CEM publica Documentos Fundacionales de la unidad de la izquierda salvadoreña (1979-1980)

SAN SALVADOR, 8 de septiembre de 2009 (SIEP) “De diciembre de 1989 a mayo de 1980 fueron divulgados los documentos fundacionales de la unidad de la izquierda salvadoreña que logró llegar al gobierno, veinte años después, en junio del 2009” explicó el Lic. Roberto pineda, del Centro de Estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete.”

“En homenaje a los miles de mártires y héroes, hombres y mujeres, que a lo largo de muchas décadas de lucha y sacrificio derramaron su sangre para que nuestro pueblo mejorara sus condiciones de vida y tuviera pan, tierra, trabajo y libertad, educación, salud y alegría, publicamos estos documentos, ue no siguen señalando el camino…”

El primer documento es la declaración de unidad de diciembre de 1979 entre las organizaciones político-militares Fuerzas Populares de Liberación, FPL, Resistencia Nacional, RN y Partido Comunista de El Salvador, PCS. Su divulgación creo una gran alegría, una poderosa expectativa de victoria popular, al dejar en el pasado una triste historia de separación. Los hermanos y hermanas separados se unificaban para golpear a la dictadura…”

El segundo documento es la proclama de unidad entre las cuatro principales organizaciones revolucionarias de masas, del 11 de enero de 1980, que aglutinaban a decenas de miles de salvadoreños y eran el frente de acción Popular Unificada, FAPU, el Bloque Popular Revolucionario, BPR, las Ligas Populares 28 de febrero, LP-28 y el partido Unión Democrática Nacionalista. Posteriormente se integraría el Movimiento de Liberación Popular, MLP para constituir un puño que expresara la voluntad de lucha popular. es de esta acuerdo que surge la Coordinadora Revolucionaria de Masas, CRM, que convocaría a la histórica y gigantesca marcha del 22 de enero.

El tercer documento es la Plataforma Programática para el Gobierno Democrático Revolucionario de la CRM, aprobada el 23 de febrero de 1980 y que refleja los cambios que necesitaba la sociedad salvadoreña en ese momento histórico. Sabemos que este documento fue elaborado por el Lic. Roberto Castellanos, quien fuera posteriormente secuestrado y asesinado por los escuadrones de la muerte, junto con su esposa danesa.

El cuarto documento es el segundo manifiesto del PCS, las FPL y la RN al pueblo salvadoreño y pueblos del mundo en el que se denuncia la política de reformas y matanza que esta ejecutando la de Junta Militar Democratacristiana y se reitera la decisión de combatir hasta lograr la victoria popular

El quinto documento es la proclama de creación del Frente Democrático Revolucionario, FDR coalición que aglutinaba a las fuerzas revolucionarias y democráticas y que jugo un destacado papel como expresión de la voluntad popular de conquistar un gobierno democrático.

El sexto documento es la proclama de creación el 22 de mayo de 1980 de la Dirección Revolucionaria Unificada, con la incorporación del ejercito revolucionario del Pueblo alas filas unitarias, lo que marcó una nueva etapa de unidad de las fuerzas revolucionarias salvadoreñas.

El séptimo documento, anterior en fecha a los demás es la Plataforma Común del Foro Popular, aglutinamiento de fuerzas democráticas y revolucionarias, firmado en septiembre de 1979, que constituyó un importante antecedente del proceso de unidad popular y de la izquierda salvadoreña.

“Estas son nuestras raíces, esta es la huella política dejada por los hombres y mujeres, que tomaron la decisión histórica de unirse para alcanzar un nuevo horizonte en nuestra patria de justicia y liberación, esta es la inspiración para seguir luchando para hacer que el gobierno de Mauricio Funes, como primer gobierno de izquierda sea un gobierno al servicio de la gente y de cambios profundos…”

“como CEM continuaremos con nuestra labor de seguir publican do estos documentos fundantes y fundadores de nuestra identidad revolucionaria…” concluyó el Lic. Roberto Pineda

Proclama de la Fuerza Armada de la República de El Salvador (Octubre de 1979)

Proclama de la Fuerza Armada de la República de El Salvador
(Con ocasión del Golpe de Estado del 15 de octubre de 1979)

A.La Fuerza Armada de El Salvador, plenamente consciente de sus sagrados deberes para con el pueblo salvadoreño y compenetrada del clamor de todos sus habitantes contra un Gobierno que:

1. Ha violado los derechos humanos del conglomerado.
2. Ha fomentado y tolerado la corrupción en la administración pública y de justicia.
3. Ha creado un verdadero desastre económico y social.
4. Ha desprestigiado profundamente al país y a la noble institución armada.

C.Conocedora con certeza de que los gobiernos en turno, productos a la vez de escandalosos fraudes electorales, han adoptado programas inadecuados de desarrollo, en los que los tímidos cambios de estructuras han sido frenados por el poder económico y político de sectores conservadores, los cuales en todo momento han defendido sus privilegios ancestrales de clases dominantes, poniendo incluso en peligro el capital consciente y de proyección social del país, el cual ha manifestado su interés en lograr un desarrollo económico justo de la población.

D.Firmemente convencida de que las condiciones anteriores son la causa fundamental del caos económico y social y de la violencia que se está adoleciendo en la actualidad, lo cual sólo puede ser superado con la llegada al Poder de un Gobierno que garantice la vigencia de un régimen auténticamente democrático.

Los lineamientos de este Programa de Emergencia son los siguientes:

I. CESE A LA VIOLENCIA Y CORRUPCIÓN.

A) Haciendo efectiva la disolución de ORDEN y combatiendo organizaciones extremistas que con sus actuaciones violen los Derechos Humanos.

B) Erradicando prácticas corruptas en la Administración Pública y de la Justicia.

II. GARANTIZAR LA VIGENCIA DE LOS DERECHOS HUMANOS.

A) Creando el ambiente propicio para lograr elecciones verdaderamente libres dentro de un plazo razonable.

B) Permitiendo la constitución de Partidos de todas las ideologías, de manera que se fortalezca el sistema democrático.

C) Concediendo amnistía general a todos los exiliados y presos políticos.

D) Reconociendo y respetando el Derecho de sindicalización de todos los sectores laborales.

E) Estimulando la libre emisión del pensamiento, de acuerdo con normas éticas.

III. ADOPTAR MEDIDAS QUE CONDUZCAN A UNA DISTRIBUCIÓN EQUITATIVA DE LA RIQUEZA NACIONAL, INCREMENTANDO AL MISMO TIEMPO, EN FORMA ACELERADA, EL PRODUCTO TERRITORIAL BRUTO.

A) Creando bases firmes para iniciar un proceso de Reforma Agraria.

B) Proporcionando mayores oportunidades económicas para la población, mediante reformas en el sector financiero, tributario y de comercio exterior del país.

C) Adoptando medidas de protección al consumidor para contrarrestar los efectos de la inflación.

D) Implementando programas especiales de desarrollo que tengan por objetivo aumentar la producción nacional y crear fuentes adicionales de trabajo.

E) Reconociendo y garantizando el derecho a la vivienda, alimentación, educación y salud de todos los habitantes del país.

F) Garantizando la propiedad privada en función social.

IV. ENCAUZAR EN FORMA POSITIVA LAS RELACIONES EXTERNAS DEL PAÍS.

A) Restableciendo relaciones con el hermano país de Honduras con la mayor brevedad posible.

B) Fortaleciendo vínculos con el hermano pueblo de Nicaragua y su Gobierno.

C) Estrechando los vínculos que nos unen con los pueblos y gobiernos de las hermanas Repúblicas de Guatemala, Costa Rica y Panamá.

D) Estableciendo relaciones cordiales con todos los países del mundo que estén dispuestos a apoyar las luchas de nuestro pueblo y respetar nuestra soberanía.

E) Garantizando el cumplimiento de los compromisos internacionales adquiridos.

Documento de constitución del Foro Popular de El Salvador

Documento de constitución del Foro Popular de El Salvador¹

Manifestamos que:

1. Existe en el país una aguda crisis política que se expresa en un proceso antidemocrático y represivo que el gobierno y sectores y clases reaccionarias están impulsando desde hace varios años, por medio del cual han venido marginando más y más a las mayorías populares de su participación en los asuntos económicos, sociales y políticos de la vida nacional. Como una consecuencia de esa situación, el ejercicio de los derechos humanos constitucionales por parte del pueblo y sus organizaciones, se consideran oficialmente como actividad “subversiva” contra el Estado, sólo porque así conviene a los intereses de una minoría que controla el poder político y económico del país.

2. Ese proceso represivo, autoritario y excluyente, afecta la vida y funcionamiento de todas las organizaciones e instituciones sindicales, gremiales, políticas, culturales y religiosas, las cuales son controladas, espiadas, hostigadas y reprimidas en sus actividades y miembros por los cuerpos de seguridad y las bandas asesinas bajo la jefatura de éstos. De ese modo, se violan los derechos individuales y sociales y se impide el cumplimiento de las funciones que dichas organizaciones e instituciones están llamadas a jugar.

3. Junto con la crisis política a la que hacemos referencia, existe un agravamiento de las condiciones de vida del pueblo salvadoreño, en el que ningún sector trabajador queda al margen, aunque son los sectores de menos ingresos los más afectados. El ingreso real de la familia salvadoreña ha disminuido; el desempleo se ha vuelto un mal crónico, la vida en el campo ha llegado a extremos de miseria.

4. Asimismo, la economía nacional se ha vuelto más vulnerable a las influencias exteriores, dado su acentuada dependencia en relación a las potencias económicas capitalistas, lo que se ha traducido en una creciente penetración de compañías transnacionales que han venido no sólo a explotar más a los trabajadores salvadoreños, sino lo que es más grave, a seguir impidiendo las posibilidades de un desarrollo independiente de nuestro país.

5. Que en vista de esa situación, nuestras organizaciones consideran necesaria la concurrencia de sus esfuerzos, dentro de sus propias competencias, características, tácticas y modalidades de actuación, con pleno reconocimiento del pluralismo ideológico, para poner nuestra contribución en la búsqueda de una solución con iniciativa y contenido popular, a la crisis política que vive el país. Estamos absolutamente convencidos de que sólo la acción de las organizaciones populares es garantía de realización de un verdadero proceso de democratización del país. Está demostrado que quienes ahora hablan en nombre de la democracia desde las esferas oficiales, son quienes la han anulado y envilecido, incluso utilizando en los últimos años, esquemas fascistas de dominación.

6. La concurrencia de esfuerzos de nuestras organizaciones significa la inauguración de una nueva fase de lucha de nuestro pueblo, en la que hemos procurado colocar en primer plano los aspectos que nos permiten coincidir, y no las discrepancias que, como es natural, existen entre nosotros, como expresión de las diferencias ideológicas que sustentamos. De ese modo, con profundo convencimiento de la necesidad de la unidad de las fuerzas populares, creemos que debemos hacer los esfuerzos pertinentes para que luchemos por el objetivo común de conquistar la democracia y la libertad para nuestra patria, sin perder cada una de nuestras organizaciones su naturaleza e independencia. Se trata en una palabra, de superar los obstáculos que impiden la participación popular, masiva y amplia, en las acciones que definan el destino político del país.

7. La conquista de la libertad y la justicia, requiere la elaboración de un proyecto democrático y popular, el cual deberá irse elaborando con los aportes de todas las fuerzas que participen en esta concurrencia y en el proceso de lucha que ahora iniciamos juntos las organizaciones firmantes. Sin embargo nuestra coincidencia actual está basada en una plataforma de reivindicaciones políticas y económicas inmediatas que deberá servir de bandera de lucha a sectores cada vez más amplios y mayoritarios del pueblo salvadoreño. Ésta es la Plataforma para una salida democrática y popular a la actual crisis política, por la cual nos comprometemos a luchar:

1. El cese de la represión que desarrolla el gobierno y que afecta a las organizaciones gremiales, sindicales, políticas, culturales y a la Iglesia Católica, comprendidas todas sus formas de persecución, hostigamiento, control, vigilancia, cárcel, tortura, secuestro y asesinato. Para ello es necesario:

* La disolución de los cuerpos especiales de policía política, de ORDEN, de las bandas paramilitares, tales como UGB, Falange, Mano Blanca, que son instrumentos de la política represiva del Estado y tienen por objetivo liquidar o controlar a todas las fuerzas sociales que se oponen al Gobierno y a los minoritarios sectores dominantes.
* Respeto a la legalidad y cumplimiento de sus verdaderas funciones por parte de los cuerpos de seguridad, garantizando los Derechos Humanos y los preceptos constitucionales.
* Amnistía general y libertad para todos los presos y desaparecidos políticos.
* Retorno de todos los exiliados, expulsados de la Patria a partir de 1972, con garantía de seguridad y no para que sean víctimas de la represión.

2. La lucha por las libertades democráticas que signifique la participación de todos los sectores, clases y fuerzas sociales en la solución de la problemática nacional, dentro del respeto del pluralismo ideológico. Ello implica:

* Libertad de organización sindical, gremial y política, sin la cual no es posible la participación organizada del pueblo en la decisión de los destinos nacionales en materia social, económica y política. Uno de los sectores de mayor conflictividad, el sector rural, requiere el establecimiento de instrumentos institucionales para que se expresen y diriman los conflictos; por consiguiente, la libre sindicalización y asociación de los trabajadores del campo, tiene carácter de urgencia y de necesidad, ya que el camino democrático no es compatible con la supresión de la conflictividad social por medio de la violencia represiva.
* Reconocimiento y respeto del funcionamiento de las organizaciones sindicales, gremiales, políticas, culturales y religiosas, sin controles ni vigilancias basados en razones de “Seguridad Nacional”, ateniéndose al cumplimiento de las disposiciones constitucionales.
* Reconocimiento pleno del derecho de huelga de los trabajadores, sin adoptar políticas represivas que impiden y obstaculizan su ejercicio legítimo. En tal sentido, se hace necesaria la reforma del Código de Trabajo, para que dicho derecho adquiera plena vigencia como corresponde a un Estado democrático, y no sea ilusorio su ejercicio o considerado “subversivo”.
* Cese de los despidos masivos de trabajadores y dirigentes sindicales, los que aun cuando se realicen con indemnización, atentan al derecho al trabajo, a la vida, a la seguridad de los trabajadores y sobre todo a la libertad de organización sindical.
* Libertad efectiva de expresión del pensamiento, de reunión y de movilización tal como esas libertades se encuentran establecidas por la Constitución Política. En consecuencia, debe suprimirse todas las políticas y acciones destinadas a impedir, entorpecer y reprimir el libre ejercicio democrático de estas libertades; como por ejemplo los de varios procedimientos que vuelven inaccesibles los medios de comunicación social para el pueblo y sus organizaciones, o la destrucción de aquellos pocos que mantienen su compromiso popular; los métodos de toda clase para impedir la realización de mítines, manifestaciones y reuniones.
* Cese del control autoritario y represivo sobre el sistema educativo y respeto efectivo a la Autonomía Universitaria.

3. El cumplimiento de las anteriores demandas políticas debe ir acompalado de medidas socioeconómicas que alivien la situación de las mayorías populares, entre las que demandamos:

a) Medidas económicas y administrativas urgentes para evitar que la inflación siga ejerciendo sus nocivos efectos sobre los hogares salvadoreños. Entre esas medidas deberán incluirse las siguientes:

* Mejora general y sustancial de los salarios de los trabajadores en todas las áreas de la actividad económica y los servicios, sin faltar los empleados estatales; condición indispensable para que puedan aspirar a una vida digna.
* Regular efectivamente los precios de los artículos de uso y consumo popular. Parte de estas medidas serían el riguroso control de precios tanto de los artículos de primera necesidad, medicina y vestuario, como de aquellos otros vinculados a importantes servicios públicos, tales como combustibles para transporte, energía eléctrica y agua.
* Congelamiento real de las tasas de alquileres de viviendas y control efectivo que garanticen la aplicación de multas a los casatenientes que violen esta disposición.

b) El acceso efectivo y masivo de los campesinos y trabajadores agropecuarios al uso y propiedad de la tierra, encaminado a aliviar los problemas económicos, sociales y culturales de las masas del campo, que ayuden a promover el desarrollo integral del país y constituyan la base de la liberación social para las masas rurales. También deberá otorgarse beneficios a la pequeña producción agropecuaria, otorgándole créditos en condiciones favorables, proporcionándoles asistencia técnica y garantizando el desarrollo del mercado interno para la justa comercialización de sus productos. No creemos en soluciones superficiales, ni mucho menos en los ofrecimientos gubernamentales de apertura democrática y elecciones “libres”, cuando al mismo tiempo se incrementa la represión y los gastos militares para mantener el esquema de violencia y de terror. Nuestras organizaciones son de la opinión de que el sufragio, que es uno de los instrumentos para garantizar la libre manifestación de la voluntad soberana del pueblo en la conquista y mantenimiento de su libertad y bienestar, únicamente podrá cumplir tal función en un régimen verdaderamente democrático, y no en el actual del país. La plataforma de demandas políticas y económicas que hoy presentamos, recoge las aspiraciones de la inmensa mayoría de nuestro pueblo y abarca los problemas más graves que aquejan al país en la actualidad, por ello estamos seguros que esta plataforma se convertirá en motivo de movilización de vastos y amplios sectores populares, los que más temprano que tarde harán triunfar los ideales de democracia y libertad que hoy inspiran nuestra lucha común. Creemos, como lo hemos dicho antes, que sólo la acción de las organizaciones populares es garantía para conquistar un proceso de democratización real y un régimen político nuevo, verdaderamente democrático, en donde la justicia social y la libertad sean elementos indispensables del mismo.

El Salvador, septiembre de 1979.

Partido Unión Democrática Nacionalista (UDN).– Partido Movimiento Nacional Revolucionario (MNR).– Partido Demócrata Cristiano (PDC).– Ligas Populares 28 de Febrero (LP–28).– Confederación Unitaria de Trabajadores Salvadoreños (CUTS).– Federación Unitaria Sindical Salvadoreña (FUSS).– Federación Nacional de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS).– Federación de Sindicatos de Trabajadores de la Industria del Alimento, Vestido, Textil, Similares y Conexos de El Salvador (FESTIAVTSCES).– Central de Trabajadores Salvadoreños (CTS).– Federación de Sindicatos de la Industria de la Construcción, el Transporte, Similares y Conexos (FESICONTRANS).– Asociación de Trabajadores Agropecuarios y Campesinos de El Salvador (ATACES).– Central Campesina Salvadoreña (CCS).– Sindicato Textil de Industrias Unidas S.A. (STIUSA).– Partido Unionista Centro Americano (PUCA)

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Muertos por un nombre…

MUERTOS POR UN NOMBRERegresar arriba

Recordando a Raúl Hernández enterrado junto con Carlos Arias,
en la UNAES, frente a la Facultad de Medicina.

Pararon el vehículo a la orilla de un acantilado, de esos muchos que se encuentran a la orilla de la carretera litoral del Pacífico. Todo el paisaje se mostraba repleto de vertientes.
En el horizonte, las olas se estrellaban contra las piedras oscuras, diseminando el frescor del agua sobre el viento. Dos rostros graves y sombríos, evitaban encontrarse en silencio. La radio sonaba y ocupaba el espacio absorbido normalmente por el pensamiento.
Durante todo el trayecto, no vieron enrojecerse de vergüenza al sol, ante los reclamos de la aurora, preñada de albores multicolores y sutil claridad. Eran hombres que habían olvidado levantar al cielo su mirada.

Al detenerse el vehículo, se escuchó el cerrojo de las puertas de la cabina delantera al abrirse. Un par de portazos violentos y casi simultáneos al cerrarse, fue el súbito desenlace de esta parada inesperada. Pasos vigorosos y pesados rodearon el vehículo por ambos lados. Roce de cuerdas y de tela pesada, les hizo recordar los grandes camiones de transporte de mercadería. El sonido característico de la portezuela trasera al abrirse y ofrecer su carga, así como la ausencia de otro sonido más fuerte que las olas, les hizo imaginarse un paraje abandonado.

Los seis que se encontraban en la parte posterior del pick up , no tenían idea de lo que estaba pasando. Los brazos entumecidos, el dolor causado por esposas y ataduras, les hacía esforzarse por encontrar una posición más cómoda. Eso absorbía el tiempo y pensamiento de los prisioneros.
Las vendas sobre los ojos les impedía ver. Las mordazas solo impedían las palabras y daban sensación de asfixia.

– “ ¿A cuál primero?”- preguntó el subalterno. – “Cualquiera. Estos pendejos son todos iguales…”- contestó el jefe al mando.

Tomando a uno de los presos por las ataduras de los tobillos, mediante un rápido y violento jalón, lo arrojaron a la orilla de la carretera. El frescor salino del aire de mar penetró por las fosas nasales de Mario Salvatierra, y la tibieza de la proximidad del mar se dejó sentir en cada poro de su cuerpo.
Un eco repentino de gaviota lejana quedó petrificado en su cerebro, al mismo tiempo que un primer golpe se grababa en sus costillas.

– “Haber, hijuéputa, si tenés tanto valor, como cuando gritás en las manifestaciones….”

Y otro golpe busca penetrar aún más profundo en su cuerpo, como buscando al anterior.
Una lluvia de golpes, donde cada golpe competía por ser el más certero, el que ablandaría al sujeto y recortaría el tiempo de la misión encomendada por los superiores y el asesor de habla hispana. – “ ¿ Quién es Raúl Hernández?”- se les escucha decir. – “ ¡Hablá, marica!, ¿ O ya se te acabó el valor, tan rápido?”- dice el otro, mientras confunde el
cuerpo de Mario con un saco de boxeo.

La mordaza que aprisiona la lengua de Mario se tiñe de convicciones que emergen de lo interno. En su conciencia, todo empezaba a oscurecerse, cuando escuchó a sus raptores, apiadarse de su cuerpo maltratado y macilento. ¿ No era acaso el nacimiento de un nuevo día?.
Cada golpe sobre el cuerpo de Mario Salvatierra, generaba un grito de rabia ahogado ante la impotencia, un grito de protesta y rebeldía que se expresaba en resistencia. La sed de justicia que había en el resto de los condenados a muerte por razones de convicción, era insaciable.
Esperanza Alegría, la única mujer del grupo, mostraba con majestuosa grandeza, la insólita fuerza propia de la mujer del pueblo. Ni una lágrima corría por sus mejías. Su mente estaba ocupada en los problemas propios de las mujeres que se enfrentan a tales adversidades.

Salvador Valiente y Enmanuel Campoamor, callaban. La grave expresión de sus rostros, les hacía parecer ausentes. Cualquiera diría que no sentían ni las ataduras que se les incrustaban en la piel, ni el encierro, ni nada. Sus pensamientos parecían lejanos, lejanos como la libertad.

– “ No gastés tanta energía” – dice el jefe- “¿Que no ves que nossss faltan cinco?”. – “ Le voy a quitar la venda a este hijuéputa, para que vea a los machos de verdad..”- y de un tirón, se la arrebata.

Mario creyó encontrarse en el infierno. Sus ojos maltratados divisaron un par de figuras del averno. Era el símbolo bordado en las escarapelas insignias del uniforme de sus torturadores, rematados con calaveras metálicas por picacuellos.
Ellos querían ver el terror reflejarse en los ojos de Mario Salvatierra al momento de sacar el arma, de montar el arma, y cuando con el arma ya preparada, lo encañonaran y dispararan. Querían ver el miedo en el instante que media entre la amenaza y el acto del disparo real.
Mario levantó sus ojos llenos de vigor, y clavó su profunda mirada en los ojos de los mantenedores del orden, deseando que esta realidad cotidiana que hoy le costaba la vida, fuese en el mañana solo una historia de un ayer salvaje.
Lo diáfano y profundo de su mirada, petrificó a los trabajadores de la muerte. Una mezcla de vergüenza y titubeos les hacía evitar esa mirada que, sin mediar palabra alguna, parecía poder decirlo todo.
Un arranque de cólera, de esos que tiene la fuerza bruta al verse vencida por la razón, llevó al que tiene el mando a decir:

– “ No mirés a ese maje. Te puede embrujar. Te va echar mal de ojo. Los comunistas son brujos…”

Tres disparos se escucharon con sus ecos de soledad, absorbiendo el rumor de las olas, el graznido de las gaviotas y los susurros del viento.
Hacinados en su celda motorizada, los cinco restantes vivieron la muerte de su compañero.

– “ ¿Seré yo el siguiente?”- taladraba el pensamiento de Marcos Guerra. – “ ¿Nos pasará igual a todos?”- preocupaba a Jesús Paz.

Escucharon como arrastraban el cuerpo de Mario Salvatierra entre pujidos alcoholizados e insultos.
Pudieron reproducir en sus cerebros, el recorrido hasta la orilla del acantilado. Escucharon el cuerpo de Mario rodar, chocar contra las piedras, para finalmente yacer al fondo del precipicio. Aún siendo cadáver , Mario Salvatierra mostró su rebeldía: Se negó a desaparecer, tragado por el mar.

– “Vámonos”- dijo el sargento. Y con pasos presurosos, se dirigieron de regreso al vehículo.
La portezuela trasera se cerró. Tras una corta marcha a la cabina delantera, dos secos portazos y el encendido del vehículo. La marcha hacia la muerte continuaba. Los prisioneros pensaban. Trataban de imaginarse las caras de sus asesinos, imposibilitados de concretar a un ser humano que pudiera tomar entre sus manos un encargo tan ruin y despiadado.

Unas cuantas horas antes, en el local del sindicato, habían reído y bromeado sobre la cruda realidad que en ese momento estaban viviendo. Unas cuantas horas antes, su preocupación fundamental era lanzar un comunicado al pueblo trabajador, en contra del aumento injusto de los precios de los artículos de primera necesidad y el congelamiento de salarios. Unas cuantas horas antes, se llegaba al acuerdo de denunciar las capturas arbitrarias, las torturas y los asesinatos de compañeros trabajadores en otros puntos de la república. Unas cuantas horas antes, era asaltado el local sindical por hombres armados y ellos, el núcleo sindical, era arrestado.

Jamás pensaron que la denuncia, los convertía en candidatos a muertos o “desaparecidos” en forma tan inmediata. Siempre habían sentido esa posibilidad un tanto lejana.
Desaparecidos. Palabra técnica para definir un asesinado no encontrado, o que no cuenta con testigos de su captura. Ellos eran candidatos a ser cadáveres, con el agravante de ser “desaparecidos”.
Todos estos recuerdos se agolpaban en la mente de los capturados. Hubiesen querido verse las caras una vez más, la última. Más que el temor por ser el siguiente, todos deseaban no ser el último. Cada uno luchaba por quitarse la venda de los ojos, la mordaza de la boca. Quizás con gritos de protestas, perdían sus raptores la cordura y acababan con ellos de una forma rápida y simultánea: No querían ser objeto de diversión de estos villanos sedientos de dolor humano.

No tuvieron muchos minutos para mascullar estas ideas, cuando la marcha del vehículo volvió a interrumpirse.

Repitiose el ritual de los portazos y los pasos que se aproximaban a los difuntos por señalamiento.
Sin proferir palabra alguna, tomaron a uno de ellos. Le tocó en turno a Esperanza Alegría.

– “ A esta puta primero la cogemos”- se escuchó decir al diablo en mando.

Arrastrada a un breñal cercano y jadeando con furor maligno, los cuadros de operaciones especiales violaron a Esperanza Alegría; a pesar de la resistencia que opuso. La resistencia de la que atada, vendada y amordazada, se siente fuerte frente a la calaña humana. Con rabioso frenesí de bestias salvajes, le golpeaban el cuerpo, le abofeteaban la cara. Todo por no mostrarse sumisa frente a un delito y los delincuentes. No podían introducirse fácilmente en sus carnes de mujer trabajadora. Alegría se defendía a patadas. Se retorcía. Daba estertores que estremecían el cielo. Una cólera enceguecedora les hizo cambiar la violación por la tortura.

– “ Con esos culeros si te dejás, ¿verdad pendeja?- escucharon decir los compañeros de
Esperanza. – “Para que aprendás a no ser tan arisca”- se les escuchó decir, junto con una sonora carcajada y el inconfundible sonido del bastón que choca contra el suelo. – “ Metéle el otro por el culo, que así les gusta a las guerrilleras”- dijo el jefe

En esa diversión pasaron incontables minutos.
Esperanza Alegría había puesto valiente resistencia a la violación, y no se doblegaba frente a vejación, ni tortura. Por ser mujer, era la débil en el grupo, pensaron, y después del ablandamiento sicológico, empezaron el interrogatorio. – “ ¿ Sabés vos quién es Raúl Hernández?”
Silencio. – “ Si nos decís donde encontrar a ese maje, no te pasa lo del otro pendejo”-dijo
la voz, refiriéndose a Mario.
Así pasaban los minutos. Ellos interrogando y golpeando. Ella callando y sufriendo.
Se sentían superiores, abusando de la prisionera. No pudieron arrancarle a Esperanza la respuesta deseada. La convicción venció la fuerza bruta.

– “ Ya perdimos mucho tiempo con esta cabrona.- dijo el jefe- Metele un par de plomazos por
pendeja.” – “¿ Y porqué no dejamos un par aquí mismo?- replicó el subalterno, a manera de respuesta – Ya es tarde…” – “ Dale pues, pero apurate.”

Le tocó en suerte a Jesús Paz.

– “Fijate bien lo que te voy a decir.- dijo el sargento- Si nos decís dónde encontrar a Raúl Hernández, te salvaste, mano. Y no andés con pendejadas que no tenemos ni tiempo ni paciencia.”

Jesús, un obrero maduro y fuerte, cuya fama era la de ser un hombre parco, quiso hablar. Un movimiento de cabeza así fue interpretado.

– “ Quitale la mordaza a ese”- oyeron decir sus compañeros.

Los vendados y amordazados, prestaban atención: Querían reconocer la voz del doblegado.
Con voz de trueno, por lo fuerte, y clara como la verdad, se escuchó un “asesinos” por los aires.
Logró decir algo, antes de ser silenciado a golpe de patada y garrotazo. No querían que gritara las verdades que le estaban costando la vida.
Irascibles, los emisarios de la muerte dejaron escapar infinita cantidad de disparos. Los últimos acompañados de golpes y maldiciones. Creían quizás que a mayor cantidad de balazos, desaparecerían y se silenciarían las verdades. Una pausa y un ruido indefinible.
Arrastraron los cadáveres al margen de la carretera, con el fin de “prepararlos” para ser encontrados: El terror es parte importante en la lucha contrainsurgente. Ellos eran especialistas en interrogatorios y terror: Eran terroristas.
No cabía duda alguna: Nadie escapa vivo de tales excursiones. La promesa del respeto de la vida, nunca es cierta.

Los otros capturados luchaban denodadamente por liberarse de sus ataduras, por quitarse la mordaza, por apartarse la venda, cuando un rayo de luz sorprendió la pupila de Salvador Valiente. En uno de esos movimientos salvajes y desesperados, logró correrse la venda de los ojos. Eran solo unos milímetros, pero bastaban para ver la marca del kilómetro número setentidós y el mar. Suficiente para saber donde se encontraban. Desde su celda motorizada pudo ver una señal de tránsito cercana avisando una curva doble, y luego un túnel, y el anuncio de las Fuerzas Armadas al servicio de la Patria, garantía de la paz y seguridad que fortalece la democracia.
“Aquí asesinaron a Paz y a la Alegría”- se dijo. El súbito cerrarse de la puerta trasera, cercenó la nueva luz conquistada por su lucha denodada. Terminada la tarea, volvían al vehículo para reemprender la marcha en busca de otro lugar “apropiado”.

De nuevo en marcha. Cada kilómetro era una vivencia tormentosa para los capturados. El trabajo no estaba completo y por ende, cada uno se sentía ineludiblemente muerto. ¿ Quién de ellos podría traicionar a Raúl? ¿ Se traicionaría Raúl a sí mismo y a su pueblo?. Un no rotundo martillaba todos los cerebros.

Mientras el cuenta kilómetros comía los metros, los capturados sorbían amargas emanaciones de sangre de la boca, y los militares, alcohol de una destilería del país.

Al detenerse nuevamente la cárcel rodante, la rutina casi cronométrica de los portazos hizo pensar a los prisioneros en la práctica habitual de estos individuos, a trabajos de esta naturaleza.
El dolor del metal incrustado en las carnes no importaba. Importaba la vida. Tan intensos y desesperados eran los intentos por librarse de mordazas y ataduras; tan inútiles parecerían los esfuerzos ante lo escueto de los resultados.

Al abrirse la puerta trasera, vio Salvador por primera vez a esos asesinos. Quiso contraerse ante lo asqueante y repulsivo que le parecieron esos dos militares entrenados en operaciones especiales contrainsurgentes, pero tanto el cuerpo de Enmanuel, como la prudencia, le impidieron moverse. Sintió desembarazarse del cuerpo de Enmanuel, que ya era parte del suyo después de tanto tiempo compartiendo el mismo destino futuro. Tan familiarizado estaba con los movimientos contorsionados de Enmanuel al tratar de liberarse de sus ataduras, que sintió que algo de sí mismo se iba con él.

Se escuchó el interrogatorio acostumbrado sobre el tal Raúl Hernández. Los golpes de rigor se parecían menos fuertes que antes. “Será el alcohol o es cansancio”- se preguntaban Salvador y Marcos, sin haberse puesto de acuerdo para pensar lo mismo.
Los disparos rompieron la suavidad de la mañana tropical. Los golpes del cuerpo de Enmanuel al rodar buscando el fondo del acantilado, resonaban en la conciencia de los amigos. Sonaban como redobles de tambores de guerra suspendidos en el espacio, y en el tiempo, y en la historia.
El cuerpo de Enmanuel quedó incrustado en una saliente, unos cuantos metros alejado de las aguas del mar.

Se reanudó la marcha del vehículo; el silencio forzado por las mordazas aplastaba toda posibilidad de compartir planes futuros y recuerdos pasados. ¿ Quién puede pensar planes futuros en esas circunstancias?. El hombre. El hombre, que aún en los momentos más difíciles, se niega a dejarse vencer por la injusticia y la sin razón.
La infinita cantidad de minutos en marcha se convertían en un instante al sentir que la puerta trasera se abría, reclamando a los dos restantes.
Los emisarios de la muerte tomaron a Marcos por los pies, y arrastrándolo, lo tiraron sobre el polvo a la orilla del camino. Regresaron un par de pasos en busca de Salvador.
Salvador tuvo la suerte de ver el barranco que serviría de sepultura a su cadáver y al de Marcos.
No era totalmente vertical la caída. Muchos matorrales en las paredes. Rocas a la orilla del mar.
El interrogatorio habitual. Marcos era el prisionero en turno. Al escuchar el desenlace ya conocido a fuerza de tanto oírlo, con fuerzas sacadas de flaqueza y producto de la desesperación, Salvador se lanzó al abismo, al tiempo que se escuchaban los estampidos que arrancaban la vida de Marcos.
Logró escuchar insultos en su contra, y sintió proyectiles que buscaban penetrar sus carnes, hambrientos de sangre, pasar silbando junto a él mientras rodaba dando tumbos, hacia el fondo del acantilado. Sintió un golpe seco en el pecho y otro en su muslo izquierdo. Después no sintió nada. Después no escuchó nada. Después…. Mucho después:

Un sobreviviente de los ajusticiamientos ilegales perpetrados por el gobierno salvadoreño, denunció ante las oficinas del socorro jurídico del Arzobispado de esta ciudad, ante la comisión de los Derechos Humanos y el cuerpo de periodistas acreditados en el país, el asesinato de varios sindicalistas pertenecientes a FENASTRAS, una federación sindical salvadoreña.
Entre los muertos se menciona a Raúl Hernández, “Comandante Marcos”, enterrado en acto público realizado por el partido Resistencia Nacional (R.N.) y sus fuerzas armadas (FARN), al pie de la encina situada frente a la facultad de Medicina a escasos 400 metros de la embajada americana. Carlos Arias, “Comandante J.J”, fue enterrado simultáneamente.

Ocurrido en San Salvador, en la situación insurreccional 1979-1980.

Por esto, y muchos casos como este, empezó la guerra civil salvadoreña. Yo estuve allí y soy testigo.

Pipilenca.

CEM publica Discurso de Amparo Casamalhuapa, denunciando al Dictador Martinez (29 de agosto de 1939)

CEM PUBLICA DISCURSO DE AMPARO CASAMALHUAPA DENUNCIANDO AL DICTADOR MARTINEZ ( 29 DE AGOSTO DE 1939)
SAN SALVADOR, 29 de agosto de 2009 (SIEP) “Hace setenta años, Amparo Casamalhuapa, una mujer, joven, maestra y comunista alzó su voz para desafiar desde la plaza pública al dictador Martínez” recordó el Lic. Roberto Pineda, del Centro de Estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete.”

Agregó que “la indignación provocada por las injusticias cometidas contra el pueblo salvadoreño por el General Maximiliano Hernández Martínez empujó a esta valiente mujer a realizar esta denuncia pública.”

“Con la publicación de este histórico discurso rendimos tributo a Amparo, militante popular, mujer de izquierda, admiradora de Alberto Masferrer, comunista, conspiradora, subversiva, raíz de nuestra lucha por un nuevo El Salvador.”

“El discurso esta tomado de su obra literaria El Angosto Sendero, que fue publicada en 1971, año de su fallecimiento…” concluyó el Lic. Pineda.

Petrovska 38 (Tercera parte)

Acabo aquí con este largo preámbulo. Ahora vuelvo al relato. La Conferencia Internacional de Partidos Comunistas tuvo lugar en Moscú desde el 5 al 17 de junio de 1969. Tengo un leve recuerdo que la persona que pronunció el discurso de cierre fue Rodney Arismendi. Por supuesto el discurso de apertura lo pronunció Leonid Ilich Brezhnev. Para esta época ya habían desaparecido Maurice Thorèz y Palmiro Togliatti, a los comunistas franceses los representó Waldeck Rochet y a los italianos, Enrico Berlinguer. Tal vez estos nombres ya no les suenen a muchos, pero durante toda la década que iba a seguir fueron los principales protagonistas del “eurocomunismo”. También pronunció un discurso el español Santiago Carrillo. Nuestro compatriota Salvador Cayetano Carpio pronunció el suyo antes de la segunda intervención del anfitrión Leonid Brezhnev. No voy a seguir nombrando a los que intervinieron pues ahora ya no le traen recuerdos a muchos de mis lectores.

Pero después de la Conferencia, Carpio se fue y su ala o sombra protectora dejó de acobijarme. No obstante antes de convocarme de nuevo a los interrogatorios los agentes de la KGB se tomaron cierto tiempo. Pudieron perfectamente haber impedido que entrara a trabajar al semanal “Novedades de Moscú” (versión en español), pero no lo hicieron. Tampoco impidieron que hiciera algunos trabajos de traducción para la agencia TASS y para la agencia Novosti. Ese fue mi primer trabajo. Empecé como traductor, pero rápidamente me fueron encomendando otras tareas, como la de entrevistar a Miguel Angel Asturias, a Pablo Neruda. Me publicaron una entrevista improvisada en el vestíbulo del hotel “Rusia” con el cineasta italiano Federico Fellini. Tal vez porque en esa entrevista Fellini elogiaba la película que iba a ganar el principal premio del primer Festival de Cine de Moscú, el tríptico “Lucía” de Humberto Solás. Pueden leer algo sobre Solás en este enlace. También realicé una larga entrevista con uno de los sobrevivientes del ataque al Moncada que se publicó para celebrar el 26 de julio cubano.

Entré a trabajar al semanal para remplazar a un amigo ecuatoriano (mi más cercano amigo en mis años de estudio, desde entonces no he vuelto a saber nada de él, me hace falta). Siempre había habido un latinoamericano en ese puesto. Nuestra principal tarea era ponerle el toque latino a los escritos, cuando el texto contaba con demasiadas palabras más usuales en la Península, tratábamos de encontrar algo que fuese más neutral, no connotado. Las traducciones las hacíamos cinco personas, tres españolas llegadas a la URSS después de la derrota de los republicanos y un español, que pronto volvería a España. También traducía y redactaba una señora soviética, cuyo nombre, van a perdonar el colmo, pero lo he olvidado, a pesar de que en el episodio que les voy a contar ella jugó un papel prominente, en realidad era Natalia no sé cuanto.

Los días de la impresión del semanal siempre había un redactor que se quedaba hasta el último momento y daba el visto bueno para la impresión. Con frecuencia me tocaba a mí, por conveniencia, horas extras y descanso adicional. Las camaradas españolas huían de esas noches en blanco, pues a veces los suplementos traían materiales bastante extensos que se traducían generalmente a última hora.

Eran los jueves. Ese jueves, desde la mañana me di cuenta que me iba a tocar a mí, pues dos de las traductoras que también eran redactoras estaban ausentes, la otra traductora, no sé por qué, no era redactora. Creo que era asunto de título universitario. Traté de adelantar cierto trabajo y pedí las pruebas que estaban ya listas. Las fui a dejar personalmente a la imprenta de Izvestia, que era allí donde se editaba Novedades de Moscú. Aproveché y me quedé a almorzar en el comedor del diario. Siempre que podía iba a comer allí, pues se comía muy bien y era barato.

Después de almorzar, atravesé la plaza y en la puerta de nuestro semanal me topé con la traductora y con una documentalista. La traductora me detiene y me dice:

—Arriba lo está esperando un amigo suyo, con facha de policía.

—¿Un amigo con facha de policía? No se me ocurre quién puede ser.

—Si, tiene facha de policía.

La traductora me estaba advirtiendo. Lo hizo de esa manera, en realidad no le entendí, tal vez ella pensó que podía ponerme en fuga. La documentalista me miraba casi con lágrimas en los ojos. Ella era una morena muy simpática y sobre todo muy eficaz, muy trabajadora. También a ella le tocaba con frecuencia quedarse de turno, pues nunca nadie sabía que problema de última hora podía ocurrir. Nos tocaba esas noches estar en contacto por teléfono.

—Bueno, voy a subir a ver quién es.

Ellas se sorprendieron y no se apartaban de la puerta. Pero casi resignadas se fueron a comer. Subí por las escaleras. En el corredor me encontré con un señor que me preguntó:

—¿Usted es Carlos Abrego?

—Sí.

En ese momento sacó su tarjeta roja de agente de la KGB y agregó:

—Me tiene que acompañar.

Fue en este instante que se jugó mi suerte, fue en este instante preciso que tal vez salve mi vida. Lo digo de esta manera, un poco trágica, pero quién se iba a preocupar por un guanaco que había desaparecido. Además ya no tenía contacto con mis compatriotas y tampoco tenía contacto con mi familia, por las condiciones de entonces. Dos veces me habían traído cartas de mi mamá. Eso era todo.

No sé como fue que se me ocurrió responderle con una tranquilidad de santaneco presumido:

—No, no puedo acompañarlo, tengo que sacar el diario hoy, voy a hablar con mi jefe.

El hombre perdió toda su compostura. En su experiencia de trabajo tal vez nunca le había hecho semejante respuesta. Por regla general, los soviéticos ante la tarjetita roja de agente del KGB sentían que el suelo se les abría. El hombre no supo qué responderme. En ese momento me estaba guiando mi instinto. Supe que el agente había recibido un gancho moral del que no lograba recuperarse. Sentí que era necesario asestarle otro. Y sin reparo alguno le pido que me ceda el paso para entrar en el despacho de mi jefa. Era la señora de que no recuerdo su apellido. Ella había heredado la dirección del semanal y este número era el primero que salía bajo su responsabilidad. En parte ese puesto me lo debía a mí, fue involuntariamente, en otro momento les contaré las circunstancias. Ella me tenía confianza y me llamaba con frecuencia a consulta. Me vio entrar, no se sorprendió que no tocara antes de entrar. Le largue a boca de jarro y sin tapujos:

—Este tovarich ha venido a arrestarme, pero si lo acompaño el diario no sale hoy.

Se puso de pie. Extrañamente lo que la descompuso fue la perspectiva de que el diario no saliera. Era cierto, las otras dos personas estaban afuera de Moscú y encontrarlas podía tomar horas y mucho más tiempo el viaje de retorno.

—No, no puede ser.

Este “no puede ser” lo expresó con un adverbio ruso, “nilzia”. Es una manera muy enfática de prohibir algo. Creo que esta palabra fue el tercer golpe que recibió el agente, porque esta vez no se trataba de un extranjero, sino que una persona soviética que con aplomo le estaba negando el derecho de arrestarme.

Es posible que mi jefa se diera cuenta de repente de lo inconveniente que resultaba lo que acababa de proferir. No obstante insistió y le dijo al agente:

—Carlos es el único redactor hoy en el diario, sin él tendríamos que anular la salida, se imagina lo que eso significa. ¿No puede venir por él mañana, arrestarlo mañana?

No sé si ella se dio cuenta de lo estrafalario de sus palabras, pero al mismo tiempo con ellas le salía al paso y dejaba atrás aquel categórico “nilzia”. Pero con mi conducta habíamos entrado a un mundo casi surrealista o al inframundo sin acatar los ritos.

Luego vino algo inesperado, tal vez fue el pánico que se había apoderado de mi jefa o qué sé yo lo que pasó. En ese momento, me había puesto a buscar en el bolsillo interior de mi saco el papelito con el teléfono que me diera Carpio, el del Comité Central del PCUS. Mi jefa se le dirigió sonriendo muy candorosa y le dijo al agente:

—¿Por qué no le llama por teléfono a sus superiores y les pregunta si no puede pospenerlo para mañana?

El tovarich keguebesco había perdido todos los reflejos de sabueso. Contorneó el escritorio de mi jefa y marcó un número. En esos instantes mi jefa y yo quedamos pendientes del teléfono como si de ahí iba a salir el humo blanco que vendría a aliviarnos nuestros mutuos y no muy coincidentes desasosiegos. Pero al mismo tiempo aproveché para susurrarle a mi jefa que tenía un teléfono del CC (Comité Central) del Partido que me había dado el Secretario General del PCS en caso de problemas. Ella pareció como aliviada cuando me oyó y suspiró hondamente.

—Soy… (habrá dicho su nombre o su seudónimo). Aquí me dicen que el camarada Abrego es imprescindible para sacar hoy el periódico y me han pedido que vuelva mañana para capturarlo….(Siguió un corto silencio). Sí… sí… sí… sí.

Cuando colgó nos lanzó una mirada muy rencorosa. La reprimenda habrá sido muy severa. Pero cuando nos dijo el veredicto yo ya tenía preparado otro golpe.

—No, tengo que llevarlo de inmediato, lo tengo que llevar ahora mismo.

—No, antes tengo que hablar con el CC. Son las órdenes que tengo y además el único que puede darme permiso de salir de aquí es el camarada Redactor en jefe.

El policía no se esperaba mi reacción. Mis palabras cundieron el efecto que esperaba, el hecho de que yo también tuviera que someterme a una orden lo desquició. La firmeza de voz hizo el resto. Mi jefa aprobó de inmediato mi proposición de ir a la oficina del Redactor en jefe. Sin esperar que el policía tuviera tiempo de reaccionar propuso que bajáramos a su oficina. El Redactor en jefe era miembro del CC.

Nunca lo había visto antes, tampoco había entrado en su oficina. Sabía que había recibido informes sobre mi trabajo, mi disponibilidad. Estos informes me eran muy favorables. Los había pedido a raíz del incidente que llevó a su puesto a mi jefa y que motivó el cambio de puesto de nuestro antiguo jefe. Esto lo repito no fue voluntario. Voy a contarlo en otra oportunidad.

El Redactor en jefe se sorprendió cuando nos vio entrar. Mi jefa le explicó la razón de nuestra presencia en su oficina. Ella insistió en que el diario no podía salir sin mi presencia, que no podía salir de dos puntos de vista, técnicamente y legalmente. Esto último no era cierto. Pues cuando yo firmaba las pruebas finales lo hacia por procuración. En realidad lo hacía en su nombre y en el nombre del Redactor en jefe. Le dijo que yo tenía un teléfono del CC y le dio el papelito.

El Redactor en jefe tomó el teléfono y vio que el número correspondía al CC y se puso a marcar el número. Daba ocupado. Dejó pasar un instante y volvió a marcar y de nuevo dio ocupado. Repitió la operación varias veces. El policía que había dejado pasar el tiempo y que observaba con respeto al Redactor en jefe, comenzó a impacientarse. No obstante no se atrevía a interrumpirlo. El Redactor dijo que iba a tratar otro número, lo hizo y también dio ocupado. Le extrañó mucho y lo dijo. Aprovechando la oportunidad me alejé hacia el interior de la gran sala. Descolgué otro teléfono y llamé a un amigo dominicano, uno de los pocos amigos cercanos de la Universidad con quien había guardado contacto.

—Jorge, me van a llevar preso, si dentro de tres días no salgo, hacés lo que te dije.

Le hablé en ruso y colgué de inmediato. El policía se lanzó con intenciones de arrebatarme el teléfono pero ya era tarde.

—No se puede así, así no se puede trabajar.

Actué de esa manera porque me di cuenta que los teléfonos estaban interferidos, que las llamadas no iban a llegar. El policía estaba furioso. Se le dirigió al miembro del Comité Central de manera muy terminante:

—Pruebe una vez más y si no resulta me lo llevo.

Mi jefa y el Redactor en jefe me miraron muy desconsolados, también sabían que la próxima llamada tampoco iba a funcional. Y fue así.

—Venga por favor conmigo, sin resistir.

Sabía que no valía la pena resistir, ni prolongar esta escena, que tarde o temprano iba a tener que ceder. Pero desde ese instante supe exactamente como tenía que actuar. Salimos del local, a ambos lados de la puerta había un agente y enfrente un coche oscuro que nos esperaba. Subí y me llevaron a la calle Petrovska 38

Citas truncadas y alienación (segunda parte)

25 julio 2009
Citas truncadas y alienación (segunda parte)

«Entré a trabajar en la revista Novedades de Moscú, traducía, redactaba y corregía. A veces me tocaba supervisar las planchas en la tipografía. Siempre que me tocaba de nocturna Elena venía a esperarme. Aquel día, nos habíamos dado cita, me esperaría en el mismo banco a la salida de mi trabajo. Pero por la tarde agentes de la KGB vinieron a buscarme y, luego de largas tramitaciones, me llevaron preso. Nunca más la volví a ver, ni a saber de ella. No sé si Elena supo algo de mí, si se atrevió a ir a mi trabajo para preguntar. No sé. También eso pasó en un frío otoño».

Esto lo conté en noviembre del año pasado. Otra parte del mismo episodio lo he contado en octubre de ese mismo año; he puesto los enlaces hacia estos relatos, hay otros, pero éstos completan de alguna manera lo que he contado en la primera parte.

Aquella Conferencia Internacional de Partidos Comunistas fue la última. Ya no hubo más, los “eurocomunistas” anunciaron que no acudirían más a ese tipo de reuniones. Denunciaban su inutilidad y sobre todo que de ellas no resultaba nada concreto que pudiera coordinar la acción de los comunistas en el mundo. Cada situación nacional era distinta y esos documentos eran tan generales y tan abstractos que servían sobre todo a contar a los que estaban de acuerdo con el centro. Fue entonces que se puso por primera vez en duda la legitimidad del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) de ser el centro de todo el Movimiento Comunista Internacional. Se trataba pues en esas reuniones de reafirmar la hegemonía de Moscú en el pensamiento comunista y sobre todo el sometimiento del resto de partidos a las posiciones soviéticas en las relaciones internacionales. Les recuerdo que uno de los temas de discusión entre los partidos comunistas en los años sesenta era la posibilidad de una transición hacia el socialismo por la vía pacifica o electoral. Pero esta discusión no era simplemente teórica, tenía implicaciones concretas. Recuerden el llamado del Che de crear decenas, cientos de Vietnan para cavar la tumba del imperialismo. Se trataba de abrir o no nuevos frentes. Por otro lado existían países, partidos comunistas que juzgaban que en sus condiciones concretas era imposible una revolución violenta y recuerde que ya en Chile empezaba a perfilarse el triunfo de la Unidad Popular que llevaría a Salvador Allende a la presidencia. El caso del PCS era particular, decía prepararse para la lucha armada y profesaba la imposibilidad de la lucha armada. Esta posición perduró hasta finales de los setenta. Pero no me voy a extender sobre esto, ya en otros artículos he hablado de ello.

En esto había un gato encerrado. Era necesario encontrar un argumento teórico que justificara las posiciones de entonces del gobierno soviético. La URSS buscaba un respiro en la carrera armamentista, por eso proponían llevar adelante la coexistencia pacífica, trataban de dejar en el pasado las relaciones internacionales que se impusieron en la “guerra fría” y aceptaban un statu quo internacional. Algún respiro tuvieron durante algunos años, pero todos sabemos que la “guerra fría” volvió a dominar las relaciones entre los dos bloques. Fue en esos años que el Movimiento por la Paz cobró gran impulso, las campañas para obtener el desarmamento internacional, sobre todo el nuclear, se volvieron prioridad de casi todos los partidos comunistas. Algunos volvieron este objetivo como el primero que había que alcanzarse, dejando de lado los problemas sociales al interior de sus países. Es por eso, que muchos años después cayó como una guacalada de agua fría la afirmación de Gorbachov que Moscú ya no seguiría siendo el centro del Movimiento Comunista Internacional y que cada partido tenía que pensar con su propia cabeza. Esto para muchos les fue imposible y desaparecieron. Otros sobreviven apenas.

Esto que cuento aquí también es parte de nuestra historia, tuvo repercusiones internas. Pero como he dicho arriba no voy a entrar en detalles, tal vez sea conveniente volver en su momento, pues esto también pesó en la conducción de la guerra y de las negociaciones. Muchas divergencias internas en el FMLN, sus divisiones, sus disidencias, sus rupturas tienen largas raíces que llegan a las discusiones de aquellos, ahora tan remotos años.

En la Universidad de la Amistad de los Pueblos “Patricio Lumumba” se discutió mucho sobre todos estos temas, hubo muchas reuniones, lecturas públicas de los documentos, de las cartas abiertas de los secretarios generales de los partidos “hermanos”, etc. Ya señalé que me encontraba en un no man’s land ideológico. Pero sobre esto me voy a explicar un poco aquí. No voy a hacer alardes de preclara lucidez, no tenía en realidad los instrumentos necesarios para construirme una posición propia con sólidos fundamentos teóricos. Esas discusiones eran apasionadas, se pronunciaban rápida mente anatemas, se ponían etiquetas, se pronunciaban acusaciones de traición, de duplicidad, etc. Las discusiones eran apasionadas; lo he dicho, es natural que siendo una persona que se deja llevar con bastante facilidad por sus pasiones, participara a mi vez con apasionamiento, tal vez desmedido. Como todos también asestaba mis golpes con citas de los clásicos, picaba en textos lo que apoyaba mis sentimientos, pero sobre todo mis intuiciones.

Mis sentimientos eran que no era necesario plegarse a las posiciones soviéticas, tenía enfrente su realidad, pero sobre todo conocía perfectamente el uso y abuso que hacían de las citas los teóricos del PCUS. Se refugiaban en la autoridad indiscutida e indiscutible de V. I. Lenin. Un amigo, cuya memoria me sirvió de auxilio, se trata del Carlos Fallas, el hijo del escritor tico, del autor de Mamita Yunai. Fallitas, como le llamábamos, estaba dotado de una memoria visual y retentiva sin par. Una vez que leíamos entre nosotros un texto del Comité Central del PCUS, Fallitas se exclamó:

—El punto no va ahí. La frase sigue, sigue, no es así.

Es evidente que nos sorprendió, de primeras no entendimos que quería decirnos. Nunca pensamos que en una discusión de ese tipo, entre partidos políticos que pertenecían al mismo campo, que en teoría compartían los objetivos de liberación de la humanidad, se podía hacer semejantes chanchullos: truncar los textos a su antojo. Fuimos pues a buscar el tomo a la biblioteca y corroboramos que Fallitas tenía razón. Pero no sólo eso. La continuación del texto de Lenin era mucho más matizado de lo que la cita dejaba entrever, sus opciones eran muy abiertas. Me entró una desconfianza absoluta. Era algo muy indignante, hasta ese momento seguía la discusión tratando de acercarme a la verdad, de poder llegar a una posición justa. Es cierto que tenía mis prevenciones contra las posturas hegemónicas de los soviéticos y de todos modos ya había tenido oportunidad anteriormente, durante los cursos de economía política, de darme cuenta de que la teoría podía servir de alfombrilla ideológica para justificar la política a secas. Esta experiencia me instruyó mucho. Tanto que a pesar de que tuve con Salvador Cayetano Carpio muchos puntos en común sobre como se debía llevar a cabo la guerra, sobre muchos puntos de análisis de la situación nacional e internacional, nunca pude aceptar su ridículos términos con el sufijo ‘oide’: fascistoide, capitalistoide, etc. Les faltaba consistencia teórica, ya para entonces sí puedo afirmar que había adquirido ciertos intrumentos propios de pensamiento autónomo. Me irritaba por los mismos motivos el uso exagerado de la expresión “salto cualitativo”. Hablo ya, aquí; de finales de los setenta, principios de los ochenta. También muchas de sus posturas me parecieron que se regían en acendrados complejos provenientes del culto a su personalidad que le prodigaba su próximo entorno y en su organización de modo general. Le tuve a Carpio mucho respeto, pero él mismo me enseñó que nadie puede erigirse sobre los otros, bajo ningún pretexto. Al mismo tiempo sostengo que no se puede tolerar el ocultamiento de su persona en la historia de nuestro país. El papel que jugó en nuestra historia ha sido demasiado importante para conformarnos con simples diatribas estalinistas.

En todo caso, cada vez me iba dando cuenta de que la sociedad en la que vivía adolecía de muchas deficiencias, que eran demasiado profundas las hendiduras entre el discurso y la práctica, las separaciones sociales cobraban la misma forma que en la sociedad capitalista, abundaban los privilegios, las clases trabajadoras seguían siendo oprimidas, cargando con el peso para mantener el parasitismo de los dirigentes.

Hago aquí un paréntesis. No recuerdo muy bien en qué año ocurrió esto, probablemente en el 66. Una vecina y amiga de infancia de mi mujer, Olga Naravchatova, poeta e hija del poeta Noravchatov, que heredó el puesto de Secretario de la Unión de Escritores Rusos (o Moscovitas, no recuerdo), nos invitó a pasar el otoño en la datcha recién adquirida por su padre. Ese puesto Naravchatov lo obtuvo, según se dijo en cuchicheos, porque durante los años de Jruchov no se metió en nada, anduvo siempre con sus tragos. Luego dejó el trago y se encontró encaramado en el trono de Secretario de la Unión de Escritores. Según esa función le tocaba una datcha, él no la exigía y le dieron una recién desocupada, que se atrevió a pedir por insistencia de su hija, alentada por nosotros, un grupo de amigos del centro de Moscú. La datcha tenía alrededor un terreno vacío, pero crecían allí suficientes hongos para amenizar un poco las cenas en la terraza. Crecía también una decena de abedules, unos matorrales separaban la datcha del camino. Justamente desde la terraza se podía ver el contraste entre la datcha de Noravchatov y la que quedaba enfrente. El dueño era el redactor en jefe de la revista literaria “Octubre” o “Moskva”, tampoco recuerdo. Este señor había recibido varios títulos honoríficos, entre ellos había uno muy pomposamente nombrado “Escritor del pueblo de la Unión Soviética”. Su nombre se me ha escondido no sé en qué profunda neurona muerta. No importa. El caso es que la datcha era de dos pisos, se veía en el segundo una amplia sala de billar, al fondo del extenso terreno se adivinaba una piscina. La datcha estaba muy bien pintada y estaba cercada por altos muros de madera. Se entraba por un alto portal. Una vez que hojeaba un libro, tomando el té de la tarde, vi llegar una Chaika, era el Cadillac sovietico. Se detiene ante el portal, veo salir el chofer en un uniforme azul oscuro, con un kepis y botones dorados. Tocó el timbre y muy rápidamente la puerta se abrió. Una sirviente los esperaba. Ella también estaba vestida en uniforme. El chofer volvió a subir y condujo el carro hasta enfrente de la datcha. Bajó y contorneó la Chaika y abrió la puerta trasera y vi bajar un señor regordete, llamé a Olga Naravchatova y le pregunté que quién era el señor, me declinó todos los títulos. El lugar donde quedaba la datcha era muy conocido entonces, muy afamado, se llama Piridielkino. En ese lugar vivió Boris Pasternak, fue allí que la KGB arrestó al escritor Isaac Babel, para asesinarlo casi de inmediato, sin proceso, ni sentencia.

No creo que deba explicarles el abismo que separaba a mis vecinos con el escritor del pueblo. Es posible que a algunos esto no les parezca escandaloso y que tal vez me citen aquella famosa frase de “a cada quien según sus capacidades” y con eso piensen que lo han explicado todo. Hay magos de la explicación. En nuestros apartamentos comunales no había intimidad, la cocina era común para varias familias, teníamos también un solo retrete, no teníamos ducha, etc. Es cierto que los cuartos no costaban mucho, es decir casi nada, que se pagaba muy poco por la electricidad, el gas, el agua, el teléfono. Todo eso no llegaba al 5% de un salario de un obrero. La grieta entre los dirigentes y el pueblo se fue abriendo a ojos vistas.

Esto se reflejaba en el hablar de la gente, cuando hablaban de los dirigentes los moscovitas decían “ellos”, cuando hablaban del partido, decían “ellos”, cuando hablaban del gobierno, decían “ellos”. Y el borracho de Leonid Ilich Brezhnev se atrevió a lanzar la idea del “gobierno de todo el pueblo”. Hubo muchos artículos que pretendían teorizar sobre este concepto… Se trataba de una de las múltiples etapas del socialismo, tal vez una etapa superior, alta, altísima que se vino abajo y se derrumbó.

Lo vuelvo a repetir me hubiera gustado tener la capacidad de analizar la realidad que tenía enfrente, pero me faltaban los instrumentos teóricos para hacerlo. No me faltaron datos, ni experiencia vivida. Los datos los recolectaba minuciosamente en los diarios y revistas. La vida que llevaba era en medio de soviéticos, viviendo con ellos y como ellos. Tal vez no tanto como ellos, pues de alguna manera tuve ciertos privilegios como extranjero, muy pocos, pero los tuve. Pero si frente a la miseria moral no tenía los medios para explicarla, me repugnaba, me repugnaba la ostentosa hipocrecía del poder, me indignaba la miseria material de muchos, que tenían que asumir trabajos extras, en casas de vecinos, como servidores domésticos para tareas de limpieza y de lavado.

Hay un hombre aquí en Francia, que vivió en Moscú en la misma época, que fue corresponsal del cotidiano comunista, que tuvo acceso a mayor información, que tenía mejor preparación, que era mayor que yo. He discutido varias veces con él. Me hablaba de otro mundo y me explicaba, no me justificaba el descalabro, me justificaba con sofismas el mundo que se vino abajo. Este hombre en discusiones públicas, en las que participaba, siempre trató de privarme de la palabra. Cosa rara él tenía la reputación de ser un especialista de la URSS y de ser muy crítico. Es posible que lo haya sido, pero sus críticas no concernían la vida diaria, la vida de la gente. Porque en el fondo los soviéticos nunca se sintieron dueños del Estado soviético, nunca se sintieron dueños de las riquezas de su país. El más grande fracaso de la sociedad soviética fue precisamente ese, la enorme alienación que el poder le infligió a la población. De eso nunca lo oí hablar a este especialista de asuntos soviéticos.

Quería entender, por eso compraba los diarios y revistas, por eso las analizaba, por eso me pasaba archivando, recortando. Estudiar la sociedad soviética tan de cerca, leer la prensa que el partido publicaba, que los sindicatos publicaban, que el ejército publicaba, etc. se convirtió en fuente de sospecha para el KGB. Pero la mediación de Carpio fue efectiva. Como lo dije en la primera parte, dejaron de seguirme. De esto sirva de prueba que no me arrestaron en la Plaza Roja cuando acudí a manifestar contra la intervención de los ejércitos del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia. En realidad no hubo manifestación, fueron muy pocas las personas que pudieron llegar hasta la plaza, el resto fue arrestado antes. Esta intervención tal vez ha sido el primer gran acontecimiento político que tuve la intuición de anticipar, de prever.

Los tomos del Presidente Mao

Los tomos del Presidente Mao

Voy a continuar relatando algunos episodios de mi vida en Moscú. Voy a volver sobre un episodio bastante cómico y revelador de la atmósfera dogmática que reinaba en el movimiento comunista internacional en los años sesenta. A inicios de los años sesenta se discutía sobre la posibilidad del pasaje al socialismo por la vía pacífica. Estas discusiones dieron como resultado el sismo entre los comunistas. La mayoría de estudiantes latinoamericanos de la Universidad Lumumba se enfrascaron de lleno en esta controversia.

Las posiciones eran polares, unos acusaban a los otros de no querer admitir que la burguesía nunca iba a entregar el poder por las buenas, que la única manera de subvertir el orden burgués era la revolución y la instauración inmediata de la dictadura del proletariado. Los otros argüían que las transformaciones sociales no imponía de por sí la violencia, que en determinadas circunstancias la correlación de fuerzas permitía llegar al poder por la vía electoral, parlamentaria. Estoy resumiendo y el resumen resulta aquí bastante caricatural, no lo niego. Pues esta discusión conllevaba otras controversias de carácter teóricos, que no puedo resumir convenientemente, por ejemplo, se hablaba del Estado, del Estado burgués y del futuro Estado socialista… Y sobre todo se hablaba de la desaparición del Estado, como lo planteaban los fundadores del materialismo histórico. En todo caso, se discutía mucho y nos reuníamos en grupos afines para leer los distintos materiales. Estas reuniones no eran provocadas por la dirección de la Universidad, ni por el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética). Fue por esa época que realmente comencé a estudiar a los clásicos del marxismo y nuestras lecturas y discusiones eran realmente aplicadas y acuciosas.

Pero estos estudios, discusiones y controversias se redujeron muy rápidamente en meros alineamientos, en ciegas adhesiones por un bando o el otro. Así fue que uno debía ser pro-soviético o anti-soviético o pro-chino o anti-chino. Mi posición era realmente muy ambigua, quiero decir que realmente me parecía que la historia de El Salvador no permitía soñar ni siquiera con elecciones libres y democráticas. La única salida que se nos presentaba entonces era realmente la vía armada y abogábamos por el derecho a la insurrección. Pero al mismo tiempo era hasta cierto modo sensible por la posibilidad que en determinadas circunstancias fuera posible acceder al poder por la vía electoral. Admitía eso en países como Francia o Italia. Pero no creía que eso fuera posible en Chile. El Partido Comunista Chileno era el más ardiente partidario de la vía pacífica. Muchos le llamaban así a la vía electoral. Personalmente no estaba convencido de que en América el imperialismo permitiría pacíficamente pasar al socialismo. Para abrir la posibilidad del paso al socialismo en América Latina era necesario la destrucción de los principales pilares del Estado Burgués.

En todo caso no me definía como un pro-soviético, ni como un pro-chino. Aunque para ser franco tendía hacia las posiciones que defendían los cubanos, aunque nunca acepté la famosa teoría foquista, ni me pareció digno prestarle oídos al librito de Debray.

Dos republicanos españoles, que desempeñaban en la Universidad la función de “profesores-concierges” o “profesores-vigilantes”. Bueno sus funciones eran sin fronteras definidas. Estos dos españoles tomaron la iniciativa de “confiscar” todas las obras del presidente Mao Tse Tung. Para decir la verdad, no sé si fue por propia iniciativa o si lo hicieron por órdenes superiores.

Lo cierto es que un día nos reunieron a todos los estudiantes de Kabelnaya (facultades de derecho, economía, historia y filología) y nos anunciaron que pasarían por nuestros cuartos a recoger todos los libros maoistas. Este anuncio nos sumió en la estupefacción. Hasta ese momento no habíamos tenido ningún problema con las autoridades para expresar nuestras ideas, nuestros pensamientos. Ningún profesor o autoridad soviética había ejercido sobre nosotros ninguna presión o emitido alguna prohibición.

Algunos latinoamericanos nos reunimos después de ese anuncio y analizamos la situación. Unos cuantos centro-americanos decidimos que nosotros no íbamos a entregar ningún libro, que teníamos total derecho y obligación de enterarnos de todas las posiciones en lid. Pero a la hora de las horas, cuando llegó el momento de oponerse, lo hicimos solamente cinco personas: los ticos Soley, Burol y Fallas, el nica Turcios y un salvadoreño: yo. Y entramos en abierto conflicto con los españoles. Las autoridades académicas parecían ignorar todo de este episodio, por lo menos no se manifestaban. Pero los españoles nos convocaron ante el “profesor-vigilante-superior”, un tal Ivan Ivanovich. El trató de apaciguar los ánimos y dijo que la iniciativa de los dos camaradas españoles había ido demasiado lejos.

Tengo que decir que no creo que estos dos camaradas republicanos españoles hubiesen actuado por iniciativa propia. Ellos eran muy disciplinados y acataban en todo lo que el partido soviético les ordenara. No eran personas que tomaran iniciativas.

Fallas y yo exigíamos que los dos profesores devolvieran los libros a los otros estudiantes. Ivan Ivanovich nos dijo que eso no podía ser, que nosotros podíamos conservar los libros de Mao, pero que era imposible que se devolvieran los libros confiscados.

Pues ahora les paso a contar la parte jocosa de todo esto. Fallitas y yo no nos conformamos con la respuesta y decidimos llamar a la Embajada de la República Popular de China y pedirles ayuda para restituir los tomos a los estudiantes que lo quisieran. En realidad, la Embajada de China nos enviaba religiosamente todos los materiales que quisiéramos, libros y revistas. Pero desde algún tiempo el acceso a la Embajada se había vuelto casi imposible. Los chinos en Pekín habían aislado la Embajada de la Unión Soviética y las autoridades soviéticas sin llegar a los mismos excesos, habían limitado el acceso a la Embajada china.

Llamamos a la Embajada y les contamos lo ocurrido con los tomos de Mao. Le dijimos al empleado que nos atendió que íbamos a entrar a la Embajada y que nos preparara cuatro cajas con las Obras Escogidas de Mao en castellano. Le dimos nosotros mismos la fecha y la hora de nuestra llegada. Pero una cosa era ponernos de acuerdo con los chinos y otra cosa era concertar una cita con Fallitas. El caso es que el día dicho y a la hora dicha no aparecimos por la Embajada china.

Fallitas volvió a aparecer por la facultad y al verlo pues le dije que fuéramos a la Embajada inmediatamente. Pero resulta que Fallas había ido a la Embajada el día convenido y vio todo el dispositivo de vigilancia instalado por los soviéticos. Teníamos pues que tomar nuestras precauciones. Nos pusimos pues a complotar. Hablamos de disfrazarnos, planificamos sobre todo nuestro regreso a la residencia estudiantil.

A la hora de las horas, pues no nos difrazamos y no nos costó ningún esfuerzo entrar a la Embajada, ningún agente de la Milicia, ni del KGB se nos interpuso. Adentro de la Embajada nadie nos esperaba, ni nos había esperado. Tuvimos que explicar de nuevo toda la historia. Nos preguntaron por el nombre del primer funcionario que nos atendió por teléfono. Pues en realidad nunca lo supimos, ni siquiera qué cargo desempeñaba.

Vimos cómo una señorita se ajetreaba preparando las cajas con los tomos de las Obras Escogidas del Presidente Mao. Una vez que terminó, se acercó y en un español casi sin acento nos dijo que nos haría salir por una puerta trasera. Nos dio dinero para el taxi.

Al salir en efecto nos esperaba un taxi que había llamado la Embajada. El taxista nos preguntó hacia dónde íbamos. Muy conspirativamente le indiqué una estación del metro que conocía muy bien. Supuse dos cosas, la primera que el taxista pudiera ser un oreja o fácilmente localizable por las autoridades. Lo mejor era despistar. También pensé que nos podían seguir en algún auto. Le expliqué a Fallitas mis temores. Se puso nervioso y comenzó a ver carros que nos perseguían por todos lados. Cuando bajamos del taxi, en efecto, se paró un coche y uno de los ocupantes bajó y nos observaba. Entramos al metro por la puerta principal, pero no entramos a los andenes del metro, conocía un túnel que conducía a otra salida y que desembocaba en una parada de tranvías.

Resulta que los que nos perseguían salieron del metro ya cuando íbamos en el tranvía. No sé si se dieron cuenta de donde estábamos, los perdimos de vista. En todo caso, cuando nos subimos al tranvía no vimos qué número era y nos llevó a un barrio que no conocíamos. Nos perdimos. Fue ahí que nos dimos cuenta que ya nadie nos seguía.

De regreso a la residencia, le contamos lo ocurrido a Turcios que nos dio una regañada en serio. Nos dijo de todo. Nos explicó que no era en Moscú donde debíamos arriesgarnos. El volvió a Nicaragua a fundar el FSLN. Sí, se trata de Oscar Turcios, el “Ronco”.

Al día siguiente fuimos de cuarto en cuarto a repartir los tomos a los que estaban dispuestos a pensar por sus propias cabezas. Para mí se trataba de eso. Todo el mundo tiene derecho de hacerse de su propia opinión.

Erenburg, una huelga y la BBC

Erenburg, una huelga y la BBC

Cuando me he puesto a contar algunas cosas que me ocurrieron en Moscú, me he dejado guiar exclusivamente por el recuerdo que guardo sin cotejar con notas (que no tengo), ni con calendarios, ni diarios de la época. Porque la cosas que he contado me pertenecen totalmente y se trata realmente de mis recuerdos. Pero ahora caminando por París en largo paseo a pie quién sabe por qué razones una imagen me volvía recurrente. Quizás se deba a que hoy un viento bastante fresco barría las callejuelas del Barrio Latino. La imagen tiene que ver con un personaje muy peculiar, muy aparte de la vida moscovita de la época soviética, hablo de Ilia Erenburg.

Durante el verano de 1967 estuve veraneando en un koljoz de la República Soviética de Moldavia. En las mañanas íbamos en grupos de estudiantes a ayudar a cosechar en las huertas de cerezas, una cereza muy gustosa que era usada casi exclusivamente para la fabricación de un licor y el resto para la exportación. En las tardes nos dedicábamos a otras cosas, a muy pocas cosas, bañarnos en el río Dniester que baja acorrentado de los Carpatos, leer un poco, jugar al ping-pong y al futbol. En las noches íbamos a las animaciones que se organizaban para nosotros, exclusivamente bailes.

Si hacen un somero cálculo (1917-1967) se darán cuenta que se trata de un aniversario redondo, muy redondo de la Revolución de Octubre. Todo el año se celebraron los cincuenta años del poder soviético. Les avanzo esto para que lo tengan en cuenta en la continuación de este mi relato.

Nosotros los estudiantes de la Universidad Lumumba vivíamos en dos grandes edificios y a algunos nos tocaba dormir en unas champas aparte, pero con mayor autonomía. Eramos los casados. En realidad, yo no estaba aún casado de manera oficial. Sobre esto les contaré en otra ocasión. Vivía rejuntado con la madre de mis dos primeras hijas. Lo que quiero señalar con este detalle es que nosotros habitábamos lejos de las casas de los koljozianos. Los veíamos apenas unos cuantos minutos antes de empezar a cortar las cerezas. Nosotros íbamos a terminar de cortar lo que había quedado de la primera pasada. Nos supervisaban dos o tres “jefes de brigada”. Esto de vivir separados de los koljozianos y también lejos de la ciudad, les cayó como anillo al dedo a las autoridades locales como universitarias. Ahora les explico por qué.

Recuerden que ese año tuvo lugar la guerra de los Seis Días, la famosa guerra preventiva y de agresión de Israel contra Siria, Jordania y Egipto. Guerra de sorpresa y con uso desproporcionado de la aviación y de la artillería. Pero esto es nada más para que entiendan lo ocurrido que les voy a relatar.

Como les he dicho “trabajábamos” solamente por las mañanas, empezábamos más o menos temprano, nos llevaban a los huertos en autobuses de modelo bastante viejo y algunos preferíamos viajar en la cama de un camión. Le dábamos mucho aire al galillo cantando rancheras mexicanas o cuecas chilenas. A los dos días nos dimos cuenta que ningún árabe venía a trabajar con nosotros. Detalle: en la organización de la residencia había un “soviet” con representantes de las distintas comunidades, los latinoamericanos, los asiáticos, los africanos y los árabes. El representante de los africanos vino a buscarme. Mis compañeros latinos me había elegido para que los representara, cargo que acepté de muy mala gana. Sobre todo porque las cualidades que más se señalaron para nombrarme ninguna aludía a un rasgo intrínseco de mi personalidad, sino que a mi capacidad a hacer relajos y organizar fiestas y borracheras… Bueno, como les decía el representante de los africanos vino a buscarme y me preguntó cuál era mi opinión sobre la ausencia de los árabes en las huertas. En realidad, a todos nos había extrañado, pues los responsables teníamos que responder sobre la ausencia de los estudiantes durante el trabajo. Le respondí que ignoraba las razones. El africano me afirmó que se había entrevistado con el representante de los árabes. Este le había dicho que los árabes no iban a trabajar pues estaban de duelo por la guerra sionista contra la nación árabe. Cuando oí semejante tontería, pensé primero que se trataba de un invento del africano. No obstante él me insistió y me dijo que si no le creía que le preguntara al hindú que representaba a los asiáticos. Este lo había acompañado. Fuimos pues a verlo. El hindú me confirmó los decires del africano. Los asiáticos era muy pocos, máximo siete. El grueso del contingente estudiantil éramos los latinos y los africanos. Pero los árabes sumaban un buen número. Les propuse a los dos otros representantes que fuéramos a hablar de nuevo con el representante árabe. Durante estos ires y venires de uno al otro representante le preguntábamos a los estudiantes que encontrábamos su opinión sobre la ausencia de los estudiantes árabes en las huertas, varios nos afirmaron que los estudiantes árabes se burlaban de todos nosotros, que éramos majes y que ellos estaban de duelo y gozaban de las vacaciones sin trabajar. El representante árabe me mantuvo las mismas razones. Me pareció increíble. Así que de inmediato propuse que fuéramos a ver al responsable de todo el campamento estudiantil, un profesor de la Universidad.

Le expusimos que no comprendíamos la ausencia de los estudiantes árabes en las faenas matinales, que además de su ausencia, provocaban con burlas al resto de los estudiantes y que lo mejor sería que él interviniera para que al día siguiente no faltara ningún estudiante, tal cual era fijado por el reglamento. El profesor no ignoraba la ausencia de los estudiantes árabes en las tareas de todo el campamento. Pues a medida que hablábamos con el resto de estudiantes nos fuimos dando cuenta que los estudiantes árabes no participaban en las tareas comunes de mantenimiento del campamento. Nos respondió que hablaría con ellos pero que no nos prometía nada.

Al día siguiente volvimos a constatar la ausencia de los árabes. De regreso y ya luego de almorzar, me reuní con el representante africano. Y le propuse que volviéramos a hablar con el profesor. Durante toda la mañana los latinos me dijeron su disgusto. El profesor nos afirmó que había hablado con los árabes que le expusieron que ellos no iban al trabajo, porque durante las mañanas escuchaban la radio para informarse de la situación en sus países en guerra. Esto me pareció una toma de pelo. Pues para informarse no era necesario oír la radio por las mañanas, lo podían hacer por la tarde o por la noche. Sobre todo la noche que era cuando se sincronizaba mejor las ondas cortas. Le dije al profesor que no aceptábamos esas razones y que si al día siguiente no había arreglado el problema pues que se esperara de nuestra parte a una respuesta colectiva.

Al salir le propuse a los otros delegados que reunieran a su comunidad respectiva. Le dije al africano que nosotros los latinos nos iríamos de huelga si los estudiantes árabes no venían a trabajar al día siguiente. Esto era adelantarme demasiado. No había pulsado la opinión de mis amigos latinos e ignoraba hasta dónde iban a seguirme si les proponía algo que iba a sonar a extravagancia, una huelga de estudiantes lumumberos en un koljos soviético, en el año del cincuentenario de la Revolución de Octubre. Esta idea se me cruzó en el instante mismo que le dije eso al africano.

Reuní pues a los latinos, todos vinieron. Les informé de mis conversaciones con los otros representantes y con el profesor que dirigía el campamento. Les conté las razones expuestas por los estudiante árabes. Todos se indignaron. Y les relaté: “Le he dicho al profesor Danilof, que si los árabes no aparecen mañana, pues que le daríamos una respuesta colectiva. Les propongo que discutamos la modalidad, pero quiero advertirles que los africanos, ellos han dicho que se irán de huelga. Pienso que nosotros no podemos quedarnos atrás”. La respuesta fue unánime, ¡pues nosotros también nos vamos de huelga!

Fue así como sin quererlo me vi organizando una huelga estudiantil, por una razón insignificante, pues que vinieran o no los estudiantes árabes no cambiaba en nada nuestras tareas. Aunque sí cambiaba mucho en la cuestión de la igualdad y al respeto común del reglamento. Además siempre pensé que el profesor iba a hacer la cacha por convencer a los árabes de ir a los trabajos matinales.

Pues resultó que los estudiantes árabes no quisieron ceder. Nunca esperé eso. Frente a todos los estudiantes que estaban reunidos delante de los vehículos esperando a que los representantes tomáramos la palabra, no sabía qué decisión era la mejor. Estuve a punto de proponer que fuéramos ese día a trabajar, que le diéramos a Danilof un día más para convencer a los estudiantes árabes. En el momento en que iba a proponerle esa solución a los otros representantes, llegó el profesor Danilof, se subió a la plataforma de un camión y dijo que no iba a tolerar de nuestra parte ninguna protesta y que lo mejor era que subiéramos inmediatamente a los buses y camiones. No sé de dónde me vino el coraje, ni tampoco la idea, no obstante de un brinco y en un santiamén estaba al lado del profesor y me puse a arengar en ruso a todos. No recuerdo exactamente que dije, supongo que hablé que era insoportable que el profesor nos viniera a amenazar a nosotros y que no hiciera nada por restablecer la equidad entre todos los estudiantes y de seguro declaré empezada la huelga hasta que los estudiantes árabes vinieran todos a trabajar parejo con el resto de estudiantes. Nadie subió a los vehículos. Fue ese el primer día de huelga. El profesor convocó a una reunión de delegados. Asistimos a esa reunión, pero no podíamos cambiar nuestra posición sin consultar a todos. Pero el profesor simplemente nos reunió para amenazarnos. Le dijimos que no íbamos a trabajar sin la presencia de los estudiantes árabes. La reunión no duró mucho.

El resto de la mañana de ese día me la pasé jugando al ajedrez con un amigo chileno. Y la tarde estuve jugando al ping-pong. Más tarde fui a la cancha de fut para entrenarnos para un partido amistoso con un equipo de Kishiniov, un equipo de segunda división de la Unión Soviética. Si les cuento estos detalles de mi presencia en el campamento y delante de muchísimos testigos, es pues que me inocentaban de algo que iba a darle una importancia fuera de lo común a esa huelga declarada casi por chiste… Resulta que en el noticiero internacional nocturno de la BBC de Londres, informaron que estudiantes de la Universidad de la Amistad de los Pueblos se habían declarado en huelga en un koljoz de Moldavia por razones relacionadas con la guerra en el Cercano Oriente. ¿Cómo lo supieron los ingleses? ¿Quién fue el soplón? Nunca se supo. Pero la única manera de poder contactar con un corresponsal de la BBC era salir del campamento. Pues los únicos teléfonos estaban en las oficinas, la cabina más cercana estaba a las afueras del koljoz o en la ciudad (digo simplemente ciudad, pues no recuerdo el nombre ni del koljoz, ni del pueblo aledaño.

Temprano en la mañana, el profesor vino a sacarnos de la cama a los cuatro representantes. Quería un arreglo inmediato, pero sobre todo quería que nosotros delatáramos a la persona que había informado de nuestra protesta —nos explicó que lo nuestro era una protesta y que de ninguna manera se trataba de una huelga, la palabra huelga, al parecer, le sonaba demasiado fuerte— a la prensa burguesa. El profesor ya había hecho sus propias averiguaciones. De los cuatro representantes el único que no había salido del campamento era yo. Todos me había visto con el chileno jugando al ajedrez y luego al ping-pong y al futbol. Eso me inocentaba.

Pero la huelga siguió también ese día. Pues el profesor se enfrascó en un falso compromiso, que primero retomáramos las faenas y luego él se comprometía a convencer a los estudiantes árabes que acudieran al trabajo la semana siguiente. Nosotros nos mantuvimos firmes, retomamos el trabajo todos juntos, todos los estudiantes.

No puedo imaginarme cómo las autoridades moldavas reaccionaron a la información que de seguro les llegó de Londres pasando por alguna oficina moscovita. Ignoro también que importancia le dieron el primer día a la información de la BBC. Pero esa noche la radio inglesa anunció que la huelga estudiantil en un koljoz moldavo iba ya en su segundo día. El profesor Danilof había desaparecido. Supimos que había ido a Kishiniov. Los estudiantes soviéticos de la Universidad habían recibido la consigna de convencernos de volver a las huertas. Pero ningún estudiante latino o africano aceptó ceder a las presiones. Eso iba durando. Y la radio de Londres iba contando los días. En realidad nunca oí ni un solo de esos noticieros, así que me he enterado por lo que los otros estudiantes me contaron entonces. Lo único que puedo decirles es que al cabo de unos días tuvimos que amenazar para que el conflicto terminara que tampoco íbamos a jugar con el equipo de Kishiniov. El partido estaba anunciado en carteles muy vistosos: “Encuentro Internacional”.

En Moscú las autoridades universitarias le habían dado importancia a nuestro movimiento y en tres o cuatro días buscaron a un vice-rector, hicieron que dejara su familia o que volviera de no sé dónde, en cualquier caso justo a la semana llegó a nuestro campamento. Durante esa semana el profesor Danilof había tratado de vencer la resistencia de algunos de nosotros y los había convocado individualmente a su oficina. No le dio resultado. Nosotros nos reuníamos en asambleas y las revindicaciones fueron apareciendo: instalaciones sucias, baños y duchas defectuosas, ausencia en algunas de agua caliente (los calentadores estaban arruinados), algunos vidrios rotos en las ventanas, etc. O sea que cuando el vice-rector nos reunió para que le informáramos de todo el asunto, teníamos una lista bastante larga de problemas que había que arreglar. En todo caso cuando le contamos nuestras primeras reuniones con Danilof y las negativas de los estudiantes árabes de acudir a las tareas de todos, entró en una santa cólera, se puso colorado como un tomate, le lanzó con su mirada a Danilof un poderoso dardo que lo dejó mudo y hasta algo paralizado. Luego se calmó y muy sonriente nos preguntó que cuáles eran todas nuestros pedidos. Le enumeramos todo. El anotó y al cabo nos dijo que se iba a reunir luego con nosotros para establecer las urgencias. Luego se le dirigió al representante de los estudiantes árabes y le dijo que convocara a los estudiantes árabes. Pero fue delante de nosotros todos que el vice-rector le aclaró al delegado árabe, que sin falta todos tenían que volver al trabajo al día siguiente. El que quisiera seguir oyendo la radio por las mañanas que se volviera a Moscú, pero que no toleraría más en el koljoz a ningún bribón. El vice-rector se quedó hasta el fin de las vacaciones, vino luego su familia que se encontraba hasta entonces pasando las vacaciones en Italia… Con lo difícil que se había puesto conseguir el permiso de salir del país para los soviéticos, incluso para los cuadros del rango del vice-rector. ¿Pero qué tiene que ver esto con Ilia Erhenbourg? En realidad nada. Sólo que al volver de vacaciones, pues regresamos el 30 de agosto, al día siguiente falleció este escritor y periodista soviético de renombre. Era un hombre muy querido por los moscovitas, era un “frontovik”, era como se les llamaba a los que había estado en el frente durante la Gran Guerra Patria (la Segunda Guerra Mundial), estuvo como corresponsal de guerra. Otros escribían desde Moscú; como Grossman, Erenburg fue testigo directo.

Todos recordaban y los moscovitas solían contar la anécdota de la primera exposición de pintura surrealista, dedicada a la obra del gran pintor español Pablo Picasso. El pintor y el escritor se conocieron en París antes de la guerra. Y colaboraron durante la Guerra Civil española. La anécdota es la siguiente: no se sabe por qué motivos la exposición tardaba en abrir sus puertas, miles de moscovitas se había agolpado y esperaban desde temprano la apertura del museo Pushkin. La gente se impacientaba. Algunos empezaban a protestar y a chiflar. Fue entonces que Ilia Erenburg subió a una estrada improvisada y se dirigió a los presentes: “Camaradas, ¿cuántos años hemos esperado que se realice esta exposición? Cuarenta, treinta años, pues podemos prolongar la espera unos cuantos minutos más”. Según cuentan hubo nutridos aplausos.

Pues la imagen a la que me refirí arriba y que de manera recurrente me volvía hoy, es la siguiente. La noticia de la muerte de Ereburg recorrió y estremeció Moscú como un rayo. La noticia no llegó desde el extranjero, ni por la BCC, ni por la Voz de las Américas, ni por ninguna otra radio, ni por Radio Moscú. Fue de boca en boca, por llamadas telefónicas. El entierro iba a ser al día siguiente en el cementerio Novodievichi. Nadie dio hora exacta. Cuando llegué a uno de los puntos en donde se suponía que iba a pasar el féretro, me topé con una multitud. El pueblo moscovita se había volcado a las calles a despedir a su gran hombre, a su escritor comprometido. Había mucho fervor, vi lágrimas en muchos rostros. La emoción fue intensa.

Aclaro que Danilof es un nombre prestado…

“Su señora madre…”

“Su señora madre…”

Por Carlos Abrego

Cuando los dirigentes del Partido llegaban a Moscú, no siempre nos enterábamos todos los “lumumberos” (así nos llamábamos los estudiantes de la Universidad de la Amistad de los Pueblos Patricio Lumumba). Este secretismo era una de las características del partido de entonces. En algunas organizaciones prevalece aún. Esa actitud les servía tanto a los dirigentes como a sus allegados. Es uno de los mecanismos de dominación interna, pues la información no compartida le confiere al que la maneja un distintivo, un “saber” superior al militante de base. En algunas ocasiones este “saber” es francamente ínfimo e insignificante. Se manifiesta a veces en miradas sobreentendidas que se cruzan dos personas delante del militante que con humildad debe someterse a esa “ignorancia”. Esas miradas son muy locuaces y a veces dan lugar a malentendidos y quid pro quo muy cómicos.

De cualquier modo, en Moscú, algunos de mis compañeros eran francamente adictos al secretismo. Y una de las víctimas de ese egoísmo fui yo. Lo digo así porque algunas veces vino un viejo camarada santaneco con el que me encantaba hablar y vino varias veces y me enteraba siempre ya muy tarde. Una vez Virgilio Guerra —se trata de él— se enfadó con el camarada que servía de enlace, entre los dirigentes visitantes y nosotros, pues tenía algo muy importante que contarme. Tuvo que dirigirse directamente al empleado del Comité Central del PCUS que los atendía para localizarme. Fue así que supe que Salvador Cayetano Carpio se daba a enterder muy bien en ruso. Pues Virgilio no hablaba más que en santaneco. Yo no estaba en casa y dejaron un recado y el número de teléfono al que tenía que llamar para poder verlos. Podía llamar a cualquier hora, incluso bien de noche, que allí estarían esperándome. Ignoro si fue por precaución o por descuido, pero sólo habían dejado el número, sin decir quién había llamado. Quién sabe por qué tuve la intuición que se trataba de camaradas dirigentes del partido.

El número daba directamente a la pieza del hotel que ocupaba Cayetano Carpio y sin preguntarme quién era, ni darme muchas explicaciones, me dijo:

—¿En cuánto tiempo puede estar en el 32 de *anskaya ulitsa?

Vivía en el centro de Moscú, en Luchnikov piriulok, a unos dos pasos del Comité Central del PCUS y a medio paso del famoso Comité de la Seguridad del Estado (KGB). Para llegar al metro Djerdjinski necesitaba unos cuantos minutos, calculé que tardaría apenas unos veinte minutos, pues tenía que hacer un transbordo. Me acabo de enterar que le han cambiado el nombre a esa estación. Ahora esa estación de metro se llama Liublianka. De todas maneras era como le habían llamado siempre al enorme edificio central del KGB. Era el nombre de la callecita de atrás por donde entraban por una angosta puerta los “convocados” para interrogatorios en todas la épocas, desde Stalín hasta Brezhnev. Luego ya no sé por donde entraban…

Cuando llegué reconocí a Virgilio. Nos abrazamos con mucho regocijo. Me esperaban afuera del hotel, a unos cuantos metros de la entrada. Le tendí la mano a Carpio, con él no tenía la misma confianza. Pero el apretón fue bastante efusivo. Hubo un instante de hesitación. Virgilio se dirigió hacia el hotel y Carpio hacia la esquina de la calle. Me quedé mirándolos alejarse cada uno por su lado. Luego casi como si estuvieran sincronizados se voltearon se dieron cuenta de lo cómico de la situación y también casi al mismo tiempo ambos pronunciaron:

—¡Achís, vos! ¿Para adónde vas?

Ambos se acercaron de nuevo a mí y Carpio me preguntó si había a esa hora algún lugar adonde se podía ir a beber alguna gaseosa. A esa hora ya no había, eran como las diez de la noche. Por mi lado tenía mis entradas a dos o tres restaurantes cerca de mi barrio, en donde me dejaban entrar con invitados hasta eso de la medianoche, pero quedaban en mi vecindad y era mostrarles a mis dos camaradas dirigentes que de alguna manera no respetaba la ley del Estado Soviético y que hacía “pecar” a camaradas moscovitas. Se trataba simplemente de meras coincidencias de visitas repetidas y amistades surgidas por mutua simpatía. Aunque les cuento que una de esas amistades surgió en una oportunidad muy especial. Resulta que en los comedores y restaurantes existía un “cuaderno de reclamaciones y recomendaciones” en el que los clientes podían escribir sus apreciaciones sobre la calidad del restaurante. Raras veces pasaban comisiones a revisar esos cuadernos.

Solía ir a un restaurante de la plaza Noguina (ahora he visto que se llama Kitai-grad) y el director supo que una de esas comisiones iba a visitarlo durante la tarde de ese día. Nunca había abierto el famoso cuaderno, pero ese día lo hizo… Se dio cuenta que sólo había reclamos y recomendaciones de mejoramiento y ni un solo elogio o agradecimiento por el servicio. Veo venir al director con el cuaderno. Me ve la cara de sorpresa. Resulta que cuando uno exigía el cuaderno, los mozos trataban de disuadirte de plasmar tu reclamación y que el director viniese con el cuaderno me sorprendió, era como ver un suicida que te pide que lo empujés al despeñadero. Resulta que con este director de restaurante me conocía ya de vista, nos habíamos cruzado en el vecindario y ambos íbamos al local del club “Biriesnik” de ajedrez, al mismo que pertenecía el entonces campeón del mundo, Boris Spasski. Era el único y primer extranjero que me había atrevido a entrar y asociarme. En cierta medida era una atracción. Cuando entré apenas si sabía mover las piezas sobre el tablero. Así que cuando me habló no me sorprendió que conociera mi nombre:

—¡Carlos! Me podés hacer un cachete— estoy traduciendo al salvadoreño lo que el me dijo en moscovita.

—¿De qué se trata?

Me explicó que necesitaba que pusiera un agradecimiento, un elogio, algo positivo en el cuaderno. Sólo hay reclamos y no sé que puede pasar si la comisión es severa, no sé. “Vos sabés cuál es mi situación”, me dijo. Yo no sabía nada. Mi cara interrogativa lo obligó a explicar: “tengo una familia que sostener, una mujer y dos hijos y uno no sabe que puede pasar”. Había una escala casi infinita de sanciones. La que el director se había imaginado era que lo dejaran sin trabajo y que lo obligaran a cambiar de profesión, lo que significaba una posibilidad de rodar cuesta abajo en su situación social. Sucedía este tipo de situación, para poder entrar a trabajar a un lugar era necesario postular al “servicio de contratación”. El “servicio” daba su opinión favorable o desfavorable, pero de todas maneras había una “anketa” (galicismo que significa investigación), que iba a la ahora plaza Lubianka que he mencionado arriba. Es decir para todo trabajo era necesario el visto bueno del KGB. Por lo general era automático, pero si por una casualidad, si por una de esas circunstancias insondables del aparato policial, no daban el visto bueno, comenzaba realmente un calvario para el ciudadano soviético. ¿Cómo lo sé? Mi primer esposa fue víctima de ese sistema. De nada le sirvió tener el diploma de profesora de francés, nunca pudo obtener un trabajo que correspondiera a su calificación. Su falta era antigua, un gran pecado. Databa de su infancia, de la escuela primaria. Una vez en un acto escolar le habían pedido que recitara un poema. Tuvo la mala suerte que la Comisión sueca del premio Nobel le adjudicara a un poeta y escritor ruso su famoso “Nobel de literatura”, se trata de Boris Pasternak. Todos saben el escándalo que se armó con esta distinción. Las autoridades soviéticas obligaron a Pasternak a rechazar el premio. Y fue en ese período, en el que aún los poemas de este gran poeta ruso se estudiaban en las escuelas, que todavía figuraban en los manuales escolares, que mi ex-esposa tuvo la perversa idea —¡a los diez años!— de recitar ante sus compañeritos de escuela un poema del abominable “traidor”. Por proposición de la maestra la expulsaron de la asociación infantil “Los pioneros”. A esta asociación pertenecían todos, repito, todos los niños soviéticos, excluirla significaba casi sacarla de su niñez. Fue lo que sucedió.

Bueno, tomé el famoso cuaderno sin dudar un instante, me puse a escribir un elogio del servicio del comedor que tal vez fue tomado en cuenta por la comisión. El caso es que en ese comedor podía venir cuando se me antojara y con quien se me antojara. Les confieso que no abusé.

Algunos tal vez se estén preguntando ¿qué tiene que ver esto con Carpio y con Virgilio? Pues mi viejo amigo (mi padrino de entrada al partido), una vez que ya habíamos subido al apartamento que ocupaba en ese hotel, me pidió que le diera mi apreciación de la sociedad soviética. Si subimos, pues no quise proponerles ir a ningún comedor o café de los que conocía y me conocían.

Mi respuesta fue franca, desembuché todo lo que tenía adentro. Lo que había observado en la fábrica de automóviles “Moskovich”, fallos en las cadenas de producción, la actitud de indolencia, desgano y desapego que tenían los obreros. Ni uno solo hablaba como si esa fábrica tuviera algo que ver con la propiedad colectiva de los medios de producción. Ellos venían a gastar sus fuerzas de trabajo y recibían su retribución por el tiempo trabajado. Estuve en esa fábrica dos veces. Hablé largo rato con los obreros y discutí con ellos sobre lo que había notado. Eran cuestiones de simple sentido común. Una cadena de montaje que inexplicablemente se alzaba por sobre una pared de casi cuatro metros de altura. Lo que alargaba desmesuradamente el tiempo de producción. Su respuesta no fue esquiva. Los que tenían que preocuparse de eso eran “ellos”. Este pronombre era pronunciado con particular entonación, cuando el moscovita se refería a la dirección de la fábrica, del gobierno o del partido. Con ese “ellos” marcaban una diferencia de intereses y de posiciones sociales. “Ellos” allá arriba y nosotros aquí abajo.

Les fui contando todo mis observaciones, claro les conté el caso de mi esposa, mis sospechas de que me perseguían, lo del libro de reclamaciones, bueno, les fui contando lo que había visto. Les conté de la joya industrial de la industria textil de Leningrado. Estuve allí durante un viaje que nos organizó La Casa de las Amistad de los Pueblos. Fui un activo participante del “Seminario Permanente sobre América Latina”, que tenía su sede en esa hermosa casa. Algunos miembros de este Seminario fuimos a un Encuentro Internacional de Juventudes. Detalle: mis camaradas salvadoreños no participaban a este Seminario y cuando algunos supieron que era miembro de la delegación, trataron de impedir mi viaje. ¿Cómo me enteré? Simplemente Nikolai Diko, presidente del Seminario era uno de mis mejores amigos moscovitas y nuestro trato era de confianza, de mucha confianza.

Pues en esa joya de la industria textil nos mostraron las instalaciones realmente muy modernas, de una increíble capacidad productiva, con colores muy atractivos, talleres espaciosos, máquinas que comenzaban a tener los primeros avances de la ergonomía. Realmente era una joya. Se producía allí no sé cuantos millones metros de tela para vestidos femeninos, nos dieron los detalles, todos los detalles, los pedidos que llegaban de todos lados de la Unión soviética e incluso de las hermanas repúblicas populares del campo socialista. No obstante me llamó la atención algo muy curioso. Habíamos entrado a varios talleres y había visto que el motivo de la tela era el mismo en todos. No me quedé con la pregunta y lo hice de manera un poco provocativa:

—¿Desde hace cuánto tiempo producen este motivo? ¿Producen otros en la fábrica, en los otros talleres?

La respuesta me dejó atónito. Por la seriedad y la convicción de nuestro guía:

—Desde hace tres años producimos el mismo motivo y tiene mucho éxito. Sí, todos los talleres producen el mismo, se trata de una decisión para racionalizar la producción.

—Pero de seguro a las mujeres les gustaría poder elegir entre varios modelos.

—En la Unión Soviética existen otras fábricas textiles.

No se me iba ir por la tangente. Mi reputación de “pequeño burgués” no lo obtuve por gusto. Así que le respondí también con harta convicción y muchísima seriedad:

—Pero en las tiendas de prendas femeninas no abundan los modelos, todo es muy monótono.

—Es cierto que debemos mejorar nuestra distribución en el mercado socialista.

No le iba a citar a Marx. Lo que determina y lo fundamental es la producción. Y este postulado no se refiere solo al capitalismo. Bueno, no se lo cité y seguimos nuestra visita.

Llegamos a una inmensa nave, con grandes ventanales y un grupo de veinte personas que se ajetreaban frente a sus planchas de diseño. En ese estudio producían los “futuros” diseños para la producción de telas. Allí también nos llovieron las cifras. Pero cuando les pregunté que ¿cuántos diseños de ese taller habían sido aplicados en la producción de la fábrica? Simplemente les clavé un puñal en el corazón. Debían de reconocer que su taller tenía la misma utilidad que la famosa isla de Laputa de la que nos habla Swift.

El jefe del taller esbozó una explicación que llamaré confusa, algo que tenía que ver comisiones y criterios estéticos: antes de aplicar un diseño a la producción, debía pasar por no sé cuantas Comisiones de Estética. La del barrio en la que estaba ubicada la fábrica, luego la de la ciudad y luego la de la región. Casi siempre habían recibido buenas apreciaciones de todas esas comisiones. Incluso casi todos sus diseños llegaban a la comisión nacional. Lo que pasaba era que había mucha competición, mucha emulación socialista, que varios de sus modelos eran retenidos, incluso algunos habían sido recomendados, pero que hasta ahora ninguno había recibido aplicación fuera de la fábrica y que el modelo que producía la ”joya de la industria textil soviética” tenía tal éxito que no era conveniente cambiarlo, pues les gustaba a las mujeres…

Hablé con Virgilio y Cayetano de todo esto durante varias horas. En realidad siempre le llamé a Carpio, “camarada Cayetano”. A Virgilio, siempre así, Virgilio, sin el camarada. Al contrario él siempre me decía “camarada Carlitos”. Para él nunca dejé de ser el mismo cipote que conoció en Santa Ana, el hijo de la “niña” Matildita. Pues la gran noticia que me traía era la siguiente:

—Camarada Carlitos, le tengo una excelente noticia, su señora madre ya es camarada.