28 De Febrero De 1977: Una Lección Digna De Ver

28 De Febrero De 1977: Una Lección Digna De Ver

Licda. Norma Guevara de Ramirios

Se cumplirán 31 años de aquél 28 de Febrero de 1977 en que la dictadura militar masacró al pueblo en la Plaza Libertad y sus alrededores cuando reclamaban por el fraude electoral cometido contra de la Unión Nacional Opositora que postuló al Coronel Ernesto Claramount y Antonio Morales Erlich a la Presidencia y Vice Presidencia de la República.

Era incuestionable para el pueblo su voluntad expresada en las urnas y desconocida por el régimen militar.

La UNO era la coalición de tres partidos, el PDC, el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) y la Unión Democrática Nacionalista (UDN), el cambio hacia un régimen civil y democrático era anhelado profundamente por la población.

Ante el fraude la gente salió a la calle sin pensar en pertenencia partidaria, a defender lo suyo, a expresar su descontento con la burla de la “autoridad electoral”.

Aquélla madrugada del 28 de Febrero, había sido precedida de una creciente solidaridad y combatividad del pueblo.

Dos días después de las elecciones se desarrolló una enorme concentración en la Plaza Libertad y marcha hacia el parque Centenario; de los barrios capitalinos, de municipios aledaños y del interior venían ciudadanos a mostrar su indignación y surgió así la necesidad de concentrarse en la Plaza, convertida en tribuna popular extendida alrededor de quince cuadras.

Artistas, sindicalistas, estudiantes, comerciantes, agricultores, sacerdotes, mujeres de los mercados y otros llegaban, se turnaban voluntaria y espontáneamente en la plaza, llevaban comida, donaban sus cinco, diez centavos, para sostener aquélla protesta esperando que el CCE diera un veredicto apegado a la voluntad popular y castigara el fraude.

El CCE y sus mandantes se inclinaron por confirmar el fraude; mediante la represión, sólo así podían compensar el rechazo popular recibido.

A la media noche del 27 de Febrero el Padre Navarro ofició una preciosa misa, estábamos unas 15 mil personas, al iniciar la madrugada del nuevo día empezaba una jornada Musical con la Banda Tepehuani. Tuve el honor de ser maestra de ceremonia en aquélla jornada y cuando recién iniciábamos, apareció la información desde los cuatro costados de la Plaza; el cerco militar contra un pueblo desarmado era total, las reacciones iniciales variadas: de cólera, temor, indignación; surgían voces: El Pueblo Unido Jamás será Vencido; Viva Claramount, hasta las frases duras que ponían el dedo en la cobardía política enmascarada de fuerza.

Un Coronel del Movimiento de Unidad, tomó la palabra con tono retador sin resultados, luego Claramount con su carisma habló logrando unificar el estado anímico de todos. Pidió que cantáramos el Himno Nacional y luego exigió racionalidad orientando lo que haríamos.

Estaba previsto que de ocurrir algo, pediríamos apoyo a la Iglesia El Rosario y así fue, pero la gente era más de lo que allí se podía albergar.

Miles de compatriotas rompieron el cerco por el costado oriente y corrieron hasta la Terminal de oriente, sufriendo represión en todo el trayecto, igual ocurrió en los alrededores, y como si esto fuera poco, rompieron vitrales para dejar caer gases lacrimógenos a quienes habían logrado refugiarse en la Iglesia El Rosario.

La dirección de la UNO pidió a la Curz Roja sacar por grupos a la gente asediada por tropas, orejas y sicarios.

Aquélla comunión de pueblo con quienes representaban el anhelo de cambio dejó su huella.

Fue la semilla de convicciones nuevas, la principal era que, por medio de las elecciones ya no se podía continuar batallando.

En medio del estado de sitio el pueblo se reveló en toda la capital y otros lugares; semanas después y pese a una Ley de Garantía y Defensa del Orden Público (anti popular), creció el más grande movimiento popular organizado y la guerrilla se fortaleció.

La historia señaló rutas. Quienes creíamos que era innecesario otro camino cambiamos de opinión, la lucha fue larga y dolorosa; no en valde al finalizar el conflicto mediante la negociación, en los temas abordados y en los Acuerdos de Paz, se consignaron las reformas al Sistema Electoral necesarias e incumplidas todavía, negadas desde la derecha, y urgidas por quienes amamos la democracia real.

A los héroes y mártires de aquélla gesta, loor y gloria.

De aquélla forma dictatorial de encarar la demanda popular de cambio debemos aprender todos para que jamás se repita el dolor de aquél 28 de febrero ni del conflicto que le siguió.

Al Doctor Guillermo Manuel Ungo, dirigente del MNR y fallecido otro 28 de Febrero en 1991, un justo y merecido reconocimiento.

Esbozo biográfico de Amparo Casamalhuapa 1909-1971

Esbozo biográfico de Amparo Casamalhuapa 1909-1971

1909. Nace en San Salvador.

1927. se gradúa como maestra.

1938. Publica El joven sembrador. Talleres Gráficos Cisneros.

1939. El 29 de agosto al hacer una ofrenda floral en el aniversario del fusilamiento de Gerardo Barrios pronuncia un discurso atacando al tirano Martínez. Héroe al que comparó con el dictador; un genocida “que hace siete años ordenó asesinar –en tres meses- a doce mil ciudadanos inermes para consolidarse en el Poder y que luego ha pisoteado la Constitución de la República y la dignidad de todo ciudadano honrado”

1939. Huye de la persecución política del tirano, primero a Honduras y luego a México.

1939. Contrae matrimonio en México con Alejandro Dagoberto Marroquín

1941. Nace su primer hijo, Lenin Alejandro

1943. Nace su segundo hijo Rolando

1944. En mayo junto con su esposo Alejandro Dagoberto Marroquín regresa a El Salvador luego de la caída del tirano Martínez

1944. Nace su hija Rosalba en El Salvador.

1944. De nuevo al exilio luego del golpe de estado del 21 de octubre

1957. Regresa a El Salvador

1970. regresa a México junto con su esposo.

1971. Publica El angosto sendero, novela autobiográfica. Tipografía Ungo.

1971. Muere en San Salvador

Esbozo biográfico de Alejandro Dagoberto Marroquín

Esbozo biográfico de Alejandro Dagoberto Marroquín

1911. Nace en San Salvador el 24 de marzo

1918. Estudios de primaria en Colegio Modelo Municipal

1924. estudios de secundaria en Liceo Salvadoreño, Liceo Franco Salvadoreño e Instituto Nacional Francisco Menéndez.

1929-1931 Estudiante de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la UES

1932. Ante el cierre de la UES, sale hacia Montevideo, Uruguay a estudiar Derecho junto con su amigo Ovidio Siliezar

1935. regresa a El Salvador y se reintegra a la UES

1935. Se incorpora al Partido Comunista de El Salvador.

1935. Asesor jurídico del sindicato Unión de Trabajadores Ferrocarrileros (UTF).

1936. Publica en la revista de la AGEUS el artículo “Consideraciones sobre el concepto del orden público.”

1937. El 30 de noviembre se gradúa como Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales

1937. Es expulsado del país por el General Martínez y viaja a México.

1937. Contrae matrimonio en México con Amparo Casamalhuapa

1941. Nace su primer hijo, Lenin Alejandro

1943. Nace su segundo hijo Rolando

1944. En mayo regresa al país y asume conducción del partido Unión Nacional de Trabajadores.

1944. Nace su hija Rosalba.

1944. En octubre sale de nuevo hacia México luego del golpe de estado del coronel Osmin Aguirre y Salinas.

1948. Renuncia al Partido Comunista de El Salvador

1949. Profesor visitante en Universidad de Illinois, Chicago, USA.

1951. Contratado como investigador por Escuela de Antropología de México.

1956. Publica Introducción al Mercado Indígena Mexicano

1957. Publica Tlaxiaco, ciudad mercado.

1957. regresa al país junto con otros exilados y se incorpora a UES.

1959. Publica la primera investigación sociológica del país, Panchimalco.

1961. Publica la filosofía social de Juan Jacobo Rousseau y sus proyecciones históricas

1962. Publica Teoría de la historia

1962. Publica Las clases sociales

1962. Publica La sociología en El Salvador

1962. Publica Aspectos sociales del desarrollo económico latinoamericano

1964. Es electo decano de la Facultad de Humanidades de la UES.

1964. Publica la investigación sociológica San Pedro Nonualco

1964. Publica Apreciación sociológica de la independencia salvadoreña

1964. Primeros movimientos independentistas en El Salvador

1965. Publica Cambios en la agricultura y sus repercusiones sociales

1967. Publica Economía indígena y desarrollo

1970. Regresa a México luego de una toma estudiantil de la Facultad de Derecho.

1972. Publicas Bases fundamentales del indigenismo en México

1975. Publica El problema indígena en El salvador.

1977. Publica Estudio sobre la crisis de los años treinta en El Salvador.

1977. Muere en la ciudad de México el 25 de octubre (66 años)

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Entrevista con Dr. Rolando Marroquín

Entrevista con Dr. Rolando Marroquín
6 de febrero de 2008

En 1932, mi padre, Alejandro Dagoberto Marroquín, junto con su amigo Ovidio Siliezar, ante el cierre de la Universidad por el general Martínez deciden irse a Montevideo, Uruguay, para continuar sus estudios de derecho, y regresó a finales de 1935 y se reincorporó a la UES.

En 1937, unos días después de su graduación como Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales, el general Maximiliano Hernández Martínez manda a decirle que “tiene quince días para abandonar el país.” Martínez supo que mi papá había escrito la primera tesis marxista del país, la cual se presentaba en aquella época ante la Corte Suprema de Justicia y naturalmente fue rechazada, lo que lo obligó a cambiarla y presentar una tesis sobre “el derecho del nombre.”En sus años de estudiante, fue asesor legal del sindicato Unión de Trabajadores Ferrocarrileros (UTF).A finales de 1937, inicia su primer exilio de siete años que dura hasta mayo de 1944.

Es precisamente ese mismo año 1937 cuando mi madre Amparo Casamalhuapa, pronuncia el 29 de agosto, un discurso público que a la vez le valió el exilio, primero en Honduras y luego en México. Mi mamá y mi papá ya se conocían de las reuniones que realizaban los jóvenes opuestos a la dictadura. Y se encuentran en México, se enamoran y se casan.

En 1941 nace en México mi hermano Alejandro, Lenin Alejandro, abogado y antropólogo ya fallecido. Yo nací dos años después en 1943, tengo 65 años. Y mi hermana Rosalba nace en el 44 y en El Salvador, mi mamá venía embarazada cuando regresamos en mayo de ese año a El Salvador.

En 1944 regresamos a El Salvador. Y mi padre se lanza a la construcción del movimiento social llamado Unión Nacional de Trabajadores (UNT) que llegó a aglutinar a cerca de 20,000 trabajadores, los cuales apoyaban la candidatura presidencial del dr. Arturo Romero. El 21 de octubre de ese año se produce el golpe de estado del Coronel Osmin Aguirre y Salinas y nos vemos forzados a abandonar el país. Mi padre vivió 19 años en el exilio y mi madre 17 años.

En 1948 mi madre viene de paseo a El Salvador y nos trae, tengo cinco años. Luego ella regresa en 1950 a los funerales de su suegra, mi abuela paterna, Hortensia Zavaleta. Mi abuela materna murió cuando mi madre tenía dos años.

A finales de 1948 mi padre conoce en México al conocido antropólogo norteamericano Oscar Lewis, autor d elabora clásica “Los hijos de Sánchez.”Oscar aprecia el talento de mi padre y lo invita por un semestre a trabajar a la Universidad de Illinois, en Chicago. Le mandan el contrato. Y hacemos maletas.

El se va primero para ubicarse. Cuando solicita del Partido Comunista, al cual pertenecía, autorización para viajar, el Partido se lo prohíbe. Le dicen: -y si te vas te expulsamos. Elles responde: -No me van a expulsar porque yo renunció…Y lo hace. Ya el venía teniendo contradicciones con el dogmatismo que caracterizaba a sus compañeros y le molestaba que no se le reconocieran sus méritos intelectuales. Se le decía: hace este escrito, hace esto otro. Y no aparecía su nombre en el texto, estaba desilusionado.

Fíjese que cuando fuimos a la Embajada de USA para solicitar visa, y vieron el nombre de mi hermano, Lenin Alejandro, le dijeron a mi mamá: ese niño no puede entrar con ese nombre. Y mi mamá se enojó mucho, tomo los papeles y se los tiró…Era una situación difícil, mi mamá con tres hijos y maletas y sin casa. Entonces le puso un cable aun primo hermano de mi papá que vivía en Guatemala y nos fuimos allá a vivir. Para esa época la revista Life en español publicó un artículo titulado “Los jefes rojos del mundo.”Y ahí por El Salvador salió una foto vieja de mi papá. Esto nos marcó…

En 1951 regresamos de Guatemala a México. Para esa época mi papá ya era más conocido y logra un trabajo en la Escuela de Antropología como investigador, luego pasa al Instituto Nacional Indigenista. Y esta ahí hasta 1954.

En 1957 regresamos a El salvador. Tenía 14 años y no me sentía mexicano, era mexicano. Allá había nacido y estudiado. Estaba imbuido del nacionalismo mexicano. A mí me dicen: mira, esta es tu abuela…para mí El Salvador era un pueblón. En la escuela me decían El Jarocho. Choque cultural…El único cine era El Apolo. En 1960 nos bachilleramos. Ese año mi papá consigue empleo como juez en La Unión. Y nos vamos en tren hacia La Unión. El que había vivido en México tuvo que enfrentarse a este calor.

En 1962 cuando publica Teoría de la historia lo acusan de plagiar el libro. El lo escribió porque sus alumnos se quejaban porque no contaban con textos de estudio. En 1964 asume el decanato de la facultad de Humanidades. Los estudiantes lo pusieron. Pero tuvo una oposición interna que fue terrible, en las elecciones hasta la luz quitaron. Como decano impulsó el 1er. Congreso Internacional de Sociología…Cuando publica Apreciación sociológica de la independencia los de la derecha lo califican de comunista mientras los de la izquierda de derechista. Luego de trabajar en Humanidades pasó a trabajar en la Facultad de Derecho, llevado por el entonces decano, Dr. Fortín Magaña. Imparte las asignaturas de Integración y Derecho Comparado.

En 1970 Tomás Chafoya se toma el decanato y sacan a todos los docentes, y se queda sin trabajo y de nuevo arregla maletas hacia México…lo nombran subdirector del Instituto Indigenista Interamericano, y se lanza a realizar un estudio sobre la situación indígena latinoamericana y visita a ecuador, Perú, Bolivia, Guatemala. El estudio se titula Balance del Indigenismo.

En 1971 fallece mi mamá y en 1977 muere mi padre en México.

Mi madre Amparo Casamalhuapa

Mi madre Amparo Casamalhuapa nunca perteneció al Partido Comunista. Ella era opositora a la dictadura de Martínez y en esa época el PC era la única organización opositora, y por eso ella asistió a reuniones de ese partido, pero nunca perteneció a sus filas. Mi madre era una mujer muy inquieta, de avanzada, discípula de Don Alberto Masferrer.

Ella era maestra y presenciaba como los niños se desmayaban en clases porque no habían desayunado. Y cuando ella mandaba a llamar a sus padres para regañarlos estos le respondían que no tenían nada para darles de comer. Y esto le indignaba. Y entonces inició una Campaña por el Vaso de Leche. Y es por esto que la acusaron de comunista, pero ella era masferreriana…Ella fue novia de Julio Fausto Fernández…Pero se separaron porque este tuvo un desliz y ella no se lo perdonó. Al irse al exilio ella ya no tenía ninguna relación con Julio Fausto.

«Vengo porque soy de la Felipa…»

SAN SALVADOR, 23 de febrero de 2008 (SIEP) Con mucho orgullo y con una sonrisa en su rostro moreno, Mercedes Rodríguez nos dice “vengo porque soy de la Felipa…” se refiere a las Fuerzas Populares de Liberación, FPL Farabundo Martí, una de las organizaciones que integraron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN.

Diversas generaciones de revolucionarios salvadoreños, en especial de las FPL, se dieron cita esta tarde en el Edificio Francisco Morazán de la Universidad Tecnológica, para la presentación del libro Huellas en la arena, de María Leticia Solano.

María Leticia Solano (78) falleció el 20 de mayo del 2006 en Canadá. Se integró a Fraternidad de Mujeres en 1958, luego al Partido Comunista de El Salvador. Fue una de las primeras militantes de las FPL, organización surgida el 1 de abril de 1970. Fue secretaria personal tanto de Salvador Cayetano Carpio como de Melida Anaya Montes.

Presentaron el libro autobiográfico el hijo de la autora, Carlos Valle, el editor Oscar Peñate, y las veteranas revolucionarias Tula Alvarenga y Rosario Luna. Como maestro de ceremonias estuvo Francisco Guzmán.

“Este es un libro histórico…que habla de las luchas del pueblo salvadoreño. Es un libro de testimonio, nos permite conocer la verdad…contada por una de sus protagonistas” indicó el Lic. Guzmán, presidente de AGEUS en 1965.

La primera participante fue Chayito Luna, quien expresó que “este es un momento muy emotivo. En 1957 abandone Santa Ana, con las maletas llenas de sueños, el cielo me parecía estrecho, buscaba algo que llenara mis esperanzas…en mayo de ese año conocí a Leticia Solano. Con Lety nos identificamos mucho, ya que los ideales nos unieron y nos encontramos al principio de un camino del cual recorrimos juntas un largo trecho, luego nos separamos pero mantuvimos la comunicación…”

“Con Lety fuimos de la directiva del Sindicato de Trabajadores de Radio, Teatro y Televisión. También fuimos de Fraternidad de Mujeres…conocí de primera mano la situación crítica de esta joven viuda, con cuatro hijos que alimentar, que era el sostén de su casa, con su madre enferma, habían días difíciles…y no se desanimo,sino que más participaba en la lucha popular…”

“Con Lety nos turnábamos para oradores en las concentraciones de la Plaza Libertad, para los primeros de mayo, y nuestros hijos formaban parte de la Alianza Infantil de la Amistad y hacíamos carrozas, como Fraternidad teníamos una academia de mecanografía, dábamos clases de corte y confección…El pseudónimo de Lety era Luz.”

“Nos acompañó en este esfuerzo Tulita Alvarenga, viuda de Salvador Cayetano Carpio, el Comandante Marcial (aplausos prolongados). Es importante publicar este libro en esta época en que la historia se esta tergiversando por los plumíferos a sueldo, es clave buscar estos testimonios que ya son parte de la historia de lucha del pueblo salvadoreño…”

Luego habla Tulita Alvarenga, la legendaria “Tía Tula” y los asistentes se ponen de pie y la reciben con un prolongado aplauso. Ella sonríe. Francisco la presenta diciendo: “una mujer que con su esposo, el Comandante Marcial cambió la historia de este país, la sigue cambiando y la cambiará por siempre…”

“Les agradezco a todos, gracias a Carlitos por la oportunidad de estar aquí…Conocí a Lety en la década de los sesenta, en las actividades de Fraternidad de Mujeres de El Salvador. Me ha emocionado leer su libro porque viene a mi mente tantas luchas del pueblo, compartimos tantos años de lucha…me ha impactado recordar con que gusto habíamos arreglado nuestro local de Fraternidad, con pinturas de camilo Minero, el logo que nos hizo con figuras de una obra, una campesina y una intelectual, y detrás un sol brillante que nos iluminaba…”

Lety siempre dedicaba tiempo para el trabajo de Fraternidad, era una mujer muy abnegada, con una gran experiencia como secretaria, la admiraba muchísimo. El libro me hizo recordar la organización infantil Alianza Infantil por la Amistad, y nuestro lema: “por los derechos de la mujer y del niño.” Mucho de esto no iba a llegar a ser contado, porque muchas de estas personas ya cayeron…y ella lo hace.”

Cuando la huelga de hambre de los panificadores, ella se instaló allí y a la par de mi compañero instaló su maquina portátil y él desde su camilla le dictaba sus mensajes, cartas, comunicados… Luz era una gran colaboradora. Ella fue después miembra del Partido (Comunista) una compañera de mucha confianza, durante el día dedicada a su empleo y por la noche transcribiendo documentos…

“Después de la guerra con Honduras ya nosotros no estábamos de acuerdo con la posición y decidimos renunciar al Partido y comenzar una nueva etapa de lucha y de nuevo Lety fue una gran colaboradora. El día de la tragedia de abril del 84 Lety estuvo todo el día con nosotros. Como a las 6 de la tarde él le dice: “quiero que me lleve estas cartas, las cuida bien, se las pueden quitar allá afuera. Usted las hace llegar a su destino por si a mi me sucede algo.” Fue la última tarea que le cumplía, pero no se nos imagino eso.”

“Después hubieron tantos cambios, y desplazamientos, pero ella siempre se mantuvo firme, mostrando tal vigor hasta el último día de su vida, firme, con un gran amor para su pueblo. El gran valor de este libro es que permite que la juventud se de cuenta de las luchas de nuestro pueblo…”

El Licdo. Francisco Guzmán también participó compartiendo que “por los años 60 el movimiento estudiantil de la UES era como el único partido de oposición, con la AGEUS al frente, y cuando hacíamos actividades públicas, Tulita y las compañeras de Fraternidad llegaban para darnos protección, seguridad en esa época…”

Por su parte, el Licdo. Oscar Martínez expresó que “desde que leí el manuscrito de este libro me trace la tarea de publicarlo.” Finalmente, el Licdo. Carlos Valle, hijo de Lety y que vive en Canadá vino para la presentación del libro de su madre y señaló que para él “es un gran honor estar en esta actividad, con muchas personas que conocieron y quisieron a mi madre…”

El regreso de los gorilas

El regreso de los gorilas
El director de la carrera de Sociología de la UBA desmenuza el recorrido que llevó de la sociedad más “igualitaria” de mediados del siglo pasado al abismo social que hoy caracteriza a la Argentina. Un análisis que compara la curda “alegre” con la cerveza con Rohypnol y el viejo gorilismo con el actual retorno del antiperonismo.
Por Jorge Halperín

La Argentina es el vivo retrato de América latina en sus profundas desigualdades sociales y en sus millones de pobres y desamparados. Lo único que la diferencia de la región es la memoria del bienestar que aún conservan incluso los pobres: hacia fines de los años ’40, el censo de población de Gino Germani descubría un país notablemente homogéneo, y ese perfil igualitario se mantuvo durante décadas. Es lógico imaginar que por mucho tiempo hubo un gran consenso de los ciudadanos sobre las bondades de la equidad, tal como cabe sospechar que hoy la obsesión por la inseguridad y el temor por los pobres son funcionales a una sociedad profundamente dividida entre ricos y pobres. Lucas Rubinich, director de la carrera de Sociología de la UBA, analiza las condiciones materiales y simbólicas de aquel mundo igualitario, y los cambios que sufrieron las ideas, acompañando al país fragmentado de los años 2000. De la curda “alegre” a la cerveza con Rohypnol. El retorno del antiperonismo.

–La Argentina fue una sociedad bastante igualitaria durante buena parte del siglo XX, y uno piensa que esa realidad debe haber sido acompañada por la convicción de los ciudadanos de que eso estaba bien. Pero, ¿cómo cambiaron las mentalidades cuando, en el último cuarto de siglo, se desmantela ese país igualitario y crece la brecha entre ricos y pobres?

–Primero, se arma el país de las ideas “igualitarias” por una confluencia inicial de situaciones bien interesantes: el proyecto de la generación del ’80, la gran promoción de la escuela pública, la integración del país, esto acompañando la exitosa entrada de Argentina en los mercados internacionales.

–Supongo que esa visión de principios de siglo se enmarcaba en la idea universal del progreso…

–Es así, y, aunque el término sea ambiguo, tiene significación para todos: progreso hay para las expectativas de la élite gobernante; “progreso” está en la palabra de un militante anarquista, y “progreso” está en la palabra de un militante socialista. Y “progreso”, a su manera, está también en el italianito que llega y dice “vamos a progresar, vamos a poner un negocito, y vamos a llegar a ser gente que no tiene que agachar la cabeza”. Entonces, con distintos significados, esa idea de progreso, tan ambigua, es realmente muy inclusiva. Pero esa idea no habría echado raíces si aquellas masas recién llegadas, sumadas a la población criolla, no hubieran encontrado caminos objetivos de mejoramiento. Uno puede encontrar en la década del ’30, con todas sus contradicciones, que ya las ciudades han ido creciendo, se están formando barrios, y esos barrios tienen la expectativa en sí mismos del progreso. Se van armando casitas, está la escuela pública que habla de un ideal de lo que debe ser una persona. Y eso tiene efectivamente una idea de derechos de las personas a estar mejor. A tener educación, a tener una mejor posibilidad de disfrute de los bienes económicos, eso está presente.

–Hasta aquí, hablamos de las primeras décadas del siglo XX. Pero más tarde llega otra etapa en la que se detiene la inmigración europea, y es reemplazada por la inmigración desde el interior del país y desde las fronteras. Y yo no sé si fue recibida de la misma manera, si la sociedad receptora también abrió sus brazos…

–Generalizando un poco, uno diría que si Lugones se asusta un poco con la llegada de la plebe ultramarina, el hijo o nieto del italiano, español, polaco, árabe, cuyo abuelo puso un almacén de ramos generales y le fue bien, este descendiente que ya es o gerente de banco, o simplemente empleado de banco, o abogado, o médico, no sé si este personaje con dos generaciones en el país no vio con cierta molestia la irrupción de las masas desde el Interior. En la primera etapa, la irrupción de masas gringas, una especie de conglomerado babélico que había en las primeras décadas del siglo en la Argentina, asustó a ciertos sectores de la élite criolla. Pero, décadas más tarde, los sectores medios que habían logrado consolidarse tenían incorporadas ciertas pautas de lo que debe ser una clase media urbana: cierto tipo de vestimenta, modales, el dominio de la lengua nacional. Y no sólo eso, sino que aquello que utilizó Lugones para rechazarlos, ahora ellos mismos se lo habían apropiado. Y, entonces, podían ir a una peña y conocer de folklore, y cantar milongas.

–Eso los podría haber estimulado a aceptar la llegada de provincianos a la gran ciudad.

–Pero es más complejo. Todo el proceso de nacionalización de los gringos que habían llegado a un lugar de relativo asentamiento, paradójicamente provocó la reacción de esas personas que ahora estaban en un lugar cómodo y tranquilo, y que vieron la nueva irrupción de la masa inmigrante, que llega cuando tiene apoyo político, como ocurre con el primer peronismo. De pronto, asisten a la irrupción en la ciudad de esta nueva masa que, por su lado, celebra su incorporación al mundo.

–¿Y qué sucede?

–Que en la celebración que hacen las “nuevas” masas de su incorporación al mundo está todo un despliegue estético, digamos, los sombreros exagerados, las corbatas de colores, los aros, las chicas muy fuertes. Si uno relee el cuento “Las puertas del cielo”, de Julio Cortázar, se ve la mirada del integrado frente a estos que transitan por Plaza Italia. Son los monstruos, son aquellos que tienen esas maneras de pintarse exageradas, esas maneras de vestirse con una estética que rompe brutalmente el tranquilo gris y azul de la vestimenta de Buenos Aires de esa época, y que también rompe con las costumbres.

La curda de la integración

–En una entrevista anterior hablábamos de la curda “alegre” de esos días…

–Sí, la de esos “cabecitas” era una curda alegre, una curda de integración, porque al otro día, al lunes a la madrugada, ya están en el colectivo camino a la fábrica. Y lo que hicieron fue disfrutar del cobro de su quincena y reconocerse como lo que estaban siendo: trabajadores con derechos, con una legislación que los protegía.

–En eso veo otra diferencia: cuando llega el inmigrante europeo, todavía la Argentina no lo integra a una industria, porque no existe tal cosa. El “gringo” se convierte más frecuentemente en un laburante por cuenta propia, sastre, dueño de un pequeño negocio, vendedor callejero, etc. No es parte de una gran masa trabajadora organizada. Y tampoco se constituye en un sujeto político como tal, salvo por las minorías, anarquistas, y comunistas. Mientras que el “cabecita negra” se va a integrar rápidamente a una gran masa sindical, a un sindicalismo fuerte vinculado con el Estado, y también se va integrar como sujeto político a un gran movimiento.

–Estoy de acuerdo, pero con una pequeña salvedad: me parece que hay, inclusive en los años ’30, sindicatos que tienen una relevancia importante, que vienen reclamando fuertemente al Estado, y que están conformados también por inmigrantes. Hay una población obrero-inmigrante que ya estaba en los centros industriales, que eran los frigoríficos, algunas fábricas metalúrgicas, textiles. Lo que quiero decir es que el peronismo no se va a encontrar con el vacío, hubo una experiencia sindical anterior muy fuerte, que inclusive es la que posibilita que los dirigentes gremiales del peronismo sean personas fogueadas en lo sindical.

–Lo que yo intento enfatizar es que, a diferencia de las anteriores, las nuevas organizaciones sindicales del peronismo eran muy masivas y ahora provocaban temores que quizá no despertaba el anterior sindicalismo, más minoritario, no ligado al Estado, y menos poderoso.

–Bueno, ahora, más despegados de los conflictos que efectivamente desató el peronismo en los sectores medios y altos, uno podría decir que se trató de un proceso casi irremediable de modernización, que se daba con la singularidad que es el peronismo, pero era un proceso de modernización. El Estatuto del Peón es algo que se supone que debería ser irremediable en un país que va creciendo. Y desataba una situación de conflicto impresionante. Creo que incluso hay una mención de Perón sobre su mamá, en que ella, que tenía un pequeño campo, le dice, cuando sanciona el Estatuto del Peón: “¿Qué estás haciendo, m’hijito?”.

–Nace un nuevo actor social y me parece que es percibido como más temible que aquel inmigrante europeo…

–Y yo creo que aparece temible por distintos lados. Por un lado, el rechazo de la sociedad tranquila y bien pensante que ve esta irrupción de desacomodo estético. Del lado profundo, porque produce esa modernización de las estructuras del sistema sindical: los aguinaldos, las vacaciones, una presencia mucho más significativa de la que tiene hoy un Estado de Bienestar. Eso generaba problemas dentro del sector de los propietarios de los medios de producción, y de todos los sectores más ligados al capital. Pero también genera problemas porque todo el mundo sabe que socialistas, anarquistas y comunistas manifestaron desde el principio una fuerte oposición a lo que veían como una especie de fascismo criollo, evocando su experiencia muy reciente de identificación con la Guerra Civil Española y con la resistencia frente al nacionalsocialismo en Europa.

Vulgares y ordinarios

–Está toda la construcción imaginaria del presunto salvajismo de los “cabecitas”. Por ejemplo, el mito de que quemaban los parquets de las casas que les adjudicó el Estado…

–Y estaba la idea de vulgaridad, que aparece como frecuente en cualquier momento de irrupción de masas desposeídas teniendo una participación mayor en la vida pública. También son conocidos todos los chistes que circulaban en el mundo antiperonista acerca de los productos peronistas, y los profesores peronistas que eran caracterizados como flor de ceibo. Flor de ceibo, la flor nacional, vista como algo ordinario. Eran los profesores de la universidad peronista, que, la verdad, y sobre todo en nuestras carreras, eran realmente impresentables. Flor de ceibo eran también los automóviles justicialistas. Cualquier cosa se calificaba como flor de ceibo, como sinónimo de algo vulgar.

–A pesar de todo, se va a producir una sociedad inclusiva, donde las tensiones no se reflejan en la vida social sino en la vida política. Las calles eran tranquilas y seguras.

–Es que uno se encontraba con un actor nuevo absolutamente dispuesto a la integración, y en algún sentido heredero también de aquella mirada preperonista de movilidad social ascendente. Digamos, la idea de la escuela como medio para la movilidad social ascendente está presente. Entonces, hay una idea de integración muy poderosa. La violencia es una violencia simbólica, y es una violencia en algún sentido simbólico–política porque es la descalificación del otro. Y ahí tiene que ver con las estigmatizaciones, con los rechazos posteriores, casi al final del primer peronismo, el rechazo a lo antiperonista como gorila. Entonces, ese tipo de cuestiones aparece como una verdadera tensión sociocultural, pero que efectivamente no se manifiesta en hechos concretos de violencia callejera porque el actor que está ingresando es un actor que se planta frente al otro que resiste su posibilidad de ejercer sus derechos como ciudadano pleno.

–¿O sea que el rechazo no impide que se integre?

–No lo impide y él conoce sus derechos. Ahí se hace presente de una manera extraordinaria la herencia igualitaria argentina. Ahí está con muchísima fuerza esa idea de “nosotros tenemos derechos; independientemente de que hayamos venido desde este lugar del campo, tenemos derechos”. Hay una infraestructura que todavía se agranda, escuelas técnicas, más escuelas primarias, hospitales, planes de vivienda. Entonces, no hay violencia irracional contra el otro, hay, sí, una violencia simbólica.

“Deben ser los gorilas…”

–¿Cuándo aparece el término “gorila”?

–“Gorila” aparece hacia fines del primer peronismo. Creo que está muy relacionado con el programa de radio La Revista Dislocada, de Délfor (Dicásolo), en donde había un sketch en que se decía “Deben ser los gorilas, deben ser”. Y yo creo que es la respuesta a este estigma de cabecita negra. “Gorila”, hacia fines del primer peronismo, tiene una productividad muy importante. Es un término que reafirma un lugar y descalifica al descalificador. El descalificador queda al descubierto como alguien que tiene una mirada no igualitaria, que no reconoce derechos, que tiene una mirada discriminatoria. Va a ser un término tan ambiguo que van a entrar diez mil cosas en el tiempo. Durante la década del ’60, gorila va a querer decir mil cosas.

–Ahora, pegamos un salto de más de medio siglo, y venimos a las elecciones presidenciales de hace algunos meses, octubre de 2007, en las que se dijo que volvió un clima de “gorilismo”. ¿Qué significado tiene esto hoy?

–Yo creo que el significado es básicamente antipopular. En este caso no es sólo el que rechaza a los sectores populares, sino, en particular, al peronismo. Ya que el peronismo es identificado con cierto desorden, con prácticas políticas non sanctas, con una serie de cosas que no se adhieren a una idea más abstracta de lo republicano, una idea de escritorio o de tablero. La política real siempre tiene una serie de dificultades, pero uno se encuentra con que la mirada antikirchnerista había provocado como reacción una Coalición Cívica que integraba a distintos sectores, que coincidían básicamente en su antiperonismo. No había que hacer demasiado esfuerzo para encontrar cierta connotación antipopular en esa alianza. Igual, sigue teniendo cierta zona de ambigüedad.

–Ahora se critica el autoritarismo…

–Ahora hablan del autoritarismo, y realmente me parece que utilizar esa terminología es, como se dice, gastar pólvora en chimangos. Después de toda la experiencia cruel que tuvo la Argentina con las dictaduras, blandir la palabra “autoritarismo” de una manera inconsciente e irresponsable porque tengo un estilo más o menos simpático con los periodistas, me parece que es una exageración.

–Hasta escuché a un sociólogo, como Manuel Mora y Araujo, que desde un lugar distinto me dijo: “Volvió el voto antiperonista”.

–Bueno, estoy de acuerdo. Admito que son generalizaciones, pero efectivamente, es verdad: sectores medios que miran con cierta desconfianza al peronismo pueden haber utilizado nuevamente los argumentos del antiperonismo. Tal como se presentó en los medios la idea, y tal como fue la estrategia de la oposición, consistió en captar un voto decididamente antiperonista. Ese voto antiperonista anclado en sectores medios que miran con desconfianza a lo que ven como autoritarismo no elegante, y, sobre todo, asociándolo a las relaciones que tenía Néstor Kirchner con Hugo Chávez, puede asustar a una cantidad importante de sectores medios y reproducir algo del espíritu del voto antiperonista. Pero es verdad que muchos sectores medios habían notado un mejoramiento importante de sus situaciones con el gobierno de Kirchner, y tal vez se vio en zonas como la sojera que el voto antiperonista no fue tan homogéneo.

–Pero en los grandes centros urbanos apareció como tendencia dominante el voto anti Kirchner. Y la otra cosa que advertí, incluso en una limitada investigación periodística, es la vuelta del clima de “Esa mujer”, dirigido en su tiempo contra Eva Perón. Hubo un rechazo a Cristina de Kirchner hasta el punto de no querer nombrarla. Ahora, ya en la presidencia, en los medios se dice que la Presidenta trabaja poco. ¿No es la vuelta de otro componente político folklórico del antiperonismo?

–Esos componentes folklóricos del antiperonismo creo que están muy relacionados con acciones muy fuertes de los medios. Uno de los grandes problemas que pueden llegar a tener los partidos populares que gobiernan es su dependencia de un sistema monopólico de medios, que tiene una influencia más que significativa en la construcción de ciertas visiones del mundo. Obviamente, no son culpables de todo lo que pasa, pero en una situación de extremo deterioro de los partidos políticos, de fragmentación social, que uno se encuentre por el otro lado con monopolios de medios de comunicación masiva, que tienen una mirada más o menos común acerca del statu quo mundial, es realmente un contrincante político más que importante y a tomar en cuenta. Porque tal vez lo del rechazo a Cristina revele cierta nostalgia antiperonista que se puede haber reavivado en algunos sectores, pero me parece que no da para tanto. Ahora bien, si uno escucha todos los días, en la radio, que efectivamente son autoritarios, si uno escucha todos los días en la radio que ella no va a trabajar hasta las cuatro de la tarde y que es una pobre mujer manipulada, bueno, algo de eso entra a influir en la opinión de la gente, no hay que subestimarlo.

Ideas y lucha de poder

–¿Le parece que hay una mirada tan homogénea en los medios?

–Siempre hay excepciones, y nos alegramos de que existan las excepciones. Pero es realmente muy problemático para la lucha política. Uno dice, ¿qué es la lucha política? Entre otras muchas cosas, lo más significativo son las luchas por la imposición de visiones del mundo más o menos sutiles, distintas, que se transforman en prácticas, en maneras de hacer las cosas. ¿Cómo no vamos a considerar, en un momento histórico como éste, el papel significativo que tienen los medios como un actor protagónico de la política nacional e internacional? Y, si nosotros hacemos un análisis de quiénes son los propietarios de los medios de comunicación, cuáles son las miradas que están presentes en esos medios de comunicación, vamos a ver que tienen una capacidad por imponer inclusive situaciones que no tienen mucha realidad. Bueno, eso es algo que los partidos tradicionales y populares deberían tomar en cuenta.

–Ahora volvamos sobre la pregunta inicial: ¿cómo se fueron acomodando las mentalidades a esta otra sociedad, que es mucho más inequitativa, mucho más desigual y excluyente?

–Uno podría arrancar en los años ’80, porque, en la década del ’80, aun con el deterioro que dejaron las políticas de la dictadura, todavía existía la herencia del igualitarismo en las clases populares. ¿Qué pasaría en el futuro? Bueno, pasaron muchas cosas. Entre ellas, que en una población extraordinariamente fragmentada por la desocupación el país estallara en una experiencia extraordinaria de protestas, como sucedió. Gustarán más o gustarán menos de acuerdo con lo que es el modelo ideal de la protesta, porque acá los que estaban protestando eran personas desocupadas. Pero lo hacían por fuera de las organizaciones sindicales. Se organizaron cientos y cientos de protestas, cientos de medidas imaginativas para resolver una situación. Yo digo que lo de las fábricas recuperadas y los piquetes –luchas, no digo que sean exitosas, pueden haber fracasado–, son expresiones que actualizan esa mentalidad de “Yo tengo derechos”.

–Esa es la parte “feliz” de la historia…

–Es lo positivo. Por otro lado, la situación objetiva y estructural deja a algunas poblaciones en una situación de extremo deterioro. Cuando hay ya dos generaciones de desempleados, que tienen una situación bastante crítica, y a eso uno le agrega un componente agudo como es la droga barata, el cuadro es mucho más difícil de revertir. Me refiero a la distribución de droga de mala calidad que consumen de una manera extraordinaria los sectores que han quedado más desprotegidos. Entonces, la situación de anomia en esas zonas es realmente muy interesante para observar y muy dramática para vivir. Pero así y todo, la sociedad argentina es tan compleja que la pervivencia de las ideas de derecho sigue funcionando.

–¿En qué lo advierte?

–Bueno, en una misma cuadra de un barrio, que estuvo habitado por obreros de baja calificación en la década del ’70, uno se puede encontrar todas las expectativas de mejoramiento de las condiciones de vida, aunque los agarró el huracán de la década del ’90 y los dejó absolutamente desprotegidos. En ese lugar, al lado de aquel que está absolutamente marginado, que está consumiendo coca, y que tiene una relación con la delincuencia –es un delincuente part-time–, y nexos complejos con la policía, y es vendedor de drogas. Y el ladrón se encuentra con un muchacho que estudió de maestro, y que es vecino, y que jugó con esos mismos chicos. Y al otro lado se encuentra con otro que estudió de policía. Porque dos de las formas de integración estatal son las de ser maestro y policía. Y más allá se encuentra con otro que quedó colgado a un empleo en alguna empresa, que empezó siendo cadete. Y está todo mezclado, claro que hoy conviviendo con grados de violencia inéditos.

–En otra ocasión me hablaba de esta otra curda de los años ‘90, que ya no era alegre como la de los años ’40.

–Yo hablaba antes de la curda alegre del muchacho que en los años ’40 está sentado en Plaza Italia, que se compró un traje a rayas, una corbata lo más floreada posible, que se vistió lo más parecido pero con ropa de menor calidad, a como se vestía el Mono Gatica, que grita alegre “Viva Perón”. Es una curda alegre de la integración. En cambio, la curda de los muchachos de los años ’90 –cerveza con Rohypnol, y en el peor de los casos paco–, es la curda nihilista, en términos absolutamente literales. Un muchacho que está dispuesto a morir él mismo porque se va a matar con el paco de aquí a un par de años, o a matar a cualquier otro por nada, es una situación de extremo nihilismo. Y con ese muchacho no hay que hacer una especie de telenovela. Pero yo creo que efectivamente es así: ese muchacho es un producto histórico-cultural. Y, si uno lo dice con un mensaje un poco más telenovelesco, es una víctima. Es una víctima que te puede matar en la esquina, pero es una víctima. Es un producto histórico–cultural que produjo una sociedad desintegrada. Si uno no ve las relaciones históricas que lo constituyeron y también las relaciones del presente, que lo siguen reforzando, realmente no puede analizar nada. Si uno no ve la relación entre la agencia policial y esa situación del paco, no entiende nada.

La violencia de los pobres “naturalizada”

–Mientras que aquellos sectores altos y medios en los ’50 veían al “cabecita” y recelaban de él, pero en última instancia lo aceptaban, en nuestros días la obsesión por la inseguridad, la misma violencia, que es real, hace que miren con pánico al mundo de los pobres y la igualdad social ya no entre en la agenda pública. La mirada igualitaria empeoró muchísimo, ¿no?

–Empeoró muchísimo por condiciones objetivas. Yo siempre cuento que cuando era estudiante de Sociología en el año ’73, tenía una beca de pobre en la Universidad de Buenos Aires. La tenía en mi bolsillo para pagar la pensión; una tarde voy a una pinturería de Vicente López, asaltan el negocio, y el ladrón da la orden a su cómplice: “Sacales la plata a todos los demás”. Cuando llega a mí, le digo al ladrón: “Señor, no me saque la plata que es para pagar la pensión”. Y el tipo me palmea la cabeza y me dice: “Pibe, no te hagás problema”. Y ni me agarra el dinero. Bueno, hoy las cosas ya no son así. Un muchacho puede matar a otro para robarle sus zapatillas, porque él es un producto históricocultural. Yo creo que eso es importante marcarlo, porque cuando aumenta la violencia reviven esas miradas que juzgan que los pobres son malos por naturaleza.

–Pero, cualquiera con un poco de memoria sabe que no es así.

–Justamente, ¿cómo vamos a pensar eso nosotros, los argentinos, que vivimos épocas en que uno podía caminar tranquilamente por cualquier barrio porque el que estaba ahí en la esquina era un muchacho integrado, que al otro día se tenía que levantar a las cinco de la mañana, y no había violencia social irracional? Pero, la violencia es objetiva, y eso genera un clima negativo para esa tradición igualitaria. En el andar de la vida cotidiana se mira al otro con desconfianza, porque, efectivamente, las posibilidades del ejercicio de la violencia son reales.

–La desintegración trae violencia. Y la violencia refuerza la desintegración…

–Es así. Hay un libro admirable del periodista Cristian Alarcón: Los pibes chorros: “cuando me muera quiero que me toquen cumbia”, y en él hay un pasaje extraordinario: hay un delincuente muerto muy joven, que se llamaba Frente Vital y que se transformó en un mito no sólo de su barrio, sino en el mundo delincuencial porque tenía viejos códigos de respeto y miraba con desconfianza la venta de drogas. Tal es así que en un momento hace una acción muy parecida a la de la guerrilla de la década del ’70, secuestrando un camión de La Serenísima y repartiendo yogur en el barrio. Ese pibe, que es acribillado por la policía, se convierte en un mito para el barrio. Sin embargo, la venta y la distribución de droga barata hace que la mamá de ese muchacho, que era como la mamá del mito, absolutamente respetada por todos, sea en un momento abordada en un pasillo de una villa por un pibe con un 38 largo que le dice: “Dame todo o te quemo”. Y ella le contesta: “Querido, ¿no me conocés? Soy la madre de Frente Vital”. Entonces, el pibe se pone a llorar, sale corriendo y dice: “No me di cuenta, no me di cuenta, no me di cuenta…”.

–Creo que el problema mayor es que la igualdad social no es prioridad para nadie. Estoy hablando del conjunto de la sociedad, las fuerzas políticas, los distintos actores políticos, los medios…

–Es muy oportuno hablar de eso porque el tema no está en “agenda”. Y yo diría algo de una manera muy contundente. Para reconstruir este cuadro de extremo deterioro que dejó la Argentina desde el ’75, ’76 en adelante, pero con fuerza en el ’90, hay que aplicar, en términos de salud y de educación, políticas de posguerra. No se puede salir si no se hacen políticas de posguerra. Hacer las cosas bien no alcanza.

–En otras palabras, asumir la catástrofe…

–Las políticas públicas no pueden seguir copiando tranquilamente los criterios de eficiencia promovidos por el Banco Mundial en la década del ’90, y decir “ayudamos un poquito más, somos más, somos más asistencialistas, somos menos asistencialistas”. No. Hay que aplicar una política postcatástrofe. Tiene que haber una inversión extraordinaria de dinero, de energía humana, de perfeccionamiento del personal, de movilización social, todo en enorme escala. Es la única manera de encontrar una solución

Carta Al Candidato Mauricio Funes

Carta Al Candidato Mauricio Funes

Dagoberto Gutiérrez

Querido candidato:

La campaña electoral ha estallado, como la mariposa estalla dentro del capullo, y sin embargo, como vos sabes, aun no termina el ciclo de encuentros y desencuentros entre el partido ARENA y la derecha del país; sin embargo una vez se decida el candidato presidencial Arenero se abrirá la pelea por convertirlo en el candidato de toda la derecha.

Esto proporciona un precioso tiempo político que, probablemente, no será demasiado largo pero si muy afanoso y laberíntico; no has de olvidar, querido periodista, que no es grande la diferencia con tú candidatura porque ser candidato del partido FMLN no significa, automáticamente, serlo de toda la izquierda aun que si de la tradicional e institucional, las fronteras pueden ser, ciertamente, sinuosas pero existen y vos sabés muy bien que si las elecciones son hechos políticos multicolores, las votaciones y los recuentos son siempre numéricos y cuantitativos.

Fíjate candidato, que las alianzas siendo como son, acuerdos políticos con cemento político, se construyen con hilos de seda, agujas del mejor de los oros y con las manos del mejor tejedor.

Este tejido fue el que hizo posible la construcción del FMLN en los tiempos de acero, este fue un acuerdo entre comunistas y anticomunistas, una alianza histórica adecuada a la batalla histórica que se anunciaba en ese momento.

La coyuntura en la que estás actuando requiere una alianza más fina aunque aquella porque se trata de tomar el control del primer poder del estado, de las riendas de la administración y del centro real de la política.

Esto es el “gobierno” que en rigor no se decide nunca por los votos de los electores si no por la decisión de los controladores del aparato.

Es probable que una parte de la derecha, interna y externa, calculen que un eventual gobierno diferente, no constituya obstáculo ni amenaza para su política ni sus negocios, aunque ellos saben de sobra que sus intereses confrontan, de día y de noche, con los del pueblo mayoritario y aquí aparece de nuevo la necesidad política de construir, fuera de las paredes partidarias, un tejido socio político que garanticen tanto los votos necesarios como los compromisos irrenunciables de un gobierno diferente al actual.

Esta construcción no puede hacerla el FMLN sin tu espiritualidad por que es un oficio con magia para el cual no hay que estar arriba ni en medio y es algo que requiere de tus tiempos, tus hilos, tu capital político, tus confianzas y tus compromisos.

Se trata, querido candidato, de la construcción política necesaria para tí, por que, lo sabes muy bien, que el mundo que se mira desde las instituciones no suele ser el confiable ni el seguro.

Este trabajo no tiene tiempos ilimitados pero si fronteras definidas por que aquí, en este bosque, está situado el proyecto de las organizaciones populares que en no pocos puntos ha sido y es desconocido y hasta confrontado por el trabajo partidario e institucional del FMLN.

Pero no por eso deja de estar acercándose a tu candidatura, esperando movimientos similares.

Resulta dramática, ciertamente, la situación de ARENA y de su dirigente, el episodio del aumento salarial de los diputados es un colorido testimonio de su incapacidad de maniobra, de su distancia abisal de lo sentimiento popular y de su enorme capacidad de ofensa política; pero vos sabes que ningún partido, de izquierdas o de derechas, escapa al escarnio político, de la vergüenza y de la condena popular.

Esto es resultado de la incapacidad para actuar y ser diferente a la hora de hacer política.

A la dificultad para hablar claro y sobre todo, de pensar diferente.

Y mira, querido periodista, que tu candidatura que apareció diferente, necesita mantener y fortalecer esa diferencia frente a los otros candidatos y frente al mundo partidario no confiable.

Tu corta campaña ha entrado, por eso, en un momento encendido porque si bien es cierto que debes ser el candidato de un partido necesitas ser mucho mas que eso, de otro modo tu discurso, ideas y propuestas pueden quedarse en el laberíntico mundo institucional sin llegar a la subjetividad profunda de los seres humanos, a ese terreno en eterna disputa que se llama Sentido Común, vos sabes que es aquí donde trabajan el estado y el mercado y es ineludible instalarse en esta plaza emocional decisiva.

Vos tenés los hilos, las rutas y agujas para tejer los acuerdos y desacuerdos que necesitas, lo que no tenés es el tiempo ilimitado, nadie lo tiene. Pero tenés puentes en varias orillas.

De la guerra vivida a la paz por vivir

El proceso nacional es, como su nombre lo indica, una sucesión de etapas, eslabonadas por ese elemento ordenador infaltable que podemos caracterizar de muchas maneras, y al que yo personalmente prefiero llamar razón histórica. La razón histórica no es nunca, por naturaleza, mecánica ni ciega: por el contrario, su virtud es básicamente ilustrativa de la eterna pugna entre lo que es y lo que debe ser. En El Salvador, siempre fuimos reacios a aceptar que esa razón opera más allá de las coyunturas presuntamente manejables conforme a los intereses del momento; y por eso hemos vivido entre salto y sobresalto, queriéndonos hacer creer a nosotros mismos que la realidad es tan imprevisible como nuestra tozuda vocación de no abrirle espacios a lo previsible.
Entre 1980 y 1992 vivimos una guerra interna que no era un ejercicio de violencia localizada, como ocurrió y ocurre en otros países. El nuestro fue un conflicto estructural de naturaleza eminentemente política, aunque tuviera en el trasfondo sustentador grandes olvidos sociales, profundas irresponsabilidades de los liderazgos tradicionales y esa especie de egoísmo visceral que se siente todavía más cruel en un pequeño y sobrepoblado espacio humano como el nuestro. Esa guerra, como todas, se fue construyendo en el tiempo. Alguien, en la televisión, me preguntó una vez, poco después de la firma de los acuerdos de paz: —¿Cree usted que la guerra hubiera podido ser evitada? Yo le respondí lo que creo: —Sí, cincuenta años antes de que estallara.
Ahora, 38 años después de que apareciera la primera organización armada en el seno de la izquierda salvadoreña; 37 años después del secuestro y asesinato de Ernesto Regalado Dueñas, que bien podría considerarse el destape del conflicto en el terreno de la acción revolucionaria; 28 años después de que aquella marcha que sacudió San Salvador diera la señal de salida de las próximas batallas en el terreno; 27 años después de la “Ofensiva final” del frente guerrillero, que lo que comprobó fue que tendríamos guerra para largo; y 16 años después de Chapultepec, donde se selló la derrota de toda violencia política y se consagró el augurio de la democracia en marcha hacia su propia realización; ahora, digo, estamos aquí, viendo cómo el escenario se mueve, y cómo la razón histórica nos va ajustando a todos en el carril de donde ya no es posible escapar. Dan ganas de decir: ¡Salud, razón histórica, y que no dejes descansar a nadie sobre ningún laurel marchito, para que prosperen las floraciones lozanas del futuro!
Aunque hay incontables tareas por hacer en este presente que no admite desperdicio, también es hora de recordar lo que ocurrió, no sólo para que ya no vuelva a ocurrir, como comúnmente se dice, sino para entender mejor por qué estamos aquí y hacia dónde apuntan las brújulas. En ese sentido, los testimonios personales se vuelven material enriquecedor y clarificador, para que la historia ya no sólo tenga documentos impersonales a su disposición, en la permanente labor recreadora que le corresponde.
En estos días, está saliendo a la luz pública la autobiografía de Salvador Sánchez Cerén, cuyo nombre de batalla, Leonel González, es el que manejamos los que lo conocimos en aquellos días memorables de la negociación para la paz. Que Leonel esté publicando ahora mismo su relato autobiográfico, en un volumen de más de 300 páginas, no puede dejar de interpretarse en clave política, porque Salvador Sánchez Cerén es el actual candidato a la Vicepresidencia de la República por su partido; pero el texto hay que verlo también en clave histórica, porque de su contenido surgen muchas pistas para el conocimiento de lo que fue aquella época, en función de lo que su chispa logró levantar en los ánimos de muchos salvadoreños, ubicados en uno y otro lado de la dividida realidad nacional de entonces. Y hay que decir dos palabras sobre el concepto de “división”, para acercarnos mejor al flujo de los hechos. Los salvadoreños fuimos consolidando, a lo largo del tiempo, las bases de una sociedad dividida, hasta el punto de llegar a creer que esa “división” era natural y consubstancial con nuestra supervivencia; tal concepto divisorio, llevado al absurdo por la práctica inveterada, hizo que en él calzara perfectamente la radical confrontación entre comunismo y anticomunismo, cada uno dispuesto a matar y a morir en la lucha contra “el enemigo”. Ahora, quiérase que no, estamos construyendo la sociedad integrada, y en esa construcción ya no caben las plantillas mentales de la época anterior. Y eso es lo que más cuesta superar. Pero es lo que está sucediendo.
El testimonio de Leonel enfatiza su etapa anterior al ingreso en la lucha revolucionaria de los años sesenta en adelante. Maestro de profesión, vivió el movimiento del magisterio hacia la radicalización política, que tuvo dos momentos de alta visibilidad: las huelgas de 1968 y 1971. La labor magisterial, que el joven Sánchez Cerén inició a los 19 años en una escuela de las áreas rurales, se daba por aquellos días en un ambiente nacional de creciente complicación sociopolítica y en un entorno regional signado por los reflejos del fuego revolucionario recién instalado en Cuba. Y todo eso interactuaba con el temperamento. Leonel, según sus propias palabras, era serio y reservado como su padre, “callado pero de carácter firme”; y confiesa que, pese a ello, sin explicárselo aún del todo, no le costó incorporarse a la “marcha general de la juventud por conquistar el cielo”. Eran los imanes ideológicos de entonces, que movieran tantas voluntades en su momento. Destaco las características anímicas del autobiógrafo, porque ahí están las pistas de lo que será el talante de Leonel González en las FPL y en el FMLN histórico. Desde 1983, cuando se dio la aún no dilucidada muerte de Salvador Cayetano Carpio, hecho sobre el cual Leonel pasa en puntillas, quizás porque aún no se anima a develar las oscuridades de fondo, éste ha permanecido en primera línea de su organización y de su partido, pero en actitud de personaje de segunda línea. Y el contraste no es tan simple como pudiera parecer.

Al tratarse de una autobiografía y no de un análisis histórico sobre el proceso constitutivo y de desarrollo de las organizaciones revolucionarias armadas, la guerra subsiguiente y la etapa posterior a los acuerdos de paz, es entendible que Leonel no haya profundizado en ciertos temas y puntos; pero evidentemente esta es una relación que deja vacíos importantes, los cuales tendrían que ser llenados en el futuro, cuando el autor cargue menos compromisos con el presente. Así, para el caso, ni siquiera se mencionan acciones usuales de los grupos guerrilleros, y en este caso particular de las FPL, como el secuestro y muerte de personas a partir de fines económicos; los ajusticiamientos de personalidades relevantes en el campo del “enemigo”, como Francisco Peccorini Letona y Wálter Béneke, entre otros; y las propias acciones internas de despiadada eliminación, como las que se dieron bajo el mando de Mayo Sibrián, en forma de “limpieza de infiltrados”. Llegará el momento en que habrá que contar toda la historia, ya sin las cargas de emotividad y apasionamiento que el tiempo se encarga de convertir en rescoldos y luego en cenizas; y para eso se requerirán sin duda testimonios múltiples. También se extraña en estas memorias un tratamiento más pormenorizado del proceso de paz, que en todo caso fue mucho más que una estrategia de lucha, como los hechos han venido demostrándolo de manera fehaciente.
Ninguna guerra puede ser reducida a una cruzada, porque precisamente las guerras se dan cuando las condiciones hacen aflorar lo más primitivo de la naturaleza humana; y por eso las “justicias” de los vencedores son casi siempre las mejores aliadas de la perversión. En nuestro caso, por la vía de la imposibilidad de ambas partes para alzarse con la soñada victoria militar o al menos el armisticio sustitutivo —que, digan lo que digan unos y otros, estuvieron acariciando hasta el último minuto, ya cuando la campanada de las doce deshacía el “encanto” del anhelado triunfo unilateral—, en nuestro caso, repito, la solución sin vencedores ni vencidos, ejemplar como ninguna otra posible, les abrió los espacios a la armonía y a la memoria.
En otra oportunidad escribí: “Toda guerra es un ejercicio de crueldad llevada al límite. Hay crímenes imperdonables en uno y otro bando, más allá de la frialdad de los números estadísticos, y por consiguiente hay culpas que siempre estarán vivas, aunque la necesidad básica del proceso les inyecte el antídoto del olvido jurídico llamado amnistía. En la solución con vencedores y vencidos; es decir, en la solución militarizada, el vencedor pretende borrar sus crímenes y desvanecer sus culpas a costa del vencido. En la solución sin vencedores ni vencidos, los crímenes y las culpas quedan ahí, como el espejo de lo que nunca hay que repetir, y la amnistía eventual es sólo el procedimiento para hacer posible que la participación irrestricta de los actores de la solución en el proceso de saneamiento subsiguiente vuelva irreversible el esfuerzo cuajado. Sólo así es factible darle garantías elementales al ejercicio de la armonía”.
Una de las grandes ganancias de este proceso, en el que la racionalidad histórica nos está haciendo participar a todos, es la apertura de las opciones de futuro, que es lo que no hubo durante tanto tiempo. Y, al estar moviéndonos en la atmósfera de la lógica democrática, podemos imaginar, promover y proyectar distintas visiones de ese futuro abierto. Leonel, en el capítulo final de su autobiografía, presenta la suya, determinada desde luego por su aspiración actual como candidato.
En realidad vamos, “a tragos y rempujones”, construyendo la paz nacional, ya no alrededor de una pequeña mesa, sino en torno de una realidad multiforme. Más allá de las coyunturas, alternativas y vicisitudes del dinamismo político, están las vidas de los seres humanos, sus necesidades y aspiraciones, sus esperanzas y sus sacrificios. Nadie tiene en su poder el llavero de las soluciones. La Historia, con mayúscula, ya no está en ningún camarín ideológico: hoy anda por las calles y los caminos, con h minúscula, como debe ser al tratarse de la experiencia humana por excelencia. Y saluda a unos y a otros —es decir, a la inmensa variedad de lo humano viviente y trajinante— con la naturalidad que hacen posible estos tiempos en que se van disolviendo casi todas las fronteras.
Estamos en trance de memoria. Memoria que es más que recordar: hacer recuentos. En otras épocas del país, la tendencia era a poner frente a la “historia oficial” una contrahistoria denunciadora. Ambas acababan siendo caricaturas de lo real. Muchos siguen atados a esa disyuntiva, porque desprenderse de las formas mentales convertidas en camisas de fuerza intelectual es lo más difícil que hay. El desafío es reconocer lo que somos, entender lo que hacemos, definir lo que quisiéramos, y en un mismo plano: el de los hechos como tales. Ese desafío es una de las fuentes salutíferas de la democracia.
Miembro de la Comandancia General del FMLN histórico —el que hizo la guerra y la paz, y que no pudo hacer el tránsito hacia el rol partidario a partir del entendimiento entre sus dos fuerzas principales, las FPL y el ERP—, Leonel González venía de una pequeña población entonces casi rural. Lo menciono para tratar de entender mejor la forma de ser de este hombre que, desde su reticencia a la figuración que de seguro le hizo muy llevadera la clandestinidad, ha sido uno de los protagonistas del drama nacional de nuestro tiempo. Su autobiografía, que lleva un título sorpresivamente poético, “La vida se hace de sueños”, da la impresión de que reúne dos voces distintas: la de Leonel González y la de Salvador Sánchez Cerén. La primera más suelta; la segunda más convencional. Leonel González tiene muchas más cosas por decir, y algún día Salvador Sánchez Cerén le permitirá hacerlo. O viceversa. Ese es dilema interior. La historia se hace también con la solución de semejantes dilemas.

Realizan homenaje a sindicalista Julio Cesar Castro Belloso

AYUTUXTEPEQUE, 2 de febrero de 2008 (SIEP) La celebración del cumpleaños de la revolucionaria Julita Ramirios se transformó en un homenaje a su esposo, dirigente sindical del Partido Comunista de El Salvador, PCS, asesinado el 11 de enero de 1982.

Entre los asistentes al cumpleaños se encontraban dirigentes sindicales de diversas épocas, integrantes de la organización histórica Fraternidad de Mujeres, de Mujeres Radicales Cuscatlecas, de la Iglesia Luterana Popular, quienes agasajaron a la cumpleañera y recordaron a muchos líderes y militantes caídos en la lucha.

“Yo puedo hablar de Julio Cesar Castro Belloso porque lo conocí –intervino Blas Escamilla, de 97 años, conocido como “el campeón de los exilios-”y doy testimonio público que fue un gran dirigente sindical y militante de nuestro heroico Partido Comunista…”

Por su parte, Alcides Membreño recordó que “fue en 1959 que a “El Oso” que era dirigente de la CGTS en Santa Ana, el partido lo traslada para San Salvador, para que se incorporara a las batallas que dimos para derrocar a Lemus, y luego ya se quedo aquí, venía del sindicato de la construcción…”

Julita agradeció a los asistentes “porque es bonito que nos reunamos y que nunca olvidemos a aquellos que dieron su vida por la liberación de este pueblo que sigue luchando…les agradezco mucho y también por recordar a Cesar, mi esposo y compañero de muchos años.”

Celebraran cumpleaños de veterana dirigente sindical Julia Ramirios

SAN SALVADOR; 29 de enero de 2008 (SIEP) “Julia Ramirios es un ejemplo de firmeza revolucionaria, una mujer que dedicó su vida a la lucha por la liberación del pueblo salvadoreño” expresó el Rev. Roberto Pineda de la Iglesia Luterana Popular de El Salvador.

Agregó que “Julita desde muy joven se incorporó a lucha de este pueblo contra la dictadura militar y mañana cumplirá 74 años y un grupo de amigos y amigas vamos a celebrárselos. Se merece eso y más por su lealtad a la causa popular.”

“Julia Ramirios ingresó al Partido Comunista en 1962, luego de participar activamente en el movimiento sindical, incluso estuvo en la fundación en 1948, del Sindicato de Panificadores, al cual luego se integró. Participó en las jornadas populares que llevaron al derrocamiento del dictador Lemus.”

“Fue parte de la Columna de Mujeres que integraron el FUAR, que eran en su mayoría las de Fraternidad de Mujeres. Fue fundadora de la FUSS junto con su esposo, el reconocido dirigente sindical y militante comunista Julio Cesar Castro Belloso, asesinado en 1982.”

“Durante la guerra, Julita visitaba las cárceles y valientemente colaboró con el Comité de Presos Políticos de El Salvador (COPPES) así como fue de la directiva del Comité de Padres y Madres de Estudiantes de la UES, que defendía la autonomía del Alma Mater.”

“La vida de Julita ha sido una vida dedicada a la revolución y al socialismo. En su sonrisa se refleja la seguridad del triunfo de las ideas de justicia social y solidaridad entre los pueblos que luchan contra el imperialismo. ¡Que Dios la bendiga por su vida que se derramó por los demás!