Un jinete a lomos de elefante

06/02/2017 12:22:02
Un jinete a lomos de elefante
Elefante-de-la-india

Desde que probé los efectos de la lectura no he podido, ni querido, deshacerme de esa adicción. Suelo preferir la lectura a la conversación, los libros a las personas. Mis conversaciones predilectas van sobre libros, y mi idea de la felicidad pasa por una tienda de libros.

Mi vida pudo ser muy distinta. Casi llegué a aborrecerlos. En la casa de mis padres había libros por todas partes: en libreras y mesillas, al lado de los sillones y en los armarios. En los años de la represión política, cuando los militares podían echarte a la cárcel por tener libros, papá ocultó algunos volúmenes en el entrecielo. En mi casa también se oía mucha música. Sobre todo, de la que suele llamarse «clásica». El volumen con que mi hermano mayor solía escucharla hacía entrechocar los vasos en el chinero. Puesto a escoger, yo prefería la música a la lectura. De hecho, por años, estuve seguro de que los libros eran un asunto de viejos.

Tengo un enorme respeto por quienes devoraban libros desde pequeños. A esa edad yo tenía en mente cosas más importantes, como arrastrar por el piso mis carritos Matchbox, o escuchar por la radio los partidos del Alianza FC, el equipo capitalino. Reconozco, sin embargo, que existen niños fenómenos. En casa vivía uno: mi hermano menor. Luisito ya leía de corrido cuando lo matricularon en el kínder, y él fue la primera persona que me platicó sobre las aventuras de un niño solitario que habitaba en un asteroide. Yo leí El Principito bastante más grande, y llegué a tomarle respeto de una manera, digamos, romántica. Una muchacha, a quien cortejaba, me besó amorosamente cuando le regalé una tarjeta de Hallmark que traía escrito: «Solo se ve bien con el corazón…», etc. Aquella fue toda una sorpresa para el chico miope, dientudo y lleno de acné que fui.

Pero en este mundo, y en los otros, todo cambia. Para mi primera comunión, mi papá me regaló el libro de un tal John Bron titulado 32,000 kilómetros por la selva africana. Pueden googlearlo. En el sitio de MercadoLibre piden hasta 150 dólares por esa antigualla. La obra narra en primera persona los peligros que pasa un «bwana» en su travesía por África a bordo de un pequeño DKW. Los retratos donde se miraba a aborígenes con discos de arcilla incrustados en sus labios y, en especial, una fotografía donde dos jovencitas mostraban sus pechos con absoluta naturalidad, atrajeron mi atención. Lo leí de punta a punta, más de una vez. El libro de aquel desconocido aventurero me convirtió en un lector. Desde entonces, los libros de viajes y aventuras están entre mis predilectos. Si me tocara colonizar Marte y tuviera que elegir un libro para llevar, escogería uno de Robert Louis Stevenson.

Mi adicción a la lectura fue producto de una serie de contratiempos. En mi adolescencia yo era un poco enamoradizo pero las niñas parecían huir de mí. Tampoco era bueno para el básquet, no era un muchacho popular, ni un estudiante destacado, y tratando de hacerme notar publiqué en el periódico mural del colegio un artículo de tono anticlerical que, en efecto, volvió hacia mí las miradas del cuerpo docente, y casi me mereció la expulsión. Las súplicas de mi madre ablandaron el corazón del prefecto y los curas me dejaron volver a clases, imponiéndome medidas cautelares. El profesor de idioma me hizo preparar una exposición sobre literatura nacional. Saqué de un pomo de vidrio, redondo como una pecera, un papelito doblado donde estaba escrito el nombre de Salvador Salazar Arrué, conocido como Salarrué.

Fui a encontrarme con él a la Biblioteca Nacional. El hombre fue muy paciente. Accedió a repetir, sin un gesto de malestar, la historia de su infancia en Sonsonate cuando descubrí, apenado, que no había puesto a funcionar la grabadora. No he conocido ningún personaje más extraño que aquel viejo corpulento y silencioso. Más que sus cuentos, me atrajo su personalidad. Encontré muchos de sus libros en la biblioteca de mi padre y los leí. Mi exposición al final del curso fue sobre un breve ensayo suyo en contra de los santos. Por suerte, el cura se lo tomó con buen humor. De un día para otro, gané la inmerecida fama de escritor.

El bicho de las letras me había ensartado sus dientes. Los fines de semana, cuando la familia salía de paseo, prefería quedarme leyendo y escribiendo mis ocurrencias. Aquella repentina afición por las letras y el aislamiento alarmaron a mi madre. El fantasma de su hermano, un poeta de vida perturbada que se suicidó a los 20 años de edad, todavía incomodaba la memoria familiar.

La violencia terminó empujándome a los libros. En medio del ambiente conflictivo previo a la guerra civil, me matriculé en la universidad con vistas a la facultad de medicina, que era el sueño de mi madre. En esa carrera se interpuso ni más ni menos que el ejército. Los militares ocuparon la universidad. Yo tenía 17 años y no sabía nada de la vida. Alcanzaba a distinguir que necesitaba encontrar alivio para algo que nunca he sabido bien qué es. Henry David Thoreau escribió que «Casi todas las personas viven la vida en una silenciosa desesperación». La lectura de poemas y novelas aplacaba ese desasosiego.

Comencé a frecuentar a un grupo de poetas en una cafetería del centro de San Salvador. Llegaba a las tertulias con una torre de libros y me amurallaba detrás de ellos para resistir los sarcasmos de mis nuevos amigos. Ingresé a letras, pero al poco tiempo me sentí desengañado. En cuarto año, después de protagonizar una reyerta literaria de trasfondo ideológico contra el jefe del departamento, supe que mis días universitarios estaban contados. Para cerrar el ciclo, en el período más álgido de las movilizaciones sociales de mediados de los setenta, terminé escribiendo proclamas para sindicatos de obreros afines a un grupo armado, y lo dejé todo. Pero esa es otra historia…

***

¿Cómo me volví un adicto a la lectura? Jonathan Haidt, un conocido autor y conferencista TED, sostiene que los humanos no somos tan racionales como creemos. Para él, los procesos de toma de decisiones son comparables con la acción de un jinete sentado en el lomo de un elefante. El jinete es nuestra parte racional, y el elefante, nuestra intuición. El elefante se abre paso sin aparente rumbo y, de cuando en vez, el jinete trata de llevarlo en una determinada dirección. En mi caso, el elefante me arrastró hasta este lugar, las letras, donde terminé encontrándome muy a gusto. La literatura es el mayor simulador de realidad, y la lectura es un acto rotundo de evasión. Los libros son solo el soporte de esa maravilla del ingenio humano.

Los gringos suelen usar la expresión «beber de una manguera contra incendios» para referirse a alguien que intenta tragar más de lo que puede. La frase describe perfectamente mi relación con los libros. Si algo me envanece es poseer numerosos libros que no he leído nunca.

No digo esto para sumarme a los millares de personas que han vuelto al libro un fetiche. Los libros son un objeto sobrevalorado. La noción «libro», aunque las personas suelen adjudicarle un valor positivo, contiene millones de cosas estúpidas y hasta dañinas. Ese despilfarro de tinta y papel bien podría usarse en mejores causas.

Por si alguien lo ha olvidado, los libros no siempre fueron lo que son ahora. Séneca, un nombre con prestigio, consideró los libros como un peligro social porque ensimismaban a las personas y reducían su posibilidad de sostener conversaciones. En nuestros días, mucha gente mira la tecnología con una aprensión similar a la del viejo Séneca.

El libro es el gran ícono de la ortodoxia literaria que mira con estupor las nuevas escrituras provenientes de la revolución electrónica. La autopublicación en línea constituye una nueva manera de escribir y de poner en circulación eso que se suele denominar «la obra». Creo que las conversaciones ahora tienen canales muy diversos, y que muchas de las verdades de nuestro tiempo se dicen en clave de broma: tuits, gifs y emoticonos. Los libros y las formas convencionales de lectura ocupan solo un escaño de ese universo.

La globalización no ha muerto

La globalización no ha muerto: respuesta a Álvaro García Linera
Miguel Ángel Barrios

04/01/2017
En los últimos días ha proliferado en numerosos sitios de Internet una nota de opinión sobre un diagnóstico de la situación mundial del actual Vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera titulada “La globalización ha muerto” (1)
Teniendo en cuenta la personalidad internacional de Linera y su profundidad intelectual, la nota nos parece sirve como disparador del debate para la acción que necesita Nuestra América en un momento crucial de su historia y del destino que nos toca en la globalización.
Nos tomaremos la humilde licencia de disentir con Linera en algunos puntos de sus planteos porque consideramos que el tiempo estratégico que nos toca vivir y actuar, nos obliga al coraje de discutir y debatir sin medias tintas, ya que nos une el mismo objetivo y los idénticos anhelos: la independencia de América Latina. Por eso realizamos esta nota, no con el afán de ponernos a la altura de Linera, pero con el convencimiento que a la independencia la haremos si la realizamos entre todos, que no estamos en la época del Rey Filósofo de Platón.
Por lo tanto, no entraremos a analizar desde que paradigma reflexiona Linera, sino señalar errores que nos parecen nodos estratégicos de la situación mundial y regional que Linera soslaya. Demás está decir que es un planteo distinto, pero no pretende ser monopólico, sino que sirva como disparador de un debate de ideas para la acción.
No escribimos desde una “neutralidad cientificista” sino embarrados en la militancia político académica por la Patria Grande de Manuel Ugarte y del continentalismo de Juan Domingo Perón. Aclarado este punto, pasamos a enumerar en general lo que consideramos errores o verdades parciales que pueden conducirnos a falsos diagnósticos, para lograr una hoja de ruta que nos ubiquen en el horizonte de la autonomía.

Álvaro García Linera realiza en la nota citada un muy importante bosquejo del estado de la situación mundial bajo el título “La globalización ha muerto”.
En verdad la llamada globalización , mundialización, sistema-mundo o universalismo-como lo denominó Juan Perón de manera anticipatoria es un proceso histórico multidimensional de interconexión mundial no de integración ni de homogeneización que abarca y atraviesa todas las dimensiones, desde lo político, lo económico, lo científico-tecnológico, lo social, lo cultural , lo demográfico. Lo que queremos decir que independientemente del nombre, este sistema de interconexión mundial que se inició en el siglo XV en Europa con la emergencia del capitalismo y las grandes expansiones geográficas que dan origen a la política mundial y a la generación de centros y periferias y viceversa, no puede ser reducido a un fenómeno exclusivamente capitalista, porque caeríamos en una interpretación dogmática del proceso histórico y no estratégica.
La globalización puede ser parcialmente entendida, si se lo asocia exclusivamente con el neoliberalismo , en verdad la última sub etapa de la globalización, que se inicia hace unos 40 años cuando se rompe el consenso keynesiano .El neoliberalismo entiende a la globalización desde una visión ideológica donde el mercado gobierna y la política administra, y el mercado se unifica a través del gobierno de las finanzas y nos hallamos ante el “fin de la historia”, de la “geografía” y hasta del mismísimo Estado, sin precisar qué Tipo de Estado entra en crisis y qué tipo de Estado surge.
Lo que está en crisis punto de inflexión desde su origen etimológico griego krisis es un capitalismo monopólico corporativo transnacional con ramificaciones en los ejes financieros-económicos-comunicacionales-militares de carácter global con epicentro en los EEUU.
Pero no debemos asociar mecánicamente y confundir neoliberalismo con sistema mundo. El neoliberalismo como dijimos, es una subetapa del sistema mundo que empezó en el siglo XV en Europa occidental.
El primero que utilizó la categoría de sistema mundo como política global, ha sido el gran geopolítico inglés Halford Mackinder cuando en su famosa conferencia de 1904 “El pivot geográfico en la historia”, afirma que la etapa de los grandes descubrimientos había llegado a su fin y que el mundo se había transformado en un único sistema.

La crisis de la globalización en el subperíodo del sistema mundo ha sido, entre otras, las causas del triunfo de Trump en los Estados Unidos, la derrota del Brexit , la crisis europea con la consecuente aparición de partidos “anti sistema” mal llamados populismos sino que en el fondo representan la vieja xenofobia que condujo a los totalitarismos.
La Unión Europea, a diferencia de lo que afirma Linera, no fue nunca “la mayor y más exitosa ilusión liberal de nuestros tiempos”. Y que “provenga de dos naciones que hace 35 años atrás, enfundadas en sus corazas, anunciaron el advenimiento del libre comercio y la globalización como la inevitable redención de la humanidad”.
Esto en verdad, es un concepto abstracto y hasta un poco confuso. Europa fracasó porque no pudo llevar a cabo el ideal fundacional de un Estado europeo con los fundadores Schumann, Adenauer, Monnet, etc. Prevalecieron sus fracturas religiosas, culturales, lingüísticas y políticas y Europa no pudo armonizar o sincronizar la identidad entre la Unión Europea, la Eurozona y la OTAN. Más aun, al carecer de un brazo militar propiamente europeo y con Inglaterra erosionando o jaqueando como punta de lanza norteamericana .En síntesis, es la vieja pero siempre vigente política que aconsejo el gran geopolítico norteamericano del poder marítimo, el Almirante Alfred Mahan a los ingleses en 1904, que se acoplasen a la política norteamericana.
La globalización como “horizonte político” ideológico capaz de encausar las esperanzas colectivas hacia un único destino que permitiera realizar todas las posibles expectativas de bienestar, ha estallado en mil pedazos”.
Aquí nos parece, un error clave de Linera, porque lo que estalló fue la dictadura del pensamiento único del neoliberalismo y de su falsa opción, de que el mercado gobierna y el Estado administra. Sin embargo, el sistema mundo nosotros utilizamos esta categoría analítica desde la visión Geopolítica de Mackinder avanza con una velocidad inédita .Y esta falsedad ideológica, tiene tanta potencialidad en Occidente que terminó colonizando culturalmente al pensamiento político occidental en todo su espectro, desde el arco ideológico del liberalismo al socia-liberalismo en lo político y en las ciencias sociales, la tercera vía de Antonny Giddens fue una caricatura del liberalismo.

Esto no quiere decir, como sostiene Linera, que “hoy no existe en su lugar nada mundial que articule esas expectativas comunes; lo que se tiene es un repliegue atemorizado al interior de las fronteras y el retorno a un tribalismo político, alimentado por la ira xenofóbica , ante un mundo que ya no es el mundo de nadie”.
Está fuera de discusión el aporte de Marx como uno de “los primeros y más acucioso investigador de los procesos de globalización del régimen capitalista”. Tampoco “los esquemas de Giovanni Arrighi en su propuesta de ciclos sistémicos de acumulación capitalista a la cabeza de un Estado hegemónico: Génova-siglos XV-XVI-, los Países Bajos siglo XVIII, Inglaterra-siglo XIX- y Estados Unidos-siglo XX-.”

Linera, se queda en la cita de Marx y de Arrighi pero no precisa, y esto se torna medular, los tipos y capacidades estatales en cada ciclo sistémico del capitalismo. El recorrido histórico seria: ciudad-estado burguesa, Estado-monárquico, Estado-Nación industrial -este actor dejó de ser exclusivamente europeo y llegaron a poseer esa capacidad Inglaterra, Francia, Alemania e Italia en esa secuencia, Japón, el primero extra europeo- y el Estado continental industrial- EEUU, luego de la guerra de la secesión y la URSS. En el fondo un Estado continental industrial reúne, en un espacio de dimensiones geográficas continentales, un poder que reúna la dimensión científica-tecnológica, industrial, militar, cultural y por lo tanto la renta geoestratégica de sumar un poder estatal continental industrial. En verdad, la guerra fría más que una confrontación ideológica fue la bipolaridad de dos Estados continentales industriales. Cuando implosiona la URSS se inicia una nueva lógica mundial. Aquí se hace altamente necesario dos puntualizaciones:
A-En la historia habían existido Estados continentales, pero agrarios multiétnicos. Como el romano, el imperio mongol, etc. Pero, el primero industrial fueron los EEUU, superadores de toda unidad política previa.
B-Linera ha expresado en muchas ocasiones la necesidad de concretar en Nuestra América un “Estado continental plurinacional”. Se vuelve difícil de entender esta categoría porque en verdad somos una Nación fragmentada en múltiples Estados. Una Nación en la diversidad, donde lo común es lo ibérico y la diversidad reside en la riqueza de nuestras etnias originarias y las diferentes formas que tomó el mestizaje con sus choques y confluencia.

Es decir, la única respuesta al desafío que nos somete el sistema mundo es la Nación de Repúblicas de Bolívar, la Patria Grande de Ugarte, el continentalismo de Perón. Allí se encuentra el núcleo de nuestra razón de SER o NO SER.
Es la Patria Grande o la nada. Así de simple. Así de complejo. Así de difícil. Así de apasionante.
La caída de la URSS significó para George Bush-padre- el comienzo de un “nuevo orden mundial” en correlato con el japonés norteamericano Francis Fukuyama que afirma “El fin de la historia”. Esta fue la interpretación oficial que irradia al mundo la República Imperial, al decir de Aron. Linera cae en esta conceptualización al decir: “Hoy, cuando retumban los últimos petardos de la Larga fiesta del fin de la historia, resulta que quien salió vencedor, ha fallecido dejando al mundo sin final ni horizonte victorioso”.
No estamos de acuerdo para nada de esta afirmación incluso riesgosa, porque en verdad desde nuestra óptica, la caída de un polo URSS no se reflejó en la victoria del otro polo EEUU, sino que se iniciaba una nueva lógica mundial donde las incertezas predominan por sobre las certezas. Uno de los que advirtió de esta nueva lógica mundial, es justo reconocerlo, fue el Papa Juan Pablo II en 1991 en la Encíclica Centésimas Annus a cien años de la República Novarum.
“Entonces con el socialismo de Estado derrotado y el neoliberalismo fallecido por suicidio, el mundo se queda sin horizonte, sin futuro, sin esperanza movilizadora”.
Repetimos, Linera expresa un pesimismo que opaca su relativo optimismo nos atenemos a su nota, por la crisis de Occidente.
Sin embargo, esta crisis de Occidente para nada debe eclipsar para Nuestra América en categoría de José Martí, dos sucesos centrales del actual sistema mundo:
-la emergencia definitiva de un “orden” multipolar de carácter global desoccidental por primera vez en la historia y multicivilizacional de círculos culturales que convergen geoculturalmente con los Estados continentales (EEUU, China, Rusia, India, Irán, etc.).

-la irrupción de un Papa Latinoamericano por primera vez en la historia, como el Papa Francisco, hijo de la Teología de la Cultura que rescata la religiosidad popular, la opción por los pobres y la Patria Grande. Partidario de un Estado Continental en América Latina, de gran influencia en su formación, el pensador uruguayo Alberto Methol Ferré.
-un “orden” multipolar nos brinda a los latinoamericanos un mayor margen de viabilidad, si nos ponemos en la altura de las exigencias de la época
El final o conclusión de Linera nos parece interesante. Apela a la esperanza: “No existe ser humano que pueda prescindir de un horizonte y hoy estamos compelidos a construir uno. Eso es lo común de los humanos y ese común es el que puede llevarnos a diseñar un nuevo camino distinto a este emergente capitalismo que acaba de perder la fe en sí mismo”.
Nadie puede prescindir de la esperanza. Pero en esta conclusión de Linera, dejamos esta observación. En primer lugar, no se trata de un capitalismo emergente sino de una economía casino que está llenando al sistema mundo de lo que el Papa Francisco llamó “la globalización de la indiferencia”. Y refugiarnos solo en la esperanza es un camino de derrota anunciada. Aquí también volvemos al último libertador José Martí, cuando decía: “Para crear hay que creer”.
Desbordaría esta nota y caeríamos en el intelectualismo inútil y dañino, creer que se puede elaborar un plan de gobierno como hoja de ruta de compromiso con el futuro a partir de nuestras raíces y no de evasión y de refugio pasivo con la esperanza.
Este enorme desafío nos conduce al Maestro del Libertador Simón Bolívar, Don Simón Rodríguez y su apotegma: “O inventamos o erramos”.
En este sentido, rescatamos la oleada integracionista postconsenso de Washington que integró los peldaños del Mercosur, la Unasur y la CELAC. Pero, como dijo el ex presidente de Uruguay José Mujica, quedamos rehenes de los discursos.
Una hoja de ruta constituye puntos concretos transformados en metas estratégicas a realizarse en no más de dos años. Es decir las metas relegan a los discursos. Metas que deben ser conducente al Estado continental. En forma de ejemplo me permitiré enumerar algunas a realizar dije en dos años como máximo:

-Ciudadanía común suramericana y latinoamericana.
-Reconocimiento de estudios en todos sus niveles
-Tierra, techo y trabajo sea los acuerdos programáticos de todas las fuerzas políticas y movimientos sociales
-Integración de infraestructura y energética del subcontinente con el paradigma de la Casa Común del Desarrollo Sustentable y Sostenible
-Armonización de códigos penales y criminalidad económica para una lucha frontal contra la criminalidad organizada
-Ley común regional para el financiamiento de las campañas políticas con el fin de evitar el financiamiento de la política y transparentarla al máximo
-Recuperar una Pedagogía Latinoamericana que incluya las nuevas tecnologías y nuevas redes en la globalización. Debemos generar el humanismo que reconcilie a la Ética con la Ciencia. La educación inclusiva sólo es, si es de calidad. Esto es imposible sin una política que devuelva la alianza entre el estado, la familia y la escuela
-Fortalecer y potenciar medios de comunicación desde y para la comunidad. Con decisión y respetando la libertad.
-Impulsar cadenas de complementariedad económica industrial que tenga como base las pymes y el cooperativismo.
Estas son simples enunciados concretas a manera de ejemplo. Pero todas ellas resultan imposible sin el primer punto que ahora enunciamos y todo sería una mentira
-Solo es posible llevar a cabo estas medidas con una reconstrucción de un poder ético político impenetrable a la corrupción. El cáncer más difícil que nos ha tocado vivir. No, porque sea nuevo, sino empieza a ser sistémico. Por lo que esta epopeya nos involucra a todos.
Agradezco enormemente a Álvaro García Linera que me hizo pensar. Y esta es una tarea de todos, porque el pensar con muchos es mejor que con uno.

Nota
1. La globalización ha muerto, Pagina12/La otra mirada https://www.pagina12.com.ar/11761-la-globalizacion-ha-muerto
Miguel Ángel Barrios Argentina es doctor en educación y en ciencia política. Autor de reconocidas obras sobre América Latina.

La globalización ha muerto

La globalización ha muerto / Álvaro García Linera

28 de diciembre de 2016

El desenfreno por un inminente mundo sin fronteras, la algarabía por la constante jibarización de los estados-nacionales en nombre de la libertad de empresa y la cuasi religiosa certidumbre de que la sociedad mundial terminaría de cohesionarse como un único espacio económico, financiero y cultural integrado, acaban de derrumbarse ante el enmudecido estupor de las élites globalófilas del planeta.
La renuncia de Gran Bretaña a continuar en la Unión Europea –el proyecto más importante de unificación estatal de los cien años recientes– y la victoria electoral de Trump –que enarboló las banderas de un regreso al proteccionismo económico, anunció la renuncia a tratados de libre comercio y prometió la construcción de mesopotámicas murallas fronterizas–, han aniquilado la mayor y más exitosa ilusión liberal de nuestros tiempos. Y que todo esto provenga de las dos naciones que hace 35 años atrás, enfundadas en sus corazas de guerra, anunciaran el advenimiento del libre comercio y la globalización como la inevitable redención de la humanidad, habla de un mundo que se ha invertido o, peor aún, que ha agotado las ilusiones que lo mantuvieron despierto durante un siglo.
La globalización como meta-relato, esto es, como horizonte político ideológico capaz de encauzar las esperanzas colectivas hacia un único destino que permitiera realizar todas las posibles expectativas de bienestar, ha estallado en mil pedazos. Y hoy no existe en su lugar nada mundial que articule esas expectativas comunes. Lo que se tiene es un repliegue atemorizado al interior de las fronteras y el retorno a un tipo de tribalismo político, alimentado por la ira xenofóbica, ante un mundo que ya no es el mundo de nadie.
La medida geopolítica del capitalismo
Quien inició el estudio de la dimensión geográfica del capitalismo fue Karl Marx. Su debate con el economista Friedrich List sobre el capitalismo nacional, en 1847, y sus reflexiones sobre el impacto del descubrimiento de las minas de oro de California en el comercio transpacífico con Asia, lo ubican como el primero y más acucioso investigador de los procesos de globalización económica del régimen capitalista. De hecho, su aporte no radica en la comprensión del carácter mundializado del comercio que comienza con la invasión europea a América, sino en la naturaleza planetariamente expansiva de la propia producción capitalista.
Las categorías de subsunción formal y subsunción real del proceso de trabajo al capital con las que Marx devela el automovimiento infinito del modo de producción capitalista, suponen la creciente subsunción de la fuerza de trabajo, el intelecto social y la tierra, a la lógica de la acumulación empresarial; es decir, la supeditación de las condiciones de existencia de todo el planeta a la valorización del capital. De ahí que en los primeros 350 años de su existencia, la medida geopolítica del capitalismo haya avanzado de las ciudades-Estado a la dimensión continental y haya pasado, en los pasados 150 años, a la medida geopolítica planetaria.
La globalización económica (material) es pues inherente al capitalismo. Su inicio se puede fechar 500 años atrás, a partir del cual habrá de tupirse, de manera fragmentada y contradictoria, aún mucho más.
Si seguimos los esquemas de Giovanni Arrighi, en su propuesta de ciclos sistémicos de acumulación capitalista a la cabeza de un Estado hegemónico: Génova (siglos XV-XVI), Países Bajos (siglo XVIII), Inglaterra (siglo XIX) y Estados Unidos (siglo XX), cada uno de estos hegemones vino acompañado de un nuevo tupimiento de la globalización (primero comercial, luego productiva, tecnológica, cognitiva y, finalmente, medio ambiental) y de una expansión territorial de las relaciones capitalistas. Sin embargo, lo que sí constituye un acontecimiento reciente al interior de esta globalización económica es su construcción como proyecto político-ideológico, esperanza o sentido común; es decir, como horizonte de época capaz de unificar las creencias políticas y expectativas morales de hombres y mujeres pertenecientes a todas las naciones del mundo.
El fin de la historia
La globalización como relato o ideología de época no tiene más de 35 años. Fue iniciada por los presidentes Ronald Reagan y Margaret Thatcher, liquidando el Estado de bienestar, privatizando las empresas estatales, anulando la fuerza sindical obrera y sustituyendo el proteccionismo del mercado interno por el libre mercado, elementos que habían caracterizado las relaciones económicas desde la crisis de 1929.
Cierto, fue un retorno amplificado a las reglas del liberalismo económico del siglo XIX, incluida la conexión en tiempo real de los mercados, el crecimiento del comercio en relación con el producto interno bruto (PIB) mundial y la importancia de los mercados financieros, que ya estuvieron presentes en ese entonces. Sin embargo, lo que sí diferenció esta fase del ciclo sistémico de la que prevaleció en el siglo XIX fue la ilusión colectiva de la globalización, su función ideológica legitimadora y su encumbramiento como supuesto destino natural y final de la humanidad.
Y aquellos que se afiliaron emotivamente a esa creencia del libre mercado como salvación final no fueron simplemente los gobernantes y partidos políticos conservadores, sino también los medios de comunicación, los centros universitarios, comentaristas y líderes sociales. El derrumbe de la Unión Soviética y el proceso de lo que Antonio Gramsci llamó transformismo ideológico de ex socialistas devenidos furibundos neoliberales, cerró el círculo de la victoria definitiva del neoliberalismo globalizador.
¡Claro! Si ante los ojos del mundo la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), que era considerada hasta entonces el referente alternativo al capitalismo de libre empresa, abdica de la pelea y se rinde ante la furia del libre mercado –y encima los combatientes por un mundo distinto, públicamente y de hinojos, abjuran de sus anteriores convicciones para proclamar la superioridad de la globalización frente al socialismo de Estado–, nos encontramos ante la constitución de una narrativa perfecta del destino natural e irreversible del mundo: el triunfo planetario de la libre empresa.

El enunciado del fin de la historia hegeliano con el que Francis Fukuyama caracterizó el espíritu del mundo, tenía todos los ingredientes de una ideología de época, de una profecía bíblica: su formulación como proyecto universal, su enfrentamiento contra otro proyecto universal demonizado (el comunismo), la victoria heroica (fin de la guerra fría) y la reconversión de los infieles.

La historia había llegado a su meta: la globalización neoliberal. Y, a partir de ese momento, sin adversarios antagónicos a enfrentar, la cuestión ya no era luchar por un mundo nuevo, sino simplemente ajustar, administrar y perfeccionar el mundo actual, pues no había alternativa frente a él. Por ello, ninguna lucha valía la pena estratégicamente, pues todo lo que se intentara hacer por cambiar de mundo terminaría finalmente rendido ante el destino inamovible de la humanidad, que era la globalización. Surgió entonces un conformismo pasivo que se apoderó de todas las sociedades, no sólo de las élites políticas y empresariales, sino también de amplios sectores sociales que se adhirieron moralmente a la narrativa dominante.
La historia sin fin ni destino

Hoy, cuando aún retumban los últimos petardos de la larga fiesta del fin de la historia, resulta que quien salió vencedor, la globalización neoliberal, ha fallecido dejando al mundo sin final ni horizonte victorioso; es decir, sin horizonte alguno. Donald Trump no es el verdugo de la ideología triunfalista de la libre empresa, sino el forense al que le toca oficializar un deceso clandestino.

Los primeros traspiés de la ideología de la globalización se hacen sentir a inicios de siglo XXI en América Latina, cuando obreros, plebeyos urbanos y rebeldes indígenas desoyen el mandato del fin de la lucha de clases y se coligan para tomar el poder del Estado. Combinando mayorías parlamentarias con acción de masas, los gobiernos progresistas y revolucionarios implementan una variedad de opciones posneoliberales, mostrando que el libre mercado es una perversión económica susceptible de ser remplazada por modos de gestión económica mucho más eficientes para reducir la pobreza, generar igualdad e impulsar crecimiento económico.

Con ello, el fin de la historia comienza a mostrarse como una singular estafa planetaria y de nuevo la rueda de la historia –con sus inagotables contradicciones y opciones abiertas– se pone en marcha. Posteriormente, en 2009, en Estados Unidos, el hasta entonces vilipendiado Estado, que había sido objeto de escarnio por ser considerado una traba a la libre empresa, es jalado de la manga por Barack Obama para estatizar parcialmente la banca y sacar de la quiebra a los banqueros privados. El eficienticismo empresarial, columna vertebral del desmantelamiento estatal neoliberal, queda así reducido a polvo frente a su incompetencia para administrar los ahorros de los ciudadanos.

Luego viene la ralentización de la economía mundial, pero en particular del comercio de exportaciones. Durante los 20 años recientes, éste crece al doble del producto interno bruto (PIB) anual mundial, pero a partir de 2012 apenas alcanza a igualar el crecimiento de este último, y ya en 2015 es incluso menor, con lo que la liberalización de los mercados ya no se constituye más en el motor de la economía planetaria ni en la prueba de la irresistibilidad de la utopía neoliberal.
Por último, los votantes ingleses y estadounidenses inclinan la balanza electoral en favor de un repliegue a estados proteccionistas –si es posible amurallados–, además de visibilizar un malestar ya planetario contra la devastación de las economías obreras y de clase media, ocasionado por el libre mercado planetario.

Hoy, la globalización ya no representa más el paraíso deseado en el cual se depositan las esperanzas populares ni la realización del bienestar familiar anhelado. Los mismos países y bases sociales que la enarbolaron décadas atrás, se han convertido en sus mayores detractores. Nos encontramos ante la muerte de una de las mayores estafas ideológicas de los siglos recientes.

Sin embargo, ninguna frustración social queda impune. Existe un costo moral que, en este momento, no alumbra alternativas inmediatas sino que –es el camino tortuoso de las cosas– las cierra, al menos temporalmente. Y es que a la muerte de la globalización como ilusión colectiva no se le contrapone la emergencia de una opción capaz de cautivar y encauzar la voluntad deseante y la esperanza movilizadora de los pueblos golpeados.

La globalización, como ideología política, triunfó sobre la derrota de la alternativa del socialismo de Estado; esto es, de la estatización de los medios de producción, el partido único y la economía planificada desde arriba. La caída del muro de Berlín, en 1989, escenifica esta capitulación. Entonces, en el imaginario planetario quedó una sola ruta, un solo destino mundial. Lo que ahora está pasando es que ese único destino triunfante también fallece. Es decir, la humanidad se queda sin destino, sin rumbo, sin certidumbre. Pero no es el fin de la historia –como pregonaban los neoliberales–, sino el fin del fin de la historia. Es la nada de la historia.
Lo que hoy queda en los países capitalistas es una inercia sin convicción que no seduce, un manojo decrépito de ilusiones marchitas y, en la pluma de los escribanos fosilizados, la añoranza de una globalización fallida que no alumbra más los destinos.
Entonces, con el socialismo de Estado derrotado y el neoliberalismo fallecido por suicidio, el mundo se queda sin horizonte, sin futuro, sin esperanza movilizadora. Es un tiempo de incertidumbre absoluta en el que, como bien intuía William Shakespeare, todo lo sólido se desvanece en el aire. Pero también por ello es un tiempo más fértil, porque no se tienen certezas heredadas a las cuales asirse para ordenar el mundo. Esas certezas hay que construirlas con las partículas caóticas de esta nube cósmica que deja tras suyo la muerte de las narrativas pasadas.
¿Cuál será el nuevo futuro movilizador de las pasiones sociales? Imposible saberlo. Todos los futuros son posibles a partir de la nada heredada. Lo común, lo comunitario, lo comunista es una de esas posibilidades que está anidada en la acción concreta de los seres humanos y en su imprescindible relación metabólica con la naturaleza.
En cualquier caso, no existe sociedad humana capaz de desprenderse de la esperanza. No existe ser humano que pueda prescindir de un horizonte, y hoy estamos compelidos a construir uno. Eso es lo común de los humanos y ese común es el que puede llevarnos a diseñar un nuevo destino distinto de este emergente capitalismo errático que acaba de perder la fe en sí mismo.

Adam Smith en Beiging

Dice la OCDE que en el 2011 el PBI mundial se dividió así: Estados Unidos 23%, Europa 17%, China 17% y la India y Japón con 7% cada uno. EEUU y Europa tuvieron una participación del 40%: importante, aunque mucho menor a la de hace 25 años.

La cosa va a cambiar fuerte en el 2030, según la misma OCDE, porque EEUU bajará a 18%, China subirá a 28%, Europa bajará a 12%, mientras que la India sube a 11%, pero Japón baja a 4%. Si los pronósticos se cumplen, EEUU y Europa con 30% estarán detrás de China e India, que tendrán 39%. Y, si se le suma Japón, entonces definitivamente la balanza se habrá inclinado al Este, pues alcanzaría el 43% del PBI mundial.

Ni qué hablar del 2060, porque China (28%) e India (18%) tendrían el 46% del PBI mundial. Lo que querría decir –siempre en condicional– que los planes de EEUU para que el siglo XXI siguiera siendo un “siglo americano”, como lo fue el siglo XX, habrían sido superados.

¿Debiera sorprendernos este fuerte cambio en la hegemonía económica? La verdad que no. Desde el siglo XVI para acá ha habido la hegemonía de España, luego la de Holanda (cortita), la era victoriana del “gran imperio británico” y la hegemonía de EEUU desde 1945 hasta la fecha. Miren que todas son potencias occidentales.

Pero si se aprecia el largo plazo, no habría por qué fruncir la ceja. El economista historiador inglés Angus Maddison nos dice que el PBI per cápita de Europa Occidental y China fue casi exactamente el mismo desde el año 1000 (d.C.) hasta 1600 y 1700. Es solo con la Revolución Industrial del siglo XVIII que los caminos se bifurcan con el claro predominio, claro está, de Europa Occidental.

Cifras aún más explícitas nos da el desaparecido economista italiano Giovanni Arrighi en su libro del 2007 Adam Smith en Beijing. Dice que el PBI conjunto de China y Japón equivalía al 36% del PBI mundial aún en 1820, mientras que el PBI conjunto del Reino Unido y EEUU, ese mismo año, solo era el 7% del total. En los siguientes 200 años la cosa cambió, pues EEUU y Reino Unido llegaron al 35% del total en 1950 versus solo el 8% de China y Japón.

Así, lo que debiera sorprender, dice Arrighi, no es que los países asiáticos vuelvan a tomar la delantera económica sino qué fue lo que pasó desde 1700 en adelante para que Occidente avanzara y Asia retrocediera.

La respuesta no es fácil, pues hay múltiples factores. Analizando teorías e interpretaciones, Arrighi apunta a demostrar que ha habido cambios claves desde fines de la II Guerra Mundial, en Japón primero, en los 4 tigres asiáticos después (Hong-Kong, Taiwán, Corea del Sur, Singapur) y finalmente en China. Esos cambios han determinado que ahora los asiáticos estén “desbancando” a los dueños del circo con las armas de estos, a las que suman –en una fusión particular– muchas de las características y virtudes asiáticas, entre ellas un indiscutido rol promotor del Estado. El “mix” no es fácil, por cierto.

Volviendo a los pronósticos, hay que tomarlos con pinzas pues asumen escenarios de continuismo muy cuestionables, sobre todo a la luz de la actual crisis económica de los países industrializados que también golpea al resto de “países emergentes”.

En lo político-social, se especula mucho sobre la estabilidad del régimen chino y, también, del indio. A lo que hay que agregar la dimensión que no se quiere ver: la gran crisis del ecosistema, ya que el calentamiento global es consecuencia de los patrones de producción y consumo existentes. Esto configura una situación grave que, sin embargo, países como EEUU y China no asumen en el marco de las NNUU de manera organizada y vinculante.

Sea lo que fuere, la lucha por la hegemonía se va a dar en Asia. China luchará por el liderazgo de lo que considera su “zona de influencia natural”. De su lado, EEUU no va a abandonar ese terreno y prepara múltiples iniciativas para ser interlocutor en ese continente, sobre todo con tratados de libre comercio (el TPP). Parece difícil que lo logre, cuando se miran 1000 años de historia.

A propósito, ¿qué rol juega América Latina, y el Perú, en este escenario mundial de largo plazo que ya llegó a nuestras costas?

Mirando el ‘Brexit’ desde la City: una historia de dinero y poder

Mirando el ‘Brexit’ desde la City: una historia de dinero y poder
MIGUEL OTERO IGLESIAS
Analista senior de Economía Política Internacional en el Real Instituto Elcano.
ECONOMÍA EXTERIOR nº 76 Primavera 2016

El 40 por cien del negocio mundial de la City se hace con Europa gracias a que todos los agentes que operan desde allí obtienen ‘un pasaporte europeo’ para poder captar e invertir fondos libremente en toda la UE, sea cual sea su nacionalidad. Un privilegio que se perdería con el ‘Brexit’.
La visión de la City de Londres sobre el euro, el núcleo duro de la Unión Europea, es la siguiente: el euro es un barco que se empezó a construir en 1989, salió de puerto en 2002 y en 2010, por estar mal construido, empezó a hacer aguas. El navío no tiene capitán. Ahora mismo tiene un buen jefe de máquinas, Mario Draghi, y múltiples oficiales de puente que se turnan, aunque predominan alemanes y franceses. Cuando estos se ponen de acuerdo, hay cierta esperanza de que el barco se arregle. Tarea difícil porque se tiene que hacer sobre la marcha y en alta mar. Pero cuando discrepan, la tripulación baja el ánimo y parece que la embarcación se va a pique.
En general, la City cree que el barco se hundirá y saca pecho por haber avisado, antes de que saliese a puerto, de que el buque estaba mal construido. Desde la lejanía, con cierta aprehensión, pero también con regocijo, se comentan las penurias de la tripulación. Aun así, no se descarta del todo que el barco tenga solución. Todavía hay mucho respeto, y cierto temor, hacia los miembros teutones de la tripulación, por su eficiencia y fe ciega en el proyecto europeo. Por esta razón, la City tienen preparada una lancha motora para el día que llegue la noticia de que el barco se ha reparado. Porque si finalmente se arregla, la City tiene que estar en cubierta y codecidir quién va a ser el capitán.
Esta metáfora resume bien la posición de la City frente a un posible Brexit, o dicho de otra forma, la salida de Reino Unido de la UE. La City siempre ha estado muy ligada al poder. Para muchos de sus miembros, en plena era de la globalización, este poder todavía reside en Westminster. Ellos representan el alma conservadora, inglesa (que no británica) e insular de la City.
Suelen ser corredores de bolsa (brókers) y fondos de inversión de tamaño medio y pequeño que quieren que Reino Unido salga de la UE porque ven en Bruselas la capital de un creciente monstruo jerárquico y burocrático que quiere colonizar a base de regulación, y quizá algún día incluso de impuestos, a la que en su día fue la metrópolis del Imperio británico. Su estrategia es la siguiente: si la UE se desmorona, mejor salirse cuanto antes. Si al final los europeos continentales crean una unión política, mejor escapar del yugo regulador antes de que ocurra.
Sin embargo, este grupo, que se podría denominar “nativista”, tiene poco poder. La City hoy está dominada por actores con alma liberal, multinacional y cosmopolita que saben que el poder se ha trasladado a Bruselas y Fráncfort y entiende que, mientras el proyecto europeo de integración siga en pie y avanzando, sería un grave error, y una ingenuidad, pensar que con tal de apertrecharse detrás del canal de la Mancha se va a recuperar la soberanía británica.
El mercado único en servicios y la actividad financiera denominada en euros son demasiado importantes para que los gigantes de la City los dejen escapar. Por ello, muchos apoyarán al primer ministro David Cameron en su campaña por la permanencia en el referéndum del 23 de junio. Está por ver, sin embargo, si será un apoyo positivo. Aunque la mayoría de británicos son conscientes de la importancia de la City para su economía, muchos otros están molestos porque son los de fuera quienes se llevan los mayores beneficios.
‘Brexit’, visto desde el pasado
La City no es homogénea. Hay diferentes visiones e intereses y, para distinguir mejor las diferentes posiciones frente a un posible Brexit, es importante conocer la historia de esta Milla Cuadrada. A veces se olvida que la Corporación de la City “es la comuna democrática más antigua del mundo”. Se ha construido sobre las ruinas milenarias del asentamiento romano de Londinium, y el estatus de “ciudadano” de la City se ha mantenido desde entonces. Su independencia se consolidó a finales del siglo XI cuando Guillermo el Conquistador, después de invadir Inglaterra, respetó “la libertad de sus gentes” y, la Corporación se declaró oficialmente una comuna en 1191. Desde entonces ni la Carta Magna de 1215, ni los subsecuentes reyes –incluidos los Tudor, los Estuardo y la reina Victoria– ni Westminster han podido o querido quitarle su autonomía.
Su enorme riqueza basada en la libertad para hacer negocio, sus eficientes instituciones democráticas y legales –sustentadas sobre el Derecho común– y su sistema de milicias han hecho que durante siglos la City tuviese “su propio gobierno, sus propios impuestos y sus propios jueces”. Mucha de esta independencia se mantiene todavía hoy. La corporación sigue siendo el único gobierno de la City.
Es por eso que muchos la consideran el mayor centro financiero off-shore. Sin embargo, la centralidad de Londres en las finanzas globales no surge solo de su atractivo para hacer negocios. Si no fuese por el poder del Imperio británico, Londres nunca habría llegado a ser lo que es. En este sentido, la batalla de Waterloo, 1815, marca un punto de inflexión. Hasta entonces la capital financiera del mundo era Ámsterdam, pero tras la derrota de Napoleón, muchos bancos, intermediarios financieros y aseguradoras del continente se trasladaron a la City.
El mercado único y la actividad financiera en euros son muy importantes para que la City los deje escapar
En su análisis de la historia de la City, David Kynaston, explica que fue durante el “largo siglo” de 1815 a 1914, año de comienzo de la Primera Guerra mundial, cuando la Milla Cuadrada desarrolló sus dos almas. La nativista, más insular y por tanto más patriótica, y la liberal, más cosmopolita. Al igual que hoy, durante los años de la Belle Époque (la primera gran oleada de globalización), llegaban a Londres los más inteligentes y aventureros de todo el mundo. Fue en este periodo cuando Mayer Amschel Rothschild, judío alemán, y otros muchos extranjeros amasaron sus grandes fortunas. Desde entonces, la Milla Cuadrada se ha convertido en una aldea global, con sus inherentes tensiones entre locales y foráneos. Algo palpable hoy en el debate sobre Brexit.
Sin embargo, pese a sus diferencias, y precisamente porque la corporación es el órgano de gobierno que amortigua y cohesiona los diferentes intereses de la aldea, la City siempre ha tenido el mismo lema y visión estratégica: to play the game (saber jugar la partida). Y eso en el mundo de las finanzas quiere decir estar lo más lejos posible del poder político para hacer negocios libremente pero lo más cerca para influir en él, y si fuese necesario, buscar su protección.
La creación en 1694 del Banco de Inglaterra fue un claro ejemplo. Los acreedores privados de la City, cansados de que el rey de Inglaterra incurriese en impagos, le exigieron al monarca, Guillermo de Orange, que les concediese el monopolio de la creación de dinero, si quería obtener nuevos préstamos para luchar contra Francia pero, al mismo tiempo, le pidieron que amparase el nuevo banco con su mandato real. Así, se unían dos extraordinarios poderes: la credibilidad crediticia de los financieros privados y la legitimidad y el monopolio de la violencia del soberano.
Pero el poder, aunque más lento que el capital, también es móvil y las dos guerras mundiales del siglo XX hicieron que el Imperio británico se desmoronase y Londres dejase de ser la plaza financiera del mundo. El testigo lo recogió Nueva York, que se convirtió en la auténtica metrópolis del capitalismo global.
Por entonces, se pensaba que Londres caería en la misma liga que Ámsterdam o París, pero dos episodios clave en la segunda mitad del siglo XX convirtieron de nuevo Londres en el centro financiero más internacional. En los dos hay una estrecha colaboración entre la City y el gobierno británico: el poder. El primero fue el desarrollo en los años sesenta del Euromarket en Londres.
Un mercado offshore que ofrecía productos financieros denominados en dólares en el continente europeo, de ahí su nombre. Estos depósitos en moneda americana eran muy atractivos por dos razones. Porque ofrecían un tipo de interés más alto que el de Estados Unidos, lo que hizo que muchos fondos americanos se viniesen a la City, y porque su opacidad servía de refugio para los petrodólares del golfo Pérsico y los soviet dólares del bloque comunista.
Muchos se preguntan todavía cómo fue posible que en pleno sistema de Bretton Woods, con controles de capitales y estricta regulación financiera, hubiese un mercado off-shore totalmente desregulado. La pregunta no es baladí, porque hay cierto consenso entre los expertos de que el Euromarket fue una de las causas del colapso de Bretton Woods, también conocido como los 30 años dorados del capitalismo. Todo indica que el Euromarket se desarrolló con la connivencia del Banco de Inglaterra.
Parece imposible creer que si hubiera querido cerrarlo no tuviese la capacidad para hacerlo. La Old Lady (“vieja dama” –así denomina la City al Banco de Inglaterra–) hizo la vista gorda porque le interesaba que el capital americano y del resto del mundo volviese a su Milla Cuadrada.

Exactamente por la misma razón, 20 años después, en 1986, Margaret Thatcher impulsó el Big Bang en la City, el segundo episodio que explica por qué todavía hoy, en la segunda década del siglo XXI, la City compite con, y en muchos casos supera a, Nueva York como capital de las finanzas globales. Es bien sabido que el Big Bang desreguló mucha de la actividad de la City, pero lo más importante quizá es que permitió que sus instituciones financieras fueran de propiedad extranjera, lo que hizo que desembarcaran en la Milla Cuadrada los grandes bancos de inversión americanos y los bancos universales europeos.

Este cambio transformó completamente la geografía y la cultura de la aldea, incluida su corporación, y es clave para entender el debate actual sobre el Brexit. Muchos de los históricos Merchant Banks de la City, como Barings Bank y Schroders, fueron devorados. Rothschild es de los pocos que sobrevive. La cultura cambia porque el otro lema de la City: my word is my bond (“mi palabra es mi obligación”), muy usada entre los banqueros como símbolo de la confianza mutua, ya no rige. La City pasa de ser un club selecto y conservador de hombres grises y cierta edad, a ser un gran casino global donde ingenieros franceses de 28 años ganan cientos de miles de libras al año.

‘Brexit’, vista desde el presente

Para Kynaston, el Big Bang de 1986, y la consecuente transformación de la City, explican la crisis financiera de 2008. En los momentos de máxima tensión, cuando el mercado interbancario se congeló por completo se observó como el pilar de la vieja City: my word is my bond había desaparecido. La confianza entre operadores ya no existía, y en el mundo de las finanzas, cuando esta se esfuma el sistema crediticio colapsa. Para Kynaston, igual que para muchos funcionarios de Europa continental, la City se ha convertido en un monstruo indomable y hasta que no se vuelva a regular como es debido seguirá produciendo crisis financieras. La falta de ética y la actividad ilegal son alarmantes. Los escándalos de la manipulación de la tasa Libor, los tipos de cambio y los precios de los metales preciados así lo demuestran. No es de extrañar que la City no sea muy popular ni en Bruselas ni entre la ciudadanía británica.

Aun así, a pesar de los escándalos, todo británico reconoce que la City es una máquina de generar dinero. Esta pequeña aldea global alberga 250 bancos internacionales y genera, con sus tentáculos en todo el país, el 10 por cien del PIB y el 12 por cien de los ingresos fiscales de Reino Unido. En el mercado de divisas y en el de derivados de tipos de interés supera a Wall Street, acaparando el 40 y el 50 por cien, respectivamente, del negocio mundial. La City atrae a los jóvenes más inteligentes del mundo.

En total, los servicios financieros emplean a dos millones de personas en todo Reino Unido. De los 280.000 que trabajan en la City, el 22 por cien no es británico y 38.000 son ciudadanos europeos. Hay 125 compañías de la UE listadas en la bolsa y los bancos europeos tienen cerca de dos billones de euros de activos en Londres. La City es, sin duda, el centro financiero del euro, gestionando el 40 por cien de las operaciones denominadas en esta moneda.

La experiencia, reputación y redes tejidas durante siglos, el inglés como lengua franca y la zona horaria –que permite presenciar el cierre de Asia, toda la jornada europea, y el inicio de la sesión de Wall Street– hacen de la City un gigante tablero de distribución de capital (switchboard) que puede convertir en cuestión de segundos ahorros procedentes de Indonesia en inversiones destinadas a Argentina.
Esto hace que la City sea más internacional incluso que Wall Street, que se alimenta mucho más de capital nacional. Sin embargo, pese a su globalidad, la City vive sobre todo del mercado único de la UE, que con 500 millones es el más grande y con mayor capacidad de ahorro e inversión del mundo. El 40 por cien del negocio mundial de la City se hace con Europa, gracias a que todos los agentes financieros que operan desde la Milla Cuadrada, indistintamente de su nacionalidad, obtienen “un pasaporte europeo” para poder captar e invertir fondos libremente en toda la UE. Un privilegio que se perdería con el Brexit.

Aunque en general la percepción en Europa es que toda la City está a favor de permanecer, la realidad es otra

Esta amenaza explica por qué la mayoría de los grandes bancos americanos como JP Morgan, Bank of America o Goldman Sachs, han expresado públicamente su preocupación por un posible Brexit, al igual que bancos europeos como Deutsche Bank o el Santander. Goldman Sachs ha anunciado que apoyará la campaña por la permanencia con 500.000 dólares y es probable que otros bancos hagan lo propio. El banquero que ha hablado más claro ha sido Jamie Dimon, consejero delegado de JP Morgan, el banco más grande de EE UU: “si no podemos usar nuestro pasaporte desde Londres, no nos quedará otro remedio que establecer varios centros de operaciones en Europa”.

Si esto ocurriese, Dublín sería la ciudad más beneficiada del Brexit por el inglés, la franja horaria y su industria financiera, pero lo más probable es que el sector financiero europeo se fragmentase entre la City, la capital irlandesa, París y Fráncfort. Esta redistribución, aunque traería más volumen de negocio para la eurozona, sería perjudicial para Europa, pues el mundo financiero trabaja en redes profesionales estrechas, personal y geográficamente, y si no las encuentra en el Viejo Continente, el talento se irá a Nueva York o a los centros financieros asiáticos como Hong Kong o Singapur. Por esto, los grandes operadores de la City se oponen abiertamente a un Brexit.

Ellos son los representantes del alma cosmopolita de la City, pero la otra alma de la aldea global londinense piensa muy distinto. Aunque en general la percepción en Europa continental es que toda la City está a favor de permanecer, la realidad es otra. En el debate sobre un posible Brexit, la Milla Cuadrada se divide en dos tribus. Por un lado, los grandes bancos y banqueros de inversión que rechazan el Brexit y por otro, los pequeños corredores de bolsa, los fondos de capital riesgo (hedge funds) y las pequeñas asesorías patrimoniales.

Estos últimos están a favor del Brexit porque la creciente regulación impuesta por Bruselas desde la crisis de 2008 –como la directiva para los Gestores de Fondos Alternativos o Mifid2– les supone unos gastos que consideran desorbitados. Boris Johnson, alcalde de Londres, pretende ser el defensor de este “pequeño” capital británico que se enfrenta al gran capital global dominado por los americanos y asociado con Bruselas.

Para los pequeños operadores de la City, que invierten sobre todo en Reino Unido y atraen mucho capital, bien de la Islas Británicas (y sus paraísos fiscales asociados), o de fuera de la UE, el pasaporte al mercado único importa poco. Muchos de ellos tienen todavía una visión romántica del Imperio británico y su actitud de laissez faire hacia las finanzas. Piensan que salirse de la UE les ayudaría a liberalizar la economía y establecer el marco regulatorio que más conviene a la City. Las palabras de Crispin Odey, fundador del hedge fund Odey Asset Management son representativas de esta visión: “Europa nos está convirtiendo en una colonia y nosotros estamos acostumbrados a ser un imperio. No queremos seguir reglas que no hemos decidido”.

Pero justo por esa razón los grandes poderes de la City –tanto los británicos cosmopolitas de HSBC como los globales de Goldman Sachs– no quieren abandonar el barco. Ellos saben que fuera de la UE lo más probable es que Londres deba operar dentro del marco regulatorio de la UE sin que Westminster o Downing Street tengan ningún tipo de influencia. La City quiere seguir jugando la partida y sabe perfectamente que si no está en la UE verá el juego desde el banquillo. Por ello, tanto la Old Lady como la corporación de la City –las dos instituciones más históricas e influyentes de la Milla– han declarado de modo oficial ante la opinión pública británica su oposición al Brexit. Un posicionamiento que no ha gustado nada a los nativistas, pero esas son las desventajas de tener menos dinero y poder. Una lógica que los ciudadanos de la City entienden bien desde hace siglos.

Reseña de «El largo siglo XX» Giovanni Arrighi

Reseña de “El largo siglo XX” Giovanni Arrighi

Luis Roca Jusmet
Rebelión

“El largo siglo XX” Giovanni Arrighi (traducción de Carlos Prieto del Campo). Madrid : siglo XXI, 2014 ( segunda edición )

Giovanni Arrighi no es tan conocido como debería serlo por los ciudadanos interesados en entender cómo funciona el mundo en que vivimos. La editorial Akal acaba de publicar la segunda edición de su imprescindible y extraordinaria obra maestra: El largo siglo XX (editado originariamente en inglés en 1994). Pero como el mismo autor nos avisa el autor el libro contiene no solo el trabajo que lleva este título sino tres artículos más que hablan del proceso histórico que lo explica. Y no solamente esto sino también un epílogo con el sugerente título de
“¿Puede el capitalismo sobrevivir con éxito ?”.
Vayamos por partes. Empecemos explicando quién es Giovanni Arrighi para entrar a fondo en esta publicación que resume uno de sus más importante de sus investigaciones de décadas de trabajo teórico y empírico..

Trayectoria biográfica

Giovanni Arrighi nace en Milán en 1937, hijo de una madre burguesa y de un padre obrero desclasado, que acaba montando su propia empresa. Al morir su padre a los 18 años Giovanni quiere gestionar la empresa familiar y estudia económicas pensando que estos estudios le proporcionarán la formación necesaria para hacerlo. La orientación de sus profesores, de economía neoclásica, que no le ayuda en absoluto en la gestión empresarial. A los 24 años cambia de rumbo y va a trabajar, contratado por una universidad inglesa, como docente de economía en Rhodesia. Allí comprobará que los modelos matemáticos que le enseñaron tampoco son útiles para describir y explicar la economía real. El año 1966, a los 29 años, se traslada a Tanzania para continuar sus estudios, muy influido por el trabajo empírico de los antropólogos sociales que conoció en Rhodesia. Allí conocerá a Immanuel Wallerstein, siete años mayor que él, del que hablaremos más tarde y que será clave en su trayectoria personal e investigadora. Tanzania es un Estado creado a partir de un movimiento anticolonialista, de liberación nacional. Arrighi, aunque mantiene simpatía con estos movimientos por su carácter anticolonialista, es capaz de ver que, a pesar de su retórica socialista, no son movimientos de emancipación socialista.

En 1969 regresa a Italia y trabaja como docente en Trento, centro de la militancia política estudiantil del grupo Lotta Continua ; luego, en Turín, contactará con los situacionistas. Se encuentra progresivamente con un movimiento que no es solamente estudiantil, sino también obrero, que rechaza los sindicatos y al Partido Comunista Italiano. Se interesa, en este contexto, por la idea de Autonomía obrera. Arrigi comenta que fue el Grupo Gramsci, al que pertenecía, y no Toni Negri, quién elaboró el concepto en 1970. Es interesante el papel que el grupo da a los intelectuales orgánicos, que así se denominan, en el marco de la autonomía obrera. No se trata de dirigir el movimiento sino de contextualizarlo. Los obreros dirigen su propia lucha y los intelectuales les explican el marco, sobre todo económico, en el que se desarrolla la lucha, ya que tienen los instrumentos teóricos del que los anteriores carecen. Darles, en definitiva, una caja de herramientas para su lucha. En ningún caso de convertirse en su vanguardia.

Arrighi conocerá las investigaciones históricas de Fernand Braudel, que le infuirán mucho. Tratan básicamente sobre la relación histórica entre mercado y capitalismo, partiendo de la base de que la acumulación capitalista empieza en las ciudades-estado italianas del Renacimiento. También de que el capitalismo es una lógica antimercado y que en cualquier ciclo capitalista hay una fase de acumulación, otra de expansión y que después de la expansión viene la financiarización, es decir de inversión financiera en lugar de industrial o comercial. Pero Arrighi considera que a Braudel le falta un marco teórico global en el que insertar sus extraordinarios estudios. Este marco teórico es el que elabora Arrighi en los estudios que se resumirán en este libro.

Las tres primeras hegemonías del capitalismo histórico

Para Arrighi, como para Wallerstein, el capitalismo es una economía-mundo que coexiste con sistema interestatales nacionales. Es decir, es un sistema que se desarrolla globalmente al mismo tiempo que necesita Estados limitados para existir. El capitalismo necesitó el Estado para aparecer y para sobrevivir. Pero por sus características no puede haber ningún poder político ni económico que sea absoluto. Lo que hay son hegemonías, es decir poderes económico-políticos que dominan en un determinado ciclo.
Para Arrighi han existido cuatro potencias hegemónicas, cada una de las cuales han sobrevivido a partir de la crisis de la anterior, aprendiendo de ella y superándola. La primera hegemonía es la de las ciudades-estado italianas del s. XV-XVI. El Estado más poderoso es Venecia, en el que una oligarquía capitalista detenta el poder de Estado sin más. Con respecto a las otras ciudades-Estado italianas hay un equilibrio de poder.

Pero ya antes, en los siglos XIII y XIV, se sentaron en Florencia las bases de las altas finanzas en su forma capitalista que condujeron en el s. XV a la oligarquía financiera y política de los Médici. Pero el primer ciclo sistémico de acumulación capitalista se dio finalmente en Génova. El capital genovés monopolizó inicialmente el Mediterráneo, el sur de la Península Ibérica y el Magreb.

La expansión financiera estaba vinculada con la intensificación de la competencia intercapitalista, que se manifestaba en las guerras entre las ciudades-estado pero también en las que se daban en su interior. De todas las guerras solamente sobrevivió Venecia como Estado, pero el capital estaba en Génova y aparece entonces una especie de burguesía cosmopolita constituida por el capital florentino.

Surge posteriormente el segundo ciclo capitalista, a partir de la hegemonía Holanda y las Provincias Unidas, que se constituyen como Estado soberano. Holanda se convierte en el líder de la economía-mundo capitalista en Europa y en un Estado poderoso militarmente. El mercantilismo fue la reacción de los gobiernos europeos de convertirse en algo similar a Holanda y acabó hundiendo a Holanda.

Esto abrió el camino al tercer ciclo liderado por Gran Bretaña, que combinó el poder territorial de un Imperio por la economía del libre mercado. En el siglo XVIII, Londres y la City desbancan a Holanda como centro de las altas finanzas. Gran Bretaña había perdido en la Guerra de la Independencia Americana, donde estos fueron apoyados por Francia y por Holanda. La venganza de Gran Bretaña fue acabar con el poder naval holandés. El gobierno de Gran Bretaña tuvo un crédito ilimitado y esto produjo una extraordinaria expansión industrial y comercial.

En el siglo XIX el poder británico sobre el sistema-mundo estaba en su apogeo. El sistema de libre comercio que impulsó le conectó con todo el mundo. Pero fueron los Rothschild, judíos alemanes, la familia con mayor poder financiero en la City. Ellos eran la perfecta expresión de la red cosmopolita de las altas finanzas.

De Holanda a Gran Bretaña se pasó de una internalización de los costes de protección a una internalización de los costes de producción. El capital italiano había invertido comercial y financieramente, el capital holandés había internalizado a través del Estado los costes de protección y el capital británico lo había hecho con la propia producción de bienes. Las bases de la acumulación británica habían sido el capitalismo financiero aprendido de los genoveses y los holandeses, el modelo imperialista ibérico y la revolución industrial.

El largo siglo XX

El largo siglo XX se corresponde con el último ciclo sistémico de acumulación, liderado por EE. UU. Cada nuevo ciclo se basa en la crisis de las anteriores y es capaz de superar aprendiendo de los errores de las anteriores. La hegemonía británica era el de la intensidad de la competencia capitalista, que acabó provocando la Primera Guerra Mundial. Pero Gran Bretaña había concedido préstamos a los aliados más pobres, como Rusia, que no pudieron devolver.

EE. UU, en cambio, se había mantenido neutral, había acumulado ingentes préstamos de guerra y había comprado a precio de saldo algunas de las inversiones de las grandes infraestructuras del siglo XIX. El dólar se convirtió en la moneda de reserva. Pero a finales de 1928 la sobrexpansión de Wall Street empezó a derivar los fondos hacia la especulación financiera interna, que provocó una recesión. Al mismo tiempo en todos los países se produjeron reclamaciones de deuda y huidas de fondos a corto plazo obligando a medidas proteccionistas de la moneda, a través de la devaluación o el control de cambios. Desaparecieron las altas finanzas a nivel mundial, el colapso de la Liga de las naciones en favor de los imperios autárquicos, los planes quinquenales de la URSS, el New Deal estadounidense y el ascenso del nazismo.

Como consecuencia del final de la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. tuvo un poder sin precedentes. Fue el taller del esfuerzo bélico de los aliados y el taller de reconstrucción postbélico en Europa. EE. UU. disfrutaba de un monopolio virtual sobre la liquidez mundial. Al mismo tiempo concentraba y centralizaba la capacidad productiva y la demanda efectiva.

El proyecto de Roosevelt de un New Deal global liderada por EEUU se transformó con Truman y su política de Guerra fría. El proyecto era entonces liderar la defensa de un Mundo libre frente al peligro soviético. Reconstruyó la Europa Occidental y el Japón como modelos a seguir bajo su liderazgo. Con el Plan Marshall pretendía que se crearan unos Estados Unidos de Europa como principal aliado.

Entre 1968 y 1973 aparece la crisis del régimen estadounidense en tres ámbitos diferentes pero relacionados. La derrota militar en Vietnam, las dificultades financieras de la Reserva Federal e ideológicamente la cruzada anticomunista empieza a perder legitimidad. Pero al mismo tiempo se produce una expansión financiera que obligó a perder el cambio de patrón dólar-oro en 1971.

A partir de aquí el mercado financiero, básicamente desarrollado en eurodólares, pasó a dominar el proceso que fijaba el precio recíproco de las monedas nacionales y el de éstas en relación con el oro. A partir de los años 70, al final del gobierno de Carter y sobre todo con Reagan la política económica del gobierno de EE. UU., tienen como objetivo centralizar en interior del país el dinero mundial en manos privadas.

Para ello endurece la política monetaria, desregula la actividad financiera y hace una expansión enorme sobre la base del endeudamiento público, básicamente por la inversión militar. Supo complementar el crecimiento interno con el control externo a través de las multinacionales. Se combinan un poder militar absolutamente superior al resto de países, la influencia a través de las multinacionales y la supremacía del dólar. Pero la relación complementaria entre la expansión de las redes de poder del gobierno USA y la acumulación de las corporaciones norteamericanas no excluía tensiones y conflictos.

¿Puede el capitalismo sobrevivir con éxito ?

Este es el epílogo de su libro, que en cierto sentido lo justifica. Se trata de estudiar el capitalismo histórico para estudiar su presente y a partir de él ver los escenario posibles del futuro. ¿Para qué?

Para entenderlo pero también justificar determinados compromisos políticos, determinadas acciones humanas. Esta sociología histórica comparada, que quiere ser científica, no excluye el compromiso político. Ni para Wallerstein, ni para Arrighi, que han estudiado a fondo los movimientos que llaman antisistémicos, que son la de los que luchan por una salida alternativa y más justa al de la lógica del capitalismo. Arrighi, al igual que Wallerstein, recoge la idea de Braudel de que el capitalismo no es una economía de mercado sino más bien de antimercado.

Y que el Estado no es un elemento contrario al capitalismo sino su necesario complemento. Wallerstein señala que lo específico del capitalismo la lógica del aumento del beneficio no tiene límites y necesita el Estado para distorsionar la competencia del libre mercado y favorecer los oligopolios. Arrighi, por su parte, marca el hecho de que es el capitalismo destruye siempre, en una etapa de su ciclo, el propio mercado por su lógica del beneficio. También que hay una coincidencia entre el poder económico y el político. No es que sean lo mismo pero están necesariamente vinculados.

La globalización capitalista surge mediante la aparición, en cada etapa, de centros organizadores de mayor escala, alcance y complejidad que los de la etapa anterior. Cada sustitución fue marcada por una crisis de las organizaciones territoriales (Estados) y no territoriales (centros de capital) que habían marcado la etapa anterior. Pero marcada también por la emergencia de nuevos centros territoriales y no territoriales anteriores.

El dominio de EE. UU. (y paralelamente de la URSS) supuso la crisis de los estados-nación pero la crisis actual afecta a los gigantescos estados. La URSS se desplomó y los EE. UU. van arrastrando su propia crisis de hegemonía. Pero al mismo tiempo mantienen el máximo poder militar y, en cierta forma, el control a través de la supremacía del dólar. Podríamos considerar que estamos en un punto de crisis en el que en circunstancias parecidas se ha dado un cambio de hegemonía.

Pero si en estos momentos las potencias emergentes se dan en el este asiático, especialmente en China, podemos considerar que ésta no tiene la combinación de poder y capital para hacer el relevo. Si el gobierno chino tiene el control sobre la mayor reserva fuerza de trabajo del mundo, el capital que invierte viene de Taiwan, de Hong Kong o del Japón.

Esto quiere decir que EE. UU. no puede ser superado por otra potencia hegemónica, lo cual podría dar lugar a un cierto equilibrio de poder entre diferencias potencias, que tendría como base la adaptación de EE. UU., a este nuevo escenario. Este sería un escenario posible, frente a otros como el de un Imperio-mundo dominado por EE. UU. y Europa, o el dominio de China y el sudeste asiático.

Queda, por supuesto, la posibilidad de transformar la economía-mundo capitalista en otro sistema o el de la destrucción final. La crisis de finales del siglo XX y principios del XXI es una crisis de superproducción, debida a la intensificación de competencia entre capitales. La renta es redistribuida a favor de grupos y clases que disponen de alta liquidez pero que no se reintegran en el mercado en forma de demanda efectiva, de inversión material, sino que se orientan hacia la especulación, creando burbujas que explotan regularmente. De hecho es la crisis más seria que ha tenido el capitalismo porque no hay alternativa emergente dentro del mismo sistema, como había pasado anteriormente. Su último libro, Adam Smith en Pekín, trata sobre el tema.

Queda claro para el mismo Arrighi que hay un elemento del que no habla aquí que es fundamental, que es la lucha de clases, que trata en otros trabajos.

Desgraciadamente Giovanni Arrighi fue diagnosticado de un cáncer en julio de 2008 falleció el 18 de junio de 2009. Su obra es una de las grandes aportaciones para el estudio del capitalismo histórico. Adam Smith, Karl Marx, Max Weber, Fernand Braudel y Polanyi fueron su principal inspiración para construir una teoría constantemente contrastada con los datos empíricos. Juntamente con la de su amigo Immanuel Wallerstein, que aunque algo mayor que él está todavía vivo, afortunadamente. Tuvieron sus acuerdos y discrepancias per nos ofrecen en conjunto una caja de herramientas, ciertamente, para entender y sobre esta base transformar el mundo.

Las botas de Kramer

Las botas de Kramer
marzo 17, 2017
Dagoberto Gutiérrez

En las tardes, cuando el sol ardiente se preparaba para dormir, los pájaros del cerro de Guazapa empezaban a prepararse para pasar la noche.
Desde el puesto de mando del frente mirábamos pasar a los combatientes que regresaban de sus misiones, aprovechábamos para verlos, escucharlos y conocer su ánimo. Les preguntábamos cosas operativas o de interés personal de cada uno de ellos. Se trataba de conocer lo que estaba cerca de su corazón.
Uno de ellos era Kramer, Ulises Castro, de unos 19 años. Siempre lucía fresco, descansado y con energías en reserva, aun cuando llegara de una dura y peligrosa jornada.
Siempre llevaba su uniforme pulcramente ordenado y hasta limpio, y como era vigoroso y fuerte, el fusil parecía quedarle pequeño, en su rostro siempre se dibujaba una especie de sonrisa cómplice, como compartiendo la resistencia desde el cerro de Guazapa.
Su nombre de guerra era expresión de solidez y convicción, era un nombre duro y cerrado, aunque Ulises era un joven cuidadoso y atento, generosamente preocupado por los otros y las otras.
La guerra es siempre un escenario de mucha dureza, pero fue ahí donde florecieron los actos más heroicos, llenos de solidaridad y también de amor, y fue ahí donde la vida floreció para vencer a la muerte que rondaba en cada rincón.
Kramer era de cabeza grande, pelo ondulado, ojos grandes y semidormidos, dueño de una gran voluntad y con condiciones físicas y anímicas para librar los años de guerra más tenaces y más duros.
En esos corredores militares se encontró con otra combatiente, la Claudina, conocido como La China, por sus rasgos físicos, y también conocida por su inteligencia emocional que le aseguraba un gran don de gentes. Ella siempre supo establecer y mantener buenas relaciones con el resto de combatientes. Se encontraron durante duras operaciones militares en la zona de San Sebastián, San Vicente, y sin duda, desde que se vieron la primera vez, de alguna manera supieron que eran el uno para el otro. “No te agüevés”, le dijo, Kramer, y le ayudó durante la marcha. De ahí nació una relación que se mantuvo durante toda la vida de Kramer.
Al finalizar la guerra civil viajaron juntos al norte, a los Estados Unidos, y ahí empezaron una especie de nueva vida, pero Kramer siempre mantuvo una fuerte vinculación espiritual con su papel durante la guerra civil y el frente de Guazapa, su heroísmo y la sangre derramada siempre estuvo presente en su pensamiento y su vida.
Ambos se propusieron estudiar, trabajar y formar una familia. Claudina se graduó en ingeniería en sistemas y Kramer se dedicó a la construcción. En este oficio supo poner en práctica algunas características que resultaron vitales en la guerra como el manejo minucioso de los detalles, la observación de los horarios de las jornadas y el trato con las personas. De esa manera, llegó a ser supervisor de proyectos de construcción y contratista.
Durante los años que han vivido en ese país viajaron 4 veces a El Salvador y tuvieron dos hijas, Tamara, la mayor, que estudió ciencias políticas y literatura latinoamericana, actualmente estudia derecho. Mientras que la hija menor, Lenna, realiza estudios internacionales. Ambas están relacionadas con El Salvador, con su historia, sus familias, y con sus abuelos.

Kramer siempre pensó que la vida lo había premiado con esos años de vida. Sobrevivir a la guerra había sido, en su caso, el camino para conocer a sus hijas, y por eso siempre se mostró seguro y optimista, dedicado a su trabajo, mientras mantuvo en su corazón, como una vela encendida, al frente de Guazapa, a su papel guerrillero y a todo lo que significó la guerra popular.

Como suele ocurrir, en medio de la energía, la salud y el trabajo afanoso, de repente se cuela, como un grito en la noche, las enfermedades más tenaces y peligrosas. Así ocurrió con Kramer, al que de un solo golpe se le agrupó una diabetes y una cirrosis allá por el 2015, y pese a un trasplante realizado, la crisis plantó sus raíces fuertemente.

Vinieron momentos en los que perdió contacto con la realidad, y no conocía a nadie, excepto a Tamara, su hija mayor. Su gran fortaleza física le permitió superar la crisis, pero su vida ya estaba amenazada, al grado tal que en el presente año, 2017, fue trasladado a una casa de tratamiento de enfermedades terminales. Y en esos días, en la zona donde está ese lugar, inusualmente, el cielo se mantuvo oscuro, el sol brilló e hizo calor, toda la semana se mantuvo linda, y Kramer dispuso con su familia los detalles de su funeral. “No te agüevés”, le dijo a La China, “sigan unidas y adelante”. Dispuso que en su funeral le vistieran con su uniforme verde olivo de guerrillero, que estuvieran sus botas militares y que el ataúd fuera cubierto con la bandera del Partido Comunista, recordando que él fue combatiente de las Fuerzas Armadas de Liberación, FAL.

El 26 de febrero de este año, 2017, a las 5 y media de la tarde, y en medio de un fuerte viento y un frio pertinaz, murió Kramer, Ulises Farabundo Castro Ramirius, tenía 51 años. Fue enterrado el 11 de marzo, a las 4 y media de la tarde en San Salvador, en medio de canciones, memorias, recuerdos y contactos entre el pasado, el presente y el futuro.

La muerte siempre está presente en la vida y en ese amorío conflictivo entre una y otra, resulta que la vida siempre sale airosa al final de la historia, y Kramer siempre está presente en la vida, en la memoria y en la historia, así ocurre con las vidas de las personas que como Kramer descubrieron que uno es el otro y que el otro es uno, esa alteridad alumbra los caminos y ahuyenta a las sombras. Así será.

San Salvador, 17 de marzo del 2017

Los dolores de ARENA

Los dolores de ARENA

Es, sencillamente, la creencia inherente de un grupo social económicamente poderoso que, verdaderamente, se siente superior. Este pequeño grupo de personas, está convencida que ellos son los únicos que pueden ostentar la verdad política, intelectual y moral del país

08 DE MARZO DE 2017 09:21 | por Walter Araujo
LOS DOLORES DE ARENA
Renuncié públicamente de Arena, el 26 de septiembre del 2014. Transcurridos casi dos años y medio, las causas que me motivaron a romper con 33 años de vida realmente activa y partidaria no solo siguen intactas, se han multiplicado.
El principal motivo de mi renuncia fue la creciente visión elitista de su dirigencia. Arena, desde su fundación fue una mezcla de composiciones sectoriales, es decir, un conjunto de almas y seres humanos provenientes de los más diversos y disímiles sectores del tejido social.
Habíamos jóvenes, campesinos, empresarios, mujeres, profesionales, agricultores, ricos, pobres, comerciantes; en síntesis, representantes de la amplia y real composición de nuestra sociedad. Nuestro fundador era un ex militar, proveniente de una familia de clase media promedio, con relaciones de parentesco con distinguidas familias de la sociedad de 1980.
Aquella visión de élites, comenzó a sembrarse al interior de Arena en 1989, con el ascenso de Alfredo Cristiani a la presidencia del país. Con Cristiani al frente, aparecieron en los actos partidarios quienes solo eran financistas. Se hicieron visibles tras su regreso de Miami, los personajes que hasta entonces aportaban parte del financiamiento de Arena; y desde entonces, trataron de imponer su visión. La pregunta lógica que nace de lo anterior es la siguiente: ¿En qué consiste esa visión elitista?.
Es, sencillamente, la creencia inherente de un grupo social económicamente poderoso que, verdaderamente, se siente superior. Este pequeño grupo de personas, está convencida que ellos son los únicos que pueden ostentar la verdad política, intelectual y moral del país.
Lo creen porque son dueños de los sectores productivos más ricos de la empresa privada del país; porque gracias a sus inagotables riquezas, han tenido la oportunidad de brindar la educación a sus descendientes y empleados de confianza; porque en su mente y convicción, se sienten los dueños de El Salvador.
Cristiani inició el proceso de liberalización de la economía. La privatización de la banca, fue el factor que potenció y devolvió a la oligarquía salvadoreña el poder, le devolvió el control del dinero y los capitales en el país. Este proceso es así, desde 1989 hasta la toma del control total de Arena en el año 2001, cuando Francisco Flores le entregó al COENA SA de CV presidido por Roberto Murray Meza, las llaves de Arena a la oligarquía criolla.
Quiero apuntar que yo creo en la libertad de empresa, pero lo que no es posible en un país como el nuestro, es que, en un proceso de 20 años, un pequeño grupo económico se halla lucrado de la riqueza generada en el país en ese período. Las pruebas son evidentes, se quedaron con la banca privada, la cual adquirieron por una miseria y financiados por el estado, para luego venderla a capitales extranjeros por miles de millones de dólares. Crearon en esos 20 años, un sistema de pensiones del que han explotado dinero de quienes cotizamos, quedándose con cientos de millones de dólares anualmente vía la famosa comisión por el manejo de esos fondos.
Se han negado, paulatinamente, a pagar impuestos sobre sus millonarias ganancias, no quieren pagar patrimonio; han multiplicado sus ganancias gracias a privilegios adquiridos a través del control del aparato estatal, por ejemplo: han creado un muro invisible, que permitió a la familia dueña de los aviones, saquear el bolsillo de los salvadoreños con tarifas impresentables. Han protegido, durante años, a las empresas productoras de cervezas y licores al no gravar con impuestos reales estos productos, que tienen un impacto y altos costos en la salud del pueblo, igualmente pasa con el tabaco. Así hay miles de ejemplos en constructoras, ventas de vehículos y otros sectores que han contado con la coraza del aparato estatal controlado por la oligarquía.
Concluyamos, entonces, que la visión elitista consiste en colocar en el aparato partidario, en Arena específicamente, a personas que pertenecen sanguíneamente a las familias o a empleados leales a ellos, solo así se puede entender las tres últimas presidencias de Arena: Cristiani (El héroe que les devolvió el poder económico), Jorge Velado (Gerente de una empresa de los Poma) y Mauricio Interiano (Director de una AFP). Así se puede entender la bancada de Arena: Johnny Wright (Hijo de Juan Wright), Ernesto Muyshondt (Un torpe apoyado por Cristiani), Juan Valiente (Empleado de Bobby Murray en Agrisal), y así muchos otros ejemplos. Para ser dirigente de Arena ahora o se es hijo o pariente de los “popies” o se es empleado de los “popies”. Si se es rubio, si se tiene piel blanca, ojos claros o apellido extranjero y vistes “fashion”, se cumplen los requisitos secundarios. Esa es la “visión elitista” que ahora existe en Arena, que tiene un fin: proteger los intereses y negocios de los popies, de los que se creen dueños de El Salvador.
La segunda causa por la que renuncié a Arena fue “la falta de debate democrático”. En la actual Arena, el debate es inexistente. La élite o los dueños de Arena (Poma, Kriete, Calleja, Simán, Dueñas, Regalado y un par más), se reúnen y toman las decisiones de lo que debe ser y tiene que hacer el partido, luego contratan a un par de especialistas en politología o todología para que les den forma a sus decisiones y las hagan presentables. Allí se generan las decisiones y los empleados las trasladan a su COENA, quien dicta la línea.
En Arena no se puede hablar de las formas de democratizar el partido realmente, de ampliar la afiliación, de debatir posturas diversas. En las últimas horas, se exhibieron al sacar a la luz esa gran verdad, cuando expulsaron a un miembro de la Juventud Republicana Nacionalista (JRN).
Las dos versiones públicas del hecho demuestran la falta de la cultura de debate democrático en esta actual Arena. La versión oficial es que el joven filtró al periodista, Paolo Luers, información sobre unas decisiones del COENA, lo que motivó una publicación del periodista; la otra versión, la no oficial, es que la expulsión fue por el contenido de una entrevista que el joven organizó con el periódico digital El Faro.
Ambas versiones caen por su peso mismo. ¿Cuál es el problema de hacer públicas las decisiones del COENA a un periodista, al decirle que el COENA les había exigido revisar todo lo que la juventud pudiese plantear? ¿Cuál es el pecado en el caso de la entrevista con El Faro, que los jóvenes expresaran su posición en temas que atañen a decisiones de estricta decisión personal? En ambos casos, lo que se nota en la dirigencia de Arena es la falta de debate democrático, es la falta de lo que tanto se llenan la boca al decirlo: LIBERTAD. Arena no cree en la libertad. El comunicado oficial del partido sobre este hecho los desnuda totalmente al terminar diciendo: “Finalmente, como la gran familia unida que es Alianza Republicana Nacionalista, las diferencias o coincidencias internas las analizamos o discutimos en nuestro seno.” ¿No se han dado cuenta los señores dueños de Arena, que Arena es un partido político, una institución pública, por lo que no puede utilizar la vieja política de que los trapos sucios se lavan en casa? Hay derecho de los afiliados y el joven tiene derechos. ¿Le aplicaron al joven el reglamento para separarlo de su cargo?
Y la tercera razón de fondo por la que renuncié a Arena, fue por “ser un partido excluyente”. Arena se alejó de las grandes mayorías; se alejó de sus principios de solidaridad, y de su humanismo cristiano. Los pobres y marginados, no significan ya nada para Arena; los programas sociales (no hablo del despilfarro) son para su visión, innecesario: no reconoce la existencia del hambre, de la miseria, del triste devenir de un niño sin zapatos para ir a estudiar, el dolor de tripas de una criatura que no tiene que comer, la angustia de una madre con hijos a los que no puede darles salud y seguridad. Arena se olvidó de los pobres, por eso principalmente renuncié a Arena.
Es excluyente porque solo obedece al bienestar y seguridad de los intereses de los popies, porque su fin es simplemente electoral, porque su visión política es rescatar el poder por el poder mismo, para brindarlo en bandeja a sus dueños y verdaderos amos. Por eso, renuncié a Arena, luego de haberle sido fiel durante 33 años, 33 años en los que voté por ese partido siempre, muy a pesar de haber estado en contra de algunas de sus decisiones. El 26 de septiembre del 2014, renuncié formalmente y públicamente de Arena; y de la misma forma, el COENA aceptó mi renuncia. Así que, terminado el contrato legal y moral que un día firmamos, desde entonces nunca más he votado por Arena; no por ser Arena, sino porque siguen por el camino incorrecto.

Yo nunca más votaré por partidos. He decidido, desde aquel año 2014, votar por personas; así que no se si alguna vez votaré por alguna persona que Arena le presente a la población, pero si un día lo hago, lo haré público y significará que al fin reencontraron el camino. Hoy por hoy, no es posible, porque están más perdidos que Adán en el día de la Madre.

“Resistencias frente a la ‘nueva’ barbarie”

“Resistencias frente a la ‘nueva’ barbarie”: Entrevista con Nestor Kohan
17/02/2017 Deja un comentario Go to comments

nestorkohan3Marcela Paolucci: ¿Qué época vivimos?

Néstor Kohan: ¡Excelente pregunta! No podemos comprender nuestra pequeña cotidianeidad haciendo abstracción del mundo histórico global que habitamos. Vivimos una transición incierta del capitalismo imperialista, en crisis aguda, a una forma social aún más bestial, feroz, cruel y despiadada del mismo sistema mundial capitalista, en la cual se han fracturado las barreras sociales que encarrilaban e institucionalizaban los poderes destructores del capital. El muro grotesco y patético que pretende construir hoy Estados Unidos en la frontera con América Latina, para domesticar y encorsetar el flujo de fuerza de trabajo es, parafraseando a un viejo rebelde de Asia, un muro de papel.

El capitalismo genera caos y desintegra las sociedades para reordenarlas bajo su mando despótico. Destruye y construye al mismo tiempo. Separa vínculos comunitarios para volver a reunir, ahora bajo su dominación y control. Esto ya lo estudió Rosa Luxemburgo. La violencia genocida de la acumulación originaria del capital se reproduce y recicla periódicamente a escala ampliada. Hoy David Harvey lo retoma y actualiza.

El capitalismo no es sólo caos y desorden. También es orden. Un orden cada día más opresivo y totalitario. Nos encaminamos hacia la destrucción del planeta, de la especie humana, de los diversos ecosistemas y de la vida misma como tal. En esa transición estamos. Pero aun con su devastador y criminal poder destructivo, el capitalismo no se terminará por sí mismo, como se muere un anciano de “muerte natural” por el simple hecho de estar viejo. Solo las resistencias contra el capitalismo y las alternativas de nuevas revoluciones socialistas pueden cambiar el rumbo suicida de la humanidad e inaugurar una nueva época histórica, radicalmente diferente.

M.P.: ¿Qué hitos o fechas identificarías dentro de esa transición para poder periodizarla?

N.K.: Toda transición implica un proceso abierto. No empieza ni termina un día preciso. La transición del feudalismo al capitalismo en Europa occidental llevó siglos. Quienes la habitaron no sabían que estaban viviendo esa transición. Los tiempos se han acelerado a ritmo enloquecido.

El período que va desde septiembre de 1973, con el golpe neoliberal de Pinochet, inspirado en el monetarismo de Friedman (bastante anterior a Reagan y Thatcher), y el nacimiento de la contraofensiva norteamericana continental del Plan Cóndor hasta 1989-1991, con la implosión de la Unión Soviética y el triunfo del imperialismo capitalista en la tercera guerra mundial (eufemísticamente conocida como “guerra fría”), marcan el inicio de esa transición. La incorporación de China al sistema mundial capitalista se produce en ese contexto, no obstante la derrota de los yanquis en Vietnam (Asia) en 1975, junto a la de Sudáfrica frente a Angola y Cuba (en África) que termina en 1991.

En América latina, la derrota sandinista de 1990, la firma de la “paz” en 1992 en El Salvador y la de Guatemala en 1996, se inscriben en ese horizonte, que el suprimido Departamento América del comité central del PC cubano interpretó como “el fin de la era de las insurgencias”. Sin embargo, la irrupción inesperada del bolivariano Hugo Chávez en Venezuela y de los zapatistas en México, junto con la persistencia de la insurgencia colombiana durante aquellos años, trataron de modificar dicho rumbo, poniendo en entredicho aquel vaticinio un tanto apresurado. Dichas resistencias e insurgencias buscaban torcer la tendencia general hacia una profundización de la dependencia. Aunque esos procesos continúan resistiendo y no fueron completamente derrotados ni cancelados, lamentablemente no han podido (hasta ahora) modificar sustancialmente el carácter de esta transición.

M.P.: ¿Y Argentina?

N.K.: La rebelión popular de diciembre del año 2001, que golpeó duramente al neoliberalismo (aunque no al capitalismo, a pesar de la simpática consigna “que se vayan todos”) y los intentos ambivalentes, pero de intenciones progresistas, que le sucedieron en la siguiente década (donde convivieron de modo contradictorio desde realineamientos internacionales latinoamericanistas, la oposición al ALCA y políticas socialmente inclusivas con procesos regresivos de “revoluciones pasivas” marcados por el extractivismo minero-sojero y la extranjerización de la economía) tampoco lograron frenar ese tsunami contrarrevolucionario, que el imperialismo y las burguesías autóctonas fueron pacientemente desarrollando hasta llegar a la barbarie actual.

Creo que a partir del impulso bolivariano, encabezado a nivel continental por Hugo Chávez, se abrió la posibilidad real de torcer el rumbo global. Chávez, arrastraba a la región pregonando, a contramano de todas las modas, el socialismo (de forma ecléctica y difusa, es cierto, pero volviendo a poner el proyecto socialista en la agenda de los movimientos sociales cuando ya muchos lo daban por muerto y no se animaban ni a nombrarlo). Sin embargo, esa correlación de fuerzas se modificó sustancialmente a partir de la crisis capitalista global del 2008 y de la “sospechosa muerte” (¿asesinato?) del líder bolivariano, que motorizaba a toda la región desoyendo, incluso, ciertos consejos de “prudencia” diplomática que provenían de La Habana.

Muerto Chávez, se desinfla el impulso irreverente en la región (aunque no desaparezca del todo). Quizás unas de las principales debilidades del campo popular latinoamericano consista en depender exageradamente de los liderazgos carismáticos (el Che, Fidel, Santucho, Chávez, etc.). Mientras, el imperialismo capitalista ejerce una dominación burocrática, anónima e impersonal, donde el presidente de Estados Unidos puede ser un actor analfabeto o un energúmeno escapado de los Simpson, el de Italia un pornógrafo grotesco, el de Francia un personaje de cuarto orden, sin cultura, sin carisma, sin conocimientos elementales. Marionetas grises y anodinas que simplemente responden al capital. El actual empresario que gobierna la Argentina, Mauricio Macri, incapaz de articular cuatro oraciones coherentes, es una muestra elocuente de ello.

M.P.: ¿Cómo repercute esa transición mundial en la vida cotidiana?

N.K.: Al ganar la tercera guerra mundial (conocida como “guerra fría”), la industria bélica norteamericana y su complejo militar industrial se permitieron trasladar su estructura tecnológica comunicacional, de origen militar, a los negocios del mercado y a la sociedad civil. Así, fuimos inundados con internet; los teléfonos celulares y las pantallas tomaron el control de nuestra atención y nuestros cerebros. La imagen se tragó al concepto y a la lectura. El presente efímero a la historia profunda. El fetiche tecnológico y la expansión mercantil ilimitada despersonalizaron todavía más las relaciones intersubjetivas. El “giro lingüístico” en la teoría social es hijo de esa victoria político-militar en la guerra fría. La aceleración de la rotación del capital (que Mandel estudió en El capitalismo tardío) y las derrotas del mundo laboral, precarizaron no sólo nuestros empleos, sino toda nuestra vida cotidiana, incluyendo desde las identidades políticas, comunitarias y nacionales hasta los nexos familiares, los lazos de amistad e incluso las relaciones amorosas. Las descripciones “líquidas” de Zygmunt Bauman no son ninguna exageración. Se abrió la puerta a ciertas libertades (como la posibilidad de no tener que convivir toda la vida de manera forzada con alguien a quien uno no ama, la eventualidad de elegir otras opciones sexuales diferentes a las tradicionales, la elección de no tener hijos que no son deseados ni productos del amor, etc., cuestionado de este modo antiquísimos roles patriarcales) pero a mi entender, en términos globales los cambios que trajo en la vida cotidiana el nuevo capitalismo no fueron positivos.

Incluso, se llegó al extremo de festejar, como si fuera una supuesta “emancipación”, la posibilidad de vender una persona homologándola y tratándola como un objeto mercantil, celebrando de modo acrítico la prostitución masiva y el reinado mugriento del dinero y el mercado. No es casual que siguiendo a Shakespeare, Marx definiera desde su juventud hasta su vejez al dinero como el máximo símbolo de la prostitución, en tanto núcleo central del mercado, al cancelar toda diferencia específica en las relaciones interpersonales, poniendo en primer lugar la cantidad por sobre la calidad, los objetos por sobre las personas. Aplaudir, festejar y celebrar, en nombre del progresismo, ese reinado del dinero-prostitución como sinónimo de “emancipación”, nos habla de una crisis ideológica de alto rango. El próximo paso de esta crisis civilizatoria, será alabar la esclavitud entendiéndola como sinónimo de “libertad” y la tortura como paradigma de los “derechos humanos”. El fetichismo todo lo invierte y el mundo queda patas arriba.

M.P.: Frente a tu diagnóstico pesimista, ¿no hay salida?

N.K.: ¡Por supuesto que hay salida: LAS RESISTENCIAS! Sólo la lucha nos hará libres. Quien no esté en disposición de jugarse la vida jamás podrá alcanzar la libertad, había escrito Hegel pensando en la revolución negra (social, nacional y anticolonial al mismo tiempo) de Haití.

El futuro no tiene la puerta cerrada y la historia no está predeterminada. Tenían razón Engels y Rosa Luxemburg: SOCIALISMO O BARBARIE. Lo único que podemos prever es…. la lucha, como nos enseñó Antonio Gramsci.

M.P.: ¿El acercamiento de Cuba y EEUU no inaugura una nueva época de paz como vaticinaba el Papa Francisco desde el Vaticano romano?

N.K.: Sospecho que no. No hay que confiar en el imperialismo “pero ni un tantito así….¡Nada!”. El pueblo cubano tiene derecho a decidir su futuro. Se lo ganó resistiendo más de medio siglo y de manera heroica a un gigante feroz, monroísta y prepotente, enviando además combatientes internacionalistas a todo el planeta, especialmente América Latina y África.

Pero si no se disuelve el Pentágono, la CIA, la Agencia Nacional de Seguridad, el FBI, Wall Street, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio, etc., dudo que pueda construirse una paz verdadera, sin sometimiento, dependencia ni dominación neocolonial. Sea con la sonrisa permanente de Obama, que vendía pasta dentífrica, sea con el peluquín ridículo y extravagante de Trump, Estados Unidos no abandonará su autopercepción de Policía Mundial y de “país elegido” por El Altísimo para regir los destinos del mundo, especialmente en su “patio trasero”, incluyendo a Puerto Rico y Cuba, las dos perlas del Caribe. El nuevo muro de Berlín, perdón, quise decir, de la frontera entre Gringolandia y México, es simplemente el símbolo de lo que nos espera de nuestros hermanitos del norte.

M.P.: ¿Los acuerdos de paz de las insurgencias colombianas y del pueblo vasco no agregan nada?

N.K.: Insisto: cada pueblo tiene derecho a elegir su destino y su autodeterminación, como recomendaba un muchacho llamado Lenin. El viejo profesor argentino Rodolfo Puiggrós, rector de la Universidad de Buenos Aires e historiador marxista, escribió alguna vez que como los argentinos no hemos podido tomar el poder y hacer nuestra revolución socialista, vamos por el mundo con el dedito acusador inspeccionando revoluciones ajenas. ¡Gran advertencia metodológica formulada con ironía argentina, pero que bien vale también para otros lugares! Nunca me canso de repetirla.

No obstante, sospecho que el imperialismo yanqui, su gendarme en Medio oriente (el estado de Israel, de fuerte presencia en la lucha contrainsurgente de otros países, como Colombia) y la propia clase dominante colombiana, no permitirán la paz, el pluralismo, ni que el pueblo recupere pacíficamente lo que lo que le arrebataron durante tantas décadas de violencia sistemática.

Ya hubo experiencias como El Salvador y Guatemala, donde el grueso de los violadores de derechos humanos y los militares genocidas gozan de impunidad. ¿Fueron a la cárcel los torturadores de la guardia civil que ejercieron sin piedad su sadismo contra la juventud vasca durante décadas? ¿Fueron castigados severamente los viejos represores del franquismo?

En fin, sea como sea, creo que sería un ERROR ESTRATÉGICO, dividir, fragmentar o dispersar lo poco que se había logrado aglutinar a nivel internacional en torno al movimiento continental bolivariano [MCB] (que incluía fuerzas europeas).

En ausencia de una coordinación internacional seria (pues las internacionales stalinistas o maoístas están disueltas y las trotskistas sólo tienen existencia nominal pero sin fuerza real), disolver o fragmentar el movimiento continental bolivariano —se comparta o no el fin de la lucha insurgente en Colombia— generaría un saldo negativo.

Hoy más que nunca necesitamos una coordinación internacional para hacer converger las rebeldías populares organizadas. Y eso implica, creo que ya quedó demostrado, no depender de ninguna organización particular, triunfe, empate o sea derrotada. Por eso hoy, se torna urgente e imprescindible recuperar el espíritu internacionalista de Lenin, tratando de articular todas las formas de lucha, sin renunciar a ninguna ni decretar apresuradamente su defunción. Si el enemigo maneja todas las formas de lucha ¿por qué nuestro campo debería limitarse únicamente a la lucha institucional?

M.P.: Ya que mencionaste a Lenin, ¿cómo ves el marxismo a 150 años de «El Capital», a 100 años de la revolución bolchevique y a 50 años del asesinato del Che Guevara?

N.K.: Lo veo sencillamente más actual que nunca. La crisis del capitalismo no disminuye, se multiplica exponencialmente, amenazando con destruir ya no sólo a la clase trabajadora sino a todo el planeta, su cultura y su civilización. Los análisis de Marx (que abarcan no sólo la explotación económica y la extracción de plusvalor sino también las formas de la dominación política, la teoría del poder y las redes de sujeción de las subjetividades y la cultura), las perspectivas estratégicas de Lenin y el espíritu insurgente del Che Guevara se convierten en un faro cada día más potente. En medio del desánimo político, el desarme moral y la confusión ideológica generalizada, ellos nos marcan el camino. Sin nostalgias complacientes ni revivals anodinos. Ese horizonte revolucionario es el único que puede detener la marcha del capitalismo mundial hacia el suicidio de la especie. El tren perdió la brújula y marcha al precipicio, como nos alertó hace rato Walter Benjamin. Por eso, las nuevas rebeldías e insurgencias que seguramente nacerán (porque aquí no se acabó la historia como hace un cuarto de siglo quiso hacernos creer el mediocre funcionario Fukuyama, aprendiz frustrado de filósofo) deberán tomarse bien en serio los estudios críticos de El Capital de Marx, la perspectiva internacionalista y antimperialista radical de Lenin y sus entrañables bolcheviques y el llamado guevarista a la lucha insurgente mundial contra el capitalismo, su miseria, su explotación, sus alienaciones y todas sus formas de dominación.

La consolidación oligárquica neoliberal en El Salvador

LA CONSOLIDACIÓN OLIGÁRQUICA NEOLIBERAL ENEL SALVADOR: UN ACERCAMIENTO HISTÓRICO A LA EVOLUCIÓN DE UNA ESTRUCTURA DE PODER
*
CARLOS VELÁSQUEZ CARRILLO
**

*El presente trabajo se deriva de la Tesis Doctoral del autor, titulada “La Persistencia del Poder Oligárquico en El Salvador: La Transformación Neoliberal y la Consolidación de la Desigualdad y el Privilegio en el Período de la Post-Guerra”, defendida en mayo de 2012 en la Universidad de York, Toronto, Canadá.

  • Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de York, Toronto, Canadá. Investigador Asociado del Centro para la Investigación de América Latina y el Caribe (CERLAC), Universidad de York, e Investigador Asociado de FLACSO-El Salvador. Contacto:carvel76@gmail.com

La historia de El Salvador en la era republicana ha sido caracterizada por abismales desigualdades en el engranaje de las relaciones sociales y la estructura del poder. Es notorio el uso histórico del término “las 14 Familias” que fue utilizado para denotar a la oligarquía cafetalera que sedimentó en las reformas liberales del último cuarto del siglo diecinueve y que dominó al país por un siglo (1880-1980).

En el ideario popular “las 14 Familias” se resumió en la simple noción de “la Oligarquía” e incluso se sigue utilizando hasta el día de hoy para identificar a las contadas familias que siguen controlando el nuevo poder económico en la era neoliberal. Pero desde el punto de vista conceptual/analítico, nos podemos preguntar: ¿Cómo ha cambiado la oligarquía en El Salvador?¿Cuáles son las nuevas dinámicas políticas y socioeconómicas que caracterizan la composición y comportamiento del nuevo grupo de poder?

Durante 20 años (1989-2009), y de la mano del instrumento partidista de la oligarquía, Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), El Salvador experimentó la implementación de un programa neoliberal basado en la privatización, la desregularización, la dolarización y el libre comercio que al mismo tiempo constituyó la piedra angular para la reconstitución de la estructura tradicional de poder donde la oligarquía nacional ha logrado consolidarse.

El Salvador cambió aceleradamente durante ese tiempo, de un sistema agropecuario exportador con tintes semifeudales a una economía basada en las finanzas y los servicios. Del mismo modo, la antigua oligarquía cafetalera se ha transformado en una clase financiera dentro del marco de esta nueva economía basada en las finanzas y los servicios, que además se ha convertido en una clase importadora que utiliza el dólar estadounidense como moneda y sobrevive gracias al consumo que sostienen las remesas que los salvadoreños en el exterior, principalmente en Estado Unidos, mandan a sus familias periódicamente.
Por lo tanto, la nueva oligarquía ha cambiado sus viejos fundamentos ideológicos que se basaban en preceptos terratenientes/feudales y retrógrados por el innovador y “modernizante” mundo de la doctrina neoliberal, pero el resultado macro social de este quiebre ideológico ha representado simultáneamente un continuismo del privilegio y la desigualdad en El Salvador, y de hecho la estructura de poder se ha consolidado e incluso se ha agudizado.

El siguiente artículo intentará facilitar un análisis crítico de esta problemática salvadoreña dentro del marco de los desafíos que se han venido fraguando en el periodo de la posguerra y que condicionan la evolución política y socioeconómica del país: el fin del modelo agroexportador, el neoliberalismo y la consolidación oligárquica dentro de la dinámica del capitalismo transnacional.

Como objetivo principal, el artículo buscará presentar una reseña histórica/analítica de la evolución del poder oligárquico en El Salvador, manteniendo como eje central del análisis las formas de mantenimiento y reconfiguración del aparato de dominio de clase que ha caracterizado al país desde la segunda mitad del siglo XIX. La primera sección abordará un análisis histórico de la conformación de la oligarquía cafetalera entre los años 1880 y 1932, mientras que en la segunda sección examinaremos la alianza histórica entre la oligarquía cafetalera y los militares que se pactó para mantener el sistema a flote hasta 1979.

La tercera sección presentará un recuento del giro neoliberal que catapultó a una nueva oligarquía dentro del marco de una economía terciaria, importadora y orientada al consumo improductivo, a costa de las mayorías que continúan marginadas y sumidas en enormes desigualdades socioeconómicas. Finalmente, la cuarta sección buscará presentar un análisis de la creciente identidad transnacional de la nueva oligarquía salvadoreña, tanto para dejar constancia de su nuevo carácter como de su vertiginoso poderío.
Caracterización Histórica de la Oligarquía Cafetalera

El fundamento económico de la oligarquía cafetalera se cimentó durante las reformas liberales a finales del siglo diecinueve, cuando el régimen de Rafael Zaldívar eliminó por decreto todas las tierras comunales y los ejidos indígenas para abrir paso a la privatización de la tierra y facilitar la expansión del incipiente sector cafetalero (Colindres 1977;Lindo 1980 & 1990; Menjívar 1980).

En febrero de 1881 se aprobó la “Ley de Extinción de Comunidades” la cual afectó a más del 15% de la tierra productiva del país y ordenaba a los administradores de las tierras comunales campesinas a dividir sus propiedades de forma individual ó a vender las tierras a personas que estuvieran dispuestas a comprarlas (Menjívar, 1980: 100-101). Esta ley dejaba al descubierto la nueva orientación en el régimen de tenencia de la tierra:
(…) la indivisión de los terrenos poseídos por comunidades impide el desarrollo de la agricultura, entorpece la circulación de la riqueza y debilita los lazos de la familia y la independencia del individuo… que tal estado debe cesar cuanto antes como contrario a los principios económicos, políticos y sociales que la República ha aceptado. (Geoffroy Rivas, 1973: 438)

Un año más tarde se aprobó la “Ley de Extinción de Ejidos”, que de igual forma descalificó las tierra comunales “por cuanto anulan los beneficios de la propiedad en la mayor y más importante parte de los terrenos de la República” (Ibíd.). La visión de Zaldívar se basaba en la construcción de un país agroexportador que desechaba todas las formas arcaicas de producción y tenencia de la tierra en favor del dinamismo de la exportación del café que no sólo diversificaría el economía nacional sino que también proporcionaría una mayor fuente de ingresos para financiar la eventual expansión del aparato estatal.

Asimismo, y para asegurar la mano de obra en las nuevas plantaciones de café, Zaldívar introdujo leyes que prohibían “vagancia y trabajo migratorio” y asignaban “jueces agrarios” para controlar la disponibilidad de jornaleros, mientras se autorizaba la expulsión de “intrusos” en todas las nuevas tierras privadas por parte de la recién formadas patrullas policiales comunales (Gordon 1989: 21). El aparato represivo se reforzó progresivamente con la introducción de la Policía Rural en 1889, asignada primordialmente a las tierras cafetaleras. Es importante señalar que el crecimiento de los cuerpos represivos obedeció a la modalidad de privatización de la tierra.
A medida que las tierras comunales y los ejidos perdieron apoyo estatal, la clase dominante, consolidada en el periodo republicano y vinculada con el régimen de Zaldívar, se convirtió en el gran beneficiario de la reforma liberal. Aprovechando la ambigüedad de las leyes y las brechas legales que éstas permitían, la clase dominante se sirvió de prácticas corruptas, tales como la contratación de abogados inescrupulosos y el soborno de administradores locales, para apropiarse de las mejores tierras del país. A esto se añadió la eventual expulsión forzada de indígenas y campesinos para “limpiar” las tierras y agilizar la explotación cafetalera (Geoffrey Rivas, 1973: 439).

Es aquí donde los cuerpos represivos encontraron su mayor punto de acción: despojando las tierras de forma ilegal y violenta y conteniendo las rebeliones campesinas que se levantaron para combatir los abusos, como sucedió en 1882, 1885 y 1889 (Menjivar 1980: 89; Trujillo 1981).Este proceso de despojo no solamente permitió la base de acumulación originaria para fundamentar el nuevo modelo agroexportador y la base material para establecer la nueva oligarquía cafetalera, sino que también representó el hito en la formación de un régimen socioeconómico fundamentalmente injusto y caracterizado por enormes desigualdades que se reprodujo de forma permanente por casi un siglo.

Según Flores Macal, para 1886 unas cuantas familias, por ejemplo Alfaro, Palomo, Dueñas, Regalado, Escalón y Meléndez, se habían apoderado de 40% del territorio nacional para expandir el sector agroexportador, la mayoría antiguas tierras ejidales y comunales (Flores Macal, 1983: 60). La nueva Constitución de 1886 promulgó oficialmente la privatización de la tierra y el modelo agroexportador como la estrategia nacional hacia el desarrollo, mientras que la emergente oligarquía cafetalera se convertía en la nueva clase dominante que controlaría las riendas del modelo agroexportador y todos los demás sectores económicos del país.

Del mismo modo, esta clase también se constituiría como una élite gobernante ya que miembros de este grupo ocuparon la silla presidencial hasta la tercera década del siglo veinte (Mariscal, 1979: 143).Este proceso de acumulación originaria concluyó en el logro de tres objetivos fundamentales para la consolidación de la nueva oligarquía cafetalera: permitió el despojo de tierras y la liberalización de la mano de obra para sostener al industria del café; propició la inserción de El Salvador dentro de los circuitos del mercado internacional como mono-exportador de café; y eliminó la tradición de gestión de tierras por parte de los gobiernos municipales al centralizar esta gestión en manos del gobierno nacional, lo que a su vez facilitó la transferencia de tierras a los intereses oligárquicos que controlaban el Estado nacional.

Para finales del siglo diecinueve, la exportación de café se había convertido en la espina dorsal de la economía nacional, ya que representaba 76% de las exportaciones (esta cifra llegaría a 95% en 1931) y recaudaba más del 80% de las rentas del Estado(Geoffroy Rivas, 1973: 439).

Del mismo modo, la industria del café se convertiría en el negocio exclusivo de unas cuantas familias oligárquicas que se mantendría hasta 1979,un grupo que se denominó “las 14 familias” ya que los más poderosos constituían ese número aunque en realidad era un grupo más numeroso (Colindres 1977; Albiac 1999; Paniagua 2002).

En el cuadro 1 se especifican las principales familias que controlaron este rubro hasta mediados de la década de los setenta, una producción que representaba más de dos tercios de la producción nacional cafetalera y que se llevaba a cabo en la mejor tierra de occidente del país.

Tabla 1. Principales Familias en la Producción de Café, 1974 (en miles de quintales)

Familias (s) Producción
1 Regalado Dueñas y Mathies Regalado 85
2 Guirola 72
3 Llach y Schonenberg 50
4 Hill y Llach Hill 49.5
5 Dueñas 45.5
6 Alvarez Lemus 42
7 Meza Ayau 41
8 Sol Millet y Escalante 36.5
9 Daglio 38.5
10 Otros Alvarez 33
11 Salaverría 32
12 Deininger 22
13 Alfaro (Castillo-Lievano-Vilanova) 22
14 Dalton 22
15 Lima 20
16 García-Prieto-Miguel Salaverría 20
17 Ávila Meardi-Meardi Palomo 19
18 Liebes 18
19 Battle 16
20 Álvarez Drews 14.5
21 Quiñonez 13.5
22 H. de Sola 13
23 Kriete 12.5
24 Cristiani Burkard 12
25 Eduardo Salaverría 12

Fuente : Colindres, 1976: 471

¿Cómo podemos caracterizar a este grupo dominante? Edelberto Torres Rivas argumenta que el concepto de lo “oligárquico” debe ser concebido como una “categoría descriptiva” que hace referencia a una forma particular de ejercer dominio político y económico dentro del marco de las relaciones y conflictos históricos entre las clases (Torres Rivas, 2007: 214). Asimismo, lo “oligárquico” se refiere a:
(…) la conducción política que corresponde al periodo de formación del Estado nacional, momento que corresponde al largo trecho histórico de consolidación de la economía comercial para la exportación, es decir, cuando se establecen de forma estable, orgánica, los lazos con el mercado mundial y, al mismo tiempo, cuando internamente las instituciones del orden colonial quedan redefinidas o superadas en un proyecto de integración y modernización capitalista.(Ibíd.: 214-215).
Esta caracterización del poder oligárquico se plasmó en El Salvador durante las reformas liberales y la privatización de la tierra ejidal y comunal, de donde emerge una nueva clase política-económica que se integra a los mercados internacionales mediante la exportación de café y termina por dominar el Estado nacional y la economía en su conjunto. Torres Rivas continúa:

“[en el poder oligárquico] la élite es capaz de hacerse de tierra y capital para sembrar, procesar o comerciar café, se convierte en una fuerza social dominante, violenta en sus métodos. Sus intereses son intereses mayores hasta alcanzar dimensión nacional, y por ellos el poder político se pone directamente a su servicio” (Ibíd.: 215). Es decir, en virtud del poderío económico acumulado por la oligarquía, el Estado pasa a subordinarse ante las necesidades e intereses multidimensionales de la clase oligárquica.

Finalmente, Torres Rivas añade:
en la constitución de esta dominación política se va conformando una relación profundamente desigual y autoritaria entre un pequeño grupo de propietarios terratenientes/comerciantes y una masa de campesinos o peones agrícolas (…) la subordinación política-paralela a la sobreexplotación económica-se apoya en una extensa y profunda estructura de privilegios sociales reales, con la base que otorga la propiedad de la tierra, o la tradición que acompaña el color de la piel o el apellido, la herencia de la posición social, el origen familiar (…) (Ibíd.).

En este sentido, el poder oligárquico encapsula tres aspectos que inciden en la estructura de poder en formación: el poder político y económico paralelos, el Estado como aparato subordinado a los intereses de clase dentro del marco del desarrollo capitalista y su conexión con el mercado mundial, y la consolidación de enormes desigualdades de clase claramente demarcadas.

Si tomamos en cuenta estas características de lo “oligárquico” como punto de referencia para conceptualizar la clase cafetalera que emergió en El Salvador después de las reformas liberales de finales del siglo diecinueve, podemos resaltar los siguientes rasgos como constituyentes de este grupo oligárquico:

i. Una clase política conformada por un limitado grupo de individuos pertenecientes a pocas familias que ostentan reconocimiento histórico y cuyo prestigio yace en su origen, raza, posición social dentro de la colonia, apellido, o alguna combinación de éstos

ii. Una clase económica que está fundamentalmente ligada al campo y a la industria agroexportadora, cuyo domino sobre la espina dorsal de la producción nacional le permite invariablemente controlar todos los demás sectores económicos que se derivan del sector primario (como la industria, el comercio, las finanzas y los servicios, entre otros). Es decir, el grupo oligárquico controla en su totalidad el sistema económico del país y todos los sectores que lo conforman.

iii. El Estado nacional funciona como un instrumento patrimonialista al servicio de la clase oligárquica, el cual a su vez es dirigido directamente por la oligarquía.

iv. El sistema socioeconómico que sustenta y reproduce al núcleo del poder oligárquico es fundamentalmente desigual y explotador, la riqueza está concentrada en muy pocas manos, las grandes mayorías son marginadas y explotadas al servicio del sector agroexportador, y las posibilidades de redistribución de la renta o movilidad social son esencialmente nulas.

v. La modalidad de ejercer el poder está basada en la imposición, la violencia y la represión, no existiendo una mediación institucional constituida que negocie y reconozca derechos democráticos para la población en general.

vi. Subordinación a la influencia de los poderes imperialistas y hegemónicos.

Esta conceptualización de la oligarquía cafetalera salvadoreña evolucionó a través de los años de acuerdo con los cambios políticos y socioeconómicos provocados tanto por factores internos como externos, siendo el protagonismo adquirido por los militares desde 1932 y los intentos de dar el salto a la industrialización, las variantes más notables antes de 1979.

Pero la esencia del poder oligárquico se mantuvo virtualmente intacta hasta 1979, cuando la crisis interna del sistema oligárquico, complementada por la disensión dentro del aparato militar y la organización popular de izquierda, provocó una crisis de poder y el fin del modelo oligárquico agro-exportador que estuvo vigente por un siglo.

La alianza oligárquico-militar y los desafíos del modelo

En este contexto es importante analizar los cambios en la correlación de fuerzas que provocó la Gran Depresión mundial de principios de los años treinta. La desigualdad, explotación y pobreza que resultaron de las reformas liberales y la expansión del modelo agroexportador se agudizaron con la caída vertiginosa de los precios del café durante la crisis mundial, lo que a su vez llevó a un aumento importante en la actividad y movilización política de las clases explotadas.

En enero de1932, y con el incipiente Partido Comunista como uno de sus fuerzas dinamizadoras, los campesinos y trabajadores en las zonas cafetaleras del país se levantaron en armas contra el modelo oligárquico, un evento histórico que puso en jaque momentáneamente al poder oligárquico (Anderson 1971, Marroquín 1977; Cerdas Cruz 1986; Guido Véjar 1988; Dalton 2000).

Como medida de emergencia, la oligarquía recurrió al ejército para restablecer el orden y sofocar la insurrección a fuerza de cañón y salvar un
statu quo que parecía moribundo. La intervención militar cerró “con broche de oro” su nuevo protagonismo al masacrar a 30.000campesinos, en su mayoría indígenas, y así inaugurar la dictadura militar que gobernaría el país por más de 60 años (Anderson 1971; Dalton 2000).

Con la masacre también se inició la alianza estratégica oligárquico-militar mediante la cual la oligarquía cafetalera preservaría su status como clase económica dominante pero ahora protegida por las armas de los militares que a su vez pasarían a ocupar su puesto como clase gobernante (Guido Béjar 1988). En este sentido, es importante destacar que durante este proceso de reacomodo en la estructura de poder y de recuperación del poder oligárquico ante el desafío de las masas, la ideología de la oligarquía cafetalera se mantuvo casi intacta a través del siglo veinte, y ésta ideología bloqueó todo esfuerzo por levantar iniciativas de desarrollo endógeno que diversificaran la base productiva del país y engendraran una distribución más balanceada de la renta nacional.

Los intentos por industrializar el país dentro del marco de un modelo de sustitución de importaciones quedaron truncos por una negligencia intencionada. Hasta finales de los años setenta, el sector oligárquico agro-exportador todavía constituía la espina dorsal de la economía salvadoreña y su mayor fuente de divisas y excedente económico (Dada Hirezi 1978;Sevilla 1983).

La alianza estratégica entre la oligarquía y los militares comenzó a manifestar deficiencias funcionales para la década de los setenta, alimentada por factores estructurales. Una fue la crisis de los precios del café durante esa década, lo que a su vez llevó a una intensificación en los niveles de explotación, pobreza y desigualdad. Igualmente, el crecimiento de las fuerzas de izquierda y las organizaciones de masas propició un movimiento popular con un carácter progresivamente dinámico y convocador que comenzó a desafiar de forma abierta al régimen dictatorial militar, el cual había perpetuado su poder mediante elecciones fraudulentas en 1972 y 1977.

Esta movilización evolucionó eventualmente hacia una orientación político-militar con la conformación de grupos de guerrilla urbana que chocaban de forma ascendente con las fuerzas de seguridad del Estado. Finalmente, otro factor que influyó en una creciente inestabilidad fue el paulatino protagonismo de fuerzas paramilitares de ultra-derecha, los llamados escuadrones de la muerte, patrocinados por la oligarquía para enfrentar de forma clandestina y violenta la organización popular (North 1985; Montgomery 1995).

La inestabilidad política generalizada desembocó en el golpe de Estado de octubre de 1979, liderado por la “juventud militar” y el ala más progresista de los militares conformada por los rangos bajos y medianos. El golpe de Estado se cristalizó en la creación de una Junta Cívico-Militar que prometió la introducción de reformas económicas y políticas que llevaran al país a la construcción de un sistema de corte liberal y con más equidad en la distribución de riqueza. Este intento apresurado de reformas también fue el último intento para evitar la inminente guerra civil que se avecinaba(North 1985; Menjívar Larín 2006).

Aunque la Junta no pudo desmantelar el modelo oligárquico, las reformas que introdujo tuvieron un impacto importante en el núcleo de poder económico de la oligarquía cafetalera. La Junta inició un proceso de reforma agraria que se llevaría a cabo en tres fases y tendría como objetivo central la eliminación del latifundio, mientras que a su vez introdujo la nacionalización de la banca y del comercio exterior, este último considerado la fuente principal de la riqueza de la oligarquía ya que la actividad más lucrativa de la agro-exportación es su comercialización en los mercados internacionales (Menjivar Larín 2006).

Mientras la Junta, debilitada por divisiones internas y por la esperada ofensiva política por parte de la oligarquía, cedía el paso a un reacomodo de poder que se asemejaba al statu quo que precedió al golpe, y con la guerra civil ya en curso, los demócratas cristianos (DC) ocupaban el protagonismo político con la ayuda de la administración Reagan y su plan de contrainsurgencia. Los DC eran enemigos históricos de la oligarquía y apoyaron el desarrollo de los tres paquetes de reformas que la Junta introdujo, mientras que el gobierno de Reagan elegía a los DC y su reformismo de centro para librar la guerra contra el socialismo revolucionario representado por la guerra popular en manos de la izquierda militante y avanzada por el ejército guerrillero del FMLN (Lungo 1990).

Entonces, podemos afirmar que el histórico poderío político-económico de la oligarquía cafetalera fue desarticulado durante la década de los ochenta por la combinación de tres factores: el ala progresista del militarismo que engendró los proyectos de reformas que dislocaron el poder económico de la oligarquía; los DC que apoyaron las reformas y recibieron el visto bueno de la administración Reagan dentro del marco de la guerra civil; y el proyecto revolucionario anti-oligárquico avanzado por el FMLN mediante la lucha armada y en aras de tomar el control del Estado.

Esto no significó necesariamente que la oligarquía desapareció del radar del poder nacional, sino que el poder casi absoluto se desarticuló y requirió de una reconfiguración estratégica para recuperarlo. Es más, la reforma agraria no se implementó en su totalidad, y aunque alrededor de 20%de la tierra fue redistribuida a cooperativas campesinas, la etapa que supuestamente iba a eliminar los latifundios nunca se llevó a cabo (Zamora, 1998: 54).

De igual forma, la banca nacionalizada siguió favoreciendo al sector oligárquico en cuanto a crédito e inversión, mientras quela comercialización del café y otros productos en manos del Estado sufrió del boicot sistemático por parte de la oligarquía, lo que provocó un sesgo en la producción y una guerra al fin contra las agencias estatales a cargo del comercio exterior (Zamora, 1998: 59-65; Gaspar Tapia, 1989: 19-27).

Es decir, la oligarquía cafetalera sufrió una serie de golpes fuertes que la hicieron tambalear, pero no lograron hacerla caer del todo. Eventualmente, la tabla de salvación la proporcionó la doctrina neoliberal, que para finales de la guerra en El Salvador se había convertido en la ideología hegemónica mundial capitaneada desde el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El Giro Estratégico: ARENA y el Ajuste Estructural Neoliberal

Con el triunfo de ARENA en 1989, que convirtió en Presidente al oligarca cafetalero Alfredo Cristiani, las puertas se abrieron para que El Salvador experimentara con el modelo anunciado desde Washington como la nueva base de la economía mundial. Y es precisamente aquí cuando se lleva a cabo el quiebre histórico en la ideología constitutiva y funcional de la oligarquía salvadoreña: se da el salto de la mentalidad agraria tradicional a la “modernidad” de un modo de producción sustentado en el sector financiero e importador vinculado a los circuitos transnacionales de capital y de servicios.

De oligarquía retrógrada se pasa a una supuesta burguesía “despercudida” concentrada en los servicios y en las importaciones; del café y el siervo semi-feudal, se pasa al centro comercial y al trabajador asalariado flexible (Segovia, 2002: 53-91).

Invariablemente, el giro en la economía política que facilitó la consolidación oligárquica en El Salvador no se puede concebir sin tomar en cuenta el nuevo patrón ideológico mundial que emergió de los planteamientos del Consenso de Washington y el “Nuevo Orden Mundial” concebidos a principios de los años noventa. La caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética dieron la pauta para el inicio de una nueva ofensiva del aparato capitalista mundial para asegurarse un entorno económico/político a nivel global que propiciase la acumulación de capital y la multiplicación de las plusvalías.

La supremacía del individualismo sobre lo colectivo, la reducción de la intervención y regulación estatales en la economía, y la preponderancia del mercado como la fuerza productiva y distribuidora fueron los preceptos fundamentales del giro neoliberal mundial, primero implementados por Pinochet en Chile, Reagan en los EEUU y Thatcher en el Reino Unido y luego diseminados por el mundo a través de los Programas de Ajuste Estructural (PAE) y los Programas de Estabilización Económica (PEE) patrocinados por el Banco Mundial y el FMI.
En El Salvador, el giro neoliberal se comenzó a gestar en 1983, cuando intereses oligárquicos, amparados por la USAID, fundaron la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES). Este
think-tank se dio a la tarea de empezar a articular los preceptos neoliberales para su eventual implementación en El Salvador, y en 1985 publicó un documento titulado “La Necesidad de un Nuevo Modelo Económico para El Salvador” (Gaspar Tapia, 1989: 55-58; Vaquerano, 2005: 209).

Aquí se establecían las directivas de un modelo basado en la ampliación del libre mercado y la iniciativa privada, mientras que se abogaba por un Estado limitado y atacaba las políticas económicas de los DC que habían continuado con la mayoría de las reformas económicas implementadas por la Junta a principios de los años ochenta. Fue mediante este pronunciamiento que una fracción de la oligarquía salvadoreña oficialmente declaró su giro hacia el neoliberalismo como la estrategia a seguir para restablecer su dominio clasista y recuperar su poderío económico.

En este contexto, y después de más de diez años de lucha armada y 75.000muertos, el FMLN y el gobierno de Cristiani firmaron en enero de 1992 los Acuerdos de Paz que pusieron fin al conflicto y abrieron un nuevo capítulo en la historia del país. En esencia, los Acuerdos de Paz terminaron siendo pactos netamente políticos e institucionales que dejaron intacto el sistema socioeconómico del país, que paradójicamente había sido una de las causas de raíz de la guerra civil (Editorial ECA, 2002: 179-182).

Los Acuerdos de Paz pactaron la eliminación del aparato represivo del Estado, introdujeron cambios en el sistema judicial y el sistema electoral, reconocieron oficialmente los derechos humanos, y permitieron la transición del FMLN hacia un partido político legal. Pero al mismo tiempo, los Acuerdos no abordaron el sistema desigual de tenencia de la tierra, la concentración de la riqueza que aún se concentraba en pocas manos, los altos índices de pobreza y exclusión social, y dejaron intacto el programa de ajuste neoliberal que estaba en marcha desde que Cristiani había llegado al poder en 1989 (CIDAI, 2002: 212-4, 222-5)

Cuadro 2. Cambios en el empleo rural agropecuario y no agropecuario (1980 y 2004) (en porcentajes)
Empleo 1980 2004
Industria 13% 12%
Construcción 5% 4%
Comercio 11% 21%
Servicios 6% 10%
Otros 4% 10%
Agropecuario 61% 43%

Fuente: PNUD, 2005

Cuadro 3: Cambios en la fuente de divisas.

Fuentes de divisas 1978 2004
Agro exportaciones tradicionales 81% 5%
Remesas 8% 70%
Maquila 3% 12%
No tradicionales fuera de C.A. 8% 13%

Fuente: PNUD, 2005

Efectivamente, el giro neoliberal que la nueva oligarquía había concebido como su instrumento de reconfiguración de poder no tendría mayores obstáculos que superar. La primera gran transformación neoliberal del período de Cristiani fue la reprivatización de la banca, la cual benefició a un pequeño grupo y cimentó el nuevo poderío financiero que hoy vemos consolidado.

Con la aprobación de la Ley de Saneamiento y Fortalecimiento de Bancos Comerciales y Asociaciones de Ahorro y Préstamo (Noviembre 1990), el Estado salvadoreño asumió la responsabilidad de sanear la cartera morosa de los bancos nacionales mediante la transferencia de cartera de alto riesgo, un proceso que al finalizar le costó al fisco salvadoreño alrededor de 3500 millones de colones, aproximadamente US$700 millones (Arias, 2008: 90; Segovia & Sorto, 1992: 8).

La ley creó el Fondo de Saneamiento y Fortalecimiento Financiero (FOSAFFI), cuyo objetivo central era el de asegurar que la cartera de los bancos estuviese solvente a fin de atraer la compra de acciones por parte de agentes privados (no se permitía la compra de acciones por parte de entes públicos), así como de proporcionar financiamiento para la adquisición privada de estas acciones, o sea, financiar a aquellos interesados en comprar acciones (Segovia & Sorto, 1992: 5-6).

El 29 de noviembre de 1990 se aprueba la Ley de Privatización de las Instituciones Financieras Nacionalizadas, y así se abre un ciclo de compra acelerada por parte de manos privadas de las acciones “saneadas” con capital público. A pesar de que las leyes de saneamiento y privatización contenían clausulas para impedir la concentración en la adquisición de acciones (como porcentajes límites y segmentos exclusivos para pequeños inversionistas), la mayor parte de la cartera bancaria terminó en pocas manos.

Un método utilizado por los oligarcas fue el de pago de testaferros o “prestanombres” que compraban acciones con nombre propio pero que en realidad eran de otro (o que recibían acciones por medio de poderes),y así evadir los límites legales establecidos por la ley (Moreno 2009). La falta de trasparencia llevó a que aliados de los oligarcas terminaran como directores de las instituciones o consiguiendo mayorías en las asambleas generales de accionistas donde los límites terminaron siendo burlados o simplemente ignorados.

Para mediados de los años noventa, el proceso de privatización de la banca había confluido en la creación de un oligopolio financiero controlado por familias de apellidos oligarcas con credenciales históricas y otros que habían ascendido durante el proceso mismo (ver cuadro 3). Indudablemente, la reprivatización de la banca sirvió como un instrumento fundamental para catapultar el poder financiero de la nueva oligarquía salvadoreña, la cual ya no cimentaría su poder en el control de las industrias de agro-exportación (café, azúcar y algodón) ni en la protección históricamente proporcionada por los militares, sino en la acumulación vertiginosa de capital y de inversiones que eventualmente llevó a la economía salvadoreña a convertirse en un rígido oligopolio controlado por un puñado de empresas financieras.

Este oligopolio financiero llegó a acaparar más del 90% de la cartera bancaria salvadoreña, y posteriormente el control de los bancos sirvió como base financiera para expandir los negocios de estas familias a las ramas del comercio, bienes y raíces, pensiones, aseguradoras, servicios y turismo (Equipo Maíz 2004).

Cuadro 4. Bancos Privados y Familias Propietarias (2004)

Banco Familias
1 Banco Cuscatlán Cristiani Bahaia, de Sola
2 Banco Agrícola Baldocchi Dueñas, Kriete Avila, Palomo Deneke, Araujo Eserski
3 Banco de Comercio Belismelis, catani Papini, Alvarez, Freund, Sol, Escalante Sol, Palomo
4 Banco salvadoreño Simán Jacir, Simán Siri, Zablah Touché
5 Banco de América Central y Credomatic Murray Meza, Meza Ayau, Sol Meza, Meza Hill, Palomo, Quiñonez Meza, Alvarez Meza
6 Scotiabank y Ahorromet Poma, Salaverría, Quirós, Llach Hill, Hill, Meza Hill, Hill Valiente

Fuente: Equipo Maíz, 2006

Cuando el capital transnacional le echó el ojo a los bancos salvadoreños, y tomando en cuenta la eliminación de los límites a las adquisiciones de acciones por agentes extranjeros que vino con la ratificación del tratado de libre comercio con Estados Unidos (CAFTA) en el 2004, la nueva oligarquía salvadoreña no tuvo otro remedio que vender los bancos con una ganancia estupenda: US$4 mil millones de dólares (Arias 2008: 96-97).

A esta venta hay que destacarla como una de las grandes estafas perpetradas contra el pueblo salvadoreño en los últimos años, ya que a pesar que los bancos nacionales fueron saneados con dinero público, la venta billonaria al capital transnacional no dejó un centavo en el fisco salvadoreño, por un lado porque la mayoría de los activos estaban registrados fuera del país, y por otro porque la evasión tributaria por parte de los oligarcas fue pan diario durante la gestión de ARENA (Ibíd.: 112).

La nueva política crediticia de los bancos privados, que castigaba al agro y alentaba los servicios, junto a las políticas de liberalización de precios dieron la pauta para la reversión paulatina de la reforma agraria de los años ochenta, ya que muchas cooperativas entraron en mora por la falta de apoyo estatal y la baja en competitividad, y de esta forma muchas tierras volvieron a sus dueños históricos (CONFRAS 2008).
Del mismo modo, la comercialización del café y del azúcar volvió a manos de sus antiguos dueños oligárquicos (Rivera Campos, 2000: 70). La importación del petróleo también se privatizó, mientras que una liberalización general de precios eliminó los subsidios y otras formas de apoyo estatal para la producción y consumo de productos de la canasta básica.

Cuando el segundo gobierno de ARENA, liderado por Armando Calderón Sol, privatizó el sistema de pensiones e introdujo las AFP (Administradoras de Fondos de Pensión) los beneficiados fueron los grandes banqueros privados ligados a ARENA quienes terminaron integrando las AFP a sus prósperos circuitos financieros (Equipo Maíz2005).

Cuadro 5. Medidas neoliberales durante los gobiernos de ARENA (1989-2004)

Periodo Presidente Medidas
1989-1994 Alfredo Cristiani -Privatización del Comercio exterior para el café y azúcar
-Privatización del sector bancario
-Privatización delHotel Presidente
-Privatización de las importaciones de petróleo
-Liberalización de los precios de la canasta básica y eliminación de los subsidios al sector agropecuario-Cierre del Instituto Regulador de Abastecimientos (IRA),ente que vendía los granos básicos a precios subsidiados
-Cierre del Instituto de Vivienda Urbana (IVU), que estaba acargo de la construcción de vivienda pública
-Reducción del impuesto sobre la renta y los aranceles, y eliminación del impuesto sobre el patrimonio
-Introducción del Impuesto al Valor Agregado (IVA)
-Liberalización del tipo de cambio y la tasa de interés
1994-1999 Armando Calderón Sol -Privatización del sistema de pensiones-Privatización del sistema de distribución eléctrica
-Privatización de las telecomunicaciones-Privatización de los ingenios azucareros
-Privatización del sistema de placas y licencias viales-Aumento del IVA de un 10% a un 13%
1999-2004 Francisco Flores Dolarización de la Economía
-Privatización de algunos servicios médicos del sector público
-Privatización del aeropuerto y puertos
-Firma de tratados de libre comercio con México, Chile, República Dominicana y Panamá
2004-2009 Antonio Saca Firma del tratado de libre comercio con Estados Unidos(CAFTA)

Fuentes: (Equipo Maíz,2004: 18-25; Moreno, 2004: 21)

Asimismo, la reforma tributaria impulsada por ARENA tuvo claros ganadores y perdedores. Para empezar, Cristiani eliminó el impuesto al patrimonio (pagado por los dueños de grandes propiedades), redujo a la mitad el impuesto sobre la renta (lo cual benefició a los que ganaban más) y comprimió gradualmente los aranceles (lo que facilitó el negocio de la importación al que muchos empresarios ya le habían apostado).

Los huecos fiscales que esta reforma tributaria acarreó fueron tapados con el IVA, el impuesto más regresivo que se puede concebir, sobre todo cuando ni los granos básicos ni las medicinas se salvan de él. El economista César Villalona lo describe de forma simple pero contundente: “El sistema tributario de El Salvadores como un Robin Hood al revés: le quita a los pobres para darle a los ricos” (Equipo Maíz, 2003: 25).

La dolarización de la economía en el 2001 significó un paso coherente con la naturaleza de la nueva orientación económica propiciada por ARENA. Al eliminar al colón, la moneda nacional, no solamente se le dio el tiro de gracia a la moribunda industria exportadora, sino que también se vino a beneficiar a los conglomerados bancarios y los grandes importadores ya que el riesgo de un colón devaluado, un impedimento para las compras en el exterior y un peligro para las deudas externas que los bancos habían contraído en dólares, fue cortado de tajo. La dolarización es generalmente considerada como una medida de último recurso para solucionar problemas de cambio y /o hiperinflación, pero en El Salvador, que no tenía problemas inflacionarios o cambiarios, esta medida se adoptó para acomodar el sistema monetario a las demandas de los intereses financieros de los grandes bancos (Villalona 2001; Lazo 2004)

Finalmente, los tratados de libre comercio (TLC) facilitan aún más la industria importadora y han terminado de rematar a las exportaciones y al sector agropecuario. Sucesivos gobiernos de ARENA firmaron TLC con México, Chile, República Dominicana, Panamá y Estados Unidos, y lo que se ha logrado es el aumento paulatino de las importaciones mientras las exportaciones se estancan (Equipo Maíz 2008).

En el 2008, y de acuerdo al Banco Central de Reserva, el déficit comercial fue de más de 5 mil millones de dólares, el nivel más alto registrado en la historia del país. Las remesas ya no podrán llenar ese vacío, y al no tener un sector exportador que genere divisas, el camino hacia un continuo endeudamiento parece ser la única opción viable a corto plazo (pero nefasta en el largo plazo).

Este recuento de las políticas neoliberales (ver Cuadro 5) implementadas por ARENA durante casi veinte años nos ayuda a dilucidar el nuevo engranaje del poder en El Salvador: una economía de servicios e importaciones que solamente beneficia los intereses de los nuevos grupos financieros e importadores y que castiga duramente a la minimizada clase media y a los sectores populares.

La economía neoliberal ha servido como el medio perfecto para que los grupos oligárquicos recuperen y consoliden sus intereses y privilegios en el ámbito nacional. Como vemos en el cuadro 6, el nuevo poder económico está concentrado en ocho grupos mayormente financieros, pero que también controlan la industria, el comercio, la construcción, los seguros, las pensiones, y los servicios, entre otros sectores.

Es importante notar que las familias que conforman este nuevo bloque de poder son, en su mayoría, las mismas que controlaron la industria cafetalera durante un siglo.

Cuadro 6: Nuevos grupos de poder en El Salvador (2004)

Grupo Familias Actividades Capital
1 Grupo Cuscatlán(44 empresas) Cristiani, Llach,De Sola,Salaverría, Hill inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; pensiones;importación y distribución de medicamentos;distribución defertilizantes; construcción; corredoras de bolsa de valores; exportación de café; agenciasinmobiliarias; importación y venta deelectrodomésticos; industria textil; fumigación;industria de bebidas; tabaquerasUS US 6,865 millones
2 Grupo Banagrícola (36 empresas) BaldochiDueñas, Kriete Ávila, Dueñas,Palomo Déneke, Araujo Eserski,Pacas Díaz, Cohen nversión financiera; sector bancario;aseguradoras; pensiones;transporte aéreo;industria de cemento; industria de papel y plástico; comunicaciones; industria de licores;exportación de café; agencias inmobiliarias;industria química; ingenios de azúcar US$6515 millones
3 Grupo Banco Salvadoreño(54 empresas) Simán, Salume,Zablah, Touché Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; agencias inmobiliarias; industriaquímica; elaboración y venta de productosalimenticios; importación y fabricación deproductos industriales; construcción y serviciosde arquitectura e ingeniería; distribución decigarrillos; industria de harina de trigo; almacenajey bodegas US$1835
millones
4 Grupo Banco de Comercio(27 empresas) Belismelis,Catani, Papini, Álvarez, Freund,Cohen, Sol,Escalante Sol,Palomo Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; pensiones;industria siderúrgica;industria de cemento; industria de aluminio,industria láctea;exportación y comercializaciónde café; industria química; generación de energía eléctrica; industria avícola US$1351 Millones
5 Grupo AGRISAL Murray Meza,Meza Ayau, SolMeza, Meza Hill,Palomo, ÁlvarezMeza Inversión financiera; sector bancario; aseguradoras; pensiones; industria de cervezas; industria de bebidas y embotelladoras; industriade calzado, agencias inmobiliarias; exportación decafé; industria de cementoUS US$768
millones
6 GrupoPoma/SalaverríaPrieto/Quirós(55 empresas) Poma, Salaverría Prieto, Quirós Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; exportación de café; agenciasinmobiliarias; construcción y bienes raíces;centros comerciales; importación y distribuciónde automóviles; industria dealuminio; industriade cementoUS US$ 175
millones
7 Grupo Hill/LlachHill(13 empresas) Hill, Llach Hill,Meza Hill, Hill Argüello inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; exportación de café; agenciasinmobiliarias; almacenaje y bodegas US$51millones
8 Grupo De Sola(10 empresas) De Sola aseguradoras; industria química; elaboración y venta de productos alimenticios; exportación decafé; agencias inmobiliariasUS US$25millones

Fuentes: Equipo Maíz 2006; Goitia 2006

Para el año 2004, el capital y los activos de las empresas de estos ocho grupos empresariales equivalieron a US$17.585 millones, una cifra de dos mil millones de dólares mayor al producto interno bruto del país, y que es igual a casi seis veces el presupuesto nacional para ese año, más del doble de la deuda externa y el equivalente a seis años de entrada de remesas familiares. Es decir, alrededor de 280 empresas en manos de un puñado de familias oligárquicas, la mayoría de tradición cafetalera, controlan un nivel mucho mayor de riqueza que los 6,5 millones de salvadoreños y ostentan una superioridad financiera abrumadora comparada a los recursos del gobierno nacional.

Asimismo, el modelo liberal que facilitó esta reconcentración de riqueza y poder ha despojado al Estado salvadoreño de su roles reguladores y distributivos, porque éstos se han transferido a la supuesta justicia y eficiencia del libre mercado y la ética empresarial. Es un Estado neoliberal, pero también un Estado secuestrado por un pequeño grupo de personas con intereses bien definidos e intocables.

Inevitablemente la concepción de un “libre mercado” en El Salvador no sólo es errada, ya que la sociedad salvadoreña se maneja con monopolios y oligopolios, sino que ha llevado a un ciclo perverso de injusticia en la economía política y de corrupción en la administración del Estado. Después de cuatro gobiernos de ARENA, El Salvador enfrenta una mayor concentración del ingreso nacional, el cual se alimenta de una economía especulativa que se concentra en las ganancias a corto plazo.

La desigualdad en El Salvador ha crecido y la pobreza se mantiene a niveles menos alarmantes porque las remesas familiares cumplen un papel vital. Hay un gran segmento de salvadoreños que sigue marginado y cuya perspectiva es desesperanzadora, mientras unos cuantos crecen sin límites (Editorial ECA, 2006). Para muestra, un botón: Social Watch reporta que en 1995el 66% de los frutos de la actividad económica quedaban en manos de los empresarios en forma de ganancias, mientras que el 34% les quedaba a los trabajadores en forma de salarios; para el 2005, las ganancias eran del 75% y los salarios del 25% (Hernández & Pérez, 2008: 124).

Si esa estadística se simplifica, se puede decir que “113.000empresarios se quedan con 75% de lo que producen2.591.000 personas trabajadoras” (Ibíd.). El índice Gini sitúa a El Salvador entre el 20% de los países más desiguales del mundo, con un 0.525 (Ibíd.). En cifras reales, esto significa que en El Salvador el20% más rico recibe más de 58% del ingreso, mientras que el 20% más pobre recibe apenas el 2.4%, veinticuatro veces menos que los más ricos. Otras estadísticas hablan por sí solas: entre 500 y 700 salvadoreños salen del país diariamente en busca de una vida mejor en otras tierras; entre el año 2000 y el 2007, según el Banco Central de Reserva, el número de hogares que reciben remesas creció casi 13 veces; el 56% de la actividad económica del país se realiza en la economía informal; el déficit comercial ya pasó los 5 mil millones de dólares (parte del cual debe ser cubierto con préstamos); y el sector agrario ha sido aniquilado adrede y apenas ronda el 10% del PIB, lo cual obliga al país a asumir la vulnerable posición de depender de las importaciones para poder adquirir alimentos (Moreno 2004: 51-78; Arias, 2008: 29)

Cuadro 7. Principales Indicadores Económicos (2008) (en millones de US$)
Exportaciones US 4,549.1
Importaciones US 9,754.4
Balanza comercial US 5,205.3
Deuda Externa US 10691.1
Remesas Familiares US 3,787.6 (17.1 % de PIB)
Sector servicios (% de economía) 51%
Sector agropecuario (%de economía) 13%
Sector industrial (% de economía) 23%

Fuente: Banco Central de Reserva http://www.bcr.gob.sv

Cuadro 8. Porcentaje de hogares en situación de pobreza con y sin remesas (2004)

Pobreza Con remesas
Condición de pobreza Total Urbano Rural
Pobreza total 34.5 29.2 43.6
Pobreza extrema 12.6 8.6 19.3
Pobreza relativa 22.0 20.6 24.4
Pobreza Sin remesas
Total Urbano Rural
Pobreza total 41.2 34.9 51.9
Pobreza extrema 19.5 14.5 28.1
Pobreza relativa 21.7 20.4 23.8

Fuentes: PNUD, 2005; Goitia 2006

Del mismo modo, las remesas familiares que los migrantes salvadoreños que viven en el exterior, primordialmente en Estados Unidos, mandan a sus familias periódicamente, se han convertido en el pilar fundamental de la economía. Millones de salvadoreños han emigrado del país porque no se les ha brindado la oportunidad de un trabajo digno y un futuro mejor, y la ayuda financiera que brindan a sus familias constituye el factor que mantiene a flote a la economía salvadoreña.

En el año 2008, las remesas totales fueron casi US$3.787 millones, una suma que llegó casi al 20% del Producto Interno Bruto (PIB) y cubrió aproximadamente dos tercios del déficit en la balanza comercial. Lo trágico de la situación es que los migrantes que fueron expulsados del país mandan fondos que sostienen en pie precisamente al sistema que los expulsó, sobre todo porque más del 86% de las remesas se usan para el consumo, lo que a su vez contribuye a alimentar la base consumista, terciaria y de importaciones de la economía neoliberal (Moreno 2009).

Por tanto, las remesas ayudan a la reproducción de un sistema fundamentalmente injusto e insostenible. Es indudable que la ideología de los grupos de poder ha cambiado y por lo tanto su naturaleza y orientación funcional son diferentes. El grupo empresarial financiero que se ha logrado imponer es un grupo neoliberal desligado casi por completo de tendencias agrarias y exportadoras.

La economía que se ha creado, basada en el capital financiero, en los servicios, en las importaciones y que sobrevive de las remesas, da fe de ello. Pero las relaciones sociales desiguales y la rígida jerarquía del poder, ancladas en normas históricas, se han mantenido y se han profundizado. Asimismo, la nueva oligarquía utilizó al Estado nacional como un medio para avanzar sus intereses, un proceso que se cristalizó en la implementación sistemática del ajuste estructural neoliberal.

Entonces, podemos argumentar que las características históricas del poder oligárquico, enumeradas en la primera sección de este artículo, se han reconfigurado de forma muy similar durante la era neoliberal: la reconfiguración de una oligarquía conformada por unas cuantas familias en su mayoría de tradición histórica, el control casi absoluto por parte de este pequeño grupo de la economía nacional en todos sus sectores estratégicos, su concepción patrimonialista del Estado, su sostenimiento sobre un sistema fundamentalmente desigual e injusto basado en el despojo y la violencia solapada detrás de una democracia liberal de fachada, su desprecio por la redistribución y la justicia social, y su subordinación ante el poder hegemónico transnacional. Lo que cambió fue la mentalidad instrumentalista de la económica-política que la nueva oligarquía adoptó para rearticular su poder sobre la sociedad salvadoreña.

Transnacionalización del Nuevo Bloque de Poder
Hay un elemento de suma importancia que hay que añadir cuando se analiza la naturaleza y composición del nuevo bloque de poder en El Salvador: su creciente transnacionalización. En primer término, y desde el punto de vista ideológico, es importante señalar que en El Salvador, el modelo neoliberal se adoptó por iniciativa propia de los grupos de poder reemergentes que vieron al neoliberalismo como el camino a su reconfiguración.

Es decir, los agentes transnacionales no vinieron a imponer los PAE y PEE, sino que éstos se “tropicalizaron” de acuerdo a los cálculos e intereses de la nueva oligarquía. Sin embargo, es importante recordar que los gobiernos de ARENA siguieron al pie de la letra el esquema ideológico y programático del FMI y el Banco Mundial (salvo un par de casos, como la tasa de cambio fija) lo cual hizo de El Salvador un “alumno aplicado” y digno de emulación (Moreno,2009).

El Banco Mundial y el FMI avalaron y apoyaron el giro neoliberal en El Salvador, pero aquí hay que hacer dos importantes aclaraciones. Los PAE y PEE se diseñaron y diseminaron alrededor del mundo no para beneficiar las pequeñas oligarquías nacionales sino para crear las condiciones para un nuevo patrón de acumulación que sirviera a los intereses del capital transnacional y derrumbara los obstáculos que impedían las ganancias.

Segundo, la nueva oligarquía salvadoreña se engolosinó con las políticas neoliberales que se implementaron durante los años noventa y que le permitieron consolidar su nuevo poder, pero esto sucedió mientras el capital transnacional no le había echado el ojo al mercado interno salvadoreño como un espacio potencializador para las inversiones y las ganancias.

Este contexto cambió en el 2001 con dos importantes transacciones que involucraron importantes agentes transnacionales. Roberto Murray Meza, como el nuevo patriarca del Grupo AGRISAL, empezó la venta paulatina de la empresa de bebidas alcohólicas La Constancia a la cervecera transnacional sudafricana South African Breweries (después SABMiller) transacción que finalizó en el 2005 (Arias, 2008: 114).

Asimismo, la empresa de transportes aéreos TACA, propiedad de la Familia Kriete y uno de los pilares del Grupo Banagrícola, comienza su transnacionalización al expandirse a Sudamérica con la integración de TACA Perú y la creación del Grupo TACA, el cual también incluiría a las principales aerolíneas centroamericanas (adquiridas en los noventa) y a Volaris en México. TACA es hoy “Transportes Aéreos del Continente Americano”. Finalmente, en el 2005,la transnacional suiza Holcim pasó a ser el propietario mayoritario de Cementos CESSA, la cual había comprado con anterioridad la planta estatal Maya (Moreno, 2009).

El Grupo Poma/Salaverría/Quirós, un líder regional en los sectores de construcción e importación de vehículos, entre otras actividades, se ha venido expandiendo en Centroamérica, Estados Unidos y México (donde se ha aliado con el imperio de Carlos Slim) desde finales del los años noventa y se perfila actualmente a seguir su expansión en la región. Estos eventos nos llevan al análisis de varios aspectos importantes. Primero, es claro que el nuevo bloque de poder oligárquico, luego de haber consolidado su poder económico en el ámbito nacional, se lanza a la expansión regional porque considera que el mercado interno salvadoreño es ya limitado.

Segundo, finalmente se permite que el capital transnacional se adueñe de los sectores estratégicos que el nuevo bloque de poder oligárquico salvadoreño se había reservado desde el inicio del giro neoliberal.

Tercero, estos eventos sirvieron como antesala y preámbulo a la negociación y firma del Tratado de Libre Comercio con EEUU (CAFTA).La firma del CAFTA abrió las puertas a la venta del sistema bancario que comienza en el 2006-2007. Los estatutos del TLC eliminaron todas las medidas que protegían al capital nacional contra las ambiciones acaparadoras del capital transnacional, y el primer sector que cayó presa, por ser el más lucrativo, fue el bancario.

Citigroup compró el Cuscatlán, Bancolombia al Banco Agrícola,el canadiense Scotiabank al Banco de Comercio, y HSBC adquirió el Banco Salvadoreño. La venta de estos bancos fue de más de 4 mil millones de dólares, y además de los bancos, el capital transnacional adquirió también las aseguradoras, las administradoras de fondos de pensiones, y las bolsas de valores incluidas en los portafolios financieros de los bancos adquiridos (Arias, 2008: 96-97).

Una vez los grandes bancos transnacionales se interesaron en el mercado financiero salvadoreño, los oligarcas nacionales no tuvieron más remedio que someterse a la única opción disponible: sucumbir a las presiones de venta.
Así vemos que han habido tres niveles de transnacionalización que conciernen al nuevo grupo de poder oligárquico salvadoreño: primero, con la implementación del modelo neoliberal que lo alineó con las nuevas tendencias globales; segundo, con la entrada del capital transnacional que se ha intensificado en los últimos cinco años; y tercero, con la regionalización del capital del bloque, no sólo a Centroamérica y México, sino también a Sudamérica e,incluso, Estados Unidos.

En este sentido, el nuevo bloque de poder oligárquico salvadoreño ha adquirido una nueva e importante dimensión en su carácter funcional: la de su nueva condición transnacionalizada y su creciente interés en los mercados regionales.

Conclusión

El objetivo central de este artículo fue plasmar históricamente y de forma crítica los quiebres y continuidades de la oligarquía salvadoreña desde sus orígenes en el siglo diecinueve hasta su consolidación como un reconfigurado grupo de poder durante la época neoliberal de la posguerra. Es claro que la mentalidad política-económica de la oligarquía salvadoreña experimentó un quiebre importante al desechar la tradición agraria-cafetalera en favor de un modelo neoliberal basado en las finanzas y los servicios.

Sin embargo, la orientación macro-social de esta “nueva” clase representa una continuidad oligárquica en cuanto a su visión del desarrollo económico, la concentración de la riqueza en pocas manos, el rol del Estado, la redistribución de la renta y la justicia social, y la reproducción de un sistema socioeconómico basado en la desigualdad e injusticias estructurales.

Los medios cambiaron, pero las consecuencias del ejercicio del poder oligárquico se han reproducido e incluso se han exacerbado. El estudio de este proceso de consolidación oligárquica es importante por tres razones.

La primera es histórica-conceptual. Para reiterar, el nuevo bloque de poder oligárquico se ha levantado de las cenizas de la vieja oligarquía cafetalera con un carácter económico nuevo (el neoliberal), pero su mentalidad política permanece presa de las huestes excluyentes y del hambre de poder que caracterizaron a “lo oligárquico” históricamente. El Salvador es un país que siempre ha sido gobernando por atroces tendencias oligárquicas, y la clase dominante ha visto al país como su inalienable propiedad privada.
La nueva oligarquía representa la continuidad de esta tendencia, ahora con un aura de supuesta modernidad, que también marca contundentemente las fronteras que dividen a los ganadores de los perdedores del sistema.

La segunda razón es política. Se ha venido anunciando desde 1992 que supuestamente el país vive una democracia que goza de libertades y a la que se debe defender, pero los grandes beneficiarios de ésta son los mismos de siempre. Una verdadera democracia no puede crecer mientras un reducido grupo la manipula por conveniencia propia y se utiliza al Estado como instrumento de clase en aras de fortalecer y consolidar sus privilegios.

Como país que sigue luchando para construir una democracia al menos medianamente decente y alcanzar un mejor nivel de desarrollo integral, los salvadoreños y salvadoreñas deben preguntarse cuál es la clase de sociedad democrática que quieren: si la minimalista, donde votar es suficiente, o la que empodera al ciudadano común mediante canales participativos y promueve la acción en los diferentes ámbitos de la vida política. La existencia de esta oligarquía reconfigurada incide en esta decisión, porque al final la democracia tiene que ver con la administración y ejecución del poder mismo.

Finalmente, existe una tercera razón, la socioeconómica. Este bloque de poder es una estructura que aglutina un descomunal poder económico y, por consiguiente, una influencia política aplastante que ha sido capaz de moldear al Estado salvadoreño para usarlo a su antojo. Los nuevos oligarcas controlan un gran capital (relativamente importante tomando en cuenta el tamaño del país) que ahora es permeable a las fronteras nacionales y se expande regionalmente de forma creciente. Esto también ha llevado a la reproducción y exacerbación de las desigualdades históricas padecidas, lo que a su vez incide en el desarrollo de un país con mayor justicia social y oportunidades para todos.