Lula-PT… o el drama de un entrampamiento político–moral

Lula-PT… o el drama de un entrampamiento político–moral
Por: Narciso Isa Conde | Viernes, 13/04/2018 09:53 AM | Versión para imprimir

“Después de trabajar junto a los movimientos populares para construir una nueva propuesta, un pequeño número de dirigentes mete el pie y el alma en la corrupción, comprometiendo todo el proyecto. (Frei Betto*, REBELIÓN 2005)”

El liderazgo de Ignacio –Lula- Da Silva surgió de las entrañas combativas de la clase obrera brasileña, del sindicalismo clasista y de las heroicas luchas contra la feroz dictadura militar que ensangrentó ese hermano país en la décadas de los 60 y 70.

Con el aliento de su fuerza carismática se conformó entonces el Partido de los Trabajadores-PT, que devino en factor gobernante luego de su incursión en la vida legal-electoral y de recorrer un proceso de crecimiento y avances significativos al interior del Estado y del sistema político liberal establecido en la etapa post-dictadura.

METAMORFOSIS DEL PT Y DE LULA.

De expresión del movimiento obrero y fuerza articulada a un gran abanico de movimientos sociales en lucha (sin tierra, sin techo, comunitarios, feministas, negritud, cristianos de la liberación…) el PT se transformó en otra cosa, conservando en sus bases importantes factores de su acumulado original.

De confluencia de una gran diversidad de corrientes políticas socialistas revolucionarias, transformadoras, reformadoras y reformistas, el PT paso a paso condicionado por la integración al sistema de una gran parte de sus funcionarios electos y no electos, de sus profesionales políticos e intelectuales conformó en su interior un enorme aparato burocrático y tecnocrático hegemónico distanciado de las luchas sociales y de su ideario original, presente de todas maneras en sus bases sociales de apoyo.

Así, paso a paso – y no sin agudas contradicciones y luchas internas que perduran- en su dinámica político-social- la dirección hedemónica del PT fue resignando todo propósito destinado a remplazar, e incluso a reformar profundamente, el poder constituido; tanto en lo relacionado con sus bases constitucionales y con el carácter de sus instituciones como con las estructuras de propiedad, el dominio de clase, las instituciones armadas y las esencias de la formación económica-social brasileña caracterizada por una elevada concentración del capital con vocación imperialista.

Finalmente, esa dirección del PT incluido Lula optó por administrar el Estado y las estructuras económicas y sociales tal y como estaban conformadas o con limitadas modificaciones, ya fuera en sus periodos de bonanzas y estabilidad como en fases de crisis como la que le tocó administrar a Dilma Rousset.

Todo esto, claro está, acompañado de una fuerte y positiva inclinación a favor de mejorar y ampliar los alcances y la distribución del ingreso nacional, aprovechando los mejores episodios de su economía y los momentos más favorables en su inserción en el mercado mundial. Igual también presentes ciertas concesiones a los reclamos de los movimientos sociales afines, algunos con más independencias que otros

PACTOS DETERMINANTES.

El Presidente Lula pactó de entrada con la gran burguesía paulista.

Pactó con una parte de los partidos del orden establecido, compitiendo a la vez con sus principales adversarios; esto en interés de garantizar la gobernabilidad sistémica sin mayores expectativas.

Aceptó de hecho, si aplicar medidas que pudieran revertirlas, las contrarreformas estructurales de los programas neoliberales anteriores a su gestión; limitándose a contener y contrarrestar una parte de sus efectos más perversos con su audaz programa HAMBRE CERO, reducido luego a un mega-programa asistencialista con espectaculares resultados en lo inmediato, pero con frágiles perspectivas de consolidación y permanencia.

Asumió como política propia la expansión del imperialismo emergente brasileño dentro de una dinámica de competencia y entendimientos parciales con EEUU, sin resignar la soberanía de Brasil ni su propia vocación transnacional, especialmente de cara a nuestro continente; aunque dentro de ese juego ambivalente incurrió en el error histórico de acompañar al PETAGONO en la intervención militar a Haití.

Lula, en lugar de reflexionar sobre las consecuencias negativas y comprometedoras de esa opción, y en vez de emplear su liderazgo obrero-popular para frenar ese curso negativo de su gestión (auspiciado por una parte de la intelectualidad del PT), la alentó y decidió liderarla; evidentemente deslumbrado por las entonces imperantes condiciones de mercado (muy favorables para Brasil y sus exportaciones) y por las posibilidades pasajeras de potenciar sus programas sociales asistencialistas aun evadiendo los necesarios cambios estructurales.

Tal decisión y tales condiciones le permitieron convertir el PROGRAMA HAMBRE CERO inicialmente concebido para transformar el modo de vida, de ingreso y producción de los/as excluidos/as en puro asistencialismo con efectos temporales o pasajeros y perspectivas de declinación.

Ese paso provocó la renuncia en diciembre del 2004 de Frei Betto, hasta entonces director de ese programa; evidentemente disgustado por esa determinación oficial y por las primeras señales de corrupción gubernamental en la alta dirección petista.

UN GIRO HACIA LA POLÍTICA TRADICIONAL Y ASOCIACIÓN CON GRANDES CONSORCIOS.

En ese contexto y al compás de la consolidación y ampliación de las exigencias del voluminoso aparato parlamentario, estadual, municipal y partidocrático del PT el Presidente Lula y la alta dirección del su partido se inclinaron por un ejercicio político cada vez mas impregnado de métodos propios de las derechas (clientelismo, reparto de cuotas de poder, alianzas al margen de una ética revolucionaria…) y por una mayor dependencia del financiamiento empresarial (estatal y privado), sin renunciar en ese contexto a ciertas concesiones a su base social originaria posibles de instrumentar presupuestariamente.

Así las cosas, la poderosa empresa petrolera estatal PETROBRAS –favorecida entonces por los altos precios del petróleo- se convirtió en un pilar de esa dinámica política y junto al Banco de Desarrollo Económico y Social-BANDES (fundado por Lula) y las grandes corporaciones transnacionales constructoras (entre ellas ODEBRECHT, AMDRADE GUTIERREZ y VOA SAO PAULO), constituyeron de hecho –siempre en relación con el Presidente Lula, dirigentes del PT, partidos aliados y altos funcionarios públicos- una gigantesca maquinaria de fondos clientelares, sobornos, sobrevaluaciones, financiamientos políticos, privilegios y tráfico de influencia que trascendió las fronteras de Brasil.

A la lógica pro-constructoras obedecieron las costosas inversiones en las olimpiadas y en el mundial de futbol en detrimento de la inversión social, sobretodo en educación y salud; motivo de grandes protestas sociales.

A ese juego endiablado y peligroso fueron incorporadas además las empresas publicitarias y de marketing político de JOAO SANTANA y su esposa MÓNICA MAURO, con la misión de jugar un papel relevante en la promoción de candidaturas, creación de imagen, financiamientos y asesorías de campaña a nivel nacional e internacional.

DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LAS OPERACIONES.

Al tratarse de corporaciones transnacionales brasileñas en abierta competencia con las estadounidenses y europeas, las operaciones no podían limitarse al territorio de Brasil, sino que los diferentes componentes de esa maquinaria multi-empresarial y estatal (unos más, otros menos) optaron por jugar ese papel en ultramar a partir de las facilidades que les ofrecían las relaciones políticas y estales del PT y su Gobierno; haciendo uso, claro está, de sus fondos para sobornar, financiar y obtener enormes ventajas en los países seleccionados.

En esos planes de expansión jugó un papel destacado la asesoría electoral y publicitaria de la familia SANTANA-MAURO.

No voy a adentrarme aquí en todos los casos latino-caribeños relacionados con la corruptela de ODEBRECHT, ANDRADE, VOA Y EMBRAER; situación oportuna y pérfidamente aprovechada por su competencia norteamericana a todos los niveles: político, económico, judicial, moral…Pese encarnar prácticas iguales y aun peores, debidamente protegidas, encubiertas o silenciadas por la dictadura mediática y el poder militar “made in usa”. Si no que se indague casos como los de Earon, Hally Burton, Grupo Trump, Barry Gold, General Electric…

Pero sí entiendo imprescindible darle unas pinceladas al caso dominicano en relación con ese fenómeno escandaloso y escandalizado. Esto para que se entienda, que pese a todo lo que significó positivamente Lula para el campo de las fuerzas populares y de izquierda en este país, aquí no es posible, sin pecar de encubrimiento, ignorar el daño político, moral y económico derivado de las relaciones privilegiadas del PT y LULA con la cúpula del PLD y los gobiernos corruptos y corruptores de LEONEL FERNÁNDEZ y DANILO MEDINA.

Tampoco es posible alterar la convicción que tienen amplios y diversos sectores de la República Dominicana acerca de las responsabilidades específicas e injustificables de Lula y la cúpula del PT en el impacto moralmente degradante tanto del caso ODEBRECHT como de la EMBRAER-SUPERTUCANOS, y en lo relacionado con la expansión de la corrupción política, empresarial y militar en nuestro país; lo que en el caso de Lula evidentemente no se relaciona con el enriquecimiento personal, sino más bien con una corrupción sistémica empleada en términos políticos.

Los sentimos por Lula, que pese ha haber sido –y seguir siendo en buena medida- el principal líder político de Brasil, se dejó entrampar en esa madeja de delitos políticos y empresariales interestatales, previa degradación de la original política revolucionaria y de izquierda del PT. Pero los hechos son los hechos:

LOS HECHOS EN DOMINICANA.

La cúpula del PT de Brasil optó -sobre todo al iniciarse el segundo periodo (2008) del gobierno del Partido de la Liberación Dominicana-PLD- por una relación política preferencial con la alta dirección de ese partido, que previamente se había neo-liberalizado y corrompido en alianza con el Partido Reformista Social-Cristiano liderado por Balaguer; relación que abrió paso a una fuerte, duradera y rentable CONEXIÓN del corrompido y corruptor cártel brasileño en REPUBLICA DOMINICANA.

Esta CONEXIÓN DOMINICANA, débilmente iniciada durante el gobierno de Hipólito Mejía, se desplegó durante los ocho años siguientes de la presidencia de Leonel Fernández (incluyó el contrato-estafa para la adquisición de los aviones Super-Tucanos con la EMBRAER brasileña, una parte de los 15 contratos sobrevaluados en favor ODEBRECH y los sobornos correspondientes), enlazó con la candidatura presidencial de Danilo Medina en el 2011 y continuó reforzándose durante su primer gobierno y su actual gestión, en la que se registra la súper-estafa del contrato de las plantas de carbón de Punta Catalina.

LULA, desde la presidencia de Brasil hizo de intermediario y cuando salió de ella se dispuso a hacer de “lobista político”, sin reparar en la consecuencias.

LEONEL fue el primer socio político y el principal beneficiario económico en dominicana hasta el 2012, con logros significativos iniciales para ODEBRECH y para otras empresas dominicanas y brasileñas, destacándose obras como el ACUEDUCTO DEL NORDESTE y la compra sobrevaluada e innecesaria de los SUPER-TUCANOS.

El descarte de LEONEL como referente presidencial dominicano se produjo entre el 2011 y 2012, a consecuencia de su descrédito y de su desgaste político, y ante el riesgo brasileño de perder la conexión estatal en República Dominicana si perdía el PLD..

En esa variación de la preferencia del PT gravitó la valoración mercadológica de JOAO SANTANA a favor de DANILO, quien inmediatamente visitó BRASIL, ganó el favor de los líderes del PT, estableció los primeros vínculos con su futuro asesor Joao Santana, apuntaló las relaciones con LULA, DILMA y Ejecutivos de ODEBRECH; desplazando de esa manera a LEONEL como socio político del CARTEL BRASILEÑO.

Ese paso fue consumado a raíz de la visita de Danilo Medina a Brasil y de sus entrevistas con Lula Y Dilma Roussef en el 2011, ya en su condición de candidato presidencial del PLD.

Desde ese momento se abrió el proceso hacia una fuerte implantación de JOAO SANTANA y POLIS/CARIBE (sucursal de POLIS-PROPAGANDA establecida discretamente en la calle Helios de Bella Vistas en Santo Domingo) hasta el extremo de sentar su sede el Palacio Nacional y convertir esa oficina en la Oficina Regional de los sobornos y financiamientos electorales de ODEBRECHT.

Asegurado el triunfo espurio de Danilo Medina, Lula visitó nuestro país y se entrevistó con el “presidente electo” a principio del 2013, acompañado de ALEJANDRINO ALENCAR, ejecutivo de ODEBRECH.

ODEBRECH ha admitido que invitó y financió a LULA a viajar para ayudar en diversos eventos a la expansión de las empresas brasileñas.

Tres meses después de la visita de LULA a República Dominicana se anunció la LICITACIÒN de las PLANTAS A CARBON de PUNTA CATALINA y en septiembre de ese año se aprobó el financiamiento de 656 millones de dólares a cargo del BANCO estatal de Brasil (BANDES).

Poco después se le asignó el contrato a la empresa brasileña y la STANLEY CONSULTAN en noviembre de ese mismo año declaró que solo la ODEBRECH clasificaba para esos fines, pese a representar un costo de casi mil millones de dólares más que lo ofrecido por su principal competidora.

Testimonios ofrecidos a la justicia brasileña dan cuenta además de los financiamientos de Odebrech a las campañas electorales de Danilo Medina- Margarita Cedeño en el 2012 y el 2016; algo impensable sin la mediación de Luis Ignacio – Lula- Da Silva.

Por demás, Temístocles Montás, ministro acusado de recibir soborno y financiamiento electoral, admitió uno de esos financiamientos.

¿Simple coincidencias o graves evidencias de culpabilidad compartida en la esfera de la corrupción como recurso de competencia política, no necesariamente empleado en todos los casos como factor de enriquecimiento personal?

Esas realidades son las que determinan, que a pesar de los meritos históricos y de la saña discriminatoria auspiciada por EEUU y las derechas brasileñas en contra de Lula y el PT, ese proceso judicial tenga cierto asidero en la manera como se ha manejado la cúpula del PT frente a la corrupción sistémica y su uso politiquero. Esos entrampamientos casi siempre resultan muy costoso políticamente.

Deriva de la izquierda

DERIVA DE LA IZQUIERDA

Jorge Gómez Barata

MONCADA

Después de más de cuarenta años, los estados socialistas de Europa Oriental, instalados a partir de la orientación soviética, con graves problemas estructurales y carentes de apoyo popular, sucumbieron. La crisis alcanzó a la propia Unión Soviética, donde ocurrió exactamente lo mismo sin que los pueblos y las poderosas fuerzas políticas que había generado, en especial un partido de veinte millones de militantes y un movimiento sindical con 100 millones de afiliados, la defendieran.

Ante tales evidencias que desmintieron rotundamente el dogma de que el socialismo era “irreversible”, Fidel Castro llamó a los militantes cubanos a estar alerta porque los errores y las inconsecuencias podían destruir desde dentro a la Revolución y advirtió que el modelo instaurado no funcionaba. Poco después, bajo la presidencia de Raúl Castro se iniciaron las reformas que han comenzado por la economía.

Aunque separadas por el tiempo y la distancia, algo parecido ha ocurrido en América Latina donde, después de un desempeño exitoso, los gobiernos de izquierda caen uno tras otros, en este caso por el voto negativo de aquellos a quienes habían beneficiado. ¿Habrá algo en común? ¿Existirá algún elemento intrínseco que impide la consolidación del socialismo o de los enfoques de izquierda o simplemente progresistas?

Aunque se han acumulado varios ejemplos, el más relevante es el de Brasil donde los representantes del Partido del Trabajo, la principal fuerza política de la izquierda latinoamericana, Luis Ignacio Lula y Dilma Rousseff gobernaron durante 13 años, en los cuales tuvieron tiempo y condiciones para conducir una vasta obra social y acumular un enorme capital político.

Algo parecido ocurrió en Argentina donde Néstor y Cristina Kirchner gobernaron por 12 años, al cabo de los cuales el candidato que debía dar continuidad a su obra, fue derrotado convincentemente. En El Salvador la izquierda parece abocada a una catástrofe electoral.

Al dejar la presidencia Lula era más popular que al asumirla y el electorado respaldó a su candidata Dilma Rousseff que realizó una gestión de continuidad hasta que su popularidad comenzó a ser socavada por manifestaciones populares, en parte asociada a la Copa Mundial de futbol, hasta que finalmente, en 2016 fue destituida por el parlamento sin que ello provocara mayores reacciones. Tampoco la defensa de Lula, que es víctima de una injustificada persecución judicial, es respaldada por una vigorosa reacción del pueblo y las fuerzas políticas progresistas.

Ante el drama que vive el que fuera el más popular de los políticos latinoamericanos, amenazado con pasar sus últimos días en la cárcel, uno se pregunta: ¿Dónde están los partidos comunistas y las fuerzas progresistas brasileñas? ¿Dónde los poderosos sindicatos de Sao Paulo? ¿Acaso es muda la intelectualidad y la academia brasileña? ¿Se acabó en Brasil la prensa progresista y honesta? ¿No hay en ese país jóvenes y estudiantes universitarios combativos?

En Nicaragua y Uruguay donde ha prevalecido un enfoque que ha privilegiado la búsqueda de consenso nacional, las cosas han marchado mejor

La falta de respuesta a esta y otras problemáticas que afectan a la izquierda, puede estar asociada al modo como se gestionó el socialismo a lo largo de los setenta años de vigencia de un esquema plagado de dogmas e imposiciones, que impidieron a los científicos sociales y a la intelectualidad de los países socialistas y del propio país soviético, investigar, experimentar actualizar y colocar en contexto los preceptos del marxismo e incluso del leninismo.

Obviamente, es preciso realizar indagaciones serias para descubrir las razones de que, aun en ambientes favorables, la izquierda no logre consolidar sus resultados, lo cual es particularmente importante para las experiencias en curso. Se trata de una tarea urgente. Allá nos vemos.

La Habana, 14 de marzo de 2018

¿Qué crisis y qué respuestas? Pensar las crisis en su contexto sociohistórico

¿Qué crisis y qué respuestas? Pensar las crisis en su contexto sociohistórico

La mayoría de los países latinoamericanos comparten historias múltiples, fraccionadas y frecuentemente contradictorias en las que enfrentaron y enfrentan numerosas formas de crisis. En este marco, el enfoque centrado en respuestas a las crisis contribuye a «completar» un panorama fraccionado. Este artículo intenta conceptualizar una noción del término «crisis» que abra caminos para abordar y discutir las formas en que diversos actores latinoamericanos han enfrentado de múltiples maneras momentos y estructuras de crisis, con el objetivo de (re)imaginar y remapear el mundo social y concebir posibles alianzas alternativas.
Por Julia Roth / Albert Manke
Enero – Febrero 2018

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¿Qué crisis y qué respuestas? / Pensar las crisis en su contexto sociohistórico

¿Por qué hablar de las crisis en América Latina hoy? ¿Y de qué «crisis» estamos hablando? ¿Qué es lo que caracteriza una crisis, y la(s) crisis actual(es)? ¿Qué temporalidad conllevan y qué respuestas se pueden identificar para manejarla(s)? Conceptualmente, el análisis de las crisis permite abrir un diálogo que, por un lado, entiende que el actual desarrollo socioeconómico no sostenible es en parte consecuencia del capitalismo y de la expansión de la cultura europeo-occidental a escala global. Por otro lado, a la hora de buscar posibles soluciones y vías hacia un desarrollo más sostenible, igualitario y equitativo, no queremos quedar anclados meramente en las respuestas que parecían ofrecer las disputas ideológicas (entre ellas, las religiosas) del siglo xx. Siguiendo las ideas del historiador Prasenjit Duara, el desarrollo actual se puede entender como una «dinámica entre la historia circular y la trascendencia institucionalizada [que] se transforma radicalmente bajo las condiciones del capitalismo y del Estado-nación que el mismo ha incentivado»1. Según Duara, para la búsqueda de un futuro mejor que incluya a toda la humanidad y el medio en que se desenvuelve, hay que (re)conceptualizar el desarrollo de las culturas (para no reducirlo a la entidad de naciones) en forma cooperativa y sostenible. Con el fin de conseguir esto, Duara enfoca su argumento en la circularidad de ideas, personas y bienes y en la fertilización recíproca de las culturas, para lo cual hace referencia a tradiciones asiáticas que enfatizan la sustentabilidad; de esta forma se crea una modernidad transnacional postoccidental. Arjun Appadurai, por su parte, observa una traslación hacia la noción de soberanía cultural como efecto de la pérdida de soberanía económica en el neoliberalismo globalizado, lo cual se puede observar en las distintas expresiones de movimientos populistas recientes2. En el caso latinoamericano, un número creciente de autores hace referencia a tradiciones indígenas para evocar modelos de convivencia más equilibrados y sostenibles3.

Nuestro acercamiento a la problemática de la(s) crisis se inspira en estas ideas macroconceptuales y trata de llevarlas a una escala regional, local o incluso micro. De esta manera, se puede constatar que algunas de las propuestas para solucionar crisis en varias regiones de América Latina tienen un carácter tradicionalmente ideologizado de protesta polarizada entre «el pueblo» y las elites, mientras que otras tratan de entablar cooperaciones entre grupos de diversa procedencia social y orientación política, para crear alianzas transversales que puedan hacer frente a los retos actuales y a los problemas del futuro de nuestras sociedades. Por esto, las respuestas4 que observamos responden tanto al esquema establecido de «popular» en el sentido de «pueblo» como al que se propone aquí, que lo deriva de «población» en un sentido más amplio, con la convicción de que diversos actores de la sociedad pueden ser promotores de ideas progresistas y sostenibles, tanto en el ámbito social como en la economía, la política y la cultura. En el contexto latinoamericano, los «populismos» se basan en una noción original de la democracia como «poder del pueblo», y podemos preguntarnos si hay un término medio más allá de la oposición del «pueblo» como el «otro» del Estado para lograr la autodeterminación del pueblo mediante el derecho5. En este sentido, creemos que es posible superar el neoliberalismo y, a la vez, la polarización entre izquierdas y derechas, mediante lo que Ernesto Laclau denominó la «dicotomización del espacio social» o la «ruptura populista»6 por medio de alianzas que superan fronteras ideológicas pero no pierden el norte de un bien común para todos en un sentido humanista, cooperativo e incluyente7. Aun así, esto no quiere decir que se pueda constatar una superación de la perspectiva nacional y, por ende, «patriótica» en el sentido que critica Appadurai8. Nuestra intención realmente no es la de abordar que en parte son el resultado de movimientos del tipo mencionado; lo que nos interesa es la multiplicidad de propuestas para solucionar crisis. Sin embargo, como apunta Ulrich Brand, hay que tener en cuenta que no todas las respuestas a las crisis se pueden calificar como progresistas9.

Partimos de la observación de que en América Latina existe una larga tradición de enfrentar momentos y coyunturas de crisis y por ello ha habido experiencias múltiples en el desarrollo de estrategias de resistencia y de supervivencia. Nos parece importante tener en cuenta este marco y su profundidad histórica. Como afirma la autora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, el riesgo de una «historia única» (single story) es contar la historia de un pueblo o un lugar comenzando con «en segundo lugar» (secondly), no porque la historia sea así falsa, sino porque resulta «incompleta»10. El enfoque centrado en respuestas a las crisis contribuye a «completar» un panorama fragmentario, ya que la mayoría de los países latinoamericanos comparten historias múltiples, fragmentarias y frecuentemente contradictorias en las que enfrentaron y enfrentan múltiples formas de crisis –la resistencia contra la colonización, las guerras de independencia, las numerosas guerras civiles, dictaduras, injerencias imperialistas, distintas luchas sociales y culturales así como, más recientemente, los efectos del capitalismo neoliberal globalizado y de las estructuras de poder colonial que persisten hasta el día de hoy–11. No obstante, nos parece importante evitar el riesgo de estigmatizar todo un continente como una región de/en crisis. Más bien, nos interesa una conceptualización del término «crisis» que abra caminos para enfrentar y discutir las formas en que diversos actores latinoamericanos enfrentaron y siguen enfrentando momentos y estructuras de crisis con el objetivo de (re)imaginar y remapear el mundo social.

En general, podemos considerar que una crisis describe una situación grave y decisiva que pone en peligro el desarrollo de un asunto o un proceso determinado. El término «crisis» alude a un periodo o una situación de dificultades o cambios bruscos, y puede referir a contextos económicos, sociales, religiosos, políticos, históricos, culturales, sanitarios y muchos más. Hay definiciones psicoanalíticas que subrayan el potencial creativo de las crisis, o definiciones marxistas que constatan que el sistema capitalista fue dinamizado cíclicamente por las crisis, mientras que las teorías de la coyuntura definen una crisis de la economía política en relación con la expansión (léase: prosperidad), contracción (depresión) y punto de cambio. Desde una perspectiva (interseccional12) de género, observamos en la reciente «reacción» populista también una crisis de la supremacía blanca y masculinista (o de la masculinidad blanca hegemónica). En la investigación histórica y en las ciencias políticas, se habla de crisis como culminación de conflictos, los cuales pueden tener como consecuencia rebeliones, revoluciones o guerras.

Simultáneamente, hay que tomar en cuenta que el uso cada vez más frecuente y a veces indiscriminado de la noción de crisis en las ciencias sociales resulta problemático por sus concepciones objetivistas, su carácter negativo y su presunción teleológica. Esto se debe a que los enfoques aislados de la economía pueden no considerar las percepciones sociales, subjetivas e intersubjetivas13. Alejandro Grimson entiende las crisis como momentos históricos que funcionan como cambios del marco referencial y, simultáneamente, requieren un nuevo sentido. La idea de «crisis crónica» indica una «sedimentación» y previsibilidad de la crisis; por tanto, Grimson propone un acercamiento al concepto de crisis más amplio cuando habla de «culturas de crisis». No obstante, concede que existen crisis económicas reales y no meramente simbólicas, como en casos de hambrunas, muertes o de exclusión social, que contribuyen a reforzar la idea de una «cultura de crisis» frente a una «crisis de la cultura»14.

En el contexto actual emergió la noción de «crisis múltiples» que nos afectan en este momento histórico a escala global. Ese concepto se entiende como una constelación específica histórica de diferentes procesos de crisis que se influyen mutuamente dentro del capitalismo financiero neoliberal15. Estas diferentes articulaciones de la(s) crisis están relacionadas con el modelo de producción capitalista basado en los combustibles fósiles, modelo que ha sido reforzado por las condiciones neoliberales e imperiales. En este marco, además, se transformaron las instituciones políticas y sociales/comunales con el objeto de asegurar el orden neoliberal-imperial16.

Desde la conquista europea, América Latina y el Caribe formaron parte fundamental del desarrollo del capitalismo europeo. En muchos aspectos, la región sirvió como «laboratorio de la modernidad» de neto corte eurocéntrico. Como consecuencia de ello, la colonialidad –entendida no como periodo histórico sino como dimensión estructural de poder de las sociedades latinoamericanas– está marcando los procesos sociales de manera profunda y sigue manteniendo las desigualdades que persisten en el continente latinoamericano y otros espacios colonizados, así como los privilegios de las sociedades colonizadoras17. Por consiguiente, las desigualdades históricas y coloniales se reforzaron, como puede observarse en la explotación de los recursos naturales por parte de empresas multinacionales, en el acaparamiento de tierras (land grabbing) o en los procesos migratorios en América Latina.

Paralelamente, el subcontinente posee una larga tradición de prácticas y conceptos de resistencia, que «englobaron» rebeliones, cimarronajes, contrarrelatos y crónicas, así como huelgas de nacimiento18, guerras de independencia, movimientos sociales y prácticas culturales, musicales y religiosas. No es de sorprender que de allí también haya salido una gran cantidad de pensamiento crítico y de elaboraciones teóricas que cuestionan conceptos hegemónicos de la modernidad y hacen frente así a las desigualdades que son producto de ellos y diseñan modelos alternativos de convivencia. En este campo encontramos a pensadores anticoloniales como José Martí, Frantz Fanon o Aimé Césaire o los defensores de la teoría de la dependencia (Fernando Henrique Cardoso, Enzo Falleto, André Gunder Frank), quienes criticaron la persistente dependencia estructural de los países poscoloniales. Se puede pensar también en la pedagogía crítica (Paulo Freire), o en los representantes de la teología de la liberación (Rubem Alves, Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez Merino, Enrique Dussel), quienes cuestionaron conceptos eurocéntricos de la modernidad y propusieron alternativas para superar las desigualdades, como por ejemplo la «transmodernidad» de Enrique Dussel. Por su parte, pensadores del sistema-mundo y decoloniales (Immanuel Wallerstein, Aníbal Quijano, Santiago Castro Gómez, Fernando Coronil, Walter Mignolo, Freya Shiwy) o feministas (como María Lugones y Sylvia Wynter) conceptualizaron la relación dialéctica entre modernidad y colonialidad y la construcción de un «occidentalismo» (Coronil) como posición superior del Oeste, aquello que hay que superar para llegar a una situación de «decolonialidad» (Walter Mignolo). Además, representantes y activistas de comunidades indígenas influyeron sobre políticos de varios países en los que conceptos como el «buen vivir» o sumak kwasay llegaron incluso a la Constitución.

Las formas de resistencia se han articulado además mediante movimientos sociales como los feministas, el indianismo, los movimientos afro, los movimientos revolucionarios en Haití, México o Cuba. Más recientemente, a través de movimientos sociales que se oponen y resisten frente a la megaminería, protestas de trabajadores desocupados, estudiantes o sin techo. Simultáneamente, emergen maneras alternativas de vida social y cohabitación en forma de cooperativas o colectivos19.

Como subraya Brand20, los movimientos sociales en los países del llamado Norte global han sido más bien débiles y se constituyeron sobre todo como movimientos alterglobalización, como es el caso de la Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Acción Ciudadana (Attac). En los países del llamado Sur global, y particularmente en América Latina, los movimientos sociales progresistas ya se movilizaron y actuaron en la década de 1990 y algunos contribuyeron de manera decisiva a los triunfos electorales de la izquierda en varios países21. Fernando Coronil analizó la ambigüedad de esos gobiernos que surgieron entre 1989 y 2010 en el marco de los «dilemas actuales de la izquierda en el contexto de la lucha recurrente de la América Latina por alcanzar alguna variante del progreso occidental», en el marco de un futuro incierto: «Mientras que el largo plazo ha sido históricamente el horizonte de la izquierda, el predominio abrumador del capitalismo ha restringido ahora el terreno de la izquierda latinoamericana al corto plazo»22.

No hace mucho tiempo, varios gobiernos de izquierda en América Latina entraron en una crisis seria, lo cual en varios casos llevó a su caída. A pesar de lo reciente de este fenómeno que Tarso Genro describió acertadamente como «crisis de la izquierda», ya se pueden identificar algunas de las causas de esta tendencia que manifiesta un decidido retroceso al neoliberalismo. Sin embargo, todavía nos faltan propuestas para soluciones sostenibles. Para el caso europeo, Juan Carlos Monedero23 –que saca conclusiones interesantes para aplicar a otras partes del hemisferio occidental, incluyendo América Latina– interpreta esta vuelta atrás como otro ataque más a la democracia. Según Monedero, este ataque se nutre de la crisis económica y del desencanto de vastos sectores de la población, sobre todo en Europa y en Estados Unidos, que atribuyen la crisis al fracaso de las elites. De hecho, si tenemos en cuenta los problemas sociales masivos y las protestas enérgicas contra las políticas neoliberales, bien se puede hablar de crisis múltiples y/o estados de crisis. Para solucionar estas crisis se requieren propuestas viables y constructivas tanto por parte de las elites (determinantes políticas dominantes) como de múltiples actores de las sociedades en cuestión. Se requieren además consideraciones en el nivel internacional (y transnacional); ante el trasfondo ya descrito de historias entrelazadas (y desigualdades coloniales/globales), es claro que las crisis casi nunca se refieren exclusivamente a contextos nacionales o regionales, sino que casi siempre hay un aspecto que tiene que ver con interrelaciones con otras regiones o historias. Procesos y desigualdades interdependientes y globales se pueden observar, por ejemplo, respecto al cambio climático, la explotación de recursos, la migración y los regímenes fronterizos, la cuidadanía, el racismo, etc.24

En este marco, para ahondar en lo que expusimos más arriba, queremos hacer hincapié en que el término «popular» no solamente se refiere al «pueblo» en el sentido tradicional de «clases humildes», sino que abarca el sentido más amplio de «población», que tiene en cuenta el involucramiento activo de la sociedad civil y de actores culturales. A raíz de las crisis actuales, nuestro propósito es tematizar no solamente movimientos de protesta contra gobiernos de derecha e izquierda, empresas multinacionales y contra la violencia (por ejemplo, para denunciar la corrupción, la precarización laboral, la impunidad, los femicidios o el extractivismo descontrolado o para abogar por la autodeterminación personal y sexual). También buscamos hacer visibles las formas de responder a coyunturas estructurales que de forma recurrente culminan en crisis más profundas, con el objetivo de pensar modos alternativos de sociabilidad y convivencia. Dentro de este abanico temático, pueden contarse estrategias que van desde las protestas culturales y en los medios de comunicación hasta la resistencia pasiva, la resignación y la emigración, así como la participación activa de personas en diversos grupos de la sociedad civil, sindicatos, partidos, instituciones y movimientos sociales, incluyendo manifestaciones artísticas. Es necesario pensar, además, las formas en que estas intervenciones proponen respuestas para enfrentar –procurando superar– las múltiples y estructurales crisis actuales basadas en el neoliberalismo y las formas imperiales del consumo y la explotación de las tierras y los recursos.

Las relaciones entre actores de diversos trasfondos pueden desembocar en confrontaciones directas, en acuerdos e incluso en cooperaciones entre los «de arriba» y los «de abajo». Estas dinámicas contribuyen a la formulación de respuestas político-culturales, además de ofrecer posibles recomendaciones para el futuro a partir de estas respuestas, en el sentido de hacerlas viables para solucionar las crisis que están por venir.

Las «crisis múltiples» que estamos enfrentando requieren también múltiples modos de confrontarlas y diversas estrategias, actores, intervenciones y negociaciones. Algunas de las estrategias se pueden interpretar como impulsos para esbozos utópicos de una sociedad mejor, que tuvieron un impacto significativo en el desarrollo de América Latina desde el siglo xx25. Al mismo tiempo, y relacionado con lo anterior, parece necesario pensar maneras de formar lo que Appadurai llama «multitudes liberales», sumando varias respuestas a las crisis en forma de alianzas para enfrentar a las multitudes regresivas, en el contexto actual basado en una «ética y política de la posibilidad», más allá de la lógica de probabilidad inherente al ethos del riesgo y el capitalismo26. En consecuencia, no solo hay que ubicar las crisis actuales en su contexto a través del espacio y en su trasfondo histórico, sino que también se deberían tener en cuenta los aportes que las soluciones propuestas en torno de estas crisis nos ofrecen para desarrollar visiones de lo social, de la cohabitación y de un futuro mejor. A través del mismo acto de estudiar la(s) crisis, es de esperar que se puedan identificar propuestas que funcionen como impulsos hacia un cambio positivo de nuestras sociedades.

1.

P. Duara: The Crisis of Global Modernity: Asian Traditions and a Sustainable Future, Cambridge University Press, Cambridge, 2015, p. 7.
2.

A. Appadurai: «Democracy Fatigue» en Heinrich Geiselberger (ed.): The Great Regression, Polity, Cambridge, 2017.
3.

Ver Antonio Luis Hidalgo-Capitán, Alejandro Guillén García y Nancy Deleg Guazha (eds.): Sumak Kawsay Yuyay. Antología del pensamiento indigenista ecuatoriano sobre sumak kawsay, cim / fiucuhu / pydlos, Huelva-Cuenca, 2014.
4.

Las calificamos como «respuestas» porque no nos atrevemos a verlas como soluciones, sino más bien como propuestas que pretenden darle solución a una situación o coyuntura crítica (tomando este último adjetivo como derivado de «crisis», no de «criticar»). En algunos casos se pueden constatar ciertos logros de estos intentos, pero para poder evaluar sus consecuencias a largo plazo habrá que volver a revisar su impacto en el futuro.
5.

V. el artículo de Valeria Coronel y Luciana Cadahia en este número.
6.

E. Laclau: «La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana» en Nueva Sociedad No 205, 9-10/2006, disponible en www.nuso.org.
7.

Para una discusión acerca de la superación del neoliberalismo y la creación de un futuro sostenible, v. tb. los artículos reunidos en el volumen editado por Ulrich Brand y Nicola Sekler en Development Dialogue No 51, «Postneoliberalism: A Beginning Debate», 1/2009.
8.

A. Appadurai: La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización, fce, Buenos Aires, 2001.
9.

U. Brand: «Die Multiple Krise: Dynamik und Zusammenhang der Krisendimensionen, Anforderungen an politische Institutionen und Chancen progressiver Politik», Heinrich-Böll-Stiftung, Berlín, 9/11/2009.
10.

También nos recuerda que «es imposible hablar sobre la historia única sin hablar del poder». C. Ngozi Adichie: «The Danger of the Single Story», charla ted, 2009, disponible en www.ted.com/talks/chimamanda_adichie_the_danger_of_a_single_story?language=es.
11.

U. Brand: ob. cit.
12.

Véase J. Roth: «Intersectionality» en InterAmerican Wiki: Terms – Concepts – Critical Perspectives, 2015, disponible en www.uni-bielefeld.de/cias/wiki/i_Intersectionality.html.
13.

V. el artículo de A. Grimson en este número.
14.

Ibíd.
15.

U. Brand: ob. cit.; Alex Demirović, Julia Dück, Florian Becker y Pauline Bader (eds.): VielfachKrise. Im finanzmarktdominierten Kapitalismus, vsa / Attac, Hamburgo, 2011.
16.

U. Brand: ob. cit., p. 2.
17.

Aníbal Quijano: Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina, Clacso, Buenos Aires, 2000; Walter D. Mignolo: Historias locales, diseños globales: colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo, Akal, Madrid, 2011; Olaf Kaltmeier: Konjunkturen der (De-)Kolonialisierung: Indigene Gemeinschaften, Hacienda und Staat In den ecuadorianischen Anden von der Kolonialzeit bis heute, Transcript, Bielefeld, 2016.
18.

Formas de protesta entre mujeres colonizadas de América y África.
19.

Ver Judith Butler: «Precarious Life, Vulnerability, and the Ethics of Cohabitation» en The Journal of Speculative Philosophy vol. 26 No 2, 2012.
20.

U. Brand: ob. cit.
21.

Ibíd., p. 13.
22.

F. Coronil: «El futuro en el ruedo. Historia y utopía en América Latina (1889-2010)» en Casa de las Américas No 276, 7-9/2014.
23.

J.C. Monedero: «¿Posdemocracia? Frente al pesimismo de la nostalgia, el optimismo de la desobediencia» en Nueva Sociedad No 240, 8-9/2012, disponible en www.nuso.org.
24.

Por ejemplo, en varios países de América Latina (como en Europa) se puede observar un fuerte retroceso respecto a políticas de género (y la deslegitimación de los estudios de este campo, especialmente en Brasil y Colombia) y ataques contra religiones y comunidades afrodescendientes por parte de partidos y actores populistas y religiosos.
25.

F. Coronil: ob. cit.
26.

A. Appadurai: ob. cit.

Costa Rica:¿El fin del bipartidismo abrió la caja de Pandora?

Costa Rica:¿El fin del bipartidismo abrió la caja de Pandora?

Gerardo Villagrán del Corral
Rebelión

El diputado evangélico Fabricio Alvarado, del conservador Partido Restauración Nacional (PRN) y el oficialist a Carlos Alvarado, dirimirán en segunda ronda a disputarse el primero de abril, quien será el próximo presidente de Costa Rica. Esta será la primera vez en la historia electoral del país que ninguno de los dos partidos tradicionales (PUSC y PLN) estará en una segunda ronda electoral.

Fabricio Alvarado, bajo la bandera de la familia y los valores, con un movimiento discriminatorio hacia los homosexuales, se ubicó en el primer sitio de los sondeos después de que asumió una posición firme contra el matrimonio homosexual, al cual también se oponen dos tercios de costarricenses. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó en enero a Costa Rica que conceda a las parejas del mismo sexo derechos, como la posibilidad de heredar propiedades y adoptar niños. Periodista, predicador y cantante cristiano de 43 años, dijo que la determinación de la corte es una violación a la soberanía.

No hizo falta profundizar en sus propuestas, en su política fiscal o en su eventual equipo de gobierno: bastó con explotar la vena de la homofobia en tiempos de crispación y, en el nombre de Dios, señalarse como el líder de la Costa Rica de todos, señala Luis Fernando Cascante. Le resta la hora de la verdad el primero de abril.

“Por la coyuntura y momento histórico, requerirá de un gobierno de unidad nacional, que lo haga para todos y todas las costarricenses, que lleve el diálogo, que respete las diferencias”, expresó Carlos Alvarado en su discurso de la victoria. “(Este resultado) le dejó algo muy claro a los políticos tradicionales y es que nunca más se metan con la familia. Nunca más”, dijo a su vez Fabricio Alvarado.

El caso de Costa Rica muestra el cada vez mayor protagonismo de los conservadores evangélicos en la vida política, quienes se han ganado sus nuevas posiciones protagónicas con trabajo sistemático y perseverante, llenando muy variados vacíos que van dejando el anquilosamiento y la descomposición de la Iglesia Católica, el desamparo en el que deja el Estado a grandes grupos sociales al orientarse bajo las políticas neoliberales, el vacío de sentido que provoca la omnipresente sociedad de consumo, o el desplome del sistema de los partidos políticos, señala el catedrático Rafael Cuevas Molina.

Importantes grupos sociales han encontrado refugio, consuelo y apoyo en los grupos que se congregan en cualquier barrio, en cualquier pequeña aldea o pueblo alrededor de alguna pequeña iglesia evangélica, desde el adicto que no puede dejar el crack hasta el empresario que siente que su vida ha perdido sentido en medio de las carreras estresantes a las que lo orilla su búsqueda de lucro. De ahí la vinculación incondicional de los fieles con estas iglesias, añade.

El cristianismo ha jugado siempre en América Latina un papel de primer orden. Recuérdese a los cristianos progresistas de los años sesenta y setenta conformando las organizaciones de base de procesos políticos que luego desembocarían en la Revolución Sandinista o el ascenso de las masas insurrectas en El Salvador, recuerda Cuevas.

En Centroamérica ya ha quedado bien documentado el papel que jugó Estados Unidos en la penetración de estas sectas. Y, como dijo la investigadora norteamericana Sussan Jonas refiriéndose a Guatemala, en estos casos se trató de un “plan piloto” para todo el continente. Es a través de los canales que han abierto estas sectas que penetra la nueva ola conservadora, con una base que a los partidos tradicionales les costaba mantener últimamente cuando sus reiteradas promesas se mostraban vacías.

En Costa Rica, dos partidos políticos dominaron el escenario de toda la segunda mitad del siglo XX, impulsados por figuras como Rafael Ángel Calderón, quien en alianza con los comunistas y la Iglesia Católica impulsó una serie de reformas que pudieran hoy ser tildadas de populistas, como la creación de la Caja del Seguro Social, la introducción de un capítulo de garantías sociales en la Constitución, y del Código de Trabajo.

El otro caudillo fue José Figueres, quien no solo complementó sino que profundizó las medidas impulsadas por su antecesor y su alianza. Sobre sus legados se levantaron dos partidos dominantes, Liberación Nacional (PLN) y el Partido Unidad Socialcristiana (PUSC), a cuyos militantes y simpatizantes se conoció como figueristas y calderonistas. Pero ellos mismos cambiaron ese rumbo y se sumaron al neoliberalismo.

Tras el fracaso de los partidos tradicionales se verifica el ascenso imprevisto de opciones respaldadas por partidos “cristianos” conservadores, con agenda y formas de acción política transnacional. Estas iglesias se convirtieron en verdaderas armas de penetración ideológica pero también en canales para expresar formas de descontento amplios, difusos y generalizados, que en circunstancias específicas pueden encontrar catalizadores que los catapulten a primeros planos, explica Cuevas.

En el caso costarricense, este catalizador fue la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que resolvió a favor de los grupos LGTBI su derecho al casamiento. Inmediatamente después de la resolución la sociedad se dividió en dos bandos contrapuestos, aparentemente irreconciliables. Este domingo se abrió la caja de Pandora: veremos qué sale de allí.

Gerardo Villagrán del Corral. Antropólogo y economista mexicano, analista del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Desigualdad persistente: el controvertido legado de la Marea Rosa en América Latina

Desigualdad persistente: el controvertido legado de la Marea Rosa en América Latina
Sérgio Costa and Francesc Badia i Dalmases 23 January 2018

Bajo el título ‘Desigualdad persistente’ lanzamos una serie de artículos analizando por qué, durante el ciclo progresista, los avances en la lucha contra la desigualdad han sido mucho más modestos de lo esperado. English

En este año electoral en América Latina, cuando es posible que culmine el cambio de marea y alcancen o afiancen su poder fuerzas conservadoras, es un buen momento para reflexionar cómo fue que los gobiernos progresistas fracasaron en su propósito de reducir la desigualdad al tiempo que sacaban a millones de ciudadanos de la pobreza extrema.

Así, nuevas mediciones, no ya basadas en encuestas en hogares sino en declaraciones de impuestos sobre la renta, demuestran que el impacto de los gobiernos de izquierda en América Latina en cuanto a la redistribución de ingresos y riqueza fue menor de lo esperado.

Está comprobado que dichos gobiernos fueron capaces de reducir de manera significativa la pobreza, pero no de disminuir la concentración de ingresos y de riqueza en el pequeño grupo de millonarios situado en la cúspide de la pirámide social de cada país. Se ha utilizado esto para socavar la credibilidad de los gobiernos de izquierda, alegando que no han sido eficientes ni para conseguir el objetivo que los justificaba – el de reducir las desigualdades.

Para abordar esta controvertida cuestión, en este año en que van a celebrarse elecciones presidenciales en países latinoamericanos clave como Colombia, México y Brasil, el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Freie Universität de Berlín y Democracia Abierta se han puesto de acuerdo para presentar una serie de artículos bajo el título “Desigualdad persistente”.

El objetivo es proponer argumentos sólidos y elementos de análisis para consideración y discusión en la esfera pública latinoamericana e internacional en estos tiempos de rápidos cambios políticos que a menudo desatienden lecciones recientes como las de la Marea Rosa.
La Marea Rosa y la lucha contra la desigualdad

Es cierto que las desigualdades y la pobreza han disminuido más en los países que en los últimos años han sido o continúan siendo gobernados por fuerzas de izquierda – especialmente en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela -, que en los países de Latinoamérica en que no ha habido gobiernos de izquierda.

Sin embargo, es innegable que los avances en la lucha contra la desigualdad durante el ciclo de la Marea Rosa han sido mucho más modestos de lo que se esperaba, considerando que los gobiernos de izquierda fueron elegidos prometiendo precisamente revertir las desigualdades acumuladas desde el período colonial.

Las explicaciones que se dan de estos modestos resultados suele combinar factores externos e internos. En cuanto a factores externos, se alega que el ciclo de crecimiento económico que ayudó a financiar el gasto en políticas sociales de los gobiernos de izquierda se basó en las exportaciones de materias primas y productos agrícolas, cuyos precios volátiles han disminuido en gran medida en los mercados internacionales en los últimos tiempos.

En cuanto a factores internos, se critica el hecho de que las transferencias en efectivo a los sectores más pobres de la población haya sido el elemento central de las políticas sociales que han seguido prácticamente todos los gobiernos de izquierda, ya que es bien sabido que su impacto redistributivo – a diferencia del de las políticas dirigidas a crear estructuras duraderas propias de un estado del bienestar (educación de calidad y asistencia sanitaria proporcionada por el estado, inversiones públicas en formación profesional, etc.) – es muy limitado.

El tema fiscal también ha sido muy discutido. A fin de cuentas, excepto en casos aislados, los gobiernos de izquierda no han logrado crear una estructura de tipos impositivos progresivos capaz de redistribuir los ingresos de la cúspide a la base de la pirámide social.

Es necesario comprender las circunstancias políticas que han provocado que los gobiernos de izquierda no hayan podido avanzar más en su voluntad de promover la redistribución de los ingresos.

Son, todas ellas, explicaciones sólidas y pertinentes que merecen ser tomadas en consideración. Sin embargo, revelan tan solo la superficie del fenómeno y no dilucidan las razones últimas por las que los gobiernos de izquierda no han ido mucho más allá de distribuir efectivo a los pobres.

Para comprender estas razones profundas, es necesario articular el análisis de las desigualdades sociales con el examen, en cada caso, de las relaciones de poder. Es decir, es necesario comprender las circunstancias políticas que han provocado que los gobiernos de izquierda no hayan podido avanzar más en su voluntad de promover la redistribución de los ingresos.
Seis factores a considerar

1. El agotamiento de las grandes narrativas nacionales que, en otros momentos de la historia reciente de América Latina, permitieron unir a naciones en torno a objetivos comunes. Fue éste el caso, por ejemplo, del discurso nacional-desarrollista que, a mediados del siglo XX, ayudó a legitimar la participación decisiva del Estado en el desarrollo socioeconómico de países como Argentina y Brasil.

Pudo observarse algo similar durante los procesos de democratización de fines del siglo pasado, cuando grupos con intereses bastante distintos se unieron en torno al objetivo común de restablecer la democracia en países como Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay o Chile.

Las fuerzas de izquierda que alcanzaron el poder en el umbral del siglo XXI, a pesar de ganar en las urnas, no han logrado convertir la lucha contra la desigualdad en un proyecto nacional hegemónico.

2. La erosión de las esferas públicas nacionales. En el contexto del proceso de democratización, en los distintos países se crearon espacios públicos que demostraron ser capaces de promover el intercambio efectivo de ideas, interpretaciones y argumentos entre grupos sociales diversos.

Estos espacios de debate permitieron a los gobiernos promover y defender sus políticas y reajustarlas en función de las reacciones del público.

La esfera pública se ha transformado en un espacio de lucha, en el que los insultos y las noticias falsas tienen más peso que los buenos argumentos.

En los últimos años, la intensificación de la concentración de los medios de comunicación y el aumento del partidismo de dichos medios, junto con la aparición de múltiples foros y blogs que no se comunican entre sí, han transformado la esfera pública en un espacio de lucha, en el que los insultos y las noticias falsas tienen más peso que los buenos argumentos.

Este contexto nuevo crea dificultades insuperables para la legitimación de propuestas de cambio sustantivo, como los programas de redistribución de los ingresos que la izquierda latinoamericana quería implementar.

3. Una base parlamentaria volátil. La mayoría de los gobiernos de izquierda solo pudieron establecerse a costa de alianzas con fuerzas conservadoras. Estas alianzas aportaron la mayoría legislativa necesaria para gobernar, pero muy a menudo impidieron proyectos de reforma fiscal o planes redistributivos más audaces.

4. La aparición de las llamadas nuevas clases medias, más comprometidas con la movilidad ascendente individual y la ampliación de sus oportunidades de consumo que con promover la justicia social.

Obviamente, en esto no va implícita ninguna condena moral a estos estratos por querer la prosperidad material. Lo que sí señala es que la aparición de las llamadas nuevas clases medias, integradas por votantes tradicionales de los gobiernos de izquierda, obligó a estos gobiernos a corregir su discurso y sus intenciones redistributivas más radicales y a favorecer medidas destinadas a expandir las posibilidades de consumo y la movilidad ascendente de este segmento.

5. La resistencia de las clases medias establecidas. En muchos países, la creciente capacidad de consumo de las nuevas clases medias se percibió, por parte de las clases medias establecidas, como una amenaza para su reproducción como clase.

Las clases medias establecidas se convirtieron en el gran y poderoso oponente de los gobiernos de izquierda y de sus planes redistributivos.

Al fin y al cabo, sus señas de distinción social, como el acceso a ciertos bienes y servicios (automóviles, empleados domésticos, educación universitaria, etc.), o ya no se garantizaban, o dejaban de ser un privilegio suyo.

Esto convirtió a las clases medias establecidas en el gran y poderoso oponente de los gobiernos de izquierda y de sus planes redistributivos.

6. La apropiación del Estado y de la política por parte de las élites económicas. En los últimos años, los grupos más ricos de América Latina han logrado ampliar y consolidar su control sobre los estados de la región, incluidos los gobernados por la izquierda.

Ejerciendo una poderosa y a menudo corrupta influencia sobre los políticos y los gobiernos, estas elites han logrado instrumentalizar porciones del Estado en beneficio propio, así como obstruir leyes y reformas que podían limitar su poder económico.

Esto explica, al menos en parte, la inexistencia en muchos países de una estructura impositiva mínimamente justa para las ganancias de capital y las grandes fortunas. También explica por qué la cúspide de la pirámide social (el 1% más rico de cada país) ha sido capaz de ampliar su participación en la apropiación de la riqueza y los ingresos, incluso en los países gobernados por la izquierda.
Una serie de artículos

La combinación de estos seis factores, y otros que son relevantes en el caso concreto de cada país, permite interpretar de manera más profunda y articulada los modestos resultados obtenidos por los gobiernos de izquierda de América Latina en cuanto a la distribución de los ingresos y de la riqueza.

Las fuerzas de izquierda han carecido de fuerza suficiente para promover reformas más radicales.

Estos modestos resultados no se deben a falta de voluntad política, incompetencia técnica o desconocimiento de mecanismos efectivos para promover una mayor igualdad. Las circunstancias en las que los gobiernos accedieron al poder parecerían indicar que las fuerzas de izquierda han carecido de fuerza suficiente para promover reformas más radicales.

Vicisitudes del progresismo político

VICISITUDES DEL PROGRESO POLITICO

El siglo XX fue escenario de intensos debates teóricos y luchas políticas acerca de la posibilidad del tránsito del capitalismo al socialismo. En realidad, ocurrió lo contrario. Rusia, los veinte estados surgidos de la disolución de la Unión Soviética y otra decena de países ex socialistas de Europa Oriental hicieron el recorrido inverso. De ese modo se deshizo el dogma de que el sistema político instaurado en la URSS constituía una nueva formación económica y social, y era por tanto irreversible.

En el orden teórico, la primera reacción de la izquierda marxista de entonces fue considerar que se trataba de una “regresión histórica”, lo cual entraba en contradicción con el precepto de que el devenir y el progreso histórico transcurre del pasado al futuro. ¿Cuál es la verdad?

Los alcances de aquel ajuste geopolítico que, aunque de diferente naturaleza ha sido comparado con el que tuvo lugar con la incorporación de Iberoamérica al sistema mundo y que dio lugar al advenimiento de la era moderna y al surgimiento de una treintena de nuevos estados entre los cuales descollaron los Estados Unidos.

En su esencia más profunda y probablemente menos investigada, el colapso de la Unión Soviética es parte del proceso abierto por la Primera Guerra Mundial que no solo dio lugar a un nuevo reparto del mundo sino a una transformación planetaria.

El socialismo vino al mundo en una coyuntura que incluyó la Primera Guerra Mundial, la cual involucró a 32 países y en la que Estados Unidos resultó único ganador, desaparecieron los últimos viejos imperios, surgieron nuevos estados y las potencias europeas recibieron luz verde para repartirse el Medio Oriente.

También por razones geopolíticas, los bolcheviques conservaron la estructura del imperio ruso, concediendo la independencia a Polonia, Finlandia y los países bálticos. Ese proceso pareció completarse cuando, al finalizar la II Guerra Mundial la Unión Soviética promovió la incorporación al socialismo de nueve países europeos, a lo cual se sumaron cuatro asiáticos.

Se consumó así la creación del campo socialista bajo influencia soviética que, mediante la identificación entre los partidos comunistas gobernantes, la creación del Pacto de Varsovia y del Consejo de Ayuda Mutua Económica, se intentó una integración política, ideológica y estatal internacional que occidente no había logrado.

El esquema que hasta los años ochenta mostró escasas fisuras se colapsó repentinamente debido sobre todo a la capacidad de sus direcciones políticas para abrir el juego, aplicar reformas, corregir deficiencias estructurales, actualizar los modelos económicos y democratizar las sociedades. El colapso soviético puso fin al mayor proyecto emprendido por la izquierda y que pudo ser exitoso.

Graves errores estratégicos, la falta de un pensamiento estratégico atinado, la incapacidad para introducir a tiempo reformas integrales, la creencia en dogmas y el aferramiento al poder, dieron al traste con el mayor y más prometedor de los proyectos concebidos por la izquierda que, en medio de enormes dificultades, especialmente en América Latina, trata de remontar la cuesta. El devenir continúa. Allá nos vemos.

La Habana, 03 de febrero de 2018

Poder permanente y poder temporal en A. Latina: un debate pendiente

Poder permanente y poder temporal en A. Latina: un debate pendiente
Roberto Regalado
30/01/2018
Introducción
En medio de la vorágine de dos convulsos procesos universales de gran envergadura y signo negativo, entre las décadas de 1980 y 1990 la izquierda latinoamericana tuvo que refundarse para sobrevivir en un mundo en cambio. Uno de estos cambios fue el agravamiento de la crisis sistémica del capitalismo provocado por el agotamiento de la capacidad de reproducción expansiva del capital, que intensificó la concentración de la riqueza y la exclusión social, legitimada y guiada por la doctrina neoliberal. El otro fue la crisis terminal del llamado socialismo real que desembocó en la implosión del bloque europeo oriental de posguerra, incluido su núcleo fundamental, la Unión Soviética, entre cuyas consecuencias resaltan el cambio en la correlación mundial de fuerzas a favor del imperialismo, en especial, del imperialismo norteamericano, y el descrédito en que en un primer momento quedaron sumidas las ideas de la revolución y el socialismo.

Mientras los países socialistas de Europa se desmoronaban, la Revolución Cubana resistía el recrudecimiento del bloqueo y el aislamiento imperialista, y las organizaciones revolucionarias político‑militares latinoamericanas de los años sesenta, setenta y principios de los ochenta desaparecían o negociaban acuerdos de paz y se transformaban en partidos políticos legales, se abría una nueva etapa de luchas en la que los movimientos sociales populares en contra del neoliberalismo y de toda forma de opresión y discriminación alcanzaban un auge y una efectividad sin precedentes, y surgían nuevos partidos, organizaciones, frentes y coaliciones políticas «multitendencias», en los que convergían líderes, lideresas, activistas, militantes y simpatizantes de organizaciones sindicales, campesinas, femeninas y de otros sectores populares, partidos progresistas y democráticos, organizaciones marxistas de corrientes políticas e ideológicas divergentes que hasta ese momento se habían excluido entre sí, movimientos político‑militares también diversos, y mujeres y hombres del pueblo en general.
De manera aparentemente paradójica, en momentos en que se enseñoreaba la tesis del fin de la historia, las nuevas fuerzas progresistas y de izquierda de América Latina ocuparon espacios hasta entonces vedados o en extremo restringidos en gobiernos locales y legislaturas nacionales, y desde finales de esa última década, sus candidatos y candidatas fueron electos, y en la mayoría de los casos varias veces reelectos, a la presidencia en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras y Paraguay. Esta paradoja aparente es el resultado de al menos cuatro factores: el acumulado histórico de las luchas populares, en especial, durante la etapa histórica abierta por el triunfo de la Revolución Cubana; el rechazo a los métodos represivos de dominación tradicionalmente utilizados en la región, en particular, por los Estados de seguridad nacional de las décadas de 1960 a 1980; el auge de las luchas populares contra el neoliberalismo, que tributa a la organización y la lucha política electoral; y el voto de castigo de amplios sectores sociales contra los gobiernos y las fuerzas políticas neoliberales.
Debido al devastador impacto político e ideológico de la caída del «socialismo real» y a la política del imperialismo y las oligarquías latinoamericanas destinada a evitar que fuerzas revolucionarias ocuparan espacios en los poderes e instituciones del Estado y a cooptar a quienes abandonaban la lucha por la emancipación, los órganos de dirección y la capacidad decisoria de las fuerzas progresistas y de izquierda multitendencias nacidas en ese momento, fueron copados por lo hoy conocemos como «progresismo», por lo general, proveniente de sectores democráticos de los partidos tradicionales, y por lo que podríamos llamar la «nueva socialdemocracia latinoamericana».
Lo esencial de la nueva socialdemocracia latinoamericana no es que esté integrada por partidos miembros de la Internacional Socialista, aunque algunos pertenezcan a ella; tampoco que sean fuerzas políticas que se consideren a sí mismas como socialdemócratas, aunque algunas lo hagan. Ese nuevo vector, agrupamiento o tendencia está compuesto por una amalgama de corrientes políticas e ideológicas que sería imposible caracterizar aquí. Al margen de cualquier elemento organizativo o doctrinario de la socialdemocracia tradicional que pueda estar presente en él, lo esencial es que piensa y actúa de manera muy similar a la socialdemocracia europea de finales del siglo XIX y las primeras seis décadas del XX.
Un elemento básico de su pensamiento es asumir la maniquea concepción de la democracia burguesa como sistema político supuestamente imparcial e incluyente, que en América Latina solo funcionó con relativa estabilidad en Uruguay y Chile, y solo lo hizo mientras el imperialismo y las oligarquías de esos dos países no identificaron a la izquierda como una amenaza al sistema, pero tan pronto como las percibieron como tales, en ambos implantaron férreas dictaduras. Otro elemento que lo caracteriza es el juego de roles «socialdemócrata» realizado por la dirección de esas fuerzas, que usan a su «ala izquierda» para atraer el voto de los sectores populares en tiempo de campañas electorales, y le entrega al «ala derecha» la «joya de la Corona» cuando ocupa el gobierno, es decir, el control del gabinete económico, que sigue funcionando con esquemas neoliberales «moderados».
En el momento en que se produjo la refundación de la izquierda latinoamericana, se llegó a hablar de una supuesta ruptura epistemológica con la historia anterior de la humanidad, un «borrón y cuenta nueva» con la historia de la dominación y las luchas emancipadoras que le impidiera a las viejas generaciones mantener vivos sus ideales, sus principios y sus objetivos políticos, económicos y sociales, y a las nuevas generaciones conocer y comprender de dónde vienen y decidir con fundamento hacia dónde quieren ir. Se daba por sentado que ya no había clases sociales, ni contradicciones antagónicas, ni ideologías, ni necesidad de organización política popular, más allá de los partidos como pragmáticos aparatos electorales. Se acuñó el término «democracia sin apellidos», sistema político y electoral pretendidamente imparcial e impoluto, que no estaría sometido a la presión y la injerencia de los centros de poder imperialista, ni a la acción de los defensores de los intereses de las oligarquías criollas incrustados en los poderes del Estado y organizados en poderes fácticos. Los opresores de antaño reconocerían civilizadamente sus derrotas electorales y, con igual civilismo, le permitirían gobernar a las fuerzas progresistas y de izquierda, frente a las cuales se limitarían a realizar la comedida función opositora característica de la alternancia entre partidos del sistema. El triunfo electoral sería, supuestamente, el «acceso al poder», es decir, una híper simplificación y equiparación absurda de los conceptos gobierno y poder. De ahí parte la sorpresa e incomprensión que incluso hoy, después de haber sido expulsadas del gobierno o estar en riesgo de serlo –sin haberlo visto venir, ni saber, a ciencia cierta, cómo evitarlo y revertirlo–, y de haber sido criminalizadas y judicializadas, o de estar a punto se serlo, siguen manifestando el progresismo y la nueva socialdemocracia latinoamericana, y también de ahí que la mayor parte de los análisis y reflexiones publicados al respecto, se limiten a denunciar las manipulaciones, transgresiones y violaciones que la derecha hace contra los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda, y poco o nada se mencionen las deficiencias y errores de estas últimas que contribuyeron torcer la correlación regional de fuerzas en su contra.
No es que los elementos reales de la situación política de la región fueran ignorados por todas y todos los dirigentes, cuadros y militantes de estas organizaciones, sino que sus liderazgos desconocieron, negaron o subestimaron la crecientemente deteriorada correlación de fuerzas sociales y políticas, la cual debieron haber reconocido, enfrentado y revertido cuando tenían mayores y mejores posibilidades de hacerlo, en lugar de acorralarse haciendo más concesiones al capital, que nunca cesó de intentar expulsarlos de los espacios por ellos democráticamente conquistados, y de divorciarse más de sus base sociales y de los electores que en comicios anteriores les dieron su voto, no porque compartiesen sus ideas, sino como castigo a la derecha neoliberal. De esa manera perdieron el voto fluctuante no comprometido de amplios sectores sociales, y fomentaron la abstención de castigo de sus propias bases sociales.
Nada más lejos de la intención de estas líneas que dibujar una grosera caricatura monolítica de los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda de América Latina. En cada país, la lucha de esas fuerzas se desarrolla en condiciones singulares. Pero, en sentido general, pueden hacerse cuatro agrupamientos sobre la base de similitudes y diferencias:

  • En Venezuela y Bolivia, la izquierda estableció su control sobre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y en Ecuador, sobre los poderes ejecutivo y legislativo, en virtud de la ruptura o debilitamiento extremo de la institucionalidad neoliberal, factor que les permitió hacer cambios políticos inmediatos y radicales dentro del sistema social capitalista y del sistema político de democracia burguesa, a través de la adopción de nuevas Constituciones. Los procesos políticos de estos países tienen en común que el liderazgo personal de Chávez, Evo y Correa fue el elemento dominante en torno al que se construyeron y actuaron sus respectivas fuerzas políticas, y que entre sus prioridades resaltan la recuperación de los recursos naturales, y sus políticas democratizadoras, de redistribución de riqueza y desarrollo social.
  • En Nicaragua y El Salvador el elemento común consiste en que las fuerzas de izquierda gobernantes eran movimientos revolucionarios político‑militares devenidos partidos políticos legales. En Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional conquistó el poder político mediante una guerra revolucionaria, y años después fue desplazado de él por la agresión indirecta del imperialismo norteamericano, pero logró conservar el control de una parte de las instituciones del Estado y una correlación social y política de fuerzas gracias a lo cual dieciséis años después ha logrado ganar tres elecciones presidenciales consecutivas, y recuperado el control de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.

En El Salvador, tras doce años de guerra revolucionaria, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional obligó al imperialismo norteamericano y la oligarquía salvadoreña a firmar unos acuerdos de Paz, en virtud de los cuales por primera vez en la historia nacional se abrieron espacios democráticos, en los que esa organización político‑militar se transformó en partido político legal y devino la segunda fuerza política del país, hasta que en 2009 y 2014 logró ocupar el poder ejecutivo.

  • En Brasil, el Partido de los Trabajadores se convirtió en el núcleo de la coalición que ejerció el gobierno, y en Uruguay el Frente Amplio estableció su control sobre los poderes ejecutivo y legislativo del Estado, en ambos casos, debido al auge de las luchas sociales y populares, combinado con el voto de castigo de amplios sectores sociales contra los gobiernos neoliberales que les antecedieron. A diferencia de Venezuela, Bolivia y Ecuador (donde existían crisis políticas), en Brasil y Uruguay el debilitamiento institucional no era suficiente para permitir la realización de cambios políticos radicales, y tampoco ha habido el consenso dentro de sus respectivas fuerzas progresistas y de izquierda multitendencias para emprenderlos. Si bien los liderazgos personales, en especial el de Luiz Inácio Lula da Silva y en menor medida el de Tabaré Vásquez, jugaron importantes papeles en sus triunfos electorales, en ambos casos hubo una mayor correspondencia entre el liderazgo personal, y la fortaleza y madurez de esas fuerzas políticas.
  • En Argentina, Honduras y Paraguay, debido a la debilidad y atomización de las fuerzas políticas progresistas y de izquierda, las coaliciones que ocuparon el poder ejecutivo en Argentina y Honduras fueron lideraras por figuras democráticas provenientes de partidos tradicionales, Néstor Kirchner y Cristina Fernández en la primera y Manuel Zelaya en la segunda, y una figura proveniente de la Iglesia Católica, Fernando Lugo, en Paraguay.

El rol dominante que ejercen el progresismo y la nueva socialdemocracia latinoamericana se aprecia con mayor nitidez en los partidos, organizaciones, frentes y coaliciones políticas «multitendencias» que ejercieron o aún ejercen el gobierno en Argentina, Brasil, Uruguay. Pero eso no significa que sea un fenómeno circunscrito a esos tres países de América del Sur. Por el contario, es un fenómeno manifiesto en toda América Latina:

  • por una parte, está presente, en mayor o menor medida, en toda fuerza progresistas y de izquierda que ejerce o ha ejercido el gobierno, aunque su liderazgo principal y su rumbo estratégico se orienten a la transformación social revolucionaria, pues son fuerzas plurales que incluyen a dirigentes, cuadros, militantes y corrientes internas partidarias del progresismo y/o de la nueva socialdemocracia por la otra, monopoliza la dirección de numerosos partidos, organizaciones, frentes y coaliciones que no son objeto de análisis en este ensayo porque no ocupan, ni han ocupado el gobierno

En cuanto a Honduras y Paraguay, en la primera predominó el elemento del candidato presidencial de un partido tradicional que «se dio vuelta», y en el segundo, se trató de una figura de la Iglesia cuyas posibilidades electorales lo convirtieron el punto de convergencia de fuerzas burguesas y fuerzas populares que buscaban quebrar el monopolio del poder ejercido por el Partido Colorado, sin que en uno u otro caso hubiese fuerzas progresistas y de izquierda fuertes, bien organizadas y maduras.
En el complejo escenario reseñado en las páginas anteriores, con intenso fulgor brilló la labor política, ideológica y pedagógica del principal líder histórico del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, Schafik Jorge Hándal, quien como he dicho en muchas ocasiones y seguiré diciendo, en mi opinión, fue el intelectual y dirigente político revolucionario que mejor comprendió y explicó el impacto que en la izquierda latinoamericana tenía el efecto combinado de la globalización neoliberal y el derrumbe de la URSS, y formuló valiosas consideraciones y recomendaciones organizativas, políticas e ideológicas para la refundación revolucionaria del FMLN y la izquierda latinoamericana en general. En su natal El Salvador, junto a otras compañeras y compañeros, Schafik lideró la batalla política e ideológica, y encabezó el trabajo educativo, para que el FMLN no se convirtiera en una más de las fuerzas políticas de la nueva socialdemocracia latinoamericana, ni en un partido dogmático que repitiera los errores del Partido Comunista de la Unión Soviética y otros que copiaron su modelo.
Quienes estudiamos, compartimos y continuamos aplicando y desarrollando las ideas de Schafik, no nos sorprendemos del cambio en la correlación social y política de fuerzas ocurrido en los últimos años en detrimento de los gobiernos y partidos progresistas y de izquierda de América Latina. Las líneas que a continuación siguen están dedicadas a exponer, en forma sintética, algunos elementos de caracterización del poder en la sociedad capitalista y sus correspondientes consideraciones sobre la lucha por la conquista o la construcción de un poder socialista, temas a los que Schafik dedicó gran atención, entre ellos la interrelación entre poder permanente y poder temporal, con la esperanza de que esto facilite una mejor comprensión del porqué de los cambios ocurridos en la correlación de fuerzas en detrimento del progresismo y la izquierda latinoamericanos, y contribuya a darle en necesario vuelco a esa situación.

El problema del poder
Desde la irrupción del marxismo en el entonces incipiente pensamiento socialista, ocurrido con la publicación, en 1848, del Manifiesto del Partido Comunista, quedó planteada la necesidad de luchar por el poder, en aquel momento solo potencialmente accesible por medio de una revolución que rompiera de manera tajante con el sistema de dominación del capital. Con el salto del desarrollo económico y social dado por las principales potencias capitalistas en virtud de la Segunda Revolución Industrial, a partir de la década de 1860 comienza a entretejerse en ellas la democracia burguesa, impulsada por la interacción de dos factores:

  • uno es la posibilidad y necesidad que tiene la burguesía de sustituir la dominación violenta, históricamente ejercida por el capitalismo, por la hegemonía burguesa, proceso cultural mediante el cual las clases dominadas asumen como propios los valores y la ideología de la clase dominante. Marx dijo que «el capital nace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies», y esa violencia ya no se correspondía con los avances del sistema de producción capitalista en sus puntos de máximo desarrollo, aunque sí se continuara empleando en el resto del mundo, en particular, en el mundo colonial, cuya despiadada explotación sustenta la «democratización» de Europa Occidental y Norteamérica
  • el otro es la lucha de los movimientos obrero, socialista y femenino, los cuales le arrancan a la burguesía concesiones políticas y sociales que esa clase dominante no estaba dispuesta hacer por su propia iniciativa. Hitos en este proceso fueron la ampliación del derecho al voto –primero a todos los hombres y después a las mujeres– y la legalización de partidos socialistas que se inicia en Alemania en la década de 1880

La democracia burguesa introduce cambios fundamentales en la naturaleza, la ubicación y el ejercicio del poder, que en el feudalismo era detentado por la Corona sobre la base de la correlación de fuerzas entre el rey o la reina y los señores feudales con los que intercambiaba privilegios por servicios, y que en etapas previas del capitalismo era ejercido por la Corona sobre la base de negociaciones con la naciente burguesía con la cual intercambiaba concesiones por préstamos.
En el nuevo estadio del desarrollo económico y político del sistema capitalista, el poder se desdobla en «poder permanente» y «poder temporal»:

  • El poder permanente no lo ejerce una persona; es la síntesis de una compleja, contradictoria y dinámica interacción y lucha entre grupos de la clase dominante que pugnan por imponer su hegemonía, al tiempo que comparten el interés vital de garantizar la reproducción permanente del capitalismo. Como resultado de la siempre creciente concentración del capital, el poder permanente deja de ser nacional y deviene transnacional, cambio cualitativo identificable en la década de 1970, a partir de la cual el sujeto rector del poder permanente es la oligarquía financiera transnacional, compuesta por las oligarquías de los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, en ese orden, a la que se subordinan las clases dominantes de cada país
  • El poder temporal es el ejercido por la fuerza política que, en cada nación, ocupa el Poder Ejecutivo del Estado, es decir, el gobierno, durante un período determinado, sujeto a alternancia o continuidad mediante elecciones periódicas, según lo establecido en la Constitución y las leyes

La democracia burguesa se caracteriza por la división y búsqueda de un equilibro entre los poderes del Estado, a saber, el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial, entramado institucional concebido para forzar y canalizar la solución de contradicciones y promover la creación de consensos, en primer término, entre los grupos de poder políticos y económicos de la clase dominante y, en segundo lugar, entre las clases y sectores sociales dominantes y dominados.
Cada nación es un escenario de la interacción entre poder permanente y el poder temporal. Función esencial de la democracia burguesa y su división de poderes, es hacer que el poder temporal se ejerza en correspondencia con los dictados del poder permanente. En esta misma dirección operan poderes fácticos de primera importancia, como el militar, el económico y el mediático. De ello se deriva que la fuerza política que ocupe el gobierno ejerce el poder temporal con mayor discrecionalidad en la medida en que cuente con una mejor correlación de fuerzas en la legislatura y los tribunales, y reciba un mayor apoyo de los poderes fácticos.
La democracia burguesa es una de las formas de dominación y subordinación ejercidas de clase por la burguesía. Es el tipo de democracia que se corresponde con la sociedad capitalista, pero no en todas las naciones capitalistas hay democracia burguesa: en muchas imperan otras formas de dominación y subordinación, entre ellas, la dictadura, el autoritarismo e incluso la monarquía absoluta.
El sistema político democrático burgués es democracia para los grupos económicos y políticos más poderosos de la clase dominante –los únicos que compiten entre sí en condiciones de «igualdad»–, y es dominación y subordinación para el resto de la sociedad. Su basamento es el sistema de partidos políticos cuyos candidatos y candidatas asumen (en realidad se apropian de) la representación ciudadana en los poderes del Estado mediante elecciones. Sin menoscabo de esa definición, en los países donde los postulados de la democracia burguesa se llevan realmente a la práctica –en función de garantizar la reproducción de la hegemonía de la clase dominante–, dicho sistema político incluye la participación y representación de las clases dominadas, por lo que constituye un espacio de lucha social y política en que los sectores populares pueden arrancarle concesiones a la burguesía y hasta ocupar espacios en el Estado.
La modalidad de democracia burguesa imperante en la actual etapa de descomposición del sistema capitalista universal, que lo compulsa a blindar al Estado para eliminar la redistribución de riqueza y la asimilación de demandas sociales, es la «democracia neoliberal», que mantiene los elementos formales de la democracia burguesa tradicional pero busca restringir la alternancia en el gobierno solo entre partidos y candidatos neoliberales. Por supuesto que este concepto encierra un contrasentido porque la democracia y el neoliberalismo son antitéticos. Pero si partimos de la premisa marxista de que la democracia es una forma de dominación y subordinación social, el concepto queda claro, pues el neoliberalismo es la doctrina que en la actualidad legitima y guía esa dominación y subordinación. En última instancia, no solo el neoliberalismo es antitético con la verdadera democracia: también lo es el liberalismo y cualquier otra escuela de pensamiento que defienda los intereses del capital.

Los cambios, la ubicación y el ejercicio del poder, y sus consecuencias
Los cambios en la naturaleza, la ubicación y el ejercicio del poder complejizan el terreno de las luchas populares. Si en la década de 1840 el tema del poder no admitía discusión, pues quien se lo propusiera solo podía hacerlo por medio de una revolución con ruptura tajante con el sistema capitalista, la apertura de espacios de lucha política ocurridos a partir de la década de 1860 abre un abanico de posibilidades en virtud del cual en el movimiento obrero y socialista proliferan los debates y choques por discrepancias sobre programa, objetivos, estrategias y tácticas de lucha.
En la propia década de 1860 ocurre una primera bifurcación en el movimiento obrero y socialista, entre las corrientes anarquistas, que rechazan al Estado y toda forma de organización y lucha política, y las corrientes socialistas, que incursionan en el nuevo campo de batalla.

En la década de 1980, el desarrollo alcanzado por la democracia burguesa y la legalización del Partido Socialdemócrata Alemán, que ocupaba el liderazgo del movimiento socialista mundial desde la derrota de la Comuna de París, en 1871, se desata una segunda polarización, en este caso dentro del movimiento socialista, entre las fuerzas que deciden aprovechar los espacios de lucha social y política para arrancarle concesiones inmediatas a la burguesía (los fabianos y los laboristas ingleses, los posibilistas franceses y los revisionistas alemanes), tendencia que prolifera más en los países europeos occidentales donde funciona la democracia burguesa –y, por tanto, existen espacios de lucha social y política legal, y que es más rechazada en los países europeos orientales, en especial, en Rusia, sometidos a poderes dictatoriales que proscribían y reprimían toda forma de lucha popular, en los cuales predomina la concepción marxista de no buscar reformas de corto plazo dentro del capitalismo, sino apostarlo todo a la revolución social. Esa contradicción provoca el choque entre los partidarios de la reforma y los partidarios de la revolución en la II Internacional en la década de 1890, que desemboca en la ruptura total entre socialdemocracia y comunismo, ocurrida a raíz del estallido de la I Guerra Mundial, en 1914, que se agudiza al extremo con el triunfo de la Revolución Bolchevique, en 1917, primera experiencia universal de conquista del poder político y el inicio de una (luego frustrada) transición socialista hacia el comunismo. Es importante hacer tres observaciones sobre esta ruptura:

  • Dentro de la socialdemocracia no solo quedaron las corrientes ideológicas cuyo objetivo siempre fue la reforma del capitalismo, sino también las de origen marxista, cuya meta inicial había sido la revolución mediante rupturas parciales sucesivas con el capitalismo, es decir, partidarias de un enfoque gradual de la lucha por el poder que, al igual que los reformistas declarados, devinieron enemigos irreconciliables de la revolución mediante la ruptura tajante con el capitalismo realizada por el Partido Bolchevique en Rusia. En la medida en que ocuparon espacios institucionales dentro de la democracia burguesa, las corrientes socialdemócratas de origen marxista fueron asimiladas por el capitalismo
  • Factores decisivos en la ampliación de la democracia burguesa y el desarrollo del llamado Estado de Bienestar, aprovechado por la socialdemocracia para impulsar una reforma progresista, fueron el triunfo de la Revolución Bolchevique, en 1917, y la formación del campo socialista, a partir de 1945, que obligan al capitalismo a dotarse de un supuesto rostro humano como componente de la Guerra Fría. Más no era un rostro, sino una careta humana, de la cual comenzó a despojarse a raíz de la agudización de la crisis sistémica iniciada en la década de 1970, y terminó de hacerlo tan pronto como el derrumbe de la URSS y el bloque europeo oriental de posguerra hicieron innecesaria la mascarada democrática y redistributiva. A partir de ese momento, la socialdemocracia, que había nacido en diametral oposición al liberalismo burgués, asume como propia la modalidad más antidemocrática y excluyente de liberalismo hasta hoy conocida: el neoliberalismo.
  • De lo anterior se deriva que la revolución mediante rupturas parciales sucesivas con el capitalismo, en la que en los últimos años se ha venido avanzando en Venezuela y Bolivia, y que es el objetivo estratégico de las fuerzas revolucionarias latinoamericanas en la actualidad, cuenta con un antecedente histórico que debe ser estudiado para extraer de él enseñanzas positivas y negativas, al igual que se han estudiado y se seguirán estudiando las enseñanzas positivas y negativas de la desaparecida Unión Soviética
  • Las enseñanzas de la Unión Soviética son importantes porque se trata de la primera y más importante revolución por ruptura tajante con el sistema capitalista, que tras poco más de siete décadas de existencia desembocó en una restauración de ese sistema social.
  • Las enseñanzas de las corrientes socialdemócratas de origen marxista son importantes porque originalmente se propusieron hacer una revolución mediante rupturas parciales sucesivas con el capitalismo, tipo de revolución que hasta el momento existe solo como hipótesis, pues nunca ha sido demostrada en la práctica. Esta hipótesis se está tratando de demostrar en Venezuela y Bolivia, a cuyos procesos de transformación social deseamos los mayores y mejores éxitos, y otras fuerzas revolucionarias de la región se proponen transitar esa senda, pero aún no hay resultados concluyentes que la avalen.

En el caso del llamado socialismo real, caricatura grotesca en la que degeneró el proyecto original de la Revolución de Octubre, no voy a profundizar. No porque carezca de importancia, ni para evadir el tema, sino debido a que esta ponencia se presenta en el IV Seminario internacional sobre el pensamiento de Schafik en la América Latina del siglo XXI, y sus análisis y reflexiones sobre la burocratización antidemocrática del sistema soviético y los factores que impidieron el desarrollo pleno de las fuerzas productivas en la URSS, son conocidos y yo los comparto.
Poder permanente y poder temporal en América Latina
En América Latina no hubo condiciones para el desarrollo de una corriente reformista similar a la socialdemocracia europea, y la lucha armada que desembocó en el triunfo de la Revolución Cubana no tuvo el mismo desenlace en el resto de la región. Hubo reforma progresista en los países donde se aplicaron proyectos nacional desarrollistas, entre los cuales resaltan México, Argentina y Brasil, y en las naciones donde, con carácter excepcional, funcionó la democracia burguesa, que son Chile y Uruguay, pero ninguno de esos dos tipos de reforma derivó en un proceso de rupturas parciales sucesivas con el capitalismo. No era ese el rumbo de las burguesías nacional desarrollistas en México, Argentina o Brasil, y en Uruguay y Chile se produjeron golpes de Estado cuando el imperialismo y las oligarquías nacionales sintieron amenazado su monopolio del poder político.
La revolución por ruptura tajante con el sistema político imperante triunfó en Cuba en 1959, y en Granada y Nicaragua en 1979. Solo en Cuba fue también una ruptura con el sistema social capitalista, y solo en ella el poder revolucionario se mantiene intacto. En Granada, el Movimiento de la Nueva Joya lo perdió en 1983 por pugnas internas que sirvieron de pretexto a una invasión militar estadounidense, y en Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional fue desplazado de él en 1990 por una guerra imperialista canalizada a través de fuerzas contrarrevolucionarias, pero logró mantener el control de parte de las instituciones del Estado, lo cual le facilitó, dieciséis años después, triunfar en tres elecciones presidenciales consecutivas. En otras naciones hubo, en unos casos derrotas, y en otros soluciones negociadas que abrieron espacios a las fuerzas populares para participar en la lucha política legal.
Ya se mencionaron en la introducción de esta ponencia los factores por los cuales, a criterio de este autor, entre finales de la década de 1980 e inicios de la de 1990, en América Latina se inicia una secuencia creciente de triunfos electorales de las fuerzas políticas progresistas y de izquierda, incluida la ocupación del poder ejecutivo del Estado en varios países. En el tiempo transcurrido desde la primera de esas victorias, la cosechada por Hugo Chávez el 6 de diciembre de 1998, constatamos que los tres primeros factores mencionados, a saber, el acumulado de las luchas populares, el rechazo a los métodos represivos de dominación, el auge de las luchas populares contra el neoliberalismo, se debilitan y desvanecen a menos que ello se evite o se contrarreste con un sistemático y adecuado trabajo político e ideológico, y que el cuarto factor, el voto de castigo contra los neoliberales de amplios sectores sociales, se vuelve contra las fuerzas progresistas y de izquierda, entre otros motivos, por la camisa de fuerza que el poder permanente les impone, y por sus deficiencias y errores propios.

Es bien conocida la idea de Schafik de que el objetivo de una fuerza revolucionaria que entra al gobierno es cambiar al sistema, y no que el sistema la cambie a ella. Pero, para cumplir ese objetivo lo primero es comprender las dificultades que enfrentamos, entre ellas:

  • La democracia burguesa no está hecha para que la izquierda ocupe y ejerza el gobierno, mucho menos para que cambie el gobierno desde el sistema, y menos aún para que rompa con el sistema y construya otro que lo supere históricamente. Con otras palabras, está hecha para hacer imposible lo que Schafik nos orientó, por lo que la izquierda debe estar consciencia de que es una batalla que es preciso librar a contracorriente.
  • La erosión ideológica y/o la cooptación de dirigentes, funcionarios y militantes de izquierda, ya sea por la frustración y la resignación que anida en ellos debido a la resistencia del sistema a los cambios que creyeron poder hacer sin tantos obstáculos, o por la asimilación de los valores del sistema y acomodamiento a sueldos y beneficios, o por la combinación de ambos factores.
  • La insuficiente correlación de fuerzas propias para realizar las reformas progresistas o las transformaciones revolucionarias planteadas, que obliga a hacer alianzas con fuerzas de centro-izquierda, centro e, incluso, de la derecha «moderada»
  • El carácter heterogéneo de la fuerza progresista y de izquierda que ejerce el gobierno, y la asignación de puestos en los poderes del Estado y sus dependencias a aliados e incluso a cuadros propios que no apoyan el programa de reforma progresista o transformación revolucionaria

Consideraciones finales

  • Los dos formidables retos que enfrenta la izquierda latinoamericana son: evitar ser expulsada del sistema y evitar ser asimilada por el sistema, lo cual nos lleva a preguntarnos:

¿Podrá la izquierda latinoamericana enfrentar con éxito estos dos retos?
¿Podrá evitar ser asimilada por el sistema como lo fue la socialdemocracia a lo largo del siglo XX?
¿Podrá concluir con éxito el proceso de rupturas parciales sucesivas con el capitalismo que la socialdemocracia de origen marxistas abandonó?

  • El hecho de que se distancie, critique e incluso condene las aberraciones cometidas en la URSS y otros países en nombre del marxismo y el socialismo, no debe conducir a la izquierda latinoamericana a rechazar el análisis crítico del capitalismo, ni a renunciar al socialismo como utopía realizable. En igual sentido, el hecho de que las luchas populares se desarrollen dentro del sistema de democracia burguesa, y que en el futuro previsible no haya condiciones para una ruptura tajante con ese sistema, no debe llevar a la izquierda a asumir como cierto el discurso legitimador de «gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo», ni de apego a la Constitución y las leyes, porque son falsos. Hay pruebas históricas de sobra, y también muy cercanas y recientes, para demostrarlo. Comprender esta realidad es requisito indispensable para evitar la adopción de objetivos, programas, estrategias y tácticas que debiliten y hagan vulnerable a la izquierda.
  • La continuidad y éxito del proceso de reforma progresista o transformación revolucionaria no la garantizan por sí mismos, ni los cambios políticos de envergadura dentro de la democracia burguesa, ni «llenar un expediente de buena conducta» para ganar la «tolerancia» del imperialismo y la oligarquía nacional. La izquierda solo puede abrirse paso en la democracia burguesa en la medida en que logre construir a su favor, mantener e incrementar en forma constante una sólida correlación social y política de fuerzas.
  • El cambio en la correlación de fuerzas desfavorable a los gobiernos y las organizaciones políticas progresistas y de izquierda ocurrido durante los últimos años, reafirma una verdad conocida, pero por lo general olvidada, subestimada o repetida solo de palabra: los espacios de poder estatal conquistados por la izquierda son frágiles y efímeros si no se sustentan en la construcción de hegemonía y poder popular. Una cosa es creer que estamos construyendo hegemonía y poder popular desde el gobierno, y otra construirlos de verdad. La hegemonía y el poder popular no se construyen «de arriba para abajo», sino en interacción fluida «de abajo para arriba» y «de arriba para abajo».
  • Al contrario de lo que muchos creímos, la práctica demuestra que no era más sólido el blindaje contra los embates sistémicos de los procesos de revolución política (Venezuela, Bolivia y Ecuador), que el de los procesos de reforma no rupturista (el resto de los existentes). La resiliencia del poder permanente funciona contra ambos: unos y otros son sujetos potenciales de expulsión de los espacios institucionales que lograron ocupar.
  • En los casos de Venezuela y Bolivia, la continuación de sus respectivos procesos de transformación social revolucionaria no dependerá solo del imprescindible atrincheramiento en los poderes del Estado que sus respectivas dirigencias están realizando. Aún más imprescindible es resolver de manera real, eficaz y duradera, los errores, deficiencias y vacíos existentes en la construcción de hegemonía y poder popular que dieron a lugar los desfavorables cambios en la correlación de fuerzas ocurridos en esos países.
  • Hay que denunciar y combatir la desestabilización de espectro completo que el imperialismo y las oligarquías nacionales realizan contra los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda, pero ello no basta. Urge una evaluación autocrítica de las fortalezas y debilidades de nuestros proyectos, procesos, gobiernos y fuerzas políticas, no para autoflagelarnos o darle armas al enemigo, sino para potenciar esas fortalezas y erradicar esas debilidades.
  • La desestabilización de espectro completo nos debilita y destruye más cuando saca partido de nuestras deficiencias y errores. Tenemos mejores condiciones para derrotarla cuando somos rigurosos y eficientes en nuestra labor organizativa, política e ideológica, y nuestra relación con el pueblo es fluida, constructiva e interactiva.
  • La evaluación autocrítica crucial de toda fuerza de izquierda es: cuánto ha acumulado desde que empezó a ocupar espacios institucionales, cuánto ha dejado de acumular y cuánto ha desacumulado.
  • La situación es grave. Podemos vencer o ser vencidos. Para vencer, lo primero que necesitamos es tomar conciencia de la gravedad de la situación. Las posturas justificativas y complacientes nos llevan a la derrota. La izquierda solo se autocrítica cuando está en una situación límite, y solo lo hace para salir de esa situación; no con una perspectiva profunda. La interrogante es si seremos capaces de erradicar eso.

Ponencia presentada en el IV Seminario internacional sobre la vigencia del pensamiento de Schafik en la América Latina del siglo XXI, San Salvador, 26 y 27 de enero de 2018.

Roberto Regalado Álvarez

Licenciado en Periodismo y Doctor en Ciencias Filosóficas, miembro de la Sección de Literatura Histórico‑social, de la Asociación de Escritores de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, y consultor del Instituto Schafik Hándal de El Salvador.

https://www.alainet.org/es/articulo/190709

¿De dónde viene el náhuat de El Salvador?

¿De dónde viene el náhuat de El Salvador? ¿De los aztecas?
Colectivo Tzunhejekat·lunes, 1 de enero de 2018
¿De dónde viene el náhuat de El Salvador? ¿De los aztecas?
Cuando pensamos el origen de la lengua y pueblo náhuat probablemente se nos vienen muchas ideas: náhuatl de México, azteca, mayas, ¿lengua muerta?, “ni idea”. Podemos enlistar muchas ideas y quizá todas estén relacionadas, pero es necesario saber de dónde realmente viene el pueblo que ahora habla náhuat en el occidente de El Salvador (más específicamente Sonsonate y Ahuachapán), y que se habló en La Libertad, San Salvador y La Paz (según se tienen documentadas) y descartar ideas que son realmente erróneas en base a pruebas lingüísticas y arqueológicas.
Empecemos por lo básico: el náhuat de El Salvador (llamado náhuat pipil también) es una lengua totalmente diferente al español, que pertenece a la familia Uto-Nahua (o Uto-Azteca). Esta familia no está emparentada lingüísticamente con las lenguas mayas. La familia Uto-Azteca está tan lejos genéticamente de las lenguas mayas así como las lenguas indoeuropeas están lejos de las lenguas semíticas (lenguas como el hebreo, árabe, arameo), es decir, a pesar de que están en una zona común donde cohabitan, su hablar es tan distinto que no hay manera de comprenderse.
Ahora, dentro de la familia Uto-Nahua, ¿dónde está el náhuat de El Salvador? Bueno, citamos a Magnus Pharao Hansen, un lingüista amigo que ha investigado algunas variantes náhua de México, y su clasificación preliminar de los subgrupos de la familia Nahua:

Mapa de distribución de las variantes occidentales (azul) y orientales (rojo). Guerrero central parece haberse separado tempranamente, y el pochuteco está extinto.

Clasificación según Hansen.
El náhuat de El Salvador se considera como Istmeño y éste está agrupado con las variantes del Sur de México, y a su vez están dentro del náhua oriental.
Es importante mencionar la diferencia entre náhua oriental y náhua occidental. Esta diferencia se ha hecho por razones gramaticales (y no por capricho), tales como la formación del pretérito, la negación (en occidente usualmente es ahmo y en oriente son más palabras como aya’, nite, até, inté, te), razones fonológicas (en las variantes de occidente dicen usualmente sentli y en oriente sintli, yelotl vs. elotl, yetl vs. etl), y el hecho que en las variantes del istmo no se usa el fonema tl sino solamente t. Otra razón importante de esta división es una razón histórica. Las variantes orientales, de acuerdo con pruebas arqueológicas, emigraron del norte al sur mucho antes que sus familiares occidentales. Los náhua orientales han estado en contacto con lenguas mixe-zoque y mayas cientos de años antes que los occidentales. Es por esta razón que las variantes orientales se encuentran muy al sur, y se cree que por el 800 d.C ya estaban emigrando a Centro América, donde posiblemente el náhuat de El Salvador se originó.
Otra aclaración muy importante es decir que todas las “variantes” del esquema anterior realmente son lenguas diferentes y emparentadas, donde existe (y a veces no siempre) líneas de transición dialectal entre una lengua y otra, y por lo tanto existe un nivel de inteligibilidad, así como existe inteligibilidad entre el portugués-gallego-leonés-castellano-catalán, aunque son considerados lenguas diferentes y, al mismo tiempo, lenguas hermanas. Lo mismo es cierto para las lenguas náhua también.
Ahora entremos en un tema muy discutido y a veces, mal entendido. Muchas personas piensan que estas lenguas provienen de una lengua madre que es el “azteca” pero esto no es cierto. E Los aztecas hablaron una lengua parecida a la de los náhuat del sur pero con rasgos diferentes de pronunciación, vocabulario, sintaxis, e influencia de otras lenguas del norte, como quizá, las totonacas. Al asentar el imperio azteca, pueblos náhuas diferentes a los aztecas, incluidos pueblos orientales y occidentales estuvieron bajo la influencia política, e inevitablemente, lingüística de los aztecas. En Tenochtitlán y sus alrededores vivían pueblos diversos con lenguas parecidas, y totalmente no emparentadas, como otopames, popolocas, totonacos, huastecos, y otros. Para comunicarse, se usaba la lengua de los aztecas, un híbrido llamado náhuatl clásico. Se le llama híbrido porque a pesar de que la base era la lengua de los del imperio, era una lingua franca formada por las variantes de Texcoco, Tlacopan, y México-Tenochtitlán junto con las lenguas sometidas como variantes orientales (que ya estaban en ese lugar desde mucho antes que los aztecas). Por lo tanto, el náhuatl clásico que documentaron los frailes españoles en la Colonia era una lengua koiné con superestrato náhua occidental y substrato oriental (es decir, la gramática y sintaxis era dominada por la lengua del imperio, pero con influencia de vocabulario y giros idiomáticos de las lenguas náhuas orientales).
Con todo esto, se puede refutar fácilmente que el náhuatl clásico no es la lengua madre de todas las variantes náhua que existen ahora (más de una veintena como mínimo). Sin embargo, el náhuatl clásico tuvo un gran auge e influencia en los cien años de su esplendor, que muchas de las variantes actuales ya sea variantes occidentales u orientales presentan rasgos del náhuatl clásico y fueron influenciados (en ambas direcciones) a diferentes niveles como en pronunciación, vocabulario, sintaxis, etc. A parte de la lengua, también los aztecas difundieron sus pensamientos religiosos, rituales y creencias como lo hace cualquier imperio que ha existido.
El náhuat de El Salvador, al ser la variante más alejada al oriente, y rodeado por mayas al occidente y otras lenguas menores como xinca, lenca, otomangues, misumalpas, entre otros, conservó muchos aspectos “arcaicos” que otras variantes orientales perdieron o cambiaron. Nuestro náhuat es más cercano con los náhua del Istmo como las variantes encontradas en pueblos mexicanos como Comalcalco, Tabasco; Zaragoza, Oteapan, Cosoleacaque, Pajapan, Mecayapan, y Tatahuicapan en Veracruz. Todas estas variantes comparten rasgos comunes como la pronunciación de la /g/ y de la /u/ a diferencia de los náhuas occidentales que tienen /k/ y /o/, vocabulario, negación similar (até, té, inté, a diferencia de ahmo en los náhuatl occidentales). Entre estas variantes, de acuerdo con estudios glotocronológicos, hay solamente una divergencia va de 3 a 7 siglos, siendo el náhuat salvadoreño el más distante con 6 siglos como mínimo (la divergencia entre el náhuat de El Salvador con el náhuatl clásico de los aztecas es de unos 10 siglos (1000 años de diferencia que hipotéticamente los sitúa en el quiebre de la proto lengua náhua, es decir, que el ancestro del náhuat salvadoreño se separó tempranamente de la lengua que se convirtió más tarde en la de los toltecas, y después de los aztecas, es decir hace unos 1000 años atrás). Como paralelo, podemos decir que la lengua náhuat es tan distante del náhuatl clásico como el español lo es de sus lenguas hermanas como el italiano, francés: se parecen, tienen un tronco común, pero no son lo mismo, y la pronunciación y gramática es tan diferente que las hacen poco inteligibles entre ellas.
En conclusión ¿qué podemos decir de nuestro náhuat salvadoreño?:
1. Es una lengua que viene del norte de Mesoamérica alrededor de los 800 d.C y cuyos hermanos más cercanos vivientes están ahora en el Istmo de México en los estados de Veracruz y Tabasco. Entre ellos comparten la pronunciación de /u/ y /g/ (aunque mantienen la /k/ también dependiendo de algunas palabras y dialectos).
2. Ya que nuestro náhuat está emparentado con todos los náhuat(l) de México, existe un grado de inteligibilidad PERO no hay una comprensión de un 100%, por lo tanto, dos hablantes de dos variantes no se comunicarán efectivamente. Es como que un español hable con un italiano, se entenderán palabras e ideas pero el mensaje no se comprenderá en un 100% y por lo tanto se consideran lenguas diferentes (agregando que tienen costumbres, hábitos distintos entre ellos).
3. Es una lengua no emparentada a los mayas sino que pertenece a una familia grande llamada Uto-Náhua o Uto-Azteca.
4. La cultura de los náhua de El Salvador fue influenciada probablemente por medio del imperio azteca a finales del siglo 15 antes de la Conquista, pero posee cosmovisión heredada por sus hermanos en México, mayas y otras lenguas que ahora están extintas.
5. La cultura azteca (en el siglo 16) no es la misma que la náhua salvadoreña, ni tampoco a la de los náhuas del Istmo, y ni siquiera a la de los náhuas actuales en el centro de México. Si se quiere aprender y comprender su cultura, es necesario comprender cómo viven, cómo hablan y cómo hacen las cosas en cada pueblo náhua.
6. Todos los pueblos náhuas son distintos pero unidos por una cultura Mesoamericana y apreciamos tanto la diversidad cultural que hay entre ellos y también nuestras similitudes.
Así que, cuando queramos aprender sobre nuestro náhuat y la cultura actual, no empecemos por lo azteca, ni busquemos en Guatemala, sino por los abuelos que aún la hablan en El Salvador.
SHIKPIAKAN SE YEK YANKWIK SHIWIT 2018!
FELIZ AÑO 2018 DE PARTE DEL COLECTIVO!

Las generaciones de Liliam Jiménez

Las generaciones de Liliam Jiménez

Liliam perteneció al Grupo Saker-ti y a la Generación Comprometida. Poeta, periodista y ensayista. Su producción literaria es poco conocida en El Salvador.
Luis Canizalez

I- Con los Saker-tí

No eran diez, ni treinta, ni cincuenta. Era un centenar de personas refugiadas en la embajada de Ecuador, instalada en una pequeña residencia de la Ciudad de Guatemala, a finales de junio de 1954. El país vivía un caos político. El presidente Jacobo Arbenz había sido derrocado por un grupo de militares guatemaltecos liderados por el coronel Carlos Castillo Armas, quien había invadido la nación con el apoyo de agentes de la CIA. Muchas personas fueron apresadas. Otras salieron exiliadas. Destacados políticos e intelectuales se asilaron en las sedes diplomáticas de algunos países. La embajada de Ecuador se hacinó en pocos días. Ahí, entre esa muchedumbre, se encontraba la escritora salvadoreña Liliam Jiménez.

Liliam se fue de El Salvador en 1945. Un año antes había participado en las luchas contra la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez. Pero las cosas no cambiaron como ella lo esperaba: una dictadura militar fue sustituida por otro gobierno militar con tintes autoritarios. Liliam decidió irse. Sus planes eran radicarse en México. Pero, mientras cruzaba territorio guatemalteco, se topó con un estallido cultural que la deslumbró. Era lo que buscaba: una atmósfera para cultivarse intelectualmente. El presidente Juan José Arévalo, quien recién había llegado al poder, le apostó al desarrollo de las artes. Creó instituciones y apoyó a los artistas. Eso entusiasmó a los intelectuales centroamericanos. Muchos escritores llegaron a Guatemala y participaron en certámenes literarios. Algunos se quedaron residiendo en ese país. Liliam fue una de ellas.

Nueve años después, en 1954, cuando el presidente Jacobo Arbenz fue derrocado, Liliam se exilió en la embajada de Ecuador. Fueron días duros. Dormían en el suelo, apretados, en un espacio limitado. El frío de invierno penetraba sus huesos. La comida era escasa. Casi siempre servían frijoles. La rutina era la misma: hacían fila, con plato en mano, para recibir su porción de comida.

En esa misma embajada se había refugiado el poeta cubano Nicolás Guillén, quien días antes había llegado a Guatemala para dar conferencias y recitales de poesía. No los alcanzó a pronunciar. Tuvo que escudarse en el consulado de Ecuador. El embajador lo trató con respeto. Incluso, le ofreció de su comida: leche, huevos y mantequilla. Al inicio aceptó. Pero, días después, se levantó de la mesa e hizo fila al igual que todos sus compañeros de asilo. En cierta ocasión se le acercó a Liliam para decirle: “Tengo tanta hambre que tengo ganas de comerme una nalga”. Ella lo tomó con humor. En 1976, 22 años después, se encontró con Nicolás en La Habana, Cuba, durante una premiación literaria en Casa de las Américas. Otra vez se le acercó y le dijo: “Esa nalga no me la comí”.

En Guatemala conoció al poeta Raúl Leiva, uno de los pilares del reconocido grupo Saker-tí, que a finales de los años cuarenta e inicios de los cincuenta realizó una importante labor cultural en ese país. Raúl era un intelectual que había ganado varios premios de poesía. Su nombre pesaba en el ambiente cultural guatemalteco. Era un prominente literato.

Raúl se enamoró de Liliam, le propuso matrimonio y se casaron. Tuvieron tres hijos. Pero esa relación comenzó a derrumbarse después del golpe de Estado contra Arbenz. Raúl se asiló en la embajada de México y meses después se radicó en ese país. Liliam llegó meses después. Pero ya nada fue igual. La relación se rompió.

A mediados de los años cincuenta, Liliam hizo maletas y se fue con sus hijos para El Salvador. Nada era igual. Muchas cosas habían cambiado. Los militares continuaban en el poder. Eso sí: las condiciones sociales habían mejorado.

“Salí de mi país, por primera vez, en 1945, muy joven, herida por la fría realidad del medio ambiente, sin ninguna experiencia, ávida de conocimientos, alentada por sueños y poblada de anhelos profundos. Once años lejos de mi patria me enseñaron a ver, con claridad, que la persona que se dice humanista debe vivir, debe luchar, debe soñar en función de su propio pueblo. Y solamente así es capaz de sobrevivir y de vencer a la muerte”, escribió años después en un artículo publicado en la revista salvadoreña La Universidad.
Liliam Jiménez con el Grupo Saker-tí.

Liliam Jiménez con el Grupo Saker-tí.

II- Con los comprometidos

Liliam regresó a El Salvador en 1956. Ese año se realizaron unas polémicas elecciones: el Partido Revolucionario de Unificación Democrática (PRUD) impuso a su candidato, el coronel José María Lemus. Algunos sectores de la sociedad se desilusionaron. Se sintieron engañados. Las elecciones libres que habían prometido los prudistas fueron un fiasco. Eso generó un descontento generalizado.

Con ese escenario se encontró Liliam Jiménez. Pero no le costó adaptarse. Traía una formación más amplia y, además, tenía muchos amigos que le tendieron la mano. Por ese tiempo comenzó a trabajar en el recién creado Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS). También tuvo contacto con miembros del Partido Comunista Salvadoreño (PCS) y participó en algunas actividades clandestinas. Ahí se relacionó con varios de los poetas de la Generación Comprometida.

En 1958 viajó a Moscú para participar en el IV Congreso de la Federación Democrática Internacional de Mujeres. Visitó el Kremlin y conoció al presidente Nikita Kruschev. Liliam fue elegida para que leyera el discurso en representación de las mujeres latinoamericanas. Aceptó. Subió a una tarima y dijo: “Procedemos de un mundo en el que la mujer es discriminada, en el que la mujer no puede hablar abiertamente. Nuestros derechos están quebrantados en el sentido económico, jurídico y social”.

El discurso lo finalizó con las siguientes palabras: “Gran parte de las mujeres de los países latinoamericanos hoy aquí presentes saben que a su regreso a la patria posiblemente van a ser objeto de represiones por parte de sus gobiernos. Pero esto no nos asusta. Tenemos conciencia de lo que hacemos, sabemos que forjamos el futuro de nuestros hijos”.

No se equivocó. Cuando regresó a El Salvador fue despedida del ISSS. Entonces se fue a trabajar a la Editorial Universitaria que dirigía Ítalo López Vallecillos, poeta y periodista, teórico de la Generación Comprometida. Ahí también trabajaban la mayoría de los poetas de esa generación: Roberto Armijo, Manlio Argueta, José Roberto Cea, Tirso Canales y otros.

Liliam no era neófita en las letras. Su vocación surgió cuando era una niña. En la casa de su padre, el Mayor Javier Consuegra, había una enorme biblioteca donde descubrió otros mundos. Cuando se unió a los comprometidos, Liliam ya tenía publicados algunos poemas y ensayos. En México y Guatemala había trabajado en periódicos y editoriales.

Muchos de sus colegas la admiraban por su capacidad intelectual. Armijo, por ejemplo, estuvo enamorado de ella. Le escribió un extenso poema donde le manifestaba su amor. Pero Liliam seguía amando a su esposo y no pudo aceptar de Armijo más que su amistad.

En el círculo de los escritores comprometidos, Liliam no solo era una destacada poeta, sino que también, al igual que Ítalo López Vallecillos, trató de darle una dirección a ese movimiento literario. En un extenso ensayo, titulado El arte, la poesía y su función social, Liliam expuso su visión sobre el universo literario.

“Yo nunca he sido sectaria, tampoco quiero serlo; pero las actitudes del artista alejado de los movimientos renovadores que andan en búsqueda de lo humano, son inhumanas. El artista que del pueblo emerge, sabe humanizar los objetos inertes, se convierte en un mago que contagia todas las cosas de humanidad”.

También creía que el arte no debía oficializarse, pero sí veía legítimo que ante el nacimiento de un talento o un genio el Estado le diera todo tipo de apoyo.

“Ahora se encuentra de moda hablar de un arte comprometido y de un arte no comprometido. Yo creo que no existe el arte no comprometido, porque todo arte conlleva un compromiso, pues no puede escaparse del artista que lo crea ni huir del ambiente en que se produce. Si el arte es producto del hombre tiene que llevar una corriente ideológica, una experiencia, una vivencia”.

Influenciada por Nazin Hikmet, pensaba lo siguiente: “Hacer poesía social como algunos sectarios la entienden no consiste en estar declinando a cada momento la palabra pueblo. Llegan a exigirle al poeta que se desdoble de tal manera, que pierda hasta su acento, que lo haga impersonal, cuando todo poeta busca, en el incansable ejercicio de su poesía, la propia voz que lo exprese”.

Con el poeta de la Generación Comprometida que Liliam no tuvo una relación tan cercana fue Roque Dalton. Tuvieron algunos roces intelectuales. Liliam era una mujer seria, culta, más dedicada al estudio que a la bohemia. En ese sentido chocaba con la personalidad de Roque Dalton.

Liliam regresó a México en los años sesenta. Allá continuó con su trabajo literario y periodístico. Nunca le perdió la pista a los acontecimientos políticos y sociales de El Salvador. La guerra de los años ochenta la sufrió intensamente: uno de sus hijos, Raúl Leiva, se sumó a la guerrilla y combatió en las montañas del país. Liliam falleció en la playa del Carmen, en Quintana Ro, en 2007. Tenía más de ochenta años y estaba lejos de su patria.

Banca hondureña continúa penetrando a El Salvador

Banca hondureña continúa penetrando a El Salvador
Roberto Pineda 3 de diciembre de 2017 (SIEP)

El centenario banco hondureño Atlántida, propiedad de la familia Bueso Anduray adquirió por $30 millones el banco Procredit, que funciona ya desde noviembre como Banco Atlántida El Salvador. En mayo de 2015 este mismo núcleo financiero había adquirido del banco estadounidense Citi, la administradora de fondo de pensiones Confía, por $50 millones.

El banco ProCredit inicia operaciones en El Salvador como Financiera Calpiá hasta que en 2004 se transforma en banco. Ocupaba el decimo lugar en el ranking salvadoreño, y poseía activos valorados en $326.3 millones y un patrimonio de $28.5 millones. Estaba vinculado al Grupo ProCredit con sede en Alemania.
El Banco Atlántida ocupa la segunda posición en el ranking bancario hondureño, y es el más antiguo de ese país, ya que surge en 1913. En El Salvador, sus inversiones incluyen además del banco ProCredit y la AFP Confía, la casa corredora de bolsa Atlántida Securities, antes Roble Acciones y Valores; y la gestora de fondos de inversión Atlántida Capital. La Corporación de Inversiones Atlántida es conducida desde el 2010 por Guillermo Bueso Anduray.

Por su parte, el año pasado el grupo financiero hondureño Terra vinculado a la familia de origen árabe Nasser adquirió el banco Citi y lo renombró Banco Cuscatlán. Asimismo se hizo de la compañía de seguros SISA Vida, Seguros de Personas y Seguros e Inversiones.

Es muy interesante como los bancos hondureños se han ido posicionando a nivel centroamericano, contando en la actualidad con 3 bancos pertenecientes al ranking de los 25 mayores bancos por acciones, estos son FICOHSA (18 lugar), Banco Atlántida (20 lugar) y Banco de Occidente (24 lugar). El Salvador únicamente ocupa la posición 15 (Banco Agrícola) en este ranking bancario elaborado por la revista El Economista , y con el agregado que es un banco propiedad de Bancolombia.
La puja internacional

Colombia, Canadá y México también mantienen su presencia en la plaza salvadoreña. Colombia ocupa las tres primeras plazas del ranking bancario salvadoreño. El primer lugar es Banco Agrícola, lugar 15 a nivel regional, del Grupo Bancolombia, y con presencia también en Panamá.
El segundo es Davivienda, con presencia también en Costa Rica, Honduras y Panamá. El tercero, Banco de América Central, del poderoso Grupo Aval, con sucursales en Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala. Al cierre de 2015, el colombiano Banco de América Central contaba con $19,836.6 millones en activos; el Bancolombia con $19,081.0 ; y Davivienda con $7,198.2.
El cuarto lugar lo ocupa el canadiense Scotiabank, con presencia además en Costa Rica, Panamá y República Dominicana. Y el quinto lugar el hondureño Banco Cuscatlán.
Además tiene presencia en Panamá Guatemala, Honduras y El Salvador, el mexicano Banco Azteca.
Y en algún momento tuvimos presencia del inglés HSBC y el estadounidense CIti que luego por razones de peso, decidieron dejar de comer pupusas.
La puja centroamericana

Es de observar como bancos guatemaltecos, hondureños y nicaragüenses se han posicionado en la plaza salvadoreña. El primero en llegar desde Guatemala fue el G&T (noveno lugar a nivel regional), y luego llega el Banco Industrial (tercer lugar a nivel regional) . Falta ver si Banrural también se atreva a llegar, tomando en cuenta que ya se encuentra en Honduras.

Asimismo el capital bancario hondureño le apuesta al Pulgarcito Rojo. El primero en aterrizar fue el Grupo Terra (propiedad del árabe palestino Freddy Antonio Nasser Selman) con el rebautizado Banco Cuscatlán (quinto lugar del ranking nacional) y recién llega el Banco Atlántida (del clan Bueso Anduray, lugar 20 a nivel regional). Falta ver si FICOHSA (lugar 18 a nivel regional y del grupo financiero del árabe palestino Camilo Alejandro Atala faraj) , con presencia en Guatemala, Nicaragua y Panamá, se anima.

En el caso de Nicaragua, el Banpro Grupo Promerica, creado en 1991 por Ramiro Ortiz Mayorga, y que a diciembre de 2016 poseía activos en el orden de $12,600.0, llega a El Salvador en 1996 , pero además se encuentra presente en Panamá, Costa Rica, Honduras, Guatemala, República Dominicana, Ecuador e Islas Caimán.

El ranking salvadoreño (diciembre 2016-junio 20017)
En el ranking bancario “salvadoreño”, el Banco Agrícola encabeza la lista con $, 4,357.8/ $4,330.7 millones en activos (1ro. localmente y 15vo. regional, avanza un espacio con respecto a 2016); le sigue el banco Davivienda Salvadoreño, con $2,298.8/$2,488.3. El tercer lugar es el Banco de América Central, con $1,995.3/$2,245.9. El cuarto lugar Scotiabank $2,046.4/$2,018.6. Y el quinto lugar el banco Cuscatlán, con $1,386.9/ $ 1,441.1. Los tres primeros colombianos, luego un canadiense y un hondureño.
El sexto lugar lo ocupa el nicaragüense Promerica que a junio de este año acumulaba en activos $1,106.4. El séptimo lugar el salvadoreño estatal banco Hipotecario, con $959.3; el octavo lugar el guatemalteco G&T Continental con $635.6; el noveno lugar el salvadoreño estatal Banco de Fomento Hipotecario con $363.3; el decimo lugar todavía el alemán ProCredit con $336.2.
El lugar 11 el guatemalteco banco Industrial con $311.7; el lugar 12 el único privado salvadoreño, el Banco Azul con $288.6; el lugar 13 el estadounidense Citibank N. A., con $186.4 y finalmente en el lugar 14 el mexicano banco Azteca con $78.6 millones. La suma total de activos para el mes de septiembre de este año alcanza la suma de $16,790.7, de los cuales un 25.8 % corresponden al colombiano Banco Agrícola.-