¿Cómo caracterizar a la sociedad salvadoreña actual? No existe una característica única que la describa en su conjunto, sino que es un mosaico, -incluso a veces caleidoscópico- de rasgos, de procesos internos y externos, que se entrecruzan y la engloban y determinan.
Entre estos rasgos de sociedad identificamos como principales los siguientes: capitalista, patriarcal, racista, globalizada, vulnerable, migrante, extractivista, informalizada, urbana, religiosa, autoritaria y violenta.
A continuación hacemos una breve aproximación a estos elementos, en el entendido que solo se puede asumir -de manera responsable-la transformación de una sociedad, conociendo sus rasgos fundamentales.
Una sociedad capitalista
El capitalismo como sistema económico, como modo de producción basado en la extracción de plusvalía mediante la explotación de la clase trabajadora, se impone –Menjívar dixit[1]– a partir del último cuarto del siglo XIX a través de la tradicional acumulación primitiva, realizada mediante el desplazamiento de los obrajes de añil por la producción, procesado y exportación de café.
No obstante esto, desde la imposición del sistema de encomiendas[2] en el siglo XVI, y en el marco de nuestra inserción en el circuito comercial colonial, la exportación de cacao y de añil[3] se hacía ya hacia el mercado mundial de esa época. En la actual sociedad globalizada la brecha social entre los trabajadores y el capital se ha ensanchado.
Una sociedad patriarcal
La sociedad colonial (1524-1821) , -y seguramente la sociedad de las nacionalidades indígenas nahuat y lencas- descansaba sobre la marginación y opresión de las mujeres, tanto de las pocas mujeres españolas como de las mujeres indígenas, mestizas y mulatas.
En la actualidad como resultado de las luchas emprendidas por los movimientos de mujeres[4] se ha logrado en el plano jurídico el establecimiento de un ordenamiento garantista de derechos, pero que choca con el imaginario discriminatorio, que sigue reproduciéndose desde la familia, la escuela, la iglesia, el partido político, el sindicato, la cooperativa, y que trasmite un discurso basado en la “natural “y hasta “sagrada” superioridad del hombre sobre la mujer.
Una sociedad racista
Los altos niveles históricos de mestizaje de nuestra sociedad[5] y el hecho de no tener salida al Atlántico, han ocultado el carácter profundamente racista de nuestra sociedad, en la cual la clase dominante está integrada fundamental- mente por familias blancas de origen europeo, mientras que los sectores mestizos, mulatos e indígenas son marginados[6] y componen el grueso de las clases trabajadoras, y capas medias.
En nuestra sociedad, la discriminación racial se ha internalizado en el imaginario social y el predominio de lo blanco sobre las diversas tonalidades de lo oscuro de la piel, se expresa en el lenguaje, las costumbres y los procesos de socialización, e influye en el empleo y el ascenso social. Lo racial determina la exclusión y desigualdad de amplios sectores populares.
Una sociedad globalizada
El capital transnacional ocupa una posición predominante en la economía del país, desde principios de siglo y a partir de nuestra inserción en el CAFTA-RD, el tratado de libre comercio entre Estados Unidos y Centro América, y República Dominicana. La antigua oligarquía financiera se vio obligada a vender sus bancos o perecer. Y vendió.
Los tres principales bancos privados son extranjeros, dos de capital colombiano y uno de capital hondureño. La trasmisión de la energía eléctrica la realizan dos compañías, una estadounidense y otra colombiana. Las telecomunicaciones son controladas por una compañía mexicana y otra española. Las gasolineras son controladas por una compañía estadounidense, otra suiza y otra hondureña. La principal compañía de cemento es de capital suizo-francés.
Pero la globalización ha tocado también resortes internos del imaginario popular, y una muestra de ello es que los principales equipos de futbol son las transnacionales españolas Real Madrid y Barca.
Una sociedad vulnerable
Los niveles de vulnerabilidad son amplios y profundos y abarcan diversas aéreas, entre estas dos de las más agudas son la vulnerabilidad social y la vulnerabilidad ambiental.
En términos sociales la vulnerabilidad social se manifiesta como altos niveles de pobreza multidimensional[7], reflejados en cinco grandes “dimensiones esenciales de bienestar” deficientes tales como a) educación, b) vivienda, c) trabajo y seguridad social, d) salud, servicios básicos y seguridad alimentaria y e) calidad del hábitat.
En términos de vulnerabilidad ambiental se expresa como crisis hídrica, contaminación, deforestación, pérdida de biodiversidad, degradación de los suelos, y falta de medidas para enfrentar el cambio climático, entre otras situaciones críticas.
Una sociedad migrante
Una de las medidas utilizadas por las clases dominantes históricamente para desactivar la presión social por transformaciones estructurales, ha sido mediante la expulsión forzada de los sectores populares hacia otros países. Durante casi todo el siglo XX hasta 1969 el destino principal fue Honduras. A partir de 1980 y durante los últimos cuarenta años el destino principal ha sido los Estados Unidos.
En la actualidad una tercera parte de nuestra población radica en ese país y con sus remesas sostiene una economía débil y dolarizada[8]. Esta diáspora representa un sector esencial desde el sujeto social, en la tarea histórica de transformar la sociedad salvadoreña.
Una sociedad extractivista
El modelo neoliberal de economía, impuesto por los países globalizadores e implementado por los gobierno de derecha desde la década de los noventas, ha conducido a un país dolarizado y basado en el sector de servicios y el comercio, orientado a extraer los dólares enviados vía remesas desde la diáspora.
La oligarquía pasa de ser financiera a ser extractivista. Y la explotación principal de nuestra diáspora se realiza en Estados Unidos pero se extiende hacia nuestros territorios, donde se realiza la extracción de las remesas.
Una sociedad informalizada
Este modelo capitalista neoliberal, que destruyó la agricultura y como país nos desindustrializó para fortalecer el comercio, ha provocado que en la actualidad un 68.4 de las personas ocupadas tienen un empleo informal[9], o sea un empleo que no está cubierto por la seguridad social, es de bajos ingresos y de alta vulnerabilidad.
Este sector, del que forman parte también los excombatientes y ex veteranos de guerra, así como los carretilleros de fruta, oculta el desempleo real pero a la vez, por su número y combatividad, constituye parte fundamental del nuevo sujeto social de cambio.
Una sociedad urbana
La imposición del modelo neoliberal en El Salvador en la década de los años noventa del siglo pasado, estuvo acompañado a la vez por profundos procesos de urbanización que acentuaron aún más la tendencia al crecimiento del área metropolitana de San Salvador[10] , que abarca ya 14 municipios, así como de la migración hacia Estados Unidos.
Este proceso de urbanización ha conducido a profundizar los ya críticos desequilibrios en términos de acceso a servicios públicos, y oportunidades de empleo concentrados en la zona central, particularmente en los departamentos de San Salvador y La Libertad.
Una sociedad religiosa
La característica principal a nivel cultural es la religiosidad popular, que en la actualidad se expresa en la disputa entre la religión “oficial” de la Iglesia Católica Romana y la de las iglesias evangélicas. En ambas ramas del cristianismo se desarrolla una profunda disputa entre visiones diferentes de comprender el papel de la fe y de la iglesia en la sociedad.
Hay un sector conservador que practica y promueve la teología de la prosperidad y otro sector que promueve el acompañamiento a las luchas populares, desde la teología de la liberación. A nivel nacional sobresale la figura de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, el Obispo mártir asesinado por escuadrones de la muerte, el 24 de marzo de 1980.
Una sociedad autoritaria
El autoritarismo constituye quizás uno de los rasgos más sobresalientes de nuestra cultura y política. Consiste en una relación social desigual de poder en la cual una parte impone su voluntad sobre la otra mediante mecanismos de sometimiento, de subordinación. El autoritarismo es una forma de ejercer el poder y la autoridad, pero no mediante el dialogo ni la persuasión, sino mediante la orden.[11]
En nuestra cultura el autoritarismo es una ideología que internalizamos desde la familia, la iglesia, la escuela, el noviazgo, el hospital, la fábrica u oficina, el partido político, el equipo deportivo, etc. Se nos socializa en la obediencia al superior, en el respeto a la jerarquía. Las ordenes no se discuten, se cumplen es la consigna que internalizamos desde la niñez.
Y esto se expresa en el campo de la política. El poder desde 1524 que inicia el orden colonial, hasta nuestros días se ha ejercido desde la imposición autoritaria, y desde la impunidad de ese poder. Pero podemos asegurar también como rasgo que donde existe la opresión, existe la resistencia.
Una sociedad violenta
El autoritarismo y la violencia son hermanos gemelos. Por lo general el autoritarismo va vinculado con la violencia, o sea con el uso intencional de la fuerza, para mediante su amenaza o uso, provocar el temor del adversario o enemigo e inmovilizarlo o destruirlo.
Existen diverso tipos de violencia: la autoinflingida, interpersonal (que comprende la juvenil) y colectiva[12]. La colectiva en la que más nos interesa en este esfuerzo. Y se manifiesta como social, política y económica. En nuestra experiencia histórica, el estado ha sido y es el principal responsable de la violencia contra los sectores populares mediante la represión, que se manifiesta como amenazas, desapariciones, masacres, tortura, etc.
Pero a la vez siglos de violencia han provocado que mucha veces esta sea socialmente tolerada, como el maltrato cotidiano que se ejerce contra mujeres, niñez, jóvenes, indigentes, adultos mayores y comunidad LGBTI+.
Conclusiones
La transformación de la sociedad salvadoreña requerirá la construcción de un sujeto social y político amplio, que logre aglutinar a las mayorías populares y las impulse a la lucha. Este sujeto necesitara una visión ideológica emancipadora, que en la actualidad rebasa ya los linderos del marxismo y va al encuentro de otras expresiones emancipadoras que jalonan este esfuerzo.
Entre estas expresiones, además del marxismo y su categoría clave de lucha de clases, encontramos diversas manifestaciones teóricas de pensamiento emancipador que hay que conocer y usar para discernir los complejos procesos que atravesamos como sociedad salvadoreña.
Entre estas manifestaciones teóricas emancipadoras rescato las siguientes: el anarquismo con las obras de Kropotkin y Bakunin; el feminismo y sus categorías de interseccionalidad, género, familia, la ternura, la cultura del cuidado, el cuerpo como territorio, (ver Millet, Greer, María Galindo, etc.)
Las teorías decolonial y poscolonial y sus categorías de colonialidad del poder y orientalismo, -así como su crítica al eurocentrismo, incluyendo ahí al marxismo- con Enrique Dussel, Walter Mignolo, Anibal Quijano, Ramón Grosfoguel, Edward Said; Samir Amin y sus “tesis de la desconexión”; David Harvey la y la Geografía Crítica.
La ecología política de Enrique Leff; la teología de la liberación con Gustavo Gutiérrez, Hugo Assman, Leonardo Boff; la pedagogía crítica de Paulo Freire; la investigación-acción de Orlando Fals Borda; el posmodernismo emancipador de Boaventura Santos.
Arrighi con sus ciclos largos de desarrollo capitalista; Wallerstein con su teoría de los sistema-mundo; Perry Anderson y el cambio histórico; Walden Bello y el capitalismo en Asia; y como dejar fuera a la extraordinaria saga de nuestros hermanos y hermanas zapatistas.
En definitiva el desafío a futuro es el de luchar por una sociedad productiva, educada, saludable y segura, en un El Salvador justo y democrático.
[1] Ver Menjívar,Rafael. Acumulación originaria y desarrollo del capitalismo. EDUCA, San José, C,R. 1980
[2] Ver Pineda, Roberto. Los ríos de la memoria del jaguar rebelde. Ediciones Prometeo Liberado. San Salvador. 2018
[3] Ver Colindres, Eduardo. Fundamentos económicos de la burguesía salvadoreña. Editores UCA. San Salvador.1977
[4] Ver Navas, Candelaria. Sufragismo y feminismo en El Salvador. Editorial Universitaria. San Salvador. 2014
[5] Ver Tilley,Virginia. Seeing Indians. A study of race, nation and power in El Salvador. UNM Press. 2005
[6] Ver Marion Young, Iris. La justicia y la política de la diferencia.
[7] Medición Multidimensional de la pobreza. GOES/UNDP. 2015 . file:///C:/Users/roberto/AppData/Local/Temp/Medici%C3%B3n%20Multidimensional%20de%20la%20Pobreza%20El%20Salvador.pdf
[8] Ver Carballo, Willian. PATRIA QUERIDA. Consumo cultural, identidad y nostalgia de los salvadoreños radicados en Estados Unidos. Monica herrera ediciones. 2019
[9] Ver COVID – 19 y el Mundo del Trabajo: Punto de partida, respuesta y desafíos en El Salvador. OIT. 1920
https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—americas/—ro-lima/—sro san_jose/documents/publication/wcms_755521.pdf
[10] Ver Baires, Sonia. Territorio y ambiente en El Salvador del siglo XXI. https://ecumenico.org/territorio-y-ambiente-en-el-salvador-del-siglo-xxi-sonia-baires-2019
[11] Ver Brunner, José Joaquín América Latina entre la cultura autoritaria y la cultura democrática: legados y desafíos. 1987. https://flacsochile.org/biblioteca/pub/memoria/1987/000313.pdf
[12] Ver Rivera, Ana María. Modulo II. Tipología de la violencia. FUNDE. 2017. http://www.repo.funde.org/id/eprint/1245/1/2-Tipo-Viol.pdf