Un matrimonio perfecto: evangélicos y conservadores en América Latina

Un matrimonio perfecto: evangélicos y conservadores en América Latina

Por Javier Corrales 19 de enero de 2018

AMHERST, Massachusetts — Las iglesias evangélicas protestantes, que por estos días se encuentran en casi cualquier vecindario en América Latina, están transformando la política como ninguna otra fuerza. Le están dando a las causas conservadoras —en especial a los partidos políticos— un nuevo impulso y nuevos votantes.

En América Latina, el cristianismo se asociaba con el catolicismo romano. La Iglesia católica tuvo prácticamente el monopolio de la religión hasta la década de los ochenta. Al catolicismo solo lo desafiaban el anticlericalismo y el ateísmo. Nunca había habido otra religión. Hasta ahora.

Hoy en día los evangélicos constituyen casi el 20 por ciento de la población en América Latina, mucho más que el tres por ciento de hace seis décadas. En algunos cuantos países centroamericanos, están cerca de ser la mayoría.

La ideología de los pastores evangélicos es variada, pero en términos de género y sexualidad por lo general sus valores son conservadores, patriarcales y homofóbicos. Esperan que las mujeres sean totalmente sumisas a sus esposos evangélicos. En todos los países de la región, sus posturas en contra de los derechos de las personas homosexuales han sido las más radicales.
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Se aproxima una tormenta perfecta a México

¿Cómo han adquirido tanto poder político los grupos evangélicos?

El ascenso de los grupos evangélicos es políticamente inquietante porque están alimentando una nueva forma de populismo. A los partidos conservadores les están dando votantes que no pertenecen a la élite, lo cual es bueno para la democracia, pero estos electores suelen ser intransigentes en asuntos relacionados con la sexualidad, lo que genera polarización cultural. La inclusión intolerante, que constituye la fórmula populista clásica en América Latina, está siendo reinventada por los pastores protestantes.

Brasil es un buen ejemplo del aumento del poder evangélico en América Latina. La bancada evangélica, los noventa y tantos miembros evangélicos del congreso, han frustrado acciones legislativas a favor de la población LGBT, desempeñaron un papel importante en la destitución de la presidenta Dilma Rousseff y cerraron exposiciones en museos. Un alcalde evangélico fue electo en Río de Janeiro, una de las ciudades del mundo más abiertas con la comunidad homosexual. Sus éxitos han sido tan ambiciosos, que los obispos evangélicos de otros países dicen que quieren imitar el “modelo brasileño”.

Ese modelo se está esparciendo por la región. Con la ayuda de los católicos, los evangélicos también han organizado marchas en contra del movimiento LGBT en Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Perú y México. En Paraguay y Colombia pidieron que los ministerios de educación prohibieran los libros que abordan la sexualidad. En Colombia incluso se movilizaron para que se rechazara el acuerdo de paz con las Farc, el mayor grupo guerrillero en América Latina, con el argumento de que los acuerdos llevaban muy lejos los derechos feministas y de la comunidad LGBT.

¿Cómo es que los grupos evangélicos han adquirido tanto poder político? Después de todo, incluso en Brasil, las personas que se identifican como evangélicos siguen siendo una minoría y en la mayoría de los países el ateísmo va en aumento. La respuesta tiene que ver con sus nuevas tácticas políticas.

Ninguna de esas estrategias ha sido tan transformadora como la decisión de establecer alianzas con partidos políticos de derecha.

Históricamente, los partidos de derecha en América Latina tendían a gravitar hacia la Iglesia católica y a desdeñar el protestantismo, mientras que los evangélicos se mantenían al margen de la política. Ya no es así. Los partidos conservadores y los evangélicos están uniendo fuerzas.

Las elecciones presidenciales de Chile en 2017 ofrecen un ejemplo claro de esta unión entre los obispos evangélicos y los partidos. Dos candidatos de derecha, Sebastián Piñera y José Antonio Kast, buscaron ganarse el favor de los evangélicos. El ganador de las elecciones, Piñera, tenía cuatro pastores evangélicos como asesores de campaña.

Hay una razón por la cual los políticos conservadores están abrazando el evangelicalismo. Los grupos evangélicos están resolviendo la desventaja política más importante que los partidos de derecha tienen en América Latina: su falta de arrastre entre los votantes que no pertenecen a las élites. Tal como señaló el politólogo Ed Gibson, los partidos de derecha obtenían su electorado principal entre las clases sociales altas. Esto los hacía débiles electoralmente.

Los evangélicos están cambiando ese escenario. Están consiguiendo votantes entre gente de todas las clases sociales, pero principalmente entre los menos favorecidos. Están logrando convertir a los partidos de derecha en partidos del pueblo.

Este matrimonio de los pastores con los partidos no es un invento latinoamericano. Desde la década de los ochenta sucede en Estados Unidos, conforme la derecha cristiana poco a poco se convirtió en lo que puede llamarse el electorado más confiable del Partido Republicano. Incluso Donald Trump —a quien muchos consideran la antítesis de los valores bíblicos— hizo su campaña con una plataforma evangélica. Escogió a su compañero de fórmula, Mike Pence, por su evangelicalismo.

No es accidental que Estados Unidos y América Latina tengan experiencias similares en cuanto a la política evangélica. Los evangélicos estadounidenses instruyen a sus contrapartes latinoamericanos sobre cómo coquetear con los partidos, convertirse en cabilderos y combatir el matrimonio igualitario. Hay muy pocos grupos de la sociedad civil que tengan vínculos externos tan sólidos.

Además de establecer alianzas con los partidos, los grupos evangélicos latinoamericanos han aprendido a hacer las paces con su rival histórico, la Iglesia católica. Por lo menos en cuanto al tema de la sexualidad, los pastores y los sacerdotes han encontrado un nuevo terreno común.

El ejemplo más reciente de cooperación ha sido en el enfoque: el lenguaje que los actores políticos utilizan para describir sus causas. Para los sociólogos, mientras más actores logren enfocar un asunto para que resuene entre múltiples electorados, y no solo el principal, más probable es que influyan en la política.

En América Latina, los clérigos tanto católicos como evangélicos han encontrado un enfoque eficaz para su conservadurismo: la oposición a lo que han bautizado como “ideología de género”.

Este término se usa para etiquetar cualquier esfuerzo por promover la aceptación de la diversidad sexual y de género. Cuando los expertos argumentan que la diversidad sexual es real y la identidad de género es un constructo, el clero evangélico y católico dice que no se trata de algo científico, sino de una ideología.

A los evangélicos les gusta enfatizar la palabra “ideología” porque les da el derecho, argumentan, de protegerse a sí mismos —y en especial a sus hijos— de la exposición a esas ideas. La ideología de género les permite encubrir su homofobia con un llamado a proteger a los menores.

La belleza política de la “ideología de género” es que ha dado a los clérigos una forma de replantear su postura religiosa en términos laicos: como derechos de los padres. En América Latina, el nuevo lema cristiano es: “Con mis hijos no te metas”. Es uno de los resultados de esta colaboración entre evangélicos y católicos.

Políticamente, podríamos ser testigos de una tregua histórica entre los protestantes y los católicos en la región: mientras que los evangélicos acordaron adoptar la fuerte condena de la Iglesia católica al aborto, el catolicismo ha adoptado la fuerte condena de los evangélicos a la diversidad sexual y, juntos, pueden confrontar la tendencia en aumento hacia la secularización.

Los grupos evangélicos están resolviendo la desventaja política más importante que los partidos de derecha tienen en América Latina: su falta de arrastre entre los votantes que no pertenecen a las élites.

Esta tregua plantea un dilema para el papa Francisco, que está por terminar una gira por América Latina. Por una parte, ha expresado su rechazo al extremismo y su deseo de conectar con los grupos más modernos y liberales de la Iglesia. Por la otra, este papa ha hecho de los “encuentros cristianos” un sello distintivo de su papado, y él mismo no es del todo alérgico al conservadurismo cultural de los evangélicos.

Como actor político, el papa también se preocupa por la decreciente influencia de la Iglesia en la política, así que una alianza con los evangélicos parece el antídoto perfecto contra su declive político. Una cuestión apremiante que el papa necesita ponderar es si está dispuesto a pagar el precio de un mayor conservadurismo para reavivar el poder cristiano en Latinoamérica.

El evangelicalismo está transformando a los partidos y posiblemente a la Iglesia católica. Los partidos políticos se concebían a sí mismos como el freno esencial de la región en contra del populismo. Ese discurso ya no es creíble. Los partidos están dándose cuenta de que unirse a los pastores genera emoción entre los votantes —incluso si es solo entre quienes asisten a los servicios— y la emoción es equivalente al poder.

Javier Corrales, profesor de Ciencias Políticas en Amherts College, es coautor, junto con Michael Penfold, de “Dragon in the Tropics: The Legacy of Hugo Chávez in Venezuela”, y es articulista regular del The New York Times en Español.

La guerra de la nube: Amazon, Google y Azure. Lucha de Titanes

La guerra de la nube: Amazon, Google y Azure. Lucha de Titanes

21/05/2013 Cloud Computing para profesionales TI, Google Cloud

Hace unos días, Business Insider publicó una noticia de titular llamativo: “Ex empleado de Amazon:Google es una amenaza para la nube de amazon“. En la misma noticia, este ex-empleado dice que no considera a Azure, la plataforma Cloud de Microsoft, una amenaza.

Al margen de la noticia concreta (que sinceramente considero un poco “sensacionalista”), está claro que estamos asistiendo a una guerra en las nubes y que este hecho puede suponer una ventaja para los clientes de este tipo de servicios.

Que el cloud es un planteamiento que ha llegado para quedarse está claro, tres de las empresas de TI más importantes del mundo apuestan por ello. No aprovecharse de los ahorros de costes que puede suponer disponer de una plataforma de este tipo, tiene un coste de oportunidad que antes o después habrá que pagar.

Al margen de lo que indica la noticia, los tres proveedores ofrecen unas plataformas robustas y flexibles, en apser nos dedicamos a la gestión de las TI, y lo hacemos independientemente de la plataforma sobre la que se haya desplegado: nuestra propia plataforma, una propia del cliente, amazon, azure, google, rackspace,linode…

Cada una de ellas tiene sus pros y sus contras, sus puntos fuertes y sus áreas de mejora… El precio sí que es algo que Microsoft y Google le han “copiado” a amazon y por tanto es algo muy parecido. Como amazon ha bajado el precio más de 20 veces desde que empezó en el mundo cloud, los otros dos le han ido siguiendo en sus planteamientos. Es más que curioso revisar los esquemas de precios de los tres, amazon – azure – google . ¿Ves que son casi idénticos?

Lo importante es saber qué tipo de servicios te interesa “subir” a la nube, cuál es el modelo de contratación que más te interesa para ello, saber cómo utilizar las API de las plataformas para gestionar de manera automática dichas máquinas (por ejemplo apagándolas cuando no se usan para minimizar costes o lanzando backups automáticos), complementando la plataforma con servicios externos, etc.

De hecho, una buen planificación previa y conocimiento de las distintas plataformas es clave, ya que lo que se puede definir de manera sencilla como “una máquina virtual”, puede implicar la contratación de 5 servicios y hay que tener claro cuál es la mejor estrategia para obtener el rendimiento adecuado con el menor coste.

Desigualdad persistente: el controvertido legado de la Marea Rosa en América Latina

Desigualdad persistente: el controvertido legado de la Marea Rosa en América Latina
Sérgio Costa and Francesc Badia i Dalmases 23 January 2018

Bajo el título ‘Desigualdad persistente’ lanzamos una serie de artículos analizando por qué, durante el ciclo progresista, los avances en la lucha contra la desigualdad han sido mucho más modestos de lo esperado. English

En este año electoral en América Latina, cuando es posible que culmine el cambio de marea y alcancen o afiancen su poder fuerzas conservadoras, es un buen momento para reflexionar cómo fue que los gobiernos progresistas fracasaron en su propósito de reducir la desigualdad al tiempo que sacaban a millones de ciudadanos de la pobreza extrema.

Así, nuevas mediciones, no ya basadas en encuestas en hogares sino en declaraciones de impuestos sobre la renta, demuestran que el impacto de los gobiernos de izquierda en América Latina en cuanto a la redistribución de ingresos y riqueza fue menor de lo esperado.

Está comprobado que dichos gobiernos fueron capaces de reducir de manera significativa la pobreza, pero no de disminuir la concentración de ingresos y de riqueza en el pequeño grupo de millonarios situado en la cúspide de la pirámide social de cada país. Se ha utilizado esto para socavar la credibilidad de los gobiernos de izquierda, alegando que no han sido eficientes ni para conseguir el objetivo que los justificaba – el de reducir las desigualdades.

Para abordar esta controvertida cuestión, en este año en que van a celebrarse elecciones presidenciales en países latinoamericanos clave como Colombia, México y Brasil, el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Freie Universität de Berlín y Democracia Abierta se han puesto de acuerdo para presentar una serie de artículos bajo el título “Desigualdad persistente”.

El objetivo es proponer argumentos sólidos y elementos de análisis para consideración y discusión en la esfera pública latinoamericana e internacional en estos tiempos de rápidos cambios políticos que a menudo desatienden lecciones recientes como las de la Marea Rosa.
La Marea Rosa y la lucha contra la desigualdad

Es cierto que las desigualdades y la pobreza han disminuido más en los países que en los últimos años han sido o continúan siendo gobernados por fuerzas de izquierda – especialmente en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela -, que en los países de Latinoamérica en que no ha habido gobiernos de izquierda.

Sin embargo, es innegable que los avances en la lucha contra la desigualdad durante el ciclo de la Marea Rosa han sido mucho más modestos de lo que se esperaba, considerando que los gobiernos de izquierda fueron elegidos prometiendo precisamente revertir las desigualdades acumuladas desde el período colonial.

Las explicaciones que se dan de estos modestos resultados suele combinar factores externos e internos. En cuanto a factores externos, se alega que el ciclo de crecimiento económico que ayudó a financiar el gasto en políticas sociales de los gobiernos de izquierda se basó en las exportaciones de materias primas y productos agrícolas, cuyos precios volátiles han disminuido en gran medida en los mercados internacionales en los últimos tiempos.

En cuanto a factores internos, se critica el hecho de que las transferencias en efectivo a los sectores más pobres de la población haya sido el elemento central de las políticas sociales que han seguido prácticamente todos los gobiernos de izquierda, ya que es bien sabido que su impacto redistributivo – a diferencia del de las políticas dirigidas a crear estructuras duraderas propias de un estado del bienestar (educación de calidad y asistencia sanitaria proporcionada por el estado, inversiones públicas en formación profesional, etc.) – es muy limitado.

El tema fiscal también ha sido muy discutido. A fin de cuentas, excepto en casos aislados, los gobiernos de izquierda no han logrado crear una estructura de tipos impositivos progresivos capaz de redistribuir los ingresos de la cúspide a la base de la pirámide social.

Es necesario comprender las circunstancias políticas que han provocado que los gobiernos de izquierda no hayan podido avanzar más en su voluntad de promover la redistribución de los ingresos.

Son, todas ellas, explicaciones sólidas y pertinentes que merecen ser tomadas en consideración. Sin embargo, revelan tan solo la superficie del fenómeno y no dilucidan las razones últimas por las que los gobiernos de izquierda no han ido mucho más allá de distribuir efectivo a los pobres.

Para comprender estas razones profundas, es necesario articular el análisis de las desigualdades sociales con el examen, en cada caso, de las relaciones de poder. Es decir, es necesario comprender las circunstancias políticas que han provocado que los gobiernos de izquierda no hayan podido avanzar más en su voluntad de promover la redistribución de los ingresos.
Seis factores a considerar

1. El agotamiento de las grandes narrativas nacionales que, en otros momentos de la historia reciente de América Latina, permitieron unir a naciones en torno a objetivos comunes. Fue éste el caso, por ejemplo, del discurso nacional-desarrollista que, a mediados del siglo XX, ayudó a legitimar la participación decisiva del Estado en el desarrollo socioeconómico de países como Argentina y Brasil.

Pudo observarse algo similar durante los procesos de democratización de fines del siglo pasado, cuando grupos con intereses bastante distintos se unieron en torno al objetivo común de restablecer la democracia en países como Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay o Chile.

Las fuerzas de izquierda que alcanzaron el poder en el umbral del siglo XXI, a pesar de ganar en las urnas, no han logrado convertir la lucha contra la desigualdad en un proyecto nacional hegemónico.

2. La erosión de las esferas públicas nacionales. En el contexto del proceso de democratización, en los distintos países se crearon espacios públicos que demostraron ser capaces de promover el intercambio efectivo de ideas, interpretaciones y argumentos entre grupos sociales diversos.

Estos espacios de debate permitieron a los gobiernos promover y defender sus políticas y reajustarlas en función de las reacciones del público.

La esfera pública se ha transformado en un espacio de lucha, en el que los insultos y las noticias falsas tienen más peso que los buenos argumentos.

En los últimos años, la intensificación de la concentración de los medios de comunicación y el aumento del partidismo de dichos medios, junto con la aparición de múltiples foros y blogs que no se comunican entre sí, han transformado la esfera pública en un espacio de lucha, en el que los insultos y las noticias falsas tienen más peso que los buenos argumentos.

Este contexto nuevo crea dificultades insuperables para la legitimación de propuestas de cambio sustantivo, como los programas de redistribución de los ingresos que la izquierda latinoamericana quería implementar.

3. Una base parlamentaria volátil. La mayoría de los gobiernos de izquierda solo pudieron establecerse a costa de alianzas con fuerzas conservadoras. Estas alianzas aportaron la mayoría legislativa necesaria para gobernar, pero muy a menudo impidieron proyectos de reforma fiscal o planes redistributivos más audaces.

4. La aparición de las llamadas nuevas clases medias, más comprometidas con la movilidad ascendente individual y la ampliación de sus oportunidades de consumo que con promover la justicia social.

Obviamente, en esto no va implícita ninguna condena moral a estos estratos por querer la prosperidad material. Lo que sí señala es que la aparición de las llamadas nuevas clases medias, integradas por votantes tradicionales de los gobiernos de izquierda, obligó a estos gobiernos a corregir su discurso y sus intenciones redistributivas más radicales y a favorecer medidas destinadas a expandir las posibilidades de consumo y la movilidad ascendente de este segmento.

5. La resistencia de las clases medias establecidas. En muchos países, la creciente capacidad de consumo de las nuevas clases medias se percibió, por parte de las clases medias establecidas, como una amenaza para su reproducción como clase.

Las clases medias establecidas se convirtieron en el gran y poderoso oponente de los gobiernos de izquierda y de sus planes redistributivos.

Al fin y al cabo, sus señas de distinción social, como el acceso a ciertos bienes y servicios (automóviles, empleados domésticos, educación universitaria, etc.), o ya no se garantizaban, o dejaban de ser un privilegio suyo.

Esto convirtió a las clases medias establecidas en el gran y poderoso oponente de los gobiernos de izquierda y de sus planes redistributivos.

6. La apropiación del Estado y de la política por parte de las élites económicas. En los últimos años, los grupos más ricos de América Latina han logrado ampliar y consolidar su control sobre los estados de la región, incluidos los gobernados por la izquierda.

Ejerciendo una poderosa y a menudo corrupta influencia sobre los políticos y los gobiernos, estas elites han logrado instrumentalizar porciones del Estado en beneficio propio, así como obstruir leyes y reformas que podían limitar su poder económico.

Esto explica, al menos en parte, la inexistencia en muchos países de una estructura impositiva mínimamente justa para las ganancias de capital y las grandes fortunas. También explica por qué la cúspide de la pirámide social (el 1% más rico de cada país) ha sido capaz de ampliar su participación en la apropiación de la riqueza y los ingresos, incluso en los países gobernados por la izquierda.
Una serie de artículos

La combinación de estos seis factores, y otros que son relevantes en el caso concreto de cada país, permite interpretar de manera más profunda y articulada los modestos resultados obtenidos por los gobiernos de izquierda de América Latina en cuanto a la distribución de los ingresos y de la riqueza.

Las fuerzas de izquierda han carecido de fuerza suficiente para promover reformas más radicales.

Estos modestos resultados no se deben a falta de voluntad política, incompetencia técnica o desconocimiento de mecanismos efectivos para promover una mayor igualdad. Las circunstancias en las que los gobiernos accedieron al poder parecerían indicar que las fuerzas de izquierda han carecido de fuerza suficiente para promover reformas más radicales.

La re-espiritualización de la política

La re-espiritualización de la política
Por: Javier Calderón, Bárbara Ester y Ava Gómez / Celag

Es extensa la historia de la iglesia católica como agente cohesionador y reproductor de la cultura colonial sobre el sentido común de la población, de su influencia en los debates políticos.

El poder adquirido por estas iglesias neo-pentecostales y su creciente influencia en las elecciones, lleva a preguntarse por las razones de su relevancia política, y también por cómo han desafiado el poder simbólico y político de la Iglesia Católica.

El 2018 presentará más de una decena de citas electorales para Latinoamérica1 y las iglesias neo-pentecostales (o evangélicas como se les conoce popularmente) tendrán una participación relevante en la mayoría de los países de la región, luego de algunas décadas de instalación como mediadores de la fe, de la mano de su “centro espiritual” situado en los Estados Unidos2. Aunque su accionar es relativamente nuevo, hablar de la participación política de las religiones no es una novedad. Es extensa la historia de la iglesia católica como agente cohesionador y reproductor de la cultura colonial sobre el sentido común de la población, de su influencia en los debates políticos de la formación de los Estados-Nación latinoamericanos3, y de su ascendencia sobre las élites dominantes de las instituciones gubernamentales.

El poder adquirido por estas iglesias neo-pentecostales y su creciente influencia en las elecciones, lleva a preguntarse por las razones de su relevancia política, y también por cómo han desafiado el poder simbólico y político de la Iglesia Católica; o cómo y por qué llegaron a participar de la política con candidaturas propias o aliadas de los partidos políticos. Interrogantes que se avivan ante las evidencias de la efectividad y visibilidad de su participación electoral, apoyados por sus redes de feligreses, y con la creciente capacidad económica, comunicacional y logística que les permite una agenda electoral conservadora, funcional al neoliberalismo y contraria a derechos y libertades republicanas4.

La primera pista para responder estos “misterios” surge de comprender el vacío dejado por los partidos políticos a partir de la crisis de representatividad vivida en los años ´90, luego de décadas de frustraciones sociales por la mediocre gestión gubernamental, por la corrupción, por la falta de voluntad organizativa y por los efectos negativos del neoliberalismo para amplios sectores poblacionales. Al desembarcar desde los Estados Unidos en los años ‘80, los neo-pentecostales encontraron una masa de ciudadanos deslaboralizados, sin esperanzas y sin contención política.

Han tenido mayor éxito en esa relación de fe y política en aquellos países donde la crisis de los partidos devino en confusión, en empresas electorales y en severas debilidades institucionales, en especial en Centroamérica, Brasil, Colombia y Perú, donde su poder fue in crescendo al punto de ser actores principales de las elecciones presidenciales y parlamentarias. Mientras que su performance electoral es baja en los países que lograron transformaciones políticas con anclajes fuertes de cultura política militante, como en Venezuela, Argentina, Uruguay o Bolivia.
Partidos políticos débiles, iglesias fuertes

La crisis de los partidos políticos en América Latina desatada en los años ´90, tuvo rasgos organizativos y de representación de intereses sociales, muchos de los cuales no se sobrepusieron y abandonaron la idea clásica de mediar las necesidades individuales y colectivas de grupos sociales (aunque sólo fuera mera retórica), para convertirse en estructuras empresariales en las cuales los votos y las adhesiones no son políticas, sino transacciones de costo-beneficio –es decir, mercantiles-, para las cuales se requieren inversiones millonarias y mediaciones comunicacionales ligadas a las estrategias de ventas, con menos anclaje en convicciones ideológicas o filosóficas. Una situación que deja el terreno expedito para que las propuestas basadas en la fe neo-pentecostal intervengan para llenar de contenidos (religiosos) el espacio vacío que dejó la política abandonada por los partidos en los años de impulso neoliberal.

En ese escenario, las iglesias neo-pentecostales con su trabajo de convencimiento individual en búsqueda de feligreses, con respuestas “sagradas” a distintos problemas individuales/existenciales, se instalaron en territorios logrando cercanía con la comunidad, cabalgando sobre el descrédito de la iglesia católica y generando nuevas expectativas de salvación, lo cual se trasladó al terreno electoral en forma de orientaciones del sentido común religioso “representándoles” de forma directa en los parlamentos.
La fe en el momento oportuno

La ofensiva neoconservadora en Latinoamérica incluye, como parte de su doctrina, el señalamiento negativo a la restitución de derechos y libertades civiles, ligándola al detrimento de la familia y “las buenas costumbres”. Un discurso efectivo por ser difícil de disputar, al estar basado en creencias bíblicas, concebidas como estáticas y ahistóricas establecidas, de una vez y para siempre, por una deidad. Sus líderes o pastores, parlamentarios o candidatos presidenciales, utilizan en su discurso político pasajes bíblicos para justificar sus posturas anti-progresistas, como quedó en evidencia en el papel jugado por Eduardo Cunha en el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff en Brasil5, o por las acciones de la senadora Viviane Morales y el pastor Miguel Arrázola en contra del Acuerdo de Paz en Colombia, o en las propuestas electorales de Fabricio Alvarado, candidato presidencial en Costa Rica6.

El mejor ejemplo del giro conservador del electorado quedó evidenciado en los sondeos de cara a las presidenciales costarricenses, los cuales ubicaron al candidato del Partido Restauración Nacional, representante de la iglesia neo-pentecostal, primero en intención de voto. Su salto cualitativo de los últimos lugares en las encuestas a candidato favorito se debió a su férrea oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo, en el contexto del fallo de la CIDH a favor del mismo. Alvarado se ha destacado en su labor parlamentaria por sostener posturas conservadoras, pronunciándose en contra del aborto, el matrimonio igualitario, la fertilización in vitro, entre otras7.

En Brasil, la mayoría de los candidatos presidenciales buscan estrategias para congraciarse con el electorado evangélico. Los grupos adherentes a la fe pentecostal representan a casi un tercio de la población, de acuerdo a la medición de Datafolha8, lo que resulta decisivo a la hora de definir la elección. A su vez, analistas como Antonio Lavareda9 destacan que el voto evangélico adquirirá un mayor peso en las elecciones de 2018 debido al fin de la financiación privada de campañas. Mientras tanto, se hizo evidente el aumento exponencial de pentecostales tanto en el Congreso como en el número de representantes electos en las elecciones Municipales de 2016, especialmente en la periferia de las regiones metropolitanas. Es por ello que recientemente, muchos aspirantes presidenciales como el gobernador de São Paulo, Geraldo Alckmin (PSDB) y el ministro de Finanzas, Henrique Meirelles, han buscado acercarse a las iglesias pentecostales.

RobsonRodovalho, fundador y presidente del Ministerio Sara Nossa Terra explicita su posición: “Lo que nosotros entendemos que la sociedad anhela hoy es un candidato que esté comprometido con la cuestión del liberalismo de mercado (…) y al mismo tiempo que sea conservador en los valores, la familia natural, el hombre y la mujer, en la vida, en contra de la cuestión del aborto”[10]. El diputado Jair Bolsonaro (PSC-RJ) quien se encuentra segundo en las encuestas de intención de voto, también ha despertado la simpatía de creyentes gracias a bautizarse en el río Jordán (Israel) por las manos del pastor Everaldo Pereira.
Una fe parlamentaria

En Perú, la influencia en el Parlamento de los grupos pentecostales también es notoria, especialmente representada por el fujimorismo. El sector evangélico ha demostrado una gran capacidad de actuación conjunta para cumplir sus objetivos. Su primera votación en bloque fue en diciembre de 2016, a favor de la censura11 al entonces ministro de Educación, Jaime Saavedra, por lo que ellos consideran “ideología de género”. Posteriormente, el autodenominado pastor evangélico, José Linares, declaró que el Congreso se había comprometido a censurar y remover del cargo a la entonces ministra de Educación, Marilú Martens, sucesora de Saavedra. Finalmente, su deseo se concretaría el 17 de septiembre del pasado año12. Los cinco legisladores que conforman el bloque evangélico participan y tienen una postura a favor de la campaña “con mis hijos no te metas”[13] movimiento ciudadano de origen limeño que surge a fines de 2016 como respuesta a las políticas públicas del Gobierno en lo concerniente a la implementación del “enfoque de género”.

El argumento de la ideología de género también los llevó a votar en contra de retirar los beneficios penitenciarios para los condenados por violación. Si bien estuvieron a favor en la votación inicial de marzo, en junio se opusieron al señalar que el título del proyecto hacía referencia a la “violencia de género”. Junto a ellos, otros dieciocho legisladores acompañaron su voto. La participación neopentecostal en el Congreso ha variado, sin embargo el mayor número de legisladores evangélicos se registró en los ´90, cuando Alberto Fujimori colocó catorce diputados y cuatro senadores feligreses.
Cuando la Paz y la fe entran en controversia

El caso colombiano ejemplifica el modo en que las iglesias evangélicas ganaron terreno real y simbólico en la región. Mientras la iglesia católica se convirtió en un actor institucional con arraigo de las élites económicas y las clases medias-altas, las iglesias neo-pentecostales llevaron a cabo un trabajo más vinculado a comunidades alejadas y pobres, por su labor misionera, apoyada e impulsada desde EE.UU., como forma de contención social. Esto traería aparejado un cambio estratégico de los partidos de la derecha política que históricamente gravitaban en la iglesia católica14.

La crisis de institucionalidad partidaria de finales de la década del ´90 evidenció la necesidad de un acercamiento entre los partidos de la derecha política (en especial de la conservadora) y las iglesias neopentecostales que movilizaban, ya para entonces, amplios sectores despolitizados y socialmente marginados. Esta alianza logró imponer un sentido común en las clases populares de la defensa –a ultranza– de la familia, creando constructos y marcos como la ya mencionada “ideología de género” y campañas como “con mis hijos no te metas”. De esta forma, la derecha en su disputa logró culpabilizar a la izquierda o a perspectivas progresistas de todo aquello que pudiera “dañar” al núcleo central de la sociedad.

El creciente poder de las iglesias neopentecostales en Colombia ha resultado definitorio en procesos políticos claves para el país a lo largo de la última década sus resultados más recientes se hicieron evidentes en el plebiscito por la Paz del 2 de octubre de 2016. El eje articulador del progresismo colombiano para disputar el sentido a la derecha fue la Paz. No obstante, en diferentes momentos la derecha eclesial encontró la forma de torpedear todo intento de posicionar este eje discursivo, potencializando el discurso de la familia como forma de desvirtuar los Acuerdos de Paz. Con noticias falsas e interpretaciones erróneas, el Acuerdo de Paz fue “satanizado” como la puerta de entrada de “males” como la restitución de derechos a las mujeres víctimas del conflicto.
Consideraciones finales

En Latinoamérica, la agenda neopentecostal es contraria a los derechos de las mujeres, a la diversidad sexual, a la educación sexual y a la educación reproductiva, siendo efectiva para lograr apoyo en sectores sociales empobrecidos. La conexión de la pobreza con las iglesias y una agenda anti-derechos basada en preceptos morales ahistóricos encajan a la perfección en la ofensiva conservadora. Es por ello que el escenario de crecimiento de la acción política de las iglesias neopentecostales es notorio, al tiempo que la iglesia católica se esfuerza por recuperar la influencia y la adhesión mayoritaria, con un Papa sudamericano y ligado a la opción por los pobres.

Y de aquellos polvos, estos lodos. Las iglesias neopentecostales ya no son actores políticos circunstanciales para la derecha, nuclean buena parte del electorado, en un modo ahorro de las campañas clientelares –la fe es gratuita, los mercados no– y sobre todo en la nueva fuerza política que se disputan los diferentes partidos de la derecha para posicionarse firme y seguramente en la liza electoral. Latinoamérica se convirtió en un terreno de disputa política con un prominente ingrediente religioso.

[1] http://www.celag.org/calendario-electoral-2018-2019/
[2] http://www.celag.org/iglesias-evangelicas-poder-conservador-latinoamerica/
[3] http://www.scielo.br/pdf/alm/n6/2236-4633-alm-06-00005.pdf
[4] http://www.celag.org/iglesias-evangelicas-poder-conservador-latinoamerica/

[6] https://www.nacion.com/el-pais/politica/fabricio-alvarado-la-fe-de-la-mano-de-la-politica/GZDFOXAARNFWHAWLWFOVS4GIL4/story/
[7] http://www.celag.org/informe-pre-electoral-costa-rica/
[8] http://www1.folha.uol.com.br/poder/2017/10/1929311-evangelicos-impulsionam-bolsonaro-e-marina-e-derrubam-lula-diz-datafolha.shtml
[9] http://www.huffpostbrasil.com/2018/01/12/voto-dos-evangelicos-tera-peso-inedito-nas-eleicoes-de-2018_a_23332289/
[10] Íbid anterior.
[11] http://www.celag.org/peru-la-crisis-anunciada-ppk-vs-congreso/
[12] http://larepublica.pe/politica/1099822-sector-evangelista-se-jacta-de-tener-mayoria-en-el-congreso
[13] https://elcomercio.pe/politica/influencia-evangelica-congreso-noticia-473036
[14] https://revistas.unal.edu.co/index.php/achsc/article/view/18377/39639

Vicisitudes del progresismo político

VICISITUDES DEL PROGRESO POLITICO

El siglo XX fue escenario de intensos debates teóricos y luchas políticas acerca de la posibilidad del tránsito del capitalismo al socialismo. En realidad, ocurrió lo contrario. Rusia, los veinte estados surgidos de la disolución de la Unión Soviética y otra decena de países ex socialistas de Europa Oriental hicieron el recorrido inverso. De ese modo se deshizo el dogma de que el sistema político instaurado en la URSS constituía una nueva formación económica y social, y era por tanto irreversible.

En el orden teórico, la primera reacción de la izquierda marxista de entonces fue considerar que se trataba de una “regresión histórica”, lo cual entraba en contradicción con el precepto de que el devenir y el progreso histórico transcurre del pasado al futuro. ¿Cuál es la verdad?

Los alcances de aquel ajuste geopolítico que, aunque de diferente naturaleza ha sido comparado con el que tuvo lugar con la incorporación de Iberoamérica al sistema mundo y que dio lugar al advenimiento de la era moderna y al surgimiento de una treintena de nuevos estados entre los cuales descollaron los Estados Unidos.

En su esencia más profunda y probablemente menos investigada, el colapso de la Unión Soviética es parte del proceso abierto por la Primera Guerra Mundial que no solo dio lugar a un nuevo reparto del mundo sino a una transformación planetaria.

El socialismo vino al mundo en una coyuntura que incluyó la Primera Guerra Mundial, la cual involucró a 32 países y en la que Estados Unidos resultó único ganador, desaparecieron los últimos viejos imperios, surgieron nuevos estados y las potencias europeas recibieron luz verde para repartirse el Medio Oriente.

También por razones geopolíticas, los bolcheviques conservaron la estructura del imperio ruso, concediendo la independencia a Polonia, Finlandia y los países bálticos. Ese proceso pareció completarse cuando, al finalizar la II Guerra Mundial la Unión Soviética promovió la incorporación al socialismo de nueve países europeos, a lo cual se sumaron cuatro asiáticos.

Se consumó así la creación del campo socialista bajo influencia soviética que, mediante la identificación entre los partidos comunistas gobernantes, la creación del Pacto de Varsovia y del Consejo de Ayuda Mutua Económica, se intentó una integración política, ideológica y estatal internacional que occidente no había logrado.

El esquema que hasta los años ochenta mostró escasas fisuras se colapsó repentinamente debido sobre todo a la capacidad de sus direcciones políticas para abrir el juego, aplicar reformas, corregir deficiencias estructurales, actualizar los modelos económicos y democratizar las sociedades. El colapso soviético puso fin al mayor proyecto emprendido por la izquierda y que pudo ser exitoso.

Graves errores estratégicos, la falta de un pensamiento estratégico atinado, la incapacidad para introducir a tiempo reformas integrales, la creencia en dogmas y el aferramiento al poder, dieron al traste con el mayor y más prometedor de los proyectos concebidos por la izquierda que, en medio de enormes dificultades, especialmente en América Latina, trata de remontar la cuesta. El devenir continúa. Allá nos vemos.

La Habana, 03 de febrero de 2018

Participe en la campaña del PAR en 1967 Entrevista con Celia Pineda Dubon

Participe en la campaña del PAR en 1967 Entrevista con Celia Pineda Dubon

SANTA ANA, 21 de enero de 2018 (SIEP) “Desde muy pequeña me incorpore a la lucha revolucionaria por transformar a El Salvador, a la lucha por la justicia social y la paz…”nos comparte Celia Pineda Dubon, en la tranquilidad de su casa rodeada de sus pinturas y de su hermoso jardín lleno de orquídeas.

“Me influyeron principalmente las ideas y el sacrificio de mi hermana Eloísa, y también de mi hermano José Alfredo, dirigente magisterial, fundador de ANDES 21 de junio, de mi padre Pedro Pineda Alvarenga, que fue fundador del Partido Comunista y que falleció en 1976 a los 62 años….él fue transportista a nivel de Centroamérica, motorista y finalmente taxista del Parque Colón, casado con mi madre Teodora Dubon.”
“Y así pude conocer a muchos militantes y dirigentes comunistas como Virgilio Guerra y Daniel Castaneda, como Pedro Yan, como Eduardo Camporreales y Alfredo Acosta. Todos ellos fueron mis referentes de lucha. Mi papá iba a organizar a los pobladores de las comunidades de aquí del volcán de Santa Ana. Siempre fui muy apegada a él.”
Cuando tenía como siete años me acuerdo que iba con mi papá a los repartos de propaganda del Partido, las hojas volantes las llevábamos dentro de botes de leche Ceteco, mi papá nos llevaba al centro en el carro, y repartíamos en los mesones de ese entonces…
Cuando tenía como diez años viví una experiencia que me marcó profundamente, capturaron a mi hermana Eloísa. Ella falleció en Costa Rica en 1996. Bueno, la capturan y nos llegan a avisar a la casa que se la habían llevado. Esto fue allá por 1962 en las actividades del FUAR. Resulta que ella estaba asistiendo a una escuela de entrenamiento político-militar allá en San Salvador, en un lugar llamado La Campiña, y cayó la policía y capturaron a todos los participantes y a los maestros, incluyendo entre estos a Schafik (Handal) y Carlos Quijada, Nicolas Rivera, José Antonio…
Nomás supimos de la captura de Eloisa y de los demás compañeros iniciamos aquí en Santa Ana una campaña de denuncia para que fueran puestos en libertad. Había que sacarlos de la cárcel…y al final lo logramos, pero me golpeó fuertemente esta captura, estaba muy pequeña…
Estuve en la Vanguardia de la Juventud Salvadoreña
Ya siendo adolescente me organice en la Vanguardia de la Juventud Salvadoreña, la VJS. Venía Mario Aguiñada a atendernos políticamente. Y pasábamos tiempo con otros jóvenes en el local del PAR junto con Alfredo Acosta y Antonio Moran, al que mi papá le decía Morancito. Ya era para la campaña del doctor Fabio Castillo, finales del 66 y principios del 67.
Para ese tiempo estudiaba en el INSA, y me acuerdo que fui reina de los bachilleres de Occidente, pero eso no quitó el sueño.También jugué en el equipo de sofboll del INSA.
Me acuerdo también que nos llevaban a limpiar casas de seguridad para reuniones de la dirección política. Y había que tener un alto nivel de discrecionalidad, de compartimentación, esa fue mi escuela de clandestinidad…Virgilio nos contactaba por eso me afectó mucho cuando leí en los periódicos el “Yo renunció…” seguramente influenciado y presionado por su hijo, que siempre fue de derecha.
Esta también fue casa de seguridad, esta es la casa histórica donde siempre vivíamos con mi papá y mi mamá. Aquí estuvieron reunidos Schafik Handal, Raúl Castellanos Figueroa, Roberto Castellanos Calvo, Salvador Cayetano Carpio, Roque Dalton y muchos más…
Me acuerdo que una vez nos mantuvieron encerrados durante como tres días, en una bodega que antes teníamos donde este ese jardín, porque ellos estaban reunidos, y nosotros desde pequeños aprendimos a entender ese tipo de reuniones que eran importantes, y lo más interesante es que nadie nunca se enteraba, porque nos hubieran preguntado, ellos entraban y salían de la casa en horarios diferentes…
Como VJS hacíamos muchas actividades, mezclábamos la labor política con la labor cultural. Hacíamos bailes, yucadas, rifas, caminatas. Hacíamos pintas y poníamos mantas, en esa época una favorita era: “Cuba Sí, Yankees No.” Usábamos unas crayonas de esterina roja. Me acuerdo que una vez me equivoque y puse Cuba con ve pequeña, o sea Cuva, y me empezaron a bromear y de atrevida regrese al lugar que era público y discretamente, mi padre me mando a corregir el error.
Participamos en la campaña del PAR que llevaba de candidato al doctor Fabio Castillo. Fue una campaña muy agitada. A veces me ponía a vender bonos, otras veces iba repartiendo volantes en un carro Chevrolet descapotado que tenía Farid Handal, que era el orador estrella de la campaña, ya que con su oratoria levantaba a las masas populares…También estaba el Dr. Noyola y Quijada. Una vez fuimos al Cuco y era el día de mi cumpleaños. Y se lo dijeron al Dr. Castillo pero como no tenía los audífonos no entendió. Luego que se los puso le volvieron a decir y ordenó: Postre a Celia, por favor.
Me acuerdo que una vez fuimos a Chalatenango, con una amiga de nombre Rosa Melida, que era dirigente del sindicato de panaderos, del mismo que era Carpio…También fue esa vez una compañera de nombre Rosada, que era la compañera de Alfredo Acosta.
Allá en Chalatenango cuando llegamos me impactó que en el centro del parque estaba un cuadro de la tierra que prometíamos como PAR, porque nosotros fuimos los primeros que después de 1932 hablamos de reforma agraria, pero las tierras estaban cubiertas de cruces, ese era el mensaje que nos estaba mandando la derecha, los militares de ese entonces que nos iban a matar como efectivamente lo hicieron después…pero en ese momento, al terminar el mitin, la Guardia Nacional nos disparó, en las puertas de las casas quedaron los hoyos de los balazos que tiraron…
Pero antes de eso cuando estábamos iniciando el mitin el cura del pueblo empezó a repicar las campanas para que no se oyera en el pueblo lo que decíamos, nuestros mensajes antimilitaristas…y como esto no les funcionó llevaron los pecenistas a la banda de guerra, y entonces a Farid se le ocurrió mandarnos a comprar limones al mercado y nos pusimos a pelar y comer limones y entonces los de la Banda ya no pudieron seguir tocando, porque se les hizo agua la boca…
Farid era un excelente improvisador, se las inventaba en el momento…Y también bailamos para la audiencia, me acuerdo bailamos El Mar de Ray Coniff, que estaba muy de moda en ese tiempo…A mí me miraban y decía la gente : ahí está La Zarquita.
Lo que no le he contado es que mis papas se oponían a que fuera a Chalatenango, incluso mi hermano y mis hermanas se oponían, decía que iba a ser muy peligroso, porque Chalate era muy reaccionario, de derecha, pero yo en mis adentros me decía: “yo tengo que ir.” Era una cuestión de honor. Y siendo todavía una muchacha de 15 años desafié a mi familia y me fui a cumplir mi compromiso revolucionario… y ¿no ellos mismos me habían enseñado esas ideas? Me acuerdo que hable con Farid y me llegó a traer desde Usulután para que fuera.
Luego de la campaña del PAR, participe en el año 68 en la primera huelga de ANDES 21 de Junio, y luego en la campaña electoral de la Unión Nacional Opositora, UNO, que llevó como candidato al ingeniero José Napoleón Duarte. En el 72 intervienen a la U y capturan a mi hermano Alfredo y lo envían exilado a Costa Rica. Lo vinieron a capturar a esta casa, y se lo llevaron golpeándolo, sin zapatos…allá reside todavía.
El amor de mi vida fue Toño Sandoval
Me enamore del que fue candidato a Alcalde en 1963. Me llevaba 20 años pero me enamora locamente de él, fue el amor de mi vida, padre de mis tres hijas…progresista, simpatizante en esa época del PCS y ya para la guerra anduvo con el ERP. Yo no sabía que le gustaba a Toño desde los 13 años, él era amigo de mi hermano alfredo. Me ganó con sus atenciones, así me enamoro. Una vez me trajo una oveja bebe con un lazo rosado en el cuello, muy linda.
Lamentablemente nos separamos, luego que regresó de un exilio político en Guatemala 1973, ya regresó cambiado con una mujer de derecha. Ya tenía yo a Celia Ester. Pero fuimos novios eternos, no quisimos mucho, pero no pudimos vivir juntos. La última hija nació en Costa Rica en 1982. A sus hijas y mis hijas las eduque en el amor a la justicia, con los pies en el suelo, hoy son profesionales , las crie con amor a los pobres porque soy revolucionaria y moriré siendo revolucionaria, orgullosa de luchar por los demás sin nada a cambio. Ah y en 1971 hicimos con Toño un viaje maravilloso.
Un viaje en moto desde Nicaragua hasta Argentina. Y de ahí en moto de regreso de Argentina viajamos a Chile. Y en el transatlántico Donizzetti de Valparaíso a Panamá. Tres meses estuvimos viajando y amándonos.
En los años 80 me vi obligada a abandonar el país por la persecución política y porque intervinieron de nuevo la U, y ametrallan a mi hermano Manuel Pineda Dubon, que andaba con el FAPU y tenían tomada las instalaciones de la U. Le dio el tiro de gracia un militar de la segunda brigada de infantería de apellido Pineda, hermano de Aniceto Porsisoca. Entonces un militar nos avisó que nos iban a llegar a matar y me fui para Nicaragua, nos fuimos huyendo, dejamos abandonada esta casa.
Me incorpore allá a la solidaridad con las luchas del pueblo salvadoreño, me acuerdo trabaje con la esposa de Chanti Ruiz, una compañera chilena que ya murió, Blanqui… Recibíamos educación revolucionaria de Miguel Mármol que me acuerdo que siempre aconsejaba que “un revolucionario debe de andar siempre ordenado” porque la gente se fija como nos vestimos, como hablamos, como nos comportamos y debemos ser siempre ejemplo.
Hacíamos actividades, y vendíamos artesanías salvadoreña, me acuerdo que mi hija Celia Ester, bien chiquita, pero me ayudaba a vender…Una vez pasó Daniel Ortega a una de nuestras ferias y se interesó, se le quedo viendo a un pirograbado del Che, y con mi hija, pensamos y nos dijimos: ¿se lo damos? Y así lo hicimos y él lo agradeció. A ella le gustaba mucho como hablaba y como era Tomas Borge, el Ministro del Interior. También los sábados hacíamos y vendíamos pupusas en la UNAN.
También me incorpore en Nicaragua a las Milicias Populares Sandinistas y llegue a ser oficial. También pertenecí a los Comités de Defensa Sandinista. Cuando en 1981 llega Fidel Castro a Nicaragua, con mucho orgullo puedo contarte que participe de su seguridad como miliciana…
Luego de los Acuerdos de Paz regrese a mi patria, Santa Ana. Soy una apasionada de recuperar la memoria histórica de las luchas populares. Y rescatar la memoria histórica de héroes y heroínas, y mártires y martirezas de la guerra en El Salvador , incluso soy responsable aquí de la Memoria Histórica en el FMLN. Concluyo diciéndole que en mi vida siempre ha sido fundamental la revolución, la justicia social, la verdad, mi familia, la música, el arte.

Poder permanente y poder temporal en A. Latina: un debate pendiente

Poder permanente y poder temporal en A. Latina: un debate pendiente
Roberto Regalado
30/01/2018
Introducción
En medio de la vorágine de dos convulsos procesos universales de gran envergadura y signo negativo, entre las décadas de 1980 y 1990 la izquierda latinoamericana tuvo que refundarse para sobrevivir en un mundo en cambio. Uno de estos cambios fue el agravamiento de la crisis sistémica del capitalismo provocado por el agotamiento de la capacidad de reproducción expansiva del capital, que intensificó la concentración de la riqueza y la exclusión social, legitimada y guiada por la doctrina neoliberal. El otro fue la crisis terminal del llamado socialismo real que desembocó en la implosión del bloque europeo oriental de posguerra, incluido su núcleo fundamental, la Unión Soviética, entre cuyas consecuencias resaltan el cambio en la correlación mundial de fuerzas a favor del imperialismo, en especial, del imperialismo norteamericano, y el descrédito en que en un primer momento quedaron sumidas las ideas de la revolución y el socialismo.

Mientras los países socialistas de Europa se desmoronaban, la Revolución Cubana resistía el recrudecimiento del bloqueo y el aislamiento imperialista, y las organizaciones revolucionarias político‑militares latinoamericanas de los años sesenta, setenta y principios de los ochenta desaparecían o negociaban acuerdos de paz y se transformaban en partidos políticos legales, se abría una nueva etapa de luchas en la que los movimientos sociales populares en contra del neoliberalismo y de toda forma de opresión y discriminación alcanzaban un auge y una efectividad sin precedentes, y surgían nuevos partidos, organizaciones, frentes y coaliciones políticas «multitendencias», en los que convergían líderes, lideresas, activistas, militantes y simpatizantes de organizaciones sindicales, campesinas, femeninas y de otros sectores populares, partidos progresistas y democráticos, organizaciones marxistas de corrientes políticas e ideológicas divergentes que hasta ese momento se habían excluido entre sí, movimientos político‑militares también diversos, y mujeres y hombres del pueblo en general.
De manera aparentemente paradójica, en momentos en que se enseñoreaba la tesis del fin de la historia, las nuevas fuerzas progresistas y de izquierda de América Latina ocuparon espacios hasta entonces vedados o en extremo restringidos en gobiernos locales y legislaturas nacionales, y desde finales de esa última década, sus candidatos y candidatas fueron electos, y en la mayoría de los casos varias veces reelectos, a la presidencia en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras y Paraguay. Esta paradoja aparente es el resultado de al menos cuatro factores: el acumulado histórico de las luchas populares, en especial, durante la etapa histórica abierta por el triunfo de la Revolución Cubana; el rechazo a los métodos represivos de dominación tradicionalmente utilizados en la región, en particular, por los Estados de seguridad nacional de las décadas de 1960 a 1980; el auge de las luchas populares contra el neoliberalismo, que tributa a la organización y la lucha política electoral; y el voto de castigo de amplios sectores sociales contra los gobiernos y las fuerzas políticas neoliberales.
Debido al devastador impacto político e ideológico de la caída del «socialismo real» y a la política del imperialismo y las oligarquías latinoamericanas destinada a evitar que fuerzas revolucionarias ocuparan espacios en los poderes e instituciones del Estado y a cooptar a quienes abandonaban la lucha por la emancipación, los órganos de dirección y la capacidad decisoria de las fuerzas progresistas y de izquierda multitendencias nacidas en ese momento, fueron copados por lo hoy conocemos como «progresismo», por lo general, proveniente de sectores democráticos de los partidos tradicionales, y por lo que podríamos llamar la «nueva socialdemocracia latinoamericana».
Lo esencial de la nueva socialdemocracia latinoamericana no es que esté integrada por partidos miembros de la Internacional Socialista, aunque algunos pertenezcan a ella; tampoco que sean fuerzas políticas que se consideren a sí mismas como socialdemócratas, aunque algunas lo hagan. Ese nuevo vector, agrupamiento o tendencia está compuesto por una amalgama de corrientes políticas e ideológicas que sería imposible caracterizar aquí. Al margen de cualquier elemento organizativo o doctrinario de la socialdemocracia tradicional que pueda estar presente en él, lo esencial es que piensa y actúa de manera muy similar a la socialdemocracia europea de finales del siglo XIX y las primeras seis décadas del XX.
Un elemento básico de su pensamiento es asumir la maniquea concepción de la democracia burguesa como sistema político supuestamente imparcial e incluyente, que en América Latina solo funcionó con relativa estabilidad en Uruguay y Chile, y solo lo hizo mientras el imperialismo y las oligarquías de esos dos países no identificaron a la izquierda como una amenaza al sistema, pero tan pronto como las percibieron como tales, en ambos implantaron férreas dictaduras. Otro elemento que lo caracteriza es el juego de roles «socialdemócrata» realizado por la dirección de esas fuerzas, que usan a su «ala izquierda» para atraer el voto de los sectores populares en tiempo de campañas electorales, y le entrega al «ala derecha» la «joya de la Corona» cuando ocupa el gobierno, es decir, el control del gabinete económico, que sigue funcionando con esquemas neoliberales «moderados».
En el momento en que se produjo la refundación de la izquierda latinoamericana, se llegó a hablar de una supuesta ruptura epistemológica con la historia anterior de la humanidad, un «borrón y cuenta nueva» con la historia de la dominación y las luchas emancipadoras que le impidiera a las viejas generaciones mantener vivos sus ideales, sus principios y sus objetivos políticos, económicos y sociales, y a las nuevas generaciones conocer y comprender de dónde vienen y decidir con fundamento hacia dónde quieren ir. Se daba por sentado que ya no había clases sociales, ni contradicciones antagónicas, ni ideologías, ni necesidad de organización política popular, más allá de los partidos como pragmáticos aparatos electorales. Se acuñó el término «democracia sin apellidos», sistema político y electoral pretendidamente imparcial e impoluto, que no estaría sometido a la presión y la injerencia de los centros de poder imperialista, ni a la acción de los defensores de los intereses de las oligarquías criollas incrustados en los poderes del Estado y organizados en poderes fácticos. Los opresores de antaño reconocerían civilizadamente sus derrotas electorales y, con igual civilismo, le permitirían gobernar a las fuerzas progresistas y de izquierda, frente a las cuales se limitarían a realizar la comedida función opositora característica de la alternancia entre partidos del sistema. El triunfo electoral sería, supuestamente, el «acceso al poder», es decir, una híper simplificación y equiparación absurda de los conceptos gobierno y poder. De ahí parte la sorpresa e incomprensión que incluso hoy, después de haber sido expulsadas del gobierno o estar en riesgo de serlo –sin haberlo visto venir, ni saber, a ciencia cierta, cómo evitarlo y revertirlo–, y de haber sido criminalizadas y judicializadas, o de estar a punto se serlo, siguen manifestando el progresismo y la nueva socialdemocracia latinoamericana, y también de ahí que la mayor parte de los análisis y reflexiones publicados al respecto, se limiten a denunciar las manipulaciones, transgresiones y violaciones que la derecha hace contra los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda, y poco o nada se mencionen las deficiencias y errores de estas últimas que contribuyeron torcer la correlación regional de fuerzas en su contra.
No es que los elementos reales de la situación política de la región fueran ignorados por todas y todos los dirigentes, cuadros y militantes de estas organizaciones, sino que sus liderazgos desconocieron, negaron o subestimaron la crecientemente deteriorada correlación de fuerzas sociales y políticas, la cual debieron haber reconocido, enfrentado y revertido cuando tenían mayores y mejores posibilidades de hacerlo, en lugar de acorralarse haciendo más concesiones al capital, que nunca cesó de intentar expulsarlos de los espacios por ellos democráticamente conquistados, y de divorciarse más de sus base sociales y de los electores que en comicios anteriores les dieron su voto, no porque compartiesen sus ideas, sino como castigo a la derecha neoliberal. De esa manera perdieron el voto fluctuante no comprometido de amplios sectores sociales, y fomentaron la abstención de castigo de sus propias bases sociales.
Nada más lejos de la intención de estas líneas que dibujar una grosera caricatura monolítica de los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda de América Latina. En cada país, la lucha de esas fuerzas se desarrolla en condiciones singulares. Pero, en sentido general, pueden hacerse cuatro agrupamientos sobre la base de similitudes y diferencias:

  • En Venezuela y Bolivia, la izquierda estableció su control sobre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y en Ecuador, sobre los poderes ejecutivo y legislativo, en virtud de la ruptura o debilitamiento extremo de la institucionalidad neoliberal, factor que les permitió hacer cambios políticos inmediatos y radicales dentro del sistema social capitalista y del sistema político de democracia burguesa, a través de la adopción de nuevas Constituciones. Los procesos políticos de estos países tienen en común que el liderazgo personal de Chávez, Evo y Correa fue el elemento dominante en torno al que se construyeron y actuaron sus respectivas fuerzas políticas, y que entre sus prioridades resaltan la recuperación de los recursos naturales, y sus políticas democratizadoras, de redistribución de riqueza y desarrollo social.
  • En Nicaragua y El Salvador el elemento común consiste en que las fuerzas de izquierda gobernantes eran movimientos revolucionarios político‑militares devenidos partidos políticos legales. En Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional conquistó el poder político mediante una guerra revolucionaria, y años después fue desplazado de él por la agresión indirecta del imperialismo norteamericano, pero logró conservar el control de una parte de las instituciones del Estado y una correlación social y política de fuerzas gracias a lo cual dieciséis años después ha logrado ganar tres elecciones presidenciales consecutivas, y recuperado el control de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.

En El Salvador, tras doce años de guerra revolucionaria, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional obligó al imperialismo norteamericano y la oligarquía salvadoreña a firmar unos acuerdos de Paz, en virtud de los cuales por primera vez en la historia nacional se abrieron espacios democráticos, en los que esa organización político‑militar se transformó en partido político legal y devino la segunda fuerza política del país, hasta que en 2009 y 2014 logró ocupar el poder ejecutivo.

  • En Brasil, el Partido de los Trabajadores se convirtió en el núcleo de la coalición que ejerció el gobierno, y en Uruguay el Frente Amplio estableció su control sobre los poderes ejecutivo y legislativo del Estado, en ambos casos, debido al auge de las luchas sociales y populares, combinado con el voto de castigo de amplios sectores sociales contra los gobiernos neoliberales que les antecedieron. A diferencia de Venezuela, Bolivia y Ecuador (donde existían crisis políticas), en Brasil y Uruguay el debilitamiento institucional no era suficiente para permitir la realización de cambios políticos radicales, y tampoco ha habido el consenso dentro de sus respectivas fuerzas progresistas y de izquierda multitendencias para emprenderlos. Si bien los liderazgos personales, en especial el de Luiz Inácio Lula da Silva y en menor medida el de Tabaré Vásquez, jugaron importantes papeles en sus triunfos electorales, en ambos casos hubo una mayor correspondencia entre el liderazgo personal, y la fortaleza y madurez de esas fuerzas políticas.
  • En Argentina, Honduras y Paraguay, debido a la debilidad y atomización de las fuerzas políticas progresistas y de izquierda, las coaliciones que ocuparon el poder ejecutivo en Argentina y Honduras fueron lideraras por figuras democráticas provenientes de partidos tradicionales, Néstor Kirchner y Cristina Fernández en la primera y Manuel Zelaya en la segunda, y una figura proveniente de la Iglesia Católica, Fernando Lugo, en Paraguay.

El rol dominante que ejercen el progresismo y la nueva socialdemocracia latinoamericana se aprecia con mayor nitidez en los partidos, organizaciones, frentes y coaliciones políticas «multitendencias» que ejercieron o aún ejercen el gobierno en Argentina, Brasil, Uruguay. Pero eso no significa que sea un fenómeno circunscrito a esos tres países de América del Sur. Por el contario, es un fenómeno manifiesto en toda América Latina:

  • por una parte, está presente, en mayor o menor medida, en toda fuerza progresistas y de izquierda que ejerce o ha ejercido el gobierno, aunque su liderazgo principal y su rumbo estratégico se orienten a la transformación social revolucionaria, pues son fuerzas plurales que incluyen a dirigentes, cuadros, militantes y corrientes internas partidarias del progresismo y/o de la nueva socialdemocracia por la otra, monopoliza la dirección de numerosos partidos, organizaciones, frentes y coaliciones que no son objeto de análisis en este ensayo porque no ocupan, ni han ocupado el gobierno

En cuanto a Honduras y Paraguay, en la primera predominó el elemento del candidato presidencial de un partido tradicional que «se dio vuelta», y en el segundo, se trató de una figura de la Iglesia cuyas posibilidades electorales lo convirtieron el punto de convergencia de fuerzas burguesas y fuerzas populares que buscaban quebrar el monopolio del poder ejercido por el Partido Colorado, sin que en uno u otro caso hubiese fuerzas progresistas y de izquierda fuertes, bien organizadas y maduras.
En el complejo escenario reseñado en las páginas anteriores, con intenso fulgor brilló la labor política, ideológica y pedagógica del principal líder histórico del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, Schafik Jorge Hándal, quien como he dicho en muchas ocasiones y seguiré diciendo, en mi opinión, fue el intelectual y dirigente político revolucionario que mejor comprendió y explicó el impacto que en la izquierda latinoamericana tenía el efecto combinado de la globalización neoliberal y el derrumbe de la URSS, y formuló valiosas consideraciones y recomendaciones organizativas, políticas e ideológicas para la refundación revolucionaria del FMLN y la izquierda latinoamericana en general. En su natal El Salvador, junto a otras compañeras y compañeros, Schafik lideró la batalla política e ideológica, y encabezó el trabajo educativo, para que el FMLN no se convirtiera en una más de las fuerzas políticas de la nueva socialdemocracia latinoamericana, ni en un partido dogmático que repitiera los errores del Partido Comunista de la Unión Soviética y otros que copiaron su modelo.
Quienes estudiamos, compartimos y continuamos aplicando y desarrollando las ideas de Schafik, no nos sorprendemos del cambio en la correlación social y política de fuerzas ocurrido en los últimos años en detrimento de los gobiernos y partidos progresistas y de izquierda de América Latina. Las líneas que a continuación siguen están dedicadas a exponer, en forma sintética, algunos elementos de caracterización del poder en la sociedad capitalista y sus correspondientes consideraciones sobre la lucha por la conquista o la construcción de un poder socialista, temas a los que Schafik dedicó gran atención, entre ellos la interrelación entre poder permanente y poder temporal, con la esperanza de que esto facilite una mejor comprensión del porqué de los cambios ocurridos en la correlación de fuerzas en detrimento del progresismo y la izquierda latinoamericanos, y contribuya a darle en necesario vuelco a esa situación.

El problema del poder
Desde la irrupción del marxismo en el entonces incipiente pensamiento socialista, ocurrido con la publicación, en 1848, del Manifiesto del Partido Comunista, quedó planteada la necesidad de luchar por el poder, en aquel momento solo potencialmente accesible por medio de una revolución que rompiera de manera tajante con el sistema de dominación del capital. Con el salto del desarrollo económico y social dado por las principales potencias capitalistas en virtud de la Segunda Revolución Industrial, a partir de la década de 1860 comienza a entretejerse en ellas la democracia burguesa, impulsada por la interacción de dos factores:

  • uno es la posibilidad y necesidad que tiene la burguesía de sustituir la dominación violenta, históricamente ejercida por el capitalismo, por la hegemonía burguesa, proceso cultural mediante el cual las clases dominadas asumen como propios los valores y la ideología de la clase dominante. Marx dijo que «el capital nace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies», y esa violencia ya no se correspondía con los avances del sistema de producción capitalista en sus puntos de máximo desarrollo, aunque sí se continuara empleando en el resto del mundo, en particular, en el mundo colonial, cuya despiadada explotación sustenta la «democratización» de Europa Occidental y Norteamérica
  • el otro es la lucha de los movimientos obrero, socialista y femenino, los cuales le arrancan a la burguesía concesiones políticas y sociales que esa clase dominante no estaba dispuesta hacer por su propia iniciativa. Hitos en este proceso fueron la ampliación del derecho al voto –primero a todos los hombres y después a las mujeres– y la legalización de partidos socialistas que se inicia en Alemania en la década de 1880

La democracia burguesa introduce cambios fundamentales en la naturaleza, la ubicación y el ejercicio del poder, que en el feudalismo era detentado por la Corona sobre la base de la correlación de fuerzas entre el rey o la reina y los señores feudales con los que intercambiaba privilegios por servicios, y que en etapas previas del capitalismo era ejercido por la Corona sobre la base de negociaciones con la naciente burguesía con la cual intercambiaba concesiones por préstamos.
En el nuevo estadio del desarrollo económico y político del sistema capitalista, el poder se desdobla en «poder permanente» y «poder temporal»:

  • El poder permanente no lo ejerce una persona; es la síntesis de una compleja, contradictoria y dinámica interacción y lucha entre grupos de la clase dominante que pugnan por imponer su hegemonía, al tiempo que comparten el interés vital de garantizar la reproducción permanente del capitalismo. Como resultado de la siempre creciente concentración del capital, el poder permanente deja de ser nacional y deviene transnacional, cambio cualitativo identificable en la década de 1970, a partir de la cual el sujeto rector del poder permanente es la oligarquía financiera transnacional, compuesta por las oligarquías de los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, en ese orden, a la que se subordinan las clases dominantes de cada país
  • El poder temporal es el ejercido por la fuerza política que, en cada nación, ocupa el Poder Ejecutivo del Estado, es decir, el gobierno, durante un período determinado, sujeto a alternancia o continuidad mediante elecciones periódicas, según lo establecido en la Constitución y las leyes

La democracia burguesa se caracteriza por la división y búsqueda de un equilibro entre los poderes del Estado, a saber, el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial, entramado institucional concebido para forzar y canalizar la solución de contradicciones y promover la creación de consensos, en primer término, entre los grupos de poder políticos y económicos de la clase dominante y, en segundo lugar, entre las clases y sectores sociales dominantes y dominados.
Cada nación es un escenario de la interacción entre poder permanente y el poder temporal. Función esencial de la democracia burguesa y su división de poderes, es hacer que el poder temporal se ejerza en correspondencia con los dictados del poder permanente. En esta misma dirección operan poderes fácticos de primera importancia, como el militar, el económico y el mediático. De ello se deriva que la fuerza política que ocupe el gobierno ejerce el poder temporal con mayor discrecionalidad en la medida en que cuente con una mejor correlación de fuerzas en la legislatura y los tribunales, y reciba un mayor apoyo de los poderes fácticos.
La democracia burguesa es una de las formas de dominación y subordinación ejercidas de clase por la burguesía. Es el tipo de democracia que se corresponde con la sociedad capitalista, pero no en todas las naciones capitalistas hay democracia burguesa: en muchas imperan otras formas de dominación y subordinación, entre ellas, la dictadura, el autoritarismo e incluso la monarquía absoluta.
El sistema político democrático burgués es democracia para los grupos económicos y políticos más poderosos de la clase dominante –los únicos que compiten entre sí en condiciones de «igualdad»–, y es dominación y subordinación para el resto de la sociedad. Su basamento es el sistema de partidos políticos cuyos candidatos y candidatas asumen (en realidad se apropian de) la representación ciudadana en los poderes del Estado mediante elecciones. Sin menoscabo de esa definición, en los países donde los postulados de la democracia burguesa se llevan realmente a la práctica –en función de garantizar la reproducción de la hegemonía de la clase dominante–, dicho sistema político incluye la participación y representación de las clases dominadas, por lo que constituye un espacio de lucha social y política en que los sectores populares pueden arrancarle concesiones a la burguesía y hasta ocupar espacios en el Estado.
La modalidad de democracia burguesa imperante en la actual etapa de descomposición del sistema capitalista universal, que lo compulsa a blindar al Estado para eliminar la redistribución de riqueza y la asimilación de demandas sociales, es la «democracia neoliberal», que mantiene los elementos formales de la democracia burguesa tradicional pero busca restringir la alternancia en el gobierno solo entre partidos y candidatos neoliberales. Por supuesto que este concepto encierra un contrasentido porque la democracia y el neoliberalismo son antitéticos. Pero si partimos de la premisa marxista de que la democracia es una forma de dominación y subordinación social, el concepto queda claro, pues el neoliberalismo es la doctrina que en la actualidad legitima y guía esa dominación y subordinación. En última instancia, no solo el neoliberalismo es antitético con la verdadera democracia: también lo es el liberalismo y cualquier otra escuela de pensamiento que defienda los intereses del capital.

Los cambios, la ubicación y el ejercicio del poder, y sus consecuencias
Los cambios en la naturaleza, la ubicación y el ejercicio del poder complejizan el terreno de las luchas populares. Si en la década de 1840 el tema del poder no admitía discusión, pues quien se lo propusiera solo podía hacerlo por medio de una revolución con ruptura tajante con el sistema capitalista, la apertura de espacios de lucha política ocurridos a partir de la década de 1860 abre un abanico de posibilidades en virtud del cual en el movimiento obrero y socialista proliferan los debates y choques por discrepancias sobre programa, objetivos, estrategias y tácticas de lucha.
En la propia década de 1860 ocurre una primera bifurcación en el movimiento obrero y socialista, entre las corrientes anarquistas, que rechazan al Estado y toda forma de organización y lucha política, y las corrientes socialistas, que incursionan en el nuevo campo de batalla.

En la década de 1980, el desarrollo alcanzado por la democracia burguesa y la legalización del Partido Socialdemócrata Alemán, que ocupaba el liderazgo del movimiento socialista mundial desde la derrota de la Comuna de París, en 1871, se desata una segunda polarización, en este caso dentro del movimiento socialista, entre las fuerzas que deciden aprovechar los espacios de lucha social y política para arrancarle concesiones inmediatas a la burguesía (los fabianos y los laboristas ingleses, los posibilistas franceses y los revisionistas alemanes), tendencia que prolifera más en los países europeos occidentales donde funciona la democracia burguesa –y, por tanto, existen espacios de lucha social y política legal, y que es más rechazada en los países europeos orientales, en especial, en Rusia, sometidos a poderes dictatoriales que proscribían y reprimían toda forma de lucha popular, en los cuales predomina la concepción marxista de no buscar reformas de corto plazo dentro del capitalismo, sino apostarlo todo a la revolución social. Esa contradicción provoca el choque entre los partidarios de la reforma y los partidarios de la revolución en la II Internacional en la década de 1890, que desemboca en la ruptura total entre socialdemocracia y comunismo, ocurrida a raíz del estallido de la I Guerra Mundial, en 1914, que se agudiza al extremo con el triunfo de la Revolución Bolchevique, en 1917, primera experiencia universal de conquista del poder político y el inicio de una (luego frustrada) transición socialista hacia el comunismo. Es importante hacer tres observaciones sobre esta ruptura:

  • Dentro de la socialdemocracia no solo quedaron las corrientes ideológicas cuyo objetivo siempre fue la reforma del capitalismo, sino también las de origen marxista, cuya meta inicial había sido la revolución mediante rupturas parciales sucesivas con el capitalismo, es decir, partidarias de un enfoque gradual de la lucha por el poder que, al igual que los reformistas declarados, devinieron enemigos irreconciliables de la revolución mediante la ruptura tajante con el capitalismo realizada por el Partido Bolchevique en Rusia. En la medida en que ocuparon espacios institucionales dentro de la democracia burguesa, las corrientes socialdemócratas de origen marxista fueron asimiladas por el capitalismo
  • Factores decisivos en la ampliación de la democracia burguesa y el desarrollo del llamado Estado de Bienestar, aprovechado por la socialdemocracia para impulsar una reforma progresista, fueron el triunfo de la Revolución Bolchevique, en 1917, y la formación del campo socialista, a partir de 1945, que obligan al capitalismo a dotarse de un supuesto rostro humano como componente de la Guerra Fría. Más no era un rostro, sino una careta humana, de la cual comenzó a despojarse a raíz de la agudización de la crisis sistémica iniciada en la década de 1970, y terminó de hacerlo tan pronto como el derrumbe de la URSS y el bloque europeo oriental de posguerra hicieron innecesaria la mascarada democrática y redistributiva. A partir de ese momento, la socialdemocracia, que había nacido en diametral oposición al liberalismo burgués, asume como propia la modalidad más antidemocrática y excluyente de liberalismo hasta hoy conocida: el neoliberalismo.
  • De lo anterior se deriva que la revolución mediante rupturas parciales sucesivas con el capitalismo, en la que en los últimos años se ha venido avanzando en Venezuela y Bolivia, y que es el objetivo estratégico de las fuerzas revolucionarias latinoamericanas en la actualidad, cuenta con un antecedente histórico que debe ser estudiado para extraer de él enseñanzas positivas y negativas, al igual que se han estudiado y se seguirán estudiando las enseñanzas positivas y negativas de la desaparecida Unión Soviética
  • Las enseñanzas de la Unión Soviética son importantes porque se trata de la primera y más importante revolución por ruptura tajante con el sistema capitalista, que tras poco más de siete décadas de existencia desembocó en una restauración de ese sistema social.
  • Las enseñanzas de las corrientes socialdemócratas de origen marxista son importantes porque originalmente se propusieron hacer una revolución mediante rupturas parciales sucesivas con el capitalismo, tipo de revolución que hasta el momento existe solo como hipótesis, pues nunca ha sido demostrada en la práctica. Esta hipótesis se está tratando de demostrar en Venezuela y Bolivia, a cuyos procesos de transformación social deseamos los mayores y mejores éxitos, y otras fuerzas revolucionarias de la región se proponen transitar esa senda, pero aún no hay resultados concluyentes que la avalen.

En el caso del llamado socialismo real, caricatura grotesca en la que degeneró el proyecto original de la Revolución de Octubre, no voy a profundizar. No porque carezca de importancia, ni para evadir el tema, sino debido a que esta ponencia se presenta en el IV Seminario internacional sobre el pensamiento de Schafik en la América Latina del siglo XXI, y sus análisis y reflexiones sobre la burocratización antidemocrática del sistema soviético y los factores que impidieron el desarrollo pleno de las fuerzas productivas en la URSS, son conocidos y yo los comparto.
Poder permanente y poder temporal en América Latina
En América Latina no hubo condiciones para el desarrollo de una corriente reformista similar a la socialdemocracia europea, y la lucha armada que desembocó en el triunfo de la Revolución Cubana no tuvo el mismo desenlace en el resto de la región. Hubo reforma progresista en los países donde se aplicaron proyectos nacional desarrollistas, entre los cuales resaltan México, Argentina y Brasil, y en las naciones donde, con carácter excepcional, funcionó la democracia burguesa, que son Chile y Uruguay, pero ninguno de esos dos tipos de reforma derivó en un proceso de rupturas parciales sucesivas con el capitalismo. No era ese el rumbo de las burguesías nacional desarrollistas en México, Argentina o Brasil, y en Uruguay y Chile se produjeron golpes de Estado cuando el imperialismo y las oligarquías nacionales sintieron amenazado su monopolio del poder político.
La revolución por ruptura tajante con el sistema político imperante triunfó en Cuba en 1959, y en Granada y Nicaragua en 1979. Solo en Cuba fue también una ruptura con el sistema social capitalista, y solo en ella el poder revolucionario se mantiene intacto. En Granada, el Movimiento de la Nueva Joya lo perdió en 1983 por pugnas internas que sirvieron de pretexto a una invasión militar estadounidense, y en Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional fue desplazado de él en 1990 por una guerra imperialista canalizada a través de fuerzas contrarrevolucionarias, pero logró mantener el control de parte de las instituciones del Estado, lo cual le facilitó, dieciséis años después, triunfar en tres elecciones presidenciales consecutivas. En otras naciones hubo, en unos casos derrotas, y en otros soluciones negociadas que abrieron espacios a las fuerzas populares para participar en la lucha política legal.
Ya se mencionaron en la introducción de esta ponencia los factores por los cuales, a criterio de este autor, entre finales de la década de 1980 e inicios de la de 1990, en América Latina se inicia una secuencia creciente de triunfos electorales de las fuerzas políticas progresistas y de izquierda, incluida la ocupación del poder ejecutivo del Estado en varios países. En el tiempo transcurrido desde la primera de esas victorias, la cosechada por Hugo Chávez el 6 de diciembre de 1998, constatamos que los tres primeros factores mencionados, a saber, el acumulado de las luchas populares, el rechazo a los métodos represivos de dominación, el auge de las luchas populares contra el neoliberalismo, se debilitan y desvanecen a menos que ello se evite o se contrarreste con un sistemático y adecuado trabajo político e ideológico, y que el cuarto factor, el voto de castigo contra los neoliberales de amplios sectores sociales, se vuelve contra las fuerzas progresistas y de izquierda, entre otros motivos, por la camisa de fuerza que el poder permanente les impone, y por sus deficiencias y errores propios.

Es bien conocida la idea de Schafik de que el objetivo de una fuerza revolucionaria que entra al gobierno es cambiar al sistema, y no que el sistema la cambie a ella. Pero, para cumplir ese objetivo lo primero es comprender las dificultades que enfrentamos, entre ellas:

  • La democracia burguesa no está hecha para que la izquierda ocupe y ejerza el gobierno, mucho menos para que cambie el gobierno desde el sistema, y menos aún para que rompa con el sistema y construya otro que lo supere históricamente. Con otras palabras, está hecha para hacer imposible lo que Schafik nos orientó, por lo que la izquierda debe estar consciencia de que es una batalla que es preciso librar a contracorriente.
  • La erosión ideológica y/o la cooptación de dirigentes, funcionarios y militantes de izquierda, ya sea por la frustración y la resignación que anida en ellos debido a la resistencia del sistema a los cambios que creyeron poder hacer sin tantos obstáculos, o por la asimilación de los valores del sistema y acomodamiento a sueldos y beneficios, o por la combinación de ambos factores.
  • La insuficiente correlación de fuerzas propias para realizar las reformas progresistas o las transformaciones revolucionarias planteadas, que obliga a hacer alianzas con fuerzas de centro-izquierda, centro e, incluso, de la derecha «moderada»
  • El carácter heterogéneo de la fuerza progresista y de izquierda que ejerce el gobierno, y la asignación de puestos en los poderes del Estado y sus dependencias a aliados e incluso a cuadros propios que no apoyan el programa de reforma progresista o transformación revolucionaria

Consideraciones finales

  • Los dos formidables retos que enfrenta la izquierda latinoamericana son: evitar ser expulsada del sistema y evitar ser asimilada por el sistema, lo cual nos lleva a preguntarnos:

¿Podrá la izquierda latinoamericana enfrentar con éxito estos dos retos?
¿Podrá evitar ser asimilada por el sistema como lo fue la socialdemocracia a lo largo del siglo XX?
¿Podrá concluir con éxito el proceso de rupturas parciales sucesivas con el capitalismo que la socialdemocracia de origen marxistas abandonó?

  • El hecho de que se distancie, critique e incluso condene las aberraciones cometidas en la URSS y otros países en nombre del marxismo y el socialismo, no debe conducir a la izquierda latinoamericana a rechazar el análisis crítico del capitalismo, ni a renunciar al socialismo como utopía realizable. En igual sentido, el hecho de que las luchas populares se desarrollen dentro del sistema de democracia burguesa, y que en el futuro previsible no haya condiciones para una ruptura tajante con ese sistema, no debe llevar a la izquierda a asumir como cierto el discurso legitimador de «gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo», ni de apego a la Constitución y las leyes, porque son falsos. Hay pruebas históricas de sobra, y también muy cercanas y recientes, para demostrarlo. Comprender esta realidad es requisito indispensable para evitar la adopción de objetivos, programas, estrategias y tácticas que debiliten y hagan vulnerable a la izquierda.
  • La continuidad y éxito del proceso de reforma progresista o transformación revolucionaria no la garantizan por sí mismos, ni los cambios políticos de envergadura dentro de la democracia burguesa, ni «llenar un expediente de buena conducta» para ganar la «tolerancia» del imperialismo y la oligarquía nacional. La izquierda solo puede abrirse paso en la democracia burguesa en la medida en que logre construir a su favor, mantener e incrementar en forma constante una sólida correlación social y política de fuerzas.
  • El cambio en la correlación de fuerzas desfavorable a los gobiernos y las organizaciones políticas progresistas y de izquierda ocurrido durante los últimos años, reafirma una verdad conocida, pero por lo general olvidada, subestimada o repetida solo de palabra: los espacios de poder estatal conquistados por la izquierda son frágiles y efímeros si no se sustentan en la construcción de hegemonía y poder popular. Una cosa es creer que estamos construyendo hegemonía y poder popular desde el gobierno, y otra construirlos de verdad. La hegemonía y el poder popular no se construyen «de arriba para abajo», sino en interacción fluida «de abajo para arriba» y «de arriba para abajo».
  • Al contrario de lo que muchos creímos, la práctica demuestra que no era más sólido el blindaje contra los embates sistémicos de los procesos de revolución política (Venezuela, Bolivia y Ecuador), que el de los procesos de reforma no rupturista (el resto de los existentes). La resiliencia del poder permanente funciona contra ambos: unos y otros son sujetos potenciales de expulsión de los espacios institucionales que lograron ocupar.
  • En los casos de Venezuela y Bolivia, la continuación de sus respectivos procesos de transformación social revolucionaria no dependerá solo del imprescindible atrincheramiento en los poderes del Estado que sus respectivas dirigencias están realizando. Aún más imprescindible es resolver de manera real, eficaz y duradera, los errores, deficiencias y vacíos existentes en la construcción de hegemonía y poder popular que dieron a lugar los desfavorables cambios en la correlación de fuerzas ocurridos en esos países.
  • Hay que denunciar y combatir la desestabilización de espectro completo que el imperialismo y las oligarquías nacionales realizan contra los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda, pero ello no basta. Urge una evaluación autocrítica de las fortalezas y debilidades de nuestros proyectos, procesos, gobiernos y fuerzas políticas, no para autoflagelarnos o darle armas al enemigo, sino para potenciar esas fortalezas y erradicar esas debilidades.
  • La desestabilización de espectro completo nos debilita y destruye más cuando saca partido de nuestras deficiencias y errores. Tenemos mejores condiciones para derrotarla cuando somos rigurosos y eficientes en nuestra labor organizativa, política e ideológica, y nuestra relación con el pueblo es fluida, constructiva e interactiva.
  • La evaluación autocrítica crucial de toda fuerza de izquierda es: cuánto ha acumulado desde que empezó a ocupar espacios institucionales, cuánto ha dejado de acumular y cuánto ha desacumulado.
  • La situación es grave. Podemos vencer o ser vencidos. Para vencer, lo primero que necesitamos es tomar conciencia de la gravedad de la situación. Las posturas justificativas y complacientes nos llevan a la derrota. La izquierda solo se autocrítica cuando está en una situación límite, y solo lo hace para salir de esa situación; no con una perspectiva profunda. La interrogante es si seremos capaces de erradicar eso.

Ponencia presentada en el IV Seminario internacional sobre la vigencia del pensamiento de Schafik en la América Latina del siglo XXI, San Salvador, 26 y 27 de enero de 2018.

Roberto Regalado Álvarez

Licenciado en Periodismo y Doctor en Ciencias Filosóficas, miembro de la Sección de Literatura Histórico‑social, de la Asociación de Escritores de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, y consultor del Instituto Schafik Hándal de El Salvador.

https://www.alainet.org/es/articulo/190709

Contribución a la historia del cristianismo primitivo

F. ENGELS
Contribución a la historia del cristianismo primitivo

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Escrito: En 1894.
Primera edición: En la revista Die Neue Zeit, vol. I (1894/1895), pags. 4-13 y 36-43.
Fuente de la traducción: F. Engels, “Contribución a la historia del cristianismo primitivo”, http://antorcha.webcindario.com/fondo/contribucion.htm.
Esta edición: Marxists Internet Archive, diciembre de 2016.
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I
La historia del cristianismo primitivo ofrece curiosos puntos de contacto con el movimiento obrero moderno. Como éste, el cristianismo era en su origen el movimiento de los oprimidos: apareció primero como la religión de los esclavos y los libertos, de los pobres y los hombres privados de derechos, de los pueblos sometidos o dispersados por Roma. Ambos, el cristianismo y el socialismo obrero predican una próxima liberación de la servidumbre y la miseria; el cristianismo traslada esta liberación al más allá, a una vida después de la muerte, en el cielo; el socialismo la sitúa en este mundo, en una transformación de la sociedad.
Ambos son perseguidos y acosados, sus seguidores son proscritos y sometidos a leyes de excepción, unos como enemigos del género humano, los otros como enemigos del gobierno, la religión, la familia, el orden social. Y a pesar de todas las persecuciones e incluso directamente favorecidos por ellas, uno y otro se abren camino victoriosa, irresistiblemente. Tres siglos después de su aparición, el cristianismo es reconocido como la religión de Estado del Imperio romano: en menos de sesenta años, el socialismo ha conquistado una posición tal que su triunfo definitivo está absolutamente asegurado.
En consecuencia, si el señor profesor A. Menger, en su Derecho al producto íntegro del trabajo se asombra de que, dada la colosal centralización de los bienes raíces bajo los emperadores romanos y los infinitos sufrimientos de la clase trabajadora compuesta en su mayor parte por esclavos, no se haya implantado el socialismo tras la caída del imperio romano occidental, lo que él no ve es que precisamente ese socialismo, en la medida en que era posible por aquel entonces, existía en efecto y había llegado al poder…, con el cristianismo. Sólo que el cristianismo, como fatalmente tenía que ocurrir dadas las condiciones históricas, no quería realizar la transformación social en este mundo, sino en el más allá, en el cielo, en la vida eterna tras la muerte, en el inminente milenio.
Ya en la Edad Media se impone el paralelismo de los dos fenómenos en el curso de los primeros levantamientos de los campesinos oprimidos y especialmente de los plebeyos de las ciudades. Estos levantamientos, así como todos los movimientos de las masas en la Edad Media, estaban enmascarados necesariamente por lo religioso; aparecían como restauraciones del cristianismo primitivo tras una creciente degeneración (1), pero detrás de la exaltación religiosa se ocultaban por lo regular intereses muy concretos de este mundo.
Esto se mostraba de una forma grandiosa en la organización de los taboritas de Bohemia bajo Jean Zizka, de gloriosa memoria. Pero este rasgo persiste a través de toda la Edad media hasta que desaparece poco a poco, tras la guerra de los campesinos en Alemania, para reaparecer entre los obreros comunistas después de 1830. Los comunistas revolucionarios franceses, al igual que Weitling y sus correligionarios, se mostraron partidarios del cristianismo primitivo mucho antes de que Renan dijese:
Si queréis haceros una idea de las primeras comunidades cristianas, mirad una sección local de la Asociación Internacional de los Trabajadores.
El escritor francés que, gracias a una explotación de la crítica bíblica alemana, sin parangón incluso en el periodismo moderno, compuso su novela de historia de la Iglesia Los orígenes del cristianismo, no sabía todo lo que había de cierto en sus palabras. Me gustaría que el viejo internacionalista fuese capaz de leer, por ejemplo, la segunda Epístola a los Corintios, atribuida a Pablo, sin que, en un punto al menos, no se abriesen antiguas heridas en él. Toda la Epístola, a partir del capítulo VIII, resuena a la eterna triste canción, por desgracia demasiado conocida: no hay entrada de cotizaciones. Cuántos de los más comprometidos propagandistas, alrededor de 1865, hubiesen estrechado la mano del autor de esta carta, quien quiera que fuese, murmurándole al oído con una cómplice inteligencia: ¡También a ti te ha pasado, hermano, también a ti! Igualmente, nosotros podríamos hablar mucho sobre esto –también en nuestra organización pululaban los corintios-, esas cotizaciones que no se pagaban, que, inasequibles, daban vueltas ante nuestros ojos de Tántalo, y ahí estaban precisamente los famosos millones de la Internacional.
Una de nuestras mejores fuentes sobre los primeros cristianos es Luciano de Samosata, el Voltaire de la antigüedad clásica, que mantenía una actitud igualmente escéptica respecto de toda especie de superstición religiosa y que, en consecuencia, no tenía motivos –ni por creencias paganas ni por política- para tratar a los cristianos de forma distinta que a cualquier otra asociación religiosa. Por el contrario, se burla de todas por su superstición, tanto de los adoradores de Júpiter como de los adoradores de Cristo: desde su punto de vista, llanamente racionalista, un tipo de superstición es tan inútil como otro. Este testigo, en todo caso imparcial, cuenta entre otras cosas, la biografía de un aventurero, Peregrinus, que se llamaba Proteo, de Parium en el Helesponto. El tal Peregrinus comienza su carrera durante su juventud en Armenia. Debido a un adulterio fue pillado en flagrante delito y linchado según la costumbre del país. Logrando felizmente escapar, estranguló en Parium a su anciano padre y tuvo que huir.
Fue en esa época cuando se instruyó en la admirable religión de los cristianos, uniéndose a algunos de sus sacerdotes y escribas en Palestina. ¿Qué os puedo decir? Este hombre pronto les hizo ver que no eran más que unos niños; sucesivamente profeta, tiasarca (2), jefe de asamblea, lo hizo todo, interpretando sus libros, explicándolos, elaborando a partir de su propia cosecha. Además, numerosas personas le veían como un dios, un legislador, un pontífice, igual a aquél que es honrado en Palestina, donde fue crucificado por haber introducido este nuevo culto entre los hombres. Habiendo sido apresado por este motivo, Proteo fue encarcelado…
Desde el momento en que estuvo tras las rejas, los cristianos, considerándose golpeados ellos mismos, hicieron todo lo posible para sacarle de allí, pero no pudiendo lograrlo, le proporcionaron al menos toda clase de servicios con un celo y una diligencia infatigables. Desde la mañana, se veía situados alrededor de la prisión a una multitud de ancianas, viudas y huérfanos. Los principales jefes de la secta pasaban la noche a su lado, tras haber corrompido a los carceleros; se hacían traer comida, leían sus libros santos; y el virtuoso Peregrinus, como se seguía llamando, era conocido entre ellos como el nuevo Sócrates. Y esto no es todo, varias ciudades de Asia le enviaron delegados en nombre de los cristianos para servirle de apoyo, como abogados y consoladores. Sería difícil de creer su apresuramiento en tales circunstancias, para decirlo todo en una palabra, nada les costó. En realidad, con el pretexto de su encarcelamiento, Peregrinus recibió fuertes sumas de dinero y amasó una buena renta.
Estos infelices creen que son inmortales y que vivirán eternamente, en consecuencia desprecian los suplicios y se entregan voluntariamente a la muerte. Su primer legislador también les ha convencido de que son todos hermanos. Desde el momento en que cambian de religión, renuncian a los dioses de los griegos y adoran al sofista crucificado, cuyas leyes obedecen. Igualmente, desprecian todos los bienes y los ponen en común, tan completamente creen en sus propias palabras. De manera que si entre ellos se presenta un impostor, un bribón hábil, no tiene ningún problema para enriquecerse muy pronto, riéndose con disimulo de su simpleza. No obstante, Peregrinus pronto fue liberado de su encarcelamiento por el gobernador de Siria.
Tras una serie de otras aventuras, dice:
Peregrinus vuelve pues a su vida errante, acompañado en sus correrías vagabundas por una tropa de cristianos que le sirven de satélites y satisfacen abundantemente sus necesidades. De este modo se mantuvo durante algún tiempo. Pero después, habiendo violado algunos de sus preceptos (se le había visto, creo, comer algo prohibido), fue abandonado por su cortejo y reducido a la pobreza (traducción Talbot).
Cuántos recuerdos de juventud se despiertan en mí, tras la lectura de este pasaje de Luciano. Ahí está, en primer lugar, el profeta Albretch que, a partir de 1840 más o menos, y durante unos años volvió literalmente inestables las comunidades comunistas de Weitling en Suiza. Era un hombre grande y fuerte, llevaba una larga barba, y recorría Suiza a pie, en busca de un auditorio para su nuevo evangelio de liberación del mundo. A fin de cuentas, parece haber sido un busca-líos bastante inofensivo, y se murió joven. Su sucesor, menos inofensivo, fue el Dr. George Kuhlmann de Holstein, que aprovechó el tiempo en que Weitling estuvo en prisión para convertir a los comunistas de la Suiza francesa a su evangelio y que, durante un tiempo, lo consiguió hasta tal punto que se ganó al más espiritual y más bohemio de ellos, Augusto Becker. El difunto Kuhlmann dictaba conferencias que en 1845 fueron publicadas en Ginebra bajo el título: El nuevo mundo o el reino del espíritu en la tierra. Anunciación. En la introducción, redactada con toda probabilidad por Becker, se lee:
Faltaba un hombre en la boca del cual todos nuestros sufrimientos, todas nuestras esperanzas y nuestras aspiraciones, en una palabra, todo aquello que remueve más hondamente nuestro tiempo, encontrase una voz… Ese hombre que esperaba nuestra época, ha aparecido. Es el Dr. George Kuhlmann de Holstein. Apareció con la doctrina del nuevo mundo o del reino del espíritu en la tierra.
Hay que decir que esta doctrina del nuevo mundo era sólo el más banal de los sentimentalismos, traducido a una fraseología semibíblica a la Lamennais y declamado con una arrogancia de profeta. Lo que no impedía a los buenos discípulos de Weitling tratar con mucha delicadeza a este charlatán, como los cristianos de Asia habían hecho con Peregrinus. Ellos, que normalmente eran archidemocráticos e igualitarios, hasta el punto de alimentar sospechas inextinguibles respecto de todo maestro de escuela, periodista, de todos aquellos que no eran obreros manuales, como si fuesen otros tantos listillos que buscaban explotarles, se dejaron convencer por este Kuhlmann con sus atavíos melodramáticos, de que en el nuevo mundo el más cuerdo, id est Kuhlmann, reglamentaría el reparto de goces y que, en consecuencia, ya en el viejo mundo, los discípulos tenían que proporcionar los goces por celemines al más listo, y contentarse ellos con las migajas. Y Peregrinus-Kuhlmann vivió en la alegría y la abundancia…, mientras duró. A decir verdad, apenas duró; el creciente descontento de los escépticos y los incrédulos, las amenazas de persecución del gobierno valdense (*) pusieron fin al reino del espíritu en Lausana; Kulhmann desapareció.
Ejemplos semejantes vendrán por docenas a la memoria de cualquiera que haya conocido por propia experiencia los comienzos del movimiento obrero en Europa. En el momento actual, casos tan extremos son imposibles, al menos en los grandes centros; pero en localidades perdidas, donde el movimiento conquista un terreno virgen, un pequeño Peregrinus de este tipo bien podría contar todavía con un éxito momentáneo y relativo. Y del mismo modo que en todos los países afluyen hacia el partido obrero todos los elementos que no tienen nada que esperar del mundo oficial, o que están quemados en él –tal como los adversarios de la vacunación, los vegetarianos, los antiviviseccionistas, los partidarios de la medicina natural, los predicadores de las congregaciones disidentes cuyos fieles se han largado, los autores de nuevas teorías sobre el origen del mundo, los inventores fracasados o infelices, las víctimas de reales o imaginarios atropellos a quienes la burocracia llama los que recriminan por nada, los imbéciles honestos y los deshonestos impostores-, igual ocurría entre los cristianos. Todos los elementos que el proceso de disolución del antiguo mundo había liberado, es decir, había echado por la borda, eran atraídos, uno tras otro al círculo de atracción del cristianismo, el único elemento que resistía a esa disolución –justo porque era necesariamente su producto más especial- y que, en consecuencia, subsistía y crecía mientras que los otros elementos no eran más que moscas efímeras. No hay exaltación, extravagancia, locura o estafa que no haya crecido entre las jóvenes comunidades cristianas y que, temporalmente y en ciertas localidades, no haya encontrado orejas atentas y dóciles creyentes. Y como los comunistas de nuestras primeras comunidades, los primeros cristianos eran de una credulidad inaudita en relación con todo lo que parecía convenirles, de tal manera que no sabemos, de una forma positiva, si del gran número de escritos que Peregrinus compuso para la cristiandad no se deslizaron fragmentos, por aquí y por allá, en nuestro Nuevo Testamento.

II
La crítica bíblica alemana, hasta ahora la única base científica de nuestro conocimiento sobre la historia del cristianismo primitivo, ha seguido una doble tendencia.
Una de estas tendencias está representada por la escuela de Tubinga, a la cual pertenece también en un amplio sentido D.F. Strauss. Esta tendencia llega tan lejos en el examen crítico como una escuela teológica puede llegar. Admite que los cuatro evangelios no son informes de testigos oculares, sino modificaciones posteriores de escritos perdidos, y que sólo cuatro, como mucho, de las Epístolas atribuidas a Pablo son auténticas, etc. Borra de la narración histórica, como inadmisibles, todos los milagros y todas las contradicciones; de lo que queda, procura salvar todo lo que puede ser salvado. Y en esto deja ver a las claras su carácter de escuela teológica. Es gracias a esta escuela como Renan, quien en gran parte se basa en ella, ha podido, aplicando el mismo método, llevar a cabo todavía otros salvamentos más. Además de numerosos relatos más que dudosos del Nuevo Testamento, aún quiere imponernos cantidad de leyendas de mártires como autentificadas históricamente. En todo caso, todo lo que esta escuela de Tubinga rechaza del Nuevo Testamento como apócrifo, o como no histórico, puede ser considerado como definitivamente descartado por la ciencia.
La otra tendencia está representada por un solo hombre: Bruno Bauer. Su gran mérito es haber criticado sin piedad los Evangelios y las Epístolas apostólicas, haber sido el primero en tomar en serio el examen de los elementos no sólo judíos y greco-alejandrinos, sino también griegos y greco-romanos que permitieron al cristianismo llegar a ser una religión universal. La leyenda del cristianismo nacido completamente del judaísmo, partiendo de Palestina para conquistar el mundo con una dogmática y una ética establecidas en sus grandes líneas, se hizo imposible desde Bruno Bauer; en lo sucesivo, como mucho podrá continuar vegetando en las facultades de teología y en la mente de las gentes que quieren conservar la religión para el pueblo, aunque sea en detrimento de la ciencia. En la formación del cristianismo, tal como fue elevado al rango de religión de Estado por Constantino, la Escuela de Filón de Alejandría y la filosofía vulgar greco-romana –platónica y especialmente estoica- han influido en gran medida. Esta medida está lejos de ser establecida en sus detalles, pero el hecho está demostrado, y ha sido obra sobre todo de Bruno Bauer; él estableció las bases de la prueba de que el cristianismo no fue importado de fuera, de Judea, e impuesto al mundo greco-romano, sino que fue, al menos en la forma que revistió como religión universal, el producto más auténtico de este mundo. Naturalmente, en este trabajo, Bauer sobrepasó con mucho el objetivo, como ocurre con todos los que combaten los prejuicios empedernidos. Con el ánimo de determinar, incluso desde el punto de vista literario, la influencia de Filón, y sobre todo de Séneca, sobre el naciente cristianismo, y de representar formalmente a los autores del Nuevo Testamento como plagiarios de estos filósofos, está obligado a retrasar la aparición de la nueva religión medio siglo, rechazar los relatos de los historiadores romanos que se oponen a ella y, en general, tomarse grandes libertades con la historia recibida. Según él, el cristianismo como tal aparece bajo los emperadores Flavianos, la literatura del Nuevo Testamento bajo Adriano, Antonino y Marco Aurelio. En consecuencia, con Bauer desaparece toda base histórica para los relatos del Nuevo Testamento relativos a Jesús y a sus discípulos; se resuelven en leyendas donde las fases de desarrollo interno y los conflictos de sentimientos de las primeras comunidades son atribuidos a personas más o menos ficticias. Según Bauer, no son la Galilea ni Jerusalén, sino Alejandría y Roma los lugares de nacimiento de la nueva religión.
En consecuencia, si en el residuo que no pone en duda sobre la historia y la literatura del Nuevo Testamento, la escuela de Tubinga nos ha ofrecido lo máximo que puede la ciencia, incluso actualmente, dejar pasar como objeto de controversia, Bruno Bauer nos aporta lo máximo de lo que en ambas ella puede poner en duda. La verdad se encuentra entre estos dos límites. Que ésta, con nuestros actuales medios, sea susceptible de ser determinada, parece muy problemático. Nuevos hallazgos, especialmente en Roma, Oriente y ante todo en Egipto, contribuirán a ello bastante más que cualquier crítica.
Ahora bien, existe en el Nuevo Testamento un solo libro del que se puede fijar, algunos meses arriba o abajo, la fecha de redacción; debió ser escrito entre junio del 67 y enero o abril del 68; es un libro que, en consecuencia, pertenece a los primeros años cristianos, que refleja las ideas de esta época con la más ingenua sinceridad y en el lenguaje idiomático que le corresponde; que por lo tanto es, a mi entender, mucho más importante para determinar lo que fue realmente el cristianismo primitivo que todos los demás del Nuevo Testamento, muy posteriores en fecha en su redacción actual. Es el llamado Apocalipsis de Juan; y como además este libro, en apariencia el más oscuro de toda la Biblia, se ha convertido actualmente, gracias a la crítica alemana, en el más comprensible y transparente de todos, me propongo hablarle de él al lector.
Basta echar un vistazo a este libro para convencerse del estado de exaltación no sólo del autor, sino también del medio en el cual éste vivía. Nuestro Apocalipsis no es el único de su especie y de su época. Desde el año 164 antes de nuestra era, fecha del primero que se conserva –el libro de Daniel- hasta alrededor del 250 de nuestra era, fecha aproximada del Carmen de Comodo, Renan no cuenta menos de 15 Apocalipsis clásicos llegados hasta nosotros, sin hablar de las imitaciones ulteriores. (Cito a Renan porque su libro es el más accesible y conocido fuera de los círculos de los especialistas.)
Fue una época en la que, en Roma y en Grecia, pero incluso más en Asia menor, en Siria y en Egipto, una mezcla absolutamente aventurada de las más groseras supersticiones de los pueblos más diversos era aceptada sin examen y completada con piadosos fraudes y un charlatanismo directo, en la que los milagros, los éxtasis, las visiones, la adivinación, la alquimia, la cábala y otras hechicerías ocultas actuaban como el protagonista principal. En esta atmósfera nació el cristianismo primitivo, y esto en una clase de personas que, más que cualquier otras, estaban abiertas a estos fantasmas. Además, los gnósticos cristianos de Egipto, como lo prueban entre otras cosas los papiros de Leyde, en el 2º siglo de nuestra era se consagraron fuertemente a la alquimia e incorporaron nociones de ésta a sus doctrinas. Y los mathematici caldeos y judíos que, según Tácito, fueron expulsados de Roma por magia bajo Claudio y también bajo Vitelio, no se entregaban a otros tonos de geómetra distintos de los que encontraremos en el mismo corazón del Apocalipsis de Juan.
A esto se añade que todos los Apocalipsis se arrogan el derecho de engañar a sus lectores. No sólo son por norma general escritos por personas muy distintas –en su mayor parte más modernas- de sus pretendidos autores (por ejemplo, el libro de Daniel, el de Enoch, los Apocalipsis de Esdras, de Baruch, de Judas, etc.; los libros sibilinos), sino que además en el fondo sólo profetizan cosas ocurridas hace tiempo y perfectamente conocidas por el verdadero autor.
Así, en el año 164, poco antes de la muerte de Antioco Epifanio, el autor del libro de Daniel le hace predecir a éste, del cual se considera que vivió en la época de Nabucodonosor, el ascenso y la caída de la hegemonía de Persia y de Macedonia, y el comienzo del imperio mundial de Roma, con el fin de preparar a sus lectores, mediante esta prueba de sus dones proféticos, para que acepten su profecía final: que el pueblo de Israel superará todos sus sufrimientos y logrará al fin la victoria. Por lo tanto, si el Apocalipsis de Juan fuese realmente obra del supuesto autor, constituiría la única excepción en la literatura apocalíptica.
En todo caso, el Juan que se considera su autor era un hombre muy considerado entre los cristianos de Asia Menor. Lo demuestra el tono de las cartas a las siete Iglesias. Por lo tanto, puede que éste fuese el apóstol Juan, cuya existencia histórica, si bien no está absolutamente atestiguada, al menos es muy verosímil. Y si este apóstol fue efectivamente el autor, esto reforzará nuestra tesis. Será la mejor prueba de que el cristianismo de este libro es el verdadero, al auténtico cristianismo primitivo. Está probado, dicho sea de paso, que el Apocalipsis no es del mismo autor que el Evangelio o las tres Epístolas atribuidas a Juan.
El Apocalipsis está compuesto por una serie de visiones. En la primera, Cristo aparece, vestido de sumo sacerdote, marchando entre siete candelabros de oro que representan a las siete Iglesias de Asia, y dicta a Juan las cartas a los siete ángeles de estas Iglesias de Asia. Desde el principio, se manifiesta de un modo contundente la diferencia entre este cristianismo y la religión universal de Constantino formulada por el concilio de Nicea. La Trinidad no sólo es desconocida, sino algo imposible aquí.
En el lugar del Espíritu Santo único posterior, tenemos los siete espíritus de Dios extraídos por los rabinos de Isaías, XI, 2; Jesucristo es el Hijo de Dios, el primero y el último, el alfa y el omega, pero de ningún modo Dios él mismo, o igual que Dios; por el contrario, él es el comienzo de la creación de Dios, por consiguiente, una emanación de Dios que existe desde toda la eternidad, pero alternado, análoga a los siete espíritus mencionados más arriba. En el capítulo XV, 3, los mártires en el cielo cantan el cántico de Moisés, el servidor de Dios, y el cántico del cordero por la glorificación de Dios. Jesucristo aparece aquí, por lo tanto, no sólo subordinado a Dios, sino en cierto modo situado en el mismo plano que Moisés. Jesucristo es crucificado en Jerusalén (XI, 8), pero resucita (I, 5, 8), es el cordero que fue sacrificado por los pecados del mundo y con cuya sangre los fieles de todos los pueblos y lenguas son redimidos por Dios.
Encontramos aquí la concepción fundamental que permite al cristianismo desarrollarse como religión universal. La noción de que los dioses, ofendidos por las acciones de los hombres podían ser aplacados mediante sacrificios era común a todas las religiones de los semitas y los europeos; la primera idea revolucionaria fundamental del cristianismo (tomada de la escuela de Filón) era que, mediante el único gran sacrificio voluntario de un mediador, los pecados de todos los hombres de todos los tiempos eran expiados de una vez por todas…, para los fieles.
De este modo, desaparecía la necesidad de todo sacrificio ulterior, y por consiguiente, la base de numerosas ceremonias religiosas. Ahora bien, desembarazarse de ceremonias que dificultaban o prohibían el comercio con hombres de creencias diferentes, era la primera condición de una religión universal. Y sin embargo la costumbre de los sacrificios estaba tan anclada en los hábitos populares que el catolicismo –que retoma tanto de las costumbres paganas- consideró útil acogerlos favorablemente introduciendo al menos el simbólico sacrificio de la misa. Por el contrario, ningún rastro en nuestro libro del dogma del pecado original.
Lo que por encima de todo caracteriza estas cartas, al igual que todo el libro, es que nunca ni en parte alguna se le ocurre al autor nombrarse, ni a sí mismo ni a sus correligionarios, de otro modo que como… judíos. A los sectarios de Esmirna y de Filadelfia, contra los cuales se alza, les reprocha: No se hacen llamar judíos y no lo son, sino que son una sinagoga de Satán; de los de Pérgamo, dice:
Están vinculados a la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balak a poner obstáculos ante los hijos de Israel para que comiesen carne de animales sacrificados a los ídolos y se entregasen a la impudicia.
Por lo tanto, no estamos hablando aquí de cristianos conscientes, sino de personas que se tienen por judíos; su judaísmo es sin duda una nueva fase de desarrollo del antiguo; precisamente por eso es el único verdadero. Por eso en el momento de la comparecencia de los santos ante el trono de Dios, aparecen en primer lugar 144.000 judíos, 12.000 de cada tribu, y sólo después la innumerable multitud de paganos convertidos a este judaísmo renovado. Hasta tal punto estaba nuestro autor, en el año 69 de nuestra era, lejos de dudar de que representara una fase totalmente nueva de la evolución religiosa, llamada a transformarse en uno de los elementos más revolucionarios en la historia del espíritu humano.
Como se puede ver, ese cristianismo de entonces, que todavÍa no tenía consciencia de sí, estaba a mil leguas de la religión universal, dogmáticamente asentada por el concilio de Nicea; imposible reconocer a ésta en aquél. Ni la dogmática ni la ética del cristianismo posterior se encuentran en él; en cambio, existe el sentimiento de que se está en lucha contra todo un mundo, y que de esta lucha se saldrá vencedor. Un ardor guerrero y una certeza de vencer que han desaparecido completamente entre los cristianos de nuestros días y no se encuentran ya más que en el otro polo de la sociedad, entre los socialistas.
En realidad, la lucha contra un mundo que, al principio, lleva la ventaja, y la lucha simultánea de los innovadores entre ellos mismos, son comunes a los dos, a los cristianos primitivos y a los socialistas. Estos dos grandes movimientos no están hechos por jefes y profetas –pese a que los profetas no faltan ni en uno ni en el otro-, son movimientos de masas. Y todo movimiento de masas es necesariamente confuso al principio; confuso porque se mueve, en primer lugar, entre contradicciones, porque carece de claridad y de coherencia; y también confuso precisamente a causa del papel que al comienzo juegan en él los profetas. Esta confusión se manifiesta en la formación de numerosas sectas que se combaten entre sí con tanta saña al menos como combaten contra el enemigo común ajeno a ellas. Esto ocurría en el cristianismo primitivo, y lo mismo ocurrió en los comienzos del movimiento socialista, por muy doloroso que fuese para las honradas personas bien intencionadas que predicaban la unión, cuando la unión no era posible.
¿Acaso, por ejemplo, la cohesión de la Internacional era debida a un dogma común? De ningún modo. Había en ella comunistas según la tradición francesa de antes de 1848 que, a su vez, representaban diferentes matices, comunistas de la escuela de Weitling, otros que pertenecían a la renovada liga de los comunistas, proudhonianos que representaban el elemento predominante en Francia y Bélgica, blanquistas, el Partido Obrero alemán, en fin, anarquistas bakuninistas que durante un tiempo predominaron en España e Italia. Y éstos eran sólo los grupos principales. A partir de la fundación de la Internacional, ha sido necesario un buen cuarto de siglo para que se lleve a cabo definitivamente y en todas partes la separación con los anarquistas, y que se establezca un acuerdo al menos sobre los puntos de vista económicos más generales. Y eso con nuestros medios de comunicación, los ferrocarriles, telégrafos, la ciudades monstruo industrializadas, la prensa y las reuniones populares organizadas.
La misma división en innumerables sectas se daba entre los primeros cristianos, división que era justamente el medio de suscitar la discusión y lograr la unidad ulterior. Constatamos ya esta división en este libro, indudablemente el más antiguo documento cristiano, y nuestro autor fulmina contra ella con el mismo implacable arrebato que contra todo el mundo pecador de afuera. En primer lugar, contra los nicolaítas, en Efeso y Pérgamo; los que dicen ser judíos pero son la sinagoga de Satán, en Esmirna y Filadelfia; los seguidores de la doctrina del falso profeta llamado Balaam, en Pérgamo; los que dicen ser profetas y no lo son, en Efeso; en fin, los partidarios de la falsa profetisa llamada Jezabel, en Tiatira. No sabemos nada más preciso sobre estas sectas, sólo de los sucesores de Balaam y de Jezabel se dice que comen carnes sacrificadas a los ídolos y se entregan a la impudicia.
Se ha tratado de representar a estas cinco sectas como si fuesen cristianos paulinos, y todas estas cartas como si fuesen dirigidas contra Pablo el falso apóstol, el supuesto Balaam y Nicolás. Los argumentos poco sostenibles que se relacionan con esto se encuentran reunidos en Renan, Saint Paul (Paris, 1869, páginas 303, 305, 367, 370). Todos conducen a una explicación de nuestras cartas mediante los Actos de los Apóstoles y las supuestas Epístolas de Pablo, escritos que, al menos en su redacción actual, son posteriores en sesenta años al Apocalipsis y cuyos datos relativos a éstas son, pues, más que dudosos y que, además, se contradicen absolutamente entre sí.
Pero lo que zanja la cuestión es que a nuestro autor no se le pudo ocurrir darle a una sola y única secta cinco denominaciones diferentes: dos para la única Efeso (falsos apóstoles y nicolaítas) e igualmente dos para Pérgamo (los balamitas y los nicolaítas) y esto designándolos expresamente en cada caso como dos sectas diferentes. Sin embargo, no tenemos intención de negar que entre estas sectas hayan podido encontrarse elementos a los que hoy se consideraría como de sectas paulinas.
En los dos pasajes en que se entra en detalles, la acusación se limita al consumo de carnes sacrificadas a los ídolos, y a la impudicia, los dos puntos sobre los que los judíos –tanto los antiguos como los judíos cristianos- estaban en eterna disputa con los paganos conversos. Carne proveniente de sacrificios paganos era no sólo servida en los festines, en los cuales rechazar los manjares presentes podía parecer inconveniente, incluso ser peligroso, sino que además era vendida en los mercados públicos en los que apenas era posible discernir si era koscher (**) o no. Por impudicia, estos mismos judíos entendían no sólo el comercio sexual fuera del matrimonio, sino también el matrimonio entre parientes en grados prohibidos por la Ley judía, o aún más entre judíos y paganos, y es éste el sentido que, por lo común, se da a la palabra en los Hechos de los apóstoles (XV, 20 y 29). Pero nuestro Juan tiene una forma propia de verlo, incluso en lo relativo al comercio sexual permitido a los judíos ortodoxos.
Dice (XIC, 4) de los 144.000 judíos celestes: Son los que no se han manchado con mujeres, los que son vírgenes. Y, de hecho, en el cielo de nuestro Juan no hay ni una sola mujer. Pertenece pues a esa tendencia que se manifiesta igualmente en otros escritos del cristianismo primitivo y que considera pecado el comercio sexual en general. Si, además, se tiene en cuenta el hecho de que califica a Roma como la gran prostituta con la cual los reyes de la tierra se han entregado a la impudicia y han sido embriagados por el vino de su impudicia –y sus comerciantes se han enriquecido por la pujanza de su lujo-, se nos hace imposible comprender la palabra de las cartas en el sentido estrecho que la apologética teológica querría atribuirle, con el único fin de extraer de ahí una confirmación para otros pasajes del Nuevo Testamento.
Muy al contrario. Estos pasajes de las cartas indican claramente el fenómeno común a todas las épocas profundamente convulsas, a saber: que al mismo tiempo que se rompen todas las barreras, se busca relajar los vínculos tradicionales de las relaciones sexuales. Del mismo modo, en los primeros siglos cristianos, paralelamente al ascetismo que mortifica la carne, se manifiesta bastante a menudo la tendencia a extender la libertad cristiana a las relaciones, más o menos libres de trabas entre hombres y mujeres. Lo mismo ocurrió en el socialismo moderno.
¡Qué santa indignación provocó después de 1830, en la Alemania de entonces –esa piadosa guardería, como la llamaba Heine- la réhabilitation de la chair (3) saintsimoniana! Los más profundamente indignados fueron las órdenes aristocráticas que dominaban por entonces (en aquellos años aún no había clases entre nosotros) y que, tanto en Berlín como en sus propiedades del campo, no sabían vivir sin una rehabilitación reiterada de su carne. ¡Qué hubiesen dicho estas buenas gentes si hubiesen conocido a Fourier, que ofrece para la carne la perspectiva de otras muchas cabriolas!
Una vez superado el utopismo, estas extravagancias dejaron el puesto a nociones más racionales y, en realidad, mucho más radicales, y después de que la Alemania de la piadosa guardería de Heine que era, llegase a ser el centro del movimiento socialista, todos se burlan de la hipócrita indignación del piadoso mundo aristocrático.
Ese es todo el contenido dogmático de las cartas. En cuanto a lo demás, llaman a los compañeros a la propaganda enérgica, a la orgullosa y valiente confesión de su fe frente a sus adversarios, a la lucha sin descanso contra el enemigo de fuera y de dentro; y por lo que respecta a esto, podrían estar escritas por un entusiasta de la Internacional un pelín profeta.
III
Las cartas son sólo la introducción al verdadero tema de la comunicación de nuestro Juan a las siete Iglesias de Asia menor y, por medio de éstas, a toda la judería reformada del año 69, de la que salió la cristiandad más adelante. Y aquí entramos en el santuario más íntimo del cristianismo primitivo.
¿Entre qué personas se reclutaron los primeros cristianos? Principalmente, entre los laboriosos y agobiados que pertenecían a las capas más bajas del pueblo, tal como conviene al elemento revolucionario. ¿Y de quiénes estaban compuestas estas capas? En las ciudades, hombres libres venidos a menos, personas de todo tipo, semejantes a los mean whites (4) de los Estados esclavistas del Sur, a los aventureros y vagabundos europeos de las ciudades marítimas coloniales y chinas, también de libertos y sobre todo de esclavos; en los latifundios de Italia, Sicilia y África, de esclavos; en los distritos rurales de las provincias, de pequeños campesinos cada vez más oprimidos por las deudas.
No había de ninguna manera una vía de emancipación común para tan diversos elementos. Para todos ellos, el paraíso perdido estaba en el pasado; para el hombre libre venido a menos era la polis, ciudad y Estado a la vez cuyos ancestros habían sido en otros tiempos los ciudadanos libres; para los esclavos prisioneros de guerra, la era de la libertad antes de la servidumbre y la cautividad; para el pequeño campesino, la sociedad gentilicia y la comunidad del suelo aniquiladas. La mano de hierro igualadora del romano conquistador había echado abajo todo esto. La colectividad social más importante que la antigüedad había creado era la tribu y la confederación de tribus emparentadas, agrupamiento basado entre los bárbaros en las líneas de consanguíneos, entre los griegos y los italos, fundadores de ciudades, en la polis que comprendía una o varias tribus emparentadas.
Filipo y Alejandro dieron a la península helénica la unidad política, pero el resultado no fue la formación de una nación griega. Las naciones sólo se hicieron posibles tras la caída del imperio romano. Éste puso fin de una vez por todas a los pequeños agrupamientos; la fuerza militar, la jurisdicción romana, el aparato de cobro de los impuestos dislocaron completamente la organización interna tradicional. A la pérdida de la independencia y de la organización original vino a añadirse el pillaje por las autoridades militares y civiles, que comenzaban por despojar a los vasallos de sus tesoros, para luego prestarles de nuevo a tasas de usura, a fin de que pudiesen pagar nuevas exacciones. El peso de los impuestos y la necesidad de dinero que resultaba de ello en regiones en las que la economía natural reinaba exclusivamente o de forma preponderante, ponían cada vez más a los campesinos a merced de los usureros, introducían una gran desproporción en las fortunas, enriquecían a los ricos y arruinaban por completo a los pobres. Y cualquier resistencia de las pequeñas tribus aisladas o de las ciudades al gigantesco poder de Roma carecía de toda esperanza. ¿Cuál era el remedio a esto, cuál el refugio para los avasallados, los oprimidos, los arruinados, qué salida común para estos distintos grupos humanos, con intereses divergentes e incluso opuestos? No obstante, se hacía muy necesario encontrar una, era preciso que un solo y gran movimiento revolucionario los abarcase a todos.
Esta salida se encontró, pero no en este mundo. Y, tal como estaban las cosas entonces, sólo la religión podía ofrecerla. Un nuevo mundo se abrió. La existencia del alma tras la muerte de los cuerpos se había hecho, poco a poco, un artículo de fe reconocido en todo el mundo romano. Además, una forma de castigo y de recompensa para el alma del muerto, según las acciones realizadas cuando estaba vivo, era cada vez más admitida por todos. Para las recompensas, la verdad es que esto sonaba un poco a hueco, la antigüedad era demasiado espontáneamente materialista para no atribuir un precio infinitamente mayor a la vida real que a la vida en el reino de las sombras; entre los griegos, la inmortalidad pasaba más bien por un infortunio. Llegó el cristianismo, que se tomó en serio las penas y las recompensas en el otro mundo y creó el cielo y el infierno; así se había encontrado la vía por la que conducir a los trabajadores y los oprimidos de este valle de lágrimas al paraíso eterno. De hecho, era necesaria la esperanza de una recompensa en el más allá para llegar a elevar la renuncia al mundo y el ascetismo de la escuela estoica de Filón al rango de principio ético fundamental de una nueva religión universal capaz de atraer a las masas oprimidas.
No obstante, la muerte no abre de buenas a primeras este paraíso celeste a los fieles. Veremos que el reino de Dios, cuya nueva Jerusalén es la capital, no se conquista ni se abre más que tras ardorosas luchas con las potencias infernales. Ahora bien, los primeros cristianos se representaban estas luchas como inminentes. Tras el inicio, nuestro Juan define su libro como la revelación de las cosas que deben ocurrir pronto; poco después, en el versículo 3, dice: Feliz el que lee y los que escuchan las palabras de la profecía, pues el tiempo está cercano; a la comunidad de Filadelfia, Jesucristo le dicta; Vendré pronto. Y en el último capítulo, el ángel dice que reveló a Juan las cosas que deben ocurrir pronto y le ordena: No pongas un sello a las palabras de la profecía de este libro, pues el tiempo está próximo, y el mismo Jesucristo dice, en dos ocasiones, versículos 12 y 30: Vendré pronto. A continuación veremos hasta qué punto esta venida era esperada para pronto.
Las visiones apocalípticas que el autor hace pasar ahora ante nuestros ojos, son todas, y la mayor parte de las veces palabra por palabra, tomadas de modelos anteriores. En parte, de los profetas clásicos del Antiguo Testamento, sobre todo de Ezequiel, en parte de los Apocalipsis judíos posteriores, compuestos según el prototipo del libro de Daniel y sobre todo del libro de Enoc ya redactado, al menos en parte, en aquella época. Los críticos han demostrado hasta en los menores detalles, de dónde ha sacado nuestro Juan cada imagen, cada siniestro pronóstico, cada plaga infligida a la incrédula humanidad, en pocas palabras, el conjunto de los materiales de su libro; de manera que no sólo demuestra una falta de imaginación poco común, sino que también él mismo proporciona la prueba de que no vivió sus pretendidas visiones y éxtasis, ni siquiera en su imaginación, tal como las ha descrito.
He aquí, en pocas palabras, el desarrollo de esas apariciones. En primer lugar, Juan ve a Dios sentado en su trono, con un libro sellado por siete sellos en la mano; ante él está el cordero (Jesús) degollado, pero de nuevo vivo, que es hallado digno de abrir los sellos. La apertura de cada sello es acompañada de toda clase de signos y prodigios amenazantes. Al quinto sello, Juan percibe, bajo el altar de Dios, las almas de los mártires de Cristo que han sido muertos a causa de la palabra de Dios:
Ellos clamaron con fuerte voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, maestro santo y venerable, esperarás para juzgar y vengar nuestra sangre en los habitantes de la tierra?
Después de esto, se le da a cada uno una ropa blanca y se les invita a tener un poco más de paciencia hasta que esté completo el número de los mártires que han de morir. Aquí todavía no se plantea de ninguna manera la religión del amor, del amad a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, etc…, aquí se predica abiertamente la venganza, la sana, la honesta venganza contra los perseguidores de los cristianos. Y es así a todo lo largo del libro.
Cuanto más se acerca la crisis, más arrecia la lluvia de plagas y juicios del cielo, y más alegría manifiesta nuestro Juan al anunciar que, mientras tanto, la mayor parte de los hombres no se arrepienten y rechazan hacer penitencia por sus pecados; que nuevos azotes de Dios han de caer sobre ellos; que Cristo tiene que gobernarlos con una vara de hierro y pisar el vino en el lagar de la cólera de Dios todopoderoso; pero que, no obstante, los impíos se mantienen duros de corazón. Es el sentimiento natural, alejado de toda hipocresía, de que se está en la lucha, y que à la guerre comme à la guerre (5). Al abrirse el séptimo sello, aparecen siete ángeles con trompetas: cada vez que un ángel toca la trompeta, se producen nuevos signos de espanto. Tras el séptimo toque de trompeta, siete nuevos ángeles entran en escena portando las siete copas de la cólera de Dios que son arrojadas en la tierra y, de nuevo, llueven azotes y juicios, en lo esencial una fatigosa repetición de lo que ya ocurrió en numerosas ocasiones. Después, viene la mujer, Babilonia, la gran prostituta, vestida de púrpura y escarlata, sentada sobre las aguas, ebria de la sangre de los santos y de los mártires de Jesús, es la gran ciudad sobre las siete colinas que reina sobre los reyes de la tierra.
Está sentada sobre una bestia que tiene siete cabezas y diez cuernos. Las siete cabezas son siete montañas, y son también siete reyes. De estos reyes, cinco ya han pasado; uno existe, el séptimo está por venir, y tras él, uno de los cinco primeros, que había sido herido de muerte pero fue curado, volverá. Éste reinará sobre la tierra durante cuarenta y dos meses, o tres años y medio (la mitad de una semana de siete años), perseguirá a los fieles a muerte y hará triunfar la impiedad. Después, se libra la gran batalla decisiva, los santos y los mártires son vengados con la destrucción de la gran prostituta Babilonia y de todos sus partidarios, es decir, de la gran mayoría de los hombres; el demonio es arrojado al abismo y encadenado allí por mil años, durante los cuales reina el Cristo con los mártires resucitados. Cuando se cumplen los mil años, el diablo es liberado: sigue una última batalla de los espíritus en la cual es definitivamente vencido. Tiene lugar una segunda resurrección, el resto de los muertos resucita y comparece ante el trono de Dios (no de Cristo, atención a esto) y los fieles entran en un nuevo cielo, una nueva tierra y una nueva Jerusalén para la vida eterna.
Del mismo modo que todo este tinglado es levantado con materiales exclusivamente judíos y precristianos, muestra concepciones casi pura y exclusivamente judías. Desde que las cosas comenzaron a ir mal para el pueblo de Israel, desde el momento en que se hizo tributario de Asiria y de Babilonia, desde la destrucción de los dos reinos de Israel y de Judá hasta su servidumbre a los seléucidas, es decir, desde Isaías hasta Daniel, siempre hubo, en las horas de adversidad, la profecía de un salvador providencial.
En el capítulo XII, 1, 3 de Daniel se encuentra la profecía de la llegada de Miguel, el ángel guardián de los judíos, que les liberará de su gran desamparo: Muchos muertos resucitarán, habrá una especie de juicio final y los que hayan enseñado la justicia a la multitud brillarán como estrellas, para siempre y a perpetuidad. De cristiano sólo hay aquí el acento puesto con insistencia en la inminencia del reino de Jesucristo y en la felicidad de los fieles resucitados, particularmente los mártires.
Debemos a la crítica alemana, y sobre todo a Ewald, Lücke y Ferdinand Benary la interpretación de esta profecía, a pesar de que esté relacionada con los acontecimientos de la época. Gracias a Renan, penetró en otros medios distintos de los teológicos. La gran prostituta, Babilonia, significa, como ya hemos visto. La ciudad de las siete colinas, Roma. De la bestia sobre la cual ella está sentada, se dice en XVIII, 9, 11:
Las siete cabezas son siete montañas sobre las cuales está sentada la mujer. Son también siete reyes: cinco están derribados, uno existe, el otro aún no ha venido y cuando venga permanecerá por poco tiempo. Y la bestia que estaba, y que ya no está, es ella misma un octavo rey, y es del número de los siete, y va a la perdición.
La bestia es, pues, la dominación mundial de Roma, representada sucesivamente por siete emperadores, de los cuales uno ha sido herido de muerte y ya no reina, pero ha sido curado y va a volver con el fin de llevar a cabo como octavo rey el reino de la blasfemia y la rebelión contra Dios:
Y le fue dado hacer la guerra a los santos y vencerlos. Y le fue dada autoridad sobre toda tribu, todo pueblo, toda lengua y toda nación; y todos los habitantes de la tierra le adorarán, aquellos cuyo nombre no ha sido escrito desde la fundación del mundo en el libro de vida del cordero que ha sido inmolado. Y ella hizo que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, recibieran una marca en su mano derecha o en su frente y que nadie pudiese comprar o vender sin tener la marca, el nombre de la bestia o el número de su nombre. Aquí está la sabiduría. Que aquél que tenga inteligencia calcule el número de la bestia. Pues es un número de hombre y su número es 666 (XIII, 7-18).
Constatemos solamente que el boicot es mencionado aquí como una medida empleada por la potencia romana contra los cristianos –que es, pues, manifiestamente una invención del diablo- y pasemos a la cuestión de saber quién es este emperador romano que ya ha reinado, fue herido mortalmente y vuelve como el octavo de la serie para actuar como Anticristo.
Después de Augusto, el primero, tenemos: 2, Tiberio; 3, Calígula; 4, Claudio; 5, Nerón; 6, Galba. Cinco han caído, uno existe. Por lo tanto, Nerón ya ha caído. Galba existe. Galba reinó del 9 de junio del 68 al 15 de enero del 69. Pero inmediatamente después de subir al trono, las legiones del Rhin se sublevaron bajo el mando de Vitelius, al tiempo que en otras provincias otros generales preparaban levantamientos militares. En la misma Roma, los pretorianos se sublevaron, mataron a Galba y proclamaron emperador a Otón.
De ello resulta que nuestro Apocalipsis fue escrito bajo Galba, probablemente hacia el final de su reinado, o más tarde, durante los tres meses (hasta el 15 de abril del 69) del reinado de Otón, el séptimo. Pero ¿quién es el octavo, que estuvo y ya no está? El número 666 nos lo mostrará.
Entre los semitas –los caldeos y los judíos- de esta época, estaba en boga un arte mágica basada en el doble significado de las letras. Desde alrededor de trescientos años antes de nuestra era, las letras hebraicas eran igualmente empleadas como cifras: a = 1, b = 2, g = 3, d = 4, y así todas las demás. Ahora bien, los adivinos cabalistas sumaban los valores numéricos de las letras de un nombre y, con la ayuda de la adición de las cifras obtenida, por ejemplo formando palabras o combinaciones de palabras de igual valor numérico que permitiesen extraer conclusiones sobre el futuro del que llevaba ese nombre, procuraban hacer profecías. Del mismo modo, se expresaban palabras secretas en esta lengua cifrada. Se llamaba a este arte con una palabra griega, ghematriah, geometría; los caldeos que la ejercían como un oficio y que Tácito llama los mathematici, fueron perseguidos en Roma bajo Claudio y una vez más bajo Vitelius, al parecer por delito grave.
Es justamente en el ambiente de esta matemática como se produce el número 666. Tras él, se esconde el nombre de uno de los cinco primeros emperadores romanos. Ahora bien, Ireneo, a finales del siglo II, además del número 666, conocía la variante 616 que también databa de un tiempo en que el enigma de las cifras era todavía conocido. Si la solución da cuenta igualmente de los dos números, será la prueba de que es correcta.
Ferdinand Benary encontró esa solución. El nombre es Nerón. El número está basado en Nerón Kesar, la trascripción hebraica –tal como atestiguan el Talmud y las inscripciones de Palmira- del griego Neron Kaisar, Nerón emperador, que llevaba como leyenda la moneda del emperador acuñada en las provincias orientales del Imperio. Así: n (nun) = 50; r (resch) = 200; v (vav) para 0 = 6; n (nun) = 50; k (kaph) = 100; s (samech) = 60; y r (resch) = 200; total = 666. Ahora, tomando como base la forma latina, Nero Caesar el segundo n (nun) = 50 es suprimido, y obtenemos 666 – 50 = 616, la variante de Ireneo.
En efecto, todo el Imperio romano en tiempos de Galba estaba en pleno desbarajuste. El mismo Galba, a la cabeza de las legiones de España y de la Galia había marchado sobre Roma para derrocar a Nerón; este huyó y se hizo matar por un liberto. Pero contra Galba, no sólo los pretorianos en Roma, sino también los comandantes en las provincias conspiraban; por todas partes surgían pretendientes al trono, preparándose para lanzarse sobre la capital con sus legiones. El imperio parecía entregado a la guerra intestina; su caída parecía inminente.
Para colmo, se extendió el rumor, sobre todo en Oriente, de que Nerón no estaba muerto, sino solamente herido, que se había refugiado entre los partos, que pasaría el Éufrates y vendría con un ejército para inaugurar un nuevo reinado de terror aún más sangriento. La Acadia y Asia en particular estaban sobresaltadas a causa de tales informes. Y justo en el momento en que el Apocalipsis debió ser compuesto, apareció un falso Nerón que se estableció con un partido bastante numeroso en la isla de Cythnos (la Termia moderna) en el mar Egeo, cerca de Patmos y del Asia menor, hasta que fue muerto, bajo Otón.
Nada asombroso, pues, que entre los cristianos, contra los cuales Nerón había lanzado las primeras grandes persecuciones, se hubiese propagado la opinión de que volvería como el Anticristo, de que su vuelta, así como una nueva y más seria tentativa de exterminio sangriento de la joven secta sería el presagio y el preludio del Cristo, de la gran batalla victoriosa contra las potencias del infierno, del reino de mil años que se iba a establecer pronto y cuya llegada segura hizo que los mártires fuesen alegremente a la muerte.
La literatura cristiana y de inspiración cristiana de los dos primeros siglos señala con suficientes indicios que el secreto de la cifra 666 era entonces conocido por muchos. Ireneo, ciertamente, ya no lo conocía, pero por el contrario sabía, como muchos otros hasta finales del siglo II, que la bestia del Apocalipsis era Nerón que volvía. Después, esta última huella se pierde y nuestro Apocalipsis es entregado a la interpretación fantástica de adivinos ortodoxos; yo mismo he conocido aún a viejos que, según los cálculos del anciano Johann Albrecht Bengel, esperaban el fin del mundo y el juicio final para el año 1836. La profecía se realizó en la fecha anunciada. Sólo que el juicio no alcanzó al mundo de los pecadores, sino a los mismos piadosos intérpretes del Apocalipsis. Pues, en ese mismo año de 1836, F. Benary proporcionó la clave del número 666 y puso así punto final a todo ese cálculo adivinatorio, a esa nueva ghematriah.
Del reino de los cielos reservado a los fieles, nuestro Juan no nos ofrece más que una descripción muy superficial. Para la época, la nueva Jerusalén está ciertamente construida en un plano bastante grandioso: un cuadrado de 12.000 estadios de lado = 2.227 kilómetros, una superficie por lo tanto de alrededor de cinco millones de kilómetros cuadrados, más que la mitad de los Estados Unidos de América, construida únicamente en oro y piedras preciosas. Allí, Dios habita en medio de los suyos y los ilumina en lugar del sol; ya no hay ni muerte, ni pesar, ni sufrimiento; un río de agua viva discurre a través de la ciudad, sobre sus riberas crece el árbol de la vida produciendo doce veces sus frutos, dando su fruta cada mes, y las hojas del árbol sirven para la curación de los gentiles (a la manera de un té medicinal, según Renán: El Anticristo, p. 452). Allí viven los santos por los siglos de los siglos.
Así era el cristianismo en el Asia Menor, su principal hogar, hacia el año 68, hasta el punto en que es conocido por nosotros. Ni el más mínimo indicio de una Trinidad; por el contrario, el viejo Jehová uno e indivisible del judaísmo decadente desde el que, de Dios nacional judío se elevó, único, al rango de Dios supremo del cielo y de la tierra donde pretende reinar sobre todos los pueblos prometiendo la gracia a los conversos y exterminando a los rebeldes de forma inmisericorde, fiel en esto al antiguo parcere subjectis ac delellare superbos (6).
De igual manera, es este mismo Dios el que preside el juicio final, y no Jesucristo, como en los relatos ulteriores de los Evangelios y las Epístolas. En consonancia con la doctrina persa de la emanación, familiar en el judaísmo decadente, Cristo es el cordero, emanado de Dios para toda la eternidad; y lo mismo, a pesar de que ocupen un rango inferior, los siete espíritus de Dios, que deben su existencia a un pasaje poético mal entendido (Isaías, XI, 2). Ninguno de ellos es Dios ni igual a Dios, sino que todos están sometidos a él. El cordero se ofrece de buen grado como sacrificio expiatorio por los pecados del mundo, y debido a este elevado acto es expresamente promovido en la jerarquía celeste; en todo el libro este sacrificio voluntario le es tenido en cuenta como un acto extraordinario y no como una acción que surgiese necesariamente de lo más profundo de su ser.
Ni qué decir tiene que toda la corte celestial de los ancianos, querubines, ángeles y santos está presente. A partir del Zendavesta, el monoteísmo siempre tuvo que hacerle concesiones al politeísmo para constituirse como religión. Entre los judíos, la recaída en los dioses paganos y sensuales persiste en estado crónico hasta que, tras el exilio la corte celeste al estilo persa acomoda un poco mejor la religión a la imaginación popular. También el cristianismo, incluso después de que hubiese reemplazado al Dios de los judíos eternamente inmutable por el misterioso Dios trinitario, diferenciado en sí mismo, sólo pudo suplantar el culto a los antiguos dioses entre las masas por el culto a los santos. Así, el culto a Júpiter, según Fallmerayer, sólo hacia el siglo IX llegó a extinguirse en el Peloponeso, en la Maina, en Arcadia, (Historia de la península de Morea, I, p. 227). Son la era burguesa moderna y su protestantismo los que en su momento descartan a los santos y se toman al fin en serio el monoteísmo diferenciado.
Nuestro Apocalipsis tampoco conoce el dogma del pecado original ni la justificación por la fe. La fe de estas primeras comunidades belicosas difiere en todo de aquella de la iglesia triunfante posterior; al lado del sacrificio expiatorio del cordero, el próximo retorno de Cristo y la inminencia del reino milenario constituyen su contenido esencial y el único por el que se manifiesta. Es el momento de la propaganda activa, la lucha sin descanso contra el enemigo de dentro y de fuera, la orgullosa confesión de estas convicciones revolucionarias ante los jueces paganos, el martirio soportado con coraje en la certeza de la victoria.
Como hemos visto, el autor aún no sospecha que es algo diferente de un judío. En consecuencia, ninguna alusión, en todo el libro, al bautismo; además, existen numerosos indicios de que el bautismo es una institución del segundo periodo cristiano. Los 144.000 judíos creyentes son sellados, no bautizados. De los santos del cielo, se dice: Son aquellos que han lavado y blanqueado sus largas vestiduras en la sangre del cordero; ni una palabra del agua del bautismo. Los dos profetas que preceden la aparición del Anticristo (capítulo XI) tampoco bautizan y en el capítulo XIX, 10, el testimonio de Jesús no es el bautismo, sino el espíritu de profecía. Habría sido natural en todas estas ocasiones hablar de bautismo, por poco que estuviese ya instituido. Estamos, pues, autorizados a concluir con una casi total certeza que nuestro autor no lo conocía y que sólo se introdujo cuando los cristianos se separaron definitivamente de los judíos.
Nuestro autor también ignora el segundo sacramento posterior, la eucaristía. Si en el texto de Lutero Cristo promete a todo habitante de Tiatira que haya perseverado en la fe que entrará en su casa y comulgará con él, con esto se induce a engaño. En griego se lee deipnêso, yo cenaré (con él), y la palabra está correctamente traducida en las biblias inglesas y francesas. De la cena como festín conmemorativo, no se habla aquí en absoluto.
Nuestro libro, con su fecha (68 ó 69) atestiguada de forma tan particular, es sin duda el más antiguo de la toda la literatura cristiana. Ningún otro fue escrito en una lengua tan bárbara, en la que pululan hasta tal punto los hebraísmos, las construcciones imposibles, las faltas gramaticales. Sólo los teólogos de profesión, o historiógrafos interesados niegan aún que los Evangelios o los Hechos de los apóstoles sean remodelaciones tardías de escritos actualmente perdidos y cuyo más mínimo núcleo histórico ya no puede ser descubierto bajo la exuberancia legendaria; incluso las tres o cuatro Epístolas apostólicas presuntamente auténticas de Bruno Bauer no representan más que escritos de una época posterior o, en el mejor de los casos, composiciones más antiguas de autores desconocidos, retocadas y embellecidas con numerosas adiciones e interpolaciones.
Es tanto más importante para nosotros poseer con nuestra obra, cuyo periodo de redacción se puede establecer con un mes de variación, un libro que nos presenta el cristianismo bajo su forma más rudimentaria, bajo la forma en la que se parece a la religión de Estado del siglo IV, acabado en su dogmática y su mitología, poco más o menos lo que la mitología aún vacilante de los germanos de Tácito se parece a la mitología del Edda, plenamente elaborada bajo la influencia de elementos cristianos y antiguos.
El germen de la religión universal está ahí, pero todavía encierra en estado indiferenciado las mil posibilidades de desarrollo que se realizan en las innumerables sectas posteriores. Si el fragmento más antiguo del devenir del cristianismo tiene para nosotros un valor tan particular es porque nos da a conocer en su integridad lo que el judaísmo –fuertemente influenciado por Alejandría- aportó al cristianismo. Todo lo posterior es añadido occidental, grecorromano.
Fue necesaria la mediación de la religión judía monoteísta para revestir al monoteísmo erudito de la filosofía griega vulgar con la única forma religiosa bajo la cual podía influir en las masas. Una vez encontrada esta mediación, sólo podía transformarse en una religión universal en el mundo grecorromano, continuando su desarrollo para fundirse finalmente en el fondo de ideas que este mundo había conquistado.

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Notas:
(1) Los levantamientos del mundo mahometano, especialmente en África, contrastan de forma singular. Con todo, el Islam es una religión hecha a la medida de los orientales, más especialmente de los árabes, es decir, por una parte, ciudadanos que practican el comercio y la industria, por otra, beduinos nómadas. Pero permanece el germen de un choque periódico. Una vez que se han vuelto opulentos y fastuosos, los ciudadanos se relajan en la observancia de la Ley. Los beduinos pobres y, a causa de su pobreza, de costumbres severas, observan con envidia y codicia esas riquezas y goces. Se unen bajo la dirección de un profeta, un Mahdi, para castigar a los infieles, restablecer la ley ceremonial y la verdadera fe, y para apropiarse, como recompensa, los tesoros de los infieles. Naturalmente, al cabo de cien años, se encuentran exactamente en el mismo punto que aquéllos: es necesaria una nueva purificación, aparece un nuevo Mahdi, el juego recomienza. Esto ocurrió así desde las guerras de conquista de los almorávides y los almohades africanos en España hasta el último Mahdi de Jartum que tan victoriosamente desafió a los ingleses. Así ocurrió, poco más o menos, con los levantamientos en Persia y otras regiones musulmanas. Son movimientos originados por causas económicas, aunque porten un disfraz religioso. Pero, aunque triunfen, dejan intactas las condiciones económicas. Así pues, nada ha cambiado, el choque se hace periódico. Por el contrario, en las insurrecciones populares del Occidente cristiano, el disfraz religioso sólo sirve como bandera y máscara para atacar a un orden económico que se ha hecho caduco: finalmente, este orden es derribado, un nuevo orden se levanta, hay progreso, el mundo avanza.
(2) Tiasarca, jefe del thiasos, asociación religiosa, especie de cofradía.
(3) En francés en el original: rehabilitación de la carne.
(4) Miserables blancos.
(5) En francés en el original: En la guerra, como en la guerra.
(6) En latín en el original: Perdonar a los vencidos y castigar a los soberbios.
(*) Originario de Vaud, en Lausana (Suiza) NdT.
(**) Comida al estilo judío, NdT.

Luche por los intereses de la clase obrera salvadoreña…

Luche por los intereses de la clase obrera salvadoreña…Entrevista con José Antonio Morán Mendoza

SAN JOSE, C.R. 28 de diciembre de 2017 (SIEP) “Luche por los intereses de la clase obrera salvadoreña, a eso dedique mi vida…” manifiesta con alegría el revolucionario José Antonio Morán Mendoza, de 75 años, originario de Santa Ana y experimentado dirigente sindical y comunista salvadoreño.

Nos comparte que “mi papá participó en el movimiento indígena de 1932, en el levantamiento, su nombre era Silvestre Antonio Morán, fue capturado y le quebraron las costillas de un balazo. Por eso mi papá siempre mantenía viva la memoria subversiva y nos contaba del levantamiento del 32, nos hablaba del revolucionario cubano José Martí, y que para la libertad solo había dos caminos: o pagar su precio o resignarse a vivir sin ella.”

“Nos hablaba que cuando uno se metía en el mundo de la lucha por la justicia en esta causa se empeñaba la palabra y la vida, se empeñaban los huevos y había que ser fiel hasta la muerte.”
“Nací el 1 de junio de 1943 en Santa Ana. Fuimos trece hermanos y hermanas. Siendo muy pequeños quedamos huérfanos y manteniéndonos por nuestra cuenta. Y hubo personas que nos ayudaron mientras otras se aprovecharon de nuestra situación, como fue el caso de un cura que violó a una hermana, y lo mismo le paso a otra hermana en una iglesia evangélica.
De aquí nace mi aversión a la religión y a las iglesias, por eso es que soy ateo. Mi esposa se llama Ana Luz Molina. Y tengo cuatro hijos: Boris Ulises, José Vladimir, Paul Iván y Tania Patricia. He sido carpintero, zapatero, técnico textil, oficinista, chofer de autos y taxista.
Desde niño trabaje en el campo
Desde muy niño tuve que trabajar en el campo para ayudar a mantener a mi numerosa familia. Desde los 7 años se me encomendó trabajar una tarea, que es un cuadrante de tierra, una superficie de 10 varas cuadradas para arar o limpiar. Y hay que meterle la cuma, el azadón, el machete, Y te enfrentás con las culebras y las hormigas bravas que se te suben al cuerpo. O se parecen las serpientes llamadas bejuquillos en los ríos.
Cerca de la casa de nosotros vivía un señor blanco, que se dedicaba a hacer muebles, y yo siempre me detenía ver cómo era que los hacía, y una vez me pregunto si no quería aprender el oficio, que si quería ser carpintero, y yo le dije que sí, entonces me explicó que él era profesor en una colegio técnico, que tenía me acuerdo en el logo un yunque y un martillo.
Para ese entonces estaba estudiando tercer grado y tenía nueve años. Cuando me vieron en el colegio técnico dijeron que estaba muy pequeño pero logre convencerlos que me hicieran una prueba. La prueba consistía en que les respondiera preguntas sobre reglas de matemáticas, geometría, tonelajes y tuercas. Pensaron que no la iba a pasar pero resulta que estudiaba en la escuela nocturna y precisamente tenía los apuntes de esas materias, los cuales estudié rigurosamente y logre pasar la prueba. Y me convertir en estudiante del Colegio Técnico INPI.
Por esos años hubo dos acontecimientos que influyeron fuertemente en mi vida. El primero fue el triunfo de la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959. Ya para entonces era carpintero graduado, aunque joven, de 15 años. Me había graduado a los 14 años.
Me acuerdo cuando obtuve mi primer trabajo en una fábrica de muebles, de puertas y ventanas. Llegue y busque al dueño y le pedí trabajo y me respondió que él no necesitaba aprendices sino carpinteros. Le dije que yo era carpintero y soltó la carcajada y lo mismo se rieron los demás carpinteros, ya viejos, burlándose de este bicho. Y eont4omces el dueño del taller me preguntó que sabía hacer. Y le respondí: lo que Usted me ponga a hacer. Y me dice: no seas tan rajón. Y le respondo que ¿por qué dice eso? Vaya –me dice- haceme una silla de vano de pilarcillo.
Y los demás se secreteaban pensando que ni sabía de qué estaba hablando el maistro. Por cierto al taller le decían el “taller de los Micos”, mal apodo que tenían los dueños. Bueno, saque mi metro tranquilamente y empecé a tomar medidas y a hacer los cortes ante la mirada sorprendida de todos ahí. Hasta dibuje un plano en mi cuaderno de notas. Y efectivamente hice el mueble solicitado. Si yo era de escuela. Y ante la evidencia el dueño del taller no tuvo otra que contratarme.
Después pasé a otro taller, esta vez de muebles acolchados, otra experiencia laboral. Ahí éramos alrededor de 70 obreros, grande el taller, me acuerdo del lema publicitario: “Muebles Bonalco, Salvadoreños como el Izalco.” A mediodía, durante el almuerzo nos poníamos a escuchar las noticias trasmitidas por Radio Rebelde, éramos partidarios la mayoría de carpinteros del Ejército Rebelde y de su líder Fidel Castro.
Una vez despidieron injustamente a un compañero nuestro a un carpintero, y entonces a alguien se le ocurrió que buscáramos para asesorarnos a un carpintero que tenía experiencias en asuntos sindicales y que incluso había participado en el levantamiento del año 32. Y fue entonces que fui a buscar y conocí al legendario Virgilio Guerra, dirigente santaneco del Partido Comunista. Virgilio tenía una venta de madera y productos de carpintería. El me dio un papelito y me dijo: vaya este lugar ahí lo van ayudar. Me mandó para el local del Sindicato de la Industria de la Construcción.
Fui y les explique el problema que enfrentábamos y me propusieron que nos organizáramos para resistir los ataques de la patronal, que creáramos la seccional del Sindicato y así ellos podía llegar a asesorarnos y a explicarnos los beneficios de estar unidos, organizados. Esta fue mi primera charla de educación sindical. Te estoy hablando de los años 1959-1960, en esa época se vivía la euforia causada por el, lanzamiento del primer Soyuz, la nave espacial soviética, todo mundo decía con admiración: ¡Qué vergones esos cabrones rusos!
Conocí al Che cuando no era todavía el Che
Una vez fui a hacer mostradores en la finca Las Cruces, propiedad de Armando Tomás Monedero, esto fue en tiempos de cosecha de café, y estando ahí trabajando se apareció un muchacho y Don Armando me dijo: siéntase tranquilo que este muchacho es muy buena gente. Al preguntarle el nombre me dijo: soy argentino, me llamo Ernesto Guevara. Pero todavía no era el Che pero después iba a ser el Che. Se interesó por lo que estaba haciendo. Ese medico paliducho que entonces conocí llegaría a sr el Che que peleó al lado de Fidel en la Sierra Maestra y luego moriría en Bolivia.
Regresando a la historia, hicimos una asamblea y organizamos el sindicato en la fábrica. Y cuando cumplí los 18 años pude integrarme a la Junta Directiva del Sindicato de la Construcción. Fue toda una experiencia. Como directivo sindical atendía los departamentos de Santa Ana, Ahuachapán y Sonsonate, y así fue adquiriendo experiencia, destrezas que solo las dan el tiempo y la práctica. Y me dedique a formarme políticamente, leía La Verdad, órgano del PCS, y un boletín sindical de nombre Voz Obrera. Y así fui creciendo sindicalmente y políticamente, habituándome a la lectura. Y estudie hasta sexto grado en la escuela nocturna.
Fue por ese tiempo que me reclutaron para la Juventud Comunista. Me acuerdo que a la célula llegaba a atendernos Roque Dalton, que era muy chistoso. En mi célula estaba Diógenes, que era hijo de Antonio Gonzalez, fundador del PCS en Ilopango en marzo de 1930. Toda su familia era del PC. Carlos Solórzano, conocido en el mundo de los carpinteros como “El Rostro Impenetrable” por una famosa película de Marlon Brando de esa época. Y es que en realidad era bien feíto.
Por esa época como Vanguardia de la Juventud Salvadoreña contribuimos a la formación del FUAR sección Santa Ana, que la coordinábamos junto con Diogenes y Eduardo Camporreales; la Columna Campesina dirigida por Mariano Carranza; la Columna Estudiantil por Dagoberto Marroquín y Jorge Vargas. Hacíamos sesiones para aprender el manejo de armas, de diverso tipos de armas incluso una escuadra ametralladora.
A los 17 años, en octubre de 1960 soy juramentado por Eduardo Camporreales para ingresar al Partido. Ese mismo año caí preso. Sucede que le trabajábamos a la mueblería de Salvador Arce Zablah, que quedaba en Santa Tecla. Y fuimos a dejarle unos muebles y coincidió con el golpe de estado de ese año. Y nos detuvieron tropas del ejército y nos acusaron de revoltosos. Nos llevaron al cuartel y luego de una golpiza nos pusieron en libertad. Fue mi primera captura.
La siguiente captura fue cuando vino al país el presidente gringo Lindon Johnson. Le organizamos un recibimiento con pintas y mantas. Entonces la embajada gringa quedaba en el centro. Me acuerdo que participaba Mario Moreira, que era presidente de AGEUS. Participábamos en la protesta estudiantes y obreros. Nos capturan y nos llevan a un lugar aparatad allá por MOLSA y nos golpean y luego nos sueltan. En esa época los cuerpos de seguridad todavía no desaparecían a los opositores.
En 1964 participo en el V Congreso del PCS. Me acuerdo que en la comisión organizadora estaba Raúl Castellanos Figueroa y Rafael Aguiñada Carranza. Y por Santa Ana participamos Marianito (Carranza), Virgilio, Eduardo.
Entre los acuerdos tomados me acuerdo que estaba que el Partido debía convertirse en un aglutinador de las masas populares, desarrollarse en el seno de la clase obrera, crecer en el campo, potenciar a la Juventud, fortalecer el movimiento obrero y crecer, reclutar más comunistas. En la Comisión de Organización queda de responsable el Chele Aguiñada. Me acuerdo que uno de los debates era el de la necesidad de que los compañeros que estaban en la producción pasaran a formarse como cuadros militares.
Había en el Partido también profesionales. Me acuerdo de Luis Ernesto Acevedo, fiscal de la UES que era colaborador nuestro. De Gustavo Adolfo Noyola, que era camarada y fue secretario general de la UES.
Se hablaba también de influir en empresas y constituir grupos tácticos y grupos estratégicos. Por lo estratégico nos referíamos a organizar a las principales empresas del país, a los trabajadores de telecomunicaciones, energía, agua, el transporte, etc. Y por tácticos a empresas del sector textil, alimentos, bebidas, etc. La UTF era un sindicato clave, poderoso, los ferrocarrileros y era conducido por nosotros, por el Partido. Y había la visión etapista que después de la lucha de masas venía la lucha armada.
Reclute para el PCS a Dagoberto Gutiérrez
En determinado momento me volví funcionario sindical, abandone la producción para dedicarme al trabajo sindical y partidario. Me esmere en estudiar sobre Métodos y Sistemas Organizativos. Y ya pasaba bastante tiempo en san salvador, pero también hacía trabajo partidario en santa Ana, incluso reclute a varios cuadros del Partido, incluyendo a Dagoberto Gutiérrez, que era de Chalchuapa pero estudiaba en Santa Ana y después se volvió un destacado dirigente comunista.
El avanzó mucho porque se fue a estudiar a la Unión Soviética, allá lo formaron. También por esa época organizamos una Escuela de Educación Sindical y tuvimos la visita y participación de Salvador Cayetano Carpio, Schafik Handal, Raúl Castellanos Figueroa, Rafael Aguiñada Carrranza, Alfredo Acosta (constructor y carpintero) y otros. Para esa época bromeábamos mucho. A Delfino Perez lo jodíamos porque en su modo de hablar trataba de imitar a Schafik yle decimaos “Chafino.” Al viejo Edito Genovés le decíamos “Burro de Años” o “Tía Cabra.” A Carpio le decíamos Chambacú, como la canción.
En 1967, en mi calidad de secretario de organización de la Federación Unitaria Sindical, FUSS participe activamente en las jornadas huelguísticas de abril de 1967, que incluye la huelga de los trabajadores de Acero allá en Zacatecoluca, y lo hice junto con otros compañeros, entre estos Salvador Cayetano Carpio, que era el encargado de Educación.
Ya para ese entonces estaba el debate sobre si era adecuado o incorrecto la militarización del movimiento obrero y como resolver el problema de la formación de cuadros militares dentro del movimiento obrero. Me acuerdo que para esa época Salvador o Chamba como le llamábamos era muy enfático en la necesidad que como obreros comunistas rechazáramos la religión.
Me acuerdo que una vez que impulsamos la organización de los trabajadores de IMACASA, una fábrica de implementos agrícolas, fuimos con José Dimas Alas, que era secretario general de la FUSS, y al llegar allá, un obrero de IMACASA le grito emocionado: Hola Cutuyeya. Nos sorprendimos al descubrir que se trataba de su primo de nombre Secundino Ardón, y que se habían criado juntos allá en Chalatenango y Cutuyeya se refería a que cuando niño así decía por decir “costurera”. A Cutuyeya después Carpio se lo llevó para formar las FPL.
Por ese tiempo también participamos en la campaña del PAR que llevaba como candidato a la presidencia al Dr. Fabio Castillo. Anduvimos de pueblo en pueblo haciendo campaña de una plataforma de cinco puntos, en el que sobresalía el de realizar una reforma agraria, que en aquella época era un tema explosivo. Esta campaña política tuvo como base el movimiento huelguístico de ese año 1967, que fue muy intenso.
Y fue a partir de esta experiencia electoral que pudimos como Partido iniciar pláticas con los socialcristianos del PDC dirigidos por Duarte y los socialdemócratas del MNR dirigidos por Guillermo Manuel Ungo, para luego formar la Unión Nacional Opositora, UNO y derrotar en la urnas a la dictadura militar, en 1972 y 1977. Y en Santa Ana ganamos el consejo municipal e incluso fui regidor.
Y también fui candidato a diputado pero aunque la mayoría me apoyaba, la dirección del Partido nos impusieron a Alfredo Acosta, esa era la línea nos dijeron…Pero debo reconocer que esta experiencia electoral me ayudo a desenvolverme, aprendí a hablar en público en las concentraciones populares, “pico de oro” me decían por lo fogoso de mis discursos.
Con Carpio debatimos bastante sobre el rumbo del movimiento obrero y las formas de lucha. Él era dirigente de sindicato del pan. Era un poco egocéntrico y necio. Aunque también un gran luchador social, hay que reconocerlo, fue su mérito personal…
En este año 1967 soy capturado por la Guardia Nacional y paso encarcelado tres meses. Y soy víctima de torturas físicas y psicológicas. Me acusaban de comunista. El director de la “benemérita” era el Chato Casanova.
En San José, Costa Rica
En 1968 fui nombrado para representar al movimiento obrero salvadoreño en un Congreso de Unidad Sindical Centroamericana que se celebró en San José, Costa Rica. Y hable con mi estilo combativo, de choque, porque así hablábamos en El Salvador, y esto no le cayó en gracia a Manuel Mora, el dirigente de los comunistas ticos que me acusó de practicar un “discurso incendiario”, desde entonces no les caí bien a los del Partido Vanguardia Popular.
Ah y fíjate que cuando llegue a San José en el aeropuerto me detuvieron y me interrogaron y traía una carta de Raúl Castellanos Figueroa para Manuel Mora y me la tuve que comer, me la tuve que tragar, suerte que era de papel cebolla. Conocí a Elena Mora, que era hermana de Raúl y vivía en Costa Rica, esposa de Eduardo Mora. Este me llegó a saludar también peor lo sentí falso.
En 1969 se recibe una invitación para asistir a un Congreso de la Federación Sindical Mundial en Moscú. El Partido eligió a su candidato, se trataba de Dimas Alas, que era el “niño bonito” de Carpio. Carpio siempre se rodeaba de un grupo de seguidores. Dimas era linotipista. Pero nos plantamos como movimiento obrero y termine asistiendo. Yo había sido fundado de la FUSS en 1965. Como detalle te cuento que también asistieron a ese primer congreso representantes del Sindicato de Pilotos Aviadores de El Salvador.
Estuve en Moscú y ya ahí recibí una invitación de la CGT para visitar Francia y de los sindicatos británicos para viajar a Inglaterra. Los camaradas soviéticos admiraban el ardor con que defendía mis posiciones en favor de los derechos de la clase obrera. Ahí conocí al chileno Luis Corvalan que me increpo por mis actitudes antimilitaristas. No se imaginaba, en las vueltas que da la vida, lo que le tenían preparado los militares chilenos a su pueblo y su mismo partido.
Al regresar de la Unión Soviética volví a caer preso en la Guardia Nacional, esta vez por sindicalista. Pero logre fugarme, porque resultas que practicaba judo y me había adelgazado bastante, y logre pasar por los barrotes y salí normalmente…Ah, fíjate que en 1986 de nuevo invitado por los sindicatos soviéticos volví a visitar a la URSS. Esta vez por un camarada uruguayo, el líder sindicalista Marcelo Pineto, de la FSM, que incluso vino a visitarnos acá a El Salvador. Él me decía me acuerdo: “vos so esperanza para nuestros pueblos.”
En 1971 en un pleno del comité central del Partido me absorbieron para este organismo y pase a formar parte de la Comisión Nacional de Organización. Y me desplazaba a la zona oriental, organice a los pescadores de Cutuco, forme sindicatos en los algodonales, la base social del Partido se había ampliado y penetramos el oriente del país, en particular Usulután. En las discusiones al interior de la dirección del Partido impugne a dos compañeros lo que me trajo diversos niveles de aislamiento.
Impugne a Roberto Castellanos Calvo, “Boca de Trapo” , lo acuse de ser un borracho empedernido; y también a Mario Aguiñada, acusándolo de farsante y falso, irrespetuoso, esto me valió que su hermano, el Chele, Rafael Aguiñada dejara de estimarme. Y lo mande a comer mierda, a los dos. Pero así soy yo, de una sola pieza. Las verdades las digo a la cara y no reparo en consecuencias. Pienso que así debe de ser un revolucionario, un comunista, sincero, autocrítico, así fui educado políticamente.
Captura y expulsión a Guatemala en 1973
En 1973 después del 1 de mayo fuimos capturados 22 comunistas por la Guardia Nacional y fuimos torturados y luego expulsados hacia Guatemala, a las garras de la Mano Blanca, un escuadrón de la muerte chapín de los primeros. Te pintaban una mano blanca en tu puerta y era una condena de muerte. Cuando me capturan ando leyendo Los Condenados de la Tierra de Franz Fanon. Estuvimos presos en los sótanos más recónditos de la policía. Y al final tuvieron que liberarnos porque logamos comunicarnos con nuestros compañeros guatemaltecos.
En la capital chapina nos teníamos que reportar a las 6 de la mañana, 112 del mediodía y 6 de la tarde en el cuartel de la policía. Y logramos contactarnos con los camaradas del PGT y se levantó una campaña mundial para exigir nuestra libertad. Hubo una carta exigiendo nuestra libertad que fue firmada por Pablo casal, Pablo Picasso, la actriz Gina Lolobrigida y su esposo, el músico Mikis Teodorakis. Entre los capturados estaban Lito Sandoval Luna y su hermano; un obrero de apellido Polanco, Reginaldo Hernandez, el Flaco Quezada. Y nos pusimos a luchar luego porque el gobierno guatemalteco nos concediera el derecho de asilo.
Pero en realidad lo que queríamos era ganar tiempo para organizar nuestro regreso al país. Y así fue. Les solicitamos a los policías que queríamos ir a confesarnos a la iglesia y a diez de los 22 presos políticos nos permitieron ir. Pero ya nuestros compañeros guatemaltecos habían organizado la fuga y tenían listo el transporte que nos conduciría a la frontera y así fue efectivamente.
Regresamos a la patria, regresamos a la lucha. En mi caso me quede unos días en San Cristóbal, todavía en Guatemala, porque tenía unos conocidos ahí. Y luego me metí a El Salvador y me unos días estuve clandestino. Luego me reincorpore a mis actividades sindicales y políticas, volví a la legalidad. Nuestra fuga causó un gran alboroto en Guatemala.
Fíjate que a mí me mataron los escuadrones de la muerte a 13 familiares, por eso yo no perdono ni mierda a esos asesinos, tiene que haber justicia…
En 1986 fui representante del FMLN-FDR en Costa Rica. Ese mismo año, luego de 26 años de militancia partidaria, y con una visión crítica de su práctica política, presente mi renuncia irrevocable al Partido Comunista de El Salvador, PCS.-

Can This Language be Saved?

Can This Language be Saved?
June 2001
Author
Quinn
Eileen Moore

Words are fascinating things. With meanings that expand and contract, they can be popularized, bought and sold in a linguistic marketplace, or, if denied access, they can be forced off the conversational road, never to be heard from again. Atapaka, for instance, was on someone’s lips one hundred years ago, as were Wyandot, Galice, Nootsack, Salinan, Twana, and Lumbee. At the time, linguists documenting Native American languages noted that people spoke Chumash and Tonkawa with the same healthy conviction that we use Spanish, French, or English. Today, however, like Tilamook and Chitimacha, these languages have fallen by the wayside. Others, like Comanche and Apache, are stalled into near extinction or death. Hundreds of others, their speakers reduced to elderly members unable to transmit linguistic heritage to offspring, face similar obstacles. Of the 3,200 Utes in Utah and Colorado, fewer than 500 are fluent in their native tongue. A similar number of monolingual inhabitants of Brazilian Amazonia speak a language which is crucial to their survival yet instrumentally worthless to all but a few traders and administrators. If their language, Waimiri-Atroari, dies, they will have been forced to acculturate linguistically to survive.

These situations are replicated in many places around the globe. The European languages Polabian, Dalmatian, and Mozarabic have been relegated to the linguistic junkyard, as have Norn and Gothic. Canada’s 53 native tongues are rapidly disappearing. The former Soviet Union, with its policy of “Russification,” all but wiped out many of its indigenous languages.

Natalia Sangama, a Peruvian elder who lives in Pampa Hermosa, northeast of Lima, Peru, reveals: “I dream in Chamicuro, but I cannot tell my dreams to anyone. Some things cannot be said in Spanish. It’s lonely being the last one.” (Koop, 1999) Although family, friends, and neighbors know a few words, Sangama is the sole fluent speaker of Chamicuro; when she dies, the language will be gone. Sangama recalls, “In the missionary school, they used to make us kneel on corn if we spoke Chamicuro.”

Natalia Sangama’s narrative provides a firsthand, experiential lens by which to understand some of the factors that contribute to language spread on the one hand and language loss on the other. Sentiments like hers were echoed by Lola Kipja, the last survivor of the Selk’nam Indians of Tierra del Fuego, Argentina, and by traditional healer Pela Lilo of Western Samoa, who died last october after revealing to researchers a healing tree bark which was discovered to double the life of T-cells. Native American Marie Smith expressed her painful recognition that she was the “last” Eyak of Cordova, Alaska (see article by Daniel Nettle and Suzanne Romaine, this issue). In California, the third most linguistically diverse area in the world, where 25 percent of North America’s roughly 250 Native American languages are spoken, Professor Leanne Hinton detailed how she witnessed the extinction of Northern Pomo when the last of its speakers died in 1995.

“A language is a dialect with an army and a navy,” so the expression goes, and in the history of nation/language-building, military expansion and long-term imperial or colonial rule have figured predominantly. When an imperial language is introduced into an existing multilingual environment, a proclivity on the part of the dominant group for monolingualism prevails. Even though political and socioeconomic benefits may accrue to those who use international languages (Brosnahan, 1963), their spread usually precedes the death of indigenous tongues. Other factors responsible for linguistic attenuation include government policies, educational systems, urbanization, economic development, religious composition, and political affiliation. Student exchange programs contribute to language shift (of 1.6 million college students who traveled abroad to study in 1996, 47 percent went to core English-speaking nations). So, too, do international tourists; traveling with new technologies, bringing in popular culture, consuming products and entertainment services, and expecting their hosts to learn their language, they collect a heavy linguistic toll.

Perhaps it is no surprise that the single largest linguistic market in the world speaks English; in 1997 alone, the world spent $378 billion dollars on tourism — 27 percent came from core English-speaking countries. English is roughly four times as geographically dispersed as Arabic or Spanish, and at least nine times as dispersed as any of the other major world languages (those with more than 100 million native and non-native speakers). In short, most theorists agree that a power differential between regions sets the stage for language attenuation.

To make matters worse, an “ideology of contempt” (Grillo, 1989) for minority languages often accompanies religious conversion, military expansion, and extended colonial rule. The far-flung British Empire, with its long-lived imperial power, valued geopolitical and monolingual standardization; Australia, France, Russia, and the United States followed suit. Similar ideological forces operate in the present, as evidenced by challenges to linguistic diversity posed by television, radio, the Internet, and modern appliances. Indeed, linguists have traced the ebbing of some American Indian languages to the air-conditioner. Its introduction brought about the disappearance of the tradition of gathering under trees to tell stories in the old tongue during hot weather months.

Information and communication technologies (ICTs) have also wreaked havoc. Media giant Ruport Murdoch asserted that the learning of Hindi as a lingua franca will terminate disunity and disorder in India. He went on to suggest that with the spread of Mandarin in China via broadcasting, “it will not only be prosperity that we catch in our networks, but also order…and peace.” (Murdoch, 1994)

Under the rubric of social transformation and ideological unity (Dorian, 1998), similar simplistic and unenlightened policies compel Tibetans to learn Mandarin; North American immigrants, English; and Central and South American indigenous populations, Spanish. Contrary to received wisdom that multiple linguistic codes are threatening, the truth is that most people around the globe speak more than one language. “It’s odd to be monolingual,” notes Stephen Wurm of Australian National University.

The process of language extinction begins when intergenerational transmission stops, and when mother tongues are undermined to such an extent that parents and grandparents feel ashamed to speak. “It’s ultimately the children who save a language,” comments Cefin Campbell of Trinity College, Carmarthen. (Raymond, 1998) Yet, of the world’s estimated 6,000 languages, between 20-30 percent are no longer spoken by children. Linguists predict that at least 50 percent of the world’s languages — some estimates run as high as 95 percent — will disappear within the next century, pushed into oblivion by the spread of the “big languages.” Comparing linguistic “crash” to loss of biological differentiation and ecological diversity, some scholars argue that, just as animal and plant species are threatened, so too is the cultural and intellectual “logosphere” (Stover, 1997) that influences perceptions. (Wilson, 1992; Hale, 1992) Viewing languages as more than merely instrumental, they argue that each contains a Weltanschauung, or worldview, uniquely capturing ideas and potentially shaping experience. When such cognitive variation is lost, these theorists suggest, so are the thoughts that nourish it.

Andrew Woodfield, director of the Center for Theories of Language and Learning, takes this global depreciation argument a step further:

A language is not just a medium, a symbol-system or a code. It is also the repository of a cultural tradition, a way of living and of expressing which helps to convey a sense of identity upon its native-speakers.

Woodfield points out the difference between saving a language personally, for those whose survival systems depend on it, and impersonally, for cognition experts, descriptive linguists, and grammarians. Ken Hale suggests that “we would miss an enormous amount” if English were “the only language available as a basis for the study of general human grammatical competence.” Woodfield, on the other hand, sees this preservation-by-documentation argument as both political and economic:

Massive affirmative action — the establishment of government ministries, radio and TV stations, newspapers and books, cultural events, employment, bribes — might encourage a small tribe in America, Australia or Africa to carry on using its native language. This raises difficult ethical questions not only about the interests of the native people, but about the allocation of resources available for carrying out such actions.

Another argument addresses the question of language death from the “suicide or genocide” perspective. Crawford takes the middle ground, arguing that if “there must be complicity on the part of [the] speech community itself” to precipitate language shift, one cannot deny that “[d]estruction of lands and livelihoods, the spread of consumerism, individualism and other Western values, pressures for assimilation…and conscious policies of repression directed at indigenous groups” are salient factors with which to reckon.

Notwithstanding the fact that painful preservation decisions determining which languages are more potentially “interesting” (and therefore “worthy” of financial and economic support) lie ahead, the rush is on to get the linguistic traffic flowing. The United Nations’ Article 14 of its Draft Declaration on the Rights of Indigenous People states:

Indigenous people have the right to revitalize, use, develop and transmit to future generations their histories, languages, oral traditions, philosophies, writing systems and literatures and to designate and retain their own names for communities, places and persons.

The Article adds an important mandate for states’ responsibility in this matter:

States shall take effective measures, whenever any right of indigenous people may be threatened, to ensure this right is protected and also to ensure that they can understand and be understood in political, legal and administrative proceedings, where necessary and through the provision of interpretation or by other appropriate means.

Crawford sees this as the third, “human justice” approach to language preservation. Acknowledging broader questions of cultural survival, he notes that language death “does not happen in privileged communities. It happens to the dispossessed and disempowered who deserve preservation of not only their language, but of their self worth.” In other words, language survival dovetails with a people’s rights to its land, its intellectual property, and its maintenance of political sovereignty.

Although there is still no full-fledged theory of language maintenance and shift, in this issue of the Cultural Survival Quarterly, contributors develop conceptual frameworks and provide fine-tuned ethnographic analysis based on fieldwork. They explore a variety of perspectives surrounding the nature of linguistic endangerment, and indicate ways by which revitalization efforts become compromised in the throes of “development” jargon. Their subjects range from debates surrounding language engineering and questions of comparison and modeling to the diverse nature of linguistic revival. Predictions on global language loss are invigorated by specific case studies that offer state-of-the-art information essential to further enquiry and research. Covering language planning and policy, certain authors call for more suppliers of translation, more documentation in the public and private sector, more indigenous accessibility to representation so that minority language rights will be state-protected. Boundaries of language and culture, problems of identity and separateness, policies regarding bilingual education, and the intersection of language and politics are all addressed.

One aspect deserving more theoretical attention has to do with consumer motivation. In light of the fact that the director of the Native Language Center at the University of Alaska predicted at least 20 language deaths per year during the next century, perhaps it is time to think radically, if not drastically. At a recent conference on language loss at the Centre for Language and Learning at the University of Bristol, Allan Wynne-Jones, recognizing the need for linguistic interaction, offered a management solution for saving Welsh. His four-step model contains idealism and protest, legitimacy and institutionalization, parallelism and equity, and finally, normalization, or shared aspiration to full bilingualism. Task initiatives like these, he suggested, could provide the necessary marketable “public face” for Welsh; in turn, they could secure linguistic respectability.

Although they may not translate to all threatened languages and groups, aspects of this platform deserve closer scrutiny. The first, activism (or idealism and protest), manifests in well-documented and frequently-considered cases, and it is not surprising that CTL seminar members reached a consensus that motivation, be it religious, idealistic, or ideological, is necessary at the outset of any language revitalization movement. (Woodfield, 1995)

A few examples prove enlightening. Irish-Gaelic, one of the six Celtic languages in the Indo-European family, was the majority language until the early 17(th) century. (…’Siad-hail, 1983) It has been argued that a common linguistic tradition spread from the southern-most tip of Ireland to the highlands of Scotland; bards transmitted linguistic heritage through narrative and music. With the arrival of the colonizing English, such transmission was disrupted; dialect distinctions arose, and English became the language of prestige — of government, politics, schooling, and material advancement. Irish retreated, eventually becoming “the almost exclusive property of the rural poor” (O’Siadhail, 1983), who, because of the Great Famine (1845-1850), either died or emigrated in numbers as high as three million. Despite repression at home and abroad, however, the language was able to survive one of the world’s great linguistic diasporas. In Australian and American dictionaries and on the tongues of hyphenated descendants, anglicized Irish words such as galore (go leor, plenty), smithereens (smideríní, bits), colleen (cailín, girl), whiskey (uisce beatha, lit. water of life), so long (slán, farewell, health), and smashing (is maith sin, that’s good) appeared.

At the end of the nineteenth century, a movement to restore Irish was popularized by Douglas Hyde, founder of The Gaelic League (Conradh na Gaeilge). His hope “to keep alive our once great national tongue” (Hyde, 1892 [1986]) eventually played a significant role in the struggle for Irish independence. After the founding of the Republic, official government policy attempted to make Irish the vernacular of the majority and to preserve Gaeltachtaí (Irish-speaking areas) on the fringes of the island. Some scholars have suggested that Hyde’s movement was an example of too much, too little, or too late. In 1925, 257,000 Irish speakers were estimated to reside in the Gaeltacht, 12,000 of whom were monoglots. Today, fewer than 30,000 speak Irish, and none is monoglot. In the Galltacht (areas outside Gaeltachtaí), Irish declined due to the fact that the educational system was entrusted with responsibility for revival. Teachers had neither the proper training nor the motivation, and to this day, many Irish confess that they hated having to study Irish in school. Of primary importance, of course, was the issue of negative prestige; few positive linguistic ideologies were utilized to serve as models or to offset persistent colonialist devaluation.

On the other hand, Hyde’s charismatic influence reverberates still. In the last ten years, social and political transformations have occurred, suggesting a reversal of earlier dire predictions, Mary Robinson, former President of Ireland and recent United Nations Commissioner on Human Rights, introduced Irish into her public persona, refusing to reserve it for stately occasions and governmental rituals. Ireland’s socio-economic situation has altered to such an extent that it is now called “the Celtic Tiger,” having gone from the status of“beggar of Europe” to become the European country with the fastest growing economy and the youngest population. At Oideas Gael, a language learning program for adults in Southwest Donegal, Hyde’s legacy is renewed in a holistic learning experience which attempts to reproduce the natural linguistic learning environment through dance, folklore, poetry, song, and instrument-playing.

In addition, efforts continue to make Irish stand on an equal par with the languages of Europe, and Irish women and men traveling abroad find themselves speaking their native tongue with pride instead of shame. Moreover, the movement has grown to international proportions; ever greater numbers meet via an Irish “virtual community” on the Internet.

In the North of Ireland, an activist by the name of Bobby Sands was jailed for political protest in the early 1980s. He began to speak Irish in his cell as a means of calling attention to his political status. Fellow prisoners followed suit; soon the language movement leaped the prison walls, finding kin spirits in homes and neighborhoods. Eventually, demands for parity of esteem brought bilingual signs to Belfast streets and Irish language learning to Queens University. Before the ink was dry on the Northern Ireland Peace Accords, a plethora of Irish language classes had sprung up all across the six Northern counties; ironically, linguistic contagion then spread southward. Now, with “80 [percent of the population] express[ing] a positive attitude towards Irish” (O’Connor, 2000), upwardly-mobile parents in the Republic, who once eschewed their own Irish education, are sending their children to highly-prestigious Gaelscoileanna (all-Irish schools), where all subjects are taught through the medium of Irish. When siblings return home speaking a “mother tongue” not spoken — or in some cases not even understood — by parents, the latter seek night schooling, as one parent confessed, to “keep up with our children.” Currently, there are over 150 officially-recognized primary and secondary Gaelscoileanna, and double that number of all-Irish preschools. In these and other quarters, Irish can boast esteem and privilege, respectable qualities it lacked in the past.

The revival of Hebrew as a key to membership in Jewish nationhood is another case in point. Shortly after activist Ben Yehuda inspired Jerusalem families and Zionist youth to use only Hebrew, the language began to be heard, not only in classrooms, but in streets, on roadways, and in homes. Inspired by Yehuda’s belief in the ideology of cultural nationalism, which purported an intrinsic link between language and nation, parents, children, and educators brought about what seemed to be a spontaneous “leap” to Hebrew. (Nahir, 1988)

Charismatic efforts like those of Douglas Hyde, Ben Yehuda, and Bobby Sands cannot in and of themselves preserve and maintain a language. As many scholars in this collection of essays affirm, multi-pronged efforts must be undertaken: language activists must be willing to share effective methodologies; they must be willing to fail and to try again. They must be willing to acknowledge that their activism, their protests, and their idealism may not contain enough overall sustenance to keep incipient language movements alive.

On the other hand, they must also be sensitive to the fact that individual charismatic efforts have been instrumental in reviving Hebrew in Israel. In the Irish case, Douglas Hyde was effective in keeping language death at bay, giving Irish enough of an impetus at the turn of the last century to preserve it for current revitalization in this one. In addition to the methodologies described so eloquently in these pages, it is important to keep in mind that more case studies might enable us to proffer a motivational theory of language revitalization. Specifically, further scholarship might inquire into how initial endeavors of charismatic motivation are sustained and routinized in institutional forms, how they have produced reversals of what once seemed to be inevitable outcomes, and how they have provided a glimmer of hope for others hoping to undo “doom” rhetoric. After all, Irish and Hebrew were supposed to die. Both are beyond first gear, sustained by those who believe, like Irish-language enthusiasts around the world, that “Is fiú agus is féidir”: It’s worthwhile and it’s possible.

Acknowledgements:

I wish to acknowledge the contributors to this issue, all of whom worked most diligently over the past few months to bring it to fruition. Appreciation is extended to Kenneth Hale; Judith T. Irvine; Jean Jackson; Richard Parmentier, and Séamus Pender. Special thanks to Liam O’Cuinneagáin, Director of Oideas Gael, Gleann Cholmcille, County Donegal, Ireland. A great debt of gratitude is owed to Deidre d’Entremont, general Editor of the Cultural Survival Quarterly, for her sustained patience and support.

References and further reading

Brosnahan, L. (1963). Some Historical Cases of Language Imposition. In Language in Africa. Spencer, J., Ed. Cambridge: Cambridge University Press. Pp 20.

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…’Siadhail, M. (1983). Learning Irish. Dublin: Institute for Advanced Studies.

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