La suerte no está echada: es 48%, no 97%. Manuel Hinds, 21 de septiembre de 2020

La UFG publicó hace unos días una encuesta que tituló “Las cartas están echadas” (https://www.disruptiva.media/las-cartas-estan-echadas/) que causó mucha felicidad entre los que apoyan al presidente y mucha consternación entre los que se le oponen porque, supuestamente, mostraba que Nuevas Ideas y GANA prácticamente ya ganaron, anticipadamente, las elecciones de febrero de 2021. En un artículo asociado, llamado “Jugada Maestra”, publicado por la misma universidad, se usan los datos de la encuesta para decir que estos dos partidos podrían ganar hasta 70 diputados, con lo cual tendrían mayoría calificada en la nueva Asamblea (https://www.disruptiva.media/e2021-ni-y-gana-podrian-llegar-a-tener-hasta- 70-diputados/). Esto ha logrado que muchos en los partidos de oposición se sientan pre- aplastados y por lo tanto desmoralizados, que es lo que la propaganda del presidente trata de lograr.

Esto es sorprendente porque la única conclusión firme que se pueden sacar de la encuesta, si uno cree en sus resultados, es que el apoyo para el presidente ha disminuido precipitosamente en los últimos meses. Con respecto a la proyección de que el presidente podría contar con 70 diputados, es claro que los cálculos usados para estimarlos son inaceptables técnicamente. El número de diputados que podrían conseguir los dos partidos es mucho, mucho menor que lo estimado, aun si se acepta como válido el número de votos que la encuesta pronostica para Nuevas Ideas y GANA.

Con respecto al apoyo que la población da a la presidencia, todavía hasta hace dos o tres meses todas las encuestas la estimaban entre 95 y 97%. Pero la encuesta de la UFG no midió la popularidad del presidente sino una cifra más importante: cómo esta popularidad se traduce en votos para diputados. En esta nueva medida, la cifra de apoyo a Nuevas Ideas, el partido del presidente, resulta ser 48%, prácticamente la mitad de la popularidad medida antes, y si sumamos GANA, el 54%. Pero, medido de otra forma en la misma encuesta, sólo el 47% de los votantes dijeron que querían una Asamblea que apoyara al presidente y el 46% una Asamblea equilibrada, lo cual confirma que lo más probable es que los que quieren apoyar al presidente sumen entre 47 y 48%. Esto es la mitad, la mitad, del 95% de las encuestas anteriores.

La caída tan estrepitosa de su “popularidad” es muy ominosa para el presidente porque, como cualquier político le puede explicar a uno, una vez que ésta comienza a bajar es casi imposible de revertir. Al ritmo al que va, para las elecciones tendría muy pocos votos. Más ominoso todavía es que la caída se ha dado en un periodo en el que el ha gastado, o dice haber gastado, $6.6 mil millones, en rubros que, aunque no ha querido dar cuenta de ellos, se puede asumir que al menos algunos fueron a parar en manos de la población. Ahora viene un periodo de ajuste porque el país no puede seguir endeudándose así (la deuda aumentó en $3.3 mil millones), y menos aun con las medidas que el gobierno tomó que redujeron la actividad económica mucho más que lo que hicieron los países vecinos, y por la arbitrariedad que sigue mostrando en todas sus acciones, que ahuyenta las inversiones y el empleo que ellas traen. Sin $6.6 mil millones adicionales para gastar, o decir que se gastan, en los siguientes meses, la caída se va a acelerar. Esta suerte no está echada.

Pero también la manera en la que se ha estimado el número de diputados que el presidente podría ganar es injustificable técnicamente. El artículo pretende demostrar que el 48% o el 54% de los votos pueden resultar en la elección del 83% de los diputados (70 diputados es el 83% de la Asamblea) y se encuentra con graves problemas. Para lograrlo necesitaría un sistema que contara como dos votos cada uno de los que los partidos del presidente lograran. Y el sistema no funciona así, por lo menos no legalmente. Para dar una idea de lo que el 48% de los votos podría lograr, recuerde usted que en la Asamblea ahora en funciones ARENA tuvo el 43% de los votos, una cifra muy cercana al 48%, con los que consiguió 37 diputados. Con el número de votos que le costó cada diputado a ARENA, (24,924), si ese partido hubiera sacado el 48% hubiera tenido 4 diputados más, o sea 41 en total, no 70. Si hubiera tenido 54%, hubiera tenido 9 diputados más, o sea 46, no 70. Con esto tendría una mayoría simple, pero 24 diputados menos que lo estimado en el artículo “Jugada maestra”.

Pero aun este número es bien dudoso, porque para tener confianza en los números se necesitan 1,300 entrevistas multiplicadas por 14 porque las elecciones en cada departamento son independientes de los demás departamentos. Así, si un partido gana el 48% de los votos nacionales, pero sólo en San Salvador, el máximo que podría ganar es el número de diputados que representan a San Salvador. No ganaría ni un diputado de ningún otro departamento. Por eso, para pronosticar el número de diputados que un partido va a lograr es necesario saber la intención de voto por departamento.

Aquí entra el problema técnico. Para hacer esta estimación con el nivel de confianza que clama la encuesta, se necesitan 1,300 entrevistas en cada departamento. Así, al nivel nacional se necesitarían 18,200 entrevistas, no las 1,300 que hay ahora, que dan menos de 100 entrevistas en promedio en cada departamento. Como usted puede preguntar a cualquiera que haya estudiado estadística, 100 entrevistas no sirven para hacer ninguna proyección.
En resumen, podemos sacar 4 conclusiones.

Primero, la preferencia por los partidos del presidente ha caído radicalmente, casi a la mitad, en unos cuantos meses. La preferencia no es 97%, es 48%.

Segundo, probablemente seguirá cayendo así en los próximos meses por la natural inercia de estos procesos y porque el país se enfrentará ahora a las consecuencias del mal manejo que el presidente ha hecho de la pandemia, en términos de salud, economía y administración pública.

Tercero, asumiendo que la preferencia de votos por los partidos del presidente es de 48 a 54%, es imposible que el presidente obtenga 70 puestos en la Asamblea. Lo más que podría lograr estaría en la vecindad de 46, si es que su popularidad no sigue cayendo. Pero todo indica que sigue haciéndolo. La conciencia de esto explicaría la urgencia del presidente de pasar de un régimen democrático a uno militarizado.

Cuarto, la suerte no está echada y no hay ninguna jugada maestra de nadie, porque el apoyo al presidente se ha deteriorado, no mejorado, y porque este deterioro lo ha causado nadie más que él mismo.

Por lo tanto, los partidos de oposición harían muy mal en pensar que la llevan perdida. Y los que apuestan a ganador, tienen que tener cuidado.

Ajustes a la noción de vanguardia. Alain Bihr, 2008.

Hoy parece que la noción de vanguardia pertenece, definitivamente, al museo de antigüedades de la historia del movimiento obrero o, peor aún, a los famosos basureros de la historia. Puede en rigor interesar académicamente a determinados investigadores del movimiento obrero, pero ni siquiera este tipo de referencias existe en las organizaciones que se reivindican herederas del mismo.

Algunas, de tradición anti-autoritaria (libertaria o consejista), siempre la rechazaron considerándola directamente enfrentada al proyecto de auto-emancipación, central en la lucha de los oprimidos. Otras, sobre todo las provenientes de la tradición leninista, en su inmensa mayoría, ni se atreven a mencionarla o explícitamente renunciaron a ella, a causa de los dramas y crímenes cometidos en su nombre.

Por eso es arriesgado tratar de retomar la discusión del concepto de vanguardia, sobre todo cuando se reivindica (como es mi caso) una concepción no-autoritaria de la revolución social. Dicho de otra manera, cuando se piensa que, tal como afirma el preámbulo de los estatutos de la Asociación Internacional de Trabajadores (la Primera Internacional) “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los trabajadores mismos” y en consecuencia no habrá “salvadores supremos”, “ni Dios, ni César, ni tribuno”, como bien dice Eugène Pottier en las estrofas de La Internacional. A más de uno, sin duda, esto podrá parecerle inconsecuencia o provocación.

Para aclarar mi propósito, lo presentaré bajo la forma de tesis. Es también una manera de indicar que el artículo no pretende agotar la cuestión, que deja en suspenso o en la sombra muchos de los problemas que hoy plantea la noción de vanguardia y que gran parte de la argumentación necesaria no está desarrollada. Espero que permita, al menos, relanzar la discusión referida a la cuestión de las vanguardias.

Tesis 1. No hay que confundir vanguardia y estado-mayor

Pienso en efecto que toda la discusión sobre la noción de vanguardia está falseada por la confusión entre vanguardia y estado-mayor. Por ello es que hay que comenzar diferenciando ambas nociones.

Puesto que las dos provienen de una metáfora militar, nos referiremos al arte de la guerra y la organización de los ejércitos. En este terreno, son dos nociones claramente distintas. En la organización militar, modelo si no prototipo de organización jerárquica y autoritaria, el estado-mayor es el órgano que dirige, organiza y controla los movimientos del conjunto de la tropa, de acuerdo con una estrategia que sólo él conoce, de la que se derivan distintas tácticas según las circunstancias.

Exige y obtiene -al menos normalmente- una obediencia sin fallas en los niveles de mando inferiores y, por supuesto, en la simple tropa. Sus órdenes bajan a lo largo de la cadena de mandos y espera recibir, desde los escalones inferiores, el balance de su ejecución e informaciones que permitirán rectificaciones, de ser necesario.

La vanguardia es, por su parte, la pequeña parte de la tropa en movimiento que se adelanta al grueso de la misma para reconocer el terreno, obtener información sobre las posiciones ocupadas por el enemigo y sus intenciones y a veces enfrentar de urgencia alguna imprevista maniobra ofensiva del mismo, estableciendo una primer línea defensiva. De manera que aunque su rol puede ser precioso y muchas veces decisivo, no deja de estar totalmente subordinada a la conducción del estado-mayor y de ninguna manera podría sustituirlo.

Dejemos el terreno militar para volver al terreno político. En el movimiento obrero, la confusión entre vanguardia y estado-mayor se remonta a la constitución de los partidos políticos federados en el seno de la IIª Internacional, fundada en 1889 principalmente alrededor del Partido Socialdemócrata Alemán. En efecto, emergió entonces un modelo muy particular de movimiento obrero, el modelo socialdemócrata (en el sentido que el término tenía entonces y hasta 1914) que, subordinando la emancipación del proletariado a la toma y al ejercicio del poder del Estado, hace del partido político la organización de vanguardia del conjunto de la clase.[[1]]

De hecho, en el espíritu de quienes lo concibieron y sobre todo en la práctica de sus dirigentes, este partido es mucho más un estado-mayor que una vanguardia: dirigido por “intelectuales” socialistas que, esclarecidos por el marxismo, poseerían la ciencia de las leyes de la historia y serían los únicos capaces de comprender y explicar el devenir presente y futuro del capitalismo. El partido socialdemócrata sería depositario de los intereses históricos del movimiento obrero y el único capaz de conducir al proletariado en la vía de su emancipación.

Posiblemente sorprenda que atribuya esta confusión entre vanguardia y estado-mayor a la tradición socialdemócrata y no al leninismo, como frecuentemente se hace. De hecho el principal texto fundacional del leninismo en este sentido, ¿Qué Hacer? (1902), no hace más que repetir -adaptándolos a las circunstancias de la Rusia zarista- los principios generales de la organización socialdemócrata que todos los grandes partidos afiliados a la IIª Internacional practicaban.

Es como un digno discípulo de Kautsky, al que además se refiere muchas veces, que Lenin elabora en el ¿Qué Hacer? los principios de la reforma del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia que dará nacimiento a su tendencia bolchevik (mayoritaria). Y posteriormente el leninismo de ninguna manera tendrá el monopolio de esos principios, pese a que sería en la corriente que surgió del mismo, sobre todo en el seno de la IIIª y la IVª Internacional, en donde esos principios serían aplicados más rigurosamente. Con los resultados ya conocidos…[2]

Inversamente, ¿qué es una vanguardia política? En general, es el punto más avanzado de un movimiento social. Reagrupando cierto número de “francotiradores” individuales, de grupos aislados o en red, de organizaciones más o menos formalizadas, de distinta naturaleza, semejante vanguardia debe tener la vocación de explorar teórica y prácticamente el horizonte de ese movimiento, reconocer y señalizar el terreno sobre el cual se debe avanzar, elaborando en consecuencia proposiciones teóricas, programáticas, estratégicas y tácticas que debe someter a la discusión y la deliberación colectivas en su seno.

Pero esto no le confiere ningún derecho a pretender dirigir el conjunto del movimiento instituyéndose en comandante en jefe para luego sustituirlo. Una vanguardia no debe, pues, tratar de “dirigir” el movimiento del cual es la avanzada; debe limitarse a ilustrarlo con sus informaciones y análisis; aconsejarlo con proposiciones tácticas y estratégicas, instruirlo, pero también y recíprocamente debe escuchar y aprender del movimiento.

Porque “el educador mismo necesita ser educado”; [[3]] y las vanguardias deben estar preparadas para recibir rudas lecciones por parte del movimiento al cual quiere abrir camino. Y esto, precisamente, porque no deben considerarse poseedoras de una verdad absoluta, de la fórmula única y definitiva, sino que deben estar abiertas al devenir histórico, a la evolución de las relaciones de fuerza en el seno de la lucha de clases y las peripecias en el interior de ellas, a la inventiva del proletariado en lucha, rectificando cada vez que sea necesario sus propias posiciones y proposiciones.

Resumiendo. Una vanguardia está situada en el movimiento social, del que es una parte integrante, es su punto avanzado, su cabeza investigadora. El estado-mayor, por el contrario, se sitúa fuera del movimiento y busca dirigirlo en función de una estrategia o un plan de batalla elaborado desde el exterior.

Tesis 2. Las vanguardias son necesarias

Incluso necesarias por partida doble. Por una parte, son inevitables debido a las desigualdades del desarrollo (en las luchas, en la organización, en la conciencia de la clase, en la elaboración de un proyecto político autónomo) que se evidencian en el seno del movimiento general de emancipación del proletariado. Esas desigualdades resultan de múltiples factores que se superponen y se refuerzan o, al contrario, se atenúan según los casos: concentración y centralización de la clase acompañando las del capital, posiciones respectivas de sus diferentes capas y fracciones en la división social y espacial del trabajo, experiencia acumulada de luchas anteriores, estructuras y tradiciones políticas nacionales, en definitiva, posición de la formación nacional en el sistema capitalista mundial, etc.

Actualmente, el proletariado europeo tiene la rica experiencia de dos siglos de lucha y organizaciones políticas y sindicales, acumulando victorias y derrotas, de las que pueden sacar provecho sectores del proletariado de formaciones sociales periféricas que cayeron más recientemente bajo la dominación del capital industrial debido a la transnacionalización (las “deslocalizaciones”); mientras que, inversamente, éste acumuló una experiencia de articulación de sus luchas con las del campesinado pobre o proletarizado, así como de auto-organización de la producción de bienes  y servicios colectivos, necesarios para la supervivencia cotidiana, de las que el proletariado de las formaciones centrales debe aprender recíprocamente.

Contribuir en cada ocasión a sintetizar esas experiencias, formalizarlas, hacerlas conocer, constituyendo y enriqueciendo así el patrimonio común de una lucha de clase con dimensiones históricas y mundiales simultáneamente, es precisamente una de las tareas de las vanguardias que se pueden constituir en las situaciones que acabamos de evocar, cuyas particularidades pueden llegar a ser un obstáculo para la unificación de la clase, pero que pueden convertirse por el contrario en su fuerza si se las arranca de esa particularidad para convertirlas en parte de un patrimonio común.

De igual modo, las vanguardias son también necesarias para permitir el progreso del movimiento de emancipación del proletariado en su conjunto. Sin su mediación (porque lo que deben realizar es un trabajo esencialmente de mediación), cada fragmento o sector de la clase corre el riesgo de quedar prisionero de su propia particularidad, y obligado algunas veces a repetir el largo y doloroso camino recorrido por otros fragmentos o sectores; o, inversamente, no pudiendo beneficiar al resto de la clase con las enseñanzas teóricas y prácticas de su propia experiencia.

Es precisamente esa función de mediación la que Engels y Marx asignan a los comunistas en el Manifiesto escribiendo: “Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios, por un lado por el hecho de que, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, enfatizan y hacen valer los intereses comunes de todo el proletariado, independientes de la nacionalidad; por otro, por el hecho de que, en los diferentes estadios de desarrollo que recorre la lucha entre el proletariado y la burguesía, siempre representan el interés del movimiento total”. [[4]]

Tesis 3. No hay vanguardia de derecho, únicamente vanguardias de hecho

Esto surge directamente de lo anterior. Contrariamente a un estado-mayor que obtiene su poder de una instancia externa y superior que, simultáneamente, lo legitima y confiere autoridad (el Estado como depositario del “monopolio de la violencia legítima” en el caso del estado-mayor militar, la supuesta “ciencia de las leyes históricas” en el caso del estado-mayor político) y en cuyo nombre ejerce su comando, una vanguardia tal como la concebimos, no se puede decretar: no puede auto-instituirse ni auto-proclamarse.

Como la situación social en que se encuentra y de la que no es de alguna manera más que la conciencia refleja, una vanguardia es siempre un simple estado de hecho. Además solo podrá jugar el rol de vanguardia a condición cobrar precisamente conciencia del privilegio de su situación (y de las obligaciones que implica), llegando a obtener conquistas válidas para el conjunto del movimiento y que puedan ser compartidas. Esto exige, pues, que toda vanguardia deba pasar por una especie de prueba: que llegue a destacarse e imponerse como tal en el seno del movimiento, probando en cada momento la corrección de sus orientaciones mediante la capacidad de hacerlas compartir por el conjunto del movimiento y enriqueciéndolas en consecuencia cualitativamente. En suma, debe hacerse reconocer como vanguardia por el conjunto del movimiento en relación a lo que le aporta. Y el reconocimiento se mantendrá en función de ese aporte.

Tesis 4. No hay vanguardia total, únicamente vanguardias parciales

El movimiento de emancipación del proletariado es un fenómeno social total, que refracta, incluso en las situaciones particulares o singulares que se consideren (cierta lucha en una empresa, tal organización sindical, una tradición nacional, determinada expresión de conciencia de clase, etcétera), al conjunto de aspectos, elementos, niveles, dimensiones de la actividad social. Por lo tanto es completamente imposible que un grupo o una organización llegase a sintetizar la totalidad de la experiencia del movimiento, incluso en un limitado marco espacio-temporal.

Esto implica que, en el mejor de los casos, cualquier vanguardia consigue asimilar una parte de la situación o de la experiencia total en la que participa y de la que trata de dar cuenta para ponerla a disposición del conjunto del movimiento. Según la implantación en el movimiento, las actividades, su proyecto, la tradición de la que proviene, etcétera, cuanto mucho la vanguardia podrá asimilar y dar cuenta de una parte de esa situación o experiencia socio-histórica.

Otras vanguardias, en función de otras implantaciones, otras actividades, u otras preocupaciones, captarán necesariamente otros aspectos, y no por ello menos sino más ricos en enseñanzas. De aquí se deriva evidentemente que toda vanguardia es parcial y, por consiguiente, también relativa. Así, un grupo u organización que puede estar a la vanguardia del movimiento de emancipación en tal o cual cuestión teórica o práctica, que haya podido captar toda la novedad o potencial radicalismo de tal o cual experiencia de lucha o forma de organización, de tal o cual idea, concepto, etcétera, estará en la retaguardia del movimiento sobre otras determinadas cuestiones, defendiendo posiciones superadas o abandonadas por gran parte del movimiento. ¡Una buena razón para morigerar los ardores vanguardistas!

Tesis 5. No existe una sola vanguardia, sino siempre una pluralidad de vanguardias

De lo precedente resulta también la inevitable pluralidad de las vanguardias. Debido a las continuas opciones que implica un combate político, debido a la complejidad de los problemas teóricos y prácticos planteados al movimiento de emancipación del proletariado en cualquier situación histórica, debido finalmente a la diversidad esencial de las tradiciones políticas e ideológicas que constituyen la herencia y el sustrato de las vanguardias, también las opciones estratégicas y tácticas son inevitablemente múltiples y distintas en cada ocasión. En tal sentido, es bueno y deseable que así ocurra: que el movimiento en su conjunto tenga siempre la posibilidad de escoger entre diversas vanguardias, portadoras de una pluralidad de diferentes opciones políticas, teóricas y programáticas, y pueda confrontarlas juzgando sus actos y sus obras.

De esta manera, más que de una vanguardia constituida, sería conveniente hablar de un polo de vanguardia, necesariamente diversificado y en movimiento, en el seno del cual es deseable que “cien flores florezcan” [[5]] permanentemente. Sin embargo, este polo de vanguardia no puede cumplir su misión con respecto al conjunto del movimiento sino es a condición de que se establezcan entre las distintas vanguardias relaciones fundadas en la tolerancia recíproca, y más aún, en una discusión permanente, una confrontación de puntos de vista y opciones con mutuo respeto. La riqueza y resultados de esa discusión es la mejor garantía de la contribución de las vanguardias al progreso del conjunto del movimiento.

También acá la distinción entre vanguardia y estado-mayor es esencial. Sólo a condición de que las vanguardias renuncien a toda pretensión de “dirigir” el movimiento en su conjunto se pueden crear las condiciones de semejante debate democrático entre ellas. En suma, una relación democrática entre las vanguardias tiene como condición de posibilidad una relación democrática de éstas con el conjunto del movimiento.

Tesis 6. Toda vanguardia no es más que una mediación orientada a crear las condiciones de su propio fin

De lo dicho anteriormente es fácil deducir lo que deberían ser la forma, la estructura y el funcionamiento de las vanguardias tal como las concebimos.

Está claro en primer lugar que de ninguna manera pueden retomar y asumir la forma partido, que es solidaria de la vieja cultura estatista del modelo socialdemócrata de movimiento obrero. En efecto, el partido es una forma de organización política que se constituye con el único fin de conquistar y ejercer el poder de Estado; un partido le imprime una forma estatal a los intereses, la voluntad y el proyecto de una clase social o, más en general, de un bloque social (en el sentido de un complejo sistema de alianzas entre diferentes clases, fracciones de clase, capas o categorías sociales).

En consecuencia, en todos los aspectos de su funcionamiento (relaciones con las masas y la sociedad en general funcionando con la delegación del poder; organización burocrática basada en la reproducción ampliada de la división entre funciones de dirección y funciones de ejecución; acaparamiento  de la dirección de la organización por cúpulas que escapan cada vez más al control democrático de la base, sean cuales fueren las garantías formales de control que se ofrezcan; inamovilidad de los dirigentes y opacidad de sus actividades; carácter codificado de sus discursos; obediencia más o menos incondicional exigida a los militantes que puede llegar hasta la militarización de la organización; fetichismo del partido en cuanto tal, etc.), el partido político aparece como un calco del aparato de Estado. En tales condiciones, el individuo que adhiere a un partido (el mismo término es significativo), aliena en todo o en parte su autonomía intelectual y moral. Las grandes orientaciones de la organización escapan a los militantes, salvo a lo que pueden acceder a las instancias dirigentes.

Así, en tanto se quieran al servicio de reforzar la auto-actividad del proletariado para hacer posible su auto-emancipación, lo que implica destruir y deconstruir el aparato de Estado, las vanguardias no pueden compartir ni las finalidades ni los modos de funcionamiento de los partidos políticos. Tampoco pueden identificarse con las sectas políticas elitistas (en lo que cierta ultra-izquierda leninista, consejista e incluso situacionista se ha especializado durante las décadas pasadas) que se han considerado depositarias exclusivas de una verdad intangible, desde cuya altura juzgan el curso de la lucha de clases, a falta de poder tener una mínima participación.

Por el contrario, la estructura de estas vanguardias ajustarse estrictamente a principios federalistas. Porque en la misma medida en que deben convertirse en la punta del movimiento anticapitalista en su conjunto, su cabeza investigadora, sus estructuras y sus modos de funcionamiento deben prefigurar la sociedad comunista en tanto “libre asociación de los productores” (Marx).

De ahí la necesidad de la auto-gestión colectiva del poder en su seno con todo lo que ello implica: rotación de tareas, ausencia de funcionarios rentados vitalicios, circulación de la información, muy amplia democracia interna basada en la descentralización de la decisión y la acción, garantías a las minorías eventualmente opuestas a las decisiones mayoritarias, etc.

En cuanto a las funciones de las vanguardias, las mismas no pueden sino favorecer la auto-actividad del proletariado en la pluralidad de sus dimensiones: su auto-determinación (capacidad de elaborar su proyecto político, orientaciones programáticas, estrategias y tácticas en función de las relaciones de fuerza en la lucha de clases), su auto-organización (las formas de organización que permitían movilizarse como clase social y ejercer colectivamente su poder en tanto clase), su auto-reflexión (capacidad de elaborar por si misma su conciencia de clase) [[6]] En una palabra, la función de las vanguardias es trabajar estimulando y reforzando las capacidades de auto-emancipación del proletariado.

En esta misma medida, toda vanguardia está colocada en el corazón de una contradicción que debe tratar de manejar. Por una parte, debe buscar influenciar al movimiento social en su conjunto, proponiéndole (pero no imponiéndole) análisis teóricos, orientaciones estratégicas, modalidades organizativas, tácticas de lucha, etc. Mientras que, por otra parte, tratando precisamente de estimular y reforzar las capacidades de auto-actividad del proletariado, la vanguardia trabaja para lograr que su propia acción sea innecesaria. En suma, debe trabajar creando las condiciones de su propia desaparición.

Artículo publicado en La Breche Nº 4, octubre-noviembre-diciembre 2008, traducido para Herramienta por Aldo Casas.


[1]Sobre el modelo social-demócrata de movimiento obrero, que terminó imponiéndose sobre el desafortunado rival que fue el sindicalismo revolucionario, que floreció hacia la misma época, ver Entre Bourgeoisie et proletariat. Le mouvement ouvrier européen en crise. Editions Ouvrieres (Editions de l’Atelier), 1991.

[2] En la fuente histórica de la noción social-demócrata de partido de vanguardia, derivada de la confusión entre estado-mayor y vanguardia, existe sin dudas (como en otros muchos aspectos) la herencia burguesa del Iluminismo, en particular la idea de que el pueblo solo puede ser emancipado (conducido por el camino del Progreso) por una elite esclarecida. Esta idea se encuentra enraizada en todas las revoluciones burguesas, sobre todo en sus tendencias más radicales, que realizan la alianza temporal de algunos elementos de la burguesía con elementos de las clases populares (campesinos y proletarios). En la Revolución Francesa, por ejemplo, esta idea está en el corazón del jacobinismo.

[3] K. Marx, Tesis sobre Feuerbach.

[4] K. Marx, F. Engels, El manifiesto comunista, Buenos Aires, Ediciones Herramienta, 2008, pag. 41.

[5] Posiblemente habría que distinguir entre una vanguardia informal (lo que acabo de llamar polo de vanguardia), en cuyo seno existe necesariamente una pluralidad de vanguardias “formales” (grupos y organizaciones en posiciones de vanguardia).

[6] Sobre el conjunto de estos conceptos ver mi artículo “Elementos para una teoría de la auto-actividad del proletariado”, revista Carré Rouge Nº 34, París, 2005.

Homenaje a Rafael Aguiñada Carranza en el 45 aniversario de su muerte. Domingo Santacruz. 18 de septiembre de 2020

I RECUERDOS SOBRE RAFAEL AGUIÑADA, EL CONTEXTO EN QUE LE CONOCÍ

A Rafael Aguiñada Carranza lo recuerdo como un destacado luchador social, como un  cuadro militante y dirigente revolucionario del Partido Comunista de El Salvador PCS, entregado por entero a las tareas organizativas y de construcción de un movimiento popular consciente de asumir la conducción del pueblo a la  lucha por un país y un mundo mucho más justo, más humano. En aquellos tiempos, de principios de los años 60 del Siglo XX, a pocos meses del triunfo de la Revolución Cubana, cuando lo escuchaba, me parecía tener frente a mí a un cuadro político muy seguro de sí mismo, muy seguro del camino que había escogido. Estoy consciente que las palabras no le abundaban mucho, especialmente para las y los compañeros mejor dotados de cualidades retóricas, pero lo poco que expresaba y por la fuerza y énfasis que ponía en sus palabras, eran suficientes para convencerse y convencer a los sectores sociales del movimiento obrero, a las capas medias asalariadas en situación paupérrima o casi paupérrima. 

Rafael no era propiamente un obrero, más bien era un técnico dibujante arquitectónico calificado, pero en sus venas corría sangre proletaria y se sentía orgulloso de poseerla.

Por referencias de compañeros que le conocieron antes y de él mismo, supe que sus primeros vínculos fuertes con el movimiento popular fueron en torno a la Confederación General de Trabajadores Salvadoreños surgida a finales de 1957, más concretamente, el 25 y 26 de septiembre, que fue el Congreso de fundación.  Aunque sus primeros pasos los realizó en la Asociación Juvenil 5 de noviembre de 1955, al menos es lo que recuerdo de las conversaciones que le escuchaba y ratificadas por referencias de otros compañeros que le trataron y han escrito sobre esa parte de su militancia política.

A Rafael me lo encontré en el PRAM a principios de 1959 y con esa bandera marchó en las filas del Frente Nacional de Orientación Cívica, FNOC, a finales de ese año, de donde no se desprendió y dentro del cual se originó la Columna 9 de Mayo del FUAR en 1961.

En la medida que fui adentrándome en las filas del Frente FNOC, Rafael permaneció siempre junto a Fernando Lizanne, Juan Ramirios, Jesús Paz, y otros compañeros. Coordinaba un equipo diseñador y productor de propaganda popular; se distinguía como el organizador, el capacitador y orientador de los responsables de propaganda de las Columnas del FUAR. Recuerdo muy bien sus intervenciones para asegurar que la propaganda que se producía llegara a las diferentes estructuras encargadas de recibirla y redistribuirla en cada una de las Columnas. Se movía como dirigente de la Columna 9 de Mayo y estaba vinculado estrechamente con Raúl Castellanos Figueroa, con Jorge Arias Gómez, con Schafik Hándal y con otros cuadros dirigentes.  Junto a Rafael funcionaba un colectivo de Propaganda que se esmeraba por ponerle corazón y mente a todo cuanto se producía y distribuía en materia de orientación política. Recuerdo a Fernando Lizanne, a un compañero de apellido Marchelly que le apoyaban y a Juan Ramirios, que era un experto en el manejo de mimeógrafos, pero también en diseño e impresión de carteles a dos y tres colores, impresos en mimeógrafos Stencil electrónicos.  Varios de los cuadros responsables de propaganda de las direcciones (Cabezas) de las  Columnas recibieron cursos de capacitación impartidos por Rafael, apoyado por Juan Ramirios y Fernando Lizanne. Al menos así se logró uniformar mucho la metodología de la producción, los repartos y pintas simultáneos en zonas asignadas previamente. Así estuvo funcionando el FUAR por año y medio hasta que apareció el agente policial encubierto Augusto Domínguez, que logró infiltrarse en el Comité Departamental del PCS de San Salvador. Desde esa posición, lógicamente, logra conocer la parte fundamental de la red de producción y distribución de propaganda, ocasionando daños de consideración en el aparato de propaganda del PCS, pero también del FUAR.

Rafael fue uno de los primeros cuadros que tomó parte en los debates a favor de la creación del FUAR y defendiendo la posición de Raúl Castellanos y de Schafik, frente a la oposición de Salvador Carpio en el CC del PCS. Desde su militancia en la Asociación 5 de noviembre y el FNOC, Rafael se forjó como un fogoso organizador de Grupos de Acción Revolucionaria, GAR, al grado que, en la estructura de la red de producción y distribución de propaganda, se ocupó en fomentarlos

  1. DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO ABRIL Y MAYO, (PRAM), AL FRENTE UNIDO DE ACCIÒN REVOLUCIONARIA, (FUAR).1959-1961.

Siguiendo los pasos de la experiencia reciente del PRAM-FNOC que jugaron un rol destacado en la lucha contra la dictadura militar, Rafael Aguiñada no vaciló en aplicarla con mucho entusiasmo para combatir la obstinada continuidad de la dictadura militar en nuestro país, surgida el 2 de diciembre de 1931, la cual debía enfrentar mediante la aplicación de una política de Frente Único integrado por todas las fuerzas sociales, políticas populares y democráticas del país. La decisión de crear el FUAR fue del Partido Comunista de El Salvador. Se trató de asegurar la  continuación del Frente Nacional de Orientación Cívica, FNOC, (1959-60). Solo que, a diferencia de éste, cuya estructura orgánica y de funcionamiento abierta, de movilización de masas, pluralista (amplio), tomaba las decisiones con el principio de consenso. El FUAR, en cambio, con objetivos políticos revolucionarios de cara al Poder, debía funcionar, bajo el centralismo democrático, combinando su accionar con formas de lucha abiertas o semi- abiertas, un paso importante en el proceso de construcción de un Frente Único, constituido por los elementos más conscientes de las diversas organizaciones de masas.

Bastaba, decía, asegurar el compromiso de luchar de las y los compañeros contra el imperialismo yanqui, contra sus lacayos y títeres nacionales, dependiendo del tipo de actividad laboral o política para poder ingresar a cualquiera de las Columnas que conformaban en la estructura orgánica del mismo.


Prácticamente, en ese tiempo, en nuestro país  no había sector social popular organizado que no tuviera su representación dentro de la estructura del FUAR. Estaban frescas las acciones políticas combativas del Frente Nacional de Orientación Cívica, FNOC, que seis meses antes había derrocado al Dictador José María Lemus y los tambores de la Revolución cubana del 1º. de enero de 1959 sonaban y vibraban en los corazones de las masas trabajadoras del pueblo salvadoreño. Diversos sectores sociales de nuestro país se sintieron contagiados y estimulados por la gesta heroica del pueblo cubano, del Movimiento 26 de Julio dirigido por el comandante Fidel Castro y otros compañeros revolucionarios, que expulsaron de Cuba al dictador Fulgencio Batista”.

En este marco, en El Salvador surge no solo el Partido Oficial, el Partido de Conciliación Nacional, PCN, como era la tradición dentro del sistema político imperante, que aspiraba facilitaba el paso de los militares a la silla presidencial. También surgió el Partido Demócrata Cristiano un par de meses antes, con planteamientos e ideas novedosas, derivadas del ambiente de reforma prevaleciente en la Iglesia Católica mundial, del cual surge el proceso del Concilio Vaticano II y con él la nueva Doctrina Social de la Iglesia.

El Mercado Común Centro Americano se abría paso en la región como parte del Modelo sustitutivo de Importaciones. La Oligarquía salvadoreña desafiaba las orientaciones reformistas de la Alianza para el Progreso, ALPRO, que la administración Kennedy de EE. UU. impulsaba para promover las medidas reformistas destinadas a enfrentar la crisis y la influencia de la Revolución Cubana. La Junta de Gobierno Cívico Militar surgida de la caída del gobierno de José M. Lemus que apenas tuvo una duración de tres meses, fue sustituida por el Directorio Militar del 25 de enero de 1961, que se interpuso para reactivar la dictadura militar.

Dicho Directorio se vio en dificultades de aceptar las reformas que debía impulsar, aunque necesarias, ellas significaban un claro desafío a la dictadura, porque esas reformas que eran las indicaciones del norte afectaban la estructura económica de la oligarquía.  Además, en ese tiempo apareció el Concilio Vaticano II con la nueva doctrina social de la Iglesia Católica que resonaban fuertes en un país convulsionado que coincidió con el programa de la Administración Kennedy que se afanaba para atenuar el auge revolucionario de las masas entusiasmadas por la Revolución cubana. El Directorio no tuvo más remedio que abrirle paso a una política de zanahoria y garrote como táctica para manejar las posiciones recalcitrantes de una Oligarquía obstinada y una administración USA empeñada en detener la influencia revolucionaria cubana.

El 20 de mayo de 1962 tuvo lugar la 3ra. Plenaria Nacional, la reunión se llevó a cabo en el Edificio Chaín, lugar donde funcionaba la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de El Salvador. Este Edificio estaba ubicado frente a la venta de vehículos y repuestos Chrysler sobre la Calle Rubén Darío, entre la 23 y 21 Av. Sur.

Rafael Aguiñada realizó trabajo de preparación organizativo para asegurar la asistencia a esta plenaria, que sobrepasaba las 100 personas, de las 7 estructuras o llamadas “Columnas” del FUAR; además, había una mínima representación del Consejo Nacional y del Comité Ejecutivo Nacional, los organismos de dirección que estaban obligados a participar por derecho propio y uno o dos invitados especiales. Recuerdo a Roberto Carias Delgado, que fungía como Secretario General del Partido Revolucionario Abril y Mayo, PRAM. Tratándose de una reunión clandestina, era una buena cantidad de personas, cuya organización y preparación significó un plan especial, minuciosamente elaborado: una parte debía entrar y dormir en el local; cada grupo de columna tenía asignado un tiempo, el cual debía respetarse disciplinadamente, de tal manera que en ese lapso debían entrar dos personas cada 2 minutos, con máximo de 3 minutos de espacio. Eso no podía violarse por ningún motivo, había que ser muy estricto. Los puntos de Agenda principales del evento, que recuerdo: Informe de la situación política nacional e internacional, el cual fue presentado por Juan (Schafik). Roberto Carias Delgado tuvo una breve intervención relativa a su participación en la reciente Conferencia Mundial por La Paz y el Desarme, realizada en Moscú, así como de los encuentros en su paso por Conakry, con el jefe del gobierno de Sekou Toure.

En el análisis de la situación nacional se destacaron, entre otras cosas: las fuertes contradicciones entre los grandes terratenientes y otros sectores conservadores exacerbadas por las políticas de la administración de J. F. Kennedy de los EE.UU. con su Programa Alianza para el Progreso, ALPRO. En esos días ya estaba anunciada la visita al país, de su coordinador general para América Latina, el señor TEODORO MOSCOSO.

Rafael Aguiñada fue uno de los cuadros dirigentes de apoyo a Schafik Hándal, quien tuvo a su cargo la organización y coordinación de  la Columna “9 de Mayo”, originada del seno del PRAM. Por ello Rafael Aguiñada Carranza fue uno de los delegados a la III Plenaria Nacional, junto con Raúl Castellanos Figueroa, Tirso Canales, Fernando Lisanne, Raúl Padilla Vela., etc.

  • OFENSIVA DEL SINDICALISMO LIBRE DE LOS EE. UU. EN EL SALVADOR

Las décadas de los años 50 y 60 fueron decisivos para el imperialismo norteamericano en la lucha contra el movimiento sindical revolucionario a nivel internacional. En 1962 la administración norteamericana creó el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre, IASDL, el cual apoyaba los planes de la ORIT encaminados a debilitar el trabajo revolucionario en los sindicatos y gremios, contando con el apoyo del gobierno y la  dictadura militar. En el informe internacional quedó dicho que el Instituto estava formado por conocidos elementos empresariales norteamericanos. (La constitución del CONSEJO DIRECTIVO  DEL Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre, IADSL:

  • JOHN P. GRACE, PREIDENTE (ACCIONISTA PRINCIPAL DE WR-GRACE AND CO, DIRECTOR RESPONSABLE DE LOS ASUNTOS INTERAMERICANOS DE AFL-CIO, AGENTE DE LA INTERNATIONAL ORGANIZATION DIVISION (IOD) DE LA CIA (CLANDESTINA); DIRECTOR DEL CENTRO DE ENTRENAMIENTO SINDICAL DEL FONT ROYAL, DONDE LA CIA INVIERTE EL 90 % DE LOS COSTOS; INVERSIONISTA CON GRANDES CAPITALES EN A. L.
  • BERENT FRISTE, ACCIONISTA Y HOMBRE DE CONFIANZA DE ROCKEFELLER;
  • JOHN TRIPPS, PRESIDENTE DE PAA AMERICAN;
  • CHARLES ARIENKERHOF, PRESIDENTE DE ANACONDA, LA PRRINCIPAL EMPRESA MINERA DE COBRE EN  CHILE;
  • SERAFINO RUMUALDI, SECRETARIO GENERAL DE LA ORIT, AGENTE DE LA CIA. Y JOHN D. ROCKEFELLER, DE GENERALES CONOCIDAS).

Rafael Aguiñada Carranza pasó a la Comisión Nacional Sindical del PCS, se ocupó de los lineamientos divisionistas y liquidacioncitas de la ORIT y del IADSL orientados a los sindicatos y gremios de pensamiento revolucionario. Los organismos yanquis  se apoyaban en las políticas represivas gubernamentales y al mismo tiempo, creando y dirigiendo la organización paralela en los tres niveles organizativos: los sindicatos, federaciones y confederaciones.

 El PCS contaba con la CGTS bastante diezmada, con apenas 7 de los más de 40 sindicatos que la formaron, pero  resistieron la embestida imperialista. Con esa membresía sindical ni siquiera se podía defender como una Federación y menos como Confederación. La ORIT comenzó su trabajo en los años 50, creando la Confederación General de Sindicatos, CGS, en 1958, su dependiente. Con el financiamiento de la AFL-CIO y de la ORIT apoyados por dirigentes patronales, René Barrios Amaya, el Chele Saravia, el Negro Rodríguez y otros elementos vendidos, que habían traicionado a su clase para apoyar las orientaciones imperialistas en el seno del movimiento sindical.

Como respuesta, los trabajadores, bajo la orientación del PCS, crearon el Comité de Unidad Sindical de El Salvador, CUSS, en 1963, con dos orientaciones concretas: dar la pelea por organizar nuevos sindicatos, y tratar de arrancarle a la CGS todos aquellos sindicatos que se fueron engañados con la complicidad de sus dirigentes corruptos. Un poco más tarde apareció otra orientación encaminada a trabajar y preparar condiciones para disputar las direcciones de los sindicatos controlados por las Federaciones corruptas afiliadas o no en la CGS. Varios Grupos de Acción Revolucionaria (GAR) surgieron al interior de dichas organizaciones, lo que permitió, en este ambiente, en medio de mucha euforia revolucionaria, el surgimiento y fortalecimiento del FUAR.

  • VIAJE A LA ESCUELA DE CUADROS DE MOSCÚ

En agosto de 1963 viajó a la Escuela de Cuadros de Moscú, junto con  Carlos “El Ratón” Hidalgo, El Chiquitín Alfonso García, Armando Herrera, Toño Díaz, (Benjamín), Alfredo Acosta Díaz y otros. En los estudios de dos años se encontraba cuando recibió en 1964 noticias sobre su ratificación como miembro del Comité Central y miembro suplente de la CP, en las resoluciones del V Congreso del PCS. Su regreso al país tuvo lugar a finales de 1965, en tiempo de negociaciones con dirigentes del PAR para aprovechar las reformas al sistema electoral del país a realizarse en el año 1966.

Meses después nos enteramos que el Chele Aguiñada había sido designado para integrar la fórmula electoral del PAR Nueva Línea, para el Consejo Municipal de la ciudad de San Salvador.

4. PARTICIPACIÓN EN CAMPAÑA ELECTORAL DEL PAR-NVA. LÍNEA

En las reuniones preparativas para las elecciones municipales de 1966 se organizaron varios grupos de apoyo en los temas de seguridad, organización, comunicaciones, movilización, etc. Rafael formó parte del Comité Departamental del PCS de San Salvador y yo también. Ahí se conoció la decisión de la CP del PCS de los aspectos fundamentales de la campaña electoral. El candidato a alcalde era el Dr. Napoleón Rodríguez Ruiz, el Síndico era Rafael Aguiñada Carranza, y el resto recuerdo los nombres de Carlos el Ratón Hidalgo, Dr. Roberto Bracamonte, el locutor de la Voz de América y otros.

Para el grueso de la militancia del PCS esta campaña electoral era la primera asumida por el partido, aunque algunos sabíamos que hubo en el pasado algunos ensayos, siempre con el PAR. La experiencia obtenida con el FNOC y el FUAR, en los años recientes, logramos estructurar varios organismos de apoyo para defender la participación abierta y legal, para enfrentar la ofensiva de los carros patrullas y otros medios de los cuerpos de seguridad. Casi toda la actividad se realizaba con cuadros activistas voluntarios, sin salarios ni alimentos, pero hubo mucho entusiasmo. La principal propaganda se realizaba en vehículos automotores con equipos de sonido, así como con material impreso.

Los locales del PRAM en varios municipios sirvieron para el PAR Nueva Línea. Los mítines relámpagos fueron empleados, acompañados de activistas para repartir materiales y proteger los equipos de sonidos y los oradores. Rafael Aguiñada tuvo oportunidad de lucirse como orador por primera vez y el Ratón Hidalgo explotó con los estudios que había realizado sobre el origen de los Partidos Demócrata Cristianos.

La experiencia realizada fue evaluada con buenos resultados, aunque con más de 400 presos políticos y varios vehículos confiscados por la Policía Nacional. Además, la jornada fue una grata experiencia para realizar una agitación política que elevó sustancialmente el pensamiento político de amplias masas populares.

Inmediatamente después fueron estructuradas las medidas organizativas, de comunicación, divulgación, movilización

La siguiente campaña electoral de 1967 fue presidencial, con la fórmula de los Dres. Fabio Castillo Figueroa y Ángel Góchez Castro. En ella, la participación de Rafael Aguiñada fue como candidato a Diputado a la Asamblea Legislativa.

II.-PARTICIPACIÓN EN EL VI CONGRESO DEL PCS: 30 agosto 1970

El VI Congreso se realiza el 30 de agosto de 1970. Fue convocado en la casa del veterano Virgilio Guerra. El ambiente político que prevalecía en la base del partido era la crisis interna que dio origen a dudas por la renuncia de Cayetano Carpio, las cuales fueron correctamente abordadas, aclaradas y reorientado el trabajo político contra la dictadura y el imperialismo norteamericano.

El CC electo lo colocó en la Comisión Política del partido y lo asignó al frente de la Comisión Nacional de Organización. También formó parte del secretariado del Comité Central, junto con Schafik y Alfredo Acosta. En octubre de 1970 le fue encomendada la tarea de viajar a Hungría, junto con Raúl Castellanos Figueroa para atender tareas en la Comisión surgida de la reunión de los Partidos Comunistas y Obreros del reciente encuentro internacional en Moscú. Lamentablemente, Rafael Aguiñada no pudo cumplir  la misión debido a crisis de salud sufrida por Raúl Castellanos que tuvo que viajar a revisión a Moscú, lugar donde falleció el 29 de octubre de 1970.

En los debates del VI Congreso se abordaron los problemas político-ideológicos que ocasionaron la renuncia de Salvador Cayetano Carpio y Rafael Aguiñada tomó parte, habiendo señalado parte de los debates con el secretario general en torno a su participación en el proceso electoral del PAR Nueva Línea en las jornadas de los años 1966-67. Su labor fue evaluada por las y los delegados de forma positiva, pero también su  rol jugado en el movimiento sindical y gremial.

2.- DURANTE EL VIRAJE ORGANIZATIVO E IDEOLÓGICO DEL PCS

Rafael Aguiñada libró las batallas organizativas e ideológicas del PCS en las bases sindicales dirigidas por los comunistas, además de las propias en los organismos de dirección. En los sindicatos de la FUSS se encontró con Carlos Alberto (El Ratón) Hidalgo, quien como hemos dicho antes, fue parte del grupo de estudiantes que junto con Rafael viajó a la Escuela de Cuadros de Moscú. A su regreso al país, en su calidad de experto negociador de conflictos, el  ratón cayó en casos de corrupción de negociar para fines personales algunos de los conflictos de compañeros que al sentirse traicionados lo denunciaron y hasta abandonaron las filas sindicales. Haciendo uso de su capacidad teórica deformada y de su capacidad ya como Abogado, Hidalgo fue uno de los cuadros que mayor daño provocó en las filas sindicales. Por eso fue enfrentado por algunos de nosotros y particularmente por Rafael, que lo conoció y trató mucho más. Por eso se sintió con todo el derecho y la solvencia de desenmascararlo frente a los trabajadores, en los activos y congresos sindicales.

El Ratón, al sentirse derrotado prefirió cambiar la afiliación del Sindicato de Tipógrafos de la FUSS y llevarlo a FENASTRAS. Pero no era lo único negativo, también se reunía y conspiraba en compañía del Cuche Zaldívar y con otros dirigentes corruptos de Fesincontrans y CGS en contra de la FUSS, FESTIATSCES y más tarde contra la CUTS. Para nosotros fue un elemento que entró a la corrupción, pero para otra organización fue un traidor y le aplicó la medida militar cuando fue nombrado por la Primera Junta de Gobierno presidente de la Lotería Nacional en 1980. También confrontó con Carlos Marín, uno de los veteranos del sindicato de Sastres, que prefirió retirarse cuando recibió las primeras críticas por su actitud poco agresiva en el trabajo, por su descuido y casi desprecio en estudiar para enseñar a otros, adoptando una posición acomodada, prefirió replegarse y renunciar de su calidad de veterano dirigente de los sastres,  cuya militancia sindical venía desde los tiempos del UNT (1944)- CROSS (1947-51) y de la CGTS (1957-62),  elegido a miembro del Comité Central y de la Comisión Política del PCS por el V Congreso en 1964. Este compañero contaba con importantes méritos para mantenerse y ganar el reconocimiento de sus compañeros, pero no fue lo suficientemente maduro para aceptar los señalamientos críticos por los viejos métodos espontáneos en el seno de los sindicatos. No se fue con Carpio en 1970 porque también fue uno de los elementos criticados por él, pese a su anterior rol de apoyo para convertirlo en secretario general del PCS no tuvo más que rendirse y retirarse.

Otros cuadros veteranos, como Hipólito Calles de UTF, Carlos Quijano de los zapateros, Alfredo Torres, de Camas Capri, aunque no ejercieron una oposición abierta en contra del PCS sí la aplicaron contra Rafael Aguiñada, argumentando los métodos duros de éste, pero en realidad fueron diferencias de lineamientos políticos e ideológicos.  Otros menos negativos, como Antonio V. Constanza, el tipógrafo de apellido Rojas, con sus méritos ganados por muchos años, se dejaron influenciar y anduvieron por el sendero del licor y otros vicios. Varias compañeras de la industria del Vestido, las costureras, y de otras ramas, se incorporaron con mucho coraje en apoyo a esta línea de trabajo y orientación. Con varios otros hicimos no pocos esfuerzos por convencerlos a rectificar, pensando en reeducarlos y ganarlos a ser parte del proceso de rectificación.

Rafael cumplió muy bien su misión. Desde que recibió la orientación de asumir la responsabilidad de dirigir el trabajo sindical, lo primero que hizo fue afiliarse a un sindicato y tratar de ganarse el derecho de entrada a la Federación Sindical de El Salvador.  Poco a poco se ganó el espacio para optar al cargo de Secretario General de la FUSS, venciendo los argumentos de quienes se oponían a que el PCS ganara una mayor influencia en los sindicatos. Estos compañeros enfermos del economismo acusaban a la Comisión Política y a quien hablara en su nombre, de imposición, de paracaidistas. Así definían estos compañeros, el esfuerzo de la CP que se empeñó en derrotar la influencia del economismo en los sindicatos revolucionarios e independientes. Rafael, con nuestro apoyo y respaldo de la Dirección del PCS le declaró la guerra a la política divisionista y liquidacioncita de la ORIT-y a su Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre, IADSL.

Con su apoyo montamos la Escuela de Formación de Cuadros Sindicales en el local 630 de las federaciones para contrarrestar el espontaneísmo economista de algunos de los compañeros veteranos. Mediante ese esfuerzo y otras medidas de sustitución de cuadros dirigentes de los sindicatos, se enfrentaron sin descanso contra quienes solo pensaban y se dedicaban a tareas sindicales y rechazaban cumplir tareas políticas. Desenmascaró a quienes negaban los conflictos laborales buscando  negociaciones en el Ministerio de Trabajo, negándole el papel y el derecho de las y los trabajadores y la conveniencia de movilizarse y desarrollar su capacidad de lucha contra los malos empresarios. Esto explica el desplazamiento de Julio César Castro Belloso y de otros cuadros sindicales de la dirección de la FUSS y FESTIAVSCES sin desplazarlos de las Directivas Federales de las mismas.

La pelea por el viraje en el partido continuaba, como parte del proceso de rectificación orgánica, comenzando por resolver la elección de  Schafik como secretario general del PCS, y realizar algunos cambios de responsabilidades individuales de la misma Comisión Política. En 1973 Rafael Aguiñada Carranza pasó a conducir la Comisión Nacional Sindical, dejando la Comisión de Organización bajo la dirección de Alfredo Acosta Díaz, a cada una de las cuales fueron asignados compañeros de dirección nacional e intermedia y otros militantes veteranos con experiencia. A Schafik siempre le quedó, ya  como Secretario General, la  coordinación tanto del Secretariado como la Comisión Política. Durante algún tiempo se percibía la coordinación de ambos organismos con agendas separadas, pero con el tiempo se fue dando el fenómeno de la concentración de funciones que hubo que atender.

“El viraje político planteado por la Dirección del PCS en 1973 fue de carácter orgánico, pero también  ideológico. No era fácil  tratar de aplicar los principios revolucionarios al interior del Partido, procurando estimular su aplicación  en el movimiento sindical y popular de ese entonces, de tal manera que ejercieran peso en contra  de  las principales desviaciones del apoliticismo que se fue convirtiendo en anacrónico. Era una vieja herencia que, dejada por veteranos dirigentes, pasando por Salvador Cayetano Carpio, como el economismo, el sectarismo, el legalismo y el dogmatismo. Pero la dedicación principal del esfuerzo estaba dirigida al interior del partido, no solo para lograr un funcionamiento partidario desde la dirección a la base, sino, sobre todo, en la reorientación de la estrategia revolucionaria hacia el poder que el partido debía tener y ejecutar, asumiendo el papel constructor y conductor del movimiento popular y social. En las discusiones sobre  la aplicación  del centralismo democrático, recuerdo las exigencias de muchos militantes por poner el concepto de manera inversa, democracia con centralismo, creyendo ingenuamente que con sólo invertirlo se corregiría. Se hacía bastante énfasis sobre la dirección colectiva, recomendando no repetir los errores cometidos por el mismo Secretariado en varios momentos al asumir hasta las funciones centralizadas de la Comisión Política y del Comité Central.

 Así fueron desfilando en la discusión los temas de la disciplina, la crítica y autocrítica y de la célula, que  fue de mucha utilidad  para definir la estructura fundamental del Partido, pensando en la necesidad de vincularse con las bases populares y de éstas asegurar los mejores métodos de reclutamiento de las y los elementos para el Partido. Por supuesto, la crítica fundamental recayó en los organismos nacionales de dirección del Partido. Otros  temas relacionados con la Construcción y Desarrollo del Partido se relacionaron con la composición social y la formación política ideológica del mismo.

El diagnóstico presentado por Schafik puso sobre la mesa una realidad aparentemente oculta pero que todo el mundo la percibía: la mayoría de los organismos contaba con un  mayor porcentaje de elementos “no proletarios” y cómo ese detalle se reflejaba en la misma Dirección del Partido, sobre ella se descargaba el mayor centro de la crítica. De acá sale la conclusión de orientar un crecimiento dirigido hacia las y los trabajadores fabriles y otros sectores claves como la juventud, las mujeres y el campesinado y la intelectualidad revolucionaria. En ese sentido, debíamos convencernos de que el crecimiento y desarrollo del partido no consistía únicamente en el reclutamiento solo por el hecho de ser proletario, o por aparentar serlo. El crecimiento debía responder al trabajo con la gente, al tipo de  relación que trae esa persona con su sector social organizado, si se trata de un activista, de una persona luchadora o simplemente de un sindicalista pasivo sin influencia demostrada en la lucha junto a esas masas trabajadoras. Además, de su identificación y acción consciente a favor de los intereses de las amplias masas populares”

“Un poco más tarde, en los momentos de discusión sobre la  crisis y los avances de la escalada neofascista o claramente fascista, recuerdo que Schafik sometió a discusión en la Comisión Política, como algo urgente, la necesidad de acelerar la ejecución de las tareas sobre el crecimiento del partido a nivel nacional, acompañada de una disputa de la conducción de las amplias masas populares amenazadas con intentos reformistas de derecha, emanados en la misma burguesía y el gobierno. Para el área rural, por ejemplo, estaba planteada la idea de una Central de trabajadores rurales y lo mismo para las masas organizadas en las federaciones de sindicatos afines y sindicatos independientes. El Partido estaba obligado a dar respuestas claras para desafiar esos retos del viraje en el partido. Así, como parte del proceso de definición del viraje, además de resolver la elección de Schafik como secretario general del PCS, se aprovecha la coyuntura para realizar algunos cambios de responsabilidades individuales de la misma Comisión Política. Rafael Aguiñada Carranza pasó a conducir la Comisión Nacional Sindical, dejando la Comisión de Organización bajo la coordinación de Alfredo Acosta, a cada una de las cuales fueron asignados compañeros de dirección y militantes veteranos con experiencia. A Emilio como Secretario General le correspondía conducir tanto el Secretariado como la Comisión Política”. (Idem, p.13)

3.- LA CONSTRUCCIÓN DE LA CENTRAL ÚNICA DE TRABAJADORES DE EL SALVADOR, CUTS.

La tarea de construir la central única de trabajadoras fue parte de las orientaciones estratégicas de la Dirección Nacional del PCS. Todos los organismos inferiores y comisiones nacionales del PCS tenían orientaciones de ejecutar dicha decisión. Las discusiones que teníamos en la Comisión Nacional Sindical, CNS, casi siempre nos enfrentábamos a los argumentos con enfoques negativos, de que no se podía hacer nada. En el fondo, algunos de estos compañeros buscaban convencernos de que dejáramos las cosas tal como estaban. Algunos miembros de la CP nos reuníamos antes para ponernos de acuerdo en las medidas a tomar, más que perder el tiempo en discusiones estériles.

Contando con el apoyo de muchos militantes y de la misma CP, Rafael se lanzó al ruedo, organizando la participación de la militancia partidaria en los Activos Sindicales de cada sindicato, en las asambleas y Juntas Directivas, pensando en las dos federaciones nuestras, pero luego en FENASTRAS, después de haberla desafiliado de la CGS. Rafael demostró poseer no solo la capacidad sino la decisión y disposición de enfrentar al enemigo en este terreno, disputarles la dirección y conducción del movimiento obrero, sin dejar de lado la lucha hasta con algunos de nuestros anquilosados cuadros sindicales. En esos momentos nos enfrentábamos a varios compañeros que habían caído en las garras del oportunismo de derecha que los arrastraba a las desviaciones del acomodamiento y hasta del apoliticismo en el movimiento.

Para enfrentar estos problemas no bastaba tener la visión política estratégica, la teoría sobre el proyecto popular, sino la valentía, la decisión y los métodos apropiados para enfrentar al enemigo, enfrentar al oportunismo de derecha sin dejar de tratar de recuperar a los elementos ganables y depurar a quienes no fuera posible mantener.

Claro, la vida demostró que Rafael carecía del mejor método, él mismo estaba consciente de ello. Su temperamento y su modo de ser chocaban con otros compañeros con temperamentos iguales o peores al suyo. Pero lo acompañamos, le dimos respaldo, varios compañeros de la CP y del CC nos dimos cita en los activos y congresos sindicales para abrirle paso a las nuevas orientaciones de la Dirección del Partido. Rafael cumplió muy bien su misión. Lo primero que hizo fue afiliarse a un sindicato y tratar de ganarse el derecho de entrada a la Federación Sindical de El Salvador.  Poco a poco se ganó el espacio para optar al cargo de Secretario General de la FUSS, venciendo los argumentos de quienes se oponían a que el PCS ganara una mayor influencia en los sindicatos.

Estos compañeros enfermos del economismo acusaban a la Comisión Política de imposición, de paracaidistas. Así definían estos compañeros, el esfuerzo de la CP por sacar de la influencia del economismo a los sindicatos revolucionarios e independientes. Rafael, con nuestro apoyo y respaldo de la Dirección del PCS le declaró la guerra a la política divisionista de la ORIT- IADSL, al economismo, se enfrentó sin descanso contra quienes solo pensaban y se dedicaban a tareas sindicales y rechazaban cumplir tareas políticas. Desenmascaró a quienes solamente buscaban resolver los conflictos laborales en negociaciones en el Ministerio de Trabajo, negándole el papel y el derecho de las y los trabajadores y la conveniencia de movilizarse y desarrollar su capacidad de lucha contra los malos empresarios. Esto explica el desplazamiento de Julio César Castro Belloso y de otros cuadros sindicales de la conducción de la FUSS, sin desplazarlo de la Directiva Federal de la misma.

La misma suerte corren otros compañeros como Carlos Marín y Carlos Alberto (El Ratón) Hidalgo y Alfredo Torres del sindicato de muebles Capri, que no fue capaz de soportar las críticas de sus compañeros y prefirió adoptar una posición de oposición cerrada a la influencia del PCS en los sindicatos. Otros cuadros veteranos, aunque no ejercieron una oposición abierta en contra del PCS sí la aplicaron contra Rafael, argumentando los métodos duros de éste, pero en realidad fueron diferencias de lineamientos políticos. Carlos Quijano, Antonio V. Constanza, el mismo Hipólito Calles, con sus méritos, se dejaron influenciar y anduvieron por este sendero. Con varios de ellos hicimos no pocos esfuerzos por convencerlos a rectificar, pensando en reeducarlos y ganarlos a ser parte del proceso de rectificación, pero fracasamos. Uno de los veteranos, Carlos Marín, que prefirió retirarse cuando recibió las primeras críticas a su conducta poco agresiva y acomodada fue el veterano dirigente de los sastres, cuya militancia sindical venía desde los tiempos del UNT (1944)- CROSS (1948) y de la CGTS (1957), que fue elegido a miembro de la Comisión Política por el V Congreso. Este compañero contaba con importantes méritos para mantenerse y ganar el reconocimiento de sus compañeros, pero no fue lo suficientemente maduro para aceptar los señalamientos críticos por su acomodamiento a los viejos métodos espontáneos el seno de los sindicatos “

 El Oso Belloso era un cuadro sindical originario de Santa Ana y de la industria de la construcción, que se había formado a finales de los años 50, fue dirigente de la Confederación General de Trabajadores Salvadoreños, CGTS, creada en 1957. El, junto con Felipe Cativo y Antonio Velasco Iglesias fueron dirigentes de la CGTS. Eran cuadros sindicales del Comité Central quienes junto con Carlos El Ratón Hidalgo, y otros compañeros constituían el equipo principal del PCS en el movimiento sindical. Carlos Hidalgo, después de haber regresado de la URSS estudia Derecho, supuestamente para desarrollar una mejor asesoría jurídica al servicio de  los trabajadores, una idea muy buena, pero en realidad esa capacidad  la utilizó para beneficio personal. No fueron pocos los casos denunciados en su contra, como el hecho de vender los juicios laborales a los empresarios, cobrando sus honorarios a cambio de indemnización de los compañeros sindicalistas despedidos. El grupo anti PCS se fue conformando con el zapatero Carlos Quijano, Alfredo Torres, e Hipólito Calles, con el cual el Oso Belloso fue intensificando su relación.

Además de esta práctica unipartidaria se fue desarrollando una relación con el Cuche Felipe A. Zaldívar, dirigente del Sindicato Unión de Trabajadores de la Construcción, SUTC, claramente identificada con el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre, IADSL, relación que lo afectó políticamente hasta degradarlo en términos de confianza con los trabajadores. Fue una lástima, pues el Oso fue uno de los pocos dirigentes que se enfrentó a la dictadura por muchos años en defensa de los intereses de las y los trabajadores”.

 En el medio sindical también participaba el veterano y militante comunista Raúl Padilla Vela, maestro de generaciones de revolucionarios, reclutador nato, un excelente reclutador y organizador del partido. No era por gusto que los compañeros y compañeras, de forma cariñosa le decían “Guacalada”. Raúl en sus charlas explicaba su llega al PCS a mediado de los años 50, en las luchas contra la dictadura de los coroneles Osorio y José María Lemus. Raúl contaba que venía de la época de otro de los veteranos comunistas, el Chino Carlos Ramírez. Raúl era profesor de secundaria, de Física, alguien estudioso, agitador político de barricada, junto con Tirso Canales, Pedro Mancía Cerritos, Roberto Armijo, Gabriel Gallegos Valdez, a quien cariñosamente le decíamos “Gaby” y por supuesto, Raúl Castellanos Figueroa, Raúl formó parte del equipo organizador del Partido Revolucionario Abril y Mayo, PRAM, en 1959.

Estando Rafael Aguiñada en la coordinación de la Comisión Sindical del PCS, Alfredo Acosta al frente de comisión Nacional de Organización, CNO,  en el marco de visión estratégica de construir un amplio movimiento popular nacional y una alianza política con las diversas fuerzas democráticas, la tarea trazada por la conducción del Partido en el movimiento sindical fue la de avanzar hacia la construcción de la Central Única de Trabajadores Salvadoreños, CUTS, mediante procesos de unidad entre la Federación Unitaria Sindical de El Salvador, FUSS, la Federación Salvadoreña de Trabajadores de la Industria del Alimento, Vestido, Textil, Similares y Conexos de El Salvador, FESTIAVTSCES, y la Federación Nacional de Sindicatos de Trabajadores Salvadoreños, FENASTRAS y algunos sindicatos independientes como el  Sindicato de Trabajadores de la Industria Textil STIUSA. Varios compañeros comunistas afiliados en algunos sindicatos le apoyaron mucho a Rafael en esta importante tarea. Me atrevo a mencionar algunos nombres pidiendo disculpas por no mencionarlos a todas y todos.

Por ejemplo, Ricardo Martínez, conocido cariñosamente como el Chele Foremost, un sólido dirigente del sindicato de la empresa lechera Foremost, que luego ascendió a la secretaría general de Fenastras: Jorge Mendoza Santos del sindicato de Cines y teatros; Jorge Alberto Morán Cornejo, conocido como el Beatle; Concha Marina y otras compañeras del sindicato de costureras y de la industria textil; Juan Edito Genovés del sindicato de la industria de la construcción; Adán Chicas, del sindicato de empleados particulares, etc. Los debates ideológicos crearon malestar en algunos compañeros que se consideraban caciques del movimiento sindical desde los tiempos de la CGTS. Las capturas de compañeros por los cuerpos de seguridad en ese tiempo y por los interrogatorios a que eran sometidos, daban pistas para creer la existencia de planes siniestros por parte del enemigo.  En esas tareas de construcción de la Central Sindical andaba el Rafael Aguiñada cuando fue emboscado y lo asesinaron en la esquina de la octava avenida norte y tercena calle oriente, al costado nor-poniente del mercado cuartel. La primera reacción nuestra fue culpar al gobierno y a sus cuerpos de seguridad. Sin embargo, lo mataron los mismos elementos sectarios del grupo militarista que antes había asesinado a Roque Dalton. Eso quedó plenamente comprobado en su tiempo. Rafael manejaba un carro verde oscuro marca Volvo.

Esa noche del 26 de septiembre de 1975 quedó grabada en la memoria del movimiento sindical como la más grave y abominable agresión de uno de los dirigentes mas queridos. Para el PCS significaba una pérdida muy sensible. Se trataba de un miembro de la Comisión Política del Comité Central, Diputado por el UDN-UNO en la Asamblea Legislativa y Secretario General de la Federación Unitaria Sindical de El Salvador, FUSS. A esas alturas no teníamos una mínima idea de que Rafael era el segundo dirigente asesinado. Jorge Alberto Morán Corneja, el Vétale, también había sido asesinado por los mismos asesinos el 23 de agosto de 1974, un poco más de un año antes. Siendo responsable de la Comisión Sindical, Rafael Aguiñada debía ser reemplazado inmediatamente para no interrumpir el proceso de unificación del movimiento sindical independiente, lo sustituyó en la Comisión Sindical, Adán Chicas, un veterano cuadro obrero forjado en las luchas del FUAR desde principios de los años sesenta.

 Rafael fue bastante crítico, dicho sea de paso, contra la concentración de funciones en una sola persona u organismo que por lo general conducen a debilidades y deformaciones de la democracia interna y del principio del centralismo democrático, ya que desfigura y desnaturaliza el carácter democrático que nos debe caracterizar como fuerza política revolucionaria. En este punto no había discrepancias en su definición teórica, ni en la Comisión Sindical ni en los activos sindicales, ni en la dirección del partido. El problema surgía a la hora del desempeño, cuando operaba   la influencia de la fuerza de la costumbre, afectando el equilibrio entre la necesaria centralización de un movimiento revolucionario y al mismo tiempo una voluntad única surgida del principio democrático, que asegura la legitimidad de la conducción y sus decisiones.

Los enfrentamientos con cuadros apoltronados y en proceso de descomposición; apoyos y oposición: Julio César Castro Belloso, Adán Chicas, Bernardo Cárcamo, Ricardo Martínez, varias compañeras y otros compañeros del Activo Sindical (Chacalín, Mario Rivera, Concha Marina y su esposo, Constanza, Miguel Cea, Juan Edito Genovés, Morán de Santa Ana, y varios otros cuadros sindicales, algunos militantes del PC y otros.

Sin embargo, Rafael estaba consciente de las graves limitaciones del movimiento sindical que el PCS había logrado construir y conducir hasta ese momento, estaba consciente que no era fácil combatir la influencia de la ORIT- IADSL, tampoco sería fácil vencer el miedo a la represión de la dictadura. Rafael tenía en cuenta la tendencia de algunos de nuestros dirigentes sindicales a tratar de resolver los conflictos en el escritorio o en las negociaciones con el Ministerio de Trabajo. Por eso Rafael planteaba, este trabajo no puede ser responsabilidad sólo de la Comisión Nacional Sindical, sino de la militancia del PCS a nivel nacional.

Carlos Alberto (El Ratón) Hidalgo, como hemos dicho antes, fue parte del grupo de estudiantes que junto con Rafael viajó a la Escuela de Cuadros de Moscú. A su regreso al país, en su calidad de experto negociador de conflictos, cayó en no pocos casos de corrupción de negociar para fines personales algunos de los conflictos de compañeros que al sentirse traicionados lo denunciaron y hasta abandonaron las filas sindicales. Haciendo uso de su capacidad teórica deformada y de su capacidad ya como Abogado, Hidalgo fue uno de los cuadros que mayor daño provocó en las filas sindicales. Por eso fue enfrentado por algunos de nosotros y particularmente por Rafael, que lo conoció y trató mucho más. Por eso Rafael se sintió con todo el derecho y la solvencia de desenmascararlo frente a los trabajadores, en los activos y congresos sindicales.

Carlos Marín, uno de los veteranos del sindicato de Sastres, que prefirió retirarse cuando recibió las primeras críticas por su actitud poco agresiva en el trabajo, por su descuido y casi desprecio en estudiar para enseñar a otros, adoptando una posición acomodada, prefirió replegarse y renunciar a su calidad de veterano dirigente de los sastres,  cuya militancia sindical venía desde los tiempos del UNT (1944)- CROSS (1947-51) y de la CGTS (1957-62),  elegido a miembro del Comité Central y de la Comisión Política del PCS por el V Congreso en 1964. Este compañero contaba con importantes méritos para mantenerse y ganar el reconocimiento de sus compañeros, pero no fue lo suficientemente maduro para aceptar los señalamientos críticos por los viejos métodos espontáneos en el seno de los sindicatos. No se fue con Carpio en 1970 porque también fue uno de los elementos criticados por él, no tuvo más que rendirse y retirarse.

Otros cuadros veteranos, como Hipólito Calles de UTF, Carlos Quijano de los zapateros, Alfredo Torres, de Camas Capri, aunque no ejercieron una oposición abierta en contra del PCS sí la aplicaron contra Rafael Aguiñada, argumentando los métodos duros de éste, pero en realidad fueron diferencias de lineamientos políticos.  Otros menos negativos, como Antonio V. Constanza, el tipógrafo de apellido Rojas, con sus méritos ganados por muchos años, se dejaron influenciar y anduvieron por el sendero del licor y otros vicios. Varias compañeras de la industria del Vestido, las costureras, y de otras ramas, se incorporaron con mucho coraje en apoyo a esta línea de trabajo y orientación. Con varios otros hicimos no pocos esfuerzos por convencerlos a rectificar, pensando en reeducarlos y ganarlos a ser parte del proceso de rectificación.

III.- ¿QUIÉNES Y POR QUÉ ASESINARON A RAFAEL AGUIÑADA CARRANZA?

1.- TESTIMONIO DE ANGEL MARIO FLORES

En los años 70 del siglo pasado, como se sabe, nos enfrentábamos a una estrategia de escalada militar fascista impulsada por la Dictadura Militar. Eran muy frecuentes las capturas de los activistas y dirigentes políticos y del movimiento popular. Las torturas como método de ablandamiento o de quiebre de la moral revolucionaria estaba en pleno apogeo. No era nada extraño que alguno de nuestros compañeros desapareciera y apareciera, si tenía suerte, expulsado del país. Rafael Aguiñada fue capturado y expulsado varias veces en esos tiempos y apareciera en Guatemala o Nicaragua, de donde organizábamos su retorno como algo normal. Varios de nuestros cuadros activistas habían desaparecido y nunca fueron encontrados, tales fueron los casos de Carlos Humberto Rivera en 1971, del Chiquitín Alfonso García y del pelón Torres en 1970, los casos de Luis Moreno de San Martín, de Aparicio y Urbina en 1973-74, el caso de Jorge Alberto Morán Cornejo, el “Beatle” en agosto de 1974, para solo mencionar algunos casos. Muchos de nosotros habíamos sufrido la terrible experiencia de los secuestros y torturas salvajes.

Por eso, cuando Rafael, el “Chele” Aguiñada, como le decíamos sus amigos, fue emboscado la noche del 26 de septiembre de 1975, la primera reacción y nuestra respuesta inmediata fue condenar a los cuerpos de seguridad de la tiranía. Nuestro periódico “Vos Popular” y otras publicaciones de medios amigos y de derecha, abundaron en detalles con los señalamientos que hicimos a la Dictadura Militar.  Nunca pasó por nuestra mente la idea de que Rafael pudiera ser asesinado por una organización de izquierda, aún y a pesar de las profundas diferencias políticas e ideológicas que nos separaban y nos mantenían enfrentados, no tenía sentido. Claro que estaba el antecedente del asesinato de Roque Dalton y de Pancho, como también los atentados fallidos y la persecución que sufrieron algunos compañeros por comandos del ERP que se habían separado de él producto de las graves desviaciones sufridas por los dirigentes del ERP en esos meses recientes.

Esos casos de Roque y Pancho fueron muy lamentables y duramente condenados por el PCS, pues casi de inmediato tuvimos información de que fueron ejecutados por diferencias ideológicas y justificadas con falsas acusaciones. En nuestros análisis sacamos conclusiones de que Roque Dalton había sido víctima de una mano criminal posiblemente ordenada por los servicios de inteligencia enemigos infiltrados dentro de esa organización. Pero en el caso de Rafael no nos atrevimos a señalar con el dedo en esa dirección, no obstante haber leído algunas de sus publicaciones en donde se señalaba al Partido Comunista de El Salvador como el enemigo principal que debía ser apartado, quitarlo como el principal obstáculo para hacer la revolución.

Algunas publicaciones posteriores de la RN y del mismo ERP nos fueron dando otras señales que nos indujeron a ciertas sospechas, pero no llegamos a contar con pruebas contundentes para sacar las conclusiones de señalarlos como responsables. Los cuerpos de seguridad echaron al vuelo algunas conjeturas que nos llamaron la atención: “hay fuertes indicios de que los subversivos se están matando entre ellos” Recuerdo los rostros sonrientes de algunos agentes vestidos de civil cuando nos miramos frente a frente en los momentos de sacar el cuerpo de Jorge Alberto Morán Cornejo de las aguas del Río Acelhuate.

 Sentía en su mirada el dedo acusador. Así pasaron los años. Hasta que Ángel Mario Flores, un viejo militante del UDN, que servía de anfitrión para los encuentros entre el ERP y el PCS, decidió hablar y revelarnos el secreto que mantenía compartimentado supuestamente para proteger a sus hijas de una posible represalia si revelaba la información. De mi parte, lo confieso, no le había puesto mucho cuidado que este viejo compañero pudiera tener una información tan compartimentada y me sorprendió cuando al marcharse Jorge Meléndez, se me acerca y me pide unos minutos para plantear un asunto delicado. Tomé asiento y preparé una pequeña libreta por si era necesario tomar nota.

Ángel Mario, que se encontraba solo en ese momento, también se sienta y comienza con un relato que me puso, como decimos los salvadoreños, los pelos de punta. “Mire camarada, me dijo, acabo de escuchar las palabras del compañero que acaba de retirarse y de momento me ha entrado una preocupación de que pudiera repetirse una reacción delicada de los compañeros del ERP en contra del PCS. No me dio tiempo a preguntarle nada, pues a continuación me traslada un testimonio con detalles imposibles de olvidar sobre los preparativos para el ajusticiamiento de un Diputado, parte de los cuales se realizaron en su casa de residencia de la ciudad de San Miguel en el año 1975.

Entre los detalles que anoté ese día tengo bien grabado lo siguiente: “A mi casa llegó un  grupo de 3 compañeros, que habían sido citados por el compañero  Balta, quien se hizo presente minutos después, para recibir instrucciones sobre una tarea revolucionaria: ajusticiar al  Diputado revisionista Rafael Aguiñada Carranza”.  Cuya ejecución debía realizarse por la noche del día siguiente, el 26 de septiembre. Dos compañeros debían esperar su salida del local sindical de la UTF, verificar la ruta que casi siempre seguía después de las reuniones de ese local y una vez confirmada, debía emboscarse en el lugar convenido. Un vehículo le obstruía el paso y los dos compañeros debían asegurar la ejecución sin perdida de tiempo y desaparecer de la zona. Al preguntarle detalles sobre la identidad de Balta, si se trataba del mismo comandante del ERP de nombre Juan Ramón Medrano, la respuesta fue afirmativa. “Si, se trata de Juan Ramón, él fue quien llegó a mi casa a dar las instrucciones. Ese hecho político no me ha dejado tranquilo durante todos estos años, fue su respuesta”.

¿Por qué hasta hoy nos está informando sobre este crimen compañero Flores? ¿Por qué tuvo que esperar cuatro años para informarnos sobre un hecho tan grave?

_Por miedo, por temor, no tanto por mi seguridad, sino por la seguridad de mis dos hijas. Una de ellas en ese tiempo era militante del ERP, la otra, la menor, militaba en las FPL. Debo aclararle, camarada, me dijo, como deseando una comprensión benévola de mi parte por ocultarnos la información, en esos momentos de la instrucción del comando yo no sabía a quién iban a ajusticiar. Eso lo supe después de los hechos, hasta el día 27 de septiembre, cuando los medios informaron algunos detalles que coincidieron con las instrucciones de Juan Ramón Medrano.

Esta información me impactó tremendamente, provocándome una indignación muy difícil de controlar, y no pude evitar hacerle un fuerte y duro reclamo al compañero Flores por habernos ocultado una información tan grave y delicada como esa que estaba trasladando 4 años después.

Varias veces nos habíamos encontrado con Jorge Meléndez y Sonia Medina en su casa, primero en la casa conocida como El Palomar, en la segunda avenida norte, casi enfrente de la calle 5 de noviembre, y después en la Colonia Santa Úrsula, ubicada al final de la 25 avenida sur.  Cada mes o cada dos meses, según lo conveníamos, nos dábamos cita en casa de Ángel Mario, que nos facilitaba su casa con mucho agrado, pensando en lo maravilloso que sería si lográramos la unidad de nuestras fuerzas. Pero sucedió el Golpe de la Juventud Militar del 15 de octubre de 1979; el Foro Popular recibió la propuesta del Comité Permanente de la Fuerza Armada, COPEFA, encabezada por los coroneles Arnoldo Majano y Abdul Gutiérrez, así como por los Capitanes Mena Sandoval, Vladimir Cruz Cruz, entre otros, a participar con ellos en la llamada Primera Junta  Revolucionaria de Gobierno. Sobre este hecho político se ha dicho y escrito bastante y no voy a repetir.

Lo que recuerdo sobre este hecho repudiable realizado por  la vieja Dirección del ERP, que resultó ser un reducido grupo militarista sectario que se había enquistado en la dirección de esa organización,  fueron varias de sus publicaciones en donde no era muy difícil llegar a la conclusión de que al calificar al PCS como el enemigo principal y como el obstáculo principal para realizar la revolución,  esa información proporcionada por el compañero Ángel Mario encajaba plenamente con su visión terrorista y contrarrevolucionaria de liquidar a los principales obstáculos para realizar sus planes de una grande y dudosa reputación.  Es más, le pregunté a Ángel Mario si sabía algo sobre el asesinato de Jorge Alberto Morán Cornejo y de otros compañeros asesinados años después, que se denunciaron como asesinatos de los Escuadrones de la Muerte.  Estaba pensando en los Profesores Orlando Guerrero Chamul, en Lázaro de Jesús Arias, de Salvador Sánchez Hidalgo y de otros camaradas. Ángel Mario se quedó pensando, confrontó fechas, me preguntó sobre los detalles de algunos de los compañeros asesinados y en su información quedó en firme que el asesinato de Jorge Alberto Morán Cornejo, que fue a finales de agosto de 1974, me dijo, si fue ejecutado por el comando del ERP.

Le aclaré que Jorge Alberto, conocido cariñosamente como “El Beatle”(1), era dirigente de la Federación Sindical de Trabajadores de la Industria del  Alimento Vestido Similares y Conexos, de El Salvador, FESTIAVTSCES y había sido asesinado el 23 de Agosto de 1974. Con el testimonio de Ángel Mario nos quedaba la sensación de que los asesinos podían ser los mismos, aunque la modalidad operativa fuese similar a la utilizada por los cuerpos de seguridad. Pero la información proporcionada por el compañero Ángel Mario quedo confirmada, los asesinos de Jorge Alberto fueron instruidos en su casa de la ciudad de San Miguel. Lo raro es que apareció la noticia de que la Policía Nacional había presentado pruebas extrajudiciales sacadas a base de torturas, en donde habían logrado que 4 elementos del hampa reconocieran la autoría del asesinato de Morán Cornejo, cuando un tipo de apellido Durán Salamanca los amenazó con matarlos si revelaban el plan, eso era común en esos tiempos. (1) Voz Popular había informado en su Edición No 4 del 3 de octubre de 1974, una versión proporcionada por la viuda de Morán Cornejo de que “ninguna de esas personas son las que sacaron a su esposo de su casa de habitación”

La Comisión Política del Comité Central del PCS que fue convocada recibió esta información en todos sus detalles. Todos quienes participamos en dicha reunión, escucharon la información, se analizaron todos los casos conocidos: Morán Cornejo, Roque Dalton (2), Armando Arteaga y Rafael Aguiñada Carranza. Se adoptaron algunas medidas de seguridad para evitar sorpresas. Era bastante lamentable y complicada la situación que se presentaba por cuanto teníamos acuerdos del VII Congreso del PCS de apostarle a la lucha por la Unidad de la Izquierda Revolucionaria y hasta recuerdo que habíamos acordado no responder ante ninguna provocación que pusiera en riesgo esa decisión.  Pero al conocer este testimonio, la CP tomó el acuerdo de dejar en suspenso todo contacto con el ERP, así como conversarlo con los compañeros de la Dirección de la RN para observar reacciones y posibles comentarios que dejasen en duda algunos de los hechos denunciados. Fue Schafik quien conversó con Neto Jovel sobre este delicado asunto, cuando ambos se encontraron en La Habana en ocasión del primer encuentro unitario del 17 de diciembre de 1979, de donde salió la Coordinadora Político Militar.

 Por cierto, al analizar el tema de la forma de cómo continuar los esfuerzos unitarios en el futuro inmediato, ambos coincidieron con la preocupación de que este elemento pudiera enfrascarnos con métodos militares para  dirimir diferencias políticas al interior de la Coordinadora. Nuestra Comisión Política adoptó la posición de oponerse al ingreso del ERP si éste no reconociera públicamente la responsabilidad en los hechos señalados, debían ser reconocidos frente a testigos y, además, el compromiso a desterrar de sus filas este método para dilucidar diferencias. Pero este elemento fue incorporado como preocupación seria en el caso se presentará el ingreso del ERP a la Unidad, porque no existía la menor confianza en que cumpliera.

(2) Con respecto al caso de Roque Dalton, en octubre de 1979 ya contábamos con información básica, y, sobre todo, la declaración del mismo ERP de asumir la autoría del asesinato, aunque desconocíamos detalles sobre los debates que marchaban hacia una división interna. No abundaban mucho, pero nos llegaban algunas publicaciones y algunas informaciones de amigos dentro de dicha organización que completaban el confuso panorama que se estaba configurando en su interior.

Después del doloroso y condenable crimen del ERP cometido en contra de Roque Dalton y de Armando Arteaga, ampliamente denunciado en el plano nacional e internacional, se desvanecieron completamente las reservas que algunos sectores pudiesen seguir abrigando de que un crimen tan abominable como ese pudiese cometerse a nombre de la revolución, respaldado por una Dirección Colectiva. Con el surgimiento de la RN y sus  publicaciones, como “Por La Causa Proletaria”, “El Combatiente”, y otros, fue aclarando el escenario que permitió entender.

Conocimos en “Por La Causa Proletaria” No 25 de Marzo-Abril de 1976 y otras publicaciones, en donde algo se da a conocer sobre el proceso de división interna, sobre el asalto al poder interno por el grupo militarista, sin dar a conocer los nombres, pero que poco a poco fueron apareciendo en el transcurso del tiempo. La RN habla de que ese problema se inicia a mediados de 1974, principios de 1975. “El grupo de la camarilla militarista comienza en la práctica a negar el partido, a negar la necesidad de ligarnos a las masas… a negar el predominio de lo político sobre lo militar” (3) “En el mes de enero de 1975, transcurre para la dirección nacional en un profundo proceso de lucha ideológica… las posiciones militaristas  no presentan argumentos ideológicos ni políticos, y se sostienen a base de declaraciones cada vez más radicales, aventureras y voluntaristas” (pág. 15, Por la Causa Proletaria. No. 25 marzo- abril 1976).

2.- ACEPTACIÓN A MEDIAS DEL ERP PREVIA  LA REUNIÓN DE CREACIÓN DE LA DRU-22 MAYO 1980

Después de dos cartas dirigidas a las organizaciones de la Coordinadora Político Militar en los meses de enero a marzo de 1980, en donde solicitaba le aceptaran su ingreso a la unidad, y teniendo en cuenta las sugerencias recibidas del comandante Fidel Castro, quien ofreció las condiciones en Cuba para realizar el encuentro y algo similar recibido del Frente Sandinista de Liberación Nacional, proponiendo la inclusión del ERP a la unidad. Después de agotar reuniones previas la RN y el PCS se tomaron las decisiones de aceptar bajo la condición de realizar bilaterales previas con la delegación del ERP, en La Habana, antes de la reunión. Schafik Hándal y Domingo Santacruz fueron a cubrir la reunión.

“Se acordaron bilaterales  previas entre las organizaciones, es decir, entre RN y ERP y entre ERP y el PC. En la bilateral con el PCS, Joaquín Villalobos y Ana Guadalupe Martínez, quienes representaron al ERP ante la DRU, aceptaron sin discusión haber asesinado al dirigente sindical comunista JORGE ALBERTO MORÁN CORNEJO, conocido como El Beatle. El crimen había sido cometido después de haberlo sacado de su casa de habitación el día 23 de agosto de 1974. Fue un asesinato cobarde al estilo de los cuerpos policiales. Con respecto al caso de Rafael Aguiñada al principio no lo aceptaron abiertamente, pero en la medida que fuimos proporcionando los detalles de la forma de cómo  obtuvimos la información, de que fue el comandante Balta quien se reunió con el comando que ejecutó la misión en una casa de personas amigas, en San Miguel. Luego, otras personas amigas nos hicieron llegar los datos del Taxi, número de Placa y hasta de la casa donde lo tuvieron escondido por varios meses.” (El Rostro Oculto del comandante Marcial, Pág. 24, DS)

3.- PUBLICACIÒN DEL ERP DE 1975, CON EL TÌTULO “EL PODER NACE DEL FUSIL, EN EL CAPÌTULO I CON EL TÌTULO “SURGE EL EJÈRCITO REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO”, EN LA 4ª. PAGINA SE DICE: “Combatimos también al Partido Comunista Salvadoreño para eliminar su influencia nociva en las masas”.

Al conocer esta información no quedó ninguna duda de que el PCS, al igual que la RN con el caso de Roque Dalton, también fue víctima, en ese tiempo, del sectarismo militarista de la dirección del ERP. El Beatle Morán Cornejo fue asesinado el 23 de agosto de 1974, Roque Dalton el 10 de mayo de 1975 y Rafael Aguiñada Carranza el  26 de septiembre de 1975.  La Dirección del PCS y las organizaciones sindicales y populares  se equivocaron al responsabilizar a la Dictadura de los crímenes de sus militantes. Quién sabe si en el fondo, algunos de los autores ya cumplían orientaciones del enemigo para destruir al movimiento popular. Basta ver el papel que jugaron después Joaquín Villalobos, Ana Guadalupe Martínez, Alejandro Rivas Mira y otros de esa talla. En el proceso de la unidad de la izquierda en El Salvador, este tema de la inclusión del ERP no estuvo ausente. Tanto el 17 de diciembre de 1979 durante la creación de la Coordinadora Político Militar, CPM, como en LA CONSTITUCIÒN DE LA DRU, EL 22-05-80, el problema fue planteado por las direcciones de la RN y el PCS. En esta ocasión, JOAQUIN VILLALOBOS Y ANA GUADALUPE MARTÌNEZ fueron emplazados a responder por los crímenes y a renunciar a tales métodos. AMBOS, AL ACEPTAR EL CRIMEN, ASUMIERON EL COMPROMISO A ERRADICAR LAS PRÀCTICAS MILITARISTAS PARA RESOLVER DIFERENCIAS POLÌTICAS E IDEOLÒGICAS.

26-09-75= ASESINATO DE RAFAEL AGUIÑADA CARRANZA, MIEMBRO DE LA COMISIÒN POLÍTICA DEL PCS, DIPUTADO DEL PARTIDO UDN-UNO, SECRETARIO GENERAL DE LA FUSS, ORGANIZADOR DE LA CENTRAL ÚNICA DE TRABAJADORES SALVADOREÑOS, (CUTS). SEGGÙN TESTIMONIO DEL TESTIGO MARIO ANGEL FLORES, PADRE DE UNA MILITANTE DEL ERP, DECIDIÒ CONFESAR, QUE, EN SU CASA, EN LA CIUDAD DE SAN MIGUEL, SE REUNIÒ EL COMANDO ENCARGADO DE EJECUTAR EL CRIMEN.  TESTIFICÓ QUE EL RESPONSABLE DE HABER DADO LAS INSTRUCCIONES DE “AJUSTICIAMIENTO A UN DIPUTADO DE LA ASAMBLEA LEGISLATIVA (QUE RESULTÓ SER RAFAEL AGUIÑADA CARRANZA) ESTUVO A CARGO DEL COMANDANTE “BALTA”, UN MIEMBRO PROMINENTE DE LA DIRECCIÒN DEL ERP, ES DECIR, DE JUAN RAMÒN MEDRANO. TAMBIÉN DE OTRO DIRIGENTE SINDICAL  JORGE ALBERETO MORAN CORNEJO, (EL “BEATLE”), LA INFORMACIÒN LA PROPORCIONÓ EL SEÑOR FLORES UNA SEMANA DESPUES DEL GOLPE DE ESTADO REALIZADO POR LA JUVENTUD MILITAR EL 15 DE OCTUBRE DE 1979.

4.- DURANTE EL VIRAJE DEL PCS

La pelea por el viraje del partido continuaba, como parte del proceso de rectificación orgánica e ideológica, comenzando por resolver la elección de  Schafik como secretario general del CC del PCS, y realizar algunos cambios de responsabilidades individuales de la misma Comisión Política. En los cambios en 1973 Rafael Aguiñada Carranza pasó a dirigir la Comisión Nacional Sindical, dejando la Comisión de Organización bajo la dirección de Alfredo Acosta Díaz, a cada una de las cuales fueron asignados compañeros de dirección nacional e intermedia y otros militantes veteranos con experiencia. A Schafik siempre le quedó, ya  como Secretario General, la  coordinación tanto del Secretariado como la Comisión Política. Durante algún tiempo se percibía la coordinación de ambos organismos con agendas separadas, pero con el tiempo se fue dando el fenómeno de la concentración de funciones que hubo que atender.

Rafael Aguiñada Carranza se vio involucrado en el viraje político planteado por la Dirección del PCS en 1973, el cual fue de carácter orgánico, pero también  ideológico. No era fácil  tratar de aplicar los principios revolucionarios al interior del Partido, procurando estimular su aplicación  en el movimiento sindical y popular de ese entonces, de tal manera que ejercieran peso en contra  de  las principales desviaciones del apoliticismo que se fue convirtiendo en algo anacrónico. Era una vieja herencia que, dejada por veteranos dirigentes, pasando por Salvador Cayetano Carpio, como el economismo, el sectarismo, el legalismo y el dogmatismo. Pero la dedicación principal del esfuerzo estaba dirigida al interior del partido, no solo para lograr un funcionamiento partidario desde la dirección a la base, sino, sobre todo, en la reorientación de la estrategia revolucionaria hacia el poder que el partido debía tener y ejecutar, asumiendo el papel constructor y conductor del movimiento social popular. En las discusiones sobre  la aplicación  del centralismo democrático, recuerdo las exigencias de muchos militantes por poner el concepto de manera inversa, democracia con centralismo, creyendo ingenuamente que con sólo invertirlo se corregiría. Se hacía bastante énfasis sobre la dirección colectiva, recomendando no repetir los errores cometidos por el viejo Secretariado en varios momentos al asumir hasta las funciones centralizadas de la Comisión Política y del Comité Central.

 Así fueron desfilando en la discusión los temas de la disciplina revolucionaria, la crítica y autocrítica, desde la célula, que  fue de mucha utilidad  para definir la estructura fundamental del Partido, pensando en la necesidad de vincularse con las bases populares y de éstas asegurar los mejores métodos de reclutamiento de las y los elementos para el Partido. Por supuesto, la crítica fundamental recayó en los organismos nacionales de dirección del Partido. Otros  temas relacionados con la Construcción y Desarrollo del Partido se relacionaron con la composición social y la formación política ideológica del mismo.

El diagnóstico del PCS presentado por Schafik puso sobre la mesa una realidad aparentemente oculta pero que todo el mundo la percibía: la mayoría de los organismos contaba con un  mayor porcentaje de elementos “no proletarios” y cómo ese detalle se reflejaba en la misma Dirección del Partido, sobre ella se descargaba el mayor centro de la crítica. De acá salió la conclusión de orientar un crecimiento dirigido hacia las y los trabajadores fabriles y otros sectores claves como la juventud, las mujeres, el campesinado y la intelectualidad revolucionaria. En ese sentido, debíamos convencernos de que el crecimiento y desarrollo del partido no consistía únicamente en el reclutamiento solo por el hecho de ser proletario, o por aparentar serlo. El crecimiento debía responder al trabajo con la gente, al tipo de  relación que trae esa persona con su sector social organizado, si se trata de un activista, de una persona luchadora o simplemente de un sindicalista pasivo sin influencia demostrada en la lucha junto a esas masas trabajadoras. Además, de su identificación y acción consciente a favor de los intereses de las amplias masas populares.

“Un poco más tarde, en los momentos de discusión sobre la  crisis y los avances de la escalada neofascista o claramente fascista, recuerdo que Schafik sometió a discusión en la Comisión Política, como algo urgente, la necesidad de acelerar la ejecución de las tareas sobre el crecimiento del partido a nivel nacional, acompañada de una disputa de la conducción de las amplias masas populares amenazadas con intentos reformistas de derecha, emanados en la misma burguesía y el gobierno. Para el área rural, por ejemplo, estaba planteada la idea de una Central de trabajadores rurales y lo mismo para las masas organizadas en las federaciones de sindicatos afines y sindicatos independientes. El Partido estaba obligado a dar respuestas claras para desafiar esos retos.

En las discusiones que teníamos en la Comisión Nacional Sindical, CNS, casi siempre nos enfrentábamos a los argumentos con enfoques negativos, supuestamente apolíticos, de que no se podía hacer nada. En el fondo, algunos de estos compañeros buscaban convencernos de que dejáramos las cosas tal como estaban. Algunos miembros de la CP nos reuníamos antes para ponernos de acuerdo en las medidas a tomar, más que perder el tiempo en discusiones estériles. Contando con el apoyo de muchos militantes y de la misma CP, Rafael se lanzó al ruedo, organizando la participación de la militancia partidaria en los Activos Sindicales de cada sindicato, en las asambleas y Juntas Directivas, pensando en las dos federaciones nuestras, pero luego en FENASTRAS, después de haberla desafiliado de la CGS. Rafael demostró poseer no solo la capacidad sino la decisión y disposición de enfrentar al enemigo en este terreno, disputarles la dirección y conducción del movimiento obrero, sin dejar de lado la lucha hasta con algunos de nuestros anquilosados cuadros sindicales. En esos momentos nos enfrentábamos a varios compañeros que habían caído en las garras del oportunismo de derecha que los arrastraba a las desviaciones del acomodamiento y hasta del apoliticismo en el movimiento. Por ejemplo, poco a poco se fueron acostumbrando a negociar los conflictos laborales en el Ministerio de Trabajo y en no pocas ocasiones con los propietarios de las empresas.

 Para enfrentar estos problemas no bastaba tener la visión política estratégica, la teoría sobre el proyecto popular, sino la valentía, la decisión y los métodos apropiados para enfrentar al enemigo, enfrentar al oportunismo de derecha sin dejar de tratar de recuperar a los elementos ganables y depurar a quienes no fuera posible mantener.

Claro, la vida demostró que Rafael carecía del mejor método, él mismo estaba consciente de ello. Su temperamento y su modo de ser chocaban con otros compañeros con temperamentos iguales o peores al suyo. Pero poseía la justeza, la visión estratégica, las orientaciones políticas surgidas de los colectivos sindicales  partidarios, por eso recibió el apoyo y acompañamiento, le dimos respaldo, varios compañeros de la CP y del CC nos dimos cita en los activos y congresos sindicales para abrirle paso a las nuevas orientaciones de la Dirección del Partido.

LA HEROICA FAMILIA AGUIÑADA CARRANZA

La lucha revolucionaria de El Salvador contra la dictadura militar de 60 años ocasionó centenares de miles de mujeres y hombres asesinados, desaparecidos, caídos en combates. Los organismos de Derechos Humanos manejaron aproximadamente 75.000 personas muertas y desaparecidas, sin incluir a las y los caídos en combate de ambos ejércitos. Basta revisar los informes y reportes diarios y mensuales de las cinco organizaciones del FMLN y de los organismos señalados para darse cuenta de realidad de los 20 años de la guerra popular revolucionaria.

La familia de Rafael Aguiñada Carranza aportó en la lucha política y en el conflicto armado con no menos de 10 personas, comenzando  con los asesinatos de Oscar Gilberto Martínez Carranza y Saúl Santiago Contreras, torturados y asesinados en 1968; Rafael, asesinado en 1976; Rafael Aguiñada Deras, asesinado en 1981; Alex, hijo de Mario Aguiñada C; Galia, hija de Rafael y Fabricio, esposo de Dinora Aguiñada Deras, todas y todos vinculados al PCS. En otras informaciones aparecen personas familiares que también fueron víctimas de la represión y de la lucha revolucionaria. Mas de 50 años de represión de la dictadura militar que vertió el odio contra el pueblo, en defensa de los intereses de la clase dominante se descargó contra militantes del PCS, dirigentes sindicales y personas que se atrevieron a expresar su solidaridad con la huelga de los maestros y de las y los trabajadores salvadoreños.
Fueron mártires del Partido Comunista, capturados, torturados, asesinados y “despedazados por torturadores de la extinta Guardia Nacional, por su combativa solidaridad con la primera gran huelga de los maestros salvadoreños, que inició en febrero de 1968.”

Introducción a Reflexiones sobre el poder popular. Miguel Mazzeo y Fernando Stratta

Introducción. Sobre lo popular

Lejos de toda idealización romántica hay que reconocer que lo popular es un campo heterogéneo y contradictorio. Está habitado por las predisposiciones que contribuyen con la reproducción del sistema de dominación como también por aquellas que lo cuestionan, por las «patologías mórbidas» y las «orientaciones sanas», al decir de Paul Ricoeur.

En el medio se extiende una zona gris que, según las coyunturas históricas, es más o menos ancha, una faja cuyos confines pueden progresar hacia uno u otro espectro. Toda política que tenga como horizonte la transformación radical de la sociedad debe cabalgar esa contradicción y transitar una región barrosa, remisa a los purismos metodológicos y las rémoras dogmáticas.

Zona media, confines y espectros son aquí metáforas estrictas, remiten a una geografía de la conciencia. Estamos muy lejos de toda composición binaria, típica de los esquemas militares y de la izquierda más tosca. Hablamos de una contradicción dialéctica, constitutiva de lo popular y de la condición subalterna: la humanidad deshumanizada, la insubordinación subordinada, la definición indefinida.

De esta manera lo popular remite a un locus donde imperan múltiples paradojas, que suelen ser negadas, o padecidas como un abismo insondable, por una parte del activismo de izquierda que se aferra a la falsa seguridad de sus parámetros idealistas.

A su vez, existen diferencias al interior de las predisposiciones

reproductivas y las cuestionadoras.

Podemos identificar entonces un modo populista y un modo popular de la intervención política popular. Para no confundir, denominaremos al segundo modo socialista.

Pero aclaramos que, en sentido estricto, se trata de modalidades con proyección socialista, del socialismo como latencia y esperanza. No estamos hablando de definiciones ideológicas, programas políticos, planes, consignas, etc. De todas formas, suponemos que queda claro de qué hablamos cuando decimos campo popular, una cualidad extensible pero no por eso ilimitada.

Ambos modos parten de la identificación de dicotomías.

Pero en el caso del populismo se instituye un conflicto falso o de segundo orden, o un conflicto cuya politicidad termina siendo velada, preservando la armonía de fondo y la reproducción del sistema. Por el contrario, en el caso del socialismo las dicotomías que valen son las sustantivas, aunque los

polos puedan presentar delimitaciones un tanto indefinidas.

Los procesos sociales y políticos son dinámicos y pueden redefinir esas fronteras, pueden ampliarlas o achicarlas, pero siempre dentro de límites más estrictos. Esos límites son sociales y se fundan en la certeza de que la burguesía no tiene afinidades sustantivas con las clases subalternas.

Precisamente uno de los rasgos definitorios del modo socialista de la política popular es la necesidad de articular lo político con lo social (subalterno), de pensar y hacer política con un fundamento social, de ahí la idea de enlazar y proyectar experiencias de socialismo práctico desarrolladas por las clases subalternas, de ahí el trabajo tendiente a develar

la politicidad de los conflictos, incluyendo los cotidianos.

Por cierto, se trata de una preocupación ajena al populismo, que concibe al pueblo como sujeto prepolítico y recurre al esencialismo o a las articulaciones meramente discursivas.

Las intervenciones políticas populistas buscan resolver las contradicciones sustantivas en función de los intereses estratégicos y de largo plazo de las clases dominantes.

Despliegan un conjunto de maniobras digestivas, instauran mediaciones. No otro es el papel histórico de los árbitros de la paz social, aunque ocasionalmente alimenten algún conflicto o restituyan algún derecho popular conculcado. Por lo general la invocación a lo popular constituye una forma de celebrar alguna alienación y de ocultar la manipulación.

Para el populismo, pueblo es la fórmula que conjura la lucha de clases.

La intervención populista instituye formas de pseudoparticipación

o participación en áreas marginales, sin poder decisorio, y exige por lo tanto la mediación de caudillos o elites.

El populismo es una aventura vertical, y por lo tanto sus formas no crean capital social. Para el populismo la significación universal «viene de afuera» (lo mismo que el «horizonte») y sirve para reforzar la hegemonía burguesa. El populismo es la atracción de las clases dominantes para la

«profunda penetración» de las clases subalternas. Es evidente

que populismo es un concepto menos ambiguo que popular.

El socialismo trabaja para resolver la contradicción en función de los intereses de las clases subalternas; pretende la reestructuración radical de las relaciones sociales, por lo tanto la participación popular directa es clave. Para el socialismo, pueblo es la fórmula que articula pluralidades subalternas; el hilván de luchas, construcciones y resistencias de

los de abajo; el nombre de un sujeto revolucionario autoconstituido

en la lucha de clases. La significación universal viene de una particularidad de base organizada y se erige en contrahegemónica.

La construcción del horizonte es colectiva. El marco de la acción del pueblo no se concibe como patológico, el pueblo no es el sujeto destinado a corear las tragedias y las apoteosis. El socialismo es una aventura horizontal. Cuando se lo invoca desde alguna tarima se lo pervierte.

El camino del socialismo está jalonado por los despojos del populismo. En sus flancos yacen las imágenes de lo que lo popular hubiese llegado a ser en el caso de asumir la deriva populista. Pero esos despojos ponen en evidencia que el socialismo no es un camino recto y fácil, por el contrario está plagado de encrucijadas, de trayectos que se bifurcan. Todo

el tiempo hay que elegir. Y tratar de ir más lejos de lo posible. Populismo y socialismo son dos modos antagónicos de construcción de las demandas globales, de representación de la totalidad mítica. Básicamente son dos modos antagónicos de inscribir las demandas.

Por ejemplo, el populismo es compatible con el clientelismo y el paternalismo, con una división de roles cuya función es evitar los contactos violentos entre las clases, una división entre los que mandan y

obedecen, entre los que dan y los que reciben (repartir para el populismo es reproducir el orden social). El socialismo al que aspiramos es incompatible con estas prácticas, bajo cualquier circunstancia.

Además el populismo y el socialismo invisten objetos parciales diferentes. ¿Queda claro cuándo la izquierda incurre en el populismo? Las declamaciones clasistas del maximalismo mecánico no son antídoto suficiente para evitar caer en posiciones populistas.

Los significantes del populismo pueden ser hegemonizados por un discurso y una política de derecha, es decir por una política antipopular, porque en el fondo desean la preservación del orden burgués. Esto no pasa con los significantes socialistas: contrahegemónicos y antisistémicos,

pretenden la descomposición del orden burgués. Por ejemplo, en la crisis de 2001 lo popular se expresó bajo la forma de un populismo antiinstitucional, pero también bajo formas antisistémicas.

El populismo también puede concebirse como el conjunto específico de estrategias de dominación desplegadas por la burguesía. En general todas estas estrategias les sirven a las clases dominantes para ocultar su rotundo particularismo.

Por eso el populismo recurre a una máscara de universalidad que se autoconstruye. Esa máscara le permite desarrollar una inserción en el campo popular.

Un movimiento popular, si aspira a la condición de revolucionario y socialista, no puede clasificar a las «masas» por niveles de conciencia. Por el contrario, los sujetos dinamizadores que lo integran, los que han desarrollado mayor potencial multiplicador, los que impulsan las acciones que se transforman en varias acciones (los que en los términos

tradicionales suelen denominarse dirigentes) deben aceptar esos niveles disímiles como ineludible punto de partida y trabajar en pos de la consolidación del piso más alto de conciencia posible. Se trata de incidir políticamente en el campo popular, no de trascenderlo. Una praxis popular debe articular el realismo de las condiciones con la audacia

innovadora derivada de un espíritu utópico siempre desmesurado.

En efecto, no se puede pensar una revolución sin un factor de desproporción.

Sobre el poder popular

El poder popular es el proceso a través del cual los lugares de vida (de trabajo, de estudio, de recreación, etc.) de las clases subalternas se transmutan en célula constituyente de un poder social alternativo y liberador que les permite ganar posiciones y modificar la disposición del poder y las relaciones de fuerza y, claro está, avanzar en la consolidación

de un campo contrahegemónico.

Se trata de espacios de anticipación social y política, donde habita lo real posible (el poder popular consuma una transformación y a la vez posibilita la apertura a nuevas transformaciones), espacios cuyos modos se contraponen a los ejes principales de la política burguesa, tanto en sus versiones de derecha como en las «progresistas»: la administración de lo dado y la gestión sin fondo utópico.

El poder popular es también asumir el potencial liberador de la propia fuerza. El poder popular es la potencia latente de las clases subalternas. El poder popular es praxis, por lo tanto, exige adhesiones práxicas.

El poder popular no se puede otorgar desde arriba, tampoco puede extraerse o conquistarse de las nubes. Ahora bien, la consolidación de posiciones permanentes de poder popular exige resolver la cuestión del poder estatal. Si el Estado constituye una porción del poder, si es parte de una totalidad compleja, la lucha de clases también se expresa al interior del Estado. Es necesario observar que el ejercicio del poder estatal por parte de las clases subalternas constituye un momento instrumental en el proyecto por crear un nuevo bloque hegemónico. Por supuesto, esto nada tiene que ver con una política de arribismo de ciertos dirigentes devenidos en funcionarios, ni con una supuesta lucha “desde adentro”, en las entrañas mismas del edificio burocrático.

Pensar el poder popular desde el Estado es un infantilismo equivalente a pensarlo sin él. El poder popular tiene que asumir la necesidad de ampliar la conciencia gubernamental del pueblo, de lo contrario podemos contribuir a que esta conciencia sea patrimonio exclusivo de las elites o se ponga de manifiesto solamente en el gobierno de unidades mínimas.

La conciencia gubernamental del pueblo, desde un punto de vista socialista, es el primer momento de la lucha por la abolición del Estado.

Es necesario apartarse de cualquier concepción que vea en la noción de poder un aliciente para la corrosión de la especie humana. Toda relación entre los hombres es una relación de poder en tanto “el sujeto es un ensamble de relaciones sociales”. Negar el carácter desigual de las relaciones sociales es despojarlas de todo contenido humano.

El poder popular requiere el desarrollo de formas de mando. Pero un mando horizontal, democratizado, heterárquico.

En ese camino, las prácticas que construyen poder popular son portadoras de una nueva institucionalidad que preanuncia las formas de la sociedad por venir. El poder popular es un poder para desactivar las potencias que objetivan, manipulan y explotan, un poder que le permite al pueblo disfrutar de sus acuerdos, de su cohesión, de su realización, en fin, un poder que le permite «vivir».

Así como todo Estado se sostiene en una idea de nación, pensar el poder es pensar un territorio en el que se desenvuelven determinadas relaciones sociales. El poder popular erige una territorialidad social donde se expresan las capacidades autoemancipatorias de las clases subalternas.

Pensar el poder popular, desde nuestra condición periférica, lleva a pensar en un sujeto plural, multisectorial, un sujeto social múltiple capaz de articular a un conjunto amplio de sectores sociales.

El sujeto popular no es un dato de la realidad; por el contrario, es una construcción que se trasluce en proyecto. En la complejidad por articular ese sujeto múltiple reside la posibilidad de crear instancias de poder popular. Sin embargo, la articulación no es un hecho mágico. La burguesía opone obstáculos a todo lo que puede dañar sus intereses. La dominación capitalista no se deriva directamente de sus propias estructuras sociales, existe una hegemonía burguesa que es necesario socavar.

No es posible pensar el poder desde abajo sin dar forma a una narración que otorgue sentido a las luchas populares, una historia propia que reconozca el sentir y el pensar de las clases dominadas. Pensar el poder popular implica, parafraseando a Walter Benjamin, el empeño por “cepillar la historia a contrapelo”.

El poder popular no es populista. En la construcción de poder popular se vislumbran los cimientos de un proyecto propio de las clases subalternas que disputa hegemonía a los sectores dominantes.

Actuar, no padecer

Esta compilación tiene como uno de sus objetivos exhibir la realidad de una nueva literatura política de izquierda en Argentina. Literatura negada por todos aquellos que producen pastiches frívolos en serie; por los que prefieren la historia del arte al arte mismo, la ciencia política a la política; por los profetas falaces, huérfanos de paisaje e impermeables

a la experiencia porque ya han tomado partido; por los que defienden la cultura en lugar de hacerla. Las terminologías oficiales se desvanecen en el despliegue de la propia palabra, una palabra ornamental y castrada. El trabajo con lo ficticio o lo inerte los lleva a dilatar al extremo sus poco

originales pensamientos.

Carlos Marx y Federico Engels, en La ideología alemana sostenían: «Filosofía y estudio del mundo real se compartenentre sí como el onanismo y el amor sexual». Y nosotros,por cierto, optamos por lo segundo. Para pensar elpoder popular con el objetivo de construirlo y consolidarlono alcanza con pensar otros pensamientos. Hay que

extraer los materiales de otro lugar: de la misma experiencia popular, de sus conclusiones, sus síntesis, de los aportes–poco reconocidos– de sus maravillosos teóricos debase, muchas veces reacios a la literatura, otras vecesimperceptibles.

Por supuesto también hay que tener encuenta los mitos colectivos y todas las regiones de penumbra.

En fin, hay que extraer los materiales de la propia vida, de la vida que se pretende cambiar a través de la lucha en los planos más diversos. Hay que huir de toda condición superflua.

Ésta es la única posibilidad de alumbrar un pensamiento propio y verdadero y una teoría (aplicable) que encuentre su fundamento en la práctica. Una teoría revolucionaria es la antítesis de un liber secretus, de las cartas divinas y de los textos caídos del cielo. Hay que asumir todos los riesgos y quitarles el respirador artificial a las ideas moribundas. La

imaginación es una de las cualidades revolucionarias más importantes, más en estos tiempos de exangüe capacidad onírica. Justamente, hoy se torna necesario creer para ver.

Sin confianza en el pueblo la mirada es claudicante o autoindulgente, sin esperanza revolucionaria disminuyen las chances de descubrir y de inventar.

Los trabajos que aquí presentamos no se arrogan la condición

de portadores de certezas infalibles o verdades cerradas. Transitan sobre un campo minado de incertidumbres y posibilidades, que es la propia experiencia de las organizaciones populares. Proponen, para ese camino aciago, recorridos distantes de las rigideces de pirámide, de la angustia: apuestan a la seriedad y la alegría. Pretenden transmitir un

conjunto de sensaciones derivadas del contacto con experiencias que expresan algo radicalmente nuevo.

Sin dudas, esta nueva literatura política remite a una tradición de pensamiento argentino que presenta como hitos a Manuel Ugarte, John W. Cooke, Silvio Frondizi, entre otros.

Una tradición que se caracteriza por asumir la centralidad de la realidad a transformar –aunque desde ciertos parámetros proclives al exotismo padezca una suerte de déficit escénico o alegórico–; por la reflexión en torno a los indicios concretos de esa transformación y por la vocación de consolidarlas en el presente y proyectarlas de cara al futuro. El momento normativo resulta aquí insoslayable. La reflexión desde las prácticas concretas del campo popular (un «desde» que en muchos casos es un «entre»), la atención puesta en lo que comunican las luchas populares, los requerimientos exigidos por la elaboración de un proyecto popular, operan como campo decodificador (o filtro) de autores, teorías, etc.

Es decir, pensamos la política desde la necesidad de intervención concreta para hacer que nuestra vida nos pertenezca. Repudiamos toda teoría que tenga al desencanto como punto de partida.

Hemos de consignar finalmente que estos textos no quieren

preservar prácticas que hace tiempo han perdido su horizonte y su sentido. Por lo tanto promueven la renovación teórica de la izquierda argentina. Su desarrollo no es ajeno al saldo de las luchas populares de los últimos años y, por qué no, de las ilusiones puestas en juego con más ímpetu en 2001 y 2002. Pero tampoco es ajeno a las síntesis realizadas por un conjunto de organizaciones populares, protagonistas de las luchas del período 1999-2003.

Por eso nosotros hoy estamos reflexionando sobre el poder popular

y no sobre las alternativas para refundar el capitalismo argentino, o para construir el «auténtico» partido de la clase obrera, o sobre los caminos adecuados para constituirnos en amos, vigilantes, verdugos, tramposos o especies similares.

No somos los hijos del desastre y estas reflexiones no son fruto de la desintegración. Creemos en las posibilidades de un nuevo rumbo para la deriva popular.

Aquí cabe el contraste con las organizaciones populares que por taras casi fisiológicas no han acumulado experiencias y saberes políticos. Por cierto, muchas de ellas han retrocedido a las certezas más ancestrales e improductivas.

En fin, han ratificado su fe en los antiguos dioses. Pero, como decía Emil Cioran: «No se libran batallas en nombre de una nostalgia». Además, su presente hace que el pasado sólo les arroje insignificantes vestigios. Y decimos insignificantes porque esos vestigios ya no sirven como tabla para

sobrevivir al naufragio.

Todo un saber político popular (inmaterial y práctico) se ha gestado al calor de las luchas de la última década. El desarrollo teórico puede servir para consolidar las prácticas más significativas y para proyectarlas al conjunto de las clases subalternas.


[1] Docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Lanús (UNLa). Participó en diversas cátedras libres y fue coordinador de la Cátedra Universidad y Movimientos Sociales (UNLP, 2005) y la Cátedra Abierta América Latina (UNMdP, 2006). Escritor. Autor de diversos libros, entre otros, ¿Qué (no) hacer? Apuntes para una crítica de los regímenes emancipatorios y El Sueño de una cosa (introducción al poder popular). Es militante del Frente Popular Darío Santillán.

[2] Sociólogo egresado de la UBA. Ha publicado artículos en distintas revistas y escrito, en colaboración, Las nuevas organizaciones populares: una metodología radical y El tizón encendido. Apuntes sobre las experiencias de construcción territorial (inédito). Participó en el libro Venezuela, ¿la revolución por otros medios? Es militante del Frente Popular Darío Santillán.

Una izquierda que se autoengaña, Alvaro Rivera Larios, 15 de septiembre de 2020

Tengan por seguro que detrás de un nayiliber es altamente probable que encontremos a un antiguo seguidor del FMLN

Burlarse de la violencia verbal y las faltas de ortografía que a diario perpetran los más humildes simpatizantes de Nayib Bukele se ha vuelto un lugar común incluso entre aquellos y aquellas que desean presumir de inteligencia, aunque no la tengan.Más allá de la burla barata y huérfana de lucidez, habría que explicar el fenómeno del nayiliber: su simpleza mental, su violencia verbal, su clara carencia del dominio de la lengua escrita no son obra tan solo de Bukele, son una manifestación del fracaso de nuestro sistema educativo y, al mismo tiempo, un síntoma de las carencias de nuestra cultura política.Tengan por seguro que detrás de un nayiliber es altamente probable que encontremos a un antiguo seguidor del FMLN. No más recuerden que Bukele le sustrajo casi un millón de votantes al Frente.

Detrás de un nayiliber posiblemente descubramos el fracaso de la pedagogía política de quien otrora fue el partido insignia de la izquierda salvadoreña.Pero dejemos que los bobos se burlen de los bobos y vayamos a lo que importa: Bukele, de alguna manera, le sirve como autoengaño a lo que resta de una izquierda desconcertada y con la bandera roja hecha jirones. Una izquierda que, a falta de liderazgo, proyecto y credibilidad, se ha reconvertido en defensora de “la democracia” frente a la gran amenaza dictatorial que supone el líder de la gorra de béisbol.

No voy a subestimar esa posible amenaza, pero no voy a ignorar tampoco que detrás de esa izquierda reconvertida en defensora de la democracia hay fuerzas políticas e intelectuales que han sido incapaces de reflexionar sobre el tremendo fracaso de esa plataforma política que fue el FMLN.Mientras esa reflexión no exista y no se extraigan conclusiones políticas radicales de ella, permitan que dude de esas declaraciones de amor a una democracia amenazada.

Mientras esa reflexión no exista y no se extraigan conclusiones trascendentes de ella, lo único que tendremos es un cambio de retórica, un simple anzuelo verbal para recuperar votantes perdidos.

Encuesta UFG confirma a Nuevas Ideas como primera fuerza en solitario (El Faro)

El 48 % de los consultados en una encuesta del Centro de Estudios Ciudadanos (CEC) respondió que si las elecciones legislativas “fueran este domingo”, votarían por Nuevas Ideas. A cinco meses para los comicios, el resto de partidos la tienen cuesta arriba. Un 4.3% dijo que votaría por Arena y solo el 3.3% por el FMLN. El PCN apenas logra el 1.1%, mientras que el PDC y los nuevos en contienda (Nuestro Tiempo y Vamos) quedan por debajo del 1% en las preferencias.

La encuesta del Centro de Estudios Ciudadanos (CEC) de la Universidad Francisco Gavidia revela que el partido Nuevas Ideas, impulsado por el presidente Nayib Bukele y dirigido por sus familiares y funcionarios, lidera las intenciones de voto para los comicios legislativos de 2021 con el 48 % de las preferencias.

Presentada el lunes 14, esta es la primera encuesta pre-electoral del CEC y recoge las opiniones de 1,305 personas entrevistadas a nivel nacional entre el 2 y el 6 de septiembre de 2020. Según la ficha técnica, tiene un error muestral de 2.5 % y un nivel de confianza del 95 %.

El 48 % de los consultados dijo que si las elecciones legislativas “fueran este domingo”, votarían por Nuevas Ideas. La diferencia con el resto de partidos es abrumadora. El principal colista, con 6.1 % de preferencias, es Gana, el partido de derechas formado por diputados tránsfugas de Arena y devenido en aliado del partido de izquierdas FMLN en los 10 años que este gobernó el país. 

A cinco meses para los comicios, el panorama para la oposición es cuesta arriba. Un 4.3 % dijo que votaría por Arena, mientras que un 3.3 % por el FMLN. El PCN apenas logra el 1.1 %, mientras que el PDC, la figura de «independientes» y los nuevos partidos en contienda  (Nuestro Tiempo y Vamos) quedan por debajo del 1 % en las preferencias. El 17.8 % no contestó o no respondió, el 13 % dijo que no iría a votar y el 3.8 % dijo que anularía su voto. 

En la misma encuesta, sin embargo, hay un virtual empate entre quienes opinan que la nueva Asamblea debe estar equilibrada y aquellos que prefieren una legislatura a favor de Bukele. El 47.4 % opinó que debería haber una mayoría que respalde al gobierno, mientras que un 46.2 % dice que el equilibrio sería lo más conveniente para el país.

A nivel de alcaldías, la diferencia entre Nuevas Ideas y sus adversarios se mantiene, aunque Arena, que controla la mayoría de las 262 municipalidades del país, muestra un leve despunte. El 45.7 % votaría por Nuevas Ideas; el 9.3 % por Arena; 6.9 % por Gana y 5.9 % por el FMLN. Del resto de partidos, solo el PCN supera el 1 % en intención de voto. 

A nivel nacional, el 76.38 % respondió que irá a votar; el 12.71 % no está “muy seguro”; el 9.11 % dice que no irá a votar y el 1.80 % no sabe o no responde.

La encuesta del CEC no desentona con las mediciones de otras casas encuestadoras que ya señalaban a Nuevas Ideas como el favorito en las preferencias. En febrero 2020, LPG Datos de La Prensa Gráfica reveló que el 39.7 % votaría por Nuevas Ideas y un 57 % preferiría una Asamblea con más diputados del Gobierno. 

Según el último sondeo del Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) de la UCA, un 30 % de personas simpatizan con Nuevas Ideas. El resto de banderas del espectro político se reparten el 10 % y  solo aparecen nombradas -26 puntos abajo- las del FMLN (3.8 %) y de Arena (3.5 %). En esta otra encuesta, realizada a seis meses de la contienda, la mayoría de las personas encuestadas (59.7 %) dijo que no tenía un partido político preferido.

Óscar Picardo Joao, director del Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación (ICTI-UFG) plantea que los resultados de la encuesta podrían explicarse gracias a una atmósfera configurada por varios factores, entre los que destaca una especie de «resentimiento social» contra los partidos políticos tradicionales y sus episodios de corrupción y a la capitalización de ese resentimiento hecho por el presidente Nayib Bukele, «que se ha presentado como una especie de salvador de esta situación».

Picardo Joao también señala que «el reparto de la ayuda (durante la cuarentena) también genera un efecto de Gobierno cercano a la gente, cosa que otros gobiernos en el pasado en otras crisis no lograron. Este gobierno hizo esa apuesta».

¿Se viene una aplanadora cian?

El Centro de Estudios Ciudadanos, fuera de la encuesta, hizo proyecciones a partir de los resultados y proyectó que que de mantenerse esta tendencia la alianza Nuevas Ideas-Gana alcanzaría 70 diputados. Ese dato, celebrado por dichos partidos y algunos de sus principales candidatos, ha sido cuestionado por expertos.

Jeannete Aguilar, quien dirigió el Instituto de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana (Iudop), sostiene que se necesitan mediciones más certeras por departamento para encontrar mejores aproximaciones. “Ninguna encuesta con una muestra nacional como esta (sin una sobre muestra en la mayoría de departamentos), puede hacer interpretación del comportamiento departamental, porque los márgenes de error son elevados”, señaló en su cuenta oficial de Twitter. 

Edwin Segura, editor jefe de LPG, también cuestiona esa proyección dado que el margen de error en muestras tan reducidas por departamente es enorme. «Cada vez que yo hago un cruce reduzco el tamaño de la muestra. Por lo que pude ver ahí, hay departamentos en el que tienen 33 entrevistas. El margen de error si yo hago 33 entrevistas es enorme», plantea.

«Desde un punto de vista técnico, ahí hay un error porque no se pueden hacer esos cruces sin tener ciertas precauciones», agrega Segura. «¿De qué precauciones estamos hablando? Una muestra es la representación de un universo y entonces el universo es nacional. Si yo quiero tener datos para un universo más pequeño, lo que tengo que hacer es encuestas departamentales. Incluso en el departamento menos poblado, que puede ser San Vicente o Cabañas, me sentiría cómodo haciendo mínimo 500 encuestas por departamento. No una sobremuestra, como dicen, no, son encuestas locales», plantea.

Óscar Picardo Joao acepta que la proyección no fue parte de la encuesta y resultados, «sino un ejercicio periférico y con muchas limitaciones».

«Hay que tomarlo de una forma muy superficial, no como una verdad. No es un dato sólido, porque el error muestral para esa proyección es muy grande, dice.

Según Picardo Joao, hicieron el ejercicio para poner sobre la mesa lo que podría suceder, y esperan hacer una sobremuestra por departamentos en diciembre para cotejar resultados. «Lo que queríamos proyectar con ese análisis es como una especie de advertencia de lo que puede venir», dice. 

Desde 1985, cuando el Partido Demócrata Cristiano controlado por el entonces presidente José Napoleón Duarte logró la mayoría de escaños del congreso al ganar 33 de 60 posibles, nunca antes se ha vuelto a repetir un escenario en el que el partido de Gobierno la mayoría del legislativo. A aquella gesta se le conoció como “la aplanadora verde”, dada la repartición del poder a un solo partido en el Ejecutivo y el Legislativo. 

La estrategia de los antagonistas

En abril de 2019, dos meses después de su victoria en los comicios presidenciales, Bukele declaró a Nuevas Ideas en campaña y anunció que continuaría con el descrédito contra los partidos tradicionales (Arena y FMLN). Ese fue el tono de su primer mensaje a la nación como presidente electo, realizado a través de Facebook Live. 

Una vez sentado en la silla principal del Ejecutivo, Bukele no ha bajado la confrontación en cada maniobra del Ejecutivo en su relación con el legislativo. Por ahora, Nayib Bukele no cuenta con votos en la Asamblea para impulsar decretos por mayoría simple (43 votos) ni para acceder a créditos vía endeudamiento o definir elecciones de segundo grado (magistrados o fiscal general, por ejemplo) a través de una mayoría calificada (56 votos). 

Las elecciones de 2018 dejaron al partido de derechas, Arena, con el control del legislativo con 37 escaños. El izquierdistas FMLN sufrió ese año la primera debacle electoral al alcanzar apenas 23 diputados, en una de las peores contiendas de su historia democrática. El FMLN, que gobernó los últimos 10 años, es intrascendente en este periodo legislativo, a menos que logre pactar con su eterno rival, como ya ocurrió para definir magistrados a la Corte Suprema de Justicia, al Tribunal Supremo Electoral, Fiscal General, Procurador de Derechos Humanos y magistrados a la Corte de Cuentas. 

Y sin embargo, esta legislatura le ha concedido la mayoría de sus principales apuestas en negociaciones en las que a fuerza de presión mediática y negociaciones a puertas cerradas, Arena ha cedido y ha votado junto al bloque pro Bukele a cambio de beneficios puntuales. Por ejemplo, cuando el Ejecutivo negoció la aprobación del presupuesto 2020, o más reciente: la mayoría de los decretos clave de la emergencia por coronavirus, que le facilitaron al Gobierno restringir la libre circulación, utilizar fondos de emergencia sin los controles de la Ley de Adquisiciones y adquirir créditos hasta por 2,000 millones de dólares.

Gana, el partido que llevó a Bukele  al poder, actualmente cuenta con 10 diputados. Junto a cuatro diputados de Arena (que han sido relegados de esa fracción por sus cercanías con el Gobierno); un puñado de diputados del PCN y el diputado Juan José Martel de Cambio Democrático se queda corto para inclinar balanzas.

Gana es dirigido por el diputado Guillermo Gallegos, sobre quien pesa actualmente un proceso sancionatorio en el Tribunal de Ética Gubernamental por la contratación de un familiar en la Asamblea. Tan solo una raya más en la ficha de Gallegos, que en realidad llegó a compartir trabajo con 11 parientes que han sido contratados en la Asamblea y ha logrado salvarse de una investigación por enriquecimiento ilícito por más de 3 millones de dólares injustificados en su patrimonio. Entre 2014 y 2016 protagonizó la asignación de 550 mil dólares provenientes del presupuesto de la nación a una oenegé fantasma fundada por su esposa, y una segunda asignación de 600 mil dólares a otra asociación fantasma desde donde despachaba una de sus asistentes. 

Para Óscar Picardo Joao, uno de los datos «que más preocupa» es que la medición refleja una «desfiguración» del baremo que utiliza la población para definir a sus candidatos favoritos. «Cuando evaluamos una pareja de candidatos por cada uno de los partidos políticos, incluyendo a personas nuevas sin pasado político, con perfiles técnicos, quien obtuvo una mayor aprobación de la gente fue Guillermo Gallegos», dice.

Detrás de Gana también está Herbert Saca, un oscuro operador político y primo del expresidente Antonio Saca. Sobre este partido, en octubre de 2018, en plena contienda presidencial, Bukele llegó a decir que “puede que haya gente que nos castigue por aliarnos con Gana”, pero ahora hasta van coaligados en siete departamentos para alcanzar escaños legislativos y otro puñado de coaliciones en municipios clave del país.

8.6 de nota en el manejo de la pandemia 

Tras el cierre de fronteras para intentar frenar la pandemia, aplaudido por expertos, el Gobierno tropezó con la instauración  de centros de cuarentena. A medida que avanzó su propuesta de contención, las denuncias por violaciones a los derechos humanos en dichos centros y en la vía pública (por abusos de la fuerza policial y militar) cobraron notoriedad incluso internacional. Más tarde, el colapso en el sistema de salud, denunciado por el gremio médico, evidenció la falta de un verdadero plan. Sin embargo, para los encuestados la gestión de Bukele en la pandemia estuvo bien hecha y fue calificada con un 8.67. 

En el mismo periodo, el nuevo Gobierno se llenó de contrataciones irregulares en la compra de insumos médicos que favorecieron a empresas de funcionarios de Gobierno, de familiares de funcionarios o de políticos afines a Bukele.  Pese a la abundancia de casos, el 52% opina que estos no afectarán a Nuevas Ideas en 2021.

Detrás de buena parte de la gestión de la pandemia y de esas contrataciones estuvo el ministro de Salud, Francisco Alabí. En uno de los casos más llamativos, Alabí contrató por 225 mil dólares a una empresa dirigida por sus familiares para dotar de botas de hule a los médicos. 

Alabí recibió una nota de 8.48 por su manejo de la gestión del sistema de salud durante la COVID 19. 

Para Óscar Picardo Joao, la estrategia mediática, la presencia constante en redes sociales y toda la maquinaria del Ejecutivo disponible a su favor configura «un escenario favorable para su imagen y reputación, que se ha blindado y logra convertir toda la crítica (los casos de corrupción, el 9 de febrero) en una campaña en contra del presidente», dice. 

Una revolución educativa integral Alejandro Benavides 10 de septiembre de 2020

En varios foros, seminarios, encuentros virtuales a nivel nacional y regional que se han realizado a lo largo de los meses de confinamiento producto de la pandemia del Covid-19 se ha podido constatar que las izquierdas a nivel latinoamericano están tratando de analizar el impacto de la pandemia como una oportunidad para poner en el centro de los debates políticos de lo que en algunos lugares se le ha llamado la “nueva normalidad” la necesidad inminente de buscar formas de producción y reproducción alternativas al capitalismo.

La educación no está exenta de este debate. El impacto que está teniendo la educación en El Salvador se verá reflejada en el nivel de deserción escolar. Además de las desigualdades que se van acrecentando por la puesta en marcha de la educación virtual.

Las estadísticas de World Stats indican que a diciembre de 2017, la última fecha de la que hay datos disponibles, el 57.7 % de la población salvadoreña tenía acceso al servicio de Internet a través de diferentes dispositivos y plataformas.

Asimismo, la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) de la Dirección General de Estadística y Censos del Ministerio de Economía, asegura que en 2017 un 1.8 millones de salvadoreños tuvieron acceso a Internet. Ese mismo año, 303,815 hogares tenía conexión a Internet, lo que equivale al 16.59 % del total de hogares del país.[1]

Por lo tanto se empieza a acrecentar la desigualdad de las personas que pueden seguir estudiando en modalidad virtual y quiénes no. El Ministerio de educación también puso a disposición guías impresas a un total de 137,000 estudiantes que tengan dificultades de acceso a internet, aunque muy probablemente una buena cantidad de escuelas no hayan podido solicitar las mismas.

Este impacto en el sistema educativo se suma a la poca integralidad de la enseñanza. Los planes educativos gubernamentales en los últimos veinte años se han enfocado en la cobertura pero no en la calidad de la enseñanza. Esto hace que el sistema educativo consuma más recursos pero eso no se vea reflejada en una enseñanza de calidad.

También tenemos el entramado de educación superior que más de la mitad de estudiantes universitarios asisten a universidades privadas, lo cual incrementa el costo para continuar estudios superiores.

Todo esto es muestra que debe haber una transformación en el sistema educativo del país, debemos lograr una revolución educativa integral. Las juventudes y toda la población en general debemos consolidar la búsqueda de una educación integral como una bandera de lucha para tener un país con mejores niveles de desarrollo.

Pero no debemos pensar en una educación al servicio del modo de producción capitalista, esa educación que es más adiestramiento e instrucción para ser mano de obra del capital, sino que debemos buscar la revolución que ponga a la educación como la redistribución democratizada del conocimiento. Que el conocimiento esté al servicio de la resolución de los problemas de la población.

La revolución educativa integral debe ser impulsada desde las comunidades, para que los procesos educativos estén íntimamente relacionados a los territorios, a la resolución de las problemáticas en dichas comunidades y que se tenga una responsabilidad social.

Para lograr esta revolución es necesario que emprendamos una fuerte organización y concientización en los centros escolares, universidades, organizaciones juveniles, porque será todo ese entramado organizativo político y social el que emprenderá esta transformación, no serán los funcionarios los que se planteen esto, ya que no les conviene una sociedad formada, una sociedad que no requiera de dádivas y asistencialismo, por lo tanto dicha revolución educativa debe tener un carácter emancipador y liberador del pueblo.

Un inicio de esta revolución sería cambiar los pensum escolares a grandes rasgos obsoletos. Integrar en estos las nuevas corrientes pedagógicas como la enseñanza por resolución de conflictos, la enseñanza de historia no como buenos y malos sino como procesos que transformaron el país, filosofía, agroecología, desarrollo local, educación sexual y reproductiva, etc.

La revolución educativa integral no debe ser una cosa de propaganda electoral, los partidos políticos, el gobierno y los tomadores de decisiones tienen mucha responsabilidad para que se logre tener una educación integral, pero si en las agendas de estos no está dicha educación, debemos ser las organizaciones sociales y el pueblo en general que busquemos posicionar la necesidad de una revolución educativa, que esté acorde del país que deseamos, el conocimiento debe ser el principal avance que se busque para tener una sociedad más justa, libre y que no deje a nadie atrás.


Referencias:

[1] Carlos Calderón. La educación en El Salvador ante la crisis, Revista Gato Encerrado – REDIA, abril 27, 2020. https://gatoencerrado.news/2020/04/27/la-educacion-en-el-salvador-ante-la-crisis/

Debate sobre el poder en el movimiento popular Rubén Dri (2002)

Las movilizaciones de los últimos tiempos han puesto en evidencia una fuerte voluntad popular de afirmar su realidad subjetual. Pero ser sujeto significa ponerse como tal, crearse, luchar por el reconocimiento, lo cual implica necesariamente plantearse el problema del poder, en torno al cual, en el ámbito del movimiento popular, podemos vislumbrar tres posiciones típicas:

  a) La concepción clásica del marxismo-leninismo que se expresa como “toma del poder”.

b)  La de pensadores influenciados por el posmodernismo, como Negri y Holloway, cuya concepción es la de “huida del poder”.

c)  La de militantes de los nuevos movimientos sociales y políticos que prefieren hablar de la “construcción del poder”.

 Se trata de una tipificación que permite tomar las diversas concepciones como si se tratase de casos puros y resaltar, de esa manera, las diferencias y oposiciones. En la realidad las concepciones se suelen entrecruzar.

 1.- Toma el poder o el poder como objeto

            En los movimientos sociales y políticos de las décadas del 60 y 70 que marcaron profundamente a nuestra sociedad, el problema del poder fue planteado con fuerza, en contra de concepciones de izquierda tradicionales para la cuales el tema se postergaba de manera indefinida. Partidos considerados siempre de izquierda como el Partido Comunista, los diversos Partidos Socialistas, las variantes maoístas y trotzquistas no se planteaban el problema del poder. 

           No significa ello que no hablasen sobre el poder. El asunto es que para ellos el problema no se imponía como una exigencia perentoria a realizar. No se cuestionaba en los hechos seriamente el poder del capitalismo. Por una u otra razón, la revolución estaba postergada, de manera que había tiempo de sobra para debatirlo.

            El problema, en cambio, adquirió no sólo actualidad, sino exigencia perentoria en las diversas agrupaciones y partidos de una nueva izquierda, por llamarla de esa manera, que se proponían hacer la revolución. Ello significaba, terminar con la sociedad capitalista, sustituirla por una sociedad socialista. Ya no se trataba de una meta lejana, sino de algo que estaba en cierta manera a la mano.

            El debate sobre el poder fue intenso, y las concepciones, diversas, pero todas, de una u otra manera se sintetizaban en “la toma del poder”. En realidad la expresión pertenece a la teoría que fundamentó los procesos revolucionarios del siglo veinte. Toma del poder, asalto al poder, asalto al cielo, son expresiones equivalentes. Sin duda que son movilizadoras, encienden en la imaginación figuras utópicas que impulsan a  la voluntad para la lucha.

            El poder, en primer lugar, es concebido como un objeto. Así como se puede tomar, asir, o, en términos populares, “agarrar” un objeto, también se puede tomar o agarrar el poder. De esta manera, se piensa que no se tiene el poder, no se lo ejerce, hasta que no se lo ha tomado. El poder está en manos de las clases dominantes, de los grandes consorcios, del ejército. En fin, alguien, o algunos lo tienen. Se trata de arrebatárselo.

            En segundo lugar, el poder está en un lugar determinado. Ese lugar puede ser la “Casa Rosada”, Campo de Mayo o La Tablada. Quienes están ahí tienen el poder. Para arrebatárselo es necesario trasladarse hasta ese lugar. La columna del Che, desde la sierra Maestra a Santa Clara, y desde allí a la Habana, o la “Larga Marcha” de Mao son símbolos de este ir hasta el lugar donde se encuentra el poder, para tomarlo, arrebatándoselo al enemigo.

            El poder, en consecuencia, es como una cosa que está en un determinado lugar al que hay que trasladarse para tomarlo. Algo semejante a la expedición de los Argonautas dirigidos por Jason a la Cólquide para arrebatar el célebre “vellocino de oro”. Pero ya se sabe, semejante tesoro está bien guardado, bien custodiado. La marcha para su conquista no es una fiesta, sino una lucha. Menester es tener la organización y los instrumentos necesarios para dar esa lucha.

            El instrumento por excelencia es el partido político. Para la toma del poder se necesita un partido revolucionario y para que éste lo sea, debe estar constituido por el sujeto o los sujetos revolucionarios. Como en la teoría marxista tradicional el sujeto revolucionario es el proletariado, el partido debe ser un partido obrero y, su meta próxima es la conquista del poder y el establecimiento de la dictadura del proletariado.

            El concepto de “dictadura del proletariado” es por demás significativo. Normalmente significó lo contrario a la democracia, en cualquiera de sus formas. Entiendo que no fue ésa la concepción de Marx, en el cual, por otra parte, el concepto es marginal, nunca tematizado. Pero en él el concepto de dictadura no se oponía al de democracia, en el sentido de elecciones, partidos políticos diferentes, en la medida en que consideraba que las democracias burguesas eran dictaduras.

            Ello significa que para Marx la dictadura implicaba la dominación de una clase sobre las otras, no necesariamente la de un partido político. Así como la dictadura de la burguesía se ejerce mediante diversos partidos políticos, lo mismo podría hacer el proletariado. Quiero decir que la lógica de la dominación de clase no implica necesariamente el partido único.

            El establecimiento de las dictaduras del proletariado ha producido resultados decepcionantes. Los partidos revolucionarios que lograron la toma del poder establecieron efectivamente una dictadura que se llamó “dictadura del proletariado” pero que, en realidad, fue una dictadura del partido, del aparato burocrático y finalmente del líder, depositario de la ciencia.

             La revolución se había realizado para construir una sociedad plenamente liberada, con igualdad efectiva de derechos para todos. La realidad fue decepcionante. La dominación no fue quebrada sino sustituida. Los revolucionarios pasaron a ser los nuevos señores. Mentiras, crímenes y corrupción acompañaron a la nueva sociedad, que no resultó nueva, sino antigua. La caída del Muro de Berlín es el símbolo de la derrota de las revoluciones que tomaron el poder.

            Hablar de traición, referirse a las condiciones difíciles en que se produjo la revolución soviética, a la temprana muerte de Lenin y a otras circunstancias, de ninguna manera logran explicar un fracaso tan rotundo. Volver al debate entre Lenin y Rosa Luxemburgo puede ser un ejercicio excelente, no para darle ahora la razón a Rosa, sino para bucear en el destino de una revolución realizada por una organización, el partido político, que “toma el poder”.

 2.- Huir del poder o fugar al anti-poder.

            Las posiciones de Holloway, de Negri y de Hardt pertenecen al amplio espacio abierto por autores que, desencantados de las revoluciones que se habían producido bajo la égida del marxismo ortodoxo,  reniegan de todo lo que suene a estructura o institución. Se fundan en interpretaciones de  las nuevas prácticas que se generaron luego de la caída del Muro de Berlín, como las de Chiapas, las de los Sin Tierra de Brasil, las de los  diversos Movimientos Sociales, de las Asambleas en Argentina y, en general, de  los movimientos anti-globalización.

            El planteo de Holloway guarda semejanzas con el de Negri y Hardt, pero también diferencias, cuya base fundamental se encuentra en la diferente posición frente a la dialéctica. Mientras éstos la rechazan como un elemento burgués inserto en el pensamiento revolucionario, Holloway, por el contrario, la incorpora como clave de su pensamiento.

            En este sentido, recupera a Hegel y fundamentalmente a Marx. Sus análisis de la alienación en Marx, especialmente como se expresa en los Manuscritos de 1844 son excelentes. Pero su dialéctica no es tanto la de Marx, sino la dialéctica negativa de Adorno. Esto lo lleva directamente a la conclusión de que toda institución constituye una alienación. La única formulación posible de una revolución que se pretenda liberadora será la del anti-poder.

            Las coincidencias fundamentales contemplan dos rubros, “la centralidad de la lucha oposicional (ya sea que la llamemos poder de la multitud o anti-poder) como la fuerza que da forma al desarrollo social” y el concentrarse en la revolución, que “no puede concebirse en términos de tomar el poder del Estado”. (Holloway; 2002; 244). Mientras los autores de “Imperio” a la fuerza de oposición la denominan “multitud”, Holloway, le da el nombre de “anti-poder”.

            La diferente denominación no es una simple cuestión de nombres. Significan dos posiciones diferentes en cuanto al contenido mismo de la oposición. La “multitud”, aunque sea algo indeterminado, volátil, pulverizado, es “algo”, mientras que el anti-poder es nada, o mejor, es “no”. Ninguna posibilidad de darle un contenido, una forma, una estructura.

            La segunda coincidencia es, en realidad, la verdadera coincidencia. La alergia al Estado, a cualquier Estado es total, porque el Estado no es otra cosa que “una forma rigidizada o fetichizada de las relaciones sociales. Es una relación entre personas que no parece ser una relación entre personas, una relación social que existe en la forma de algo externo a las relaciones sociales” (Id.; 142).    Es necesario escapar del Estado. La fuga, en todos los autores citados es la clave de toda la lucha por una nueva sociedad.

            Holloway, al igual que Negri, se considera heredero del pensamiento de Marx. Se plantea entonces aquí un problema, pues para Marx, el Estado es mucho más que la simple fetichización de las relaciones sociales. Es la forma “en la que se condensa toda la sociedad civil de una época” (Marx; 1977; 72), por lo cual en el primer proyecto de su obra, esto es, de El Capital, figura como el tercer momento de la primera dialéctica, formada de la siguiente manera: 1) “Las determinaciones abstractas que corresponden en mayor, o menor medida a todas las formas de sociedad”. 2) “Las categorías que constituyen la articulación interna de la sociedad burguesa”. 3) “Síntesis de la sociedad burguesa bajo la forma de Estado”. (Marx; 1980; 29-30).

            En la concepción tradicional, ortodoxa del marxismo se sostiene la desaparición del Estado, pero al final, luego del acto revolucionario de toma del mismo por parte del proletariado dirigido por el partido. Menester es tener en cuenta que el concepto “destrucción” o “eliminación” es antidialéctico. Engels lo utiliza sin problemas y de allí provienen las confusiones posteriores. Marx es mucho más cauto al respecto y suele referirse al problema mediante el concepto de Auf-hebung, que traducimos por “superación”.

            Se lograría ello no mediante una destrucción, sino mediante la universalización de la satisfacción de necesidades. La característica cautela de Marx para no incursionar en realidades futuras que sólo podían ser barruntadas es, en cierta manera compartida por Holloway, si bien tanto él como Negri exageran nuestra ignorancia con respecto a todo futuro.

            Las disidencias, por su parte, están centradas “en el tema del paradigma”. Para Hardt y Negri, en efecto, la revolución consiste en un cambio de paradigma, semejante a los que ya hubo, como ser, “del imperialismo al Imperio” o “ de la modernidad a la posmodernidad, de la disciplina al control, del fordismo al posfordismo, de una economía industrial a una informacional” (Idem; 245). Ello significa que la sociedad es algo estable, lo cual es totalmente contradictorio con una dialéctica negativa como la de Holloway.

            El enfoque paradigmático lleva al funcionalismo, según Holloway, a una concepción de la sociedad en la que todo encaja. Su origen se encuentra en la posición anti-dialéctica y anti-humanista de ambos autores, lo que, por otra parte, los lleva a sostener la continuidad entre animales, seres humanos y máquinas, siendo éstas últimas, prótesis de nuestros cuerpos y mentes. Con ello entramos en una antropología del ciberespacio, pero “el problema con esta visión, dice Holloway, seguramente, es que ni las hormigas ni las máquinas se rebelan. Una teoría que está basada en la rebelión tiene poca opción: tiene que reconocer el carácter distintivo de la humanidad” (Idem; 249).

            La revolución no es otra cosa que “el desarrollo del anti-poder”, del no-poder, de la negación del poder, la cual “toma millones de formas diferentes: desde arrojar el despertador contra la pared, hasta llegar tarde al “trabajo”, realizar tareas sin esforzarse, ausentismo, sabotaje, luchas por descansos, por el acortamiento de la jornada laboral, por vacaciones más largas, por mejores pensiones, huelgas de todo tipo, etc.” (Idem; 270).

            Dos observaciones se imponen al respecto. En primer lugar, es imposible pensar todas estas prácticas como simple no-poder. De hecho constituyen construcción de poder. Son prácticas constitutivas del poder popular. Es que el concepto mismo de anti-poder como no-poder que se debe lograr, es contradictorio, pues para lograrlo hay que luchar, lo cual significa siempre construir poder.

            La pesadilla de la que Holloway quiere escapar mediante su concepción del anti-poder es el círculo diabólico de la circularidad del poder, sobre el cual se había explayado Foucault. El poder como siempre se lo ha considerado y practicado es el poder-sobre, la dominación sobre otros. Cuando se lucha en contra de ese poder, de hecho lo que se hace es cambiar de quien ejerce el poder-sobre.

            Así ha pasado con las revoluciones socialistas, especialmente con aquéllas que fueron denominadas del “socialismo real”. No se modificaron sustancialmente las relaciones sociales. Cambiaron los dominadores, pero no se eliminó la dominación. Holloway quiere salir del círculo con la pretensión de separar taxativamente el poder-hacer del poder-sobre, como si el sujeto pudiese ejercer un poder sin encontrarse con la relación de poder del otro. En otras palabras, pretende saltar afuera de la dialéctica del señor y del siervo. 

            En segundo lugar, todas esas prácticas han sido realizadas por los obreros, maestros, empleados, profesores universitarios, y trabajadores distintos desde la implantación del capitalismo. Nunca se consideró que ello se hacía por el no-poder. Todo lo contrario, lo que se quería es un poder de abajo, de los dominados, un poder alternativo.

            Entre las formas de lucha Holloway destaca la migración, pues mediante ella “millones de personas huyen del capital, buscando esperanza” (Idem; 270). Esta apreciación de la migración es compartida con entusiasmo por Hardt y Negri. Dos observaciones se imponen también aquí. En primer lugar, la migración puede interpretarse, más allá de la conciencia de los migrantes como una fuga del capital, pero de hecho éstos buscan un lugar donde el capital les permita tener un trabajo que en su lugar de origen no consiguen. El mexicano que pasa a Estados Unidos lo hace bajo esa condición, lo mismo que el boliviano que migra a la Argentina.

            En segundo lugar, es curiosa esta manera de privilegiar la migración como forma de lucha por el anti-poder. Es cierto que constituye una forma de lucha, como todas las enumeradas, pero está lejos de ser privilegiada. Es una lucha penosa, amarga y que al capital no le ocasiona demasiados trastornos. En todo caso los soluciona con medidas cada vez más represivas.

            Otro aspecto de la concepción de Holloway con respecto a la revolución es el heroísmo. En su concepción “el movimiento del comunismo es anti-heroico”, pues “el objetivo de la revolución es la transformación de la vida común, cotidiana y es ciertamente de esa vida común y ordinaria que la revolución debe surgir” (Idem; 302; 303). Esto lo lleva, a su vez, a criticar la concepción revolucionaria que se basa en la conducción de los líderes y los héroes.

            Toda revolución que se realiza a partir de un liderazgo, reproduce desde el principio las relaciones que quiere subvertir e hipoteca las realizaciones a la voluntad del líder. Éste, por otra parte, tenderá a ahogar todo avance que suponga una mengua de su propio poder-sobre. En este sentido, Holloway tiene razón. Además, el liderazgo siempre tenderá a perpetuarse y tendrá fuertes tentaciones de manejar el poder como si proviniese de él y no del pueblo.

            Es importante la observación de Holloway en lo referente a los héroes. Efectivamente, la revolución no es una tarea de héroes, sino del pueblo. La revolución no la hacen los héroes, ni se hace para vivir una vida heroica. Se hace para vivir mejor, para “vivir bien” como quería Aristóteles, donde “bien” no significa sólo realidades materiales, las que deben ser suficientes, sino la posibilidad del sujeto de realizarse plenamente.

            Pero las afirmaciones de Holloway no parecen admitir espacio alguno para el heroísmo, virtud excelsa que expresa realizaciones humanas superiores, en el sentido cualitativo, sin que ello dé ninguna razón para ejercer un poder sobre los demás. La construcción de esa futura sociedad en la que podamos fraternizar entre todos, puede exigir, y de hecho así es, actos de heroísmo. Un piquetero que, entre las balas de la policía, se detiene a auxiliar al compañero caído es un acto heroico. La lucha siempre estará llena de ellos. 

            Los 30.000 mil compañeros detenidos-desaparecidos eran jóvenes, la mayoría de ellos, como cualesquiera de los jóvenes de hoy, con una vida común, con sus afectos, virtudes y defectos. En un momento determinado fueron puestos en la situación-límite del heroísmo. Pero ello le sucede también a la más común de las madres cuando debe enfrentar situaciones-límites en la defensa de su hijo.

            Por otra parte, el heroísmo es un momento fundamental en los proyectos que se formulan en la juventud. Nada más aplastante y descorazonador que encontrarse con jóvenes que quieren vivir una vida tranquila. Pasión, ansias de transformar la realidad, son constitutivas de una juventud no contaminada por el cansancio de la vida, propio de sociedades decadentes. No por nada muchas veces se siente tentada por la aventura fascista. No se hace una revolución para vivir una vida heroica, pero su realización suele exigir momentos de heroísmo.

  3.- La construcción del poder, o el poder como relación social.

            El poder, veíamos, no es un objeto o una cosa que se encuentra en algún lugar al que es necesario ir para tomarlo. Es una tendencia difícil de vencer, como anotaba Hegel, poner en movimiento las representaciones propias del entendimiento. El poder concebido como objeto no es otra cosa que una representación del entendimiento. Menester es fluidificarlo, ponerlo en movimiento.

            El poder es una realidad propia del ámbito de las relaciones humanas que, de una u otra manera, siempre son sociales y políticas. No existe, no es, igual que los sujetos. Se hace, se construye de la misma manera en que se construyen los sujetos. Éstos, para crearse, empeñan una lucha a muerte por el reconocimiento. Esta lucha genera poder. Generarse como sujeto es generar poder.

            Todo cambio, toda transformación, toda revolución que se proponga siempre tiene en su centro el tema del poder que significa quién y como será reconocido. La frase que figura como acápite es el corte que le da Jesús a la discusión que se había entablado entre los componentes más cercanos de su movimiento, cuando, al dirigirse a Jerusalén pensaban en el triunfo de la propuesta liberadora.

            Los dirigentes del movimiento de Jesús discuten sobre cómo se van a repartir el poder en la nueva sociedad, y Jesús les replica que no habrá nada que repartir, porque habrá que pensar el poder de una manera totalmente distinta, contraria a la que ellos pensaban. No como poder de dominación, no en la relación señor-siervo, sino como diakonía, como servicio, como mutuo reconocimiento de sujetos plenamente libres.    

            Ese poder no puede empezar a construirse una vez que “se lo ha tomado”, porque en realidad entonces lo que se ha hecho es ocupar el lugar que antes tenían “los otros”. No se rompe la relación señor-siervo, aunque se sostenga que ello constituye una fase para romper la dominación anterior. La célebre “dictadura del proletariado” que es, siempre, la dictadura del partido, de determinados aparatos del Estado o de una persona, el “líder”, no se instala para desinstalarse en función de la diakonía, sino que llega para quedarse a perpetuidad si ello es posible.

            El poder es esencialmente relación social, relación de reconocimiento. En ese sentido es fluido, circula, cambia. Pero necesita momentos de reposo, de instalación. Es el momento de las célebres estructuras, sin las cuales todo poder se evapora. La mínima relación, la que se produce entre dos sujetos, sean éstos madre e hijo, amigo con amigo, novios, es lucha por el reconocimiento y, en consecuencia genera un ámbito de poder. En ese sentido todos ejercemos y se ejerce poder sobre nosotros.

            Crear nuevo poder, crear poder popular significa crear nuevas relaciones humanas, nuevas relaciones sociales, nuevas relaciones políticas (1). Éstas no pueden comenzar cuando, por ejemplo, se tome el aparato del Estado. Se realizan en el camino, en el proceso. Si el otro es un objeto para mí, o un súbdito, mero soldado del partido o de la organización, se está reproduciendo el poder de dominación.

            Microfísica del poder, en consecuencia, y redes del poder sobre las cuales nos informa abundantemente Foucault. Pero su planteo no logra romper, traspasar las paredes que encierran a los micropoderes en los cuales nos enredamos. No habría otra salida que un juego de poderes y contrapoderes, o en todo caso un pequeño espacio de liberación, ese espacio en el que se ejerce mi poder, que sería la “línea de fuga” de Deleuze o, en todo caso el ser “militante de la acción restringida, limitada” de Badiou.

Ello significa lisa y llanamente renunciar a construir poder popular en sentido fuerte, es decir a construir una sociedad del mutuo reconocimiento, una sociedad plenamente democrática, en la que el poder se ejerza tendencialmente en forma horizontal. En otras palabras, los micropoderes se encuentran englobados en megapoderes, y así como hay que construir los primeros, también hay que construir los segundos. De la microfísica es necesario pasar a la macrofísica, no en forma línea sino dialéctica. Los pequeños poderes se encuentran englobados en los megapoderes. No hay paso lineal de unos a los otros.

            Esto significa que toda lucha, ya sea barrial, villera, campesina, en las cárceles, en la escuela, en la familia debe conectarse dialécticamente con una lucha más amplia, que tenga como horizonte la totalidad. Si ello se pierde de vista, estamos condenados a movernos en un círculo sin salida. Es un magro consuelo o una burla decirles a desocupados que ellos también ejercen poder. Es cierto que ejercen poder, y lo hacen cuando, por ejemplo cortan rutas y obligan al poder político a ceder a determinados reclamos. Pero ese poder es totalmente asimétrico con el poder del gran capital, de las grandes corporaciones.

            Los trabajadores desocupados, los villeros, los campesinos construyen poder con su trabajo, con sus debates, con sus asambleas, con sus medidas de lucha. Ese poder comienza siendo micropoder, o mejor, micropoderes  que se gestan en las diversas asambleas que se conectan entre sí en forma de redes. Éstas interactúan con los megapoderes, confrontan con ellos, negocian, se retiran y vuelven. 

            Micropoderes, redes de poder, circulación de poderes, fluidez de relaciones. Todo ello es cierto, pero toda fluidez tiene momentos de condensación. Dicho de otra manera, el movimiento necesita estructurarse. Con la estructuración aparecen nuevos desafíos, expresados sobre todo en el fenómeno de la burocratización. Un verdadera construcción del poder, o sea de relaciones sociales, luchará siempre contra la tendencia, siempre renaciente a la burocratización.

 Hegemonía y poder.

            Como es sabido el triunfo de la revolución en la Rusia zarista y las derrotas de los intentos revolucionarios de la segunda década del siglo XIX en Alemania, Hungría e Italia, llevaron a Antonio Gramsci a una profunda reflexión sobre las causas de tan dispar destino de los intentos revolucionarios. La contribución más importante de estas reflexiones gira alrededor del concepto de hegemonía que desde entonces figura en todas las elucubraciones que tienen que ver con la realidad política.

            Me interesa, en este apartado, trabajar sobre la relación entre dicho concepto y la construcción del poder popular, reinterpretando el concepto de hegemonía, o, incluso, corrigiéndolo. Para empezar, hay una observación importante que hace Gramsci al referirse a las diferencias existentes entre las tareas que le esperan a la revolución de octubre y las que es perentorio realizar en las revoluciones del los países centroeuropeos.

            Siendo la sociedad zarista una sociedad en la que prácticamente no había sociedad civil, tomado el Estado, o la fortaleza, como lo denomina Gramsci, la tarea a realizar era nada menos que la de crear la sociedad civil, lo que significa, crear la hegemonía, entendida ésta como consenso de los ciudadanos. Ese consenso es poder. Construir la hegemonía es construir poder, poder horizontal, democrático, lo cual significa, a la vez, construirse como sujetos.

            Esta tarea no puede ser creada desde arriba, pero es el único lugar en que esa revolución la podía realizar. Una contradicción prácticamente insoluble, como se mostró ulteriormente. Como se ve, nos estamos sirviendo del concepto gramsciano de hegemonía, pero transformado o reinterpretado, como se quiera. Es muy difícil, por no decir imposible, que la revolución soviética no terminase en el estalinismo.

            De hecho, esto ya había sido expuesto por Hegel en la célebre dialéctica del señor y el siervo. El camino del señor es un callejón sin salida. Desde el poder de dominación, aunque éste se denomine “dictadura del proletariado” es imposible pasar a una sociedad del mutuo reconocimiento. Los sujetos no se realizan por una concesión que se les hace desde arriba. Se conquista en una lucha en la que los siervos, dejan de serlo, no se reconocen como siervos, sino como sujetos.

            Gramsci plantea correctamente, para las sociedades avanzadas, con sociedad civil ampliamente desarrollada, que la hegemonía debía preceder a la toma del poder o del Estado. En realidad, ese principio vale para toda revolución y no sólo para las sociedades avanzadas, porque si la hegemonía no se construye en el camino, no se la construirá posteriormente. Se repetirán las prácticas anteriores.

            A menudo se me pregunta en los seminarios si los amos o señores no pueden también lograr el reconocimiento y, por lo tanto ser sujetos en sentido pleno. La respuesta es absolutamente negativa. Ni los señores, ni los siervos pueden logra el reconocimiento como autoconciencias o sujetos sin dejar de ser señores o siervos. Tanto el ser siervo como el ser señor es la negativa del sujeto.

            La hegemonía como consenso democrático no puede ser construida desde arriba, porque ello implica subordinación. Quien detenta el poder del Estado o el poder político y económico puede obtener legitimación, que implica aceptación de la dominación, pero no hegemonía en el sentido de consenso democrático. Éste sólo puede lograrse desde el seno de las sociedad civil. Es una construcción que se realiza entre iguales, entre sujetos que se reconocen mutuamente como tales.

 4.- Criterios fundamentales.

            En la construcción del poder popular habría que tener en cuenta algunos criterios fundamentales:

            No se debe partir de organizaciones o partidos políticos ya estructurados, con línea que se pretende clara para bajarla a los sectores populares que se están movilizando. Esta práctica expresa todo lo contrario de la construcción de una nueva sociedad en la que sus miembros sean sujetos reconocidos. Esa estructura partidaria es la representación de la sociedad en la que unos saben y los otros son ignorantes, unos son esclarecidos y otros andan en tinieblas, unos mandan y otro obedecen.

Por lo tanto, es necesario dejar de lado la concepción leninista de que al proletariado o, en nuestro caso, a los sectores populares, se les inyectará conciencia “desde afuera”. Sería conveniente, al respecto, como he dicho más arriba, revisar las polémicas entre Lenin y Rosa Luxemburgo sobre el partido, no para darle ahora la razón a Rosa en contra de Lenin, sino para incorporar críticamente algunas intuiciones y aciertos de Rosa en cuanto al protagonismo popular en el proceso revolucionario.

Decía Rosa, en contra de Kautsky: “Piensan que educar a las masas proletarias en el espíritu socialista significa darles conferencias, distribuir panfletos. ¡No! La escuela proletaria socialista no necesita de eso. La actividad misma educa a las masas”  (Cliff 1971; 64).

Descontextualizada esta afirmación es errónea. Rosa aquí exagera, porque está polemizando con la dirección burocrática de la socialdemocracia alemana que pretendía dar conciencia desde afuera, mediante conferencias y panfletos. La conciencia crece en la práctica, en la acción, en la lucha.

En ese proceso de práctica-conciencia, de lucha-reflexión se cometen errores, pero “los errores cometidos por un movimiento obrero auténticamente revolucionario, dice Rosa,  son mucho más fructíferos y tienen más importancia histórica que la infalibilidad del mejor Comité Central” (Ibidem). Ya sabemos a dónde han conducido la infalibilidad de los diversos comités centrales. Los pueblos en su lucha aciertan y se equivocan, logran victorias y sufren derrotas. Aprenden continuamente. Una dirigencia infalible nunca aprende, ya lo sabe todo. Eso no tiene remedio.

            En contra de la concepción de una determinada élite revolucionaria que desde arriba, desde afuera pretende dar conciencia a los trabajadores, o a los sectores populares, es conveniente hacer efectiva la concepción gramsciana de que se debe partir del “buen sentido” que radica en el desagregado y caótico “sentido común” que se encuentra en dichos sectores. O, en palabras del Che, ayudar a desarrollar “los gérmenes de socialismo” que se encuentran el pueblo. Toda pretensión de construcción que tenga que ver con una elaboración teórica separada de las aspiraciones, expectativas, valores presentes en los sectores populares, contribuirá a instalar una nueva dominación. El socialismo tendrá sentido y será una verdadera solución si es el despliegue de valores profundamente arraigados en los seres humanos.

            En contra de que el socialismo es primeramente una teoría que habría nacido recién en el siglo XIX, menester es tener en cuenta que, en cuanto expresa, por una parte, valores, aspiraciones, ideales y utopías y, por otra, luchas para conseguirlos, es tan antiguo como el mismo ser humano. Luchas en contra de la opresión, luchas de liberación han existido siempre. Realizaciones socialistas, en el sentido de agrupaciones o sociedades humanas liberadas, con relaciones relativamente horizontales, siempre se han dado en la historia.

            El socialismo es fundamentalmente la realización de una sociedad fundada en los mejores valores del ser humano. Éste es tanto egoísta como altruista, tanto tacaño como generoso, tanto se ama a sí mismo como se odia, tanto ama a su vecino como lo aborrece. Es un ser dialéctico. El buen sentido del que habla Gramsci está constituido, precisamente, por los valores de amor a sí mismo, de generosidad, de bondad. De esos valores socialistas es necesario partir.

            Ello no significa renegar de la teoría. El problema es no confundir teoría o ciencia o filosofía con conciencia. La conciencia nunca puede venir de fuera. La conciencia es autoconciencia desde el primer momento, pero sólo lo es implícitamente. Avanza de desde los primeros balbuceos en el plano de lo sensible. Toda teoría al entrar en relaciones dialécticas con la conciencia será motivo de crecimiento de ésta, tanto de la conciencia del teórico como de aquél a quien se comunica la teoría, la cual a su vez sufre transformaciones  en el proceso.  Se avanza de la conciencia a la autoconciencia, o de la conciencia en-sí a la conciencia para-sí, como dice Marx en la Miseria de la filosofía.

            El para-sí o nivel superior de la conciencia no es un agregado que viene de fuera. Es el en-sí que se supera en el para-sí. Este segundo momento, que en realidad es tercero,, es decir, en-sí-para-sí, es una superación –Aufhebung- que sólo puede darse en el sujeto. Es éste que se supera en su totalidad. Si el tercer momento no estuviese ya en el primero, nunca llegaría a ser, por más adoctrinamiento externo que se practicase.

            La conciencia socialista no se inventa, no se crea desde arriba, no se introduce desde afuera. O ya está en la conciencia humana o nunca estará. Está, pero no está “puesta” para decirlo hegelianamente. O no está “en acto”, para emplear la categoría aristotélica. No está puesta, y puede no estarlo nunca. Ello dependerá de la práctica o, para decirlo con una categorización marxiana, dependerá de la revolución. Ésta es el proceso de mediatizar lo inmediato o llevar al acto lo que está en potencia.

            Por lo tanto no se avanza con la “unión de la izquierda”, si ello significa hacer unidos lo mismo que se está haciendo en forma separada, es decir, actuar como estructuras piramidales que poseen “la ciencia”. La verdadera unión hay que encontrarla atreviéndose a criticar las formas tradicionales de concepción de los partidos de izquierda e ir confluyendo con inserción verdadera en los sectores populares.

            Un proyecto alternativo que ya se encuentra en germen en agrupaciones, comunidades, organismos de derechos humanos, movimientos de trabajadores desocupados, asambleas barriales, luchas de diverso tipo,  asume una forma movimientista que se está descubriendo y construyendo. El peligro del movimientismo es su posible transformación en un “gigante invertebrado y míope”, según la expresión de John W. Cook El movimiento, verdadero torrente de los sectores populares, debe estructurarse, con todo lo que ello implica de peligro de burocratización y obstaculización de la marcha dialéctica.

            Para la construcción de la identidad, sin la cual no hay sujeto, por una parte, es necesario recuperar auténticos símbolos populares como Agustín Tosco, John W. Cook, Enrique Angelelli, Evita. El Che por su parte, es un poderoso símbolo convocante para las nuevas generaciones. Por otra parte, es necesario dar la lucha hermenéutica en torno a los símbolos arraigados en los sectores populares.

            No hay identificación posible o, de otra manera, no hay construcción posible de un sujeto sin los símbolos. Los sujetos son esencialmente simbólicos y, entre los símbolos, los que asumen características religiosas –tal vez sea la realidad de todos- tienen especial importancia, por cuanto los sectores populares son particularmente religiosos. La posición “cientificista” que el marxismo “ortodoxo” heredó de la Ilustración es ciego frente a esta realidad.

            Si el símbolo con el cual construye su identidad determinado sujeto es considerado sólo únicamente como “fetiche”, ya se ha puesto un telón de acero para comprender qué construye dicho sujeto en la relación con el símbolo. No se tiene en cuenta que borrar el símbolo es borrar al sujeto que con él se relaciona y, fundamentalmente, que la relación símbolo –fetiche es una relación dialéctica. Todo símbolo tiene algo de fetiche.

            Desde las diversas prácticas sociales y políticas es necesario ir confluyendo en un proyecto político común que sea la unión en la diversidad. Como todo proyecto político debe darse su instrumento que tradicionalmente es el partido. Pero, de acuerdo a lo que venimos reflexionando, el partido tradicional de izquierda no nos sirve. Reproduce las relaciones de dominación. Se necesita un nuevo tipo de partido que sea una verdadera articulación del poder popular gestado en la base.

 5.- El socialismo de cada día.

Con la caída del denominado “socialismo real” y la imposición de la globalización neoliberal conservadora entró en crisis también una determinada concepción de lo que significa hacer la revolución. Ésta era pensada como una lucha en la que siempre se jugaba el todo social. Se trataba de derribar el capitalismo para instaurar el socialismo. La consecuencia era que, salvo en los países que esto se habría logrado, en todas las demás sociedad la revolución o había fracasado o estaba retrasada.

La visión que en general se tenía era que una sociedad era capitalista o socialista. El socialismo como modo de vida no podía realizarse en una sociedad capitalista, de manera que el sujeto socialista sólo surgiría cuando esa nueva sociedad pudiese implantarse. La visión totalizadora, el bosque, no permitía ver las partes, los árboles.

La globalización, verdadera imposición del universal abstracto, como hemos visto, produce un resquebrajamiento del todo social en fragmentos aislados. Contradictoriamente esta nueva realidad ha permitido repensar todo el problema de la revolución y, en consecuencia, del socialismo. Por una parte hay un impulso posmoderno de quedarse en la sola parcialidad, pero, por otra, permitió repensar la totalidad no sólo sin sacrificar la parcialidad, sino tomándola como punto de partida.

            En esta visión, no se trata de pretender inmediatamente la gran meta, lo que históricamente se conoce como la toma del poder. En primer lugar, porque el poder no es ninguna cosa u objeto que se tome;  en segundo lugar, porque es necesario plantearse metas reales, a las que sea posible acceder y finalmente porque si las relaciones sociales no se cambian en el camino, cuando se llegue a la meta y se pretenda realizar el socialismo, lo que se hará será reproducir las relaciones anteriores. Esto ya no necesita demostración alguna. La historia del “socialismo real” lo ha puesto en claro.

            El poder no es una cosa u objeto, sino “relación social”. Se trata, por lo tanto, de ir creando nuevas relaciones sociales, acordes con lo que pensamos que deba ser una realización del poder que sea efectivamente liberadora. En consecuencia, relaciones lo más horizontales posibles, con la vista puesta en el horizonte utópico de un poder horizontal, profundamente democrático.

            No es que no queramos transformar toda la sociedad, derrotar definitivamente al capitalismo. Claro que queremos hacer eso, pero debemos tratar de clarificarnos sobre lo que nos corresponde hacer hoy, en un hoy en el que debemos hacer presentes los valores socialistas.

            La objeción que surge de toda la concepción anterior es que no se puede vivir con los valores socialistas, es decir, humanos, en una sociedad capitalista, porque ésta impone sus leyes. Esta objeción es verdadera sólo en parte y, en consecuencia, si se la afirma de esa manera, es falsa. Es cierta en el sentido de que ninguna parte, llámese un grupo, una organización o un individuo pueda sustraerse de las leyes que impone la sociedad en la que se encuentran enclavadas.

            Esto puede incluso generalizarse, como lo hizo Marx, al mundo entero. Ninguna nación, y aquí es necesario colocar a Cuba, puede realizar el socialismo hasta que éste se realice de manera hegemónica en el mundo entero, porque finalmente el sistema hegemónico termina imponiendo sus leyes. Eso es cierto cum grano salis, porque allí se viven auténticos valores socialistas, humanistas, como el haber sacado del “negocio” a la salud, la educación y la alimentación.

            Ello también puede y debe realizarse, con todas las limitaciones y contradicciones del caso, en el seno de la sociedad capitalista. Si un sujeto quiere vivir de acuerdo con valores socialistas, ¿quién se lo puede impedir? ¿No es posible ser generoso? ¿Debemos necesariamente verlo todo como un negocio?

            El socialismo no se ha de construir a partir de las ideas “científicas” que tengamos en nuestra cabeza o en nuestros libros, ni por la acción de un grupo esclarecido. Ya ha comenzado su construcción. Está en camino en los diversos movimientos a los que he hecho alusión.

            Como decía el Che, el socialismo está en germen en el pueblo. No es el socialismo ninguna construcción teórica o “científica” pensada desde fuera, sino el desarrollo contradictorio, creativo, que se realiza todos los días en nuestras luchas, proyectos, encuentros, debates. La solidaridad, la ayuda, el diálogo, la fiesta, el compartir constituyen valores esenciales del socialismo de cada día.

 Notas

            (1) Prefiero hablar siempre de “construcción del poder popular” y no de “contrapoder” o “doble poder”. La expresión “contrapoder” expresa una voluntad de permanecer siempre allí, en la contra, por lo cual va acompañado de “contracultura”. Ello implica considerar que sólo es política el contraponerse. Será siempre una política marginal. La expresión de “doble poder”, es la concepción leninista que supone dos poderes como dos entidades ubicadas una arriba y la otra abajo. Se trata de derribar la que está arriba para poner la que está abajo.

Bibliografía citada

            Cliff, Tony: Rosa Luxemburg- (Introducción a su lectura). Galerna, Buenos Aires, 1971.

         Holloway, John: Cambiar el mundo sin tomar el poder. (El significado de la revolución hoy). Herramienta y Universidad Autónoma de Puebla. Buenos Aires, 2002.

            Marx, Karl: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858) 1. Siglo XXI, México, 1980.

            Marx, Karl: La ideología alemana. Ediciones Pueblos Unidos, México, 1977.

                                          Rubén Dri

Buenos Aires, 15 de noviembre de 2002  

Los ciclos políticos Joaquín Aguilar 7 de septiembre de 2020 (EL Faro)

En casi 200 años, El Salvador ha sido gobernado por 81 presidentes y siete Juntas de Gobierno, y ha estado regido por 14 constituciones. 24 presidentes y una Junta de Gobierno fueron derrocados, cinco presidentes depusieron el cargo y uno fue asesinado; 13 constituciones se definieron desde la Presidencia y una fue concertada con la oposición, para luego ser reformada con la insurgencia. El saldo resultante es aproximadamente de una presidencia inconclusa por cada tres de ellas, y de una constitución por cada 13 años. 

Las luchas por el control de la economía y el Estado definieron ciclos políticos con gobernantes de paso y constituciones sin peso, excepto cinco de ellas: la de 1824 que definió al Estado, la de 1841 que proclamó a la República, la de 1886 que le dio su carácter liberal, la de 1950 que la dotó de un perfil social, y la de 1983 que limitó el poder, mismo que reguló con su reforma en 1992. El resto fueron redactadas, fundamentalmente, para permitir la reelección del presidente de turno.

En los últimos 100 años, El Salvador ha vivido ocho ciclos políticos: la dinastía Meléndez Quiñónez, la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez, el modernismo del Partido Revolucionario de Unificación Democrática (PRUD), el asistencialismo del PCN, el reformismo del PDC, el neoliberalismo de Arena, el progresismo del FMLN, y el recién iniciado intento autoritario de Bukele. Todos los ciclos -con excepción del que está en curso- duraron de una a dos décadas, y en todos -salvo en el primero y en el último- se institucionalizaron políticas compensatorias, que si bien pesaron menos que sus desaciertos, tenían la intencionalidad sistémica de palearlos.

Entre otras, Martínez creó el Banco Central de Reserva y el Banco Hipotecario; el PRUD creó el ISSS y el Instituto de Vivienda Urbana; el PCN creó el INPEP y el Instituto Regulador de Abastecimientos; el PDC decretó la reforma agraria y bancaria, Arena creó la Defensoría del consumidor y la Red solidaria; y el FMLN, el programa de apoyo temporal al ingreso (Pati) y la pensión básica universal. Ninguna, salvo la reforma agraria y bancaria, tocó a la oligarquía, y a pesar de todas ellas, cada uno de estos seis ciclos finalizó. Los tres primeros en las calles, por una ingobernabilidad derivada de la concentración de poder y el uso desmedido de la fuerza. Y los tres últimos en las urnas por el desencanto de sus electores y el mal manejo de las expectativas.

En comparación a lo vivido por sus antecesores, Bukele no tendrá hoy por hoy a una oligarquía con la fortaleza política requerida para conspirar en su contra, pero si a un Ejército cada día más empoderado que podría llegar a hacerlo como en el pasado. No hay una resistencia social organizada, pero tampoco recursos para anticiparla; ni una insurgencia armada, pero tampoco dinero para enfrentarla; ni divisas, pero sí aval para gestionarlas por la emergencia sanitaria; ni un gobierno norteamericano presionando por la institucionalidad, pero sí la posibilidad de que pronto lo halla. Todo ello sobre la base de un innegable apoyo ciudadano y de un inigualable manejo de la agenda nacional, sin precedentes en la historia.

Este ciclo durará tanto como Bukele sea capaz de conjugar exitosamente esas dicotomías. A poco más de un año desde que llegó al poder, parece contar con todo para lograrlo, aunque ya presenta síntomas prematuros que lo ponen en duda, como el descenso del crecimiento económico y el ascenso de la deuda. La falta de acuerdos políticos para abordar ambos problemas se ha agravado en el contexto de una pandemia, cuyo abordaje sanitario pretende prolongar insosteniblemente. Económicamente ya se le desbordó y políticamente se le empieza a revertir.

Bukele ha dejado en claro con sus acciones que no se sujetará a los contrapesos de poder establecidos en la Constitución vigente, la cual, a pesar de no haber resuelto los problemas estructurales de fondo, ha propiciado el más largo período de la historia con elecciones sin mayores cuestionamientos, alternancias en el poder con la oposición sin grandes sobresaltos, mandatos presidenciales sin interrupción alguna y, hasta hace un año, la administración de las diferencias entre el oficialismo y la oposición menos traumática desde 1821.

Aprobar una nueva Constitución -tal cual la insinúa el círculo cercano y lo claman sus seguidores más absortos- difícilmente se orientará a una refundación del Estado, modificación del modelo económico o mantenimiento de los contrapesos de los últimos 37 años, sino -a juzgar por lo actuado en el último año, y lo valorado por algunos analistas- a dotar de un poder absoluto al presidente, facultarlo para la reelección, como en el ciclo de Martínez, o, en su defecto, posibilitar el traspaso de poder entre el clan Bukele, como en el ciclo de los Meléndez Quiñónez.

‪Si Bukele no logra mayoría en la Asamblea para reformar la Constitución o para gobernar sin límites, perderá legitimidad, dejará en entredicho su popularidad, y se verá obligado a concertar o condenado a la ingobernabilidad. Si la logra, perderá también, ya que se incrementará la conflictividad con su consecuente inestabilidad, lo cual puede llevar su presidencia a un desenlace similar al padecido por sus 30 antecesores, cuyos períodos quedaron inconclusos, o al de otros más que lo concluyeron con mucho desgaste.

El fin de cada uno de los ciclos parecía impensable a un año de iniciados, y no lo decidieron los gobiernos de turno por decreto ni por redes sociales, sino los ciudadanos en las urnas o en las calles. En 2021 los salvadoreños decidirán si le dan o no el poder absoluto a Bukele y a partir de ello, cuál será el escenario donde se escribirá el epílogo de este nuevo ciclo.

Acerca del sujeto político capaz de responder a los desafíos del siglo XXI Marta Harnecker 2003

1. UN SUJETO POLÍTICO NO ADECUADO

1. A mi entender, la izquierda no cuenta con un sujeto político adecuado a los nuevos desafíos que plantea. La estructura, hábitos, tradiciones y maneras de hacer política del pasado no están respondiendo a las exigencias de los cambios sufridos por el mundo.

2. Como consecuencia de ello los partidos de izquierda han perdido en gran medida su capacidad de atraer y convocar a la gente en general y, especialmente, a la juventud.

3. En las izquierdas de la mayor parte de los países hay conciencia de esta situación.

4. Algunos consideran que hay que abandonar todo intento de construir o reconstruir un instrumento político.

5. Otros piensan que hay que emprender urgentemente esta tarea y están ensayando nuevas fórmulas organizativas, más adecuadas a los nuevos tiempos.

6. Estos últimos tienen presente las lecciones de la historia. Múltiples estallidos populares han ocurrido en el siglo XX y siguen ocurriendo en el siglo XXI. En todos ellos las masas urbanas empobrecidas se han sublevado y sin una conducción definida se han tomado carreteras, pueblos, barrios y han asaltado centros de abastecimiento. A pesar de su masividad y de su combatividad estas movilizaciones hasta ahora no han

lograron destruir el sistema de dominación imperante. Todos ellos demuestran que no basta la iniciativa creadora de las masas para lograr la victoria sobre el régimen imperante.

7. La historia de las revoluciones triunfantes, por el contrario, ratifica en forma porfiada lo que se puede lograr cuando existe una instancia política capaz, en primer lugar, de levantar un programa alternativo de carácter nacional que sirva de instrumento aglutinador de los más diversos sectores populares y, en segundo lugar, de unificar la acción concentrando fuerzas en el eslabón decisivo en cada coyuntura.

8. Esa instancia política es –como decía Trotsky– el pistón que comprime al vapor en el momento decisivo y permite que éste no sea desperdiciado y se convierta en fuerza impulsora de la locomotora.

9. Para que la acción política sea eficaz, para que las actividades de protesta, de resistencia, de lucha del movimiento popular logren sus objetivos antisistémicos, se necesita una instancia o instancias capaces de orientar y unificar los múltiples esfuerzos que espontáneamente surgen, y de promover otros.

2. LO QUE DEFINITIVAMENTE HAY QUE ABANDONAR

10. Reconociendo la necesidad de una instancia política[1] para conseguir los objetivos de cambio social, la izquierda marxista, sin embargo, ha hecho muy poco por adecuarla a las exigencias de los nuevos tiempos. Durante un largo período esto tuvo mucho que ver con la copia acrítica del modelo bolchevique de partido.[2]

11. Esta gran “obra de ingeniería social” ⎯como la califica Hobsbawm[3]⎯, que tuvo una enorme eficacia en realidades como la rusa ⎯una sociedad muy atrasada y un régimen político autocrático⎯, fue, por desgracia, trasladada mecánicamente a la realidad latinoamericana, una realidad muy diferente. Y no sólo eso, sino que, al mismo tiempo, se la trasladó en forma simplificada y dogmática. Lo que la mayor parte de la izquierda latinoamericana conoció no fue el pensamiento de Lenin en toda su

complejidad, sino la versión simplificada dada por Stalin.

12. Lenin tenía absolutamente claro que no se trataba de fabricar una fórmula universal. Concibió siempre el partido como el sujeto político por excelencia de la transformación social, como el instrumento para ejercer la conducción política de la lucha de clases ⎯lucha que siempre se da en condiciones históricas, políticas y sociales específicas⎯ y, por lo mismo, estimaba que su estructura orgánica debía adecuarse a la realidad de cada país y modificarse de acuerdo a las exigencias concretas de la lucha.

13. Sin embargo, había algunos supuestos teóricos que Lenin consideraba de aplicación universal, que aplicados acríticamente condujeron a errores y desviaciones.

1) EL OBRERISMO EN LA CONCEPCIÓN DEL PARTIDO

14. Uno de ellos fue su concepción de que el partido debía ser un partido de la clase obrera, porque ésta era la única clase revolucionaria. Pero afirmar esto no significa que Lenin haya sido obrerista. Él siempre subrayó que la clase obrera no puede adquirir conciencia de clase si no es capaz de comprender y asumir como propios los intereses de todas las clases, capas y grupos de la población que son oprimidos por el régimen

imperante.

15. Esto condujo, en nuestros países latinoamericanos ⎯en los que el cristianismo y especialmente la religión Católica, y los factores étnico culturales, tienen un peso mucho mayor que en los países avanzados⎯ a ignorar las especificidades de nuestro sujeto social revolucionario; a no entender el papel que podían jugar los cristianos y los indígenas en nuestras revoluciones. Esta situación se ha ido solucionando a partir de

las experiencias de las guerrillas guatemaltecas a fines de los setenta con un alto componente indígena en sus filas, de la superación de los errores cometidos por los sandinistas en su abordaje del tema de los mizquitos, del papel protagónico desempeñado por los indígenas en Ecuador y del levantamiento zapatista en la región indígena de Chiapas.

2) CONCEPCIÓN DE LA REVOLUCIÓN COMO ASALTO AL PODER

16. Otro supuesto teórico fue el de la concepción de la revolución como asalto al poder, derivada de una concepción del poder reducida al poder del Estado. Esto llevaba a concentrar los esfuerzos en crear condiciones para ese asalto, descuidando otros aspectos de la lucha, entre ellos el trabajo de transformación cultural de la conciencia popular, tarea que era relegada para después de la toma del poder.

3) INSUFICIENTE VALORACIÓN DE LA DEMOCRACIA

17. Por otra parte, durante muchos años las organizaciones de izquierda, influidas por el acento que Lenin puso en la dictadura del proletariado, desdeñaron otro de sus planteamientos: que el socialismo debía concebirse como la sociedad más democrática, a diferencia de la sociedad burguesa que es democrática sólo para una minoría.[4] No

entendieron que el énfasis puesto en el tema de la dictadura se explicaba por la necesidad de vencer a una contrarrevolución que no aceptó las reglas del juego creadas por la revolución y que para recuperar el poder perdido recurrió a la guerra civil y al apoyo de la contrarrevolución mundial. La dura y cruenta reacción de la oposición, obligó al gobierno soviético a usar también mano dura.

18. Si algo positivo tuvieron las dictaduras militares de los años setenta y ochenta fue la de hacer ver a la izquierda el valor que tiene un régimen democrático, sujeto a un estado de derecho, por muy limitado que éste sea.

4) OTROS ERRORES Y DESVIACIONES

19. Pero, hay otros errores y desviaciones que no pueden atribuirse a los supuestos teóricos anteriormente expuestos, y que producen un gran rechazo de los movimientos y actores sociales hacia los partidos de izquierda. Ellos son:

a) Vanguardismo

20. La autoproclamación de “vanguardia” del proceso revolucionario y muchas veces la “vanguardia de la clase obrera”, aunque esta clase fuera casi inexistente en alguno de nuestros países. Aceptar que otras organizaciones pudieran ser tan o más revolucionarias que la propia y aceptar la posibilidad de una conducción compartida, fue algo casi impensable durante mucho tiempo.

21. No se entendía entonces que el concepto de vanguardia era inseparable del tema del ejercicio de la dirección,[5] que el carácter de vanguardia de un proceso no es algo que se autoproclama sino algo que se conquista en la lucha. Se confundía el momento de la formación del partido u organización revolucionaria, es decir, aquél en que se preparan los cuadros de conducción y el momento en que se llega a obtener la capacidad real de la dirección de la lucha de clases. La mayor parte de las organizaciones de izquierdalatinoamericanas y caribeñas no lograron conquistar nunca esa “capacidad real deconducción.”

22. Cada organización disputaba el título de ser catalogada la más revolucionaria, la más justa, etcétera. Lo que importaba era la secta, la camiseta, y no la revolución. De ahí el sectarismo en que cayó la mayor parte de ellas.

b) Verticalismo y autoritarismo

23. El estilo de conducción verticalista era la práctica habitual. La dirección era la que sabía adonde ir y por lo tanto, todo lo que se hacía venía programado desde arriba. Se suponía que todo lo que pensaba la dirección era correcto y que, por lo tanto, la militancia sólo debía aplicar las orientaciones bajadas. No había, por lo mismo, una preocupación por convencer a la gente acerca de las propuestas que se levantaban.

24. Si quien aseguraba la línea era la dirección de la organización política, la tendencia era a copar cargos de dirección en los movimientos sociales para controlarlos desde arriba en lugar de llevar a cabo un paciente trabajo de persuasión en la base.

c) Consideración de los movimientos sociales como meras correas de transmisión

25. Muy ligado a lo anterior ha existido una tendencia a considerar a las organizaciones populares como elementos manipulables, como meras correas de transmisión de la línea del partido. La dirección del movimiento, los cargos en los organismos de dirección, la plataforma de lucha, en fin, todo, se resolvía en las direcciones partidarias y luego se bajaba la línea a seguir por el movimiento social en cuestión, sin que éste

pudiese participar en la gestación de ninguna de las políticas que más le atañían.

d) Teoricismo, dogmatismo, estrategismo

26. Por otra parte, se valoraba en forma unilateral la teoría. Esto se traducía en actitudes teoricistas y dogmáticas. La tendencia era a hacer análisis teóricos de carácter general incapaces de explicar cómo funcionan los procesos concretos. Una consecuencia de ello fue el estrategismo. Se formulaban las grandes metas estratégicas: la lucha por la liberación nacional y el socialismo, pero no se hacía un análisis concreto de la situación concreta desde la cual había que partir. Esto llevaba a realizar una agitación política consignista, que no contribuía a construir fuerza social

popular.

27. No creo aventurado afirmar que una de las causas de las dificultades para avanzar por los caminos de la unidad entre las fuerzas revolucionarias de América Latina, cuando ya se ha superado el hegemonismo y el sectarismo y existe una real voluntad unitaria, sea, precisamente, la ausencia de análisis serio, suficientemente fundamentado, acerca de la realidad nacional y continental.

e) Subjetivismo

28. Por otra parte, la falta de una análisis concreto de la situación concreta ha llevado a mucho subjetivismo en el análisis de la correlación de fuerzas. Suele ocurrir que los dirigentes movidos por su pasión revolucionaria tienden a confundir los deseos con la realidad. No se hace una valoración objetiva de la situación, se tiende a subestimar las posibilidades del enemigo, y, por otro lado, a sobrestimar las posibilidades propias. Los dirigentes tienden a confundir el estado de ánimo de la militancia más radical con el estado de ánimo de los sectores populares de base. Existe una tendencia en no pocas direcciones políticas a hacer generalizaciones acerca del estado de ánimo del pueblo a partir de su propia experiencia, ya sea de la región o sector social donde éstas funcionan, o de su frente guerrillero, o, en un sentido más general, de lo que perciben entre quienes los rodean, que siempre son los sectores más radicalizados. Es distinta la

visión que tienen del país los que trabajan con los sectores más radicalizados, de la que tienen los que realizan su actividad política entre los sectores menos politizados.

29. Habría que preguntarse por qué estas desviaciones se repiten fundamentalmente en los partidos inspirados en el modelo bolchevique. Y por qué persisten a pesar de que se reconocen como actitudes negativas.

3. LA TESIS ACERCA DE LA NECESIDAD DE INTRODUCIR LA TEORÍA EN EL MOVIMIENTO OBRERO

30. Althusser insistía mucho que no basta con reconocer los errores, que hay que conocer sus causas para poder superarlos. Y buscando estas causas he llegado a la conclusión de que en el origen de la mayor parte de las desviaciones señaladas está la conocida tesis de la necesidad de introducir desde fuera la teoría socialista en el movimiento obrero, porque el desarrollo espontáneo de este movimiento nunca puede producir el socialismo.

1) EL PAPEL TODOPODEROSO DE LA IDEOLOGÍA DOMINANTE

31. Esta tesis ⎯tomada por Lenin de Kautsky⎯ fue fundamentada teóricamente por Luis Althusser en sus escritos sobre la concepción marxista de la ideología y divulgada por mí en Los conceptos elementales del materialismo histórico[6] y en el Cuaderno de Educación Popular N0 8 El partido: vanguardia del proletariado.[7]

32. El filósofo francés sostuvo ⎯en sus escritos anteriores a 1979 sobre el tema⎯ que toda ideología era necesariamente una visión deformada de la realidad y que estaba al servicio de la clase dominante; y, aunque aceptaba la existencia de diversas tendencias ideológicas: burguesa, pequeño-burguesa, proletaria, sostenía que éstas últimas eran ideologías subordinadas a la ideología de la clase dominante. De ahí derivaba la

conclusión de que la clase obrera sólo podía liberarse del dominio de la ideología burguesa y lograr adquirir conciencia de clase, con la ayuda de la ciencia. El movimiento obrero por sí solo no podía llegar a adquirirla, ésta debía ser introducida desde fuera en el movimiento obrero.[8]

33. Desde esta problemática la distinción hecha por Marx entre clase en sí y clase para sí era asimilada a la distinción entre conciencia ideológica y conciencia científica, y la ciencia era lo que permitía pasar de la primera a la segunda.

2) SUPUESTOS DE LA TESIS DE KAUTSKY

34. Pero antes de seguir adelante veamos qué dice exactamente Kautsky en el texto citado por Lenin. En ese nuevo borrador del programa del Partido Social-Demócrata Austríaco Kautsky sostenía:

Primero, el desarrollo económico y la lucha de clases no crean por sí solos la conciencia de la necesidad del socialismo. Una prueba de ello es que en Inglaterra, donde estaba más desarrollado el capitalismo la clase obrera tenía mucho menos conciencia que en otros países de Europa.

Segundo, el socialismo y la lucha de clases surgen uno al lado del otro y no uno del otro, y surgen bajo condiciones diferentes.

Tercero, la conciencia socialista sólo puede surgir teniendo como base un profundo conocimiento científico.

Cuarto, el vehículo de la ciencia no es el proletariado sino la intelligentsia burguesa.

35. Cinco, sectores de ésta la comunican a los proletarios más desarrollados intelectualmente, quienes la introducen en la lucha de clases del proletariado allí donde las condiciones lo permiten.

36. Conclusión: la conciencia socialista es algo introducido en la lucha de clases del proletariado desde fuera y no algo que surge espontáneamente de ella.

37. Me parece difícil argumentar en contra de estas afirmaciones que tienen un aval histórico. A mi entender el problema surge cuando identificamos conciencia socialista con conciencia de clases.

38. Hay textos de Lenin que se prestan a esta lectura como aquel que sostiene que el desarrollo espontáneo del movimiento de la clase obrera lleva a la subordinación a la ideología burguesa; que no se puede pensar que los trabajadores puedan desarrollar una ideología independiente [es decir una conciencia de clase] en el proceso de su movimiento. Sólo hay una ideología burguesa o una ideología socialista. No hay una tercera ideología.[9] Y que esta ideología socialista sólo se logra introduciendo el

socialismo [es decir, la teoría marxista] en el movimiento obrero.

3) INTERPRETACIONES DE LENIN

39. Lenin reconoce sin embargo en otros textos, que la experiencia práctica desempeña un papel fundamental en la formación de la conciencia de clase. Según él,“el conocimiento de sí misma, por parte de la clase obrera, está vinculado en formainseparable, no sólo a una comprensión teórica absolutamente clara ⎯o mejor dicho:no tanto teórica, como práctica⎯ de las relaciones entre todas las clases de la sociedadactual, comprensión adquirida a través de la experiencia de la vida política…”[10] Estaformación de la conciencia se ve favorecida enormemente en los períodosrevolucionarios por “la marcha de los acontecimientos,”ya que las revolucionesdesenmascaran los verdaderos intereses de las diferentes clases, que en épocaspacíficas pueden engañar al pueblo con su demagogia. .[11]

40. “Durante la revolución ⎯ escribe Lenin en medio del proceso revolucionario ruso de febrero de 1902⎯ millones de hombres aprenden en una semana más que en un año de vida rutinaria y soñolienta. Pues en estos virajes bruscos de la vida de todo un pueblo se ve con especial claridad qué fines persiguen las diferentes clases del pueblo, qué fuerza poseen y qué métodos utilizan.”[12]

41. Pero, a pesar de estos textos de Lenin que valoran la importancia de la práctica revolucionaria en la formación de la conciencia, la tesis que se divulgó masivamente en forma simplificada ⎯y yo fui una de esas divulgadoras fue la que ponía el acento en la necesidad de introducir la teoría marxista en el movimiento obrero, porque el desarrollo espontáneo de este movimiento no puede escapar a la subordinación a la ideología burguesa”[13].

4) DEFORMACIÓN DE LA TESIS DE KAUTSKY

42. La interpretación que se ha divulgado en la izquierda marxista acerca de la tesis de Kautsky podría resumirse en las siguientes premisas:

Primera: La conciencia del proletariado está sometida a la ideología dominante por la situación subalterna que éste ocupa en la sociedad capitalista;

Segunda: Hay emancipadores del proletariado determinados intelectuales⎯que poseen la teoría marxista.

Tercera: Será esta teoría importada y no la acción del propio proletariado la que le permitirá romper con la influencia burguesa y adquirir conciencia de clase.

43. Lo que esta forma de presentar las cosas subvalora, por no decir ignora, es el papel de la práctica política en la formación de la conciencia.

5) ¿OBREROS SE AUTOLIBERAN O DEBEN SER LIBERADOS POR OTROS?

44. La tesis de Kautsky así divulgada entra en contradicción con el papel que Marx atribuye a la práctica social en la toma de conciencia y con una de sus tesis centrales, aquella que sostiene que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma.

45. Lo que Marx subraya constantemente es “el carácter doble de la lucha huelguística y la lucha de clases”;[14] en otros términos, el carácter dialéctico del movimiento histórico y de “la lucha de clases existente” que une en forma indisoluble la resistencia a la explotación económica (la lucha económica de clase) y la maduración de las condiciones políticas (unificación de la clase obrera) de una lucha más decisiva […][15]

46. Marx veía que esa lucha económica servía a la unificación de la clase.[16] Subraya que no es sino mediante la experimentación de las masas que se realiza el paso de lo económico a lo político por esta modificación simultánea de las circunstancias y de la actividad humana. Es en la práctica revolucionaria donde se enraíza el proceso de constitución de la conciencia. Y es a través de ella que la clase en sí se transforma

en clase para sí. […][17]

47. Y Engels, reafirma esta idea al sostener ⎯refiriéndose a la clase obrera

norteamericana⎯ que lo importante no es tanto introducir en ella la teoría, como querían hacerlo algunos socialistas alemanes residentes en ese país, sino “llevar a que la clase obrera se ponga en movimiento como clase”, porque una vez logrado esto “no tardará en encontrar el camino seguro.” Lo importante primero “es unir a la masa a escala nacional”, no importa sobre qué plataforma sea” con tal de que no se retarde la “consolidación nacional” de ese movimiento.[18]

48. Me parece sumamente interesante, en este sentido, la crítica que hacen Marx y Engels a aquellos que en su época valorizaban más la posesión de la ciencia que la experiencia práctica de las masas; que plantean, como consecuencia de ello, que los puestos parlamentarios deberían estar en manos de gente que tenga tiempo para familiarizarse con las materias, posibilidad que no tienen los trabajadores. Marx y Engels ironizando les dicen: “¡Elijan entonces a burgueses!” Y más adelante expresan: “No podemos marchar junto a aquella gente que declara a gritos que los obreros son demasiado poco instruidos como para emanciparse ellos mismos y que deben ser liberados desde arriba, por los filántropos burgueses o pequeño-burgueses”.[19]

6) EXPERIENCIA DE LUCHA PERMITE LIBERARSE DE LA INFLUENCIA DE LA IDEOLOGÍA DOMINANTE

49. Es su situación de clase explotada y el interés del patrón por mantener esta situación lo que hace que la clase obrera, al luchar por sus reivindicaciones inmediatas, vaya chocando contra los intereses de los patrones y vaya estableciendo una diferencia primero, y una oposición después entre sus intereses de clase y los intereses de la clase dominante; su lucha ya no es simple lucha económica para mejorar sus condiciones

laborales o vender su fuerza de trabajo, sino que adquiere un carácter cada vez más político. Empieza cuestionando aspectos parciales del régimen capitalista, pero luego llega a la convicción de que sus problemas no tienen solución dentro de este sistema y que hay que luchar por construir una sociedad regida por otra lógica. De esta experiencia práctica cada vez más compleja surge “una toma de conciencia, una ideología propia, que ya no está inscrita en la ideología de la clase dominante.” [20]

Marx y Engels resumían así el pensamiento de dichos personajes: “[…] la clase obrera es incapaz de liberarse por su propia fuerza. Para poder hacerlo debe ponerse bajo la férula de los burgueses ‘instruidos y propietarios’, que son los únicos que ‘tienen la posibilidad y el tiempo’ de aprender a fondo lo que puede servir a los obreros.” (OE. Vol.2 , p.527 fr.)

50. Todo esto concuerda con la concepción de Marx de la transformación de la “clase para sí” en “clase en sí”, transformación que conduce al surgimiento de una concepción del mundo diferente a la concepción del mundo burgués, a la conciencia de ser una clase diferente.

51. Decir que la clase obrera puede llegar a adquirir conciencia de clase a través de su participación en la lucha de clases no quiere decir, sin embargo, que se desconozca que su conciencia espontánea está muy influida por las ideas y valores de las clases dominantes que se transmiten a través de los distintos aparatos ideológicos del Estado, jugando hoy un papel fundamental los medios de comunicación de masas monopolizados por grandes consorcios transnacionales.

52. En tiempos normales, de calma, parecería que los trabajadores no pudieran escapar a esta influencia negativa y a la manipulación de la conciencia que se hace a través de todos estos instrumentos: es como que redes invisibles los encerrasen en una trampa de la que no pudieran escapar, salvo si llega a ocurrir una tempestad. Por ello, es justamente cuando se abren períodos de lucha que esta confrontación les permite

descubrir que las leyes favorecen a los dueños de las fábricas y que la policía no sirve para proteger el bien común, sino los intereses de los patrones. Todo eso va permitiéndole una gradual toma de conciencia del antagonismo entre sus intereses como trabajadores y los de los dueños de las empresas. Van adquiriendo una comprensión creciente de que todo el sistema institucional favorece a estos señores.

53. Esta es “la escuela política viva”, la escuela “en la lucha y por la lucha” de la que habla Rosa Luxemburg.[21] La revolucionaria alemana no niega que el proletariado tenga necesidad de un alto grado de educación política, de conciencia de clase y de organización, pero sostiene que no puede aprender todo esto en los folletos o en los panfletos, sino en la lucha.”

54. Por otra parte, esta experiencia práctica no sólo contribuye a clarificar la cabeza de los trabajadores, su forma de ver el mundo, sino que los va transformando interiormente, va creando en ellos la sensación de que unidos con otros trabajadores pueden llegar a transformarse en una fuerza que puede ir obteniendo triunfos frente a los patrones, que puede ir conquistando cosas. En la lucha van adquiriendo autoestima, van sintiéndose cada vez más capaces de conseguir sus objetivos, van transformándose cada vez más en sujetos del proceso en el que están insertos.

55. Como dice Michael Lebowitz, Marx entendió muy bien “que la gente no es estática; que la lucha por satisfacer necesidades materiales puede producir nueva gente con nuevas necesidades, más radicales”, de ahí su tesis acerca del autodesarrollo de la clase obrera a través de sus luchas. Y “aunque las necesidades que pretenda resolver no vayan más allá del capital, el propio proceso de lucha cambia a las personas; las transforma en personas con una nueva concepción de sí mismas: empiezan a verse

como sujetos capaces de cambiar el mundo en el que viven.”[22]

56. La propia experiencia “es una dimensión irremplazable, porque sólo a través de ella se forman los sujetos de la transformación. Conformar dichos sujetos implica la autoeducación de las masas en el curso de su misma experiencia de lucha.[23]

57. Y esta experiencia práctica va haciendo surgir en los trabajadores cada vez más preguntas, más ansias de comprender y de saber, va creando la necesidad de adquirir conocimientos cada vez más profundos de la realidad en la que están inmersos y de las posibles soluciones a sus problemas. Por eso es tan distinto enseñar académicamente marxismo en las universidades a enseñarlo a trabajadores inmersos en la lucha. Para

los primeros suele ser un conocimiento más, para los segundos, un arma de lucha.

58. De todo lo dicho anteriormente podemos concluir que la conciencia de clase no tiene, por lo tanto, un comienzo absoluto con la “importación de la ciencia”, que la conciencia de clase va surgiendo en la lucha, y que es la transformación producida por esa lucha y no necesariamente la asimilación de la ciencia lo que produce la transformación de la conciencia burguesa en proletaria. Lo que permite la teoría marxista es la elevación exigido por la lucha de clase misma de la conciencia obrera a un nivel superior. No hay que identificar la conciencia de clase con la teoría

científica del socialismo. Esta teoría viene sólo a potenciar esa conciencia.

59. Y así lo plantea Marx cuando sostiene que la fuerza de la clase obrera está en su número, pero que este número “no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber”. No basta, por lo tanto, el conocimiento científico si los trabajadores no logran llevar a cabo una práctica unitaria.

7) TRES NIVELES DE CONCIENCIA

60. Me parece entonces que sería necesario distinguir tres niveles de conciencia en la clase obrera:

a) Conciencia espontánea o ingenua

61. La conciencia espontánea o ingenua, que es una conciencia necesariamente deformada por los efectos de la ideología dominante y a ella se aplicaría la mayor parte de las reflexiones de Althusser sobre la ideología como un conocimiento deformado de la realidad y correspondería, al decir de Sánchez Vázquez, a un tipo histórico de sociedad de clases en que la clase obrera sólo conoce la práctica económica de clase.[24]

b) Conciencia de clase proletaria

62. La conciencia de clase, que implica un distanciamiento de la ideología burguesa, que ya no es un factor de cohesión del sistema dominante sino de antagonismo y que no está necesariamente deformada.[25] Es aquella conciencia que se logra adquirir cuando la lucha de clases alcanza una dimensión política, pero esta conciencia no es todavía socialista, en el sentido en que es más de resistencia que de ofrecimiento de una alternativa para salir de la situación de explotación.

c) Conciencia de clase ilustrada o socialista

63. La conciencia de clase ilustrada o conciencia socialista es aquella conciencia de clase iluminada por la ciencia marxista. Todo el esfuerzo realizado por Marx al escribir El Capital está dirigido a proporcionarle a los trabajadores los instrumentos teóricos de su liberación; los conocimientos que le permitan no sólo reaccionar como clase explotada, sino entender los mecanismos profundos de la explotación capitalista y

levantar un nuevo proyecto de sociedad alternativo.

64. La propia Rosa Luxemburg, que insiste tanto en que la conciencia de clase se adquiere en la lucha, no deja de reconocer la importancia que tiene la teoría marxista o “teoría socialista” ⎯como ella la denomina⎯ para el movimiento obrero. Al reflexionar en su libro Huelga de masas, partido y sindicatos ⎯en 1906⎯ acerca de la superioridad de los sindicatos socialdemócratas alemanes en relación con los sindicatos burgueses y confesionales, sostiene que los éxitos materiales y el poderío de estos

últimos son el resultado de “una práctica sindical” esclarecida por la “teoría del socialismo científico”. Sin ella se avanza a tientas y guiado por las mezquindades de un empirismo estrecho. La fuerza de la ‘política práctica’ de los sindicatos alemanes reside en su inteligencia de las causas sociales y económicas profundas del orden capitalista; ahora bien, esta inteligencia no la deben sino a la teoría del socialismo científico, en la que estos se fundamentan para su práctica.”[26]

65. Para concluir, pienso que es correcto decir que el socialismo, como teoría científica, no puede nacer de la mera práctica del movimiento obrero y que debe ser introducida desde fuera..[27] En cambio pienso que la adquisición conciencia de clase sí está ligada a la práctica social, a la lucha de clases. Y, por supuesto, será más fuerte y más coherente en la medida en que esté fundamentada en el socialismo como ciencia.

4. CÓMO ESTO SE REFLEJA EN LA CONCEPCIÓN DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO

66. Esta concepción de que el proletariado necesita recibir desde el exterior la teoría marxista para lograr liberarse de la conciencia espontánea burguesa y adquirir conciencia de clase proletaria tiene, sin duda, consecuencias políticas, tanto en lo que se refiere al partido como instrumento político, como a la práctica política de ese partido y así se ha expresado en la gran mayoría de los partidos de raíz leninista, aunque siempre hay honrosas excepciones.

1) LA DIRECCIÓN, PROPIETARIA DEL SABER

67. Suele ocurrir que estos partidos, y muy a menudo sus cúpulas dirigentes, se consideren los portadores del saber o de la conciencia socialista, estimando que son los máximos dirigentes los únicos capaces de elaborar la estrategia y la táctica que debe ser aplicadas disciplinadamente por el partido. Esto genera una serie de desviaciones, algunas de las cuales ya señalamos: autoritarismo, verticalismo, manipulación de los

militantes, separación del partido de las masas.

68. Al considerarse la teoría propiedad de un grupo, ésta suple a los análisis concretos. Estos se vuelven superfluos, ya que no son más que la “aplicación” de una verdad superior. Por otra parte, como las ideas vienen elaboradas desde arriba ⎯en un partido que se ha organizado en forma de lo que Althusser denomina “columnas”, es decir, en estructuras verticales que van desde los núcleos o células hasta el buró político,

pasando por las instancias intermedias ⎯, los militantes sólo pueden discutir estas ideas en forma limitada[28] y no son estimulados a generar ideas propias.[29]

2) LA TAREA CENTRAL: LLEVAR LA TEORÍA AL MOVIMIENTO OBRERO

69. Si lo fundamental es hacer llegar la teoría marxista al movimiento obrero para que éste adquiera conciencia de clase y pueda liberarse de la ideología burguesa, la tarea política fundamental del partido será realizar esa fusión. El partido tiende a considerar que él es quien posee la verdad[30] y de que las masas son masas atrasadas, que deben ser liberadas de la influencia de la ideología burguesa dominante mediante el aporte desde afuera de la teoría socialista que ellas no poseen.

3) PRIORIZAR LA FORMACIÓN SOBRE LA ACCIÓN

70. Priorizará la formación política sobre la acción. Ir a los movimientos sociales a detectar a los cuadros más destacados para captarlos para el partido y allí formarlos. Se preocupará de realizar escuelas de cuadros, de elaborar materiales de formación.[31] Difícilmente logrará un contacto real con la gente, porque se pasará todo el tiempo queriendo controlarla e intentará siempre suplantarla.

4) MILITANTES ACRÍTICOS

71. El producto de una organización como ésta[32] es un tipo de militante absolutamente dócil y sin personalidad. Puesto que “el partido ⎯es decir, la dirección⎯ siempre tiene razón”, el militante tenderá a expresar su adhesión total y acrítica a los dirigentes que “encarnan para él la unidad y voluntad del partido.”

5. UN INSTRUMENTO POLÍTICO QUE VALORA LA PRÁCTICA SOCIAL PARA LA CREACIÓN DE LA CONCIENCIA

72. Si, por el contrario, se plantea que la clase obrera y el movimiento popular sólo pueden liberarse a sí mismos a partir de las luchas que emprendan, se requiere un cambio profundo en la forma de concebir la política y la organización.

73. La política no puede ser reducida a las instituciones políticas y no debe exagerarse el papel del Estado. Se debe abandonar la visión estrecha del poder reducido a los aparatos represivos del Estado. Se debe entender que no se puede construir fuerza política sin construir fuerza social.[33]

1) PRIORIZANDO CREAR SITUACIONES PROPICIAS PARA LA MADURACIÓN DE LA CONCIENCIA

74. Y en lo que a organización se refiere, esta deberá ser un instrumento volcado hacia la sociedad; inmerso en los sectores populares. En lugar de poner el acento en introducir la teoría en el movimiento obrero, estará muy atenta a las distintas formas de expresión del malestar social frente al sistema opresor vigente y a las iniciativas y formas de lucha que desde allí se gesten; propiciará espacios de encuentro entre todos esos sectores sociales e iniciativas populares que se sienten afectados por la situación

imperante, y tratará de descubrir, junto al movimiento social, los espacios y formas de confrontación que le permitan a este movimiento ir tomando conciencia de que la superación de sus males sólo se dará si se unen y construyen una fuerza social capaz de enfrentarse al actual sistema de dominación de clase.

2) UNA NUEVA RELACIÓN CON EL MOVIMIENTO POPULAR

a) Respeto a su desarrollo autónomo

75. Si pensamos que la lucha práctica es fundamental para hacer avanzar la conciencia popular, nuestro instrumento político debe expresar un gran respeto por el movimiento popular; debe contribuir a su desarrollo autónomo, dejando atrás todo intento de manipulación. Debe partir de la base de que los cuadros políticos no son los únicos que tienen ideas y propuestas y que, por el contrario, el movimiento popular tiene mucho

que ofrecer, porque en su práctica cotidiana de lucha va aprendiendo, descubriendo caminos, encontrando respuestas, inventando métodos, que pueden ser muy enriquecedores.

b) Partir de sus motivaciones

76. Por otra parte, es un gran error pretender conducir al movimiento de masas con el método de ordeno y mando, llegar a ellas con esquemas preelaborados. El papel del instrumento político es el de orientar, no el de suplantar. Tenemos que luchar por eliminar todo verticalismo que anule la iniciativa de la gente, porque la participación popular no es algo que se pueda decretar desde arriba. Sólo si se parte de las motivaciones de la gente, sólo si se le hace descubrir a ella misma la necesidad de realizar determinadas tareas, sólo si se gana su conciencia y su corazón, estas personas estarán dispuestas a comprometerse plenamente con las acciones que emprendan. Por eso es tan importante incorporar a las bases al proceso de toma de decisiones, eso quiere decir que hay que abrir espacios para que la gente se exprese.

c) Aprender a escuchar

77. Eso significa también que hay que aprender a escuchar; hay que hablar con la gente y, de todo el pensamiento que se recoge ser capaces de hacer un diagnóstico correcto de su estado de ánimo, sintetizar aquello que puede unir y generar acción, combatiendo el pensamiento pesimista, derrotista que también existe. Debemos poner oído atento a todas las soluciones que el propio pueblo gesta para defenderse o para luchar por sus

reivindicaciones.

d) Las orientaciones no pueden ser presentadas como directivas externas

78. Sólo entonces, las orientaciones que se lancen no se sentirán como directivas externas al movimiento y permitirán construir un proceso organizativo capaz de llevar, si no a todo el pueblo, al menos a una parte importante de éste a incorporarse a la lucha y, a partir de ahí, se podrá ir ganando a los sectores más atrasados, más pesimistas. Cuando estos últimos sectores sientan que los objetivos por los que se combaten no

sólo son necesarios, sino que es posible conseguirlos ⎯como decía el Che⎯, se unirán a la lucha.

e) Que la gente se sienta protagonista

79. Cuando, por otra parte, la gente comprueba que son sus ideas, sus iniciativas, las que están siendo implementadas, se sentirá protagonista de los hechos, y su capacidad de lucha crecerá enormemente.

f) De la conducción militar a la pedagogía popular

80. Después de lo dicho hasta aquí podemos comprender por qué los cuadros políticos de la nueva época no pueden ser cuadros con mentalidad militar ⎯hoy no se trata de conducir a un ejército, lo que no quiere decir que en algunas coyunturas críticas, pueda y deba hacer un viraje en este sentido⎯, ni tampoco demagogos populistas ⎯porque no se trata de conducir a un rebaño de ovejas⎯; los cuadros políticos deben

ser fundamentalmente pedagogos populares, capaces de potenciar toda la sabiduría que existe en el pueblo tanto la que proviene de sus tradiciones culturales y de lucha, como la que adquiere en su diario bregar por la subsistencia⎯ a través de la fusión de ésta con los conocimientos más globales que la organización política pueda aportar. Debe fomentar la iniciativa creadora, la búsqueda de respuestas.

81. Por desgracia, muchos de los dirigentes se educaron en la escuela de conducir a las masas por órdenes y eso no es fácil de cambiar de un día para otro. Por eso no quiero crear una sensación de excesivo optimismo. La correcta relación con los movimientos sociales está lejos de haber quedado completamente resuelta.[34]

82. Esta revalorización de los movimientos sociales y la comprensión de que la conducción se gana y no se impone, ha llevado a algunos sectores de la izquierda a buscar nuevas fórmulas para conformar los frentes políticos que no sean una mera alianza entre partidos políticos, sino que, a su vez, den cabida a la expresión de los movimientos sociales.

3) ABANDONO DEL OBRERISMO

83. La nueva organización política debe tener en la mira no sólo la explotación económica de los trabajadores, sino también las diversas formas de opresión y de destrucción del hombre y la naturaleza que van más allá de la relación entre el capital y la fuerza de trabajo. Además de los problemas de clase, deben preocuparle los problemas étnico-culturales, de raza, de género, de sexo, de medio ambiente. No debe

tener presente sólo la lucha de los trabajadores organizados, sino también la lucha de las mujeres, de los indígenas, negros, jóvenes, niños, jubilados, minusválidos, homosexuales, etcétera.[35] Y no se trata sólo de asumir la defensa de todos los explotados y discriminados, sino de comprender el potencial político radical y transformador que existe en las luchas de todos estos sectores.[36]

4) INSTANCIA ARTICULADORA DE LAS DIFERENTES PRÁCTICAS SOCIALES EMANCIPATORIAS

84. La nueva organización política no debería buscar contener en su seno a los representantes legítimos de todos los que luchan por la emancipación, sino esforzarse por articular sus prácticas en un único proyecto político[37] nacional.

5) ORGANIZACIÓN QUE PREFIGURA LA NUEVA SOCIEDAD

85. Una organización que pone el acento no tanto en la teoría que aporta sino en la práctica social de los distintos sectores populares, debe cuidar que su propia práctica no se contradiga con los valores de la nueva sociedad a los que se encamina. La organización como prefiguración de la sociedad emancipada debe anticipar en su vida interna los valores de la democracia, solidaridad, cooperación, camaradería. Debe proyectar vitalidad y alegría de vivir.[38]

6) CONCLUSIÓN

86. Resumiendo, para hacer frente a los nuevos desafíos que nos plantea el siglo XXI necesitamos una instancia política que, al mismo tiempo que levante un programa nacional que permita aglutinar en torno a una misma bandera de lucha a amplios sectores de la sociedad, promueva su transformación en protagonistas activos o sujetos constructores de la nueva sociedad a favor de la cual se lucha.


[1] Aquí estoy aludiendo a los partidos políticos, a las organizaciones político-militares, a los movimientos y frentes políticos.

[2] Sobre este tema y varios otros tratados aquí ver un mayor desarrollo en: Marta Harnecker, La izquierda en el umbral del Siglo XXI. Haciendo posible lo imposible, Siglo XXI de España editores, 3ª. Ed. 2000,

Capítulo V. Un instrumento político adecuado a los nuevos desafíos

[3] Eric Hobsbawm, La historia del siglo XX (1914-1991), Ed. Crítica, Barcelona, 1995.

[4] Haciendo una comparación con el capitalismo, Lenin afirma que en este régimen sólo existe democracia para los ricos y para una pequeña capa del proletariado, mientras que en la fase de transición o socialismo la democracia es casi completa, limitada únicamente por el aplastamiento de la resistencia de la burguesía y en el comunismo, en el que reina el principio: «De cada cual según su capacidad; a cada cual según su necesidad», la democracia será efectivamente completa. (V. Lenin, El marxismo y el Estado, Ed. Progreso, Moscú, 1980, p.28.

[5] 5. Lenin, Discurso en defensa de la táctica de la Internacional Comunista (1 jul.1921), en el III Congreso de la Internacional Comunista, OC, T.35, p.379.

[6] Siglo XXI México, España, 1a ed. 1969, corregido por tercera vez en 1985, 62 ediciones.

[7] Editorial Quimantú, nov.1972.

[8] Luis Althusser, “Práctica teórica y lucha ideológica” (20 abril 1965) y “Ideología y aparatos ideológicos del Estado (notas para una investigación)”, en La filosofía como arma de la revolución , Cuadernos de Pasado y Presente, num.4. Siglo XXI, México, 1982, pp.23-69 y pp.97-141

respectivamente. Polémica sobre marxismo y humanismo, México, Siglo XXI, 1968, especialmente pp.172-199.

[9] Lenin, Qué hacer, Obras Completas, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1979, p.439.

[10] Op.cit. p. 467.

[11] Lenin, Nuevas tareas y nuevas fuerzas (23 feb.1905), O.C. t.8, p.223

[12] Lenin, Enseñanzas de la revolución, (6 sep.1917), O.C. t.26, p.309. Para lograr educar a las masas a partir de la experiencia práctica debe tenerse muy en cuenta lo que Lenin decía dirigiéndose a los obreros de avanzada. Según el dirigente bolchevique éstos debían “formarse una idea clara de la naturaleza económica y la fisonomía social y política del terrateniente y del cura, del dignatario y del campesino, del estudiante y el vagabundo; conocer sus lados fuertes y sus lados débiles, saber orientarse en medio de la fraseología usual y de los más diversos sofismas con los que cada clase y cada capa encubre sus apetitos egoístas y su verdadera ‘naturaleza’; saber distinguir qué instituciones y leyes reflejan unos y otros intereses, y cómo los reflejan. Pero esta ‘idea clara’ no puede obtenerse en los libros: sólo puede surgir de la realidad, así como de las denuncias formuladas en caliente sobre todo cuanto sucede en determinado momento en nuestro derredor; sobre lo que todos comentan o murmuran, sobre lo que se revela en determinados acontecimientos, estadísticas, sentencias judiciales, etc., etc. Esas denuncias políticas que abarcan todos los aspectos de la vida son una condición indispensable y fundamental para educar a las masas en la actividad revolucionaria. (Lenin, Qué hacer (febrero 1902), O.C. t.5, pp.467-468).

[13] Op.cit. p.440.

[14] Claude Berger, Marx, l’association, l’anti-Lenin, vers la ablition du salariat, Poche Payot, Paris 1974.

[15] Ver Marx , Les associations ouvrières, Novelle gazette rhénane, dic. 1847, citado según Berger, op.cit. pp.105-106.

[16] Esta forma de ver las cosas excluye la separación y oposición esquemática entre lucha económica y lucha política

[17] “Es en la lucha, de la que no hemos señalado sino algunas fases, que esa masa se reúne, se constituye en cuanto clase para sí. Los intereses que defiende llegan a ser intereses de clase. Pero la lucha de clase a clase es una lucha política.” (Marx, Misère de la philosophie, Ed. Sociales, Paris, 1968, pp.177-178)

[18] Engels, Carta a Florence Kelley-Wischnewetzky, Londres, 28 dic. 1886 , en Obras escogidas en tres tomos, Editorial Porgreso, 1974, t.3, pp.509-510.

[19] Marx y Engels a Bebel, W. Leibknecht, W. Bracke et autres, Lettre circulaire à propos du “manifeste des tríos de Zurcí (se trata de Hoechberg, Berstein y Schram), Obras Escogidas en francés, vol2., p. 525 s.

[20] Adolfo Sánchez Vázquez, Ciencia y revolución. El marxismo de Althusser, Alianza Editorial, Madrid, 1978, p.42 (las negritas son de Marta Harnecker).

[21] Grève de masses, parti, et syndicats, François Maspero, Paris, 1968, p.30

[22] Michael Lebowitz, Beyond Capital, segunda edición Palgrave Macmillan, London, 2003. Ver especialmente el Capítulo X: De la economía política a la lucha de clases.

[23] Roberto Pittaluga, “Reflexiones en torno a la idea de espontaneidad en Rosa Luxemburg,” en Revista de política y cultura El Rodaballo, Ediciones El cielo por asalto, añoV, No.9, 1998-99. En estos planteamientos Rosa Luxemburg no hace sino retomar la tercera tesis de Marx sobre Feuerbach, donde sostiene que son los hombres los que a través de su práctica “hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado.” (Marx , Tesis sobre Feuerbach (primavera de 1845), O.E., Editorial Progreso, Moscú, 1973, t1, p.8.)

[24] Adolfo Sánchez Vázquez, Op.cit. p.42.

[25] Op.cit. p.35.

[26] Rosa Luxemburg, op.cit, p.77.

[27] Aunque requiere de una “posición de clase” para ser elaborado como ciencia, punto que aquí no podemos abordar.

[28] Analizando lo que ocurre en el Partido Comunista francés al respecto, Althusser escribe: “[…] la libertad de discusión en la base ya había sido adquirida antes del XXII Congreso, pero ello no cambió en nada las prácticas de la dirección. Ya que el aparato había hecho el descubrimiento, tan viejo como el mundo burgués, de que podía darse el lujo de dejar que los militantes discutieran libremente en sus células, sin exclusión ni sanción, ya que esto no tendría ninguna consecuencia. De hecho las verdaderas discusiones y decisiones secretas tienen lugar siempre más allá de la demarcación de las federaciones, en el buró político y el secretariado o más bien en un pequeño grupo que no figura en los estatutos que comprende el secretariado, una parte del buró político y algunos ‘expertos’ o colaboradores del comité central. Es allí donde se toman las verdaderas decisiones […]” (Ce qui ne peut pas dure .dans le Parti Comuniste Français…, Maspero, Paris, 1978, p. 69.)

[29] A este “verticalismo absoluto” se refiere críticamente Louis Althusser en su trabajo de abril de 1978: Lo que no puede permanecer más en el Partido Comunista, cuando desarrolla el significado de la división del Partido en columnas que sólo permiten la circulación de ideas de la cúspide a la base y de abajo arriba por la correspondiente “columna”, quedando descartada como “fraccional” toda relación entre militantesque pertenecen a distintas ramas, secciones o “columnas”. El autor propugna una “relación horizontal” que permita ’el libre intercambio generalizado de experiencias y análisis’. (Louis Althusser, Ce qui ne peut pas durer…., p.82). De esta manera el centralismo democrático, método indispensable para la toma de decisiones en determinadas circunstancias, se vuelve realmente democrático.

[30] Lo que los críticos denominan “la vanguardia lúcida o iluminada”.

[31] Quiero aclarar que no estoy en contra de realizar estas actividades. Muy por el contrario, creo que uno de los déficits actuales de muchas organizaciones de izquierda es haber descuidado completamente estas tareas. El asunto es si ellas se transforman en un fin en sí mismo o están insertas en un accionar que priorice las luchas populares.

[32] Que Althusser califica de “máquina de dominar, controlar y manipular”

[33] Marta Harnecker, La izquierda en el umbral del Siglo XXI. Haciendo posible lo imposible, op.cit. pp.301-303, párrafos 1059-1068.

[34] En el libro de Marta Harnecker, La izquierda después de Seattle, Siglo XXI, Madrid, 2000; se exponen las dificultades objetivas para lograr unificar los esfuerzos de la izquierda organizada en partidos y de la

izquierda social.

[35] Ver sobre este tema los planteamientos del Partido de los Trabajadores de Brasil en su I Congreso de 1991 (27 noviembre-1 de diciembre) en: Resoluçoes do 1º Congresso do PT.

[36] H. Gallardo, Elementos para una discusión sobre la izquierda política en América Latina, revista Pasos Nº50, nov-dic 1993, p.29.

[37] Enrique Rubio y Marcelo Pereira, Utopía y estrategia, democracia y socialismo, Ed. Trilce, Montevideo, Uruguay, 1994, p.151.

[38] Hay varias otras ideas acerca de cómo tendría que ser la estructura interna de un instrumento político que se caracteriza por valorar la práctica social como un elemento fundamental para la constitución de los sujetos del proceso revolucionario. No puedo desarrollarlas aquí por falta de espacio, pero al menos quieroenunciarlas. Estoy pensando en una organización cuya militancia se reúna en torno a una comunidad de valores y un programa concreto. Que en lugar de tratar de homogeneizar a sus militantes respete las diferencias y contemple variadas formas de militancia. Que abandone los métodos autoritarios y cree espacios para el debate, respetando la existencia de corrientes de opinión, pero cuidando que no se transformen en partidos dentro del partido. Que constituya una dirección que respete la composición de las diversas corrientes internas. Que realice consultas o plebiscitos internos para que toda la militancia pueda pronunciarse frente a temas de interés para todos. Que ponga en práctica un real pluralismo.