De México a Moscú

De México a Moscú

Manuel Gómez1

Manuel Gómez es un norteamericano que vivió en México bajo ese nombre después de la primera guerra mundial. Fue en un tiempo integrante del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Theodore Draper lo entrevistó en Nueva York a comienzos de este año (1964). Comienza su historia en 1919 cuando estaba trabajando en la ciudad de México en la publicación de un periódico.

Pregunta: Bien, ¿por dónde empezamos?

Respuesta: Podríamos comenzar por El Heraldo de México. Yo los había convencido de publicar una sección inglesa y fui a ver al editor con el modelo, la maqueta, que había preparado. Les gusto mucho. Estaban interesados especialmente en conseguir avisos de la colonia norteamericana y de intereses norteamericanos. Y así fue que me contrataron para editar la sección inglesa de El Heraldo de México. Contraté un personal de cinco personas para realizarla. El personal consistía de Eleanor, mi esposa en aquel tiempo, Mike Gold, Henry Glintencamp, el artista, una tal mistres Carter, una anciana de alta sociedad de la colonia norteamericana que iba a ocuparse de la columna de sociales, y otra persona más de la que ahora no me acuerdo, y yo, por supuesto. Nosotros éramos el personal, y empezamos a usar esta sección inglesa con la más completa irresponsabilidad desde el punto de vista de nuestros patrones. Por ejemplo, el 16 de septiembre –que es el 4 de julio mexicano– lanzamos un editorial que decía: “México todavía no es libre. No será libre mientras no lo esté del imperialismo yanqui”. Y tomábamos buena cantidad de materiales de Soviet Russia Today.

¿La edición inglesa?

—Si, la edición inglesa, y por cierto que la metíamos ahí en gran escala. Lo único que no tiraba hacia el socialismo era la columna de sociales de mistres Carter.

¿Usted se consideraba un radical o un socialista en aquella época?

— ¡Oh! yo era socialista. Ciertamente, yo integraba lo que se llamó en México el Partido Socialista, que consistía en lo que llamábamos cinco gatos; no tenía ningún peso.

¿Mike Gold lo integraba, o él todavía no se consideraba a sí mismo socialista?

—Se afilió después que vino a México. Había estado en Tampico, éramos los únicos miembros del personal que pertenecíamos al Partido y me imagino que yo era el único activo realmente, y la actividad consistía en gran parte en asistir a reuniones, ayudar a preparar volantes, hacer algún discurso, etcétera. Es curioso que, a pesar de lo pequeño que era el grupo, no dejó de preocupar al movimiento sindical mexicano, muy sensible, dirigido por Morones, la CROM. Vino a vernos varias veces y trato de decirnos que su organización procuraba las mismas cosas que nosotros, y lo mismo el gobierno mexicano. Pero nosotros éramos muy izquierdistas y muy puros, y no queríamos tener nada que ver con esto.

¿Y entonces un buen día apareció Borodín en escena?

—Estoy llegando a eso, sí. Entretanto me fui familiarizando con Roy, quien por ese entonces había asistido a una o dos reuniones del Partido Socialista.

¿Qué impresión le hizo? Tiene algún recuerdo de su primera impresión sobre Roy? ¿Qué clase de persona era? ¿Qué aspecto tenía?

—Sí. Era alto, delgado, guapo y melancólico. Espantosamente serio, profundamente nacionalista. En realidad no le importaba nada el socialismo en esa época. Pero tenía mucho tiempo libre en México, y lo llenaba en parte recorriendo reuniones diversas, como a veces uno hace; pienso que en buena parte para oír español.

¿Por qué estaba en México?

—Había estado en California. Recibía dinero de los alemanes, como me imagino que lo recibían Gupta y algunos otros indios que estaban en México. Se había enemistado con el aparato clandestino de los Estados Unidos y entonces él y su esposa, Evelyn, que era norteamericana, se fueron a México, igual que aquellos otros indios.

En una palabra, ¿había un pequeño grupo indio allí, que él integraba?

—Bueno, había tres o cuatro, pero los dos únicos nombres que puedo recordar son los de Gupta y Roy. Se detestaban cordialmente entre ellos, todos, y no tenían mucho que ver entre sí. Roy era muy joven –no recuerdo que edad tenía–, pero era más o menos de mi edad, y yo era muy joven. Era un brahmán, ya se sabe, y había estado preso en la India por actividades nacionalistas; yo creo que estaba en el ala terrorista del movimiento nacionalista. Se tomaba a sí mismo muy en serio, y consideraba que su cometido en la vida consistía en prepararse para la liberación de la India del régimen británico y actuar como un militante protagonista en ella. Por aquel tiempo no tenía ningún interés en los problemas económicos de ninguna clase; vivía en una casa espléndida que arrendaban él y Evelyn: los dos vivían solos en ella. Y como la mayoría de los demás norteamericanos de nuestro grupo éramos muy pobres, se convirtió en un lugar al que uno podía ir de cuando en cuando y conseguir una buena comida. Más adelante yo gané bastante dinero como editor de la sección inglesa, pero adoptamos una política –yo adopte una política– de repartirnos salarios iguales; éramos muy igualitarios. De modo que yo sólo sacaba una participación igual a la de los demás. Hacíamos esto con todos, excepto con mistres Carter, que era muy particular. Roy y yo nos hicimos muy buenos amigos. Me gustaba. Me parecía una personalidad muy brillante, fascinante, y sosteníamos muchas discusiones, largas polémicas sobre el socialismo, y jugábamos bastante al ajedrez.

Un día vino un hombre a mi oficina de El Heraldo de México; teníamos toda una sección ahí, por cierto que era un verdadero diario. Tenía como colaboradores de su revista a varios de los principales poetas y figuras literarias. El general Alvarado, el editor, tenía ambiciones políticas: quería llegar a ser presidente de México, en realidad ésa era la base de la cosa. Y podría haber llegado a presidente, no era absurdo, si no lo hubiesen asesinado. Pero su asesinato no ocurrió mientras yo estuve allí.

Un día vino un muchacho a mi oficina, un norteamericano de origen mexicano, que se me presentó como Rafael Mallén, y conversamos un rato. Dijo que acababa de llegar de los Estados Unidos, que le parecía muy interesante que hubiera una sección inglesa, etcétera, etcétera, y que le gustaría hablar con los editores, y dijo que le interesaba particularmente ver qué tan liberales eran los puntos de vista del periódico. Quería saber si teníamos posición política. Y le dijimos –es decir yo le dije, porque yo era el único con quien podía hablar, aunque después conversó también con Mike Gold–, que obviamente teníamos una gran simpatía por los socialistas, y por el ala izquierda del movimiento socialista, porque pensábamos que muchos socialistas habían traicionado sus ideales durante la guerra. Preguntó que opinábamos de Rusia, y yo le dije que si había leído nuestro diario ya habría visto que simpatizábamos mucho con Rusia.

Entonces dijo, después de cambiar de tema y de pasar a otros asuntos, que tenía un amigo que había venido con él a México, al que le gustaría mucho encontrarse con nosotros, que estaba deseoso de hacerlo. Dijo que a su amigo le gustaría invitarnos a comer, a mí y a Mike Gold. Bueno, era algo un poco fuera de lo común. Claro, le dijimos. Y nos preguntó: “Bueno, ¿pueden venir ahora mismo?” Pues déjeme terminar lo que estoy haciendo –no recuerdo qué era–, iré a buscar a Mike e iremos. Y fuimos. Lo acompañamos a su hotel, que creo que era el Ritz, y por supuesto nos estaba esperando Borodín; subimos directamente a la habitación; tenían una suite, y Borodín se paseaba de un lado a otro de la habitación. Nos presentó al hombre que ahora conocemos como Borodín, pero nos lo presentó como el señor Alexandrescu. Tenía un pasaporte rumano con ese nombre. Y Borodín, como fue su costumbre durante todo el tiempo que yo lo conocí, encaró el tema como encaraba todos los temas, con muchas vueltas. Uno se pone a hablar con Borodín conversando sobre la serie mundial, y por etapas, que uno ni se da cuenta de que pasan, acaba hablando de la revolución rusa. En muchos sentidos, Borodín era el hombre más cauteloso que he conocido y uno de los más dados al secreteo, a hablar en susurros y mirando en derredor.

¿Puede recordar cuándo ocurrió eso?

—Esto fue en el año de 1919. No puedo recordar el mes, pero tiene que haber sido a comienzos de 1919. Diría que a principios del verano; fines de primavera o principios del verano.

Dijo:

Ustedes tienen unos diarios bastante liberales en México, ¿verdad? [después de un buen rato de conversación]. Este Heraldo de México es extraordinario. ¿Ustedes creen que sería buena idea ver…? Me interesaría mucho hablar con el propietario y con el editor del diario.

Yo lo desengañé rápidamente. Le dije que la política del diario es muy diferente de la sección inglesa. La sección inglesa arrancó con dos o tres anuncios norteamericanos, y ya antes de terminar los perdimos; ningún norteamericano quería anunciar ahí.

¿Con qué carácter se presentó Borodín? ¿Como hombre de negocios?

—Sí. Un hombre de negocios que venía de Chicago y estaba en México para una estadía indefinida. Con todo, ya antes de que terminara nuestra primera entrevista, estaba claro que no necesitaba tener ninguna precaución con nosotros. Y precisamente a causa de todo su misterio, precisamente por eso, nos dimos cuenta muy pronto de que era alguna clase de emisario ruso. Y no demoró mucho en derribar todas las barreras, y nos preguntó si podríamos encontrarle un lugar permanente para vivir, etcétera. Entonces nos dijo –no estoy seguro de si fue entonces o después, pero de cualquier modo–, a su debido tiempo nos dijo todo sobre sí mismo, que era ruso, que era integrante del Partido Bolchevique, que había vivido algún tiempo en los Estados Unidos, enseñando en una escuela en Chicago, y que había venido de Chicago con Rafael Mallén, quien le había sido recomendado por Adolph Germer, secretario del Partido Socialista en Chicago en aquel tiempo. Mallén había venido como su intérprete, y no desempeñó ningún papel en ninguna de estas discusiones luego del comienzo.

En realidad, como le dije, la política de El Heraldo de México no tenía nada en común con la nuestra. De hecho, después de un tiempo, el general empezó a recibir quejas y me llamaba a su despacho para pedir explicaciones. Y yo fingía inocencia, diciéndole que no entendía de qué se quejaba la gente. No, no era así, nos esforzábamos por seguir la política general del diario, etcétera. Es asombroso que hayamos durado tanto.

Bueno, nos hicimos muy amigos de Borodín, le conseguimos un lugar para quedarse, y el lugar que le conseguimos para quedarse era la casa de Roy.

De modo que así conoció a Roy.

Sí. La casa de Roy estaba por algún lugar cerca de Bucareli, por lo que recuerdo. Borodín dijo que había venido a México con credenciales del gobierno soviético como embajador en México, y efectivamente las tenía, esas credenciales; por lo que sé, aunque nunca le pedí que me las mostrara. Pero quería que se sondeara a (el presidente) Carranza. Presentaría esas credenciales únicamente si había algún indicio de que serían aceptadas y de que el gobierno soviético era reconocido por Carranza. No pudo obtener una respuesta favorable a eso. Carranza era muy antinorteamericano, pero era progermano y no tenía ninguna intención de agitar las aguas hasta el grado de que todos –todas las grandes potencias– estuvieran contra él.

Borodín también traía otra misión, que habría de ser la primera, aun cuando llegase a ser embajador en México, y consistía en financiar y hacer funcionar la organización de lo que hoy llamaríamos los movimientos comunistas en América Latina, con México como centro.

¿No en América del Norte?

No, para toda América Latina. No estoy seguro de eso, de si incluía a Norteamérica. No estoy seguro. Era muy ignorante acerca de América Latina. Bueno, como sea, el caso es que Borodín y Roy se hicieron grandes amigos, y por cierto que éramos un trío de grandes amigos, Borodín, Roy y yo. Pero como Borodin vivía en casa de Roy, el y Roy se veían a diario y llegaron a apreciarse mucho. Borodín real-mente era un hombre de un intelecto extraordinario y de un conocimiento enciclopédico. Recuerdo como me trazo en un mapa la retirada de Washington a través de Long Island. Podía citar largas tiradas de Shakespeare.

Hasta aquí no tenemos a ningún mexicano en la historia, salvo a Mallén.

—No, y en realidad no va a aparecer ningún mexicano hasta la época en que se fue Borodín. Excepto aquel que sondeó a Carranza, algún amigo de Roy. Roy gozaba de aprecio entre gente del gobierno mexicano; tenía algunos buenos amigos ahí. Era cosa fácil de conseguir en México si uno se mezclaba en ciertos círculos, y a través de Roy se logro que algunos mexicanos de alta posición (no recuerdo quiénes) sondearan a Carranza; y no había nada que hacer.

Bueno, después de un mes o dos, Mallen desapareció de la escena, y un buen día Borodin me pregunto: “¿Te gustaría hacer un viaje?” Le conteste: bueno, parece interesante; tendría un problema con mi trabajo, pero de todos modos la sección inglesa ya no va a durar mucho, porque estoy teniendo cada vez mas entrevistas con el general. La luna de miel se acabo, de modo que si puedo ser útil, pues con mucho gusto.

“Bueno” —me dijo—, “es una misión muy delicada la que tengo para ti, pero me parece que si te encargas de ella harás algo que vale la pena”. Muy bien —le conteste—, dime de que se trata.

—Me dijo: “¿Te acuerdas de Rafael Mallen?” Claro que sí —repuse.

“Pues déjame que te cuente una historia” —me dijo.

Cuando vine a los Estados Unidos, esta última vez, a bordo conocí a un alemán que vivía en Haití. Era un burgués, pero sin embargo era un hombre con el que tuve buena relación y en el que deposite bastante confianza. [Borodin, por supuesto, hablaba perfecto alemán, muy buen trancés, perfecto inglés, y probablemente varios idiomas más.] Yo llevaba una maleta, y esa maleta contenía algunos proyectos2 importantes, que tenían una naturaleza que podríamos llamar comprometedora, hablando entre revolucionarios.

¿Entendió usted que se trataba de proyectos de ingeniería de alguna clase? ¿0 pensó en términos políticos?

—No pensé ni pregunte nada. Podían ser planes para una sublevación, podían ser proyectos de ingeniería, cualquier cosa. Bien, Borodín dijo que cuando el barco se acercaba al puerto empezó a preocuparse un poco por tener consigo ese material comprometedor. Y entonces se dedicó intensamente a cultivar los lazos amistosos con este alemán y llegó al punto de que el alemán aceptara tomar a su cargo la maleta como suya propia. Y después de haber pasado la aduana, ver a Borodín en su hotel y devolverle la maleta en Nueva York. Desde luego, no había ninguna precaución que Borodín hubiera podido tomar, salvo verificar el domicilio del alemán y mirar su pasaporte, que era un pasaporte haitiano. De cualquier modo, el hombre no apareció más, y Borodín decía que aquellos proyectos eran de tremendo valor.

¿Y entonces le pidió a usted que fuera a Haití a buscarlos?

—Dijo que había enviado a Mallén a Haití a buscarlos, pero habían pasado casi dos meses y Mallén no había vuelto, ni se había oído palabra de él.

De modo que mi misión consistía en ir a La Habana. No había ninguna línea directa de vapores de Veracruz a Haití. Tenía que ir a La Habana y verificar inmediatamente todos los viajes de La Habana a Nueva York, y en el caso de encontrar el nombre de Mallén debía informar en seguida. También tendría que ir a todos los hoteles de La Habana y ver si encontraba rastro de Mallén. Si encontraba a Mallén, tenía que llevármelo de vuelta conmigo, y me dio un revolver y me dijo: “Si lo necesitas, usa esto”.

¿Usted había usado otro alguna vez?

—Bueno, había usado armas en México, cazando. Y tenía un revolver. Por aquellos días todo el mundo andaba armado en México. Los trenes no corrían de noche, y tampoco lo hacían de día sin una escolta al frente y otra atrás.

¿De modo que su primera misión era recuperar a Mallén?

—Sí. Si no lograba encontrar a Mallén, debía tomar un barco a Haití, a Port au Prince y en las afueras de Port au Prince, en lo alto de las colinas, encontraría a ese hombre. Me dio una dirección, y yo debía presentarme de parte del señor Alexandrescu y pedir la maleta; y –en caso de que ofreciera resistencia– decirle que sus parientes en Europa no estarían seguros a menos de que me la entregara.

Bueno, llegue a La Habana, recorrí todos los registros de los hoteles, revise los vapores que partían a Nueva York y las listas de pasajeros de algunas semanas atrás: no había rastro de Mallén. Y entonces informe a Borodín: “Continúo hacia Haití”. Llegue a Haití de noche, bajo lluvia torrencial, y subí al sector que ahora se llamaría Pétionville, arriba en las colinas. Encontré la casa. Estaba bastante aislada. Y me abrió la puerta una mujer, una alemana. Me presente de parte del señor Alexandrescu y casi tuvo un acceso de pánico. O al menos así me pareció. Por lo menos temblaba. Si era pánico o era indignación, no podía saberlo con seguridad. Llamó a su marido, y el apareció realmente furioso. Tan pronto como oyó el nombre de Alexandrescu se dirigió a un armario, lo abrió y sacó una maleta que tenía un doble fondo desgarrado, y dentro de la maleta había unos planos, rollos de planos. Pero toda la maleta estaba deshecha. El doble fondo estaba a la vista. Yo no había oído nada sobre un doble fondo, pero de todos modos estaba contento porque la maleta estaba llena de rollos de planos. Y entonces me dijo: “¡Ahora, tome eso y lárguese de aquí! Ya me visitó antes una persona, y cuando quise hacerte un favor al señor Alexandrescu no me dijo que me estaba dando una cosa con doble fondo que me iba a traer problemas”. Pero como yo tenía los papeles no me importó nada, tome la maleta y me fui.

Entonces volví a La Habana. Y mientras estaba esperando el barco para Veracruz, fui y revisé las listas de pasajeros, las listas recientes, de las salidas a Nueva York. Y encontré que para el día siguiente un vapor de la Ward Line a Nueva York incluía el nombre de Rafael Mallén como pasajero. De modo que me quedé, me fui al vapor y dije que era un visitante, subí y espere en la barandilla, observando a cada persona que llegaba. Muy pronto apareció Mallén. Parecía nervioso. Tal vez fuera mi propia nerviosidad. Pero ciertamente se sobresalto y se asombro al verme, porque lo aborde inmediatamente. Le dije: Ven acá. ¿Qué estás haciendo en este barco? Me contestó: “Voy a Nueva York”. No –le dije–, no vas. Le apunté derechamente con el revolver; temblaba como una hoja. Era un individuo muy miedoso —Mallén—, y estaba espantado por algo; bueno, tal vez fuera por la pistola. Le dije: Te vienes conmigo a México. Telegrafié a Borodín: “Regreso a México con proyectos y Mallén”. Y me sentí muy bien.

¿Por qué el alemán no le dio los proyectos a Mallén?

—Bueno, puedo contestar a eso ahora, desde luego, aunque en aquel tiempo no lo supe. Lo que tenía importancia en la maleta no estaba dentro de ella cuando yo me la llevé. Puede ser que se lo haya dado a Mallén, o puede habérselo quedado él mismo. Puede haberle dicho a Mallén lo mismo que me dijo a mí, que ahí había papeles. Yo sólo pensaba en papeles, porque sólo se me había hablado de eso.

¿Pero usted no puede estar realmente seguro de lo que ocurrió entre el alemán y Mallén?

—Nadie lo sabe. Bueno, yo me sentía como un héroe. Y cuando llegué a la estación de México, desde Veracruz, con Mallén a remolque, ahí estaban Borodín y Roy esperándome en la estación, todos sonrisas. Y Borodín dijo: “Tenemos una cena con champaña para ti”. De veras que fue una recepción notable.

Tan pronto como llegamos a casa de Roy, Borodín abrió la maleta y dijo: “¡Acá no hay mas que papeles!” Le dije: Bueno, eso es lo que me dijiste que consiguiera. Y el: “¡No! ¡No! ¿Dónde están los diamantes? ¿Dónde están los diamantes? ¡Eso es lo que busco! ¡Ahora habrá que registrarlos a los dos!” Me registró a mí y registró a Mallén. Le dije: Yo no se de qué se trata todo esto.

Entonces se llevó a Mallén a la sala y empezó a interrogarlo. Mallén alegó total inocencia, total ignorancia de nada que no fueran papeles. Dijo que se dirigía a Nueva York por lo misterioso y enigmático del asunto; lo había asustado ese doble fondo y la actitud del alemán, y quería alejarse de todo esto. Borodín lo trató de mentiroso y de ladrón, lo amenazó con matarlo, con torturarlo, con cuanta cosa se pudiera imaginar. Sin embargo, no consiguió nada. Finalmente dejó que Mallén se fuera.

Y con eso terminó el episodio de los diamantes, excepto que, por supuesto, nuestra cena fue lúgubre. Yo estaba resentido con Borodín, porque no me había tenido confianza para decirme de qué se trataba. Pero por otro lado, yo era un soldado de la Revolución, y aunque estuve resentido y enojado con Borodín por un rato, comprendía que al fin de cuentas yo no era más que un muchacho enviado a cumplir una misión, que hay que actuar con cierta sutileza en este mundo, y que no se le confía toda la información ni siquiera a un emisario de confianza.

Supuestamente, los diamantes estarían destinados a financiar sus actividades. ¿Mencionó esto alguna vez?

¡Sí!, ¡sí! Aquellos diamantes procedían de las joyas de la corona. Algunas de ellas se habían vendido en Amsterdam, pero la mayor parte no podía venderse en Amsterdam porque había demasiadas joyas de la corona en el mercado de Amsterdam en aquel tiempo.

¿Le dijo alguna vez cuánto valían?

—No. Sólo dijo que eran muy valiosas; que eran para financiar todo el movimiento; puede haberse referido solo a América Latina —podía haberse tratado de América del Norte—, realmente no recuerdo si fue explícito. Me dio la impresión que se trataba de América Latina.

Ahora, durante todo ese tiempo, supongo que debe haberse desarrollado bastante actividad intelectual: Borodín hablándoles de marxismo a usted y a Roy, etcétera. ¿Podría decirse que ustedes eran sus conversos más importantes? ¿0 tenía él relaciones también con otra gente?

—No, no tenía relación con nadie más. Era demasiado aficionado al secreto para eso. Confiaba en nosotros para todos sus contactos. En realidad, en mi caso, no tuvo que lograr conversión alguna. No era sino cuestión de enseñarme. El tenía que enseñarme, y nosotros convertimos al Partido, hicimos que el Partido en México se afiliara a la Internacional Comunista.

¿Se trata del Partido Socialista de México?

—Sí.

Del cual Roy fue presidente en un tiempo, ¿no es así? Roy afirma que alguna vez fue electo jefe del Partido. ¿Usted recuerda algo parecido?

—No, no recuerdo eso. Pero puede ser; después de su conversión, efectivamente fue activo en el Partido. No recordaba que hubiera sido presidente, pero puede que lo haya sido.

¿Diría usted que los integrantes del partido se contaban por decenas, o centenas? ¿De qué volumen era el asunto?

—Decenas.

¿En la ciudad de México, especialmente?

—Sí, con una o dos conexiones en el interior. Había muchos partidos que se llamaban socialistas por todo el país, y hasta en la ciudad de México, pero no lo eran, eran más populistas que otra cosa.

¿De modo que el Partido Socialista de México se afilió a la III Internacional?

—Bueno, no hizo exactamente un acto de afiliación formal, pero expresó su adhesión, su respaldo a ella. Y eso porque, al fin y al cabo, la cosa apenas se estaba organizando. Pero Borodín efectivamente me enseñó, y convirtió a Roy. A fines de 1919, o comienzos de 1920 —pero yo creo que en diciembre de 1919—, Borodín me preguntó si quería ir con él a España como su intérprete. Y por supuesto dije que sí, que quería, y así nos fuimos a España.

¿Ustedes dos solos?

—Nosotros dos solos. Sí. Yo era su intérprete y asistente. Viajamos en un barco de una Línea española —no recuerdo el nombre ahora— y el tenía una suite muy elegante, verdaderamente muy elegante.

¿De Veracruz?

—De Veracruz. Él siempre defendía su alto nivel de vida, que era muy considerable, diciendo que ese era el único modo que permitía a los revolucionarios viajar sin hacerse sospechosos de ser revolucionarios. Pero nunca me gustó eso ni acabó de convencerme; reconozco que había cierta utilidad en viajar como pasajero de primera clase, pero eso no requería una suite de lujo, ni viajar de un modo que llamara la atención.

Ahora estamos en España.

—Por indicación de Borodín, una vez llegados a España, escudriñe todos los periódicos españoles. Y algunos nombres empezaron a aparecer de manera repetida en un contexto que nos parecía significativo. De este modo yo tomaba contacto primero con algunas personas, las seleccionaba y luego se las presentaba a Borodín, como al profesor Fernando de los Ríos y a Daniel Anguiano, que se destacaba mucho en el movimiento sindical, era uno de los líderes de los sindicatos socialistas. Usted sabe que había, en términos generales, dos movimientos sindicales en España: los movimientos sindicalistas de dirección anarquista, que tenían sus bases en Cataluña, y los sindicatos de dirección socialista, cuyas bases estaban en el país vasco, en Asturias y en Madrid. Ambos tenían casi la misma fuerza.

¿Y a Borodín le interesaba el sector socialista más que el anarquista?

—Sí. Sin embargo, hicimos relación con uno de los principales líderes del movimiento anarcosindicalista, Ángel Pestaña, que más tarde apareció en el segundo congreso (de la Comintern). En términos generales, Borodín, como todos los rusos, tenía un gran desprecio por los anarquistas y por el movimiento anarquista —yo diría que tan grande como el de Marx por Bakunin—, y era reciproco. Sin embargo, existía un impulso de simpatía hacia Rusia. Naturalmente, después de la Revolución se transformó en un centro de atracción para los dirigentes sindicales.

¿De modo que, hasta donde usted sabe, en aquel tiempo todavía no existía ningún núcleo comunista en España?

—No. Ninguno. Borodín no se quedó mucho tiempo en España, cuando más un par de semanas. Se entrevistó con esas personas, pero no hizo nada con ellos. Entonces me dejo a mi como su representante, con instrucciones de organizar un movimiento comunista en España, y con algunas sugerencias sobre cómo hacerlo. Su indicación fundamental consistía en trabajar con el movimiento de la juventud –la Organización Juvenil Socialista–, donde habíamos encontrado la mejor respuesta.

Se fue de España, y me dejó dinero para operar —no demasiado—, suficiente para vivir. Yo vivía en casa de un zapatero en Madrid; no recuerdo si le pagaba algún alquiler, pero vivía muy al día. Sin embargo, Borodín dijo que cuando llegara a Berlín conseguiría más dinero y me enviaría algo a mí.

Fue a Berlín, y efectivamente me mandó un poco de dinero, y prosiguió a Moscú. Entretanto, yo quedaba como representante de Borodín, que era delegado sin sede con credenciales del comité organizador de la Internacional Comunista.

¿El no usaba el nombre de Borodín, sin embargo seguía usando su nombre rumano?

—No, era Borodín. En España decía que era ruso. Pero el nombre de Borodín no significaba nada, por lo menos en aquel tiempo. Su personalidad sí: producía un verdadero impacto en las personas con quienes hablaba.

¿ Como se forme) el Partido? ¿Nos puede decir eso?

—Se formó como un comité para la III Internacional. La expresión Internacional Comunista no se usaba generalmente en aquel tiempo. No se si había sido adoptado por alguien, siquiera. Formamos un comité para la III Internacional, y después una organización juvenil.

¿Cuanta gente había en ella al comienzo? ¿Qué volumen tenia el grupo? ¿Era de Madrid únicamente, o era más representativo?

—Solo de Madrid. Yo diría que tendríamos unas 20 personas en el grupo central.

¿Y quiénes eran las personalidades principales?

—Me cuesta recordar ahora… Anguiano era uno de ellos. Daniel Anguiano, del que le hablé…

El secretario general, o el número uno, ¿qué era? ¿Un sindicalista?

—Era un intelectual. Era el dirigente de la Organización de la Juventud Socialista, y su adhesión a nosotros al principio fue secreta, pero lo forzamos —yo lo forcé— a dividir la Organización de la Juventud y a formar una organización juvenil para la III Internacional, puesto que no podía traerse consigo a su organización; llevo cierto tiempo y esfuerzo conseguir que algunas de estas personas se manifestaran abiertamente. Al principio algunos expresaban sus simpatías, pero no querían declararlas. Mas tarde tuvimos un movimiento abiertamente favorable a la III Internacional. Entonces fundamos un periódico, un semanario, que llamamos El Obrero, que yo editaba desde la casa de aquel zapatero con la ayuda del grupo. Me quede en España trabajando y reuniéndome con este grupo todas las noches, y con algunos también durante el día, por varios meses. Sin embargo, no volví a oír de Borodin desde la primera vez que me mandó dinero, y en realidad no sabía qué tenéa que hacer a continuación. Entonces recibimos la convocatoria para el segundo congreso de la Comintern. De modo que decidí que lo mejor sería ir a Berlín, donde sabía que existía un centro fuerte. Roy estaba en Berlín, en camino a Moscú, y yo probablemente iría al segundo congreso de la Comintern. Y para con-seguir eso escribí a México, y recibí de México un mandato como delegado del Partido Comunista de México al segundo congreso de la III Internacional. Estaba a nombre de Jesús Ramírez, que era el que yo usaba en aquella época…

Y cuando llegó a Petrogrado ¿qué?

—Llegué a Petrogrado, y era realmente muy emocionante, eran los tiempos del comunismo de guerra, la vida era espartana en Rusia, y de verdad había algo atractivo y electrizante en la cosa. Se percibía en la atmósfera que todo tenía un objetivo, que reinaba el espíritu de sacrificio. Era un ambiente formidable. Me presentaron a Zinóviev, entregué mis credenciales, y charlamos un rato. Desde luego, estaba muy ocupado y pronto me pasó con otra persona, y cuando mencione el nombre de Borodín me lo pusieron al teléfono en el acto, y a partir de entonces todo marcho sobre rieles.

Borodín gozaba de la alta estimación de Lenin en aquel tiempo —había habido épocas en que estuvo en desgracia— y tenía una línea privada directa con Lenin. Vino corriendo a verme y pasamos un rato muy agradable juntos, después en-tramos en relación con otros delegados. Nos alojaron en el hotel Lux. Sólo había extranjeros en el Lux.

¿Pero esto era en Moscú?

—Sí. Me enviaron de Petrogrado a Moscú. Es cierto. Pero el segundo congreso se inauguró en Petrogrado, en el Instituto Smolny, y continuó en Moscú.

En Moscú me encontré con John Reed y Louise Bryant, con Fraina, con Gallacher, del partido británico, y con Murphy. Me encontré también con Ángel Pestaña, el sindicalista español —anarquista—que se presentó en el congreso, pero luego lo impugnó y desapareció del cuadro, por lo que respecta al movimiento comunista.

¿Era usted el único delegado latinoamericano en el congreso, o más bien el delegado de un país latinoamericano?

—No estoy seguro, pero es muy posible que sí.

De todos modos, se le aceptó como tal, no como delegado norteamericano.

—Así es. Los partidos norteamericanos eran todos clandestinos y yo no tenía ningún contacto con ellos; nunca había pertenecido a ellos. Había pertenecido al Partido Socialista (de los Estados Unidos). Pero ya para esa fecha existía un Partido Comunista, y luego un Partido Comunista del Trabajo (Communist Labour Party), y más tarde un Partido Comunista Unido, más yo no tenía ningún contacto con ellos.

¿Encontró a los dirigentes rusos interesados en un país como México, y en el trabajo de organización en América Latina?

—Lenin lo estaba.

¿Cómo lo sabe?

—Bueno, él se interesó en verme, y en tener una entrevista personal conmigo. Fui al Kremlin durante el congreso y mostré mis papeles; todo el mundo tenía pases especiales en esa época.

¿En qué idioma hablaron?

—Conversamos en francés y en inglés. Lenin hablaba muy bien en inglés, pero por alguna razón no le gustaba hacerlo; prefería conversar en francés o en alemán.

Cuando digo que hablaba muy bien en ingles no quiero decir que lo hablara con fluidez, como sí lo hacían Trotsky y Radek. Bujarin también tenía un inglés bastante bueno. Y el único fuera de ellos que podía hablar en ingles, realmente, era Lenin.

Y usted le hablaba en inglés, y él podía entender…

—Sí, exactamente. Algunas veces le hable en francés o alemán, pero sobre todo en inglés. No estaba interesado en el movimiento socialista de México. Comprendió de inmediato que tenía que ser forzosamente muy rudimentario. Pero le interesaban las masas y el pueblo de México, su relación con los Estados Unidos —si había o no un movimiento fuerte de oposición a los Estados Unidos— y estaba ansioso también por saber si existía un movimiento indígena en México, representativo de los intereses de los indios; y si teníamos alguna literatura en sus idiomas.

En otras palabras, ¿él le hacía preguntas? ¿Un interrogatorio más o menos sistemático?

—Sí, eso es. Le interesaba la base campesina de un movimiento en México, y hablamos algo sobre agricultura, y me mencionó un libro que había escrito sobre la agricultura en los Estados Unidos. Me dijo: “Es poco conocido, tal vez usted no haya oído nada de el”. Contesté: No, no sé nada de él. Me dijo: “Bien, le enviaré un ejemplar”. Eso es más o menos todo…

¿Cuánto duro… la conversación?

—Unos veinte minutos.

¿Y qué impresión le hizo el hombre? ¿Conserva algún recuerdo vívido de la impresión que le causo el hombre?

—Sí, la tengo muy vívida. Ante todo, físicamente: tengo la impresión de un hombre pecoso, de tez muy viva, y que conversaba con la más absoluta falta de afectación —con absoluta tranquilidad— y también con una habilidad asombrosa para colocarse en el nivel del otro, de modo que uno estaba hablando con un amigo, y él estaba hablando con un amigo. Empleaba frases muy familiares, y sin embargo parecía muy rápido, despierto, agudo. Parecía un hombre absolutamente desinteresado: daba la impresión de que no le interesaba nada fuera del movimiento. Y, claro, eso era su vida entera, naturalmente, de manera que no puede sorprendernos. Pero el impacto de su personalidad era muy fuerte, y era el impacto de un hombre amistoso, que al mismo tiempo era un hombre muy resuelto, muy decidido, que podría ser implacable.

¿Fue esa la única oportunidad en que usted hablo con él?

—Fue la única oportunidad en que hablé con él a solas. Sí. hablé con él varias veces unos pocos minutos durante el congreso.

¿Recuerda algo importante de esas otras reuniones suyas con él?

—No, porque no se las podría llamar realmente reuniones. Pero yo querría decir algunas cosas acerca de los rusos y del segundo congreso. La impresión primera y más fuerte que recibí como delegado a la III Internacional fue el carácter ruso de la misma: la forma en que los rusos se habían organizado para manejar todo. Era una cosa para la que no estaba preparado ningún delegado extranjero. Desde el inicio mismo, en lugar de ser una conferencia de intercambio entre partidos hermanos de diversos países, fue una proposición rusa. Y hasta cierto punto, claro está, así tenía que ser, debido al prestigio del partido ruso, que había hecho la Revolución y estaba al frente de un Estado, y también debido a la calidad intelectual de los dirigentes.

Pero estoy hablando de algo que iba mucho más allá, de algo que se preparaba en conciliábulos; ningún otro partido hacia conciliábulos. El partido ruso, desde el primer momento, tomó el mando del congreso, y lo tomó por completo. Zinóviev era el presidente; los rusos controlaban la comisión de acreditación, los rusos controlaban todas las comisiones, prepararon la agenda, tenían todas las resoluciones ya aprobadas en sus propias reuniones, sabían exactamente lo que el congreso iba a hacer. Nadie más se había preocupado por estas cosas. Y ya tenían la organización de lo que habría de salir de eso… el cargo de presidente de la Internacional para Zinóviev. Ahora bien, Zinóviev era más bien desconocido para la gente de los otros países. Sin embargo, lo eligieron presidente de la Internacional Comunista, porque así estaba arreglado.

¿Tuvo usted alguna relación personal con Zinóviev en ese tiempo?

—Converse bastante con él, sí. Nadie hablaba español, de modo que yo naturalmente gravitaba hacia la gente que hablaba inglés, y los rusos que tenían mayor facilidad en inglés eran Trotsky, Bujarin y Radek. Trotsky era un hombre muy ocupado, pero hablaba muy a menudo en el congreso. Supongo que después de Lenin y Zinóviev era quien más hablaba, y ciertamente era la figura de mayor atracción después de Lenin. Pero no se mezclaba con los delegados porque al término de cada reunión tenia que irse inmediatamente.

Cuando lo conocieron a usted, ¿lo consideraron como mexicano o como norteamericano?

—A mí se me miraba como mexicano, aunque sabían que procedía de los Estados Unidos. Además, mi partido era el mexicano, y eso era lo que contaba.

Una cosa más sobre una personalidad: Radek. En aquella época Radek desempeñaba un papel en los asuntos soviéticos que combinaba las funciones de un comisario político —si cabe pensar en un comisario político internacional— y de un Ilyá Ehrenburg. Era el periodista que informaba al mundo sobre Rusia. Y también era una figura política. Durante uno de los recesos algunos delegados conversábamos —a propósito, en el retrete del zar, que era un gran aposento—, estábamos allí algunos delegados ingleses, norteamericanos y un servidor, cuando Radek paso corriendo con un portafolios y creo que fue Fraina quien le grito: “¡Hola, Maquiavelo!” y Radek se detuvo, y dijo: “Que interesante, justamente acabo de poner a Maquiavelo en mi portafolios”, lo saco y nos lo mostró, diciendo: “Lo llevo conmigo a Polonia”.

¿Tuvo algún encuentro con Reed en ese tiempo?

—Sí, tuve. Supongo que tuve tanta amistad con Reed y Louise Brynt como con cualquier otro, sólo que no duró mucho porque Reed se enfermó muy pronto.

Usted sabe que existe la cuestión de la desilusión de Reed y que hay dos caras de esa historia. Hay algunas pruebas en favor de las dos versiones. ¿Usted tiene alguna idea de su estado de ánimo? Al fin de cuentas, lo paso bastante mal en el congreso. Radek prácticamente lo insulto.

—Sí, quedó como un tonto.

Luego se enfermó. ¿Tuvo usted alguna discusión con él, o sabe algo que pudiera echar luz sobre esto…?

—Sí, tuve la sensación clara de cierto desencanto de su parte. Puesto que yo no compartía ese desencanto, lo lamenté.

¿Era por la forma en que se le trataba, o era una cuestión intelectual? El seguía apegado a la idea de la IWW3 y del sindicalismo dual, y todo eso…, y se le echaron encima por este asunto.

—Bueno, me parece ahora —aunque no lo pensaba entonces—, me parece ahora que en parte fue eso, pero principalmente se trataba de que, en un país donde se emplean eufemismos continuamente, se cansó de decir cosas que de un modo u otro eran una distorsión, que parcialmente eran una distorsión. Me refiero a cosas como ésta, por ejemplo, empleábamos la frase “dictadura del proletariado”, y sabíamos que era una frase hueca, no un principio; pero en Moscú, cuando era evidente que el proletariado no ejercía ninguna dictadura, uno podía ver que era un eufemismo para aludir a la dictadura del partido. Nosotros repetíamos estas cosas, pero en el fondo no podíamos creer en ellas. Y creo que de eso se trataba.

¿Usted estaba presente cuando Reed murió?

—Sí estaba. Estaba junto a su lecho con Louise Bryant.

¿Estaba Fraina también? Usted sabe que Fraina dejó unas memorias; al final iba a escribir una autobiografía. Y en el bosquejo para esa autobiografía dice que él y Reed no se llevaban muy bien, que estaban en bandos diferentes, políticamente. Sin embargo, Reed, antes de morir, llama a Fraina y hubo una especie de reconciliación ¿Estaba allí Fraina cuando usted estaba con Louise Bryant, o estaban ustedes dos solos?

—Puede ser que él haya estado ahí en alguna ocasión; no estaba cuando Reed murió. Estoy seguro de que fue al hospital. De hecho creo que una vez fuimos juntos.

¿Quiere decir que usted estaba presente cuando Reed expiró?

—Sí, sí.

Se supone que Reed le habló a la señora Balabánova de sus fuertes sentimientos contra Zinóviev. Se supone que lo detestaba.

—Bueno, no me sorprende porque la mayoría de los delegados detestaba a Zinóviev.

¿Por qué? ¿Por su manera de actuar?

—En primer lugar, me parece, por su manera de actuar. Pero creo que también había un resentimiento básico por la preeminencia de Zinóviev, que nos fue impuesto a todos, aunque en realidad nadie sabía quien lo había elegido, y porque la autoridad con que el hablaba era una autoridad que se había arrogado, y no se la había otorgado el congreso; fueron los rusos los que lo impusieron al congreso.

De los delegados no rusos, ¿quiénes se destacaban, según usted recuerda?

—Bueno, los delegados no rusos eran un grupo bastante entreverado. En aquel tiempo el único movimiento francés de izquierda de alguna significación consistía en Loriot, Cachin y Souvarine. Y Loriot era un antiguo maestro de escuela; Cachin era un diputado veterano, que había sido socialista de extrema derecha; todo el tiempo estuvo, bajo sospecha en la Internacional Comunista. La verdad es que yo dije que nunca lo iban a aceptar, pero lo aceptaron y le dieron un lugar de honor.

¿Donde dijo usted eso? ¿En el congreso?

—Sí, en el congreso. Pero era ridículo, porque yo no tenia autoridad para denunciar a nadie, y él era uno de los pocos personajes que tenían; en realidad, Cachin era un magnifico ejemplo de como una persona puede cambiar, porque efectivamente se adhirió al movimiento del ala izquierda y llegó a ser un pilar —hasta una figura de primera línea— del Partido Comunista Francés. Nunca reincidió en lo que soltamos llamar oportunismo. Nunca fue un hombre de grandes dotes intelectuales; era una figura venerable, eso es todo lo que se podría decir de él.

¿Entonces a usted lo invitaron a hablar en el congreso en representación del partido mexicano?

—Sí. Una vez, y muy brevemente. Lo mismo pasó con los franceses. Los alemanes eran un grupo variado. Incluían todo el espectro, desde los defensores de Kautsky hasta representantes de Max Hoelz, que desarrollaba una lucha armada. Toda clase de grupos. Yo diría que el único cuyo nombre sobrevivió, y que alcanzó un puesto de importancia, era Willi Müenzenberg. Müenzenberg tuvo una participación muy destacada en el congreso, para ser un delegado extranjero. Quiero decir que en realidad ningún delegado extranjero tuvo una parte verdaderamente prominente. Los únicos delegados extranjeros destacados eran Cachin, Müenzenberg y Serrati.

¿Pero éste no se quedo mucho tiempo?

—No, es cierto. También los ingleses; bueno, estaban Gallacher y Murphy.

Y Fraina? ¿Qué recuerdo guarda de él en el congreso? Hablo dos veces.

—Sí. Pero a los norteamericanos no se les escuchaba porque todos sostenían posiciones que los rusos ya habían decidido que eran equivocadas. En realidad, a ninguno de los extranjeros se le escucho realmente. Se les permitía hablar cierto número de veces, pero sólo era cuestión de decidir a quienes se iba a utilizar y a quiénes no. Fraina tenia que hablar porque era uno de los pocos norteamericanos en la delegación de los Estados Unidos.

¿Y también fue Fraina el norteamericano que se plegó a la línea rusa en la cuestión sindical?

—Sí. Pero, bueno, salvo los rusos, la mayoría de los asistentes al Congreso era mediocre. Claro que había excepciones, pero esto explica en parte el dominio ruso.

Bien, el congreso terminó y algo tenía que decidirse sobre lo que usted habría de hacer. ¿Cómo se resolvió eso?

—Se me pidió que me quedara por un tiempo, y lo mismo a Fraina y a Katayama. Un día me mando llamar Lozovsky y me pregunto: ¿Quiere hablar con Kuusinen? Me parece que usted y algunos de sus amigos van a trabajar muy estrechamente conmigo”. Fui a ver a Kuusinen; hablaba inglés, dicho sea de paso, había estado en los Esta-dos Unidos. Dijo que se iba a establecer una oficina de la Internacional Sindical Roja en México. No se me preguntó si deseaba ir ni si estaba dispuesto; simplemente se me asignó allí. Eramos tropas sujetas a disciplina. Fraina y Katayama dirigirían la oficina y yo sería su asistente. Me dieron dinero: tres mil Mares, creo que eran, para llegar a México y vivir ahí hasta que los otros aparecieran. No viajamos juntos, pero fui con Fraina hasta Berlín. En Berlín estuve vinculado un rato con un aparato clandestino: un aparato administrativo regular para transferir visas de un pasaporte a otro, arreglar papeles, falsificar documentos de policía, cosas por el estilo.

¿De modo que la organización de Berlín había cambiado un tanto desde que usted paso por allí hacia el congreso?

—Sí, había cambiado. Antes no había más que rusos tratando de trasladar gente a Moscú. Ahora tenían todo organizado para enviar gente a cualquier parte. Podían usar a los alemanes para eso y también a mí. Y lo hicieron, mientras esperaba el momento de partir. Katayama llegó a México casi al mismo tiempo que yo. Tomamos una casa; una casita miserable, porque el dinero, que nos había parecido tanto cuando me lo dieron, no alcanzó para mucho. Yo hacía las compras y el cocinaba, y cocinábamos en una estufa de carbón.

¿Él había sido chef?

—Sí, era muy buen cocinero. Y después llegó Fraina, y nos pusimos a trabajar.

¿Encontró muchos cambios al volver?

—Sí, todo había cambiado. Yo había estado ausente alrededor de un año. Durante ese tiempo el Partido Socialista se había convertido en un partido completamente distinto; todos los miembros originales se habían ido; ahora se llamaba Partido Comunista y era más grande. Yo había enviado informes regularmente desde el congreso, y ellos sabían que regresaba. No estaban enterados de mi misión. Al llegar a México, fui recibido por Bob Haberman y él organizó una gran cena para mí, a la que asistió Felipe Carrillo. Fue en casa de Diego Rivera y resultó muy suntuosa.

¿Rivera se consideraba comunista en aquel tiempo?

—No. Pero simpatizaba con Rusia. ¿Quien no? Quiero decir, entre la gente que tenía simpatías generales hacia la clase obrera. Esa fue la primera vez que me encontré con Diego Rivera; Gupta estuvo también en esa cena, me acuerdo ahora. Recuerdo que tenía quejas muy amargas contra Roy. Bueno, como sea, cuando llego Fraina discutimos lo que íbamos a hacer y decidimos que Katayama debería organizar con mi ayuda un núcleo en México y publicar un periódico, y que Fraina debía ir a Sudamérica, pero no recuerdo ahora si hizo el viaje. Yo organicé el grupo; la figura central era un hombre que se llamaba José C. Valdés4, que al mismo tiempo era la figura principal del partido comunista reconstituido del movimiento juvenil. Era muy joven; más tarde llego a ser todo un personaje en México. Pero efectivamente organizamos un grupo, y era bastante abierto. Lanzamos un periódico —El Trabajador— que yo editaba.

¿Semanal o mensual?

—Semanal, era un semanario. Tenía un formato de tabloide alargado, como el del New Statesman. Fundamos una organización sindical llamada Confederación General de Trabajadores, para enfrentar a la CROM. Eso formaba parte de la política sindical dualista; la afiliamos al Profintern. Y no era un mero membrete, tenía sindicatos adheridos de toda clase, de pintores, de trabajadores de la construcción, de toda clase.

¿Quién estaba al frente, lo recuerda usted? Tiene que haber sido un mexicano.

—Ah, sí, claro que era un mexicano. Pero no recuerdo. No era Valdés, porque Valdés era un intelectual.

¿La organización y el periódico se fundaron ambos en 1921?

—Sí, teníamos oficinas de la central sindical, un cuartel general abierto de la CGT. En realidad, la CROM estaba preocupada porque nosotros crecíamos bastante rápido. Yo hable el 1º de mayo en una concentración enorme frente a la estatua de Juárez en la Alameda, había una multitud. Pero unos cuantos meses después me detuvieron, me llevaron a la cárcel porque había hablado en la reunión del 1º de mayo. Me tuvieron incomunicado junto con un español que también era activista; era uno de los que yo había reclutado, que militaba en el movimiento —un miembro de la CGT—, de su comité ejecutivo. Era un agitador español, y él y yo estábamos presos en México —incomunicados— porque los extranjeros no debían tomar parte en la política mexicana.

¿Usted seguía usando el nombre de Jesús Ramírez?

—El nombre por el que se me conocía en México era Frank. Se nos arrestó y después de unos días de prisión en la ciudad de México nos trasladaron a Carretero, y allí estuvimos presos un buen rato.

Nos iban a deportar a los Estados Unidos. Sin embargo, una delegación de la CGT se enteró de eso, a través de mi esposa, y fueron a ver a Obregón, que era presidente en aquel tiempo, y protestaron contra el intento de enviarme a los Estados Unidos; y no me mandaron. Nos embarcaron a San Vicente (el español) y a mí a Manzanillo, y de ahí nos deportaron a Guatemala alrededor de un mes, durante el cual, en gran parte, gracias a los esfuerzos de San Vicente, que realmente era muy capaz en ese sentido, hicimos contacto con algo parecido a un movimiento guatemalteco; fue allí, en Guatemala, que recibí el nombre de Manuel Gómez.

¿Seguimos estando en 1921?

—Sí, seguimos en 1921. Con papeles a nombre de Manuel Gómez, mi esposa y yo volvimos a México clandestinamente. Conseguimos llegar a la ciudad de México, e hicimos contacto con el grupo a través de Valdés; pero a partir de entonces cesó la actividad abierta. Yo no podía actuar porque se suponía que no estaba en México.

Se refiere a su actividad abierta

—Mi actividad abierta cesó. De modo que sólo me veía con una o dos personas, pero seguí editando el periódico; me traían las pruebas de imprenta.

¿Katayama seguía estando allí?

—Es posible que Katayama siguiera allí; no sé cuándo se fue. No sé qué pasó con él. Tampoco lo sabían los demás. Bueno, yo tenía que vivir con muchas precauciones. En realidad sólo salía de noche y caminaba apenas para hacer algún ejercicio. Aun así, a través de gente que venía a verme, el gobierno no llegó lo bastante cerca de mí para obligarme a una mudanza urgente. Y por un tiempo me mudaba cada semana. Hasta que finalmente se me hizo evidente que sobre esa base no podría hacer ningún trabajo efectivo.

Katayama no .estaba. Fraina no estaba. No había nadie a quien yo pudiera consultar. Yo tenía que actuar bajo mi propia responsabilidad y simplemente dejar las cosas en manos del ejecutivo de la CGT, que era toda una organización respetable. En realidad, sigue siendo una organización numerosa casi tan grande como la CROM.

De manera que salí de México, me comuniqué con la Profintern y se me hizo saber que mi misión podía considerarse terminada. Volví, pues, a los Estados Unidos y fui a Chicago, y me afilie al partido norteamericano como simple particular. Obtuve un traslado del partido mexicano. En realidad me adherí al Partido de los Trabajadores, porque ése era el único partido legal.

¿De hecho, por lo que usted conoce, los mexicanos no enviaron un delegado al congreso de constitución del Profintern en 1921?

—Creo que no. Yo me afilié al Partido de los Trabajadores, y entonces de ahí se me reclutó para el Partido Comunista inmediatamente, pero muy poco después el Partido Comunista se disolvió, decidió legalizarse y dejar de lado la clandestinidad. Me hice muy activo localmente, y se me eligió para el comité central de la ciudad de Chicago. Primero, fui presidente de mi rama. Eso era antes de que los llamáramos núcleos, y todos esos nombres. Era una rama del north side, me acuerdo. Jack Carney había sido presidente antes que yo. Entonces me eligieron para el comité de distrito, y luego para la convención nacional. Pero cuando el grupo Foster-Cannon, al que yo pertenecía, obtuvo el control del Partido, se me puso a cargo de las actividades antiimperialistas porque sabía español y por mi experiencia en México. Llegué a conocer a gran cantidad de mexicanos, chinos y filipinos; me reuní también con algunos cubanos. El único dirigente cubano que llegué a conocer realmente fue Mella, con quien me encontré en el congreso antiimperialista de Bruselas en 1927. También me encontré allí con Haya de la Torre y con Nehru. Nehru me recordaba mucho al Roy que yo había conocido al principio, solo que tenía más de intelectual que Roy; de intelectual desapasionado. Roy era un personaje más apasionado.

¿La siguiente vez que usted asistió a un congreso de la Comintern fue el VI, en 1928?

—Sí. Se me eligió para el Comité Central del Partido, y me nombraron delegado al sexto congreso. Para el congreso de Bruselas fue un grupo de nosotros en una gira de propaganda que organizó Willy Müenzenberg, con su factotum de aquel tiempo, un individuo llamado Louis Gibarti. Parecíamos un circo ambulante. Un grupo de nuestra delegación iba de ciudad en ciudad diciendo discursos.

¿En Europa?

—En Europa. Y mientras estaba en Europa recibí credenciales para representar al partido norteamericano como delegado fraternal al congreso del partido alemán en Essen. Fui a Essen y hablé allí como delegado fraternal del Partido Comunista de los Estados Unidos.

Sería interesante conocer sus impresiones sobre lo que había acontecido entre el segundo y el sexto congreso de la Comintern. El sexto, al fin y al cabo, fue asunto muy importante. Y el segundo había sido en realidad el primero. ¿Podría usted expresar que había ocurrido entre el segundo congreso y el sexto, en términos de organización?

—Sí. Ya le dije cuáles eran los problemas reales del segundo congreso. Diría que el único tema real del sexto congreso fue el del trotskismo, y de cualquier cosa que pudiera rotularse como trotskismo.

La diferencia era enorme, por supuesto. El segundo congreso fue más una reunión de organización que un verdadero congreso; en realidad, estableció toda la teoría y la filosofía del movimiento comunista. El sexto congreso efectivamente fue, desde luego, un congreso de verdaderos grandes partidos, algunos de ellos bastante poderosos. Pero, aún así, el hecho del predominio ruso subsistía. Era algo omnipresente. En realidad, los diversos partidos hacían lo que nunca habrían hecho en el segundo congreso, en cuanto reconocían su relación con el partido ruso y especulaban sobre dónde radicaba el poder dentro del partido ruso, y cómo podrían vincular sus propias luchas faccionales locales con el centro de poder en Rusia, porque sabían que de otro modo saldrían perdiendo. Por fuerte que fuera su propia posición en sus países, por populares que fuesen sus dirigentes locales, sabían que no tenían posibilidad alguna si el partido ruso estaba contra ellos. De modo que esta búsqueda del favor de quien quiera que pudiera considerarse el poder real en Rusia fue lo que más me impactó en el sexto congreso. En el segundo congreso a nadie se le habría ocurrido hablar de “el glorioso Partido Comunista ruso, bajo la dirección de Lenin”; pero en el sexto congreso nadie habría pensado en hablar del glorioso Partido soviético sin agregar “bajo la dirección de Stalin”. Había algunas cosas que se tenían que decir y su omisión daba base para la sospecha. Y existía desde luego, como usted sabe, por lo que toca al partido norteamericano, una lucha (pero esto no ocurría sólo en el partido norteamericano); existía el grupo de Lovestone, que especulaba con la victoria de Bujarin, y nuestro grupo que especulaba con el triunfo de Stalin.

¿Tenían conciencia ustedes, en ese sexto congreso, de la debilidad de la posición de Bujarin? Nominalmente, él inauguró el congreso como líder de la Comintern, pero durante el congreso hubo indicios perceptibles de que estaba en peligro. ¿Se notó, o todavía era oscuro para la mayoría de los delegados?

—Era oscuro. A nosotros nos parecía que Stalin ganaría, pero a los partidarios de Lovestone les parecía que ganaría Bujarin. No estaba claramente definido, no. Antes del congreso no estaba claramente definido, pero empezó a percibirse durante el congreso, diría yo, sí.

Permítame plantear la pregunta de este modo. En la lucha contra Zinóviev, Stalin y Bujarin eran aliados. En el sexto congreso se puso de manifiesto que esa alianza se quebraba, y que Stalin estaba amenazando a Bujarin. ¿Usted recuerda si tenía noción de esto, y a raíz de qué? ¿Qué cosa lo evidenció?

—Ah, sí. El hecho de que estábamos tomando partido. Estábamos tomando partido. Fui con Bittelman a ver a Molotov.

¿En qué circunstancias?

—Bueno, yo estuve ahí accidentalmente. Bittelman y Dunne gestionaron una entrevista con Stalin. Lo hicieron por acuerdo de una parte de la delegación norteamericana. Me refiero al grupo Foster-Cannon. Designaron a Bittelman y a Dunne para que se entrevistaran con Stalin y le expusieran el caso de nuestra facción en el partido norteamericano. Stalin estaba tan ocupado que no pudo recibirnos entonces, y probablemente consiguieron una entrevista con Mólotov. Cuando llegó el momento de la entrevista, Bill Dunne no aparecía por ninguna parte. Y se pensó que no era aconsejable que fuera una sola persona, porque en estas cosas siempre hacen falta dos por lo menos. De modo que se resolvió que yo fuera con Bittelman a ver a Mólotov, siendo Bittelman el portavoz. Conversamos mucho rato. Mólotov no hablaba una sola palabra de inglés, de modo que todo tenía que decirse a través de un intérprete, salvo cuando hablaba Bittelman y entonces era yo el que no entendía. Bittelman sabía ruso. Con todo, hice algunas preguntas, tenía algunas cosas que decir también. Porque yo no estaba de acuerdo con Bittelman en muchos puntos.

¿Estaba usted más próximo a Cannon que a Foster? Usted estaba más próximo a Cannon y a Dunne.

—Exacto. Yo estaba allí en realidad como sustituto de Dunne. Yo no concordaba con Bittelman. Ya había una verdadera división. Representábamos una alianza, más que un grupo sólido, el grupo Foster-Cannon. Pero nuestro argumento era que el grupo de Lovestone representaba un sector oportunista, basado en algo que llamábamos “el excepcionalismo norteamericano”. Mólotov decía “sí, sí”, etcétera; le interesaba saber cuál era nuestra posición, y naturalmente ni siquiera esperamos que nos planteara muchas preguntas porque nos adelantábamos a él. Estábamos ahí con un solo propósito, y él lo sabía, de lo contrario no habríamos estado ahí; nos hubiéramos entrevistado con Bujarin. No solo sabía que estábamos ahí, sino que también sabía que Lovestone estaba conversando con Bujarin. De modo que el pastel ya estaba cocinado. Ni siquiera necesitábamos una conferencia. Conseguimos pleno respaldo para nuestro grupo.

Quiere usted decir que Bittelman habló de la línea de Bujarin, desligó la facción de ustedes de la línea de Bujarin. ¿El nombre de Bujarin se pronunció concretamente en la conversación?

—Sí, pero Mólotov no lo comentó, no hizo ningún comentario. Pero al irnos, hubo apretones de manos muy efusivos, y una observación de Mólotov de que lo satisfacía ver que había un grupo tan firme dentro del partido norteamericano, y que había una dirección tan calificada en él.

¿Tuvieron la sensación de que no habían perdido el tiempo?

—Bueno, es posible que hayamos perdido el tiempo en el sentido de que la entrevista no hubiera sido necesaria. Pero ciertamente confiábamos en recibir respaldo, si estábamos en lo cierto al suponer que Stalin saldría ganando en el partido ruso. Todo era una especulación sobre quién ganaría dentro del partido ruso.

Ahora, durante el sexto congreso, como usted sabe, Cannon encontró el famoso proyecto de Trotsky sobre su escritorio, y eso cambio su vida. Desde luego, no habló con usted de eso.

—¡Ah!, sí.

¿Usted estaba al tanto de eso?

—Entonces no. Después de Borodín, el individuo más tortuoso que conozco es Cannon. Cannon habló largamente del asunto en Moscú, sin decir nada; habló abundantemente de Trotsky, sin apoyar a Trotsky y sin oponerse a Stalin; pero planteaba los problemas de modo ambiguo y uno tenía que preguntarse por qué hablaba de ese modo, al fin y al cabo. Algo raro estaba pasando ahí. Y sin embargo no llegó más allá.

¿Nunca le mostró el documento, ni nada parecido?

—No, entonces no.

Permítame retroceder un momento. ¿He entendido bien que Cannon nunca se pronunció por Trotsky?

—En aquel tiempo no.

¿He entendido bien que su grupo estaba apostando a la victoria de Stalin, y los otros a la de Bujarin, independientemente de la posición ideológica que ustedes sostenían?

—Bueno, nosotros lo racionalizábamos. Estoy tratando de darle a usted los huesos limpios, cortando con bisturí todo el tejido podrido. Le puedo decir ahora que se trataba de eso. Pero lo racionalizábamos, claro está, sobre la base de la pugna rusa.

Apoyando al jefe probable, al probable vencedor, más que a su fe ideológica fundamental en Stalin…

— ¿Es decir, al margen de cualquier racionalización? Absolutamente, desde luego, y la lucha por el poder en el partido norteamericano.

Significaría también que en el sexto congreso ustedes no estaban completamente seguros de que Stalin representara ya el poder real.

—Bueno, nos sentíamos bastante seguros. No lo estábamos cien por ciento, pero teníamos bastante confianza.

¿Y eso era así en el grupo de Cannon también? Porque, al fin de cuentas, existían diferencias sustanciales entre estos dos grupos (Foster y Cannon).

—Sí, era así especialmente en el grupo de Cannon. Yo estaba mucho más próximo al grupo de Cannon que al de Foster. Aunque por supuesto yo estaba vinculado con el grupo de Foster por el pasado; yo había estado muy próximo a Foster. Pero había muy pocas dudas en el grupo de Cannon sobre quién saldría ganador en el partido ruso.

¿Recuerda algo de lo que Lovestone ha llamado el “congreso de los pasillos” del sexto congreso? Hubo aquel asunto de los que recorrían los pasillos de un lado a otro con la gente de Stalin, hablando de Bujarin y ganándose a la gente.

—Sí, yo diría que la entrevista con Mólotov fue de esa clase. El otro bando estaba haciendo lo mismo.

¿Hay algo más que se destaque en su recuerdo del sexto congreso? ¿Algo de interés o de especial importancia? ¿Llegó a conocer a Bujarin? ¿Qué impresión le causó?

—Sí, me gustaba mucho. Era muy agudo, gracioso, con un delicioso sentido del humor, bastante sofisticado y muy dado a usar expresiones y formulaciones rebuscadas. Había tenido sus encontrones con Lenin, claro, y sus diferencias. Pero a mí personalmente de veras me gustaba Bujarin, y sentía respeto por él. Debo decir que ese respeto en buena medida era de segunda mano porque Lenin lo llamaba “el teórico del partido”, “el favorito del partido”, etcétera. No recuerdo ningún escrito importante de Bujarin que se me haya grabado; sí me ha sucedido con los de Lenin y Trotsky. Pero el impacto de su personalidad era decididamente favorable.

¿Se encontró alguna vez con Stalin?

—No, nunca estuve con él. Lo vi de lejos.

¿Y Zinóviev?

—Zinóviev no me gustaba. Tenía una voz muy peculiar, chillona, aguda, una manera cómica de hablar. Desde luego, yo estaba prejuiciado contra él porque se había opuesto a la Revolución. En realidad, nunca me pareció que él ni Kámeniev significaran nada para Lenin, más que personajes convenientes. No parecían ser gente de la estatura de Trotsky o de Bujarin. Con todo, deben haber sido de cierta estatura. Zinoviev rara vez hablaba más que en alemán; y yo no prestaba mucha atención al alemán, aunque lo entendía bastante bien. En realidad no lo vi mucho, aunque sí lo oí, ad nauseam.

En sus notas, si no me falla la memoria, usted quiso decir algo sobre el manejo de los fondos por los rusos, o algo de eso, ¿se limitaba sólo al periodo inicial?

—Bueno, lo que yo escribí ahí se limitaba al primer periodo, pero no debí haberlo limitado a eso. Esto plantea dos problemas, que no están necesariamente vinculados: uno, es la cuestión del control de los fondos, y el otro, es el de los representantes de la Comintern. Reps, los llamábamos. Esto se relaciona también con la rusificación general y con el control ruso. Los reps de la Comintern empezaron a aparecer por todas partes y hasta una jerga de la Comintern —jerga rusa, palabras como micleos y politburó—; y teníamos un pleno en el Partido norteamericano y toda esa clase de cosas, todos los países tenían un rep de la Comintern.

¿Cómo fue que lo expulsaron en 1929?

—Eso es una historia complicada. Casi podría decirse que se remonta al sexto congreso. Aunque nuestro partido especulaba con que Stalin dominaría la Internacional, a mí nunca me gustó. Es como cuando voté por Franklin Roosevelt, pero nunca me gustó. Y muy pronto me volví sumamente crítico de Stalin. Cuando el grupo de Cannon apoyó a Trotsky, yo me opuse a ellos porque no era partidario de dividir el movimiento comunista; se trataba de nuestro partido. Pero realmente no me gustaban los métodos de Stalin. Estaba en contra de la idea del Estado policiaco. Me parecía que Stalin había pervertido el leninismo. No me daba cuenta, como todos lo vemos hoy, que el germen del stalinismo era el leninismo. Pero estaba muy en contra de Stalin. A pesar de que sentía que ése era mi partido, y pensaba que algún día encontraría el sendero correcto y la dirección correcta, simplemente deje de asistir a las reuniones.

Sin embargo, pensando en Bill Dunne, que era mi mejor amigo, jugué con la idea de organizar alguna especie de fracción antistalinista. Era un asunto muy difícil y delicado, mucho más difícil que organizar una fracción bajo Lenin. Me parecía que Bill Dunne sería un buen elemento para esto, puesto que era tan anti Browder.

¿Se refiere usted a después de su expulsión, o antes?

—Esto es después de mi expulsión, es cierto. Simplemente dejé de lado la actividad, y me expulsaron.

¿Fue expulsado por no asistir a las reuniones?

—Bueno, me expulsaron por “tendencias pequeñoburguesas”. Se las llamó tendencias pequeñoburguesas en un editorial del Daily Worker sobre mi expulsión.

¿Cuál era el fundamento para calificarlo así?

* Bueno, yo trabajaba para el Wall Street Journal… no asistía a las reuniones de partido…

¿Y usted entonces se estaba ganando la vida fuera del partido? ¿Ya no estaba trabajando para el partido?

—Sí, en ese tiempo yo había dejado de trabajar para el partido porque en esa época la gente de Lovestone controlaba el partido. No les duró mucho. Perdieron el control en la primavera de 1929. Pero en aquel tiempo lo tenían. De modo que me echaron…

iAh!, ¿fueron ellos los que lo echaron?

—No, ellos no me expulsaron: me echaron del trabajo. Tuve que ganarme la vida de algún modo. Y yo había trabajado en un periódico financiero en Chicago antes de trabajar para el partido. Entre aquel empleo y mi trabajo para el partido, yo nunca había trabajado más que para el partido, en una tarea u otra. Era 1929, el mercado estaba en auge, y pensé que seguramente podría conseguir empleo en algún periódico de Wall Street. Y le pregunté a Foster, ¿qué le parece si tomo un empleo? ¿Sería adecuado que yo tomara un puesto en un diario de Wall Street? Y él me dijo: “No veo por qué no. Al fin de cuentas, no vas a escribir editoriales en favor del capitalismo”. De modo que dije, muy bien. Con todo, a pesar de que me expulsaron del partido, seguí en contacto muy estrecho, la verdad es que no dejaba de participar. Y luego volví mi atención al club John Reed, que antes no había tomado en serio, y al movimiento cultural, el movimiento periferico. Formé parte del grupo que fundó el Sindicato del Teatro —así fue como me introduje en el mundo del teatro—, simplemente para seguir haciendo algo que estuviera dentro de la órbita del partido, sin ser del partido. Y Bill siguió siendo mi amigo más íntimo.

Continué considerando al partido como mi partido, hasta, podría decir, no menos que hasta 1938. No, no tanto tiempo. Porque durante la guerra civil española, cuando Liston Oak estaba en España, lo que fue en 1936 o 1937, le escribí una carta, y en esa carta yo traté de convencerlo de que estableciera algunos contactos internacionales para el grupo que estábamos formando en el partido norteamericano —aunque yo no estaba en el partido— contra Browder. Estábamos tratando —yo al menos, lo estaba— de hacer de ésta una fracción anti Stalin.

Pero eso fue muchos años despues de su expulsion.

—No, empezó entonces, venía funcionando desde mucho antes, culminó cuando yo le escribí a Liston Oak, y la razón por la que lo mencioné es que aquella carta fue encontrada y publicada en el Daily Worker, y fue entonces que el partido realmente me denunció. Entonces fue que Bill Dunne me escribió y me dijo que en el sector del frente en que él estuviera al mando a mí se me trataría como a un enemigo, y rompió toda relación. Me escribió una carta de unas diez páginas, denunciandome. Porque Bill se había opuesto en sentido estricto a Browder —exclusivamente— y de ninguna manera a Stalin, ¿ve usted? Y yo esperaba poder encauzar esa oposición a Browder en un movimiento internacional contra los liderazgos.

¿Dunne era el único, o usted confiaba en poder contar inicialmente con el apoyo de un grupo significativo?

—Bueno, Dunne era el hombre clave. Era el único con ese grado de preeminencia en el partido norteamericano. Había otros…

¿Qué base tenía ésa oposición a Browder?

—Bueno, nosotros nos oponíamos desde la izquierda.

En otras palabras, estaban en contra del frente popular.

—Bueno, eso es expresarlo demasiado fuerte. Browder estaba poco menos que liquidando el partido, segun lo veíamos. Fijese que…

¿Se refiere ahora a 1936-1937?

—Yo me oponía al socialismo en un solo país; me oponía a toda la tendencia que Stalin representaba. Me oponía a la burla del centralismo democrático, al mando desde arriba que Browder también representaba en el partido norteamericano, que todos los dirigentes representaban. Eso, sin embargo, era algo que yo no podía conseguir porque carecía de peso político; simplemente trataba de inspirarlo.

¿Si usted pensaba así, por qué no se unió al grupo Cannon-Trotsky?

—Porque yo nunca acepte a Trotsky. Pensaba que Trotsky resultaría tan malo como Stalin. Al fin y al cabo, Trotsky había implantado los batallones de trabajo forzado, y Trotsky había ordenado los fusilamientos de Kronstadt. Había muchas cosas atractivas en Trotsky, pero también había otras que yo consideraba los peores aspectos de aquello que yo repudiaba en Stalin, aunque no puedo afirmar ahora que fueran los rasgos más negativos porque Stalin representaba algo mucho más siniestro.

¿Es exacto, verdad, que hasta fines de 1934 la línea de Browder era anti Roosevelt? ¿Qué actitud tenía usted respecto de esa línea? ¿O no la advertía?

—Por lo que recuerdo, yo era izquierdista en ese asunto, estaba en favor de la línea anti Roosevelt; otro motivo para que yo nunca fuera trotskista era que yo no tenía esperanza alguna en esos grupos disidentes minoritarios. Pensaba que el partido tenía que captarse desde adentro, que ese era el movimiento comunista y que no habría otro.

¿Usted se sintió muy golpeado por los juicios de Moscú, o el asunto le resulto más o menos indiferente?

—Fueron un golpe muy fuerte para mí, pero en cambio no lo fue el pacto Hitler-Stalin. En realidad, mi opinión era que estaba perfectamente bien. Pero los juicios… fueron un golpe muy fuerte porque para mí aquello era la revolución decapitándose a sí misma; me resultó una verdadera tortura.

Desde luego, usted además conocía a las personas. Eso le daba otro significado. Y toda la historia de los años 20, desde el comienzo, era historia viva para usted. Para los muchachos que aparecieron en tiempos de la depresión los años 20 eran prehistoria, y los veteranos del partido nunca querían hablar de ellos.

—Yo pensaba del pacto Hitler-Stalin… que Lenin habría hecho un pacto así. No veía que Rusia tuviera otra opción, veía que los aliados habían tratado de lanzar a Hitler sobre Rusia, que Rusia había empezado por intentar un arreglo con los aliados, y que prácticamente era un problema de sobrevivencia. Por supuesto, no adopté la posición de Rusia porque para aquella época yo era muy anticomunista. Sin embargo, no era uno de esos anticomunistas profesionales, y nunca lo he sido.

¿Es posible utilizar el nombre de Manuel Gómez sin dar ninguna clase de explicaciones? De lo contrario, tendrá que ser completamente anonimo. Es decir, la gente que revise el Daily Worker de los anos 20, o las revistas de la época, lo va a encontrar; por lo tanto existe, y eso le da cierto sentido de realidad. Eso es lo que hice en el libro, citar simplemente el nombre.

—No veo que eso cambie demasiado…

Bueno, si no representa mucha diferencia para usted, yo diría que, desde el punto de vista editorial, sí la tiene.

1 Manuel Gómez es uno de los seudónimos que usó en los anos veinte Charles Francis Phillips, conocido en Mexico como Frank Seaman. Esta entrevista fue originalmente publicada en dos numeros de la revista inglesa Survey. A Journal of Soviet and East European Studies. num. 53, octubre de 1964, y num. 55, abril de 1965. Una parte de la entrevista apareció en Cruzando la frontera, de Paco Ignacio Taibo II, Leega Editores, México, 1985. El presente texto es la versión, en lengua española, completa.

2 Blueprints, en el original. El término puede significar copias fotográficas o pruebas de imprenta, o también proyectos o planes de éndole militar o política. De ahí la continuación del diálogo. (Nota del traductor.)

3 Industrial Workers of the World (Trabajadores Industriales del Mundo). (Nota del traductor.)

4 Se trata de Jose C. Valadés.

Testimonio de un dirigente comunista

Julio Gómez
Testimonio de un dirigente comunista

¿ Cuándo se inició el trabajo del PCM en Puebla entre los campesinos?

—El trabajo del Comité Local del PCM en el campo se inicia aproximadamente a fines de septiembre-principios de octubre de 1926.

Desde el principio mismo este trabajo lo estábamos realizando junto con la compañera Erminia Spíndola., Por lo pronto, el trabajo entre los campesinos se llevaba a cabo en las poblaciones más cercanas a la ciudad de Puebla, porque no hemos tenido ningún vehiculo a nuestra disposición.

Es necesario subrayar que más tarde algunos comunistas de entre los campesinos mismos participaban en el trabajo de penetración en las poblaciones lejanas y nos ayudaban en la formación de las celulas en el campo. Gracias a su ayuda y a la labor activa de la compañera Erminia hemos podido crear organizaciones comunistas (células territoriales) no solamente en distintos pueblos campesinos del estado de Puebla, sino también en algunas poblaciones del estado de Tlaxcala. Logramos fundar células en Acatepec, Tlapala, Tonanzintla, Acozautla, Cuautlancingo y muchas más del estado de Puebla. En lo que se refiere a las poblaciones de Tlaxcala, sus nombres ya no los recuerdo.

¿ Dónde más existian organizaciones locales en la región?

—Existían organizaciones del PCM en Puebla, Atlixco y Cholula. En éstas existían los comités locales del Partido. En lo que se refiere a Atlixco, existían principalmente las células en las fábricas textiles, las primeras se organizan en las fábricas Metepec y San Agustín, otras se forman más tarde. Además existia una célula territorial. En Cholula han sido organizadas células territoriales, de las de empresa no recuerdo.

Cuándo y cómo han sido electos los órganos dirigentes en Puebla?

—A principios de agosto de 1926, al tomarse la decisión unánime en el Grupo Cultural Proletario de Puebla, el precursor de la organización comunista poblana, de ingresar al PCM; en la reunión de todo el grupo, que constaba de 21 miembros, se elige el Comité Local de la ciudad de Puebla, integrado por cinco miembros, entre ellos Julio Gómez, el secretario general; Erminia Spíndola (que al principio debía realizar el trabajo de formación de las células territoriales); el compañero ferrocarrilero Velasco (o Velázquez), encargado del trabajo entre los ferroviarios. Otros cotnpañeros, cuyos nombres quiero destacar, son Concepción de la Rosa, Agapito López, asesinado en 1945; Valentín Cuayahuil y Rodolfo Villareido.

El Comité Estatal se forma más tarde, cuando hemos organizado las primeras células en Atlixco y en varias poblaciones campesinas del es tado. Si no me equivoco, el Comité Estatal se organiza a fines de 1926 en una reunión en la que participan dos representantes de Atlixco y algunos secretarios de las células campesinas del estado de Puebla.

En esa conferencia se forma el Comité Estatal del PCM en Puebla y algunos meses más tarde (aproximadamente en abril o mayo de 1927) se forma el Comité Regional del PCM, una vez organizadas las células en varias poblaciones del estado de Tlaxcala. El Comité Estatal de Puebla constaba de siete miembros y el Comité Regional, de nueve miembros. Además es electa la Comisión de Control del Comité Estatal y posteriormente la del Comité Regional, encabezada por el compañero Wenceslao Spíndola, zapatero, marido de Erminia. Como secretario general del Comité Estatal y posteriormente del Comité Regional me eligen a mi.

Cómo desarrollaba el Partido el espíritu antiimperialista de los trabajadores mexicanos?

—El sentimiento antiimperialista de los trabajadores mexicanos, y especialmente el antiyanqui, era muy profundo y bien desarrollado por el Partido en general y por la organización regional en particular. Como se sabe, en la segunda mitad de los años veinte ha sido fundada la Liga Antiimperialista de las Americas y también de México. La verdad es que tanto la una como la otra han sido fundadas por el PCM con la participación muy activa de Julio Antonio Mella. En Puebla también existía una sección de la Liga que sin grandes dificultades realizaba algunas acciones de frente único antiimperialista con las organizaciones sindicales y campesinas. Como ejemplo de tal frente único se puede mencionar la ya conocida demostración de protesta por el asesinato de Nicolas Sacco y Bartolomeo Vanzetti en los Estados Unidos, el dia 23 de agosto de 1927.

¿Cuáles fueron los motivos de tu salida de Puebla?

—Motivos personales para salir de Puebla yo no tenía. Al contrario, estaba muy entusiasmado con el trabajo que se realizaba en la región y tenía planes para un mayor desarrollo aún. Pero pasa lo que menos esperaba yo: en la V Conferencia Nacional del PCM, celebrada del 2 al 7 de abril 1928, donde hice el informe sobre el trabajo de la organización regional, soy electo miembro del Comité Central y a la vez secretario de organización del mismo. La V Conferencia Nacional del PCM ha escuchado con gran atención aquella parte del informe que se refería a la organización celular de la organización regional. A la Conferencia Nacional le ha llamado mucho la atención la organización y el funcionamiento de las células del Partido en las empresas porque tales células casi no existían en otras organizaciones locales y regionales del PCM, cuya organización era basada casi exclusivamente en las células territoriales. Y no es casual que la Conferencia Nacional insistía en que todas las organizaciones del Partido adopten la experiencia de la organización regional del PCM en los estados de Puebla y Tlaxcala, en lo que se refiere a la creación y el funcionamiento de las células de empresa.

Tal fue la causa única de mi salida de Puebla. Pero los primeros dos años de mi vida revolucionaria que pasé en Puebla se quedaron grabados en mi memoria y en mi corazón para siempre.

Para terminar el relato referente a mi estancia en Puebla, debo agregar solamente que durante el tiempo que he vivido ally he sido aprehendido tres veces por la policía, con la mayor estancia de tres días encarcelado cuando la demostración del 23 de agosto de 1927 de protesta contra el asesinato de Sacco y Vanzetti.

Al momento en que eres electo secretario de organización del Comité Central, ¿cuál era la amplitud del PCM? ¿Cuál era la composición social del Partido? ¿Y cómo tenía distribuído su trabajo el Comité Central?

—Para mediados del año 1928, es decir, para el mes de junio, el Partido contaba con 1 500 miembros, en su mayoría obreros (de Puebla, Veracruz, Tampico, Monterrey, Jalisco y el Distrito Federal, que eran los obreros panaderos, de la construcción, tranviarios, etcétera). Después, en segundo lugar, los campesinos (Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Coahuila, Chihuahua, Yucatan y norte de Tamaulipas). Y en tercer lugar, los intelectuales, que predominaban especialmente en el Distrito Federal.

En el Comité Central, propiamente, trabajaron los siguientes compañeros: secretario general, Rafael Carrillo; de Organización, Julio Gómez; director de El Machete, Rosendo Gómez Lorenzo; de Finanzas, Salvador de la Plaza (venezolano, que al regresar posteriormente a su país se pasa al Partido Socialista); la Comisión de Agitación y Propaganda, como su secretario, la encabezaba Julio Antonio Mella, quien durante algunos meses de ausencia de Rafael Carrillo (que se fue al VI Congreso de la Internacional Comunista, precisamente en los meses de junio-septiembre de 1928) ha desempeñado el puesto de secretario nacional provisional del CC del PCM. El secretario del Trabajo entre los Campesinos era Úrsulo Galván, pero la verdad es que casi no ha trabajado en el CC del Partido directamente, sino más bien en la Liga Nacional Campesina.

Realizaban trabajo en el Comité Central, además, Xavier Guerrero, algún tiempo secretario precisamente del Trabajo entre los Campesinos; Diego Rivera, como miembro del CC sin un puesto determinado; David Alfaro Siqueiros y, mas tarde, Valentín Campa, que se ocupaban del trabajo sindical; Siqueiros, durante un tiempo, desempeña el cargo de secretario general de la organizatión estatal del PCM en Jalisco con su residencia en Guadalajara. Ayudaban en nuestro trabajo algunos otros compañeros, como Gustavo Machado, Carlos Contreras (Vittorio Vidali) y Tina Modotti, encabezando la Sección Mexicana del Socorro Rojo Internacional; el peruano Jacobo Hurwitz, quien en los últimos años de su vida encabezaría en su país el Comité de la Paz; siempre nos ayudaba el camarada suizo, uno de los fundadores del PCM, Edgar Woog (Alfredo Stirner). En la Juventud Comunista realizaban trabajo Jorge Fernandez Anaya, Luz Ardizana, Dionisio Encina y otros compañeros.

Recientemente, en el Partido Comunista Mexicano, surgió un debate sobre la personalidad política de Diego Rivera. El nombre de Julio Ramírez ha sido mencionado en dos ocasiones. ¿Qué opinas de esto?

—Creo que levantar el problema de la exclusión de Diego Rivera del PCM hoy, 20 años después de su muerte, es un gran error. Creo también que el XII Congreso del PCM, al aceptar a Diego en el Partido después de su autocrítica, actúa correctamente. Estoy completamente de acuerdo con las apreciaciones y conclusiones publicadas al respecto por Arnoldo Martínez Verdugo en Oposición. Diego ha sido un artista de renombre mundial y el hecho de que casi al final de su vida regresara al Partido, reconociendo completamente sus errores, es un hecho a favor del PCM. Es una gloria del movimiento comunista internacional el que en sus filas militaran Pablo Neruda y Rafael Alberti, Nicolas Guillén y Henri Barbusse, Jorge Amado y el arquitecto brasileño de gran renombre Oscar Niemeyer, John Reed y Albert Ris Williams, como también David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, como muchos otros pintores, artistas, escritores y poetas de gran fama mundial. No comprender lo positivo de este hecho es hasta cierto grado sectarismo. Cierto es que algunos de estos hombres no siempre son comunistas consecuentes, es muy propio de la bohemia. Pero, ¿acaso los comunistas consecuentes no cometen a veces errores? Cometer errores puede cualquiera, lo importante es reconocer esos errores, corregirlos y no repetirlos más.

Ahora, en lo que se refiere concretamente a Julio Ramírez, es dificil decir quién haya delatado ante las autoridades mexicanas mi procedencia extranjera; el hecho es que a fines de agosto o principios de septiembre de 1929, en un periodiquito mimeografiado de los trotskistas, apareció la noticia de que Julio Ramírez no es Julio Ramírez sino fulano de tal, de procedencia soviética y que abastecía al PCM con “el oro de Moscú”. Provocación hasta policiaca, ciertamente. La responsabilidad de Diego Rivera en este asunto existe indudablemente, pero hasta qué grado es dificil decir. Lo cierto es que él financiaba ese periodiquito. También él conocía bien a Julio Ramírez, a veces platicaba con él algunas palabras en ruso. Pero decir afirmativamente que era precisamente Diego el autor de aquella noticia no es posible, porque también Blackwell, miembro del Secretariado de la Federación Juvenil Comunista y expulsado precisamente en julio de 1929 por ser trotskista, también podía ser el autor de aquella noticia; más aún porque JR, como representante del CC del PCM ante el CC de la FJCM, insistía en su expulsión, y por esto él estaba muy en contra de JR. De cualquier modo, en el caso de la delación sobre JR ante las autoridades mexicanas (y como resultado de esto, la deportación de JR de México) Diego Rivera tiene por lo menos una culpa indirecta.

¿ Cuál fue la participación del PCM en la formación de los partidos comunistas de Cuba, Guatemala, El Salvador?

—El primer Partido Comunista de Cuba ha sido formado con la participación del PCM, cuyo representante, Enrique Flores Magón, llega a Cuba algunos meses antes de la celebración del Congreso, que se efectúa el 16 y 17 de agosto de 1925, y participa en el mismo como delegado del partido hermano de México. En aquel entonces el PCM era aún bastante pequeño, contaba con cerca de 200 miembros apenas, pero su influencia en el país y su prestigio en América Latina ya han sido grandes. Es por esto que los comunistas cubanos acudieron al PCM para que les ayudara en la formación de su partido.

Lo mismo sucedía algunos años más tarde con la formación de algunos PPCC de América Central (Guatemala y El Salvador). Para aquel entonces el PCM tenía un prestigio aún mayor dentro y fuera de México; a mediados del año 1928 el PCM contaba con 1 500 miembros, es decir, con 20 por ciento de todos los comunistas de América Latina, y a mediados de 1929 (antes de que el Partido fuera metido en la ilegalidad) contaba ya con cerca de 3 mil miembros. No es de extrañarse, pues, que el PCM fuera uno de los partidos de mayor prestigio en el continente, más aún por su influencia entre las masas, por su dirección de grandes organizaciones obreras y campesinas, como también por la dirección de las luchas de los trabajadores de la ciudad y del campo. Por todo esto los comunistas de los países de Centroamérica se dirigian al PCM en busca de su ayuda para la formación de los PPCC. Es así que con la ayuda del PCM se forman el Partido Comunista de Guatemala primero, y después el PC de El Salvador.

¿Cuál fue la importancia de la solidaridad a Sandino y los revolucionarios nicaragüenses?

—La importancia ha sido muy grande: se forma el Comité Manos Fuera de Nicaragua y se realiza una campaña muy amplia de propaganda alrededor de los fines que se planteaban los revolucionarios antiimperialistas bajo la dirección de Sandino en Nicaragua, con reuniones y mítines en todo el país que tuvieron no solamente el carácter de la solidaridad con el movimiento de Sandino, sino también y sobre todo significaban una lucha antiimperialista contra la invasión yanqui en Nicaragua; la solidaridad se manifestaba no solamente en la realización de esos mítines, sino sobre todo en la ayuda con armas; algunos inclusive se incorporaban a las filas del ejército sandinista; uno de los que encabezaba al Comité Manos Fuera de Nicaragua era Gustavo Machado, quien estaba ligado personalmente con Sandino y le llevaba la ayuda de toda clase que se recaudaba en México.

Desgraciadamente, más tarde, cuando Sandino tuvo la necesidad de terminar su lucha (además, era engañado por los norteamericanos y sus lacayos nicaragüenses), los PPCC de América Latina y el PCM inclusive, como también la IC, lo califican de traidor, lo que no era justo. Sandino indudablemente ha sido un luchador honrado. Hay que agregar a esto que la campaña pro Sandino y su movimiento en México aumenta grandemente el prestigio del PCM.

¿Qué balance haces del Pleno de julio de 1929 del Comité Central, qué tanta repercusión tuvo para el futuro del PCM?

—Primero. Los materiales (resoluciones y, posiblemente, actas de las reuniones) del Pleno de julio de 1929 están en el archivo del CC del PCM, según me lo dijo el compañero Arnoldo Martínez Verdugo. No hay necesidad, por lo tanto, de referirme en detalles al Pleno. Lo fundamental es que nos es impuesta una línea sectaria del VI Congreso de la IC. Es indudable, también, que hemos admitido esa línea porque nosotros mismos éramos sectarios y por lo tanto se debe no solamente criticar a la IC por esa línea, sino también autocriticarnos, es decir, hacer la autocrítica a nosotros mismos por haber aceptado esa línea.

Segundo. La falsedad, confusión y sectarismo de la línea están en su formulación: la etapa próxima de la revolución (¡y esto se decía en 1929!) es socialista en las ciudades y democrático-burguesa en el cam-po. La mayoría de los miembros del CC aceptan esa línea, en contra estaba francamente sólo Stirner. No sé precisamente cual ha sido la posición de Rafael Carrillo, pero, según entiendo, era en favor de esa línea, lo mismo Hernán Laborde. En algunas sesiones del Pleno no estuve presente porque precisamente cuando se realiza el Pleno del CC del PCM se celebra también una reunión extraordinaria del CC de la FJCM para tratar sobre la fracción trotskista en el seno del mismo, encabezada por Blackwell, y yo tuve que asistir a esa reunión, por ser el representante del CC del Partido ante el CC de la FJCM.

Tercero. De hecho, las repercusiones del Pleno de julio terminan en 1934, cuando se celebra en Moscú la Conferencia de los PPCC de América del Sur y del Caribe, cuya línea en gran parte antecede a la línea del VII Congreso de la IC; línea que rompe con el sectarismo del VI Congreso (aunque después los PPCC de América Latina, como algunos de otros continentes, cometían a veces errores muy graves de caracter sectario). Puedo decir más aún: ya pasado un año y medio nadie en la IC tomaba en serio aquella línea confusa que hemos aceptado en el Pleno de julio.

¿En qué situación es nombrado secretario general Hernán Laborde y qué pasó con Rafael Carrillo?

—Rafael Carrillo presenta al CC su renuncia del cargo de secretario general motivándola por su estado de salud. Esto sucede no en el Pleno de julio, sino más tarde, en septiembre u octubre de 1929. Entonces andaba yo fuera del Distrito Federal con el candidato del Bloque Obrero y Campesino para presidente de la república en viaje por el interior del país. Al regresar al D.F. supe que fue admitida la renuncia de Carrillo en la reunión del CC y como secretario general es electo Hernán Laborde. La última vez que vi a Carrillo fue antes de salir al interior del país y desde entonces no lo he visto. Según me dijeron, a fines de diciembre de 1929 él sale con su mujer y su hijo a Cuba. Cierto o no, no lo sé.

Algunos piensan que Carrillo renuncia a su cargo de secretario general del CC por no estar de acuerdo con la línea adoptada en el Pleno de julio. No lo creo, porque él abandona las filas del PCM hasta 1942. Es decir, hasta aquel entonces estaba de acuerdo con la línea del Partido.

¿Cómo entró el PCM en la clandestinidad? ¿ Qué medidas se tomaron para ello? ¿ Cómo era el funcionamiento secreto del Partido?

—Era la primera vez que el Partido trabajaba en la clandestinidad. A pesar de que todo indicaba que esto se acercaba, ninguna medida se ha tomado de hecho. Nos educamos a trabajar en la clandestinidad en el proceso mismo de la ilegalidad. Nadie de nosotros sabía lo que se debía hacer. Más aún, al principio se han cometido errores imperdonables de subestimación de la gravedad de la situación. Y si no han caído en la carcel la mayoría de los dirigentes del CC y de los comités locales y estatales no es porque hemos tomado las medidas necesarias, sino porque simplemente la policía en aquel entonces era tan ingenua en lo que se refiere a la lucha contra los comunistas como los comunistas en lo que se refiere al trabajo en condiciones de clandestinidad.

Sin embargo, algo si hemos hecho. Y es ante todo en lo que se refiere al dinero en efectivo del Partido y a las cifras para la correspondencia con algunos PPCC de Europa y el de los Estados Unidos. Todo esto lo he guardado en un lugar que era conocido solamente por mi y por Hernán Laborde. Debo agregar que ya antes del Pleno de julio, inmediatamente después de la salida de Salvador de la Plaza de México, me encargaron la Secretaría de Finanzas del CC (además, se entiende, de la Secretaría de Organización del mismo). Ya después de mi deportación de México, Hernán Laborde recibe el dinero y las cifras que había yo guardado en un lugar seguro, y es trasladado a otro lugar.

El Comité Central en la ilegalidad casi no se reunía, me refiero a fines de 1929. Nos reuníamos dos o tres dirigentes del CC para tratar algunos asuntos de carácter operativo y para discutir y acordar respuestas a las cartas que recibíamos de los comités locales y estatales del PC. La correspondencia con los comités no se interrumpía, seguía como siempre, pero lo que se había cambiado era la dirección para la correspondencia al CC y algunas direcciones del interior del país. Yo había destruído todas las direcciones del interior, apellidos y números de teléfono; todo esto, que eran si no miles, por lo menos centenares de nombres, apellidos y direcciones los guardaba en mi memoria, y así estaba seguro de que no iban a caer en manos de la policía en el caso de cualquier asalto inesperado a cualquier habitación de los dirigentes del CC. Claro esta que este procedimiento también era erroneo, ya que no tomaba en cuenta la posibilidad de mi encarcelamiento, con lo que el CC del Partido podía quedarse sin ligazón alguna con las organizaciones del Partido en el interior del país. Y casi iba a suceder así, al caer preso el dia 10 de diciembre (¡precisamente al salir de la casa de Laborde, a donde fui para cerciorarme de que destruyera una carta descifrada del PCEUA que yo le había entregado días antes y que, en efecto, no había destruido!). Digo “casi” porque al fin de cuentas encontramos el modo de trasladar todos los nombres y direcciones, que guardaba en mi cabeza, al Comité Central desde mi celda. A realizar esto nos ayuda Tina Modotti, que en aquel tiempo encabezaba la Sección Mexicana del Socorro Rojo Internacional, organización que real y efectivamente prestaba su ayuda a los presos revolucionarios en todo el mundo.

Para el momento de la ilegalidad del PCM, ¿cuál era la amplitud del Partido? ¿Y dónde existían organizaciones importantes del Partido en el país?

—Para el momento de la ilegalidad contábamos con cerca de 3 mil miembros del PCM, no recuerdo con cuantos miembros contaba la FJCM.

Las organizaciones más importantes del PC en el país existían, segun recuerdo, para el momento de la ilegalización, en los siguientes lugares: Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Yucatan, Distrito Federal, Jalisco, Monterrey, Chiapas, Coahuila, Torreón, Tampico y Chihuahua. No estoy seguro, pero me parece que también tuvimos organizaciones en Oaxaca y Durango.

Muchas de esas organizaciones han desaparecido o en el mejor de los casos se han debilitado considerablemente con la ilegalización del PCM. Y no tanto por el encarcelamiento (que si tuvo lugar y no poco), cuanto sobre todo por el abandono del Partido por muchos de sus miembros a los que les ha faltado la educación marxista-leninista y la suficiente conciencia comunista.

¿Cómo fue la participación del PCM en las elecciones presidenciales de 1929?

—Una de las tareas más dificiles para el Partido es la campaña electoral de 1929, la de las elecciones para presidente de la república.

Ese año era un año de grandes éxitos para el Partido, pero también de grandes pérdidas.

Su comienzo ha sido muy triste tanto para nuestro Partido como para todo el movimiento comunista y las fuerzas progresivas de América Latina: el 10 de enero de 1929 es vilmente asesinado por los esbirros del titere yanqui en Cuba, Gerardo Machado, el gran luchador antiimperialista latinoamericano, organizador del primer Partido Comunista de Cuba y miembro del Comité Central del Partido Comunista Mexicano, el compañero Julio Antonio Mella. El asesinato de Mella no ha quebrado las filas del Partido, sino al contrario, las ha reforzado aún más. Los trabajadores del país responden al crimen cometido contra el movimiento comunista agrupando sus fuerzas alrededor del PCM, la vanguardia revolucionaria de la clase obrera y defensor consecuente de los intereses de todos los pobres y oprimidos. En muchos lugares del país, en centros industriales como también en el campo, se organizaban células del Partido y centenares de obreros y campesinos reforzaban sus filas.

Como muestra del crecimiento significativo de la influencia del Partido entre las masas trabajadoras esta la Asamblea Nacional de Unificación Obrera y Campesina, celebrada el mismo mes de enero de 1929 y en la que participan centenares de delegados en representación de muchas organizaciones, entre las cuales figura el Comité de Defensa Proletaria, algunos sindicatos nacionales independientes y la Liga Nacional Campesina.

Hay que subrayar, desde luego, que la celebración de la Asamblea y la organización del Bloque Obrero y Campesino Nacional, integrado por muchas organizaciones obreras y campesinas, ha sido un gran triunfo del Partido en lo que se refiere a sus esfuerzos por la unificación de la clase obrera y de los campesinos de México, y también abría la posibilidad de un trabajo activo entre amplias masas de los trabajadores de la ciudad y del campo para movilizarlas a la lucha revolucionaria.

El trabajo desplegado por el PCM y por el Bloque Obrero y Campesino en los meses posteriores a su creación ha sido grande y fructuoso. En muchos estados del país han sido creadas organizaciones locales del BOCN y la campaña por el candidato a la presidencia de la república, Pedro V. Rodríguez Triana, se ampliaba más y más por el país. Era tan intenso el trabajo desarrollado por el Partido a través del BOCN y otras organizaciones, tanto creció la influencia del PCM entre las capas pobres de la ciudad y del campo, que el gobierno del país, espantado de todo esto y encabezado por el presidente provisional Emilio Portes Gil, representante auténtico de las clases reaccionarias de México y apoyado por el imperialismo norteamericano, despliega una represión tremenda contra el Partido Comunista, represión nunca vista hasta entonces en México contra los comunistas. De hecho el Partido por primera vez ha sido metido en la semiilegalidad, primero, y poco más tarde, aproximadamente desde los meses de agosto o septiembre del mismo año, al acercarse más las elecciones, en la ilegalidad completa. Muchos de los activistas del PCM y de los sindicatos revolucionarios, así como del Bloque Obrero y Campesino, han sido encarcelados, algunos deportados a las Islas Marias. En marzo de 1929 es asesinado el miembro del Comité Central del PCM, un gran dirigente campesino, el vicepresidente del BOCN, el camarada J. Guadalupe Rodríguez.

Venciendo todas estas dificultades, el PCM prosigue su trabajo general, y particularmente el trabajo electoral. Miembros del Comité Central del Partido y sus activistas partían para distintas localidades del país, donde organizaban mítines electorales en favor del candidato del Bloque Obrero y Campesino y explicaban el programa electoral del mismo. Algunas veces íbamos sin nuestro candidato, como por ejemplo en ciertas poblaciones campesinas de Puebla, donde existian células del PCM y me conocían bien. En otros casos íbamos con Triana. Recuerdo especialmente nuestro viaje realizado con él, en octubre de 1929, a Guadalajara, donde el secretario general del Comité del PCM en Jalisco era David Alfaro Siqueiros, miembro del Comité Central. Bajo su dirección es organizado un gran mitin en un local de los sindicatos, al que asisten varios centenares de obreros que hacen un llamado a todos los trabajadores del estado de Jalisco a votar por el candidato del Bloque Obrero y Campesino. Con nuestra participación se realizan mítines también en varias poblaciones mineras del estado, donde Siqueiros goza de gran influencia personal como fundador y ex dirigente de la Federación de Sindicatos Mineros.

Claro esta que al fin y al cabo no eran muchas las ciudades y poblaciones visitadas por nosotros durante la campaña electoral, porque nuestras posibilidades pecuniarias han sido muy limitadas, lo que no se puede decir ni del candidato oficial de la gran burguesía y de los terratenientes que era Pascual Ortiz Rubio, ni del otro candidato liberal de la burguesía, el licenciado José Vasconcelos, ex ministro de Educación Pública en el gobierno de Obregón. También esta claro que mientras estos candidatos celebraban libremente distintas reuniones electorales, disponiendo a la vez de todos los medios de propaganda, nosotros teníamos que realizar los mítines en forma relampago antes de que la policía se diera cuenta de nuestra actividad, y ni siquiera disponiamos de nuestro Machete, ilegalizado ya entonces.

Mas a pesar de todo esto, a pesar de la clandestinidad del Partido, de sus recursos insuficientes, de la represión policiaca, de la campaña de calumnia desplegada por los trotskistas y los elementos gubernamentales contra el movimiento comunista, pese a todo esto, el Bloque Obrero y Campesino, dirigido por el Partido Comunista, ha obtenido un gran triunfo en las elecciones, lo que tuvo que reconocer inclusive la prensa burguesa: según sus cálculos, el candidato de los comunistas, candidato del Bloque Obrero, ha recibido aproximadamente de 130 a 150 mil votos. ¡Esto sí que ha sido un triunfo! Y lo reconoció también el gobierno de Portes Gil, pero lo reconoció a su manera: reforzando aún más la represión contra el Partido Comunista, expulsando del país y deportando a las Islas Marias a decenas de comunistas, llenando las cárceles con los activistas del partido.

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Resumen de las respuestas dadas por Julio Gómez o Ramírez (Rosovski) a un largo cuestionario que le formuló Arnoldo Martínez Verdugo, director del CEMOS, a fines de 1978. Hoy lo publicamos como postrer homenaje a nuestro compañero, fallecido en Moscú el 23 de enero de 1985. Versión completa en CEMOS, Fondo Julio Gómez, caja 1, expediente 1.

Nuevos enfoques a la investigación sobre la izquierda mexicana

Nuevos enfoques a la investigación sobre la izquierda mexicana

Rocío Culebro y Uriel Jarquin

Entrevista con Barry Carr.

Barry Carr, historiador inglés, es profesor de la Trobe University. Autor de El movimiento obrero y la política en México/1910-1929 (México, Ediciones ERA, 1981), así como de numerosos artículos sobre el origen, vida y trayectoria del Partido Comunista Mexicano. Actualmente realiza la parte final de una investigación sobre la izquierda mexicana. Con este motivo entrevistamos al profesor Carr. Nos planteó una nueva caracterización de la izquierda mexicana y, al mismo tiempo, relató los principales obstáculos a que se enfrenta el investigador para realizar su trabajo. He aquí, pues, el texto íntegro de la entrevista.

Pregunta.

Profesor, ¿Cuál es la temática de su reciente investigación?

Respuesta.

El tema de la investigación es la historia y el desarrollo del marxismo, el socialismo y el comunismo en México, de 1940 a 1981. En un principio pensaba escribir la historia del Partido Comunista Mexicano en el mismo periodo, pero rápidamente me di cuenta de que no es posible estudiar la historia del PCM aislada del resto de la historia de la izquierda mexicana. No se puede estudiar la historia del comunismo mexicano sin tomar en cuenta el lombardismo o la corriente mayoritaria. Esta corriente mayoritaria debe entenderse, desde mi punto de vista, como una mezcla o simbiosis entre el ala izquierda del liberalismo mexicano y algunos aspectos del marxismo.

Por esas razones el trabajo, que empezó siendo una historia del PCM, va a terminar por ser una historia de la izquierda mexicana en su conjunto, analizando no solamente las formas institucionales que ha adoptado la izquierda, los partidos por ejemplo, sino la política, la ideología y la sociología de dichas organizaciones. También se analiza la forma como se han asimilado las distintas corrientes socialistas-marxistas en México.

P. En varias publicaciones mexicanas se pueden consultar los rigurosos estudios que usted ha realizado sobre los orígenes del PCM. ¿Por qué su interes en estudiar al Partido Comunista Mexicano?

R. Es un interés que data de hace 15 años. Como se sabe, mi tesis doctoral fue sobre las relaciones del Estado de la revolución mexicana con el movimiento obrero en los años 1910-1929. En este trabajo privilegié las relaciones entre la CROM, que fue la organización hegemónica en aquellos años, y el Estado. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que no se puede limitar la historia del movimiento obrero socialista durante los años veinte solamente al estudio de la CROM. Sabemos bien que dicha confederación nunca pudo establecer la hegemonía total del movimiento obrero.

Al margen de la investigación fui acumulando información sobre lo que se podrían llamar las tendencias marxistas y comunistas dentro del movimiento obrero. Materiales sobre el PC, principalmente; pero no hacía nada con esa información. A principios de los 70 comencé a investigar ya propiamente al PCM, sus orígenes en primera instancia. De dichas investigaciones publiqué algunos artículos sobre los años veinte y tengo terminado un trabajo sobre ese periodo. La investigación actual tiene que ver, digamos, con la última etapa del proyecto: la etapa actual.

Tengo que decir que la investigación no sólo obedece a cuestiones de tipo académico. Yo soy de izquierda y una gran parte de mis amistades en México han sido gentes de izquierda, sobre todo del PCM. De las pláticas que sostuve con ellos nació mi interés por la izquierda mexicana en general y por el PCM en particular.

P. ¿Cuál es la metodología que ha empleado para estudiar la izquierda mexicana?

R. El problema más grande es saber dónde está y qué es la izquierda mexicana. Hay que especificar primero los límites del sujeto histórico, eso no es fácil. Cuando empecé a estudiar al PCM, los límites los daba la organización misma, mas en cuanto se empieza a sobrepasar los límites de una organización se enfrenta uno a serios problemas. Los límites se convierten entonces en los propios límites del investigador. En el estudio de la izquierda mexicana, lo primero que tuve que hacer fue delinear las corrientes, las distintas corrientes que se incluían dentro de la temática de investigación y que iban a figurar en mi trabajo. El criterio no es del todo definido, pero he optado por estudiar cuatro corrientes. Esas cuatro grandes corrientes son: la corriente hegemónica dentro del socialismo mexicano, que es la corriente formada por una relación simbiótica entre el ala izquierda del liberalismo mexicano y determinados aspectos del marxismo global internacional. Es más fácil referirse a esta tendencia por medio de personajes que por organizaciones, ya que dicha corriente realmente no estaba organizada en torno a una cultura política; existieron organizaciones políticas pero fueron efímeras. Se trata de la trayectoria de personajes importantes que influyeron mucho en la vida política, sindical e intelectual de México. Gentes como Narciso Bassols, Víctor Manuel Villaseñor, Luis Chavez Orozco, etcétera. Esta corriente se caracteriza por la mezcla que se forma con el liberalismo radical mexicano y el marxismo. No es una corriente, propiamente hablando, marxista, pero los representantes piden prestados algunos aspectos del marxismo, los que se privilegiaban en la Segunda y Tercera Internacionales, y que ahora no se valoran mucho, como son el cientificismo, el productivismo, el racionalismo, el anticlericatismo, etcétera.

La segunda corriente es la del comunismo mexicano, digamos el comunismo del PCM. Esta corriente comparte muchas de las preocupaciones de la primera corriente, pero tiene también algunas cosas específicas. Dicha especificidad tiene que ver con la relación especial que existe entre el comunismo mexicano y el comunismo internacional, sobre todo con la Unión Soviética. Esta relación le imprime un carácter muy especial al comunismo en México.

La tercera corriente es la del llamado marxismo legal (de Lombardo), cuyos aspectos específicos tienen que ver también con factores nuevos, su relación con la llamada ideología de la revolución mexicana y con el movimiento obrero nacional e internacional.

La cuarta corriente —a la cual no le he puesto nombre todavía— rechaza los principales puntos de vista de las tres anteriores corrientes. Por ejemplo, es una corriente antiestatista —el estatismo, no lo había mencionado, es uno de los aspectos más sobresalientes de las tres corrientes anteriores—. Esta corriente, además, presenta tendencias anarcosindicalistas. Y también estaría dispuesto a incluir, aunque no estoy ciento por ciento seguro, a los trotskistas en esta corriente, porque rechazan gran parte de los postulados de las primeras corrientes.

Lo anterior fue el primer problema metodológico al cual me enfrenté. El segundo reto metodológico, con el cual todavía estoy luchando, tiene que ver con la cuestión de cómo voy a tratar el sujeto histórico de la izquierda en México. ¿Esa izquierda son los partidos o son los personajes representantes, portadores de las ideas socialistas y marxistas en México, o son las bases de los grupos y partidos? Eso todavía no lo sé; hasta ahora son dos los enfoques que he encontrado para el estudio del movimiento obrero y socialista: el enfoque institucional y el enfoque ideológico.

Al comenzar la investigación tenía ya el plan de hacer algo sobre lo que se puede llamar la sociología de la izquierda en México, es decir, dónde y cuándo se estableció la presencia de la izquierda en México; en qué periodos fue más importante la presencia del PCM y en cuáles se debilitó; entre qué sectores de la población tenía más incidencia el Partido; cuál fue la base social de los distintos grupos de izquierda; y analizar estos aspectos a través de los años, ya que es obvio que se suceden cambios importantes con el paso del tiempo.

Esta es la tarea más ambiciosa para un trabajo sobre la izquierda en conjunto, aunque el plan que tengo no es el más recomendable metodológicamente hablando, porque no se puede hacer un análisis realmente sociológico de una organización o sindicato fuera de una determinada zona. Hay que establecer límites bastante estrechos sobre el objeto de estudio. Esto se puede lograr estableciendo periodos cortos determinados, regiones precisas, momentos neurálgicos y estudiarlos a fondo.

Lo que estoy intentando hacer es reconstruir la sociología por medio de las muchísimas fuentes de información que tengo, privilegiando algunas coyunturas y algunos episodios en determinadas regiones para tener una visión de lo que era la sociología del Partido. Voy a privilegiar dos regiones: Chiapas y La Laguna, y unas determinadas coyunturas, como, por ejemplo, los últimos años del cardenismo; el periodo del browderismo en México, 1944-1945; la primera reorganización de la izquierda en 1947-1948; el surgimiento del Partido Popular y los primeros pasos hacia la construcción del POCM; el periodo 1957-1960 que es el de las primeras jornadas obreras y la reconstrucción o primera renovación del PCM; y 1968.

Esta coyuntura, la del 68, significó un cambio muy importante para la izquierda mexicana, y en consecuencia debe privilegiarse. A partir de 1968 cambió la metodología empleada en el trabajo, porque entrando en la década de los 70 las organizaciones o los partidos políticos dejan de ser los protagonistas principales de la izquierda en México. Eso no significa que dejen de ser importantes, lo que sucede es que a partir de este periodo el abanico de la izquierda se amplía para influir en nuevos grupos, nuevas tendencias, en miles de personas que no pertenecen a ningún partido político, mas se consideran miembros, militantes inclusive, de la izquierda; se produce una explosión intelectual que convierte al marxismo en el polo hegemónico de la inteligencia en México. Se puede decir que es hegemónico el marxismo. Entonces, a partir del 68, estudio ese fenómeno que tanto llama la atención a los extranjeros, el fenómeno de la explosión del marxismo en México. En esta coyuntura surgen casas editoriales, revistas de izquierda, grupos políticos. A partir de 1968 ya no es tan importante saber cuántos campesinos, obreros y estudiantes son miembros de los partidos políticos; es por esto que se ponen al margen en la investigación. Son importantes, pero ya no los privilegio.

Hay otros problemas metodológicos. Por ejemplo, hay que luchar contra los enfoques metodológicos de la guerra fría, que todavía siguen vigentes. La problemática de la guerra fría que formó una historiografía sobre el movimiento comunista allá en los años 50 no tiene ya tanta influencia, pero todavía hay que luchar para contrarrestar el peso de esa tradición, sobre todo en lo que se refiere a la relación entre el comunismo internacional y el comunismo de cualquier país.

Yo creo que es importante no escribir la historia del PCM como si se tratara simplemente de una serie de respuestas pasivas a las consignas de la Internacional Comunista.

La historiografía de la guerra fría considera que no hay historia nacional de los partidos comunistas, que los partidos comunistas nunca fueron, en ningún momento, actores o sujetos históricos independientes y que, por el contrario, sus políticas fueron un reflejo total de la política del Comintern o de la Unión Soviética. Entonces la historia es muy sencilla, ya que solamente es necesario escribir la historia del Comintern y hacer la cronología y periodización de la Internacional Comunista en cualquier periodo nacional en cualquier parte. Hacer esto sería incurrir en grandes errores, el principal de ellos es lo que yo denomino la trampa teleológica. Es decir, el error consiste en considerar que la IC, que al final se convirtió en un organismo digamos dogmático, centralizado, que impuso su voluntad a las secciones nacionales, empezó siendo así. Hay que decir que al principio, en los años 20, la Internacional Comunista no se interesaba mucho por México ni por América Latina, porque la IC se centraba más en Europa, en el lejano y medio Oriente, en países cuyo territorio era limítrofe con la Unión Soviética, esto por razones muy obvias. Antes de 1928 no existía interés de la Internacional Comunista por América Latina, y en general en los años 20 el comunismo se desarrollaba en la región de manera más o menos independiente. El interés por América se da después de 1928.

P. ¿Cuáles han sido los problemas fundamentales a los que se ha enfrentado en su investigación en México?

R. El primer problema es el que se presenta siempre en cualquier investigación, y que hasta hace dos o tres años no se tomaba en cuenta: las cuestiones de tipo técnico. Primero hay que ubicar fuentes de información, sobre todo por que yo soy historiador, insisto en mencionarlo. Estas fuentes de información (archivos, bibliotecas, etcétera) no fue fácil encontrarlas, debido a que aparte del Archivo General de la Nación, de la Hemeroteca Nacional y de la Biblioteca Nacional no había otros lugares para hacerlo. Cuando empecé a trabajar no existía un lugar especializado, como el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS), sino que antes lo que se llamaba el Centro de Estudios Marxistas (CEM) era el único lugar en donde se podían consultar las fuentes directas del PCM, y esto porque a principios de los años 70 yo creo que al mismo PCM no le interesaba recuperar su conciencia histórica. Pero cuando regresé a México, allá por 1975-1976, me di cuenta que se habían producido cambios importantes que tienen que ver con los cambios dentro del PCM mismo. Se estaba empezando a desarrollar un proyecto de recuperación de su pasado histórico.

Entonces pude tener acceso a entrevistas con gentes como Arnoldo Martínez Verdugo y otros dirigentes del Partido Comunista. También tuve acceso a periódicos y algunos documentos del PCM. Un problema muy serio para cualquier investigador que estudie el movimiento obrero de México es la dispersión de las fuentes primarias. Debido a esa costumbre que tienen muchos militantes de llevarse los documentos como si se tratara de cosas de su propiedad, cuando en realidad son propiedad del Partido, no hay manera de centralizar fuentes de información. Es cuestión de ir viajando por toda la república pidiendo, implorando, solicitando, exigiendo o amenazando para acumular la información.

Otro problema que he encontrado ha sido la falta de cuidado con los materiales, por parte del PCM mismo. Eso se explica por varias razones, algunas fuera del control del Partido; debido a las olas de represión de las cuales el PCM ha sido víctima en muchas coyunturas, la policía se ha robado los archivos del Partido.

Estos son los principales problemas que tienen que ver con la ubicación de las fuentes de información.

Otro problema, y yo creo que lo es más para los mexicanos que para los investigadores extranjeros, es el de que un acervo importantísimo sobre la historia de la izquierda mexicana no se encuentra en México sino en el Instituto de Historia Social de Amsterdam o en el National Archives en Washington, o en quién sabe qué otros lugares. La información de Amsterdam es fácil de recuperar por medio de microfilmes (acabo de entregar al CEMOS una serie de materiales hemerográficos, revistas anarquistas y comunistas que conseguí allá). En el Archivo del Departamento de Estado y en el Archivo de la Inteligencia Militar de Washington se encuentra información muy importante, y no me refiero simplemente a esos famosos informes que rindió el compañero José Allen, sino a una colección muy importante de los primeros, muy raros y difíciles de encontrar, periódicos del PCM; publicaciones como El Soviet, El Obrero Comunista, etcétera. Entonces, creo que es importante recuperar esa información, yo diría inclusive que debe ser una tarea nacional, porque una cosa que me llamó la atención en Washington es que no se encuentra solamente un ejemplar de cada revista, sino hasta 18 ó 20 ejemplares. Creo que la Hemeroteca Nacional y el CEMOS deben entablar pláticas para hacer intercambios y recuperar esa información.

Me gustaría mencionar los problemas que no existen, y que sí esperaba encontrarme, debido a que se sabe que hay cierta desconfianza hacia los investigadores extranjeros para estudiar los temas delicados. Esperaba, en fin, encontrar barreras y dificultades para realizar mi investigación, pero francamente fue una sorpresa muy grata encontrar que no había nada de eso; nunca he tenido problemas para conseguir entrevistas, tener acceso a archivos o consultar documentos, y creo que esto es uno de los rasgos más significativos en el desarrollo de la izquierda mexicana. Este fenómeno no es una cosa simplemente académica, sino que tiene que ver con la etapa mucho más madura por la cual la izquierda mexicana ha pasado últimamente. Este proceso de maduración tiene que ver con la conquista, digamos, del registro, con la nueva legalidad, las nuevas modalidades de la legalidad, la incorporación de la izquierda a la vida diaria de México. Ahora estudiar a la izquierda no es una cosa rara, es normal. La gente quiere que se recupere la conciencia de la izquierda, porque realmente hace falta.

Últimamente me ha interesado la figura de José Revueltas; hasta hace pocos años no había leído mucho sobre él, pero considero que Revueltas es la figura del marxismo en México que más ha contribuido en cuanto a lo novedoso, lo original, lo imaginativo y en la capacidad de expresar las preocupaciones de un marxista en términos que sí lo puede apreciar el gran público. Su labor política se corresponde con su labor literaria. Novelas como Los días terrenales me provocaron un impacto muy grande; lo que me parece sumamente raro es que no se haya hecho ni un análisis de tipo académico o un análisis políticoliterario de los trabajos de Revueltas y que no se haya recuperado, para la izquierda en su conjunto, su tra- bajo. Se han escrito libros y ensayos sobre Revueltas, muchísimos, pero, o tratan su desarrollo filosófico, o son ensayos sobre sus novelas desde el punto de vista literario. Cierto que su trayectoria política es sumamente rara, pero no se ha llegado a fundir un análisis literario y un análisis político sobre su labor. Considero que esto es importasnte, porque novelas como Los días terrenales son autobiográficas y la temática es la vida del PCM en cada página, con nombres, lugares, fechas, fenómenos tomados de la vida real. Así que Los días terrenales no se puede considerar una novela que se pueda estudiar bajo la temática o el interés de aclarar la influencia de Sartre o del primer impacto del existencialismo en México, porque claro que es una novela existencialista, pero para mí es una fuente primaria en la historia del PCM. Los ensayos políticos de José Revueltas que se acaban de publicar me han aclarado mucho acerca de la experiencia del marxismo-comunismo en México.

Quisiera terminar con unas palabras de elogio a la labor de Arnoldo Martínez Verdugo, porque es importante reconocer su trabajo para rescatar la historia del PCM, el interés que ha mostrado en ese reto de recuperar la conciencia histórica de la izquierda mexicana, porque es una de las pocas figuras del antiguo PCM que sí se interesaron en eso. En muchos momentos de la historia del Partido Comunista, por medio de un informe, de la declaración de un pleno del Comité Central, se comprometió a escribir la historia y a fundar un centro de investigación que se lanzase a la búsqueda de información. Pero durante mucho tiempo no se cumplieron esos compromisos. Ahora sí, Arnoldo y el equipo de investigadores del CEMOS han cumplido con ese reto.

El proyecto nacional de los marxistas del ’47

El proyecto nacional de los marxistas del ’47
María Eugenia Romero Sotelo y Juan Pablo Arroyo Ortiz1

Los primeros días de enero de 1947 se llevó a cabo la Mesa Redonda convocada por Vicente Lombardo Toledano con la intención de reunir a los marxistas mexicanos para “discutir, cambiar impresiones…y contribuir a la fijación de los objetivos inmediatos, a la fijación de la táctica y la formulación de la estrategia que el proletariado y el sector revolucionario de México deben tener en la actual etapa histórica de la vida del país“2. El tema general con el cual fue convocada la Mesa Redonda era “Objetivos y tácticas de lucha del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país“3. Participaron el Partido Comunista Mexicano, Acción Socialista Unificada, el grupo El Insurgente y el Grupo Marxista de la Universidad Obrera. Se invitó, además, a un grupo de personajes con participación en la política revolucionaria del país.

En el presente ensayo tratamos de exponer los aspectos más importantes de la Mesa Redonda, tratando de articularlos con el contexto económico del desarrollo de México en ese momento.

Es importante mencionar los aspectos fundamentales de la ponencia de Vicente Lombardo Toledano, debido a que establece los lineamientos básicos que conducirán la discusión. Los temas y su concepción fueron acogidos en lo fundamental por los participantes, con la excepción de los representantes del PCM y de Acción Socialista Unificada, quienes marcaron matices a la discusión o tajantes diferencias en algunos temas centrales.

Según Vicente Lombardo Toledano la Mesa Redonda era necesaria por el abandono de la teoría como guía de los movimientos de masas, aspecto que planteaba problemas de conducción tanto en el movimiento obrero como en el “conjunto de los amplios sectores que constituyen lo que. . . llama la revolucion mexicana”, por lo que manifiesta que la acción política debe basarse en el conocimiento científico. Todo esto con el fin de llegar a “una línea única, de una estrategia y de una táctica”.

Aceptado el riesgo que implican las síntesis esquemáticas, partiremos de los temas fundamentales que se abordan en la discusión.

Lombardo enmarca la discusión en lo que llama la “vieja controversia” acerca “de definir con exactitud cuáles son las metas inmediatas que deben alcanzarse, cuál es la forma de organizar las fuerzas para alcanzar los objetivos propuestos y de qué manera hay que emplear estas fuerzas, y en qué momento, para alcanzar el objetivo señalado”.4 Aquí ubica fundamentalmente dos desviaciones, una de izquierda y otra de derecha. La primera, según Lombardo, consiste en que el proletariado tome la vanguardia en lo que se refiere al cumplimiento de los objetivos de la revolución mexicana y que el gobierno se convierta en instrumento de las fuerzas del proletaria-do. La de derecha consiste en un fatalismo histórico y geográfico que concluye que sólo “una política económica de interdependencia entre nuestro país y los Estados Unidos podrá ayudarnos a resolver los problemas domésticos de nuestra nación”. Una tarea fundamental del momento es combatir la desviación de izquierda, ya que la de derecha ha ido desapareciendo dentro del sector marxista. Aspectos de esta vieja controversia aparecen en un nuevo contexto de la realidad de la sociedad mexicana.

Lombardo considera que es fundamental combatir esta desviación de izquierda por quienes sustentan una teoría científica como base de la actividad política, de ahí que él desarrolle en su exposición los aspectos básicos del materialismo dialéctico y del materialismo histórico como fundamentos para el análisis de la sociedad.

Caracteriza el mundo en 1947 a partir de la consideración de que se vive una etapa de transición al socialismo, de que el mundo se encuentra dividido entre dos sistemas, el capitalista y el socialista. El capitalismo se halla en su última etapa, el imperialismo, cuyo centro fundamental se encuentra en los Estados Unidos, enmarcado en la crisis general del capitalismo, además de la inestabilidad de la paz mundial, que se debate en las posibilidades de una guerra inmediata. La característica fundamental del imperialismo norteamericano es el crecimiento de los monopolios durante la segunda guerra mundial, que han generado cambios de carácter político al interior de la sociedad norteamericana.

Parte de la idea de que la segunda guerra mundial tiene como resultado una marcada debilidad del capitalismo, por la derrota de Alemania, Japón e Italia, importantes naciones industriales, lo que fortalece a los Estados Unidos como principal centro del imperialismo. Además se nota en su exposición un esquema simplista de la conceptualización de las relaciones capitalistas a nivel mundial, al presentar éstas entre naciones coloniales y semicoloniales con el imperialismo. Pierde de vista el carácter del imperialismo en la definición del reparto del mundo, la expansión de mercados y de la penetración en los países capitalistas subordinados, en los que se transforman las fuerzas productivas estableciendo nuevas relaciones internacionales políticas y económicas.

Concluye, para el caso de América Latina, que la salida a la contradicción entre desarrollo de fuerzas productivas y relaciones sociales de producción tiene solamente dos posibilidades, “la solución progresista, positiva, para el porvenir inmediato. . . rompiendo, destruyendo las formas artesanales y feudales de la producción, o bien el salto atrás, el retroceso de los pueblos… aprovechando la situación presente las fuerzas reaccionarias y con ayuda del imperialismo extranjero” .5 Este aspecto es el que permite explicar, según Lombardo, cuáles han sido la táctica y la estrategia y cuáles son los objetivos del movimiento obrero como vanguardia de los pueblos latinoamericanos. Así, ubica el papel de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL) como impulsora del desarrollo de una vía progresista del capitalismo en América Latina. Es importante hacer notar que Lombardo considera que en esta etapa histórica el capitalismo mercantil es el dominante en las relaciones de producción en América Latina, y que las fuerzas progresistas deben promover la transformación hacia un capitalismo industrial.

Una preocupación fundamental era la obstrucción del desarrollo capitalista nacional, en su concepción de revolución democrático-burguesa, por parte de la expansión de los monopolios, instrumento imperialista. Este será el fundamento ideológico, por parte de la izquierda, para apoyar la política proteccionista, aspecto básico de la política de industrialización.

Lo que explica la coincidencia, en el caso de México, de la izquierda con el nuevo grupo industrial es la fuerte oposición al plan Clayton, presentado por los Estados Unidos con la intención de abrir las barreras al comercio de Latinoamerica.

Las coincidencias con el nuevo grupo industrial, que está organizado en la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, no sólo se dan en torno a la oposición al plan Clayton, sino que cubren todo un proyecto de desarrollo nacional que se integra en lo fundamental con los siguientes aspectos: una política de industrialización para cubrir un mercado interno que requiere abastecimiento en las condiciones de crisis que se dan después de la guerra, en las que había prevalecido un desarrollo de la manufactura para la exportación. Esta política requería un apoyo del Estado para crear las condiciones del proceso de acumulación, dotando de la infraestructura, la protección arancelaria y la política indispensables para favorecer a este grupo industrial. De aquí la concepción de un Estado políticamente fuerte, instrumento básico de la mediación entre las clases sociales. Un Estado que corrigiera las desviaciones nacionalizadoras que prefiguraba el Estado cardenista. Sin embargo, aceptaban explícitamente la presencia del Estado en la economía. El Estado constituyó su fuerza política desde el pacto social antifascista, que se dio durante la segunda guerra mundial y que sirvió fundamentalmente para someter a las fuerzas de izquierda y al movimiento obrero en torno a la política de unidad nacional para la industrialización.

Otro aspecto del proyecto es la política hacia los sectores populares y principalmente hacia el sindicalismo. Era una preocupación el que los beneficios de la industrialización y modernización del país llegaran también a los sectores populares, por ello existía una clara actitud conciliadora con los sindicatos, expresada en el pacto obrero-patronal de abril de 1945, y en el plan de mediación establecido entre la CTM y la CNIT para resolver los conflictos obrero-patronales.

Con la intención de lograr un consenso alrededor de su proyecto nacional, este nuevo grupo empresarial levanta una parte de su programa, referente a los problemas agrícolas, buscando medidas para elevar la productividad en el campo y sostener el poder adquisitivo del campesinado, con base en la idea de que el sector agrícola recibiría los beneficios de la industrialización .6

Este grupo industrial sostiene también una actitud de intenso nacionalismo con criterios antiextranjeros, particularmente antinorteamericanos. Así se configure el plan nacionalista que será parte fundamental en la Unidad Nacional que convoca a los diferentes sectores progresistas en torno a un solo proyecto de industrialización.

Estos planteamientos se contradicen con los que hacen los antiguos industriales integrados en la Confederación Patronal de la República Mexicana, en la Confederación de Cámaras Industriales y en la Asociación de Banqueros. Éstos plantean fundamentalmente una política hacia los sindicatos de no aceptación de pactos ni alianzas con el movimiento obrero organizado; la concepción de un Estado sin intervención alguna en la economía y una actitud de acuerdo con los Estados Unidos en torno a la política de liberalización de la economía.

En este contexto, los marxistas participantes en la Mesa Redonda integran su proyecto a partir de una concepción de la revolución mexicana que se encuentra en una etapa que requiere la unidad nacional para llegar a las últimas consecuencias de la revolución democrático-burguesa, en una situación donde la contradicción principal está en la lucha antiimperialista; para ello se requiere un Estado con apoyo popular y con participación en la economía, en el cual el proletariado juegue un papel específico en la dirección del proceso. En torno a estos dos puntos, el Estado y la dirección del proceso revolucionario, encontraremos las divergencias básicas entre los participantes de la Mesa. A continuación exponemos más ampliamente los aspectos relevantes del proyecto de la izquierda, que concluye en la propuesta de la integración del Partido Popular, cuestión que también genera confrontación entre los marxistas.

La caracterización de la Revolución está clara en la exposición de Lombardo cuando dice:

Es evidente que la revolución mexicana tiene como objetivo inmediato no el advenimiento del socialismo sino la destrucción del pasado semifeudal y esclavista, y la emancipación de la nación respecto a la influencia extranjera, en otros términos, los objetivos inmediatos de la revolución mexicana son el establecimiento de un régimen democrático-popular, pero al fin y al cabo un régimen burgués-capitalista.7

Encontramos en las exposiciones de los demás participantes un acuerdo generalizado respecto a la concepción democrático-burguesa de la Revolución y una convergencia en cuanto a la estrategia en el sentido de la profundización de las relaciones capitalistas de producción, como una vía para alcanzar las condiciones necesarias para la posterior consecución de la socialización de la Revolución. Se apoya esto en la idea del desarrollo lineal y esquemático, que, aunque explícitamente se critica en varias intervenciones, implícitamente se adopta. El objetivo era la transformación del capitalismo mercantil en capitalismo industrial, que se cumpliría con el logro de una meta planteada casi hasta la obsesión: la destrucción de las relaciones feudales y esclavistas, cuestión nunca fundamentada a lo largo de la Mesa Redonda. Estas afirmaciones se hacen en un contexto en el que el capitalismo industrial tiene un papel relevante en la sociedad mexicana, buscando en ese momento una redefinición de las condiciones de reproducción, debido a la situación planteada por la posguerra en términos de las relaciones internacionales de producción e intercambio.

Lombardo analiza la situación económica del país a partir de las contradicciones del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción en México. La contradicción la ubica en el desequilibrio entre el desarrollo agrícola y el desarrollo industrial, el cual genera obstáculos para el desarrollo industrial debido a la escasa producción agrícola, sumada a la subsistencia importante del artesanado. El desarrollo industrial se ve amenazado por la baja capacidad adquisitiva de la población, que no le permite integrarse al mercado y con esto al consumo de los productos de la industria nacional. Además de estos factores que ponen en peligro el desarrollo industrial señala el acuerdo comercial de México con los Estados Unidos, firmado en la segunda guerra mundial, como un peligro más para la industria nacional, por la competencia con los productos norteamericanos. Agrega que existe una política hacendaria inadecuada, ya que no orienta el crédito público y privado para fines reproductivos. Concluye de esto que las fuerzas productivas se contradicen con las relaciones de producción. A partir de este análisis se pregunta si es el proletariado el que debe conducir a la revolución democrático-burguesa en nuestro país, a lo que responde de manera afirmativa con el siguiente argumento:

. . . porque el capitalismo, la democracia burguesa, es un paso progresista con relación al pasado feudal y esclavista del país. Le conviene, además, porque desde el punto de vista del tránsito histórico. . . el capitalismo es un paso hacia el socialismo respecto del feudalismo y la esclavitud; le conviene también al proletariado encabezar la revolución democrático-burguesa porque en este desarrollo el proletariado mismo crece, se fortalece como clase social. . . porque sólo él… es la fuerza que puede impedir que las cargas que implica el desarrollo capitalista, en un país que está viviendo en una etapa posterior al desarrollo burgués, caigan fundamentalmente sobre las clases populares8.

En la búsqueda del cumplimiento de los objetivos en este marco socioeconómico, se pregunta quiénes deben ser los aliados del movimiento obrero en la conducción del proyecto democrático-burgués, a lo cual responde que los aliados son los campesinos, la clase media, la burguesía industrial progresista, parte de los banqueros, parte de los comerciantes.

La alianza entre estos sectores debe ser la táctica a seguir para lograr la consecución de los objetivos de la revolución democrático-burguesa hasta sus últimas consecuencias, concebida ésta como una unidad global de los sectores progresistas de la sociedad en lo que llama la Unidad Nacional. Todo esto está basado en una condición indispensable: la unidad de la izquierda.

Hasta este punto del debate encontramos aparentemente una confluencia de los participantes; sin embargo, es el punto de partida de las diferencias en tres aspectos fundamentales: el carácter del Estado en el proceso, la caracterización del gobierno de Miguel Alemán y el papel del proletariado en la conducción de la revolución.

Respecto a la caracterización del gobierno de Miguel Alemán, que en ese momento tenía apenas un mes y medio de haber tomado posesión, la diferencia radica en que Lombardo y los seguidores de sus tesis conciben que es el gobierno de la unidad nacional, que, a pesar de que uno de sus primeros actos fue la reforma al artículo 27 constitucional, que frena el proceso de la reforma agraria, es susceptible de conducirse por el camino que marque la alianza de los sectores progresistas. Los miembros de Acción Socialista Unificada y del Partido Comunista pensaban que Alemán unificaba a la burguesía y que sólo con un cambio en la correlación de fuerzas se podría corregir el rumbo de ese gobierno, para lo cual era indispensable dirigir la unidad nacional como una presión social y política que lo obligara a adoptar dicho programa.

De aquí deriva la siguiente diferencia, que consiste en la concepción del Estado y del desarrollo capitalista. Por una parte se plantea la necesidad de un Estado integrado fundamentalmente por la burguesía progresista con el proletariado como aliado y con una presencia fuerte en la economía. Por la otra, expresada por ASU y el PCM y argumentada claramente por Hernán Laborde, vemos su posición en cuanto a las posibilidades del desarrollo capitalista y del Estado. Laborde dice:

Hay dos posibles vías al desarrollo del capitalismo: la que fortalece al capital financiero, particularmente al capital financiero imperialista, pero también al capital financiero nativo, que afianza la dominación del capital extranjero, apoyándose en el capital financiero nativo y en el capital comercial, en una parte del capital industrial y en los terratenientes, en los nuevos terratenientes hacendados capitalistas, que no serán menos voraces en la explotación del peonaje.

La otra vía de desarrollo capitalista posible es la que suprime progresivamente la dominación del capital extranjero nacionalizando las posiciones claves de la economía, la que debilita la influencia del capital financiero nativo también, mediante la intervención del Estado en la economía y mediante la introducción progresiva, aunque parcial, del capitalismo de Estado, no de golpe, pero en forma progresiva, de acuerdo con las circunstancias del país y con la situación internacional. Es también la que nacionaliza los bancos y reforma las finanzas y el sistema de crédito en un sentido democrático, es decir, para mejorar la situación de los trabajadores y de todo el pueblo, a la vez que se desarrolla la economía del país, no en beneficio de un puñado de financieros y especuladores, sino en beneficio de toda la nación. Y en la política económica es la que conduce a la reducción de los precios, al aumento de los salarios reales y al bienestar general de la población trabajadora9

En torno al papel del proletariado en la conducción de la revolución democrático-burguesa, Lombardo y sus seguidores proclamaban que el proletariado no estaba aún maduro para la participación en la gestión del proceso, y así su papel era el de definir el rumbo desde las alianzas; en tanto que el PCM y ASU reclamaban la conducción fundamental del proletariado como vanguardia de la revolución, aunque ésta fuera democrático-burguesa, de ahí la necesidad de conducir la unidad nacional, la política económica e incluso ocupar posiciones claves en el gobierno.

Finalmente, en torno a la concepción del partido, los comunistas nunca cedieron en su consideración de que el PCM era la vanguardia de la revolución, de manera que externaban sus dudas sobre la integración y el papel del Partido Popular en el proceso revolucionario, cuestión que sintetiza las diferencias fundamentales de la polémica.

Contexto económico de la Mesa Redonda de los Marxistas de 1947

El objetivo básico de este ensayo es ubicar el contexto económico en el que se desarrolla la discusión de los marxistas en 1947. El punto es relevante en virtud de la importancia que tiene el problema de la producción, la distribución y el consumo en una visión global de la sociedad, lo cual permite entender mejor las concepciones políticas de los participantes en la polémica. Aunque no encontramos en sus exposiciones un estudio sistemático de la economía, en conjunto se puede percibir una constante preocupación por los problemas estructurales, ya sea en las ideas sobre la expansión del imperialismo o en los problemas de la industrialización, del comercio internacional, de la política financiera, de la expansión monopólica y otros. Para poder ubicar sus concepciones desde una perspectiva crítica, y aprovechando la ventaja de la observación a distancia, desde la perspectiva histórica, trataremos de desarrollar un análisis extendiéndonos a la evaluación de la situación econó-mica en la década de los cuarenta. Expondremos en primer lugar algunos aspectos de la situación internacional —en un análisis de los problemas de la producción y la distribución, las relaciones económicas internacionales, para poder entender algunas preocupaciones que se manifestaron en la Mesa Redonda sobre la hegemonía de los Estados Unidos, los monopolios, la inflación mundial, el comercio y, de manera sobresaliente, el problema del Estado— con la intención de articular un análisis con la situación económica a nivel interno sin perder de vista la inserción de nuestra economía en el conjunto del sistema capitalista.

Tal como lo señalan varios ponentes, una de las cuestiones relevantes es la nueva condición de la situación mundial con la aparición de dos sistemas económicos encontrados, el capitalismo y el socialismo. Efectivamente, como resultante de los efectos de la segunda guerra mundial, tenemos como característica inicial una desarticulación de la producción que se tiene que reconstituir en las nuevas condiciones políticas. La existencia de dos fuerzas fundamentales inauguran un panorama geopolítico diferente al.que existía hacia apenas algunos años. La guerra destruye el sistema multilateral que tenía como centro básico a Europa occidental y da lugar a la condición bilateral que enfrenta al socialismo con el capitalismo. Una de las expresiones iniciales de la desarticulación del aparato productivo y de la nueva división geopolítica es la ruptura de las relaciones de intercambio anteriores, fundamentalmente por la separación del campo económico entre el bloque socialista y el bloque de occidente.

En el ámbito diplomático, se dan intentos por mantener el equilibrio mundial a pesar de la segura ruptura que prefiguraban las condiciones objetivas: en octubre de 1945, en la Conferencia de San Francisco surge la Carta de las Naciones Unidas, cuyo órgano esencial, el Consejo de Seguridad, pretendía la solución pacífica de las divergencias. Sin embargo, tal cual fue diseñado el sistema de la ONU y debido a la nueva correlación de fuerzas, Estados Unidos domina rápidamente el Consejo de Seguridad y a las Naciones Unidas, y el conflicto permanece.

La obvia disgregación de alianzas ocurrida en esta nueva situación desató un enfrentamiento político que se conoce como guerra fría, por darse exclusivamente a nivel diplomático, entre las tres potencias básicas del momento, los Estados Unidos e Inglaterra, por un lado, y la Unión de Repúblicas Sovieticas Socialistas, por el otro. “Es la guerra fría, acompañada de una espectacular inversión de alianzas, rasgo propio de la segunda posguerra; el año de 1947 marca su principio y en 1953 aparecen tan sólo los primeros síntomas de suavización.10

Una de las manifestaciones concretas que presenta el inicio de la guerra fría fue la doctrina expresada en el discurso del presidente Truman del 12 de marzo de 1947.

No alcanzaremos nuestros objetivos. . . sus libres instituciones y su integridad nacional contra los actos de agresión que pretenden imponerles regímenes totalitarios. Se ha comprobado que los regímenes totalitarios impuestos a los pueblos libres por agresiones directas o indirectas socavan la paz internacional y en consecuencia la de los Estados Unidos…Estoy convencido que la política de los Estados Unidos debe consistir en ayudar a los pueblos que resisten los intentos de dominación efectuados por minorías armadas o presiones exteriores.11

El trasfondo de estas expresiones eran las condiciones económicas que predominaban en los Estados Unidos. Su planta productiva estaba intacta después de la guerra. Aún más, estaban en plena revolución tecnológica con la automatización de la producción, lo cual los ponía a la vanguardia en el mundo occidental.

Por otro lado, el campo socialista vivía condiciones muy diferentes. Europa oriental se encontraba en el proceso de incorporarse a la socialización de la producción, realidad impuesta por el reparto geopolítico resultante de la victoria de los aliados. De esta manera, la URSS tenía una compleja tarea: reconstruir su economía y sostener un aparato político interno y externo que fuera la pauta para la integración de su área de influencia, cuestión indispensable en la nueva correlación de fuerzas.

En particular, la URSS se encuentra en desventaja respecto al eje del mundo capitalista, pues su aparato productivo está destruido y cuenta con un retraso estratégico en armamentos (realiza su primera prueba nuclear en 1949). De aquí que en 1945 se diseñe el cuarto plan quinquenal, que tiene como metas:

Reconstruir la parte destruida durante la guerra, centros urbanos, campos agricolas, plantas productivas, etcétera.

Desarrollar nuevas áreas de producción estratégicas en términos económicos y militares. Eso explica la orientación del mayor crecimiento de las plantas industriales del este de la URSS.

Desarrollo de la producción armamentista que hiciera desaparecer la inferioridad bélica respecto al bloque capitalista.

En este plan se da prioridad a la producción de hierro y acero, armas, bienes de producción e insumos estratégicos sobre la de bienes de consumo directo. Las condiciones políticas de una nación con una revolución joven obligan al Estado a desarrollar una política de estricta disciplina en la producción y de desarrollo ideológico en la educación en general en una situación adversa. La debilidad estrateégica de la URSS era evidente.

Ésta era la situación que suponemos preocupaba a los participantes de la Mesa Redonda cuando se referían al peligro inminente de la guerra. En sus planteamientos por la paz mundial, aspecto central de la argumentación en pro de la unidad nacional y de la izquierda, se denotaba una influencia determinante de las condiciones de debilidad coyuntural del bloque socialista, cuestión que fundamentara uno de los aspectos de la lucha antiimperialista.

Los marxistas de 1947 tenían mucha razón al prever un fortalecimiento estratégico de los Estados Unidos en el mundo de la posguerra; el Plan Marshall y el Tratado del Atlántico pasan a ser dos aspectos de una misma asistencia, el económico y el militar, a los países europeos, así como a Turquía, Grecia, Irán, Corea y Filipinas. Es muy importante no separar el aspecto político del económico en esta estrategia de expansión del imperialismo. La doctrina Truman que mencionamos antes cristaliza en el Plan Marshall, clara intención de control político en la expansión norteamericana del momento.

Las medidas de ayuda y reconstrucción [de los países arruinados por la guerra] han sido dictadas por el humanismo sólo en parte. Nuestro Congreso ha autorizado y nuestro gobierno realiza hoy una política de ayuda y reconstrucción, como un asunto de interés nacional…ya que la demanda mundial excede nuestras posibilidades de satisfacerla, concentraremos nuestra ayuda en aquellos países en que será más eficaz para construir un mundo estable política y económicamente, favoreciendo la libertad humana y las instituciones democráticas, estimulando la política liberal y consolidando la autoridad de las Naciones Unidas. Es una simple medida de sentido común… los pueblos libres que quieran preservar su independencia, sus instituciones democráticas y las libertades humanas contra las presiones totalitarias del interior o exterior recibirán preferentemente la ayuda americana.12

En el proceso del armamentismo y de la asistencia económica en la pos-guerra, se liga la extensión de las funciones económicas del Estado. “Su forma no consistió tanto en un control directo sobre la producción industrial como en una extensión considerable de los gastos del Estado y. . . de su influencia sobre el mercado, en especial con respecto a los medios de producción.”13 A este nuevo papel del Estado en la economia capitalista se le empieza a denominar, en los ambitos academicos y politicos, como capitalismo de Estado.

Esto es un aspecto relevante, pues en la Mesa Redonda una preocupaci6n presente es el papel que el Estado mexicano debe tener en la economia. La discusi6n se da en terminos del capitalismo de Estado, y se marca una diferencia profunda entre dos posiciones. Laborde y Campa, por un lado, expresan su intenci6n de fortalecer un Estado con fuerte intervenci6n econ6-mica y con participacion obrera en la gestion, mientras que Lombardo, Ramirez, Revueltas y otros expresan su idea en torno a un Estado mas re servado y con direcci6n exclusiva de empresarios progresistas. Estas posiciones llevaban implfcitamente la idea de que el capitalismo de Estado era una via hacia la socializaci6n del capitalismo, aspecto discutible si se pierde de vista la importancia que en esta epoca tiene el Estado en la regulaci6n del capitalismo.

Dado el alto grado de concentración económica característica de esta era monopolista, resulta inconcebible que estas tendencias al capitalismo de Estado introduzcan, per se, un cambio radical, ya sea en el carácter del Estado o en el sistema prevaleciente de relaciones sociales. Propiciar tal posibilidad significa adoptar un punto de vista puramente superficial acerca del capitalismo como sistema económico e ignorar aquellas características básicas, históricamente determinadas, de ese sistema.14

Una característica importante de la segunda posguerra es que la producción de armamento no se interrumpe, sino que conserva una considerable producción y una constante en la investigación de armas nuevas. Este es el caso de los Estados Unidos, la URSS y la Gran Bretaña. Tal parece que este aspecto se convierte en un punto de apoyo para acelerar el proceso de reconversión de la economía de guerra en economía de paz.

En los Estados Unidos este cambio se hizo rápidamente, sin grandes dificultades; en el caso de las industrias de construcción naval, aeronáutica, aluminio, etcétera, sufren reducciones estimables que se compensan con el incremento en la actividad de otras ramas industriales, como la de bienes de consumo, que se desarrolla para beneficiar las necesidades del mercado interior y exterior, rama que cumplirá un papel predominante en el desarrollo industrial posteriormente. La recuperación industrial se da en forma acelerada en este país, donde el índice de producción industrial pasa de 170, en 1946, a 187, en 1947; a 192, en 1948; y a 175, en 1949 —pequeña inflexión en la economía, tanto para los Estados Unidos como para la economía mundial. El impulso del desarrollo técnico en el área industrial es un apoyo más para esta recuperación acelerada; es el caso de los productos químicos, fibras sintéticas, plásticos, combustibles, televisión, etcétera, contando también con el desarrollo de los servicios públicos, el gas, la electricidad y el teléfono.15

Esta reconstrucción del aparato industrial a nivel mundial se desarrolla en una situación de desequilibrio de la economía internacional, que se agrava con el incremento acelerado de la producción; así, los países industrializados protegen más que nunca los mercados interiores. La competencia internacional y la lucha por los mercados se presenta con mayor fuerza, ya que los países empobrecidos necesitan exportar más para pagar sus importaciones, desequilibrio agudizado por el liderazgo de los Estados Unidos y el liberalismo esbozado de 1914.

Ante este desequilibrio, la reconstrucción se mueve en el ámbito de la cooperación internacional de 1945 a 1950, lo cual se muestra no solamente en la rehabilitación del aparato productivo, sino también en el restablecimiento de los canales del comercio y el sistema multilateral de pago.

Ya desde 1941 el gobierno americano se plantea el problema de la reconstrucción de la economía desde un punto de vista liberal y multilateral, muestra de ello es el acuerdo de ayuda mutua firmado entre los Estados Unidos y la Gran Bretaña el 23 de febrero de 1942, en el que se comprometen los países firmantes a eliminar en el momento adecuado toda forma de pacto discriminatoria en el comercio internacional. En pos de tal objetivo se crea la UNRRA en 1944,16 que ve su fin en el mes de agosto de 1946.

En el marco de esta cooperación internacional surgen dos instituciones en la Conferencia de Bretton Woods, en 1944: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo; asimismo, el Plan Marshall. en 1947, y el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT). A este esfuerzo de cooperación internacional se suman los de las economías nacionales. La crisis de 1929 y las necesidades de la economía de guerra obligaron a los gobiernos a intervenir más en la actividad económica, acción que modifica paulatinamente los aspectos del llamado capitalismo liberal; lo anterior se expresa en la importancia que va adquiriendo el sector público y la diversidad de los medios de intervención estatal en la economía. En el momento una de las preocupaciones fundamentales de los gobiernos es la de mantener el crecimiento de la economía con pleno empleo, aun con el riesgo de crear tensiones inflacionarias, forma de crecimiento causante del alza de los precios y de los pagos al exterior, que muestra a su vez la incompatibilidad entre el crecimiento interior y el exterior. Sin embargo, los gobiernos optan por la expansión inflacionaria, que significa la plena utilización de los recursos, aspecto característico de esta fase de reconstrucción.

La propia reconstrucción permite la inversión y la aceleración del crecimiento; ello no significa rehacer simplemente lo destruido, sino crear nuevas estructuras. Así, el campo de la inversión no se encuentra vinculado solamente a las necesidades de reponer los medios de producción destruidos o amortizados durante la guerra, sino al desarrollo de la tecnología, característica de la posguerra, que muestra nuevas areas al gasto de inversión: es el caso de la industria química en los Estados Unidos, así como el propio desarrollo de la energía atómica para fines pacíficos o militares, terreno en el cual la innovación tecnológica y pública apoyan un proceso para la innovación privada.

En la recuperación, un problema que enfrenta la mayoría de los países son las fuertes tensiones en sus balanzas de pagos. El único país que no sufre estas tensiones son los Estados Unidos, dadas las condiciones propicias con que emergió de la conflagración mundial, por lo que sólo este país se encuentra en una situación tal que le permite realizar grandes exportaciones de capital, que se da en términos de la expansión privada directa y hacia los países industriales, los cuales se manifiestan menos riesgosos. Una característica de esta expansión privada directa posterior a 1945 ha sido el rápido crecimiento de la empresa multinacional, forma de organización empresarial en gran escala.

Siguiendo los acontecimientos se puede decir que el periodo de 1945 a 1950 se caracteriza por los esfuerzos de reconstrucción de las economías. En occidente, es un periodo de preparación para una de las fases de expansión más extensas que ha tenido el capitalismo, fase cuya característica esencial es su acelerado crecimiento y la reducción de la amplitud de sus fluctuaciones. Esta tendencia muestra una expansión extensa y rápida, con algunas recesiones cortas que se manifiestan en los años de 1949, 1951, 1952 y 1958 en Europa y los Estados Unidos —la de 1954 sólo en la economia americana—; cabe mencionar que estas recesiones se muestran sólo como una inflexión de la tendencia, mas no como una inversión de la misma.17

Para analizar la parte correspondiente a la economía nacional, como aspecto final de nuestro análisis sobre el contexto en el que se da la Mesa Redonda de los Marxistas de 1947, trataremos de relacionar lo referente a la modificación en los grandes aspectos de la economía y algunos aspectos cualitativos, como el movimiento obrero y sus principales manifestaciones, las políticas del Estado dirigidas al fomento de la industria, al comercio y a los sindicatos.

Pretendemos ir mas allá de la mera interpretación cuantitativa que nos pueden mostrar los cuadros estadísticos de las variables económicas, sin llegar a un estudio global de la historia social por las limitaciones que impone este ensayo. Hay que destacar que el periodo que tomamos como referencia para este estudio se inicia en 1939, momento que concentra características que fueron madurando desde años atrás a partir de dos cimentaciones básicas, la primera es el proceso revolucionario de 1910, que genera un torrente de sucesos políticos, sociales y económicos que aportan los aspectos básicos que se consolidan en el segundo elemento: el proceso de reformas económicas y políticas del periodo cardenista y que dan cuerpo a las condiciones en las que se abre la decada de los cuarenta. Así, en esta década domina la idea de la industrialización, particularmente el desarrollo de la manufactura, que tiene sus antecedentes en el proceso de acumulación que surge del proceso de revolución social, de tal manera que uno de los aspectos centrales de este periodo es la preocupacibn por el desarrollo industrial, alrededor de lo cual giran la política y la sociedad en general.

A partir de 1940 encontramos un crecimiento notable del PNB, a tal grado que alcanza entre 1940 y 1950 un promedio de 7,3 por ciento anual. Sin embargo, al ver el crecimiento año por año tenemos una reducción del incremento a la mitad de la década, que llega a 1 por ciento en 1947, cuestión que marca una clara inflexión del ciclo que posteriormente se recupera con un ritmo de crecimiento de 5 por ciento de 1947 a 1950.

Al analizar la participación de los sectores productivos más importantes, encontramos que las áreas más dinámicas son la agricultura, la manufactura, los energéticos y los transportes, bajo el criterio de que duplican su producción en la década y son el factor fundamental del ritmo de crecimiento anotado. En términos particulares, la agricultura cuenta con un crecimiento errático; sin embargo, alcanza un promedio de crecimiento de 7 por ciento anual. La manufactura, el petróleo y los transportes reportan un comportamiento similar, de continuo crecimiento, salvo en la inflexión de 1946-1947. Destaca la media anual del crecimiento de la manufactura con un 8,6 por ciento.18

Este notable crecimiento del Producto Nacional Bruto se ve acompañado de fuertes presiones inflacionarias, a tal grado que poniendo como base 100 en 1954 tenemos un incremento del costo de la vida del trabajador de 21,3 en 1940 a 75,3 en 1950, y tomando el índice de precios al consumidor con la misma base tenemos que pasa de 23,9 en 1940 a 72,5 en 1950.19

En tanto, las modificaciones en la población económicamente activa se manifestaron de la siguiente forma: de 1940 a 1950 el sector agropecuario reduce su participación en el total de la PEA de 65 por ciento a 58 por ciento, en tanto que el sector servicios incrementa su participación de 19 por ciento a 26 por ciento. Los demás sectores se incrementan más o menos al mismo ritmo que el crecimiento de la PEA; sin embargo, notamos que la minería, el petróleo y la electricidad reducen su participación sobre el total. Es significativo que la participación de la PEA de la manufactura conserve más o menos la misma participación, pues pasa solamente de 11 a 12 por ciento. Tal vez esto tenga que ver con la proporción del sector en el PNB, que también se mantiene con mínimos crecimientos, al pasar de 16 por ciento a 18 por ciento; en cuanto a la agricultura, aunque reduce su participación tanto en el PNB como en la PEA, su reducción en el PNB, de 21 por ciento en 1940 a 19 por ciento en 1950, no es tan grande como la reducción en la PEA.20 De aquí podemos deducir por qué la productividad es tan alta en el sector primario. Cuando el total de la productividad (PIB/PEA) en una media de la década es 2,6 por ciento, para el sector primario es de 4,1 por ciento; para la industria, 2,8 por ciento; y para los servicios, 0,8 por ciento. Las causas de este comportamiento del sector primario pueden ser la reforma agraria cardenista y el impulso que recibió la modemizacion del campo durante la década, por la necesidad de desarrollar una profundización de las relaciones capitalistas en el agro.21 Es de notarse que la productividad en el sector industrial se mantiene en la década por arriba de la media, factor que nos reporta un sostenimiento de la inversión y un aumento de la utilización de la capacidad instalada.

La modernización de la economía que emprenden el Estado y la burguesía es integral; esto se expresa en el papel que juega la industria en la década con las políticas de fomento que conforma el Estado, junto con las reformas a la Ley Agraria, que muestran un proyecto para el campo adecuado a las necesidades de la acumulación industrial. El Estado aparece como sujeto fundamental del proceso, como se nota en la inversión pública en la década, que muestra un sostenido incremento en el sector primario, en el sector industrial y en transportes y comunicaciones.

El Estado asume un papel trascendental en el impulso al desarrollo del capitalismo, teniendo como meta hacer funcionar la estructura para la acumulación. Para tener posibilidades de éxito en las condiciones de una sociedad subordinada en el marco del desarrollo del capitalismo mundial, debería restringir las condiciones de vida de los sectores populares, a la vez que integrarlos como base de apoyo político, así como impulsar su participación vigorosa en las áreas de la economía donde el sector privado no deseaba entrar o era incapaz de hacerlo.

Aquí resalta la importancia de los planteamientos que en la Mesa Redonda se hacían sobre el capitalismo de Estado, preocupación que predominaba en todas las corrientes políticas.

En este punto observamos un desfase entre el movimiento real de la economía y la interpretación que se hacía de éste. Así, mientras que las necesidades del desarrollo del capitalismo a nivel mundial, en expansión, plantean para avanzar la intervención del Estado y la derrota del liberalismo, los participantes de esta Mesa Redonda centraban la discusión en el combate al feudalismo, cuando era evidente el triunfo de la ideología keynesiana, que acompanaba al viraje del papel del Estado en la economía.

La teoria de Keynes mostró la manera en que la economía puede ser conducida para asegurar la utilización completa de recursos, en particular, el pleno empleo de la fuerza de trabajo, principalmente a través de la acción del gobierno en el campo fiscal y monetario, sin necesidad de ningún cambio radical en el marco de las instituciones de una economía de mercado.22

Este nuevo papel del Estado lo muestra la política económica y los instrumentos que utiliza para el proyecto industrializador como la vía eficaz de un crecimiento acelerado y sostenido de la economía. Una palanca fundamental de apoyo en este proceso industrializador fue la política comercial alrededor de la cual se establece la vieja polémica, una política comercial librecambista o proteccionista, problema que ocupa a los participantes en la Mesa Redonda, inclinándose por la segunda. A su vez, esta polémica se da al interior de la burguesía, entre los antiguos industriales y el nuevo grupo, presionados por la política norteamericana de establecer el libre comercio claramente manifiesta en la Conferencia Interamericana sobre problemas de la Guerra y la Paz, celebrada en la ciudad de México en 1945, donde los Estados Unidos proponen un enfoque general sobre los problemas del comercio internacional que facilite el libre comercio. A esta política se oponen no solamente México sino todos los países latinoamericanos, que se orientan, la mayoría de ellos, por el proteccionismo como la vía más rápida para lograr el desarrollo industrial. “Siendo el sistema proteccionista un medio artificial para fabricar fabricantes, no sólo puede parecerle útil y conveniente a una clase capitalista semidesarrollada, en lucha todavía contra el feudalismo ascensional.”23

En el caso de México, respecto a la política comercial, el gobierno utiliza durante la guerra sólo tarifas específicas y en menor grado controles de importación; el uso de estos instrumentos estuvo limitado durante estos años por el acuerdo comercial entre México y los Estados Unidos, establecido en 1943 y que desaparecería hasta diciembre de 1950.24 Aun así, por la reducción de la oferta de bienes a nivel mundial, se garantiza de hecho una protección a la industria nacional.

Al terminar la segunda guerra se crean diferentes condiciones en el mercado internacional, debido a la recuperación de la oferta de bienes, aspecto fundamental para que el Estado inicie el desarrollo de una política explícitamente proteccionista; así, en 1947, se crea el Comité Nacional para el Control de Importaciones, que establece el sistema de licencias como instrumento proteccionista significativo, sumándose en este mismo ano las tarifas ad valorem y el concepto de precio oficial. El periodo 1946-1950 se distingue por la formulación de una política general de importaciones, con lo que los patrones de comercio exterior empezaron a sufrir grandes cambios, aunque estas medidas no logran contrarrestar el crecimiento deficitario en la balanza de cuenta corriente para 1947, que fue de 167 millones de dólares, con una disminución de las reservas de divisas a 50 millones de dólares. En la búsqueda de la corrección de este déficit el gobierno mexicano opta por una devaluación el 22 de junio de 1948, abandonándose con esto el tipo de cambio de 4,83 pesos por dólar. Varios meses estuvo flotante el tipo de cambio y el 17 de junio de 1949 se estableció un nuevo tipo de 8,65 por dólar. Esta política devaluatoria causa problemas a la importación de materias primas y productos intermedios, por lo cual el gobiemo decide disminuir los impuestos a la importación en estos renglones. Ese mismo año se reorganiza la Comisión General de Aranceles: se excluye al sector privado en la elaboración de la política arancelaria y queda esta en manos del Estado.

Con esta política comercial (tasa de cambio, arancel y control cuantitativo) otros instrumentos de fomento a la inversión vienen a promover el desarrollo industrial, vía sustitución de importaciones: la Ley de Industrias Nuevas y Necesarias, que se establece en 1945, y la regla 14 de la Tarifa General de Importaciones. Bajo la primera ley las empresas pueden disfrutar de amplias exenciones fiscales por cinco, siete o diez años. Con estos instrumentos “la industria, por un lado, puede importar bienes intermedios y de capital (para la producción doméstica de bienes de consumo), libre de gravámenes y, por el otro, elevar la rentabilidad del sector industrial.25

Durante el conflicto bélico las exportaciones agrícolas e industriales mantienen un constante incremento; sin embargo, las segundas destacan con incrementos significativos de más de 100 por ciento al año hasta 1945, mientras que los productos del campo mantienen un crecimiento que podemos considerar normal en razón de las necesidades del mercado mundial en esos momentos. Esto denota cómo la industria cuenta con un fuerte impulso que proviene del exterior; así podemos ver que la industrialización en esta etapa cuenta con dos núcleos básicos de promoción, la demanda externa y el desarrollo del mercado interno, que se estimula también por las limitaciones de la oferta de manufacturas del exterior. Aquí está presente el proceso de sustitución de importaciones de manera importante, con una clara orientación en términos del destino de la producción y del origen de los bienes de capital. El capital norteamericano abría una fase de expansión vía inversiones directas y venta de bienes de capital y tecnología.

Al concluir la guerra cambian las características de la industria, al cerrarse los mercados que antes habían impulsado la producción de bienes manufacturados e iniciarse la búsqueda de la reorientación del capital internacional. Estos aspectos se conjugan, dando paso a una situación de crisis que se manifiesta en la inflexión del ciclo en los años 1946-1947. Este momento es decisivo porque en él se confrontan diversas contradicciones que definirán el rumbo político y económico del país. Aparece claramente la razón del enfrentamiento entre los grupos de la burguesía; el nuevo grupo industrial que había impulsado la industria química, metalmecánica y de consumo no duradero requería mantener las condiciones de alta productividad en el campo para poder disponer de bienes de consumo básico e intermedio baratos a la vez de un flujo de divisas para continuar con la sustitución de importaciones; requería además mantener áreas de inversión amenazadas por el capital extranjero, de ahí su actitud antinorteamericana. Los antiguos industriales no tenían estas preocupaciones, por tener un mercado asegurado de bienes de consumo no duradero (textiles, cerveza, tabaco, etcétera) y les interesaba una coexistencia con el capital extranjero ya instalado en el país, que no les significaba peligro alguno en términos de competencia.

Esta confrontación sera un elemento determinante que se encuentra tras la polémica de los marxistas en la Mesa Redonda. Las posiciones no sólo estaban influidas por la situación del conflicto internacional y la conformación del bloque socialista, sino que, dadas las condiciones nacionales, les preocupaba encontrar aliados en el enfrentamiento antiimperialista. Así, dentro de la línea del nacionalismo, la confluencia natural era con el nuevo grupo industrial, porque además encajaba en la interpretación y estrategia que tenían para desarrollar el capitalismo dentro del modelo de la revolución democrático-burguesa. En condiciones de clara debilidad dentro del movimiento obrero, para ellos básico en la dirección del proceso revolucionario, la estructura de la población, vista en una perspectiva estática, les era desfavorable; el predominio del sector rural sobre el urbano y las difíciles condiciones de crisis, que se manifestaban en la pérdida del poder adquisitivo, los orillaban a buscar alianzas con base en los planteamientos del nacionalismo revolucionario.

La expansión del capitalismo después de la segunda guerra mundial se da sobre la base del desarrollo del monopolio en su versión de empresa multinacional, apoyada ésta en la innovación tecnológica; en México, el flujo de la inversión extranjera lo muestra claramente: salvo en los puntos de inflexión del ciclo, las inversiones directas se mantienen constantes, con un incremento notable de utilidades remitidas, intereses y regalías, lo que nos da una muestra de lo atractiva que era para el capital extranjero la economía nacional, llegando al extremo en 1948, cuando, con una inversión de 33 millones de Mares, se obtuvo un beneficio de 116 millones de dólares.26 Es evidente que estas inversiones eran beneficiarias de la política industrial y comercial que impulsaba el gobierno mexicano, creándoles condiciones cada vez mejores para su reproducción. Asimismo, el desarrollo económico en México también se presenta con fuertes presiones inflacionarias, aspecto consustancial de la forma de acumulación monopólica del momento, que en condiciones económicas difíciles cumple la función de contrarrestar la caída de la rentabilidad. La inflación se presenta como resultado de la lógica de ese proceso de acumulación con base en el fortalecimiento y desarrollo del monopolio.

Los participantes en la Mesa Redonda percibían esta situación cuando expresaban su oposición a la expansión monopólica del capitalismo; sin embargo, no tenían claro los resultados de la política económica: el fortalecimiento, al interior de la economía mexicana, del capital extranjero. La política proteccionista y de fomento industrial abriría condiciones inmejorables para la concentración y centralización del capital nacional y extranjero.

La nación vive en la década de los cuarenta un intenso proceso de redefinición de la forma de acumulación; toda la sociedad se ve inmiscuida en la modernization del capitalismo, que abrirá nuevas condiciones en el desarrollo del país. Se están redefiniendo las relaciones internas de producción, nuevos mercados, incorporación de fuerzas hacia la industria, desarrollo urbano, etcétera; al mismo tiempo se encuentra un cambio permanente en las relaciones hacia el exterior, la adecuación de la economía en situación de guerra y después el cambio hacia una economía de paz en el nuevo marco de relaciones internacionales, que a su vez se están adecuando a la existencia de los bloques occidental y socialista.

Hay una constante redefinición de alianzas de clase y sectores de clase ante el proyecto nacional, que se concreta alrededor de la industrialización; estas redefiniciones de las alianzas están marcando una forma de negociación con el imperialismo que da al final de cuentas las características de la inserción de Mexico en el mercado internacional. Dentro de estas alianzas el movimiento obrero juega un papel central, ya que es el punto vital para el proyecto nacional en marcha. Durante la guerra la unidad frente al fascismo mediatiza al movimiento obrero, así como a sus líderes, que representan la izquierda dentro de la familia de la revolucion mexicana Todo esto favorece el crecimiento industrial, gracias a la fuerte pérdida del poder adquisitivo del salario y a la existencia del traslado de población del sector primario al sector servicios, que significa una disposición de fuerza de trabajo casi ilimitada. A principios de la década, los movimientos de huelga expresan una manifestación permanente contra esta situación, lo cual conduce a la necesidad de medidas políticas contra este movimiento en ascenso. En 1942 se da el Pacto de Unidad Sindical entre las principales centrales y sindicatos para detener los movimientos de huelga; sin embargo, el número de huelgas y huelguistas es creciente: llega en 1944 el punto más alto con 877 huelgas y 165,747 huelguistas. Lo anterior se conjuga con las características que el Estado mexicano ha delineado en los años que van desde el gobierno de Cárdenas hasta el afinamiento que Alemán prefigura con el charrismo y la fuerte injerencia del Estado en el movimiento obrero: la conformación del Estado corporativo, que será instrumento fundamental en la fase de desarrollo que se abre en estos años.

En 1945 se firma el Pacto de Unidad Nacional entre la CTM y la Cámara de la Industria de la Transformación. La guerra ha terminado y se buscan condiciones para enfrentar la nueva situación del país. El nacionalismo a ultranza sustituye al antifascismo; la guerra fría será el trasfondo de una política anticomunista a la que se responde desde la izquierda con una posición antiimperialista y buscando alianzas con los sectores progresistas de la burguesía. Este será el ambiente en el que Miguel Alemán llegue a la presidencia de la república: con el apoyo del movimiento obrero y de algunos sectores de izquierda, y a la vez comprometido con la burguesía y el capital norteamericano en la modernización del país.

Después del Pacto de 1945, el movimiento obrero se encuentra en un evidente reflujo, mientras que la inflación sigue en ascenso. Los movimientos de huelga descienden a 207 en 1946 y a 130 en 1947. Éstas son las condiciones en las que Alemán define la política que será característica del gobierno en los siguientes años; apenas unos días después de haber tomado posesión, frente a una huelga de petroleros que reclamaban reivindicaciones económicas, plantea la división del sindicato, el enfrentamiento abierto del gobierno contra los obreros al entablar un juicio para desconocer el contrato colectivo y denunciar la corrupción en la dirigencia sindical, entablando juicio legal contra el secretario general del sindicato. Lo mismo hace con los ferrocarrileros unos meses después, estableciendo el charrismo sindical cuando sostiene a Díaz de León con métodos gangsteriles y de presión política y legal contra la organización. Se prefigura así la política de fuerza corporativa del Estado frente al movimiento.

La concepción del proyecto de unidad nacional, que tenía sus raíces en la actitud frente al fascismo y su fundamento en los planteamientos de la III Internacional de la unidad a toda costa, quedaba lejos de la realidad del momento, que expresaba una confrontación de clases evidente. La nación es la bandera ideológica que unifica a las clases y a los sectores de clases, y alrededor de ella se justifica la política económica del Estado y la actitud ante el movimiento obrero. Tal parece que la disyuntiva era la nación o el movimiento obrero.

1 Ponencia presentada el 27 de octubre de 1983 en el seminario “La Mesa Redonda de 1947 y la situación de la izquierda mexicana hacia la mitad de los años cuarenta”, organizado por el CEMOS.

2 Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, CEPPS “Vicente Lombardo Toledano”, México, 1982, p. 19

3 Ibid., p. 11

4 Ibid., p. 20

5 Ibid., p. 37

6 Consúltese: Santford Mosk, “La revolución industrial en México”, en Problemas Agrícolas e Industriales de México, núm. 1.

7 Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, p. 53

8 Ibid., p. 57

9 Ibid., p. 400

10 Maurice Cruzet, Historia general de las civilizaciones, La época contemporánea, Editorial Destino, Barcelona, 1973, tomo VII, p. 412

11 Ibid., pp. 413-414

12 Ibid., p. 414

13 Maurice Dobb, Estudio sobre el desarrollo del capitalismo, siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1974, pp. 455-456.

14 Ibid., p. 456

15 Maurice Cruzet, op. cit., p. 421

16 UNRRA (United Nations Relief and Rehabilitation Administration). Concedía una ayuda gratuita a Grecia, Yugoslavia, Polonia, Checoslovaquia, Italia y Ucrania, con el objetivo de poner en marcha el aparato productivo. Maurice Niveau, Historia de los hechos económicos contemporáneos, Editorial Ariel, Barcelona, 1977, p. 388.

17 Maurice Niveau, op. cit.,p. 354

18 El cálculo se hace apartir del Producto Nacional Bruto (PNB), por mostrar esta variable –la producción- a partir de los recuersos nacionales descontando remesas al exterior. Fuente: 50 años de revolución mexicana, Fondo de Cultura Económica.

19 Timothy King, Mexico industrialation and trade policies since 1940, Oxford University Press, 1970, p. 23, cuadro 2.9

20 Datos de la PEA, en La Economía mexicana en cifras, NAFINSA, México, 1978. Datos del PNB, en 50 años de revolución mexicana, citado.

21 Fuente: PIB y Gasto 1960-1977, Baqnco de México, Serie información económica del Banco de México. S. A.

22 Nicolás Kaldor, Conflictos en los objetivos económicos nacionales, Lecturas de Política Económica, Facultad de Economía, UNAM, México, 1982, p. 133

23 Federico Engels, Proteccionismo y libre cambio Lecturas de Política Económica, Facultad de Economía, UNAM, México, 1982, p. 213

24 “El acuerdo obliga a mantener congelados los niveles existentes de impuestos, para los principales bienes. Al mismo tiempo, México daba concesiones en 203 fracciones de la tarifa, en 76 de las cuales hubo reducci{on de las tasas de la tarifa. En 1939, estas fracciones representaban 29 por ciento de las importaciones mexicanas a los Estados Unidos”. René Villareal, El desequilibrio externo en la industrialización de México /1939-1975/Un enfoque estructuralista. Fondo de Cultura Económica, México, 1976, p. 64.

25 René Villareal, op. cit., p. 66

26 50 Años de revolución mexicana en cifras, cuadro de inversiones extranjeras directas, NAFINSA, México, 1963.

Lombardo Toledano y la Mesa Redonda

Lombardo Toledano y la Mesa Redonda
Alejandro Gascón Mercado1

Yo estoy convencido de que la Mesa Redonda de los Marxistas del mes de enero de 1947 fue un gran acontecimiento en la vida política de México. Para mí en ella se sintetizaban las inquietudes de decenas de años, en los que los combatientes de la izquierda habían caminado cada quien por su lado, sin tener oportunidad siquiera de cambiar impresiones, muchas veces, y se iniciaba, a partir de entonces, otra etapa, que concluye, a mi juicio, cuando se formó la Coalición de Izquierda. Yo entiendo que todavía las pasiones de grupo, de partido, no permiten tener la suficiente objetividad sobre aquellos hechos; hay testigos vivientes de la Mesa Redonda de los Marxistas que ayudan, pero que tambien obstaculizan una visión precisa, clara, de lo que entonces sucedió. Se me antoja, como lo dijera Lombardo Toledano de los caudillos de la revolución de 1910, que en esta Mesa Redonda todos tenían parte de la razón y, en su conjunto, tenían la razón en los asuntos más importantes que allí se plantearon. Yo fui discípulo de Lombardo Toledano; a él se debe que esté en este lugar, pero, naturalmente, no soy el representante de Lombardo Toledano en la tierra. Por eso cuando algunos compañeros me preguntaron: “¿Qué vas a hacer para defender a Lombardo Toledano ahí?”, yo les dije: “Bueno, voy a ver en qué consisten los planteamientos que formuló el maestro Lombardo”.

Estoy acostumbrado, porque fui su secretario particular por ocho años, a que a Lombardo Toledano se le culpe hasta de los cambios de clima en este país, y que se le juzgue de manera muy arbitraria con respecto a los acontecimientos políticos de México. Por eso no me extrañan muchas cosas dichas aquí; las veo casi de manera natural. Pero creo que estamos obligados a ubicar los hechos de manera mas fría: no es lo mismo estar examinando los acontecimientos del presente que desde el futuro estar examinando los acontecimientos de 1947. Por eso algunos adjetivos utilizados por los ponentes en esta mesa redonda me parecen injustos, llenos de autosuficiencia, y que no contribuyen al examen riguroso de estos mismos acontecimientos.

Lombardo Toledano hizo un planteamiento teórico, y alrededor de este sacó algunas conclusiones. En lo general todos aceptaron el planteamiento teórico que el maestro Lombardo Toledano formulaba: era un planteamiento marxista; nadie estuvo en contra de ese planteamiento, y las contradicciones realmente se centraron en unos cuantos puntos. Esas contradicciones no eran antagónicas, porque todos apoyaron a Miguel Alemán como candidato a la presidencia de la república, solo que Lombardo Toledano, con una imaginación más fértil, hizo un apodo, por el cual lo juzgan, llamando a Miguel Alemán “Cachorro de la Revolución”. En el fondo todos creían que era el “Cachorro de la Revolución”, incluyendo a nuestro ponente, el distinguido Valentín Campa, que le llamó “gobernante progresista en su tiempo”.

Miguel Alemán fue el candidato de todos. ¿Podemos decir, entonces, que todos fueron oportunistas? Yo pienso que no, francamente. Creo que no, francamente. Yo entiendo que no se pueden juzgar los acontecimientos de 1947 con lo que hemos vivido desde el ’47 hasta acá. Eso es elemental; si no se ubican las cosas en el tiempo y en el espacio, estamos perdidos, y si sólo a nivel de anecdotas vamos a juzgar los hechos de carácter político, bueno, pues eso francamente nos obligará a seguirnos equivocando. Nosotros vivíamos entonces todavía en los marcos de una revolución democrático-burguesa, y esa revolución ahora no existe; esa revolución, a mi juicio, se murió con el gobierno del licenciado Miguel Alemán, precisamente. Ya agonizaba con Ávila Camacho, pero vivía de alguna manera. Murió con el licenciado Miguel Alemán, y por eso, cuando hablaban con el presidente Alemán, con el presidente Ávila Camacho, cambiaban impresiones, presionaban a estos gobiernos, de hecho formaban parte del aparato gubernamental de alguna manera. De otra, no hubieran sido tan consentidos muchos de los participantes en la Mesa Redonda en los gobiernos de Cárdenas, de Ávila Camacho, y tan atendidos por el licenciado Alemán, que tenía buenos modales para la alta burguesía del país, pero no tanto para los revolucionarios mexicanos.

La Mesa Redonda de los Marxistas se constituyó con un grupo mayoritario de miembros del Partido Comunista Mexicano, que había dirigido al Partido en distintas épocas, y con algunos hombres, un grupo muy pequeño, que no habían participado en el PCM. Esta Mesa Redonda también reflejó las luchas internas que se presentaron en el seno del Partido Comunista Mexicano, y todavía hoy aquí se nota. Hay que tomar partido por alguno de los grupos y heredar las contradicciones de algunas de las fracciones de lo que fuera el Partido Comunista Mexicano.

El mundo de hoy es muy diferente; por eso, si bien es cierto que hay cuestiones aparentemente iguales, tienen sin embargo diferencias fundamentales. No existían entonces la República Popular China, ni la República Popular Democrática de Corea; no existía la República de Argel, no existía Israel, no existía la revolución cubana, no estaba en marcha la conquista del espacio, es decir, si nosotros tomamos en cuenta todas las diferencias que se presentaron en ese tiempo con respecto al nuestro, podemos llegar a la conclusión de que ese mundo y esa discusión se enmarcaron dentro de los acontecimientos todavía frescos de la segunda guerra mundial. Y en ella los frentes populares habían sido instrumentos eficaces de las fuerzas revolucionarias en muchos lugares de la tierra. Por eso postular la alianza con distintas fuerzas, no sólo del proletariado, sino con aliados del proletariado, era una cosa normal dentro de los marcos de la revolución democrático-burguesa que se iniciara en 1910. ¿Fue casual la política de alianzas de los revolucionarios mexicanos para hacer avanzar la revolución de 1910-1917, que había tenido grandes avances democráticos en el periodo gubernamental del general Cárdenas?

Yo creo que el término unidad nacional que ratificó la mayoría de los participantes de la Mesa Redonda no se refería exactamente a que dentro de esa unidad estaban los proimperialistas, los reaccionarios. Era muy claro que los hombres del campo democrático se sentían representantes de la nación, se sentían los herederos legítimos del movimiento democrático, revolucionario y patriótico de su tiempo, y por eso, sobre la consigna de unidad nacional, no creo que todos los marxistas también en esto se hubieran equivocado, sin clarificar realmente que la unidad nacional no sería posible, finalmente, si consideráramos que todos los habitantes de la nación tendrían que estar involucrados en una misma causa; sólo en caso de guerra la gran mayoría de los habitantes de un pueblo puede unificarse para defender a su patria. Yo creo que a eso se refería fundamentalmente el término: implicaba la alianza de las fuerzas democráticas, patrióticas, progresistas, la que demandaban todos en la Mesa Redonda, para avanzar, y entre ellos aquellos mexicanos que, dentro de la burguesía, tenían una actitud independiente con respecto al imperialismo norteamericano. La avanzada principal en este sentido era la Cámara Nacional de la Industria de Transformación.

Evidentemente, hubo cambios en el panorama político: la guerra fría determinó —porque no era un problema sólo retórico, sino de carácter econoómico, y muy práctico— cambios profundos en la sociedad mexicana y cambios en el gobierno del licenciado Miguel Alemán. Rápidos cambios que había que tomar en cuenta desde el punto de vista práctico, y en el caso de Lombardo Toledano —con la responsabilidad que el tuvo siempre en este periodo en su calidad de presidente de la Confederación de Trabajadores de América Latina, de vicepresidente de la Federación Sindical Mundial, de combatiente distinguido de este país—este sabía muy bien que había que ajustar tácticamente los elementos y recursos que tenían los revolucionarios para conquistar algún cambio verdadero en la vida nacional.

¿Qué es lo que se estaba formando en México? Era un país en desarrollo; muy atrasado, naturalmente, en todos los aspectos de la vida económica, cultural, política. El maestro Lombardo caracterizaba a México como un país semicolonial, por las características de atraso que tenía y por su dependencia del extranjero. ¿Qué fue lo que le dio las posibilidades de desarrollo capitalista a este país? Muchos acontecimientos, pero particularmente la expropiación del petróleo y la reforma agraria. Con la expropiación petrolera la nación tuvo la posibilidad de disponer de una fuente extraordinaria de energéticos para industrializar el país; con la reforma agraria extendió la capacidad de compra de millones de mexicanos que pudieron contribuir al desarrollo industrial del país.

Lombardo Toledano era partidario del capitalismo de Estado. Yo pienso que nosotros no podemos negar que el fue uno de los principales activistas de la expropiación petrolera. Desde luego, era partidario de las nacionalizaciones, pero no siempre se pueden plantear las cosas de manera esquemática. Se tiene que tomar en cuenta la correlación de fuerzas, y ante un impacto del imperialismo sobre nuestro país —tan fuerte, tan serio— se tenía que calcular muy bien la posibilidad de las alianzas con diferentes fuerzas de distintas clases sociales que estuvieran dispuestas a defender la independencia de México. Creo que a veces se confunde el capitalismo de Estado de un país en desarrollo, de un país que toma en sus manos los recursos fundamentales para impulsar un desarrollo independiente frente al imperialismo, con el capitalismo monopolista de Estado.

Efectivamente, el gobierno mexicano debería hacerse cargo de las principales empresas para ser rector del desarrollo económico del país, y éste era un modelo que defendieron en lo general los participantes de la Mesa Redonda. Lombardo Toledano lo planteó desde su primera intervención, afirmando que había una disyuntiva: o se desarrollaba el capitalismo en México de manera independiente, sin afectar profundamente la vida económica de los trabajadores, con algunos tintes democráticos, o se iba a dar un salto hacia atrás. Hernan Laborde precisó esta disyuntiva de manera muy clara, precisa, pero, desde luego, no todo dependía de los revolucionarios mexicanos, como no todo ha dependido de los revolucionarios mexicanos.

El capitalismo monopolista de Estado que vivimos hoy en México, en el que el Estado está al servicio de los grandes monopolios privados y extranjeros, no es el Estado al servicio del desarrollo de las fuerzas productivas y que cambie las relaciones de producción en favor de nuestro pueblo. No. Es el Estado en manos de la alta burguesía de este país, que se ha fusionado con los interees del imperialismo norteamericano y ha establecido toda una forma de desarrollo político, económico y social de acuerdo con esos intereses. Frente a eso naturalmente debiéramos tener una postura muy diferente a la que los marxistas de 1947 tuvieron frente al Estado. Claro que respecto a la CTM había planteamientos muy distintos entre los participantes de la Mesa Redonda, porque había también posiciones y necesidades políticas muy diferentes de cada uno de ellos. Lombardo Toledano proponía la creación de un nuevo partido, y por sus exigencias de dirigente internacional tenía preocupaciones muy distintas a las de otros participantes de la Mesa Redonda de lo que acontecía en el seno de la CTM; por eso se negaba a llevar a la discusión asuntos internos de carácter electoral, que pertenecían a otros escenarios dentro del movimiento obrero; porque no se puede indistintamente estar utilizando, sin discriminación, todas las ocasiones para hablar de asuntos de carácter concreto y particular.

Como fruto de la Mesa Redonda, de esta discusión, de este examen, la mayoría de sus participantes se incorporó a la tarea de fundar el Partido Popular, entre ellos el Partido Comunista Mexicano. Yo fui invitado al Partido Popular por el secretario general del Partido Comunista Mexicano en Nayarit; el nos invitó a todos para formar el Comité de Recepción, en el alto de 1947, a Lombardo Toledano en Tepic. Nace el Partido Popular, porque era claro que no se trataba de sustituir al Partido Comunista Mexicano, sino de formar un partido que fuera un frente revolucionario, un frente antiimperialista, un partido que prestó servicios muy importantes a la vida de México. Claro, los jóvenes que hoy conocen esta caricatura que se llama Partido Popular Socialista probablemente no comprendan las enormes tareas que realizó, ni los servicios que prestó al pueblo, a la clase obrera y a la nación mexicana.

El Partido Popular no podía competir con el Partido Comunista. A aquel pertenecían masones, teósofos, espiritistas, algunos que tenían un pie en el PRI y otro en el Partido Popular; a él pertenecía Octavio Béjar Vázquez, que era anticomunista; a é1 pertenecía Constancio Hernández, que tenía 150 casas en Guadalajara, pero los intelectuales más destacados, los hombres más brillantes de su tiempo, los dirigentes obreros y campesinos más distinguidos, a lo largo del país contribuyeron a la formación del Partido Popular, y le imprimieron su capacidad durante algún tiempo. Era natural que en el seno del Partido Popular se diera una batalla ideológica: era un partido con distintas ideologías, pero nadie puede negar que fue un movimiento muy grande en este país, que contribuyó a la difusión de las ideas socialistas, a formar un frente muy importante desde el punto de vista antiimperialista y a desarrollar las ideas revolucionarias. Yo creo que este fue un acierto de la Mesa Redonda de 1947, un gran acierto, y creo que finalmente el Partido Popular de Lombardo Toledano formó a miles de cuadros que hoy simpatizan o participan en la lucha por el socialismo. Y así es como se mide finalmente el acierto de una organización política, porque no todos terminaron de burócratas en la Secretaría de Gobemación. La mayoría de los cuadros de ese partido vibra con las ideas del socialismo y participa en la tarea de construir un México nuevo.

Es muy difícil, y creo que no es conveniente, contestar puntualmente —como algunos de ustedes dicen—afirmaciones que aquí se han hecho. Sin embargo, es importante que precisemos: Lombardo Toledano, desde que se declaró marxista, fue partidario de la dictadura del proletariado; eso está en su obra, en sus trabajos, en sus discursos. En la Mesa Redonda mencionó la posibilidad de que se llegara al socialismo sin la dictadura del proletariado, y con esto invocó a Dimitrov; sus afirmaciones en este sentido fueron muy categóricas: no se puede construir el socialismo sin establecer la dictadura del proletariado. Yo he escuchado algunas expresiones aquí que más bien pertenecen a la socialdemocracia: que por el camino de la evolución —sin la revolución— los trabajadores, los obreros, pueden llegar al triunfo. Bueno, creo que esto ya depende del pensamiento de cada quien; los marxista-leninistas sabemos muy bien que hay lucha de clases, eso es elemental, y a veces en algunas condiciones se ignora esto. Yo no sé si la mayoría de los que estamos aquí está convencida de que hay lucha de clases, pero pienso que por ahí debemos empezar: si existe o no, y si hay lucha de clases, pues entonces habrá enfrentamientos, habrá resistencias, y ese estado idílico en el que todos iremos perdonando nuestras contradicciones de clase y vayamos aprendiendo a ser socialistas poco a poco no se ha dado hasta ahora, ni creo que se pueda dar tampoco. A veces se me antoja que esto pertenece a los socialistas jóvenes: creen que los burgueses se pueden corregir muy fácilmente con llamados, y que un día se van a arrepentir de su explotación, van a pedir perdón al proletariado y van a contribuir a la construcción del socialismo. Yo creo que nosotros tenemos que hacer todos los esfuerzos porque nuestra lucha abarque a la mayoría de los mexicanos, y todos los esfuerzos porque los sacrificios de nuestro pueblo sean los menores, pero no tenemos el derecho a la ingenuidad.

Hoy vivimos en un México diferente. Si se piensa que debemos tener como táctica hacer avanzar la revolución mexicana, preguntaríamos: “¿Cuál revolución, si esa ya se murió?” Es como si alguien quisiera entrenar para una competencia de carreras y no pararla; eso no tendría sentido. Por eso aquellos que quieren reformar o modificar a los que teóricamente están representando a la revolución mexicana parece que están planteando una cosa completamente surrealista. Aquí no nos queda más que hacer una nueva revolución; la otra no existe. Porque además, como dijo Lenin con razón, después del capitalismo monopolista de Estado sigue el socialismo, y México es un país que vive en aquel, si no por su propio desarrollo, porque ahora el capitalismo monopolista de Estado también se traslada, llevado por el imperialismo, a muchos países cuyo desarrollo interior es tan desigual, y en algunas regiones se encuentran incluso formas de la comunidad tribal, aunque en otras el desarrollo es extraordinariamente elevado desde el punto de vista técnico.

Yo creo que la práctica demostró también que el Partido Popular no fue lo que se le imputa ni que Lombardo Toledano terminó en agente del imperialismo norteamericano. Yo creo que esto es ya exagerar; hay criterios, decretos, tácticas políticas que se han manifestado, y no se puede, con frases, cambiar una realidad. Es cierto que el Partido Popular tuvo muchos conflictos internos desde los primeros momentos, porque allí se dio una batalla ideológica y política natural, porque había distintos componentes, distintas ideologías, distintos intereses que estuvieron de hecho en el frente revolucionario. Pero finalmente, al paso de, podríamos decir, 12 años, el Partido Popular se convirtió en Partido Popular Socialista, y adoptó el marxismo-leninismo como su doctrina.

Yo creo que el caso del PSUM es una cosa distinta; aquí no estan quienes tengan discrepancias ideológicas básicas. Todos aspiramos al socialismo; nosotros entendemos que la teoría marxista, cuando menos la teoría marxista, es la base de nuestra reflexión, y creo que estamos interesados en que México sea socialista. Estas no fueron las bases por las que se constituye el Partido Popular, de ninguna manera, y creo que la práctica demostró que este partido contribuye, como yo lo decía, a la formación del cuadro marxista-leninista. Si a mí me hubieran invitado al Partido Comunista de 1947, no hubiera ido, no hubiera comprendido el asunto, sencillamente, viviendo en un mundo, en un ambiente en el que solamente la lucha antiimperialista, la lucha democrática que nos proponía el Partido Popular, podrían considerarse un atractivo; y creo que eso le pasó a muchos mexicanos que han derivado a una posición radical respecto a sus condiciones políticas e ideológicas.

Cuando el Partido Popular empezó a apoyar a los candidatos del PRI a los distintos puestos de elección popular, pues ahí muchos empezamos a votar en contra, y eso implicaba ya una idea totalmente distinta; yo personalmente creo que el Partido Popular tuvo su principal descalabro cuando apoyó al licenciado López Mateos a la presidencia de la república (ya no hablemos de cuando apoyó a Díaz Ordaz). Recordara Javier* que, estando en ese periodo, los delegados de mi estado votaron en contra de la postulación de Díaz Ordaz, y así nos mantuvimos. Esa fue una de las razones por las que abandonamos el Partido Popular Socialista.

Yo creo que no se puede hacer así un balance tan arbitrario del que fuera el Partido Popular, ni de Lombardo Toledano. Hay aquí algunas cuestiones que vamos a seguir debatiendo dentro de unos días, yo creo; en cuanto a este aspecto, es todo.

*Javier Romero, ponente en el seminario. (Nota del editor.)

1 Versión magnetofónica de la participación del autor en el seminario “La Mesa Redonda de 1947 y la situación de la izquierda mexicana hacia la mitad de los años cuarenta”, el 27 de octubre de 1983

El marxismo al pie de la horca

El marxismo al pie de la horca

Roger Bartra

No me propongo hacer un viaje al pasado; no quiero hacer una reseña de la Mesa Redonda que convocó Vicente Lombardo Toledano en 1947. Quiero, más bien, traer algunos aspectos de la discusión de 1947 a la situación actual: porque, desgraciada y afortunadamente —las dos cosas, cosa paradójica-, aquellas discusiones son de actualidad. Desgraciadamente, porque la cercanía de los años cuarenta es una medida de nuestro atraso; afortunadamente, porque es un indicador de la inserción del marxismo en nuestra historia nacional. No habrá espacio para dibujar un panorama de la izquierda en los años cuarenta. Las discusiones que evocaré son, hasta cierto punto, representativas de la izquierda de aquella época. De una izquierda marxista manchada, al menos moralmente, por el atroz asesinato de Trotsky; una izquierda profundamente dividida; una izquierda colocada sin saberlo en el umbral de un agudo enfrentamiento con el gobierno; instalada en un periodo de auge económico y modernización; pero en espera de la crisis final del capitalismo.

En suma, de una izquierda que estaba cavando su fosa. Es bueno recordar esto, pues a veces la izquierda de 1983 también parece empeñada en la misma tarea. Parece empeñada en ponerse al pie de la horca.

Al hacer las conclusiones sobre varios días de discusiones entre marxistas, Lombardo Toledano dejó caer una frase que marca el sentido del pensamiento de la izquierda a fines de los años cuarenta, y al mismo tiempo señala la enorme distancia —casi un abismo que nos separa de aquella época: “no entendamos el socialismo para mañana en nuestro país”; dijo Lombardo en

1947. En los años ochenta una de nuestras principales consignas la expresamos con la fórmula contraria: exijamos el socialismo para hoy; y es que hoy muchos tenemos una concepción muy diferente de lo que debe ser el socialismo en México: sabemos que sus cimientos democráticos se comienzan a construir antes del cambio revolucionario y de la toma del poder. Sabemos también que de muy poco ha servido el diseño teórico de etapas de transición, como no sea de filtros para opacar la realidad nacional. Sabemos que, si el socialismo ha de tener un futuro, debemos construirlo desde el presente.

La frase “no pretendamos el socialismo para mañana” revelaba la peculiar situación en que se habían colocado los marxistas de aquella época: se habían encerrado voluntariamente en el espacio teórico-político de la revolución mexicana de 1910 y, en consecuencia, aceptaban como algo natural y evidente que todo movimiento de la izquierda mexicana estaba forzosamente inscrito en los límites de la revolución democrático-burguesa. El ayer, el hoy y el mañana se encontraban delimitados por los parámetros de lo que se denominaba una revolución democrático-burguesa en marcha. Según Lombardo, es el gobierno de Lázaro Cárdenas el que inicia el desarrollo rápido hacia el régimen democraticoburgués: Miguel Alemán, el “Cachorro de la Revolución”, es su continuador. Dionisio Encina, del PCM, con su lenguaje pesado y árido, apoya estas ideas: su preocupación radica en los frenos que la derecha pone a la Revolución. A todos les parece evidente, pues, que la revolución mexicana sigue en marcha: el problema radica en lograr que el proletariado encabece el proceso democrático-burgués. No debemos extrañarnos por ello: el enorme influjo de la Revolución —y de las profundas reformas cardenistas— se dejaba sentir aún con fuerza en 1947; todavía hoy podemos reconocer en el seno de la izquierda —aunque se expresa con otros términos— la misma preocupación por estirar el espacio de la revolución mexicana.

La idea de que el futuro de la revolución mexicana en marcha debía ser el socialismo atentaba contra los esquemas dogmáticos imperantes. Por ello a Lombardo —que era uno de los que mejor cultivaba los dogmas de origen estalinista— le cayó del cielo la apreciación de Dimítrov según la cual en algunos países se podía llegar al socialismo sin pasar por la dictadura del proletariado. He allí una fórmula —bendecida por Mosul— que le permitía a Lombardo fundamentar sus posiciones sobre la unidad nacional. No deja de ser curioso que los herederos contemporáneos del lombardismo sean hoy los más feroces defensores de la dictadura del proletariado como etapa inicial ineludible en el proceso de construcción del socialismo. A los comunistas de la época dicha fórmula les cayó del cielo también, pero como una ducha de agua fría. Dionisio Encina —a pesar de que reconoció desconocer los textos de Dimítrov— citó prestamente a Marx, Engels, Lenin y Stalin para afirmar la idea de que la lucha de clases desemboca necesariamente en la dictadura del proletariado. Más tarde, Blas Manrique —también del PCM— cita extensamente a Dimitrov para demostrar que en su declaración no “forzosamente se renunciará a la dictadura del proletariado”. En fin, como todo dogmático acostumbrado a recibir consignas rígidas, le interesaba especialmente demostrar que tal renuncia era posible en Europa oriental, pero no era obligatoria. Y así, en nombre de la flexibilidad —según la cual cada nación encontrará su propia ruta al socialismo— se justificaba el dogmatismo. Y aún más, curiosamente, gracias a este mismo dogmatismo, se encontraba la forma de estar aproximadamente de acuerdo con las ideas lombardistas sobre la unidad nacional.

Estos malabarismos, dignos de los mejores teólogos del Vaticano, no impedían la proliferación de importantes discrepancias, aun cuando aparecían camuflageadas bajo terminologías oscuras y crípticas. Veamos un ejemplo, que visto a distancia parece cómico, aunque en el momento se discutía, por supuesto, con una gran solemnidad: me refiero a la definición del carácter del gobierno de Miguel Alemán. En la Mesa Redonda de Bellas Artes se discutía con vehemencia cualquier variante de la definición lombardiana, como si de ello dependiera la orientación del gobierno. Esta definición partía de la táctica de la unidad nacional, que implicaba renunciar —provisionalmente a los objetivos exclusivos del proletariado, para establecer una alianza con la llamada burguesía progresista. De acuerdo con esto, Lombardo definía al gobierno de Alemán no como un gobierno proletario —aclaró—, sino como un gobierno de la pequeña burguesía y de la burguesía progresista. Siqueiros, en tono de burla, señaló que la izquierda había votado por un gobierno de unidad nacional, y que ahora resultaba ser un gobierno de burguesía progresista. Dionisio Encina confirmó que el gobierno de Alemán, cuya candidatura había apoyado el PC, era “una fuerza de unidad nacional”, aunque dicha unidad no debía hacerse “alrededor del gobierno de una manera simple y liana”. El gobierno de Alemán debía ser calificado, según las palabras de Encina, “como un gobierno de la burguesía progresista, no un gobierno de unidad nacional, aunque el gobierno, como representativo de la burguesía progresista, sea una fuerza de unidad nacional”. Valentín Campa, por su parte, también aceptaba el carácter progresista del régimen de Alemán, pero destacaba la importancia de sus elementos reaccionarios y anti-populares, y atacó las tesis que justificaban las reformas al artículo 27 de la Constitución (sobre el amparo en materia agraria), suponiendo que éstas propiciarían el surgimiento de “terratenientes capitalistas progresistas”.

Lombardo tenía razón en un punto: su idea de que “la composición del gobierno, considerado en su conjunto, no es más que la proyección de la correlación de fuerzas que existen afuera”. Pero se equivocó totalmente en la apreciación de la correlación de fuerzas, además de que solía examinar dicha proyección en forma extremadamente mecánica y, sobre todo, a manera de justificar teóricamente, ex post facto, las alianzas que había entablado, en este caso con el “Cachorro de la Revolución”.

II

Hoy en día el apoyo de la izquierda al gobierno de Miguel Alemán nos parece aberrante y las discusiones sobre su dimensión progresista nos parecen ridículas. Pero debemos darnos cuenta de que las falsas apreciaciones sobre los primeros gobiernos poscardenistas contribuyeron a hundir a la izquierda en un marginalismo que duró más de 20 años. Por esta razón, es importante que profundicemos un poco en las raíces teóricas que sustentaron aquellas falsas apreciaciones, pues es muy posible que tales vicios subsistan todavía.

En la Mesa Redonda de Bellas Artes todos estuvieron de acuerdo en que México debía industrializarse; además todos pensaron que dicha industrialización sólo podía darse en el marco del desarrollo del capitalismo, ya que el país no estaba maduro —creían para la transición al socialismo. Se trataba de una aplicación obviamente muy mecánica de algunas tesis clásicas marxistas que, a su vez, deben ponerse en duda: me refiero a las concepciones naturalistas sobre el progreso histórico sustentadas en un determinismo económico unilineal.

Ante esta situación de inmadurez del desarrollo económico capitalista, Valentín Campa y Hernán Laborde proponían una alternativa de lucha inspirada directamente en los principios leninistas, según los cuales el capitalismo de Estado es prácticamente la antesala del socialismo. Campa señaló que debía impulsarse lo que llamó una “industrialización democráticoburguesa”, y agregó que ante diversas formas alternativas, “sólo con una línea de capitalismo de Estado se puede hablar en seno de industrialización”. Esta idea fue rechazada con gran violencia verbal por José Revueltas, que en esa época era más lombardista que el propio Lombardo; acusó a Campa de ser el “exponente autorizado del sectario-oportunismo y [de] la desviación de izquierda”. El argumento de Revueltas fue muy confuso, y se limitó a suponer que la meta del capitalismo de Estado ignoraba la existencia en México de otras clases sociales (de hecho quería defender el status de la llamada burguesía progresista).

Hernán Laborde definió con mayor precisión las alternativas en la disputa por la nación, como se ha llamado después a las opciones de desarrollo dentro del contexto capitalista. “Estamos nosotros en contra del desarrollo capitalista?”, se preguntaba Laborde.

No. Nosotros no estamos en contra de ese desarrollo, pero hay dos vías posibles de desarrollo capitalista en nuestro país, en la situación actual. Hay dos posibles vías de desarrollo democrático-burgués: una que fortalece al capital financiero, particularmente al capital financiero imperialista… apoyándose… en el capital comercial, en una parte del capital industrial, y en los terratenientes… Por esa vía de desarrollo del régimen económico de nuestro país, la burguesía nacional inevitablemente acentuará la opresión y la miseria del pueblo. La otra vía de desarrollo capitalista posible —seguía Laborde— es la que suprime progresivamente la dominación del capital extranjero nacionalizando las posiciones clave de la economía, la que debilita la influencia del capital financiero nativo también, mediante la intervención del Estado en la economía y mediante la introducción progresiva, aunque parcial, del capitalismo de Estado, no de golpe, no de la noche a la mañana, pero en forma progresiva, de acuerdo con las circunstancias del país y con la situación internacional. Es también la que nacionaliza los bancos y reforma las finanzas y el sistema de crédito en un sentido democrático.

Ésta era la posición de quienes, según los lombardistas, sufrían de una desviación de izquierda. A su vez, Laborde calificó a José Revueltas de “neomenchevique”.

Lombardo, en su intervención final, contestó los planteamientos de Campa y Laborde. Basado en una más que dudosa interpretación de un texto de Engels, Lombardo sostuvo que las nacionalizaciones sólo son progresistas — e inevitables— cuando el crecimiento desmesurado de los medios de producción o comunicación escapan a la dirección de las sociedades privadas, cuando hay incompatibilidad entre el desarrollo moderno de los medios de producción y la forma capitalista de propiedad.

¿Puede decirse [pregunta Lombardo] que el desarrollo capitalista en nuestro país nos permite afirmar que las empresas privadas, no solamente algunas, sino las que constituyen la economía industrial del país, han llegado ya a un grado tal de desarrollo que rebasa todas las posibilidades de crecimiento —diríamos normal—capitalista?

Lombardo contestó claramente que no. Y a continuación hizo una exposición que es todo un modelo de ceguera política. Dijo Lombardo en tono de burla:

… los compañeros [Campa y Laborde] afirmaban del capitalismo de Estado que debemos tender a él, y que debemos ir poco a poco. Desde el punto de vista puramente verbal, el problema es muy diferente. Mañana nacionalizamos todas las acciones que pertenecen a las empresas yanquis. Claro, no sucede nada en la situación actual hist6rica que vivimos. Mañana expropiamos las empresas eléctricas, las que pertenecen al trust yanqui y al trust británico. Claro, no sucede nada. Al rato expropiamos la Companía de Teléfonos. Nada, pues, sucede tampoco. Poco a poco nos vamos acercando al capitalismo de Estado, paulatinamente. [Y concluía pomposamente Lombardo:] Creo que preconizar este camino como una vía sistemática para industrializar al país, es hacer simples imaginaciones.

Lo más curioso es que en los siguientes decenios el Estado mexicano desarrolló, grosso modo, precisamente esa política que Lombardo calificó de imaginaria; las nacionalizaciones y la ampliación del capitalismo de Estado han sido efectivamente una poderosa palanca del proceso de industrialización y de control de las crisis económicas. Lombardo, en realidad, simplemente defendía su alianza con Miguel Alemán, quien representaba —según él— a una burguesía progresista que era necesario proteger contra toda posible nacionalización. En realidad, Campa y Laborde eran mucho más coherentes con el modelo lombardista de la unidad nacional que el mismo Lombardo.

Pero dos cosas no comprendieron Campa y Laborde: en primer lugar, que la vía del capitalismo de Estado no tiene necesariamente un carácter antiimperialista; más bien, por el contrario, constituye una modalidad de la integración moderna al sistema capitalista mundial. En segundo lugar, que esa vía “democrático-burguesa” del capitalismo estatal desarrolla tendencias despóticas y autoritarias, sin duda burguesas pero muy poco democráticas. Estos dos hechos, cuya significación e importancia se revelaron con fuerza en la segunda posguerra, nos permiten replantearnos con otra óptica las tesis leninistas originales. Ello, como podrá comprenderse, tiene además una relación directa con la concepción de socialismo que hemos desarrollado durante los últimos años, sobre todo después de 1968. Lenin escribió en septiembre de 1917 que

… el capitalismo monopolista de Estado es la completa preparación material para el socialismo, la antesala del socialismo, un peldaño de la escalera de la historia entre el cual y el peldaño llamado socialismo no hay ningún peldaño intermedio.

De hecho Lenin, en el mismo texto, plantea una concepción del socialismo que es consecuencia directa de su definición: si el socialismo es el paso siguiente al monopolio capitalista del Estado, entonces en realidad “el socialismo no es más que el monopolio capitalista de Estado puesto al servicio de todo el pueblo”.2

El razonamiento de Lenin es el siguiente: una vez que el crecimiento de los monopolios gesta esa macrocefalia estatal, lo que determina el carácter de la sociedad es el Estado; si el Estado está en manos del pueblo, tenemos un paso hacia el socialismo bajo la forma de una democracia revolucionaria. Si el Estado está en manos de los capitalistas, entonces tendremos una república imperialista, o sea, un Estado burocrático reaccionario. Creo que la historia reciente ha demostrado la falsedad de estas ideas: la estructura socioeconómica de las repúblicas imperialistas no cambia de signo con la sustitución del estado mayor que ocupa el aparato estatal (se podría analizar esto a partir de las recientes experiencias socialistas en Grecia, Portugal, Francia y España ).

Por otro lado, en las naciones que han desarrollado un tipo de economía que algunos marxistas bautizan de capitalismo monopolista de Estado, han crecido estructural estatales y empresariales que difícilmente son compatibles con nuestro ideal de socialismo democrático. Por el contrario, los monopolios gigantescos son uno de los factores más poderosos en la aparición de nuevas tendencias represivas, autoritarias y antidemocráticas, y una de las bases más sólidas de la consolidación de una sociedad escindida y segmentada de acuerdo a patrones discriminatorios y elitistas. Así pues, sólo en un sentido económico estrecho se puede sostener la tesis de Lenin segrin la cual “cuando una empresa capitalista gigantesca se convierte en monopolio significa que sirve a toda la nación“3

III

Los marxistas de la Mesa Redonda de 1947 no lograron escapar de la trampa teórica que implicaba suponer que los intereses de la clase obrera debían identificarse con las demandas por la construcción de ese peldaño que, en la escalera de la historia, se creía que era el inmediatamente anterior al socialismo. Tanto lombardistas como comunistas discutieron con vehemencia sobre el carácter que debió tener ese eslabón que unía el presente subdesarrollado con el futuro socialista. Todos estaban seguros de que, una vez alcanzada esa etapa intermedia, el socialismo sería inevitablemente, el siguiente paso o por; lo menos estaría al alcance de la mano. Sin embargo, la experiencia histórica ha demostrado, a mi juicio, que el, socialismo era una opción más cercana a la sociedad de los años treinta, que al México de las décadas siguientes. Antes de 1940 el socialismo formaba parte importante de la vida política mexicana y, con todas sus deformaciones e ingenuidades, era una alternativa visible; en cambios la industrialización ,y, la expansión, del capital al campo-, lograron, alejar al socialismo del horizonte histórico, y de la práctica política cotidiana durante tres décadas. A ello contribuyó, sin duda, la dificultad de los marxistas para aceptar que las, coyunturas favorables al socialismo (los, momentos revolucionarios, como se decía) no se encuentran atadas a ninguna fase específica del desarrollo del capitalismo; están determinadas por la confluencia compleja de una gran diversidad. de factores de toda índole, desde psicológicos y políticos hasta económicos y sociales.

Hernán Laborde, quien percibía este problema, no encadenó completamente el destino de la clase obrera a la teleología de una historia irremediablemente eslabonada en etapas. Por eso atacó con gran pasión a quienes creían que el proletariado mexicano era aún impotente para encabezar el proceso revolucionario, por ser pequeño, débil y semicampesino: en suma —de acuerdo a la expresión de Laborde—, por ser un proletariado “menor de edad”, un pobre “niño de teta” que debía ser transportado y amamantado todavía unos años por las fuerzas de la unidad nacional. Estas críticas, formalmente dirigidas a Carrillo, Revueltas y Torres, obviamente tenían como objetivo a Lombardo, a pesar de que éste había señalado que el proletariado debía dirigir la revolución democrático-burguesa (no obstante, sin aclarar cómo ni ,cuándo). La discusión era tanto más difícil cuanto que, ayer como hoy, el lombardismo se disfrazaba con las vestiduras de la ortodoxia y radicalismo. En esos momentos ya se podía intuir que a diez años del conflictivo IV Consejo de la CTM, los marxistas tanto lombardistas como comunistas iban quedando al margen del movimiento obrero.

Esto lo había auspiciado la práctica lombardista de tratar a la clase obrera como “niño de teta” aferrado a las ubres gubernamentales, pero también el sectarismo de los comunistas, como lo reconocieron Campa y Laborde.

La práctica lombardista partió de dos ideas: a) que las exigencias de la unidad nacional indicaban la necesidad de crear un gran frente revolucionario bajo la forma de un partido popular amplio, que. no fuese definido por su carácter marxista, obrero o de izquierda; b) que ese partido ocuparía el lugar del PRM, que según él se había extinguido; ese lugar no lo podría ocupar el PRI, que había sido sólo un esfuerzo tardío para revivir al PRM con la restringida función electoral de cerrarle el paso a un agente del imperialismo extranjero (se refería, supongo, a Ezequiel Padilla).

Estas ideas ilustraron el paulatino abandono de la lucha de Lombardo en el sector obrero, para encaminarse a constituir ese ilusorio frente popular que acabó en un triste partido marginal, simbólicamente enfrentado al PRI todopoderoso que había sido declarado inexistente por Lombardo. Había subestimado el potencial político de la clase obrera organizada; ese potencial fue canalizado hacia el Estado y desde entonces no ha dejado de crecer, aun dentro del cerco gubernamental. Desde allí ha contribuido a expander el capitalismo de Estado, lo cual ha ayudado en muy poco a incubar una alternativa socialista; por el contrario, el movimiento obrero oficial ha auspiciado la consolidación de las facetas más corruptas y autoritarias del sistema político mexicano.

La propuesta de crear un gran frente revolucionario era compartida por todos. Se trataba de la idea de las alianzas como círculos concéntricos en torno a la vanguardia obrera, concebida como la única clase que puede y quiere construir el socialismo. Esta idea admite tácitamente que los auténticos partidarios del socialismo son una minoría que debe usar, diversas artes tácticas para configurar amplios frentes mayoritarios, antiimperialistas y nacionalistas, compuestos por sectores sociales aliados que en el momento de la construcción socialista tendrán que ser sometidos por la dictadura proletaria. Así pues, a partir de esta tesis se acepta que es imposible que la mayor parte del pueblo adquiera una conciencia socialista antes de la toma del poder, y que sólo mediante el uso del Estado como instrumento educador masivo podrá lograrse una mayoría por el socialismo. De aquí la idea de tomar primero el Estado y después constituirse en mayoría. Lombardo Toledano introdujo una modificación a este esquema: pretendía usar el poder educador del Estado de la revolución mexicana antes del paso al socialismo; pero para ello ya no contaba más que con la fuerza de sus discursos y con la palabra del presidente Miguel Alemán: el fracaso era inevitable.

Hoy en día, frente a la vieja idea de las alianzas de clases como círculos concéntricos, se está desarrollando, en la práctica y en las concepciones, un proceso de expansión del sujeto revolucionario. La noción izquierda refleja esta idea de un espacio político en crecimiento que se extiende como un movimiento generador de una nueva hegemonía mayoritaria: el Estado socialista no será, así, el educador autoritario de una sociedad en gran medida reacia al socialismo; en realidad, será el Estado el que deba ser educado por la sociedad. La expansión de un espacio de izquierda se refiere a un proceso social objetivo que va colocando a las masas no obreras en condición de sujetos revolucionarios conscientes, y no sólo en aliados de segunda o tercera clase. Este espacio de izquierda debe contar con uno o, mejor aún, varios partidos de masas definidos como organizaciones políticas y electorales capaces de aglutinar a la mayoría en un proceso socialista revolucionario, es decir, encaminado directamente a construir el socialismo. Es obvio que no se trata simplemente de ganar unas elecciones, cosa que como todos sabemos no es nada simple. Pero la tarea es aun más compleja, pues al poder electoral es necesario acorazarlo de una situación que permita que los fundamentos socialistas se reproduzcan con la misma naturalidad con que respiramos el aire que nos rodea.

IV

La preocupación por basar el desarrollo de los partidos y los frentes en una democracia política representativa era totalmente ajena a los participantes de la Mesa Redonda de Bellas Artes, a pesar de que todos aceptaban como necesario el advenimiento de un régimen que denominaban democráticoburgués. Sin embargo, se aceptaba perfectamente la idea de que la izquierda debía defender y auspiciar reformas al sistema. Para los marxistas de los años cuarenta la idea de democracia se circunscribía a una serie de reformas sociales y económicas: la idea de establecer mecanismos de representación del pueblo en tanto que ciudadanos había sido sustituida por la idea de la representación por clases sociales.

Las reformas eran entendidas, por los lombardistas, como un inevitable y providencial curso histórico que llevaba al proletariado hacia un inequívoco futuro luminoso; y por los comunistas, como avances tácticos para alcanzar la última fase del capitalismo, trampolín seguro para zambullirse en forma revolucionaria en las aguas del socialismo. De esta manera, lo principal era la “carga histórica” (teleológica) de las reformas; no se entendía completamente que una reforma es defendida por los socialistas, no sólo por estar ligada a una etapa o escalón, sino principalmente porque de una manera objetiva e inmediata beneficia a la clase obrera y al pueblo; se defiende y se lucha por su implantación en la medida en que forma parte del socialismo, es decir, contribuye al bienestar de la mayoría; son reformas porque tienen la particularidad de que su implantación no contradice abierta y violentamente la reproducción del sistema dominante. No son reformas debido a que se inscriban en un modelo capitalista o en un proyecto de transición; lo son porque se inscriben directamente en una dinámica socialista, no como algo transitorio o provisional, sino porque deberán formar parte de la sociedad socialista.

La libertad y la democracia que queremos hoy la necesitaremos aún más mañana bajo condiciones socialistas. La independencia y la autonomía de partidos, sindicatos y organizaciones sociales con respecto al Estado serán indispensables en la sociedad socialista que queremos. La autogestión y la descentralización las requerirá la nación socialista de mañana. La paz, y no la guerra permanente, será parte de un socialismo libre de bloques internacionales. Por eso debemos luchar por instaurar desde hoy la paz, la libertad y la democracia entre los hombres, la independencia y la autonomía de los movimientos políticos, la autogestión y la descentralización de la sociedad. Eso es lo que significa, a mi entender, ser reformista hoy en día. Es hacer la revolución todos los días, convertirla en un hecho cotidiano.

He insistido en subrayar las enormes diferencias que nos separan de los marxistas de la Mesa Redonda de 1947, y, simultáneamente, he sugerido la cercanía de sus discusiones. Lejana y cercana al mismo tiempo, la perspectiva marxista de los años cuarenta se nos aparece como ubicada en un momento crítico de su historia; goza todavía de la vitalidad que le inyectó, en la década anterior, el movimiento popular, pero se encuentra ya en el declive de un largo exilio interior. La Mesa Redonda de Bellas Artes sacudió brevemente, con el viento fresco de la unidad, a la adormecida izquierda, que se encontraba ya en un periodo de hibernación; pero el sueño de la izquierda mexicana no fue nada tranquilo; no sólo sufrió las inclemencias de la represión, el charrismo, el unipartidismo y el desarrollismo, sino que en sus propias pesadillas campearon el sectarismo, los anatemas, el dogmatismo, las expulsiones y las divisiones. Tendrían que pasar todavía más de veinte años para que las diversas corrientes de la izquierda iniciaran un fructífero proceso de convergencia y unidad. Hoy en día todas las organizaciones importantes de la izquierda gozan y sufren de estas convergencias: se acabó el tiempo en que los partidos ostentaban con orgullo una pureza monolítica. Aquellos grupos y militantes que no tienen en su seno las huellas de las tres grandes corrientes de la izquierda —el izquierdismo, el reformismo y el comunismo— son los que están siempre dispuestos a arrojar la primera piedra contra sus camaradas. Pero la mayoría aceptamos nuestra impureza y nos reconocemos influidos por todas las corrientes. Las tres corrientes se encontraban presentes en la Mesa Redonda de Bellas Artes de 1947. De las experiencias de entonces y de las discusiones posteriores podemos concluir que la nueva izquierda sólo surgirá con fuerza si se reconoce como fruto de la confluencia y de la diversidad de corrientes; pero es necesario, al mismo tiempo, destacar los obstáculos y las contradicciones que cada corriente trae consigo.

Quisiera, al respecto, poner tres breves ejemplos. El izquierdismo —cuyo origen se remonta sin duda al anarquismo— adquirió una ingenuidad populista y una frescura juvenil que le permitieron tener una cierta sensibilidad a los nuevos movimientos sociales; pero los largos periodos de inmersión en el marxismo duro de la época estalinista, y más recientemente en el sectarismo maoísta o en el doctrinarismo trotskista, han recubierto la espontaneidad izquierdista de una coraza marxista dogmática. Así, el izquierdismo, que adquirió nuevas fuerzas en 1968, vive una vida contradictoria: de día usa un rígido corsé marxistaleninista, pero de noche se desnuda y se emborracha con marginales y heterodoxos.

Del reformismo, por otra parte, sabemos que es tan arcaico como la revolución mexicana, en cuyas cenizas todavía encuentra calor y aliento. El reformismo mexicano siempre ha girado en torno al Estado; su expresión clásica más elaborada es el lombardismo, y ha encubado una cierta sensibilidad para detectar cambios en la correlación de fuerzas políticas que modifiquen los equilibrios estatales, y una capacidad de denuncia para descubrir conspiraciones contra la nación. Pero también se ha colocado una camisa de fuerza dogmática, en este caso el marxismo-leninismo de factura soviética. El resultado contradictorio es algo así como un Bernstein defendiendo la dictadura del proletariado, es decir, las tendencias socialdemócratas mexicanas, a diferencia de lo que ocurre en Europa, son más bien refractarias a la democracia política representativa.

A su vez, la corriente comunista vive también singulares contradicciones, la más notoria de las cuales es tal vez la que opone su pasado estalinista a la tendencia democrática que rechaza al socialismo real como modelo. Es necesario decir que los nuevos elementos de la tendencia democrática provienen en gran medida del reformismo y del izquierdismo: gracias a la constatación de la importancia de las reformas democráticas y del espíritu que animó las luchas de 1968 en todo el mundo, la tradición comunista entra en una nueva fase.

Las distintas corrientes pueden confluir de dos formas: la primera consiste en la evocación de sus respectivas tradiciones doctrinarias, sean éstas de raíz reciente o añeja. Allí hay campo para los acuerdos, pues siempre habrá fórmulas de Marx o de Lenin que puedan compartirse. De esta manera, dando un salto mortal sobre decenios de discrepancias y enfrentamientos, el pasado puede unirnos. Pero el pasado sólo une simbólicamente.

La segunda forma en que pueden acercarse las corrientes de la izquierda consiste en hacerlo por el otro extremo, por sus diferencias: aceptando el carácter insuficiente y las incongruencias históricas de cada corriente, aceptando también la necesidad del trabajo conjunto y la polémica, en un contexto de diversidad.

La primera forma de confluencia no nos llevará más que a crear un clima de restauración de los viejos patrones de comportamiento de la izquierda, que han demostrado su esterilidad. Esta restauración sería un regreso a la Mesa Redonda de 1947, para tratar de encontrar deambulando por los pasillos del Palacio de Bellas Artes los fantasmas y las bestias negras que cada uno de nosotros ha soñado. En esos pasillos nos toparíamos, durante esta restauración imaginaria pero posible, con el espectro del revisionismo tolerante y agudo de Laborde; con el fantasma radical de Lombardo, tornado de la mano del espíritu renovador de Revueltas, maestro del zigzag político. También nos encontraríamos con el alma nacionalista y pragmática de Bassols y con la tenebrosa aparición del dogmatismo de Encina.

Podríamos seguir invocando las almas en pena de un marxismo restaurado. Pero sería exaltar lo que hubo de inerte en los marxistas que se reunieron hace 36 años on el Palacio de Bellas Artes. Los que necesiten fantasmas, que escojan el suyo, que hagan su verdadera crónica y renueven a los inquisidores. Yo prefiero hablar de lo que hicieron florecer, discutir con su pensamiento vivo, terminar aquí antes de que surjan más fantasmas y dedicar estas reflexiones, como un homenaje, a uno de los participantes de la Mesa Redonda de 1947, a Valentín Campa, quien logró cambiar tanto y al mismo tiempo mantener viva la esperanza socialista.

Tetelpan, 26 de octubre de 1983.

1 Ponencia leída en el seminario “La Mesa Redonda de 1947 y la situación de la izquiera hacia la mitad de los años cuarenta”, organizado por el CEMOS, el 26 de octubre de 1983.

2 “La catástrofe que nos amenaza y cómo luchar contra ella”, Obras completas XXVI, p. 42

3 Op. cit., loc. cit.

Breve bosquejo histórico del anarquismo en El Salvador

Participación del Salvador en las Jornadas de Luchas Libertarias de Ayer y Hoy

Breve bosquejo histórico del anarquismo en El Salvador
Por: Wilfredo Salvador Ortiz Díaz
A los anarquistas salvadoreños
de ayer, de hoy y de siempre.

Las primeras organizaciones obreras en EL Salvador, al igual que en el resto de América Latina, tienen sus orígenes en el anarquismo; impulsado por hombres y mujeres que hicieron suyas esas ideas llevándolas a la práctica, escribiendo así las primeras páginas de la historia de los movimientos sociales salvadoreños, una historia
larga y tortuosa, con triunfos y fracasos que aún no termina de escribirse.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX las ideas anarquistas se
encuentran muy propagadas en América Latina gracias a las emigraciones de europeos,
en especial de España, Italia y Alemania. Éstos llegaron expulsados y perseguidos por
sus actividades políticas. Argentina, Brasil y México fueron los sus principales destinos
en donde siguieron con sus actividades revolucionarias.

El Salvador no estuvo ajeno a este tipo de emigraciones y en la segunda mitad
del siglo XIX llega a San Salvador el anarquista francés Anselmo Bellegarrigue, quien
“en 1850 publicaba en París: L’ Anarchie, Journal de l’Ordre”1. Éste emigró a Honduras
y luego a San Salvador después de haber trabajado como maestro en el primero.
Nettlau, 2 en 1906 constató la existencia de un hijo suyo en el Pimental, Departamento
de La Libertad. Aún no se sabe si la llegada de Bellegarrigue pudo haber tenido
influencia en las sociedades artesanales o en el ámbito académico de la época, pero
estuvo involucrado en el derrocamiento del gobierno en Francia.

A principios del siglo XX el artesanado salvadoreño se encontraba organizado
en sociedades de carácter mutualista formadas por patronos y obreros, financiadas por
estos últimos, sirviendo en el ahorro y el crédito a sus socios e incentivando los valores
morales y cívicos. Pero poco a poco, los artesanos que integraban estas sociedades
fueron influenciados por nuevas corrientes de pensamiento, así, puede destacarse que en
1908 circula en San Salvador la revista literaria Ritos “como publicación influida por
las ideas anarquistas”3.

En 1909 el artesanado salvadoreño trata de establecer relaciones con otras
organizaciones con sus mismas aspiraciones fuera del territorio salvadoreño, por lo que
José Antonio Vides de “La Sociedad El Porvenir de Obreros de El Salvador” le manda
una nota al anarquista Billo Zeledón solicitándole su intervención para ponerse en
contacto con organizaciones similares en Costa Rica:

“Santa Ana, El Salvador 23 de septiembre de 1909. Señor Don José María
Zeledón, San José. Muy señor mío:

“Deseando nuestra sociedad comunicarse con las agrupaciones obreras de ese país
hermano, y no teniendo conocimiento del domicilio o nombre de ellos, me dirijo a usted
suplicándole al mismo tiempo, nos ponga en comunicación para no seguir aislados como hasta ahora ha acontecido. El 15 del corriente, la Sociedad El Porvenir de
Obreros, conmemorando el nacimiento de nuestra derruida patria y del primer
aniversario de su reorganización, cumpliendo con los estatutos que lo rigen, hizo la
transmisión del gobierno de la sede de la sociedad a la nueva Junta electa el nuevo
periodo (…)

“Protestamos solemnemente protestar por nuestra sociedad y de común acuerdo con las
demás organizaciones obreras de Centroamérica, trabajar por el adelanto y acercamiento
en todo sentido del gremio obrero, lo que tengo a mucha honra manifestarle haciendo
votos porque día a día se estrechen más las relaciones que han de armonizar por siempre
y al amparo de la paz estas instituciones libres.

“He de suscribirme de usted muy atento y seguro servidor, José Antonio Vides.
“Aprovecha Billo esta misiva para hacer algunas observaciones sobre la falta de
organización obrera en Costa Rica y del desinterés general de las cosas sociales que
existe en el país. Escribe Billo:

“Mi primera intención fue contestar a esos obreros que seguramente han visto pasar mi
nombre en alas de algunos versos, que las asociaciones de toda clase y en particular las
de trabajadores son aquí planta exótica y que suelen aparecer como fuegos fatuos allá de
raro en raro para alumbrar fugazmente los senderos de una ambición extraña a sus más
triviales intereses.”4

De esta manera, el movimiento artesanal salvadoreño trataba de establecer
relaciones con el resto de Centroamérica, y es con este mismo fin que en 1911 se realiza
en San Salvador el “Primer Congreso Obrero Centroamericano.”5 Posteriormente, en
junio de 1918 se celebra en el pueblo de Armenia, Sonsonate, el llamado “Congreso
Obrero Salvadoreño; al que asisten doscientos delegados en representación de todas las
organizaciones mutualistas y obreras.”6Este congreso tendría como finalidad inmediata
la fundación de la Unión Obrera Salvadoreña, comprensiva de todas las organizaciones
obrero artesanales de la época y con miras a la creación de la Unión Obrera
Centroamericana”7

Estos primeros pasos en la unificación del movimiento obrero-artesanal local y
centroamericano fueron dados de la mano del terrateniente Arturo Araujo quién financió
la totalidad del Congreso en el que se declaró “Benefactor de la Federación.”8
A partir de este congreso, el movimiento obrero artesanal salvadoreño no será el
mismo y empezará a mostrar cambios cualitativos junto a los primeros indicios de
industrialización del país. El movimiento artesanal en “sus formas de organización, que
avanzan de las formas mutualistas a las cooperativistas de producción y consumo, son
eminentemente defensivas y se mueven dentro del marco ideológico que va desde el
socialismo utópico hasta el anarquismo, de acuerdo al grado de desarrollo del país”.9

Ya en 1922 esos cambios cualitativos se reflejan en “la segunda federación de la
Unión Obrera Salvadoreña que estaba con cinco filiales.”10 Al respecto, se dice que:
“elementos anarcosindicalistas predominaron en la Unión Obrera Salvadoreña, fundada
en 1922 y en la Federación Regional de Trabajadores salvadoreños, que la siguió dos
años mas tarde.”11

Esta organización tendrá corta vida y se fusionará con la Federación Obrera de
El Salvador (COES) para unir al movimiento obrero en el marco de la Confederación
Obrera Centroamericana (COCA), pero la COES es expulsada de ésta última por su
orientación mutualista.

Ese mismo año, “brigadas de sindicalistas mexicanos comandados por Jesús
Flores Magón (hermano del mítico Ricardo Flores Magón) llegaron a Guatemala y El
Salvador formando la Federación Obrera de Guatemala y la Federación Regional de
Trabajadores en El Salvador. Con posterioridad pasaron a Honduras, Nicaragua y Costa
Rica, en cada una de las organizaciones obreras, así formadas, concurrió a formar la
Confederación Obrera Centroamericana (COCA) que radicaría por el término de un año,
en cualquier país designado por los consejos directivos de cada federación.”12

Vale la pena recordar que en México “elementos del Partido Liberal y de otros
grupos anarcosindicalistas formaron parte de la Casa del Obrero Mundial durante la
revolución y luego en la CROM.”13Esta última fue la formó la COCA.
La creación de la Federación de Trabajadores Salvadoreños (FRTS) surge
gracias a la consolidación de los primeros sindicatos, por lo que “la creación de la
Regional entorno a la COCA nos indica claramente la descomposición del artesanado y
el surgimiento del movimiento obrero como clase en sí, como una clase con una
“situación común, intereses comunes”. El surgimiento de los primeros sindicatos en
1923-1924 y especialmente de la regional, muestra a nivel ideológico una
descomposición del socialismo utópico y el surgimiento y lucha entre las corrientes
social reformistas, como anarcosindicalistas y comunistas, muchas veces influenciando
el movimiento obrero en forma inclusive simultanea.”14

En este sentido, el sindicalismo es el resultado de la necesidad espontánea que
tiene el trabajador de organizarse. De esta manera surgen las ideas que van a guiar a
esta organización libre las que son derivadas, en su origen, del anarquismo y los
hombres que han logrado hacerlas aceptables eran en su mayor parte anarquistas. Estos
primeros sindicatos aglutinan a zapateros, albañiles, mecánicos, carpinteros, sastres,
barberos, vendedores ambulantes, de oficios varios, sindicatos de finca y campesinos,
etc.
El 21 de septiembre de 1924 se fundó en San Salvador la FRTS y su cede en el
mismo lugar “era el centro donde nos llegaba la intensa propaganda internacional de
aquella época. Recibíamos materiales de Holanda, Argentina, Francia, Italia, Estados
Unidos, México, etc. En las cuales se reflejaban varias tendencias y posiciones que por
entonces influenciaban al movimiento obrero mundial. Así llegaban nuestro país las
tendencias reformistas, anarco-sindicalistas, anarquistas y comunistas que se disputaban
la hegemonía en el movimiento obrero internacional.”15

Sobre lo anterior cabe mencionar que “la Confederación Obrera Centroamericana (COCA) por la importancia que significaba en esa época para el movimiento obrero mundial, quiso ser atraída por la Federación Panamericana del Trabajo de Washington. Sin embargo, el Consejo Superior se inclinó por la Federación Sindical de Ámsterdam, cuyas tendencias eran moderadas. La Tercera Internacional Comunista de Moscú, consideraba las actuaciones moderadas de la federación sindicalista, como traidoras al movimiento mundial de los trabajadores y las calificaban de amarilla. No obstante a partir de 1922, cambió y propuso con insistencia la fusión de ambas organizaciones con el fin de formar un frente único. De esta fecha en adelante todas aquellas organizaciones obreras adheridas a la federación sindicalista de Ámsterdam (FSA) comenzaron a recibir corrientes sindicales extremistas y entre ellos la COCA y en espacial la FRT de El Salvador.”16 En la FRTS convergían tres corrientes ideológicas que se disputaban su
dirección: los reformistas, los comunistas y los anarquistas.

Los reformistas confiaban en un proceso electoral y pacífico para conquistar un
estado liberal y que posterior mente concluyeron su proyecto con el Partido Laborista.
Uno de los máximos representantes de esta corriente era Alberto Masferrer, quien dicho
sea de paso, no miraba con malos ojos las ideas anarquistas refiriéndose a ellas de esta
manera: “Cuanto menos gobierno necesite un país, mayor será su prosperidad y ventura
la anarquía, que es una concepción ideal de la vida, de la vida sin gobierno, no lo es sino
porque lleva implícita la perfección, la santidad del individuo…Necesitamos de
gobierno, porque somos malos. Porque somos crueles, perversos, codiciosos, brutales y
tiránicos, necesitamos de que alguien nos vigile, nos contenga, nos reprima y nos
castigue”17

Respecto a Masferrer Alba dice: “la realidad de su país, sin embargo, llevó a
Masferrer, ya al final de su vida, a mostrarse más radical. Tal vez contribuyeron a ello
los contactos que en sus viajes tuvo con socialistas y anarquistas, especialmente en
Chile. Se manifiesta anticapitalista, enemigo del monopolio de la tierra y quiere tierra
libre y también libre sea necesario para trabajarla.”18

En segundo lugar se encontraban los comunistas, inspirados en las conquistas
alcanzadas por la revolución Rusa de 1917. En El Salvador el desarrollo de la
propaganda marxista-leninista hizo mella en algunos obreros quienes vieron en la
conformación del Socorro Rojo Internacional la expresión mundial de lo que
denominaban clase obrera. Esto permitió la formación del elitismo dentro del
sindicalismo.

Por último se encontraban los anarquistas, quienes tenían una abierta oposición a
cualquier partido político y al parlamentarismo, por lo que también recibían el nombre
de sindicalismo revolucionario y pretendían la liberación del trabajador a partir de ellos
mismos, valiéndose de la acción directa y de la huelga general como método de lucha.
En este sentido el anarcosindicalismo es una rama del anarquismo vinculada al
movimiento obrero a través del sindicalismo, es un método de organización y de lucha
de los trabajadores a través de los sindicatos que tiene como objeto la conquista por
parte de los trabajadores de los medios de producción según los principios federativos.
A pesar de los antagonismos ideológicos existentes dentro de la FRTS el trabajo
que ésta realizaba permitió la formación de más sindicatos. Con la consigna “A
organizar las ligas campesinas” se lanzó a formar sindicatos al campo a tal grado que en
1929, funcionaban en ciudades, fincas y cantones del país.

“Las luchas reivindicativas se encaminaban a conseguir la reforma agraria,
erradicación del latifundio, y las relaciones feudales, particularmente el pago con fichas,
la tienda de raya, los malos tratos.

La actividad desplegada por la regional, ejerció influencia para que durante el
gobierno de don Pío Romero Bosque, se dictaran las siguientes leyes: Ley de Protección
a los Empleados de Comercio (31 de mayo de 1927), Ley de Registro de Agrupaciones
Obreras y Gerenciales, Decreto de Creación de Junta de Conciliación (ambos el 15 de
junio de 1927) y el Reglamento de Horas de Trabajo (13 de junio de 1928).
“La última de las leyes mencionadas, en su artículo primero hacía una larga
enumeración de labores en las cuales establecía la jornada de ocho horas diarias; lo cual
significó un triunfo de los obreros, pues había sido constantemente la aspiración a
reducir el tiempo de trabajo.”19

Dada las relaciones que llegó a tener la FRTS a nivel internacional con otras
organizaciones sindicales de América Latina, “en 1925 el líder obrero Virgilio Chacón
entró en contacto con el dirigente de la FORA, Julio Díaz quién hacía una gira por
Centroamérica promoviendo la organización anarquista.”20

Julio Díaz venía de México, allí “había recibido noticias sobre el proyecto de
creación de una “Continental de sindicatos anarquistas patrocinada por la AIT. Sin ser
favorable, Díaz propuso una reunión previa en la capital panameña para el mes de
noviembre de 1925 en la que se debía de fijar la fecha de congreso constitutivo a
nombre de la CGT de México y la FORA.

“Sin embargo esa primera reunión nunca se llevó a cabo, pues los representantes
de Perú, Chile, Uruguay, Argentina y México fueron aprehendidos en la ciudad de
Balboa por las autoridades panameñas.”21

En 1927 se llevaron a cabo manifestaciones en apoyo a Sacco y Vanzetti, los dos
anarquistas condenados a muerte en Estados Unidos.22
Esto permitió que el movimiento obrero salvadoreño se incorporara a las luchas internacionalistas del movimiento anarquista internacional.

Este acercamiento a diversas organizaciones anarcosindicalistas permitió la
circulación y distribución de propaganda que servía de aliciente para el movimiento
obrero tan necesitado de fundamentos teóricos. Dada esa necesidad de formación
obrera, se crea en este periodo la “universidad popular” que funcionaba como un ateneo
anexo a diversos centros culturales que existían en San Salvador.

La “Universidad Popular” se dedicaba a la educación de los obreros y
campesinos que sentían la necesidad de profundizar en el aspecto ideológico y de la
realidad que ellos afrontaban en ese momento. Las ideas de los clásicos del socialismo
como Kropotkin, Bakunin y Proudhon eran discutidas; también eran muy difundidas las
ideas de José Ingenieros y Ricardo Flores Magón. La discusión de las ideas y la
formación corría a cargo de dirigentes sindicales, académicos y extranjeros algunas
veces.

El funcionamiento de la “Universidad Popular” permitió simular las bases ideológicas
de los obreros y campesinos, permitiendo que ellos mismos expusieran sus puntos de
vista y análisis de la situación social y económica en diversos panfletos y folletos.
Esta efervescencia del movimiento obrero no solo hacía preocupar a las
autoridades de gobierno, sino también a la iglesia católica quién no miraba con buenos
ojos la organización obrera y por ello “el 31 de octubre de 1927, Monseñor Alfonso
Belloso y Sánchez, Administrador Apostólico de la Arquidiósecis y Obispo Auxiliar de
San Salvador, publicó la pastoral titulada “El presente momento social.” Este
documento resume la posición de la Iglesia frente a la doctrina socialista:

“El segundo principio que establece el socialismo es el anarquismo
revolucionario. Anarquismo. Todos los organizadores comunistas habían pretendido
construir un Estado con sus poderes, corporaciones y magistrados. El comunismo
anárquico niega el Estado sin decir a punto fijo lo que ha de sustituirlo. Revolución. El
como la sociedad actual está formada; la familia, el Estado, la Iglesia, estorba e
imposibilita el establecimiento del comunismo. Aguardar que por medios suaves se
transforme la sociedad presente pondría en balanzas el buen suceso del sistema. Por
tanto hay que echar mano de la violencia, de la destrucción, del aniquilamiento para
construir el mundo nuevo descuajando el viejo. Más, puesto que el comunismo perfecto
no puede existir mientras los hombres sean como los actuales y la riqueza se produzca
tan limitadamente como ahora, menester es conservar el Estado, empresario universal
que fija toda la vida económica, pero un estado compuesto por la mayoría proletaria que
oprima la minoría burguesa hasta nivelar toda desigualdad y medir la sociedad con un
resero. Pues confrontad ahora semejantes opiniones con el sagrado Evangelio…
Jesucristo manda dar “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios…Lo cual
sería absurdo si no hubiera autoridad civil sea cual fuere su forma, y una autoridad
religiosa, Ambas integradas por hombres, puesto que ordena pagar los tributos; el
comunismo anárquico edifica la sociedad nueva sin poder alguno que tenga derecho de
mando y ser obedecido.”23

Para 1929 las disputas ideológicas dentro de la FRTS se hacen más patentes y
los primeros núcleos de comunistas dentro de la misma se adhieren a la consigna
revolucionaria mundial en el seno del movimiento obrero (que) era entonces la de
arrebatar la dirección a los reformistas y los anarquistas.”24

“La lucha ideológica, precisamente por su nivel primitivo, tomaba en ocasiones
numerosas los cauces más violentos y no era nada raro que en las sesiones sindicales se
llegara a las manos y se apoyaran los puntos de vista a puras trompadas. También salían
de ves en cuando a relucir los cuchillos.”25

Bajo este clima “se llevó a cabo el V Congreso de nuestra Federación Regional y
los que nos considerábamos ya comunistas tomamos la dirección regional del
organismo. Para entonces habiendo sido desplegados los reformistas…, la pelea central
se planteó con los anarcosindicalistas. Yo quedé encargado de las finanzas de la
Federación con el apoyo de los anarcosindicalistas, pero cuando estos vieron que en el
desempeño de mi cargo yo no me plegaba a sus posiciones y no hacía concesiones a su
línea, como había sido su esperanza cuando me apoyaron tomaron venganza: acordaron
dejar de pagar sus cuotas y comenzaron a desarrollar una campaña de sabotaje
financiero entre la base para debilitar nuestras posibilidades como dirección.”26

En 1930 se realizó el VI Congreso de la FRTS “en un ambiente de polémica y
hostigamiento. Todavía teníamos problemas económicos agudos por la actitud de
sabotaje de los disidentes anarcosindicalistas… En aquellas condiciones, la
convocatoria para el nuevo congreso fue un golpe de audacia por parte nuestra, porque
debido a la insistencia mía, la regional se comprometió a pagar los gastos de
concurrencia y estancia a los delegados de las zonas rurales, que por cierto eran
mayoría. El VI congreso fue un éxito, pero es que para entonces ya había algo nuevo en
el movimiento revolucionario salvadoreño: ya había surgido nuestro partido
comunista.”27

Como lo deja entrever Miguel Mármol, este grupo de “disidentes” era muy
numeroso para causar problemas por el pago de sus cuotas, es de tomar en cuenta que
por ese entonces la FRTS llegó a tener unos 75,000 afiliados, por lo que puede pensarse
que al no encontrar cabida dentro de esta los anarquistas buscaron un nuevo esquema
organizativo.

Este Congreso marca fin de la época de oro del anarcosindicalismo en El
Salvador. Desde ese momento el movimiento obrero en El Salvador será llevado de la
mano del Partido Comunista arrojándolo a una lucha partidaria y electoral. Al respecto
es de considerar que “por eso, pero principalmente por el contenido revolucionario
electoral impulsada por el Partido Comunista en 1930, sostenemos que puede hablarse
de un retroceso en la lucha de masas en El Salvador en ese momento, tal como así
ocurrió posteriormente, cuando la lucha se centró, en algunas ocasiones, principalmente
alrededor de los procesos electorales.”28

En virtud de lo antes expuesto se dice que el anarcosindicalismo en El Salvador
marca el punto de partida del sindicalismo y de la evolución ideológica de los
movimientos populistas.

Pero la lucha anarquista no termina acá, sino que sigue latente y en ese mismo
año de 1930 se funda en San Salvador la primera organización anarquista: El Centro
Sindical Libertario dirigido por Enrique Conde.29Desde su fundación este fue el centro
de la actividad anarquista en El Salvador, aunque tuvo una corta vida permitió a los
anarquistas seguir con sus luchas y propagar sus ideas.

Pero aún fuera de la FRTS las rivalidades ideológicas siguen manifestándose
entre los comunistas y anarquistas, así las luchas del partido deben “ser dirigidas no solo
con los explotadores, sino también contra todos los reformistas, socialfascistas,
oportunistas, traidores, derrotistas, liquidacionistas, pacifistas, y todos los que en alguna
forma den ilusiones pequeño burguesas como los anarquistas, anarcosindicalistas
(Centro Libertario Sindical) y contra todo el régimen actual.”30
Esto demuestra la obtusa dirección del partido con respecto a las demás izquierdas.
El año de 1932 marca el final del Centro Sindical Libertario y uno de los sucesos
más luctuoso de la historia de El Salvador. Alrededor de 10,000 personas fueron
asesinadas después de un alzamiento indígena, que fue aplacado por las balas de la
dictadura militar del General Maximiliano Hernández Martínez.

Este acontecimiento y la posterior represión dan un duro golpe a todo el
movimiento obrero, que a la par de la población indígena del occidente del país fue el
principal blanco de la represión estatal.

Ese año muchos obreros, campesinos e indígenas mueren en los paredones,
incluyendo a anarquistas que no habían cesado en su lucha. Sobre estos hechos cuenta
Migue Mármol: “Empecé a reconocer caras de camaradas del partido, de la juventud, de
la Regional todos ellos mostrando huellas de su tortura y los golpes recibidos. Con el
primero que hablé en la atestada celda en que me metieron fue con Gerardo Elías Rivas,
llamado “cafecito”, un líder anarco-sindical, muy puro y sincero, equivocado
políticamente, pero una magnífica persona.31

“Como a eso de las diez de la noche retumbó un grito en medio del silencio
“¡Miguel Mármol al recinto!”. El compañero cafecito me dijo que no contestara, que de
seguro estaban sacando a la gente para irla a fusilar. Pobrecito cafecito, en que murió el
también, solo que en otro paredón.”32
Este acontecimiento trunca el desarrollo de los movimientos sociales y todas las
organizaciones de izquierda pasan a la clandestinidad bajo esta dictadura que durará
hasta el primer quinquenio de los años cuarentas.

Pero en la clandestinidad algunos grupos siguen trabajando, entre ellos los
anarquistas. Dice Miguel Mármol, que sobrevivió a los fusilamientos y se encontraba
huyendo en el oriente del país: “no recibimos nada en concreto del Partido, pero
recibimos la comunicación de un pequeño grupo de anarquistas capitalinos que se
estaban organizando y que ya tenían contactos internacionales, en la cual me ofreció un
viaje de descanso a España”33

Entrada la segunda parte de la década de los años treintas los datos de las
actividades anarquistas se pierden (al menos hasta lo que se ha logrado investigar), pero
no cabe dudad que estas ideas siguieron pululando dentro de nuevas organizaciones.
Finalizada la dictadura de Martínez en 1944, las organizaciones obreras renacen y
empiezan a reorganizarse de la mano del Partido Comunista. A medida que pasan los
años y nuevos gobiernos militares alternan el poder la represión vuelve a hacerse latente
y los espacios de expresión son suprimidos y la autodefensa va quedando como la única
alternativa ante la represión.

En esta ocasión será el movimiento estudiantil el que jugará un papel principal
dentro de la lucha revolucionaria y “al entrar en la década de los años 70’s contaba con
varias agrupaciones que rebasaban los términos del trabajo gremial… Surgió también el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que aglutinaba a trotskistas,
anarquistas y marxistas, en su mayoría apoyadores de la lucha armada.”34

A finales de los 70’s “existían otras organizaciones universitarias de poca
relevancia de tendencia trotskista y anarquista como por ejemplo: Movimiento
Revolucionario Universitario (MRU), Grupo Socialista Internacionalista (GSI), y la
Organización Socialista Internacionalista (OSI).”35

En efecto, las ideas anarquistas aún seguían latentes y se mantenía en las luchas
populares y se hacían presentes en los albores de la guerra civil. Es de suponer que al
igual que muchas otras organizaciones revolucionarias de esa época individualidades y
colectividades anarquistas se incorporaron a la lucha armada en el FMLN. También es
de destacar la presencia de anarquistas extranjeros que participaron en la lucha armada.
Una vez finalizada la guerra civil y llegada la década de los noventas las ideas
anarquistas van a hacerse presentes nuevamente, pero ahora bajo un contexto muy
diferente a los anteriores.

Lo que hoy se podría denominar como el resurgimiento del anarquismo en El
Salvador tiene sus inicios en la primera década del siglo XXI cuando algunos jóvenes
que formaban parte de movimientos contraculturales empiezan a retomar las ideas
anarquistas y a criticar a la sociedad salvadoreña desde esta óptica, alejándose de la
izquierda tradicional salvadoreña amarrada con un partido político y encaminada a un
proceso electoral.
En el 2002 la joven escena hardcore-punk de San Salvador fue la cuna para el
Movimiento Anarquista Salvadoreño (MAS) integrado por punks, skinhead y straight
edge, que se dedicaban a la difusión de las ideas anarquistas a través de panfletos y
fanzines (como Rechazo Social y Depurando el Sistema) dentro de los conciertos; poco
a poco, este grupo fue creciendo y saliendo de los conciertos. Es así que el primero de
mayo del 2003 por primera vez, desde principios de siglo, anarquistas desfilan por las
calles de San Salvador.

Con el paso del tiempo el MAS desaparece y algunos de sus miembros forman el
CLA (Célula de Liberación Animal) dedicándose a promover el buen trato hacia los
animales, a la difusión del anarcoveganismo y la acción directa. Esta agrupación no
dura mucho y desaparece en corto tiempo.

En el año de 2004 algunos miembros de los extintos MAS y C.L.A. forman el
Kolectivo Acción Libertaria (KAL) siempre integrados por jóvenes pertenecientes a los
movimientos contraculturales que se van a dedicar a la difusión de las ideas anarquistas
y veganistas a través de la palabra escrita, el punk y la acción directa por medio de su
fanzine Arroja la Bomba y la Banda Cívica Maldita, esta última de corta existencia.
A partir de este año nuevas organizaciones anarquista surgen en la capital
salvadoreña. Una de ellas es el Kolectivo Acción Social Anarquista (KASA) integrado
en su mayoría por skinhead que se dedican a difundir las ideas anarquistas en los
conciertos de punk-skin.

En 2005 en la Universidad de El Salvador nace el Circulo Revolucionario
Anarquista Salvadoreño (CRAS) producto de un círculo de estudio dentro de la
Universidad de El Salvador y quienes se dedican al estudio de las ideas anarquistas y las
difunden por medio de la palabra escrita en sus boletines.

En diciembre de 2006 nace el Kolectivo Resistencia Libertaria (KRL) integrado
siempre por jóvenes pertenecientes a los movimientos contraculturales que se dedican a
la difusión de las ideas por medio de fanzines y comunicados así como acciones de
calle.

A finales del 2007 producto de disputas ideológicas dentro del Bloque Popular
Juvenil, hijo del FMLN, surge Acción Directa (AD), un grupo muy numeroso de
jóvenes quienes se dedican a la propaganda, adhesión de miembros dentro de sus filas y
difusión de las ideas libertarias.

Con el nacimiento de nuevas colectividades anarquistas es que ya se puede
hablar de un verdadero movimiento anarquista en El Salvador alejado de cualquier
influencia de algún partido u organización.
Desde el 2006 el KAL y el CRAS deciden estrechar los lazos existentes con las
demás organizaciones y deciden organizar una participación conjunta dentro de la
marcha del primero de mayo del 2007, dicha actividad no alcanza a concretarse y las
diferentes colectividades siguen encontrándose en cada actividad de calle de forma
casual pero, con muy buenas relaciones.

En el año 2008 gracias a las gestiones de AD, KRL, KAL y CRAS se logra que
todas las organizaciones anarquistas participen de forma coordinada en la marcha del
Día del Trabajo. Dicha coordinación se nombró Coordinadora Anarquista y aglutinaba a
KASA, KRL, AD, KAL, CRAS y Movimiento Universitario Revolucionario de
Estudiantes. Mártires del 32 (MURE 32). Éste último es la única organización
estudiantil que desde el 2002 dado su apoyo a todo el movimiento anarquista.
Esta fue una actividad de gran importancia ya que desde principios de siglo no
se había visto una participación anarquista tan grande en la capital; además la
coordinación unificó los lazos entre los diferentes colectivos, que aunque no se eran
desconocidos, permitió conocer directamente el trabajo que cada uno de ellos estaba
realizando y apoyar ese trabajo.

Después de la marcha los colectivos decidieron seguir trabajando de esa manera,
respetando la autonomía de cada uno. Es así como inicia el trabajo de la Coordinadora
Anarquista con el objetivo de unificar, apoyar el trabajo que cada miembro realiza bajo
una organización horizontal que responde a decisiones concensuadas por cada uno de
sus integrantes. Esta coordinación termina antes de cumplir un año.

El corto trecho avanzado por el joven movimiento anarquista salvadoreño lo ha
hecho manteniéndose alejado de cualquier institución partidaria conservando su
autonomía. Teniendo claro que la izquierda la conforman una pluralidad de corrientes
de pensamientos y que negar esto genera un retroceso en la construcción de una
sociedad que pueda luchar por sus derechos, hacerse oír, respetar bajo los principios de
justicia y solidaridad. Algo que no puede lograrse por la vía electoral.
La construcción de nueva izquierda que no tenga como objetivo la toma del
poder y que no utilice los mismos métodos del pasado, porque todos ellos fracasaron o
fueron comprados por el sistema al cual se quiere destruir, representa el objetivo a
alcanzar por los nuevos anarquistas por lo que habrá que emplear nuevos métodos de
lucha, de crear la alternativa para poder vivir la utopía.

NOTAS
1 Cappelletti, Ángel J. El anarquismo en América Latina. Caracas 1990. p. CLIX
2 Nettalu, Max. La anarquía a través de los tiempos. 4ª edición cibernética 2003. Cáp. 6
3 Ídem.(…)
4. Zeledón Lizano, Cristina. El Anarquista, defensor de los trabajadores labrador de ideales: Semblanza de(Billo) Zeledón. 2003.
5 Malinedo, Fernando. El movimiento obrero en Guatemala, 1877-1990, Revista Mesoamerica Nº 15.
1988.
6 Menjivar, Rafael. Formación y lucha del proletariado industrial salvadoreño. 1982. p. 39
7 Arias Gómez, Jorge. Farabundo Martí. 1996. p. 51
8 Ídem. P. 52
9 Menjivar, Rafael. ob.cit.. p. 39

10 Cappelletti, Ángel J. ob.cit. p. CLIX
11 Ídem.
12 Salazar, Alfonso. Los sindicatos obreros. 1956. p. 37
13 Alba, Victor. Historia del Movimiento obrero en América Latina. 1964. p.114.
14 Menjivar, Rafael. ob.cit. p. 63-6
15 Dalton Roque. Miguel Mármol: Los sucesos de 1932 en El Salvador. 2000. p. 131
16 Salazar, Alfonso. ob.cit. p. 38
17 Masferrer Alberto. El dinero Maldito. 2002. p. 42-43.
18 Alba, Víctor. Ob.cit. p.419 Larín, Arístides Augusto. Historia del movimiento sindical de El Salvador. La universidad. P. 137-138.
20 Tercena Arriola, Arturo. Un salvadoreño en la historia de Guatemala: Entrevista con Miguel Ángel Vásquez Equizabal. Memoria. Boletín del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista de
México. 1990. p. 19
21 Tercena Arriola, Arturo. Presencia Anarquista en Guatemala entre 1920 y 1932. Revista Mesoamérica
Nº 15. p 6 y 7
22 Salvador Orlando Alfaro en: Martínez Peñate, Oscar. El Salvador: Historia general. 2007. p. 98
23 López Jiménez, Ramón. Mitras Salvadoreñas en Arias Gómez, Jorge. Ob.cit. p. 119-121

24 Dalton Roque. ob.cit. p. 137
25 Ídem. P. 132
26 Ídem. P. 138
27 Ídem. P. 141
28 Lungo, Mario. La lucha de las masas en El Salvador. 1987. p. 22
29 Tercena Arriola, Arturo. ob.cit.. p. 19
30 Schlesinger, Jorge. Revolución comunista ¿Guatemala en peligro? En Arias Gómez, Jorge. ob.cit.
p.178
31 Dalton Roque. ob.cit. p. 261
32 Ídem. p. 264
33 Ídem. p. 340
34 Medardo González. En Quezada, Rufino Antonio. Martínez, Hugo Roger. Veinticinco años de de
estudio y lucha: Una cronología del movimiento estudiantil. 2008. p. 36
35 Ídem. P. 71

BIBLIOGRAFIA

Alba, Víctor. Historia del movimiento obrero en América Latina. México: Editorial
Limusa, 1964.
Arias Gómez, Jorge. Farabundo Martí. San José: Educa, 1996.
Cappelletti, Ángel J. El anarquismo en América Latina. Biblioteca de Ayacucho. 1990.
En línea Disponible:
http://www.bibliotecaayacucho.com/fba/index.php?id=97&backPID=103&begin_at=56
&tt_products=157
Dalton, Roque. Miguel Mármol: Los sucesos de 1932 en El Salvador. San Salvador:
UCA Editores, 2000.
Salazar, Luis Alfonso. “Los sindicatos obreros”. Tesis Universidad de El Salvador;
1956.
Lungo, Mario. La lucha de masas en El Salvador. San Salvador: UCA Editores, 1987.
Larín, Arístides Augusto. “Historia del movimiento sindical de El Salvador.” La
Universidad. Nº 4 (julio-agosto 1971): p. p. 136-179.
Martínez Peñate, Oscar. El Salvador: Historia general. 2ª ED. San Salvador: Nuevo
enfoque 2007.
Masferrer, Alberto. EL dinero maldito. San Salvador: Dirección de Publicaciones e
Impresos.
Melenado, Fernando. “El movimiento obrero en Guatemala, 1877-1990. Revista
Mesoamérica. Nº 15. junio de 1988. p. p. 1-23
Menjivar, Rafael. Formación y lucha del proletariado industrial salvadoreño. San José:
Educa. 1982.
Nettlau, Max. La anarquía a través de los tiempos. 4ª Edición cibernética. En línea.
Disponible:
http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/anarquia_tiempos/caratula_nettlau.ht
ml
Quesada, Rufino Antonio. Martínez, Hugo Roger. Veinticinco años de estudio y lucha :
(Una cronología del movimiento estudiantil). San Salvador: Editorial universitaria,
2008.
Teracena Arriola, Arturo. “Presencia Anarquista en Guatemala entre 1920-1932”.
Revista Mesoamérica Nº 15, junio 1988. p. p. 6-7
Teracena Arriola, Arturo. “Un salvadoreño en la historia de Guatemala: Entrevista con
Miguel Ángel Vásquez Equizabal”. Memoria. Boletín del Centro de Estudios del
Movimiento Obrero y Socialista de México (CEMOS). Nº 29. 1990. p. p. 96-100.

Zeledón Lizano, Cristina. El anarquista, defensor de los trabajadores, labrador de
ideales: Semblanza de (Billo) Zeledón. Cartago: Instituto Tecnológico de Costa Rica.
2003

Un pasado comunista por recuperar: Carmen Lyra y Carlos Luis Fallas en la década de 1930

Iván Molina Jiménez *

Un pasado comunista por recuperar: Carmen Lyra y Carlos Luis Fallas en la década de 1930**

La Embajada de Estados Unidos en San José, en noviembre de 1944, envió a John Edgar Hoover, director del FBI, un interesante documento, proporcionado por “…una fuente confiable y confidencial…”, el cual consistía en un conjunto de pequeños esbozos biográficos de los principales líderes comunistas de Costa Rica. El párrafo correspondiente a María Isabel Carvajal advertía:

“esta mujer es la hija ilegítima de Isabel Carvajal (Quesada) [sic: el segundo apellido era Castro]. Se informa que su padre fue Gaspar [sic: el nombre era Andrés] Venegas, pero él nunca la reconoció. Nació en San José, Costa Rica, en 1902 [sic: fue en 1888]. Aunque de humilde origen, fue bastante bien educada y durante algún tiempo trabajó de maestra en la enseñanza primaria. Es soltera. Es bien conocida en Costa Rica como escritora, y por algún tiempo dirigió una revista llamada ‘Celajes’ [sic: la directora era María Delia Carvajal]. Su trabajo mejor conocido es un libro de cuentos para niños, llamado ‘Los Cuentos de mi Tía Panchita’ (The Stories of my Aunt Panchita). El nombre CARMEN LYRA aparentemente lo adoptó como un pseudónimo y también debido a su nacimiento ilegítimo. Esta mujer estuvo estrechamente asociada con Manuel Mora y Rodolfo Guzmán en la formación del Partido Comunista de Costa Rica en 1931, y algunas fuentes consideran que fue realmente la organizadora del Partido y que usó a Mora y a Guzmán a fin de tener hombres a la cabeza de la organización. En cualquier caso, es incuestionablemente una de las más inteligentes e influyentes líderes del Partido, y por largo tiempo ha sido miembro del Comité Central y del Buró Político, siendo la Secretaria de Actas y Correspondencia de este último.” 1

La información sobre Carlos Luis Fallas Sibaja era similar: de acuerdo con el documento que el director del FBI posteriormente, y con carácter confidencial, envió al Secretario de Estado,

“Fallas es el hijo ilegítimo de Adelina Fallas (Sibaja). Nació en San José [sic: fue en Alajuela], Costa Rica, el 5 de abril de 1909 [sic: fue el 21 de enero de ese año]. Se dice que su padre es el Coronel Roberto Cantillano, quien rechazó reconocerlo. Fallas es soltero, pero aparentemente planea casarse con MATILDE LAFIN DRUMM tan pronto como ella se divorcie de su presente marido, RAFAEL DE BUEN (Y LOZANO). Fallas fue uno de los fundadores del Partido [sic: se afilió al Partido después de su fundación] y siempre ha estado extremadamente activo, habiendo sido encarcelado varias veces por ser excesivamente entusiasta en sus actividades. Zapatero de oficio, consagra todo su tiempo a su trabajo como miembro del Congreso Nacional y como Secretario de Propaganda del Buró Político del Partido Vanguardia Popular. También es miembro del Comité Central del Partido y Secretario para la Zona Pacífica de la CTCR. Aunque Fallas tiene solo una educación elemental, parece ser extremadamente inteligente y recientemente el Partido le ha confiado el arreglo de varias cuestiones laborales entre el Partido y la United Fruit Company. Aparentemente, ha manejado esos asuntos a entera satisfacción del Partido.” 2

Los errores en las fechas de nacimiento y de otra índole, aparte de sugerir que la persona que elaboró el documento probablemente era de origen extranjero, por lo cual estaba poco familiarizada con ese tipo de datos vitales, son un indicador del carácter ocasionalmente falible del aparato de inteligencia imperial. El particular interés de este último –pese a sus eventuales equivocaciones– por el quehacer político y social de los principales líderes de la izquierda costarricense no era nuevo, sin embargo, y databa incluso del período anterior a la fundación en San José del Partido Comunista (el 6 de junio de 1931). 3

1. De cómo Tía Panchita inquietó a un imperio

La visibilidad de Carmen Lyra en la esfera pública de la época, debida a sus labores docentes (fue la que introdujo el método Montessori para la educación pre-escolar en el país), a su protagonismo durante la lucha contra la dictadura de los Tinoco en 1919, a sus artículos en la prensa y a su éxito como escritora (de Los cuentos de mi tía Panchita se vendieron tres ediciones entre 1920 y 1926), facilitó que, una vez que se adhirió al Partido Comunista,4 se convirtiera en una figura muy observada por la diplomacia estadounidense asentada en San José, especialmente entre 1931 y 1933. El primer informe disponible en que se cita a “…la espiritual escritora de nuestra Tiquicia…”, como la definía en junio de 1931 el periódico La Tribuna, es de febrero de 1932, cuando Carvajal fue identificada como una de las 25 mujeres que, al lado de otros 175 varones, participaron en una marcha de

“…simpatía con los ‘hermanos’ quienes habían caído en los recientes disturbios en El Salvador, ‘asesinados’ por el General Martínez.” 5

La legación imperial en San José, dos meses después, en abril de 1932, comentaba una edición de Trabajo, el periódico semanal de los comunistas, y destacaba que

“de particular interés es un artículo sobre ‘niños trabajadores’ escrito por CARMEN LYRA, cuyo nombre verdadero es Isabel Carvajal. Esta mujer ocupa un puesto público como superintendente del kindergarten de San José (Escuela Maternal), y es prominente en el pequeño grupo de los así llamados ‘intelectuales’ de Costa Rica, conformado por Joaquín García Monge y otros.” 6

La preocupación imperial por las actividades de Carmen Lyra se acrecentó a medida que su participación política tendía a ampliarse y diversificarse. La legación informó que el 19 de noviembre de 1932, el Partido logró movilizar a cerca de 600 personas, que asistieron a una manifestación efectuada en uno de los parques de San José, y que una de las oradoras en dicha protesta fue Carvajal.7 El peligro de que esta última se valiera de su prestigio docente e intelectual y de su posición en el sistema educativo para difundir el comunismo entre las maestras, también desveló a los funcionarios del imperio.

La amenaza descrita pareció cobrar fuerza en marzo de 1933, cuando los comunistas, según comunicó oportunamente la legación, empezaron a impartir a los trabajadores clases nocturnas de marxismo y economía antiimperialista. El informe concluía que

“…Carmen Lyra (Isabel Carvajal) es una de las líderes comunistas más activas en Costa Rica. Ella y otras maestras de escuela pública son evidentemente los principales instructores de las clases nocturnas.” 8

El clímax del interés imperial por Carmen Lyra fue alcanzado poco después, tras los violentos sucesos del 22 de mayo de 1933, cuando una manifestación de trabajadores desocupados terminó en un enfrentamiento con la policía. La legación destacó que, a raíz de tal incidente, varios empleados públicos fueron despedidos, entre los cuales figuraba, por supuesto,

“…María Isabel Carvajal, llamada aquí CARMEN LYRA. Estaba empleada como directora de la ‘Escuela Maternal’. Después del enfrentamiento de la última semana, escribió varios artículos particularmente violentos en la prensa local. No obstante una advertencia final del Ministro de Educación Pública, ella continuó con sus ataques contra los funcionarios del Gobierno, a raíz de lo cual fue cesada. Como podría esperarse, el resultado han sido ataques aun más violentos contra el Gobierno. Esta mujer será un factor a ser tomado en cuenta en el futuro en cualquier movimiento radical en Costa Rica.” 9

Los datos anteriores fueron complementados por otro informe, en el cual se explicó con más detalle el conflicto entre Carvajal y las autoridades educativas, al indicarse que, en entrevistas publicadas en la prensa,

“…se le cita diciendo que el Ministro de Educación Pública había pensado que podría comprar su opinión por la pequeña suma de ¢165 al mes (su salario como maestra), pero que ella prefiere ser libre para expresar sus convicciones. Hay ahora un movimiento en curso para establecer otra escuela, operada por el Partido Comunista, para Carmen Lyra, en la cual ella recibirá su salario de donaciones individuales.” 10

La legación estadounidense, dos semanas más tarde, complementó los datos anteriores en un documento adicional, en el que acotaba:

“la prensa local ha anunciado que el próximo 17 de junio aparecerá una nueva publicación titulada ‘CARETAS’, editada por Carmen Lyra (Isabel Carvajal), la líder comunista recientemente despedida de su posición como maestra…, y Antonio Zelaya, un errático reportero periodístico y un participante en el intento de sublevación en [el cantón alajuelense de] Grecia [en 1930].” 11

El informe precedente supuso el fin de ese peculiar interés imperial por Carmen Lyra: en la documentación disponible, producida por la legación de Estados Unidos en la década de 1930, únicamente se la cita una vez más, el primero de septiembre de 1935. El comunicado de esta fecha advertía que el grupo articulado en torno a la revista Liberación, editada por Vicente Sáenz, se proponía fundar el Partido Socialista Costarricense, y que

“prácticamente todo escritor costarricense anti-estadounidense es incluido en la lista de los ‘principales colaboradores’: Juan del Camino, Antonio Zelaya y Carmen Lyra…” 12

2. Tía Panchita comunista

¿Por qué la diplomacia imperial se preocupó tanto por Carmen Lyra entre 1931 y 1933, y por qué ese interés tendió a decaer después de este último año? La primera pregunta obliga a considerar un problema que, curiosamente, destaca por su ausencia en las investigaciones sobre el Partido Comunista de Costa Rica: el vínculo entre tal organización y los círculos intelectuales de la época.13 La escasa información acopiada sobre este tema evidencia que personas de orientación radical, como el profesor Joaquín García Monge, editor del Repertorio Americano, críticos sociales al estilo del escritor cartaginés Mario Sancho,14 y otros de tendencias anti-imperialistas, aunque simpatizaron con la nueva agrupación de izquierda, optaron por no afiliarse a la misma.

Las razones por las cuales procedieron así pudieron ser diversas: quizás les pareció una organización excesivamente radical, dada la violencia verbal de su temprana propaganda;15 tal vez temieron que, de abrazar el comunismo, sus empleos, carreras y prestigios intelectuales se verían muy afectados; o a lo mejor consideraron, simplemente, que no tenía sentido que personas con trayectorias ya definidas en la cultura del país, y con edades superiores a los 35 años como mínimo, se comprometieran con una organización de izquierda dirigida por un círculo de jóvenes estudiantes veinteañeros sin experiencia.

La única figura intelectual de peso que se integró al Partido en el momento de su fundación fue una mujer, Carmen Lyra, quien con sus 43 años prácticamente le doblaba la edad al Secretario General de esa organización, Manuel Mora Valverde (22 años). ¿Por qué lo hizo? La decisión de unirse a los comunistas quizá obedeció a una estratégica y compleja confluencia de intereses entre esos jóvenes de izquierda y Carvajal. La destacada trayectoria intelectual de esta última no fue suficiente para evitar que, por su condición de género, de hija ilegítima, de crítica social y de mujer soltera e independiente, ocupara una posición marginal y subordinada en los círculos femeninos y radicales de San José.

La ausencia (o una participación muy discreta) fue lo que caracterizó el papel jugado por Carmen Lyra en las políticas sociales alentadas y patrocinadas por el Estado liberal y la Iglesia Católica en Costa Rica a partir de la década de 1880. El que así fuera se explica, en parte, porque la intelectualidad radical de comienzos del siglo XX, a la cual pertenecía Carvajal, consideraba que este tipo de filantropía era una farsa de los acaudalados para defender sus privilegios.16 El trasfondo de tal queja era la fuerte presencia de mujeres burguesas y de sectores medios en los variados programas de beneficencia.

Las damas vicentinas (1878), las juntas de caridad, los orfanatos, hospitales y asilos, la Casa del Refugio (1907), los comités antialcohólicos y La Gota de Leche (1913), entre otros programas, organizaciones e instituciones, abrieron espacios para que señoras y señoritas, al revalorizar los papeles domésticos de la mujer (en particular, el maternal), reivindicaran en la esfera pública el aporte decisivo que daban al país, sobre todo en las áreas de la educación y la salud.17 El corto trecho que separaba estas actividades de la defensa de sus intereses laborales y políticos no tardaría en ser cruzado.

La politización inicial de ciertos sectores de esas señoras y señoritas ocurrió al calor de la lucha contra la dictadura de los Tinoco, durante las movilizaciones de junio de 1919. La culminación de este proceso de construcción de una identidad de género, que combinaba elementos patriarcales con los principios de la democracia liberal y las nuevas imágenes de lo femenino promovidas por la temprana cultura de masas, fue la fundación, en octubre de 1923, de la Liga Feminista Costarricense. Esta organización jugó un papel decisivo en 1924 y en 1928, al defender con éxito la equidad salarial docente y evitar que se dieran aumentos de sueldo solo para los maestros varones; y en 1925, al dirigir la campaña –al final fallida– en pro de la aprobación del voto femenino.18

Las “Colonias Escolares Permanentes”, orientadas a mejorar la salud de los niños de escasos recursos y propuestas en 1920 por el doctor Solón Núñez, futuro Ministro de Salubridad Pública, fueron al parecer el primer programa social, impulsado por el Estado liberal, en el que participó Carmen Lyra. La abogada Ángela Acuña afirmó que Carvajal fue el “…alma de este movimiento…”,19 pese a lo cual solo alcanzó el puesto de secretaria de la junta directiva de 1923. La presidencia y la vicepresidencia de tal proyecto fueron ocupadas, en su orden, por Esther de Mezzerville y Genarina de la Guardia, dos filántropas de los sectores acaudalados de San José. La primera, aparte de directora del Colegio Superior de Señoritas (1922-1926), fue vicepresidenta de la Liga Feminista (1923) y presidenta honoraria de la Liga Antialcohólica (1924) .20

El limitado papel jugado por Lyra en tales instancias se explica, en mucho, por la distancia política e ideológica que la separaba de algunas de esas tempranas feministas costarricenses, especialmente de Ángela Acuña, una decidida partidaria de la dictadura de los Tinoco que no vaciló en amenazar –maternalmente– a sus opositores con “…partir en cuatro el corazón de estos falsos y miserables hijos de mi patria”.21 Carvajal, aparte de destacar en las movilizaciones populares contra tal régimen, no compartía una de las preocupaciones básicas del círculo de mujeres ya indicado, cual era la aprobación del voto femenino, como se verá más adelante.

La inserción de Lyra en la cultura oficial tras la caída de la dictadura fue propiciada, sin duda, por sus vínculos con Núñez, ex-maestro rural, ex-inspector escolar y antiguo radical de comienzos del siglo XX, y con otro disidente de 1900 y Ministro de Educación entre septiembre de 1919 y mayo de 1920, Joaquín García Monge. La administración de este último fue el marco en que se gestó la beca estatal que poco después (el 12 de junio) se le otorgó a Carvajal para viajar a Europa con el fin de que ampliara sus conocimientos sobre enseñanza preescolar; y tras su regreso al país en 1921, se incorporó como profesora de literatura infantil en la Escuela Normal de Costa Rica, dirigida por su viejo compañero del Centro de Estudios Sociales Germinal (1912) y ex-ácrata, Omar Dengo .22

La carrera institucional de Lyra avanzó todavía más en 1925, cuando fundó, junto con Luisa González, una maestra de origen popular, y Margarita Castro Rawson, una profesora proveniente de una acomodada familia josefina, la Escuela Maternal, un kindergarten cuyo fin era explorar, con base en la pedagogía de María Montessori, las peculiaridades de los párvulos de hogares trabajadores. La preocupación por tal problemática condujo a Carvajal a organizar, en febrero de 1929, el Comité del Niño Obrero y a proponer, al mismo tiempo y en términos similares a los expuestos por Luis Felipe González Flores (Ministro de Educación entre 1914 y 1917), la creación de un Patronato Nacional de la Infancia .23

La apertura de tal institución ocurrió en 1930, con González Flores como director y Lyra como la única mujer integrante de la junta directiva, aunque en condición de suplente. La designación en el Patronato supuso la culminación de la inserción de Carvajal en la cultura oficial, un proceso que supuso a la vez una valoración mayor de sus escritos por parte de las autoridades educativas. La autora de Los cuentos de mi tía Panchita (1920), aparte de textos cortos que circularon en periódicos y revistas, había publicado una obra de teatro en 1914, La ilusión eres tú (en colaboración con Francisco Soler), y dos libros en 1918, En una silla de ruedas y Las fantasías de Juan Silvestre. 24

El acervo literario anterior y su experiencia de profesora de literatura infantil en la Escuela Normal desde 1921 no bastaron, sin embargo, para que piezas de Lyra fueran incluidas en las lecturas escolares. La primera vez que esto ocurrió fue en 1929, cuando Moisés Vincenzi escogió un breve ensayo de dicha autora, titulado “El Monumento a Don Juanito”, como parte de sus Fragmentos para dictado. La labor de Carvajal en este campo culminó en 1933, es decir ya durante su etapa comunista, cuando editó junto con Elías Leiva y Carlos Luis Sáenz, un libro de texto para cuarto grado .25

La experiencia de Lyra en cuanto a su inserción en la cultura oficial fue un proceso similar al vivido por esos jóvenes que se radicalizaron a partir de 1900. El mercado cultural de entonces, con escasas opciones de empleo y pocas vías de ascenso, estaba controlado por un conjunto de intelectuales ya mayores y más conservadores, que ocupaban puestos claves en el aparato estatal, especialmente en instituciones como el Archivo Nacional, la Biblioteca Nacional, el Museo Nacional, la Tipografía Nacional, el Instituto Físico-Geográfico, la Escuela Nacional de Bellas Artes y el sistema educativo.

El desafío que tenían por delante figuras como Joaquín García Monge, Omar Dengo y José María Zeledón, entre otros, era ampliar y diversificar el mercado cultural, con el fin de crear condiciones óptimas para impulsar sus propias carreras. El eje de su estrategia fue plantear, en la esfera pública, la existencia de una aguda “cuestión social”, que exigía ser tratada con urgencia: el empobrecimiento de los sectores populares de la ciudad y el campo, producto de la concentración de la riqueza. El discurso que elaboraron sobre esta temática, en sus novelas, poesías y ensayos, tenía una doble cara: una potencialmente explosiva, y otra muy identificada con la ideología liberal del progreso.

El lado subversivo de sus escritos y conferencias consistía en la denuncia de la explotación laboral, del crecimiento de la pobreza (visible sobre todo en el universo urbano), de las campañas electorales como farsas al servicio de los poderosos, y del imperialismo estadounidense, en particular del dominio de la economía bananera en Limón por parte de la United Fruit Company. Lo anterior se aunaba con el afán por difundir entre los trabajadores citadinos un diverso conjunto de ideas anarquistas y socialistas, y con llamados a apoyar el abstencionismo electoral, la organización obrera y el sindicalismo.

El perfil no contestatario de estos radicales se desprendía de su énfasis en que los sectores populares de la ciudad y el campo, para alcanzar su plenitud física y espiritual, debían ser redimidos mediante una educación apropiada, una que sería proporcionada por esos mismos jóvenes. Este ambicioso proyecto de ingeniería social, al tiempo que revalorizaba la función de los intelectuales, sirvió de base para que los izquierdistas de comienzos del siglo XX se integraran poco a poco en el programa civilizador de los liberales, el cual se proponía difundir en los medios obreros, artesanos y campesinos los valores –entre otros– de la disciplina, el respeto, la higiene y el patriotismo. 26

La Escuela Maternal no fue una excepción, ya que en 1930 publicó un folleto de diez páginas, eco de trabajos similares impresos desde comienzos del siglo XX, y titulado Creación de buenos hábitos en los niños, con el fin de que los padres, entre otras prácticas, acostumbraran a sus hijos al

“baño diario… [a] decir la verdad… tratar bien los libros… dejar terminado lo que se comienza a hacer… ponerse de pie cuando se canta el Himno Nacional… rezar con devoción… jugar sin hacer jarana… cumplir las obligaciones que se le han encargado… Poner atención al recibir una orden a fin de cumplirla bien…” 27

La integración de los radicales de 1900 en el programa de los liberales de civilizar a campesinos, artesanos y obreros fue facilitada porque esos intelectuales, más allá de sus diferencias de edad e ideológicas, compartían un profundo desprecio por las culturas populares, sobre todo por su dimensión más plebeya. Las creencias de los de abajo usualmente eran etiquetadas como supersticiones, sus lenguajes eran calificados de soeces, sus prácticas cotidianas eran definidas como escandalosas y anti-higiénicas, sus diversiones eran catalogadas de bárbaras (licor, drogas, peleas de gallos), y su falta de disciplina laboral, visible en el culto a “San Lunes”, siempre era motivo de queja.

La convergencia de los intelectuales radicales y liberales fue propiciada por otro factor adicional: su preocupación por el avance de una temprana cultura de masas, que complicaba los proyectos oficiales de educación y de control social. La exitosa alfabetización del país (un 67,2 por ciento de la población de 9 años y más podía leer y escribir en 1927)28 facilitó que los sectores populares de la ciudad y el campo dispusieran de modelos culturales ofrecidos por las novelas de aventuras y del corazón, el teatro, el cine, el deporte y el periodismo amarillista, cuyos valores eran a veces muy distintos de los promovidos por la jerarquía eclesiástica, las autoridades educativas o la juventud disidente. 29

La librería “La Lectura Barata”, abierta en el San José de 1914 por un grupo de intelectuales radicales, fue el escenario de un interesante conflicto cultural, en el que participó Carvajal: de acuerdo con Cristián Rodríguez, el local descrito quebró, debido a que

“los recursos económicos de los amantes de las bellas letras son siempre limitados, y una librería que se abstenía de ofrecer las novelas de Carolina Invernizio, las Aventuras de Nick Carter, con sus espeluznantes truculencias e inartísticas ilustraciones en colores, y las de Rocambole, tenía pocas posibilidades de prosperar en nuestro medio. Y pensar que la librería pudiera… abatirse a las granjerías del vulgo era algo inconcebible, aun en el caso de peligro de muerte de la empresa, y si alguna vez las consideraciones prácticas hubieran ejercido presión, que no la hubo, para que se depusiera el estandarte del ideal, allí estaba… una dependiente modesta pero firme, con la que no valían palabras blandas: Carmen Lyra… un día… entró de improviso en la librería una apuesta joven, con todo el aspecto de impenitente y romántica lectora, y le preguntó… si tenía allí ‘La Reina del Mercado’ de Carlota Bramé… Había que ver la cara de angustia de Chabela, tratando de disuadir a la cliente… Le explicó que Carlota… era una novelista de mal gusto y que [en la librería] no esperaban tener las obras de esa autora ni las [de otros escritores parecidos]… la joven lectora salió disparada a buscar la novela… en alguna otra librería más ‘comprensiva’.” 30

Las áreas de confluencia entre liberales y radicales, y la integración de estos últimos en las instituciones culturales y sociales del Estado, fueron la base de un proceso progresivo de desradicalización, que se visualiza en el contraste entre el Centro de Estudios Sociales Germinal (1912), y la Universidad Popular (1926). El primero, de orientación anarquista, tenía entre sus propósitos organizar a los artesanos y obreros, afán que culminó, en enero de 1913, en la fundación de la Confederación General de Trabajadores, y pocos meses después, en la convocatoria para participar en la primera manifestación del primero de mayo. La segunda, se limitó a impartir conferencias sobre temas diversos, de “La vida de Sócrates” a los “EE.UU. en la historia del derecho”. 31

La carrera de Carvajal, forjada en el marco de los procesos descritos, era ya impresionante en 1918, cuando cumplió los 30 años: en 1912, participó en la fundación del Centro de Estudios Sociales Germinal; en 1913, codirigió el periódico infantil San Selerín y fue oradora durante la primera celebración del primero del mayo en el país; en 1914, se vinculó a la librería “La Lectura Barata”, editó la revista ácrata Renovación y coescribió una obra de teatro; en 1917, era una de las 7 mujeres que junto a 45 varones integraban la Comisión de Literatura del Ateneo de Costa Rica; y un año después, publicó un libro de cuentos y una novela. 32

La ampliación y diversificación del mercado cultural, promovida a partir de 1900 por los jóvenes radicales, abrió espacios para que Lyra, tras fracasar en su intento por convertirse en monja en 1906, desplegara sus talentos literarios, sin que pesara su ilegitimidad. Lo que sí supuso una diferencia en contra de Carvajal fue su edad, ya que era más joven que varios de sus compañeros, y su género, puesto que los círculos intelectuales de la época eran esencialmente varoniles. El efecto de tal condicionante se traducía en la práctica en que las mejores oportunidades quedaban fuera del alcance femenino.

El universo intelectual, a la vez que le ofrecía ciertas opciones a Carvajal, la limitaba, al condenarla a una posición subordinada, condicionante que pronto fue evidenciado por el proceso de inserción de los radicales en la cultura oficial. La beca para viajar a Europa se le otorgó tarde (a los 32 años), en 1920, cuando Joaquín García Monge había sido Ministro de Educación, José María Zeledón era diputado y Omar Dengo, de la misma edad de Lyra, era director de la Escuela Normal. El joven Carlos Luis Sáenz, incluso, ya dirigía a sus 21 años una escuela: la Porfirio Brenes, ubicada en el cantón josefino de Moravia. 33

La reivindicación de la equidad de género, entre los círculos de radicales, no tenía sentido para Lyra, dado que se encontraba aislada y prácticamente sola en un mundo que era, en esencia, masculino. La integración con los grupos de mujeres vinculadas con la filantropía y con las políticas sociales patrocinadas por el Estado liberal tampoco era una opción para Carvajal: por un lado, su ilegitimidad alentaba toda una serie de prejuicios en su contra (los que contribuyeron a que desechara su vocación monjil en 1906); y por otro, ella compartía las duras críticas que sus compañeros varones formulaban a las actividades benéficas emprendidas por esas señoras y señoritas de abolengo.

La poca identificación de Lyra con esas mujeres burguesas y de sectores medios fue tal que, aunque participó con algunas en las movilizaciones en contra de la dictadura de los Tinoco en 1919, y en las “Colonias Escolares Permanentes” a partir de 1920, no se incorporó a la Liga Feminista. Las criticó ácidamente en un texto que publicó en 1923, El barrio Cothnejo-Fishy (una caricaturización de las familias burguesas de San José que vivían en barrio Amón),34 y durante el debate público sobre la aprobación del voto femenino en 1925, apenas apoyó un sufragio limitado a las ciudadanas educadas, con el fin de evitar que las que no lo eran fueran presa fácil de influencias conservadoras, especialmente de tipo eclesiástico.35 Carvajal radicalizaría su oposición a esta reforma electoral en el futuro cercano; en febrero de 1932, en un artículo publicado en el periódico comunista Trabajo, expresó:

“no vale la pena trabajar por conseguir el voto de la mujer. ¿Qué cambio hondo, trascendental, habría en la vida de Costa Rica si las mujeres pudiéramos votar por don Ricardo Jiménez, Manuel Castro Quesada, Max Koberg o Carlos María Jiménez? Las cosas seguirían como están porque ninguno de esos señores se atrevería a echar abajo las prerrogativas del capital el cual tiene arregladas las cosas de tal manera, que mientras unas mujeres pueden estarse arrancando pelos de las cejas o haciéndose masajes para no engordar, otras tengan que estar paradas en charcos o dobladas lavando o cosiendo… Las mujeres de la clase trabajadora del mundo entero debemos esforzarnos por derrumbar la podrida estructura económica de la sociedad capitalista y no por sostenerla. Eso del feminismo es un absurdo… La humanidad se compone de hombres y mujeres, y es a los hombres y a las mujeres de la clase trabajadora oprimida por la riqueza de unos pocos, a quienes les toca luchar unidos para volver habitable esta tierra.” 36

El resultado de todo lo anterior fue que Lyra se aisló de los círculos femeninos más organizados de las décadas de 1910 y 1920, al tiempo que, dada su posición de única mujer en una intelectualidad radical aplastantemente varonil y el puesto de base que ocupaba en el sistema educativo (era una simple maestra de primaria), carecía de espacios para forjar discípulas. Esto empezó a cambiar a partir de 1921, cuando su docencia en la Escuela Normal le permitió empezar a articular un grupo de jóvenes educadoras con fuertes preocupaciones sociales, del que formarían parte, entre otras, Luisa González, Corina Rodríguez, Adela Ferreto y Emilia Prieto.

El ingreso de Carmen Lyra al Partido Comunista en 1931 fue precedido por lo que fueron, al parecer, dos experiencias frustrantes. La primera era producto de que la pobreza de muchos de los niños que asistían a la Escuela Maternal conspiraba contra los sueños pedagógicos de Carvajal que, al decir de su discípula Luisa González, definía su labor docente en tal institución “…como echar agua en un canasto.” El producto de tal desencanto fue Siluetas de la Maternal, cuadros publicados a partir de 1929, en las cuales

“…como si escribiera con una aguja candente, denunció en relatos magistrales, como aguafuertes, las escenas más crudas y grotescas de la vida de aquellos niños, de aquellas madres y de aquellos hogares deshechos por la ignorancia y por la miseria.” 37

El paso de Carmen Lyra por el Patronato Nacional de la Infancia tampoco fue, al parecer, una experiencia gratificante, a lo que quizá contribuyó el director de tal entidad, Luis Felipe González Flores, un defensor acérrimo de la inferioridad intelectual femenina.38 Los prejuicios de este último, en todo caso, no impidieron que varias mujeres, algunas vinculadas a la Liga Feminista y a los programas sociales patrocinados por el Estado, presentaran ponencias en el Primer Congreso del Niño, organizado por la institución indicada y efectuado en San José entre el 26 de abril y el 3 de mayo de 1931. 39

El trabajo con niños en edad preescolar calificaba a Carvajal como una expositora clave; pero no fue ponente en el Congreso, una decisión que pudo estar basada, entre otras razones, en que en tal evento se le brindó un homenaje a John M. Keith “…por su actuación en las instituciones de caridad y la protección que dio a muchas familias pobres.“40 El tributo dado al pariente de uno de los fundadores de la United Fruit Company (1899) difícilmente agradó a una intelectual que por esa época acababa de escribir Bananos y hombres, una fuerte crítica de la explotación de los obreros bananeros. El epílogo de todo esto ocurrió unos meses después, cuando Carmen Lyra renunció a su puesto en la directiva del Patronato, y en su lugar, fue nombrada Amparo viuda de Zeledón, una de las promotoras de La Gota de Leche (1913), dueña de la Botica Francesa y de la textilera “El Laberinto” y figura crucial en las actividades de beneficencia. 41

El inicio de la década de 1930 encontró a Carvajal enfrentada con un futuro sombrío: aislada de las organizaciones feministas, y con una inserción limitada en las políticas sociales del Estado, la Maternal y el Patronato le ofrecían un espacio en extremo estrecho para poner en práctica sus proyectos. El universo intelectual, a su vez, le permitía solo un crecimiento subordinado, dada su condición de género en círculos dominados por los varones; y por si lo anterior fuera poco, el radicalismo de los izquierdistas de comienzos del siglo XX, entre los cuales figuraban muchos de sus amigos, parecía agotado.

La estrategia de Carvajal, de cara a tales desafíos, consistió en acercarse a los nuevos grupos radicales, sobre todo de estudiantes, que empezaban a configurarse a fines de la década de 1920. Ella les podía ofrecer, aparte de su propia experiencia, del prestigio de su nombre y del beneficio de sus contactos y amistades, su casa para realizar tertulias, y las instalaciones y equipos de la Escuela Maternal para imprimir proclamas y volantes.42 Fue en el marco de tal experiencia que Lyra, tras participar en (y quizá decepcionarse de) la Liga Cívica (1928), el Comité Seccional del APRA de Costa Rica (1929) y el Partido Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales (1929), fundó en abril de 1931, es decir en vísperas del Congreso del Niño, la Asociación de Estudiantes de Cuestiones Eléctricas, con el fin de discutir y combatir las contrataciones en curso, que tendían a consolidar el monopolio de la Electric Bond and Share Corporation sobre el suministro de energía. 43

El contacto inicial con los comunistas, según Luisa González, ocurrió una mañana, cuando

“…encontramos el periódico Revolución tirado debajo de la puerta principal de la Escuela [Maternal]. Era una pequeña hoja impresa, doblada en dos. La había deslizado allí, el carpintero revolucionario Gonzalo Montero Berry, obrero inteligente y culto, uno de los fundadores del Partido Comunista de Costa Rica. Era el primer periódico rojo que editaban los jóvenes comunistas, audaces y valientes estudiantes de derecho que alzaban por primera vez en Costa Rica, la bandera de la hoz y el martillo. Carmen Lyra lo recogió con gran curiosidad… Una tarde de la semana siguiente, me invitó a leer un pequeño folleto en francés, que ella iba traduciendo… era el Manifiesto Comunista de Marx y Engels.” 44

La descripción de González es complementada por el testimonio de Jaime Cerdas, según el cual

“desde el año 1929, Manuel Mora, Ricardo Coto Conde, Luis Carballo y yo, todos estudiantes de Derecho, junto con unos obreros, Gonzalo Montero Berry y Carlos Marín Obando… formamos un grupo de estudio que se llamaba Asociación Revolucionaria de Cultura Obrera (A.R.C.O.)… El grupo tenía al principio un carácter más bien antiimperialista, sin orientación marxista. Pero pronto nos cayeron en las manos el Manifiesto Comunista y otra literatura marxista. Esto entraba al país por medio de los marinos que llegaban a Limón, y un amigo nuestro allá, Abel Dobles, nos la enviaba.” 45

Los textos de González y Cerdas, sin embargo, son problemáticos en varios sentidos. La fundación de ARCO, en febrero de 1929, fue obra de un círculo de dirigentes obreros, interesados en abrir una universidad popular, similar a la que existió en 1926. Los estudiantes anti-imperialistas de la Facultad de Derecho se integraron a la Asociación posteriormente, y la politizaron; sin embargo, todavía entre el 15 de marzo y el 17 de mayo de 1930, cuando tiraron los diez primeros y únicos números de Revolución, su orientación no era definidamente marxista, ya que en dicho semanario lo que se proponía como necesario para el país era la creación de un partido socialdemócrata. 46

La radicalización marxista, a juzgar por el contenido de Revolución, se habría dado en un período muy corto, entre marzo-mayo de 1930 y junio de 1931, y fue condicionada, de acuerdo con Cerdas, por el acceso a la literatura comunista. Lo arduo de conseguir textos de tal índole se evidencia en el énfasis de que los mismos venían al país casi clandestinamente, y a veces en otros idiomas, por lo que Carmen Lyra se vio obligada a efectuar la traducción que indica González. Esta visión, sin embargo, contrasta con los datos disponibles: en el San José de 1908, la “Librería Española”, a la par de las novelas de Ponson du Terrail, Carolina Invernizio y Carlota Bramé, ofrecía ya varios títulos de Marx y Engels, en cuenta El capital y El origen de la familia. 47

La fundación del Partido Comunista en junio de 1931, más que producto del acceso casual a literatura marxista, en un contexto de creciente organización de ciertos sectores de trabajadores urbanos, fue fruto del interés de un círculo de jóvenes estudiantes por consolidar una opción propia, diferente de los esfuerzos dirigidos por una intelectualidad mayor, cuyo radicalismo evidenciaba ya signos de estancamiento. El desafío que tenían por delante Manuel Mora y sus compañeros era ir más allá de la seccional del APRA, de la Liga Cívica, de las posiciones anti-imperialistas y de la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales.

El desvelo por superar a sus predecesores y competidores, y ofrecer en las esferas cultural y electoral una propuesta renovada, fue lo que los condujo al comunismo, una alternativa estimulada por el descontento que la crisis económica generó en los sectores populares, al deteriorar sus condiciones de vida, y por la expectativa de conseguir financiamiento externo de la Internacional Comunista.48 La juventud de esos jóvenes facilitó tal curso de acción porque su edad les permitía excusar el radicalismo de su proceder, en cuenta de su violencia verbal; no en vano, de ellos decía el Presidente de la República, Cleto González Víquez, en 1931:

“…son muchachos sinceros, bien intencionados, cabezas calientes que quieren componer esto, solo que por un camino equivocado.” 49

La percepción de González Víquez, de que solo eran unos muchachos, quizá fue compartida por el grueso de los intelectuales, pero no por Carmen Lyra. La juventud de los líderes comunistas, y la condición de género e ilegitimidad de ella, dos bases diferentes de subvaloración social, abrieron un espacio de empatía, que propició la comunicación y la colaboración. La diferencia de edad en favor de Carvajal facilitó que, pese a ser mujer, pudiera asumir un liderazgo entre esos varones juveniles, a los cuales podía tratar casi maternalmente, como una vieja, sabia y apreciada tía.

El esfuerzo que desplegaron los comunistas por incorporar a sus filas a los viejos radicales de 1900 es un tópico inexplorado. Lo que sí es más claro es que varias de tales figuras trataron, con poco éxito, de instrumentalizar el Partido en función de sus propios intereses. Este fue el caso de Joaquín García Monge, quien en 1930 fracasó como aspirante a diputado por San José de la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales, y pretendía que Manuel Mora y su grupo apoyara, en las elecciones de 1932, la candidatura diputadil de Octavio Jiménez (alias Juan del Camino). El rechazo de su propuesta molestó a tal extremo al editor del Repertorio Americano que, en una carta dirigida a la líder aprista peruana, Magda Portal, y de fecha 10 de febrero del último año citado, afirmó:

“aquí los apristas se disgregaron; unos se hicieron nacionalistas, menos mal; otros, los de más peso (Carmen Lyra, Betancourt, Luisa González) se hicieron comunistas, esto es, se pasaron al lado de los que estorban. Los comunistas en Hispano-América, separados de la realidad inmediata e imbuídos en ideologías extrañas, no construyen, estorban.” 50

El proceso de negociación específico a raíz del cual Carmen Lyra se afilió al Partido es otro tema no investigado. El ser la única de los radicales de principios del siglo XX que lo hizo fue, sin embargo, una casualidad muy ventajosa para ella, ya que se convirtió en la adquisición cultural más valiosa lograda por esa nueva organización de izquierda en el momento de su fundación. Esta condición jugó a favor de la influencia de Carvajal, visible por ejemplo en varios de los contenidos del programa mínimo que sus jóvenes camaradas publicaron en el periódico Trabajo el 13 de marzo de 1932.

La propuesta comunista se diferencia de las avanzadas por otras agrupaciones de izquierda (la de la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales en 1929, y la del Socialista Costarricense en 1936),51 por su énfasis en la higienización del país y en la creación, financiada por el Estado, de colonias escolares, casas cuna y de maternidad, y kindergardens y escuelas maternales; y por proponer la equidad de género en términos políticos, jurídicos y salariales.52 Esto último sugiere que Lyra compartía, desde antes, los principios defendidos por la Liga Feminista, pero que no los apoyó porque no se identificó con sus integrantes; aunque también pudo ser el caso que, una vez afiliada al Partido, se percatara del potencial organizador de las mujeres en la arena política.

Las explicaciones anteriores no son excluyentes, y pueden ser complementadas con una tercera. La propuesta en pro de la equidad de género quizá fue parte de un amplio esfuerzo de los comunistas para atraerse el apoyo de las mujeres más preparadas del país, especialmente las maestras, quienes en la década de 1920, bajo el liderazgo de la Liga Feminista, se movilizaron en contra de aumentos salariales exclusivos para los docentes varones.53 El éxito que pudo tener una estrategia tal se ignora, dado que en las investigaciones sobre el Partido el protagonismo femenino es un tema ausente.

Lo poco que se conoce, sin embargo, destaca el papel jugado por un círculo de maestras, en el cual figuraban, Luisa González, Emilia Prieto y Adela Ferreto. La primera logró que su esposo, el doctor Gonzalo González, se afiliara al Partido; la segunda consiguió que su marido, el artista Francisco Amighetti, se acercara a la organización, y la tercera, de acuerdo con sus propias palabras,

“debe haber sido en el treinta y dos… yo venía de la iglesia, de misa y me dije: ¡Qué cosa! Todo este miedo que tengo sobre los comunistas es, simplemente, puro miedo. La verdad es que los comunistas tienen razón… Y me puse a hablar con Arnoldo [su hermano menor, quien también era maestro]… Yo empujé a Arnoldo… para que ingresara al Partido… Después [en 1936] ingresó Carlos Luis [Sáenz, esposo de Adela].” 54

El estratégico desempeño de tales mujeres descubre una de las contribuciones fundamentales de Lyra a la configuración del Partido: servir de vínculo para atraer a tal organización a jóvenes docentes de uno y otro sexo, convencidos por la propia ideología educativa de la época, y a menudo también por su participación en los programas de ingeniería social patrocinados por el Estado, de que les correspondía jugar un papel crucial en el mejoramiento del país.55 Carvajal, además, se convirtió en un enlace privilegiado entre los comunistas y otros sectores sociales, ya se tratara de intelectuales radicales que no se afiliaron a tal organización de izquierda, o de las señoras y señoritas de abolengo.

El líder del Partido Socialista Costarricense, Vicente Sáenz, admitía en enero de 1936 que a Manuel Mora, con quien tenía una polémica en la prensa, “algunas veces lo he visto en casa de Carmen Lyra. Y allí hemos conversado.“56 Jaime Cerdas, a su vez, evocaba cómo, alrededor de 1944, los comunistas le organizaron a su ex-munícipe por San José en 1932, el asturiano Adolfo Braña, acabado de escapar de un campo de concentración nazi en Francia,

“…diversas reuniones para denunciar el nazismo. Carmen Lyra convocó a una en su casa, para que muchas señoras de sociedad oyeran de labios de una víctima un testimonio de primera mano.” 57

La utilización de tal casa como un espacio de encuentro complementario al local que tenía el Partido databa de 1931, cuando Lyra organizó una reunión para facilitar la afiliación a la nueva agrupación de izquierda de varios integrantes del Comité Seccional del APRA (grupo al cual pertenecía Rómulo Betancourt). La vivienda indicada, una vez que estalló la guerra civil en España en 1936, también se convirtió en un eje de la solidaridad con los republicanos, un proceso encabezado por Carvajal y Luisa González que propició un acercamiento entre la intelectualidad radical no comunista y la que sí lo era. 58

3. “Un líder comunista de Alajuela”

El descendente interés de la diplomacia imperial por Lyra quizá obedeció a que, tras ser despedida del sistema educativo en 1933, se consideró que ya no era tan peligrosa; sin embargo, otra razón que explicaría el desplazamiento en el foco de atención de los funcionarios estadounidenses, fue la misma dinámica del Partido. El enfrentamiento del 22 de mayo del año especificado supuso el inicio de una etapa de creciente agitación social, conducida por los comunistas, que culminó en 1934 en varias huelgas: la de los zapateros en enero, la de los trabajadores azucareros de Turrialba en mayo y octubre, y la más importante de todas, cuyo epicentro fue la vertiente del Caribe, la bananera de agosto y septiembre. 59

El quehacer sindical del Partido se aunó con un exitoso desempeño electoral: en los comicios de medio período de 1934, los comunistas lograron elegir, a nivel local, ocho munícipes propietarios y cuatro suplentes (y estuvieron a punto de dominar el ayuntamiento del cantón central de la provincia de Heredia), y sus dos primeros diputados.60 El avance experimentado por la izquierda, especialmente en cuanto al apoyo que consiguió en las urnas, desconcertó a una diplomacia imperial que, todavía en septiembre de 1932 y tras comparar a los distintos países del istmo centroamericano, sostenía que en Costa Rica las tendencias rojas

“no son serias. Existe una gran clase media que actúa como estabilizador.” 61

Los agentes imperiales, enfrentados con lo que parecía ser un ascenso del todo inexplicable del comunismo, se preocuparon por identificar con precisión a los líderes del Partido; en el curso de este proceso, conocieron a Carlos Luis Fallas (Calufa). La primera vez que se le cita en la documentación disponible fue a raíz del conflicto del 22 de mayo de 1933. El informe correspondiente, fechado cuatro días después del evento, consigna que

“los desórdenes que dieron por resultado cinco policías y cuatro rebeldes seriamente heridos, se dice que fueron iniciados por un individuo de apellido Fallas, un líder comunista de Alajuela, quien urgió a la multitud a no prestar atención a la policía y marchar a la oficina del Ministro del Interior.” 62

El liderazgo de Fallas durante la huelga bananera de 1934 permitió que los funcionarios estadounidenses lo conocieran mejor, especialmente después de que, en septiembre de ese año, corrió el rumor de que ese joven comunista de Alajuela (tenía 25 años entonces) se proponía iniciar una lucha de guerrillas en el Caribe,63 amenaza muy creíble, dada el peso de los nicaragüenses –en cuenta de algunos que procedían de las filas de Sandino– entre los obreros bananeros.64 El interés de la diplomacia imperial por Calufa es, a la vez, un indicador de su ascenso dentro del Partido, una experiencia que ofrece un interesante contraste con la de una educadora y escritora como Carmen Lyra.

La afiliación de Fallas ocurrió poco después de la fundación del Partido, entre julio y agosto de 1931: en este último mes, fue electo como Secretario de Acuerdos de la célula comunista de Alajuela, en 1933 ya era el líder de la misma y, en 1934, fue candidato a diputado en el tercer lugar de la papeleta por San José. El éxito vertiginoso de su carrera política y sindical se aprecia mejor cuando se considera que en junio de 1933, a raíz de un discurso que pronunció en julio de 1932 en el cual supuestamente difamó a los secretarios del Congreso, fue condenado a un año, un mes y un día de destierro en la provincia de Limón, que fue el lugar escogido, tras consultar con sus superiores, por el joven alajuelense. 65

¿Por qué se convirtió Fallas en comunista y cómo se explica su veloz ascenso dentro del Partido? El propio Calufa ofrece una respuesta en una autobiografía corta que publicó en 1957:

“nací el 21 de enero de 1909, en un barrio humilde de la ciudad de Alajuela. Por parte de mi madre soy de extracción campesina. Cuando yo tenía cuatro o cinco años de edad, mi madre contrajo matrimonio con un obrero zapatero, muy pobre, con el que tuvo seis hijas. Me crié, pues, en un hogar proletario.” 66

El énfasis en su extracción obrera, con que empieza su autobiografía, era sin duda estratégico para el líder comunista de 1957, pero un examen más detallado del trasfondo doméstico del escritor alajuelense ofrece una visión distinta. La familia de Fallas por el lado de su madre, tal como es descrita en Marcos Ramírez (una novela de sus años infantiles publicada en 1952), es una de agricultores prósperos, dueños de cultivos de caña, un trapiche y un molino, que eran atendidos con varios peones; además uno de los hijos de la casa vivía en San José, ya que era estudiante de leyes, una carrera profesional dominada por los jóvenes burgueses de la época.

La experiencia proletaria de Fallas fue así circunstancial, condicionada como estuvo por un embarazo ilegítimo, que disminuyó las opciones de su progenitora en el mercado matrimonial. El que lograra casarse, pese a eso (aunque con un novio de inferior posición social), es expresión del apoyo que le brindó una familia que tenía suficientes recursos, ya que lo usual era que las madres solteras permanecieran sin ir al altar, una tendencia que se acentuaba a medida que se incrementaba el nivel de pobreza de tales mujeres. La excepcionalidad del caso de Calufa se vislumbra otra vez al considerar la trayectoria escolar y laboral que se perfila en su autobiografía:

“cursé los cinco años de la escuela primaria y luego dos de la enseñanza secundaria. Tuve que abandonar los estudios, fui aprendiz en los talleres de un ferrocarril [el del Pacífico] y, a los diecisiete años, me trasladé a la provincia de Limón… feudo de la United Fruit Company… En Puerto Limón trabajé como cargador, en los muelles. Después me interné por las inmensas y sombrías bananeras de la United, en las que por años hice vida de peón, de ayudante de albañil, de dinamitero, de tractorista, etc. Y allí fui ultrajado por los capataces, atacado por las fiebres, vejado en el hospital.” 67

El acceso al colegio, en la Costa Rica de comienzos del siglo XX, era muy limitado; en tal sentido, Fallas era parte del privilegiado 8,6 por ciento de los varones, nacidos en todo el país entre 1906 y 1915, que cursó por lo menos un año de secundaria.68 La deserción escolar, muy frecuente en los jóvenes que no eran de extracción burguesa, no supuso para Calufa una fase de empleo informal como trabajador infantil en las calles (una etapa común para muchos hijos de familias de extracción popular),69 sino su ingreso directo como aprendiz de mecánico en uno de los dos talleres estatales –el otro era la Tipografía Nacional– en que tendía a concentrarse parte de la aristocracia obrera. 70

El conflicto con un compañero de trabajo, que supuso el abandono del puesto de aprendiz, fue la causa del viaje a Limón. La mejor preparación escolar de Fallas (a lo que se unía su afición por las novelas de aventuras que probablemente no vendía la librería “La Lectura Barata” en 1914) le era muy ventajosa en el mercado laboral urbano de San José, dado que el grueso de los jóvenes de su edad difícilmente contaba con la primaria completa; pero no en el puerto limonense. Los inmigrantes afrocaribeños tenían un nivel educativo superior al de los costarricenses y dominaban las mejores opciones de empleo, tendencia reforzada por la nueva jerarquía étnica y de clase que empezó a configurarse en la vertiente Caribe del país en la década de 1920. 71

El poco espacio que existía para un inmigrante como él en el universo laboral urbano de Limón fue quizá lo que impulsó a Fallas a trabajar en las plantaciones de la United Fruit Company. La experiencia fue traumática para un joven cuyo modelo del empleo agrícola era el que prevalecía en la finca de sus abuelos maternos; con todo, logró ascender de peón a tractorista, un evento inusual para un asalariado que no era afrocaribeño. La vuelta a su lugar de origen ocurrió poco después:

“andaba en los 22 años cuando regresé a Alajuela para ver morir a mi madre. Entusiasmado por las ideas revolucionarias y anti-imperialistas que por ese entonces comenzaban a agitar al proletariado costarricense, ingresé al naciente movimiento obrero y, para poder vivir y luchar en las ciudades, aprendí en tres meses el oficio de zapatero, oficio que ejercí por largos años. Intervine en la organización de los primeros sindicatos alajuelenses y en la dirección de las primeras huelgas…” 72

La venida a Alajuela, aunque en lo inmediato se explica por lo que ocurría con su madre, tenía como trasfondo la decadencia cada vez más aguda de la actividad bananera y el deterioro de las condiciones laborales, en especial las de los obreros de origen latino.73 El escaso atractivo que tenía volver a Limón en 1931 fue probablemente lo que condujo a Fallas a permanecer en el casco urbano alajuelense y aprender el oficio de zapatero, decisión que coincidió con el proceso de radicalización de los operarios del calzado.74 La conversión de Calufa al comunismo fue por lo tanto casual, como se desprende de la evocación de Jaime Cerdas:

“…en la noche… [los comunistas] hicimos una reunión del carajo [de desocupados] en nuestro local, y la gente seguía en las aceras… Por cierto que esa noche conocí a Carlos Luis Fallas. Un amigo que era empleado judicial en Alajuela, Claudio Alvarado Oreamuno, lo había llevado a la reunión. Los dos fueron oradores en el acto, como delegados de Alajuela… Claudio me presentó a ‘Calufa’, y esa misma noche lo afiliamos como militante…” 75

La decisión de Fallas de adherirse al Partido en tal ocasión quizá se originó en el profundo descontento que existía entre los trabajadores por la crisis económica que afectaba al país; y a lo mejor, para esas fechas, él ya compartía varias de las ideas izquierdistas que circulaban profusamente desde tiempo atrás. El proceder de Calufa, sin embargo, podría explicarse a la vez porque se percató de las opciones que esa organización comunista le ofrecía para crecer, dado su acervo cultural, sus logros escolares y sus diversas experiencias laborales, y no se equivocó, como se evidencia del desempeño que tuvo en el futuro cercano.

El ascenso de Fallas en el seno del Partido, que supuso para él un proceso paulatino de intelectualización, fue explicado en la autobiografía como un desvío puramente fortuito:

“en mi vida de militante obrero, obligado muchas veces a hacer actas, redactar informes y a escribir artículos para la prensa obrera, mejoré mi ortografía y poco a poco fui aprendiendo a expresar con más claridad mi pensamiento. Pero, para la labor literaria, a la que soy aficionado, tengo muy mala preparación; no domino siquiera las más elementales reglas gramaticales del español, que es el único idioma que conozco, ni tengo tiempo ahora para dedicarlo a superar mis deficiencias.” 76

La intelectualización de Calufa, sin embargo, no fue casual: a un proceso de este tipo, contribuía su afición por la lectura y su preparación escolar, superiores al del común de los obreros. La ventajosa inserción que logró en el Partido se explica también por una corriente de opinión que prevalecía entre la dirigencia de esa organización de izquierda, según la cual los únicos que debían aspirar a los puestos de elección popular eran los proletarios.77 Esta perspectiva, compartida por figuras como Carmen Lyra y Manuel Mora, fue provechosa para la carrera de Fallas, en su condición de trabajador en vías de intelectualizarse.

El otro factor que facilitó el ascenso del Calufa fue producto precisamente de la escasez de intelectuales: aparte de los estudiantes de leyes, de Carmen Lyra y de varias figuras procedentes del Comité APRA, el Partido carecía de un círculo de personas instruidas amplio y consolidado. Las pocas figuras con esas características eran, además, bastante jóvenes (casi todos eran veinteañeros), lo que favoreció la construcción de una fuerte identidad generacional. El sentido de pertenencia a una organización especial fue reforzado por la persecución de que fueron víctimas por parte de las autoridades, que consolidó su solidaridad juvenil, al tiempo que, al avivar su fe en la causa que defendían, contribuyó a que asumieran su participación social y política como una cruzada. 78

La falta de intelectuales de peso afiliados al Partido –fuera de Carmen Lyra– coadyuvó a que las pugnas ideológicas y personales fueran limitadas y a que, en el corto plazo, la organización superara el peligro de verse fragmentada en tendencias. La identidad que les deparaba su juventud fue otro decisivo factor que los unificó y permitió que, en adelante, el curso político de la agrupación corriera paralelo con el ciclo de vida de su dirigencia. La correspondencia entre uno y otro fue facilitada por la poca influencia que tuvo la Internacional Comunista sobre los jóvenes rojos de Costa Rica, cuya formación en leyes contribuyó a que elaboraran su propia versión del comunismo, “a la tica” (transformaciones sociales alcanzadas por vía de la reforma, no de la revolución), varios años antes de que en el Moscú de 1935 la política de frente popular fuera sancionada oficialmente. 79

La carestía de intelectuales que distinguió al Partido en sus primeros años se convirtió en un estímulo para que en su seno se abrieran espacios para configurar círculos de ese tipo. Esta opción fue especialmente importante para mujeres como Luisa González y Adela Ferreto, y para obreros al estilo de Calufa, quienes en otras organizaciones políticas o culturales, dirigidas por varones de mayor edad y con un prestigio ya consolidado en la esfera pública, difícilmente hubieran podido destacar. La agrupación comunista, en cambio, y dadas las particularidades de su propia dinámica, sí promovía su intelectualización, al encargarles actividades secretariales, periodísticas y de propaganda.

La medida en que la carrera literaria de Carlos Luis Fallas fue impulsada por la organización a la que pertenecía es un asunto que falta por investigar. Lo cierto, en todo caso, es que Mamita Yunai, impresa en 1941, se originó en el informe que Calufa elaboró como fiscal comunista de las votaciones efectuadas en Talamanca en febrero del año anterior, el cual poco después publicó en Trabajo.80 La evidencia disponible no permite afirmar que la agrupación de izquierda colaborara en financiar la edición de tal novela, aunque existen precedentes de este tipo: en 1940, el Partido patrocinó el tiraje de Raíces de esperanza, de Carlos Luis Sáenz, un texto de poesía social y política. 81

Lo que sí es indudable es que, en el corto plazo, Mamita Yunai, por la fuerza con que denunciaba la explotación de los trabajadores por parte de la United Fruit Company, se convirtió en un éxito internacional sin precedente en Costa Rica; otros libros de Calufa corrieron una suerte parecida, según lo expresado por él en 1957:

“en 1940 escribí Mamita Yunai, publicada en Costa Rica en 1941, y que pasó desapercibida por años, hasta que el soplo poderoso del gran poeta Pablo Neruda la echó a correr por el mundo: hasta el momento se ha editado en italiano, ruso, polaco, alemán, checo, eslovaco y rumano y pronto aparecerá también en búlgaro y en húngaro; se editó de nuevo en español en Chile en 1949 y en Argentina en 1955, donde actualmente se prepara su reedición. Y ahora esta edición mexicana [de 1957] que es la definitiva. En 1947 publiqué la novela ‘Gentes y Gentecillas’… En 1952 publiqué aquí ‘Marcos Ramírez’… traducido ya al francés, al alemán y al polaco (actualmente se prepara una nueva edición española, en Argentina). Y en 1954 publiqué aquí ‘Mi Madrina’, en un tomo que contiene dos novelas cortas y un cuento y que se tradujo y editó ya en Polonia.” 82

El zapatero comunista de Alajuela, en poco más de diez años a partir de 1941, se convirtió en el escritor costarricense mejor conocido en el exterior y más traducido a otros idiomas (aunque no al inglés). La cuestión que falta por aclarar es en qué medida tal proceso fue producto del desempeño comercial exitoso de los textos de Calufa, o de una ventajosa inserción de los mismos –cuyo valor literario no se impugna aquí– en la cultura oficial transnacional del universo comunista. El que echó a correr por ese mundo los libros de Fallas fue, después de todo, un poeta de izquierda, y fueron vertidos en su mayoría a las lenguas prevalecientes en la Europa sovietizada del este.

El apropiado tratamiento de este problema exigiría examinar, en detalle, las fechas de traducción de las distintas obras de Calufa, y el número de ocasiones en que fueron editadas; en particular, sería importante determinar cuándo tales textos dejaron de circular en el bloque comunista. Los libros de Joaquín Gutiérrez y de Fabián Dobles, otros dos escritores vinculados al Partido, también deberían ser objeto de una exploración similar, ya que varios de ellos fueron traducidos a idiomas de los países socialistas, aunque no en escala comparable con las novelas del zapatero alajuelense.

4. Un pasado para rescatar

La fuerza de la cultura oficial en Costa Rica se basa en su capacidad para integrar las ideologías y las figuras contestatarias, en un proceso en el cual las despoja de sus contenidos más críticos y subversivos. El líder del Partido Comunista en Costa Rica, Manuel Mora Valverde, que fue combatido durante gran parte de su vida por el periódico La Nación, órgano de los intereses más poderosos del país, fue –tras su óbito, por supuesto– prácticamente canonizado por dicho diario entre diciembre de 1994 y enero de 1995, ejemplo que fue compartido por otros medios de prensa, por los círculos políticos y por la academia. 83

El proceso de inserción de Mora Valverde en la cultura oficial del país no fue, sin embargo, gratuito. El costo es visible, por ejemplo, en los considerandos con base en los cuales la Universidad de Costa Rica le otorgó en 1992 el “Premio Rodrigo Facio”, en la justificación que adujo la Universidad Estatal a Distancia para conferirle en 1994 un “Doctorado Honoris Causa”, y en el elogio que le tributó el Colegio de Abogados en 1995. La característica común de esos textos es que la palabra comunista únicamente se cita dos veces, en alusión al Partido, y no a quien fue uno de sus fundadores en 1931. 84

El proceso de “descomunistización” a que fue sometido Mora Valverde tenía el precedente de limpiezas ideológicas similares, que les fueron aplicadas, entre otros, a Carlos Luis Fallas y a Carmen Lyra. Rogelio Sotela, en sus Escritores de Costa Rica (1942), optó por no elaborar biografías de las jóvenes promesas, entre las cuales figuraba Calufa, ya que en su opinión pertenecían “…más al porvenir…”; pero de Carvajal, aparte de los datos propiamente bibliográficos, explicó poco de su vida y se limitó a advertir escuetamente: “desde 1931 ingresó con gran fervor al Partido Comunista.” 85

El escritor Carlos Luis Sáenz, pese a que se afilió al Partido desde 1936, en la pequeña biografía de Carmen Lyra que elaboró en 1970 para la sexta edición de Los cuentos de mi tía Panchita, destacó el activismo político de Carvajal “…como periodista, expositora de ideas y como hábil dirigente…”; pero evitó especificar su pasado comunista.86 El crítico Abelardo Bonilla, trece años antes, en su Historia de la literatura costarricense (1957), precisaba a su vez que el valor literario de Calufa consistía en que

“no hace propaganda ideológica, pero denuncia sobre la realidad y lo hace con risa e ironía que recuerdan el espíritu de la picaresca española. Contrariamente a lo que hace el intelectual de izquierda, este narrador nos da un mundo novelesco, que él observa desde una posición superior.” 87

La afiliación de Carmen Lyra al Partido es un dato ausente en el examen que de su producción escrita efectúan Margarita Rojas y Flora Ovares en 100 años de literatura costarricense (1995);88 y en la edición de Mamita Yunai que la empresa Lehmann publicó en 1971, se acota que, aunque tal novela

“…ha sido traducida a muchos idiomas, quizá con el doble propósito literario y proselitista, para nosotros tiene un valor un tanto diferente: es una obra literaria definitiva y tiene aspectos históricos, cuyas circunstancias hemos ido superando gracias a nuestro régimen democrático, a la educación de nuestro pueblo y como consecuencia por haber tenido gobiernos moralmente fuertes frente de grandes empresas.” 89

El poeta Alfonso Chase, una de las personas más preocupadas por divulgar los escritos de los intelectuales radicales de 1900, y un admirador de Carmen Lyra, afirma en un libro publicado en 1997 que el ingreso de Carvajal al Partido fue extremadamente perjudicial para su carrera literaria:

“de 1931 en adelante, la labor política aprovechó sus fuerzas, como dirigente intelectual del Partido Comunista de Costa Rica… Su prosa de combate denota inteligencia y vigor, pero exhibe, también, elementos del más refinado sectarismo, visión unilateral y pérdida evidente del humanismo, que antes de hacerse comunista le hiciera tener una visión más amplia de la sociedad… Si bien el país ganó a un dirigente intelectual de gran valía, en el campo de las ideas, fue perdiendo paulatinamente a una escritora…” 90

El olvido discreto, la justificación disimulada o el repudio abierto del pasado comunista de Lyra y Fallas fueron procedimientos que, aparte de explicarse por intenciones ideológicas que convendría explorar en detalle posteriormente, fueron facilitados por la tendencia de los investigadores de la literatura, tradicionales o postmodernos, a desvincular a los escritores de sus vidas y de sus contextos sociales y culturales, con el propósito de concentrarse en el examen de sus obras literarias. Este énfasis tiene, entre otras consecuencias, la de descartar, por su escaso valor, los textos políticos que, en su momento, elaboraron Carvajal y Calufa.

5. Propaganda electoral y pensamiento político

El programa mínimo del Partido Comunista, aparte de recuperar un variado conjunto de reivindicaciones populares e intelectuales, que se debatían públicamente desde comienzos del siglo XX, proponía una serie de transformaciones que, en la práctica, suponían profundizar las políticas sociales del Estado liberal. La mesura de tal propuesta contrastaba, sin embargo, con la violencia verbal que distinguía la temprana propaganda comunista, un factor que contribuyó a que a la organización no se le permitiera inscribirse para competir en la elección presidencial de febrero de 1932. La estrategia de los líderes de izquierda, de cara a la votación municipal de diciembre del año indicado, fue variar el nombre de su agrupación, que en adelante se llamaría Bloque de Obreros y Campesinos.

La primera experiencia electoral del Partido se limitó a los cantones centrales de las provincias de San José y Alajuela; en el caso josefino, el Bloque capturó el 10,8 por ciento de todos los votos, y aunque en los distritos aledaños a la ciudad, todavía bastante rurales, únicamente alcanzó el 5,6 por ciento de los sufragios, en el casco capitalino (que concentraba el 34 por ciento del electorado provincial y el 11,8 por ciento del nacional), obtuvo el 20,4 por ciento de la votación. La izquierda evidenció, en diciembre de 1932, que podía ser electoralmente exitosa en el epicentro de la política costarricense. 91

El principal logro de la campaña comunista de 1932 fue elegir dos regidores al ayuntamiento de San José y, a la vez, alcanzar otra victoria decisiva en términos simbólicos e ideológicos. El fiscal del Bloque, Manuel Mora Valverde, tras cerrarse las urnas, presentó una demanda de nulidad ante la Junta Electoral Cantonal de San José: según la denuncia, en el distrito de Zapote fue emitido un número que no se pudo precisar de sufragios fraudulentos, por lo que procedía anular los 175 votos depositados en dicho lugar. El reclamo fue acogido y, gracias a la abrogación de la votación zapoteña, que redujo el cociente para la elección de los puestos en disputa, el Partido alcanzó su segundo munícipe.

El desempeño que tuvieron en 1932 demostró a los comunistas que el juego electoral convocado por el “gobierno burgués terrateniente” –según la expresión de Mora Valverde en 1934– podía operar a su favor, incluso en cuanto a la denuncia del fraude. Esto era fundamental, dado que las irregularidades eran un componente básico de los comicios.92 El Partido, de cara a una votación, y aparte de la expectativa sobre el porcentaje de votos que podría capturar, enfrentaba la incertidumbre adicional de si lograría controlar eficazmente las prácticas fraudulentas; de lo contrario, cualquier triunfo en las urnas corría el riesgo de ser desvirtuado.

El Bloque aprendió en 1932 que podía competir ventajosamente en la arena electoral y ejercer un apropiado control del fraude. El éxito logrado tal año fue propiciado, además, por el elevado abstencionismo que caracterizó a esos comicios municipales (un 61,1 por ciento), fenómeno que volvió a darse en la elección de diputados de 1934 (un 58 por ciento). Los comunistas, en esta última votación, solo compitieron en las provincias de San José y Limón, en las cuales alcanzaron el 12,7 y el 25,7 por ciento de los sufragios respectivamente, caudal que representó un 5 por ciento de todos los votos emitidos en el país; en tal ocasión, alcanzaron sus dos primeras curules en el Congreso.

El caso de la ciudad de San José es útil para explorar la dinámica electoral de los comunistas. El Partido capturó, en el casco capitalino, 1.104 votos en la elección edilicia de 1932, 1.658 en la votación diputadil de 1934, y en 1936, 1.229 sufragios en los comicios presidenciales, y 2.105 en los municipales. El electorado que votaba por el Bloque, de acuerdo con esta estadística, estaba conformado por un sector estable y disciplinado, que le aseguraba al Partido un mejor desempeño porcentual cuando el abstencionismo se elevaba; y por un grupo de sufragantes, compuesto por indecisos e insatisfechos, que en determinadas circunstancias podían darle un apoyo parcial o temporal a la izquierda.

La especificidad de esta dinámica empezó a vislumbrarse en 1936, pero no en 1934, cuando el Partido, en el contexto de su creciente éxito electoral, intensificó su trabajo sindical y condujo varias de las principales huelgas de ese año. El liderazgo comunista en la lucha social, sin embargo, no se tradujo en crecientes utilidades en las urnas, como lo patentiza el caso de San José, donde el apoyo para la izquierda en los comicios presidenciales de 1936 fue inferior al que lograron en los diputadiles de dos años antes. La experiencia en Limón fue similar: pese al destacado papel que jugó el Bloque en el conflicto bananero de 1934, en 1936 el caudal de votos a favor de tal organización disminuyó o se estancó.

La participación de los comunistas en las luchas sociales, en especial en las que suponían un enfrentamiento agudo con los patronos o el Estado, pronto demostraría ser electoralmente contraproducente. Los costos organizacionales y personales que tenía tal estrategia, en términos de la persecución, encarcelamiento y destierro de los dirigentes del Partido, junto con la violencia verbal y física asociada con esas experiencias, eran factores que podían influir en que el sector de votantes indecisos e insatisfechos, que sufragó por el Bloque en 1932 y 1934, se abstuviera de volver a hacerlo, como al parecer ocurrió en 1936.

El proceso de toma de consciencia de que existía tal condicionante precisa ser investigado todavía; pero a partir de 1935 el Partido empezó a bajar su perfil en cuanto a su liderazgo en las luchas sociales y, después de 1936, en el contexto bastante adverso de la administración de León Cortés –un admirador del fascismo y el nazismo–, se afanó por ampliar y consolidar su caudal electoral, en particular por convertir en un electorado estable a su sector de votantes residuales. El éxito logrado en cuanto a esto último no se conoce, aunque es claro que el apoyo a favor del Bloque se elevó de 4.594 a 10.187 sufragios entre 1936 y 1938: un 5,1 y un 11,6 por ciento de la votación total del país en uno y otro año.

El llamado “comunismo a la tica”, a la luz de lo expuesto, fue también parte y resultado de una estrategia electoral que facilitó la inserción exitosa del Partido en la vida social y política de Costa Rica. Los dos folletos que componen este volumen, elaborados por dos de los escritores más prestigiosos del país, permiten recuperar una faceta bastante desconocida de su producción impresa, y asomarse a la cultura comunista que se configuró en la década de 1930. La existencia de esta última y su proyección en la esfera pública es otro de esos temas inexplorados a los que urge extraditar del olvido.

El grano de oro y el peón, escrito por Carmen Lyra y publicado en 1933,93 es un opúsculo de extremo interés, porque evidencia la temprana preocupación del Partido por aproximarse al universo cafetalero y, según el título de la serie a que pertenecía tal folleto, conversar con los campesinos, ya se tratara de los peones o de los pequeños y medianos productores. El opúsculo de Carvajal es útil a la vez para conocer cuál era el enfoque que los comunistas tenían sobre la problemática social del café, y sus propuestas para enfrentarla, datos básicos para entender mejor por qué el Bloque, con la excepción de Limón, no logró en sus primeros años un amplio apoyo electoral en el agro.

El folleto empieza con un planteamiento que era, en cuanto a lo social, preciso analíticamente, pero casi suicida en términos electorales: en fincas de 10 o de 25 manzanas, típicas de muchos caficultores que contrataban mano de obra asalariada, existían relaciones de explotación. Lyra, de inmediato, complicaba todavía más su exposición, al afirmar que el ascenso social en el universo cafetalero únicamente podía explicarse como producto del engaño y el robo de que era víctima el peón. El énfasis inicial puesto en la contradicción capital-trabajo difícilmente agradó a la pequeña y mediana burguesía agraria.
El grueso del opúsculo, tras esta introducción electoralmente incorrecta, tiene por eje la denuncia de los mecanismos que permitían a la cúpula de exportadores y beneficiadores del grano de oro dominar a los pequeños y medianos caficultores. El texto de Carvajal, en este sentido, es un eco fiel de las quejas y las reivindicaciones que, desde principios del siglo XX, expresaban tales agricultores, y que quedaron plasmadas claramente en el Prospecto de la Asociación Nacional de Productores de Café, de 1922, en el que advertían:

“largos y penosos años hace ya que los productores de café vienen soportando pacientemente la tiranía del exportador que paga su producto a un precio ridículo y del todo injusto, sin tener en cuenta las privaciones y miserias en que viven aquellos mismos que han formado y forman sus fortunas con su laborioso trabajo e incesante esfuerzo.” 94

La diferencia principal entre El grano de oro y el Prospecto consistía en que el primero, aparte de urgir a caficultores y peones a organizarse bajo el liderazgo comunista para defender sus intereses, no ofrecía propuestas concretas para elevar sus condiciones de vida y de trabajo. El segundo, en cambio, planteaba opciones de corte cooperativista: a partir de la venta de acciones, conformar un fuerte capital social, que permitiría a la Asociación financiar apropiadamente las cosechas de los pequeños y medianos productores, asumir el beneficio y la exportación, estimular el mejoramiento de los cafetales y efectuar campañas publicitarias a favor del café costarricense en los países consumidores. Los peones también tenían un espacio que compartir en esta peculiar utopía:

“…creemos de justicia… al enumerar los incalculables beneficios que reportará al productor la Asociación compacta y la mutua cooperación, pensar en los que hayan de obtener los mismos peones que ayudan a cada cual en sus trabajos, ya que no se trata de libertar a los unos en detrimento de otros, sino de alcanzar una liberación completa del trabajador costarricense en general. Con este fin y de común acuerdo, se establecerá el mínimun del salario que deba devengar cada trabajador, así como del número de horas que deba dedicar a esas labores. Es necesario que cada asociado comprenda las ventajas que obtendría con una peonada satisfecha de sus remuneraciones y sin tener por delante la constante preocupación del mañana, que abate al más fuerte espíritu y destruye toda noble ambición. Alcanzar para dar: tal debe ser el lema de la Asociación.” 95

El Prospecto, que guardaba un discreto silencio sobre la contradicción capital-trabajo en el universo cafetalero, enfatizaba en la colaboración de los peones con sus pequeños y medianos patronos para enfrentar más eficazmente a exportadores y beneficiadores de café. La eficacia ideológica de este procedimiento, que tendía a ubicar el conflicto social en una escala ascendente más que en una descendente, es ajena al opúsculo de Carmen Lyra. El grano de oro y el peón, con su acento en la explotación de los jornaleros, eventualmente contribuyó a disuadir al electorado rural de apoyar al Partido: en 1936, solo el 35,6 por ciento de los votos emitidos a favor del Bloque, en todo el país, procedía del campo.

La cuestión de cómo atraerse el apoyo de los jornaleros y de sus pequeños y medianos patronos, sin descartar el conflicto capital-trabajo que era parte de esas relaciones, desveló a los comunistas durante sus primeros años, sin que al parecer la pudieran resolver apropiadamente en el corto plazo. El esfuerzo por penetrar el agro, en todo caso, se diversificó a fines de la década de 1930, cuando “Tío Conejo”, el popular personaje de Los cuentos de mi tía Panchita se afilió al Partido y debutó en las páginas de Trabajo, y cuando el Bloque organizó la compañía de títeres “La Vacilona”, de la cual formaban parte Jobito y Malaquías, los cuales según dicho periódico

“…representan a nuestro campesino, [y] han ido por las villas vecinas a la capital, aclarando en verso sencillo, compuesto por nuestro compañero Carlos Luis Sáenz, las ideas que en el alma del pueblo dejan las calumnias que sobre los comunistas y su concepto de la Religión, la Propiedad y la Familia, andan regando los propagandistas a sueldo del calderonismo [Rafael Ángel Calderón Guardia, candidato presidencial del partido Republicano Nacional].” 96

El avance electoral de la izquierda en el agro empezó a evidenciarse desde 1938, un proceso asociado con una disminución significativa de la violencia verbal que caracterizaba el discurso del Partido, y con el bajo perfil asumido, después de 1934, por dicha organización en las luchas sociales. La política de frente popular, impulsada por la Internacional Comunista a partir de 1935 afianzó el desplazamiento ideológico y estratégico experimentado por el Bloque que, a la luz de la prevista victoria electoral de León Cortés en 1936, pasó de denunciar a defender la llamada democracia burguesa.

Los comunistas, en la elección municipal de 1938, capturaron el 19,8 por ciento de los votos en los distritos agrícolas del cantón central herediano (excepto Sarapiquí), y en los comicios de diputados de 1942, alcanzaron más del 30 por ciento de los sufragios en áreas esencialmente rurales, con altas tasas de alfabetismo y fuerte presencia de peones y de pequeños y medianos cultivadores de café y de productos básicos. Este fue el caso de Santo Domingo de Heredia: el Bloque logró el 44,4 por ciento de la votación diputadil en tal circunscripción, clásicamente cafetalera desde el siglo XIX. 97

El texto de Carlos Luis Fallas, El peligro de la dictadura, fue publicado en 1935 por la Federación de Trabajadores del Atlántico;98 a diferencia del opúsculo de Carmen Lyra, que se concentra en el universo del café, el de Calufa, aunque fue escrito especialmente para los asalariados de las bananeras, está dirigido al conjunto de los sectores populares, tanto a los obreros como a los pequeños productores, comerciantes y propietarios. El conflicto capital-trabajo, en contraste otra vez con el enfoque de Carvajal, es definido como el que enfrenta al grueso de la población explotada con la gran burguesía explotadora.

La perspectiva de Fallas, electoralmente más eficaz que la de Lyra, evoca ya una posición tipo frente popular; sin embargo, en el folleto son visibles todavía una serie de planteamientos típicos de la fase discursivamente violenta del Partido, como la denuncia del Estado, por ser un instrumento represión, del aparato educativo y de la religión por engañar a los trabajadores, de una ley únicamente eficaz para la burguesía, y de la propiedad privada, la libertad y la patria, disfrutables solo por los explotadores. El énfasis de Calufa, en este contexto, en la unión entre las clases medias y los asalariados es interesante porque, aunque quizá expresaba una consigna partidista, también podía ser producto de su temprana experiencia de vida que, de acuerdo con su novela Marcos Ramírez, transcurrió entre una familia proletaria de San José y otra de agricultores prósperos en Alajuela.

La campaña electoral de 1935-1936, en la que fue escogido Presidente León Cortés, es el verdadero eje del folleto de Fallas, el cual denuncia los peligros de una victoria cortesista y tiende a equipararla con el inicio de una dictadura fascista. Esto último se explica, aparte de por la admiración que la cúpula del cortesismo tenía por Mussolini y Hitler, por el tono fuertemente anticomunista de su propaganda. El temor de ser ilegalizados y masacrados era muy intenso en el Partido, ya que sus contrapartes de Guatemala y El Salvador, bajo las tiranías de Ubico y de Hernández Martínez, acababan de experimentar procesos de esa índole. 99

La parte final del texto de Calufa trata aspectos específicos de la vertiente del Caribe, en particular la organización de los trabajadores bananeros para enfrentar a la United Fruit Company que, junto con la burguesía criolla, se esforzaban por lograr que los comunistas fracasaran en las urnas en 1936. La expectativa de Fallas de que esto no ocurriría, y de que en los comicios de tal año el Partido aparte de conquistar la municipalidad de Limón elegiría al diputado por esta provincia, no se cumplió, un dato que destaca el desfase existente entre la participación del Bloque en la huelga de 1934 y el apoyo electoral que consolidó, posteriormente, en esa área geográfica.

La portada del opúsculo de Carmen Lyra contiene un grabado de Gilbert Laporte, en tanto que el folleto de Fallas incorpora otro de Francisco Amighetti, dos figuras del círculo de artistas que se configuró en la década de 1930 y que estuvieron muy cercanas al Partido, un aspecto que la investigación plástica ulterior usualmente tendió a descartar. Los dos creadores citados, aparte de elaborar retratos de dos líderes del Bloque, Carlos Luis Sáenz y Rómulo Betancourt, destacaron entre los que ilustraban Trabajo y varios libros de texto que fueron preparados por docentes de izquierda. 100

Epílogo

Los folletos de Lyra y Fallas fueron reimpresos en el año 2000 por la Editorial de la Universidad de Costa Rica, lo cual supone una invitación propicia para explorar no solo el pensamiento social y político de tales escritores, sino para empezar a recuperar la cultura comunista que se configuró en la sociedad costarricense en la década de 1930, con su particular sensibilidad por las condiciones de vida y laborales de la llamada clase trabajadora, y su crítica del orden establecido. El rescate de ese legado, en una Centroamérica asediada por la globalización neoliberal, es –por supuesto– algo más que un proyecto académico.

Notas

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*Escuela de Historia. Universidad de Costa Rica. San José, Costa Rica, América Central. Correo electrónico: ivanm@fcs.ucr.ac.cr

**La primera versión de este trabajo se publicó como introducción del libro Ensayos políticos (San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2000), el cual reproduce un folleto de Carmen Lyra y otro de Carlos Luis Fallas que circularon originalmente en la década de 1930.

SCHAFIK

SCHAFIK

José Humberto Velásquez

El nombre Schafik lo escuché por primera vez en 1945 en el Colegio Francisco Gavidia, ubicado en la primera avenida norte y quinta calle poniente, dirigido entonces por don Celestino Castro; lo mencionaba con frecuencia su compañero de promoción, el ahora doctor Enrique Silva – vecino mío en el Barrio San Jacinto. En el Colegio, Schafik se distinguía porque durante los recreos armaba ruidosas y acaloradas discusiones sobre temas de la vida nacional.

Cuando en 1950 ingresé a la Universidad Nacional, ya Schafik era líder estudiantil de quienes luchaban por la autonomía constitucional de la UES, en contra del mandato del rector Dr. Carlos Llerena. Durante la lucha los estudiantes ocuparon el local de la Universidad, ubicada entonces al poniente de la catedral metropolitana y al norte del palacio nacional.

Fueron desalojados por la fuerza pública, que ingresó al recinto por un boquete abierto en la pared que separaba a la Universidad del Correo Nacional. No se si Schafik fue de los desalojados, pero me consta que a partir de entonces jeteaba un grupo de estudiantes que todos los días a las doce, hora de salida de empleados y autoridades, nos ubicábamos en la acera poniente de catedral y coreábamos “Salgan boqueteros! salgan boqueteros!“ agregando “Vayase doctor Llerena!“.
Durante ese tiempo ya tenía en la primera avenida sur, frente al edificio que fue de Obras Publicas, una fabrica de pantalones que el mismo cortaba – con una máquina eléctrica – y le cosían tres o cuatro costureras.
Después de eso casi le perdí la pista, hasta que en la década de los sesenta teníamos en el Departamento de Filosofía de la Facultad de Ciencias y Humanidades un círculo de estudios, al cual asistía Schafik a pesar de su clandestinidad. Era sorprendente su dominio sobre Hegel y la influencia de Feuerbach en Marx, producto indudable de su formación chilena; discutía de tu a tu con los profesores de Filosofía doctores Mariano García Villas y Juan Serrano Vivanco, españoles de grata recordación.
En la actualidad Schafik es candidato a la presidencia de la República. Los mass media y sus adversarios políticos lo clasifican como marxista “ortodoxo“ – lo cual no está mal si se usa el término en su acepción correcta.
En efecto, en latín y griego, ortodoxo significa conformidad con la doctrina fundamental de una religión o escuela; pero hay que examinar el tipo de religión o escuela de que se trata. En el tipo marxista actual nadie promueve una u otra interpretación e implementación del marxismo como la más “auténtica“; por el contrario, después de la caída del muro de Berlín, se actualiza el principio marxista de que cada generación se apropia de los legados intelectuales e históricos, incluyendo el de Marx, según su propia conveniencia social, condiciones objetivas y creatividad dirigencial. Y no hay duda de que si llega una nueva generación política al poder escogerá su propia interpretación Como lo dijo Gramsci “Ser ortodoxo es volver a comenzar; pero volver a comenzar no es regresar, sino el inicio de situar la política en el terreno de lo real.“
*Texto en preparación.

Manifiesto a la Nación del FMLN (13 de Noviembre de 1989)

MANIFIESTO A LA NACIÓN

Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
El Salvador, Centro América

El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional desde 1981 ha venido insistiendo en la necesidad de una solución política a la guerra. Este esfuerzo enfrentó la terca oposición de la Fuerza Armada y de los sectores ultra-derechistas del país que son los que en la realidad han mantenido el poder total. Presentamos decenas de propuestas negociadoras en las que fuimos flexibilizando cada vez mas nuestras posiciones muy a pesar de que la realidad militar demostraba que eramos imbatibles. Al actual gobierno de Arena le hicimos una propuesta que abría reales perspectivas a la paz. Sin embargo, se respondió con un escalamiento de la represión a través de la tortura y los asesinatos que vinieron a culminar con la masacre de los trabajadores de FENASTRAS.

El gobierno rechazó de palabra y de hecho nuestras fórmulas de negociación, a la vez que profundizaba las causas de la guerra agravando la crisis social y cerrando los espacios a los sectores populares.

Ante este peligroso cuadro que no sólo amenazaba con oponerse a una salida pacífica a la guerra sino que también amenazaba con nuevas matanzas y violaciones flagrantes a los derechos democráticos de nuestro pueblo, el FMLN decidió lanzar una enérgica y estratégica ofensiva militar que le pusiera alto a los fascistas y abriera la posibilidad de ponerle fin a la guerra.

Es así como a las veinte horas del día once de noviembre nuestras fuerzas entraron en combate en todos los objetivos previstos en la ofensiva, burlando las medidas preventivas y dispositivos que el ejército puso para intentar deternernos. Nuestros aguerridos combatientes, muy a pesar de su desventaja en fuerzas y medios, sobrecumplieron todas las metas ejecutando una guerra popular. En menos de 15 horas tomamos control de territorios estrategicos, aniquilamos decenas de unidades enemigas, hicimos prisioneros, recuperamos armas y destruimos medios blindados y aéreos.

Cuando se han cumplido cuatro dias ininterrumpidos de combate, nuestras fuerzas han rechazado todos los contra-ataques enemigos, tomado nuevas posiciones y miles de pobladores de las ciudades han protagonizado levantamientos populares en apoyo a nuestras fuerzas, incorporandose a ellas nuevos combatientes.

Ante esta situación, el gobierno arenero y la camarilla de oficiales corruptos conocida como la Tandona, al mando de la Fuerza Armada, han desatado criminales bombardeos contra la población civil con el propósito de detener los alzamientos populares, lo que ha hecho crecer el apoyo a nuestras fuerzas y redoblado la cólera popular contra el gobierno de Cristiani y el ejercito. De esta manera se ha configurado un cuadro que exige que nuestras fuerzas acompañen la decisión de llevar la ofensiva desatada por nuestras fuerzas y el pueblo hasta sus últimas consecuencias. La paz sólo es posible expulsando del poder a los que han hecho de la guerra un negocio.

En correspondencia con lo anterior, la Comandancia General del FMLN:

1°) Ordena a todas nuestras unidades mantener las posiciones conquistadas y proceder a organizar el levantamiento general de nuestro pueblo y a desarrollar todas las tareas de seguridad y defensa de la población, así como las medidas de requiza y distribución de alimentos a los mas necesitados.

2°) Llama al pueblo a generalizar los levantamientos para incorporarse al combate, partcipando en todas las formas que sea posible y haciendo uso de todo tipo de armamento popular que le permita defenderse y golpear al enemigo.

3°) Comunica que, a partir de la emisión del presente manifiesto, declaramos territorios liberados por el pueblo todas nuestras zonas bajo control en los departamentos de Morazán, San Miguel, La Unión, Usulután, Cuscatlán, Chalatenango, San Vicente y Cabañas. En consecuencia con esto, nuestras fuerzas y el pueblo pasarán a organizar en todos los municipios de esas zonas los gobiernos populares. Al mismo tiempo, nuestras fuerzas que controlan territorios dentro de las ciudades, deben arreciar la lucha para asegurar el control total del país.

4°) Exhorta a todo el pueblo trabajador a paralizar sus labores como forma de generalización de la lucha que contribuya al debilitamiento del gobierno arenero y que además permita la integración de todos al combate. Por lo tanto, hacemos saber que el actual paro de transporte y las acciones de sabotaje a la energía y el cierre de gasolineras van a mantenerse por tiempo indefinido, por lo que el pueblo debe prepararse para esa situación. Advertimos de manera categórica a los empresarios que obliguen a sus trabajadores a asistir as sus empleos, que nuestras fuerzas tienen ordenes de actuar para garantizar que se cumpla esta disposición.

5°) Pide a la comunidad internacional y organizaciones humanitarias que envíen ayuda a las víctimas civiles de los bombardeos y contribuyan a la creación de refugios y centros de protección a la población contra la acción criminal desatada por el gobierno de Cristiani y el alto mando de la Fuerza Armada.

6°) Formula un vehemente llamado a todas las fuerza políticas y sociales, organizaciones populares y a los empresarios de nuestro país para que, en este momento, asuman el histórico papel de gestores y constructores de una solución democrática nacional que traiga paz duradera a nuestro país.

7°) Hace un exhortación patriótica a los oficiales y tropa del ejército nacional, para que no permitan que la Tandona, Arena y los intereses de los Estados Unidos los lleven a enfrentarse mas con el pueblo manchandose las manos de sangre. Nuestro frente no los considera enemigos y está listo para hacer la paz con los sectores del ejército que quieran para nuestro país justicia, soberanía y una verdadera democracia.

El enemigo común de todo el pueblo y de todas las fuerzas sociales y políticas de nuestro país, es la Tandona, que se ha enriquecido con la guerra y los escuadrones de Arena; ellos son los enemigos de la paz, de la democracia y los que no quieren un régimen de justicia. Contra ellos llamamos a toda la nación a luchar, para que podamos cantar la estrofa del himno nacional que la tiranía ha tratado de enterrar y que dice:

“Libertad es su dogma y su guía
que mil veces juró defender
y otras tantas de su audaz tiranía
rechazar el odioso poder”.

COMANDANCIA GENERAL DEL FMLN

Cmdte. Salvador Sánchez Cerén
Cmdte. Francisco Jovel
Cmdte. Eduardo Sancho
Cmdte. Schafik J. Handal
Cmdte. Joaquín Villalobos

El Salvador, 13 de noviembre de 1989.