La batalla por las comunidades

La batalla por las comunidades

Por Mario Vega*
Jueves, 9 de Julio de 2015

Al hablar de la violencia social se afirma con frecuencia que un elemento para lograr su mitigación es la recuperación de los territorios por parte de los cuerpos de seguridad. Dado que la confrontación entre autoridades y pandillas no es una guerra de posiciones, más que de territorios geográficos se trata de conquistar las comunidades que viven en esos territorios. Las pandillas, nacen, viven, se nutren y se multiplican con las comunidades. Son el ámbito natural en el cual se mueven, pues son el resultado de lo que la sociedad es.

Por su parte, la policía comunitaria es un esfuerzo de las autoridades por insertarse en el tejido social para que los ciudadanos vean a las fuerzas del orden como aliados. Es un intento por disputar la confianza de las comunidades a las pandillas y poder incidir con acciones de prevención a la violencia al mismo tiempo que se la combate con los recursos de ley.

Los logros que la estrategia de la policía comunitaria puedan producir son desbaratados por la estrategia de los batallones de reacción inmediata que no reconocen otros protocolos o procedimientos que los del uso desmedido de la fuerza. Ingresan a las comunidades enmascarados, portando armas de guerra, con despliegue de helicópteros y tanquetas, derribando puertas con almádanas y deteniendo a quienes olvidaron sus documentos o que simplemente se encontraban en sus casas.

Los falsos positivos, o personas inocentes que son detenidas y presentadas como culpables o sin las pruebas requeridas para su detención, constituyen una violación a los derechos humanos y uno de los elementos que mayor repulsión produce en las comunidades.

La misma Policía Nacional Civil reporta que el 84% de las personas que captura quedan posteriormente en libertad, no sin antes haber sido humillados, expuestos a los medios de comunicación, a veces golpeados, y perdiendo empleos por encontrarse detenidos. De un total de 17,534 detenciones que ha realizado en los primeros seis meses del año, solamente 1,630 tenían orden administrativa y otros 1,300 orden judicial de arresto. Los restantes 14,604 fueron detenidos sin que se les imputara ningún delito. Solamente por el criterio subjetivo de algún agente u oficial.

Las capturas arbitrarias tienen como objeto el dar la impresión de eficacia, tanto hacia las jefaturas de la PNC y del Ejército, como ante la opinión pública. Para efectos de combate al delito no tienen ningún resultado y en la batalla por ganar el favor de las comunidades son una gran pérdida en lugar que algo que los vecinos agradezcan.

En el icónico caso del asesinato de dos soldados que custodiaban una estación del Sitramss, de las 53 capturas que se produjeron, todos quedaron en libertad. Aun cuando se mencionó que el hombre que fue fotografiado al huir del lugar de los asesinatos había sido capturado, días después se reconoció que tal cosa era un error. A pesar del operativo de fuerza y de las múltiples capturas ninguno de los hechores auténticos ha sido detenido.

Estas acciones de fuerza que no poseen ninguna eficacia contra el delito, deterioran cada vez más la poca confianza que la ciudadanía tiene en las autoridades. Si esto no se corrige pronto, las inversiones que se planean como parte de la implementación del Plan El Salvador Seguro, del Consejo Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana, no producirán los resultados esperados. Serán acciones semejantes a las de Conara en tiempos de la guerra. Un intento infructuoso por ganar a las comunidades.

*Colaborador de El Diario de Hoy.

Grecia, l’ombra di «Prometeo»

Grecia, l’ombra di «Prometeo»
di Manlio Dinucci

Il futuro della Grecia non sarà dettata dalla condizione economica, ma con la sua scelta di rimanere alleato di Washington o l’interruttore sul lato di Russia e Cina. Il geografo Manlio Dinucci ricordare qui i problema.
Rete Voltaire | Roma (Italia) | 7 luglio 2015
JPEG – 62.6 Kb

Il «testa a testa» nel referendum greco, propagandato dai grandi media, si è rivelato una sonora testata nel muro per i fautori interni e internazionali del «Sì». Il popolo greco ha detto «No» non solo alle misure di «austerità» imposte da Ue, Bce e Fmi, ma, di fatto, a un sistema – quello capitalistico – che soffoca la democrazia reale.

Le implicazioni del referendum vanno al di là della sfera economica, coinvolgendo gli interessi politici e strategici non solo di Bruxelles, ma (cosa di cui non si parla) quelli di Washington. Il presidente Obama ha dichiarato di essere «profondamente coinvolto» nella crisi greca, che «prendiamo in seria considerazione», lavorando con i partner europei così da «essere preparati a qualsiasi evenienza». Perché tanta attenzione sulla Grecia? Perché è membro non solo della Ue, ma della Nato. Un «solido alleato», come la definisce il segretario generale Stoltenberg, che svolge un ruolo importante nei corpi di rapido spiegamento e dà il buon esempio nella spesa militare, alla quale destina oltre il 2% del pil, obiettivo raggiunto in Europa solo da Gran Bretagna ed Estonia.

Nonostante che Stoltenberg assicuri «il continuo impegno del governo greco nell’Alleanza», a Washington temono che, avvinandosi alla Russia e di fatto alla Cina, la Grecia di Tsipras comprometta la sua appartenenza alla Nato. Il premier Tsipras ha dichiarato che «non siamo d’accordo con le sanzioni alla Russia» e, al vertice Ue, ha sostenuto che «la nuova architettura della sicurezza europea deve includere la Russia». Nell’incontro Tsipras-Putin, in aprile a Mosca, si è parlato della possibilità che la Grecia diventi l’hub europeo del nuovo gasdotto, sostitutivo del South Stream bloccato dalla Bulgaria sotto pressione Usa, che attraverso la Turchia porterà il gas russo alle soglie della Ue [1].

Vi è inoltre la possibilità che la Grecia riceva finanziamenti dalla Banca per lo sviluppo creata dai Brics (Brasile, Russia, India, Cina, Sudafrica) e dalla Banca d’investimenti per le infrastrutture asiatiche creata dalla Cina, che vuole fare del Pireo un importante hub della sua rete commerciale.

«Una Grecia amica di Mosca potrebbe paralizzare la capacità della Nato di reagire all’aggressione russa» [2], ha avvertito Zbigniew Brzezinski (già consigliere strategico della Casa Bianca), dando voce alla posizione dei conservatori. Quella dei progressisti è espressa da James Galbraith, docente di relazioni di governo e business all’Università del Texas, che ha lavorato per alcuni anni con Yanis Varoufakis, divenuto ministro delle finanze greco (ora dimissionario), al quale ha fornito «assistenza informale» in questi ultimi giorni [3].

Galbraith sostiene che, nonostante il ruolo svolto dalla Cia nel golpe del 1967, che portò al potere in Grecia i colonnelli in base al piano «Prometeo» della Nato, «la sinistra greca è cambiata e questo governo è pro-americano e fermamente membro della Nato». Propone quindi che, «se l’Europa fallisce, possono muoversi gli Stati uniti per aiutare la Grecia, la quale, essendo un piccolo paese, può essere salvata con misure minori, tra cui una garanzia sui prestiti» [4].

Ambedue le posizioni sono pericolose per la Grecia. Se a Washington prevale quella dei conservatori, si prospetta un nuovo piano «Prometeo» della Nato, una «Piazza Syntagma» sulla falsariga di «Piazza Maidan» in Ucraina. Se prevale quella dei progressistiti, una operazione di stampo neocoloniale che farebbe cadere la Grecia dalla padella nella brace. L’unica via resta quella di una dura lotta popolare per la difesa della sovranità nazionale e della democrazia.
Manlio Dinucci

Fonte
Il Manifesto (Italia)

[1] “Möglicher Deal zwischen Athen und Moskau : Griechenland hofft auf russische Pipeline-Milliarden”, Von Giorgos Christides, Der Spiegel, 18. April 2015. «Poutine et Tsípras examinent le projet Turkish Stream», Anadolu Agency, 7 mai 2015. «Soutenu par Poutine, Tsípras signe un accord avec Gazprom», par Benjamin Quenelle, Les Échos, 22 juin 2015.

[2] « La Grèce pourrait “paralyser” l’Otan, estime Brzezinski », AFP, 25 mars 2015.

[3] Modeste proposition pour résoudre la crise de la zone euro, Yánis Varoufákis, James K. Galbraith et Stuart Holland (préface de Michel Rocard), Les Petits matins,‎ 2014 (ISBN 978-2363831248)

[4] “US must rally to Greece”, James K. Galbraith, The Boston Globe, February 19, 2015.

La crisis del neodesarrollismo y la teoría marxista de la dependencia

La crisis del neodesarrollismo y la teoría marxista de la dependencia

Nildo Domingos Ouriques*

  • Doctor en economía por la UNAM, es profesor del Departamento de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Santa Catarina, miembro del Instituto de Estudios Latino-Americanos (IELA-UFSC) y presidente del consejo editorial de Patria Grande. Biblioteca del Pensamiento Crítico Latino-Americano.

Resumen

La teoría marxista de la dependencia constituye el esfuerzo intelectual más logrado en décadas de desarrollo de las ciencias sociales latinoamericanas. Después de la profundización de la dependencia y del subdesarrollo en las últimas décadas a partir de la ideología del “libre-comercio” impulsado por el capital internacional y los Estados metropolitanos, volvieron con fuerza una vez más en América Latina las tradicionales teorías del desarrollo. Más allá de su incapacidad histórica para sacar a nuestros pueblos de un sistema en que las mayorías están condenadas a la explotación y la violencia, la reciente crisis en Brasil revela que el “neodesarrollismo” agotó rápidamente su capacidad de hegemonizar el debate intelectual y no pasa de ser un viejo camino para perpetuar el “desarrollo del subdesarrollo”.

Palabras clave: crisis, neodesarrollismo, teoría de la dependencia, Brasil.

Abstract

The Marxist theory of the dependency constitutes the best intellectual effort in decades of development of the latin american social sciences. After the deepening of the dependency an the underdevelopment in the last decades under the ideology of the “free trade”, which was boosted by the international bank stock and the metropolitan states, the traditional theories of development come back strongly once again in Latin America. Besides their historical incapacity to take our people from a system that the majorities are necessarily condemned to exploitation and to violence, the recent crisis in Brazil reveals that the “neodesarrollismo” quickly exhausted their capacity of hegemonizing the intellectual debate and it’s nothing more than an old way to perpetuate the “development of the underdevelopment”.

Key words: crisis, new-development, dependece theory, Brazil.

Introducción

La gran protesta social que emergió en Brasil en junio de 2013 es un suceso de gran significación para la lucha de ideas que vivimos en América Latina. Es también importante para crear un nuevo espacio político para la izquierda latinoamericana, sin las limitaciones que marcó su evolución reciente, libre de la fuerte influencia desarrollista que incorporó en la lucha de las décadas de 1980 y 1990, en contra del “neoliberalismo”. La mayor parte de los intelectuales neodesarrollistas se mostró tan sorprendida como también el gobierno del país que era hasta hace pocas semanas considerado un modelo a seguir, incluso para países periféricos de Europa. En este caso, como suele suceder, la sorpresa es hija de la apología. Es necesario afirmar que si bien la derecha tradicional —representada por Fernando Henrique Cardoso— y las fuerzas populares que apoyan el gobierno de Dilma Rousseff —representados por Luiz Inácio Lula da Silva— no terminan de entender la grave crisis que se ha abierto, es importante reconocer que la izquierda radical tampoco estaba preparada para intervenir en este fértil momento histórico para el país. Parte considerable de esta vacilación se debe al hecho de que se trata de una izquierda que abandonó por demasiado tiempo la mejor tradición teórica que se produjo en el continente, es decir, /a teoría marxista de la dependencia.

En este breve artículo analizamos de forma somera la evolución reciente de Brasil, el país de mayor desarrollo capitalista relativo en América Latina y que según la opinión dominante camina para ser la sexta economía del planeta medida por el producto interno bruto (PIB). El hecho de que la supuesta “gran transformación” ocurre cuando una fuerza política de origen en la izquierda del país conduce este proceso, hizo pensar a muchos analistas que finalmente el viejo desarrollismo habría encontrado las condiciones históricas concretas necesarias para revelar sus virtudes, razón por la cual vimos nacer en nuestros países el llamado “neodesarrollismo”, una especie de versión moderna del programa cepalino tradicional. Estas son las razones que nos llevan a revisar la experiencia reciente brasileña, especialmente importante después que miles de estudiantes y trabajadores realizan manifestaciones callejeras constantes y frente a las cuales la Presidencia y los poderes constituidos no encuentran todavía una respuesta satisfactoria, mientras la crisis se agudiza.

Lula, aparentemente, logró tal consenso que era considerado a un mismo tiempo ejemplo para la izquierda latinoamericana y para la burguesía de la región. Hace algunos meses fue la principal figura en el evento anual de los empresarios argentinos que se reúnen en torno del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA). No mucho tiempo después fue invitado de honor del presidente de México, Enrique Peña Nieto, para lanzar nada menos que en Chiapas, el “Programa hambre cero”, en el marco de la “Cruzada contra el hambre”. El ex presidente brasileño fue también panelista en la Conferencia del Sindicato de los Trabajadores de la Industria Automovilística y Aeroespacial de Estados Unidos, y no pocos gobiernos lo querían para dirigir la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur). En fin, un raro caso de consenso global tratándose de un ex líder obrero.

¿Qué hechos produjeron este casi increíble consenso? La respuesta, se solía decir, era resultado de una poderosa alianza de clase que permitía elevadas ganancias para los capitalistas y un fuerte programa de “inclusión social” para los de abajo. Según el relato dominante, Lula se apoyó en el fortalecimiento del mercado interno; fue sabio en mantener la estabilidad de la moneda creada por Fernando Henrique Cardoso (Plan Real); logró tasas elevadas de crecimiento del PIB; combinaba responsabilidad fiscal con una fuerte operación del Estado, además de apoyar con el Bando Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) las empresas brasileñas en su expansión mundial (especialmente en América Latina). El resultado no sólo fueron ocho años de estabilidad y paz social, sino que permitió que la línea política conducida por Lula lograra elegir a su sucesora, la presidenta Dilma Rousseff.

En resumen, los neodesarrollistas tenían un modelo para exhibir al mundo, especialmente en América Latina. El consenso era tal que hasta los ultraneoliberales —como el caso de Gustavo Franco en Brasil— asumieron sin ruborizarse que también ellos eran desarrollistas y que las divergencias partidistas no deberían impedir el reconocimiento de que hay conquistas que están más allá de la izquierda y la derecha.

Las bases económicas del éxito en Brasil

El Plan Real tenía premisas muy claras. Era básicamente resultado de un programa de ajuste estructural ultraortodoxo. La estabilidad de la moneda se logró en junio de 1994 a partir de elevadas tasas de interés —alcanzaron inicialmente 49.9%— que se mantuvieron altas durante todos estos años. De hecho Brasil fue el país con la más elevada tasa de interés del mundo durante los últimos años. La sobrevaluación de la moneda nacional (Real) frente al dólar no fue solamente un instrumento para lograr la estabilidad monetaria, sino que se mantuvo como una tendencia permanente. Además, todo el periodo está marcado por un sobreendeudamiento estatal sin precedentes en la historia del país, especialmente de la deuda interna. La expansión de la agricultura de exportación y el refuerzo del latifundio fueron también pilares del “modelo”, con tal fuerza que la reforma agraria fue completamente olvidada bajo el gobierno de Lula y todavía más en lo que va del de Rousseff.

Las medidas económicas expresaban un pacto de clase que pretendía larga hegemonía burguesa en Brasil. Las fracciones del capital —el productivo (nacional y extranjero), el financiero, el agrario y comercial— garantizaban no sólo el apoyo al gobierno sino que lograron incorporar una parte importante de los trabajadores mejor organizados en el país a partir de los poderosos fondos de pensión que, a lo sumo, representaban poco más de 3 millones de trabajadores. Después de las privatizaciones, estos fondos de pensión tenían capacidad para apoyar la inversión y entraron, por vez primera, en la esfera de la especulación con la deuda pública. Es cierto que no podían representar la totalidad de los trabajadores —la población económicamente activa en Brasil alcanza poco más de 100 millones— pero tenían fuerte influencia en las decisiones de la política económica y estrecha relación con los principales líderes del Partido de los Trabajadores (PT).

No obstante el optimismo de la última década, el pacto era, como afirmamos en otros ensayos, imposible de mantenerse sin fracturas. La tasa de interés permanentemente elevada produjo efectos inmediatos en las finanzas públicas. La deuda interna se elevó de los 64 mil millones en junio de 1994, a 740 mil millones cuando Fernando Henrique Cardoso terminó su segundo gobierno (1994-2002). Lula no sólo no interrumpió el proceso sino que dobló la apuesta: cuando el líder del PT termina su segundo mandato (2002-2010) la deuda interna alcanzó la cifra de 1 trillón y 500 mil millones de reales. La dinámica del endeudamiento se acentuó con la presidenta Dilma Rousseff, pues la deuda pública es en la actualidad ligeramente superior a los 3 trillones de reales. Las consecuencias de este superendeudamiento estatal todavía no cobran su precio plenamente, pero es indudable que en breve la burguesía aplicará una política de ajuste tradicional para recuperar la “salud financiera del Estado”. En este contexto, los programas sociales del gobierno —que según Lula sacaran a 40 millones de brasileños de la miseria y lanzaron otros 30 millones a la clase media— no podrían ser sino muy modestos, más allá del número de personas contempladas. La razón es sencilla: según información reciente, para 2012 el gobierno de Dilma Rousseff destinó 47.19% del presupuesto para el pago de la deuda, mientras que en 2011 había destinado 45.05%. Además, como indicó Marx, el supuesto de tal deuda no puede ser sino la drástica elevación de los impuestos que en 1993 representaban 25.72% del PIB —un año antes del inicio del Plan Real— y alcanzaron el 36.45% en 2002. Siguen desde entonces en ese nivel y más allá del griterío de las distintas fracciones de la burguesía, es imposible una disminución de los impuestos en las condiciones actuales.

Además del gravísimo tema de la deuda pública, una vez superada la fase de los elevados precios de los minerales en el mercado mundial, aliada con el mantenimiento de un tipo de cambio sobrevaluado en el país, los mega superávits comerciales que habían alcanzado en 2006 el monto de 46.5 mil millones de dólares en el gobierno de Lula mermaron rápidamente. De hecho, después del impacto de la crisis mundial del 2007/2008, el comercio exterior brasileño no dio muestras de recuperación. En perspectiva es fácil observar que bajo condiciones de sobrevaluación de la moneda, el superávit comercial era muy modesto (13.196 mil millones), pero la gran devaluación llevada a cabo por Cardoso pronto reveló su fuerza, y en los años siguientes Lula se benefició en gran medida de aquel terrible golpe sobre los salarios promocionado por su antecesor. Al contrario del discurso de Lula que afirmaba la existencia de una “herencia maldita”, la devaluación de Cardoso permitió a Lula los superávits comerciales que luego coincidieron con el auge de los precios de las materias primas y productos agrícolas, y el país exhibía así importantes superávits comerciales, suficientemente grandes para realizar la política social que apuntalaría sucesivas victorias electorales.

Así, el superávit comercial subió en el 2003 (24.8), 2004, (33.8), 2005 (44.9), 2006 (46.5) y, desatada la crisis mundial, comenzó a bajar de manera sostenida: 2007 (40.3), 2008 (24.9), 2009 (25.2), 2010 (20.1). En 2011 volvió a subir (29.7), pero en el contexto de una importante devaluación de los precios de las materias primas en el mercado mundial y frente a la imposibilidad de realizar una nueva devaluación, en función de la prioridad por el control de la inflación, dicho superávit no podrá alcanzar los montos del pasado. En este año (2013) la previsión es que no superará los 12 mil millones de dólares, cifra que exige del gobierno la profundización de la dependencia en relación con los capitales extranjeros para asegurar una modalidad perversa de equilibrio de la balanza de pagos. China es actualmente el principal importador de Brasil, superando con creces a Estados Unidos: mientras en 2012 el país asiático importó 41.2 mil millones de dólares de Brasil, Estados Unidos lo hizo por apenas 26.8 mil millones de dólares, seguido muy de cerca por Argentina con 18 mil millones de dólares.

La tendencia a la sobrevaluación de la moneda implicó una importante transformación en la burguesía industrial. Mientras los neodesarrollistas denuncian el proceso de “desindustrialización” y exigen en cambio medidas fiscales compensatorias para mitigar los efectos de la competencia con el capital extranjero, el sector de máquinas y equipos —decididamente la fracción más importante de la burguesía industrial— aprovecha la fuerza de la moneda nacional para importar en grandes cantidades máquinas y equipos de China, comercio que crece 10% al año. Así combinan elevación de la productividad del trabajo con extranjerización de la economía nacional, fortalecimiento del capital multinacional y ampliación de la dependencia tecnológica, que más que una brecha se volvió un verdadero abismo tecnológico. En resumen, esta reconfiguración de la burguesía industrial revela una vez más el carácter rapaz de aquella fracción de clase y una fuerte tendencia a la “burguesía compradora”. Según el Instituto de Estudios de Desarrollo Industrial (IEDI) —importante órgano de la burguesía industrial— el déficit de la balanza comercial para el sector en 2012 (50.06 mil millones de dólares) fue aún más elevado que en 2011 (48.7 mil millones de dólares). Hace diez años, revela el estudio, el superávit brasileño era de 7 mil millones de dólares en este renglón. Los sectores responsables por este radical cambio son los equipos eléctricos y mecánicos, productos químicos y transporte. La adquisición de máquinas y equipos responde por el 78.1% de la innovación de las empresas, mientras para investigación y desarrollo (I&D) sólo el 15%. Es importante no perder de vista que la tasa de inversión en el sector no supera el 19% en las dos últimas décadas.

No hay que olvidar tampoco un asunto decisivo en el momento actual. La tasa de interés permanentemente elevada en el país produjo un importante proceso de endeudamiento privado externo. Los capitales nacionales y extranjeros contratan préstamos internacionales a bajo costo con los bancos internacionales y lo emplean en el país en títulos de la deuda pública a tasas elevadas, con lo cual ganan miles de millones sin realizar ningún esfuerzo productivo. En efecto, ésta es la más importante fuente de la “república rentista” que los liberales denuncian todos los días, sin mencionar el estratégico tema del endeudamiento público. Una contradicción inmanente de este movimiento se debe al hecho de que las empresas contratan deudas con una moneda sobrevaluada, que al menor movimiento de devaluación ello implica golpes a su capacidad de pago, aunque puedan mejorar su capacidad exportadora, es obvio que los programas en infraestructura urbana —como el transporte colectivo, por ejemplo— más allá de ser carísimo, es también muy malo. Asimismo, las inversiones en salud y educación no pueden atender a una demanda creciente. Este pacto de clase se había agotado cuando Fernando Henrique Cardoso dejó la presidencia. Pero el pacto fue renovado en términos de legitimidad política cuando Lula da Silva, en vez de romper con esta dinámica, decidió prolongar su existencia. La explosión hubiera podido ocurrir antes si el país no se hubiese beneficiado de la elevación de los precios de las mercancías exportadas —básicamente productos agrícolas y mineros— pero se volvió inevitable cuando esos precios comenzaron a caer de manera sostenida en los últimos dos años. Por estos motivos las inversiones más importantes del gobierno no se refieren a infraestructura urbana destinada al consumo de masa, sino a la infraestructura de puertos y carreteras destinadas a fomentar una economía exportadora que implicó incluso un importante proceso de privatización de los principales puertos en el país.

Es en este contexto que también desaparece el mito del mercado interno pujante argüido por los neodesarrollistas, pues aunque es verdad que en muchas negociaciones entre el capital y el trabajo este último logró reajustes superiores a la productividad en algunas categorías, también es cierto que la situación de la fuerza de trabajo en el país no cambió significativamente: todavía 76% de la población económicamente activa sólo percibe hasta 3 salarios mínimos, el equivalente a 2 mil 34 reales. Según los datos del Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socio-Económicos (DIEESE), importante órgano de asesoría a los sindicatos, el salario mínimo necesario para un trabajador debiera alcanzar los 2 873.56 reales, es decir, un valor muy superior al que recibe la inmensa mayoría de la fuerza de trabajo en el país, hecho que sugiere un patrón de reproducción bastante regresivo.

En el marco de esta importante transformación de la burguesía brasileña, especialmente de su fracción industrial, verificamos también índices de crecimiento bastante modestos en los dos últimos años. En 2011 la tasa de crecimiento del PIB fue de 2.7% pero todavía más grave es su composición, pues la agropecuaria creció 3.9%, los servicios 2.7%, y la industria solamente 1.6%. En 2012, la tasa de crecimiento fue aún más baja y no pasó del 0.9% en un contexto de crecimiento apenas de los servicios (1.7%), mientras que la agricultura bajó a 2.3% y la industria disminuyó al 0.8%. Fue demasiado cómodo para los defensores del neodesarrollismo afirmar durante largo años que el país “volvió a crecer”, pues el gobierno de Cardoso logró tasas de crecimiento realmente muy bajas. Pero acá vale recordar a Marx para quien es “realmente muy cómodo ser liberal a costa de la Edad Media”. Es decir, las tasas de crecimiento —un indicador muy importante para el programa desarrollista— jamás fueron exuberantes y menos todavía cuando se las compara con los niveles chinos que dictan las reglas en escala global. En 2006, por ejemplo, año del más elevado superávit comercial, el crecimiento del producto fue de un modesto 2.9% y su composición tampoco fue muy alentadora, pues el sector agropecuario creció 3.2% y los servicios 2.4%, mientras que la industria lo hizo al 3%. En general se puede observar la enorme contribución de la agricultura en las tasas de crecimiento del producto y la débil participación de la industria. Además, la metodología del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) incluye en la producción industrial a la minería, razón por la cual sobreestima el índice; en definitiva, lo fundamental en economía política —lo sabemos desde Adam Smith— es la profundización de la división social del trabajo y, en consecuencia, el dato fundamental es la “industria de transformación” que en todos estos años ha tenido un desempeño muy bajo, como en 2005, cuando no superó el 1.3 por ciento.

Como señalé en otro ensayo, es posible que:

[…] el ejemplo más ilustrativo de la regresión industrial en el país puede ser observado en la exportación de aviones por la ex empresa estatal EMBRAER. Los apologistas del “modelo brasileño” no se cansan de decir que se trata de una empresa multinacional brasileña, con fábricas en Estados Unidos, Europa y China, y oficinas de mantenimiento en los cinco continentes. Los números son de hecho considerables, pues si en 2011 la empresa exportó 3 mil 924 millones de dólares, en 2012 la cifra subió todavía más, alcanzando 4 mil 746 millones de dólares. No obstante, los defensores del “modelo” brasileño exitoso olvidan informar que más del 90% de las piezas utilizadas en el avión “brasileño” son importadas.

Entonces ¿cómo explicar la menor tasa de desempleo (5.7%) en muchas décadas? Es indudable que más allá del bajo crecimiento industrial, la intervención estatal parasitaria logró resultados importantes. El superendeudamiento estatal no es en Brasil una “virtud” exclusivamente del Estado nacional, sino que alcanza también los estados y los grandes municipios del país. No puede existir duda que el nivel de endeudamiento público es responsable de la demanda de empleo —especialmente fuerte en función del apoyo a obras de infraestructura que generan muchos empleos en la construcción civil— mientras que la ampliación del crédito hacia los funcionarios públicos permitió otro tanto en la esfera del consumo, aunque con límites muy evidentes si consideramos que los salarios no superan los niveles de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo. Además, el apoyo del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) a los grandes grupos de la minería y también en alguna medida a los industriales (textil, alimentos, bebidas, etcétera) —más allá de las constructoras— ayudaran no solamente a fomentar el “mercado interno”, sino que también a consumir el excedente en ramas de baja productividad. Así se puede mantener el nivel de empleo por determinado periodo, pero será igualmente inevitable la elevación del desempleo en la crisis que se avecina.

Además, en la medida en que la tasa de desempleo cayó, la presión sobre la elevación de los salarios se hizo sentir plenamente. Desde ahí se puede comprender porqué en 2012 las huelgas volvieron a resurgir con fuerza en el país, en donde supuestamente emergió una pujante clase media, como afirman los optimistas desarrollistas. En efecto, mientras el número de huelgas en 2008 alcanzó 411 —cifra modesta para una situación de bajos salarios— en 2009 se elevaron a 518. En 2010 las huelgas no superan las 446, pero en 2011 volvieron a subir con fuerza (554) para finalmente alcanzar 873 en 2012, un año de intensa actividad sindical, muy similar a los números del gobierno de Cardoso, conocido por su hostilidad hacia los trabajadores. No hay que subestimar los números, pues el activismo sindical en defensa del poder de compra del salario se produce cuando las seis centrales sindicales —y especialmente la Central Única de Trabajadores (CUT)— están completamente alineadas con el gobierno. No hay dudas de que la luna de miel entre los trabajadores y el gobierno ha terminado y nuevas posibilidades para el sindicalismo de combate han emergido de la crisis actual.

En resumen, la política económica de los gobierno de Lula y hoy de Dilma Rousseff expresan las contradicciones profundas del capitalismo dependiente de mayor desarrollo relativo en América Latina. El auge del proceso de crecimiento coincide con la elevación de los precios de productos agrícolas y mineros en el mercado mundial, lo que permitió un aumento significativo del excedente en manos de la burguesía y del Estado. No obstante, cuando los precios de los productos minerales empezaron a caer y los productos agrícolas ya no se elevaron en el mismo ritmo —e incluso enseñan una tendencia ligera a la baja— no existen condiciones para mantener el mismo ritmo que produjo el optimismo burgués que llevó a Lula a la condición de un político de consenso mundial. Además, con las últimas decisiones del gobierno de Estados Unidos, de recuperar la capacidad de hacer política monetaria en la dirección de contener la fase de crédito barato hacia la periferia capitalista, no hay dudas de que el libre curso del endeudamiento estatal interno que permitió mantener inversiones públicas y apoyar la inversión privada por medio de medidas fiscales encuentra ahora poderosos obstáculos, razón por la cual muy posiblemente el país entrará en un nuevo ciclo de endeudamiento externo, sucesivas devaluaciones del real y enormes dificultades para mantener la estabilidad monetaria.

Vigencia de la teoría marxista de la dependencia

Expresión de un programa de investigación inconcluso, la teoría marxista de la dependencia representó la crítica más radical y fecunda a la teoría del desarrollo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). El desarrollismo, más allá de expresión ideológica de los intereses burgueses en América Latina, representó también el auge de la consciencia de clase de una burguesía dependiente, que el inolvidable André Gunder Frank no vaciló en llamar con gran dosis de razón de “lumpem-burguesía”. Más allá de la fuerza de la metáfora y de la imposibilidad de homogenizar el desarrollo capitalista en escala mundial, es un hecho que la clase responsable por llevar a cabo el programa desarrollista fue y sigue siendo débil para realizar la promesa burguesa en la periferia capitalista.

Hay, además, un nuevo escenario latinoamericano que abrió un espacio político inédito para el desarrollo de la teoría marxista de la dependencia. Es indudable que amplios sectores toman conciencia de los límites del capitalismo latinoamericano, fenómeno que muchos autores denominan “crisis del neoliberalismo”. Fue precisamente el avance de la conciencia de amplios sectores sociales de estos límites, aliado al mayor nivel de organización y reivindicación, la razón decisiva para la emergencia de gobiernos de orientación popular, con programas más o menos consecuentes, que todavía dominan la vida política de nuestro continente. No obstante, es igualmente importante observar que el programa neodesarrollista que orienta a dichos gobiernos, también empezó a revelar sus límites y la reciente explosión de la ira popular en Brasil es un ejemplo contundente del futuro próximo para todos los países latinoamericanos.

El desarrollismo gozó de gran apoyo popular en la década de 1950 y parte de la de 1960, pero fue incapaz de dar respuestas a las exigencias de su propia evolución: la plena distribución del ingreso, la democratización de la propiedad —especialmente importante en la reforma agraria— mayor grado de autonomía nacional, control creciente de la cadena productiva de valor en el país y fortalecimiento de la democracia como sistema político, entre otros. Así, precisamente cuando más se acercó a su ideal, cuando más parecía apto a realizar su promesa, las políticas desarrollistas fueron superadas por el terrorismo de Estado en la mayor parte de los países latinoamericanos y desplazados por la vieja y conocida dominación imperialista abierta. Parte de su crisis se debe precisamente a la aparición de la crítica marxista a los postulados del estructuralismo cepalino y los requerimientos de la teoría marxista de la dependencia, desafío lanzado de manera original por Ruy Mauro Marini en Dialéctica de la dependencia, un ensayo de interpretación marxista sobre el funcionamiento del capitalismo dependiente que constituye un programa de investigación inconcluso, por lo tanto, un programa que sigue abierto en el campo de las ciencias sociales latinoamericanas.

La emergencia del nacionalismo revolucionario en América Latina —especialmente importante en el caso de la Revolución democrática bolivariana en Venezuela, pero también en Ecuador y Bolivia— actualizó la vigencia de los postulados centrales de una teorización destinada a enfrentar con radicalidad la dura realidad de la dependencia y el subdesarrollo. En la misma línea, gobiernos de origen o vocación popular, relativamente comprometidos con la mejora de vida y trabajo de millones de latinoamericanos surgieron y terminan por enredarse en los mismos dramas del pasado, en las mismas trampas del viejo desarrollismo. En este contexto, es necesario reconocer que aun la Revolución democrática bolivariana perdió sus fuerzas originarias y en el futuro inmediato quizás tengamos un gobierno bolivariano, pero ya no más una Revolución bolivariana. La incapacidad de romper con la economía rentista en Venezuela ya no puede ser considerada un producto de la real y permanente acción imperialista en contra del proceso revolucionario; no es más posible ocultar las dificultades inherentes a la superación de la dependencia bajo las condiciones del rentismo petrolero y los límites del bloque popular en el poder. Las expropiaciones realizadas por el gobierno del presidente Hugo Chávez y aun el decisivo control sobre las divisas originadas por las exportaciones petroleras son condiciones necesarias para enfrentar las fuertes amarras de la dependencia, pero son notoriamente insuficientes. La construcción del socialismo —única vía de superación de la dependencia— es un desafío abierto en todo el continente. En la situación concreta de Venezuela, la estatización y el control de las divisas no impidieron una extraordinaria fuga de capitales que se realiza sin cesar desde 2007, y que representa de hecho la fuerza de una fracción financiera parasitaria con gran influencia en el gobierno.

Además, el otro país importante en América Latina —México— firmó un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá en 1994, hecho que lo volcó de manera definitiva hacia la dinámica de la acumulación en Estados Unidos. La burguesía mexicana renunció no solamente a cualquiera que fuera la modalidad ilusoria de “desarrollo autónomo”, sino que se sumó sin ceremonias a la condición de un país que renuncia a su soberanía en asuntos decisivos para un Estado nacional moderno. No obstante, el resultado económico, político y social es catastrófico para las mayorías en función de la elevación de la pobreza, de la grave crisis social y la dependencia económico-financiera sin precedentes. Este proceso enseña hacia amplios sectores sociales que la integración de un país dependiente con un país imperialista no implica una mejoría de cualquiera de los aspectos fundamentales de la vida de una nación, sino su agravamiento radical.

Finalmente, la reciente crisis brasileña, enseña que todas las modalidades de administración de la crisis y también los intentos de superación de los problemas clásicos inherentes al subdesarrollo y la dependencia en el marco del orden burgués fallaron. Enseña también que la clase obrera garantiza larga vida a la clase dominante cuando elude el enfrentamiento con los problemas estructurales de toda economía dependiente.

Las nuevas fuerzas sociales que emergen en este escenario de conflicto no podían haber olvidado los límites de la antigua promesa burguesa, es decir, la posibilidad de lograr la superación de la miseria, del rezago tecnoproductivo, superación del horizonte liberal de democracia en el marco del sistema capitalista. La herencia teórica de los intensos debates acerca de la dependencia y el subdesarrollo, especialmente la crítica marxista a la dependencia, poseen ahora una nueva posibilidad histórica para avanzar hacia la plena constitución de la teoría marxista de la dependencia, desafío lanzado hace 40 años por Ruy Mauro Marini en su clásico Dialéctica de ¿a dependencia. De hecho, el mantener la sobrexplotación de la fuerza de trabajo como rasgo esencial del “desarrollo del subdesarrollo” y la monumental transferencia de valor de la periferia latinoamericana hacia los países metropolitanos, por fuerza del pago permanente del servicio de la deuda externa y otros medios tradicionales, revelan que la consciencia crítica de nuestro continente debe asumir plenamente la tarea de llevar aquel desafío hasta sus últimas consecuencias. Además, los intentos recientes de integración regional que tienen en el Mercado Común del Sur (Mercosur) su más avanzada experiencia, revelan también que la dependencia es un obstáculo insuperable en el marco del capitalismo dependiente para la plena constitución de la Patria Grande, condición indispensable para una segunda y definitiva emancipación de América Latina. El agotamiento político precoz del neodesarrollismo —particularmente evidente en Brasil y Argentina— y las ambigüedades del nacionalismo revolucionario —en Venezuela— enseñan que sin la ruptura con el estatuto de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo y el control pleno del excedente por parte de los Estados nacionales latinoamericanos, todo proceso de transformación social llevado a cabo por gobiernos de orientación popular será vano.

El capitalismo dependiente —este engendro monstruoso creado por la evolución histórica del capitalismo global— no es un adversario fácil. Pero en el marco de una grave crisis mundial y el papel reservado para la periferia en el mundo contemporáneo, no puede haber duda de que crecerá el radicalismo político entre los sectores más conscientes de las clases subalternas. Este radicalismo político tiene en la teoría marxista de la dependencia la mejor herencia teórica que produjeron las ciencias sociales en América Latina y las vanguardias políticas en décadas pasadas. Avanzar hacia su plena constitución, tal como señaló Ruy Mauro Marini hace más de cuatro décadas, es una grandiosa tarea teórica y práctica, imprescindible en momentos como los que vivimos.

Bibliografía

Filgueiras, Luiz, Historia do Plano Real, Boitempo Editorial, São Paulo, 2000. [ Links ]

Franco, Gustavo, O Plano Real e outros ensaios, Francisco Alves Editores, Río de Janeiro, 1995. [ Links ]

Gonçalves, Reinaldo y Luiz Filgueiras, A economia política do governo Lula, Editora Contraponto, Río de Janeiro, 2010. [ Links ]

Marini, Ruy Mauro, Dialética da dependência, Editora Vozes, Petrópolis, 2001. [ Links ]

Ouriques, Nildo, “Desarrollismo y dependencia en Brasil”, en Pueblos, revista de información y debate, España, Junio/2012. [ Links ]

—————, “De renuncias e tradições. A propósito de Maria da Conceição Tavares”, en Revista da Sociedade Brasileira de Economia Política (SEP), São Paulo, 2010. [ Links ]

—————, “Plano real: estabilidade monetária e estratégia recolonizadora”, en A crise brasileira e o governo FHC, Editora Xamã, São Paulo, 1997. [ Links ]

—————, “A sedução revolucionária e o Plano Real”, en W. Rampinelli y N. Ouriques (org.), No fio da navalha. Crítica das reformas neoliberais de FHC, s.f. [ Links ]

Evolución y crisis de la fracción agraria de la burguesía salvadoreña

Evolución y crisis de la fracción agraria de la burguesía salvadoreña Roberto Pineda San Salvador, 6 de julio de 2015

El pasado 3 de junio sucedió en El Salvador un hecho insólito. Las autoridades policiales se negaron a obedecer la orden de un juez de proceder al desalojo de 80 familias que residen en la Finca El Espino, de Antiguo Cuscatlán, a 8 kilómetros al poniente de esta capital. El juez actuaba a nombre de la poderosa familia oligárquica Dueñas, de los biznietos del mismísimo patriarca y ex presidente Francisco Dueñas.

Por primera vez en la historia el Estado no obedecía a los cafetaleros. Incluso el mismo Gobierno se disculpó y ofreció ayuda a estas familias. Y para terminar de rematar, el 7 de junio, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia prohibía el desalojo. ¿Qué pasa en nuestro campo? A continuación exploramos la evolución de la fracción agraria de la burguesía salvadoreña.
Antecedentes

A principios de la década del 80 del siglo XIX es desplazada la oligarquía terrateniente añilera mediante una profunda reforma agraria burguesa (abolición de la propiedad comunal y ejidataria) que es la partida de nacimiento de la oligarquía agro-exportadora, o fracción agraria de la burguesía; cien años después, a principios de la década del ochenta del siglo XX es desplazada esta oligarquía agro-exportadora a través de una segunda reforma agraria burguesa (abolición de los latifundios) que es la partida de defunción de esa misma oligarquía. De sus carbonizados restos surge una poderosa oligarquía financiera que posteriormente en la primera década del siglo XXI es voluntariamente devorada por el gran capital transnacional estadounidense, europeo y colombiano. ¿Qué pasará en el 2080?

En 1932 los campesinos se enfrentaron militarmente a los cafetaleros y la oligarquía agro-exportadora se vio obligada ante el peligro de revolución a abandonar el poder político y cedérselo a los militares para poder así conservar el poder económico. En 1992 luego de doce años de guerra, esta misma oligarquía agro-exportadora, ya fuera del poder tanto político como económico, se une a sus antiguos enemigos, las organizaciones campesinas, y marcha en las calles para exigir a la Asamblea Legislativa se les perdone la deuda agraria adquiridas en los años del conflicto armado. Las vueltas que da la vida. ¿Qué pasará en el 2032?

Las Reformas Liberales del siglo XIX

La reforma agraria de 1881-1882 despojó a las comunidades indígenas y campesinas ejidatarias de la tierra, lo que modificó profundamente a la sociedad de esa época, iniciando un periodo primario de acumulación capitalista del que surge tanto una nueva elite de cultivadores, procesadores y exportadores de café así como un nuevo proletariado agrícola, que vende su fuerza de trabajo en las fincas del “grano de oro.”

Alrededor de la explotación campesina del aromático café se desarrolla la vida del país, se edifican las mansiones de las míticas catorce familias, y hasta se crean ciudades como Sonsonate y Santa Tecla, se amplía el puerto de Acajutla, así como surgen los ferrocarriles y el telégrafo, se forma la UES y se crea también la fuerza represiva del estado, la temida Guardia Nacional.
La amenaza del 32
En este año crucial, 1932, las comunidades indígenas campesinas del occidente del país, que habían sido despojadas de sus tierras cuarenta años antes, se levantan en armas contra los finqueros, atendiendo al llamado del recién creado Partido Comunista, y toman varias poblaciones, donde izan la bandera roja, pero pronto sucumben ante el poder de fuego de las “tartamudas” ametralladoras gubernamentales.
Y como simbólico botín de guerra para los vencedores de esta “amenaza comunista” los indígenas son despojados de sus vestimentas y de su idioma. Las derrotas se pagan caras, ya que en el siglo XVI otros vencedores llegados del otro lado del océano les habían arrebatado las imágenes de sus dioses y sus formas de gobierno.
Estudios sobre la oligarquía agro-exportadora
El estudio de la génesis y evolución de la oligarquía agro-exportadora ha llenado muchas páginas. En 1968 Everett Wilson nos presenta un listado de 66 familias oligárquicas del año 1920. Entre estas menciona a la familia Regalado (Concha Viuda de); Guirola (Ángel); Llach (Prudencio); Hill (James) y Dueñas (Miguel).
En 1969 Robert Aubey identifica tres agrupamientos en el seno de la oligarquía salvadoreña: los productores (Alvarez, Battle, Dueñas, Escalón, Guirola, Magaña, Mathies, Meza Ayau, Quiñonez, Regalado). Aquellos con “intereses extensivos de capital”: ( Deininger, De Sola, Hill, Wright) y el predominantemente sector comercial (Batarse, Bernheim, Borgonovo, Frenkel, Freund, Gadala, Goldtree Liebes, Hasbun, Nasser, Poma, Safie, Schwartz, Simán, Sol Millet, Zablah).
En un estudio realizado por Eduardo Colindres en 1976 sobre tenencia de la tierra en El Salvador, este se atreve a identificar a los hasta entonces misteriosos apellidos de las poderosas “14 familias” de la oligarquía: los Dueñas, Regalado, Hill, Meza Ayau, De Sola, Guirola, Álvarez, Meléndez, Menéndez Castro, Deininger, Quiñonez, García Prieto, Vilanova, y Sol Millet. Asimismo en este estudio se desagregan de acuerdo a sus principales intereses.
Plantea Colindres que en el caso de Productos de Agro-Exportación para el periodo 1970-1971 sobresalen cinco familias: los Regalado, los Guirola, los Llach-Schonenberg, los Hill-Llach Hill y los Dueñas. Como grandes exportadores de café para el año 1974: los De Sola, Compañía Salvadoreña de Café (estatal) Liebes, Daglio y Prieto; en el caso de familias terratenientes de la zona occidental del país se mencionan como las cinco principales: Magaña, Guirola, Salaverría, Bustamante y Regalado Dueñas.
En un estudio realizado en 1999-2000 Carlos Paniagua plantea la existencia de un bloque empresarial hegemónico, integrado por la combinación de relaciones matrimoniales y alianzas empresariales. Identifica a siete bancos que aglutinan a diversos núcleos familiares empresariales. En tres de estos bancos, Agrícola Comercial, Cuscatlán y Scotiabank se encuentran intereses vinculados a los principales cultivadores y exportadores de café.
1. Cuadro histórico comparativo de familias oligárquicas
Autores/Rublos/ Periodos
Wilson E., Productores- Exportadores
1920 Regalado (Concha V. de)
(Café y Azúcar) Guirola (Ángel)
(Productor Procesador Exportador y Banquero Llach (Prudencio)
(cafetalero)
Hill (James) Dueñas (Miguel)
(cafetalero y exportador)
Colindres, Agro-exportación 1970-1971 Regalado
85 mil qq de café Guirola
72 mil qq de café Llach-Schonenberg
50 mil qq de café Hill-Llach Hill
49 mil qq de café Dueñas
46 mil qq de café
Colindres, Exportadores de café 1974 De Sola
14% del total de ventas Compañía Salv. de Café
8.16% del total de ventas Liebes
7.03% del total de ventas Daglio
6.66% del total de ventas Prieto (en la actualidad Grupo Prieto)
5.92% del total de ventas
Colindres, Terratenientes 1971 Magaña 13,778.1 Hectáreas Guirola 13,682.6 Hectáreas Salaverría 7,808 Hectáreas Bustamante 6,816.8 Hectáreas Regalado Dueñas 6,424.7 Hectáreas
Paniagua, Empresarios 1999
Datos de 1994 UNEX (Unión de Exportadores)
25.34% del total de ventas
Banco Agrícola Comercial (Kriete y Meza) Banco Cuscatlán (Cristiani, de Sola)* COEX (Comercial Exportadora)
17.43% del total de ventas
(Juan Antonio Belismelis Vides)
Ing. José Antonio Salaverría (Borja) y Cía. (presidente del COENA en 2003)
16.29% del total de ventas**
Prieto S.A. 14.33% del total de ventas
(Luego se integra a Cafetalera del Pacífico) Daglio y Cía. 12.82% del total de ventas
Consejo Salvadoreño del Café, 2013)* **
Empresarios
Datos del 2012-2013 UNEX (1992)
Fue la única compañía que exportó 200,000qq o más (primera categoría) COEX (1975)
Exportó en la categoría de 100,000 a 200,00qq
(En la cosecha 2010-2011 estuvo en la primera categoría)
El actual CEO es Luis Eduardo Duarte Herrera Ibero El Salvador
(Propiedad del consorcio alemán Neumann Kaffee Gruppe) Exportó en la categoría de 100,000 a 200,00qq (En la cosecha 2010-2011 estuvo en la primera categoría) Cafetalera del Pacífico
(formada por Prieto S.A., Borgonovo Pohl S.A., J.J. Borja Nathan, S. A., y J. Hill y Cia S.A, desde 2007 en alianza estratégica con el consorcio suizo ECOM)****
J. Hill y Cía.
(forma parte de Cafetalera del Pacífico)
Exportó en la categoría de 50,000 a 100,00 qq (en esta tercera categoría del 2009 al 2013)

*Desde 1997 en alianza estratégica con la el consorcio japonés Itochu. En 1999 el presidente de UNEX era Ricardo Kriete Avila, asimismo ha participado en su dirección Diego de Sola)
**En la cosecha 2012-2013 JASAL aparece en la cuarta categoría (de 20,000qq a 50,000qq)
***Un dato interesante es que en la cuarta categoría de exportadores de café, que va de 50,000 qq a 20,000qq aparece en la cosecha 2009-2010 Alba Petróleos de El Salvador

  • Exportó en la categoría de 100,000 a 200,00 qq (En la cosecha 2010-2011 estuvo en la primera categoría)

La Reforma Agraria Contrainsurgente de 1980
El golpe de estado del 15 de octubre de 1979 tuvo como uno de sus escenarios principales la extrema situación agraria en la que “menos del 1% de los propietarios agrícolas controlaba el 40% de la tierra y el 2% de la población controlaba el 60% de la tierra en la forma de plantaciones superiores a 100 hectáreas (Mason, 1986). Esa concentración aún era más acentuada en los procesos de comercialización, los cuales –como se ha señalado– por su propia naturaleza aumentan las posibilidades de una excesiva concentración (Sebastián, 1979).” Los datos anteriores son tomados de un estudio realizado por la investigadora Ana Sofía Cardenal en 1996.
Asimismo señala Cardenal en este estudio que “si en 1930, 24 familias controlaban la mayor parte del procesamiento del café, en 1980-81, 15 de las 23 procesaban cuatro quintas partes del café (Paige, 1993). Asimismo, en 1974, los 10 mayores exportadores exportaban el 61,78% del café y los 18 primeros, el 75,85% (Colindres, 1976: 471).”

Y además apunta que “la omnipresencia de la élite económica no se detiene ahí, sino que se extiende también a otra área clave del ciclo agroexportador: la banca. Por ejemplo, hasta 1979, la propiedad de cuatro de los principales bancos del país –el Salvadoreño, de Comercio, Agrícola Comercial y Capitalizador– estuvo ligada directamente a familias agroexportadoras (Guirola, Dueñas, Regalado, Álvarez, Escalante-Arce, Sol Millet, Borja, Natán y Alfaro).”

En este contexto, en marzo de 1980 en el marco de un urgente esfuerzo contrainsurgente, que inicia en octubre del año anterior, al ejército salvadoreño literalmente se le obliga por la Embajada estadounidense, a romper con su papel tradicional de guardián de los intereses de la oligarquía y apoyar con tropa la intervención de aquellas propiedades agrarias que excedieran las 500 hectáreas. Había que arrebatarle a la izquierda la bandera de la reforma agraria. Y que mejor idea que hacerla bajo su control.
En todo el país los terratenientes observaron indignados y furiosos como los soldados campesinos con uniforme penetraban y ocupaban sus haciendas y obligaban a la formación de cooperativas con sus antiguos peones y “colonos.” Hubo algunos que se resistieron pero la mayoría aceptó el pago por su “sacrificio.” Washington decidía sacrificar a sus antiguos aliados a cambio de garantizar que no cayera otro país “en manos del comunismo.” Eran los lejanos tiempos de la Guerra Fría, de Alexander Haig y de Ronald Reagan.
Lo que se llamó “la primera fase” de la reforma agraria afectó a circa 480 propiedades, equivalentes al 15% de la superficie agropecuaria del país. De este 15 % el 14% era de tierras dedicadas al café; 31% al algodón; 24% a la caña de azúcar y más del 60% eran pastos naturales, incluyendo áreas forestales y montañas (Haggarty 1988)
De marzo a junio de ese año “revolucionario” se habían expropiado (y empezado a pagar) 270 haciendas en un área de 214,174.7 hectáreas, dentro de las cuales, 62,143 hectáreas, 32.3%, eran dedicadas a la producción de productos de exportación. El proceso había beneficiado a 32,010 familias, un poco más del 10% de la población rural. (Montes 1980)
Hay que señalar que en esta estrategia estadounidense de “reformas con represión” a la vez que el ejército distribuía tierras a los campesinos desplegaba junto con cuerpos paramilitares (ORDEN) una avalancha de asesinatos que costaron la vida ese año de 1980 de más de 10,000 campesinos, y fue inaugurada esa brutal temporada de cacería con el magnicidio en marzo de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. (Thiesenhusen, 1995).
Regresando a Cardenal, esta sostiene que “la fase I consiguió implementarse en su totalidad, y aunque en ella sólo se concentraba una décima parte del área dedicada a la producción de café, afectó a algunos de los más importantes propietarios y productores de café (Regalado, Dueñas, Guirola, Álvarez, Salvador Mathies, Salaverría, Meza Ayau, Sol Millet y Daglio).”

Y además señala Cardenal que como resultado de estos cambios cuando se crea en 1983 FUSADES (Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social) el sector agro-exportador es marginado ya que entre sus 248 fundadores, solo 11 pertenecen a este antiguo poderoso sector, entre estos De Sola, Hill, Cristiani Burkard y Salaverría. Pero dejan fuera a los Dueñas, Wright, Guirola, Regalado, Magaña, Meléndez y Quiñónez.

Tres historias de la reforma agraria de marzo de 1980

A continuación reseñamos dos historias de esta última reforma agraria, que al final bautizó una guerra que luego de doce años terminó literalmente con la oligarquía agro-exportadora salvadoreña. Y con esta salida del escenario histórico se abrió la puerta para un proceso sostenido de desarrollo democrático, que permitió en 2009 la llegada al gobierno del FMLN. De otra forma esto no hubiera sido posible. Revisamos dos casos paradigmáticos: las haciendas El Espino y San Juan Buenaventura en La Libertad, y La Carrera en Usulután, propiedades respectivamente de tres familias oligárquicas: los Dueñas, los Guirola y los Wright.
La Finca El Espino
El patriarca de la oligarquía, Miguel Francisco Dueñas Díaz, presidente salvadoreño aliado y protegido del dictador guatemalteco Rafael Carrera, se estableció en Santa Tecla a mediados del siglo XIX, en 1865, iniciando una fortuna que iba pasar de generación a generación. Seguramente nunca se imaginó que un siglo después, en el caluroso marzo de 1980 tropas del ejército iban a invadir la propiedad de sus nietos y distribuirla entre 450 familias de colonos. Se trataba de Roberto Dueñas Palomo, hijo de Miguel Dueñas Dárdano, que al casarse con Eugenia Palomo inicia una poderosa alianza matrimonial empresarial.
Pero la historia es ingrata aunque ellos no se dieron por vencidos fácilmente, alegando que había una parte “urbana” que legalmente les pertenecía, la cual recuperaron en 1987 y de la cual vendieron una parte para construir el Parque Bicentenario, y el centro comercial Multiplaza.
La propiedad de 1,149.75 manzanas en ese momento contaba con tres dueños: Roberto Dueñas Palomo, y sus hijos Roberto Miguel Dueñas Herrera y Miguel Arturo Dueñas Herrera. El primero nieto directo del patriarca. Los segundos eran sus biznietos, cuarta generación. Y ya hay incluso una quinta generación: Alejandro Arturo Dueñas Soler.
Regresando al patriarca, ese mismo año 1865 Dueñas se apodera de la Finca El Espino, que desde esa época hasta 1980 fue propiedad de esta poderosa familia y que es símbolo del poder oligárquico en El Salvador. El presidente democristiano Duarte la entrega en marzo de 1980 a una cooperativa de los trabajadores del inmueble. Pero los “verdaderos dueños” no se dan por vencidos, y la Corte Suprema de Justicia en 1985 revoca la expropiación del terreno y la devuelve a sus “legítimos” dueños.
El patriarca oligárquico Francisco Dueñas está enterrado en el cementerio de Santa Tecla, lugar donde poseía extensas fincas cafetaleras. Además, hasta el terremoto del 1986 el edificio Dueñas se alzaba imponente frente a la que también fue llamada Plaza Dueñas, luego Plaza Libertad. La ciudad de principios del siglo XX parecía rendir homenaje a uno de los dueños del país.
Hoy la familia Dueñas aparece bajo el moderno símbolo de Urbánica, su brazo inmobiliario. Destaca por desarrollos comerciales y residenciales en la otrora finca cafetalera El Espino, en la frontera occidental de San Salvador, y esta conducida por Alejandro Arturo Dueñas Soler, quinta generación de la familia Dueñas, directivo también de la Sociedad de Ahorro y Credito Apoyo Integral S.A.
Alejandro viene a sustituir al anterior conductor del grupo familiar, al fallecido en 2003 Archie Baldocchi Dueñas, casado con María de los Angeles Kriete. Por cierto, el hijo de este último, Marco Andrés Baldocchi Kriete, es miembro de la Junta Directiva de Avianca y Presidente del Grupo Prestomar, y de varias empresas ligadas a la familia Baldocchi, entre estas Transactel Inc, empresa dedicada a dar Servicio de BPO.
Desde 2004, los Dueñas han desarrollado esta zona de Antiguo Cuscatlan mediante la edificación del centro comercial La Gran Vía, en alianza con los dueños de este centro comercial, el Grupo Siman; la torre de apartamentos La Castellana, residencial El Espino, el edificio hotel Courtyard Marriot y el edificio de oficinas Promérica.
Urbánica, aseguran que nace “con la misión de ofrecer calidad de vida a sus clientes, al importar sensaciones, plasmadas en sus diferentes proyectos inmobiliarios, con los que se establece como una marca sólida, que ofrece seguridad, respaldo y calidad internacional a sus inversionistas extranjeros y locales.”
La hacienda La Carrera
En la mitología oligárquica se menciona esta propiedad en Usulután como ejemplo único de laboriosidad, armonía social y sacrificio empresarial. Y es simbólico que un tataranieto del fundador de este imperio empresarial algodonero ocupe hoy una curul legislativa en las filas del partido político creado por el Mayor DAubuisson.

El tatarabuelo del ahora diputado y anteriormente bombero washingtoniano John Tennant Wright Sol, era de origen estadounidense y llegó a El Salvador a finales del siglo XIX. Este primer Johan Tennant Wright (1857-1912) se casa con la hija de un expresidente, con la bella Marcela Meléndez. En 1952 muere John Tennant Wright Melendez, fundador de La Carrera y asume la conducción de este esfuerzo su hijo Juan Tennant Wright Alcaine (tercera generación), padre de Juan Tennant Wright Castro, (cuarta generación) reconocido dirigente de ARENA, que a su vez es el padre del actual diputado.
El prestigio del algodón de La Carrera derivaba de que a diferencia del egipcio que se cortaba con maquinas, este era cortado a mano, o sea que era la explotación de los trabajadores lo que resultaba en un producto sin impurezas y lo cual permitía obtener mayores ganancias. Eran los tiempos dorados en que Juan Wright Alcaine encabezaba la poderosa Cooperativa Algodonera, creada en 1938, pero además tenía capitales invertidos en la industria camaronera y la industria del aceite. Eran los tiempos del PRUD y del PCN, los tiempos de la dictadura militar…

La hacienda La Labor

El cafetalero y azucarero Raul Antonio Salaverría Duran, de 73 años, recibió con las armas en la mano el 8 de marzo de 1980 a las tropas que llegaban a “imponer” la reforma agraria a su hacienda en Ahuachapan, que producía 20,000 quintales de café, lo que el dejaba una ganancia de $146,000 y que había estado en propiedad de su familia por 117 años.
Al final fue militarmente “convencido” y obligado a ceder. Y sobrevivió para contar la historia. Había sido en 1972 candidato a la vicepresidencia por el FUDI (Frente Unidos Democrático Independiente) junto con el Coronel José Alberto Medrano, el tutor en la Guardia Nacional del aventajado DAubuisson en la sangrienta asignatura de escuadrones de la muerte.

La parte de la finca que logró salvar la continuaron administrando sus hijos, entre estos Alex Alfonso Salaverría Lagos, que fue luego diputado de ARENA por Ahuachapan y falleció en 2006.

El Salvador tiene 160 millonarios

El Salvador tiene 160 millonarios
Julio5,2015, Diario1.

El país centroamericano con más magnates es Guatemala, al alcanzar los 260. No hay duda de que la lista de magnates de Centro América está en crecimiento. Para la revista Forbes, hay 12 centroamericanos cuyas operaciones son tan relevantes que a futuro cualquiera de sus integrantes podría incorporarse al club.
El Salvador posee 160 millonarios aunque no es el país centroamericano con mayor número de personas que posean esa condición. Aunque no se citan los nombres, un informe del 2014 hecho por Wealth X Consultores menciona que Guatemala es el país con más millonarios al tener 260.

Los millonarios de Guatemala tienen una riqueza combinada que supera los $30 mil millones. Los millonarios salvadoreños tendrían más de $20 mil millones en riqueza. El segundo país con magnates es Honduras, Guatemala lo supera con 35 millonarios. Honduras tiene 225 millonarios, Nicaragua 210, El Salvador le sigue con 160 magnates, Panamá con 120 y, finalmente, Costa Rica cuenta con 100 magnates que controlan $14 mil millones.

Estados Unidos lidera el ranking mundial de millonarios con 211, 275 millonarios. Cuba y Tayikistán están empatados como los últimos de la lista, con seis magnates cada uno.El informe utiliza un modelo propio, que estima el valor de los activos que se cotizan en bolsa, así como bienes privados.
A un paso de entrar en el grupo

No hay duda de que la lista de magnates de Centro América está en crecimiento. Para la revista Forbes, hay doce 12 centroamericanos que, aunque no estén en su ranking de billonarios, sus operaciones son tan relevantes que a futuro cualquiera de sus integrantes podría incorporarse al club de los 1,000 millones de dólares.
Los siguientes doce centroamericanos han creado sus fortunas con negocios que provienen de diferentes rubros como telecomunicaciones, servicios financieros, aerolíneas, agronegocios, etc,
1. Stanley Motta y Familia
País de origen: Panamá Presidente Motta International Empresas y sectores: Tiendas duty free, aerolíneas, telecomunicaciones, servicios portuarios y financieros.
Su fortuna proviene de las tiendas libres de impuestos instaladas en aeropuertos de más de 20 países latinoamericanos. La diversificación de Motta Internacional le ha permitido a este conglomerado extender su presencia en todo el Caribe y Latinoamérica, consolidado así al sector financiero, aerolíneas, proyectos inmobiliarios y productos de lujo como los principales pilares del grupo empresarial. Medios locales calculan que los activos del corporativo rondan los 2,500 millones de dólares.

2. Dionisio Gutiérrez y Familia
País de origen: Guatemala Copresidente de Corporación Multi-Inversiones Empresas y sectores: Financiero, desarrollo inmobiliario, telecomunicaciones, agronegocios, restaurantes y energía renovable.
Recientemente, Corporación Multi-Inversiones adquirió 40% de los activos de la española Telefónica, que tiene operaciones en El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Panamá. Una transacción que ascendió a 500 millones de dólares, según reportes de las compañías involucradas.

3. Ramón Mendiola
País de origen: Costa Rica Director general de Florida Ice & Farm Empresas y sectores: Bebidas, desarrollo inmobiliario y turismo.
Florida Ice & Farm Co. (FIFCO) es considerada la principal empresa de bebidas embotelladas en Costa Rica. Su director general es Ramón Mendiola Sánchez que hace poco más de 12 meses, adquirió la cervecera estadounidense North American Breweries Holdings (NAB) por 388 millones de dólares. Actualmente Ramón Mendiola dirige una compañía que tiene un valor en activos de 1,621 mdd, en 2013 su facturación ascendió a 1,102 millones de dólares.

4. Ricardo Poma
País de origen: El Salvador Presidente de Grupo Poma Empresas y sectores: Automotriz, servicios financieros, industrial y hospitalidad.
Un total de 16 marcas automotrices son representadas de Guatemala a Panamá por Excel Automotriz de Grupo Poma, que comercializa alrededor de 18,000 autos cada año y atiende cerca de 100,000 más en sus talleres, negocio que tiene un valor de 59 millones de dólares en autopartes de repuesto.
La rama inmobiliaria del conglomerado Poma ha construido más de 50,000 viviendas en El Salvador y 19 grandes centros comerciales en toda la región, que son operados por Metrocentro, los cuales equivalen a más de 166,000 metros cuadrados de piso comercial. Finalmente la rama hotelera maneja 28 hoteles en 10 países de las cadenas Marriot, Intercontinental y Choice, atendiendo a cerca de 35,000 huéspedes cada mes.

5. Mohamad Yusuf Amdani Bai
País de origen: Honduras Presidente de Grupo Karim’s Empresas y sectores: Líder en la industria textil, hotelera y real estate; manufactura para las marcas JC Penney y Medline Industries.
Si bien Grupo Karim’s tiene su matriz en Pakistán, en la actualidad las compañías del conglomerado operan en Estados Unidos, Honduras, México, Guatemala, República Dominicana, Nicaragua y Emiratos Árabes, siendo los sectores textil y bienes raíces donde mantiene la mayoría de operaciones. Cifras publicadas en varios medios de comunicación regionales estiman que los ingresos de Grupo Karim’s son superiores a los 5,500 millones de dólares anuales.

6. Jaime Rosenthal Oliva
País de origen: Honduras Presidente de Grupo Continental Empresas y sectores: Banca, seguros, bienes raíces, tecnología, energía, diarios, telecomunicaciones y agronegocios.
De acuerdo con la calificación de riesgo de Equilibrium de 2013, el conglomerado contaba con activos por 1,173 millones de dólares y su facturación fue por 155.8 millones de dólares en ese año, siendo la división de Inversiones Continentales y Subsidiarias, en donde es presidente su hijo Yani Rosenthal, la que tiene la mayor contribución al flujo operativo, junto con Cementos del Norte.

7. Roberto Kriete
País de origen: El Salvador Presidente de TACA y Grupo Kriete Empresas y sectores: Aerolíneas, bienes raíces, hotelería, agroindustria y fondos de inversión.
La aerolínea Avianca- TACA tiene ventas superiores a 3,800 millones de dólares. A partir de octubre de 2013, la aerolínea opera sólo con el nombre de Avianca, luego de un acuerdo firmado entre los principales accionistas de ambas empresas.
Tras esta alianza se constituyó una nueva empresa con operaciones en más de 100 países en Latinoamérica, conformada por cuatro hubs ubicados en El Salvador, San José, Colombia y Perú. La participación de TACA en este nuevo holding corresponde a 33% del total de las acciones. Luego de esta alianza, los ingresos de la aerolínea se estiman por arriba de 3,800 millones de dólares.

8. Mario López Estrada
País de origen: Guatemala Presidente de Telefónica Tigo Guatemala Empresas y sectores: Telefonía, televisión, internet y desarrollo inmobiliario.
Tigo cuenta con 43% del mercado de telefonía en Guatemala, que se estima tiene un valor de 1,600 millones de dólares con operaciones en Centro y Sudamérica. En febrero pasado, la empresa colocó un bono por 800 millones de dólares.

9. Carlos Enrique Mata Castillo
País de origen: Guatemala Presidente de The Central American Bottling Corporation (Cabcorp) Empresas y sectores: Alimentos y bebidas, banca.
Cabcorp también ha incursionado en la fabricación de cerveza bajo la marca Brahva en alianza con AmBev y en el sector alimentos con la firma centroamericana LivSmart. Sus ventas rondan los 924 mdd, en 2012 colocó un bono por 150 millones de dólares en el mercado de Estados Unidos con vencimiento al año 2022.

10. José Miguel Torrebiarte Novella
País de origen: Guatemala Director corporativo de Cementos Progreso Empresas y sectores: 10 compañías dividas en industrias como cemento, inversiones y desarrollo inmobiliario.
Cementos Progresa, dirigida por José Miguel Torrebiarte Novella, es la filial insignia, la cual tiene 84% del mercado guatemalteco de cemento. Durante el año fiscal 2012 la firma tuvo ingresos por 508 millones de dólares, es decir, cerca del 1% del PIB de Guatemala, de acuerdo con cifras de la calificación de Fitch. Durante 2013, realizó inversiones por 720 millones de dólares para la construcción de lo que será la planta más grande de cemento en Centroamérica.

11. Miguel Facussé Barjum
País de origen: Honduras Presidente de Corporación Dinant Empresas y sectores: Alimentos, agronegocios, biodiesel, biogas y productos de limpieza y cuidado del hogar.
En 2000, Dinant vendió activos a Unilever con un valor de 400 millones de dólares. A partir de ese momento, Miguel Facussé reconfiguró el mercado de consumo masivo en Honduras hasta llevarlo a alcanzar el sitio que hoy ocupa. Y en 2009 Dinant solicitó un préstamo por 30 millones de dólares, utilizados para expandir sus plantaciones de palma aceitera.

12. Francis Durman Esquivel
País de origen: Costa Rica Director general de Aliaxis Latinoamérica y ceo de Grupo Montecristo Empresas y sectores: Construcción, petroquímica, agroindustrial, financiero, tecnología, salud y logística.
El reporte financiero más reciente disponible de Aliaxis señala que durante 2012 la corporación tuvo ingresos globales por 2,377 millones de euros, de los cuales alrededor de 15% provienen de sus operaciones en la región de América Latina. La empresa tiene presencia en los principales mercados de Latinoa América, entre los que destacan Brasil, México, Argentina, Panamá, Colombia y Perú.

Una “guerra” que fue mal anticipada – Aproximaciones al pensamiento estratégico

Una “guerra” que fue mal anticipada – Aproximaciones al pensamiento estratégico
Manuel Luis Rodríguez U.

7 marzo, 2010
Una de las grandes falencias (¿o ventajas) de la cultura latinoamericana, es la carencia casi dramática de pensamiento estratégico y de reflexión prospectiva. Podríamos recorrer páginas completas de la literatura científica latinoamericana y encontraríamos contados autores de tópicos de futuro.

PROSPECTIVA Y CORTO PLAZO

Los latinoamericanos y los chilenos entre ellos nos orientamos por el corto plazo, por la mirada inmediata del presente y por una visión miope y nebulosa respecto del futuro. Desde el punto de vista politológico, llamémosle imprevisión estratégica, una forma de ausencia de previsión respecto del mediano y el largo plazo, producto de factores culturales y socio-políticos de larga data.

Ciertamente que la Previsión y la Prospectiva modernas, como disciplinas orientadas a la anticipación de futuros posibles y plausibles, no están sometidas a las veleidades de la magia o de la adivinación esotérica, sino que responden a técnicas y métodos cuya finalidad última es proporcionar a “quienes toman las decisiones” información suficiente y de calidad, respecto de los distintos escenarios susceptibles de manifestarse en determinados horizontes de tiempo.

Sin embargo, algo hay en la cultura chilena y latinoamericana que nos vuelve ciegos, sordos y mudos frente al futuro. Resultamos incapaces de pensar o de proyectarnos el largo plazo: 20 años es demasiado… treinta años es muy lejano …cuarenta años resulta imposible… Pero eso, es tópico de reflexión para antropólogos…

El demasiado reciente sismo ocurrido en Chile, no solo derrumbó las fachadas de la irresponsabilidad del mercado desregulado frente a diseños y estructuras pensadas para algunos años, sino que dejo al descubierto fallas notorias y profundas en la estructura de mando estratégico del Estado.

Lo primero que se pierde en una guerra no son solamente las vidas y las estructuras destruidas, sino la capacidad estratégica de anticipación y de comunicación.

COMO SI HUBIESE SIDO UNA GUERRA

Una Presidencia de la República incomunicada con su propio gabinete de ministros, un alto mando castrense y naval incapaz de anticipar o de dar cuenta de una emergencia de maremoto, una organización de emergencia que fue colapsada en pocas horas por la magnitud del desastre. El Estado Mayor Conjunto resultó una frase en el papel, a la hora de poner en movimiento los recursos del Estado, y dejó en evidencia que la Defensa Civil es incapaz de defender civilmente a la ciudadanía y la ONEMI resultó una oficina que entrega datos (incluso equívocos).

El caso nos trae a la memoria como ejemplo comparativo demasiado flagrante los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono en Estados Unidos, en que el presidente Georges Bush tuvo 15 minutos de vacilación, pero el sistema estatal de emergencia se puso en movimiento automáticamente, se ordenó bajar a los más de 300 aviones comerciales que sobrevolaban el país y se conjuró un desastre mayor.

¿Será por eso que las guerras modernas se ganan por superioridad aérea primero, y que en Chile, la Presidenta no pudo movilizarse a la zona del epicentro sino 5 horas mas tarde…porque el piloto del helicóptero llegó tarde al aeropuerto?
El famoso y conocido C3I (comando, control, comunicaciones e inteligencia) ya ha quedado obsoleto al igual que el C4I. Ahora, en el segundo decenio del siglo xxi, estamos en la etapa del C4ISR (es decir, comando, control, comunicaciones, computación, inteligencia, vigilancia y reconocimiento).

Pues bien, se nos aparece que estas 7 funciones estratégicas del mando (político, militar y/o estratégico) simplemente no funcionaron o fallaron operacionalmente en la emergencia chilena. 1 ¿Comando?: la autoridad política estaba inicialmente incomunicada y sin información adecuada, actualizada y suficiente. 2. ¿Control?: sin comunicaciones ni inteligencia, no hay control posible. 3. ¿Comunicaciones?: fallaron en proporcionar información crítica al “mando”. 4. ¿Computación?: sin información suficiente y actualizada, solo sirve para almacenar datos, pero no para prever. 5. ¿Inteligencia?: se basa en información de calidad y actualizada entregada oportunamente para la toma de decisiones. 6. ¿Vigilancia?: mientras los sensores extranjeros avisaban de alerta de tsunamis, los “observadores visuales” (madrugada y en la penumbra) no veían lo que estaba sucediendo en realidad en la costa. 7. ¿Reconocimiento?: tardío e insuficiente en su despliegue como para dar cuenta e informar de la magnitud de la emergencia sobreviniente.
EL PROBLEMA ESTRATEGICO DE LA SEGURIDAD TERRITORIAL
¿Dónde está el sistema satelital autónomo del Estado de Chile (¿no tenemos acaso un satélite chileno sobre nuestras cabezas?…) que permitiría activar un sistema de alerta temprana en el mar, en el fondo marino y en el borde costero?
¿Qué compañía privada de comunicaciones es la que garantiza hoy las comunicaciones de la Presidencia de la República: Claro…Movistar…Entel…?
¿En qué servicio público, poder del Estado, mando estratégico o institución de la Defensa existe una unidad de análisis prospectivo, capaz de elaborar escenarios futuros, que vayan más allá de las consabidas hipotesis de conflicto que tanto satisfacen a los uniformados? Eso se llama Planificación Estratégica del Estado y esa frase al parecer es desconocida hasta en los manuales de las escuelas castrenses de oficiales.
En las condiciones conocidas de un país cuya sismicidad atraviesa la casi totalidad del territorio continental, insular y oceánico, la problemática de la seguridad y la capacidad de respuesta a las emergencias, debiera ser un tópico central de la planificación estratégica del Estado y no solo de las fuerzas armadas como aparato militar disuasivo.
Si el corazón territorial de Chile (lo que los estrategas y teóricos llaman el glacis de un pais) hubiese sido bombardeado masivamente por fuerzas aéreas y navales enemigas (¿y acaso no fue ése el terrible resultado del sismo + maremoto?), Chile hubiese perdido la guerra en menos de 24 horas, colapsado por la gigantesca magnitud de los daños, por la gigantesca incomunicación y descoordinación estratégica y por la sensación de vacío de poder que ocasionan ciertos mega desastres.
Para el desarrollo conceptual de esta dimensión de la planificación estratégica del Estado, vamos a acuñar el concepto de la seguridad territorial, definida como el conjunto de condiciones materiales, ambientales, sociales e institucionales que garantizan el normal funcionamiento de la sociedad y la economía en los espacios territoriales de su implantación, de manera que la población involucrada dispone de los recursos y medios suficientes y necesarios que le permiten su desarrollo.
La seguridad territorial es una condición estratégica del Estado, y de la nación, en tanto en cuanto asegura que el resto de las funciones sociales, económicas, políticas, institucionales y tecnológicas operen dentro de rangos y estándares de normalidad suficiente.
Se trata de generar, constituir e instalar dispositivos institucionales que permitan una prevención situacional, es decir, una seguridad de los espacios, las personas, los bienes y las infraestructuras. Y en que las intervenciones apunten a tres modalidades concatenadas: intervención proactiva (prever, diagnosticar, prevenir), intervención reactiva (organizar, salvar, distribuir, socorrer) e intervención reconstructiva (evaluar, contabilizar, reparar, renovar).
En este sentido, la seguridad territorial vendría a ser un sinónimo de sostenibilidad de las relaciones entre dinámica de la naturaleza y dinámica de las comunidades en ese territorio en particular: un atributo de doble vía, que debe beneficiar tanto a la naturaleza como a las comunidades humanas.
En la actualidad, el concepto de “seguridad territorial”, podría describirse también, más que definirse, como la capacidad de un territorio para ofrecerles a sus habitantes determinadas condiciones de “estabilidad”, que impiden que amenazas de distinto origen (naturales, socio-naturales, antrópicas) procedentes del propio territorio o del exterior, puedan convertirse en desastres. Seguridad territorial es la que evita que fenómenos o procesos, como por ejemplo, un terremoto, un huracán, un cambio de gobierno a nivel nacional o internacional, o la suscripción de un tratado de libre comercio, puedan convertirse en desastres para los habitantes presentes y futuros de ese mismo
territorio.
Se trata de un función crítica del Estado, de sus órganos políticos ejecutivos e institucionales superiores y de estructuras de coordinación eficientes y céleres para responder a las coyunturas críticas, mediante un despliegue territorial acorde con la magnitud de la amenaza y la emergencia.
Manuel Luis Rodríguez U.

Apuestas perdidas (octubre de 2013)

Apuestas perdidas
Héctor Dada Hirezi
El Faro / Publicado el 24 de Octubre de 2013

La sociedad salvadoreña vive una crisis global, que afecta a todos los aspectos de la vida en común de los ciudadanos. Para decir un lugar común, pero no menos cierto, las crisis son problemas y oportunidades; o más bien, siguiendo el razonamiento del pensador italiano Antonio Gramsci, ese tipo de crisis se da en un proceso que lleva a una situación en la que lo viejo se niega a morir y lo nuevo no termina de nacer. Nuestra sociedad ha pasado por una serie de transformaciones fundamentales por más de medio siglo, que se han acelerado en los últimos tiempos sin que las dirigencias sociales y políticas asuman su responsabilidad de actuar sobre el país real, y no sobre los países imaginarios en el que muchos pretenden vivir.

Sin entrar en un análisis detallado – teniendo en cuenta el carácter de este escrito – basta recordar la naturaleza de procesos que tienen los fenómenos sociales, y la necesidad de tener presente la dinámica que heredan del pasado, las condiciones reales de la situación presente y las perspectivas posibles de transformación que permite esa realidad, con la conciencia de que no actuamos sobre un ente social estático sino transformado y en dinámico proceso de transformación.

En 1989, cuando Arena asumió las riendas del país, las condiciones eran marcadamente diferentes a las actuales. No sólo había una situación de guerra interna que exigía su finalización, sino la dinámica social y las consecuencias de las reformas contrainsurgentes en medio de un conflicto armado (que fueron realizadas por la convicción de los Estados Unidos de que eran condición necesaria para tener espacios para ganar la guerra) requerían una definición de reconstrucción no sólo del aparato del Estado sino del mismo tejido social. La decisión del partido de derecha fue abrazar las obsesiones neoliberales y dejar que el mercado fuera el instrumento privilegiado de la reestructuración social, considerando al Estado como “parte del problema y no parte de la solución”. Eso sí, cuidando de tener la capacidad de utilizar patrimonialmente al Estado para reconstruir la cúspide del poder económico a través de la reprivatización de activos expropiados por las reformas contrainsurgentes.

Durante veinte años el país tuvo gobiernos del mismo signo. Tuvieron el tiempo y el espacio para construir un país próspero, aunque fuera con los criterios tan discutibles y tan poco equitativos como los del neoliberalismo. Además, con gobiernos de un partido de empresarios, por empresarios y para empresarios, la confianza de los inversionistas parecería garantizada. Pero los resultados no han correspondido a las apuestas y a las promesas de desarrollo planteadas.

El plan de gobierno 1989-1994, elaborado por FUSADES y asumido como propio por el candidato de ARENA Alfredo Cristiani, suponía – dicho muy sintéticamente – que la apertura comercial y la liberación de la acción del mercado produciría una dinámica económica basada en las exportaciones; la privatización de los sectores estatales, comenzando por la banca, sería elemento básico de un modelo centrado en los esfuerzos privados. La acumulación privilegiada permitiría tasas de ahorro que a través de la inversión producirían trabajo y derramarían el desarrollo que el mercado garantizaba. Al final de su gobierno, en vez de ser exportador neto, El Salvador fue crecientemente deficitario en su balanza comercial y, paradójicamente, los años de crecimiento dependieron de la satisfacción de la demanda pospuesta por la situación de guerra y por la acción de reconstrucción hecha desde el Estado, con recursos propios y de la comunidad internacional.

Luego se pasó a la apuesta de hacer del país una sola zona franca, que en poco tiempo – como expresó uno de sus impulsores – permitiría absorber a los seiscientos mil trabajadores del campo, en un país que suponían que había perdido su vocación agrícola. Esto implicaba una “simplificación impositiva” que dejaría al IVA el papel de casi única fuente fiscal, con la eliminación de muchos de los tributos existentes, así como centrarse en la competencia internacional de los bajos salarios. Estos esfuerzos del segundo gobierno de ARENA tampoco tuvieron éxito, y las reformas planteadas parecieron quedarse truncadas por la falta de respaldo de los poderes fácticos del país. Sin embargo, sus efectos negativos sobre el agro fueron notorios.

En ese mismo gobierno se tomó una decisión que sigue golpeando a las finanzas públicas: el esquema de privatización del sistema de pensiones. Pese a la franca crítica de expertos reconocidos internacionalmente, indicando que la forma – no la privatización en sí – estaba condenada a generar problemas fiscales casi insuperables, la reforma se aprobó tal cual la proponía el Órgano Ejecutivo con su mayoría automática en la Asamblea Legislativa. Las consecuencias que ahora tiene no es necesario señalarlas por obvias, pese a la posterior aprobación de un fideicomiso para ocultar el problema.

El gobierno del Presidente Francisco Flores hizo dos apuestas centrales: llevar a la práctica el sueño de dolarizar al país que no pudo realizar el Presidente Armando Calderón, y firmar un tratado de libre comercio con los Estados Unidos. La primera se volvió ley a finales del año 2000, y el 1 de enero del 2001 comenzó a implementarse con la mentira del bimoterarismo pese a la prohibición de emitir colones que contenía la ley. Esto, según sus corifeos, convertiría a El Salvador en un centro financiero competidor con el que desde hace años funciona en Panamá, además de dar estabilidad económica y ventajas crediticias que, a la vez que favorecerían a los consumidores, atraerían la inversión nacional y extranjera. Los hechos han mostrado que algunas ventajas son innegables, pero a un costo muy alto para el país, y que lejos de haber convertido a El Salvador en una centro financiero, el sector bancario nacional no soportó la competencia internacional en su esfuerzo de regionalizarse y ahora casi todo el sistema bancario está en manos de extranjeros, con sucursales que actúan localmente y que no pasan de ser agencias de muy bajo nivel de las grandes instituciones financieras internacionales. Y la inversión permanece básicamente en los niveles ya excesivamente bajos que históricamente ha tenido el país.

El CAFTA fue como el paroxismo de esta línea de pensamiento. El Ministerio de Economía ofrecía al país la creación de 400.000 empleos en los dos primeros años de su vigencia, y eso debido a que seríamos un gran atractivo para las inversiones destinadas a satisfacer la demanda del país del norte. Si a eso uníamos los efectos del tratado de libre comercio con Chile y con México, la cifra crecía apreciablemente. Los hechos son tozudos, y de nuevo hubo una apuesta que no se ganó. Como dijo hace poco un dirigente empresarial, “no perdimos, porque al menos salvaguardamos los empleos de la maquila que el trato de la Iniciativa del Caribe nos había permitido tener”.

Los logros que se atribuyen al “modelo” aplicado se basan fundamentalmente en la disminución de la pobreza. Se habla de cerca del 20% de la población que entre 1989 y 2004 dejó de ser pobre. No discutimos la cifra, que es muy probable que sea real; lo que como economistas nos extraña es que casi corresponde al volumen de migrantes que se supone han salido hacia el norte, y que dada esta realidad y el monto de remesas que el país ha recibido (una política social privada de pobres a pobres) es sorprendente que se continúe con cifras de pobreza tan altas, salvo que el funcionamiento de la economía interna tuviera una tendencia a producir pobres que fuera superada por los efectos de la migración y las remesas. Lo que sí es constatable es que el objetivo de concentrar riqueza se logró, aunque éste no se transformó en un coeficiente de inversión más elevado como decía el supuesto.

Si las apuestas se perdieron, si no se tuvo éxito en los objetivos estratégicos de las políticas, lo que es real es la creación de condiciones y realidades estructurales coherentes con esos objetivos perdidos y que no es fácil revertir, que ha supuesto una limitación de la capacidad de acción del Estado y problemas para lograr productividad. No discuto que el Gobierno de Mauricio Funes teóricamente pudo haber avanzado más en y revertir algunas realidades centrales heredadas que dificultan el desarrollo; eso nos introduciría al análisis de las posibilidades reales, que rebasa estas líneas. Lo que es cierto es que recibió una situación en la que no tiene mayor espacio de acción a partir de la utilización de instrumentos de política monetaria o comercial, con una situación fiscal deplorable, y tampoco ha asentado un poder social y político que le de más espacio. El peso de las apuestas perdidas durante veinte años sigue – y seguirá por algún tiempo – limitando las posibilidades de crecimiento del país, así tengamos algunos respiros momentáneos como en el pasado. Y ninguno de los aspirantes a conducir el país – a partir de sus respectivos discursos – parece enfrentar esta realidad.

El marxismo de los años treinta

El marxismo de los años treinta

José Maria Laso Prieto

Cuando, en 1970, tuve la oportunidad de leer la Historia Social de la Ciencia, del profesor John D. Bernal, me produjo una gran impresión que reforzó la imagen muy favorable que tenía de los marxistas británicos de la década del 30, que ya me había forjado, a través de la lectura de algunas de las obras de los profesores Haldane, Conrforth, Dobb, etc. Por ello considero un gran acierto de los organizadores de este Congreso de Historia Social de la Ciencia, de la Técnica y de la Industrialización, el dedicarlo como un homenaje al profesor John D. Bernal, y por extensión a sus compañeros de generación, que abordaron los temas económicos y sociales desde una perspectiva marxista.

Más tarde, leí la obra La libertad de la necesidad, también de John D. Bernal, en cuya nota previa a la edición en español, precisa muy bien Daniel Lacalle: “La libertad de la necesidad, se compone de una serie de artículos en revistas especializadas y de divulgación, conferencias, charlas radiofónicas y contribuciones a simposios, escritos por el profesor John Desmond Bernal entre 1929 y 1947, si bien la mayoría corresponden a la época 1939-1947. Es decir, cubren la omnicomprensiva labor de investigación, divulgación y militancia que van desde la preparación de La función social de la ciencia (primera edición en 1939), probablemente el más importante estudio global del tema, no solamente cuando apareció, que supuso un giro copernicano en el enfoque de las relaciones entre la ciencia y la sociedad, incluso hoy en día, en 1975, hasta el comienzo de sus estudios sobre la historia de la ciencia, que culminaron con la monumental e inigualada Historia social de la ciencia.

En este aspecto, La libertad de la necesidad, cuidadosamente seleccionada, preparada y corregida por el propio profesor Bernal para su publicación, marca perfectamente la génesis de las dos obras citadas, así como la transición de una a otra y, por lo tanto, aparece como una pieza fundamental para la comprensión de las interacciones ciencia-técnica-sociedad a lo largo de la historia” .

Generalmente, se puede distinguir entre el marxismo de los clásicos, que elaboraron los fundamentos de la teoría la teoría –Marx y Engels– y el marxismo de los discípulos o epígonos. En un trabajo, titulado Marxismo contemporáneo, que fue publicado por la Editorial ANTHROPOS en 1988, precisaba yo que si, como puntualizó oportunamente Georgy Lukács, la única ortodoxia que cabe aceptar en el marxismo es la que se deriva de su método propio el inherente al materialismo histórico, que es lógico efectuar una distinción entre marxismo clásico y marxismo contemporáneo.

Y más, sobre todo, si se tiene en cuenta la posición de Gramsci en el sentido en que lo sostenía en la década del 30 de que el marxismo, como teoría, estaba todavía por desarrollar y que esta tarea les correspondía a los discípulos, ya que los fundadores de la teoría, por las dificultades diversas que debieron afrontar, no habían podido pasar de elaborar los cánones de su teoría (el método del materialismo histórico) y que debía de desarrollarse éste como “filosofía de la praxis“. Y es que, aun considerando como fundamental la aportación de Marx y Engels, nadie puede sostener racionalmente que el marxismo se agote en sus clásicos.

Si consideramos válida la distinción entre marxismo clásico y marxismo contemporáneo, se debe calificar de marxismo contemporáneo al elaborado por los discípulos de Marx y Engels siguiendo su inspiración y método. En siglo y medio de desarrollo del marxismo, se han acumulado muy diversos trabajos de muy desigual calidad de quienes se adscriben al marxismo, como concepción filosófica, política y económica, y aceptan su metodología. Sin embargo, como bien matiza el historiador Hobsbawn, el marxismo no es sólo la corriente teórica que en el mundo moderno ha tenido mayor influencia práctica y más profundas raíces prácticas sino que es también un método para interpretar el mundo y para transformarlo. Por ello, su conocimiento no puede ser sólo teórico sino que tiene que abarcar también necesariamente a su praxis histórica. En consecuencia, el desarrollo del marxismo – bien sea global o parcial – no puede limitarse a lo que los marxistas han pensado, escrito y discutido, sino que debe abarcar también la historia que analice los movimientos inspirados en las ideas de Marx. Lógicamente, esa historia comprende tanto al sector del movimiento obrero internacional vinculado al marxismo, incluyendo a las organizaciones meramente reformistas, como a las revoluciones en que los marxistas han intervenido y a las tentativas de construir sociedades socialistas realizadas por los marxistas que se han encontrado en una posición que permitía tales intentos. Por consiguiente, como el campo teórico de los análisis marxistas, y la influencia práctica del marxismo, han afectado a casi todos los campos del pensamiento y de la actividad humana, el alcance del conocimiento del marxismo contemporáneo tiene que ser forzosamente muy amplio.

Además, el marxismo debe conocerse, tanto en su desarrollo histórico, como en su expansión geográfica. De hecho, ambos desarrollos son simultáneos ya que, habiendo nacido el marxismo en Europa, se fue extendiendo territorialmente en la medida en que se desarrollaba históricamente. Por otra parte, la historia del marxismo no puede considerarse concluida, porque el marxismo es una estructura del pensamiento todavía viva y porque su continuidad ha sido sustancialmente ininterrumpida desde los tiempos de Marx y Engels. Con este multifacético desarrollo del marxismo, se introdujeron en el mismo diversos condicionamientos económicos, sociales y culturales que lo diversificaron ampliamente. Se suscitaron así varios problemas de ortodoxia y heterodoxia que dieron lugar a vivas polémicas teóricas y a mutuas exclusiones. Por ello, para la finalidad de esta exposición, no nos vamos a plantear la existencia de un único marxismo específico, de un verdadero marxismo contrapuesto a otros marxismos falsos o desviacionistas. De hecho, el marxismo posee una unicidad que le confieren tanto el coherente cuerpo teórico elaborado por Marx y los problemas prácticos que esperaban resolver por medio de tal corpus por ejemplo, los de la revolución y la transición a la sociedad socialista, como los de la continuidad histórica de los principales grupos de marxistas, todos los cuales pueden situarse en un árbol genealógico cuyo tronco estaría representado por las organizaciones socialdemócratas de los últimos años de la vida de Federico Engels. Empero se trata de “una unidad en la diversidad“, que no se basa en un acuerdo teórico y político, sino en objetivos comunes – como el socialismo- y, sobre todo, en la adhesión común, en la línea de principio, a un cuerpo doctrinal, derivado de los escritos de Marx y Engels, con independencia de los añadidos o modificaciones aportadas a los mismos.

Tras la muerte de Marx, en 1883, se extiende, hasta 1914, un período que ha sido calificado como el del marxismo desarrollado. Es la etapa caracterizada por la hegemonía de los teóricos y partidos socialdemócratas encuadrados en la II Internacional. Es también la etapa predominantemente germánica del marxismo. Alemania fue uno de los primeros países europeos en que se desarrolló el marxismo, aunque siempre en amalgama con otras concepciones nacionalistas, democrático burguesas, etc- más antiguas y arraigadas en las masas populares. Ferdinand Lassalle, fundador de la primera gran asociación obrera alemana, tipifica bien esa amalgama. A su vez, Wilhelm Liebnecht y Augusto Bebel, mucho más influidos por el marxismo, compitieron primero con Lassalle para acabar fusionándose con sus seguidores en el Congreso de Gotha (1875). Como para incrementar su influencia política, hicieron amplias concesiones teóricas, fueron duramente criticados por Marx y Engels. Después de que, con la caída de Bismarck, fueron abolidas las leyes de excepción contra la socialdemocracia, ésta se desarrolló rápidamente en el movimiento obrero. Su teórico indiscutible fue Karl Kaustky (1854-1938). Desde una posición centrista, polemizó con el revisionismo de Berstein y contribuyó a la divulgación popular del marxismo. Aunque alcanzó cierta altura teórica, en trabajos como La cuestión agraria, se sumergió en un positivismo estrecho que acabó reduciendo su marxismo a un mero mecanicismo. El énfasis que puso en la inevitabilidad del socialismo – derivada del simple desarrollo de las fuerzas productivas- le sirvió para justificar el inmovilismo político de la socialdemocracia. De ahí su tacticismo que acabó deslizándose hacia posiciones oportunistas marcadamente contrarrevolucionarias.

En la actualidad, conserva mejor el interés teórico el denominado austro-marxismo. Sus principales representantes fueron Max Adler, Rudolf Hilferding, Karl Renner y Otto Bauer. La riqueza cultural y teórica del austro-marxismo se derivan de la intensa vida cultural que caracterizaban a la Viena de la época, en un medio intensamente agitado por conflictos de clase y de nacionalidades -y donde florecían las especulaciones filosóficas y de teoría económica -, el marxismo no podía limitarse a recetas mecanicistas. De ahí los trabajos de Max Adler, para desarrollar una ética marxista; los de Hilferding, en su intento de analizar las consecuencias económicas de la nueva etapa del capitalismo constituida por el imperialismo; y los de Karl Renner y Otto Bauer, por proporcionar un fundamento marxista a los problemas nacionales.

En los países latinos, la introducción del marxismo revistió otras particularidades. No se puede omitir que en Francia había habido un gran desarrollo de las doctrinas socialistas y comunistas antes de aparecer el marxismo. Aunque enmarcables, en su gran mayoría, en el denominado socialismo utópico, sus representantes –Saint Simon, Fourier, Cabet, Babeuf, Blanqui, Proudhon, etc.- influyeron claramente en el movimiento obrero. De ahí las dificultades que se oponían a la introducción del marxismo en Francia, no obstante haber asumido la tarea propagandista entusiastas del temple de Jules Guesde, Paul Lafargue y Gabriel Deville. A pesar de haber conseguido finalmente una sólida implantación del marxismo en Francia, éste no alcanzó un gran nivel teórico. Deville y Lafargue simplificaron el marxismo. Del materialismo histórico retuvieron sólo la primacía de los factores económicos e hicieron de la dialéctica una dinámica elemental. Otros fueron los resultados obtenidos en Italia, gracias a Antonio Labriola (1843-1908). Como primer pensador marxista de su país, Labriola se esforzó por combatir el economicismo imperante en el movimiento obrero. Habiendo superado su idealismo hegeliano inicial, para situarse en una firme perspectiva marxista. En sus ensayos sobre la concepción materialista de la historia, Labriola consideraba que el célebre Manifiesto Comunista de Marx y Engels, constituía una revolución de las ciencias sociales que situaba en su verdadera perspectiva la relación estructura-superestructura de la sociedad. Coherentemente, a la vez que señalaba el carácter derivado de la superestructura, rechazaba el determinismo económico al considerar que el elemento económico, sólo en última instancia, determina la orientación del pensamiento.

Con la fase inicial del marxismo, coinciden también los primeros intentos de revisarlo. Incluso ya entonces como ahora se hablaba de una crisis del marxismo. El fenómeno estuvo determinado por causas económicas y sociales así como por el factor subjetivo que constituye el grado de conciencia socialista: auge del capital financiero, surgimiento de los monopolios y desarrollo del imperialismo, aristocracia obrera, intentos de complementar el marxismo con el kantismo, etc.

Las principales figuras de este revisionismo fueron Berstein, Jaurés, Sorel, de Man y Croce. Eduard Berstein (18501932) sometió a revisión los principios básicos del marxismo en filosofia, economía política y teoría del socialismo científico. Con el pretexto de despojar al marxismo de sus “vestigios de pensamiento utópico“, Berstein pretendió eliminar los principios básicos del marxismo y sustituirlos por el kantismo, el neoliberalismo, etc.; Jaurés pretendió que el marxismo fuese revisado en un sentido humanista y parlamentario, mientras que Sorel trataba de acercarlo a las posiciones anarco-sindicalistas. Benedetto Croce evolucionó rápidamente desde una posición revisionista a otra declaradamente antimarxista e incluso llegó, en 1937, a pronunciar su oración fúnebre del marxismo en su Materialismo storico ed economía marxística. Según Gramsci, realizó un viraje opuesto al de Marx. Es decir, que hizo el viraje del marxismo para “resucitar el idealismo hegeliano… y mejor fundar el idealismo crociano“.

El mérito de la introducción del marxismo en Rusia, lo atribuye Lenin a Georgi Plejánov (1856-1918). En un intento de situarle con perspectiva histórica, el Instituto Marx-Engels de la Academia de Ciencias de la URSS sostuvo que Plejánov fue un revolucionario y pensador, fundador del movimiento socialdemócrata en Rusia, eminente teórico del marxismo y publicista. Su concepción del mundo y su actuación política experimentaron una compleja evolución; en un principio Plejánov fue un dirigente de la organización Populista Tierra y Libertad (más tarde Reparto Negro); luego, en la emigración (desde 1880), estudió los trabajos de Marx y Engels, estableció contacto con el movimiento socialdemócrata de Europa Occidental, rompió con el populismo y se convirtió en un decidido partidario del marxismo, en un apasionado propagandista de las ideas marxistas en Rusia. El grupo Emancipación del Trabajo (1883), fundado por él en Suiza, desempeñó un gran papel en la difusión del marxismo en el movimiento ruso de liberación.

Plejánov mismo contribuyó en gran medida al desarrollo de la teoría marxista luchando contra la ideología del populismo, del marxismo legal, del revisionismo y de la filosofia burguesa. Sin embargo, después de 1903, no supo comprender la peculiaridad de la nueva época, se apartó del marxismo revolucionario y adoptó una posición conservadora y luego se hizo menchevique. Durante la primera guerra mundial estuvo en el campo de los socialchauvinistas. Adoptó una posición negativa frente a la Revolución Soviética. No obstante, aun participando en la lucha fraccional contra los bolcheviques, Plejánov hasta el final de su vida se mantuvo fiel al marxismo, a la causa de la clase obrera. Por este motivo, al señalar que la táctica menchevique de Plejánov constituía “el colmo de la vulgaridad y de la bajeza”, Lenin sostenía simultáneamente que, “en filosofía, defiende la causa justa“. En las obras de Plejánov Ensayo sobre el desarrollo de la concepción monista de la Historia (1895), Ensayo sobre la historia del materialismo (1896), El papel del individualismo en la historia (1898) y en muchas otras, se hace una brillantísima exposición de la teoría marxista. Plejánov estimaba al marxismo como una etapa de la filosofa, mostraba la diferencia cualitativa entre el marxismo y todas las teorías filosóficas y sociológicas precedentes. Desarrolló la teoría de la concepción materialista de la historia, poniendo de relieve la complejidad de las relaciones entre el ser social y la conciencia social; subrayó el papel de la psicología social en la lucha de las ideas, que es expresión de la lucha de las clases opuestas de una sociedad dada; es uno de los fundadores de la estética y de la crítica marxistas; desarrolló la teoría marxista sobre el origen del arte, sobre el arte como forma especial de reflejo de la vida colectiva, respecto al realismo como esencia del arte; Plejánov inició la historia marxista del pensamiento social ruso, pese a que en sus juicios acerca de la historia social rusa, existen tesis discutibles.

Puso de relieve la importancia de los demócratas revolucionarios rusos como antecesores del marxismo en Rusia. Pertenecen a Plejánov varias tesis valiosas acerca del origen y desarrollo de la religión en la vida de la sociedad, respecto al lugar de aquella entre las demás formas de la conciencia social, sobre la actitud del partido marxista acerca de la religión. En las cuestiones filosóficas, incurrió Plejánov en varios errores: subestimó la importancia del factor subjetivo en el desarrollo histórico, hizo concesiones a la teoría de los jeroglíficos, estableció formulaciones imprecisas en el sentido del materialismo geográfico, en el de “reducir el marxismo al spinozismo“, etc. Pero en el sentido global de las concepciones filosóficas de Plejánov, que luchó toda su vida por el materialismo dialéctico e histórico, sus errores aparecen como un cuerpo extraño. La riqueza y la fuerza convincente de los trabajos filosóficos de Plejánov, el carácter popular y atractivo de su exposición, los hacen todavía actualmente muy valiosos para el estudio de la filosofía marxista.

Frente al objetivismo economicista con el que Plejánov y sus colegas social demócratas occidentales, basándose en una concepción dogmática del marxismo, trataban de utópica la praxis revolucionaria del proletariado, elaboró Vladimir Ilich Lenin (1870-1924) una alternativa revolucionaria. Sobrepasando a una generación condicionada por el positivismo, Lenin se remitió de nuevo a Marx. Marx y Engels siempre previnieron frente a una concepción estrechamente determinista del desarrollo histórico. Ante todo, Marx centró el núcleo de sus reflexiones en la noción de praxis. Es decir, la unidad dialéctica de la actividad teórica y de la actividad práctica. Ninguna teoría del conocimiento de la realidad puede evitar su reconocimiento en la acción. Precisamente, fue a la dialéctica y a la praxis a las que Lenin dio nuevo vigor. Ante el rígido dogmatismo de los ortodoxos, Lenin respondió con las virtudes convergentes de una vocación política revolucionaria y de un método de la acción revolucionaria. Es difícil sintetizar la aportación de Lenin al desarrollo del marxismo. Muy esquemáticamente, podría resumirse en: 1) Su polémica con los populistas sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia fue decisiva para formular una estrategia revolucionaria adaptada a las condiciones específicas de Rusia; 2) Su polémica con los idealistas científicos y filosóficos, en defensa del materialismo. Su contribución en Materialismo y empiriocriticismo -matizada en los Cuadernos Filosóficos– logró mantener la hegemonía de la filosofa marxista; 3) Polémica con los mencheviques, conciliadores, etc., sobre las formas de organización y de trabajo en el partido. Con ello se impuso su concepción del Partido de Nuevo Tipo que se mostró tan eficaz en la lucha clandestina; 4) Polémica contra los mencheviques, los socialrevolucionarios, etc., sobre la estrategia y la táctica de la revolución rusa. Con sus Tesis de Abril, se impuso definitivamente hasta culminar en la Revolución de Octubre; 5) Teoría del imperialismo, como última fase del capitalismo, y sobre las posibilidades de ruptura del eslabón más débil de la cadena imperialista; 6) Teoría de las condiciones de la Revolución en Europa, Oriente, etc., y sobre las condiciones para la edificación del socialismo en la URSS; 7) Crítica sistemática del revisionismo socialdemócrata de la II Internacional y elaboración de los principios en que debía basarse la III Internacional. Incluye también la crítica del socialchovinismo que, en la II Internacional, se manifestó al desencadenarse la I Primera Guerra Mundial; 8) Desarrollo de la teoría marxista de las nacionalidades y su fundamentación en el derecho de las naciones a la autodeterminación. Incluye también la crítica al chovinismo de las grandes naciones, bien sea en el plano teórico, frente a Rosa Luxemburgo, o, en su aplicación concreta, frente a Stalin, etc; 9) Crítica rigurosa del izquierdismo, como enfermedad infantil del comunismo, así como crítica también del economicismo, del tradeunionismo, etc.

En estas aportaciones de Lenin, pretendió fundamentar Stalin su tesis de la existencia de una teoría marxista-leninista, ya que, a su juicio. “El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y las revoluciones proletarias“. Es cierto que la distinción entre capitalismo premonopolista y capitalismo monopolista en la que se basa la teoría del imperialismo sigue siendo operativa. Sin embargo, el capitalismo monopolista –aunque se desarrolle según leyes específicas propias permanece como capitalismo y le son aplicables las leyes generales del desarrollo capitalista enunciadas por Marx. Coherentemente, si esa permanencia de la esencia del capitalismo, se da en la base del sistema, también debe darse en la superestructura. Los principios, y el método, que Marx y Engels elaboraron, siguen vigentes, no obstante su desarrollo posterior por Lenin. En consecuencia, sería admisible una utilización del concepto de marxismo leninismo si, mediante tal par de términos, se expresase una subordinación del segundo al primero. Por el contrario, no lo sería si, mediante tal formulación, se pretendiese una relación de igualdad entre ambos términos. Y, mucho menos, si se intentasen ulteriores adjetivaciones, con el añadido de términos como stalinismo, maoísmo, etc., que como tales, resultaron muy efímeros. En todo caso, parafraseando una célebre frase de Engels, podría sostenerse que, al igual que el mundo, el marxismo no necesita ningún aditamento o adjetivación.

Aunque Stalin utilizó su formulación de marxismo-leninismo como instrumento en su polémica contra Trotsky socialismo en un sólo país versus revolución permanente el debate no careció de interés. Aunque en las concepciones marxistas de Trotsky se observaban tendencias positivistas, éstas se equilibran por su fuerte subjetivismo revolucionario. Ambas tendencias se observan en la Teoría de la revolución permanente, elaborada en 1905 por Trotsky y Parvus. Esta teoría, que Baruch-Knei-Paz describió como propia de la “revolución del atraso“, fue criticada por Lenin, tanto por su carácter híbrido, como por lo que suponía como subestimación del campesinado. Empero esta polémica no se dilucidó tanto en el campo teórico como en el de los hechos históricos. Su definitiva victoria política convirtió a Stalin en la autoridad teórica del marxismo oficial soviético. Por el contrario, Trotsky se convirtió en el exilio en una figura crecientemente marginal. En cierto sentido, aunque por razones distintas, ése fue también el sino de Rosa Luxemburgo (1871-1919), no obstante sus interesantes elaboraciones sobre la acumulación del capital, el problema nacional y la elaboración de la estrategia revolucionaria.

En 1938, Stalin publicó su trabajo Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico. Se trataba de un trabajo muy didáctico, por su claridad expositiva, de las bases filosóficas y sociológicas del marxismo. A pesar de su fuerte esquematismo, lindante con el reduccionismo, resultó útil como trabajo de divulgación. Sin embargo, en las condiciones, ya muy agudas, del denominado culto a la personalidad, fue glorificado como “una obra maestra” y constituyó el motor de todo un período de dogmatismo posterior. Con el XX Congreso del PCUS (1956) se inició en la URSS la desmitificación de Stalin como teórico marxista, siendo sometido a fuertes críticas su subjetivismo frente a las leyes económicas, su eliminación del campo del materialismo histórico del concepto de modo de producción asiático y, en el plano de la dialéctica, la supresión de la ley de la negación de la negación, etc. En los últimos años, entre los dirigentes comunistas, sólo Enver Hoxa y Mao-Tsé-Tung continuaron valorando a Stalin como teórico marxista. Mao-Tsé-Tung (1893-1976) es, sin duda, el más importante teórico marxista oriental. Destacado difusor del marxismo en China, introdujo a su vez en la teoría marxista los fuertes condicionamientos culturales de su país. Además del célebre Libro Rojo de Mao constituido por breves citas de sus principales textos, adquirieron una gran difusión sus Cuatro tesis filosóficas, es decir, las tituladas Acerca de la práctica, Sobre la contradicción, Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, y ¿De dónde provienen las ideas justas? En la primera, Mao plantea el problema de la relación entre el conocimiento y la práctica, entre el saber y la acción. Los dos trabajos de Mao sobre las contradicciones están separados por veinte años y responden a las respectivas problemáticas que se planteaban en la política china. En ellas, era esencial distinguir entre contradicciones fundamentales y contradicciones secundarias, así como los aspectos equivalentes en una misma contradicción: su identidad y su lucha. También se trataba de distinguir entre contradicciones antagónicas y contradicciones no antagónicas.

Según Perry Anderson, existe contemporáneamente un marxismo occidental, basado en una tradición común. Figura descollante del mismo fue Antonio Gramsci (1891-1937). Toda la obra de Gramsci quedó estructurada por la finalidad de determinar un renacimiento del marxismo y de elevar esta concepción filosófica que, por necesidades de la vida práctica se había venido vulgarizando, a la altura necesaria para solucionar las complejas tareas que imponía el desarrollo histórico. Según el profesor Manuel Sacristán, “Gramsci cumplirá esta tarea de acuerdo a la inspiración básica de Marx, no eliminando del marxismo el concepto central de práctica, sino proporcionando la más profunda concepción de ésta que se ha alcanzado en la literatura marxista“. Posteriormente, en función del pensamiento de Gramsci -aunque también reaccionando frente a la línea Labriola–Gramsci– descuellan filosóficamente en el marxismo italiano Della Volpe y Colleti.

No obstante su nacimiento en Budapest, también se puede considerar a Georgy Lukács como un marxista occidental. En su fecunda vida intelectual y a través de muy diversas vicisitudes, Lukács conservó siempre su lucidez y rigor filosófico. En la última fase de su vida, Lukács puso en la base de su filosofa el principio marxista, según el cual existe una sola ciencia unitaria de la historia que va de la astronomía a la sociología. Esta ciencia única es una ontología, porque se plantea la tarea de indagar el ente en relación con su ser y encontrar en su interior los distintos grados y las diversas conexiones. En torno a este último Lukács, algunos de sus discípulos constituyeron la denominada Escuela de Budapest, en la que ha destacado Agnes Heller. En un sentido lato, también se puede considerar marxista a la Escuela de Frankfurt aglutinada en torno al Instituto de Investigación Social de esa ciudad. Su contribución crítico-cultural, se expresa a través de las obras de Horkheimer, Adorno, Marcuse y Habermas. Más bien formando parte del marxismo de las décadas del veinte y del treinta, es también importante la figura de Karl Korsch. Según Eric J. Hobsbawn, “G. Lukács, K. Korsch y E. Bloch son presentados a veces como pensadores que constituyen una corriente unitaria. Sin embargo, la imagen es demasiado sumaria y simplista, creada por una marxología superficial después de la Segunda Guerra Mundial, tras su descubrimiento. Hay quien los ha caracterizado también como representantes del marxismo occidental (Merleau -Ponty) o del marxismo europeo (en oposición al marxismo soviético), o como corriente neohegeliana en el marxismo. No se puede negar la existencia de rasgos comunes en los primeros trabajos marxistas de Lukács y de Korsch, pero existen también diferencias sustanciales, aparentemente anuladas por la inmediata reacción polémica, que habrá que subrayar. En cuanto a Bloch, el único elemento que lo une a Lukács y a Korsch consiste en la posición positiva respecto a Hegel y la filosofía clásica alemana en general, pero a diferencia de éstos no desempeña un papel activo en el movimiento revolucionario y sus trabajos filosóficos no se refieren nunca directamente a cuestiones políticas”.

En Francia, el desarrollo del marxismo contemporáneo ha estado condicionado por la fuerza de las tradiciones premarxistas nativas (proudhonismo, blanquismo y anarco-sindicalismo) y por el sostenido vigor del radicalismo burgués jacobino. Los intelectuales que atrajo eran en su mayoría personalidades literarias, con una relación más sentimental que científica con las ideas marxistas. Sólo en 1928 se incorporó el primer grupo de intelectuales con verdadero interés por las ideas marxistas: Nizam, Lefebvre, Politzer, Guterman y Friedman. Después seguiría Sartre, en una relación peculiar con el marxismo, y los muy discutidos Merleau-Ponty, Garaudy, Althusser, Bettelheim y Poulantzas. Asimismo el discípulo de Lukács, Lucien Goldman y diversos estructuralistas franceses.

La peculiaridad del desarrollo del movimiento obrero en los países anglosajones, no ha favorecido el desarrollo de una cultura intelectual marxista. No obstante, se han producido individualidades destacadas, como las de los científicos John D. Bernal y J. Haldane, economistas del relieve de Sweezy, Dobb, Huberman y Baran, así como historiadores de la talla de Hill y Hobsbawn. El economista polaco Oscar Lange también puede por su trabajo ser incluido en el ámbito marxista anglosajón. El filósofo marxista alemán Karl Korsch aparece, por el contrario, más ligado a la cultura centroeuropea y a la izquierda radical de la década de los veinte. Como hemos podido comprobar, generalmente se puede distinguir entre el marxismo de los clásicos que elaboraron los fundamentos de la teoría –Marx y Engels– y el marxismo de los discípulos o epígonos. También se puede hablar del marxismo de determinadas décadas de los siglos XIX y XX. Así, en algunas publicaciones, se ha utilizado la expresión “El marxismo de la década del 30“. En este último caso, se ha pretendido aludir a determinados ámbitos nacionales, geográficos o lingüísticos: marxistas británicos, marxistas anglosajones, marxistas occidentales, marxismo oriental, etc. En todo caso, se puede considerar que no es inapropiado aludir a un marxismo de la década del 30 del siglo XX. Desde luego, por plantearse, muchas veces, el tema de la función social de la ciencia, resulta una taxonomía muy apropiada para el tema de este Congreso. No obstante, nuestra exposición no se restringe a tal década, sino que abarca al conjunto del marxismo contemporáneo para así tener en cuenta el contexto en que se generó tal marxismo de una década determinada.

Nuestra exposición resultaría incompleta si no abordásemos el tema de España. En ese sentido resulta interesante el planteamiento de Perry Anderson en sus Consideraciones sobre el marxismo occidental: “El caso español sigue siendo un importante enigma histórico. ¿Por qué España no dio nunca un Labriola o un Gramsci, pese a la extraordinaria combatividad de su proletariado, y campesinado, aún mayor que la de Italia, y a una herencia cultural del siglo XIX, que, si bien ciertamente menor que la de Italia, estaba lejos de ser despreciable?“. Anderson emite la hipótesis de que a ello pudo contribuir no haber contado España con un Benedetto Croce. Mientras que el compromiso temporal de Croce, con el materialismo histórico, iba a tener profundas consecuencias para el desarrollo del marxismo en Italia, el de Unamuno no dejó huellas en España. Ajuicio de Anderson, “El enciclopedismo del italiano, tan en contraste con el ensayismo del español, fue sin duda una de las razones de la diferencia en el resultado“. Sin desconocer la meritoria aportación de Jaime Vera apreciable en su momento se ha dicho que el profesor Manuel Sacristán tuvo que afrontar esa tarea más de medio siglo después pero con renovada eficacia. Se ha dicho también que, en ese sentido, Sacristán no fue sólo la excepción a la regla de que la clase obrera española no ha producido sus propios intelectuales orgánicos sino que fue un intelectual orgánico de la izquierda, aunque “muy sui géneris“. No obstante es obvio que su magisterio ha creado Escuela y que, a través de ella, se adscriben, de una u otra forma, al marxismo nuevos pensadores españoles. Con independencia de la misma -y, a veces, polemizando con ella – al profesor Gustavo Bueno puede situársele también en el campo del marxismo español. De una forma bastante original y con posiciones filosóficas propias, tal y como fueron expuestas en sus Ensayos materialistas. Además, en torno al profesor Gustavo Bueno se ha nucleado la denominada Escuela de Oviedo, con su relevante aportación al campo de su materialismo filosófico.

El concepto de revolución en el marxismo

El concepto de revolución en el marxismo
Manuel Ballestero

El concepto de revolución parece haberse borrado en una sociedad integrada y compleja. El movimiento social parece desarrollarse sin posible ruptura, de manera sólo evolutiva.

Algo de esto es verdad y corresponde a las condiciones políticas y sociales de estas sociedades; pero la dialéctica social sigue abierta, incluso en estas sociedades; no hablemos de las de la periferia del sistema; los problemas están ahí: paro crónico y de masas, dificultades de formación profesional, de alojamiento, de vida urbana, diferencias sociales cada día más hondas, la democracia reducida a una farsa.

Esas dialécticas – en torno a la longitud de la jornada de trabajo, en torno al nivel de salarios o de protección social de los ciudadanos- desajustan el falso equilibrio de estas democracias capitalistas y exigen soluciones.

El problema no es hoy el dilema entre reforma o revolución, sino articular un proceso y un movimiento de reformas que tiendan a superar el sistema del capital.

Nuestros adversarios (neo-liberales y social-liberales) confunden el necesario, obligado, proceso de avanzar por medio de reformas con la no modificación del sistema capitalista.

Nuestra estrategia, obligada por las condiciones sociales actuales, es una lucha por arrancarle a las clases dirigentes reformas que transformen los equilibrios sociales, que atenúen –hasta acabar con ella- la explotación del trabajo y de la sociedad por el capital.

Puede preguntarse: ¿es marxista esa perspectiva de reformas transformadoras?, o, ¿rompe con la teoría marxista clásica?

No es posible aquí abordar el problema en toda su extensión, es una cuestión muy ancha y profunda. Reflexionaré a partir de unas cuantas ideas de nuestros clásicos.

Arranco de un texto de la «Introducción a la contribución a la crítica de la economía política», de K. Marx, 1857 (lo citaré en la conferencia, no lo tengo a mano) (ver al final).

Dos observaciones: movimiento incesante, lento o rápido, en las fuerzas productivas: ese movimiento es la base del proceso histórico, de sus cambios y de sus rupturas. Por esa acumulación permanente de cambios en dichas fuerzas no hay detención en la historia; el proceso de expansión de las fuerzas productivas no se detiene, constituye la base móvil. Ahora bien, ese movimiento choca en un momento dado con la estructura de las relaciones de producción; esa contradicción provoca desajustes, desequilibrios en la estructura social, provoca sobresaltos sociales. Esto es la revolución.

En el texto de Marx hay la convergencia de estos dos elementos: el movimiento de las fuerzas productivas y la estructura de las relaciones de producción; el choque de una base móvil y de una estructura fijada. Desde el principio en la concepción de Marx la noción de revolución es dialéctica; no es una concepción simplista ni simplificada del proceso revolucionario.

La revolución, en ese texto, aparece colocada en un largo período, el de la acumulación de las transformaciones en las fuerzas productivas que, de manera continuada y prolongada, engendra tensiones respecto a las relaciones de producción. Estas tensiones emergen en formas diversas:

a) Como crisis en los procesos productivos y sociales, que pueden conducir, aunque no necesariamente, a un estancamiento prolongado de tales procesos productivos y reproductivos. O a un avance en el desarrollo de dichas fuerzas productivas con repercusiones destructoras respecto de la fuerza productiva principal, la fuerza de trabajo, la reproducción armoniosa de la vida social a este proceso asistimos hoy en los países capitalistas.

b) O a una explosión revolucionaria radical

c) O a una inquietud social que no desemboca inmediatamente en crisis revolucionaria, pero que se prosigue en medio de luchas sociales, intermitentes, más o menos profundas, pero que no encuentran el camino político para destruir el sistema.

De todos modos, la revolución en el texto de Marx aparece como un punto en una larga línea de transformaciones, de desequilibrios, de choques, contradicciones y luchas.

Hago un inciso. La crisis que se engendra en el desajuste entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción no tiene por que expresarse sólo en forma de crisis económica, como la del 29. Esto lo olvidan algunos que se dicen marxistas y que se encuentran obnubilados por las hazañas del sistema capitalista, olvidando sus lacras presentes. La crisis, en el pensamiento de Marx, puede manifestarse en formas no económicas, sino sociales: destrucción del tejido social, de los valores más elementales de la vida social y humana (valores de solidaridad y confianza entre los hombres), embrutecimiento social, fomentado desde el poder, desde los poderes, en teorías de darwinismo social, semejantes a las nazi-fascistas: ganan los mejor adaptados, pierden irremediablemente los más débiles. Ese naufragio de todos los valores es crisis; la vida del hombre incluye valores, no sólo mercancías. Esto debe estar claro en la mente de los comunistas; basta con volver a leer a Lenin.

Dicho esto, cierro el paréntesis. En el pensamiento de Marx el salto, el cambio revolucionario, en tanto que momento político de la toma del poder por una nueva clase, se instala en el largo curso, en el tiempo largo de la acumulación de las fuerzas productivas. En ese sentido, el cambio cualitativo, revolucionario está cogido y determinado por la acumulación de cambios cuantitativos en las fuerzas productivas, y en la vida social.

La revolución no comienza ni termina en el instante o en el momento de la revolución; tanto antes como después, el salto revolucionario se apoya y se encuadra en un largo proceso histórico-material-social.

Por todo esto, los clásicos del marxismo Marx, Engels, Lenin, Gramsci han utilizado para su teoría de la revolución social las categorías dialécticas de cambio cuantitativo-cualitativo. Y aquí, contra todos los análisis de los estalinistas, hay que decir que fue en la dialéctica idealista donde sólo de manera filosófica y alienada, no de modo histórico-social-material, se teorizó la cuestión del cambio revolucionario. Esto quiere decir que los marxistas y los comunistas tienen que estudiar la dialéctica materialista en el horizonte teórico de la filosofía clásica alemana; como hizo Lenin en sus « Cuadernos filosóficos », como hizo Marx en sus escritos de juventud «La Sagrada familia», los «Manuscritos del 44» y otros. Por eso Lenin le dio tanta importancia al factor cultural en la formación del partido comunista. Los comunistas tienen que aprender y heredar las conquistas de la inteligencia humana, toda, a lo largo de la historia. Los comunistas no pueden ser sólo buenos ejecutantes, tienen que procurar elevarse a un nivel de comprensión teórica, cada uno como puede, según sus posibilidades.

Resumo: en los clásicos la ruptura revolucionaria del curso social se da dentro del curso social mismo. En este sentido, ruptura y continuidad se interpenetran. Dialécticamente se conexionan, no se excluyen. Y aquí quiero insistir en el entramado dialéctico de la concepción marxista y en que dialéctica significa un modo de pensar que, pensando la realidad en todas sus dimensiones, excluye la unilateralidad y el formalismo, los esquemas.

Dialéctica es ante todo crítica de cualquier abstracción, es decir, unilateralidad, es pensamiento de lo real en su totalidad, en la totalidad de sus elementos y relaciones internas. Por eso dialécticamente es necesario saber pensar la conexión ruptura-continuidad.

La conexión del tiempo largo de los cambios cuantitativos y del corto de los cualitativos. Afirmar uno no quiere decir negar el contrario.

Puede decirse con M. Kossok, especialista alemán de los problemas de la revolución burguesa, «la revolución francesa de 1789 inaugura el final», es decir, empieza el final de todo un enorme y largo proceso de transición del feudalismo al capitalismo.

La noción marxista de «transición» abre otro campo conceptual: que el inicio revolucionario, precedido por la acumulación de los cambios cuantitativos en las fuerzas productivas y, más lentamente, en lo ideológico, tampoco termina en sí mismo; el salto revolucionario no es tan sólo de un instante, de un momento histórico, sino que con el comienza un período de transición y largo de paso de un sistema a otro.

El nuevo sistema no está contenido ni cumplido en el primer paso; el salto revolucionario no hace más que abrir un nuevo y acelerado proceso de adecuación de las fuerzas productivas a las nuevas relaciones. Es decir, el simple cambio de clase en el poder, la modificación del aspecto jurídico de las relaciones de producción, que son mucho más amplias que las simples formas de propiedad, tampoco culmina el proceso revolucionario. También, en este sentido, la revolución está cogida, más allá de sí misma, en un largo proceso.

Sobre estos problemas se ha publicado un libro que no está traducido en castellano, el de J. Legrand, «Le Socialisme Dans l’histoire». El autor insiste en todo lo que acabo de decir, pero llama la atención sobre un aspecto esencial y que el estalinismo silenció o deformó: que el paso al socialismo y la lucha por el socialismo representa la culminación de toda una enorme serie de esfuerzos emancipadores que todavía no tenían forma socialista; se liga a ellos dialécticamente y los realiza. Marx ha escrito que «la humanidad tiene un sueño y basta que tome conciencia de el para realizarlo». En esto, dos elementos: 1) Lo anterior emancipador, incluso en formas mistificadas religión, filosofía, arte son modos en que plasma ese sueño que el socialismo tiene que realizar. Lenin, por eso, decía que el comunismo es el compendio de todo lo que la humanidad ha producido de elevado en su curso civilizador. 2) En ese «basta que tome conciencia» de Marx se alude a la necesidad del momento consciente, teórico del proceso revolucionario.

En el pensamiento marxista de la revolución no hay la idea de cortes ni de comienzos radicales y asoladores, ni tampoco la idea de cambios puramente objetivistas, sin intervención, consciente y voluntaria de los hombres.

El sujeto social tiene que asumir la problemática del cambio social, debe producirla desde su posibilidad material, posibilidad que los cambios materiales y los de la conciencia social han preparado.

La concepción marxista de la revolución es dialéctica, es decir, la revolución es entendida como proceso histórico dentro de la historia, dentro del proceso histórico general que la prepara y que ella misma, la revolución, lleva a cabo con la vista puesta en los valores que debe alumbrar y que deben recoger y profundizar lo que la humanidad ha ido alumbrado en su devenir histórico.

Por eso es necesario retener en el centro de la concepción la noción dialéctica de Aufhebung: sobrepasamiento dialéctico: lo nuevo suprime lo anterior en la medida en que lo preserva, es decir, en que cumple las promesas que han quedado incumplidas y en la medida en que profundiza en lo que se ha cumplido.

El socialismo retiene en su interior las conquistas emancipadoras de la historia. La democracia, en su sentido recto-poder del pueblo, autodeterminación popular del contenido de la vida social y del proceso social de producción. En ese sentido, la democracia se retiene transformándola, convirtiéndola en real democracia. En el número 4 de la revista «Contrarios» hemos publicado unos textos de Marx sobre este tema.

¿Cómo entender esto de preservar lo que se supera? Como integración en nuevas estructuras sociales de los elementos racionales de las anteriores, dentro de las nuevas y en la medida en que esos elementos de racionalidad se pliegan a una nueva lógica histórico-social.

Esta nueva lógica social no está acuñada con el simple salto revolucionario. La nueva lógica tiene que abrirse a través de un largo período de transición.

Esto nos lleva a otra cosa. La teoría de Marx acerca de la revolución socialista contaba con que ésta se produciría en un país capitalista desarrollado y como resultado del desarrollo de las contradicciones del capitalismo desarrollado. Esto significaba que el capitalismo habría preparado la base material para una nueva sociedad; en tanto que sociedad, el capitalismo tiene un cometido desarrollar al máximo las fuerzas productivas para comprimir el valor de la fuerza de trabajo y aumentar la tasa de plusvalía y de explotación.

La naturaleza desigual del desarrollo y los fenómenos imperialistas motivaron la emergencia revolucionaria en países de la periferia, en la Rusiaatrasada. Por eso el proceso de transición tenía que ser más largo y difícil, no acelerado como en cierto modo impusieron las necesidades históricas de defensa de la república soviética. La radicalización estalinista impidió un desarrollo más equilibrado también las amenazas del fascismo desde 1933. Pero también hay que señalar que el estalinismo no sólo aceleró los ritmos, sino que cambió la orientación leninista.

Lenin, como explica muy bien G. Lukacs en «Socialismo y democratización», le prestó mucha más importancia a los aspectos cualitativos de la nueva sociedad los soviets como órganos de poder del nuevo Estado que a los puramente cuantitativos: crecimiento de la producción y-perspectiva de alcanzar a los países capitalistas, en lugar de desarrollar una nueva lógica social y política, nuevos modos de gestión obrera, intervención popular en los asuntos del Estado, y otros.

A la luz de lo dicho, resumo: la revolución aparece cogida en largos procesos acumulativos; los procesos de las luchas sociales por reformas forman parte dialécticamente de1 proceso revolucionario.

El sistema del capital mantiene todas sus contradicciones, en nuevas formas y nuevos modos de gestionarlas, pero, por ello, ese sistema tiene que ser superado, sobrepasado. En situaciones históricas en que parece que el horizonte está cerrado hay que pensar en el tiempo largo que no significa adaptación, sino lucha tenaz, consecuente.

Marxismos, Neo-marxismos y post-marxismos

MARXISMOS, NEO-MARXISMOS Y POST-MARXISMOS

André Tosel

PARA UN ESTADO DE SITUACIÓN: DEL LADO “MARXISTA”

El modo de existencia del pensamiento de quienes hoy se reivindican más o menos en pro de Marx y se dicen marxistas, es muy problemático. El fin del marxismo-leninismo soviético, que fue el pensamiento oficial de los partidos comunistas de la Tercera Internacional, coincidió con el agotamiento de los efectos producidos por las últimas grandes elaboraciones de los heréticos del marxismo que fueron, a títulos diversos, A. Gramsci, G. Lukács, M. Horkheimer, T. W. Adorno, H. Lefebvre y L. Althusser. Todos estos auténticos pensadores del siglo XX no han logrado reformar la ortodoxia, de la misma manera en que sus proposiciones teóricas y estratégicas no han sido asimiladas en profundidad por sus destinatarios efectivos, los partidos comunistas. La implosión del comunismo de tipo soviético, o bien ha conducido a un alineamiento tendencial sobre los partidos socio-demócratas, cada vez más convertidos en liberal-demócratas, o bien ha desembocado en la existencia de partidos comunistas “refundados“, pero desprovistos de una actitud política efectiva. Y sobre todo, ha sido roto irremisiblemente el vínculo que unía la teoría marxista y el movimiento obrero organizado, ese substrato de los marxismos ortodoxos y heréticos. La referencia a Marx, por lo tanto, no ha desaparecido, y, en esta situación inédita, han surgido numerosas tentativas de efectuar un balance del pensamiento marxiano, exentas de toda reverencia y atentas a la complejidad real de ese pensamiento.

Así han emergido neo-marxismos y post-marxismos sin que este florecimiento pueda alinearse como tal en la investigación académica: si bien todas esas elaboraciones tratan a Marx como un clásico del pensamiento que debe ser estudiado como Hegel o Aristóteles, todas lo tratan como un crítico esencial de la modernidad y buscan, en él y contra él, elementos y aún una problemática para la elaboración de un pensamiento realmente crítico respecto del capitalismo que devino mundial. Todas son “políticas“, lo que no perdona la filosofía universitaria. Esta supervivencia explosiva y diseminada de Marx, desprovista de vínculos organizativos, puede reservar sorpresas, pero en el momento actual lleva una existencia marginal. La amplitud de las revisiones de que han sido objeto la obra de Marx y de los grandes heréticos del siglo, impide la ocurrencia de un efecto de sugestión sobre las grandes corrientes de la filosofía contemporánea. Sería útil estudiar esos neo-post-marxismos para medir el estado de pulverización extrema en que se halla, de aquí en más, el corpus marxiano, del que, por otra parte, se comienza a percibir que es como tal una inmensa acumulación de fragmentos, no un sistema.

Se podría ver que en el seno de esos neo y post-marxismos no hay ni una sola tesis de Marx que no sea discutida, reformulada, o incluso abandonada. Un sencillo relevamiento bastará. La teoría de la historia es, o bien denunciada como versión materialista de la filosofía progresista de la historia, o bien reelaborada como teoría de posibles abiertos. Estos posibles, a su vez, son, ya interpretados como tendencias que contienen sustancialmente las razones objetivas y los motivos subjetivos de su actualización, o ya reelaborados como elementos de una concepción aleatoria del cambio. La teoría crucial de la explotación, que durante mucho tiempo íúe considerada como el meollo de la crítica de la economía política capitalista, no goza de mejor estado. Su fundamento, la teoría de la plusvalía absoluta y relativa, reposa sobre la teoría del valor trabajo que, desde fines del siglo XIX, ha sido objeto de recusaciones constantes (a partir de la dificultad de hacer posible una teoría de los precios de mercado). Así, ella puede ser, o bien aceptada por su capacidad de dar cuenta de las formas sucesivas de la sumisión real del trabajo al capital, abstracción hecha de sus propias aporías, o bien completamente reformulada sobre la base de una crítica del sustancialismo metafísico inmanente a la idea misma del valor trabajo; y esta reformulación puede tomar a su vez diversas formas, de las cuales, la de la dotación desigual en capital (se dicen explotados los individuos que estarían en mejor posición si se retiraran de su lugar en las relaciones sociales). Las mismas observaciones podrían hacerse sobre la teoría de la caída tendencial de la tasa de ganancias y de las crisis: a la tesis de la necesidad de una resolución más o menos catastrófica de esta ley en una crisis final, ha sucedido una interpretación probabilística que hace reserva de los derechos de la contingencia histórica y de la iniciativa humana. Más aún, ciertas lecturas hacen de la crisis misma el mecanismo de la reproducción indefinida del capitalismo….

A la vez, se plantea la polémica concerniente al derecho, la moral y la política, la justicia según Marx, polémica que se ha nutrido durante estos años en el seno del marxismo llamado analítico: la teoría funcionalista de la explotación ¿autoriza una teoría normativa, o conduce, en razón de la inseparabilidad entre el ser y el deber ser, a no ver en la reivindicación de justicia sino una dicción necesaria y contradictoria de los derechos según la posición de clase? Este interrogante sobre el lugar y la función de la ética, y aún de la moral, en el pensamiento marxiano, relanza con la cuestión del derecho la cuestión aún pendiente de la política, la de la lucha de clases en su relación con el Estado, con la democracia representativa y directa: a los que reivindican a Marx, teórico de la institución republicana, se oponen los que hacen aparecer la irreductibilidad de la crítica de la representación en Marx y subrayan la persistencia de la temática de la democracia directa y de los consejos. El asunto no termina ahí, se vuelve a plantear al interrogarse sobre la relación de Marx con la tradición política del liberalismo, el contractualismo liberal-social: a los que proponen, siguiendo a Rawls y Habermas, reconstruir la teoría de Marx a partir de las categorías del contrato central e interindividual, y del principio de asociatividad, se enfrentan quienes sostienen una lectura neo-maquiaveliana o spinoziana en términos de relaciones de poder.

No es sorprendente, desde luego, que la estructura del saber marxiano sea objeto de disputas tan radicales. La interpretación dialéctica de la Kritik es contestada, no solamente por lecturas estructurales que eliminan la herencia teórica de la referencia hegeliana, siempre diabolizada en Francia, sino que esas lecturas mismas se dividen según que rectifiquen el presunto funcionalismo epistemológico, considerado teleológico, de Marx en el sentido del individualismo metodológico, o que entiendan conservar algo de la tradición organicista en la que se supone se inscribe Marx. Todas estas revisiones se desarrollan, por fin, sobre el trasfondo que constituye el descubrimiento de faltas y lagunas graves en el pensamiento marxiano: es ya antigua la comprobación de la insuficiencia de las teorizaciones marxianas acerca de lo político, lo jurídico, lo religioso, demasiado marcadas por el economismo y la reducción de las relaciones hegemónicas de sentido a relaciones mecánicas de fuerzas; a ello se agregan cuestionamientos más graves que se refieren a la hipóstasis de la producción y del trabajo, a la acción mal entendida como acción en primera persona, al olvido de las estructuras simbólicas, a la oculta ocultación de la perspectiva hermenéutica en beneficio de la sola dimensión de la crítica.

Todo ocurre como si el campo de los neo y post-marxismos estuviese organizado en dos polos contradictorios, el analítico y el utópico.

Por una parte, el polo de lo que se denomina el marxismo anglosajón o analítico ha emprendido la deconstruccción del corpus marxiano de manera interna cotejando sus argumentos desde el punto de vista del individualismo metodológico, es decir haciendo del método micro-fundador y de la teoría de las opciones racionales los medios de una reconstrucción, más coherente, de la teoría de los fenómenos económicos y sociales. Esta reconstrucción debe poder ser sometida a la discusión argumentada de una comunidad científica cuya primera preocupación es el rigor. Ella pone a prueba la coherencia de la teoría marxiana, individualiza sus modos de razonamiento, sus obscuridades, su plenitud. Ella recusa toda opción ideológica a priori que se refiera a una elección de posición de clase o de partido, retraduce a un lenguaje ordinario pero epistemológicamente controlado lo que en Marx se enuncia en un lenguaje especulativo y dialéctico. Ella trata de esclarecer los conceptos de base para llegar a definiciones claras que permitan una confrontación constante con las ciencias sociales. No vacila en corregir ciertos análisis, abandonar sin retorno ciertas teorías, recusar ciertas perspectivas consideradas confusas, inconstructibles y utópicas. Mantiene así la doble necesidad del mercado y del Estado, liquida como inútil la teoría del valor. Separa lo que es válido en Marx de lo que no está verificado empíricamente o que es lógicamente incoherente. Añade las piezas teóricas consideradas faltantes, como la teoría normativa de la ética y del derecho. De todas maneras, esta deconstrucción analítica asegura un distanciamiento respecto del corpus marxiano y marxista.

Por otra parte, el polo utópico, e incluso escatológico y apocalíptico, trata de situarse a un nivel no susceptible de ser demostrado como falso, inaccesible a la deconstrucción analítica. Ésta deja intacta la dimensión de esperanza inscripta en los gritos de los vencidos y de los explotados, no conoce más que el comportamiento racional modelado sobre los teoremas del utilitarismo, es ciega a la cuestión históricomundial de la dominación. No puede encarar otro horizonte que no sea el de la racionalización aceptada como un dato evidente, no problematizable. Excluye en general la dimensión de la posibilidad, y en particular la ruptura de la linealidad del tiempo. Marx supo unir saber (incluso si ese saber exige su rectificación) y memoria viva del sacrificio de los vencidos. Este vínculo apocalíptico -que acaba de subrayar J. Derrida después de W. Benjamín– halla su pertenencia en la época de la mundialización capitalista. La epistemología tiene por efecto ocultar el espíritu de un pensamiento que ha estado y está todavía a la altura del desafío de la modernidad en la medida en que no oculta el precio cada vez más intolerable con que se paga la constitución de la economía-mundo. Como se ve, los neo y post-marxismos no se desarrollan en el sentido de una iracundia sin fronteras. La nueva libertad de que goza la búsqueda no acaba en un unísono, sino más bien en una cacofonía. Aquí el estado de situación debería ser evaluación o balance, pero dejaremos esta tarea en suspenso.

En este punto de máximo alejamiento de la compactación de las diversas ortodoxias marxistas, se plantea un interrogante: ¿qué significa hoy llamarse todavía “marxista“? ¿qué unidad conceptual mantiene juntas esas voces discordantes? ¿por dónde pasa para cada elaboración la línea de demarcación entre lo que es válido en el pensamiento de Marx y sigue siendo fecundo, y lo que debe ser descartado? ¿se pueden formular, en el seno de los desacuerdos comprobados, proposiciones con un consenso mínimo asegurado? Podemos intentar una respuesta distinguiendo dos tesis que pueden ser la base que permita todavía hablar de neo o de post-marxismo o de marxismo a secas.

Primera tesis: es del orden del saber. Afirma la posibilidad y la urgencia de una crítica del capitalismo histórico devenido mundial y de sus formas, articulada con la teoría de la sumisión real del trabajo al capital. Esta tesis tiene por horizonte llevar a cabo un juzgamiento crítico respecto de la persistencia injustificable material y espiritualmente de formas antiguas y nuevas de inhumanidad histórica.

Segunda tesis: es del orden de la finalidad práctica y de la esperanza razonada. Plantea las esperanzas de una posibilidad de eliminación de ese elemento inhumano (llámese alienación, dominación, explotación, sometimiento, exclusión). Esta tesis tiene por horizonte la liberación del poder de la multitud y la construcción efectiva de formas sociales determinadas que institucionalicen este poder.

DEL LADO DE LA FILOSOFÍA

Fuerza es reconocer sin embargo que esas investigaciones no atraen la atención de las corrientes filosóficas actualmente dominantes, si se exceptúa el marxismo analítico que ha logrado ser parte activa del debate concerniente a la justicia o ciertas lecturas estéticas y estetizantes del marxismo utópico-apocalíptico. Están muy lejos los años en que las orientaciones esenciales de la filosofía no podían sustraerse a la interrogación concerniente a su propio sentido emanado de los diversos marxismos. Si se observa lo ocurrido en Francia, la situación es de desinterés de la filosofía por Marx y los mil marxismos actuales. Al anti-marxismo virulento de los años 1975-1990, ha seguido un a-marxismo educado. La última intervención “marxista” en filosofía que logró ser tomada en cuenta por la filosofía “pura” fue la de Althusser y su grupo. Pero esta intervención ha conocido una parábola singular: partiendo de una proposición de reestructuración del pensamiento de Marx como ciencia estructural del continente historia (después del corte epistemológico), ha terminado en aporética generalizada y se ha acercado tendencialmente a los emprendimientos post-metafísicos y postheideggerianos de deconstrucción del racionalismo occidental. Su vigor y su capacidad de plantear bien los problemas han inspirado investigaciones originales, pero dentro del elemento inevitable de la escisión y la dispersión de “la escuela“. Marx es bien reconocido hoy como un clásico, pero ninguna corriente de pensamiento integra de manera orgánica la Kritik para definirse y desarrollarse. El reconocimiento del pensador crítico de la modernidad económica mundializada no da lugar a una confrontación recíprocamente productiva. El interrogadorde la filosofía que había obligado a Merleau-Ponty, Sartre, R. Aron o Eric Weil, y, en menor grado, a Foucault y Deleuze a situarse en relación a él, ya no es interrogado. Queda librado al estudio dividido de sus intérpretes.

En efecto, la escena filosófica francesa es dominada tendencialmente por la confrontación y la interpenetración de la fenomenología y la hermenéutica, las que de aquí en adelante deben, cada vez más, confrontarse y combinarse con la filosofía analítica en plena emergencia.

La fenomenología da una gran importancia a la intersubjetividad y a su modo de ser en el lenguaje, pero jamás se eleva a un análisis de las relaciones sociales fundamentales. El interés por el propio cuerpo, la sensibilidad y la estética en general concierne a un cuerpo que no trabaja ni actúa como ciudadano, un cuerpo esencial sin otra actividad que las del ejercicio de los sentidos en el seno de una relación indeterminada con las cosas mismas. La fenomenología del vínculo social, formulada por Schutz, interesa más a los sociólogos pragmáticos de la acción que a los fenomenólogos que reemplazan a menudo la temática de la constitución por aquella, teológica, de la donación. El libro importante de Michel Henry (Marx, I. Unephilosophie de la réalité. II. Une philosophie de l ‘économie. 1976) no ha tenido continuación.

La hermenéutica, por su parte, es de hoy en más la koiné filosófica que valida en el ecumenismo del círculo del precomprender y del comprender, la totalidad de los discursos convertidos en textos objetos de una reverencia igual. El perturbador planteo del cuestionamiento heideggeriano o nietzcheano sobre la metafísica moderna es así amortiguado en beneficio de un relativismo bien pensante. El retroceso del motivo de la crítica ante el de la hermenéutica da una primacía de hecho a la toma en consideración de las tradiciones de lenguaje y de los prejuicios como estructura del sentido común. La idea misma de una articulación de la filosofía y la crítica de la economía política ya no es encarada, precisamente en el momento en que la mundialización capitalista da a esta tarea una urgencia nueva.

A este respecto, basta observar la manera reduccionista en que se comprende en Francia la obra de J. Habermas. La larga confrontación con Marx y él marxismo occidental es aceptada sin discusión, basta con registrar su resultado, el de una eutanasia suave propuesta a Marx en la lógica de la acción comunicacional. Se descuida la dimensión crítica, modesta, pero sostenida aún por Habermas en sus análisis de la colonización del mundo vivido por esos medios impersonales que son la economía de mercado y la administración política. A ello se prefiere emprender la fundación de una ética del discurso separada de sus justificaciones histórico-mundiales. La filosofía analítica se consagra al análisis técnico del lenguaje y de los saberes.

Se fecunda con las ciencias cognitivas, desarrolla una epistemología internalista de las ciencias. Pero olvida ostentosamente las aproximaciones de la epistemología histórica francesa (Cavalliés, Bachelard, Canguilhem, Desanti, Dagognet) que ha sabido siempre analizar la dialéctica del conocimiento en términos de práctica histórica, sin ignorar la inscripción de la verdad en una problemática teórica que se inscribe simultáneamente en una situación socialmente determinada e indisolublemente unida a la ideológica.

Sería importante interrogar a la figura mayor de la filosofía francesa, Paul Ricoeur, y compararla con Habermas, para hacer aparecer la virtualización de la referencia marxiana en el pensamiento filosófico francés. El intento, impresionante por su amplitud y su saber, de reconciliar fenomenología y hermenéutica, crítica y comprehensión, se pretende considerar a-marxista. Aún cuando los conceptos de ideología y de utopía hayan sido tomados en cuenta por el filósofo, su tematización sigue siendo general y como desconectada de la interrogación marxiana sobre la impureza del simbolismo propiamente capitalista. La filosofía política de P. Ricoeur representa un retorno a Kant; más acá de los análisis penetrantes de Hegel mismo o de Eric Weil. El precio por pagar es por lo menos pesado, en la medida en que permanezcan filosóficamente impensadas las estructuras efectivas de nuestro mundo social y de su ontología de hecho. El muy notable Temps et récit moviliza con penetración los recursos de la narrativa, la historiografía, pero nunca las historias o exposiciones así tematizados al plano de la historia mundial que se hace, so pretexto de peligro de un retorno al totalitarismo inmanente de las grandes exposiciones de las filosofías de la historia.

Es menester ir más lejos. La obra de Ricoeur, aún sin ser seguida por los filósofos mismos, devino la referencia dominante en Francia para las ciencias humanas e históricas. El paradigma del actor intérprete privilegiado de £us actos, aquel de la acción como texto, tendiente a reemplazar la perspectiva crítica de un P. Bourdieu, quien paga las consecuencias de haberse mantenido siempre ligado a la problemática de Marx, procediendo a la generalización de la noción de capital y elaborando la teoría de las prácticas como campos diferenciados de relaciones de dominación y de legitimación. Pero los filósofos franceses, en su gran mayoría, ignoran con soberbia el trabajo de P. Bourdieu a quien no perdonan el haber objetivado la filosofía como práctica inscripta en los dispositivos sociales.

Este rápido panorama sería, por cierto, incompleto si no se observara que, siguiendo la estela de una lectura epocal de Heidegger, o incluso de Nietzche, algunos pensadores, marginales y originales, solicitan a Marx para interrogar la modernidad como crisis de la producción ilimitada, siendo ésta la figura actual de la subjetividad en lugar de dominación, y para replantear la cuestión de la filosofía en su relación con una política de dominio (G. Granel, J.-L. Nancy y, desde otro punto de vista, J. Derrida). Pero, como se ha visto, la exposición de lo que sucede del lado de la filosofía considerada en su relación con Marx y con los marxismos manifiesta, sobre todo, la marginalidad de la referencia marxiana.

Sin embargo, las cosas no son tan simples: este estado de situación, en efecto, muestra simultáneamente que al margen, pero de manera sintomática, el mantenimiento de un punto de vista marxiano-marxista minimal renueva de manera inesperada la posibilidad de interrogar de nuevo a la filosofía en su ejercicio actual, con la condición de que la interrogación marxiana-marxista sepa cruzarse con las corrientes de la filosofía contemporánea que han afrontado la cuestión histórico-mundial del destino del pensamiento como búsqueda desenfrenada de la supremacía. La interrogación marxiana de la filosofía y de su crítica vuelve a surgir así subterráneamente desde el corazón de las aporías marxistas.

Filosofía, ideología, constitución del mundo, en la época de la mundialización capitalista.

La filosofía contemporánea se rehusa, en efecto, estructuralmente, no tanto a pensar su historicidad en términos de misión (el servicio “tradicional” de la libertad, del derecho, de la comunicación, de la ciencia, del ser, enumeración no exhaustiva) como a asumir su pertenencia a un mundo histórico-social, a tornar problemática su propia vinculación con las relaciones sociales fundamentales de este mundo, con las prácticas efectivas así conducidas. Ella difiere la prueba que consiste en medirse con ese otro, con la alteridad de la no filosofía, que es el proceso histórico en su condicionalidad específica, con sus espacios de experiencia y sus horizontes de espera para tomar prestados de R. Koselleck sus útiles conceptos. El pensamiento de Marx y de los marxistas que realmente han trabajado, ha resurgido cuando ha logrado reformarse y reformar teniendo en cuenta los desmentidos y los fracasos históricos, reconfigurándose en función de las reconfiguraciones indefinidas de las coyunturas en que se había inscripto él mismo como actor pensante, cuando ha podido analizar en el curso viviente del cambio histórico los cambios de ese mundo y los cambios del modo de cambio mismo, cuando, en fin, se ha transformado sin renegar de sí mismo. Es el modo actual de cambio del cambio que importa pensar, con el fracaso de la primera tentativa de revolución comunista y con el devenir-mundo de un capitalismo también transformado. Con raras excepciones, la filosofía considera indigno de sí misma pensar esas transformaciones de las transformaciones, cuya tarea delega a las ciencias humanas sin comprometer de manera general con estas últimas la indispensable confrontación. Todas las temáticas impuras desarrolladas en torno a “Marx y la filosofía” no han llegado jamás a definir “una filosofía marxista”, pero han asegurado incansablemente el retorno de la historia y de las relaciones sociales en la filosofía, tomando sus formas más diversas y relativamente heterogéneas dentro de la unidad de la cuestión: dialéctica materialista, materialismo(s) dialéctico(s), teoría crítica, filosofía de la praxis, ontología del ser social, ontología del aún no ser, etc. Marx continúa planteando a la práctica de la filosofía la cuestión de su incurable impureza. Esta cuestión no toma sólo la forma “salvaje” de la ideología, pues ésta es reversible, y los marxismos han funcionado largamente como legitimación del Estado-Partido para reivindicar una ingenuidad perdida.

Para recuperar su pertinencia, la cuestión de la función ideológica de la filosofía, sin embargo, puede y debe comenzar por reformularse en términos de constitución del mundo. La dependencia de la filosofía respecto de las relaciones sociales de producción obliga, en efecto, a pensar positivamente la heteronomia de la filosofía, su pertenencia a un mundo histórico-social que ella puede relativamente constituir. La cuestión “marxista” dirigida a la filosofía es la de la efectividad de su práctica teórica, ella reenvía la práctica filosófica a su verdad inmanente, a la prueba del asimiento conceptual, de la concepción de su mundo, la hace constreñirse a los límites de ese mundo que son siempre los límites (parcialmente desplazables) del pensamiento mismo. La cuestión planteada por el marxismo éste se la plantea infinitamente a sí mismo, concierne a su propia capacidad de pensar los límites de ese mundo. No se trata de la cuestión clásica de la historicidad ni la de la reflexividad, magistralmente planteada y absolutizada por Hegel y asimismo magistralmente retomada por M. Weber, sino la de la historicidad y la reflexividad determinadas, propias de nuestro mundo actual, de su reflexión específica en su proceso de vida y de muerte, del borde, del margen mismo de la posibilidad radical que define nuestra historicidad, la de su derrumbe como mundo humano histórico.

La fuerza de Marx ha sido y sigue siendo la de dar un contenido a esa historicidad. Ella remite al modo de producción capitalista y a las relaciones sociales que lo definen, las del capital como poder de sumisión real del trabajo y de todas las actividades humanas. Ella implica la permanencia de la resistencia a esta sumisión, y por lo tanto la de la figura de esta resistencia, la lucha de clases que no es solamente lucha contra la servidumbre, sino contra su forma especular, la dominación. La universalización a nivel planetario de la relación social capitalista es ciertamente la materia no filosófica (y el nombre no filosófico) que convoca y cita a la orden del día a la filosofía, y la aparta de los sueños de su imposible autonomía, de su vana pureza. La especificidad de nuestra historicidad fin del comunismo histórico, devenir mundo de la economía y devenir economía del mundo radica en que ya no es posible traducir esta universalización capitalista en anticipación y condición de posibilidad (así sea en vano) de superarla. Nada garantiza que el progreso de las fuerzas productivas sea el de la libertad, una vez liberadas éstas de las trabas de la relación capitalista. La universalización ya no es el sinónimo social de la libertad, de la racionalización, de la humanización o de la eticización. Ella se presenta como un mundo totalmente nuevo (“brave new new world” que espera con sus tempestades su nuevo Shakespeare) en el cual, a las antiguas escisiones y contradicciones identificadas por Marx y los grandes heréticos marxistas del siglo, se agregan, desplazándolas, nuevas escisiones y contradicciones, sean sexuales, ecológicas, etno-nacionalistas o intelectuales. Es éste sin duda el punto filosóficamente decisivo que concierne a la pertinencia y los límites del racionalismo progresista en el que Marx y los marxistas están inscriptos.

La hegemonía actualmente no limitada de la producción por la producción, de su infinitud, es la de la subjetividad perdida en su delirio de dominación. Ella designa nuestra coyuntura y muestra a la vez los límites y la impotencia del comunismo histórico, obsesionado por lo infinito de la producción y al mismo tiempo incapaz de rivalizar con el capitalismo en su propio terreno. Ella hace aparecer los límites de la crítica marxiana demasiado ligada a la exaltación moderna de la producción por la producción y a su racionalidad, demasiado confiada en el poder de la ciencia, considerada en cuanto se halla incorporada al capital mientras se mantiene susceptible de ser separada y liberada de él. Es en este punto que la aprehensión de la historicidad de nuestro tiempo, el tiempo de la caída del comunismo histórico y de las devastaciones de la producción capitalista, desemboca en la necesaria reconsideración de la racionalidad moderna y de la presión que ella ejerce sobre Marx y los marxistas. Es en este punto que se convoca a la filosofía, y es en este punto que aparece la pertinencia de una confrontación de Marx y los marxistas, no sólo con la tradición de la economía política, del social-liberalismo, o del pensamiento racionalista, dialéctico o no, sino con los filósofos de la historia del ser como historia del nihilismo. Así, Vico, Rousseau, Nietzche, Heidegger, y, más cerca de nosotros, M. Weber, son a su manera los testigos y los pensadores del devenir nihilista de la historia, de la modernidad económica y política. Nuestra época es la del desencadenamiento del capital, vencedor de sus adversarios históricos, liquidados o reabsorbidos en su hegemonía, pero siempre en guerra civil y en todos lo? frentes contra las resistencias que perduran pese a todo porque es él quien las reproduce. Ciertamente, la proposición de la historia del ser como historia del devenir nihilista de la producción por la producción está llena de equívocos, e incluso es portadora de mitologías criminales (como lo atestigua la ambigüedad política de Heidegger). Pero tiene el mérito de precisar la doble e idéntica cuestión que la configuración “Marx” plantea a la filosofía y se plantea a sí misma: es una cuestión histórico-mundial. La participación de los neo-marxismos y de los post-marxismos (que hasta aquí hemos dejado sin dilucidar) puede operarse de aquí en más.

Los post-marxismos se distinguen, en efecto, de los neo-marxismos por la resolución de trabajar con Marx, sobre él y contra él, a partir de un punto de vista crítico sobre los racionalismos de la subjetividad absoluta en la medida en que éstos se ilusionan sobre su propia supremacía y sobre la de la producción-destrucción. Podrá parecer excesiva esta proposición, pero la producción es por cierto la figura historial de nuestra relación con el mundo y el ser, de nuestra pertenencia al ser y al mundo. Su dominación que no es potencia se revierte cada vez más en impotencia, es decir en fuerza de deshumanización creciente, al separar a la multitud de su propia potencia. El reino del capital-mundo es el de la subjetividad-dueño que, en su inmanencia y su finitud proclamada, se absolutiza, se infinitiza en una producción de riquezas que es simultáneamente destrucción. Esta reversibilidad de la producción y de la destrucción es el propió nihilismo (como lo han visto G. Granel, Etudes, 1995, y J.-L. Nancy, Etre singulier pluriel, 1996). La cuestión que la configuración “Marx” plantea a la filosofía al dar una concreción histórico-social, la del capital como relación social imperialista, a las especulaciones pánicas de los deconstructores sobre el fin de la metafísica, es por cierto la del porvenir de la producción y de su razón. El post-marxismo plantea la cuestión, no deplorando el devenir mundial del nihilismo capitalista, sino intentando explorar las vías de un nihilismo gozoso en que la tecnología social será reexaminada no solamente en sus impasses sino también en su limitación y su reconfiguración posible, a construir en la resistencia. Desde este punto de vista, pierde toda pertinencia la problemática de una refundación, de un recomenzar, de una revisión de la obra de Marx, fundada sobre un balance que establezca lo que en ella está vivo o muerto.

No se trata ya de reducir a piezas el rompecabezas de la crítica de la economía política para repetir esta última en el lenguaje depurado del individualismo metodológico dejando sin considerar el vínculo entre este último y el individualismo posesivo. No se trata ya ante todo de suplir las carencias añadiendo a Marx y a los marxismos una teoría de la política fundada sobre el contractualismo social-liberal, una teoría de lo simbólico tomada del psicoanálisis o de la antropología, una teoría de la acción salida de un cruzamiento entre Weber y Habermas, entre Gadamer y Ricoeur. Como si la suma improbable de estos agregados pudiera ocupar el lugar de una rectificación coherente y darnos al fin el buen sistema. Se trata de interrogar a la filosofía contemporánea y a las ciencias sociales, haciéndola pragmática antes o después, sobre su pertenencia a la relación social de la economía mundo, sin olvidar que esta relación es la figura presente de nuestra relación con el mundo y el ser, sin pasar a pérdidas y ganancias la masa de destrucciones y de inhumanidad, que se ha hecho injustificable, producida por la producción desencadenada. Se trata de establecer otra relación, a la vez filosófica y no filosófica, con la producción, la racionalidad, de fundar esta relación sobre el rechazo del fantasma de la dominación, sobre la liberación de las potencias de actuar y de disfrutar en común, sobre la acción que se hace de la multitud.

Solamente la aprehensión por la filosofía de su pertenencia al mundo de la producción destructora, esta figura historial de la manifestación del ser, puede permitir a la filosofía la conquista de una posición crítica a la altura de la época. La distancia tomada en relación al racionalismo de la dominación, que abre la provocación surgida de los grandes pensamientos del nihilismo, puede hacer posible otra relación con las tradiciones del racionalismo y distanciar a su vez el catastrofismo del nihilismo, al relativizar su pretensión de hacer el proceso global, sin distinciones, del racionalismo y de la técnica confundida con el capital. El cuestionamiento marxiano-marxista de la filosofía puede así trabajar en su propia reconfiguración por la rectificación de sus figuras anteriores y por el descubrimiento de una nueva tierra más allá de los racionalismos y de la deconstrucción nihilista.

Ese cuestionamiento autoriza in fine, después de esta vuelta por el examen de las relaciones entre filosofía y constitución del mundo, a volver a la cuestión de las relaciones entre filosofía e ideología. “La ideología es para la filosofía el nombre materialista de su propia finitud“, dijo E. Balibar en La philosophie de Marx (1993). La cuestión de Marx y de los marxistas es por cierto la de la verdad, pero de una verdad que se juega sobre la crítica de las ficciones unlversalizantes y de su función (atrevámonos a usar la palabra, a pesar de la nueva interdicción del marxismo analítico) en la instalación de la producción destructora y del nihilismo. Esta verdad se forma en la conjunción de lo lógico y lo político, asume su génesis en las formas pasadas y presentes del agón de la historia, desarrolla su constitución lógico-política.

La lucha contra la explotación del capitalismo mundo no puede ser entonces una simple lucha política que habría que articular a las otras luchas contra otras formas de contradicción. Tiene una dimensión historial en tanto se trata de lucha contra y en el nihilismo de la producción convertida en destrucción. Apuesta a la construcción en la finitud histórica de otra relación con el mundo, otra figura de nuestro mundo históricosocial. Replantea como cuestión última y primera la cuestión de la comunidad, más allá del comunitarismo, más allá del vínculo social impuesto por la sociedad mercantil, la cuestión de nuestra relación con el ser como ser-en-común. Replantea como cuestión ontológica la cuestión de otro modo del cambio, la cuestión de la revolución (pensable) después de la revolución (errada), después de su aniquilamiento en la producción por la producción. Esta cuestión se abre paso en numerosos estudios, surgidos en verdad de las ciencias sociales más que de la filosofía. La crisis del neoliber(al)ismo queda abierta de aquí en adelante, y se debe reconocimiento a P. Bourdieu por haberla formulado (con otros, neo y post-marxistas incluidos) dándole una bella virulencia que le ha valido el odio feroz del establishment liberal-social. Buenos espíritus en filosofía apelan incluso a desarrollar sus capacidades de análisis y de crítica (así, J. Bouveresse o F. Dagognet) para arrojar nuevos Iluminismos esclarecidos sobre su parte de sombra y sobre sus límites. Del interior de las problemáticas aquí evocadas podrán salir cambios de perspectivas. La filosofía ha estado quizás demasiado marcada por los excesos del siglo para no apartarse de una desconfianza justificada respecto de la cuestión “Marx“. Pero la gran mundialización de una ruina de lo humano, que es la cuestión propia de la época, acabará por hacerse reconocer en sus términos exactos por la filosofía misma. Una noche inédita cae, demasiado oscura, sobre nuestro mundo, para que levante vuelo el pájaro de Minerva.