Apuntes de: “Crónicas para desmemorias de la Comandancia General”

Apuntes de: “Crónicas para desmemorias de la Comandancia General”

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Prefacio
¿Porqué una revolución a color?
Siempre me ha parecido en extremo difícil que la historia recoja con exactitud los hechos, el contexto y el peso de los personajes que la protagonizaron. Pienso que siempre hay pecados de omisión o veracidad, aun cuando se escriba como resultado de una rigurosa investigación histórica. Generalmente, los seres humanos nunca estamos de acuerdo ni siquiera con la lectura e interpretación de lo que está ocurriendo en el presente y, por lo general, damos por hecho o atribuimos a quienes están sometidos a la luz pública cosas que jamás han sido comprobadas, ni se sabrá nunca si fueron o no verdad.
En una ocasión, Hernán Vera, Maravilla, que gozaba de una poderosa narrativa, contaba con lujo de detalle en la cocina del campamento de la Comandancia en Morazán, los combates que él había cubierto con su cámara. Rolando Julián, uno de los jefes que había participado, le dijo: “Yo estaba allí, pero contado por vos suena mucho más emocionante”.
Escribir la historia del Sistema Radio Venceremos1 es, por lo tanto, una odisea. Este libro representa un esfuerzo en esa dirección, digno de reconocer, y es bueno escribirlo antes de que los que la vivimos perdamos la memoria o desaparezcamos del mapa sin dejar registro de lo que recordamos, lo cual, en todo caso, será lo que más se aproxime a la historia real.
Dicho lo anterior, agradezco a Gustavo Amaya su invitación a escribir algo para este libro, que recoge en forma testimonial la vivencia y lo que guardan en su memoria muchos de los que, al igual que se aprendió a combatir combatiendo, aprendieron a hacer comunicaciones comunicando, o de los que sabiendo algo hicieron de todo, empeñando su creatividad, su valentía, su audacia, su sentido del humor, su capacidad de agitar, conmover, motivar, moralizar, analizar o, dicho de otra manera, los que pusieron su empeño en hacer la guerra a través de las comunicaciones, hasta llevarla a buen término.
No todos los que participaron y dieron su aporte en las más diversas tareas de las comunicaciones dan su testimonio en este libro, pero es una recopilación bastante completa que hace honor al trabajo de todos. Da gusto que así sea, pues en la guerra aprendimos que nadie puede lograr nada solo. Por eso la solidaridad encontró su mejor lugar y momento en aquellas circunstancias. Se sabe que el que escribe lo hace desde su propia vivencia o perspectiva, pero muchos libros de los escritos hasta ahora sobre la guerra insurgente de El Salvador pecan en exceso de protagonismo, al punto tal que se vulnera su propia credibilidad.
Cuando uno recuerda la compleja organización del trabajo que existía en la guerra y la capacidad de los combatientes para identificar la importancia de las comunicaciones y el respeto y cariño que les tenían a quienes las hacían, reconociendo el valor del trabajo intelectual, concluye que, sin saberlo, hicimos un extraordinario ejercicio de trabajo en equipo.

¿Quiénes fueron los hombres y mujeres que desde el más impresionante y diverso quehacer colectivo hicieron posible aquel esfuerzo comunicacional? Aunque es imposible mencionarlos a todos, gracias a la recopilación que en una de sus partes presenta este libro, los nombres de casi todos quedan desde ahora registrados para la historia.
Micrófonos, guitarras, cámaras, lapiceros, papel, impresores, cintas, transmisores, enlaces y todo cuanto fuera necesario para que los comunicadores hicieran su trabajo, tuvieron en el ERP un tratamiento logístico sólo comparable al de las armas. También este libro recoge algunos testimonios de quienes desde las estructuras logísticas se arriesgaron e hicieron toda clase de artificios para que cada cosa estuviera en su lugar “justo a tiempo”.
Escribir o hablar del Sistema Radio Venceremos es referirse a un fenómeno comunicacional del que hay contadas experiencias en la historia de los movimientos guerrilleros. Es muy difícil que algo similar hubiera ocurrido fuera de aquel contexto histórico que vivía el país y fuera del seno del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una de las cinco y más grandes organizaciones del FMLN que, junto con el FSLN de Nicaragua y el M19 de Colombia, constituye en América Latina una de las tres guerrillas modernas, innovadoras y con identidad propia, que rompieron patrones en el orden comunicacional y de estrategia política y militar. El resto de insurgencias eran conservadoras o fueron derrotadas sin lograr transformaciones para sus países.
El ERP nació como una organización insurgente, rupturista respecto a la izquierda comunista y a las insurgencias conservadoras, que se concebía dando rumbo al desenlace de la “situación revolucionaria” que vivía el país. Esta definición, que ahora puede parecer simple, encerraba el nacimiento de una izquierda no aferrada a la ideología sino a la realidad, que en su momento usó el marxismo leninismo como herramienta para entender la situación que vivía el país, en este caso, la existencia de una crisis de poder. Esto último quedó reflejado en las primeras producciones teóricas escritas por Rafael Arce Zablah, El grano de oro y Fascismo y revolución, en 1975. Hubo otras elaboraciones igualmente importantes, entre ellas: ¿Es tu arma el voto?, escrita antes del fraude electoral de 1972, y un documento que dio base a las zonas de control que se convirtieron en retaguardias guerrilleras 2.
Así, los factores que explican el desarrollo del fenómeno comunicacional que tuvo lugar en el ERP se pueden resumir en las características del grupo original que lo fundó, en el contexto histórico que vivía el país, en la superación de las condiciones adversas del territorio para el surgimiento de una guerrilla y en las características y el papel de su liderazgo.

Los fundadores
Los integrantes del grupo original del ERP fueron expresión de las condiciones históricas que vivía el país. Ninguno de ellos procedía del Partido Comunista. No se declararon rebeldes por definición ideológica, más bien sus influencias respondían a las nuevas corrientes de izquierda que se manifestaban en otras partes del mundo. En su mayoría eran jóvenes de clase media, procedentes de organizaciones juveniles democratacristianas de la época, activos en las organizaciones estudiantiles universitarias, destacados por su alta calidad académica, con nexos con en el movimiento de Mayo del 683. En suma, un grupo que nació rompiendo con la izquierda ortodoxa plegada a Cuba y la Unión Soviética, lo que sin duda influyó en que después, como una manera de expresar su no alineamiento con esas corrientes, transitaran por momentos de proclamación y discurso prochinos.
Las ideas de este grupo sentaron las bases del pensamiento estratégico del ERP. La búsqueda de definiciones de corto plazo, la política de alianzas y la plataforma democrática de gobierno fueron ideas originadas en el grupo, al igual que las relaciones con sectores de la iglesia y con militares progresistas, con quienes se pretendía una definición de corto plazo por la vía del golpe de estado con apoyo insurreccional. El Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), que en aquel entonces representaba la más fuerte organización de “masas”, fue también resultado de la visión de este grupo, que concebía tal esfuerzo dentro de un planteamiento insurreccional. Con estas raíces en su pensamiento, es fácil comprender por qué el ERP no adoptó la estrategia de Guerra Popular Prolongada ni la búsqueda de la dictadura del proletariado. Los ejemplos de las FARC de Colombia y de la guerrilla de Guatemala, ambos de corriente conservadora, nos indican cuán importante fue el aporte que este grupo dejó al país, cuyo resultado, de haber seguido patrones conservadores, habría sido de derrota en pocos años.
A estos jóvenes que dieron origen al ERP poco se les menciona en la historia de la guerra civil y menos aún se les reconoce su papel en la construcción de un pensamiento sin el cual no habría sido posible ninguna definición de ruptura del militarismo y avance democrático para el país. Entre ellos: Alejandro Rivas Mira, el líder del grupo, cuestionado posteriormente por las circunstancias que rodearon su salida del ERP; Ricardo Sol; Lil Milagro Ramírez; Eduardo Sancho; Carlos Menjívar; Jorge Cáceres Prendes, y Fabio Castillo, prominente figura intelectual de la época, quien fungió como rector de la Universidad de El Salvador y fue candidato a la Presidencia de la República.

El contexto histórico

[Máxima dirigencia del ERP, entre los que se encuentra Joaquín Villalobos, al centro.]

Máxima dirigencia del ERP, entre los que se encuentra Joaquín Villalobos, al centro.

A comienzos de los 70 era un hecho la división de poder dentro del régimen dictatorial y dentro de la sociedad. Militares constitucionalistas conspirando al interior de la Fuerza Armada y alzándose contra el fraude electoral del 72; industriales y terratenientes divididos por el modelo económico a seguir; un sector de los militares, con el presidente Molina a la cabeza, promoviendo a la Unión Comunal Salvadoreña en apoyo al proyecto de reforma agraria; y otro, a la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN), de corte fascista; la iglesia fraccionada entre conservadores y afectos a la teología de la liberación; creciente organización campesina motivada por las corrientes renovadoras de la iglesia; movilización de sectores medios procedentes del magisterio, de las universidades y de los institutos de educación media; y multitudinario arrastre popular del principal partido político de oposición, la Democracia Cristiana, y la coalición electoral de la cual formaba parte: la Unión Nacional Opositora (UNO).
El vacío de poder era claro y el agotamiento de la vía electoral como recurso para sustituir al régimen militar, también. No obstante, el Partido Comunista adversaba la lucha armada y la calificaba como una pretensión aventurera de grupos pequeño burgueses manipulados por la CIA. Las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) ―que bajo el liderazgo de Salvador Cayetano Carpio se habían separado del Partido Comunista, no por razones ideológicas sino por razones de estrategia―, habían optado por la lucha armada, pero bajo el esquema de Guerra Popular Prolongada, es decir, bajo la lógica de preparase y acumular fuerzas para cambiar el sistema, indistintamente de lo que estuviera ocurriendo en la realidad del momento. Carpio mantenía su admiración y afinidad ideológica con la Unión Soviética, de hecho, la bandera de las FPL era una copia de la de aquel país, con la hoz y el martillo estampada sobre el lienzo rojo.
El ERP―que se nutría con nuevas incorporaciones, entre ellas, la del grupo de Rafael Arce Zablah y Joaquín Villalobos―, estaba en la lucha armada con la crisis de poder en la mira y con ideas de definición en el corto plazo, con enfoque de aprender la lucha guerrillera haciéndola y, no obstante su retórica radical, de trabajar en el plano de las más amplias alianzas, incluyendo a militares progresistas, y de construir un amplio movimiento popular capaz de conjugar fuerzas dentro de una estrategia insurreccional. Así, el ERP nace y se desarrolla pegado a la realidad, rompiendo esquemas y contraponiéndose a la izquierda tradicional y conservadora.

La lucha guerrillera contra todo pronóstico
El Salvador no era un lugar concebible para el nacimiento y desarrollo de una guerrilla. Con 21,000 kilómetros cuadrados de territorio; con la mayor densidad poblacional de América Latina; sin profundas montañas escabrosas; con una estructura administrativa de 14 departamentos y 262 municipios, todos accesibles; y con alrededor de 150,000 hombres entre cuerpos de seguridad, ORDEN4, patrullas del servicio territorial5 y ejército dislocados en todo el territorio, era muy difícil pensar que un movimiento insurgente tendría futuro. Y, en efecto, no cualquier estrategia podía ser exitosa. Los territorios de la guerrilla primero fueron conquistados políticamente a través de la organización campesina y luego fueron conquistados militarmente.
La ofensiva de enero de 1981 ocurrió tarde, cuando las condiciones insurreccionales habían pasado, luego del asesinato de Monseñor Romero y fuertes golpes a las organizaciones populares. No obstante, el ERP mantuvo un intenso debate con el Partido Comunista y las FPL para persuadirlos de la realización de la ofensiva. La RN6 estaba de acuerdo con dicha ofensiva, pero los resabios dejados por la división con el ERP impidieron que ambos conjuntaran fuerzas y recursos. Finalmente, el acompañamiento insurreccional de la población no se dio, pero el esfuerzo desembocó en la construcción de los frentes guerrilleros y en la conquista militar de los territorios. No hubo victoria insurreccional, pero nadie puede negar que aquella ofensiva sentó las bases de la guerra civil que se prolongó por más de una década.

El papel del liderazgo
Existe una discusión acerca de si es el contexto histórico o el liderazgo lo que determina el curso de los acontecimientos y se puede decir que son ambos, pues un dirigente, fuera de la oportunidad que ofrecen las circunstancias, no es nada, mientras, estas últimas sin un liderazgo, no conducen por sí mismas a resultados. Quienes tienen madera para ser líderes, son empujados por las circunstancias y ese es el caso de Joaquín Villalobos quien, después de Rivas Mira, asumió el liderazgo del ERP en 1977.
Joaquín no era un hombre previsible. Era rupturista de esquemas, heredero del pensamiento del grupo original del ERP y con mucha visión de futuro. Fue jefe de un contingente con el que guardaba grandes afinidades y resulta lógico pensar que eso obedecía a que, en el camino de la construcción de una organización, desde el liderazgo se va transmitiendo un estilo y se va creando una cultura capaz de atraer a determinado tipo de gente que se acopla, por lo general, perfectamente con ella.
No creo posible el desarrollo del fenómeno comunicacional que tuvo lugar dentro del ERP sin el liderazgo de Joaquín. En su pensamiento, el efecto comunicacional en los diferentes planos de la estrategia tenía una importancia de primer orden. Para él era inconcebible una operación armada sin su correspondiente efecto mediático. Mantuvo la idea de llevar a cabo operaciones simultáneas para comunicar fuerza desde la época de la guerrilla urbana hasta las ofensivas que, finalmente, dieron lugar al cambio en la correlación de fuerzas que hicieron posible la firma de los Acuerdos de Paz. Un hecho que sintetiza a cabalidad su visión fue la operación contra el helicóptero en el que el coronel Domingo Monterrosa, 7 junto a otros altos mandos militares, intentaban sacar de Morazán su supuesto trofeo de guerra: el transmisor de la Radio Venceremos. En esta operación, en la que murieron todos los tripulantes, se mezclaron tanto la habilidad táctica y de inteligencia en su diseño, como la tremenda obsesión del coronel por acabar con la Radio Venceremos, e incluso, el uso de esta última dentro de la estratagema, lo cual implicó silenciarla para hacerle creer que en efecto había capturado el transmisor.
El enfoque estratégico que Joaquín le imprimió a las comunicaciones fue lo que permitió articular los recursos humanos, logísticos y creativos necesarios. Pero no se limitó al plano estratégico: incursionaba en lo concreto y lo hacía trabajando en equipo. Las ideas tenían su recorrido antes de concretarse. Podía comenzar la discusión con sus compañeros de dirección o simplemente ir a parar con el equipo de producción de la Radio Venceremos para discutir un editorial, una transmisión que debía acoplarse justo al inicio de una operación militar o la producción de una “novelita”, espacio de sátira tan preciado por todos durante la guerra. Los comunicadores fueron siempre parte de su equipo de trabajo, por eso, durante la guerra, la Comandancia y Radio Venceremos compartieron siempre campamento y, por eso mismo, cuando se abrió el esfuerzo negociador, Joaquín salió de Morazán para Nicaragua con todo y el equipo de producción de la Radio Venceremos.
En la visión de Joaquín era pecado aburrir a la gente. Las comunicaciones debían atraerla y cautivarla, debían motivar la moral de combate de los guerrilleros, legitimar la lucha frente a propios y terceros, y, por supuesto, desestabilizar al “enemigo”. Quizás esto explique por qué en la férrea etapa de la lucha clandestina en las ciudades, en vez de usar capuchas se optó por mostrar fotografías con rostros que conectaran con la gente; por qué en el programa de Radio Venceremos que acompañó la ofensiva del 89 sonó “El submarino amarillo” de Los Beatles, o por qué la sátira radial estuvo acompañando siempre las debilidades y los peores momentos del “enemigo”.
El ERP fue la organización militarmente más combativa, la políticamente más flexible, la comunicacionalmente más creativa y la que le apostó a la paz sin ánimo de revancha. Es posible concluir entonces que el Sistema Radio Venceremos hizo una revolución en color que sólo pudo tener vida en aquel contexto de la historia y dentro de aquella organización rupturista, joven, innovadora y bien liderada para la que el drama de la guerra se conjugó con la alegría, el entusiasmo y el ánimo de conquistar un país mejor. El llanto, el odio, la venganza, el resentimiento y la victimización que dominaban la cultura de la izquierda latinoamericana, y en parte de la salvadoreña, no marcaron el pensamiento ni la actuación del ERP. Aquellos personajes que dirigieron o apoyaron la dirección del esfuerzo eran hijos bien nacidos dentro del ERP. Quien quiera encontrar un “cuadrado”8 entre ellos, fracasa aún hoy en día; y aquellos que materializaron cada fotografía, cada milímetro de videocintas, cada película editada, cada revista, cada afiche, cada texto, cada programa radial, cada teatrillo, cada canción se cuentan entre los seres afortunados de este país que pudieron vivir, crear y dar el mejor de sus esfuerzos dentro de una amplia posada que se dio en llamar ERP. No miento si digo que muchos de ellos, por “locos”, por irreverentes o por ingeniosos, habrían sido expulsados―para hablar del castigo menor―, dentro de otra organización de estrechos y rígidos marcos ideológicos. En el ERP todos ellos no sólo no corrieron riesgos sino que, por el contrario, nadaron como pez en el agua, fueron queridos, reconocidos y respetados, y se constituyeron en personajes históricos.
Es un honor para todos dejar un legado histórico que ayude al país a mirar hacia atrás para construir un mejor futuro; generaciones venideras sabrán y aprenderán de la épica lucha que transformó a El Salvador recreándose en las miles de fotografías, en los centenares de programas radiales grabados, en las películas producidas ―algunas de ellas merecidamente galardonadas―, en las revistas, en la canción, en los artículos y polémicos ensayos, en fin, en una historia que se pensó en su momento, y muy bien, debía ser comunicada en vivo, en blanco y negro, y en colores.

Mercedes del Carmen Letona, Luisa

1. El surgimiento de una guerrilla
1.1. Orígenes del PRS-ERP
El 2 de marzo de 1972 es una fecha que tiene una doble implicación: En primer lugar, se trató de una acción militar —la “recuperación” de armamento de manos de elementos de la Guardia Nacional frente al Hospital Bloom de San Salvador por un comando del PRS-ERP—, que fue, a su vez, la primera acción pública de un grupo guerrillero en El Salvador. A partir de ese entonces, se dejaba asentado que había guerrilla en El Salvador. Semanas después, el otro grupo guerrillero existente en ese momento, las FPL, harían también su aparición en la escena pública.
En segundo lugar, la acción del Hospital Bloom fue diseñada cuidadosamente para que tuviera un impacto mediático. Los miembros del comando no se limitaron a hacer la acción militar en sentido estricto, sino que dejaron regadas copias del Comunicado número 1 del PRS-ERP, un texto sumamente breve, con consignas como “¡La paz para los ricos ha terminado! ¡La guerra de los pobres ha comenzado!”. Era el aldabonazo que anunciaba el inicio de un nuevo momento histórico en el país, cuya culminación sería la guerra que terminaría dos décadas más tarde. La modalidad de la acción citada es una síntesis de la concepción del ERP sobre la lucha político-militar: toda acción militar debe tener impacto político y ello sólo se garantiza en la medida en que esté asegurado el impacto mediático.
El 2 de marzo de 1972 no es, rigurosamente, la fecha de fundación del PRS-ERP. Los orígenes de la organización se remontan hasta la década de 1960. Podemos identificar varias vertientes político-militares que convergieron en el objetivo común de llevar a cabo la lucha armada, desmarcándose tanto de la estrategia electoral del Partido Comunista, como de la concepción de “guerra popular prolongada”, que tomó cuerpo en las Fuerzas Populares de Liberación (FPL). Estas vertientes son El Grupo, integrado por elementos radicalizados de la democracia cristiana (y que fueron los responsables de la acción del 2 de marzo de 1972); un grupo de estudiantes de Áreas Comunes de la Universidad de El Salvador (UES) que formó los Comandos Organizadores del Pueblo (COP); un colectivo de militantes que procedía de la Juventud Comunista, y un grupo identificado como Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT).
El Grupo. La operación del 2 de marzo se da después del fraude electoral del partido oficial contra la Unión Nacional Opositora (UNO), alianza electoral integrada por el Partido Demócrata Cristiano (PDC) que contaba con el más amplio respaldo popular, el socialdemócrata Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), y la Unión Democrática Nacionalista (UDN), frente abierto del Partido Comunista de El Salvador (PCS). La requisa de armas a los guardias del Bloom era una de dos operaciones que tendrían lugar en la misma fecha y hora contra distintos objetivos, pero una se frustró. No obstante, en el plan se manifestó por primera vez lo que en adelante se constituiría en parte esencial de la doctrina militar del ERP – la simultaneidad de las operaciones – orientada a producir un impacto político y mediático superior.
La operación desató la más brutal campaña de persecución que se haya conocido en la historia de la guerra. La fotografía de Carlos Menjívar, quien tuvo a su cargo la operación, apareció en afiches pegados a los postes de alumbrado eléctrico y se mantuvo en los periódicos por varios días. Eduardo Sancho, en Veredas de la audacia, afirma que “el grupo que participó en la acción del hospital llevaba como jefe a Carlos Menjívar (caído ese año a causa de una explosión accidental, muriendo en el Hospital Militar), el maestro Gilberto Orellana y el poeta Alfonso Hernández ‘Gonzalo’ (ambos caídos también) y una ex compañera de seudónimo ‘Julia”. 9
La operación del Bloom fue responsabilidad de El Grupo, tal como se les conocía a quienes lideraban la organización que en aquel momento nacía a la vida pública con el nombre de Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Sus integrantes, encabezados por Alejandro Rivas Mira, fueron Jorge Cáceres Prendes, Ricardo Sol, Lil Milagro Ramírez, Eduardo Sancho y otros cuadros que procedían de la Democracia Cristiana. En palabras de Mercedes del Carmen Letona “eran jóvenes de la más alta calidad intelectual, destacados por su nivel de desempeño académico, con referentes alejados de la corriente comunista tradicional y más bien influenciados por movimientos como el de Mayo 68 y los chinos”. También estuvo vinculado a El Grupo el médico Fabio Castillo10 , un intelectual de izquierda que había sido candidato a la presidencia de la república por el Partido Acción Renovadora (PAR) —frente electoral en el que actuaba el PCS— en las elecciones de 1966 y rector de la Universidad de El Salvador entre 1963-1967. Durante la guerra honduro-salvadoreña, Castillo fue una de las pocas voces que, dentro de la izquierda legal, manifestó abiertamente su rechazo a apoyar al gobierno salvadoreño en su aventura militar contra el país vecino. “Algunos de ellos habían viajado a Chile y Uruguay y se habían nutrido del pensamiento revolucionario del sur”, explica Jorge González, Rodrigo, uno de los fundadores del ERP.
La requisa de los fusiles a los guardias nacionales del Bloom, que fue la primera operación armada realizada por un grupo guerrillero en El Salvador, fue reivindicada mediante un comunicado que proclamaba “El poder nace del fusil”, y su consigna final era “La paz de los ricos ha terminado, la guerra del pueblo ha comenzado”. El mensaje político después del fraude electoral era fuerte y claro; y la primera frase y otras más invocaban el pensamiento de Mao Tse –Tung, en contraposición a la línea política de la Unión Soviética.
Poco se habla de los integrantes de El Grupo, pero en realidad representan la raíz de un pensamiento que propició el ambiente para captar entre sus filas a jóvenes capaces de construir una fuerte organización alejada de la ortodoxia. El Grupo heredó las ideas de búsqueda de la definición de la toma del poder en el corto plazo y heredaron una estrategia de alianzas con los más diversos sectores, entre ellos militares constitucionalistas a quienes se les veía como factores clave, articulados dentro de una estrategia insurreccional. Esas ideas cuajaron en la creación del Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), que en aquel entonces representaba la más amplia organización popular nacida como frente abierto del ERP y que luego de la escisión del 75 quedó conducido por la RN. De igual manera, estas concepciones de El Grupo dieron origen a los planteamientos de conformar el Gobierno de Amplia Participación. Con esa línea de pensamiento, muy pegada a las ideas de actuar en la coyuntura en la búsqueda de definiciones, la vocación comunicacional era inherente a la acción y sus formas muy diversas. Alejandro Rivas Mira había estado becado en la República Federal Alemana. Fue primer ingreso a la UES cuando entró a estudiar, al igual que Rafael Arce Zablah. Primer ingreso quiere decir que fueron estudiantes destacados en bachillerato —se dice que Rivas Mira fue Primer Bachiller de la República— y que entraban automáticamente a la universidad, la cual tenía requisitos de ingreso muy estrictos.
Alejandro era de la dirección del movimiento estudiantil de Mayo del 68, con Daniel Cohn-Bendit —dice Rodrigo—. El valor de su grupo es [que trasladó a El Salvador] el tipo de debate de la izquierda europea de aquel momento. […] Se va desarrollando un concepto, una forma de analizar las cosas. Incluso, en las escuelas políticas nuestras, la formación era a partir del debate político, no a partir de un panfleto que hubiera que memorizarse.
Esto, según Rodrigo, habría originado un estilo de análisis y de trabajo que procuraba “buscar acuerdos políticos”, a través de la discusión, dejando de lado “la discusión ideológica”, que, a su juicio, origina callejones sin salida por cuanto cada cual sostiene sus principios ideológicos y los defiende como sea. Algo de esto haría falta en varios momentos de la historia política que vendrían posteriormente.
Los Comandos Organizadores del Pueblo (COP). A fines de la década, se había formado en la Universidad de El Salvador el llamado Comité de Representantes de Áreas Comunes (CRAC), en el que estaban Rafael Arce Zablah y Joaquín Villalobos. Se debatía en el ambiente el tema de la reforma universitaria “que sería financiada por la USAID”, lo que provocaba recelos en algunos sectores. En la UES había representantes de toda la izquierda, armada o legal. Estaban estudiantes como Felipe y Virginia Peña. El CRAC comienza a debatir la posibilidad de actuar políticamente fuera de la universidad. Rodrigo narra: “Empezamos a vincularnos muy fuerte a organizaciones campesinas en aquella época. Empezamos a organizar jornadas de capacitación con ellos sobre la realidad nacional, y convocábamos a dirigentes campesinos. Nos ayudaron en esto muchos sacerdotes progresistas”, lo que permitió la vinculación de los estudiantes con las organizaciones campesinas, relacionadas, en sus orígenes, con el trabajo pastoral. El interés de los sacerdotes era que los estudiantes les dieran formación a los dirigentes campesinos. Rodrigo explica que partieron del método pedagógico de Paulo Freire, de educación participativa, “el cual va a la raíz de los problemas siempre”.11 El método estaba muy en boga en ese entonces. “Los campesinos salían enojadísimos. ‘Esto es lo que nos están haciendo’, decían. Salían impactados de las capacitaciones […] De esta manera, hicimos mucho trabajo político con campesinos en Opico. Ahí estaba el padre [Alfonso] Navarro como párroco —después lo asesinaron—; en Suchitoto, con los curas Alas”.12
Rodrigo afirma que desde ese momento mantuvo un vínculo con las comunidades campesinas con las que trabajaba —Opico, Suchitoto y San Miguel—. En esas capacitaciones participaban los hermanos Peña, Villalobos y Arce Zablah, así como el propio Rodrigo. En este momento, asegura, aún no estaban vinculados con las que serían sus futuras organizaciones —las FPL y el ERP—. Este es el momento del origen de las organizaciones político-militares salvadoreñas.
Esta generación de jóvenes universitarios también participó en el debate más importante de la izquierda latinoamericana en el siglo XX: el debate sobre la vía de la revolución. Una influencia importante para el rumbo que tomarían muchos de estos jóvenes provino de un grupo de profesores argentinos, exilados políticos, que vinieron a El Salvador a dar clases en la universidad. Se trataba de Daniel Slutzky, su esposa, Esther Alonso, y Jacobo Waiserfield. 13
Slutzky vino a El Salvador en 1967, invitado por el entonces rector, Fabio Castillo. Según el sociólogo argentino: “Yo, en la época de ‘los bastones largos’ en el 67 con la dictadura de Onganía ya había salido al extranjero, había estado en Centroamérica, había sido director de un Departamento de Ciencias Sociales, o sea había trabajado ya en El Salvador como director del Departamento de Ciencias Sociales del año 1967 al año 1971”. 14
La historia personal de Slutzky —autor de La guerra inútil, estudio socio-económico de la guerra honduro-salvadoreña de 1969— está marcada por las épocas de horror de las dictaduras de su país. El sociólogo fue secuestrado por las fuerzas militares argentinas con su esposa Esther Alonso del 19 de octubre al 5 de noviembre de 1976. También padeció la desaparición forzada de su hermano Leonardo, a principios de la dictadura de la Junta Militar encabezada por el general Videla, el 22 de junio de 1977. 15 Un contingente de “fuerzas especiales” irrumpió en su vivienda en La Plata y lo secuestró. Fue torturado en el centro de detención La Cacha, por un agente policial identificado como El Oso. Leonardo era médico y años atrás militó en la guerrilla peronista. Para el momento en que lo secuestraron, ya no tenía nexos con Montoneros, pero en el clima de persecución generalizada que se instauró en la Argentina a partir del 24 de marzo de 1976 —fecha en que inicia el llamado proceso, esto es, la dictadura militar que se prolongó hasta 1983—, se persigue a toda aquella persona sospechosa de tener el menor vínculo o la menos simpatía con los grupos armados de izquierda —que para esa fecha habían entrado a una fase de recesión.
Fue médico de un movimiento —dice Slutzky sobre su hermano desaparecido—que no llegó a ser un movimiento armado pero pretendía ser un movimiento armado en los años 67, conocido acá en la Argentina como el grupo de Taco Ralo que en la zona de Tucumán se estaba preparando, pero no llegó a tirar ni un tiro, él era el médico de ese grupo, no era un militante armado, por eso este grupo cayó y estuvo preso él del 67 al 71. No salió con la amnistía, salió incluso antes de la amnistía que dio el gobierno de Cámpora. Lo que sí quiero recalcar es que al momento de la desaparición él no tenía ninguna militancia, había pasado unos cuantos años en la cárcel, estaba dedicado a su trabajo de médico y con mucho apego a sus hijos que él no había podido ver, bueno lo íbamos a ver ya que estaba preso en la Unidad N°9 varios años. Pero estaba dedicado a su tarea de médico y a su vida familiar. 16
De vuelta a El Salvador a principios de los 70, las enseñanzas de estos maestros argentinos influyeron de manera muy importante a los dirigentes universitarios. “Nosotros nos nutrimos de muchas influencias”, rememora Rodrigo, quien narra cómo por la Universidad de El Salvador, pasaron activistas, dirigentes o cuadros intelectuales de movimientos mexicanos, colombianos, brasileños —como Theotonio dos Santos, el autor de la Teoría de la dependencia. La discusión con estos elementos les permitió tener una perspectiva más amplia de la problemática que estaban enfrentando. También recuerda, por ejemplo, haber sostenido una discusión prolongada con un militante mexicano, Ignacio Salas Obregón, cuyos orígenes políticos se remontan a Los Procesos, grupo cristiano radicalizado que participó en la lucha armada en su país. Salas Obregón perteneció al grupo armado llamado Liga Comunista 23 de Septiembre, a principios de la década. De vuelta a México, fue capturado por la policía el 25 de abril de 1974 y asesinado en el cautiverio.
El grupo procedente del CRAC, según el testimonio de Rodrigo, se vinculó con una organización venezolana, las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), pertenecientes al Partido de la Revolución Venezolana (PRV), dirigido por Douglas Bravo. A juicio de Mercedes del Carmen Letona (Luisa), el nexo con el PRV lo hizo Alejandro Rivas Mira cuando se encontraba en Europa, donde conoció precisamente a Alí Rodríguez. En todo caso, este vínculo con Venezuela sería fundamental para la historia que se relatará en estas páginas. En la concepción insurreccionalista del ERP influyeron mucho las ideas de Rivas Mira y del planteamiento del PRV, que incluía una línea de “conspiración con el ejército […] para pegar un golpe y pasar a un proceso insurreccional a corto plazo”.
Otro nexo importante fue con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Guatemala, con la cual el ERP llevaría a cabo acciones conjuntas en ese país y en El Salvador. Esta agrupación, originalmente proveniente del CRAC, se denominaría Comandos Organizadores del Pueblo (COP).
El núcleo de los COP discutía, pues, con gente de primera línea. “Nosotros no nos formamos con Carlos Marx y Engels, ni con panfletos” —sostiene Rodrigo — “sino a partir de un debate muy fuerte con los movimientos de izquierda más avanzados del continente, de finales del 60 y principios del 70. Para el 70 ya estábamos bien claros de que no había otra alternativa. Nos dijimos: Hay que ver cómo salimos de este compromiso. Las discusiones se generan con la gente más cercana, en este caso, Villalobos, Arce y yo. Había otro compañero, Carlos Solórzano, en esos orígenes. Y luego integramos a otros muchachos en ese núcleo original, ya tomando la opción de la lucha armada”. 17
El núcleo inicial estable de los COP eran Arce Zablah, Rodrigo, Solórzano y Villalobos. A finales de 1970, Solórzano entabló vínculos con un grupo que tenía planteamientos similares, el de Alejandro Rivas Mira. Paralelamente, Felipe Peña y Cayetano Carpio ya estaban estructurando lo que devendría en las FPL.
Solórzano propuso la idea de dialogar con El Grupo. Las conversaciones tuvieron como resultado la integración de ambos agrupamientos.
Además de El Grupo y los COP, había otras dos agrupaciones que integraron el ERP, las cuales, al igual que las demás, conservaban su dirección y sus estructuras propias. Una de estas provenía de las filas del Partido Comunista y estaba dirigida por Vladimir Rogel, El Seco Humberto. En su grupo están Jorge Meléndez, Jonás; Sonia Aguiñada, Galia, y Alejandro Montenegro, Fox. Era un grupo de jóvenes muy radicalizados.
Aquí, el doctor Fabio Castillo jugó, al igual que en otras coyunturas históricas importantes, un papel clave. El grupo encabezado por éste, llamado Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT), que estaba integrado también por María Marta Valladares, conocida como Nidia Díaz, y Francisco Jovel, conocido como Roberto Roca, se desligó del ERP en poco tiempo para formar más adelante el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).
Hubo una separación momentánea entre El Grupo y los COP. Los COP redactaron un documento —“en el auditorio de Biología”, de la Universidad de El Salvador, especifica Rodrigo—, en el cual manifestaban su desacuerdo con ciertas operaciones militares efectuadas por el grupo de Rivas Mira, con lo cual decidían separarse, pero manteniendo la comunicación entre ambas agrupaciones. Una de las operaciones con las que discrepaban los COP con El Grupo fue el secuestro y ajusticiamiento de Ernesto Regalado Dueñas, el 20 de febrero de 1971. Sobre el particular, recuerda un amigo cercano de Regalado, el escritor David Escobar Galindo:
Ernesto Regalado Dueñas, secuestrado el 11 de febrero, apareció, asesinado, en las primeras horas del viernes 20 de febrero, cerca de la finca El Tazumal, en la calle a San Antonio Abad. Al día siguiente, el General Fidel Torres dio los nombres de los presuntos asesinos: los estudiantes Guillermo Aldana y Carlos A. Menjívar y alguien ´que huyó esposado´. Por su parte, Radio Habana, en un comunicado del 23 de febrero, dijo que los autores son ´jóvenes pertenecientes al Movimiento Social Cristiano, rama izquierdista del Partido Demócrata Cristiano, y miembros del Partido Comunista Salvadoreño, en una acción conjunta´. Se trataba de lo que después fue conocido como El Grupo, antecedente del Ejército Revolucionario del Pueblo. 18
Esta acción tuvo resultados negativos en contra de El Grupo, al cual “le capturaron casi a la mayoría de la gente”, dice el testimoniante y agrega que “otros se fueron y básicamente se quedó Rivas Mira con otro par de gentes”.
Por su parte, el COP siguió debatiendo sobre el tema de la vía de la revolución, en virtud de lo cual “se escribió un documento contundente contra la vía electoral, ¿Es tu arma el voto?”,19 en contra de las posturas mantenidas por el Partido Comunista de El Salvador (PCS). “Este documento es buenísimo, demoledor contra los procesos electorales”, añade.
Ambas agrupaciones se reunificaron a principios de 1973. En el ínterin, Rodrigo afirma haber mantenido el trabajo político en la zona oriental: “Llegué a tener un vínculo estrecho con dirigentes campesinos de oriente y nunca lo abandoné. Cuando volvemos a unificarnos con El Grupo, nos dividimos el trabajo”. En la estructura de los COP, señala, Villalobos quedó a cargo del trabajo en la capital, mientras que Arce Zablah se fue hacia Guatemala y él se fue hacia la zona oriental. Este relato se contrasta con aquellas versiones que indican que quien empezó el trabajo organizativo en dicha área geográfica fue Rafael Arce Zablah. Acerca de esos primeros esfuerzos organizativos del PRS-ERP, apunta Rodrigo:
Me eché mi mochila al hombro. Mi mochila era como uno de esos tambachitos que ocupaba Tom Sawyer, que agarraba un pañuelo, echa un calzoncillo, unos calcetines, un pantalón y le hace nudo. Así me fui. Yo había mantenido el trabajo en oriente, pero me instalé ahí el 31 de diciembre de 1972. Instalé una estructura pequeña y me empecé a vincular con la gente nuestra, que eran dirigentes campesinos importantes y comencé a armar una estructura en oriente. Lo importante es que mi vínculo fue con dirigentes campesinos muy respetados. Uno de ellos, Reynaldo Zelaya, murió el 75 en Usulután; al Chelito Gonzalo —comandante Gonzalo— yo lo recluté; al Negro Julio; Balta trabajó conmigo en oriente. Carmelo también era dirigente campesino. 20
En 1974 ya había una estructura militar operando en el este del país. El trabajo organizativo se extendió a San Miguel y La Unión. Un dirigente al que Rodrigo conoció en Santa Rosa de Lima lo vinculó a un poblado fronterizo entre el departamento de La Unión y Morazán. El contacto era Carmelo, muerto en la ofensiva de 1989. Del cantón Copetillo, en el norte de La Unión, el trabajo del ERP se extendió a Morazán, donde se contactaron con el sacerdote Miguel Ventura, “quien nos dio un apoyo extraordinario”.
Según el relato de Jorge González, Rafael Arce Zablah llegó más adelante, a oriente, donde encontró una estructura en marcha. “Ya habíamos penetrado en Morazán y teníamos actividad en San Miguel y Usulután”, 21 hacia fines de 1974. Explica que él fue asignado para irse a formar política y militarmente a Cuba. En su ausencia, Arce Zablah tomó la conducción del trabajo organizativo en Morazán. Durante su estancia en Cuba, se dio la muerte de Roque Dalton al interior de la organización.
A partir de ese momento, el ERP estaba conformado únicamente por las agrupaciones encabezadas, respectivamente, por Villalobos, Rogel y Rivas Mira. Una agrupación cercana a Dalton, donde estaban Lil Milagro Ramírez y Eduardo Sancho, se había escindido tras la ejecución del primero y conformó la Resistencia Nacional. La ORT se había separado anteriormente. Un año más tarde, en 1976, se convertiría en el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC). Esto último, sumado a las críticas del ERP a las concepciones soviéticas, produjo el acercamiento de la organización al Partido Comunista Chino. “Ya los venezolanos tenían relaciones con ellos; entonces se nos facilita el vínculo con los chinos”, afirma Rodrigo.
En 1975, cae Rafael Arce Zablah en la primera toma que hizo el ERP de un poblado, en El Carmen, La Unión. Arce, cuyo legado teórico, según el entrevistado, está concentrado en dos de sus escritos, El grano de oro, el cual es un análisis de la estructura económica salvadoreña, y Fascismo y revolución en El Salvador, donde plantea que el modelo económico implantado por las élites en 1970 —el modelo de diversificación de importaciones y de potenciación del turismo—, demandaba la creación de un estado fascista.
En el contexto de la búsqueda de contactos con China, el ERP tenía planeado el viaje a Pekín de una delegación integrada por Arce Zablah y Rogel para fines de 1975, pero fue aplazado por la muerte del primero. Quienes viajaron fueron Vladimir Rogel y Mario Chamagua (Chemo) y el acercamiento se concreta. Sobre la historia de las relaciones con Pekín, profundiza Jorge González, Rodrigo:
La recepción (del Partido Comunista Chino a la delegación del ERP) fue cálida, porque en esa época había un fuerte enfrentamiento ideológico y político entre los chinos y los rusos. Para los chinos, cualquier movimiento revolucionario que se les acercara, era bienvenido. La recepción que se nos hace es muy alta. Nos recibe gente de muy alto nivel. Yo le di seguimiento a esta relación, porque el punto de contacto era México. Yo viajaba frecuentemente a México para intercambiar informaciones con ellos, más o menos cada ocho meses, cada año. Hubo una relación fluida con ellos. Después fueron otras delegaciones a China para mantener esa relación.
Los años posteriores a la muerte de Dalton fueron bastante complicados. Empiezan con la búsqueda de ese respaldo político internacional con China y una reestructuración y reorganización internas del partido, del ERP. Y es después de eso que se crea el Partido de la Revolución Salvadoreña, como estructura política, y el ERP queda como estructura militar. A partir del 76 se establece una línea de recuperación económica para poder sostener y darle continuidad a la guerra.22
“Entre 1976 y 1978 se dan varias actividades militares de recuperación económica”, dice el entrevistado. Esto incluye secuestros, asaltos a bancos, etc. para financiar “la guerra a gran escala”.23 Se fortalece la guerrilla urbana, se da un proceso de expansión en el oriente del país y se busca fortalecer la organización en la zona occidental. En esta zona “se llegó a crear una fuerza grande”, hacia 1977.
Hay una disputa por el poder en el seno de la organización, entre los agrupamientos de Vladimir Rogel y el COP. Un elemento decisivo para dirimir hacia qué lado se inclinaría la balanza, explica Rodrigo, era la capacidad militar, y la toma de El Carmen, donde murió Arce Zablah, estuvo dentro de este contexto, “para dar una demostración de fuerza [a nivel interno] del agrupamiento nuestro”. La toma de El Carmen había sido una operación grande: la toma de un poblado entero, con el aniquilamiento de las fuerzas enemigas —Guardia Nacional y la paramilitar ORDEN—, que dio pie a operaciones similares. Con dicha acción militar, “el grupo nuestro adquirió más preponderancia”, en desmedro del agrupamiento de Rogel.
Este último, dice Rodrigo, “estaba loco. Estaba enfermo de la cabeza. Era muy aguerrido y violento. Cuando viajamos juntos, lo terminé conociendo. Lo observé mucho y les advertí a los compañeros que él estaba ‘para otro lado’”.
La dirección inicial del ERP tenía una conducción “única y bastante sólida”, en palabras de Jorge Meléndez, Jonás. Esta conducción estaba integrada por “gente más vieja que nosotros —relativamente: andaban por los 30 años y la mayoría de nosotros andaba, los más viejos, por los 20 — […] y un grupo de… no sé si [llamarlos] intelectuales: un grupo de muchachos de la clase media del país, la que se combinó [para formar la primera dirección del ERP] y estos tenían bien definidos sus criterios. Los demás éramos gente de base o cuadros intermedios”. 24 Esto se dio durante un período difícil dentro de la organización. Se trataba de “un momento de dispersión e inactividad de la estructura”, en palabras de Luisa, durante el cual cayeron presos Ana Guadalupe Martínez y Marcelo. Este último delató la ubicación de varias casas de seguridad de la organización. A ello se sumó la falta de recursos económicos. En este marco, según las palabras de Jorge Meléndez, los cuadros más jóvenes vieron en las publicaciones de la organización “un elemento esclarecedor incluso para nosotros mismos”, dado que “la construcción de pensamiento [en el seno del PRS-ERP] era [producto de] una discusión bastante amplia […] Uno lee ahora esos textos y se ve que son interesantes, aunque tengan pensamientos que no son tan elaborados, pero tienen una discusión sobre la realidad del país y no la exposición de una doctrina, digamos”. 25
Fue un período difícil, donde todos los miembros del ERP se ocultaron en casas de seguridad. Casi no salían a la calle. Gustavo Amaya, el Seco Gustavo, cuenta que les daban un colón con 25 centavos diarios [0.14 USD] para su alimentación y que todo lo que tenían que hacer era aguardar a que en algún momento la dirección diera órdenes para activar nuevamente.
Un esfuerzo por superar la situación arriba descrita fue el secuestro de Roberto Poma, en 1977, para presionar por la liberación de Ana Guadalupe Martínez y Marcelo. Poma fue muerto porque, según se maneja, opuso resistencia durante su traslado a la casa de seguridad donde se encontraba recluido. Se afirma que el guerrillero que estaba a cargo de su traslado, decidió darle un tiro para inmovilizarlo, pero que el tiro le atravesó los órganos internos, generándole una peritonitis aguda. Llevaron médicos al lugar, pero necesitaba las instalaciones de un hospital. En pocos días, Poma falleció. El dato se mantuvo oculto a los familiares hasta que Martínez fuera liberada y conducida a Argelia.

1.2. Una organización de masas con carácter insurreccional
Después de ese momento crítico, el ERP pasó a una nueva etapa. En palabras de Rodrigo: “Del 76 al 79 se desarrollaron la organización militar y las Ligas Populares 28 de Febrero, como un movimiento de masas. La captación de fondos era el principal problema para avanzar la guerra.”
La estrategia militar nuestra siempre fue la insurrección popular y la organización de masas que concebíamos, los Comités Militares y las Ligas Populares, iba en función de eso: en tratar de conseguir una posición política que pudiera llevar a un proceso insurreccional; siempre mantuvimos un trabajo conspirativo cercano al ejército. Ahí surgen las relaciones con Mena Sandoval, Marcelo Cruz Cruz, Bruno Navarrete,26 que eran oficiales del ejército que terminaron vinculándose a nosotros.27
Entre 1977 y 1978, el ERP decidió entablar un diálogo con Monseñor Romero para buscar acercamientos:28
(Monseñor Romero) era una persona realmente extraordinaria. Platicamos ahí donde lo mataron (en el hospital para personas enfermas de cáncer de la Divina Providencia). Tenía una salita y un cuartito pequeño. Estuvimos hablando un buen rato. Creo que lo menciona en su diario. Quedamos en seguir conversando. Le ofrecimos seguridad, un motorista y alguien que lo acompañara, porque su vida corría peligro. ‘No’, respondió. ‘Yo voy a andar igual que siempre. Ahí Dios va a decidir por mí’. No aceptó ningún tipo de protección. 29

1.3. Las comunicaciones como un campo de batalla política
Un elemento clave en la estrategia político-militar del ERP, que caracterizó a esta organización desde sus inicios, fue el papel estratégico que se le asignó a las comunicaciones. Es cierto que las organizaciones de izquierda existentes hasta entonces (PCS, fundado en 1930; FPL, surgida en 1970) tenían también esfuerzos comunicacionales. El PCS publicó durante los años 70 los periódicos Voz Popular y Tribuna Popular. Las FPL tenía a su cargo la publicación de El Rebelde, Estrella Roja y Juventud Rebelde. Más adelante, surgirían Por la Causa Proletaria, de la Resistencia Nacional (RN, surgida en 1975 como escisión del ERP), y los órganos de divulgación del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC, surgido hacia 1976), Posición Revolucionaria y Militante Centroamericano. Lo característico del ERP fue convertir a la propaganda en un elemento estratégico de su concepción de lucha armada. De ahí que su primera acción militar buscara (y lograra) tener un impacto propagandístico.
Este tipo de concepción se puede rastrear en diferentes experiencias de organizaciones político-militares. Así, por ejemplo, en la guerra de Vietnam (1964-1975) se acuñó el concepto de “propaganda armada”, que vinculaba las acciones armadas del Frente de Liberación Nacional a objetivos políticos y propagandísticos precisos. En un análisis hecho desde una perspectiva de derecha, como el interesante trabajo del chileno César Hidalgo, Teoría y práctica de la propaganda contemporánea, se define el concepto de propaganda armada como “[…] la ejecución de acciones propagandísticas que suponen una planificación y elementos bélicos” 30.
La propaganda armada tenía una finalidad política. Perseguía varias cosas: darle una presencia pública a los movimientos insurgentes, haciéndose sentir entre la población, motivando, incluso, la incorporación de la misma a sus filas; servir como elemento de guerra psicológica hacia las fuerzas enemigas y, sobre todo, causar un impacto político con cada acción militar. Para tener una idea de este triple impacto, hay que volver nuevamente al libro de Hidalgo, quien sostiene que “ningún acto político tiene efectos propagandísticos por sí mismo. Todo acto político depende absolutamente de la cobertura informativa que se le dé para adquirir significación y notoriedad”.31 Con preocupación, este autor señala que los medios de comunicación social que daban cobertura a acciones de propaganda armada de las organizaciones guerrilleras chilenas actuaban “voluntaria o inconscientemente en favor de la fuente emisora del mensaje subversivo”32 , demandando que ningún medio de comunicación cubriera actividades de “la lacra terrorista, sea ésta de izquierda, derecha, de Estado, religiosa o subversiva”, entre otras cosas, porque a su juicio, los medios de comunicación social “aceleran la imitación de conductas de masas. Así, por ejemplo, si el satélite exhibe un clima de insurgencia progresiva en Sudáfrica, a los pocos días veremos que un incidente policial sin trascendencia provoca una escala de fuertes agresiones cuyos protagonistas son un grupo de jóvenes de color que viven en las barriadas de inmigrantes londinenses.”33
Dentro de la concepción de propaganda armada podemos ubicar a movimientos latinoamericanos como el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, del Uruguay, y el Movimiento 19 de Abril (M-19), de Colombia.
Los Tupamaros llevaban a cabo acciones que lograron tener un impacto mediático importante, como: la toma de la popular Radio Sarandí, durante un partido de fútbol de considerable audiencia, para leer un comunicado que escucharon miles de aficionados; el asalto de un camión de alimentos para repartirlos en una zona marginal; o el incendio de la sucursal uruguaya de General Motors durante la visita del Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger.
El M-19 también llevó a cabo exitosas operaciones militares con impacto publicitario. La más célebre de ellas fue la recuperación de la espada de Simón Bolívar en 1974, bajo la consigna: “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha”. Este tipo de acciones buscaban, efectivamente, tener un impacto mediático en la población, disputando el campo comunicacional a los sectores dominantes y creando un “efecto de contagio” en la población, pero también simbolizaban la disputa de la conducción ideológica de la sociedad. La carga simbólica que hubo detrás del robo de la espada de Bolívar es sumamente elocuente. Es un acto que implicó decirle al Estado colombiano y a los poderes establecidos que habían usurpado el legado bolivariano y que, con el acto de “recuperación” —otra palabra cargada de significado— se le devolvía a su legítimo dueño —el pueblo de Colombia— para que le diera el único uso válido: “devolverla a la lucha”. La acción (el medio, diría McLuhan) genera un mensaje más efectivo que el de un comunicado.
Sobre cómo impactaban las acciones político-militares a la audiencia en El Salvador, el teatrista Carlos Velis –uno de los primeros dirigentes del ERP- recuerda un episodio:
Yo vivía cerca de la Embajada Argentina. Y una vez nos despertaron unos bombazos, que no sé quién los puso… Era muy reciente, 1971, 1972… y era porque se estaba conmemorando un aniversario de la masacre de Trelew y en la propaganda se hacía ver que por eso era: porque en un lugar llamado Trelew habían asesinado a gente del ERP argentino. 34
Ahora bien: si lo que distingue a las acciones de propaganda armada de cualquier acción armada es su impacto político, cabe profundizar sobre este punto. Haciéndonos eco de lo que plantea Vera Carnovale en su trabajo sobre el PRT-ERP argentino, se podría plantear lo siguiente:
Especulemos: ¿qué es lo que determina el carácter más o menos político de una acción armada? La expropiación de un camión de alimentos, por ejemplo, ¿es un acto más político que un ajusticiamiento? […] Si medimos lo político a partir de las reacciones del afuera, es decir, de la recepción que una determinada acción tiene en distintos sectores de la población, ¿es la llamada ´simpatía de las masas´ lo que determina el carácter político de la acción armada? ¿O debemos calcular la dimensión política de una acción a partir de la reconfiguración en las relaciones de fuerza que esta produce?35
Carnovale plantea que si se toma como parámetro la “simpatía de las masas”, para medir el impacto político de una acción armada, surge el problema de lo difícil que resulta medir con exactitud esta simpatía: “¿cómo hacerlo sin ser presas de evaluaciones impresionistas?”, se interroga. Es decir, no parece haber un instrumento de medición de “la simpatía de las masas” —sería absurdo pensar, por ejemplo, en pasar, casi 40 años después, una encuesta de opinión sobre si la acción armada del ERP salvadoreño, de ataque a los guardias nacionales que se encontraban en la zona del Hospital de Niños Benjamín Bloom causó simpatías para la organización o no. En este caso, se tendría una dificultad en cuanto a la imposibilidad de una medición “objetiva” acerca de una reacción subjetiva. En cuanto a la otra posibilidad, la de evaluar en qué medida una acción armada logra reconfigurar la correlación de fuerzas, también hay otra dificultad. Hay ciertas acciones que logran esta reconfiguración. Por ejemplo, el aniquilamiento de un destacamento enemigo, que daría pie, por ejemplo, al retiro de una fuerza militar de un sector geográfico dado y la consolidación del poder político del adversario en dicha zona. Pero hay acciones cuyo alcance en la reconfiguración de las fuerzas no resulta tan evidente. Por el contrario, estas acciones impactan en la subjetividad, tanto de los actores directamente involucrados como en los “espectadores”. ¿Cómo medir este impacto subjetivo, que es importante? Y, sintetizando, ¿cómo medir los impactos políticos subjetivos —la simpatía o no que puede desencadenar una acción— y objetivos —la alteración de la relaciones de fuerza? Las fuentes periodísticas de la época podrían resolver este problema en parte, aunque queda una vasta zona de elementos subjetivos y objetivos en la oscuridad. Con las precauciones del caso, Carnovale se decanta por recoger, en la versión de los hechos de los protagonistas entrevistados, las “reacciones y consecuencias dispares [de las acciones políticas] en momentos distintos”.36
Quizás una respuesta a esta duda, por parte de los militantes del ERP, se encuentra formulada en palabras de uno de sus fundadores, Jorge Meléndez (Jonás):
[El ERP] inicia la lucha armada sin dejar de tener la connotación de que se trataba de una lucha política, más que de una lucha militar y, por tanto, lo más importante es entrar en el pensamiento, en la conciencia de la gente, lograr la organización de las personas. 37
Aquí podemos encontrar un parámetro más objetivo acerca del impacto político de las acciones del ERP: la incorporación de más militantes a sus filas. Por otro lado, esta concepción que integra la propaganda como otro elemento estratégico (la “otra pata estratégica”, según la expresión de algunos entrevistados para este trabajo), junto a los elementos militares, políticos y de organización de masas, resulta bastante coherente con la concepción insurreccionalista que terminó imperando en el ERP. La visión del ERP, como pudo verse anteriormente, planteaba que la lucha revolucionaria debía resolverse a breve plazo mediante una insurrección de las masas, un alzamiento popular, para el cual cabía organizar a la población en comités militares que actuarían en cada localidad. Para ello, se requeriría del ejército guerrillero, que actuaría con elementos progresistas de la Fuerza Armada, para derrotar militarmente a las fuerzas gubernamentales. En esta concepción era necesaria un tipo de propaganda que comunicara planteamientos políticos con eficacia y rapidez. Así, la acción militar era también acción de propaganda. La recíproca también era cierta: la acción de propaganda era acción militar. Ambas, a su vez, eran acciones políticas, enfocadas a generar el apoyo y la rápida incorporación de las masas, a hacer guerra psicológica contra el enemigo y a librar la batalla en el campo mediático.

1.4. “Los compas periodistas”
La propaganda para el PRS-ERP se vuelve un componente imprescindible de toda acción militar, al punto de que sus estructuras desarrollarán y profesionalizarán a sus cuadros dedicados a la propaganda. Las tareas de propaganda demandan una dedicación exclusiva de estos cuadros, similar a la de los elementos militares, por ejemplo. Por esa razón, es válido hablar, no de unos militantes que asumían, entre otras cosas, tareas de propaganda, sino de unos militantes “periodistas”, a los cuales se les conoció durante la guerra como los compas periodistas, aunque no todos tuvieran una formación periodística.
El compa periodista era un cuadro militante que realizaba tareas que involucran el periodismo y la propaganda, de acuerdo con las líneas de su organización. En esencia, este militante podría ser también un militante combatiente, un militante organizador, un militante logístico. Pero le ha tocado en suerte la tarea periodística. Y esto se aplica también, en el caso del PRS-ERP tanto a periodistas radiales, fotógrafos o redactores como a cineastas (o quizá habría que escribir videastas, para el caso de los combatientes que, además del fusil, también estuvieron empuñando la Betamax), como a lo que aquí se llama “juglares insurgentes”, esto es, los militantes músicos, poetas y teatristas que cumplieron tareas partidarias en el plano artístico.
No obstante, a lo largo de la historia de sus comunicaciones, tanto las películas, como la radio y otros esfuerzos, tuvieron la participación destacada de periodistas, cineastas y fotógrafos de formación y de carrera, como por ejemplo, Hernán Vera, Maravilla, cineasta venezolano formado en Gran Bretaña; o Guillermo Escalón, director de cine salvadoreño de trayectoria. Con respecto a los juglares insurgentes, podemos decir lo mismo. Baste recordar el caso del grupo Cutumay Camones. Eduardo Esteijaert, la voz masculina principal del grupo, era un músico de conservatorio en su Holanda natal, antes de formar parte de la agrupación.
En el presente trabajo se abordan cuatro grandes períodos históricos:
El primero (1972-1980) es el que coincide con los inicios de la organización y es donde se va conformando el colectivo de prensa y propaganda del PRS-ERP, que también abarca a su organización de masas, las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28, formada en 1977). Durante esta primera etapa, aparecen las primeras publicaciones impresas, se realizan acciones de propaganda armada y tomas de radio.
El segundo gran período está definido por el surgimiento del FMLN, el 10 de octubre de 1980. A partir de este momento, el esfuerzo comunicativo de la organización se orienta a los objetivos estratégicos propios de la profundización de la guerra, en el contexto de la coordinación de esfuerzos con las otras organizaciones integrantes del FMLN. Se trata de un período crucial, en el cual el FMLN intenta, sin éxito, resolver la guerra mediante una victoria militar a través de la llamada “Ofensiva final”, del 10 de enero de 1981. El fracaso de la ofensiva viene seguido de un recrudecimiento de la represión, del descabezamiento en la práctica del movimiento social y de un esfuerzo militar por parte de la Fuerza Armada Salvadoreña, encaminado a aniquilar al FMLN, tratando de acabar con su base social en el campo. Muchas de las más célebres masacres de la guerra, como la del Sumpul y la de El Mozote se dieron en este período. El FMLN responde con la estrategia definida como “resistir, desarrollarse y avanzar”, durante los años de 1981-1982. 38
Es en este período donde aparece Radio Venceremos, que da pie a un aparato de apoyo internacional. El colectivo de comunicaciones se diversifica grandemente, alcanzando grados importantes de cualificación técnica. Ello no implica que, según las necesidades y las características de cada escenario, se empleen tanto modalidades de propaganda muy sofisticadas como otras más “artesanales”. Y esto por una razón muy evidente: no hay que olvidar que los militantes comunicadores del PRS-ERP que se movían en territorio salvadoreño lo hacían bajo condiciones de guerra.
No obstante la complejidad de la estructura, que abarca medios impresos, radio, audiovisuales y colectivos artísticos, por mencionar algunos elementos, hay una concepción estratégica que le da uniformidad. Las canciones de Los Torogoces, las películas del Sistema Radio Venceremos, las pintas en las paredes o las emisiones radiales obedecían a la línea política trazada por la dirección de la organización. Cabe pensar que había una relación compleja entre la creatividad propia de los militantes con el hecho de tener que apegarse a las urgencias políticas del momento.
Un tercer momento es el comprendido entre 1983-1989. A nivel general, se trata de un sexenio en el cual el FMLN logra superar la situación desventajosa de los primeros años de la guerra, fortaleciendo su capacidad militar. Posteriormente, con la escalada de intervención norteamericana, pasa a una situación defensiva, a lo cual reacciona aumentando su capacidad militar. A la vez, hace de la solución negociada al conflicto un eje estratégico, junto a la reactivación de su movimiento de masas, al cual se buscaría, poco a poco, convertirlo en un movimiento de masas de carácter insurreccional, en apoyo a la gran ofensiva militar que se proyectaba para acelerar la derrota militar del régimen o el desenlace negociado de la guerra.
El último período examinado comienza con la ofensiva de noviembre del 1989 y culmina con la firma de los Acuerdos de Paz, dos años después. En este período, las baterías del aparato comunicacional se enfilan en función de la ofensiva y luego de la negociación. Se trabaja una red de apoyo con los corresponsales extranjeros y periodistas nacionales, que tuvo implicaciones interesantes y no sólo en el campo estrictamente comunicativo.
Ahora bien: aquí se examinan estos períodos históricos a la luz del desarrollo de los diferentes componentes de la estructura comunicacional del ERP. Más de alguna vez veremos cómo la problemática que plantean determinadas coyunturas durante la década de 1970 o durante el desarrollo de la guerra civil de los 80 explica las respuestas que se dieron en el campo de las comunicaciones.
Esto es, a grandes rasgos, el recorrido que se hará en este libro. No se abordará el período de posguerra, que merece una investigación y reflexión a fondo.

Setenta años de lucha de clases mundial a través de la vida de un revolucionario consecuente

Setenta años de lucha de clases mundial a través de la vida de un revolucionario consecuente
Olmedo Beluche · · · · ·

24/08/14

El compañero y amigo Mario Hernández me ha hecho llegar desde Buenos Aires, a través del camarada Jaime Dri, un paquete de libros que recibo con la emoción de un niño en cumpleaños. Uno de ellos es Hugo Chávez y la revolución bolivariana, compilación realizada por Mario de ensayos de diversos compañeros que están en la lucha diaria y que reflexionan sobre el legado histórico del comandante venezolano; otro es El peronismo que no fue. La (otra) otra historia, basado en entrevistas que hace el propio Mario al ex dirigente montonero Gerardo Bavio.

Pero en esta ocasión dirijo mi atención al libro “Militante crítico” de Guillermo Almeyra, que es una mezcla de autobiografía con historia política del siglo XX, de la que participó activamente como militante revolucionario y socialista.

“Fui, antes que académico, un militante político y mi libro es también, por lo tanto, una forma de militancia a posteriori de la militancia activa. Simplemente quiero reflexionar con mis eventuales lectores sobre una parte mínima de la historia pasada y sobre algunas experiencias. Ni más pero tampoco ni menos”.

En 383 páginas y 18 capítulos Almeyra hace un repaso, desde los años 30 hasta la primera década del siglo XXI, de la lucha de clases en Argentina, América Latina (deteniéndose particularmente en Brasil, Perú y México), de Europa (Italia sobre todo) y la lucha de liberación nacional en el mundo árabe.

Al ser esencialmente autobiográfico, el libro conserva la amenidad que mantiene el interés del lector que no lo suelta hasta llegar al final. Como confiesa el autor, está dirigido a los jóvenes, a la nueva generación de luchadores y revolucionarios que se están formando hoy, quienes dirigirán las revoluciones del siglo XXI, agrego yo.

Para quienes hemos crecido en la militancia revolucionaria del trotskismo, es un libro muy interesante que nos ayuda a conocer un poco más a los dirigentes de la IV Internacional y las luchas intestinas que los dividieron, tras la muerte de Trotsky. Pero advierto que hay que leerlo desprejuiciadamente, tratando de comprender las opiniones políticas del autor, duras pero francas, como debe ser entre revolucionarios.

Al lector desprevenido le podría pasar como me sucedió cuando conocí personalmente a Guillermo, en un seminario de la revista Sin Permiso, en 2009. Desayunando juntos le pregunté su opinión sobre Nahuel Moreno (me formé en el morenismo panameño) y lanzó una serie de caracterizaciones y epítetos que me dejaron entre perplejo e irónico. Para mis adentros pensé: “y esto lo dice un ¡¡posadista!!”.

Pero seguimos conversando y yo seguí escuchando porque, por un lado, después de 40 años de militancia yo también había desarrollado mis propias críticas; por otro, porque quería aprender de un hombre que tiene mucha experiencia, siguiendo el consejo que me diera el propio Moreno, en los únicos 10 minutos que conversamos íntimamente: “trata de comprender hasta la última consecuencia la lógica de la otra persona”.

No nos quedemos en generalizaciones, entrémosle a algunas partes del libro que me hicieron reflexionar. Focalizo cuatro temas que me interesaron: 1. Quién era Perón y qué el peronismo; 2. Derivado de lo anterior, que son los gobierno bonapartistas progresivos, populistas, nacionalistas de hoy (como el de Chávez); 3. La herencia lamentable del stalinismo y los partidos comunistas; 4. La IV Internacional y sus fracciones.

1. Perón, un conservador con apoyo obrero

El prestigio de Juan D. Perón y la conformación del régimen peronista, que empieza construirse a partir de 1943, constituye el punto de inflexión que divide tanto a la izquierda como a los intelectuales argentinos, hasta el día de hoy. La izquierda tradicional, socialistas y comunistas, lo clasificaron bajo el rótulo de “fascista”, lo que los llevó a apoyar el golpe proimperialista y oligárquico de 1955 (“La Libertadora”).

En Panamá, el Partido del Pueblo (comunista) y el Partido Socialista (de Demetrio Porras) tuvieron la misma caracterización sobre Arnulfo Arias, líder burgués que gozó de amplias simpatías populares y que nunca pudo gobernar vetado siempre por la oligarquía criolla y el imperialismo yanqui. En el mismo sentido, el PC mexicano clasificó a Lázaro Cárdenas y el PC brasileño a Getulio Vargas.

Almeyra dice: “Perón era un hombre del establishment, conservador y defensor del capitalismo y trató al comienzo de su gobierno de apoyarse en la Iglesia católica más fundamentalista y anticomunista… Pero la jerarquía de dicha Iglesia estaba dividida y tenía fortísimos lazos, hasta familiares, con la oligarquía terrateniente y rechazaba al advenedizo, para colmo hijo natural, que ostentaba su relación de concubinato con una actriz de segundo plano, pero también nacida fuera del llamado sacramento matrimonial” (Pág. 68-69).

La clase obrera que se convirtió al peronismo era un proletariado joven, proveniente de las provincias (“cabecitas negras”) atraídos por la creciente industrialización de las ciudades argentinas. Era distinta a la clase obrera de fines del siglo XIX y comienzos del XX, que era inmigrante de Europa, especialmente Italia, y cuyos dirigentes (socialistas) seguían pensando como europeos.

A mitad de la década de los 40: “La clase obrera, subjetivamente, no era anticapitalista, estaba sometida a la hegemonía cultural de la clase dominante y buscaba progresar dentro del régimen y no se oponía al sueño peronista de que la Argentina fuese potencia mundial. Pero, objetivamente, arrancaba conquista tras conquista al capital, lo debilitaba y se oponía al imperialismo inglés y al estadounidense… Había una contradicción entre el pensamiento burgués antiimperialista y antioligárquico de los obreros y el pensamiento prooligárquico y proimperialista de la pequeñaburguesía “democrática” y de sus partidos: la ideología peronista, procapitalista pero con referencias continuas a los trabajadores, daba forma inestable a ese conflicto” (Pág. 70).

Más adelante se describe al régimen peronista como el intento bonapartista (no usa el concepto) de promover la industrialización (que convertiría a Argentina en potencia económica), incluso de crear la “ilusión” de desarrollar una burguesía nacional deseosa de romper la dependencia del imperialismo, transfiriendo parte de la renta agraria de la oligarquía exportadora de granos hacia la industria.

Almeyra, que empezó su militancia en el Partido Socialista, el cual calificaba a los trabajadores que apoyaban a Perón como “hordas desclasadas”, inició su ruptura política con dicho partido cuando el 17 de octubre de 1945 miles de trabajadores llegaron desde los barrios hasta el centro de la ciudad en defensa de de su secretario de Trabajo que había sido obligado a renunciar por un sector reaccionario de las fuerzas armadas.

El trotskismo también se dividió en torno a la caracterización y la política que debía seguirse frente al régimen de Perón. Almeyra señala que el Grupo Obrero Marxista (GOM), dirigido por Nahuel Moreno, a fines de los 40 y principios de los 50, caracterizaba a Perón como “agente del imperialismo inglés”, para pasarse al otro extremo con posterioridad al golpe de 1955, durante el período de Palabra Obrera, cuando se presentaba ante los trabajadores bajo la conducción directa del general.

Su organización, una ruptura por la izquierda de sectores juveniles y sindicales del Partido Socialista, el Movimiento Obrero Revolucionario, en proceso de fusión con el grupo de Posadas (“no existía el posadismo todavía”), Grupo Cuarta Internacional, caracterizaba que existía una crisis histórica del bloque oligárquico aliado al imperialismo inglés, que era llenado por la burguesía industrial y la fracción de las fuerzas armadas dirigidas por Perón.

“…desde fines de los cuarenta nuestra tendencia definió al peronismo como una tendencia burguesa y explicó su apoyo obrero por la aceptación del capitalismo como marco natural de una lucha por reformas políticas y sociales… La tarea que nos asignamos desde 1946 era, por lo tanto, desarrollar la contradicción entre el peronismo de Perón, burgués, y el peronismo de un movimiento obrero poderoso pero aún bajo la hegemonía de la burguesía…” (Pág. 216).

Por lo descrito, el obrerismo de su grupo y esa caracterización les permitió trabajar con la base en los sindicatos, pero muy críticamente a la conducción peronista, lo que políticamente les impidió constituirse en su dirección más allá de luchas concretas.

Lejos del esquema sectario que echa en el mismo saco a todos los gobiernos, sin realizar el “análisis concreto de la realidad concreta”, como sugería Lenin, los gobiernos “nacionalistas”, “populistas” o “desarrollistas” de la América Latina de mitad del siglo XX expresaron una coyuntura en la que, gracias a la crisis capitalista y a las guerra, estuvo realmente planteado (así fuera por breve tiempo) una industrialización independiente de la tutela imperialista. No era socialismo, era capitalismo nacional.

En ese sentido, aunque procuraron controlar a la clase obrera desde arriba, como parte de su proyecto político, e incluso no vacilaron en reprimirla cuando creyeron que hacía falta, regímenes como el de Perón, o Getulio Vargas en Brasil, incluso Omar Torrijos en Panamá, expresaron un elemento de la realidad política mundial: la contradicción entre el imperialismo y el estado nacional colonial, semicolonial o dependiente.

Fueron gobiernos claramente distintos a las tradicionales oligarquías agrarias importadoras/exportadoras, directamente sumisas al imperialismo inglés o norteamericano. Las dictaduras militares promovidas por el Pentágono de los 50 y 60 estuvieron dirigidas a cortar de raíz cualquier sueño autonomista en Sudamérica.

El autor dedica un capítulo a cómo se fue conformando la CGT de Córdoba, con posterioridad al golpe del 55, justo por eso relativamente libre de la tutela de la burocracia peronista, lo que permitió unir una nueva generación de dirigentes sindicales (como Tosco) aunados con el naciente movimiento juvenil y estudiantil políticamente inclinados al socialismo por influencia de la Revolución Cubana. Esta nueva generación maduraría hasta producir las grandes luchas obreras de fines de los 60, Cordobazo y Rosariazo, que derribaron a la dictadura y permitieron el retorno de Perón en los 70.

En el penúltimo capítulo, Almeyra traza una comparación entre los gobiernos de Perón y el kirchnerismo actual, señalando que “hay más rupturas que continuidades”, pese al pretendido neodesarrollismo de los últimos y un lenguaje nacionalista, considera que los últimos “jamás conspiraron dentro de un régimen oligárquico y proimperialista, como habían conspirado Perón y el Grupo de Oficiales Unidos, sino que se incorporaron directamente a la alianza con los radicales, liberales y prooligárquicos y el menemismo conciliador” (Pág. 361).

2. Los gobierno producto de revoluciones nacionales o democráticas

Una consideración particular merecen los gobiernos producidos por auténticos procesos revolucionarios, ya sean de liberación nacional (Almeyra vivió una experiencia personal en la República Popular Democrática de Yemen del Sur luego de su independencia), o revoluciones democráticas, como los de Chávez, Correa y Evo en Latinoamérica en los últimos 15 años.

Aunque se trate de estados indudablemente capitalistas, pero encabezados por gobiernos “nacionalistas burgueses o pequeñoburgueses”, el ser producto de un proceso de movilización popular que los confronta directamente con el imperialismo, requieren una política específica que no puede ser la planteada por el trotskismo sectario de que pretende que al ser estado capitalistas son iguales a todos los gobiernos.

“… la evolución de los procesos revolucionarios en Bolivia y en Venezuela que habían creado, por un lado, grandes ilusiones “evistas” y “chavistas” y, por otro, en los grupos dogmáticos seudotrotskistas, toda clase de calificaciones sectarias a los gobierno nacionalistas-“progresistas” resultantes de verdaderas revoluciones democráticas de masas en países que continuaban siendo capitalistas y tenían estados burgueses, pero en los cuales la política de los gobernantes impuestos por los movimientos sociales choca con los intereses del imperialismo y el capital financiero internacional que los ven como advenedizos no funcionales y potencialmente peligrosos, por su base de apoyo social, y buscan sabotearlos” (Pág. 353).

Respecto a la política revolucionaria hacia este tipo de gobiernos: “En la línea de lo escrito por Trotsky sobre el gobierno de Cárdenas apoyaré cada medida de esos gobiernos que reduzca el poderío del capital financiero internacional y que pueda ayudar a aumentar la autoconfianza, la autoconciencia, la organización y las condiciones generales de vida y cultura de los trabajadores en el sentido más amplio del término y manteniendo siempre mi independencia política, criticaré todo lo que, por el contrario, refuerce la explotación y la dominación capitalista, reduzca su margen de independencia política y organizativa, fortalezca la influencia de la ideología burguesa sobre las clases dominadas” (Pág. 372).

3. La herencia desastrosa del estalinismo y los Partidos comunistas:

Muchos luchadores del siglo XXI desconocen la desastrosa herencia de sangre, represión, derrotas y desprestigio en que el régimen de la Unión Soviética, desde José Stalin hasta Gorbachov, sumió al movimiento obrero y comunista a nivel internacional. Para ellos también es muy útil el libro de Guillermo Almeyra pues pone al desnudo las actuaciones del régimen estalinista soviético y sus títeres Partidos Comunistas.

Compañeros y compañeras jóvenes, por no haberlo vivido, por desconocimiento histórico o por una historia mal contada, o basada en suposiciones erróneas, no saben que Stalin disolvió la III Internacional para utilizar a los Partidos Comunistas del mundo como un mero instrumento de sus intereses geopolíticos que no eran los mismos de la clase trabajadora.

Para no mencionar que Stalin liquidó al grueso del Partido Bolchevique de Lenin en los llamados Juicios de Moscú de 1936 a 1938, nos referiremos a algunas (subrrayado) de las traiciones del estalinismo al movimiento obrero mundial. Mandó a asesinar a Trotsky, exiliado en México. Liquidaron por orden de Moscú, durante la Guerra Civil española (1936-39), a la dirección del POUM en Cataluña, empezando con Andreu Nin; y son sospechosos de haber asesinado al líder anarquista Durruti.

Muchos jóvenes no saben, por ejemplo, que en la fase de llamada política ultraizquierdista del “Tercer Período”, Stalin ordenó al Partido Comunista alemán a combatir centralmente a los socialdemócratas, negando la acción común necesaria para derrotar al fascismo, lo que facilitó el triunfo de Hitler en 1933. Para colmo, posteriormente Stalin pactó la división de Polonia con Hitler, y ejecutó a miles de activistas y militares polacos que se refugiaron en Rusia frente a la ocupación alemana.

Cuenta Almeyra que durante el inicio de la ocupación de Francia en 1940, la Resistencia fue dirigida por el trotskismo porque el PC francés obedecía la línea soviética basada en el pacto Hitler-Stalin, que no se rompería hasta que Alemania invadió a la URSS.

Posteriromente la política estalinista dio un giro de 180 grados para ordenarle a los PC’s en todos lados que se aliarán a la las “burguesías democráticas” contra el fascismo. Fase que en América Latina se llamó “browderismo”, porque fue impuesta por el secretario general del PC de Estados Unidos, Earl Browder. Esta política llevó al PC argentino a combatir a Perón y aliarse con el frente político prooligárquico y proimperialista.

Por esa misma razón, el PC cubano de los años 50 no apoyó la revolución dirigida por Fidel Castro, y coqueteó con Batistas. Lo que permitió que el primer Comité de Solidaridad con la Revolución Cubana, en Argentina, estuviera presidido por el propio Almeyra. Con la represión a los alzamientos obreros en Polonia y Hungría en los años 50 y, particularmente con el aplastamiento de la Primavera Roja en Checoslovaquia en el 68, terminó de desprestigiarse no sólo el régimen estalinista, sino conceptos como “socialismo” y “comunismo” que la URSS decía representar.

“Sé, en efecto, que Stalin eliminó con un sectarismo suicida al Partido Comunista alemán, abrió el camino a Hitler, le dejó conquistar Checoslovaquia, pactó con él, dividió Polonia con la Alemania nazi, llevó al Partido Comunista chino a su casi desaparición, disolvió la Internacional Comunista y puso los Partidos Comunistas de Occidente al servicio de los imperialismos aliados. Conozco que el estalinismo asesinó en la URSS decenas de millares de opositores de izquierda, mientras otros millares morían en China y en Vietnam o en la Resistencia europea, asesinados por quienes se decían comunistas…” (Pág. 368).

4. Luces y sombras en la IV Internacional:

Como se puede apreciar, la IV Internacional, fundada en 1938, nació no sólo en “la larga noche del nazifascismo” (como titula un capítulo Almeyra), sino también en la larga noche del estalinismo, en que una actitud marxista crítica (como debe ser) te podía costar la vida, no sólo a manos de la burguesía, sino de los supuestos “compañeros comunistas”.

Aún en vida de Trotsky hubo debate de sí esa coyuntura histórica, de derrotas continuas para el movimiento obrero, era la más adecuada para fundar una internacional. Pero Trotsky insistió, incluso previendo su muerte, que la misión fundamental de “la Cuarta” era la de preservar los principios del marxismo revolucionario (internacionalismo, independencia política de clase, democracia obrera, etc.) hasta la nueva oleada revolucionaria.

El balance es contradictorio porque, por un lado, la pléyade de dirigentes totskistas que asumieron la tarea tras la muerte de Trotsky desde diversas trincheras, mal que bien preservaron dichos principios que nos llegan hasta la presente generación gracias a ellos. Por otro lado, circunstancias nuevas, que obviamente Trotsky no podía predecir, requirieron las respuestas políticas de esos dirigentes, y aquí fue donde respondiendo a esos desafíos, vinieron los desacuerdos, las disputas, las divisiones y los errores.

Por las páginas de “Militante Crítico” pasan las personalidades y los debates cruciales de esos dirigentes: Pablo-Raptis, Mandel-Gemain, Pierre Frank, Livio Maitán, Posadas, Nahuel Moreno, M. Lowy y tantos otros fundadores del trotskismo argentino, brasileño, peruano y mexicano.

Me llamó la atención Posadas, de quién hasta 2005 sólo había oído, entre risas, sobre su tesis acerca de “la revolución interplanetaria”, hasta que ese año, en medio de las luchas contra la reforma a la seguridad social panameña, el MLN-29, organización que pretendía “vacunar” a FRENADESO de toda influencia trotskista, publicó un discurso de Fidel Castro de los años sesenta en que atacaba al trotskismo que se había atrevido a sugerir que él había fusilado al Che Guevara. Ante la contundencia del discurso de Fidel, me puse a averiguar quién en nombre del trotskismo había dicho tan tremenda estupidez, y descubrí que era el famoso Posadas.

Almeyra se refiere al hecho: “Aquí debo consignar otro motivo de roces políticos con Posadas. En 1965 –“el año en que Guevara estuvo en ninguna parte” pues tras su derrota política en Cuba en la discusión económica con los prosoviéticos y su crítica a los países “socialistas” en el Discurso de Argel había quedado en minoría-, la CIA y los comentaristas políticos reaccionarios comenzaron a decir que el “Che” había sido asesinado en Cuba en una discusión con Fidel. Posadas no sólo creyó esa versión sino que la propaló y sus seguidores lo imitaron, lo cual provocó, como es lógico una ola de fundadas protestas cubanas contra esa calumnia” (Pág. 232).

Esas críticas del Che Guevara a los estalinistas soviéticos y esos debates sobre la economía socialista están recogidos en los libros póstumos que ha empezado a publicar la editorial Ocean Sur, cuya lectura recomiendo también. De todos modos los cubanos siempre se han cuidado de echar a todos los trotskistas en el mismo saco, una evidencia al respecto es que en 1967, el propio Almeyra recibe a través de Pedro Asquini una propuesta para que él y Juan Gelmán (que había roto con el PC argentino) se sumaran al grupo del Che Guevara en Bolivia (Pág. 233).

Volviendo a J. Posadas (Homero Cristalli) la visión que da Almeyra es peyorativa: un hombre poco disciplinado, que no leía prácticamente y que era incapaz de escribir por sí mismo, teniendo que usar una grabadora en la que dictaba para sus secretarios. El autor señala que no sabe cómo él y Adolfo Gilly aguantaron tanto tiempo en dicha corriente. Almeyra supone que los años pasados en el trabajo internacional lo alejaron del entorno cercano de Posadas.

El otro dirigente destacado de la Cuarta que me llamó la atención es Michel Raptis, alias Pablo, quien parece el verdadero referente político para Almeyra: “… ingeniero griego nacido en 1911 en la cosmopolita Alejandría, Egipto,…, era diferente a los demás miembros del Secretariado Internacional por su edad, ya que entonces tenía 40 años, como pocos “viejos”, por ejemplo, el francés Pierre Frank, y era mayor que el joven belga-alemán Ernest Mandel, a quien había formado… También se diferenciaba de ellos por su formación de revolucionario balcánico de entre las dos guerras, por su experiencia (era el único sobreviviente del Congreso de Fundación de 1938 y había sido miembro del Secretariado Europeo durante la ocupación nazi, organizando la Resistencia, ya que Frank, ex secretario de Trotsky, había pasado la guerra preso en Inglaterra en un campo de concentración) y también por su cultura amplia, abierta y viva” (Pags. 101 y 102).

Almeyra dedica algunas páginas (Pág. 141-149) a explicar las circunstancias del IV Congreso Mundial de la IV Internacional, que terminó en su división. El congreso se reunió en 1954 en el sur de Francia con la intención de reagrupar a una infinidad de grupos trotskistas esparcidos por todo el mundo. Hubo una buena representación asiática con militantes de China, Vietnam, Indonesia, Sri Lanka, Japón, además de los conocidos de Sudamérica y Europa. Se destacaba por Europa, la sección belga de Mandel; por Asia la sección ceilanesa y América Latina el POR boliviano que había participado destacadamente en la Revolución del 52.

La mayoría del congreso, con Pablo a la cabeza, caracterizó: 1. El capitalismo mundial se debilitaba por las revoluciones anticoloniales; 2. El estalinismo lejos de debilitarse, como había previsto Trotsky, se fortaleció tras la guerra, lo que agudizaba las contradicciones entre esa dirección y las masas que luchaban, pero bajo su dirección; 3. Era probable una Tercera Guerra Mundial (estaba la Guerra de Corea y la Guerra Fría).

Conclusión: se propuso la política de insertarse (entrismo) en los movimientos de masas dirigidos por comunistas, socialistas y de liberación nacional, dejando fuera sólo un pequeño grupo en cada país que editara un periódico con las posiciones. Esta decisión le pareció un desastre al Socialist Workers Party (SWP) de Estados Unidos, a Nahuel Moreno y a los lambertistas. Produciéndose la ruptura.

En la década siguiente las disputas principales girarían en torno a la estrategia del foquismo guerrillero en América Latina, contra la que estaban tanto el morenismo como el posadismo o grupo de Almeyra, pero que fue apoyada por Mandel y la dirección de la IV Internacional- Secretariado Unificado.

En su último capítulo, Guillermo Almeyra trae a colación un viejo debate sobre el carácter de URSS y el que fuera el “bloque socialista”. A su juicio, muy lapidario, nunca hubo socialismo en ninguno de ellos. Lo que había era “capitalismo de estado” (ojo que es una caracterización de Lenin poco antes de morir). Por supuesto que eso no lo convierte a Almeyra en un “antidefensista” (ver debate de Trotsky en 1939-40), pues: “no necesité nunca creer que Cuba era “socialista” para defenderla del imperialismo…” (Pág. 366).

En esto tengo mi diferencia con Almeyra, pues esos países tampoco son o fueron países “capitalistas” exactamente, por lo que me parece más adecuada la caracterización de sociedades de “transición”, lamentablemente burocratizadas o degeneradas.

Se quedan muchos temas en el tintero que seguro serán de interés para los lectores, como por ejemplo: en México, la experiencia del zapatismo sus pros y contras, el debate sobre la naturaleza del PRD, las personalidades de Cuahutemoc Cárdenas y López Obrado; en Argentina, el debate sobre el ERP de los 70, ahora el kirchnerismo, el frente electoral de izquierda; sobre Italia, las experiencias de Democracia Proletaria y Refundación Comunista; el tema del partido tipo leninista que Almeyra señala como error de Trotsky; y un largo etcétera. Pero ya desbordé el espacio para mi comentario.

Concluyamos en que Almeyra a los ochentaitantos años dice: “no tengo fe en el triunfo del socialismo, que no es de ninguna manera inevitable, ni en el Progreso con P mayúscula, ni en un futuro humano cada vez mejor. Lo que no obtengamos con la lucha y lo volvamos a reconquistar cada día en la mente de nuestros contemporáneos y en la relación de fuerzas entre opresores y oprimidos no nos será dado por nadie… Por consiguiente, tengo esperanzas, como las de Ernest Bloch, que alientan mi optimismo frío, que está muy lejos de ser ciego” (Pág. 368).

Olmedo Beluche es un sociólogo y analista político panameño, profesor de la Universidad de Panamá y militante del Partido Alternativa Popular

http://www.kaosenlared.net/america-latina/94469-setenta-años-de-lucha-de-clases-mundial-através-de-la-vida-de-un-revolucionario-consecuente

De Gramática náhuat-pipil, lengua salvadoreña bajo tachón

De Gramática náhuat-pipil, lengua salvadoreña bajo tachón
Por Rafael Lara-Martínez*
El Faro / Publicado el 20 de Agosto de 2014

El lingüista salvadoreño Rafael Lara-Martínez ofrece un adelanto de una serie de conferencias que dará en El Salvador durante el mes de agosto, en las que aborda el tema de la lengua pipil para advertir sobre la amenaza del olvido y de la inercia académica.

El olvido y el error histórico son un factor esencial al crear una nación, E. Renan.

Una visión que olvida y se ingenia en vano que le vuelva a la memoria, Dante.

I

Según un lema borgeano vigente, “a la luz de quien Perdura (E =mc2), un siglo es un momento”. Por ello, esta gramática náhuat-pipil sólo representa un instante de olvido para la memoria histórica salvadoreña. Casi ochenta y cinco (85) años desde la recolección de los datos primarios en Izalco (1930) —cinco (5) menos desde su publicación alemana— así como unos treinta (30) años de la otra gramática que coteja sus actualizaciones y reajustes obligatorios, Lyle Campbell (1985), comprueban que un centenario es un momento. Se trata de un diminuto lapsus lingue de olvido, de un hecho cultural insignificante. Una brizna de ese minúsculo “soplo” que es “la vida” terrena…

A la identidad nacional, la lengua náhuat-pipil le resulta tan intrascendente que no existen recopilaciones de textos en ese idioma de 1880-1931, tampoco de 1932-1992. Sea cual fuere la corriente literaria en boga —modernismo, regionalismo, indigenismo, esoterismo, etc.— en el primer medio siglo a ningún nacional. A casi ningún ciudadano —salvo a María de Baratta— le interesa reclamar al indígena en su calidad de zoon logos ejon, animal dotado de lenguaje, y por tanto de ente político, zoon politikon.

No sólo se trata de lo obvio. La vanguardia literaria del despegue del siglo XX —el Ateneo de El Salvador, vinculado al presidente Manuel Enrique Araujo—percibe en “los ejidos” indígenas “los males y el atraso de la industria agrícola, como lo comprueba la Economía Política y Social” por lo cual su “extinción, el 2 de marzo de 1882”, “ha dado un gran halón en los destinos del país por la ruta indefinida del progreso” (Revista del Ateneo de El Salvador, Año I, No. 1, 1 de diciembre de 1912: 24).

Es evidente que no sólo se trata de legitimar intelectualmente la abolición de un derecho ancestral a la tierra madre. Como diría el fundador del Museo Nacional —David J. Guzmán— esa “raza decadente” (Apuntamientos, 1883: 505) es contraria al principio “eterno” de la propiedad privada que engendra la “idea” misma de “patria” (Comentarios sobre instrucción, 1914: 194). En tal denegación no se agota el problema indígena, ya que existe otro repudio notable: el idioma, la invención de un indígena sin lengua materna.

La ciudad letrada se desentiende del estudio del idioma náhuat-pipil y de su literatura. Será necesaria la presencia de un antropólogo alemán para que El Salvador conozca la gramática y el ciclo mitológico más completos durante todo el siglo XX (1930-1935): Leonhard Schultze-Jena. Le anteceden breves estudios léxicos y morfológicos del panameño Próspero Arauz (1924), cuya publicación definitiva data de 1960. Sin embargo, salvo un breve texto que intitularía “Diálogo con el Sol”, Arauz ignora la mito-poética náhuat-pipil, a la vez que su análisis gramatical se simplifica por razones pedagógicas. Sólo la aritmética —con un sistema casi decimal— ofrece un notable desarrollo.

Luego de ambos, le corresponde a Tomás Fidias Jiménez (1937) publicar una somera gramática dedicada al general Maximiliano Hernández Martínez, enlazando el rescate de la lengua a la política de la cultura en curso. Prologada por un académico de la historia, el idioma se percibe como verdadero remanente de una Atlántida y Lemuria revocadas. Pero ese desplazamiento —de Europa hacia continentes míticos— no suscita una ruptura con el eurocentrismo, ya que Jiménez busca adaptar la lengua indígena a las declinaciones latinas clásicas, además de asimilar el náhuat-pipil al náhuatl-mexicano.

Sus ideas teosóficas se prologan —entre la transparencia del logos epitaphios y la máscara de la tradición— hasta mediados de la década de los setenta. Casi al despegue de la guerra civil, el oscurantismo de una pseudo-ciencia sigue asimilando lo indígena a lo atlante, sin opción racional contraria (Salarrué, Catleya luna, 1974). No sólo sus postulados irrebatibles —como toda creencia oculta— borran el estudio gramatical de la lengua náhuat-pipil cuyo hablante, como la mujer, ante todo existe al interior del poeta: “yo te inventé a ti [mujer] poco a poco”. A la vez, sus premisas ignoran el desarrollo de una lingüística cada vez más formalizada y exacta, con modelos matemáticos que culminan en la creación de los lenguajes artificiales, la computación y el internet.

Anteriormente, si Schultze-Jena prosigue las teorías de Edward Sapir y Franz Boas —maestro del mexicano Manuel Gamio—tales logros inaugurales no afectan en lo más mínimo la sensibilidad que la ciudad letrada salvadoreña se forja de lo indígena. Por ello, casi ninguna teoría lingüística influye la percepción de la cultura urbana sobre el náhuat-pipil. Al nacionalismo salvadoreño no lo impresionan los estudios históricos que clasifican el idioma dentro de la familia yuto-nahua, la cual se extiende desde el estado de Utah en EEUU hasta Nicaragua, ni la tesis Sapir-Worf o su antónimo, el formalismo de L. Bloomfield.

Hacia la primera mitad del siglo XX, sólo Schultze-Jena indaga la idea de la lengua como prisma que tiñe el mundo, al distinguir —en un kantismo certero— “la cosa en sí (das Ding as Sich)” de la cosa nombrada en la lengua. Cada idioma —cada grupo de lenguas emparentadas— capta “el desierto de lo real” a través del “cristal con que lo mira”. Basta revisar el idioma inglés para descubrir cómo calca el movimiento de los objetos en el espacio-tiempo-energía. Go in/out/down/up/through/ahead/back… expresan ideas que se reencuentran en algunas lenguas mayas, mientras el español las ignora —las expresa bajo otro tinte gramatical— salvo quizás en su versión nuevo-mexicana: “ya estamos pa’tras de la quebrada (we’re back from the break)”.

Tampoco el funcionalismo —al investigar la manera particular de expresar las categorías lógico-gramaticales— propicia el estudio del náhuat-pipil, cuya tipología varía sensiblemente de la castellana. Menos aún, repercute el formalismo chomskiano cuyo inicio matemático —en los sesenta y setenta— coincide con la antedicha identificación de lo indígena a lo atlante, por parte del oscurantismo teosófico. Esta filosofía iniciática se halla vigente en la recopilación más exhaustiva de relatos en lengua náhuat-pipil: la investigación de Baratta (1959), quien por unas tres décadas se dedica al trabajo de campo. Baratta realiza el quehacer que ningún otro intelectual salvadoreño lleva a cabo en el siglo XX: transcribe en un alfabeto latino la literatura náhuat-pipil.

En seguida, cabe mencionar el trabajo olvidado de Juan G. Todd, Notas del náhuat de Nahuizalco (1953). Aun si no sobrepasa la formación de palabras —la morfología— Todd constituye “el mejor de los pioneros” según Campbell. Tal aserción verifica el retraso de los estudios lingüísticos en El Salvador. Hacia mediados del siglo XX, esta esfera de la investigación se sitúa en su preludio fundacional. La demora —que caracteriza la ciencia nacional del lenguaje— la confirma Pedro Geoffroy Rivas (1953), cuya gramática retoma los datos de Todd, de acuerdo a Campbell, a la vez que excluye toda referencia a la mito-poética náhuat-pipil. Por ello, su labor literaria emblemática —Yulcuicat-Versos (1962)—sólo incluye fuentes náhuatl-mexicanas y quichés, como si el despegue de una nueva vanguardia renovara el desdén por la mito-poética vernácula. Tales son las paradojas del nacionalismo salvadoreño que anhela arraigar una identidad de sí con datos primarios ajenos. El otro en lo mismo, según otro axioma borgeano.

A lo sumo, la candente discusión de Geoffroy Ricas con Jorge Lardé y Larín—sobre las etimologías y toponimias náhuat-pipiles— reconfirma que no existe una lingüística más allá de la palabra (Diario Latino, noviembre de 1957; Toponimia, 1961. Lardé y Larín, El Salvador, 1957). Ninguna estructura sintáctica compleja, semántica estructural, ni menos aún literaria y mítica, se prestan al debate político-científico. Hacia finales de los sesenta, en plena reforma educativa, el atraso de los estudios náhuat-pipiles lo reconfirma la mejor revista literaria de la época: Cultura, Revista del Ministerio de Educación (No 50, octubre-diciembre de 1968: 95-97). Para la exigencia intelectual de la ciudad letrada, una simple recopilación de cien palabras al azar satisface la complejidad de un “idioma autóctono de El Salvador”. En cambio, queda sin testimonio la narratología indígena, en sus sucesos inéditos que pasan (panu) ante el ojo (ix), como el descenso iniciático a los infiernos que vive todo neófito. Pese a que la gramática náhuat-pipil rige un modo testimonial, dizque tal categoría no existe previamente a todo testimonio de los sesenta.

Habrá que esperar la llegada de otro extranjero —el estadounidense Lyle Campbell (1985)— para que los estudios náhuat-pipiles se renueven. Campbell ofrece la gramática descriptiva más actualizada, el diccionario más exhaustivo con referencias al náhuatl-mexicano, al igual que una breve selección de textos mito-poéticos. Con su trabajo se alcanza la firma de los Acuerdos de Paz (1992), es decir, casi la clausura del siglo XX, sin una influencia directa ni categórica de la lengua indígena en la visión que la ciudad letrada inventa del indígena. El indígena en pintura —como simulacro de la verdad— sustituye al zoon logos ejon, al animal dotado de lenguaje, fundamento del animal político, del zoon politikon. La misma imagen que los artistas salvadoreños aún se niegan a cuestionar en su habla racional y estructurada por reglas sintácticas, disímiles al castellano.

No existe un tradicionalismo más arraigado que rechazar el estudio de la lengua de un pueblo al hablar del pueblo. Tal es la enseñanza de los clásicos que, en nombre de la identidad nacional, se recicla sin cese. El náhuat –pipil posee una “pronunciación pueril” y “pocas voces abstractas” (David J. Guzmán). “El náhuat más lleno de nosotros nunca se escribe” (Claudia Lars). Al náhuat-pipil “le llegó el tiempo de ser historia” (Juan Felipe Toruño). Del náhuat-pipil “no queda nada escrito” (Luis Gallegos Valdés). “No existe un problema indígena específico”, desde la época colonial, menos aún su lengua (Roque Dalton).

Sólo desde Comala siempre —en compañía de mis colegas los muertos— reafirmo el eurocentrismo sin remedio de una identidad nacional sumamente arraigada. La identidad la establece una tradición donde el Otro yace sino muerto, al menos mudo desde el inicio de la historia. Hasta el 2014, no existe una sala museográfica —una colección de estudios— que reconozca el aporte del idioma náhuat-pipil al conocimiento humano universal.

Por ello, al no “tratar las sombras como cosas sólidas”, bajo una “visión que se ingenia en volver a la memoria”, Dante —padre del exilio eterno llamado Tierra— me aconseja no aceptar otro dictamen que el de los muertos y el de los no-natos. El oprobio de tus hermanos será siempre la única recompensa en vida —me dicta (dichtung)— por revelar esta favilla sol de la sua gloria náhuat-pipil…

New Mexico Tech
Desde Comala siempre…
soter@nmt.edu

  • Rafael Lara-Martínez es investigador, escritor, lingüista, antropólogo y crítico literario. Lea su perfil en ICONOCLASTAS de El Faro. Más sobre este tema en una conferencia el jueves 28 de agosto (ver imagen).

El Salvador. La aventura cinematográfica

Viernes, 24 El Salvador. La aventura cinematográficaJulio 2009
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Por Manuel Sorto

Imágenes de Françoise Beséme

La Historia de un Húerfano

II

La Tercera Generación

a Lynn Gueary

Si David Calderón y Alejandro Cotto no colaboraron entre ellos (lo cual parece imposible, increíble y absurdo en un país donde solo ellos son los cineastas entre 1959 y 1974, y además, en un país sin tradición, sin recursos y sin mayor infraestructura de producción), la generación que llega, hace todo lo contrario.

Esta generación se compone por Baltazar Polío, Guillermo Escalón y Manuel Sorto, por orden de aparición.

Recapitulemos, Julio Ortega produce sus reportajes sobre Honduras en 1921 y Alfredo Massi la ficción Aguilas Civilizadas en 1924. Alejandro Cotto realiza en 1959 Camino de Esperanza y en 1960, El Rostro. En 1969, José David Calderon realiza Los peces fuera del agua y en 1970 Izalco. Luego viene el desierto. Pero Cine Spot existe.

Es así como Baltazar Polío, un joven recién llegado, puede dar sus primeros pasos. Ya no es necesario tener que ir o enviar los rollos de película a revelar hasta México, porque, repito, Cine Spot existe. Baltazar Polío, en 1975, producirá y realizará Topiltzin, un impactante cortometraje de ficción-documental, rodado con gran habilidad para lograr lo máximo de los pocos medios con que cuenta. No se trata de que sin Cine Spot, Baltazar Polío no hubiese existido como cineasta, pero quizás no se explicaría el fenómeno Baltazar Polío que produjo entre 1975 y 1979, ¡una película por año! ¡Chapeau! dicen los franceses.

Pero también con Calderón y Polío se rompe la relación de competencia entre los creadores y se transforma en colaboración, no estrecha, pero consciente y real, una relación, si se quiere, maestro-discípulo, no obvia, pero si evidente en alguna parte.

En 1975, con Topiltzin*, la primera película de Baltazar Polío, el cine salvadoreño da una vuelta de tuerca (como diría Paul Leduc) acorde a la dimensión de los 15 años pasados desde El Rostro de Alejandro Cotto o los seis o cinco años desde Los peces fuera del agua e Izalco de José David Calderón. Y cinco años es bastante, o mucho, en la producción cinematográfica de un país.

Pero comencemos por el principio de esta nueva revolución en el disco de nuestro cine.

Baltazar Polío

un cine social

Introito II

TOPILTZIN

Topiltzín nos cuenta la historia de un día en la vida de un pequeño vendedor de periódicos, pre, o adolescente. Topiltzín es un cipote como los hay a centenares en San Salvador: descalzos, harapientos, malcomidos, sin hogar ni educación. Topiltzín vive en la calle; duerme donde le agarra la noche, se alimenta de cualquier cosa con lo poco que gana y siguiéndolo, a través de sus ojos podemos ver la ciudad en que vive y que día a día lo mata.

La película arranca mostrándonos el amanecer en San Salvador, los primeros vehículos que se desplazan por los calles, el « panadero » en bicicleta con su enorme canasto en equilibrio sobre la cabeza, los chuchos de nadie que galguean, unas mujeres lavando trastos, y Topiltzín que dormita sobre una acera con su ropa raída, y sus ojos que se abren con la mirada de « los tristes más tristes del mundo ».

La cámara nos lleva, acompañando al pequeño príncipe en su recorrido por la ciudad. Lo vemos atravesar el mercado entre la multitud de vendedoras, mozos de camión, borrachos, vagos y enfermos que lo pueblan; los sonidos de los cumbos de basura, los gritos, los bocinazos de carros y camiones, la bulla y las ofertas que las vendedoras saben tan bien cantar.

Lo vemos detenerse con su camiseta que no pasa de hilacha y su culirroto pantalón chulunco frente al monumento de la Plaza Libertad, que con sus coronas de laurel entre las manos se alza contra el cielo. Topiltzín sigue su camino por las calles sucias, ya devorando el supremo banquete de un puñado de arroz sobre una tortilla, ya peinándose con los dedos frente al espejo de una venta callejera. Lo vemos esperar, impaciente y con tedio, la salida de los periódicos, para luego dirigirse en un bus de la ruta 29 hacia el Bulevard de los Héroes, donde esquivando autos o sobre los arriates con otros canillitas, con sus pies descalzos contra el pavimento ardiente, y sudará su bello pellejo maya hasta terminar de vender la mercancía.

Hay una secuencia en la cual podemos ver parte del mundo que le ha sido negado: el mural que decora el Liceo Salvadoreño es harto elocuente; los jóvenes que con libros bajo el brazo ascienden las gradas de los edificios universitarios; los caballeros cadetes que en ropa deportiva hacen gimnasia. También se integran en esta secuencia de su recorrido, el rostro de un Pato Donald que se balancea grotesco y los soldados que desde los garitones vigilan los cuarteles… ¿piensa Topiltzín en la entrada al cuartel como salida siempre viable para asegurar ropa, techo y comida? Estas imágenes están montadas de manera rápida y ágil a ritmo de la pista musical que ya se ha convertido en golpes secos de redobles.

Al caer la tarde lo vemos bajar hasta la orilla de lo que queda del río Acelhuate, para darse un baño en su raquítica corriente de agua sucia, basura y desperdicios. En un momento determinado los oídos del muchacho se agudizan y escuchamos el sonido de una flauta; sus ojos buscan el lugar de donde proviene la música que se ha vuelto penetrante.

Aquí hay una transición en cuanto a la forma en que la historia nos ha venido siendo narrada. Venimos de asistir con Topiltzín a una realidad concreta y dura, una mise en scene documental, pero de aquí en adelante las escenas se vuelven simbólicas, oníricas si se quiere.

Sus hermosos ojos rasgados se levantan frente a las Lomas de Candelaria, las que luego le vemos ascender atraído por la extraña fuerza de aquella música que lo guía y llegar hasta donde un Viejo de sonrisa bondadosa fabrica una flauta de carrizo.

Topiltzín observa magnetizado las manos del viejo y su destreza manejando el cortaplumas hasta que la flauta es terminada. El viejo la prueba: funciona. El viejo se la ofrece, sonriendo, para luego alejarse tal como apareció, envuelto en el misterio.

En la escena final vemos a Topiltzín sonando la flauta bajo los luminosos rayos del sol que comienza a ocultarse tras las lomas. Las imágenes, ya desde que el viejo se marchara, son de gran belleza visual. El tratamiento de la luz a nivel de contraluces es técnicamente simple, pero utilizado con mano de maestro, es decir Polío, el cineasta, en pleno dominio de la técnica y las reglas de su arte: cuándo y dónde, en qué parte de la película utilizarlo. Y es simple porque lo hace siguiendo la lógica de su narración, no como un efecto estético-visual: la película comenzó con el día que se iniciaba (pero no con el sol naciendo, sino con la gente que se activa), y hemos llegado al final de la pelí, de la historia: el sol se dispone a acostarse. Topiltzín se aleja con pasos casi acompasados a la melodía que ya está creando con su flauta, y casi danza la figura del pequeño príncipe ahora flautero que, en silueta, se recorta contra la luz del atardecer. La música en la banda sonora, ha llegado a su clímax.

¿Es la escena final una esperanza para Topiltzín? Quizás. Quizás para él y su gente no exista la armonía mínima de una vida con padres, techo, comida y educación, pero quizás mañana… (Quizás a partir de ahora…) Esta escena queda abierta a las diversas interpretaciones que puedan darle los espectadores. Para mi es un acto de fé (y perdóneseme el concepto cuasi religioso). Fé en un mundo distinto, diferente, en un San Salvador nuevo para sus pequeños príncipes.

Marcos Menjívar, el actor, no era canillita antes de protagonizar Topiltzín, pero vivía de una manera bastante semejante.

« Nací en Chalatenango en 1960. Vine a la ciudad a la edad de nueve años y mi vida la he hecho en los tugurios. Recuerdo El Bambular, el Modelo 1… en el Américas, murió mi madre… »

Cuando se filmó la película entre 1974 y 1975, Marcos Menjívar tenía alrededor de 14 años. Desde entonces se convirtió en el asistente inseparable de Baltazar Polío en todas sus posteriores producciones, y a esas alturas, cuando en 1979 escribí el texto a pedido de La Piscucha, Marcos ya no solo era el cipote, el topilzin, el principito que lograra quizás hasta hoy, la mejor actuación del cine salvadoreño, sino también un joven que contaba ya con más de 4 años de experiencia técnica en el campo cinematográfico, haciendo un poco de todo, como hasta entonces (¿O hasta hoy?) se hacía cine en El Salvador.

Marcos encontró en el cine una identidad y una educación que en nuestro medio no la sirve ninguna Universidad ni Colegio, esas instituciones que a él le fueron negadas (hablo de las tres o cuatro Universidades serias que existen en El Salvador, no de esos chiringuitos que crecieron como hongos en los últimos 2o años, hasta en cualquier garage, solo comparable, con el número de iglesias de tantos colores y nombres). Es más, si un día vuelvo a filmar en El Salvador, no dudaría en buscarlo y pedirle su colaboración, como técnico, como actor, o como asesor -salí en marzo de 1980.

Pero con el caso de Marcos Menjívar no estamos diciendo que los topiltzines, los principitos que a tanatadas llenan la capital, encontrarán con un poquito o con un golpe de suerte y con un poco de esfuerzo, la solución a su miseria. Porque no se trata de pobreza de la que nos habla Topiltzín, sino de la miseria que como costra adorna incesante nuestro país. Los problemas elementales de una gran mayoría de la niñez salvadoreña, no están para esperar a ser solucionados con un poquito de « suerte ». Por cada Marcos Antonio Menjívar hay cientos o miles de topiltzines que terminan o están llegando a adultos todos los días y que pululan en San Salvador y que son señalados como lúmpenes o lacras, o mareros. O como gusten nombrarlos sus mercedes.

Debido a la cantidad de su producción, podríamos decir que en El Salvador y Mesoamérica, el cine continúa siendo un campo casi vírgen. Esto no se debe solo a lo que económicamente implica la aventura, sino también a lo que de conocimientos y capacidades técnicas requiere; aparte de talento, of course.

Topiltzín fue la primera película de Baltazar Polío y fue filmada en precarias condiciones económicas y técnicas. Polío no tenía ni cámara, por lo que la filmó con cámaras prestadas y con colas sobrantes de película vírgen, de emulsiones de diferentes marcas y calidades –lo cual es visible durante la proyección, no solo para los profesionales, aunque Baltazar haya astuta y eficazmente atenuado las diferencias entre las distintas calidades de emulsión con un tenue baño de sepia en el laboratorio.

Sin embargo y pese a todas las fallas que puedan objetársele: por el tema y los conflictos de su personaje; por su guión; por sus lugares de rodaje y el ambiente que de ellos se rescata; por la dirección del actor; por la sabia utilización de los pocos recursos económicos y técnicos con que contaba el realizador; por el rítmo tan bien logrado a través de todo el desarrollo; por el hallazgo en el lenguaje cinematográfico y lo que como aporte al cine salvadoreño significa, creo que hasta hoy, Topiltzín es la película salvadoreña por excelencia. Hoy por hoy (decía al cierre de mi trabajo cuando lo publiqué).

Porque esto que han leído lo he reproducido casi textual de un trabajo mío publicado en El Salvador en la revista La Piscucha ** en 1979.

Con Topiltzin, el cine social irrumpe en el casi desolado y desolador paisaje del cine salvadoreño, y para quedarse (aunque muy pocos la hayan visto. Creo que incluso los nuevos cineastas o aspirantes a serlo, desconocen la película, y no son responsables de ello. Y es por ello que es necesario y se vuelve imprescindible, un organismo que, entre otras cosas, cree una Cinemateca que rescate, guarde, restaure, conserve, clasifique, proyecte y se ocupe de dar a conocer la obra cinematográfica salvadoreña, para comenzar, al pueblo salvadoreño, su público natural y al primero que va dirigido. Pero también para que promueva la ayuda internacional; tanto europea, asiática, canadiense, australiana o del cine independiente estadunidense, es obtenible. Puede parecerles que estoy loco, pero todo es posible. Termino con lo que de Topiltzin, la película, y luego retomo lo del cine como sujeto general).

Toda cinematografía nacional que se respete en no importa que país del planeta, tiene que pasar por un cine social. Es la credencial de mayoría de edad de todas las cinematografías. Tanto como la alternancia política es condición sine qua non para un sistema democrático en occidente. En el cine, la nacionalidad la da o la dan, los países productores; o sea el que paga los costos de la aventura.

No se trata de patriotismo ni de nacionalismo tranochado, sino de un acto de búsqueda y recuperación de la propia identidad. Pero sentar las bases de un cine nacional no es ya nuestro problema. Esa es una etapa quemada y superada desde el binomio Cotto y Calderón, asentada con el fenómeno Baltazar Polío y con la producción del otro binomio, Escalón y Sorto, durante la época de nuestro cine de guerra. Asi que, a otra cosa, mariposa.

Topiltzin vendría a ser El Ladrón de Bicicletas o el Tire dié ***, de la cinematografía salvadoreña. En toda la producción anterior, la condición social y humana no solo no era cuestionada, pero aún más, en El Rostro, la pobreza y la miseria se daba como aceptada y era asumida por los personajes como una fatalidad (aderezada con folklore y los pasos de baile de Morena Celarié -la despeñada o asesinada, nunca se supo). Es más, y corro el riesgo de equivocarme, puede que el talento y las ideas de Alejandro Cotto, no fuera más que manipulado por Coralia de Lemus para cimentar los inicios del utilitarismo del sujeto indígena y campesino, para la recién descubierta industria del turismo; ya estando para entonces un poco a distancia del genocidio de 1932, después del cual, hablar el nahuat y hasta vestir sus trajes originales, era sinónimo de ser comunistas (¡pobre pueblo!, tras masacrado, sus restos convertidos en souvenir para turistas).

Ya antes, a los naturales, se les había despojado del derecho al Ejido, lo único que creó y respetó la España de la colonia: el pequeño derecho a seguir viviendo y trabajando en las zonas del territorio que habitaban. Los criollos y sus gobiernos, para utilizar esas tierras, ya que eran las mejores por su altitud, ordenaron por decreto la siembra obligatoria del café, ley en favor de un grupo de familias; como si se tratara de la plantación de algo esencial para la sobrevivencia del pueblo salvadoreño. Una medida brutal e indecente, inmoral, perversa. Toda nuestra historia oficial es inmoral, indecente y profundamente perversa.

En Topiltzín, como decía, la realidad es vista desde una nueva mirada: la mirada neutra de la cámara que espía y acompaña a Topiltzín es reveladora; pero también es una mirada que cuestiona esa realidad y, subliminalmente, es un dedo acusador, pero a la vez, subversivo.

Pero poco importaba (o importa), de todas maneras la película no se exhibía ni la veía nadie. Ni adentro ni afuera. Un poco como ahora, me imagino. Solo los amigos. Y en esas pocas proyecciones, entre amigos, a veces Baltazar hasta ganaba, a sus espaldas, la burla de sus elegidos para verlas: eso no era cine, decían. No era cine, para ellos, no era el cine como nos gustaba (o nos gusta), como lo conocíamos (o conocemos) la mayoría de los salvadoreños: a lo Hollywood o el cine mexicano comercial de la época. Ese tipo o clase de cine que creo sigue siendo el mismo que llena nuestras carteleras actuales. Burlas y críticas que solo mostraban nuestra enorme ignorancia en cultura y educación cinematográfica y audiovisual. Y no se trata solo de cine.

Hoy, 39 años después, y en pleno siglo 21, y cuando ya los salvadoreños vamos comprendiendo la importancia de las imágenes, y el poder , no olvidemos sobre todo el poder que tienen las imágenes sobre nuestras vidas; la cotidiana y la de los sueños. Quizás hoy, nuestra actitud sea diferente. Quizás.

Retomo la necesidad de una Cinemateca Nacional

Pienso que por primera vez contamos con un gobierno de corte social y serio, que se preocupará por el aspecto cultural, no solo porque lo ha prometido y creado una Secretaría para ello, sino porque todos nosotros lo exijimos y le ayudaremos a contruír ese nuevo proyecto social y cultural. Sin nosotros un gobierno no puede nada. Hoy, ningún gobierno, es nada sin nosotros, ningún gobierno. Y acostumbrémonos a la idea, que nos entre en la mollera y en el alma. Tenemos un gobierno que promete tratará con respeto y colaborará con las artes, como ellas merecen y necesitan en cualquier país con dignidad. Es decir, como algo importante dentro del todo cultural salvadoreño.

Un nuevo proyecto cultural tiene que fundarse, y bien. Un proyecto cultural con todo lo necesario, con todas sus partes. Una totalidad que incluya todos los elementos que conforman la cultura, sin exclusión, de izquierda, derecha y centro, de arriba y de abajo, de norte y este, de sur y oeste. Un organismo cultural fundado sobre piedras angulares multi-encastrables y con posibilidades de enlace y ensamble, al infinito. Es decir, todas las posibles.

Un Órgano Cultural del Estado que existirá, independientemente de los gobiernos que se alternen el poder político en el futuro.

Un organismo de estado serio y coherente, no excluyente, abierto a todo lo actual, nuevo y experimental; que concilie nuestro pasado precolombino, rescatando, protegiendo, guardando y conservando todo lo que podamos de nuestros más antiguos ancestros, y por otra parte, lo actual, moderno y contemporáneo que tenemos de nuestra ascendencia occidental (blanca y cristiana, como añadiría un generalazo argentino de la época de Videla); ese ascendente de España y de los otros países europeos, más la influencia relativamente reciente de los Estados Unidos (el imperio más nuevo de la historia y el que quizás menos durará, por los vientos que soplan).

Un organismo estatal y laico, abierto para todos, sin distinción de raza, sexo, religión ni signo astrológico, ni de si se escribe o se cojea o se meten goles, con la izquierda o la derecha. Un organismo que permita articularse tanto a los salvadoreños en el interior como en el exterior. Porque no olvidemos a los que están afuera, y no se trata unicamente del tema remesas, no. Todo lo bueno que se resume en los que tuvimos la oportunidad, suerte, o aparente desgracia de irnos a vivir y aprender, pero también a enseñar cosas a otros países. Y no importa que nuestra partida tuviera como causa el exilio político o el exilio económico (que también es una especie de exilio).

Y esto incluye no solo a los que fuimos a parar a Estados Unidos, Canadá, Europa, México, y otros países de Amèrica Latina, porque hasta en la misma Australia tuvimos que fundar colonia y familia entre canguros. ¡Joder! ¡Que hasta en Alaska y las Siberias tenemos ya parientes o amigos! ¡Que estamos y somos más ricos que nunca! No seamos imbéciles, ayudémosle a Mauricio Funes Cartagena a transformar El Salvador en el micro-ship que tanto sueña. ¿O no leímos o escuchamos con suma atención su discurso de investidura?.

Esa es una de las mayores riquezas con que contamos ahora, porque, y oigáseme bien, ahora también tenemos por primera vez en nuestra historia un gobierno de izquierda, elegido por mayoría popular, que ha prometido transformar y revolucionar el país y que nos hace confiar en que por fin la suerte y la realidad de las obras estarán de nuestro lado, es decir, del lado del pueblo. Que todo eso es valioso. Cuidémoslo y exijámosle. Y la diáspora no es solo una fatalidad, nos hemos enriquecidos y somos más fuertes que antes, más fuertes que nunca desde hace 500 años. Todos queremos regresar o colaborar desde donde estemos y como podamos.

Esperemos a que el presidente de la república y su gabinete organicen la plataforma de despegue; no lo desconcentremos, ni a él ni a su gobierno con nuestros lloros y premuras de cipotes hambrientos, como si solo pensáramos en nuestras barrigas y necesidades inmediatas. Esperemos a que su arquitecto y equipo de ingenieros termine el trabajo de sentar las bases de la refundación. No se puede construír nada nuevo sobre bases flojas o torcidas, o sobre bases podridas. Somos un país con muchas complejidades, y una reestructuración o cambio verdadero necesita nuevas bases sobre las que construiremos el nuevo edificio. Él dará la señal o señales necesarias. Y entoces, a contruír todo lo que se pueda. Pero bien. Tenemos 5 años por delante. No es mucho, pero tampoco es nada. Hombres de poca fé.

Y claro que encontraremos apoyos y ayudas en todo el planeta si se trata de la cultura y el arte.

Notas

Escribo topiltzín con tilde, pero no estoy seguro de si se debe.

Solo el binomio Guillermo Escalón y Manuel Sorto superan eso: 4 películas en 2 años y pico. Pero jugando a 2.

La piscucha. Vuelo Número 3 (Mayo-junio, 1979. Editorial Universitaria. Consejo de redacción: Rafael Mendoza, Armando Herrera y Roberto Salinas).

Ladri di biciclette, de Vittorio de Sica (Italia, 1948).

Tire dié, de Fernando Birri (Argentina, 1956-58).

Birri nace en Santa Fé, en 1925. Considerado padre del Nuevo Cine Latinoamericano. Estudió cine en Roma; a su regreso a Argentina funda el Instituto de Cine de la Universidad del Litoral, donde se formarán importantes ténicos y realizadores que tomaran a los que coordina para el rodaje de Tire die y que serán de gran importancia 10 años más tarde tomando el relevo. Tire dié es la transcripción fonética de tire diez, lo que gritaban los niños de un pueblo argentino, mendingando una moneda de 10 centavos a los pasajeros del tren cuando pasaba por el pueblo. En 1962, influenciado por el neo-realismo italiano, realiza Los Inundados. Las dificultades para continuar su trabajo lo obligan a regresar a Roma, donde reside. Fue uno de los motores para la creación de la Escuela de Cine de San Antonio de Los Baños, en Cuba, bajo los auspicios de Gabriel García Marquez (quien también estudió cine en Roma) con el monto recibido junto con su medalla de Nóbel.

Ojo

Les debo la Ficha técnica de Topiltzín. No la encuentro. O nunca la tuve o la he perdido o por ahí anda. Otra de las calamidades de andar errante. Pero también tiene su cosas buenas y hermosas, y se aprende mucho.

Los documentos del cine salvadoreño: la tradición desconocida

Los documentos del cine salvadoreño: la tradición desconocida
Suele decirse que en El Salvador no existe tradición en producción de cine. Lo cierto es que sí la hay, pero sus características son poco conocidas.
Ruth Grégori
cartas@elfaro.net
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La mayoría de salvadoreños probablemente se sorprenderían al saber que las producciones que constituyen el acervo audiovisual cinematográfico del país sobrepasan la centena. En un siglo de historia, los géneros y formatos han sido variados, pese al predominio del género documental.

La historia del cine en El Salvador puede dividirse en tres períodos: la primera mitad del SXX, los inicios del séptimo arte en tierras salvadoreñas; la segunda mitad del SXX en que se sigue representando la realidad, se incursiona en el cine narrativo y más experimental, y se escribe el importante capítulo de la producción durante el conflicto armado; y el cine de la posguerra.

A inicios de siglo, como aún no existían las salas de cine, las funciones se realizaban al aire libre, proyectando las imágenes en los muros de iglesias o alcaldías, que eran los más grandes y blancas, y los espectadores debían llevar en qué sentarse. El fondo musical provenía de interpretaciones en vivo que iban desde marimbas y pianos hasta orquestas. Se anunciaba la función tocando las campanas o lanzando cohetes de vara.

El primer largometraje con argumento hecho en El Salvador fue “Las Águilas Civilizadas” (35 mm), del migrante italiano Virgilio Crisonino, una “historia de amor entre una campesina y un patrón malo que se exhibió en 1927 con gran éxito. No se conserva ninguna copia de esta película.

Durante los primeros cincuenta años de la historia del cine salvadoreño predominó el género documental y el formato de 35 mm. Casi toda la producción de esa época está ligada al nombre de Alfredo Massi, también inmigrante italiano, cuya obra documentada abarca 80 producciones, 25 realizadas en formato de 35 mm entre 1932-1934 y 55 en formato de 16 mm realizadas entre 1940 y 1966.

Massi estuvo involucrado en dos empresas cinematográficas en las que una serie de documentales de lo que gobernantes como Maximiliano Hernández Martínez, Oscar Osorio y José María Lemus se sirvieron para fines de propaganda política. Massi filmó y produjo el primer noticiero cinematográfico salvadoreño financiado con capital propio: “Lorotone”. Un documento importante de esa época es la filmación de los III Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe (1935). Otros ejemplos de sus obras son: “La revolución en marcha”, “El buen café salvadoreño” y “La Presa 5 de noviembre”.

La segunda generación

Entre los nombres de la historia del cine hecho en El Salvador en la segunda mitad del SXX se cuentan: José David Calderón, Alejandro Cotto, Baltazar Polio y André Guttfreund. Pero además surgieron una serie de esfuerzos institucionales para la creación cinematográfica, entre ellas una gubernamental, Televisión Educativa (TVE) y dos ligadas a organizaciones guerrilleras. La producción registrada de estos años alcanza los cincuenta títulos.

José David Calderón creó el primer largometraje salvadoreño: “Pasaje al Mundial” (1969), un documental que presentó el partido en que El Salvador clasificó al mundial de fútbol de México en 1970, y “Los peces fuera del agua” (1970), la primera película con argumento, exhibida en 1971. A él se atribuye los primeros esfuerzos por hacer cine comercial en el país.

Alejandro Cotto, quien estudió cine en México, realizó producciones por encargo de funcionarios o instituciones gubernamentales durante la presidencia de José María Lemus, pero sus creaciones le granjearon motes que iban desde “damo de la mujer de Lemus” hasta “comunista”, según la perspectiva de quien las viera. Eran los años de la Guerra Fría, de creciente convulsión social y del surgimiento de las organizaciones que más tarde conformarían el FMLN. Entre sus obras destaca “El rostro” (1960), que quedó entre las finalistas del Festival de Berlín.

Baltazar Polío filmó en 1975, al regresar de sus estudios de cine en Francia “Topiltzin” (pequeño príncipe en nahuat), el primer cortometraje experimental, sobre la vida de un niño vendedor de periódicos. En lugar de “dolly” para seguir los desplazamientos utilizó un carro escarabajo, en lugar de una grúa para seguir ascenso y descenso un sube y baja y una rueda de chicago. Esta película participó en el Festival de Cine de Bilbao España y en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba. Polío emigró a Estados Unidos a causa de la guerra, en donde continuó su trabajo audiovisual.

Televisión Educativa (TVE) creó en 1973 el Departamento de Producción Cinematográfica, al que se dotó del equipo técnico de producción audiovisual más completo de la época y en donde se hizo cine documental sobre diversos temas hasta que en 1987 el Ministerio de Educación ya no pudo mantenerlo. Cineastas de gran renombre, entre ellos el francés Jean Leduc y el italiano Roberto Rosellini, vinieron al país para brindar capacitaciones. Durante la presidencia de Napoleón Duarte TVE cae en descuido, por pérdidas y robos de materiales así como equipo fílmico y técnico.
“Géneros Cinematográficos”
» Documental: es una forma de representación de la realidad desprovista de toda manipulación o ilusionismo ficcional. Comprende subgéneros: Histórico (temas históricos), Bélico (temas de la guerra y su contexto), propagandístico (exalta una de las partes en el conflicto y se supedita a la difusión de una ideología), y otros que reflejan sucesos turísticos, culturales, deportivos, educativos, institucionales, etc.

» Cine narrativo: Va más allá de la reproducción de la realidad, la recrea o se basa en temas fantásticos. Retoma elementos narrativos como personajes, trama, desenlace, conflicto y resolución. Subgéneros: drama, cine histórico, parodia, musical, ciencia ficción, cine de acción (espionaje, aventura), comedia.

» Cine de Vanguardia:Transgresión de géneros establecidos, más experimentales, que surgen entre la I y II Guerras Mundiales: dadaísmo, surrealismo, expresionismo.
“ Géneros mixtos.

André Guttfreund, quien laboró por dos años en TVE, estudió posteriormente cine en Estados Unidos. Ahí desarrolló su actividad fílmica y ganó un Oscar por el cortometraje “In the region of Ice” (“En la región del hielo”) en la categoría de producción en 1976.

En 1979 el golpe de Estado que depuso al entonces Presidente Carlos Humberto Romero y el inicio de la guerra civil generaron un quiebre en la incipiente industria salvadoreña del cine.

El capítulo de la guerra en el cine salvadoreño

“La necesidad de los grupos clandestinos de promover su causa provocó el surgimiento de un medio alternativo para dar a conocer su versión de los hechos. Paradójicamente el grupo insurgente le sacó mejor provecho al cine que el gobierno, contrario a lo que otros sistemas han hecho a lo largo de la historia”. Así describe la incursión de organizaciones guerrilleras en la producción fílmica la investigación “Segunda Generación de cine salvadoreño 1960-1992” (UCA, 2002).

Uno de los principales aportes del cine de guerra fue el valor documental e histórico de las imágenes del conflicto. Se consiguió articular una organización y se hizo producción sistemática, además de que se establecieron mecanismos de distribución, destinados el público de las redes de solidaridad internacional.

Dos organizaciones guerrilleras crearon sus propios grupos de cine. Las Fuerzas Populares para la Liberación Nacional (FPL) creó el Instituto Cinematográfico El Salvador Revolucionario (ICSR), mientras que el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) creó el Sistema Radio Venceremos (SVR). Amabas organizaciones produjeron de forma sistemática y constante, también hubo aportes de otros grupos que formaban el FMLN.

Entre las obras de esta etapa cabe mencionar documental de la época fue “La decisión de vencer” (1981), del Colectivo “Cero a la izquierda”, integrada por Guillermo Escalón y Manuel Sorto, que más tarde se integraría al SRV, y la película “El Salvador, el pueblo vencerá”, de Diego de la Texera (ICSR, 1982), que tuvo distribución en 30 países y fue traducida a nueve idiomas.

Gran parte del material producido durante el conflicto quedó disperso. Ha habido pocos intentos por rescatarlo: La Universidad Nacional, el Museo de la Palabra y la Imagen (dirigido por Carlos Consalvi, que era parte del SRV), filmotecas extranjeras (debido a la participación en festivales), así como archivos particulares dentro y fuera del país.

El cine de la posguerra

Para cuando terminó el conflicto armado la actividad cinematográfica en el país empieza entonces a sufrir algunos cambios. En tanto que había predominado hasta entonces el género documental en el cine de la posguerra el género de ficción gana terreno de 18 títulos documentados hasta 2002, 10 pertenecen al género de ficción, los documentales ya no sólo retratan sucesos sino empiezan a interesarse en el subgénero biográfico, y los formatos de 35 y 16 mm ceden espacios a nuevas tecnologías como el formato digital.

Guillermo Escalón, del colectivo “Cero a la Izquierda” que formó parte del SRV, y quien dirigió diferentes documentales durante la época bélica, filmó en 1994 el documental “Alejandro”, un homenaje a la trayectoria del cineasta y activista cultural Alejandro Cotto. Este documental biográfico rompe la temática de la guerra y abre una nueva brecha para la producción cinematográfica salvadoreña.

El cineasta Jorge Dalton, Fundador de la Escuela de Cine en Cuba, ha realizado tanto documentales biográficos como cine de ficción. Su documental biográfico “Herido de Sombras” (1994, 1ª versión desaparecida, y 1999, 2ª versión) sobre la historia del grupo musical cubano “Los Zafiros”, obtuvo el III Premio Coral al mejor documental del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana en 1994.

“Nacidos para triunfar” (1994), un largometraje de Javier Durán sobre la historia del grupo musical salvadoreño liderado por “Josse Lora”, pese a haber sido catalogada como puramente “comercial”, forma parte de la historia del cine salvadoreño. Fue estrenada simultáneamente en 21 salas de El Salvador en 1994 y fue distribuida dentro y fuera del país en salas comerciales y renta videos.

En la producción fílmica de posguerra es interesante notar que algunos temas son intereses comunes. En el caso del género de ficción, tres títulos coinciden en el tema del fenómeno migratorio de los salvadoreños hacia Estados Unidos: “Homeland” (1999) de Doug Scout, la historia de un migrante salvadoreño, miembro de maras que llega a Nueva York y es deportado; “Silencio del amanecer” (1999) de Claudia Amaya, filmado en formato digital, trata del fenómeno de transculturización experimentada por una niña que viaja a Estados Unidos; y “Medio Tiempo” (2001) que narra la historia de un joven que vive en Las Vegas, manda dinero a su familia en El Salvador, y debe cuidar a su hermano adoptivo para que no lo maten, como al propio.

En el género documental dos filmes coinciden en el tema de la masacre de indígenas y campesinos que tuvo lugar en 1932: “AMA, La memoria del tiempo” (2002) descendiente del cacique asesinado en esa fecha, y “1932, la cicatriz de la Memoria” (2002) de Carlos Henrríquez Consalvi (ex miembro de SRV y actual director del Museo de la palabra y la Imagen) y Jeffrey Gould, basada en testimonios de sobrevivientes de la matanza. Esta además incursiona en el formato digital.

Las condiciones en que se han realizado las producciones que constituyen el legado de los cineastas salvadoreños bien puede constituir un capítulo aparte en la historia de nuestro cine. Igual ocurriría con el análisis y la valoración de los resultados de dichas obras. Sin embargo, es justo contradecir la idea comúnmente referida de que en El Salvador no se ha hecho cine. Más de un centenar de títulos, documentados, lo prueban.
“Filmes salvadoreños laureados en el exterior”

» “El rostro” (1960), de Alejandro Cotto: entre las finalistas del Festival de Berlín.

» “Topiltzin” (1975) Baltazar Polío: participó en el Festival de Cine de Bilbao España y en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba.

» “In the region of Ice” (“En la región del hielo”) (1976) de André Guttfreund, ganó un Oscar por el cortometraje en la categoría de producción

» “La decisión de vencer” (1981), del Colectivo “Cero a la izquierda”, integrada por Guillermo Escalón y Manuel Sorto, que más tarde se integraría al SRV: ganó “La Palma de Oro” en el XXIV Festival de Cine de Liepzig, Alemania, y el Gran Premio Coral en el III Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

» “El Salvador, el pueblo vencerá”, de Diego de la Texera (ICSR, 1982): participó en siete festivales internacionales, ganó cinco premios, entre ellos el Gran oral del II Festival de Cine Latinomericano de la Habana, Cuba; Premio Saúl Yelin, otorgado por el Comité de Cineastas de América Latina; y Premio de la Asociación Internacional de los Críticos del Cine en el Festival de Lille, Francia.

» “Herido de Sombras” (1994) de Jorge Dalton: obtuvo el Premio Coral al mejor documental del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana en 1994.

“FUENTE: Tesis de grado Lic. En Comunicación y Periodismo UCA”

» “Los pioneros del cine en El Salvador” (2001). Autores: Scarlett Cortéz, Mauricio Ramírez, Carlos López.
» “Segunda generación de cine salvadoreño 1960-1962” (2002). Autores: Ivette Amaya, Oscar López, Lilian Martínez, Beatriz Valdés.
» “Producciones Audiovisuales desde 1992 hasta 2002” (2002). Autoras: Lidia Castro, Regina Arbizú, Ileana Colocho.

El Pichón: poeta de la resistencia popular salvadoreña Entrevista con José Roberto Cea

El Pichón: poeta de la resistencia popular salvadoreña
Entrevista con José Roberto Cea

SAN SALVADOR, 17 de agosto de 2014 (SIEP) Desde fuera de su casa en la emblemática colonia Santa Cristina de Santa Anita, se oye desde las alturas, el tableteo victorioso de la maquina de escribir que usa El Pichón Cea, que resguardado por el imponente y fiel Charcam, continúa a sus 76 años, acechando a los enemigos de la alegría y tendiéndole emboscadas a la injusticia.

Nos recibe con su tradicional sonrisa. Estoy terminando esto que voy enviar a Venezuela porque se cumple el 200 aniversario de la Carta de Jamaica de Simón Bolívar, nos comenta entusiasmado, mostrándonos unas cuartillas amarillentas. Hablamos de poesía y revolución.

Es lo mismo, la poesía, la revolución y la felicidad es la vida, no cambia. Y hay que hacerla todos los días porque si no lo hacemos no tenemos vida. Fíjate que estoy escribiendo hoy a partir de la Carta de Jamaica, trabajando con el pensamiento de Bolívar, que es tan actual, que tiene mucha vigencia para enfrentar los problemas de las sociedades latinoamericanas. Y de la nuestra.

Soy de Izalco…

Soy de Izalco, salgo la primera vez cuando tenía 13 años, voy a Sonsonate y a Santa Ana, y a San Salvador y luego regreso a la capital cuando tenía 17 años. Mi mamá se llamaba Isabel y la conocí a los cinco años, y mi papá Alberto, aunque a él lo conocí ya instalado, vino a verme, a buscarme. Ellos me tuvieron siendo muy jóvenes.

Por eso a mi me crío mi abuela, soy hijo de mi abuela materna, que se llamaba Concepción, le decían la Niña Chon. Nací en 1938. Y vivíamos en Izalco Arriba. Fíjate que una vez vino a visitarme una delegación de compañeros de la Alcaldía del Común y en una discusión me dijeron –no, es que usted es de los de arriba. Suerte que no me dijeron mestizo o ladino que ya sería casi como una puteada.

Mi abuela se encargaba de aclararme: vos no sos indio! Mi abuela era de origen sefardí, chelita, pelo caoba. Era hija de mi bisabuela Paula. Estaba casada con Rosalío Veliz, de oficio ebanista. Pero fíjate que mi segundo apellido es Arucha., Cea Arucha. Y vivíamos atrás de la iglesia, en el Barrio Santa Teresa. Mi abuela vendía en un mercadito que quedaba frente a la Iglesia, la de arriba. Fue ella la que me llevó a bautizarme con el cura Ricardo Cea, a quien ella había también criado, ya que era su sobrino.

En los años cuarenta Izalco era un pueblo triste. Temor, se respiraba temor. El sometimiento se había apoderado de las gentes. No es casual que sea en Izalco donde ARENA inicia sus campañas políticas. Es simbólico ya que es el pueblo que masacraron en el 32, el abuelo de Calderon Sol, Tomás Calderon Sol. Tomá en cuenta que nací seis años después del 32. Acababa de pasar la masacre. Había mucho silencio, no se podía hablar de lo que había pasado, había mucho miedo. La gente señalaba casas donde habían vivido comunistas. Y en la casa se hablaba y yo escuchaba atentamente: ese vecino anduvo metido, no vayas a jugar a esa casa, en ese rancho se reunían “los del 32” o los “del comunismo.”

El ser señalado como comunista era como “hijillo” o sea te estaban condenando a muerte. Había el estigma. Me acuerdo que mi abuela se relacionaba con los Ama porque estos hacían festejos. Cada barrio hacía sus festejos y las familias participaban. Se organizaban procesiones de visita a San Antonio del Monte, a Esquipulas, a La Perla., a Jicalapa, eran jornadas en carreta o a pie. Existía un tranvía de Izalco a Sonsonate pero dividido en tramos y había que trasbordar en la Fabrica de Azucar. Era un tranvía tirado por mulas o por bueyes. Y ya en Sonsonate si ibas para Acajutla abordabas la famosa Bala de Plata. De Izalco para Sonsonate a veces te tomaba hasta tres horas.

Fíjate que en Izalco se juntaron para el 32 dos grandes tendencias y tradiciones que explican el levantamiento, por una parte, la fuerte tradición y presencia indígena, las hermandades y cofradías, el legado de los Ama y la lucha por la tierra y por otra parte, la tradición proletaria, comunista, subversiva, acordate que por aquí pasaba el tren, el ferrocarril, había el eje Izalco- Sonsonate-Acajutla, de trabajadores organizados, y militantes del PCS, de nuestro incipiente proletariado. Indígenas y obreros. Y el contacto de estas dos fuerzas provocó el estallido social, el levantamiento.

En el 2002 fui invitado a participar en el 70 aniversario de la Masacre y había gente en el pueblo, compañeros míos de escuela que fueron al acto solo por ver si era verdad que yo había asistido porque no lo creían, no creían que iba a llegar, seguían prisioneros del miedo, del temor de 1932. Y después se divulgó que yo había dicho que no iban a alcanzar los postes de Izalco para colgar a tanto hijo de su mamá reaccionario. Así es la situación, para que te hagas una idea de la intensidad del temor por el 32, setenta años después. Y todavía sigue…
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Empecé a asistir en Izalco a una escuela que no tenía nombre, y luego le pusieron Centro Escolar Cantor. Eran profesores Gustavo y Lizardo González. Este último era represivo, pero después nos hicimos amigos. Me acuerdo que promovía el estudio del nahuat, en los años cuarenta. Fue hasta después que entendí el valor de este esfuerzo. Fíjate que el director nos pegaba con unas grandes llaves que tenia porque nosotros éramos muy jodiones, no hacíamos caso, nos ordenaban limpiar el aula y no obedecíamos. Éramos inquietos.

En esa época el horario escolar era de 7 a 10 de la mañana y de 1 a 4 de la tarde, estudiabas todo el día. Por la tarde era educación física y artes manuales. Aprendías a hacer petates, sopladeras de tul, etc. Uno de los castigos más temidos era que te dejaran castigado hasta las 11 de la mañana porque entonces ya no podías irte a bañar a Atecosol. Perdías el baño. Íbamos a Atecosol todos lo días. El lugar era más pequeño que hoy y público.

Luego el también profesor Alfredo Calvo recopiló un Vocabulario Nahuat y fijate que se lo publicó la Universidad Francisco Gaviria, y el día que lo iban a presentar – y él me había invitado- cuando venía de Izalco sufre un accidente y muere. Ya no hubo presentación. El Plan Básico lo hice en Sonsonate, en el Liceo Sonsonateco, añorando regresar a Izalco para irme a bañar en Atecosol. Tanto en Izalco como en Sonsonate había discriminación social por parte de los profesores. Tanto tienes tanto vales.

En Izalco predominaban como familias cafetaleras los Barrientos y los Herrera. Y estos estaban vinculados, se casaban con familias adineradas de San Julián.

Esperaba con júbilo la llegada de las fiestas de Semana Santa porque siempre me sacaban de algo y me gustaba. A veces salía de cirral llevando el cirio o de prodigo. Cada día de la Semana Santa era especial y lo disfrutaba. Me acuerdo de la solemnidad de la procesión del Jueves Santo, con hábito morado. O cargando la imagen de vestido negro. Todo esto organizado por las hermandades, por las cofradías del Común. La religiosidad es muy poderosa en Izalco y se mantiene.

Para las Navidades en cada casa hay nacimientos. Y están las famosas Entradas, que eran visitas de barrios en los que se mandaban regalos y se llevaba al Niño Dios. A propósito, a veces me sacaban de Niño Dios. Y el 8 de diciembre en Izalco Arriba era la elaboración de tronos para la virgen y el 15 de agosto en Izalco Abajo para la Virgen de Asunción. Cada barrio lleva su trono. Y el sincretismo permite la participación de 200 tortugas tocando para el Niño Dios.

Mi lucha contra Osorio

Tenía diez años cuando la revolución de Osorio en el 48. Y me acuerdo que convocaron para un mitin en el parque y lo llenaron de gallardetes de propaganda, y anduvieron anunciándolo y junto con mis amigos del barrio fuimos y arrancamos y rompimos todos esos papeles, y después andaba un profesor que le decían Farruco Rivera preguntando que quienes habían sido. Y todavía tenía pedazos en mi bolsa del pantalón. Fue una ocurrencia de niños pero a la vez mi primer acto de rebeldía ante los poderosos.

Fíjate que el régimen de Osorio, que modernizo el Estado y fue a la vez muy represivo, estuvo fuertemente influenciado tanto por el peronismo (Argentina) como por el cardenismo (México). Esto lo desarrollo en mi obra La Generación Comprometida. Osorio moderniza el Estado salvadoreño y por supuesto la educación. Nombra a Reynaldo Galindo Pohl como ministro y este impulsa el modelo de las Brigadas Educativas. Establece las Normales Rurales y envía profesores al campo. Es una revolución educativa que enseñan hasta como usar el azadón. Frente a esto reaccionan los oligarcas protestando.

A los quince años me vine para San Salvador. Ya antes había venido un grupo familiar donde me instale. Vivíamos en la Colonia Centroamerica. Este grupo familiar se tuvo que regresar a Izalco porque mi abuela se enfermo y había que cuidarla. Luego me fui a vivir a la casa de Tula Quiteño, hermana de Serafín Quiteño, que era un amigo que tenía una finca llamada El Angel en Ayutuxtepeque.

Es por esa época, años 53 o 54, que empiezo a visitar asiduamente la Biblioteca Nacional que estaba ubicada en la 6ta. Avenida Norte, a la vuelta del Parque San José, donde después estuvo la Sinfónica. Era un joven inquieto, lector incansable, ávido de nuevos horizontes culturales. Pasaba mucho tiempo en la Biblioteca, y ahí conocí a muchas personas. Trabajaba cuidando casas para sostenerme o de sereno. Ahí es que conozco, que me conecto con jóvenes ya organizados en la Juventud 5 de Noviembre, organización vinculada al PCS, que era clandestino. Ahí conozco a Jorge Campos y a Berta Ochoa.

Ana Rosa Ochoa

Berta Ochoa era bailarina y además sobrina de Ana Rosa Ochoa, que era la dueña de la Librería Claridad, que quedaba donde antes fue el Liceo Americano y hoy es el Supermercado Selectos, frente al Parque San José. Me parece que esta librería estaba desde los años veinte, ya que ella fue secretaria particular de Alberto Masferrer. La mamá de Berta se llamaba también Berta y era hermana de Ana Rosa y trabajaba también en la Librería Claridad. Fíjate que Ana Rosa Ochoa publica en México en 1954 un libro titulado Perdigones Quemados, en el que por primera vez en nuestro país se hace una defensa de las teorías y valores del feminismo.

Ana Rosa era de la misma generación que Mercedes Maiti de Luarca, la mujer del Indio Luarca, que después del 32 se fue para Panamá y allá hizo vida de luchador social. De la generación de Juan Ramón Uriarte, que fue director de la Normal de Maestros; Víctor Guirola, el papá de Norma, es de esa misma generación.

Estaba adelantada a su tiempo. Búscalo y léelo. Ella muere en los años sesenta y la librería desaparece. Era blanca, guapa, cara redonda. La Librería Claridad era un espacio de encuentro entre poetas y revolucionarios. Ahí llegaba Reynaldo Robles, salvadoreño-mexicano. Por cierto ahí fue que nos enteramos de la expulsión como secretario general del PCS de Julio Fausto Fernández, era un comunicado, una hojita en fondo azul, que se usaba bastante en esa época. Por cierto después me llevó un su libro y lo mande a la mierda. Pero habían escritores que mantuvieron esa relación, como Álvaro Menéndez Leal, que estaba casado con una hija de Fernández, y por eso le financiaba el programa Teleperiódico.

Me acuerdo que con Jorge Campos nos inscribimos como oyentes en la Escuela de Periodismo, que dirigía Napoleón Rodríguez Ruiz. Ahí formamos el Círculo Literario Universitario, en herencia al de Roque Dalton, junto con El Decanito, o sea Alberto Orellana Ramos, Rafael Aguiñada Carranza, que era de la Asociación de Estudiantes de Artes Plásticas, de la escuela Carlos Alberto Imeri. Estaba también Chema Cuellar, Guillermo Lara, Chepe Vides que recién regresaba de Guatemala junto con su esposa Carmencita; y que junto con Jorge Arias Gómez fue de los que combatieron en El Espino en diciembre de 1944.

Frente a la Librería Claridad se encontraba el Cafetín Izalco, que adoptamos como cuartel general. Ahí era donde armábamos la revista literaria El Gallo Gris, junto con Antonio Velasco Iglesias, que era dirigente de la CGTS; y Raúl Padilla Vela, también dirigente sindical. Por cierto fíjate que una vez me enoje fuertemente con Raúl porque se le ocurre enviar para Moscú mi colección personal del Gallo Gris. Era importante me explicaba, sí, pero era mía le respondía.

Fíjate que ingrese al Conservatorio Nacional de Música, que era dirigido por Nicolás Arene, abuelo de Alberto Arene. Era parte de la Dirección General de Bellas Artes, que fue otro proyecto vinculado a la reforma educativa impulsada por Osorio. Yo me entero de su existencia allá en Sonsonate por las Brigadas Educativas que ya te mencione, que anunciaron su creación con oportunidades para estudiar teatro, música, literatura, etc.

San Salvador era un pueblón

San Salvador era en los años cincuenta un pueblón y todos estos cambios promovidos por Osorio impactaban fuertemente. Fíjate que así como en Managua habían muchos predios baldíos y tomaba tiempo ir de un lugar a otro. Yo quería ser cantante o pianista. Me veía reflejado en Agustín Lara, cantando y al piano. Mi sueño era el piano. Pero cuando el maestro, un austriaco, también había un suizo, me vio los dedos inmediatamente me sugiere que mejor estudiara para aprender el celo. Pero sucede que el celo no me gustaba.

Ahí estudiaba la mujer de Roberto Bracamonte, gran pianista y concertista, América Valencia Bazzaglia, gran amiga a quien por su belleza elegimos como la reina de los Estudiantes de Música. Y le hice la salutación y después se fue para Italia y cuando regrso se casó con Roberto. Fíjate que ahí organizamos una huelga en 1953 como Asociación de Estudiantes de Música, para echar a los profesores debido a que algunos maestros eran irresponsables, no llegaban a darnos clase, etc.

Esta Escuela de Música quedaba frente al Campo de Marte, sobre la Juan Pablo II, donde quedo después la Singer, una casa con repujados…Estudie dos años y medio, teoría musical, armónica, teoría literaria, Beethoven, Bach, Mozart, y como necesitaba datos los conseguía en la Biblioteca…Ahí estudiaba también ballet Berta Ochoa, Breny Cuenca que acababa de regresar de Honduras, y por esa época vino también de ese mismo país Pedro Geoffroy Rivas.

En el año 54, luego del derrocamiento de Arbenz en Guatemala empezaron a venir muchos guatemaltecos exilados. Entre estos se encontraba los poetas Rudy Arqueles Morales y Otto René Castillo, y ellos traían nuevas experiencias y además estaban políticamente avanzados, conocían de marxismo, de literatura, de cultura en general y aquí encontraron las condiciones para seguirse desarrollando y aportar. Estaba también Mario Lara que vivía n la Colonia Ferrocarril. Por ese tiempo llegó también de las lejanas y calurosas tierras de Chalatenango, Roberto Armijo.

Por ese tiempo también regreso el español exilado y además republicano Edmundo Barbero a la Dirección General de Bellas Artes para encargarse del Teatro Universitario. Antes había estado un francés, Andre Moreaux, que por cierto montó la obra Edipo Rex a un precio escandaloso de 27,000 colones, y en la que participa actuando el Viejo Miguel Ángel Parada.

En todas estas andanzas me fue contactando con núcleos organizados del PCS como la Asociación 5 de Noviembre, en la que habían comunistas como Rafael Aguiñada Carranza. Ya para el 58-59 en la lucha contra Lemus ya ando metido en esto. Incluso me acuerdo que leíamos bastante a Gramsci, lo que no era muy del agrado de algunos camaradas celosos de la ortodoxia, no era bien visto. Y ya en los sesenta paso a trabajar en la propaganda. Y me acuerdo que también publicamos un folleto de Mao sobre la cultura y nos llamaron la atención.

Acordate que estamos ya en pleno debate chino-soviético. Después publicamos un folletito de Mao contra el liberalismo. Y también…Se levanta y va hacia un cuarto anexo y regresa con un folleto amarillento, que en su portada dice Ediciones Farabundo, Diciembre de 1963. Documentos del Partido Comunista de la Unión Soviética y del Partido Comunista Chino. Fíjate que hubo una vez que repartimos en un solo día 50,000 ejemplares de un manifiesto del Partido y esto sorprendió y quizás pienso que hasta atemorizo a la dirección, el responsable era Raúl Castellanos Figueroa.

Y para entregar cuentas de los gastos de propaganda por joder a Roberto Castellanos Calvo, Boca de Trapo, el financiero del Partido, le llevábamos hasta los tiquetes de los buses. Por cierto al hijo de Roberto, lo jodieron, le dieron una gran penqueada allá por San Martín una vez que reprimieron una huelga de trabajadores del IRA.

Me acuerdo que tuve la responsabilidad de imprimir todos los materiales que se discutieron en el V Congreso del PCS, incluido Estatutos, Programa General, Informe del CC y Programa Agrario. Teníamos un andamiaje extenso para la propaganda con varios centros de impresiones, que después fueron entregados. Por cierto había un sector de la juventud de esa época, la Vanguardia de la Juventud Salvadoreña, que andaba entusiasmada con los chinos, ahí estaba el Zarco Herrera, Mario Aguiñada, Pelo Pincho entre otros. Participaba también Guillermo y Manuel Reyes, el ingeniero que después participó en el golpe de estado de marzo del 72. Le decíamos IBM, Inmensa Bola de…

Fíjate que una vez me encuentro a un compañero de confianza y me dice: mirá y ustedes tienen un local allá en la Colonia Flor Blanca. Era un centro de impresiones, grande. ¿Y por qué me preguntas? Es que la policía le cayo así que mejor andá a escóndete. Y no uses vehículos del partido. En el 66 les entregue todo luego de ofrecerles entrenar a alguien para que asumiera.

En esos días teníamos un programa de noticias en la YSKL que se llamaba Mediodía y desde ahí comentábamos al realidad nacional e internacional. Participaban Oswaldo Escobar Velado, Tirso Canales y otros. Oswaldo era muy respetado por todos nosotros. Fue maestro de la llamada Generación Comprometida. Fue el más comprometido de los luchadores antifascistas contra el dictador Martínez, y un baluarte de la literatura social, de la denuncia poética cuando la mayoría de los escritores escribían sobre florcitas, como es el caso de Hugo Lindo y Trigueros de León.

Y fíjate que una vez la policía del programa Mediodía nos fue a traer, como les quedaba a la vuelta, allá por la Polar, entonces quedaba ahí cerca el Círculo Militar, pero logramos zafarnos y nos fuimos a refugiar a un local donde Camilo Minero estaba haciendo un mural de Gerardo Barrios. Narciso Hidalgo y Zeledón, que fue locutor y presidente de la APES logró armar un archivo del programa Mediodía de los años 1958-1959.

El 25 de enero de 1961 soy capturado junto con otros compañeros y nos lanzan hacia Guatemala. Allá nos informan que se ha creado el grupo guerrillero, el FUAR y que debíamos regresar para integrarnos a la lucha. Nos fuimos de Guatemala para Honduras para desde ahí ingresar a El Salvador. Fuimos vatios, entre estos el Choco Raúl Flores Ayala, Mario Moreira que le decíamos Madre Superiora por su porte; el Peche Héctor Oquelí Colindres.

En Honduras nos recibe el Dr. Miguel Ángel Saenz Varela, y nos mandaron a principios del año 62. Nos recibe ya en El Salvador Carlos Lenin Ramírez, el famosos Chino, pero nso deja a la intemperie, en el campo y los zancudos nos hartaron. Ya en San Salvador quedamos en la semi clandestinidad y se nos asigna la tarea de “ganar la calle.” Ganar nuestro derecho a vivir en el país, así era entonces.

Había en esos dis en la Universidad tres grupos de izquierda: el Movimiento de Izquierda revolucionaria, MIR, la Acción Estudiantil Universitaria, AEU, dirigido por Jorge Arias Gómez, más vinculada al PCS, y el FUC en el que estaba Mario Moreira, Huevo Castillo y Albino Tinetti, que era muy bueno.

En el 72 viajo a Santiago de Chile a conocer la experiencia de la Editorial Quimantu. Y tuve la oportunidad de ver el proceso chileno, la conspiración de la derecha. Y les dije: aquí va a haber golpe y pronto. Se respiraba en el aire. Y me respondían: los militares chilenos son diferentes no son como los centroamericanos. Diferentes porque fueron peores, más asesinos. Me quede en la casa de la Sociedad de escritores de Chile, conocí a Neruda…y también conocí a Esteban Pavletich, lo ubicas, peruano de origen yugoslavo, marxista, revolucionario, uno de los internacionalistas que vinieron en los años treinta a ayudarnos, ya estaba en silla de ruedas pero muy lucido…¡Un honor!

1977: el 60 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre en El Salvador

1977: el 60 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre en El Salvador
Por Roberto Pineda 18 de agosto de 2014

Diversas organizaciones populares vinculadas al Partido Comunista como la FUSS y el partido UDN ya bajo la dictadura del General Carlos Humberto Romero celebraron en octubre-noviembre de 1977 con diversas actividades el 60 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, que inicio la época de las revoluciones proletarias en el planeta.

Entre estas actividades se encuentran charlas en Santa Ana, San Miguel, Usulutan y La Unión; que incluyeron exhibición de diapositivas y del documental “Lenin y la III Internacional.” A la vez la dirección de los comunistas salvadoreños publicó un extenso documento acerca de este acontecimiento.

Asimismo se publica en el número 95 de Voz Popular, reiniciada su publicación luego de un hiato de diez meses, un documento crítico sobre las posiciones eurocomunistas del entonces secretario general del Partido Comunista español, Santiago Carrillo. A continuación hacemos un resumen de ambos documentos, en un esfuerzo por conocer la visión internacional del PCS, de esta época, en el marco de este ya prolongado estudio sobre las ideologías políticas en El Salvador, en la parte correspondiente al marxismo.

60 años de la Gran Revolución Socialista de Octubre

“Hace 60 años la Humanidad fue estremecida –inicia el documento del comité central del PCS- en medio de la Primera Guerra Mundial, por la Gran Revolución Socialista de Octubre, la hazaña del proletariado revolucionario de la vieja Rusia, llevado a la victoria por la conducción magistral del Partido Bolchevique, organizado, educado y dirigido por Vladimir Illich Lenin. Esto acontecimiento no solo significó un viraje radical en la vida social y política de Rusia, sino que ha sido sin duda el más importante y determinante suceso del presente siglo, puesto que modificó por completo el curso de la historia de toda la humanidad.”

Agrega que “el Gran Octubre Rojo comprobó la verdad científica del marxismo y, en particular, su tesis fundamental de que la clase obrera es la fuerza más revolucionaria bajo el capitalismo, capaz de liquidar la explotación del hombre por el hombre hasta sus cimientos, liberar al conjunto de la sociedad definitivamente de la división de clases antagónicas y abrirle las puertas a un desenvolvimiento histórico, esencialmente superior y distinto a todo lo vivido hasta entonces. Al mismo tiempo, la grandiosa hazaña de la Revolucion de Octubre entregó al proletariado y a los pueblos de todo el mundo, una extraordinaria arma teórico-práctica revolucionaria, el leninismo, desarrollo creador del marxismo en las condiciones de imperialismo.”

Considera el documento que “bajo la influencia bienhechora de la hazaña bolchevique, se crearon la mayoría de los Partidos Comunistas y Obreros de la actualidad, y las ideas iluminantes de Lenin se convirtieron en la guía segur de todo el Movimiento Comunista Internacional, la fuerza política de alcance mundial más influyente de la Historia. El Gran Octubre dio un potente impulso a la lucha por el socialismo de la clase obrera de los países capitalistas y abrió, para los pueblos sometidos al colonialismo y a otras formas de dominación imperialista, las condiciones, la posibilidad y el apoyo necesarios para conquistar su liberación nacional…”

Plantea que “desde octubre de 1917, en el breve plazo histórico transcurrido , el pueblo soviético, impulsado por la portentosa energía creativa desatada por la revolución socialista, ha recorrido un glorioso camino de radicales transformaciones sociales, políticas y culturales, y realizado pasos gigantes en su propio progreso general: abolió l régimen burgués de explotación y todas las otras formas de explotación anteriores al capitalismo existentes en su inmenso país multinacional; abolió la opresión nacional y creo una comunidad de naciones hermanas, iguales en derechos, que edificaron juntas un poderoso e imbatible estado proletario internacionalista; se abrió el acceso a la educación para todos sus componentes, elevó a los niveles más altos de la cultura y conquistó las cumbres de la ciencia universal…”

Subraya el documento de los comunistas salvadoreños que “en la gestación y victoria de la Revolución de Octubre, en el triunfo definitivo del socialismo en la URSS y, ahora, en la fase de tránsito al comunismo, ha sido determinante el papel revolucionario de vanguardia del Gran Partido de Lenin. El PCUS ostenta para siempre los grandes galardones de haber sido el primer partido de nuevo tipo de la clase obrera, dirigente de la primera revolución socialista victoriosa, fundador del Primer Estado Socialista y, seguramente, conquistará un galardón más como constructor de la Primera Sociedad Comunista.”

Reconoce que “el prestigio conquistado por el PCUS y la Unión Soviética ante todos los pueblos, es también un factor que favorece la marcha del proceso anti-imperialista mundial; por eso nuestros enemigos se esfuerzan hoy, con renovado impulso y refinados métodos demagógicos, en deformar la verdad política y social del país soviético y de otros del campo socialista.”

El octubre rojo inspiró a la clase obrera salvadoreña

Añade que “la estremecedora victoria del proletariado revolucionario en Rusia, y el auge revolucionario mundial que siguió mal Octubre Rojo, insufló combatividad e inspiró ideológicamente a la clase obrera salvadoreña, que comprendió desde los años 1918-1919, y sobre todo durante la década de los veinte, una inusitada actividad, culminada con la creación del Partido Comunista de El Salvador (PCS) y con la insurrección obrera-campesina de enero de 1932, seguida de un gran baño de sangre contra-revolucionario, luego de su derrota.”

Señala que “a pesar de la extrema debilidad a que lo condenó este severo revés, sufrido amenos de dos años de su nacimiento, el PCS desempeñó un papel importante en la reagrupación de las fuerzas democráticas y en las acciones decisivas que derrocaron, en 1944, la sanguinaria tiranía de los 13 años, lo mismo que en la condena del nazi-fascismo y la solidaridad con la URSS durante la Segunda Guerra Mundial.”

“Perseguido añade el documento citado y obligado a profunda clandestinidad durante muchos años, el PCS mantuvo en alto la bandera el socialismo y el comunismo, promovió continuamente a la clase obrera a organizarse, unirse y luchar; se esforzó por unir a las fuerzas democráticas y promover la lucha por la libertad y la solidaridad con los demás pueblos, pero fue solo hasta el triunfo de la Revolución Cubana, su rápido tránsito al socialismo y el decisivo e impresionante respaldo que le dio la Unión Soviética, cuando nuestro pueblo tuvo la oportunidad de mirar de cerca lo que es el socialismo y lo que significa la solidaridad del gran país de Lenin.”

Precisa que “el PCS contó entonces con condiciones favorables para llevar con amplitud a la clase obrera y al pueblo en general las ideas del socialismo y difundir la realidad de la URSS y su papel histórico mundial, vincularse cada vez más extensa y raigalmente con las masas y, elaborar en consecuencia, una línea cada vez más acabada y certera, promover con éxito la unidad de las fuerzas democráticas populares y, junto con ellas, lanzar sucesivas ofensivas políticas de gran envergadura, que han terminado agrupando a la gran mayoría del pueblo y aislando a la reacción y su tradicional instrumento de poder, la dictadura militar derechista instaurada desde diciembre de 1931.”

Concluye que “el Partido Comunista de El Salvador –está seguro que con él la clase obrera y el pueblo salvadoreño- rinde un emocionado homenaje al pueblo soviético y al PCUS, en ocasión de celebrarse el 60 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, que como bien dijera Lenin, inició “una nueva época en la Historia Universal, época en que domina una clase nueva que se halla oprimida en todos los países capitalistas y que en todas partes avanza hacia una vida nueva, hacia la liberación de la humanidad del yugo del capital y de las guerras imperialistas.”

A propósito de las declaraciones de Santiago Carrillo, Secretario General del P. C. Español

La comisión política del PCS, en declaración oficial del 7 de octubre de 1977 considera que “cuanto mayores han sido el prestigio de la URSS y su poderío, tanto mejor y más favorable ha sido y será ello para la lucha de los pueblos de todo el planeta, y tanto más rápido ha avanzado y avanzarán hacia su liberación, en el camino hacia el socialismo…Por ello nos aceptamos las declaraciones públicas que ha venido realizando el camarada Santiago Carrillo, Secretario General del Partido Comunista español (PCE), endilgadas contra el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS),ni ciertos conceptos suyos vertidos en su libro “Eurocomunismo y Estado.”

Agrega que “según se desprende las aludidas declaraciones y conceptos, el camarada Carrillo cree que para los comunistas españoles puedan avanzar en su lucha, es necesario dirigir ataques contra el PCUS y que a su vez, es conveniente que el PCUS dirija ataques contra ellos. Esta tesis contradice el curso histórico del proceso revolucionario mundial y de los partidos comunistas europeos en particular, cuyo engrandecimiento a estado vinculado de muchas maneras a la gloriosa epopeya del PCUS y del pueblo soviético: a su internacionalismo ejemplar, al aprovechamiento d su riquísima experiencia revolucionaria; a las geniales e inmortales ideas de Lenin.”

Considera que “el camarada Carrillo da la espalda a esta verdad de la vinculación esencial y objetiva ente el papel internacional del PCUS y la URSS, con el desarrollo del proceso revolucionario mundial: al hacerlo así, lesiona los intereses de todas las fuerzas anti-imperialistas, al mismo tiempo que introduce un factor que actúa por la división del Movimiento Comunista Internacional.”

Aclara que “no es que el Partido Comunista de El Salvador (PCS) considere que las actuaciones nacionales e internacionales de los partidos comunistas, incluido el PCUS, sean indiscutibles e incriticables, o que el proceso de construcción del socialismo en los países del campo socialista, incluida la URSS, haya estado exenta d errores y deficiencias. Cada partido Comunista responde por su conducta ante su clase obrera y su pueblo, pero también ante el proletariado mundial y el Movimiento Comunista Internacional.”

Por lo que “las relaciones entre los partidos integrantes del Movimiento Comunista Internacional se asientan en su independencia, en el no sometimiento de unos a otros pero también en la base principista común del marxismo-leninismo, en la solidridad mutua, activa e inquebrantable y en la crítica camaraderil de unos a los otros.”

“Por nuestra parte –afirman los comunistas salvadoreños- rechazamos categóricamente que haya o pueda haber un marxismo-leninismo no revolucionario o reformista para Europa Occidental y otro revolucionario para el resto del mundo, no aceptamos la idea consiguiente que la revolución social sea un asunto de los países atrasados pero una necesidad “superada” por el desarrollo capitalista y por la lucha de clases en ellos; nosotros consideramos que tales tesis implícitas en los conceptos expuestos por Carrillo, tienen una negativa significación teórica general y que, por lo tanto, deben ser rebatidos:”

Se constituye la Confederación Unitaria de Trabajadores Salvadoreños, CUTS

El 4 de diciembre de 1977 las tres principales centrales del país, FUSS, FESTIAVTSCES y FENASTRAS se unifican en la Confederación Unitaria de Trabajadores Salvadoreños, CUTS. La Creación de la CUTS, conquista histórica del proletariado salvadoreño, fue el resultado de un largo y complejo trabajo de unidad sindical, emprendido y orientado por los comunistas salvadoreños aglutinados en el sector sindical del PCS.

Al acto de constitución asistieron representantes de la Liga para la Liberación (LL) y del Frente de Acción Popular Unificada (FAPU). Posteriormente FENASTRAS se constituye en el brazo sindical del FAPU, vinculado a la organización político-militar Resistencia Nacional (RN) y logra una fuerte presencia en el movimiento de los trabajadores urbanos.

La primera Directiva Confederal quedo integrada por Ricardo Martínez Flores, como Secretario General; junto con Fernando Cortez Ávalos (Organización), José Arnulfo Grande (Conflictos), Ricardo Erazo (Finanzas), Rigoberto Torres (Relaciones Nacionales) , Diego Flores (Relaciones Internacionales) , Salvador Sánchez Hidalgo (Educación Sindical) , Adán Chicas (Prensa y Propaganda), Mario Rivera (Asuntos Agrarios), Reyes Henríquez (Seguridad Social)y Alfredo Hernández Represa (Actas y Acuerdos). En ese momento el secretario general de la FUSS, que inauguró el evento, era el militante del PCS, Maximino Jaimes, que hoy vive en Edmonton, Canada.

Derrotemos la Ley de Defensa y Garantía del Orden Público. Comisión Política del PCS. Diciembre de 1977

“El gobierno del General Romero- afirma la declaración del PCS- ha asestado un nuevo golpe a los ya maltratados y precarios derechos humanos y democráticos de nuestro país, al hacer aprobar por su incondicional Asamblea Legislativa la llamada “Ley de Defensa y Garantía del Orden Público.” Esta ley prácticamente anula los derechos individuales y colectivos establecidos por la Constitución y establece un Estado de excepción permanente (comúnmente llamado estado de Sitio) sin necesidad que la Asamblea decrete la suspensión temporal de las garantías constitucionales.”

Considera que “en el plano jurídico, es una ley opuesta a la Constitución, violatoria de principios fundamentales del Derecho Moderno, violatoria del contenido y la forma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, de los convenios internacionales relativos a los derechos sindicales y sociales en general, suscritos por el estado de El Salvador y que tienen, por tanto, fuerza de ley en nuestro país.”

Además “desde el punto de vista político e histórico, esta es una ley profundamente reaccionaria que se suma al arsenal de las sucias herramientas con las que el gobierno realiza la represión sistemática contra el pueblo salvadoreño, contra sus anhelos de libertad y cambio social en pos de los cuales ha luchado, cada vez con mayor madurez, organización y determinación, a lo largo de toda nuestra historia.”

Y cita para fundamentarlo históricamente “desde sus gloriosas batallas por la emancipación del yugo español en 1811; su heroica resistencia solitaria a la invasión anexionista del retrógrado imperio de Iturbide, la insurrección campesina de Anastasio Aquino, la incorporación masiva a la causa unionista y genuinamente democrática de Francisco Morazán y Gerardo Barrios, las grandes luchas contra la tiranía de los Meléndez-Quiñonez, la valiente y heroica insurrección campesina de 1932 contra el dictador Hernández Martínez, las ejemplares jornadas cívico-militares de abril, mayo y diciembre de 1944 contra los tiranos Maximiliano Hernández Martínez y Osmín Aguirre.”

“De septiembre-octubre de 1960 contra el tirano José María Lemus, hasta las cada vez más extensas luchas por conquistar un gobierno democrático de independencia y cambios estructurales profundos, que vienen teniendo lugar durante la década de lso años sesenta y lo que va de los setenta, luchas en las cuales han salido y salen más y más a la palestra histórica las grandes mayoría sobreras y campesinas, que son al sustancia principal de que esta hecha nuestra nación.”

Considera que esta ley “es un instrumento para dar a la represión una apariencia legal y aplicándola a un cierto numero de casos destinados a la publicidad, mientras el grueso de la represión continuara por los mismo canales de siempre, es decir, por las vías de hecho y al margen de la ley.”

Además que “el hecho que se haya arrancado el juzgamiento de los delitos que ella establece e manos de los Jueces de lo Penal y del Jurado, como corresponde, para trasladarla a las Cámaras de Segunda Instancia, se debe a que estas se forman por personas de la intima confianza del régimen, comprometidos con él, lo cual le asegura sentencias condenatorias, peor busca, llevar a los altos escalones del Poder Judicial a participar activamente en la represión.”

Por otra parte esta ley “pretende también convertirse en un instrumento de intimidación, en una amenaza “terrible” capaz de sembrar el temor y rebajar la combatividad popular e inducir el repliegue a las organizaciones políticas sociales. Pero en El Salvador ninguna amenaza de esta clase es ya superior a lo que en la práctica viene sufriendo nuestro pueblo a manos del régimen asesino desde hace tantos años. Ellos se ha constituido en uno de los principales estímulos para levantar la resolución de las masas a combatir por su libertad, a buscar su propia defensa y no creemos que el propósito atemorizador de esta Ley vaya a cumplirse.”

Concluye que “es necesario derrotar esta nueva maniobra del régimen, este nuevo paso en su escalada fascista, este intento de enmascararse, esta ofensiva de atemorización. Debemos unir la acción de todas las fuerzas revolucionarias y democráticas para conquistar la derogatoria de esta ley, como un golpe que hay que asestar a los fascistas, pero al mismo tiempo debemos en la práctica frustrar y nulificar los objetivos que ella persigue.”

Historia y laicismo en México

Historia y laicismo en México

Documento con fecha sábado, 17 de abril de 2010. Publicado el jueves, 26 de agosto de 2010.
Escrito por: Patricia Galeana.Fuente: Cuaderno de Laura Campos.

La cultura de la intolerancia religiosa se estableció en México desde la conquista española. En España el Estado se había cohesionado en torno de la religión católica, con la expulsión de musulmanes y judíos. La Inquisición se erigió para perseguir al que pensara diferente. La alianza entre la corona española y la iglesia católica se selló mediante el establecimiento del Regio Patronato.

La iglesia, como aliada del imperio español, condenó a la insurgencia; excomulgó a sus miembros y se negó a reconocer la Independencia, hasta quince años después de consumada. Los papas Pío VII, León XII, Pío VIII y Gregorio XVI siguieron increpando al pueblo de México, para que aceptara el dominio español, hasta 1836. Después, el Pontificado se negó a firmar un concordato con los gobiernos mexicanos, no obstante que todas sus Constituciones, desde la de 1814, la federalista de 1824 reestablecida en 1847 y las dos centralistas (1836 y 1843), establecían un Estado confesional e intolerancia religiosa y por tanto reconocían a la iglesia como un poder constitucional.

Después de luchar por la independencia de España, el liberalismo mexicano buscó la independencia del Estado mexicano respecto de la iglesia. En 1833 una segunda generación de liberales quiso asumir el Patronato que había ejercido la corona española sobre la iglesia católica, por considerarlo un derecho de todo Estado soberano en el territorio bajo su jurisdicción. El pontificado lo rechazó por considerarlo una concesión que no iba a otorgar a un país cuya independencia no reconocía.

Valentín Gómez Farías y José María Luis Mora intentaron someter a la iglesia convirtiéndola en órgano del Estado. Al mismo tiempo quisieron sustituir al ejército pretoriano por guardias cívicas. Las corporaciones eclesiástica y militar se unieron al grito de “¡Religión y fueros!” y el intento reformista fracasó. Una tercera generación del liberalismo emprendió una segunda reforma social y logró la creación del Estado laico mexicano.

Fue un largo y conflictivo proceso que inició en 1855 con leyes moderadas. La primera de ellas fue la ley de administración de justicia conocida como la ley Juárez por el apellido de su autor. La ley tenía el objetivo de establecer la igualdad jurídica de los mexicanos, razón por la cual limitó los fueros sin suprimir ni a los tribunales eclesiásticos ni a los militares, sólo se evitó que ventilaran delitos del orden común. No obstante, fue condenada por el papa Pío IX. El obispo de Puebla, Pelagio Antonio Labastida y Dávalos, financió el levantamiento armado de Antonio Haro y Tamariz contra el gobierno. Ello provocó que se pasara de la secularización de los bienes del clero planteada desde 1833, a la nacionalización de los bienes del obispado de Puebla.

***

La Constitución de 1857 incorporó las leyes reformistas, facultó al Estado para legislar en materia de culto y dio un paso trascendental al superar la intolerancia religiosa y dejar implícita la libertad de cultos. La iglesia sacó su arma más poderosa: la excomunión ipso facto a quienes juraron la Constitución. Estalló la guerra civil. En la parte más cruenta de la guerra se decretaron las leyes de Reforma. La legislación fue presidida por un manifiesto en el que el gobierno constitucional explicó que la iglesia había promovido la guerra civil. Por tal razón procedió a nacionalizar los bienes del clero para indemnizar a la República.

El corpus que conocemos con el nombre de leyes de Reforma consta de cuatro leyes y cuatro decretos. Dos son producto de la guerra: la ley de nacionalización de bienes del clero y el decreto de supresión de las corporaciones religiosas, y tres leyes son esenciales para la laicidad del Estado: la del matrimonio y el registro civil y la de libertad de cultos, así como los decretos de secularización de cementerios y de hospitales y el de días festivos, que evitó que los funcionarios asistieran con carácter oficial a actos religiosos. La ley de libertad de cultos significó la culminación de la reforma liberal. Acababa así la mezcla de la política y de la religión, que había prevalecido durante las cuatro primeras décadas de la vida independiente de México, separándose los asuntos civiles de los eclesiásticos.

***

A la guerra civil siguió la guerra contra la intervención francesa y el segundo imperio. El jefe del ejército francés, Forey, lo primero que hizo al tomar la ciudad de México fue declarar que Napoleón III vería con buenos ojos el establecimiento de la libertad de cultos, principio esencial a los Estados modernos. Maximiliano ratificó las leyes de Reforma de Juárez, aunque declaró a la religión católica la religión oficial del Estado y por tanto quiso ejercer el Patronato.

Al triunfo de la República, Juárez intentó dar rango constitucional a las leyes de Reforma, pero las heridas estaban aún abiertas. Aplicó la legislación con indulgencia. Los propios conservadores como Francisco de Paula Arrangoiz consideraron que la iglesia gozó de más libertades con Juárez que con Maximiliano. En efecto, Juárez ya no buscaría hacer uso del Patronato al establecerse la completa separación entre Estado e iglesia. Fue en el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada en 1873, cuando se dio nivel constitucional a las leyes de Reforma. No obstante, fue hasta la Constitución de 1917, que reformó a la Constitución de 1857, que ya no se otorgó protección especial a la religión católica y no fue jurada por Dios. La jerarquía de la iglesia católica había apoyado a la contrarrevolución huertista, razón por la cual la revolución constitucionalista fue anticlerical. Después, el alto clero se enfrentó a los gobiernos emanados de la Revolución y promovió la rebelión cristera.

La cristiada concluyó con una negociación con el gobierno de Emilio Portes Gil. Dio inició una entente cordial, con base en la cual la iglesia fue retomando nuevamente fuerza política a ciencia y paciencia de los presidentes en turno, hasta que en 1992 se reformó la Constitución para otorgar personalidad jurídica a las asociaciones religiosas, y se establecieron relaciones diplomáticas con la cabeza de la iglesia católica.

***

Al llegar el Partido Acción Nacional al poder, la jerarquía eclesiástica católica se está convirtiendo en un desiderátum de la política nacional; en un poder fáctico que busca abiertamente acabar con el Estado laico mexicano y restablecer un Estado confesional. El papa Pío IX condenó al liberalismo y el principio de soberanía del Estado en el Syllabus de 1864.

Fue hasta el Concilio Vaticano II en 1965, inspirado por el papa Juan XXIII, que la iglesia católica aceptó la separación de la iglesia y el Estado. Sin embargo, el papa Benedicto XVI alienta hoy un movimiento integrista que busca la unión de religión y política, de Estado e iglesia, mediante el restablecimiento de Estados confesionales. Ratzinger ha dado su bendición al movimiento de neocatecúmenos que encabeza en España Kiko Argüello y que pretende acabar con lo que llaman laicismo negativo del siglo XIX, para establecer un “laicismo positivo” que propicie la religiosidad, en particular el catolicismo. Es una nueva cruzada.

Lo anterior confirma lo señalado por Ernesto Renan de que la nación es el plebiscito de todos los días, que nada se da de una vez y para siempre. Hubo quienes pensaron que la separación del Estado y de la iglesia, como principio propio de todo Estado democrático, era irreversible, ya que también favorecía a la institución eclesiástica al respetar su autonomía. Se creyó que el Estado laico no tenía enemigos sino sólo malquerientes. Sin embargo, la abierta campaña de la iglesia contra la laicidad del Estado demuestra lo contrario. Las relaciones Estado-iglesia han vuelto al centro de la vida política mexicana.

***

El episcopado ha planteado la necesidad de hacer una reforma constitucional para establecer una “verdadera libertad religiosa”, no de convicciones éticas y filosóficas. Quiere que se imparta religión en las escuelas públicas y que el Estado la subvencione. O sea, volver al Estado confesional anterior a las leyes de Reforma del periodo juarista. El propio cardenal Tarsicio Bertone, brazo derecho del papa Ratzinger, se manifestó en contra del “laicismo decimonónico” mexicano desde el teatro de la República en Querétaro. Aunque la Constitución vigente sólo mencione la palabra laica textualmente una sola vez, al señalar en el artículo 3 que la educación que imparta el Estado será laica, la laicidad del Estado está implícita en la Constitución, de otra manera no podría impartir educación laica un Estado que no lo fuera.

La violación reiterada a la laicidad del Estado por autoridades de los tres niveles de gobierno aliados a la institución eclesiástica y que han permitido su injerencia en los asuntos públicos, ha hecho necesario promover reformas constitucionales para reiterar explícitamente que la República mexicana es laica. La laicidad debe extenderse a todos los ámbitos del Estado mexicano como el sector salud. Hace falta también reformar al artículo 24, sustituyendo el concepto decimonónico de la libertad de cultos, un gran paso en el siglo XIX, pero que es insuficiente en el siglo XXI, donde no solamente debe haber libertad para profesar una religión sino para no tener ninguna.

Debe garantizarse tanto la libertad de conciencia, o sea la de profesar en forma privada cualquier culto, como la religiosa que implica exteriorizar su religión en actos de culto externo, y también el respeto a quienes no tienen religión y sí tienen derecho a sus convicciones éticas y filosóficas. El que en nuestro tiempo se haya criminalizado en 18 estados a las mujeres siguiendo la agenda dictada por la iglesia, que impone sus concepciones religiosas privando a las mujeres de su derecho a decidir sobre su cuerpo; el haber desatado la homofobia social al calificar de anormales y perversas a las personas homosexuales, violando lo establecido por la Constitución en cuanto a no discriminar a nadie por razón de su sexo o ninguna otra condición; el que se declare por las autoridades de la iglesia mayoritaria que no hay que obedecer a las leyes de los hombres sino sólo a las de Dios; nos habla de la crisis en que se encuentra el Estado laico en México y por ende nuestra democracia.

***

Quienes nos formamos en la historiografía liberal, de la que la Revolución mexicana se hizo heredera, nunca pensamos que en el inicio del siglo XXI, fuera necesario defender al Estado laico mexicano, cuyo establecimiento costó tanta sangre. En este contexto cobra mayor significación el 150 aniversario de las Leyes de Reforma, que crearon al Estado laico mexicano. Los aniversarios son momentos propicios para la reflexión, pero en este caso la celebración pasa de ser un tema de efeméride histórica para convertirse en tema del debate político actual. De ahí la importancia de releer el manifiesto, las leyes, y circulares de la reforma liberal.

Tanto en el manifiesto firmado por Benito Juárez, Melchor Ocampo, Miguel Lerdo de Tejada y Manuel Ruiz, como en los considerandos y artículos de cada ley, así como las circulares de sus autores, se hace manifiesta la acción de la iglesia en contra del Estado mexicano y la razón que asistió a éste para asumir la soberanía a plenitud, terminando con la delegación de funciones que habían quedado en manos de la iglesia y sometiendo a la institución patrocinadora de la guerra a la autoridad soberana del Estado. El mayor legado de la generación juarista fue la independencia del Estado de la iglesia. La mezcla de los asuntos políticos y religiosos causó una guerra civil y la ocupación extranjera más prolongada y sangrienta que ha sufrido nuestro país desde su independencia.

La efeméride del sesquicentenario de las leyes de Reforma se presenta en el momento en que se requiere defender al Estado laico, por ello la lectura de estos textos fortalecerán no sólo la cultura histórica y jurídica, sino la política. Una ciudadanía informada lleva a una vida democrática. Sin laicismo no puede haber democracia.

Por ello, después de releer los textos de las leyes dados en plena guerra civil de Reforma en Veracruz, consideramos que la mejor forma de preservar el legado de la reforma liberal juarista es modificar el artículo 24 constitucional para establecer la libertad de conciencia y no solamente de cultos, y reformar la Constitución para señalar explícitamente que el Estado mexicano es laico.

Una historia de maravilla

En la casa mexicana de Gabriel García Márquez está gestándose una revolución. Carlos Payán, Epigmenio Ibarra, Maravilla y el autor de “Cien años de soledad” planean el argumento de una serie televisiva de ficción. Tiene que ser algo que los mexicanos no hayan visto nunca en sus pantallas. Ese algo no puede ser otra cosa que la pura y simple realidad mexicana.

Una idea se impone: la política y el narcotráfico.

El hilo de la historia se enreda en el punto en que se cruza el sonriente saludo presidencial con el frío puñal del capo de la droga. El nexo existe, o por lo menos existió durante el sexenio de el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Pero ¿cuáles son sus gestos, lenguajes, lugares, personajes?

Inopinadamente, el guardaespaldas de Carlos Payán les dice que andan más perdidos que María Luisa Landín en el bolero, si los señores le permiten. Él ha sido policía judicial y sabe cómo carajos es la cosa. La historia adquiere nombres, rostros, fechas, lugares, cantidades precisas, cadáveres. El argumento está listo.

Un seudónimo

Maravilla cree que todo en la vida es acción política. Pero también cree que todo acto político es susceptible de ser puesto en pantalla. El tipo es feliz si tiene a una chica, una cámara, suficiente ron y, con fondo de rumba caribeña, alguna batalla por librar.

Ahora es un rey de telenovela, pero antes fue un guerrillero en los cerros salvadoreños. Pero antes fue amante de Vanessa Redgrave, en Londres. Pero antes, en su Caracas natal, un cáncer le afectó el cráneo, y se fue a Moscú para someterse a una operación de la cual salió con casi media calavera de platino.

Los rusos son excelentes médicos y pararon la metástasis, pero no son precisamente unos estetas, y a Maravilla le quedó la cara descabalada para siempre. Según mis cuentas el tipo ya era feo, pero las mujeres mueren por él a pesar de mis cuentas. Las mujeres y sobre todo aquella mujer que para mí fue una pausa de luz en la noche larga de la guerra: una vieja factura que Maravilla aún me debe.

Lo conocí en 1981. Yo recién salía todo flaco, fané y descangallado de un campamento guerrillero. Él iba para el frente.

Allá se quedo once años, maravillando a los guerrilleros con sus historias, y maravillándose él mismo de esa chica, el sol, esa emboscada, aquella iguana, el río, la vida, coño. Y los guerrilleros terminaron llamándole así sencillamente: Maravilla.

Me lo volví a encontrar en México. Llegó a mi casa de la colonia Portales el 16 de enero de 1992. Venía del castillo de Chapultepec, del evento donde se había firmado la paz salvadoreña. Justo allí le dijo a Joaquín Villalobos: “Yo aquí termino, vale”. Y ho hubo orden ni argumento del comandante Villalobos que lo hiciera reconsiderar. “Aquí empiezo otra guerra”, me dijo entre triste y alegre, “no conozco a nadie en esta ciudad, y no tengo ni un peso, pero aquí me quedo”. Acto seguido despachamos algunas botellas de ron, conversando hasta el amanecer.

Me contó que de la guerra solo había sacado una gran conclusión que era una verdad de Perogrullo: “el mundo es más ancho que yo. No quiero cambar a nadie. Lo que amo es precisamente la diferencia”. Se fue al mediodía y no volví a verlo. Yo me vine a el Salvador.

Desafío

Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, termina de leer el argumento. Maravilla, Epigmenio y Payán intentan adivinar el sí o el no en las expresiones faciales del joven magnate. Saben que su proyecto vale oro. Pero una cosa es querer tocarle las bolas al Tigre Azcárraga, dueño de Televisa, y otra cosa era meterse con el Señor de los Pinos, la Casa Presidencial mexicana, y con el Señor de los Cielos, el capo del cártel de Sinaloa.

—No —dice Salinas Pliego.

Payán suspira resignado. Epigmenio ahoga en su garganta un “chingue a su madre”. Maravilla siente que se le nubla la vista y que se le mueve el piso.

Salinas Pliego sonríe y agrega:

—¿De qué me sirve una serie de ocho capítulos? Lo que necesito es cubrir tres mil horas en la barra estelar. Conviertan esto en telenovela y lo hacemos ¿pueden?

La cita

Siete años después de aquel 16 de enero de 1992, regreso a México. Maravilla me cita en el Konditori, un restorán danés que tiene valet parking y mayordomos engominados de muy corbatín de pajarita y chalecos de seda; las meseras parecen reinas de belleza y los meseros se creen lores ingleses, por lo menos. Le digo estás loco, Mara, aquí un trago debe costar una fortuna. “No hay problema”, me dice, “pide champán y caviar, yo invito”.

Y las reinas y los lores se deshacen en atenciones, porque resulta que Maravilla es uno de los habitués más encumbrados de ese encumbrado lugarejo. Pedimos dobles de tequila reposado y un aderezo de carnes frías, y le pregunto qué hay de nuevo. “Una hija”, responde. Yo conozco a la mamá de la niña. La he visto en la tele, en revistas y periódicos: es una de las actrices más bellas de México y en ese momento protagoniza una de las telenovelas de Maravilla.

— ¿Telenovelas? —le digo— ¿quieres que te aplauda, que me arrodille? Pasarse los años matando y muriendo entre aquellos chiribiscales del frente y terminar haciendo telenovelas, no lo entiendo.

Maravilla agota de un trago su doble tequila y pide otra ronda: “Voy a contarte una historia”, me dice.

El ágrafo

Epigmenio Ibarra, un periodista mexicano que cubrió la guerra salvadoreña para el Canal 13 de su país, y que terminó enredándose con la guerrilla, andaba de frilans haciendo reportajes y vendiéndolos a quien se dejara. Al reencontrarse al Maravilla en México lo invitó a que trabajaran juntos.

Consiguieron una asignación en Paris. Allá estaban cuando reventó la guerra en Yugoslavia, y no vacilaron en tomar el primer vuelo a Belgrado. Se internaron entre las líneas de fuego y lograron imágenes inéditas en Occidente. La BBC y CNN pagaron un pequeño capital por esas tomas. Epigmenio reportaba la evolución de la batalla para El Nacional y le pidió a Maravilla que hiciera lo mismo para La Jornada.

Maravilla se negó. Lo suyo ha sido siempre la cámara, contar el cuento pero en imágenes. Él jura que nunca ha podido redactar ni siquiera medianamente bien un telegrama. Epigmenio porfió en vano, hasta que se cansó de rogarlo, como en la ranchera, le metió whisky hasta por las orejas y le ordenó: “¡Ahora escribe, carajo!”.

Atarantado pero también envalentonado por el whisky, el ágrafo comenzó a teclear. A partir de las medias de seda negra muy demodé que usan las yugoslavas, tan guapas y occidentales ellas detrás de la cortina de hierro y en medio del estallido, describió desde la cotidianeidad la atmósfera de guerra y la historia del muy particular socialismo edificado por el mariscal Tito. Las crónicas de Maravilla hicieron época.

De nuevo en México, el director de La Jornada, Carlos Payán, todo un mito del periodismo azteca, quiere conocer al tipo que enfundó en medias de seda negra la tragedia yugoeslava. “Ustedes ya me demostraron que saben consignar la guerra”, dice Payán, “quiero ver qué saben hacer con la paz”. Y los invita a Oaxaca, a la casa de Francisco Toledo, un indígena zapoteco que está entre los mejores y más cotizados artistas plásticos del mundo.

Entre trago y trago, Maravilla cuenta algunas de sus historias de amor y de guerra. El pintor se conmueve hasta las lágrimas y le regala un óleo cuya venta, supongo, podría permitirme pasármela en caviar y champán durante cinco años en el Konditori… Y ahí, en el jardín de Toledo, Epigmenio, Maravilla y Payán inventan Argos, la empresa que habría de marcar un hito en la televisión mexicana.

Caracas y Londres

A mediados de los setenta, en Caracas, Maravilla se llamaba Hernán Vera. Estudiaba cine y militaba en la izquierda entre radical y festiva del Movimiento al Socialismo, cuya voz emblemática era la del dramaturgo Ignacio Cabrujas.

Por ese tiempo Duglas Bravo, un guerrillero venezolano que le gritó imbécil a Fidel Castro en sus propias barbas, organizó en su campamento un encuentro entre jefes revolucionarios latinoamericanos distanciados de la línea cubana. Hernán Vera fue a filmar para la historia ese cónclave clandestino.

En un receso, Duglas le pidió que registrara con particular atención las intervenciones del delegado salvadoreño. El fulano era un muchacho flaco y lampiño que se llamaba René Cruz, o Chon, o Atilio y también (pero esto lo ignoraban todos) Joaquín Villalobos. “Ese tipo es un genio” le dijo Duglas Bravo. “Ese tipo es una obsesión de poder enlatada al alto vacío”, pensó Hernán Vera.

Meses después, Hernán Vera se fue a Londres a seguir estudiando cine, dejaba atrás un amistad que casi era un amor: María Auxiliadora Barrios. En Londres se pasó cuatro años entre la escuela y la cama de Vanessa Redgrave, la bella actriz que protagonizó junto a Jane Fonda aquel bellísimo film titulado Julia.

La película

Cuando salió de la neblina londinense, Hernán Vera soñaba con entrar cámara en mano al fuego insurgente de Caracas. Solo que para entonces Duglas Bravo andaba a salto de mata y la mayoría de sus compañeros estaban muertos o presos.

Pero los sandinistas toman el poder en Nicaragua y Hernán Vera piensa que es allá donde está la película. Con otros dos periodistas se va a Nueva York a comprar el equipo cinematográfico necesario. En la gran manzana compran, se divierten como enanos y, además, adquieren un auto grande y cómodo para hacer la Panamericana hasta Managua.

Tequila, marihuana y hongos en México. Ron, marihuana y lo que queda de hongos en Guatemala. En El Salvador ron y… bueno, buscando algo de marihuana andaba Hernán Vera cuando se le ocurre entrar al baño de hotel Alameda de San Salvador. Ahí esta orinando cuando de pronto, al dar la vuelta, viene a darse de frente con Raúl Uzcátegui, el Negro Grandes Ligas. “¡Coño!”, grita Hernán Vera, “¡pero si tú estás preso en Caracas, negro!”.

El Negro, un viejo guerrillero de la columna de Duglas Bravo, había sido capturado y confinado a una cárcel venezolana de máxima seguridad junto a otros de sus compañeros. Pero cavaron un túnel hacia una casa ubicada frente a la prisión. Y el Negro equivoca la ruta y sale a otra casa, a media noche, justo en la sala donde una anciana yoruba y por añadidura sacerdotisa del Palo Mayombe, convoca a Ochún y a Yemayá.

Y desde debajo de la tierra, junto a la mesa repleta de veladoras y de señoronas ansiosas de comunicarse con los espíritus, comienzan a escucharse ruidos y voces, señor, ¡y ya vienen los espírutus, Dios mío! Y la tierra se abre, te lo juro vale, y esto es el juicio final, ¡Virgen santísima, qué es esto! Y de la tierra emergen, polvorosos y más asustados que las asustadas señoronas, no los espíritus sino veinte guerrilleros en calzoncillos, ¡madre santa!

—Así es que aquí estoy, mientras se enfría un poco la cosa en Caracas… ¿Y tú que coñuemadres haces aquí Hernán?

Al Negro le brillan los ojos cuando escucha lo de las cámaras y lo del auto grande y cómodo.

—¿Filmar en Managua, Hernán? La película está aquí. Allá la guerra se terminó, pero aquí recién empieza. Estoy metido en esto y tú me tienes que ayudar, coño.

El Negro había sido enviado por Duglas Bravo para echarle una mano al ERP salvadoreño, cuyo comandante no era otro que Joaquín Villalobos.

Otras guerras

Uno de los hombres más ricos del mundo, el mexicano Emilio Azcárraga, ha perdido el sueño. Durante años ha sido el rey de la televisión latinoamericana, sobre todo por las telenovelas que produce. Pero Salinas Pliego ha comprado TV 13, el canal estatal, lo ha convertido en TV Azteca y parece haberle declarado la guerra a Televisa.

El asunto no es para morirse, porque mientras Televisa maneja raitins de 40 puntos o mas, TV Azteca ni sueña con pasar a los dos dígitos. Y, sin embargo, Azcárraga desconfía. Por algo le llaman el Tigre.

Epigmenio y Maravilla se entrevistan con Salinas Pliego y le proponen encargarse del noticiero de TV Azteca. El hombre sabe que son tipos talentosos, pero dice que no: “Lo que quieran, pero el noticiero jamás”.

Maravilla y Epigmenio hacen otros trabajos y con el ingreso de Carlos Payán al equipo fundan Argos, un proyecto más bien periodístico. A finales de diciembre de 1993 reciben un supertip: “Vénganse a Chiapas con todo y cámaras. El reventón del año nuevo será histórico”. Y en Chiapas explota, la medianoche del 31 de diciembre, la insurrección zapatista. La única cámara profesional en la batalla es la de Argos, y es la primera que registra la imagen del misterioso encapuchado de ojos azules que comanda el alzamiento indígena. Y la primera entrevista que concede el subcomandante Marcos, en lo profundo de la selva Lacandona, la realizan Epigmenio y Maravilla. El reportaje conmueve a México y al mundo, pero sobre todo a Salinas Pliego, quien reitera la oferta de trabajo y pregunta:

—¿Qué me proponen?

—El noticiero.

—No. Eso no.

Otro truene con TV Azteca y vuelta al frilanceo. Al tiempo otra llamada de Salinas Pliego. El canal cumple su primer año en el aire y necesita un programa especial: “Quiero algo fuera de serie y solo ustedes pueden hacerlo”. Y el programa me sale de maravilla.

—Y ahora qué? —dice Salinas Pliego— ¿se quedan a trabajar conmigo, qué hacemos?

—El noticiero.

—No.

Pero ahora el hombre explica sus razones: “Sé que nadie puede hacerlo mejor. Pero ideológicamente ustedes son mis adversarios. El noticiero es mi línea editorial, ¿cómo voy a ponerlo en sus manos? Un día les pediré que digan que esa pared blanca es negra… ¿Me harían ese pequeño favor?”

Argos entonces propone un programa semanal: Cámara y delito, periodismo de nota roja pero de finísima factura. El proyecto es un éxito y permite que, por primera vez y sostenidamente, TV Azteca alcance los dos dígitos de raiting.

—¿Ahora qué? —vuelve a preguntar Salinas Pliego después de un año.

Un viejo amor

Solo hay una cosa que un intelectual latinoamericano de izquierda odia más que la bandera gringa: las telenovelas. Pero una telenovela sobre política y narcotráfico ya es otra cosa, piensa Epigmenio, admite Payán, corrobora Maravilla… Pero ¿tú tienes idea de cómo carajos se hace una telenovela?

La cosa es que Argos se comprometió con Salinas Pliego a entregar para ya el primer tratamiento del guión. Y le dan vueltas y revueltas al asunto y llega la medianoche y nada. La madrugada, el mediodía y otra vez la noche y la madrugada y nada. Entonces Maravilla que siempre tiene mil recursos debajo de la manga, grita ¡ya lo tengo! Epigmenio y Payán se vuelven y le clavan los ojos suplicantes…

—Coño, no —se disculpa Maravilla en un hilo de voz y mostrando un papelito arrugado—, me refiero al teléfono de una amiga venezolana a la que no veo desde hace 15 años.

Es María Auxiliadora Barrios, aquella amistad fue casi un amor. Maravilla no sabe por qué tiene el impulso de llamarle justo en ese momento. Pero María Auxiliadora le ha pedido a su secretaria que no le pase llamadas ni así sean del Santo Papa. Pero Maravilla insiste: “Dígale que le habla Hernán Vera”, y la jeva viene al teléfono y como estás, Hernán, hermanito del alma, coñuemadre, amor, canalla ¿dónde andas, vale?

La conversación se prolonga. Payán y Epigmenio apremian a Maravilla: la cuenta telefónica, el guión, ¿ya córtale, no? Maravilla se hace el suizo y continua oyendo a la jeva. Que dice que Elvita se caso y se descaso, ¿y te acuerdas del Catire?, lo mataron, el Cholo esta preso, ¿política? No, vale, cocaína, Coco muy bien y candela preciosa y… ¡bajen las cenitales, coño!…pues sí, Hernán, fíjate que Pancho… ¡Los cenitales, carajo, y cierren el encuadre, eso no sirve, ya les dije que todo capítulo termina en balazo o en besito, coño… disculpa, Hernán, qué te decía…

—Espera, chica, ¿qué besos y balazos son esos?

—Una tiene que ganarse la vida, Hernán. Es mi trabajo. Hago telenovelas, ¿sabes? Tengo 10 años en este negocio?

—Chica —dice Maravilla—, si te pongo un pasaje ahora mismo, ¿tú podrías venirte a México mañana? Es cosa de vida o muerte, jeba.

Cabrujas

—No —dice María Auxiliadora después de hojear el argumento—, eso no es una telenovela. Pero conozco al único que puede convertir esta historia en la mejor telenovela jamás filmada: José Ignacio Cabrujas. El genio es él, yo solo soy su asistente.

El mismo José Ignacio Cabrujas que era la voz del movimiento político en el que Maravilla había militado en Venezuela.

—¿José Ignacio escribe telenovelas?

—Es el mejor. Pero el exceso de trabajo y de whisky lo tiene un poco mal del corazón. Ya no escribe los guiones. Solo asesora y supervisa. Cuando en Chile o en Perú o en Colombia se les cae una telenovela, lo llaman para que corrija la historia sobre la marcha. El tipo levanta raiting de lo que toca. Y cobra una fortuna por cada punto de raiting ganado.

—Llámalo —dice Epigmenio.

—No viene. Ahora esta en Colombia levantando una telenovela. Pero quizás si lo llama Hernán…

En general, los venezolanos admiraban a sus compatriotas que en los ochenta combatían al lado de los revolucionarios nicaragüenses o salvadoreños. Eran una prolongación del sueño bolivariano. En particular, los viejos cuadros de la izquierda, entre ellos José Ignacio Cabrujas, se sentían reivindicados por esos bravos internacionalistas.

¿Cómo negarle un favor a Maravilla, hijo del gran Simón, emulo del Ché?

—Hay mil razones por las que no puedo- responde José Ignacio desde Bogotá. Pero tratándose de ti voy, Hernán, pero solo tres días. Les doy un taller intensivo y me regreso.

La fórmula

—Es el mejor argumento que he leído en mi vida —confiesa Cabrujas—, pero ¿dónde esta la historia de amor? Si no hay historia de amor no hay telenovela. Ahora bien , ustedes me invitaron a darles un taller. Olvídenlo. Ahora yo los invito a recuperar la telenovela como genero, a dignificarla. Comencemos a trabajar este argumento.

Y de su maletín saca un libraco bastante maltrecho, casi despastado, es El Conde de Montecristo, de Alexandre Dumas.

—Quien no haya leído este libro tampoco tiene nada que hacer aquí —agrega—. En esta novela está la fórmula precisa. Primer tercio: el caballero es agraviado; segundo tercio: va a la cárcel y encuentra un tesoro; tercer tercio: la venganza. Eso es todo. Lo demás es pura artesanía. Ahora escribamos el primer capitulo.

Si, pero…

En cosa de horas lo termina, diseña las grandes líneas de la historia y suelta la mala noticia:

—Mi mujer y yo estamos separados. Pero no puedo vivir sin ella. Ahora está en su casa de Isla Margarita con mi hijo. Voy para allá a tratar de convencerla para que se venga conmigo. En el avión escribo el segundo capitulo y se los mando por correo electrónico. Si ella acepta seguimos trabajando. Si no, ahí les dejo la cosa bastante avanzada.

La cosa es cruzar los dedos y rogarle a la santísima virgen que al agravio de la separación le siga el encuentro del tesoro. Y que el tercer acto, el de la venganza, no sea otra cosa que una segunda luna de miel en una bellísima casa solariega de Cuernavaca, que ya María Auxiliadora esta condicionando.

Y llega el segundo capítulo y hay que seguir con las rogativas. Y suena el teléfono y dice José Ignacio que sí, nos vemos pasado mañana. Y en Argos hay fiesta y algarabía y vivas a la virgen. Y en eso entra María Auxiliadora Barrios bañada en lagrimas y dice entre sollozos que se murió José Ignacio, vale.

Del rosa al negro

Junto a la alberca de su casa en Isla Margarita, Isabel dice por fin que sí. José Ignacio con los ojos velados por las lágrimas le da un beso, enciende un cohiba, se sirve un whisky y hace una llamada telefónica a México. Todo esta bien. Sonríe. La vita e bela. Hace un poco de calor.

Vuelve a besar a Isabel.

—Voy a nadar —dice.

—Ahorita te alcanzo —dice Isabel.

José Ignacio se lanza a la alberca y su corazón se detiene para siempre.

El último tequila

El escritor colombiano Alberto Barrera termina el guión de la telenovela, que resulta un superhit. Televisa ha perdido el liderazgo por primera vez. Las telenovelas ya no volverán a ser lo mismo. Argos produce otras telenovelas (Nada personal, Demasiado corazón, Mirada de Mujer, La vida en el espejo) y el raiting sigue subiendo.

Una ronda mas de tequila.

—Coño, yo soy un comunicador. Eso es lo mío. Yo no hago cine experimental para que lo vean solo los amigos.

—No —le digo— te mueves en la cárcel del formato comercial. Modificas, cortas o prolongas tu historia según el reporte de raiting.

—Sí. Lo hago. Te respondo con un santo de tu devoción, Cortázar: Un puente es siempre un hombre cruzando un puente. Si no solo es un montón de piedras sobre el río… Televisión es gente viendo televisión.

¿Sabes?, mi primer acto político después de la guerra fue aquella primera telenovela–, concluye Maravilla.

—También es tu venganza —le digo.

—¿Y sabes cuál fue el agravio?

—No lo sé, Maravilla.

—¿Y sabes cuál fue la cárcel y cuál el tesoro?

—No.

—Sí lo sabes —dice. Piénsalo un poco… ¿Otro tequila?

Vicente Romano, el profesor que nos enseño la comunicación y el socialismo

Vicente Romano, el profesor que nos enseño la comunicación y el socialismo

Pascual Serrano

La noche del pasado viernes nos dejaba Vicente Romano, doctor en Ciencias de la Información por la Complutense de Madrid y doctor en Comunicación social por la Universidad de Münster (Alemania), pero sobre todo, para muchos, ese gran maestro de la comunicación que nos enseñó a ver con nuestros propios ojos. A dudar de la versión dominante, a pensar con crítica e independencia. Como debe hacerlo un sólido y coherente comunista como lo que él fue.

Y todo eso con una vitalidad y una alegría que nos contagiaba a todos. Una de las paradojas de las universidades es que fuimos coetáneos en la Facultad de Ciencias de la Comunicación en Madrid, él como profesor y yo como alumno, pero nunca me dio clase. Sin embargo, luchas, causas y principios comunes me
han permitido, con toda seguridad, aprender de él mucho más que algunos alumnos a los que la normativa universitaria les dio la oportunidad de tenerlo como docente.

Comencé a trabajar, o debiera decir a aprender, o mejor dicho a disfrutar, de Vicente Romano el año 1992, cuando, siempre a contracorriente, un “comando” armado sólo de la palabra, nos dedicábamos a desmontar la campaña oficial de bombo y platillo
del gobierno municipal sobre el Madrid Cultural del 92, por entender que sólo eran unos fastos sin contenido.

Aquello lo hacíamos en un antiquísimo apartamento de un centenario e histórico edificio, donde tenía su sede en la capital de España la Fundación de Investigaciones Marxistas. Fue entonces cuando pude comprobar el privilegio que disfrutaba por poder tener de profesor y compañero a Vicente.

Poco después se publicó una de sus obras más populares La formación de la mentalidad sumisa. Y como Vicente era tan irreverente, cuando le hacías algún comentario sobre el libro nunca precisaba ni lo importante que era este texto, ni lo ameno y pedagógico, ni nada parecido que sirviese para hacerle campaña publicitaria.
Siempre decía que se había divertido mucho haciéndolo, lo cual en términos de mercadotecnia (Vicente no me dejaría decir marketing) no tenía mucha utilidad, nadie compraba un libro
seducido por el argumento de que el autor dijese que se había divertido al escribirlo. A Vicente le alegraba cada que vez que yo le contaba que había descubierto una nueva edición pirata de ese libro en algún país de América Latina.

Aquel texto, utilizando palabras del propio autor, es sencillamente un libro para explicarnos cómo buscan meter en las mentes de la gente al guardia de la porra en lugar de tener que pagar un costoso
sistema de represión. O cómo el poder capitalista recurre a instituciones como la Iglesia, la escuela, los medios de comunicación y los de entretenimiento para ya no tener que reprimir y encarcelar a anarquistas, socialistas, comunistas, sindicalistas y todo tipo de rojos irreverentes. Si esto Vicente fue capaz de analizarlo hace veinte años, podemos apreciar el mérito de la obra.

A lo largo de su trabajo, después llegaría La intoxicación lingüistica, Vicente Romano nos demuestra cómo el
sistema mediático e ideológico puede lograr que las preferencias de las masas puedan ser, paradójicamente, diametralmente opuestas a los lógicos intereses de esas masas.

Fue también el que fusionó el concepto de la ecología con la comunicación para reivindicar un carácter más saludable (Ecología de la comunicación).

Vicente no podía evitar escribir de todo lo que le sucedía, pero no para contarnos superficiales experiencias, sino para encontrar reflexiones profundas y moralejas brillantes como las que recogió en Estampas, donde nos presenta sus observaciones a lo largo de los lugares que visitó por motivos académicos principalmente.

En sus últimos trabajos se introdujo en la antropología con Sociogénesis de las brujas, todo un tratado sobre la discriminación de la mujer por parte de la Iglesia y los sectores más oscurantistas de nuestra sociedad. Su exilio en la República Democrática Alemana sirvió para que Vicente Romano nos tradujera y trajese a España las poesías de Bertolt Brecht (Poemas y canciones) o nos diera a conocer a ese otro gran comunicador que era Lothar Bisky, posteriormente conocido como líder político de Die Linke, el Partido de la Izquierda alemana.

La irreverencia de Romano la he podido ir descubriendo donde quiera que el destino le llevara. Primero en esa Universidad Complutense de Madrid, pero también en las organizaciones sociales y políticas donde hemos compartido militancia, donde siempre mi amigo profesor fue la conciencia crítica de arribistas,
oportunistas y mediocres. También en la Universidad de Sevilla, donde fue posteriormente destinado.

En cambio, ha sido en América Latina –cuando lo encontraba en La Habana o en Caracas o escribía de sus viajes a Brasil- donde, a alguien tan díscolo y exigente como él, siempre lo percibí feliz, entusiasta e ilusionado.

Quizás también en ese aspecto, él intuía el esperanzador futuro que este continente albergaba para todos los que en Europa nos asfixiábamos por el nivel tan evolucionado de formación de mentalidad sumisa.

Vicente me contagió algunas de sus obsesiones reivindicativas: la de los espacios públicos y la del ocio. Le indignaba cómo nos estaban dejando sin lugares comunes para compartir físicamente y sin tiempo para disfrutar de nuestras relaciones.

La última vez que me visitó me regaló el libro ABC de la guerra, un trabajo, traducido por Vicente, donde Bertolt Brecht recorta imágenes de la prensa durante la Segunda Guerra Mundial y las comenta en apenas cuatro líneas. Todo un alarde de ironía y genialidad que tanto gustaba y compartía Vicente.

Quiero pensar que está en compañía de Bertolt Brecht, firmes y disciplinados como buenos comunistas, pero siempre burlándose y rebeldes ante todo el que les quiera gobernar sin justicia.