El concepto de habitus de Pierre Bourdieu y el estudio de las culturas populares en México

El concepto de habitus de Pierre Bourdieu y el estudio de las culturas populares en México
Patricia Safa
En la actualidad, el tema de la globalización es controvertido y el de la diversidad cultural, muy complejo. Ambos se encuentran relacionados y su discusión se vuelve central para el estudio de las culturas populares. Desde ciertas posiciones, la velocidad de los cambios actuales nos exige comenzar de nuevo y dudar de viejos conceptos, repensar perspectivas teóricas y ser inventivos en las estrategias metodológicas. Para otros, en contraste, la globalización es tan vieja como lo es el afán expansionista del mundo occidental, primero bajo el ropaje del colonialismo y el imperialismo, y ahora arropado en el neoliberalismo y la “mundialización” de la cultura (Ortiz 1994 y 1996); es decir, lo que predomina en esta discusión son los desacuerdos y no los consensos. Este trabajo se propone reflexionar sobre la diversidad cultural contemporánea a la luz del concepto de habitus propuesto por Pierre Bourdieu, para introducir en esta discusión la pregunta sobre cómo se construyen las relaciones de poder en el remolino de la complejidad cultural contemporánea.
El estudio de las culturas populares: distintos puntos de partida
El mundo contemporáneo se caracteriza por su complejidad. Se han trastocado las economías mundiales, los flujos culturales se han intensificado y los territorios no son como solíamos pensarlos. Por lo mismo, se afirma que el principal reto es romper con el encapsulamiento de los objetos de estudio y la mirada acostumbrada de “lo popular”, ya que la “otredad” se ha transformado (Augé 1995). Como lo que predomina “es la sensación de que todos estamos en un mismo mundo con sus implicaciones económicas y políticas” (Ulf Hannerz 1998), parece que deberíamos aceptar la pérdida de la integridad de las culturas. En esta discusión se cuestionan dos tradiciones que han abordado el estudio de la cultura: la antropología y las perspectivas gramscianas.
Uno de los aportes más importantes de la antropología fue la apología del relativismo cultural, que sostiene que todas las sociedades y grupos sociales poseen una cultura a partir de la cual se construye el sentido y la cohesión, lo que permitía entender su permanencia en el tiempo (véase Kahn 1975). Fue una tradición que legitimó el reconocimiento de la diversidad cultural entre los pueblos, pero que también pensó al binomio pueblo-cultura como un todo integrado y coherente.
La antropología se definió como disciplina a partir del estudio de la alteridad construida desde parámetros etnocéntricos, muchas veces al servicio del colonialismo, con base en los cuales se definió lo extraño y distinto como “primitivo” o “tradicional”. Si bien celebró el relativismo cultural, también legitimó el establecimiento de relaciones asimétricas de asimilación y subordinación (Pratt 1999). Lo anterior fue duramente criticado sobre todo por los llamados “posmodernos”, que pusieron en tela de juicio la llamada “objetividad” científica de los textos etnográficos que no consideraban la posición y perspectiva del autor en sus descripciones (véase Clifford y Marcus 1986; Geertz, Clifford y otros 1991; y Rosaldo 1991).
Lo popular, en este sentido, ha sido una construcción arbitraria, es decir, histórica, de los mismos antropólogos para explicar la diversidad cultural que permanece en la modernidad. El discurso sirvió para legitimar tanto la vocación intervencionista de los países centrales como los cantos del nacionalismo de los llamados países del tercer mundo que vieron en lo popular sus raíces y especificidad, pero que, en el presente, requerían su incorporación al mestizaje, base del desarrollo (García Canclini 1989).
La tradición gramsciana, en cambio, concebía como un problema político la fragmentación y diversidad de las culturas populares (Gramsci 1970); también celebraba su existencia como una manifestación de resistencia (Satriani 1978). A diferencia de la antropología, que desdibujó las relaciones de poder en la construcción de la alteridad, desde el marxismo lo popular se definió como lo subalterno; es decir, como una relación de poder que se construye en oposición a lo hegemónico (véase Cirese 1979). En este caso, la crítica surge por la unilateralidad del análisis al definir el poder como fatal omnipresencia o, por el contrario, por la exaltación de lo popular en virtud de su capacidad subversiva (véase Willimas 1980).
La dicotomía acostumbrada, subalterno-hegemónico, dejó de funcionar cuando las fronteras territoriales y sociales perdieron claridad gracias al movimiento de personas, culturas y mensajes. Sin embargo, el tema del poder, y el de las desigualdades socioculturales, sigue siendo central, si no queremos caer en la tentación de ver la globalización sólo como un difusionismo radical en el que el estudio del poder se diluye. Como algunos autores señalan, la globalización es un fenómeno parcial porque “no es de todos ni para todos” (Garretón 1999). Por ello, para el estudio de las relaciones de poder que se construyen en la cultura no hay que olvidar la propuesta de Pierre Bourdieu.
El habitus de clase y las prácticas de distinción
Podríamos decirlo de un modo aparentemente paradójico: si bien la obra de Bourdieu es una sociología de la cultura, sus problemas centrales no son culturales. Las preguntas que originan sus investigaciones no son: ¿cómo es el público de museos? o, ¿cómo funcionan las relaciones pedagógicas dentro de la escuela? Cuando estudia estos problemas está tratando de explicar otros, aquellos desde los cuales la cultura se vuelve fundamental para entender las relaciones y las diferencias sociales (García Canclini 1986: 9).
Para explicar la manera en que se construyen las relaciones de poder, Bourdieu investiga cómo se articula lo económico y lo simbólico. Para este autor, las clases se distinguen por su posición en la estructura de la producción y por la forma como se producen y distribuyen los bienes materiales y simbólicos en una sociedad. La circulación y el acceso a estos bienes no se explica sólo por la pertenencia o no a una clase social, sino también por la diferencia que se engendra en lo que se considere como digno de transmitir o poseer. La cultura hegemónica se define como tal por el reconocimiento arbitrario, social e histórico de su valor en el campo de lo simbólico. Por lo mismo, la posesión o carencia de un capital cultural que se adquiere básicamente en la familia permite construir las distinciones cotidianas que expresan las diferencias de clase. Es decir, en la medida en que existe una correlación entre posición de clase y cultura, dos realidades de relativa autonomía, las relaciones de poder se confirman, se reproducen y renuevan.
El habitus es el concepto que permite a Bourdieu relacionar lo objetivo (la posición en la estructura social) y lo subjetivo (la interiorización de ese mundo objetivo). Este autor lo define como:
Estructura estructurante, que organiza las prácticas y la percepción de las prácticas […] es también estructura estructurada: el principio del mundo social es a su vez producto de la incorporación de la división de clases sociales. […] Sistema de esquemas generadores de prácticas que expresa de forma sistémica la necesidad y las libertades inherentes a la condición de clase y la diferencia constitutiva de la posición, el habitus aprehende las diferencias de condición, que retiene bajo la forma de diferencias entre unas prácticas enclasadas y enclasantes (como productos del habitus), según unos principios de diferenciación que, al ser a su vez producto de estas diferencias, son objetivamente atribuidos a éstas y tienden por consiguiente a percibirlas como naturales (1988b: 170-171).
Es decir, y como Néstor García Canclini me explicó como maestro que dominaba el pensamiento de Bourdieu y comprendía la complejidad de su lenguaje, el habitus es:
a) Un sistema de disposiciones duraderas, eficaces en cuanto esquemas de clasificación que orientan la percepción y las prácticas ¬más allá de la conciencia y el discurso¬, y funcionan por transferencia en los diferentes campo de la práctica.
b) Estructuras estructuradas, en cuanto proceso mediante el cual lo social se interioriza en los individuos, y logra que las estructuras objetivas concuerden con las subjetivas.
c) Estructuras predispuestas a funcionar como estructurantes, es decir, como principio de generación y de estructuración de prácticas y representaciones.
Los diversos usos de los bienes culturales, afirma Bourdieu, no sólo se explican por la manera como se distribuye la oferta y las alternativas culturales, o por la posibilidad económica para adquirirlos, sino también, y sobre todo, por la posesión de un capital cultural y educativo que permite a los sujetos consumir ¬asistir y disfrutar¬ las alternativas factibles. Para este autor, condiciones de vida diferentes producen habitus distintos, ya que las condiciones de existencia de cada clase imponen maneras de clasificar, apreciar, desear y sentir lo necesario.
El habitus se constituye en el origen de las prácticas culturales y su eficacia se percibe “[…] cuando ingresos iguales se encuentran asociados con consumos muy diferentes, que sólo pueden entenderse si se supone la intervención de principios de selección diferentes” (1988b: 383): los gustos de “lujo” o gustos de “libertad” de las clases altas se oponen a los “gustos de necesidad” de las clases populares. La complejidad de este pensamiento, Néstor García Canclini (1986) la esclarece al describir los fundamentos que sostienen la propuesta:
1) […] las prácticas culturales de la burguesía tratan de simular que sus privilegios se justifican por algo más noble que la acumulación material […] Coloca el resorte de la diferenciación fuera de lo cotidiano, en lo simbólico y no en lo económico, en el consumo y no en la producción. Crea la ilusión de que las desigualdades de clase no se deben a lo que se tiene, sino a lo que se es. La cultura, el arte y la capacidad de gozarlos aparecen como “dones” o cualidades naturales, no como resultado de un aprendizaje desigual por la división histórica entre las clases (p. 19).
2) La estética de los sectores medios. Se constituye de dos maneras: por la industria cultural y por ciertas prácticas, como la fotografía, que son características del “gusto medio”. El sistema de la “gran producción” se diferencia del campo artístico de élite por su falta de autonomía, por someterse a demandas externas, principalmente a la competencia por la conquista del mercado (p. 19).
3) … Mientras la estética de la burguesía, basada en el poder económico, se caracteriza por “el poder de poner la necesidad económica a distancia”, las clases populares se rigen por una “estética pragmática y funcionalista”. Rehúsan la gratuidad y futilidad de los ejercicios formales, de todo arte por el arte. Tanto sus preferencias artísticas como las elecciones estéticas de ropa, muebles o maquillaje se someten al principio de “le elección de lo necesario”, en el doble sentido de lo que es técnicamente necesario, “práctico”, y lo que “es impuesto” por una necesidad económica y social que condena a las gentes “simples” y “modestas” a gustos “simples” y “modestos” (pp. 20-21).

Con la introducción del concepto de habitus, Bourdieu busca explicar el proceso por el cual lo social se interioriza en los individuos para dar cuenta de las “concordancias” entre lo subjetivo y las estructuras objetivas Para él, la visión que cada persona tiene de la realidad social se deriva de su posición en este espacio. Las preferencias culturales no operan en un vacío social, dependen de los límites impuestos por las determinaciones objetivas. Por ello, la representación de la realidad y las prácticas de las personas son también, y sobre todo, una empresa colectiva:
[…] las regularidades que se pueden observar, gracias a la estadística, son el producto agregado de acciones individualmente orientadas por las mismas restricciones objetivas (las necesidades inscritas en la estructura del juego o parcialmente objetivadas en las reglas) o incorporadas (el sentido del juego, él mismo desigualmente distribuido, porque hay en todas partes, en todos los grupos, grados de excelencia) (Bourdieu 1988a: 71).
Sin embargo, esta exposición de las mediaciones entre lo económico y lo cultural, que es lo que lleva a analizar las relaciones de poder, tan convincente y acabada, ¿nos permite explicar las discordancias entre condiciones objetivas y aspiraciones personales? Esta pregunta es ineludible para profundizar en la relación entre diversidad cultural y desigualdades sociales.
Las culturas populares y la diversidad cultural
La homogeneización cultural es afín a la globalización por ser un fenómeno que busca ser totalizador e incluyente, aunque parcial (no es de todos o para todos). Esta inclusión, sin embargo, es etnocéntrica porque subsume las diferencias al modelo de modernidad occidental. Como fenómeno parcial, se destaca la acción de actores por excelencia de la globalización, como son los migrantes transnacionales, los organismos de regulación internacional y los empresarios del mundo (Castells 1999).
En este proceso, los medios de comunicación han tenido un papel protagónico para la distribución de mensajes y productos culturales que forman parte de nuestra vida cotidiana, lo que ha permitido, desde la perspectiva de algunos autores, “la construcción de un imaginario mundial” y la “democratización” de la cultura cuando la alteridad y lo popular se fusionan (Ortiz 1996).
Por otra parte, es necesario reconocer que “lo popular” supone la diferencia y la fragmentación; por lo mismo, si bien la “modernidad-mundo” se basa en el consumo individualizado, se requiere estudiar las estrategias diferenciales de apropiación de estos productos culturales y las nuevas formas en las que se construye “la distinción” y el “gusto masificado”. Ulf Hannerz (1998), por ejemplo, propone no pensar a las culturas populares como “indefensas” frente a la globalización; como consumidores pasivos de objetos y productos “chatarra” o de desecho de los países avanzados.
Aunque “existen antenas de televisión en todo el mundo”, señala, lo importante es estudiar cómo se ejerce esta influencia, por qué ciertos productos viajan mejor que otros, y la manera como la gente, las organizaciones y las comunidades también usan estos medios para difundir y dar a conocer sus propios movimientos y opciones culturales. Aquí puede resultar de especial relevancia la propuesta de Bourdieu para explicar cómo se construyen las relaciones de poder desde la cultura. Su propuesta nos obliga a cuestionar los efectos de la publicidad y preguntar sobre la influencia de los medios de comunicación en las audiencias no en relación con los mensajes que buscan transmitir, sino por el modo como las personas consumen ciertos objetivos o manifiestan, por ejemplo, sus preferencias televisivas.
Para Bourdieu, los cambios y transformaciones de los modelos culturales y de valores no son el resultado de sustituciones mecánicas entre lo que se recibe del exterior y lo propio, entre las tradiciones y las costumbres del lugar de origen y el nuevo contexto que se encuentra gracias a la migración (Bourdieu 1999). Considera que no cambian al mismo ritmo las estructuras económicas y las disposiciones culturales. Coexisten, afirma, tanto a nivel individual como colectivo. Para comprender los procesos de adaptación, sugiere estudiar esta coexistencia de las nuevas condiciones y las disposiciones adquiridas con anterioridad.
Explica, por ejemplo, cómo las relaciones de parentesco, de vecindad y de camaradería tienden a reducir el sentimiento de imposición de una arbitrariedad que sienten los migrantes cuando carecen de control sobre sus nuevas condiciones de vida, cuando buscan trabajo, vivienda o educación para sus hijos. En el remolino que engendra el traslado, los migrantes están obligados a innovar e inventar prácticas que les permitan adaptarse. Para Bourdieu, el habitus es el principio generador de éstas, pero de acuerdo con las coyunturas y las circunstancias en contextos específicos (Bourdieu y Wacquant 1995: 90). Es decir, nos alerta a no olvidar los límites que imponen las condiciones objetivas, y las negociaciones que las personas establecen con sus propias tradiciones y costumbres.
William Rowe y Vivian Schelling (1993), por ejemplo, para explicar la diversidad cultural que se construye a partir de las desigualdades sociales, recuerdan que lo popular “se vio condicionado en una forma determinante por su posición en la periferia del sistema capitalista mundial” (p. 63), lo que generó grandes disparidades al interior de las sociedades dependientes. Lo popular, casi siempre identificado con lo rural o lo tradicional, en el campo y en la ciudad, con la migración no desaparece, por el contrario, “condujo al surgimiento de complejas formas mixtas de vida social, caracterizadas por la articulación de elementos precapitalistas y capitalistas” (op. cit.: 64). En el caso de México, el crecimiento urbano de las grandes ciudades permitió la incorporación de antiguos pueblos y barrios a la mancha urbana, lo que no condujo al exterminio de formas de organización comunitaria, instituciones y prácticas como las fiestas del santo patrón que cada año convocan a la población a refrendar la identidad local y, a partir de este eje, negociar sus condiciones de vida (ver Safa 1998).
En esta misma línea, Néstor García Canclini (1989) cuestiona las delimitaciones claras entre lo tradicional y lo moderno, y pone en entredicho la separación arbitraria entre lo culto, lo popular y lo masivo, ya que no se halla “donde nos habituamos a encontrarla” (p. 14). Propone “generar otro modo de concebir la modernización latinoamericana: más que como una fuerza ajena y dominante, que operaría por sustitución de lo tradicional y lo propio, como los intentos de renovación con que diversos sectores se hacen cargo de la heterogeneidad multitemporal de cada nación” (op. cit.: 15). En este contexto de cambios y reacomodos característicos del mundo contemporáneo, la diversidad no sólo permanece, sino, gracias a la cercanía, es más evidente y cotidiana. Por lo mismo, es una época en la que las culturas populares se manifiestan en ropajes muy diversos y, a veces en tensión, se fortalecen los sentimientos nacionales, étnicos e identitarios.
Un pensamiento similar lo desarrolla Ulf Hannerz (1992) cuando propone pensar tanto la autonomía como el desdibujamiento de las fronteras entre las culturas como “un asunto de grado y no como un hecho”, ya que “si la cultura no es un todo integrado tampoco se encuentra desintegrada”. Sería un grave error pensar que “las culturas populares” se encuentran moribundas y en vías de extinción gracias a los intentos de homogeneización que la mundialización de la cultura promueve; por el contrario, se entremezcla con lo moderno no como algo ajeno y extraño, o como reminiscencias del pasado.
Ni la cultura popular ni las identidades ¬individuales o colectivas¬ son estáticas o ahistóricas; por el contrario, se construyen y reconstruyen en el movimiento que provoca la migración, por la exposición cotidiana a los mensajes transmitidos por los medios de comunicación, por la generalización y acceso a la educación, y sobre todo porque están vivas. Si bien es válida la crítica a muchos movimientos locales que se articulan a la identidad comunitaria y a las tradiciones “por su olor a pasado, por su pesadez, por ser la base de nuevos fundamentalismos, por su cuota de exclusión y localismo” (Ortiz 1996), no hay que olvidar que se activan porque persisten, o se profundizan, las desigualdades sociales y culturales.
Las culturas populares: en desventaja pero contemporáneas
En suma: la globalización unifica e interconecta, pero también se estaciona de maneras diferentes en cada cultura. Quienes reducen la globalización al globalismo, a su lógica mercantil, sólo perciben la agenda integradora y comunicadora. Apenas comienzan a hacerse visibles en los estudios sociológicos y antropológicos de la globalización su agenda segregadora y dispersiva, la complejidad multidireccional que se forma en los choques a hibridaciones de quienes permanecen diferentes. Poco reconocidas por la lógica hegemónica, las diferencias derivan en desigualdades que llegan en muchos casos hasta la exclusión (Néstor García Canclini 1999: 4).
En este ejercicio, considero que el concepto de habitus de Bourdieu no sólo continúa vigente, sino que su preocupación por el estudio del poder en la cultura es ineludible. Las ciudades, más que las zonas rurales; los sectores de las clases altas y medias, con mejor nivel educativo y recursos económicos y educativos, más que los sectores populares; los “cosmopolitas” y menos los “espectadores” del mundo, acompañan mejor a la globalización y a la “mundialización” de la cultura. La migración legal e ilegal expone a estos sectores a nuevos panoramas culturales. En ellos se insertan de acuerdo con sus propios patrones y tradiciones culturales, y también, como afirma Bourdieu, en una posición de subordinación y fragilidad por el racismo, el maltrato y la discriminación.
Considero dudosa la “democratización” de la cultura que la globalización fomenta cuando algunas manifestaciones de “lo popular” entran en el circuito cultural mundializado como ejemplo de “lo exótico”. En el mundo contemporáneo, la diversidad cultural no es sinónimo de pluralidad. La “diferencia”, vinculada a condiciones de desigualdad, dibuja el rostro de una multiculturalidad jerarquizada, fragmentada y excluyente. Lo anterior permite pronosticar un futuro poco alentador para los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Esto es así, como señala Bourdieu, porque la cultura importa como un asunto que no es ajeno a la economía y a la política.
Referencias bibliográficas
Augé, Marc (1993) Los “no lugares”. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa.
Bourdieu, Pierre (1988a) Cosas dichas. Gedisa: Buenos Aires.
______ (1988b) La distinción. Taurus: Madrid.
______ (1999) “El espacio para los puntos de vista”, Revista Proposiciones, núm. 29: Historias y relatos de vida. Investigación y práctica en las ciencias sociales, Santiago de Chile, Ediciones Sur, pp. 12-14.
Bourdieu, Pierre y Loïc J. D. Wacquant (1995) Respuestas. Por una antropología reflexiva. México: Grijalbo.
Castells, Manuel (1999) La era de la información. Economía, sociedad y cultura. México: Siglo xxi.
Cirese, Alberto Mario (1979) Ensayos sobre las culturas subalternas. Cuadernos de la Casa Chata núm. 24, cisinah.
Clifford, James y George E. Marcus (1986) Writing Culture. The Poetics and Politics of Ethnography. Londres: University of California Press.
García Canclini, Néstor (1982) Las culturas populares en el capitalismo. México: Nueva Imagen.
______ (1986) Desigualdad cultural y poder simbólico. México: enah.
______ (1989) Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo.
______ (1999) “Si las políticas culturales se ocuparan de la globalización”. Ponencia presentada en el seminario La Izquierda Hoy, organizado por la Universidad Autónoma de Puebla, 29 y 30 de octubre.
Garreton, Manuel Antonio (1999) “Transformaciones sociales y reconstrucción de los estados nacionales: hacia una nueva matriz socio-política”, en R. Bayardo y M. Lacarrieu (comps.). La dinámica global/local. Cultura y comunicación: nuevos desafíos. Buenos Aires: ciccus, pp. 145-170.
Geertz, Clifford y J. Clifford (1991) El surgimiento de la antropología posmoderna. México: Gedisa Editorial.
Gramsci, Antonio (1970) Antología, selección, traducción y notas de Manuel Sacristán. México: Siglo XXI.
Hannerz, Ulf (1992) Cultural Complexity. Studies in the Social Organization of Meaning. Nueva York: Columbia University Press.
______ (1998) Conexiones transnacionales: cultura, gente, lugares. España: Universidad de Valencia, Ediciones Cátedra.
Kahn, J. S. (comp.) (1975) El concepto de cultura: textos fundamentales. Barcelona. Anagrama.
Ortiz, Renato (1994) “La mundialización de la cultura”, en Néstor García Canclini et al. De lo local a lo global. Perspectivas desde la antropología. México: uam, pp. 183-189.
______ (1996) Otro territorio. Ensayo sobre el mundo contemporáneo. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.
Pratt, Mary Louise (1999) “Modernidad, otredades, entre-lugares”. Ponencia presentada en el seminario El Mundo en que Vivimos: Modernidad y Ciudadanía a Fin de Siglo, ciesas/iteso/usis-Guadalajara, 26 de febrero.
Rosaldo, Renato (1991) Cultura y verdad. Nueva propuesta de análisis social. México: Los Noventa/Conaculta/Grijalbo.
Rowe, William y Vivian Schelling (1993) Memoria y modernidad. Cultura popular en América Latina. México: Grijalbo/Conaculta.
Safa Barraza, Patricia (1998) Vecinos y vecindarios en la ciudad de México. Un estudio sobre la construcción de las identidades vecinales en Coyoacán, df. México: Porrúa/uam/ciesas.
Satriani, Lombardi (1978) Apropiación y destrucción de la cultura de las clases subalternas. México: Nueva Imagen.
Williams, Raymond (1980) Marxismo y literatura. Barcelona: Ediciones Península

La batalla por las comunidades

La batalla por las comunidades

Por Mario Vega*
Jueves, 9 de Julio de 2015

Al hablar de la violencia social se afirma con frecuencia que un elemento para lograr su mitigación es la recuperación de los territorios por parte de los cuerpos de seguridad. Dado que la confrontación entre autoridades y pandillas no es una guerra de posiciones, más que de territorios geográficos se trata de conquistar las comunidades que viven en esos territorios. Las pandillas, nacen, viven, se nutren y se multiplican con las comunidades. Son el ámbito natural en el cual se mueven, pues son el resultado de lo que la sociedad es.

Por su parte, la policía comunitaria es un esfuerzo de las autoridades por insertarse en el tejido social para que los ciudadanos vean a las fuerzas del orden como aliados. Es un intento por disputar la confianza de las comunidades a las pandillas y poder incidir con acciones de prevención a la violencia al mismo tiempo que se la combate con los recursos de ley.

Los logros que la estrategia de la policía comunitaria puedan producir son desbaratados por la estrategia de los batallones de reacción inmediata que no reconocen otros protocolos o procedimientos que los del uso desmedido de la fuerza. Ingresan a las comunidades enmascarados, portando armas de guerra, con despliegue de helicópteros y tanquetas, derribando puertas con almádanas y deteniendo a quienes olvidaron sus documentos o que simplemente se encontraban en sus casas.

Los falsos positivos, o personas inocentes que son detenidas y presentadas como culpables o sin las pruebas requeridas para su detención, constituyen una violación a los derechos humanos y uno de los elementos que mayor repulsión produce en las comunidades.

La misma Policía Nacional Civil reporta que el 84% de las personas que captura quedan posteriormente en libertad, no sin antes haber sido humillados, expuestos a los medios de comunicación, a veces golpeados, y perdiendo empleos por encontrarse detenidos. De un total de 17,534 detenciones que ha realizado en los primeros seis meses del año, solamente 1,630 tenían orden administrativa y otros 1,300 orden judicial de arresto. Los restantes 14,604 fueron detenidos sin que se les imputara ningún delito. Solamente por el criterio subjetivo de algún agente u oficial.

Las capturas arbitrarias tienen como objeto el dar la impresión de eficacia, tanto hacia las jefaturas de la PNC y del Ejército, como ante la opinión pública. Para efectos de combate al delito no tienen ningún resultado y en la batalla por ganar el favor de las comunidades son una gran pérdida en lugar que algo que los vecinos agradezcan.

En el icónico caso del asesinato de dos soldados que custodiaban una estación del Sitramss, de las 53 capturas que se produjeron, todos quedaron en libertad. Aun cuando se mencionó que el hombre que fue fotografiado al huir del lugar de los asesinatos había sido capturado, días después se reconoció que tal cosa era un error. A pesar del operativo de fuerza y de las múltiples capturas ninguno de los hechores auténticos ha sido detenido.

Estas acciones de fuerza que no poseen ninguna eficacia contra el delito, deterioran cada vez más la poca confianza que la ciudadanía tiene en las autoridades. Si esto no se corrige pronto, las inversiones que se planean como parte de la implementación del Plan El Salvador Seguro, del Consejo Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana, no producirán los resultados esperados. Serán acciones semejantes a las de Conara en tiempos de la guerra. Un intento infructuoso por ganar a las comunidades.

*Colaborador de El Diario de Hoy.

Schafik Handal y su amistad con Raúl Castellanos Figueroa

Schafik Handal y su amistad con Raúl Castellanos Figueroa Roberto Pineda 10 de julio de 2015

La inesperada muerte en Moscú en octubre de 1970, del dirigente comunista salvadoreño Raúl Castellanos Figueroa, entristeció a centenares de luchadores sociales y militantes del PCS de esa época. Y ocasionó que los comunistas desafiaran al régimen militar y salieran de la clandestinidad a marchar acompañando sus restos mortales por las calles de San Salvador, con la bandera roja de la hoz y el martillo, por vez primera después de la derrota de la revolución de enero de 1932.

Raúl, de 46 años, docente de la UES, militante del PCS desde 1950, hijo del también comunista Jacinto Castellanos Rivas y esposo de la revolucionaria costarricense Rosa Braña, había pertenecido al comité secreto de huelga que logró en mayo de 1944 la renuncia del General Martínez, y fue uno de los dirigentes principales del Frente Nacional de Orientación Cívica, que enfrentó victoriosamente al Coronel José María Lemus, así como del Partido Revolucionario Abril y Mayo.

Era una persona muy respetada y apreciada. En el cementerio Schafik Handal pronunció las palabras de despedida para este cercano amigo y camarada de lucha. Con lagrimas en los ojos, y voz entrecortada, inició Schafik afirmando que “es grande la tristeza que oprime los corazones de nosotros, los comunistas, en este momento en que cumplimos la dolorosa tarea de entregar a la madre tierra los restos de nuestro querido camarada, Raúl Castellanos Figueroa.”

“Recordamos aquellas audaces tareas tuyas como Director de Opinión Estudiantil clandestina que desafiando la persecución policial, salía a las calles, y recorría d emano en mano del innumerable pueblo, serpenteando o restallante como látigo de castigo sobre las espaldas de la sanguinaria tiranía del General Maximiliano Hernández Martínez.”

Agrega que “recordamos tu valiente y ejemplar trabajo como miembro de aquel glorioso Comité de Huelga estudiantil que organizó y dirigió hasta la victoria la Huelga General de Brazos Caídos que derrumbó a Martínez el 9 de mayo de 1944, cuando éste ahogaba en sangre contra el paredón de los fusilamientos a mansalva en las calles de San Salvador, a tantas decenas de patriotas, civiles y militares, que el 2 de abril se alzaron en armas contra la tiranía.”
Enfatiza que “aunque nuestro Partido era en extremo débil, sus miembros, desde su dirigencia hasta la base, participaron en los combates de Abril y Mayo de 1944, incluso con los fusiles del inolvidable 6o. Regimiento de San Salvador y del 5to. Regimiento de Santa Ana.”
Recuerda que en plena guerra fría “era muy difícil entonces decidirse a tomar el camino de los comunistas, pero tú, Raúl, te hiciste comunista en esos años, cuando la victoria revolucionaria apenas podía vislumbrarse en el lejanísimo porvenir, más como una deducción teórica que como una posibilidad reala la vista de todos, como sí lo es soy.”
“Y más difícil aún resultaba unirse al Partido Comunista de El salvador, aplastado bárbaramente en 1932, cuando aún no había cumplido dos años de existencia y desde entonces calumniado sin posibilidad de respuesta ni defensa, perseguido implacablemente, reducido a la mínima expresión de un puñado de un puñado de firmes obreros, campesinos e intelectuales revolucionarios.”
Indica que “Raúl al conocer la noticia de tu muerte, hemos recordado que te hiciste miembro de la Juventud Comunista en México, en estas condiciones difíciles para el socialismo y para el movimiento comunista del mundo, cuando eras allá un brillante alumno de la Facultad de Economía. “
“Y hemos recordado que retornaste a nuestro país en 1950 y que, despreciando las magnificas oportunidades que se te abrían para que hicieras carrera y amasaras fortuna como funcionario público, preferiste tomar un lugar ene e combate y sacrificio en este querido Partido Comunista nuestro, que estaba entonces soterrado bajo la montaña de la difamación esparcida a diario durante 18 años, soterrado en la clandestinidad profunda, inexistente para la casi totalidad de nuestro pueblo trabajador, a cuya causa se encuentra entregado invariablemente desde su fundación , un soleado día de marzo de 1930 a orillas del Lago de Ilopango.”
Subraya Schafik que “hemos recordado Raúl, las persecuciones de 1951 y 1952, la valiente y serena actuación tuya en la clandestinidad personal, reagrupando las escasas y dispersas fuerzas de nuestro maltratado Partido y del renacimiento del movimiento obrero sindical, cuya destrucción era el verdadero objetivo de la reacción que nos reprimía con el pretexto de truculentas historietas sobre inventados planes del Partido Comunista para un levantamiento armado.”
“Hemos recordado, Raúl, tu anónimo trabajo de años ayudando a la formación de los militantes obreros y campesinos, tu trabajo anónimo formando a los jóvenes comunistas universitarios. A muchos de nosotros tu nos guiaste en nuestros primeros pasos, cumpliendo la tarea que te había encomendado el Comité Central. Hemos recordado, Raúl, tu trabajo de organización e impulso a la solidaridad con el pueblo cubano cuando luchaba por derribar la tiranía de Batista y en su patria las calles de las ciudades y las escarpadas alturas de la Sierra Maestra parían héroes y mártires…”
Comparte que “en octubre de 1962 te capturó la policía precisamente cuando en la Plaza Libertad, y bajo la persecución que ya casi duraba dos años en contra tuya y de decenas de de nosotros, saliste, como tantas otras veces, para encabezar a solidaridad de nuestro pueblo hacia Cuba Socialista, que sufría el bloqueo militar de Estados Unidos, la inminente amenaza de los bombardeos y el sangriento desembarco de los marinos yanquis.”
“Hemos recordado, Raúl, estos últimos veinte años de la vida de nuestro Partido y de tu vida y hemos comprobado que no se puede separar una de la otra. Tus horas, meses y años han estado intima y totalmente ligados a la vida de nuestro Partido, a las luchas promovidas por él, a las luchas de los trabajadores.”
“Fuiste siempre un gran impulsor de la solidaridad de nuestro Partido y nuestro pueblo con la lucha de todos los pueblos del mundo. Desarrollaste en nuestras filas el cariño y la fraternidad hacia el gran partido de Lenin, el Partido Comunista de la Unión Soviética, hacia los Partidos Comunistas y Obreros que gobiernan y dirigen la construcción de la nueva sociedad en los países socialistas de Europa, Asia y América.”
Indica Schafik que “fuiste tú, Raúl, quien pronunció el año pasado el último discurso de nuestra campaña de denuncia contra el peligro de guerra entre El Salvador y Honduras, campaña de denuncia del fondo reaccionario y anti-popular de esa guerra y del papel criminal que en ese conflicto jugaba el imperialismo yanqui y las oligarquías terratenientes y capitalistas en general de ambos países. Apenas unas horas antes del estallido de la guerra, tu pronunciabas en Santa Ana ese discurso del más profundo amor al pueblo salvadoreño y al pueblo hondureño y encendido en llamas de quemante acusación contra los explotadores de los dos pueblos…”
Enfatiza que “Raúl fue un firme partidario de la unificación de las fuerzas democráticas y populares de nuestro país. Son testigos de sus afanes unitarios, los dirigentes de todos los partidos y organizaciones sociales democráticas en nuestro país. Raúl combatió el sectarismo en nuestras filas y se ganó el cariño de todos los que, fuera de ellas se relacionaron con él, lucharon o trabajaron junto con él.”
Agrega que “Raúl fue un intransigente defensor de la unidad interna del Partido Comunista de El Salvador y la defendió siempre, convencido de que la unidad de los comunistas dentro de su Partido es una condición decisiva y una garantía para promover y desarrollar la organización, la lucha y la unidad de la clase obrera y de todo el pueblo.”
“Camarada Raúl! Has llegado al final de tu primera jornada de lucha revolucionaria…Al finalizar esta primera jornada has hecho de tu muerte un postrer aporte a la causa de nuestro Partido, rompiendo la conspiración de silencio , el bloqueo de silencio mantenido en su contra durante 30 años. Tú has hecho Raúl, que nuestro pueblo sepa hoy que existe el Partido Comunista de El Salvador…”
Explica que “nuestro Partido ha sufrido mucho, tú lo sabes bien. Se cuentan por miles nuestros muertos y no hay cárcel del país que no esté ligada a nuestra historia. Quisiéramos reunir a todos nuestros muertos, pero no podemos porque sus huesos desaparecieron en la humedad de la tierra de los zanjones donde fueron sepultados después de masacrarlos. Sólo unos cuantos están aquí regados en estos cementerios, pero aunque solo sea a estos, los iremos reuniendo aquí en esta tumba junto contigo Raúl.”
“Con el tiempo y de acuerdo a nuestras posibilidades vendrán aquí Martí, Luna, Agustín Farabundo, Alfonso Zapata, Saúl Santiago Contreras, Oscar Gilberto Martínez, Modesto Ramírez, Ismael Hernández, Fidelina Raimundo y tantos otros. Raúl ahora comienzas tu segunda y eterna jornada revolucionaria ¡ Ya no estarás físicamente presente , pero tus opiniones, tus enseñanzas, tu ejemplo, continuaran sirviendo por siempre a nuestro Partido, formarán nuevas generaciones de comunistas, y cuando la revolución triunfe en nuestro país, ayudarán a educar a todo el pueblo.”
Se despide Schafik en nombre de “todos y cada uno de los miembros de nuestro Partido Comunista. Créeme que cada una de estas palabras nos duelen a todos…Compañero, amigo, camarada…adiós.”

La visita del Papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay es una visita diferente.

La visita del Papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay es una visita diferente. Roberto Pineda 9 de julio de 2015

La actual cabeza de la iglesia universal, el Papa Francisco I, visita al continente de la lucha y la esperanza. El norte visita al sur. El Vaticano visita a sus provincias de la fe. Es el encuentro de dos mundos. Ya había ocurrido en el pasado. Hay continuidad y ruptura, pero más ruptura que continuidad. Juan Pablo II visitó Nicaragua en 1983 y regañó al sacerdote sandinista Ernesto Cardenal. De la misma manera Benedicto XVI visitó América Latina sin pena ni gloria. Pero esta visita es diferente.

El mundo del capitalismo globalizado es el mismo pero la visita es diferente. Antes las cabezas europeas del Vaticano venían y se sorprendían por la increíble pobreza de los pobres y se apiadaban de ellos. Hoy el Papa Francisco viene y denuncia la pobreza y se reúne para escuchar a los pobres que luchan contra la pobreza.
Y reconoce con simpatía el camino de la lucha como medio para superarla a la vez que identifica y condena a los que se aprovechan de esta. Es la solidaridad y el respeto de Baltazar, Melchor y Gaspar ante la luz que irradia la estrella de la esperanza. Ya no es una estrella solitaria.

El mundo del capitalismo globalizado es el mismo pero el mensaje del Papa es diferente. Nacido en la Argentina de Gardel, del Che y de Evita Perón, es un Papa que habla desde el idioma de los oprimidos, de los que sufren, pero también desde el idioma de la rebeldía, de la fe en la resistencia, de los que sueñan con un mundo nuevo, como lo soñó Jesús de Nazaret y sus seguidores.

El mundo del capitalismo globalizado es el mismo pero América Latina es diferente. El Papa Francisco visita a dos países, Ecuador y Bolivia, con gobiernos y sectores populares, particularmente indígenas, que encabezan profundos procesos de transformaciones, de recuperación de la soberanía nacional, de enfrentamientos con las oligarquías y el imperio. Es una nueva América Latina que recibe a un nuevo Papa. Es un encuentro subversivo, inédito.

El mundo del capitalismo globalizado es entonces desafiado hoy desde el Vaticano, desde América Latina e incluso desde la Europa de los pueblos, desde la Europa de la Dignidad Popular que en Grecia, en España, en Irlanda, en Portugal, en Italia se enfrenta contra la Europa del Euro, la Europa de la Troika, la Europa de las amenazas y la imposición. La lucha continúa, porque Ecuador, Bolivia, Venezuela y Cuba están en el NO de Grecia. Amén.

Grecia, l’ombra di «Prometeo»

Grecia, l’ombra di «Prometeo»
di Manlio Dinucci

Il futuro della Grecia non sarà dettata dalla condizione economica, ma con la sua scelta di rimanere alleato di Washington o l’interruttore sul lato di Russia e Cina. Il geografo Manlio Dinucci ricordare qui i problema.
Rete Voltaire | Roma (Italia) | 7 luglio 2015
JPEG – 62.6 Kb

Il «testa a testa» nel referendum greco, propagandato dai grandi media, si è rivelato una sonora testata nel muro per i fautori interni e internazionali del «Sì». Il popolo greco ha detto «No» non solo alle misure di «austerità» imposte da Ue, Bce e Fmi, ma, di fatto, a un sistema – quello capitalistico – che soffoca la democrazia reale.

Le implicazioni del referendum vanno al di là della sfera economica, coinvolgendo gli interessi politici e strategici non solo di Bruxelles, ma (cosa di cui non si parla) quelli di Washington. Il presidente Obama ha dichiarato di essere «profondamente coinvolto» nella crisi greca, che «prendiamo in seria considerazione», lavorando con i partner europei così da «essere preparati a qualsiasi evenienza». Perché tanta attenzione sulla Grecia? Perché è membro non solo della Ue, ma della Nato. Un «solido alleato», come la definisce il segretario generale Stoltenberg, che svolge un ruolo importante nei corpi di rapido spiegamento e dà il buon esempio nella spesa militare, alla quale destina oltre il 2% del pil, obiettivo raggiunto in Europa solo da Gran Bretagna ed Estonia.

Nonostante che Stoltenberg assicuri «il continuo impegno del governo greco nell’Alleanza», a Washington temono che, avvinandosi alla Russia e di fatto alla Cina, la Grecia di Tsipras comprometta la sua appartenenza alla Nato. Il premier Tsipras ha dichiarato che «non siamo d’accordo con le sanzioni alla Russia» e, al vertice Ue, ha sostenuto che «la nuova architettura della sicurezza europea deve includere la Russia». Nell’incontro Tsipras-Putin, in aprile a Mosca, si è parlato della possibilità che la Grecia diventi l’hub europeo del nuovo gasdotto, sostitutivo del South Stream bloccato dalla Bulgaria sotto pressione Usa, che attraverso la Turchia porterà il gas russo alle soglie della Ue [1].

Vi è inoltre la possibilità che la Grecia riceva finanziamenti dalla Banca per lo sviluppo creata dai Brics (Brasile, Russia, India, Cina, Sudafrica) e dalla Banca d’investimenti per le infrastrutture asiatiche creata dalla Cina, che vuole fare del Pireo un importante hub della sua rete commerciale.

«Una Grecia amica di Mosca potrebbe paralizzare la capacità della Nato di reagire all’aggressione russa» [2], ha avvertito Zbigniew Brzezinski (già consigliere strategico della Casa Bianca), dando voce alla posizione dei conservatori. Quella dei progressisti è espressa da James Galbraith, docente di relazioni di governo e business all’Università del Texas, che ha lavorato per alcuni anni con Yanis Varoufakis, divenuto ministro delle finanze greco (ora dimissionario), al quale ha fornito «assistenza informale» in questi ultimi giorni [3].

Galbraith sostiene che, nonostante il ruolo svolto dalla Cia nel golpe del 1967, che portò al potere in Grecia i colonnelli in base al piano «Prometeo» della Nato, «la sinistra greca è cambiata e questo governo è pro-americano e fermamente membro della Nato». Propone quindi che, «se l’Europa fallisce, possono muoversi gli Stati uniti per aiutare la Grecia, la quale, essendo un piccolo paese, può essere salvata con misure minori, tra cui una garanzia sui prestiti» [4].

Ambedue le posizioni sono pericolose per la Grecia. Se a Washington prevale quella dei conservatori, si prospetta un nuovo piano «Prometeo» della Nato, una «Piazza Syntagma» sulla falsariga di «Piazza Maidan» in Ucraina. Se prevale quella dei progressistiti, una operazione di stampo neocoloniale che farebbe cadere la Grecia dalla padella nella brace. L’unica via resta quella di una dura lotta popolare per la difesa della sovranità nazionale e della democrazia.
Manlio Dinucci

Fonte
Il Manifesto (Italia)

[1] “Möglicher Deal zwischen Athen und Moskau : Griechenland hofft auf russische Pipeline-Milliarden”, Von Giorgos Christides, Der Spiegel, 18. April 2015. «Poutine et Tsípras examinent le projet Turkish Stream», Anadolu Agency, 7 mai 2015. «Soutenu par Poutine, Tsípras signe un accord avec Gazprom», par Benjamin Quenelle, Les Échos, 22 juin 2015.

[2] « La Grèce pourrait “paralyser” l’Otan, estime Brzezinski », AFP, 25 mars 2015.

[3] Modeste proposition pour résoudre la crise de la zone euro, Yánis Varoufákis, James K. Galbraith et Stuart Holland (préface de Michel Rocard), Les Petits matins,‎ 2014 (ISBN 978-2363831248)

[4] “US must rally to Greece”, James K. Galbraith, The Boston Globe, February 19, 2015.

Literatura Nicaraguense

Literatura Nicaraguense
Capitulo
Sergio Ramírez

Antecedentes

Raíces del mestizaje.

La cultura contemporánea de Nicaragua es, como toda la cultura latinoamericana de hoy, producto de un mestizaje en el que participan diversos elementos; vale decir, de la fusión de vertientes culturales que se arraigan en el mundo indígena náhuatl, maya, chorotega, conforme las corrientes migratorias que bajaron del norte desde México; y rama-chibcha, sumo y mísquito, conforme las que bajaron del sur. En este sentido, por su posición geográfica, situada en el ombligo mismo de América, Nicaragua ha sido desde la remotidad de los tiempos una tierra de confluencias, tanto humanas como ecológicas. Aquí confluyeron razas aborígenes, y también la flora y la fauna del continente.

Nuestra mestizaje se nutre luego de aportes europeos, especialmente el español peninsular al producirse la conquista, cuyo aporte más trascendental es la lengua castellana. Pero este mestizaje tiene, además, la particularidad de un doble signo: uno predominantemente indígena y español hacia la costa del océano Pacífico, y otro predominantemente indígena, negro y británico, hacia la costa del Caribe, cuyo aporte más visible es el inglés como lengua. Sin embargo, el elemento negro está presente en ambas culturas mestizas.

Las artes y las letras de Nicaragua, por lo tanto, no son ajenas a la condición esencial de este mestizaje múltiple, que se refleja en nuestra propia identidad cultural. La arquitectura, la pintura, la escultura, los textiles, la cerámica, las costumbres y usos culturales, el habla diaria, y la literatura oral y escrita, revelan la confluencia de todos esos aportes, que se presentan entreverados, y de su misma mezcla nace la hermosa riqueza de nuestra cultura.

Poco queda y poco se sabe de la literatura indígena. Los códices precolombinos, los primeros o más remotos libros hechos sobre tiras de cuero de venado, “tan largas como diez o doce pasos y tan anchas como una mano”, según el cronista, que eran una suerte de plegables, fueron destruidos y quemados por Fray Francisco de Bobadilla, en una plaza pública de lo que hoy se conoce como el antiguo casco urbano de Managua, y su pictografía, que fue la primera forma de escritura, ha quedado, por tanto, perdida también desde la segunda década del 1500.

No obstante, suele afirmarse que el vestigio literario más antiguo se debe a los nicaragua, tribu náhualt coetánea de los chorotegas, y que consiste en un himno religioso al sol. Gracias a hallazgos producidos en los siglos XIX y XX, se conocen algunos pocos poemas de los indios subtiavas. Y en lo que respecta al Caribe, han sobrevivido poemas sumos, canciones miskitas, un canto caribe y un texto rama, lengua esta última, por desgracia, en franco proceso de extinción. Hay también hermosos ejemplos de cuentos maygnas (o sumos) y miskitos, conservados en la tradición oral y recogidos por investigadores.

Los cronistas de Indias.

Los cronistas españoles que acompañaron a los conquistadores, o que protagonizaron ellos mismos hazañas de conquista, nos dejaran las primeras noticias sobre el territorio nicaragüense, y un testimonio de las impresiones que les produjo esta pequeña parte del Orbe Novo, avistada por Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje en 1502. Las crónicas españolas constituyen fuentes indiscutibles de nuestra antropología, de la historia, y de nuestra literatura, sobre todo porque su lenguaje descriptivo, hermoso en sus precisiones sobre el mundo nuevo que el ojo de los cronistas va descubriendo, es fruto del asombro ante la maravilla de lo desconocido.

La crónica de mayor antigüedad sobre Nicaragua la hallamos en el libro Décadas del Nuevo Mundo, de Pedro Mártir de Anglería, escrito en latín entre 1494 y 1526, en los albores de la conquista, y donde se refiere a la expedición de Gil González Dávila; y, entre otras cosas, a las plazas y la orfebrería, y el sacrificio de víctimas humanas por los aborígenes.

No menos importante es también la Historia General y Natural de las Indias, del capitán Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, “primer cronista del Nuevo Mundo”, aparecida en 1526, donde encontramos un inventario sin precedentes sobre nuestra naturaleza, pájaros, frutos, árboles; y noticias hoy preciosas sobre los pobladores aborígenes, sus costumbres y sus formas de organización social. Entre otros muchos, también hace referencia a nuestro país Fray Bartolomé de las Casas, principalmente en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, del año 1552.

Los bucaneros y corsarios.

Documentos de gran valía son también los relatos y crónicas de los corsos y piratas ingleses, franceses y holandeses que tuvieron por teatro de sus correrías la costa del Caribe, y en ocasiones lograron penetrar hasta Granada, el puerto más importante, en el Gran Lago de Nicaragua; los poblados de Las Segovias, remontando los ríos; y el puerto del Realejo y la ciudad de León, en el Pacífico.

La geografía de Nicaragua, abierta tanto al océano Pacífico como al mar Caribe, y en este último teatro, a la lucha entre la corona española y la corona inglesa por su dominio, crea una dualidad de vivencias, de las que no podemos separar las aventuras de estos corsarios, que dejaron testimonio de sus aventuras en libros cargados de valor literario. Los más importantes de entre ellos son Piratas de América de John Esquemeling, cirujano de la expedición de Henry Morgan para la toma de Portobelo en 1668, publicado en Holanda en 1678, y que contiene valiosas referencias sobre Nicaragua; y Un nuevo viaje alrededor del mundo de William Dampier, aparecido en Londres en 1697, y que habría de influenciar a Jonathan Swift, autor de Los viajes de Gulliver (1726), y a Daniel Defoe, autor de Robinson Crusoe (1719); en efecto, la historia del náufrago solitario, abandonado en una isla desierta, está contenida en el capítulo VI de la obra, que habla “del mískito (nicaragüense) que vivió solo durante más de tres años en la isla de Juan Fernández, su habilidad y astucia”.

La literatura oral del mundo rural.

A lo largo del período colonial, nuestra literatura es fundamentalmente anónima y oral, fruto de la hacienda ganadera que convoca a los peones alrededor de las fogatas. Es en ese espacio de comunicación se difundirán y mutarán, bordoneados en las guitarras, los romances llegados de España, que todavía sobreviven, y allí mismo nacerá nuestra narrativa híbrida, que se transmitirá en delante de generación en generación, y de boca en boca. De parecida manera, los cuentos del Caribe que han llegado hasta nosotros, se inventan en las pequeñas aldeas de pescadores indígenas juntos a los ríos, con una carga muchas veces religiosa, de tributo a la naturaleza deificada.

Esta tradición oral se vuelve, así, la mejor expresión de nuestro mestizaje cultural, y de allí nacen las leyendas, las consejas, los cuentos de camino (como el del Tío Coyote y el tío Conejo), donde los animales pasan a encarnar la condición humana, con todas sus trampas, astucias y debilidades; las que se refieren a deidades de origen claramente indígena (la Cegua, mujer encantada que atrae a la perdición a los hombres descarriados; el Cadejo, un perro mítico de doble naturaleza: el Cadejo negro, que persigue a los transgresores nocturnos; y el Cadejo blanco, que ampara en los caminos a los bien portados). Surgen también en los ambientes de las ciudades coloniales las historias de aparecidos incubadas en los ambientes nocturnos, que se prestan para el temor, el que a su vez despierta la imaginación (frailes sin cabeza, jinetes fantasmas, como en el caso de Arrechavala, muy popular en la ciudad de León).

La poesía de la época colonial es también anónima, y se expresa en dos vertientes: una popular, que tiene un claro origen español y que se expresa en los romances, ya mencionados, escritos para cantarse, y que cuentan historias de amor desgraciados; la otra es culta, escrita por frailes y letrados, y su ánimo es más que nada religioso, de alabanza a Dios y comunicación espiritual con la divinidad, (cantos y loas a la Virgen María, novenas y trisagios). Dentro de este género culto debemos situar también las piezas de teatro destinadas a representarse en los portales de las iglesias y en las plazas (logas al Niño Dios, pastorelas), también bajo inspiración religiosa.

El Güegüense, síntesis del mestizaje.

Pero nuestra literatura mestiza de la colonia tiene su más acabada expresión en El Güegüense o Macho Ratón, comedia bailete, de procedencia anónima, escrita a mediados del siglo XVII en una mezcla de español y náhuatl. Recogida por el investigador alemán Carl Hermann Berendt en Masaya en 1874, quien la copió de los papeles conservados por el doctor Juan Eligio de la Rocha, fue difundida en 1883 por el estadounidense Daniel G. Brinton.

Esta “comedia maestra”, como la calificó José Martí, se solía representar durante las fiestas patronales en las calles de Nandaime, Masaya, Catarina, Niquinohomo, Masatepe y Diriamba, los pueblos de la meseta, por actores populares enmascarados y vestidos con los trajes de vistoso colorido que corresponden a los personajes de la obra, una tradición ya perdida.

Mucho se ha escrito sobre El Güegüense, relacionando a sus personajes con la esencia del ser nicaragüense, principalmente el propio Güegüense, el anciano comerciante, matrero y enredador, que se finge sordo frente a la autoridad encarnada por el Gobernador Tastuanes, y trata de confundir también al Alguacil Mayor, para burlarlo y no pagar los impuestos a la corona; un papel de burla y enredo en que la ayudan sus don Forsico, su hijo, y don Ambrosio, su hijastro.

El ingenio y la picardía, expresados en frases de doble sentido, vienen a ser una forma de resistencia embozada frente al poder y la burocracia. Como señala Jorge Eduardo Arellano, El Güegüense “funde el teatro y la danza, la denuncia social y el elemento lírico, el lenguaje formalista y el procaz, la resignación y el insulto, la conciencia rebelde y el pacto cómplice; asimismo, logra a la perfección al protagonista, producto del ser esencialmente mestizo”.

El Güegüense, es una obra plena de valores literarios y lingüísticos. Pero desgraciadamente no fue capaz de generar una tradición teatral en el país; y el teatro sigue siendo hasta hoy el más débil y esporádico de nuestros géneros literarios.

Del período colonial son también los informes y escritos burocráticos que se alejan de cualquier género creativo; salvo la mención que debemos hacer de la crónica de la visita pastoral del Obispo Pedro Agustín Morel de Santa Cruz, de mediados del siglo XVIII, donde hace una extensiva relación de los poblados nicaragüenses, con minuciosidad y gracia.

Los viajeros.

Los albores de la época republicana son precarios. A diferencia de Guatemala, donde surgió una literatura ligada a las ideas liberales que animaron la independencia de Centroamérica, proclamada en 1821, y representada principalmente por el narrador José de Irrisari y el poeta José Batres Montúfar, en Nicaragua la primera mitad del siglo XIX es muy pobre en creaciones individuales. Fue un período en que las luchas fratricidas consumieron al país, y no hubo ningún sustento a la estabilidad, al grado que se le conoce como “la época de la anarquía”.

En este punto vale la pena mencionar, sin embargo, a los diplomáticos, arqueólogos y naturalistas extranjeros que viajaron a Nicaragua en diferentes épocas del siglo XIX y escribieron libros sobre sus experiencias, dejando uno testimonio muy vivo de nuestra geografía, de los acontecimientos históricos que les tocó testificar, y de nuestra cultura y costumbres.

Pero para hablar de los viajeros, debemos remontarnos atrás, y mencionar como precursor el libro Nueva relación que contiene los viajes de Tomás Gage en la Nueva España, aparecido en Inglaterra en 1648. Su autor, el fraile irlandés Tomás Gage, un aventurero en cuyo relato es imposible distinguir la fantasía de la realidad, llama allí a Nicaragua “el paraíso de Mahoma”, asombrado ante la exuberancia de la naturaleza.

Los más importantes de entre los viajeros del siglo XIX son Orlando W. Roberts, con su Narración de los viajes y excursiones en la costa oriental y el interior de Centroamérica, publicado en Edimburgo en 1827; Ephraim George Squier, enviado diplomático de los Estados Unidos quien escribió Nicaragua, sus gentes y paisajes, publicado en Londres en 1852, y traducido admirablemente al castellano nicaragüense por Luciano Cuadra; Julius Fröbel, autor de Siete años de viaje por Centroamérica…publicado en Londres en 1859; Pablo Levy, autor de Notas geográficas y económicas sobre la República de Nicaragua, publicado en Francia en 1871; Thomas Belt, autor de El naturalista en Nicaragua, aparecido en Londres en 1874; y Carl Bovallius, quien escribió Viaje por Centroamérica (1881-1883), publicado en Suecia.

LA POESIA

El fenómeno capital de Rubén Darío.

Nicaragua es durante el siglo XIX un país de muy escasa población, la mayor parte de ella analfabeta, y todavía en espera de la modernización económica que las revoluciones liberales habían venido prometiendo en el continente americano desde las luchas de independencia. Y aún a pesar de nuestra marginalidad, y la muy escasa tradición cultural, habrá de ocurrir aquí el suceso de mayor relevancia en la historia literaria del continente, y que conmoverá luego los cimientos de la poesía de habla española: el nacimiento del poeta Rubén Darío en una pequeña aldea rural del departamento de Matagalpa en el año de 1867.

Darío (bautizado como Félix Rubén García Sarmiento), vivió su infancia y adolescencia en la ciudad de León, que era entonces el centro cultural y académico más importante de Nicaragua, sede episcopal y sede universitaria; allí sería conocido como “el poeta niño”, por su asombrosa facilidad de escribir versos rimados, y su fama alcanzaría pronto a toda Centroamérica.

Su primera salida fuera de las fronteras la hizo a El Salvador, en busca de horizontes diferentes; pero en 1886 emprendió su viaje decisivo a Chile, donde publicó Azul en 1888, un libro compuesto de poesías y cuentos que marca el nacimiento del modernismo, y que fue elogiado por Don Juan Valera desde Madrid, en sus Cartas Americanas. En Santiago de Chile haría también sus primeras armas de periodista, un oficio que ejerció con gran éxito toda su vida; desde entonces, comienza a escribir para el diario La Nación de Buenos Aires, fundado por Bartolomé Mitre.

En 1892 viajó por primera vez a España, como parte de la delegación oficial de Nicaragua a las fiestas del cuarto centenario del descubrimiento de América, y se relacionó con los intelectuales consagrados de la época: el propio Valera, doña Emilia Pardo Bazán, Castelar, Núñez de Arce, Campoamor; y el año siguiente recibió el nombramiento de Cónsul de Colombia en Argentina, país al que viajó por la vía de Nueva York, donde se encontró con José Martí, y París, donde conoció a Verlaine.

La vida sentimental de Darío fue muy trágica. Antes de su viaje a Argentina habría de ocurrir, en el trance de dar a luz, la muerte de su joven esposa Rafaela Contreras, con quien se había casado durante su segunda estancia en El Salvador; y el hijo nacido de ese parto fatal, Rubén Darío Contreras, vivió siempre lejos de él. Al enviudar, fue forzado a contraer matrimonio en Managua con Rosario Murillo, un episodio del que siempre conservó dolorosos recuerdos.

En Buenos Aires habría de vivir hasta el año de 1898. Aquella fue una época clave para su obra literaria, reconocido ya en los cenáculos literarios, y mientras su fama se hacía cada vez más creciente en el extranjero. Ese año de 1898 parte para España, comisionado por La Nación para escribir una serie de reportajes sobre las consecuencias de la derrota española en la guerra contra Estados Unidos por la posesión de Cuba; artículos que reunirá más tarde en su libro España Contemporánea (1901).

Es durante este viaje que conocerá a los poetas de “la generación del 98”: Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno, los hermanos Manuel y Antonio Machado, Juan de Dios Peza, Azorín, a quienes habrá de capitanear en el movimiento modernista. Este movimiento, que rompe el anquilosamiento de la lengua castellana y le insufla un nuevo aliento renovador, contó también seguidores del otro lado del Atlántico: Amado Nervo, Gutiérrez Nájera, Leopoldo Lugones, Rafael Arévalo Martínez, Barba Jacob, José Santos Chocano.

Es también entonces cuando conoció en Madrid a la mujer que lo acompañaría ya toda su vida, la campesina Francisca Sánchez, (“la princesa Paca”, como solía llamarla Juan Ramón Jiménez), originaria de la aldea de Navalsauz, en la sierra de Gredos. El mismo le enseñaría a leer y escribir, y al hijo de ambos, Rubén Darío Sánchez, lo declaró su heredero universal.

En 1899, encontrándose aún en Madrid, el mismo diario La Nación lo envió a cubrir la Exposición Universal de París, y así habrá quedarse en Francia por una larga época, un período decisivo también en su producción literaria; el gobierno de Nicaragua lo designó entonces Cónsul en esa ciudad. En 1905, apareció en España su libro de poemas más trascendental, Cantos de vida y Esperanza.

A finales del año de 1906 regresó de manera triunfal a Nicaragua. Fue recibido como un héroe en León, Managua y Masaya, entre grandes demostraciones populares que arrastraron al país entero; y al volver a Europa en 1907, presentó cartas credenciales ante el Rey Alfonso XIII como Embajador ante la Corte de Madrid, nombrado por el régimen liberal del General José Santos Zelaya. Difícilmente pudo ejercer este cargo, pues desde Managua le escatimaban los sueldos, y terminó cerrando la embajada para volver, lleno de deudas, a París.

En 1907 se publicó en España otro de sus libros claves, El canto errante, y el año siguiente El viaje a Nicaragua e Intermezzo Tropical; en 1910, también en Madrid, apareció El poema del otoño y otros poemas.

A finales de 1914 dejó para siempre Europa, rumbo a Nueva York, cuando empezaban a soplar ya los vientos de las Primera Guerra Mundial, recién publicado en Barcelona su Canto a la Argentina y otros poemas. Después de una estancia de pocos meses en Nueva York, donde se suponía iba a iniciar una gira continental para predicar a favor de la paz, cansado y enfermo recaló primero en Guatemala, por invitación del dictador Manuel Estrada Cabrera, y a finales de 1915 regresó a Nicaragua, el año en que aparecía, también en Barcelona su autobiografía La vida de Rubén Darío escrita por él mismo.

Murió en León el 6 de febrero de 1916. Sus funerales, que duraron una semana, resultaron apoteósicos, y fue enterrado con honores de Príncipe de la Iglesia en la Catedral Metropolitana, la misma en que había sido bautizado.

La historia de la literatura en lengua española debe de contarse antes de Darío y después de él. Desde América, le tocó descubrir, casi simultáneamente, el romanticismo, el parnasianismo y el simbolismo. Supo de todas las escuelas, de todos los poetas, de pintores y de músicos, de Grecia, de Roma, de Chibcha y Palenque, de la ciencia moderna y antigua, y todo lo que creó, como lo advertía en su tiempo Juan Valera, es “bronce corintio” y es “mármol de Jonia”. Por la magnitud de su creación y de su arte, por sus innovaciones en la métrica y el estilo, Darío dio nombre a toda una época en la lírica del idioma, el modernismo.

Ninguno de los poetas modernistas de América y España, seguidores suyos, puede explicarse sin su influencia. Así como tampoco hubieran sido posibles después Federico García Lorca y Rafael Alberti, o César Vallejo y Pablo Neruda, Jorge Luis Borges y Octavio Paz.

En Nicaragua, Rubén Darío no sólo tiene una significación literaria, sino que encarna la identidad cultural de la nación. El hecho de que un país pobre, desde la oscuridad del siglo XIX haya sido capaz de dar un genio universal de su calibre, representa una síntesis, y a la vez un impulso permanente que habrá de marcar a Nicaragua como entidad nacional.

Por otra parte, Darío funda nuestra literatura, y siendo él moderno, le abre las puertas de la modernidad a esa literatura, que no se quedó estática en la escuela modernista que él mismo fundó, y que ganó en su tiempo muchos adeptos de todo tamaño; por el contrario, su impulso creador fue capaz de engendrar un proceso dinámico que ha dado una generación tras otra de escritores, sobre todo en la poesía, la vertiente más poderosa abierta por Darío en su propia tierra natal, como se verá más adelante.

En este ámbito propiamente tal del modernismo, Nicaragua contará con poetas menores en apariencia que, de haber tenido una verdadera y oportuna difusión, habrían logrado una mayor proyección en América y serían justamente valorados; tal es el caso de Román Mayorga Rivas (1861-1925), anterior realmente a Darío, y quien vivió y escribió en El Salvador; Santiago Argüello (1971-1940), a quien se vio en su época como el sucesor más probable de Darío en Nicaragua, y hoy prácticamente olvidado; Lino Argüello (1887-1937) un poeta bohemio, de creaciones muy populares, romántico y neosimbolista, el poeta de las novias muertas y los amores platónicos exacerbados; todos los anteriores leoneses. Y el provinciano e intenso Ramón Sáenz Morales (1891-1927), nacido en Managua, cuyos acuarelas de la vida rural conservan fresco su encanto; o el epigramático Rafael Montiel (1887-1973), nacido en Masaya.

Los postmodernistas.

Tres poetas nacidos en la ciudad de León —conocidos como los tres grandes— apuntalan de manera vigorosa el proceso cultural orgánico que surge con Rubén Darío: Azarías H. Pallais (1885-1954); Alfonso Cortés (1893-1969) y Salomón de la Selva (1893-1958).

Azarías H. Pallais —el padre Pallais— hizo sus estudios de sacerdocio en Bélgica y en Italia, y solía firmar todos sus poemas “en Brujas de Flandes”. Aparece en los funerales mismos de Rubén Darío pronunciando un discurso magistral que rompía ya con los moldes retóricos. Fue un sacerdote contestario que hizo verdadera profesión de fe por los pobres; rebelde a las jerarquías, y a toda clase de poder, llevó siempre con orgullo su sotana raída, ya fuera como Director del Instituto Nacional de Occidente en León, o como cura párroco del puerto de Corinto, siempre en comunión con la gente pequeña, prostitutas, rateros, borrachines. Al firmar sus poemas “en Brujas de Flandes”, agregaba: “y no pertenece, gracias a Dios, a la Sociedad de Escritores y Artistas Americanos”, repitiendo el dictum de Rubén en su Letanía de Nuestro Señor Don Quijote: “de las epidemias de horribles blasfemias de las Academias, líbranos Señor”.

De este afán de libertad y rebeldía frente al mundo surge también su poesía, que es contestaria de las formas tradicionales, y busca cauces nuevos y experimentales, cantando a las pequeñas cosas, como San Francisco de Asís, con acentos copiados de la propia naturaleza. Sus libros de poesía fueron: A la sombra del agua (1917); Espumas y estrellas (1918); Bello tono menor (1928); Caminos (1931), y Piraterías (1951); y en prosa, El libro de las palabras evangelizadas (1968).

Alfonso Cortés fue víctima de la locura desde la edad de treinta años. Ernesto Cardenal, quien pasó parte de su infancia en León, habría de recordarlo encadenado a la ventana de rejas de la misma casa donde había vivido Darío. Pasó buena parte de su vida en la reclusión de asilos mentales en San José, Costa Rica, y en Managua. Un poeta de honda sustancia metafísica, creó un universo irrepetible, en el que las preguntas sobre la existencia y la muerte, el tiempo y el espacio, tienen una resonancia sideral, como en sus poemas La canción de los astros, y Un detalle (bautizado por José Coronel Urtecho como Ventana).

Como Rimbaud y Lautréamont, su poesía surge de las entrañas del subconsciente, de donde brotan el sueño, el mito, la clarividencia, la alucinación y la locura. Su producción poética fue muy abundante, pero desigual, y sus mejores poemas corresponden a la época de su juventud, cuando entraba ya en el territorio de la alienación mental. Sus poemas más trascendentales fueron reunidos por Ernesto Cardenal en el libro 3O poemas de Alfonso, publicado en Managua en 1952.

Salomón de la Selva marchó a los trece años a los Estados Unidos, con una beca del gobierno del General Zelaya, y fue alumno del prestigioso Williams College, y de la no menos prestigiosa Universidad de Cornell, la misma a la que varias décadas después llegaría Vladimir Nabokov como profesor visitante; allí, según su propio decir, Salomón encontró el mejor de los tesoros para su formación en su vetusta biblioteca. Se formó, por lo tanto, como un poeta de dos culturas y de dos lenguas; figuró entre los colaboradores principales de la legendaria revista Poetry de Chicago, y tuvo estrecha amistad con los escritores norteamericanos contemporáneos suyos, entre ellos Edna St.Vincent Millay, y Stephen Vincent Benet.

Pero también entonces alternó en los círculos socialistas de Nueva York, enamorado de las luchas obreras, convencido de que “al arte era preciso llevar la vida misma con toda su crueldad y su rudeza”. Eran también los tiempos en que Nicaragua se encontraba intervenida militarmente por los Estados Unidos, y su voz habría de alzarse no pocas veces contra el ultraje a nuestra soberanía.

Escribió en inglés los poemas de su primer libro Tropical Town and other poems, publicado en Nueva York en 1918, que es un canto de nostalgia por su tierra natal; y en español el segundo, El Soldado Desconocido, aparecido en México en 1922 con portada de Diego Rivera; este libro, uno de los más bellos de la obra de Salomón, recoge sus experiencias como soldado en Europa durante la I Guerra Mundial, en la que habría de combatir “bajo la bandera del rey don Jorge V; enseña que fue de la madre de mi padre”; ya que Salomón se sentía un mestizo de tres sangres, como canta en ese libro: que un día/ se estremeció mi barro de antigua bizarría/ hispana, inglesa e india, mis tres sangres…

Salomón es el iniciador de la poesía vanguardista en Mesoamérica y el Caribe. Desde los fundamentos de la herencia modernista, volverá siempre a los temas paganos, fiel a las seducciones del mundo grecorromano, a los cuales mezclará los temas indígenas americanos; y para semejante empresa fundadora habría de ser clave su formación literaria sajona.

Vivió años importantes de su carrera literaria en México, y también en Europa, habiendo muerto en París. E igual que Darío, y que Alfonso Cortés, está enterrado en la Catedral de León, un panteón ilustre del que sólo falta el Padre Pallais, que reposa en Corinto. Fuera de los libros de poemas ya mencionados, otros importantes suyos son: Evocación de Horacio (1949); La ilustre familia (1954); Canto a la independencia nacional de México (1955); Evocación de Píndaro (1957); y Acolmixtli y Nezahuatlcóyotl (1958).

El movimiento de Vanguardia.

Hacia 1931, con el llamado Movimiento de Vanguardia, comienza a gestarse en la ciudad de Granada la renovación literaria en Nicaragua, fenómeno que ocurre en los años de la segunda intervención norteamericana, que fueron también los de la lucha por la soberanía nacional emprendida por el General Augusto C. Sandino en las montañas de Las Segovias (1927-1932). De esta manera, el eje de la literatura nacional se desplazaría de León a Granada.

El capitán de este movimiento fue José Coronel Urtecho (1906-1994), quien al regresar de los Estados Unidos, a la edad de 21 años, trajo consigo todo el bagaje de la poesía moderna de los Estados Unidos, una influencia y una marca que habría de permear desde entonces no sólo a la generación de Vanguardia, sino también a toda los poetas nicaragüenses de generaciones sucesivas; la Antología de la poesía norteamericana (Madrid, 1949) que de manera conjunta tradujo con Ernesto Cardenal, viene a ser prueba de ese aporte. Y al mismo tiempo, al volver de Francia para esa misma época Luis Alberto Cabrales (1901-1974), otro de los fundadores del movimiento, la poesía francesa de vanguardia que él importó, completaría una doble influencia decisiva.

Además de los dos poetas antes mencionados, los miembros más destacados del Grupo de Vanguardia, que solían reunirse en la torre de la Iglesia de la Merced, son Pablo Antonio Cuadra (1912); Joaquín Pasos (1914-1947); y además, Octavio Rocha (1910-1986); Alberto Ordóñez Argüello (1913-1991); Luis Downing Urtecho (1913-1983), y el caricaturista y grabador Joaquín Zavala Urtecho (1911-1971), más tarde fundador de la Revista Conservadora, una institución en sí misma para la cultura nacional. Junto con ellos aparece Manolo Cuadra (1907-1957).

Los jóvenes vanguardistas empiezan por romper lanzas no sólo contra la herencia modernista de Darío, que para entonces ha pasado a ser parte de una cultura nacional adocenada y mediocre, sino también contra los valores y los estilos de vida de la burguesía formada por finqueros y comerciantes, y contra su estulticia, su mal gusto e ignorancia cultural, tal como puede verse en La Chinfonía Burguesa, un juguete teatral escrito al alimón entre Coronel Urtecho y Joaquín Pasos, que es una especie de manifiesto artístico del grupo de Vanguardia.

De este modo, los vanguardistas comienzan por ensañarse en su propia clase social y en sus mismos familiares, ya que los más notables de entre ellos pertenecen a la aristocrática burguesía granadina. Pero al mismo tiempo que a través de sus manifiestos y poemas despliegan sus posiciones contestatarias antiburguesas, también reclaman una cultura nacional, que sea tanto vernácula como universal; un reclamo que termina buscando el regreso a la tradición patriarcal incontaminada de gustos burgueses e influencias extranjeras impuestas, como la que representa la intervención militar.

Este reclamo por lo propio, y por lo tradicional, que busca el regreso a las raíces, se extiende al habla popular, la artesanía, la música, la historia, la moda y los modos de vida, y aún la política. De este nacionalismo exacerbado, que tiene además un sedimento muy católico, los vanguardistas pasarían después a un falangismo inspirado en Primo de Rivera, y a reclamar un líder perpetuo que pueda traer estabilidad a largo plazo a Nicaragua. Este salvador, celebrado por ellos, no sería otro que Anastasio Somoza García, el fundador de la dinastía.

Más allá de sus posiciones políticas, que más tarde o más temprano terminarían por abandonar, o por variar, los escritores de la generación de Vanguardia se cuentan entre los más brillantes de la historia cultural de Nicaragua, y su impulso de ruptura fue decisivo para dar impulso a la modernidad literaria.

José Coronel Urtecho, poeta, narrador, ensayista, historiador, y conversador ingenioso e inagotable, fue un escritor de dedicación y vocación absoluta, y de magisterio permanente para sucesivas generaciones de escritores nicaragüenses; siempre prefirió su retiro del río San Juan, su verdadero habitat en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica, donde murió y está enterrado al lado de su esposa, María Kautz, que es en mucho sentidos un personaje de nuestra literatura.

Su poesía, que no desprecia los parámetros clásicos, busca en otros momentos romperlos, y desde la perfección del soneto va hacia los poemas descriptivos —hacia lo que el mismo bautizó como “exteriorismo”— poemas que toman la forma de cartas, o crónicas, o relatos, como el inolvidable Pequeña biografía de mi mujer.

Sus poemas fueron reunidos por primera vez en un libro en 1970 bajo el título de Pol-la d´ananta katanta paranta (un verso de Homero que en parte significa: y por muchas subidas y caídas, vueltas y revueltas dan con las casas). Su otro libro de poesía es Paneles del Infierno (1980), en celebración de la revolución sandinista.

Luis Alberto Cabrales, uno de los vanguardistas que no pertenecía a las encumbradas familias granadinas, pues nació en Chinandega, ejerció como crítico literario, ensayista, pedagogo, periodista, y duro polemista, permaneció atrincherado siempre en su ideología de extrema derecha, (admirador de Charles Maurrás desde sus años en Francia); una ideología que, como en el caso de Jorge Luis Borges, no dejaba de servirle como un arma de provocación.

Su obra poética es muy breve, tal como el título de su único libro lo proclama: Opera Parva publicado de manera tardía en 1961. Sus poemas, todos ellos muy bien cuidados, tiene un hondo acento rural y provinciano, y en los temas amatorios reflejan una intensa desolación. En uno, Canto a los sombríos ancestros, evoca su veta de sangre negra: Tambor olvidado de la tribu/lejano bate de mi corazón nocturno// Mi sangre huele a selva del África./Sombría noche luciérnaga,/ sombría sangre tachonada de estrellas…

Pablo Antonio Cuadra se incorporó a los dieciocho años al movimiento de Vanguardia, y fue uno de sus más entusiastas animadores; y desde entonces, su papel ha sido clave en la difusión de la literatura nicaragüense a través de diferentes revistas, desde la aparición de los Cuadernos del Taller San Lucas en 1943, a El Pez y la Serpiente, fundado también por él a finales de los cincuenta. Y sobre todo, a través del magisterio ejercido por varias décadas desde La Prensa Literaria, el suplemento cultural semanal del diario La Prensa.

Al mismo tiempo, fue dentro del grupo el principal impulsor de la búsqueda de las raíces culturales, donde debía hallarse el verdadero ser nicaragüense; un impulso que lo llevó a rastrear las consejas y cuentos populares, los bailetes y representaciones de teatro callejero, los corridos y canciones anónimas, que a su vez iban a prestar ritmos y sonoridades a la nueva poesía que se forjaba.

El gran sustrato de la poesía de Pablo Antonio es lo telúrico, (el paisaje de los llanos, los montes y los árboles, la hacienda ganadera, y los campesinos que habitan ese paisaje, desde la aparición de Poemas Nicaragüenses, publicado en Chile en 1934, a la evocación de lo indígena en El Jaguar y la Luna (1959), y que tendrá su mejor culminación en sus poemas del Gran Lago de Nicaragua, contenidos en Cantos de Cifar (1971); una poesía que sin abandonar su aliento lírico, se torna narrativa y por tanto, doblemente reveladora. Otros libros de poesía suyos, importantes de mencionar, son: Canciones de Pájaro y señora (1929); Canto Temporal (1943); Doña Andreíta y otros retratos (1971); Esos rostros que asoman en la multitud (1976); y Siete árboles contra el atardecer (1980).

Alberto Ordóñez Argüello, nació en el poblado de Buenos Aires, en Rivas, y vivió casi toda su vida en el exilio en Guatemala y Costa Rica. Entre sus libros de poesía deben ser recordados Tórrido sueño (1955); y Amor en tierra y mar (1964); así como es memorable su pieza de teatro La novia de Tola. Octavio Rocha, por su parte, no dejó ningún libro, y después de los años juveniles del movimiento de Vanguardia se dedicó a actividades comerciales.

El poeta más representativo del grupo de Vanguardia, y uno de los cimeros de la literatura nacional es Joaquín Pasos. Un poeta precoz, que escribía poesía con facilidad desde niño, y que llegó a resumir, según el criterio de Manolo Cuadra, las dos tendencias fundamentales en que se debatía en el mundo la poesía de vanguardia: la claridad y el hermetismo —las dos hemisferios que constituían, a la vez., su propia naturaleza— un doble don que conservó hasta su muy temprana muerte.

Su grandeza está en el poder que tiene de convertir el lenguaje poético en un lenguaje común, o viceversa, dentro de una transparencia que se vuelve mágica; o como escribe Ernesto Cardenal, purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo/ en el que un día se escribirán los tratados de comercio/ la Constitución, las cartas de amor, y los decretos…Su poema Canto de guerra de las cosas, escrito en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, es uno de los grandes momentos de nuestra literatura.

Sus poesías sólo fueron recogidos muy parcialmente después de su muerte en Breve Suma (1947), un cuaderno publicado por la Editorial Nuevos Horizontes en Managua; pero la primer antología importante de su obra, seleccionada por Ernesto Cardenal, apareció en México en 1962 bajo el título Poemas de un joven. Los poemas fueron agrupados de acuerdo al plan que Joaquín había diseñado para su obra inédita: Poemas de un joven que no ha viajado nunca (que incluía sus poemas sobre países que nunca visitó, pues prácticamente no salió de Nicaragua); Poemas de un joven que no ha amado nunca (que incluía sus poesías de amor); Poemas de un joven que no sabe inglés (que incluía sus poemas en esa lengua, que aprendió sin maestro desde niño); y además, Misterio indio, sus poemas de temática indígena.

Manolo Cuadra, quien nació en Malacatoya, un poblado de las riberas del Gran Lago de Nicaragua, cercano a Granada, fue uno de los más importantes fundadores del movimiento de Vanguardia, experimentador de formas y de estilo, buscador incansable de nuevas expresiones; pero su propia historia personal, y sus ideas, habrían de apartarlo del común del grupo.

Se alistó como soldado raso en la Guardia Nacional, recién creada por las fuerzas de ocupación norteamericanas, y fue destacado a las montañas de Las Segovias en la guerra contra Sandino, una experiencia de la que surgiría su libro de cuentos Contra Sandino en la montaña (1942), del que se hablará más tarde. Debemos adelantar, sin embargo, que este libro significó para él un principio de conversión política, pues pasó a identificarse con el ideario de Sandino, con la izquierda, y con las luchas obreras, “para vivir entre los afligidos, tanto por temperamento como por aflicción”, como él mismo señala, no sin humor. Esta nueva actitud lo haría entrar en choque con sus antiguos compañeros de la Vanguardia, que lo acusaron de comisario político del recién fundado PTN (el Partido Trabajador Nicaragüense, de identidad comunista).

Su vida, y su literatura se entreveran de modo que una es espejo de la otra. Además de soldado, fue telegrafista, boxeador aficionado, peón bananero en las plantaciones de la United Fruit en Costa Rica, propietario de una pulpería, periodista y humorista; y como se ha dicho, militante de izquierda, opositor a la dictadura de Somoza por lo que fue a dar a la cárcel, al confinamiento, y al exilio. Sus poemas aparecieron reunidos poco antes de su muerte en Tres Amores (1955); y sus ensayos literarios fueron publicados en 1994 bajo el título El gruñido de un bárbaro (edición de Julio Valle Castillo).

La Postvanguardia: los tres Ernestos.

En el espacio intermedio entre la Vanguardia y la generación siguiente de Postvanguardia, es necesario colocar a Enrique Fernández Morales, (1918-1982), nacido en Granada, un artista polifacético, pues fue también pintor y dibujante, narrador y dramaturgo. Sus libros de poemas, de una textura muy íntima, son Retratos (1962) y Aunque es de noche (1977); y también a Francisco Pérez Estrada (1919-1982), autor de Chinazte (1968), poemas de temática indígena; y Juan Francisco Gutiérrez (1920-1995), nacido en Diriamba, autor de Tú, mi residencia (1952) y La libertad y el amor (1962).

Luego vendrá la generación que ha dado en llamarse la postvanguardia, o de los años cuarenta, que no tuvo ninguna expresión orgánica, ni se dio a conocer por medio de manifiestos en cuanto al papel de la literatura y el arte, como su antecesor el movimiento de Vanguardia; pero sí llevó adelante el proceso de renovación de la literatura nicaragüense, con un nuevo aliento y una nueva visión estética en la obra de tres creadores de una misma generación, los tres de una magnífica calidad: Ernesto Mejía Sánchez (1923-1985); Carlos Ernesto Martínez Rivas (1924-1998); y Ernesto Cardenal (1925). Los tres, por una coincidencia cabalística para nuestra literatura, tuvieron por nombre Ernesto.

Esta, para empezar, es una generación más cosmopolita que la anterior; formados igual que la gran mayoría de los poetas de la Vanguardia en el Colegio Centroamérica de los Jesuitas, en Granada, Martínez Rivas y Cardenal aprendieron allí fundamentos básicos de la literatura clásica a través del magisterio del Padre Angel Martínez SJ, poeta él mismo, y partieron luego en busca de horizontes diferentes, a Europa, a México, a los Estados Unidos, como habría de hacerlo Mejía Sánchez. Se trata de escritores ya modernos de nacimiento, que se entrenan en el conocimiento de su oficio desde una perspectiva renovada, y renovadora.

Ernesto Mejía Sánchez, nacido en Masaya, se trasladó muy joven a México para seguir la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma, donde también estudiaría Ernesto Cardenal. Luego obtienen su doctorado en Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, y se incorpora como investigador al Colegio de México bajo el magisterio de don Alfonso Reyes, cuyas obras completas se encargó de preparar a la muerte de este último. Su primer aporte a la literatura nacional sería la recopilación de Romances y corridos nicaragüenses, que publica en México, fruto de sus trabajos anteriores en el Taller San Lucas al lado de Pablo Antonio Cuadra .

Mejía Sánchez ya no regresó más a Nicaragua, y se quedó en México dedicado a sus tareas académicas, que también lo llevaron por Europa y los Estados Unidos, convirtiéndose en un afamado crítico y conferencista. Es el investigador más serio y sistemático de la obra de Rubén Darío con que ha contado Nicaragua.

Su vida en México fue al de un verdadero exiliado político. Adversario decidido de la dictadura de la familia Somoza, dirigió a finales de los años cincuenta la publicación de una antología de poesía política nicaragüense, en la que los autores vivos aparecían como anónimos. Al triunfo de la revolución sandinista, fue designado embajador en Madrid, y luego en Buenos Aires. Murió en Mérida, Yucatán.

La abundancia de su obra crítica, y su vasto conocimiento erudito de la literatura americana, ha hecho que su poesía no tenga el primer plano que merece. Toda su vida pasó escribiendo las partes de un mismo libro, Recolección al mediodía, publicado por primera vez en 1972 en Nicaragua, luego en México en 1980, y finalmente en Nicaragua otra vez en 1985. Es un solo corpus, al cual fue agregando nuevos poemarios, porque su temática es como un fluir de aguas que cambian de cauce o de velocidad, o de tonalidad en sus colores; pero son las mismas aguas que dejarán, en su discurrir, uno de los poemas maestros de la literatura nicaragüense: La carne contigua.

Este libro único y definitivo suyo, incluye Ensalmos y Conjuros (1947); La carne contigua (1948); El retorno (1950); La impureza (1951); Contemplaciones europeas (1957); Vela de la espada (1951-1960); Poemas familiares (1955-1973); Disposición de viaje (1956-1972); Poemas Temporales (1952-1973); Historia natural (1968-1975); Estelas/Homenajes (1947-1979); y Poemas dialectales (1977-1980). Mejía Sánchez creó un género nuevo, el del prosema, textos breves de sustancia lírica, pero de ánimo narrativo, escritos en prosa.

Carlos Martínez Rivas nació en Guatemala y murió en Managua. Igual que Rubén Darío y Joaquín Pasos, fue un poeta precoz, un “poeta niño”, desde sus años escolares en el Colegio Centroamérica, y desde entonces, también, un lector de memoria y energía inagotables. Ya a los dieciocho años había escrito un poema adolescente que aún deslumbra por su novedad y su frescura, El paraíso recobrado (1944), en contrapunto al Paraíso Perdido de Milton, que cita como epígrafe.

A finales de los años cuarenta vivió en Madrid y en París, años intensos y novedosos de la postguerra donde conoció a Octavio Paz, a Julio Cortázar, al pintor peruano Fernando de Szyslo, y a la escritora Blanca Varela, peruana también. Fueron años de bohemia, pero también de devoto aprendizaje cultural, como lo demuestran sus lúcidos y penetrantes trabajos críticos sobre pintura, fruto de sus constantes visitas a los museos. A su regreso a Nicaragua, el suicidio de su madre habría de producir una marca indeleble en su vida, y en su obra.

Su libro capital, La Insurrección Solitaria, apareció en México en 1953, una edición de reducido tiraje y prácticamente clandestina, la mayoría de cuyos ejemplares se echaron a perder al quedar guardados en una casa hacienda cercana a Managua, cuando Carlos partió para Los Ángeles, California, donde habría de residir por varios años, trabajando como oficinista de una agencia aduanera. La insurrección solitaria tuvo luego otras ediciones en Costa Rica, Nicaragua y México, pero nunca difusión masiva; y, sin embargo, es el libro que más influencia ha tenido entre los poetas de cada nueva generación de escritores en Nicaragua.

Al dejar Los Ángeles a comienzos de los años sesenta, obtuvo un cargo diplomático en Madrid, y de allí se trasladó a San José, Costa Rica, llamado por el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA), donde trabajó por varios años, hasta su regreso a Nicaragua en 1977. Epítome de la imagen del poeta maldito —y él mismo solía verse en el espejo de Baudelaire— la rebeldía de su poesía en contra del espíritu burgués, que es la esencia de La insurrección solitaria, lo llevó también a su vida, rebelde ante la sociedad y aún consigo mismo.

Al mundo de las conveniencias, de la mediocridad, de la rutina adocenada, de los matrimonios concertados, Ten cuidado de los casados que se retiran temprano./ Témeles… opuso siempre su propio mundo contaminado, el difuso/terco mundillo del amanecer/la pululante línea de la imperfección y el anonimato… que es su divisa de autenticidad, volcar el matrimonio/¡hacerlo saltar en astillas! De esta pasión rebelde surge una voz muy imitada, pero irrepetible, un andamiaje construido en base a las precisiones sin concesiones del lenguaje, que resultan en imágenes incomparables en su belleza sugestiva.

Octavio Paz escribió sobre él: “A diferencia de otros rebeldes, Martínez Rivas no quiere ser dios, ángel o demonio; si pelea, es por alcanzar su cabal estatura de hombre entre los hombres. Su rebelión es contra lo inhumano. La rebelión solitaria es legítima defensa, pues ahí, enfrente, actual y abstracta como la policía, la propaganda o el dinero, se alza La ola de la Tontería, la ola/ tumultuosa de los tontos, la ola/ atestada y vacía…/

En sus años de Los Ángeles escribió los poemas, Infierno de Cielo y Dos murales U.S.A., que junto con cuadernos posteriores, entre ellos Carmina Figurata y Calcoholmanías, y otros muchos poemas dispersos en revistas y periódicos, o aún inéditos, representan una continuidad de La insurrección solitaria. Precisamente, con la colección Infierno de Cielo y antes y después, que incluye parte de los poemas mencionados, ganó en Nicaragua en 1984 el Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío, publicada de manera póstuma en 1999.

Pero, igual que en el caso de Mejía Sánchez, todos forman parte de un mismo y único libro, La insurrección solitaria, como él siempre quiso; aunque nunca se atrevió a completarlo, aterrado frente al espectro de la imperfección, que lo llevó a corregir sus textos sin descanso, y mandarlos a publicar en facsímil, cuando accedía a ello, para evitar los errores de imprenta. Consciente de su propio genio y, al mismo tiempo, rebelde consigo mismo, vivió y padeció su propia insurrección solitaria. Sometido a un lento pero sistemático proceso de autodestrucción a través del alcoholismo, su producción literaria fue cada vez más escasa, aunque nunca dejó de tener la calidad sostenida que es marca de toda su obra.

Ernesto Cardenal, de familia granadina, y emparentado con los capitanes del movimiento de Vanguardia, representa mejor que ninguno otro de su generación el vínculo con los poetas de la anterior, y sobre todo con el magisterio de José Coronel Urtecho. Estudio la carrera de Filosofía y Letras en México, y luego siguió sus estudios en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Su Antología de la poesía nicaragüense, publicada en Madrid en 1947, pudo revelar lo que hasta entonces era el fenómeno permanentemente creativo de nuestra poesía desde Darío.

Participó de manera indirecta en la rebelión de abril de 1954, en contra de la dictadura de Somoza, en la cual estaban comprometidos varios de sus amigos de juventud, y de esa experiencia resultó Hora Cero, uno de sus mejores poemas publicado en 1960 en México, y que por su carácter descriptivo, prestando hechos a la realidad para trasponerlos al territorio de la lírica, abre paso a la corriente exteriorista. Esta corriente caracterizará en adelante la obra de Cardenal, y se consolidará como uno de los dos ejes de influencia en la poesía nicaragüense; el otro eje será la corriente intimista, o interiorista de Martínez Rivas.

En 1957 Cardenal se decidió por la vocación del sacerdocio e ingresó en el monasterio de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky, Estados Unidos, donde desarrolló una estrecha e instructiva amistad con Thomas Merton, su maestro de noviciado. Pasó de allí al monasterio de padres Benedictinos en Cuernavaca, y terminó sus estudios sacerdotales en La Ceja, Colombia, para ordenarse por fin en Managua.

A mediados de los años sesenta fundó su célebre comunidad campesina en el archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua. En 1977, los jóvenes de la comunidad se integraron a la guerrilla del FSLN que atacó el cuartel de San Carlos, en la desembocadura del Gran Lago en el río San Juan, ya cuando Cardenal estaba comprometido con la causa revolucionaria. La comunidad fue asolada por la Guardia Nacional, y él pasó a vivir en el exilio en Costa Rica hasta el triunfo de la revolución, cuando fue designado Ministro de Cultura.

La obra de Cardenal se caracteriza por su rica diversidad, de modo que cada libro de poesía suyo significó, desde el principio, no sólo un reto distinto, sino una temática distinta, tocando temas vinculados a la sensibilidad de cada momento; pero en todas esas etapas estará presente esa característica ya dicha del exteriorismo, bautizado así por Coronel Urtecho, y que el propio Cardenal define así: “El exteriorismo es la poesía creada con las imágenes del mundo exterior, el mundo que vemos y palpamos, y que es, por lo general, el mundo específico de la poesía. El exteriorismo es la poesía objetiva, narrativa y anecdótica, hecha con los elementos de la vida real y con cosas concretas, con nombres propios y detalles precisos, datos exactos y cifras y hechos y dichos. En fin, es la poesía impura”.

Después de Hora Cero, ya citado, Cardenal habría de publicar Epigramas (1961), escritos al estilo de Cátulo y Marcial, los dos grandes poetas latinos, maestros de la esgrima verbal, a los cuales también tradujo; estos epigramas, sobre temas políticos, y sobre todo de amor, han continuado siendo sumamente populares entre sucesivas generaciones de jóvenes, que los recitan de memoria.

Luego vendría Salmos (1964), que le dio gran renombre al ser traducido a todos los idiomas europeos, una invocación contra todos los males del capitalismo y el totalitarismo, las guerras y la deshumanización, escrito con los acentos de los profetas del antiguo testamento; y ese mismo año Gethsemani Ky, sus poemas del monasterio trapense. En 1965 aparece su muy conocido Oración por Marylin Monroe, y en 1967 El estrecho dudoso, un largo poema escrito en base a las crónicas de la conquista española.

En 1969 se publica Homenaje a los indios americanos; en 1972, Canto Nacional, una hermosa entonación en alabanza de Nicaragua, que es, al mismo tiempo, un compendio de flora, fauna, paisajes, y que habla también de la injusticia y de la lucha por una sociedad distinta, escrito en homenaje al FSLN, entonces formado por guerrilleros clandestinos; y en 1973 Oráculo sobre Managua, tras la destrucción de la capital por el terremoto del año anterior.

Su poesía de los años de la revolución sandinista está contenida en Vuelos de victoria (1985), y más tarde habrá de publicar Los ovnis de oro (1988), de nuevo sobre temas indígenas. Cántico Cósmico (1989) representa ya una nueva etapa de su poesía, mucho más ambiciosa, donde explora, utilizando los parámetros de la física cuántica, la existencia del ser en función del universo, y entre tanto el amor, y la muerte; un tema que será completado en Telescopio en la noche oscura (1993).

Su obra en prosa incluye Vida en el amor (1966); En Cuba (1972); El Evangelio de Solentiname (1985); y sus memorias que han comenzado a publicarse en 1998 bajo el título de Vida perdida.

Los años cincuenta.

Lea generación de poetas de la siguiente década incluye principalmente a Guillermo Rothschuh Tablada (1926), Fernando Silva (1927), Raúl Elvir (1927-1998), Ernesto Gutiérrez (1929-1988), y Mario Cajina-Vega (1929-1995); y un poco más tarde a Octavio Robleto (1935), Horacio Peña (1936) y David McField (1936).

Fernando Silva nació en Granada. Médico de profesión, sus poemas juveniles están contenidos en su libro fundamental Barro en la sangre (1952), donde la tradición vernácula ensayada por el movimiento de Vanguardia florece con gracia por última vez; y es autor de otro libro de poemas de la misma línea titulado Agua arriba (1968). Pero su obra literaria está expresada con mayor ventaja en sus cuentos, como veremos adelante. Es el caso también de Mario Cajina-Vega, nacido en Masaya y educado en Estados Unidos, Inglaterra y España, quien se distinguió más como narrador; periodista, ensayista, y editor de vocación, escribió un solo libro de poemas, Tribu (1961).

Guillermo Rothschuh Tablada, nació en Juigalpa, cabecera del departamento de Chontales. Educador, fue clave en la forja de una generación de jóvenes nicaragüenses, varios de ellos escritores, y otros dirigentes políticos, que surgieron de las aulas del Instituto Nacional Central Ramírez Goyena, que él dirigió. Sus poemas, que son también telúricos, y que exaltan la tierra chontaleña, tierra ganadera, están contenidos en Poemas chontaleños (1960); otros libros de poemas suyo son Cita con un árbol (1965) y Veinte elegías al cedro (1973).

Raúl Elvir nació en Comayagüela, Honduras, pero llegó a Nicaragua en el año de 1939, y vivió desde entonces entre nosotros. Ingeniero civil de profesión, su poesía está basada en una observación meticulosa de la naturaleza, a la que describe con amoroso empeño. Esta aproximación panteísta del paisaje nicaragüense, le dio un conocimiento muy especial, absolutamente familiar, de nuestra fauna, principalmente los árboles, y los pájaros, sobre los que escribió un libro aún inédito. Sus más importantes libros de poesía son La rama y el cielo (1960) y Círculo de fuego (1971), que volvió a editarse en 1999, tras su muerte acaecida en Managua, aumentado con sus poemas inéditos.

Ernesto Gutiérrez nació en Granada. Ingeniero también de profesión, se especializó en Hidrología. Además, fue profesor universitario, director de la Editorial Universitaria en la Universidad de León, y al triunfo de la revolución embajador en Brasil y ante la UNESCO.

Su primer libro es Yo conocía algo hace tiempo (1953), y luego aparecieron Años bajo el sol (1963), Terrestre y celeste (1969), Poemas políticos (1971), y Temas de la Hélade (1973). Su poesía marca una visión gozosa y a la vez desgarrada de la existencia, entre la alegría de vivir y el espanto ante la muerte. Una antología suya, bajo el título En mí y no estando, seleccionada por Carlos Martínez Rivas y Sergio Ramírez, con prólogo de este último, fue publicada en Costa Rica en 1974, y de manera ampliada en Nicaragua en 1983. Murió en Managua, tras una enfermedad muy prolongada.

Octavio Robleto, nacido en Juigalpa, ha ligado siempre su poesía al sentimiento más puro hacia la naturaleza, una lírica bucólica que va a dar siempre a las cosas sencillas del campo. Sus libros de poesía más destacados son Vacaciones del estudiante (1964); Enigma y Esfinge (1965); El día y sus laberintos (1976); y Laberinto de vigilias (1999), que incluye las breves prosas Noches de Oluma.

Horacio Peña nació en Managua. Por largo tiempo fuera de Nicaragua, publicó su primer libro de poemas en 1961, La espiga en el desierto; en 1967 ganó el Premio Internacional de poesía del centenario de Darío, con su libro Ars Moriendi, y publicó en 1970 La soledad y el desierto. Su poesía, que tiene generalmente un tono elegíaco, abre interrogantes sobre la soledad, la enajenación del individuo, y la muerte, tal como puede apreciarse en los títulos de sus libros. Por su parte, David McField, nacido en Bluefields, exalta la negritud buscando en su poesía de acentos sociales, los ritmos del caribe; su libro mas conocido es Poemas para el año del elefante (1970).

El Frente Ventana y la Generación Traicionada.

A comienzos de la década de los sesenta aparecieron en el país dos grupos literarios antagónicos en cuanto a sus posiciones sobre el papel de la literatura y el arte en la sociedad: el Frente Ventana, surgido en las aulas universitarias en León, y encabezado por Fernando Gordillo (1940-1967) y Sergio Ramírez (1942); y la Generación Traicionada, formada en su mayoría por jóvenes recién salidos del Instituto Ramírez Goyena de Managua, y encabezada por Roberto Cuadra (1940), quien muy pronto habría de desaparecer de la escena literaria; Edwin Yllescas (1941), Iván Uriarte (1942), y Beltrán Morales (1944-1986), quien pasó luego al Frente Ventana.

Los miembros del Frente Ventana pertenecían a su vez a la llamada Generación de la Autonomía, toda una pléyade de muchachos que bajo el liderazgo del Rector de la Universidad Nacional, el doctor Mariano Fiallos Gil, humanista y escritor, participaron en la conquista y consolidación de la autonomía universitaria, un gran hito cultural para el país. Esta generación, bautizada con sangre en la masacre estudiantil del 23 de julio de 1959, habría de desembocar tanto en la política como en la literatura, bajo un reclamo revolucionario que daría como fruto la creación del FSLN en 1963.

Eran los años en que crecía en Nicaragua un gran fermento de rebeldía, marcados por el triunfo de la revolución cubana, la lucha de los movimientos de liberación nacional en África y Asia, y los primeros movimientos guerrilleros en Nicaragua; y, además, por el cierre de los espacios democráticos y la falsificación de las elecciones, impuestos por la dictadura.

En este contexto, el Frente Ventana centraba sus posiciones en el reclamo por una literatura de raíces nacionales, que al tiempo de buscar la excelencia literaria, estuviera comprometida con las luchas sociales y con el cambio profundo de las estructuras injustas. Estas posiciones estaban contenidas en los antimanifiestos y antieditoriales publicados en las páginas de la revista experimental Ventana, que dirigida por Gordillo y Ramírez se publicó entre 1960 y 1964.

La Generación Traicionada, bajo la influencia de la beat generation de Estados Unidos (Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Jack Kerouack), lo que proclamaba era el rechazo a la civilización de consumo que creaba soledad y frustración en las grandes ciudades, las selvas de cemento, como en el célebre poema Howl (Aullido) de Ginsberg.

La polémica entre los dos grupos se desarrolló en las páginas de Ventana, que acogía en sus páginas los manifiestos y colaboraciones literarias de los miembros de la Generación Traicionada; e igualmente en las páginas de La Prensa Literaria. En una segunda breve etapa, la revista Ventana fue dirigida por Beltrán Morales y Michéle Najlis.

En octubre de 1961, el Frente Ventana organizó en León la Primera mesa redonda de poetas jóvenes de Nicaragua, donde además de los dos grupos en pugna participaron otros, como el Grupo U de Boaco, que encabezaban Flavio Tijerino y Armando Incer, así como escritores que no pertenecían a ningún bando; y si en algo coincidían todos, era en el rechazo de la mala literatura, en busca de nuevos caminos de originalidad y renovación.

Fernando Gordillo, nacido en Managua, fue atacado por una extraña enfermedad, miastenia gravis, y murió muy joven, también en Managua. A pesar de esa desgraciada circunstancia tuvo una vida intelectual intensa, marcada por la honestidad a toda prueba y por el desafío intelectual; poeta, ensayista, crítico literario y narrador, fue también activista político infatigable, aún desde la silla de ruedas a que se vio condenado, y se convirtió en el ideólogo más notable de su generación. Todos sus escritos, tanto en verso como en prosa, fueron reunidos por Sergio Ramírez en Obra, publicado en Managua en 1989, y en ellos se refleja el compromiso que animó toda su vida.

Sergio Ramírez nació en Masatepe. Se graduó de abogado y pasó luego a trabajar en Costa Rica para el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA), del que fue Secretario General durante dos períodos. Vivió en Alemania, con una beca de escritor y luego, incorporado a la lucha revolucionaria, encabezó el Grupo de los Doce. Formó parte de la Junta de Gobierno que sustituyó a Somoza en 1979, y luego fue Vicepresidente. Su obra literaria se consolidó en el género narrativo, como novelista y cuentista, además de ensayista.

Edwin Yllescas, nacido en Estelí, se graduó de abogado. Su poesía de toda una vida no se publicó sino en 1996, por decisión propia, bajo el título Algún lugar en la memoria. El libro está compuesto por ocho libretas de versos, en los que según sus propias palabras “habla con la precisa e inexacta locura del asombro. Con alegría, pero también con tristeza y desolación”; una poesía provocadora que es consecuencia de una búsqueda existencial, y también de estilos emergentes.

Iván Uriarte, nacido en Jinotega, se graduó en la Universidad de Pittsburgh. Su primer cuaderno de poesía fue 7 poemas atlánticos (1968), memoria de un viaje por el río Escondido, que tiene una dimensión de encanto telúrico; y ha publicado también Éste que habla (1969), Los bordes profundos (1999), y Pleno día (1999), en los que busca la creación de atmósferas que son a la vez íntimas, llenas de sugerencias, y la afirmación de un universo verbal muy propio.

Beltrán Morales, nacido en Managua, fue el más joven de los escritores de la época del Frente Ventana y la Generación Traicionada, y su poesía representó el mejor de los testimonios críticos de su generación, una poesía ácida y descarnada, contestaria hasta el fondo, pero nutrida de un brillante lirismo: “cada molécula de su organismo era poeta como en Joaquín Pasos”, señalaría Carlos Martínez Rivas. Un enfant terrible que fue capaz de ejercer influencia entre otros poetas de las siguientes generaciones, a pesar de su temprana muerte, acaecida en Managua.

Entre sus libros de poesía figuran Algún sol (1969), Agua Regia (1972), y Juicio final andante (1976); su Poesía completa fue publicada por la Editorial Nueva Nicaragua (ENN) en 1989. El afán purificador que lo poseyó siempre, lo llevó también a la crítica literaria, que ejerció sin concesiones, y que quedó recogida en dos libros: Sin páginas amarillas (1975) y Malas notas (1989).

A la generación de los años sesenta, una de las más ricas y variadas en la historia literaria del país, pertenecen también Napoleón Fuentes (1941), Luis Rocha (1942), Francisco Valle (1942), Alvaro Gutiérrez (1943), Carlos Perezalonso (1943), Fanor Téllez (1944), y Julio Cabrales (1944); así como Francisco de Asís Fernández (1945) y Jorge Eduardo Arellano (1946), que encabezaron en Granada el grupo Los Bandoleros. Es también la década en que habría de surgir toda una pléyade de mujeres escritoras, principalmente poetas, de las que se hablará por aparte.

Napoleón Fuentes, nacido en Diriamba, dirigió la revista Taller, editada en la Universidad Nacional, en León, a partir de 1967, y que de alguna manera fue sucesora de Ventana. De entre sus libros de poemas hay que mencionar El techo iluminado (1975) y Esta palabra que quema (1982), este último una antología de su obra poética.

Luis Rocha, nacido en Granada, estuvo vinculado a los movimientos de rebeldía literaria y política desde su adolescencia, y desarrolló casi desde entonces una sólida actividad cultural, primero desde La Prensa Literaria y la revista El Pez y la Serpiente al lado de Pablo Antonio Cuadra; y más tarde como director de El Nuevo Amanecer Cultural, el suplemento literario de El Nuevo Diario. Su primer libro de poemas Domus Aurea (1969), es una celebración del amor doméstico, como comunión. Sus otros libros son Poemas (1970), Ejercicios de composición (1974) y Phocas, versiones e interpretaciones (1983), Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío; y La vida consciente (1996) que es una antología de toda su poesía y prosa.

Francisco Valle, nacido en León, es uno de los poetas más singulares de nuestra literatura, y un cultor del surrealismo en busca de nuevos cauces; lo que podríamos llamar una voz solitaria. Su primer libro de poemas, Casi al amanecer apareció en 1964, y ha publicado también Laberinto de espadas (prosemas, 1974, 1996), La puerta secreta (1979), Luna entre ramas (1980) y Sonata para la soledad (1981).

Alvaro Gutiérrez, nacido en Diriamba, y dibujante también, ensaya en Asociación para delinquir –varia invención- (1997) una atractiva mixtura de poesía y prosa. Fanor Téllez, nacido en Masaya, poeta, crítico y ensayista, es otra voz solitaria, y su poesía amatoria alcanza esferas de nítida belleza . Ha publicado La vida hurtada (1973), Los bienes del peregrino (1974), El sitial de la vigilia (1975), El don afluente (1977), Edad diversa (1993), Boca del vino (1998) y Oficio de amarte (1999). Carlos Perezalonso, nacido en León, ha publicado El otro rostro (1971), Vida, el sol (1976), y Cegua de la noche (1990); su poesía sabe entrar en las honduras de la nostalgia.

Julio Cabrales, nacido en Managua, hijo del poeta Luis Alberto Cabrales, es uno de los escritores con mayor genio poético de su generación, pero quedó atrapado desde muy joven por la enajenación mental, igual que Alfonso Cortés. Su obra, sin embargo, es muy intensa y luminosa, aunque breve, y está contenida en el libro Omnibus publicado en 1975.

Francisco de Asís Fernández, nacido en Granada, ha mantenido una constante exploración en su vida de poeta, desde los años de su adolescencia, en temas que van de la celebración del amor, a la política. Sus principales libros son Pasión de la memoria (1986), que incluye sus libros anteriores; Friso (1996), y Árbol de la vida (1998). Por su parte Jorge Eduardo Arellano, nacido también en Granada, es un notable polígrafo: investigador histórico, antólogo, crítico de arte y literatura; poeta, y narrador. Ha publicado un libro de poesía, La estrella perdida (1969); y en el campo narrativo Historias nicaragüenses (1974) y Timbucos y Calandracas (1982).

Las mujeres toman el relevo.

La aparición de las voces femeninas en la poesía nicaragüense tiene el carácter de un verdadero relevo, porque su presencia nutrida, y la calidad de las escritoras, vienen a marcar un nuevo rumbo para nuestra literatura, y a darle una nueva fortaleza.

Los antecedentes más notables de la poesía femenina nicaragüense se encuentran en Piedad Medrano Matus (1914), que tomó los hábitos religiosos de la orden de La Asunción bajo el nombre de Madre Rosa Inés, autora de un solo libro de poesía mística, El amor que me cautiva (1998); en María Teresa Sánchez (1918-1994), animadora del Círculo Nuevos Horizontes en los años cuarenta, y autora de varios poemarios entre los que destacan Sombras (1939) y Poemas de la tarde (1963); y también en Mariana Sansón Argüello (1918), que escribe una poesía de carácter íntimo y subjetivo, mejor resumida en su libro Las horas y sus voces (1986).

Mención aparte merece Claribel Alegría (1924), que aunque enlistada entre los escritores salvadoreños, por haber emigrado muy niña a ese país, nació en Estelí y vive de nuevo en Nicaragua. Dueña de una hermosa y sensible voz poética, que explora siempre nuevos caminos, ha publicado, entre otros libros de poesía, Anillo de silencio (1948), Huésped de mi tiempo (1961), Sobrevivo (1978), Suma y sigue (1981), y Luisa en el país de la realidad (1986).

Pero el panorama literario nicaragüense había sido dominado por los autores masculinos, hasta que a partir de los años sesenta irrumpe una pléyade de mujeres que habrá de marcar las décadas siguientes. Entre ellas destacan Vidaluz Meneses (1944), Ana Ilce Gómez (1945), Gloria Gabuardi (1945), Michéle Najlis (1946), Gioconda Belli (1948), Daisy Zamora (1950), Rosario Murillo (1951), y Yolanda Blanco (1954); todas ellas adquieren un compromiso en la lucha contra la dictadura somocista, y su obra plantea una doble liberación, la de la mujer, y la del país.

Vidaluz Meneses, nacida en Matagalpa, despunta en 1975 con Llama Guardada, que es una celebración de la intimidad de la mujer, y a la vez un reclamo de participación en la vida cotidiana y sus desafíos, no sólo la vida doméstica. Otro de sus libros, Llama en el aire, es una antología de sus poemas escritos entre 1974 y 1990.

Ana Ilce Gómez, nacida en Masaya, explora la palabra misma, buscando hacer de la poesía una verdadera fiesta verbal, con rigor de orfebre; y preservando a la vez la lucidez del misterio. Su único libro es Las ceremonias del silencio (1975). Y Gloria Gabuardi, nacida en Managua, busca un nuevo nivel de la poesía amatoria, que se vuelve combativo en Defensa del amor (1986).

Michéle Najlis, nacida también en Managua, hija de inmigrantes franceses, apareció en el panorama de las letras cuando aún estudiaba en el Colegio La Asunción, y estuvo muy cercana desde el principio al Frente Ventana. Su primer libro El viento armado (1969) contiene sus poemas de esos primeros años de hallazgos, que obtienen continuidad en Augurios (1980), Ars combinatoria (1989), Caminos de la Estrella Polar (1990), y Cantos de Efigenia (1991).

La aparición en 1973 de Sobre la grama de Gioconda Belli, nacida en Managua, significó un vuelco no sólo para la poesía femenina, sino para toda nuestra literatura. En este libro la mujer hablaba por sí misma, desde su propia sensibilidad y sensualidad, consagrando el sexo como una categoría pura, de goce de los sentidos y plenitud espiritual. A este libro siguieron Línea de fuego (1978), donde incorpora los temas de la lucha política, que ganó el Premio Casa de las Américas en Cuba; Amor insurrecto, y De la costilla de Eva (1987); El ojo de la mujer (1991) y Apogeo (1997), sus poemas de la madurez.

En una línea novedosa se presenta también Daisy Zamora, nacida en Managua. En su voz la mujer desafía a través de su sensibilidad los convencionalismos, y ofrece sus poemas como un don de rebeldía y de aciertos verbales, comunicando una aura diferente a sus experiencias de la vida cotidiana. Sus libros más importante son La violenta espuma (1981), En limpio se escribe la vida (1988), y A cada quien la vida (1994).

Rosario Murillo, nacida también en Managua, fue promotora del Grupo Gradas en los años de la lucha contra la dictadura de Somoza. Entre sus libros de poesía, donde la rebeldía del amor se junta a la rebeldía en el combate, figuran Gualtayán (1975), Sube a nacer conmigo (1977), Un deber de cantar (1981), y En las espléndidas ciudades (1985). Y finalmente Yolanda Blanco, nacida en León, quien recupera en la sustancia de su escritura la dimensión telúrica, y es autora, principalmente, de Así cuando la lluvia (1974), Cerámica Sol (1977), Penqueo en Nicaragua (1981), y Aposentos (1984).

Voces siempre nuevas.

No hay duda de que para los poetas de las nuevas generaciones quedan patentes las dos influencias fundamentales de que se ha hablado antes: la del exteriorismo de Ernesto Cardenal, y la de rebeldía intimista, el interiorismo de Carlos Martínez Rivas; son dos marcas insoslayables.

Leonel Rugama (1949), nacido en Estelí, aparece en tiempos de compromiso, y cuando la literatura comenzaba a ocupar un lugar inseparable en la lucha por una nuevo orden social en Nicaragua. Pero Rugama, quien murió en combate desigual a la edad de 21 años, enfrentando a tropas de la Guardia Nacional en un barrio del oriente de Managua en 1970, no sobrevivió para las letras por su acción heroica, sino porque logró plasmar en sus poemas un nuevo lenguaje, muy intenso, y sin más adornos que los de la realidad misma. Sus poemas, que no llegaron a ser muy numerosos, fueron recogidos por primera vez en una edición especial de la revista Taller (1970), y luego en el libro La tierra es un satélite de la luna (1983).

A esta misma generación pertenece Erick Blandón (1951), nacido en Matagalpa; dueño del don de la ironía, sus creaciones se deslizan con gracia de la poesía a la prosa, como en Aladrarivo (1975) y Juegos prohibidos (1982). Alvaro Urtecho (1951), nacido en Rivas, quien es además crítico literario, muestra el don de enlazar la nostalgia de los recuerdos a una escritura lírica, de inventarios precisos, y evocadora por sus retablos verbales. Es autor de Cantata estupefacta (1986), Cuadernos de la provincia y Esplendor de Caín (1994).

Julio Valle Castillo (1952), nacido en Masaya, se formó en México bajo el magisterio de Ernesto Mejía Sánchez. Es el intelectual polifacético por excelencia: poeta, ensayista, crítico de arte y literatura, antólogo e historiador de nuestra literatura, y, además, novelista, todos sus oficios los ejerce con rigor. Su poesía responde al exteriorismo, pero saber dar un paso adelante para renovarlo, y hacerlo más vital. Desde Materia Jubilosa (1986) su itinerario traza una curva ascendente hasta Con sus pasos cantados, que reúne su poesía de 1968 a 1986.

Reafirmando esta tendencia de renovación permanente, aparecen Anastasio Lovo (1952), nacido en Estelí, autor de Sonatas del poder (1990); Juan Carlos Vílchez (1952), nacido también en Estelí, médico, autor de Viaje y círculo (1992) y Versiones del Fénix (1999); Alejandro Bravo (1953), nacido en Granada, autor de Tambor con luna (1981); Gustavo Adolfo Páez (1954), nacido en Jinotepe, además actor y director de teatro, autor de El límite del tiempo (1997); Manuel Martínez (1955), nacido en Managua, autor de Tiempos, lugares y sueños (1986), y Engranajes del tiempo (1996); Fernando Antonio Silva (1957), nacido en Managua, director de Taller en su última época, y autor del libro de poesía Los ojos cristalinos en el espejo (1982) y El tiempo cosechado (1995) que reúne sus poemas escritos entre 1975 y 1995.

Ernesto Castillo Salaverry (1957-1978), nacido en Managua, murió combatiendo muy joven contra la Guardia Nacional en las calles de León, y en 1981 se publicó su Antología póstuma. Su poesía es como un diario de combate, tejido por el amor y la nostalgia.

Erick Aguirre (1961), nacido en Managua, periodista, narrador y crítico literario, su poesía se convierte en una crónica de la vida contemporánea, y de los encantos y desencantos de la generación de jóvenes que vivió la revolución sandinista. Sus libros son Pasado meridiano (1995), y Conversación con las sombras (1999).

Entre las últimas escritoras, que por la diversidad e intensidad de sus voces se suman a las anteriores, deben ser mencionadas Karla Sánchez (1958), nacida en León, autora de El árbol que crece en el centro de la sala (1996) y A la luz más cierta (1998); Marianela Corriols (1965), nacida en Estelí, autora de Conversaciones elementales (1985); Blanca Castellón (1968), nacida en Managua, autora de Flotaciones (1998); y Carola Brantome (1961), nacida en San Rafael del Sur, autora de Más serio que un semáforo (1995) y Marea convocada (1999), una poesía en la que se aventura a encontrar correspondencias ocultas en las palabras; y Marta Leonor González, nacida en Managua, autora de Huérfana embravecida (1999).

LA NARRATIVA

Otra vez Darío.

Si Rubén Darío, padre y maestro mágico, como él mismo diría de Verlaine en su magistral Responso, representó un hito para la poesía, no menos importante fue su marca revolucionaria en la prosa, como cuentista, y como cronista de prensa. Pero en lo que se refiere a Nicaragua, no engendró un fenómeno de desarrollo constante en la narrativa nacional, tal como logró hacerlo la poesía.

Sus Cuentos Completos, editados en México en 1950, y luego en 1986, por Ernesto Mejía Sánchez y Raymundo Lida, muestran una progresión desde el modernismo propiamente dicho, con sus claros acentos afrancesados, pasando por el realismo naturalista, hasta lo propiamente moderno, lo que es ya aventura y experimentación transformadora en la prosa. Y tampoco hay que olvidar sus cuentos en verso, que tanta fama popular la dieron: La Cabeza del Rawí, El negro Alí, La Sonatina, Los motivos del lobo, etc.

Y en sus crónicas periodísticas, muchas de ellas narrativas, palpita el espíritu de la época que le tocó vivir, que fue de avances y descubrimientos, la de fundación de toda una civilización emergente en la vuelta del siglo, cuando se fundó también todo el arte contemporáneo. El telégrafo inalámbrico, el cable submarino, las rotativas, son instrumentos de esa civilización que imprimen a la prosa dariana una nueva velocidad, y un nuevo acento, imbuido de lo moderno, igual que en sus cuentos, y en su poesía, como queda patente en su estupenda Epístola a Juana Lugones, que es una síntesis de novedad, narrativa también, en la expresión literaria.

Darío intentó en 1886, junto con el chileno Eduardo Poirier, una primera novela, Emelina, escrita para un concurso; y luego otras tres que nunca terminó: El hombre de oro (1897), durante sus años argentinos; La isla de oro (19O6) iniciada en Mallorca; y Oro de Mallorca (1913), de la que consiguió unos cuantos capítulos, y que vale más bien por lo que tiene de confesión autobiográfica.

Un oficio casi ausente.

El antecedente más lejano de nuestra narrativa es Amor y constancia (1878), una novela muy breve del historiador José Dolores Gámez (1851-1918), nacido en Rivas; cargada de datos históricos, no logra alzar vuelo como obra de imaginación. Gustavo Guzmán (s/d), nacido en Granada, escribió las novelas El Viajero (1887) Margarita Roccamare (1892), En París (1893) y En Italia (1897), composiciones librescas, de ambientes europeos, como era de uso entonces; y Carlos J. Valdés (s/d), nacido en Masaya, publicó la novela de costumbres Lucila (1887).

Al entrar el siglo XX, lo que encontramos es un arrastre anacrónico de temas característicos del siglo anterior: los cuadros de costumbres, como en la novelita La última calaverada (1913) o Cuentos de tío Doña (1913), de Anselmo Fletes Bolaños (1878-1930), nacido en Granada. O las Leyendas Coloniales (1951) de Gustavo Adolfo Prado (1881-1939), nacido en León, escritas al estilo del peruano don Ricardo Palma, publicadas en periódicos a partir de 1918. En 1927 aparece Entre dos filos, novela también costumbrista de Pedro Joaquín Chamorro Zelaya (1880–1952), abogado y periodista nacido en Granada, quien escribió también El último filibustero (1933), una novela histórica sobre William Walker.

El tema de la guerra de Sandino será abordado por Salomón de la Selva en una novela publicada de manera póstuma, La guerra de Sandino o pueblo desnudo (1985), escrita en México en 1935; y siempre dentro de la línea de la novela histórica escribió en 1942 otra novela, La Dionisiada (1975), sobre el tema de la revolución liberal del fines del siglo XIX, y que igualmente fue publicada en Nicaragua después de su muerte. Estas novelas no alcanzan, sin embargo, la calidad de su poesía.

Un caso singular es el de Carlos A. Bravo (1882-1975), nacido en san Miguelito, junto al Gran Lago de Nicaragua. Lejos de todo anacronismo, estableció su propia modernidad en base a la excelencia de su prosa narrativa, la que supo utilizar a fondo para describir el paisaje y sus sensaciones, paisajes a la vez telúricos y humanos. Sus escritos fueron reunidos en Nicaragua, teatro de lo grandioso (1993).

El tema de la intervención norteamericana en Nicaragua será tratado en la novela Sangre en el trópico (1930) del periodista de oficio Hernán Robleto (1882-1968), quien nació en Camoapa y vivió casi toda su vida en México; también escribió, entre otras, las novelas Los estrangulados (1933), de igual acento antiimperialista; e Y se hizo la luz (1966), ya al final de su vida; y los libros de cuentos La mascota de Pancho Villa (1935), y Cuentos de perros (1943); así como el drama Miércoles de Ceniza .

Emilio Quintana (1908-1971), nacido en Managua, pasó del banco de zapatería a la mesa de redacción de los periódicos. Entra en el tema ya entonces en boga de la literatura bananera con Bananos (1942), un libro de cruda experiencia personal, pues el autor, fue, además, peón de las plantaciones de la United Fruit en Costa Rica. Escribió también las novela Agustín Rivera (1951), a la que llamó “esbozo para una novela del futuro”; y los libros de cuentos El cielo no es azul (1957); Diez bellos cuentos (1959), y Viejos y nuevos cuentos (1964).

Las guerras civiles entre liberales y conservadores serán el objeto de Sangre Santa (1940) de Adolfo Calero Orozco (1899-1980), nacido en Managua. Se trata de una novela de acentos costumbristas, como lo son también su segunda novela, Eramos cuatro (1977), y Cuentos Pinoleros (1944), Cuentos Nicaragüenses (1957) y Cuentos de aquí no más (1964). En todos ellos, con lenguaje amable, logra comunicarnos el mundo rural y provinciano.

José Román (1908-1993) también describe en su novela Cosmapa (1944) el universo bananero, pero desde la perspectiva del patrón culto y refinado, que opone su propia civilización a la barbarie de las costumbres de los peones; y es desde esa perspectiva del choque civilización y barbarie, ya en boga también entonces en América Latina, que explora el universo rural, sin poder despojar al lenguaje de sus frenos costumbristas. Suyas son también las novelas Los conquistadores (1966) y Cecilia Barbarosa, escrita entre 1973 y 1975 y publicada en 1997; y Maldito país, una crónica sobre Sandino escrita en 1933, y publicada en 1979.

Nuestros primeros narradores modernos.

La eficacia de todo ese enjambre de temas, intervención extranjera, explotación bananera, persecución política, estará dada por Manolo Cuadra, empezando con Contra Sandino en la montaña (1942), el libro que contiene sus cuentos de soldado; un libro que según el justo criterio de Lizandro Chávez Alfaro, funda la narrativa moderna en Nicaragua, pues abandona ya los trillados caminos costumbristas. Sus otros dos libros, Itinerario de Little Corn Island (1937) y Almidón (1945) son fruto de su experiencia política, en los que el relato autobiográfico no puede separarse de la ficción. Estas, y otras piezas de su prosa, fueron reunidas en Solo en la compañía (1992) con prólogo de Chávez Alfaro.

Mariano Fiallos Gil (1907-1964), nacido y muerto en León, consigue en su único libro de cuentos Horizonte Quebrado (1959) el mejor momento de la narrativa vernácula, por la excelencia del lenguaje, al que acierta a librar de los pesos muertos del regionalismo. Estos cuentos, escritos en su mayoría en los años cuarenta, vienen a emparejarse con la obra en prosa de los escritores del Movimiento de Vanguardia, en cuanto a la modernidad.

José Coronel Urtecho fue novedoso tanto en la poesía como en la prosa. Su narrativa incluye el admirable Rápido Tránsito (al ritmo de Norteamérica) (1953), una crónica que es en sí misma una escuela de narración, en la que junta sus experiencias en los Estados Unidos, en los años que él llama “mis gay twenties”, con reflexiones sobre la historia de Nicaragua y el río San Juan; dos noveletas, ambas escritas en 1938: Narciso, y La muerte del hombre símbolo; un esbozo de novela, Fragmentos relacionados, que junto con sus cuentos fueron recogidos por primera vez en un solo volumen, (EDUCA, 1971). Su Prosa Reunida, una edición ya más completa, apareció en 1985, publicada por la ENN.

Pablo Antonio Cuadra es autor también de narraciones, entre las que destaca el cuento Agosto, de sustancia telúrica. Y uno de los libros suyos más celebrado es El Nicaragüense (1967), en el que explora, de una manera lúcida e imaginativa, el carácter nacional. También escribió en teatro Por los caminos van los campesinos (1957).

Joaquín Pasos fue también, prosista y narrador de primera línea, como puede verse en Prosas de un joven (1995, prólogo y recopilación de Julio Valle Castillo). Ese libro reúne las proclamas del grupo de Vanguardia escritas por él; sus ensayos, sus ficciones (su cuento El Ángel Pobre es uno de las clásicos de la narrativa nicaragüense), sus escritos periodísticos, y algunas de sus cartas. Fue también un estupendo humorista, y sus ataques a la dictadura de Somoza en La Semana Cómica y Los Lunes de la Nueva Prensa lo llevaron no pocas veces a la cárcel.

Pero también los poetas de la siguiente generación, entrarán en el terreno de la narrativa. Ernesto Mejía Sánchez sintió siempre una vocación de narrador, y sus prosemas vienen a ser un puente entre ambas vertientes. Coronel Urtecho lo creyó el narrador de su generación, pero la verdad en que este género, su obra fue breve; comenzó a ordenarla en 1973, y sólo se publicó en México en 1998 bajo el título de Puro cuento, textos donde campea su acerada ironía verbal, y su ingenio. Y Ernesto Cardenal, que siempre está narrando en su poesía, ha escrito un único cuento El sueco, infaltable en cualquier antología.

Fernando Silva retoma en la década de los cincuenta el mundo rural campesino, y acierta a proyectarlo con una imaginativa recreación del habla popular nicaragüense. La temática de sus mejores cuentos está centrada en sus vivencias de niño en el puertecito de El Castillo junto al río San Juan, donde su padre era comandante. El personaje que cuenta es siempre ese niño, que evoca en un lenguaje plenamente nicaragüense el mundo de su infancia. Ha publicado Cuentos de tierra y agua (1965); Otros cuatro cuentos (1969); Ahora son cinco cuentos (1972); Puerto y Cuentos (1987); y El Caballo y otros cuentos (1996). Una antología personal, Cuentos, fue publicada en 1985 por la ENN. Es también autor de las novelas El Comandante (1969) y El Vecindario (1976).

Aunque de aparición tardía, Juan Aburto, (1918-1988), nacido en Managua, abre por primera vez la perspectiva de la narrativa urbana en el país, organizando su universo alrededor de la capital provinciana que todavía no llega a ser ciudad. Su íntima amistad con Joaquín Pasos y Manolo Cuadra le introdujo en el mundo de la bohemia, pero también en el de la literatura. No fue sino después de la muerte de sus camaradas que comenzó a publicar sus cuentos: Narraciones (1969; reeditada en 1983 por la ENN); El Convivio (1975); Se alquilan cuartos (1975); Los desaparecidos (1981); y Prosa Narrativa (1985).

Fernando Centeno Zapata (1922), nacido en León, abogado y periodista, sus narraciones son de acento social. Campesinos sin tierra, cortadores de algodón, habitantes de barriadas, vienen a ser los personajes de su mundo patético y descarnado. Ha publicado dos libros de cuentos: La tierra no tiene dueño (196O); y La cerca (1963). En 1996 apareció una antología personal suya, 1O cuentos.

También de aparición tardía como narrador es Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, (1924-1978), nacido en Managua. Convirtió al diario La Prensa en un bastión de la lucha contra la dictadura somocista, y su carrera de periodista combativo lo llevó muchas veces a la cárcel, y por fin a la muerte. Su libro Estirpe sangrienta (1957), además de ser un testimonio ejemplar, tiene una intensa calidad narrativa; y sus cuentos, escritos en los largos períodos de censura impuestos a La Prensa, están llenos de gracia, humor y agudeza: están reunidos en Jesús Marchena (1975), Richter 7 (1976) y El enigma de las alemanas (1977).

Otro puntal hacia la modernidad de nuestra narrativa es Mario Cajina-Vega, de quien se ha hablado antes como poeta. Sus cuentos están recogidos en Familia de cuentos (1969). Es un libro dividido en tres estancias que aprisionan, histórica y espacialmente, la realidad nicaragüense: el campo (Los caminos y los indios); la provincia (Las viejas paredes del pueblo); y la capital (Cinema XX), un reflejo y juego de imágenes narrativas. Otros libros suyos de prosa narrativa son Lugares (1964) y El Hijo (1976).

Narradores de oficio

Nuestro primer narrador de oficio es Lizandro Chávez Alfaro (1929), nacido en Bluefields (1929). En 1963 ganó el Premio Casa de Las Américas en La Habana, por su libro de cuentos Los Monos de San Telmo, y en 1969 fue finalista del Premio Seix Barral en Barcelona, con Trágame Tierra (1969), la primera novela que puede ser considerada como tal en la historia de nuestra literatura. Sus narraciones abren un período nuevo en el país, y con él el cuento y la novela se desprenden de todo amarre vernáculo o criollo, para entrar en la plenitud contemporánea.

Además, ofrece, como ningún otro escritor nicaragüense, una visión arraigada en la costa del caribe y entra, como en Trágame tierra, a desentrañar las claves de la historia nacional. Ha publicado también las novelas Balsa de Serpientes (1976) y Columpio al aire (1999); y los libros de cuentos Trece veces nunca (1977); Vino de carne y Hierro (1993), y Hechos y prodigios (1998).

Los cuentos de Fernando Gordillo aparecieron publicados en Obra bajo el aparte de Son otros los que miran las estrellas, título que él quiso dar a su libro de narraciones, en preparación al momento de su muerte. Los cuentos de Gordillo, teñidos de ironía. se abren a un espacio crítico de la realidad social y política de Nicaragua bajo la dictadura de Somoza, sin dejar de fuera la mediocridad cultural.

Sergio Ramírez figura entre los escritores latinoamericanos de la generación posterior al boom, y según el juicio de la crítica ha sabido hacer una lectura imaginativa de nuestra historia, en términos de la postmodernidad narrativa. Sus libros más destacados son: De tropeles y tropelías (fábulas, 1971) Charles Atlas también muere (cuentos, 1976); ¿Te dio miedo la sangre? (novela, 1978), finalista del Premio Rómulo Gallegos; Castigo Divino (novela, 1988) que recibió el Premio Internacional Dashie Hammett; Clave de Sol (cuentos, 1993); Un baile de máscaras (novela, 1995), que recibió en 1998 el Premio Laure Bataglione al mejor libro extranjero publicado en Francia. Su novela Margarita, está linda la mar ganó el Premio Internacional de Novela ALFAGUARA 1998, y en el 2000 el Premio Latinoamericano de Novela “José María Arguedas”, otorgado en Cuba. Sus Cuentos Completos aparecieron en 1998 (Alfaguara) con un prólogo de Mario Benedetti, y en 1999 publicó su libro de memorias sobre la revolución sandinista, Adiós Muchachos.

Edwin Yllescas ha escrito tres libros de prosa narrativa: El galeón de Jamaica o la Vela de los sueños (1994); Bares de la Memoria (1995), y La teoría del ángel (1999). En todos ellos sobresale una búsqueda sin cuartel de nuevas formas de expresión, en lo que podríamos llamar una inteligencia del lenguaje, pleno de sutilidades. Por su parte, Iván Uriarte construye el universo personal de sus narraciones, contenidas en La primera vez que el señor llegó al pueblo (1996), alrededor de la ciudad de Jinotega, la que explora desde sus recuerdos de infancia.

Entre los poetas que se manifiestan como narradores en la década de los ochenta debe mencionarse a Alejandro Bravo, autor de dos libros de cuentos, El mambo es universal (1982), y Reina de corazones (1993); y a Manuel Martínez, autor de Juegos de azar y otros relatos (1989), también un libro de cuentos. Y como narrador propiamente, a Carlos Alemán Ocampo (1941), nacido en Diriá, y conocedor de la región del Caribe. Ha escrito las novelas En esos días (1972), Boarding House San Antonio, (1985), y Vida y amores de Alonso Palomino (1995), concebida dentro de la vena de la picaresca. Tiene, además, el libro de cuentos Tiempo de llegada (1973).

Otra vez, las mujeres.

También en el campo narrativo han surgido con vigor las voces de las mujeres. Claribel Alegría, narradora también, escribió (con su marido Darwin J. Flakoll) la novela Cenizas del Izalco (1966); y el relato Pueblo de Dios y Mandinga (1985), mostrando en ambos un excelente dominio de la prosa.

Rosario Aguilar (1938), nacida en León, hizo un planteamiento novedoso, de gran hondura sicológica en el tratamiento de sus personajes al aparecer su primera novela corta Primavera Sonámbula (1964). En los años siguientes ha publicado Quince barrotes de izquierda a derecha, Rosa Sarmiento, Aquel mar sin fondo ni playa, y El guerrillero, reunidos en un solo libro en 1976; 7 relatos sobre el amor y la guerra (1986); La niña blanca y los pájaros sin pies (1992), y Soledad, tú eres el enlace (1995), un relato biográfico sobre la familia de ascendencia vasca de su madre.

Irma Prego (1933), nacida en Granada, ha publicado dos libros de cuentos, dotados de gracia: Mensajes del más allá ( 1989); y Agonice con elegancia (1996). Mercedes Gordillo (1938), nacida en Managua, ha publicado dos libros de cuentos de temas relacionados con la vieja Managua, y escritos con humor e ironía: El cometa del fin del mundo (1994), con el que ganó el Premio Nacional Rubén Darío; y Luna que se quiebra (1995).

Gloria Guardia (1940), aunque nacida en Panamá, los temas de sus novelas tienen que ver siempre con Nicaragua, la tierra de su madre: la primera de ellas, El último juego (1976), recrea los hechos del secuestro político ejecutado en Managua en 1974 por un comando del FSLN; y en la última, Libertad en llamas (1999), su tema es la guerra de Sandino. Isolda Rodríguez (Estelí, 1944), muy relevante en el campo de la crítica literaria, ha publicado dos libros de cuentos, La casa de los pájaros (1995), y Daguerrotipos y otros retratos de mujeres (1999), ambos de ánimo feminista. Y también está Milagros Palma (León, 1949), destacada antropóloga cultural que ha desentrañado el imaginario mestizo y el simbolismo de la relación entre los sexos; sus novelas Bodas de cenizas (1992), Desencanto al amanecer (1995), El Pacto (1996), y El Obispo (1998), exploran casi todas la realidad de los años contradictorios de la revolución, bajo una luz intensamente imaginativa.

Gioconda Belli, ya reconocida como poeta, se reveló también como novelista de mucho éxito con la publicación de La mujer habitada (1988), donde enlaza el mito indígena con la realidad política en planos paralelos, acudiendo al mismo tema del secuestro de 1974 utilizado por Gloria Guardia. Después publicó Sofía de los presagios (1990), donde retorna al mito, y Waslala: memorial del futuro (1996), que ofrece el descarnado panorama de una Nicaragua del siglo XXI, ya disuelta en su identidad, pero en la que de todos modos podemos reconocernos. (1996).

Otras escritoras a destacar son Mónica Zalaquett (1954), nacida en Chile, autora de la primera novela que abordó el tema de la guerra de los contras, Tu fantasma, Julián (1992); Gloria Elena Espinoza (1944), nacida en Jinotepe) autora de la novela La casa los Mondragón (1998), una zaga familiar que tiene por escenario la ciudad de León; y María Lourdes Pallais (1953, nacida en Lima, Perú), autora de una sola novela, La Carta (1987), las confesiones de una mujer sobre sus luchas y amores, escritas desde la cárcel.

La historia como motivo.

Una tendencia visible en la narrativa nicaragüense al final del siglo XX ha sido la exploración de los hechos históricos como una manera de recuperar la memoria del pasado en la ficción. En esta línea debemos colocar a Chuno Blandón (1939), nacido en San Rafael del Norte, con su novela Cuartel General (1988), cuyos hechos ocurren en su pueblo natal en los años de Sandino; a Ricardo Pasos Marciaq (1939), nacido en Managua, autor de las novelas El burdel de las Pedrarias (1995), que va a los años de la conquista; Rafaela, una danza en la colina y nada más (1998), que evoca a la heroína Rafaela Herrera en tiempos de la colonia; y María Manuela, piel de luna (1999), que tiene por escenario la costa de la Mosquitia; también ha publicado un libro de cuentos, igualmente de ambientación histórica, Las semillas de la luna (1995).

El poeta Julio Valle Castillo publicó en 1996 la novela Requiem en Castilla de Oro, sobre la figura del primer Gobernador de Nicaragua Pedrarias Dávila, el mismo personaje presente en la novela de Pasos, pero que Valle, entre la elegía y la ironía, utiliza para trazar una constante a través de toda la historia de Nicaragua. Enrique Alvarado (1935), nacido en Nandaime, acude en Doña Damiana (1998) a otro personaje fascinante de nuestra historia: Damiana Palacios, “La vengadora”, en tiempos de la guerra de Cerda y Argüello a comienzos del siglo XIX, y logra una novela de sostenida calidad literaria.

En otro filón de la historia, durante la década revolucionaria adquirió auge el género del testimonio. Los ejemplos más importantes fueron La montaña es algo más que una inmensa estepa verde (1986), del comandante guerrillero Omar Cabezas; y La marca del Zorro (1990), memorias del también comandante guerrillero Francisco Rivera (El Zorro), héroe de la liberación de Estelí, quien contó su historia al escritor Sergio Ramírez.

Así mismo, la revolución sandinista dejó una marca que empieza a hacerse visible en la narrativa. Tal es el caso de Orlando Núñez (1948), nacido en Managua, con Sábado de Gloria (1990), sobre los años de la insurrección contra la dictadura; una segunda novela suya es El vuelo de las abejas (1992). Erick Blandón, también poeta, presenta en la novela Vuelo de cuervos (1997) una visión crítica, e irónica, sobre la revolución vista desde sus mecanismos de poder; un tema que ya había ensayado con éxito en algunos de sus cuentos de Misterios gozosos (1994).

Entre los narradores que cierran el siglo XX, buscando una expresión más ligada a los temas urbanos, y a la desolación de la época post revolucionaria, están Erick Aguirre, ya mencionado como poeta, quien en su novela Un sol sobre Managua (1998) ofrece una aguda crónica de su propia generación, que entra en las aguas del desencanto.

Por otro lado, están los cuentistas Nicasio Urbina (1958), nacido en Buenos Aires, autor de El libro de las palabras enajenadas (1991), y El ojo del cielo perdido (1999), de excelente factura; Edwin Sánchez (1959), nacido en Jinotepe, autor de Sueño en relieve (1998); Douglas Carcache (1960), nacido en Granada, autor de Jueves de verano (1991), y El Designio (1994); Pedro Alfonso Morales (1960), nacido en León, autor de León es hoy a mí (1999). Y Leonel Delgado (1965), nacido en Jinotepe, que va en busca de un lenguaje novedoso en Road Movie (1996).

La escasa actividad editorial del país, que sumada a la ausencia de librerías y a la pobreza de las bibliotecas ha caracterizado la desolación del panorama literario en cuanto a la difusión de los autores, sufrió un cambio notable durante la década de la revolución, cuando aparecieron varias casas editoras respaldadas por el estado, la más importante de ellas la Editorial Nueva Nicaragua (ENN). Esta institución consiguió lo largo de su existencia la publicación de más de trescientos títulos, entre ellos las obras más notables de los escritores nicaragüenses de las viejas y nuevas generaciones.

Por otra parte, la Cruzada Nacional de Alfabetización emprendida en 1980, vino a abrir una oportunidad nunca antes contemplada en cuanto a la ampliación del mercado de lectores; pero esta posibilidad se frustró ante la imposibilidad de convertir a los recién alfabetizados en lectores sistemáticos, y el repunte posterior de los índices de analfabetismo ha venido a confirmar esta frustración.

EL TEATRO

Escenario casi desierto.

Como puede verse, la gran aventura cultural de nuestra historia ha sido la literatura, que ha dado sus más espléndidos frutos en la poesía, otros relevantes en la narrativa, y casi ninguno, por desgracia, en el teatro, como se ha señalado antes.

Frustrada la tradición que debió haber abierto El Güegüense, a la par de otras formas de teatro callejero y religioso, el escenario se queda prácticamente desolado en el siglo XIX, y sólo algunas obras teatrales, muy esporádicas, pueden mostrarse en el siglo XX. Entre ellas cabe mencionar el drama histórico en tres actos Los Contreras, de Félix Medina, sobre la figura de los herederos de Pedrarias Dávila; La chinfonía burguesa (1931), ya citada, escrita por José Coronel Urtecho y Joaquín Pasos en el despunte del movimiento de Vanguardia; Por los caminos van los campesinos (1937), de Pablo Antonio Cuadra, donde el tema son las guerras civiles en las que se ha utilizado como carne de cañón a los campesinos; La Novia de Tola (1939), de Alberto Ordóñez Argüello, y La cruz de Ceniza (1946), de Hernán Robleto.

Enrique Fernández Morales escribió tres piezas de teatro histórico: El milagro de Granada (1956), sobre la aparición de la imagen de la Virgen de Concepción en las aguas del Gran Lago; La niña del río (1960), sobre la heroína Rafaela Herrera, quien defendió el castillo de la Concepción en el río San Juan, del asedio de los ingleses; y El vengador de la Concha, sobre la guerra contra los filibusteros a mediados del siglo XIX. También escribió el monólogo Judas (1970).

El único dramaturgo que presenta una obra sostenida es Rolando Steiner (1936-1987), nacido y muerto en Managua; autor, entre otras, de las piezas Judith (1957), Antígona en el infierno (1958), y La pasión de Helena (1963); con temas, las dos últimas, del teatro clásico griego. Luego escribió su Trilogía del matrimonio, compuesta por Un drama corriente (1963), La Puerta (monólogo, 1966), y La mujer deshabitada (1970); a las que habría que agregar, por su temática, El tercer día (1965). Estas piezas contienen una aguda crítica de los modos de vida burgueses, sobre todo el matrimonio. Más tarde, La agonía del poeta (1977), sobre los últimos días de Rubén Darío, y La noche de Wiwilí (1982), sobre la masacre de campesinos que siguió al asesinato de Sandino. Otro dramaturgo es Alberto Icaza (1943), nacido en León, autor de la pieza Asesinato frustrado (1970). También aparece en este panorama Miguel de Jesús Blandón, con su pieza satírica El nacatamal de oro (1982), celebrada en numerosas representaciones.

La ausencia de una dramaturgia nacional tiene que ver, por supuesto, con la falta de la actividad teatral, que nunca ha dejado ser, salvo en contados casos, más que el fruto del entusiasmo de aficionados. Durante los años de la revolución esta actividad se multiplicó con sentido popular, y se formaron grupos teatrales campesinos, de barrio, en las fábricas, y aún en los cuarteles de policía y del ejército; pero no se dio un salto hacia la escritura dramática generalizada como hecho artístico, ni hacia el profesionalismo en la actuación.□

La crisis del neodesarrollismo y la teoría marxista de la dependencia

La crisis del neodesarrollismo y la teoría marxista de la dependencia

Nildo Domingos Ouriques*

  • Doctor en economía por la UNAM, es profesor del Departamento de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Santa Catarina, miembro del Instituto de Estudios Latino-Americanos (IELA-UFSC) y presidente del consejo editorial de Patria Grande. Biblioteca del Pensamiento Crítico Latino-Americano.

Resumen

La teoría marxista de la dependencia constituye el esfuerzo intelectual más logrado en décadas de desarrollo de las ciencias sociales latinoamericanas. Después de la profundización de la dependencia y del subdesarrollo en las últimas décadas a partir de la ideología del “libre-comercio” impulsado por el capital internacional y los Estados metropolitanos, volvieron con fuerza una vez más en América Latina las tradicionales teorías del desarrollo. Más allá de su incapacidad histórica para sacar a nuestros pueblos de un sistema en que las mayorías están condenadas a la explotación y la violencia, la reciente crisis en Brasil revela que el “neodesarrollismo” agotó rápidamente su capacidad de hegemonizar el debate intelectual y no pasa de ser un viejo camino para perpetuar el “desarrollo del subdesarrollo”.

Palabras clave: crisis, neodesarrollismo, teoría de la dependencia, Brasil.

Abstract

The Marxist theory of the dependency constitutes the best intellectual effort in decades of development of the latin american social sciences. After the deepening of the dependency an the underdevelopment in the last decades under the ideology of the “free trade”, which was boosted by the international bank stock and the metropolitan states, the traditional theories of development come back strongly once again in Latin America. Besides their historical incapacity to take our people from a system that the majorities are necessarily condemned to exploitation and to violence, the recent crisis in Brazil reveals that the “neodesarrollismo” quickly exhausted their capacity of hegemonizing the intellectual debate and it’s nothing more than an old way to perpetuate the “development of the underdevelopment”.

Key words: crisis, new-development, dependece theory, Brazil.

Introducción

La gran protesta social que emergió en Brasil en junio de 2013 es un suceso de gran significación para la lucha de ideas que vivimos en América Latina. Es también importante para crear un nuevo espacio político para la izquierda latinoamericana, sin las limitaciones que marcó su evolución reciente, libre de la fuerte influencia desarrollista que incorporó en la lucha de las décadas de 1980 y 1990, en contra del “neoliberalismo”. La mayor parte de los intelectuales neodesarrollistas se mostró tan sorprendida como también el gobierno del país que era hasta hace pocas semanas considerado un modelo a seguir, incluso para países periféricos de Europa. En este caso, como suele suceder, la sorpresa es hija de la apología. Es necesario afirmar que si bien la derecha tradicional —representada por Fernando Henrique Cardoso— y las fuerzas populares que apoyan el gobierno de Dilma Rousseff —representados por Luiz Inácio Lula da Silva— no terminan de entender la grave crisis que se ha abierto, es importante reconocer que la izquierda radical tampoco estaba preparada para intervenir en este fértil momento histórico para el país. Parte considerable de esta vacilación se debe al hecho de que se trata de una izquierda que abandonó por demasiado tiempo la mejor tradición teórica que se produjo en el continente, es decir, /a teoría marxista de la dependencia.

En este breve artículo analizamos de forma somera la evolución reciente de Brasil, el país de mayor desarrollo capitalista relativo en América Latina y que según la opinión dominante camina para ser la sexta economía del planeta medida por el producto interno bruto (PIB). El hecho de que la supuesta “gran transformación” ocurre cuando una fuerza política de origen en la izquierda del país conduce este proceso, hizo pensar a muchos analistas que finalmente el viejo desarrollismo habría encontrado las condiciones históricas concretas necesarias para revelar sus virtudes, razón por la cual vimos nacer en nuestros países el llamado “neodesarrollismo”, una especie de versión moderna del programa cepalino tradicional. Estas son las razones que nos llevan a revisar la experiencia reciente brasileña, especialmente importante después que miles de estudiantes y trabajadores realizan manifestaciones callejeras constantes y frente a las cuales la Presidencia y los poderes constituidos no encuentran todavía una respuesta satisfactoria, mientras la crisis se agudiza.

Lula, aparentemente, logró tal consenso que era considerado a un mismo tiempo ejemplo para la izquierda latinoamericana y para la burguesía de la región. Hace algunos meses fue la principal figura en el evento anual de los empresarios argentinos que se reúnen en torno del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA). No mucho tiempo después fue invitado de honor del presidente de México, Enrique Peña Nieto, para lanzar nada menos que en Chiapas, el “Programa hambre cero”, en el marco de la “Cruzada contra el hambre”. El ex presidente brasileño fue también panelista en la Conferencia del Sindicato de los Trabajadores de la Industria Automovilística y Aeroespacial de Estados Unidos, y no pocos gobiernos lo querían para dirigir la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur). En fin, un raro caso de consenso global tratándose de un ex líder obrero.

¿Qué hechos produjeron este casi increíble consenso? La respuesta, se solía decir, era resultado de una poderosa alianza de clase que permitía elevadas ganancias para los capitalistas y un fuerte programa de “inclusión social” para los de abajo. Según el relato dominante, Lula se apoyó en el fortalecimiento del mercado interno; fue sabio en mantener la estabilidad de la moneda creada por Fernando Henrique Cardoso (Plan Real); logró tasas elevadas de crecimiento del PIB; combinaba responsabilidad fiscal con una fuerte operación del Estado, además de apoyar con el Bando Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) las empresas brasileñas en su expansión mundial (especialmente en América Latina). El resultado no sólo fueron ocho años de estabilidad y paz social, sino que permitió que la línea política conducida por Lula lograra elegir a su sucesora, la presidenta Dilma Rousseff.

En resumen, los neodesarrollistas tenían un modelo para exhibir al mundo, especialmente en América Latina. El consenso era tal que hasta los ultraneoliberales —como el caso de Gustavo Franco en Brasil— asumieron sin ruborizarse que también ellos eran desarrollistas y que las divergencias partidistas no deberían impedir el reconocimiento de que hay conquistas que están más allá de la izquierda y la derecha.

Las bases económicas del éxito en Brasil

El Plan Real tenía premisas muy claras. Era básicamente resultado de un programa de ajuste estructural ultraortodoxo. La estabilidad de la moneda se logró en junio de 1994 a partir de elevadas tasas de interés —alcanzaron inicialmente 49.9%— que se mantuvieron altas durante todos estos años. De hecho Brasil fue el país con la más elevada tasa de interés del mundo durante los últimos años. La sobrevaluación de la moneda nacional (Real) frente al dólar no fue solamente un instrumento para lograr la estabilidad monetaria, sino que se mantuvo como una tendencia permanente. Además, todo el periodo está marcado por un sobreendeudamiento estatal sin precedentes en la historia del país, especialmente de la deuda interna. La expansión de la agricultura de exportación y el refuerzo del latifundio fueron también pilares del “modelo”, con tal fuerza que la reforma agraria fue completamente olvidada bajo el gobierno de Lula y todavía más en lo que va del de Rousseff.

Las medidas económicas expresaban un pacto de clase que pretendía larga hegemonía burguesa en Brasil. Las fracciones del capital —el productivo (nacional y extranjero), el financiero, el agrario y comercial— garantizaban no sólo el apoyo al gobierno sino que lograron incorporar una parte importante de los trabajadores mejor organizados en el país a partir de los poderosos fondos de pensión que, a lo sumo, representaban poco más de 3 millones de trabajadores. Después de las privatizaciones, estos fondos de pensión tenían capacidad para apoyar la inversión y entraron, por vez primera, en la esfera de la especulación con la deuda pública. Es cierto que no podían representar la totalidad de los trabajadores —la población económicamente activa en Brasil alcanza poco más de 100 millones— pero tenían fuerte influencia en las decisiones de la política económica y estrecha relación con los principales líderes del Partido de los Trabajadores (PT).

No obstante el optimismo de la última década, el pacto era, como afirmamos en otros ensayos, imposible de mantenerse sin fracturas. La tasa de interés permanentemente elevada produjo efectos inmediatos en las finanzas públicas. La deuda interna se elevó de los 64 mil millones en junio de 1994, a 740 mil millones cuando Fernando Henrique Cardoso terminó su segundo gobierno (1994-2002). Lula no sólo no interrumpió el proceso sino que dobló la apuesta: cuando el líder del PT termina su segundo mandato (2002-2010) la deuda interna alcanzó la cifra de 1 trillón y 500 mil millones de reales. La dinámica del endeudamiento se acentuó con la presidenta Dilma Rousseff, pues la deuda pública es en la actualidad ligeramente superior a los 3 trillones de reales. Las consecuencias de este superendeudamiento estatal todavía no cobran su precio plenamente, pero es indudable que en breve la burguesía aplicará una política de ajuste tradicional para recuperar la “salud financiera del Estado”. En este contexto, los programas sociales del gobierno —que según Lula sacaran a 40 millones de brasileños de la miseria y lanzaron otros 30 millones a la clase media— no podrían ser sino muy modestos, más allá del número de personas contempladas. La razón es sencilla: según información reciente, para 2012 el gobierno de Dilma Rousseff destinó 47.19% del presupuesto para el pago de la deuda, mientras que en 2011 había destinado 45.05%. Además, como indicó Marx, el supuesto de tal deuda no puede ser sino la drástica elevación de los impuestos que en 1993 representaban 25.72% del PIB —un año antes del inicio del Plan Real— y alcanzaron el 36.45% en 2002. Siguen desde entonces en ese nivel y más allá del griterío de las distintas fracciones de la burguesía, es imposible una disminución de los impuestos en las condiciones actuales.

Además del gravísimo tema de la deuda pública, una vez superada la fase de los elevados precios de los minerales en el mercado mundial, aliada con el mantenimiento de un tipo de cambio sobrevaluado en el país, los mega superávits comerciales que habían alcanzado en 2006 el monto de 46.5 mil millones de dólares en el gobierno de Lula mermaron rápidamente. De hecho, después del impacto de la crisis mundial del 2007/2008, el comercio exterior brasileño no dio muestras de recuperación. En perspectiva es fácil observar que bajo condiciones de sobrevaluación de la moneda, el superávit comercial era muy modesto (13.196 mil millones), pero la gran devaluación llevada a cabo por Cardoso pronto reveló su fuerza, y en los años siguientes Lula se benefició en gran medida de aquel terrible golpe sobre los salarios promocionado por su antecesor. Al contrario del discurso de Lula que afirmaba la existencia de una “herencia maldita”, la devaluación de Cardoso permitió a Lula los superávits comerciales que luego coincidieron con el auge de los precios de las materias primas y productos agrícolas, y el país exhibía así importantes superávits comerciales, suficientemente grandes para realizar la política social que apuntalaría sucesivas victorias electorales.

Así, el superávit comercial subió en el 2003 (24.8), 2004, (33.8), 2005 (44.9), 2006 (46.5) y, desatada la crisis mundial, comenzó a bajar de manera sostenida: 2007 (40.3), 2008 (24.9), 2009 (25.2), 2010 (20.1). En 2011 volvió a subir (29.7), pero en el contexto de una importante devaluación de los precios de las materias primas en el mercado mundial y frente a la imposibilidad de realizar una nueva devaluación, en función de la prioridad por el control de la inflación, dicho superávit no podrá alcanzar los montos del pasado. En este año (2013) la previsión es que no superará los 12 mil millones de dólares, cifra que exige del gobierno la profundización de la dependencia en relación con los capitales extranjeros para asegurar una modalidad perversa de equilibrio de la balanza de pagos. China es actualmente el principal importador de Brasil, superando con creces a Estados Unidos: mientras en 2012 el país asiático importó 41.2 mil millones de dólares de Brasil, Estados Unidos lo hizo por apenas 26.8 mil millones de dólares, seguido muy de cerca por Argentina con 18 mil millones de dólares.

La tendencia a la sobrevaluación de la moneda implicó una importante transformación en la burguesía industrial. Mientras los neodesarrollistas denuncian el proceso de “desindustrialización” y exigen en cambio medidas fiscales compensatorias para mitigar los efectos de la competencia con el capital extranjero, el sector de máquinas y equipos —decididamente la fracción más importante de la burguesía industrial— aprovecha la fuerza de la moneda nacional para importar en grandes cantidades máquinas y equipos de China, comercio que crece 10% al año. Así combinan elevación de la productividad del trabajo con extranjerización de la economía nacional, fortalecimiento del capital multinacional y ampliación de la dependencia tecnológica, que más que una brecha se volvió un verdadero abismo tecnológico. En resumen, esta reconfiguración de la burguesía industrial revela una vez más el carácter rapaz de aquella fracción de clase y una fuerte tendencia a la “burguesía compradora”. Según el Instituto de Estudios de Desarrollo Industrial (IEDI) —importante órgano de la burguesía industrial— el déficit de la balanza comercial para el sector en 2012 (50.06 mil millones de dólares) fue aún más elevado que en 2011 (48.7 mil millones de dólares). Hace diez años, revela el estudio, el superávit brasileño era de 7 mil millones de dólares en este renglón. Los sectores responsables por este radical cambio son los equipos eléctricos y mecánicos, productos químicos y transporte. La adquisición de máquinas y equipos responde por el 78.1% de la innovación de las empresas, mientras para investigación y desarrollo (I&D) sólo el 15%. Es importante no perder de vista que la tasa de inversión en el sector no supera el 19% en las dos últimas décadas.

No hay que olvidar tampoco un asunto decisivo en el momento actual. La tasa de interés permanentemente elevada en el país produjo un importante proceso de endeudamiento privado externo. Los capitales nacionales y extranjeros contratan préstamos internacionales a bajo costo con los bancos internacionales y lo emplean en el país en títulos de la deuda pública a tasas elevadas, con lo cual ganan miles de millones sin realizar ningún esfuerzo productivo. En efecto, ésta es la más importante fuente de la “república rentista” que los liberales denuncian todos los días, sin mencionar el estratégico tema del endeudamiento público. Una contradicción inmanente de este movimiento se debe al hecho de que las empresas contratan deudas con una moneda sobrevaluada, que al menor movimiento de devaluación ello implica golpes a su capacidad de pago, aunque puedan mejorar su capacidad exportadora, es obvio que los programas en infraestructura urbana —como el transporte colectivo, por ejemplo— más allá de ser carísimo, es también muy malo. Asimismo, las inversiones en salud y educación no pueden atender a una demanda creciente. Este pacto de clase se había agotado cuando Fernando Henrique Cardoso dejó la presidencia. Pero el pacto fue renovado en términos de legitimidad política cuando Lula da Silva, en vez de romper con esta dinámica, decidió prolongar su existencia. La explosión hubiera podido ocurrir antes si el país no se hubiese beneficiado de la elevación de los precios de las mercancías exportadas —básicamente productos agrícolas y mineros— pero se volvió inevitable cuando esos precios comenzaron a caer de manera sostenida en los últimos dos años. Por estos motivos las inversiones más importantes del gobierno no se refieren a infraestructura urbana destinada al consumo de masa, sino a la infraestructura de puertos y carreteras destinadas a fomentar una economía exportadora que implicó incluso un importante proceso de privatización de los principales puertos en el país.

Es en este contexto que también desaparece el mito del mercado interno pujante argüido por los neodesarrollistas, pues aunque es verdad que en muchas negociaciones entre el capital y el trabajo este último logró reajustes superiores a la productividad en algunas categorías, también es cierto que la situación de la fuerza de trabajo en el país no cambió significativamente: todavía 76% de la población económicamente activa sólo percibe hasta 3 salarios mínimos, el equivalente a 2 mil 34 reales. Según los datos del Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socio-Económicos (DIEESE), importante órgano de asesoría a los sindicatos, el salario mínimo necesario para un trabajador debiera alcanzar los 2 873.56 reales, es decir, un valor muy superior al que recibe la inmensa mayoría de la fuerza de trabajo en el país, hecho que sugiere un patrón de reproducción bastante regresivo.

En el marco de esta importante transformación de la burguesía brasileña, especialmente de su fracción industrial, verificamos también índices de crecimiento bastante modestos en los dos últimos años. En 2011 la tasa de crecimiento del PIB fue de 2.7% pero todavía más grave es su composición, pues la agropecuaria creció 3.9%, los servicios 2.7%, y la industria solamente 1.6%. En 2012, la tasa de crecimiento fue aún más baja y no pasó del 0.9% en un contexto de crecimiento apenas de los servicios (1.7%), mientras que la agricultura bajó a 2.3% y la industria disminuyó al 0.8%. Fue demasiado cómodo para los defensores del neodesarrollismo afirmar durante largo años que el país “volvió a crecer”, pues el gobierno de Cardoso logró tasas de crecimiento realmente muy bajas. Pero acá vale recordar a Marx para quien es “realmente muy cómodo ser liberal a costa de la Edad Media”. Es decir, las tasas de crecimiento —un indicador muy importante para el programa desarrollista— jamás fueron exuberantes y menos todavía cuando se las compara con los niveles chinos que dictan las reglas en escala global. En 2006, por ejemplo, año del más elevado superávit comercial, el crecimiento del producto fue de un modesto 2.9% y su composición tampoco fue muy alentadora, pues el sector agropecuario creció 3.2% y los servicios 2.4%, mientras que la industria lo hizo al 3%. En general se puede observar la enorme contribución de la agricultura en las tasas de crecimiento del producto y la débil participación de la industria. Además, la metodología del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) incluye en la producción industrial a la minería, razón por la cual sobreestima el índice; en definitiva, lo fundamental en economía política —lo sabemos desde Adam Smith— es la profundización de la división social del trabajo y, en consecuencia, el dato fundamental es la “industria de transformación” que en todos estos años ha tenido un desempeño muy bajo, como en 2005, cuando no superó el 1.3 por ciento.

Como señalé en otro ensayo, es posible que:

[…] el ejemplo más ilustrativo de la regresión industrial en el país puede ser observado en la exportación de aviones por la ex empresa estatal EMBRAER. Los apologistas del “modelo brasileño” no se cansan de decir que se trata de una empresa multinacional brasileña, con fábricas en Estados Unidos, Europa y China, y oficinas de mantenimiento en los cinco continentes. Los números son de hecho considerables, pues si en 2011 la empresa exportó 3 mil 924 millones de dólares, en 2012 la cifra subió todavía más, alcanzando 4 mil 746 millones de dólares. No obstante, los defensores del “modelo” brasileño exitoso olvidan informar que más del 90% de las piezas utilizadas en el avión “brasileño” son importadas.

Entonces ¿cómo explicar la menor tasa de desempleo (5.7%) en muchas décadas? Es indudable que más allá del bajo crecimiento industrial, la intervención estatal parasitaria logró resultados importantes. El superendeudamiento estatal no es en Brasil una “virtud” exclusivamente del Estado nacional, sino que alcanza también los estados y los grandes municipios del país. No puede existir duda que el nivel de endeudamiento público es responsable de la demanda de empleo —especialmente fuerte en función del apoyo a obras de infraestructura que generan muchos empleos en la construcción civil— mientras que la ampliación del crédito hacia los funcionarios públicos permitió otro tanto en la esfera del consumo, aunque con límites muy evidentes si consideramos que los salarios no superan los niveles de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo. Además, el apoyo del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) a los grandes grupos de la minería y también en alguna medida a los industriales (textil, alimentos, bebidas, etcétera) —más allá de las constructoras— ayudaran no solamente a fomentar el “mercado interno”, sino que también a consumir el excedente en ramas de baja productividad. Así se puede mantener el nivel de empleo por determinado periodo, pero será igualmente inevitable la elevación del desempleo en la crisis que se avecina.

Además, en la medida en que la tasa de desempleo cayó, la presión sobre la elevación de los salarios se hizo sentir plenamente. Desde ahí se puede comprender porqué en 2012 las huelgas volvieron a resurgir con fuerza en el país, en donde supuestamente emergió una pujante clase media, como afirman los optimistas desarrollistas. En efecto, mientras el número de huelgas en 2008 alcanzó 411 —cifra modesta para una situación de bajos salarios— en 2009 se elevaron a 518. En 2010 las huelgas no superan las 446, pero en 2011 volvieron a subir con fuerza (554) para finalmente alcanzar 873 en 2012, un año de intensa actividad sindical, muy similar a los números del gobierno de Cardoso, conocido por su hostilidad hacia los trabajadores. No hay que subestimar los números, pues el activismo sindical en defensa del poder de compra del salario se produce cuando las seis centrales sindicales —y especialmente la Central Única de Trabajadores (CUT)— están completamente alineadas con el gobierno. No hay dudas de que la luna de miel entre los trabajadores y el gobierno ha terminado y nuevas posibilidades para el sindicalismo de combate han emergido de la crisis actual.

En resumen, la política económica de los gobierno de Lula y hoy de Dilma Rousseff expresan las contradicciones profundas del capitalismo dependiente de mayor desarrollo relativo en América Latina. El auge del proceso de crecimiento coincide con la elevación de los precios de productos agrícolas y mineros en el mercado mundial, lo que permitió un aumento significativo del excedente en manos de la burguesía y del Estado. No obstante, cuando los precios de los productos minerales empezaron a caer y los productos agrícolas ya no se elevaron en el mismo ritmo —e incluso enseñan una tendencia ligera a la baja— no existen condiciones para mantener el mismo ritmo que produjo el optimismo burgués que llevó a Lula a la condición de un político de consenso mundial. Además, con las últimas decisiones del gobierno de Estados Unidos, de recuperar la capacidad de hacer política monetaria en la dirección de contener la fase de crédito barato hacia la periferia capitalista, no hay dudas de que el libre curso del endeudamiento estatal interno que permitió mantener inversiones públicas y apoyar la inversión privada por medio de medidas fiscales encuentra ahora poderosos obstáculos, razón por la cual muy posiblemente el país entrará en un nuevo ciclo de endeudamiento externo, sucesivas devaluaciones del real y enormes dificultades para mantener la estabilidad monetaria.

Vigencia de la teoría marxista de la dependencia

Expresión de un programa de investigación inconcluso, la teoría marxista de la dependencia representó la crítica más radical y fecunda a la teoría del desarrollo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). El desarrollismo, más allá de expresión ideológica de los intereses burgueses en América Latina, representó también el auge de la consciencia de clase de una burguesía dependiente, que el inolvidable André Gunder Frank no vaciló en llamar con gran dosis de razón de “lumpem-burguesía”. Más allá de la fuerza de la metáfora y de la imposibilidad de homogenizar el desarrollo capitalista en escala mundial, es un hecho que la clase responsable por llevar a cabo el programa desarrollista fue y sigue siendo débil para realizar la promesa burguesa en la periferia capitalista.

Hay, además, un nuevo escenario latinoamericano que abrió un espacio político inédito para el desarrollo de la teoría marxista de la dependencia. Es indudable que amplios sectores toman conciencia de los límites del capitalismo latinoamericano, fenómeno que muchos autores denominan “crisis del neoliberalismo”. Fue precisamente el avance de la conciencia de amplios sectores sociales de estos límites, aliado al mayor nivel de organización y reivindicación, la razón decisiva para la emergencia de gobiernos de orientación popular, con programas más o menos consecuentes, que todavía dominan la vida política de nuestro continente. No obstante, es igualmente importante observar que el programa neodesarrollista que orienta a dichos gobiernos, también empezó a revelar sus límites y la reciente explosión de la ira popular en Brasil es un ejemplo contundente del futuro próximo para todos los países latinoamericanos.

El desarrollismo gozó de gran apoyo popular en la década de 1950 y parte de la de 1960, pero fue incapaz de dar respuestas a las exigencias de su propia evolución: la plena distribución del ingreso, la democratización de la propiedad —especialmente importante en la reforma agraria— mayor grado de autonomía nacional, control creciente de la cadena productiva de valor en el país y fortalecimiento de la democracia como sistema político, entre otros. Así, precisamente cuando más se acercó a su ideal, cuando más parecía apto a realizar su promesa, las políticas desarrollistas fueron superadas por el terrorismo de Estado en la mayor parte de los países latinoamericanos y desplazados por la vieja y conocida dominación imperialista abierta. Parte de su crisis se debe precisamente a la aparición de la crítica marxista a los postulados del estructuralismo cepalino y los requerimientos de la teoría marxista de la dependencia, desafío lanzado de manera original por Ruy Mauro Marini en Dialéctica de la dependencia, un ensayo de interpretación marxista sobre el funcionamiento del capitalismo dependiente que constituye un programa de investigación inconcluso, por lo tanto, un programa que sigue abierto en el campo de las ciencias sociales latinoamericanas.

La emergencia del nacionalismo revolucionario en América Latina —especialmente importante en el caso de la Revolución democrática bolivariana en Venezuela, pero también en Ecuador y Bolivia— actualizó la vigencia de los postulados centrales de una teorización destinada a enfrentar con radicalidad la dura realidad de la dependencia y el subdesarrollo. En la misma línea, gobiernos de origen o vocación popular, relativamente comprometidos con la mejora de vida y trabajo de millones de latinoamericanos surgieron y terminan por enredarse en los mismos dramas del pasado, en las mismas trampas del viejo desarrollismo. En este contexto, es necesario reconocer que aun la Revolución democrática bolivariana perdió sus fuerzas originarias y en el futuro inmediato quizás tengamos un gobierno bolivariano, pero ya no más una Revolución bolivariana. La incapacidad de romper con la economía rentista en Venezuela ya no puede ser considerada un producto de la real y permanente acción imperialista en contra del proceso revolucionario; no es más posible ocultar las dificultades inherentes a la superación de la dependencia bajo las condiciones del rentismo petrolero y los límites del bloque popular en el poder. Las expropiaciones realizadas por el gobierno del presidente Hugo Chávez y aun el decisivo control sobre las divisas originadas por las exportaciones petroleras son condiciones necesarias para enfrentar las fuertes amarras de la dependencia, pero son notoriamente insuficientes. La construcción del socialismo —única vía de superación de la dependencia— es un desafío abierto en todo el continente. En la situación concreta de Venezuela, la estatización y el control de las divisas no impidieron una extraordinaria fuga de capitales que se realiza sin cesar desde 2007, y que representa de hecho la fuerza de una fracción financiera parasitaria con gran influencia en el gobierno.

Además, el otro país importante en América Latina —México— firmó un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá en 1994, hecho que lo volcó de manera definitiva hacia la dinámica de la acumulación en Estados Unidos. La burguesía mexicana renunció no solamente a cualquiera que fuera la modalidad ilusoria de “desarrollo autónomo”, sino que se sumó sin ceremonias a la condición de un país que renuncia a su soberanía en asuntos decisivos para un Estado nacional moderno. No obstante, el resultado económico, político y social es catastrófico para las mayorías en función de la elevación de la pobreza, de la grave crisis social y la dependencia económico-financiera sin precedentes. Este proceso enseña hacia amplios sectores sociales que la integración de un país dependiente con un país imperialista no implica una mejoría de cualquiera de los aspectos fundamentales de la vida de una nación, sino su agravamiento radical.

Finalmente, la reciente crisis brasileña, enseña que todas las modalidades de administración de la crisis y también los intentos de superación de los problemas clásicos inherentes al subdesarrollo y la dependencia en el marco del orden burgués fallaron. Enseña también que la clase obrera garantiza larga vida a la clase dominante cuando elude el enfrentamiento con los problemas estructurales de toda economía dependiente.

Las nuevas fuerzas sociales que emergen en este escenario de conflicto no podían haber olvidado los límites de la antigua promesa burguesa, es decir, la posibilidad de lograr la superación de la miseria, del rezago tecnoproductivo, superación del horizonte liberal de democracia en el marco del sistema capitalista. La herencia teórica de los intensos debates acerca de la dependencia y el subdesarrollo, especialmente la crítica marxista a la dependencia, poseen ahora una nueva posibilidad histórica para avanzar hacia la plena constitución de la teoría marxista de la dependencia, desafío lanzado hace 40 años por Ruy Mauro Marini en su clásico Dialéctica de ¿a dependencia. De hecho, el mantener la sobrexplotación de la fuerza de trabajo como rasgo esencial del “desarrollo del subdesarrollo” y la monumental transferencia de valor de la periferia latinoamericana hacia los países metropolitanos, por fuerza del pago permanente del servicio de la deuda externa y otros medios tradicionales, revelan que la consciencia crítica de nuestro continente debe asumir plenamente la tarea de llevar aquel desafío hasta sus últimas consecuencias. Además, los intentos recientes de integración regional que tienen en el Mercado Común del Sur (Mercosur) su más avanzada experiencia, revelan también que la dependencia es un obstáculo insuperable en el marco del capitalismo dependiente para la plena constitución de la Patria Grande, condición indispensable para una segunda y definitiva emancipación de América Latina. El agotamiento político precoz del neodesarrollismo —particularmente evidente en Brasil y Argentina— y las ambigüedades del nacionalismo revolucionario —en Venezuela— enseñan que sin la ruptura con el estatuto de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo y el control pleno del excedente por parte de los Estados nacionales latinoamericanos, todo proceso de transformación social llevado a cabo por gobiernos de orientación popular será vano.

El capitalismo dependiente —este engendro monstruoso creado por la evolución histórica del capitalismo global— no es un adversario fácil. Pero en el marco de una grave crisis mundial y el papel reservado para la periferia en el mundo contemporáneo, no puede haber duda de que crecerá el radicalismo político entre los sectores más conscientes de las clases subalternas. Este radicalismo político tiene en la teoría marxista de la dependencia la mejor herencia teórica que produjeron las ciencias sociales en América Latina y las vanguardias políticas en décadas pasadas. Avanzar hacia su plena constitución, tal como señaló Ruy Mauro Marini hace más de cuatro décadas, es una grandiosa tarea teórica y práctica, imprescindible en momentos como los que vivimos.

Bibliografía

Filgueiras, Luiz, Historia do Plano Real, Boitempo Editorial, São Paulo, 2000. [ Links ]

Franco, Gustavo, O Plano Real e outros ensaios, Francisco Alves Editores, Río de Janeiro, 1995. [ Links ]

Gonçalves, Reinaldo y Luiz Filgueiras, A economia política do governo Lula, Editora Contraponto, Río de Janeiro, 2010. [ Links ]

Marini, Ruy Mauro, Dialética da dependência, Editora Vozes, Petrópolis, 2001. [ Links ]

Ouriques, Nildo, “Desarrollismo y dependencia en Brasil”, en Pueblos, revista de información y debate, España, Junio/2012. [ Links ]

—————, “De renuncias e tradições. A propósito de Maria da Conceição Tavares”, en Revista da Sociedade Brasileira de Economia Política (SEP), São Paulo, 2010. [ Links ]

—————, “Plano real: estabilidade monetária e estratégia recolonizadora”, en A crise brasileira e o governo FHC, Editora Xamã, São Paulo, 1997. [ Links ]

—————, “A sedução revolucionária e o Plano Real”, en W. Rampinelli y N. Ouriques (org.), No fio da navalha. Crítica das reformas neoliberais de FHC, s.f. [ Links ]

EL ROSTRO EN LA VENTANA

EL ROSTRO EN LA VENTANA. La singular relación de Rafael Mendoza con Roque Dalton y otros personajes de su tiempo.
Publicado el 19 mayo, 2015 de Óscar Perdomo León

Rate This

Collage Rafael Mendoza Mayora y Roque Dalton 2

EL ROSTRO EN LA VENTANA

La singular relación del autor con Roque Dalton y otros personajes de su tiempo.

por: Rafael Mendoza

I

Don Santiago Echegoyén, uno de mis maestros de secundaria, que había visto mis primeros intentos de hacer poesía en el periódico mural del colegio, me sugirió que después del bachillerato siguiera estudios de Derecho, pues a él le parecía que me gustaba mucho discutir tanto como escribir y, según él, los “leguleyos” casi siempre se las daban de escritores, como era el caso de varios abogados salvadoreños muy conocidos en esos años, entre los que mencionó a los doctores Julio Fausto Fernández, Pedro Geoffroy Rivas, José María Méndez y un distinguido novelista que posteriormente me transmitió sus enseñanzas en las aulas universitarias. Dos años más tarde me hallaba ya iniciando mis estudios de Ciencias Jurídicas y, entre clase y clase, participando en las tertulias que día a día, mañana y tarde, se armaban en el viejo cafetín de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador. Me reunía allí con mis compañeros de aula y con estudiantes de antiguo ingreso que mostraban interés por algún tipo de expresión artística o cultural; nos gustaba también estar presentes en las discusiones que sostenían los más entendidos en política. Entre los de mi grupo que también tenían inclinación por la literatura, estaban Narciso “Chicho” Argüello, Daniel Villamariona, Marianela García Villa y Lil Milagro Ramírez, quien ya para entonces escribía poesía (1) y compartía conmigo, además, nociones sobre la ideología socialcristiana, que ambos, posteriormente, por diferentes circunstancias, dejamos de profesar. Y entre los “bachilleres” de nivel superior con los que también me reunía, solo Mauricio López Silva, el “Chatío”, se había dado a conocer como escritor, con algunos cuentos que había publicado en periódicos y revistas universitarias.(2) Casi todos los mencionados tuvieron un final trágico: “Chicho” Argüello, quien era además aviador, se estrelló un aciago sábado en su avioneta; Lil Milagro sería asesinada en 1976 defendiendo la causa revolucionaria a la que se entregó por entero; Marianela correría igual suerte en 1983, mientras recogía información sobre asesinatos de campesinos por parte del ejército salvadoreño; y Mauricio López Silva, a principios de los setenta, con su psiquis fustigada por una decepción amorosa, decidió poner fin a su existencia, al amanecer de una noche de excesos alcohólicos, truncando así, además, un promisorio futuro como narrador.

La muerte de “Chicho” Argüello fue un duro golpe para nuestro grupo. El mismo día de su muerte escribí un corto poema que su familia decidió incluir en la tarjeta de novenario. Fue esa ofrenda en verso libre lo que me dio a conocer como novato escritor más allá de la esfera de nuestro grupo, llegando en su necrológico medio a las manos de dos catedráticos que nos impartían clases: los doctores José Enrique Silva y Napoleón Rodríguez Ruiz. Ambos me hicieron comentarios sobre aquel poema que consideraron una buena muestra de un naciente oficio que debía yo cultivar convenientemente. El doctor Silva me proporcionó algunos libros y me enfatizó la recomendación de leer y estudiar a Borges; además, como él compartía con doña Alicia de Falconio (Aldef) la dirección de la página literaria de La Prensa Gráfica, me pidió poemas para considerar la posibilidad de publicarlos. Por su parte, el doctor Rodríguez Ruiz, además de un ejemplar de su obra Jaraguá, también me proporcionó revistas literarias. Ya tocado por el “duende poético”, como le llamaba Roberto Armijo al estado de permanente versificación o de “andar en versos”, gané también la amistad del Dr. Mario Flores Macal, quien me prestó obras literarias de autores que en esa época eran de lectura obligatoria: Herman Hesse, Maiakovski y Brecht, entre otros.

Inmerso en ese mundo, una mañana de no sé de qué mes de 1964, mientras conversaba con algunos de los ya mencionados contertulios, se acercó a nuestra mesa la compañera Sonia Espínola, sumamente exaltada, a comunicarnos que hacía unos minutos había visto entrar a Roque Dalton y que en ese momento el poeta estaba sentado en una de las bancas que había en los corredores del peristilo interior. Me invitó a acompañarla y me incorporé para seguirla, pero cuando alcancé a ver de lejos que el poeta estaba rodeado por varios estudiantes, desistí de acercarme a él. Lo hice por una razón que a estas alturas me parece estúpida: aunque ya había oído mencionar al poeta Roque Dalton y que había estado en prisión bajo la tiranía del presidente José María Lemus, no sabía que su poesía era ya una de las mejor calificadas por los entendidos de la época, y pensé que quienes acudían a conocerle lo hacían por la fama de preso político que se había librado de la muerte por un golpe de Estado; no quise ser uno más que llegara a ponérsele enfrente a una leyenda. Perdí así la valiosa oportunidad de conocerle, procurar ganarme su amistad y aprender de él lo que necesitaba yo saber del oficio y de las ideas en los que él tenía ya mucho conocimiento.

Días o meses después, Roque fue capturado y puesto en prisión, de la que escaparía por un azar, no del destino, sino de la naturaleza: un sismo demolió una de las paredes de la prisión permitiendo la fuga del poeta. Ahora, a la distancia de estos recuerdos, sigo viendo a Roque, sentado de pierna cruzada en aquella banca gris, sosteniendo un libro en una mano y con su inseparable chumpa terciada entre los brazos, como tantas otras veces pudo estar sentado, cuando fue el estudiante de leyes que odiaba a su profesor de Derecho Civil, pero que aprendió lo suficiente para defenderse cuando le tocó el Turno del Ofendido. (3) No sé si Lil Milagro pudo aprovechar aquella oportunidad en que Roque visitó el recinto universitario, para hablar con él, pero sí estoy seguro de que ni ella ni yo, que compartimos aulas universitarias e inicios en la poesía, pudimos haber imaginado en esos días la relación que diez años más tarde llegaría ella a tener con el poeta salvadoreño más internacional de nuestra historia, como militantes de la misma organización revolucionaria, en una clandestinidad que, según testimonios, les permitió también tomarse el tiempo necesario para fundirse en más estrechas emociones, en torno a las cuales se tendían celadas por parte del enemigo común y también por la de los propios compañeros de agrupación de nuestro poeta.

I I

Mi paso del bachillerato a la universidad no fue, sin embargo, tan libre. Antes debí someterme a un examen privado de matemáticas, en período extraordinario, por haberlo reprobado en el primer intento; y con el propósito de asegurar su aprobación, tuve que recibir un curso veraniego de refuerzo en esa disciplina. Asistía también a esas clases una jovencita muy extrovertida y agradable llamada Ana Cecilia Soley, con quien cruzábamos a veces un saludo o un comentario sobre las clases. Un día, esa compañera me pidió prestados mis apuntes y entre sus páginas encontró un poema mío. En el descanso de la jornada, al comentar el texto me confesó que a ella le encantaba la poesía y que había hecho sus intentos de escribir. Ya identificados por algo más trascendente que los estudios de Matemática, me invitó a su casa, una amplia y cómoda residencia, aunque modestamente amueblada que, según comprobé después de varias visitas, era invadida cada tarde por una respetable población de amigos de Ana Cecilia y sus cuatro hermanos. A ella, que era la mayor de todos, le seguían en edad, Marisol, Rosalía, Jaime y Arturo. Marisol y Jaime fallecerían unos años más tarde a una edad relativamente temprana. Sus padres, el ingeniero Jaime Soley Reyes y su prima hermana, María Soledad Reyes Soley, eran nietos del famoso historiador salvadoreño Rafael Reyes y por circunstancias, precisamente históricas, nacieron en Costa Rica. De ese país tuvieron que emigrar al nuestro porque el ingeniero era del partido de Figueres y, Calderón, que estaba en el poder, además de haber encarcelado a aquel figuerista que haría de la nuestra su definitiva patria, procuró que se le cerrara toda oportunidad de trabajo. Siendo Soley un miembro de la masonería tica, pudo contar aquí con el apoyo de los “fraternales” masones locales, de los cuales, con Oscar Osorio a la cabeza, había varios ocupando plazas en el primer gobierno del PRUD.

Con todo y la mayor afinidad que pude haber sentido con la pléyade de amigos de los hermanos Soley Reyes, y de que mi ingreso a la hospitalidad de aquella casa había sido franqueado por Ana Cecilia, era con Solita, su madre, que me sentía mejor pues con esta agradable señora podía yo conversar durante horas sobre diversos temas y comentar algunas obras que ella me daba a conocer, como lo hizo con las biografías de Stefan Zweig y algunas obras de escritores ticos, entre los cuales mencionaba siempre con mucho orgullo a Luis Felipe Azofeifa y Carlos Luis Fallas, Calufa, el autor de Mamita Yunai, obra esta que el mundo conoció merced al reconocimiento recibido de parte de Pablo Neruda.

Como parte de esas conversaciones, así como Solita me contaba aspectos de su pasado familiar, también me pedía que le pusiera al tanto sobre los de mi vida. Franco que fui siempre con todo lo que se relaciona con mi existencia, muy pronto llegué a ponerle en conocimiento de la dura situación que viví en casa de mi padre, debido a que mi madrastra nunca me había dispensado la más mínima muestra de cariño, así como de la forma en que salí de aquel hogar que nunca sentí mío, para ir a dar con mis 14 años cumplidos al ático de una casa que había pertenecido a la maestra francesa Cecilia Chéry, quien durante algunos años dirigió en San Salvador un colegio para señoritas.(4) Seguramente, fue a través de la confianza que mi sinceridad pudo haberle inspirado, que poco a poco llegó a abrirse una dimensión nueva en mi relación con la gentil señora, pues la amistad nuestra se fue transformando, de mi parte hacia ella, en algo así como una veneración, y de parte de ella hacia mi, en un afecto maternal que incluso llegó a confesar ante sus amistades, cuando me presentaba ante ellas: “Rafa es como mi hijo”, solía decirles. No sé si otras personas comprenderán lo que se siente al escuchar eso de una persona que no es pariente de uno, ni siquiera amiga de la familia, cuando se ha estado acostumbrado al trato seco, despreciativo y acompañado de motes o apelativos burlescos, de parientes que debieron abrigar nuestra infancia con un poco del cariño que no pudo prodigarnos nuestra propia madre biológica.

De ahí en adelante, ya tácitamente adoptado por esa Mater Admirabilis, como le llamo en uno de los poemas que incluí en Este Mal de Familia, estuve presente por años en cuanta reunión festiva celebraban los Soley, principalmente en diciembre, lo que me permitió ganarme además el aprecio de varios amigos de la familia, entre los que figuraban algunas parejas “ticas” que también asistían religiosamente a dichos festejos, solas o con sus hijos. De más está decir que, para entonces, Solita me acompañó con su apoyo moral y su presencia en muchos momentos importantes de mi vida, especialmente en mi matrimonio, durante el tiempo que mi hija tuvo que estar hospitalizada debido al terrible accidente que sufrió con mi suegra, así como en el desaparecimiento y posterior deceso de mi padre. De igual manera estuve yo presente en los acontecimientos más felices y más tristes que hubo en su familia.

Una tarde de julio de 1969 llegué a participarle a mi benefactora que mi libro ‘Los Muertos y Otras Confesiones’ había ganado el primer lugar en el certamen de poesía que todos los años organizaba la Asociación de Estudiantes de Derecho, a nivel centroamericano, justa en la que el mismo Roque había participado y triunfado en tres oportunidades, durante su etapa de aprendiz de jurista (5). Solita, desde el día en que nos conocimos, sabía que me gustaba escribir y siempre estuvo al tanto de mis frecuentes colaboraciones en los periódicos locales, pero como yo había mantenido en secreto mi participación en aquél certamen, la sorprendí con la noticia. “Qué bueno… Te lo mereces” me dijo, y dirigiéndose a su recámara, que estaba junto al bar de la sala, agregó: “Te voy a dar algo que he guardado por algún tiempo”. Regresó con un libro en las manos y lo puso en las mías con estas palabras: “Conocí a Roque Dalton en México y me dejó este libro firmado, además del que me autografió a mi, para que yo se lo diera a quien me pareciera que iba a apreciarlo… Tómalo. Ahora es tuyo”. Era un ejemplar de ‘La Ventana en el Rostro’. Ya sentados en la sala me explicó que su hermana Pity, residente en México desde hacía muchos años, tenía su apartamento en el mismo edificio donde vivía Juan Rulfo, y que fue ahí donde le presentaron a Dalton. Eso ocurrió en 1961, año que Roque fechó en ese ejemplar bajo su firma. Dos años después conocí a la noble persona que ha sido figura central del presente testimonio. De ahí la extensión que ha merecido esta historia, pues tan valioso ha sido para mi tener un ejemplar de la primera edición del libro en que se encuentran algunos de los poemas más recordados de Roque, como el haberme ganado el corazón de la persona que lo hizo llegar a mis manos, directamente de las que lo escribieron. Resta agregar fue a ese ser tan especial a quien dediqué mi libro ganador en aquel certamen. Una vez publicado, en el próximo viaje que Solita hizo a México para visitar a su hermana, se llevó algunos ejemplares, entre los cuales iba uno para Rulfo. Este notable escritor me lo retribuyó con un ejemplar de Pedro Páramo autografiado, el que aún conservo junto al del poeta que me negué a saludar un día y seguía mostrándome su rostro en la ventana del tiempo. (6)

I I I

El Café Doreña, en el San Salvador de los tempranos años sesenta, acogió las tertulias montadas por destacados escritores salvadoreños, entre ellos Oswaldo Escobar Velado, Manlio Argueta, José Roberto Cea y Alfonso Quijada Urías. Como café y punto de reunión de intelectuales, distaba mucho de parecerse a los madrileños Café Pombo (la famosa “Sagrada Cripta”) y Café Colonial, donde las célebres tertulias de la Generación del 27, a principios del siglo pasado, devinieron fértiles eras en que germinaron los “ismos” más trascendentes e influyentes de la literatura española. (7) Diez años más tarde, los que estábamos iniciando nuestro oficio dentro de la literatura y otras expresiones artísticas, comenzamos a reunirnos en la Cafetería Skandia, porque era la más moderna de la ciudad y por su excelente ubicación; se encontraba en la planta baja del Hotel San Salvador, en una esquina anexa al lugar en donde estuvo una pequeña plazoleta conocida como “Rincón Martiano”, no muy distante de nuestros lugares de trabajo y muy cercana a la oficina de correos, el Teatro nacional, las principales librerías, otros cafés que nos gustaba visitar y la mayoría de bares de la capital. Ahí nos dábamos cita escritores noveles, teatreros, pintores y diletantes, cada quien escogiendo la mesa donde estaban aquellos con quienes sentía mayor afinidad, no tanto por compartir una rama artística o una línea de pensamiento, sino, casi siempre, por la relación de edades que determinaba ubicaciones generacionales, por la ideología política con que se identificaba cada quien, o por mera simpatía, como era el caso de algunos periodistas que se nos unían.

Quizás por las discusiones que se generaban en aquel lugar entre quienes defendíamos posiciones sobre literatura, movimientos artísticos o política, también concurrían algunos catedráticos y estudiantes de la Universidad de El Salvador que disfrutaban de aquel ambiente. Entre estos “académicos” de número se distinguía una joven muy esbelta y atractiva, de encendida mirada y fácil palabra. Se advertía en su conversación que estaba muy familiarizada con la ideología socialista. Por eso se ganó el sobrenombre de “Rosa Luxemburgo” que, seguramente, fue acuñado por Norman Douglas pues tenía sello del tremendo poder histriónico que distinguía a ese actor. El verdadero nombre de aquella joven es Mirna, y un par de años más tarde aparecería en mi vida para transmitirme la asignación de una misión sumamente especial y honrosa, a solicitud de otro poeta, amigo mío, que nunca nos acompañó en esas reuniones.

Saliendo de ese cafetín una tarde, topé con el diputado Rafael Aguiñada Carranza, el tocayo a quien muchos llamábamos “Chele”, a quien asesinarían unos meses después. Después de saludarnos me pidió acompañarle hacia donde se dirigía. Caminamos hacia el sur sobre la Avenida España y mientras lo hacíamos me preguntó sobre mis estudios de Derecho, que yo había dejado interrumpidos por interesarme más la literatura, y también me comentó el poema que escribí a la muerte de Roque, el que unos meses antes había salido publicado en la Revista Abra de la UCA (8); después de dos o tres preguntas adicionales que, en el fondo, solo eran un preámbulo sin importancia empleado por él antes de llegar al grano, detuvo el paso y viéndome fíjamente me espetó la pregunta: “¿Querés ir a Cuba? Me dejó mudo. ¡Yo tenía años de estar pendiente de todo lo que sucedía en y con Cuba! Escuchar los discursos de Fidel el 26 de julio, era algo que no podía perderme, incluso en el trabajo, disimuladamente y con audífono. “¡Por supuesto!” contesté precipitadamente para que no creyera que no iba a aceptar… “Bueno” –agregó él- “Vas a ir con otro poeta (Se trataría de Chema Cuéllar). Ya está arreglado el viaje para el otro año.

Te van a contactar cuando se acerque la fecha”. Luego se despidió y regresó sobre sus pasos por la misma calle. Nunca más le volví a ver. Un sábado por la tarde, encontrándome con otros amigos en casa de Norman Douglas, nos enteramos de que acababan de ametrallar al “Chele”. Junto al pesar por la trágica suerte de aquel notable luchador lamenté también que con él pudieran haberse ido mis esperanzas de conocer la Perla de las Antillas. (9)

Ese gran camarada nuestro que ya ha figurado en “flash back” en una nota de la segunda parte de este testimonio, el siempre calmo y sonriente “Gato” Armando Herrera, fue el encargado de anunciarnos un mes antes del viaje, que éste se realizaría en la segunda quincena de julio de 1976. Salimos en horas de la tarde del viejo aeródromo de Ilopango, pero mientras esperábamos en el mostrador de la línea aérea la revisión del boleto de salida, se me acercó, tomándome por sorpresa, una mujer con unos ojos inconfundibles. Sin más preámbulos que la simple mención de mi nombre, me dio a entender con su mirada que no había tiempo para preguntas ni explicaciones, y entregándome un paquete en papel manila, secamente dijo: “Fermán quiere que le des esto a Haydeé Santamaría o a Nicolás Guillén, en Casa de las Américas. Ahí va todo lo de la muerte de Roque. Cuidalo mucho. Adiós”. Se retiró y despegando yo la vista del paquete que ella había puesto en mis manos sin darme oportunidad de reaccionar, volví a ver en la dirección en que se marchaba, pudiendo apreciar el rítmico andar con que se alejaba al ritmo de sus inconfundibles caderas, flanqueada por dos jóvenes que, evidentemente, eran los encargados de darle seguridad asignados quizá por su comandante Fermán Cienfuegos, el poeta que después de la muerte de Roque Dalton llevó a cabo dentro del ERP, la escisión que creó la Resistencia Nacional, y quien, después de la firma de los que yo siempre he llamado “recuerdos de paz”, retomaría su nombre real: Eduardo Sancho. (10)

Ya en Casa, la única persona a la que pude hacer entrega del paquete, fue Trini Pérez, quien actualmente se desempeña como colaboradora de Miguel Barnet. Me enteré por ella de que Haydeé se encontraba colaborando en la zafra de ese año y que Guillén estaba en Moscú recibiendo el Premio Lenin. Así fue que Trini se hizo cargo de guardar la encomienda. Dos días más tarde, almorcé con Mario Benedetti y a preguntas suyas acerca de lo cierto de la muerte de su gran amigo Dalton, le enteré de la documentación que yo había dejado en Casa. Fue después de eso que comenzaron a aparecer en medios cubanos los homenajes, comentarios y demás publicaciones relacionadas con nuestro poeta. Ahora el rostro de éste me veía más fijamente y con una sonrisa franca, comprensiva, desde todas las ventanas cubanas: la cultural, la tropical, la de la solidaridad y la de los ritmos que, en plenos carnavales, sonaban allá por el malecón, unas cuadras más abajo del Habana Libre… “¡Uno, do y tré… Uno, do y tré… Qué paso má chévere, qué paso má chévere, el de mi conga é…”

IV

Entré al centro comercial por el portón norte que da acceso al supermercado y a las diversas tiendas. Ya en el corredor, doblé hacia la derecha para ir a la tienda de artículos de oficina. Fue entonces que, desde lejos, lo ví. Era él. No cabía duda. Yo conocía aquélla nariz prominente, que compensaba una amplia frente, y esos arcos ciliares que, dando forma a las cejas, le confirieron siempre a su rostro ese semblante triste (como en la foto aquella con la taza de café y los envases de sodas. ¿Lo recuerdas? – me dice el entrometido de mi otroyó).

Obviamente, él no me iba a poder ver a mí, aunque ya me había acercado lo suficiente para examinar más de cerca aquella cabeza, los ordenados cabellos, el porte y demás detalles… Es realmente su viva imagen. En este busto sí era él, inconfundiblemente. Después de examinarlo, con permiso del dueño del lugar, descubro que no tiene nombre de autor. Pero algo me dice que yo había visto ya esta obra. “Hace muchos años, acuérdate…” parecen decirme sus ojos… Pongo más atención y con esa postura en que el mentón suyo está muy levantado, le veo en otro tiempo y en otro lugar…

Allá por 1979, una tarde de esas que Ricardo Castrorrivas llama “de poesía húmica”, compartida con Chamba Juárez, Edgardo Cuéllar y alguien más que no logro recordar, dispusimos visitar al escultor “Cerritos” en el taller que él tenía en el antiguo local de una escuela, en las cercanías de La Ceiba de Guadalupe. Se encontraba trabajando en un busto de Roque Dalton, en la etapa de modelarlo en arcilla. Las nubes que en la memoria va acumulando el tiempo no me permiten distinguir en aquel busto de mis recuerdos, más detalles que los que me llamaron la atención en este otro que tenía en venta el ignaro vendedor de antigüedades que lo poseía. ¡Nada menos que el busto del poeta salvadoreño más famoso de nuestra historia! Fuese o no el de “Cerritos”, éste sí era Roque. Había que rescatarlo. Era una versión hecha en algún tipo de resina que se había manchado y deteriorado, pero esos defectos no afectaban el valor de la figura que representaba. Preguntado que hube al anticuario el precio de aquella obra, comprobé que podía pagarlo y lo hice. Rescaté al poeta. Ahora era mi Roque. Y nadie más lo tendría. ¿Nadie más? (11)

Desde el lugar donde he escrito estos testimonios, tuve siempre a la vista el busto de don Roque, que es así como mis nietos dieron en llamarle al personaje que descubrieron en lo alto de una de las libreras, sitio donde lo coloqué desde el día en que lo traje a casa y lo invité a compartir mi estudio. Los dos niños ya sabían lo que es un busto porque crecieron viendo el de Beethoven, a quien yo, delante de ellos, llamaba don Beto; de ahí, mis inquietos descendientes tomaron el “don” para endosárselo al nombre de nuestro poeta, aunque sin comprender todavía cuál había sido su oficio, a juzgar por lo que el mayor de ellos me preguntó en cierta ocasión: “Abuelo, ¿y tenés música de don Roque?” Conteniendo la risa le contesté muy seriamente que ese personaje no había sido músico sino escritor, pero que, en cierto modo, había hecho música con palabras. Eso provocó una retahíla de preguntas tras la cual pude darles a los dos mocosos una sencilla explicación de lo que es la melodía que forman los versos, cuando son armónicos, valiéndome como ejemplo del poema El Nido, de Alfredo Espino, que ambos chiquillos conocen de cabo a rabo, merced a que la paciencia de su abuela, después de mil repeticiones en altas y pausadas voces, logró que la más conocida composición del Poeta Niño se fijara en aquellas absorbentes mentes infantiles y, a la vez, que se volviera insoportable para mi, de tanto escuchárselo a ella.

Ahora, el busto de Roque posa en algún lugar del Centro Cultural Nuestra América. Antes de darlo en donación a esa institución, se lo ofrecí en más de una ocasión a los hijos de Roque, pero ninguno de ellos pareció interesarse en tenerlo o, en el mejor de los casos, no quisieron que yo me despojara de lo que para mí, es una exacta representación de la figura del notable escritor salvadoreño, que estuvo dispuesto a aceptar todas las muertes que le correspondieran, aunque nosotros, los “guanacos hijos de puta”, sus hermanos, nunca estaremos dispuestos a aceptar el cobarde e inmoral silencio de sus asesinos.

– – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – –
N O T A S
(1) Muchos poemas inéditos de Lil, clandestinos en su mayoría, así como cartas personales enviadas por ella durante los años que duró la guerra revolucionaria en nuestro país, se encuentran en manos de Miriam Medrano, otra compañera nuestra que fue su más fiel amiga y camarada de luchas; con un celo admirable. ha ordenado ella todo ese precioso material que dejó Lil, esperando la oportunidad de que sea publicado. Al momento de ser escritas estas memorias, había ya una oferta en concreto de parte de la Universidad de El Salvador para publicarlo. En la página electrónica del Servicio Informativo Ecuménico y Popular, Roberto Pineda aporta algunos datos sobre Lil que a continuación transcribo:
“Lil Milagro inicia como dirigente de la Juventud Demócrata Cristiana en 1966. Su formación ideológica fue de corte socialcristiana, aunque más tarde sería fuertemente influenciada por el marxismo. En 1970 cuando recién había egresado de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales, muy decidida, abandona su hogar en San Jacinto, donde vivía con sus padres, dando inicio así, a su vida en la clandestinidad. En 1971, Lil Milagro aparece en un pequeño movimiento llamado simplemente, “El Grupo”, el cual sería el núcleo de la organización que en marzo de 1972, resurgiría con el nombre de Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en medio de un candente proceso electoral.
“Dagoberto Gutiérrez, uno de los jefes guerrilleros durante el Conflicto armado salvadoreño y quien conoció a Lil Milagro, menciona que en los primeros años de la década de los 70, la prensa describía a Lil como una “guerrillera serena que se retiraba tranquila y disparaba segura”. A su compañera, un arma cuarenta y cinco de cacha plateada, Lil la llamaba de cariño “Santa Sofía de la Piedad”. Gutiérrez, la describe como “la jefa guerrillera, maestra del pensamiento e instructora de la paciencia, que amaba la poesía por encima de todo. La revolución fue siempre su sueño y desvelo y el socialismo su utopía más segura”.
“En 1975, Lil Milagro junto con Eduardo Sancho y otros compañeros de armas, deciden abandonar las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y fundar un nuevo movimiento político-militar: La Resistencia Nacional (RN). La separación fue debido a pugnas ideológicas en el seno de la organización, que tuvieron como desenlace, los asesinatos del poeta y revolucionario Roque Dalton y el obrero Armando Arteaga, ambos cometidos por la alta dirigencia del ERP. Durante un tiempo, Lil y Roque habían mantenido una relación amorosa que finalizaría abruptamente con la muerte del poeta salvadoreño.”
(2) Además del “Chato” Silva, recuerdo que siempre estaban presentes los bachilleres Mario Guerra, el “Chele” Héctor Gómez Véjar, Ivo Príamo Alvarenga, Omar Pastor y Ernesto Ramírez Guatemala, ilustrado estudiante que estuvo encarcelado muchos meses por haber lanzado piedras a la Embajada de los Estados Unidos en una manifestación de estudiantes; este personaje usaba unos lentes bastante gruesos que se le estropearon cuando lo capturaron, por lo que, al salir de la cárcel y retornar a los estudios, tomó la determinación de no procurarse otras gafas porque, según dijo, no valía la pena seguir viendo lo que ya había visto, promesa que cumplió durante mucho tiempo. Otra de sus excentricidades era darle soda con licor a su perro cuando andaba de farra. Todavía me arrepiento de haber accedido a regalarle el Napoleón de mármol que me había quedado en el reparto de bienes de la mentora Cecilia Chery, en cuya casa viví algunos años, tras abandonar la casa de mi padre debido a los problemas con mi madrastra.
(3) Esa no fue la única vez que Roque llegó a “la facultad de Derecho”. Cuenta Ricardo Aguilar “Humano” que él le acompañó en más de una ocasión, pues el poeta asistía ahí a reuniones que, seguramente, tenía con militantes del PC. Después de una de esas visitas, ya entrada la tarde, Dalton le pidió a Ricardo que le acompañara a la Facultad de Humanidades, que entonces se hallaba en lo que fuera el Colegio Sagrado Corazón, frente al Palacio de Correos. Posteriormente, se fueron de copas a varios bares de la zona conocida como “La Praviana”. Roque ya había visto a algunos sujetos que les seguían y, por momentos, cambiaba el paso de lento a apresurado, por el solo hecho de provocar a aquellos sujetos que incluso entraron a uno de los bares para mantenerle vigilado desde otra mesa. Unas horas más tarde, avanzada ya la noche, le capturaron. A los ruegos de Roque de que no lo dejara solo, Ricardo quiso subirse al vehículo de los captores, pero le rechazaron con una patada en el pecho; ya repuesto del susto y del golpe, Ricardo llevó la mala nueva, primero, a la mamá de Dalton que vivía a pocas cuadras de ahí, y después, a un bachiller llamado Ernesto Ramírez Guatemala (de quien ya nos hemos ocupado en la nota anterior y volveremos a ocuparnos en la 6), para que diera aviso a los compañeros de Socorro Jurídico. Por tanto, la vez que yo ví a Roque y no me acerqué a él, bien pudo ser la del día de su captura. La versión de Ricardo Aguilar, pareciera quedar desacreditada por la siguiente afirmación que David Hernández hace en “Roque Dalton, un modelo para armar” que aparece publicado en el suplemento Vértice del Diario de Hoy, con fecha 8 de febrero de 2004. En palabras de Hernández: “Según narró Dalton a Roberto Armijo en La Habana años después, tiene la certeza que Ricardo A. lo delató, pues antes de su captura ese septiembre de 1964, Ricardo A. se ausentó de ‘El Paraíso’(famoso bar de San Salvador, donde estuvieron bebiendo el día de la captura) y no lo vió más”. Lo curioso es que Armijo, años después, en su lecho de muerte, le confió a Aguilar los originales de su libro “El Pastor de las Equivocaciones”, para que lo publicara con fondos de la Fundación Salarrué, que Aguilar dirigía. ¿Podría ser creíble que Armijo confiara algo así a una persona sospechosa de haber sido el delator nada menos que de Roque Dalton?
(4) Doña Cecilia Chéry era hermana de Marie Chéry de Espirat y juntas fundaron la École des Jeunes Filles aquí en San Salvador. Trabajó también ahí una tía de mi padre, Antonia Mendoza, que fue una respetada mentora de su tiempo a quien educadores como don Saúl Flores, llamaban “Maestra de Maestras”, por haber desempeñado una labor al parecer muy eficiente, formando docentes en la antigua Escuela Normal España. En la casa que fue de doña Cecilia, vivía una anciana llamada Mercedes García, su antigua ama de llaves a quien legó el usufructo de la vivienda; también dos fieles empleadas y una señora nicaragüense que, nunca supe por qué circunstancias, fue huésped vitalicia de esa casa: cuatro mujeres que me prodigaron buena parte del cariño que durante mucho tiempo yo no había podido recibir de nadie. Conviví con ellas por espacio de cuatro años, hasta que la muerte de la señorita García nos hizo salir de ahí y separarnos. Una vez los sobrinos de doña Cecilia tomaron posesión de la propiedad, nos ofrecieron a cada quien de los que hasta ese día moraríamos en esa casa, llevarnos lo que se nos antojara de los bienes ahí existentes. Yo cargué con tres o cuatro cosas con las que me mudé a un aposento alquilado en el vetusto edificio Ambrogi: un chaisselonge de mimbre; una maleta que me gustaba porque la adornaban muchas de pegatinas con ilustraciones de ciudades europeas, como las que se ven en revistas de entonces; un par de artículos de escritorio con repujados en cobre y pirograbados, hechas años atrás por alumnas de las hermanas Chéry durante las clases de manualidades que impartía don Rafael Lara, abuelo del actual investigador literario Rafael Lara Martínez, quien tuvo oportunidad de apreciar esos tesoros en mi casa actual; también me llevé una estatuilla de Napoleón, en mármol, que me acompañó durante varios años hasta que un sismo la tumbó y fragmentó; ya reparada, fue a parar al escritorio del bachiller Ernesto Ramírez Guatemala, ya conocido en este testimonio. La maleta, en mi nueva residencia, nos sirvió a mi y mis amigos para guardar respetables cantidades de cannabis cultivados por las manos expertas de una de las musas de Ricardo Aguilar Humano; finalmente se fue deteriorando hasta quedar inservible. Los amigos juraban que murió drogada y en cueros pero feliz. En cuanto al chaisselonge, debo confesar que nunca lo usé. Fue la cama del poeta Uriel Valencia durante algunos años, desde la primera noche en que, habiéndome pedido posada por ser muy tarde, decidió repetir la experiencia hasta el día en que me casé y dejé el edificio. El poeta se quedó con el apartamento, el chaisselonge y mi cama, que había sido de mi padre.
(5) En efecto, de acuerdo con la biografía de Roque que aporta el Servicio Informativo Ecuménico y Popular, esos triunfos se dieron en 1956, 1958 (con su largo poema “El nuevo amor de siempre”) y 1959 (con “El hijo pródigo y otros poemas del retorno”). Creo que en el mismo certamen, solo David Escobar Galindo y yo obtuvimos premios el mayor número veces; él, al ganar accesit en 1a rama de poesía, en 1962, 1964 y 1965; y el primer lugar en la misma rama, en 1963 y 1964. En mi caso, los reconocimientos se dieron en 1969, con un accesit en la rama de poesía, por el libro “Palabrotas con dolor”; luego, en 1970, obtuve el primero en poesía con “Los muertos y otras confesiones”, y el segundo en cuento con “El matamoscas y otras ficciones”; en 1971 gané de nuevo el primero en poesía con “Los pájaros”, y el segundo en cuento con “Mitos trágicos y Breves”.
(6) Varios años más tarde me lo mostraría en unas fotografías que nuestro muy querido amigo y compañero de organización Raúl Monzón trajo de Cuba, por la época en que ese otro gran camarada que fue Armando “Gato” Herrera se hallaba al frente de la Editorial Universitaria; los tres, Armando, Raúl y yo, convenimos en utilizar mi ejemplar de la Ventana en el Rostro para hacer una reedición en facsímile y, para acompañar su lanzamiento, un cartel con una de aquellas fotografías de Roque, en donde él aparece sentado ante una mesa agitando una taza de café, entre envases de sodas y con una mirada tremendamente expresiva. Para editar el libro fue necesario desencuadernarlo y, hechas las planchas, reencuadernarlo, sacrificio al que yo accedí complacido de que muchos lectores llegaran a leer esa obra inicial de nuestro poeta, y confiado, además, en que los expertos trabajadores de dicha imprenta sabrían dejarlo como si nunca lo hubiesen desarmado. Para el cartel, además de la fotografía que aportó Monzón, aporté yo la firma de Roque que tiene mi ejemplar puesta también en facsímile; y el poeta, como pie de su foto, aportó una cuarteta de aquellos famosos versos suyos:“Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre…”.
(7) Hubo un primitivo Café Doreña, con mobiliario más moderno, ubicado en el edificio donde tenía su sede la entidad que lo había creado, conocida también como “La Cafetalera”; después abrió sus puertas otra sala del Doreña en el edificio donde, años atrás, estuvo el “Club Internacional”, centro social de la vieja “realeza” criolla, al costado oriente de la catedral; era éste el que visitaban los escritores mencionados al principio de este capítulo.
(8) El título de ese poema es VIDA, PASIÓN Y MUERTE DE UN POETA. Lo escribí unos cuantos días después del asesinato de Roque y se lo mostré a Francisco Díaz Barrera, un catedrático de Letras de la UES, compañero de Luis Melgar y Uriel Valencia. Este amigo me hizo ver que era peligroso publicar un poema que se refería a los asesinos de Roque en términos tan fuertes, y que si los del ERP habían tenido agallas para matar a Dalton, nada les impedía acabar con quien lo defendiera, sobre todo –me hizo ver- si se trataba de alguien que aún no estaba organizado en ningún movimiento revolucionario y que, “para acabar de quemarse” trabajaba en una empresa derechista, como se consideraba a las agencias de publicidad. Yo le hice ver que alguien debía protestar, no solo por un asesinato tan absurdo como ese, sino, sobre todo, por la vil acusación que para justificarlo habían descargado sobre el poeta. Convencido, Francisco me dijo “yo me la juego con vos… Se lo voy a dar a Leonel Menéndez, para que lo publiquen en Abra.” Y así lo hizo. Ningún otro escritor nacional se pronunció en condena de aquel crimen. Posteriormente incluí el poema en mi libro Homenaje Nacional.
(9) Nunca estuve completamente seguro de cuál fue la razón por la que Rafael me había propuesto para hacer aquel viaje, pero pudo deberse a que tanto él como otros miembros del Partido Comunista me habían visto participar allá por 1966 en recitales para alumnos del Instituto Obrero “José Celestino castro”. Posteriormente, su director, Carlos Inocente Gallardo, me ofreció la plaza de profesor de letras y dibujo, que ocupé durante un año. Este colegio había sido establecido por el PC para brindar educación, principalmente a hijos de obreros. Entre mis compañeros de docencia puedo recordar, además de Gallardo, a Carmen Alemán de Vides, Guadalupe Lozano, el doctor Salvador Valencia Robles y Efraín Northalwarton Abullarade, con quien hicimos una buena amistad, de la que disfruté hasta el día en que fue detenido y condenado a prisión por “tenencia de literatura subversiva”, indignante delito empleado por los gobernantes del pasado contra intelectuales y profesionales progresistas. El encargado de la contabilidad del instituto, era José Dimas Alas, quien, como sabemos, acompañó a Salvador Cayetano Carpio en los inicios de las FPL. La dirección de este instituto, a inicios de los años 70, fue confiada al compañero Armando Herrera.
(10) Conocí a Eduardo Sancho en la universidad, donde ambos habíamos dado a conocer nuestra inclinación por la poesía. Yo solía visitarle en su casa y fue él quien me presentó a la pintora Rosa Mena Valenzuela, que era su vecina. A pesar de nuestra amistad, Eduardo siempre prefirió frecuentar a otros escritores, por lo que poco a poco fuimos dejando de vernos. Durante el tiempo en que él ya se había convertido en dirigente revolucionario, volví a verle algunas veces, casi siempre muy cerca de la casa de mi padre, mientras él cumplía alguna misión propia de las actividades de la organización a la que entonces pertenecía. Estoy seguro de que la publicación de mi poema a Roque, al que me he referido antes, despertó en Fermán Cienfuegos (Sancho), Lil Milagro y Mirna López, tres personas que me conocían bien, suficiente confianza para encomendarme llevar a Cuba la documentación sobre la muerte de quien había sido su compañero de armas. Cuatro meses después de mi viaje a Cuba, Lil Milagro de la Esperanza Ramírez Huezo Córdoba es herida y capturada en San Antonio del Monte, Sonsonate. A Mirna no volví a verle nunca más. A Sancho, mientras estuvo en el frente, sólo lo ví una vez en Managua, con motivo de un encuentro que tres miembros directivos del efímero Partido Social Demócrata, tuvimos con los cinco comandantes del FMLN. Curiosamente, no me permitió intercambiar con él más que el saludo.
(11) Nadie, ni sus amigos, ha sabido explicarme de dónde obtuvo el escultor Alberto Ríos Blanco el seudónimo de “Cerritos”, que es como todos le decíamos. Fue compañero de Dagoberto Reyes y bajo la dirección de su maestro Benjamín Saúl, realizaron la escultura que integra la fuente luminosa de la 25 av. norte de la capital. Compartimos con ellos muchos años de compañerismo y mesas de cafetines. Fue durante esa visita que Chamba Juárez y yo tomamos la decisión de incorporarnos al Frente de la Cultura Popular, en el que ya estaban contribuyendo con su trabajo artístico, entre otros trabajadores de la cultura de diversas especialidades artísticas, el compositor Saúl López que musicalizó “Poema de Amor” de Roque, y los hermanos Roberto y Franklin Quezada, quienes integraron el conjunto Yolokamba Itá que, durante el conflicto, llevó a muchos países esa composición que ha devenido himno de nuestra identidad.

***

NOTA. Fotografía-collage: arriba y a la izquierda, Rafael Mendoza Mayora; arriba y a la derecha, Roque Dalton; abajo, el monumento hecho por el pintor, escritor y escultor Armando Solís, dedicado a Roque Dalton, y que está situado en la Universidad Nacional de El Salvador.

***

POEMAS DEDICADOS A ROQUE DALTON POR EL AUTOR

Libro Rafael Mendoza 4

ROQUE DALTON GARCÍA

Siempre quise ponerme el mejor traje,

“el de reir y llorar” como decimos

aquí, los marginados,

para ir a tu despensa de bellezas.

Siempre quise darte algo.

Y, mira:

¡qué inútiles mis manos!

Solo te traen un poema.

Eso que tú has tirado en todas partes…

(De TESTIMONIO DE VOCES. 1971)

***

Libro Rafael Mendoza 11

VIDA, PASIÓN Y MUERTE DE UN POETA

“Cuando sepas que he muerto
no pronuncies mi nombre”…

Érase un individuo que tenía

una nariz muy especial,

una nariz con gran capacidad para olfatear

malos agüeros y chacales,

muy perspicaz para entenderse con su lengua

y con los grandes Lenguas no académicos.

nadie esperaba que el sujeto apareciera aquí,

precisamente aquí,

más abajo del trigal,

cerca de las Honduras del refrán,

donde bate la mar ddel sur a las sirenas

más peligrosas del mundo.

lo cirto es que al brotar esa nariz

la gente se asustó y salió gritando

que aquello era un castigo del señor

por la matanza de campesinos ocurrida un año antes.

Entonces,

los versos de Vallejo rodearon al aparecido,

los vió él, triste, emocionado;

incorporose rápidamente,

echose a andar y dijo:

“Arrodillémonos para llorar

a los muertos recónditos.

A los inadvertidos hagamos justicia.”

Eso fue suficiente para echarse encima

la antipatía de los militares,

pero tratando de ser condescendiente con el sistema,

el muchacho aceptó ir al colegio

y de ahí pasó a la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias

Sociales de la Universidad nacional,

en cuyo paraninfo pronunció su más célebre discurso:

“Pobre de mí, pobre de mí que soy marxista

y me como las uñas,

que amo los suaves garfios de la arena,

las palabras del mar

y la simplicidad de las gaviotas,

a quien todos exigen estos días

que se acueste desnudo con las tarifas aduanales

y así jure ante el viento que el juez

es superior al asesino…”

Aquello, para el gobierno, fue el colmo

y ordenó la inmediata captura

de aquel habitante de otras galaxias que así

probó por vez primera la amargura de estar preso

con La Ventana en el Rostro. Mas el tipo

siempre llevaba consigo un cigarro escondido

y una noche dispuso hacer la prueba

de invocar a la Libertad con la siguiente salmodia:

“Yo te conjuro cigarro puro padre

de tus volubles hijos de humo.

En el nombre de satanás, lucifer y luzbel

y por la virtud que tú tienes

haz que ella sienta amor por mí,

desesperado amor por mí.”

La Libertad acudió a salvarlo

y le dijo que él no había nacido para ser un fiel

de balanzas forenses ni cosa parecida

y que mejor se marchara con su música a otros mundos;

después le entregó los códices secretos de Brujo Cunjama,

le hizo el encanto de que le salieran alas,

le dio el soplo reservado a los nahuales

y le dijo que de ahí en adelante

se las arreglara solo.

Nomasito dio vuelta por Ayagüalo camino´ell puerto

comenzaron a surgir leyendas de que él

había hecho pacto con el Cadejo

y los aprendices de poesía se atrevieron a salir del soneto

con sus largas listas de chabacanadas,

tratando de seducir a la Rosa de los Vientos

para que les revelara el misterio de las alas

y el paradero de “el Narizón”,

quien desde su retiro les enviaba de vez en cuando

un pajarito con la sabia recomendación

de que no se alagartaran y que para todos

da diós, contimás locura.

Entre tanto, nuestro amigo aprovechaba el tiempo

restaurando testimonios encontrados en los caminos

que conducen a Roma la Nueva, en compañía

de otros olfateadores de su especie,

entre ellos Pedro Páramo, Bola de Nieva,

la Mulata viuda de Tal, Pachito, el Ché,

la Maga, Sandino, la Cándida Aridnere,

la Iris Mateluna, Fantomas y el Negro

que hizo esperar a los ángeles.

Nada menos en esa isla donde los descendientes

del Caimán Barbudo tienen su famosa Casaa,

ayudó a coordinar el regreso de Mambrú

y el triunfo definitivo de la Mama Grande.

Al Pulgarcito no le iba muy bien que digamos,

pero al menos tenía un porta representándolo eficientemente

y diciéndole al mundo que aquí

“todos somos abnegados y fieles

al prestigio del bélico ardor”.

Y fue por ese ardor que al Narizón se le ocurrió

volver al “apretacanuto” cuscatleco,

lo que quedó confirmado el día en que los diarios

sacaron la noticia de que él (“no pronuncies mi nombre”)

había sido ajusticiado por un grupo de ñatos

que lo acusaban de traidor.

Después nada se supo. Digo nada

de la supuesta traición, ni del cadáver.

Bástenos recordar que el hombre poseía

una nariz tan envidiable que, claro,

nunca le iban a perdonar su experiencia

en dar saltos de envergadura y no brinquitos.

En fin,

como él mismo hubiera dicho al ser condenado:

cada revolución tiene cabrones

que no se la merecen.

A lo mejor ya se esperaba el desenlace.

Gran profeta que fue.

se adelantó a la vil sentencia

cuando le tocó El Turno del Ofendido:

“Digo

que con una pequeña sonrisa y el viejo traje limpio

aceptaré todas las muertes que me correspondan…

…Y de nuevo podéis decirme el hermano pobre

el destrozado camarada pobre

agradeciendo como un perro si pan de cada noche.”

Lo demás sí lo sabemos:

que los poetas comprometidos tienen más enemigos

que los poetas y que los comprometidos,

sobre todo cuando tienen una buena nariz,

de esas que saben apuntar al blanco,

razón lo suficientemente clara

como para entender por qué muchos colegas

no dijeron ni pío al enterarse

de la muerte de este “pueta” que adoraba

las conchas frescas con cerveza,

también a una gaviota llamada Lisa

y a la famosa enanita del circo que a diario

esperaba verlo salir de la tienda “La Royal”

y ahora se ha quedado sin él

sudando amor amor amor.

(Revista ABRA. 1976 y en HOMENAJE NACIONAL. 1986)

***

Revistas Casa de las Américas

CIMAS A ROQUE DALTON

I

Roque de roca, trovero

telúrico, roquecido,

entre versos, gran jodido,

jugás al esconde-lero.

¡Ay, Roque, guanaco entero

de los pies a la razón,

me está doliendo en el son

de esta décima atrevida,

todo el dolor que la vida

te clavó en el corazón!

II

Roque: he sabido que tú

fuiste brujo de la rama

secreta del Gran Cunjama,

el que burló a Belcebú;

y que también Babalú

Ayé te dio su poder;

por eso no puedo creer

que has muerto. No cabe duda:

te olvidaste de la ruda

en la emoción de volver.

III

Desenrocándote, hermano,

en la luz de otras materias,

se nutren hoy tus arterias

como profético grano.

Tal vez le darás la mano

en tal fructificación

a la oruga y al carbón

que llegará a ser diamante;

si es así, pues… ¡adelante

con tan clandestina acción!

IV

En la montaña roqueña

que levantó tu poesía,

la noche, su minería

ejecuta, peña a peña.

En esa labor se adueña,

ella, de cada cristal

que aparece en su huacal

al escarbar bajo el verso

y lo agrega al universo

que guarda en su delantal.

(Revista Casa de las Américas, Nº 227. Cuba. Abril-Junio, 2002)

***

rafael-mendoza-mayora-img_2007

A UN GRAN FANTASMA INDÓCIL

Esta es la cuarta vez, mi querido poeta,

que yo le escribo algo.

En la primera di testimonio de su voz

y usted estaba todavía en este mundo.

Eso fue el mismo año en que usted se vio inflamado

por el que fue quizá su amor más subversivo

aquel que le hizo bailar un tango

cantado por Pablito Milanés,

y ya con la ayuda del ron

hasta echarse una ranchera. ¿Se acuerda?

Fue el corrido de El Hijo Desobediente

Un Domingo estando herrando
Se encontraron dos mancebos
Echando mano a sus fierros
Como queriendo pelear…).

¡Ah tiempo suyo aquél vivido en La Habana

recibiendo los laureles por Taberna

y compartiendo el parnaso tropical con otros grandes!

Pero antes de meterme en anécdotas,

déjeme decirle que mis otros dos homenajes.

se los dediqué cuando usted ya se había convertido

en el fantasma que con los años seguiría

deambulando por la habitación de Isidora

su amor de entonces. Según ella cuenta

en la famosa Carta que le envió a la eternidad

usted se le aparece a los pies de la cama

y le clava esa mirada fija que, todavía

a sus ochenta y seis años, suele provocarle

una leve comezón, un ardor en la piel.

Es para entender por qué, sobre esa epístola,

Mónica Ríos, otra chilena metida en textos,

se pregunta si es más o menos incorrecto

que un materialista dialéctico, como usted,

se aparezca en espíritu. “¡Vade retro!…

¡La negación de la negación! responderán

quienes le envidian a usted vida, pasión y suerte

con los lances del corazón, menos su muerte

por la que todavía no responden los asesinos.

Sí, se ha convertido usted en un fantasma indócil

que se quedó con la costumbre de visitar

la cocina donde le preparaba el café aquella musa

con la que recorrió las calles de La Habana

que llevan al mar y que ahora he sacado yo

de su Pérgola de Flores, sin ella saberlo;

de seguro al verlo ahí sentado sorbiendo el amargo,

ella le hará la misma pregunta de antes:

¿Qué le parece, maestro,

si nos vemos más seguido? Y usted,

con el humor de siempre le responderá sonriendo

con su acostumbrado Si, cómo no, maestra.

Después se despedirá, se marchará

y Benedetti saldrá de algún libro

dispuesto a acompañarle en su viaje de regreso

a aquellos otros lugares donde el amor

sigue entendiéndose con fantasmas que saben

salvar a la humanidad con la palabra.
San Salvador. 14 de mayo de 2014

Evolución y crisis de la fracción agraria de la burguesía salvadoreña

Evolución y crisis de la fracción agraria de la burguesía salvadoreña Roberto Pineda San Salvador, 6 de julio de 2015

El pasado 3 de junio sucedió en El Salvador un hecho insólito. Las autoridades policiales se negaron a obedecer la orden de un juez de proceder al desalojo de 80 familias que residen en la Finca El Espino, de Antiguo Cuscatlán, a 8 kilómetros al poniente de esta capital. El juez actuaba a nombre de la poderosa familia oligárquica Dueñas, de los biznietos del mismísimo patriarca y ex presidente Francisco Dueñas.

Por primera vez en la historia el Estado no obedecía a los cafetaleros. Incluso el mismo Gobierno se disculpó y ofreció ayuda a estas familias. Y para terminar de rematar, el 7 de junio, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia prohibía el desalojo. ¿Qué pasa en nuestro campo? A continuación exploramos la evolución de la fracción agraria de la burguesía salvadoreña.
Antecedentes

A principios de la década del 80 del siglo XIX es desplazada la oligarquía terrateniente añilera mediante una profunda reforma agraria burguesa (abolición de la propiedad comunal y ejidataria) que es la partida de nacimiento de la oligarquía agro-exportadora, o fracción agraria de la burguesía; cien años después, a principios de la década del ochenta del siglo XX es desplazada esta oligarquía agro-exportadora a través de una segunda reforma agraria burguesa (abolición de los latifundios) que es la partida de defunción de esa misma oligarquía. De sus carbonizados restos surge una poderosa oligarquía financiera que posteriormente en la primera década del siglo XXI es voluntariamente devorada por el gran capital transnacional estadounidense, europeo y colombiano. ¿Qué pasará en el 2080?

En 1932 los campesinos se enfrentaron militarmente a los cafetaleros y la oligarquía agro-exportadora se vio obligada ante el peligro de revolución a abandonar el poder político y cedérselo a los militares para poder así conservar el poder económico. En 1992 luego de doce años de guerra, esta misma oligarquía agro-exportadora, ya fuera del poder tanto político como económico, se une a sus antiguos enemigos, las organizaciones campesinas, y marcha en las calles para exigir a la Asamblea Legislativa se les perdone la deuda agraria adquiridas en los años del conflicto armado. Las vueltas que da la vida. ¿Qué pasará en el 2032?

Las Reformas Liberales del siglo XIX

La reforma agraria de 1881-1882 despojó a las comunidades indígenas y campesinas ejidatarias de la tierra, lo que modificó profundamente a la sociedad de esa época, iniciando un periodo primario de acumulación capitalista del que surge tanto una nueva elite de cultivadores, procesadores y exportadores de café así como un nuevo proletariado agrícola, que vende su fuerza de trabajo en las fincas del “grano de oro.”

Alrededor de la explotación campesina del aromático café se desarrolla la vida del país, se edifican las mansiones de las míticas catorce familias, y hasta se crean ciudades como Sonsonate y Santa Tecla, se amplía el puerto de Acajutla, así como surgen los ferrocarriles y el telégrafo, se forma la UES y se crea también la fuerza represiva del estado, la temida Guardia Nacional.
La amenaza del 32
En este año crucial, 1932, las comunidades indígenas campesinas del occidente del país, que habían sido despojadas de sus tierras cuarenta años antes, se levantan en armas contra los finqueros, atendiendo al llamado del recién creado Partido Comunista, y toman varias poblaciones, donde izan la bandera roja, pero pronto sucumben ante el poder de fuego de las “tartamudas” ametralladoras gubernamentales.
Y como simbólico botín de guerra para los vencedores de esta “amenaza comunista” los indígenas son despojados de sus vestimentas y de su idioma. Las derrotas se pagan caras, ya que en el siglo XVI otros vencedores llegados del otro lado del océano les habían arrebatado las imágenes de sus dioses y sus formas de gobierno.
Estudios sobre la oligarquía agro-exportadora
El estudio de la génesis y evolución de la oligarquía agro-exportadora ha llenado muchas páginas. En 1968 Everett Wilson nos presenta un listado de 66 familias oligárquicas del año 1920. Entre estas menciona a la familia Regalado (Concha Viuda de); Guirola (Ángel); Llach (Prudencio); Hill (James) y Dueñas (Miguel).
En 1969 Robert Aubey identifica tres agrupamientos en el seno de la oligarquía salvadoreña: los productores (Alvarez, Battle, Dueñas, Escalón, Guirola, Magaña, Mathies, Meza Ayau, Quiñonez, Regalado). Aquellos con “intereses extensivos de capital”: ( Deininger, De Sola, Hill, Wright) y el predominantemente sector comercial (Batarse, Bernheim, Borgonovo, Frenkel, Freund, Gadala, Goldtree Liebes, Hasbun, Nasser, Poma, Safie, Schwartz, Simán, Sol Millet, Zablah).
En un estudio realizado por Eduardo Colindres en 1976 sobre tenencia de la tierra en El Salvador, este se atreve a identificar a los hasta entonces misteriosos apellidos de las poderosas “14 familias” de la oligarquía: los Dueñas, Regalado, Hill, Meza Ayau, De Sola, Guirola, Álvarez, Meléndez, Menéndez Castro, Deininger, Quiñonez, García Prieto, Vilanova, y Sol Millet. Asimismo en este estudio se desagregan de acuerdo a sus principales intereses.
Plantea Colindres que en el caso de Productos de Agro-Exportación para el periodo 1970-1971 sobresalen cinco familias: los Regalado, los Guirola, los Llach-Schonenberg, los Hill-Llach Hill y los Dueñas. Como grandes exportadores de café para el año 1974: los De Sola, Compañía Salvadoreña de Café (estatal) Liebes, Daglio y Prieto; en el caso de familias terratenientes de la zona occidental del país se mencionan como las cinco principales: Magaña, Guirola, Salaverría, Bustamante y Regalado Dueñas.
En un estudio realizado en 1999-2000 Carlos Paniagua plantea la existencia de un bloque empresarial hegemónico, integrado por la combinación de relaciones matrimoniales y alianzas empresariales. Identifica a siete bancos que aglutinan a diversos núcleos familiares empresariales. En tres de estos bancos, Agrícola Comercial, Cuscatlán y Scotiabank se encuentran intereses vinculados a los principales cultivadores y exportadores de café.
1. Cuadro histórico comparativo de familias oligárquicas
Autores/Rublos/ Periodos
Wilson E., Productores- Exportadores
1920 Regalado (Concha V. de)
(Café y Azúcar) Guirola (Ángel)
(Productor Procesador Exportador y Banquero Llach (Prudencio)
(cafetalero)
Hill (James) Dueñas (Miguel)
(cafetalero y exportador)
Colindres, Agro-exportación 1970-1971 Regalado
85 mil qq de café Guirola
72 mil qq de café Llach-Schonenberg
50 mil qq de café Hill-Llach Hill
49 mil qq de café Dueñas
46 mil qq de café
Colindres, Exportadores de café 1974 De Sola
14% del total de ventas Compañía Salv. de Café
8.16% del total de ventas Liebes
7.03% del total de ventas Daglio
6.66% del total de ventas Prieto (en la actualidad Grupo Prieto)
5.92% del total de ventas
Colindres, Terratenientes 1971 Magaña 13,778.1 Hectáreas Guirola 13,682.6 Hectáreas Salaverría 7,808 Hectáreas Bustamante 6,816.8 Hectáreas Regalado Dueñas 6,424.7 Hectáreas
Paniagua, Empresarios 1999
Datos de 1994 UNEX (Unión de Exportadores)
25.34% del total de ventas
Banco Agrícola Comercial (Kriete y Meza) Banco Cuscatlán (Cristiani, de Sola)* COEX (Comercial Exportadora)
17.43% del total de ventas
(Juan Antonio Belismelis Vides)
Ing. José Antonio Salaverría (Borja) y Cía. (presidente del COENA en 2003)
16.29% del total de ventas**
Prieto S.A. 14.33% del total de ventas
(Luego se integra a Cafetalera del Pacífico) Daglio y Cía. 12.82% del total de ventas
Consejo Salvadoreño del Café, 2013)* **
Empresarios
Datos del 2012-2013 UNEX (1992)
Fue la única compañía que exportó 200,000qq o más (primera categoría) COEX (1975)
Exportó en la categoría de 100,000 a 200,00qq
(En la cosecha 2010-2011 estuvo en la primera categoría)
El actual CEO es Luis Eduardo Duarte Herrera Ibero El Salvador
(Propiedad del consorcio alemán Neumann Kaffee Gruppe) Exportó en la categoría de 100,000 a 200,00qq (En la cosecha 2010-2011 estuvo en la primera categoría) Cafetalera del Pacífico
(formada por Prieto S.A., Borgonovo Pohl S.A., J.J. Borja Nathan, S. A., y J. Hill y Cia S.A, desde 2007 en alianza estratégica con el consorcio suizo ECOM)****
J. Hill y Cía.
(forma parte de Cafetalera del Pacífico)
Exportó en la categoría de 50,000 a 100,00 qq (en esta tercera categoría del 2009 al 2013)

*Desde 1997 en alianza estratégica con la el consorcio japonés Itochu. En 1999 el presidente de UNEX era Ricardo Kriete Avila, asimismo ha participado en su dirección Diego de Sola)
**En la cosecha 2012-2013 JASAL aparece en la cuarta categoría (de 20,000qq a 50,000qq)
***Un dato interesante es que en la cuarta categoría de exportadores de café, que va de 50,000 qq a 20,000qq aparece en la cosecha 2009-2010 Alba Petróleos de El Salvador

  • Exportó en la categoría de 100,000 a 200,00 qq (En la cosecha 2010-2011 estuvo en la primera categoría)

La Reforma Agraria Contrainsurgente de 1980
El golpe de estado del 15 de octubre de 1979 tuvo como uno de sus escenarios principales la extrema situación agraria en la que “menos del 1% de los propietarios agrícolas controlaba el 40% de la tierra y el 2% de la población controlaba el 60% de la tierra en la forma de plantaciones superiores a 100 hectáreas (Mason, 1986). Esa concentración aún era más acentuada en los procesos de comercialización, los cuales –como se ha señalado– por su propia naturaleza aumentan las posibilidades de una excesiva concentración (Sebastián, 1979).” Los datos anteriores son tomados de un estudio realizado por la investigadora Ana Sofía Cardenal en 1996.
Asimismo señala Cardenal en este estudio que “si en 1930, 24 familias controlaban la mayor parte del procesamiento del café, en 1980-81, 15 de las 23 procesaban cuatro quintas partes del café (Paige, 1993). Asimismo, en 1974, los 10 mayores exportadores exportaban el 61,78% del café y los 18 primeros, el 75,85% (Colindres, 1976: 471).”

Y además apunta que “la omnipresencia de la élite económica no se detiene ahí, sino que se extiende también a otra área clave del ciclo agroexportador: la banca. Por ejemplo, hasta 1979, la propiedad de cuatro de los principales bancos del país –el Salvadoreño, de Comercio, Agrícola Comercial y Capitalizador– estuvo ligada directamente a familias agroexportadoras (Guirola, Dueñas, Regalado, Álvarez, Escalante-Arce, Sol Millet, Borja, Natán y Alfaro).”

En este contexto, en marzo de 1980 en el marco de un urgente esfuerzo contrainsurgente, que inicia en octubre del año anterior, al ejército salvadoreño literalmente se le obliga por la Embajada estadounidense, a romper con su papel tradicional de guardián de los intereses de la oligarquía y apoyar con tropa la intervención de aquellas propiedades agrarias que excedieran las 500 hectáreas. Había que arrebatarle a la izquierda la bandera de la reforma agraria. Y que mejor idea que hacerla bajo su control.
En todo el país los terratenientes observaron indignados y furiosos como los soldados campesinos con uniforme penetraban y ocupaban sus haciendas y obligaban a la formación de cooperativas con sus antiguos peones y “colonos.” Hubo algunos que se resistieron pero la mayoría aceptó el pago por su “sacrificio.” Washington decidía sacrificar a sus antiguos aliados a cambio de garantizar que no cayera otro país “en manos del comunismo.” Eran los lejanos tiempos de la Guerra Fría, de Alexander Haig y de Ronald Reagan.
Lo que se llamó “la primera fase” de la reforma agraria afectó a circa 480 propiedades, equivalentes al 15% de la superficie agropecuaria del país. De este 15 % el 14% era de tierras dedicadas al café; 31% al algodón; 24% a la caña de azúcar y más del 60% eran pastos naturales, incluyendo áreas forestales y montañas (Haggarty 1988)
De marzo a junio de ese año “revolucionario” se habían expropiado (y empezado a pagar) 270 haciendas en un área de 214,174.7 hectáreas, dentro de las cuales, 62,143 hectáreas, 32.3%, eran dedicadas a la producción de productos de exportación. El proceso había beneficiado a 32,010 familias, un poco más del 10% de la población rural. (Montes 1980)
Hay que señalar que en esta estrategia estadounidense de “reformas con represión” a la vez que el ejército distribuía tierras a los campesinos desplegaba junto con cuerpos paramilitares (ORDEN) una avalancha de asesinatos que costaron la vida ese año de 1980 de más de 10,000 campesinos, y fue inaugurada esa brutal temporada de cacería con el magnicidio en marzo de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. (Thiesenhusen, 1995).
Regresando a Cardenal, esta sostiene que “la fase I consiguió implementarse en su totalidad, y aunque en ella sólo se concentraba una décima parte del área dedicada a la producción de café, afectó a algunos de los más importantes propietarios y productores de café (Regalado, Dueñas, Guirola, Álvarez, Salvador Mathies, Salaverría, Meza Ayau, Sol Millet y Daglio).”

Y además señala Cardenal que como resultado de estos cambios cuando se crea en 1983 FUSADES (Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social) el sector agro-exportador es marginado ya que entre sus 248 fundadores, solo 11 pertenecen a este antiguo poderoso sector, entre estos De Sola, Hill, Cristiani Burkard y Salaverría. Pero dejan fuera a los Dueñas, Wright, Guirola, Regalado, Magaña, Meléndez y Quiñónez.

Tres historias de la reforma agraria de marzo de 1980

A continuación reseñamos dos historias de esta última reforma agraria, que al final bautizó una guerra que luego de doce años terminó literalmente con la oligarquía agro-exportadora salvadoreña. Y con esta salida del escenario histórico se abrió la puerta para un proceso sostenido de desarrollo democrático, que permitió en 2009 la llegada al gobierno del FMLN. De otra forma esto no hubiera sido posible. Revisamos dos casos paradigmáticos: las haciendas El Espino y San Juan Buenaventura en La Libertad, y La Carrera en Usulután, propiedades respectivamente de tres familias oligárquicas: los Dueñas, los Guirola y los Wright.
La Finca El Espino
El patriarca de la oligarquía, Miguel Francisco Dueñas Díaz, presidente salvadoreño aliado y protegido del dictador guatemalteco Rafael Carrera, se estableció en Santa Tecla a mediados del siglo XIX, en 1865, iniciando una fortuna que iba pasar de generación a generación. Seguramente nunca se imaginó que un siglo después, en el caluroso marzo de 1980 tropas del ejército iban a invadir la propiedad de sus nietos y distribuirla entre 450 familias de colonos. Se trataba de Roberto Dueñas Palomo, hijo de Miguel Dueñas Dárdano, que al casarse con Eugenia Palomo inicia una poderosa alianza matrimonial empresarial.
Pero la historia es ingrata aunque ellos no se dieron por vencidos fácilmente, alegando que había una parte “urbana” que legalmente les pertenecía, la cual recuperaron en 1987 y de la cual vendieron una parte para construir el Parque Bicentenario, y el centro comercial Multiplaza.
La propiedad de 1,149.75 manzanas en ese momento contaba con tres dueños: Roberto Dueñas Palomo, y sus hijos Roberto Miguel Dueñas Herrera y Miguel Arturo Dueñas Herrera. El primero nieto directo del patriarca. Los segundos eran sus biznietos, cuarta generación. Y ya hay incluso una quinta generación: Alejandro Arturo Dueñas Soler.
Regresando al patriarca, ese mismo año 1865 Dueñas se apodera de la Finca El Espino, que desde esa época hasta 1980 fue propiedad de esta poderosa familia y que es símbolo del poder oligárquico en El Salvador. El presidente democristiano Duarte la entrega en marzo de 1980 a una cooperativa de los trabajadores del inmueble. Pero los “verdaderos dueños” no se dan por vencidos, y la Corte Suprema de Justicia en 1985 revoca la expropiación del terreno y la devuelve a sus “legítimos” dueños.
El patriarca oligárquico Francisco Dueñas está enterrado en el cementerio de Santa Tecla, lugar donde poseía extensas fincas cafetaleras. Además, hasta el terremoto del 1986 el edificio Dueñas se alzaba imponente frente a la que también fue llamada Plaza Dueñas, luego Plaza Libertad. La ciudad de principios del siglo XX parecía rendir homenaje a uno de los dueños del país.
Hoy la familia Dueñas aparece bajo el moderno símbolo de Urbánica, su brazo inmobiliario. Destaca por desarrollos comerciales y residenciales en la otrora finca cafetalera El Espino, en la frontera occidental de San Salvador, y esta conducida por Alejandro Arturo Dueñas Soler, quinta generación de la familia Dueñas, directivo también de la Sociedad de Ahorro y Credito Apoyo Integral S.A.
Alejandro viene a sustituir al anterior conductor del grupo familiar, al fallecido en 2003 Archie Baldocchi Dueñas, casado con María de los Angeles Kriete. Por cierto, el hijo de este último, Marco Andrés Baldocchi Kriete, es miembro de la Junta Directiva de Avianca y Presidente del Grupo Prestomar, y de varias empresas ligadas a la familia Baldocchi, entre estas Transactel Inc, empresa dedicada a dar Servicio de BPO.
Desde 2004, los Dueñas han desarrollado esta zona de Antiguo Cuscatlan mediante la edificación del centro comercial La Gran Vía, en alianza con los dueños de este centro comercial, el Grupo Siman; la torre de apartamentos La Castellana, residencial El Espino, el edificio hotel Courtyard Marriot y el edificio de oficinas Promérica.
Urbánica, aseguran que nace “con la misión de ofrecer calidad de vida a sus clientes, al importar sensaciones, plasmadas en sus diferentes proyectos inmobiliarios, con los que se establece como una marca sólida, que ofrece seguridad, respaldo y calidad internacional a sus inversionistas extranjeros y locales.”
La hacienda La Carrera
En la mitología oligárquica se menciona esta propiedad en Usulután como ejemplo único de laboriosidad, armonía social y sacrificio empresarial. Y es simbólico que un tataranieto del fundador de este imperio empresarial algodonero ocupe hoy una curul legislativa en las filas del partido político creado por el Mayor DAubuisson.

El tatarabuelo del ahora diputado y anteriormente bombero washingtoniano John Tennant Wright Sol, era de origen estadounidense y llegó a El Salvador a finales del siglo XIX. Este primer Johan Tennant Wright (1857-1912) se casa con la hija de un expresidente, con la bella Marcela Meléndez. En 1952 muere John Tennant Wright Melendez, fundador de La Carrera y asume la conducción de este esfuerzo su hijo Juan Tennant Wright Alcaine (tercera generación), padre de Juan Tennant Wright Castro, (cuarta generación) reconocido dirigente de ARENA, que a su vez es el padre del actual diputado.
El prestigio del algodón de La Carrera derivaba de que a diferencia del egipcio que se cortaba con maquinas, este era cortado a mano, o sea que era la explotación de los trabajadores lo que resultaba en un producto sin impurezas y lo cual permitía obtener mayores ganancias. Eran los tiempos dorados en que Juan Wright Alcaine encabezaba la poderosa Cooperativa Algodonera, creada en 1938, pero además tenía capitales invertidos en la industria camaronera y la industria del aceite. Eran los tiempos del PRUD y del PCN, los tiempos de la dictadura militar…

La hacienda La Labor

El cafetalero y azucarero Raul Antonio Salaverría Duran, de 73 años, recibió con las armas en la mano el 8 de marzo de 1980 a las tropas que llegaban a “imponer” la reforma agraria a su hacienda en Ahuachapan, que producía 20,000 quintales de café, lo que el dejaba una ganancia de $146,000 y que había estado en propiedad de su familia por 117 años.
Al final fue militarmente “convencido” y obligado a ceder. Y sobrevivió para contar la historia. Había sido en 1972 candidato a la vicepresidencia por el FUDI (Frente Unidos Democrático Independiente) junto con el Coronel José Alberto Medrano, el tutor en la Guardia Nacional del aventajado DAubuisson en la sangrienta asignatura de escuadrones de la muerte.

La parte de la finca que logró salvar la continuaron administrando sus hijos, entre estos Alex Alfonso Salaverría Lagos, que fue luego diputado de ARENA por Ahuachapan y falleció en 2006.

El Salvador tiene 160 millonarios

El Salvador tiene 160 millonarios
Julio5,2015, Diario1.

El país centroamericano con más magnates es Guatemala, al alcanzar los 260. No hay duda de que la lista de magnates de Centro América está en crecimiento. Para la revista Forbes, hay 12 centroamericanos cuyas operaciones son tan relevantes que a futuro cualquiera de sus integrantes podría incorporarse al club.
El Salvador posee 160 millonarios aunque no es el país centroamericano con mayor número de personas que posean esa condición. Aunque no se citan los nombres, un informe del 2014 hecho por Wealth X Consultores menciona que Guatemala es el país con más millonarios al tener 260.

Los millonarios de Guatemala tienen una riqueza combinada que supera los $30 mil millones. Los millonarios salvadoreños tendrían más de $20 mil millones en riqueza. El segundo país con magnates es Honduras, Guatemala lo supera con 35 millonarios. Honduras tiene 225 millonarios, Nicaragua 210, El Salvador le sigue con 160 magnates, Panamá con 120 y, finalmente, Costa Rica cuenta con 100 magnates que controlan $14 mil millones.

Estados Unidos lidera el ranking mundial de millonarios con 211, 275 millonarios. Cuba y Tayikistán están empatados como los últimos de la lista, con seis magnates cada uno.El informe utiliza un modelo propio, que estima el valor de los activos que se cotizan en bolsa, así como bienes privados.
A un paso de entrar en el grupo

No hay duda de que la lista de magnates de Centro América está en crecimiento. Para la revista Forbes, hay doce 12 centroamericanos que, aunque no estén en su ranking de billonarios, sus operaciones son tan relevantes que a futuro cualquiera de sus integrantes podría incorporarse al club de los 1,000 millones de dólares.
Los siguientes doce centroamericanos han creado sus fortunas con negocios que provienen de diferentes rubros como telecomunicaciones, servicios financieros, aerolíneas, agronegocios, etc,
1. Stanley Motta y Familia
País de origen: Panamá Presidente Motta International Empresas y sectores: Tiendas duty free, aerolíneas, telecomunicaciones, servicios portuarios y financieros.
Su fortuna proviene de las tiendas libres de impuestos instaladas en aeropuertos de más de 20 países latinoamericanos. La diversificación de Motta Internacional le ha permitido a este conglomerado extender su presencia en todo el Caribe y Latinoamérica, consolidado así al sector financiero, aerolíneas, proyectos inmobiliarios y productos de lujo como los principales pilares del grupo empresarial. Medios locales calculan que los activos del corporativo rondan los 2,500 millones de dólares.

2. Dionisio Gutiérrez y Familia
País de origen: Guatemala Copresidente de Corporación Multi-Inversiones Empresas y sectores: Financiero, desarrollo inmobiliario, telecomunicaciones, agronegocios, restaurantes y energía renovable.
Recientemente, Corporación Multi-Inversiones adquirió 40% de los activos de la española Telefónica, que tiene operaciones en El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Panamá. Una transacción que ascendió a 500 millones de dólares, según reportes de las compañías involucradas.

3. Ramón Mendiola
País de origen: Costa Rica Director general de Florida Ice & Farm Empresas y sectores: Bebidas, desarrollo inmobiliario y turismo.
Florida Ice & Farm Co. (FIFCO) es considerada la principal empresa de bebidas embotelladas en Costa Rica. Su director general es Ramón Mendiola Sánchez que hace poco más de 12 meses, adquirió la cervecera estadounidense North American Breweries Holdings (NAB) por 388 millones de dólares. Actualmente Ramón Mendiola dirige una compañía que tiene un valor en activos de 1,621 mdd, en 2013 su facturación ascendió a 1,102 millones de dólares.

4. Ricardo Poma
País de origen: El Salvador Presidente de Grupo Poma Empresas y sectores: Automotriz, servicios financieros, industrial y hospitalidad.
Un total de 16 marcas automotrices son representadas de Guatemala a Panamá por Excel Automotriz de Grupo Poma, que comercializa alrededor de 18,000 autos cada año y atiende cerca de 100,000 más en sus talleres, negocio que tiene un valor de 59 millones de dólares en autopartes de repuesto.
La rama inmobiliaria del conglomerado Poma ha construido más de 50,000 viviendas en El Salvador y 19 grandes centros comerciales en toda la región, que son operados por Metrocentro, los cuales equivalen a más de 166,000 metros cuadrados de piso comercial. Finalmente la rama hotelera maneja 28 hoteles en 10 países de las cadenas Marriot, Intercontinental y Choice, atendiendo a cerca de 35,000 huéspedes cada mes.

5. Mohamad Yusuf Amdani Bai
País de origen: Honduras Presidente de Grupo Karim’s Empresas y sectores: Líder en la industria textil, hotelera y real estate; manufactura para las marcas JC Penney y Medline Industries.
Si bien Grupo Karim’s tiene su matriz en Pakistán, en la actualidad las compañías del conglomerado operan en Estados Unidos, Honduras, México, Guatemala, República Dominicana, Nicaragua y Emiratos Árabes, siendo los sectores textil y bienes raíces donde mantiene la mayoría de operaciones. Cifras publicadas en varios medios de comunicación regionales estiman que los ingresos de Grupo Karim’s son superiores a los 5,500 millones de dólares anuales.

6. Jaime Rosenthal Oliva
País de origen: Honduras Presidente de Grupo Continental Empresas y sectores: Banca, seguros, bienes raíces, tecnología, energía, diarios, telecomunicaciones y agronegocios.
De acuerdo con la calificación de riesgo de Equilibrium de 2013, el conglomerado contaba con activos por 1,173 millones de dólares y su facturación fue por 155.8 millones de dólares en ese año, siendo la división de Inversiones Continentales y Subsidiarias, en donde es presidente su hijo Yani Rosenthal, la que tiene la mayor contribución al flujo operativo, junto con Cementos del Norte.

7. Roberto Kriete
País de origen: El Salvador Presidente de TACA y Grupo Kriete Empresas y sectores: Aerolíneas, bienes raíces, hotelería, agroindustria y fondos de inversión.
La aerolínea Avianca- TACA tiene ventas superiores a 3,800 millones de dólares. A partir de octubre de 2013, la aerolínea opera sólo con el nombre de Avianca, luego de un acuerdo firmado entre los principales accionistas de ambas empresas.
Tras esta alianza se constituyó una nueva empresa con operaciones en más de 100 países en Latinoamérica, conformada por cuatro hubs ubicados en El Salvador, San José, Colombia y Perú. La participación de TACA en este nuevo holding corresponde a 33% del total de las acciones. Luego de esta alianza, los ingresos de la aerolínea se estiman por arriba de 3,800 millones de dólares.

8. Mario López Estrada
País de origen: Guatemala Presidente de Telefónica Tigo Guatemala Empresas y sectores: Telefonía, televisión, internet y desarrollo inmobiliario.
Tigo cuenta con 43% del mercado de telefonía en Guatemala, que se estima tiene un valor de 1,600 millones de dólares con operaciones en Centro y Sudamérica. En febrero pasado, la empresa colocó un bono por 800 millones de dólares.

9. Carlos Enrique Mata Castillo
País de origen: Guatemala Presidente de The Central American Bottling Corporation (Cabcorp) Empresas y sectores: Alimentos y bebidas, banca.
Cabcorp también ha incursionado en la fabricación de cerveza bajo la marca Brahva en alianza con AmBev y en el sector alimentos con la firma centroamericana LivSmart. Sus ventas rondan los 924 mdd, en 2012 colocó un bono por 150 millones de dólares en el mercado de Estados Unidos con vencimiento al año 2022.

10. José Miguel Torrebiarte Novella
País de origen: Guatemala Director corporativo de Cementos Progreso Empresas y sectores: 10 compañías dividas en industrias como cemento, inversiones y desarrollo inmobiliario.
Cementos Progresa, dirigida por José Miguel Torrebiarte Novella, es la filial insignia, la cual tiene 84% del mercado guatemalteco de cemento. Durante el año fiscal 2012 la firma tuvo ingresos por 508 millones de dólares, es decir, cerca del 1% del PIB de Guatemala, de acuerdo con cifras de la calificación de Fitch. Durante 2013, realizó inversiones por 720 millones de dólares para la construcción de lo que será la planta más grande de cemento en Centroamérica.

11. Miguel Facussé Barjum
País de origen: Honduras Presidente de Corporación Dinant Empresas y sectores: Alimentos, agronegocios, biodiesel, biogas y productos de limpieza y cuidado del hogar.
En 2000, Dinant vendió activos a Unilever con un valor de 400 millones de dólares. A partir de ese momento, Miguel Facussé reconfiguró el mercado de consumo masivo en Honduras hasta llevarlo a alcanzar el sitio que hoy ocupa. Y en 2009 Dinant solicitó un préstamo por 30 millones de dólares, utilizados para expandir sus plantaciones de palma aceitera.

12. Francis Durman Esquivel
País de origen: Costa Rica Director general de Aliaxis Latinoamérica y ceo de Grupo Montecristo Empresas y sectores: Construcción, petroquímica, agroindustrial, financiero, tecnología, salud y logística.
El reporte financiero más reciente disponible de Aliaxis señala que durante 2012 la corporación tuvo ingresos globales por 2,377 millones de euros, de los cuales alrededor de 15% provienen de sus operaciones en la región de América Latina. La empresa tiene presencia en los principales mercados de Latinoa América, entre los que destacan Brasil, México, Argentina, Panamá, Colombia y Perú.