El día que los intelectuales decretaron la muerte de las clases

El día que los intelectuales decretaron la muerte de las clases
Un diagnostico del momento teórico actual1
Graciela Inda y Celia Duek

En este artículo se pone en evidencia el viraje conceptual que ha tenido lugar en las ciencias sociales, los años 60 y 70 a esta parte. Específicamente se señala el abandono del concepto de clases sociales y del análisis de lo social en términos de lucha de clases, y el consiguiente desplazamiento del interés teórico hacia otras nociones que adquieren primacía en los estudios: ciudadanía, movimientos sociales, sociedad civil, espacio público, pobreza, exclusión, condición humana, posmodernidad, sociedad mediática. La “crisis del marxismo” y la revitalización del “humanismo teórico” se dice han sido decisivas en este desplazamiento.

Si algo caracteriza al momento actual de las ciencias sociales, atravesando sus más
diversos campos temáticos, es el destierro del análisis en términos de clases y la
consecuente deslegitimación de los problemas de la conformación de la estructura de
clases de una formación social y de la correlación de fuerza entre las clases, o sea de
las formas específicas de la lucha de clases.

En efecto, pareciera que hablar de clases y de lucha de clases es de viejos nostálgicos
sesentistas. Las clases aparecen en los discursos teóricos hegemónicos como
“vergonzantes restos arqueológicos de eras prehistóricas”, ignorándose de este modo
lo que otrora constituyó la preocupación de la sociología.

¿Cómo se explica este viraje en el plano teórico? ¿Acaso por la disolución “real” de
las clases sociales; o porque se han resuelto “conceptualmente” los problemas
planteados por las teorías de las clases? Ni una cosa ni la otra. Ni las clases han
desaparecido ni los problemas han sido agotados. Sencillamente éstos han ido
perdiendo buena parte de su atractivo académico.

Desde nuestra perspectiva, tal giro se relaciona directamente con el abandono, por
supuesta “obsolescencia”, del marxismo, para el cual la lucha de clases es el eslabón
decisivo no sólo en la práctica política sino también en la teoría. Y este abandono es
inseparable de las grandes transformaciones que han tenido lugar a nivel mundial y
nacional (fracaso de los “socialismos reales” y de los partidos comunistas europeos,

1 Se agradecen los consejos y comentarios de Juan Carlos Portantiero y, naturalmente, se lo exime de las responsabilidades vinculadas con el análisis y los planteos que se efectúan en este artículo.
Revista Confluencia, año 1, número 1, invierno 2003, Mendoza, Argentina,

derrumbe de los grandes movimientos nacional-populares en América Latina,
avance de políticas neoliberales, liquidación de las conquistas históricas del
movimiento obrero, por citar sólo algunas). Transformaciones que
“paradójicamente”, según nuestro criterio, responden en última instancia a los
cambios en las correlaciones de fuerza económica, política e ideológica entre las
clases.
En el momento de mayor influencia de la teoría marxista en los medios académicos
prácticamente toda la sociología se vio “forzada” a ocuparse -aunque desde
diferentes puntos de vista, claro está- de los problemas relacionados con la estructura
social (clases, estratos, estamentos, grupos de poder, grupos de status, etc.). Como es
sabido, la sociología funcionalista, si bien se oponía al concepto marxista de clases
sociales, dedicó un importante esfuerzo a la cuestión de la estratificación social.
De igual manera pero a la inversa, con la llamada “crisis del marxismo” se dejan de
lado los temas que éste había logrado instalar tanto en los que se inscribían en sus
filas como en aquellos que intentaban refutarlo. En efecto, al perder el marxismo su
posición como figura fuerte en el campo de batalla teórico, las concepciones no
marxistas pueden sustraerse al debate en torno a categorías tan “duras” como las de
clase, trabajo manual e intelectual, ideología, aparato y poder de Estado, etc.

Ahora bien, el lugar antes ocupado por esas categorías y problemas no ha quedado
vacío. En las últimas décadas se ha producido un creciente desplazamiento del
interés teórico hacia otras nociones que adquieren primacía en el análisis de lo social:
ciudadanía, movimientos sociales, sociedad civil, espacio público, pobreza, exclusión,
nuevas identidades sociales, condición humana, posmodernidad, sociedad
mediática, etc., etc., etc.

Este desplazamiento, aunque asume distintas formas, remite sin embargo a un punto
de partida generalmente compartido: la idea de que estamos ante un nuevo tipo de
sociedad (diferenciada de aquella que presenció la emergencia del capitalismo) que
ya no puede ser explicada por las antiguas categorías ahora consideradas “duras” o
“esencialistas”: modo de producción, relaciones de producción, fuerzas productivas,
dominación, ideología, clases y lucha de clases. La sociedad capitalista “tradicional”
es concebida –desde esta óptica- según una imagen simple y dualista (erróneamente
atribuida al marxismo), es decir, como dividida sólo en dos grandes clases
antagónicas: burguesía y proletariado. La nueva sociedad, por el contrario,
presentaría “múltiples” contradicciones, mayor “heterogeneidad”, “fragmentación”
de los actores sociales y de los escenarios de conflicto. Sería en definitiva una
sociedad más “compleja” (término que, dicho sea de paso, goza de mucha
popularidad y funciona como uno de esos “explicatodo” que finalmente explican
bien poco).

La depreciación de la lógica de clase se efectúa de maneras más o menos explícitas.
Están quienes postulan abiertamente la necesidad de abandonar el concepto de clases
sociales. El “fin del trabajo” o el fin de la “sociedad salarial”, el paso de la producción
basada en la explotación masiva de fuerza de trabajo a una nueva producción basada
en computadoras y en la “especialización flexible”, la “terciarización” de la sociedad,
y la correlativa “desaparición de la clase obrera” y la emergencia de “identidades
acotadas”, son sus argumentos más comunes. También aluden, ya en atención a la
dimensión política de los procesos sociales, a la disminución de la importancia de la
clase obrera como fuerza social, establecida a partir de la ausencia de actividades
revolucionarias sostenidas, al tiempo que identifican “nuevos focos de interés
político”, “nuevos lugares de antagonismo”, que vienen a reemplazar la antigua
centralidad de las contradicciones de clase. En contraste con las reivindicaciones
obreras, surgen reivindicaciones parciales y acotadas articuladas en los “nuevos
movimientos sociales”, precisamente definidos por el hecho de que sus bases y
consignas trascienden los límites de las clases.

También se encuentran los que no entran de lleno en la discusión acerca de la
pertinencia del concepto de clases sociales pero que, en el desarrollo de sus discursos
teóricos, suplantan de hecho la explicación basada en la problemática de las clases
por otra diferente y hasta opuesta, produciendo así con sus intervenciones efectos
similares. Nos referimos a las interpretaciones acerca de la sociedad y de la política
que giran en torno a supuestos y nociones tan diversos como los de hombre dueño de
sus actos y sujeto de derechos; clasificación de las sociedades en base a la dicotomía
democracia/ totalitarismo; principios de igualdad y libertad como estructurantes de la
sociedad democrática; espacio público como lugar de la libertad política;
indeterminación y ambigüedad de lo social. O también, ciudadanía en tanto participación
de los individuos en la determinación de las condiciones de su propia asociación;
decisión política como producto de la deliberación pública de ciudadanos libres e
iguales; sociedad civil como espacio de participación ajeno a las prácticas estatales;
poder pulverizado en una pluralidad infinita de micropoderes; contrato social entre
iguales como principio generador de lo social; neoindividualismo, multiculturalismo
e hibridación como rasgos de una sociedad posmoderna.

Frente a la proliferación de estos “nuevos” temas y categorías, de los que hoy en día
gusta mucho hablar, nos atrevemos a afirmar que no se ha inventado aún un
concepto para la explicación de la sociedad y la historia capaz de suplantar en su
eficacia al concepto de clases sociales.

Para que deje de ser pertinente el análisis de clase tendría que desaparecer, no sólo el
capitalismo con sus contradicciones de clase específicas, sino la división misma entre
propiedad y no propiedad de los medios de producción, o lo que es lo mismo, el
divorcio entre los trabajadores directos y los medios de producción. No cabe duda
alguna, salvo para ciertas posiciones deliberadas, de que el capitalismo no sólo sigue
existiendo sino que se ha expandido en forma prodigiosa en todo el mundo
sometiendo o disolviendo los otros tipos de relaciones sociales. Y con el capitalismo
siguen existiendo las relaciones de explotación económicas y de dominación-
subordinación político-ideológicas que le son propias. Es decir, siguen existiendo las
clases y las relaciones de clase.

Por supuesto, las clases sociales y sus fracciones y capas (burguesía industrial,
burguesía comercial, burguesía financiera, proletariado, pequeña burguesía
tradicional, nueva pequeña burguesía, etc.) así como las relaciones que mantienen
entre sí han sufrido, no cabe duda, transformaciones importantes en las últimas
décadas. Aunque este tipo de procesos exige un análisis particular para cada
formación social concreta, pueden mencionarse a modo de ejemplo las variaciones en
el número de agentes de la clase obrera, así como en el de los asalariados no
productivos y en el de los diversos “independientes” y “funcionarios de Estado”, la
feminización del trabajo asalariado no productivo, la reducción de las diferencias
salariales entre el trabajo obrero y el de ciertas fracciones de la nueva pequeña
burguesía, la degradación de las condiciones de vida de estas últimas, y la
descalificación y el desempleo en el trabajo intelectual. Pero las transformaciones
actuales sólo pueden significar una “desaparición” de las clases propias del
capitalismo en la mente de aquellos que creen que las clases se definen según
ingresos, estilos de vida, actitudes mentales, motivaciones psicológicas, etc. en un
momento histórico determinado. Al variar esos atributos sacan la conclusión de que
tal o cual clase, en tanto agregado de individuos en una determinada situación, ya no
existe. Confunden así estas variaciones con cambios estructurales en la conformación
de las clases.

Los cambios en las condiciones de vida o en los ingresos de los miembros de las
diferentes clases o los que afectan la importancia numérica de las mismas o los
referentes a sus posiciones en las relaciones de fuerza, son procesos que afectan a las
clases sociales, pero de ninguna manera desmienten su existencia.
Además, si se parte de pensar -como lo hacen los mejores exponentes de la teoría
marxista- que el análisis de las clases (entendidas como lugares objetivos en el
conjunto de las prácticas sociales) consiste en una explicación de sus
fraccionamientos, de sus formas sucesivas y de sus contradicciones, de los procesos
de descomposición, reestructuración y reagrupación, entonces, el cambio resulta
inherente a la existencia misma de las clases.

No es fácil imaginarse cómo en el seno de unas relaciones sociales capitalistas podría
disolverse la clase obrera, esto es, cómo podría desaparecer el trabajo y la producción
basada en la explotación de fuerza de trabajo que, como lo demostrara Marx, constituye la base de la producción de plusvalía (la que, a su vez, define al
capitalismo como tal). Es cierto que la clase obrera puede registrar una disminución
numérica en un país o conjunto de países (por la importancia creciente de la
exportación del capital de ese país, por los cambios en la división mundial del
trabajo, por el aumento de la productividad del trabajo) pero no por ello desaparece
el lugar que ésta ocupa en la estructura social. Una clase puede “disolverse” sólo si
las relaciones de producción que provocan su emergencia desaparecen. Por lo tanto,
sólo si las relaciones capitalistas son radicalmente trastocadas (como las relaciones
feudales lo fueron en su momento) pueden las clases que le son propias dejar de
existir (y aún así esto ocurriría como producto de un larguísimo proceso y de
encarnizadas luchas).

Por otro lado, y en relación a la problemática de los movimientos sociales, es
preciso preguntarse seriamente si los llamados “nuevos movimientos sociales”
vienen a dar por tierra como presumen algunos con las contradicciones de clase. ¿No
será que las “identidades blandas” (de género, de raza, generacionales, religiosas,
etc.) no sustituyen a las “viejas” identidades (de clase, nacionales) sino que coexisten?

Lo que se cuestiona en los enfoques de moda no es la atención prestada a los “nuevos
sujetos” sino el hecho de que los coloquen como eje exclusivo del análisis social y
político, expulsando totalmente la categoría de lucha de clases. Además, respecto de
esta “novedad” habría que preguntarse con Grüner si no se trata más bien de la
emergencia teórico-discursiva y académica de unas identidades que existieron
siempre en la “realidad”.

No es entonces que no existan desigualdades específicas y concentradas en
determinados conjuntos de agentes sociales (mujeres, jóvenes, minorías raciales, etc.)
distintas de las desigualdades de clase. La división en clases no es el terreno
exhaustivo de constitución de todo poder: las relaciones de poder desbordan a las
relaciones de clase. No son su simple consecuencia ni tienen formas idénticas. Pero lo
que es cierto es que tales desigualdades o tales relaciones de poder -las relaciones
hombre/ mujer, por ejemplo-, sin perder su especificidad, están atravesadas por la
división en clases. La posición de subordinación de la mujer en la clase obrera no se
equipara sin más a la de la mujer en la clase burguesa.

Por otra parte, el ajuste de cuentas con las interpretaciones articuladas en torno a la
problemática de los derechos, la ciudadanía y el contrato social requeriría de un
trabajo minucioso. Aquí simplemente diremos que la inflación de las nociones de
sociedad civil, espacio público, ciudadanos, y sus acompañantes habituales, conduce
a pensar la sociedad como un aglomerado de voluntades individuales, malogrando
de este modo uno de los grandes aportes de la sociología desde Marx y Durkheim,
que consiste en pensar a la sociedad como una realidad sui generis que excede a los
individuos. Se podría decir entonces que el éxito de tales perspectivas menoscaba lo
que tradicionalmente ha sido considerado el objeto propio de la sociología.

En fin, el renombre de las tesis sobre la diseminación del poder (que enlazan
perfectamente con la problemática de los movimientos sociales y con la de los
derechos ciudadanos individuales) tiene consecuencias teórico-políticas de
importancia. La primera de ellas consiste en suponer, contra todas las evidencias
teóricas y prácticas, que la clase dominante -su organización, sus estrategias, sus
intereses- habría desaparecido o que su poder se habría disuelto. Pero, ¿qué son, por
ejemplo, las políticas neoliberales sino el fruto de la hegemonía de la burguesía
monopolista ligada a los capitales transnacionales sobre los intereses de las clases
populares? Negar, aunque sea por omisión, la existencia de una clase dominante
conduce directamente al voluntarismo y a las visiones utópicas al momento de
analizar las alternativas políticas de las organizaciones populares.

Hasta aquí hemos planteado la cuestión del desplazamiento del análisis de clase en
términos más bien generales tratando de dar cuenta de sus formas más habituales.
Ahora bien, este desplazamiento asume formas específicas en los diferentes campos
de problemas. Cada uno de ellos podría ser objeto de un análisis particular. En lo que
sigue se estudiarán algunos aspectos de la obra de Arendt y de las investigaciones en
torno a la exclusión social con el fin de ilustrar los modos que puede asumir la
renuncia a la lógica de clase en campos temáticos particulares.

La recuperación actual de Hannah Arendt

La incorporación a nuestro análisis de un pensamiento filosófico como el de Hannah
Arendt no es caprichosa; se justifica por el lugar que se le otorga hoy a su obra en las
ciencias sociales, fundamentalmente en la teoría sociológica, la historia y la teoría
política. La novedosa recurrencia a la obra de Arendt expresa, a nuestro entender,
una revitalización del humanismo teórico. Humanismo que tiene como efecto preciso
velar la división de la sociedad en clases. Esto es lo que se pretende demostrar, para
lo cual es necesario retomar algunas ideas fuertes de su pensamiento.

En La condición humana, su obra más leída, Arendt parte de la tradicional distinción
filosófica entre dos formas de vida, la vida activa y la vida contemplativa,
proponiéndose como objetivo desentrañar “qué hacen los hombres cuando actúan”.
Distingue tres actividades fundamentales y permanentes de la condición humana
que conforman en su conjunto la vida activa: labor, trabajo y acción. La labor designa
la actividad por la cual los hombres producen lo necesario para alimentar los
procesos biológicos del cuerpo. El trabajo fabrica el mundo “artificial” de objetos
duraderos y necesarios para albergar el cuerpo humano. La acción, en su sentido más
general, significa tomar la iniciativa, comenzar algo, hacer lo inesperado. Es la
actividad que pone directamente en relación a los hombres entre sí sin
intermediación de objetos. Es en la acción donde más se percibe la diferencia del
hombre con el resto de la naturaleza. Sólo ella es exclusividad del hombre.

Y es mediante la acción (unidad de acto y discurso) que los hombres se diferencian
entre ellos, se presentan unos a otros como hombres y se insertan en el mundo
humano. Esa inserción no responde a la necesidad, como la labor, ni es provocada
por la utilidad, como el trabajo. Para Arendt la acción, que equivale a libertad, es la
que ocupa la posición más elevada entre las actividades de la vida activa.
Se entiende entonces que la autora discrimine distintos grados de realización de la
condición humana a través de la historia en función de la acción:

– En la antigüedad greco-romana, la acción se valora por encima de la labor y del
trabajo. Sólo el hombre capaz de acción, que participa de los asuntos públicos y cuya
vida, por lo tanto, va más allá de la mera sobrevivencia, es juzgado como plenamente
humano. El hombre político es para los antiguos aquel que en la esfera de la polis
aspira a la excelencia, a distinguirse, a alcanzar la gloria a través de la acción. – La época moderna se caracteriza por la primacía de la definición del hombre como
fabricante de útiles y por el intento de excluir al hombre político (es decir, al hombre
que actúa y habla) de la esfera pública. Ello en clara contraposición a la antigüedad
que se representa al hombre como animal político excluyendo al homo faber. Se trata
así de una sociedad que juzga a los hombres no como personas sino como
productores. – Con la era contemporánea adviene el apogeo del animal laborans. Éste, a diferencia
del homo faber (que está capacitado para tener una esfera pública propia aunque no
sea una esfera política propiamente hablando: el mercado de cambio) se caracteriza
por su incapacidad de establecer una esfera pública. En las sociedades
contemporáneas, donde se ha reemplazado el trabajo por la labor, todas las
actividades humanas se consideran como medios para asegurarse los artículos de
consumo en forma abundante.
A partir de esta caracterización que hace Arendt de las distintas épocas históricas
(antigua, moderna y contemporánea) quedan de manifiesto a nuestro entender dos
aspectos de su teoría cargados de consecuencias fuertes.
Uno, que su criterio de periodización de la historia se basa en valores y es, por lo
tanto, idealista. Las distintas épocas (o sociedades) se diferencian unas de otras
fundamentalmente por su jerarquía valorativa. Así, por ejemplo, la modernidad se
caracteriza por una inversión de la jerarquía valorativa antigua: la contemplación
deviene sin sentido, el espacio para la acción se reduce y en su lugar se glorifica el
trabajo.

El otro, que su discurso tiene un fuerte componente normativo. Hay, por ejemplo, una
exaltación de la época antigua (basada en que los griegos tenían en alta estima a la
acción, a la política y a la esfera pública) y un desprecio por la condición humana
contemporánea (basado en consideraciones inversas: la acción pierde su superior
consideración y es sustituida por la simple conducta, mientras que la política,
despojada de su dignidad, se vuelve función de la sociedad, de la economía). Si bien
esta normatividad no es extraña en el plano de la filosofía política, merece en este
caso una atención especial en la medida en que el discurso de Arendt es apropiado
por intelectuales de disciplinas que se pretenden científicas. Esa apropiación produce
los mismos efectos de obturación del conocimiento científico que provoca toda
filosofía idealista.

Pero idealismo y normativismo no son los únicos aspectos que interesan a un análisis
crítico como el que aquí se pretende. El modo en que Arendt redefine algunos de los
conceptos centrales del pensamiento social y político no es sino una nueva puesta en
escena del viejo repertorio humanista.

En efecto, según Arendt, la historia es producto de las iniciativas humanas, es
resultado de la acción conjunta de los hombres. La acción, prerrogativa exclusiva de
los hombres, se define por su constitutiva libertad e impredecibilidad. El poder no es
coacción sino consenso, capacidad de los hombres de ponerse de acuerdo. La política
no designa una “relación entre dominadores y dominados” sino la posibilidad de un
ámbito plural en el que quienes participan se revelan como individuos únicos y
distintos. El espacio público es el lugar donde las decisiones son producto de la
deliberación y de la argumentación, es el terreno por excelencia de la libertad.

En todas esas afirmaciones la noción de hombre (y su acepción disfrazada, los
hombres) juega un papel teórico fundamental: es el hombre el sujeto de la historia y el
protagonista de la política. Son los hombres quienes actúan en el espacio público y
quienes construyen el poder. Es justamente esta centralidad de la noción de hombre,
a la que es concomitante una visión de la sociedad como sumatoria de individuos, la
que excluye la posibilidad de explicar la sociedad y la historia en términos de clases, y
la que permite a su vez calificar el discurso de Arendt como manifestación del
humanismo teórico (tal como lo definió Althusser). En efecto, las preguntas a las que
responden sus definiciones y desarrollos son propias de una problemática
humanista: ¿qué son los hombres?, ¿cuáles son las condiciones y cuáles son las
actividades propias de la vida humana?, ¿cómo considerar la condición humana
actual?, ¿quién o quiénes hacen la historia?, etc.

De más está decir entonces que la preocupación por las clases está excluida del
horizonte teórico de Arendt. Directamente no habla de “clases” y cuando en una
conferencia la interrogan por su desapego respecto de las cuestiones políticas
concretas y por la utilización de ciertas categorías en desmedro de la de clases, su
respuesta consiste en limitar la “cualidad reveladora” del concepto de clases al siglo
XIX. “Clase” dice es una palabra “abstracta”, que habría que examinar críticamente
para saber “si todavía se sostiene o si debería ser cambiada”.

Volviendo al tema del carácter humanista del pensamiento de Arendt, convengamos
que para quien practique una lectura que descomponga su texto en “elementos”,
dicho carácter no será evidente ni mucho menos. Si se toman pasajes aislados pueden
encontrarse elementos discordantes respecto del humanismo teórico e incluso
proposiciones en las que la autora aparentemente intenta descolocarse en relación a
él. Un buen ejemplo es su afirmación de que los hombres son actores no autores de la
historia, que interpretan personajes que no escribieron. Pero este método analítico de
descomposición del texto en elementos impide plantear la cuestión decisiva del
sentido global del texto. Lo importante es que esos elementos están inscriptos en un
dispositivo cuya dirección determinante y dominante (esto es, cuya problemática) es
humanista.

En efecto, más allá de sus recaudos, de su preocupación por diferenciarse de las
filosofías que tratan de la “naturaleza humana” y por enunciar que no se puede
hablar de una “esencia humana genérica”, su dispositivo conceptual funciona de
hecho sobre la base de una condición humana predicable a cualquier individuo
concreto. Todos los hombres quedan definidos por una esencia común,
independiente del lugar que ocupan en la estructura social, y esa esencia no es otra
que la capacidad de acción. Igualación perversa: el burgués y el obrero son ambos
capaces de acción y sus diferencias quedan anuladas.

La problemática de Arendt se opone (incluso explícitamente) a las filosofías de la
historia en las que “el hombre que actúa es excluido de la historia”, a la vez que se
articula en torno a la idea neurálgica de que en el ámbito de los asuntos humanos hay
un “taumaturgo”, y que ese taumaturgo es el propio hombre, un ser dotado para
hacer milagros, poseedor del don de la acción, en definitiva, de la capacidad
distintiva de ser libre.

La idea de libertad ocupa un lugar central en su pensamiento. Si las concepciones de
Arendt de la acción, la política, el poder, el espacio público en buena medida se
superponen, resultando difícil determinar la especificidad de cada una de ellas, es
porque a todas subyace una idea común: la idea de libertad. La acción es ella misma
ejercicio de la libertad; el sentido de la política es la libertad, o lo que es lo mismo, “la
libertad o el ser-libre está incluido en lo político y sus actividades”. El poder surge de
la comunicación de hombres libres y la esfera pública, sostenida por ese poder, es
asimismo el “reino de la libertad”.

Así como existe para Arendt algo llamado los hombres en general, existe la libertad en
general. La libertad es la libertad del hombre, una libertad conforme a su esencia, una
libertad no determinada socialmente. Esta forma de pensar la libertad en abstracto la
vacía de contenido histórico. Impide pensar las distintas formas de libertad e
igualdad tal como están definidas y determinadas por la situación concreta de la
lucha de clases.

En definitiva, la importancia de plantear el problema del humanismo teórico radica
en que las categorías de hombre y libertad expresan una relación de fuerza en el campo
de la teoría con implicancias políticas. En el caso particular de Arendt, sus supuestos
más abstractos acerca de la libertad humana la conducen, al emprender un análisis
concreto como es el de Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, a
plantear la cuestión de las actitudes frente al holocausto en última instancia en
términos de resistencia individual.

Arendt entiende la resistencia como una capacidad individual derivada de la libertad
inherente al hombre, y piensa cediendo a un voluntarismo sorprendente que la
resistencia y la acción no violenta poseen el formidable poder de frenar la ofensiva de
un “contrincante que tiene medios de violencia ampliamente superiores”.

En tal sentido, postula en dicha obra la idea polémica de que la ausencia de
resistencia frente al totalitarismo nazi por parte de cada una de las víctimas y en
general de cada ciudadano (tomados en sí mismos, es decir, en tanto individuos),
facilitó la implementación de la “solución final”. Esta doblegación no era para ella
“necesaria” o “inevitable”, pues siempre es posible el “milagro” de una acción
excepcional. Los hombres pueden resistir precisamente porque son libres. En
definitiva, Arendt confía en la enorme potencialidad de la libertad humana, aún en
las circunstancias más adversas.

De tal modo, la problemática de Arendt produce los efectos políticos de todo
humanismo teórico, que consisten en ocultar, bajo la ilusión de que los individuos
son omnipotentes como hombres, las posibilidades de los hombres concretos
(portadores de relaciones sociales, o sea, de relaciones de clase) de organizarse en
torno a sus intereses materiales de clase. Que se nos entienda: lo que aquí criticamos
no es, naturalmente, el valor de la libertad en tanto consigna política u objetivo de las
luchas sociales, sino la pretensión teórica de explicar la historia y la sociedad
partiendo del sujeto libre, de la acción humana, de la libertad individual.

En síntesis, lo que interesa resaltar es que el actual consumo en ciencias sociales de
categorías filosóficas humanistas como las de Arendt es un índice del abandono de
los conceptos indispensables para explicar científicamente las sociedades: modo de
producción, formación social, relaciones de producción, lucha de clases, clases,
dominación, ideología, aparatos de Estado, etc. Se sustituye de este modo el objeto
específico de la teoría, así como su pretensión científica. Los conceptos precisos y
rigurosos, producidos por la práctica teórica, son reemplazados por las viejas
nociones vagas y abstractas de la filosofía política, nociones que prentenden revelar
el sentido de la historia, de la política y del poder. Así, el discurso de Arendt, al
pretender “modernizar” las categorías filosóficas, paradojalmente incurre en un
anacronismo: vuelve al siglo XVIII.

La problemática de la “exclusión”, la “pobreza” y las “nuevas desigualdades”

El desuso y la deslegitimación de los conceptos fuertes de la ciencia social no sólo
puede descubrirse en las ciencias sociales a través del hecho sintomático de la
recuperación en ellas de ciertos discursos filosóficos. También encuentra
manifestación en el campo de análisis particular de la “estructura social” -o con la
expresión más laxa que se prefiere usar ahora, el de la “cuestión social”-. En este
terreno, los análisis se enmarcan cada vez más en la problemática de la integración y
exclusión sociales. Si hace tres o cuatro décadas la estructura social era definida como
la articulación de las diferentes clases y fracciones de clase en los diferentes niveles
(económico, político, ideológico) de una formación social, siendo el concepto clave el
de “clases sociales”, hoy los estudios se articulan en cambio alrededor de otras
nociones. El uso de determinadas palabras y no de otras no es arbitrario creemos
sino que, por el contrario, es síntoma de una problemática teórica determinada. Ya no
se habla de “proletariado” o de “clase obrera” por citar un ejemplo sino de
“pobres”, “vulnerables” y “excluidos”.

Estamos ante una nueva forma de enfocar la composición social, que se hace evidente
por la irrupción en dicho campo de análisis de una serie de nociones -“exclusión”,
“inclusión”, “vulnerabilidad”, “heterogeneidad”, “fragmentación”, “nuevos pobres”,
“nuevas desigualdades”, etc.- que pretenden ser las categorías explicativas de una
“nueva” realidad. Se subraya la importancia de ciertos cambios radicales ocurridos
en los últimos tiempos en la estructura económico-social que justificarían un
desplazamiento del concepto de clases sociales. La capacidad explicativa de este
concepto respecto de la estructura o bien quedaría reducida o bien desaparecería.

Quienes predican el abandono del concepto de clase como categoría central para el
análisis de lo social generalmente lo hacen porque entienden que de hecho en las
sociedades actuales las clases, ya sea como conjuntos de agentes en una situación
común, ya sea como actores o fuerzas políticas eficaces, pierden relevancia. Es más,
lo que definiría la especificidad de estas sociedades es la aparición de fenómenos que
“no remiten a las categorías antiguas de la explotación” (Rosanvallon). Se habla
entonces de nueva cuestión social, de nueva era de las desigualdades, de nuevas
formas de pobreza, etc.

La contradicción clase dominante/ clases dominadas es reemplazada en los estudios
por la contradicción excluidos/ integrados. ¿Qué se designa con estos términos? La
exclusión e inclusión son referidas básicamente (aunque no exclusivamente) al
mercado de trabajo. Se define como “excluidos” a aquellos que no pertenecen a la
clase obrera porque no son explotados mediante el trabajo y que al mismo tiempo no
forman parte del ejército de reserva porque no pueden reemplazar directamente a los
ocupados, ya que no tienen la calificación requerida por los novedosos sistemas
productivos. Se trataría de una “población excedente” ni siquiera explotable.

Algunos de los que participan de esta problemática consideran que la estratificación
en clases es reemplazada por una estratificación más fragmentaria, por un sistema
estratificado individualmente. Esta es la conocida posición de Rosanvallon, según la
cual el enfoque estadístico clásico es inadecuado para comprender a los “excluidos”,
puesto que éstos no conformarían una categoría o clase sino que resultarían de
procesos biográficos particulares, de trayectorias individuales. La extrema pobreza
está inscripta en una “historia personal” sostiene lo cual dificulta toda posible
explicación estadística y sociológica. Esta “individualización de lo social” exige que
se empiecen a diseñar desde la acción social ayudas diferenciadas. Las políticas
estatales deben adecuarse entonces a sus nuevos sujetos: ya no se trata de grupos o
clases, en tanto poblaciones relativamente homogéneas, sino de individuos en
situaciones particulares.

En un sentido más global, nos encontraríamos en una nueva era de las desigualdades
(Fitoussi y Rosanvallon) producto de la superposición de dos fenómenos: la
ampliación de las desigualdades tradicionales o estructurales y la aparición de
nuevas desigualdades calificadas de dinámicas.

Esas nuevas desigualdades tienen que ver con diferencias “intracategoriales”, es
decir, originadas en posiciones diferentes frente al empleo y al desempleo dentro de
una misma categoría. Se trata de desigualdades de género, intergeneracionales,
geográficas, de acceso al sistema financiero, etc. La multiplicación de dichas
desigualdades implica una pérdida de los fundamentos de clase: individuos
pertenecientes a una misma categoría pueden ocupar lugares muy diferentes en
cuanto al acceso al empleo, a las prestaciones sociales, a los bienes culturales, a la
educación, etc. La igualdad de trayectorias ya no garantiza la misma carrera salarial.

La problemática, hoy hegemónica, de la “cuestión social” merece una serie de
consideraciones. Supone, al mismo tiempo y erróneamente, una extrema
simplicidad de la estructura social de las décadas anteriores y de las teorías que
intentaban dar cuenta de ella (en primer lugar, la marxista). Tal simplicidad
contrastaría claramente con la mayor “complejidad” de los fenómenos actuales,
necesitados de enfoques igualmente complejos.

Pero lo cierto es que nunca una estructura social estuvo formada sólo por dos clases
sociales, y menos aún por clases estáticas e indiferenciadas internamente. Las clases
sociales de una formación social, sea ésta del siglo XVIII, XIX o XX, no sólo sufren
constantes transformaciones (que no son otra cosa que el resultado de la lucha que
mantienen entre sí) sino que además están internamente divididas en fracciones y
capas de acuerdo a importantes diferencias económicas, políticas e ideológicas.
Los enfoques actuales de la exclusión describen una serie de fenómenos reales (un
aumento espectacular de la desocupación, mayor vulnerabilidad en los empleos,
empeoramiento de las condiciones de vida de grandes sectores de la población, etc.)
pero se equivocan al momento de explicarlos. Esa desocupación, esa precariedad y
ese empobrecimiento, en términos muy generales, no son otra cosa que efectos
precisamente de la correlación de fuerza entre las clases que coloca actualmente en
una posición dominante a la fracción monopólica de la burguesía.

En lugar de considerar esos procesos como transformaciones inducidas por la
expansión del capitalismo en las diferentes clases, se los coloca como base de la
emergencia de un nuevo tipo de sociedad, cualitativamente distinta a las “sociedades
de clases” conocidas hasta ahora.

Ahora bien, decir que los procesos actuales son el efecto de las contradicciones de
clase si bien es estrictamente necesario no es suficiente por sí mismo: es preciso
investigar en cada formación social concreta (no es lo mismo, por ejemplo, una
formación central que una periférica) las formas históricas enteramente específicas de
las relaciones entre las clases, fracciones, capas, categorías sociales, aparatos de
Estado, etc. (análisis de coyuntura).

En síntesis, no se trata de impugnar sin más el conjunto de problemas designado por
los análisis inscriptos en la problemática de la exclusión y la integración sociales sino
de denunciar su pretensión de abordarlos como ajenos a la dinámica de las clases
sociales. Lo que aquí sostenemos es que tales problemas sólo pueden ser
verdaderamente explicados a luz de la teoría marxista de las clases, que por otra
parte está muy lejos de constituir un enfoque simplista de lo social.

Bibliografía
ARENDT, Hannah. La condición humana. Buenos Aires. Ediciones Paidós. 1993
ARENDT, Hannah. ¿Qué es la política?. Barcelona. Editorial Paidós. 1997
ARENDT, Hannah. De la historia a la acción. Barcelona. Editorial Paidós. 1998
ARENDT, Hannah. Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal.
Barcelona. Editorial Lumen. 1999
ALTHUSSER, Louis. “Defensa de Tesis en Amiens” en Posiciones. Barcelona.
Editorial Anagrama. 1977
FITOUSSI, Jean Paul y ROSANVALLON, Pierre. La nueva era de las desigualdades.
Buenos Aires. Ediciones Manantial. 1997
GRÜNER, Eduardo. “El retorno de la teoría crítica de la cultura: una
introducción alegórica a Jameson y Zizek” en JAMESON, F. y ZIZEK, S. Estudios
culturales: reflexiones sobre el multiculturalismo. Buenos Aires. Paidós. 1.998
ROSANVALLONROSANVALLON, Pierre. La nueva cuestión social. Buenos Aires. Ediciones
Manantial. 1995

¿Desembarazarse de Marx? Avatares del concepto de clases sociales

¿Desembarazarse de Marx? Avatares del concepto de clases sociales
María Celia Duek y Graciela Inda *
Resumen
¿Es la teoría de Marx la expresión exclusiva de su propio tiempo histórico y no puede pretender explicar una época posterior? Son muchas las voces que pregonan el
agotamiento de los “antiguos” conceptos de clase y lucha de clases en la medida en que serían incapaces de dar cuenta de las “nuevas” y “más complejas” realidades, y la necesidad de suplantarlos por nuevas nociones. Frente a dicho menosprecio, en este trabajo se enfatiza el carácter primordial e insustituible del análisis en términos de clases y, en consecuencia, se retoma la discusión teórica en torno a este concepto. A través de sus páginas, se examinan las diferencias entre las dos grandes perspectivas teóricas sobre las clases sociales: la teoría marxista y el amplio abanico de la sociología académica.

Palabras clave
Clases sociales – lucha de clases – movimientos sociales – marxismo – funcionalismo

Get rid of Marx?
Ups and downs in the concept of social class

Is Marx’s theory the exclusive expression of its own historical time and therefore it
cannot seek to explain a later time? Many are the voices that proclaim the exhaustion
of the “old” concepts of class and class struggle – for they would be unable to take
into account the “new” and “more complex” realities -, and the need to supplant them
for new notions. Before this contempt, this work emphasizes the primordial and
irreplaceable character of analysis in terms of classes and, in consequence, the
theoretical discussion is taken up around this concept. Through these pages, the
differences are examined between the two broad theoretical perspectives on social
classes: the Marxist theory and the wide spectrum of academic sociology.

Key Words
Social classes – Class struggle – social movements – Marxism – functionalism

  • Facultad de Ciencias Políticas y Sociales – Universidad Nacional de Cuyo

Revista del Programa de Investigaciones sobre Conflicto Social – ISSN 1852-2262
Instituto de Investigaciones Gino Germani – Facultad de Ciencias Sociales – UBA
http://www.iigg.fsoc.uba.ar/conflictosocial/revista Page 2 Duek, María Celia e Inda, Graciela Inda – ¿Desembarazarse de Marx? Conflicto Social, Año 2, N° 1, Junio 2009

La irrupción teórica de las luchas sin clases

las últimas dos o tres décadas las denominadas ciencias sociales
se han visto caracterizadas fuertemente por el desplazamiento de sus
conceptos fuertes, y en particular, del análisis en términos de clases y
de lucha de clases, y el reemplazo por “nuevas” nociones, destinadas a
explicar realidades presuntuosamente inéditas.

Desde nuestra perspectiva, esta pérdida de atractivo académico de los
conceptos que otrora definían constitutivamente el análisis de lo social
no obedece ni a la desaparición histórica de las clases y sus luchas, ni
al agotamiento de la eficacia explicativa de las teorías de las clases. La
explicación última de este viraje teórico debe buscarse en grandes
transformaciones a nivel mundial y nacional (caída de los “socialismos
reales”, agresiva avanzada militar norteamericana en el resto del
mundo, dictaduras militares en América Latina en los setenta y auge de
las políticas neoliberales durante los años noventa, etc.), que tienen su
impacto en el terreno ideológico y que repercuten, por tanto, en el
mundo académico y en el debate intelectual, pues las posiciones
teóricas representan tendencias, posiciones, que tienen su origen en
otro lado: en los antagonismos sociales.

En este sentido, no pueden dejar de mencionarse como factores que contribuyen a explicar la caída en desuso de conceptos fundamentales, la hegemonía ideológica
del neoliberalismo y, en el plano de las “ciencias sociales”, el abandono
de la teoría y de los llamados “grandes relatos”, impulsado por el
discurso posmoderno, indisputablemente dominante en los últimos
quince años del siglo XX.

El lugar antes ocupado por los conceptos centrales del materialismo
histórico (modo de producción, formación social, ideología, dominación,
infraestructura económica, lucha de clases, clases, etc.), e incluso por
las categorías de la sociología académica que se le oponían (estratos,
sistema social, adaptación, funciones sociales, status, poder, etc.) no
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ha quedado vacío. Aparecen nuevos términos que hegemonizan las
investigaciones y debates en ciencia social: ciudadanía, movimientos
sociales, sociedad civil, espacio público, pobreza, exclusión social,
vulnerabilidad, nuevas desigualdades, cuestión social, nuevos actores
o sujetos, condición humana, posmodernidad, sociedad mediática, etc.

Creemos que el advenimiento de nuevas nociones es indicador de la
presencia de una nueva “problemática” teórica, una nueva matriz de
preguntas que domina en la teoría social y se sitúa en una verdadera
discontinuidad / oposición respecto de la problemática del marxismo.
Esta nueva problemática teórica es, en el terreno específico del estudio
de la estructura social, la de la integración y exclusión social y más
recientemente, la de la “cohesión social”. Más allá de las diferentes
terminologías empleadas, el supuesto fundante de este desplazamiento
es que las sociedades actuales son radicalmente diferentes a las
sociedades capitalistas del siglo XIX y siglo XX. Subyace la idea de que
estamos ante un nuevo tipo de sociedad, más “compleja”, que ya no
puede ser explicada por las antiguas categorías. Esta sociedad
presentaría “múltiples” contradicciones, mayor “heterogeneidad” y
“fragmentación” de los actores sociales y de los escenarios de conflicto,
así como la aparición de fenómenos que no remitirían a las categorías
antiguas de la explotación.

el “determinismo” y “esencialismo” de los teóricos de las clases,
aparece un posmarxismo que cuestiona el “reduccionismo clasista” y
se fija en el surgimiento de reivindicaciones parciales y acotadas,
articuladas en los “nuevos movimientos sociales”, precisamente
definidos por el hecho de que sus bases y consignas trascienden los
límites de las clases.

En el contexto de estas nuevas modas intelectuales, nos permitimos
disentir y señalar que no se ha inventado aún un concepto para la
explicación de la sociedad y la historia capaz de suplantar en su
eficacia al multidimensional concepto de clases sociales.

Para que deje de ser pertinente el análisis de clase tendría que
desaparecer, no sólo el capitalismo, con sus contradicciones de clase
específicas, sino la división misma entre propiedad y no propiedad de
los medios de producción, o lo que es lo mismo, el divorcio entre los
trabajadores directos y los medios de producción. No cabe duda alguna
de que el capitalismo no sólo sigue existiendo, sino que se ha
expandido en forma prodigiosa en todo el mundo, sometiendo o
disolviendo los otros tipos de relaciones sociales.

Esto no significa negar que las clases sociales y sus fracciones, así
como las relaciones que mantienen entre sí, hayan sufrido
transformaciones importantes en las últimas décadas y que estas
transformaciones ameriten profundas investigaciones y análisis
concretos de formaciones sociales también concretas. Sucede que los
cambios en las condiciones de vida o en los ingresos de los miembros
de las diferentes clases o los que afectan la importancia numérica de
las mismas o los referentes a sus posiciones en las relaciones de
fuerza, son procesos que afectan a las clases sociales, pero de
ninguna manera desmienten su existencia. Como se pregunta Balibar,

“(…) no será una gigantesca impostura proclamar así la desaparición
de las clases en un momento (los años setenta y ochenta) y en un
lugar (la crisis económica mundial, comparada por los economistas con
la crisis de los años treinta) en los que se observan una serie de
fenómenos sociales que el marxismo relaciona con la explotación y la
lucha de clases: empobrecimiento masivo, paro, desindustrialización
acelerada (…)”1.

1 Balibar, E. y Wallerstein, E. (1988). Raza, nación y clase. Madrid: IEPALA. Pág. 245.
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En relación a la problemática de los movimientos sociales, es preciso
preguntarse seriamente si los llamados “nuevos movimientos sociales”
vienen a dar por tierra, como presumen algunos, con las
contradicciones de clase. ¿No será que las “identidades blandas” (de
género, de raza, generacionales, religiosas, etc.) no sustituyen a las
“viejas” identidades (de clase, nacionales) sino que coexisten? Lo que
es cuestionable de los enfoques actuales no es la atención prestada a
los “nuevos sujetos” o nuevos agentes sino el hecho de que se los
coloque como eje exclusivo del análisis social y político, expulsando
totalmente la categoría de lucha de clases, con lo cual esos enfoques
caen recurrentemente en posiciones idealistas que acentúan lo
hermenéutico discursivo en desmedro de las condiciones materiales.

No es entonces que no existan desigualdades específicas y
concentradas en determinados conjuntos de agentes sociales (mujeres,
jóvenes, minorías raciales, etc.), distintas de las desigualdades de
clase, ni que esas desigualdades sean menos opresivas para quienes
las padecen. La división en clases no es el terreno exhaustivo de
constitución de todo poder: las relaciones de poder desbordan a las
relaciones de clase. No son su simple consecuencia ni tienen formas
idénticas. Pero lo que es cierto es que tales desigualdades o tales
relaciones de poder las relaciones hombre/ mujer, por ejemplo, sin
perder su especificidad, están atravesadas por la división en clases. La
posición de subordinación de la mujer en la clase obrera no se
equipara sin más a la de la mujer en la clase burguesa. Pero además, y
como dice Atilio Borón, en la sociedad capitalista las desigualdades
clasistas tienen un predominio indiscutido sobre cualquier otra, “porque
en el límite el capitalismo podría llegar a admitir la absoluta igualdad
social en materia de raza, lengua, religión o género, pero no puede
hacer lo propio con las clases sociales. La igualación de las clases
significa el fin de la sociedad de clases. Por consiguiente, la estructura
clasista cristaliza un tipo especial de desigualdad cuya abolición
produciría el inmediato derrumbe de las fuerzas mismas de poder
económico, social y político de la clase dominante. Tal como lo anotara
Ellen Meiksins Wood, el capitalismo puede admitir y promover el
“florecimiento de la sociedad civil” y las más irrestrictas expresiones de
‘la otredad’ o ‘lo diferente’, como gustan plantear los posmodernos.

hay una desigualdad que es un tabú intocable, y que no se puede
atacar: la desigualdad de clases. Los posmodernos y los neoliberales
son verdaderos campeones en la lucha por la igualdad en todas las
esferas de la vida social, menos en el espinoso terreno de las clases
sociales, ante las cuales guardan un cómplice silencio”2.

Hay que decir también que, afortunadamente, en los últimos cinco a
diez años han comenzado a sentirse en diversos circuitos intelectuales
algunas voces que dan cuenta de una cierta recuperación de estas
herramientas explicativas fuertes. La desilusión en Latinoamérica
respecto de los regímenes liberales y el retorno de gobiernos nacional-
populares en varios de sus países constituye el trasfondo político de
este rescate conceptual (aún extremadamente débil).

a estas voces que resisten el menosprecio del análisis de la
estructura social en términos de clases y lucha de clases, y en la
medida en que lo consideramos valioso e insustituible, creemos
oportuno revivir la discusión teórica en torno a estos conceptos.
En lo que sigue, nos proponemos analizar las diferencias entre las que
consideramos las dos grandes perspectivas teóricas sobre las clases
sociales: la teoría marxista (y aquí tomamos cierto recorrido teórico que
avanza desde Marx, Engels, Lenin hasta Nicos Poulantzas) y el amplio
espectro de la sociología académica (en el que inscribimos a Pareto,
Schumpeter, Weber, Parsons, Davis y Moore, Barber, Lenski,
Dahrendorf y Bourdieu, entre otros). A los desarrollos de estos autores
2 Borón, A. (2000). Tras el búho de minerva. Mercado contra democracia en el
capitalismo de fin de siglo. Buenos Aires: Fondo de cultura económica. Pág. 46.

de inspiración weberiana o parsoniana los agruparemos bajo la
denominación amplia y no poco conflictiva de teorías “funcionalistas” de
las clases3. Aunque no de manera abierta ni explícita, en esta segunda
corriente, paradójicamente, hunden sus raíces muchos de los
pretendidamente nuevos paradigmas teóricos.

Lejos de todo eclecticismo, partimos de la tesis de la discontinuidad
cualitativa entre los dos grandes enfoques mencionados. Mostrar esta
diferencia irreductible, al menos en algunos puntos esenciales, es el
objeto de este trabajo. Naturalmente, recurriremos a la “generalización”
para poder comparar. Diremos “el marxismo” o “la sociología
académica”, refiriéndonos a tendencias que dominan, a
representaciones que son mayoritarias, sin entrar en cada punto en las
consideraciones de los autores particulares, que obviamente pueden
tener ciertas divergencias4.

Teoría marxista de las clases versus sociologías de la
estratificación

Evidentemente desde ambos discursos se admite que las sociedades
no son homogéneas sino que se presentan divididas en clases sociales
o estratos, y es esta división la que tratan de explicar. Pero desde el
concepto de clase en adelante, todo difiere. ¿Cómo se define la clase?

3 Al decir teorías “funcionalistas” de las clases no estamos usando el término en el
sentido tradicional estrecho, que lo restringe a una corriente teórica muy específica
(estructural-funcionalismo) que reconoce su origen en el positivismo, el evolucionismo
o la antropología organicista (Malinowski, Spencer, Comte, Radcliffe-Brown). Por el
contrario, al hablar de problemática “funcionalista” de las clases sociales concebimos
el término en un sentido mucho más amplio, que es el que sugiere Nicole Laurin-
Frenette, y que implica incluir a un conjunto de teorías que están fundadas sobre los
mismos postulados relativos a la naturaleza del individuo y de la sociedad,
independientemente de que sus autores se reconozcan o no como parte de esa
tradición (para más detalle, véase Laurin-Frenette, N. 1989. Las teorías funcionalistas
de las clases sociales. Madrid: Siglo veintiuno editores).
4 Un estudio detallado de las concepciones de cada autor lo hemos realizado en otra
parte. Véase Duek, C. (2005). Clases sociales. Teoría marxista y teorías
funcionalistas. Buenos Aires: Libronauta Argentina.

O también, ¿qué es lo que determina que los agentes pertenezcan a una clase y no a otra?

La respuesta marxista no contiene ambigüedades: son las relaciones
de producción las que constituyen el fundamento de la división. Las
clases son definidas como conjuntos de agentes determinados
principalmente por su lugar en el proceso de producción -aunque no en
forma exclusiva, ya que lo político y lo ideológico juegan igualmente un
papel muy importante-.

Del lado de las teorías “funcionalistas” tenemos en cada autor una
definición del concepto en términos propios -lo que no significa
necesariamente contenidos diferentes-, pero lo que es evidente es que
todos rechazan la definición materialista de las clases por las
relaciones de producción, en última instancia por la relación de los
agentes con los medios de producción.

En tanto para el marxismo las relaciones de producción son
fundamentales en la determinación de las clases, ciertos teóricos no
marxistas intentan sustituir las relaciones de producción por relaciones
de dominación como causa determinante de las clases sociales. Así,
en sus enfoques, es la participación en el “dominio”, “autoridad” o
“poder” en las instituciones autoritarias lo que funda las clases. El caso
de Ralf Dahrendorf, por citar alguno, es paradigmático al respecto. Su
propósito es tratar de rebasar una concepción “economicista” de las
clases sociales, al proponer que éstas se fundan en la distribución
global del poder en todos los niveles en el interior de las sociedades
“autoritarias”, siendo las clases “económicas” sólo un tipo particular de
clases.
“Las estructuras de autoridad o dominación tanto si se trata de
sociedades completas como, dentro de éstas, de determinados ámbitos
institucionales (p. ej., la industria), constituyen, dentro de la teoría aquí
representada, la causa determinante de la constitución de las clases y
de los conflictos de clase. […] El control de los medios de producción
constituye tan sólo un caso particular de dominación y su conexión con
la propiedad privada legal, un fenómeno, en principio casual, de las
sociedades industrializadas europeas. Las clases no están vinculadas
a la propiedad privada, a la industria o a la economía, sino que, como
elementos estructurales y factores causantes de los cambios de
estructura, lo están a su causa determinante: al dominio y a la
distribución de éste. Sobre la base de un concepto de clase, definido
en función de las situaciones de dominio o autoridad, puede formularse
una teoría que abarque tanto los hechos descritos por Marx relativos a
una realidad pretérita, como los relacionados con la realidad
evolucionada de las sociedades industriales desarrolladas”5.

En los análisis marxistas, a diferencia de las concepciones
institucionalistas, el concepto de poder se refiere a la capacidad de una
clase para realizar intereses objetivos específicos. Es decir que este
concepto se relaciona con el campo de las prácticas de “clase” y tiene
como marco de referencia la lucha de clases en una sociedad dividida
en clases. La relación de poder es aquí una relación de dominio y
subordinación caracterizada por el conflicto de clases, donde la
capacidad de una clase para realizar sus intereses está en oposición a
la capacidad e intereses de otras clases.

Otros representantes de la sociología académica, derivan las clases de
las diferencias de status. Ahora bien, ya sea que dependan de la
desigual distribución del poder o de la desigual distribución del status,
lo que está detrás de las desigualdades de clase en la problemática
“funcionalista” son siempre -si se lleva el análisis hasta sus últimas
consecuencias- las diferencias individuales de atributos, aptitudes,
5 Dahrendorf, R. (1962). Las clases sociales y su conflicto en la sociedad industrial.
Madrid: Ediciones Rialp. Pág. 180.

disposiciones, orientaciones, intereses. Es el valor personal expresado
en las cualidades y logros lo que en definitiva decide el lugar del
individuo en la estratificación social.

Toda esta representación es indisociable de la del mérito como criterio
determinante para la ordenación social. Las relaciones sociales son,
desde esta perspectiva, relaciones de competencia en las que triunfan
los mejores, es decir, los que por su esfuerzo, voluntad y lucha,
resultan ser los más competentes para actualizar sus cualidades. La
sociedad reconoce el mérito de estos individuos, que pasan así a
ocupar posiciones distinguidas.
Pese a ser fundamental, este importante principio de la problemática
“funcionalista” de las clases rara vez aparece expresado sin tapujos.
Vilfredo Pareto y Joseph Schumpeter son de los pocos que se atreven
a enunciarlo con todas sus letras.

En Schumpeter, la consideración de factores subjetivos (disposiciones
y comportamientos de los individuos) es esencial para la comprensión
del éxito y del fracaso económicos y de la movilidad social ascendente
y descendente. Las posiciones de clase de las familias, así como los
cambios que experimentan, se explican primordialmente por las
aptitudes y conductas de sus miembros. Así por ejemplo, la disposición
para ahorrar, la aptitud para el liderazgo o la capacidad de innovación – entendidas como virtudes de sus integrantes- serían causas
importantes de la posición aventajada de algunas dinastías
económicas6.

Esta es una primera diferencia importante en la conceptualización de
las clases desde una y otra posición teórica. De un lado, un punto de
vista materialista y antihumanista teórico que destaca la base
6 Véase Schumpeter, J. (1965). Imperialismo. Clases sociales. Madrid: Editorial
Tecnos.

económica material de la división de la sociedad en clases. De otro, un
enfoque individualista y humanista que remite todo hecho social a la
acción individual. Veámoslo un poco más de cerca.

El materialismo histórico afirma la existencia de lugares objetivos en el
proceso de producción y en la división social del trabajo en su conjunto,
es decir, lugares objetivos en las relaciones económicas, políticas e
ideológicas que son ocupados por los agentes, independientemente de
su voluntad. Los hombres participan y actúan en estas relaciones, pero
no lo hacen como “sujetos en un contrato libre” sino en tanto
prisioneros de esta relación. Según Marx, los hombres son “portadores”
de una función, “soportes” de una relación en el proceso de
producción7. En esto anida su “antihumanismo teórico”.

Se puede decir que en el proceso de conocimiento que caracteriza a la
teoría marxista, el individuo se encuentra “al final del camino” y nunca
es la instancia determinante. La posición no humanista de Marx
consiste justamente en este rechazo a fundar en el concepto de
“hombre” la explicación de las formaciones sociales y su historia.

En el aparato conceptual “funcionalista”, por el contrario, la categoría
de individuo o de actor tiene una importancia preponderante. De hecho,
estas teorías parten de la naturaleza individual del actor para explicar la
acción social, y a través de ésta, el hecho social. Más allá de todos los
rodeos y mediaciones, la desigualdad social o estratificación es
producto de desigualdades originales entre los individuos o actores.

7 Al respecto, recuérdese la advertencia hecha en el prólogo de El capital: “En esta
obra, las figuras del capitalista y del terrateniente no aparecen pintadas, ni mucho
menos, de color de rosa. Pero adviértase que aquí sólo nos referimos a las personas
en cuanto personificación de categorías económicas, como representantes de
determinados intereses y relaciones de clase. Quien como yo concibe el desarrollo de
la formación económica de la sociedad como un proceso histórico-natural, no puede
hacer al individuo responsable de la existencia de relaciones de que él es socialmente
criatura, aunque subjetivamente se considere muy por encima de ellas” (Marx, C.
(1982). El capital. Crítica de la economía política. Tomo I. México: Fondo de cultura
económica. Pág. XV).

“Así, pues, la desigualdad social (económica, política o de otro tipo)
nunca es concebida como la condición y el resultado de prácticas
colectivas, determinados por la naturaleza de los procesos sociales
capitalistas y encadenados a la explotación, la dominación y la
opresión que ellos mismos implican. Es concebida, por el contrario, del
mismo modo que todo hecho social: como una necesidad inscrita en la
naturaleza humana, como una contribución a la armonía esencial entre
el individuo, por un lado, y la sociedad como sistema de relaciones
racionales entre estas individualidades, necesarias para su respectiva
realización, por otro”8.

Pero no disponemos de espacio para explayarnos en cuanto al
humanismo de esta sociología de la acción. Lo que importa retener es
que se vislumbra en este aspecto de las teorías de las clases una
verdadera contraposición entre esta problemática y la marxista.
Los distintos criterios para la determinación de las clases se
corresponden a su vez con diferentes figuras o formas de
representación espacial de la estructura de clases.

En el “funcionalismo” la estratificación social expresa la desigual
distribución de una propiedad cuantificable -poder, capital, status,
prestigio-, por lo tanto se puede representar gráficamente como una
escala continua e ininterrumpida de posiciones individuales, ordenadas
jerárquicamente según el grado en que se posea ese atributo, desde
los niveles inferiores hasta los superiores. Los “estratos” -término
exclusivo de la problemática “funcionalista” de las clases- designan la
agrupación de individuos en posiciones cercanas, según límites
aportados de manera relativamente arbitraria por el propio científico
que estudia el fenómeno. La estratificación social es, en síntesis, una
jerarquía gradual en la que los sujetos particulares se alinean,
8 Laurin-Frenette, N. (1989). Las teorías funcionalistas de las clases sociales. Madrid:
Siglo veintiuno editores. Pág. 8.

situándose en escalones superiores o inferiores según la magnitud de su poder o de su prestigio.

Luego, la reunión en clases de los hombres en condiciones similares es
una división analítica, una construcción en base a algún criterio o
conjunto de criterios. Esto significa que los individuos son previos a las
clases y éstas no son más que conglomerados de individuos. Las
clases resultantes del análisis pueden ser, en cantidad, infinitas, según
la pauta empleada. Hasta podría haber tantas clases como individuos.
Finalmente, la imagen de una línea gradual ascendente o la imagen
alternativa pero no contradictoria de una pirámide, autorizan a pensar
en términos de clases “altas”, “medias” y “bajas”, o bien “superiores”,
“medias” e “inferiores”.

Entonces, en la literatura de la estratificación social, las clases terminan
siendo, muchas veces, simples categorías estadísticas: series de
personas que tienen en común ciertas características mensurables,
cierta posición social. Este es el sentido del concepto de clases
sociales en esta corriente sociológica: agrupaciones de personas
cercanas aunque distintas, jerarquizadas en un sistema de
estratificación. Clases, estratos y capas suelen ser términos
intercambiables.

En el pensamiento marxista todo esto es por completo distinto. El
término “estratificación” no es aceptado como sinónimo de estructura
de clases; no forma parte del sistema conceptual marxista. Las clases
tampoco son estratos o capas superpuestas; no integran un continuum
que haría desaparecer las barreras de clase en su sentido fuerte.

En contraste con la figura de la escala continua, la representación
marxista de la estructura de clases es la de un sistema constituido por
lugares antagónicos y contradictorios. En el modo de producción, nivel
de máxima abstracción, estos lugares son dos: el de la propiedad de
los medios de producción y el del trabajo. En función de las relaciones
de producción (relación de los agentes con los medios y por este
rodeo, de los hombres entre ellos), las dos clases antagónicas de todo
modo de producción son: la clase explotadora, política e
ideológicamente dominante, y la clase explotada, política e
ideológicamente dominada.

Como se puede ver, es la contradicción la que domina; las relaciones
de clase se definen por la contradicción. Las diferencias de clase no
son diferencias de grado, diferencias cuantitativas o de magnitud
respecto de alguna variable. No se trata del ordenamiento de unidades
individuales en torno a una línea ininterrumpida, que expresaría
diferentes grados de éxito en la obtención de un mismo bien escaso.

Se trata en cambio de lugares cualitativamente diferentes, constituidos
unos en oposición a los otros y condicionados recíprocamente.

En el modo de producción capitalista, por ejemplo, la existencia de un
lado de una clase que no posee más que su capacidad de trabajo, es
condición para la acumulación de capital en otro lado, es decir, para la
existencia de la clase burguesa. Y es que para la teoría marxista, las
clases no existen por sí mismas sino que se definen por las relaciones
que se establecen entre ellas, lo que significa además que es la lucha
de clases la que determina la existencia de las clases y no a la inversa.

“Las clases sociales significan para el marxismo, en un único y mismo
movimiento, contradicciones y lucha de clases: las clases sociales no
existen primero, como tales, para entrar después en la lucha de clases,
lo que haría suponer que existen clases sin lucha de clases. Las clases
sociales cubren prácticas de clase, es decir la lucha de clases, y no se
dan sino en su oposición”9.

Sintetizando, hay una ruptura entre ambas representaciones. Si para el
“funcionalismo” las clases son conglomerados de individuos,
agrupaciones de personas, para el materialismo histórico el aspecto
principal en la cuestión de las clases es el de los lugares en la lucha de
clases, no el de los agentes que las componen. El individuo no es la
base sobre la que se forman las clases.

La idea de que los hombres existen primero como “simples individuos”,
y sólo entonces se coaligan en clases (considerando a éstas como una
formación secundaria) no es aceptada por el marxismo. Para esta
teoría, la sociedad no es en principio un conglomerado de individuos
que, en un segundo momento, se pueden reagrupar en clases, las
cuales a su vez, en un tercer momento y bajo ciertas condiciones
particulares, pueden establecer luchas.

La sucesión lógica ‘individuos → clases → conflicto de clases’, que
subyace a la aproximación “funcionalista”, no es compatible con la
problemática antihumanista de Marx y sus sucesores. Ni el individuo es
previo a las clases ni éstas anteceden a la lucha de clases. En relación
a lo primero, convengamos que:

“Desde el punto de vista del marxismo, los hombres siempre actúan de
acuerdo a las relaciones antagónicas de clase que rigen su existencia.
Históricamente, siempre se mueven, no en su individualidad profunda y
única, sino debido ‘al conjunto de las relaciones sociales’, esto es,
como apoyos de las relaciones de clase. Es esta prefiguración la que
produce, bajo condiciones específicas, como resultado, un tipo
específico de individualidad: el individuo posesivo propio de la teoría
política burguesa, el individuo con muchas necesidades de una
9 Poulantzas, Nicos. “Las clases sociales en el capitalismo actual”. Pág. 12-13.

sociedad mercantil; el individuo contractual de la sociedad del ‘trabajo
libre’. Fuera de estas relaciones, el individuo -este ‘Robinson Crusoe’
de la economía política clásica, autosuficiente en un mundo
considerado exclusivamente desde el punto de vista de ‘sus’
necesidades y deseos- que ha sido el punto de origen natural,
ahistórico, de la teoría y la sociedad burguesas, de ninguna manera es
un punto de partida teórico factible. Sólo es el ‘producto de muchas
determinaciones’”10.

Pero si los individuos no son la base sobre la que se conforman las
clases, tampoco puede admitirse que clases sociales existen primero,
como tales, para entrar después en la lucha de clases.
Mientras que para el marxismo clases significa ineluctablemente
contradicciones y lucha de clases, todo el pensamiento no marxista
tiende a escindir o a mostrar la relación contingente entre estas
categorías. Distingue las clases, por un lado, y la lucha de clases, por
otro, dando a menudo primacía lógica o histórica a las clases antes que
a la lucha.

La introducción de diversos pares conceptuales con los que se divide a
la clase en una doble situación (clases y comunidades en Weber,
cuasi-grupo y grupo de interés en Dahrendorf, estrato y clase en Aron,
clase en el papel y clase real en Bourdieu, etc., y por qué no, clase en
sí y clase para sí)11 es una de las herramientas para esta disección. En
todos os casos, el primer término designaría a un grupo de individuos
en una situación común y en el segundo término estaría implicada la
10 Hall, S. (1981). “Lo ‘político’ y lo ‘económico’ en la teoría marxista de las clases” en
Allen, Garadiner Hall y otros. Clases y estructura de clases. México: Nuestro Tiempo.
Pág. 29-30.
11 Como lo hemos analizado en otro lado, la distinción entre clase en sí y clase para sí
halla su fuente en algunas reflexiones del propio Marx, muy anteriores a El capital, y
desde Lukács en adelante ha sido retomada por algunos “marxistas”, así como por
autores no marxistas que la reformularon en otros términos. (Véase Duek, C. e Inda,
G. (2007). “Lectura de Marx: tras el concepto de clases sociales”. Revista
Confluencia. N° 6, pág. 239 a 266. Mendoza).
Revista del Programa de Investigaciones sobre Conflicto Social – ISSN 1852-2262

idea de una acción de clase, de reivindicaciones, organización y por lo
tanto, de lucha. Lo que da a entender, y esto es lo sustancial, que
existirían clases sin lucha de clases.

“ […] Ellos piensan primero en la existencia de las clases y la lucha de
clases viene a continuación, como un efecto secundario, derivado, más
o menos contingente a la existencia de las clases y de sus relaciones
[…] Pero lo interesante son las consecuencias políticas de esta
concepción. Si la lucha de clases es un efecto derivado, más o menos
contingente, siempre se puede hallar el medio para dominarla,
tratándola con los medios apropiados: esos medios son las formas
históricas con los métodos capitalistas de la ‘participación’ obrera en su
propia explotación”12.

Aquí podemos mencionar la concepción de las clases de Pierre
Bourdieu, orientada por la intención expresa de establecer “rupturas”
con la teoría marxista. Según su modo de definirlas, las clases son “[…]
conjuntos de agentes que ocupan posiciones semejantes y que,
situados en condiciones semejantes y sometidos a condicionamientos
semejantes, tienen todas las probabilidades de tener disposiciones e
intereses semejantes y de producir, por lo tanto, prácticas y tomas de
posición semejantes”13. Pero como las disposiciones y conductas que
las convertirían en un verdadero grupo existen sólo como
“probabilidades” dice debemos denominar a éstas no clases reales
sino clases probables, clases teóricas o clases en el papel.

En sentido estricto, para Bourdieu, una clase sólo tiene existencia real
si conforma un grupo con iniciativa de acción conjunta, un grupo
movilizado para la lucha, con auto-conciencia, organización propia,
aparato y portavoz. Mientras esto no suceda, aquellas sólo son clases
12 Althusser, L. (1978). Nuevos escritos. Barcelona: Laia. Pág. 29.
13 Bourdieu, P. (1990). “Espacio social y génesis de las ‘clases”. En P. Bourdieu,
Sociología y cultura. México: Editorial Grijalbo. Pág. 284.

probables, grupos prácticos “en potencia”. Según Bourdieu, la
“reificación de los conceptos” o “ilusión intelectualista”, que supone
confundir las clases “construidas teóricamente” (agrupaciones ficticias
que sólo existen en la hoja de papel) con clases “reales”, es decir,
existentes en las sociedades concretas, representa un error frecuente
entre los teóricos marxistas.

Pero apuntemos que, al circunscribir el interés de clase y las prácticas
de clase al terreno de lo “probable”, de lo “posible” y de lo “potencial”, el
razonamiento, ya ensayado por Weber mucho tiempo antes, conduce a
relativizar el valor del análisis de la sociedad y la historia en términos
de “clases” y de “lucha de clases”.

Para ponerlo en claro, mientras que para el marxismo, todas las
sociedades que hemos conocido desde la Antigüedad hasta ahora han
sido sociedades de clase, y es un factor objetivo el que las define como
tales (la separación entre los productores y los medios de producción),
para Bourdieu, la clase ‘real’, “suponiendo que haya existido
‘realmente’ alguna vez”, tan sólo es la clase movilizada.

“Las clases sociales no existen (aún cuando la labor política orientada
por la teoría de Marx haya podido contribuir en algunos casos, a
hacerlas existir por lo menos a través de las instancias de movilización
y de los mandatarios). Lo que existe es un espacio social, un espacio
de diferencias, en el que las clases existen en cierto modo en estado
virtual, en punteado, no como algo dado sino como algo que se trata de
construir”14.

Entonces, para sintetizar, si para el marxismo las clases no se dan sino
en su oposición, y es la lucha de clases, con sus efectos históricos y
14 Bourdieu, P. (1999). “Espacio social y espacio simbólico”. En P. Bourdieu,“Razones
prácticas. Sobre la teoría de la acción”. Editorial Anagrama. Barcelona. 1999. Pág.
24-25.

sus tendencias, la que determina la existencia de las clases y no a la
inversa, para la sociología académica, en cambio, el conflicto de clases
es una consecuencia posible de la división en clases.

Como expone Etienne Balibar, los sociólogos “[…] buscan, todos ellos,
una definición de las clases antes de llegar al análisis de la lucha de
clases. Notemos que, en la práctica, este punto de partida corresponde
exactamente a la tendencia fundamental de la ideología burguesa que
intenta mostrar que la división de la sociedad en clases es eterna, pero
no así su antagonismo; o también que éste no es sino un
comportamiento particular de las clases sociales, ligado a
circunstancias históricas (el siglo XIX…), ideológicas (la influencia del
comunismo…) y tansitorias, un comportamiento al lado del cual es
posible imaginar y practicar otros (la conciliación)”15.

En efecto, esta concepción está presente en la caracterización que de
las sociedades “avanzadas” hace la sociología académica. En este tipo
de sociedades según el diagnóstico de muchos pensadores se deja
entrever una desaparición de los antagonismos de clase, o bien -en un
lenguaje más moderado- una atenuación del conflicto de clase (a
nuestro entender, clases sin lucha de clases). Esto es causado por la
acentuada movilidad social ascendente que caracteriza a los sistemas
occidentales y delinea un tipo de organización social cada vez más
igualitaria. Pareciera que el “paso” de una clase a otra ha sustituido los
“conflictos” entre las clases (de ahí la importancia otorgada al
fenómeno de la movilidad social en la literatura de la estratificación).
Dahrendorf, por citar uno de los casos más ilustrativo, considera que la
realidad actual (siglo XX), con sus nuevas determinaciones, no puede
ser explicada por la teoría de las clases tal como Marx la formuló en el
15 Balibar, E. (1984). Cinco ensayos de materialismo histórico. México: Distribuciones
Fontamara. Pág. 49.

siglo XIX. La concepción marxista, apropiada para el siglo pasado, no
corresponde ya a la sociedad moderna.
Según su examen, el conflicto de clases se ha atenuado, disminuyendo
su intensidad y su violencia16; la contradicción capital / trabajo ha
quedado confinada a su campo particular como resultado del
aislamiento institucional de la industria17; y las clases se han vuelto muy
heterogéneas y complejas; todo lo cual torna cuestionable la utilidad
del concepto de clase, en el sentido marxista, para dar cuenta de los
conflictos de la sociedad poscapitalista.

Es sorprendente ver cómo aquellas tesis, formuladas por Dahrendorf
ya desde fines de los años 50, han constituido una muy importante
fuente de inspiración para toda la corriente del pensamiento actual de
la que hablamos al inicio de este trabajo, que promueve el abandono
de las antiguas categorías “duras” (clases, lucha de clases, etc.) y
fomenta el desplazamiento del interés teórico hacia otro tipo de
problemas, más acordes a la “nueva” realidad.

Volviendo a nuestra contrastación, para el enfoque marxista, ni en las
formaciones sociales dominadas y dependientes ni en las metrópolis
imperialistas, ha desaparecido la lucha de clases, en tanto no
desaparece la explotación de unas clases por otras (persiste la lucha
concreta en el seno de cada formación social, pero también las
16 Dahrendorf, R. (1966). Sociedad y libertad. Hacia un análisis sociológico de la
actualidad. Madrid: Editorial Tecnos.

17 “El ‘antiguo’ conflicto de clases existe aún, mas su acción ha quedado restringida a
la esfera institucional de la industria. Fuera de la industria, en la sociedad, la
‘burguesía’ y el ‘proletariado’ en el sentido marxista sólo constituyen una mera
prolongación de las clases industriales, ‘capital’ y ‘trabajo a salario’, y no los sujetos
del conflicto social en el sentido de la teoría de las clases” (Dahrendorf, R. (1962). Las
clases sociales y su conflicto en la sociedad industrial. Madrid: Ediciones Rialp. Pág.
302).

relaciones de las clases de una formación con las de otras
formaciones).

De modo que la especificidad de la teoría marxista de las clases se
corrobora también en este punto: el análisis histórico de las clases no
es para ella más que el análisis de la lucha de clases.

Por otro lado, al no representarse la estructura de clases como una
escala gradual y continua de posiciones, el marxismo desecha la
nomenclatura de clases “alta”, “media”, “baja”. Estas palabras expresan
las categorías de una jerarquía ordinal (orden según el grado en que se
posee una característica), que para nada se ajusta a la imagen
marxista de la estructura de lugares antagónicos. Además, para esta
teoría, las clases no existen más que en formaciones sociales
históricamente determinadas. Las estudia no de manera abstracta, en
el vacío, sino siempre en relación a determinadas condiciones
histórico-sociales, siempre situadas en uno u otro modo de producción.
“[…] La existencia de las clases está vinculada únicamente a fases
particulares, históricas, del desarrollo de la producción […]”18, dice Marx
en su carta a Weydemeyer del 5 de marzo de 1852. Es decir, están
ligadas a ciertas relaciones de producción (por ejemplo, a las
relaciones capitalistas), y en este sentido se puede decir que tienen
una existencia histórica.

La burguesía y el proletariado son clases que corresponden a una
etapa particular de la historia, así como también lo son los amos y los
esclavos o los señores feudales y los siervos. Desde el enfoque del
materialismo histórico no hay -como pretenden los sociólogos de la
estratificación- clases universales y ahistóricas, presentes en todas las
18 Marx, C. y Engels, F. (1972). Correspondencia. Buenos Aires: Editorial Cartago.
Pág. 56-57.

sociedades y en todas las épocas, que podrían designarse con los
rótulos de clase alta, media y baja, o de clases superiores e inferiores.
Pero no sólo eso. Además de pensar el carácter histórico de las
distintas clases, la teoría de Marx desmiente la idea de que todas las
sociedades que han existido y que vayan a existir en la historia sean
indefectiblemente sociedades de clase. Si para los “funcionalistas” la
división en clases es un fenómeno funcional y universal, que responde
a una necesidad de los sistemas sociales, y por lo tanto, toda sociedad
es una sociedad clasista, para Marx, la existencia de las clases está
vinculada únicamente a fases particulares del desarrollo de la
producción, y es imaginable que en algún momento se llegue a la
abolición de todas las clases y a una sociedad sin clases.

Desde el punto de vista de la sociología no marxista, esta pretensión es
completamente quimérica. Parsons, entre otros, sostiene que la
estratificación y división de clases son inherentes a toda sociedad
industrial, ya sea ésta capitalista o socialista, puesto que en ella están
presentes la organización en gran escala y la diferenciación
ocupacional de roles, así como el sistema familiar. Este enfoque tiende
a considerar al industrialismo capitalista y al socialista como variantes
de un único tipo fundamental, y no como estadios radicalmente
distintos como pretendiera Marx en el siglo XIX.

“El ideal marxista de una sociedad sin clases es, según toda
probabilidad, utópico, sobre todo en tanto se mantenga un sistema
familiar, aunque también por otras razones. Las diferencias entre la
sociedades capitalistas y las socialistas, en particular con respecto a la
estratificación, no son tan grandes como Marx y Engels lo pensaron”19.
19 Parsons, T. (1959). “Clases sociales y lucha de clases a la luz de la teoría
sociológica actual”. En Parsons, T. Kornhauser, Lipset y Bendix. Estratificación social.
Buenos Aires: Cuadernos del Boletín del Instituto de Sociología, Nº 15. Pág. 173.
Revista del Programa de Investigaciones sobre Conflicto Social – ISSN 1852-2262

Señalemos para ser justos, y como el propio Parsons lo advirtiera20,
que esta valoración ya había sido hecha por Weber en tiempos de la
revolución rusa.

En su conferencia sobre El socialismo, el sociólogo alemán postula que
la estructura burocrática, con su cuerpo de funcionarios a sueldo y su
especialización profesional cada vez más intensa, es inevitable en el
Estado moderno, independientemente de su carácter capitalista o
socialista. Y lo mismo sucede con la economía21. El “socialismo del
futuro”, entonces, en la medida en que está destinado a seguir la senda
de la burocratización, no podría eliminar las desigualdades entre
individuos y clases ni la dominación del hombre sobre el hombre.

Finalmente, el marxismo tampoco comparte la concepción de la
división en clases como división puramente “analítica”, o lo que es
equivalente, la concepción de las clases como meros “artefactos
teóricos”, obtenidos por un corte arbitrario en el continuo indiferenciado
del mundo social. Las clases existen realmente (aunque no como
cosas o sustancias partes o subconjuntos de la sociedad que acto
seguido entrarían en lucha). No son -como pretenden algunos
sociólogos conservadores empeñados en demostrar que las clases no
existen- construcciones arbitrarias de los científicos, colecciones de
individuos reunidos por necesidades de la teoría según uno o varios
criterios (perspectiva conocida como “constructivista” o definición
“nominal” de las clases).

Otro de los puntos esenciales de diferencia entre la teoría marxista de
las clases y las diversas teorías de la estratificación social es que,
20
Parsons, T. (1968). La estructura de la acción social II. Madrid: Ediciones
Guadarrama. Pág. 631.
21 Weber, M. (2003). “El socialismo” en M. Weber, Obras selectas. Buenos Aires:
Distal.

mientras que para aquella la división en clases lo es todo, para éstas (o
para la mayoría de éstas) dicha división es sólo una de las
clasificaciones posibles.

Desde esta última perspectiva, la sociedad comprende varios sistemas
de estratificación claramente distintos, “múltiples jerarquías
independientes”, correspondientes a diversas dimensiones. Las clases
son, junto a otras divisiones, una subdivisión parcial y regional de una
estratificación más general.

El modelo weberiano de estratificación tridimensional es ejemplar al
respecto. Para Weber, las clases no son la única forma de abordar la
división de la sociedad. Junto a esa distribución -que cubre sólo la
dimensión económica- se halla de manera superpuesta la división en
estamentos (que cubre la dimensión social) y la división en partidos
(dimensión política)22.

Con este modelo Weber “autonomiza” las esferas económica, social y
política y rechaza la posibilidad de adjudicar a una de ellas la
determinación en última instancia: el hecho de que uno de los órdenes
condicione a otro depende siempre de la coyuntura histórica, y todas
las relaciones son en teoría igualmente probables. El efecto necesario
de esta argumentación es una relativización de la importancia
primordial otorgada por la teoría marxista a la división de la sociedad
en clases.

A partir de este principio, anclado en la independencia y equiparación
de los distintos órdenes sociales, Weber inaugura una representación
de las desigualdades sociales que va a atravesar los dispositivos
teóricos de muchos de los más destacados representantes de la
sociología académica del siglo XX, que construyen sus sistemas sobre
22 Weber, M. (1999). Economía y Sociedad. Esbozo de sociología comprensiva.
México: Fondo de cultura económica. Pág. 682 a 694.

la base de tal supuesto. En estas teorías, generalmente, la división en
clases depende de criterios económicos, descubriéndose en las
relaciones políticas e ideológicas, grupos paralelos y externos a las
clases: elites políticas, grupos de status, etc. Consiguientemente, se
suele atribuir a estos grupos un papel más importante en la sociedad
que a las clases sociales. En algunos estudios se afirma que la clase
no es más que un aspecto que está perdiendo su importancia en la
sociedad moderna en beneficio de otros elementos de la estratificación
social.

Como dice Juan Carlos Portantiero respecto de Weber: “El conflicto
entre clases sería para él sólo uno de los conflictos posibles en el
mundo moderno pero no necesariamente más importante que los que
tienen lugar entre grupos políticos o entre naciones. El capitalismo
moderno configura un tipo de dominación cuya explicación no se agota
en la dimensión que alude a la propiedad sobre los medios de
producción. El proceso de expropiación de los trabajadores libres,
señalado por Marx, no se limita al campo de la producción sino que
engloba la totalidad de los órdenes institucionales: en todos ellos se
opera una ‘separación’ entre agentes y medios”23.

En definitiva, lo que se hace en la literatura no marxista al concebir de
esa manera singular a los grupos sociales, multiplicando e igualando
los criterios de diferenciación, es diluir las clases e impugnar la tesis de
la lucha de clases como motor de la historia24.
23 Portantiero, J. C. (1982). Los escritos políticos de Max Weber: la política como
lucha contra el desencantamiento. Desarrollo Económico, v. 22, N° 87. Pág. 434.
Buenos Aires.
24 No es casual que en su breve introducción al curso de Historia económica general
Weber arguya que la historia de todas las sociedades no es –como anuncia El
Manifiesto Comunista– la historia de la lucha de clases. Éste no es más que un
aspecto de la historia, importante, pero tanto como lo pueden ser otros. Dicho en sus
propios términos: “Por último conviene advertir que la historia económica (y de modo
pleno la historia de la ‘lucha de clases’) no se identifica, como pretende la concepción

Para la teoría marxista, en cambio, no existen grupos externos a las
clases, al margen o por encima de ellas. Los criterios políticos e
ideológicos no están en la base de divisiones exteriores a la división en
clases (económica). Por el contrario, intervienen en la misma
diferenciación en clases, y también en las subdivisiones dentro de
estas.

No existen para el materialismo “estratos” fuera de las clases y de la
estructura de clases. Los conjuntos salariales no productivos
(empleados de comercio, bancarios, de servicios, de oficina, etc.), por
ejemplo, no son estratos que se sitúan en una posición intermedia
entre las clases, y que por lo tanto, no pertenecen a ninguna clase; no
son capas intermedias sin adscripción de clase. Pertenecen a una
clase específica: la pequeña burguesía, o con más precisión, a una
fracción de esta clase, denominada nueva pequeña burguesía.

Las fracciones, capas y categorías sociales -cuya existencia es por
supuesto reconocida- designan diferenciaciones dentro de las clases,
no categorías capaces de existir fuera de éstas. La burguesía
comercial es una parte de la burguesía y la aristocracia obrera es parte
de la clase obrera. Es decir, las que hace el marxismo son todas
diferenciaciones en el seno de la división en clases.

No se trata siquiera dice Poulantzas de sostener que las clases son
los grupos “fundamentales” en el proceso histórico, admitiendo la
posibilidad de existencia en una coyuntura de otros grupos paralelos y
externos:
“La división de la sociedad en clases significa precisamente, desde los
puntos de vista a la vez teórico-metodológico y de la realidad social,
materialista de la historia, con la historia total de la cultura. Ésta no es un efluvio, ni
una simple función de aquélla; la historia económica representa más bien una
subestructura sin cuyo conocimiento no puede imaginarse ciertamente una
investigación fecunda de cualquiera de los grandes sectores de la cultura” (Weber, M.
(1997). Historia económica general. México: Fondo de cultura económica. Pág. 17).

que el concepto de clase social es pertinente a todos los niveles de
análisis: la división en clases constituye el marco referencial de todo el
escalonamiento de las diversificaciones sociales”25.

En el tratamiento de la cuestión de las “desigualdades sociales” entre
grupos o individuos también encontramos diferencias entre las
problemáticas bajo examen. Las teorías “funcionalistas” de la
estratificación se perfilan directamente como “teorías de la desigualdad
social”, pues la estratificación social alude justamente a las estructuras
sistemáticas de la desigualdad, a la desigual distribución de
recompensas materiales y simbólicas, o bien a la desigualdad en las
probabilidades de vida de los diferentes grupos humanos. En términos
generales, la estratificación es entendida desde este punto de vista
como la distribución desigual de recompensas materiales, poder y
prestigio entre los miembros de una sociedad.

Desde el punto de vista marxista, en cambio, la cuestión de las
“desigualdades sociales” no es la cuestión primera en el análisis de las
clases sociales, ya que estas desigualdades entre grupos o individuos
no son más que el efecto, sobre los agentes, de las clases sociales, es
decir, de los lugares objetivos que ocupan, y no pueden desaparecer
sino por la supresión de la división de la sociedad en clases. De aquí
que las desigualdades de ingreso, por ejemplo, sean desestimadas por
el marxismo como criterio esencial para la delimitación de las clases. Si
bien el nivel de ingresos o la jerarquía de los salarios reviste el valor de
un indicio importante de la determinación de clase, no es más que su
efecto, constituye el efecto de las barreras de clase, como es el caso
también del resto de las desigualdades sociales: el “reparto de los
beneficios”, de las recompensas, la imposición, etc.

25 Poulantzas, N. (1981). Las clases sociales en el capitalismo actual. México: Siglo
veintiuno editores. Pág. 184.

Y si esas desigualdades no son otra cosa que consecuencias o
productos de la estructura de clases, se comprende que la noción de
“pobreza” (y todas las que de ésta se derivan), o la distinción entre
“ricos” y “pobres”, que remiten a una división en la escala de ingresos,
no sean conceptos (en el sentido fuerte del término) que integren el
sistema conceptual básico de la teoría marxista. A lo sumo, ésta las
puede tomar como nociones descriptivas, como síntomas de una
realidad que hay que explicar, en sus causas y determinaciones.

Todas estas divergencias entendemos dan prueba de la
discontinuidad de esencia que existe entre ambas problemáticas, aun
cuando las formulaciones de algunos de los autores se pretendan
sintéticas y equidistantes respecto de las dos grandes fuerzas del
campo de batalla teórico: marxismo y “funcionalismo”, “teoría coactiva”
y “teoría del consenso”, “teoría del conflicto” y “teoría de la integración”,
“radicales” y “conservadores”.

Desde nuestro punto de vista, esa actitud conciliadora y ecléctica se
gesta porque el marxismo, al ser una ciencia de carácter
necesariamente “conflictual”, provoca lo que Althusser designa como
dialéctica “resistencia-crítica-revisión”. Esto significa que suscita no
sólo fuertes resistencias, enardecidos ataques y críticas, sino también
algo que es más sintomático aún: “intentos de revisión y de anexión”;
en otras palabras, apropiación de ciertos elementos para revisar su
sentido, para neutralizar “lo que tiene de verdadero y peligroso”26. Esto
depende, no obstante, de la correlación de fuerzas en el campo de
batalla teórico: cuando más desventajosa ha sido esa correlación para
el materialismo histórico, como en las últimas décadas del siglo XX
(como lo señaláramos al comienzo), la crítica pierde sutileza y apunta
directamente a “desembarazarse de Marx” y sus incómodos conceptos.
26 Althusser, L. (1978). Nuevos escritos. Barcelona: Laia. Pág. 111-112.

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Teorías marxistas de las clases sociales

Teorías marxistas de las clases sociales
Marcos Jesús García

INTRODUCCIÓN

Con el presente trabajo de tesis buscaremos indagar en el tema de las clases sociales al interior de la sociología crítica, siendo el objetivo general del mismo realizar un estudio comparativo entre las principales teorías marxistas de las clases sociales por intermedio de sus autores más representativos.

Este objetivo general queda desagregado en una serie de objetivos específicos: reconocer y desarrollar los conceptos principales de cada una de estas teorías, identificar los criterios utilizados para delimitar las clases sociales por cada una de ellas, reconocer las distintas morfologías y lecturas de la estructura social que de allí se desprenden, sin perder nunca de vista, que es un propósito insoslayable de nuestra labor esclarecer y sistematizar los principales conceptos de cada corriente teórica al interior del marxismo para otorgar herramientas que puedan utilizarse en futuros análisis a nivel de formación social o coyuntura.

Dentro de la tradición marxista, los conceptos de clase, estructura de clases y lucha de clases tienen una presencia e importancia superlativa. Sin embargo, el avance del neoliberalismo y la caída de los socialismos “reales” repercutieron sobre la práctica
teórica de las ciencias sociales, lo que contribuyó al abandono de problemáticas
emblemáticas propias del marxismo, relacionadas, por tanto, con la sociología crítica.
Esto determinó que diversos intelectuales sostuvieran la superación definitiva de la
explicación “clasista” de la sociedad, dada la aparición de una realidad supuestamente
más “compleja” que debía ser explicada con nuevos conceptos.

Surgieron, de este modo, multitud de enfoques que hacían hincapié en la constitución de “nuevos sujetos” como ejes para el análisis de la realidad social. Ante estos embates, respondemos que las denominadas identidades blandas (de género, de raza, generacionales, religiosas, etc.) no sustituyen a las viejas identidades (de clase, nacionales) sino que coexisten con las primeras y sin perder su especificidad están atravesadas por la división de la sociedad en clases.

Es más, en las sociedades capitalistas, las desigualdades clasistas tienen predominio sobre cualquier otra ya que en su límite el capitalismo podría llegar a admitir la absoluta igualdad social en lo referente a la raza, a la lengua, a la religión o al género, pero de ninguna manera podría hacer lo propio con las clases sociales. La igualación de las clases sociales, que conllevaría su eliminación, es lógicamente imposible bajo el capitalismo.

Por ello mismo para las ideologías teóricas defensoras del statu-quo burgués siempre fue un tema tabú o un problema al que había que restarle importancia; sólo la mayor influencia del marxismo en la sociología que devino luego de la segunda guerra mundial las obligó, en ciertos momentos, a ocuparse de problemas relacionados con la estructura social, y a reconocer la pertinencia de algunos conceptos de origen marxista.

Pero a causa de la crisis del marxismo, directamente relacionada con los sucesos históricos antedichos, pierden relevancia dentro del discurso sociológico conceptos como los de clase, trabajo manual e intelectual, ideología, aparato y poder de estado, para verse desplazados por nuevas nociones (sociedad civil, pobreza, exclusión social, vulnerabilidad, nuevos movimientos sociales, etc.) que pretenden explicar la realidad de las sociedades capitalistas, pero que no cuestionan y ocultan las bases sobre las que funciona el sistema social hoy predominante que son la explotación y la dominación de clase.

Es por ello que, ante ese desplazamiento que ha sufrido el concepto de clases en la sociología actual, sostenemos que el análisis en términos de clases sociales mantiene plena vigencia. Para que esto dejara de ser así, debería desaparecer la separación entre los trabajadores directos y los medios de producción, y eso está lejos de haber sucedido en el capitalismo, bajo el cual siguen existiendo relaciones de explotación económica y de dominación político-ideológica.

Aunque no negamos que las clases sociales y sus fracciones hayan sufrido transformaciones importantes en las últimas décadas, no por ello el concepto de clases ha sido superado en su eficacia en el ámbito teórico, ni han desaparecido las condiciones objetivas que hacen necesaria su utilización.

Como consecuencia, toda explicación de las formaciones sociales capitalistas que pretenda ser científica debe apelar a su uso, ya que no se puede explicar adecuadamente el empobrecimiento masivo, el desempleo, la desindustrialización o cualquier otro fenómeno económico o superestructural del capitalismo actual sin recurrir a conceptos como clases, lucha de clases y las correlaciones de fuerzas entre las mismas.

Ante este olvido “intelectual”, que obedece a aspectos políticos e ideológicos, trataremos de realizar un pequeño aporte para recuperar el uso del concepto de clase como eje central para el análisis de cualquier aspecto de una formación social concreta, al sistematizar y comparar algunas de las teorías de las clases sociales que existen al interior de la sociología crítica.

Por otro lado, al ser esta una investigación básica o teórica, la metodología adoptada para llevarla adelante será acorde al carácter teórico de la investigación, basándose fundamentalmente en la lectura y análisis de los textos de Poulantzas, Wright, Lukács y Thompson, como así también los de algunos de sus intérpretes y seguidores.

Pero dicha lectura no será literal o lineal, sino una lectura que desconfíe de lo manifiesto y lo explícito, y se proponga indagar en la lógica interna “no confesada” de los discursos, con el objetivo de descubrir los problemas que le están prohibidos, los que sólo pueden ser planteados en forma parcial, y los que predominan y los vertebran.

Lo que se denomina una lectura sintomática, que nos va a permitir establecer la posición relativa de un discurso dado respecto a otros discursos, al poner en evidencia la
problemática dominante del mismo. A su vez, con problemática hacemos referencia al
núcleo de problemas y preguntas que atraviesan, confieren unidad y coherencia a una
determinada formación teórica.

Considerando limitaciones obvias de tiempo y extensión, no se estudiarán a
todos los autores adscriptos a una problemática, sino que sólo se analizará a aquél que
ha realizado la elaboración teórica más completa por esa línea. O sea, se tomará al autor más avanzado teniendo en cuenta al tiempo epistemológico, y no al tiempo cronológico.

Es así que supondremos, a manera de hipótesis de investigación, que coexisten
al menos tres líneas de pensamiento en el seno de la teoría marxista contemporánea de
las clases: en primer lugar, la que hunde sus raíces en el estructuralismo o antihumanismo marxista que basa sus análisis en la problemática y los conceptos
desarrollados por el Marx maduro; en segundo término, el marxismo analítico, que es
aquella corriente crítica emparentada con el empirismo filosófico que se ha preocupado
con especial interés en la reformulación de las categorías marxistas a partir de los datos
obtenidos por la investigación empírica; y para finalizar los planteos que se inscriben
dentro del idealismo o humanismo teórico, cuyo rasgo distintivo es otorgar primacía a la consciencia en su definición de las clases.

Por el antihumanismo se estudiarán los escritos de Nicos Poulantzas (1936-
1979), para profundizar en la problemática analítica analizaremos la obra de Erik Olin
Wright (1947-…), y en lo que atañe al humanismo marxista recurriremos a una
selección de textos de György Lukács (1885-1971) y Edward Palmer Thompson (1924-
1993).

Antes de adentrarse por completo en el análisis y sistematización de estos autores, con el fin de introducirnos en tema comenzaremos por hacer un breve repaso cronológico de los cambios en el contenido y en el uso del concepto de clases en las obras del fundador del materialismo histórico y de la llamada sociología crítica: Karl Marx. Seguidamente se expondrán una serie de conceptos característicos de las teorías marxistas de las clases, con la intención de que sirvan de base para la comprensión y la comparación de los autores estudiados.

A continuación pasaremos a examinar los postulados principales de cada uno de
los teóricos escogidos de acuerdo a los procedimientos metodológicos prescriptos.
Comenzando con el análisis de los escritos de Nicos Poulantzas, debido a que se
considera, a priori, a su obra sobre las clases sociales como el intento más completo y
riguroso de dar respuesta al tema que nos ocupa al interior del marxismo; exponiendo
por ello a continuación los otros autores, con el propósito de contrastarlos y compararlos con el enfoque poulantziano, buscando de ese modo dejar en evidencia las diferencias y los aportes de los otros teóricos marxistas a la luz del prisma de los conceptos y argumentaciones elaboradas por Poulantzas. Esta afirmación no sólo es una apreciación personal, sino que es reconocida incluso por el propio Erik Olin Wright, que desarrolla su teoría con el fin de superar, según sus propias palabras, los conceptos del “intento más directo y sistemático de comprensión de los criterios marxistas sobre las clases en la sociedad capitalista”, lugar que corresponde, según él, a la obra del intelectual greco-francés.
De esta manera, en el capítulo dos a partir de la lectura de las obras de Poulantzas en las que alude a la temática de las clases sociales como son Poder Político y clases sociales en el Estado capitalista (1968), Fascismo y dictadura (1970), Las clases sociales en el capitalismo actual (1976) entre otras, se tratará de sistematizar las contribuciones más importantes de este sociólogo y politólogo griego a la cuestión.

Buscando dilucidar qué entiende el autor por clase obrera, pequeña burguesía y burguesía, recibiendo, en este punto, especial atención los criterios que utiliza para delimitar sus fronteras. También se explicarán las diferenciaciones que observa al interior de las clases y se desarrollarán algunos conceptos útiles para el análisis político de coyunturas.

En el capítulo tres será el turno de adentrarse en los trabajos de Erik Olin Wright, distinguiendo dos etapas en su trayectoria intelectual: una primera, en la que a partir de la crítica a Poulantzas, en particular al exiguo volumen cuantitativo de la clase obrera que resulta al trasladar sus afirmaciones a la empiria, busca desarrollar conceptos que resuelvan estas “supuestas” dificultades; y otra posterior en la que rompe con todo residuo poulantziano al incorporar elementos más claramente afines al marxismo analítico, a causa de las influencias recibidas de John Roemer.

Clase, Crisis y Estado (1978) es el libro en el que quedan plasmadas sus primeras ideas relativas al tema, y Clases (1984) es la obra en la que elabora sus más recientes aportes a la problemática, incorporando, allí, un “remozado” concepto de explotación que resulta ser el eje central de sus argumentaciones.

La contribución más original de su primera etapa es el concepto de situaciones
contradictorias de clase. Mientras que en la segunda delimita las clases en función de la
propiedad o no de ciertos bienes o cualificaciones, criterio que es justificado por la
apelación permanente a distintos tipos de explotación, que determinan la distribución
desigual de bienes entre los miembros de una sociedad.

Prosiguiendo con nuestra investigación, en el capítulo correspondiente al humanismo teórico le dedicaremos un espacio privilegiado a las conceptualizaciones sobre la consciencia de clase. De allí que a través de la lectura de Historia y Consciencia de clase (1923) y algunas otras obras menores del legado intelectual lukácsiano desmenuzaremos su concepción de la clase como totalidad concreta, sin dejar de analizar, por supuesto, otros problemas relacionadas con las clases sociales, como pueden ser su concepción del partido de la clase obrera y de la revolución socialista.

Al ser las aportaciones del filósofo húngaro algo escasas y por demás abstractas,
dificultándose, de este modo, la recuperación de sus textos para el análisis en ciencias
sociales, se tratará de completar la exposición del enfoque propio del humanismo marxista, a través del estudio de algunos pasajes de la obra del historiador inglés Edward Palmer Thompson, en particular su libro más renombrado: La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963).

Este autor otorga también un lugar muy importante a la consciencia de clase, postulando, además, que la clase es una autoconstrucción histórica en la cual la acción y las decisiones de los sujetos tienen incidencia para definir sus límites.

Finalmente nuestra labor terminará con la exposición de las conclusiones personales a las que se ha arribado.

CAPÍTULO 1
LAS CLASES SOCIALES EN MARX

Tanto las clases, las relaciones de clase y la lucha de clases son conceptos fundamentales en la obra de Marx. Estos conceptos tienen una importancia central en
los análisis y escritos del fundador del materialismo histórico. En cuanto al tema de las
clases, que es el que aquí más nos interesa, Marx murió justo antes de poder redactar el
capítulo de El Capital dedicado a la conceptualización de las mismas, dejándolo inconcluso. Así, es como si el azar se hubiere empeñado en impedir que un tema central
para el desarrollo de las ciencias sociales y para la comprensión del materialismo
histórico fuera esclarecido.

Por ello aquí nos propondremos tratar de hacer una reconstrucción del concepto de clases en la obra de Marx, en función de sus escritos sobre el tema, buscando a partir de sus dichos y sus silencios echar luz sobre un tema tan controversial para los autores que se reconocen como parte de la sociología crítica; inquiriendo a partir de la lectura de sus obras cómo se fueron desarrollando las ideas de Marx sobre las clases, tratando de dilucidar las nociones que subyacen a los distintos textos del autor.

Marx escribió sobre las clases y la lucha de clases en cada uno de los principales momentos de su obra. Estos textos tienen diferente alcance y propósitos, cuestión que se
vincula al nivel de abstracción de cada uno de ellos. Sin embargo no existe un ámbito
diferenciado donde podamos encontrar una teoría de las clases1, ayudando lo anterior a
que en la tradición marxista posterior hayan surgido interpretaciones múltiples y
muchas veces incompatibles sobre el tema en cuestión.

La existencia de clases o de la lucha de clases no fue descubierta por Marx, él mismo lo reconoce en una carta a J. Weydemeyer fechada el 5 de marzo de 1852:
“Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1)- que la

1 HALL, Stuart; “Lo político y lo económico en la teoría marxista de las clases” en ALLEN, Vic, GARDINER, Jean, HALL, Stuart y otros.; Clases y estructura de clases; pág. 17.

existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas del desarrollo de
la producción; 2)- que la lucha de clases conduce, necesariamente a la dictadura del
proletariado; 3)- que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la
abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases2…”

Entonces podemos decir que el punto de partida del marxismo para elaborar por
primera vez una explicación científica de la estructura de clases, es el punto de llegada
de los economistas e historiadores burgueses. A partir de aquí el concepto de clase no
sólo adquiere una dimensión científica sino también es la base para la explicación de la
sociedad y de la historia.

En toda su obra Marx pone en relación al concepto de clase con el concepto de
modo de producción ligando así a las clases con determinadas fases del desarrollo
histórico; nunca las estudia en el vacío sino que las relaciona con determinadas
condiciones histórico- sociales, o sea están insertas en un modo de producción
específico. Las clases no son eternas sino que están asociadas a sociedades en donde
exista propiedad privada de los medios de producción.

Las clases son espacios objetivos en los que se distribuyen los agentes fundamentalmente por la forma específica en que se relacionan con los medios de producción. Esta relación específica puede ser una relación de propiedad o no propiedad de los medios de producción. Estas relaciones de los hombres con los medios de producción implican, por este rodeo, una serie de relaciones de los hombres entre ellos, y cada una de las posiciones que así se van definiendo determinan relaciones antagónicas con otras posiciones. Es así, que cada clase constituye un lugar cualitativamente diferente, constituido en oposición a otras clases. Para el marxismo las clases no existen por sí mismas sino que se definen por las relaciones que se establecen entre ellas, lo que significa que es la lucha de clases la que determina la existencia de las clases3.

2 Carta de Marx a Weydemeyer del 5 de marzo de 1852 en MARX, Karl y ENGELS, Friedrich; Correspondencia; pág. 56.
3 DUEK, María Celia y INDA, Graciela; ¿Desembarazarse de Marx?; Revista Conflicto Social; Año 2; Nº 1; pág. 39.

En resumen, se podrá decir que la división de la sociedad en clases implica la existencia de lugares objetivos en el proceso de producción y en la división social del trabajo. Como lo expresa en El Capital:
“Aquí nos referimos a las personas en cuanto personificación de categorías
económicas, como representantes de determinados intereses y relaciones de clase.4”

Marx ignora el elemento subjetivo para definir las clases, dejando de lado –por lo menos en principio- a nociones como la opinión y la conciencia para definirlas. También termina con la idea de que las clases es un conjunto de individuos; como escribe en los Grundisse:
“La sociedad no es simplemente un agregado de individuos; es la suma de las
relaciones que los individuos mantienen entre sí.5”

Reconoce siempre dos clases antagónicas básicas en cada uno de los modos de
producción, pero al trasladarse a sus análisis de coyunturas vemos que en una sociedad
dada supone la existencia de numerosas clases y fracciones de clases que son reminiscencias de formas de producción anteriores u esbozos de otras futuras. También
reconoce a las llamadas clases de transición que son producto de la abolición de
determinadas relaciones sociales de producción pero que el desarrollo tendencial de las
nuevas relaciones sociales trae consigo su paulatina extinción claro ejemplo de esto es
la pequeña burguesía agraria.

La existencia y funcionamiento de estas clases se encuentra subordinada al modo
de producción dominante propio de cada formación social concreta. Esto produce que la
fisonomía y el funcionamiento de dichas clases se encuentren “deformadas” por la
acción del modo de producción que es dominante.

4 MARX, Karl; El Capital. Tomo I; pág. XV.
5 MARX, Karl citado por HALL, Stuart; “Lo “político” y lo “económico” en la teoría marxista de las clases” en ALLEN, Vic, GARDINER, Jean, HALL, Stuart y otros; Clases y estructura de clases; pág. 30.

1.1 Desarrollo cronológico del concepto de clases en la obra de Marx

En cada uno de los períodos y de las obras de Marx el concepto de clases fue tratado con distintos matices y acentuaciones diferentes que en este apartado buscaremos poner en evidencia.

Es así que los diversos autores marxistas posteriores apoyándose en una u otras obras de Marx han realizado lecturas disímiles sobre las clases sociales en la sociedad capitalista.

En sus Obras de Juventud la problemática filosófica es predominante, apareciendo el concepto de clase social por primera vez en la Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1844) donde deja atrás la noción de sociedad civil que caracterizaba al análisis propio de la Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel (1842)6.

En estas primeras obras la temática de la alienación es todavía central siendo el proletariado aquella clase social que por la miseria que sufre en la sociedad capitalista está destinada a restituir a las personas su integridad humana. Esto está expresado por Marx y Engels en La Sagrada Familia (1845) en los siguientes términos:
“[…] La primera (la burguesía) se complace de su situación, sintiéndose solidamente
establecida en ella […]; la segunda (el proletariado), al contrario, se siente aniquilada
en esta enajenación de su esencia, ve en ella su impotencia y la realización de una
existencia inhumana. En el cuadro de la antinomia los propietarios privados forman,
pues, el partido conservador y los proletarios, el partido destructor. Los primeros
trabajan por el mantenimiento de la antinomia; los segundos por su aniquilamiento.7”

En una obra bisagra de su trayectoria intelectual como es La Ideología Alemana
de 1845 señala que la división de la sociedad en clases descansa en la división del
trabajo y en la propiedad de los instrumentos de producción.

Aquí también supone que la clase es autónoma de los individuos, con una dinámica propia que tiene tendencia a dominar a sus miembros. Les asigna a los individuos su posición social y todo su desarrollo personal se encuentra así subordinado por esa situación de clase.

6 GURVITCH, Georges; El concepto de clases sociales; pág. 29.
7 ENGELS, Friedrich y MARX, Karl; La Sagrada Familia; pág.61.

En este texto el proletariado es una clase que posee una misión histórica, es la
única clase que para liberarse a sí misma de la opresión de la burguesía debe a su vez
liberar a toda la humanidad de la sociedad de clases. La ideología de la clase dominante le oculta al proletariado su misión histórica, así le impide la defensa de sus verdaderos intereses al obstaculizarle una lectura apropiada de la realidad social, e imponerle una visión que asegure la armonía social en una sociedad caracterizada por la dominación y la explotación de clase8.

En estos primeros textos ya vislumbramos una concepción marxista de las clases
sociales en la cuál la división de la sociedad en clases no está fundada ni en la riqueza ni
en las profesiones sino sobre condiciones económicas independientes de la voluntad de
los individuos.

En Miseria de la Filosofía, publicada en 1847, es en donde más claramente postula la distinción entre “clase en sí” y “clase para sí” que ha tenido amplia influencia
en varios autores marxistas posteriores, sobre todo en aquellos de filiación humanista.
La “clase en sí” es la clase que existe como una realidad histórica, determinada a nivel
económico por la relación de sus agentes con los medios de producción; pero la clase
sólo se constituye definitivamente en el nivel político cuando adquiere conciencia de sus intereses objetivos y capacidad para actuar para la consecución de los mismos.

Es así que el proletariado desarrolla en el curso del desenvolvimiento capitalista una
conciencia autónoma que lo hace políticamente independiente de las otras clases y le
permite alcanzar una conciencia revolucionaria de clase acorde a su determinación
económica objetiva. En palabras del propio Karl Marx:

“Las condiciones económicas transformaron primero a la masa de la población del
país en trabajadores. La dominación del capital ha creado a esta masa una situación
común, intereses comunes. Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital,
pero aún no es una clase para sí. En la lucha, de la que no hemos señalado más que
algunas fases, esta masa se une, se constituye como clase para sí. Los intereses que

8 GURVITCH; Op.Cit.; págs. 31-32.

defiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de clase contra clase es una
lucha política9.”

Así el proletariado a lo largo del desarrollo del proceso histórico se transforma
de clase en sí en clase para sí. El sujeto de este proceso es el proletariado mismo y las
organizaciones políticas de la clase –siendo el partido la organización política
revolucionaria por excelencia- son su producto, expresión del nivel alcanzado por la
clase en cuanto a su conciencia y su lucha.

En el primer momento cuando el proletariado es todavía una “clase en sí” no es
consciente de sus intereses y suele conformarse con pequeñas reformas o con mejoras
económicas que no alteran el statu quo burgués; en cambio cuando el proletariado se
constituye como “clase para sí” se hace consciente de su situación de clase y busca
organizarse políticamente para la subversión del orden social.

Posteriormente escribe junto con Engels el Manifiesto Comunista en 1848 con el
propósito de ser un detonante revolucionario, en función de ello deben entenderse la
mayoría de las simplificaciones en él presentes10.

En primer término se supone una simplificación de la estructura y de los antagonismos de clase que con el desarrollo del capitalismo se polarizarían en dos campos antagónicos: la burguesía y el proletariado, que son las dos grandes clases que distinguen a la sociedad capitalista, la primera formada por los propietarios y controladores de los medios materiales de producción y la segunda formada por los que sólo poseen su fuerza de trabajo y se ven obligados a venderla para poder sobrevivir.

Todo el desarrollo histórico del capitalismo supone la extinción de las otras clases y el
aglutinamiento de los agentes sociales en alguno de estos dos polos antagónicos. El
desarrollo capitalista impulsa a las fracciones y clases intermedias hacia las filas de la
clase obrera, esto se debe a que en su disputa con el gran capital salen derrotadas lo que
lleva a la proletarización de gran parte de las mismas y a la concentración cada vez
mayor del capital. En cuanto a su conciencia de clase, afirma que estas fracciones de las
clases medias (el tendero, el campesino, etc.) son reaccionarias ya que “intentan volver

9 MARX, Karl; Miseria de la filosofía; pág. 120.
10 HALL; Op.Cit. ; pág. 23.

atrás la rueda de la historia”, o sea paralizar o hacer retroceder al desarrollo capitalista;
sólo se vuelven revolucionarias ante la inminencia de su proletarización.

Aquí aporta la ley que gobierna el desarrollo histórico al describir la historia
humana como la historia de la lucha de clases; según esta premisa todas las luchas
históricas, ya sean políticas, religiosas o filosóficas no son más que la expresión más o
menos clara de las luchas entre las clases sociales. Marx lo expresa del siguiente modo:

“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia
de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y
siervos, maestros y aprendices, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron
siempre, mantuvieron una lucha constante, velada una veces y otras franca y abierta;
lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o
el hundimientos de las clases beligerantes11.”

En el período histórico en donde domina el régimen capitalista de producción llega a la conclusión que la única clase verdaderamente revolucionaria es el proletariado; justificando esta afirmación en función de la posición objetiva que tiene la clase obrera en el proceso de producción cuyas principales características son: la desposesión de los medios de producción y la explotación de su fuerza de trabajo.

Mientras la lucha de clases sería el motor de la historia, el proletariado es el sujeto del
cambio histórico bajo el capitalismo.

A su vez, en un trabajo referido a la economía, algo anterior a sus obras de análisis de coyuntura política, Marx nos da las claves para entender porque burguesía y proletariado poseen intereses diametralmente opuestos. Es así, que en Trabajo asalariado y capital (1849) afirma:
“¿Cuál es la ley general que rige el alza y la baja del salario y de la ganancia, en sus
relaciones mutuas? Se hallan en razón inversa. La parte que se apropia el capital, la ganancia, aumenta en la misma proporción en que disminuye la parte que le toca al
obrero, el salario, y viceversa12”

11 ENGELS, Friedrich y MARX, Karl; El Manifiesto Comunista; pág.24.
12 MARX, Karl; Trabajo asalariado y capital, en Obras Escogidas; pág. 169.

En los ensayos subsiguientes, el autor abandona la forma propia de exposición
del manifiesto político (típica del Manifiesto Comunista) y adopta formas características
de textos de reflexión y clarificación teóricas, también escribe algunos textos que son
análisis de situaciones concretas forjados en momentos de derrota de los sucesos
revolucionarios de la Europa del 48´. Estos últimos son los casos de Las luchas de
clases en Francia y del 18 Brumario de Luis Bonaparte, obras que datan de 1850 y
1852 respectivamente.

En estos trabajos realiza un análisis histórico de determinadas coyunturas políticas distinguiendo en la formación social concreta de la Francia decimonónica numerosas clases y fracciones de clases, diferenciándose así del modelo simplificado que predomina en el Manifiesto Comunista, que es de mayor nivel de abstracción, propio del estudio del modo de producción capitalista “puro” en donde sólo hay dos clases antagónicas.

El 18 Brumario es un texto que realiza un análisis político materialista no reduccionista de una determinada coyuntura. Al considerar la autonomía relativa del nivel político respecto de lo económico supone una ruptura con cualquier análisis anclado en el “economicismo”.

En el 18 Brumario Marx hace un avance de primer orden al considerar que no hay clases totales. El proletariado es la clase que más frecuentemente trata como un bloque pero distingue fracciones entre la burguesía –la divide en fracciones según sea el
origen de su capital industrial, comercial, bancario o agrario-, al lumpenproletariado y a
la pequeña burguesía, destacando en esta su posición política ambivalente entre las dos
clases dominantes del modo de producción capitalista.

Ninguna de estas fracciones de clase actúa aisladamente en el escenario político
sino que acuña el concepto de alianzas de clase para señalar las formas en que las clases
se articulan en el nivel de lo político.

Así va realizando un análisis pormenorizado sobre la formación de alianzas complejas, basadas en fracciones de clases, sus contradicciones internas y las formas ideológicas en que aparecen esos intereses en cada uno de los momentos coyunturales de los sucesos revolucionarios que prosiguen a la Francia del 48´.

Es a partir de lo expuesto en este pequeño libro desde donde podemos empezar a
pensar la autonomía relativa de cada uno de los niveles –económico, político, ideológico, jurídico, etc.-. En función de esto se podrá entender a las clases como constituidas en forma compleja e “independiente” en cada una de las estructuras regionales de una formación social concreta13.

También, en este texto al referirse a la situación de los campesinos parcelarios, realiza una de las afirmaciones a las que más suelen apelar las interpretaciones más hegelianizadas dentro del marxismo.
“En la medida en que millones de familias viven bajo condiciones económicas de
existencia que las distinguen por su modo de vivir, sus intereses y su cultura, de otras
clases, y las oponen a éstas de un modo hostil, aquellas forman una clase. Por cuanto
existe entre los campesinos parcelarios una articulación puramente local y la identidad
de sus intereses no engendra entre ellos ninguna comunidad, ninguna unión nacional y
ninguna organización política, no forman una clase14”

En 1859 Marx escribe la Contribución a la crítica de la economía política, de su
célebre prólogo pueden deducirse dos concepciones diferentes respecto al desarrollo de
la conciencia de clase según se haga énfasis en una u otra parte del escrito: puede
deducirse que cada clase desarrolla su propia conciencia dependiendo de sus
condiciones materiales de vida o puede extraerse la conclusión de que la clase
dominante tiene la capacidad de generar una ideología dominante, o sea impone a la
clase oprimida opiniones que entran en contradicción con los intereses objetivos que se
desprenden de su situación de clase, de lo que resulta que los miembros de la misma
posean una “falsa conciencia”15.

Es en El Capital, libro en donde en sus tres tomos publicados con años de distancia Marx expone su concepción última sobre el funcionamiento y dinámica de la sociedad capitalista, luego de una vida dedicada al estudio de la misma, donde se pueden encontrar pasajes sumamente interesantes sobre el tema de las clases.

Es en esta obra donde Marx señala que la clase burguesa sólo puede existir a partir de la explotación que ejerce sobre la clase obrera a través de la extracción de plusvalía. El plusvalor se añade al producto durante el proceso productivo dando origen a un excedente del que se apodera el dueño de los medios de producción, el capitalista, o sea la clase burguesa en su conjunto.
13 HALL; Op.Cit.; pág. 62-63.
14 MARX, Karl; El 18 Brumario de Luis Bonaparte; pág. 145.
15 CROMPTON, Rosemary; Clase y estratificación; pág. 45.
También reconoce el papel fundante de las clases sociales sobre la existencia
individual; enunciándolo de la siguiente forma:
“Al igual que todos los anteriores, el proceso capitalista de producción ocurre bajo
condiciones materiales definidas, las que, sin embargo, son simultáneamente
portadoras de relaciones sociales precisas a las que se sujetan los individuos en el
proceso de producción de su vida16[…].”

He de aquí que comprobamos nuevamente cómo son las relaciones sociales, las relaciones de producción, la base para formular una teoría marxista de las clases.

Relaciones de producción que determinan lugares objetivos en el proceso de producción
y que condicionan la vida general de los distintos agentes sociales que conforman la
sociedad.

Contrariamente a la simplificación del desarrollo capitalista que realiza en algunos pasajes del Manifiesto Comunista, en El Capital avizora la expansión de nuevas
clases intermedias resultado de la creciente centralización y concentración del capital
que fomenta la creciente división del trabajo al interior de la fábrica; dando origen a una
especie particular de asalariados que se encargan del trabajo de reparación y de
vigilancia en la gran industria. Técnicos, supervisores, capataces, jefes, toda una serie
de profesiones que contribuyen a la diversificación y extensión de las clases
intermedias17; aunque Marx reconoce que son asalariados al servicio del capital nunca
dice claramente si es correcto incluirlos en la clase obrera o en la pequeña burguesía.

Por otra parte la mecanización del proceso de trabajo trae con ello la reducción de las capacidades diferenciales que son necesarias para realizar cada tipo de trabajo; esas capacidades que en la época del artesanado eran propiedad del productor directo ahora son de la máquina produciéndose una tendencia hacia la igualación y la reducción de las capacidades necesarias para todo tipo de trabajo a un mismo nivel.

16 MARX, Karl; El Capital. Tomo III; págs. 818- 819.
17 HALL; Op.Cit.; págs. 35-36.

Desarrollo contradictorio: por un lado diversificación de las capas asalariadas, pero por otro lado homogeneización del propio proletariado. Tanto la masificación
como la simplificación del trabajo contribuyen a la cohesión y al surgimiento de una
conciencia de clase unificada en el proletariado pero a su vez las divisiones internas
entre trabajadores calificados y no calificados, la extensión de toda una serie de ocupaciones intermedias que se encuentran al servicio del capital son tendencias que se
levantan como obstáculos para la organización conjunta del proletariado frente al
capital.

Así vemos cómo El Capital supone que la lógica de desarrollo del modo de producción capitalista es compleja y contradictoria; teniendo iguales características la estructura de clases que de él se desprende.

En relación al controversial último capítulo del Tomo III de El Capital, en él Marx supone la existencia de tres clases –capitalistas, obreros y terratenientes- en el
capitalismo.

A diferencia de otros textos aquí parecería que supone la existencia de tres en vez de dos clases al nivel de modo de producción. Esta confusión se genera a partir del carácter inconcluso de este último capítulo aunque todo parece indicar que se está refiriendo a la situación que es característica de la formación social de la Inglaterra de la época, o sea realizando un análisis de menor nivel de abstracción.

En cuanto a la cuestión de en base a qué criterios define y supone la existencia de estas tres clases en los párrafos posteriores expresa:
“Es, a primera vista, la identidad de sus rentas y fuentes de renta. Trátase de tres grandes grupos sociales cuyos componentes, los individuos que los forman, viven respectivamente de un salario, de la ganancia o de la renta del suelo, es decir, de la explotación de su fuerza de trabajo, de su capital o de su propiedad territorial.18”

Sólo unas líneas más y el escrito se ve interrumpido. Por ello, no hay que verlo como la opinión definitiva de Marx respecto a la cuestión sino sólo como una primera aproximación que a todas luces, dada la forma de exposición del propio Marx, de ninguna forma serían sus conclusiones definitivas sobre el tema.

18 MARX; El Capital. Tomo III; pág. 889.

Ahora se repasarán las dos últimas obras de Marx en donde realiza algunas aportaciones importantes a la problemática; primero La Guerra Civil en Francia de 1871, texto cuyos avances conceptuales son elaborados en función de las enseñanzas revolucionarias y del análisis de la experiencia de la Comuna de París. Aquí es donde reconoce abiertamente la necesidad de que la clase obrera se constituya en partido, o sea la necesidad de un movimiento político como medio para la emancipación del proletariado; de esta forma se cierra la puerta al análisis “espontaneísta” sobre la génesis y desarrollo de la conciencia de clase del proletariado.

En La Crítica del Programa de Gotha (1875) reafirma lo postulado en La Guerra Civil en Francia señalando la imposibilidad de la desaparición inmediata del estado y de las clases sociales una vez que el proletariado se alce con el poder. En contraposición al “voluntarismo” anarquista y al “reformismo” socialdemócrata indica que es necesaria una fase de transición que abarcará toda una época histórica a la que denomina “dictadura del proletariado”; en esta etapa el proletariado impone sus instituciones al resto de las clases (en especial a la burguesía) cuyos restos y supervivencias ideológicas no han dejado de existir, con el objetivo final de alcanzar al final del proceso histórico las condiciones para que sea posible el modo de producción comunista, o sea una sociedad sin clases y sin explotación.

1.2 Conceptos elementales de las teorías marxistas de las clases

Más allá de las divergencias entre los distintos autores marxistas que se han referido a las clases sociales se buscará exponer y llenar de contenido una serie de conceptos y nociones a las que los mismos se han referido en sus textos. Sin suponer que no existan distintas interpretaciones de estos conceptos, se intentarán exponer a grandes rasgos – sin caer en matices- con el objetivo de facilitar la lectura y otorgar las herramientas necesarias para alcanzar la comprensión de las obras de los autores que se estudiarán en los capítulos posteriores.

Para poder alcanzar una comprensión profunda de las distintas teorías marxistas de las clases sociales debemos comenzar por definir los términos implicados en ellas. No se podrá entender de qué se habla cuando nos referimos a las clases sociales si antes no se aclara el contenido de conceptos como modo de producción, relaciones de producción, conciencia de clase, estructura de clases o posición de clase.

Para el marxismo la función principal de una organización social es la satisfacción de las necesidades primarias del individuo, o sea sus necesidades de alimentación, vivienda y vestimenta. Las formas sociales por las que el individuo consigue estos bienes, tienen un papel esencial para comprender los fundamentos últimos sobre los que se asienta cualquier sociedad. A estas formas sociales el marxismo las denomina modos de producción19.

El modo de producción es así un concepto teórico, que nos permite pensar el todo social como una combinación específica de diferentes estructuras y prácticas –económicas, políticas, ideológicas, etc.- cuyo objetivo final es lograr la producción y reproducción de la vida material de una sociedad, articulación compleja donde la instancia económica es la determinante en última instancia20.

Esta infraestructura económica se compone por cuatro instancias: producción,
circulación, intercambio y distribución siendo la producción la determinante por sobre
las demás.

Es así que de acuerdo con lo anteriormente enunciado en el marxismo la estructura económica está determinada por el proceso de producción, estando dicho proceso compuesto por dos elementos básicos: el proceso de trabajo que es la actividad
transformadora que el hombre realiza sobre la naturaleza para convertir sus objetos en
valores de uso, actividad en la cual el hombre se vale no sólo de su propia fuerza de
trabajo sino también de la ayuda de instrumentos de producción por él elaborados; y por
las relaciones de producción que son las relaciones que los hombres establecen entre sí
al efectuar el proceso de trabajo, estas relaciones pueden ser relaciones de colaboración
o de explotación21. Veamos las palabras de Marx que son esclarecedoras en lo que
concierne a este punto:

“En la producción, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que
actúan también los unos sobre los otros […] Para producir, los hombres contraen
determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es como se relacionan con la naturaleza y como se efectúa la
producción22”

19 ALONSO ANTOLIN, María Cruz y otros; Clases sociales ¿Discurso publicitario?; pág. 60.
20 DUEK, María Celia; Teoría marxista y teorías funcionalistas de las clases sociales; pág.
21 Ibídem; págs. 28-29.

Todos estos procesos descriptos tienen como efecto producir determinadas relaciones sociales que en toda sociedad en donde exista división entre los trabajadores directos y los medios de producción son en última instancia relaciones de clase.

Luego de lo anteriormente explicitado se podrá comprender que el modo de producción es la matriz analítica propia del marxismo, que designa los lugares y espacios en que se distribuyen los agentes y los medios de producción. Cada una de estas posiciones indica funciones y a su vez supone relaciones antagónicas con otras posiciones23.

Complementando lo dicho es necesario aclarar que más allá de la dinámica descrita del proceso de producción, todo modo de producción se caracteriza por ciertas formas superestructurales necesarias para que sea posible la reproducción continua de
las relaciones de producción que lo caracterizan, ya que dicha reproducción jamás se
encuentra totalmente asegurada por el propio proceso de producción. Esto determina
que los agentes sociales ocupen ciertos lugares objetivos independientes de su voluntad
no sólo en las relaciones económicas sino también en las relaciones políticas e ideológicas de un modo de producción.

Por otra parte cada modo de producción propio de una sociedad de clases supone dos grupos sociales antagónicos: los explotados y los explotadores; cuyo antagonismo
esta dado principalmente por el lugar diferente que ocupan en la estructura económica
de un modo de producción, este lugar está determinado fundamentalmente por la
relación de propiedad o no propiedad de los distintos agentes sociales con respecto a
los medios de producción.

Es así que llegamos hasta el modo de producción capitalista de cuya lógica de
funcionamiento emanan dos clases antagónicas: la burguesía que posee la propiedad y
posesión efectiva de todos los medios de producción, y el proletariado que carece de
ellos y se ve obligado a vender su fuerza de trabajo para poder obtener sus medios de
subsistencia.

22 MARX, Karl; Trabajo asalariado y capital; pág. 35.
23 HALL; Op.Cit.; pág. 67.

Pero a su vez estas clases a su interior se dividen en fracciones de clase que son
los subgrupos en que se descompone una clase y que reflejan diferenciaciones
económicas importantes. Por otra parte tenemos grupos de agentes sociales cuya
determinación de clase es objeto de arduo debate entre los diversos autores marxistas,
ya sea porque representan grupos intermedios entre las dos clases antagónicas del modo
de producción como son los técnicos y administradores, o por no estar directamente
ligados a la producción como por ejemplo los agentes sociales relacionadas al
funcionamiento de la superestructura, dígase los profesores, abogados o funcionarios
del estado, etc.

Para condensar la idea general que se desprende de los párrafos anteriores se
podría citar a Marta Harnecker que señala que:
“Las clases sociales son grupos sociales antagónicos en que uno se apropia del trabajo
del otro a causa del lugar diferente que ocupan en la estructura económica de un modo
de producción determinado, lugar que está determinado fundamentalmente por la
forma específica en que se relaciona con los medios de producción.24”

Estos lugares objetivos que los agentes sociales ocupan en el proceso productivo es lo que en la tradición marxista se reconoce como situación de clase.

De tales posiciones objetivas en el modo de producción es desde donde se desprenden determinados intereses. Los intereses espontáneos de clase son los que están motivados por problemas actuales de existencia de una clase (por ejemplo lograr un incremento de salarios ante la creciente inflación) pero no cuestionan al statu quo imperante; quedando inmersos, en gran medida, en la lógica de la ideología de la clase dominante.

Por otro lado tenemos los intereses estratégicos a largo plazo que son los intereses que se desprenden de la situación propia de cada clase en la estructura económica de la sociedad; simplificando la cuestión el interés estratégico de la clase dominante es perpetuar la dominación mientras que el de la clase dominada es destruir el sistema de explotación que la oprime. El marxismo señala a los intereses estratégicos como los “verdaderos” intereses de una clase.

24 HARNECKER, Marta; Los conceptos elementales del materialismo histórico; pág. 168.

El concepto de interés de clase está directamente ligado al concepto de conciencia de clase; la conciencia de clase no es lo que piensan los individuos que comparten una determinada situación de clase. Sino que la conciencia de clase es un dato objetivo y racional, es el conocimiento objetivo de los intereses estratégicos de una clase que se desprenden lógicamente del lugar que la misma ocupa en un modo de producción determinado.

La conciencia de clase no se desarrolla automáticamente del instinto de clase -forma típica, inconsciente de reaccionar de los miembros de una clase ante los hechos sino que resulta necesario que los miembros de las clases explotados sean educados para que aprendan a conocerlos25.

El proletariado por su concentración en grandes fábricas y ciudades ve favorecida la génesis y el desarrollo de su conciencia de clase. Pero por otro lado encuentra un importante obstáculo a su conocimiento transparente en la ideología de la clase dominante que se le impone por diversos medios, aquí es donde el partido revolucionario debe actuar siendo el principal instrumento de la clase obrera para combatirla buscando así que el proletariado se vuelva consciente de sus verdaderos intereses de clase.

El concepto de conciencia de clase se encuentra, a su vez, vinculado al concepto
de acción de clase ya que se supone que mientras mayor sea el grado de conciencia que
se posea sobre el padecimiento de una situación común hay mayores probabilidades de
una acción conjunta organizada destinada a cambiar esas condiciones de existencia, que
en el caso de la clase obrera en último término desembocará en una acción conducente a
la subversión del orden capitalista.

Ya esclarecidos los conceptos principales que remiten al estudio de los distintos
modos de producción, ahora pasaremos a desarrollar una serie de conceptos relacionados con el análisis de las formaciones sociales concretas y de determinadas coyunturas políticas.

Para el marxismo el concepto de estructura de clases es esencial para el análisis
de una formación social concreta, ya que estructura social es el concepto que da cuenta
de la articulación de distintas clases y fracciones de clases en una formación social. A este nivel ya no encontramos sólo dos clases antagónicas sino que existen numerosas
clases y fracciones que mantienen relaciones complejas entre sí.

25 Ibídem; págs. 182-183.

Entonces llamamos estructura de clases a la articulación original de las diferentes clases y fracciones en los diferentes niveles (económico, político e ideológico) de una formación social dada26.

Cada formación social concreta es una combinación de una serie de modos de producción “puros” donde uno es dominante sobre los demás, aportando este último la contradicción básica de la cual emanan los principales conflictos económicos, políticos e ideológicos de esa sociedad.

Es así, que en cada estructura de clases se encontrará una clase o fracción dominante que impondrá sus intereses al resto de los sectores sociales como también un modo de producción dominante que subordina y modifica a las clases y fracciones pertenecientes a otros modos de producción.

Del mismo modo, a este nivel podemos reconocer clases de transición que son producto de la desintegración de antiguas relaciones de producción pero que el desarrollo propio de las nuevas relaciones sociales tiende a hacerlas desaparecer.

De esta manera es necesario afirmar que la estructura de clases supone un lugar objetivo de cada una de las clases en el conjunto de las prácticas sociales (económicas, políticas e ideológicas) de una sociedad, siendo esto lo que el marxismo denomina como determinación estructural de clase27.

A esta última es necesario diferenciar de la posición de clase en la coyuntura, por ello para terminar con esta breve disquisición de conceptos señalaremos que la posición de clase es la posición política que adopta una clase en su conjunto ante determinada coyuntura política. Este concepto es necesario ya que los miembros de una clase no por ser parte de esta adoptarán siempre actitudes políticas consecuentes con su situación objetiva de clase en cada una de las coyunturas políticas.

Con esta exposición se habrá buscado compensar las divergencias conceptuales existentes al interior de la sociología crítica; obteniéndose así un marco conceptual que contemplando y teniendo en cuenta las nociones propias desarrolladas por cada autor, sirva de guía para comparar a los distintos teóricos marxistas ateniéndose a una serie de criterios comunes que sirvan como punto de referencia para la comparación.

26 DUEK; Op.Cit.; pág. 41.
27 Ibídem; pág. 49.

Schafik Handal y el viraje del PCS hacia la lucha armada

Schafik Handal y el viraje del PCS hacia la lucha armada Por Roberto Pineda 3 de junio de 2015
En octubre de 1982 el dirigente revolucionario salvadoreño Schafik Handal, Comandante Simón, realiza un balance de la experiencia militar acumulada como PCS en relación tanto con su concepción sobre la insurrección como en su participación en la Guerra Popular Revolucionaria, iniciada en enero de 1981.

El artículo, se titula “Consideraciones acerca del viraje del Partido Comunista de El Salvador hacia la lucha armada” y aparece en el número 5 de la revista del PCS, Fundamentos y Perspectivas, que esta vez es publicada por el Centro de Comunicaciones Liberación, con sede en Managua, Nicaragua. Se presenta un resumen.

La primera parte trata sobre la condición principal y determinante que impulsó el viraje del Partido hacia la lucha armada: agotamiento objetivo de las posibilidades de la lucha electoral y el viraje de las grandes masas hacia el apoyo a la lucha armada.

Considera que “a partir de 1964, después de las reformas a la Ley Electoral, que permitieron la representación de las minorías en la Asamblea Legislativa, se abrió un período continuado de sucesivas elecciones que duró 13 años. En el comienzo de ese período, la lucha electoral llegó a tener un atractivo fuerte para el pueblo salvadoreño, especialmente después de que diputados de la oposición pudieran llegar a la Asamblea Legislativa y de que una cantidad considerable de Alcaldías y Concejos Municipales pasaron al control de la oposición por medio de las urnas.”
Informa que como PCS “nosotros entramos en 1966 al proceso electoral, ante todo y sobre todo, para impedir que las masas fueran influidas profundamente por la burguesía, y para abrirle espacio en el terreno legal a la divulgación de nuestra línea por la Revolución Democrática Antiimperialista. En 1966-67 postulamos un candidato presidencial junto con otras fuerzas que conformaban –no orgánicamente pero sí de hecho- un frente democrático progresista antiimperialista.”
Explica que “puesto que el PCS había sido condenado a la ilegalidad y la persecución desde 1932, para tomar parte en las elecciones nos cubrimos, por decirlo así, con la legalidad de un partido que tenía un registro antiguo…el Partido Acción Renovadora, PAR, y nos arropamos con su legalidad. Ese partido postuló como candidato presidencial al Dr. Fabio Castillo Figueroa, que hasta ese momento era Rector de la Universidad de El Salvador.”
Agrega que “inmediatamente después de aquellas elecciones presidenciales fue ilegalizado el PAR, pero nuestro Partido apoyándose en la voluntad de las masas congregadas por la campaña electoral reciente, encontró la manera de quedar presente en el terreno de la política legal: no disolvió los comités del PAR que habían sido organizados en todo el país, mantuvo sus locales abiertos, siguió haciendo su trabajo e intentó varias veces legalizar otro partido.” Se refiere al PR9M.
Añade que “ en 1971 llegamos a un acuerdo con los dirigentes de un partido de nuevo registro llamado Unión Democrática Nacionalista (UDN) y volvimos a encontrar una envoltura legal, no solo para nosotros sino para también para algunos grupos y personalidades democráticas. A partir de allí fue posible la creación de la Unión Nacional Opositora (UNO) mediante un pacto político con el Partido Demócrata Cristiano y con el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR).”
Continúa Schafik afirmando que “la formación de la UNO le dio al movimiento electoral popular una enorme envergadura, alcanzó la mayoría ya en febrero de 1972 en su primera participación electoral (las elecciones presidenciales de ese año) pero vino un burdo fraude en el escrutinio de los votos, contestado por un levantamiento fallido de un grupo de militares demócratas (25 de marzo).Se decretó el Estado de Sitio y por medio de la represión fue impuesto por la fuerza el candidato oficial.”
Agrega que “la UNO decidió participar en las elecciones presidenciales de febrero de 1977; la campaña comenzó en los últimos meses de 1976 y esta vez su candidato fue un militar demócrata retirado. La UNO obtuvo una victoria más rotunda que la del año 72 y de nuevo la dictadura manoseó los resultados. Las elecciones de 1977 trajeron en efecto el agotamiento real de las posibilidades del proceso electoral para las masas; es decir para las grandes masas trabajadoras de la ciudad y del campo y amplio sector de las capas medias.”
Sigue explicando que “tras este final del proceso electoral, tras este agotamiento, vino el viraje de las masas en gran escala al apoyo y la incorporación a la lucha armada. Digo el apoyo, porque desde 1970 ya existían algunas organizaciones armadas en el país; una más que las otras había logrado ir conformando un movimiento de masas que ya a la altura de 1977 era grande, pero en general el movimiento armado no era todavía el movimiento que conducía a las grandes masas del pueblo, la UNO seguía siendo el frente tras el cual marchaban las mayorías; fue en febrero de 1977, cuando se agotó el proceso electoral y vino el viraje en gran escala de las amplias masas hacia a lucha armada”
Y puntualiza que “en esas condiciones, la Comisión Política del PCS acordó realizar el viraje del Partido hacia la lucha armada. Esas fueron las condiciones en las que se produce el acuerdo, no durante el VII Congreso en 1979 sino en abril de 1977.”
La segunda parte del documento trata sobre la contradicción entre las grandes exigencias de la decisión del viraje, y las profundas debilidades ideológicas y orgánicas que lo retrasaron por dos valiosos años.
Sostiene que “la Comisión Política adoptó el acuerdo de realizar el viraje en aquel momento, después de los enfrentamientos de febrero y marzo de1977. Al hacerlo así, la Comisión Política estaba aplicando la línea general del Partido, aprobada por sucesivos Congresos, según la cual la toma del poder por la vía armada era la más probable en nuestro país. Sin embargo, no pudimos hacer ese viraje rápidamente; el esfuerzo para realizarlo nos costó dos años, dos años muy valiosos que retrasaron la incorporación práctica del Partido a la lucha armada y afectaron el desarrollo mismo del Partido.”
Reconoce que “tuvimos que enfrentar una serie de obstáculos; las decisiones de Dirección y el apoyo a esas decisiones fue unánime, absolutamente nadie les hizo oposición, todo mundo recibió con entusiasmo lo que se había acordado y a pesar de eso no podíamos hacerlo realidad. Existían causas no conocidas que era necesario descubrir y la Dirección del Partido, desde la segunda mitad de 1978 en el proceso de preparación del VII Congreso, realizó un gran esfuerzo por descubrirlas.”
Amplía que “en el curso de los 11 años de participación electoral, el Partido adquirió ciertos rasgos ideológicos, ciertos hábitos, incluso cierto estilo que retrasaban la posibilidad de un viraje como el que debíamos realizar. Entre estos rasgos ideológicos habían no pocos ingredientes de reformismo.”
Agrega que estos rasgos reformistas “se expresaron principalmente en el abandono durante esos 11 años, de los esfuerzos por parte de la Dirección del trabajo por desarrollar la violencia revolucionaria de las masas y en particular su autodefensa frente a la represión y la construcción de la fuerza armada del Partido. Esta conducta se trató de justificar con el argumento de la “prevención contra las provocaciones.”
Rescata Schafik la experiencia de años anteriores a la participación electoral cuando “el Partido había realizado trabajo en el terreno militar; allá por los años 1961 a 1963 nos empeñamos en un esfuerzo notable por enrumbar hacia la lucha armada. Esa orientación contó con gran apoyo de masas, pero vino luego la corrección: el V Congreso del Partido, realizado en marzo de 1964, le puso fin a aquella línea de preparación para la lucha armada, enarbolando la bandera de que había de promover como prioritaria la “lucha de masas.”
Señala que “la verdad es que después del V Congreso vino un periodo de viraje hacia el economismo y el abandono de la lucha política en todas su formas durante casi cuatro años, hasta el inicio de nuestra participación electoral. Se priorizó casi absolutamente el enfrentamiento de clases en la esfera de las relaciones económicas obrero-patronales, el movimiento sindical pasó a ser el centro principal de nuestra actuación, con breves coyunturas en las que el movimiento por la reforma y la democratización de la Universidad le disputaba la prioridad.”
En la tercera parte se trata sobre los problemas teóricos y las formas prácticas adoptadas por el Partido para la organización de la lucha armada: de las primeras formas de la lucha armada a la construcción y organización de los organismos militares más desarrollados.
Comparte que “a partir del VII Congreso (celebrado en la clandestinidad en abril de 1979) que le dio cima a todo aquel esfuerzo autocritico y crítico y puso en marcha la corrección en el curso de dos años y medio, toda la Comisión Política y más de tres cuartas partes del Comité Central adquirieron un regular grado de conocimientos militares, unidos a una práctica creciente en la conducción de la guerra.”
A la base de este esfuerzo estaba la idea que “la lucha armada es una expresión concreta de la violencia revolucionaria, la violencia revolucionaria es tal cuando es violencia de las masas mismas, dirigida contra los opresores y explotadores y en fin de cuentas, contra todo el sistema de la dominación imperialista sobre el país. La promoción, orientación y organización de la violencia de las masas es un asunto que corresponde al Partido en su conjunto, dese las células hasta la Dirección.”
Agrega que “para cumplir esta tarea el Partido se apoyó ante todo en sus células… Aprendiendo de la experiencia internacional, orientamos a organizar alrededor suyo grupos secretos, eso que nosotros llamamos los GAR (Grupos de Acción Revolucionaria) compuestos por los mejores elementos que se van destacando de las masas, los más resueltos, los más combativos, los más honestos, aunque no estén maduros para ingresar a las filas de nuestro Partido.”
Indica que “la célula organiza en su derredor cuantos GAR pueda dirigir y debe por consiguiente aprender a dirigirlos política y militarmente, para lo cual debe recibir el adiestramiento en el nivel necesario. La célula aprende así a dominar los conocimientos militares y a dirigir política y militarmente sin desnaturalizarse…El desarrollo de los acontecimientos conduce a la necesidad de ascender escalones superiores: surgen unidades guerrilleras y una retaguardia.”
Sobre la retaguardia apunta que “no puede existir si no es protegida por las masas, ni las guerrillas se pueden formar si no reciben el apoyo de las masas. Jamás tendrán suficientes combatiente si las masas no se los dan, no habrá reposición de los que caen si las masas no los aportan; las masas tienen que estar conscientes, convencidos de esta necesidad y estrechamente vinculados a esta tarea.”
Reconoce que “nuestro Partido se incorporó a la lucha armada cuando esta se encontraba en el umbral del despliegue de la guerra propiamente tal y cuando otras organizaciones revolucionarias habían avanzado considerablemente en la construcción de sus fuerzas armadas. A causa de ello tuvimos que andar a pasos largos y no siempre nos fue posible formar a nuestros combatientes siguiendo, uno a uno, los escalones que se han descrito.”
Subraya que “no se trata de que la célula se transforme en unidad del ejército, ya que dejaría de cumplir las tareas partidarias vitales sino de conducirlas a cumplir su papel de vanguardia en la nueva situación, en el nuevo nivel de desarrollo de la lucha de clases. Puede verse con toda claridad, pues, que no hay contradicción entre la lucha de masas y la lucha armada, entre la lucha política y la guerra; todo lo contrario, no puede oponerse una a la otra. En el momento que se oponga una a la otra…estaremos en presencia de la posibilidad de que surjan tendencias aventureras en el Partido.”
La cuarta parte trata sobre la combinación de la lucha armada de las masas y el ejército revolucionario: el ejército surge de las masas, es una organización de masas y mantiene estrechos y sólidos vínculos con ellas.
Subraya que “la autodefensa y las milicias, que es una organización de masas, no se clausura, no se suprime cuando surge el ejército revolucionario; al contrario, debe hacerse más amplia, continuar ensanchándose, porque de ello depende el crecimiento, la selectividad y eficacia del ejército. Esta sería, digamos, la primera forma de incorporación de las masas a la lucha armada.”
“La segunda forma de incorporación es el ejército mismo; nosotros creemos que el Ejército Revolucionario hay que verlo como una organización de masas, no solo hay que ver su aspecto militar, sino también el hecho de que allí se reúne un destacamento avanzado, consciente, de las masas y cuanto más grande es el ejército más adquiere ese carácter de una organización de masas.”
Señala que “las masas ayudan a su ejército y participan activamente en la guerra cumpliendo tareas logísticas diversas: transportación de medios de guerra, adquisición y transportación de otros materiales necesarios, alojamiento temporal de combatientes y cuadros, etc. Estas tareas de información y logística son tareas combativas de las masas no incluidas en las filas del ejército; pero ellas participan también en otras tareas de combate más directas.”
La quinta parte trata sobre la ley de construcción y desarrollo del ejército revolucionario en el curso de la guerra y la construcción de su retaguardia en las condiciones de El Salvador.
Asegura que “en cuento a la modalidad operativa que nosotros adoptamos ante los operativos de limpieza que el enemigo nos lanzaba inicialmente, han estado determinados por dos aspectos estratégicos: el primero de ellos tiene que ver con el hecho de si debemos o no aplicar una táctica operativa de la guerra de posiciones, si debemos a toda costa defender una posición en una etapa de la guerra en la cual el enemigo tiene superioridad sobre las fuerzas revolucionarias.”
Explica que “los grandes cercos enemigos no se derrotaron manteniendo posiciones fijas, sino rompiéndolos, saliéndose de nuestro campamento, que destruyera nuestra infraestructura, sacando junto con nuestras fuerzas a la población que nos apoya, etc. Este último aspecto es una experiencia nuestra poco conocida, que está determinada por las características de nuestro país, por las fuertes vinculaciones de nuestras fuerzas armadas con la población, que son vinculaciones incluso familiares; por la densidad de población del país, por las condiciones geográficas, etc.”
Agrega que “en una primera etapa después que nosotros rompíamos el cerco, lo eludíamos, nos trasladábamos a otro punto, le dábamos la vuelta, le aplicábamos acciones de hostigamiento, lo emboscábamos, etc., entonces el enemigo trasladaba a los periodistas al lugar de los hechos a que constaran como habían “destruido” nuestros campamentos…. inmediatamente que el enemigo terminaba de retirarse, volvíamos a tomar posesión no solo del terreno, sino que retornábamos de nuevo con la población, se reconstruía todo, etc.”
Indica que “en el periodo inicial de la guerra, por las razones ya expuestas, el frente se confunde con la retaguardia, está allí mismo donde está la retaguardia y allí llega el enemigo a imponerle el combate a nuestras tropas y estas no pueden salir a buscarlo lejos, porque al retirarse de su base de apoyo no tienen comida, no tienen información, el territorio está dominado por unidades del enemigo que lo conocen mejor y que las pueden entrampar y aniquilar.”
Concluye que “la construcción de esas bases de apoyo, su ampliación y su multiplicación en el territorio nacional crea las condiciones para pasar a formar grandes unidades, ya no puramente guerrilleras, que pueden realizar una guerra móvil; ese ejército se puede mover de un punto a otro, ir a combatir lejos porque en todas partes donde llega hay comida, hay información, hay abastecimiento de todo tipo, hay sangre nueva de recambio, hay combatientes, etc.”
La sexta parte, trata sobre la organización partidaria en su Fuerza Armada: “El Partido dirige directa, total y absolutamente a su Fuerza Armada.”
Explica que “los combatientes de las FAL no son todos miembros del PCS, la mayoría no lo son y queremos que esta relación se acreciente; pero en cada pelotón hay una célula del Partido que orienta, recluta y contribuye a asegurar la dirección de este sobre su fuerza armada. Ha surgido así una nueva rama del PCS: la organización partidaria en su fuerza armada.”
Aclara que “lo anterior no quiere decir que la célula del Partido es la que dirige al jefe militar en cada nivel de la estructura del ejército. Eso no puede ser puesto que en el ejército hay una disciplina distinta a la del Partido, en el Ejército hay Mando Único, individual y una disciplina vertical que no se puede romper sin afectar la naturaleza misma del ejército y su eficacia; pero no entra en contradicción una cosa con la otra.”
Amplía que “en la estructura de las FAL existen también los Comisarios Políticos a nivel de todas las unidades, de la más pequeña a la más grande. Los Comisarios pertenecen a la estructura militar y no a la del Partido; los Comisarios son miembros del Partido. El Comisario Político se apoya en la actividad de la célula, las células se apoyan en la actividad de los Comisarios y todos ellos aplican la línea y las orientaciones que traza el Partido.”
La séptima parte trata sobre el aspecto estratégico más fundamental de la Guerra Popular Revolucionaria: la combinación de la lucha armada y la lucha política o formas no armadas que se coordinan en el proceso único de la lucha por la revolución.
Enfatiza que “hay zonas donde el enemigo ejerce un fuerte control y allí la lucha no armada de las masas, sin matiz político hasta la lucha política propiamente tal, deben impulsarse prioritariamente, mientras la lucha armada tiene una cuota menor a cargo de unidades secretas de combate urbano; la organización del Partido debe ser muy clandestina y no hacer evidente su vinculación con las organizaciones de masas.”

Pero también hay “zonas donde dominamos nosotros, las masas participan de un modo más abierto, se incorporan a la creación y desarrollo de los órganos emergentes de Poder Popular; una vez destruido el viejo poder en esas áreas, aunque sean pequeñas, surgen tareas que nosotros tenemos que asumir con las masas: tiene que administrarse justicia, tiene que guardarse el orden público (la delincuencia tiende a crecer cuando hay vacío de poder); tiene que atenderse la educación y la cultura de las masas; se tiene que atender la salud pública. Y lo que es decisivo y principal, debe asegurarse la defensa de la zona.”

La octava y última parte trata sobre la dialéctica entre la Guerra Popular Revolucionaria e Insurrección General Armada como Vía Óptima de la Revolución.

Señala que “el movimiento comunista, particularmente el movimiento comunista latinoamericano ha sido insurreccionalista; casi todos los partidos que hemos definido la vía armada como vía de la revolución, hemos identificado esa orientación, con la insurrección armada general. En esto actúa la influencia por lo menos de dos factores: uno es el ejemplo de la Gran Revolución de Octubre…” y otro “como una puerta abierta a la participación de la clase obrera como tal, como clase.”

Aclara que “la proporción de los obreros en los frentes está determinada por el grado de influencia de las organizaciones revolucionarias en la clase obrera, y por otra parte, los obreros revolucionarios son por lo general, cuadros más desarrollados que los que proceden de las filas campesinas y pueden ejercer una influencia muy grande, aunque no sean la mayoría en las unidades militares.”

Sostiene que “en nuestro país el proletariado y los campesinos semi-proletarios son la inmensa mayoría de la población rural y ellos forman también la mayoría de los integrantes de las fuerzas armadas de las cinco organizaciones miembros del FMLN, incluida desde luego las FAL del PCS. Esta es una realidad a la que no puede darse la espalda; en este país se desarrolla nuestra revolución y el papel dirigente del proletariado no puede afianzarse sólo por los obreros de la industria, sino también, y sin falta, con la participación de las masas asalariadas del campo.”

Subraya que “los comunistas no debemos de perder de vista las posibilidades de desatar la insurrección y siempre que las condiciones objetivas se den, nuestro deber es organizarla y encabezarla…Hay casos como el de Nicaragua en el que en el curso del desarrollo de la guerra popular revolucionaria surgieron, y maduraron las condiciones para la insurrección y se combinó la guerra con la insurrección de manera óptima.”

Añade que “este problema debe resolverse en concreta en cada caso, tomando rigurosamente en cuenta las condiciones en que una guerra popular se desarrolla, sin prejuicio ni dogmas de ninguna clase. Hay en efecto casos en que la guerra se desarrolla y llega a la victoria sin que pueda combinarse con la insurrección. Nosotros apuntaríamos como ejemplo la Revolución Cubana, en donde la guerra triunfó sin que hubiera una insurrección armada.”

Apunta que “en El Salvador hay una situación revolucionaria, pero este aspecto suyo, el movimiento ascensional de las masas, entró en mengua, aunque ahora, como ya se dijo, comienza a reponerse. Hubo un momento en el que desde el punto de vista de la plena madurez de las condiciones objetivas, hubiera podido realizarse la insurrección. Esto ocurrió en los primeros meses de 1980, que fue cuando se produjeron las grandes manifestaciones de masas, los puntos pico del movimiento huelguístico de la clase obrera y los trabajadores del Estado en la capital y en las principales ciudades, que se combinaba con el punto pico del movimiento del proletariado agropecuario por reivindicaciones económico.-sociales y políticas.”

Enfatiza que “está claro para nosotros que la guerra popular revolucionaria, que combina la lucha armada con la lucha política y la lucha diplomática, alcanzará la victoria; incluso si no surgiera la posibilidad de desatar la insurrección general la victoria se demoraría, pero sería alcanzada.”

Añade que “después de la experiencia de las elecciones de marzo de 1982 ha habido una reelaboración de todas las organizaciones del FMLN en distintos aspectos tácticos y estratégicos en el terreno militar y lo mismo en distintos otros aspectos de la concepción revolucionaria general y uno de los problemas sometidos a nuevo análisis en cada organización ha sido este del papel de la insurrección.”

Concluye que “toda la lucha por la revolución, vista de conjunto en su función histórica, es un proceso ofensivo en continuo ascenso, y la esencia de este proceso es el desarrollo de la violencia revolucionaria. La violencia revolucionaria ofensiva es el contenido de todos los pasos hacia la revolución, desde las primeras reuniones pequeñas para fundar la vanguardia y las primeras organizaciones de masas bajo la conducción de esta, hasta las grandes acciones para tomar el poder por las fuerza revolucionarias, porque su objetivo es, en fin de cuentas, derribar el poder de los explotadores y el dominio del imperialismo y abrir paso al socialismo.”

Roberto Cañas: “Yo no alcanzo a ver los motores del desarrollo”

Roberto Cañas: “Yo no alcanzo a ver los motores del desarrollo”

El intelectual de izquierda cree que los países vecinos de Centroamérica sí tienen sus apuestas más o menos claras. El Salvador, no.
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Yolanda Magaña
Lunes 1, junio 2015 | 12:02 am
Foto: DEM

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Roberto Cañas, un ideólogo de las izquierdas, es agudo en la crítica. Mientras la mayoría de sectores reconocen la actitud dialogante del presidente Salvador Sánchez Cerén, él señala que la instalación de comisiones de diálogo en las diferentes gestiones presidenciales siempre han fracasado y advierte que el actual gobernante tuvo tres pleitos simultáneos sin un plan. Pese a que considera logros muy modestos del primer año de Gobierno del primer algo dirigente del FMLN y que no ve los motores del crecimiento, dice: “el Presidente ni es santo ni es mago”.

¿Cómo describe el estilo del presidente Sánchez Cerén en su primer año de gobierno?

Son modestísimos los logros que se han obtenido en este primer año. Hay un largo camino que hace falta, son cuatro años más. La forma de entender un balance de un Gobierno son los hechos y el dicho es lo que prometió en la campaña electoral. Yo me distancio de Fusades porque no hace balance del año a partir de las promesas electorales y eso es clave porque el sistema democrático así funciona. Al no hacer un balance a partir de las propuestas electorales no está haciendo objetivo, no es un balance fiable. Acordémonos cómo era el marketing político de ese periodo de campaña, el tema de empleo, seguridad. Obviamente en un año no se pueden obtener los resultados que están ofrecidos en un programa de Gobierno.

¿Pero hay un rumbo?

Yo no alcanzo a ver, por más que veo el esfuerzo, cuáles son los motores del desarrollo. En el Gobierno de (Mauricio) Funes se decía que el Fomilenio, el asocio público privado, el Puerto de la Unión. Por lo menos, Alex Segovia decía ‘Estos motores encendieron’, pero yo creo que nunca encendieron. Esos motores se pegaron, ahí está el Puerto La Unión que no dio resultados. El asocio público privado, ¿cuáles son las grandes empresas que han trabajado bajo es modalidad? Se pueden hacer todas las críticas que usted quiera a las apuestas estratégicas nicaragüenses, el canal interoceánico, pero ahí hay una apuesta estratégica, discutible, con problemas con el medio ambiente, pero uno la ve más clara. Uno ve a Costa Rica y dice: su apuesta estratégica es mejorar las relaciones económicas con China continental, el tratado de libre comercio. Nicaragua tiene esta estrategia en un canal interoceánico. En Guatemala, no se sabe porque es un Gobierno que ya va a terminar y es un Gobierno fallido, de la peor manera termina el Gobierno guatemalteco. El presidente hondureño habla de las ciudades modelo, que no ha podido implementar, pero por lo menos tiene discurso… El Gobierno de Honduras se vende como marca y han dicho que van a vender la marca Honduras y están trabajando eso. Colombia tiene el café Juan Valdés, es impresionante. A mí me da mucha risa porque es como ir a vender cocos a Sonsonate.

¿Y cuáles deben ser esos motores del desarrollo en El Salvador?

Habría que preguntarle al secretario técnico cuáles él cree que son.

Hablan de fortalecer al sector productivo.

No se ve. Aquí, si no se resuelve el problema de la deuda pública, el problema fiscal, el problema del abaratamiento de la energía eléctrica, volvemos a lo mismo. El empresario dice yo quiero invertir en Centroamérica, ¿en qué país el costo de operación me permite más rentabilidad? El problema es que aquí ¿cuáles serían las apuestas estratégicas?…, puede ser más competitivo el país que pueda dar una apuesta a nivel industrial, ASI (Asociación Salvadoreña de Industriales) tiene apuestas estratégicas en plásticos, textiles tiene apuestas competitivas. El problema (es) una infraestructura deficiente o no tan buena como la de los vecinos…
Foto: DEM

Foto: DEM

La empresa privada ha dicho que no ve despegar la inversión, las exportaciones, el crecimiento. ¿Se le puede exigir a un presidente tener resultados económicos en el primer año de Gobierno?

Resultados extraordinarios en tema de asuntos económicos es bastante difícil. El presidente ni es santo, ni es mago. Ni es santo para hacer milagros, ni es mago. No es un problema de santidad ni de magia, pero sí se puede, en primer lugar, un liderazgo inspirador que genere una energía orientada en sacar adelante al país, eso es fundamental en términos de actitud de país.

¿No la tiene?

Por lo menos, no se ha podido generar un clima de opinión favorable o sacar adelante el país, que implique ese liderazgo inspirador con tremendo magnetismo que lleve a ese estado de opinión. Salgamos a la calle y pregúnteles (a las personas) cuál es la visión de país, cómo imaginamos a El Salvador dentro de tres o cinco años. Se le van a quedar viendo como que le está hablando en chino. Liderazgo inspirador, visión de país, relaciones internacionales muy agresivas, que se vean cambios dramáticos, tener relaciones diplomáticas con China. Ahí se dicen muchas leyendas urbanas alrededor del porqué no hay relaciones con China, unos dicen que hay una guerra en la cual hay un trato entre ellas que las naciones con las cuales Taiwán ya tenía relaciones las va a seguir manteniendo Taiwán.

Y el diálogo del presidente, ¿cómo lo evalúa?

Aquí la memoria histórica es muy corta, nadie se acuerda de Armando Calderón y bases para un Plan de Nación y el acuerdo del que está acusando Roberto Rubio que le pagaba –es como que a mí por ser profesor universitario me vengan a decir que me pagaba el Gobierno–; la ministra de Educación Cecilia Gallardo hizo otro esfuerzo. La grave y triste historia de esos esfuerzos es que son letra muerta, dan la idea de que se está llevando a algo que puede ser muy buen pero en la práctica no hay nada, es letra muerta. Seguramente sí es bueno para tomar café, ver amigos que uno nunca ve, a lo mejor para ir a socializar con un amigo y están casados ahora. Salvador Sánchez Cerén lleva cuatro comisiones: seguridad, relaciones laborales, educación y empleo juvenil. En documentos, muy bien gracias. Tiene 10% de financiamiento: yo puedo tener un Mercedes Benz con el 10% de financiamiento. Está muy bien, el plan debe ser impecable, pero no tiene recursos.

¿Debió comenzar por resolver las finanzas?

¿Qué fuera primero el combustible para hacer caminar el carro, que se llama Plan (El Salvador) Seguro? ¿Cómo se puede obtener el combustible? En Honduras es un impuesto específico para financiar la seguridad. Si el problema es que hay desconfianza para la administración de los recursos se hace un fideicomiso, es decir, si verdaderamente todos tenemos voluntad de sacar adelante el país, disminuyendo la inseguridad, hay que pagar el costo de eso. El indicador de éxito es ir al encuentro de las soluciones de los grandes problemas de país. Tener una actitud dialogante no alcanza porque el diálogo es intercambiar opiniones, se necesita llegar a acuerdos y con métodos porque, si usted me dice que va convocar una comisión o consejo, yo digo está muy bien, pero ¿dónde está el calendario?, ¿dónde está la agenda?, ¿dónde están los recursos? Si no me muestra eso, no le creo.

Pero el presidente tiene experiencia en diálogo y acuerdos.

Es el doble estándar porque, por un lado, dice que él va a tener una actitud dialogante y crear los consejos y, por otro lado, se pelea con los periodistas, la cocinera, diciendo que los periodistas están haciendo guerras psicológicas para crear un clima de inseguridad. Se pelea con la Sala de lo Constitucional el primero de mayo y dice que no puede ser posible que cuatro personas no sé qué…, un gran pleito. Tres, se pelea con los empresarios a causa de la lista de los morosos. Yo no he conocido a nadie que se pueda pelear, ni que sea peso completo, con tres contrincantes al mismo tiempo. Usted puede administrar un pleito… Pero me peleo con tres al mismo tiempo y solo tiro la pedrada al panal… Un presidente escoge sus pleitos y uno a la vez, no tres al mismo tiempo. Además, (pelear) sin un plan de continuidad, yo creo que (hay un) doble estándar de actitud dialogante y con la otra mano buscar pleitos con tres al mismo tiempo.

Parece que es una medida de presión para que paguen y no apelen impuestos…

Si, ¿pero la continuidad cuál fue?, ¿cuál fue el siguiente paso después de sacar (divulgar) la lista de morosos? No hay plan… Después de sacar la lista, la siguiente cosa es buscar a las cinco personas que deben más y a eso buscar medidas con la Fiscalía, yo no sé cuáles. Por eso digo que (es) como tirarle una piedra a un panal y después nada.

“Dirección en el Coena ha sido caótica”

¿Qué impresión le causó los 20 mil votos adicionales que resultaron en el recuento?

Es tan revelador que si hubiera un viaje al tiempo y lo traemos a la lección de alcaldes, a la elección con Violeta Menjívar, la elección presidencial, mejor no hay que hablar de eso, por eso nadie habla de eso. Si aquí aparecieron 20 mil votos y se ganó por 6 mil votos, ¿qué hubiera pasado?

¿Quién tiene el poder en la Asamblea Legislativa?

Mandan las correlaciones de fuerzas que se puedan formar a partir de los votos que se tengan. El razonamiento es cuántos votos quiero y, si no tengo los votos, no puedo hacerlo, no es el interés nacional, no es la búsqueda de acuerdos de país.

¿Cómo ve la oposición de ARENA?

Caótica y errática, es inocultable las divisiones que tiene ARENA y lo más destacado son los comentarios de Norman Quijano en relación al apoyo que Jorge Velado negoció la presidencia de la Asamblea Legislativa, lo hizo en público. La pugna que va a haber en el próximo evento interno de ARENA por el Coena (Consejo Ejecutivo Nacional de ARENA), es evidente que la dirección del Coena en manos de Velado ha sido caótica, errática. Los botones de muestra están en la pérdida de la alcaldía de San Salvador, cambiar a mitad de río el caballo con Norman Quijano es algo que no se hace nunca. En otras democracias, el secretario general que pierde elecciones como esa renuncia, aquí lo premian, aquí parece el mundo al revés. Eso parece que es deporte nacional en las elecciones de este país, pierde una elección y ahora es diputado. Velado tiene dos y pierde, ya estaría frito. La forma en que cambió de caballo con Norman Quijano como candidato a la alcaldía de San Salvador y, dos, cómo negoció la junta directiva en la Asamblea Legislativa, con esa dos ya (es) suficiente para decir ‘Mi amigo, hasta la vista baby’, no puede ser más secretario del Coena porque es mal político, porque él como político es gerente de una empresa, él eso es.

Trincheras, transiciones y rupturas en el primer año del gobierno Sánchez

Trincheras, transiciones y rupturas en el primer año del gobierno Sánchez Roberto Pineda 29 de mayo de 2015

Este primer año de este segundo gobierno de izquierda salvadoreño estuvo acompañado de singulares procesos de disputa del poder por medio de trincheras, transiciones y rupturas. Utilizamos el concepto de trincheras para referirnos a la defensa de posiciones estratégicas, transiciones a las negociaciones que reflejan correlaciones de fuerza y rupturas a la construcción de nuevos espacios contrahegemónicos o de poder popular.

El enfrentamiento actual se da en el plano político entre la izquierda en el gobierno y la derecha en la oposición. Este es el punto de partida básico. Es una nueva situación que la derecha trata de revertir y la izquierda de conservar. Es a partir de esta nueva situación que se despliegan los procesos de atrincheramientos, transiciones y rupturas.

Y lo que permite este cambio de situación fue entre otros factores, la acumulación histórica de luchas populares, incluyendo grandes batallas electorales (UNO), de masas (CRM) y hasta el desarrollo de una guerra popular revolucionaria (FMLN), así como una hábil política de alianzas que logra aislar al enemigo principal, neutraliza a sectores vacilantes y atrae a sectores de la burguesía no oligárquica.

La llegada al gobierno en el 2009 crea las condiciones para impulsar importantes transformaciones del estado y la sociedad, así como para el despliegue de procesos de construcción nacional de poder popular, ya que lo que define la naturaleza del cambio social en El Salvador podemos relacionarlo con diversos escenarios. Es una pugna entre un poder popular emergente y un poder oligárquico desplazado.

Entre estos escenarios de disputa actual y futura se encuentran la construcción de territorios de poder popular (arrebatados al poder oligárquico), la consolidación de un sector social de producción, (que inicialmente reactiva la economía pero que se oriente a superar las relaciones sociales de producción basadas en la propiedad privada de los medios de producción) , la unidad, organización, conciencia y movilización de los sectores populares ( que supere la debilidad y dispersión existente) y la adhesión como país a bloques internacionales emergentes (la definición entre el ALBA y la Alianza del Pacífico). Estas cuatro dinámicas se fortalecen o se debilitan en su actuar, y han estado presentes durante estos doce últimos meses.

Es aquí en estos escenarios de disputa (trincheras, transiciones y rupturas) donde se avanza o se retrocede en la construcción de hegemonía, el terreno donde transcurre la batalla política estratégica en un océano de batallas tácticas locales y sectoriales.

Las trincheras

Una trinchera permite disparar al enemigo de manera ventajosa, protegido. La trinchera política principal del gobierno y del movimiento popular y social es el desarrollo de los programas sociales (paquete escolar, medicinas, transporte, paquetes agrícolas). Esta trinchera solo puede fortalecerse en la medida que se avance en otras áreas que permita ampliar los terrenos en disputa.

Si la derecha logra empantanar este proceso del subsidio para programas sociales y además evitar que se avance en otras áreas, habrá tenido éxito en sus planes desestabilizadores. Otras grandes trincheras de la izquierda son el aparato partidario del FMLN, un partido de masas y con arraigo en las masas, así como el movimiento popular y social.

Las trincheras aunque conservan su naturaleza defensiva hoy son trincheras desde la administración del Estado, desde el Ejecutivo. Es una nueva situación de muchas ventajas pero a la vez de grandes responsabilidades y desafíos. Hoy se trata de resolver y no de criticar; de gobernar y no de desestabilizar; de poner en práctica nuestras ideas de cambio social, de salir del laboratorio y enfrentarse a la calle.

La comprensión de este cambio cualitativo es de trascendental importancia para la militancia del FMLN y para el movimiento popular y social. Somos como izquierda gobierno, y además partido de gobierno, así como movimiento popular en apoyo al gobierno. Y si bien hay errores, acomodamientos, desviaciones, debilidades que hay que señalar y hasta denunciar, pero son de nuestro gobierno. Si nos perdemos, si nos confundimos en este punto, terminaremos sin duda alguna llevando agua al molino de Cristiani. Otras grandes trincheras de la izquierda son el aparato partidario del FMLN, un partido de masas y con arraigo en las masas, así como el movimiento popular y social.

Las trincheras principales del enemigo oligárquico son lo económico y lo mediático. Y desde ahí disparan con sus aceitados cañones al barco gubernamental. La consigna principal de ARENA y de la ANEP es de hundir el barco. Hay que hundir el barco. Sus profetas proclaman diariamente que el barco se está hundiendo; sueñan con que el barco naufrague, insisten en que es un barco que no lleva rumbo, que va a la deriva. Y para lograr este propósito bloquean el financiamiento del barco pero invierten en su desprestigio. Alegan que el barco les pertenece y van a recuperarlo.

Las transiciones

Las trincheras permiten las transiciones, el paso de un estado a otro de desarrollo, avanzar o retroceder, cambiar de lugar. Los procesos de transición transcurren en la izquierda y en la derecha, en la oligarquía y en el movimiento popular, entre nuestros aliados internacionales y el imperio. El FMLN de ser una fuerza guerrillera pasa a ser una fuerza electoral. Y desde la cancha electoral se convierte en una fuerza legislativa y en una fuerza municipal. Luego de estar en la oposición hoy está en el gobierno central, dirige la Asamblea Legislativa y el Ejecutivo, que incluye a la PNC y a las Fuerzas Armadas. Y cuenta con influencia en los demás órganos del poder estatal, incluyendo el judicial, electoral, etc. Y avanza en la construcción de poder económico (Alba Patroleos) y de poder mediático (Genteve). El movimiento popular de ser oposición al gobierno de la oligarquía hoy pasa a ser apoyo al gobierno del FMLN. Los papeles han cambiado y esto significa un cambio en las actitudes y formas de lucha.

Por su parte, ARENA pasa de controlar el gobierno central a la oposición. Este año logran recuperarse en la Asamblea Legislativa, pero no la dirigen. Pero mantienen influencia en la Corte Suprema de Justicia y otros órganos del Estado. Y pugnan por reconquistar los territorios perdidos.

En el caso de Estados Unidos, pasa de ser fuerza de intervención militar durante la guerra, a ser fuerza de apoyo a los gobiernos de ARENA, a ser en la actualidad fuerza de apoyo a los gobiernos del FMLN. Increíble pero cierto. Los intereses de las fuerzas no han cambiado, pero si sus posiciones frente a la realidad. Los Estados Unidos prefieren en el caso salvadoreño la táctica de crecer en influencia, la táctica de la zanahoria y esconder el garrote. Diferente es la táctica con Venezuela.

Las rupturas

Las rupturas son los nuevos espacios ganados en la lucha, que incluyen parcelas de poder popular y de poder institucional. Existe poder popular en El Salvador cuando en determinado territorio la conjunción de fuerza social organizada y fuerza política institucional (GOES, Alcaldías) permite incidir decisivamente a favor de los intereses de la emancipación social, en el andamiaje político-institucional (alcaldía, unidades de salud, etc.) ideológico-cultural (iglesias, clubes), económico (cooperativas), e incluso militar y de seguridad (pandillas juveniles) . Es una disputa permanente en todo el país contra la hegemonía oligárquica y el modelo neo-liberal, en la cual lógicamente hay avances y retrocesos.

Anteriormente, durante la Guerra Popular Revolucionaria (1980-1992) , existieron extensas zonas de poder popular en el norte del país, o sea gobiernos municipales de hecho que resolvían los problemas de esas poblaciones. Y antes de esto, durante la dictadura militar, en el periodo 1975-1980, el grado de desarrollo de la organización popular (BPR, FAPU, LP-28, MLP y partido UDN), y su acción combativa fue muy alto, altísimo, pero sin alcanzar el nivel de poder popular, por faltar el elemento gobierno.

En la actualidad la disputa y la construcción de poder popular desde el 2009 está planteada a nivel de nación, se rebasó lo municipal existente desde 1994. La construcción gradual del poder popular significa la destrucción gradual del poder oligárquico. No sucede de golpe, es un proceso continuo, permanente, de disputa por la conducción, por la hegemonía cultural. Es una coexistencia de largo aliento entre poder popular y poder oligárquico.

En diversas experiencias acontece la aparición de órganos de poder popular que coexisten en oposición al poder oligárquico, pero en nuestro caso es diferente, consiste en la conquista del poder oligárquico. Así se establece la ruptura. En el caso salvadoreño el poder popular no se ha expresado –como lo es en el caso venezolano- en la nacionalización de empresas y posiblemente no lo haga.

Esto tiene que ver con la correlación de fuerzas interna, de equilibrio de fuerzas. Y esta correlación que debe de ser modificada a favor de la revolución, es la que explica que incluso recursos estratégicos como la energía y la electricidad se encuentran en manos de las transnacionales, que en lugar de denunciar tratados lesivos como el CAFTA-RD se busca la firma de nuevos tratados, como el reciente con la UE y un posible con Canadá. Y esta el caso ejemplar de la empresa minera Pacific Rim, antes canadiense y hoy australiana, que incluso ha presentado una demanda por no permitírsele la explotación minera en nuestro país.

En este contexto, así como hemos logrado llegar a la Casa Presidencial, así también podríamos salir “sin pena ni gloria” y esta es una de las facetas de esta modalidad de la vía electoral, que tiene su reversibilidad como característica fundamental, lo que mantiene en peligro permanente las conquistas realizadas. O sea se ha llegado al gobierno, pero no se ha logrado el poder. Las fuerzas políticas desalojadas y sus respectivas matrices sociales e ideológicas, se mantienen a la expectativa de regresar, están al acecho táctico y estratégico, en vela, esperando los momentos oportunos para golpear y derribar.

La oligarquía busca también la ruptura, y por cualquier medio, incluido el electoral, y por poco lo logran en el 2014. Fue en este sentido muy significativo como la oligarquía zarista rusa inspirada en el patriarca bíblico Job, esperó setenta años ¡setenta años! en Paris y en Londres la salida de los bolcheviques, la derrota del poder soviético. Y en Miami también la oligarquía esperó que terminara la guerra…y ojala que hoy sigan esperando.

El Salvador: socialismo electoral o socialismo real

EL SALVADOR: SOCIALISMO ELECTORAL O SOCIALISMO REAL

Desde la aparición en 1992, en tanto que partido político, hasta ahora el FMLN nunca había celebrado un congreso, o sea que han transcurrido 23 años sin que el principal órgano del centralismo democrático en la concepción leninista tuviera lugar. Medardo González, secretario general, acaba de anunciar que para octubre de este año tendrá lugar el primer congreso efemelenista. Stalin que repudiaba los congresos, logró huirle durante trece años, desde la gran purga de 1939 hasta 1952.

Lo que anuncia Medardo González trae ya los tantos bemoles que ha tenido el funcionamiento autocrático del FMLN, el diario La Página nos informa lo siguiente: “La comisión creada por el partido será la encargada de definir la metodología, temas, criterios de participación y tiempos de ejecución de las decisiones que se tomen, aunque estas deberán tener el aval de la Comisión Política, aclaró González”. O sea que el congreso efemelenista será un tamal bien amarradito, el partido, me refiero al conjunto de los militantes, podrán aportar a la reflexión común dentro de los límites de la democracia bajo la vigilancia de la Comisión Política.

El tema central del futuro congreso efemelenista podría ser hasta entusiasmante, el mismo diario nos dice que “el objetivo del cónclave partidario “es actualizar y determinar el rumbo del partido como sujeto revolucionario por la construcción del socialismo en las nuevas condiciones históricas que tiene nuestro país, además de reflexionar sobre los problemas estratégicos de la revolución en el actual periodo de la lucha en El Salvador”. Me veo obligado a citar fuentes periodísticas, pues en el sitio oficial del FMLN no aparece hasta hoy ningún comunicado oficial sobre el tema.

Durante años el FMLN repitió por la boca de sus dirigentes, que el socialismo no estaba a la orden del día, que ese era un sueño, una aspiración utópica, algo que no se puede contemplar a corto ni a mediano plazo. ¿Qué ha cambiado en la situación nacional para que el FMLN vuelva a considerar el socialismo como un objetivo?

Esta pregunta vale la pena plantearla, pues es la que nos dará la pauta para entender este nuevo viraje en el discurso efemelenista. Lo digo claramente que se trata de un nuevo viraje verbal, propagandístico del FMLN y no de un cambio de actitud frente a la realidad social y económica del país. El hecho de mayor significado en los últimos tiempos ha sido que electoralmente el FMLN se siente sofocado, la elección presidencial ya había mostrado en la segunda vuelta que el margen que lo separa de su principal rival era diminuto. Y en estas recién pasadas elecciones legislativas y locales, el partido en el poder ha salido trastrabillado, con el consuelo de haber ganado dos ciudades importantes como son la capital San Salvador y San Miguel, pero el primer caso se debe de nuevo a alguien que hizo todo lo posible para que no lo asimilaran a la dirección de su partido, rechinando ser realmente miembro del partido (con concejales de todo color). Pero tampoco ha sido una victoria apabullante como lo prometían los sondeos de opinión.

La dirección del FMLN se ha dado cuenta que a pesar de tener las riendas del Estado su capacidad de movilización se va deshilachando y que muchos de sus militantes se han venido dando cuenta que el viraje hacia la derecha de su partido se consuma en una política muy alejada de los intereses populares, en beneficio de la misma casta oligárquica que nos ha dominado siempre.

Muchos se dan cuenta que el enemigo hereditario, el sempiterno contrincante arenero es capaz incluso de acompañar las medidas programadas por su partido en el gobierno. Que se pueden dar agarrones en la cancha de gallos mediática, pero que en la trastienda de las decisiones reales no hay mucho que los separe. ARENA participa ya sea directamente con miembros de su dirección (COENA) en comisiones gubernamentales, ya sea a través de la participación directa de representantes de la oligarquía como en el caso de la Comisión de los Asocios.

La abstención electoral ha crecido, la anulación de votos, aunque marginal, ha conquistado terreno. El congreso va a depurar el discurso para dirigirse a los que no acuden a las urnas porque no se sienten representados. De nuevo darán brochazos a la fachada descascarillada del edificio ideológico del partido. El objetivo es reconquistar a los que se han desilusionado o a los que han perdido la fe y la esperanza. La tarea va a ser ardua, pues ARENA va a aprovechar para contraatacar y exigiendo que se determinen en sus intenciones “democráticas”, los van a acusar de mentir al presentarse como un partido normal, mientras que en realidad no han dejado de ser los revoltosos de siempre.

La derecha no ignora los objetivos del cambio de discurso que adoptará el FMLN. La derecha de nuevo va a desatar toda su artillería ideológica para obligar a su rival electoral a dar todas las garantías democráticas, de nuevo van a sacar los adjetivos de castro-comunismo, de chavismo, etc. Van a sacar de nuevo el arsenal de amenazas a nuestro modo de vida cristiano, a la familia. Se van a presentar como los paladines de la libertad, como los defensores de la niñez puesta en peligro de adoctrinamiento en las escuelas del Estado. En esta lucha la derecha va a tener refuerzos venidos de afuera. ¿El FMLN tiene los riñones para resistir? ¿Tiene la suficiente firmeza ideológica para defender el proyecto socialista para nuestro país? ¿Qué argumentos van a esgrimir en favor de este cambio de perspectiva?

Temo que el FMLN —que no tiene reales intenciones de construir un movimiento social para encaminar nuestro país hacia otro tipo de sociedad— le dé a la derecha toda la amplitud y todos los flancos para un ataque en regla a los fundamentos mismos para la construcción de una corriente socialista verdadera.

Las circunstancias obligan a todos los que alguna vez fueron partidarios de una nueva sociedad o siguen empeñados en promoverla, a no dejar, en esta contienda que se avecina, que el FMLN entierre aún más y definitivamente las posibilidades de emprender las batallas iniciales. Es hora de encarar a la derecha con un proyecto social claro que ofrezca alternativas a la situación desastrosa en que se encuentra nuestro país.

¿Si el tema es qué tipo de sociedad queremos para nuestro país le dejaremos a la cúpula del FMLN que decida sola?

Por una agenda estratégica de América Latina (1ra parte)

Por una agenda estratégica de América Latina (1ra parte)
mayo 27, 2015 Voces Comentar
Publicado en: Internacionales, Política

Monica Bruckmann* y Theotonio Dos Santos**

La Conferencia de Bandung celebrada en abril de 1955 significó uno de los momentos más importantes de afirmación de los países del Tercer Mundo y la emergencia del Movimiento de Países No Alineados. Esta reunión, en la que participaron 23 países asiáticos y 5 africanos, se sustentó en los principios de la lucha anti-colonial y antiimperialista, elaborando un amplio llamado de autodeterminación y desarrollo de los pueblos basado en la solidaridad, la cooperación económica y cultural y la paz mundial. El movimiento de los No Alineados colocó como núcleo principal el fin de la Guerra Fría, las luchas nacionales por la independencia, la erradicación de la pobreza y el desarrollo económico, a través de organizaciones regionales y políticas económicas de cooperación entre los países del Tercer Mundo.

El espíritu de Bandung permitió crear un amplio consenso entre los principales líderes y los pueblos de Asia, África y América Latina1 en relación a la afirmación de la paz y los principios de coexistencia pacífica, en un momento en que el mundo vivía una situación de extrema tensión, amenazas permanentes de guerra y la invasión y ocupación militar como instrumentos de dominación económica y política. Los cinco principios de coexistencia pacífica, elaborados por el primer Ministro chino Chou En-lai y ratificados por el Premier hindú Jawaharlal Neru en 1954, fueron declarados por la Conferencia de Bandung como parte de los principios generales que ligaban la libertad a la soberanía de los pueblos. Inspirada en ese espíritu, en enero de 1958 se realizó en El Cairo la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de Asia y África y posteriormente se realizaría, en Cuba, la Primera Conferencia de Solidaridad Tricontinental.

Este legado histórico de las luchas del Tercer Mundo se revela de gran utilidad para una estrategia contemporánea de afirmación de un sistema multipolar sustentado en procesos civilizatorios que hoy impulsan una diversidad de países, de Estados nacionales, de movimientos sociales y de una pluralidad de culturas e identidades. Movimientos clandestinos bajo el fuego de poderosas potencias colonizadoras se convierten en victoriosos actores políticos que construyen nuevos Estados con creciente impacto económico, político y cultural en el sistema mundial.

Este es un cambio fundamental que desafía al pensamiento y a las fuerzas progresistas y obliga a romper con paradigmas y políticas volcadas principalmente hacia la denuncia, para asumir su responsabilidad histórica en la conducción de sus pueblos y de los procesos de transformación del mundo contemporáneo, desde donde emerge, inexorablemente, un nuevo orden mundial.

Desde los años ’50, estas naciones fueron blanco de acciones neocoloniales, pero tuvieron la capacidad de desestructurar paulatinamente estas ofensivas. Es así como el Movimiento de los No Alineados pudo construir instituciones exitosas, a pesar de la resistencia que estas enfrentaron, como la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) y la Trilateral. La creación de la Asociación de Economistas del Tercer Mundo contribuyó a este proceso con elementos teóricos y conceptuales fundamentales.

En este contexto, se destaca particularmente el rol de China, que pudo construir una gigantesca economía superando el hambre y la miseria de su población, afirmándose como una potencia industrial exportadora y avanzando hacia la vanguardia científica y tecnológica del mundo. Otras naciones como India, Indonesia y Egipto desarrollan importantes procesos de afirmación nacional reforzando el espíritu de unidad de los pueblos inspirado en la declaración de Bandung.

Los importantes avances en los procesos de integración latinoamericana, que encuentran en Brasil un actor fundamental, aunque vacilante; la victoria sobre el apartheid en Sudáfrica2 y el avance que esto representa para la unidad africana; la recuperación del liderazgo ruso en la rearticulación del continente euroasiático en alianza con China y la creciente resistencia de los países del Medio Oriente ante la estrategia de dominación y militarización de EE.UU., configuran una nueva situación geopolítica mundial. Este conjunto de cambios destruye la hegemonía del Atlántico Norte en el sistema mundial, como lo veremos más adelante.

La emergencia de China, la decadencia del atlantismo y el nuevo orden mundial

Quien pretenda ver en la emergencia de China en la economía mundial apenas un fenómeno económico reciente estará dejando de lado la posibilidad de comprender un fenómeno socio-cultural mucho más complejo: la reelaboración de un proceso civilizatorio asiático que encuentra en la China contemporánea su centro más dinámico de desarrollo económico, científico y tecnológico, financiero y cultural, capaz de poner en tensión las enormes fuerzas creadoras de toda una región. La ruta de la seda se articula nuevamente para dinamizar el sistema mundial del siglo XXI y re-orientar la economía mundial en dirección al continente asiático, como sucedió desde el siglo IX hasta el siglo XVII.

El ciclo oceánico de la economía mundial iniciado con la expansión ibérica en el siglo XV, continuado por la hegemonía holandesa e inglesa y, posteriormente, norteamericana, parece estar abriendo paso al regreso del continente euroasiático, reestructurando, al mismo tiempo, las estrategias militares basadas en el poder naval en dirección a la recuperación del papel de las grandes superficies continentales. Esto explica el hecho de que las potencias hegemónicas de la economía mundial del siglo XXI estén apoyadas cada vez más en grandes economías continentales, con un papel creciente de los procesos de integración regionales.

Un análisis geopolítico razonablemente informado no puede perder de vista un fenómeno nuevo en la dinámica global: la importancia creciente de las economías del Sur en la definición de un nuevo orden económico internacional y en el establecimiento de nuevas formas de convivencia en el planeta. Esta tendencia no puede ser analizada apenas como un fenómeno económico sino como parte de un proceso de afirmación de los pueblos del Sur a partir de sus raíces civilizatorias que se convierten en instrumentos fundamentales de construcción identitaria para la elaboración de formas propias de desarrollo económico y social. La humanidad se rebela contra los intentos de hegemonismo imperial y las concepciones excluyentes del proceso civilizatorio. La riqueza de experiencias culturales que conforman la historia de la humanidad deberá ser uno de los principales instrumentos para la construcción de una civilización planetaria.

El pensamiento económico conservador no es capaz de comprender el impacto de una expansión económica permanente de cerca del 10% anual durante 30 años. Los analistas occidentales se cansaron de prever, año a año, el fracaso de China que, según ellos, estaría amenazada de peligrosos procesos inflacionarios. Sin embargo, el éxito del desarrollo chino proyecta inexorablemente este país hacia el centro de la economía mundial. Estos cambios fueron asumidos con modestia y moderación por el gobierno chino, causando espanto en un mundo capitalista dominado por el marketing y la improvisación. Sin embargo, el crecimiento cobra su precio.

Durante los últimos tres años, el PIB medido por el poder de compra paritario (PPP) consagra el liderazgo de China en la economía mundial. Asimismo, atrae hacia este nuevo centro a sus aliados más próximos. Según el Banco Mundial, las principales economías en el mundo, medidas por el poder de compra paritario, serán en 2015 las siguientes (en miles de millones de dólares): en primer lugar China (18.976); seguida de EE.UU. (18,125); India (7.997); Japón (4.843); Alemania (3.815); Rusia (3,458); Brasil (3.259); Indonesia (2.840); Reino Unido (2.641) y Francia (2.634) en décimo lugar3.

En este nuevo contexto, la actuación de China se hace más audaz: en el plano financiero, China abre la perspectiva del Banco de los BRICS, con un capital de 100 mil millones de dólares para inversiones y un capital similar destinado a fondos de contingencia. Al mismo tiempo, se crea el Banco Asiático que dispondrá de un volumen aún mayor de recursos y que ya abrió la posibilidad de socios occidentales, además de socios asiáticos. Este proceso tuvo un éxito inesperado al atraer 24 países, casi todos considerados como parte de la esfera de influencia estadounidense.

Poco eficaz fue la reacción de EE.UU. y sus intentos por impedir esta estampida hacia el Oriente.

Por otro lado, los países de Oriente Medio, que disponen de una alta liquidez a través de fondos soberanos, están solicitando su ingreso a esta nueva arquitectura financiera mundial. Además de los recursos ya mencionados, el gobierno chino viene realizando nuevas inversiones directas a través de sus empresas en varios países del mundo. Es el caso de los 50 acuerdos firmados entre China y Rusia y los recientes acuerdos con Brasil, que involucran un volumen de inversiones cercano a los 53 mil millones de dólares, a los que se suman alrededor de 10 mil millones de dólares de préstamo a la empresa brasileña Petrobras.

Este enorme volumen de recursos, producto del mayor excedente monetario del planeta (las reservas de China ascienden a cerca de 4.000 mil millones de dólares, es decir, 4 trillones en inglés). Ciertamente, esta estrategia financiera mundial que despliega el gobierno chino pone en jaque al FMI y al Banco Mundial, principales instrumentos de la hegemonía estadounidense desde la post Segunda Guerra Mundial.

A partir de los últimos años, el Partido Comunista Chino ha asumido una actuación más osada en la dinámica mundial. Hasta hace tres años, este país buscó reducir al mínimo su intervención en la política y la economía mundial. Sin embargo, algunos factores obligaron a una revisión de esta postura. En primer lugar, la pretensión de EE.UU., de su gobierno y de gran parte de su opinión pública de mantener el mismo nivel de intervención que tuvieron, o aspiraron tener, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Esto ha venido provocando situaciones políticas y económicas totalmente arbitrarias, con graves repercusiones a nivel mundial y un creciente proceso de militarización a nivel planetario.

En el plano económico, debemos destacar la diferencia entre un EE.UU. que sale de la Segunda Guerra Mundial con 47% del PIB global y 70% del oro disponible internacionalmente y el EE.UU. actual, que representa apenas el 15% del PIB mundial y que detenta una parte ínfima de las reservas internacionales de oro.

En tercer lugar, en la post guerra EE.UU. emerge rodeado por una Europa destruida, Asia gravemente afectada por guerras locales y revoluciones y luchas anticoloniales, junto a África también en pie de lucha contra la dominación colonial y América Latina dispuesta a buscar caminos propios. En estas circunstancias, la mayor potencia del mundo, necesitaba crear un enemigo mundial que le permitiera consolidar su influencia sobre la mayor parte del planeta. Es así que a partir de la Guerra Fría, EE.UU. entra en conflicto con su principal aliado contra el nazi-fascismo durante la Segunda Guerra Mundial.

Estados Unidos se vio atraído por un proyecto de suceder a las potencias coloniales europeas frente al gran movimiento nacional democrático mundial, anticolonial y antiimperialista. Este proyecto fue parcialmente exitoso en el caso de la independencia de India y en la primera fase del gobierno del Kuomintang. Sin embargo, la política de Guerra Fría llevó, casi de inmediato, a la ruptura del frente nacional instituido en China, permitiendo que el Ejército Rojo asumiera el control de toda la China continental, mientras Chiang Kai-shek se refugiaba en la isla de Formosa con el apoyo de Estados Unidos.

Una vez más, EE.UU. rompe con un aliado de la Segunda Guerra y logra que la pequeña isla de Formosa represente a China como miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. De esta manera, la Guerra Fría lleva a Asia y a las luchas anticoloniales hacia una fuerte radicalización que se expresa, sobre todo, en las guerras de Corea e Indochina, creando condiciones para la realización de la Conferencia de Bandung y el surgimiento del Movimiento de Países No Alineados.

Los BRICS y el fortalecimiento de las relaciones Sur-Sur

En recientes declaraciones, el director ejecutivo del Comité Nacional Ruso para los BRICS, Georgy Toloraya, afirmó que los BRICS conforman “una alianza de civilizaciones que nunca se convertirá en un bloque militar”, capaz de construir un “proyecto intelectual orientado a formular nuevas reglas de co-existencia global”[4]. Se trata, según el analista, de un bloque emergente que tiene como objetivo salvaguardar sus intereses comunes a partir de la cooperación y el principio de no-intervención en los asuntos internos de cada país.

Estas afirmaciones no constituyen una opinión aislada, sino un movimiento cada vez más amplio a nivel mundial que afirma la necesidad de una alianza estratégica entre los países del Sur para promover nuevas formas de convivencia planetaria, basadas en el respeto mutuo, la tolerancia como principio fundamental, la diversidad cultural y civilizatoria como posibilidad de enriquecimiento y no de exclusión y la cooperación Sur-Sur basada en el principio de los beneficios compartidos. Estamos viviendo un cambio profundo de paradigma: del “choque de civilizaciones” hacia un nuevo enfoque de “alianza de civilizaciones”.

El Informe sobre Desarrollo Humano 2013 que lleva por título “El ascenso del Sur: Progreso humano en un mundo diverso”, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), sostiene que “el Sur ha surgido con una velocidad y una escala sin precedentes” dando lugar a una “mayor diversidad de opiniones en la escena mundial”, lo que presenta una oportunidad para desarrollar instituciones de gobierno que representen plenamente a todo el electorado y que podrían utilizar esta diversidad para hallar soluciones a los problemas del mundo. Según este enfoque, se trata de convertir la diversidad del Sur en un instrumento de solidaridad.

Ciertamente, esto representa un cuestionamiento radical a la visión eurocéntrica como forma de ver el mundo y de entender la dinámica global. La diversidad, entendida en su sentido más profundo como diversidad civilizatoria, nos coloca frente a la necesidad de construir un encuentro de civilizaciones como instrumento fundamental para desarrollar nuevas formas de coexistencia global.

La creciente densidad diplomática del Sur que marca el inicio del siglo XXI, coloca en la agenda económica y política asuntos de interés estratégico, como las inversiones compartidas en los sectores de infraestructura, energía y telecomunicaciones; la creación de nuevos mecanismos de cooperación entre los mercados de valores, en dirección al establecimiento de una plataforma unificada de comercio; la creación de instrumentos de financiamiento comunes, como el Banco de Desarrollo de los BRICS, con el objetivo de promover financiamiento para el desarrollo. Esto no es casual, los datos muestran que el mayor volumen de reservas monetarias a nivel mundial se encuentra en las economías emergentes. Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2013 del PNUD, para el año 2011, 70% de las reservas oficiales en divisa extranjera del mundo (US$ 10,18 millones de millones) estaba en las economías emergentes

Construir una visión estratégica del Sur, pautada por la solidaridad y la cooperación y orientada al desarrollo integral en beneficio de sus pueblos, es una de las tareas más importantes de este siglo.

*Monica Bruckmann es socióloga, profesora de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y directora de investigación de la Cátedra UNESCO sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable, REGGEN.

**Theotonio Dos Santos es sociólogo, presidente de la Cátedra UNESCO sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable, REGGEN, profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).

El primer año del gobierno Sánchez: intenciones ideológicas y realidades políticas

El primer año del gobierno Sánchez: intensiones ideológicas y realidades políticas RobertoPineda 27 de mayo de 2015

Cumplir un año de gobierno es una gran victoria popular y de la izquierda salvadoreña, ya que significa que la derecha oligárquica fracasó en su esfuerzo de volverlo inviable y paralizarlo. Se sobrevivió y se avanza y esto es lo fundamental. La derecha no logró su objetivo de someterá este segundo gobierno y sumirlo en una crisis incontrolable.

No obstante esto, el primer año de gobierno popular del presidente Sánchez exhibe ante los ojos del mundo el conflicto abierto entre las intensiones ideológicas y las realidades políticas, entre los límites impuestos por las estructuras históricas de dominación y el empuje de las fuerzas sociales y sus ansias transformadoras; la lucha no resuelta aún entre dos proyectos de sociedad que se encuentran en transición y en pugna, y más en pugna que en transición.

Este conflicto se manifiesta en varias direcciones de la gestión gubernamental, en particular lo social, económico, ambiental, seguridad, exterior, tributario, áreas que avanzan a ritmos diferentes, pero que se influyen las unas con las otras. Cada uno de estos esfuerzos acumula o desacumula a la legitimidad global del proyecto y el papel de sus conductores es clave, en particular la presidencia y sus ministros y ministras.

Este primer año transcurrió en el marco de una situación caracterizada por el enfrentamiento permanente a las campañas de la derecha orientadas a evitar la consolidación política de este segundo gobierno de la izquierda, en particular evitar su despegue económico, hundirlo en una crisis permanente, criticar sus programas sociales y resaltar el problema delincuencial. Esta crítica muchas veces fue facilitada por errores cometidos en la gestión gubernamental, como en el caso del SITRAMSS.

Asimismo, el estilo de gobierno del presidente Sánchez se caracterizó por disminuir el nivel de enfrentamiento entre gobierno y empresa privada, como eficaz medida táctica orientada a lograr niveles de gobernabilidad aceptables. Además fue positivo el manejo institucional de las múltiples crisis, derivadas de gobernar un país con un nivel muy bajo de crecimiento económico y un nivel muy alto de conflictividad social, que implica el manejo de políticas muy complejas como la vinculada al combate a la delincuencia.

En términos generales, como trascender la lógica del modelo neoliberal es el dilema inmediato a resolver por este gobierno. No del capitalismo, sino del modelo neoliberal del capitalismo actual. En este camino lo ideal sería avanzar tanto en la emancipación social (cambios estructurales) en la emancipación nacional (soberanía) y en la emancipación cultural (identidad descolonial) aunque los ritmos y hasta los sujetos son diferentes.

Estamos hablando en El Salvador de una transición pacífica, legal, constitucional, de medición permanente de fuerzas en el área electoral, y por lo tanto bajo la amenaza permanente de reversión de lo acumulado, en la medida que esté basado exclusivamente en el poder popular “desde arriba” y con un débil poder popular “desde abajo.”

El poder como forma de relación social se basa en la obediencia y el reconocimiento, es internalizado tanto por opresores como por oprimidos y se convierte en una conducta automática. Es la consagración de la relación siervo-amo de la dialéctica de Hegel. El poder formal esta en el gobierno, mientras que el poder real está en las fuerzas armadas, en el capital transnacional y oligárquico, en la jerarquía eclesiástica, en el poder mediático, y en el debilitado poder popular, sectores que no concurren a elecciones periódicas para validar su poder. Es un poder permanente, no transitorio, como el del sistema de partidos políticos. Hay que agregar que tanto ARENA como el FMLN representan los instrumentos políticos de dos proyectos históricos, el oligárquico y el popular, y son también fuerzas con poder real.

En esta disputa, todavía existe muy poca construcción de nueva institucionalidad y el abrumador peso del antiguo-actual aparato, pero esto está vinculado a la correlación de fuerzas políticas, y la necesaria alianza con la derecha no oligárquica (GANA) bloquea este proceso e influye a veces incluso en la conducta y el estilo de la principal fuerza revolucionaria y conductora del proceso, el FMLN.

En instituciones del estado de naturaleza estratégica como CEL, CEPA, ISSS, no hay coincidencia por lo general entre el poder popular “desde arriba” y el poder popular “desde abajo.”Y muchas veces lo que existe es conflicto. Los funcionarios del aparato de estado siguen siendo los mismos de la etapa de ARENA y son factor de bloqueo de las iniciativas de transformación social. En este marco la seguridad, lo social y lo económico son los principales terrenos en los que se desarrolla la lucha de clases, en los que se disputa la hegemonía política y cultural de la nación. Veamos estos tres aspectos.

La seguridad: solución popular o militar

El problema de la legitimidad del proyecto revolucionario iniciado por la vía electoral en 2009 está vinculado a su capacidad para responder a las exigencias populares de una vida más segura y próspera. Y avanzar en ambos terrenos es complejo y difícil, pero puede hacerse. La solución del problema de la violencia y la delincuencia está vinculada a la búsqueda de un consenso nacional así como la reorganización urgente del movimiento popular y social y no puede ni debe tener una salida militar. Debe tener una salida democrática y popular. En este marco es muy valiosa y un gran logro estratégico la creación de un Consejo Nacional de Seguridad, integrado hasta por ANEP. Se tuvieron que subir al barco aunque desean que este se hunda.

Pero por otra parte es preocupante la creación de los batallones especiales y la opción por la salida militar. Hay que evaluar la medida. Moverse en la solución militar significa consolidar el planteamiento del militarismo oligárquico como solución a la crisis política. Es adoptar las ideas del General Martínez y sus nuevos seguidores como modelo. Y hay que destacar que desde 1992 el poder mediático oligárquico ha colocado en el imaginario social a las fuerzas armadas como las principales cumplidoras de los Acuerdos de paz.

Lo social: clientelismo político o poder popular

La relación con los sectores populares es un terreno en disputa permanente. La derecha cuenta con su propia base social y desea ampliarla. La izquierda y su gobierno a la vez cuentan con un movimiento popular y social organizado aunque débil. El gobierno desarrolla programas sociales que le concitan apoyo popular.
Pero si estos programas desaparecen, desaparece el apoyo, no se basan en la conciencia política sino en la situación de precariedad existente.

Como convertir esos programas sociales en conquistas que deben defenderse y ampliarse es el desafío que tenemos como movimiento popular y social. En el desarrollo de esta tarea estaremos construyendo poder popular consciente, horizontal, democrático. Y esta tarea está vinculada a la emancipación histórica. Defender los programas de este gobierno popular es una tarea fundamental y debe hacerse a la par de impulsar la organización popular, que hoy tiene una expresión única, la CUSS.

Para la emancipación social es clave el desarrollo de la propiedad social, combinar la atención y el subsidio social (uniformes, zapatos, vaso de leche, transporte, salud)) con recuperar la propiedad social sobre los medios de producción estratégicos como la energía, telecomunicaciones, puertos, aeropuertos, etc. Pasar de la propiedad estatal a la propiedad pública, democratizar la economía, en particular la tierra.

Lo económico: continuidad o ruptura del modelo neoliberal

Parece ser que el núcleo duro de la propuesta económica del gobierno Sánchez se reduce a buscar el crecimiento y se deja para un segundo momento la transformación. Unámonos para crecer se proclama. Crecer para luego poder distribuir ¿No lo habíamos escuchado antes? Pero es que esta es una batalla en la que la derecha utilizara su poder económico para hundir este gobierno, para arrinconarlo y obligarle a que suspenda los programas sociales y se aísle. Por lo que cada decisión debe ser cuidadosamente calculada. Un paso en falso en este terreno y este gobierno se empantana.

Pero hay que registrar que no existe un discurso para no mencionar una práctica orientado a recuperar los recursos estratégicos del Estado ni mucho menos enfilado a modificar las relaciones sociales de producción. Probablemente haya temor que esto escandalizaría a la derecha y afectaría la gobernabilidad, pero por otra parte, esta ausencia de transformaciones estructurales disminuye la credibilidad del proyecto en amplios sectores populares y sociales, que lo ven reducido a administrar el modelo neoliberal. Y esto ya pasó factura electoral y la seguirá pasando. Hay mucha moderación y temor a ser y parecer “radical.”Parece ser este el modelo de la prudente tortuga que espera vencer a la astuta liebre.

De la misma forma, plantear la inversión extranjera como la solución al problema de la calidad de vida significa obviar que este modelo ya fracasó y fracasara de nuevo creando mayores niveles de desigualdad social y exclusión, esta vez en la zona costera del país. La solución inmediata para golpear para romper el neoliberalismo radica en una economía plural, en la que el Estado promueva entre otras modalidades, la del cooperativismo.

Es preocupante que no se observa ningún esfuerzo por recuperar el control de áreas estratégicas de la economía y si se presencia un afán de profundizar los niveles de presencia de las corporaciones transnacionales, como es el caos de la aprobación de la ley de asocio público-privado y el enfoque basado en Fomilenio II. Pero modificar la relación con el capital transnacional es una tarea pendiente para recuperar nuestra soberanía.

Finalmente debemos preguntarnos para seguir caminando el séptimo año en qué medida se ha modificado la articulación, acumulación de las fuerzas que disputan la hegemonía social y política y cultural de la nación, ¿hemos avanzado en la construcción del sujeto de las transformaciones emancipadoras? En el centro de este debate aparece de nuevo el problema del poder, y principalmente del poder popular, punto que trataremos en un próximo artículo.

La construcción de la transformación social en Sudamérica

La construcción de la transformación social en
Sudamérica
Debates y reflexiones
Paula Klachko*

  • Lic. en Sociología UBA. Dra. en Historia UNLP. Profesora del Programa

Latinoamericano de Educación a Distancia del Centro Cultural de la Cooperación

La autora propone reflexionar de manera general, intentando huir
de la estrecha coyuntura muy delicada en algunos casos, acerca
de la caracterización de los procesos de cambio revolucionarios o
progresistas, sus tiempos y condiciones, los proyectos de sociedad
que están en juego, en transición y en pugna, en las propias
construcciones y en los debates que se originan al calor de este
intenso momento en Nuestra América. Revisa diversos aspectos
centrales que se discuten en documentos estratégicos que guían
los procesos sociopolíticos, así como las voces de algunos de sus
dirigentes, indagando en las tensiones que se originan entre las
intenciones programáticas y teóricas y las realidades tan complejas
en las que intentan ser aplicadas, mediadas también por los
aprendizajes históricos de las experiencias reformistas y revolucionarias.

El objetivo es aportar al debate sin cerrarse en conclusiones
sino elaborar disparadores que puedan servir para reformular
y/o abrir nuevas preguntas.
Palabras clave: Socialismo Bolivariano – Revoluciones democráticas – Poder Popular – Propiedad comunitaria
Paula Klachko*

Construction of social transformation in South America
The author proposes thinking, in a general manner and trying to take
distance from the narrow circumstances -which are very delicate in
some cases-, about the characterization of the revolutionary or progressive
change processes, its times and conditions, the social projects
which are at stake, in transition or in dispute, in the very constructions
and in the debates which originate to the heat of this
intense moment in Our America. Central aspects are revised, aspects
which are discussed in some strategic documents which guide sociopolitical
processes as well as the voices of some of its leaders, looking
into the tensions which originate between programmatic and theoretical
intentions and the very complex realities in which it is
attempted to apply them, mediated as well by the historic lessons of
reformist and revolutionary experiences. The aim is to contribute to
the debate without finalizing in conclusions but elaborating triggers
which could serve to reformulate and/or open up new questions.
Keywords: Bolivarian Socialism – Democratic revolutions – Popular Power – Communitary property
Fecha de recepción: octubre de 2014
Fecha de aceptación: marzo de 2015
36 realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015

Mapa político sudamericano

El mapa político sudamericano aparece hoy dividido en tres, con algunas
nebulosas: países moderados con proyectos nacionalistas, con
elementos antiimperialistas, de profundización democrática de las instituciones,
de las leyes y reconocimiento avanzado de derechos políticos,
culturales, de género y económicos, o, en otras palabras, de
ampliación de la ciudadanía aunque con importantes limitaciones y
algunos retrocesos. Distinto/as analistas los describen como reformismo
burgués (proyecto de país independiente y soberano con redistribución
de la riqueza dentro del capitalismo), o neodesarrollismos.

Por otra parte, proyectos que manifiestan intenciones de avanzar en
la senda del anticapitalismo ensayando caminos, con grandes avances
y retrocesos, con numerosos obstáculos internos y externos, pero
experimentando y debatiendo mejores caminos para la humanidad. La
importancia geopolítica de los primeros como colchón y sostén de los
segundos y de Cuba, queda plasmada frente al tercer y antagónico
grupo que expresa la derecha en los gobiernos y a la gran burguesía,
y las derechas que intentan rearmarse en las oposiciones y en el nivel
regional, que conforman la nueva ALCA: la Alianza del Pacífico.

En los dos primeros grupos de países, los gobiernos populares de distinto
signo emergieron como producto de la acumulación de fuerzas y
luchas de los pueblos durante el proceso de resistencia a los programas
y políticas de estado neoliberales de los ’90. Los gobiernos del giro
político latinoamericano de la primera década del nuevo milenio expresan
no solamente a esa fuerza social política (alianza de distintas fracciones
de distintas clases sociales) que se constituyó en ese ciclo de
las rebeliones populares1, sino también realizan sus metas que fundamentalmente
tuvieron un contenido democrático nacional y popular2.

Nuestra reflexión se centrará sobre los destacamentos más avanzados
que forman parte del segundo grupo de países mencionados, centralmente
Venezuela y Bolivia, desde una mirada que aborda problemáticas
generales y no las especificidades de cada experiencia en
particular, apuntando a generar nuevos debates y preguntas.
1 Klachko, Paula, 2007 “Las formas de organización emergentes del ciclo de la rebelión
popular de los ‘90 en la Argentina” Documento de Trabajo 66 publicado en
Documentos y Comunicaciones PIMSA 2007.
2 Iñigo Carrera, Nicolás y Cotarelo, María Celia, 2006 “Génesis y desarrollo de la insurrección
espontánea de diciembre de 2001 en Argentina”, en Caetano, Gerardo
(comp.) Sujetos sociales y nuevas formas de protesta en la historia reciente de
América latina (Buenos Aires: CLACSO).
Transformación social en Sudamérica 37

Venezuela se ha constituido como vanguardia en el giro político latinoamericano
de los 2000, en tanto el proceso político de reformas
comienza cuando asume la presidencia Hugo Chávez, hacia finales de
1998 (al menos 6 años antes de que en Bolivia asumiera el gobierno
popular y 7 antes que en Ecuador), y por la profundidad de los cambios
experimentados. En el año 1999 se sanciona la nueva Constitución
Bolivariana, en 2004 la Revolución Bolivariana proclama su carácter
antiimperialista y en 2006 se define como socialista. Para los análisis
que aquí emprendemos, nos hemos basado principalmente sobre los
documentos “Golpe de Timón” del comandante Chávez de 2012 y el
“Programa del Candidato de la Patria. Comandante Hugo Chávez” (que
se ha convertido en el “Plan de la Patria. Programa de Gobierno
Bolivariano 2013-2019”). Ambos abordan aquellos elementos que
deben transformarse en el movimiento orgánico de la sociedad venezolana
para la construcción del socialismo, y deja planteado cuáles pasos
deben realizarse para tornar irreversible el proceso.

De Bolivia hemos tomado varios de los discursos, entrevistas o publicaciones
del vicepresidente Álvaro García Linera, así como los documentos
“Manifiesto de la Isla del Sol. 10 mandatos para enfrentar al
capitalismo y construir la cultura de la vida”, de diciembre de 2012; y “13
pilares de la Bolivia digna y soberana. Agenda Patriótica del bicentenario
2025”.

De la mano de estos procesos retornan las mismas preguntas que se
reactualizan en cada oleada histórica de ascenso de las luchas populares.
Entre ellas la más abarcadora remite a si hay condiciones para
superar el capitalismo y profundizar el camino revolucionario o se debe
y puede reconstituir países independientes con desarrollo capitalista
inclusivo o redistributivo, un capitalismo renano, en el marco de una
fase en que el sistema a la vez que se ha trasnacionalizado completamente
ha entrado en su descomposición3, que no significa para nada su
inminente final.

3 El capitalismo, sistema que nos engloba y oprime planetariamente, se encuentra en su
fase de descomposición, no solamente porque el desarrollo de las fuerzas productivas
ha entrado en contradicción hace tiempo con las relaciones sociales de producción,
que de ser su palanca se convirtieron en su freno (en el sentido de la potencialidad
histórica que tienen de resolver los problemas de la humanidad y del planeta) o desarrollo
desquiciado, sino porque, como lo explica Nicolás Iñigo Carrera, en las últimas
décadas el capitalismo ha dado muestras de la incapacidad para garantizar la reproducción
de la vida de un volumen importante de la población, en condiciones consideradas
socialmente “normales”. De allí la caracterización del momento, más allá de
los intentos por frenar la tendencia y paliar sus efectos, como de descomposición capitalista.

La expansión del capitalismo es también su descomposición claramente manifiesta
en el crecimiento de una población sobrante para las necesidades del capital.
38 realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015
Ahora bien, para transitar la senda del anticapitalismo se necesita
avanzar sincrónicamente al menos en tres elementos fundamentales: 1.
en la construcción de ámbitos de poder popular; 2. en la superación de
las relaciones sociales de producción basadas sobre la propiedad privada
de los medios de producción; y 3. en la formación política y de conciencia
de las masas trabajadoras y populares. Tres aspectos dialécticamente
concatenados que se sustentan mutuamente.

La construcción de poder popular

En ambos casos nacionales que aquí tratamos se han logrado grados
de construcción de poder popular, de la mano de la entrada a la “lucha
desde arriba”4, al gobierno del estado y la disputa del poder, por parte
de esa fuerza social de protesta gestada contra las políticas de la oligarquía
financiera.

Debemos diferenciar la construcción de espacios de lucha y fuerza
social-política -tales como los que se desarrollaron en los ’90 y principios
de los 2000- de la construcción de poder popular, que tiene su fundamento
en el control de determinado territorio social, político, económico,
cultural y militar, y en la construcción de contrahegemonía.
Los grados de construcción de poder popular suponen grados de destrucción
del poder establecido cultural, económico, político y territorialmente.
Pero es un proceso y una relación de fuerzas, no de suma cero.

Es un movimiento dialéctico (no lineal) que implica constitución/dispersión,
construcción/destrucción, de fuerzas sociales (alianzas) que disputan
la conducción (y modelos) de la sociedad. La disputa por el poder
se manifiesta en el surgimiento de órganos y formas de poder revolucionario
en los niveles local y nacional, que coexisten en oposición con
el poder burgués. Y supone avances en su descomposición. Esos órganos
constituirían gérmenes o embriones de socialismo en estos territorios
en los que se libra la lucha de los pueblos “desde abajo” y “desde
arriba”.

Pero descomposición no es sinónimo de desaparición ni de caída: la descomposición
de una forma de organización social remite a la dificultad de su reproducción en las
relaciones que le son propias y puede durar siglos. En Iñigo Carrera, Nicolás 2010 “El
movimiento orgánico de la estructura de la sociedad argentina (1975-2007)”, en
López, Margarita; Figueroa, Carlos y Rajland, Beatriz (Editores) Temas y procesos de
la historia reciente de América latina, (Santiago de Chile: editorial ARCIS y Clacso). En
este texto se explica la descomposición capitalista tomando como caso a la Argentina.
4
Nos referimos al concepto de “lucha desde arriba” complementaria al de “lucha desde
abajo” que utilizó Lenin para el análisis de la revolución de 1905, en “Dos tácticas de
la social democracia en la revolución democrática”, Bs. As: Ed. Anteo, 1986.
Transformación social en Sudamérica 39

Sin profundizar en la demostración empírica al respecto, sólo mencionamos
la existencia y desarrollo en Venezuela de las gerencias comunitarias
de empresas de servicios públicos, los Consejos Comunales, la
Ley Orgánica de Comunas de base socialista, los Consejos Obreros en
varias de las fábricas y empresas nacionalizadas5. Por otra parte si bien
la estatización o nacionalización por sí sola no nos dicen nada sobre el
avance de la producción socialista y la modificación del trabajo alienado,
el avance del control del aparato del estado en manos del gobierno
popular queda plasmada en las propias estimaciones de la
Confederación Venezolana de Industriales (Conindustria), que representa
a los principales productores de Venezuela, acerca de que durante
los 13 años de gobierno de Chávez se expropiaron 1.440 empresas,
galpones y tierras6. En esa importante cantidad de expropiaciones se
encuentra una rica historia en cada caso, pero todas a su manera, directa
o indirectamente, son producto de la lucha aunque continúan presentando
graves dificultades. En el documento mencionado, “Golpe de
Timón”, Chávez criticaba con énfasis la falta de profundización y extensión
del poder popular. Es decir que ese proceso no llega todavía al
momento en el cual la cantidad se transforma en calidad, sino que aún
se encuentra en su fase de acumulación y transición.

Para García Linera la construcción de poder popular en el proceso boliviano
comienza desde lo que denomina, siguiendo a Gramsci, “empate
catastrófico” que se instalaría a partir de 2003, cuando los pueblos en
lucha logran presencia y disputa territorial de la autoridad política en
determinados territorios, el régimen de asambleas barriales, el régimen
de asambleas agrarias y comunitarias, en oposición al gobierno ocupado
por los cuadros políticos de la oligarquía financiera. Construcción
que se consolida con la entrada a la lucha desde arriba a partir de inicios
de 2006.

Propiedad privada o propiedad social.
Los caminos de la soberanía

Ahora bien, en Venezuela y en Bolivia los gobiernos han expresado, a
través de sus máximos representantes, que son conscientes de que
para trascender la lógica del capital es determinante el desarrollo de la
propiedad social sobre los factores y medios de producción básicos y
estratégicos7, o en otras palabras, que para pasar del posneoliberalismo
5 La necesidad estratégica de desarrollo y extensión de los gérmenes productivos socialistas
es expresada por el comandante en la idea de “punto y círculo”: un núcleo y su
onda expansiva.
6 Diario El Economista del 7 de marzo de 2013.
7 Chávez, Hugo, octubre 2012 “Golpe de timón” palabras en el I Consejo de Ministros
del nuevo ciclo de la Revolución Bolivariana.
40 realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015

que se comienza a transitar hacia un tipo de poscapitalismo se debe ir
a la conversión de la propiedad estatal en propiedad pública y de la propiedad
comunal local en propiedad comunal universal; según García
Linera, en ese esquema está anidado el potencial comunista, el potencial
socialista, el potencial poscapitalista de lo que hoy se viene haciendo
en América latina8.

Pero ese tránsito o desarrollo no supone que están dadas las condiciones
en Nuestra América para acabar con las relaciones capitalistas
de producción y propiedad. Así se reconoce en la Agenda Patriótica
boliviana para 2025, aunque plantean un desarrollo “sin la dictadura del
mercado capitalista”. En concreto se proponen avanzar sobre ellas con
otras relaciones, democratizar la economía en sus diversos medios y
factores de producción, mediante una fórmula de economía mixta, se
promueve la construcción de una economía plural articulando a los sectores
público, privado, cooperativo, comunitario y mixto9, y se proponen
nacionalizar y estatizar todos los recursos naturales y estratégicos para
ese año.

Como expresaba el Comandante Hugo Chávez, en el importante documento
“Golpe de Timón”, los venezolanos no quieren permanecer en el
ámbito del capitalismo, y se proponen construir y cimentar las bases del
socialismo bolivariano del siglo XXI “para desmontar el inhumano,
depredador y belicista sistema de acumulación capitalista”.
El avance del control estatal (con el gobierno del estado en manos de
una fuerza social-política de carácter popular) mediante nacionalizaciones,
estatizaciones, ocupaciones de empresas10 y expropiaciones (o
reapropiaciones) de recursos naturales y estratégicos en general, de
empresas de servicios públicos, así como la creación de nuevas empresas
estatales, constituyen la base material para la constitución de grados
de soberanía y autodeterminación que se van logrando.
Por otra parte, las conquistas populares en materia de derechos se
plasman en las nuevas constituciones, sobre todo de Bolivia y Ecuador
pero también en Venezuela, en las que se ha adoptado la concepción
del “Sumak Kawsay”. En ellas se legitima y legaliza el reconocimiento
8 García Linera, UPMPM, 2012.
9 13 pilares de la Bolivia digna y soberana. Agenda Patriótica del bicentenario 2025. P.
12. http://comunicacion.presidencia.gob.bo/docprensa/pdf/20130123-11-36-55.pdf, p.
16.
10 Respecto de la recuperación de empresas privadas por parte de los trabajadores en
Bolivia, al igual que en la Argentina, Uruguay y otros países, si bien no hay un impulso
especifico, contundente y declarado por parte de los gobiernos hacia las ocupaciones
(como sí lo hizo Chávez en Venezuela), hay un apoyo gubernamental concreto
una vez que los trabajadores avanzan en esa dirección.
Transformación social en Sudamérica 41

de la perspectiva de género, la recuperación del papel de la mujer en la
historia, de la historia de los de abajo, de las clases subordinadas y sus
luchas, así como el reconocimiento de los pueblos originarios en todos
sus derechos, y de los trabajadores y el pueblo en general y la incorporación
de nuestra madre tierra, nuestro planeta como sujeto de derecho.
Sin embargo dichos avances no exceden aún el marco capitalista.

Estas experiencias que plantean importantes reformas y que, aún
situadas dentro del capitalismo, se proponen construir la transición al
socialismo, adquieren características de una transición pacífica, gradual,
democrática, institucional, a través de elecciones, lo cual, junto
con las concretas correlaciones de fuerza en cada situación, dificultan
la inmediata y masiva expropiación tal como se ha dado en otros procesos
revolucionarios en la historia. Pero si bien no se atenta con la propiedad
privada en su conjunto, el avance en el control de los recursos
estratégicos y la construcción de ámbitos de poder popular, constituyen
pasos en dicha transición que sitúan a las naciones en mejores condiciones
y preparan mejor el terreno para salir del capitalismo. Lo que,
como ya reconocían los y las revolucionarias del pasado, sólo puede
darse trascendiendo las fronteras nacionales y atacando a los núcleos
del poder capitalista.

Cada uno de los aspectos que podamos analizar en relación con los
pasos concretos en dirección al socialismo estarán teñidos del omnipresente
problema siempre evocado de la real imposibilidad de construir
el “socialismo en un solo país”, es decir, la imposibilidad de construir
relaciones realmente libertarias bajo el acecho cultural, económico,
político y militar del capital.

Lo que cuenta, en todo caso, es cómo llegar mejor preparados a esa
batalla decisiva, teniendo en cuenta que el capitalismo como sistema
global se encuentra en su fase de descomposición en sentido histórico
y de largo plazo, y que la supervivencia de la humanidad depende de
que de esa descomposición pueda emerger el socialismo y no la barbarie.
En ese sentido ¿cómo se caracterizan estas experiencias?

¿Capitalismo de estado o socialismo de estado?

Varios autores de la academia y referentes de algunos movimientos
sociales o corrientes políticas de izquierda (algunas de las cuales están
incluso alineadas a los gobiernos) no consideran que esté en juego la
construcción del socialismo en ninguno de estos países. Es el caso, por
ejemplo, de Raúl Prada Alcoreza y Guillermo Almeyra respecto de
Bolivia, para quienes la tendencia al capitalismo de estado es lo que
42 realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015
prima. En palabras de este último, lo que habría en Bolivia no es
un socialismo comunitario sino un régimen burgués sin burguesía que
lo respalde11. Un capitalismo de Estado, neodesarrollista y extractivista.

Álvaro García Linera en reiteradas ocasiones ha negado el carácter de
la transición boliviana como de capitalismo de estado, en tanto los excedentes
se utilizan para necesidades sociales, y por ello constituirían
valores de uso. Se trataría de centralizar los recursos provenientes de
las nacionalizaciones y de las empresas del Estado y de crear una base
industrial en el campo de los hidrocarburos, la minería, la agricultura y
la electricidad, de manera de generar una riqueza sostenida y de utilizar
los recursos del país para mejorar la calidad de vida de los trabajadores,
tanto en la ciudad como en el campo.

Aunque ello no atente contra todas las relaciones sociales de producción
basadas sobre la propiedad privada de los medios de producción y
la explotación del trabajo humano, constituye un paso en ese sentido,
ya que, como cita Marta Harnecker que señala Lenin, “el socialismo ‘no
es más que el monopolio capitalista de estado puesto al servicio de todo
el pueblo’ y por ello deja de ser monopolio capitalista”12.

El estado, continúa el vicepresidente boliviano, no se comporta como
un “capitalista colectivo” propio del capitalismo de estado, sino como un
redistribuidor de riquezas colectivas entre las clases trabajadoras y en
un potenciador de las capacidades materiales, técnicas y asociativas de
los modos de producción campesinos, comunitarios y artesanales urbanos.
“En esta expansión de lo comunitario agrario y urbano, depositamos
nuestra esperanza de transitar por el poscapitalismo, sabiendo que
también esa es una obra universal y no de un solo país” afirma García
Linera. Se podrían caracterizar, entonces, como procesos de transición
con socialismo de estado.

En estas transiciones se observan grados de avance en la cantidad
en relación con el pasado inmediato del cual venimos pero todavía no
se transforman en calidad que pueda teñir al conjunto de la sociedad del
predominio concreto de otras relaciones sociales alternativas al capitalismo.
11 Véanse por ejemplo varios artículos de estos autores en www.rebelión.org y en particular
Almeyra, Guillermo 13-02-2012 “Gobierno, Estado, movimientos sociales y poder
dual en Bolivia” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=144598
12 Lenin, “La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla” (10-14 sept. 1917), citado
en Harnecker, Marta “Cómo vio Lenin el socialismo en la URSS”, 6 de noviembre de
2000, http://www.rebelion.org/hemeroteca/harnecker/harnecker_lenin051100.htm
Transformación social en Sudamérica 43

Los modelos productivos

Esto lleva a la discusión en torno de los modelos productivos que Atilio
Borón ha resumido como el debate entre “pachamamismo vs. extractivismo”
13. Borón define al pachamamismo como una política radical de
conservación de la naturaleza, de su práctica intangibilidad, y como el
resurgimiento nostálgico de las potencialidades de una economía familiar/
campesina como opción ante las injusticias y depredaciones causadas
por el agronegocio. Sin embargo, plantea, este camino conduce a
nuestros países al fracaso y a un callejón sin salida frente a la presión
del crecimiento demográfico. La soberanía alimentaria en lo inmediato
no presenta otra alternativa que utilizar las más eficientes y productivas
tecnologías agrícolas que hoy están en manos de las transnacionales.

Incluso algunos directamente proponen la “desmaterialización” de la
economía y el “no desarrollo”, pero parecen no advertir los niveles de
hambre, desnutrición, enfermedades curables, analfabetismo, precariedad
habitacional, entre otros males que nos aquejan. Se pregunta
Borón ¿es compatible el “buen vivir” con la escasez y la privación?
¿tiene sentido construir un modelo sustentable ecológicamente pero
que congele las asimetrías internacionales creadas por el imperialismo
que condenan a las masas latinoamericanas a años luz de los niveles
de vida de los países que se beneficiaron por siglos de despojo colonial?

Luego afirma que el pachamamismo es inviable y el extractivismo
es insoslayable en el corto plazo, aunque es imprescindible neutralizar
sus desastrosos impactos mediante un fuerte control y fiscalización, al
tiempo que aplicar una adecuada política tributaria para captar una
parte creciente de esa renta, como medidas transitorias en la construcción
de una sociedad alternativa.

Justamente, una cosa es cuestionar el devenir destructor, depredador
y deformante del desarrollo capitalista, aún más en su fase de descomposición
-cualquier organismo puede seguir desarrollándose aún cuando
se está pudriendo-, y otra es el necesario desarrollo orientado a
mejorar la vida de los pueblos y revertir el arrasamiento capitalista, subsanar
sus horrores, sobre todo en los territorios dependientes y excolonias,
que pueden y deben continuar con la organización productiva
vigente durante un tiempo para no sumir en el desabastecimiento y el
hambre a los pueblos que protagonizan los cambios. Desabasteci-
13 Borón, Atilio, 2012 cap. 6: “Los bienes comunes en América latina: el debate ‘pachamamismo
vs. extractivismo’” y cap. 7: “El ‘buen vivir’ (sumak kawsay) y los dilemas de
los gobiernos de izquierda en América Latina”, en América latina en la geopolítica del
imperialismo (Bs. As.: Luxemburg).
44 realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015
miento que, por otra parte, el poder concentrado del capital ya pone en
práctica.

En cambio, desde los gobiernos populares se proponen conservar el
medioambiente pero también socializar los derechos del acceso al agua
potable, electricidad, sistema de transporte, de salud, escuelas y tecnologías
de comunicación e información. “¿Por qué se nos tiene que
prohibir eso?” se pregunta el vicepresidente boliviano, y continúa: “se
quiere congelar a los bolivianos como núcleos de comunidades protectoras
del medioambiente empobrecidas”. Plantea que es necesario un
tipo de producción que ya no se sustente sobre el extractivismo de las
materias primas, pero que para ello se necesita un período de transición
de unos años para abastecerse de esa capacidad productiva: “nos quieren
pedir a nosotros en seis años lo que el capitalismo no ha sido capaz
de construir en 500”. Afirma que esta creencia de que el buen vivir
tendría que significar el congelamiento y suspensión del desarrollo, es
una interpretación falsa, ingenua, romántica y encubridora de terribles
relaciones de dominación14.

La idea fundamental del concepto de vivir bien, explica G. Linera, es
que incorpora a las ideas clásicas de igualdad y justicia de los comunistas,
la noción de convivencia y preservación de la naturaleza, ya presente
en Marx, de humanizar a la naturaleza y naturalizar al ser humano.
No niega, sino que rescata la herencia de los pueblos indígenas, su
manera de entender el cosmos, la vida y la comunidad, pero sin negar
tampoco la necesidad de mejorar las condiciones de vida y adoptar tecnologías
necesarias para satisfacer básicas y nuevas necesidades, formas
de desarrollo y de producción de riqueza que hay que conquistar
para lograr ese vivir bien. Ello obliga a diseñar fuerzas productivas no
destructivas, aunque sólo puede cabalmente realizarse en escala planetaria.

Afirma Borón que, así como el “socialismo en un solo país” tenía un
carácter intrínsecamente contradictorio que lo condenaba al fracaso,
¿podrían países mucho más débiles como Bolivia y Ecuador por sí mismos
tener éxito en sus proyectos de refundación civilizatoria en un corto
período de años y en un ambiente tan desfavorable como el signado por
la agresiva decadencia del poder imperial? Es obvio que pueden darse
importantes pasos en lo inmediato, pero la cuestión es “calcular con
esperanzado realismo y sin abandonar para nada los ideales cuánto es
lo que se puede avanzar en la correlación de fuerzas que define los
marcos de lo posible para gobiernos como el de Bolivia y Ecuador”.
Aclara el autor que es imprescindible no confundir el realismo para dar
14 Entrevista a G. Linera realizada por Atilio Borón en 2011. Video disponible en el blog
http://www.atilioboron.com.ar/
Transformación social en Sudamérica 45
pasos firmes, con el posibilismo (derrotismo y resignación) y el utopismo.

Por otra parte, en el “Manifiesto de la Isla del Sol”, al igual que en
numerosas intervenciones de los dirigentes de los procesos revolucionarios,
se ha advertido que el discurso del pachamamismo puede
esconder al “capitalismo verde”. Incluso, agrega el vicepresidente boliviano,
las visiones radicalizadas de medioambientalistas en Bolivia que
pueden conducir a una parálisis económica, muestran un sesgo restaurador
y conservador, cómplice de las relaciones de dominación, es decir,
funcional a las fuerzas conservadoras que quieren que estos gobiernos
progresistas se estanquen, no generen riqueza, con lo cual se produzca
un malestar social como caldo de cultivo para el regreso de la derecha,
que, una vez en el gobierno, no tendrán problema para arrasar con
la naturaleza a su modo y a su servicio. Como cita el venezolano Javier
Biardeau del joven Marx, con una base técnica débil “sólo se socializa
la necesidad, y la penuria provocará necesariamente competencias por
los artículos necesarios que harán que se regrese al antiguo caos”15.

En la tensión entre la preservación de la naturaleza y las necesidades
humanas, no hay superación sino equilibrio, que debe constituirse
mediante mecanismos que aseguren la reproducción de la naturaleza,
recuperando viejas tradiciones e implementando nuevos conocimientos
científicos, señala García Linera y agrega que, ciertamente, en el extractivismo
se condensa toda una distribución territorial colonial de la división
del trabajo mundial.

De esta manera, el rol que el capitalismo como sistema de explotación
global le otorgó a la periferia creando las economías dependientes y, por
lo tanto, insuficientes para un desarrollo autónomo -en complicidad con
las elites locales que se enriquecían- constituye la realidad de la cual se
debe partir para generar los cambios en el patrón productivo que, a su
vez, generen las condiciones necesarias para salir del cuello de botella
en que nos entrampa esa dependencia. Dependencia que presenta
variados aspectos, entre ellos el tecnológico. Su ruptura depende del
grado de complementariedad que se logre constituir entre las economías
nuestroamericanas sobre proyectos alternativos de sociedades
y su integración. No puede salirse de la extracción de recursos en lo
inmediato como palanca de generación de riqueza, ni se puede salir del
trabajo alienado con hambre y miseria del pueblo, que implican alienación
física directa. No hay socialismo con hambre.
15 Biardeau, Javier 19/06/2013 “Avanzar en programas de investigación-acción sobre los
problemas de la transición al socialismo en Venezuela ¿Socialismo en un solo país?”
en http://www.aporrea.org/ideologia/a168394.html.
46 realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015

En Ecuador el “Plan Nacional para el Buen Vivir” propone una transición
desde una economía primario exportadora a otra basada sobre la
producción de servicios ecoturísticos y bioconocimiento “que se mide en
décadas”. Con lo cual habrá un período más o menos prolongado de
coexistencia de la vieja organización económica (que sustenta los recursos
de que dispone el Estado para su propio sostenimiento, y para financiar
el costoso y complicado proceso de transición hacia una nueva economía
y una nueva sociabilidad, congruente con las estipulaciones del
sumak kawsay) con el nuevo ordenamiento económico “posextractivista”
16.

Constituye el tema urgente de los gobiernos conducir los equilibrios
entre la necesidad de desarrollo y los cambios económicos, políticos y
sociales necesarios para la democratización y transformación social con
el imprescindible respeto y resguardo de nuestra casa, nuestro planeta.

La inversión extranjera

En el centro del debate sobre el modelo productivo y los caminos del
desarrollo se encuentra la cuestión de la inversión extranjera. Muchos
critican algunas medidas de estos gobiernos para incentivarla. Sin
embargo, hemos visto, ello es necesario para continuar o poner en marcha
ramas productivas con altos niveles tecnológicos y con histórica
dependencia. Y es necesario si se admite que hay que estar a la altura
del desarrollo de las fuerzas productivas en el nivel mundial. Al menos
intentarlo o generar productos para el intercambio, porque no se puede
volver para atrás la rueda de la historia y del desarrollo de los medios
de producción y de las fuerzas productivas. ¿Los pueblos quieren vivir
sin computadoras ni celulares? Para lo que se necesitan satélites. ¿O
sin autos o transporte público de calidad? para lo que se necesita explorar
e invertir en energía. Lo que no significa continuar con el desquicio
de producir e intentar vendernos un celular nuevo cada año con un
botoncito nuevo que no responde a ninguna nueva necesidad o que
haya más autos que individuos o kilómetros de carreteras en las ciudades.

El conocimiento científico y saber tecnológico es patrimonio de la
humanidad, su resultado es acumulación histórica de la humanidad en
sus 5 continentes. De sus luchas, contradicciones y treguas. De la competencia
interburguesa, sí. Pero de los/as millones de trabajadores/as
que han encarnado esos esfuerzos productivos. En ese sentido, no
podemos recluirnos en saberes ancestrales. Sobre el respeto a esos
saberes, debemos incorporar el conocimiento y tecnología y disputarlos
16 Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013, Secretaría Nacional de Planificación y
Desarrollo, Ecuador.
Transformación social en Sudamérica 47

desde su construcción para el bienestar de los pueblos y no de la tasa
de ganancia como hasta ahora17. Pero siendo realistas, aunque muchos
desestimen eso. Los que hoy detentan esos saberes científicos y tecnológicos
y poseen los recursos de todo tipo para implementarlos, son
grandes empresas con apoyo de sus Estados nacionales, el entramado
complejo de los protagonistas monopólicos del imperio. Sin embargo,
sobre la base de sus propias contradicciones, competencias y necesidades
de permanente adquisición de ganancias pueden ser utilizadas
para nuestros proyectos, siempre y cuando el gobierno al mando de las
fuerzas populares retenga el control estratégico sobre el proceso productivo
en todas sus fases. En Cuba han reconocido esa necesidad
hace tiempo y se han volcado a la constitución de empresas mixtas en
las que el estado retiene el 51% de la propiedad y con ello se asegura
el control, aunque dicha iniciativa, paradójicamente, es muy reducida
debido al bloqueo que impide la entrada de capitales por parte del imperio.
Justamente la debilidad cubana no es política, sino el bajo desarrollo
de sus fuerzas productivas sumado al y profundizado por el bloqueo.

Ello ha generado la necesidad de dejar entrar y hacer reformas capitalistas
que traen divisas al país, porque esa dependencia tecnológica,
que al igual que en los otros casos, es el histórico cuello de botella de
los intentos de desarrollo nacional independiente que hemos ensayado
a lo largo de la poscolonialidad, es el gran obstáculo.

En Venezuela se implementó algo similar en las empresas petrolíferas
de la Faja del Orinoco con la creación de empresas mixtas con una participación
pública mínima del 60%. En Bolivia la cuestión es reconocida
y planteada como una meta de la “Agenda Patriótica” para el 2025. Para
ese entonces, se afirma que se contará “con mayor inversión extranjera
en el marco del fortalecimiento de su economía plural, habiendo
logrado que los inversores extranjeros sean socios y no patrones, respetando
nuestra soberanía, nuestra madre tierra e invirtiendo las
ganancias en nuestro territorio para fortalecer el vivir bien”18.
17 El documento Agenda Patriótica revela otro aspecto interesante del proceso boliviano
que es la incorporación y fusión de saberes ancestrales ligados a lo natural y orgánico
en combinación con nuevas tecnologías. Esta recuperación e incorporación de lo
natural, orgánico y espiritual no es menor ya que la moda posmoderna “new age” lo
tomó y levantó pero despojándolo de su contenido político y social, como una posibilidad
elitista de mejorar la calidad de vida, solo para unos pocos. Si bien no podemos
comprobar el grado de real aplicación de estas intenciones, ya constituye un avance
su reconocimiento oficial.
18 13 pilares de la Bolivia digna y soberana. Agenda Patriótica del bicentenario 2025. P.
12. http://comunicacion.presidencia.gob.bo/docprensa/pdf/20130123-11-36-55.pdf
48 realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015
Sumak kawsay, “Buen vivir”
Transformación social en Sudamérica 49

El estado y las formas polí ti c a s

Estos procesos que se autoconciben como una transición, conllevan
de esta manera una creciente presencia y fortalecimiento del Estado, lo
cual nos lleva a reflexionar acerca del sistema político que ha adoptado
una envoltura que no es la que se planteaban los teóricos clásicos
del socialismo y los líderes revolucionarios de las experiencias pasadas,
la dictadura democrática del proletariado, sino que adoptan la
envoltura de la democracia liberal (burguesa) y sus formas político-institucionales.

Éstas se constituyeron como un potencial que les permitió
acceder al gobierno del Estado basándose sobre la legitimidad de esas
formas en la base social de las distintas fuerzas, imponiendo la derrota
a la fuerza social-política enemiga con su aceptación a las reglas del
juego, y en ese sentido posibilitó la construcción de una hegemonía
nacional. Pero también se constituye en su potencial trampa, dado que
la permisividad que debe darse a la libre expresión del ataque permanente
cultural, ideológico, mediático, consumista, económico y, también
por momentos, militar genera permanentes frentes de batallas que en
ocasiones pone a la defensiva estos procesos, estancando o trabando
la posibilidad del desarrollo y profundización de los aspectos centrales
que mencionamos más arriba.

Así como las fuerzas populares accedieron a los gobiernos de los
Estados a través de elecciones, la inmediatez del escenario político
cambiante y permeable a las estocadas finamente elaboradas desde
las usinas del poder que tiene su centro en el norte del continente, nos
convierte en presa de la coyuntura. Es decir, del orden que, según
Gramsci, se constituye como el de los intereses mezquinos. Así como
se ganan elecciones se pueden perder si el golpe de efecto que genera
la derecha llega a ser eficaz, para lo que cuentan con demasiados
medios. Se generaría una interrupción de estos procesos políticos
luego de los cuales no vendría la izquierda sino las fuerzas sociales que
fueron desalojadas por estos mismos procesos. No es el caso actual
(octubre 2014) de Bolivia que cuenta con una estabilidad política y
económica que no se observa en Venezuela mucho más acechada por
una guerra económica y cierta dificultad de redespegue y necesaria
refundación del poder revolucionario a partir de la muerte del gran conductor.

De esta manera, estas relaciones estatales (en permanente pugna
con las viejas también presentes) genera mayor democratización de
todos los aspectos de la vida social, política y económica, es más permisivo,
incluso democratiza, en ocasiones, formas delictivas y corruptas
al ser un estado menos represivo, que arrastra espacios, cuadros
políticos y trabajadores viciados del viejo estilo que no logran ser reem50
realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015
plazados en su totalidad por nuevos cuadros políticos revolucionarios
dado el tiempo que requiere su formación y la alta cantidad de ellos que
se necesita. Esto constituye una debilidad que algunxs críticxs de adentro
y de fuera hacen notar, por ejemplo, en Venezuela.
Algunos/as también cuestionan la centralidad que toma el Estado en
estas experiencias de transformación social, en aparente contradicción
con lo que debería ser la profundización de los procesos autonómicos o
de poder popular paralelos. Las más radicalizadas de estas críticas nos
remiten a una reminiscencia autonomista de los discursos de contrapoder
y antipoder que tienen su auge en 2001/2002, que pierden lugar
frente al ascenso de gobiernos populares19, en tanto se tornan idealistas
en relación con la medición de fuerzas para una posible sustitución del
Estado nacional en medio de la disputa principal contra el imperialismo
y sus socios locales. Como si pudiera librarse una guerra -por más solapada
que se encuentre- sin un estado mayor conjunto, en este caso,
centrado sobre el gobierno del Estado. O como si pudieran construirse
nichos de libertad en medio de la guerra capitalista.

“El Estado afirma el Comandante Chávez debe ser diseñado de
manera que la administración de(l) ingreso nacional sirva a los objetivos
de apalancamiento de la nueva sociedad. Para garantizar una política
nacional, popular y revolucionaria, entonces, debemos poner la renta
petrolera al servicio del pueblo”. Al tiempo que se deben establecer
mecanismos para ejercer la nueva institucionalidad revolucionaria que
garantice la participación de los pequeños y medianos productores en
las decisiones en materia agropecuaria, a través de los consejos campesinos
y las redes de productores y productoras libres y asociados.

Encontramos importantes similitudes con el planteo estratégico de G.
Linera para Bolivia, donde se han planteado encontrar una vía democrática
a la construcción de un socialismo de raíces indígenas, lo que llaman
“socialismo comunitario”, en el que el rol del gobierno popular sería
el de apuntalar, fomentar, respaldar, empujar ello, pero la obra del socialismo
comunitario tendrá que ser de las propias comunidades urbanas
y rurales que asumen el control de la riqueza, de su producción y de su
consumo20. Aunque, nuevamente apelando al evocado problema, agre-
19 Este debate fue dado ampliamente por Borón contra las posiciones de Hardt y Negri,
a quienes rebatió, no solo la existencia e importancia estratégica del estado nación
para los capitales más concentrados y transnacionalizados, que los autores negaban
en una evaporación conceptual, sino la de la importancia estratégica de tomar el poder
del estado y su fortaleza para las luchas de los pueblos. Véase Borón, A. 2004, Imperio
& Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri (Buenos Aires:
CLACSO). Y Hardt, Michael y Negri, Antonio, 2000, Imperio (Bs. As.: Paidós).
20 Discurso de Alvaro García Linera en Facultad de Derecho de la Universidad de
Buenos Aires, 2010.
Transformación social en Sudamérica 51

ga que cualquier alternativa poscapitalista es imposible en el nivel local,
sino que tiene que ser una obra común, continental y planetaria.
Se trata, entonces, en Venezuela, de impulsar y consolidar una economía
productiva, redistributiva, posrentista, poscapitalista sobre la
base de un amplio sustento público, social y colectivo de la propiedad
sobre los medios de producción. Y en esta aparente tensión entre la
necesidad de la planificación y conducción estatal -para hacer que funcione
con continuidad ese núcleo central de la economía que es la producción
hidrocarburífera- con la democratización creciente de ese y
todos los ámbitos económicos y políticos, en los documentos se establece
la necesidad de sincronizar la planificación centralizada con la
socializada. Una dialéctica conscientemente impulsada para construir el
socialismo y que empalma con el objetivo de diferenciarse de algunas
experiencias socialistas del siglo XX, generando amplios espacios de
participación democrática socialista. En este sentido, Chávez adopta el
principio zapatista, al igual que Evo Morales, del “mandar obedeciendo”
como concepción del poder para el nuevo estado socialista, como una
construcción colectiva.

García Linera, afirma21 que las formas organizativas comunales, agrarias,
sindicales del movimiento indígena contemporáneo, con sus formas
de deliberación asambleística, de rotación tradicional de cargos, en
algunos casos, de control común de medios de producción, son hoy los
centros de decisión de la política y buena parte de la economía en
Bolivia. “Hoy, para influir en los presupuestos del Estado, para saber la
agenda gubernamental no sirve de nada codearse con altos funcionarios
del Fondo Monetario, del BID, de las embajadas de EUA o europeas.
Hoy los circuitos del poder estatal pasan por los debates y decisiones
de las asambleas indígenas, obreras y barriales”. Lo que considera
como “la mayor revolución social e igualitaria acontecida en Bolivia
desde su fundación. ‘Indios en el poder’, es la frase seca y despectiva
con la que las señoriales clases dominantes desplazadas anuncian la
hecatombe de estos 6 años”.

Estas transformaciones, sin duda, generaron grados de institucionalización
de la conflictividad social, de las luchas y de los movimientos
sociales, proceso lógico ante gobiernos que abren las puertas del aparato
estatal a esos movimientos y dan respuesta a numerosas demandas.
Lo que genera un reflujo en las dinámicas de luchas en relación
con la etapa anterior en que se oponían en su diversidad a los gobiernos
de la oligarquía financiera y sus políticas.
Además de los cauces y mecanismos legales y concretos que se da la
21 En una entrevista en el periódico La Jornada en febrero de 2012.
52 realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015
institucionalidad revolucionaria en Bolivia para canalizar las decisiones
comunitarias y plasmarlas en políticas de estado, y no reservarlas a
mero rol testimonial, hay hechos políticos trascendentes en la historia
reciente de nuestros países -antes sumisos a las ordenes de los funcionarios
de los centros de poder imperialistas- que ponen en evidencia la
escucha al pueblo, no sin presiones y luchas por parte de esas bases
populares, como fue el caso de las movilizaciones populares contra el
“gasolinazo” en diciembre de 2010, frente a las cuales el gobierno responde
de forma opuesta a los gobiernos neoliberales -cuya respuesta
era la represión y muerte-, dando marcha atrás con la política del
aumento del precio del combustible. O la detención del proyecto de
construcción de la carretera que pasaría por el Terriorio Indígena y
Parque Nacional Isiboro-Secure (TIPNIS).

Al igual que los otros aspectos, la necesaria construcción de un Estado
nuevo en medio del acecho capitalista y bajo las formas institucionales
adoptadas, aparece bastante dificultoso en una sola realidad nacional.
Algunos intelectuales bolivarianos y autocríticos consideran que en
Venezuela se ha producido cierto “sustitucionismo”22, que remite a la
obstinada persistencia del estado burocrático burgués corrupto, ineficiente
y muchas veces boicoteador de las mismas políticas estatales,
del cual son conscientes los dirigentes de la revolución e incentivan
desde el discurso la expansión y profundización de los ámbitos de poder
popular como único antídoto. Sin embargo, es difícil constatar la aplicación
efectiva y avance de ese poder popular en el marco de la crisis
económica y política que obliga a atender prioridades y pone al proceso
a la defensiva, tal como ha sucedido en numerosos procesos revolucionarios
en la historia, muchos de los cuales terminaron fracasando. En
tanto otros se mantienen gracias a la dureza de determinadas decisiones
políticas y económicas que incluyen la flexibilización o rectificación
de criterios en las diferentes coyunturas nacionales e internacionales.

Todos estos elementos forman parte de un camino pacífico de transformaciones,
aunque no se descuida el elemento militar en los programas.
Sería necesaria esta estrategia pacífica y gradual al menos hasta
que puedan desencadenarse procesos revolucionarios en el centro del
capitalismo mundial, en los países desarrollados que pongan en cuestión
real al sistema. Pero lo central de esta estrategia es extender e irradiar
experiencias socialistas e ir cercando al capitalismo. García Linera
afirma que los pueblos del mundo deben apoyarse entre sí y aislar las
22 Se estaría produciendo cierto “sustitucionismo” en tanto que el estado es ocupado por
quienes hablan “en nombre de” la transición al socialismo y en nombre del bloque
social de los explotados y oprimidos, pero no constituyen esa clase social, sino una
especie de burguesía de estado parasitaria. Biardeau, Javier, Op. Cit.
Transformación social en Sudamérica 53

estructuras políticas y económicas del capitalismo para alcanzar el
socialismo, que en cada país tomará una forma diferente. “La revolución
tiene que irradiarse, respetando las particularidades culturales de cada
pueblo. La única manera de aislar al capitalismo es irradiando, expandiendo,
apoyando todo proceso de lucha revolucionaria”. Pasar de
experiencias comunitarias, socialistas, solidarias aisladas o cercadas
por el mar de capitalismo, como decía Chávez en “Golpe de timón”, a
nudos capitalistas aislados y cercados por el tumultuoso mar de experiencias
socialistas. Pero sabemos por experiencia histórica que difícilmente
este proceso pueda darse “en paz”.

A diferencia de la táctica imperialista en oriente, en lo que consideran
su patio trasero, la existencia de una amplia legitimidad que han adquirido
los procesos democráticos luego de la salida a las dictaduras militares,
el propio discurso imperialista de las supuestas “libertades
democráticas” (las de la propiedad privada), y la artillería verbal que
disparan todos los días los medios de comunicación al servicio del
imperio, los vacunan a ellos mismos contra la posibilidad de reaccionar
mediante el ataque militar directo a los gobiernos populares. Por otra
parte, la relación de fuerzas favorables a estos últimos, cristalizadas en
el terreno electoral, no se los permite, aunque inyectan dosis de violencia
e incluso entrenan en técnicas de guerra (civil) de “baja intensidad”
a, por ejemplo, “estudiantes” de derecha en Venezuela, como señala
Modesto Guerrero23. Sabemos que no tienen reparos morales en avanzar
con lo que estimen necesario cuando así lo consideren. Es tan crucial
por ello el fortalecimiento de la conciencia y valoración de lo alcanzado,
de la necesidad de luchar por más, de ampliar la base popular de
los procesos revolucionarios y reformistas (y de aquellos que solo plantean
algunos frenos a la acumulación capitalista desenfrenada y ejecutan
planes de contención social, porque juegan un rol primordial como
dique de contención de un posible retorno de la derecha recalcitrante) y
de la necesidad de la defensa con todo lo que ello implica de estos
procesos, que necesitarán de toda la solidaridad de los pueblos latinoamericanos
y del mundo.

¿Ahora es cuando?

Parecería que en Venezuela, desde hace ya un tiempo, un amplio espectro político del campo popular y chavista, desde el ala izquierda del PSUV hasta el propio Hugo Chávez en variadas intervenciones y documentos, consideran que “ya es el tiempo” y que la correlación de
23 Guerrero, Modesto Emilio, 2014 “Quién mata y quién muere en Venezuela” en
http://www.aporrea.org/oposicion/a188018.html
54 realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015
fuerzas está dada para profundizar el camino al socialismo. Pero también
sabemos desde Marx, Engels, Lenin, etc., y por la experiencia y
demostración histórica con Allende y muchas otras, que las vías pacíficas
de transformación revolucionaria de la sociedad o de profundizaciones
democráticas tocan un techo infranqueable que marca el
comienzo de la guerra civil que opone el capital y sus personificaciones
militares, políticas y económicas contra estas experiencias, lo que ya
vienen intentando cada vez con más asiduidad en Venezuela.

¿Hasta cuándo nos dejarán ganar elecciones? y ¿hasta cuándo las ganaremos? Hemos vivido con nervios el ajustado triunfo chavista en las últimas elecciones presidenciales, luego mejoraron las perspectivas
en las municipales de diciembre de 2013, y hoy no se sabe muy bien
cuál sería el resultado si las hubiera. ¿Qué pasará con todos los avances
de la construcción socialista o reformista si perdemos las elecciones
a manos de la derecha? ¿Cómo defenderlos? Ya se ensaya la consolidación
de la contrarrevolución en América latina con la Alianza del
Pacífico (un nuevo ALCA) y con Colombia negociando su entrada a la
OTAN, o, por lo menos, firmando acuerdos de cooperación.
Chávez dice al respecto en el Programa de la Patria: “nosotros estamos
obligados a traspasar la barrera del no retorno, a hacer irreversible
el tránsito hacia el socialismo”. Lxs militantes, intelectuales, referentes y
dirigentes sociales y políticxs que en Venezuela afirman que “ahora es
cuando”, lo hacen en sintonía con un proceso pacífico. Es decir que no
apelan al camino cubano ni de otras revoluciones históricas, sino a la
transición pacífica, en desarrollo continuo pero gradual, sin prisa pero
sin pausa. Los elementos centrales a desarrollar para hacer irreversible
la transición al socialismo según Chávez son: desarrollar el Poder
Popular mediante la conformación de Consejos de Trabajadores y
Trabajadoras en las empresas de propiedad social indirecta y directa y
desarrollar instancias de coordinación entre ellos y los Consejos
Comunales, lo que apunta a incentivar la profundización de la participación
popular en todos los ámbitos como estratégica y única garantía de
irreversibilidad de los logros sociales conquistados. Tarea a desarrollar
tanto en las Misiones Sociales, Socialistas, como en los nuevos ámbitos
de producción socialistas, como en las milicias populares para la
defensa de la revolución, como en las organizaciones sociales y políticas
y en los diferentes ámbitos comunales con orientación socialista. Es
decir que plantea la restitución del poder, que tenía secuestrado la oligarquía,
al pueblo con un plan sistemático de desarrollo de institucionalidad
revolucionaria paralela, e insiste en la importancia también
estratégica de la concientización y formación política para el poder
popular.
Transformación social en Sudamérica 55

Pero, por un lado, se considera el momento adecuado para la profundización
y para dar el “golpe de timón” hacia el socialismo y, por otro, se
estuvo a punto de perder las elecciones. De manera que en parte nos
encontramos en el dilema de impedir que retomen la iniciativa las fuerzas
retrogradas, en un marco en el cual gozan de libertad para hacerlo
por la envoltura democrática liberal de estos procesos. Y eso aún más
para los países con procesos políticos moderados.

En términos de García Linera, podríamos decir que en Venezuela se
ha llegado a otro punto de bifurcación, a un momento de confrontación
desnuda o de medición de fuerzas, donde la política se define como un
hecho de fuerza. En términos de Gramsci, dicha experiencia se aproxima
al momento de las relaciones de fuerzas militares.

Si hasta ahora en América latina predominan las estrategias reformistas,
claramente en los países con gobiernos progresistas moderados,
pero también en Bolivia, Ecuador y Venezuela, con las revoluciones
democráticas, pacíficas y ciudadanas dentro del capitalismo, ¿hay, en el
caso de los países que adoptan el sendero del socialismo, una fuerza
social-política revolucionaria que respalde el pasaje a una lucha armada
para defender y profundizar la revolución si fuera necesario? ¿son
suficientes los grados de desarrollo existente de las fuerzas productivas
y los gérmenes de otras relaciones de producción para constituirse
como la base material de otro proyecto sistémico? Aunque esto último,
seguro que no puede darse en un solo país, y menos aún en los más
pobres, dado que las variadas formas de dependencia aún son muy
grandes. Si se toma en cuenta que se trata de países de capitalismo
rentístico o extractivista, poco diversificados aún y, por lo tanto, con
importantes grados de dependencia y atraso ¿podría haber otro tipo de
transición a otros tipos de formación social en la actual fase capitalista
de desarrollo con descomposición?

¿Hubo en Venezuela condiciones específicas que permitieron plantearse
en 2006 el pasaje al socialismo? ¿Cuáles fueron los determinantes?
Si hasta ahora se avanzó gradual y lentamente, luego de la muerte
de Chávez, hay quienes, desde adentro, plantean que están dadas
las condiciones para ir a la guerra contra el capital. Y viceversa: el capital
se plantea ir a la guerra total contra la revolución bolivariana. ¿Puede
la Venezuela bolivariana plantearse en soledad este camino de profundizar
la guerra contra el capital y construir en su interior relaciones
sociales no alienadas de trabajo y de vida?

Aunque esto puede verse dificultado por la delicada situación que
plantea la “rebelión de los ricos”, ya sea por la vía armada cuando
encuentra la oportunidad, o mediante la movilización callejera, o la
forma que toma más recientemente mediante la intensificación de la
56 realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015
guerra económica. Esta última ha generado sin duda un retroceso en la
calidad de vida alcanzado por el pueblo, lo que afecta la base de legitimidad
del proceso revolucionario. Sin embargo, existe conciencia popular
de que no son las condiciones de miseria en que estaba sumida la
mayoría de la población venezolana hasta fines de los 90.

Las fuerzas armadas

Por otra parte, nos preguntamos hasta qué punto las fuerzas armadas
actuales, aunque se subordinen a los presidentes, están dispuestas a
defender los procesos de cambio con las armas24 y no se van a pasar
del otro lado, teniendo en cuenta que no han cambiado de raíz su
estructura, incluso aunque algunos altos mandos se pronuncien como
antiimperialistas, anticolonialistas y hasta anticapitalistas.
En el Programa de la Patria, Chávez expresa de manera muy clara la
necesidad central de aceitar y fortalecer la defensa militar del proyecto.

Con una concepción muy firme nuestroamericana propone ampliar el
poderío militar para la defensa de la Patria, fortaleciendo la industria
militar venezolana, y profundizando la nueva doctrina militar bolivariana
de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, bajo los ideales Bolivarianos
de Integración, Soberanía, Independencia, partiendo del concepto de
guerra popular prolongada. Este último refiere históricamente a la estrategia
de preparar a la población para formas de lucha convencional y no
convencional para la defensa de la revolución. También Chávez propone
fortalecer e incrementar la incorporación de más compatriotas a la
Milicia Nacional Bolivariana y Milicia Territorial, y fomentar e incrementar
la creación de los Cuerpos Combatientes en todas las estructuras
del Estado Venezolano para garantizar la participación del pueblo que
asegure la lucha en cualquier circunstancia, por adversas que estas
sean. De todas formas constituyen tareas por hacer, y en todo caso,
debemos estudiar qué grado de realidad presentan hoy.

El eterno retorno del viejo dilema:¿socialismo en un solo país?

Aunque resulte repetitivo, retomamos en este apartado ese problema
siempre recurrente. Para comenzar, en cuanto a la propiedad social de
los medios de producción, si bien en los destacamentos más avanzados
de América latina se define la necesidad de avanzar en ese sentido, no
se proclama su inmediata expropiación. Sólo de aquellos considerados
24 Es importante recordar el estratégico apoyo de las fuerzas armadas al gobierno boliviano
frente a los intentos golpistas de la “media luna fértil” en 2008.
Transformación social en Sudamérica 57
estratégicos y básicos, sendero en el que Venezuela ha ido un poco
más allá avanzando en mayor cantidad de ramas productivas, seguido
por Bolivia. Pero que, en tanto aspecto central del pasaje a una formación
social anticapitalista, solo podrá alcanzarse con la multiplicación
planetaria de experiencias revolucionarias, sobre todo en los núcleos
duros de la producción capitalista.

Biardeau lo expresa con todas las letras: “Hay que decirlo alto y claro:
se avanza en la construcción de una transición poscapitalista paso a
paso, en la escala nacional, pero una radical socialización-democratización
del poder social, político, económico, cultural, ideológico y militar
se torna problemática si la situación regional y mundial permanece invariablemente
como contexto global capitalista”.

Es el retorno actualizado del dilema del socialismo en un solo país: “es
cierto que se avanza hacia regímenes políticos, sociales y económicos
con mayor democracia y justicia social, más igualitarios sin duda; se
avanza en mayor grado de independencia y autodeterminación en el
contexto de la construcción de Bloques Regionales de Poder, que pueden
llegar a afectar la geoestrategia imperial dominante, pero no hay
que perder de vista que una revolución socialista plenamente consolidada
sólo es viable en el marco de una transformación estructural de
alcance mundial” afirma el autor.

En las políticas venezolanas, que son vanguardia en el apuntalamiento
de la unidad de la Patria Grande Latinoamericana, se evidencia la
preocupación de la dirigencia gubernamental por esta cuestión. Un
entendimiento muy claro de que no se concretará el tránsito al socialismo
sin la extensión y multiplicación de la revolución. Así como dentro de
Venezuela el Comandante ponía de relevancia que no hay construcción
de socialismo con consejos comunales y fábricas socialistas aisladas
rodeadas por un mar de capitalismo, lo mismo comprende y expresa
para la totalidad de la Venezuela revolucionaria. Pero esa transición que
obedece a un modelo de revolución democrática y pacífica no pretende
la expropiación violenta de los medios de producción capitalista, sino
que propone una extensión geométrica en todos los ámbitos de la vida
de las relaciones socialistas (de producción, políticas, culturales, ecológicas,
recreativas) pero en convivencia con las relaciones capitalistas.

Arrinconarlas a fuerza de los hechos y la vida social que debe ir reemplazándola.
La propuesta de Chávez es avanzar en todos los frentes. La dialéctica
entre la política y la economía, entre la necesidad y la libertad. No hay
una sin la otra; no hay libertad sin resolución de la necesidad y no hay
necesidades resueltas de manera duradera, planificada, real, estable,
democrática, sin libertad de organización, expresión y poder popular. A
58 realidad económica 290 16 de febrero/31 de marzo de 2015
la vez que no hay tal democracia ni poder popular sin una férrea defensa
(política no exenta de la crítica, cultural, ideológica, militar) del proceso
de cambios.

Para Biardeau más que la construcción de una economía socialista, lo
que ocurre en una “fortaleza asediada” es la construcción de una economía
para soportar las condiciones de una guerra o un asedio internacional.
Es lo que ocurrió con Cuba durante años. Una fortaleza que ahora
cuenta con nuevos aliados. Por ello es preciso construir no sólo el
socialismo en una nación, sino un bloque regional de poder que permita
evitar el aislamiento económico, político, tecnológico y militar, aprovechando
siempre los insterticios que ofrecen las disputas de capitales
en el nivel internacional, como por ejemplo el establecimiento de alianzas
comerciales que deberían ser sumamente coyunturales con los
capitales chinos. Para este autor, sin embargo en Venezuela
“habrá quizá ‘gobierno popular y socialista’, pero transición anticapitalista,
por ahora no se ve ni se siente. En ese marasmo ideológico-político,
avanzan las fuerzas de la reacción”.

Otro camino sería, para Biardeau, el trayecto de las socialdemocracias
occidentales, lo cual implica negociar “los términos y alcances del
gobierno socialista” con los intereses del medio capitalista, intentando
construir formas de economía mixta de bienestar, sin romper con la lógica
del capital. Este último parecería ser el recorrido de los países más
moderados -que se plantean más bien un “capitalismo serio”, como el
caso de la Argentina- que, de todas formas, son estratégicos en su continuidad
(ya que si caen los que vendrán no estarán a la izquierda) dado
que son aliados y sostén internacional de los gobiernos más revolucionarios
de Venezuela, Bolivia y Ecuador (y también de Cuba), lo que se
ha comprobado al momento de los intentos fracasados de golpe en
aquellos países y los terribles éxitos de golpes institucionales en
Paraguay y Honduras.

Reformismo burgués

Si para algunas organizaciones o dirigentes sociales y políticos populares,
los gobiernos que ocupan Caracas, Quito y La Paz se convierten
en los enemigos a vencer, -como dice Borón: a menudo en estrecha
asociación con organizaciones abierta o veladamente instrumentales a
la política imperialista en la región- mucho más lo son los gobiernos
moderados a los que directamente consideran como la continuidad o
que son lo mismo que los neoliberales. Sin embargo, basta ver la virulencia
con que los atacan desde las oligarquías, desde los grupos de poder más concentrados, los monopolios de la comunicación y las derechas
políticas, para darse cuenta de que, al menos, no encarnan su proyecto,
y más bien los molestan y perjudican en sus cuotas de acumulación
y dominación ideológica, lo que es una buena noticia para los pueblos.

Con ello se plantea el dilema para aquellas organizaciones que se proponen
ir más allá de un reformismo burgués, acerca de si construir
“desde adentro” con todas las críticas y luchas que deban darse, o
desde afuera de las alianzas que sostienen a esos gobiernos más
moderados. Tal como se debatía en las experiencias nacionales y populares
de los años ’40 y ’50. El punto es cuál de las dos posturas favorece
a la acumulación de fuerza para el pueblo, y a la realización de sus
intereses aunque sean los más inmediatos. Es decir, cuáles alineamientos
propician el terreno para avanzar y afianzar las fuerzas populares
que permitan en algún momento -de claudicar estos gobiernos o
de sobrevenir la reacción- plantearse con realidad, es decir con fuerza
propia, o, mejor dicho, hegemonizando la fuerza social política popular,
el pasaje a la lucha anticapitalista. ¿Desde adentro de esa fuerza social
política que gobierna o desde afuera? Si fuese la segunda opción,
¿cuáles alineamientos se producen objetiva y subjetivamente?
¿Afianzan el poder de la clase obrera y del pueblo? ¿Qué fracciones
sociales acaudillan o dirigen esas fuerzas opositoras?

Reflexiones finales

Hemos revisado algunos elementos que remiten al pasaje de la lucha
por la liberación nacional a la de liberación social, aunque históricamente
se han dado de manera imbricada y ha habido elementos de las
dos, ha predominado uno u otro carácter. Actualmente se debate en
algunos territorios qué carácter debe predominar. Retornan las mismas
preguntas que se reactualizan en cada oleada histórica de ascenso de
las luchas populares: si hay condiciones para superar el capitalismo o
se debe y puede reconstituir países independientes con desarrollo capitalista
inclusivo o redistributivo.

Por ahora, el mapa político latinoamericano aparece dividido en esos
tres campos políticos que presentábamos al principio y en este gran
partido de disputa nuestroamericano la balanza parece inclinarse a
favor de los pueblos, aunque hemos perdido algunos jugadores e incluso
las clases dominantes, ofuscadas ante tanto pueblo protagónico,
libran sus luchas también en las calles. También las clases dominantes
han logrado grados de avance en la reconstitución de las representaciones
políticas de la oligarquía financiera que se expresa en mejores resultados electorales, algunos con chances de triunfar, de las derechas
políticas (como en Venezuela, en la Argentina y en Brasil).

Sin embargo, algunos elementos endógenos críticos hacen tambalear
los resultados en aquellos destacamentos más avanzados del campo
popular en América latina: la imposibilidad de avanzar en la expropiación
de los medios de producción, porque no lo permite la correlación
de fuerzas políticas internas y menos las internacionales, lo que conlleva
a la convivencia con el gran capital concentrado y monopólico al interior
de los procesos de transición al socialismo. Al mismo tiempo las
construcciones de estatalidad paralela popular conviven con el viejo
estado “corrupto y podrido”, y lo más delicado, el modo de elegir autoridades
gubernamentales que es un arma de doble filo, en tanto que permitió
la llegada de estas fuerzas social-políticas populares a los gobiernos
de los Estados, con amplias bases de legitimidad, desde adentro
del sistema institucional, pero que puede tornarse la vía de salida de los
mismos, si pesara la contrarrevolución ideológica en la batalla de ideas
que se libra.

Pero debemos rescatar con conciencia histórica que estamos en esa
batalla estratégica que libraba Cuba en soledad durante muchos años.
Durante la oscuridad neoliberal, sumidos en la tragedia de la historia, el
socialismo parecía una utopía pasada o lejana. Discutíamos como frenar
y sumar voluntades para impedir los despidos, las reducciones salariales,
como conseguir comida para las ollas populares, como zafar de
los planes restrictivos de “modernización” según el Banco Mundial para
las universidades, y la educación en general, cómo difundir la deslegitimidad
de la deuda externa, entre otras cosas. Hoy estamos discutiendo
cómo transitar al socialismo en importantes territorios de Nuestra
América, cómo construirlo, los desafíos y problemas concretos que aparecen,
cómo profundizar la unidad latinoamericana. Seamos conscientes
de ello. Como afirma García Linera: “nunca antes se había dado
esta sincronicidad de gobiernos progresistas, revolucionarios y sociedades
civiles despiertas. Algunos dirán ¿tiene sus límites esto? Unos
son más progresistas otros son más revolucionarios, pero no importa,
tienes un continente que se ha adelantado al mundo. Mientras en
Europa y en EUA estamos discutiendo cómo le ponemos parches a un
régimen neoliberal que se cae a pedazos y que está en su proceso de
degradación interna, acá estamos pensando cosas más allá. (…) En términos
intelectuales las ideas más sugerentes de cómo construir una
civilización que vaya más allá del capitalismo, están emergiendo de
América latina”.

En sí mismo es un gran avance conquistado por las luchas populares:
de las luchas contra el hambre, miseria y desocupación, y de un gran
Transformación social en Sudamérica 61
desamparo y abandono social, se pasa a discutir qué modelos de sociedad
y desarrollo queremos. No porque haya desaparecido el hambre,
pero se redujo en proporciones considerables25. En los ámbitos gubernamentales
de algunos de nuestros países se ha pasado de festejar el
fin de la historia con la absoluta frivolidad de la elite política, a debatir el
marxismo en los mismos palacios de gobierno, las estrategias de transición
al socialismo, el antiimperalismo. ¡A los/as más viejxs no deja de
asombrarnos!

Pero aquellas preguntas que se abren y reabren permanentemente
para quienes nos posicionamos desde los intereses populares, sólo
podrán ser contestadas por la alquimia de la praxis dialéctica de la historia:
es decir de la lucha de clases. Y sobre aquella acerca de cuándo
están dadas las condiciones para avanzar. Sabemos que no hay ni destinos
escritos, ni libros de recetas, sino la posibilidad y necesidad de lectura
de la historia e interpretación del presente. No contamos con un
observador suprahumano que nos diga en qué punto estamos parados
de esa serie infinita de paralelogramos de fuerzas que, explicaba
Engels, dan origen a una resultante: el hecho histórico. Ni sabemos
para dónde disparará el vector de la historia. Sino que, inventar y tal vez
errar, es la única opción habiendo estudiado, debatido y calculado
estratégicamente las posibilidades. No censuremos ni el estudio, ni el
conocimiento, ni el debate: profundicémoslo… porque el vector de la
historia, aunque no lo veamos, se mueve en alguna dirección fruto de
las luchas que se libran.
Bibliografía
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25 Según Ignacio Ramonet (Página 12, domingo 9 de junio 2013) los gobiernos de
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