Apuntes de: “Crónicas para desmemorias de la Comandancia General”

Apuntes de: “Crónicas para desmemorias de la Comandancia General”

Share on facebook Share on twitter Share on email Versión para Imprimir

Prefacio
¿Porqué una revolución a color?
Siempre me ha parecido en extremo difícil que la historia recoja con exactitud los hechos, el contexto y el peso de los personajes que la protagonizaron. Pienso que siempre hay pecados de omisión o veracidad, aun cuando se escriba como resultado de una rigurosa investigación histórica. Generalmente, los seres humanos nunca estamos de acuerdo ni siquiera con la lectura e interpretación de lo que está ocurriendo en el presente y, por lo general, damos por hecho o atribuimos a quienes están sometidos a la luz pública cosas que jamás han sido comprobadas, ni se sabrá nunca si fueron o no verdad.
En una ocasión, Hernán Vera, Maravilla, que gozaba de una poderosa narrativa, contaba con lujo de detalle en la cocina del campamento de la Comandancia en Morazán, los combates que él había cubierto con su cámara. Rolando Julián, uno de los jefes que había participado, le dijo: “Yo estaba allí, pero contado por vos suena mucho más emocionante”.
Escribir la historia del Sistema Radio Venceremos1 es, por lo tanto, una odisea. Este libro representa un esfuerzo en esa dirección, digno de reconocer, y es bueno escribirlo antes de que los que la vivimos perdamos la memoria o desaparezcamos del mapa sin dejar registro de lo que recordamos, lo cual, en todo caso, será lo que más se aproxime a la historia real.
Dicho lo anterior, agradezco a Gustavo Amaya su invitación a escribir algo para este libro, que recoge en forma testimonial la vivencia y lo que guardan en su memoria muchos de los que, al igual que se aprendió a combatir combatiendo, aprendieron a hacer comunicaciones comunicando, o de los que sabiendo algo hicieron de todo, empeñando su creatividad, su valentía, su audacia, su sentido del humor, su capacidad de agitar, conmover, motivar, moralizar, analizar o, dicho de otra manera, los que pusieron su empeño en hacer la guerra a través de las comunicaciones, hasta llevarla a buen término.
No todos los que participaron y dieron su aporte en las más diversas tareas de las comunicaciones dan su testimonio en este libro, pero es una recopilación bastante completa que hace honor al trabajo de todos. Da gusto que así sea, pues en la guerra aprendimos que nadie puede lograr nada solo. Por eso la solidaridad encontró su mejor lugar y momento en aquellas circunstancias. Se sabe que el que escribe lo hace desde su propia vivencia o perspectiva, pero muchos libros de los escritos hasta ahora sobre la guerra insurgente de El Salvador pecan en exceso de protagonismo, al punto tal que se vulnera su propia credibilidad.
Cuando uno recuerda la compleja organización del trabajo que existía en la guerra y la capacidad de los combatientes para identificar la importancia de las comunicaciones y el respeto y cariño que les tenían a quienes las hacían, reconociendo el valor del trabajo intelectual, concluye que, sin saberlo, hicimos un extraordinario ejercicio de trabajo en equipo.

¿Quiénes fueron los hombres y mujeres que desde el más impresionante y diverso quehacer colectivo hicieron posible aquel esfuerzo comunicacional? Aunque es imposible mencionarlos a todos, gracias a la recopilación que en una de sus partes presenta este libro, los nombres de casi todos quedan desde ahora registrados para la historia.
Micrófonos, guitarras, cámaras, lapiceros, papel, impresores, cintas, transmisores, enlaces y todo cuanto fuera necesario para que los comunicadores hicieran su trabajo, tuvieron en el ERP un tratamiento logístico sólo comparable al de las armas. También este libro recoge algunos testimonios de quienes desde las estructuras logísticas se arriesgaron e hicieron toda clase de artificios para que cada cosa estuviera en su lugar “justo a tiempo”.
Escribir o hablar del Sistema Radio Venceremos es referirse a un fenómeno comunicacional del que hay contadas experiencias en la historia de los movimientos guerrilleros. Es muy difícil que algo similar hubiera ocurrido fuera de aquel contexto histórico que vivía el país y fuera del seno del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una de las cinco y más grandes organizaciones del FMLN que, junto con el FSLN de Nicaragua y el M19 de Colombia, constituye en América Latina una de las tres guerrillas modernas, innovadoras y con identidad propia, que rompieron patrones en el orden comunicacional y de estrategia política y militar. El resto de insurgencias eran conservadoras o fueron derrotadas sin lograr transformaciones para sus países.
El ERP nació como una organización insurgente, rupturista respecto a la izquierda comunista y a las insurgencias conservadoras, que se concebía dando rumbo al desenlace de la “situación revolucionaria” que vivía el país. Esta definición, que ahora puede parecer simple, encerraba el nacimiento de una izquierda no aferrada a la ideología sino a la realidad, que en su momento usó el marxismo leninismo como herramienta para entender la situación que vivía el país, en este caso, la existencia de una crisis de poder. Esto último quedó reflejado en las primeras producciones teóricas escritas por Rafael Arce Zablah, El grano de oro y Fascismo y revolución, en 1975. Hubo otras elaboraciones igualmente importantes, entre ellas: ¿Es tu arma el voto?, escrita antes del fraude electoral de 1972, y un documento que dio base a las zonas de control que se convirtieron en retaguardias guerrilleras 2.
Así, los factores que explican el desarrollo del fenómeno comunicacional que tuvo lugar en el ERP se pueden resumir en las características del grupo original que lo fundó, en el contexto histórico que vivía el país, en la superación de las condiciones adversas del territorio para el surgimiento de una guerrilla y en las características y el papel de su liderazgo.

Los fundadores
Los integrantes del grupo original del ERP fueron expresión de las condiciones históricas que vivía el país. Ninguno de ellos procedía del Partido Comunista. No se declararon rebeldes por definición ideológica, más bien sus influencias respondían a las nuevas corrientes de izquierda que se manifestaban en otras partes del mundo. En su mayoría eran jóvenes de clase media, procedentes de organizaciones juveniles democratacristianas de la época, activos en las organizaciones estudiantiles universitarias, destacados por su alta calidad académica, con nexos con en el movimiento de Mayo del 683. En suma, un grupo que nació rompiendo con la izquierda ortodoxa plegada a Cuba y la Unión Soviética, lo que sin duda influyó en que después, como una manera de expresar su no alineamiento con esas corrientes, transitaran por momentos de proclamación y discurso prochinos.
Las ideas de este grupo sentaron las bases del pensamiento estratégico del ERP. La búsqueda de definiciones de corto plazo, la política de alianzas y la plataforma democrática de gobierno fueron ideas originadas en el grupo, al igual que las relaciones con sectores de la iglesia y con militares progresistas, con quienes se pretendía una definición de corto plazo por la vía del golpe de estado con apoyo insurreccional. El Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), que en aquel entonces representaba la más fuerte organización de “masas”, fue también resultado de la visión de este grupo, que concebía tal esfuerzo dentro de un planteamiento insurreccional. Con estas raíces en su pensamiento, es fácil comprender por qué el ERP no adoptó la estrategia de Guerra Popular Prolongada ni la búsqueda de la dictadura del proletariado. Los ejemplos de las FARC de Colombia y de la guerrilla de Guatemala, ambos de corriente conservadora, nos indican cuán importante fue el aporte que este grupo dejó al país, cuyo resultado, de haber seguido patrones conservadores, habría sido de derrota en pocos años.
A estos jóvenes que dieron origen al ERP poco se les menciona en la historia de la guerra civil y menos aún se les reconoce su papel en la construcción de un pensamiento sin el cual no habría sido posible ninguna definición de ruptura del militarismo y avance democrático para el país. Entre ellos: Alejandro Rivas Mira, el líder del grupo, cuestionado posteriormente por las circunstancias que rodearon su salida del ERP; Ricardo Sol; Lil Milagro Ramírez; Eduardo Sancho; Carlos Menjívar; Jorge Cáceres Prendes, y Fabio Castillo, prominente figura intelectual de la época, quien fungió como rector de la Universidad de El Salvador y fue candidato a la Presidencia de la República.

El contexto histórico

[Máxima dirigencia del ERP, entre los que se encuentra Joaquín Villalobos, al centro.]

Máxima dirigencia del ERP, entre los que se encuentra Joaquín Villalobos, al centro.

A comienzos de los 70 era un hecho la división de poder dentro del régimen dictatorial y dentro de la sociedad. Militares constitucionalistas conspirando al interior de la Fuerza Armada y alzándose contra el fraude electoral del 72; industriales y terratenientes divididos por el modelo económico a seguir; un sector de los militares, con el presidente Molina a la cabeza, promoviendo a la Unión Comunal Salvadoreña en apoyo al proyecto de reforma agraria; y otro, a la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN), de corte fascista; la iglesia fraccionada entre conservadores y afectos a la teología de la liberación; creciente organización campesina motivada por las corrientes renovadoras de la iglesia; movilización de sectores medios procedentes del magisterio, de las universidades y de los institutos de educación media; y multitudinario arrastre popular del principal partido político de oposición, la Democracia Cristiana, y la coalición electoral de la cual formaba parte: la Unión Nacional Opositora (UNO).
El vacío de poder era claro y el agotamiento de la vía electoral como recurso para sustituir al régimen militar, también. No obstante, el Partido Comunista adversaba la lucha armada y la calificaba como una pretensión aventurera de grupos pequeño burgueses manipulados por la CIA. Las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) ―que bajo el liderazgo de Salvador Cayetano Carpio se habían separado del Partido Comunista, no por razones ideológicas sino por razones de estrategia―, habían optado por la lucha armada, pero bajo el esquema de Guerra Popular Prolongada, es decir, bajo la lógica de preparase y acumular fuerzas para cambiar el sistema, indistintamente de lo que estuviera ocurriendo en la realidad del momento. Carpio mantenía su admiración y afinidad ideológica con la Unión Soviética, de hecho, la bandera de las FPL era una copia de la de aquel país, con la hoz y el martillo estampada sobre el lienzo rojo.
El ERP―que se nutría con nuevas incorporaciones, entre ellas, la del grupo de Rafael Arce Zablah y Joaquín Villalobos―, estaba en la lucha armada con la crisis de poder en la mira y con ideas de definición en el corto plazo, con enfoque de aprender la lucha guerrillera haciéndola y, no obstante su retórica radical, de trabajar en el plano de las más amplias alianzas, incluyendo a militares progresistas, y de construir un amplio movimiento popular capaz de conjugar fuerzas dentro de una estrategia insurreccional. Así, el ERP nace y se desarrolla pegado a la realidad, rompiendo esquemas y contraponiéndose a la izquierda tradicional y conservadora.

La lucha guerrillera contra todo pronóstico
El Salvador no era un lugar concebible para el nacimiento y desarrollo de una guerrilla. Con 21,000 kilómetros cuadrados de territorio; con la mayor densidad poblacional de América Latina; sin profundas montañas escabrosas; con una estructura administrativa de 14 departamentos y 262 municipios, todos accesibles; y con alrededor de 150,000 hombres entre cuerpos de seguridad, ORDEN4, patrullas del servicio territorial5 y ejército dislocados en todo el territorio, era muy difícil pensar que un movimiento insurgente tendría futuro. Y, en efecto, no cualquier estrategia podía ser exitosa. Los territorios de la guerrilla primero fueron conquistados políticamente a través de la organización campesina y luego fueron conquistados militarmente.
La ofensiva de enero de 1981 ocurrió tarde, cuando las condiciones insurreccionales habían pasado, luego del asesinato de Monseñor Romero y fuertes golpes a las organizaciones populares. No obstante, el ERP mantuvo un intenso debate con el Partido Comunista y las FPL para persuadirlos de la realización de la ofensiva. La RN6 estaba de acuerdo con dicha ofensiva, pero los resabios dejados por la división con el ERP impidieron que ambos conjuntaran fuerzas y recursos. Finalmente, el acompañamiento insurreccional de la población no se dio, pero el esfuerzo desembocó en la construcción de los frentes guerrilleros y en la conquista militar de los territorios. No hubo victoria insurreccional, pero nadie puede negar que aquella ofensiva sentó las bases de la guerra civil que se prolongó por más de una década.

El papel del liderazgo
Existe una discusión acerca de si es el contexto histórico o el liderazgo lo que determina el curso de los acontecimientos y se puede decir que son ambos, pues un dirigente, fuera de la oportunidad que ofrecen las circunstancias, no es nada, mientras, estas últimas sin un liderazgo, no conducen por sí mismas a resultados. Quienes tienen madera para ser líderes, son empujados por las circunstancias y ese es el caso de Joaquín Villalobos quien, después de Rivas Mira, asumió el liderazgo del ERP en 1977.
Joaquín no era un hombre previsible. Era rupturista de esquemas, heredero del pensamiento del grupo original del ERP y con mucha visión de futuro. Fue jefe de un contingente con el que guardaba grandes afinidades y resulta lógico pensar que eso obedecía a que, en el camino de la construcción de una organización, desde el liderazgo se va transmitiendo un estilo y se va creando una cultura capaz de atraer a determinado tipo de gente que se acopla, por lo general, perfectamente con ella.
No creo posible el desarrollo del fenómeno comunicacional que tuvo lugar dentro del ERP sin el liderazgo de Joaquín. En su pensamiento, el efecto comunicacional en los diferentes planos de la estrategia tenía una importancia de primer orden. Para él era inconcebible una operación armada sin su correspondiente efecto mediático. Mantuvo la idea de llevar a cabo operaciones simultáneas para comunicar fuerza desde la época de la guerrilla urbana hasta las ofensivas que, finalmente, dieron lugar al cambio en la correlación de fuerzas que hicieron posible la firma de los Acuerdos de Paz. Un hecho que sintetiza a cabalidad su visión fue la operación contra el helicóptero en el que el coronel Domingo Monterrosa, 7 junto a otros altos mandos militares, intentaban sacar de Morazán su supuesto trofeo de guerra: el transmisor de la Radio Venceremos. En esta operación, en la que murieron todos los tripulantes, se mezclaron tanto la habilidad táctica y de inteligencia en su diseño, como la tremenda obsesión del coronel por acabar con la Radio Venceremos, e incluso, el uso de esta última dentro de la estratagema, lo cual implicó silenciarla para hacerle creer que en efecto había capturado el transmisor.
El enfoque estratégico que Joaquín le imprimió a las comunicaciones fue lo que permitió articular los recursos humanos, logísticos y creativos necesarios. Pero no se limitó al plano estratégico: incursionaba en lo concreto y lo hacía trabajando en equipo. Las ideas tenían su recorrido antes de concretarse. Podía comenzar la discusión con sus compañeros de dirección o simplemente ir a parar con el equipo de producción de la Radio Venceremos para discutir un editorial, una transmisión que debía acoplarse justo al inicio de una operación militar o la producción de una “novelita”, espacio de sátira tan preciado por todos durante la guerra. Los comunicadores fueron siempre parte de su equipo de trabajo, por eso, durante la guerra, la Comandancia y Radio Venceremos compartieron siempre campamento y, por eso mismo, cuando se abrió el esfuerzo negociador, Joaquín salió de Morazán para Nicaragua con todo y el equipo de producción de la Radio Venceremos.
En la visión de Joaquín era pecado aburrir a la gente. Las comunicaciones debían atraerla y cautivarla, debían motivar la moral de combate de los guerrilleros, legitimar la lucha frente a propios y terceros, y, por supuesto, desestabilizar al “enemigo”. Quizás esto explique por qué en la férrea etapa de la lucha clandestina en las ciudades, en vez de usar capuchas se optó por mostrar fotografías con rostros que conectaran con la gente; por qué en el programa de Radio Venceremos que acompañó la ofensiva del 89 sonó “El submarino amarillo” de Los Beatles, o por qué la sátira radial estuvo acompañando siempre las debilidades y los peores momentos del “enemigo”.
El ERP fue la organización militarmente más combativa, la políticamente más flexible, la comunicacionalmente más creativa y la que le apostó a la paz sin ánimo de revancha. Es posible concluir entonces que el Sistema Radio Venceremos hizo una revolución en color que sólo pudo tener vida en aquel contexto de la historia y dentro de aquella organización rupturista, joven, innovadora y bien liderada para la que el drama de la guerra se conjugó con la alegría, el entusiasmo y el ánimo de conquistar un país mejor. El llanto, el odio, la venganza, el resentimiento y la victimización que dominaban la cultura de la izquierda latinoamericana, y en parte de la salvadoreña, no marcaron el pensamiento ni la actuación del ERP. Aquellos personajes que dirigieron o apoyaron la dirección del esfuerzo eran hijos bien nacidos dentro del ERP. Quien quiera encontrar un “cuadrado”8 entre ellos, fracasa aún hoy en día; y aquellos que materializaron cada fotografía, cada milímetro de videocintas, cada película editada, cada revista, cada afiche, cada texto, cada programa radial, cada teatrillo, cada canción se cuentan entre los seres afortunados de este país que pudieron vivir, crear y dar el mejor de sus esfuerzos dentro de una amplia posada que se dio en llamar ERP. No miento si digo que muchos de ellos, por “locos”, por irreverentes o por ingeniosos, habrían sido expulsados―para hablar del castigo menor―, dentro de otra organización de estrechos y rígidos marcos ideológicos. En el ERP todos ellos no sólo no corrieron riesgos sino que, por el contrario, nadaron como pez en el agua, fueron queridos, reconocidos y respetados, y se constituyeron en personajes históricos.
Es un honor para todos dejar un legado histórico que ayude al país a mirar hacia atrás para construir un mejor futuro; generaciones venideras sabrán y aprenderán de la épica lucha que transformó a El Salvador recreándose en las miles de fotografías, en los centenares de programas radiales grabados, en las películas producidas ―algunas de ellas merecidamente galardonadas―, en las revistas, en la canción, en los artículos y polémicos ensayos, en fin, en una historia que se pensó en su momento, y muy bien, debía ser comunicada en vivo, en blanco y negro, y en colores.

Mercedes del Carmen Letona, Luisa

1. El surgimiento de una guerrilla
1.1. Orígenes del PRS-ERP
El 2 de marzo de 1972 es una fecha que tiene una doble implicación: En primer lugar, se trató de una acción militar —la “recuperación” de armamento de manos de elementos de la Guardia Nacional frente al Hospital Bloom de San Salvador por un comando del PRS-ERP—, que fue, a su vez, la primera acción pública de un grupo guerrillero en El Salvador. A partir de ese entonces, se dejaba asentado que había guerrilla en El Salvador. Semanas después, el otro grupo guerrillero existente en ese momento, las FPL, harían también su aparición en la escena pública.
En segundo lugar, la acción del Hospital Bloom fue diseñada cuidadosamente para que tuviera un impacto mediático. Los miembros del comando no se limitaron a hacer la acción militar en sentido estricto, sino que dejaron regadas copias del Comunicado número 1 del PRS-ERP, un texto sumamente breve, con consignas como “¡La paz para los ricos ha terminado! ¡La guerra de los pobres ha comenzado!”. Era el aldabonazo que anunciaba el inicio de un nuevo momento histórico en el país, cuya culminación sería la guerra que terminaría dos décadas más tarde. La modalidad de la acción citada es una síntesis de la concepción del ERP sobre la lucha político-militar: toda acción militar debe tener impacto político y ello sólo se garantiza en la medida en que esté asegurado el impacto mediático.
El 2 de marzo de 1972 no es, rigurosamente, la fecha de fundación del PRS-ERP. Los orígenes de la organización se remontan hasta la década de 1960. Podemos identificar varias vertientes político-militares que convergieron en el objetivo común de llevar a cabo la lucha armada, desmarcándose tanto de la estrategia electoral del Partido Comunista, como de la concepción de “guerra popular prolongada”, que tomó cuerpo en las Fuerzas Populares de Liberación (FPL). Estas vertientes son El Grupo, integrado por elementos radicalizados de la democracia cristiana (y que fueron los responsables de la acción del 2 de marzo de 1972); un grupo de estudiantes de Áreas Comunes de la Universidad de El Salvador (UES) que formó los Comandos Organizadores del Pueblo (COP); un colectivo de militantes que procedía de la Juventud Comunista, y un grupo identificado como Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT).
El Grupo. La operación del 2 de marzo se da después del fraude electoral del partido oficial contra la Unión Nacional Opositora (UNO), alianza electoral integrada por el Partido Demócrata Cristiano (PDC) que contaba con el más amplio respaldo popular, el socialdemócrata Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), y la Unión Democrática Nacionalista (UDN), frente abierto del Partido Comunista de El Salvador (PCS). La requisa de armas a los guardias del Bloom era una de dos operaciones que tendrían lugar en la misma fecha y hora contra distintos objetivos, pero una se frustró. No obstante, en el plan se manifestó por primera vez lo que en adelante se constituiría en parte esencial de la doctrina militar del ERP – la simultaneidad de las operaciones – orientada a producir un impacto político y mediático superior.
La operación desató la más brutal campaña de persecución que se haya conocido en la historia de la guerra. La fotografía de Carlos Menjívar, quien tuvo a su cargo la operación, apareció en afiches pegados a los postes de alumbrado eléctrico y se mantuvo en los periódicos por varios días. Eduardo Sancho, en Veredas de la audacia, afirma que “el grupo que participó en la acción del hospital llevaba como jefe a Carlos Menjívar (caído ese año a causa de una explosión accidental, muriendo en el Hospital Militar), el maestro Gilberto Orellana y el poeta Alfonso Hernández ‘Gonzalo’ (ambos caídos también) y una ex compañera de seudónimo ‘Julia”. 9
La operación del Bloom fue responsabilidad de El Grupo, tal como se les conocía a quienes lideraban la organización que en aquel momento nacía a la vida pública con el nombre de Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Sus integrantes, encabezados por Alejandro Rivas Mira, fueron Jorge Cáceres Prendes, Ricardo Sol, Lil Milagro Ramírez, Eduardo Sancho y otros cuadros que procedían de la Democracia Cristiana. En palabras de Mercedes del Carmen Letona “eran jóvenes de la más alta calidad intelectual, destacados por su nivel de desempeño académico, con referentes alejados de la corriente comunista tradicional y más bien influenciados por movimientos como el de Mayo 68 y los chinos”. También estuvo vinculado a El Grupo el médico Fabio Castillo10 , un intelectual de izquierda que había sido candidato a la presidencia de la república por el Partido Acción Renovadora (PAR) —frente electoral en el que actuaba el PCS— en las elecciones de 1966 y rector de la Universidad de El Salvador entre 1963-1967. Durante la guerra honduro-salvadoreña, Castillo fue una de las pocas voces que, dentro de la izquierda legal, manifestó abiertamente su rechazo a apoyar al gobierno salvadoreño en su aventura militar contra el país vecino. “Algunos de ellos habían viajado a Chile y Uruguay y se habían nutrido del pensamiento revolucionario del sur”, explica Jorge González, Rodrigo, uno de los fundadores del ERP.
La requisa de los fusiles a los guardias nacionales del Bloom, que fue la primera operación armada realizada por un grupo guerrillero en El Salvador, fue reivindicada mediante un comunicado que proclamaba “El poder nace del fusil”, y su consigna final era “La paz de los ricos ha terminado, la guerra del pueblo ha comenzado”. El mensaje político después del fraude electoral era fuerte y claro; y la primera frase y otras más invocaban el pensamiento de Mao Tse –Tung, en contraposición a la línea política de la Unión Soviética.
Poco se habla de los integrantes de El Grupo, pero en realidad representan la raíz de un pensamiento que propició el ambiente para captar entre sus filas a jóvenes capaces de construir una fuerte organización alejada de la ortodoxia. El Grupo heredó las ideas de búsqueda de la definición de la toma del poder en el corto plazo y heredaron una estrategia de alianzas con los más diversos sectores, entre ellos militares constitucionalistas a quienes se les veía como factores clave, articulados dentro de una estrategia insurreccional. Esas ideas cuajaron en la creación del Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), que en aquel entonces representaba la más amplia organización popular nacida como frente abierto del ERP y que luego de la escisión del 75 quedó conducido por la RN. De igual manera, estas concepciones de El Grupo dieron origen a los planteamientos de conformar el Gobierno de Amplia Participación. Con esa línea de pensamiento, muy pegada a las ideas de actuar en la coyuntura en la búsqueda de definiciones, la vocación comunicacional era inherente a la acción y sus formas muy diversas. Alejandro Rivas Mira había estado becado en la República Federal Alemana. Fue primer ingreso a la UES cuando entró a estudiar, al igual que Rafael Arce Zablah. Primer ingreso quiere decir que fueron estudiantes destacados en bachillerato —se dice que Rivas Mira fue Primer Bachiller de la República— y que entraban automáticamente a la universidad, la cual tenía requisitos de ingreso muy estrictos.
Alejandro era de la dirección del movimiento estudiantil de Mayo del 68, con Daniel Cohn-Bendit —dice Rodrigo—. El valor de su grupo es [que trasladó a El Salvador] el tipo de debate de la izquierda europea de aquel momento. […] Se va desarrollando un concepto, una forma de analizar las cosas. Incluso, en las escuelas políticas nuestras, la formación era a partir del debate político, no a partir de un panfleto que hubiera que memorizarse.
Esto, según Rodrigo, habría originado un estilo de análisis y de trabajo que procuraba “buscar acuerdos políticos”, a través de la discusión, dejando de lado “la discusión ideológica”, que, a su juicio, origina callejones sin salida por cuanto cada cual sostiene sus principios ideológicos y los defiende como sea. Algo de esto haría falta en varios momentos de la historia política que vendrían posteriormente.
Los Comandos Organizadores del Pueblo (COP). A fines de la década, se había formado en la Universidad de El Salvador el llamado Comité de Representantes de Áreas Comunes (CRAC), en el que estaban Rafael Arce Zablah y Joaquín Villalobos. Se debatía en el ambiente el tema de la reforma universitaria “que sería financiada por la USAID”, lo que provocaba recelos en algunos sectores. En la UES había representantes de toda la izquierda, armada o legal. Estaban estudiantes como Felipe y Virginia Peña. El CRAC comienza a debatir la posibilidad de actuar políticamente fuera de la universidad. Rodrigo narra: “Empezamos a vincularnos muy fuerte a organizaciones campesinas en aquella época. Empezamos a organizar jornadas de capacitación con ellos sobre la realidad nacional, y convocábamos a dirigentes campesinos. Nos ayudaron en esto muchos sacerdotes progresistas”, lo que permitió la vinculación de los estudiantes con las organizaciones campesinas, relacionadas, en sus orígenes, con el trabajo pastoral. El interés de los sacerdotes era que los estudiantes les dieran formación a los dirigentes campesinos. Rodrigo explica que partieron del método pedagógico de Paulo Freire, de educación participativa, “el cual va a la raíz de los problemas siempre”.11 El método estaba muy en boga en ese entonces. “Los campesinos salían enojadísimos. ‘Esto es lo que nos están haciendo’, decían. Salían impactados de las capacitaciones […] De esta manera, hicimos mucho trabajo político con campesinos en Opico. Ahí estaba el padre [Alfonso] Navarro como párroco —después lo asesinaron—; en Suchitoto, con los curas Alas”.12
Rodrigo afirma que desde ese momento mantuvo un vínculo con las comunidades campesinas con las que trabajaba —Opico, Suchitoto y San Miguel—. En esas capacitaciones participaban los hermanos Peña, Villalobos y Arce Zablah, así como el propio Rodrigo. En este momento, asegura, aún no estaban vinculados con las que serían sus futuras organizaciones —las FPL y el ERP—. Este es el momento del origen de las organizaciones político-militares salvadoreñas.
Esta generación de jóvenes universitarios también participó en el debate más importante de la izquierda latinoamericana en el siglo XX: el debate sobre la vía de la revolución. Una influencia importante para el rumbo que tomarían muchos de estos jóvenes provino de un grupo de profesores argentinos, exilados políticos, que vinieron a El Salvador a dar clases en la universidad. Se trataba de Daniel Slutzky, su esposa, Esther Alonso, y Jacobo Waiserfield. 13
Slutzky vino a El Salvador en 1967, invitado por el entonces rector, Fabio Castillo. Según el sociólogo argentino: “Yo, en la época de ‘los bastones largos’ en el 67 con la dictadura de Onganía ya había salido al extranjero, había estado en Centroamérica, había sido director de un Departamento de Ciencias Sociales, o sea había trabajado ya en El Salvador como director del Departamento de Ciencias Sociales del año 1967 al año 1971”. 14
La historia personal de Slutzky —autor de La guerra inútil, estudio socio-económico de la guerra honduro-salvadoreña de 1969— está marcada por las épocas de horror de las dictaduras de su país. El sociólogo fue secuestrado por las fuerzas militares argentinas con su esposa Esther Alonso del 19 de octubre al 5 de noviembre de 1976. También padeció la desaparición forzada de su hermano Leonardo, a principios de la dictadura de la Junta Militar encabezada por el general Videla, el 22 de junio de 1977. 15 Un contingente de “fuerzas especiales” irrumpió en su vivienda en La Plata y lo secuestró. Fue torturado en el centro de detención La Cacha, por un agente policial identificado como El Oso. Leonardo era médico y años atrás militó en la guerrilla peronista. Para el momento en que lo secuestraron, ya no tenía nexos con Montoneros, pero en el clima de persecución generalizada que se instauró en la Argentina a partir del 24 de marzo de 1976 —fecha en que inicia el llamado proceso, esto es, la dictadura militar que se prolongó hasta 1983—, se persigue a toda aquella persona sospechosa de tener el menor vínculo o la menos simpatía con los grupos armados de izquierda —que para esa fecha habían entrado a una fase de recesión.
Fue médico de un movimiento —dice Slutzky sobre su hermano desaparecido—que no llegó a ser un movimiento armado pero pretendía ser un movimiento armado en los años 67, conocido acá en la Argentina como el grupo de Taco Ralo que en la zona de Tucumán se estaba preparando, pero no llegó a tirar ni un tiro, él era el médico de ese grupo, no era un militante armado, por eso este grupo cayó y estuvo preso él del 67 al 71. No salió con la amnistía, salió incluso antes de la amnistía que dio el gobierno de Cámpora. Lo que sí quiero recalcar es que al momento de la desaparición él no tenía ninguna militancia, había pasado unos cuantos años en la cárcel, estaba dedicado a su trabajo de médico y con mucho apego a sus hijos que él no había podido ver, bueno lo íbamos a ver ya que estaba preso en la Unidad N°9 varios años. Pero estaba dedicado a su tarea de médico y a su vida familiar. 16
De vuelta a El Salvador a principios de los 70, las enseñanzas de estos maestros argentinos influyeron de manera muy importante a los dirigentes universitarios. “Nosotros nos nutrimos de muchas influencias”, rememora Rodrigo, quien narra cómo por la Universidad de El Salvador, pasaron activistas, dirigentes o cuadros intelectuales de movimientos mexicanos, colombianos, brasileños —como Theotonio dos Santos, el autor de la Teoría de la dependencia. La discusión con estos elementos les permitió tener una perspectiva más amplia de la problemática que estaban enfrentando. También recuerda, por ejemplo, haber sostenido una discusión prolongada con un militante mexicano, Ignacio Salas Obregón, cuyos orígenes políticos se remontan a Los Procesos, grupo cristiano radicalizado que participó en la lucha armada en su país. Salas Obregón perteneció al grupo armado llamado Liga Comunista 23 de Septiembre, a principios de la década. De vuelta a México, fue capturado por la policía el 25 de abril de 1974 y asesinado en el cautiverio.
El grupo procedente del CRAC, según el testimonio de Rodrigo, se vinculó con una organización venezolana, las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), pertenecientes al Partido de la Revolución Venezolana (PRV), dirigido por Douglas Bravo. A juicio de Mercedes del Carmen Letona (Luisa), el nexo con el PRV lo hizo Alejandro Rivas Mira cuando se encontraba en Europa, donde conoció precisamente a Alí Rodríguez. En todo caso, este vínculo con Venezuela sería fundamental para la historia que se relatará en estas páginas. En la concepción insurreccionalista del ERP influyeron mucho las ideas de Rivas Mira y del planteamiento del PRV, que incluía una línea de “conspiración con el ejército […] para pegar un golpe y pasar a un proceso insurreccional a corto plazo”.
Otro nexo importante fue con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Guatemala, con la cual el ERP llevaría a cabo acciones conjuntas en ese país y en El Salvador. Esta agrupación, originalmente proveniente del CRAC, se denominaría Comandos Organizadores del Pueblo (COP).
El núcleo de los COP discutía, pues, con gente de primera línea. “Nosotros no nos formamos con Carlos Marx y Engels, ni con panfletos” —sostiene Rodrigo — “sino a partir de un debate muy fuerte con los movimientos de izquierda más avanzados del continente, de finales del 60 y principios del 70. Para el 70 ya estábamos bien claros de que no había otra alternativa. Nos dijimos: Hay que ver cómo salimos de este compromiso. Las discusiones se generan con la gente más cercana, en este caso, Villalobos, Arce y yo. Había otro compañero, Carlos Solórzano, en esos orígenes. Y luego integramos a otros muchachos en ese núcleo original, ya tomando la opción de la lucha armada”. 17
El núcleo inicial estable de los COP eran Arce Zablah, Rodrigo, Solórzano y Villalobos. A finales de 1970, Solórzano entabló vínculos con un grupo que tenía planteamientos similares, el de Alejandro Rivas Mira. Paralelamente, Felipe Peña y Cayetano Carpio ya estaban estructurando lo que devendría en las FPL.
Solórzano propuso la idea de dialogar con El Grupo. Las conversaciones tuvieron como resultado la integración de ambos agrupamientos.
Además de El Grupo y los COP, había otras dos agrupaciones que integraron el ERP, las cuales, al igual que las demás, conservaban su dirección y sus estructuras propias. Una de estas provenía de las filas del Partido Comunista y estaba dirigida por Vladimir Rogel, El Seco Humberto. En su grupo están Jorge Meléndez, Jonás; Sonia Aguiñada, Galia, y Alejandro Montenegro, Fox. Era un grupo de jóvenes muy radicalizados.
Aquí, el doctor Fabio Castillo jugó, al igual que en otras coyunturas históricas importantes, un papel clave. El grupo encabezado por éste, llamado Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT), que estaba integrado también por María Marta Valladares, conocida como Nidia Díaz, y Francisco Jovel, conocido como Roberto Roca, se desligó del ERP en poco tiempo para formar más adelante el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).
Hubo una separación momentánea entre El Grupo y los COP. Los COP redactaron un documento —“en el auditorio de Biología”, de la Universidad de El Salvador, especifica Rodrigo—, en el cual manifestaban su desacuerdo con ciertas operaciones militares efectuadas por el grupo de Rivas Mira, con lo cual decidían separarse, pero manteniendo la comunicación entre ambas agrupaciones. Una de las operaciones con las que discrepaban los COP con El Grupo fue el secuestro y ajusticiamiento de Ernesto Regalado Dueñas, el 20 de febrero de 1971. Sobre el particular, recuerda un amigo cercano de Regalado, el escritor David Escobar Galindo:
Ernesto Regalado Dueñas, secuestrado el 11 de febrero, apareció, asesinado, en las primeras horas del viernes 20 de febrero, cerca de la finca El Tazumal, en la calle a San Antonio Abad. Al día siguiente, el General Fidel Torres dio los nombres de los presuntos asesinos: los estudiantes Guillermo Aldana y Carlos A. Menjívar y alguien ´que huyó esposado´. Por su parte, Radio Habana, en un comunicado del 23 de febrero, dijo que los autores son ´jóvenes pertenecientes al Movimiento Social Cristiano, rama izquierdista del Partido Demócrata Cristiano, y miembros del Partido Comunista Salvadoreño, en una acción conjunta´. Se trataba de lo que después fue conocido como El Grupo, antecedente del Ejército Revolucionario del Pueblo. 18
Esta acción tuvo resultados negativos en contra de El Grupo, al cual “le capturaron casi a la mayoría de la gente”, dice el testimoniante y agrega que “otros se fueron y básicamente se quedó Rivas Mira con otro par de gentes”.
Por su parte, el COP siguió debatiendo sobre el tema de la vía de la revolución, en virtud de lo cual “se escribió un documento contundente contra la vía electoral, ¿Es tu arma el voto?”,19 en contra de las posturas mantenidas por el Partido Comunista de El Salvador (PCS). “Este documento es buenísimo, demoledor contra los procesos electorales”, añade.
Ambas agrupaciones se reunificaron a principios de 1973. En el ínterin, Rodrigo afirma haber mantenido el trabajo político en la zona oriental: “Llegué a tener un vínculo estrecho con dirigentes campesinos de oriente y nunca lo abandoné. Cuando volvemos a unificarnos con El Grupo, nos dividimos el trabajo”. En la estructura de los COP, señala, Villalobos quedó a cargo del trabajo en la capital, mientras que Arce Zablah se fue hacia Guatemala y él se fue hacia la zona oriental. Este relato se contrasta con aquellas versiones que indican que quien empezó el trabajo organizativo en dicha área geográfica fue Rafael Arce Zablah. Acerca de esos primeros esfuerzos organizativos del PRS-ERP, apunta Rodrigo:
Me eché mi mochila al hombro. Mi mochila era como uno de esos tambachitos que ocupaba Tom Sawyer, que agarraba un pañuelo, echa un calzoncillo, unos calcetines, un pantalón y le hace nudo. Así me fui. Yo había mantenido el trabajo en oriente, pero me instalé ahí el 31 de diciembre de 1972. Instalé una estructura pequeña y me empecé a vincular con la gente nuestra, que eran dirigentes campesinos importantes y comencé a armar una estructura en oriente. Lo importante es que mi vínculo fue con dirigentes campesinos muy respetados. Uno de ellos, Reynaldo Zelaya, murió el 75 en Usulután; al Chelito Gonzalo —comandante Gonzalo— yo lo recluté; al Negro Julio; Balta trabajó conmigo en oriente. Carmelo también era dirigente campesino. 20
En 1974 ya había una estructura militar operando en el este del país. El trabajo organizativo se extendió a San Miguel y La Unión. Un dirigente al que Rodrigo conoció en Santa Rosa de Lima lo vinculó a un poblado fronterizo entre el departamento de La Unión y Morazán. El contacto era Carmelo, muerto en la ofensiva de 1989. Del cantón Copetillo, en el norte de La Unión, el trabajo del ERP se extendió a Morazán, donde se contactaron con el sacerdote Miguel Ventura, “quien nos dio un apoyo extraordinario”.
Según el relato de Jorge González, Rafael Arce Zablah llegó más adelante, a oriente, donde encontró una estructura en marcha. “Ya habíamos penetrado en Morazán y teníamos actividad en San Miguel y Usulután”, 21 hacia fines de 1974. Explica que él fue asignado para irse a formar política y militarmente a Cuba. En su ausencia, Arce Zablah tomó la conducción del trabajo organizativo en Morazán. Durante su estancia en Cuba, se dio la muerte de Roque Dalton al interior de la organización.
A partir de ese momento, el ERP estaba conformado únicamente por las agrupaciones encabezadas, respectivamente, por Villalobos, Rogel y Rivas Mira. Una agrupación cercana a Dalton, donde estaban Lil Milagro Ramírez y Eduardo Sancho, se había escindido tras la ejecución del primero y conformó la Resistencia Nacional. La ORT se había separado anteriormente. Un año más tarde, en 1976, se convertiría en el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC). Esto último, sumado a las críticas del ERP a las concepciones soviéticas, produjo el acercamiento de la organización al Partido Comunista Chino. “Ya los venezolanos tenían relaciones con ellos; entonces se nos facilita el vínculo con los chinos”, afirma Rodrigo.
En 1975, cae Rafael Arce Zablah en la primera toma que hizo el ERP de un poblado, en El Carmen, La Unión. Arce, cuyo legado teórico, según el entrevistado, está concentrado en dos de sus escritos, El grano de oro, el cual es un análisis de la estructura económica salvadoreña, y Fascismo y revolución en El Salvador, donde plantea que el modelo económico implantado por las élites en 1970 —el modelo de diversificación de importaciones y de potenciación del turismo—, demandaba la creación de un estado fascista.
En el contexto de la búsqueda de contactos con China, el ERP tenía planeado el viaje a Pekín de una delegación integrada por Arce Zablah y Rogel para fines de 1975, pero fue aplazado por la muerte del primero. Quienes viajaron fueron Vladimir Rogel y Mario Chamagua (Chemo) y el acercamiento se concreta. Sobre la historia de las relaciones con Pekín, profundiza Jorge González, Rodrigo:
La recepción (del Partido Comunista Chino a la delegación del ERP) fue cálida, porque en esa época había un fuerte enfrentamiento ideológico y político entre los chinos y los rusos. Para los chinos, cualquier movimiento revolucionario que se les acercara, era bienvenido. La recepción que se nos hace es muy alta. Nos recibe gente de muy alto nivel. Yo le di seguimiento a esta relación, porque el punto de contacto era México. Yo viajaba frecuentemente a México para intercambiar informaciones con ellos, más o menos cada ocho meses, cada año. Hubo una relación fluida con ellos. Después fueron otras delegaciones a China para mantener esa relación.
Los años posteriores a la muerte de Dalton fueron bastante complicados. Empiezan con la búsqueda de ese respaldo político internacional con China y una reestructuración y reorganización internas del partido, del ERP. Y es después de eso que se crea el Partido de la Revolución Salvadoreña, como estructura política, y el ERP queda como estructura militar. A partir del 76 se establece una línea de recuperación económica para poder sostener y darle continuidad a la guerra.22
“Entre 1976 y 1978 se dan varias actividades militares de recuperación económica”, dice el entrevistado. Esto incluye secuestros, asaltos a bancos, etc. para financiar “la guerra a gran escala”.23 Se fortalece la guerrilla urbana, se da un proceso de expansión en el oriente del país y se busca fortalecer la organización en la zona occidental. En esta zona “se llegó a crear una fuerza grande”, hacia 1977.
Hay una disputa por el poder en el seno de la organización, entre los agrupamientos de Vladimir Rogel y el COP. Un elemento decisivo para dirimir hacia qué lado se inclinaría la balanza, explica Rodrigo, era la capacidad militar, y la toma de El Carmen, donde murió Arce Zablah, estuvo dentro de este contexto, “para dar una demostración de fuerza [a nivel interno] del agrupamiento nuestro”. La toma de El Carmen había sido una operación grande: la toma de un poblado entero, con el aniquilamiento de las fuerzas enemigas —Guardia Nacional y la paramilitar ORDEN—, que dio pie a operaciones similares. Con dicha acción militar, “el grupo nuestro adquirió más preponderancia”, en desmedro del agrupamiento de Rogel.
Este último, dice Rodrigo, “estaba loco. Estaba enfermo de la cabeza. Era muy aguerrido y violento. Cuando viajamos juntos, lo terminé conociendo. Lo observé mucho y les advertí a los compañeros que él estaba ‘para otro lado’”.
La dirección inicial del ERP tenía una conducción “única y bastante sólida”, en palabras de Jorge Meléndez, Jonás. Esta conducción estaba integrada por “gente más vieja que nosotros —relativamente: andaban por los 30 años y la mayoría de nosotros andaba, los más viejos, por los 20 — […] y un grupo de… no sé si [llamarlos] intelectuales: un grupo de muchachos de la clase media del país, la que se combinó [para formar la primera dirección del ERP] y estos tenían bien definidos sus criterios. Los demás éramos gente de base o cuadros intermedios”. 24 Esto se dio durante un período difícil dentro de la organización. Se trataba de “un momento de dispersión e inactividad de la estructura”, en palabras de Luisa, durante el cual cayeron presos Ana Guadalupe Martínez y Marcelo. Este último delató la ubicación de varias casas de seguridad de la organización. A ello se sumó la falta de recursos económicos. En este marco, según las palabras de Jorge Meléndez, los cuadros más jóvenes vieron en las publicaciones de la organización “un elemento esclarecedor incluso para nosotros mismos”, dado que “la construcción de pensamiento [en el seno del PRS-ERP] era [producto de] una discusión bastante amplia […] Uno lee ahora esos textos y se ve que son interesantes, aunque tengan pensamientos que no son tan elaborados, pero tienen una discusión sobre la realidad del país y no la exposición de una doctrina, digamos”. 25
Fue un período difícil, donde todos los miembros del ERP se ocultaron en casas de seguridad. Casi no salían a la calle. Gustavo Amaya, el Seco Gustavo, cuenta que les daban un colón con 25 centavos diarios [0.14 USD] para su alimentación y que todo lo que tenían que hacer era aguardar a que en algún momento la dirección diera órdenes para activar nuevamente.
Un esfuerzo por superar la situación arriba descrita fue el secuestro de Roberto Poma, en 1977, para presionar por la liberación de Ana Guadalupe Martínez y Marcelo. Poma fue muerto porque, según se maneja, opuso resistencia durante su traslado a la casa de seguridad donde se encontraba recluido. Se afirma que el guerrillero que estaba a cargo de su traslado, decidió darle un tiro para inmovilizarlo, pero que el tiro le atravesó los órganos internos, generándole una peritonitis aguda. Llevaron médicos al lugar, pero necesitaba las instalaciones de un hospital. En pocos días, Poma falleció. El dato se mantuvo oculto a los familiares hasta que Martínez fuera liberada y conducida a Argelia.

1.2. Una organización de masas con carácter insurreccional
Después de ese momento crítico, el ERP pasó a una nueva etapa. En palabras de Rodrigo: “Del 76 al 79 se desarrollaron la organización militar y las Ligas Populares 28 de Febrero, como un movimiento de masas. La captación de fondos era el principal problema para avanzar la guerra.”
La estrategia militar nuestra siempre fue la insurrección popular y la organización de masas que concebíamos, los Comités Militares y las Ligas Populares, iba en función de eso: en tratar de conseguir una posición política que pudiera llevar a un proceso insurreccional; siempre mantuvimos un trabajo conspirativo cercano al ejército. Ahí surgen las relaciones con Mena Sandoval, Marcelo Cruz Cruz, Bruno Navarrete,26 que eran oficiales del ejército que terminaron vinculándose a nosotros.27
Entre 1977 y 1978, el ERP decidió entablar un diálogo con Monseñor Romero para buscar acercamientos:28
(Monseñor Romero) era una persona realmente extraordinaria. Platicamos ahí donde lo mataron (en el hospital para personas enfermas de cáncer de la Divina Providencia). Tenía una salita y un cuartito pequeño. Estuvimos hablando un buen rato. Creo que lo menciona en su diario. Quedamos en seguir conversando. Le ofrecimos seguridad, un motorista y alguien que lo acompañara, porque su vida corría peligro. ‘No’, respondió. ‘Yo voy a andar igual que siempre. Ahí Dios va a decidir por mí’. No aceptó ningún tipo de protección. 29

1.3. Las comunicaciones como un campo de batalla política
Un elemento clave en la estrategia político-militar del ERP, que caracterizó a esta organización desde sus inicios, fue el papel estratégico que se le asignó a las comunicaciones. Es cierto que las organizaciones de izquierda existentes hasta entonces (PCS, fundado en 1930; FPL, surgida en 1970) tenían también esfuerzos comunicacionales. El PCS publicó durante los años 70 los periódicos Voz Popular y Tribuna Popular. Las FPL tenía a su cargo la publicación de El Rebelde, Estrella Roja y Juventud Rebelde. Más adelante, surgirían Por la Causa Proletaria, de la Resistencia Nacional (RN, surgida en 1975 como escisión del ERP), y los órganos de divulgación del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC, surgido hacia 1976), Posición Revolucionaria y Militante Centroamericano. Lo característico del ERP fue convertir a la propaganda en un elemento estratégico de su concepción de lucha armada. De ahí que su primera acción militar buscara (y lograra) tener un impacto propagandístico.
Este tipo de concepción se puede rastrear en diferentes experiencias de organizaciones político-militares. Así, por ejemplo, en la guerra de Vietnam (1964-1975) se acuñó el concepto de “propaganda armada”, que vinculaba las acciones armadas del Frente de Liberación Nacional a objetivos políticos y propagandísticos precisos. En un análisis hecho desde una perspectiva de derecha, como el interesante trabajo del chileno César Hidalgo, Teoría y práctica de la propaganda contemporánea, se define el concepto de propaganda armada como “[…] la ejecución de acciones propagandísticas que suponen una planificación y elementos bélicos” 30.
La propaganda armada tenía una finalidad política. Perseguía varias cosas: darle una presencia pública a los movimientos insurgentes, haciéndose sentir entre la población, motivando, incluso, la incorporación de la misma a sus filas; servir como elemento de guerra psicológica hacia las fuerzas enemigas y, sobre todo, causar un impacto político con cada acción militar. Para tener una idea de este triple impacto, hay que volver nuevamente al libro de Hidalgo, quien sostiene que “ningún acto político tiene efectos propagandísticos por sí mismo. Todo acto político depende absolutamente de la cobertura informativa que se le dé para adquirir significación y notoriedad”.31 Con preocupación, este autor señala que los medios de comunicación social que daban cobertura a acciones de propaganda armada de las organizaciones guerrilleras chilenas actuaban “voluntaria o inconscientemente en favor de la fuente emisora del mensaje subversivo”32 , demandando que ningún medio de comunicación cubriera actividades de “la lacra terrorista, sea ésta de izquierda, derecha, de Estado, religiosa o subversiva”, entre otras cosas, porque a su juicio, los medios de comunicación social “aceleran la imitación de conductas de masas. Así, por ejemplo, si el satélite exhibe un clima de insurgencia progresiva en Sudáfrica, a los pocos días veremos que un incidente policial sin trascendencia provoca una escala de fuertes agresiones cuyos protagonistas son un grupo de jóvenes de color que viven en las barriadas de inmigrantes londinenses.”33
Dentro de la concepción de propaganda armada podemos ubicar a movimientos latinoamericanos como el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, del Uruguay, y el Movimiento 19 de Abril (M-19), de Colombia.
Los Tupamaros llevaban a cabo acciones que lograron tener un impacto mediático importante, como: la toma de la popular Radio Sarandí, durante un partido de fútbol de considerable audiencia, para leer un comunicado que escucharon miles de aficionados; el asalto de un camión de alimentos para repartirlos en una zona marginal; o el incendio de la sucursal uruguaya de General Motors durante la visita del Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger.
El M-19 también llevó a cabo exitosas operaciones militares con impacto publicitario. La más célebre de ellas fue la recuperación de la espada de Simón Bolívar en 1974, bajo la consigna: “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha”. Este tipo de acciones buscaban, efectivamente, tener un impacto mediático en la población, disputando el campo comunicacional a los sectores dominantes y creando un “efecto de contagio” en la población, pero también simbolizaban la disputa de la conducción ideológica de la sociedad. La carga simbólica que hubo detrás del robo de la espada de Bolívar es sumamente elocuente. Es un acto que implicó decirle al Estado colombiano y a los poderes establecidos que habían usurpado el legado bolivariano y que, con el acto de “recuperación” —otra palabra cargada de significado— se le devolvía a su legítimo dueño —el pueblo de Colombia— para que le diera el único uso válido: “devolverla a la lucha”. La acción (el medio, diría McLuhan) genera un mensaje más efectivo que el de un comunicado.
Sobre cómo impactaban las acciones político-militares a la audiencia en El Salvador, el teatrista Carlos Velis –uno de los primeros dirigentes del ERP- recuerda un episodio:
Yo vivía cerca de la Embajada Argentina. Y una vez nos despertaron unos bombazos, que no sé quién los puso… Era muy reciente, 1971, 1972… y era porque se estaba conmemorando un aniversario de la masacre de Trelew y en la propaganda se hacía ver que por eso era: porque en un lugar llamado Trelew habían asesinado a gente del ERP argentino. 34
Ahora bien: si lo que distingue a las acciones de propaganda armada de cualquier acción armada es su impacto político, cabe profundizar sobre este punto. Haciéndonos eco de lo que plantea Vera Carnovale en su trabajo sobre el PRT-ERP argentino, se podría plantear lo siguiente:
Especulemos: ¿qué es lo que determina el carácter más o menos político de una acción armada? La expropiación de un camión de alimentos, por ejemplo, ¿es un acto más político que un ajusticiamiento? […] Si medimos lo político a partir de las reacciones del afuera, es decir, de la recepción que una determinada acción tiene en distintos sectores de la población, ¿es la llamada ´simpatía de las masas´ lo que determina el carácter político de la acción armada? ¿O debemos calcular la dimensión política de una acción a partir de la reconfiguración en las relaciones de fuerza que esta produce?35
Carnovale plantea que si se toma como parámetro la “simpatía de las masas”, para medir el impacto político de una acción armada, surge el problema de lo difícil que resulta medir con exactitud esta simpatía: “¿cómo hacerlo sin ser presas de evaluaciones impresionistas?”, se interroga. Es decir, no parece haber un instrumento de medición de “la simpatía de las masas” —sería absurdo pensar, por ejemplo, en pasar, casi 40 años después, una encuesta de opinión sobre si la acción armada del ERP salvadoreño, de ataque a los guardias nacionales que se encontraban en la zona del Hospital de Niños Benjamín Bloom causó simpatías para la organización o no. En este caso, se tendría una dificultad en cuanto a la imposibilidad de una medición “objetiva” acerca de una reacción subjetiva. En cuanto a la otra posibilidad, la de evaluar en qué medida una acción armada logra reconfigurar la correlación de fuerzas, también hay otra dificultad. Hay ciertas acciones que logran esta reconfiguración. Por ejemplo, el aniquilamiento de un destacamento enemigo, que daría pie, por ejemplo, al retiro de una fuerza militar de un sector geográfico dado y la consolidación del poder político del adversario en dicha zona. Pero hay acciones cuyo alcance en la reconfiguración de las fuerzas no resulta tan evidente. Por el contrario, estas acciones impactan en la subjetividad, tanto de los actores directamente involucrados como en los “espectadores”. ¿Cómo medir este impacto subjetivo, que es importante? Y, sintetizando, ¿cómo medir los impactos políticos subjetivos —la simpatía o no que puede desencadenar una acción— y objetivos —la alteración de la relaciones de fuerza? Las fuentes periodísticas de la época podrían resolver este problema en parte, aunque queda una vasta zona de elementos subjetivos y objetivos en la oscuridad. Con las precauciones del caso, Carnovale se decanta por recoger, en la versión de los hechos de los protagonistas entrevistados, las “reacciones y consecuencias dispares [de las acciones políticas] en momentos distintos”.36
Quizás una respuesta a esta duda, por parte de los militantes del ERP, se encuentra formulada en palabras de uno de sus fundadores, Jorge Meléndez (Jonás):
[El ERP] inicia la lucha armada sin dejar de tener la connotación de que se trataba de una lucha política, más que de una lucha militar y, por tanto, lo más importante es entrar en el pensamiento, en la conciencia de la gente, lograr la organización de las personas. 37
Aquí podemos encontrar un parámetro más objetivo acerca del impacto político de las acciones del ERP: la incorporación de más militantes a sus filas. Por otro lado, esta concepción que integra la propaganda como otro elemento estratégico (la “otra pata estratégica”, según la expresión de algunos entrevistados para este trabajo), junto a los elementos militares, políticos y de organización de masas, resulta bastante coherente con la concepción insurreccionalista que terminó imperando en el ERP. La visión del ERP, como pudo verse anteriormente, planteaba que la lucha revolucionaria debía resolverse a breve plazo mediante una insurrección de las masas, un alzamiento popular, para el cual cabía organizar a la población en comités militares que actuarían en cada localidad. Para ello, se requeriría del ejército guerrillero, que actuaría con elementos progresistas de la Fuerza Armada, para derrotar militarmente a las fuerzas gubernamentales. En esta concepción era necesaria un tipo de propaganda que comunicara planteamientos políticos con eficacia y rapidez. Así, la acción militar era también acción de propaganda. La recíproca también era cierta: la acción de propaganda era acción militar. Ambas, a su vez, eran acciones políticas, enfocadas a generar el apoyo y la rápida incorporación de las masas, a hacer guerra psicológica contra el enemigo y a librar la batalla en el campo mediático.

1.4. “Los compas periodistas”
La propaganda para el PRS-ERP se vuelve un componente imprescindible de toda acción militar, al punto de que sus estructuras desarrollarán y profesionalizarán a sus cuadros dedicados a la propaganda. Las tareas de propaganda demandan una dedicación exclusiva de estos cuadros, similar a la de los elementos militares, por ejemplo. Por esa razón, es válido hablar, no de unos militantes que asumían, entre otras cosas, tareas de propaganda, sino de unos militantes “periodistas”, a los cuales se les conoció durante la guerra como los compas periodistas, aunque no todos tuvieran una formación periodística.
El compa periodista era un cuadro militante que realizaba tareas que involucran el periodismo y la propaganda, de acuerdo con las líneas de su organización. En esencia, este militante podría ser también un militante combatiente, un militante organizador, un militante logístico. Pero le ha tocado en suerte la tarea periodística. Y esto se aplica también, en el caso del PRS-ERP tanto a periodistas radiales, fotógrafos o redactores como a cineastas (o quizá habría que escribir videastas, para el caso de los combatientes que, además del fusil, también estuvieron empuñando la Betamax), como a lo que aquí se llama “juglares insurgentes”, esto es, los militantes músicos, poetas y teatristas que cumplieron tareas partidarias en el plano artístico.
No obstante, a lo largo de la historia de sus comunicaciones, tanto las películas, como la radio y otros esfuerzos, tuvieron la participación destacada de periodistas, cineastas y fotógrafos de formación y de carrera, como por ejemplo, Hernán Vera, Maravilla, cineasta venezolano formado en Gran Bretaña; o Guillermo Escalón, director de cine salvadoreño de trayectoria. Con respecto a los juglares insurgentes, podemos decir lo mismo. Baste recordar el caso del grupo Cutumay Camones. Eduardo Esteijaert, la voz masculina principal del grupo, era un músico de conservatorio en su Holanda natal, antes de formar parte de la agrupación.
En el presente trabajo se abordan cuatro grandes períodos históricos:
El primero (1972-1980) es el que coincide con los inicios de la organización y es donde se va conformando el colectivo de prensa y propaganda del PRS-ERP, que también abarca a su organización de masas, las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28, formada en 1977). Durante esta primera etapa, aparecen las primeras publicaciones impresas, se realizan acciones de propaganda armada y tomas de radio.
El segundo gran período está definido por el surgimiento del FMLN, el 10 de octubre de 1980. A partir de este momento, el esfuerzo comunicativo de la organización se orienta a los objetivos estratégicos propios de la profundización de la guerra, en el contexto de la coordinación de esfuerzos con las otras organizaciones integrantes del FMLN. Se trata de un período crucial, en el cual el FMLN intenta, sin éxito, resolver la guerra mediante una victoria militar a través de la llamada “Ofensiva final”, del 10 de enero de 1981. El fracaso de la ofensiva viene seguido de un recrudecimiento de la represión, del descabezamiento en la práctica del movimiento social y de un esfuerzo militar por parte de la Fuerza Armada Salvadoreña, encaminado a aniquilar al FMLN, tratando de acabar con su base social en el campo. Muchas de las más célebres masacres de la guerra, como la del Sumpul y la de El Mozote se dieron en este período. El FMLN responde con la estrategia definida como “resistir, desarrollarse y avanzar”, durante los años de 1981-1982. 38
Es en este período donde aparece Radio Venceremos, que da pie a un aparato de apoyo internacional. El colectivo de comunicaciones se diversifica grandemente, alcanzando grados importantes de cualificación técnica. Ello no implica que, según las necesidades y las características de cada escenario, se empleen tanto modalidades de propaganda muy sofisticadas como otras más “artesanales”. Y esto por una razón muy evidente: no hay que olvidar que los militantes comunicadores del PRS-ERP que se movían en territorio salvadoreño lo hacían bajo condiciones de guerra.
No obstante la complejidad de la estructura, que abarca medios impresos, radio, audiovisuales y colectivos artísticos, por mencionar algunos elementos, hay una concepción estratégica que le da uniformidad. Las canciones de Los Torogoces, las películas del Sistema Radio Venceremos, las pintas en las paredes o las emisiones radiales obedecían a la línea política trazada por la dirección de la organización. Cabe pensar que había una relación compleja entre la creatividad propia de los militantes con el hecho de tener que apegarse a las urgencias políticas del momento.
Un tercer momento es el comprendido entre 1983-1989. A nivel general, se trata de un sexenio en el cual el FMLN logra superar la situación desventajosa de los primeros años de la guerra, fortaleciendo su capacidad militar. Posteriormente, con la escalada de intervención norteamericana, pasa a una situación defensiva, a lo cual reacciona aumentando su capacidad militar. A la vez, hace de la solución negociada al conflicto un eje estratégico, junto a la reactivación de su movimiento de masas, al cual se buscaría, poco a poco, convertirlo en un movimiento de masas de carácter insurreccional, en apoyo a la gran ofensiva militar que se proyectaba para acelerar la derrota militar del régimen o el desenlace negociado de la guerra.
El último período examinado comienza con la ofensiva de noviembre del 1989 y culmina con la firma de los Acuerdos de Paz, dos años después. En este período, las baterías del aparato comunicacional se enfilan en función de la ofensiva y luego de la negociación. Se trabaja una red de apoyo con los corresponsales extranjeros y periodistas nacionales, que tuvo implicaciones interesantes y no sólo en el campo estrictamente comunicativo.
Ahora bien: aquí se examinan estos períodos históricos a la luz del desarrollo de los diferentes componentes de la estructura comunicacional del ERP. Más de alguna vez veremos cómo la problemática que plantean determinadas coyunturas durante la década de 1970 o durante el desarrollo de la guerra civil de los 80 explica las respuestas que se dieron en el campo de las comunicaciones.
Esto es, a grandes rasgos, el recorrido que se hará en este libro. No se abordará el período de posguerra, que merece una investigación y reflexión a fondo.

Abstención electoral y auge huelguístico en El Salvador de 1978

Abstención electoral y auge huelguístico en El Salvador de 1978 Por Roberto Pineda 27 de agosto de 2014

A principios de 1978 los partidos aglutinados en la Unión Nacional Opositora, UNO, (PDC, MNR y UDN) decidieron abstenerse de participar en las elecciones legislativas y municipales de marzo de ese año, mientras en las calles se desarrollaba un amplio movimiento huelguístico que reflejaba la profunda crisis política que vivía el país. Por otra parte, el régimen militar se lanzaba por el camino de la represión para detener el auge de las luchas populares. A continuación exploramos esa explosiva situación desde la perspectiva de los comunistas salvadoreños.

Actualidad política de El Salvador y la Abstención Electoral de la UNO

En el número 98 de Voz Popular, de la segunda semana de febrero de 1978, se evalúa la situación política del país. Se considera “que sigue pendiente de solución la crisis política estallada en febrero-marzo de 1972, cuando la dictadura militar derechista y su partido apéndice perdió el 20 de febrero la elección presidencial y, para sobrevivir, impuso a su candidato derrotado, Coronel Arturo Armando Molina, dando origen a un agudo repudio popular y al descontento en las filas castrenses que desembocará en la rebelión frustrada del 25 de marzo de 1972.”

Plantea que “en la base de la crisis política irresoluta hay una crisis estructural, también pendiente de solución, cuyo estallido se expresó en las agudas contradicciones surgidas en el Mercado Común Centroamericano, la guerra contra Honduras en 1969 y la ruptura total del MERCOMUN, con la paralización consiguiente del proceso industrializador, que hasta 1968 avanzaba con dinamismo.”

Argumenta que “entre julio de 1976 y julio de 1977 se vivió un año de extraordinaria actividad y significación política, durante el cual las diversas y contrapuestas fuerzas sociales intentaron sin conseguirlo, abrir la salida que cada una de ellas propugna para la crisis estructural y política que sufre El Salvador.”

Se hace una reseña del periodo señalado afirmando que entre julio y septiembre de 1976 ocurrió el “intento del gobierno de Molina de poner en marcha una salida reformista, burguesa, limitada y pro-imperialista, alrededor de la “Transformación Agraria” y su Primer Proyecto. Una vez que la oligarquía arrodilló a Molina y tiró al cesto de la basura la “transformación agraria” se unió, junto con casi toda la burguesía, alrededor de la candidatura presidencial del General Carlos Humberto Romero, para empujar hacia la vía fascista.”

Entre octubre de 1976 y el 28 de febrero de 1977 se da el “intento de abrir la salida democrática popular encabezada por la UNO, utilizando la campaña electoral y las elecciones para poner en pie de lucha a las grandes mayorías trabajadoras y amplios sectores de las capas medias, concertar un pacto con los militares demócratas y elevar el proceso de lucha a niveles decisivos. Este intento culminó con la derrota de sus metas máximas en la masacre del 28 de febrero, que cortó la huelga general política progresiva que estaba en desarrollo, aunque no sus metas mínimas: poner en pie de lucha al pueblo, extremar la polarización entre el pueblo y fascistas…”

Entre la masacre del 28 de febrero y la toma de posesión de la presidencia por el General Romero el 1ro. de julio se da el “intento el gobierno de Molina, para entonces totalmente bajo el control de Romero y su grupo dominante en el Alto Mando de culminar la apertura de la vía fascista de salida a la crisis, para lo cual se empeño furiosamente en un esfuerzo por aplastar al movimiento popular, destruyendo sus organizaciones sociales y políticas, agrediendo a la Iglesia para obligarla a renunciar a su orientación comprometida con el pueblo y quebrantando la moral combativa de las masas.”

“Ninguno de estos tres intentos- evalúa Voz Popular- de abrir una salida a la crisis política y estructural alcanzó el éxito total, pero su forcejeo produjo cambios imborrables en el proceso histórico-político de nuestro país, tanto en lo nacional como en su contexto internacional.”

“Hay hasta ahora cierto punto de empate, en el que los fascistas conservan a su favor las ventajas del poder y las utilizan para proseguir la represión bajo formas selectivas. El peligro de que los fascistas asesten su gran zarpazo e instauren su dictadura total continúa, por tanto, siendo muy grave y este peligro en realidad solo puede conjurarse infligiéndoles una derrota que quiebre profunda e irreparablemente sus fuerzas que le dan sustento.”

Subraya que “dentro de las maniobras actuales de enmascaramiento que realizan los fascistas, juega un papel destacado la farsa electoral convocada para marzo. El gobierno de Romero insiste así en su empeño por modificar su apariencia sin hacer concesiones reales que configuren una apertura democrática, que de antemano sabe será propicia para el fortalecimiento del movimiento popular.”

Analiza que la reciente visita del Secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos, Terence Todman, fue “un consciente y evidente esfuerzo por limpiar la cara del gobierno de Romero ante la opinión internacional, demostrando que Washington se siente complacido. Ello fue un éxito para la maniobra de los fascistas salvadoreños; pero a la vez, la conducta de Todman permite al pueblo salvadoreño constatar en su propio pellejo el doblez de la política Carter y lo previene de no forjarse ilusiones con ella.”

Establece que “la decisión de no concurrir a las elecciones de marzo adoptada por los tres partidos de la UNO, es una decisión justa que permite frustrar la maniobra de encubrimiento internacional y división de las fuerzas democráticas, pero ella se convertira en un factor verdaderamente anti-fascista , solo si pasa de la actitud de mera abstención al despliegue de una vigorosa ofensiva de movilización, orientada a desvirtuar nacional e internacionalmente, la validez moral y política de la farsa electoral que el régimen se dispone a realizar en marzo.”

Sostiene que “lo más importante de la decisión de no concurrir a las elecciones de marzo está, pues, en que ella lleva en sí la posibilidad de originar una nueva ofensiva popular y de imponer al régimen la batalla en otro terreno: en el de la lucha por la libertad de los presos políticos, “desaparecidos”, el cese de la represión y la tortura, el retorno de los exiliados, la Autonomía de la Universidad, el cese de la hostilidad contra la iglesia y el retorno de los sacerdotes expulsados del país, el respeto a los derechos sindicales y de las demás organizaciones populares, el respeto al libre ejercicio de las libertades y garantías democráticas fundamentales, la derogatoria de la Ley de Defensa y Garantía del Orden Público y demás legislación represiva inconstitucional; la depuración de los cuerpos de seguridad, el saneamiento del sistema electoral para garantizar el derecho soberano del pueblo a elegir libremente a sus gobernantes, etc.”

Concluye que “este terreno es el más desfavorable para el gobierno de Romero, permite avanzar hacia la unidad de las fuerzas populares y hacia la coordinación de sus acciones; permite asimismo frustrar el operativo de encubrimiento de los fascistas y estimular la solidaridad internacional a favor de nuestra lucha, tomar la defensa de los derechos humanos en las propias manos del pueblo y curarnos de ilusiones en una supuesta protección paternal del gobierno de Carter, que puede causarnos un daño fatal si nos induce a confiarnos y bajar la guardia, mientras socava la unidad de las fuerzas democráticas, principal escudo actual del pueblo salvadoreño.”

En pleno desarrollo movimiento huelguístico

Se encontraban en huelga a principios de 1978 los trabajadores de la Fábrica “María Pía”, protestando por despidos injustificados y 279 panaderías de COMAPAN, exigiendo un aumento salarial. Ambas huelgas eran conducidas por la central sindical FESTIAVTSCES. Asimismo más de 200 trabajadores de la fabrica CONELCA, de la central sindical FESINCONTRANS. Y también en el Beneficio San Lorenzo, en Santa Ana, donde la patronal se negaba a negociar reformas al contrato colectivo. Estos trabajadores aglutinados en el Sindicato de la Industrial del Café, SICAFE, estaban afiliados a FENASTRAS:

Y el principal conflicto huelguístico se localizaba en Sonsonate, donde cerca de mil trabajadores organizados en FENASTRAS, del Central Azucarero Izalco, propiedad de la familia oligárquica Regalado Dueñas, exigían el pago de horas extras y otras demandas. Al nomás declarar la huelga fueron objeto de represión por parte de efectivos de la Guardia Nacional, los cuales golpearon y capturaron a 19 trabajadores, los cuales fueron luego encarcelados y se les acuso de actos terroristas aplicándoseles la Ley de Defensa del Orden Público.

Por otra parte, los partidos UDN, PDC y MNR, que integran la UNO denunciaron que el 2 de febrero no se les permitió por parte de efectivos del ejército y los cuerpos de seguridad, la realización en la Plaza Libertad de un mitin en solidaridad con lucha del pueblo nicaragüense, en su lucha por liberarse de la dictadura de Anastacio Somoza.

Necesaria unidad y coordinación de fuerzas democráticas

En el número 99 de Voz Popular de finales de febrero de 1978 se analiza el paso del Gobierno del General Romero a una nueva ofensiva represiva, ya que “la huelga del ingenio azucarero Izalco fue agredida antes de las 24 horas de iniciada, por medio de un espectacular operativo de la Guardia Nacional durante el cual realizó decenas de capturas, apoyada por un ruidoso coro propagandístico previamente concertado.”

Asimismo “los mítines convocados por los partidos de la UNO y la CUTS para el 2 y 3 de febrero respectivamente, con el objeto de expresar solidaridad hacia el hermano pueblo nicaragüense, fueron impedidos por los cuerpos de seguridad, ocupando por anticipado la Plaza Libertad y demás plazas de la capital.”

Por otra parte “se ha incrementado fuertemente el número de enjuiciados bajo los términos de la inconstitucional “Ley de Defensa y Garantí del Orden Público” promulgada a fines del año pasado…Aplicando esta ley, violatoria de los derechos y libertades individuales, el gobierno pretende dar apariencia legal a la represión ante la opinión pública nacional y extranjera.”

Considera que “la decisión del régimen es, no permitir que se mueva le ambiente político ni moverlo por propia iniciativa, imponer la inmovilidad y el silencio militarizado para que en la escena nacional únicamente declame y actúe el gobierno, mientras la represión encubierta y selectiva cumple su misión de silenciador final.”

Por lo que “los fascistas están de este modo pasando a la ofensiva, tratan de romper del todo el freno que les puso la lucha popular y la solidaridad internacional el año pasado, y volver a la galopante carrera hacia la instauración de su dictadura desplegada.”

Precisa que existen dos factores que explican este accionar gubernamental. El primero que “durante su reciente visita a El Salvador, el Sub-secretario de estado para Asuntos interamericanos, Terence Todman, dio al gobierno de Romero la seguridad del respaldo de Washington” y el segundo “la facilidad con que ha conseguido impedir las concentraciones de los partidos y otras organizaciones, asestar golpes al movimiento huelguístico de los trabajadores, a las tomas de tierras campesinas, y aplicar con creciente ritmo la ley de orden público.”

“Esta facilidad se deriva- considera la VP- en parte, del retraso de las organizaciones en modificar los métodos de la lucha de masas, mientras el gobierno mejora los suyos; pero, fundamentalmente, es la consecuencia de la división en las filas de la izquierda, de la insistencia de algunas de sus fracciones en lanzarse solos a combates improvisados y aislados, subestimando al enemigo y llevados del ciego deseo de “hegemonizar.”

Reitera que “una vez más repetimos nosotros, ha llegado la hora para el entendimiento de la izquierda, es necesario, urgente concertar al menos la unidad de acción de la izquierda y, más ampliamente, coordinar el esfuerzo de todas las fuerzas democráticas y opuestas al fascismo.”

Concluye que “la nueva ofensiva que están iniciando los fascistas con el respaldo vergonzante de Washington, debe ser frenada y derrotada. Esta es una tarea de importancia incalculable para el movimiento popular en su conjunto y también para cada una de sus organizaciones; emprendámosla juntos, compañeros y amigos.”

Fortalezcamos la unidad contra el fascismo. En el 1er. Aniversario del 28 de Febrero. Manifiesto del Partido Comunista de El Salvador.

En el número 100 de Voz Popular de la segunda semana de marzo de 1978, aparece un extenso análisis de PCS en el que se plantea que “para tener una idea aproximada de lo que significó la vasta movilización política de masas de la campaña electoral de la UNO conviene conocer los siguientes hechos: más de 250 mítines de plaza pública con participación de uno o los dos candidatos, más de 400 sin la participación de los candidatos; cientos de asambleas obreras, de vecinos, de mujeres, de jóvenes, etc.”

“A lo extraordinariamente multitudinario de esa movilización –indica- es necesario señalar su amplia composición social, política e ideológica: desde al clase obrera, las masas trabajadoras del campo, hasta mayoritarios sectores de las capas medias, incluidas pequeñas fracciones muy acomodadas de las misma, e incluso a algunos segmentos burgueses; desde los comunistas, los socialdemócratas, los cristianos, los religiosos, los ateos, hasta grupos y elementos simplemente demócratas constitucionalistas, revistiendo particular importancia la participación activa o de apoyo de sectores democráticos de los militares.”

Señala que “el hecho de que ese movimiento no alcanzara la victoria a pesar de su empeño, planta indiscutiblemente para las grandes masas, para las fuerzas revolucionarias en particular, el problema de abrirse una ruta eficaz hacia el poder, ruta que será siempre de masas, una ruta para la acción histórica del pueblo mismo.”

Considera que “solo llevando a término consecuente la revolución democrática anti-imperialista, pude abrirse la entrada a una transformación revolucionaria más profunda, la entrada a la sociedad socialista y comunista, lo cual ha sido confirmado hoy por al experiencia histórica viva de la lucha de clases en nuestro país. No existe ningún abismo o muralla entre la revolución democrática anti-imperialista y la socialista, y que como lo ilustra la experiencia cubana, la realización consecuente de la primera, bajo al dirección de una vanguardia firme, conduce hacia la segunda prácticamente sin interrupciones.”

Subraya que “la clave está en el derrumbe del viejo poder reaccionario, la destrucción de su aparato político-militar, comprometido con la oligarquía y el imperialismo, señalando que l primera condición a cumplir para conquistar el poder (aunque no la única) es la de contar con fuerzas suficientes y superiores.”

Reconoce el manifiesto del PCS que “las FPL y el BPR, independientemente del desacuerdo con fundamentales tesis de su línea y aspectos concretos de algunas de sus acciones, realizaron bajo las condiciones duras del Estado de Sitio, un valiente y sustancial aporte para mantener en pie, elevar la movilización y combatividad de las masas. De igual manera, el FAPU también hizo importantes contribuciones a este esfuerzo común para todo el movimiento popular.”

Pero a la vez señala que “estas organizaciones se lanzaron a realizar sus acciones llevando adelante al mismo tiempo una intensa campaña de desprestigio contra el PCS, contra la UNO y otras organizaciones. En esta campaña han incurrido en el error de emplear mentiras y calumnias, en el afán de negar el carácter revolucionario del PCS haciendo, asimismo, todo lo posible para rebajar la importancia y la significación de la jornada electoral, de la huelga política y de la multifacética lucha que rodeó a esta, sin explicar entonces ni ahora, a la clase obrera y el pueblo en general, por qué se mantuvieron ellos pasivos, por qué no apoyaron la huelga Política.”

Concluye el manifiesto del PCS que “quedo demostrado que cuando el movimiento popular emprende una ofensiva de gran envergadura, que pone en peligro el poder establecido, es necesario preveer que la contra-revolución pondrá en tensión sus fuerzas y lanzará un ataque concentrado para cortar dicha ofensiva.”
La política de Carter: apariencias y realidades

En el numero 99 de Voz Popular inicia un esfuerzo por comprender los cambios en la política exterior de Estados Unidos provocados por la llegada del sureño bautista James Earl Carter y su política de derechos humanos. Considera esta tarea de “urgencia actual” por “las ilusiones y la confusión que ella tiende a propiciar entre los cuerpos dirigentes de las organizaciones democráticas y aún entre las masas, puede causar un grave daño a la causa de la emancipación latinoamericana.”

Agrega que “la política Carter es un intento de hacer reajustes en la posición de los EE.UU. ante el mundo actual y en la posición de la burguesía norteamericana y de su sistema político ante el pueblo de su propio país; es un intento de absorber las apremiantes presiones surgidas de la crisis del imperialismo yanqui, la cual constituye el núcleo principal y decisivo de la crisis general del sistema capitalista como formación económico-social histórica, cuando se encuentra muy avanzado el proceso de su reemplazo a escala mundial por una formación económico-social superior, el socialismo.”

“La política Carter –señala- es una modificación obligada en la política de los EE. UU. como consecuencia e la tremenda derrota sufrida por el imperialismo yanqui en Vietnam, expresión cimera de tantas otras derrotas sufridas por él durante las últimas décadas en todos los continentes; es una consecuencia del escándalo de Watergate y el derrumbe de Nixon, expresión aguda de un avanzado proceso de crisis y corrupción del sistema político de los Estados Unidos.”

Considera que “la orientación del gobierno Carter hacia América Latina no es compartida unánimemente por todos los centros de poder de Estados Unidos, ni tampoco es aceptada unánimemente pro las clases dominantes y centros de poder en todos los países latinoamericanos y caribeños. Es por eso, que la política Carter hacia nuestra región comporta la estimulación de ciertas contradicciones dentro del campo de fuerzas enemigas de los pueblos, que deben ser estudiadas a fondo y en concreto, sin exagerarlas ni minimizarlas, ni ilusionarse con que ellas, por sí solas, regalaran la victoria de la causa popular democráticas en nuestros países.”

No obstante “la esencia de la política de los Estados Unidos hacia el mundo y hacia América Latina, continúa siendo la misma, no ha cambiado. La política Carter es también política del imperialismo yanqui, el cual no ha dejado de existir, ni mucho menos, por la llegada de un nuevo equipo de hombres a la Casa Blanca. Esta es una verdad que no conviene olvidar en ningún instante. Se trata siempre de la política del imperialismo: hegemonista, explotadora de los pueblos y de sus riquezas naturales, causante del subdesarrollo, contra-revolucionaria, opuesta ala liberación y la autodeterminación nacional en el tercer mundo.”

En términos generales se evalúa que la política Carter “esta orientada fundamentalmente contra la Unión Soviética y la comunidad socialista internacional” bajo tres aspectos “la agitación d la defensa de los derechos humanos; la atracción de la República Popular China hacia la unidad de acción antisoviètica y los esfuerzos por realizar una política de atracción o neutralización de las fuerzas democráticas e incluso avanzadas en los países del “tercer mundo”, incluidos los de América Latina.

Analiza que “ciertos sectores de la gran burguesía monopolista de los Estados Unidos vinculados ala producción de mercancías para el consumo pacífico y sus correspondientes círculos políticos, se muestran partidarios de la distensión , ya que están interesados en aprovechar sus consecuencias a favor de una creciente liberalización del comercio con el mundo socialista y en lograr la descarga de los consumidores norteamericano de buena parte de los impuestos que hoy pagan para sostener el gigantesco presupuesto militar , favoreciendo así la expansión de sus ventas de mercancías civiles.”

Pero por otra parte “el gigantesco sector industrial-militar de la economía de EE.UU. necesita de la carrera armamentista como el cuerpo humano necesita de oxigeno. Los intereses monopolistas de este sector se encuentran fundidos con el Estado; a ellos obedece el Pentágono y constituye por eso uno de los centro de poder y decisión más fuertes de ese país. Todo ellos nos indica que no deben subestimarse las tendencias anti-disensión de la actual política de Washington, que viene encubiertas tras los desplantes moralistas de Carter.”

Nuestra polémica con la ultraizquierda

En un interesantísimo balance desde el PCS de la situación de la izquierda salvadoreña, con la cual en diciembre de 1979 cristalizaría el primer acuerdo unitario, que concluiría en octubre de 1980 con la creación del FMLN, se considera que “hace exactamente tres años (enero de 1975) –se plantea en la Voz Popular 100- iniciamos desde estas páginas, de manera sistematizada, nuestra polémica ideológica con las organizaciones ultraizquierdistas existentes entonces en el país.”

“Después de ese tiempo –continúa el análisis de VP- transcurrido y de esa acción, que muchos al principio no entendieron en su dimensión positiva, constatamos unas modificaciones, tanto en la situación orgánica de esos agrupamientos como en sus concepciones y opiniones acerca de problemas estratégicos y tácticos de la revolución en El Salvador.”

Opina que “se aprecia también –aunque muy débilmente todavía- la posibilidad de comenzar a caminar hacia el entendimiento de las fuerzas de izquierda, cuestión por la que hemos abogado persistentemente, aún en lo más enconado de nuestra polémica con esas desviaciones en el movimiento revolucionario del país.”

Agrega que “estas modificaciones de que hablamos son las siguientes: han ocurrido divisiones internas y desgarramientos en las fila de algunas de estas organizaciones, lo que ha conducido a la formación de otro agrupamientos ultraizquiedistas, aumentándose su “especie” por efecto de su propia atomización; algunas han revisado sus postulados (entonces tenidos como divinamente correctos) que partían de organizar a las masas en dependencia de lo que los revolucionarios consideraran como correcto, y a partir de las formas que el enfoque de tal organización lo necesitara, y no a partir del nivel de su conciencia y de las condiciones concretas en que estas se desarrollan.”

Se registra que “hay cambios de enfoque (sin reconocerlo autocráticamente, entonos los casos) sobre el papel que juegan las fuerzas democráticas del país y su contribución a la lucha de nuestro pueblo en contra del régimen militar opresor.”

Indica que “se ha llegado a la aceptación –unos más, otros menos- de que en este periodo de la vida política del país, el enemigo principal de nuestro pueblo y el objetivo a vencer por el movimiento popular y revolucionario son los fascistas, aunque no se hagan esfuerzos consecuentes por darle forma coordinada, por lo menos, a las luchas que se desprenden del reconocimiento de aquella verdad.”

Establece que “algunos han sometido a crítica sus enfoques militaristas y dogmáticos, en lo que se refiere a las formas de lucha (por lo que se lee en sus documentos) lo cual no es otra cosa que el reconocimiento de un error que señaláramos oportunamente: la deificación que se ha venido haciendo de las formas armadas de lucha.”

Agrega que “hay también otros reconocimientos no menos importantes: aunque no todos los que los hacen sen honestos y consecuentes (caso del FAPU), como por ejemplo: el de sostener que es necesaria la unida de las fuerzas democráticas y de las revolucionarias; el de aceptar que ninguna organización revolucionaria por separado puede hacer avanzar el proceso revolucionario de los niveles que ya ha alcanzado; el llamar a deponer actitudes vanguardistas y hegemónicas, etc.”

Evalúa que “esas modificaciones que se aprecian en el seno de los agrupamientos ultra-izquierdistas, ni son unánimes, ni totalmente conscientes, pero al fin de cuentas, son hechos que no pueden dejar de registrarse, si queremos sacar algunas enseñanzas del periodo transcurrido, pero sobretodo, si queremos descubrir el sentido positivo que contienen para la lucha de nuestro pueblo y de la clase obrera en el proceso revolucionario del país.”

Sostiene que estos hechos “son, por otra parte, producto de la práctica política concreta en la que hemos estado; de la confrontación de los esquemas en la realidad del país; de los resultados reales conseguidos y no de los inventados; del estado actual de la correlación política de fuerzas; de los aciertos y errores; y, en muchos casos, del deseo sincero de hacer avanzar la lucha de nuestro pueblo.”

Reconoce que “durante el periodo transcurrido, como no puede ser desmentido por nadie, se han logrado avances significativos en la lucha de nuestro pueblo por su liberación. Más sectores se han incorporado, mucha fuerza política hemos logrado poner en pie, se han utilizado diversas formas de lucha, pero todavía el pueblo no ha podido derrotar a la dictadura militar derechista, ni contener totalmente a los fascistas, aunque si les ha dificultado y entorpecido sus proyectos de fascistización rápida del país.”

Considera que “un elemento significativo y muy valioso en este sentido, lo constituye la lucha de las fuerzas democráticas del país, encabezadas por la UNO (el movimiento popular más amplio y totalizador en este periodo), que ha venido a desarrollar la conciencia popular de lucha por el poder político para desalojar de él a las fuerzas oligárquicas e imperialistas que lo han venido detentando. Se trata, pues de un periodo de lucha intensa de nuestro pueblo y e sus organizaciones que ay comienza a dar sus frutos.”

Precisa que “es en este marco objetivo que nosotros vemos la posibilidad de comenzar a caminar en el entendimiento de las fuerzas de izquierda, aunque el horizonte se vea aun nublado por la conducta concreta mostrada en la práctica por algunas de esas organizaciones.”

Argumenta que “a esa posibilidad de entendimiento de la izquierda, todo revolucionario sincero debe salirle al encuentro, pues la revolución en El Salvador se hará a condición de que se unifiquen las fuerzas revolucionarias de izquierda y democráticas, en el objetivo común de derrotar al régimen oligárquico e imperialista, y para dar origen a nuevas relaciones de producción transitorias, y a una correlación de fuerzas políticas poderosas, necesaria para preparar el paso al socialismo.”

No obstante esto, estima que “esta actitud realmente revolucionaria que demandamos, no presupone que cese la lucha ideológica , al contrario, creemos que debe no solo realizarse, sino incluso intensificarse en momentos como el presente, en el que todos debemos respondernos a la interrogante, no teórica, sino real, de como hacer avanzar el proceso.”

“Pero además, – continua el artículo de VP- para ser consecuentes, también debe obrarse hacia la búsqueda de coincidencias y ala concertación franca y honesta de esfuerzos n el terreno práctico de la acción, a fin de avanzar en el conocimiento mutuo, la solidaridad y el encauzamiento, cada vez con menos prejuicios, de la lucha ideológica.”

Insiste en que “de nuestra parte, hemos dado muestras de es conducta y a seguiremos ofreciendo, pues estamos convencidos de su justeza y corrección. No hay otro camino para conseguir el cumplimiento de esa tara estratégica de al revolución.”

Concluye que “fieles a esa posición y como contribución al debate ideológico en el seno del movimiento revolucionario, nosotros abrimos de nuevo, con el presente número, la columna cuyo titular encabeza esta nota: Nuestra Polémica con la Ultraizquierda., en la cual procuraremos recoger las modificaciones en el terreno de sus concepciones y de su praxis que han sufrido las organizaciones ultraizquierdistas, conscientes de que esa polémica está situada actualmente en una fase nueva.”

Marxismo y mundo agrario. Introducción al Cuaderno Kovalevsky

MARXISMO Y MUNDO AGRARIO. INTRODUCCIÓN AL CUADERNO KOVALEVSKY
Álvaro García Linera

En septiembre de 1879, Kovalevsky, un historiador ruso, regaló a Marx el libro que él había escrito titulado Obshchinnoe Zemlevladenie. Marx, que por esos años venía estudiando materiales sobre la existencia de las comunidades campesinas en particular y, en general, materiales sobre las relaciones agrarias para la redacción del volumen III de El capital, no tardó mucho tiempo en incluir en sus lecturas esta obra de Kovalevsky. Como resultado de su lectura, Marx redactó, entre notas, comentarios y transcripciones, más de ochenta páginas de uno de sus cuadernos que después de su muerte, junto con otros, fueron a parar al Instituto Internacional de Historia Social de Holanda [1], con la numeración B140.

Al igual que otros materiales valiosísimos de esos años, que contienen el enriquecimiento del pensamiento de Marx sobre las sociedades agrarias, el Cuaderno Kovalevsky hasta ahora no ha sido publicado en las obras completas de Marx y Engels en alemán, y menos aún ha sido traducido al castellano. La primera publicación parcial de estas notas de Marx se realizó en ruso, en revistas especializadas que solamente dieron a conocer algunos capítulos [2]. Posteriormente, en 1975, el antropólogo Krader publicó la mayor parte de este cuaderno en inglés, pero aun así esta publicación es incompleta, porque faltan las notas de Marx a los capítulos I y II del libro de Kovalevsky, que según Krader tampoco han sido publicadas, al menos hasta 1975, ni en alemán ni en ruso.

Kovalevsky y Marx

La obra de Kovalevsky está dividida en tres partes. La primera trata acerca de la propiedad en las culturas de caza y pesca en el nuevo mundo y sobre las formas de control de la tierra por los españoles en las partes conquistadas de América. Lamentablemente esta parte, que quizás hubiera sido la de mayor interés para nosotros, no fue publicada por Krader.

La segunda trata de la cuestión de la tierra en la India durante la invasión inglesa y, anteriormente, durante la invasión de otros pueblos asiáticos. La tercera parte trata igualmente de las relaciones de propiedad de la tierra en Argelia bajo el dominio de los árabes y luego de los franceses.

De esta obra, Marx ha de tomar principalmente numerosos datos y referencias para comprender mejor la historia de esos pueblos, pero en particular ha de tomar nota favorablemente de una serie de argumentos desarrollados por Kovalevsky, que de algún modo enlazan con posiciones anteriormente sostenidas por Marx. Éste es el caso de los argumentos desarrollados por Kovalevsky acerca de la existencia de la “propiedad” comunal de la tierra en los momentos iniciales del surgimiento de la organización social de los hombres, la asociación comunitaria del trabajo agrícola desde los momentos mismos en que los grupos humanos comenzaron a establecerse permanentemente en zonas fijas. Asimismo, Kovalevsky también desarrolló y mostró claramente cómo es que las acciones de España, Francia e Inglaterra durante la invasión y la colonización de los pueblos americanos, indios y argelinos destruyeron, o al menos hicieron los esfuerzos al alcance de su visión histórica, para desarticular las relaciones comunales ancestrales sobre la tierra a escala social. Estas ideas Marx ya las había anticipado con anterioridad, en particular respecto a la India, desde 1853, en sus artículos periodísticos.

Si bien Marx coincidió con estas apreciaciones de Kovalevsky –y con otras como ser la posibilidad de la continuidad de la comunidad por caminos propios si no hubiera intervenido la colonización, etcétera– en muchas otras partes somete a crítica las posiciones de Kovalevsky y desarrolla por cuenta propia y en contraposición a él sus ideas. Así, por ejemplo, Marx desarrolló –en contraposición a Kovalevsky, que veía en la “conciencia” una de las causas de la división del clan– el estudio de las condiciones materiales objetivas que empujaron en realidad a tal división. Asimismo, Marx rechaza las apreciaciones de Kovalevsky sobre unas supuestas “tendencias” a la individualización de la propiedad de la tierra comunal y señala, por su parte, el surgimiento de las tendencias a la disolución de la comunidad original, en términos de la autonomización de la autoridad frente a la comunidad y a las diversas fuerzas de control de la posesión comunal sobre las tierras que van estableciendo e imponiendo.

En sus notas, Marx a la vez continúa tratando, de una manera novedosa y sumamente enriquecedora, el problema de la distinción entre posesión y propiedad de la tierra. Ya en 1857-1858 [3]; intentó precisar en sucesivas definiciones el significado de “propiedad” comunal y estatal, y de posesión individual en sociedades agrarias donde no existe supuestamente propiedad privada de la tierra. En el Cuaderno Kovalevsky, esta distinción se hace más tajante, por cuanto Marx da cuenta de la imposibilidad de aplicar el mismo concepto de “propiedad” usado para Europa, para estudiar sociedades en donde la tierra no puede ser alienada (vendida). Cambiando sistemáticamente los títulos de Kovalevsky donde se habla de “propiedad” por el de “posesión”, Marx preferiría hablar de la comunidad como “dueña” de las tierras y de los individuos trabajadores como “poseedores” de ella. Por último, otra de las críticas más sustanciales e importantes de Marx a Kovalevsky será el rechazo continuo del primero al intento de Kovalevsky de aplicar la teoría del feudalismo europeo al desarrollo histórico de la India. Marx no sólo ironizará con el descubrimiento de supuestos “feudalismos” que Kovalevsky querrá ver tras la colonización inglesa y la invasión turca a la India, sino que también se opondrá a sus intentos de aplicar fácilmente los esquemas interpretativos válidos para Europa Occidental a una sociedad totalmente distinta y marcará la necesidad de entender, a partir de categorías “indias”, el desarrollo histórico de esa sociedad. Posteriormente trataremos este punto un poco más.

La importancia del Cuaderno Kovalevsky

Las notas de Marx a Kovalevsky, forjadas en el mismo ámbito de preocupaciones y enriquecimiento del pensamiento de Marx de los Cuadernos etnológicos, presentan la misma importancia que habíamos señalado para ellos.

En primer lugar, reafirman y desarrollan la concepción de Marx sobre el contenido “multilineal” de la historia que precede al capitalismo, o mejor, semejante a la de un espacio continuo y orientado, en donde el devenir de los pueblos iniciado en un punto común –la comunidad primordial– ha avanzado por múltiples y distintos caminos hasta un momento en que el curso de uno de ellos, el desarrollo capitalista, comienza a subordinar al resto de cursos históricos a sus fines, disgregándolos, sometiéndolos e imponiéndoles a su propio devenir. Diversos cursos no capitalistas de la historia, empujados y obligados ahora a ser parte integrante de un solo devenir histórico capitalista. Pero, en tanto se mantenga esta lucha contra la imposición capitalista, aún no realizada plenamente (existencia de trabajadores comunitarios del campo) y por las propias tendencias de su realización consumada (existencia del proletariado), abren la posibilidad de continuidad, en condiciones nuevas, de los cursos históricos comunitarios no capitalistas, pero ahora como integrantes impulsores de un nuevo camino histórico: el comunismo, que representa, en parte, la continuidad con la antigua trayectoria no capitalista, pero también su superación, porque la nueva comunidad estará marcada por las guerras anticapitalistas que ayudaron a derrotar, tanto a las fuerzas capitalistas, como a las antiguas fuerzas internas que la empujaban a su disolución.

Marx, en sus notas, al rechazar frontalmente los intentos de caracterización feudal de la historia socioeconómica de India y Argelia, explícitamente está rechazando, a la vez, no sólo la concepción evolucionista de Kovalevsky –heredada de Maine– sino que también está enfrentando todo tipo de visión mecánica y lineal de la Historia, según la cual todos los pueblos del mundo tendrían que recorrer caminos similares a los de Europa. Marx, al no aceptar esta concepción, al burlarse de ella y rechazar el uso de categorías propias para el conocimiento de Europa, pero erróneas para el entendimiento de otras sociedades cuyo curso histórico es distinto, nos está indicando la imposibilidad para el pensamiento revolucionario de encajar o rellenar a la fuerza la realidad en esquemas abstractos. Y nos muestra, en cambio, que todo conocimiento científico de la realidad debe hacer emerger del estudio de sus propias condiciones reales, las posibilidades de similitud con otras realidades o sus diferencias.

Esta concepción marxista de la diversidad del desarrollo histórico de los pueblos del mundo y su oposición a trazar caminos progresivos y obligados de historia, ciertamente es ya una continuación de las ideas expresadas por Marx en la redacción de El capital, sobre las sociedades agrarias antiguas y, en particular, de los razonamientos desarrollados en los Grundrisse sobre las diversas sociedades que se desarrollaron sobre la base de la comunidad originaria, como la formación económica social eslava, germánica, asiática, etcétera. En conjunto vemos, pues, en Marx, una concepción del desarrollo histórico que difiere antagónicamente de los esquemas linealistas –y en ocasiones con rasgos racistas– con que representantes de la Segunda Internacional caracterizaron el desarrollo histórico [4], y que luego fueron continuados por Stalin en su famoso texto Materialismo dialéctico, materialismo histórico y por todos los manuales de “divulgación” marxista. Según éstos, la historia conoce cinco modos de producción progresivos que todos los pueblos habrían tenido que atravesar invariablemente: comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo [5].

**El concepto usado por Marx, para referirse a la clasificación de sociedades históricas, es el de modo de producción. En el análisis de un modo de producción, la constante es el trabajo, y la variable, la relación social que encierra al trabajo. En el contexto de un modo de producción, no existe una sola relación social en torno del trabajo, sino múltiples. Es la relación social dominante la que permite distinguir un modo de producción de otro, como sociedad total. Marx aclaró este punto, en varias partes de su trabajo; pero en donde lo hizo con mayor claridad fue cuando protestó por la simplificación a la que Mijailowsky quería llevar al marxismo. Según Mijailowsky, “el sistema filosófico de Marx” afirmaba que Rusia debería pasar, como cualquier otra sociedad, por el periodo capitalista, como una necesidad histórica. La respuesta de Marx es la siguiente:

“Quiere transformar mi explicación de los orígenes de capitalismo en Europa Occidental en una teoría histórico-filosófica de un movimiento universal necesariamente impuesto a todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias en que se encuentren, y que desembocará, en última instancia, en un sistema económico donde el enorme incremento de la productividad del trabajo social permitirá el desarrollo armónico del hombre. Debo protestar por esto. Me hace un gran honor; pero a la vez me desacredita. Tomemos un ejemplo. En El capital me refiero, en diversas ocasiones, al destino de los plebeyos en la Roma antigua. Al principio, eran campesinos independientes que cultivaban sus propias tierras. En el curso de la historia romana, fueron expropiados. El mismo proceso que los separó de sus medios de producción y subsistencia dio origen a la gran propiedad territorial y al gran capital, financiero. En un determinado momento había, pues, hombres libres privados de todo, excepción de su fuerza de trabajo, por un lado, y los propietarios de toda esta riqueza acumulada en condiciones de explotar el trabajo de aquéllos, por otro lado. Ahora bien, ¿qué ocurrió después? Los proletarios romanos no se convirtieron en asalariados, sino en una multitud ociosa, más abyecta todavía que los antiguos “blancos pobres” del sur de los Estados Unidos. Al margen de ellos, se desarrolló un sistema de producción que no era capitalista, sino basado en la esclavitud. Vemos, pues, que hechos muy parecidos, pero ocurridos en contextos históricos diferentes, produjeron resultados muy diversos. Podemos descubrir fácilmente la explicación de estos fenómenos si los estudiamos por separado, aunque nunca llegaremos a comprenderlos si confiamos en el pasaporte fácil de una teoría histórico-filosófica cuya principal cualidad consiste en ser suprahistórica”. [6]

Los planteamientos de Marx (vale la pena notar su fuerza y buen humor) contenidos en el documento transmito, aclaran varios puntos importantes. En primer lugar, el marxismo no es una filosofía de la historia que, cual fórmula mágica, explique la anatomía de la sociedad, de una vez por todas, y, además, válida para cualquier contexto histórico.**

Diametralmente opuestos a estos esquematismos reaccionarios, el pensamiento revolucionario de Marx avanzó, en cambio, en la comprensión de que la historia social había continuado a partir de un punto común inicial, la comunidad primordial, por múltiples vías de desarrollo, distintas de un pueblo a otro o de un continente a otro. Así, en su concepción, ya en los Grundrisse de 1857, Marx señala cuatro caminos distintos de transformación y desarrollo de la antigua comunidad original: la comunidad eslava, la comunidad germánica, la comunidad asiática o peruana que luego dio lugar al modo de producción asiático, y la comunidad antigua de donde surgió la sociedad esclavista europea [7]. Esta clasificación es inicial, ya que está dada en función del conocimiento restringido que para entonces tenía Marx sobre las sociedades no capitalistas [8]; y es parcial porque, por ejemplo, está ausente el tipo de sociedad que siguió a la comunidad primordial y antecedió al feudalismo en Japón [9]; o el carácter de las similitudes y diferencias entre la comunidad asiática y la comunidad prevaleciente en las regiones andinas durante el imperio incaico. Aunque en los Grundrisse ambas están bajo el denominativo de “Primera forma de propiedad de la tierra”, y algo similar aparece en el primer tomo de El capital [10]; en el tercer tomo redactado años después, la comunidad asiática es calificada como “forma artificial” [11] por estar constituida, en parte, por disposiciones desde el poder central, cosa que no encontró Marx en la India, aunque sí un poco en la comunidad rural rusa. Por estas diferencias y otras que seguramente Krader encontró en las notas de Marx sobre Kovalevsky en relación a América Latina (no publicadas hasta ahora) es que él, al hacer un balance de la concepción sobre el desarrollo histórico, ve que para Marx la comunidad precolombina en América constituye una vía distinta del desarrollo del modo de producción asiático, diferente del de la India, China, Argelia, Rusia, Medio Oriente y otros países.

Lo importante de todo esto, es la metodología usada por Marx al estudiar la historia de los pueblos bajo formas de producción no capitalistas comunitarias, que lejos de encajar –como hacen los pseudo-marxistas locales– la realidad en esquemas preestablecidos, lo que hace es desentrañar de esa realidad, su conocimiento y su caracterización. Y es de esa riqueza desde donde Marx va desentrañando la multilinealidad y diversidad de desarrollos históricos diferentes de Europa, América, Asia y África, y ha de encontrar en ello las tendencias comunistas de esas sociedades antiguas, que junto con las tendencias comunistas dentro del capitalismo, y precisamente por ellas, abren la posibilidad y la necesidad de la Revolución Comunista en el mundo.

Marx, que jamás intentó sacralizar los cinco modos de producción señalados en su introducción de 1859, en otros textos como los Grundrisse y luego en El capital, los Cuadernos Kovalevsky, los Cuadernos etnológicos, etc., señaló la existencia de otras posibles formas de producción distintas; tal es el caso de la comunidad incaica que para Marx, ni era esclavismo, ni feudalismo, ni es la comunidad primitiva, ni mucho menos un “semi-socialismo”, sino que fue señalada como una forma de desarrollo-disolución de la comunidad primordial que da paso a otra formación económico social basada en un nuevo tipo de comunidad en donde se conjugan una elevada división del trabajo, una forma de control comunal de la tierra, asociación para el trabajo junto al trabajo individual, unión de la manufactura y el trabajo agrícola, la existencia de un estado como personificación de la unidad de las comunidades, pero en cuyo seno han de manifestarse y desarrollarse diferencias sociales y relaciones de dominación, etcétera. Se trata entonces, de un modo de producción, estudiado por Marx en los Grundrisse, bajo el denominación inicial de forma comunitaria incaica, y luego en su forma desarrollada, generalizada como modo de producción asiático, que también podría haberse llamado inca, afro-asiático, etcétera [12]. Pero en todo caso se trata, para Marx, de un modo de producción diferente a las tonterías con que los pseudomarxistas intentaron clasificarlo.

Las notas de Marx a Kovalevsky, son ante esto, un riquísimo aporte que echa por tierra las repeticiones mecánicas, los acomodos inconsistentes con los que los supuestos marxistas han querido “entender” las relaciones agrarias en el país. Y decimos que las notas de Marx son un valiosísimo aporte porque nos muestran en vivo la metodología de Marx al estudiar una sociedad no capitalista comunitaria, en términos generales, caracterizada por Marx en los Grundrisse, como muy parecidos a los de la comunidad en el incario y, por otro, porque Marx estudia aquí lar repercusiones y el papel de las invasiones y colonizaciones que esas formas comunitarias asiáticas sufrieron en especial con los ingleses y que, bajo condiciones y resultados distintos, pero semejantes en su globalidad, también se dieron acá, en este continente, con la dominación española. Así, una de las mayores enseñanzas que este texto da, es la forma marxista de abordar la interpretación del desarrollo histórico de los pueblos comunitarios bajo procesos de colonización y dominio, no sólo por naciones extranjeras, sino esencialmente por formas de producción distintas. En particular, Marx rechaza que el único camino posible de salida, cuando un pueblo con una forma de producción distinta somete a otro, sea el de la imposición de la forma de producir de los dominantes sobre los dominados como en Irlanda [13]. En sus notas muestra, como ya lo hizo antes (en los Grundrisse), que los sometedores bien pueden dejar subsistir el antiguo modo de producción, sometiéndolo a tributos y ciertos cambios en las relaciones de distribución y control del excedente como hicieron los romanos, los turcos y los ingleses en sus colonias [14] y, como creemos nosotros, sucedió acá, en las comunidades altiplánicas al menos, en algunos casos, hasta el remate de las tierras comunales en los años ochenta del siglo XIX, y, en general, hasta la revolución de 1952.

En sus notas a Kovalesky, Marx aporta nuevas observaciones que nos ayudan a descalificar la aplicación directa de la teoría del feudalismo, al menos en la región altiplánica con existencia de comunidades durante la colonia y parte de la república. Así, Marx señala que la sola existencia de los beneficios en la entrega de tierras a personalidades o jefes militares de las fuerzas invasoras (Ikta en el caso de la India), para que éstos asuman el control de la producción y el cobro de impuestos a los originarios destinados al nuevo poder estatal, no prueba la existencia de feudalismo ya que esta forma también existió en Roma. Respecto al argumento de que la renta en trabajo sería una condición suficiente para hablar de feudalismo, Marx, en sus extractos, toma nota de las diversas formas de pago de tributo o impuestos de los trabajadores indios a los colonizadores, que varía del pago en dinero, en especie e incluso en trabajo en tierras estatales y servicios en el caso de Argelia; y seguidamente descarta que al conjunto de esta forma de control de la tierra y el trabajo agrícola implantado en la India y Argelia pueda llamársele feudalismo. De hecho, ya en El capital, Marx señaló la existencia de ciertas formas de servidumbre e incluso de esclavitud restringida en las formaciones económicas asiáticas. Engels señala también que la renta en trabajo no es una característica fundante del feudalismo cuando escribe a Marx: “me complace ver que en cuanto a la historia de la servidumbre de la gleba ‘estamos de acuerdo’, como se dice en la jerga de los negocios. Sin duda alguna, la servidumbre de la gleba y la servidumbre en general no son una forma específicamente medieval y feudal; la tenemos en todas o casi todas las partes donde los conquistadores obligan a los antiguos habitantes a que cultiven para ellos la tierra: en Tesalia, para poner un ejemplo (…)” [15]. Por estas razones el repartimiento en la época colonial en el continente, en particular el mayorazgo, que hizo de las tierras cultivables propiedades indivisibles e inenajenables en manos de los españoles, y la propia encomienda, que impuso el trabajo forzado de la masa indígena en tierras ya ahora ajenas y en servicios personales, no son pues pruebas irrefutables de feudalismo en Charcas y luego en la república, sino que tienen que ser estudiados, como lo hizo Marx en la India colonial, como formas de apropiación y organización, al menos en regiones con asentamientos comunitarios, de una forma productiva esencial asentada en la relación comunitaria. En otras regiones como en los valles, ya durante la república, ciertamente esto no tiene validez, pero ahí estamos ante formas de transición en la renta de la tierra como la aparcería, los colonos y la pequeña propiedad individual que descarta de entrada su caracterización como feudalismo.

Pero quizá lo más significativo que es mostrado por Marx a lo largo de todas sus notas, y que expresa claramente la situación vivida acá es que, en otros modos de producción distintos a la forma asiática, como el feudalismo, la dependencia –esto es la sujeción a un señor feudal, la pérdida de libertad– es impuesta sobre las personas en forma individual. En cambio en el llamado asiático o semi-asiático, la no libertad o la relación de dependencia ya sea con el poder estatal o con el poder colonial personificado en autoridades o en el terrateniente, es comunal [16]. En el caso de la mita y el repartimiento, el pago de tributos, la prestación de servicios o la renta en trabajo, es una relación entablada entre el poder colonial y la comunidad, donde ésta última se adecua y da respuesta a estas exigencias, ciertamente a través de la individualidad de sus miembros, pero en tanto éstos pertenecen a la comunidad. Es cierto que también han de existir en la colonia formas de dependencia individual en el trabajo agrícola, como el yanaconazgo aplicable a los “indios vagantes”, que en realidad eran trabajadores que huían de sus comunidades para escapar de las cargas coloniales que sobre ellos pesaban, pero es una relación secundaria y pequeña en comparación a la primera; en otros casos, había un pago monetario pero además, a diferencia de lo señalado por Marx en El Capital, este tipo de trabajador no es un “productor independiente” como lo fue en el caso de los siervos frente a los señores feudales en Europa [17] que no sólo trabajaban para su señor, sino también para sí mismos, lo que los “impulsará (a los siervos) a aplicar más intensamente” su fuerza de trabajo abriendo así “la posibilidad de un cierto desarrollo económico”, que, como sabemos, no se dio acá en las haciendas con el empleo del yanaconazgo en la explotación de la fuerza de trabajo indígena.

Aparte de estas observaciones, en sus notas Marx da otras ideas en su oposición para caracterizar como “feudal” la economía agraria en la India y Argelia colonizadas, que también pueden ser de mucha utilidad para la colonia. En general, muestran la intención de Marx, por encontrar en el funcionamiento real de las relaciones económicas comunales, en sus formas de transformación, resistencia y disolución, la llave de la economía agraria en formaciones económicas comunitarias sometidas a dominio colonial. Marx descarta el uso de la teoría feudal en las economías sustentadas en formas transformadas y aún por disolución de la comunidad agraria por efecto de la colonización. No da un nombre específico al resultado inicial (hasta la completa disgregación de la comunidad) del enfrentamiento entre comunidad-colonización, pero, por los resultados más o menos comunes que de ello surgen, como la existencia de un tipo específico de terratenientes, de burocracia estatal sometedora, imposición de cierta servidumbre y lenta disolución de los lazos comunales, estas sociedades se asemejan a lo que Marx caracterizó como “semiasiático” [18], como es el caso de Rusia en los últimos siglos de su existencia. En todo caso un nuevo estudio a la luz de la totalidad de las observaciones marxistas de la realidad colonial y republicana se hace necesario, ya sea para asentar la validez de la categoría “semiasiático” o bien para proponer una nueva (colonial, por ejemplo), sin tener miedo a ello; tal como lo hizo Marx a medida que fue comprendiendo la amplitud de la realidad histórica de los pueblos y las supo aprehender desde un punto de vista científico, por tanto, de clase revolucionario.

Y es que, en estas diferencias, en la clarificación del carácter feudal o semiasiático, comunal o capitalista de las relaciones agrarias en nuestros países, no existe sólo un problema de nombre o de palabra, sino esencialmente un problema de lucha revolucionaria. Ahí se define el entendimiento, el impulso, el fortalecimiento y las tareas de las fuerzas sociales revolucionarias que se desarrollan dentro de la sociedad agraria; y el ataque y enfrentamiento hacia aquellas fuerzas que constituyen una oposición hacia la revolucionarización de la sociedad. La caracterización como “feudal” de las relaciones comunitarias esenciales de la producción campesina, en el caso de Bolivia y de otros países del mundo en donde prevalecieron formas transformadas de comunitarismo, incluso en medio de relaciones capitalistas, siempre ha llevado a desconocer el papel y las tendencias revolucionarias de las masas comunarias que sólo son vistas como residuos feudales que deben dar paso al “pujante capitalismo”; convirtiéndose así, estos teóricos del feudalismo, en pregoneros al servicio del capitalismo, que no sólo niegan el papel revolucionario de la comunidad frente al capitalismo, sino que también le restan al proletariado la fuerza esencial: el campesino comunitario, sin el cual la revolución en países agrarios como el nuestro es imposible [19]. En particular lleva también a desconocer el significado real de la reforma agraria, el carácter reaccionario de la parcelización de la tierra y la presencia de las actuales tendencias socialistas revolucionarias en el campo dadas por la pervivencia transformada de la comunidad. En contra de esta posición “feudalista”, Marx se preocupó por entender la naturaleza real de las sociedades con relaciones comunitarias extendidas, porque esa particularidad comunitaria aún sobreviviente en gran escala en medio de la colonización y el capitalismo industrial constituyó para él la clave y la posibilidad de la revolución socialista en esos países [20], sin que tengan que pasar obligatoriamente por la completa proletarización de la sociedad que, en muchos casos, si bien acercó a la sociedad de una nueva forma, hacia la posibilidad del comunismo, también la alejó; como en Europa, donde la plena subordinación de la sociedad, incluido el campo, al capital, ha creado sus propios mecanismos que también estrangulan ininterrumpidamente las luchas socialistas de las masas proletarias. La vigencia de relaciones comunitarias en formas transformadas a las originales, o en vías de disolución, en escala nacional, son entonces para Marx una nueva fuerza revolucionaria que no sólo da al proletariado industrial la posibilidad de contar con una fuerza revolucionaria en su lucha contra el capital, sino que también ella misma, la comunidad, le da ya de entrada una fuerza objetiva que, sumada a las que nacen antagónicamente dentro del capitalismo, nos señalan, la proximidad y la posibilidad de la revolución comunista en nuestros países.

Pero a la vez que Marx tomó nota de esta característica revolucionaria de la comunidad campesina, nos señaló también la existencia de fuerzas antagónicas internas y externas que empujan a la disolución de los lazos comunitarios reales: fuerzas externas como las relaciones capitalistas que en el ininterrumpido proceso de incorporación del campo a sus leyes buscan estrangular la comunidad o en otros casos, subordinar formalmente el trabajo comunitario al capital, transformando las antiguas relaciones asociativas en una caricatura de ellas. Fuerzas internas como la tendencia al control individual de ciertas tierras, la desigualdad en el control del ganado, la posesión de “indios de servicio”, para el cultivo de las tierras de las autoridades comunarias antes y en la colonia [21], el trabajo individual de parcelas o, finalmente, la propiedad privada, que empujan a la comunidad a su disolución. Consciente de esto, Marx no se puso a glorificar la comunidad en su estado actual, ni mucho menos se puso a inventar medidas caritativas para pedir al estado burgués que “resguarde” la comunidad. Vio, en cambio, que la comunidad ancestral sólo podía desarrollarse y hacer prevalecer sus rasgos colectivistas en tanto fuera capaz de promover levantamientos generales en contra del régimen capitalista, esto es, en tanto las masas comunitarias llevaran a cabo una guerra revolucionaria como parte fundante de la Revolución Socialista de trabajadores de la ciudad y el campo que pusiera fin tanto a las fuerzas individualistas al interior de la comunidad, como al régimen capitalista que la acosa por todas partes. Entonces, la comunidad no sólo habrá de conservarse, sino que habrá de recuperar sus condiciones primarias de asociación y control de los productores sobre la producción; y lo mejor de todo, lo hará en condiciones nuevas y superiores por la existencia de nuevas fuerzas y riquezas productivas y por la presencia mundial del proletariado, que posibilita la incorporación de esas riquezas y su control social, común, comunitario por los trabajadores directos; por tanto, superación de las antiguas condiciones que por siglos empujaron a la comunidad hacia su lenta disolución. Estas condiciones revolucionarias previstas por Marx hace ya cien años, son las que en la actualidad comienzan a despuntar con gigantesca fuerza en la lucha y en los preparativos revolucionarios de comunarios y proletarios del país y el continente.

La Paz, julio de 1989

Qhananchiri

NOTAS

1. Sobre el destino de las obras de Marx, ver Marx, Karl 1968 Cuadernos etnológicos (extractos escogidos) (La Paz: Ediciones Ofensiva Roja).

2 La cronología de la historia de la India hecha por Marx fue publicada en ruso en 1947. Los capítulos III-IV fueron publicados en 1958, también en ruso. Y finalmente se publicaron los capítulos VIII y IX en 1959.

3. Marx, Karl 1957-1958 “Formas que preceden a la producción capitalista” en Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse). Sobre el estudio detallado de este tema ver Krader, L. The asiatic mode of production, Cap. III y IV.

4. “Los países modernos ya no podrán arreglárselas sin regiones que proporcionen ciertas materias primas y productos tropicales indispensables para la industria y las necesidades de la humanidad […]. Por lo tanto, hasta la sociedad socialista del futuro deberá elaborar su política colonial, reglamentando las relaciones de los países que han alcanzado en la escala de la evolución económica un grado superior al de las razas atrasadas […] ¿Podemos abandonar la mitad del globo al arbitrio de pueblos que aún no han superado el período de la infancia? […]. La hipótesis de Karl Marx de que ciertos países podrán, al menos parcialmente, obviar el período capitalista en su evolución económica no se ha realizado. Los pueblos primitivos sólo accederán a la civilización pasando por ese calvario. Por lo tanto, nuestro deber consiste en no obstaculizar el desarrollo del capitalismo […]. Nosotros, socialistas libres de todo prejuicio de razas y colores, guardamos en nuestro corazón una esperanza ilimitada en el futuro de las razas llamadas inferiores” Kol, Van, Congreso Socialista de Amsterdam del 14 al 20 de agosto de 1904, citado en Schara, S. y Carrére, Hélene, 1965, El marxismo y Asia.

5. Stalin, J. “Materialismo dialéctico, materialismo histórico” en Obras completas(México). La sucesión progresiva de estos cuatro primeros modos de producción aun para el caso de Europa en el que Engels y Kautsky se basaron para generalizarlos, es relativa. En el estudio que Karl Kautsky hizo con los últimos datos históricos después de la muerte de Marx y de Engels –Kautsky, Karl, 1963 (1898) La cuestión agraria(México: Editorial Era)–, sobre el campo alemán entre el siglo XV y XVIII, no puede ocultar la existencia, en medio de relaciones feudales, de formas comunitarias de trabajo (la marka), que no desapareció totalmente, como se creía después de las invasiones germánicas al Imperio Romano, sino que permanecieron en algunos casos hasta fines del siglo XVIII, configurando en estos casos una relación de subordinación de la comunidad a los llamados señores feudales, muy parecida a la estudiada por Marx en la India y a la cual, como luego veremos, se opuso a denominar como relación feudal de producción. Una relación similar, Marx la vio en la historia económica de los pueblos eslavos (Bulgaria, Rumania, Hungría, Eslovaquia, parte de Yugoslavia, etc.) y también en los pueblos de las alturas alpinas de Suiza, etcétera. Resulta entonces que no es exagerado afirmar que el mismo feudalismo lejos de ser un modo de producción ampliamente difundido, en realidad constituyó una particularidad de la propia historia europea antes del capitalismo.

6. Karl Marx. Sociologia y filosofía social. Lotus Mare, Buenos Aires, 1976, pág. 37

7. Marx, Karl Grundrisse, op. cit.

8. Como establece Eric Hobsbawm (Hobsbawm, E. y Marx, K. 2002 Formaciones económicas precapitalistas [México: Siglo XXI] Introducción, pág. 20), en la época de Marx la antropología moderna estaba en su infancia y Morgan aún no había publicado su obra fundamental La sociedad primitiva, que enriqueció mucho el pensamiento de Marx. Con todo, en los años cincuenta del siglo XX, entre las lecturas de Marx sobre el tema, aparte de los economistas clásicos y de Filosofía de la historia de Hegel, está también Prescott, quien escribió sobre la historia de la conquista del Perú y de México; así como E. Wakefield, H. Merivale, W. Howitt y otros autores sobre la historia de la colonización. Estas lecturas y sus comentarios están en el “Cuaderno XIV” en el Instituto de Amsterdam y aún no han sido publicados. Sobre esto ver Dussel, E. 1985 La producción teórica de Marx (Un comentario a los Grundrisse) (México: Siglo XXI).

9. Sobre el señalamiento de esta ausencia y de otros puntos sobre la concepción multilineal de Marx ver Melotti, Umberto 2002 Marx y el Tercer Mundo (Buenos Aires: Amorrortu).

10. Marx, Karl. El capital(México: Siglo XXI) Tomo I, pág. 107.

11. Marx, Karl. El capital(México: Siglo XXI) Tomo III, pág. 1114.

12. Krader, L. “Evolución, Revolución y Estado: Marx y el pensamiento etnológico”, en Historia del Marxismo (España: Bruguera) Tomo II.

13. Marx, Karl Grundrisse, Tomo I, Introducción.

14. Mismo texto. Además, Marx señala aquí también la posibilidad del surgimiento de una formación económica social nueva como fruto de la acción recíproca entre la de los dominados y la de los dominantes, como en Germania.

15. Carta de Engels a Marx, 22 de diciembre de 1882, en Marx y Engels, Correspondencia (Ed. Cultura Popular).

16. Marx, Karl. El capital, Tomo III, pág. 1006; y Cuadernos Etnológicos (Extractos), pág. 43-44. Sobre el tema también ver Krader, L. “The asiatic mode of production”, pág. 149.

17. Marx, Karl. El capital, Tomo III, pág. 1006 y siguientes.

18. Marx, Karl 1977 El Señor Vogt(México: Ed. Juan Pablo); (1980) Historia Diplomática Secreta del siglo XVIII (La Paz: PyP); Marx y Engels contra Rusia 1965 (Bs. As.: Líbera).

19. Ya al referirse a la Revolución Socialista en Francia durante el auge revolucionario europeo de 1848-1850, Marx señaló que el derrocamiento del régimen burgués no podía realizarse “mientras la marcha de la Revolución no sublevase contra ese orden, contra la dominación del capital, a la masa de la nación: campesinos y pequeños burgueses” (Lucha de clases en Francia, 1849). Se trata en definitiva de que sólo con la lucha anticapitalista de las masas trabajadoras del campo “la Revolución Proletaria obtendrá ese coro sin el cual su solo resulta un canto de cisne en todos los países campesinos” (“18 Brumario…” en Obras Escogidas en un tomo, 1852). La comprensión marxista del papel anticapitalista de las luchas de las masas trabajadoras del campo en América Latina, tiene en José Carlos Mariátegui un excepcional y aislado defensor. Reconociendo la existencia de “socialismo práctico en la agricultura y la vida indígena” y que por tanto, “las comunidades representan un factor natural de socialización de la tierra”, señaló la necesidad de la Revolución Socialista plena en el Perú, dirigida por el proletariado y apoyada en las “tradiciones más antiguas y sólidas” existentes en la comunidad (Mariátegui, (1927) Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana; Tesis sobre la cuestión indígena, etcétera). La lucidez revolucionaria del pensamiento mariateguista cobra mayor dimensión no sólo porque no conoció varios de los manuscritos de Marx que apuntalan más firmemente esta posición (Carta a Vera Zasúlich, Cuadernos etnológicos, etc.), sino también porque fueron formuladas en contra de la corriente reaccionaria y proburguesa que se impuso plenamente en la III Internacional después de la muerte de Lenin. La III Internacional, en el programa aprobado en su VI Congreso de 1828, señalaba que en los países “coloniales, semi-coloniales y dependientes” la tarea principal que tenían que llevar a cabo en el campo era una revolución agraria que barriera las formas feudales y precapitalistas de explotación y diera paso a las transformaciones burguesas de la sociedad, dejando de lado el impulso de las tendencias comunistas en la lucha proletaria y comunal-agraria en contra del capital. Renegando del marxismo y de las propias indi-caciones que Lenin había señalado sobre la posibilidad de la Revolución Socialista con el apoyo del proletariado mundial, la “nueva” Internacional señalaba que “la dictadura del proletariado es aquí imposible, como regla general, solamente a través de las etapas preparatorias, como resultado de todo un
período de transformación de la Revolución democrático burguesa” (“VI Congreso de la I. C.”, en PyP, Nº 66). De hecho, se puede decir que es a partir de estos años y de estas resoluciones que todos los Partidos Comunistas del mundo, con excepciones temporales, han emprendido el camino de convertirse en nuevas fuerzas productivas teóricas, culturales y materiales del capitalismo mundial.

20. Marx, Karl. “Borrador a Vera Zasúlich”, en PyP, Nº 90.

21. Ver, por ejemplo, Sempat Assadourian, Carlos (1987) “Intercambios en los territorios étnicos entre 1530-1567”, en La participación indígena en los mercados surandinos (CERES). Sobre la relación entre vencedores y vencidos entre las mismas Confederaciones de Ayllus y las nuevas jerarquías establecidas en la época precolombina, ver Platt, Tristán (1988) “Pensamiento político aymara”, en Raíces de América: El mundo aymara(Madrid: Alianza).

El “nuevo constitucionalismo latinoamericano”

El “nuevo constitucionalismo latinoamericano”
Roberto Gargarella · · · · ·

24/08/14

A partir de creaciones y reformas constitucionales como las que se sucedieron en Colombia en 1991, Argentina en 1994, Venezuela en 1999, Ecuador en 2008, o Bolivia en 2009, comenzó a hablarse de un “nuevo constitucionalismo latinoamericano”. Lo de “nuevo” merece revisarse porque, según diré, las renovadas Constituciones tienen demasiado que ver con las que existían antes, pero en todo caso tiene más sentido concentrarse en el valor de las mismas. Ello, en particular, dado el interés que han podido generar estos documentos. Es mi impresión que se da un cierto equívoco sobre tales textos, que nos lleva a elogiarlos por aspectos en los que ellos fallan, y a desconfiar de los mismos a partir de otros rasgos que son merecedores, en cambio, de alguna cuidada esperanza.

Vayamos, de todas formas, por partes. El “nuevo constitucionalismo latinoamericano” tiene poco de nuevo, sencillamente, porque el mismo no introduce novedades relevantes en relación con el “viejo constitucionalismo,” en ninguna de las dos partes esenciales en las que se divide cualquier Constitución: ni en la sección dedicada a la organización del poder ni en la relacionada con la declaración de derechos. Las Constituciones de América Latina son, en su gran mayoría, estructuras consolidadas con más de dos siglos sobre sus espaldas, que en todo caso han incorporado algunos pocos cambios en los últimos tiempos (el primero, habitualmente, relacionado con la reelección presidencial) sobre una base que permanece intacta, idéntica a sí misma. Esa base tiene entonces dos partes: una organización de poderes que es tributaria del siglo XIX; y una organización de derechos que se modificó esencialmente a comienzos del siglo XX, y que desde entonces no ha variado de modo extraordinario. La primera parte —la vinculada con la organización del poder— sigue reproduciendo hoy el viejo esquema moldeado alrededor de 1850, en toda la región, al calor de un pacto entre las fuerzas del liberalismo y el conservadurismo, las dos grandes corrientes de pensamiento que, con modos violentos, disputaron su predominio durante las primeras décadas que siguieron a la independencia regional. El pacto liberal-conservador que, algo sorprendentemente, se extendió en Latinoamérica desde mediados del siglo XIX se expresó, sobre todo, en Constituciones restrictivas en materia de derechos políticos; hostiles a la participación cívica; desatentas frente a la “cuestión social”. Constituciones que, territorialmente, concentraron el poder en un “centro”, mientras que, políticamente, centralizaron la autoridad en un Poder Ejecutivo especialmente poderoso. Estas Constituciones, en buena medida inspiradas en el modelo norteamericano de los “frenos y contrapesos,” se desmarcaban del ejemplo de Estados Unidos justamente en este punto crucial (la organización del poder, y en particular del Ejecutivo) para apoyarse en cambio en el modelo autoritario napoleónico, o en el caso más familiar y cercano de la Constitución de Chile de 1833 (ejemplo típico del primer constitucionalismo autoritario de la región, pero también, para muchos, sinónimo de estabilidad política). Con esta variación (que el jurista argentino Juan B. Alberdi justificó refiriéndose a la necesidad de contener los riesgos de la “anarquía”), las Constituciones latinoamericanas modificaban de modo radical —y muy grave— el esquema de los “frenos y contrapesos” que quedaba, de esta forma, desequilibrado, perdiendo así buena parte de la virtud que le daba sentido. Se iniciaba así el derrotero de poderes políticos institucionalmente separados de la ciudadanía, y capacitados para “torcer” e inclinar a su favor al resto de la estructura de poderes.

La segunda parte de las Constituciones latinoamericanas —la relacionada con las declaraciones de derechos— sufrió cambios muy significativos a comienzos del siglo XX. Ello así, sobre todo, desde la Revolución de México y el dictado de la Constitución de 1917. La Constitución mexicana, en efecto, trastocó la tradicional estructura de derechos típica del constitucionalismo liberal-conservador de la región, vigente hasta entonces. Las “viejas” Constituciones aparecían ante todo preocupadas por la preservación de la propiedad, los contratos y el libre cambio; eran en el mejor de los casos ambiguas en materia religiosa; hacían algunas referencias a derechos liberales clásicos (libre expresión, libre asociación); y mantenían completo silencio en materia de derechos sociales. Desde la Revolución de México, en cambio, todas las Constituciones latinoamericanas modificaron sustantivamente su listado de derechos, y se comprometieron enfáticamente con declaraciones amplias, generosas, muy ambiciosas en materia de derechos. Mal que le pese a algunos, lo cierto es que el constitucionalismo mundial (salvo excepciones que incluyen a la Constitución de Estados Unidos) cambió desde entonces, y comenzó a adoptar, de forma más o menos explícita, más o menos rotunda, significativas listas de derechos sociales, económicos y culturales.

El “nuevo constitucionalismo latinoamericano”, surgido a finales del siglo XX, no modificó de modo relevante el viejo esquema (más allá de que en un futuro trabajo, más detallado que éste, deban precisarse diferencias, país por país). Las “nuevas” Constituciones latinoamericanas se mantienen ajustadas al doble molde originario. Se trata de Constituciones con “dos almas”: la primera, relacionada con una estructura de poderes que sigue respondiendo a concepciones verticalistas y restrictivas de la democracia, como las que primaban en el siglo XIX; y la segunda, de tipo social, relacionada con la estructura de derechos que se forjara a comienzos del siglo XX. A esta combinación, el último constitucionalismo latinoamericano le agregó pocos cambios, que facilitaron las reelecciones presidenciales, y en todo caso expandieron algo más las ya ambiciosas listas de derechos: si las de comienzos de siglo habían procurado incorporar a la “clase trabajadora” en la Constitución (más no sea a través de las declaraciones de derechos), las de finales de siglo comenzaron a hablar de derechos indígenas, multiculturales, o de género. Cuestiones que no habían sido tematizadas por las Constituciones anteriores.

El debate que me interesa promover, en todo caso, nada tiene que ver con el carácter más o menos innovador del “nuevo constitucionalismo.” Me interesa señalar, en cambio, de qué modo el “nuevo constitucionalismo latinoamericano” reproduce las viejas estructuras autoritarias que recibimos en legado de los siglos XVIII y XIX. Me interesa afirmar que no hay proyecto democrático y de avanzada bajo organizaciones de poder concentradas en Ejecutivos o monarcas, que representan la negación política de la democracia que declaman. Y me interesa insistir, ante todo, en esta idea: la contradicción que las nuevas Constituciones establecen entre el modo en que organizan el poder (estilo siglo XIX) y el modo en que definen derechos (estilo siglo XXI) no nos habla de una relación desafortunada, con la que hay que aprender a convivir, sino de una tensión que amenaza la vida misma de los derechos que esas Constituciones proclaman. No se trata, sin embargo, de recitar los nombres de los principales gobernantes de la región, responsables de los derechos que no se efectivizan, bajo retóricas siempre encendidas. Se trata de denunciar un modo errado de pensar el constitucionalismo, que después de más de doscientos años de práctica no ha aprendido a reconocer lo obvio, esto es, que el poder concentrado (político, económico) no puede sino resistir la puesta en práctica de los derechos nuevos, porque ella promete socavar también el poder de quienes hoy gobiernan discrecionalmente, bajo el control de nadie. Los latinoamericanos fueron los primeros en asegurar el ingreso de la “clase trabajadora” y otros grupos desaventajados a la Constitución, pero lo hicieron sólo a través de la sección de los derechos. Ha llegado la hora de que abran para tales grupos las puertas de la “sala de máquinas” de la Constitución, que después de más de dos siglos siguen —como en toda Europa— todavía cerradas.

Roberto Gargarella es profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Buenos Aires

Setenta años de lucha de clases mundial a través de la vida de un revolucionario consecuente

Setenta años de lucha de clases mundial a través de la vida de un revolucionario consecuente
Olmedo Beluche · · · · ·

24/08/14

El compañero y amigo Mario Hernández me ha hecho llegar desde Buenos Aires, a través del camarada Jaime Dri, un paquete de libros que recibo con la emoción de un niño en cumpleaños. Uno de ellos es Hugo Chávez y la revolución bolivariana, compilación realizada por Mario de ensayos de diversos compañeros que están en la lucha diaria y que reflexionan sobre el legado histórico del comandante venezolano; otro es El peronismo que no fue. La (otra) otra historia, basado en entrevistas que hace el propio Mario al ex dirigente montonero Gerardo Bavio.

Pero en esta ocasión dirijo mi atención al libro “Militante crítico” de Guillermo Almeyra, que es una mezcla de autobiografía con historia política del siglo XX, de la que participó activamente como militante revolucionario y socialista.

“Fui, antes que académico, un militante político y mi libro es también, por lo tanto, una forma de militancia a posteriori de la militancia activa. Simplemente quiero reflexionar con mis eventuales lectores sobre una parte mínima de la historia pasada y sobre algunas experiencias. Ni más pero tampoco ni menos”.

En 383 páginas y 18 capítulos Almeyra hace un repaso, desde los años 30 hasta la primera década del siglo XXI, de la lucha de clases en Argentina, América Latina (deteniéndose particularmente en Brasil, Perú y México), de Europa (Italia sobre todo) y la lucha de liberación nacional en el mundo árabe.

Al ser esencialmente autobiográfico, el libro conserva la amenidad que mantiene el interés del lector que no lo suelta hasta llegar al final. Como confiesa el autor, está dirigido a los jóvenes, a la nueva generación de luchadores y revolucionarios que se están formando hoy, quienes dirigirán las revoluciones del siglo XXI, agrego yo.

Para quienes hemos crecido en la militancia revolucionaria del trotskismo, es un libro muy interesante que nos ayuda a conocer un poco más a los dirigentes de la IV Internacional y las luchas intestinas que los dividieron, tras la muerte de Trotsky. Pero advierto que hay que leerlo desprejuiciadamente, tratando de comprender las opiniones políticas del autor, duras pero francas, como debe ser entre revolucionarios.

Al lector desprevenido le podría pasar como me sucedió cuando conocí personalmente a Guillermo, en un seminario de la revista Sin Permiso, en 2009. Desayunando juntos le pregunté su opinión sobre Nahuel Moreno (me formé en el morenismo panameño) y lanzó una serie de caracterizaciones y epítetos que me dejaron entre perplejo e irónico. Para mis adentros pensé: “y esto lo dice un ¡¡posadista!!”.

Pero seguimos conversando y yo seguí escuchando porque, por un lado, después de 40 años de militancia yo también había desarrollado mis propias críticas; por otro, porque quería aprender de un hombre que tiene mucha experiencia, siguiendo el consejo que me diera el propio Moreno, en los únicos 10 minutos que conversamos íntimamente: “trata de comprender hasta la última consecuencia la lógica de la otra persona”.

No nos quedemos en generalizaciones, entrémosle a algunas partes del libro que me hicieron reflexionar. Focalizo cuatro temas que me interesaron: 1. Quién era Perón y qué el peronismo; 2. Derivado de lo anterior, que son los gobierno bonapartistas progresivos, populistas, nacionalistas de hoy (como el de Chávez); 3. La herencia lamentable del stalinismo y los partidos comunistas; 4. La IV Internacional y sus fracciones.

1. Perón, un conservador con apoyo obrero

El prestigio de Juan D. Perón y la conformación del régimen peronista, que empieza construirse a partir de 1943, constituye el punto de inflexión que divide tanto a la izquierda como a los intelectuales argentinos, hasta el día de hoy. La izquierda tradicional, socialistas y comunistas, lo clasificaron bajo el rótulo de “fascista”, lo que los llevó a apoyar el golpe proimperialista y oligárquico de 1955 (“La Libertadora”).

En Panamá, el Partido del Pueblo (comunista) y el Partido Socialista (de Demetrio Porras) tuvieron la misma caracterización sobre Arnulfo Arias, líder burgués que gozó de amplias simpatías populares y que nunca pudo gobernar vetado siempre por la oligarquía criolla y el imperialismo yanqui. En el mismo sentido, el PC mexicano clasificó a Lázaro Cárdenas y el PC brasileño a Getulio Vargas.

Almeyra dice: “Perón era un hombre del establishment, conservador y defensor del capitalismo y trató al comienzo de su gobierno de apoyarse en la Iglesia católica más fundamentalista y anticomunista… Pero la jerarquía de dicha Iglesia estaba dividida y tenía fortísimos lazos, hasta familiares, con la oligarquía terrateniente y rechazaba al advenedizo, para colmo hijo natural, que ostentaba su relación de concubinato con una actriz de segundo plano, pero también nacida fuera del llamado sacramento matrimonial” (Pág. 68-69).

La clase obrera que se convirtió al peronismo era un proletariado joven, proveniente de las provincias (“cabecitas negras”) atraídos por la creciente industrialización de las ciudades argentinas. Era distinta a la clase obrera de fines del siglo XIX y comienzos del XX, que era inmigrante de Europa, especialmente Italia, y cuyos dirigentes (socialistas) seguían pensando como europeos.

A mitad de la década de los 40: “La clase obrera, subjetivamente, no era anticapitalista, estaba sometida a la hegemonía cultural de la clase dominante y buscaba progresar dentro del régimen y no se oponía al sueño peronista de que la Argentina fuese potencia mundial. Pero, objetivamente, arrancaba conquista tras conquista al capital, lo debilitaba y se oponía al imperialismo inglés y al estadounidense… Había una contradicción entre el pensamiento burgués antiimperialista y antioligárquico de los obreros y el pensamiento prooligárquico y proimperialista de la pequeñaburguesía “democrática” y de sus partidos: la ideología peronista, procapitalista pero con referencias continuas a los trabajadores, daba forma inestable a ese conflicto” (Pág. 70).

Más adelante se describe al régimen peronista como el intento bonapartista (no usa el concepto) de promover la industrialización (que convertiría a Argentina en potencia económica), incluso de crear la “ilusión” de desarrollar una burguesía nacional deseosa de romper la dependencia del imperialismo, transfiriendo parte de la renta agraria de la oligarquía exportadora de granos hacia la industria.

Almeyra, que empezó su militancia en el Partido Socialista, el cual calificaba a los trabajadores que apoyaban a Perón como “hordas desclasadas”, inició su ruptura política con dicho partido cuando el 17 de octubre de 1945 miles de trabajadores llegaron desde los barrios hasta el centro de la ciudad en defensa de de su secretario de Trabajo que había sido obligado a renunciar por un sector reaccionario de las fuerzas armadas.

El trotskismo también se dividió en torno a la caracterización y la política que debía seguirse frente al régimen de Perón. Almeyra señala que el Grupo Obrero Marxista (GOM), dirigido por Nahuel Moreno, a fines de los 40 y principios de los 50, caracterizaba a Perón como “agente del imperialismo inglés”, para pasarse al otro extremo con posterioridad al golpe de 1955, durante el período de Palabra Obrera, cuando se presentaba ante los trabajadores bajo la conducción directa del general.

Su organización, una ruptura por la izquierda de sectores juveniles y sindicales del Partido Socialista, el Movimiento Obrero Revolucionario, en proceso de fusión con el grupo de Posadas (“no existía el posadismo todavía”), Grupo Cuarta Internacional, caracterizaba que existía una crisis histórica del bloque oligárquico aliado al imperialismo inglés, que era llenado por la burguesía industrial y la fracción de las fuerzas armadas dirigidas por Perón.

“…desde fines de los cuarenta nuestra tendencia definió al peronismo como una tendencia burguesa y explicó su apoyo obrero por la aceptación del capitalismo como marco natural de una lucha por reformas políticas y sociales… La tarea que nos asignamos desde 1946 era, por lo tanto, desarrollar la contradicción entre el peronismo de Perón, burgués, y el peronismo de un movimiento obrero poderoso pero aún bajo la hegemonía de la burguesía…” (Pág. 216).

Por lo descrito, el obrerismo de su grupo y esa caracterización les permitió trabajar con la base en los sindicatos, pero muy críticamente a la conducción peronista, lo que políticamente les impidió constituirse en su dirección más allá de luchas concretas.

Lejos del esquema sectario que echa en el mismo saco a todos los gobiernos, sin realizar el “análisis concreto de la realidad concreta”, como sugería Lenin, los gobiernos “nacionalistas”, “populistas” o “desarrollistas” de la América Latina de mitad del siglo XX expresaron una coyuntura en la que, gracias a la crisis capitalista y a las guerra, estuvo realmente planteado (así fuera por breve tiempo) una industrialización independiente de la tutela imperialista. No era socialismo, era capitalismo nacional.

En ese sentido, aunque procuraron controlar a la clase obrera desde arriba, como parte de su proyecto político, e incluso no vacilaron en reprimirla cuando creyeron que hacía falta, regímenes como el de Perón, o Getulio Vargas en Brasil, incluso Omar Torrijos en Panamá, expresaron un elemento de la realidad política mundial: la contradicción entre el imperialismo y el estado nacional colonial, semicolonial o dependiente.

Fueron gobiernos claramente distintos a las tradicionales oligarquías agrarias importadoras/exportadoras, directamente sumisas al imperialismo inglés o norteamericano. Las dictaduras militares promovidas por el Pentágono de los 50 y 60 estuvieron dirigidas a cortar de raíz cualquier sueño autonomista en Sudamérica.

El autor dedica un capítulo a cómo se fue conformando la CGT de Córdoba, con posterioridad al golpe del 55, justo por eso relativamente libre de la tutela de la burocracia peronista, lo que permitió unir una nueva generación de dirigentes sindicales (como Tosco) aunados con el naciente movimiento juvenil y estudiantil políticamente inclinados al socialismo por influencia de la Revolución Cubana. Esta nueva generación maduraría hasta producir las grandes luchas obreras de fines de los 60, Cordobazo y Rosariazo, que derribaron a la dictadura y permitieron el retorno de Perón en los 70.

En el penúltimo capítulo, Almeyra traza una comparación entre los gobiernos de Perón y el kirchnerismo actual, señalando que “hay más rupturas que continuidades”, pese al pretendido neodesarrollismo de los últimos y un lenguaje nacionalista, considera que los últimos “jamás conspiraron dentro de un régimen oligárquico y proimperialista, como habían conspirado Perón y el Grupo de Oficiales Unidos, sino que se incorporaron directamente a la alianza con los radicales, liberales y prooligárquicos y el menemismo conciliador” (Pág. 361).

2. Los gobierno producto de revoluciones nacionales o democráticas

Una consideración particular merecen los gobiernos producidos por auténticos procesos revolucionarios, ya sean de liberación nacional (Almeyra vivió una experiencia personal en la República Popular Democrática de Yemen del Sur luego de su independencia), o revoluciones democráticas, como los de Chávez, Correa y Evo en Latinoamérica en los últimos 15 años.

Aunque se trate de estados indudablemente capitalistas, pero encabezados por gobiernos “nacionalistas burgueses o pequeñoburgueses”, el ser producto de un proceso de movilización popular que los confronta directamente con el imperialismo, requieren una política específica que no puede ser la planteada por el trotskismo sectario de que pretende que al ser estado capitalistas son iguales a todos los gobiernos.

“… la evolución de los procesos revolucionarios en Bolivia y en Venezuela que habían creado, por un lado, grandes ilusiones “evistas” y “chavistas” y, por otro, en los grupos dogmáticos seudotrotskistas, toda clase de calificaciones sectarias a los gobierno nacionalistas-“progresistas” resultantes de verdaderas revoluciones democráticas de masas en países que continuaban siendo capitalistas y tenían estados burgueses, pero en los cuales la política de los gobernantes impuestos por los movimientos sociales choca con los intereses del imperialismo y el capital financiero internacional que los ven como advenedizos no funcionales y potencialmente peligrosos, por su base de apoyo social, y buscan sabotearlos” (Pág. 353).

Respecto a la política revolucionaria hacia este tipo de gobiernos: “En la línea de lo escrito por Trotsky sobre el gobierno de Cárdenas apoyaré cada medida de esos gobiernos que reduzca el poderío del capital financiero internacional y que pueda ayudar a aumentar la autoconfianza, la autoconciencia, la organización y las condiciones generales de vida y cultura de los trabajadores en el sentido más amplio del término y manteniendo siempre mi independencia política, criticaré todo lo que, por el contrario, refuerce la explotación y la dominación capitalista, reduzca su margen de independencia política y organizativa, fortalezca la influencia de la ideología burguesa sobre las clases dominadas” (Pág. 372).

3. La herencia desastrosa del estalinismo y los Partidos comunistas:

Muchos luchadores del siglo XXI desconocen la desastrosa herencia de sangre, represión, derrotas y desprestigio en que el régimen de la Unión Soviética, desde José Stalin hasta Gorbachov, sumió al movimiento obrero y comunista a nivel internacional. Para ellos también es muy útil el libro de Guillermo Almeyra pues pone al desnudo las actuaciones del régimen estalinista soviético y sus títeres Partidos Comunistas.

Compañeros y compañeras jóvenes, por no haberlo vivido, por desconocimiento histórico o por una historia mal contada, o basada en suposiciones erróneas, no saben que Stalin disolvió la III Internacional para utilizar a los Partidos Comunistas del mundo como un mero instrumento de sus intereses geopolíticos que no eran los mismos de la clase trabajadora.

Para no mencionar que Stalin liquidó al grueso del Partido Bolchevique de Lenin en los llamados Juicios de Moscú de 1936 a 1938, nos referiremos a algunas (subrrayado) de las traiciones del estalinismo al movimiento obrero mundial. Mandó a asesinar a Trotsky, exiliado en México. Liquidaron por orden de Moscú, durante la Guerra Civil española (1936-39), a la dirección del POUM en Cataluña, empezando con Andreu Nin; y son sospechosos de haber asesinado al líder anarquista Durruti.

Muchos jóvenes no saben, por ejemplo, que en la fase de llamada política ultraizquierdista del “Tercer Período”, Stalin ordenó al Partido Comunista alemán a combatir centralmente a los socialdemócratas, negando la acción común necesaria para derrotar al fascismo, lo que facilitó el triunfo de Hitler en 1933. Para colmo, posteriormente Stalin pactó la división de Polonia con Hitler, y ejecutó a miles de activistas y militares polacos que se refugiaron en Rusia frente a la ocupación alemana.

Cuenta Almeyra que durante el inicio de la ocupación de Francia en 1940, la Resistencia fue dirigida por el trotskismo porque el PC francés obedecía la línea soviética basada en el pacto Hitler-Stalin, que no se rompería hasta que Alemania invadió a la URSS.

Posteriromente la política estalinista dio un giro de 180 grados para ordenarle a los PC’s en todos lados que se aliarán a la las “burguesías democráticas” contra el fascismo. Fase que en América Latina se llamó “browderismo”, porque fue impuesta por el secretario general del PC de Estados Unidos, Earl Browder. Esta política llevó al PC argentino a combatir a Perón y aliarse con el frente político prooligárquico y proimperialista.

Por esa misma razón, el PC cubano de los años 50 no apoyó la revolución dirigida por Fidel Castro, y coqueteó con Batistas. Lo que permitió que el primer Comité de Solidaridad con la Revolución Cubana, en Argentina, estuviera presidido por el propio Almeyra. Con la represión a los alzamientos obreros en Polonia y Hungría en los años 50 y, particularmente con el aplastamiento de la Primavera Roja en Checoslovaquia en el 68, terminó de desprestigiarse no sólo el régimen estalinista, sino conceptos como “socialismo” y “comunismo” que la URSS decía representar.

“Sé, en efecto, que Stalin eliminó con un sectarismo suicida al Partido Comunista alemán, abrió el camino a Hitler, le dejó conquistar Checoslovaquia, pactó con él, dividió Polonia con la Alemania nazi, llevó al Partido Comunista chino a su casi desaparición, disolvió la Internacional Comunista y puso los Partidos Comunistas de Occidente al servicio de los imperialismos aliados. Conozco que el estalinismo asesinó en la URSS decenas de millares de opositores de izquierda, mientras otros millares morían en China y en Vietnam o en la Resistencia europea, asesinados por quienes se decían comunistas…” (Pág. 368).

4. Luces y sombras en la IV Internacional:

Como se puede apreciar, la IV Internacional, fundada en 1938, nació no sólo en “la larga noche del nazifascismo” (como titula un capítulo Almeyra), sino también en la larga noche del estalinismo, en que una actitud marxista crítica (como debe ser) te podía costar la vida, no sólo a manos de la burguesía, sino de los supuestos “compañeros comunistas”.

Aún en vida de Trotsky hubo debate de sí esa coyuntura histórica, de derrotas continuas para el movimiento obrero, era la más adecuada para fundar una internacional. Pero Trotsky insistió, incluso previendo su muerte, que la misión fundamental de “la Cuarta” era la de preservar los principios del marxismo revolucionario (internacionalismo, independencia política de clase, democracia obrera, etc.) hasta la nueva oleada revolucionaria.

El balance es contradictorio porque, por un lado, la pléyade de dirigentes totskistas que asumieron la tarea tras la muerte de Trotsky desde diversas trincheras, mal que bien preservaron dichos principios que nos llegan hasta la presente generación gracias a ellos. Por otro lado, circunstancias nuevas, que obviamente Trotsky no podía predecir, requirieron las respuestas políticas de esos dirigentes, y aquí fue donde respondiendo a esos desafíos, vinieron los desacuerdos, las disputas, las divisiones y los errores.

Por las páginas de “Militante Crítico” pasan las personalidades y los debates cruciales de esos dirigentes: Pablo-Raptis, Mandel-Gemain, Pierre Frank, Livio Maitán, Posadas, Nahuel Moreno, M. Lowy y tantos otros fundadores del trotskismo argentino, brasileño, peruano y mexicano.

Me llamó la atención Posadas, de quién hasta 2005 sólo había oído, entre risas, sobre su tesis acerca de “la revolución interplanetaria”, hasta que ese año, en medio de las luchas contra la reforma a la seguridad social panameña, el MLN-29, organización que pretendía “vacunar” a FRENADESO de toda influencia trotskista, publicó un discurso de Fidel Castro de los años sesenta en que atacaba al trotskismo que se había atrevido a sugerir que él había fusilado al Che Guevara. Ante la contundencia del discurso de Fidel, me puse a averiguar quién en nombre del trotskismo había dicho tan tremenda estupidez, y descubrí que era el famoso Posadas.

Almeyra se refiere al hecho: “Aquí debo consignar otro motivo de roces políticos con Posadas. En 1965 –“el año en que Guevara estuvo en ninguna parte” pues tras su derrota política en Cuba en la discusión económica con los prosoviéticos y su crítica a los países “socialistas” en el Discurso de Argel había quedado en minoría-, la CIA y los comentaristas políticos reaccionarios comenzaron a decir que el “Che” había sido asesinado en Cuba en una discusión con Fidel. Posadas no sólo creyó esa versión sino que la propaló y sus seguidores lo imitaron, lo cual provocó, como es lógico una ola de fundadas protestas cubanas contra esa calumnia” (Pág. 232).

Esas críticas del Che Guevara a los estalinistas soviéticos y esos debates sobre la economía socialista están recogidos en los libros póstumos que ha empezado a publicar la editorial Ocean Sur, cuya lectura recomiendo también. De todos modos los cubanos siempre se han cuidado de echar a todos los trotskistas en el mismo saco, una evidencia al respecto es que en 1967, el propio Almeyra recibe a través de Pedro Asquini una propuesta para que él y Juan Gelmán (que había roto con el PC argentino) se sumaran al grupo del Che Guevara en Bolivia (Pág. 233).

Volviendo a J. Posadas (Homero Cristalli) la visión que da Almeyra es peyorativa: un hombre poco disciplinado, que no leía prácticamente y que era incapaz de escribir por sí mismo, teniendo que usar una grabadora en la que dictaba para sus secretarios. El autor señala que no sabe cómo él y Adolfo Gilly aguantaron tanto tiempo en dicha corriente. Almeyra supone que los años pasados en el trabajo internacional lo alejaron del entorno cercano de Posadas.

El otro dirigente destacado de la Cuarta que me llamó la atención es Michel Raptis, alias Pablo, quien parece el verdadero referente político para Almeyra: “… ingeniero griego nacido en 1911 en la cosmopolita Alejandría, Egipto,…, era diferente a los demás miembros del Secretariado Internacional por su edad, ya que entonces tenía 40 años, como pocos “viejos”, por ejemplo, el francés Pierre Frank, y era mayor que el joven belga-alemán Ernest Mandel, a quien había formado… También se diferenciaba de ellos por su formación de revolucionario balcánico de entre las dos guerras, por su experiencia (era el único sobreviviente del Congreso de Fundación de 1938 y había sido miembro del Secretariado Europeo durante la ocupación nazi, organizando la Resistencia, ya que Frank, ex secretario de Trotsky, había pasado la guerra preso en Inglaterra en un campo de concentración) y también por su cultura amplia, abierta y viva” (Pags. 101 y 102).

Almeyra dedica algunas páginas (Pág. 141-149) a explicar las circunstancias del IV Congreso Mundial de la IV Internacional, que terminó en su división. El congreso se reunió en 1954 en el sur de Francia con la intención de reagrupar a una infinidad de grupos trotskistas esparcidos por todo el mundo. Hubo una buena representación asiática con militantes de China, Vietnam, Indonesia, Sri Lanka, Japón, además de los conocidos de Sudamérica y Europa. Se destacaba por Europa, la sección belga de Mandel; por Asia la sección ceilanesa y América Latina el POR boliviano que había participado destacadamente en la Revolución del 52.

La mayoría del congreso, con Pablo a la cabeza, caracterizó: 1. El capitalismo mundial se debilitaba por las revoluciones anticoloniales; 2. El estalinismo lejos de debilitarse, como había previsto Trotsky, se fortaleció tras la guerra, lo que agudizaba las contradicciones entre esa dirección y las masas que luchaban, pero bajo su dirección; 3. Era probable una Tercera Guerra Mundial (estaba la Guerra de Corea y la Guerra Fría).

Conclusión: se propuso la política de insertarse (entrismo) en los movimientos de masas dirigidos por comunistas, socialistas y de liberación nacional, dejando fuera sólo un pequeño grupo en cada país que editara un periódico con las posiciones. Esta decisión le pareció un desastre al Socialist Workers Party (SWP) de Estados Unidos, a Nahuel Moreno y a los lambertistas. Produciéndose la ruptura.

En la década siguiente las disputas principales girarían en torno a la estrategia del foquismo guerrillero en América Latina, contra la que estaban tanto el morenismo como el posadismo o grupo de Almeyra, pero que fue apoyada por Mandel y la dirección de la IV Internacional- Secretariado Unificado.

En su último capítulo, Guillermo Almeyra trae a colación un viejo debate sobre el carácter de URSS y el que fuera el “bloque socialista”. A su juicio, muy lapidario, nunca hubo socialismo en ninguno de ellos. Lo que había era “capitalismo de estado” (ojo que es una caracterización de Lenin poco antes de morir). Por supuesto que eso no lo convierte a Almeyra en un “antidefensista” (ver debate de Trotsky en 1939-40), pues: “no necesité nunca creer que Cuba era “socialista” para defenderla del imperialismo…” (Pág. 366).

En esto tengo mi diferencia con Almeyra, pues esos países tampoco son o fueron países “capitalistas” exactamente, por lo que me parece más adecuada la caracterización de sociedades de “transición”, lamentablemente burocratizadas o degeneradas.

Se quedan muchos temas en el tintero que seguro serán de interés para los lectores, como por ejemplo: en México, la experiencia del zapatismo sus pros y contras, el debate sobre la naturaleza del PRD, las personalidades de Cuahutemoc Cárdenas y López Obrado; en Argentina, el debate sobre el ERP de los 70, ahora el kirchnerismo, el frente electoral de izquierda; sobre Italia, las experiencias de Democracia Proletaria y Refundación Comunista; el tema del partido tipo leninista que Almeyra señala como error de Trotsky; y un largo etcétera. Pero ya desbordé el espacio para mi comentario.

Concluyamos en que Almeyra a los ochentaitantos años dice: “no tengo fe en el triunfo del socialismo, que no es de ninguna manera inevitable, ni en el Progreso con P mayúscula, ni en un futuro humano cada vez mejor. Lo que no obtengamos con la lucha y lo volvamos a reconquistar cada día en la mente de nuestros contemporáneos y en la relación de fuerzas entre opresores y oprimidos no nos será dado por nadie… Por consiguiente, tengo esperanzas, como las de Ernest Bloch, que alientan mi optimismo frío, que está muy lejos de ser ciego” (Pág. 368).

Olmedo Beluche es un sociólogo y analista político panameño, profesor de la Universidad de Panamá y militante del Partido Alternativa Popular

http://www.kaosenlared.net/america-latina/94469-setenta-años-de-lucha-de-clases-mundial-através-de-la-vida-de-un-revolucionario-consecuente

En homenaje al camarada Jorge Alberto Moran Cornejo, El Beatle

SERVICIO INFORMATIVO ECUMENICO Y POPULAR
En homenaje al camarada Jorge Alberto Moran Cornejo, El Beatle Entrevista con Germán Vásquez

QUEBEC, Canadá, 22 de agosto de 2014 (SIEP) “Este 23 de agosto. Jorge Alberto Morán Cornejo, el Beatle como cariñosamente le decíamos va a cumplir otro aniversario más de su martirio. Fue un cruel “ Asesinato “ cometido por los escuadrones de la muerte el 24 de agosto de 1973” nos comparte Germán Vásquez, dirigente sindical de los panificadores, hoy exilado en Canadá.

“Fíjate que ese día los dos viajamos al occidente del país, yo iba para Ahuachapán y el iba para Santa Ana, ambos cumpliendo tareas nuestra central sindical, que era la FESTIAVTSCES y aprovechábamos también para realizar trabajo como militantes obreros del Partido Comunista, PCS.”

Agrega que “al regresar de Ahuachapán, paso al local de la FUSS en Santa Ana, lugar donde nos encontraríamos para regresar juntos a San Salvador, ya en los últimos buses que venían de Guatemala con rumbo hacia la capital. Pero el Beatle, me dice que el se quedaría en Santa Ana porque había fallecido un hijo de Salvador Cárcamo, un dirigente de la FUSS y se iba a quedar en el velorio. Entonces yo me voy porque tengo algunas tareas para el día siguiente en San Salvador, le dije y me despedí sin saber que era la última vez que lo veía con vida.”

“Mi sorpresa fue –añade- que ya yo estando en San Salvador, en el local de la FUSS, en el 630 sobre la Avenida Cuscatlán con varios compañeros sindicalistas y del Partido, contando algunas experiencias y hasta chistes, entre ellos Miguel Ángel Cea, viejo militante comunista que se dedicaba a encuadernas libros, vemos llegar con su típico caminado al Beatle.”

“Y ya eran como las 9 de la noche y se me acerca y me dice: fíjate que mejor me vine porque me sentía muy cansado y necesito descansar un poco, además tengo varias tareas que realizar mañana. Seguimos platicando y nos despedimos todos como a las 10 de la noche y cada quien para su casa. En esa época todavía se podía uno mover a esas horas.”

“Al día siguiente que llego al local de la FUSS, o sea el 23 de agosto de 1973, como a las 8 de la mañana, la secretaria del Sindicato de Radio Teatro y Televisión, STIRCAES. Silvia Cartagena (Camelia ) me dice llorando que al Beatle lo habian asesinado y que su cadáver se encontraba sobre el arenal del rio Acelhuate cerca del mercado La Miriam, del Barrio de San Jacinto.”

“Al principio no podía creerlo, pero luego reaccione y organice un equipo de compañeros y nos fuimos para el lugar mencionado con la esperanza que al información estuviera equivocada.. Pero no, era él. El Beatle, se encontraba vendado y amarrado de sus manos hacia atrás con varios disparos en su cabeza.”
“Los vecinos del lugar nos contaron que “hombres vestidos de civil fuertemente armados” lo sacaron de su casa, lo vendaron, lo amarraron de sus manos y lo asesinaron. Ya estando en los arenales a la orilla del río donde quedaba la pieza del mesón donde vivía, nosotros esperamos hasta que llegaran a reconocer el cadáver, luego lo subimos a una ambulancia de los juzgados y recuerdo que parte de su cerebro quedo un mis manos…”

“Eso es parte de lo que vi y viví y es difícil poder olvidarlo, toda la sangre derramada de miles de mártires que como mi camarada de Partido, El Beatle, fueron cruelmente asesinados por los escuadrones de la muerte, el recuerdo de todos esos compañeros asesinados me impulsa a seguir luchando desde acá, lejos físicamente pero con las luchas del pueblo muy cerca de mi corazón…”concluyó.

De Gramática náhuat-pipil, lengua salvadoreña bajo tachón

De Gramática náhuat-pipil, lengua salvadoreña bajo tachón
Por Rafael Lara-Martínez*
El Faro / Publicado el 20 de Agosto de 2014

El lingüista salvadoreño Rafael Lara-Martínez ofrece un adelanto de una serie de conferencias que dará en El Salvador durante el mes de agosto, en las que aborda el tema de la lengua pipil para advertir sobre la amenaza del olvido y de la inercia académica.

El olvido y el error histórico son un factor esencial al crear una nación, E. Renan.

Una visión que olvida y se ingenia en vano que le vuelva a la memoria, Dante.

I

Según un lema borgeano vigente, “a la luz de quien Perdura (E =mc2), un siglo es un momento”. Por ello, esta gramática náhuat-pipil sólo representa un instante de olvido para la memoria histórica salvadoreña. Casi ochenta y cinco (85) años desde la recolección de los datos primarios en Izalco (1930) —cinco (5) menos desde su publicación alemana— así como unos treinta (30) años de la otra gramática que coteja sus actualizaciones y reajustes obligatorios, Lyle Campbell (1985), comprueban que un centenario es un momento. Se trata de un diminuto lapsus lingue de olvido, de un hecho cultural insignificante. Una brizna de ese minúsculo “soplo” que es “la vida” terrena…

A la identidad nacional, la lengua náhuat-pipil le resulta tan intrascendente que no existen recopilaciones de textos en ese idioma de 1880-1931, tampoco de 1932-1992. Sea cual fuere la corriente literaria en boga —modernismo, regionalismo, indigenismo, esoterismo, etc.— en el primer medio siglo a ningún nacional. A casi ningún ciudadano —salvo a María de Baratta— le interesa reclamar al indígena en su calidad de zoon logos ejon, animal dotado de lenguaje, y por tanto de ente político, zoon politikon.

No sólo se trata de lo obvio. La vanguardia literaria del despegue del siglo XX —el Ateneo de El Salvador, vinculado al presidente Manuel Enrique Araujo—percibe en “los ejidos” indígenas “los males y el atraso de la industria agrícola, como lo comprueba la Economía Política y Social” por lo cual su “extinción, el 2 de marzo de 1882”, “ha dado un gran halón en los destinos del país por la ruta indefinida del progreso” (Revista del Ateneo de El Salvador, Año I, No. 1, 1 de diciembre de 1912: 24).

Es evidente que no sólo se trata de legitimar intelectualmente la abolición de un derecho ancestral a la tierra madre. Como diría el fundador del Museo Nacional —David J. Guzmán— esa “raza decadente” (Apuntamientos, 1883: 505) es contraria al principio “eterno” de la propiedad privada que engendra la “idea” misma de “patria” (Comentarios sobre instrucción, 1914: 194). En tal denegación no se agota el problema indígena, ya que existe otro repudio notable: el idioma, la invención de un indígena sin lengua materna.

La ciudad letrada se desentiende del estudio del idioma náhuat-pipil y de su literatura. Será necesaria la presencia de un antropólogo alemán para que El Salvador conozca la gramática y el ciclo mitológico más completos durante todo el siglo XX (1930-1935): Leonhard Schultze-Jena. Le anteceden breves estudios léxicos y morfológicos del panameño Próspero Arauz (1924), cuya publicación definitiva data de 1960. Sin embargo, salvo un breve texto que intitularía “Diálogo con el Sol”, Arauz ignora la mito-poética náhuat-pipil, a la vez que su análisis gramatical se simplifica por razones pedagógicas. Sólo la aritmética —con un sistema casi decimal— ofrece un notable desarrollo.

Luego de ambos, le corresponde a Tomás Fidias Jiménez (1937) publicar una somera gramática dedicada al general Maximiliano Hernández Martínez, enlazando el rescate de la lengua a la política de la cultura en curso. Prologada por un académico de la historia, el idioma se percibe como verdadero remanente de una Atlántida y Lemuria revocadas. Pero ese desplazamiento —de Europa hacia continentes míticos— no suscita una ruptura con el eurocentrismo, ya que Jiménez busca adaptar la lengua indígena a las declinaciones latinas clásicas, además de asimilar el náhuat-pipil al náhuatl-mexicano.

Sus ideas teosóficas se prologan —entre la transparencia del logos epitaphios y la máscara de la tradición— hasta mediados de la década de los setenta. Casi al despegue de la guerra civil, el oscurantismo de una pseudo-ciencia sigue asimilando lo indígena a lo atlante, sin opción racional contraria (Salarrué, Catleya luna, 1974). No sólo sus postulados irrebatibles —como toda creencia oculta— borran el estudio gramatical de la lengua náhuat-pipil cuyo hablante, como la mujer, ante todo existe al interior del poeta: “yo te inventé a ti [mujer] poco a poco”. A la vez, sus premisas ignoran el desarrollo de una lingüística cada vez más formalizada y exacta, con modelos matemáticos que culminan en la creación de los lenguajes artificiales, la computación y el internet.

Anteriormente, si Schultze-Jena prosigue las teorías de Edward Sapir y Franz Boas —maestro del mexicano Manuel Gamio—tales logros inaugurales no afectan en lo más mínimo la sensibilidad que la ciudad letrada salvadoreña se forja de lo indígena. Por ello, casi ninguna teoría lingüística influye la percepción de la cultura urbana sobre el náhuat-pipil. Al nacionalismo salvadoreño no lo impresionan los estudios históricos que clasifican el idioma dentro de la familia yuto-nahua, la cual se extiende desde el estado de Utah en EEUU hasta Nicaragua, ni la tesis Sapir-Worf o su antónimo, el formalismo de L. Bloomfield.

Hacia la primera mitad del siglo XX, sólo Schultze-Jena indaga la idea de la lengua como prisma que tiñe el mundo, al distinguir —en un kantismo certero— “la cosa en sí (das Ding as Sich)” de la cosa nombrada en la lengua. Cada idioma —cada grupo de lenguas emparentadas— capta “el desierto de lo real” a través del “cristal con que lo mira”. Basta revisar el idioma inglés para descubrir cómo calca el movimiento de los objetos en el espacio-tiempo-energía. Go in/out/down/up/through/ahead/back… expresan ideas que se reencuentran en algunas lenguas mayas, mientras el español las ignora —las expresa bajo otro tinte gramatical— salvo quizás en su versión nuevo-mexicana: “ya estamos pa’tras de la quebrada (we’re back from the break)”.

Tampoco el funcionalismo —al investigar la manera particular de expresar las categorías lógico-gramaticales— propicia el estudio del náhuat-pipil, cuya tipología varía sensiblemente de la castellana. Menos aún, repercute el formalismo chomskiano cuyo inicio matemático —en los sesenta y setenta— coincide con la antedicha identificación de lo indígena a lo atlante, por parte del oscurantismo teosófico. Esta filosofía iniciática se halla vigente en la recopilación más exhaustiva de relatos en lengua náhuat-pipil: la investigación de Baratta (1959), quien por unas tres décadas se dedica al trabajo de campo. Baratta realiza el quehacer que ningún otro intelectual salvadoreño lleva a cabo en el siglo XX: transcribe en un alfabeto latino la literatura náhuat-pipil.

En seguida, cabe mencionar el trabajo olvidado de Juan G. Todd, Notas del náhuat de Nahuizalco (1953). Aun si no sobrepasa la formación de palabras —la morfología— Todd constituye “el mejor de los pioneros” según Campbell. Tal aserción verifica el retraso de los estudios lingüísticos en El Salvador. Hacia mediados del siglo XX, esta esfera de la investigación se sitúa en su preludio fundacional. La demora —que caracteriza la ciencia nacional del lenguaje— la confirma Pedro Geoffroy Rivas (1953), cuya gramática retoma los datos de Todd, de acuerdo a Campbell, a la vez que excluye toda referencia a la mito-poética náhuat-pipil. Por ello, su labor literaria emblemática —Yulcuicat-Versos (1962)—sólo incluye fuentes náhuatl-mexicanas y quichés, como si el despegue de una nueva vanguardia renovara el desdén por la mito-poética vernácula. Tales son las paradojas del nacionalismo salvadoreño que anhela arraigar una identidad de sí con datos primarios ajenos. El otro en lo mismo, según otro axioma borgeano.

A lo sumo, la candente discusión de Geoffroy Ricas con Jorge Lardé y Larín—sobre las etimologías y toponimias náhuat-pipiles— reconfirma que no existe una lingüística más allá de la palabra (Diario Latino, noviembre de 1957; Toponimia, 1961. Lardé y Larín, El Salvador, 1957). Ninguna estructura sintáctica compleja, semántica estructural, ni menos aún literaria y mítica, se prestan al debate político-científico. Hacia finales de los sesenta, en plena reforma educativa, el atraso de los estudios náhuat-pipiles lo reconfirma la mejor revista literaria de la época: Cultura, Revista del Ministerio de Educación (No 50, octubre-diciembre de 1968: 95-97). Para la exigencia intelectual de la ciudad letrada, una simple recopilación de cien palabras al azar satisface la complejidad de un “idioma autóctono de El Salvador”. En cambio, queda sin testimonio la narratología indígena, en sus sucesos inéditos que pasan (panu) ante el ojo (ix), como el descenso iniciático a los infiernos que vive todo neófito. Pese a que la gramática náhuat-pipil rige un modo testimonial, dizque tal categoría no existe previamente a todo testimonio de los sesenta.

Habrá que esperar la llegada de otro extranjero —el estadounidense Lyle Campbell (1985)— para que los estudios náhuat-pipiles se renueven. Campbell ofrece la gramática descriptiva más actualizada, el diccionario más exhaustivo con referencias al náhuatl-mexicano, al igual que una breve selección de textos mito-poéticos. Con su trabajo se alcanza la firma de los Acuerdos de Paz (1992), es decir, casi la clausura del siglo XX, sin una influencia directa ni categórica de la lengua indígena en la visión que la ciudad letrada inventa del indígena. El indígena en pintura —como simulacro de la verdad— sustituye al zoon logos ejon, al animal dotado de lenguaje, fundamento del animal político, del zoon politikon. La misma imagen que los artistas salvadoreños aún se niegan a cuestionar en su habla racional y estructurada por reglas sintácticas, disímiles al castellano.

No existe un tradicionalismo más arraigado que rechazar el estudio de la lengua de un pueblo al hablar del pueblo. Tal es la enseñanza de los clásicos que, en nombre de la identidad nacional, se recicla sin cese. El náhuat –pipil posee una “pronunciación pueril” y “pocas voces abstractas” (David J. Guzmán). “El náhuat más lleno de nosotros nunca se escribe” (Claudia Lars). Al náhuat-pipil “le llegó el tiempo de ser historia” (Juan Felipe Toruño). Del náhuat-pipil “no queda nada escrito” (Luis Gallegos Valdés). “No existe un problema indígena específico”, desde la época colonial, menos aún su lengua (Roque Dalton).

Sólo desde Comala siempre —en compañía de mis colegas los muertos— reafirmo el eurocentrismo sin remedio de una identidad nacional sumamente arraigada. La identidad la establece una tradición donde el Otro yace sino muerto, al menos mudo desde el inicio de la historia. Hasta el 2014, no existe una sala museográfica —una colección de estudios— que reconozca el aporte del idioma náhuat-pipil al conocimiento humano universal.

Por ello, al no “tratar las sombras como cosas sólidas”, bajo una “visión que se ingenia en volver a la memoria”, Dante —padre del exilio eterno llamado Tierra— me aconseja no aceptar otro dictamen que el de los muertos y el de los no-natos. El oprobio de tus hermanos será siempre la única recompensa en vida —me dicta (dichtung)— por revelar esta favilla sol de la sua gloria náhuat-pipil…

New Mexico Tech
Desde Comala siempre…
soter@nmt.edu

  • Rafael Lara-Martínez es investigador, escritor, lingüista, antropólogo y crítico literario. Lea su perfil en ICONOCLASTAS de El Faro. Más sobre este tema en una conferencia el jueves 28 de agosto (ver imagen).

El Salvador. La aventura cinematográfica

Viernes, 24 El Salvador. La aventura cinematográficaJulio 2009
E-mail Imprimir PDF
inShare1
SocButtons v1.4

Por Manuel Sorto

Imágenes de Françoise Beséme

La Historia de un Húerfano

II

La Tercera Generación

a Lynn Gueary

Si David Calderón y Alejandro Cotto no colaboraron entre ellos (lo cual parece imposible, increíble y absurdo en un país donde solo ellos son los cineastas entre 1959 y 1974, y además, en un país sin tradición, sin recursos y sin mayor infraestructura de producción), la generación que llega, hace todo lo contrario.

Esta generación se compone por Baltazar Polío, Guillermo Escalón y Manuel Sorto, por orden de aparición.

Recapitulemos, Julio Ortega produce sus reportajes sobre Honduras en 1921 y Alfredo Massi la ficción Aguilas Civilizadas en 1924. Alejandro Cotto realiza en 1959 Camino de Esperanza y en 1960, El Rostro. En 1969, José David Calderon realiza Los peces fuera del agua y en 1970 Izalco. Luego viene el desierto. Pero Cine Spot existe.

Es así como Baltazar Polío, un joven recién llegado, puede dar sus primeros pasos. Ya no es necesario tener que ir o enviar los rollos de película a revelar hasta México, porque, repito, Cine Spot existe. Baltazar Polío, en 1975, producirá y realizará Topiltzin, un impactante cortometraje de ficción-documental, rodado con gran habilidad para lograr lo máximo de los pocos medios con que cuenta. No se trata de que sin Cine Spot, Baltazar Polío no hubiese existido como cineasta, pero quizás no se explicaría el fenómeno Baltazar Polío que produjo entre 1975 y 1979, ¡una película por año! ¡Chapeau! dicen los franceses.

Pero también con Calderón y Polío se rompe la relación de competencia entre los creadores y se transforma en colaboración, no estrecha, pero consciente y real, una relación, si se quiere, maestro-discípulo, no obvia, pero si evidente en alguna parte.

En 1975, con Topiltzin*, la primera película de Baltazar Polío, el cine salvadoreño da una vuelta de tuerca (como diría Paul Leduc) acorde a la dimensión de los 15 años pasados desde El Rostro de Alejandro Cotto o los seis o cinco años desde Los peces fuera del agua e Izalco de José David Calderón. Y cinco años es bastante, o mucho, en la producción cinematográfica de un país.

Pero comencemos por el principio de esta nueva revolución en el disco de nuestro cine.

Baltazar Polío

un cine social

Introito II

TOPILTZIN

Topiltzín nos cuenta la historia de un día en la vida de un pequeño vendedor de periódicos, pre, o adolescente. Topiltzín es un cipote como los hay a centenares en San Salvador: descalzos, harapientos, malcomidos, sin hogar ni educación. Topiltzín vive en la calle; duerme donde le agarra la noche, se alimenta de cualquier cosa con lo poco que gana y siguiéndolo, a través de sus ojos podemos ver la ciudad en que vive y que día a día lo mata.

La película arranca mostrándonos el amanecer en San Salvador, los primeros vehículos que se desplazan por los calles, el « panadero » en bicicleta con su enorme canasto en equilibrio sobre la cabeza, los chuchos de nadie que galguean, unas mujeres lavando trastos, y Topiltzín que dormita sobre una acera con su ropa raída, y sus ojos que se abren con la mirada de « los tristes más tristes del mundo ».

La cámara nos lleva, acompañando al pequeño príncipe en su recorrido por la ciudad. Lo vemos atravesar el mercado entre la multitud de vendedoras, mozos de camión, borrachos, vagos y enfermos que lo pueblan; los sonidos de los cumbos de basura, los gritos, los bocinazos de carros y camiones, la bulla y las ofertas que las vendedoras saben tan bien cantar.

Lo vemos detenerse con su camiseta que no pasa de hilacha y su culirroto pantalón chulunco frente al monumento de la Plaza Libertad, que con sus coronas de laurel entre las manos se alza contra el cielo. Topiltzín sigue su camino por las calles sucias, ya devorando el supremo banquete de un puñado de arroz sobre una tortilla, ya peinándose con los dedos frente al espejo de una venta callejera. Lo vemos esperar, impaciente y con tedio, la salida de los periódicos, para luego dirigirse en un bus de la ruta 29 hacia el Bulevard de los Héroes, donde esquivando autos o sobre los arriates con otros canillitas, con sus pies descalzos contra el pavimento ardiente, y sudará su bello pellejo maya hasta terminar de vender la mercancía.

Hay una secuencia en la cual podemos ver parte del mundo que le ha sido negado: el mural que decora el Liceo Salvadoreño es harto elocuente; los jóvenes que con libros bajo el brazo ascienden las gradas de los edificios universitarios; los caballeros cadetes que en ropa deportiva hacen gimnasia. También se integran en esta secuencia de su recorrido, el rostro de un Pato Donald que se balancea grotesco y los soldados que desde los garitones vigilan los cuarteles… ¿piensa Topiltzín en la entrada al cuartel como salida siempre viable para asegurar ropa, techo y comida? Estas imágenes están montadas de manera rápida y ágil a ritmo de la pista musical que ya se ha convertido en golpes secos de redobles.

Al caer la tarde lo vemos bajar hasta la orilla de lo que queda del río Acelhuate, para darse un baño en su raquítica corriente de agua sucia, basura y desperdicios. En un momento determinado los oídos del muchacho se agudizan y escuchamos el sonido de una flauta; sus ojos buscan el lugar de donde proviene la música que se ha vuelto penetrante.

Aquí hay una transición en cuanto a la forma en que la historia nos ha venido siendo narrada. Venimos de asistir con Topiltzín a una realidad concreta y dura, una mise en scene documental, pero de aquí en adelante las escenas se vuelven simbólicas, oníricas si se quiere.

Sus hermosos ojos rasgados se levantan frente a las Lomas de Candelaria, las que luego le vemos ascender atraído por la extraña fuerza de aquella música que lo guía y llegar hasta donde un Viejo de sonrisa bondadosa fabrica una flauta de carrizo.

Topiltzín observa magnetizado las manos del viejo y su destreza manejando el cortaplumas hasta que la flauta es terminada. El viejo la prueba: funciona. El viejo se la ofrece, sonriendo, para luego alejarse tal como apareció, envuelto en el misterio.

En la escena final vemos a Topiltzín sonando la flauta bajo los luminosos rayos del sol que comienza a ocultarse tras las lomas. Las imágenes, ya desde que el viejo se marchara, son de gran belleza visual. El tratamiento de la luz a nivel de contraluces es técnicamente simple, pero utilizado con mano de maestro, es decir Polío, el cineasta, en pleno dominio de la técnica y las reglas de su arte: cuándo y dónde, en qué parte de la película utilizarlo. Y es simple porque lo hace siguiendo la lógica de su narración, no como un efecto estético-visual: la película comenzó con el día que se iniciaba (pero no con el sol naciendo, sino con la gente que se activa), y hemos llegado al final de la pelí, de la historia: el sol se dispone a acostarse. Topiltzín se aleja con pasos casi acompasados a la melodía que ya está creando con su flauta, y casi danza la figura del pequeño príncipe ahora flautero que, en silueta, se recorta contra la luz del atardecer. La música en la banda sonora, ha llegado a su clímax.

¿Es la escena final una esperanza para Topiltzín? Quizás. Quizás para él y su gente no exista la armonía mínima de una vida con padres, techo, comida y educación, pero quizás mañana… (Quizás a partir de ahora…) Esta escena queda abierta a las diversas interpretaciones que puedan darle los espectadores. Para mi es un acto de fé (y perdóneseme el concepto cuasi religioso). Fé en un mundo distinto, diferente, en un San Salvador nuevo para sus pequeños príncipes.

Marcos Menjívar, el actor, no era canillita antes de protagonizar Topiltzín, pero vivía de una manera bastante semejante.

« Nací en Chalatenango en 1960. Vine a la ciudad a la edad de nueve años y mi vida la he hecho en los tugurios. Recuerdo El Bambular, el Modelo 1… en el Américas, murió mi madre… »

Cuando se filmó la película entre 1974 y 1975, Marcos Menjívar tenía alrededor de 14 años. Desde entonces se convirtió en el asistente inseparable de Baltazar Polío en todas sus posteriores producciones, y a esas alturas, cuando en 1979 escribí el texto a pedido de La Piscucha, Marcos ya no solo era el cipote, el topilzin, el principito que lograra quizás hasta hoy, la mejor actuación del cine salvadoreño, sino también un joven que contaba ya con más de 4 años de experiencia técnica en el campo cinematográfico, haciendo un poco de todo, como hasta entonces (¿O hasta hoy?) se hacía cine en El Salvador.

Marcos encontró en el cine una identidad y una educación que en nuestro medio no la sirve ninguna Universidad ni Colegio, esas instituciones que a él le fueron negadas (hablo de las tres o cuatro Universidades serias que existen en El Salvador, no de esos chiringuitos que crecieron como hongos en los últimos 2o años, hasta en cualquier garage, solo comparable, con el número de iglesias de tantos colores y nombres). Es más, si un día vuelvo a filmar en El Salvador, no dudaría en buscarlo y pedirle su colaboración, como técnico, como actor, o como asesor -salí en marzo de 1980.

Pero con el caso de Marcos Menjívar no estamos diciendo que los topiltzines, los principitos que a tanatadas llenan la capital, encontrarán con un poquito o con un golpe de suerte y con un poco de esfuerzo, la solución a su miseria. Porque no se trata de pobreza de la que nos habla Topiltzín, sino de la miseria que como costra adorna incesante nuestro país. Los problemas elementales de una gran mayoría de la niñez salvadoreña, no están para esperar a ser solucionados con un poquito de « suerte ». Por cada Marcos Antonio Menjívar hay cientos o miles de topiltzines que terminan o están llegando a adultos todos los días y que pululan en San Salvador y que son señalados como lúmpenes o lacras, o mareros. O como gusten nombrarlos sus mercedes.

Debido a la cantidad de su producción, podríamos decir que en El Salvador y Mesoamérica, el cine continúa siendo un campo casi vírgen. Esto no se debe solo a lo que económicamente implica la aventura, sino también a lo que de conocimientos y capacidades técnicas requiere; aparte de talento, of course.

Topiltzín fue la primera película de Baltazar Polío y fue filmada en precarias condiciones económicas y técnicas. Polío no tenía ni cámara, por lo que la filmó con cámaras prestadas y con colas sobrantes de película vírgen, de emulsiones de diferentes marcas y calidades –lo cual es visible durante la proyección, no solo para los profesionales, aunque Baltazar haya astuta y eficazmente atenuado las diferencias entre las distintas calidades de emulsión con un tenue baño de sepia en el laboratorio.

Sin embargo y pese a todas las fallas que puedan objetársele: por el tema y los conflictos de su personaje; por su guión; por sus lugares de rodaje y el ambiente que de ellos se rescata; por la dirección del actor; por la sabia utilización de los pocos recursos económicos y técnicos con que contaba el realizador; por el rítmo tan bien logrado a través de todo el desarrollo; por el hallazgo en el lenguaje cinematográfico y lo que como aporte al cine salvadoreño significa, creo que hasta hoy, Topiltzín es la película salvadoreña por excelencia. Hoy por hoy (decía al cierre de mi trabajo cuando lo publiqué).

Porque esto que han leído lo he reproducido casi textual de un trabajo mío publicado en El Salvador en la revista La Piscucha ** en 1979.

Con Topiltzin, el cine social irrumpe en el casi desolado y desolador paisaje del cine salvadoreño, y para quedarse (aunque muy pocos la hayan visto. Creo que incluso los nuevos cineastas o aspirantes a serlo, desconocen la película, y no son responsables de ello. Y es por ello que es necesario y se vuelve imprescindible, un organismo que, entre otras cosas, cree una Cinemateca que rescate, guarde, restaure, conserve, clasifique, proyecte y se ocupe de dar a conocer la obra cinematográfica salvadoreña, para comenzar, al pueblo salvadoreño, su público natural y al primero que va dirigido. Pero también para que promueva la ayuda internacional; tanto europea, asiática, canadiense, australiana o del cine independiente estadunidense, es obtenible. Puede parecerles que estoy loco, pero todo es posible. Termino con lo que de Topiltzin, la película, y luego retomo lo del cine como sujeto general).

Toda cinematografía nacional que se respete en no importa que país del planeta, tiene que pasar por un cine social. Es la credencial de mayoría de edad de todas las cinematografías. Tanto como la alternancia política es condición sine qua non para un sistema democrático en occidente. En el cine, la nacionalidad la da o la dan, los países productores; o sea el que paga los costos de la aventura.

No se trata de patriotismo ni de nacionalismo tranochado, sino de un acto de búsqueda y recuperación de la propia identidad. Pero sentar las bases de un cine nacional no es ya nuestro problema. Esa es una etapa quemada y superada desde el binomio Cotto y Calderón, asentada con el fenómeno Baltazar Polío y con la producción del otro binomio, Escalón y Sorto, durante la época de nuestro cine de guerra. Asi que, a otra cosa, mariposa.

Topiltzin vendría a ser El Ladrón de Bicicletas o el Tire dié ***, de la cinematografía salvadoreña. En toda la producción anterior, la condición social y humana no solo no era cuestionada, pero aún más, en El Rostro, la pobreza y la miseria se daba como aceptada y era asumida por los personajes como una fatalidad (aderezada con folklore y los pasos de baile de Morena Celarié -la despeñada o asesinada, nunca se supo). Es más, y corro el riesgo de equivocarme, puede que el talento y las ideas de Alejandro Cotto, no fuera más que manipulado por Coralia de Lemus para cimentar los inicios del utilitarismo del sujeto indígena y campesino, para la recién descubierta industria del turismo; ya estando para entonces un poco a distancia del genocidio de 1932, después del cual, hablar el nahuat y hasta vestir sus trajes originales, era sinónimo de ser comunistas (¡pobre pueblo!, tras masacrado, sus restos convertidos en souvenir para turistas).

Ya antes, a los naturales, se les había despojado del derecho al Ejido, lo único que creó y respetó la España de la colonia: el pequeño derecho a seguir viviendo y trabajando en las zonas del territorio que habitaban. Los criollos y sus gobiernos, para utilizar esas tierras, ya que eran las mejores por su altitud, ordenaron por decreto la siembra obligatoria del café, ley en favor de un grupo de familias; como si se tratara de la plantación de algo esencial para la sobrevivencia del pueblo salvadoreño. Una medida brutal e indecente, inmoral, perversa. Toda nuestra historia oficial es inmoral, indecente y profundamente perversa.

En Topiltzín, como decía, la realidad es vista desde una nueva mirada: la mirada neutra de la cámara que espía y acompaña a Topiltzín es reveladora; pero también es una mirada que cuestiona esa realidad y, subliminalmente, es un dedo acusador, pero a la vez, subversivo.

Pero poco importaba (o importa), de todas maneras la película no se exhibía ni la veía nadie. Ni adentro ni afuera. Un poco como ahora, me imagino. Solo los amigos. Y en esas pocas proyecciones, entre amigos, a veces Baltazar hasta ganaba, a sus espaldas, la burla de sus elegidos para verlas: eso no era cine, decían. No era cine, para ellos, no era el cine como nos gustaba (o nos gusta), como lo conocíamos (o conocemos) la mayoría de los salvadoreños: a lo Hollywood o el cine mexicano comercial de la época. Ese tipo o clase de cine que creo sigue siendo el mismo que llena nuestras carteleras actuales. Burlas y críticas que solo mostraban nuestra enorme ignorancia en cultura y educación cinematográfica y audiovisual. Y no se trata solo de cine.

Hoy, 39 años después, y en pleno siglo 21, y cuando ya los salvadoreños vamos comprendiendo la importancia de las imágenes, y el poder , no olvidemos sobre todo el poder que tienen las imágenes sobre nuestras vidas; la cotidiana y la de los sueños. Quizás hoy, nuestra actitud sea diferente. Quizás.

Retomo la necesidad de una Cinemateca Nacional

Pienso que por primera vez contamos con un gobierno de corte social y serio, que se preocupará por el aspecto cultural, no solo porque lo ha prometido y creado una Secretaría para ello, sino porque todos nosotros lo exijimos y le ayudaremos a contruír ese nuevo proyecto social y cultural. Sin nosotros un gobierno no puede nada. Hoy, ningún gobierno, es nada sin nosotros, ningún gobierno. Y acostumbrémonos a la idea, que nos entre en la mollera y en el alma. Tenemos un gobierno que promete tratará con respeto y colaborará con las artes, como ellas merecen y necesitan en cualquier país con dignidad. Es decir, como algo importante dentro del todo cultural salvadoreño.

Un nuevo proyecto cultural tiene que fundarse, y bien. Un proyecto cultural con todo lo necesario, con todas sus partes. Una totalidad que incluya todos los elementos que conforman la cultura, sin exclusión, de izquierda, derecha y centro, de arriba y de abajo, de norte y este, de sur y oeste. Un organismo cultural fundado sobre piedras angulares multi-encastrables y con posibilidades de enlace y ensamble, al infinito. Es decir, todas las posibles.

Un Órgano Cultural del Estado que existirá, independientemente de los gobiernos que se alternen el poder político en el futuro.

Un organismo de estado serio y coherente, no excluyente, abierto a todo lo actual, nuevo y experimental; que concilie nuestro pasado precolombino, rescatando, protegiendo, guardando y conservando todo lo que podamos de nuestros más antiguos ancestros, y por otra parte, lo actual, moderno y contemporáneo que tenemos de nuestra ascendencia occidental (blanca y cristiana, como añadiría un generalazo argentino de la época de Videla); ese ascendente de España y de los otros países europeos, más la influencia relativamente reciente de los Estados Unidos (el imperio más nuevo de la historia y el que quizás menos durará, por los vientos que soplan).

Un organismo estatal y laico, abierto para todos, sin distinción de raza, sexo, religión ni signo astrológico, ni de si se escribe o se cojea o se meten goles, con la izquierda o la derecha. Un organismo que permita articularse tanto a los salvadoreños en el interior como en el exterior. Porque no olvidemos a los que están afuera, y no se trata unicamente del tema remesas, no. Todo lo bueno que se resume en los que tuvimos la oportunidad, suerte, o aparente desgracia de irnos a vivir y aprender, pero también a enseñar cosas a otros países. Y no importa que nuestra partida tuviera como causa el exilio político o el exilio económico (que también es una especie de exilio).

Y esto incluye no solo a los que fuimos a parar a Estados Unidos, Canadá, Europa, México, y otros países de Amèrica Latina, porque hasta en la misma Australia tuvimos que fundar colonia y familia entre canguros. ¡Joder! ¡Que hasta en Alaska y las Siberias tenemos ya parientes o amigos! ¡Que estamos y somos más ricos que nunca! No seamos imbéciles, ayudémosle a Mauricio Funes Cartagena a transformar El Salvador en el micro-ship que tanto sueña. ¿O no leímos o escuchamos con suma atención su discurso de investidura?.

Esa es una de las mayores riquezas con que contamos ahora, porque, y oigáseme bien, ahora también tenemos por primera vez en nuestra historia un gobierno de izquierda, elegido por mayoría popular, que ha prometido transformar y revolucionar el país y que nos hace confiar en que por fin la suerte y la realidad de las obras estarán de nuestro lado, es decir, del lado del pueblo. Que todo eso es valioso. Cuidémoslo y exijámosle. Y la diáspora no es solo una fatalidad, nos hemos enriquecidos y somos más fuertes que antes, más fuertes que nunca desde hace 500 años. Todos queremos regresar o colaborar desde donde estemos y como podamos.

Esperemos a que el presidente de la república y su gabinete organicen la plataforma de despegue; no lo desconcentremos, ni a él ni a su gobierno con nuestros lloros y premuras de cipotes hambrientos, como si solo pensáramos en nuestras barrigas y necesidades inmediatas. Esperemos a que su arquitecto y equipo de ingenieros termine el trabajo de sentar las bases de la refundación. No se puede construír nada nuevo sobre bases flojas o torcidas, o sobre bases podridas. Somos un país con muchas complejidades, y una reestructuración o cambio verdadero necesita nuevas bases sobre las que construiremos el nuevo edificio. Él dará la señal o señales necesarias. Y entoces, a contruír todo lo que se pueda. Pero bien. Tenemos 5 años por delante. No es mucho, pero tampoco es nada. Hombres de poca fé.

Y claro que encontraremos apoyos y ayudas en todo el planeta si se trata de la cultura y el arte.

Notas

Escribo topiltzín con tilde, pero no estoy seguro de si se debe.

Solo el binomio Guillermo Escalón y Manuel Sorto superan eso: 4 películas en 2 años y pico. Pero jugando a 2.

La piscucha. Vuelo Número 3 (Mayo-junio, 1979. Editorial Universitaria. Consejo de redacción: Rafael Mendoza, Armando Herrera y Roberto Salinas).

Ladri di biciclette, de Vittorio de Sica (Italia, 1948).

Tire dié, de Fernando Birri (Argentina, 1956-58).

Birri nace en Santa Fé, en 1925. Considerado padre del Nuevo Cine Latinoamericano. Estudió cine en Roma; a su regreso a Argentina funda el Instituto de Cine de la Universidad del Litoral, donde se formarán importantes ténicos y realizadores que tomaran a los que coordina para el rodaje de Tire die y que serán de gran importancia 10 años más tarde tomando el relevo. Tire dié es la transcripción fonética de tire diez, lo que gritaban los niños de un pueblo argentino, mendingando una moneda de 10 centavos a los pasajeros del tren cuando pasaba por el pueblo. En 1962, influenciado por el neo-realismo italiano, realiza Los Inundados. Las dificultades para continuar su trabajo lo obligan a regresar a Roma, donde reside. Fue uno de los motores para la creación de la Escuela de Cine de San Antonio de Los Baños, en Cuba, bajo los auspicios de Gabriel García Marquez (quien también estudió cine en Roma) con el monto recibido junto con su medalla de Nóbel.

Ojo

Les debo la Ficha técnica de Topiltzín. No la encuentro. O nunca la tuve o la he perdido o por ahí anda. Otra de las calamidades de andar errante. Pero también tiene su cosas buenas y hermosas, y se aprende mucho.

Los documentos del cine salvadoreño: la tradición desconocida

Los documentos del cine salvadoreño: la tradición desconocida
Suele decirse que en El Salvador no existe tradición en producción de cine. Lo cierto es que sí la hay, pero sus características son poco conocidas.
Ruth Grégori
cartas@elfaro.net
Enviar Imprimir

La mayoría de salvadoreños probablemente se sorprenderían al saber que las producciones que constituyen el acervo audiovisual cinematográfico del país sobrepasan la centena. En un siglo de historia, los géneros y formatos han sido variados, pese al predominio del género documental.

La historia del cine en El Salvador puede dividirse en tres períodos: la primera mitad del SXX, los inicios del séptimo arte en tierras salvadoreñas; la segunda mitad del SXX en que se sigue representando la realidad, se incursiona en el cine narrativo y más experimental, y se escribe el importante capítulo de la producción durante el conflicto armado; y el cine de la posguerra.

A inicios de siglo, como aún no existían las salas de cine, las funciones se realizaban al aire libre, proyectando las imágenes en los muros de iglesias o alcaldías, que eran los más grandes y blancas, y los espectadores debían llevar en qué sentarse. El fondo musical provenía de interpretaciones en vivo que iban desde marimbas y pianos hasta orquestas. Se anunciaba la función tocando las campanas o lanzando cohetes de vara.

El primer largometraje con argumento hecho en El Salvador fue “Las Águilas Civilizadas” (35 mm), del migrante italiano Virgilio Crisonino, una “historia de amor entre una campesina y un patrón malo que se exhibió en 1927 con gran éxito. No se conserva ninguna copia de esta película.

Durante los primeros cincuenta años de la historia del cine salvadoreño predominó el género documental y el formato de 35 mm. Casi toda la producción de esa época está ligada al nombre de Alfredo Massi, también inmigrante italiano, cuya obra documentada abarca 80 producciones, 25 realizadas en formato de 35 mm entre 1932-1934 y 55 en formato de 16 mm realizadas entre 1940 y 1966.

Massi estuvo involucrado en dos empresas cinematográficas en las que una serie de documentales de lo que gobernantes como Maximiliano Hernández Martínez, Oscar Osorio y José María Lemus se sirvieron para fines de propaganda política. Massi filmó y produjo el primer noticiero cinematográfico salvadoreño financiado con capital propio: “Lorotone”. Un documento importante de esa época es la filmación de los III Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe (1935). Otros ejemplos de sus obras son: “La revolución en marcha”, “El buen café salvadoreño” y “La Presa 5 de noviembre”.

La segunda generación

Entre los nombres de la historia del cine hecho en El Salvador en la segunda mitad del SXX se cuentan: José David Calderón, Alejandro Cotto, Baltazar Polio y André Guttfreund. Pero además surgieron una serie de esfuerzos institucionales para la creación cinematográfica, entre ellas una gubernamental, Televisión Educativa (TVE) y dos ligadas a organizaciones guerrilleras. La producción registrada de estos años alcanza los cincuenta títulos.

José David Calderón creó el primer largometraje salvadoreño: “Pasaje al Mundial” (1969), un documental que presentó el partido en que El Salvador clasificó al mundial de fútbol de México en 1970, y “Los peces fuera del agua” (1970), la primera película con argumento, exhibida en 1971. A él se atribuye los primeros esfuerzos por hacer cine comercial en el país.

Alejandro Cotto, quien estudió cine en México, realizó producciones por encargo de funcionarios o instituciones gubernamentales durante la presidencia de José María Lemus, pero sus creaciones le granjearon motes que iban desde “damo de la mujer de Lemus” hasta “comunista”, según la perspectiva de quien las viera. Eran los años de la Guerra Fría, de creciente convulsión social y del surgimiento de las organizaciones que más tarde conformarían el FMLN. Entre sus obras destaca “El rostro” (1960), que quedó entre las finalistas del Festival de Berlín.

Baltazar Polío filmó en 1975, al regresar de sus estudios de cine en Francia “Topiltzin” (pequeño príncipe en nahuat), el primer cortometraje experimental, sobre la vida de un niño vendedor de periódicos. En lugar de “dolly” para seguir los desplazamientos utilizó un carro escarabajo, en lugar de una grúa para seguir ascenso y descenso un sube y baja y una rueda de chicago. Esta película participó en el Festival de Cine de Bilbao España y en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba. Polío emigró a Estados Unidos a causa de la guerra, en donde continuó su trabajo audiovisual.

Televisión Educativa (TVE) creó en 1973 el Departamento de Producción Cinematográfica, al que se dotó del equipo técnico de producción audiovisual más completo de la época y en donde se hizo cine documental sobre diversos temas hasta que en 1987 el Ministerio de Educación ya no pudo mantenerlo. Cineastas de gran renombre, entre ellos el francés Jean Leduc y el italiano Roberto Rosellini, vinieron al país para brindar capacitaciones. Durante la presidencia de Napoleón Duarte TVE cae en descuido, por pérdidas y robos de materiales así como equipo fílmico y técnico.
“Géneros Cinematográficos”
» Documental: es una forma de representación de la realidad desprovista de toda manipulación o ilusionismo ficcional. Comprende subgéneros: Histórico (temas históricos), Bélico (temas de la guerra y su contexto), propagandístico (exalta una de las partes en el conflicto y se supedita a la difusión de una ideología), y otros que reflejan sucesos turísticos, culturales, deportivos, educativos, institucionales, etc.

» Cine narrativo: Va más allá de la reproducción de la realidad, la recrea o se basa en temas fantásticos. Retoma elementos narrativos como personajes, trama, desenlace, conflicto y resolución. Subgéneros: drama, cine histórico, parodia, musical, ciencia ficción, cine de acción (espionaje, aventura), comedia.

» Cine de Vanguardia:Transgresión de géneros establecidos, más experimentales, que surgen entre la I y II Guerras Mundiales: dadaísmo, surrealismo, expresionismo.
“ Géneros mixtos.

André Guttfreund, quien laboró por dos años en TVE, estudió posteriormente cine en Estados Unidos. Ahí desarrolló su actividad fílmica y ganó un Oscar por el cortometraje “In the region of Ice” (“En la región del hielo”) en la categoría de producción en 1976.

En 1979 el golpe de Estado que depuso al entonces Presidente Carlos Humberto Romero y el inicio de la guerra civil generaron un quiebre en la incipiente industria salvadoreña del cine.

El capítulo de la guerra en el cine salvadoreño

“La necesidad de los grupos clandestinos de promover su causa provocó el surgimiento de un medio alternativo para dar a conocer su versión de los hechos. Paradójicamente el grupo insurgente le sacó mejor provecho al cine que el gobierno, contrario a lo que otros sistemas han hecho a lo largo de la historia”. Así describe la incursión de organizaciones guerrilleras en la producción fílmica la investigación “Segunda Generación de cine salvadoreño 1960-1992” (UCA, 2002).

Uno de los principales aportes del cine de guerra fue el valor documental e histórico de las imágenes del conflicto. Se consiguió articular una organización y se hizo producción sistemática, además de que se establecieron mecanismos de distribución, destinados el público de las redes de solidaridad internacional.

Dos organizaciones guerrilleras crearon sus propios grupos de cine. Las Fuerzas Populares para la Liberación Nacional (FPL) creó el Instituto Cinematográfico El Salvador Revolucionario (ICSR), mientras que el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) creó el Sistema Radio Venceremos (SVR). Amabas organizaciones produjeron de forma sistemática y constante, también hubo aportes de otros grupos que formaban el FMLN.

Entre las obras de esta etapa cabe mencionar documental de la época fue “La decisión de vencer” (1981), del Colectivo “Cero a la izquierda”, integrada por Guillermo Escalón y Manuel Sorto, que más tarde se integraría al SRV, y la película “El Salvador, el pueblo vencerá”, de Diego de la Texera (ICSR, 1982), que tuvo distribución en 30 países y fue traducida a nueve idiomas.

Gran parte del material producido durante el conflicto quedó disperso. Ha habido pocos intentos por rescatarlo: La Universidad Nacional, el Museo de la Palabra y la Imagen (dirigido por Carlos Consalvi, que era parte del SRV), filmotecas extranjeras (debido a la participación en festivales), así como archivos particulares dentro y fuera del país.

El cine de la posguerra

Para cuando terminó el conflicto armado la actividad cinematográfica en el país empieza entonces a sufrir algunos cambios. En tanto que había predominado hasta entonces el género documental en el cine de la posguerra el género de ficción gana terreno de 18 títulos documentados hasta 2002, 10 pertenecen al género de ficción, los documentales ya no sólo retratan sucesos sino empiezan a interesarse en el subgénero biográfico, y los formatos de 35 y 16 mm ceden espacios a nuevas tecnologías como el formato digital.

Guillermo Escalón, del colectivo “Cero a la Izquierda” que formó parte del SRV, y quien dirigió diferentes documentales durante la época bélica, filmó en 1994 el documental “Alejandro”, un homenaje a la trayectoria del cineasta y activista cultural Alejandro Cotto. Este documental biográfico rompe la temática de la guerra y abre una nueva brecha para la producción cinematográfica salvadoreña.

El cineasta Jorge Dalton, Fundador de la Escuela de Cine en Cuba, ha realizado tanto documentales biográficos como cine de ficción. Su documental biográfico “Herido de Sombras” (1994, 1ª versión desaparecida, y 1999, 2ª versión) sobre la historia del grupo musical cubano “Los Zafiros”, obtuvo el III Premio Coral al mejor documental del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana en 1994.

“Nacidos para triunfar” (1994), un largometraje de Javier Durán sobre la historia del grupo musical salvadoreño liderado por “Josse Lora”, pese a haber sido catalogada como puramente “comercial”, forma parte de la historia del cine salvadoreño. Fue estrenada simultáneamente en 21 salas de El Salvador en 1994 y fue distribuida dentro y fuera del país en salas comerciales y renta videos.

En la producción fílmica de posguerra es interesante notar que algunos temas son intereses comunes. En el caso del género de ficción, tres títulos coinciden en el tema del fenómeno migratorio de los salvadoreños hacia Estados Unidos: “Homeland” (1999) de Doug Scout, la historia de un migrante salvadoreño, miembro de maras que llega a Nueva York y es deportado; “Silencio del amanecer” (1999) de Claudia Amaya, filmado en formato digital, trata del fenómeno de transculturización experimentada por una niña que viaja a Estados Unidos; y “Medio Tiempo” (2001) que narra la historia de un joven que vive en Las Vegas, manda dinero a su familia en El Salvador, y debe cuidar a su hermano adoptivo para que no lo maten, como al propio.

En el género documental dos filmes coinciden en el tema de la masacre de indígenas y campesinos que tuvo lugar en 1932: “AMA, La memoria del tiempo” (2002) descendiente del cacique asesinado en esa fecha, y “1932, la cicatriz de la Memoria” (2002) de Carlos Henrríquez Consalvi (ex miembro de SRV y actual director del Museo de la palabra y la Imagen) y Jeffrey Gould, basada en testimonios de sobrevivientes de la matanza. Esta además incursiona en el formato digital.

Las condiciones en que se han realizado las producciones que constituyen el legado de los cineastas salvadoreños bien puede constituir un capítulo aparte en la historia de nuestro cine. Igual ocurriría con el análisis y la valoración de los resultados de dichas obras. Sin embargo, es justo contradecir la idea comúnmente referida de que en El Salvador no se ha hecho cine. Más de un centenar de títulos, documentados, lo prueban.
“Filmes salvadoreños laureados en el exterior”

» “El rostro” (1960), de Alejandro Cotto: entre las finalistas del Festival de Berlín.

» “Topiltzin” (1975) Baltazar Polío: participó en el Festival de Cine de Bilbao España y en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba.

» “In the region of Ice” (“En la región del hielo”) (1976) de André Guttfreund, ganó un Oscar por el cortometraje en la categoría de producción

» “La decisión de vencer” (1981), del Colectivo “Cero a la izquierda”, integrada por Guillermo Escalón y Manuel Sorto, que más tarde se integraría al SRV: ganó “La Palma de Oro” en el XXIV Festival de Cine de Liepzig, Alemania, y el Gran Premio Coral en el III Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

» “El Salvador, el pueblo vencerá”, de Diego de la Texera (ICSR, 1982): participó en siete festivales internacionales, ganó cinco premios, entre ellos el Gran oral del II Festival de Cine Latinomericano de la Habana, Cuba; Premio Saúl Yelin, otorgado por el Comité de Cineastas de América Latina; y Premio de la Asociación Internacional de los Críticos del Cine en el Festival de Lille, Francia.

» “Herido de Sombras” (1994) de Jorge Dalton: obtuvo el Premio Coral al mejor documental del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana en 1994.

“FUENTE: Tesis de grado Lic. En Comunicación y Periodismo UCA”

» “Los pioneros del cine en El Salvador” (2001). Autores: Scarlett Cortéz, Mauricio Ramírez, Carlos López.
» “Segunda generación de cine salvadoreño 1960-1962” (2002). Autores: Ivette Amaya, Oscar López, Lilian Martínez, Beatriz Valdés.
» “Producciones Audiovisuales desde 1992 hasta 2002” (2002). Autoras: Lidia Castro, Regina Arbizú, Ileana Colocho.

El Pichón: poeta de la resistencia popular salvadoreña Entrevista con José Roberto Cea

El Pichón: poeta de la resistencia popular salvadoreña
Entrevista con José Roberto Cea

SAN SALVADOR, 17 de agosto de 2014 (SIEP) Desde fuera de su casa en la emblemática colonia Santa Cristina de Santa Anita, se oye desde las alturas, el tableteo victorioso de la maquina de escribir que usa El Pichón Cea, que resguardado por el imponente y fiel Charcam, continúa a sus 76 años, acechando a los enemigos de la alegría y tendiéndole emboscadas a la injusticia.

Nos recibe con su tradicional sonrisa. Estoy terminando esto que voy enviar a Venezuela porque se cumple el 200 aniversario de la Carta de Jamaica de Simón Bolívar, nos comenta entusiasmado, mostrándonos unas cuartillas amarillentas. Hablamos de poesía y revolución.

Es lo mismo, la poesía, la revolución y la felicidad es la vida, no cambia. Y hay que hacerla todos los días porque si no lo hacemos no tenemos vida. Fíjate que estoy escribiendo hoy a partir de la Carta de Jamaica, trabajando con el pensamiento de Bolívar, que es tan actual, que tiene mucha vigencia para enfrentar los problemas de las sociedades latinoamericanas. Y de la nuestra.

Soy de Izalco…

Soy de Izalco, salgo la primera vez cuando tenía 13 años, voy a Sonsonate y a Santa Ana, y a San Salvador y luego regreso a la capital cuando tenía 17 años. Mi mamá se llamaba Isabel y la conocí a los cinco años, y mi papá Alberto, aunque a él lo conocí ya instalado, vino a verme, a buscarme. Ellos me tuvieron siendo muy jóvenes.

Por eso a mi me crío mi abuela, soy hijo de mi abuela materna, que se llamaba Concepción, le decían la Niña Chon. Nací en 1938. Y vivíamos en Izalco Arriba. Fíjate que una vez vino a visitarme una delegación de compañeros de la Alcaldía del Común y en una discusión me dijeron –no, es que usted es de los de arriba. Suerte que no me dijeron mestizo o ladino que ya sería casi como una puteada.

Mi abuela se encargaba de aclararme: vos no sos indio! Mi abuela era de origen sefardí, chelita, pelo caoba. Era hija de mi bisabuela Paula. Estaba casada con Rosalío Veliz, de oficio ebanista. Pero fíjate que mi segundo apellido es Arucha., Cea Arucha. Y vivíamos atrás de la iglesia, en el Barrio Santa Teresa. Mi abuela vendía en un mercadito que quedaba frente a la Iglesia, la de arriba. Fue ella la que me llevó a bautizarme con el cura Ricardo Cea, a quien ella había también criado, ya que era su sobrino.

En los años cuarenta Izalco era un pueblo triste. Temor, se respiraba temor. El sometimiento se había apoderado de las gentes. No es casual que sea en Izalco donde ARENA inicia sus campañas políticas. Es simbólico ya que es el pueblo que masacraron en el 32, el abuelo de Calderon Sol, Tomás Calderon Sol. Tomá en cuenta que nací seis años después del 32. Acababa de pasar la masacre. Había mucho silencio, no se podía hablar de lo que había pasado, había mucho miedo. La gente señalaba casas donde habían vivido comunistas. Y en la casa se hablaba y yo escuchaba atentamente: ese vecino anduvo metido, no vayas a jugar a esa casa, en ese rancho se reunían “los del 32” o los “del comunismo.”

El ser señalado como comunista era como “hijillo” o sea te estaban condenando a muerte. Había el estigma. Me acuerdo que mi abuela se relacionaba con los Ama porque estos hacían festejos. Cada barrio hacía sus festejos y las familias participaban. Se organizaban procesiones de visita a San Antonio del Monte, a Esquipulas, a La Perla., a Jicalapa, eran jornadas en carreta o a pie. Existía un tranvía de Izalco a Sonsonate pero dividido en tramos y había que trasbordar en la Fabrica de Azucar. Era un tranvía tirado por mulas o por bueyes. Y ya en Sonsonate si ibas para Acajutla abordabas la famosa Bala de Plata. De Izalco para Sonsonate a veces te tomaba hasta tres horas.

Fíjate que en Izalco se juntaron para el 32 dos grandes tendencias y tradiciones que explican el levantamiento, por una parte, la fuerte tradición y presencia indígena, las hermandades y cofradías, el legado de los Ama y la lucha por la tierra y por otra parte, la tradición proletaria, comunista, subversiva, acordate que por aquí pasaba el tren, el ferrocarril, había el eje Izalco- Sonsonate-Acajutla, de trabajadores organizados, y militantes del PCS, de nuestro incipiente proletariado. Indígenas y obreros. Y el contacto de estas dos fuerzas provocó el estallido social, el levantamiento.

En el 2002 fui invitado a participar en el 70 aniversario de la Masacre y había gente en el pueblo, compañeros míos de escuela que fueron al acto solo por ver si era verdad que yo había asistido porque no lo creían, no creían que iba a llegar, seguían prisioneros del miedo, del temor de 1932. Y después se divulgó que yo había dicho que no iban a alcanzar los postes de Izalco para colgar a tanto hijo de su mamá reaccionario. Así es la situación, para que te hagas una idea de la intensidad del temor por el 32, setenta años después. Y todavía sigue…
.
Empecé a asistir en Izalco a una escuela que no tenía nombre, y luego le pusieron Centro Escolar Cantor. Eran profesores Gustavo y Lizardo González. Este último era represivo, pero después nos hicimos amigos. Me acuerdo que promovía el estudio del nahuat, en los años cuarenta. Fue hasta después que entendí el valor de este esfuerzo. Fíjate que el director nos pegaba con unas grandes llaves que tenia porque nosotros éramos muy jodiones, no hacíamos caso, nos ordenaban limpiar el aula y no obedecíamos. Éramos inquietos.

En esa época el horario escolar era de 7 a 10 de la mañana y de 1 a 4 de la tarde, estudiabas todo el día. Por la tarde era educación física y artes manuales. Aprendías a hacer petates, sopladeras de tul, etc. Uno de los castigos más temidos era que te dejaran castigado hasta las 11 de la mañana porque entonces ya no podías irte a bañar a Atecosol. Perdías el baño. Íbamos a Atecosol todos lo días. El lugar era más pequeño que hoy y público.

Luego el también profesor Alfredo Calvo recopiló un Vocabulario Nahuat y fijate que se lo publicó la Universidad Francisco Gaviria, y el día que lo iban a presentar – y él me había invitado- cuando venía de Izalco sufre un accidente y muere. Ya no hubo presentación. El Plan Básico lo hice en Sonsonate, en el Liceo Sonsonateco, añorando regresar a Izalco para irme a bañar en Atecosol. Tanto en Izalco como en Sonsonate había discriminación social por parte de los profesores. Tanto tienes tanto vales.

En Izalco predominaban como familias cafetaleras los Barrientos y los Herrera. Y estos estaban vinculados, se casaban con familias adineradas de San Julián.

Esperaba con júbilo la llegada de las fiestas de Semana Santa porque siempre me sacaban de algo y me gustaba. A veces salía de cirral llevando el cirio o de prodigo. Cada día de la Semana Santa era especial y lo disfrutaba. Me acuerdo de la solemnidad de la procesión del Jueves Santo, con hábito morado. O cargando la imagen de vestido negro. Todo esto organizado por las hermandades, por las cofradías del Común. La religiosidad es muy poderosa en Izalco y se mantiene.

Para las Navidades en cada casa hay nacimientos. Y están las famosas Entradas, que eran visitas de barrios en los que se mandaban regalos y se llevaba al Niño Dios. A propósito, a veces me sacaban de Niño Dios. Y el 8 de diciembre en Izalco Arriba era la elaboración de tronos para la virgen y el 15 de agosto en Izalco Abajo para la Virgen de Asunción. Cada barrio lleva su trono. Y el sincretismo permite la participación de 200 tortugas tocando para el Niño Dios.

Mi lucha contra Osorio

Tenía diez años cuando la revolución de Osorio en el 48. Y me acuerdo que convocaron para un mitin en el parque y lo llenaron de gallardetes de propaganda, y anduvieron anunciándolo y junto con mis amigos del barrio fuimos y arrancamos y rompimos todos esos papeles, y después andaba un profesor que le decían Farruco Rivera preguntando que quienes habían sido. Y todavía tenía pedazos en mi bolsa del pantalón. Fue una ocurrencia de niños pero a la vez mi primer acto de rebeldía ante los poderosos.

Fíjate que el régimen de Osorio, que modernizo el Estado y fue a la vez muy represivo, estuvo fuertemente influenciado tanto por el peronismo (Argentina) como por el cardenismo (México). Esto lo desarrollo en mi obra La Generación Comprometida. Osorio moderniza el Estado salvadoreño y por supuesto la educación. Nombra a Reynaldo Galindo Pohl como ministro y este impulsa el modelo de las Brigadas Educativas. Establece las Normales Rurales y envía profesores al campo. Es una revolución educativa que enseñan hasta como usar el azadón. Frente a esto reaccionan los oligarcas protestando.

A los quince años me vine para San Salvador. Ya antes había venido un grupo familiar donde me instale. Vivíamos en la Colonia Centroamerica. Este grupo familiar se tuvo que regresar a Izalco porque mi abuela se enfermo y había que cuidarla. Luego me fui a vivir a la casa de Tula Quiteño, hermana de Serafín Quiteño, que era un amigo que tenía una finca llamada El Angel en Ayutuxtepeque.

Es por esa época, años 53 o 54, que empiezo a visitar asiduamente la Biblioteca Nacional que estaba ubicada en la 6ta. Avenida Norte, a la vuelta del Parque San José, donde después estuvo la Sinfónica. Era un joven inquieto, lector incansable, ávido de nuevos horizontes culturales. Pasaba mucho tiempo en la Biblioteca, y ahí conocí a muchas personas. Trabajaba cuidando casas para sostenerme o de sereno. Ahí es que conozco, que me conecto con jóvenes ya organizados en la Juventud 5 de Noviembre, organización vinculada al PCS, que era clandestino. Ahí conozco a Jorge Campos y a Berta Ochoa.

Ana Rosa Ochoa

Berta Ochoa era bailarina y además sobrina de Ana Rosa Ochoa, que era la dueña de la Librería Claridad, que quedaba donde antes fue el Liceo Americano y hoy es el Supermercado Selectos, frente al Parque San José. Me parece que esta librería estaba desde los años veinte, ya que ella fue secretaria particular de Alberto Masferrer. La mamá de Berta se llamaba también Berta y era hermana de Ana Rosa y trabajaba también en la Librería Claridad. Fíjate que Ana Rosa Ochoa publica en México en 1954 un libro titulado Perdigones Quemados, en el que por primera vez en nuestro país se hace una defensa de las teorías y valores del feminismo.

Ana Rosa era de la misma generación que Mercedes Maiti de Luarca, la mujer del Indio Luarca, que después del 32 se fue para Panamá y allá hizo vida de luchador social. De la generación de Juan Ramón Uriarte, que fue director de la Normal de Maestros; Víctor Guirola, el papá de Norma, es de esa misma generación.

Estaba adelantada a su tiempo. Búscalo y léelo. Ella muere en los años sesenta y la librería desaparece. Era blanca, guapa, cara redonda. La Librería Claridad era un espacio de encuentro entre poetas y revolucionarios. Ahí llegaba Reynaldo Robles, salvadoreño-mexicano. Por cierto ahí fue que nos enteramos de la expulsión como secretario general del PCS de Julio Fausto Fernández, era un comunicado, una hojita en fondo azul, que se usaba bastante en esa época. Por cierto después me llevó un su libro y lo mande a la mierda. Pero habían escritores que mantuvieron esa relación, como Álvaro Menéndez Leal, que estaba casado con una hija de Fernández, y por eso le financiaba el programa Teleperiódico.

Me acuerdo que con Jorge Campos nos inscribimos como oyentes en la Escuela de Periodismo, que dirigía Napoleón Rodríguez Ruiz. Ahí formamos el Círculo Literario Universitario, en herencia al de Roque Dalton, junto con El Decanito, o sea Alberto Orellana Ramos, Rafael Aguiñada Carranza, que era de la Asociación de Estudiantes de Artes Plásticas, de la escuela Carlos Alberto Imeri. Estaba también Chema Cuellar, Guillermo Lara, Chepe Vides que recién regresaba de Guatemala junto con su esposa Carmencita; y que junto con Jorge Arias Gómez fue de los que combatieron en El Espino en diciembre de 1944.

Frente a la Librería Claridad se encontraba el Cafetín Izalco, que adoptamos como cuartel general. Ahí era donde armábamos la revista literaria El Gallo Gris, junto con Antonio Velasco Iglesias, que era dirigente de la CGTS; y Raúl Padilla Vela, también dirigente sindical. Por cierto fíjate que una vez me enoje fuertemente con Raúl porque se le ocurre enviar para Moscú mi colección personal del Gallo Gris. Era importante me explicaba, sí, pero era mía le respondía.

Fíjate que ingrese al Conservatorio Nacional de Música, que era dirigido por Nicolás Arene, abuelo de Alberto Arene. Era parte de la Dirección General de Bellas Artes, que fue otro proyecto vinculado a la reforma educativa impulsada por Osorio. Yo me entero de su existencia allá en Sonsonate por las Brigadas Educativas que ya te mencione, que anunciaron su creación con oportunidades para estudiar teatro, música, literatura, etc.

San Salvador era un pueblón

San Salvador era en los años cincuenta un pueblón y todos estos cambios promovidos por Osorio impactaban fuertemente. Fíjate que así como en Managua habían muchos predios baldíos y tomaba tiempo ir de un lugar a otro. Yo quería ser cantante o pianista. Me veía reflejado en Agustín Lara, cantando y al piano. Mi sueño era el piano. Pero cuando el maestro, un austriaco, también había un suizo, me vio los dedos inmediatamente me sugiere que mejor estudiara para aprender el celo. Pero sucede que el celo no me gustaba.

Ahí estudiaba la mujer de Roberto Bracamonte, gran pianista y concertista, América Valencia Bazzaglia, gran amiga a quien por su belleza elegimos como la reina de los Estudiantes de Música. Y le hice la salutación y después se fue para Italia y cuando regrso se casó con Roberto. Fíjate que ahí organizamos una huelga en 1953 como Asociación de Estudiantes de Música, para echar a los profesores debido a que algunos maestros eran irresponsables, no llegaban a darnos clase, etc.

Esta Escuela de Música quedaba frente al Campo de Marte, sobre la Juan Pablo II, donde quedo después la Singer, una casa con repujados…Estudie dos años y medio, teoría musical, armónica, teoría literaria, Beethoven, Bach, Mozart, y como necesitaba datos los conseguía en la Biblioteca…Ahí estudiaba también ballet Berta Ochoa, Breny Cuenca que acababa de regresar de Honduras, y por esa época vino también de ese mismo país Pedro Geoffroy Rivas.

En el año 54, luego del derrocamiento de Arbenz en Guatemala empezaron a venir muchos guatemaltecos exilados. Entre estos se encontraba los poetas Rudy Arqueles Morales y Otto René Castillo, y ellos traían nuevas experiencias y además estaban políticamente avanzados, conocían de marxismo, de literatura, de cultura en general y aquí encontraron las condiciones para seguirse desarrollando y aportar. Estaba también Mario Lara que vivía n la Colonia Ferrocarril. Por ese tiempo llegó también de las lejanas y calurosas tierras de Chalatenango, Roberto Armijo.

Por ese tiempo también regreso el español exilado y además republicano Edmundo Barbero a la Dirección General de Bellas Artes para encargarse del Teatro Universitario. Antes había estado un francés, Andre Moreaux, que por cierto montó la obra Edipo Rex a un precio escandaloso de 27,000 colones, y en la que participa actuando el Viejo Miguel Ángel Parada.

En todas estas andanzas me fue contactando con núcleos organizados del PCS como la Asociación 5 de Noviembre, en la que habían comunistas como Rafael Aguiñada Carranza. Ya para el 58-59 en la lucha contra Lemus ya ando metido en esto. Incluso me acuerdo que leíamos bastante a Gramsci, lo que no era muy del agrado de algunos camaradas celosos de la ortodoxia, no era bien visto. Y ya en los sesenta paso a trabajar en la propaganda. Y me acuerdo que también publicamos un folleto de Mao sobre la cultura y nos llamaron la atención.

Acordate que estamos ya en pleno debate chino-soviético. Después publicamos un folletito de Mao contra el liberalismo. Y también…Se levanta y va hacia un cuarto anexo y regresa con un folleto amarillento, que en su portada dice Ediciones Farabundo, Diciembre de 1963. Documentos del Partido Comunista de la Unión Soviética y del Partido Comunista Chino. Fíjate que hubo una vez que repartimos en un solo día 50,000 ejemplares de un manifiesto del Partido y esto sorprendió y quizás pienso que hasta atemorizo a la dirección, el responsable era Raúl Castellanos Figueroa.

Y para entregar cuentas de los gastos de propaganda por joder a Roberto Castellanos Calvo, Boca de Trapo, el financiero del Partido, le llevábamos hasta los tiquetes de los buses. Por cierto al hijo de Roberto, lo jodieron, le dieron una gran penqueada allá por San Martín una vez que reprimieron una huelga de trabajadores del IRA.

Me acuerdo que tuve la responsabilidad de imprimir todos los materiales que se discutieron en el V Congreso del PCS, incluido Estatutos, Programa General, Informe del CC y Programa Agrario. Teníamos un andamiaje extenso para la propaganda con varios centros de impresiones, que después fueron entregados. Por cierto había un sector de la juventud de esa época, la Vanguardia de la Juventud Salvadoreña, que andaba entusiasmada con los chinos, ahí estaba el Zarco Herrera, Mario Aguiñada, Pelo Pincho entre otros. Participaba también Guillermo y Manuel Reyes, el ingeniero que después participó en el golpe de estado de marzo del 72. Le decíamos IBM, Inmensa Bola de…

Fíjate que una vez me encuentro a un compañero de confianza y me dice: mirá y ustedes tienen un local allá en la Colonia Flor Blanca. Era un centro de impresiones, grande. ¿Y por qué me preguntas? Es que la policía le cayo así que mejor andá a escóndete. Y no uses vehículos del partido. En el 66 les entregue todo luego de ofrecerles entrenar a alguien para que asumiera.

En esos días teníamos un programa de noticias en la YSKL que se llamaba Mediodía y desde ahí comentábamos al realidad nacional e internacional. Participaban Oswaldo Escobar Velado, Tirso Canales y otros. Oswaldo era muy respetado por todos nosotros. Fue maestro de la llamada Generación Comprometida. Fue el más comprometido de los luchadores antifascistas contra el dictador Martínez, y un baluarte de la literatura social, de la denuncia poética cuando la mayoría de los escritores escribían sobre florcitas, como es el caso de Hugo Lindo y Trigueros de León.

Y fíjate que una vez la policía del programa Mediodía nos fue a traer, como les quedaba a la vuelta, allá por la Polar, entonces quedaba ahí cerca el Círculo Militar, pero logramos zafarnos y nos fuimos a refugiar a un local donde Camilo Minero estaba haciendo un mural de Gerardo Barrios. Narciso Hidalgo y Zeledón, que fue locutor y presidente de la APES logró armar un archivo del programa Mediodía de los años 1958-1959.

El 25 de enero de 1961 soy capturado junto con otros compañeros y nos lanzan hacia Guatemala. Allá nos informan que se ha creado el grupo guerrillero, el FUAR y que debíamos regresar para integrarnos a la lucha. Nos fuimos de Guatemala para Honduras para desde ahí ingresar a El Salvador. Fuimos vatios, entre estos el Choco Raúl Flores Ayala, Mario Moreira que le decíamos Madre Superiora por su porte; el Peche Héctor Oquelí Colindres.

En Honduras nos recibe el Dr. Miguel Ángel Saenz Varela, y nos mandaron a principios del año 62. Nos recibe ya en El Salvador Carlos Lenin Ramírez, el famosos Chino, pero nso deja a la intemperie, en el campo y los zancudos nos hartaron. Ya en San Salvador quedamos en la semi clandestinidad y se nos asigna la tarea de “ganar la calle.” Ganar nuestro derecho a vivir en el país, así era entonces.

Había en esos dis en la Universidad tres grupos de izquierda: el Movimiento de Izquierda revolucionaria, MIR, la Acción Estudiantil Universitaria, AEU, dirigido por Jorge Arias Gómez, más vinculada al PCS, y el FUC en el que estaba Mario Moreira, Huevo Castillo y Albino Tinetti, que era muy bueno.

En el 72 viajo a Santiago de Chile a conocer la experiencia de la Editorial Quimantu. Y tuve la oportunidad de ver el proceso chileno, la conspiración de la derecha. Y les dije: aquí va a haber golpe y pronto. Se respiraba en el aire. Y me respondían: los militares chilenos son diferentes no son como los centroamericanos. Diferentes porque fueron peores, más asesinos. Me quede en la casa de la Sociedad de escritores de Chile, conocí a Neruda…y también conocí a Esteban Pavletich, lo ubicas, peruano de origen yugoslavo, marxista, revolucionario, uno de los internacionalistas que vinieron en los años treinta a ayudarnos, ya estaba en silla de ruedas pero muy lucido…¡Un honor!