Marxismo y mundo agrario. Introducción al Cuaderno Kovalevsky

MARXISMO Y MUNDO AGRARIO. INTRODUCCIÓN AL CUADERNO KOVALEVSKY
Álvaro García Linera

En septiembre de 1879, Kovalevsky, un historiador ruso, regaló a Marx el libro que él había escrito titulado Obshchinnoe Zemlevladenie. Marx, que por esos años venía estudiando materiales sobre la existencia de las comunidades campesinas en particular y, en general, materiales sobre las relaciones agrarias para la redacción del volumen III de El capital, no tardó mucho tiempo en incluir en sus lecturas esta obra de Kovalevsky. Como resultado de su lectura, Marx redactó, entre notas, comentarios y transcripciones, más de ochenta páginas de uno de sus cuadernos que después de su muerte, junto con otros, fueron a parar al Instituto Internacional de Historia Social de Holanda [1], con la numeración B140.

Al igual que otros materiales valiosísimos de esos años, que contienen el enriquecimiento del pensamiento de Marx sobre las sociedades agrarias, el Cuaderno Kovalevsky hasta ahora no ha sido publicado en las obras completas de Marx y Engels en alemán, y menos aún ha sido traducido al castellano. La primera publicación parcial de estas notas de Marx se realizó en ruso, en revistas especializadas que solamente dieron a conocer algunos capítulos [2]. Posteriormente, en 1975, el antropólogo Krader publicó la mayor parte de este cuaderno en inglés, pero aun así esta publicación es incompleta, porque faltan las notas de Marx a los capítulos I y II del libro de Kovalevsky, que según Krader tampoco han sido publicadas, al menos hasta 1975, ni en alemán ni en ruso.

Kovalevsky y Marx

La obra de Kovalevsky está dividida en tres partes. La primera trata acerca de la propiedad en las culturas de caza y pesca en el nuevo mundo y sobre las formas de control de la tierra por los españoles en las partes conquistadas de América. Lamentablemente esta parte, que quizás hubiera sido la de mayor interés para nosotros, no fue publicada por Krader.

La segunda trata de la cuestión de la tierra en la India durante la invasión inglesa y, anteriormente, durante la invasión de otros pueblos asiáticos. La tercera parte trata igualmente de las relaciones de propiedad de la tierra en Argelia bajo el dominio de los árabes y luego de los franceses.

De esta obra, Marx ha de tomar principalmente numerosos datos y referencias para comprender mejor la historia de esos pueblos, pero en particular ha de tomar nota favorablemente de una serie de argumentos desarrollados por Kovalevsky, que de algún modo enlazan con posiciones anteriormente sostenidas por Marx. Éste es el caso de los argumentos desarrollados por Kovalevsky acerca de la existencia de la “propiedad” comunal de la tierra en los momentos iniciales del surgimiento de la organización social de los hombres, la asociación comunitaria del trabajo agrícola desde los momentos mismos en que los grupos humanos comenzaron a establecerse permanentemente en zonas fijas. Asimismo, Kovalevsky también desarrolló y mostró claramente cómo es que las acciones de España, Francia e Inglaterra durante la invasión y la colonización de los pueblos americanos, indios y argelinos destruyeron, o al menos hicieron los esfuerzos al alcance de su visión histórica, para desarticular las relaciones comunales ancestrales sobre la tierra a escala social. Estas ideas Marx ya las había anticipado con anterioridad, en particular respecto a la India, desde 1853, en sus artículos periodísticos.

Si bien Marx coincidió con estas apreciaciones de Kovalevsky –y con otras como ser la posibilidad de la continuidad de la comunidad por caminos propios si no hubiera intervenido la colonización, etcétera– en muchas otras partes somete a crítica las posiciones de Kovalevsky y desarrolla por cuenta propia y en contraposición a él sus ideas. Así, por ejemplo, Marx desarrolló –en contraposición a Kovalevsky, que veía en la “conciencia” una de las causas de la división del clan– el estudio de las condiciones materiales objetivas que empujaron en realidad a tal división. Asimismo, Marx rechaza las apreciaciones de Kovalevsky sobre unas supuestas “tendencias” a la individualización de la propiedad de la tierra comunal y señala, por su parte, el surgimiento de las tendencias a la disolución de la comunidad original, en términos de la autonomización de la autoridad frente a la comunidad y a las diversas fuerzas de control de la posesión comunal sobre las tierras que van estableciendo e imponiendo.

En sus notas, Marx a la vez continúa tratando, de una manera novedosa y sumamente enriquecedora, el problema de la distinción entre posesión y propiedad de la tierra. Ya en 1857-1858 [3]; intentó precisar en sucesivas definiciones el significado de “propiedad” comunal y estatal, y de posesión individual en sociedades agrarias donde no existe supuestamente propiedad privada de la tierra. En el Cuaderno Kovalevsky, esta distinción se hace más tajante, por cuanto Marx da cuenta de la imposibilidad de aplicar el mismo concepto de “propiedad” usado para Europa, para estudiar sociedades en donde la tierra no puede ser alienada (vendida). Cambiando sistemáticamente los títulos de Kovalevsky donde se habla de “propiedad” por el de “posesión”, Marx preferiría hablar de la comunidad como “dueña” de las tierras y de los individuos trabajadores como “poseedores” de ella. Por último, otra de las críticas más sustanciales e importantes de Marx a Kovalevsky será el rechazo continuo del primero al intento de Kovalevsky de aplicar la teoría del feudalismo europeo al desarrollo histórico de la India. Marx no sólo ironizará con el descubrimiento de supuestos “feudalismos” que Kovalevsky querrá ver tras la colonización inglesa y la invasión turca a la India, sino que también se opondrá a sus intentos de aplicar fácilmente los esquemas interpretativos válidos para Europa Occidental a una sociedad totalmente distinta y marcará la necesidad de entender, a partir de categorías “indias”, el desarrollo histórico de esa sociedad. Posteriormente trataremos este punto un poco más.

La importancia del Cuaderno Kovalevsky

Las notas de Marx a Kovalevsky, forjadas en el mismo ámbito de preocupaciones y enriquecimiento del pensamiento de Marx de los Cuadernos etnológicos, presentan la misma importancia que habíamos señalado para ellos.

En primer lugar, reafirman y desarrollan la concepción de Marx sobre el contenido “multilineal” de la historia que precede al capitalismo, o mejor, semejante a la de un espacio continuo y orientado, en donde el devenir de los pueblos iniciado en un punto común –la comunidad primordial– ha avanzado por múltiples y distintos caminos hasta un momento en que el curso de uno de ellos, el desarrollo capitalista, comienza a subordinar al resto de cursos históricos a sus fines, disgregándolos, sometiéndolos e imponiéndoles a su propio devenir. Diversos cursos no capitalistas de la historia, empujados y obligados ahora a ser parte integrante de un solo devenir histórico capitalista. Pero, en tanto se mantenga esta lucha contra la imposición capitalista, aún no realizada plenamente (existencia de trabajadores comunitarios del campo) y por las propias tendencias de su realización consumada (existencia del proletariado), abren la posibilidad de continuidad, en condiciones nuevas, de los cursos históricos comunitarios no capitalistas, pero ahora como integrantes impulsores de un nuevo camino histórico: el comunismo, que representa, en parte, la continuidad con la antigua trayectoria no capitalista, pero también su superación, porque la nueva comunidad estará marcada por las guerras anticapitalistas que ayudaron a derrotar, tanto a las fuerzas capitalistas, como a las antiguas fuerzas internas que la empujaban a su disolución.

Marx, en sus notas, al rechazar frontalmente los intentos de caracterización feudal de la historia socioeconómica de India y Argelia, explícitamente está rechazando, a la vez, no sólo la concepción evolucionista de Kovalevsky –heredada de Maine– sino que también está enfrentando todo tipo de visión mecánica y lineal de la Historia, según la cual todos los pueblos del mundo tendrían que recorrer caminos similares a los de Europa. Marx, al no aceptar esta concepción, al burlarse de ella y rechazar el uso de categorías propias para el conocimiento de Europa, pero erróneas para el entendimiento de otras sociedades cuyo curso histórico es distinto, nos está indicando la imposibilidad para el pensamiento revolucionario de encajar o rellenar a la fuerza la realidad en esquemas abstractos. Y nos muestra, en cambio, que todo conocimiento científico de la realidad debe hacer emerger del estudio de sus propias condiciones reales, las posibilidades de similitud con otras realidades o sus diferencias.

Esta concepción marxista de la diversidad del desarrollo histórico de los pueblos del mundo y su oposición a trazar caminos progresivos y obligados de historia, ciertamente es ya una continuación de las ideas expresadas por Marx en la redacción de El capital, sobre las sociedades agrarias antiguas y, en particular, de los razonamientos desarrollados en los Grundrisse sobre las diversas sociedades que se desarrollaron sobre la base de la comunidad originaria, como la formación económica social eslava, germánica, asiática, etcétera. En conjunto vemos, pues, en Marx, una concepción del desarrollo histórico que difiere antagónicamente de los esquemas linealistas –y en ocasiones con rasgos racistas– con que representantes de la Segunda Internacional caracterizaron el desarrollo histórico [4], y que luego fueron continuados por Stalin en su famoso texto Materialismo dialéctico, materialismo histórico y por todos los manuales de “divulgación” marxista. Según éstos, la historia conoce cinco modos de producción progresivos que todos los pueblos habrían tenido que atravesar invariablemente: comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo [5].

**El concepto usado por Marx, para referirse a la clasificación de sociedades históricas, es el de modo de producción. En el análisis de un modo de producción, la constante es el trabajo, y la variable, la relación social que encierra al trabajo. En el contexto de un modo de producción, no existe una sola relación social en torno del trabajo, sino múltiples. Es la relación social dominante la que permite distinguir un modo de producción de otro, como sociedad total. Marx aclaró este punto, en varias partes de su trabajo; pero en donde lo hizo con mayor claridad fue cuando protestó por la simplificación a la que Mijailowsky quería llevar al marxismo. Según Mijailowsky, “el sistema filosófico de Marx” afirmaba que Rusia debería pasar, como cualquier otra sociedad, por el periodo capitalista, como una necesidad histórica. La respuesta de Marx es la siguiente:

“Quiere transformar mi explicación de los orígenes de capitalismo en Europa Occidental en una teoría histórico-filosófica de un movimiento universal necesariamente impuesto a todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias en que se encuentren, y que desembocará, en última instancia, en un sistema económico donde el enorme incremento de la productividad del trabajo social permitirá el desarrollo armónico del hombre. Debo protestar por esto. Me hace un gran honor; pero a la vez me desacredita. Tomemos un ejemplo. En El capital me refiero, en diversas ocasiones, al destino de los plebeyos en la Roma antigua. Al principio, eran campesinos independientes que cultivaban sus propias tierras. En el curso de la historia romana, fueron expropiados. El mismo proceso que los separó de sus medios de producción y subsistencia dio origen a la gran propiedad territorial y al gran capital, financiero. En un determinado momento había, pues, hombres libres privados de todo, excepción de su fuerza de trabajo, por un lado, y los propietarios de toda esta riqueza acumulada en condiciones de explotar el trabajo de aquéllos, por otro lado. Ahora bien, ¿qué ocurrió después? Los proletarios romanos no se convirtieron en asalariados, sino en una multitud ociosa, más abyecta todavía que los antiguos “blancos pobres” del sur de los Estados Unidos. Al margen de ellos, se desarrolló un sistema de producción que no era capitalista, sino basado en la esclavitud. Vemos, pues, que hechos muy parecidos, pero ocurridos en contextos históricos diferentes, produjeron resultados muy diversos. Podemos descubrir fácilmente la explicación de estos fenómenos si los estudiamos por separado, aunque nunca llegaremos a comprenderlos si confiamos en el pasaporte fácil de una teoría histórico-filosófica cuya principal cualidad consiste en ser suprahistórica”. [6]

Los planteamientos de Marx (vale la pena notar su fuerza y buen humor) contenidos en el documento transmito, aclaran varios puntos importantes. En primer lugar, el marxismo no es una filosofía de la historia que, cual fórmula mágica, explique la anatomía de la sociedad, de una vez por todas, y, además, válida para cualquier contexto histórico.**

Diametralmente opuestos a estos esquematismos reaccionarios, el pensamiento revolucionario de Marx avanzó, en cambio, en la comprensión de que la historia social había continuado a partir de un punto común inicial, la comunidad primordial, por múltiples vías de desarrollo, distintas de un pueblo a otro o de un continente a otro. Así, en su concepción, ya en los Grundrisse de 1857, Marx señala cuatro caminos distintos de transformación y desarrollo de la antigua comunidad original: la comunidad eslava, la comunidad germánica, la comunidad asiática o peruana que luego dio lugar al modo de producción asiático, y la comunidad antigua de donde surgió la sociedad esclavista europea [7]. Esta clasificación es inicial, ya que está dada en función del conocimiento restringido que para entonces tenía Marx sobre las sociedades no capitalistas [8]; y es parcial porque, por ejemplo, está ausente el tipo de sociedad que siguió a la comunidad primordial y antecedió al feudalismo en Japón [9]; o el carácter de las similitudes y diferencias entre la comunidad asiática y la comunidad prevaleciente en las regiones andinas durante el imperio incaico. Aunque en los Grundrisse ambas están bajo el denominativo de “Primera forma de propiedad de la tierra”, y algo similar aparece en el primer tomo de El capital [10]; en el tercer tomo redactado años después, la comunidad asiática es calificada como “forma artificial” [11] por estar constituida, en parte, por disposiciones desde el poder central, cosa que no encontró Marx en la India, aunque sí un poco en la comunidad rural rusa. Por estas diferencias y otras que seguramente Krader encontró en las notas de Marx sobre Kovalevsky en relación a América Latina (no publicadas hasta ahora) es que él, al hacer un balance de la concepción sobre el desarrollo histórico, ve que para Marx la comunidad precolombina en América constituye una vía distinta del desarrollo del modo de producción asiático, diferente del de la India, China, Argelia, Rusia, Medio Oriente y otros países.

Lo importante de todo esto, es la metodología usada por Marx al estudiar la historia de los pueblos bajo formas de producción no capitalistas comunitarias, que lejos de encajar –como hacen los pseudo-marxistas locales– la realidad en esquemas preestablecidos, lo que hace es desentrañar de esa realidad, su conocimiento y su caracterización. Y es de esa riqueza desde donde Marx va desentrañando la multilinealidad y diversidad de desarrollos históricos diferentes de Europa, América, Asia y África, y ha de encontrar en ello las tendencias comunistas de esas sociedades antiguas, que junto con las tendencias comunistas dentro del capitalismo, y precisamente por ellas, abren la posibilidad y la necesidad de la Revolución Comunista en el mundo.

Marx, que jamás intentó sacralizar los cinco modos de producción señalados en su introducción de 1859, en otros textos como los Grundrisse y luego en El capital, los Cuadernos Kovalevsky, los Cuadernos etnológicos, etc., señaló la existencia de otras posibles formas de producción distintas; tal es el caso de la comunidad incaica que para Marx, ni era esclavismo, ni feudalismo, ni es la comunidad primitiva, ni mucho menos un “semi-socialismo”, sino que fue señalada como una forma de desarrollo-disolución de la comunidad primordial que da paso a otra formación económico social basada en un nuevo tipo de comunidad en donde se conjugan una elevada división del trabajo, una forma de control comunal de la tierra, asociación para el trabajo junto al trabajo individual, unión de la manufactura y el trabajo agrícola, la existencia de un estado como personificación de la unidad de las comunidades, pero en cuyo seno han de manifestarse y desarrollarse diferencias sociales y relaciones de dominación, etcétera. Se trata entonces, de un modo de producción, estudiado por Marx en los Grundrisse, bajo el denominación inicial de forma comunitaria incaica, y luego en su forma desarrollada, generalizada como modo de producción asiático, que también podría haberse llamado inca, afro-asiático, etcétera [12]. Pero en todo caso se trata, para Marx, de un modo de producción diferente a las tonterías con que los pseudomarxistas intentaron clasificarlo.

Las notas de Marx a Kovalevsky, son ante esto, un riquísimo aporte que echa por tierra las repeticiones mecánicas, los acomodos inconsistentes con los que los supuestos marxistas han querido “entender” las relaciones agrarias en el país. Y decimos que las notas de Marx son un valiosísimo aporte porque nos muestran en vivo la metodología de Marx al estudiar una sociedad no capitalista comunitaria, en términos generales, caracterizada por Marx en los Grundrisse, como muy parecidos a los de la comunidad en el incario y, por otro, porque Marx estudia aquí lar repercusiones y el papel de las invasiones y colonizaciones que esas formas comunitarias asiáticas sufrieron en especial con los ingleses y que, bajo condiciones y resultados distintos, pero semejantes en su globalidad, también se dieron acá, en este continente, con la dominación española. Así, una de las mayores enseñanzas que este texto da, es la forma marxista de abordar la interpretación del desarrollo histórico de los pueblos comunitarios bajo procesos de colonización y dominio, no sólo por naciones extranjeras, sino esencialmente por formas de producción distintas. En particular, Marx rechaza que el único camino posible de salida, cuando un pueblo con una forma de producción distinta somete a otro, sea el de la imposición de la forma de producir de los dominantes sobre los dominados como en Irlanda [13]. En sus notas muestra, como ya lo hizo antes (en los Grundrisse), que los sometedores bien pueden dejar subsistir el antiguo modo de producción, sometiéndolo a tributos y ciertos cambios en las relaciones de distribución y control del excedente como hicieron los romanos, los turcos y los ingleses en sus colonias [14] y, como creemos nosotros, sucedió acá, en las comunidades altiplánicas al menos, en algunos casos, hasta el remate de las tierras comunales en los años ochenta del siglo XIX, y, en general, hasta la revolución de 1952.

En sus notas a Kovalesky, Marx aporta nuevas observaciones que nos ayudan a descalificar la aplicación directa de la teoría del feudalismo, al menos en la región altiplánica con existencia de comunidades durante la colonia y parte de la república. Así, Marx señala que la sola existencia de los beneficios en la entrega de tierras a personalidades o jefes militares de las fuerzas invasoras (Ikta en el caso de la India), para que éstos asuman el control de la producción y el cobro de impuestos a los originarios destinados al nuevo poder estatal, no prueba la existencia de feudalismo ya que esta forma también existió en Roma. Respecto al argumento de que la renta en trabajo sería una condición suficiente para hablar de feudalismo, Marx, en sus extractos, toma nota de las diversas formas de pago de tributo o impuestos de los trabajadores indios a los colonizadores, que varía del pago en dinero, en especie e incluso en trabajo en tierras estatales y servicios en el caso de Argelia; y seguidamente descarta que al conjunto de esta forma de control de la tierra y el trabajo agrícola implantado en la India y Argelia pueda llamársele feudalismo. De hecho, ya en El capital, Marx señaló la existencia de ciertas formas de servidumbre e incluso de esclavitud restringida en las formaciones económicas asiáticas. Engels señala también que la renta en trabajo no es una característica fundante del feudalismo cuando escribe a Marx: “me complace ver que en cuanto a la historia de la servidumbre de la gleba ‘estamos de acuerdo’, como se dice en la jerga de los negocios. Sin duda alguna, la servidumbre de la gleba y la servidumbre en general no son una forma específicamente medieval y feudal; la tenemos en todas o casi todas las partes donde los conquistadores obligan a los antiguos habitantes a que cultiven para ellos la tierra: en Tesalia, para poner un ejemplo (…)” [15]. Por estas razones el repartimiento en la época colonial en el continente, en particular el mayorazgo, que hizo de las tierras cultivables propiedades indivisibles e inenajenables en manos de los españoles, y la propia encomienda, que impuso el trabajo forzado de la masa indígena en tierras ya ahora ajenas y en servicios personales, no son pues pruebas irrefutables de feudalismo en Charcas y luego en la república, sino que tienen que ser estudiados, como lo hizo Marx en la India colonial, como formas de apropiación y organización, al menos en regiones con asentamientos comunitarios, de una forma productiva esencial asentada en la relación comunitaria. En otras regiones como en los valles, ya durante la república, ciertamente esto no tiene validez, pero ahí estamos ante formas de transición en la renta de la tierra como la aparcería, los colonos y la pequeña propiedad individual que descarta de entrada su caracterización como feudalismo.

Pero quizá lo más significativo que es mostrado por Marx a lo largo de todas sus notas, y que expresa claramente la situación vivida acá es que, en otros modos de producción distintos a la forma asiática, como el feudalismo, la dependencia –esto es la sujeción a un señor feudal, la pérdida de libertad– es impuesta sobre las personas en forma individual. En cambio en el llamado asiático o semi-asiático, la no libertad o la relación de dependencia ya sea con el poder estatal o con el poder colonial personificado en autoridades o en el terrateniente, es comunal [16]. En el caso de la mita y el repartimiento, el pago de tributos, la prestación de servicios o la renta en trabajo, es una relación entablada entre el poder colonial y la comunidad, donde ésta última se adecua y da respuesta a estas exigencias, ciertamente a través de la individualidad de sus miembros, pero en tanto éstos pertenecen a la comunidad. Es cierto que también han de existir en la colonia formas de dependencia individual en el trabajo agrícola, como el yanaconazgo aplicable a los “indios vagantes”, que en realidad eran trabajadores que huían de sus comunidades para escapar de las cargas coloniales que sobre ellos pesaban, pero es una relación secundaria y pequeña en comparación a la primera; en otros casos, había un pago monetario pero además, a diferencia de lo señalado por Marx en El Capital, este tipo de trabajador no es un “productor independiente” como lo fue en el caso de los siervos frente a los señores feudales en Europa [17] que no sólo trabajaban para su señor, sino también para sí mismos, lo que los “impulsará (a los siervos) a aplicar más intensamente” su fuerza de trabajo abriendo así “la posibilidad de un cierto desarrollo económico”, que, como sabemos, no se dio acá en las haciendas con el empleo del yanaconazgo en la explotación de la fuerza de trabajo indígena.

Aparte de estas observaciones, en sus notas Marx da otras ideas en su oposición para caracterizar como “feudal” la economía agraria en la India y Argelia colonizadas, que también pueden ser de mucha utilidad para la colonia. En general, muestran la intención de Marx, por encontrar en el funcionamiento real de las relaciones económicas comunales, en sus formas de transformación, resistencia y disolución, la llave de la economía agraria en formaciones económicas comunitarias sometidas a dominio colonial. Marx descarta el uso de la teoría feudal en las economías sustentadas en formas transformadas y aún por disolución de la comunidad agraria por efecto de la colonización. No da un nombre específico al resultado inicial (hasta la completa disgregación de la comunidad) del enfrentamiento entre comunidad-colonización, pero, por los resultados más o menos comunes que de ello surgen, como la existencia de un tipo específico de terratenientes, de burocracia estatal sometedora, imposición de cierta servidumbre y lenta disolución de los lazos comunales, estas sociedades se asemejan a lo que Marx caracterizó como “semiasiático” [18], como es el caso de Rusia en los últimos siglos de su existencia. En todo caso un nuevo estudio a la luz de la totalidad de las observaciones marxistas de la realidad colonial y republicana se hace necesario, ya sea para asentar la validez de la categoría “semiasiático” o bien para proponer una nueva (colonial, por ejemplo), sin tener miedo a ello; tal como lo hizo Marx a medida que fue comprendiendo la amplitud de la realidad histórica de los pueblos y las supo aprehender desde un punto de vista científico, por tanto, de clase revolucionario.

Y es que, en estas diferencias, en la clarificación del carácter feudal o semiasiático, comunal o capitalista de las relaciones agrarias en nuestros países, no existe sólo un problema de nombre o de palabra, sino esencialmente un problema de lucha revolucionaria. Ahí se define el entendimiento, el impulso, el fortalecimiento y las tareas de las fuerzas sociales revolucionarias que se desarrollan dentro de la sociedad agraria; y el ataque y enfrentamiento hacia aquellas fuerzas que constituyen una oposición hacia la revolucionarización de la sociedad. La caracterización como “feudal” de las relaciones comunitarias esenciales de la producción campesina, en el caso de Bolivia y de otros países del mundo en donde prevalecieron formas transformadas de comunitarismo, incluso en medio de relaciones capitalistas, siempre ha llevado a desconocer el papel y las tendencias revolucionarias de las masas comunarias que sólo son vistas como residuos feudales que deben dar paso al “pujante capitalismo”; convirtiéndose así, estos teóricos del feudalismo, en pregoneros al servicio del capitalismo, que no sólo niegan el papel revolucionario de la comunidad frente al capitalismo, sino que también le restan al proletariado la fuerza esencial: el campesino comunitario, sin el cual la revolución en países agrarios como el nuestro es imposible [19]. En particular lleva también a desconocer el significado real de la reforma agraria, el carácter reaccionario de la parcelización de la tierra y la presencia de las actuales tendencias socialistas revolucionarias en el campo dadas por la pervivencia transformada de la comunidad. En contra de esta posición “feudalista”, Marx se preocupó por entender la naturaleza real de las sociedades con relaciones comunitarias extendidas, porque esa particularidad comunitaria aún sobreviviente en gran escala en medio de la colonización y el capitalismo industrial constituyó para él la clave y la posibilidad de la revolución socialista en esos países [20], sin que tengan que pasar obligatoriamente por la completa proletarización de la sociedad que, en muchos casos, si bien acercó a la sociedad de una nueva forma, hacia la posibilidad del comunismo, también la alejó; como en Europa, donde la plena subordinación de la sociedad, incluido el campo, al capital, ha creado sus propios mecanismos que también estrangulan ininterrumpidamente las luchas socialistas de las masas proletarias. La vigencia de relaciones comunitarias en formas transformadas a las originales, o en vías de disolución, en escala nacional, son entonces para Marx una nueva fuerza revolucionaria que no sólo da al proletariado industrial la posibilidad de contar con una fuerza revolucionaria en su lucha contra el capital, sino que también ella misma, la comunidad, le da ya de entrada una fuerza objetiva que, sumada a las que nacen antagónicamente dentro del capitalismo, nos señalan, la proximidad y la posibilidad de la revolución comunista en nuestros países.

Pero a la vez que Marx tomó nota de esta característica revolucionaria de la comunidad campesina, nos señaló también la existencia de fuerzas antagónicas internas y externas que empujan a la disolución de los lazos comunitarios reales: fuerzas externas como las relaciones capitalistas que en el ininterrumpido proceso de incorporación del campo a sus leyes buscan estrangular la comunidad o en otros casos, subordinar formalmente el trabajo comunitario al capital, transformando las antiguas relaciones asociativas en una caricatura de ellas. Fuerzas internas como la tendencia al control individual de ciertas tierras, la desigualdad en el control del ganado, la posesión de “indios de servicio”, para el cultivo de las tierras de las autoridades comunarias antes y en la colonia [21], el trabajo individual de parcelas o, finalmente, la propiedad privada, que empujan a la comunidad a su disolución. Consciente de esto, Marx no se puso a glorificar la comunidad en su estado actual, ni mucho menos se puso a inventar medidas caritativas para pedir al estado burgués que “resguarde” la comunidad. Vio, en cambio, que la comunidad ancestral sólo podía desarrollarse y hacer prevalecer sus rasgos colectivistas en tanto fuera capaz de promover levantamientos generales en contra del régimen capitalista, esto es, en tanto las masas comunitarias llevaran a cabo una guerra revolucionaria como parte fundante de la Revolución Socialista de trabajadores de la ciudad y el campo que pusiera fin tanto a las fuerzas individualistas al interior de la comunidad, como al régimen capitalista que la acosa por todas partes. Entonces, la comunidad no sólo habrá de conservarse, sino que habrá de recuperar sus condiciones primarias de asociación y control de los productores sobre la producción; y lo mejor de todo, lo hará en condiciones nuevas y superiores por la existencia de nuevas fuerzas y riquezas productivas y por la presencia mundial del proletariado, que posibilita la incorporación de esas riquezas y su control social, común, comunitario por los trabajadores directos; por tanto, superación de las antiguas condiciones que por siglos empujaron a la comunidad hacia su lenta disolución. Estas condiciones revolucionarias previstas por Marx hace ya cien años, son las que en la actualidad comienzan a despuntar con gigantesca fuerza en la lucha y en los preparativos revolucionarios de comunarios y proletarios del país y el continente.

La Paz, julio de 1989

Qhananchiri

NOTAS

1. Sobre el destino de las obras de Marx, ver Marx, Karl 1968 Cuadernos etnológicos (extractos escogidos) (La Paz: Ediciones Ofensiva Roja).

2 La cronología de la historia de la India hecha por Marx fue publicada en ruso en 1947. Los capítulos III-IV fueron publicados en 1958, también en ruso. Y finalmente se publicaron los capítulos VIII y IX en 1959.

3. Marx, Karl 1957-1958 “Formas que preceden a la producción capitalista” en Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse). Sobre el estudio detallado de este tema ver Krader, L. The asiatic mode of production, Cap. III y IV.

4. “Los países modernos ya no podrán arreglárselas sin regiones que proporcionen ciertas materias primas y productos tropicales indispensables para la industria y las necesidades de la humanidad […]. Por lo tanto, hasta la sociedad socialista del futuro deberá elaborar su política colonial, reglamentando las relaciones de los países que han alcanzado en la escala de la evolución económica un grado superior al de las razas atrasadas […] ¿Podemos abandonar la mitad del globo al arbitrio de pueblos que aún no han superado el período de la infancia? […]. La hipótesis de Karl Marx de que ciertos países podrán, al menos parcialmente, obviar el período capitalista en su evolución económica no se ha realizado. Los pueblos primitivos sólo accederán a la civilización pasando por ese calvario. Por lo tanto, nuestro deber consiste en no obstaculizar el desarrollo del capitalismo […]. Nosotros, socialistas libres de todo prejuicio de razas y colores, guardamos en nuestro corazón una esperanza ilimitada en el futuro de las razas llamadas inferiores” Kol, Van, Congreso Socialista de Amsterdam del 14 al 20 de agosto de 1904, citado en Schara, S. y Carrére, Hélene, 1965, El marxismo y Asia.

5. Stalin, J. “Materialismo dialéctico, materialismo histórico” en Obras completas(México). La sucesión progresiva de estos cuatro primeros modos de producción aun para el caso de Europa en el que Engels y Kautsky se basaron para generalizarlos, es relativa. En el estudio que Karl Kautsky hizo con los últimos datos históricos después de la muerte de Marx y de Engels –Kautsky, Karl, 1963 (1898) La cuestión agraria(México: Editorial Era)–, sobre el campo alemán entre el siglo XV y XVIII, no puede ocultar la existencia, en medio de relaciones feudales, de formas comunitarias de trabajo (la marka), que no desapareció totalmente, como se creía después de las invasiones germánicas al Imperio Romano, sino que permanecieron en algunos casos hasta fines del siglo XVIII, configurando en estos casos una relación de subordinación de la comunidad a los llamados señores feudales, muy parecida a la estudiada por Marx en la India y a la cual, como luego veremos, se opuso a denominar como relación feudal de producción. Una relación similar, Marx la vio en la historia económica de los pueblos eslavos (Bulgaria, Rumania, Hungría, Eslovaquia, parte de Yugoslavia, etc.) y también en los pueblos de las alturas alpinas de Suiza, etcétera. Resulta entonces que no es exagerado afirmar que el mismo feudalismo lejos de ser un modo de producción ampliamente difundido, en realidad constituyó una particularidad de la propia historia europea antes del capitalismo.

6. Karl Marx. Sociologia y filosofía social. Lotus Mare, Buenos Aires, 1976, pág. 37

7. Marx, Karl Grundrisse, op. cit.

8. Como establece Eric Hobsbawm (Hobsbawm, E. y Marx, K. 2002 Formaciones económicas precapitalistas [México: Siglo XXI] Introducción, pág. 20), en la época de Marx la antropología moderna estaba en su infancia y Morgan aún no había publicado su obra fundamental La sociedad primitiva, que enriqueció mucho el pensamiento de Marx. Con todo, en los años cincuenta del siglo XX, entre las lecturas de Marx sobre el tema, aparte de los economistas clásicos y de Filosofía de la historia de Hegel, está también Prescott, quien escribió sobre la historia de la conquista del Perú y de México; así como E. Wakefield, H. Merivale, W. Howitt y otros autores sobre la historia de la colonización. Estas lecturas y sus comentarios están en el “Cuaderno XIV” en el Instituto de Amsterdam y aún no han sido publicados. Sobre esto ver Dussel, E. 1985 La producción teórica de Marx (Un comentario a los Grundrisse) (México: Siglo XXI).

9. Sobre el señalamiento de esta ausencia y de otros puntos sobre la concepción multilineal de Marx ver Melotti, Umberto 2002 Marx y el Tercer Mundo (Buenos Aires: Amorrortu).

10. Marx, Karl. El capital(México: Siglo XXI) Tomo I, pág. 107.

11. Marx, Karl. El capital(México: Siglo XXI) Tomo III, pág. 1114.

12. Krader, L. “Evolución, Revolución y Estado: Marx y el pensamiento etnológico”, en Historia del Marxismo (España: Bruguera) Tomo II.

13. Marx, Karl Grundrisse, Tomo I, Introducción.

14. Mismo texto. Además, Marx señala aquí también la posibilidad del surgimiento de una formación económica social nueva como fruto de la acción recíproca entre la de los dominados y la de los dominantes, como en Germania.

15. Carta de Engels a Marx, 22 de diciembre de 1882, en Marx y Engels, Correspondencia (Ed. Cultura Popular).

16. Marx, Karl. El capital, Tomo III, pág. 1006; y Cuadernos Etnológicos (Extractos), pág. 43-44. Sobre el tema también ver Krader, L. “The asiatic mode of production”, pág. 149.

17. Marx, Karl. El capital, Tomo III, pág. 1006 y siguientes.

18. Marx, Karl 1977 El Señor Vogt(México: Ed. Juan Pablo); (1980) Historia Diplomática Secreta del siglo XVIII (La Paz: PyP); Marx y Engels contra Rusia 1965 (Bs. As.: Líbera).

19. Ya al referirse a la Revolución Socialista en Francia durante el auge revolucionario europeo de 1848-1850, Marx señaló que el derrocamiento del régimen burgués no podía realizarse “mientras la marcha de la Revolución no sublevase contra ese orden, contra la dominación del capital, a la masa de la nación: campesinos y pequeños burgueses” (Lucha de clases en Francia, 1849). Se trata en definitiva de que sólo con la lucha anticapitalista de las masas trabajadoras del campo “la Revolución Proletaria obtendrá ese coro sin el cual su solo resulta un canto de cisne en todos los países campesinos” (“18 Brumario…” en Obras Escogidas en un tomo, 1852). La comprensión marxista del papel anticapitalista de las luchas de las masas trabajadoras del campo en América Latina, tiene en José Carlos Mariátegui un excepcional y aislado defensor. Reconociendo la existencia de “socialismo práctico en la agricultura y la vida indígena” y que por tanto, “las comunidades representan un factor natural de socialización de la tierra”, señaló la necesidad de la Revolución Socialista plena en el Perú, dirigida por el proletariado y apoyada en las “tradiciones más antiguas y sólidas” existentes en la comunidad (Mariátegui, (1927) Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana; Tesis sobre la cuestión indígena, etcétera). La lucidez revolucionaria del pensamiento mariateguista cobra mayor dimensión no sólo porque no conoció varios de los manuscritos de Marx que apuntalan más firmemente esta posición (Carta a Vera Zasúlich, Cuadernos etnológicos, etc.), sino también porque fueron formuladas en contra de la corriente reaccionaria y proburguesa que se impuso plenamente en la III Internacional después de la muerte de Lenin. La III Internacional, en el programa aprobado en su VI Congreso de 1828, señalaba que en los países “coloniales, semi-coloniales y dependientes” la tarea principal que tenían que llevar a cabo en el campo era una revolución agraria que barriera las formas feudales y precapitalistas de explotación y diera paso a las transformaciones burguesas de la sociedad, dejando de lado el impulso de las tendencias comunistas en la lucha proletaria y comunal-agraria en contra del capital. Renegando del marxismo y de las propias indi-caciones que Lenin había señalado sobre la posibilidad de la Revolución Socialista con el apoyo del proletariado mundial, la “nueva” Internacional señalaba que “la dictadura del proletariado es aquí imposible, como regla general, solamente a través de las etapas preparatorias, como resultado de todo un
período de transformación de la Revolución democrático burguesa” (“VI Congreso de la I. C.”, en PyP, Nº 66). De hecho, se puede decir que es a partir de estos años y de estas resoluciones que todos los Partidos Comunistas del mundo, con excepciones temporales, han emprendido el camino de convertirse en nuevas fuerzas productivas teóricas, culturales y materiales del capitalismo mundial.

20. Marx, Karl. “Borrador a Vera Zasúlich”, en PyP, Nº 90.

21. Ver, por ejemplo, Sempat Assadourian, Carlos (1987) “Intercambios en los territorios étnicos entre 1530-1567”, en La participación indígena en los mercados surandinos (CERES). Sobre la relación entre vencedores y vencidos entre las mismas Confederaciones de Ayllus y las nuevas jerarquías establecidas en la época precolombina, ver Platt, Tristán (1988) “Pensamiento político aymara”, en Raíces de América: El mundo aymara(Madrid: Alianza).

El “nuevo constitucionalismo latinoamericano”

El “nuevo constitucionalismo latinoamericano”
Roberto Gargarella · · · · ·

24/08/14

A partir de creaciones y reformas constitucionales como las que se sucedieron en Colombia en 1991, Argentina en 1994, Venezuela en 1999, Ecuador en 2008, o Bolivia en 2009, comenzó a hablarse de un “nuevo constitucionalismo latinoamericano”. Lo de “nuevo” merece revisarse porque, según diré, las renovadas Constituciones tienen demasiado que ver con las que existían antes, pero en todo caso tiene más sentido concentrarse en el valor de las mismas. Ello, en particular, dado el interés que han podido generar estos documentos. Es mi impresión que se da un cierto equívoco sobre tales textos, que nos lleva a elogiarlos por aspectos en los que ellos fallan, y a desconfiar de los mismos a partir de otros rasgos que son merecedores, en cambio, de alguna cuidada esperanza.

Vayamos, de todas formas, por partes. El “nuevo constitucionalismo latinoamericano” tiene poco de nuevo, sencillamente, porque el mismo no introduce novedades relevantes en relación con el “viejo constitucionalismo,” en ninguna de las dos partes esenciales en las que se divide cualquier Constitución: ni en la sección dedicada a la organización del poder ni en la relacionada con la declaración de derechos. Las Constituciones de América Latina son, en su gran mayoría, estructuras consolidadas con más de dos siglos sobre sus espaldas, que en todo caso han incorporado algunos pocos cambios en los últimos tiempos (el primero, habitualmente, relacionado con la reelección presidencial) sobre una base que permanece intacta, idéntica a sí misma. Esa base tiene entonces dos partes: una organización de poderes que es tributaria del siglo XIX; y una organización de derechos que se modificó esencialmente a comienzos del siglo XX, y que desde entonces no ha variado de modo extraordinario. La primera parte —la vinculada con la organización del poder— sigue reproduciendo hoy el viejo esquema moldeado alrededor de 1850, en toda la región, al calor de un pacto entre las fuerzas del liberalismo y el conservadurismo, las dos grandes corrientes de pensamiento que, con modos violentos, disputaron su predominio durante las primeras décadas que siguieron a la independencia regional. El pacto liberal-conservador que, algo sorprendentemente, se extendió en Latinoamérica desde mediados del siglo XIX se expresó, sobre todo, en Constituciones restrictivas en materia de derechos políticos; hostiles a la participación cívica; desatentas frente a la “cuestión social”. Constituciones que, territorialmente, concentraron el poder en un “centro”, mientras que, políticamente, centralizaron la autoridad en un Poder Ejecutivo especialmente poderoso. Estas Constituciones, en buena medida inspiradas en el modelo norteamericano de los “frenos y contrapesos,” se desmarcaban del ejemplo de Estados Unidos justamente en este punto crucial (la organización del poder, y en particular del Ejecutivo) para apoyarse en cambio en el modelo autoritario napoleónico, o en el caso más familiar y cercano de la Constitución de Chile de 1833 (ejemplo típico del primer constitucionalismo autoritario de la región, pero también, para muchos, sinónimo de estabilidad política). Con esta variación (que el jurista argentino Juan B. Alberdi justificó refiriéndose a la necesidad de contener los riesgos de la “anarquía”), las Constituciones latinoamericanas modificaban de modo radical —y muy grave— el esquema de los “frenos y contrapesos” que quedaba, de esta forma, desequilibrado, perdiendo así buena parte de la virtud que le daba sentido. Se iniciaba así el derrotero de poderes políticos institucionalmente separados de la ciudadanía, y capacitados para “torcer” e inclinar a su favor al resto de la estructura de poderes.

La segunda parte de las Constituciones latinoamericanas —la relacionada con las declaraciones de derechos— sufrió cambios muy significativos a comienzos del siglo XX. Ello así, sobre todo, desde la Revolución de México y el dictado de la Constitución de 1917. La Constitución mexicana, en efecto, trastocó la tradicional estructura de derechos típica del constitucionalismo liberal-conservador de la región, vigente hasta entonces. Las “viejas” Constituciones aparecían ante todo preocupadas por la preservación de la propiedad, los contratos y el libre cambio; eran en el mejor de los casos ambiguas en materia religiosa; hacían algunas referencias a derechos liberales clásicos (libre expresión, libre asociación); y mantenían completo silencio en materia de derechos sociales. Desde la Revolución de México, en cambio, todas las Constituciones latinoamericanas modificaron sustantivamente su listado de derechos, y se comprometieron enfáticamente con declaraciones amplias, generosas, muy ambiciosas en materia de derechos. Mal que le pese a algunos, lo cierto es que el constitucionalismo mundial (salvo excepciones que incluyen a la Constitución de Estados Unidos) cambió desde entonces, y comenzó a adoptar, de forma más o menos explícita, más o menos rotunda, significativas listas de derechos sociales, económicos y culturales.

El “nuevo constitucionalismo latinoamericano”, surgido a finales del siglo XX, no modificó de modo relevante el viejo esquema (más allá de que en un futuro trabajo, más detallado que éste, deban precisarse diferencias, país por país). Las “nuevas” Constituciones latinoamericanas se mantienen ajustadas al doble molde originario. Se trata de Constituciones con “dos almas”: la primera, relacionada con una estructura de poderes que sigue respondiendo a concepciones verticalistas y restrictivas de la democracia, como las que primaban en el siglo XIX; y la segunda, de tipo social, relacionada con la estructura de derechos que se forjara a comienzos del siglo XX. A esta combinación, el último constitucionalismo latinoamericano le agregó pocos cambios, que facilitaron las reelecciones presidenciales, y en todo caso expandieron algo más las ya ambiciosas listas de derechos: si las de comienzos de siglo habían procurado incorporar a la “clase trabajadora” en la Constitución (más no sea a través de las declaraciones de derechos), las de finales de siglo comenzaron a hablar de derechos indígenas, multiculturales, o de género. Cuestiones que no habían sido tematizadas por las Constituciones anteriores.

El debate que me interesa promover, en todo caso, nada tiene que ver con el carácter más o menos innovador del “nuevo constitucionalismo.” Me interesa señalar, en cambio, de qué modo el “nuevo constitucionalismo latinoamericano” reproduce las viejas estructuras autoritarias que recibimos en legado de los siglos XVIII y XIX. Me interesa afirmar que no hay proyecto democrático y de avanzada bajo organizaciones de poder concentradas en Ejecutivos o monarcas, que representan la negación política de la democracia que declaman. Y me interesa insistir, ante todo, en esta idea: la contradicción que las nuevas Constituciones establecen entre el modo en que organizan el poder (estilo siglo XIX) y el modo en que definen derechos (estilo siglo XXI) no nos habla de una relación desafortunada, con la que hay que aprender a convivir, sino de una tensión que amenaza la vida misma de los derechos que esas Constituciones proclaman. No se trata, sin embargo, de recitar los nombres de los principales gobernantes de la región, responsables de los derechos que no se efectivizan, bajo retóricas siempre encendidas. Se trata de denunciar un modo errado de pensar el constitucionalismo, que después de más de doscientos años de práctica no ha aprendido a reconocer lo obvio, esto es, que el poder concentrado (político, económico) no puede sino resistir la puesta en práctica de los derechos nuevos, porque ella promete socavar también el poder de quienes hoy gobiernan discrecionalmente, bajo el control de nadie. Los latinoamericanos fueron los primeros en asegurar el ingreso de la “clase trabajadora” y otros grupos desaventajados a la Constitución, pero lo hicieron sólo a través de la sección de los derechos. Ha llegado la hora de que abran para tales grupos las puertas de la “sala de máquinas” de la Constitución, que después de más de dos siglos siguen —como en toda Europa— todavía cerradas.

Roberto Gargarella es profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Buenos Aires

Setenta años de lucha de clases mundial a través de la vida de un revolucionario consecuente

Setenta años de lucha de clases mundial a través de la vida de un revolucionario consecuente
Olmedo Beluche · · · · ·

24/08/14

El compañero y amigo Mario Hernández me ha hecho llegar desde Buenos Aires, a través del camarada Jaime Dri, un paquete de libros que recibo con la emoción de un niño en cumpleaños. Uno de ellos es Hugo Chávez y la revolución bolivariana, compilación realizada por Mario de ensayos de diversos compañeros que están en la lucha diaria y que reflexionan sobre el legado histórico del comandante venezolano; otro es El peronismo que no fue. La (otra) otra historia, basado en entrevistas que hace el propio Mario al ex dirigente montonero Gerardo Bavio.

Pero en esta ocasión dirijo mi atención al libro “Militante crítico” de Guillermo Almeyra, que es una mezcla de autobiografía con historia política del siglo XX, de la que participó activamente como militante revolucionario y socialista.

“Fui, antes que académico, un militante político y mi libro es también, por lo tanto, una forma de militancia a posteriori de la militancia activa. Simplemente quiero reflexionar con mis eventuales lectores sobre una parte mínima de la historia pasada y sobre algunas experiencias. Ni más pero tampoco ni menos”.

En 383 páginas y 18 capítulos Almeyra hace un repaso, desde los años 30 hasta la primera década del siglo XXI, de la lucha de clases en Argentina, América Latina (deteniéndose particularmente en Brasil, Perú y México), de Europa (Italia sobre todo) y la lucha de liberación nacional en el mundo árabe.

Al ser esencialmente autobiográfico, el libro conserva la amenidad que mantiene el interés del lector que no lo suelta hasta llegar al final. Como confiesa el autor, está dirigido a los jóvenes, a la nueva generación de luchadores y revolucionarios que se están formando hoy, quienes dirigirán las revoluciones del siglo XXI, agrego yo.

Para quienes hemos crecido en la militancia revolucionaria del trotskismo, es un libro muy interesante que nos ayuda a conocer un poco más a los dirigentes de la IV Internacional y las luchas intestinas que los dividieron, tras la muerte de Trotsky. Pero advierto que hay que leerlo desprejuiciadamente, tratando de comprender las opiniones políticas del autor, duras pero francas, como debe ser entre revolucionarios.

Al lector desprevenido le podría pasar como me sucedió cuando conocí personalmente a Guillermo, en un seminario de la revista Sin Permiso, en 2009. Desayunando juntos le pregunté su opinión sobre Nahuel Moreno (me formé en el morenismo panameño) y lanzó una serie de caracterizaciones y epítetos que me dejaron entre perplejo e irónico. Para mis adentros pensé: “y esto lo dice un ¡¡posadista!!”.

Pero seguimos conversando y yo seguí escuchando porque, por un lado, después de 40 años de militancia yo también había desarrollado mis propias críticas; por otro, porque quería aprender de un hombre que tiene mucha experiencia, siguiendo el consejo que me diera el propio Moreno, en los únicos 10 minutos que conversamos íntimamente: “trata de comprender hasta la última consecuencia la lógica de la otra persona”.

No nos quedemos en generalizaciones, entrémosle a algunas partes del libro que me hicieron reflexionar. Focalizo cuatro temas que me interesaron: 1. Quién era Perón y qué el peronismo; 2. Derivado de lo anterior, que son los gobierno bonapartistas progresivos, populistas, nacionalistas de hoy (como el de Chávez); 3. La herencia lamentable del stalinismo y los partidos comunistas; 4. La IV Internacional y sus fracciones.

1. Perón, un conservador con apoyo obrero

El prestigio de Juan D. Perón y la conformación del régimen peronista, que empieza construirse a partir de 1943, constituye el punto de inflexión que divide tanto a la izquierda como a los intelectuales argentinos, hasta el día de hoy. La izquierda tradicional, socialistas y comunistas, lo clasificaron bajo el rótulo de “fascista”, lo que los llevó a apoyar el golpe proimperialista y oligárquico de 1955 (“La Libertadora”).

En Panamá, el Partido del Pueblo (comunista) y el Partido Socialista (de Demetrio Porras) tuvieron la misma caracterización sobre Arnulfo Arias, líder burgués que gozó de amplias simpatías populares y que nunca pudo gobernar vetado siempre por la oligarquía criolla y el imperialismo yanqui. En el mismo sentido, el PC mexicano clasificó a Lázaro Cárdenas y el PC brasileño a Getulio Vargas.

Almeyra dice: “Perón era un hombre del establishment, conservador y defensor del capitalismo y trató al comienzo de su gobierno de apoyarse en la Iglesia católica más fundamentalista y anticomunista… Pero la jerarquía de dicha Iglesia estaba dividida y tenía fortísimos lazos, hasta familiares, con la oligarquía terrateniente y rechazaba al advenedizo, para colmo hijo natural, que ostentaba su relación de concubinato con una actriz de segundo plano, pero también nacida fuera del llamado sacramento matrimonial” (Pág. 68-69).

La clase obrera que se convirtió al peronismo era un proletariado joven, proveniente de las provincias (“cabecitas negras”) atraídos por la creciente industrialización de las ciudades argentinas. Era distinta a la clase obrera de fines del siglo XIX y comienzos del XX, que era inmigrante de Europa, especialmente Italia, y cuyos dirigentes (socialistas) seguían pensando como europeos.

A mitad de la década de los 40: “La clase obrera, subjetivamente, no era anticapitalista, estaba sometida a la hegemonía cultural de la clase dominante y buscaba progresar dentro del régimen y no se oponía al sueño peronista de que la Argentina fuese potencia mundial. Pero, objetivamente, arrancaba conquista tras conquista al capital, lo debilitaba y se oponía al imperialismo inglés y al estadounidense… Había una contradicción entre el pensamiento burgués antiimperialista y antioligárquico de los obreros y el pensamiento prooligárquico y proimperialista de la pequeñaburguesía “democrática” y de sus partidos: la ideología peronista, procapitalista pero con referencias continuas a los trabajadores, daba forma inestable a ese conflicto” (Pág. 70).

Más adelante se describe al régimen peronista como el intento bonapartista (no usa el concepto) de promover la industrialización (que convertiría a Argentina en potencia económica), incluso de crear la “ilusión” de desarrollar una burguesía nacional deseosa de romper la dependencia del imperialismo, transfiriendo parte de la renta agraria de la oligarquía exportadora de granos hacia la industria.

Almeyra, que empezó su militancia en el Partido Socialista, el cual calificaba a los trabajadores que apoyaban a Perón como “hordas desclasadas”, inició su ruptura política con dicho partido cuando el 17 de octubre de 1945 miles de trabajadores llegaron desde los barrios hasta el centro de la ciudad en defensa de de su secretario de Trabajo que había sido obligado a renunciar por un sector reaccionario de las fuerzas armadas.

El trotskismo también se dividió en torno a la caracterización y la política que debía seguirse frente al régimen de Perón. Almeyra señala que el Grupo Obrero Marxista (GOM), dirigido por Nahuel Moreno, a fines de los 40 y principios de los 50, caracterizaba a Perón como “agente del imperialismo inglés”, para pasarse al otro extremo con posterioridad al golpe de 1955, durante el período de Palabra Obrera, cuando se presentaba ante los trabajadores bajo la conducción directa del general.

Su organización, una ruptura por la izquierda de sectores juveniles y sindicales del Partido Socialista, el Movimiento Obrero Revolucionario, en proceso de fusión con el grupo de Posadas (“no existía el posadismo todavía”), Grupo Cuarta Internacional, caracterizaba que existía una crisis histórica del bloque oligárquico aliado al imperialismo inglés, que era llenado por la burguesía industrial y la fracción de las fuerzas armadas dirigidas por Perón.

“…desde fines de los cuarenta nuestra tendencia definió al peronismo como una tendencia burguesa y explicó su apoyo obrero por la aceptación del capitalismo como marco natural de una lucha por reformas políticas y sociales… La tarea que nos asignamos desde 1946 era, por lo tanto, desarrollar la contradicción entre el peronismo de Perón, burgués, y el peronismo de un movimiento obrero poderoso pero aún bajo la hegemonía de la burguesía…” (Pág. 216).

Por lo descrito, el obrerismo de su grupo y esa caracterización les permitió trabajar con la base en los sindicatos, pero muy críticamente a la conducción peronista, lo que políticamente les impidió constituirse en su dirección más allá de luchas concretas.

Lejos del esquema sectario que echa en el mismo saco a todos los gobiernos, sin realizar el “análisis concreto de la realidad concreta”, como sugería Lenin, los gobiernos “nacionalistas”, “populistas” o “desarrollistas” de la América Latina de mitad del siglo XX expresaron una coyuntura en la que, gracias a la crisis capitalista y a las guerra, estuvo realmente planteado (así fuera por breve tiempo) una industrialización independiente de la tutela imperialista. No era socialismo, era capitalismo nacional.

En ese sentido, aunque procuraron controlar a la clase obrera desde arriba, como parte de su proyecto político, e incluso no vacilaron en reprimirla cuando creyeron que hacía falta, regímenes como el de Perón, o Getulio Vargas en Brasil, incluso Omar Torrijos en Panamá, expresaron un elemento de la realidad política mundial: la contradicción entre el imperialismo y el estado nacional colonial, semicolonial o dependiente.

Fueron gobiernos claramente distintos a las tradicionales oligarquías agrarias importadoras/exportadoras, directamente sumisas al imperialismo inglés o norteamericano. Las dictaduras militares promovidas por el Pentágono de los 50 y 60 estuvieron dirigidas a cortar de raíz cualquier sueño autonomista en Sudamérica.

El autor dedica un capítulo a cómo se fue conformando la CGT de Córdoba, con posterioridad al golpe del 55, justo por eso relativamente libre de la tutela de la burocracia peronista, lo que permitió unir una nueva generación de dirigentes sindicales (como Tosco) aunados con el naciente movimiento juvenil y estudiantil políticamente inclinados al socialismo por influencia de la Revolución Cubana. Esta nueva generación maduraría hasta producir las grandes luchas obreras de fines de los 60, Cordobazo y Rosariazo, que derribaron a la dictadura y permitieron el retorno de Perón en los 70.

En el penúltimo capítulo, Almeyra traza una comparación entre los gobiernos de Perón y el kirchnerismo actual, señalando que “hay más rupturas que continuidades”, pese al pretendido neodesarrollismo de los últimos y un lenguaje nacionalista, considera que los últimos “jamás conspiraron dentro de un régimen oligárquico y proimperialista, como habían conspirado Perón y el Grupo de Oficiales Unidos, sino que se incorporaron directamente a la alianza con los radicales, liberales y prooligárquicos y el menemismo conciliador” (Pág. 361).

2. Los gobierno producto de revoluciones nacionales o democráticas

Una consideración particular merecen los gobiernos producidos por auténticos procesos revolucionarios, ya sean de liberación nacional (Almeyra vivió una experiencia personal en la República Popular Democrática de Yemen del Sur luego de su independencia), o revoluciones democráticas, como los de Chávez, Correa y Evo en Latinoamérica en los últimos 15 años.

Aunque se trate de estados indudablemente capitalistas, pero encabezados por gobiernos “nacionalistas burgueses o pequeñoburgueses”, el ser producto de un proceso de movilización popular que los confronta directamente con el imperialismo, requieren una política específica que no puede ser la planteada por el trotskismo sectario de que pretende que al ser estado capitalistas son iguales a todos los gobiernos.

“… la evolución de los procesos revolucionarios en Bolivia y en Venezuela que habían creado, por un lado, grandes ilusiones “evistas” y “chavistas” y, por otro, en los grupos dogmáticos seudotrotskistas, toda clase de calificaciones sectarias a los gobierno nacionalistas-“progresistas” resultantes de verdaderas revoluciones democráticas de masas en países que continuaban siendo capitalistas y tenían estados burgueses, pero en los cuales la política de los gobernantes impuestos por los movimientos sociales choca con los intereses del imperialismo y el capital financiero internacional que los ven como advenedizos no funcionales y potencialmente peligrosos, por su base de apoyo social, y buscan sabotearlos” (Pág. 353).

Respecto a la política revolucionaria hacia este tipo de gobiernos: “En la línea de lo escrito por Trotsky sobre el gobierno de Cárdenas apoyaré cada medida de esos gobiernos que reduzca el poderío del capital financiero internacional y que pueda ayudar a aumentar la autoconfianza, la autoconciencia, la organización y las condiciones generales de vida y cultura de los trabajadores en el sentido más amplio del término y manteniendo siempre mi independencia política, criticaré todo lo que, por el contrario, refuerce la explotación y la dominación capitalista, reduzca su margen de independencia política y organizativa, fortalezca la influencia de la ideología burguesa sobre las clases dominadas” (Pág. 372).

3. La herencia desastrosa del estalinismo y los Partidos comunistas:

Muchos luchadores del siglo XXI desconocen la desastrosa herencia de sangre, represión, derrotas y desprestigio en que el régimen de la Unión Soviética, desde José Stalin hasta Gorbachov, sumió al movimiento obrero y comunista a nivel internacional. Para ellos también es muy útil el libro de Guillermo Almeyra pues pone al desnudo las actuaciones del régimen estalinista soviético y sus títeres Partidos Comunistas.

Compañeros y compañeras jóvenes, por no haberlo vivido, por desconocimiento histórico o por una historia mal contada, o basada en suposiciones erróneas, no saben que Stalin disolvió la III Internacional para utilizar a los Partidos Comunistas del mundo como un mero instrumento de sus intereses geopolíticos que no eran los mismos de la clase trabajadora.

Para no mencionar que Stalin liquidó al grueso del Partido Bolchevique de Lenin en los llamados Juicios de Moscú de 1936 a 1938, nos referiremos a algunas (subrrayado) de las traiciones del estalinismo al movimiento obrero mundial. Mandó a asesinar a Trotsky, exiliado en México. Liquidaron por orden de Moscú, durante la Guerra Civil española (1936-39), a la dirección del POUM en Cataluña, empezando con Andreu Nin; y son sospechosos de haber asesinado al líder anarquista Durruti.

Muchos jóvenes no saben, por ejemplo, que en la fase de llamada política ultraizquierdista del “Tercer Período”, Stalin ordenó al Partido Comunista alemán a combatir centralmente a los socialdemócratas, negando la acción común necesaria para derrotar al fascismo, lo que facilitó el triunfo de Hitler en 1933. Para colmo, posteriormente Stalin pactó la división de Polonia con Hitler, y ejecutó a miles de activistas y militares polacos que se refugiaron en Rusia frente a la ocupación alemana.

Cuenta Almeyra que durante el inicio de la ocupación de Francia en 1940, la Resistencia fue dirigida por el trotskismo porque el PC francés obedecía la línea soviética basada en el pacto Hitler-Stalin, que no se rompería hasta que Alemania invadió a la URSS.

Posteriromente la política estalinista dio un giro de 180 grados para ordenarle a los PC’s en todos lados que se aliarán a la las “burguesías democráticas” contra el fascismo. Fase que en América Latina se llamó “browderismo”, porque fue impuesta por el secretario general del PC de Estados Unidos, Earl Browder. Esta política llevó al PC argentino a combatir a Perón y aliarse con el frente político prooligárquico y proimperialista.

Por esa misma razón, el PC cubano de los años 50 no apoyó la revolución dirigida por Fidel Castro, y coqueteó con Batistas. Lo que permitió que el primer Comité de Solidaridad con la Revolución Cubana, en Argentina, estuviera presidido por el propio Almeyra. Con la represión a los alzamientos obreros en Polonia y Hungría en los años 50 y, particularmente con el aplastamiento de la Primavera Roja en Checoslovaquia en el 68, terminó de desprestigiarse no sólo el régimen estalinista, sino conceptos como “socialismo” y “comunismo” que la URSS decía representar.

“Sé, en efecto, que Stalin eliminó con un sectarismo suicida al Partido Comunista alemán, abrió el camino a Hitler, le dejó conquistar Checoslovaquia, pactó con él, dividió Polonia con la Alemania nazi, llevó al Partido Comunista chino a su casi desaparición, disolvió la Internacional Comunista y puso los Partidos Comunistas de Occidente al servicio de los imperialismos aliados. Conozco que el estalinismo asesinó en la URSS decenas de millares de opositores de izquierda, mientras otros millares morían en China y en Vietnam o en la Resistencia europea, asesinados por quienes se decían comunistas…” (Pág. 368).

4. Luces y sombras en la IV Internacional:

Como se puede apreciar, la IV Internacional, fundada en 1938, nació no sólo en “la larga noche del nazifascismo” (como titula un capítulo Almeyra), sino también en la larga noche del estalinismo, en que una actitud marxista crítica (como debe ser) te podía costar la vida, no sólo a manos de la burguesía, sino de los supuestos “compañeros comunistas”.

Aún en vida de Trotsky hubo debate de sí esa coyuntura histórica, de derrotas continuas para el movimiento obrero, era la más adecuada para fundar una internacional. Pero Trotsky insistió, incluso previendo su muerte, que la misión fundamental de “la Cuarta” era la de preservar los principios del marxismo revolucionario (internacionalismo, independencia política de clase, democracia obrera, etc.) hasta la nueva oleada revolucionaria.

El balance es contradictorio porque, por un lado, la pléyade de dirigentes totskistas que asumieron la tarea tras la muerte de Trotsky desde diversas trincheras, mal que bien preservaron dichos principios que nos llegan hasta la presente generación gracias a ellos. Por otro lado, circunstancias nuevas, que obviamente Trotsky no podía predecir, requirieron las respuestas políticas de esos dirigentes, y aquí fue donde respondiendo a esos desafíos, vinieron los desacuerdos, las disputas, las divisiones y los errores.

Por las páginas de “Militante Crítico” pasan las personalidades y los debates cruciales de esos dirigentes: Pablo-Raptis, Mandel-Gemain, Pierre Frank, Livio Maitán, Posadas, Nahuel Moreno, M. Lowy y tantos otros fundadores del trotskismo argentino, brasileño, peruano y mexicano.

Me llamó la atención Posadas, de quién hasta 2005 sólo había oído, entre risas, sobre su tesis acerca de “la revolución interplanetaria”, hasta que ese año, en medio de las luchas contra la reforma a la seguridad social panameña, el MLN-29, organización que pretendía “vacunar” a FRENADESO de toda influencia trotskista, publicó un discurso de Fidel Castro de los años sesenta en que atacaba al trotskismo que se había atrevido a sugerir que él había fusilado al Che Guevara. Ante la contundencia del discurso de Fidel, me puse a averiguar quién en nombre del trotskismo había dicho tan tremenda estupidez, y descubrí que era el famoso Posadas.

Almeyra se refiere al hecho: “Aquí debo consignar otro motivo de roces políticos con Posadas. En 1965 –“el año en que Guevara estuvo en ninguna parte” pues tras su derrota política en Cuba en la discusión económica con los prosoviéticos y su crítica a los países “socialistas” en el Discurso de Argel había quedado en minoría-, la CIA y los comentaristas políticos reaccionarios comenzaron a decir que el “Che” había sido asesinado en Cuba en una discusión con Fidel. Posadas no sólo creyó esa versión sino que la propaló y sus seguidores lo imitaron, lo cual provocó, como es lógico una ola de fundadas protestas cubanas contra esa calumnia” (Pág. 232).

Esas críticas del Che Guevara a los estalinistas soviéticos y esos debates sobre la economía socialista están recogidos en los libros póstumos que ha empezado a publicar la editorial Ocean Sur, cuya lectura recomiendo también. De todos modos los cubanos siempre se han cuidado de echar a todos los trotskistas en el mismo saco, una evidencia al respecto es que en 1967, el propio Almeyra recibe a través de Pedro Asquini una propuesta para que él y Juan Gelmán (que había roto con el PC argentino) se sumaran al grupo del Che Guevara en Bolivia (Pág. 233).

Volviendo a J. Posadas (Homero Cristalli) la visión que da Almeyra es peyorativa: un hombre poco disciplinado, que no leía prácticamente y que era incapaz de escribir por sí mismo, teniendo que usar una grabadora en la que dictaba para sus secretarios. El autor señala que no sabe cómo él y Adolfo Gilly aguantaron tanto tiempo en dicha corriente. Almeyra supone que los años pasados en el trabajo internacional lo alejaron del entorno cercano de Posadas.

El otro dirigente destacado de la Cuarta que me llamó la atención es Michel Raptis, alias Pablo, quien parece el verdadero referente político para Almeyra: “… ingeniero griego nacido en 1911 en la cosmopolita Alejandría, Egipto,…, era diferente a los demás miembros del Secretariado Internacional por su edad, ya que entonces tenía 40 años, como pocos “viejos”, por ejemplo, el francés Pierre Frank, y era mayor que el joven belga-alemán Ernest Mandel, a quien había formado… También se diferenciaba de ellos por su formación de revolucionario balcánico de entre las dos guerras, por su experiencia (era el único sobreviviente del Congreso de Fundación de 1938 y había sido miembro del Secretariado Europeo durante la ocupación nazi, organizando la Resistencia, ya que Frank, ex secretario de Trotsky, había pasado la guerra preso en Inglaterra en un campo de concentración) y también por su cultura amplia, abierta y viva” (Pags. 101 y 102).

Almeyra dedica algunas páginas (Pág. 141-149) a explicar las circunstancias del IV Congreso Mundial de la IV Internacional, que terminó en su división. El congreso se reunió en 1954 en el sur de Francia con la intención de reagrupar a una infinidad de grupos trotskistas esparcidos por todo el mundo. Hubo una buena representación asiática con militantes de China, Vietnam, Indonesia, Sri Lanka, Japón, además de los conocidos de Sudamérica y Europa. Se destacaba por Europa, la sección belga de Mandel; por Asia la sección ceilanesa y América Latina el POR boliviano que había participado destacadamente en la Revolución del 52.

La mayoría del congreso, con Pablo a la cabeza, caracterizó: 1. El capitalismo mundial se debilitaba por las revoluciones anticoloniales; 2. El estalinismo lejos de debilitarse, como había previsto Trotsky, se fortaleció tras la guerra, lo que agudizaba las contradicciones entre esa dirección y las masas que luchaban, pero bajo su dirección; 3. Era probable una Tercera Guerra Mundial (estaba la Guerra de Corea y la Guerra Fría).

Conclusión: se propuso la política de insertarse (entrismo) en los movimientos de masas dirigidos por comunistas, socialistas y de liberación nacional, dejando fuera sólo un pequeño grupo en cada país que editara un periódico con las posiciones. Esta decisión le pareció un desastre al Socialist Workers Party (SWP) de Estados Unidos, a Nahuel Moreno y a los lambertistas. Produciéndose la ruptura.

En la década siguiente las disputas principales girarían en torno a la estrategia del foquismo guerrillero en América Latina, contra la que estaban tanto el morenismo como el posadismo o grupo de Almeyra, pero que fue apoyada por Mandel y la dirección de la IV Internacional- Secretariado Unificado.

En su último capítulo, Guillermo Almeyra trae a colación un viejo debate sobre el carácter de URSS y el que fuera el “bloque socialista”. A su juicio, muy lapidario, nunca hubo socialismo en ninguno de ellos. Lo que había era “capitalismo de estado” (ojo que es una caracterización de Lenin poco antes de morir). Por supuesto que eso no lo convierte a Almeyra en un “antidefensista” (ver debate de Trotsky en 1939-40), pues: “no necesité nunca creer que Cuba era “socialista” para defenderla del imperialismo…” (Pág. 366).

En esto tengo mi diferencia con Almeyra, pues esos países tampoco son o fueron países “capitalistas” exactamente, por lo que me parece más adecuada la caracterización de sociedades de “transición”, lamentablemente burocratizadas o degeneradas.

Se quedan muchos temas en el tintero que seguro serán de interés para los lectores, como por ejemplo: en México, la experiencia del zapatismo sus pros y contras, el debate sobre la naturaleza del PRD, las personalidades de Cuahutemoc Cárdenas y López Obrado; en Argentina, el debate sobre el ERP de los 70, ahora el kirchnerismo, el frente electoral de izquierda; sobre Italia, las experiencias de Democracia Proletaria y Refundación Comunista; el tema del partido tipo leninista que Almeyra señala como error de Trotsky; y un largo etcétera. Pero ya desbordé el espacio para mi comentario.

Concluyamos en que Almeyra a los ochentaitantos años dice: “no tengo fe en el triunfo del socialismo, que no es de ninguna manera inevitable, ni en el Progreso con P mayúscula, ni en un futuro humano cada vez mejor. Lo que no obtengamos con la lucha y lo volvamos a reconquistar cada día en la mente de nuestros contemporáneos y en la relación de fuerzas entre opresores y oprimidos no nos será dado por nadie… Por consiguiente, tengo esperanzas, como las de Ernest Bloch, que alientan mi optimismo frío, que está muy lejos de ser ciego” (Pág. 368).

Olmedo Beluche es un sociólogo y analista político panameño, profesor de la Universidad de Panamá y militante del Partido Alternativa Popular

http://www.kaosenlared.net/america-latina/94469-setenta-años-de-lucha-de-clases-mundial-através-de-la-vida-de-un-revolucionario-consecuente

En homenaje al camarada Jorge Alberto Moran Cornejo, El Beatle

SERVICIO INFORMATIVO ECUMENICO Y POPULAR
En homenaje al camarada Jorge Alberto Moran Cornejo, El Beatle Entrevista con Germán Vásquez

QUEBEC, Canadá, 22 de agosto de 2014 (SIEP) “Este 23 de agosto. Jorge Alberto Morán Cornejo, el Beatle como cariñosamente le decíamos va a cumplir otro aniversario más de su martirio. Fue un cruel “ Asesinato “ cometido por los escuadrones de la muerte el 24 de agosto de 1973” nos comparte Germán Vásquez, dirigente sindical de los panificadores, hoy exilado en Canadá.

“Fíjate que ese día los dos viajamos al occidente del país, yo iba para Ahuachapán y el iba para Santa Ana, ambos cumpliendo tareas nuestra central sindical, que era la FESTIAVTSCES y aprovechábamos también para realizar trabajo como militantes obreros del Partido Comunista, PCS.”

Agrega que “al regresar de Ahuachapán, paso al local de la FUSS en Santa Ana, lugar donde nos encontraríamos para regresar juntos a San Salvador, ya en los últimos buses que venían de Guatemala con rumbo hacia la capital. Pero el Beatle, me dice que el se quedaría en Santa Ana porque había fallecido un hijo de Salvador Cárcamo, un dirigente de la FUSS y se iba a quedar en el velorio. Entonces yo me voy porque tengo algunas tareas para el día siguiente en San Salvador, le dije y me despedí sin saber que era la última vez que lo veía con vida.”

“Mi sorpresa fue –añade- que ya yo estando en San Salvador, en el local de la FUSS, en el 630 sobre la Avenida Cuscatlán con varios compañeros sindicalistas y del Partido, contando algunas experiencias y hasta chistes, entre ellos Miguel Ángel Cea, viejo militante comunista que se dedicaba a encuadernas libros, vemos llegar con su típico caminado al Beatle.”

“Y ya eran como las 9 de la noche y se me acerca y me dice: fíjate que mejor me vine porque me sentía muy cansado y necesito descansar un poco, además tengo varias tareas que realizar mañana. Seguimos platicando y nos despedimos todos como a las 10 de la noche y cada quien para su casa. En esa época todavía se podía uno mover a esas horas.”

“Al día siguiente que llego al local de la FUSS, o sea el 23 de agosto de 1973, como a las 8 de la mañana, la secretaria del Sindicato de Radio Teatro y Televisión, STIRCAES. Silvia Cartagena (Camelia ) me dice llorando que al Beatle lo habian asesinado y que su cadáver se encontraba sobre el arenal del rio Acelhuate cerca del mercado La Miriam, del Barrio de San Jacinto.”

“Al principio no podía creerlo, pero luego reaccione y organice un equipo de compañeros y nos fuimos para el lugar mencionado con la esperanza que al información estuviera equivocada.. Pero no, era él. El Beatle, se encontraba vendado y amarrado de sus manos hacia atrás con varios disparos en su cabeza.”
“Los vecinos del lugar nos contaron que “hombres vestidos de civil fuertemente armados” lo sacaron de su casa, lo vendaron, lo amarraron de sus manos y lo asesinaron. Ya estando en los arenales a la orilla del río donde quedaba la pieza del mesón donde vivía, nosotros esperamos hasta que llegaran a reconocer el cadáver, luego lo subimos a una ambulancia de los juzgados y recuerdo que parte de su cerebro quedo un mis manos…”

“Eso es parte de lo que vi y viví y es difícil poder olvidarlo, toda la sangre derramada de miles de mártires que como mi camarada de Partido, El Beatle, fueron cruelmente asesinados por los escuadrones de la muerte, el recuerdo de todos esos compañeros asesinados me impulsa a seguir luchando desde acá, lejos físicamente pero con las luchas del pueblo muy cerca de mi corazón…”concluyó.

De Gramática náhuat-pipil, lengua salvadoreña bajo tachón

De Gramática náhuat-pipil, lengua salvadoreña bajo tachón
Por Rafael Lara-Martínez*
El Faro / Publicado el 20 de Agosto de 2014

El lingüista salvadoreño Rafael Lara-Martínez ofrece un adelanto de una serie de conferencias que dará en El Salvador durante el mes de agosto, en las que aborda el tema de la lengua pipil para advertir sobre la amenaza del olvido y de la inercia académica.

El olvido y el error histórico son un factor esencial al crear una nación, E. Renan.

Una visión que olvida y se ingenia en vano que le vuelva a la memoria, Dante.

I

Según un lema borgeano vigente, “a la luz de quien Perdura (E =mc2), un siglo es un momento”. Por ello, esta gramática náhuat-pipil sólo representa un instante de olvido para la memoria histórica salvadoreña. Casi ochenta y cinco (85) años desde la recolección de los datos primarios en Izalco (1930) —cinco (5) menos desde su publicación alemana— así como unos treinta (30) años de la otra gramática que coteja sus actualizaciones y reajustes obligatorios, Lyle Campbell (1985), comprueban que un centenario es un momento. Se trata de un diminuto lapsus lingue de olvido, de un hecho cultural insignificante. Una brizna de ese minúsculo “soplo” que es “la vida” terrena…

A la identidad nacional, la lengua náhuat-pipil le resulta tan intrascendente que no existen recopilaciones de textos en ese idioma de 1880-1931, tampoco de 1932-1992. Sea cual fuere la corriente literaria en boga —modernismo, regionalismo, indigenismo, esoterismo, etc.— en el primer medio siglo a ningún nacional. A casi ningún ciudadano —salvo a María de Baratta— le interesa reclamar al indígena en su calidad de zoon logos ejon, animal dotado de lenguaje, y por tanto de ente político, zoon politikon.

No sólo se trata de lo obvio. La vanguardia literaria del despegue del siglo XX —el Ateneo de El Salvador, vinculado al presidente Manuel Enrique Araujo—percibe en “los ejidos” indígenas “los males y el atraso de la industria agrícola, como lo comprueba la Economía Política y Social” por lo cual su “extinción, el 2 de marzo de 1882”, “ha dado un gran halón en los destinos del país por la ruta indefinida del progreso” (Revista del Ateneo de El Salvador, Año I, No. 1, 1 de diciembre de 1912: 24).

Es evidente que no sólo se trata de legitimar intelectualmente la abolición de un derecho ancestral a la tierra madre. Como diría el fundador del Museo Nacional —David J. Guzmán— esa “raza decadente” (Apuntamientos, 1883: 505) es contraria al principio “eterno” de la propiedad privada que engendra la “idea” misma de “patria” (Comentarios sobre instrucción, 1914: 194). En tal denegación no se agota el problema indígena, ya que existe otro repudio notable: el idioma, la invención de un indígena sin lengua materna.

La ciudad letrada se desentiende del estudio del idioma náhuat-pipil y de su literatura. Será necesaria la presencia de un antropólogo alemán para que El Salvador conozca la gramática y el ciclo mitológico más completos durante todo el siglo XX (1930-1935): Leonhard Schultze-Jena. Le anteceden breves estudios léxicos y morfológicos del panameño Próspero Arauz (1924), cuya publicación definitiva data de 1960. Sin embargo, salvo un breve texto que intitularía “Diálogo con el Sol”, Arauz ignora la mito-poética náhuat-pipil, a la vez que su análisis gramatical se simplifica por razones pedagógicas. Sólo la aritmética —con un sistema casi decimal— ofrece un notable desarrollo.

Luego de ambos, le corresponde a Tomás Fidias Jiménez (1937) publicar una somera gramática dedicada al general Maximiliano Hernández Martínez, enlazando el rescate de la lengua a la política de la cultura en curso. Prologada por un académico de la historia, el idioma se percibe como verdadero remanente de una Atlántida y Lemuria revocadas. Pero ese desplazamiento —de Europa hacia continentes míticos— no suscita una ruptura con el eurocentrismo, ya que Jiménez busca adaptar la lengua indígena a las declinaciones latinas clásicas, además de asimilar el náhuat-pipil al náhuatl-mexicano.

Sus ideas teosóficas se prologan —entre la transparencia del logos epitaphios y la máscara de la tradición— hasta mediados de la década de los setenta. Casi al despegue de la guerra civil, el oscurantismo de una pseudo-ciencia sigue asimilando lo indígena a lo atlante, sin opción racional contraria (Salarrué, Catleya luna, 1974). No sólo sus postulados irrebatibles —como toda creencia oculta— borran el estudio gramatical de la lengua náhuat-pipil cuyo hablante, como la mujer, ante todo existe al interior del poeta: “yo te inventé a ti [mujer] poco a poco”. A la vez, sus premisas ignoran el desarrollo de una lingüística cada vez más formalizada y exacta, con modelos matemáticos que culminan en la creación de los lenguajes artificiales, la computación y el internet.

Anteriormente, si Schultze-Jena prosigue las teorías de Edward Sapir y Franz Boas —maestro del mexicano Manuel Gamio—tales logros inaugurales no afectan en lo más mínimo la sensibilidad que la ciudad letrada salvadoreña se forja de lo indígena. Por ello, casi ninguna teoría lingüística influye la percepción de la cultura urbana sobre el náhuat-pipil. Al nacionalismo salvadoreño no lo impresionan los estudios históricos que clasifican el idioma dentro de la familia yuto-nahua, la cual se extiende desde el estado de Utah en EEUU hasta Nicaragua, ni la tesis Sapir-Worf o su antónimo, el formalismo de L. Bloomfield.

Hacia la primera mitad del siglo XX, sólo Schultze-Jena indaga la idea de la lengua como prisma que tiñe el mundo, al distinguir —en un kantismo certero— “la cosa en sí (das Ding as Sich)” de la cosa nombrada en la lengua. Cada idioma —cada grupo de lenguas emparentadas— capta “el desierto de lo real” a través del “cristal con que lo mira”. Basta revisar el idioma inglés para descubrir cómo calca el movimiento de los objetos en el espacio-tiempo-energía. Go in/out/down/up/through/ahead/back… expresan ideas que se reencuentran en algunas lenguas mayas, mientras el español las ignora —las expresa bajo otro tinte gramatical— salvo quizás en su versión nuevo-mexicana: “ya estamos pa’tras de la quebrada (we’re back from the break)”.

Tampoco el funcionalismo —al investigar la manera particular de expresar las categorías lógico-gramaticales— propicia el estudio del náhuat-pipil, cuya tipología varía sensiblemente de la castellana. Menos aún, repercute el formalismo chomskiano cuyo inicio matemático —en los sesenta y setenta— coincide con la antedicha identificación de lo indígena a lo atlante, por parte del oscurantismo teosófico. Esta filosofía iniciática se halla vigente en la recopilación más exhaustiva de relatos en lengua náhuat-pipil: la investigación de Baratta (1959), quien por unas tres décadas se dedica al trabajo de campo. Baratta realiza el quehacer que ningún otro intelectual salvadoreño lleva a cabo en el siglo XX: transcribe en un alfabeto latino la literatura náhuat-pipil.

En seguida, cabe mencionar el trabajo olvidado de Juan G. Todd, Notas del náhuat de Nahuizalco (1953). Aun si no sobrepasa la formación de palabras —la morfología— Todd constituye “el mejor de los pioneros” según Campbell. Tal aserción verifica el retraso de los estudios lingüísticos en El Salvador. Hacia mediados del siglo XX, esta esfera de la investigación se sitúa en su preludio fundacional. La demora —que caracteriza la ciencia nacional del lenguaje— la confirma Pedro Geoffroy Rivas (1953), cuya gramática retoma los datos de Todd, de acuerdo a Campbell, a la vez que excluye toda referencia a la mito-poética náhuat-pipil. Por ello, su labor literaria emblemática —Yulcuicat-Versos (1962)—sólo incluye fuentes náhuatl-mexicanas y quichés, como si el despegue de una nueva vanguardia renovara el desdén por la mito-poética vernácula. Tales son las paradojas del nacionalismo salvadoreño que anhela arraigar una identidad de sí con datos primarios ajenos. El otro en lo mismo, según otro axioma borgeano.

A lo sumo, la candente discusión de Geoffroy Ricas con Jorge Lardé y Larín—sobre las etimologías y toponimias náhuat-pipiles— reconfirma que no existe una lingüística más allá de la palabra (Diario Latino, noviembre de 1957; Toponimia, 1961. Lardé y Larín, El Salvador, 1957). Ninguna estructura sintáctica compleja, semántica estructural, ni menos aún literaria y mítica, se prestan al debate político-científico. Hacia finales de los sesenta, en plena reforma educativa, el atraso de los estudios náhuat-pipiles lo reconfirma la mejor revista literaria de la época: Cultura, Revista del Ministerio de Educación (No 50, octubre-diciembre de 1968: 95-97). Para la exigencia intelectual de la ciudad letrada, una simple recopilación de cien palabras al azar satisface la complejidad de un “idioma autóctono de El Salvador”. En cambio, queda sin testimonio la narratología indígena, en sus sucesos inéditos que pasan (panu) ante el ojo (ix), como el descenso iniciático a los infiernos que vive todo neófito. Pese a que la gramática náhuat-pipil rige un modo testimonial, dizque tal categoría no existe previamente a todo testimonio de los sesenta.

Habrá que esperar la llegada de otro extranjero —el estadounidense Lyle Campbell (1985)— para que los estudios náhuat-pipiles se renueven. Campbell ofrece la gramática descriptiva más actualizada, el diccionario más exhaustivo con referencias al náhuatl-mexicano, al igual que una breve selección de textos mito-poéticos. Con su trabajo se alcanza la firma de los Acuerdos de Paz (1992), es decir, casi la clausura del siglo XX, sin una influencia directa ni categórica de la lengua indígena en la visión que la ciudad letrada inventa del indígena. El indígena en pintura —como simulacro de la verdad— sustituye al zoon logos ejon, al animal dotado de lenguaje, fundamento del animal político, del zoon politikon. La misma imagen que los artistas salvadoreños aún se niegan a cuestionar en su habla racional y estructurada por reglas sintácticas, disímiles al castellano.

No existe un tradicionalismo más arraigado que rechazar el estudio de la lengua de un pueblo al hablar del pueblo. Tal es la enseñanza de los clásicos que, en nombre de la identidad nacional, se recicla sin cese. El náhuat –pipil posee una “pronunciación pueril” y “pocas voces abstractas” (David J. Guzmán). “El náhuat más lleno de nosotros nunca se escribe” (Claudia Lars). Al náhuat-pipil “le llegó el tiempo de ser historia” (Juan Felipe Toruño). Del náhuat-pipil “no queda nada escrito” (Luis Gallegos Valdés). “No existe un problema indígena específico”, desde la época colonial, menos aún su lengua (Roque Dalton).

Sólo desde Comala siempre —en compañía de mis colegas los muertos— reafirmo el eurocentrismo sin remedio de una identidad nacional sumamente arraigada. La identidad la establece una tradición donde el Otro yace sino muerto, al menos mudo desde el inicio de la historia. Hasta el 2014, no existe una sala museográfica —una colección de estudios— que reconozca el aporte del idioma náhuat-pipil al conocimiento humano universal.

Por ello, al no “tratar las sombras como cosas sólidas”, bajo una “visión que se ingenia en volver a la memoria”, Dante —padre del exilio eterno llamado Tierra— me aconseja no aceptar otro dictamen que el de los muertos y el de los no-natos. El oprobio de tus hermanos será siempre la única recompensa en vida —me dicta (dichtung)— por revelar esta favilla sol de la sua gloria náhuat-pipil…

New Mexico Tech
Desde Comala siempre…
soter@nmt.edu

  • Rafael Lara-Martínez es investigador, escritor, lingüista, antropólogo y crítico literario. Lea su perfil en ICONOCLASTAS de El Faro. Más sobre este tema en una conferencia el jueves 28 de agosto (ver imagen).

El Salvador. La aventura cinematográfica

Viernes, 24 El Salvador. La aventura cinematográficaJulio 2009
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Por Manuel Sorto

Imágenes de Françoise Beséme

La Historia de un Húerfano

II

La Tercera Generación

a Lynn Gueary

Si David Calderón y Alejandro Cotto no colaboraron entre ellos (lo cual parece imposible, increíble y absurdo en un país donde solo ellos son los cineastas entre 1959 y 1974, y además, en un país sin tradición, sin recursos y sin mayor infraestructura de producción), la generación que llega, hace todo lo contrario.

Esta generación se compone por Baltazar Polío, Guillermo Escalón y Manuel Sorto, por orden de aparición.

Recapitulemos, Julio Ortega produce sus reportajes sobre Honduras en 1921 y Alfredo Massi la ficción Aguilas Civilizadas en 1924. Alejandro Cotto realiza en 1959 Camino de Esperanza y en 1960, El Rostro. En 1969, José David Calderon realiza Los peces fuera del agua y en 1970 Izalco. Luego viene el desierto. Pero Cine Spot existe.

Es así como Baltazar Polío, un joven recién llegado, puede dar sus primeros pasos. Ya no es necesario tener que ir o enviar los rollos de película a revelar hasta México, porque, repito, Cine Spot existe. Baltazar Polío, en 1975, producirá y realizará Topiltzin, un impactante cortometraje de ficción-documental, rodado con gran habilidad para lograr lo máximo de los pocos medios con que cuenta. No se trata de que sin Cine Spot, Baltazar Polío no hubiese existido como cineasta, pero quizás no se explicaría el fenómeno Baltazar Polío que produjo entre 1975 y 1979, ¡una película por año! ¡Chapeau! dicen los franceses.

Pero también con Calderón y Polío se rompe la relación de competencia entre los creadores y se transforma en colaboración, no estrecha, pero consciente y real, una relación, si se quiere, maestro-discípulo, no obvia, pero si evidente en alguna parte.

En 1975, con Topiltzin*, la primera película de Baltazar Polío, el cine salvadoreño da una vuelta de tuerca (como diría Paul Leduc) acorde a la dimensión de los 15 años pasados desde El Rostro de Alejandro Cotto o los seis o cinco años desde Los peces fuera del agua e Izalco de José David Calderón. Y cinco años es bastante, o mucho, en la producción cinematográfica de un país.

Pero comencemos por el principio de esta nueva revolución en el disco de nuestro cine.

Baltazar Polío

un cine social

Introito II

TOPILTZIN

Topiltzín nos cuenta la historia de un día en la vida de un pequeño vendedor de periódicos, pre, o adolescente. Topiltzín es un cipote como los hay a centenares en San Salvador: descalzos, harapientos, malcomidos, sin hogar ni educación. Topiltzín vive en la calle; duerme donde le agarra la noche, se alimenta de cualquier cosa con lo poco que gana y siguiéndolo, a través de sus ojos podemos ver la ciudad en que vive y que día a día lo mata.

La película arranca mostrándonos el amanecer en San Salvador, los primeros vehículos que se desplazan por los calles, el « panadero » en bicicleta con su enorme canasto en equilibrio sobre la cabeza, los chuchos de nadie que galguean, unas mujeres lavando trastos, y Topiltzín que dormita sobre una acera con su ropa raída, y sus ojos que se abren con la mirada de « los tristes más tristes del mundo ».

La cámara nos lleva, acompañando al pequeño príncipe en su recorrido por la ciudad. Lo vemos atravesar el mercado entre la multitud de vendedoras, mozos de camión, borrachos, vagos y enfermos que lo pueblan; los sonidos de los cumbos de basura, los gritos, los bocinazos de carros y camiones, la bulla y las ofertas que las vendedoras saben tan bien cantar.

Lo vemos detenerse con su camiseta que no pasa de hilacha y su culirroto pantalón chulunco frente al monumento de la Plaza Libertad, que con sus coronas de laurel entre las manos se alza contra el cielo. Topiltzín sigue su camino por las calles sucias, ya devorando el supremo banquete de un puñado de arroz sobre una tortilla, ya peinándose con los dedos frente al espejo de una venta callejera. Lo vemos esperar, impaciente y con tedio, la salida de los periódicos, para luego dirigirse en un bus de la ruta 29 hacia el Bulevard de los Héroes, donde esquivando autos o sobre los arriates con otros canillitas, con sus pies descalzos contra el pavimento ardiente, y sudará su bello pellejo maya hasta terminar de vender la mercancía.

Hay una secuencia en la cual podemos ver parte del mundo que le ha sido negado: el mural que decora el Liceo Salvadoreño es harto elocuente; los jóvenes que con libros bajo el brazo ascienden las gradas de los edificios universitarios; los caballeros cadetes que en ropa deportiva hacen gimnasia. También se integran en esta secuencia de su recorrido, el rostro de un Pato Donald que se balancea grotesco y los soldados que desde los garitones vigilan los cuarteles… ¿piensa Topiltzín en la entrada al cuartel como salida siempre viable para asegurar ropa, techo y comida? Estas imágenes están montadas de manera rápida y ágil a ritmo de la pista musical que ya se ha convertido en golpes secos de redobles.

Al caer la tarde lo vemos bajar hasta la orilla de lo que queda del río Acelhuate, para darse un baño en su raquítica corriente de agua sucia, basura y desperdicios. En un momento determinado los oídos del muchacho se agudizan y escuchamos el sonido de una flauta; sus ojos buscan el lugar de donde proviene la música que se ha vuelto penetrante.

Aquí hay una transición en cuanto a la forma en que la historia nos ha venido siendo narrada. Venimos de asistir con Topiltzín a una realidad concreta y dura, una mise en scene documental, pero de aquí en adelante las escenas se vuelven simbólicas, oníricas si se quiere.

Sus hermosos ojos rasgados se levantan frente a las Lomas de Candelaria, las que luego le vemos ascender atraído por la extraña fuerza de aquella música que lo guía y llegar hasta donde un Viejo de sonrisa bondadosa fabrica una flauta de carrizo.

Topiltzín observa magnetizado las manos del viejo y su destreza manejando el cortaplumas hasta que la flauta es terminada. El viejo la prueba: funciona. El viejo se la ofrece, sonriendo, para luego alejarse tal como apareció, envuelto en el misterio.

En la escena final vemos a Topiltzín sonando la flauta bajo los luminosos rayos del sol que comienza a ocultarse tras las lomas. Las imágenes, ya desde que el viejo se marchara, son de gran belleza visual. El tratamiento de la luz a nivel de contraluces es técnicamente simple, pero utilizado con mano de maestro, es decir Polío, el cineasta, en pleno dominio de la técnica y las reglas de su arte: cuándo y dónde, en qué parte de la película utilizarlo. Y es simple porque lo hace siguiendo la lógica de su narración, no como un efecto estético-visual: la película comenzó con el día que se iniciaba (pero no con el sol naciendo, sino con la gente que se activa), y hemos llegado al final de la pelí, de la historia: el sol se dispone a acostarse. Topiltzín se aleja con pasos casi acompasados a la melodía que ya está creando con su flauta, y casi danza la figura del pequeño príncipe ahora flautero que, en silueta, se recorta contra la luz del atardecer. La música en la banda sonora, ha llegado a su clímax.

¿Es la escena final una esperanza para Topiltzín? Quizás. Quizás para él y su gente no exista la armonía mínima de una vida con padres, techo, comida y educación, pero quizás mañana… (Quizás a partir de ahora…) Esta escena queda abierta a las diversas interpretaciones que puedan darle los espectadores. Para mi es un acto de fé (y perdóneseme el concepto cuasi religioso). Fé en un mundo distinto, diferente, en un San Salvador nuevo para sus pequeños príncipes.

Marcos Menjívar, el actor, no era canillita antes de protagonizar Topiltzín, pero vivía de una manera bastante semejante.

« Nací en Chalatenango en 1960. Vine a la ciudad a la edad de nueve años y mi vida la he hecho en los tugurios. Recuerdo El Bambular, el Modelo 1… en el Américas, murió mi madre… »

Cuando se filmó la película entre 1974 y 1975, Marcos Menjívar tenía alrededor de 14 años. Desde entonces se convirtió en el asistente inseparable de Baltazar Polío en todas sus posteriores producciones, y a esas alturas, cuando en 1979 escribí el texto a pedido de La Piscucha, Marcos ya no solo era el cipote, el topilzin, el principito que lograra quizás hasta hoy, la mejor actuación del cine salvadoreño, sino también un joven que contaba ya con más de 4 años de experiencia técnica en el campo cinematográfico, haciendo un poco de todo, como hasta entonces (¿O hasta hoy?) se hacía cine en El Salvador.

Marcos encontró en el cine una identidad y una educación que en nuestro medio no la sirve ninguna Universidad ni Colegio, esas instituciones que a él le fueron negadas (hablo de las tres o cuatro Universidades serias que existen en El Salvador, no de esos chiringuitos que crecieron como hongos en los últimos 2o años, hasta en cualquier garage, solo comparable, con el número de iglesias de tantos colores y nombres). Es más, si un día vuelvo a filmar en El Salvador, no dudaría en buscarlo y pedirle su colaboración, como técnico, como actor, o como asesor -salí en marzo de 1980.

Pero con el caso de Marcos Menjívar no estamos diciendo que los topiltzines, los principitos que a tanatadas llenan la capital, encontrarán con un poquito o con un golpe de suerte y con un poco de esfuerzo, la solución a su miseria. Porque no se trata de pobreza de la que nos habla Topiltzín, sino de la miseria que como costra adorna incesante nuestro país. Los problemas elementales de una gran mayoría de la niñez salvadoreña, no están para esperar a ser solucionados con un poquito de « suerte ». Por cada Marcos Antonio Menjívar hay cientos o miles de topiltzines que terminan o están llegando a adultos todos los días y que pululan en San Salvador y que son señalados como lúmpenes o lacras, o mareros. O como gusten nombrarlos sus mercedes.

Debido a la cantidad de su producción, podríamos decir que en El Salvador y Mesoamérica, el cine continúa siendo un campo casi vírgen. Esto no se debe solo a lo que económicamente implica la aventura, sino también a lo que de conocimientos y capacidades técnicas requiere; aparte de talento, of course.

Topiltzín fue la primera película de Baltazar Polío y fue filmada en precarias condiciones económicas y técnicas. Polío no tenía ni cámara, por lo que la filmó con cámaras prestadas y con colas sobrantes de película vírgen, de emulsiones de diferentes marcas y calidades –lo cual es visible durante la proyección, no solo para los profesionales, aunque Baltazar haya astuta y eficazmente atenuado las diferencias entre las distintas calidades de emulsión con un tenue baño de sepia en el laboratorio.

Sin embargo y pese a todas las fallas que puedan objetársele: por el tema y los conflictos de su personaje; por su guión; por sus lugares de rodaje y el ambiente que de ellos se rescata; por la dirección del actor; por la sabia utilización de los pocos recursos económicos y técnicos con que contaba el realizador; por el rítmo tan bien logrado a través de todo el desarrollo; por el hallazgo en el lenguaje cinematográfico y lo que como aporte al cine salvadoreño significa, creo que hasta hoy, Topiltzín es la película salvadoreña por excelencia. Hoy por hoy (decía al cierre de mi trabajo cuando lo publiqué).

Porque esto que han leído lo he reproducido casi textual de un trabajo mío publicado en El Salvador en la revista La Piscucha ** en 1979.

Con Topiltzin, el cine social irrumpe en el casi desolado y desolador paisaje del cine salvadoreño, y para quedarse (aunque muy pocos la hayan visto. Creo que incluso los nuevos cineastas o aspirantes a serlo, desconocen la película, y no son responsables de ello. Y es por ello que es necesario y se vuelve imprescindible, un organismo que, entre otras cosas, cree una Cinemateca que rescate, guarde, restaure, conserve, clasifique, proyecte y se ocupe de dar a conocer la obra cinematográfica salvadoreña, para comenzar, al pueblo salvadoreño, su público natural y al primero que va dirigido. Pero también para que promueva la ayuda internacional; tanto europea, asiática, canadiense, australiana o del cine independiente estadunidense, es obtenible. Puede parecerles que estoy loco, pero todo es posible. Termino con lo que de Topiltzin, la película, y luego retomo lo del cine como sujeto general).

Toda cinematografía nacional que se respete en no importa que país del planeta, tiene que pasar por un cine social. Es la credencial de mayoría de edad de todas las cinematografías. Tanto como la alternancia política es condición sine qua non para un sistema democrático en occidente. En el cine, la nacionalidad la da o la dan, los países productores; o sea el que paga los costos de la aventura.

No se trata de patriotismo ni de nacionalismo tranochado, sino de un acto de búsqueda y recuperación de la propia identidad. Pero sentar las bases de un cine nacional no es ya nuestro problema. Esa es una etapa quemada y superada desde el binomio Cotto y Calderón, asentada con el fenómeno Baltazar Polío y con la producción del otro binomio, Escalón y Sorto, durante la época de nuestro cine de guerra. Asi que, a otra cosa, mariposa.

Topiltzin vendría a ser El Ladrón de Bicicletas o el Tire dié ***, de la cinematografía salvadoreña. En toda la producción anterior, la condición social y humana no solo no era cuestionada, pero aún más, en El Rostro, la pobreza y la miseria se daba como aceptada y era asumida por los personajes como una fatalidad (aderezada con folklore y los pasos de baile de Morena Celarié -la despeñada o asesinada, nunca se supo). Es más, y corro el riesgo de equivocarme, puede que el talento y las ideas de Alejandro Cotto, no fuera más que manipulado por Coralia de Lemus para cimentar los inicios del utilitarismo del sujeto indígena y campesino, para la recién descubierta industria del turismo; ya estando para entonces un poco a distancia del genocidio de 1932, después del cual, hablar el nahuat y hasta vestir sus trajes originales, era sinónimo de ser comunistas (¡pobre pueblo!, tras masacrado, sus restos convertidos en souvenir para turistas).

Ya antes, a los naturales, se les había despojado del derecho al Ejido, lo único que creó y respetó la España de la colonia: el pequeño derecho a seguir viviendo y trabajando en las zonas del territorio que habitaban. Los criollos y sus gobiernos, para utilizar esas tierras, ya que eran las mejores por su altitud, ordenaron por decreto la siembra obligatoria del café, ley en favor de un grupo de familias; como si se tratara de la plantación de algo esencial para la sobrevivencia del pueblo salvadoreño. Una medida brutal e indecente, inmoral, perversa. Toda nuestra historia oficial es inmoral, indecente y profundamente perversa.

En Topiltzín, como decía, la realidad es vista desde una nueva mirada: la mirada neutra de la cámara que espía y acompaña a Topiltzín es reveladora; pero también es una mirada que cuestiona esa realidad y, subliminalmente, es un dedo acusador, pero a la vez, subversivo.

Pero poco importaba (o importa), de todas maneras la película no se exhibía ni la veía nadie. Ni adentro ni afuera. Un poco como ahora, me imagino. Solo los amigos. Y en esas pocas proyecciones, entre amigos, a veces Baltazar hasta ganaba, a sus espaldas, la burla de sus elegidos para verlas: eso no era cine, decían. No era cine, para ellos, no era el cine como nos gustaba (o nos gusta), como lo conocíamos (o conocemos) la mayoría de los salvadoreños: a lo Hollywood o el cine mexicano comercial de la época. Ese tipo o clase de cine que creo sigue siendo el mismo que llena nuestras carteleras actuales. Burlas y críticas que solo mostraban nuestra enorme ignorancia en cultura y educación cinematográfica y audiovisual. Y no se trata solo de cine.

Hoy, 39 años después, y en pleno siglo 21, y cuando ya los salvadoreños vamos comprendiendo la importancia de las imágenes, y el poder , no olvidemos sobre todo el poder que tienen las imágenes sobre nuestras vidas; la cotidiana y la de los sueños. Quizás hoy, nuestra actitud sea diferente. Quizás.

Retomo la necesidad de una Cinemateca Nacional

Pienso que por primera vez contamos con un gobierno de corte social y serio, que se preocupará por el aspecto cultural, no solo porque lo ha prometido y creado una Secretaría para ello, sino porque todos nosotros lo exijimos y le ayudaremos a contruír ese nuevo proyecto social y cultural. Sin nosotros un gobierno no puede nada. Hoy, ningún gobierno, es nada sin nosotros, ningún gobierno. Y acostumbrémonos a la idea, que nos entre en la mollera y en el alma. Tenemos un gobierno que promete tratará con respeto y colaborará con las artes, como ellas merecen y necesitan en cualquier país con dignidad. Es decir, como algo importante dentro del todo cultural salvadoreño.

Un nuevo proyecto cultural tiene que fundarse, y bien. Un proyecto cultural con todo lo necesario, con todas sus partes. Una totalidad que incluya todos los elementos que conforman la cultura, sin exclusión, de izquierda, derecha y centro, de arriba y de abajo, de norte y este, de sur y oeste. Un organismo cultural fundado sobre piedras angulares multi-encastrables y con posibilidades de enlace y ensamble, al infinito. Es decir, todas las posibles.

Un Órgano Cultural del Estado que existirá, independientemente de los gobiernos que se alternen el poder político en el futuro.

Un organismo de estado serio y coherente, no excluyente, abierto a todo lo actual, nuevo y experimental; que concilie nuestro pasado precolombino, rescatando, protegiendo, guardando y conservando todo lo que podamos de nuestros más antiguos ancestros, y por otra parte, lo actual, moderno y contemporáneo que tenemos de nuestra ascendencia occidental (blanca y cristiana, como añadiría un generalazo argentino de la época de Videla); ese ascendente de España y de los otros países europeos, más la influencia relativamente reciente de los Estados Unidos (el imperio más nuevo de la historia y el que quizás menos durará, por los vientos que soplan).

Un organismo estatal y laico, abierto para todos, sin distinción de raza, sexo, religión ni signo astrológico, ni de si se escribe o se cojea o se meten goles, con la izquierda o la derecha. Un organismo que permita articularse tanto a los salvadoreños en el interior como en el exterior. Porque no olvidemos a los que están afuera, y no se trata unicamente del tema remesas, no. Todo lo bueno que se resume en los que tuvimos la oportunidad, suerte, o aparente desgracia de irnos a vivir y aprender, pero también a enseñar cosas a otros países. Y no importa que nuestra partida tuviera como causa el exilio político o el exilio económico (que también es una especie de exilio).

Y esto incluye no solo a los que fuimos a parar a Estados Unidos, Canadá, Europa, México, y otros países de Amèrica Latina, porque hasta en la misma Australia tuvimos que fundar colonia y familia entre canguros. ¡Joder! ¡Que hasta en Alaska y las Siberias tenemos ya parientes o amigos! ¡Que estamos y somos más ricos que nunca! No seamos imbéciles, ayudémosle a Mauricio Funes Cartagena a transformar El Salvador en el micro-ship que tanto sueña. ¿O no leímos o escuchamos con suma atención su discurso de investidura?.

Esa es una de las mayores riquezas con que contamos ahora, porque, y oigáseme bien, ahora también tenemos por primera vez en nuestra historia un gobierno de izquierda, elegido por mayoría popular, que ha prometido transformar y revolucionar el país y que nos hace confiar en que por fin la suerte y la realidad de las obras estarán de nuestro lado, es decir, del lado del pueblo. Que todo eso es valioso. Cuidémoslo y exijámosle. Y la diáspora no es solo una fatalidad, nos hemos enriquecidos y somos más fuertes que antes, más fuertes que nunca desde hace 500 años. Todos queremos regresar o colaborar desde donde estemos y como podamos.

Esperemos a que el presidente de la república y su gabinete organicen la plataforma de despegue; no lo desconcentremos, ni a él ni a su gobierno con nuestros lloros y premuras de cipotes hambrientos, como si solo pensáramos en nuestras barrigas y necesidades inmediatas. Esperemos a que su arquitecto y equipo de ingenieros termine el trabajo de sentar las bases de la refundación. No se puede construír nada nuevo sobre bases flojas o torcidas, o sobre bases podridas. Somos un país con muchas complejidades, y una reestructuración o cambio verdadero necesita nuevas bases sobre las que construiremos el nuevo edificio. Él dará la señal o señales necesarias. Y entoces, a contruír todo lo que se pueda. Pero bien. Tenemos 5 años por delante. No es mucho, pero tampoco es nada. Hombres de poca fé.

Y claro que encontraremos apoyos y ayudas en todo el planeta si se trata de la cultura y el arte.

Notas

Escribo topiltzín con tilde, pero no estoy seguro de si se debe.

Solo el binomio Guillermo Escalón y Manuel Sorto superan eso: 4 películas en 2 años y pico. Pero jugando a 2.

La piscucha. Vuelo Número 3 (Mayo-junio, 1979. Editorial Universitaria. Consejo de redacción: Rafael Mendoza, Armando Herrera y Roberto Salinas).

Ladri di biciclette, de Vittorio de Sica (Italia, 1948).

Tire dié, de Fernando Birri (Argentina, 1956-58).

Birri nace en Santa Fé, en 1925. Considerado padre del Nuevo Cine Latinoamericano. Estudió cine en Roma; a su regreso a Argentina funda el Instituto de Cine de la Universidad del Litoral, donde se formarán importantes ténicos y realizadores que tomaran a los que coordina para el rodaje de Tire die y que serán de gran importancia 10 años más tarde tomando el relevo. Tire dié es la transcripción fonética de tire diez, lo que gritaban los niños de un pueblo argentino, mendingando una moneda de 10 centavos a los pasajeros del tren cuando pasaba por el pueblo. En 1962, influenciado por el neo-realismo italiano, realiza Los Inundados. Las dificultades para continuar su trabajo lo obligan a regresar a Roma, donde reside. Fue uno de los motores para la creación de la Escuela de Cine de San Antonio de Los Baños, en Cuba, bajo los auspicios de Gabriel García Marquez (quien también estudió cine en Roma) con el monto recibido junto con su medalla de Nóbel.

Ojo

Les debo la Ficha técnica de Topiltzín. No la encuentro. O nunca la tuve o la he perdido o por ahí anda. Otra de las calamidades de andar errante. Pero también tiene su cosas buenas y hermosas, y se aprende mucho.

Los documentos del cine salvadoreño: la tradición desconocida

Los documentos del cine salvadoreño: la tradición desconocida
Suele decirse que en El Salvador no existe tradición en producción de cine. Lo cierto es que sí la hay, pero sus características son poco conocidas.
Ruth Grégori
cartas@elfaro.net
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La mayoría de salvadoreños probablemente se sorprenderían al saber que las producciones que constituyen el acervo audiovisual cinematográfico del país sobrepasan la centena. En un siglo de historia, los géneros y formatos han sido variados, pese al predominio del género documental.

La historia del cine en El Salvador puede dividirse en tres períodos: la primera mitad del SXX, los inicios del séptimo arte en tierras salvadoreñas; la segunda mitad del SXX en que se sigue representando la realidad, se incursiona en el cine narrativo y más experimental, y se escribe el importante capítulo de la producción durante el conflicto armado; y el cine de la posguerra.

A inicios de siglo, como aún no existían las salas de cine, las funciones se realizaban al aire libre, proyectando las imágenes en los muros de iglesias o alcaldías, que eran los más grandes y blancas, y los espectadores debían llevar en qué sentarse. El fondo musical provenía de interpretaciones en vivo que iban desde marimbas y pianos hasta orquestas. Se anunciaba la función tocando las campanas o lanzando cohetes de vara.

El primer largometraje con argumento hecho en El Salvador fue “Las Águilas Civilizadas” (35 mm), del migrante italiano Virgilio Crisonino, una “historia de amor entre una campesina y un patrón malo que se exhibió en 1927 con gran éxito. No se conserva ninguna copia de esta película.

Durante los primeros cincuenta años de la historia del cine salvadoreño predominó el género documental y el formato de 35 mm. Casi toda la producción de esa época está ligada al nombre de Alfredo Massi, también inmigrante italiano, cuya obra documentada abarca 80 producciones, 25 realizadas en formato de 35 mm entre 1932-1934 y 55 en formato de 16 mm realizadas entre 1940 y 1966.

Massi estuvo involucrado en dos empresas cinematográficas en las que una serie de documentales de lo que gobernantes como Maximiliano Hernández Martínez, Oscar Osorio y José María Lemus se sirvieron para fines de propaganda política. Massi filmó y produjo el primer noticiero cinematográfico salvadoreño financiado con capital propio: “Lorotone”. Un documento importante de esa época es la filmación de los III Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe (1935). Otros ejemplos de sus obras son: “La revolución en marcha”, “El buen café salvadoreño” y “La Presa 5 de noviembre”.

La segunda generación

Entre los nombres de la historia del cine hecho en El Salvador en la segunda mitad del SXX se cuentan: José David Calderón, Alejandro Cotto, Baltazar Polio y André Guttfreund. Pero además surgieron una serie de esfuerzos institucionales para la creación cinematográfica, entre ellas una gubernamental, Televisión Educativa (TVE) y dos ligadas a organizaciones guerrilleras. La producción registrada de estos años alcanza los cincuenta títulos.

José David Calderón creó el primer largometraje salvadoreño: “Pasaje al Mundial” (1969), un documental que presentó el partido en que El Salvador clasificó al mundial de fútbol de México en 1970, y “Los peces fuera del agua” (1970), la primera película con argumento, exhibida en 1971. A él se atribuye los primeros esfuerzos por hacer cine comercial en el país.

Alejandro Cotto, quien estudió cine en México, realizó producciones por encargo de funcionarios o instituciones gubernamentales durante la presidencia de José María Lemus, pero sus creaciones le granjearon motes que iban desde “damo de la mujer de Lemus” hasta “comunista”, según la perspectiva de quien las viera. Eran los años de la Guerra Fría, de creciente convulsión social y del surgimiento de las organizaciones que más tarde conformarían el FMLN. Entre sus obras destaca “El rostro” (1960), que quedó entre las finalistas del Festival de Berlín.

Baltazar Polío filmó en 1975, al regresar de sus estudios de cine en Francia “Topiltzin” (pequeño príncipe en nahuat), el primer cortometraje experimental, sobre la vida de un niño vendedor de periódicos. En lugar de “dolly” para seguir los desplazamientos utilizó un carro escarabajo, en lugar de una grúa para seguir ascenso y descenso un sube y baja y una rueda de chicago. Esta película participó en el Festival de Cine de Bilbao España y en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba. Polío emigró a Estados Unidos a causa de la guerra, en donde continuó su trabajo audiovisual.

Televisión Educativa (TVE) creó en 1973 el Departamento de Producción Cinematográfica, al que se dotó del equipo técnico de producción audiovisual más completo de la época y en donde se hizo cine documental sobre diversos temas hasta que en 1987 el Ministerio de Educación ya no pudo mantenerlo. Cineastas de gran renombre, entre ellos el francés Jean Leduc y el italiano Roberto Rosellini, vinieron al país para brindar capacitaciones. Durante la presidencia de Napoleón Duarte TVE cae en descuido, por pérdidas y robos de materiales así como equipo fílmico y técnico.
“Géneros Cinematográficos”
» Documental: es una forma de representación de la realidad desprovista de toda manipulación o ilusionismo ficcional. Comprende subgéneros: Histórico (temas históricos), Bélico (temas de la guerra y su contexto), propagandístico (exalta una de las partes en el conflicto y se supedita a la difusión de una ideología), y otros que reflejan sucesos turísticos, culturales, deportivos, educativos, institucionales, etc.

» Cine narrativo: Va más allá de la reproducción de la realidad, la recrea o se basa en temas fantásticos. Retoma elementos narrativos como personajes, trama, desenlace, conflicto y resolución. Subgéneros: drama, cine histórico, parodia, musical, ciencia ficción, cine de acción (espionaje, aventura), comedia.

» Cine de Vanguardia:Transgresión de géneros establecidos, más experimentales, que surgen entre la I y II Guerras Mundiales: dadaísmo, surrealismo, expresionismo.
“ Géneros mixtos.

André Guttfreund, quien laboró por dos años en TVE, estudió posteriormente cine en Estados Unidos. Ahí desarrolló su actividad fílmica y ganó un Oscar por el cortometraje “In the region of Ice” (“En la región del hielo”) en la categoría de producción en 1976.

En 1979 el golpe de Estado que depuso al entonces Presidente Carlos Humberto Romero y el inicio de la guerra civil generaron un quiebre en la incipiente industria salvadoreña del cine.

El capítulo de la guerra en el cine salvadoreño

“La necesidad de los grupos clandestinos de promover su causa provocó el surgimiento de un medio alternativo para dar a conocer su versión de los hechos. Paradójicamente el grupo insurgente le sacó mejor provecho al cine que el gobierno, contrario a lo que otros sistemas han hecho a lo largo de la historia”. Así describe la incursión de organizaciones guerrilleras en la producción fílmica la investigación “Segunda Generación de cine salvadoreño 1960-1992” (UCA, 2002).

Uno de los principales aportes del cine de guerra fue el valor documental e histórico de las imágenes del conflicto. Se consiguió articular una organización y se hizo producción sistemática, además de que se establecieron mecanismos de distribución, destinados el público de las redes de solidaridad internacional.

Dos organizaciones guerrilleras crearon sus propios grupos de cine. Las Fuerzas Populares para la Liberación Nacional (FPL) creó el Instituto Cinematográfico El Salvador Revolucionario (ICSR), mientras que el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) creó el Sistema Radio Venceremos (SVR). Amabas organizaciones produjeron de forma sistemática y constante, también hubo aportes de otros grupos que formaban el FMLN.

Entre las obras de esta etapa cabe mencionar documental de la época fue “La decisión de vencer” (1981), del Colectivo “Cero a la izquierda”, integrada por Guillermo Escalón y Manuel Sorto, que más tarde se integraría al SRV, y la película “El Salvador, el pueblo vencerá”, de Diego de la Texera (ICSR, 1982), que tuvo distribución en 30 países y fue traducida a nueve idiomas.

Gran parte del material producido durante el conflicto quedó disperso. Ha habido pocos intentos por rescatarlo: La Universidad Nacional, el Museo de la Palabra y la Imagen (dirigido por Carlos Consalvi, que era parte del SRV), filmotecas extranjeras (debido a la participación en festivales), así como archivos particulares dentro y fuera del país.

El cine de la posguerra

Para cuando terminó el conflicto armado la actividad cinematográfica en el país empieza entonces a sufrir algunos cambios. En tanto que había predominado hasta entonces el género documental en el cine de la posguerra el género de ficción gana terreno de 18 títulos documentados hasta 2002, 10 pertenecen al género de ficción, los documentales ya no sólo retratan sucesos sino empiezan a interesarse en el subgénero biográfico, y los formatos de 35 y 16 mm ceden espacios a nuevas tecnologías como el formato digital.

Guillermo Escalón, del colectivo “Cero a la Izquierda” que formó parte del SRV, y quien dirigió diferentes documentales durante la época bélica, filmó en 1994 el documental “Alejandro”, un homenaje a la trayectoria del cineasta y activista cultural Alejandro Cotto. Este documental biográfico rompe la temática de la guerra y abre una nueva brecha para la producción cinematográfica salvadoreña.

El cineasta Jorge Dalton, Fundador de la Escuela de Cine en Cuba, ha realizado tanto documentales biográficos como cine de ficción. Su documental biográfico “Herido de Sombras” (1994, 1ª versión desaparecida, y 1999, 2ª versión) sobre la historia del grupo musical cubano “Los Zafiros”, obtuvo el III Premio Coral al mejor documental del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana en 1994.

“Nacidos para triunfar” (1994), un largometraje de Javier Durán sobre la historia del grupo musical salvadoreño liderado por “Josse Lora”, pese a haber sido catalogada como puramente “comercial”, forma parte de la historia del cine salvadoreño. Fue estrenada simultáneamente en 21 salas de El Salvador en 1994 y fue distribuida dentro y fuera del país en salas comerciales y renta videos.

En la producción fílmica de posguerra es interesante notar que algunos temas son intereses comunes. En el caso del género de ficción, tres títulos coinciden en el tema del fenómeno migratorio de los salvadoreños hacia Estados Unidos: “Homeland” (1999) de Doug Scout, la historia de un migrante salvadoreño, miembro de maras que llega a Nueva York y es deportado; “Silencio del amanecer” (1999) de Claudia Amaya, filmado en formato digital, trata del fenómeno de transculturización experimentada por una niña que viaja a Estados Unidos; y “Medio Tiempo” (2001) que narra la historia de un joven que vive en Las Vegas, manda dinero a su familia en El Salvador, y debe cuidar a su hermano adoptivo para que no lo maten, como al propio.

En el género documental dos filmes coinciden en el tema de la masacre de indígenas y campesinos que tuvo lugar en 1932: “AMA, La memoria del tiempo” (2002) descendiente del cacique asesinado en esa fecha, y “1932, la cicatriz de la Memoria” (2002) de Carlos Henrríquez Consalvi (ex miembro de SRV y actual director del Museo de la palabra y la Imagen) y Jeffrey Gould, basada en testimonios de sobrevivientes de la matanza. Esta además incursiona en el formato digital.

Las condiciones en que se han realizado las producciones que constituyen el legado de los cineastas salvadoreños bien puede constituir un capítulo aparte en la historia de nuestro cine. Igual ocurriría con el análisis y la valoración de los resultados de dichas obras. Sin embargo, es justo contradecir la idea comúnmente referida de que en El Salvador no se ha hecho cine. Más de un centenar de títulos, documentados, lo prueban.
“Filmes salvadoreños laureados en el exterior”

» “El rostro” (1960), de Alejandro Cotto: entre las finalistas del Festival de Berlín.

» “Topiltzin” (1975) Baltazar Polío: participó en el Festival de Cine de Bilbao España y en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba.

» “In the region of Ice” (“En la región del hielo”) (1976) de André Guttfreund, ganó un Oscar por el cortometraje en la categoría de producción

» “La decisión de vencer” (1981), del Colectivo “Cero a la izquierda”, integrada por Guillermo Escalón y Manuel Sorto, que más tarde se integraría al SRV: ganó “La Palma de Oro” en el XXIV Festival de Cine de Liepzig, Alemania, y el Gran Premio Coral en el III Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

» “El Salvador, el pueblo vencerá”, de Diego de la Texera (ICSR, 1982): participó en siete festivales internacionales, ganó cinco premios, entre ellos el Gran oral del II Festival de Cine Latinomericano de la Habana, Cuba; Premio Saúl Yelin, otorgado por el Comité de Cineastas de América Latina; y Premio de la Asociación Internacional de los Críticos del Cine en el Festival de Lille, Francia.

» “Herido de Sombras” (1994) de Jorge Dalton: obtuvo el Premio Coral al mejor documental del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana en 1994.

“FUENTE: Tesis de grado Lic. En Comunicación y Periodismo UCA”

» “Los pioneros del cine en El Salvador” (2001). Autores: Scarlett Cortéz, Mauricio Ramírez, Carlos López.
» “Segunda generación de cine salvadoreño 1960-1962” (2002). Autores: Ivette Amaya, Oscar López, Lilian Martínez, Beatriz Valdés.
» “Producciones Audiovisuales desde 1992 hasta 2002” (2002). Autoras: Lidia Castro, Regina Arbizú, Ileana Colocho.

El Pichón: poeta de la resistencia popular salvadoreña Entrevista con José Roberto Cea

El Pichón: poeta de la resistencia popular salvadoreña
Entrevista con José Roberto Cea

SAN SALVADOR, 17 de agosto de 2014 (SIEP) Desde fuera de su casa en la emblemática colonia Santa Cristina de Santa Anita, se oye desde las alturas, el tableteo victorioso de la maquina de escribir que usa El Pichón Cea, que resguardado por el imponente y fiel Charcam, continúa a sus 76 años, acechando a los enemigos de la alegría y tendiéndole emboscadas a la injusticia.

Nos recibe con su tradicional sonrisa. Estoy terminando esto que voy enviar a Venezuela porque se cumple el 200 aniversario de la Carta de Jamaica de Simón Bolívar, nos comenta entusiasmado, mostrándonos unas cuartillas amarillentas. Hablamos de poesía y revolución.

Es lo mismo, la poesía, la revolución y la felicidad es la vida, no cambia. Y hay que hacerla todos los días porque si no lo hacemos no tenemos vida. Fíjate que estoy escribiendo hoy a partir de la Carta de Jamaica, trabajando con el pensamiento de Bolívar, que es tan actual, que tiene mucha vigencia para enfrentar los problemas de las sociedades latinoamericanas. Y de la nuestra.

Soy de Izalco…

Soy de Izalco, salgo la primera vez cuando tenía 13 años, voy a Sonsonate y a Santa Ana, y a San Salvador y luego regreso a la capital cuando tenía 17 años. Mi mamá se llamaba Isabel y la conocí a los cinco años, y mi papá Alberto, aunque a él lo conocí ya instalado, vino a verme, a buscarme. Ellos me tuvieron siendo muy jóvenes.

Por eso a mi me crío mi abuela, soy hijo de mi abuela materna, que se llamaba Concepción, le decían la Niña Chon. Nací en 1938. Y vivíamos en Izalco Arriba. Fíjate que una vez vino a visitarme una delegación de compañeros de la Alcaldía del Común y en una discusión me dijeron –no, es que usted es de los de arriba. Suerte que no me dijeron mestizo o ladino que ya sería casi como una puteada.

Mi abuela se encargaba de aclararme: vos no sos indio! Mi abuela era de origen sefardí, chelita, pelo caoba. Era hija de mi bisabuela Paula. Estaba casada con Rosalío Veliz, de oficio ebanista. Pero fíjate que mi segundo apellido es Arucha., Cea Arucha. Y vivíamos atrás de la iglesia, en el Barrio Santa Teresa. Mi abuela vendía en un mercadito que quedaba frente a la Iglesia, la de arriba. Fue ella la que me llevó a bautizarme con el cura Ricardo Cea, a quien ella había también criado, ya que era su sobrino.

En los años cuarenta Izalco era un pueblo triste. Temor, se respiraba temor. El sometimiento se había apoderado de las gentes. No es casual que sea en Izalco donde ARENA inicia sus campañas políticas. Es simbólico ya que es el pueblo que masacraron en el 32, el abuelo de Calderon Sol, Tomás Calderon Sol. Tomá en cuenta que nací seis años después del 32. Acababa de pasar la masacre. Había mucho silencio, no se podía hablar de lo que había pasado, había mucho miedo. La gente señalaba casas donde habían vivido comunistas. Y en la casa se hablaba y yo escuchaba atentamente: ese vecino anduvo metido, no vayas a jugar a esa casa, en ese rancho se reunían “los del 32” o los “del comunismo.”

El ser señalado como comunista era como “hijillo” o sea te estaban condenando a muerte. Había el estigma. Me acuerdo que mi abuela se relacionaba con los Ama porque estos hacían festejos. Cada barrio hacía sus festejos y las familias participaban. Se organizaban procesiones de visita a San Antonio del Monte, a Esquipulas, a La Perla., a Jicalapa, eran jornadas en carreta o a pie. Existía un tranvía de Izalco a Sonsonate pero dividido en tramos y había que trasbordar en la Fabrica de Azucar. Era un tranvía tirado por mulas o por bueyes. Y ya en Sonsonate si ibas para Acajutla abordabas la famosa Bala de Plata. De Izalco para Sonsonate a veces te tomaba hasta tres horas.

Fíjate que en Izalco se juntaron para el 32 dos grandes tendencias y tradiciones que explican el levantamiento, por una parte, la fuerte tradición y presencia indígena, las hermandades y cofradías, el legado de los Ama y la lucha por la tierra y por otra parte, la tradición proletaria, comunista, subversiva, acordate que por aquí pasaba el tren, el ferrocarril, había el eje Izalco- Sonsonate-Acajutla, de trabajadores organizados, y militantes del PCS, de nuestro incipiente proletariado. Indígenas y obreros. Y el contacto de estas dos fuerzas provocó el estallido social, el levantamiento.

En el 2002 fui invitado a participar en el 70 aniversario de la Masacre y había gente en el pueblo, compañeros míos de escuela que fueron al acto solo por ver si era verdad que yo había asistido porque no lo creían, no creían que iba a llegar, seguían prisioneros del miedo, del temor de 1932. Y después se divulgó que yo había dicho que no iban a alcanzar los postes de Izalco para colgar a tanto hijo de su mamá reaccionario. Así es la situación, para que te hagas una idea de la intensidad del temor por el 32, setenta años después. Y todavía sigue…
.
Empecé a asistir en Izalco a una escuela que no tenía nombre, y luego le pusieron Centro Escolar Cantor. Eran profesores Gustavo y Lizardo González. Este último era represivo, pero después nos hicimos amigos. Me acuerdo que promovía el estudio del nahuat, en los años cuarenta. Fue hasta después que entendí el valor de este esfuerzo. Fíjate que el director nos pegaba con unas grandes llaves que tenia porque nosotros éramos muy jodiones, no hacíamos caso, nos ordenaban limpiar el aula y no obedecíamos. Éramos inquietos.

En esa época el horario escolar era de 7 a 10 de la mañana y de 1 a 4 de la tarde, estudiabas todo el día. Por la tarde era educación física y artes manuales. Aprendías a hacer petates, sopladeras de tul, etc. Uno de los castigos más temidos era que te dejaran castigado hasta las 11 de la mañana porque entonces ya no podías irte a bañar a Atecosol. Perdías el baño. Íbamos a Atecosol todos lo días. El lugar era más pequeño que hoy y público.

Luego el también profesor Alfredo Calvo recopiló un Vocabulario Nahuat y fijate que se lo publicó la Universidad Francisco Gaviria, y el día que lo iban a presentar – y él me había invitado- cuando venía de Izalco sufre un accidente y muere. Ya no hubo presentación. El Plan Básico lo hice en Sonsonate, en el Liceo Sonsonateco, añorando regresar a Izalco para irme a bañar en Atecosol. Tanto en Izalco como en Sonsonate había discriminación social por parte de los profesores. Tanto tienes tanto vales.

En Izalco predominaban como familias cafetaleras los Barrientos y los Herrera. Y estos estaban vinculados, se casaban con familias adineradas de San Julián.

Esperaba con júbilo la llegada de las fiestas de Semana Santa porque siempre me sacaban de algo y me gustaba. A veces salía de cirral llevando el cirio o de prodigo. Cada día de la Semana Santa era especial y lo disfrutaba. Me acuerdo de la solemnidad de la procesión del Jueves Santo, con hábito morado. O cargando la imagen de vestido negro. Todo esto organizado por las hermandades, por las cofradías del Común. La religiosidad es muy poderosa en Izalco y se mantiene.

Para las Navidades en cada casa hay nacimientos. Y están las famosas Entradas, que eran visitas de barrios en los que se mandaban regalos y se llevaba al Niño Dios. A propósito, a veces me sacaban de Niño Dios. Y el 8 de diciembre en Izalco Arriba era la elaboración de tronos para la virgen y el 15 de agosto en Izalco Abajo para la Virgen de Asunción. Cada barrio lleva su trono. Y el sincretismo permite la participación de 200 tortugas tocando para el Niño Dios.

Mi lucha contra Osorio

Tenía diez años cuando la revolución de Osorio en el 48. Y me acuerdo que convocaron para un mitin en el parque y lo llenaron de gallardetes de propaganda, y anduvieron anunciándolo y junto con mis amigos del barrio fuimos y arrancamos y rompimos todos esos papeles, y después andaba un profesor que le decían Farruco Rivera preguntando que quienes habían sido. Y todavía tenía pedazos en mi bolsa del pantalón. Fue una ocurrencia de niños pero a la vez mi primer acto de rebeldía ante los poderosos.

Fíjate que el régimen de Osorio, que modernizo el Estado y fue a la vez muy represivo, estuvo fuertemente influenciado tanto por el peronismo (Argentina) como por el cardenismo (México). Esto lo desarrollo en mi obra La Generación Comprometida. Osorio moderniza el Estado salvadoreño y por supuesto la educación. Nombra a Reynaldo Galindo Pohl como ministro y este impulsa el modelo de las Brigadas Educativas. Establece las Normales Rurales y envía profesores al campo. Es una revolución educativa que enseñan hasta como usar el azadón. Frente a esto reaccionan los oligarcas protestando.

A los quince años me vine para San Salvador. Ya antes había venido un grupo familiar donde me instale. Vivíamos en la Colonia Centroamerica. Este grupo familiar se tuvo que regresar a Izalco porque mi abuela se enfermo y había que cuidarla. Luego me fui a vivir a la casa de Tula Quiteño, hermana de Serafín Quiteño, que era un amigo que tenía una finca llamada El Angel en Ayutuxtepeque.

Es por esa época, años 53 o 54, que empiezo a visitar asiduamente la Biblioteca Nacional que estaba ubicada en la 6ta. Avenida Norte, a la vuelta del Parque San José, donde después estuvo la Sinfónica. Era un joven inquieto, lector incansable, ávido de nuevos horizontes culturales. Pasaba mucho tiempo en la Biblioteca, y ahí conocí a muchas personas. Trabajaba cuidando casas para sostenerme o de sereno. Ahí es que conozco, que me conecto con jóvenes ya organizados en la Juventud 5 de Noviembre, organización vinculada al PCS, que era clandestino. Ahí conozco a Jorge Campos y a Berta Ochoa.

Ana Rosa Ochoa

Berta Ochoa era bailarina y además sobrina de Ana Rosa Ochoa, que era la dueña de la Librería Claridad, que quedaba donde antes fue el Liceo Americano y hoy es el Supermercado Selectos, frente al Parque San José. Me parece que esta librería estaba desde los años veinte, ya que ella fue secretaria particular de Alberto Masferrer. La mamá de Berta se llamaba también Berta y era hermana de Ana Rosa y trabajaba también en la Librería Claridad. Fíjate que Ana Rosa Ochoa publica en México en 1954 un libro titulado Perdigones Quemados, en el que por primera vez en nuestro país se hace una defensa de las teorías y valores del feminismo.

Ana Rosa era de la misma generación que Mercedes Maiti de Luarca, la mujer del Indio Luarca, que después del 32 se fue para Panamá y allá hizo vida de luchador social. De la generación de Juan Ramón Uriarte, que fue director de la Normal de Maestros; Víctor Guirola, el papá de Norma, es de esa misma generación.

Estaba adelantada a su tiempo. Búscalo y léelo. Ella muere en los años sesenta y la librería desaparece. Era blanca, guapa, cara redonda. La Librería Claridad era un espacio de encuentro entre poetas y revolucionarios. Ahí llegaba Reynaldo Robles, salvadoreño-mexicano. Por cierto ahí fue que nos enteramos de la expulsión como secretario general del PCS de Julio Fausto Fernández, era un comunicado, una hojita en fondo azul, que se usaba bastante en esa época. Por cierto después me llevó un su libro y lo mande a la mierda. Pero habían escritores que mantuvieron esa relación, como Álvaro Menéndez Leal, que estaba casado con una hija de Fernández, y por eso le financiaba el programa Teleperiódico.

Me acuerdo que con Jorge Campos nos inscribimos como oyentes en la Escuela de Periodismo, que dirigía Napoleón Rodríguez Ruiz. Ahí formamos el Círculo Literario Universitario, en herencia al de Roque Dalton, junto con El Decanito, o sea Alberto Orellana Ramos, Rafael Aguiñada Carranza, que era de la Asociación de Estudiantes de Artes Plásticas, de la escuela Carlos Alberto Imeri. Estaba también Chema Cuellar, Guillermo Lara, Chepe Vides que recién regresaba de Guatemala junto con su esposa Carmencita; y que junto con Jorge Arias Gómez fue de los que combatieron en El Espino en diciembre de 1944.

Frente a la Librería Claridad se encontraba el Cafetín Izalco, que adoptamos como cuartel general. Ahí era donde armábamos la revista literaria El Gallo Gris, junto con Antonio Velasco Iglesias, que era dirigente de la CGTS; y Raúl Padilla Vela, también dirigente sindical. Por cierto fíjate que una vez me enoje fuertemente con Raúl porque se le ocurre enviar para Moscú mi colección personal del Gallo Gris. Era importante me explicaba, sí, pero era mía le respondía.

Fíjate que ingrese al Conservatorio Nacional de Música, que era dirigido por Nicolás Arene, abuelo de Alberto Arene. Era parte de la Dirección General de Bellas Artes, que fue otro proyecto vinculado a la reforma educativa impulsada por Osorio. Yo me entero de su existencia allá en Sonsonate por las Brigadas Educativas que ya te mencione, que anunciaron su creación con oportunidades para estudiar teatro, música, literatura, etc.

San Salvador era un pueblón

San Salvador era en los años cincuenta un pueblón y todos estos cambios promovidos por Osorio impactaban fuertemente. Fíjate que así como en Managua habían muchos predios baldíos y tomaba tiempo ir de un lugar a otro. Yo quería ser cantante o pianista. Me veía reflejado en Agustín Lara, cantando y al piano. Mi sueño era el piano. Pero cuando el maestro, un austriaco, también había un suizo, me vio los dedos inmediatamente me sugiere que mejor estudiara para aprender el celo. Pero sucede que el celo no me gustaba.

Ahí estudiaba la mujer de Roberto Bracamonte, gran pianista y concertista, América Valencia Bazzaglia, gran amiga a quien por su belleza elegimos como la reina de los Estudiantes de Música. Y le hice la salutación y después se fue para Italia y cuando regrso se casó con Roberto. Fíjate que ahí organizamos una huelga en 1953 como Asociación de Estudiantes de Música, para echar a los profesores debido a que algunos maestros eran irresponsables, no llegaban a darnos clase, etc.

Esta Escuela de Música quedaba frente al Campo de Marte, sobre la Juan Pablo II, donde quedo después la Singer, una casa con repujados…Estudie dos años y medio, teoría musical, armónica, teoría literaria, Beethoven, Bach, Mozart, y como necesitaba datos los conseguía en la Biblioteca…Ahí estudiaba también ballet Berta Ochoa, Breny Cuenca que acababa de regresar de Honduras, y por esa época vino también de ese mismo país Pedro Geoffroy Rivas.

En el año 54, luego del derrocamiento de Arbenz en Guatemala empezaron a venir muchos guatemaltecos exilados. Entre estos se encontraba los poetas Rudy Arqueles Morales y Otto René Castillo, y ellos traían nuevas experiencias y además estaban políticamente avanzados, conocían de marxismo, de literatura, de cultura en general y aquí encontraron las condiciones para seguirse desarrollando y aportar. Estaba también Mario Lara que vivía n la Colonia Ferrocarril. Por ese tiempo llegó también de las lejanas y calurosas tierras de Chalatenango, Roberto Armijo.

Por ese tiempo también regreso el español exilado y además republicano Edmundo Barbero a la Dirección General de Bellas Artes para encargarse del Teatro Universitario. Antes había estado un francés, Andre Moreaux, que por cierto montó la obra Edipo Rex a un precio escandaloso de 27,000 colones, y en la que participa actuando el Viejo Miguel Ángel Parada.

En todas estas andanzas me fue contactando con núcleos organizados del PCS como la Asociación 5 de Noviembre, en la que habían comunistas como Rafael Aguiñada Carranza. Ya para el 58-59 en la lucha contra Lemus ya ando metido en esto. Incluso me acuerdo que leíamos bastante a Gramsci, lo que no era muy del agrado de algunos camaradas celosos de la ortodoxia, no era bien visto. Y ya en los sesenta paso a trabajar en la propaganda. Y me acuerdo que también publicamos un folleto de Mao sobre la cultura y nos llamaron la atención.

Acordate que estamos ya en pleno debate chino-soviético. Después publicamos un folletito de Mao contra el liberalismo. Y también…Se levanta y va hacia un cuarto anexo y regresa con un folleto amarillento, que en su portada dice Ediciones Farabundo, Diciembre de 1963. Documentos del Partido Comunista de la Unión Soviética y del Partido Comunista Chino. Fíjate que hubo una vez que repartimos en un solo día 50,000 ejemplares de un manifiesto del Partido y esto sorprendió y quizás pienso que hasta atemorizo a la dirección, el responsable era Raúl Castellanos Figueroa.

Y para entregar cuentas de los gastos de propaganda por joder a Roberto Castellanos Calvo, Boca de Trapo, el financiero del Partido, le llevábamos hasta los tiquetes de los buses. Por cierto al hijo de Roberto, lo jodieron, le dieron una gran penqueada allá por San Martín una vez que reprimieron una huelga de trabajadores del IRA.

Me acuerdo que tuve la responsabilidad de imprimir todos los materiales que se discutieron en el V Congreso del PCS, incluido Estatutos, Programa General, Informe del CC y Programa Agrario. Teníamos un andamiaje extenso para la propaganda con varios centros de impresiones, que después fueron entregados. Por cierto había un sector de la juventud de esa época, la Vanguardia de la Juventud Salvadoreña, que andaba entusiasmada con los chinos, ahí estaba el Zarco Herrera, Mario Aguiñada, Pelo Pincho entre otros. Participaba también Guillermo y Manuel Reyes, el ingeniero que después participó en el golpe de estado de marzo del 72. Le decíamos IBM, Inmensa Bola de…

Fíjate que una vez me encuentro a un compañero de confianza y me dice: mirá y ustedes tienen un local allá en la Colonia Flor Blanca. Era un centro de impresiones, grande. ¿Y por qué me preguntas? Es que la policía le cayo así que mejor andá a escóndete. Y no uses vehículos del partido. En el 66 les entregue todo luego de ofrecerles entrenar a alguien para que asumiera.

En esos días teníamos un programa de noticias en la YSKL que se llamaba Mediodía y desde ahí comentábamos al realidad nacional e internacional. Participaban Oswaldo Escobar Velado, Tirso Canales y otros. Oswaldo era muy respetado por todos nosotros. Fue maestro de la llamada Generación Comprometida. Fue el más comprometido de los luchadores antifascistas contra el dictador Martínez, y un baluarte de la literatura social, de la denuncia poética cuando la mayoría de los escritores escribían sobre florcitas, como es el caso de Hugo Lindo y Trigueros de León.

Y fíjate que una vez la policía del programa Mediodía nos fue a traer, como les quedaba a la vuelta, allá por la Polar, entonces quedaba ahí cerca el Círculo Militar, pero logramos zafarnos y nos fuimos a refugiar a un local donde Camilo Minero estaba haciendo un mural de Gerardo Barrios. Narciso Hidalgo y Zeledón, que fue locutor y presidente de la APES logró armar un archivo del programa Mediodía de los años 1958-1959.

El 25 de enero de 1961 soy capturado junto con otros compañeros y nos lanzan hacia Guatemala. Allá nos informan que se ha creado el grupo guerrillero, el FUAR y que debíamos regresar para integrarnos a la lucha. Nos fuimos de Guatemala para Honduras para desde ahí ingresar a El Salvador. Fuimos vatios, entre estos el Choco Raúl Flores Ayala, Mario Moreira que le decíamos Madre Superiora por su porte; el Peche Héctor Oquelí Colindres.

En Honduras nos recibe el Dr. Miguel Ángel Saenz Varela, y nos mandaron a principios del año 62. Nos recibe ya en El Salvador Carlos Lenin Ramírez, el famosos Chino, pero nso deja a la intemperie, en el campo y los zancudos nos hartaron. Ya en San Salvador quedamos en la semi clandestinidad y se nos asigna la tarea de “ganar la calle.” Ganar nuestro derecho a vivir en el país, así era entonces.

Había en esos dis en la Universidad tres grupos de izquierda: el Movimiento de Izquierda revolucionaria, MIR, la Acción Estudiantil Universitaria, AEU, dirigido por Jorge Arias Gómez, más vinculada al PCS, y el FUC en el que estaba Mario Moreira, Huevo Castillo y Albino Tinetti, que era muy bueno.

En el 72 viajo a Santiago de Chile a conocer la experiencia de la Editorial Quimantu. Y tuve la oportunidad de ver el proceso chileno, la conspiración de la derecha. Y les dije: aquí va a haber golpe y pronto. Se respiraba en el aire. Y me respondían: los militares chilenos son diferentes no son como los centroamericanos. Diferentes porque fueron peores, más asesinos. Me quede en la casa de la Sociedad de escritores de Chile, conocí a Neruda…y también conocí a Esteban Pavletich, lo ubicas, peruano de origen yugoslavo, marxista, revolucionario, uno de los internacionalistas que vinieron en los años treinta a ayudarnos, ya estaba en silla de ruedas pero muy lucido…¡Un honor!

1977: el 60 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre en El Salvador

1977: el 60 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre en El Salvador
Por Roberto Pineda 18 de agosto de 2014

Diversas organizaciones populares vinculadas al Partido Comunista como la FUSS y el partido UDN ya bajo la dictadura del General Carlos Humberto Romero celebraron en octubre-noviembre de 1977 con diversas actividades el 60 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, que inicio la época de las revoluciones proletarias en el planeta.

Entre estas actividades se encuentran charlas en Santa Ana, San Miguel, Usulutan y La Unión; que incluyeron exhibición de diapositivas y del documental “Lenin y la III Internacional.” A la vez la dirección de los comunistas salvadoreños publicó un extenso documento acerca de este acontecimiento.

Asimismo se publica en el número 95 de Voz Popular, reiniciada su publicación luego de un hiato de diez meses, un documento crítico sobre las posiciones eurocomunistas del entonces secretario general del Partido Comunista español, Santiago Carrillo. A continuación hacemos un resumen de ambos documentos, en un esfuerzo por conocer la visión internacional del PCS, de esta época, en el marco de este ya prolongado estudio sobre las ideologías políticas en El Salvador, en la parte correspondiente al marxismo.

60 años de la Gran Revolución Socialista de Octubre

“Hace 60 años la Humanidad fue estremecida –inicia el documento del comité central del PCS- en medio de la Primera Guerra Mundial, por la Gran Revolución Socialista de Octubre, la hazaña del proletariado revolucionario de la vieja Rusia, llevado a la victoria por la conducción magistral del Partido Bolchevique, organizado, educado y dirigido por Vladimir Illich Lenin. Esto acontecimiento no solo significó un viraje radical en la vida social y política de Rusia, sino que ha sido sin duda el más importante y determinante suceso del presente siglo, puesto que modificó por completo el curso de la historia de toda la humanidad.”

Agrega que “el Gran Octubre Rojo comprobó la verdad científica del marxismo y, en particular, su tesis fundamental de que la clase obrera es la fuerza más revolucionaria bajo el capitalismo, capaz de liquidar la explotación del hombre por el hombre hasta sus cimientos, liberar al conjunto de la sociedad definitivamente de la división de clases antagónicas y abrirle las puertas a un desenvolvimiento histórico, esencialmente superior y distinto a todo lo vivido hasta entonces. Al mismo tiempo, la grandiosa hazaña de la Revolucion de Octubre entregó al proletariado y a los pueblos de todo el mundo, una extraordinaria arma teórico-práctica revolucionaria, el leninismo, desarrollo creador del marxismo en las condiciones de imperialismo.”

Considera el documento que “bajo la influencia bienhechora de la hazaña bolchevique, se crearon la mayoría de los Partidos Comunistas y Obreros de la actualidad, y las ideas iluminantes de Lenin se convirtieron en la guía segur de todo el Movimiento Comunista Internacional, la fuerza política de alcance mundial más influyente de la Historia. El Gran Octubre dio un potente impulso a la lucha por el socialismo de la clase obrera de los países capitalistas y abrió, para los pueblos sometidos al colonialismo y a otras formas de dominación imperialista, las condiciones, la posibilidad y el apoyo necesarios para conquistar su liberación nacional…”

Plantea que “desde octubre de 1917, en el breve plazo histórico transcurrido , el pueblo soviético, impulsado por la portentosa energía creativa desatada por la revolución socialista, ha recorrido un glorioso camino de radicales transformaciones sociales, políticas y culturales, y realizado pasos gigantes en su propio progreso general: abolió l régimen burgués de explotación y todas las otras formas de explotación anteriores al capitalismo existentes en su inmenso país multinacional; abolió la opresión nacional y creo una comunidad de naciones hermanas, iguales en derechos, que edificaron juntas un poderoso e imbatible estado proletario internacionalista; se abrió el acceso a la educación para todos sus componentes, elevó a los niveles más altos de la cultura y conquistó las cumbres de la ciencia universal…”

Subraya el documento de los comunistas salvadoreños que “en la gestación y victoria de la Revolución de Octubre, en el triunfo definitivo del socialismo en la URSS y, ahora, en la fase de tránsito al comunismo, ha sido determinante el papel revolucionario de vanguardia del Gran Partido de Lenin. El PCUS ostenta para siempre los grandes galardones de haber sido el primer partido de nuevo tipo de la clase obrera, dirigente de la primera revolución socialista victoriosa, fundador del Primer Estado Socialista y, seguramente, conquistará un galardón más como constructor de la Primera Sociedad Comunista.”

Reconoce que “el prestigio conquistado por el PCUS y la Unión Soviética ante todos los pueblos, es también un factor que favorece la marcha del proceso anti-imperialista mundial; por eso nuestros enemigos se esfuerzan hoy, con renovado impulso y refinados métodos demagógicos, en deformar la verdad política y social del país soviético y de otros del campo socialista.”

El octubre rojo inspiró a la clase obrera salvadoreña

Añade que “la estremecedora victoria del proletariado revolucionario en Rusia, y el auge revolucionario mundial que siguió mal Octubre Rojo, insufló combatividad e inspiró ideológicamente a la clase obrera salvadoreña, que comprendió desde los años 1918-1919, y sobre todo durante la década de los veinte, una inusitada actividad, culminada con la creación del Partido Comunista de El Salvador (PCS) y con la insurrección obrera-campesina de enero de 1932, seguida de un gran baño de sangre contra-revolucionario, luego de su derrota.”

Señala que “a pesar de la extrema debilidad a que lo condenó este severo revés, sufrido amenos de dos años de su nacimiento, el PCS desempeñó un papel importante en la reagrupación de las fuerzas democráticas y en las acciones decisivas que derrocaron, en 1944, la sanguinaria tiranía de los 13 años, lo mismo que en la condena del nazi-fascismo y la solidaridad con la URSS durante la Segunda Guerra Mundial.”

“Perseguido añade el documento citado y obligado a profunda clandestinidad durante muchos años, el PCS mantuvo en alto la bandera el socialismo y el comunismo, promovió continuamente a la clase obrera a organizarse, unirse y luchar; se esforzó por unir a las fuerzas democráticas y promover la lucha por la libertad y la solidaridad con los demás pueblos, pero fue solo hasta el triunfo de la Revolución Cubana, su rápido tránsito al socialismo y el decisivo e impresionante respaldo que le dio la Unión Soviética, cuando nuestro pueblo tuvo la oportunidad de mirar de cerca lo que es el socialismo y lo que significa la solidaridad del gran país de Lenin.”

Precisa que “el PCS contó entonces con condiciones favorables para llevar con amplitud a la clase obrera y al pueblo en general las ideas del socialismo y difundir la realidad de la URSS y su papel histórico mundial, vincularse cada vez más extensa y raigalmente con las masas y, elaborar en consecuencia, una línea cada vez más acabada y certera, promover con éxito la unidad de las fuerzas democráticas populares y, junto con ellas, lanzar sucesivas ofensivas políticas de gran envergadura, que han terminado agrupando a la gran mayoría del pueblo y aislando a la reacción y su tradicional instrumento de poder, la dictadura militar derechista instaurada desde diciembre de 1931.”

Concluye que “el Partido Comunista de El Salvador –está seguro que con él la clase obrera y el pueblo salvadoreño- rinde un emocionado homenaje al pueblo soviético y al PCUS, en ocasión de celebrarse el 60 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, que como bien dijera Lenin, inició “una nueva época en la Historia Universal, época en que domina una clase nueva que se halla oprimida en todos los países capitalistas y que en todas partes avanza hacia una vida nueva, hacia la liberación de la humanidad del yugo del capital y de las guerras imperialistas.”

A propósito de las declaraciones de Santiago Carrillo, Secretario General del P. C. Español

La comisión política del PCS, en declaración oficial del 7 de octubre de 1977 considera que “cuanto mayores han sido el prestigio de la URSS y su poderío, tanto mejor y más favorable ha sido y será ello para la lucha de los pueblos de todo el planeta, y tanto más rápido ha avanzado y avanzarán hacia su liberación, en el camino hacia el socialismo…Por ello nos aceptamos las declaraciones públicas que ha venido realizando el camarada Santiago Carrillo, Secretario General del Partido Comunista español (PCE), endilgadas contra el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS),ni ciertos conceptos suyos vertidos en su libro “Eurocomunismo y Estado.”

Agrega que “según se desprende las aludidas declaraciones y conceptos, el camarada Carrillo cree que para los comunistas españoles puedan avanzar en su lucha, es necesario dirigir ataques contra el PCUS y que a su vez, es conveniente que el PCUS dirija ataques contra ellos. Esta tesis contradice el curso histórico del proceso revolucionario mundial y de los partidos comunistas europeos en particular, cuyo engrandecimiento a estado vinculado de muchas maneras a la gloriosa epopeya del PCUS y del pueblo soviético: a su internacionalismo ejemplar, al aprovechamiento d su riquísima experiencia revolucionaria; a las geniales e inmortales ideas de Lenin.”

Considera que “el camarada Carrillo da la espalda a esta verdad de la vinculación esencial y objetiva ente el papel internacional del PCUS y la URSS, con el desarrollo del proceso revolucionario mundial: al hacerlo así, lesiona los intereses de todas las fuerzas anti-imperialistas, al mismo tiempo que introduce un factor que actúa por la división del Movimiento Comunista Internacional.”

Aclara que “no es que el Partido Comunista de El Salvador (PCS) considere que las actuaciones nacionales e internacionales de los partidos comunistas, incluido el PCUS, sean indiscutibles e incriticables, o que el proceso de construcción del socialismo en los países del campo socialista, incluida la URSS, haya estado exenta d errores y deficiencias. Cada partido Comunista responde por su conducta ante su clase obrera y su pueblo, pero también ante el proletariado mundial y el Movimiento Comunista Internacional.”

Por lo que “las relaciones entre los partidos integrantes del Movimiento Comunista Internacional se asientan en su independencia, en el no sometimiento de unos a otros pero también en la base principista común del marxismo-leninismo, en la solidridad mutua, activa e inquebrantable y en la crítica camaraderil de unos a los otros.”

“Por nuestra parte –afirman los comunistas salvadoreños- rechazamos categóricamente que haya o pueda haber un marxismo-leninismo no revolucionario o reformista para Europa Occidental y otro revolucionario para el resto del mundo, no aceptamos la idea consiguiente que la revolución social sea un asunto de los países atrasados pero una necesidad “superada” por el desarrollo capitalista y por la lucha de clases en ellos; nosotros consideramos que tales tesis implícitas en los conceptos expuestos por Carrillo, tienen una negativa significación teórica general y que, por lo tanto, deben ser rebatidos:”

Se constituye la Confederación Unitaria de Trabajadores Salvadoreños, CUTS

El 4 de diciembre de 1977 las tres principales centrales del país, FUSS, FESTIAVTSCES y FENASTRAS se unifican en la Confederación Unitaria de Trabajadores Salvadoreños, CUTS. La Creación de la CUTS, conquista histórica del proletariado salvadoreño, fue el resultado de un largo y complejo trabajo de unidad sindical, emprendido y orientado por los comunistas salvadoreños aglutinados en el sector sindical del PCS.

Al acto de constitución asistieron representantes de la Liga para la Liberación (LL) y del Frente de Acción Popular Unificada (FAPU). Posteriormente FENASTRAS se constituye en el brazo sindical del FAPU, vinculado a la organización político-militar Resistencia Nacional (RN) y logra una fuerte presencia en el movimiento de los trabajadores urbanos.

La primera Directiva Confederal quedo integrada por Ricardo Martínez Flores, como Secretario General; junto con Fernando Cortez Ávalos (Organización), José Arnulfo Grande (Conflictos), Ricardo Erazo (Finanzas), Rigoberto Torres (Relaciones Nacionales) , Diego Flores (Relaciones Internacionales) , Salvador Sánchez Hidalgo (Educación Sindical) , Adán Chicas (Prensa y Propaganda), Mario Rivera (Asuntos Agrarios), Reyes Henríquez (Seguridad Social)y Alfredo Hernández Represa (Actas y Acuerdos). En ese momento el secretario general de la FUSS, que inauguró el evento, era el militante del PCS, Maximino Jaimes, que hoy vive en Edmonton, Canada.

Derrotemos la Ley de Defensa y Garantía del Orden Público. Comisión Política del PCS. Diciembre de 1977

“El gobierno del General Romero- afirma la declaración del PCS- ha asestado un nuevo golpe a los ya maltratados y precarios derechos humanos y democráticos de nuestro país, al hacer aprobar por su incondicional Asamblea Legislativa la llamada “Ley de Defensa y Garantía del Orden Público.” Esta ley prácticamente anula los derechos individuales y colectivos establecidos por la Constitución y establece un Estado de excepción permanente (comúnmente llamado estado de Sitio) sin necesidad que la Asamblea decrete la suspensión temporal de las garantías constitucionales.”

Considera que “en el plano jurídico, es una ley opuesta a la Constitución, violatoria de principios fundamentales del Derecho Moderno, violatoria del contenido y la forma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, de los convenios internacionales relativos a los derechos sindicales y sociales en general, suscritos por el estado de El Salvador y que tienen, por tanto, fuerza de ley en nuestro país.”

Además “desde el punto de vista político e histórico, esta es una ley profundamente reaccionaria que se suma al arsenal de las sucias herramientas con las que el gobierno realiza la represión sistemática contra el pueblo salvadoreño, contra sus anhelos de libertad y cambio social en pos de los cuales ha luchado, cada vez con mayor madurez, organización y determinación, a lo largo de toda nuestra historia.”

Y cita para fundamentarlo históricamente “desde sus gloriosas batallas por la emancipación del yugo español en 1811; su heroica resistencia solitaria a la invasión anexionista del retrógrado imperio de Iturbide, la insurrección campesina de Anastasio Aquino, la incorporación masiva a la causa unionista y genuinamente democrática de Francisco Morazán y Gerardo Barrios, las grandes luchas contra la tiranía de los Meléndez-Quiñonez, la valiente y heroica insurrección campesina de 1932 contra el dictador Hernández Martínez, las ejemplares jornadas cívico-militares de abril, mayo y diciembre de 1944 contra los tiranos Maximiliano Hernández Martínez y Osmín Aguirre.”

“De septiembre-octubre de 1960 contra el tirano José María Lemus, hasta las cada vez más extensas luchas por conquistar un gobierno democrático de independencia y cambios estructurales profundos, que vienen teniendo lugar durante la década de lso años sesenta y lo que va de los setenta, luchas en las cuales han salido y salen más y más a la palestra histórica las grandes mayoría sobreras y campesinas, que son al sustancia principal de que esta hecha nuestra nación.”

Considera que esta ley “es un instrumento para dar a la represión una apariencia legal y aplicándola a un cierto numero de casos destinados a la publicidad, mientras el grueso de la represión continuara por los mismo canales de siempre, es decir, por las vías de hecho y al margen de la ley.”

Además que “el hecho que se haya arrancado el juzgamiento de los delitos que ella establece e manos de los Jueces de lo Penal y del Jurado, como corresponde, para trasladarla a las Cámaras de Segunda Instancia, se debe a que estas se forman por personas de la intima confianza del régimen, comprometidos con él, lo cual le asegura sentencias condenatorias, peor busca, llevar a los altos escalones del Poder Judicial a participar activamente en la represión.”

Por otra parte esta ley “pretende también convertirse en un instrumento de intimidación, en una amenaza “terrible” capaz de sembrar el temor y rebajar la combatividad popular e inducir el repliegue a las organizaciones políticas sociales. Pero en El Salvador ninguna amenaza de esta clase es ya superior a lo que en la práctica viene sufriendo nuestro pueblo a manos del régimen asesino desde hace tantos años. Ellos se ha constituido en uno de los principales estímulos para levantar la resolución de las masas a combatir por su libertad, a buscar su propia defensa y no creemos que el propósito atemorizador de esta Ley vaya a cumplirse.”

Concluye que “es necesario derrotar esta nueva maniobra del régimen, este nuevo paso en su escalada fascista, este intento de enmascararse, esta ofensiva de atemorización. Debemos unir la acción de todas las fuerzas revolucionarias y democráticas para conquistar la derogatoria de esta ley, como un golpe que hay que asestar a los fascistas, pero al mismo tiempo debemos en la práctica frustrar y nulificar los objetivos que ella persigue.”

Historia y laicismo en México

Historia y laicismo en México

Documento con fecha sábado, 17 de abril de 2010. Publicado el jueves, 26 de agosto de 2010.
Escrito por: Patricia Galeana.Fuente: Cuaderno de Laura Campos.

La cultura de la intolerancia religiosa se estableció en México desde la conquista española. En España el Estado se había cohesionado en torno de la religión católica, con la expulsión de musulmanes y judíos. La Inquisición se erigió para perseguir al que pensara diferente. La alianza entre la corona española y la iglesia católica se selló mediante el establecimiento del Regio Patronato.

La iglesia, como aliada del imperio español, condenó a la insurgencia; excomulgó a sus miembros y se negó a reconocer la Independencia, hasta quince años después de consumada. Los papas Pío VII, León XII, Pío VIII y Gregorio XVI siguieron increpando al pueblo de México, para que aceptara el dominio español, hasta 1836. Después, el Pontificado se negó a firmar un concordato con los gobiernos mexicanos, no obstante que todas sus Constituciones, desde la de 1814, la federalista de 1824 reestablecida en 1847 y las dos centralistas (1836 y 1843), establecían un Estado confesional e intolerancia religiosa y por tanto reconocían a la iglesia como un poder constitucional.

Después de luchar por la independencia de España, el liberalismo mexicano buscó la independencia del Estado mexicano respecto de la iglesia. En 1833 una segunda generación de liberales quiso asumir el Patronato que había ejercido la corona española sobre la iglesia católica, por considerarlo un derecho de todo Estado soberano en el territorio bajo su jurisdicción. El pontificado lo rechazó por considerarlo una concesión que no iba a otorgar a un país cuya independencia no reconocía.

Valentín Gómez Farías y José María Luis Mora intentaron someter a la iglesia convirtiéndola en órgano del Estado. Al mismo tiempo quisieron sustituir al ejército pretoriano por guardias cívicas. Las corporaciones eclesiástica y militar se unieron al grito de “¡Religión y fueros!” y el intento reformista fracasó. Una tercera generación del liberalismo emprendió una segunda reforma social y logró la creación del Estado laico mexicano.

Fue un largo y conflictivo proceso que inició en 1855 con leyes moderadas. La primera de ellas fue la ley de administración de justicia conocida como la ley Juárez por el apellido de su autor. La ley tenía el objetivo de establecer la igualdad jurídica de los mexicanos, razón por la cual limitó los fueros sin suprimir ni a los tribunales eclesiásticos ni a los militares, sólo se evitó que ventilaran delitos del orden común. No obstante, fue condenada por el papa Pío IX. El obispo de Puebla, Pelagio Antonio Labastida y Dávalos, financió el levantamiento armado de Antonio Haro y Tamariz contra el gobierno. Ello provocó que se pasara de la secularización de los bienes del clero planteada desde 1833, a la nacionalización de los bienes del obispado de Puebla.

***

La Constitución de 1857 incorporó las leyes reformistas, facultó al Estado para legislar en materia de culto y dio un paso trascendental al superar la intolerancia religiosa y dejar implícita la libertad de cultos. La iglesia sacó su arma más poderosa: la excomunión ipso facto a quienes juraron la Constitución. Estalló la guerra civil. En la parte más cruenta de la guerra se decretaron las leyes de Reforma. La legislación fue presidida por un manifiesto en el que el gobierno constitucional explicó que la iglesia había promovido la guerra civil. Por tal razón procedió a nacionalizar los bienes del clero para indemnizar a la República.

El corpus que conocemos con el nombre de leyes de Reforma consta de cuatro leyes y cuatro decretos. Dos son producto de la guerra: la ley de nacionalización de bienes del clero y el decreto de supresión de las corporaciones religiosas, y tres leyes son esenciales para la laicidad del Estado: la del matrimonio y el registro civil y la de libertad de cultos, así como los decretos de secularización de cementerios y de hospitales y el de días festivos, que evitó que los funcionarios asistieran con carácter oficial a actos religiosos. La ley de libertad de cultos significó la culminación de la reforma liberal. Acababa así la mezcla de la política y de la religión, que había prevalecido durante las cuatro primeras décadas de la vida independiente de México, separándose los asuntos civiles de los eclesiásticos.

***

A la guerra civil siguió la guerra contra la intervención francesa y el segundo imperio. El jefe del ejército francés, Forey, lo primero que hizo al tomar la ciudad de México fue declarar que Napoleón III vería con buenos ojos el establecimiento de la libertad de cultos, principio esencial a los Estados modernos. Maximiliano ratificó las leyes de Reforma de Juárez, aunque declaró a la religión católica la religión oficial del Estado y por tanto quiso ejercer el Patronato.

Al triunfo de la República, Juárez intentó dar rango constitucional a las leyes de Reforma, pero las heridas estaban aún abiertas. Aplicó la legislación con indulgencia. Los propios conservadores como Francisco de Paula Arrangoiz consideraron que la iglesia gozó de más libertades con Juárez que con Maximiliano. En efecto, Juárez ya no buscaría hacer uso del Patronato al establecerse la completa separación entre Estado e iglesia. Fue en el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada en 1873, cuando se dio nivel constitucional a las leyes de Reforma. No obstante, fue hasta la Constitución de 1917, que reformó a la Constitución de 1857, que ya no se otorgó protección especial a la religión católica y no fue jurada por Dios. La jerarquía de la iglesia católica había apoyado a la contrarrevolución huertista, razón por la cual la revolución constitucionalista fue anticlerical. Después, el alto clero se enfrentó a los gobiernos emanados de la Revolución y promovió la rebelión cristera.

La cristiada concluyó con una negociación con el gobierno de Emilio Portes Gil. Dio inició una entente cordial, con base en la cual la iglesia fue retomando nuevamente fuerza política a ciencia y paciencia de los presidentes en turno, hasta que en 1992 se reformó la Constitución para otorgar personalidad jurídica a las asociaciones religiosas, y se establecieron relaciones diplomáticas con la cabeza de la iglesia católica.

***

Al llegar el Partido Acción Nacional al poder, la jerarquía eclesiástica católica se está convirtiendo en un desiderátum de la política nacional; en un poder fáctico que busca abiertamente acabar con el Estado laico mexicano y restablecer un Estado confesional. El papa Pío IX condenó al liberalismo y el principio de soberanía del Estado en el Syllabus de 1864.

Fue hasta el Concilio Vaticano II en 1965, inspirado por el papa Juan XXIII, que la iglesia católica aceptó la separación de la iglesia y el Estado. Sin embargo, el papa Benedicto XVI alienta hoy un movimiento integrista que busca la unión de religión y política, de Estado e iglesia, mediante el restablecimiento de Estados confesionales. Ratzinger ha dado su bendición al movimiento de neocatecúmenos que encabeza en España Kiko Argüello y que pretende acabar con lo que llaman laicismo negativo del siglo XIX, para establecer un “laicismo positivo” que propicie la religiosidad, en particular el catolicismo. Es una nueva cruzada.

Lo anterior confirma lo señalado por Ernesto Renan de que la nación es el plebiscito de todos los días, que nada se da de una vez y para siempre. Hubo quienes pensaron que la separación del Estado y de la iglesia, como principio propio de todo Estado democrático, era irreversible, ya que también favorecía a la institución eclesiástica al respetar su autonomía. Se creyó que el Estado laico no tenía enemigos sino sólo malquerientes. Sin embargo, la abierta campaña de la iglesia contra la laicidad del Estado demuestra lo contrario. Las relaciones Estado-iglesia han vuelto al centro de la vida política mexicana.

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El episcopado ha planteado la necesidad de hacer una reforma constitucional para establecer una “verdadera libertad religiosa”, no de convicciones éticas y filosóficas. Quiere que se imparta religión en las escuelas públicas y que el Estado la subvencione. O sea, volver al Estado confesional anterior a las leyes de Reforma del periodo juarista. El propio cardenal Tarsicio Bertone, brazo derecho del papa Ratzinger, se manifestó en contra del “laicismo decimonónico” mexicano desde el teatro de la República en Querétaro. Aunque la Constitución vigente sólo mencione la palabra laica textualmente una sola vez, al señalar en el artículo 3 que la educación que imparta el Estado será laica, la laicidad del Estado está implícita en la Constitución, de otra manera no podría impartir educación laica un Estado que no lo fuera.

La violación reiterada a la laicidad del Estado por autoridades de los tres niveles de gobierno aliados a la institución eclesiástica y que han permitido su injerencia en los asuntos públicos, ha hecho necesario promover reformas constitucionales para reiterar explícitamente que la República mexicana es laica. La laicidad debe extenderse a todos los ámbitos del Estado mexicano como el sector salud. Hace falta también reformar al artículo 24, sustituyendo el concepto decimonónico de la libertad de cultos, un gran paso en el siglo XIX, pero que es insuficiente en el siglo XXI, donde no solamente debe haber libertad para profesar una religión sino para no tener ninguna.

Debe garantizarse tanto la libertad de conciencia, o sea la de profesar en forma privada cualquier culto, como la religiosa que implica exteriorizar su religión en actos de culto externo, y también el respeto a quienes no tienen religión y sí tienen derecho a sus convicciones éticas y filosóficas. El que en nuestro tiempo se haya criminalizado en 18 estados a las mujeres siguiendo la agenda dictada por la iglesia, que impone sus concepciones religiosas privando a las mujeres de su derecho a decidir sobre su cuerpo; el haber desatado la homofobia social al calificar de anormales y perversas a las personas homosexuales, violando lo establecido por la Constitución en cuanto a no discriminar a nadie por razón de su sexo o ninguna otra condición; el que se declare por las autoridades de la iglesia mayoritaria que no hay que obedecer a las leyes de los hombres sino sólo a las de Dios; nos habla de la crisis en que se encuentra el Estado laico en México y por ende nuestra democracia.

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Quienes nos formamos en la historiografía liberal, de la que la Revolución mexicana se hizo heredera, nunca pensamos que en el inicio del siglo XXI, fuera necesario defender al Estado laico mexicano, cuyo establecimiento costó tanta sangre. En este contexto cobra mayor significación el 150 aniversario de las Leyes de Reforma, que crearon al Estado laico mexicano. Los aniversarios son momentos propicios para la reflexión, pero en este caso la celebración pasa de ser un tema de efeméride histórica para convertirse en tema del debate político actual. De ahí la importancia de releer el manifiesto, las leyes, y circulares de la reforma liberal.

Tanto en el manifiesto firmado por Benito Juárez, Melchor Ocampo, Miguel Lerdo de Tejada y Manuel Ruiz, como en los considerandos y artículos de cada ley, así como las circulares de sus autores, se hace manifiesta la acción de la iglesia en contra del Estado mexicano y la razón que asistió a éste para asumir la soberanía a plenitud, terminando con la delegación de funciones que habían quedado en manos de la iglesia y sometiendo a la institución patrocinadora de la guerra a la autoridad soberana del Estado. El mayor legado de la generación juarista fue la independencia del Estado de la iglesia. La mezcla de los asuntos políticos y religiosos causó una guerra civil y la ocupación extranjera más prolongada y sangrienta que ha sufrido nuestro país desde su independencia.

La efeméride del sesquicentenario de las leyes de Reforma se presenta en el momento en que se requiere defender al Estado laico, por ello la lectura de estos textos fortalecerán no sólo la cultura histórica y jurídica, sino la política. Una ciudadanía informada lleva a una vida democrática. Sin laicismo no puede haber democracia.

Por ello, después de releer los textos de las leyes dados en plena guerra civil de Reforma en Veracruz, consideramos que la mejor forma de preservar el legado de la reforma liberal juarista es modificar el artículo 24 constitucional para establecer la libertad de conciencia y no solamente de cultos, y reformar la Constitución para señalar explícitamente que el Estado mexicano es laico.