El Salvador: luchas populares sin presencia de la izquierda. Alberto Castro. PSOCA. El Socialista Centroamericano. Diciembre de 2021

Recientemente volvió a producirse una marcha que, al igual que las del 15 de septiembre y 17 de octubre, tiene en común oposición hacia algunas de las políticas públicas del presidente de la República de El Salvador, Nayib
Armando Bukele, quien como podemos ver dispone del poder formal del Estado, quien además presume de tener el apoyo de la mayor parte de la población salvadoreña, tiene frente a un contrincante en gestación, al cual para
desvirtuar tanto su existencia como sus criticas ha recurrido cobardemente a situarlo junto a la incipiente oposición de las odiadas fuerzas políticas que aun hacen presencia en la Asamblea Legislativa quienes anteriormente fueran los
pilares del bipartidismo que anduvo a sus anchas durante tres décadas; los principales causantes del hartazgo popular que dio luz verde al Gobierno de Bukele al cual llaman dictadura sin hacerse responsables de su corresponsabilidad.

La marcha del 12 de Diciembre refleja continuidad

El domingo 12 de diciembre la concentración se realizó en el Parque
Cuscatlan desde allí partió rumbo a la Plaza Gerardo Barrios, lugar donde
se coloró la concentración final, pese a que al igual que en las marchas
anteriores, hubo intento de boicot por parte del Gobierno al retener unidades
de transporte mediante militares y policías, sin embargo aunque pudo reducir otra vez el conglomerado de personas, sin embargo no impidió que se produjera la marcha que dicho sea de paso es una acción popular directamente contra acciones dictatoriales de su Gobierno, ya que aunque si bien no es un cruel tirano, todavía, ya sentó bases para actuar sin medidas.

Durante la marcha esta vez se condenaron violaciones a los Derechos
Humanos, violación hacia Derechos Constitucionales, fallo del plan de
seguridad y represión contra la juventud de los sectores populares, la corrupción que a todas luces se muestra entre sus funcionarios, y se rechazó otra vez el fracaso del BITCOIN, sobre ello es necesario que se defina una postura clara que permita aglutinar para fortalecer al núcleo unificado, donde
se imponen reivindicaciones políticas un tanto contaminadas de patriotismo,
el problema acá es que aunque tengan fundamentos racionales, sin embargo
no es suficiente para luchar contra el autoritarismo, es necesario recoger
demandas populares que voces se sabe cuáles son, por ejemplo el alza de los
precios de la canasta básica, vivienda, salud, educación, etc, en concreto
repeler el remozamiento neoliberal que envuelve cada una de las acciones
públicas de este Gobierno.

El oportunismo del FMLN está presente

Es meritorio dar legitimidad de las marchas que hasta ahora han
acontecido a la acción popular, y rechazar rotundamente las burlas de
Bukele quien intenta pasar pagina atribuyéndole esta acción a la oposición
y al Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, con eso sus fanáticos
tienen los insumos para reproducir los ataques y atacar al segmento del pueblo
consiente que no compra mentiras, no obstante es necesario advertir que
FMLN quien ya no tiene ni la fuerza ni el protagonismo de antes, al contemplar este escenario intenta ponerse al frente lo cual es un peligro tan grande como la reacción misma, ya que le da credibilidad a las calumnias de Bukele y resta apoyo por parte de quienes detestan a ese partido que busca volver a ponerse la camisa de izquierda, si, después de remozar en dos periodos gubernamentales este sistema capitalista y al modelo neoliberal
en favor de sectores de la burguesía ascendente y en detrimento de la clase
trabajadora y pueblo salvadoreño, ahora derrotado y herido quiere vincularse a las acciones populares, esto debemos impedirlo.

Busquemos lazos de unidad

Si el FMLN está buscando cooptar el descontento social en desarrollo, se debe a la ausencia de la izquierda revolucionaria debidamente compenetrada, los resquicios de la sobrevivencia en tiempos donde la izquierda reformista en el FMLN tuvo el Ejecutivo nos aqueja, por lo que debemos dejar a un lado el sectarismo y despojarnos de los vicios oportunistas y procurar establecer unidad en lucha para afrontar esta nueva etapa donde tenemos una dictadura en pleno acomodamiento.

Asociación Cristiana de Jóvenes de El Salvador, ACJ realiza Encuentro Navideño 2021

SAN SALVADOR, 18 de diciembre de 2021 (SIEP). Diversas generaciones de la Asociación Cristiana de Jóvenes, ACJ,  se dieron cita este mediodía para celebrar el ya tradicional Encuentro Navideño, que realizan  desde su fundación, el 20 de noviembre de 1990.

Uno de los aspectos más emotivos consiste en la presencia de familias de la Comunidad Monseñor Romero del sur del cerro de Guazapa, quienes a través de estos más de treinta años, han constituido uno de los pilares más sólidos del trabajo organizativo de la institución.

Adela Pineda, presidente electa para el periodo 2021-2023 inauguró la celebración saludando la incorporación de nuevos integrantes a las filas acejotistas, así como los desafíos que como jóvenes tienen  para impulsar transformaciones en la sociedad salvadoreña.

Asimismo se rindió homenaje a la presencia en el evento de la pastora luterana popular Eufrasia Abrego, que con su vida  entera de dedicación y compromiso de fe cristiana en la lucha por la paz y la justicia,  constituye un valioso ejemplo para las nuevas generaciones  de la niñez y juventud salvadoreña.

Marxismo, eurocentrismo y colonialismo. Edgardo Lander

LOS SABERES MODERNOS  hegemónicos de Occidente han sido sometidos a una amplia crítica en las últimas décadas, denunciando su  carácter eurocéntrico y colonial (Lander, 2000). ¿Hasta qué punto estas  críticas son igualmente válidas para una perspectiva teórica y política  que ha tenido como eje medular, precisamente, la crítica/superación de  la sociedad capitalista?

Las contribuciones del marxismo[1] siguen siendo –a un siglo y  medio de sus aportes iniciales– una perspectiva de análisis, fuente de  una visión de totalidad y de interpretación de las dinámicas expansivas  de la mercantilización progresiva de todas las esferas de la vida, sin la  cual difícilmente podríamos comprender la sociedad capitalista contemporánea y las tendencias hegemónicas de la globalización neoliberal.

A diferencia de la situación que se verifica en la mayor parte de las universidades de América Latina, las perspectivas de análisis marxista  conservan un importante vigor intelectual en muchas academias del  Norte, especialmente en algunos departamentos de economía del mundo anglosajón.

No es el propósito del presente artículo realizar un balance global de la vigencia del marxismo. En cambio, se trata de explorar un  conjunto de problemas o nudos presentes en el pensamiento marxista,  desde una perspectiva de la crítica al eurocentrismo y al carácter colonial de los saberes que han sido hegemónicos en el sistema mundo  moderno y, en particular, en las llamadas ciencias modernas, incluidas  las ciencias sociales.

En este texto, más que presentar conclusiones, se busca abrir la discusión sobre un conjunto de cuestiones iniciales que, para su profundización, requerirían debates y desarrollos posteriores.

Dada la gama relativamente amplia de asuntos que será necesario destacar, sólo se realizará una presentación esquemática de cada uno de  ellos. Se formulan proposiciones en sentido amplio que, obviamente, no dan cuenta del marxismo en su conjunto, de toda la rica gama de  sus vertientes. Las caracterizaciones que se realizan a continuación se  refieren a las formas hegemónicas, intelectual y políticamente, de lo que ha sido el marxismo realmente existente (Lander, 1990a).

EUROCENTRISMO Y COLONIALISMO EN EL PENSAMIENTO SOCIAL MODERNO

Las diferentes vertientes principales del pensamiento que ha sido históricamente hegemónico  sobre y desde América Latina pueden ser caracterizadas como colonial-eurocéntricas. Existe una continuidad básica  desde las Crónicas de Indias, el pensamiento liberal de la independencia, el positivismo y el pensamiento conservador del siglo XIX, la sociología de la modernización, el desarrollismo en sus diversas versiones durante el siglo XX, el neoliberalismo y las disciplinas académicas institucionalizadas en las universidades del continente.

Más allá de la diversidad de sus orientaciones y de sus variados contextos históricos, es posible identificar en estas corrientes hegemónicas un sustrato colonial que se expresa en la lectura de estas sociedades a partir de la  cosmovisión europea, y en su propósito de transformarlas a imagen  y semejanza de las sociedades del Norte, que en sucesivos momentos  históricos han servido de modelo a imitar.

Sin embargo, se han desarrollado igualmente otras corrientes de pensamiento y otras opciones de conocimiento sobre la realidad del continente, desde los márgenes, en la defensa de formas ancestrales, alternativas, de conocimiento, expresión de la resistencia cultural, o asociadas a luchas políticas y/o procesos de movilización popular.

Para esta pluralidad heterogénea de perspectivas, el saber, el conocimiento, el método, el imaginario sobre lo que se ha sido, se es y se puede llegar a ser  como pueblos, lejos de ser exquisitos asuntos propios de especialistas en  epistemología, son pensados como cuestiones de medular importancia

política y cultural. Se considera que las formas hegemónicas del conocimiento sobre estas sociedades han operado como eficaces artefactos de legitimación y naturalización de la jerarquización y exclusión social que  ha prevalecido históricamente en dichas sociedades.

La  descolonización del imaginario y la desuniversalización de las formas coloniales del saber aparecen así como condiciones de toda transformación democrática radical de estas sociedades. Estos han sido asuntos presentes en el debate, por lo menos, desde las contribuciones de Martí y Mariátegui en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX.

Algunos de los asuntos principales de estas exploraciones anteriores han sido retomados más recientemente desde nuevas y fecundas perspectivas, en la forma de un cuestionamiento global y sistemático a los supuestos coloniales y eurocéntricos de los saberes sociales de y sobre el continente. Es este un rico debate que expresa las condiciones en las cuales se da la producción política intelectual latinoamericana en la actualidad.

Son varios los ejes que articulan este debate en una perspectiva abierta pero a su vez crecientemente coherente en sus líneas de cuestionamiento a los saberes hegemónicos, e incipiente en lo que respecta a la propuesta de alternativas.

Se abordan temas cruciales para la comprensión de las sociedades contemporáneas –en particular del mundo periférico– tales como la crítica a las pretensiones universales de la historia local, parroquial, europea; la polémica sobre el origen y rasgos esenciales de la modernidad; las relaciones entre modernidad y orden colonial; las condiciones históricas del surgimiento de los saberes modernos en  los centros del proceso de constitución del sistema-mundo moderno/colonial; la separación jerárquica entre los saberes abstractos, científicos, formales, y los saberes locales y/o tradicionales; y el papel que han desempeñado los saberes modernos hegemónicos en la naturalización y legitimación del continuo proceso de colonización y neocolonización, tanto externa como interna, de los pueblos del Sur.

Este amplio debate será ilustrado aquí con la presentación de contribuciones clave de Enrique Dussel y Aníbal Quijano[2].

Para Enrique Dussel, un punto de partida necesario de esta discusión lo constituye la tarea de desmontar el mito eurocéntrico de la modernidad, afirmando para ello que es necesario reconocer que existen dos conceptos de  modernidad.

“El primero es eurocéntrico, provinciano, regional. La Modernidad es  una emancipación, una “salida” de la inmadurez por un esfuerzo de la razón como proceso crítico, que abre a la humanidad a un nuevo desarrollo del ser humano. Este proceso se cumpliría en Europa, esencialmente en el siglo XVIII. El tiempo y el espacio de este fenómeno lo describe Hegel, y lo comenta Habermas en su conocida obra sobre el tema –y es unánimemente aceptado por toda la tradición  europea actual.

[…] se sigue una secuencia espacio-temporal: casi siempre se acepta  también el Renacimiento italiano, la Reforma y la Ilustración alemana y la Revolución francesa […] el Parlamento inglés. Es decir: Italia  (siglo XV), Alemania (siglos XVI-XVIII), Francia (siglo XVIII), Inglaterra (siglo XVII). Denominamos a esta visión “eurocéntrica” porque  indica como punto de partida de la “Modernidad” fenómenos intra-europeos, y el desarrollo posterior no necesita más que Europa para  explicar el proceso. Esta es aproximadamente la visión provinciana y regional desde Max Webercon su análisis sobre la “racionalización” y el “desencanto”– hasta Habermas.

Para muchos un Galileo (condenado en 1616), Bacon (Novum Organum, 1620) o Descartes (El discurso del método, 1636) serían los iniciadores del proceso moderno en el siglo XVII.

Proponemos una segunda visión de la “Modernidad”, en un sentido mundial, y consistiría en definir como determinación fundamental del mundo moderno el hecho de ser (sus Estados, ejércitos, economía, filosofía, etc.) “centro” de la Historia Mundial. Es decir, nunca  hubo empíricamente Historia Mundial hasta el 1492 (como fecha de iniciación del despliegue del “Sistema-mundo”). Anteriormente a esta fecha, los imperios o sistemas culturales coexistían entre sí. Sólo con la expansión portuguesa desde el siglo XV, que llega al Extremo Oriente en el siglo XVI, y con el descubrimiento de América hispánica, todo el planeta se torna el “lugar” de “una sola” Historia Mundial (Dussel, 2000)[3]

Es esta una historia mundial moderna que se constituye, desde sus inicios, en términos coloniales. “El ego cogito moderno fue antecedido en más de un siglo por el ego conquiro (Yo conquisto) práctico del hispano-lusitano que impuso su voluntad (la primera ‘Voluntad-de-Poder’ moderna) al indio americano. La conquista de México fue el primer ámbito del ego moderno” (Dussel, 2000).

Dussel caracteriza el “mito” de la modernidad en los siguientes términos:

–  La civilización moderna se autocomprende como más desarrollada, superior.

–  La superioridad impone el desarrollo de los más primitivos, rudos, bárbaros, como exigencia moral.

–  El camino de dicho proceso educativo de desarrollo debe ser el seguido por Europa.

–  Como el bárbaro se opone al proceso civilizador, la praxis moderna debe ejercer en último caso la violencia, si fuera necesario, para destruir los obstáculos a tal modernización (la guerra justa colonial).

–  Esta dominación produce víctimas (de muy variadas maneras), violencia que es interpretada como un acto inevitable, y con el sentido cuasi-ritual de sacrificio; el holocausto de las víctimas (el indio colonizado, el esclavo africano, la mujer, la destrucción ecológica de la tierra, etcétera) es justificado en su carácter de sacrificio salvador por el héroe civilizador.

–  Para el moderno, el bárbaro tiene una “culpa” (el oponerse al proceso civilizador) que permite a la “Modernidad” presentarse como “inocente” al mismo tiempo que como “emancipadora” respecto de esa “culpa” de sus propias víctimas.

–  Por último, y por el carácter “civilizatorio” de la “Modernidad”, se interpretan como inevitables los sufrimientos o sacrificios (los costos) de la “modernización” de los otros pueblos “atrasados” (inmaduros), de las otras razas esclavizables, del otro sexo por débil, etcétera (Dussel, 2000: 49).

Para superar la modernidad, según Dussel, es indispensable, primero, “negar la negación” de este mito, reconocer la “otra cara” oculta, pero no por ello menos esencial, la cara colonial de la modernidad, ya que lo que significó emancipación para unos fue sometimiento para “los Otros”.

Al negar la inocencia de la “Modernidad” y al afirmar la Alteridad de “el Otro”, negado antes como víctima culpable, permite “des-cubrir” por primera vez la “otra-cara” oculta y esencial a la “Modernidad”: el  mundo periférico colonial, el indio sacrificado, el negro esclavizado, la mujer oprimida, el niño y la cultura popular alienadas, etcétera (las “víctimas” de la “Modernidad”) como víctimas de un acto irracional (como contradicción del ideal racional de la misma Modernidad) (Dussel, 2000: 49).

Aníbal Quijano coincide con Dussel en el criterio según el cual la modernidad se inicia con América, con la constitución del nuevo patrón de poder global, lo que Wallerstein ha llamado el sistema-mundo capitalista.

“No se trata de cambios dentro del mundo conocido, que no alteran sino algunos de sus rasgos. Se trata del cambio del mundo como tal. Este es, sin duda, el elemento fundante de la nueva subjetividad: la percepción del cambio histórico. Es ese elemento lo que desencadena el proceso de constitución de una nueva perspectiva sobre el tiempo y sobre la historia. La percepción del cambio lleva a la idea del futuro, puesto que es el único territorio del tiempo donde pueden ocurrir los cambios […] Con América se inicia, pues, un entero universo de nuevas relaciones materiales e intersubjetivas.

[…] los cambios ocurren en todos los ámbitos de la existencia social de  los pueblos y, por tanto, de sus miembros individuales, lo mismo en la dimensión material que en la dimensión subjetiva de esas relaciones.

Y puesto que se trata de procesos que se inician con la constitución de América, de un nuevo patrón de poder mundial y de la integración de los pueblos de todo el mundo en ese proceso, de un entero y complejo sistema-mundo, es también imprescindible admitir que se trata de  todo un período histórico. En otros términos, a partir de América un nuevo espacio/tiempo se constituye, material y subjetivamente: eso es lo que mienta el concepto de modernidad (Quijano, 2000a)[4]

Este nuevo patrón mundial (colonial) del poder es la condición a partir de la cual se va constituyendo una nueva perspectiva (eurocéntrica) del conocimiento, de la cual Quijano destaca algunos aspectos básicos. En  primer lugar, se trata de una perspectiva de conocimiento sustentada  sobre el dualismo radical cartesiano, que se convierte en una total separación entre “razón/sujeto” y “cuerpo”, a partir de la cual el “cuerpo”  fue naturalizado, fijado como “objeto” de conocimiento, por parte de la “razón/sujeto”.

Esta separación (abstracción) del sujeto/razón en relación con el cuerpo está en la base de las pretensiones objetivistas y universalizantes de un saber (científico) que reivindica su separación de los  condicionamientos subjetivos (corporales), espaciales y temporales.[5]

En segundo lugar, en la perspectiva eurocéntrica del conocimiento se produce una “articulación peculiar” entre, por un lado, el dualismo que establece contrastes radicales entre pre-capital y capital, lo no europeo y lo europeo, lo primitivo y lo civilizado, lo tradicional y lo moderno, y, por otro lado, la concepción evolucionista, lineal, unidireccional de la historia que avanza inexorablemente desde un mítico estado de naturaleza hasta la moderna sociedad europea.

En tercer lugar, a partir de las estructuras coloniales del poder, se naturalizan las diferencias culturales entre los grupos humanos, mediante un sistemático régimen de codificación y clasificación de estas  diferencias como diferencias raciales. “La idea de raza [que] es, literalmente, un invento [y que no] tiene nada que ver con la estructura biológica de la especie humana” se ha convertido en un dispositivo extraordinariamente potente de clasificación y jerarquización mediante el cual se ha logrado dar la apariencia de naturales (y por lo tanto sin relación alguna con el orden social) a las profundas desigualdades y jerarquías existentes en las sociedades modernas.[6]

En cuarto lugar, a partir del dualismo y el evolucionismo arriba  señalados, y a partir de la esencialización de las diferencias entre los  pueblos como diferencias jerárquicas de capacidad humana, “los europeos imaginaron […] ser no solamente creadores exclusivos de [la] modernidad, sino igualmente sus protagonistas”.

De esta manera, se construye una Historia Universal en la cual todos los aportes significativos de las artes, las ciencias, la tecnología, la moral y los regímenes  políticos son productos internos de la sociedad europea, resultados superiores a ser llevados al resto, inferior, de los pueblos del mundo.

En quinto lugar, como consecuencia de la ubicación de las diferencias entre los distintos pueblos en una escala temporal, todo lo no-europeo es percibido como pasado. “Los pueblos colonizados eran razas inferiores y, por ello, anteriores a los europeos” (Quijano, 2000a).

La importancia actual de estos asuntos reside en que si bien esta estructura de poder (y el régimen de saberes caracterizado como eurocéntrico) tiene un origen colonial, “ha probado ser más duradero y estable que el colonialismo”, perdurando como un elemento del patrón de poder hoy mundialmente hegemónico.

MARXISMO, EUROCENTRISMO Y COLONIALISMO

El marxismo, la crítica más radical a la sociedad capitalista, no escapa del eurocentrismo y colonialismo característicos de los saberes modernos hegemónicos. Y, sin embargo, como se señaló anteriormente, difícilmente estaríamos en condiciones de comprender la actual dinámica expansiva del capitalismo mundial, conocida como proceso de globalización neoliberal, si dejamos de lado las herramientas teóricas y perspectivas de análisis del capital aportadas por el marxismo.

Precisamente para explorar la medida en la cual estas herramientas teóricas, y el para qué del conocimiento (la transformación social), nos permiten dar cuenta de los problemas que hoy confrontamos en la búsqueda de  una sociedad más equitativa, democrática y ambientalmente sustentable, se hace necesaria una crítica al marxismo a partir de los debates epistemológicos y políticos actuales, y de los problemas y retos que hoy confrontamos.

Sólo así estaremos en situación de recuperar, reformular, enriquecer, transformar, aquellos aportes del marxismo que pueden ser instrumentos teóricos y políticos críticos y transformadores, y dejar atrás todas aquellas formulaciones, propuestas y perspectivas que están inevitablemente marcadas por –y ancladas en– los sesgos propios del  pensamiento colonial eurocéntrico europeo hegemónico del siglo XIX.

La crítica al marxismo supone, en primer lugar, precisar qué es lo que entendemos por marxismo, y sobre todo asumir la complejidad y diversidad de lo que conocemos por tradición marxista. Una cosa es referirse a un conjunto de problemas que fueron dejados abiertos en la obra de Marx, o en torno a los cuales formuló exploraciones alternativas, no siempre coherentes entre sí (y no siempre asumidas en su tensión), y otra diferente es la codificación dogmática del marxismo en lo que terminó siendo el llamado materialismo histórico y los manuales soviéticos, que fueron la vía principal de acceso al marxismo por parte de muchas generaciones de estudiantes y militantes políticos y sociales  en todo el planeta.

No es posible siquiera plantearse una crítica epistemológica al  marxismo si no comenzamos por reconocer la diversidad de posturas  y fuentes epistemológicas presentes –con profundas y frecuentemente,  fructíferas tensiones– en el pensamiento de Marx. La extraordinaria eficacia simbólica del marxismo, su insólita capacidad de sobrevivencia, aun después de la experiencia del Gulag, se debe en gran parte al hecho de que Marx logró incorporar en un solo gran sistema teórico lo que fueron tradiciones, desarrollos y corrientes de pensamiento de orígenes muy dispares, pero todos profundamente arraigados en la cultura de occidente de los últimos siglos.

Son estas las tradiciones a las que se refiere Lenin (1961: 61-65) cuando habla de las tres fuentes del marxismo. Lenin identifica como principales influencias teóricas en la obra de Marx al socialismo utópico francés, la filosofía clásica alemana (especialmente a través de Hegel) y la economía clásica inglesa.

Con énfasis diferentes, André Gorz (1981), refiriéndose a lo que él considera el aspecto más significativo de la teoría  marxista –la teoría del proletariado–, plantea estos antecedentes en términos más ampliamente culturales: “La teoría marxista del proletariado es una sorprendente condensación sincrética de las tres corrientes dominantes del pensamiento occidental de la época de la burguesía heroica: el cristianismo, el hegelianismo y el cientificismo” (Gorz, 1981: 26).

Interesa destacar las modalidades de explicación, las formas de constitución del conocimiento y de la verdad que están implicadas en cada una de estas diversas corrientes, y la forma en la cual se resuelve o no esta diversidad epistemológica en la obra de Marx. Podemos afirmar que estos tres campos definen tres modalidades alternativas de aproximación al conocimiento.

EL PENSAMIENTO UTÓPICO

En primer lugar, podemos identificar el campo del pensamiento utópico, que se emparenta con el mesianismo cristiano. Es el terreno del deber ser, donde se debaten los valores, la ética, la moral, los problemas del bien y el mal; donde se constituye la idea de la libertad, y el ser humano es capaz de trascender su realidad inmediata para imaginarse que las cosas podrían ser diferentes. Es el terreno del diálogo, del consenso, de la competencia entre valores encontrados. Es el terreno del  voluntarismo, de la política como definición de fines.

Aquí encontramos  toda la herencia cultural del cristianismo, del socialismo utópico, de las ofertas de un futuro mejor como algo que los seres humanos pueden alcanzar mediante su acción. Es el terreno de la responsabilidad. Los fines y los valores que se definen en este campo encuentran su legitimación en sí mismos. La libertad y la igualdad son opciones humanas. Son valores que se busca alcanzar; por tanto, pueden o no ser priorizados  frente a otros valores.

Cuando Marx postula la posibilidad del desarrollo multifacético de  las potencialidades del ser humano; cuando habla de la posibilidad de un  trabajo libre, no alienado; cuando señala la necesidad de la acción consciente y organizada del proletariado para la abolición de la propiedad privada y la construcción del comunismo como la sociedad sin clases, lo hace  ubicado en este terreno. Está optando por determinados valores y desechando otros, está priorizando unos sobre otros, y está tomando partido  a favor de los intereses de unos sectores sociales y en contra de otros.

LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA

Un segundo terreno de constitución del conocimiento en el cual se funda la obra de Marx es el de la explicación filosófica; en particular, la filosofía de la historia retomada de Hegel. Se busca el significado y el  sentido del curso de la historia, la dirección hacia la cual marcha la sociedad humana.

Aquí, a diferencia del campo que hemos definido genéricamente como político, no se trata en principio de una opción valorativa, sino del desentrañamiento de un sentido de la historia que aparece como independiente de la voluntad y del saber humano.

Se trata de un sentido trascendente que pertenece a la esencia misma del devenir histórico, y que puede ser conocido –se puede llegar a esta verdad– mediante la reflexión filosófica más compleja. Esta indagación del sentido de la historia es la búsqueda de una verdad que existe en sí misma y que puede ser alcanzada por el entendimiento humano.

Está claro que cuando Marx habla de la inevitabilidad histórica del comunismo como la sociedad sin clases, o del papel que por su propia esencia tiene el proletariado en la constitución de esta sociedad sin clases (independientemente de la conformación empírica del proletariado  como clase en algún momento histórico de la sociedad capitalista, o de su autoconciencia sobre esta misión histórica), su modalidad de explicación de la realidad está ubicada en este campo.

EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

El tercer terreno de constitución del saber sobre el cual se fundamenta  la obra de Marx es el del conocimiento científico. Aquí el paradigma del  conocimiento válido, el modelo de búsqueda de la verdad, está tomado  de las ciencias naturales, cuya influencia es casi omnipresente en la  vida intelectual europea occidental de la segunda mitad del siglo XIX,  y que terminó por tener una poderosa incidencia en la concepción del  mundo de Marx.

Es el terreno de la búsqueda de la verdad mediante los métodos de indagación empírica y demostración rigurosa que aporta, como modelo, la ciencia natural.

Esta triple fuente de fundamentación o legitimación que está en la  base del sistema teórico de Marx explica muchos de los problemas que ha encontrado el marxismo en su desarrollo, muchas de sus limitaciones, pero, paradójicamente, constituye la razón de su perdurable valor.

El marxismo es la síntesis más acabada tanto de los valores como de las  formas de conocer dominantes en occidente en los últimos siglos. No hay en Marx, sin embargo, una clara ni permanente autoconciencia epistemológica con relación a las implicaciones que para su sistema teórico  tiene el hecho de que las fuentes de sustentación de sus proposiciones se encuentren ubicadas en terrenos que presentan opciones epistemológicas en muchos sentidos enfrentadas.

El comunismo es, para Marx,  la sociedad que queremos (terreno de los valores, de las opciones éticas,  de la construcción –en gran medida voluntaria– del futuro por parte de  los seres humanos). Es además el fin y el sentido de la historia, es la  dirección hacia la cual ha venido caminando la humanidad desde siempre, es lo que le da sentido a todo el acontecer anterior, es aquello de lo cual los seres humanos son portadores (lo sepan o no). Por último, para  Marx el comunismo es algo que está inscripto en la dinámica de las contradicciones de la sociedad capitalista. Las contradicciones de clase, las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción, el proceso de constitución del proletariado como clase revolucionaria, la apropiación creciente de las fuerzas productivas del trabajo social por parte de esta clase –todo ello demostrable científicamente– constituyen la constatación irrefutable de que se están gestando, al interior de la sociedad capitalista, las condiciones para su transformación en una sociedad  comunista. ¡Maravillosa coincidencia entre los sueños de libertad y felicidad, el sentido profundo e inmanente de la historia, y lo que el análisis científico de las tendencias de la sociedad capitalista nos demuestra!

LAS TENSIONES EN EL PENSAMIENTO DE MARX

En diferentes momentos de su vida, en las varias etapas de maduración  de su pensamiento, de acuerdo con los acontecimientos históricos que  lo fueron impactando, y según el carácter y el objetivo de sus diferentes  trabajos (énfasis más teórico o más permanente o, por el contrario, un  énfasis mayor en la coyuntura política), Marx construye su elaboración  teórica apelando preponderantemente a alguna de las tres fuentes de  fundamentación que han sido señaladas.

Estos modelos de explicación  de lo real coexisten –incómodamente– en el seno de su pensamiento.  Sin embargo, la cristalización del sistema de interpretación del mundo  de Marx se da en una primera instancia sobre una base filosófica. Las  proposiciones teóricas centrales de la obra de Marx registran la huella  de su filosofía de la historia. Esto se puede ver con particular claridad  cuando examinamos un aspecto tan central para la obra de Marx como  la proposición del carácter revolucionario del proletariado-clase-portadora-del-futuro.

En palabras de Gorz:

“Para el joven Marx, no era la existencia de un proletariado revolucionario lo que justificaba su teoría. Es, por el contrario, su teoría lo  que permitía predecir la aparición del proletariado revolucionario y  establecería su necesidad. La primacía pertenecía a la filosofía. La filosofía anticipaba el curso de las cosas, establecía que la Historia tenía por sentido hacer surgir, con el proletariado, una clase universal única capaz de emancipar a toda la humanidad.” (Gorz, 1981: 28).

Si identificamos las proposiciones fundamentales del sistema teórico  desarrollado por Marx (su concepción de la historia y su sentido, el  papel de las clases en la historia, el papel del proletariado, el inevitable  derrumbe del capitalismo, el papel de las fuerzas productivas en el desarrollo histórico, el advenimiento de la sociedad sin clases, etc.), podemos ver que efectivamente todas estas proposiciones se encuentran ya  desarrolladas en obras tempranas como La Ideología Alemana (1845), La Sagrada Familia (1845) y el Manifiesto del Partido Comunista (1848).

El hecho de que Marx dedicara la mayor parte de su esfuerzo intelectual a demostrar científicamente esas tesis principales –especialmente  en el inmenso esfuerzo de investigación que representó el trabajo realizado para la elaboración de El Capital– tiene que ver con el predominio del cientificismo en el clima intelectual europeo occidental de la segunda parte del siglo XIX.

Es tal la preeminencia de los paradigmas  del conocimiento de las ciencias naturales en ese ambiente intelectual, que resulta casi obligado demostrar que las tesis que se defienden no  son meras opiniones o especulaciones filosóficas, sino proposiciones científicas respaldadas por una amplia documentación empírica.

Una  y otra vez, Marx defiende la validez de su teoría apelando a su carácter  científico. Si embargo, para Marx no se trata sólo de divulgar sus tesis  políticas o filosóficas bajo una forma que garantizara el mayor grado  de aceptación en el ambiente intelectual de su época. Marx está firmemente convencido del carácter científico de su trabajo. Cree haber documentado, constatado, demostrado científicamente la validez de las tesis que formulara por primera vez muchos años antes.

La multiplicidad de interpretaciones y desarrollos históricos, la  variedad de “marxismos”, tiene su raíz no sólo en esta diversidad de  fundamentaciones epistemológicas, en esta particular síntesis de teorías y tradiciones culturales, sino también en la forma en que esta diversidad epistemológica se expresa en las tensiones existentes en las  formulaciones teóricas de Marx en relación con problemas teóricos y políticos centrales planteados en su obra.

Es tal la complejidad presente en la obra de Marx, que ha sido posible construir interpretaciones  diferentes (y a veces radicalmente opuestas) de sus principales proposiciones teóricas, apelando en cada caso a la selección de determinados  textos (y suprimiendo otros). Por su importancia tanto para el sistema  teórico desarrollado por Marx, como para lo que ha sido el desarrollo  posterior de los “marxismos”, son de especial interés las tensiones en torno a los siguientes problemas:

1]  Hay una tensión no resuelta entre necesidad y libertad, entre determinismo y voluntarismo.

Esta no es una tensión particular de la obra de Marx, sino la expresión de una importante tradición de la cultura de occidente, que se encuentra igualmente presente en la teología cristiana en la tensión entre “ley natural” y “libre albedrío”.

Por un lado, los seres humanos en la sociedad capitalista aparecen como producto inexorable de las leyes del movimiento del capital; incluso sus opiniones, sus gustos, son dictados por estas leyes. Y, sin embargo, el ser humano es capaz de actuar conscientemente para transformar estas circunstancias y alcanzar su libertad.

2]  En Marx encontramos una crítica radical, así como una admiración sin límite, de las fuerzas productivas desarrolladas por la burguesía en la sociedad capitalista.

3]  En Marx podemos encontrar desde una epistemología centrada en el ser humano, en la cual la acción social, subjetiva, cultural, es el fundamento del conocimiento (llegando hasta la “antropologización de la naturaleza”), hasta proposiciones que sirven de base para el realismo epistemológico y la teoría del reflejo desarrolladas por Engels y Lenin.

4]  Como bien plantea Alvin Gouldner, encontramos en Marx un rechazo al idealismo con dos implicaciones diferentes. Por un lado, está el rechazo al idealismo por unilateral, por dar preeminencia a los factores ideológicos e ignorar la importancia de los factores materiales. Por otra parte, está el rechazo al idealismo a través de la afirmación de su contrario, la prioridad absoluta y permanente de los factores materiales sobre todo lo demás.

Es esta afirmación de lo contrario del idealismo la que lleva implícita el determinismo económico, determinismo que no recorre de ninguna  manera toda la obra de Marx.

Así, el marxismo, a partir de la obra del propio Marx, lejos de haber sido una respuesta tajante y precisa con relación a los principales problemas filosóficos, teóricos y políticos de la tradición cultural de la cual forma parte, los incorpora en gran medida: las polémicas en torno a estas dificultades no se dan sólo en el enfrentamiento con las posiciones no marxistas, sino –y con frecuencia más intensamente– al interior del propio marxismo.

CRISIS DEL MARXISMO Y CRISIS DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL

La llamada crisis del marxismo no puede explicarse sólo a partir del  colapso del socialismo real, o las derrotas de los movimientos y organizaciones que utilizaron en todo el planeta el marxismo como bandera  de lucha. Es también consecuencia directa de la crisis del imaginario  del futuro que se consolidó como hegemónico en el pensamiento occidental del siglo XIX.

Muchas de las ideas que resultaron brillantes, sintetizadoras, seductoras en el siglo XIX y buena parte del siglo XX tienen hoy el carácter de pesada carga, el olor del moho, el desencanto de una promesa que no fue. Muchas de las principales ideas-fuerza sobre las cuales  se construye el edificio teórico de Marx, las ideas más significantes y apasionantes del siglo XIX (progreso, ciencia, desarrollo progresivo de las fuerzas productivas, industrialismo, verdad y felicidad a través de la abundancia), han hecho agua. Aquellas ideas que, sintetizadas y articuladas, constituyeron los pilares de un asombroso edificio teórico, aquellas formulaciones que constituían la fuerza fundamental de esa extraordinaria obra de síntesis, se han convertido hoy en su contrario. Lo que ayer era fuente de fuerza es hoy fuente de debilidad.

LOS EJES PRINCIPALES DEL DEBATE EN TORNO AL EUROCENTRISMO Y EL COLONIALISMO EN EL MARXISMO

Desde el punto de vista de los actuales debates críticos del eurocentrismo  y el colonialismo en torno a los saberes modernos hegemónicos, se señalan a continuación lo que constituyen las expresiones más importantes  de fundamentaciones eurocéntricas y coloniales presentes en el marxismo. Como se ha señalado anteriormente, dada la diversidad y heterogeneidad de lo que históricamente ha pasado a formar parte del campo  político-intelectual llamado marxismo, estas críticas son más pertinentes  para unas corrientes que para otras, pero lo son particularmente para las  expresiones más formalizadas del llamado materialismo histórico, tanto  en su vertiente académica, como en su versión político partidaria.

EL MARXISMO COMO CIENCIA POSITIVA

En primer lugar, interesa explorar las implicaciones de la tensión ya  señalada entre el marxismo como crítica transformadora de la sociedad  capitalista y el marxismo como ciencia positiva. La crítica a la sociedad  capitalista pasa necesariamente por la crítica a sus formas de conocimiento.

Se supone que La contribución a la crítica de la economía política busca precisamente eso, la crítica al conocimiento de la sociedad burguesa en cuanto naturalizador y legitimador de las relaciones de  dominación de dicha sociedad.

Sin embargo, el propio Marx no logra superar –ni asumir plenamente en sus dimensiones epistemológicas–  la tensión entre la crítica al conocimiento de la sociedad capitalista,  como dimensión medular de la crítica al capitalismo, y la búsqueda de  la construcción de un edificio científico a partir de los moldes epistemológicos y criterios de cientificidad propios de la sociedad capitalistaesto es, la ciencia positiva.

Esta tensión corresponde  grosso modo a la diferencia entre las perspectivas epistemológicas implícitas o explícitas que se encuentran, por un lado, en los textos más personales, más exploratorios, más filosóficos de Marx –como los Manuscritos de París de 1844 (Obras de Marx y Engels, 1978), los Grundrisse (Marx, 1971b, 1972 y 1976), el capítulo VI inédito de El Capital (Marx, 1971a)–  y, por el otro, en la presentación más formalizada, más científica de su trabajo, que se observa en buena parte de El Capital.

Esta búsqueda de legitimación de la crítica a partir de los propios criterios de validación del conocimiento de la sociedad que se critica y se busca superar radicalmente constituye un límite severo a la crítica marxista de la sociedad capitalista.

Es  esta  vertiente  epistemológica  cientificista,  ya  presente  en Marx, la base de la construcción de todo el inmenso andamiaje del llamado  socialismo científico, que incorpora en forma no cuestionada el modelo de producción de conocimiento característico de la ciencia positiva (dualidad razón-sujeto/ objeto; privilegio de un sujeto histórico particular, y construcción de todos “los Otros” como objetos del conocimiento, como incapaces de producir conocimiento válido; perspectiva eurocéntrica de la Historia Universal; etcétera).

La búsqueda de una salida a la reproducción de las modalidades de conocimiento propias de la ciencia de la sociedad capitalista por la vía de una perspectiva epistemológica proletaria, en contraposición a la ciencia burguesa, sin salirse del molde de la cientificidad de la ciencia positiva por parte de la Academia de las Ciencias de URSS, llevó al callejón sin salida de la biología proletaria de Lysenko (Lander, 1990b; La situación de las ciencias biológicas, 1949).

LENIN, VERDAD Y SOCIALISMO CIENTÍFICO

La base epistemológica de lo que constituye la expresión más radicalizada e influyente del marxismo como ciencia, el llamado socialismo científico, o  materialismo histórico, se encuentra en la teoría leninista de la verdad.

El punto de partida de esta interpretación leninista está en la noción según la cual es posible alcanzar la verdad absoluta. “Ser materialista significa reconocer la verdad objetiva, que nos es descubierta por los órganos de los sentidos. Reconocer la verdad objetiva, es decir, independiente del hombre y de la humanidad, significa admitir de una manera o de otra la verdad absoluta” (Lenin, 1908: 134).

Lenin entiende el desarrollo histórico como un “proceso natural”, y el socialismo como producto de un análisis “estrictamente científico” de las tendencias de la sociedad capitalista. Refiriéndose al carácter científico de la obra de Marx, afirma:

“El análisis de las relaciones sociales materiales (es decir, de las que se establecen sin pasar por la consciencia de los hombres: al intercambiar productos, los hombres establecen relaciones de producción, incluso sin tener consciencia de que existe en ello una relación social de producción) permitió en el acto observar la repetición y la regularidad y sintetizar los regímenes de los distintos países en un solo concepto fundamental de formación social.Esta síntesis es la única que hizo posible pasar de la descripción de los fenómenos sociales (y de su valoración desde el punto de vista del ideal) a su análisis estrictamente científico, que destaca, pongamos por caso, lo que diferencia a un país capitalista de otro y estudia lo que tienen de común todos esos […] esta hipótesis ha brindado por vez primera la posibilidad de una sociología científica, porque sólo reduciendo las relaciones sociales a las de producción, y estas últimas a nivel de las fuerzas productivas, se ha logrado una base firme para concebir el desarrollo de las formaciones sociales como un proceso natural. Y se comprende por sí solo que sin semejante concepción no puede haber tampoco ciencia social.” (Lenin, 1978: 14).

Para enfatizar aún más el carácter científico de la obra de Marx, Lenin compara la contribución de dicha obra al conocimiento de la historia humana con el aporte de Darwin a la biología científica, en los siguientes términos:

“De la misma manera que Darwin puso fin a la opinión de que las especies animales y plantas no tienen ninguna ligazón, de que son casuales, “obra de Dios” e inmutables, y dio por primera vez a la biología una base completamente científica al descubrir la mutabilidad de las especies y su continuidad; de esa misma manera, Marx puso fin a la concepción que se tenía de que la sociedad es un agregado mecánico de individuos que admite toda clase de cambios por voluntad de los jefes (o, lo que es igual, por voluntad de la sociedad y del gobierno), agregado que surge y se modifica casualmente, y dio por primera vez a la sociología una base científica, al formular el concepto de formación socioeconómica como conjunto de determinadas relaciones de producción y dejar sentado que el desarrollo de estas formaciones constituye un proceso natural.[…] Ahora, desde que apareció El Capital, la concepción materialista de la historia ha dejado de ser una hipótesis para convertirse en una tesis demostrada con argumentos científicos.” (Lenin, 1908:15).

Aquí se lleva hasta las últimas consecuencias la seguridad en relación con la posibilidad del conocimiento objetivo de lo real. Desaparece toda duda, la verdad como tal parece situarse en el terreno ontológico, en el terreno del ser mismo de las cosas: existe con independencia de los seres humanos, de la humanidad. Los seres humanos, mediante el avance de la ciencia, se van aproximando sucesivamente, por un proceso de naturaleza evolutivo acumulativa, a esa verdad absoluta, objetiva, que está en la realidad misma:

“Así pues, el pensamiento humano, por su naturaleza, es capaz de proporcionarnos y proporciona en realidad la verdad absoluta, que  resulta de la suma de verdades relativas. Cada fase del desarrollo de la ciencia añade nuevos granos a esta suma de verdad absoluta; pero los límites de la verdad de cada tesis científica son relativos, tan pronto ampliados como restringidos por el progreso consecutivo de los conocimientos.” (Lenin, 1908: 136).

“Desde el punto de vista del materialismo moderno, es decir, del marxismo, son históricamente condicionales los límites de la aproximación de nuestros conocimientos a la verdad objetiva, absoluta, pero la existencia de esta verdad, así como el hecho que nos aproximamos a ella, no obedece a condiciones. Son históricamente condicionales los contornos del cuadro, pero este cuadro representa sin condiciones un modelo objetivamente existente. Es históricamente condicional cuándo y en qué condiciones hemos progresado en nuestro conocimiento de la esencia de las cosas hasta descubrir la alizarina en el alquitrán de hulla o hasta descubrir los electrones en el átomo, pero cada uno de esos descubrimientos es sin condiciones un progreso del “conocimiento incondicionalmente objetivo”. En pocas palabras,  toda ideología es históricamente condicional, pero toda ideología  científica [a diferencia, por ejemplo, de la ideología religiosa] corresponde incondicionalmente a una verdad objetiva, a una naturaleza absoluta.” (Lenin, 1908:137-138).

Se ha desterrado toda duda epistemológica; la realidad existe fuera de  nosotros, la podemos llegar a conocer –en su esencia– en una forma objetiva. La ciencia avanza inexorablemente hacia la verdad absoluta. El marxismo, en cuanto única ciencia del conocimiento objetivo de la sociedad y la historia, nos garantiza ese tránsito hacia la verdad objetiva:

“La única conclusión que se puede sacar de la opinión, compartida por los marxistas, de que la teoría de Marx es una verdad objetiva, es la siguiente: yendo por la senda de la teoría de Marx, nos aproximamos cada vez más a la verdad objetiva [sin llegar nunca a su fin]; yendo, en cambio, por  cualquier otra senda, no podemos llegar más  que a la confusión y a la patraña.” (Lenin, 1908: 145).

Sólo el marxismo nos garantiza aproximarnos a la verdad absoluta. Las  otras sendas del conocimiento nos garantizan el error, la no-verdad.  A partir de estas proposiciones, Lenin saca sus conclusiones políticas.

Si la marcha de la historia se da de acuerdo con las leyes objetivas, cuya naturaleza y esencia pueden ser conocidas –y son de hecho conocidas– objetivamente sólo por el marxismo, toda acción política que se fundamente en la verdad del marxismo será una acción política montada sobre la dirección de la historia y estará justificada por ello. Toda acción política que se fundamente en otra concepción de la sociedad y de la historia estará basada necesariamente en el engaño y la patraña; estará contrapuesta y desviada con relación a la dirección del desarrollo objetivo de los acontecimientos históricos.

El desentrañamiento del sentido profundo de las leyes de la historia, la verdad absoluta, es posible, pero sólo para aquellos cuya posición en las relaciones de producción capitalista les otorga un particular privilegio epistemológico que les da acceso a dicha verdad; esto es: el proletariado de la sociedad capitalista y, en particular, su vanguardia organizada en partido revolucionario.

Estas proposiciones leninistas reproducen (en forma radicalizada) las posturas coloniales eurocéntricas del conocimiento moderno hegemónico en su construcción de una escisión entre objeto y sujeto, y en la creación de la razón como sujeto abstracto del conocimiento objetivo  y universal.

Hay, sin embargo, una importante diferencia. La ciencia positiva postula la existencia de un sujeto abstracto (la razón), capaz de un conocimiento objetivo y universal. Se trata en realidad de un dispositivo epistemológico mediante el cual se oculta al sujeto del conocimiento dominante del mundo colonial-moderno; un sujeto europeo, blanco,masculino, de clase alta y, por lo menos en su presentación pública, heterosexual.

Todos “los Otros” (mujeres, negros, indios, no europeos) son convertidos, mediante este dispositivo, en objetos de conocimiento, en no-sujetos, en seres incapaces de crear un conocimiento válido. En la radicalización que hace Lenin de esta postura colonial eurocéntrica de negación de todo Otro sujeto capaz de conocer, no aparece este dispositivo de ocultamiento. El sujeto privilegiado del conocimiento objetivo y universal es postulado abiertamente: la vanguardia del proletariado.

Desde la verdad, objetiva y universal, a la cual tiene acceso privilegiado esta vanguardia, es posible impulsar y legitimar el proceso civilizatorio que lleve al “atrasado” pueblo ruso a saltar etapas para avanzar aceleradamente en la dirección de la Historia, la industrialización, el desarrollo del mercado capitalista y la revolución socialista.

De esta manera, en polémica con los populistas rusos que pretendían enraizar los procesos de cambio en las particularidades históricas y culturales de la sociedad rusa, se legitima la colonización de la sociedad rusa por el modelo de sociedad industrial, de la misma forma en que las potencias coloniales en el resto del mundo están cumpliendo con la “carga del hombre  blanco”, llevando su civilización a los pueblos primitivos (Lenin, 1975).

La transformación tanto de la política como de la gestión del Estado en un asunto basado en  la verdad tuvo, por supuesto, extraordinarias consecuencias. Entre estas, la práctica negación de la idea misma de política. Fue igualmente la base de relaciones autoritarias con los propios trabajadores (“atrasados”), a los cuales había que conducir sobre la base de la verdad histórica, aunque estos no estuviesen al tanto de dicha verdad histórica, o estuviesen en desacuerdo con sus implicaciones. La apelación a la verdad por parte del Estado socialista radicaliza el pensamiento tecnocrático cientificista liberal, constituyéndose en fundamento epistemológico legitimador del autoritarismo de las sociedades del socialismo real.

EL DESARROLLO PROGRESIVO Y ASCENDENTE DE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS

En Marx están presentes dos visiones contradictorias de las fuerzas  productivas. En unos textos, como es el caso de los Grundrisse y del Capítulo VI (inédito) de El Capital, hay una rica exploración del carácter histórico y socialmente condicionado de la ciencia y la tecnología en la sociedad capitalista. Aquí se analiza la tecnología capitalista como respuesta a las exigencias no sólo económicas, sino igualmente políticas, de la burguesía. La tecnología capitalista es caracterizada no sólo como instrumento de valorización del capital y de control sobre la naturaleza, sino también como un dispositivo político del proceso de concentración del capital y de la desvalorización de la fuerza de trabajo.

Es, en este sentido, el producto de las exigencias de una sociedad jerárquica, y no democrática, que tiene en su modelo tecnológico un medio de reproducción de sus relaciones de dominación y explotación. Ser consecuente con esta postura implicaría asumir que de ninguna manera puede  pensarse en la tecnología de la sociedad capitalista como base material para una sociedad democrática.

Se trata de una crítica aguda que vuelve a aparecer en los debates marxistas una y otra vez, no llegando, sin embargo, a convertirse en interpretación hegemónica.

No es esta la visión de la tecnología que termina por convertirse en dominante en el pensamiento del propio Marx, la visión de la tecnología de sus textos más acabados, más “rigurosos”, más “sistemáticos”, más “científicos”.

El marxismo científico comparte los valores del progreso y la confianza infinita en las potencialidades beneficiosas del desarrollo de las fuerzas productivas, característicos del ambiente intelectual europeo del siglo XIX. Ve la tecnología como políticamente neutra, y considera que la base tecnológica del capitalismo avanzado y del socialismo es similar.

Compartiendo el imaginario liberal de la posibilidad del crecimiento sin límite y de la felicidad y libertad humana sobre la base de una abundancia material siempre ascendente, el marxismo científico asume esta perspectiva de la dualidad radical entre cultura y naturaleza propia del pensamiento eurocéntrico, y construye a la naturaleza en un objeto externo a ser controlado y manipulado sin limitación alguna.

Esto constituye, en el llamado marxismo científico, y en la mayor parte del pensamiento marxista del siglo XX, un punto ciego en relación con el carácter político de la tecnología y con la inviabilidad ambiental del modelo industrialista. Han sido extraordinarias las consecuencias de esta interpretación como límite de la mirada crítica de la sociedad capitalista.

Dicha interpretación fue igualmente la base de los intentos de construcción de una sociedad alternativa a partir de los mismos modelos tecnológicos centralizados, no democráticos, usurpadores del conocimiento de los trabajadores, depredadores de la naturaleza.

En la experiencia soviética, y en ausencia de contrabalances democráticos a los desbordes de este modelo tecnológico, este fue llevado a extremos  desconocidos en las sociedades capitalistas centrales (Lander, 1994).

EL MARXISMO Y LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA: METARRELATO HISTÓRICO EUROCÉNTRICO

El marxismo, en la medida en que asume una filosofía de la historia,  construye un metarrelato de  Historia Universal nítidamente eurocéntrico. La sucesión histórica de modos de producción (sociedad sin clases, sociedad esclavista, sociedad feudal, sociedad capitalista, sociedad socialista) postula una plantilla de Historia Universal, a partir de su interpretación de la historia parroquial europea.

La visión de “los Otros”, de todas las otras experiencias de la humanidad a la luz de la plantilla del metarrelato derivado de la historia europea, tiene como expresiones paradigmáticas los textos de Marx  sobre la India (Marx y Engels, 1973) y la polémica de Lenin contra  los populistas rusos (Lenin, 1975).

Estos dos ejemplos pueden ser caracterizados como muestras de una aplicación unilateral de una visión progresista de la historia, en la cual, como es el caso del pensamiento neoliberal contemporáneo, las especificidades históricas, culturales y sociales de las sociedades, y las prácticas de vida de sus poblaciones, pueden ser obviadas. No hay potencialidades ni fuentes “otras” de la construcción de un orden social más equitativo y democrático. Las únicas fuerzas dinámicas de la transformación social están en las relaciones de producción capitalistas, en sus fuerzas productivas y sus sujetos históricos.

Todo lo demás está destinado a ser barrido por la inexorable dinámica progresiva de la historia.

Desde la perspectiva de esa filosofía de la Historia Universal, el socialismo y el comunismo, como sociedades que suceden históricamente al capitalismo, adquieren un carácter de inexorabilidad inscripto en las leyes de la historia. La Revolución Rusa y la posterior creación del campo socialista después de la Segunda Guerra Mundial parecen confirmar esta predicción. El capitalismo no sólo tiene un más allá en la historia, sino igualmente un más allá geopolítico y territorial en un mundo bipolar.

Esta doble seguridad se derrumba con el Muro de Berlín. No sólo desaparece casi todo el llamado socialismo realmente existente, sino igualmente la confianza teleológica en que, a pesar de las guerras, los sufrimientos y los conflictos de la sociedad capitalista, en el futuro se realizará la sociedad sin Estado y sin clases.

Desde el punto de vista de la crítica y la lucha contra la sociedad capitalista, esto define un nuevo momento histórico. Ya no es posible pensar en un futuro garantizado, la idea de que “el futuro nos pertenece”. Fue necesario reconocer algo que siempre fue cierto, el futuro está abierto, no existe tal cosa como un guión de la historia que los sujetos tienen que desplegar en el terreno de sus prácticas colectivas.

Esto produce transformaciones radicales en lo que se entiende por práctica política transformadora. Desaparece toda posibilidad de apelar a un  sujeto ontológico trascendente. Se multiplican en forma abrumadora los temas y sujetos de la acción política, que durante más de un siglo estuvieron subordinados a la contradicción principal en la política socialista (género, cultura, identidad, ambiente, orientación sexual).

Igualmente, está negada toda posibilidad de hablar desde un anclaje  epistemológico y político privilegiado con capacidad para determinar  de antemano, desde la verdad del guión de la historia, cuáles son las acciones, posturas, luchas y sujetos “correctos”, y cuáles son, para utilizar una palabra común en los viejos debates entre socialistas, “desviacionistas” (Lander, 1996).

Como argumenta Immanuel Wallerstein (1996), nada garantiza que el futuro será mejor; podría ser incluso mucho peor. El futuro es una construcción que depende de las acciones, luchas y fuerzas relativas de los seres humanos en el presente. Las herramientas teóricas heredadas del marxismo, en este contexto, todavía tienen mucho que aportarnos a la comprensión y crítica de las relaciones de producción capitalistas, pero poco nos pueden decir sobre el diseño del futuro.

LA DESAPARICIÓN DE LA NATURALEZA EN LA TEORÍA SOCIAL

De acuerdo con Fernando Coronil (1997), ninguna generalización puede hacer justicia a la diversidad y complejidad del tratamiento de la naturaleza en la teoría social occidental. Sin embargo, afirma:

“los paradigmas dominantes tienden a reproducir los supuestos que atraviesan a la cultura moderna en los cuales la naturaleza es un supuesto más. Las visiones del progreso histórico posteriores a la Ilustración afirman la primacía del tiempo sobre el espacio y de la cultura sobre la naturaleza. En términos de estas polaridades, la naturaleza  está tan profundamente asociada con espacio y geografía que estas categorías con frecuencia se presentan como metáforas una de otra. Al diferenciarlas, los historiadores y los científicos sociales usualmente presentan al espacio o a la geografía como un escenario inerte en el cual tienen lugar los eventos históricos, y a la naturaleza como el material pasivo con el cual los humanos hacen su mundo. La separación de la historia de la geografía y el dominio del tiempo sobre el espacio tiene el efecto de producir imágenes de sociedades cortadas de su ambiente material, como si surgieran de la nada.” (Coronil, 1997: 23).

Marx, a pesar de afirmar que la trinidad (trabajo/capital/tierra) “contiene en sí misma todos los misterios del proceso social de producción” (citado en Coronil, 1997: 57), termina por formalizar una concepción según la cual la creación de riqueza ocurre al interior de la sociedad, como una relación capital/trabajo, dejando fuera a la naturaleza. Como la naturaleza no crea valor, la renta se refiere a la distribución, no a la creación de plusvalía, (Coronil, 1997: 47)[7]

Coronil afirma que en la medida en que se deja afuera a la naturaleza en la caracterización teórica de la producción y del desarrollo del capitalismo y la sociedad moderna, se está igualmente dejando al espacio fuera de la mirada de la teoría. Al hacer abstracción de la naturaleza, los recursos, el espacio y los territorios, el desarrollo histórico de la sociedad moderna y del capitalismo aparece como un proceso interno, autogenerado, de la sociedad europea, que posteriormente se expande hacia regiones “atrasadas”.

En esta construcción eurocéntrica desaparece del campo de visión el colonialismo como dimensión constitutiva de estas experiencias históricas. Están ausentes las relaciones de subordinación de territorios, recursos y poblaciones del espacio no europeo. Desaparece así del campo de visibilidad la presencia del mundo periférico y sus recursos en la constitución del capitalismo, con lo cual se reafirma la idea de Europa como único sujeto histórico.

La reintroducción del espacio –y, por esa vía, de la dialéctica de los tres elementos de la trinidad de Marx (trabajo, capital y tierra)– permite ver al capitalismo como proceso global, más que como un proceso autogenerado en Europa, y permite incorporar al campo de visión a las modernidades subalternas  (Coronil, 1997: 8).

DE LA SEPARACIÓN JERÁRQUICA DE LOS ÁMBITOS DE LA VIDA SOCIAL Y EL DETERMINISMO ECONÓMICO  “EN ÚLTIMA INSTANCIA”

Una de las construcciones más potentes de la cosmovisión liberal ha  sido la postulación de la existencia de ámbitos separados de la vida histórico-social. (El “pasado” y el “presente”; las sociedades “modernas” y  las sociedades “atrasadas”; y, en las sociedades “modernas”, “lo social”, “lo económico”, “lo político”). [8]

Este arte liberal de la separación, con su extraordinaria eficacia tanto fraccionadora como naturalizadora de las relaciones de la sociedad capitalista, no fue superado plenamente por la crítica marxista. La  crítica de la economía política parte del reconocimiento expreso de que no hay un ámbito separado –con lógica y leyes propias de funcionamiento– que pueda llamarse producción o mercado, ya que este opera en el contexto de una institucionalidad política y de determinadas relaciones de poder.

Sin embargo, con las categorías de infraestructura y superestructura, y su articulación dentro de un modelo explicativo de determinación en última instancia de la superestructura por la infraestructura –especialmente en el marxismo soviético y en el trabajo de la escuela de Althusser–, se introduce un esquematismo simplificador que amputa severamente la posibilidad de explorar las múltiples determinaciones recíprocas entre diferentes ámbitos de la vida histórica social.

Esto está estrechamente asociado a los usos de la categoría de totalidad en la tradición marxista. Un concepto de totalidad con frecuencia extraordinariamente estructurado, homogeneizante y sintético (derivado de la totalidad hegeliana, “puesta sobre sus pies”) llevó en muchas posturas marxistas a un esencialismo dogmatizante que otorgó un privilegio a priori a determinados asuntos (la producción) y determinados sujetos sociales (burguesía y proletariado) sobre otros temas, otras preocupaciones, otros sujetos sociales.

Esto contribuye tanto a la invisibilización de sujetos y experiencias de vida (por ejemplo, las poblaciones indias de América Latina), como a la invisibilización de temas y problemas tales como los asuntos de género, sexualidad, ambiente, lengua, imaginario, cultura, considerados, de alguna manera, como derivados de los temas y asuntos centrales, lo que en algunas vertientes marxistas, como los análisis de orientación maoísta, fue caracterizado como la contradicción principal.

La totalidad es una categoría de análisis sin la cual difícilmente podemos pretender la comprensión de la realidad en sus múltiples determinaciones, pero una categoría de totalidad que ignora el carácter necesariamente heterogéneo de la realidad histórico-social castra severamente la riqueza de la categoría y la convierte en fundamento de una visión dogmáticamente totalizante, que reduce severamente la amplia gama de la experiencia humana a unos pocos ejes centrales, a la vez que convierte la investigación histórico-social en un ejercicio formal, mediante el cual sólo se busca una nueva constatación empírica de verdades objetivas y universales ya conocidas.

EL MARXISMO EN AMÉRICA LATINA: ALGUNAS INTERROGANTES

A partir de las propuestas anteriores, es posible dejar abierta una serie de cuestiones relativas a lo que ha sido la experiencia del marxismo y de la lucha por el socialismo en América Latina.

1]  ¿Cuáles fueron las fuentes teóricas del largo y estéril debate latinoamericano sobre el carácter feudal o capitalista de estas sociedades? ¿Fue este el resultado de la aplicación mecánica de la plantilla de las etapas universales del desarrollo histórico y la sucesión de los modos de producción?

A pesar de los extraordinariamente ricos aportes de Sergio Bagú para desmontar estos falsos dilemas eurocéntricos de la interpretación de las sociedades latinoamericanas, dichos debates continuaron teniendo incidencia tanto teórica como política por varias décadas.

2]  ¿Por qué la insistencia del marxismo latinoamericano –particularmente de los partidos comunistas de todo el continente– en la búsqueda de la burguesía nacional como aliada en la lucha  antiimperialista?

3]  ¿Por qué, en el contexto de la extraordinaria heterogeneidad estructural de las sociedades latinoamericanas, los proyectos de transformación socialista le otorgan un papel histórico tan trascendente a un sector de la población que en la mayor parte de los países no era, ni podía llegar a ser, sino minoritario: el proletariado fabril?

4]  ¿Por qué y cómo fueron invisibilizados temas esenciales de la heterogeneidad cultural y la construcción “racial” de las diferencias, asuntos medulares constitutivos de las sociedades latinoamericanas? ¿Cómo se logró ignorar u ocultar lo obvio? ¿Cómo fue posible hacer opacas a la mirada, o simplemente invisibles, a millones de personas de las poblaciones indias y afroamericanas, negándoles así su carácter de sujetos? ¿Por qué se dejaron a un lado las expresiones culturales diferentes a la actuación (repetición) en territorio americano del guión de la historia europea?

5]  ¿Por qué, cuando estos sujetos y expresiones culturales y de modos de vida de “los Otros” son incorporados a la reflexión sobre el carácter de estas sociedades, se los considera como expresión de un “atraso” precapitalista destinado a transformarse (modernizarse) o desaparecer con el avance histórico? ¿Por qué se dio en torno a estos asuntos una coincidencia tan notable entre muchos análisis marxistas y la sociología de la modernización?[9]

6]  ¿Por qué en la tradición del pensamiento marxista ha sido tan frecuente la reiterada dificultad, si no la imposibilidad, de pensar el futuro de este continente desde su propia realidad histórica, desde sus propias tradiciones culturales, desde la potencia transformadora de sus propios sujetos histórico-sociales?

7]  ¿Por qué en la actualidad latinoamericana, en la multiplicidad de nuevos sujetos y nuevas expresiones de lucha social y política en torno a género, derechos políticos y culturales de los pueblos indígenas, ambiente, campesinos sin tierra, cooperativas, luchas ambientales, diversidad sexual, es tan común encontrar una relación distante con el marxismo?

8]  ¿Por qué algunas de las transformaciones y acontecimientos políticos recientes más destacados de América Latina, como los levantamientos indígenas del Ecuador, el zapatismo, los sucesivos derrocamientos de presidentes neoliberales, el proceso de cambio en Venezuela, han sido todos sorpresivos para la mayor parte de los analistas marxistas?

9]  ¿Qué tienen que ver la presencia del eurocentrismo, el economicismo y las visiones teleológicas con estas carencias en los análisis de la realidad latinoamericana?

LOS DOS MARXISMOS: MARXISMO CIENTÍFICO Y MARXISMO CRÍTICO. LA BÚSQUEDA DEL “VERDADERO” MARX[10]

Una forma de aproximarnos a esta diversidad de fuentes de fundamentación y de modelos de interpretación de lo real presente en la teoría marxista es a través de la vía de la discusión de lo que Alvin Gouldner llama el marxismo crítico y el marxismo científico (1982).

Gouldner hace una contribución fundamental a la historia y la comprensión del marxismo con su tesis de que la diversidad de posturas teóricas y políticas del marxismo –desde la obra de Marx– es expresión de dos paradigmas o sistemas teórico-políticos que recorren toda esta tradición.

Gouldner  define estos dos paradigmas a partir de la siguiente caracterización:

1]  Mientras que en el marxismo científico predomina el análisis estructural, determinista, del ser humano como producto de sus condiciones histórico-sociales, análisis en el cual las estructuras socioeconómicas son los verdaderos agentes del cambio histórico, en el marxismo crítico la acción consciente, voluntaria, del ser humano juega un papel central. Los seres humanos son los agentes del cambio histórico.

2]  En consecuencia, para el marxismo científico lo fundamental en  el desarrollo histórico, en particular para la transición del capitalismo al socialismo, es la maduración de las condiciones objetivas; en cambio, para el marxismo crítico adquieren prioridad las condiciones subjetivas, la ideología, la conciencia de clase, la organización política.

3]  Mientras que el marxismo científico tiene la expectativa de que la revolución socialista se dé en los países capitalistas más desarrollados  (aquellos países que han alcanzado el máximo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas), el marxismo crítico llega a la conclusión de que el atraso, lejos de ser un obstáculo, puede por el contrario brindar la oportunidad para la toma revolucionaria del poder. El capitalismo avanzado, con su potencial para satisfacer las demandas de consumo de la clase obrera, y con su capacidad ideológica de control de las clases dominadas es visto así, por el marxismo crítico, como impedimento, más que como una precondición para la revolución.

4]  Para  el  marxismo  científico,  la  maduración  del  proletariado como clase de vanguardia es considerada una condición necesaria para la revolución socialista. El marxismo crítico no establece una relación necesaria entre revolución socialista y proletariado como agente histórico.

5]  El marxismo científico, en la medida en que confía en que la maduración de las condiciones objetivas llevará inevitablemente al derrumbe del capitalismo y al triunfo del socialismo, tiene una “estructura de sentimientos” básicamente optimista. Tiene a la historia de su lado. Por el contrario, el marxismo crítico carece de esa seguridad, no confía en el inevitable desenlace positivo de los acontecimientos históricos; tiene, por lo tanto, una “estructura de sentimientos” más proclive al pesimismo.

6]  El marxismo científico, en su determinismo, enfatiza el carácter necesario del desarrollo histórico y los procesos sociales. El marxismo crítico rechaza la idea del marxismo científico según la cual “la libertad es el reconocimiento de la necesidad”. Por el contrario, afirma que la libertad es la disposición a pagar el precio necesario para la consecución de los valores deseados.

7]  El marxismo científico comparte los valores del progreso y la  confianza infinita en las potencialidades beneficiosas del desarrollo de las fuerzas productivas, característicos del ambiente intelectual europeo del siglo XIX. Ve la tecnología como políticamente neutra, y considera que la base tecnológica del capitalismo avanzado y del socialismo es similar. Para el marxismo crítico, la tecnología desarrollada por la sociedad capitalista incorpora las relaciones de dominación propias de esta sociedad; la crítica al capitalismo pasa así –necesariamente– por la crítica a la tecnología capitalista.

8]  El marxismo científico, sin ambigüedades, evalúa positivamente el  desarrollo científico, al cual ve no sólo como un gran poder, sino también como representante del bien. Rechaza las críticas a la ciencia como un sentimentalismo romántico, y comparte las premisas fundamentales de las ciencias naturales y su confianza en la capacidad de los seres humanos para controlar la naturaleza. El marxismo crítico tiende a tener una actitud más ambigua con relación a la ciencia, a la que sitúa institucionalmente en el marco de la sociedad capitalista. No limita su crítica a sus usos o a las relaciones de propiedad dentro de las cuales se desarrolla en el capitalismo. Sin embargo, dada la valoración que de esta hace el conjunto de la sociedad moderna, tiende a plantear la crítica en términos más parciales, referidos, por ejemplo, a su “positivismo”.

9]  El marxismo científico es fundamentalmente antifilosófico, en el sentido de que ve en la ciencia la posibilidad de la superación de la filosofía. El marxismo crítico se identifica más estrechamente con la tradición filosófica, especialmente con la hegeliana.

10]  Incorporando ambos paradigmas del marxismo tradiciones centrales de la cultura de occidente, el marxismo científico se identifica más directamente con la ciencia y la tecnología, con los aspectos instrumentales de esta cultura, mientras que el marxismo crítico se identifica con los aspectos más humanísticos, filosóficos y literarios de la tradición europea.

11]  Desde el punto de vista metodológico, el marxismo científico enfatiza la separación entre estructura económica y superestructura, insistiendo en la determinación, aunque sea en “última instancia”, de todos los aspectos superestructurales (ideología, política, cultura) por las condiciones de la base económica. El marxismo crítico, por su parte, rechaza esta visión dicotómica de la realidad social como una vulgar simplificación, y enfatiza la naturaleza de la sociedad como una totalidad en la cual no es posible introducir tales particiones tajantes.

12]  Desde el punto de vista epistemológico, el marxismo científico ve al proceso del conocimiento como el “reflejo” de la realidad objetiva en la mente. Es la epistemología de la mente como espejo. El marxismo crítico enfatiza los aspectos prácticos, subjetivos, humanos, del proceso de conocimiento. Es la epistemología de la mente como lámpara.

13]  Para el marxismo científico, la moral es un sentimentalismo innecesario. La justificación del socialismo no requiere una fundamentación de naturaleza moral; este depende de las leyes impersonales de la historia. El marxismo crítico tiene por objetivo fundamental la preservación de la cultura humana y de determinados valores trascendentes.

14]  La crítica del marxismo científico al sistema capitalista enfatiza la explotación económica, las relaciones de propiedad. Para el marxismo crítico, el énfasis está en la deshumanización de la vida, en la crítica al fetichismo y la alienación. En este sentido, es más una crítica de naturaleza cultural.

15]  A los dos paradigmas corresponden, finalmente, diferentes estilos políticos. Para el marxismo científico, el énfasis está en el partido y en sus organizaciones políticas, en los medios en sí mismos; en cambio, para el marxismo crítico el énfasis está en los valores, en la conciencia, en los fines de la revolución.

Con esta caracterización de los dos marxismos, Gouldner no pretende identificar a determinados autores o grupos políticos con alguna de estas dos tendencias. Por el contrario, afirma que se trata sólo de una distinción de naturaleza analítica. Estas combinaciones de rasgos, claro está, no se dan todas juntas en la forma en la que aparecen en la formulación de los tipos ideales presentados por Gouldner.

Diferentes marxistas o tendencias dentro del marxismo se aproximan más a uno u otro de los paradigmas señalados.

EN LA BÚSQUEDA DEL VERDADERO MARX

La comprensión de las tensiones presentes en toda la tradición marxista, a partir de la obra del propio Marx, es particularmente útil para abordar algunos problemas centrales de la historia del marxismo, temas recurrentes cuyo debate se ha caracterizado por su pobreza teórica.

Uno de estos problemas, de importancia política persistente, es la búsqueda del “verdadero Marx”, lo que “Marx verdaderamente quiso decir”, especialmente en los debates en torno a las relaciones entre la teoría marxista y el socialismo realmente existente.

El obsesivo intento  por salvar a la teoría marxista de toda responsabilidad por su resultado histórico en las sociedades que se han organizado bajo la tutela del marxismo ha llevado una y otra vez a defender el “verdadero marxismo” de las múltiples distorsiones y deformaciones a las cuales este habríasido sometido.

Con relación a la caracterización que hace Gouldner  (1982) de los dos marxismos, el hecho de que sea posible encontrar apoyo explícito a cada una de las proposiciones fundamentales de estos dos paradigmas teórico-políticos del marxismo en algunos textos de Marx es evidencia suficiente para negar la posibilidad de que el verdadero Marx sea el científico o el crítico.

La búsqueda del verdadero Marx se convierte así no sólo en un ejercicio escolástico inútil, sino que, en la medida en que pretenda negar algunos aspectos para destacar otros, lo que hace es unilateralizar el pensamiento de Marx, distorsionándolo. El pensamiento de Marx incorpora estas tensiones y esta complejidad, no  hay otro “verdadero Marx”.

Esta búsqueda del “Marx verdadero” se ha orientado a separar en la obra de Marx los aspectos que reflejan su “verdadera postura” de, por un lado, aquellos que corresponderían por diversas razones a un Marx inmaduro y, por el otro, de los que obedecerían a la influencia negativa del cientificismo dominante en la cultura de su época. Se hacen así lecturas coherentemente críticas, o coherentemente científicas, de la obra de Marx.

Ejemplos clásicos son el marxismo científico de la II Internacional, y el marxismo crítico de autores como Karl Korsch y Georg Lukács.

El intento más reciente y sistemático en esta búsqueda de una separación entre lo bueno y lo malo de la obra de Marx es la ruptura epistemológica postulada por Althusser. (1968)[11]

Según esta interpretación, el humanismo, el historicismo, la ideología, los valores, la preocupación por los problemas de la alienación, son resabios filosóficos hegelianos de un joven Marx inmaduro, que todavía no ha producido la ruptura que permitirá el desarrollo de su verdadera contribución teórica: el marxismo científico.

Por esta vía, efectivamente se resuelven algunas de las contradicciones que hemos discutido, pero a costa de amputar el aspecto de la contradicción con el cual Althusser no está de acuerdo, lo que produce un radical empobrecimiento del campo teórico del marxismo.

Otra versión de este intento de separación de lo bueno respecto de lo malo ha consistido en convertir las contradicciones y tensiones internas al pensamiento de Marx en contradicciones entre Marx y Engels. De acuerdo con esta interpretación tan extendida, mientras el pensamiento de Marx sería una elaboración compleja, sofisticada, llena de sutilezas, que en ningún momento cae en trampas unilateralistas, el trabajo de Engels sería responsable de un reduccionismo naturalista de la obra de Marx.

Este tema fue replanteado por Leszek Kolakowski en Las principales corrientes del marxismo (1980; 1982). Según este autor, existe  una diferencia radical entre la filosofía de Engels y la filosofía de Marx.

Este autor plantea que el punto de vista de Engels puede calificarse sumariamente como naturalista y antimecanicista. Engels presenta al universo en evolución dinámica hacia formas superiores, plurales en su diferenciación y enriquecidas por el conflicto interno. Estaría próximo al positivismo y al cientificismo por su confianza en la ciencia natural y su desconfianza en la filosofía, concebida meramente como un conjunto de reglas intelectuales; también estaría cercano al empirismo y el determinismo.

De acuerdo con esta interpretación, no parece que las bases filosóficas del marxismo de Marx sean compatibles con la creencia en que las leyes generales de la naturaleza son aplicables a la historia de la humanidad; o que las reglas del pensamiento pueden ser asimiladas con las regularidades psicológicas o fisiológicas del cerebro.

Mientras que Engels, hablando en términos generales, creía que el ser humano podía explicarse en términos de historia natural y de las leyes de evolución a las que estaba sometido, y que era capaz de conocer en sí, la idea  de Marx fue que la naturaleza que conocemos es una extensión del ser humano, un órgano de actividad práctica.

La  interpretación  materialista  de  la  conciencia  en  Marx,  de acuerdo con Kolakowski, es que el conocimiento y todo lo relacionado con la mente –sentimientos, deseos, imaginación e ideales– es producto de la vida social y de la historia. Por ello, los seres humanos no pueden adoptar un punto de vista cósmico o divino, dejando a un lado su propia humanidad, y abarcando a la realidad en sí y no como objeto de la praxis humana. Habría, de acuerdo con esto, una clara diferencia entre el trascendentalismo latente de la dialéctica de la naturaleza de Engels y el antropocentrismo dominante en la idea de Marx.

Hay, efectivamente, una diferencia radical entre las proposiciones epistemológicas antropocéntricas presentes en el Marx de los Manuscritos de París de 1844 y el naturalismo cientificista de toda la obra de Engels. Sin embargo, la epistemología que postula Marx cada vez que se refiere a la contribución representada por El Capital se acerca mucho más al cientificismo de Engels que al antropocentrismo de algunas de sus primeras obras.

Esta separación tajante entre las proposiciones epistemológicas de Marx y las de Engels sólo es posible a partir de una interpretación unilateral del pensamiento de Marx, interpretación que incorpora sólo uno de los polos en tensión en su pensamiento. Si bien los elementos para la caracterización que hace Kolakowski están presentes en algunos textos de Marx, también lo están –y con mayor peso– proposiciones que sustentarían una interpretación más naturalista y cientificista de sus concepciones filosóficas y epistemológicas.

No puede desconocerse, para esta discusión, la visión que Marx tiene de su propia obra, la forma en la cual define su contribución en los prólogos y presentaciones de sus textos más importantes, en las cartas en las cuales se refiere a lo que ha sido el conjunto de su aporte teórico.

En las referencias de este tipo en los últimos años de vida de Marx, el énfasis está en el carácter científico de su obra, en el determinismo de los procesos sociales. El paradigma del conocimiento de las ciencias naturales está cada vez más presente como referencia explícita en relación con la cual Marx evalúa la importancia y naturaleza de su propia obra.

Igualmente importante para la interpretación de la opinión que tenía Marx de su propia obra, es, como afirma Gouldner, el hecho de preguntarse si los textos fueron publicados o no durante la vida de Marx. Los principales textos a partir de los cuales se desarrollan las interpretaciones de Marx como orientado por una epistemología antropocéntrica y anticientificista son precisamente aquellos no publicados durante la vida de Marx y Engels.

La ideología alemana y los Manuscritos de París de 1844 fueron editados en 1932, y sólo años después se publicaron traducciones completas. La primera publicación efectiva de los Grundrisse es del año 1953; la traducción a los principales idiomas tomó hasta 20 años, y todavía hay partes del material que permanecen inéditas.

La consideración del carácter de publicación o de manuscrito inédito de los diferentes textos de Marx que son utilizados para las diversas interpretaciones del marxismo tiene una doble importancia. En primer lugar, los trabajos publicados son, probablemente, aquellos que los autores quieren dar a conocer: en el caso de Marx, los textos que quiere aportar como contribución a la divulgación de la concepción del mundo y del socialismo que está empeñado en desarrollar.

Si a partir de estos textos que él priorizó para su publicación es más difícil llegar a una interpretación de la obra de Marx como marxismo crítico que a partir de los manuscritos no publicados, resulta por lo menos arbitrario atribuirles a los textos no publicados el carácter de “verdadero Marx”.

En segundo lugar, para una discusión en torno a las consecuencias históricas de la teoría marxista, en particular en relación con el socialismo realmente existente, es evidente la importancia cardinal de los textos en base a los cuales se formó la concepción del mundo, la política, la revolución y el socialismo que sirvió como guía para la construcción de las sociedades socialistas.

Los principales movimientos políticos del siglo XX que se identifican con el marxismo ya tenían una concepción del mundo y del marxismo claramente cristalizadas antes de que se conocieran algunos de los textos de Marx más directamente identificados con el marxismo crítico.

En el año 1932, cuando se publicaron por primera vez (en alemán) tanto La ideología alemana como los Manuscritos de París de 1844, el partido bolchevique tenía 15 años en el poder, Lenin había muerto hacía casi una década, Trotsky estaba en los últimos años de su vida, el estalinismo estaba en pleno apogeo y el Partido Comunista Chino ya tenía 11 años de existencia.

Resulta así que, encontrando el sentido profundo de la obra de Marx precisamente en aquellos textos que poco tienen que ver con la experiencia histórica del socialismo, se libera a aquella de toda “culpa”. El verdadero socialismo, el socialismo postulado por Marx, estaría todavía por realizarse.

Regresando ahora a la pretendida oposición radical entre las concepciones de Marx y Engels, resulta por lo menos curiosa esa conclusión, si tomamos en cuenta el hecho de que fueron íntimos amigos y colaboradores durante la mayor parte de sus vidas; redactaron y firmaron conjuntamente algunas de sus principales obras; durante décadas desarrollaron un constante intercambio de correspondencia sobre lo que cada cual estaba escribiendo (en los períodos en los que estaban separados); y establecieron entre sí discusiones sobre sus respectivos manuscritos antes de su publicación.

Fue tan estrecha esta colaboración que, recientemente, se ha conocido que algunos artículos periodísticos firmados por Marx en realidad fueron escritos por Engels.

Igualmente limitados resultan los intentos de establecer una ruptura radical entre el marxismo de Marx y el marxismo de Lenin, marxismo que fue codificado posteriormente como marxismo-leninismo.

En las últimas décadas, ha sido común a la reflexión crítica en torno a las sociedades socialistas actuales el llegar a la conclusión (inevitable) de que el socialismo realmente existente está íntimamente ligado a  las concepciones teóricas y políticas del leninismo, y que la idea de un socialismo democrático implica necesariamente una ruptura con este último.

Sin embargo, en el no-reconocimiento de que la obra de Lenin constituye la continuación de algunas tendencias medulares inscriptas en el pensamiento de Marx, lo que se repite es el apego religioso a la permanencia de la contribución de Marx, impidiendo por esa vía una reflexión crítica sobre la obra del propio Marx.

Ejemplo de esta modalidad de separación radical entre lo bueno atribuido a Marx y lo malo atribuido a Lenin es la ruptura del eurocomunismo con el leninismo. Estas interpretaciones reduccionistas, altamente selectivas (tan  frecuentes en la historia del marxismo), han servido tanto para sustentar y legitimar las más diversas posturas políticas ubicadas en el campo del marxismo, como para escamotear la posibilidad misma de una discusión crítica en torno a la relación entre las experiencias de construcción socialista y las proposiciones teóricas y políticas básicas del marxismo.

Sólo a partir del reconocimiento del conjunto de problemas, tensiones y contradicciones presentes en la obra de Marx, y de la diversidad de las potenciales orientaciones de su desarrollo posterior, es posible una aproximación crítica fructífera al conjunto de su obra y a los efectos que esta tuvo en la experiencia histórica del socialismo realmente existente.

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[1] En este texto cité libremente varios materiales de mi autoría, especialmente: Contribución a la crítica del marxismo realmente existente: verdad, ciencia y tecnología (1990a) y  “Pensamiento crítico latinoamericano: la impugnación del eurocentrismo” (2001)

[2] Otros importantes aportes a este debate pueden encontrarse en Mignolo (1995; 2001) y  Wallerstein (1991).

[3] Entre la amplia producción de Dussel sobre estos temas, ver también 1492: El encubrimiento del Otro. Hacia el origen del mito de la Modernidad (1992) y  Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión (1998).

[4] Los aportes más importantes de Aníbal Quijano a este debate se encuentran en los siguientes textos: “Modernidad y democracia: intereses y conflictos” (2000b); “¡Qué tal raza! (1999a); “Coloniality of Power and Its Institutions” (1999b); “Estado nación, ciudadanía y  democracia: cuestiones abiertas” (1998); “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina” (1997); “Raza, etnia, nación: cuestiones abiertas” (1992a); y “Colonialidad y modernidad/racionalidad” (1992b).

[5] Esta síntesis, y las citas que en ella se incorporan, están tomadas de Quijano (2000a).

[6] “La formación de relaciones sociales fundadas en dicha idea produjo en América identidades sociales históricamente nuevas: indios, negros y mestizos, y redefinió otras. Así, términos como español y portugués, más tarde europeo, que hasta entonces indicaban solamente procedencia geográfica o país de origen, desde entonces cobraron también, en referencia a las nuevas identidades, una connotación racial. Y en la medida en que las relaciones sociales que estaban configurándose eran relaciones de dominación, tales identidades fueron asociadas a las jerarquías, lugares y roles sociales correspondientes, como constitutivas de ellas y, en consecuencia, al patrón de dominación colonial que se imponía. En otros términos, raza e identidad racial fueron establecidas como instrumentos de clasificación social básica de la población […] En América, la idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominación impuestas por la conquista. La posterior constitución de Europa como nueva identidad después de América, y la expansión del colonialismo europeo sobre el resto del mundo, llevó a la elaboración de la perspectiva eurocéntrica de conocimiento y con ella a la elaboración teórica de la idea de raza como naturalización de esas relaciones coloniales de dominación entre europeos y no-europeos. Históricamente, eso significó una nueva manera de legitimar las ya antiguas ideas y prácticas de relaciones de superioridad/inferioridad entre dominados y dominantes. Desde entonces ha demostrado ser el más eficaz y perdurable instrumento de dominación social universal, pues de él pasó a depender inclusive otro igualmente universal, pero más antiguo, el inter-sexual o de género: los pueblos conquistados y dominados fueron situados en una posición natural de inferioridad y, en consecuencia, también sus rasgos fenotípicos, así como sus descubrimientos mentales y culturales. De ese modo, raza se convirtió en el primer criterio fundamental para la distribución de la población mundial en los rangos, lugares y roles en la estructura de poder de la nueva  sociedad. En otros términos, en el modo básico de clasificación social universal de la población mundial” (Quijano, 2000a).

[7] “La concepción estrictamente social de la creación de la explotación en Marx busca evitar la fetichización del capital, el dinero y la tierra como fuentes de valor. Pero termina por  excluir la explotación de la naturaleza del análisis de la producción capitalista, y borra su  papel en la formación de la riqueza” (Coronil, 1997: 59).

[8] Esto, tal como señala Wallerstein (1996), se expresa en el siglo XIX en la construcción de  disciplinas especializadas en el estudio de cada uno de estos ámbitos de la vida colectiva.

[9] La sensibilidad especial de José Carlos Mariátegui marchó a contracorriente y, por eso  mismo, no logró una influencia decisiva en el debate marxista latinoamericano.

[10] Este acápite fue tomado de Lander (1990a).

[11] Consultar también Althusser y Balibar (1969).

Escuela de San Salvador promoverá lectura emancipadora en 2021

SAN SALVADOR, 11 de diciembre de 2021 (SIEP). “Nuestro compromiso es el de promover la lectura emancipadora, la lectura crítica, como medio para la descolonización…” indicó Guillermo Campos, jefe del Departamento de Filosofía de la Universidad de El Salvador y de la Escuela de San Salvador.

Entre las obras literarias, -que incluye biografía, cuento, testimonio, novela, poesía, etc.-que promoverá se encuentra Comandante Feliciano, una Historia de amor y revolución, de Raimundo López, que es una biografía de un joven guerrillero salvadoreño, que muere combatiendo e 1981 contra tropas de la dictadura militar.

Asimismo Voces del Exilio. Poesía testimonio 1983-1986, de Jesús Alfredo Campos, que es un collage sobre la experiencias de un militante y migrante salvadoreño en México y Estados Unidos, evadiendo la represión de la dictadura militar de ese entonces.

También El viaje a Moscú, primera novela de Roberto Pineda, que trata a dos voces, sobre la misión  – em diciembre de 1931-de un militante revolucionario salvadoreño de viajar a Moscú, y la persecución por parte del recién inaugurado régimen militar del General Martínez.  

Igualmente la obra poética de Guillermo Campos, En torno…a tí, en la cualse recrean diversas expresiones de amorque identifican el sentir del ser humano en su búsqueda constante de la trascendencia.

Publican en El Salvador: Comandante Feliciano: una historia de amor y revolución

SAN SALVADOR, 8 de diciembre de 2021 (SIEP). El libro Comandante Feliciano: una historia de amor y revolución, recientemente publicado,  y fruto del esfuerzo del periodista cubano Raimundo López, rescata la historia del joven Tomás Roberto García Vargas, de 22 años, destacado revolucionario salvadoreño.

El Comandante Feliciano tuvo como padre al revolucionario  cubano Roberto García, quien estuvo exilado en nuestro país en 1957, y en ese periodo conoció a una compañera salvadoreña con quién formó un hogar.

Desde muy joven Tomás Roberto destacó en el estudio, el deporte y la música. Sus habilidades deportivas lo llevaron a  ser campeón nacional y centroamericano de esgrima, subcampeón nacional de ajedrez así como un consumado pianista.

Y su profunda sensibilidad social lo empujó a la lucha guerrillera, y explica su incorporación a las filas de las Fuerzas Armadas de Liberación, FAL, brazo armado del PCS.  El Comandante Feliciano  sucumbió en Mejicanos, la noche del 29 de abril de 1981, por una delación,  días antes de asumir como jefe guerrillero en el Cerro de Guazapa.

El libro, que Raimundo López  elabora mediante testimonios de familiares, compañeros de lucha, la mujer que amó y los recuerdos de su padre-un coronel cubano ya retirado- tiene un costo de 10 dólares. «Este pueblo tiene muchas razones para sentirse orgulloso de su historia, el país seguirá adelante, y la lucha también», enfatizó el autor. Los interesados en obtener esta valiosa obra pueden comunicarse al tel. 77172568.

Las FPL y el proceso de transformación agraria de 1976. Roberto Pineda

El número 45 del boletín mensual El Rebelde de las FPL “Farabundo Martí”,  de julio de 1976,  viene dedicado a posicionarse frente al proceso de trasformación agraria, impulsado por el  gobierno del Coronel Arturo Armando Molina con el respaldo del gobierno estadounidense,  como un mecanismo político  para disputarle el apoyo de los sectores campesinos a las organizaciones revolucionarias.

En este punto, las posiciones de las FPL se enfrentaron tanto a  las del PCS  como a las de la UCA, que dieron un apoyo crítico a esta medida, la cual  fue finalmente revertida por la acción enérgica de la oligarquía que se organizó para oponerse tercamente a su realización.

Establece El Rebelde que “hace algunos días,  la tiranía fascistoide anunció con gran despliegue de propaganda sus intenciones de realizar el primer proyecto de lo que llama “transformación agraria.”

Considera que es “importante conocer concretamente el significado de este paso dado por los representantes de la burguesía y el imperialismo, con el fin de no dejarse engañar y, por el contrario, para enfrentarlo de la mejor manera.”

Contextúa que “En El Salvador se viene librando desde hace muchos años la lucha de clases, entre la burguesía y el imperialismo, por una parte y el pueblo trabajador por la otra, lucha que a partir de los años 60 tomó para las clases dominantes la modalidad de estrategia de guerra especial contra el pueblo.”

La estrategia contrarrevolucionaria político-militar

“Esta estrategia –agrega el boletín de las FPL- fue trazada ante la  imposibilidad de detener al pueblo por otros medios, y pasaba entonces a contemplar la necesidad de combinar distintas modalidades en las que si bien el papel de la lucha militar es fundamental, se acompaña con medidas sociales y económicas de carácter reformista.”

“Para ello,  es básico combinar los golpes militares contra el pueblo y su vanguardia con las medidas sociales reformistas acompañadas por la guerra psicológica. Es en este conjunto de medidas que  han sido bautizadas como “transformación nacional” que surge ahora la  llamada “Transformación Agraria.”

El desarrollo de la política agraria contrarrevolucionaria

Evalúa que “Es evidente que el proyecto que apenas alcanza el 4% de la tierra cultivable en el país, y que solamente se proyecta para 12.000 familias campesinas no es capaz de satisfacer, ni las necesidades que tiene la burguesía de ampliar el mercado interno, ni de solucionarse el terrible problema de la falta de tierra de los compañeros del campo.”

¿Qué objetivos particulares persigue el enemigo?

Estima que “En primer lugar, restar apoyo de masas a la revolución… pretende arrebatarle al pueblo una bandera de su justa lucha; con lo cual persigue anular el apoyo que los trabajadores del campo dan a la revolución.”

Señala que “También en Filipinas los yanquis impulsaron entre otras medidas,  una falsa reforma agraria, con tal fin realizaron una serie de proyectos de reparto de tierras. “

Las contradicciones entre ANEP y Gobierno

Subraya que “A raíz del anunciado paso dado por la tiranía militar fascistoide se ha abierto una discusión entre esta y los capitalistas. Es importante conocer el contenido y las intenciones de esta discusión para que los trabajadores podamos establecer nuestra línea de acción.”

Opinan que “Es natural que no siempre los intereses inmediatos del imperialismo yanqui coinciden con todos los sectores de la  burguesía criolla y cuando ello sucede,  se desarrollan entre ellos contradicciones de carácter secundario, pero que en lo fundamental no llegan aponer en peligro sus intereses fundamentales de mantener su dominación sobre el pueblo.”

A partir de esta premisa se considera como “nefastas aquellas posiciones que cubriéndose con ropaje revolucionarios o progresistas tratan de encauzar al pueblo a un apoyo “táctico” a la política de la tiranía fascistoide, bajo el  

pretexto de aprovechar las contradicciones secundarias entre los enemigos de clase. Quienes ostentan estas posiciones no han entendido en lo mínimo la estrategia de guerra especial contra el pueblo y que en este marco, las

medidas de aparente corte “progresista” encierran un significado perverso contra los intereses del pueblo.”

El camino popular

Sostiene que “en primer lugar, para el pueblo debe quedar claro, que las verdaderas transformaciones que necesita, solo son posibles después de arrebatarle el pode r a la burguesía, dando paso a la construcción de una sociedad nueva, de una sociedad justa, en donde el producto del trabajo sirva para atender las necesidades del pueblo…”

Alfonso Martínez: ¡Una vida dedicada a la lucha por la democracia y el socialismo en El Salvador!

SOYAPANGO, 30 de octubre de 2021 (SIEP) Alfonso Martínez, 84 años, sastre , originario de San Juan Nonualco, extraordinario militante comunista salvadoreño, así como  dirigente sindical y luchador popular, falleció esta mañana, nos informa su hijo Yuri Alfonso.

Alfonso joven aún marcha en 1957 a San Salvador para ganarse la vida como sastre. En el taller donde es recibido tiene como compañeros a militantes del PCS, entre estos a Carlos Marín y al dueño del taller, Francisco Antonio Cativo, hermano del dirigente comunista Luis Felipe, conocido como Chele Cativo.

Y se organiza en el Sindicato Nacional de Sastres y participa así en el acto de constitución en agosto de ese año 1957 de la Confederación General de Trabajadores Salvadoreños, CGTS. Tres años después, en agosto de 1960 es juramentado como militante del Partido Comunista de El Salvador, PCS.

Ese mismo año participa en una delegación que viaja a la Republica Popular China y a la Unión Soviética, junto con Mario Aguiñada y Miguel Ángel Sáenz Varela.  En 1963 es capturado en la escuela campesina del PCS, que quedaba en la calle del Agua caliente, encarcelado en la Guardia Nacional y luego expulsado hacia Guatemala, de donde junto con otros camaradas viajan a México.   Mes y medio después regresan a El Salvador.

Pero por la persecución política el PCS decide enviarlo a realizar trabajo organizativo en San Miguel, donde permanece por diez años, de 1964 a 1974, construyendo partido, organizando sindicatos y organizaciones populares así como participando en el esfuerzo electoral, lo que lo lleva a ser regidor del Consejo Municipal de San Migue, por la Unión Nacional Opositora, UNO.

En 1974 por la amenaza de ser asesinado por los escuadrones de la muerte, regresa a San Salvador y se incorpora al trabajo sindical, siendo electo directivo de FESTIAVTCES.  En noviembre de 1980 sale del país a cumplir  una tarea  sindical unitaria que lo lleva a diversos países sudamericanos, en búsqueda de solidaridad para la lucha del pueblo salvadoreño.

En 1983 se integra a un campamento guerrillero de las FAL en Guazapa. Pero es enviado de regreso a San Salvador, para la reactivación del movimiento sindical y luego para la reactivación política del partido Unión Democrática Nacionalista, UDN, como expresión abierta del PCS.  

Luego de los Acuerdos de paz de 1992 participa en los esfuerzo s para organizar el partido FMLN. Y en los últimos tiempos dedicaba sus esfuerzos a la Coordinadora Intergremial Rafael Aguiñada Carranza, CIRAC, instrumento de lucha popular del cual había sido uno de  sus fundadores. ¡Una vida dedicada a la lucha por la democracia y el socialismo en El salvador!

Noviembre, desafío electoral para fuerzas progresistas. Fernando Bossi. 29 de octubre de 2021

En noviembre se realizarán cinco elecciones en nuestra región latinoamericana. Dos en Centroamérica y tres en Suramérica. Cada una de ellas de suma importancia no solo para las fuerzas populares y progresistas de los países involucrados y sino para las de toda nuestra América.

La primera será el 7 de noviembre en Nicaragua; allí se elegirá presidente y diputados para la Asamblea Nacional y para el Parlamento Centroamericano. El candidato de la Revolución, el Comandante Daniel Ortega, va acompañado en la fórmula, por su compañera Rosario Murillo, como la elección pasada, y se prevé que ganarán cómodamente.

Una semana después, el 14 de noviembre, la cita será en Argentina, donde se renovarán 127 de los 257 escaños de la Cámara de Diputados, y 24 de los 72 del Senado de la Nación. La disputa será entre el gobernante Frente de Todos y Juntos por el Cambio, coalición que nuclea a las fuerzas neoliberales del ex presidente Mauricio Macri.

Esta elección ha generado mucha expectativa ya que el 12 de septiembre pasado en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), la coalición de derecha obtuvo más votos que el oficialismo, prendiendo las alarmas a la fuerza que encabezan el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner. No hay duda que sería fundamental que el frente de fuerzas progresistas lograra la victoria, y así cerrar el paso a la nueva embestida reaccionaria. ¿Podrá el Frente de Todos revertir la pobre elección primaria del 12 de septiembre? Las expectativas van creciendo mientras más se acerca la fecha de los comicios.

Chile y Venezuela

El 21 de noviembre seguimos con Chile. Allí se elige presidente para el período 2022-2026. También se elegirán diputados, senadores y consejeros regionales. En caso de ocurrir una segunda vuelta electoral, ésta se realizará el 19 de diciembre de 2021.

Según varias encuestas, el candidato de las fuerzas progresistas, Gabriel Boric, aparece con posibilidades reales frente a los candidatos de la derecha y la centro-derecha. El 21 se comprobará si las protestas llevadas a cabo en los últimos tiempos en Chile se traducen en votos antineoliberales que puedan ser capitalizados por la coalición Apruebo Dignidad que lidera el joven Boric.

El 21 también se realizarán elecciones en Venezuela. En este caso se renovarán todos los cargos ejecutivos y legislativos de las 23 entidades federales (gobernadores) así como el de los 335 municipios del país (alcaldes). Teniendo en cuenta el bloqueo y las sanciones a que es sometido el pueblo venezolano por parte del imperialismo yanqui y sus aliados, con las consecuencias que esto trae aparejado, es probable que el oficialismo pierda algunos espacios regionales. No obstante, en el balance general se espera que las fuerzas revolucionarias se impongan una vez más, ante una oposición que nuevamente se presenta dividida y desprestigiada ante la opinión pública.

Elecciones en Honduras

El 28 de noviembre volvemos a Centroamérica, donde los comicios se realizarán en Honduras. Las elecciones serán para Presidente y también se elegirán 128 diputados al Congreso, 20 diputados al Parlamento Centroamericano, 298 alcaldes y 2092 regidores. La candidata Xiomara Castro (esposa del ex presidente Manuel Zelaya), con Libre (Libertad y Refundación) se enfrentará al candidato neoliberal del Partido Nacional, Nasry Asfura. Las encuestas indican que Xiomara, acompañada en la formula por Salvador Nasralla, estaría ganando. De esta manera las fuerzas progresistas y de izquierda hondureñas podrían retomar al poder después de 12 años en que la derecha, con apoyo de los Estados Unidos, derrocó al presidente constitucional Manuel Zelaya.

En síntesis: cinco elecciones donde desde esta tribuna apoyamos abiertamente a los candidatos al ejecutivo nacional Daniel Ortega, Gabriel Boric y Xiomara Castro, con las fuerzas Alianza Unida Nicaragua Triunfa, encabezada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Apruebo Dignidad en Chile y Libre en Honduras. Asimismo en las regionales de Venezuela nuestro apoyo incondicional es con el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y el Polo Patriótico, y en Argentina con los candidatos del Frente de Todos.

Nuestra posición es clara y no andamos con titubeos ni ambigüedades. No se trata de alineaciones acríticas, pero a la hora de poner el voto hay que estar decididamente a favor de las fuerzas que asumen posiciones antiimperialistas, progresistas y patrióticas. Compartir vía:

Recordando a Raul Castellanos Figueroa. Domingo Santacruz. 29 de octubre de 2018

Hace 48 años la familia Castellanos Figueroa y también la familia Braña, pierden al hijo, al padre, al esposo muy querido. El Partido Comunista de El Salvador y el movimiento popular pierden a uno de sus más grandes cuadros dirigentes, ni no el más grande en esa época.Con seis años mayor que Schafik, Raúl fue uno de los dirigentes que influyó mucho en la conducta revolucionaria de la generación de cuadros y militantes de los años 50 y 60, y de no haber fallecido a temprana edad, con apenas 45 años su influencia hubiera llegado mucho más lejos.

Raúl fue hijo de Jacinto Castellanos Rivas, con un historial sumamente interesante. Jacinto fue un intelectual, periodista, amigo de muchos intelectuales de los años 30, como Salarrué, Masferrer. Como alumno de la Escuela de Cabos y Sargentos, la Escuela Militar de entonces, Jacinto recibió clases del General Maximiliano Hernández Martínez, antes de ser el dictador, juntamente con otros oficiales como Joaquín Castro Canizález, otro intelectual conocido como “Quino Caso”.

Ya siendo Oficial del Ejército, Jacinto fue atraído por las ideas filosóficas impartidas por el General Hernández Martínez, con quien trabó cierta amistad y hasta dio colaboración en la formación de un movimiento político que lo postuló en las elecciones de 1930. Junto con su amigo y colega Quino Caso, Jacinto participa en los círculos intelectuales de la época, lo cual junto con éste figuraban en el grupo de amigos de don Alberto Masferrer y, por lo tanto, en colaboradores del periódico PATRIA.

En esta actividad conoció y trabó amistad con Farabundo Martí y con otros profesionales progresistas de esos años. Jacinto acompañó al General Martínez en el giro político para una alianza con el Ingeniero Arturo Araujo en donde participa como parte de la fórmula presidencial para la disputar la Vicepresidencia en las elecciones de 1931. Las actividades periodísticas junto a Don Alberto Masferrer le dieron a Jacinto cierta notoriedad en los círculos políticos progresistas.

Durante el período electoral que culminó con la victoria de la alianza Araujo Martínez, Jacinto y Quino Caso fortalecieron su relación con el General Maximiliano Hernández Martínez y su círculo de militares amigos. Esa relación explica su involucramiento en la formación del Comité Militar que derrocara al Presidente Araujo el 02 de Diciembre de 1931, en el Quino Caso fue uno de los integrantes y Jacinto fue escogido como Secretario Privado del General Martínez en la Presidencia de la República, al menos por un tiempo.Después de las masacres de indígenas y campesinos de 1932, y del fusilamiento de su amigo Farabundo Martí, el 01 de Febrero de 1932, que para él fue un vil asesinato, Jacinto se apartó del General y de inmediato se transformó en un fuerte crítico y opositor de Martínez y su dictadura militar.

Con el tiempo, siendo un luchador social perseguido, Jacinto emigra a México, ingresa al Partido Comunista Mexicano, junto con su hijo Raúl y tiempo después regresa al país e ingresa al PCS y se convierte en uno de sus dirigentes en los años 50. Por testimonio de Jacinto conocimos detalles sobre el fusilamiento de Farabundo y sus camaradas Alfonso Luna y Mario Zapata, así como de su digno comportamiento durante el ilegal juicio militar para quitarlos del camino. Por él nos enteramos de las últimas palabras pronunciadas por Farabundo antes de morir frente al pelotón de fusilamiento.

RAÚL CASTELLANOS F. INTEGRANTE DEL COMITÉ DE HUELGA DE BRAZOS CAÍDOS DE ABRIL Y MAYO 1944

Raúl Castellanos Figueroa desarrolla su juventud en medio de intensas luchas sociales de la época que fueron creciendo en contra de la dictadura militar. Desde muy joven, contagiado por las ideas de su padre y estimulado por la profunda crisis política de la dictadura y del país, fue uno de los estudiantes universitarios integrantes del Comité Estudiantil Universitario que organiza y llama al pueblo a la Huelga General de Brazos Caídos. Raúl fue elegido para representar a los estudiantes de Ingeniería. Otros de sus compañeros en dicho Comité de Huelga fueron los Estudiantes Jorge Bustamante, Fabio Castillo Figueroa, Julio Oliva y otros.

Ya desde antes de los acontecimientos de abril y mayo, Raúl ya colaboraba como redactor del periódico Opinión Estudiantil, desde cuyas páginas atacaba duramente a la Dictadura Militar de Martínez. Otros compañeros en la plana de redacción del periódico fueron Jorge Arias Gómez, Juan José Vides, Gabriel Gallegos Valdez e Ítalo López Vallecillos;Hay que decir que Raúl Castellanos, por muchos años, fue objeto de una sistemática persecución policial por la dictadura militar que prevaleció en nuestro país por muchos años; desde los acontecimientos de abril y mayo y meses posteriores Raúl fue acosado por el sanguinario Coronel Osmín Aguirre y Salinas, Director de la Policía Nacional en los meses que siguieron al golpe militar del 21 de Octubre de 1944 y los meses posteriores mientras ocupó la presidencia de la República.

Raúl emigró a la ciudad de México en donde vivió por varios años junto con su padre. En México, como hemos dicho, además de estudiar la carrera de Economía Política en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, participó activamente en actividades políticas con el movimiento estudiantil revolucionario de México de aquellos años.DIRIGENTE DESTACADO DEL PCSLo conocí como uno de los dirigentes más destacados de la Dirección del PCS. Miembro de la CP, del Secretariado y del CC desde finales de los años cincuenta, a Raúl casi siempre lo encontrábamos en reuniones clandestinas, en alguna charla en la Universidad Nacional, escasamente en un mitin del FNOC o del FUAR y desde luego, en el PRAM. Muchos documentos, manifiestos o pronunciamientos del PRAM y del CC del PCS eran elaborados por Raúl. Con el tiempo pude apreciar el respeto que la Dirección tenía en Raúl.

Casi siempre otros compañeros ponían en sus manos para revisión trabajos preparados para acontecimientos importantes, incluso los de Schafik, a pedido de éste. Durante varios años publicó artículos de orientación y educación política en el periódico LA VERDAD, órgano del CC del PCS y en otras publicaciones como “Abril y Mayo”, órgano del PRAM, en “VOZ OBRERA”, en revistas y en diversas publicaciones de las organizaciones dirigidas por el PCS o vinculadas a él.Colaboraba con Periódicos como La Tribuna, “El Independiente, El Latino, La Crónica, Primera Plana, este último de la Escuela de Periodismo. Todos ellos, especialmente Opinión Estudiantil, les abrieron las páginas a sus artículos.

También publicó muchos artículos en los periódicos de derecha, como La Prensa Gráfica y el Diario de Hoy, utilizando nombres falsos.ORGANIZADOR DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO ABRIL Y MAYO, (PRAM) Y DEL FRENTE NACIONAL DE ORIENTACIÓN CÍVICA, FNOC.Por decisión de la Dirección del PCS, Raúl fue designado como responsable de la organización y dirección política del Partido Revolucionario Abril y Mayo, PRAM, que inició actividades como Movimiento Abril y Mayo a principios de 1959.

Fue una tarea política necesaria, encaminada a organizar un instrumento político abierto capaz de atraer a la intelectualidad y personalidades progresistas, a las masas populares, de las y los trabajadores y luchadores sociales para hacer trabajo político abierto y de ser posible, legal, sin aferrarse. El escenario socio político era propicio, creado con el triunfo de la Revolución Cubana, el cual iba en aumento.

Pero también se necesitaba crear un instrumento político no tan rojo para aglutinar y atraer a otras fuerzas sociales y políticas a un frente democrático que facilitara atraer las distintas fuerzas en contra de la dictadura militar.Raúl dudó un poco en sus capacidades para asumir la tarea. Sin embargo, pronto se dio cuenta que no estaría solo. Una buena cantidad de cuadros con mucho entusiasmo le fueron asignados y otros que llegaron por su cuenta. Me refiero a Tirso Canales, Roberto Armijo, Raúl Padilla Vela, Gabriel Gallegos Valdez, Mario Salazar Valiente, Pedro Mancía Cerritos, Rafael Aguiñada Carranza, Pepe Rodríguez Ruiz, Miguel Parada, y Muchas y muchos cuadros de jóvenes que saliendo de las organizaciones juveniles pasaron a integrarse al PRAM.

Muchas brigadas de voluntarios fueron creadas en el PRAM para reunir las firmas exigidas por el CCE para intentar su legalización, que fue rechazada. Pero también fueron miles de obreros, campesinos, empleados y otros sectores que buscaron y se afiliaron a este partido político de izquierda, porque sentían la necesidad de realizar trabajo político en amplios sectores y territorios del país. Con toda esa gente y con mucho entusiasmo, no fue difícil para el PRAM, para Raúl y otros compañeros darle forma al partido y dar los primeros pasos para la creación del Frente Nacional de Orientación Cívica, FNOC, al cual se unieron: La Asociación General de Estudiantes Universitarios, AGEUS; la Confederación General de Trabajadores Salvadoreños, CGTS; el Partido Acción Renovadora, PAR: el Partido Radical Democrático, PRD. Varias otras organizaciones juveniles, sindicales, gremiales y otras en formación se unieron al esfuerzo para darle vida al FNOC, cuya misión era derrocar a la dictadura militar del coronel José María Lemus y sustituirla por un gobierno democrático.

La tarea de derrocar a Lemus fue lograda el 26 de octubre de 1960, de donde surge el gobierno democrático con la Junta de Gobierno.LA JUNTA CÍVICO MILITAR Y EL DIRECTORIO MILITARCon el derrocamiento de Lemus y la llegada de la Junta Cívico Militar, se produce una apertura democrática que apenas duró tres meses. No fue posible aprovechar ese corto tiempo para impulsar ni siquiera un plan mínimo de acción y menos de cambios estructurales.Vino el contragolpe del Directorio Cívico Militar del 25 de enero de 1961 y con él la reinstalación de la dictadura militar. La represión fue general contra todas las organizaciones sociales, culturales, y políticas. Algunos de los cuadros políticos conocidos afiliados y dirigentes del PRAM pasaron a la clandestinidad.Con gente menos conocida, menos quemada, como decimos, se procede a la reestructurar la Directiva Nacional del PRAM, eligiendo coordinador al abogado Roberto Carías Delgado. Otros compañeros y compañeras se mantuvieron al frente del Partido realizando actividades combinadas, abiertas y secretas.

Raúl pasó a ocupar otro cargo sin dejar de ser el cuadro político ideológico y de conducción del PCS, esperando decisiones de la CP del PCS.Por varios años se mantuvo el esfuerzo del PRAM como una organización política generadora de organización, orientación, denuncia y lucha política abierta.CAPTURA Y SECUESTRO DE RAUL JUNTO CON ANTONIO VELASCO IGLESIASRaúl era uno de los cuadros dirigentes del PCS permanentemente perseguido por los cuerpos de seguridad. Muchas veces fue capturado y expulsado del país. En Octubre de 1962, Raúl Castellanos y el dirigente obrero Antonio Velasco Iglesias, fueron capturados y secuestrados en un descuido del comando operativo responsable de su seguridad. Los dos compañeros fueron capturados violentamente, como era la costumbre de los esbirros policiales. Ya en sus manos, los compañeros fueron objeto de todo tipo de violaciones a sus derechos incluyendo la aplicación de torturas.

La campaña por su liberación adquirió volumen fuerte. La dictadura los acusaba de ser agentes al servicio de la Revolución Cubana, sólo por haber participado en actos de solidaridad con Cuba durante la crisis del Caribe, conocida como la crisis de los misiles.No era la primera captura y secuestro ni de Raúl Castellanos, ni de del dirigente obrero Velasco Iglesias. Todo revolucionario sabía en esos momentos el grave riesgo que corría su vida y la de su familia; la Dirección del PCS era perseguida con mucha minuciosidad. Raúl Castellanos sabía muy bien ese ambiente, pero siempre desafiaba y se las arreglaba para evadir los chequeos visuales de la inteligencia enemiga. Por ello teníamos que organizar todo un plan de entrada y salida de los oradores a la plaza Libertad y en otras del país durante las concentraciones públicas.

A Raúl y demás cuadros dirigentes y militantes del PCS estaban conscientes que mantener en alto la bandera del PRAM en los meses de lucha del Frente Nacional de Orientación Cívica, 1959-60, como en los años del Directorio Militar hasta 1962 constituía todo un desafío. Raúl Castellanos recibió la decisión de asumir la Secretaría General de este partido abierto en los momentos en que el movimiento popular había entrado en un difícil reflujo revolucionario. El régimen había aprobado una nueva Constitución Política, con una reforma constitucional que facilitaba por primera vez la representación proporcional en la Asamblea Legislativa. El FUAR regateaba la disolución por orientación de Salvador Cayetano Carpio, a nombre supuestamente, de la Dirección del PCS.

No pudimos entender por varios años, la verdadera razón esgrimida por Carpio para disolver el FUAR. A los cuadros con responsabilidad nacional en las Columnas se nos creó una situación difícil para explicar y convencer a la militancia revolucionaria que aceptara la nueva orientación de dejar sin efecto la estructura y el funcionamiento del FUAR. Schafik y Raúl Castellanos no pudieron incidir en la votación de la CP y CC. Con el tiempo supimos que la destitución de Schafik del FUAR y la disolución de éste, eran parte de los planes de Carpio para deshacerse de los intelectuales pequeñoburgueses de la Dirección del PCS. Logró sus propósitos ganando a la mayoría del organismo de dirección. De esa manera el PCS perdió, a mi juicio, una buena oportunidad para construir y desarrollar una experiencia de lucha político militar con importante apoyo popular.

El vacío de abandonar la lucha política combativa fue llenado parcialmente con la presencia del PRAM y los fogosos discursos de Raúl Castellanos Figueroa, pronunciados en las tribunas públicas.Pero también el PRAM fue sometido a revisión. Las difíciles condiciones de la clandestinidad no permitieron ampliar y desarrollar un movimiento político abierto, como lo era el PRAM, así como tampoco fue posible que el FUAR se desarrollara como organización político militar; pero indudablemente, esas dos tribunas permitieron que numerosos cuadros desarrollaran sus cualidades de organización, agitación y lucha popular con primeros pasos de autodefensa y educación política en las bases populares.Raúl, Schafik y Roberto Castellanos eran inseparables, aunque con edades diferentes. Raúl nació en 1926, Schafik en 1930 y Roberto en 1923.

Había otros compañeros en ese tiempo que compartían una generación de luchadores formados dentro del PCS. Sin embargo, hay que decirlo, aunque Schafik era el de edad menor, siempre fue respetado y querido por todos ellos. Raúl respetaba mucho a Schafik por su seriedad, por su conducta y reputación intachables. Lo mismo se apreciaba en Schafik sobre Raúl. Ambos se estimaban por su abnegada y sacrificada labor como cuadros dirigentes revolucionarios. Ambos desarrollaron una relación de trabajo político con funciones diferentes con otros camaradas de la Dirección del PCS, como fueron los casos de Roberto Castellanos Calvo, de Jorge Arias Gómez, y otros cuadros.Para Raúl, sin descuidar responsabilidades como docente universitario de la UES, su trinchera de combate por encargo del PCS fue el PRAM, era su frente de lucha abierta, pero también tenía las tareas internas en la Comisión Política y el Secretariado del Comité Central, que nunca descuidó y atendió con mucha diligencia y disciplina.Raúl construyó un sólido equipo de trabajo colectivo, con varios de los cuales se apoyó para realizar una labor de organización, orientación y agitación política en todo el territorio nacional.

Las figuras más conocidas eran Tirso Canales, Raúl Padilla Vela, Mario Salazar Valiente, Rafael Aguiñada Carranza y otros dirigentes obreros en la Junta Directiva, también José Domingo Mira, Hildebrando Juárez, y varios intelectuales y profesionales.Con el apoyo de varios otros compañeros, entre los cuales siempre figuraba Víctor Manuel Sánchez, “El Niño”, Ricardo Rivera, “Marino”, Los hermanos De León (René y Armando), Alejandro Montano, “Chiricuto”, El Ronco Carrillo, Pedro Santacruz y varios otros, con ellos se preparaban los vehículos para penetrar romper el cerco policial y la salida de los oradores de la plaza pública después del mitin. Nadie debía saber el destino final hacia donde se dirigía en cada actividad. Esa era responsabilidad del propio Cuadro Dirigente. Claro, siempre había una forma de verificar el éxito de la operación. A mediados de 1962 el PCS había sufrido la penetración de la inteligencia enemiga en las estructuras intermedias.

En ese año varias estructuras del PCS, incluidas las de impresión y distribución de propaganda interna fueron golpeadas. Varios Centros fueron asaltados y capturados los cuadros responsables.Tiempo después supimos de los planes del enemigo para caerle a la Dirección, especialmente a los tres cuadros dirigentes más conocidos, Raúl, Schafik y Roberto Castellanos Calvo. Cada uno se movía y funcionaba de manera conspirativa; los tres planificaban a su manera la forma de funcionar. Los tres se diferenciaban entre sí, tanto en su personalidad, como en la forma de operar. Eran diferentes, pero con un rasgo común: su lealtad, firmeza ideológica a toda prueba.Raúl era el cuadro culto, educado, elegante, sencillo, humano, de palabra suelta, penetrante en sus análisis y observaciones, amigo, capaz de ganar el respeto y el cariño de sus camaradas;Habiéndolo tratado regularmente desde 1962, tanto en reuniones y charlas en el PRAM como en el FUAR y en diferentes escenarios del PCS, siempre recibí algo positivo de Raúl Castellanos: como la capacidad de síntesis de su experiencia, de su modo de ser, su don de gente, como lo decía Schafik. Nos preocupó mucho su desaparición producto de la captura de Octubre de 1962.

El PCS, el PRAM y el movimiento popular realizaron una campaña nacional muy combativa exigiendo la liberación de los dos compañeros. A finales de ese año, Raúl y Velasco Iglesias aparecieron en territorio del estado de Tapachula, México. La dictadura militar salvadoreña y con el apoyo de la similar dictadura guatemalteca, que eran ratas del mismo piñal, a los dos camaradas los dejaron en ese lugar sin dinero, sin papeles, sin alimentos. Era la modalidad común aplicada por las dictaduras y tiranías de Centro América en ese tiempo.Después de los problemas internos que culminaron con la renuncia de Salvador Cayetano Carpio de la militancia y cargos dentro del PCS, pese a que Carpio en muchas ocasiones se refirió a Raúl como el pequeño burgués, jamás escuché un reproche o una injuria o frase hiriente de éste en contra de Carpio.El VI Congreso del PCS, celebrado el 30 de Agosto de 1970, ratificó a Raúl Castellanos Figueroa como miembro del Comité Central y de la Comisión Política. Nadie puso en duda su integridad moral y ética revolucionaria, menos su capacidad teórica y política como para apartarlo, al contrario, cuando su nombre fue pronunciado como candidato a los cargos mencionados, fue elegido por aclamación.Raúl fue fundador del Departamento de Periodismo de la Universidad de El Salvador, el cual se convirtió en la Escuela de Periodismo. La muerte sorprendió a Raúl cuando apenas cumplía los 46 años.

La C. P. decidió enviarlo junto con Rafael Aguiñada Carranza a representar al PCS a una Comisión de apoyo de los Partidos Comunistas y Obreros, que se reuniría en Budapest a principios de Octubre de 1970, después de la Conferencia Mundial de los Partidos Comunistas celebrada en Moscú en 1969.No logró cumplir con la tarea encomendada. Desde que salió de El Salvador había mostrado síntomas de problemas de salud. Fue su última misión. De Budapest fue trasladado a Moscú, en donde le fue practicada de urgencia una intervención quirúrgica por especialistas soviéticos ya era demasiado tarde, la amibiasis había invadido gravemente el hígado y otros órganos vitales. Falleció el 29 de Octubre de 1970.Su esposa y compañera Rosa Braña, su hija Florencia y su hijo Roberto fueron enviados a Moscú a repatriar los restos de su esposo, de su padre, de nuestro camarada Raúl Castellanos.Los restos de Raúl llegaron al Aeropuerto Internacional de Ilopango.

La Dirección del PCS decidió recibirlos con la bandera del PCS que fue colocada en el féretro con los restos del camarada. Desde Ilopango hasta la Universidad de El Salvador ondearon las banderas rojas del PCS por primera vez desde 1931, cuando era un partido legal.Durante varios días se le rindieron homenajes en varios locales del movimiento social popular y en cada uno los respectivos homenajes de las y los camaradas y pueblo en general. Hay un discurso de despedida de Schafik que conmovió a la militancia y a quienes acompañamos los restos de Raúl Castellanos Figueroa en el Cementerio General. El PCS, el Movimiento Popular, la Universidad de El Salvador, las fuerzas democráticas y nuestro pueblo perdieron físicamente a uno de sus mejores hijos.¡GLORIA ETERNA A RAÚL CASTELLANOS FIGUEROA!¡Hasta la victoria siempre, Raúl Castellanos vivirá!

César Andreu Iglesias: la esperanza en la derrota. Arcadio Díaz. 2020

Los derrotados, de César Andreu Iglesias (1915-1976), se publicó por primera vez en 1956. Es una novela sobre la esperanza en medio de la derrota política. Fue escrita por un intelectual comunista puertorriqueño en los años en que estaba siendo procesado por las represivas leyes del macartismo. Junto a su familia, Andreu se había refugiado en Las Indieras de Maricao, en una especie de exilio interno. Tenía razón de sobra para buscar refugio, tanto por la persecución política que imperaba en la isla como por su propia relación conflictiva al interior del Partido Comunista[1]. Andreu se sabía vigilado por la policía puertorriqueña y por las agencias de espionaje del gobierno federal de los Estados Unidos. No es difícil percibir resonancias personales en el título de la novela. En las montañas remotas de la vieja región cafetalera, el escritor marxista parecía haber logrado el sosiego necesario para la reflexión y la escritura.

Andreu encontró en aquel refugio la distancia crítica que puede ofrecernos la literatura, y completó su primera novela, Los derrotados.  Había descubierto dentro de sí la fuerza que le impelía hacia adelante. La voluntad permanente de recomenzar la lucha nos recuerda la imagen de Sísifo en la que insistió Albert Camus. En ese sentido, pienso que es necesario detenerse en las estrofas que Andreu escogió como epígrafe para Los derrotados. Son versos de Arthur Hugh Clough –poeta de la Inglaterra victoriana (1819-1861)– que se centran en la renovación y en la esperanza. A título de epígrafe, aquellos versos anticipaban la tesis propuesta por Andreu: “No digáis que la lucha no adelanta, / que el afán y los golpes son en vano, / que el enemigo no cede ni se rinde, / que nada cambia, que todo permanece” (Say not the struggle naught availeth, / The labor and the wounds are vain, / The enemy faints not, nor faileth, / And as things have been, they remain)[2].

Los derrotados fue un intento de mostrar, a través de la ficción, los fundamentos culturales y los dilemas éticos de la vida política. Fue también un esfuerzo por encontrar la clave para descifrar el enigma de una relación colonial particularmente compleja, así como las tensiones y las discrepancias entre nacionalistas y comunistas puertorriqueños. En la novela Andreu no ofrece una crítica directa del Partido Comunista, del que había sido presidente. Lo que emerge con fuerza es la sensación de fracaso que pesaba sobre los opositores radicales de la colonia, a la vez que la terca fe de Andreu en la posibilidad de nuevos comienzos. Prácticamente todos los personajes, tanto mujeres como hombres, parecen prisioneros de códigos y valores rígidamente definidos.

La prisión que aparece al final no es la única imagen carcelaria de la novela. Sin embargo, a medida que los protagonistas se enfrentan a nuevos desafíos, el autor parece decir que las experiencias vividas les permiten cobrar conciencia y resistir a la condición colonial. Esos saberes pueden ayudar en las luchas anticoloniales futuras. Entender esas luchas conlleva, no obstante, la necesidad de reconocer su potencial destructivo. Un sentido de derrota, sí, pero también es, tomando prestada la bellísima frase de Albert O. Hirschman, a bias for hope, un “prejuicio a favor de la esperanza”. Esas palabras resumen la relación dialéctica que le imprime una cierta ambigüedad a Los derrotados.

Andreu no quería borrar las líneas entre ficción y crónica histórica. Sin embargo, sí siguió algunas convenciones de lo que solemos llamar realismo. Los personajes se mueven en un espacio y un tiempo específicos[3]. Los personajes históricos casi nunca aparecen con nombre y apellido. Pero hay algunas excepciones: el líder radical nacionalista Pedro Albizu Campos (1891-1965), cuyos discursos y oratoria sumamente impactantes son recordados por los protagonistas; Luis Muñoz Marín (1898-1980), líder carismático que en los tiempos evocados por la trama de la novela ya era gobernador del Estado Libre Asociado; y algunas figuras históricas como Ramón Emeterio Betances, José de Diego y Luis Llorens Torres.

Por contraste, abundan las referencias a lugares concretos con nombre propio, situados en geografías reconocibles, desde las calles del viejo San Juan hasta las urbanizaciones modernas, el barrio obrero de Villa Palmeras, la carretera de Caguas, Maricao, o incluso la ciudad de Nueva York. También abundan las alusiones a los anuncios comerciales de la radio local, a la comida, a la cultura del litoral, a marinos estadounidenses que poblaban los bares y prostíbulos, o a la desolada realidad de la cárcel La Princesa en San Juan. Marcos Vega, el protagonista, era un viajante de profesión que recorre la isla hasta llegar a la hacienda cafetalera de Maricao. Los personajes quedan enmarcados en su ambiente, en el terreno público y en el privado.

Andreu va construyendo de forma gradual un retrato de Puerto Rico en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el país de los triunfos políticos consecutivos de Muñoz Marín y del establecimiento del Estado Libre Asociado (1952). Un Puerto Rico que sufría la represión que siguió a la insurrección de 1950 y al atentado de 1954 en contra del Congreso de los Estados Unidos, ambos llevados a cabo por militantes del Partido Nacionalista de Albizu Campos. Uno de los aspectos de la novela que merece nuestra atención es la insistencia de Andreu en la necesidad del debate, su esfuerzo por abrir la posibilidad de una reflexión crítica, no solo en torno al carácter específico del imperialismo estadounidense, sino también sobre las debilidades y los fracasos de las izquierdas puertorriqueñas.

Releyendo Los derrotados en la excelente traducción al inglés de Sidney W. Mintz, queda claro una vez más que no es posible narrar la historia de Puerto Rico en el siglo XX –ni de su política y su cultura– sin incluir a nacionalistas, independentistas y comunistas. Contar esa historia requiere repensar el significado que dichas palabras e identidades tenían para los puertorriqueños y las puertorriqueñas que se involucraron en la lucha, incluidas sus contradicciones. La década de 1950, cuando se publicó originalmente la novela, fue un tiempo de conversiones, complicidades y maquinaciones políticas que hicieron posible nuevas alianzas pero también ponían a prueba las lealtades.

Fue un tiempo en el que los disidentes fueron criminalizados, cooptados, y, con frecuencia, silenciados. Pero también fue un período en que el Partido Independentista Puertorriqueño, bajo el liderazgo de Gilberto Concepción de Gracia (1909-1968), se convirtió en una vibrante fuerza política que participó en el sistema electoral y en la legislatura. Por otro lado, y durante esos mismos años de la Guerra Fría, oleadas de migrantes puertorriqueños estaban creando para sí mismos nuevas identidades culturales, sociales y políticas, tanto en Nueva York como a lo largo de la Costa Este de los Estados Unidos. Lo que demuestra la novela convincentemente es que el clima político –tanto en las ciudades como en las zonas rurales de la isla– había cambiado, y que se necesitaban nuevas alianzas y nuevas formas de pensar el presente. Para Andreu, la idea de liberación implicaba necesariamente ir más allá del imaginario tradicional del Estado-nación. No obstante, el novelista estaba en contra de la idea, sostenida por Muñoz Marín y sus seguidores, de que el Estado-nación era un “anacronismo” que debería ser superado en nombre del progreso.

Andreu nunca abandonó su creencia en el socialismo y en la independencia, a pesar de los riesgos que corría. Al mismo tiempo, tuvo la valentía de seguir provocando debates internos con otros independentistas. Al igual que ellos, él, como intelectual de izquierda, se identificaba con una tradición revolucionaria que tenía su origen el siglo XIX, y en la figura de Ramón Emeterio Betances. Paralelamente, se inscribía en una tradición literaria que había ido adquiriendo forma a lo largo del siglo XX.

Andreu había pasado la mayor parte de su vida en Puerto Rico. Vivió una serie de transformaciones políticas que habían representado puntos de inflexión en la larga historia de la isla, y con los que se seguiría identificando durante el resto de su vida. De ello solo puedo dar aquí una visión muy esquemática. Tenía apenas dos años cuando, en 1917, el Congreso de los Estados Unidos impuso la ciudadanía a los puertorriqueños; una ciudadanía que ha sido continuamente disputada, a pesar de seguir siendo para muchos un símbolo de unidad[4]. De joven, Andreu fue testigo del empobrecimiento de Puerto Rico como colonia azucarera dominada por los Estados Unidos, así como de la proliferación del descontento social. En los años 30, se materializaron importantes momentos y movimientos de oposición, en los cuales se destacaron los militantes nacionalistas y socialistas como fuerzas políticas plenamente organizadas. Tres acontecimientos que parecían poner en jaque al poder imperial fueron centrales en el aprendizaje intelectual y político de Andreu. El primero corresponde al surgimiento de Pedro Albizu Campos como dirigente del partido Nacionalista. El segundo fue la fundación del Partido Comunista de Puerto Rico en 1934. El tercero fue la Masacre de Ponce en 1937.

En el transcurso de la década que se inicia en 1930, el Imperio estadounidense marcó de forma indeleble a la cultura y la sociedad puertorriqueñas, dividiendo a sus ciudadanos. Simultáneamente, se fue creando un contexto en el cual el surgimiento de un movimiento de autodeterminación nacional parecía posible. Había indicios de que se abrían grietas en el poder político y militar que había dominado desde 1898. Lo más notable era la manera en la que los nuevos movimientos nacionalistas y socialistas colaboraban entre sí, marcando el imaginario político de la juventud. Como miembro de esa nueva generación, el joven Andreu se sintió atraído por las luchas obreras y los movimientos sindicalistas. Durante la Segunda Guerra Mundial, formó parte del ejército de los Estados Unidos. Durante esos años vio el ascenso de Muñoz Marín y la estabilización del Partido Popular Democrático, el cual se mantuvo en el poder hasta 1968. Finalmente, experimentó de primera mano la represión ejercida contra nacionalistas, independentistas y comunistas en los años del macartismo, y en particular, después de la insurrección de 1950 y el ataque al Congreso en el año 54. Todo ese entramado jugó un papel importantísimo en su formación y en su sensibilidad intelectual, tal como demuestra su obra ensayística y periodística.

La década de los 50 no fue la edad de la inocencia. Andreu estaba más que consciente de la vulnerabilidad de sus correligionarios anticolonialistas. El aparato de vigilancia del Imperio estadounidense los tenía a todos en la mira. Por otra parte, la retórica pro-yanqui era ensordecedora. Los derrotados nos obliga a imaginar la singularidad de aquel momento. El paisaje que dibuja es como un retrato colectivo de un sector de la sociedad puertorriqueña. El retrato va surgiendo de la trama, de sus personajes, y de múltiples momentos de silencio y de espera. La novela nos dice mucho sobre lo que aconteció a vencedores y vencidos en la batalla por el futuro de la nación que se desató a finales de los años 40 y a principios de los 50.  También se ponen en primer plano las dudas de Andreu sobre el uso y la legitimación de la violencia para conseguir los objetivos políticos. Es un gran logro haber producido una ficción que plantea más interrogantes que respuestas. Las preguntas que se quedan sin responder aparecen sobre todo en los sueños o en las historias de personajes profundamente solitarios que nos revelan un territorio de sombras y conflictos con los que no podían bregar.

En ese sentido, es particularmente significativo cómo la trama mezcla preocupaciones íntimas y domésticas con cuestiones públicas. Se tematizan así tanto la ruptura entre lo público y lo privado como la necesidad de vincular el mundo de los afectos con el mundo de la política. La estructura de los capítulos parece seguir un esquema de enfrentamiento y colisión, tanto político como emocional, que sirve para centrar la mirada del lector. Andreu utiliza las problemáticas sociales implícitas en el melodrama. Era un gesto innovador que iba en contra de quienes solo ven escapismos y vaguedades anti-históricas en dicho género.

La novela también cuenta una historia con sabor existencialista, acaso producto de la influencia de Jean-Paul Sartre. Todos los personajes se encuentran confinados por su condición social, su educación, o su género: todas y todos dejan ver su vulnerabilidad, su malestar y su frustración. El amor es casi imposible. Por todas partes reina el descontento y el resentimiento. El matrimonio de Marcos es visto como una forma de encarcelamiento que apunta a fracasos de otro tipo. Los derrotados, como la filosofía de Richard Rorty, es un “espejo de la naturaleza”, es decir, de la naturaleza humana: espejo de las aspiraciones e ilusiones humanas, así como de sus tensiones y fracasos. Por otro lado, uno siente que Andreu está siempre presente en su escritura. La novela no es abiertamente autobiográfica, pero en sus retratos de la vida cotidiana sentimos constantemente la presencia del  autor.

Los derrotados fue concebida como una ficción política que le permitía al autor posicionarse en el presente y fomentar el debate. Hoy, casi setenta años después, no puede leerse como una novela “histórica”. Sigue siendo importante por su propio valor y por las preguntas que hoy le formulemos, incluso sacándola fuera de contexto. Hoy contamos, es cierto, con buena cantidad de archivos, relatos y estudios que pueden ayudar a entender mejor dicho período. Pero a pesar de la acumulación de conocimientos y de la riqueza de las reflexiones teóricas que se han elaborado, Los derrotados sigue siendo una fuente valiosísima para acercarse a verdades que no podían ser dichas o que permanecían ocultas. Andreu logró mantenerse, a la vez, dentro y fuera de su relato, una postura compleja que le permitió contemplarlo como novelista, con distancia crítica. En las descripciones minuciosas los personajes se encuentran en un paisaje urbano en intenso proceso de transformación, y en condiciones sociales creadas por cambios acelerados en el sistema de transporte y en los medios de comunicación. Sobre todo, se encuentran cara a cara con cuestiones cruciales: el precio de la modernización, el significado de la libertad y de la muerte, la subordinación de la mujer ante el hombre, la represión sexual, y el culto a los héroes.

Los derrotados presenta también un contrapunto interesante a discusiones de aquellos años sobre la masculinidad y sobre la ansiedad en cuestiones de género y roles sociales. Son cuestiones recurrentes en obras profundamente melancólicas de escritores como René Marqués (1919-1979), quien exploró el nacionalismo puertorriqueño, por ejemplo, en los relatos de Otro día nuestro (1955). Uno de los aspectos más interesantes de la obra de Andreu es cómo logra cruzar la frontera entre géneros narrativos típicamente considerados “femeninos” –el melodrama o la novela rosa– y géneros estereotípicamente “masculinos”, como la novela y la película de acción. Aunque la novela trata principalmente de los dilemas de Marcos, algunas de las escenas más impactantes son las que tienen lugar entre él y otros personajes masculinos y femeninos en el interior cerrado de una habitación. Hay una conexión directa entre género y lugar, como demuestran los desplazamientos de Delia. La política se presenta como un mundo dominado por los hombres, con reconocimiento en el espacio público. Pero todas y cada una de las voces femeninas tienen una relevancia central: Sandra, la mujer de Marcos, Delia, su amante, Antonia, prostituta, María Encarnación, nacionalista resignada que idolatra al hombre que la rechaza, y Monse, nacionalista a quien se le prohíbe participar en el atentado por el hecho de ser mujer. Por otra parte, en Los derrotados se cuestiona continuamente si la pasión erótica personal puede o debe tener lugar en una vida marcada y regida por ilusiones heroicas.

Por otra parte, la novela narra cómo los hombres negocian entre sí sus ambiciones y preocupaciones políticas. Pero entre ellos hay muy poco espacio para el afecto, la intimidad, o incluso la confianza. En los personajes coexiste la necesidad de actuar con el deseo de escuchar sus propias voces, que incluyen recuerdos del proceso revolucionario, pero también sus pasiones, desvaríos y fantasmas. Queda así al descubierto una red de contradicciones que genera una cierta confusión. La última parte de la novela, centrada en el fracaso de la conspiración nacionalista, está dominada cada vez más por la incertidumbre y la desconfianza que desde el comienzo amenaza la operación, algo que la sacralización patriótica no puede ocultar. Todo ello le añade complejidad a lo narrado.

Al fin y al cabo, los  nacionalistas fueron derrotados. El reconocimiento de la derrota constituye el centro de esta conmovedora novela. No obstante, Andreu nos recuerda que sería una grave simplificación tachar de “patológicos” o “aberrantes” a los nacionalistas.  Desde su perspectiva, es central la noción de que la lucha no se agota con el colapso del Partido Nacionalista. En la novela, la creencia de los nacionalistas en la lucha heroica y en el sacrificio es, a la vez, verdadera y problemática. El relato concluye con un paralelismo. Un joven nacionalista, Camuñas, muere en el atentado. Marcos sobrevive, pero en la cárcel es socialmente marginado. El viejo Bienvenido pierde todo sentido de lugar y de tiempo. A Andreu le preocupaban ante todo la ambivalencia y la fragilidad humanas frente a la lucha armada. Sin embargo, en el capítulo 20 –particularmente importante– encontramos una de las claves de su pensamiento. Se trata de la conocida parábola del sembrador: “La labor de sembrar no es menos labor por el hecho de que la semilla no germine”.

Contrario a muchas personas que leyeron Los derrotados como un ataque contra los nacionalistas, pienso que hoy podría leerse como una novela que intentaba reconciliar la conciencia escindida de los puertorriqueños. Era un acto de fe que suponía también un compromiso muy complejo: abandonar la visión redentorista del sacrificio para reemplazarla por una comprensión secular de lo político y por la creencia en que la justicia puede, en efecto, ser alcanzada. Andreu entendía bien la amargura de la derrota. Pero queda claro lo que rechazaba, que en la novela se manifiesta a través de las metáforas de muerte-en-vida. El narrador lo enuncia con claridad: “A veces el vivir requiere más valor que el morir”. En las últimas escenas en la prisión, la visión de Marcos llega a ser más amplia, liberándolo de su anterior encierro en la intransigencia política. Apoyado en un marxismo crítico, Andreu rechaza por ingenua toda fe en la mitología del progreso concebido como proceso lineal. Entendía, además, que la política no debe sustituir a la religión. Al mismo tiempo, juzgaba necesario reconocer que las experiencias cotidianas de los puertorriqueños en la posguerra exigían nuevas formas de concebir el presente. La novela cierra con una imagen esperanzadora: “[Marcos] levantó la vista al cielo. Estaba lleno de estrellas”.

Quizás aún no sepamos lo suficiente sobre la génesis de Los derrotados o sobre cómo el proceso mismo de narrar la historia haya transformado la mirada de su autor. Sí podemos especular que el trabajo de escritura de la novela tuvo que haber sido una experiencia liberadora para Andreu. Algo parecido ocurrió veinte años después con su edición de los manuscritos del tabaquero Bernardo Vega (1885-1965), que ahora forma parte de su obra y de su rico legado. Como su admirado Vega, cuyas Memorias logró editar poco antes de morir, Andreu estaba a la vanguardia de los movimientos socialistas e independentistas[5]. Al igual que Vega, era un militante infatigable, un editor original y un historiador del movimiento obrero puertorriqueño. Su meta siempre fue alentar a quienes dudaban de la importancia de su propia historia. Desde muy temprano Andreu se había volcado apasionadamente a luchas sociales que a su vez marcaron su pensamiento y sus escritos. La política es algo omnipresente en su obra. La intensidad con que narra los debates entre nacionalistas y socialistas en Los derrotados es central en sus artículos periodísticos y en sus ensayos. Andreu era, simultáneamente, un creyente y un escéptico, un intelectual rebelde y desafiante, capaz de criticar –desde dentro– la cultura y las prácticas de las izquierdas.

Andreu valoraba enormemente la “misión” de la literatura, convicción compartida por otros escritores y artistas puertorriqueños contemporáneos –como Nilita Vientós Gastón, René Marqués, Margot Arce de Vázquez, Tomás Blanco, Luis Palés Matos, José Luis González, Pedro Juan Soto, Lorenzo Homar, y Rafael Tufiño. Durante aquella época emergían nuevas formas culturales en la colonia modernizada. Desde la literatura y el arte se estaba construyendo un innovador archivo de memorias que habían sido silenciadas. De hecho, Los derrotados fue publicada en México por primera vez en Los Presentes (1956), una pequeña editorial de izquierdas. El escritor José Luis González (1926-1996), amigo y camarada más joven, entonces exiliado en la capital mexicana, cumplió un rol decisivo en que se lograra esa publicación. Andreu y González tenían mucho en común. González siempre se sintió endeudado intelectualmente con respecto a su amigo, y construyó buena parte de su propia obra sobre los fundamentos que de él había heredado. Ambos fueron críticos del uso indiscriminado de la violencia, y cuestionaron el culto a la muerte en las luchas políticas. Por otra parte, Andreu y González sufrieron las consecuencias de la vigilancia y la represión macartistas, pero a pesar de ello siempre manifestaron su apoyo incondicional a la independencia de Puerto Rico. Lucharon también por liberarse de la terrible herencia del racismo.

González sin duda tuvo muchos deseos de ver publicada la primera novela de su camarada. Andreu, a su vez, encontró en la ficción un modo de volver a empezar. Los derrotados tuvo una acogida crítica muy favorable por parte de la distinguidísima intelectual Nilita Vientós Gastón, y fue comentada por el propio González. En 1957, la novela recibió el premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña. En 1958 se publicó en serie en el periódico El Imparcial.  Al menos dos ediciones más salieron a la luz (en 1964 y 1973). Pero desde entonces –con muy pocas excepciones– ha sido en buena medida ignorada.

Queda aún mucho por decir sobre Andreu, sobre su novela y sobre el período en que se escribió.  Gracias a la fiel y bella traducción de Sidney W. Mintz al inglés, y a sus agudos comentarios, Andreu ha encontrado, en efecto, otros nuevos comienzos. La traducción de Mintz surge de décadas de inmersión en la vida puertorriqueña y caribeña, y de largas investigaciones como, por ejemplo, su clásico libro Worker in the Cane (1960). Mintz conocía íntimamente no solo a Puerto Rico y su lenguaje. Sabía también, como sugirió el crítico literario Mijail Bajtín, que las palabras en sí mismas “recuerdan” mundos anteriores y conservan modos de hablar.

No podría pensar en mejor traductor. Con su generosidad característica, Mintz escribió en su nota introductoria: “Los derrotados de esta novela están dominados por un deseo que no logran alcanzar. Pero creo que lo que los mueve a actuar es algo que todos debemos sopesar con genuina humildad”. Estamos en deuda con Mintz por estos nuevos comienzos. Este volumen es un gran motivo para celebrar.

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NOTAS:

* Este ensayo se publicó por primera vez en inglés en el 2002 como “afterword”  a la traducción de Sidney W. Mintz de Los derrotados (The Vanquished, The University of North Carolina Press, pp. 205-214). El ensayo ha sido traducido ahora por Diego Baena, en colaboración con Arcadio Díaz-Quiñones.

1 Me ha sido indispensable la excelente y documentadísima biografía de Andreu escrita por Georg H. Fromm, César Andreu Iglesias: aproximación a su vida y obra (Rio Piedras: Ediciones Huracán, 1977).

2 Andreu Iglesias tradujo estos versos para la segunda edición de la novela, en 1964. En la primera edición de 1956, el epígrafe aparecía solo en el original inglés.

3 En la nota a la segunda edición, de 1964, Andreu escribe: “la trama de esta obra se desarrolla en Puerto Rico, en la época actual, con un trasfondo de acontecimientos históricos. Sin embargo, el argumento es puramente novelesco y sus personajes son hijos de la imaginación del autor. Cualquier semejanza con personas vivas o muertas es mera coincidencia”.

4 Dos publicaciones recientes son imprescindibles: Efrén Rivera Ramos, The Legal Construction of Identity: The Juridical and Social Legacy of American Colonialism in Puerto Rico (Washington D.C.: American Psychological Association, 2000), y Christina Duffy Burnett y Burke Marshall, eds., Foreign in a Domestic Sense (Durham, N.C., Duke University Press, 2001).

5 Véase la bellísima traducción al inglés de Juan Flores, Memoirs of Bernardo Vega (New York: Monthly Review Press, 1984). El prefacio de Flores a esa edición es particularmente iluminador.