El análisis de coyuntura como metodología de análisis político

EL ANÁLISIS DE COYUNTURA COMO METODOLOGIA DE ANALISIS POLÍTICO.
Manuel Ramírez Casillas.
Universidad Iberoamericana
UAEM, núm. 3, Junio 1993, pp. 47- 57
1. INTRODUCCION
En este trabajo presentamos algunas ideas en torno al Análisis de Coyuntura (AC) como metodología de análisis político (MAP) a partir de la cual podemos realizar un análisis del presente, desde una perspectiva histórico/política; así como también se desarrollan algunos de los supuestos que dan cuerpo a este instrumento analítico, para concluir con el tema del AC frente a otras metodologías y sus perspectivas y posibilidades como tal.
Se esbozan algunas propuestas de interpretación en torno a la crisis del marxismo y su refuncionalización, en la medida en que es desde esta situación, donde se están gestando las posibilidades de recuperación del AC como tal.
2. ANÁLISIS DE COYUNTURA COMO UN ANALISIS DEL PRESENTE
Analizar la realidad significa tener una preocupación por transformarla o por incidir en ella. El análisis de coyuntura (AC) es un análisis del presente y como tal nos plantea toda una serie de problemáticas para su construcción. Este tipo de análisis significa desarrollar un tipo de conocimiento histórico político (1).
Este conocimiento histórico político es el que nos interesa, es decir, aquel que tiene como punto de partida al sujeto y sus prácticas sociopolíticas.
En este sentido el análisis de coyuntura es ante todo parte de un tipo de conocimiento que persigue un interés: incidir o transformar la realidad.
Se trata entonces de un análisis de los sujetos en su praxis, es decir en cómo construyen su historia, en términos de estrategias y proyectos. En este sentido
podríamos retomar la idea de que la historia es entonces una serie de coyunturas que significan los momentos de inserción de las prácticas proyectos de los diferentes sujetos sociales (2).
Retornemos de aquí entonces, los elementos indispensables para entender el carácter de lo político: los sujetos, como tales desean darle una direccionalidad a la realidad de acuerdo a sus proyectos e intereses, se trata de una intervención intencional, de corte estratégico articulada a una lógica ético/política.
En este sentido, lo político es la historia real, la posibilidad concretizada en base de proyectos que se disputan entre diversos sujetos para imprimirle una orientación a la misma. La propuesta de Zemelman es interesante, en la medida en que nos observa que la posibilidad de esta acción política, solamente es factible como potencialidad, como algo que se construye y que no está determinada de antemano.
En este sentido, el análisis de coyuntura, como análisis de lo político, significa un esfuerzo por captar la concreción histórico/estructural de una correlación de fuerzas, que si bien se manifiesta en el presente, hunde sus raíces en relaciones de poder profundas, las cuales sin embargo pueden ser detectadas en un momento coyuntural. De ahí que, analizar el momento del presente es diagnosticar los mecanismos a través de los cuales se está gestando esta intervención política o en otras palabras, ubicar, al interior de un complejo de relaciones de poder, los mecanismos, sus variaciones y matices, que posibilitan determinada sujeción y/o confrontación entre los sujetos.
Por ello se ubica a lo político como plano de análisis que reconoce como su núcleo básico la conjugación entre sujeto y proyecto, lo que se expresa materialmente en el juego de tácticas y estrategias que encuadran la dinámica de los sujetos al interior de las estructuras políticas (3). Además de estas últimas, es sin duda que en los conflictos de corto plazo también tienen que ver con esta dinámica.
Desde esta perspectiva se trata de reconocer las posibilidades reales que se tiene como sujetos sociales para incidir. Es un análisis concreto de las situaciones concretas (4). Se trata de medir la relación de fuerzas (5).
3. SUPUESTOS QUE DAN SUSTENTO AL AC COMO METODO DE ANALISIS POLITICO (MAP)
3.1 El método del Análisis de Coyuntura y la perspectiva metodológica.
Como reconstrucción de las relaciones y como análisis del presente es una opción analítica que puede ayudamos a discernir entre lo que es viable y deseable, ya que son los sujetos, algunos con mayores posibilidades que otros, los que generan, bajo determinadas condiciones histórico políticas, proyectos y estrategias de intervención. Para logar esto es indispensable partir de un concepto de realidad acorde a las características señaladas.
Desde la propuesta de Zemelman, la realidad puede verse en tres perspectivas: la del movimiento, la de la articulación de procesos y la de la direccionalidad.
En la primera se nos habla de dos dinamismos, el estructural y el coyuntural. La diferencia entre uno y otro está en que ubica al primero como un producto independiente de la praxis de los sujetos, mientras que al segundo lo entiende como producto de la voluntad y de la acción directa, histórico/ política de los mismos sujetos. En esta perspectiva, la coyuntura pertenece más a momento de la política o sea al de la intervención de los sujetos.
En la articulación de procesos nos manifiesta que la realidad está comprendida por diferentes niveles y la necesidad de relacionarlos. Esto significa ubicar la temporalidad y por lo tanto la dinámica que adquiere y tiene cada uno de éstos.
Por último, la direccionalidad la entiende como “las tendencias objetivamente posibles”, esto quiere decir que el sujeto, frente a una realidad estructurada, define y elabora proyectos de acción e intervención, de este juego se producen opciones reales en términos de tendencias.
De acuerdo a lo expuesto anteriormente, el AC tiene como objeto de análisis y reflexión, uno de los dinamismos de la realidad, es decir aquellos procesos políticos, ejercicio del poder y las relaciones de poder, que se manifiestan en estrategias y tácticas, en correlaciones de fuerzas o sea con la praxis sociopolítica de los sujetos en el presente.
A partir de aquí se inicia una reconstrucción de las articulaciones de los diferentes procesos que comprenden a los fenómenos coyunturales, es decir de los acontecimientos que generan estos sujetos en la búsqueda de construir una estrategia de dominación. En esta línea es que el AC puede ayudamos a discernir entre lo viable y lo deseable, en la medida en que logre una reconstrucción de lo “potencialmente posible” y de las estrategias que buscan aprovechar estas condiciones para convertirse en dominantes.
En esta perspectiva el AC nos ofrece, entonces, un conocimiento del presente en la medida en que se inscribe en una concepción acerca de la realidad que supone que ésta está en movimiento, que la entiende también como una articulación de procesos y que en ella se puede identificar cierta direccionalidad.
Estos elementos son claves para el AC como MAP.
3.2. A nivel epistemológico.
Se plantea una cuestión primordial en el AC: ¿Cómo medir la correlación de fuerzas? es decir, ¿cómo observar empíricamente las relaciones de poder y las estrategias de los sujetos? ¿Cómo descubrir las tendencias objetivamente posibles?
Desde el AC se piensa que esto es factible, ya que se puede realizar una construcción o sea una operacionalización de estos conceptos y encontrar los datos suficientes que puedan mostramos estas relaciones.
El punto de partida es que se trata de una construcción que requiere de una investigación empírica que posibilite el conocimiento de lo concreto, sin perder su articulación con los aspectos teóricos.
Esta situación debe cuidar, en palabras de Zemelman: “la apertura del pensamiento hacia lo real objetivo; el control de los condicionamientos teóricos, experienciales y/o ideológicos e impulsar la búsqueda del contenido específico de los elementos reales” (6).
Esto quiere decir que el manejo de información empírica debe orientarse por la reconstrucción de los acontecimientos que nos permitan visualizar las
relaciones de fuerza, sin que esta construcción obstaculice nuestra teoría, experiencias o ideología. Sin duda alguna se trata de una tarea de gran dificultad, en la medida en que estamos tratando de encontrar las manifestaciones de las relaciones de poder en un momento concreto es decir en una coyuntura.
Esta situación es de gran importancia en cuanto que el AC se articula a una teoría social que promueve la interpretación de la realidad desde tesis y conceptos definidos. Al articularse a las propuestas anteriores puede manejar con mayor flexibilidad los conceptos centrales desde los cuales se está dando la posibilidad de interpretación.
Así, el concepto de sujeto se reconstruye en la medida en que ya no se habla de dos clases protagonistas, sino más bien se recupera la presencia de los sujetos y se intenta descubrir sus perspectivas como tales, es decir se debe mantener una apertura hacia la realidad controlando nuestros planteamientos teóricos e intentando descubrir si existen realmente estos elementos que llamamos sujetos.
En este sentido, el AC, al ubicarse como una herramienta analítica que puede proporcionar datos concretos sobre la constitución social y política de los sujetos en determinadas situaciones, contribuye a la reconstrucción del concepto de sujeto en la misma teoría social marxista. Sin duda alguna que es un aporte, ya que por otro lado el análisis de tipo histórico/estructural complementa esta actividad de reformulación conceptual por la que atraviesa actualmente la teoría social marxista.
3.3 El concepto de historia y sujeto en el AC.
Como ya lo señalamos en párrafos anteriores, historia y sujeto son dos conceptos que en la teoría social marxista están en crisis y refundamentación.
Respecto al primero, en el marxismo, se concibe a la misma bajo una idea de cierta finalidad o sea que existe un fin predeterminado, la realización de una sociedad más justa y humana que recibe por nombre el de socialismo o comunismo.
Como parte de este concepción, se ubicó que el sujeto protagonista de esta historia sería el proletariado, dado su papel revolucionario que le viene dado por su posición en el sistema capitalista, de acuerdo a determinadas relaciones de producción. Así el agente histórico de una historia escrita de antemano tenía ya definido su papel, sólo bastaba el desarrollo de los acontecimientos.
En esta lógica, para el marxismo clásico, se ubica al AC como una metodología que se utilizó para descubrir los momentos coyunturales en los cuales un sujeto histórico podría acumular fuerzas para derrocar al sistema capitalista. Esta posición requiere de ser matizada. Si bien no se puede dejar de lado la perspectiva del sujeto, ni de la historicidad del mismo, tampoco se puede sostener la idea de que sea el proletariado el agente histórico de cambio.
De aquí que se tenga que pensar en otro punto de partida, es decir repensar la historia y a los sujetos en proceso de construcción, es en cierta forma una descentralización, ya que no se tiene la certeza de que exista un sujeto histórico ni una finalidad histórica; sin embargo no se puede dejar de lado la idea de que hay una participación de los sujetos en la historia ni mucho menos que no exista una preocupación ética, utópica y por lo tanto una perspectiva de una sociedad diferente.
Estos supuestos nos pueden permitir un ejercicio de análisis de la coyuntura más flexible, ya que no lo articularíamos de principio con una concepción cerrada y delimitada de la historia y del sujeto histórico.
Así a través del AC buscaríamos detectar la conformación específica y concreta de esos sujetos a través de sus proyectos y estrategias. Desde la otra propuesta, estaríamos tratando de comprobar lo que ya estaba definido de antemano.
Descubrir el carácter de las acciones políticas y su capacidad para elaborar estrategias y tácticas frente al ejercicio de determinado poder o para constituir un sistema de dominación es penetrar en las posibilidades reales que tienen para convertirse en sujetos.
Es entonces el carácter de lo político lo que nos permite entender la formación de un sujeto determinado, ya que no basta el papel que juega en determinadas
relaciones de producción, se trata de encontrar sus posibilidades políticas y por lo tanto sus perspectivas de acción y participación, resistencia, oposición o colaboración / reproducción de un sistema de dominación determinado.
La primacía de lo político es entonces el nexo entre historia y sujeto. En este sentido el AC nos ofrece una posibilidad para entender específicamente como se está presentando en el presente esta relación.
3.4. El concepto de política que sustenta al AC
También en este apartado se presenta un cambio. Se requiere pasar de un concepto restringido de la político para incluir uno que podría denominarse como ampliado.
Para la teoría social marxista concebir la política era manejar un concepto de poder que se encontraba en un lugar determinado, fundamentalmente el Estado. Complementa esta concepción la propuesta de que es el partido político quien asumiría el papel de conductor de este proceso de toma del poder.
En el momento actual no se puede sostener esta interpretación. Se requiere de asumir una concepción ampliada de la política, es decir pasar de la idea de poder a la de relaciones de poder.
Para Foucault se trata de “que el conjunto de las relaciones de fuerza existentes en una sociedad dada constituye el dominio de la política y que una política es una estrategia más o menos global que intenta coordinar y darles un sentido a estas relaciones de fuerza…(ya que éstas) implican en todo momento una relación de poder que en cierto modo su forma momentánea y cada relación de poder reenvía, como a su efecto, pero también como a su condición de posibilidad a un campo político del que forma parte” (7).
En la propuesta de este autor, ejercicio del poder y relaciones de poder son cosas distintas, ya que el primero se refiere a: “un modo de acción de algunos sobre otros…el poder sólo existe en acto aunque, desde luego, se inscribe en un campo de posibilidades dispersas, apoyándose sobre estructuras permanentes” (8).
Respecto a las segundas, las entiende como una articulación en donde existen: “dos elementos, ambos indispensables para ser justamente una relación de poder: que el otro (aquel sobre el cual ésta se ejerce) sea totalmente reconocido y que se le mantenga hasta el final como un sujeto de acción y que se abra, frente a la relación de poder, todo un campo de respuestas, reacciones, efectos y posibles invenciones” (9).
A partir de aquí se asume la propuesta de una descentralización de la política del concepto de poder o sea de su racionalidad materializada en una instancia denominada Estado o en el enfrentamiento de dos clase protagónicas: burguesía y proletariado, junto con la omnipresencia de un partido político como mediador indispensable para la toma de este poder.
En términos de Buci-Glucksman se trata de que la política sufra una transformación en base a su:
a) Deslocalización exclusiva, en donde cada relación de poder que pone en juego una hegemonía es política. Desde que hay relación entre gobernantes y gobernados (entre clases, sexos, mayoría y minoría, enseñantes y enseñados, etc) hay política;
b) Su desformalización implícita, pensando siempre la política en un solo modo positivo de la dominación coerción o de la legitimación de una dominación de acuerdo con las dos modalidades del centauro de Maquiavelo (fuerza y consentimiento) se permanece prisionero en un cierto modelo de orden que ha regido la ciencia política clásica;
c) Su deskeynestización impuesta y por consecuencia el relanzamiento de una política a distancia del Estado” (10).
Así tenemos que repensar la política y partir, además del ejercicio del poder, de las relaciones de poder, ya que en gran medida estas permean todo el tejido social. En otras palabras se trata de observar cómo se constituye la dominación a partir de las relaciones de fuerza. En lo que se refiere al primero, encontramos que hay una gran limitación, en las segundas se encuentra un juego de resistencia y oposición.
Se presenta así, una articulación entre relaciones de poder y estrategias, que en palabras de Foucault significa que: “toda estrategia de enfrentamiento sueña con convertirse en relación de poder, y toda relación de poder se inclina a convertirse en una estrategia victoriosa, tanto si sigue su propia línea de desarrollo como si choca con resistencia frontales” (11) .
Así, el concepto de política ampliado significa una recuperación de relaciones sociales que habían sido excluidas y que no habían sido tomadas en cuenta, en gran medida por que se operaba con un concepto de política restringido.
De aquí que recuperar propuestas como las de ejercicio de poder, relaciones de poder y estrategias nos permiten una visión diferente de la política y por lo tanto de su análisis.
El AC como tal, debe articularse a una concepción ampliada de la política, ya que a partir de ésta, puede lograr una reconstrucción de las relaciones de fuerza y de poder con mayor precisión, ya que se trata de reconstruir una articulación entre resistencia y dominación, pues como lo indica Foucault: “no hay una relación de poder sin resistencia, sin escapatoria o huida, sin un eventual riesgo. Toda relación de poder implica, pues por lo menos, virtualmente, una estrategia de lucha” (12).
A final de cuentas el AC busca la medición de la correlación de fuerzas, la debilidad o fortaleza de determinados sujetos para actuar e intervenir en la realidad o sea para la construcción de una estrategia dominante.
Para realizar esto requiere de un concepto de poder descentralizado que posibilite la visualización de la complejidad de las relaciones sociales en la sociedad actual, para que desde ahí se pueda precisar su reconstrucción. Es factible que un concepto ampliado de poder posibilite esta apreciación y reelaboración del concepto de política al interior de una teoría social marxista que está en reestructuración.
4. Perspectivas del AC frente a otras metodologías de análisis político.
4.1 Frente a otras metodologías.
Respecto a otras metodologías como son la teoría de escenarios y la de los juegos, el AC tiene cosas en común y diferencias marcadas que nos permiten una interpretación diferente del fenómeno del poder.
Dos cosas tienen en común estas metodologías:
a) Ser parte de un esfuerzo racional por intervenir en la realidad; b) son herramientas que se utilizan para la toma de decisiones en el corto y mediano plazo. Se trata de abordar la realidad desde una perspectiva racional, es decir se trata de que en la teoría de escenarios, en la de juegos y AC la construcción sea en base a una acción racional de los sujetos que llevan a cabo este análisis, para así tomar decisiones y por lo tanto determinadas acciones.
La toma de decisiones se convierte en un acto más racional, depurando otros elementos de carácter no racional en la construcción de las estrategias de acción.
De las diferencias entre estas metodologías, se pueden señalar, entre teoría de escenarios y de juegos frente al AC que:
a) En las primeras se trabaja con mayor asepsia política, ya que no se trata precisamente de elaborar un diagnóstico de las relaciones de poder o del ejercicio del mismo;
b) Las primeras se inscriben en la propuesta teórica del individualismo metodológico, lo que significa que la construcción metodológica depende de la capacidad racional individual;
c) Así, en ambas, la base de la elección está dada por el carácter racional de los individuos esto significa que existe, en estas propuestas, una interpretación de que su objeto de estudio está ordenado racionalmente y de que quien lo analiza es parte de esta racionalidad; en teoría de juegos, la probabilidad de elección de determinadas estrategias está dada por el carácter racional o sea la capacidad de elección que tengan los individuos para discernir frente a diferentes opciones, se presenta esta propuesta de tal forma que sólo es una acción de elección y no de poder.
d) En la teoría de escenarios encontramos una mayor preocupación por la
construcción racional de un futuro que por las opciones reales y potencialmente posibles del mismo. En esta perspectiva se pierde mucho de la diferencia entre lo viable y lo deseable; las posibilidades de la prospectiva, son factibles sólo en la medida en que se basen en tendencias reales y sobre todo cuando se tanga la capacidad para separar los deseos de los acontecimientos reales.
e) La mayoría de los escenarios que se construyen tienen serias deficiencias en cuanto se construyen bajo la suposición de la evolución de determinadas variables, objetivas o subjetivas. Logran una mayor aproximación cuando se refieren a las primeras como es el caso de los precios de determinados productos.
El problema es cuando se intenta definir el comportamiento de un actor político o social en el mediano y largo plazo, sobre todo cuando estamos hablando de un sistema de dominación como el nuestro en donde el comportamiento racional de los actores rompe con esta perspectiva.
Frente a estas metodologías, el AC puede retomar elementos que pueden ayudar a una reflexión analítica propia y específica. Se puede realizar una conjugación de estas propuestas de tal manera que sin caer en un eclecticismo, se revitalice el AC como propuesta metodológica. El AC puede incorporar la preocupación de la teoría de escenarios por la prospectiva, sin perder de vista que ésta puede construirse a partir del análisis permanente de las coyunturas.
Pensar en una prospectiva desde el análisis concreto de las situaciones concretas y no en base a especulaciones que muy probablemente no se va a realizar.
El AC puede retomar la propuesta de la teoría de juegos en cuanto a la dinámica racional que desarrollan los individuos para elegir de entre determinadas opciones sin que se desarticule de una preocupación ética-política.
4.2 Perspectivas del AC
De acuerdo a lo que hemos expuesto, las perspectivas del AC están dadas por la refundamentación de la teoría marxista en diferentes niveles: metodológico, epistemológico, político y teórico.
De esta situación depende su utilidad como herramienta de análisis histórico político, es decir como instrumento analítico del ejercicio del poder y de las relaciones de poder que se manifiestan y presentan en las coyunturas.
El AC se mantiene como una propuesta que posibilita la construcción de estrategias de intervención y participación de los sujetos en el presente, es decir da los elementos para una mejor comprensión de lo potencialmente posible y por lo tanto de lo viable frente a los deseos de quien intenta participar.
Esta perspectiva es la más valiosa del AC, la de ayudarnos a discernir entre nuestros deseos y la realidad o la posibilidad de su realización. Si logramos mantenernos en esta línea de trabajo con un sentido de apertura a los cambios del presente, las herramientas que utilizamos para su compresión, inexorablemente tienen que cambiar, así el presente y futuro del AC como MAP será el de la trasformación y alteración y por lo tanto el de su revitalización.
NOTAS:
1. Zemelman Hugo: Uso crítico de la teoría: en torno a las funciones analíticas de la totalidad; pp. 15; Colmex/UNU; México 1987.
2. Idem, pp. 27
3. Zemelman, Hugo: Cultura y poder; SXXI/UNU, México, 1990; pp.167
4. Lenin: Cartas desde lejos; OE en 12 tomos.
5. Gramsci Antonio. Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el estado moderno; Juan Pablos, México, 1975 pp. 71.
6. Zemelman, Hugo. Conocimiento y sujetos sociales; COLMEX, México 1987; pp.33
7. Foucault, Michel. Microfísica del poder, pp 158/159
8. Foucault, Michel. El sujeto y el poder, pp.14
9. Idem; pp. 14
10. Buci- Glucksmán Christine: forma de la crisis y del poder y concepción marxista de la política, pp. 89/90.
11. Foucault, M. El sujeto y…, op.cit. pp.20
12. Idem; pp. 19
BIBLIOGRAFIA: – Buci-Glucksmann Christine: Forma de la crisis y del poder y concepción marxista de la política en Los nuevos procesos sociales y la teoría política contemporánea. IIS/UNAM-SXXI; México, 1986. – Delich Francisco: Para el análisis de los fenómenos socio políticos coyunturales. Premisas y perspectivas; en Revista Mexicana de Sociología, Año XLI, No. 1, enero/marzo 1979; IIS/UNAM, México. – Elster Jon: Tuercas y tornillos: una introducción a los conceptos básicos de las ciencias sociales. Gedisa, Barcelona, 1991. – Foucault Michel. El sujeto y el Poder en Revista Mexicana de Sociología, IIS/UNAM; Jul/Sept 1988; No. 3. – Foucault Michel. Microfisica del poder. La Piqueta; Madrid, 1979. – Gallardo Helio: Fundamentos de Formación Política. Análisis de Coyuntura DEI, Sn José Costa Rica, 1988. – Gramsci Antonio. Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el estado moderno. Juan Pablos, México 1975. – Jiménez Edgar; Comentarios en torno a la teoría de los escenarios; CIIPDE, México. – Lenin: Cartas desde lejos, Obras Escogidas, Progreso, Moscú, XII tomos. – López Sinesio: El análisis de coyuntura en el pensamiento socialista clásico
en Revista mexicana de Sociología, año XLI, No. 1, enero-marzo 1979,
IIS/UNAM, México. – Osorio Jaime. El análisis de coyuntura, Cidamo, México, 1987. – Ruiz Eliseo y Sánchez Irena: Elementos para el análisis y Seguimiento de una coyuntura en Cuadernos de Educación Popular, No. 6, Centro de Estudios Ecuménicos, México 1988. – Ruiz Sahagun Carlos: Análisis de Coyuntura (1) Mimeo, México 1984. – Souza Herbert José de: Cómo se hace análisis de coyuntura, IBASE/ORPC, México, s/f. – Zemelman Hugo. De la historia a la política. Siglo XXI/UNU, México, 1990. – Zemelman Hugo. Uso crítico de la teoría: en torno a las funciones analíticas de la totalidad. Colmex/ UNU, México 1987 – Zemelman Hugo. Conocimiento y sujetos sociales. COLMEX, México
1987

Gramsci y el análisis de coyuntura

Gramsci y el análisis de coyuntura (algunas notas)
Juan Carlos Portantiero

Buscando una definición tendiente a especificar el carácter de su aporte fundamental al marxismo, se ha llamado a Gramsci “teórico de las superestructuras“. [i] Más aun: el propio Althusser, crítico tenaz del presunto “historicismo” gramsciano, expresa en uno de sus textos mejores (impensable, por otra parte, sin el estímulo directo de las ideas de Gramsci) que no conoce a otro autor sino a este capaz de haber producido (luego de Mao y Lenin) un discurso teórico referido al tema clave de “la eficacia especifica de las superestructuras” y de haber generado, además de “visiones absolutamente originales” sobre el problema, conceptos nuevos como el de hegemonía, “notable ejemplo de un esbozo de solución teórica a los problemas de la interpretación de lo económico y lo político“.[ii]

“Teórico de las superestructuras“; productor, en un nivel eminente, de un esbozo sistemático acerca de la eficacia especifica con que las determinaciones surgidas de la superestructura condicionan la determinación “en última instancia” de la economía, para lo cual ha elaborado no solo “imágenes” empíricas sino también el primer desarrollo de una batería de conceptos pertinentes, ¿porqué no llamar a Gramsci, si se quiere calificar su aporte, como principal “teórico de la coyuntura“?

Pero seguramente no estamos frente a un problema de condecoraciones. Al fin, el tema de la oposición entre estructura y acontecimiento marca todo el debate sustantivo de las ciencias sociales y ha sido como señala Granger “la fuente principal de los problemas epistemológicos” en ese terreno.

Nominalismo, Realismo, Empirismo, Formalismo, Historicismo-Especulativo: ¿qué tiene que decir el marxismo frente a esa querella secular? El marxismo, en efecto, que ha autodefinido su voluntad de conocimiento como “el análisis concreto de una situación concreta“. Hay en ese sentido una línea de textos, de elaboraciones parciales, de preguntas abiertas a la posibilidad de construir conceptos que tornen aprehensible “el episodio” por un pensamiento estructural.

Desde ese apunte genial de Marx –La Introducción de 1857- siguiendo por los textos de Lenin sobre la dialéctica redactados en 1914, verdadera matriz teórica de la práctica revolucionaria de 1917[iii], y el corpus filosófico-político de Mao[iv], hasta toda la obra fragmentaria, dispersa, pero absolutamente coherente de Gramsci redactada antes de la prisión y durante la década de martirios carcelarios.
He aquí, ciertamente, las líneas esenciales de un discurso epistemológico rico aunque no sistemático. A su lado, conviven otros fragmentos, trozos apretados donde se entrecruza la historia del pensamiento con la historia de las prácticas revolucionarias: reflexiones polémicas volcadas en la correspondencia de Marx y Engels; estudios históricos donde la complejidad del análisis de coyuntura alcanza a ser descripta pero no teorizada ( El 18 Brumario, como ejemplo clásico); por fin, el proceso mismo de las grandes revoluciones en las que la realimentación de teoría y práctica da lugar a lecciones “abiertas” que pueden ser codificadas.
Es en el interior de este desarrollo donde revelaremos a Gramsci, par­ que toda su reflexión no lleva sino al intento de colocar las bases gnoseológicas y también sustantivas- para el estudio y la resolución de las coyunturas a través del diseño de un “canon metodológico” (la expresión aparece reiteradamente en los Cuadernos de la Cárcel) que permita relacionar las estructuras con la actualidad.
El análisis de una coyuntura no es otra cosa, en Gramsci, que el examen de un haz de relaciones contradictorias (relaciones de fuerza), en cuya combinación particular un nivel de ellas las “económicas“ opera como límite de variación, “o sea, permite controlar el grado de realismo y de posibilidades de realización de las diversas ideologías que nacieron (…) en el terreno de las contradicciones que generó durante su desarrollo“.
Encuentro de temporalidades específicas que desembocan en un “acontecimiento“, la coyuntura implica el conocimiento del desarrollo desigual de las relaciones de fuerza en cada uno de los niveles que, articuladamente componen lo social como objeto real y como concepto. Lo social, entonces como síntesis de muchas determinaciones, en la línea de la Introducción de 1857: “unidad de lo múltiple“.
Pero estas determinaciones, que son otra cosa que relaciones sociales, expresan el ritmo de sus historias propias, irreductibles. Ese es el sentido que adquiere para Gramsci su definición del materialismo histórico como “historicismo integral“, más allá de los equívocos a que pueda dar lugar la expresión poco feliz entre “estructura” y “acontecimiento“, la historia no es una invitada: es la condición de posibilidad para reconstruir el modo particular de articulación de las determinaciones; la herramienta que permite leer tanto al “acontecimiento” como a la “estructura“, en su forma “coyuntural“, esto es, como “momento actual” de las contradicciones sociales, como “dialéctica de la totalidad concreta“, en la expresión de Kosik.[v]
El estudio de la coyuntura puede dejar de ser antropología ingenua, descripción de casos o, inversamente, extrapolación de un nivel (la economía como “factor“) al que se “dinamiza” en la política. Cabe aquí una reflexión (pronunciada desde el marxismo y desde su oficio de historiador) por Pierre Vilar: “Confesemos que nos falta la teoría de la articulación entre el funcionamiento global de las sociedades y la incubación de los acontecimientos“.[vi] Tratar de precisar lo que Gramsci aporta como contribución al problema no implica la creencia ingenua en resolverlo. Queda dicho que no se trata de un dilema exclusivo del marxismo sino que está en el núcleo de la discusión en las ciencias sociales contemporáneas: “todo debe ser construido iba a decir inventado en lo que concierne a la coyuntura“, ha opinado Braudel.
Dentro de esta limitación nos interesara ver:
1) las líneas generales del aparato conceptual gramsciano en lo que hace a articulación entre “base” y “superestructuras”;
2) su posibilidad de instrumentalización para la construcción de la ciencia política.
II
En el análisis de los elementos que conforman la aportación gramsciana a la problemática en cuestión es posible aislar tres “temas” centrales:

1) la preocupación, en el campo del análisis de una situación, por las condiciones suficientes que la producen, más allá de la “determinación en última instancia” que la contiene;
2) la aprehensión de cada sociedad como un concreto histórico, como un producto complejo que se condensa como sistema hegemónico y no meramente como “modo de producción” o como “formación social” entendida esta como “entrelazamiento de varios modos de producción“;
3) por fin, como nota metodológica, la insistencia en lo que “weberianamente” podríamos calificar como el desplazamiento de una problemática que busca “deducir” los acontecimientos particulares de leyes generales hacia otra que pretende capturar “conexiones causales concretas“, que remiten a leyes generales pero entendidas como límites de variación posible de los fenómenos en consideración.
En el desarrollo de estos “temas” la producción de Gramsci a través de un hilo que arranca desde sus escritos de juventud hasta sus cuadernos de la cárcel irá tentando la elaboración de una batería de conceptos pertinentes, aunque a menudo el grado de maduración de los mismos sea insuficiente para articularse en un sistema de proposiciones y solo queden como indicaciones para la investigación, como reglas heurísticas.
Si Gramsci puede ser calificado como “teórico de la coyuntura“, el título lo deriva no tanto de sus trabajos puntuales sobre episodios históricos (aunque en su obra haya ejemplos notables como los textos sobre ll Risorgimento o sobre la cuestión meridional) sino porque en el núcleo de su discurso instala el problema de las relaciones orgánicas y también analíticas entre “estructura” y “superestructura“. En una de las notas críticas sobre el “Manual” de Bujarin, escribe: “No está tratado este punto fundamental: cómo nace el movimiento histórico sobre la base de la estructura (…) Este es, en definitiva, el punto crucial de todos los problemas en torno a la filosofía de la praxis.[vii]
Y en efecto, alrededor de este “punto crucial” Gramsci anuda toda su reflexión, cuyo sentido último es la crítica al reduccionismo economicista “no solo en la teoría de la historiografía sino también y especialmente en la teoría y en la práctica política” (Mach. 59). Toda la obra gramsciana, como teórico y como dirigente político no puede ser leída sino como critica al economicismo y como fundamentación de la “primacía de la política” en el análisis de las coyunturas. Metodológicamente ello implica una redefinición de las relaciones entre estructura y superestructura. “Es el problema de las relaciones entre estructura y superestructuras el que es necesario plantear exactamente y resolver para llegar a un análisis justo de las fuerzas que operan en la historia en un período determinado y define su relación” (Mach. 67).
El análisis de las coyunturas en su lenguaje, el análisis de “las situaciones” (Mach. 65) como cruce de temporalidades específicas, como resultado del desigual grado de desarrollo de las distintas “relaciones de fuerzas” es el análisis, en el interior del “acontecimiento“, de los límites puestos por los datos de la “estructura” combinadas con la eficacia específica con que actúa como aceleración o como bloqueo la articulación compleja de las “superestructuras“.
Frente a una lectura posible del Prefacio de Marx a la Contribución a la crítica de la economía política (lectura socialdemócrata o stalinista) en que la estructura es presentada como “anatomía de la sociedad civil” y las superestructuras como “apariencia“, Gramsci propone alternativamente, utilizando una expresión de Sorel, el concepto de bloque histórico para dar cuenta de la relación orgánica que se da entre esas dos áreas de relaciones como clave para la dialéctica social.
Hay un rechazo expreso de algunas “metáforas” marxianas vertidas en el citado prefacio que han sido la base metodológica del reduccionismo, incapaz de superar la causalidad mecánica, o su retoque inadecuado: la causalidad funcionalista de la “acción recíproca“. Dice Gramsci: “La expresión tradicional de que la ‘anatomía’ de la sociedad está constituida por la ‘economía’ es una simple metáfora tomada de las discusiones habidas en torno a las ciencias naturales y a la clasificación de las especies animales, clasificaciones que entraron en su fase ‘científica’ cuando se comenzó a partir de la anatomía y no de caracteres secundarios y accidentales. La metáfora estaba justificada también por su ‘popularidad’, puesto que ofrecía a un público no refinado intelectualmente un esquema de fácil comprensión (…) Las ciencias experimentales y naturales han sido, en cierta época, un ‘modelo’, un ‘tipo’ y puesto que las ciencias sociales (la política y la historiografía) buscaban un fundamento objetivo y científicamente adaptado a lograr para sí mismas la seguridad y energía de las ciencias naturales, es fácil comprender que hayan recurrido a estas para crearse un lenguaje” (M.S. 77).
Y en otra nota de los cuadernos, amplia sobre los efectos negativos de esta “metáfora” aunque sin referirse esta vez explícitamente a ella: “La ley de causalidad, la búsqueda de la regularidad, normalidad, uniformidad, sustituyen a la dialéctica histórica. Pero ¿cómo de este modo de concebir puede deducirse la superación, la ‘subversión’ de la praxis? El efecto, mecánicamente, no puede jamás superar la causa o el sistema de causas; de allí que no puede tener otro desarrollo que el chato y vulgar evolucionismo” (M.S. 138).
La observación gramsciana coloca a su pensamiento ante la posibilidad que no despliega explícitamente de redefinir de manera total una problemática teórica que en el interior del marxismo (menos por las limitaciones de Marx que por las de sus discípulos) ha sido motivo permanente de equívocos: desde la postulación de un pleno economicismo, hasta los intentos confusos del viejo Engels por “dialectizar” el larvado sustancialismo que preside la metáfora arquitectónica (“tópica”, en la expresión de Althusser de la “base” y las “superestructuras“, presentes en sus cartas a Bloch, Schmidt y Borgius (Starkenburg).
La propuesta de Gramsci mucho más un programa que un desarrollo se inserta en cambio lógicamente en las notas metodológicas de la Introducción de 1857 a la Contribución a la crítica de la economía política (texto marxiano que sin embargo no cita en los Cuadernos) en el que la metáfora “espacial” no aparece y la realidad social es vista como una “totalidad orgánica” cuyo conocimiento implica una elaboración en espiral hacia círculos cada vez más “concretos“, esto es más complejos de determinaciones múltiples. Es allí donde Marx -que acaba de releer la Lógica de Hegel– plantea a propósito de la relación entre las diversas relaciones económicas, de manera más clara su concepción acerca de la articulación entre los distintos niveles de lo real.
Dice Marx: “El resultado al que llegamos no es que la producción, la distribución, el intercambio y el consumo sean idénticos, sino que constituyen las articulaciones de una totalidad, diferenciaciones dentro de una unidad. La producción trasciende tanto más allá de sí misma en la determinación opuesta de la producción, como más allá de los otros momentos. A partir de ella, el proceso recomienza nuevamente. Se comprende que el cambio y el consumo no pueden ser lo trascendente. Y lo mismo puede decirse de la distribución en tanto que distribución de los productos. Pero como distribución de los agentes de la producción constituye un momento de la producción. Una producción determinada, por lo tanto, determina un consumo, una distribución, un intercambio determinados y relaciones recíprocas determinadas de estos diferentes momentos. A decir verdad, también la producción, bajo su forma unilateral, está a su vez determinada por los otros momentos. Por ejemplo cuando el mercado o sea la esfera del cambio, se extiende, la producción amplía su ámbito y se subdivide más en profundidad. Al darse transformaciones de la distribución se dan cambios en la producción del caso, por ejemplo, de la concentración del capital. O de una distinta distribución de la población en la ciudad y en el campo, etcétera. Finalmente, las necesidades del consumo determinan la producción. Entre los diferentes momentos tiene lugar una acción recíproca. Esto ocurre siempre en los conjuntos orgánicos”.[viii]
La tematización gramsciana de las relaciones entre “base” y “superestructura” se instala en ese espacio. “La estructura y las superestructuras forman un bloque histórico, o sea que el conjunto complejo, contradictorio y discorde de las superestructuras es el reflejo del conjunto de las relaciones sociales de producción” (M.S. 48). Ambas constituyen una “unidad orgánica” (“unidad de los contrarios y de los distintos“) que solo puede ser abstraída metodológicamente. El concepto de “bloque histórico” aprehende plenamente esta unidad “en cuanto las fuerzas materiales son el contenido y las ideologías la forma, siendo esta distinción de contenido y forma puramente didascálica, puesto que las fuerzas materiales no serían concebidas históricamente sin forma y las ideologías se dan caprichos individuales sin la fuerza material” (M.S. 58).

Si en tanto concepto, el bloque histórico implica la unidad (como desarrollo “interrelativo y recíproco“, M.S. 228) entre estructura y superestructura, cuando alude a la realidad histórica que recorta en el tiempo, un “bloque histórico” es el resultado de un juego de relaciones de fuerzas sociales, articulado sistemáticamente a través de la hegemonía que un grupo social ejerce sobre el conjunto.
Un bloque histórico no es, pues, un agregado mecánico de “hechos materiales” y de “hechos de conciencia“, sino un “sistema hegemónico“. Dentro de él, ¿qué rol juega la estructura? Es cierto que no se hallan en sus textos desarrollos abundantes sobre el problema. Por un lado, aparece ligada a la noción de límite que contiene a los actas políticos: como “el elemento menos variable del desarrollo histórico” (M.S. 165); como conjunto de fuerzas sociales “objetiva, independiente de la voluntad de los hombres, que puede ser medida con los sistemas de las ciencias exactas o físicas” (Mach. 71); como indicador de si existen en la sociedad condiciones para su transformación; en fin, como patrón para controlar el grado de realismo o de utopía de las superestructuras. Retomando la afirmación de Marx en el Prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política, la estructura marcaría dos restricciones al movimiento social:
1. ninguna sociedad se propone tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes o no estén, al menos, en vías de aparición y desarrollo;
2. ninguna sociedad desaparece y puede ser sustituida si antes no desarrolla todas las formas de vida que están implícitas en sus relaciones” (Mach. 67).
Pero esta definición como elemento duradero, mensurable, determinador de límites, no parece agotar la presentación que Gramsci hace del concepto. La estructura, en la concepción marxista, no es como cree Croce un “dios oculto“, un “noumeno” (Mach. 34). Y en otra nota, agrega: “Si el concepto de estructura es concebido especulativamente, se convierte por cierto en un ‘dios oculto’; pero la verdad es que no debe ser concebido especulativamente sino históricamente, como el conjunto de las relaciones sociales en las cuales se mueven y obran los hombres reales, como un conjunto de condiciones objetivas que pueden y deben ser estudiadas con los métodos de la ‘filología’ y no de la ‘especulación’”, (M.S. 190). La estructura no es “algo inmóvil y absoluto” sino “la realidad misma en movimiento” (M.S. 229). Y en el mismo párrafo añade: “La afirmación de las Tesis sobre Feuerbach sobre el ‘educador que debe ser educado’, ¿no concibe una relación necesaria de reacción activa del hombre sobre la estructura, afirmando la unidad del proceso real?“
La estructura, como conjunto de condiciones materiales es expresión de una relación social y, por lo tanto, de un determinado periodo histórico. Como “cristalización de toda la historia pasada y base de la historia presente y futura” (es) “un documento y al mismo tiempo una fuerza activa actual de propulsión“, pero no en el sentido “físico o metafísico” de causa (M.S. 165). Si las “condiciones materiales” deben ser consideradas “como el pasado, la tradición, concretamente entendidos, objetivamente comprobables y mensurables“(M.S. 220), “condición del presente y del porvenir”‘ ello no les otorga carácter de absoluto: su eficacia histórica no puede estudiarse al margen de su articulación con las superestructuras.
En este esquema, la proposición marxiana respecto de que los hombres toman conciencia de los conflictos de la estructura en el terreno de las superestructuras “debe ser considerada como afirmación de valor gnoseológico y no puramente psicológico y moral” (M.S. 48). ¿Qué significa esto?
Definir para la superestructura un status de “realidad” y no de “apariencia“. “Para la filosofía de la praxis, las superestructuras son una realidad (o se tornan realidad cuando no son puras lucubraciones individuales) objetiva y operante; ella afirma explícitamente que los hombres toman conciencia de su posición social y, por tanto, de sus objetivos, en el terreno de las ideologías, lo que no es una pequeña afirmación de realidad; la misma filosofía de la praxis es una superestructura, es el terreno en que determinados grupos sociales toman conciencia de su propio ser social, de sus fuerzas, de sus objetivos, de su devenir” (M.S. 235).

La unidad orgánica entre estructura y superestructuras, el reconocimiento de sus dos “realidades” como una articulación que se expresa en un “bloque histórico“, encontrara en el concepto de hegemonía su clave teórica. “El rasgo esencial de la más moderna filosofía de la praxis consiste precisamente en el concepto historico-politico de hegemonía“. Es alrededor de este concepto que puede centrarse el desarrollo de los aportes de Gramsci como principal protagonista, en el campo de la ciencia política, “de aquella maduración del socialismo que ya se había realizado en el campo de la ciencia económica gracias a los estudios de Marx, Lenin, Rosa Luxemburgo, Bujarin“.[ix]
III
Lo que interesa ahora es tratar de ver de qué modo el discurso propedéutico sobre el “bloque histórico“, que permite plantear como unidad a lo que suele ser un reiterado dualismo (que desemboca en “economicismo” o “ideologismo“, según cuál extremo se enfatice), se expresa en conceptos más operacionales para la ciencia política y para la práctica política.[x]
El punto de arranque lógico es su conocida definición del Estado, como combinación de coerción y consenso, como articulación entre Sociedad Civil y Sociedad Política. El Estado no es sólo el aparato de gobierno, el conjunto de instituciones públicas encargadas de dictar las leyes y hacerlas cumplir. El Estado bajo el capitalismo (y solo allí es lícito hablar de Estado para referirse al poder político) es un Estado Hegemónico, el producto de determinadas relaciones de fuerzas sociales, “el complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no solo justifica y mantiene su dominio sino también logra obtener el consenso activo de los gobernados” (Mach. 108).
Criticando a Croce, señalará que la característica del marxismo “consiste en la reivindicación del momento de la hegemonía como esencial en su concepción estatal y en la valorización del hecho cultural (…) como necesario junto a los meramente económicos y políticos” (M.S. 189).

En ese sentido, integran el Estado capitalista, como “trincheras” que lo protegen de la irrupción del elemento económico inmediato, el conjunto de instituciones llamadas “privadas“, agrupadas en el concepto de Sociedad Civil y que corresponden a la función de hegemonía que el grupo dominante ejerce en la sociedad. Familia, iglesias, escuelas, sindicatos, partidos, medios masivos de comunicación, son algunos de estos organismos definidos como espacio en el que se estructura la hegemonía de una clase, pero también en donde se expresa el conflicto social. Son las instituciones de la Sociedad Civil; el escenario de la lucha política de clases.
El razonamiento gramsciano se implanta sobre la primada de la política, no como “esencia” sino como momento superior de la totalidad de las relaciones de fuerzas sociales. Si para analizar las condiciones de funcionamiento de un sistema hegemónico debe considerarse a la economía como su “determinación en última instancia“, para operar su desestructuración el camino es inverso: lo dominante son los conflictos en el plano de la política.
La definición amplia de Estado virtualmente identifica a este con el concepto de superestructura. Explícitamente Gramsci señala que “el sistema de las superestructuras debe ser concebido como distinciones de la política” (Mach. 34). El papel de la ciencia política en la construcción de una ciencia social global pasa así a ser decisivo: “Es evidente que todas las cuestiones esenciales de la sociología no son más que cuestiones de la ciencia política” (Mach. 108). Por fin, “es en la fase de la lucha por la hegemonía (que) se desarrolla la ciencia política” (M.S. 98).
La vinculación de la función de hegemonía con el concepto estatal de Sociedad Civil redimensiona los rasgos de la primera. La hegemonía aparece como la potencialidad de un grupo social para dirigir (ideológica y culturalmente) a otros grupos sociales aliados, pero a través de su organización en aparatos de naturaleza predominantemente política.
Esta concepción “institucionalista” de la hegemonía aleja los esquemas gramscianos de otros modelos de legitimidad erigidos exclusivamente sobre el consenso ideológico. La hegemonía se expresa como existencia “real“, histórica, a partir de aparatos hegemónicos (las instituciones de la Sociedad Civil) que en conjunto articulan, como particularidad, a cada sociedad y a cada una de sus etapas como “sistema hegemónico“. Ninguna situación puede ser analizada fuera de las relaciones de fuerza al interior de las instituciones.
El concepto de hegemonía tiene como espacio de constitución al campo de las relaciones políticas: grupo hegemónico es aquel que representa los intereses políticos del conjunto de grupos que dirige. En ese sentido el concepto se deslinda tanto del nivel económico como del nivel ideológico, entendido este como meramente simbólico.
Como unidad de análisis para la teoría y la práctica políticas, una sociedad histórica no es ni un “modo de producción” ni una “formación social” (como articulación de modos de producción); es un sistema hegemónico, vale decir una totalidad concreta cuyos elementos constituyentes están ordenados en una combinación particular cuyo factor de cohesión es el poder político (estatal en sentido amplio). Se trata, pues, de un modo particular (irrepetible) de articulación entre estructura y superestructuras. Pero el análisis de una coyuntura en el interior del sistema hegemónico supone un paso más: determinar el nivel específico de desarrollo (desigual) de las relaciones de fuerza en los distintos niveles que componen la totalidad social.
“Un estudio sobre la forma en que es preciso analizar las ‘situaciones’, o sea la forma en que es preciso establecer los diversos grados de relaciones de fuerza, puede prestarse a una exposición elemental de ciencia y arte político, entendida como un conjunto de cánones prácticos de investigación y de observaciones particulares, útiles para subrayar el interés por la realidad efectiva y suscitar intuiciones políticas más rigurosas y vigorosas” (Mach. 65). Esta frase precede a los conocidos apuntes de Gramsci sobre “Análisis de las situaciones”. Es allí donde aparece la distinción entre los diversos momentos o grados de las mismas:
1) relación de fuerzas sociales (remitidas al concepto de estructura : relaciones de producción ; grupos sociales) ;
2) relación de fuerzas políticas (homogeneidad y organización de los grupos), que puede ser dividida en niveles: económico-corporativo, económico-social y político.

Marcando este último “el neto pasaje de la estructura a la esfera de las superestructuras complejas“, el momento de la hegemonía.
Estos momentos se influyen recíprocamente y se articulan a través de una doble combinación: “horizontal” (según clases) y “vertical” (según regiones); “cada una de estas combinaciones puede ser representada por su propia expresión organizada, económica y política” (Mach. 72). Por fin, estas relaciones internas al Estado-Nación se combinan con las relaciones de fuerza internacionales en un modelo aún más complejo porque a menudo se trata de la articulación entre secciones territoriales de Estados diferentes.
Pero es a partir de las relaciones sociales nacionales que debe emprenderse el análisis. “En realidad, la relación ‘nacional’ es el resultado de una combinación original, única (en cierto sentido) y que debe ser concebida en esa originalidad y unicidad si se desea dominarla y dirigirla. (…) La clase dirigente merece ese nombre sólo en cuanto interpreta exactamente esa combinación, de la que ella misma es un componente (…). El concepto de hegemonía es aquel en el que se anudan las exigencias de carácter nacional…” (Mach. 148 y 149).
Articulación compleja de relaciones sociales diversas y con temporalidades propias, una coyuntura en el interior de un sistema hegemónico contiene, dialécticamente, los elementos de su desestructuración. El reverso de la teoría gramsciana de la sociedad como sistema hegemónico, es su teoría de la crisis como lucha contrahegemónica. ¿Cuándo puede decirse que un sistema ha entrado en crisis? Solo cuando esa crisis es social, política, “orgánica“. Solo, en fin, cuando se presenta una crisis de hegemonía, “crisis del Estado en su conjunto” (Mach. 77).
Estas pueden o no tener como estímulo a una crisis económica; más aun, en caso que ella se presente “solo puede crear un terreno más favorable a la difusión de ciertas maneras de pensar, de plantear y resolver las cuestiones que hacen a todo el desarrollo ulterior de la vida estatal” (…) “En todo caso, la ruptura del equilibrio de fuerzas no ocurre por causas mecánicas inmediatas de empobrecimiento del grupo social que tiene interés en romper el equilibrio y de hecho lo rompe; ocurre por el contrario, en el cuadro de conflictos superiores al mundo económico inmediato, vinculados al ‘prestigio’ de la clase (intereses económicos futuros), a una exasperación del sentimiento de independencia, de autonomía y de poder. La cuestión particular del malestar o bienestar económico como causa de nuevas realidades históricas es un aspecto parcial de la cuestión de las relaciones de fuerza en sus diversos grados” (Mach. 74 y 75).
Incluso aunque la crisis sea de hegemonía, orgánica, su irrupción no garantiza una salida revolucionaria: ello depende de las características de la relación política de fuerzas. “Si falta este proceso de desarrollo que permite pasar de un momento a otro (…) la situación permanece sin cambios y pueden darse conclusiones contradictorias” (…) “El elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y predispuesta desde hace largo tiempo, que se puede hacer avanzar cuando se juzga que una situación es favorable (y es favorable solo en la medida en que una tal fuerza existe y este impregnada de ardor combativo)” (Mach. 75 y 76).
En la medida en que el análisis de una coyuntura como predicción política implica el estudio específico de un haz de determinaciones complejas que configuran una situación en cierto sentido irrepetible, para cuya definición “lo económico” es solo un límite objetivo y las relaciones entre los grupos sociales implican grados de desarrollo distinto en niveles de actividad diversos (las relaciones objetivas sociales, las relaciones de fuerza política o “sistemas hegemónicos en el interior del Estado“, las relaciones políticas inmediatas o “potencialmente militares“, ¿no implica esa perspectiva de análisis reales riesgos de “historicismo“?
La consideración de este tema nos lleva a un punto central de la polémica gramsciana contra la unilateralidad economicista: el de su actitud frente al problema de la previsión en política y en general frente a la categoría de ley en ciencias sociales.
“Es cierto que prever significa solamente ver bien el presente y el pasado en cuanto movimiento; ver bien, es decir, identificar con exactitud los elementos fundamentales y permanentes del proceso. Pero es absurdo pensar en una previsión puramente ‘objetiva’” (Mach. 63). Prever implica “actuar” sobre la realidad con un programa y es este aspecto “subjetivo” de la previsión el que la hace fuerte.
Una determinada concepción del mundo (y esto vale también para el materialismo histórico) puede identificar mejor que otra los elementos fundamentales de la coyuntura en análisis, pero “no contiene en sí misma un poder superior de capacidad de previsión“. “En realidad, se puede prever ‘cientificamente’ la lucha pero no sus momentos concretos, los cuales solo pueden ser el resultado de fuerzas contrastantes, en continuo movimiento, jamás reductibles a cantidades fijas, puesto que en ellas la cantidad deviene calidad” (M.S. 139).
Y agrega: “Realmente se prevé en la medida en que se obra, en que se aplica un esfuerzo voluntario y, por tanto, se contribuye concretamente a crear el resultado ‘previsto’ “. “Esto va contra la manera habitual de considerar la cuestión. Generalmente se piensa que todo acto de previsión presupone la determinación de leyes de regularidad del tipo de las leyes de las ciencias naturales. Pero como esas leyes no existen en el sentido absoluto o mecánico, no se tiene en cuenta la voluntad de los demás y no se ‘prevé’ su aplicación. Se construye por lo tanto sobre una hipótesis arbitraria y no sobre la realidad” (Mach. 64).
Pero esta intuición, que se acerca al concepto moderno de ley en ciencias sociales,[xi] no implica “historicismo“‘ en tanto este postule la imposibilidad de descubrir regularidades en los hechos sociales. “Ciertamente, la filosofía de la praxis se realiza en el estudio concreto de la historia pasada y en la actual actividad de creación de nueva historia. Pero se puede hacer la teoría de la historia y de la política, puesto que si los hechos son siempre individuales y mudables en el flujo del movimiento histórico, los conceptos pueden ser teorizados. De otra manera no se podrá saber siquiera que es el movimiento o la dialéctica y se caería en una nueva forma de nominalismo” (M.S. 129).
Se trata, nuevamente, del problema de la unidad orgánica de lo real y de las distinciones analíticas en el pensamiento. “La indagación de una serie de hechos para hallar sus relaciones presupone un concepto que permita distinguir dicha serie de hechos de otras“, señala (M.S. 160). Pero esta necesidad de fijar conceptos “sin los cuales la realidad no podría ser comprendida“, no deja de hacer imprescindible el recordar que “realidad en movimiento y concepto de la realidad, si lógicamente pueden ser separados, históricamente deben ser concebidos como unidad inseparable” (M.S. 214).
Un análisis de coyuntura, en Gramsci, equivale a la posibilidad de formular una “previsión”. Si es posible presentar un canon metodológico para internarse en el mismo (y Gramsci lo hace) es a condición de considerar las situaciones como una relación entre fuerzas, como un producto de actores sociales que se oponen y articulan entre si y poseen distinto grado de organización y coherencia. La complejidad de los lazos que integran una coyuntura no puede ser reducida a “expresión inmediata de la estructura“: “la política es, de hecho, en cada ocasión el reflejo de las tendencias de desarrollo de la estructura, tendencias que no tienen por qué realizarse necesariamente” (M.S. 102). Sobre el proceso en acto, solo pueden trazarse hipótesis, pero no prever la “necesariedad” de un desenlace determinado.
En este sentido, la apreciación de los hechos jamás puede ser “exacta“. Ciertamente el analista debe ser capaz de distinguir, de la totalidad de los movimientos políticos e ideológicos de los grupos que actúan en la escena social, aquellos que son “orgánicos” de aquellos que son “ocasionales“. El no poder encontrar la relación justa es fuente de error: sea este “un exceso de economicismo o doctrinarismo pedante” o, a la inversa, “un exceso de ideologismo“.
“En un caso se sobreestiman las causas mecánicas; en el otro se exalta el elemento voluntarista e individual” (Mach.68). Para esta dilucidación no existen “reglas” específicas en la obra gramsciana, aunque aparezcan ejemplos notables de puesta en práctica de la distinción en su trabajo de 1926 sobre “la cuestión meridional“, verdadero modelo de análisis marxista de una “situación“.
La necesidad de discriminar entre “orgánico” y “ocasional” en el estudio de los comportamientos de las fuerzas queda, sobre todo, como una advertencia para el analista: “El nexo dialectico entre los dos órdenes de movimiento y, en consecuencia, de investigación, es difícilmente establecido con exactitud; y si el error es grave en la historiografía, es aún más grave en el arte político, cuando no se trata de reconstruir la historia pasada sino de construir la presente y la futura” (Mach, 68).

En la coyuntura intervienen también elementos aleatorios; acciones que no pueden ser imputadas como “racionales” en términos de intereses objetivos; pueden ser el resultado de un “error de cálculo por parte de los dirigentes de las clases dominantes” (M.S. 102). Este “error” no es adjudicable a la clase sino a su élite política circunstancial: a través de crisis internas que llevan al reemplazo de la élite fracasada, el mismo es (o puede ser) corregido y superado.
Simultáneamente, otro elemento que interviene en la configuración de las coyunturas políticas es la necesidad interna, organizativa, de los grupos sociales. La “racionalidad” de sus actos, en esos casos, no se liga directamente con las relaciones sociales objetivas, sino con sus necesidades políticas de consolidación y coherencia. Esta, como la anterior restricción al carácter “orgánico” de los comportamientos políticos, queda también en Gramsci como mera indicación heurística, sobre la que pueden fundarse hipótesis durante la marcha del proceso, pero cuya validez solo puede comprobarse ex post.
Lo que Gramsci propone, en fin, es un marco teórico para rescatar las relaciones entre “base” y “superestructuras” como momentos articulados de una “totalidad orgánica“, por lo que una coyuntura aparece como un producto complejo de múltiples determinaciones de origen diverso, en el que las relaciones sociales objetivas adquieren, como punto de partida, un peso mayor pero no el carácter de determinación inmediata.
No existe necesariedad aprioristica para el desenlace de una coyuntura, fuera de la praxis histórica. “La observación más importante a plantear a propósito de todo análisis concreto de las relaciones de fuerzas es la siguiente: que tales análisis no pueden y no deben convertirse en fines en sí mismos (a menos que se escriba un capítulo de historia del pasado) y que adquieren un significado solo en cuanto sirven para justificar una acción práctica, una iniciativa de voluntad. Ellos muestran cuales son los puntos de menor resistencia donde la fuerza de la voluntad puede ser aplicada de manera más fructífera” (Mach. 75).

NOTAS
[i]La expresión es de Jacques Texier.
[ii]”Contradicción y sobredeterminación”, en La Revolución Teórica de Marx, Siglo XXI, 1971, p. 94.
[iii]Sobre el tema, ver el excelente artículo de Michael Lowy, “De la Gran Lógica de Hegel a la estación finlandesa de Petrogrado”, en Dialéctica y Revolución, Siglo XXI, 1975, pp. 117-136.
[iv]Me refiero a los dos trabajos, “Acerca de la Práctica” y “Acerca de la Contradicción”.
[v]Karel Kosik, Dialéctica de lo concreto, Grijalbo, 1976, especialmente capítulos 1 y 2.
[vi]”Histora marxista, historia en construcción”, en WAA, Perspectivas de la historiografia contemporánea, SEP-SETENTAS, Mexico, 1976. p. 156.
[vii]El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Lautaro, 1958, p. 133. A partir de ahora citaré las referencias a dicho libro en el texto como M.S., seguido del número de página. Similar criterio adoptare para las referencias al otro libro utilizado en estas notas, Notas sobre Maquiavelo, sobre Política y sobre el Estado Moderno, Lautaro, 1962, a las que citare como Mach.
[viii]Karl Marx, Introducción general a la Crítica de la Economía Política, Cuadernos de Pasado y Presente No. 1, 1974, p. 56.
[ix]Umberto Cerroni, Teoría Política y Socialismo, Era, 1976, p. 149
[x]El desarrollo siguiente utiliza de manera abundante un texto que me pertenece, Los usos de Gramsci, Cuadernos de Pasado y Presente, Mexico, 1977
[xi]Sobre el tema, un excelente desarrollo en Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias sociales”, en VVAA, Gramsci y las ciencias sociales, Cuadernos de Pasado y Presente No. 19, 1974, especialmente pp. 7 a 10.

El análisis coyuntural de lo político: cómo pensarlo

El análisis coyuntural de lo político: cómo pensarlo
Gallegos Elías, Carlos
V Encuentro Latinoamericano de Metodología de las Ciencias Sociales
(16 al 18 de noviembre de 2016 Mendoza, Argentina. Métodos, metodologías y nuevas epistemologías en las ciencias sociales: desafíos para el conocimiento profundo de Nuestra América. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.8443/ev.8443.pdf Información adicional en www.memoria.fahce.unlp.edu.ar )

A lo largo del siglo XX, se construyó una lógica política asimétrica en la que emergieron y despuntaron sujetos y grupos hegemónicos que hicieron uso del conocimiento científico-tecnológico, para desarrollar prácticamente sin límite, la necesidad de consumir los bienes que producían.

El viejo Estado-nación soberano y benefactor cedió el paso a un proceso de globalización creciente cuyos fundamentos están en el desarrollo y uso intensivo de ese nuevo conocimiento, que cambió los ejes de la articulación del poder económico y político, redefinió las prioridades políticas desde las lógicas hegemónicas y dio paso a una nueva configuración del orden mundial que obligó a la redefinición del carácter de la soberanía nacional de los Estados.

Proceso que se tradujo en una crisis explicativa de las ciencias sociales, crisis de los paradigmas, que hasta 1970 habían servido para interpretar la realidad social, pero que dejaron de servir para explicar lo que ocurrió desde entonces, con lo cual la pretensión de neutralidad, universalidad y objetividad devino más bien, en un alegato insostenible de carácter aleatorio, que solo puede sostenerse si recuperamos al sujeto y su historicidad.

Las nuevas necesidades impusieron renovadas dinámicas de organización del trabajo científico y académico e hicieron cada vez más evidente la urgencia de explicar los nuevos objetos desde otros ángulos de mirada, lo cual se tradujo en la exigencia de comprender la realidad desde otras ópticas, desde las cuales, comprender el tiempo es el eje indispensable para entender lo que ocurre, lo cual se traduce en la necesidad de recuperar la historia y con ello, el regreso del sujeto, como eje indispensable para reconocer las posibilidades de acción, para construir los futuros posibles.
Estas exigencias condujeron a cambios en los planos epistémico, teóricos y metodológicos de la ciencia en busca de una nueva racionalidad del uso de las herramientas tradicionales de los métodos y las técnicas de investigación, de la ciencia. Ahora el reto es cómo dar respuestas complejas, comprehensivas de la complejidad y el carácter multifactorial de los nuevos objetos.
En el marco de las nuevas necesidades que impusieron distintas dinámicas políticas, algunos grupos subalternos vivieron el fracaso de una utopía política e ideológica que paralizó la capacidad explicativa del conocimiento social, lo cual planteó la exigencia de pensar la validez y la vigencia de las epistemes dominantes, y a preguntarse sobre las posturas políticas posibles, sobre las conductas éticas que podían darse desde el exilio, la prisión o el aislamiento intelectual, desde un cubículo universitario o desde la clandestinidad.
Como Hugo Zemelman plantea, es necesario buscar respuestas a una pregunta central: ¿cómo un sujeto establece la relación de conocimiento con la realidad si quiere influir sobre ella? Enfatiza principalmente en la necesidad de hacer un gran esfuerzo epistémico para trabajar desde una perspectiva que él llama reconstrucción articulada de la realidad, una opción explicativa donde pensemos la realidad como una totalidad, un acercamiento marcado por la apertura hacia nuevos epistemes, la complejidad y las múltiples dimensiones del análisis, donde nuevos acercamientos a la realidad nos permitan recuperar y resignificar la reflexión social, teórica y metodológica para trascender las inercias inscritas en el pensamiento y en la acción, para superarlas y traducirlas en futuros posibles, quizá como él diría: “para potenciar los futuros presentes, para pensar la realidad en movimiento, apropiarse de su dinamismo e incorporar la exigencia de elegir entre los futuros probables el que queremos construir”. Es decir: el análisis coyuntural de lo político.
Genealogía del análisis de coyuntura
Toda sociedad está situada en el tiempo, así que el conocimiento de la historia de los procesos sociales es condición necesaria para conocerlos y sólo si se comprenden se puede actuar sobre ellos. Como dice Martín Retamozo al presentar El Ángel de la Historia: “como un alegato a la esperanza de reposicionar al sujeto autónomo y su pensamiento”. Palabras que remiten a Pierre Vilar, también:
“Comprender el pasado es dedicarse a definir los factores sociales, descubrir sus interacciones, sus relaciones de fuerza, y a descubrir, tras los textos los impulsos (conscientes, inconscientes) que dictan los actos. Conocer el presente equivale, mediante la aplicación de los mismos métodos de observación, de análisis y crítica que exige la historia a someter a reflexión la información deformante que nos llega a través de los media. “Comprender” es imposible sin “conocer”. (Vilar:1980).”
Comprensión que abre la posibilidad de una previsión inteligente de los hechos a partir de un análisis correcto de sus factores. (Vilar:1980)
Por el contrario, si conocemos de forma incorrecta o inadecuada esos procesos, inevitablemente tendremos una visión incompleta o parcial de su historia y no podremos explicar su presente porque la visión incompleta seguramente devendrá en equivocada, lo cual hará imposible una visión de futuro.
Conocer para comprender y explicar un proceso y pensar los futuros posibles supone conocer los hechos tal como acontecieron, nunca supone saber y mucho menos creer.
Es necesario estar vigilantes y atentos al reconocimiento de los hechos, su identificación, y a contrastar una y otra vez la información que fluye desde diversas fuentes.
La memoria construye, no registra, podemos interrogarla para conocer los
testimonios de los protagonistas, datos indispensables para la comprensión de un proceso social o de un hecho político, donde lo nuevo no es un dato menor: es necesario contrastar la memoria con los hechos, con los acontecimientos, con las intenciones, con las aspiraciones y proyectos en cada acción que llevan a cabo cada uno de los agentes políticos que actúan en un campo de lucha, que no es otra cosa que el ámbito de tensiones y conflictos que pueden conducir al cambio del presente.
Es indispensable una actitud vigilante, crítica, sobre lo que nos dicen las fuentes frente a lo que creemos, sabemos y conocemos sobre la información que arrojan.
Como en todas las ciencias sociales, nuestro objeto de estudio es la dinámica de las sociedades humanas que para entenderla y explicarla, hay diversas técnicas; una de ellas el análisis coyuntural, para ver a través de todos los aspectos relacionadas con la lógica de esos procesos y de sus combinaciones sucesivas. (Vilar:1974)
Técnica que puede tener un contenido económico, social, político, o bien, algo que las empresas, sobre todos las financieras hacen todos los días: el análisis de las condiciones de mercado para operar, el análisis de lo contingente para la toma de decisiones.
La dinámica de los procesos sociales que significa movimiento y por tanto: contradicciones y tensiones, des-estructuraciones y reestructuraciones que en esos procesos cuya comprensión son las claves del análisis de coyuntura.
Momentos en el devenir de los grupos sociales y de los individuos que debemos identificar, reconocer, comprender y explicar para imaginar el rumbo de las direcciones posibles del cambio social.
En estricto rigor, la historia es una sucesión de coyunturas. Por lo tanto es necesario explicar qué es coyuntura, que entendemos como “el conjunto de las condiciones articuladas entre sí que caracterizan un momento en el movimiento global de la materia histórica (Vilar: 1980)”, un momento en la historia de los grupos sociales o de los individuos en la historia.
De este modo si toda sociedad está situada en un tiempo y si la historia es una sucesión de coyunturas, entonces es claro que la categoría analítica más amplia y comprehensiva para explicar lo que nos interesa es la noción del tiempo:
“…el flujo incesante de sucesos, un continuo fusionado a un cambio perpetuo. Los sucesos pueden adquirir las más diversas formas, incluso pueden aparecer como tramas temporales eternas o inamovibles. Pero aún estas últimas deben ser consideradas en el marco de la duración, del movimiento, pues sólo con respecto a la mutación es posible hablar de lo que aparece como inmutable o como sempiterno. Dicho de otra manera: sólo en su fluir temporal, en la calidad de sus ritmos, fundan su existencia los mundos conocidos e imaginados: el tiempo cósmico del universo, el tiempo mítico del pensamiento arcaico, el tiempo ritual de las sociedades, y todos los otros tiempos que de manera individual y colectiva concebimos y experimentamos. (Valencia: 2002)”.
Historia, cambio y movimiento dan cuenta de la sucesión de momentos, de temporalidades y de la complejidad del tiempo cuya concreción se expresa necesariamente en el presente.
Complejidad analítica que Marx y posteriormente Gramsci, enfrentaron al hacer el análisis de coyuntura de las realidades próximas a ellos, de su entorno. Marx por ejemplo, en el 18 Brumario de Louis Bonaparte, explica un fenómeno histórico con ayuda de la construcción teórica y metodológica, donde recupera los distintos tiempos y espacios de cada uno de los sujetos sociales que actúan en la realidad que analiza. Desagrega cada acontecimiento y cada sujeto e identifica los acontecimientos que marcan los movimientos coyunturales de cada uno. Condensa en el tiempo la historicidad de cada acontecimiento y de cada sujeto, para dar lugar a la comprensión de la historia del proceso
Comprender la historicidad supone en primer lugar reconocer el lugar del sujeto, reconocer el presente y dentro de él, las posibilidades de futuro, las posibilidades de actuar; es esa justamente la esencia del 18 Brumario de Louis Bonaparte: todos y cada uno de los sujetos que actúan bajo circunstancias que no eligieron y buscan en el presente, el momento de la acción política, que los lleve a realizar su proyecto.
Lo que Marx hace es claramente un análisis coyuntural de lo político, pero no reflexiona sobre la coyuntura. No hace una propuesta teórica ni metodológica.
Explica un proceso desde la historia de cada uno de los sujetos que ahí actúan. Identifica los distintos tiempos en el tiempo del proceso y los usa magistralmente como la clave de su explicación, pero no se le puede considerar como un teórico de la coyuntura.
Gramsci en cambio, puede ser llamado con toda justicia, un teórico de la coyuntura, porque tal como propone Portantiero, es el quién se pregunta por un canon metodológico que permita relacionar el tiempo orgánico con la actualidad, por la articulación entre la estructura con la sobre-estructura (o supra-estructura) que nos sirva para explicar cómo se produce el encuentro de las distintas temporalidades propias de cada una de las fuerzas sociales, económicas y políticas que concurren en un proceso para producir un acontecimiento. Se pregunta por cómo reconocer el momento de inflexión que abre el camino a un proceso distinto: el inicio o el cierre de una coyuntura, fuerzas en tensión que confluyen y ese momento en que se abre la posibilidad de divergencia.
Ese momento, nos dice Portantiero, en su conocido Maquiavelo. Sociología y ciencia política, es el de la política, donde se activan los procesos para construir un futuro deseado. Es el momento de la primacía de la política, porque en rigor “lo que hay de realmente importante en la sociología no es otra cosa que ciencia política”. (Portantiero:1977)
Y recordemos cómo Gramsci en el Análisis de situaciones y correlaciones de fuerza propone cómo plantear y resolver: Un análisis acertado de las fuerzas que operan en la historia de un cierto periodo y para determinar su correlación. Hay que moverse en el ámbito de dos principios: 1) el de que ninguna sociedad se plantea tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias o suficientes, o no estén al menos, en vías de aparición y desarrollo; 2) el de que ninguna sociedad se disuelve ni puede ser sustituida si primero no ha desarrollado todas las formas de vida implícita en sus relaciones.
Idea que recupera la propuesta de Marx en la Introducción a la crítica de la economía política.
La comprensión de los fenómenos de coyuntura debe tener presentes estos dos principios metodológicos, porque su conjunción nos permitirá reconocer cuándo estamos frente a un movimiento orgánico o un fenómeno de coyuntura.
Al recuperar la genealogía del análisis de coyuntura, debemos recordar a otro autor fundamental: Walter Benjamin, quien en sus Tesis sobre la historia –en la Tesis XIV– nos recuerda que la historia es objeto de una construcción cuyo marco no es el tiempo homogéneo o vacío sino lleno del “tiempo-ahora” o Jetzteit…el kairós; ese tiempo histórico lleno, en el cual cada instante contiene una posibilidad única, una constelación singular entre lo relativo y lo absoluto (Adorno, en carta a Horkheimer:1941), tiempo histórico que conecta el pasado, el presente y el futuro.
De esta forma, en Benjamin cobrará importancia central el sujeto que escribe la historia, es decir aquel que toma decisiones en el ahora.
En esta dirección es pertinente recuperar al filósofo alemán Ernst Bloch, quien ve en el hombre o en el sujeto tanto a la historia como un determinado tipo de conciencia anticipadora. Desde estos dos elementos es posible comprender a grandes rasgos su idea sobre: lo-todavía-no-llegado-a-ser.
La relación que Bloch establece para la construcción de la historia se proyecta hacia el futuro, atravesado por la idea de la utopía posible, donde la realidad y el mundo encierra en sí mismo la posibilidad de lo nuevo (novum): el mundo es posibilidad, nada está decidido aún, todo es todavía, incluido el fracaso.
Más cerca de nosotros, es necesario revisar con la mayor atención la obra de Braudel, Vilar, Kosik, Wright Mills. Todos ellos se esfuerzan en pensar cómo ordenar la observación de los objetos sociales, porque lo cognoscible posee una organización y el primer requisito de toda ciencia es esforzarse por conocer las lógicas de articulación de la realidad. Ni lo social es un azar, ni lo conocemos por azar, como lo señala Sergio Bagú. (Bagú:1970)
Hugo Zemelman se nutre de esas fuentes, enriquece esta línea de pensamiento y propone entender la historia como una secuencia de coyunturas; lo cual metodológicamente, requiere que todo fenómeno social tenga que abordarse como escenario de sujetos, de muchos y diferentes sujetos, en el momento en el que construyen el presente. (Zemelman: 2013)
Propone dos exigencias metodológicas:
1. El pensamiento tiene que seguir a la historia en el sentido de adecuarse creativamente a los cambios de los procesos históricos. Esto supone asumir muchas cuestiones, por lo menos dos que son básicas: una, que los fenómenos históricos no son fenómenos lineales, homogéneos, simétricos, ni están sometidos a la mecánica celeste de nadie; son fenómenos complejos en su dinamismo, en el sentido en que se desenvuelven en varios planos de la realidad, no solamente en uno y son a la vez macro y microsociales. Esto supone, por ejemplo, que tenemos que estudiar esos fenómenos históricos en varios recortes de la realidad y no solamente en uno. Esa es una primera exigencia. (Zemelman:2005)
2. La segunda involucra al problema del tiempo. Las temporalidades de los fenómenos son muy variables, los tiempos son múltiples, no hay un solo tiempo que fije el fenómeno, sino muchos tiempos y eso, evidentemente, es uno de los grandes desafíos para el conocimiento. Existe una tendencia a lo factorial, a reducir el fenómeno complejo a un factor o conjunto de factores, y analizar éstos en términos de la lógica de determinación causa y efecto.
El problema es que eso no siempre ocurre en los fenómenos sociales, pues puede haber múltiples factores aplicables o existentes en distintos niveles de la realidad. Los fenómenos históricos no ocurren de manera plana, longitudinal, sino tienen lugar a través de coyunturas, las cuales forman parte de los procesos, de las tendencias a largo plazo, y eso tenemos que tomarlo en cuenta. Y por último, los procesos socio-históricos no son solamente económicos, políticos, sociales, institucionales, etcétera, sino que conforman una constelación, están relacionados entre sí, son parte de una matriz de relaciones complejas, que los lleva a que se determinen recíprocamente lo económico con lo político, lo político con lo cultural, y así sucesivamente. (Zemelman: 2005)
El pensar epistémico constituye el pensar capaz de percibir que la realidad siempre está en movimiento, más allá de las certezas teóricas. Dos son las categorías que revelamos desde esta postura, sin menoscabo de otras, porque representan el perfil básico del análisis de coyuntura: la articulación y la potenciación.
La articulación alude a la idea de que la realidad es una compleja red de relaciones en situaciones sociales determinadas […] obliga a pensar en niveles de realidad y en relación entre niveles, lo que supone pensar en tiempos y espacios diferentes, en la medida que la articulación de un nivel con otro nivel en un tiempo uno puede ser diferente en un tiempo dos; es lo que hemos definido como momento y secuencia.
¿Cómo definir el criterio de inclusión de diferentes niveles de realidad en un mismo momento histórico? ¿Qué elementos de determinados niveles tienen la capacidad para incluir realidades con un mayor margen en comparación con otro?
El primer paso es saber leer el momento desde un elemento articulador, ya que contiene determinadas posibilidades para reconocer realidades. El factor que puede cumplir la función de elemento articulador, valga como ejemplo, puede ser la presencia de un proyecto.
La segunda categoría es la de potencia (que supone) saber reconocer en la articulación los puntos de mayor potencialidad, que son los nudos donde actúan o pueden actuar los sujetos, que, por lo mismo, son los que deben reconocer el análisis[…]¿en qué nudo de articulación entre lo económico, lo político, lo cultural y lo institucional se puede reconocer la mayor capacidad de intervención de los sujetos, y, en qué medida esa intervención puede permitir construir realidades en tanto son nudos potenciables con mayores efectos de potencialidad que otros nudos?[…]
Nos abrimos a márgenes que pueden reconocer distintas concreciones históricas, según sea la capacidad de construcción del o de los sujetos…a partir de la potenciación del sistema de necesidades de los individuos (Zemelman, 2013).
Estas ideas se pueden sintetizar en varias exigencias metodológicas:
1. En primer lugar, la realidad social exige ser concebida como espacio de posibilidades, no como objeto ni como conjunto de objetos. Espacios de posibilidades que se dan en contextos determinados;
2. Requiere pensar la realidad como construcción de sujetos y no como simple externalidad, o conjunto de estructuras en que se ubican los objetos;
3. Lo anterior supone pensar la realidad desde la potenciación antes que desde la causa. Por lo tanto, obliga a pensar la relación causa-efecto como parte de una situación que contiene un complejo de relaciones que configura espacios de potenciaciones posibles;
4. Para dar a lo que decimos una forma operativa, tenemos que pensar la realidad en situaciones que reflejen a este complejo de relaciones, tanto en el plano micro como macro social; de ahí que las situaciones tengan que ser incluyentes de posibilidades.
En suma: el análisis de coyuntura permite que los juegos tácticos no pierdan la perspectiva histórica en su papel de construir fuerzas y correlaciones de fuerza (Zemelman, 2013).
Pierre Bourdieu, un autor olvidado por Zemelman, lo resume muy bien: es en la relación dialéctica entre las disposiciones y el acontecimiento donde se constituye la coyuntura capaz de transformar en acción colectiva (es decir política) las prácticas objetivas. (Bourdieu:1972). Aquí radica justamente nuestra tarea esencial: contribuir en la transformación de la acción colectiva en una práctica concreta.
Ahora bien, como lograr creativamente seguir un proceso histórico y responder a las exigencias metodológicas que impone construir una mirada comprehensiva que pueda dar cuenta de cómo concurren distintos tiempos y temporalidades en un solo tiempo, de cómo confluyen distintas perspectivas explicativas posibles para un solo objeto. Definida la propia colocación y consciente de que una explicación desde una sola perspectiva disciplinaria nunca es suficiente, la pregunta fundante es

  • ¿Cuál es la historia?, cuya respuesta nos llevará a preguntarnos * ¿Cuál es el campo problemático? cuya comprensión permitirá identificar * ¿Cuál es el problema?, que nos llevará a las preguntas básicas *¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo?? ¿Quién? ¿Quiénes? ¿Cómo? ¿Por qué?

Respuestas que nos llevarán a construir en el pensamiento nuestro objeto de investigación, su ubicación en el tiempo, a construir su línea principal del tiempo, donde podamos identificar cómo y cuándo concurren los distintos tiempos de los sujetos colectivos e individuales presentes en la configuración de nuestro objeto, tiempos que están en movimiento, que están dados, pero al mismo tiempo están dándose y por lo tanto, es indispensable tener presente cuáles son sus potencialidades, cuáles son los futuros posibles, cuál es el sentido del movimiento de cada uno, distinguir lo meramente contingente de lo que permanece, porque lo permanente es el verdadero eje del proceso en el cual podemos entender el hecho que nos interesa comprender.
Permanencia en el tiempo que es difícil ver, una suerte de última instancia no fácilmente asible.
Es necesario distinguir lo fenoménico de lo esencial, lo aparente de lo real, lo ausente en lo inmediato, ver lo que no se ve, porque sólo así será posible identificar y desagregar el eje del acontecimiento o del proceso, el verdadero eje para esclarecer las causas y los objetivos de las distintas acciones de los sujetos.
Respecto a los sujetos colectivos e individuales es indispensable conocer su historia para trazar las líneas del tiempo de cada uno, qué les es propio y qué no lo es, qué representan cuantitativa y cualitativamente, qué los identifica, cuál es su origen y su base social, cuáles son sus características, cuáles sus fortalezas y sobre todo, cuáles son sus debilidades. Desde otra lógica, cuáles son sus alianzas, cuáles son sus antagonistas, cuál es su proyecto y cuál es su objetivo o sus objetivos para entender cuál es el lugar de cada uno en la correlación de fuerzas y tener siempre presente que toda configuración está en constante mutación, donde al mismo tiempo está dada y está dándose.
Entender el proyecto de cada sujeto nos permitirá comprender cómo se mueve y cómo se relaciona con la estructura pero sobre todo: leer y desagregar lo contingente de lo permanente. Por supuesto hay muchas preguntas por resolver:
¿Cuáles son los elementos objetivos y subjetivos constituyentes de cada sujeto? ¿Cuántos tipos de sujetos podemos considerar y reconocer? ¿Qué dinámicas los mueven? ¿Cuál es el conflicto constituyente de cada sujeto? ¿Cuál es el momento histórico en que actúan? ¿Cuál es el momento histórico que sucederá? ¿Cuál es y cuál será la nueva configuración posible? ¿Cuál es y cuáles serán las configuraciones probables? ¿Cuál es la configuración catastrófica para cada sujeto?
Como vemos, nos queda como tarea resolver el carácter de la pregunta porque al desentrañarla, al reflexionar sobre ella, podremos construir una estrategia de investigación que nos permita una visión comprehensiva del presente y de los futuros posibles.
Fuentes consultadas:
Bagú, Sergio. Tiempo, Realidad Social y Conocimiento, Siglo XXI Editores, México, 1970.
Benjamin, Walter. Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Introducción y traducción de Bolívar Echeverría. ITACA/UACM. México. 2008.
Bourdieu, Pierre. Esquisse d’une théorie de la pratique. Genève-Paris, 1972.
Gramsci, Antonio. en Antología, selección, traducción y notas de Manuel Sacristán, Siglo XXI Editores, México. 1970.
Löwy, Michael. Walter Benjamin. Aviso de incendio. FCE. México. 2002.
Marx, Carl. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política 1857 – 1858, T. I, Siglo XXI Editores, México, 1971,
Retamozo, Martín. El Método como postura. Apuntes sobre la conformación de la subjetividad epistémica y notas metodológicas sobre la construcción de un objeto de estudio. Cuaderno de trabajo 9. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-PAPIME EN 308004, México, 2006.
Valencia, Guadalupe. Pensar el tiempo desde las ciencias sociales. Cuaderno de trabajo 12, Universidad Veracruzana, México, 2002.p.3
Valencia Lomelí, Enrique. Metodología del análisis de coyuntura, Tesis de Maestría en Sociología, Universidad Iberoamericana, Plantel Santa Fe, Edición de autor, México, 1989.
Vilar, Pierre. Historia marxista, historia en construcción. Ensayo de diálogo con Althusser… Anagrama. Barcelona. 1974
Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Crítica. Barcelona. 1980.
Zemelman, Hugo. “La totalidad como perspectiva de descubrimiento” en Revista Mexicana de Sociología, Año XLIX, Núm. 1. Enero-marzo-México, 1987.
Los horizontes de la razón. Uso crítico de la teoría. El Colegio de México. Anthropos. Barcelona. . 1992
Voluntad de conocer. El sujeto y su pensamiento en el paradigma crítico. Anthropos/UNACH/IPECAL-Barcelona, 2005.
El ángel de la historia: determinación y autonomía de la condición humana. Anthropos/UNAM-FCPYS/IPECAL. PAPIME EN308004. Barcelona.
2007.
“Hacia una estrategia de análisis coyuntural”, en Seoane, José coord.: Movimientos sociales y conflictos en América Latina. CLACSO, Buenos Aires, Argentina. Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/seoane/zemelman.rtf
El análisis de coyuntura como desafío del pensar político. Inédito. México. 2013.

¿Cómo hacer un análisis de coyuntura?

¿CÓMO HACER UN ANÁLISIS DE COYUNTURA?
Herbert José de Souza
Introducción
En un momento en el que toda la sociedad acompaña activamente el desarrollo de los acontecimientos políticos, es evidente que no basta con la lectura de los diarios al día para entender lo que está ocurriendo. Dentro del volumen de informaciones que circula todos los días es necesario identificar los ingredientes, los actores, los intereses en juego. Hacer esto es hacer un análisis de coyuntura.
En todo momento y en relación a las más variadas situaciones, hacemos “análisis” de coyuntura, conscientes o no, queriendo o no: cuando decidimos salir de nuestra casa, salir del trabajo, entrar en un partido político, participar en una lucha política, casarnos, enviar a un hijo al colegio, evitar o buscar una brisa, descansar o estar atento, en todas estas situaciones tomamos decisiones basados en una evaluación de la situación vista bajo la óptica de nuestros intereses o necesidades. En estas decisiones tomamos en cuenta las informaciones que tenemos, buscamos mayor información, evaluamos las posibilidades, hacemos hipótesis sobre el desarrollo de los hechos, de las reacciones posibles de las personas o de los grupos, medimos la “fuerza” o el peligro de nuestros eventuales “enemigos”, o de los “peligros” y, a partir de ese conjunto de conocimientos, informaciones y evaluaciones tomamos nuestras decisiones.
El análisis de coyuntura es una mezcla de conocimientos y descubrimientos, es una lectura especial de la realidad y que se hace siempre en función de alguna necesidad o interés. En este sentido no hay análisis de coyuntura neutro, desinteresado: puede ser objetivo pero estará siempre relacionado con una determinada visión del sentido y del rumbo de los acontecimientos.
El análisis de la coyuntura no solo es parte del arte de la política, es en sí mismo un acto político. El que hace política, hace análisis político, aún sin saberlo.
Pero el análisis de la coyuntura es una tarea compleja, difícil y que exige no solamente un conocimiento detallado de todos los elementos importantes y disponibles de una situación determinada, sino que exige también un tipo de capacidad para percibir, comprender, descubrir sentidos, relaciones, tendencias, a partir de los datos y las informaciones.
No deja de ser sorprendente que para una actividad tan importante como es el analizar y acompañar el desarrollo de la situación política y económica de un país falte la elaboración de teorías y métodos específicos. El siguiente texto intenta ofrecer algunos elementos metodológicos para el análisis de la realidad política y percibir más claramente la coyuntura.
1. Algunas categorías para el análisis de coyuntura
Para hacer un análisis de coyuntura son necesarias algunas herramientas apropiadas para eso. Son las categorías con que se trabaja:
a) acontecimientos
b) escenarios
c) actores
d) relación de fuerzas
e) articulación (relación entre “estructura” y “coyuntura”).
Cada una de estas categorías merece un tratamiento por separado, pero en conjunto ellas podrían ser estudiadas como elementos de la “representación de la vida” o una obra de teatro. Estas categorías por ejemplo, fueron utilizadas por Marx en su estudio de la revolución francesa en el “18 Brumario”, que constituye uno de los más brillantes estudios de una situación política (una coyuntura ya realizada).
Intentemos ver un poco más el sentido de cada una de las categorías.
a) Acontecimientos
Debemos distinguir un hecho de un acontecimiento. En la vida real ocurren millares de hechos todos los días en todas partes pero solamente algunos de esos hechos son “considerados” como acontecimientos: aquellos que adquieren un sentido especial para un país, una clase social, un grupo social o una persona.
Alguien puede caerse de un caballo y eso constituir un hecho sin importancia, pero si el que se cayó del caballo es el presidente esto será un acontecimiento para ese país. El nacimiento del hijo de un trabajador es un acontecimiento para la familia. Un beso puede ser un hecho común pero el beso de Judas fue un acontecimiento.
Existen hechos que se constituyen en “acontecimientos”, tales como huelgas generales, elecciones presidenciales, golpes militares, catástrofes, descubrimientos científicos de gran alcance. Estos hechos, por su dimensión afectan al destino y a la vida de millones de personas de la sociedad en su conjunto.
En el análisis de coyuntura, lo importante es analizar los acontecimientos sabiendo distinguir primero los hechos de los acontecimientos y después distinguir los acontecimientos según su importancia. Esa importancia y peso son siempre relativos y dependen de la óptica de quien analiza la coyuntura, porque una coyuntura, puede ser buena para alguien y pésima para otros. Un ladrón que llega a un lugar muy vigilado por la policía va a verificar que la coyuntura es mala para él ese día, la madre que llega a la plaza con su hijo va a pensar lo contrario.
La importancia del análisis a partir de los acontecimientos es que ellos indican siempre ciertos “sentidos” y revelan también la percepción de una sociedad o grupo social, o clase, tienen la realidad y de sí mismo.
Identificar los principales acontecimientos en un determinado momento o periodo de tiempo, es un paso fundamental para caracterizar y analizar una coyuntura.
b) Escenarios
Las acciones de la trama social y política se desenvuelven en determinados espacios que pueden ser considerados como escenarios. Siempre oímos hablar de los escenarios de la guerra, de los escenarios de la lucha. El escenario de un conflicto puede trasladarse de acuerdo con el desarrollo de la lucha: pasar de las calles y plazas al parlamento, de allí a los gabinetes municipales y de allí hacia atrás de los bastidores. Cada escenario presenta particularidades que influencian en el desarrollo de la lucha y muchas veces el simple hecho de cambiar de escenario es ya una indicación importante de una variación en el proceso.
La capacidad de definir los escenarios donde se van a dar las luchas es un factor de ventaja importante. Cuando un gobierno consigue trasladar la lucha de las plazas hacia los gabinetes ya está, de alguna forma, trasladando las fuerzas en conflicto hacia un campo donde su poder es mayor. De allí la importancia de identificar los escenarios dónde las luchas se desarrollan y las particularidades de los diferentes escenarios.
En una dictadura militar los escenarios del poder y de la lucha contra ese poder serán necesariamente diferentes de los escenarios en una sociedad democrática. En la primera, tal vez el cuartel, en la segunda el parlamento, las calles y las plazas.
c) Actores
El actor es alguien que representa, que encarna un papel dentro de una trama de realizaciones. Un determinado individuo es un actor social cuando él representa algo para la sociedad (para el grupo, la clase, el país), encarna una idea, una reivindicación, un proyecto, una promesa, una denuncia.
Una clase social, una categoría social, un grupo pueden ser actores sociales.
Pero la idea de “actor” no se limita solamente a personas o grupos sociales, las instituciones también pueden ser actores sociales, un sindicato, partidos políticos, periódicos, radios, emisoras de TV, Iglesias.
d) Relación de fuerzas
Las clases sociales, los grupos, los diferentes actores locales están en relación unos con otros. Esas relaciones pueden ser de enfrentamiento, de coexistencia, de cooperación y estarán siempre revelando una relación de fuerza, de dominio, de igualdad o de subordinación. Encontrar formas de verificar la relación de fuerzas, tener una idea más clara de esa relación es decisivo si se quiere extraer consecuencias prácticas del análisis de la coyuntura. Algunas veces esa relación de fuerzas se revela a través de indicadores cuantitativos, como es el caso de una elección: el número de votos indicará la relación de fuerzas entre partidos, grupos, clases sociales. Otras veces debemos buscar formas de verificación menos “visibles”.
¿Cuál es la fuerza de un movimiento social o político emergente? ¿Cómo medir lo nuevo, aquello que no tiene registros cuantitativos?
Otra idea importante es la de que la relación de fuerzas no es un dato inmutable, instalado de una vez para siempre: la relación de fuerzas sufre cambios permanentes y es por eso que la política está ten llena de sorpresas: un candidato, un empresario, un partido político pueden pensar que mantienen una relación de superioridad y cuando son llamados a demostrar su “fuerza” perciben que la relación cambió y que deben dedicarse a explicar la derrota o la victoria.
e) Análisis de acontecimientos (Eventos que tienen como telón de fondo las “estructuras”. Articulación entre estructura y coyuntura).
La cuestión aquí es que los acontecimientos, la acción desarrollada por los actores sociales, generando una situación, definiendo una coyuntura, no se dan en el vacío: ellos tienen relación con la historia, con el pasado, con relaciones sociales, económicas y políticas establecidas a lo largo de un proceso más prolongado. Una huelga general marca una coyuntura, es un acontecimiento nuevo que puede provocar modificaciones más profundas pero ella no cae del cielo; ella es el resultado de un proceso más largo y está situada en una determinada estructura industrial que define sus características básicas, sus alcances o límites. Un cuadro de desocupación puede marcar una coyuntura productiva que, de alguna manera interfiere en la forma en que la desocupación afecta a la población a quienes afecta y cómo.
A eso llamamos relacionar la coyuntura (los datos, los acontecimientos, los actores) con la estructura.
Es fundamental percibir el conjunto de fuerzas y problemas que se encuentran detrás de los acontecimientos. Tan importante como aprender el sentido de un acontecimiento es percibir cuáles son las fuerzas, los movimientos, las contradicciones, las condiciones que los generan. Si bien el acontecimiento aparece directamente delante de nuestra percepción, el telón de fondo que lo produce no siempre está claro. Un esfuerzo y un cuidado mayor debe, entonces, emplearse para situar los acontecimientos y extraer de ellos sus posibles sentidos.
Esforzarse por ver también las señales de nacimiento de lo “nuevo” lo no ocurrido, lo inédito. Tan importante como entender lo que ya está ocurriendo es estar atento a las señales de los fenómenos nuevos que comienzan a manifestarse.
Buscar, ver el hilo conductor de los acontecimientos. No se puede afirmar a priori que todos los acontecimientos “ocurren” dentro de una lógica determinada, siguiendo una trama predeterminada. En la realidad los procesos están subordinados a determinaciones lógicas. Esto sin embargo, no nos impide buscar, investigar el encadenamiento, la lógica, las articulaciones, el sentido común de los acontecimientos. Cuando somos capaces de percibir la lógica interna de una determinada política económica es más fácil entender el sentido de los decretos, de las acciones e incluso de las visitas de los ministros de economía.
Existen dos lecturas posibles de los acontecimientos, o dos modos de leer coyuntura: – A partir de la situación y del punto de vista del poder dominante (lógica del poder). – A partir de la situación, del punto de vista del movimiento popular, de las clases subordinadas, de la oposición al poder dominante.
En general los análisis de coyuntura son conservadores: su finalidad es reordenar los elementos de la realidad, de la situación dominante, para mantener el funcionamiento del sistema, del régimen. Un análisis realizado tendiendo como presupuesto una corrección de ruta, pero no de la dirección fundamental.
Este tipo de análisis parte del punto de vista del poder dominante y, de cierta manera, determinará no solamente la selección de los acontecimientos y actores a ser analizados, sino que atribuirá a esos acontecimientos un sentido armonizado con los intereses de las clases dominantes. Todo acontecimiento es una realidad con un sentido atribuido, no es meramente un hecho, es un hecho leído y visto por intereses específicos.
Partir del punto de vista del movimiento popular no es obviamente, inventar situaciones, acontecimientos y correlaciones de fuerzas que benefician al campo popular al nivel de la fantasía y de la imaginación de los analistas interesados. Es partir de los acontecimientos social e históricamente determinados, existentes, concretos, pero percibirlos, analizarlos bajo la óptica de los intereses de las clases subordinadas, dado que todo análisis de coyuntura solo adquiere sentido cuando es usado como elemento de transformación de la realidad.
El análisis de coyuntura debe tomar en cuenta las articulaciones y dimensiones locales, regionales, nacionales e internacionales de los fenómenos, de los acontecimientos, de los actores, de las fuerzas sociales.
La importancia de los elementos en el análisis de la coyuntura depende de cada situación, de su relación o de su posición en un contexto más amplio y más permanente.
El análisis de coyuntura de un modo general, es un análisis interesado en producir un tipo de intervención en la política, es un elemento fundamental en la organización de la política, en la definición de las estrategias y tácticas de las diversas fuerzas sociales en lucha.
Una cuestión clave en el análisis de coyuntura es la percepción de la complejidad y de la dificultad en determinar relaciones de causalidad de tipo unilateral, simples. Existe un ejemplo constante de imprevisibilidad en relación a la acción política: su existencia, sus efectos, sus causas. La acción política es en sí misma un elemento de la realidad política: es la base de la posibilidad de transformaciones, de cambios, de surgimiento de lo nuevo.
Hablar de una lógica de la acción es hablar también de su imprevisibilidad.
Las categorías “estrategia” y “táctica” son también instrumentos útiles para el análisis de la acción de los diferentes actores sociales.
Es posible buscar identificar las líneas generales de acción, las estrategias empleadas por ciertos actores sociales para conseguir realizar sus objetivos. Podríamos definir la estrategia como la articulación, la definición de un conjunto de medios, de fuerzas, de elementos tendiendo en cuenta la realización de objetivos generales o “proyectos” más globales que responden a intereses y objetivos sociales, económicos y políticos de determinadas fuerzas o clases sociales.
Si en la estrategia encontramos los objetivos y líneas de acción más generales, en la táctica encontramos los medios y formas particulares concretas, de acción, teniendo en cuenta la realización de estrategias determinadas. No siempre, sin embargo, un acontecimiento o un conjunto de acciones aparentemente articuladas entre sí constituyen una táctica o forman parte de una estrategia. En la sociedad, en un proceso social, lo que acontece no tiene que ver, necesariamente, con una lógica o un plan establecido. Solo las teorías conspirativas o “estructuralistas” de la historia creen eso, de ahí que los análisis de coyuntura deban estar siempre abiertos al descubrimiento de varias posibilidades y alternativas.

The Death of the Author

THE DEATH OF THE AUTHOR
Roland Barthes

In his story Sarrasine, Balzac, speaking of a castrato disguised as a woman, writes this sentence: “It was Woman, with her sudden fears, her irrational whims, her instinctive fears, her unprovoked bravado, her daring and her delicious delicacy of feeling” Who is speaking in this way? Is it the story’s hero, concerned to ignore the castrato concealed beneath the woman? Is it the man Balzac, endowed by his personal experience with a philosophy of Woman? Is it the author Balzac, professing certain “literary” ideas of femininity? Is it universal wisdom? or romantic psychology?

It will always be impossible to know, for the good reason that all writing is itself this special voice, consisting of several indiscernible voices, and that literature is precisely the invention of this voice, to which we cannot assign a specific origin: literature is that neuter, that composite, that oblique into which every subject escapes, the trap where all identity is lost, beginning with the very identity of the body that writes.
• • •
Probably this has always been the case: once an action is recounted, for intransitive ends, and no longer in order to act directly upon reality — that is, finally external to any function but the very exercise of the symbol — this disjunction occurs, the voice loses its origin, the author enters his own death, writing begins.

Nevertheless, the feeling about this phenomenon has been variable; in primitive societies, narrative is never undertaken by a person, but by a mediator, shaman or speaker, whose “performance” may be admired (that is, his mastery of the narrative code), but not his “genius” The author is a modern figure, produced no doubt by our society insofar as, at the end of the middle ages, with English empiricism, French rationalism and the personal faith of the Reformation, it discovered the prestige of the individual, or, to put it more nobly, of the “human person”
Hence it is logical that with regard to literature it should be positivism, resume and the result of capitalist ideology, which has accorded the greatest importance to the author’s “person” The author still rules in manuals of literary history, in biographies of writers, in magazine interviews, and even in the awareness of literary men, anxious to unite, by their private journals, their person and their work; the image of literature to be found in contemporary culture is tyrannically centered on the author, his person, his history, his tastes, his passions; criticism still consists, most of the time, in saying that Baudelaire’s work is the failure of the man Baudelaire, Van Gogh’s work his madness, Tchaikovsky’s his vice: the explanation of the work is always sought in the man who has produced it, as if, through the more or less transparent allegory of fiction, it was always finally the voice of one and the same person, the author, which delivered his “confidence.”
• • •
Though the Author’s empire is still very powerful (recent criticism has often merely consolidated it), it is evident that for a long time now certain writers have attempted to topple it. In France, Mallarme was doubtless the first to see and foresee in its full extent the necessity of substituting language itself for the man who hitherto was supposed to own it; for Mallarme, as for us, it is language which speaks, not the author: to write is to reach, through a preexisting impersonality — never to be confused with the castrating objectivity of the realistic novelist — that point where language alone acts, “performs,” and not “oneself”: Mallarme’s entire poetics consists in suppressing the author for the sake of the writing (which is, as we shall see, to restore the status of the reader.)
Valery, encumbered with a psychology of the Self, greatly edulcorated Mallarme’s theory, but, turning in a preference for classicism to the lessons of rhetoric, he unceasingly questioned and mocked the Author, emphasized the linguistic and almost “chance” nature of his activity, and throughout his prose works championed the essentially verbal condition of literature, in the face of which any recourse to the writer’s inferiority seemed to him pure superstition.
It is clear that Proust himself, despite the apparent psychological character of what is called his analyses, undertook the responsibility of inexorably blurring, by an extreme subtilization, the relation of the writer and his characters: by making the narrator not the person who has seen or felt, nor even the person who writes, but the person who will write (the young man of the novel — but, in fact, how old is he, and who is he? — wants to write but cannot, and the novel ends when at last the writing becomes possible), Proust has given modern writing its epic: by a radical reversal, instead of putting his life into his novel, as we say so often, he makes his very life into a work for which his own book was in a sense the model, so that it is quite obvious to us that it is not Charles who imitates Montesquieu, but that Montesquieu in his anecdotal, historical reality is merely a secondary fragment, derived from Charles.
Surrealism lastly — to remain on the level of this prehistory of modernity — surrealism doubtless could not accord language a sovereign place, since language is a system and since what the movement sought was, romantically, a direct subversion of all codes — an illusory subversion, moreover, for a code cannot be destroyed, it can only be “played with”; but by abruptly violating expected meanings (this was the famous surrealist “jolt”), by entrusting to the hand the responsibility of writing as fast as possible what the head itself ignores (this was automatic writing), by accepting the principle and the experience of a collective writing, surrealism helped secularize the image of the Author.
Finally, outside of literature itself (actually, these distinctions are being superseded), linguistics has just furnished the destruction of the Author with a precious analytic instrument by showing that utterance in its entirety is a void process, which functions perfectly without requiring to be filled by the person of the interlocutors: linguistically, the author is never anything more than the man who writes, just as I is no more than the man who says I: language knows a “subject,” not a “person,” end this subject, void outside of the very utterance which defines it, suffices to make language “work,” that is, to exhaust it.
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The absence of the Author (with Brecht, we might speak here of a real “alienation:’ the Author diminishing like a tiny figure at the far end of the literary stage) is not only a historical fact or an act of writing: it utterly transforms the modern text (or — what is the same thing — the text is henceforth written and read so that in it, on every level, the Author absents himself).
Time, first of all, is no longer the same. The Author, when we believe in him, is always conceived as the past of his own book: the book and the author take their places of their own accord on the same line, cast as a before and an after: the Author is supposed to feed the book — that is, he pre-exists it, thinks, suffers, lives for it; he maintains with his work the same relation of antecedence a father maintains with his child.
Quite the contrary, the modern writer (scriptor) is born simultaneously with his text; he is in no way supplied with a being which precedes or transcends his writing, he is in no way the subject of which his book is the predicate; there is no other time than that of the utterance, and every text is eternally written here and now.
This is because (or: it follows that) to write can no longer designate an operation of recording, of observing, of representing, of “painting” (as the Classic writers put it), but rather what the linguisticians, following the vocabulary of the Oxford school, call a performative, a rare verbal form (exclusively given to the first person and to the present), in which utterance has no other content than the act by which it is uttered: something like the / Command of kings or the I Sing of the early bards; the modern writer, having buried the Author, can therefore no longer believe, according to the “pathos” of his predecessors, that his hand is too slow for his thought or his passion, and that in consequence, making a law out of necessity, he must accentuate this gap and endlessly “elaborate” his form; for him, on the contrary, his hand, detached from any voice, borne by a pure gesture of inscription (and not of expression), traces a field without origin — or which, at least, has no other origin than language itself, that is, the very thing which ceaselessly questions any origin.
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We know that a text does not consist of a line of words, releasing a single “theological” meaning (the “message” of the Author- God), but is a space of many dimensions, in which are wedded and contested various kinds of writing, no one of which is original: the text is a tissue of citations, resulting from the thousand sources of culture.
Like Bouvard and Pecuchet, those eternal copyists, both sublime and comical and whose profound absurdity precisely designates the truth of writing, the writer can only imitate a gesture forever anterior, never original; his only power is to combine the different kinds of writing, to oppose some by others, so as never to sustain himself by just one of them; if he wants to express himself, at least he should know that the internal “thing” he claims to “translate” is itself only a readymade dictionary whose words can be explained (defined) only by other words, and so on ad infinitum: an experience which occurred in an exemplary fashion to the young De Quincey, so gifted in Greek that in order to translate into that dead language certain absolutely modern ideas and images, Baudelaire tells us, “he created for it a standing dictionary much more complex and extensive than the one which results from the vulgar patience of purely literary themes” (Paradis Artificiels) succeeding the Author, the writer no longer contains within himself passions, humors, sentiments, impressions, but that enormous dictionary, from which he derives a writing which can know no end or halt: life can only imitate the book, and the book itself is only a tissue of signs, a lost, infinitely remote imitation.
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Once the Author is gone, the claim to “decipher” a text becomes quite useless. To give an Author to a text is to impose upon that text a stop clause, to furnish it with a final signification, to close the writing. This conception perfectly suits criticism, which can then take as its major task the discovery of the Author (or his hypostases: society, history, the psyche, freedom) beneath the work: once the Author is discovered, the text is “explained:’ the critic has conquered; hence it is scarcely surprising not only that, historically, the reign of the Author should also have been that of the Critic, but that criticism (even “new criticism”) should be overthrown along with the Author.
In a multiple writing, indeed, everything is to be distinguished, but nothing deciphered; structure can be followed, “threaded” (like a stocking that has run) in all its recurrences and all its stages, but there is no underlying ground; the space of the writing is to be traversed, not penetrated: writing ceaselessly posits meaning but always in order to evaporate it: it proceeds to a systematic exemption of meaning. Thus literature (it would be better, henceforth, to say writing), by refusing to assign to the text (and to the world as text) a “secret:’ that is, an ultimate meaning, liberates an activity which we might call counter-theological, properly revolutionary, for to refuse to arrest meaning is finally to refuse God and his hypostases, reason, science, the law.
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Let us return to Balzac’s sentence: no one (that is, no “person”) utters it: its source, its voice is not to be located; and yet it is perfectly read; this is because the true locus of writing is reading.
Another very specific example can make this understood: recent investigations (J. P. Vernant) have shed light upon the constitutively ambiguous nature of Greek tragedy, the text of which is woven with words that have double meanings, each character understanding them unilaterally (this perpetual misunderstanding is precisely what is meant by “the tragic”); yet there is someone who understands each word in its duplicity, and understands further, one might say, the very deafness of the characters speaking in front of him: this someone is precisely the reader (or here the spectator). In this way is revealed the whole being of writing: a text consists of multiple writings, issuing from several cultures and entering into dialogue with each other, into parody, into contestation; but there is one place where this multiplicity is collected, united, and this place is not the author, as we have hitherto said it was, but the reader: the reader is the very space in which are inscribed, without any being lost, all the citations a writing consists of; the unity of a text is not in its origin, it is in its destination; but this destination can no longer be personal: the reader is a man without history, without biography, without psychology; he is only that someone who holds gathered into a single field all the paths of which the text is constituted. This is why it is absurd to hear the new writing condemned in the name of a humanism which hypocritically appoints itself the champion of the reader’s rights.
The reader has never been the concern of classical criticism; for it, there is no other man in literature but the one who writes. We are now beginning to be the dupes no longer of such antiphrases, by which our society proudly champions precisely what it dismisses, ignores, smothers or destroys; we know that to restore to writing its future, we must reverse its myth: the birth of the reader must be ransomed by the death of the Author.
— translated by Richard Howard

Guía para hacer análisis de coyuntura

GUIA PARA HACER ANÁLISIS DE COYUNTURA

PRESENTACION

En momentos donde las realidades contextuales latinoamericanas son cada vez más complejas y cambiantes, es evidente que no es suficiente la lectura cotidiana de los diarios o la información que cuenta la radio y la televisión. Se hace necesario contar con una versión mucho más profunda y amplia de los hechos y acontecimientos que envuelven nuestras regiones. Para ello es indispensable contar con una herramienta metodológica que oriente el rumbo, para que cuando nos dispongamos a escudriñar ese entramado social, lo hagamos de manera ordenada y con objetivos claros de “qué” y “por qué” vamos analizar, tal o cual situación.

Es por ello que con el interés de apoyar al máximo a todos los centro afiliados, la Secretaría General del CEAAL, ha tenido la iniciativa de gestionar la elaboración de este documento “Guía para Hacer Análisis de Coyuntura” que constituye una herramienta didáctica en la tarea de acercarse e interpretar la realidad de cada país o región a través del Análisis de coyuntura. El interés máximo es que los centros cuenten con un instrumento de trabajo que permita orientar el análisis de las diversas situaciones sociales que experimentan y que a partir de allí, puedan orientar de mejor manera sus visiones y planes de acción.

La guía es una compilación didáctica de los aspectos más relevantes de los documentos que se lograron recopilar desde internet y en versión impresa. Cuenta con cuatro puntos principales que son: Coyuntura y estructura; Categorías para el análisis de coyuntura; Pasos para realizar un análisis de coyuntura y Sugerencias prácticas para realizar un análisis de coyuntura. A manera de ejemplo, se anexa un diseño metodológico básico, de lo que podría ser un taller para formar a líderes de organizaciones populares en análisis de Coyuntura. Finalmente se muestran las direcciones web que fueron consultadas y que podrán ser visitadas si se desea ampliar más la información.

La Secretaría General del CEAAL invita a los Centros afiliados a la utilización de esta guía como una manera de validar su efectividad y también para que en la medida de lo posible pueda ser mejorada.

CONTENIDO

PRESENTACION 1

COYUNTURA Y ESTRUCTURA 3
¿Qué es coyuntura? 3
Que es la estructura? 3
¿Qué es el análisis de coyuntura? 4
Categorías de actores que participan en una escena política 5
Objetivos del Análisis de Coyuntura 5

ALGUNAS CATEGORÍAS PARA EL ANÁLISIS DE COYUNTURA 7
a. Acontecimientos 7
b. El mensaje del acontecimiento 7
c. El tiempo del acontecimiento 8
d. Diferentes formas de expresión y de comunicación 8
e. Escenarios 8
f. Actores 8
g. Relación de fuerzas 9
h. Articulación entre estructura y coyuntura 9

PASOS PARA REALIZAR UN ANÁLISIS DE COYUNTURA 10
A. Investigación 10
1. Recolección de la información: 10
2. Análisis crítico de las fuentes 10
3. Selección de noticias más relevantes y confiables 11
B. Clasificación 11

SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA REALIZAR UN
ANÁLISIS DE COYUNTURA 13
1. ¿Cómo pueden dividirse las tareas? 13
2. ¿Cada cuánto tiempo conviene hacer un análisis de coyuntura? 13
3. Describir los hechos más importantes en pizarra o rotafolio 13
4. Pedir a la audiencia que analice los hechos 14
5. Búsqueda de las causas o explicación causal 14
6. Contradicciones de clases o grupos 14

Ejemplo de un taller de formación de multiplicadores 15

FUENTES 16

COYUNTURA Y ESTRUCTURA

¿Qué es coyuntura?

Una forma rápida y básica de comprender el concepto de coyuntura es asociándola con ligazón o articulación, de manera que se comprenda como algo que siempre está unido o articulado con otra cosa. Para ello utilizamos el ejemplo que nos brinda la articulación (unión y movimiento) de los huesos.

La coyuntura se puede definir como la forma de manifestación de la lucha de los diferentes actores, grupos, en una sociedad específica y en un momento determinado.

Una coyuntura es un desplazamiento significativo de la correlación de fuerzas en un breve plazo, a raíz de un acontecimiento desencadenante, que funciona frecuentemente como revelador de las contradicciones sociales e institucionales hasta entonces latentes.

Se refiere a un momento determinado de duración breve. No existe un acuerdo sobre el período que abarca; a veces se habla de un año o de varios meses, y también otras veces se asume que una coyuntura sólo dura unas semanas o quizás días.

La idea de relacionar “ligazón y articulación con coyuntura”, nos refiere a una manera práctica de entender la realidad social, es decir, comprender como se relacionan entre sí los hechos sociales desde sus orígenes. Relaciones en donde lo temporal es parte de lo estructural y viceversa, lo que da como resultado situaciones concretas que pueden convertirse en espacios de debate.

Que es la estructura?

Los elementos fundamentales que conforman la estructura de una sociedad son cambiantes. En la mayoría de las veces este proceso de cambio se desarrolla de manera lenta o muy lentamente, a excepción de las grandes revoluciones, que sí aceleran dichas transformaciones.

Ejemplos de esos elementos estructurales son:

Economía:
Recursos naturales, formas de propiedad de medios de producción, principales sectores productivos.
Política:
Partidos políticos, organizaciones sociales y populares, carácter del Estado, tipo de gobierno.
Ideología:
Sistema educativo, escala de valores, filosofía de los medios de comunicación.

En este sentido dicha estructura se refiere a la formación social e histórica de las relaciones sociales en un momento determinado de una sociedad. Por tanto cuando analizamos la estructura buscamos reconocer y comprender los elementos de fondo (políticos o económicos) donde se originan o se sustentan las diversas situaciones que vive una sociedad en un momento concreto.

Por ejemplo
Si analizamos el pandillerismo como un hecho cotidiano en muchos países de Latinoamérica, es preciso realizar un examen a las políticas públicas, que tienen que ver con los programas de prevención que necesita la juventud para poder emitir opiniones del al respecto.

Los problemas sociales no están desvinculados unos de otros. Muchos son el producto de una larga cadena hechos, causas y efectos. Todos se combinan formando una totalidad. Comprendiendo este complejo entramado, podremos analizar las situaciones que vivimos y podremos dirigir con mayor efectividad las energías organizacionales.

¿Qué es el análisis de coyuntura?

Debemos estar claros que entre Estructura y Coyuntura hay diferencias, pero que entre ambas existe un nexo muy fuerte. Sin embargo, para realizar un Análisis de Coyuntura es indispensable tener elementos e información que coadyuven a conocer la estructura de la sociedad que se estudia.

En el Análisis de Coyuntura es importante conocer dos aspectos:

1. Entender que la realidad social es un conjunto articulado de fenómenos, de prácticas, de acciones, y que nuestra acción forma parte de esa articulación.

2. Que podemos conocer este conjunto articulado y, por tanto, estamos en condiciones de orientar adecuadamente nuestro comportamiento en él.

Veamos algunas definiciones de “Análisis de Coyuntura”

El análisis de la coyuntura es una mezcla de conocimientos y descubrimientos, es una lectura especial de la realidad y que se hace siempre en función de alguna necesidad o interés.
La noción de Análisis de Coyuntura, incluso en su forma más preliminar, remite entonces a la comprensión de lo real como algo complejo y respecto a lo cual no podemos sino actuar, con mayor o menor conciencia.

Otra definición que refuerza la idea anterior es que, coyuntura es el conjunto de condiciones conjugadas que caracteriza un momento en el movimiento global de la materia histórica. En ese sentido, se trata de todas las condiciones, tanto psicológicas, políticas, sociales, como económicas o materiales.

El análisis de Coyuntura es también un análisis de la estructura, solo que en un periódo particular (en un momento dado)

UN análisis estructural es un análisis MACROHISTORICO
Un análisis de coyuntura es un análisis MICROHISTÓRICO

Ambos se refieren a:
• Las instancias sociales
• A su integración
• A su dirección específica
• Y a la matriz de reproducción
• A la crisis hegemónica (el grupo que domina)
Ejemplo:
No se puede analizar la crisis económica o política de cualquier país latino sino se considera la dinámica que juega el capital internacional, la tendencias macroeconómicas, el TLC, el proyecto Neoliberal, las composiciones delos diversos bloques sociales mundiales.

No hay análisis de coyuntura neutro, desinteresado: puede ser objetivo pero estará siempre relacionado con una determinada visión del sentido y del rumbo de los acontecimientos.

No es fácil comprender todo el entramado social, pues la mayoría de las veces lo que más se conoce es lo superficial de la información (lo que se oye y se ve). Los elementos estructurales requieren de mayor dedicación investigativa, contactos, materiales y capacidad para percibir, comprender, descubrir y relacionar tendencias, a partir de los datos.

Categorías de actores que participan en una escena política:

En cada momento y situación de una sociedad hay enfrentamientos de bandos; adversario históricos e inmediatos, gente que aprovecha la situación política o económicamente, gente que le gusta aparentar para ganar presencia, etc, etc. Es importante que a la hora de realizar el análisis de coyuntura podamos identificar dichos actores. Veamos algunos ejemplos:

Protagonistas: aquellos que hacen posible que se alcancen los objetivos que resultan triunfantes en un momento coyuntural dado.
Aliados: aquellos actores que colaboran con el protagonista para que este alcance los objetivos de sus acciones.
Opositores: aquellos actores que son contrarios a los objetivos del protagonista y que no quieren que éste alcance su cometido, aunque ellos no alcancen sus propios objetivos.
Destinatarios: aquellos actores que recibirán los beneficios de la acción protagonista.
Situación: también las características político-sociales, económicos, educativo-culturales, etc. Juegan un papel ya porque ayudan o estorban al protagonista o a sus opositores.
Dispositivos prácticos de tipo institucional o tecnológico: son las ayudas o instrumentos de todo tipo que los actores utilizan para llevar a la práctica sus propósitos.
El proyecto: son las carencias, deseos o intereses que desatan y movilizan acciones. Se parte de algo que no se tiene y que se quiere adquirir. Casi nunca se declaran, sino que se esconden por cuestiones estratégicas o incluso por no ser conscientes. Aparecen como intereses implícitos.

Objetivos del Análisis de Coyuntura son:

Detrás de un Análisis de Coyuntura pueden existir diversas intenciones. Dicha intención, puedes ser establecida de diversas maneras, no obstante, y haciendo honor al método participativo, es recomendable que en las organizaciones sociales exista un equipo que impulse las actividades de análisis de coyuntura y que por ende establezca los objetivos.

Ejemplos de objetivos:

1. Redefinir la correlación de fuerzas de un momento y una situación social o institucional, generado por un acontecimiento.

2. Reconstruir las prácticas sociales o institucionales de la manera como se dieron en un momento dado, y según sus lógicas de producción.

3. Señalar la estrategia y la táctica de los actores sociales en el seno de una sociedad o de una institución, para determinar los bloques de poder que se van formando.

4. Mostrar la presencia o el ocultamiento de las contradicciones de fondo de una sociedad o de una institución.

5. Relacionar los momentos coyunturales con el movimiento profundo de las estructuras sociales o institucionales.

6. La transformación de la realidad de la sociedad que se analiza.

ALGUNAS CATEGORÍAS PARA EL ANÁLISIS DE COYUNTURA

Para hacer un análisis de coyuntura son necesarias algunas herramientas apropiadas. Estas herramientas constituyen categorías fundamentales que darán soporte al ejercicio de reflexión, teórico y práctico, a la hora de analizar un determinado acontecimiento. A continuación un grupo de ellas:
a. Acontecimientos
b. Mensaje del acontecimiento
c. Tiempo del acontecimiento
d. Diferentes formas de expresión y de comunicación
e. Escenarios
f. Actores
g. Relación de fuerzas
h. Articulación entre “estructura” y “coyuntura”).

Cada una de estas categorías merece una mirada breve por separado con el único fin de ampliar su compresión y tratamiento al momento de realizar el análisis, pues no hay que olvidar que cada una forma parte integral de una totalidad que es la que debe ser analizada.

a. Acontecimientos
Debemos distinguir un hecho de un acontecimiento. En la vida real ocurren millares de hechos todos los días en todas partes pero solamente algunos de esos hechos son “considerados” como acontecimientos: aquellos que adquieren un sentido especial para un país, una clase social, un grupo social o una persona. Si Juan Pérez se cae de un caballo es un hecho, pero si quien se cae es el Presidente de la República, esto es un acontecimiento.
En el análisis de coyuntura lo importante es analizar los acontecimientos, sabiendo distinguir primero los hechos de los acontecimientos y después distinguir los acontecimientos según su importancia.
La importancia del análisis a partir de los acontecimientos es que ellos indican siempre ciertos “sentidos” y revelan también la percepción que una sociedad o grupo social, o clase, tienen de la realidad y de sí mismo.
Identificar los principales acontecimientos en un determinado momento o período de tiempo, es un paso fundamental para caracterizar y analizar una coyuntura.

b. El mensaje del acontecimiento

En este momento se deberá pasar de la interpretación a la comprensión global del acontecimiento. Es como tratar de comprender la obra de teatro en su conjunto.

Comprender el acontecimiento es lograr que todo el conjunto de la realidad que se ha venido trabajando nos hable, permita aclarar el entramado global y explorar el encadenamiento y las relaciones de los hechos. Es llegar a descubrir la lógica interna del acontecimiento y su relación con el contexto situacional.

Hay que tratar de esclarecer las señales que anuncian lo nuevo, lo no ocurrido, lo inédito y los nuevos fenómenos que comienzan a manifestarse en esta realidad.

c. El tiempo del acontecimiento

Cuando se desea analizar un acontecimiento, es importante ubicar su temporalidad, porque la realidad no se desarrolla de manera simple y estática. De ahí la importancia de ordenar los hechos, según su periodización, secuencias o etapas.

Es importante medir los “ritmos” y la “temperatura” como se desarrollan los hechos así como ubicar en qué momento exacto del tiempo se dan. Esto permite actuar a tiempo y oportunamente.

El objetivo en este paso es ordenar los hechos que conforman el acontecimiento según su sucesividad, secuencias y etapas como se ha desarrollado el hecho. Es importante medirle los ritmos a la organización para poder actuar a tiempo y no en destiempo.

d. Diferentes formas de expresión y de comunicación

Este paso es para recordar, que el lenguaje y las distintas formas de expresión con las que se comunican los actores en las relaciones que establecen, ayudan a descubrir los intereses, las intenciones, las ideologías y las relaciones de poder. Por lo tanto, es un aspecto que no se puede descuidar en ningún paso del análisis.
e. Escenarios
Las acciones de la trama social y política se desenvuelven en determinados espacios que pueden ser considerados como escenarios. Siempre oímos hablar de los escenarios de la guerra, de los escenarios de la lucha. El escenario de un conflicto puede trasladarse de acuerdo con el desarrollo de la lucha: pasar de las calles y plazas al parlamento, de allí a los gabinetes municipales y de allí hacia atrás de los bastidores. Cada escenario presenta particularidades que influencian el desarrollo de la lucha y muchas veces el simple hecho de cambiar de escenario es ya una indicación importante de una variación en el proceso.

f. Actores
El actor es alguien que representa, que encarna un papel dentro de una trama de realizaciones. Un determinado individuo es un actor social cuando él representa algo para la sociedad (para el grupo, la clase, el país), encarna una idea, una reivindicación, un proyecto, una promesa, una denuncia.
Una clase social, una categoría social, un grupo pueden ser actores sociales. Las instituciones también pueden ser actores sociales, un sindicato, partidos políticos periódicos, radios, emisoras de T.V., Iglesias.
g. Relación de fuerzas
Las clases sociales, los grupos, los diferentes actores locales están en relación unos con otros. Esas relaciones pueden ser de enfrentamiento, de coexistencia, de cooperación y estarán siempre revelando una relación de fuerza, de dominio, de igualdad o de subordinación. Encontrar formas de verificar la relación de fuerzas, tener una idea más clara de esa relación es decisivo si se quiere extraer consecuencias prácticas del análisis de la coyuntura.

Para realizar el balance de la correlación de poder es necesario tener en cuenta:

• Determinar, con la mayor precisión posible, los grupos y bloques que interactúan en las relaciones de poder.

• Descubrir los objetivos a largo y a mediano plazo que tienen los actores.

• Identificar cómo alcanzan los objetivos y el modo o camino que utilizan para llegar a ellos. Es necesario tener en cuenta la conducta de lucha y su forma de organización: si lo hacen por medio del diálogo, la desinformación, la propaganda, por vías diplomáticas, por medio del chisme, por medios violentos.

• Ubicar las contradicciones principales y secundarias dentro de los diferentes actores. Conocer las contradicciones de la oposición para aprovecharlas y las propias para prevenirlas, remediarlas o negociarlas.

• Identificar las alianzas, para conocer con quiénes es posible asociarse y llegar a acuerdos, según intereses comunes o formas de accionar.

El objetivo principal en este paso es el confrontar las relaciones de alianza, cooperación, conflicto, alianza, negociación o indiferencia que se establecen entre los distintos grupos o actores sociales protagónicos de la región; estas relaciones se determinan por la manera como intervienen, ya sea como causantes, beneficiarios o afectados en los problemas integrales del acontecimiento.

h. Articulación entre estructura y coyuntura
La cuestión aquí es que los acontecimientos, la acción desarrollada por los actores sociales, generando una situación, definiendo una coyuntura, no se dan en el vacío: ellos tienen relación con la historia, con el pasado, con relaciones sociales, económicas y políticas establecidas a lo largo de un proceso más prolongado.
Por ejemplo una huelga general marca una coyuntura, es un acontecimiento nuevo que puede provocar modificaciones más profundas pero ella no cae del cielo, ella es el resultado de un proceso más largo y está situada en una determinada estructura industrial que define sus características básicas, sus alcances o límites. A eso llamamos relacionar la coyuntura (los datos, los acontecimientos, los actores) con la estructura.

PASOS PARA REALIZAR UN ANÁLISIS DE COYUNTURA

A. Investigación

Para realizar un Análisis de Coyuntura es de vital importancia contar con abundante información sobre los hechos principales. Esta información debe ser veraz y objetiva y para ello deben realizarse tres pasos básicos.

1. Recolección de la información
2. Análisis crítico de las fuentes que nos comunican información y,
3. Selección de noticias más relevantes y confiables

1. Recolección de la información:

Se deben ubicar las fuentes o canales informativos que se pueden utilizar: periódicos, revistas, radios, boletines, discursos, informes, televisión. Deben conocerse las publicaciones que realizan las organizaciones, ministerios e instituciones diversas. También hay que utilizar fuentes orales: entrevistas o conversaciones con testigos de los sucesos, con afectados, con personas conocedoras de la situación o con autoridades representantes de grupos organizados.

Cuanto mayor sea el número de nuestras fuentes de información, más rico y preciso será el Análisis de Coyuntura que realicemos.

2. Análisis crítico de las fuentes

En cuestión de fuentes existe una variedad inmensa. Podemos decir que fuentes son los sitios y lugares donde están los datos y las informaciones que se necesita encontrar. No hay buenas o malas fuentes. Lo importante es tener claro cuáles son aquellas fuentes que sirven para la necesidad investigativa que se tiene. De ahí que sea necesario acudir a diversidad de fuentes tanto escritas como orales o testimoniales.

Toda la información que produzcan las fuentes debe ser analizada críticamente en dos sentidos:

a) Verificar si la fuente es falsa o verdadera.
b) Verificar si el contenido de la información se ajusta o no a los hechos.

Cómo saber si las información recopilada es verdadera, parcial, distorsionada o falsa.

 Priorizar las fuentes conocidas como seguras
 Contrastar las afirmaciones contradictorias
 Chequear con los funcionarios autorizados
 Usar el sentido común y el conocimiento de la realidad

3. Selección de noticias más relevantes y confiables

Algunos criterios para seleccionar información son:

Priorizar lo que afecta directamente a nuestro país, Estado o localidad. Por ejemplo, en el campo internacional, acentuar los hechos de Centro América, El Caribe, América del Norte, América Latina, etc.

Priorizar los hechos relativos a las actividades de nuestra organización.

B. Clasificación:

Una vez realizados los pasos anteriores, ya se cuenta con una descripción objetiva de los hechos más relevantes de la coyuntura. Entonces lo que continúa es la ordenación de esos hechos, a fin de que se facilite el estudio.

¿Cómo se pueden clasificar los hechos? Los hechos

En principio se dividen los hechos en internacionales y nacionales. Si el Análisis de Coyuntura es regional, se agrega una tercera división que corresponde a Estado o municipio.

1. Marco Internacional:

Nivel Mundial. Puede dividirse en Europa, África, Asia, Medio Oriente, Oceanía, América Latina.

Nivel Regional. USA, plano interno, plano internacional, especialmente en su política hacia Centroamérica Canadá y México, El Caribe, Centroamérica Sudamérica.

2. Marco Nacional:

a) Político. Abarca lo relativo al gobierno, Estado, partidos, organizaciones populares y empresariales, instituciones.

b) Militar. Fuerzas Armadas, policía, ataques, defensa.

c) Económico. Se refiere a la producción, distribución y consumo de bienes, costo de la vida, salarios, ganancias, inversiones, inflación, deuda externa, calamidades climáticas, reivindicaciones populares, comercio externo o interno.

d) Social. Abarca lo relativo a salud, educación, vivienda y servicios públicos. Muchas veces se le incluye en el nivel económico.

e) Ideológico. Comprende los valores, concepciones, costumbres que se expresan a través de los medios de comunicación, sistema educativo, la familia, iglesias, sectas, formas artísticas, etc.

3. Marco Local:

En caso de realizarse un Análisis de Coyuntura de una zona, Estado o localidad, se puede repetir la división establecida para el nivel nacional.

SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA REALIZAR UN ANÁLISIS DE COYUNTURA

Todo grupo organizado puede realizar un Análisis de Coyuntura periódicamente. Esta tarea debe ser realizada por un equipo debido a la complejidad del tema y para enriquecimiento mutuo.

1. ¿Cómo pueden dividirse las tareas?

Cada persona se puede encargar de investigar una sección temática, por ejemplo, campo internacional, nacional político, nacional económico. Entonces esa persona hace la recolección, la crítica y la selección de información diariamente en un cuaderno, a medida que lee periódicos, escucha noticieros y recibe otras fuentes de información. Es mejor que la división de tareas sea por temas, así se especializa una persona y hace una mejor crítica y selección de información.

Para preparar la visión global de la coyuntura, se reúnen los miembros del equipo y presentan su información ya procesada.

En colectivo se analizan los sucesos de acuerdo a los pasos propuestos de profundización.

Conviene escribir los hechos de la coyuntura en un rotafolio grande para que sea visualizado fácilmente en el análisis grupal, además ya queda escrito para presentaciones públicas y para comparar en el futuro con la siguiente coyuntura.

Este último punto es importante: para comprender la evolución o el proceso social debemos comparar el análisis de coyuntura último con los anteriores. Allí veremos las tendencias y los cambios a mediano plazo.

Para hacer esto es importante conservar por escrito los Análisis de Coyuntura, preferiblemente en rotafolio.

2. ¿Cada cuánto tiempo conviene hacer un análisis de coyuntura?

Esto depende de las necesidades y de las capacidades del grupo. Cada mes o cada quince días es un buen período. Lo importante es comprometerse a realizarlo sistemáticamente, pues sólo la práctica constante es lo que desarrolla la capacidad de análisis de la realidad. También es conveniente realizarlo ante una situación crítica o explosiva que ocurra en determinado momento.

3. Describir los hechos más importantes en pizarra o rotafolio

Dentro de cada columna o división que puede corresponder a cada nivel, es decir, Internacional y/o Mundial, Regional, Nacional, Local, etc., se colocan los hechos en orden de importancia, primero los más relevantes y luego vamos descendiendo en importancia. También es útil clasificarlos en hechos positivos (con signo +), hechos negativos
(signo -), y hechos dudosos o ambiguos (signo ¿) desde el punto de vista de nuestro trabajo.

Hay que recordar que un mismo hecho puede ubicarse en dos o más cuadros. Por ejemplo, no ver la participación de los trabajadores sólo en la lucha reivindicativa, sino también en la lucha política e ideológica.

4. Pedir a la audiencia que analice los hechos

No hay que darles todo analizado sino que hay que provocar la reflexión del o de los que escuchan.

La idea es que conjuntamente se logre una profundización en el análisis de los hechos. El equipo que orienta el momento debe actuar bajo parámetros metodológicos que logren que los participantes se involucren y aporten sus ideas para que el momento sea mucho más rico.

5. Búsqueda de las causas o explicación causal

Se trata de responder a la pregunta ¿por qué han sucedido estos hechos? Para cada suceso seleccionado de la coyuntura debemos indagar cuáles fueron los factores que los provocaron. Generalmente se habla de dos tipos de causas:

Superficiales: Son explicaciones secundarias, o que reflejan una opinión sin fundamento.

Profundas: Explican a fondo por qué ha sucedido tal hecho, es decir, reflejan o se acercan lo más posible a la realidad.

6. Contradicciones de clases o grupos

Adentrándonos en el análisis, debemos observar como esos sucesos expresan las pugnas de clases sociales, fracciones de clase o grupos, con intereses divergentes. ¿Qué intereses están en juego? ¿Qué organizaciones o fuerzas han intervenido en esos hechos? ¿Qué clases sociales representan esas organizaciones? ¿Qué objetivos persiguen implícita o explícitamente?

En esta parte del análisis, hay que observar si la contradicción que aparece en primer plano en la coyuntura, expresa la contradicción fundamental de la estructura social o expresa una contradicción secundaria.

Esforzarse por ver también las señales de nacimiento de lo “nuevo” lo no ocurrido, lo inédito. Tan importante como entender lo que ya está ocurriendo es estar atento a las señales de los fenómenos nuevos que comienzan a manifestarse.

Ejemplo de un taller
Para desarrollar capacidades de análisis con dirigentes populares
Horario Temas Aspectos Objetivos Procedimientos Mate-
riales
8:00am Introducción – Bienvenida y logística – Presentación – Expectativas – Presentación de objetivos del taller. Exposición verbal
Dinámicas de presentación Pape-
lógrafos,
Marca-dores,
Lápices,
Hojas
Tarjetas de colores
Guías
Libros de técnicas
Otros.

9:00 Estructura social Ideología
Economía
política Reconocer los principales elementos que conforman la estructura de una sociedad determinada y analizar su influencia en los acontecimientos. Lluvia de ideas por tarjetas. Que concebimos por cada uno de los tres aspectos (ideología, economía y política)
Profundizar el análisis con técnica de “árbol social”*
10:30 Coyuntura Concepto y relación con la estructura social Analizar la relación que hay entre coyuntura y estructura social. En grupos identificar: – ¿Qué es coyuntura? – Relación con la estructura social.
Profundizar el análisis con juego “El Gato Amarado”.
1:30pm
4:00pm Análisis de coyuntura Acontecimientos, Hechos, Escenarios, Actores, Relaciones, Intereses. Identificar elementos claves que participan de un acontecimiento determinado. – Leer historia de Juana y Juan (un día de labor) En lluvia de ideas identificar; hechos acontecimientos, actores, escenarios, intereses, etc. – En grupo analizar un acontecimiento real e identificar los elementos anteriores. Ejemplo una huelga, un paro. – Plenaria, profundizar en relación con la estructura / Síntesis.
8:30am Fuentes de información Recolección
Análisis
Priorización
Clasificación
Identificar las fuentes que aporten información seria al análisis,
Aprender a clasificar y priorizar la información.. – Lluvia de ideas para ubicar las diferentes fuentes que se pueden consultar.

– Ejercicio práctico sobre un tema determinado con diarios, revistas y documentos. – Exposiciones teatrales de cada grupo. Con participantes como invitados y otros.
12:00 Seguimiento Socialización y planificación Identificar las diferentes utilidades que puede tener el análisis de coyuntura. Presentar una guía sencilla de cómo elaborar el informe del análisis de coyuntura y como socializarlo.
Planificar seguimiento.
Evaluación Evaluación

Ver; Técnicas Participativas para la Educación Popular. Tomo II

FUENTES
A. Documentos online

Cybergrafía:

¿CÓMO HACER UN ANÁLISIS DE COYUNTURA?
(Herbert José de Souza / IBASE – Editora Vozes / San Pablo – Brasil)
http://www.bibliopocholepratti.org.ar

COMO HACER UN ANÁLISIS DE COYUNTURA
(Elementos para el Análisis Político)
INCEP. Instituto Centroamericano de Estudios Políticos.
www.incep.org/publicaciones/cdeformacion/coyuntura.pdf

EL ANÁLISIS DE LA COYUNTURA EN AMÉRICA LATINA
Pedro Sáinz
Seminario sobre Indicadores Líderes y Encuestas de Expectativas IIPEA- CEPALOECD Rrío de Janeiro, 4-5 de diciembre de 2000
http://www.oecd.org/dataoecd/8/30/2724925.pdf

LAS FUNCIONES DEL ANÁLISIS POLÍTICO Y DEL ANÁLISIS DE COYUNTURA (CHILE)
http://coyunturas.blogspot.com/2006/08/las-funciones-del-anlisis-poltico-y.html

ANÁLISIS DE LA REALIDAD
http://www.utopia.pcn.net/analisis.html

LAS CIENCIAS SOCIALES Y SU RELACIÓN CON LAS CIENCIAS EMPRESARIALES
http://www.monografias.com/trabajos13/lascieso/lascieso.shtml

Bibliografía

ANALIZAR LA REALIDAD EN LATINOAMÉRICA pag. 38-83 / Fotocopias.

METODOLOGÍA PARA EL ANÁLISIS DE LA REALIDAD. Rigoberto Pittí B. Instituto Cooperativo Interamericano (ICI). Choluteca, Honduras, Mayo de 2007

METODOLOGÍA DE ANÁLISIS DE COYUNTURA: Segunda Parte. Servicio Jesuita a Refugiados – México 1995.

B. Artículos sobre análisis del contexto Latinoamericano que se han realizado en fechas anteriores y páginas web que se dedican a estudiar de manera permanente el tema.

1. Análisis de Coyuntura : Coyuntura política
 Suma de fuerzas en la pelea política latinoamericana
 Una nueva disputa electoral en el escenario latinoamericano: el turno de México
 El ejecutivo peruano en manos de la socialdemocracia
http://www.analisisdecoyuntura.com.ar/index.php?a=99&c=9

2. América Latina: ¿Qué desafíos para el análisis social?
Mayo 18, 2007
Lo que pasa en AL tiene un sentido que va mucho más allá de sus fronteras geográficas
http://www.tinku.org/content/view/1957/1/

3. Estudio económico de América Latina y el Caribe 2006-2007
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)
http://www.eclac.cl/cgi-bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/3/29293/P29293.xml&xsl=/de/tpl/p9f.xsl

4. Notas Sobre Coyuntura
Análisis de la Coyuntura Social: De las Recurrencias y los Retrocesos (octubre 2004)
http://revistas.colmex.mx/revistas/8/art_8_926_6450.pdf

5. Observatorio Social de Latinoamérica:
Seguimiento del conflicto y la coyuntura latinoamericana y caribeña
Sistematización y disposición de información sobre dichos procesos para su consulta y utilización por parte de estudiosos e interesados en la temática.
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)
http://osal.clacso.or

6. Observaciones de Relaciones con Latinoamericanas (ORLA)
El Observatorio de Relaciones con Latinoamérica (ORLA) es un centro de investigación adscrito a la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Tiene como objetivo principal realizar investigación aplicada de carácter multidisciplinario, con un alto estándar de calidad y de forma sostenida en temas orientados a aspectos económicos, empresariales, políticos y sociales que vinculen a América Latina con Catalunya y Europa.
http://orla.upf.edu/blog/coyuntura_politica/

Análisis de Coyuntura

Análisis de Coyuntura

Antes de iniciar un proceso de transformación de conflictos hay que tener una visión general, lo más completa posible, del entorno o la realidad en que se está presentando la situación conflictiva. La mejor forma de construirse esa visión es partiendo de un proceso de análisis de la realidad actual, que nos ayude a conocer a los actores sociales y la forma en que desarrollan, e inclusive perfilar algunos de los escenarios que pueden presentarse a mediano o largo plazo.

Una coyuntura es un lapso de tiempo en un proceso histórico de una sociedad. En este tiempo se articulan una serie de acontecimientos que le dan sentido a una situación, y que pueden indicarnos un cambio o transformación de la realidad. El lapso se define arbitrariamente, y se suele ubicar en el presente o en un pasado cercano.

El análisis de coyuntura es un conjunto de herramientas metodológicas que se concentran en el estudio de los actores sociales y sus relaciones en un momento dado. Para tener una visión completa de los actores y la forma en que se relacionan, es necesario partir de una visión del conjunto de la realidad social.
Por esto comenzamos afirmando que la realidad es una construcción social, conformada por la actividad de hombres y mujeres organizados (sujetos sociales).
Esta realidad depende de las condiciones en que se desarrollan y relacionan los sujetos sociales.
El análisis de coyuntura se centra en los actores sociales, en su fuerza o poder para realizar un proyecto social, para imponer o subordinarse a un proyecto social que define o conforma un sistema social. Nos interesa de manera especial la correlación de fuerzas de los actores sociales, suponiendo que esto determinará las tendencias, las acciones y los escenarios posibles en la realidad actual y la futura.
Para realizar un análisis de coyuntura se propone comenzar usando el método de Marx que divide la estructura social en tres partes componentes:
• La formación ideológica o cultural: Las formas de representar el mundo, y los medios para producir y transmitir información.
• La formación política: Las formas en que se organizan las colectividades, la sociedad civil y el gobierno.
• La formación económica: Los modos de producción, en especial el predominante. Lo que se produce y la forma en que se produce.
Hablamos del poder como la capacidad de un actor social para realizar algo. En el contexto social, una construcción determinada por las relaciones sociales de los actores. Todos los actores sociales tienen algo de poder, y éste se expresa en la fuerza que acumulan.
Hablamos de la fuerza como el conjunto de recursos con que cuenta un actor social. Se expresa en fuerza, al ejercerla o en potencial.
La hegemonía es la supremacía que mantiene un grupo social sobre los otros: La dirección intelectual, moral o política de un proyecto histórico que impulsa o desarrolla a un grupo social. Su base es el consenso social.
La dominación es la supremacía que tiene un grupo social a través de la coacción o el uso de la fuerza.
La dominación política es la capacidad de imponer un proyecto político-ideológico utilizando diversos tipos de fuerza: La fuerza física o represión, la fuerza jurídica apoyada en la legislación, la fuerza electoral con violencia o fraude, y la fuerza ideológica o fisiológica, que es una forma de violencia moral.
La dominación económica es la capacidad de un actor social para extraer los excedentes de producción sobre el trabajo de otros. Estas ganancias gracias al dominio de los recursos económicos y la posición en las relaciones sociales.
El Árbol Social
Un primer ejercicio de análisis se puede hacer adaptando la figura de un árbol para representar la estructura social, y realizar un análisis de su composición, las partes que le dan identidad y su forma de reproducirse. Se dibuja un árbol. Se reflexiona sobre las funciones de la raíz, el tronco y el follaje. Se comparan estas estructuras con las formaciones de la estructura social. La formación económica sería la raíz, la formación política sería el tronco y la formación ideológica sería el follaje. La idea es ver quiénes son los actores sociales y las relaciones que forman la raíz, el tronco y el follaje de una estructura social.
Se pueden utilizar algunas preguntas como las siguientes:
Para la raíz: ¿Quiénes producen lo que se consume en esta sociedad? ¿Qué se produce? ¿Qué tipo de trabajadores hay? ¿En qué empresas venden su fuerza de trabajo? ¿Cuáles son sus condiciones de vida? ¿Qué y cuánto producen? ¿Qué tipo de propiedad de la tierra predomina?
Para el tronco: ¿Cuáles son las instituciones, organizaciones, grupos sociales o políticos beneficiados por la raíz? ¿Qué organizaciones se benefician y cuáles no? ¿Cuáles son los principales conflictos entre estos actores? ¿Cuáles son los grupos que controlan el estado?
Para el follaje: ¿Cuáles son las ideas o costumbres que predominan? ¿Qué grupos plantean esas ideas o creencias? ¿Cuáles son los grupos que tienen acceso a la televisión, radio o prensa? ¿Quiénes controlan esos medios e instituciones? ¿Para qué sirve promover esas ideas o controlar esas instituciones?
Para el cierre: ¿Cómo se relacionan las partes del árbol social? ¿Cuáles son sus características principales? ¿Quién, cómo y hacia dónde lo dirige?
Análisis de Coyuntura
Se inicia con la delimitación del espacio y el tiempo de la coyuntura. Hay que partir de una selección de los acontecimientos que se consideran importantes, porque afectan de manera significativa la realidad actual. Se hace una lista de estos acontecimientos, y a partir de la revisión de esta lista se establece el período de estudio.
Queremos determinar que nos referimos a la coyuntura que se dio en tal lugar, alrededor de cierto acontecimiento, en un período de tiempo determinado. Para ordenar los acontecimientos y los tiempos se puede utilizar la siguiente herramienta:
1. Línea de tiempo
Es una gráfica que muestra los acontecimientos en una coyuntura. Ayuda a identificar los hechos más importantes, la forma en que se relacionan, ver las distintas facetas de un evento y recuperar la historia del período seleccionado.
Se hace una lluvia de ideas con los acontecimientos más importantes en los límites ya definidos para la coyuntura. Se escriben en un papel o pizarrón, y se ordenan según su antigüedad. Después se traza en un papel o pizarrón una línea marcada con tiempos, y allí se van escribiendo los acontecimientos en el sitio que corresponde a las fechas en que sucedieron.
Se puede hacer una variante de este ejercicio poniendo en paralelo líneas que muestren los acontecimientos en el ámbito local, nacional y mundial.
2. Ubicación de actores
Se trata de un ejercicio para definir cuáles son los actores centrales de una coyuntura, cuáles otros se suman a ellos, y cómo se dan la aglutinación de fuerzas, las alianzas y las relaciones.
Se definen los actores que se consideran más relevantes en la coyuntura. Se seleccionan los más importantes, y se hace un cuadro en el que se trata de responder a varias preguntas:
Principal Actor Principal Actor

¿Por qué se enfrentan?

Actores que lo apoyan: Actores que lo apoyan:

¿Por qué lo apoyan? ¿Por qué lo apoyan?
¿Cuántos son, cómo se organizan, cómo y con quién se relacionan? ¿Cuántos son, cómo se organizan, cómo y con quién se relacionan?

Se comparten y se discuten los resultados, y se hacen observaciones complementarias, con la posibilidad de incluir a otros actores y otras posibilidades de relación.
3. Mapeo de Actores
Se trata de una herramienta para visualizar juntos, en un solo esquema, a los poderes centrales en la coyuntura, su poder y sus aliados (actores secundarios). Además pueden representarse las alianzas con las que cuentan en la coyuntura. El mapeo refleja un momento y una visión particular. Se pueden utilizar círculos para representar a los actores, líneas continuas o dobles para representar alianzas, líneas quebradas para relaciones conflictivas. Se pueden usar flechas para mostrar la dirección de una acción.
Primero se establecen los actores protagónicos de una coyuntura. Se dibujan en un papelógrafo los actores principales, los secundarios y las relaciones que se dan entre ellos. El tamaño de los círculos puede dar una idea de las dimensiones de los actores. Las líneas que los unen o los separan pueden dar una idea de las relaciones. Se puede tratar de elaborar el mapa partiendo del punto de vista de los diferentes actores que participan. Así es posible lograr mayor objetividad.
4. Proyecto político e intereses de los actores
Una vez escogidos los actores principales y secundarios, se les estudia de manera particular. Se establece su proyecto político-social, es decir, la idea de sociedad que quieren construir. Se identifican sus intereses y las acciones que han realizado en la coyuntura para alcanzarlos. Esto se puede realizar investigando la historia de cada actor, sus acciones y sus declaraciones. Se puede utilizar la siguiente tabla para cada actor:
Actor…
Acciones Intereses en la coyuntura Proyecto/identidad

5. Diagnóstico de la correlación de fuerzas
La fuerza de los actores se define según los recursos que tiene en la coyuntura para hacer efectiva su estrategia política. Los recursos pueden ser los que se usan en la contienda política y son visibles, y los latentes, que pueden no usarse pero inhiben o condicionan la acción del adversario. Entre los indicadores de fuerza están:
• La cantidad y calidad de personas que aglutinan: los militantes, los simpatizantes y los movilizados.
• El lugar en la estructura social de las personas aglutinadas.
• La forma de conciencia, claridad en cuanto a intereses y homogeneidad ideológica.
• Nivel de incidencia: alcance geográfico y sectorial del grupo. Rural o urbano, local, regional, nacional o internacional.
• Preparación estratégica: capacidad desarrollada para ubicarse en la lucha social o política.
• Alianzas: estratégicas o de largo plazo, tácticas.
• Recursos económicos.
• Recursos jurídicos.
• Recursos político-militares.
Toda esta información se puede concentrar en una tabla. Se trata de determinar el proyecto estratégico, los intereses en la coyuntura y la correlación de fuerzas.

Proyecto político Intereses en la coyuntura

Número Lugar en la estructura Formación de conciencia Nivel de incidencia Alianzas Recursos
Militantes

Simpatizantes

Movilizados Individualismo extremo
Solidaridad casual
Conciencia de clase

Estratégica

Táctica Económico
Jurídico

Político-militar

6. Oportunidades, amenazas y tendencias de los actores
El análisis de la correlación de fuerzas de los actores nos permite valorar las oportunidades que la coyuntura abre para cada uno, según su propio interés. Cada actor tiene amenazas para la realización de su proyecto.
La valoración de oportunidades y amenazas es el punto de cierre del diagnóstico de la correlación de fuerzas.
El cuadro de oportunidades, amenazas y acciones es una valoración de la correlación de fuerzas de la coyuntura. Es un salto del diagnóstico a la proyección futura de los actores. El cuadro se llena para cada actor, y se puede hacer de modo comparativo.
Se divide el grupo en equipos, y se llena el cuadro dibujado en un papelógrafo:
Oportunidades Amenazas Acciones
Actor A
Actor B
Actor C

Para el cierre se discute cuál actor está mejor ubicado en la coyuntura. También se ve qué tan adecuadas son las acciones que se prevén. Hay que evaluar qué acciones son las mejores para equilibrar la correlación de fuerzas.

7. Tendencias en la correlación de fuerzas de una coyuntura
La construcción de tendencias es la enunciación de una hipótesis sobre el desarrollo o las consecuencias de la correlación de fuerzas de una coyuntura. Esta previsión puede hacerse a partir de algunas de las herramientas anteriores. Mientras más cuidadoso y detallado sea el análisis, las hipótesis serán más objetivas.
Una vez enunciadas las hipótesis se pueden ordenar según cuál es la más factible. Se pueden agrupar en positivas y negativas. También según los ámbitos temáticos, como lo económico, lo político y lo ideológico. A partir de las tendencias se realiza la construcción de escenarios.
8. Construcción de escenarios
A partir del análisis podemos reconocer proyectos de transformación o conservación de las relaciones que estructuran una sociedad. Los proyectos de transformación suponen la desestructuración de una dominación/hegemonía, y la estructuración de nuevas relaciones de poder.
Los proyectos de conservación suponen la defensa de las relaciones sociales fundamentales y el mantenimiento de su dominación en esas relaciones. La construcción de escenarios en el análisis de coyuntura se da como una previsión abierta, que puede cambiar según el dinamismo social y múltiples factores imponderables, como la influencia de desastres naturales.
Vamos a entender por escenario:
La escena política en la que concurren diversos actores, en una determinada correlación de fuerzas

Los escenarios actuales se refieren a la disposición efectiva de fuerzas en el presente. Los escenarios previsibles se refieren a las disposiciones que pueden desarrollarse a futuro.
Criterios para la construcción de escenarios:
El punto de partida es el escenario real del presente, integrado por cuatro elementos:
a) Diagnóstico de la correlación de fuerzas
b) Oportunidades y amenazas para cada actor
c) Acciones de los actores principales frente a la correlación
d) Tendencias o direcciones a las que apunta la correlación
El escenario se construye utilizando un mapeo. Se representa esquemáticamente un escenario futuro posible de la coyuntura, a partir de las tendencias obtenidas del análisis.
En los equipos se retoman o elaboran las hipótesis sobre las tendencias de la correlación de fuerzas en la coyuntura. Se escogen algunas de ellas para realizar el escenario a través de un mapeo de actores. Se puede partir del mapeo que se hizo de la situación presente, para que haya similitudes en la imagen de la correlación de fuerzas.
En el cierre se presentan los resultados de los equipos, y se inicia una reflexión colectiva sobre los escenarios más factibles. Con esto se determinan algunas acciones o estrategias para aprovechar o transformar el escenario, según si es positivo o negativo.
A partir de los escenarios propuestos y el debate colectivo se elige el que tenga más posibilidades de realización. Se analiza este escenario con mayor detenimiento, en particular sobre las consecuencias para cada actor principal:
• ¿Cómo afecta su fuerza?
• ¿Cómo afecta su estrategia?
• ¿Qué acciones podría implementar cada protagonista para generar el escenario posible?
Ante este análisis y el estudio del propio proyecto, hay que determinar cómo se puede hacer frente al escenario para acumular más fuerza, o perder la menos posible.
Recomendaciones finales
Los pasos metodológicos y las herramientas se presentan en un orden, pero pueden utilizarse según las necesidades del grupo, colectivo u organización. Cada herramienta puede usarse de manera autónoma para realizar un análisis concreto. Las herramientas son una propuesta metodológica y pueden modificarse según la conveniencia.

La Postcolonialidad en Latinoamerica en la era de la globalización

LA POSTCOLONIALIDAD EN LATINOAMÉRICA EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN. ¿CAMBIO DE PARADIGMA EN EL PENSAMIENTO TEÓRICO-CULTURAL LATINOAMERICANO?
Alfonso de Toro
Universität Leipzig
Centro de Investigación Iberoamericana

En algunos de mis trabajos sobre la postmodernidad y postcolonialidad me he ocupado con mayor o menor atención de Latinoamérica sin hasta la fecha haber podido concentrarme de la manera necesaria y debida en el pensamiento latinoamericano y como éste se refleja y concretiza en publicaciones y en debates en diversos contextos que reunimos bajo el término de “teoría de la cultura” dentro y fuera de Latinoamérica .

En forma privilegiada se han tratado los campos a discutir en las disciplinas de la sociología, de la antropología, de la teoría socio-política, de la teoría de la comunicación o de la massmedia y de la teoría literaria.

Mi trabajo hoy se propone describir el lugar desde donde se habla, cómo se habla y con quién se habla. Describir este lugar significa al menos dos cosas: una tiene que ver con el tópico enunciado, con la teoría en la cual nos movemos, es decir, abarca el nivel epistemológico; la otra está relacionada con el lugar de donde parte ese discurso o reflexión, es decir, tiene que ver con el locutor y el receptor de ese pensamiento inscrito en un sistema cultural determinado.

Para acometer semejante tarea procederé en tres etapas: en primer lugar aclarar el lugar desde donde yo mismo hablo; en segundo lugar, de dónde y desde dónde hablan aquellos que leemos y así poder describir panorámicamente cuáles han sido los parámetros dentro los que se movía tradicionalmente el pensamiento latinoamericano para así, finalmente, ver dónde radica el cambio de pensamiento actual que considero un “cambio de paradigma”.
Éste se puede ilustrar en las publicaciones de algunas disciplinas antes y/o después de 1985. El caso de Martín-Barbero, entre otros muchos, es ejemplar si se compara su trabajo de 1982 con los de 1985 en adelante, o los de Mignolo antes de 1989 y de aquellos de los años 90 (al respecto vid. más abajo). También la radical crítica que realiza García Canclini (1994, y vid. más abajo) a la teoría de la cultura en general y a la etnología, a la antropología y a la sociología en particular marca este cambio de paradigma en forma obvia.
Naturalmente que los temas y autores a tratar no pretenden ni pueden en el espacio de un artículo, ofrecer una visión completa de la discusión desde los años 80 hasta hoy. De cualquier modo se trata en la mayoría de los casos de una selección relevante a razón de la importancia e impacto de sus teorías.
1. DESDENDE SE HABLA
El punto de partida en el cual se funda mi lectura está basado en una posición epistemológica estrechamente relacionada al postestructuralismo y a la postmodernidad sociofilosófica de la cultura, como lo he expuesto en otros lugares (A. de Toro 1995; 1997).
En este contexto, la importancia de autores como Lacan radica en su categoría de la castración y su efecto para la constitución de un sujeto descentrado que solamente se puede definir a través de un tercero y su inscripción en el funcionamiento del lenguaje como un glissement du signifé sur le signifiant, como un rodar del significado a espaldas de un significante, produciendo cadenas nómadas y contaminadas.
Estas, a su vez, son equivalentes epistemológicamente a las categorías de ‘diferancia’ y de ‘diseminación’ de Derrida y a la del rizoma de Deleuze/Guattari en cuanto son la contrapartida del logocentrismo, del dualismo occidental, de los metadiscursos normativos.
Exactamente en este cuestionamiento del logos, de la identidad esencialista, consiste su importancia para el pensamiento latinoamericano que siempre ha estado apresado dentro de la hegemonía eurocentrista. El cuestionamiento y la claudicación del logos y del dualismo occidental abren un espacio para la relectura tanto del pensamiento europeo como del latinoamericano, abren un espacio para la dialogicidad postcolonial.
Esta dialogicidad la definimos en base a tres términos: al de ‘transculturalidad’, al de ‘transdisciplinariedad’ y ‘transtextualidad’.
Bajo ‘transculturalidad’ entendemos no solamente el empleo de una ciencia generada en otro lugar del de mi identidad originaria, sino aún más importante, la actividad de ocuparme de diversos objetos culturales que no son reducibles ni a mi identidad, ni a mi lengua y cultura de origen y que no están emparentados entre sí.
Esta estrategia la ligamos conceptualmente a la de ‘transdisciplinariedad’ y a la de ‘transtextualidad’ entendiendo bajo la primera el acto de apropiación de sistemas o subsistemas o fragmentos de diversas disciplinas sin preguntar por su origen y exigir su compatibilidad, sino solamente el valerse de su funcionalidad y productividad.
‘Transculturalidad’ y ‘transdisciplinariedad’, en el contexto del conocimiento postmoderno y postcolonial, significan partir de un concepto de una ciencia transversal o interrelacional , es decir, de una ciencia, que se va articulando y cristalizando en el transcurso (parcour) del diálogo con otras ciencias y con los objetos a tratar. Entendemos ‘transtextualidad’ como la concretización particular discursiva, como resultado de un recorrido transcultural y transdisciplinario en la propia cultura o en una externa, siendo el segundo caso el más común.
Naturalmente que la transversalidad o la descentración del pensamiento y su transposicionalidad –además potenciada por la globalización- provoca la pregunta de si no obtendríamos luego un cosmopolitismo sin rostro, sin identidad y si el “problema de la traducción de un texto de una lengua en la otra no problematizaría el problema de una transtextualidad transcultural con respecto a su complejidad” como lo formula Reinhold Görling en su libro Heterotopia (1997).
Mas, en nuestro modelo, los tres tipos de relaciones jerárquicas se definen por una dialogicidad heterogénea, híbrida donde ‘trans-’ no niega las marcas culturales propias, sino que las hace girar al exterior o las del exterior las hace girar al interior (vid. también Kraniauskas 1992: 143-145).
Dentro de este contexto entendemos la ‘postcolonialidad’ como un discurso que reclama una voz, un espacio de dialogicidad que se viene dando como posibilidad, potenciada por la globalización tecnológica, científica y económica y al fin cultural, a través de la comercialización/industrialización de objetos culturales.
La circulación, la masificación y la comercialización de productos culturales e industriales permiten una disolución o permeabilización de las fronteras entre periferia y centro como se da claramente en la relación comercial-tecnológica entre Asia, por una parte, y Europa y EE.UU. por otra, produciendo dependencias y necesidades mutuas.
Frente a este panorama la facultad o la finalidad del discurso postcolonial radica en la descentración y multiplicación del centro de proveer de nuevas y diversas perspectivas. Dentro de este contexto parto de ciertas concepciones fundamentales para mi lugar de enunciación que quisiera recordar brevemente.
La postcolonialidad no la entiendo solamente como una categoría histórica –como lo aludido más arriba- en el sentido que sigue al período de la independencia de los países coloniales, sino como un fenómeno discursivo estratégico, como resultado de un pensamiento postmoderno y postestructuralista o post-teórico. De allí que la postcolonialidad se nos plantea como un proceso de deconstrucción bilateral donde tanto por parte del centro como por parte de la periferia el reclamar una “pureza” cultural o de identidad cultural aparece obsoleta.
El constante cruzamiento de ideas y productos culturales produce una dependencia y contaminación mutua. Estos entrecruzamientos, encuentros y reencuentros forman una red de discursos y acciones, entrelazando las culturas en una ‘condición postcolonial’ a través de la refundación y de la relativización de los discursos dominantes del centro. Así, se trata a la vez de una reescritura del discurso del centro y además de una reescritura del discurso de la periferia, de un “contra-discurso” como discurso subversivo, de reflexión y de tipo crítico, creativo, híbrido, heterogéneo; se trata de un descentramiento semiótico-epistemológico y de una reapropiación de los discursos del centro y de la periferia y de su implantación recodificada a través de su inclusión en un nuevo contexto y paradigma histórico .
2. PROBLEMAS GENERALES EN LAS RELACIONES ‘PERIFERIA/ CENTRO’ FUERA Y DENTRO DEL DEBATE DEL POSTCOLONIALISMO: EL PENSAMIENTO BINARISTA
En el pensamiento y en el debate, a nivel general, en Latinoamérica y sobre Latinoamérica (esto es, la mirada desde adentro y desde afuera), pero particularmente en relación con la postmodernidad y postcolonialidad, se han formado algunas oposiciones binarias fundamentales que circulan en prácticamente todos los trabajos y que queremos describir brevemente en este lugar.
2.1. Pensamiento/saber hegemónico
En este contexto se constata que la periferia nunca ha podido salir de esa marca de fuego que le ha dejado Hegel (1830/1981, vol. I: 205-210), en cuanto la periferia se siente obligada, o es obligada a ocuparse y a debatir sobre el pensar y el saber del centro para poder tener un acceso al mismo.
Sin su terminología, su aparato teórico, sus parámetros, los discursos de la periferia son considerados de carácter exótico, como no-ciencia. En el caso contrario, en el de la aceptación y aplicación de las estructuras de pensamiento y herramientas de trabajo del centro, se considera(ba) su discurso, tanto dentro como fuera de la periferia, como un acto epigonista.
Es decir, a la periferia lo único que le restaría sería, como decía Hegel, “[…] desaparecer del suelo sobre el cual se ha desplazado la historia hasta nuestros días” ya que no tiene ninguna posibilidad de hacer la historia.
Existían, al parecer, sólo dos posibilidades: el aislamiento, la militancia, la resistencia o la aceptación reproductora; lo autóctono o lo extranjerizante, el esencialismo o el malinchismo.
2.2. Especificidad histórico-cultural y étnica: el discurso de lo “propio” o de lo “latinoamericano”
El discurso de “lo propio” y de “lo latinoamericano” o de “la especificidad de Latinoamérica” como resultado de su condición de ex-colonias, del sincretismo cultural, de las diversas étnias, de su subdesarrollo económico y social, etc., es una respuesta a la hegemonía y un lugar común en muchas publicaciones hasta nuestros días. El problema radica en definir esa ‘especificidad’ en la que se va constatando a cada paso su carácter híbrido y sus diversos entrecruzamientos culturales.
Más bien se había entendido, hasta ya bien entrados los años ochenta, bajo ‘especificidad latino “americana” la pureza originaria del continente (posición muy generalizada en la etnología), muchas veces refiriéndose a la era precolombina o a las culturas populares cuya pureza ahora radicaría en el indigenismo o el mesticismo.
Se trataba entonces de una constitución del sujeto y del objeto partiendo de un lugar de enunciación de tipo esencialista y por esto excluyente, donde lo popular se autoctonizaba en forma localista y no se pensaba como una categoría histórica, es decir, como un proceso y que como tal se va hibridizando. Lo ‘especifico’ era pues una marca de exclusión, de rechazo con una fuerte tendencia a un fundamentalismo intelectual y no una contribución a la pluralidad.
2.3. Identidad
Como consecuencia de lo hegemónico y del deseo de especificidad se encuentra en toda clase de escritos el tópico de la ‘identidad’, que es de hecho un aspecto fundamental en la cultura latinoamericana. Se trata de la herencia colonial y de la autodefinición en el presente donde se sostiene que a Latinoamérica no se le ha permitido entrar en la historia y si ha entrado lo ha hecho con préstamos. El problema de la identidad es al fin un reclamo de ser re-conocido, de obtener una voz y un espacio.
El problema de la identidad es evidentemente también una reacción frente al fenómeno de la colonización, a la hegemonía cultural, al etnocentrismo y al eurocentrismo, y trata de establecer su ‘especificidad latinoamericana’. Mas, el problema de la identidad no es algo específico latinoamericano, sino que ha sido un eterno y obsesivo problema, p.e. de las dos Alemanias desde fin de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy. En todo caso, el problema de la identidad se replantea tanto fuera como dentro de Latinoamérica a fin de siglo en forma apremiante y urgente como reacción a los fenómenos de globalización y de migración .
Creo, sin entrar en este lugar en detalle, que hoy la identidad esencialista, es decir, aquella que se define frente a otro, o mejor dicho, contra (y no ante) otro, excluyendo al otro y marcando su desigualdad (en el sentido hegeliano de ‘Unterschied’ y no en el derridiano de ‘diferancia’ o de ‘altaridad’) ha perdido su legitimación histórica, y no tanto a causa de la existencia de diversos grupos étnicos, sino de una masificación, difusión y comercialización de los productos culturales, en una palabra, como resultado de la globalización.
Hablar de globalización no significa a su vez hacer del mundo una masa gris, superficial y sin rostro (vid. más abajo), ya que la globalización abre infinitas posibilidades y provoca una reacción frente a la hegemonización, refortaleciendo no ya una identidad, sino la ‘diferancia’, la ‘altaridad’, la ‘hibridez’. Por esto diría que el problema de hoy es tratar de reformular constantemente la ‘diferancia’, de rescatar la ‘diferancia’. La identidad en el sentido de ‘diferancia’ es un gesto destotalizador y no dispersivo, no eliminante y de igualación . Michael Taussig (1997: 134ss.) muestra cómo los indios Cunas de Panamá en un proceso de mimesis y alteridad, en una especie de paradoxon incorporan lo “extranjero” para poder a la vez conservar su identidad .
2.4. ‘Sincretismo’, ‘heterogeneidad’, ‘hibridez’
Estrechamente relacionado con el problema de la identidad latinaomericana se encuentran las categorías del ‘sincretismo’, de la ‘heterogeneidad’ y de la ‘hibridez’.
Dejando una diferenciación más detallada para más tarde, nos conformamos con establecer que el concepto de ‘sincretismo’ lo diferenciamos de aquellos de ‘heterogeneidad’ y de ‘hibridez’ en cuanto consideramos el sincretismo como un estado y la ‘hibridez’ y ‘heterogeneidad’ que luego resumiremos en el concepto de ‘altaridad’/o ‘transversalidad’ como una estrategia, una formación discursiva con un dispositivo .
‘Sincretismo’, ‘heterogeneidad’ e ‘hibridez’ y el “collage postmoderno” según Monsiváis (1983: 75) como si la postmodernidad se redujese a este criterio o fuese éste capaz de definir la complejidad de este fenómeno insinuándonos además que otras épocas no han tenido collage se han además empleado como punto de partida y a mi juicio en forma no muy adecuado para definir la condición latinoamericana en su totalidad como “postmoderna avant la lettre”, como una vivencia, como un fenómeno sui generis (Brunner 1986: 178; 1987: 35; 1987a; 1987b; 1988: 216; 1993: 40 ; Martín-Barbero 1989b/21994: 107; 1989: 44-45; 1987: 6-12; 1991: 17; 1993; 1994: 216; Casullo 1990: 95; Achugar 1994: 247, 253) , y últimamente como postcolonial.
Es decir, opinan que aquello que Bhabha, Said, Spivak y Ashcroft et alii formulaban a fines de los 70 y durante los años 80 y 90 ya se había formulado en Latinoamérica (Mignolo 1993: 120ss.; 1995a; Vidal 1993: 113-119), lo cual realmente representa una reducción del problema o una confusión, por una razón bien simple: al sincretismo – como estado vivencial, como resultado de un hecho colonizador y étnico sui generis no se le puede atribuir una estrategia cultural per se, ya que ésta es el resultado, no primeramente de un estado (lo puede ser, pero no imprescindiblemente), sino de una operación teórico-cultural.
Parece ser que en una equivalencia tal se confunde el estado de un individuo con el oficio a ejercer; un ejemplo: no todo el que hable castellano, es/puede ser profesor de esta lengua. El confundir o el querer hacer del estado una estrategia es además una posición a-histórica, ya que si aceptásemos semejante equivalencia entre ‘sincretismo latinoamericano’ = ‘postmodernidad/postcolonialidad’ estaríamos diciendo que la postmodernidad y postcolonialidad serían un fenómeno ya dado durante las migraciones de los pueblos europeos en la Edad Media por ponerlo en forma extrema y así no sería una categoría específica ni de Latinoamérica ni de la postmodernidad y tampoco de la postcolonialidad.
Además, tendríamos el absurdo caso de que la postmodernidad y la postcolonialidad comenzarían con el descubrimiento de América, ya que este es el momento fundacional de la colonización y del sincretismo.
Las características de los países colonizados con su estado sincrético no constituyen la teoría de la postmodernidad ni de la postcolonialidad, sino que presentan un punto de partida privilegiado para recodificar esa teoría, para habitarla en ese espacio y tiempo ambiguo de estar “entre-medio” .
2.5. ‘Indigenismo/mesticismo’ vs. ‘burgesía hegemónica’, ‘cultura popular’ vs. ‘cultura institucionalizada’/‘alta’
El indigenismo como la cultura popular han sido categorías que se usaban como centrales, pero en forma aislada de los procesos históricos, en particular en la antropología, defendiéndose su originalidad y pureza (vid. más abajo). De esta forma era prácticamente imposible, dentro de una concepción esencialista, entrar en un diálogo, cualquiera que éste fuese, quedando así, en particular el indigenismo y el mesticismo, fuera de la historia como algo museológico y sin posibilidad de renovación.
El mesticismo por su parte se empleaba para documentar el sincretismo, pero se usaba a la vez como una categoría de resistencia frente a regiones o continentes con una estructura socio-cultural homogénea.
Ambas posiciones han sido en los últimos diez años completamente renovadas, como lo demuestran entre otros los estudios de Lienhard (1990/1992, 1992a, 1994), Herlinghaus/Walter (1994), Mignolo (1989, 1989a, 1994), Scharlau (1989, 1990, 1994), donde no sólo se trata de recuperar esa memoria o de realzar valores culturales no considerados por la alta cultura o cultura oficial ni por los centros académicos, sino de conectarlos con un nivel epistemológico general y de esta forma posibilitar la ocupación de un estatus que le corresponde en la historia de la cultura y del pensamiento, quitándole así lo exótico.
El problema del concepto tradicional de cultura popular se relegaba a un plano romántico, de lo exótico, de lo auténtico y de lo puro que debía ser protegido contra la contaminación, aislando así lo popular del proceso histórico y robándole de esta forma a la cultura popular su lugar en el contexto cultural general.
2.6. Imitación/apropiación/reapropiación (metodología)
Hablando sobre la hegemonía cultural, decíamos más arriba, que el centro o no tomaba nota del discurso de la periferia (hegemonía cultural) o si éste se incorporaba en aquél del centro, se le trataba de forma epigonal (sustancialismo cultural); se reclamaba su especificidad o se le rechazaba como exótico (primitivismo cultural, esto es la diferencia excluyente del otro).
Estas posiciones o posiblidades de “desencuentros” -que podemos resumir como un logocentrismo europeo-occidental- que obedecen a la perspectiva del centro, existen por otra parte como forma complementaria de la periferia. Cuando el centro no considera la cultura y el pensamiento de la periferia se le acusa de ignorante y hegemónico. Más, si el centro habla sobre la periferia, sobre Borges o García Márquez se le critica de leer la periferia con los parámetros del centro. Así Richard (1987 y passim ), Herlinghaus/Walter (1994: 13-14), Achugar (1994: 247-249) sostienen que cuando se consideran a García Márquez y a Borges como postmodernos se hace “desde la centralidad de un ordenamiento clasificatorio. En estos casos suele ocurrir que el espejo o el pasaje que el centro nos ofrece sobre nosotros o sobre aspectos parciales de nosotros termina por resemantizar nuestra propia imagen o, […] por construir simulacros” (Achugar 1994: 248) y se critica a Barth y a Jauß de usar a los autores latinoamericanos “gentilmente” para abogar por un nuevo canon literario (Herlinghaus/Walter 1994:13).
¿Nos preguntamos si no se da aquí una situación de autoperiferización o al menos el riesgo de autoperiferización?, cuando, por ejemplo, Herlinghaus/Walter (1994: 13-14) sostienen además que semejantes acercamientos del centro […] sirven para comentar (la agudización de la crisis de) paradigmas europeos […] [o para] atribuir, ahora, a América Latina una pos-modernidad que obedeciera a las pautas epistemológicas de las teoretizaciones de Europa y de América del Norte.
Achugar (1994: 247) constata a su vez que “por otra parte, suele ocurrir que el ingreso de ciertos sistemas simbólicos supone la devolución de procesos y fenómenos originados en la periferia pero que el centro ha interpretado y asimilado en función de un imaginario propio y de una agenda particular que sin embargo ofrecen al planeta como válida universalmente.
Concordando con Achugar en que en algunos casos los procesos que son iniciados y pensados en la periferia son incluso usurpados y “vendidos” como suyos por el centro -lo cual corroboraría con plenitud el comprensible planteamiento de Herlinghaus/ Walter, que desde luego se da a diario -, debemos preguntar dónde radica la capacidad del centro o la incapacidad de la periferia de hacer circular su pensamiento en el mundo, ya que razones meramente económicas no alcanzan a explicar semejantes desplazamientos.
Esto es, creo, un aspecto central de la discusión actual: el del poder de implantación de un discurso.
Nelly Richard parece describir un panorama que reduce toda la cultura o la crítica y estética (1987-88: 6-12; 1991: 15-19; 1993: 463-489; 1989: 37-58; 21994: 218-219) latinoamericana a una “mera reproducción”, a simulacros y máscaras lo cual en semejante generalización no es preciso ni justo ni acertado, especialmente en lo que corresponde al campo de las artes, por ejemplo del teatro.
Más bien, creo que se debe hablar de una reapropiación, que yo llamaría ‘perlaboración’ en el sentido de usar todos los temas -como lo pensaba Borges (1989: 267-274) o como lo entiende, por ejemplo, Brunner (sin fecha: 183-186; 21994: 77-79)- como veremos más adelante.
2.7. Modernidad vs. postmodernidad
El debate de la postmodernidad en Latinoamérica se ha realizado a espaldas de la modernidad, sea para rechazar la postmodernidad o para aceptarla en forma crítica. Y exactamente en este campo abundan los clisés y el conocimiento de tercera mano u oral o de oídas.
Se puede constatar una resistencia en particular ideológica que atribuye una actitud conservadora y reaccionaria, incluso fascistoide a la postmodernidad y una revolucionaria, democrática a la modernidad. Para enterados en la materia es imposible aceptar semejantes distribuciones binarias que pueden ser rápidamente disipadas con el mero recuerdo que las dictaduras y sistemas represivos, quizás los más grandes que haya tenido la historia, se dieron también en medio de la modernidad europea (Stalin, Hitler, Mussolini) y un buen número de literatos, intelectuales y filósofos se dejaron llevar por la fascinación que representaba para ellos el fascismo (Céline, Heidegger, Ezra Pound).
Otra corriente rechaza la discusión porque ésta representa una nueva hegemonía enmascarada en la pluralidad como resultado de la deconstrucción y descentración del logos y como “extranjerizante”. Lo pintoresco de la discusión es que lo que se está discutiendo en muchos casos y describiendo brillante y acertadamente son fenómenos de la postmodernidad en su ámbito internacional con una recodificación y concretización en Latinoamérica, pero se evita ese término “obsceno” del ‘postmodernismo’ y se emplea el de ‘modernismo’ con todas las características de la discusión de la postmodernidad, lo cual complica aún más un debate científico.
Tenemos una idealización y una mistificación de la modernidad y una demonización de la postmodernidad. El famoso “desencanto” de nuestra época, el “fin de las utopías” y de los otros tantos “fines” se le atribuyen a la postmodernidad como un defecto de este sistema y no como un fracaso o como una sofisticación o realización, claudicación de ciertos proyectos de
la modernidad. Esta actitud ambivalente frente a la postmodernidad la observamos en un buen número de trabajos, por ejemplo, en las fundamentales misceláneas editadas por Scharlau (1994) y Herlinghaus/Walter (1994), pero no solamente allí. Un caso evidente, entre muchos otros, serían algunas de las publicaciones de Brunner (vid. Más adelante) .
El insigne sociólogo chileno describe la modernidad actual con todas las características de la postmodernidad, más no usa el término postmodernidad sino sólo de paso, como si el término ‘modernidad’ tuviese en Latinoamérica más aceptación, más legitimación o menos problemas que el de postmodernidad, lo cual está muy lejos de la realidad si se considera que en Latinoamérica se cree que la modernidad o no entró o entró a medias, o como Paz lo postulaba, aún está en pleno desarrollo.
El hecho de que la modernidad ha sido o es un fenómeno complejo y no acabado, no puede impedir que la postmodernidad no se haya establecido también en Latinoamérica; es precisamente este tipo de sincretismo el que ha acompañado siempre a Latinoamérica en su historia y que es parte de su pensamiento y de su identidad. El problema no radica en el estado del asunto, sino en la estrategia con la cual se le enfrenta.
La polémica es: ¿cómo se puede hablar de postmodernidad en Latinoamérica, ya que ésta no ha tenido una modernidad verdadera? (Herlinghaus/ Walter 1994: 22).
Resistiendo a desarrollar un pensamiento de la modernidad intelectual por ser hegemónico, se desarrolló un concepto de lo “moderno” en el sentido de combate, de militancia de “contra-discurso” anticontaminador y en esto se pasó la modernidad para constatar que ésta había quedado inconclusa (Habermas) en el centro, y que en la periferia la modernidad pasó volando, mientras se discutía contra ésta, para hoy constatar que la modernidad en Latinoamérica fue fragmentaria e insípida. Muchas de estas observaciones me parecen incluso válidas, sólo que no muestran una alternativa y no consideran suficientemente lo que sucedió en el arte y en la literatura. En este aspecto considero los trabajos de Rincón (1989: 61-104; 1992: 169-196; 1994: 1-35) no solamente como pioneros, sino además como un camino adecuado a recorrer, a pesar de una serie de dificultades que veo en ciertos aspectos .
Además se teme que se traduzca y se inserten mecánicamente las problemáticas del centro en la periferia o que se lean las problemáticas de la periferia “con anteojos” comprados o importados desde el centro (Achugar 1994: 236).
Frente a este panorama se teme que la postmodernidad se establezca a su vez como metadiscurso, como referencia hegemónica. Semejantes temores me parecen perfectamente pertinentes, pero no valen tan sólo para Latinoamérica, sino para el pensar y el saber actual. Además la cultura postmoderna y el pensamiento postmoderno conllevaban el momento del nomadismo, del rizoma, de la diseminación, de la deconstrucción.
Estas son operaciones teórico-intelectuales inherentes a su naturaleza, y por esto, existe desde adentro del sistema una resistencia a la implantación de formas postmodernas como un credo, como un metadiscurso universalizante y legitimista; naturalmente que existe un resto de riesgo a que la deconstrucción misma se establezca como canon permanente.
En la teoría de la cultura latinoamericana se ha creado el término de ‘modernidad periférica’ -lo he encontrado por primera vez en Brunner (1986: 190) y luego aparece en Sarlo (1988) y es retomado por Herlinghaus/Walter (1994: 11-47, esp. 21-25)- y se le define, al parecer, como alternativa al término de la postmodernidad, como ‘heterogeneidad’ (y luego se le redefine como “modernidad periférica heterogénea”, Herlinghaus/Walter 1994: 24) la cual “abre nuevas alternativas concretas frente a la incrustación de categorías” que se vierten contra “prejuicios academicistas” sobre una base “transdisciplinaria” (ibíd.: 23) .
Al parecer se quiere reemplazar el término de modernidad y de postmodernidad por uno “propio latinoamericano”, el de ‘modernidad periférica heterogénea’. Si el asunto se resolviese con el cambio de término, no habría problema alguno, más si este término tripartito se mueve en base a una discursividad teórica de la postmodernidad y esto es evidente, el cambio de término es innecesario, especialmente cuando ‘modernidad periférica heterogénea’ se considera como una estrategia para una reformulación teórica.
Habiendo sumariamente fijado algunos de los núcleos en que gira la discusión sobre la postmodernidad y poscolonialidad en Latinoamérica, pasamos a continuación a describir, interpretar y debatir algunos trabajos esenciales en este contexto.
3. ¿CAMBIO DE PARADIGMA EN EL PENSAMIENTO LATINOAMERICANO? ENTRE BINARISMO E HIBRIDEZ
La característica general de los estudios de la teoría de la cultura latinoamericana, que trato en el presente trabajo y de los que he debido hacer una fuerte selección, tienen su base en la concepción de la ‘heterogeneidad’, de la ‘hibridez’, de la ‘descentración del discurso logo- y etnocentrista’ en el contexto de una ‘deconstrucción’ como ‘reapropiación’ o ‘perlaboración’ dentro de nuestra terminología, y que se encuentran en una dialogicidad, con una serie de teorías, entre otras, con las de Derrida, de Foucault, de Deleuze, de Jameson y de Baudrillard, partiendo de una concepción arqueológica del lenguaje y de la cultura (Herlinghaus 1994: 49ss.) y tomando una posición crítica frente a tendencias nacionalistas-monolíticas-binaristas que reclaman una “identidad pura o autóctona” donde la diferencia específica de Latinoamérica frente al llamado ‘centro’ es excluyente y dogmática y no hace posible una apertura que ofrezca la oportunidad para superar barreras impuestas por la especialización de los diversos campos del saber y de la cultura, y que opera desde una transdisciplinariedad y transculturalidad . Estos autores entienden la condición latinoamericana como un fenómeno de hibridez.
El cambio fundamental en el pensamiento de Latinoamérica se da en que los intelectuales y los teóricos se deciden definitivamente a habitar la cultura en ese espacio “extra-territorial” o “across-cultural initiation” del que Bhabha habla (1994: 9ss.), definiéndolo como “unhomely” -y que yo llamaría siguiendo a Welsch (1997) ‘transversal’ – y se apropian y re-apropian de ésta sin tomar una actitud periférica marginalizante que consiste en repetir o simplemente en rechazar “lo que no sea puramente latinoamericano” considerando todo el pensamiento externo a Latinoamérica como eurocentrista o hegemónico, como una nueva estrategia de dominación del centro frente a las periferias, un complot entre el capitalismo globalizante e intelectuales del centro; una actitud que se dio particularmente frente al estructuralismo y a la semiótica y que se estaba dando y se da frente a la postmodernidad (Lauer: 1991: 1-7) y en parte tiende a repetirse frente a la postcolonialidad que se reclama además como algo ya sucedido y discutido en Latinoamérica antes de que Bhabha, Said, Spivak y Ashcroft implantaran las teorías de la postcolonialidad (Vidal 1993: 113-118; Mignolo 1993: 120-130; Adorno 1993: 135-145; Dirlik 1994: 328-356).
Más bien y de acuerdo con la situación de los teóricos de la cultura latinoamericana actual, me parece que éstos escriben el mundo inscribiéndose a través de una escritura de la ‘diferancia’, una escritura mímicra o rizomática, de “entre-medio”, en una estrategia “metonímica de la presencia” (Bhabha 1994: 89). El pensamiento latinoamericano no solamente se integra en un discurso postmoderno y postcolonial predominante en un momento histórico-cultural, sino que a la vez contribuye a encontrar formas descriptivas y caminos que corresponden a su naturaleza histórica y socio-cultural.
Ahora bien, ¿cuáles han sido las respuestas de la teoría de la cultura latinoamericana frente a un pensamiento binarista y/o esencialista en los campos descritos anteriormente?
Para responder a esta cuestión parto de algunos teóricos como ejemplo sin pretender ofrecer un panorama total de la discusión como hemos ya apuntado al comienzo del trabajo.
José Joaquín Brunner describe, por ejemplo, a través de la metáfora del “espejo trizado” un estado y propone una salida superando así el lamento o la militancia de la “pérdida de la pureza precolombina”, de la “modernidad mal digerida”, etc. que no haría otra cosa que perpetuar el veredicto hegeliano indicado más arriba, tan lamentado por Dussel (1992: 149) quien habla de la “tristeza”, del “dolor” y de la “ira” del “filósofo de la periferia” frente a la sombra del edicto hegeliano .
De central importancia en la teoría de la cultura latinoamericana es que se acepta universalmente la fundamental afinidad que existe entre el pensamiento postmoderno de la ‘diferancia’, de la ‘heterogeneidad’, de “los cruces”, de los “encuentros y desencuentros”, etc., es decir, entre las culturas de las llamadas periferias y las del centro.
Mas, semejante posición no es moderna, sino postmoderna por mucho que se siga empleando el término ‘modernidad’. Me pregunto por esto, ¿por qué se quiere perpetuar el término de ‘modernidad’ (el cual a su vez también es particularmente hegemonista), cuando se acepta unánimemente que la modernidad se dio en crisis, en las periferias?
‘Heterogeneidad’ e ‘hibridez’ son términos centrales y denominadores comunes en la teoría de la cultura latinoamericana que además comparten muchos autores, así, por ejemplo Brunner con Carlos Monsiváis.
Igualmente importante es la concepción de ‘heterogeneidad’ de Brunner en cuanto no reduce la ‘heterogeneidad’ a subculturas étnicas, a clases y grupos etc. o a una mera superposición de culturas (Brunner 1986: 178), sino que la entiende como
“[…] participación segmentada y diferenciada en un mercado internacional de mensajes que ‘penetra’ por todos lados y de maneras inesperadas el entramado local de la cultura, llevando a una verdadera implosión de sentidos consumidos/producidos/reproducidos y a la consiguiente desestructuración de representaciones colectivas […] (Brunner 1986: 180) .
Importante es también la constatación de Brunner que “las modernizaciones intelectuales” aún sin un contexto configurado coherente y homogéneo, permiten un primer e incipiente acceso al diálogo internacional de ideas, lo cual Brunner llama “desterritorialización de las culturas o […] la creación de espacios o redes comunicativas integradas en torno de temas, o estilos, o percepciones o valores” (Brunner, sin fecha: 166-167) y así también la aceptación de que “la cultura siempre ha operado en torno a dos polos: uno de comunicación local y otro de comunicación a distancia, mediante estructuras y ‘semánticas’ que no se fijan a las fronteras políticas sino que constituyen su propia geografía comunicativa […]” (ibíd.: 167) .
Brunner (ibíd.: 173-174) se expresa contra una “identidad perdida” por causa de la modernización, contra lo exótico de Latinoamérica, contra el mito del origen, de que lo precolombino, de que lo ‘primero’ era lo auténtico y lo que luego sigue es una máscara y una cultura sin formación completa. Concretamente ve los constituyentes de la cultura latinoamericana en las rupturas, mezclas y capas que se inscriben en la ‘heterogeneidad cultural’, es decir, traducido a nuestro lenguaje, se trata de un bien cultural y no de un irracionalismo, dentro de los postulados postmodernos.
Brunner (1986: 179) ve la especificidad e identidad latinoamericana en operadores tales como “en el collage, en el pastische y en los injertos y alegorías »postmodernistas« de nuestra modernidad”, es decir, como producto no de culturas nacionales, sino de sectores del mercado internacional de la industria de la cultura. De ahí que para Brunner sea la ‘heterogeneidad cultural’ un fenómeno doble: uno “de segmentación y participación segmentada en ese mercado mundial de mensajes y símbolos […]”; y segundo “de participación diferencial según códigos locales de recepción, grupales e individuales, en el movimiento incesante de circuitos de transmisión que cubren desde la publicidad a la pedagogía”.
El resultado de semejante proceso es para Brunner (ibíd: 179-180) además:
“[…] algo semejante a lo que proclaman ciertos representantes del postmodernismo: un descentramiento, una deconstrucción de la cultura occidental tal como ella es representada por los manuales; de su racionalismo, de su secularismo, de sus instituciones claves, de los hábitos y estilos cognitivos que ella supuestamente impone de manera uniforme; algo que se semeja por tanto al collage de Monsiváis; algo que »hace sentido«, pero un sentido fuera de lugar, arrancado de contexto, injertado en una cultura/otra.
En la formulación de Brunner siguiendo a Monsiváis “algo que »hace sentido« , pero un sentido fuera de lugar, arrancado de contexto, injertado en una cultura/otra”, los términos ‘sentido fuera de lugar’, ‘cultura/otra’ marcan el fenómeno de la ‘inscripción’, de la ‘mímicra’, del ‘suplemento’, del ‘rodar del significado’, del momento de la ‘descentración’, a través del cual se puede definir y localizar la identidad y el discurso latinoamericano.
Por esto, Brunner (1986: 191-192) rechaza -precisamente en base a este concepto de ‘entre-medio’, de altaridad que caracteriza su tipo de pensamiento y saber postcolonial y postmoderno y también basándose en Monsiváis (1983: 75)- un “ser nacional previo a toda contaminación cultural” o a un ser de “resistencia a la penetración cultural”. Le parece que la ‘heterogeneidad’ como él la entiende deja sin sentido el hablar de “lo nacional” o de la “penetración cultural”.
Esta discusión postmoderna y postcolonial se encuentra a la vez en autores como Jesús Martín-Barbero (21994: 84ss.) quien rechaza un concepto binario de la identidad tradicionalmente entendido como
“[…] gesto de separación, de un repliegue excluyente, [y como] versión que proyecta la identidad sobre un trascendental kantiano capaz de reabsorber en su ‘esquema’ la multiciplidad de las diferencias.”
Más bien entiende la identidad como la “des-totalización para poder abordar la identidad en su aspecto operacional, esto es, la cuestión del Otro como constitutiva de la identidad” (ibíd.), posición que recodifica en el ámbito del problema de la identidad el postulado lacaniano (1966, I; II) de la descentración del sujeto, del moi, en cuanto éste se define a través de un tercero como consecuencia de la castración. “Destotalizar” es para Martín-Barbero (21994: 84-85) una operación desterritorializadora, de descontextualización y de reinscripción :
Esta definición de la territorialización rizomática no es otra cosa que el concepto de Lacan de la mímicra (mimétisme); vid. notas 22 y 25.
[…] abre el camino a una concepción desterritorializada de lo simbólico, es decir, no sujeta a las demarcaciones y separaciones que la totalización imponía sobre la comprensión de lo social. […] se hace visible la potencialidad de creación social contenida en la dinámica de la diferencia y se hace posible preguntarse por los efectos constituyentes de lo simbólico en el ámbito de lo político.
Como vemos, Martín-Barbero desarrolla este concepto de identidad en un contexto postmoderno y en estrecha relación con el concepto de ‘heterogeneidad’ que luego va a desarrollar Brunner. La postmodernidad la entiende como un fenómeno que pone significantes comunes a disposición (fenómeno de globalización ) que son recodificados, rellenados y penetrados (cfr., ibíd.: 94) con diversos significados y referentes (fenómeno de diferancia) (vid. también Brunner sin fecha: 184-186) y se imponen el desarrollo de la “cultura vía, cotidiana, capaz de generar identidad” (ibíd.: 92) como alternativa o como una temporalidad simultánea a la transnacionalización.
Estrechamente relacionado al problema de la identidad encontramos el problema de lo ‘nacional’ donde Martín-Barbero (21994: 93) define la identidad, lo nacional y lo popular como una “especificidad histórica”, como un “espacio denso de interacciones, de intercambios y reapropiaciones, [como un] movimiento del mestizaje”. Pero de un mestizaje que es un proceso no puramente ‘cultural’ sino “dispositivo de interrelación social, económico y simbólico”. Martín-Barbero (ibíd.) quiere pensar lo indígena “en la dinámica histórica” y esto es, pensarlo ya en el mestizaje y la impureza de las relaciones entre etnia y clase, en las relaciones de dominación y de complicidad.
Las contradicciones y ambivalencias del mundo globalizante y postmoderno las ve Martín-Barbero (1985, 1987) reflejadas en los medios de comunicación de masa y apunta a desarrollar una “teoría descentrada de la comunicación de masas” en el sentido de “modernidad cultural discontinua” por medio de las articulaciones históricas entre “lo cotidiano”, “lo masivo” y “lo popular”, a través de “mediaciones”.
‘Lo popular’, ‘lo cotidiano’, así como las ‘etnias’ no se entienden en este contexto como algo escencialista tan divulgado en los medios académicos, estatales nacionalistas/chauvinistas o en la etnología que parten muchas veces de una construcción del sujeto popular como algo “homogéneo”, único lugar de resistencia que lleva -según Martín-Barbero (21994: 92ss. y passim)- a un juicio negativo de lo popular como “subproducto” y “versión degradada y funcional de la cultura de élite” conectado a la idea
“[…] romántica que asocia lo popular con lo auténtico, de tal forma que lo popular no tendría otro estatuto que el de lo puro o lo degradado, de lo puro en constante peligro de contaminación, de lo genuino que sólo puede conservarse protegiéndolo, separándolo, aislándolo […] como espacio de reflejos culturales, de reacciones, de vulgarización, abortamiento y degradación.”
De semejante forma se trata el problema de lo ‘indígena’ en una concepción ‘indigenista’ relacionándolo con “lo propio”, “lo primitivo”, “la pureza” y “la resistencia” – como aludíamos más arriba. Este repensar lo indígena en la concepción del mestizaje, digamos como una estrategia de la hibridez o proceso de hibridización, ofrece la posibilidad de llegar a una reconceptualización y recodificación de “lo popular”, de “lo indígena” y de “las culturas subalternas”. Por esto, se hace frente a una “razón dualista” que enjuicia lo masivo a favor de una mistificación e idealización de lo popular, de lo indígena, de lo rural, etc. (cfr. ibíd.: 96). Así, me parece una lógica consecuencia que Martín-Barbero (ibíd.: 94) rechace -siguiendo a García Canclini tanto el “idealismo de una teoría de la diferencia, que coloca lo indígena (confundido con lo popular y lo campesino) en su situación de exterioridad al desarrollo capitalista, y de una teoría de la resistencia que sobrevalora la capacidad de supervivencia cultural de las etnias”.
Me parece problemático, y en ningún modo reflexionado, el empleo que hacen los autores de la categoría de ‘diferencia’, categoría fundamental en la discusión postmoderna y postcolonial y fundamental en el pensamiento y saber actual. Al parecer -y siguiendo la argumentación de Martín-Barbero-, se rechaza la ‘diferencia’ como categoría esencialista, es decir, como aquella que postula la pureza idealizada que deja a las culturas indígenas no sólo fuera del contexto capitalista de la culturas, sino lo que aún es más serio, fuera de su propia historia, ya que éstas culturas quedarán desde el momento del descubrimiento en adelante a merced de un proceso continuo de contaminación .
Siguiendo a García Canclini (1992: 104ss.) propone Martín-Barbero un tercer camino que se basa en un concepto derridiano de ‘diferancia’ o ‘altaridad’ y que consiste en el inscribirse mímicra y altaritariamente, es decir, el inscribirse en una red de recodificaciones que incluya lo histórico y el presente, sin fundirse en una unidad ya que estaríamos postulando otra “pureza”, sino en un “entre-medio”, en una cultura/otra, en un habitando un “tercer espacio” de lo “inhabitado” , desterritorializando lo popular, lo indígena de sus amarras tradicionales y reterritorializándolos en el centro:
“Se configura así un mapa nuevo: la supervivencia de las etnias como parte integrada a la estructura del capitalismo pero productora a su vez de una verdad cultural que no se agota en él. Desconocer lo primero equivaldría a remitir la identidad étnica a un tiempo mítico, una continuidad ahistórica que hace imposible comprender los cambios sufridos por esa identidad; desconocer lo segundo sería caer en la trampa de atribuirle a la lógica capitalista la capacidad de agotar la realidad de lo actual.
[…] Y del mismo modo que el vacío de raíces que sufre el hombre de ciudad es rellenado por la presencia en la intimidad doméstica de objetos que convoquen la profundidad del pasado, así la búsqueda y producción mercantil de diferencias va a penetrar en el mundo de lo popular convirtiendo lo étnico en lo típico. (Martín-Barbero 21994: 94)”
Esta des- y reterritorialización de unidades y sectores culturales se realiza a través de “apropiaciones”, “reelaboraciones y montajes” (ibíd.: 97), por “la aparición de un nuevo modo de existencia de lo popular”, configurado a partir de “la desarticulación del mundo popular como espacio del Otro […]” (ibíd.: 96), de la “dislocación de los ejes que articulan el universo de cada cultura”.
Todas estas operaciones las resume Martín-Barbero (ibíd.: 107) en el concepto de ‘heterogeneidad’ como ya lo habíamos constatado en Brunner que define como “el modo excéntrico, esquizoide de producción y participación de estas culturas […] en el mercado internacional” y que lo ve constatado en la inserción de grupos de campesinos e indígenas en la metrópolis urbana y cómo estos realizan una recodificación de su cultura (ibíd.: 95, 97). Así se antepone una alternativa dinámica contra un sustancialismo de la identidad y de la cultura latinoamericana del origen que Martín-Barbero formula como el recalcitrar en “un fatalismo chauvinista”, en “las lógicas y dinámicas de la transnacionalización” y de una política “puramente legitimista y patrimonialista” y paternalista que “considera [en] la cultura solamente la tradición y rehuye la innovación” (ibíd.: 108).
Esta actitud intelectual, científica e ideológica la quiere realizar, desde un punto de vista de la comunicación, por medio de reestructuraciones de ciertos campos, a saber (ibíd.: 109):
a) de la concepción de lo público: poner en el centro todo aquello que hasta la fecha había estado excluido de la cultural oficial: sociedades civiles populares, los barriales, los comunales, lo cotidiano, lo culinario, la oralidad
b) de lo nacional: esto es, por una parte superar la polarización entre la eliminación de todo lo que no es nativo como reafirmación de lo nacional y una tendencia a la uniformidad o unificación de diferencias.
Esta operación recodificadora debe permitir una construcción alternativa de “la nación desde abajo […]” y “sin pasar por el centro” (ibíd.). Me pregunto si esto es realmente posible, y creo que dudas son permitidas. Por otra parte, esta finalidad parece oponerse a la de la hibridez ya que construye al fin un nuevo binarismo, ahora a favor de la periferia, de lo marginal, de aquello que se encontraba y se encuentra en las orillas. ¿O se trata más bien de la inclusión de lo marginal con una fuerza descentradora, potenciada por las “nuevas tecnologías de la comunicación” como alude Martín-Barbero?
Néstor García Canclini (1991: 9-26; 21994: 111-131; 1990/1992/21995) lleva a cabo -dentro de su revisión a los estudios culturales, como ya lo habíamos mencionado discutiendo a Martín-Barbero- una de las más radicales críticas al sustancialismo y al binarismo, en particular a la antropología, reprochándole a ésta el ocuparse solamente de “pequeñas comunidades tradicionales” o de describir “la continuidad histórica de un grupo étnico o de un pueblo campesino que representan su resistencia a la modernización” (García Canclini 21994:114), pero constata que “muy pocos textos se ocupan de las transformaciones tecnológicas y económicas, se describe la amenaza de esas fuerzas, vistas como extrañas, en vez de explicar los entrecruzamientos entre lo heredado y lo innovador”:
La literatura antropológica suele mirar las industrias culturales como si sólo homogeneizaran a las sociedades y destruyeran las diferencias. Esta homogeneización se haría mediante la absorción de las culturas tradicionales de los procesos simbólicos. Hay que decir que esta óptica fue la de los primeros estudios sobre comunicación, desde la posguerra hasta los años setenta, y persiste en concepciones sociológicas como la que acabo de exponer.
Los trabajos recientes sobre la comunicación masiva y sobre recepción del arte y literatura revelan que la expansión de la llamada cultura de masas, lejos de eliminar las diferencias, multiplica las ofertas, facilita el acceso de públicos más amplios a repertorios de distintas culturas […].
[…] Las transformaciones de la modernidad no son tan amenazantes si pensamos que lo distintivo del saber antropológico no es ocuparse de pueblos “primitivos” o de etnias y comunidades tradicionales sino estudiar las diferencias, la alteridad y las relaciones interculturales mediante la generación de informaciones directas. (García Canclini 1994: 128-129)”
Así exige García Canclini de la antropología y de la sociología “estudiar las diferencias, la alteridad y las relaciones interculturales” de éstas con otras culturas, es decir, su inserción en el mapa cultural que se realiza a través de una “heterogeneidad multitemporal” y de la hibridización y que consisten en (García Canclini 21995: 14ss.; vid. también Herlinghaus/Walter 1994): – la dislocación de las culturas populares, estos es, en su descentración, desterritorialización/reterritorialización; – entrecruzamientos al macronivel de la cultura; – la consideración de lo tradicional y de lo moderno, de lo popular y de lo culto, de lo particular y de lo masivo; – la consideración del nivel de la transmisión: de lo oral, gestual y visual; – la consideración del nivel de la historia: la tradición colonial con un fuerte substrato católico, de la ilustración del enciclopedismo francés y de las conocidas y variadas utopías de la modernidad.
La hibridización la entiende como la “interacción entre cultura de masas, cultura popular y “alta cultura” con vista a una recomposición de lo social cotidiano y repara en una dinámica en donde se articulan lo local y lo cosmopolita, atravesados por el dualismo entre la inercia tradicional y los anhelos colectivos hacia una vida moderna” (ibíd.). El término de hibridización comparte como vemos elementos centrales comunes con el de ‘mediación’ de Martín-Barbero y de ‘apropiación’ de Brunner y es la aceptación, y con esto la posibilidad de teoretizar la ‘heterogeneidad’ en Latinoamérica y no su negación, o el intento de homogeneización o congruencia entre los diversos campos de la actividad socio-económico-cultural.
Fundamental es en nuestra propuesta que categorías tales como ‘hibridez’/ ‘heterogeneidad’ son de un carácter altamente nómada. ‘Nomadismo’, ‘hibridez’ y ‘heterogeneidad’ se mueven dentro de diversos sistemas que además han sido cuestionados o que son constantemente relativizados. Es decir, al nomadismo, a la hibridez y a la ‘heterogeneidad’ les precede (e implican) una conceptualización, una teoretización, un acto intencional sin lo cual obtendríamos de hecho una absoluta arbitrariedad (Beliebigkeit), el caos (everything goes).
El sincretismo no es un proceso, el sincretismo es la superposición, voluntaria o no, de diversas culturas (o es la aglomeración o superposición sincrética de elementos culturales y étnicos), y por esta razón lo diferenciamos del término ‘hibridez’ que es el resultado de un proceso intelectual, científico ante el sincretismo, es decir, ante las diversas etnias, religiones, costumbres, mentalidades, etc.
Si se quiere, la ‘hibridez’/la ‘heterogeneidad’ son la conceptualización del sincretismo. Por esto, es pertinente hablar de ‘hibridización’/‘heterogeneización’ en el sentido de un metadiscurso, de una reflexión sobre una condición que deja a Latinoamérica en quizás mejores condiciones para enfrentarse al mundo rizomático, altamente fragmentado y virtual que otras regiones. Pero se mueve dentro de parámetros tanto provenientes de Latinoamérica como occidentales en general.
‘Hibridización’ es, pues, una estrategia discursiva transdisciplinaria, pero no en el sentido de combinación de disciplinas, sino más bien en la mutación de teorías dentro de una pluralidad metodológica que pueda de algún “modo alternativo […] pensar la modernidad [postmodernidad] latinoamericana” (John Kraniauskas 1992: 143-145).
Frente a este panorama García Canclini -siguiendo a Martín-Barbero- quiere ir por una vía media entre la teoría de la ‘diferancia’, yo diría más bien, de la exclusión que coloca lo indígena en situación de exterioridad al desarrollo capitalista, y entre la teoría de la resistencia que sobrevalora la capacidad de supervivencia de las etnias (cfr. García Canclini 1982: 104). El quedarse en la primera parte es “remitir la identidad étnica a un tiempo mítico, a una continuidad ahistórica que hace imposible comprender los cambios sufridos por esa identidad” el remitir en lo segundo sería reducir esa cultura a tarjetas postales folklóricas.
Siguiendo a García Canclini hibridización/condición postmoderna no es –tampoco desde un punto de vista latinoamericano- una mera “postmodernidad avant la lettre”, un mero sincretismo socio-étnico-cultural, sino el resultado de un proceso de apropiación, recodificación, de habitación y reflexión sobre el status quo, sobre la función de la cultura como tal y de las necesidades propias.
La hibridización no es solamente un fenómeno siempre en acción y cambiante, sino en particular la existencia de diversas posibilidades. Hibridización no es fusión, asimilación, es ser simultánea y contradictoriamente.
Hibridización es por esto rizoma, paralogía, disenso. Hibridización como resultado de una condición de pensamiento es una operación racional, premeditada, dirigida y no irracional, arbitraria, como apunta García Canclini (1993: 79-80).
Éste precisa su definición de hibridez (ibíd.: 77-92) en una discusión donde su término de ‘hibridez’ es cuestionado por Mier (vid. García Canclini 1993) y señalado como una categoría muy “drástica”, al parecer desde una perspectiva monolítica o binarista, de tal modo que Mier la quiere reemplazar por otra “que permita variantes, especies”, etc., sosteniendo que lo híbrido “is the name of a material without identity, of an evanescent condition” (ibíd.: 76).
Habría que apuntar que lo híbrido es un tipo de identidad, pero descentrada y no unilateral. Lo que reclama Mier son identidades claramentes definidas. Lo híbrido, por el contrario, supone varias trazas, varias identidades, lo híbrido, per se, no existe. Éste es solamente describible a través de identidades como puntos de referencias. O digámoslo de otra forma: lo híbrido se deja definir en referencia a diversas ‘diferancias’ que no son más reducibles a un sustancialismo binario.
Quiero decir, los términos de ‘hibridez’/‘diferancia’/‘altaridad’/‘rizoma’ deshaciéndose del dualismo occidental no excluyen, no discriminan, no delimitan, sino que permiten diversas ‘identidades’, digamos, ‘diferancias’ a un mismo tiempo ajeraquizado.
¿Pero, qué significa ‘diferancia’/‘rizoma’ en Europa o ‘hibridez’ en Latinoamérica?
En Europa ‘diferancia’/‘rizoma’ no significa en primer lugar la interrelación de diversas culturas (significa eso también, pero en un segundo lugar), sino la concepción de otra lógica, de otra racionalidad, de una racionalidad “transversal”, el abandono del dualismo occidental, de los grandes relatos duros. En Latinoamérica se trata simultáneamente, por una parte, de un concepto cultural de tipo interno y externo: de la interrelación de diversas culturas fragmentarias dentro del propio sistema cultural nacional o latinoamericano, y externa, frente a la cultura fuera de Latinoamérica.
Por otra parte tenemos una racionalidad que se mueve dentro de los paradigmas europeooccidentales y a la vez otro tipo de racionalidad, aquella de los mitos de culturas indígenas y negras que es muy diferente. Tenemos pues, hibridez/rizoma potenciado al extremo, y muchísimo más complejo que el europeo, que a pesar de la radicalidad de su pensamiento postmoderno se mueve dentro de una tradición cuyo momentáneo punto de culminación se ubica en la postmodernidad .
Otros autores, a pesar de un gran escepticismo frente a la postmodernidad y de referir una serie de lugares comunes, al fin se insertan en este debate porque ofrece un sistema heterogéneo y abierto. Así Norbert Lechner (1994: 200), quien considera que
[e]l debate que se desarrolla en Europa y Estados Unidos sobre la posmodernidad contribuye […] a reflexionar precisamente la articulación de un orden colectivo por medio de una cultura política democrática ya que “ayuda a desmistificar el mesianismo y el carácter religioso de una “cultura de militancia” (ibíd.: 205), a relativizar la centralidad del Estado y del partido y de la misma política; introduciendo por otro lado a la actividad política una sociabilidad menos rígida y un goce lúdico.
Muy similar a Lechner es la posición de Pedro Morandé (1987: 44-48) en cuanto ve
[…] una posibilidad y una esperanza para América Latina, especialmente, en cuanto a la dimensión ritual de la cultura. Interpreto culturalmente la aparición de la posmodernidad como una vuelta del libro al espectáculo, esta vez, claro está, con una diferencia fundamental respecto a la forma que adquirió en las culturas orales: el rito opera ahora a través de medios electrónicos de comunicación masiva. La pregunta que queda pendiente es si acaso el rito electrónico se constituirá sobre la base de guiones previos, ideológicamente determinados, o si se recurrirá a la experiencia histórica de los pueblos y a la sabiduría que la acompaña.

Richard (21994: 210-221) en su trabajo comentado más arriba parece no concordar con una actitud generalizada en Latinoamérica contra la postmodernidad a comienzos de los años 80 que reflejaba un pensamiento que se movía entre categorías binarias de lo propio y lo extranjero, lo importado y lo nacional o que acusaba la discusión sobre la postmodernidad como imitativa, alienación de la identidad, moda internacionalista que confirmaba carencia frente a la saturación europea y de los EE.UU. representando un relativismo ético, histórico; una falta de militancia y compromiso (vs. indiferencia, everything goes), de solidaridad que destaca la efímera o inconclusa modernidad latinoamericana excluyendo por esto el pensamiento postmoderno. Semejante pensamiento, al hablar de “préstamos”, de “importes” petrifica la condición periférica, subalterna y el pensamiento subalterno. Richard (ibíd.: 216) concluye que:
“Si algo debe aprenderse de la flexión posmoderna (de cómo desregula la sintagmática temporal que ordena precedencias y sucesiones), es precisamente su capacidad para fragmentar y recombinar memorias históricas según el modo de la discontinuidad y de la itinerancia. Tradición y modernidad en lengua posmoderna dejan de contraponerse bajo el signo rupturista del antagonismo entre lo viejo (repetición) y lo nuevo (transformación): la posmodernidad desorganiza y reorganiza la procesualidad de las fases gracias a conexiones transversales que intercalan pasados y presentes en secuencias trastocadas por la operatoria de la cita histórica.
En relación con la postcolonialidad, Richard (ibíd.: 220) sostiene que la teoría postmoderna cuestiona un sistema normativo centrista, cuestiona la jerarquía y la autoridad centrista, lo hegemónico, propaga el fin del eurocentrismo permitiendo una reevaluación de los centros y de los márgenes, fomenta la alteridad, la diferencia (ibíd.: 221) y como consecuencia de la descentración y desjerarquización del centro, se piensa y actúa nomádicamente, de tal forma que la “contraposición centro-periferia es ya obsoleta y que seguir posando de víctimas del colonialismo suena más retardario que nunca”.
Además agrega que (ibíd.: 214):
“A Latinoamérica […] le sirve el cuestionamiento posmoderno a las jerarquías centradas de la razón universal. Y pese a que la crítica posmoderna al legado eurocentrista de la modernidad dominante se formula dentro del mismo perímetro de enunciados (el perímetro de la cultura metropolitana) que había forjado la tradición de ese legado reservándose la exclusividad de sus privilegios, podemos y debemos reafilar esa crítica para sacar provecho latinoamericano de las fisuras generadas dentro del sistema de autoridad cultural del pensamiento central, reintencionalizando su significado.
[…] Y para que la dimensión de apertura hacia los “otros” del debate posmoderno sea igualitarista y democrática, hace falta que la teoría postcolonial no se contente con tomar la palabra de representación de la alteridad -aunque sea con la buena intención de mediar su participación en el circuito académico de Estados Unidos. (ibíd.: 221)
A pesar del gran escepticismo que tiene Hugo Achugar (1994: 248) con respecto a la postmodernidad y postcolonialidad deja atrás con sus afirmaciones un pensamiento sustancialista cuando sostiene críticamente que [e]l argumento de que la posmodernidad o la modernidad no son fenómenos latinoamericanos lleva implícito […] el de que el “realismo mágico” o lo “real maravilloso” a lo garcíamárquez [borges] que ha invadido la escritura del hemisferio norte no es posible.
[… ] El hemisferio norte […] debería además importar la pobreza, el subdesarrollo y el analfabetismo. […]
Y acentúa (ibíd.: 252) que:
la posmodernidad, en cambio, tanto en el centro como en la periferia parece abrir las puertas a la mezcla, a la contaminación, a la desjerarquización de lo múltiple y de lo heterogéneo.
[…] En la posmodernidad hay como una suerte de convivencia más democrática o más caótica [..] que posibilita una valoración inédita o incluso que debilita el sistema de valoración anterior.
4. GLOBALIZACIÓN Y POSTCOLONIALISMO
La globalización como sabemos es en principio un fenómeno económico-tecnológico-científico que se caracteriza por la superación de fronteras nacionales y por una densa red de economías y formas de producción que se articula en la permanente fusión de grandes compañías, casas de bancos, de seguros, etc.
La globalización económica tiene como finalidad principal el incremento constante del capital y del provecho, y no considera ni aspectos nacionales, ni éticos, ni culturales, ni menos aún problemas locales, por el contrario de la situación, en cierta medida, hasta la mitad de este siglo, a raíz del carácter nacionalista de la organización del estado y de la sociedad.
El Estado ha perdido su lugar de acción privilegiada, ha concedido la privatización de las industrias clave, esto es, las compañías multinacionales lo van reemplazando cada vez más como factor de poder. El poder que se expande es el del capitalismo internacional, éste se establece como poder creciente y fundamental frente al poder y la soberanía de los Estados de Derecho. La creación y desarrollo de las redes de comunicación mundial constituyen una condición esencial en el proceso de globalización.
La interdependencia entre capital, producción y conocimiento, potenciada por el internet, conlleva el riesgo de una gran deslocalización, de una anonimidad hasta una grave pérdida de la identidad a razón de su carácter transnacional .
Mientras que las élites económicas y políticas en particular de las naciones industriales gozan de los resultados positivos de la globalización, los negativos los experimenta la mayoría de la población en particular de los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, en cuanto que una enorme competencia de expansión tiene lugar manifestándose en el capitalismo neoliberal con la claudicación del estado de bienestar y de los beneficios sociales. Globalización significa en este contexto un neoliberalismo sin rostro que se puede interpretar como un renacimiento del neocolonialismo ya que la industrialización y tecnologización de los países subdesarrollados o en vías de desarrollo se realiza sin una seguridad social y con terribles consecuencias para el asalariado; fuera de las otras consecuencias en los medios urbanos y sociales.
Estos cambios producen a su vez una transformación de conceptos en todos los campos, así en el de la lengua, del arte y de la literatura, y por esto la globalización es algo que no puede ni debe discutirse solamente bajo un punto tecnocrático-económico.
Colonialismo y neocolonialismo fueron las primeras formas de expansión globalizante que transformaron la lengua y la cultura de las llamadas periferias en forma profunda e irreversible, a ello le siguió el menosprecio de la cultura colonizada imponiendo la colonizante como norma.
La globalización conlleva también este germen, pero tiene una componente que la diferencia del colonialismo y del neocolonialismo: la posibilidad de la dialogicidad en un estado descentrado, heterogéneo y fragmentado de nuestro mundo actual como alternativa a la dominación. Este hecho permite y exige delimitaciones, recodificaciones, reformulaciones, transferencias en el campo lingüístico y cultural lo que, me parece, representa la gran posibilidad de la globalización.
La razón es evidente: el proceso de globalización ha producido una descentración de los centros tradicionales de producción y de capital y de las localidades periféricas. La descentración es una cualidad inherente a la globalización, ya que mientras ésta más se expande, produce más “centros”. Así pasan periferias a formar una infinidad de centros y los centros periferias, es decir, tenemos por una parte una ‘deslocalización’ y por otra una ‘proliferación’ de los centros. Este proceso exige una enorme flexibilidad, una enorme descentración tanto en las formas de producción como de representación.
Así la cultura se encuentra frente a una infinidad de posibilidades como contrapartida a la disciplina y a la uniformidad que implican la economía, la producción industrial y las ciencias (Bell 1973, 1976). El resultado de la globalización en el campo de la comunicación, de la cultura y del arte es la multiplicidad. La globalización sólo en su inicio está transformando al mundo en un espacio altamente descentrado, cosmopolita e híbrido .
5. PODER E IMPOTENCIA DE LOS DISCURSOS: FUNDACIÓN TEÓRICA Y AGENDA ACADÉMICA
La situación en Norteamérica en los Estudios Latinoamericanos Culturales ha sido algo distinta . La discusión no se inicia con el concepto de postcolonialismo ni en base a una teoría de la postcolonialidad, sino en torno al colonialismo, que claro está, trata aspectos de esta discusión como lo demuestran las iluminantes publicaciones de Mignolo (1989, 1989a, 1993) que luego se comienzan a insertar en la discursividad postcolonial (Mignolo 1994, 1995) de tipo histórico, para después integrarse abiertamente al debate postcolonial (Mignolo 1995, 1995a, 1997).
Fuera de Mignolo participan en este debate, entre otros, Seed (1991, 1993), Adorno (1993), Vidal (1993), Dirlik (1994), Franco (1992, 1992a) y el grupo de estudios subalternos latinoamericanos.
La posición teórica de Adorno, Dirlik, Mignolo y Vidal dentro de la postcolonialidad se concretiza a raíz de un artículo de Seed (1991: 181-200) donde ésta, partiendo de un ensayo-reseña sobre el discurso colonial y postcolonial, llega a varias conclusiones que provocan una fuerte reacción de los teóricos mencionados .
La primera conclusión o constatación es cronológica y bastante obvia, y creo, además, evidente en base a datos bibliográficos ya que al final de los años 80 tanto historiadores, como antropólogos y críticos literarios parten de un acercamiento transdisciplinario en sus análisis. En efecto, tanto los unos comos los otros proceden desde un locus de transversalidad teórica, metodológica y disciplinaria.
Otra constatación, ahora de orden de contenido, radica en que, por ejemplo, se desarrolla una crítica transdisciplinaria al colonialismo tanto en Latinoamérica como en África y Asia que se viene llamando “discurso colonial” y que cuestiona a la crítica colonial tradicional que oscilaba entre una idealización de la “resistencia” de los aborígenes frente a la hegemonía colonizadora y la “acomodación” de éstos en el sistema hegemónico para el logro de propósitos propios, considerándosele por ende como inadecuada para la descripción del complejo proceso de colonización.
Una tercera constatación es que Seed ve como algo fundamental para el desarrollo de esta nueva perspectiva los escritos postmodernos de autores como Barthes, Lyotard, Derrida, Deleuze, Guattari, Foucault, Rorty y White, entre otros , por tres razones: una, por el cuestionamiento del humanismo y por un tipo autoritario de la construcción del sujeto; una segunda en base al cuestionamiento del logos como sentido original y normativo abriendo la interpretación textual a un pluralismo; y una tercera que es más bien el resultado de las otras dos, es la relación con el discurso femenino que yo entiendo como el hablar de las orillas, de la periferia, el reclamar una voz . En este sentido como apunta Seed ambos discursos, el colonial histórico-etnológico y el femenino se vuelven contra la construcción patriarcal del discurso de los colonizadores o del centro.
El discurso colonial lo entiende Seed como una crítica que parte de la lengua de los conquistadores descubriéndola como hegemónica y homogeneizante, desarrollando así un contradiscurso anticolonial y nacional para liberarse del discurso de los colonizadores y mostrar cómo ese discurso debe ser leído.
Un autor fundamental de la teoría del discurso colonial, y que rememora el trabajo de Fanon (1952) (traducido por Bhabha al inglés en 1986), es el ya mencionado Said con Orientalism (1978) y que provoca una explosión en la historiografía y en la teoría de la cultura de donde luego como expone certeramente Seed comienzan a aparecer publicaciones en África y Latinoamérica, especialmente a cargo de críticos literarios y antropólogos y también historiadores.
En la perspectiva de Said discute Seed cinco textos que tienen como tema fundamental el análisis de “colonial dimensions of political discourse in a postcolonial era” (1991: 197) y de allí emergen estos autores “de entre medio” como el mismo Said, Bhabha y Spivak que hacen una crítica tanto al discurso occidental de la periferia como al nacionalista de la era postcolonial; hablan del centro y con la lengua del centro, con la educación científica del centro sobre la periferia de donde provienen, deconstruyendo el discurso del centro y recodificándolo en un nuevo contexto.
Estos autores, basados en el postestructuralismo, fundan un discurso ‘postcolonial’ que se diferencia del discurso colonial a través de su centro de atención o sus realidades históricas, pero aun más, es la hibridez del discurso postcolonial como principio y estrategia, esa transversalidad y ‘altaridad’ que lo marca, la descentración textual y su rizomática pluralidad .
La postura de Seed me parece bastante objetiva y certera, por esto cabe la pregunta, ¿por qué Seed provoca ese fuerte debate? Podemos anticipar que la razón se encuentra en el corazón mismo del tema: en la tensión entre periferia y centro, en el poder y la debilidad de un discurso, en su fuerza de imponerse o de quedar relegado. Se trata al fin de un problema de aceptación, y digamos, de competencia y agenda académica (y no principalmente de diferencias científicas).
Vidal (1993: 113-118) se manifiesta altamente escéptico -en su subtil y diferenciada respuesta a la reseña de Seed (1991: 181-200)- frente al establecimiento del debate cultural en base a los términos ‘colonial’/‘postcolonial’ como disciplina académica y modelo teórico. Una razon es que Seed según la opinión de Vidal, por una parte, reduce la teoría postcolonial a los modelos de la filosofía postmoderna, y por
otra, no reconoce lo desarrollado en el contexto de los Estudios Latinoamericanos. Me parece que Seed no argumenta con semejante arbitrariedad, sino que describe una realidad científica: la inserción vital y el efecto riquísimo del postestructuralismo y de la filosofía postmoderna en la teoría de la cultura que confronta al colonialismo y al postcolonialismo.
Mas, en algún punto Vidal no deja de tener razón. Lo que sí habría que distinguir mejor es que el sólo hecho de que Latinoamérica haya sido colonizada, y que en su discurso constantemente esté presente el fenómeno del colonialismo y del neocolonialismo no implica que se haya desarrollado una teoría postcolonial.
El ejemplo más claro lo encontramos en los trabajos de Mignolo que también participa en este debate y quien en su trabajo “Afterword: From Colonial Discourse to Colonial Semiosis”, editado en su revista dispositio (1989a: 333-338), está describiendo en forma empírica problemas de representación y de discursividad, tratando de hacer fructífera la semiótica de la que él mismo por mucho tiempo fue uno de sus más insignes representates en relación con el aspecto histórico-político-antropológico, pero no desarrolla ningún tipo de modelo que luego, desde fines de los 80 con Ashcroft, Said, Spivak y más tarde con Bhabha, se establece como teoría postcolonial, lo cual no quita mérito alguno a sus contribuciones. Lo mismo vale para sus realmente iluminantes y monumentales publicaciones sobre el colonialismo (1994 y 1995).
El problema al que aluden Vidal y Mignolo es el del reconocimiento de un trabajo que no se impone como modelo como ha sido el caso de las obras de Said, Bhabha, Spivak, Ashcroft et alii. Es decir, nos enfrentamos una vez más al problema ‘centro’/‘periferia’, al problema de la “voz” y de lo “subalterno” -como ya indicábamos. Coincidimos con Vidal, por una parte, en cuanto que la mera terminología (él la denomina “jerga”) de la postcolonialidad no puede eliminar el pasado realizado en el contexto de los Estudios Latinoamericanos y que poner en evidencia esos resultados es una labor científica actual.
Pero, por otra parte, tampoco debemos olvidar que la terminología desarrollada por un postcolonialismo norteamericano de corte postestructuralista es el resultado de una seria reflexión epistemológica y no una mera moda (o “jerga”) y que precisamente en esta profunda y subversiva reflexión radica el éxito de semejantes teorías: estas diversas reflexiones no se mueven solamente en un nivel empírico, sino que a la vez desarrollan una impactante y rica teoría que pone de manifiesto aspectos del objeto cultural que sin ella difícilmente se habrían obtenido. Me parece que no se trata de un relativismo científico, sino de una teoría diseñada conscientemente al servicio de un objeto -y de allí su éxito.
Mientras que el trabajo de Vidal nos da una leve impresión de que se trata de una discusión en parte de quién ha fundado primero y cómo la teoría del discurso colonial/ postcolonial, Mignolo (1993: 120-130) reclama abiertamente la autoría primera de este campo y parece confundir el objeto con la teoría, el metalenguaje y la metanarratividad como estrategia discursiva:
“The critique of what today is grouped under the label of »colonial discourse« has a long tradition in Latin America” (ibíd.: 122), dando como ejemplos dos obras de O’Gorman de 1952 y 1961 que antes que los postestructuralistas “dismanteled five hundred years of Western historiography – colonial and postcolonial discourse, as it were” (ibíd.).
Sin quitarle ningún mérito a la obra de O’Gorman, debemos preguntar ¿por qué razón la obra del autor no se estableció como un nuevo paradigma? Creo que dando respuesta a este tipo de preguntas se podría llegar a explicar por qué teorías determinadas en un momento dado se imponen y otras no.
Además el cuestionamiento de la verdad o mentira y de la falta de credibilidad del lenguaje, a la cual apunta O’Gorman partiendo de Heidegger, figura central junto a Nietzsche en el pensamiento de la segunda mitad del siglo XX en Europa, es algo de lo que precisamente en Francia se ocupa el nouveau roman en estrecha relación con la nouvelle critique y luego con el grupo Tel Quel que invade todo el pensamiento y el ámbito artístico. En el campo del psicoanálisis conocemos bien los ejemplos a partir de Lacan y en el de la literatura de Robbe-Grillet y Kristeva, Ricardou, Sollers., etc. que son inolvidables representantes de este problema.
Permitáseme poner un ejemplo concreto que he elegido por su evidencia. Si se hace esta misma pregunta al éxito universal de Kristeva (1967, 1968, 1969, 1976) con la teoría de la intertextualidad que por lo demás poco o nada tiene que ver con el concepto de dialogicidad de Bajtin a partir de fines de los años 60, se constata rápidamente que allí confluyen un momento social, uno histórico, uno político y uno académico-científico: la sociedad quiere emanciparse del pasado autoritario, se buscan nuevos métodos que reemplacen una anticuada hermenéutica de corte idealista; el marxismo es una posibilidad, la revolución es otra.
Especialmente en círculos intelectuales se lucha contra un capitalismo creciente y globalizante. La intertextualidad ofrece un modelo para todas estas posiblidades: el texto no es propiedad privada de un autor, sino el resultado de una colectividad, el texto no es un acto idealista humanista, sino “trabajo” y cada individuo lo puede usar y sacar sus propias conclusiones, con lo cual la lectura y el análisis de la literatura se dan como un medio emancipatorio: muerte de la propiedad privada, muerte del autor, muerte del sujeto; Foucault, y especialmente Lacan y Derrida van a tener aquí un papel fundamental.
En suma, el concepto semiótico de intertexualidad confluye con los acontecimientos sociopolíticos del momento que culminan con la revolución estudiantil del 68, y esto favorece la expansión de la teoría de la intertextualidad como un determinado concepto de textualidad.
Retornando a Mignolo, éste da otro ejemplo que es el libro de Ángel Rama La ciudad letrada (1984) que en la lectura de Mignolo es una absoluta anticipación del “postestructuralismo” que no había llegado a Rama, aunque en esta obra sí se ve la influencia de Foucault. Creo que Mignolo sitúa algo tarde al postestructuralismo: Foucault es un postestructuralista y sus obras fundamentales aparecen en los años 60, Lacan y Derrida son los grandes padres del postestructuralismo, los Écrits de Lacan aparecen en 1966 y las obras fundamentales de Derrida a más tardar a partir de 1967en adelante.
Tampoco habría que olvidar la publicación de Théorie d’ensemble de 1968 del grupo Tel Quel donde también Derrida publica un trabajo. Este libro colectivo marca definitivamente el paso del estructuralismo al postestructuralismo en la crítica literaria y si aún este cambio no se hubiera percibido, R. Barthes con S/Z (1970) lo sedimenta en forma terminante . Pero este no es el punto que me interesa comentar, el de cuánta “influencia” se tenía o quién fue el primero en producir un movimiento o no.
El punto crucial es: ¿por qué las voces de O’Gorman y de Rama no tuvieron fuera de su lugar de enunciación la resonancia merecida? Mignolo da como única razón que los autores “[…] exemplify the perspective of social scientists and humanists located in and speaking from the Third World” (1993: 123) y reprocha a Todorov el haber relegado a O’Gorman a una nota a pie de página, mientras Said cuya obra Todorov traduce al francés obtiene no sólo el reconocimiento merecido, sino que considera la suya propia como una complementación de Orientalism, a pesar de que lo que O’Gorman había escrito no era otra cosa que lo que demostró Said años más tarde en su legendario libro (ibíd.: 123).
Que el lugar de enunciación es fundamental en la recepción, expansión y establecimiento de un pensamiento es algo evidente. Pero me pregunto si sólo el lugar de enunciación es la causa del no reconocimiento, como lo ve Mignolo. Me pregunto además ¿por qué los latinoamericanistas que hablan del y desde el centro no se impusieron en sus trabajos sobre Latinoamérica? Este hecho nos obliga a pensar que existen otras razones. Una de las posibles sería, a mi juicio, la presencia o ausencia de una conceptualización teórica capaz no de describir la superficie evidente del objeto, sino su forma de funcionamiento y de inscripción.
El aspecto fundamental entre las obras de O’Gorman y Rama radica, a mi juicio, en que estas meritorias obras no están tratando el problema de la discursividad y su mecanismo de poder, como Seed (1991: 185) constata en el caso del libro de Rama, Calibán y otros ensayos, traducido por Jameson al inglés, quien a su vez lo declara equivalente con el Orientalism de Said.

CONCLUSIÓN
Los estudios aquí brevemente comentados que valen pars pro toto para una buena cantidad de otros los podemos ver como el resultado de una sociología científica, de una sociología de la cultura y de la antropología que comparten métodos y campos de interés común como la lingüística, la semiótica, los estudios de comunicación entendiéndose como la investigación de la producción, circulación y recepción sígnica.
Muchos de ellos se han desprendido a más tardar en la segunda mitad de los años 80 del yugo de la modernidad, de un pensamiento binarista y sustancialista. El proceso descrito es llamado modernidad o modernidad periférica para calificar lo que está sucediendo en la era postmoderna como un esfuerzo para incorporarse con una voz poderosa en el concierto del pensamiento internacional desde una visión propia.
Por otra parte comparten Achugar, Richard, Brunner, García Canclini, Martín- Barbero, Lechner, entre otros, en algunos casos un justificado escepticismo en otros casos son meros prejuicios y resistencia al nuevo pensamiento con respecto al estatus del cambio de paradigma con la postmodernidad/postcolonialidad, de este descentramiento.
Es decir, existe un escepticismo frente a la hegemonía discursiva. Mas, sean cuales fueran las reservas, estos estudios han cambiado la forma de mirar, de leer, de hablar; han cambiado el paradigma en el pensamiento latinoamericano, en vez de entrar en la tan poca fructífera discusión de si la teoría de la cultura latinoamericana ya había producido obras correspondientes a las de Said o Bhabha.
Las posiciones aquí mencionadas se encuentran, eso sí, en un punto fundamental en disenso con constataciones tales como que la postmodernidad y postcolonialidad sean algo originalmente latinoamericano, nacidas en Latinoamérica. Así argumenta, por ejemplo, Carlos Rincón, quien paralelamente a mis publicaciones y a las de Richard sostiene, partiendo de teorías de la postmodernidad desarrolladas por Fokkema y Barth, no sólo que autores como Borges, Cortázar, García Márquez, Barth, Barthelme, Coover, Pynchon, Fowles, Butor, Robbe-Grillet, Calvino, Handke,
Bernhard, Rosei sean genuinamente postmodernos, sino que el postmodernismo nace como fenómeno general en Latinoamérica e influye en Europa, siendo Borges el autor que más ha contribuido a este aspecto (vid. A. de Toro 1989). Esta observación me parece pertinente en lo que se refiere, por ejemplo a Borges, Barth, Barthelme, Pychon o Calvino, pero es muy discutible si García Márquez, Butor y Robbe-Grillet lo sean, así como la totalidad de sus obras, y más aún que Latinoamérica sea la cuna de la postmodernidad.
La teoría y el debate de la postmodernidad y de la postcolonialidad como fenómenos generales definitivamente no nacen en Latinoamérica, sino como fenómeno teórico y en parte vivencial nacen en EE.UU. y Europa, pero Borges es el primer autor que plantea diversos aspectos centrales de la postmodernidad/postcolonialidad. Esto es, Borges, no Latinoamérica, es un postmoderno y Borges no es un postmoderno avant la lettre, sino es un postmoderno à la lettre.
El reclamar la postmodernidad y la postcolonialidad como algo exclusivamente latinoamericano significa ignorar el desarrollo del arte, de la filosofía, de la sociología y de la literatura en otras regiones culturales y conlleva el riesgo de encubrir y de homogeneizar las grandes diferencias entre la postmodernidad/ postcolonialidad latinoamericana, por una parte, y la norteamericana y europea, por otra (y entre estas dos últimas existen también enormes diferencias).
Este reclamo además no es necesario, ya que el pensamiento latinoamericano, creo, ha originado un cambio de paradigma, a pesar de no haber creado el paradigma, y el cambio de paradigma es lo que quisiera denominar “postmodernidad periférica postcolonial”.
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Las diez principales tendencias globales de consumo para 2019

las diez principales tendencias globales de consumo para 2019

“La inteligencia es el hilo conductor que une todas las tendencias en 2019. En un mundo lleno de opciones, las necesidades y deseos de los consumidores están cambiando rápidamente”, comenta Gina Westbrook, directora de estilos de vida en Euromonitor International.

El informe anual de Euromonitor International revela las tendencias emergentes que proporcionan información sobre los valores cambiantes de los consumidores y explora cómo su comportamiento está afectando a las empresas a nivel global.
15 de Enero de 2019, 13:02

Londres, Reino Unido. – La empresa de investigación de mercado global Euromonitor International publicó hoy un nuevo informe que destaca las 10 principales tendencias globales de consumo para tener en cuenta en 2019.

El informe anual revela las tendencias emergentes que proporcionan información sobre los valores cambiantes de los consumidores y explora cómo su comportamiento está afectando a las empresas a nivel global.

Las 10 principales tendencias globales de consumo para 2019 son:

1. Agnósticos respecto a la edad

Los límites de la vejez siguen desplazándose. A medida que las personas viven más y se cuidan mejor, los consumidores mayores se sienten y quieren ser tratados como si fueran más jóvenes.

2. Regresar a lo básico por un tema de estatus

Los consumidores están buscando productos y experiencias auténticas, alejándose del materialismo y de productos genéricos en favor de simplicidad y productos de mayor calidad.

3. Consumidor consciente

Lo que solía ser el dominio de productores de nicho posicionados por su ética, hoy es adoptado por empresas convencionales a través de productos que ofrecen mayor bienestar animal.

4. Digitalmente juntos

A medida que crezcan nuestras capacidades tecnológicas y la comodidad al usarlas, también lo hará el potencial de lo que se puede crear o experimentar juntos, pero de forma remota.

5. Todos son expertos

Mientras que antes los compradores dependían de una determinada marca o fuente de información para realizar sus compras, hoy las empresas deben innovar constantemente para atraer a compradores más inquisitivos.

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6. Encontrando mi JOMO

El temor a que te dejen de lado o a no participar (FOMO “Fear of Missing Out”), ha dado lugar a la alegría de no participar (JOMO “Joy of Missing Out”). Los consumidores quieren proteger su bienestar mental, desconectarse de la tecnología y priorizar lo que realmente quieren y disfrutan hacer.

7. Puedo cuidar de mí mismo

A medida que las personas se vuelven más autosuficientes, toman medidas preventivas contra la enfermedad, la infelicidad y la incomodidad sin consultar a un profesional.

8. Quiero un mundo libre de plástico

La iniciativa para lograr una sociedad libre de plástico aumenta, creando un círculo virtuoso donde las empresas ganan al mejorar la sostenibilidad.

9. ¡Lo quiero ahora!

Los consumidores buscan gratificación instantánea y experiencias simples y sin problemas que combinen con sus estilos de vida y les permitan dedicar más tiempo a sus vidas profesionales y sociales.

10. Vivir solos

Más personas, especialmente los consumidores mayores, en todo el mundo rompen el estigma de vivir solos y abrazan sus estilos de vida independientes.

“La inteligencia es el hilo conductor que une todas las tendencias en 2019. En un mundo lleno de opciones, las necesidades y deseos de los consumidores están cambiando rápidamente”, comenta Gina Westbrook, directora de estilos de vida en Euromonitor International.

La teosofía en Centroamérica durante la primera mitad del siglo XX

La teosofía en Centroamérica durante la primera mitad del siglo XX
Enero 8, 2019

Aunque Jinarajadasa no lo menciona en su conferencia, uno de los miembros destacados que le dio el recibimiento en El Salvador durante 1929 fue nada más y nada menos que el mismo General Maximiliano Hernández Martínez, quien era Presidente de una de las logias teosóficas de El Salvador.

Durante las primeras décadas del siglo XX, la teosofía tuvo una enorme difusión en todo el istmo centroamericano, claro ejemplo de ello es que intelectuales de la talla de Alberto Masferrer, Salvador Salazar Arrué, Cesar Augusto Sandino y algunos otros visitantes que vinieron al pulgarcito de América tales como la escritora chilena Gabriela Mistral y el mexicano José Vasconcelos, la profesaban. Alberto Masferrer, en base a lo que la Dra. Marta Casaús ha denominado un espiritualismo-teosófico abogó por un proyecto de nación que quedaría inconcluso debido a su muerte, pero que de cierta manera sería continuado por el también teósofo militar General Maximiliano Hernández Martínez, después de los lamentables sucesos de 1932.

Según el investigador Ricardo Martínez Esquivel, la primera Logia Teosófica que se fundó en Centroamérica, fue en la capital de Costa Rica, durante el año de 1904 y la cual llevó por nombre Vïrya; su fundador fue el español Tomás Povedano de Arcos, quien además de ser teósofo era masón y Gran Maestre de la Logia de Costa Rica de 1905 a 1907 así como Venerable Maestro de la logia masónica Hermes 7 de 1901 a 1902. Povedano fundaría la Sociedad Teosófica tica junto a su familia y otros hermanos masones, la cual recibió, en primera instancia, carta constitutiva de la Logia Teosófica de Buenos Aires, Argentina. Povedano sería Presidente de dicha logia hasta su muerte en 1943. Este dato sin duda es muy relevante, ya que desde 1904 en adelante florecerían en toda la zona distintas logias de la misma naturaleza.

Ahora bien, vale la pena resaltar que, en este contexto, dos figuras de talla internacional impulsaron aún más todo este imaginario de inicios de siglo, el primero fue J. Krishnamurti, sobre quien, incluso, Masferrer desde su periódico Patria, elogió y el otro menos conocido, pero más importante desde el punto de vista de la difusión de las ideas teosóficas respondía al nombre de Jinarajadasa quien visitaría la región en dos ocasiones, la primera en 1929 y la segunda en 1938. Sobre esta última visita he tenido el privilegio de publicar dos artículos en la REHMLAC+, una revista de historia global de las masonerías, que es editada por la Universidad de Costa Rica.

La cuestión es que tanto teosofía como masonería en ese momento se encontraban en boga compartiendo muchos principios e imaginarios en común aunque habían claras diferencias entre ellas, por ejemplo, el hecho de no admitir mujeres dentro de las logias masónicas ortodoxas, fue algo que no fue aceptado por la teosofía siendo que sus principales lideresas a nivel mundial eran mujeres: la rusa Madame H. P. Blavatsky y la inglesa Annie Besant. Esto derivó en discusiones entre ambas, pero un sector pudo conciliarlas mediante la fundación de la co-masonería, que eran congresos donde podían asistir hombres, mujeres, teósofos y masones, la cual según la masonería de corte más duro no era legítima, por lo que le denominó: irregular. Ahora bien, la que sin duda alguna era enemiga de ambas, tal y como se puede comprobar a través de una serie de documentos es la Iglesia católica, quien se consideraba a sí misma como la única autoridad en materia espiritual.

En El Salvador, específicamente, hay un pronunciamiento sobre la enorme influencia que tuvo la teosofía en el país, reconociéndose así en la Décima Carta Pastoral de Monseñor Chávez y González, que en su versión manuscrita llevaba por título La teosofía cotejada con el cristianismo la cual sería desarrollada en una visita canónica hecha por el líder religioso a la Parroquia de Santo Tomás, ubicada en Santiago Texacuangos, departamento de San Salvador el día 25 de diciembre de 1932 y en la cual hacía una condena de la misma. Por otro lado, habría que decir que el periódico católico salvadoreño Criterio durante el año de 1930 también atacó de manera enjundiosa y sistemática a Alberto Masferrer debido a sus escritos de corte espiritualista.

En ese mismo año, Jinarajadasa dictó una conferencia titulada “Un año de viaje por América Latina” donde dio sus impresiones de los 17 países que había visitado un año antes, entre los cuales se encontraban algunos centroamericanos como Guatemala, El Salvador y Costa Rica donde dio diversas conferencias sobre teosofía, la cual mezclaba con distintas temáticas como pedagogía, historia y política. El orador también aclaró que visitó Panamá, pero que no conferenció en esa nación, debido a que ahí solo esperó el transporte que lo llevaría a Costa Rica.

Sobre lo anterior hay muchos datos curiosos y es que el mismo Jinarajadasa estableció que en los países de habla hispana él leyó sus conferencias en español sin la asistencia de nadie. Durante su segunda gira a América Latina, el suplemento del Diario Oficial, La República, Diario Nuevo y otros periódicos salvadoreños publicaron biografías, pensamientos y ensayos completos en español que él había publicado con anterioridad o que eran parte de su repertorio de discursos, los cuales he analizado en mis artículos “La teosofía en algunos periódicos salvadoreños y centroamericanos durante las décadas de 1930 y 1940” y “La segunda gira de Jinarajadasa a América Latina, 1938”.

Sobre su primera gira de 1929, estableció que las diferencias entre los pequeños países de la América Central eran mínimas. También manifestó que el país que recordaba de forma más vívida de América Latina, en general, era Brasil, por su cultura de no discriminación hacia los negros, es decir, por su fraternidad racial, que es uno de los objetivos que persigue la sociedad teosófica. Sobre Centroamérica el distinguido visitante observó que el poder de la Iglesia católica, era manifiesto, –claro–, esto lo aseveró debido a que tuvo que enfrentar duras críticas y diatribas que provenían de dicha institución confesional cuando visitó estas tierras tropicales. Jinarajadasa también manifestó que Centroamérica se encontraba muy influenciada por la cultura que venía de Buenos Aires, Argentina a la cual veía como una especie de ciudad metrópoli de la civilización en ese momento. La influencia de la teosofía en esa época era tal que el mismo Jinarajadasa confesó que cuando los periodistas latinoamericanos lo entrevistaban, ya lo conocían y sabían mucho de su trayectoria.

De manera seguida se atrevió a hablar de geopolítica en tiempos muy convulsos. Afirmó que en, general, en América Latina, no agradaba la figura de Benito Mussolini, es decir, veía en el continente entero una actitud antifascista. Asimismo aunque no lo expresó explícitamente dio a entender que a los americanos no les gustaba el orden político italiano debido a su amor a la libertad y por su oposición a las dictaduras. Habría que recordar que cuando vertió estas opiniones la segunda guerra mundial no había iniciado y Hitler aún no había llegado al poder en Alemania. En lo que sí fue muy enfático fue en la defensa de la libertad de pensamiento que hacia el hemisferio americano, a la cual él también se adhería.

Jinarajadasa también observó que en algunos países de Suramérica, pero especialmente en Centroamérica se cernía una actitud antiimperialista frente a las pretensiones de los Estados Unidos, de ahí que el antiimperialismo de la región haya tenido un fuerte influjo no del marxismo sino de la teosofía siendo el General Augusto César Sandino el ejemplo por antonomasia aunque más abajo también habría que colocar a personalidades como Alberto Masferrer y el mismo General Maximiliano Hernández Martínez, quienes defendieron la causa sandinista. Esto explicaría también la ruptura entre Sandino y Farabundo Martí, ya que Sandino nunca aceptaría incorporarse a la empresa del comunismo internacional.

Lo que el líder teosófico quería hacer ver es que a los Estados Unidos le interesaban los países de la región para poder concederles empréstitos y así poder obtener ganancias exorbitantes además de dominio territorial. Todo esto se dio en el contexto de un año emblemático como lo fue 1929 caracterizado por la depresión económica mundial que agravó aún más la situación de estos países dando como resultado lo que el mismo maestro espiritual llamó: “dominio financiero e intervención”.

Por otra parte fue tajante al decir que el gobierno de los EE.UU había sido intervencionista en Nicaragua durante el año de 1916 al establecer una base naval que estaba por construirse sin la aprobación del pueblo. Luego, según él, esto también constituía una amenaza para los territorios de Guatemala, Honduras y El Salvador que protestaron al unísono por considerarlo atentatorio a sus soberanías ante el Tribunal Internacional de Centroamérica que dictó sentencia a su favor, pero que lastimosamente no fue cumplida por el gran vecino del Norte. A su parecer, el pueblo estadounidense ignoraba todos estos hechos y era una política que obedecía más bien a los intereses de sus gobernantes.

Jinarajadasa dijo que de Panamá, al igual que del resto de Centroamérica, había enviado semillas a la India para embellecer aún más la sede de la Sociedad Teosófica ubicada en aquella lejana nación, especificando además que en Costa Rica conferenció en el Teatro Nacional, pero que probablemente debido a la presión ejercida por la Iglesia católica, se le solicitó no mencionar la palabra “teosofía”, la cual para él simplemente significaba “sabiduría de Dios” y que tuvo que sustituir por “idealismo”. En Centroamérica, también hizo alusión a la revalorización que se tenía que hacer de la mujer en los distintos ámbitos de la vida.
Jinarajadasa 45s

Silueta de Jinarajadasa publicada en el periódico salvadoreño La Prensa. (Octubre de 1938).

El teósofo indostánico por otro lado declaró que en 1929 visitó las logias de Honduras, El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Costa Rica. En Nicaragua resaltó la rivalidad entre conservadores y liberales, incluso, él mismo manifestó que sostuvo una conversación con Sandino en Yucatán, México, quien a su entender, le explicó la situación exacta de la política que se estaba viviendo en ese país. Finalmente, concluyó que Nicaragua era un país dividido donde hacía falta el espíritu de hermandad propagado por la teosofía.

En Honduras, acentuó que el mismo Presidente de la República había estado en una de sus conferencias y que la masonería en esa nación era muy potente, de tal modo que hasta el mismo Presidente era masón. Habría que señalar que Jinarajadasa pronunció ahí una conferencia donde habló sobre los ideales de la masonería. En este sentido, cabe destacar que en 1938 también dictó otra conferencia sobre los orígenes de la masonería, la cual fue reproducida en el Diario Oficial, Suplemento La República ya durante la presidencia de Hernández Martínez quien de igual forma era masón grado 33.

Sobre Guatemala el peregrino místico expresó que era la nación donde vio los trajes típicos indígenas más bonitos de toda América Latina. Además mencionó que había indios de un físico muy hermoso. Sobre El Salvador hizo notar lo pequeño de su territorio en relación a su población, además profirió que la mayoría de su población consideraba anticuada la idea de cambiar la administración mediante la revolución violenta, lo cual denota que tuvo alguna noticia sobre el movimiento comunista que se estaba organizando en ese momento o, al menos eso cabe suponer.

Por otro lado, aunque él no lo menciona en su conferencia uno de los miembros destacados que le dio el recibimiento en El Salvador durante 1929 fue nada más y nada menos que el mismo General Hernández Martínez, quien era Presidente de una de las logias teosóficas de El Salvador y quien se fundamentaría mucho en su pensamiento unos años después, –ya siendo Presidente de la República– para construir su propio proyecto de nación espiritualista.

Jinarajadasa también manifestó que las ramas teosóficas de los países de Centroamérica más una de Colombia conformaban la Sociedad Teosófica de Centroamérica. Esto aún en contra de las opiniones más virulentas que podrían darse en la actualidad es sobremanera llamativo ya que si había algo que interconectaba y acercaba a Centroamérica en ese momento, al menos desde el punto de vista espiritual e intelectual, era la teosofía. El grave problema de muchas de las malas interpretaciones históricas que persisten hasta el día de hoy es porque durante mucho tiempo se ha infravalorado el papel que jugó la teosofía en la construcción de los imaginarios de la región durante esa época.

En base a lo anteriormente expuesto resulta muy interesante observar cómo la academia ha empezado a abrirse en el sentido de que poco a poco van surgiendo cada vez más investigaciones serias que están dando cuenta de todas las implicaciones a las que nos hemos venido refiriendo y en ese contexto parte de mis investigaciones sobre la segunda gira de Jinarajadasa han sido publicadas en un libro titulado Teosofía, espiritualismo y masonería, que es una parte de mi tesis doctoral realizada en la UCA y la cual solo había publicado de manera virtual.