred, shrank from the idea of beholding more; yet curiosity overmastered all. Who, I asked myself, was this man of evil, and how came he within the castle walls? Why should he seek to avenge the death of poor Michel Mauvais, and how had the curse been carried on through all the long centuries since the time of Charles Le Sorcier? The dread of years was lifted from my shoulders, for I knew that he whom I had felled was the source of all my danger from the curse; and now that I was free, I burned with the desire to learn more of the sinister thing which had haunted my line for centuries, and made of my own youth one long-continued nightmare. Determined upon further exploration, I felt in my pockets for flint and steel, and lit the unused torch which I had with me. First of all, the new light revealed the distorted and blackened form of the mysterious stranger. The hideous eyes were now closed. Disliking the sight, I turned away and entered the chamber beyond the Gothic door. Here I found what seemed much like an alchemist’s laboratory. In one corner was an immense pile of a shining yellow metal that sparkled gorgeously in the light of the torch. It may have been gold, but I did not pause to examine it, for I was strangely affected by that which I had undergone. At the farther end of the apartment was an opening leading out into one of the many wild ravines of the dark hillside forest. Filled with wonder, yet now realising how the man had obtained access to the chateau, I proceeded to return. I had intended to pass by the remains of the stranger with averted face, but as I approached the body, I seemed to hear emanating from it a faint sound, as though life were not yet wholly extinct. Aghast, I turned to examine the charred and shrivelled figure on the floor. Then all at once the horrible eyes, blacker even than the seared face in which they were set, opened wide with an expression which I was unable to interpret. The cracked lips tried to frame words which I could not well understand. Once I caught the name of Charles Le Sorcier, and again I fancied that the words “years” and “curse” issued from the twisted mouth. Still I was at a loss to gather the purport of his disconnected speech. At my evident ignorance of his meaning, the pitchy eyes once more flashed malevolently at me, until, helpless as I saw my opponent to be, I trembled as I watched him.
Suddenly the wretch, animated with his last burst of strength, raised his hideous head from the damp and sunken pavement. Then, as I remained, paralysed with fear, he found his voice and in his dying breath screamed forth those words which have ever afterward haunted my days and my nights. “Fool,” he shrieked, “can you not guess my secret? Have you no brain whereby you may recognise the will which has through six long centuries fulfilled the dreadful curse upon your house? Have I not told you of the great elixir of eternal life? Know you not how the secret of Alchemy was solved? I tell you, it is I! I! I! that have lived for six hundred years to maintain my revenge, FOR I AM CHARLES LE SORCIER!”

El sistema de conjunción lingüística de Cataluña y Arán

El sistema de conjunción lingüística de Cataluña y Arán, eterna obsesión de la derecha neoliberal españolista
Daniel Escribano 21/02/2018

El modelo lingüístico de la enseñanza no universitaria en Cataluña es, probablemente, el elemento del diseño institucional autonómico que mayor consenso político y social concita en el Principado, que incluye a partidos unionistas como el PSC, y a formaciones no independentistas como Catalunya en Comú. Tan sólo el partido heredero del franquismo (PP) y el nuevo nacionalismo español neoliberal (Ciutadans) se oponen al sistema de conjunción lingüística en catalán (y en occitano, en Arán). Como en otros aspectos del marco jurídico-lingüístico de la Cataluña autonómica, la impronta del PSUC, el partido mayoritario del antifranquismo catalán, es especialmente patente en el sistema lingüístico-escolar. En efecto, mientras que, a principios de la década de 1980, las fuerzas mayoritarias del nacionalismo catalán (CiU y ERC) defendían, igual que la derecha españolista, una doble red, en catalán y castellano, el PSUC (y el propio PSC) propugnaba un sistema único con el catalán como lengua vehicular. Ello respondía a un doble objetivo: (a) la plena restauración del catalán como lengua común de Cataluña, social, demográfica y jurídicamente mermada tras el régimen de opresión también específicamente lingüística impuesto por la dictadura franquista, y (b) la integración lingüística de los inmigrantes llegados desde la década de 1950. Este segundo aspecto tenía, a su vez, el objetivo de evitar tanto la división de la sociedad catalana en dos comunidades, definidas en este caso por criterios lingüísticos (a eso se refería el celebrado lema del PSUC Catalunya, un sol poble), como el hecho de que, en las zonas de mayoría hispanófona, el sistema lingüístico-escolar funcionara como instrumento selectivo de clase, de modo que la red en catalán fuera una opción minoritaria y elitista, con una red en castellano estigmatizada como gueto para el alumnado de familias inmigrantes. No en vano, en los sistemas de separación lingüística, a menudo el hecho de que las familias bienestantes matriculen a sus hijos en la red que funciona en el idioma propio del territorio no responde al objetivo de contribuir a la plena recuperación de éste, sino que es un efecto del mencionado mecanismo de selección social de que disponen los centros que funcionan en la lengua propia en sistemas que reconocen el pretendido derecho de elección del idioma de enseñanza.(1)

Finalmente, la Ley del Parlament 7/1983, de 18 de abril, de normalización lingüística, estableció que “[l]os centros de enseñanza deben hacer de la lengua catalana vehículo de expresión normal” (art. 20) y, para las poblaciones con más de un 70% de alumnado no catalanohablante, a partir del curso 1983-84 el gobierno catalán empezó a aplicar el programa de la denominada inmersión lingüística, consistente en la impartición de la enseñanza entre los 3 y 7 años íntegramente en catalán, con el español como asignatura. La Ley 1/1998, de 7 de enero, de política lingüística, declaró el catalán lengua vehicular de toda la enseñanza no universitaria (art. 21.1). El sistema de conjunción lingüística en catalán adquirió rango estatutario con la Ley orgánica 6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de autonomía de Cataluña, que recogió el precepto según el cual “la lengua normalmente utilizada como vehicular y de aprendizaje en la enseñanza” (art. 6.1), tanto universitaria como no universitaria (art. 35.1). Asimismo, el sistema también prevé atención individualizada en castellano para el alumnado de primera enseñanza cuyos progenitores o tutores lo soliciten (Ley 12/2009, de 10 de julio, de educación, art. 11.4). En lo tocante al occitano en Arán, es de aplicación el mismo régimen que el establecido respecto al catalán en la Cataluña estricta (Ley 12/2009, art. 17; Ley 35/2010, de 1 de octubre, del occitano, aranés, en Arán, arts. 13-14; Ley 1/2015, de 5 de febrero, de régimen especial de Arán, art. 8.1.c).

El sistema, junto con la propia situación sociolingüística, de omnipresencia social y mediática del castellano, hace que el uso vehicular de la lengua propia del territorio no sea óbice para que el alumnado adquiera igualmente niveles de competencia en castellano suficientes, tal y como acreditan los datos disponibles.(2)

De lo expuesto se deduce que los usurpadores que, en uso abusivo y espúreo del artículo 155 de la Constitución y en flagrante vulneración del apartado séptimo del artículo 67 de la Ley orgánica 6/2006, ocupan actualmente el gobierno de la Generalitat tendrían que infringir nuevamente la legislación vigente para implantar el sistema de separatismo lingüístico. En realidad, no se trata de la primera ocasión en que la derecha política y judicial españolas intentan imponer sus objetivos políticos por medios distintos de los previstos en la legislación a que tanto gustan de apelar, por cuanto ya los tribunales Supremo y Superior de Justicia de Cataluña han ordenado al gobierno catalán que incumpla la legislación lingüística catalana, pretendiendo erigirse ellos mismos en legisladores y proclamando “derechos” al margen de las leyes. Y lo mismo intentó el legislador español durante la X legislatura del régimen actual, con la Ley orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, “para la mejora de calidad educativa”. Ocurre, sin embargo, que todos los preceptos mencionados del marco jurídico-lingüístico catalán se encuentran en vigor, por cuanto han sido avalados por el Tribunal Constitucional (STC 337/1994, de 23 de diciembre) o ni siquiera han sido objeto de recurso de inconstitucionalidad.

Huelga decir que, de haberse implantado en Cataluña la doble red lingüístico-escolar, los niveles de competencia en catalán del alumnado de zonas predominantemente hispanófonas serían muy bajos,(3) con el consiguiente perjuicio para su integración sociolaboral. Por ello, no sorprende que fueran los partidos de izquierda y el movimiento asociativo procedente de la propia inmigración quienes más presionaron en favor del sistema de conjunción lingüística en catalán. Y, si bien la implantación de un sistema de separación lingüística tendría consecuencias lesivas para el conocimiento y uso social de la lengua catalana (y occitana, en Arán), en términos estrictamente individuales y sociales sería el alumnado de familias hispanófonas y de la nueva inmigración el más perjudicado.

Por ello, no existe razón pedagógica alguna que justifique el establecimiento de una doble red lingüístico-escolar en Cataluña ni en Arán. Antes bien, la obsesión de la derecha españolista por liquidar el sistema de conjunción lingüística vigente en Cataluña y Arán debe buscarse en el ancestral supremacismo lingüístico del nacionalismo español y en la intolerancia de éste a que la hegemonía sociolingüística del español pueda ser disputada en territorio alguno bajo administración española.

Notas

(1) A pesar de la huera retórica al respecto de los partidarios del separatismo lingüístico, es un principio consolidado tanto en la jurisprudencia internacional (sentencia del Tribunal Europeo de Derechos de Humanos de 23 de julio de 1968) como en la propia jurisprudencia española (STC 195/1989, de 27 de noviembre, FJ 3; STC 337/1994, de 23 de diciembre, FJ 9) que el derecho a la educación no contiene inherentemente el derecho a la elección de la lengua de la enseñanza. Ello es así por una razón tan elemental como que “reconocer a toda persona bajo la jurisdicción de un estado el derecho a ser instruida en la lengua de su elección conduciría a resultados absurdos, ya que cada cual podría reivindicar la instrucción en cualquier lengua de cualquiera de los territorios de las partes contratantes” (sentencia del TEDH de 23 de julio de 1968). Si en algunas comunidades autónomas se reconoce el derecho a elegir la lengua oficial en que recibir la enseñanza —que, además, debería considerarse conjuntamente con el deber del alumnado de adquirir un nivel de competencia suficiente en ambas lenguas oficiales, tal y como establece la letra de las mismas normas que proclaman el mencionado derecho—, se trata de un derecho adicional, distinto del derecho a la educación, y específico del ordenamiento jurídico de esas comunidades.

(2) Según datos del Ministerio de Educación de 2010 y 2011, las cifras de competencia en castellano del alumnado catalán de 4.º de primaria y 2.º de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) se sitúan ligeramente por encima de la media española (502 puntos sobre 500), por encima de la media de comunidades donde el castellano es la única lengua vehicular, como Andalucía, Murcia, Extremadura o Canarias.

(3) Según una encuesta del Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo (organismo adscrito al Departamento de Enseñanza de la Generalitat de Cataluña) realizada en 2006 a estudiantes de 4.º de ESO, el 90,1% de los estudiantes declaraba tener un nivel de competencia oral “alta” o “muy alta” en catalán, suma que en el caso del castellano ascendía al 94%. Igualmente, en comprensión lectora, las sumas eran del 94,2%, en catalán, y del 95,7, en castellano, y del 86,4 y del 91,5, respectivamente, en competencia escrita. Esos desequilibrios no pueden atribuirse a la identidad lingüística previa del alumnado, por cuanto la mayoría declaraba que su lengua inicial es el catalán (36,6%) o ambas (27,5%). Véase Estudi sociodemogràfic i lingüístic de l’alumnat de 4t d’ESO de Catalunya. Avaluació de l’educació secundària obligatòria 2006. Barcelona: Generalitat de Catalunya, Departament d’Educació, 2008, pp. 43-43 y 35. (Agradezco a Natxo Sorolla que me facilitara una copia de esta encuesta.) En este sentido, es elocuente la comparación del sistema catalán con el vigente en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV), a menudo elogiado por PP y Ciudadanos, basado en la separación del alumnado en función de la lengua docente, según tres modelos: A (castellano lengua vehicular y euskera como asignatura); B (uso vehicular de ambas lenguas), y D (euskera como lengua vehicular y castellano como asignatura) (Decreto del Gobierno vasco 138/1983, de 11 de julio, y Ley del Parlamento vasco 1/1993, de 19 de febrero, de la escuela pública vasca, disposición adicional décima). Pruebas correspondientes a un nivel de competencia en euskera equivalente al nivel B2 del marco europeo de referencia realizadas en el curso 2004-05 a estudiantes de los modelos B y D arrojaron resultados positivos del 32,6 y del 68%, respectivamente. En el caso del modelo A, el sistema es estructuralmente tan deficiente para la adquisición de competencia en euskera que ni siquiera se propuso al alumnado realizar la prueba. Datos extraídos de Iñaki Etxeberria, Hizkuntza ereduen jatorria, bilakaera eta emaitzak EAEko hezkuntza sareetan. Euskal Eskola Publikoa Gaur Bihar / EHIGE, s/f, p. 17.
Daniel Escribano
es traductor, asesor lingüístico y miembro de Espaifabrica.cat. Es autor del libro “El conflicte lingüístic a les illes Balears durant la Segona República (1931-1936)” (Lleonard Muntaner Editor, 2017) y de diversas traducciones, entre las que destacan “Ulrike Meinhof”, de Jutta Ditfurth (Tigre de Paper, 2017), “Será colosal”, de Joseba Sarrionandia (Txalaparta, 2016), o “Panther”, de Melvin Van Peebles (Tigre de Paper, 2016). Ha editado y traducido la obra “Pomes perdudes. Antologia de la narrativa basca moderna” (Tigre de Paper, 2014) y, junto con Àngel Ferrero, la antología de James Connolly “La causa obrera es la causa de Irlanda. La causa de Irlanda es la causa obrera. Textos sobre socialismo y liberación nacional” (Txalaparta, 2014).

The Pomegranate

“The Pomegranate,” by Kawabata Yasunari

Kawabata Yasunari (1889-1972) was the first Japanese writer to win the Nobel Prize in literature. It was awarded in 1968, and coincided with the centennial celebration of the Meiji Restoration.

Japanese authors of the modern period have been well aware of both their own long, rich literary tradition and new ideas about content, form, and style available from the West. Kawabata was no exception; his work has been influenced by both traditions, and is widely read in the West as well as in Japan.

Kawabata is best known in the United States for novels such as Snow Country, A Thousand Cranes, and The Sound of the Mountain, but he also wrote many very short stories — a form he called tanagokoro no shôsetsu ( “palm-of-the-hand stories”). These short narratives are less concerned with plot, or story line, than with depicting momentary experiences and feelings that have wider meanings.

As you read the following story, written in l945 just at the end of World War II, try to think about what each little incident means to the main character, Kimiko.

“The Pomegranate”

In the high wind that night the pomegranate tree was stripped of its leaves.

The leaves lay in a circle around the base.

Kimiko was startled to see it naked in the morning, and wondered at the flawlessness of the circle. She would have expected the wind to disturb it.

There was a pomegranate, a very fine one, left behind in the tree.

“Just come and look at it,” she called to her mother.

“I had forgotten.” Her mother glanced up at the tree and went back to the kitchen.

It made Kimiko think of their loneliness. The pomegranate over the veranda too seemed lonely and forgotten.

Two weeks or so before, her seven-year-old nephew had come visiting, and had noticed the pomegranates immediately. He had scrambled up into the tree. Kimiko had felt that she was in the presence of life.

“There is a big one up above,” she called from the veranda.

“But if I pick it I can’t get back down.”

It was true. To climb down with pomegranates in both hands would not be easy. Kimiko smiled. He was a dear.

Until he had come the house had forgotten the pomegranate. And until now they had forgotten it again.

Then the fruit had been hidden in the leaves. Now it stood clear against the sky.

There was strength in the fruit and in the circle of leaves at the base. Kimiko went and knocked it down with a bamboo pole.

It was so ripe that the seeds seemed to force it open. They glistened in the sunlight when she laid it on the veranda, and the sun seemed to go on through them.

She felt somehow apologetic.

Upstairs with her sewing at about ten, she heard Keikichi’s voice. Though the door was unlocked, he seemed to have come around to the garden. There was urgency in his voice.

“Kimiko, Kimiko!” her mother called. “Keikichi is here.”

Kimiko had let her needle come unthreaded. She pushed it back into the pincushion.

“Kimiko had been saying how she wanted to see you again before you leave.” Keikichi was going to war. “But we could hardly go and see you without an invitation, and you didn’t come. It was good of you to come today.”

She asked him to stay for lunch, but he was in a hurry.

“Well, do at least have a pomegranate. We grew it ourselves.” She called up to Kimiko again.

He greeted her with his eyes, as if it were more than he could do to wait for her to come down. She stopped on the stairs.

Something warm seemed to come into his eyes, and the pomegranate fell from his hand.

They looked at each other and smiled.

When she realized that she was smiling, she flushed. Keikichi got up from the veranda.

“Take care of yourself, Kimiko.”

“And you.”

He had already turned away and was saying goodbye to her.

Kimiko looked on at the garden gate after he had left.

“He was in such a hurry,” said her mother. “And it’s such a fine pomegranate.”

He had left it on the veranda.

Apparently he had dropped it as that warm something came into his eyes and he was beginning to open it. He had not broken it completely in two. It lay with the seeds up.

Her mother took it to the kitchen and washed it, and handed it to Kimiko.

Kimiko frowned and pulled back, and then, flushing once more, took it in with some confusion.

Keikichi would seem to have taken a few seeds from the edge.

With her mother watching her, it would have been strange for Kimiko to refuse to eat. She bit nonchalantly into it. The sourness filled her mouth. She felt a kind of sad happiness, as if it were penetrating far down inside her.

Uninterested, her mother had stood up.

She went to a mirror and sat down. “Just look at my hair, will you. I said goodbye to Keikichi with this wild mop of hair.”

Kimiko could hear the comb.

“When your father died,” her mother said softly, “I was afraid to comb my hair. When I combed my hair I would forget what I was doing. When I came to myself it would be as if your father were waiting for me to finish.”

Kimiko remembered her mother’s habit of eating what her father had left on his plate.

She felt something pull at her, a happiness that made her want to weep.

Her mother had probably given her the pomegranate because of a reluctance to throw it away. Only because of that. It had become a habit not to throw things away.

Alone with her private happiness, Kimiko felt shy before her mother.

She thought that it had been a better farewell than Keikichi could have been aware of, and that she could wait any length of time for him to come back.

She looked toward her mother. The sun was falling on the paper doors beyond which she sat at her mirror.

She was somehow afraid to bite into the pomegranate on her knee.

Translated by Edward G. Seidensticker, in Contemporary Japanese Literature, edited by Howard Hibbett (New York: A.A. Knopf, 1977), 293-295. Reprinted by permission of the translator.

Un matrimonio perfecto: evangélicos y conservadores en América Latina

Un matrimonio perfecto: evangélicos y conservadores en América Latina

Por Javier Corrales 19 de enero de 2018

AMHERST, Massachusetts — Las iglesias evangélicas protestantes, que por estos días se encuentran en casi cualquier vecindario en América Latina, están transformando la política como ninguna otra fuerza. Le están dando a las causas conservadoras —en especial a los partidos políticos— un nuevo impulso y nuevos votantes.

En América Latina, el cristianismo se asociaba con el catolicismo romano. La Iglesia católica tuvo prácticamente el monopolio de la religión hasta la década de los ochenta. Al catolicismo solo lo desafiaban el anticlericalismo y el ateísmo. Nunca había habido otra religión. Hasta ahora.

Hoy en día los evangélicos constituyen casi el 20 por ciento de la población en América Latina, mucho más que el tres por ciento de hace seis décadas. En algunos cuantos países centroamericanos, están cerca de ser la mayoría.

La ideología de los pastores evangélicos es variada, pero en términos de género y sexualidad por lo general sus valores son conservadores, patriarcales y homofóbicos. Esperan que las mujeres sean totalmente sumisas a sus esposos evangélicos. En todos los países de la región, sus posturas en contra de los derechos de las personas homosexuales han sido las más radicales.
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Se aproxima una tormenta perfecta a México

¿Cómo han adquirido tanto poder político los grupos evangélicos?

El ascenso de los grupos evangélicos es políticamente inquietante porque están alimentando una nueva forma de populismo. A los partidos conservadores les están dando votantes que no pertenecen a la élite, lo cual es bueno para la democracia, pero estos electores suelen ser intransigentes en asuntos relacionados con la sexualidad, lo que genera polarización cultural. La inclusión intolerante, que constituye la fórmula populista clásica en América Latina, está siendo reinventada por los pastores protestantes.

Brasil es un buen ejemplo del aumento del poder evangélico en América Latina. La bancada evangélica, los noventa y tantos miembros evangélicos del congreso, han frustrado acciones legislativas a favor de la población LGBT, desempeñaron un papel importante en la destitución de la presidenta Dilma Rousseff y cerraron exposiciones en museos. Un alcalde evangélico fue electo en Río de Janeiro, una de las ciudades del mundo más abiertas con la comunidad homosexual. Sus éxitos han sido tan ambiciosos, que los obispos evangélicos de otros países dicen que quieren imitar el “modelo brasileño”.

Ese modelo se está esparciendo por la región. Con la ayuda de los católicos, los evangélicos también han organizado marchas en contra del movimiento LGBT en Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Perú y México. En Paraguay y Colombia pidieron que los ministerios de educación prohibieran los libros que abordan la sexualidad. En Colombia incluso se movilizaron para que se rechazara el acuerdo de paz con las Farc, el mayor grupo guerrillero en América Latina, con el argumento de que los acuerdos llevaban muy lejos los derechos feministas y de la comunidad LGBT.

¿Cómo es que los grupos evangélicos han adquirido tanto poder político? Después de todo, incluso en Brasil, las personas que se identifican como evangélicos siguen siendo una minoría y en la mayoría de los países el ateísmo va en aumento. La respuesta tiene que ver con sus nuevas tácticas políticas.

Ninguna de esas estrategias ha sido tan transformadora como la decisión de establecer alianzas con partidos políticos de derecha.

Históricamente, los partidos de derecha en América Latina tendían a gravitar hacia la Iglesia católica y a desdeñar el protestantismo, mientras que los evangélicos se mantenían al margen de la política. Ya no es así. Los partidos conservadores y los evangélicos están uniendo fuerzas.

Las elecciones presidenciales de Chile en 2017 ofrecen un ejemplo claro de esta unión entre los obispos evangélicos y los partidos. Dos candidatos de derecha, Sebastián Piñera y José Antonio Kast, buscaron ganarse el favor de los evangélicos. El ganador de las elecciones, Piñera, tenía cuatro pastores evangélicos como asesores de campaña.

Hay una razón por la cual los políticos conservadores están abrazando el evangelicalismo. Los grupos evangélicos están resolviendo la desventaja política más importante que los partidos de derecha tienen en América Latina: su falta de arrastre entre los votantes que no pertenecen a las élites. Tal como señaló el politólogo Ed Gibson, los partidos de derecha obtenían su electorado principal entre las clases sociales altas. Esto los hacía débiles electoralmente.

Los evangélicos están cambiando ese escenario. Están consiguiendo votantes entre gente de todas las clases sociales, pero principalmente entre los menos favorecidos. Están logrando convertir a los partidos de derecha en partidos del pueblo.

Este matrimonio de los pastores con los partidos no es un invento latinoamericano. Desde la década de los ochenta sucede en Estados Unidos, conforme la derecha cristiana poco a poco se convirtió en lo que puede llamarse el electorado más confiable del Partido Republicano. Incluso Donald Trump —a quien muchos consideran la antítesis de los valores bíblicos— hizo su campaña con una plataforma evangélica. Escogió a su compañero de fórmula, Mike Pence, por su evangelicalismo.

No es accidental que Estados Unidos y América Latina tengan experiencias similares en cuanto a la política evangélica. Los evangélicos estadounidenses instruyen a sus contrapartes latinoamericanos sobre cómo coquetear con los partidos, convertirse en cabilderos y combatir el matrimonio igualitario. Hay muy pocos grupos de la sociedad civil que tengan vínculos externos tan sólidos.

Además de establecer alianzas con los partidos, los grupos evangélicos latinoamericanos han aprendido a hacer las paces con su rival histórico, la Iglesia católica. Por lo menos en cuanto al tema de la sexualidad, los pastores y los sacerdotes han encontrado un nuevo terreno común.

El ejemplo más reciente de cooperación ha sido en el enfoque: el lenguaje que los actores políticos utilizan para describir sus causas. Para los sociólogos, mientras más actores logren enfocar un asunto para que resuene entre múltiples electorados, y no solo el principal, más probable es que influyan en la política.

En América Latina, los clérigos tanto católicos como evangélicos han encontrado un enfoque eficaz para su conservadurismo: la oposición a lo que han bautizado como “ideología de género”.

Este término se usa para etiquetar cualquier esfuerzo por promover la aceptación de la diversidad sexual y de género. Cuando los expertos argumentan que la diversidad sexual es real y la identidad de género es un constructo, el clero evangélico y católico dice que no se trata de algo científico, sino de una ideología.

A los evangélicos les gusta enfatizar la palabra “ideología” porque les da el derecho, argumentan, de protegerse a sí mismos —y en especial a sus hijos— de la exposición a esas ideas. La ideología de género les permite encubrir su homofobia con un llamado a proteger a los menores.

La belleza política de la “ideología de género” es que ha dado a los clérigos una forma de replantear su postura religiosa en términos laicos: como derechos de los padres. En América Latina, el nuevo lema cristiano es: “Con mis hijos no te metas”. Es uno de los resultados de esta colaboración entre evangélicos y católicos.

Políticamente, podríamos ser testigos de una tregua histórica entre los protestantes y los católicos en la región: mientras que los evangélicos acordaron adoptar la fuerte condena de la Iglesia católica al aborto, el catolicismo ha adoptado la fuerte condena de los evangélicos a la diversidad sexual y, juntos, pueden confrontar la tendencia en aumento hacia la secularización.

Los grupos evangélicos están resolviendo la desventaja política más importante que los partidos de derecha tienen en América Latina: su falta de arrastre entre los votantes que no pertenecen a las élites.

Esta tregua plantea un dilema para el papa Francisco, que está por terminar una gira por América Latina. Por una parte, ha expresado su rechazo al extremismo y su deseo de conectar con los grupos más modernos y liberales de la Iglesia. Por la otra, este papa ha hecho de los “encuentros cristianos” un sello distintivo de su papado, y él mismo no es del todo alérgico al conservadurismo cultural de los evangélicos.

Como actor político, el papa también se preocupa por la decreciente influencia de la Iglesia en la política, así que una alianza con los evangélicos parece el antídoto perfecto contra su declive político. Una cuestión apremiante que el papa necesita ponderar es si está dispuesto a pagar el precio de un mayor conservadurismo para reavivar el poder cristiano en Latinoamérica.

El evangelicalismo está transformando a los partidos y posiblemente a la Iglesia católica. Los partidos políticos se concebían a sí mismos como el freno esencial de la región en contra del populismo. Ese discurso ya no es creíble. Los partidos están dándose cuenta de que unirse a los pastores genera emoción entre los votantes —incluso si es solo entre quienes asisten a los servicios— y la emoción es equivalente al poder.

Javier Corrales, profesor de Ciencias Políticas en Amherts College, es coautor, junto con Michael Penfold, de “Dragon in the Tropics: The Legacy of Hugo Chávez in Venezuela”, y es articulista regular del The New York Times en Español.

La guerra de la nube: Amazon, Google y Azure. Lucha de Titanes

La guerra de la nube: Amazon, Google y Azure. Lucha de Titanes

21/05/2013 Cloud Computing para profesionales TI, Google Cloud

Hace unos días, Business Insider publicó una noticia de titular llamativo: “Ex empleado de Amazon:Google es una amenaza para la nube de amazon“. En la misma noticia, este ex-empleado dice que no considera a Azure, la plataforma Cloud de Microsoft, una amenaza.

Al margen de la noticia concreta (que sinceramente considero un poco “sensacionalista”), está claro que estamos asistiendo a una guerra en las nubes y que este hecho puede suponer una ventaja para los clientes de este tipo de servicios.

Que el cloud es un planteamiento que ha llegado para quedarse está claro, tres de las empresas de TI más importantes del mundo apuestan por ello. No aprovecharse de los ahorros de costes que puede suponer disponer de una plataforma de este tipo, tiene un coste de oportunidad que antes o después habrá que pagar.

Al margen de lo que indica la noticia, los tres proveedores ofrecen unas plataformas robustas y flexibles, en apser nos dedicamos a la gestión de las TI, y lo hacemos independientemente de la plataforma sobre la que se haya desplegado: nuestra propia plataforma, una propia del cliente, amazon, azure, google, rackspace,linode…

Cada una de ellas tiene sus pros y sus contras, sus puntos fuertes y sus áreas de mejora… El precio sí que es algo que Microsoft y Google le han “copiado” a amazon y por tanto es algo muy parecido. Como amazon ha bajado el precio más de 20 veces desde que empezó en el mundo cloud, los otros dos le han ido siguiendo en sus planteamientos. Es más que curioso revisar los esquemas de precios de los tres, amazon – azure – google . ¿Ves que son casi idénticos?

Lo importante es saber qué tipo de servicios te interesa “subir” a la nube, cuál es el modelo de contratación que más te interesa para ello, saber cómo utilizar las API de las plataformas para gestionar de manera automática dichas máquinas (por ejemplo apagándolas cuando no se usan para minimizar costes o lanzando backups automáticos), complementando la plataforma con servicios externos, etc.

De hecho, una buen planificación previa y conocimiento de las distintas plataformas es clave, ya que lo que se puede definir de manera sencilla como “una máquina virtual”, puede implicar la contratación de 5 servicios y hay que tener claro cuál es la mejor estrategia para obtener el rendimiento adecuado con el menor coste.

Participe en la campaña del PAR en 1967 Entrevista con Celia Pineda Dubon

Participe en la campaña del PAR en 1967 Entrevista con Celia Pineda Dubon

SANTA ANA, 21 de enero de 2018 (SIEP) “Desde muy pequeña me incorpore a la lucha revolucionaria por transformar a El Salvador, a la lucha por la justicia social y la paz…”nos comparte Celia Pineda Dubon, en la tranquilidad de su casa rodeada de sus pinturas y de su hermoso jardín lleno de orquídeas.

“Me influyeron principalmente las ideas y el sacrificio de mi hermana Eloísa, y también de mi hermano José Alfredo, dirigente magisterial, fundador de ANDES 21 de junio, de mi padre Pedro Pineda Alvarenga, que fue fundador del Partido Comunista y que falleció en 1976 a los 62 años….él fue transportista a nivel de Centroamérica, motorista y finalmente taxista del Parque Colón, casado con mi madre Teodora Dubon.”
“Y así pude conocer a muchos militantes y dirigentes comunistas como Virgilio Guerra y Daniel Castaneda, como Pedro Yan, como Eduardo Camporreales y Alfredo Acosta. Todos ellos fueron mis referentes de lucha. Mi papá iba a organizar a los pobladores de las comunidades de aquí del volcán de Santa Ana. Siempre fui muy apegada a él.”
Cuando tenía como siete años me acuerdo que iba con mi papá a los repartos de propaganda del Partido, las hojas volantes las llevábamos dentro de botes de leche Ceteco, mi papá nos llevaba al centro en el carro, y repartíamos en los mesones de ese entonces…
Cuando tenía como diez años viví una experiencia que me marcó profundamente, capturaron a mi hermana Eloísa. Ella falleció en Costa Rica en 1996. Bueno, la capturan y nos llegan a avisar a la casa que se la habían llevado. Esto fue allá por 1962 en las actividades del FUAR. Resulta que ella estaba asistiendo a una escuela de entrenamiento político-militar allá en San Salvador, en un lugar llamado La Campiña, y cayó la policía y capturaron a todos los participantes y a los maestros, incluyendo entre estos a Schafik (Handal) y Carlos Quijada, Nicolas Rivera, José Antonio…
Nomás supimos de la captura de Eloisa y de los demás compañeros iniciamos aquí en Santa Ana una campaña de denuncia para que fueran puestos en libertad. Había que sacarlos de la cárcel…y al final lo logramos, pero me golpeó fuertemente esta captura, estaba muy pequeña…
Estuve en la Vanguardia de la Juventud Salvadoreña
Ya siendo adolescente me organice en la Vanguardia de la Juventud Salvadoreña, la VJS. Venía Mario Aguiñada a atendernos políticamente. Y pasábamos tiempo con otros jóvenes en el local del PAR junto con Alfredo Acosta y Antonio Moran, al que mi papá le decía Morancito. Ya era para la campaña del doctor Fabio Castillo, finales del 66 y principios del 67.
Para ese tiempo estudiaba en el INSA, y me acuerdo que fui reina de los bachilleres de Occidente, pero eso no quitó el sueño.También jugué en el equipo de sofboll del INSA.
Me acuerdo también que nos llevaban a limpiar casas de seguridad para reuniones de la dirección política. Y había que tener un alto nivel de discrecionalidad, de compartimentación, esa fue mi escuela de clandestinidad…Virgilio nos contactaba por eso me afectó mucho cuando leí en los periódicos el “Yo renunció…” seguramente influenciado y presionado por su hijo, que siempre fue de derecha.
Esta también fue casa de seguridad, esta es la casa histórica donde siempre vivíamos con mi papá y mi mamá. Aquí estuvieron reunidos Schafik Handal, Raúl Castellanos Figueroa, Roberto Castellanos Calvo, Salvador Cayetano Carpio, Roque Dalton y muchos más…
Me acuerdo que una vez nos mantuvieron encerrados durante como tres días, en una bodega que antes teníamos donde este ese jardín, porque ellos estaban reunidos, y nosotros desde pequeños aprendimos a entender ese tipo de reuniones que eran importantes, y lo más interesante es que nadie nunca se enteraba, porque nos hubieran preguntado, ellos entraban y salían de la casa en horarios diferentes…
Como VJS hacíamos muchas actividades, mezclábamos la labor política con la labor cultural. Hacíamos bailes, yucadas, rifas, caminatas. Hacíamos pintas y poníamos mantas, en esa época una favorita era: “Cuba Sí, Yankees No.” Usábamos unas crayonas de esterina roja. Me acuerdo que una vez me equivoque y puse Cuba con ve pequeña, o sea Cuva, y me empezaron a bromear y de atrevida regrese al lugar que era público y discretamente, mi padre me mando a corregir el error.
Participamos en la campaña del PAR que llevaba de candidato al doctor Fabio Castillo. Fue una campaña muy agitada. A veces me ponía a vender bonos, otras veces iba repartiendo volantes en un carro Chevrolet descapotado que tenía Farid Handal, que era el orador estrella de la campaña, ya que con su oratoria levantaba a las masas populares…También estaba el Dr. Noyola y Quijada. Una vez fuimos al Cuco y era el día de mi cumpleaños. Y se lo dijeron al Dr. Castillo pero como no tenía los audífonos no entendió. Luego que se los puso le volvieron a decir y ordenó: Postre a Celia, por favor.
Me acuerdo que una vez fuimos a Chalatenango, con una amiga de nombre Rosa Melida, que era dirigente del sindicato de panaderos, del mismo que era Carpio…También fue esa vez una compañera de nombre Rosada, que era la compañera de Alfredo Acosta.
Allá en Chalatenango cuando llegamos me impactó que en el centro del parque estaba un cuadro de la tierra que prometíamos como PAR, porque nosotros fuimos los primeros que después de 1932 hablamos de reforma agraria, pero las tierras estaban cubiertas de cruces, ese era el mensaje que nos estaba mandando la derecha, los militares de ese entonces que nos iban a matar como efectivamente lo hicieron después…pero en ese momento, al terminar el mitin, la Guardia Nacional nos disparó, en las puertas de las casas quedaron los hoyos de los balazos que tiraron…
Pero antes de eso cuando estábamos iniciando el mitin el cura del pueblo empezó a repicar las campanas para que no se oyera en el pueblo lo que decíamos, nuestros mensajes antimilitaristas…y como esto no les funcionó llevaron los pecenistas a la banda de guerra, y entonces a Farid se le ocurrió mandarnos a comprar limones al mercado y nos pusimos a pelar y comer limones y entonces los de la Banda ya no pudieron seguir tocando, porque se les hizo agua la boca…
Farid era un excelente improvisador, se las inventaba en el momento…Y también bailamos para la audiencia, me acuerdo bailamos El Mar de Ray Coniff, que estaba muy de moda en ese tiempo…A mí me miraban y decía la gente : ahí está La Zarquita.
Lo que no le he contado es que mis papas se oponían a que fuera a Chalatenango, incluso mi hermano y mis hermanas se oponían, decía que iba a ser muy peligroso, porque Chalate era muy reaccionario, de derecha, pero yo en mis adentros me decía: “yo tengo que ir.” Era una cuestión de honor. Y siendo todavía una muchacha de 15 años desafié a mi familia y me fui a cumplir mi compromiso revolucionario… y ¿no ellos mismos me habían enseñado esas ideas? Me acuerdo que hable con Farid y me llegó a traer desde Usulután para que fuera.
Luego de la campaña del PAR, participe en el año 68 en la primera huelga de ANDES 21 de Junio, y luego en la campaña electoral de la Unión Nacional Opositora, UNO, que llevó como candidato al ingeniero José Napoleón Duarte. En el 72 intervienen a la U y capturan a mi hermano Alfredo y lo envían exilado a Costa Rica. Lo vinieron a capturar a esta casa, y se lo llevaron golpeándolo, sin zapatos…allá reside todavía.
El amor de mi vida fue Toño Sandoval
Me enamore del que fue candidato a Alcalde en 1963. Me llevaba 20 años pero me enamora locamente de él, fue el amor de mi vida, padre de mis tres hijas…progresista, simpatizante en esa época del PCS y ya para la guerra anduvo con el ERP. Yo no sabía que le gustaba a Toño desde los 13 años, él era amigo de mi hermano alfredo. Me ganó con sus atenciones, así me enamoro. Una vez me trajo una oveja bebe con un lazo rosado en el cuello, muy linda.
Lamentablemente nos separamos, luego que regresó de un exilio político en Guatemala 1973, ya regresó cambiado con una mujer de derecha. Ya tenía yo a Celia Ester. Pero fuimos novios eternos, no quisimos mucho, pero no pudimos vivir juntos. La última hija nació en Costa Rica en 1982. A sus hijas y mis hijas las eduque en el amor a la justicia, con los pies en el suelo, hoy son profesionales , las crie con amor a los pobres porque soy revolucionaria y moriré siendo revolucionaria, orgullosa de luchar por los demás sin nada a cambio. Ah y en 1971 hicimos con Toño un viaje maravilloso.
Un viaje en moto desde Nicaragua hasta Argentina. Y de ahí en moto de regreso de Argentina viajamos a Chile. Y en el transatlántico Donizzetti de Valparaíso a Panamá. Tres meses estuvimos viajando y amándonos.
En los años 80 me vi obligada a abandonar el país por la persecución política y porque intervinieron de nuevo la U, y ametrallan a mi hermano Manuel Pineda Dubon, que andaba con el FAPU y tenían tomada las instalaciones de la U. Le dio el tiro de gracia un militar de la segunda brigada de infantería de apellido Pineda, hermano de Aniceto Porsisoca. Entonces un militar nos avisó que nos iban a llegar a matar y me fui para Nicaragua, nos fuimos huyendo, dejamos abandonada esta casa.
Me incorpore allá a la solidaridad con las luchas del pueblo salvadoreño, me acuerdo trabaje con la esposa de Chanti Ruiz, una compañera chilena que ya murió, Blanqui… Recibíamos educación revolucionaria de Miguel Mármol que me acuerdo que siempre aconsejaba que “un revolucionario debe de andar siempre ordenado” porque la gente se fija como nos vestimos, como hablamos, como nos comportamos y debemos ser siempre ejemplo.
Hacíamos actividades, y vendíamos artesanías salvadoreña, me acuerdo que mi hija Celia Ester, bien chiquita, pero me ayudaba a vender…Una vez pasó Daniel Ortega a una de nuestras ferias y se interesó, se le quedo viendo a un pirograbado del Che, y con mi hija, pensamos y nos dijimos: ¿se lo damos? Y así lo hicimos y él lo agradeció. A ella le gustaba mucho como hablaba y como era Tomas Borge, el Ministro del Interior. También los sábados hacíamos y vendíamos pupusas en la UNAN.
También me incorpore en Nicaragua a las Milicias Populares Sandinistas y llegue a ser oficial. También pertenecí a los Comités de Defensa Sandinista. Cuando en 1981 llega Fidel Castro a Nicaragua, con mucho orgullo puedo contarte que participe de su seguridad como miliciana…
Luego de los Acuerdos de Paz regrese a mi patria, Santa Ana. Soy una apasionada de recuperar la memoria histórica de las luchas populares. Y rescatar la memoria histórica de héroes y heroínas, y mártires y martirezas de la guerra en El Salvador , incluso soy responsable aquí de la Memoria Histórica en el FMLN. Concluyo diciéndole que en mi vida siempre ha sido fundamental la revolución, la justicia social, la verdad, mi familia, la música, el arte.

Contribución a la historia del cristianismo primitivo

F. ENGELS
Contribución a la historia del cristianismo primitivo

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Escrito: En 1894.
Primera edición: En la revista Die Neue Zeit, vol. I (1894/1895), pags. 4-13 y 36-43.
Fuente de la traducción: F. Engels, “Contribución a la historia del cristianismo primitivo”, http://antorcha.webcindario.com/fondo/contribucion.htm.
Esta edición: Marxists Internet Archive, diciembre de 2016.
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I
La historia del cristianismo primitivo ofrece curiosos puntos de contacto con el movimiento obrero moderno. Como éste, el cristianismo era en su origen el movimiento de los oprimidos: apareció primero como la religión de los esclavos y los libertos, de los pobres y los hombres privados de derechos, de los pueblos sometidos o dispersados por Roma. Ambos, el cristianismo y el socialismo obrero predican una próxima liberación de la servidumbre y la miseria; el cristianismo traslada esta liberación al más allá, a una vida después de la muerte, en el cielo; el socialismo la sitúa en este mundo, en una transformación de la sociedad.
Ambos son perseguidos y acosados, sus seguidores son proscritos y sometidos a leyes de excepción, unos como enemigos del género humano, los otros como enemigos del gobierno, la religión, la familia, el orden social. Y a pesar de todas las persecuciones e incluso directamente favorecidos por ellas, uno y otro se abren camino victoriosa, irresistiblemente. Tres siglos después de su aparición, el cristianismo es reconocido como la religión de Estado del Imperio romano: en menos de sesenta años, el socialismo ha conquistado una posición tal que su triunfo definitivo está absolutamente asegurado.
En consecuencia, si el señor profesor A. Menger, en su Derecho al producto íntegro del trabajo se asombra de que, dada la colosal centralización de los bienes raíces bajo los emperadores romanos y los infinitos sufrimientos de la clase trabajadora compuesta en su mayor parte por esclavos, no se haya implantado el socialismo tras la caída del imperio romano occidental, lo que él no ve es que precisamente ese socialismo, en la medida en que era posible por aquel entonces, existía en efecto y había llegado al poder…, con el cristianismo. Sólo que el cristianismo, como fatalmente tenía que ocurrir dadas las condiciones históricas, no quería realizar la transformación social en este mundo, sino en el más allá, en el cielo, en la vida eterna tras la muerte, en el inminente milenio.
Ya en la Edad Media se impone el paralelismo de los dos fenómenos en el curso de los primeros levantamientos de los campesinos oprimidos y especialmente de los plebeyos de las ciudades. Estos levantamientos, así como todos los movimientos de las masas en la Edad Media, estaban enmascarados necesariamente por lo religioso; aparecían como restauraciones del cristianismo primitivo tras una creciente degeneración (1), pero detrás de la exaltación religiosa se ocultaban por lo regular intereses muy concretos de este mundo.
Esto se mostraba de una forma grandiosa en la organización de los taboritas de Bohemia bajo Jean Zizka, de gloriosa memoria. Pero este rasgo persiste a través de toda la Edad media hasta que desaparece poco a poco, tras la guerra de los campesinos en Alemania, para reaparecer entre los obreros comunistas después de 1830. Los comunistas revolucionarios franceses, al igual que Weitling y sus correligionarios, se mostraron partidarios del cristianismo primitivo mucho antes de que Renan dijese:
Si queréis haceros una idea de las primeras comunidades cristianas, mirad una sección local de la Asociación Internacional de los Trabajadores.
El escritor francés que, gracias a una explotación de la crítica bíblica alemana, sin parangón incluso en el periodismo moderno, compuso su novela de historia de la Iglesia Los orígenes del cristianismo, no sabía todo lo que había de cierto en sus palabras. Me gustaría que el viejo internacionalista fuese capaz de leer, por ejemplo, la segunda Epístola a los Corintios, atribuida a Pablo, sin que, en un punto al menos, no se abriesen antiguas heridas en él. Toda la Epístola, a partir del capítulo VIII, resuena a la eterna triste canción, por desgracia demasiado conocida: no hay entrada de cotizaciones. Cuántos de los más comprometidos propagandistas, alrededor de 1865, hubiesen estrechado la mano del autor de esta carta, quien quiera que fuese, murmurándole al oído con una cómplice inteligencia: ¡También a ti te ha pasado, hermano, también a ti! Igualmente, nosotros podríamos hablar mucho sobre esto –también en nuestra organización pululaban los corintios-, esas cotizaciones que no se pagaban, que, inasequibles, daban vueltas ante nuestros ojos de Tántalo, y ahí estaban precisamente los famosos millones de la Internacional.
Una de nuestras mejores fuentes sobre los primeros cristianos es Luciano de Samosata, el Voltaire de la antigüedad clásica, que mantenía una actitud igualmente escéptica respecto de toda especie de superstición religiosa y que, en consecuencia, no tenía motivos –ni por creencias paganas ni por política- para tratar a los cristianos de forma distinta que a cualquier otra asociación religiosa. Por el contrario, se burla de todas por su superstición, tanto de los adoradores de Júpiter como de los adoradores de Cristo: desde su punto de vista, llanamente racionalista, un tipo de superstición es tan inútil como otro. Este testigo, en todo caso imparcial, cuenta entre otras cosas, la biografía de un aventurero, Peregrinus, que se llamaba Proteo, de Parium en el Helesponto. El tal Peregrinus comienza su carrera durante su juventud en Armenia. Debido a un adulterio fue pillado en flagrante delito y linchado según la costumbre del país. Logrando felizmente escapar, estranguló en Parium a su anciano padre y tuvo que huir.
Fue en esa época cuando se instruyó en la admirable religión de los cristianos, uniéndose a algunos de sus sacerdotes y escribas en Palestina. ¿Qué os puedo decir? Este hombre pronto les hizo ver que no eran más que unos niños; sucesivamente profeta, tiasarca (2), jefe de asamblea, lo hizo todo, interpretando sus libros, explicándolos, elaborando a partir de su propia cosecha. Además, numerosas personas le veían como un dios, un legislador, un pontífice, igual a aquél que es honrado en Palestina, donde fue crucificado por haber introducido este nuevo culto entre los hombres. Habiendo sido apresado por este motivo, Proteo fue encarcelado…
Desde el momento en que estuvo tras las rejas, los cristianos, considerándose golpeados ellos mismos, hicieron todo lo posible para sacarle de allí, pero no pudiendo lograrlo, le proporcionaron al menos toda clase de servicios con un celo y una diligencia infatigables. Desde la mañana, se veía situados alrededor de la prisión a una multitud de ancianas, viudas y huérfanos. Los principales jefes de la secta pasaban la noche a su lado, tras haber corrompido a los carceleros; se hacían traer comida, leían sus libros santos; y el virtuoso Peregrinus, como se seguía llamando, era conocido entre ellos como el nuevo Sócrates. Y esto no es todo, varias ciudades de Asia le enviaron delegados en nombre de los cristianos para servirle de apoyo, como abogados y consoladores. Sería difícil de creer su apresuramiento en tales circunstancias, para decirlo todo en una palabra, nada les costó. En realidad, con el pretexto de su encarcelamiento, Peregrinus recibió fuertes sumas de dinero y amasó una buena renta.
Estos infelices creen que son inmortales y que vivirán eternamente, en consecuencia desprecian los suplicios y se entregan voluntariamente a la muerte. Su primer legislador también les ha convencido de que son todos hermanos. Desde el momento en que cambian de religión, renuncian a los dioses de los griegos y adoran al sofista crucificado, cuyas leyes obedecen. Igualmente, desprecian todos los bienes y los ponen en común, tan completamente creen en sus propias palabras. De manera que si entre ellos se presenta un impostor, un bribón hábil, no tiene ningún problema para enriquecerse muy pronto, riéndose con disimulo de su simpleza. No obstante, Peregrinus pronto fue liberado de su encarcelamiento por el gobernador de Siria.
Tras una serie de otras aventuras, dice:
Peregrinus vuelve pues a su vida errante, acompañado en sus correrías vagabundas por una tropa de cristianos que le sirven de satélites y satisfacen abundantemente sus necesidades. De este modo se mantuvo durante algún tiempo. Pero después, habiendo violado algunos de sus preceptos (se le había visto, creo, comer algo prohibido), fue abandonado por su cortejo y reducido a la pobreza (traducción Talbot).
Cuántos recuerdos de juventud se despiertan en mí, tras la lectura de este pasaje de Luciano. Ahí está, en primer lugar, el profeta Albretch que, a partir de 1840 más o menos, y durante unos años volvió literalmente inestables las comunidades comunistas de Weitling en Suiza. Era un hombre grande y fuerte, llevaba una larga barba, y recorría Suiza a pie, en busca de un auditorio para su nuevo evangelio de liberación del mundo. A fin de cuentas, parece haber sido un busca-líos bastante inofensivo, y se murió joven. Su sucesor, menos inofensivo, fue el Dr. George Kuhlmann de Holstein, que aprovechó el tiempo en que Weitling estuvo en prisión para convertir a los comunistas de la Suiza francesa a su evangelio y que, durante un tiempo, lo consiguió hasta tal punto que se ganó al más espiritual y más bohemio de ellos, Augusto Becker. El difunto Kuhlmann dictaba conferencias que en 1845 fueron publicadas en Ginebra bajo el título: El nuevo mundo o el reino del espíritu en la tierra. Anunciación. En la introducción, redactada con toda probabilidad por Becker, se lee:
Faltaba un hombre en la boca del cual todos nuestros sufrimientos, todas nuestras esperanzas y nuestras aspiraciones, en una palabra, todo aquello que remueve más hondamente nuestro tiempo, encontrase una voz… Ese hombre que esperaba nuestra época, ha aparecido. Es el Dr. George Kuhlmann de Holstein. Apareció con la doctrina del nuevo mundo o del reino del espíritu en la tierra.
Hay que decir que esta doctrina del nuevo mundo era sólo el más banal de los sentimentalismos, traducido a una fraseología semibíblica a la Lamennais y declamado con una arrogancia de profeta. Lo que no impedía a los buenos discípulos de Weitling tratar con mucha delicadeza a este charlatán, como los cristianos de Asia habían hecho con Peregrinus. Ellos, que normalmente eran archidemocráticos e igualitarios, hasta el punto de alimentar sospechas inextinguibles respecto de todo maestro de escuela, periodista, de todos aquellos que no eran obreros manuales, como si fuesen otros tantos listillos que buscaban explotarles, se dejaron convencer por este Kuhlmann con sus atavíos melodramáticos, de que en el nuevo mundo el más cuerdo, id est Kuhlmann, reglamentaría el reparto de goces y que, en consecuencia, ya en el viejo mundo, los discípulos tenían que proporcionar los goces por celemines al más listo, y contentarse ellos con las migajas. Y Peregrinus-Kuhlmann vivió en la alegría y la abundancia…, mientras duró. A decir verdad, apenas duró; el creciente descontento de los escépticos y los incrédulos, las amenazas de persecución del gobierno valdense (*) pusieron fin al reino del espíritu en Lausana; Kulhmann desapareció.
Ejemplos semejantes vendrán por docenas a la memoria de cualquiera que haya conocido por propia experiencia los comienzos del movimiento obrero en Europa. En el momento actual, casos tan extremos son imposibles, al menos en los grandes centros; pero en localidades perdidas, donde el movimiento conquista un terreno virgen, un pequeño Peregrinus de este tipo bien podría contar todavía con un éxito momentáneo y relativo. Y del mismo modo que en todos los países afluyen hacia el partido obrero todos los elementos que no tienen nada que esperar del mundo oficial, o que están quemados en él –tal como los adversarios de la vacunación, los vegetarianos, los antiviviseccionistas, los partidarios de la medicina natural, los predicadores de las congregaciones disidentes cuyos fieles se han largado, los autores de nuevas teorías sobre el origen del mundo, los inventores fracasados o infelices, las víctimas de reales o imaginarios atropellos a quienes la burocracia llama los que recriminan por nada, los imbéciles honestos y los deshonestos impostores-, igual ocurría entre los cristianos. Todos los elementos que el proceso de disolución del antiguo mundo había liberado, es decir, había echado por la borda, eran atraídos, uno tras otro al círculo de atracción del cristianismo, el único elemento que resistía a esa disolución –justo porque era necesariamente su producto más especial- y que, en consecuencia, subsistía y crecía mientras que los otros elementos no eran más que moscas efímeras. No hay exaltación, extravagancia, locura o estafa que no haya crecido entre las jóvenes comunidades cristianas y que, temporalmente y en ciertas localidades, no haya encontrado orejas atentas y dóciles creyentes. Y como los comunistas de nuestras primeras comunidades, los primeros cristianos eran de una credulidad inaudita en relación con todo lo que parecía convenirles, de tal manera que no sabemos, de una forma positiva, si del gran número de escritos que Peregrinus compuso para la cristiandad no se deslizaron fragmentos, por aquí y por allá, en nuestro Nuevo Testamento.

II
La crítica bíblica alemana, hasta ahora la única base científica de nuestro conocimiento sobre la historia del cristianismo primitivo, ha seguido una doble tendencia.
Una de estas tendencias está representada por la escuela de Tubinga, a la cual pertenece también en un amplio sentido D.F. Strauss. Esta tendencia llega tan lejos en el examen crítico como una escuela teológica puede llegar. Admite que los cuatro evangelios no son informes de testigos oculares, sino modificaciones posteriores de escritos perdidos, y que sólo cuatro, como mucho, de las Epístolas atribuidas a Pablo son auténticas, etc. Borra de la narración histórica, como inadmisibles, todos los milagros y todas las contradicciones; de lo que queda, procura salvar todo lo que puede ser salvado. Y en esto deja ver a las claras su carácter de escuela teológica. Es gracias a esta escuela como Renan, quien en gran parte se basa en ella, ha podido, aplicando el mismo método, llevar a cabo todavía otros salvamentos más. Además de numerosos relatos más que dudosos del Nuevo Testamento, aún quiere imponernos cantidad de leyendas de mártires como autentificadas históricamente. En todo caso, todo lo que esta escuela de Tubinga rechaza del Nuevo Testamento como apócrifo, o como no histórico, puede ser considerado como definitivamente descartado por la ciencia.
La otra tendencia está representada por un solo hombre: Bruno Bauer. Su gran mérito es haber criticado sin piedad los Evangelios y las Epístolas apostólicas, haber sido el primero en tomar en serio el examen de los elementos no sólo judíos y greco-alejandrinos, sino también griegos y greco-romanos que permitieron al cristianismo llegar a ser una religión universal. La leyenda del cristianismo nacido completamente del judaísmo, partiendo de Palestina para conquistar el mundo con una dogmática y una ética establecidas en sus grandes líneas, se hizo imposible desde Bruno Bauer; en lo sucesivo, como mucho podrá continuar vegetando en las facultades de teología y en la mente de las gentes que quieren conservar la religión para el pueblo, aunque sea en detrimento de la ciencia. En la formación del cristianismo, tal como fue elevado al rango de religión de Estado por Constantino, la Escuela de Filón de Alejandría y la filosofía vulgar greco-romana –platónica y especialmente estoica- han influido en gran medida. Esta medida está lejos de ser establecida en sus detalles, pero el hecho está demostrado, y ha sido obra sobre todo de Bruno Bauer; él estableció las bases de la prueba de que el cristianismo no fue importado de fuera, de Judea, e impuesto al mundo greco-romano, sino que fue, al menos en la forma que revistió como religión universal, el producto más auténtico de este mundo. Naturalmente, en este trabajo, Bauer sobrepasó con mucho el objetivo, como ocurre con todos los que combaten los prejuicios empedernidos. Con el ánimo de determinar, incluso desde el punto de vista literario, la influencia de Filón, y sobre todo de Séneca, sobre el naciente cristianismo, y de representar formalmente a los autores del Nuevo Testamento como plagiarios de estos filósofos, está obligado a retrasar la aparición de la nueva religión medio siglo, rechazar los relatos de los historiadores romanos que se oponen a ella y, en general, tomarse grandes libertades con la historia recibida. Según él, el cristianismo como tal aparece bajo los emperadores Flavianos, la literatura del Nuevo Testamento bajo Adriano, Antonino y Marco Aurelio. En consecuencia, con Bauer desaparece toda base histórica para los relatos del Nuevo Testamento relativos a Jesús y a sus discípulos; se resuelven en leyendas donde las fases de desarrollo interno y los conflictos de sentimientos de las primeras comunidades son atribuidos a personas más o menos ficticias. Según Bauer, no son la Galilea ni Jerusalén, sino Alejandría y Roma los lugares de nacimiento de la nueva religión.
En consecuencia, si en el residuo que no pone en duda sobre la historia y la literatura del Nuevo Testamento, la escuela de Tubinga nos ha ofrecido lo máximo que puede la ciencia, incluso actualmente, dejar pasar como objeto de controversia, Bruno Bauer nos aporta lo máximo de lo que en ambas ella puede poner en duda. La verdad se encuentra entre estos dos límites. Que ésta, con nuestros actuales medios, sea susceptible de ser determinada, parece muy problemático. Nuevos hallazgos, especialmente en Roma, Oriente y ante todo en Egipto, contribuirán a ello bastante más que cualquier crítica.
Ahora bien, existe en el Nuevo Testamento un solo libro del que se puede fijar, algunos meses arriba o abajo, la fecha de redacción; debió ser escrito entre junio del 67 y enero o abril del 68; es un libro que, en consecuencia, pertenece a los primeros años cristianos, que refleja las ideas de esta época con la más ingenua sinceridad y en el lenguaje idiomático que le corresponde; que por lo tanto es, a mi entender, mucho más importante para determinar lo que fue realmente el cristianismo primitivo que todos los demás del Nuevo Testamento, muy posteriores en fecha en su redacción actual. Es el llamado Apocalipsis de Juan; y como además este libro, en apariencia el más oscuro de toda la Biblia, se ha convertido actualmente, gracias a la crítica alemana, en el más comprensible y transparente de todos, me propongo hablarle de él al lector.
Basta echar un vistazo a este libro para convencerse del estado de exaltación no sólo del autor, sino también del medio en el cual éste vivía. Nuestro Apocalipsis no es el único de su especie y de su época. Desde el año 164 antes de nuestra era, fecha del primero que se conserva –el libro de Daniel- hasta alrededor del 250 de nuestra era, fecha aproximada del Carmen de Comodo, Renan no cuenta menos de 15 Apocalipsis clásicos llegados hasta nosotros, sin hablar de las imitaciones ulteriores. (Cito a Renan porque su libro es el más accesible y conocido fuera de los círculos de los especialistas.)
Fue una época en la que, en Roma y en Grecia, pero incluso más en Asia menor, en Siria y en Egipto, una mezcla absolutamente aventurada de las más groseras supersticiones de los pueblos más diversos era aceptada sin examen y completada con piadosos fraudes y un charlatanismo directo, en la que los milagros, los éxtasis, las visiones, la adivinación, la alquimia, la cábala y otras hechicerías ocultas actuaban como el protagonista principal. En esta atmósfera nació el cristianismo primitivo, y esto en una clase de personas que, más que cualquier otras, estaban abiertas a estos fantasmas. Además, los gnósticos cristianos de Egipto, como lo prueban entre otras cosas los papiros de Leyde, en el 2º siglo de nuestra era se consagraron fuertemente a la alquimia e incorporaron nociones de ésta a sus doctrinas. Y los mathematici caldeos y judíos que, según Tácito, fueron expulsados de Roma por magia bajo Claudio y también bajo Vitelio, no se entregaban a otros tonos de geómetra distintos de los que encontraremos en el mismo corazón del Apocalipsis de Juan.
A esto se añade que todos los Apocalipsis se arrogan el derecho de engañar a sus lectores. No sólo son por norma general escritos por personas muy distintas –en su mayor parte más modernas- de sus pretendidos autores (por ejemplo, el libro de Daniel, el de Enoch, los Apocalipsis de Esdras, de Baruch, de Judas, etc.; los libros sibilinos), sino que además en el fondo sólo profetizan cosas ocurridas hace tiempo y perfectamente conocidas por el verdadero autor.
Así, en el año 164, poco antes de la muerte de Antioco Epifanio, el autor del libro de Daniel le hace predecir a éste, del cual se considera que vivió en la época de Nabucodonosor, el ascenso y la caída de la hegemonía de Persia y de Macedonia, y el comienzo del imperio mundial de Roma, con el fin de preparar a sus lectores, mediante esta prueba de sus dones proféticos, para que acepten su profecía final: que el pueblo de Israel superará todos sus sufrimientos y logrará al fin la victoria. Por lo tanto, si el Apocalipsis de Juan fuese realmente obra del supuesto autor, constituiría la única excepción en la literatura apocalíptica.
En todo caso, el Juan que se considera su autor era un hombre muy considerado entre los cristianos de Asia Menor. Lo demuestra el tono de las cartas a las siete Iglesias. Por lo tanto, puede que éste fuese el apóstol Juan, cuya existencia histórica, si bien no está absolutamente atestiguada, al menos es muy verosímil. Y si este apóstol fue efectivamente el autor, esto reforzará nuestra tesis. Será la mejor prueba de que el cristianismo de este libro es el verdadero, al auténtico cristianismo primitivo. Está probado, dicho sea de paso, que el Apocalipsis no es del mismo autor que el Evangelio o las tres Epístolas atribuidas a Juan.
El Apocalipsis está compuesto por una serie de visiones. En la primera, Cristo aparece, vestido de sumo sacerdote, marchando entre siete candelabros de oro que representan a las siete Iglesias de Asia, y dicta a Juan las cartas a los siete ángeles de estas Iglesias de Asia. Desde el principio, se manifiesta de un modo contundente la diferencia entre este cristianismo y la religión universal de Constantino formulada por el concilio de Nicea. La Trinidad no sólo es desconocida, sino algo imposible aquí.
En el lugar del Espíritu Santo único posterior, tenemos los siete espíritus de Dios extraídos por los rabinos de Isaías, XI, 2; Jesucristo es el Hijo de Dios, el primero y el último, el alfa y el omega, pero de ningún modo Dios él mismo, o igual que Dios; por el contrario, él es el comienzo de la creación de Dios, por consiguiente, una emanación de Dios que existe desde toda la eternidad, pero alternado, análoga a los siete espíritus mencionados más arriba. En el capítulo XV, 3, los mártires en el cielo cantan el cántico de Moisés, el servidor de Dios, y el cántico del cordero por la glorificación de Dios. Jesucristo aparece aquí, por lo tanto, no sólo subordinado a Dios, sino en cierto modo situado en el mismo plano que Moisés. Jesucristo es crucificado en Jerusalén (XI, 8), pero resucita (I, 5, 8), es el cordero que fue sacrificado por los pecados del mundo y con cuya sangre los fieles de todos los pueblos y lenguas son redimidos por Dios.
Encontramos aquí la concepción fundamental que permite al cristianismo desarrollarse como religión universal. La noción de que los dioses, ofendidos por las acciones de los hombres podían ser aplacados mediante sacrificios era común a todas las religiones de los semitas y los europeos; la primera idea revolucionaria fundamental del cristianismo (tomada de la escuela de Filón) era que, mediante el único gran sacrificio voluntario de un mediador, los pecados de todos los hombres de todos los tiempos eran expiados de una vez por todas…, para los fieles.
De este modo, desaparecía la necesidad de todo sacrificio ulterior, y por consiguiente, la base de numerosas ceremonias religiosas. Ahora bien, desembarazarse de ceremonias que dificultaban o prohibían el comercio con hombres de creencias diferentes, era la primera condición de una religión universal. Y sin embargo la costumbre de los sacrificios estaba tan anclada en los hábitos populares que el catolicismo –que retoma tanto de las costumbres paganas- consideró útil acogerlos favorablemente introduciendo al menos el simbólico sacrificio de la misa. Por el contrario, ningún rastro en nuestro libro del dogma del pecado original.
Lo que por encima de todo caracteriza estas cartas, al igual que todo el libro, es que nunca ni en parte alguna se le ocurre al autor nombrarse, ni a sí mismo ni a sus correligionarios, de otro modo que como… judíos. A los sectarios de Esmirna y de Filadelfia, contra los cuales se alza, les reprocha: No se hacen llamar judíos y no lo son, sino que son una sinagoga de Satán; de los de Pérgamo, dice:
Están vinculados a la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balak a poner obstáculos ante los hijos de Israel para que comiesen carne de animales sacrificados a los ídolos y se entregasen a la impudicia.
Por lo tanto, no estamos hablando aquí de cristianos conscientes, sino de personas que se tienen por judíos; su judaísmo es sin duda una nueva fase de desarrollo del antiguo; precisamente por eso es el único verdadero. Por eso en el momento de la comparecencia de los santos ante el trono de Dios, aparecen en primer lugar 144.000 judíos, 12.000 de cada tribu, y sólo después la innumerable multitud de paganos convertidos a este judaísmo renovado. Hasta tal punto estaba nuestro autor, en el año 69 de nuestra era, lejos de dudar de que representara una fase totalmente nueva de la evolución religiosa, llamada a transformarse en uno de los elementos más revolucionarios en la historia del espíritu humano.
Como se puede ver, ese cristianismo de entonces, que todavÍa no tenía consciencia de sí, estaba a mil leguas de la religión universal, dogmáticamente asentada por el concilio de Nicea; imposible reconocer a ésta en aquél. Ni la dogmática ni la ética del cristianismo posterior se encuentran en él; en cambio, existe el sentimiento de que se está en lucha contra todo un mundo, y que de esta lucha se saldrá vencedor. Un ardor guerrero y una certeza de vencer que han desaparecido completamente entre los cristianos de nuestros días y no se encuentran ya más que en el otro polo de la sociedad, entre los socialistas.
En realidad, la lucha contra un mundo que, al principio, lleva la ventaja, y la lucha simultánea de los innovadores entre ellos mismos, son comunes a los dos, a los cristianos primitivos y a los socialistas. Estos dos grandes movimientos no están hechos por jefes y profetas –pese a que los profetas no faltan ni en uno ni en el otro-, son movimientos de masas. Y todo movimiento de masas es necesariamente confuso al principio; confuso porque se mueve, en primer lugar, entre contradicciones, porque carece de claridad y de coherencia; y también confuso precisamente a causa del papel que al comienzo juegan en él los profetas. Esta confusión se manifiesta en la formación de numerosas sectas que se combaten entre sí con tanta saña al menos como combaten contra el enemigo común ajeno a ellas. Esto ocurría en el cristianismo primitivo, y lo mismo ocurrió en los comienzos del movimiento socialista, por muy doloroso que fuese para las honradas personas bien intencionadas que predicaban la unión, cuando la unión no era posible.
¿Acaso, por ejemplo, la cohesión de la Internacional era debida a un dogma común? De ningún modo. Había en ella comunistas según la tradición francesa de antes de 1848 que, a su vez, representaban diferentes matices, comunistas de la escuela de Weitling, otros que pertenecían a la renovada liga de los comunistas, proudhonianos que representaban el elemento predominante en Francia y Bélgica, blanquistas, el Partido Obrero alemán, en fin, anarquistas bakuninistas que durante un tiempo predominaron en España e Italia. Y éstos eran sólo los grupos principales. A partir de la fundación de la Internacional, ha sido necesario un buen cuarto de siglo para que se lleve a cabo definitivamente y en todas partes la separación con los anarquistas, y que se establezca un acuerdo al menos sobre los puntos de vista económicos más generales. Y eso con nuestros medios de comunicación, los ferrocarriles, telégrafos, la ciudades monstruo industrializadas, la prensa y las reuniones populares organizadas.
La misma división en innumerables sectas se daba entre los primeros cristianos, división que era justamente el medio de suscitar la discusión y lograr la unidad ulterior. Constatamos ya esta división en este libro, indudablemente el más antiguo documento cristiano, y nuestro autor fulmina contra ella con el mismo implacable arrebato que contra todo el mundo pecador de afuera. En primer lugar, contra los nicolaítas, en Efeso y Pérgamo; los que dicen ser judíos pero son la sinagoga de Satán, en Esmirna y Filadelfia; los seguidores de la doctrina del falso profeta llamado Balaam, en Pérgamo; los que dicen ser profetas y no lo son, en Efeso; en fin, los partidarios de la falsa profetisa llamada Jezabel, en Tiatira. No sabemos nada más preciso sobre estas sectas, sólo de los sucesores de Balaam y de Jezabel se dice que comen carnes sacrificadas a los ídolos y se entregan a la impudicia.
Se ha tratado de representar a estas cinco sectas como si fuesen cristianos paulinos, y todas estas cartas como si fuesen dirigidas contra Pablo el falso apóstol, el supuesto Balaam y Nicolás. Los argumentos poco sostenibles que se relacionan con esto se encuentran reunidos en Renan, Saint Paul (Paris, 1869, páginas 303, 305, 367, 370). Todos conducen a una explicación de nuestras cartas mediante los Actos de los Apóstoles y las supuestas Epístolas de Pablo, escritos que, al menos en su redacción actual, son posteriores en sesenta años al Apocalipsis y cuyos datos relativos a éstas son, pues, más que dudosos y que, además, se contradicen absolutamente entre sí.
Pero lo que zanja la cuestión es que a nuestro autor no se le pudo ocurrir darle a una sola y única secta cinco denominaciones diferentes: dos para la única Efeso (falsos apóstoles y nicolaítas) e igualmente dos para Pérgamo (los balamitas y los nicolaítas) y esto designándolos expresamente en cada caso como dos sectas diferentes. Sin embargo, no tenemos intención de negar que entre estas sectas hayan podido encontrarse elementos a los que hoy se consideraría como de sectas paulinas.
En los dos pasajes en que se entra en detalles, la acusación se limita al consumo de carnes sacrificadas a los ídolos, y a la impudicia, los dos puntos sobre los que los judíos –tanto los antiguos como los judíos cristianos- estaban en eterna disputa con los paganos conversos. Carne proveniente de sacrificios paganos era no sólo servida en los festines, en los cuales rechazar los manjares presentes podía parecer inconveniente, incluso ser peligroso, sino que además era vendida en los mercados públicos en los que apenas era posible discernir si era koscher (**) o no. Por impudicia, estos mismos judíos entendían no sólo el comercio sexual fuera del matrimonio, sino también el matrimonio entre parientes en grados prohibidos por la Ley judía, o aún más entre judíos y paganos, y es éste el sentido que, por lo común, se da a la palabra en los Hechos de los apóstoles (XV, 20 y 29). Pero nuestro Juan tiene una forma propia de verlo, incluso en lo relativo al comercio sexual permitido a los judíos ortodoxos.
Dice (XIC, 4) de los 144.000 judíos celestes: Son los que no se han manchado con mujeres, los que son vírgenes. Y, de hecho, en el cielo de nuestro Juan no hay ni una sola mujer. Pertenece pues a esa tendencia que se manifiesta igualmente en otros escritos del cristianismo primitivo y que considera pecado el comercio sexual en general. Si, además, se tiene en cuenta el hecho de que califica a Roma como la gran prostituta con la cual los reyes de la tierra se han entregado a la impudicia y han sido embriagados por el vino de su impudicia –y sus comerciantes se han enriquecido por la pujanza de su lujo-, se nos hace imposible comprender la palabra de las cartas en el sentido estrecho que la apologética teológica querría atribuirle, con el único fin de extraer de ahí una confirmación para otros pasajes del Nuevo Testamento.
Muy al contrario. Estos pasajes de las cartas indican claramente el fenómeno común a todas las épocas profundamente convulsas, a saber: que al mismo tiempo que se rompen todas las barreras, se busca relajar los vínculos tradicionales de las relaciones sexuales. Del mismo modo, en los primeros siglos cristianos, paralelamente al ascetismo que mortifica la carne, se manifiesta bastante a menudo la tendencia a extender la libertad cristiana a las relaciones, más o menos libres de trabas entre hombres y mujeres. Lo mismo ocurrió en el socialismo moderno.
¡Qué santa indignación provocó después de 1830, en la Alemania de entonces –esa piadosa guardería, como la llamaba Heine- la réhabilitation de la chair (3) saintsimoniana! Los más profundamente indignados fueron las órdenes aristocráticas que dominaban por entonces (en aquellos años aún no había clases entre nosotros) y que, tanto en Berlín como en sus propiedades del campo, no sabían vivir sin una rehabilitación reiterada de su carne. ¡Qué hubiesen dicho estas buenas gentes si hubiesen conocido a Fourier, que ofrece para la carne la perspectiva de otras muchas cabriolas!
Una vez superado el utopismo, estas extravagancias dejaron el puesto a nociones más racionales y, en realidad, mucho más radicales, y después de que la Alemania de la piadosa guardería de Heine que era, llegase a ser el centro del movimiento socialista, todos se burlan de la hipócrita indignación del piadoso mundo aristocrático.
Ese es todo el contenido dogmático de las cartas. En cuanto a lo demás, llaman a los compañeros a la propaganda enérgica, a la orgullosa y valiente confesión de su fe frente a sus adversarios, a la lucha sin descanso contra el enemigo de fuera y de dentro; y por lo que respecta a esto, podrían estar escritas por un entusiasta de la Internacional un pelín profeta.
III
Las cartas son sólo la introducción al verdadero tema de la comunicación de nuestro Juan a las siete Iglesias de Asia menor y, por medio de éstas, a toda la judería reformada del año 69, de la que salió la cristiandad más adelante. Y aquí entramos en el santuario más íntimo del cristianismo primitivo.
¿Entre qué personas se reclutaron los primeros cristianos? Principalmente, entre los laboriosos y agobiados que pertenecían a las capas más bajas del pueblo, tal como conviene al elemento revolucionario. ¿Y de quiénes estaban compuestas estas capas? En las ciudades, hombres libres venidos a menos, personas de todo tipo, semejantes a los mean whites (4) de los Estados esclavistas del Sur, a los aventureros y vagabundos europeos de las ciudades marítimas coloniales y chinas, también de libertos y sobre todo de esclavos; en los latifundios de Italia, Sicilia y África, de esclavos; en los distritos rurales de las provincias, de pequeños campesinos cada vez más oprimidos por las deudas.
No había de ninguna manera una vía de emancipación común para tan diversos elementos. Para todos ellos, el paraíso perdido estaba en el pasado; para el hombre libre venido a menos era la polis, ciudad y Estado a la vez cuyos ancestros habían sido en otros tiempos los ciudadanos libres; para los esclavos prisioneros de guerra, la era de la libertad antes de la servidumbre y la cautividad; para el pequeño campesino, la sociedad gentilicia y la comunidad del suelo aniquiladas. La mano de hierro igualadora del romano conquistador había echado abajo todo esto. La colectividad social más importante que la antigüedad había creado era la tribu y la confederación de tribus emparentadas, agrupamiento basado entre los bárbaros en las líneas de consanguíneos, entre los griegos y los italos, fundadores de ciudades, en la polis que comprendía una o varias tribus emparentadas.
Filipo y Alejandro dieron a la península helénica la unidad política, pero el resultado no fue la formación de una nación griega. Las naciones sólo se hicieron posibles tras la caída del imperio romano. Éste puso fin de una vez por todas a los pequeños agrupamientos; la fuerza militar, la jurisdicción romana, el aparato de cobro de los impuestos dislocaron completamente la organización interna tradicional. A la pérdida de la independencia y de la organización original vino a añadirse el pillaje por las autoridades militares y civiles, que comenzaban por despojar a los vasallos de sus tesoros, para luego prestarles de nuevo a tasas de usura, a fin de que pudiesen pagar nuevas exacciones. El peso de los impuestos y la necesidad de dinero que resultaba de ello en regiones en las que la economía natural reinaba exclusivamente o de forma preponderante, ponían cada vez más a los campesinos a merced de los usureros, introducían una gran desproporción en las fortunas, enriquecían a los ricos y arruinaban por completo a los pobres. Y cualquier resistencia de las pequeñas tribus aisladas o de las ciudades al gigantesco poder de Roma carecía de toda esperanza. ¿Cuál era el remedio a esto, cuál el refugio para los avasallados, los oprimidos, los arruinados, qué salida común para estos distintos grupos humanos, con intereses divergentes e incluso opuestos? No obstante, se hacía muy necesario encontrar una, era preciso que un solo y gran movimiento revolucionario los abarcase a todos.
Esta salida se encontró, pero no en este mundo. Y, tal como estaban las cosas entonces, sólo la religión podía ofrecerla. Un nuevo mundo se abrió. La existencia del alma tras la muerte de los cuerpos se había hecho, poco a poco, un artículo de fe reconocido en todo el mundo romano. Además, una forma de castigo y de recompensa para el alma del muerto, según las acciones realizadas cuando estaba vivo, era cada vez más admitida por todos. Para las recompensas, la verdad es que esto sonaba un poco a hueco, la antigüedad era demasiado espontáneamente materialista para no atribuir un precio infinitamente mayor a la vida real que a la vida en el reino de las sombras; entre los griegos, la inmortalidad pasaba más bien por un infortunio. Llegó el cristianismo, que se tomó en serio las penas y las recompensas en el otro mundo y creó el cielo y el infierno; así se había encontrado la vía por la que conducir a los trabajadores y los oprimidos de este valle de lágrimas al paraíso eterno. De hecho, era necesaria la esperanza de una recompensa en el más allá para llegar a elevar la renuncia al mundo y el ascetismo de la escuela estoica de Filón al rango de principio ético fundamental de una nueva religión universal capaz de atraer a las masas oprimidas.
No obstante, la muerte no abre de buenas a primeras este paraíso celeste a los fieles. Veremos que el reino de Dios, cuya nueva Jerusalén es la capital, no se conquista ni se abre más que tras ardorosas luchas con las potencias infernales. Ahora bien, los primeros cristianos se representaban estas luchas como inminentes. Tras el inicio, nuestro Juan define su libro como la revelación de las cosas que deben ocurrir pronto; poco después, en el versículo 3, dice: Feliz el que lee y los que escuchan las palabras de la profecía, pues el tiempo está cercano; a la comunidad de Filadelfia, Jesucristo le dicta; Vendré pronto. Y en el último capítulo, el ángel dice que reveló a Juan las cosas que deben ocurrir pronto y le ordena: No pongas un sello a las palabras de la profecía de este libro, pues el tiempo está próximo, y el mismo Jesucristo dice, en dos ocasiones, versículos 12 y 30: Vendré pronto. A continuación veremos hasta qué punto esta venida era esperada para pronto.
Las visiones apocalípticas que el autor hace pasar ahora ante nuestros ojos, son todas, y la mayor parte de las veces palabra por palabra, tomadas de modelos anteriores. En parte, de los profetas clásicos del Antiguo Testamento, sobre todo de Ezequiel, en parte de los Apocalipsis judíos posteriores, compuestos según el prototipo del libro de Daniel y sobre todo del libro de Enoc ya redactado, al menos en parte, en aquella época. Los críticos han demostrado hasta en los menores detalles, de dónde ha sacado nuestro Juan cada imagen, cada siniestro pronóstico, cada plaga infligida a la incrédula humanidad, en pocas palabras, el conjunto de los materiales de su libro; de manera que no sólo demuestra una falta de imaginación poco común, sino que también él mismo proporciona la prueba de que no vivió sus pretendidas visiones y éxtasis, ni siquiera en su imaginación, tal como las ha descrito.
He aquí, en pocas palabras, el desarrollo de esas apariciones. En primer lugar, Juan ve a Dios sentado en su trono, con un libro sellado por siete sellos en la mano; ante él está el cordero (Jesús) degollado, pero de nuevo vivo, que es hallado digno de abrir los sellos. La apertura de cada sello es acompañada de toda clase de signos y prodigios amenazantes. Al quinto sello, Juan percibe, bajo el altar de Dios, las almas de los mártires de Cristo que han sido muertos a causa de la palabra de Dios:
Ellos clamaron con fuerte voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, maestro santo y venerable, esperarás para juzgar y vengar nuestra sangre en los habitantes de la tierra?
Después de esto, se le da a cada uno una ropa blanca y se les invita a tener un poco más de paciencia hasta que esté completo el número de los mártires que han de morir. Aquí todavía no se plantea de ninguna manera la religión del amor, del amad a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, etc…, aquí se predica abiertamente la venganza, la sana, la honesta venganza contra los perseguidores de los cristianos. Y es así a todo lo largo del libro.
Cuanto más se acerca la crisis, más arrecia la lluvia de plagas y juicios del cielo, y más alegría manifiesta nuestro Juan al anunciar que, mientras tanto, la mayor parte de los hombres no se arrepienten y rechazan hacer penitencia por sus pecados; que nuevos azotes de Dios han de caer sobre ellos; que Cristo tiene que gobernarlos con una vara de hierro y pisar el vino en el lagar de la cólera de Dios todopoderoso; pero que, no obstante, los impíos se mantienen duros de corazón. Es el sentimiento natural, alejado de toda hipocresía, de que se está en la lucha, y que à la guerre comme à la guerre (5). Al abrirse el séptimo sello, aparecen siete ángeles con trompetas: cada vez que un ángel toca la trompeta, se producen nuevos signos de espanto. Tras el séptimo toque de trompeta, siete nuevos ángeles entran en escena portando las siete copas de la cólera de Dios que son arrojadas en la tierra y, de nuevo, llueven azotes y juicios, en lo esencial una fatigosa repetición de lo que ya ocurrió en numerosas ocasiones. Después, viene la mujer, Babilonia, la gran prostituta, vestida de púrpura y escarlata, sentada sobre las aguas, ebria de la sangre de los santos y de los mártires de Jesús, es la gran ciudad sobre las siete colinas que reina sobre los reyes de la tierra.
Está sentada sobre una bestia que tiene siete cabezas y diez cuernos. Las siete cabezas son siete montañas, y son también siete reyes. De estos reyes, cinco ya han pasado; uno existe, el séptimo está por venir, y tras él, uno de los cinco primeros, que había sido herido de muerte pero fue curado, volverá. Éste reinará sobre la tierra durante cuarenta y dos meses, o tres años y medio (la mitad de una semana de siete años), perseguirá a los fieles a muerte y hará triunfar la impiedad. Después, se libra la gran batalla decisiva, los santos y los mártires son vengados con la destrucción de la gran prostituta Babilonia y de todos sus partidarios, es decir, de la gran mayoría de los hombres; el demonio es arrojado al abismo y encadenado allí por mil años, durante los cuales reina el Cristo con los mártires resucitados. Cuando se cumplen los mil años, el diablo es liberado: sigue una última batalla de los espíritus en la cual es definitivamente vencido. Tiene lugar una segunda resurrección, el resto de los muertos resucita y comparece ante el trono de Dios (no de Cristo, atención a esto) y los fieles entran en un nuevo cielo, una nueva tierra y una nueva Jerusalén para la vida eterna.
Del mismo modo que todo este tinglado es levantado con materiales exclusivamente judíos y precristianos, muestra concepciones casi pura y exclusivamente judías. Desde que las cosas comenzaron a ir mal para el pueblo de Israel, desde el momento en que se hizo tributario de Asiria y de Babilonia, desde la destrucción de los dos reinos de Israel y de Judá hasta su servidumbre a los seléucidas, es decir, desde Isaías hasta Daniel, siempre hubo, en las horas de adversidad, la profecía de un salvador providencial.
En el capítulo XII, 1, 3 de Daniel se encuentra la profecía de la llegada de Miguel, el ángel guardián de los judíos, que les liberará de su gran desamparo: Muchos muertos resucitarán, habrá una especie de juicio final y los que hayan enseñado la justicia a la multitud brillarán como estrellas, para siempre y a perpetuidad. De cristiano sólo hay aquí el acento puesto con insistencia en la inminencia del reino de Jesucristo y en la felicidad de los fieles resucitados, particularmente los mártires.
Debemos a la crítica alemana, y sobre todo a Ewald, Lücke y Ferdinand Benary la interpretación de esta profecía, a pesar de que esté relacionada con los acontecimientos de la época. Gracias a Renan, penetró en otros medios distintos de los teológicos. La gran prostituta, Babilonia, significa, como ya hemos visto. La ciudad de las siete colinas, Roma. De la bestia sobre la cual ella está sentada, se dice en XVIII, 9, 11:
Las siete cabezas son siete montañas sobre las cuales está sentada la mujer. Son también siete reyes: cinco están derribados, uno existe, el otro aún no ha venido y cuando venga permanecerá por poco tiempo. Y la bestia que estaba, y que ya no está, es ella misma un octavo rey, y es del número de los siete, y va a la perdición.
La bestia es, pues, la dominación mundial de Roma, representada sucesivamente por siete emperadores, de los cuales uno ha sido herido de muerte y ya no reina, pero ha sido curado y va a volver con el fin de llevar a cabo como octavo rey el reino de la blasfemia y la rebelión contra Dios:
Y le fue dado hacer la guerra a los santos y vencerlos. Y le fue dada autoridad sobre toda tribu, todo pueblo, toda lengua y toda nación; y todos los habitantes de la tierra le adorarán, aquellos cuyo nombre no ha sido escrito desde la fundación del mundo en el libro de vida del cordero que ha sido inmolado. Y ella hizo que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, recibieran una marca en su mano derecha o en su frente y que nadie pudiese comprar o vender sin tener la marca, el nombre de la bestia o el número de su nombre. Aquí está la sabiduría. Que aquél que tenga inteligencia calcule el número de la bestia. Pues es un número de hombre y su número es 666 (XIII, 7-18).
Constatemos solamente que el boicot es mencionado aquí como una medida empleada por la potencia romana contra los cristianos –que es, pues, manifiestamente una invención del diablo- y pasemos a la cuestión de saber quién es este emperador romano que ya ha reinado, fue herido mortalmente y vuelve como el octavo de la serie para actuar como Anticristo.
Después de Augusto, el primero, tenemos: 2, Tiberio; 3, Calígula; 4, Claudio; 5, Nerón; 6, Galba. Cinco han caído, uno existe. Por lo tanto, Nerón ya ha caído. Galba existe. Galba reinó del 9 de junio del 68 al 15 de enero del 69. Pero inmediatamente después de subir al trono, las legiones del Rhin se sublevaron bajo el mando de Vitelius, al tiempo que en otras provincias otros generales preparaban levantamientos militares. En la misma Roma, los pretorianos se sublevaron, mataron a Galba y proclamaron emperador a Otón.
De ello resulta que nuestro Apocalipsis fue escrito bajo Galba, probablemente hacia el final de su reinado, o más tarde, durante los tres meses (hasta el 15 de abril del 69) del reinado de Otón, el séptimo. Pero ¿quién es el octavo, que estuvo y ya no está? El número 666 nos lo mostrará.
Entre los semitas –los caldeos y los judíos- de esta época, estaba en boga un arte mágica basada en el doble significado de las letras. Desde alrededor de trescientos años antes de nuestra era, las letras hebraicas eran igualmente empleadas como cifras: a = 1, b = 2, g = 3, d = 4, y así todas las demás. Ahora bien, los adivinos cabalistas sumaban los valores numéricos de las letras de un nombre y, con la ayuda de la adición de las cifras obtenida, por ejemplo formando palabras o combinaciones de palabras de igual valor numérico que permitiesen extraer conclusiones sobre el futuro del que llevaba ese nombre, procuraban hacer profecías. Del mismo modo, se expresaban palabras secretas en esta lengua cifrada. Se llamaba a este arte con una palabra griega, ghematriah, geometría; los caldeos que la ejercían como un oficio y que Tácito llama los mathematici, fueron perseguidos en Roma bajo Claudio y una vez más bajo Vitelius, al parecer por delito grave.
Es justamente en el ambiente de esta matemática como se produce el número 666. Tras él, se esconde el nombre de uno de los cinco primeros emperadores romanos. Ahora bien, Ireneo, a finales del siglo II, además del número 666, conocía la variante 616 que también databa de un tiempo en que el enigma de las cifras era todavía conocido. Si la solución da cuenta igualmente de los dos números, será la prueba de que es correcta.
Ferdinand Benary encontró esa solución. El nombre es Nerón. El número está basado en Nerón Kesar, la trascripción hebraica –tal como atestiguan el Talmud y las inscripciones de Palmira- del griego Neron Kaisar, Nerón emperador, que llevaba como leyenda la moneda del emperador acuñada en las provincias orientales del Imperio. Así: n (nun) = 50; r (resch) = 200; v (vav) para 0 = 6; n (nun) = 50; k (kaph) = 100; s (samech) = 60; y r (resch) = 200; total = 666. Ahora, tomando como base la forma latina, Nero Caesar el segundo n (nun) = 50 es suprimido, y obtenemos 666 – 50 = 616, la variante de Ireneo.
En efecto, todo el Imperio romano en tiempos de Galba estaba en pleno desbarajuste. El mismo Galba, a la cabeza de las legiones de España y de la Galia había marchado sobre Roma para derrocar a Nerón; este huyó y se hizo matar por un liberto. Pero contra Galba, no sólo los pretorianos en Roma, sino también los comandantes en las provincias conspiraban; por todas partes surgían pretendientes al trono, preparándose para lanzarse sobre la capital con sus legiones. El imperio parecía entregado a la guerra intestina; su caída parecía inminente.
Para colmo, se extendió el rumor, sobre todo en Oriente, de que Nerón no estaba muerto, sino solamente herido, que se había refugiado entre los partos, que pasaría el Éufrates y vendría con un ejército para inaugurar un nuevo reinado de terror aún más sangriento. La Acadia y Asia en particular estaban sobresaltadas a causa de tales informes. Y justo en el momento en que el Apocalipsis debió ser compuesto, apareció un falso Nerón que se estableció con un partido bastante numeroso en la isla de Cythnos (la Termia moderna) en el mar Egeo, cerca de Patmos y del Asia menor, hasta que fue muerto, bajo Otón.
Nada asombroso, pues, que entre los cristianos, contra los cuales Nerón había lanzado las primeras grandes persecuciones, se hubiese propagado la opinión de que volvería como el Anticristo, de que su vuelta, así como una nueva y más seria tentativa de exterminio sangriento de la joven secta sería el presagio y el preludio del Cristo, de la gran batalla victoriosa contra las potencias del infierno, del reino de mil años que se iba a establecer pronto y cuya llegada segura hizo que los mártires fuesen alegremente a la muerte.
La literatura cristiana y de inspiración cristiana de los dos primeros siglos señala con suficientes indicios que el secreto de la cifra 666 era entonces conocido por muchos. Ireneo, ciertamente, ya no lo conocía, pero por el contrario sabía, como muchos otros hasta finales del siglo II, que la bestia del Apocalipsis era Nerón que volvía. Después, esta última huella se pierde y nuestro Apocalipsis es entregado a la interpretación fantástica de adivinos ortodoxos; yo mismo he conocido aún a viejos que, según los cálculos del anciano Johann Albrecht Bengel, esperaban el fin del mundo y el juicio final para el año 1836. La profecía se realizó en la fecha anunciada. Sólo que el juicio no alcanzó al mundo de los pecadores, sino a los mismos piadosos intérpretes del Apocalipsis. Pues, en ese mismo año de 1836, F. Benary proporcionó la clave del número 666 y puso así punto final a todo ese cálculo adivinatorio, a esa nueva ghematriah.
Del reino de los cielos reservado a los fieles, nuestro Juan no nos ofrece más que una descripción muy superficial. Para la época, la nueva Jerusalén está ciertamente construida en un plano bastante grandioso: un cuadrado de 12.000 estadios de lado = 2.227 kilómetros, una superficie por lo tanto de alrededor de cinco millones de kilómetros cuadrados, más que la mitad de los Estados Unidos de América, construida únicamente en oro y piedras preciosas. Allí, Dios habita en medio de los suyos y los ilumina en lugar del sol; ya no hay ni muerte, ni pesar, ni sufrimiento; un río de agua viva discurre a través de la ciudad, sobre sus riberas crece el árbol de la vida produciendo doce veces sus frutos, dando su fruta cada mes, y las hojas del árbol sirven para la curación de los gentiles (a la manera de un té medicinal, según Renán: El Anticristo, p. 452). Allí viven los santos por los siglos de los siglos.
Así era el cristianismo en el Asia Menor, su principal hogar, hacia el año 68, hasta el punto en que es conocido por nosotros. Ni el más mínimo indicio de una Trinidad; por el contrario, el viejo Jehová uno e indivisible del judaísmo decadente desde el que, de Dios nacional judío se elevó, único, al rango de Dios supremo del cielo y de la tierra donde pretende reinar sobre todos los pueblos prometiendo la gracia a los conversos y exterminando a los rebeldes de forma inmisericorde, fiel en esto al antiguo parcere subjectis ac delellare superbos (6).
De igual manera, es este mismo Dios el que preside el juicio final, y no Jesucristo, como en los relatos ulteriores de los Evangelios y las Epístolas. En consonancia con la doctrina persa de la emanación, familiar en el judaísmo decadente, Cristo es el cordero, emanado de Dios para toda la eternidad; y lo mismo, a pesar de que ocupen un rango inferior, los siete espíritus de Dios, que deben su existencia a un pasaje poético mal entendido (Isaías, XI, 2). Ninguno de ellos es Dios ni igual a Dios, sino que todos están sometidos a él. El cordero se ofrece de buen grado como sacrificio expiatorio por los pecados del mundo, y debido a este elevado acto es expresamente promovido en la jerarquía celeste; en todo el libro este sacrificio voluntario le es tenido en cuenta como un acto extraordinario y no como una acción que surgiese necesariamente de lo más profundo de su ser.
Ni qué decir tiene que toda la corte celestial de los ancianos, querubines, ángeles y santos está presente. A partir del Zendavesta, el monoteísmo siempre tuvo que hacerle concesiones al politeísmo para constituirse como religión. Entre los judíos, la recaída en los dioses paganos y sensuales persiste en estado crónico hasta que, tras el exilio la corte celeste al estilo persa acomoda un poco mejor la religión a la imaginación popular. También el cristianismo, incluso después de que hubiese reemplazado al Dios de los judíos eternamente inmutable por el misterioso Dios trinitario, diferenciado en sí mismo, sólo pudo suplantar el culto a los antiguos dioses entre las masas por el culto a los santos. Así, el culto a Júpiter, según Fallmerayer, sólo hacia el siglo IX llegó a extinguirse en el Peloponeso, en la Maina, en Arcadia, (Historia de la península de Morea, I, p. 227). Son la era burguesa moderna y su protestantismo los que en su momento descartan a los santos y se toman al fin en serio el monoteísmo diferenciado.
Nuestro Apocalipsis tampoco conoce el dogma del pecado original ni la justificación por la fe. La fe de estas primeras comunidades belicosas difiere en todo de aquella de la iglesia triunfante posterior; al lado del sacrificio expiatorio del cordero, el próximo retorno de Cristo y la inminencia del reino milenario constituyen su contenido esencial y el único por el que se manifiesta. Es el momento de la propaganda activa, la lucha sin descanso contra el enemigo de dentro y de fuera, la orgullosa confesión de estas convicciones revolucionarias ante los jueces paganos, el martirio soportado con coraje en la certeza de la victoria.
Como hemos visto, el autor aún no sospecha que es algo diferente de un judío. En consecuencia, ninguna alusión, en todo el libro, al bautismo; además, existen numerosos indicios de que el bautismo es una institución del segundo periodo cristiano. Los 144.000 judíos creyentes son sellados, no bautizados. De los santos del cielo, se dice: Son aquellos que han lavado y blanqueado sus largas vestiduras en la sangre del cordero; ni una palabra del agua del bautismo. Los dos profetas que preceden la aparición del Anticristo (capítulo XI) tampoco bautizan y en el capítulo XIX, 10, el testimonio de Jesús no es el bautismo, sino el espíritu de profecía. Habría sido natural en todas estas ocasiones hablar de bautismo, por poco que estuviese ya instituido. Estamos, pues, autorizados a concluir con una casi total certeza que nuestro autor no lo conocía y que sólo se introdujo cuando los cristianos se separaron definitivamente de los judíos.
Nuestro autor también ignora el segundo sacramento posterior, la eucaristía. Si en el texto de Lutero Cristo promete a todo habitante de Tiatira que haya perseverado en la fe que entrará en su casa y comulgará con él, con esto se induce a engaño. En griego se lee deipnêso, yo cenaré (con él), y la palabra está correctamente traducida en las biblias inglesas y francesas. De la cena como festín conmemorativo, no se habla aquí en absoluto.
Nuestro libro, con su fecha (68 ó 69) atestiguada de forma tan particular, es sin duda el más antiguo de la toda la literatura cristiana. Ningún otro fue escrito en una lengua tan bárbara, en la que pululan hasta tal punto los hebraísmos, las construcciones imposibles, las faltas gramaticales. Sólo los teólogos de profesión, o historiógrafos interesados niegan aún que los Evangelios o los Hechos de los apóstoles sean remodelaciones tardías de escritos actualmente perdidos y cuyo más mínimo núcleo histórico ya no puede ser descubierto bajo la exuberancia legendaria; incluso las tres o cuatro Epístolas apostólicas presuntamente auténticas de Bruno Bauer no representan más que escritos de una época posterior o, en el mejor de los casos, composiciones más antiguas de autores desconocidos, retocadas y embellecidas con numerosas adiciones e interpolaciones.
Es tanto más importante para nosotros poseer con nuestra obra, cuyo periodo de redacción se puede establecer con un mes de variación, un libro que nos presenta el cristianismo bajo su forma más rudimentaria, bajo la forma en la que se parece a la religión de Estado del siglo IV, acabado en su dogmática y su mitología, poco más o menos lo que la mitología aún vacilante de los germanos de Tácito se parece a la mitología del Edda, plenamente elaborada bajo la influencia de elementos cristianos y antiguos.
El germen de la religión universal está ahí, pero todavía encierra en estado indiferenciado las mil posibilidades de desarrollo que se realizan en las innumerables sectas posteriores. Si el fragmento más antiguo del devenir del cristianismo tiene para nosotros un valor tan particular es porque nos da a conocer en su integridad lo que el judaísmo –fuertemente influenciado por Alejandría- aportó al cristianismo. Todo lo posterior es añadido occidental, grecorromano.
Fue necesaria la mediación de la religión judía monoteísta para revestir al monoteísmo erudito de la filosofía griega vulgar con la única forma religiosa bajo la cual podía influir en las masas. Una vez encontrada esta mediación, sólo podía transformarse en una religión universal en el mundo grecorromano, continuando su desarrollo para fundirse finalmente en el fondo de ideas que este mundo había conquistado.

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Notas:
(1) Los levantamientos del mundo mahometano, especialmente en África, contrastan de forma singular. Con todo, el Islam es una religión hecha a la medida de los orientales, más especialmente de los árabes, es decir, por una parte, ciudadanos que practican el comercio y la industria, por otra, beduinos nómadas. Pero permanece el germen de un choque periódico. Una vez que se han vuelto opulentos y fastuosos, los ciudadanos se relajan en la observancia de la Ley. Los beduinos pobres y, a causa de su pobreza, de costumbres severas, observan con envidia y codicia esas riquezas y goces. Se unen bajo la dirección de un profeta, un Mahdi, para castigar a los infieles, restablecer la ley ceremonial y la verdadera fe, y para apropiarse, como recompensa, los tesoros de los infieles. Naturalmente, al cabo de cien años, se encuentran exactamente en el mismo punto que aquéllos: es necesaria una nueva purificación, aparece un nuevo Mahdi, el juego recomienza. Esto ocurrió así desde las guerras de conquista de los almorávides y los almohades africanos en España hasta el último Mahdi de Jartum que tan victoriosamente desafió a los ingleses. Así ocurrió, poco más o menos, con los levantamientos en Persia y otras regiones musulmanas. Son movimientos originados por causas económicas, aunque porten un disfraz religioso. Pero, aunque triunfen, dejan intactas las condiciones económicas. Así pues, nada ha cambiado, el choque se hace periódico. Por el contrario, en las insurrecciones populares del Occidente cristiano, el disfraz religioso sólo sirve como bandera y máscara para atacar a un orden económico que se ha hecho caduco: finalmente, este orden es derribado, un nuevo orden se levanta, hay progreso, el mundo avanza.
(2) Tiasarca, jefe del thiasos, asociación religiosa, especie de cofradía.
(3) En francés en el original: rehabilitación de la carne.
(4) Miserables blancos.
(5) En francés en el original: En la guerra, como en la guerra.
(6) En latín en el original: Perdonar a los vencidos y castigar a los soberbios.
(*) Originario de Vaud, en Lausana (Suiza) NdT.
(**) Comida al estilo judío, NdT.