Roberto Kriete es el salvadoreño más rico de Centroamérica, según ranking Forbes Vanessa Linares

El empresario, filántropo y magnate de la industria aeronáutica, Roberto Kriete, (casilla dos) es el salvadoreño más rico de Centroamérica, según el último listado publicado por la revista de negocios Forbes. Con una fortuna en activos de $2,000 millones, Kriete superó incluso a otros salvadoreños acaudalados como Mario Simán, presidente de Grupo Unicomer, en la casilla tres y Ricardo Poma, presidente de Grupo Poma, en la número cinco.

Kriete es licenciado en Economía de la Universidad de Santa Clara, California (Estados Unidos) y obtuvo una maestría en administración de empresas en The Boston College, Massachusetts.

A lo largo de su carrera ha desempeñado varios cargos como el de director de la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN), director suplente del Consejo de Administración del Hotel Real Intercontinental de El Salvador, presidente de la Compañía de Inversiones del Grupo Kriete que administra inversiones locales e internacionales en diferentes sectores como aviación, bienes raíces, agroindustria y hoteles entre otros y presidente de la Fundación Gloria de Kriete, así como de Ágape.

Hace menos de un mes, el empresario, presidente de Kingsland Holdings Limited, también se convirtió en el titular de la Junta Directiva de Avianca Holdings, luego de que United Airlines ejerciera sus derechos contractuales al pacto que había firmado con el colombiano Germán Efromovich por las acciones en la compañía aérea.

La sexta edición del ranking de Forbes, que listó de nuevo a los líderes más prominentes de Centroamérica y República Dominicana, “presenta un cambio particular”. Según sus creadores, en años anteriores se publicaron los nombres de 12 de los hombres de negocios más ricos; y hoy se amplió la lista y aparecen 40.

Esta vez se incorporaron otros empresarios que también ostentan fortunas importantes y que acumulan una riqueza tal que pueden ser considerados como “los próximos millonarios de la región”.

Así, en la lista de este año, también suenan otros nombres de salvadoreños ya conocidos como Roberto Murray Meza; Javier y Miguel Ángel Simán; y, el más joven, Alejandro Dueñas.

En la lista general de Centroamérica y República Dominicana lideró con amplia ventaja el panameño Stanley Motta, presidente de Copa Holdings, cuyos activos totales se estiman en $4,087 millones. También figuran empresarios como el italiano Sandro Salsano (#6), presidente de Grupo Salsano , un conglomerado con inversiones en diversos sectores como el inmobiliario, consumo, bienes de lujo y tecnología y medios; y Mario López Estrada (#8) el apodado “rey de la telefonía” en Guatemala.

El ranking de Forbes se realiza con la información de los empresarios y sus empresas y negocios disponible que salen publicados en medios impresos, electrónicos y digitales, así como con los informes anuales Forbes de 2017 y 2018. Los creadores del ranking hicieron la salvedad de que el listado agrupa a los empresarios más importantes de la zona, ordenados de acuerdo con sus activos, ingresos e inversiones más recientes, aunque no se tengan cifras consistentes y recientes en algunos casos.

Otros compatriotas entre los más acaudalados de la región

Mario Simán, presidente de Grupo Unicomer, operador de 850 salas de venta en Centroamérica y el Caribe que incluyen cadenas de La Curacao, Gollo, Artefacta y Radio Shack.

Mario Simán #3  Grupo Unicomer

Mario Simán es el actual presidente de la Junta Directiva de Grupo Unicomer. El empresario salvadoreño tiene formación académica en el área de comercio con maestría en administración de empresas. El Conglomerado nació en el año 2000, tras la compra del holandés Ceteco (que agrupaba las marcas La Curacao, Servitotal, Almacenes Tropigas) relacionado con artículos para el hogar, electrodomésticos y línea blanca.

Las operaciones de Unicomer comprenden varias cadenas dedicadas a la venta al por menor con excelente posicionamiento, ofreciendo productos de marcas con renombre mundial y pequeños enseres, muebles, audio, video, productos electrónicos, accesorios y productos de óptica, motos, y accesorios tecnológicos.

Ricardo Poma #5 Grupo Poma

Ricardo Poma estudió ingeniería industrial en la Universidad de Princeton y obtuvo una maestría en administración de empresas en la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard. Actualmente, el empresario preside Grupo Poma, un conglomerado que tiene operaciones en varios países de la región, en sectores como hoteles, bienes raíces, manufactura y la distribución automotriz, por mencionar algunos.

Roberto Murray Meza #15    Grupo Agrisal

Graduado en Economía de la Universidad de Yale, Roberto Murray Meza obtuvo una maestría en administración de empresas de Harvard. Además tiene una maestría en Letras en España, de Middlebury College.

Desde 1999 y hasta 2013, fue presidente de Agrisal y actualmente es presidente del Consejo de Accionistas de Grupo Agrisal, un consorcio industrial, hotelero, automotriz, inmobiliario y agrícola que opera en la región.

Javier y Miguel Ángel Siman #38   Grupo Simán

Los hermanos lideran Grupo Simán, compuesto por un conjunto de empresas comerciales, de bienes raíces e industriales, entre ellas, Almacenes Simán e Inversiones Simco, la división inmobiliaria. Javier Simán es dirigente empresarial y político. Estudió Administración de Empresas en la Universidad Loyola Nueva Orleans y se dedicó a administrar los negocios del Grupo Simán. Su hermano Miguel Ángel cuenta con una destacada trayectoria en el sector público y privado. Además de ser Presidente de Inversiones Simco, división inmobiliaria del Grupo, participa en varias fundaciones y organizaciones sin fines de lucro.

Alejandro Dueñas #39 Urbánica Desarrolladora Inmobiliaria

Alejandro Dueñas, quizá el más joven de la lista de los empresarios más ricos de Centroamérica y República Dominicana según Forbes, es el CEO de Urbánica, Desarrolladora Inmobiliaria, la división inmobiliaria de Dueñas Hermanos Limitada.

La empresa que preside tiene un portafolio de proyectos de construcción en los rubros de centros comerciales y de estilo de vida, edificios de oficinas corporativas, turísticas, colonias residenciales y apartamentos. Urbánica es la desarrolladora del Distrito El Espino.

Jun 11, 2019- 11:17

https://www.elsalvador.com/eldiariodehoy/roberto-kriete-es-el-salvadoreno-mas-rico-de-centroamerica-segun-ranking-forbes/611541/2019/

Pensar teórico y pensar epistémico: los retos de las Ciencias Sociales Latinoamericanas Hugo Zemelman M**

La realidad que enfrentamos, la realidad socio histórica, tiene múltiples significados. No es una realidad clara, inequívoca, con una significación cristalina y a la cual se le pueda abordar sencillamente construyendo teorías o conceptos. No es así por diversas razones, las cuales forman parte del debate que hoy día se da en el ámbito académico sobre el problema que afecta a las ciencias sociales, y que yo resumiría en un concepto: el desajuste, el desfase que existe entre muchos corporas teóricos y la realidad.

Esta idea del desfase es clave, ya que alude a los conceptos que a veces utilizamos creyendo que tienen un significado claro, y no lo tienen. Esto plantea la necesidad de una constante resignificación que, aun siendo un trabajo complejo, es también una tarea central de las ciencias sociales, sobre todo de aquellas de sus dimensiones que tienen que ver con la construcción del conocimiento.

Dicho de otra manera, es un tema central en el proceso de investigación y, por lo tanto, es un tema central de la metodología.

La necesidad de resignificar surge precisamente por el desajuste entre teoría y realidad.

Pero, ¿por qué el desajuste? Por algo elemental: el ritmo de la realidad no es el ritmo de la construcción conceptual. Los conceptos se construyen a un ritmo más lento que los cambios que se dan en la realidad externa al sujeto, por eso constantemente se está generando un desajuste.

Dicho así parece como un problema menor pero, en verdad, tiene consecuencias profundas porque en la medida en que no resolvemos este problema, podemos incurrir en discursos y enunciados, o manejar ideas, que, pudiendo tener una significación en términos de la bibliografía o, para decirlo de una manera más amplia, en el marco del conocimiento acumulado, no tengan necesariamente un significado real para el momento en que construimos el conocimiento.

En el ámbito de las universidades de América Latina, lo que decimos es un tema que debería ser abordado, pero que desafortunadamente no lo es. Se constata de manera clara en las políticas de formación de los científicos sociales en América Latina: no hay preocupación por el tópico, o bien, se cree que es exclusivo de los filósofos de la ciencia, de los lógicos, y no de quien quiere construir un conocimiento sin necesidad de incursionar en las problemáticas de la filosofía de la ciencia o de la lógica.

Al no tomar en cuenta esta dificultad en la formación de los científicos sociales, corremos el riesgo de que ellos estén pensando ficticiamente, es decir, que – aun cuando existan excepciones- estén pensando sobre realidades inventadas. Tan simple como eso.

Esto tiene evidentemente consecuencias de orden práctico, porque si no supiéramos construir un pensamiento sobre la realidad que tenemos por delante, y esa realidad la definimos en función de exigencias conceptuales que pueden no tener pertinencia para el momento histórico, entonces significa que estamos organizando, no sólo el pensamiento, sino el conocimiento dentro de marcos que no son los propios de esa realidad que se quiere conocer.

Esta situación que, tal como la estamos planteando, parece como elemental y obvia, sin embargo es parte de uno de los via crucis de las ciencias sociales.

Afortunadamente, desde hace algunos años a la fecha, hay grupos de intelectuales latinoamericanos que han comenzado a reaccionar frente a este hecho y que han puesto de manifiesto que muchos de los conceptos que utilizamos para entender el Estado, la sociedad, las desigualdades, la democracia, la cultura, incluso para entender las dinámicas sociales, la propia educación, no responden a conceptos que estén reflejando la realidad que llamamos histórica, sino que son conceptos acuñados en otros contextos y que muchas veces la academia los repite sin revisar debidamente si están dando cuenta de realidades concretas.

Al no tener conciencia que se está dando un desajuste entre la teoría y la realidad que se pretende denotar, resulta que estamos inventando realidades. Situación que podemos reconocer no solamente en el ámbito de la investigación o de la docencia, de la academia en general, sino que también en otro orden de discursos, por ejemplo el discurso político.

En ocasiones nos encontramos con que este frecuentemente está amarrado a conceptos que no son pertinentes, que no están dando cuenta de la realidad. Todo lo cual supone, entre otras implicaciones, plantearse la cuestión y tratar de resolverla; resolución que en ningún caso podríamos considerar que es exclusivamente teórica, en el sentido de que basta construir un cuerpo de proposiciones con una función explicativa que resuelva de una vez y para siempre el problema.

Precisamente es una cuestión que no se resuelve teóricamente, porque si así fuera, sería tanto como desconocer la naturaleza misma del problema. Si pienso que un desajuste de esta naturaleza se puede resolver a través de una teoría, no estoy tomando conciencia que el problema está en la teoría misma porque, por más brillante y genial que ésta sea, por definición corre el riesgo de desfasarse de la realidad.

La resolución, pues, no es teórica, en la medida que el problema es la teoría misma; por eso ésta requiere ser resignificada, revisada a la luz de las exigencias de las realidades históricas, muchas veces emergentes, nuevas, inusitadas, imprevistas. Ahora bien, si no es un problema que se va a resolver teóricamente, ¿cómo se resuelve? Es en este marco donde surge la cuestión importante de entender, y que se ubica en el plano de lo que de manera abstracta podemos definir como pensamiento.

Debo aclarar que no estoy identificando pensamiento con teoría, pues eso significaría volver al mismo vicio de creer que el desfase del que estamos hablando se corrige con el pensamiento teórico. En tanto es en éste donde cristalizan las teorías, correríamos el mismo riesgo de desfase o de desajuste del pensamiento teórico respecto de la realidad histórica.

Siendo así, cuando hablamos de pensamiento, ¿a qué nos referimos? A un pensamiento que se entiende como una postura, como una actitud que cada persona es capaz de construirse a sí misma frente a las circunstancias que quiere conocer.

No se trata de decir: tengo los conceptos y construyo un discurso cerrado, lleno de significaciones; se trata más bien de partir de la duda previa, anterior a ese discurso cerrado, y formularse la pregunta ¿cómo me puedo colocar yo frente a aquello que quiero conocer?

Lo que no es una cuestión teórica sino más propia de lo que llamaría una forma epistémica de resolver el problema. Surge entonces una discusión interesante que simplemente me limito a apuntar: la necesidad de distinguir entre un pensamiento teórico y un pensamiento epistémico, cuya diferencia está precisamente en el cómo se resuelve la relación del pensamiento con esa realidad que se quiere nombrar.

Me explico: en el pensamiento teórico la relación que se establece con la realidad externa – con la externalidad, para decirlo en términos más correctos, a la luz de las discusiones actuales- es siempre un pensamiento que tiene contenidos, por lo tanto el discurso de ese pensamiento es siempre un discurso predicativo, vale decir, un discurso atributivo de propiedad; ya que no es un pensamiento que puede dejar de hacer afirmaciones sobre la realidad pues un pensamiento teórico es un pensamiento que hace afirmaciones sobre lo real.

Quisiera poner un ejemplo para clarificar esta idea: si leemos un libro de un autor “X” y enfrentamos un problema que ese autor ha analizado, lo más inercial y frecuente es repetir las afirmaciones que el autor ha dicho sobre la realidad “A”, aunque estemos analizando la realidad “B”. Es decir, repetimos el mismo discurso aunque le agreguemos un enunciado con una serie de predicados, o para decirlo en términos más precisos, le agreguemos una hipótesis. Cuando hablamos de hipótesis estamos hablando de construcción de enunciados con predicados que dicen cosas, que no son vacíos; una hipótesis vacía es una contradicción, sería absurdo tener hipótesis sin contenido. Por lo tanto el pensamiento teórico es un pensamiento que ya tiene un contenido organizado y que puede ser el mismo contenido que se viene arrastrando (o puede ser un contenido diferente, pero lo fundamental es que tenga un contenido) y, por lo tanto, su estructura en términos de construir proposiciones es muy precisa.

En cambio, cuando hablamos de pensamiento epistémico nos referimos a un pensamiento que no tiene contenido y eso es lo que a veces cuesta entender. ¿Cómo puedo yo tener un pensamiento sin contenido? Si lo pusiéramos en términos de la discusión clásica, por ejemplo, con Karl Popper en su texto Conjeturas y Refutaciones, la centralidad del pensamiento epistémico es la pregunta, no es el predicado, no es la atribución de propiedades.

Esto, dicho así, aparece como de sentido común, pero el problema está en darle a la pregunta un status no simplemente de mera conjetura sino, más bien, de algo más amplio que eso, como es permitir que el pensamiento se pueda colocar ante las circunstancias. Se plantea la dificultad de colocarse frente a las circunstancias sin anticipar ninguna propiedad sobre ellas. Es un tema fundamental porque cuando se dice “colocarse ante las circunstancias”, frente a las realidades políticas, económicas, culturales, significa que estamos construyendo una relación de conocimiento sin que ésta quede encerrada en un conjunto de atributos; porque eso sería ya una afirmación teórica.

Es difícil esta forma de pensamiento epistémico porque la tendencia es ponerle siempre nombre a las cosas. Hay que vencer esta tentación; más bien la tarea sería preguntarse ¿cuántos nombres puede tener?.

Lo que decimos se viene discutiendo hace mucho tiempo, pues es un tema casi permanente en la historia de las ciencias, que no se termina por resolver de manera definitiva.

Quisiera ejemplificar con dos autores que, desde disciplinas muy diferentes a las que nos ocupan, han planteado el tema y lo han resuelto de manera diversa. Uno es Bachelard ( en textos como La Racionalidad Científica y La Filosofía del NO) que afirma que la tarea de la ciencia es ponerle nombre a las cosas. Según Bachelard, el problema sería cuidarse de dos grandes riesgos: uno, de no ponerle nombre viejo a cosas nuevas y, dos, de creer que porque no tienen nombre, en el momento en que se plantea, son innombrables.

En ese tránsito entre no colocar nombres viejos a cosas nuevas y creer que porque no tienen nombre son innombrables, se ubica lo que estamos llamando pensamiento epistémico.

Otro ejemplo es el de Lakatos. Cuando él se pregunta por qué el ser humano ha podido progresar en la construcción de su conocimiento, contesta más o menos en los siguientes términos: “porque la razón humana ha podido pensar en contra de la razón”, porque el hombre ha sido capaz de pensar en contra de sus propias verdades, porque ha podido pensar en contra de sus certezas.

Analicemos estas dos expresiones: significan no atarse, no quedarse atrapado en conceptos con contenidos definidos, sino plantearse el distanciamiento respecto de esos contenidos, o de esas significaciones, para buscar qué significaciones o contenidos pueden tener las cosas que estamos tratando de pensar. Es la problemática de lo que aquí llamo pensamiento epistémico.

Puede parecer un ejercicio puramente formal, pero relacionémoslo con lo que decía al comienzo, esto es, con el hecho de que la realidad socio histórica es una realidad mutable, en constante cambio, cualidad ésta en la que radica la explicación de porqué se producen los desajustes entre la realidad denotada y el pensamiento teórico. Es algo que estamos viendo permanentemente y de una manera clara. En el ámbito de las ciencias sociales latinoamericanas se ha tomado conciencia de cómo el pensamiento social ha estado durante muchísimos años atrapado en un conjunto de conceptos que no estaban dando cuenta de la realidad y que hay que redefinir.

Conceptos como Occidente, indio, blanco, raza, estratificación social, diferenciación social, explotación, empresario, obrero, capas medias, Estado, legitimación, etcétera, son algunos conceptos que hemos heredado de los textos, sin discusión ninguna, y que hemos aplicado como si la realidad fuera homogénea en los distintos países.

En la medida que estos conceptos nos parezcan rigurosos, muy coherentes porque conforman discursos altamente lógicos y muy persuasivos, muchos de ellos, estamos realmente cobijándonos al interior del discurso sin poder salirnos de él, por lo que no estamos pensando la realidad histórica concreta, sino una realidad inventada. El problema, entonces, está en distanciarse de los constructos, y ese distanciamiento es la función del pensar epistémico.

Cómo se expresa esto, cómo se “operativiza” lo que no es sólo un problema metodológico, ya que ocurre que también el discurso metodológico puede desfasarse. Ya lo han planteado los metodólogos a lo largo de la historia de la ciencias sociales: el canon metodológico, o sea las normas metodológicas, pueden ser grandes trampas también para el pensamiento. De pronto, conceptos como rigor, claridad, coherencia científica terminan por transformarse en afirmaciones absolutas, en circunstancias de que conceptos relativo de lo que es claro y lo que no lo es, o bien lo que es coherente y lo que no, se van resignificando a lo largo del tiempo.

En la medida que no se entienda esto, quedamos prisioneros de un armazón metodológico que impedirá reconocer las nuevas formas, las formas emergentes de la realidad socio histórica.

Pero existe una celda adicional a esta prisión del pensamiento en el plano metodológico: las técnicas. Estas pueden ser también grandes trampas. Cuando se les maneja sin la claridad necesaria respecto de lo que significan, o sin el conocimiento de su lógica interna, terminamos por creer que la realidad posible de estudiarse es sólo aquella que la técnica permite ver. Estos puntos también son parte de los desafíos del pensamiento epistémico.

Pero, en que consiste todo esto, cómo se puede expresar, si es que no sólo se reduce al plano metodológico. Es aquí donde surge una de las cuestiones más interesantes pero muy mal entendida: el de las categorías. Quiero detenerme en esto porque el problema de las categorías es el eje del pensamiento epistémico.

Como muchos de los problemas que hemos mencionado, deben ser objeto de un desarrollo mayor. En primer término, no hay que confundir lo que decimos con la vieja discusión que se ha dado sobre las categorías en el discurso de la filosofía; es decir, no estamos aludiendo con el concepto de categoría, por ejemplo, a lo que las viejas corrientes del pensamiento filosófico al estilo de Kant, plantearon con respecto a las categorías donde éstas, en el fondo y en la forma, daban cuenta de lo que podríamos llamar dos grandes cuestiones: o del fundamento último de la ciencia o de las posibilidades mismas de pensar. Esa es una discusión que sin duda alguna hay que tener, pero aquí sólo hago el acotamiento correspondiente para que no se piense que estamos confundiendo distintos planos.

Una segunda cuestión, sobre la cual habría que detenerse, es que las categorías, a diferencia de los conceptos que componen un habeas teórico, no tienen un contenido preciso, sino muchos contenidos. En ese sentido, las categorías pueden ser posibilidades de contenido, pero no son contenidos demarcados, perfectamente identificables con una significación clara, univoca, semánticamente hablando. También esta es una discusión antigua que no se da solamente en las ciencias sociales, sino también está presente en las ciencias de la naturaleza.

Si revisamos, por ejemplo, la historia de la ciencia a lo largo de dos mil quinientos años, nos encontraremos con esta tensión entre las categorías y lo que aquí llamamos conceptos teóricos. Hay categorías que se han mantenido a través de los siglos, aunque con distintos contenidos; incluso en un mismo momento, una categoría puede ser objeto de referencia de construcciones teóricas diferentes.

Pongamos algunos ejemplos.

El concepto de fuerza, de masa, y de energía, para poner tres casos de la ciencia de la naturaleza. En las ciencias sociales tenemos otros tantos como el concepto de poder, de sujeto, de masa social, de dinámica, y de conflicto. Esos no son conceptos que tengan una significación unívoca, ya que pueden tener muchas significaciones y es cuestión de revisar la literatura actual para ver que muchos de estos conceptos tienen presencia prácticamente en todos los textos, aún cuando sean textos discrepantes teóricamente entre sí.

El concepto de conflicto, por ejemplo, está presente en un Marx y está presente en un Parsons, por citar simplemente dos autores de referencia distantes entre sí teóricamente. En ambos se habla de conflicto, en ambos se habla de equilibrio, pero con significaciones muy diferentes porque los discursos teóricos –entendidos como la capacidad del ser humano de formular atributos a los fenómenos- son distintos.

Volvamos, pues, a la distinción entre pensamiento teórico pensamiento epistémico (idea que, por cierto, debo aclarar me la sugirió un alumno en un seminario en El Colegio de México).

En el sentido estricto de la palabra, el pensamiento epistémico es preteórico, funciona sin un corpus teórico y, por lo mismo, sin conceptos con contenidos definidos, con funciones claras de carácter gnoseológico o cognitivo, o para decirlo de otra manera, con funciones de determinación o con funciones de explicación.

Por lo contrario, son instrumentos del pensamiento epistémico, son categorías que me permiten plantearme esto que, de manera abstracta, he llamado “colocarse frente a la realidad”. Pero, en términos más concretos, ¿qué es colocarse frente a la realidad? Significa construir una relación de conocimiento, la cual es el ángulo desde el que yo me comienzo a plantear los problemas susceptibles de teorizarse.

Imaginemos, por ejemplo, que quiero analizar el conflicto social. Bien, ¿cómo puede ser nombrado éste? Si me retrotraigo al punto de pensamiento epistémico, me tendría que abrir a muchas posibilidades que, de hecho, son las posibilidades que se contienen en la historia de las ciencias sociales; podría yo decir, al conflicto social, yo lo voy a pensar –en el sentido de pensar para ponerle un nombre- con un contenido desde, por ejemplo, la teoría del rol set (que es la conjunción de roles, conceptos muy trabajados, desarrollados y volcados en investigaciones empíricas por la llamada sociología funcionalista y de mucha presencia entre los sociólogos y entre los politólogos). Pero también podría pensar al conflicto social a partir de la teoría de los grupos. Si yo elijo una u otra óptica, las posibilidades de encontrar contenido al problema llamado conflicto social son muy distintas. E incluso podría haber un tercer investigador social que diga ni rol set, ni teoría de los grupos, yo voy a pensarlo desde a categoría de clase social.

Este es sólo un ejemplo para dar cuenta de las múltiples posibilidades de teorización. Aquí todavía no hay ninguna teorización, sino solo las posibilidades, porque si yo trabajo estos tres ángulos, a manera de ejemplo, como posibles teorías, como posibles categorizaciones del fenómeno del conflicto social, los contenidos a los cuales voy a llegar son absolutamente diferentes. Y no podríamos decir que uno solo de estos hipotéticos investigadores está estudiando el conflicto social y el otro no, pero las posibilidades de teorización son totalmente diferentes.

El pensar epistémico consiste en el uso de instrumentos conceptuales que no tienen un contenido preciso, sino que son herramientas que permiten reconocer diversidades posibles con contenido. Esto hace parte de lo que podríamos definir como un momento pre-teórico, mismo que tiene un gran peso en las posibles teorizaciones posteriores. Decir pre-teórico, significa decir, construcción de relación con la realidad.

Pero ¿qué significa, a su vez, esto? Significa que si yo me estoy colocando frente a las circunstancias que quiero estudiar sin precipitar un juicio en términos de construir un predicado ya predeterminado con contenido sobre aquello que no conozco, entonces estoy distanciándome de la posibilidad de anticipar nombres teóricos a un fenómeno que no conozco; y ese distanciamiento frente a la realidad para no precipitar juicios teóricos que se van a expresar en enunciados predicativos, es lo que en términos más amplios podríamos llamar “Problema”.

Es decir, si yo construyo un enunciado teórico –no obstante lo valioso y coherente que sea, o los amplios antecedentes bibliográficos que tenga-, pero lo construyo y lo aplico por ejemplo a través del método hipotético deductivo a la realidad sin plantearme este distanciamiento que aquí estoy llamando “problema”, estoy retro-alimentando aquello que señale al inicio: el desfase, el desajuste o el divorcio entre mi pensamiento y la realidad.

Esto así, porque el encadenamiento entre el pensamiento y la realidad no conocida es la capacidad que tiene el sujeto de construir problemas, y la construcción de los problemas no puede ser encajonada en términos de determinados contenidos ya conocidos. Vuelvo a la advertencia de Bachelard: es más fácil llamar a las cosas con los nombres de siempre, en circunstancias en que se conoce el nombre pero no se conoce aquello que se quiere nombrar con ese nombre.

Así, muchas veces las investigaciones quedan reducidas a investigar el nombre, pero no aquello que se nombra. Esto pasa en la economía, en la antropología, pasa en todos los discursos porque es muy cómodo decir “yo he leído tantos autores y tengo tantos conceptos en la cabeza que preciso usarlos”, y obviamente “usarlos” es transformarlos rápidamente en nombres. Pero ocurre que, entonces, esa persona no está realmente construyendo conocimiento porque si hay un requisito elemental en este ámbito, es precisamente el de construir el conocimiento de aquello que no se conoce, no de aquello que se conoce.

Este es el fundamento de la principal función del pensamiento epistémico: éste funciona con categorías sin contenidos precisos y, en el quehacer concreto de la persona, se traduce en la capacidad de plantearse problemas. No necesito abundar en la dificultad que implica el plantearse un problema.

CONSTRUCCIÓN DE PROBLEMAS DESDE EL PENSAMIENTO EPISTÉMICO

Aquí hay varias cuestiones: las inercias mentales, la capacidad o no para plantearse problemas y la exigencia de no confundir problema con objeto. Sobre lo primero: los temores, el no atreverse, el estar pidiendo siempre reconocimiento de la autoridad, el estar constantemente refugiándose en la bibliografía, cobijándose en lo cierto o en lo verdadero, es olvidarse de la advertencia de Lakatos acerca de que si el ser humano ha podido avanzar en el conocimiento, ha sido porque se ha atrevido a pensar en contra de todo lo que estimaba verdadero y cierto.

En términos sicológicos esto es algo muy profundo: atreverse a estar en el desasosiego, a perder la calma, a perder la paz interior. Tan simple como eso. Quien no se atreva, no va a poder construir conocimiento; quien busque mantenerse en su identidad, en su sosiego y en su quietud, construirá discursos ideológicos, pero no conocimiento; armará discursos que lo reafirmen en sus prejuicios y estereotipos, en lo rutinario, y en lo que cree verdadero, sin cuestionarlo.

Lo que está en juego –segunda cuestión- es la capacidad, o no, de plantearse un problema, el aplicar o no un razonamiento que no quede atrapado en los conocimientos ya codificados; significa aquí ser crítico de aquello que nos sostiene teóricamente, o sea, ser capaces de distanciarnos de los conceptos que manejamos, así como también de la realidad observada.

Es decir, no solamente tenemos la obligación de distanciarnos de aquellas teorías que de alguna manera conocemos para no incurrir en una reducción de la realidad, sino también implica cuestionar lo empírico, lo que observamos, porque esto puede no ser lo relevante, puede ser sólo la punta del iceberg.

Y esa punta del iceberg que miramos morfológicamente no es el problema; en el mejor de los casos, puede ser un tema -por ejemplo, el de la pobreza, la injusticia, la desigualdad, la opresión- que voy a estudiar. Los temas pueden ser sólo enunciados que creemos claros porque son un recorte empírico de lo observable, pero en realidad solamente son un aspecto que asoma a la observación y, por lo tanto, ocultan la mayor parte de lo que son como problema. Esto se da con mucha frecuencia, por eso que no es de extrañar que las tesis, incluso las de Maestría y Doctorado, no pasan del tema (que es lo mismo que decir no pasan de lo morfológico, de lo observable, no pasan de la observación sin crítica a las estructuras de la información), pero no hay esfuerzo de problematización desde el tema.

Porque la problematización desde el tema, significa estar dispuestos a zambullirse debajo del nivel del agua y comenzar a ver qué hay más allá de la superficie, qué hay debajo de la punta del iceberg.

El punto fundamental no es comenzar a decir lo que hay debajo del agua o de la punta del iceberg, porque eso significaría reducir lo que no está ni siquiera observado y mucho menos conocido, a un conjunto de conceptos que manejamos y que creemos mecánicamente aplicables.

Aquí es donde se ve casi analógicamente lo que significa “crear un problema”; en el fondo es zambullirse más allá de lo observable y para eso hay que contener la respiración, que en el caso de la investigación, equivaldría a recurrir al pensamiento crítico, el cual hace las veces de oxígeno. Si queremos zambullirnos para ver lo que hay debajo del iceberg, debemos tener capacidad de crítica y la capacidad de crítica, y ésta significa no contentarse con lo que se ve, con lo observable.

Los estadísticos, por ejemplo, tienen muy clara esta cuestión (aunque el que la tengan clara no significa necesariamente que la resuelvan) que, para decirlo en sus términos, consiste en la relación que hay entre un indicador de algo y el indicatum de ese indicador, es decir, aquello que subyace a ese indicador; si yo creo que ese indicatum está todo reflejado en el indicador, puedo cometer grandes errores conceptuales y por lo tanto no aproximarme a conocer lo que quiero conocer. Hay que zambullirse para ver aquello que no se ve, que es el indicatum, que es el resto del iceberg.

En la construcción de problemas, no hay que dejarse llevar por la observación morfológica, ni dejarse llevar acríticamente por la información o, para decirlo en términos más sintéticos, no creer que el tema que hemos podido enunciar, es el problema.

Para poder resolver esto –y aquí entramos a la tercera cuestión en relación a la formulación de problemas por el pensamiento epistémico- se requiere, fuera de lo obvio, paciencia, se requiere quizá resolver otra cuestión que en el plano de la investigación es muy usual: no confundir el problema con el objeto. Yo puedo tener un objeto –el cual puedo derivar de mis premisas teóricas- sin darme cuenta que éste supone implícitamente una construcción, y puedo entonces comenzar a repetir conocimiento sobre un objeto ya construido.

En la medida en que yo no haga el esfuerzo de construir este objeto desde el problema, también puedo caer, no digo en confusiones, sino en falsedades. Por ejemplo, si el teórico “A” transformó el problema de la explotación económica en un corpus teórico –el cual tiene contenido y por lo tanto es un objeto concreto identificable-, y yo no hago ningún esfuerzo por volverme a plantear el problema de la explotación económica, sino repito la conclusión de este señor en cuanto a objeto teórico derivado de otro contexto histórico, es evidente que no estoy estudiando necesariamente el fenómeno, sino a lo sumo estoy estudiando al autor “A” que dijo algo sobre el tema; mi esfuerzo se reduce a ver si lo planteado por ese autor mantiene la vigencia en un recorte de tiempo diferente, lo cual es muy distinto a decir que estoy estudiando el problema.

Desafortunadamente esto es lo que se ha dado en América Latina de manera casi permanente, y es lo que ha llevado a muchos autores a plantearse la necesidad de revisar el uso de los conceptos, aún de aquellos que pensamos que son muy claros y con significaciones muy precisas.

LA LECTURA DE TEORÍAS EN EL PENSAMIENTO EPISTÉMICO

Este punto se vincula de manera muy directa con la función más importante de lo que estoy llamando aquí pensamiento epistémico. Este se basa –como hemos visto- en la construcción de una relación de conocimiento, la cual, a su vez, en el fondo consiste en demarcar problemas antes que construir enunciados con atributos teóricos. Esta cuestión que es muy simple de decir, presenta, no obstante, varias dificultades; yo quisiera mencionar sólo una para ir circunscribiéndome a algunos tópicos: el problema de cómo leemos la teoría.

Este es un tema que quiero privilegiar aquí por una razón fundamental: porque es un tema que no sólo tiene implicaciones de carácter metodológico, sino también en el terreno pedagógico en un sentido amplio, esto es, en el marco de las políticas de formación; problemática que, por cierto no se restringe al ámbito preescolar o de la educación primaria, sino que está presente también hasta en el nivel de los posgrados

La cuestión a la que hago referencia es ¿cómo leemos? Todos sabemos leer, todos sabemos descifrar las palabras, pero no necesariamente sabemos leer. Detrás del aquí llamado pensamiento epistémico está la urgencia por saber leer los contenidos que todo mundo está recibiendo a través de las bibliografías de los distintos autores; saber leer un texto es no restringir la lectura a lo que podríamos definir como el “procesamiento del subcontenido” o, para decirlo de otra manera, el procesamiento de sus conclusiones o la esquematización de un conjunto de proposiciones que el autor nos hereda para poder trabajar con ellas frente a las realidades que queramos. Esta sería una lectura en el sentido clásico, es decir, a la larga, una lectura exegética, pero reducida a los contenidos teóricos, lo cual me parece altamente insuficiente.

En el caso de las ciencias sociales en particular, hay que hacer un esfuerzo adicional y éste no es otro que tratar de leer los textos como lo que son: construcciones, el constructo mismo; leerlos desde lo que podríamos definir como sus lógicas constructoras. A lo que aludo con “lógica constructora” es a tratar de reconocer detrás de las afirmaciones atributivas de propiedades que tiene un texto teórico por ejemplo, los problemas que pretende responderse el autor a través de tales proposiciones; es decir, reconocer cómo el señor “X” construyó su problema y cómo lo termina teorizando. Esto es algo fundamental, elemental, no en el sentido de simple, sino en el sentido fundamente: si yo leo un texto reduciéndolo simplemente al conjunto de proposiciones que el texto me ofrece –lo que siempre resulta más fácil- lo que estoy haciendo es olvidar que detrás existe una lógica de construcción.

Cuando digo, leamos no sólo las propuestas de un Weber sobre la burocracia, sobre los movimientos sociales, sobre las religiones, sobre lo que fuere, obviamente me refiero a ir más allá de la mera proposición que él haya podido hacer en torno del fenómeno A o Z; supone, por el contrario, rastrear como construyó esas proposiciones, y ese ¿cómo construyó? alude a lo que aquí de manera un tanto esquemática yo llamaba el discurso preteórico de Weber, o de Marx, o de Durkheim. Es el discurso epistémico implícito en su propia construcción teórica, la cual, de alguna manera, está basada en el uso de determinadas categorías, muchas de ellas no explicitadas sino, en la mayoría de los casos, están implícitas en los textos.

Es lo que los comentaristas de esos autores han llamado hasta hoy, la génesis del pensamiento de Durkheim, de Marx, de Weber; es precisamente en la génesis en donde es preciso descubrir el empleo de categorías desde las cuales ellos problematizaron y respondieron a ese problema a través de una serie de teorizaciones.

Las lógicas de construcción son muy claras en algunos autores, pero no en todos. Y Aquí quiero traer a colación una cuestión importante. Uno de los problemas que tenemos hoy a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI, no solamente es el abuso de los textos de difusión o de resúmenes (que son fatales, por cierto), sino también la abundancia de un cierto tipo de libros, de producción, donde no se ve claramente lo que estoy llamando las lógicas constructoras.

Esto demuestra que podemos estar –y lo planteo como una hipótesis nada más y no como una aseveración- en presencia de una producción teórica débil (y aquí me alejo de la acepción de Vattimo que empleaba el concepto “debilidad del pensamiento” para decir que no era necesario encontrar el fundamento último de cualquier teorización).

Me estoy refiriendo a que no siempre está claro cómo se construyeron las aseveraciones en torno a un fenómeno. Es importante de tener en cuenta este punto para iniciar una discusión acerca de la función teórica actual.

Este problema, entonces, de las lógicas de construcción es fundamental, porque en tanto éstas se basan en el uso de categorías subyacentes, es lo que nos permite ver si un pensamiento puede o no estar vigente más allá del contexto histórico en que se construyó. Aquí voy a citar a Gramsci, quien señaló que el gran problema del conocimiento social es poder construir un conocimiento que sea capaz de crecer con la historia. Este es el punto, y no es problema teórico, es un problema epistémico. Hay categorías que resisten, por decirlo así, las mutaciones históricas más que otras; pueden ser categorías que se mantienen vigentes más allá del periodo histórico en el cual se forjaron inicialmente y, por tanto son susceptibles de ser recuperadas como elementos constructores de más conocimiento, o de nuevo conocimiento, más allá del momento, repito, en que fue gestado.

EL TIEMPO Y LA COMPLEJIDAD DE LO REAL

El pensamiento tiene que seguir a la historia en el sentido de adecuarse creativamente a los cambios de los procesos históricos. Esto supone asumir muchas cuestiones, por lo menos dos que son básicas: una, que los fenómenos históricos no son fenómenos lineales, homogéneos, simétricos, ni están sometidos a la mecánica celeste de nadie; son fenómenos complejos en su dinamismo, en el sentido en que se desenvuelven en varios planos de la realidad, no solamente en uno y son a la vez macro y microsociales. Esto supone, por ejemplo, que tenemos que estudiar esos fenómenos históricos en varios recortes de la realidad y no solamente en uno. Esa es una primera exigencia.

La segunda involucra al problema del tiempo. Las temporalidades de los fenómenos son muy variables, los tiempos son múltiples, no hay un solo tiempo que fije el fenómeno, sino muchos tiempos y eso, evidentemente, es uno de los grandes desafíos para el conocimiento.

Existe una tendencia a lo factorial, a reducir el fenómeno complejo a un factor o conjunto de factores, y analizar éstos en términos de la lógica de determinación causa y efecto. El problema es que eso no siempre ocurre en los fenómenos sociales, pues pueden haber múltiples factores aplicables o existentes en distintos niveles de la realidad. Los fenómenos históricos no ocurren de manera plana, longitudinal, sino tienen lugar a través de coyunturas, las cuales forman parte de los procesos, de las tendencias a largo plazo, y eso tenemos que tomarlo en cuenta.

Y por último, los procesos socio-históricos no son solamente económicos, políticos, sociales, institucionales, etcétera, sino que conforman una constelación, están relacionados entre sí, son parte de una matriz de relaciones complejas, que los lleva a que se determinen recíprocamente lo económico con lo político, lo político con lo cultural, y así sucesivamente.

Por otro lado, los fenómenos histórico-sociales hacen parte no solamente de contextos y de relaciones múltiples dentro de distintos niveles de la realidad, sino también de contextos, de significaciones -por usar un término-, o de universos de significaciones.

Por ejemplo, desde una perspectiva numérica, ser pobre en Bolivia, quizá ser comparable a ser pobre en otro país; pero el ser pobre en un país con un contexto cultural determinado, con una carga simbólica específica, y serlo en otro país que tiene una simbología diferente (por lo tanto una carga de significaciones diferentes), sin duda transforma cualitativamente al fenómeno. Aludo con esto a que no solamente no sólo están las complejidades anteriores, sino a que además los fenómenos son universos de significación, lo que aquí de alguna manera estamos tratando de llamar cultura.

Por otra parte, en el concepto de cultura está presente el hecho elemental de que cualquier fenómeno social que queramos estudiar, ya sea en corto o en largo plazo, es construcción de los seres humanos, de los sujetos, pero no de uno sólo, sino de muchos sujetos. Quizá uno de los grandes desafíos que nos hereda el siglo XX es precisamente la complejidad de los sujetos que construyen la historia, que están detrás de los fenómenos que queremos estudiar y que son complejísimos; sujetos múltiples que tienen distintas características, variados espacios, tiempos diversos, y visiones diferentes del futuro desde las cuales construyen sus realidades.

En síntesis, todo esto es lo que de alguna manera está detrás del enunciado “pensamiento y cultura en América Latina”; porque América Latina es una construcción de sujetos que se están transformando y que, a su vez, construyen realidades distintas a las que pueden eventualmente surgir en otros contextos culturales, como pueden ser lo asiáticos, los europeos, los africanos, o los norteamericanos. En la medida en que eso no lo tengamos en cuenta, evidentemente el conocimiento, en esa a veces absurda pretensión de universalidad, no va a ser nunca un conocimiento real, porque la realidad del conocimiento no está sólo en la universalidad, sino que está en lo que aquí yo llamaría la pertinencia histórica del conocimiento.

Y ésta se refiere a la capacidad que tiene el conocimiento de dar cuenta de la especificidad de los fenómenos, que es lo que resulta de entender a estos como ubicados en contextos muy complejos de relaciones múltiples y en distintos tiempos. Eso es un desafío, si es que realmente queremos llegar a construir un conocimiento que permita reconocer posibilidades de construcción y que no se limite simplemente a describir lo que ya se ha producido o se circunscriba nada más a dar cuenta de lo que ya da cuenta el discurso dominante.

Ese es el problema. ¿O es que la realidad social, económica, política e incluso tecnológica, se agota en los parámetros del discurso dominante?

Hay mucha ciencia social que lo cree así y hace ciencia, a veces rigurosa, al interior de los parámetros del discurso dominante, como si la realidad de la sociedad humana se redujera a los contenidos de ese discurso que hoy día es uno y mañana puede ser otro. La realidad es mucho más que eso, la realidad está siempre dentro y fuera de los límites del conocimiento, sea dominante o no. Por lo tanto, para poder reconocer esa realidad que está fuera de los límites de lo que se dice que es lo real en el plano de la economía, en el plano de los sistemas políticos, etcétera, necesitamos aplicar un razonamiento mucho más profundo, que rompa con los estereotipos, con los pre-conceptos, con lo evidente.

Esa es la función de lo que aquí he llamado el pensar epistémico, esto es, el plantearse problemas a partir de lo que observo pero sin quedarme reducido a lo que observo, sino ir a lo profundo de la realidad y reconocer esas potencialidades que se ocultan, que son las que nos van a permitir construir un conocimiento que nos muestre posibilidades distintas de construcción de la sociedad. Quisiera concluir con esa vieja advertencia de Braudel, el gran historiador francés, y que siempre habría que recordarla: “así como un país no tiene sólo un pasado, tampoco tiene sólo un futuro”.

Hacia una estrategia de análisis coyuntural (2003) Hugo Zemelman

A partir de los artículos presentados anteriormente, y en el marco del seminario que nos convoca, voy a intentar realizar una serie de aportes teniendo en cuenta dos premisas fundamentales.

En primer lugar, considero necesario retomar el concepto de construcción del conocimiento a partir de la exigencia de historicidad. Hacerlo no es sencillo, porque el concepto de historicidad, una herencia que podemos tomar del pensamiento de Marx, ha sido apropiado por una serie de otras posturas epistémicas con distintas acepciones, como podría ser el caso de la epistemología genética.

La segunda premisa remite al contexto en que nos movemos, un capitalismo desenfrenado pero además con una clase política que representa a este capitalismo sin escrúpulos y que no está en condiciones de impulsar un contra-discurso.

Es imprescindible, entonces, tener en consideración ambos elementos que muestran cómo es administrado y dirigido el capitalismo, para plantearnos el problema del conflicto y de las alternativas que en este momento surgen para América Latina. Sin duda, esto es fundamental. No basta decir que el capitalismo se mueve en función de una tasa de ganancia: también tenemos que ver quiénes son los que administran esa tasa de ganancia, pues de ello se pueden conformar diferentes opciones.

En este sentido, a partir de estas premisas, podemos hacer ciertas afirmaciones que reflejan las grandes cuestiones que se han planteado en las intervenciones precedentes. Para empezar, creo que estamos en presencia de un tipo de dinámicas que se transforman, pero no tenemos seguridad de lo que puedan llegar a producir en el mediano y largo plazo. En efecto, tenemos una cantidad de síntomas elocuentes pero no hemos profundizado suficientemente para leer lo que hay detrás de ellos y que merezca poder describirse.

Las intervenciones que hemos escuchado son la constatación de un fenómeno complejo, que lleva a plantear en voz alta una advertencia: no volver a inventar sujetos o crear ficciones para, desde ellas, creer que construimos la historia de nuestros países. Porque si algo tenemos que asumir críticamente las generaciones de los ‘50, ‘60 y ‘70 es que, en gran medida, inventamos nuestras sociedades, actores y futuros. No podemos repetir estos errores e incurrir en otros que se tornen irreversibles, más aún en el contexto de un capitalismo sin contrapesos, por lo menos en el corto o mediano plazo.

Lo anterior lleva a plantearnos preguntas como las siguientes. ¿A qué nivel de profundidad están las ciencias sociales de América Latina para apropiarse de la subjetividad social constituyente de los diferentes tipos de sujetos? Pregunta que debemos asumir mucho más claramente de lo que lo estamos haciendo en este momento.

¿Cuántas variedades de colectivos surgen? ¿Qué espacios ocupan? ¿Qué temporalidades tienen? ¿Qué capacidad tienen de elaborar proyectos y de incidir en la orientación de la sociedad? ¿Qué relación hay entre colectivos y proyectos? ¿Qué densidad tienen esos colectivos? ¿Qué formas organizativas asumen? ¿En qué tipo de prácticas se expresan? ¿Las mismas prácticas o distintas prácticas? ¿Los proyectos son proyectos de un sujeto o proyectos de varios sujetos? ¿O hay sujetos con varios proyectos?

En una palabra, más allá de las dinámicas socioculturales, incluso de las políticas, ¿cuánta fuerza realmente está emergiendo de esta convulsión de conflictos o de conflictividades? Son preguntas que no podemos plantearnos en términos especulativos, sino más bien metodológicos, porque son parte de los problemas que en este momento tienen la sociología, la economía, la antropología, relacionados con el problema de los movimientos sociales.

Algunos cientistas sociales indican que “los sujetos no crean el conflicto, es la conflictividad la que crea a los sujetos”. Trataría de colocar el problema precisamente en esa relación ¿Qué genera entonces el conflicto? ¿Cuándo el conflicto se expresa en sujeto? ¿Qué tipo de sujetos expresan al conflicto? ¿Con qué duración? ¿Con qué tiempo? ¿Con qué capacidad de incidencia sobre la sociedad en el contexto actual?

En este momento histórico –que todos deberíamos conocer– nos encontramos en un contexto que estimula la emergencia de múltiples tipos de sujetos, aunque algunos de éstos se agoten en sí mismos, ya que se reducen a su espacio local o a su micro-tiempo y no son capaces de exceder la coyuntura en la que nacen. Para eso hay políticas, incluso estatales, orientadas a fomentar esta emergencia porque es una forma de “practicar” la democracia, el juego político. Aparecen respetándose proyectos, el juego entre ideologías, pero en el fondo se acaba con la posibilidad de construir algo distinto a lo que el discurso dominante pretende con sus lógicas de atomización de los sujetos. He aquí un primer problema que no planteo en el plano teórico ni ideológico, sino metodológico.

El segundo problema con el que nos encontramos nos remite a lo que está sucediendo con los grupos dominantes. Como si se tratara de un retorno a la gran polémica de la década del cincuenta propiciada por la CEPAL en tiempos de Raúl Prebish. Pareciera que, en muchos lugares de América Latina, los temas se vuelven a repetir en torno a la gran pregunta: ¿realmente ha habido alguna vez en América Latina burguesías dominantes? ¿Ha habido grupos dominantes? Tomemos por caso lo que está ocurriendo con las privatizaciones.

Encontramos de esta manera una segunda afirmación en la respuesta a la pregunta ‘¿qué pasa con los grupos dominantes?’. Los grupos dominantes están en proceso de disolución, en una lógica muy clara de subordinación a las grandes corporaciones trasnacionales. Ello define un parámetro del análisis, porque están cambiando las coordenadas espaciales y temporales.

El conflicto, entonces, no es con actores nacionales, sino con actores invisibles, ni siquiera con las grandes corporaciones, sino con la clase ejecutiva de esas corporaciones trasnacionales, que tienen un discurso propio y con proyección histórica. De esto surge entonces que no es lo mismo hablar de burguesía, ni siquiera de empresarios, que hablar de compradores, de especuladores, de rentistas, o hablar de una capa dominante que lo que hace –por ejemplo en el caso de Chile, como todos sabemos– es comprar a través de la política de privatización activos que han sido patrimonio público y valorizarlos para después venderlos a las empresas trasnacionales, porque no tiene capacidad para salir de la frontera, como la práctica se los está demostrando.

Si no hay capacidad de ocupar mercados, sino solamente de valorizar activos para venderlos al mejor postor, que los transforma en chatarra, o bien los absorbe en sus grandes instalaciones, ¿dónde están esos grupos dominantes? ¿Cómo se relaciona esa declinación de los grupos dominantes con el cómo se ejerce el poder en estos países? ¿Y quién efectivamente lo ejerce?

Lo que nos remite a una tercera cuestión: ¿cuál es la naturaleza real del sistema político? Cuando hablamos de sistema político, ¿hablamos de representaciones? Es decir, ¿qué pasa con el sistema político cuando uno constata que los diputados y los senadores no son ni diputados, ni senadores de tendencias ideológicas distintas, sino en el mejor de los casos socios de señores que no muestran su cara, que simplemente son administradores de un mismo proyecto?

Así es como surge el gran tema de la subalternidad de la clase política como otro parámetro del análisis, el cual afecta directamente al funcionamiento del sistema político. ¿Funciona efectivamente el sistema político? ¿Hay efectivamente espacios públicos? ¿Hay congreso? ¿Hay tribunales de justicia?

Debemos ser cuidadosos con las respuestas porque podríamos estar induciendo un discurso que reconozca, como presupuesto, que sí existe la posibilidad de plantear las cosas en la prensa, en los medios de comunicación, que sí se pueden plantear cuestiones a los parlamentarios, porque representan discursos diferentes, aunque lo que en verdad se impone sea una homogeneización ideológica tosca y sesgada, apareciendo una clase trasversal que en este momento, a nivel de la administración del estado, cubre por igual desde la izquierda –o la llamada a sí misma izquierda– hasta una derecha disfrazada de centro y con un discurso neo-populista con el cual esconde su neo-liberalismo.

Creo que ésa es una cuestión que no podemos evadir. No es un juicio a priori, sino un elemento que hay que tomar en cuenta, porque es un desafío para el conocimiento si queremos entender los conflictos sociales en el contexto en que se están dando. ¿Qué significa hoy el movimiento indígena? ¿Qué significa el movimiento obrero? ¿Y el de las capas medias?

El ejemplo más dramático es lo que está ocurriendo en México con el Plan Puebla-Panamá, donde el movimiento indígena se ha convertido, más que en un problema del sureste de México, en un problema de toda Centroamérica al hacerse parte de las políticas de globalización que, en este momento, están representadas por un sector significativo de la clase política, tanto mexicana como de los otros países de la región.

La última afirmación que propongo se relaciona con el problema de los datos. Este problema nos remite, por ejemplo, en el ámbito de CLACSO y el de sus instituciones afiliadas, a preguntarnos qué están haciendo estos institutos en América Latina, algunos de los cuales tienen subsidios públicos.

Creo que muchas cosas se podrían hacer, pero aquí quiero plantear sólo una cuestión, ya que es imposible desarrollar otras: tenemos que hacer un esfuerzo por modificar los diseños de investigación, cambiar el cómo se construye el conocimiento. No podemos seguir construyendo el conocimiento en la forma en que lo hemos estado haciendo hasta ahora, afirmación que abre un gran debate vinculado con la premisa de la cual parto, que es recuperar la discusión epistémica. Pero no basta, no es suficiente una discusión epistémica abstracta si ésta no se traduce en modos concretos de construcción del conocimiento.

Por esto es que creo que el problema de los datos es fundamental, sobre todo cuando apreciamos que muchos grandes problemas que hoy día se están planteando en América Latina no se pueden desenvolver a nivel de la investigación empírica con el argumento de que no hay datos, o que no hay técnicas, o que no hay instrumentos. ¿Cómo investigar temas originales si no hay datos? ¿Cómo investigar si no se tienen los instrumentos adecuados?

Tenemos que enfrentar estos problemas siendo originales en la construcción de nuevos diseños, y –me permito agregar algo que a lo mejor puede ser demasiado iconoclasta– que sean baratos, que no impliquen grandes inversiones. Se pueden hacer muy buenas investigaciones sobre temas relevantes en América Latina, como el de los movimientos sociales, sin grandes presupuestos.

Más aún, creo que es un dilema fundamental para la academia, porque la academia cada vez más cree que las buenas investigaciones solamente se pueden hacer con grandes presupuestos, lo que es una falacia que nos impide ver los desafíos ineludibles. Al revisar los diseños de investigación se plantea la necesidad de buscar formas de investigación que permitan vincular la construcción del conocimiento con los sujetos.

Lo que decimos no significa hacer ideología de los sujetos, porque sería una contradicción con lo que hemos señalando; pero sí construir el conocimiento de los movimientos sociales no convirtiéndolos a éstos en objetos de la disquisición teórica, sino construir el conocimiento desde las exigencias de constitución de estos sujetos. De ahí la importancia de entender la complejidad de la problemática de los colectivos.

Los colectivos son un tema casi inédito, variable, complejo, que se relacionan entre sí de manera inmediata y mediata, tienen distintos espacios y tiempos, lo que no siempre está presente en la investigación, ni siquiera en la investigación especializada sobre los sujetos sociales, por lo que constituyen un desafío que tenemos que revisar.

En este sentido, lo que planteo es trazarnos estrategias de investigación que partan de la idea de las coyunturas, pero de éstas no como análisis de contingencia sino como el momento histórico que sucede a otro momento histórico y que da lugar a otro momento histórico. Es a través de esa secuencia donde podemos entender las dinámicas complejas y multidireccionales que pueden asumir los fenómenos sociales, entre ellos los procesos de constitución de los sujetos sociales, ya que son los espacios desde donde actúan y reactúan éstos.

De no ser así, corremos el riesgo de caer en formas clasificatorias de los sujetos sociales, siendo las clasificaciones un mecanismo de tipologización (esto no es sujeto, éste es un sujeto de mediano tiempo, éste es un sujeto de larga duración, etc.) que no toma en cuenta ni el espacio ni el tiempo donde los mismos se constituyen, y por lo tanto desconoce qué es lo que se está conociendo. En ese espíritu una estrategia de investigación transcoyuntural puede ser fundamental para conocer los procesos de constitución de los fenómenos y, en consecuencia, la riqueza de direcciones posibles de los procesos históricos.

En el ámbito del Grupo de Trabajo de Teoría y Método de CLACSO estamos tratando de impulsar esta línea mediante el establecimiento de un vínculo, no fácil, entre los intelectuales que están en las academias, que se supone tendrían la responsabilidad de conocer más de lo que conocen, con los científicos sociales que desarrollan su trabajo fuera de la academia, en relación con movimientos sociales o con proyectos sociales. Es lo que hemos procurado impulsar como Grupo de Trabajo de Teoría y Método con algunos sindicatos, por ejemplo con la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA). Y ha tenido una gran acogida por parte de los dirigentes sindicales asumir ellos mismos lo que significa el análisis desde la exigencia de la coyuntura.

Pero para ello es necesario cambiar los modos de investigación, salir de la academia para vincularnos con quienes están en los movimientos sociales, esto es, directamente con los actores sociales, aunque no en un marco ideológico sino metodológico, como lo hemos señalado.

1 De otra manera impulsar la construcción del conocimiento desde una estrategia que simplificamos con la expresión: construcción del conocimiento desde las exigencias de la secuencia de coyunturas, por ser éstas los espacios de construcción de los sujetos. Es lo propio de los científicos sociales que han abandonado el cubículo y preferido la intemperie, que han abandonado los senderos prefijados prefiriendo el campo abierto.

Nota

* Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México

CEM reproduce Notas en torno al Che (1968) del comunista salvadoreño Raúl Castellanos Figueroa

SAN SALVADOR, 28 de mayo de 2019 (SIEP) En cumplimiento de nuestro mandato, divulgamos en esta ocasión la síntesis de una charla impartida en noviembre de 1968 en la UES por el dirigente comunista salvadoreño Raúl Castellanos Figueroa, sobre la vida y obra de Ernesto Che Guevara.

Estas notas fueron publicadas por la revista La Universidad en su edición no. 6 de noviembre-diciembre de 1968.  Raúl formó parte en mayo de 1944 del Comité de Huelga que derrocó al General Martínez, y de las luchas contra los dictadores militares Aguirre y Salinas, Castaneda Castro, Osorio, Lemus, Rivera, y Sánchez Hernández. Fue un ardiente defensor de la Revolución Cubana, por lo que estuvo encarcelado en 1962  junto con el dirigente sindical comunista Antonio Velasco Iglesias. Fallece el 29 de octubre de 1970 en Moscú, Unión Soviética.

Para el Centro de Estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete” es un honor reproducir el escrito de este revolucionario marxista salvadoreño.

Roberto Pineda

NOTAS EN TORNO AL CHE

Raúl Castellanos Figueroa[1]

“Tenía grandes ideas, pero sobre todo tenía la coherencia de un hombre que ha hecho las cosas que ha pensado, hasta el sacrificio de su vida Hay ideas que son más grandes que los hombres, pero hay hombres que son grandes como las ideas que tienen. Es muy raro encontrar hombres, como Guevara, de esta estatura tan enorme”.

FRANCESCO ROSI – Cineasta italiano

A su paso por Lima, a mediados del mes de julio último, e1 señor Galo Plaza, actual Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), fue entrevistado por el periódico “La Prensa” . Entre las muchas necedades que dijo, sobre diversos temas, figuró esta respuesta a una pregunta del periodista: “Ernesto (Che) Guevara fue, evidentemente, un delincuente con mala letra”

La opinión del señor Plaza parece aludir, en parte, al hecho cierto de que el Che tenía una letra ilegible -letra de médico, al fin-, hasta el punto de que para editar en Cuba, en este año, su Diario de Campaña en Bolivia, ha contado Fidel Castro que “constituyó una fatigosa tarea desentrañar la letra pequeña y difícil de la escritura”

Pero la ingeniosidad del señor Plaza lo define mejor a él mismo que al Che Guevara, porque semejante figurón, hoy haciende las veces de cabeza visible de ese ministerio de colonias yanquis que es la OEA, es absolutamente incapaz de comprender que el Che fue y lo será por siempre una figura revolucionaria de relieve histórico mundial. Mal que le pese a todos los Galo Plaza del Continente, el Che es ahora una personalidad de atracción irresistible para los pueblos, y en especial para los jóvenes, en las más diversas latitudes.

Es indudable que el Che supo expresar en forma extraordinaria el carácter de la juventud de nuestros días, su idealismo, su nobleza, su generosidad, su heroísmo, su vocación de libertad, su ira, su prisa, su impaciencia Y es esto, justamente, lo que explica que la juventud tome al Che como un símbolo propio y que el nombre del Che figure en estos momentos a la cabeza de tantos movimientos juveniles en variados países.

Los que apresuradamente asesinaron al Che, acaso creyeron que liquidando su existencia física se liquidaría también su ejemplo, y particularmente, la violencia armada de los pueblos de la América Latina. Esto es definitivamente absurdo, En primer lugar, porque esa violencia no responde ni puede responder a la voluntad personal de nadie, sino que surge en el marco de determinadas circunstancias históricas, entre las que juegan un papel destacado las condiciones materiales en que viven nuestros pueblos y su decisión, en ascenso, de ser libres En segundo lugar, porque es sobre todo después de muerto cuando el Che se ha convertido en un ejemplo inspirador para los revolucionarios y los pueblos, tanto como en un símbolo que aterroriza a las camarillas gobernantes latinoamericanas y al todopoderoso imperialismo yanqui. Regís Debray, el francés que estuvo con el Che en la montaña boliviana y que ahora se encuentra en prisión condenado a una larga pena, lo dijo acertadamente en su defensa política ante el Consejo de Guerra que 1o juzgó en Camiri:

“Hay hombres todavía más peligrosos muertos que vivos, aun si aquéllos que les tienen miedo cortan las manos de su cadáver, incineran el cuerpo, esconden las cenizas.  Para nosotros, el Che empieza ahora a vivir y la revolución continúa”

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Para hablar del Che Guevara como médico y revolucionario, se hace indispensable trazar un esbozo biográfico suyo. Es lo que aquí precisamente se intenta.

Ernesto Guevara nació el 14 de junio de 1928. En el presente año de 1968 habría cumplido cuarenta años, pero no pudo alcanzar esta edad.

Curiosamente, Guevara señaló los cuarenta años como la edad máxima ideal para un guerrillero. En su famoso libro “La Guerra de guerrillas” formuló la pregunta de “¿cuál será la edad ideal para el guerrillero?”, para responder él mismo “Siempre estos límites son muy difíciles de precisar por una serie de características sociales y hasta individuales que amplían o disminuyen la cifra. Pero, en términos generales, se puede decir que la edad máxima del guerrillero, en la etapa absolutamente nómada de la guerrilla, no debe ser mayor de cuarenta años, salvo algunas excepciones que se dan, sobre todo, entre los campesinos”[2]

Ya en las montañas de Bolivia, cumplió el Che sus 39 años. Él lo consigna en su Diario, haciendo esta breve anotación que corresponde al día 14 de junio de 1967:

“He llegado a los 39 y se acerca inexorablemente una edad que da qué pensar sobre mi futuro guerrillero.”[3]

Pero la trayectoria del Che fue violentamente cortada en ese mismo año. El 8 de octubre fue capturado por las tropas del general Barrientos y el 9 asesinado cobardemente pro órdenes de este mismo. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la muerte no pudo tomar por sorpresa al heroico jefe, consciente como estuvo este siempre de que podía perder la vida en cualquier momento, una vez entregado de lleno a la lucha revolucionaria.

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 Ernesto Guevara vio la luz en la ciudad de Rosario, centro industrial argentino de casi un millón de habitantes Pertenecía su familia a la clase media acomodada y su padre era arquitecto.

Los biógrafos del Che han encontrado pocos datos sobre sus dos primeros años de vida, aunque sí se sabe que en ese período su familia se traslada a la capital, Buenos Aires. Está muy niño cuando sufre su primer ataque de asma. La enfermedad tiene en él origen alérgico y no le abandonará ya nunca

En su Diario narra cuánto sufrió por ella en sus últimos días, perdido en la montaña, carente de medicinas y sin los necesarios cuidados.

En 1932, teniendo Ernesto 4 años, los médicos aconsejan a la familia, por la salud del niño, un cambio de clima, dado que Buenos Aires está situada en una depresión húmeda y padece el aire viciado de las grandes ciudades.

Como la familia aún goza de bienestar económico, puede hacer el traslado y escoge Córdoba.

Es en esta ciudad donde Ernesto hace toda su enseñanza primaria. La secundaria la realiza allí mismo, de 1941 a 1946. Para este año la situación económica de la familia se ha vuelto difícil, pero se muda de nuevo a Buenos Aires. Es necesario que Ernesto emprenda sus estudios universitarios.

En el mismo año de 1946, habiendo cumplido Ernesto la edad de 18 años, se produce un hecho paradójico en su vida se inscribe para cumplir con la ley argentina de enrolamiento militar obligatorio, pero los médicos, al examinarlo, de acuerdo con los requisitos físicos exigidos por el ejército nacional, lo declaran no apto para el servicio.

En cuanto a los estudios universitarios, sus amigos esperaban que se dedicaría a la ingeniería, por su inclinación a las matemáticas y su fácil dominio de las mismas, pero sorprende a todos y escoge la medicina. Roberto Fernández Retamar, el escritor cubano, por su parte ha comentado que fue “curioso” que Ernesto Guevara decidiera hacerse médico, aunque explica que todavía siendo un adolescente ya había leído mucho, “en papel de francotirador, desde literatura hasta política, y también Spenglcr y Freud”, para luego concluir que “quizás este último lo inclinó a la medicina”[4]

Se puede suponer asimismo que su propia preocupación por la enfermedad del asma y una vocación de servicio a la humanidad, como él lo afirmaría más tarde, fueron dos factores que, combinados, lo llevaron al estudio de la carrera médica.

En la Universidad estudia sus asignaturas de un vistazo y aprueba los exámenes, si bien no puede decirse que sea un alumno modelo. Su amigo de entonces, Alberto Granados,  refiere: “No se preocupa mucho por la nota, le interesa más estudiar lo que le será útil y no lo que le puede servir para lograr una calificación alta en un examen”. [5]

Al mismo tiempo que estudia, Ernesto gana dinero -poco- con un empleo en la Municipalidad de Buenos Aires y trabaja -gratis- en un instituto privado de investigaciones sobre alergia, donde puede aprender mucho.

Transcurren los años. El 29 de diciembre de 1951 Ernesto parte con su amigo Granados para realizar un proyecto que ambos vienen acariciando desde hace dos años: viajar por América, librados a sus propios recursos. No ha terminado Ernesto sus estudios de medicina, pero tampoco le urge hacerlo.

Los dos jóvenes amigos, improvisados trotamundos, montan en una motocicleta atiborrada de cosas necesarias y salen rumbo a Chile, pero la motocicleta se desintegra a medio camino y si consiguen llegar a Santiago es marchando, a ratos, a pie, y a ratos, en vehículos de extraños que los recogen por la carretera.

Atraviesan todo Chile, viajan por Perú, llegan al leprosario de San Pablo, en 1a provincia de Loreto, y allí trabajan en el laboratorio hasta junio de 1952.

Después navegan por el Amazonas en una balsa construida para ellos por los leprosos y que, en su extraño nombre de “Mambo-Tango”, une alegóricamente a través de sus ritmos populares a Cuba y Argentina, que serán las dos patrias más queridas por el Che.

 Por las aguas del caudaloso río, Guevara y Granados llegan a Colombia.  Allí trabajan brevemente como entrenadores de fútbol y con el dinero ganado pueden dirigirse a Venezuela. En Caracas, Granados consigue trabajo y decide quedarse, en tanto que Ernesto prefiere regresar a Buenos Aires para graduarse, aunque con el compromiso de volver más tarde para reunirse con su amigo.

El viaje lo hace Ernesto dando la vuelta por Miami, en un avión de una compañía propiedad de un amigo de la familia Guevara. Se trata de un aparato dedicado al transporte de caballos de carrera.

Ese primer viaje y particularmente otro por todo el continente latinoamericano que realizará después, dejan influencias decisivas para los nuevos rumbos de la vida de Ernesto Guevara. “Es probable -dice Roberto Fernández Retamar- que entonces tuviera ya la revelación que en su tiempo tuvo Martí: la de la profunda, indestructible unidad de nuestros países, más allá de las fronteras artificiales. Es probable que entonces aprendiera a sentirse latinoamericano. En Perú, en Guatemala, en México -y luego sobre todo en Cuba-, iba a verificar lo que aquellos viajes ya le habían echado a la cara: la miseria, el desamparo y la identidad última de nuestras tierras mestizas”[6].

        …………………………………………………….

De nuevo en Buenos Aires, Ernesto Guevara se propone concluir rápidamente su carrera profesional y, en efecto, en el breve plazo de seis meses, de septiembre de 1952 a marzo de 1953, realiza lo que se considera una proeza intelectual universitaria, aprobando unas quince asignaturas. Se gradúa de médico con una tesis que versa sobre alergia. Tiene 25 años.

Ha cubierto esta meta y Ernesto prefiere no permanecer en Argentina.

Desea volver a viajar e ir a reunirse en Caracas con Alberto Granados. Sale hacia La Paz, por tren, y allí comienzan a modificarse sus planes, de manera que en definitiva no llegará a reencontrarse con su amigo.

En la capital boliviana hay un hecho que le impresiona profundamente: el desarrollo de una revolución que ha triunfado un año antes pero que, por sus propias limitaciones, se ve desde ya condenada al fracaso. Toma nota, sí, el joven médico argentino, de que por las calles de La Paz las únicas fuerzas armadas que circulan son las milicias obreras, que substituyen al ejército profesional destruido por el movimiento popular.

En la misma ciudad, Guevara conoce a un exiliado argentino, enemigo de Perón, el doctor Ricardo Rojo, con quien hace una rápida amistad En septiembre del mismo año de 1953, juntos parten hacia el Perú, quedan allí unos días, lo recorren más tarde y arriban al Ecuador, deteniéndose en Guayaquil.

Las condiciones económicas en que viven allí Guevara, Rojo y otros cuatro emigrados, también argentinos, son deplorables. En determinado momento, se ven obligados todos a vender su ropa y dejarse sólo lo indispensable. Rojo se encarga después de contar:

“Guevara se quedó con el equipo mínimo: un pantalón deformado por el uso, una camisa que había sido blanca, y un saco sport con los bolsillos reventados de cargar objetos diversos, desde el inhalador contra el asma, hasta los grandes plátanos que muchas veces eran su único alimento”. [7]

Rojo, por entonces, habla con entusiasmo de la situación política reinante en Guatemala, donde el presidente Jacobo Arbenz está realizando un _gobierno avanzado, y despierta el vivo interés de los demás del grupo, particularmente de Ernesto. Es así como éste decide trasladarse al país centroamericano y abandona definitivamente la idea de ir a Caracas a reunirse con Alberto Granados.  El problema que se plantea es cómo realizar el viaje.

Ricardo Rojo recurre a un abogado socialista de Guayaquil, para quien tiene una carta de presentación escrita por el líder socialista chileno Salvador Allende. El abogado hace gestiones. Finalmente les consigue pasajes en la “Gran Flota Blanca”, la línea carguera de la United Fruit Co. Son pasajes hasta Panamá y Guevara se embarca, al parecer, a finales de octubre. Rojo escribe: “Después parecería mentira, pero Ernesto Guevara entró en el hervidero centroamericano gracias a un pasaje de barco que cortésmente le regaló la United Fuit Co “[8]

A su paso por San José, Costa Rica, conoce a los exiliados venezolanos Rómulo Betancourt y Raúl Leoni y al dominicano Juan Bosch, que viven los tres en la misma casa y que con los años llegarán a la Presidencia de la República en sus países. Guevara simpatiza inmediatamente con Bosch, pero hacia Betancourt, en cambio, lo que siente es una incontenible antipatía.

En la misma capital, Ernesto conoce también a algunos exiliados cubanos. Son elementos llegados allí después del fracaso en el asalto al Cuartel Moncada, en julio de ese año. Es por ellos que tiene las primeras referencias concretas de Fidel Castro.

Comenzando enero de 1954, Guevara y Rojo siguen viaje a Guatemala, por tierra. Atraviesan, así, El Salvador y hacen aquí una pequeña escala. Esto lo refiere Rojo a su manera, con el añadido de evidentes exageraciones. Ni el señor Gustavo Vides, “coronel” sólo por chifladura personal, era “el hombre más poderoso de la ciudad y uno de los más poderosos del país”, ni se ha sabido nunca que en su finca “Las Cruces” (verdadero nombre) fusilara tan tranquilamente a los peones, aunque bien es cierto que tenía y quizás todavía tiene su policía particular y su propio calabozo. Pero, en todo caso, tratándose de un testimonio del paso del Che por El Salvador, vale la pena consignarlo:

“Al entrar en San Salvador, el ómnibus que nos llevaba recogió pasajeros en la segunda ciudad de la república, Santa Ana. Recordé que el amable embajador salvadoreño en Guatemala me había aconsejado visitar a cierto coronel Vides en caso de que me detuviera algún día en Santa Ana. Este resultó ser el hombre más poderoso de la ciudad y uno de los más poderosos del país, de manera que rápidamente nos  pusimos en contacto con él. Al conocer el motivo de nuestra visita, se esforzó en hacerla más agradable. Fuimos sus invitados en una formidable plantación cafetalera, llamada Dos Cruces, una extensión bien cultivada, con complejas instalaciones para el procesamiento del vegetal. El coronel tenía una hija de excepcional belleza que se ofreció para hacemos conocer la finca. Fue entonces, al pasar, y mientras reparábamos en la eficiencia de la explotación, cuando descubrimos dos o tres detalles llamativos. La finca estaba rodeada de alambrado de púa, a unos dos metros de altura, y la recorrían unos individuos de uniforme militar que, sin embargo, no tenían grados ni los colores del ejército salvadoreño. Estos individuos llevaban unos imponentes revólveres de calibre 48 (sic) y, en aquel momento, parecían sumamente pacíficos. La hermosa hija del coronel respondió a nuestra curiosidad. Era la policía “interna” de la plantación, la encargada de restaurar el orden cuando “aquella gente” -y señalaba a unas mujeres y unos niños que esperaban a los hombres en inmundos barracones- se rebelaba.”

“Fue, aunque parezca obvio decirlo, la última noche que pasamos en la finca Dos Cruces, junto al amable coronel que fusilaba a sus peones y a la hermosa hija que nos tranquilizaba asegurando que «papá es una buena persona»”[9]

La llegada a Guatemala, en plena efervescencia revolucionaria y ya bajo las amenazas directas del imperialismo yanqui, sacude a Ernesto Guevara.

Desde luego, llega sin dinero Como para ejercer la profesión de médico tendría que seguir un prolongado trámite de revalidación de su título, renuncia a hacerlo y vive de cualquier modo Es allí donde, por su condición de argentino, comienza a ser llamado cordialmente con el sobrenombre de “el Che”, que luego se hará mundialmente famoso (Con los años, el propio Guevara ha de confesar; “Para mí, “Che” significa lo más importante, lo más querido de mi propia vida. ¿Cómo podría no gustarme? Todo lo anterior, el nombre y el apellido, son cosas pequeñas, personales, insignificantes “)

La conspiración dirigida por el gobierno del General Eísenhower, culmina con la invasión mercenaria de Castillo Armas, en junio de 1954. El gobierno de Arbenz, prácticamente sin resistir, se derrumba. Guevara tiene sólo seis meses de estar en Guatemala. Tiempo después, en 1958, luchando ya en la Sierra Maestra al lado de Fidel Castro, dirá en una entrevista con un corresponsal argentino “Cuando se produjo la invasión norteamericana traté de formar un grupo de hombres jóvenes como yo para hacer frente a los aventureros fruteros. En Guatemala era necesario pelear y casi nadie peleó. Era necesario resistir y casi nadie quiso hacerlo”.[10]

El Che se asila en la Embajada Argentina, lo mismo que muchos guatemaltecos y de otras nacionalidades, incluso salvadoreños que estaban en Guatemala expatriados por el gobierno del coronel Oscar Osorio. Estos recuerdan haber conocido allí a Guevara, el cual enseguida se niega a regresar a Buenos Aires en los aviones enviados por Perón para transportar a los asilados. Por tierra, sale hacia México, en septiembre de 1954.

Va a comenzar entonces una nueva etapa, muy importante, en la vida de Ernesto Guevara, pero ya la experiencia de Guatemala le ha dejado una huella profunda.  Hilda Gadea, peruana exiliada en el país centroamericano, que allí conoció al Che y se convirtió más tarde en su primera esposa, ha de escribir después que fue Guatemala la que lo convenció definitivamente de la necesidad de luchar con las armas contra el imperialismo, de pasar a la ofensiva.

El mismo Che escribe en 1960 estas palabras por demás reveladoras sobre los efectos de la experiencia vivida en Guatemala y que significan en él una clara toma de conciencia revolucionaria:

“Casi todo el mundo sabe que inicié mi carrera corno médico, hace ya algunos años. Y cuando empecé a estudiar medicina, la mayoría de los conceptos que tengo corno revolucionario estaban ausentes en el almacén de mis ideales.  Quería triunfar, como quiere triunfar todo el mundo; soñaba con ser un investigador famoso, conseguir algo que podía estar, en definitiva, puesto a disposición de la humanidad.

“Por circunstancias especiales y quizás también por mi carácter, empecé a viajar por América y la conocí entera. Y por las condiciones en que viajé, empecé a entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades, con la incapacidad de curar a un hijo por falta de medios, con el embrutecimiento que provocan el hambre y el castigo continuos. Y empecé a ver que había cosas tan importantes como ser un investigador famoso o como hacer un aporte sustancial a la ciencia médica: y era ayudar a esa gente.”

“Ya había viajado mucho -estaba en aquellos momentos en Guatemala, la Guatemala de Arbenz- « y había empezado a hacer unas notas para norrnar la conducta del médico revolucionario. Empezaba a investigar qué cosa era lo que se necesitaba para ser un médico revolucionario. Sin embargo, vino la agresión, la agresión que desataría la United Fruit, el Departamento de Estado, Foster Dulles -en realidad es lo mismo-. Entonces me di cuenta de una cosa fundamental para ser médico revolucionario, lo primero que hay que tener es Revolución”.[11]

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En la ciudad de México, sobre todo al principio, nuevas dificultades económicas aquejan a Ernesto Guevara. Por un tiempo se ve obligado a trabajar como fotógrafo callejero. Finalmente, en el Hospital General de la misma ciudad el Che gana un concurso para cubrir una plaza y comienza a trabajar como médico en la sala de alergia.

Es allí donde conoce a un cubano exiliado que llega necesitado de tratamiento. Este le hace conocer enseguida a Raúl Castro, el cual, a su vez, días más tarde, lo presenta con Fidel Castro. Los dos hermanos están allí desde mediados de 1955, después de haber pasado casi dos años en las cárceles de Batista, en Cuba.

Fidel se encuentra ya en esos momentos entregado a la preparación de la vuelta a su país, con las armas en la mano. Una sola plática, durante toda una noche, con el dirigente cubano, convence a Guevara de que Cuba es un país que merece su entrega revolucionaria y decide allí mismo incorporarse a la futura expedición. El mismo ha de evocar esa entrevista varios años más tarde, al momento de una nueva grave decisión, en la carta de despedida que deja a Fidel Castro cuando se aleja de Cuba y que comienza así: “Fidel: me acuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.”

Los preparativos comprenden: en primer lugar, un curso intensivo dado por el coronel Alberto Bayo, español emigrado y veterano de la Guerra Civil. El curso incluye enseñanzas teóricas y, sobre todo, mucha práctica en la forma de marchas, disparo de armas de fuego, fabricación de bombas, tácticas guerrilleras. Al concluir el curso, el coronel Bayo califica a los estudiantes y señala como el alumno más aventajado a Ernesto Guevara[12], el mismo a quien el ejército de su país lo había rechazado unos diez años antes por considerarlo no apto para el servicio militar.

Cuando el barco “Granma” deja las playas de México, el 25 de noviembre de 1956, Ernesto Guevara va como el médico de la expedición. Son ochentidos hombres en total.

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El desembarco en playas cubanas es seguido de un desastre militar, dado que el pequeño grupo es rápidamente descubierto por las tropas de Batista en Alegría de Pío, un lugar de la Provincia de Oriente, cerca de Cabo Cruz. En pleno refuego, cercado por los soldados de la tiranía, el grupo de invasores se ve obligado a replegarse hacia unos cañaverales. Es justo en ese instante cuando se plantea al Che, por primera vez y en una forma dramática, la disyuntiva de ser médico o ser soldado revolucionario. Él lo recordará con sus propias palabras, después del triunfo de la revolución: “Quizás esa fue la primera vez que tuve planteado prácticamente ante mí el dilema de mi dedicación a la medicina o a mi deber de soldado revolucionario. Tenía delante una mochila llena de medicamentos y una caja de balas, las dos eran mucho peso para transportarlas juntas; tomé la caja de balas, dejando la mochila para cruzar el claro que me separaba de las cañas.”[13]

Pero el Che tuvo que seguir haciéndola de médico, sobre todo mientras otros médicos no llegaron a la Sierra a incorporarse a la lucha guerrillera.  Abunda la literatura que pinta al Che como médico y soldado en los gloriosos días de la guerra en las montañas. Mejor que nadie había de hacerlo el Comandante Fidel Castro, en el emocionado discurso que pronunció en la Plaza de la Revolución, de La Habana, el 18 de octubre de 1967, rindiendo homenaje al jefe guerrillero recientemente muerto.

“Sobrevino el primer combate victorioso -díjo Fidel- y el Che fue soldado ya de nuestra tropa y, a la vez, era todavía el médico, sobrevino el segundo combate victorioso y el Che ya no sólo fue soldado, sino que fue el más distinguido de los soldados en ese combate, realizando por primera vez una de aquellas proezas singulares que lo caracterizaban en todas las acciones; continuó desarrollándose nuestra fuerza y sobrevino ya un combate de extraordinaria importancia en aquel momento. Y en aquella ocasión (el Che) no sólo fue combatiente distinguido, sino que además fue también médico distinguido, prestando asistencia a los compañeros heridos, asistiendo a la vez a los soldados enemigos heridos. Y cuando una vez fue necesario abandonar aquella posición, una vez ocupadas todas las armas y emprender una larga marcha, acosados por distintas fuerzas enemigas, fue necesario que alguien permaneciese junto a los heridos, y junto a los heridos permaneció el Che.

Ayudado por un grupo pequeño de nuestros soldados, los atendió, les salvó la vida y se incorporó con ellos ulteriormente a la Columna.”

No cabe aquí entrar en los detalles de la guerra revolucionaria en Cuba. En su desarrollo, el Che se cubrió de gloria, destacándose como un jefe militar de primera categoría. Por encargo de Fidel llevó la acción armada de un extremo a otro de la isla y se consagró al final como el heroico conquistador de Santa Clara. Cuando la tiranía cae estrepitosamente el l ro. de enero de 1959, la figura del Che está envuelta por el prestigio y la leyenda.

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El triunfo de la revolución abre perspectivas enormes al país, pero impone también tremendas responsabilidades a los dirigentes, casi todos muy jóvenes. El Comandante Ernesto Guevara pasa a ocupar posiciones claves en el nuevo gobierno, como Presidente del Banco Nacional, primero, como Ministro de Industrias, más tarde. En el primer cargo su tarea es estabilizar la grave situación de las divisas; en el segundo, impulsar el desarrollo industrial de la nación, en las difíciles condiciones del bloqueo impuesto por el imperialismo yanqui.

Todo esto exigió del Che el estudio de nuevas disciplinas, el conocimiento lo más profundo posible de los problemas. Guerrillero valiente y capaz en la montaña, sus nuevas altas responsabilidades como estadista supo cumplirlas con talento extraordinario y gran eficiencia. “Este Guevara, es un gerente”, apuntó como un elogio un corresponsal del “New York Times”.[14]

Característico fue siempre en el Che su agudo uso de la crítica tanto para juzgarse a sí mismo corno para evaluar la labor de sus subordinados, y en sus actuaciones, pese a rodearlas de la severidad necesaria, puso oportunamente siempre un toque de fino humor personal o de sutil intención social. Es significativo, a propósito, que siendo Presidente del Banco Nacional firmara los nuevos billetes con una sola palabra “Che”. Según Ricardo Rojo, esto lo hizo “para dar un golpe mortal a la concepción burguesa del dinero, para quitarle su carácter casi religioso y reducirlo a lo que es, en efecto, un medio”.[15].

Con todo y sus graves funciones, siempre vivió el Che modestamente. Cumpliendo misiones oficiales viaja mucho por el extranjero en años sucesivos y, si regresa con voluminosos informes, evita traer mayores regalos a sus hijos porque, según les explica: “los miles de niños pobres de Cuba nos prohíben convertiros en hijos de ricos”.[16]

Jean Paul Sartre, el escritor y filósofo francés, se sorprende en sus primeros viajes a Cuba al encontrar al Comandante Guevara nada menos que dirigiendo el Banco Nacional. Sin embargo, comprende el caso y señala que no es, ni mucho menos, el único en Cuba, de gente improvisándose después del triunfo de la revolución, al frente de responsabilidades para las que nunca antes recibió la preparación adecuada. Subraya el hecho curioso de que “la revolución recluta gustosamente sus hombres-orquesta entre los médicos y los cirujanos.”

Entre los casos de “hombres-orquesta”, es decir, hombres que tuvieron que ocupar posiciones correspondientes a otros especialistas porque éstos no existían o habían huido, Sartre menciona el del Instituto de la Reforma Agraria que, lógicamente, tenía que haber utilizado a agrónomos como administradores de las zonas económicas en que había dividido a la isla, pero echó mano de los médicos y a veces de los veterinarios. Los puso al frente de sus cargos y los lanzó a improvisar. No faltaron los fracasos, pero el cuerpo médico supo cumplir honrosamente esa tarea suplementaria. Alguien dio a Sartre, como explicación, la de que los médicos “tienen el sentido de los organismos toman una zona, una región económica, por un cuerpo vivo y saben que allí todo depende de todo”.[17]

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Seguramente, de los jefes de la Revolución Cubana fue el Che el que más se preocupó desde los primeros días no sólo por caracterizar correctamente, en el terreno teórico, a la propia revolución, sino además por desarrollar la teoría revolucionaria. Los jóvenes que habían encabezado el movimiento armado, con Fidel Castro en primer término, no habían partido, para la acción, de una concepción teórica suficientemente precisa y madura. De ahí que, al triunfo sobre la tiranía batistiana y en el momento de iniciar su labor desde el poder, la primera pregunta que hubieron ele formularse ellos mismos, como lo ha apuntado Roberto Fernández Retamar en su Prólogo a las obras del Che, fue “¿qué era esa revolución?”, ¿cuál era la teoría revolucionaria de esa acción revolucionaria?” Y recuerda el mismo escritor que ya en 1960, hablando ante el Congreso de Juventudes reunido en La Habana, el Che, en respuesta a aquella interrogante, se adelantó a decir ” Si a mí me preguntaran si esta revolución que está ante los ojos de ustedes es una revolución comunista vendríamos a caer en que esta revolución, en caso de ser marxista -y escúchese bien que digo marxista- será porque descubrió también, por sus métodos, los caminos que señalara Marx.”

En un sentido específico, el Che Guevara se esforzó por sistematizar y desarrollar las experiencias de la lucha revolucionaria en Cuba, y de manera particular, las experiencias de la lucha guerrillera. Sus planteamientos sobre la guerrilla y la lucha guerrillera como un camino, ya no solamente para Cuba, sino para todos los países latinoamericanos y, en general, para los países oprimidos por el imperialismo y las oligarquías, figuraron primero en su famosa obra “La guerra de guerrillas”. No es posible ocuparse aquí pormenorizadamente del tema, pero hay que señalar al menos que algunos planteamientos fundamentales que allí aparecen y que, pese a algunas críticas exageradas en contra, eran correctos, como basados que estaban en la experiencia reciente y riquísima de la lucha armada cubana, fueron más tarde reelaborados, en otros trabajos del Che. Quizás el trabajo más interesante en este orden sea el artículo “Guerra de guerrillas un método”, escrito y publicado en 1963.

Por este camino, el Che llega a concebir la lucha de liberación de los pueblos latinoamericanos como una lucha de dimensiones continentales, plantea que están dadas las condiciones para la lucha armada en prácticamente todos nuestros países, destaca la necesidad de la internacionalización de la lucha, anuncia la invencibilidad de la guerrilla que cuenta con el apoyo de las masas de desposeídos y preconiza que la meta inmediata debe ser la de la revolución socialista, advirtiendo que toda otra forma de revolución no será sino “caricatura de revolución”. Estas tesis aparecen con el tiempo redondeadas en su conocido Mensaje a la Tricontinental, de mayo de 1967, donde llega a afirmar que “América, continente olvidado por las últimas luchas políticas de liberación tendrá una tarea de mucho mayor relieve la de la creación del Segundo o Tercer Vietnam o del Segundo y Tercer Vietnam del mundo.”

El Mensaje a la Tricontinental, lo envió el Che, como se sabe, cuando estaba ya fuera de Cuba. Salió de la Isla en el primer semestre ele 1965, para ir a participar en la lucha revolucionaria desarrollada en otras latitudes. Durante mucho tiempo constituye una cerrada incógnita el paradero de Guevara y por cierto que esto se presta para que la reacción internacional juegue con la especie venenosa de que el legendario personaje ha sucumbido en una “purga sangrienta” ordenada por Fidel Castro. Son los días en que, como fantasma, se le hace aparecer por los más diversos rumbos. 

En El Salvador también lo aprovecha la propaganda anticomunista y lo presenta desembarcando de un submarino en las playas del Pacífico o entrevistándose en El Trifinio con dirigentes políticos nacionales. Las dudas y las especulaciones terminan por hacerse pedazos cuando finalmente se sabe dónde se encuentra el Che: se encuentra en Bolivia, a la cabeza de un movimiento guerrillero. Es el año 1967. Antes, sin embargo, parece ciertamente haber estado peleando en el Congo y otras naciones africanas enfrentadas a la opresión imperialista.

Ahora bien, ¿por qué el Che se fue de Cuba? ¿Por qué abandonó sus altas responsabilidades en ese país, sus cargos dirigentes, sus posiciones conquistadas? ¿Por qué, también, abandonó a su familia y sus relativas comodidades personales? Estas son cuestiones sobre las que vale la pena decir algo.

En primer lugar, el Che nunca se consideró exclusivamente ligado a Cuba, por mucho que hubiera contribuido en forma tan destacada a su liberación y por mucho que hubiera alcanzado allí una jerarquía prominente en las filas revolucionarias y en el gobierno. Sobre todo, en la medida en que el Che llegó a adquirir la conciencia de la necesidad de la revolución en escala continental, se puede apreciar que concluyó también, en determinado momento, que no debía permanecer más tiempo en Cuba y que había de orientarse a ir a tomar parte activa en la lucha liberadora de otras regiones de Latinoamérica.

Es interesante tener en cuenta que, según el testimonio de otros revolucionarios cubanos que, estuvieron en México participando en los preparativos de la expedición del ‘Granma”, desde aquellos mismos días, es decir, antes aun de llegar a Cuba y de poderse precisar la suerte que correrían el movimiento armado y la revolución, el Che ya anunciaba que al terminar la lucha en Cuba, si él estaba vivo, seguiría la brega en otros países.  Fidel Castro, por su parte, recordó lo mismo diciendo así en el acto de clausura de la Conferencia Tricontinenta1, realizada en 1966 en La Habana:

“El compañero Guevara se unió a nosotros cuando estábamos exilados en México, y siempre, desde el primer día, tuvo la idea, claramente expresada, de que cuando la lucha terminara en Cuba, él tenía otros deberes que cumplir en otra parte, y nosotros siempre le dimos nuestra palabra de que ningún interés de Estado, ningún interés nacional, ninguna circunstancia, nos haría pedirle que se quedara en nuestro país, obstaculizar el cumplimiento de ese deseo, o de esa vocación. Y nosotros cumplimos cabalmente y fielmente esa promesa que le hicimos al compañero Guevara.”

Hay también otra cosa que decir y es en relación con el carácter mismo del Che. Ya en un párrafo que antes hemos citado, el Che reconocía que fue “por circunstancias especiales y quizás también por mi carácter” -decía- que todavía muy joven comenzó a viajar por América. Y en otros párrafos escritos con toda la sinceridad que era característica del Che, él confesó que algo que lo ligó con Fidel Castro desde un principio fue “un lazo de romántica simpatía aventurera”, y en otros más él admitió que había llevado siempre “una vida un poco aventurera”[18] Se comprende así que al irse de Cuba para lanzarse a una nueva lucha aunada, él diga en la carta de despedida dirigida a sus padres que otra vez siente bajo sus talones el costillar de Rocinante y vuelve al camino con su adarga al brazo, para luego puntualizar, categórico, que cree en la lucha armada como única solución pata los pueblos que luchan por liberarse y que es consecuente con sus creencias. A renglón seguido, se adelanta a sus críticos declarando: “Muchos me dirán aventurero, y lo soy; sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades.”

El Che, en verdad, puso en juego su pellejo para tratar de demostrar sus propias verdades, para ver de llevar a la realidad sus ideas. Se fue a Bolivia para encabezar una lucha aunada, pero con el pensamiento de que esa lucha no solamente sirviera a la liberación del pueblo boliviano, sino fuera el foco inicial de una guerra de liberación de dimensiones continentales. Esto aparece implícitamente dicho en su Diario de Campaña.

Que en la empresa pudiera perder la vida, el Che lo consideraba algo completamente sin importancia. Hacía años el Che se había entregado a la acción revolucionaria con absoluto desprecio por todos los peligros, dispuesto a todos los sacrificios, inclusive el supremo. Con palabras sencillas, él mismo lo declaró una vez más en su ya citado Mensaje a la Tricontinental:

“Si a nosotros, los que en un pequeño punto del mapa cumplimos el deber que preconizamos y ponemos a disposición de la lucha este poco que nos es permitido dar: nuestras vidas, nuestro sacrificio, nos toca alguno de estos días lanzar el último suspiro sobre cualquier tierra, ya nuestra, regada con nuestra sangre, sépase que hemos medido el alcance de nuestros actos y que no nos consideramos nada más que elementos en el gran ejército del proletariado”

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Las ideas expresadas por el Comandante Guevera sobre el “foco guerrillero” como motor del proceso revolucionario y ya no sólo en escala nacional sino con proyecciones internacionales, continentales, han sido y seguirán siendo motivo para la polémica apasionada, sobre todo ahora que el Che ha muerto en una lucha que él encabezó pero que se vio condenada al fracaso desde los momentos iniciales.

Fidel Castro quiso salir al paso a los adversarios de las tesis del Che diciendo que se equivocan completamente los que creen que la muerte misma del heroico Comandante vino a ser una evidencia de cuán equivocado estaba.

“Se equivocan los que cantan victoria -ha dicho Fidel-. Se equivocan los que creen que su muerte es la derrota de sus ideas, la derrota de sus tácticas, la derrota de sus concepciones, la derrota de sus tesis.”[19]

Ciertamente, no se puede extraer del hecho solo de la muerte del Che conclusiones absolutas, en sentido negativo, acerca de las tesis que propugnó él mismo y por las que expuso y entregó la vida. Pero también es cierto que no se puede ni se debe renunciar, de ninguna manera, a la necesidad de estudiar cuidadosamente la experiencia armada que culminó con la pérdida dolorosa de la vida del Comandante Guevara, puesto que no cabe ninguna duda de que esa experiencia, como tantas otras experiencias amargas que ha debido sufrir la lucha revolucionaria de la América Latina, encierra enseñanzas de extraordinario valor para la causa de la liberación de nuestros pueblos.

Opositores a las ideas del Che, los hay revolucionarios sinceros, con auténtica preocupación por los destinos de la revolución en el Continente, y los hay charlatanes y oportunistas, falsos revolucionarios, para no hablar de los enemigos de clase y los voceros de las oligarquías criollas y el imperialismo norteamericano. No se debe meterlos a todos en un solo saco ni se puede realizar verdadero debate ideológico lanzando por parejo comentarios despectivos o frases hirientes.  En general, no es éste el camino para hacer valer ninguna idea.

Aquellos que, atraídos por el magnetismo de la figura del Che, subyugados por el resplandor de su ejemplo, pretenden hacer la defensa de su grandeza reclamando en forma intransigente la absoluta validez e infalibilidad de sus tesis, actúan así equivocadamente. En primer lugar, esa posición en un todo dogmática se aviene mal con el nombre del Che, enemigo declarado de todo dogmatismo. Por lo demás, unir indisolublemente el prestigio del dirigente desaparecido a la suerte de tal o cual idea suya es, en definitiva, peligroso y absurdo. Los que así proceden tendrán que reconocer que, no importan sus buenos propósitos, son ellos los que disminuyen, empequeñecen la estatura del Che, los que la exponen a embates innecesarios, los que la arriesgan a fracasos que no merece. La verdad es que, aun cuando la experiencia repetida muchas veces se encargue por fin de demostrar, de modo evidente e indiscutible, que no es realmente correcto o que no puede ser en todos los casos correcto el camino propuesto por el Che, estrictamente como él llegó a concebirlo en los últimos años de su vida, el nombre de Ernesto Che Guevara, su prestigio fulgurante, seguirán trascendiendo el tiempo y las fronteras.

El Che es ya más grande que sus propias ideas y si por éstas entregó la vida, aunque con ello no las haya convalidado sí dejó una enseñanza magnífica, mostrando en los hechos cuál es la única forma de ser verdadero revolucionario, de vivir y morir como verdadero revolucionario.

Sin que nadie haya tenido que dictarlo, la figura del Che se impone por sí sola, su ejemplo causa conmoción en el mundo y su nombre sirve hoy de bandera a vigorosos movimientos juveniles que se desarrollan tanto en América Latina, como en la metrópoli imperialista norteamericana o en los países de la vieja Europa. Hay en esto el reconocimiento espontáneo a la figura del héroe que reúne en forma singular las virtudes de un hombre de pensamiento, de un hombre de acción y de un auténtico conductor.

Ernesto Che Guevara, el médico convertido en guerrillero y más tarde el dirigente que abandona todas las posiciones de poder alcanzadas con su esfuerzo para ir a caer en una selva cualquiera luchando por la causa de la felicidad futura de millones de latinoamericanos hoy pobres y explotados, es definitivamente el prototipo de un hombre nuevo y símbolo de una época revolucionaria, turbulenta y gloriosa.


[1] Notas de una. charla para estudiantes sobre el tema “El Che Guevara.: Médico y Revolucionario “, dictada por el autor en la Residencia Estudiantil de la Universidad de El Salvador el 5 de noviembre de 1968.

[2] Ernesto Che Guevara. Obra revolucionaria. Ediciones ERA. México D. F. 1967

[3] Diario del Che en Bolivia. Ediciones Rumbo. San salvador. 1968

[4] Roberto Fernández Retamar, Prólogo 11 “Obra Revolucionaria”, de Ernesto “Che” Guevara, Ediciones ERA, México, D F , 1967

[5] Revista “CUBA”, La Habana, noviembre 1967

[6] Prólogo . “Obra Revolucionaria”, de Ernesto “Che” Guevara

[7]Ricardo Rojo en su libro “Ml Amigo el Cheº, según la síntesis publicada por la Revista Siete Días, No. 56 Buenos Aires, junio 1968

[8] Ricardo Rojo en su libro “Ml Amigo el Cheº, según la síntesis publicada por la Revista Siete Días, No. 56 Buenos Aires, junio 1968

[9] Obra ya citada.

[10] Jorge Ricardo Masseti, “Los que luchan y los que lloran'”, Editorial Madiedo , La Habana 1959

[11] Citado por la Revista Cuba, La| Habana, noviembre 1967

[12] L. Huberman y P. Sweezy.”Cuba, Anatomía de una Revolución.” Editorial Palestra, Montevideo, 1962

[13] Ernesto “Che”Guevara, “Pasajes de la Guerra Revolucionaria “, libro incluido en “Obra Rwevolucionaria. “

[14] Citado por Albert Paul Leutin , “El Desafío del Che Guevara” Suplemento de la revista “Punto Final”.

 Santiago de Chile, octubre 21, 1967

[15] Citado per Jacobo Zabludovsky, “El Che Guevara.”, Revista  “Slempre'”, México D F  mayo 22, 1968

[16] Albert Paul Leutin “El desafío del Che Guevara.”

[17] Jean Paul Sartre, “Huracán sobre el Azúcar, edición del Ministerio de Relaciones Exteriores LaHabana, 1959

[18] Citas de 13. revista  “CUBA”. noviembre, 1967

[19] Prólogo al “Diario del Che en Bolivia”

CULTURA Y CULTURAS: DESDE LA COLONIALIDAD DEL PODER Y DESDE LOS PUEBLOS INDIGENAS (2011)

Rodrigo Montoya Rojas

Universidad Ricardo Palma y Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, setiembre de 2011.

Contenido

Introducción

I. Riqueza y complejidad del concepto cultura.

II. Mestizaje: un concepto vacuo equívoco u otro nombre para designar a la cultura occidental

III. Culturas: importancia fundamental del plural

IV. Cultura en singular y colonialidad del poder

V. Culturas, (en plural) desde los pueblos indígenas

Referencias bibliográficas

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Introducción

En este texto trato de avanzar un paso más en mi reflexión sobre el concepto de cultura y sus múltiples usos en las ciencias sociales particularmente en la antropología, en la política, en los medios de comunicación y en la vida cotidiana[1]. El hilo conductor es la profunda diferencia que existe cuando se habla de la cultura en singular y en plural. Si se examina con atención la profunda relación entre la cultura y el poder en los espacios de lo que se llama política, el concepto teórico en singular se confunde con la cultura occidental y, por eso, los pueblos no occidentales no son tomados en cuenta, y se impone un modelo da cambio o de desarrollo para que las culturas indígenas dejen de ser lo que son y se conviertan simplemente en nuevos segmentos de la cultura occidental criolla.

Pareciera que hubiera una especie de acuerdo unánime para que el nosotros del razonamiento etnocéntrico moderno de occidente se convierta en la única opción de pensar la realidad y, en consecuencia, no se tomen en cuenta los derechos particularmente políticos de los pueblos indígenas.

Además de Examinar la riqueza y complejidad del concepto cultura, intentar una primera aproximación sobre la colonialidad del poder como fuente principal del razonamiento de la cultura en singular, y volver una vez más sobre el mestizaje cultural para mostrar que se trata de un concepto profundamente equívoco que en última instancia se confunde con la cultura occidental sin nombrarla.

Finalmente, toco el tema de la política cultural construida desde el poder global en la sociedad y señalo la importancia de la propuesta de un Estado plurinacional que desde las canteras de los movimientos políticos indígenas surge como alternativa al Estado nación unicultural impuesto en las repúblicas formadas luego de la independencia de España.

1. RIQUEZA Y COMPLEJIDAD DEL CONCEPTO CULTURA.

Para hablar en Perú de cultura y culturas ternemos la inevitable necesidad de precisar lo que entendemos por esta palabra que está en el corazón de las ciencias sociales, particularmente de la Antropología, y que con diferentes contenidos, está en boca de casi toda la población de Perú.

Cuatro podrán ser los bloques en los que es posible agrupar las múltiples acepciones del concepto cultura.

Uno. El punto de partida y secreto más profundo de su universalidad y complejidad se encuentra en el saber escolarizado, como sinónimo de conocimiento, que existe a partir de la institución llamada escuela-colegio-universidad, sede de lo que en la cultura occidental se llama educación. Hace más o menos cinco mil años fue inventada la escritura como el formidable recurso para guardar la memoria, desde un simple trozo de papiro con las primeras frases ayer- hasta un pequeño disco duro portátil de mil gigas, que puede guardar una biblioteca con miles de libros, luego del milagro tecnológico conocido como computadora u ordenador hoy-.

Antes, y paralelamente a la escritura con un alfabeto, hubo y existen formas de guardar la memoria, de escribir a través de hilos, como en los kipus de la sociedad inca, o dibujos en rocas, piezas de cerámica y tejidos, en todo el mundo. Europa tuvo el privilegio de recibir, difundir y enriquecer la escritura que recibió de Mesopotamia. La posibilidad de escribir es un recurso maravilloso de comunicación que fue visto desde el comienzo como una fuente de poder, del mismo modo que la invención y uso del fuego, muchas decenas de miles de años antes.

Otra sería la historia de la humanidad si el saber leer y escribir hubiese sido ofrecido a todos los seres humanos desde hace cinco mil años y no en los últimos dos siglos. Hoy, en 2011, estamos aún lejos de conseguir que todos los seres humanos dispongan de esa herramienta de conocimiento. En tiempos medioevales, hace más o menos mil años, la escritura en Europa fue capturada por la Iglesia Católica y sus curas fueron los primeros beneficiarios de ese privilegio.

La apropiación privada de esta forma de comunicación es uno de los cimientos de la colonialidad del saber-poder que entre otros elementos se expresa en dos ecuaciones: de un lado, cultura=escritura = saber y, de otro, analfabetismo = falta de cultura = ignorancia. Razonando a partir de esta premisa, peruanas y peruanos nos dividiríamos entre cultos que tenemos cultura porque sabemos leer y escribir, e incultos que no la tienen porque no saben leer ni escribir.

En latín, culture cultura- significa, saber, conocimiento agrícola, cultivo, crianza. Hasta hoy, en las ciencias agronómicas se enseñan cursos como cultura del maíz, de la vid o del trigo. De esa fuente deriva el concepto de cultura identificado de modo general con el conocimiento y, también, la idea de educar, en el preciso sentido de cultivar. El saber escolarizado acumulado se ofrece en diferentes dosis para cultivar la mente de los niños, para enseñarles a conocer y a comportarse, siguiendo las reglas de lo que se llama una buena educación. En las escuelas medioevales de las ciudades europeas en formación, fue gestándose el concepto de civilización, como una cultura de la ciudad, en oposición a los llamados bárbaros y luego salvajes, de las áreas campesinas iletradas de Europa y de las sociedades mal llamadas primitivas en el resto del mundo.

Dos. Por extensión del saber escolarizado o conocimiento, una segunda acepción generalizada de cultura en Perú, América Latina y, tal vez todo el mundo, la identifica como sinónimo de bellas artes, como una página en periódicos y revistas, en las que se habla de libros, literatura, cine, teatro, música clásica, pintura, escultura, museos, y – últimamente- patrimonio material e inmaterial y gastronomía. A las decisiones que los Estados toman sobre cada uno de los elementos que acabo de describir se les llama política cultural. En oposición a las culturas muertas cuyos objetos de arte aparecen en los museos, se habla de culturas vivas, como otro modo de nombrar la diversidad cultural, existente.

Tres. Con la aparición de la Antropología, una de las ciencias sociales, la cultura fue pensada de un modo mucho más rico: Cultura o civilización es aquel complejo dentro del cual se incluyen, conocimiento, creencias, arte, ley, moral, costumbres y otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad (Taylor, 1871). A partir de esa visión de Taylor en la que el modo de vivir, pensar, sentir, será lo primordial de la cultura, en la Antropología ha habido múltiples desarrollos, entre los que destaca para este breve resumen, el elemento de dar sentido para entender la lógica de razonamiento de las personas. El concepto antropológico incluye a millares de pueblos, naciones y lenguas en todo el mundo, independientemente de si saben escribir y leer o no. En su versión clásica, la antropología se ocupa de las culturas indígenas, mal llamadas primitivas, para luego incluir a las llamadas sociedades tradicionales, ni primitivas ni industriales modernas, y recientemente subrayar la cuestión cultural e intercultural dentro de todas las sociedades del mundo, incluidas las llamadas modernas.

Los hábitos o costumbres de los pueblos, que forman parte del concepto antropológico de cultura, han salido de los circuitos de iniciados en las ciencias sociales y forman parte del acervo del castellano medio o estándar. Cuando se dice no tenemos una cultura democrático en Perú, la frase significa, simplemente, no tenemos los hábitos de la democracia o no estamos acostumbrados, por ejemplo, a respetar los derechos de los otros ni a valorar los nuestros.

Cuatro. Luego de los procesos coloniales europeos en América, Asia, África y Oceanía, en los siglos XVI y XIX y la formación de los Estados naciones, las grandes y pequeñas culturas han pasado a formar parte de uno o más Estados; por ejemplo, los quechuas están en Ecuador, Perú, Bolivia, y Argentina, del mismo modo que los aimaras se encuentran en los territorios de los Estados Bolivia, Perú, Chile y Argentina.

En los últimos cuarenta años, los pueblos indígenas se han constituido en un nuevo actor político en el escenario Latino Americano gracias a sus diversas formas de organización étnica y política creadas para lograr sus objetivos y reivindicaciones que apuntan en dirección de la descolonialización del Perú y de América Latina[2].

Como consecuencia de este proceso político original de la realidad en la esfera teórica, el concepto de cultura se enriquece doblemente: de un lado, pasa a ser sinónimo de pueblo indígena y, de otro, es parte de un fértil acercamiento entre un cierto número de antropólogos con los intelectuales indígenas y con los propios pueblos indígenas. En mi artículo Cuando la cultura se convierte en política (Montoya 2009) analizo este feliz encuentro y el enriquecimiento del concepto de cultura [3].

II. MESTIZAJE CULTURAL: UN CONCEPTO EQUIVOVO U OTRO NOMBRE PARA DESIGNAR A LA CULTURA OCCIDENTAL

Si nos preguntan a qué raza pertenecemos, la primera respuesta que aparece sin pensar dos veces entre nosotros las peruanas y peruanos es: mestizos. Pocos se ven como blancos y negros, nadie dice soy amarillo, como a nadie le gusta que le llamen indio- india o negro-negra, por la carga de racismo que esas palabras expresan, preferimos llamarnos mestizos-mestizas, aunque nos parezcamos mucho más a Atawallpa y Mama Ocllo y poco o nada a Francisco Pizarro o a la reina Isabel la Católica; o morenos-morenas, aunque seamos retintos (de piel muy negra).

El concepto de raza y las categorías: blanco, negro, indio y amarillo, son parte de la propuesta europea en el campo del saber y el poder, y funda el racismo que florece aun en nuestro suelo por eso de las llamadas razas superiores e inferiores y de los dos tipos de hombres creados por Dios, unos inteligentes para mandar y otros, torpes, para obedecer, desde tiempos de Aristóteles en Grecia, hace más de dos mil años, y del cura Ginés de Sepúlveda en la España del siglos XVI[4].

En otra parte, sostiene: Abundan los ejemplos de racismo y profunda discriminación en Perú. Me parecer pertinente citar aquí un reciente ejemplo en boca de Alan García Pérez cuando era aún presidente de la república por segunda vez: …En tercer lugar derrotar las ideologías absurdas, panteístas, que creen que las paredes son dioses y el aire es dios, en fin, todavía volver a esas fórmulas primitivas de religiosidad, donde se dice: no toques ese cerro porque es un apu, está lleno del espíritu milenario y no sé qué cosa. Si llegamos a eso, entonces no hagamos nada, ni minera, no toques esos peces porque son criatura de dios y son la expresión del dios Poseidón. Volvemos a este animismo primitivo, yo pienso que necesitamos más educación, pero ese es un trabajo de largo plazo, eso no se arregla así, porque usted puede ir a cualquier lugar que, (donde) la población de buena fe, y de acuerdo a su educación te dice: No! No me toquen a mí esta zona porque es un santuario. Y uno pregunta: santuario de qué?; si es un santuario de medioambiente, santo y bueno, pero si es un santuario porque allí están las almas de los antepasados… oiga, las almas de los antepasados están en el paraíso seguramente no están allí y deje usted que los que ahora viven se nutran o tengan trabajo en la inversión en esos cerros, de manera que es un largo trabajo, que estemos trabajando no significa que todas las formas antiguas de pensamiento hayan sido superadas. [5] (Resumen de la entrevista publicada el 17.06.11 en Youtube por methos789 disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=2Vf4WfS5t08)

Si tomamos en cuenta los rasgos biológicos, la heterogeneidad de la especie humana es extraordinaria, puesto que peruanas y peruanos asumimos cuando repetimos la vieja frase atribuida a Ricardo Palma en Perú quien no tiene de inga, tiene de mandinga, o cuando en una polka criolla se alaba el amor de una samba-china-chola, una mujer que deriva de españoles, negros, e indios, en otras palabras: aquí todos somos mestizos[6].

Al confundir las categorías raza y cultura, se produce un contrabando deseado desde el poder colonial en el mundo y en Perú. Cuando en 1888, después de la derrota peruana en la guerra con Chile, Manuel González Prada preguntó quiénes son los verdaderos peruanos, él mismo respondió: son los indios:

“Hablo señores de la libertad para todos y principalmente para los desvalidos. No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de la tierra situada entre el Pacífico y los andes. La nación está formada por la muchedumbre de indios diseminados en la banda oriental de la cordillera. Trescientos años a que el indio rastrea en las capas inferiores de la civilización, siendo un híbrido con los vicios del bárbaro y sin las virtudes del europeo. Enseñadle siquiera a leer y a escribir y veréis si en un cuarto de siglo se levanta o no la dignidad de hombre. A vosotros, maestros de escuela, toca galvanizar una raza que se adormece bajo la tirana del juez de paz, el gobernador y del cura, esta trinidad embrutecedora del indio. Cuando tengamos pueblos sin espíritu de servidumbre, y militares y políticos a la altura del siglo, recuperaremos Arica y Tacna, y entonces, y sólo entonces marcharemos sobre Iquique y Tarapac, daremos el golpe decisivo, el primero y el último. Para ese gran día, que al fin nos llegara porque el porvenir nos debe una victoria, fiemos solo en la luz de nuestro cerebro y en la fuerza de nuestros brazos.

Pasaron los tiempos en que únicamente el valor decida de los combates, hoy la guerra es un problema, la ciencia resuelve la ecuación. Abandonemos el romanticismo internacional y la fe en los auxilios sobrehumanos: la tierra escarnece a los vencidos, y el cielo no tiene rayos para el verdugo. En esta obra de reconstitución y venganza no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletereo y sus frutas de sabor amargo. Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!” (González Prada, 1960, Discurso en el Politenama, Páginas Libres I: 67-68).

Frente a una tesis tan subversiva como la de Manuel González Prada, Víctor Andrés Belaunde -uno de los más importantes intelectuales de la derecha peruana debió haber respondido: los verdaderos peruanos somos los descendientes de España, pero prefirió decir que los peruanos somos una síntesis, fruto de un mestizaje biológico y cultural entre españoles e incas:

“La peruanidad es para nosotros una síntesis viviente de la cultura hispano- católica y de los elementos telúricos y biológicos que existan en este pedazo del nuevo mundo que habitamos. La peruanidad no es una yuxtaposición sino síntesis verdadera; y agregamos: viviente, para expresar que, en continuidad palpitante, fue, es y seguir siendo. Síntesis no concluida que debe afirmarse, completarse y superarse en extensión y altura. En lo primero, porque es necesario concluir la asimilación del elemento indígena; y en lo segundo, porque esa síntesis no excluye los valores nuevos que, con nuestro sentido católico y ecuménico, podremos tomar de otros pueblos. Nueva sangre portadora del espíritu occidental se incorpora a la tierra y a la sangre del Imperio Incaico. El sentido cristiano de la vida, empleando la lengua y lo que había de mejor en las instituciones hispánicas, fue el verdadero factor aglutinante, la virtud de asunción en aquella síntesis creadora” (Belaunde 1987: 411-412).

A continuación de este pasaje, Víctor Andrés Belaunde cita los cinco valores nuevos importados de España: 1. “la individualidad o sea el sentido de la dignidad y el valor absoluto de la persona humana 2, La fuerte estructura del hogar castellano 3, La comuna o el cabildo 4, la mayestática primacía atribuida a la administración de justicia, y 5, la concepción ético religiosa de la vida que es inspiración, conciencia acusadora, norte y guía” (p. 412). Víctor Andrés Belaunde escribió también.

Cuando González Prada -enorme pero trágico ejemplo de desviación y resentimiento- afirmó que el Perú estaba constituido por las masas de indios que habitaban detrás de la cordillera, y cuando Mariátegui cristalizó

ese mismo pensamiento en las fórmulas de costa criolla o mestiza y sierra indígena ” (1987: 63).

Don Víctor Andrés no dijo una palabra sobre la contribución inca en esta síntesis viviente. De la sociedad inca solo tendremos el paisaje (lo telúrico) y los rasgos biológicos. Hispánico será el contenido el indio, mestizo y americano, el continente. Sin sus lenguas y culturas, a los pueblos indígenas les queda la posibilidad de aparecer pintados en la pared como una simple foto Benetton o una carta postal de rostros hermosos, sonrientes y vestidos con todos los colores del arco iris [7].

Esta es la única definición que los intelectuales peruanos de la derecha han ofrecido sobre el llamado mestizaje cultural, y esa es una especie de legado nacional para pensar el Perú, que se repite sin análisis previo alguno. No hubo desde el lado de las direcciones de izquierda voluntad alguna para ir más allá de ese llamado mestizaje cultural, tampoco la convicción de investigar a fondo el tema de las culturas existentes en el país, salvo el caso de José Carlos Mariátegui.

El conflicto abierto entre hispanistas e  indigenistas (Lima es el Perú, Lima no es el Perú), tan intenso en la primera mitad del siglo XX, es una expresión de la no aceptación en los hechos de esta supuesta síntesis o mestizaje, tanto por los peruanos orgullosos de sus raíces españolas como por quienes se sientan herederos directos de los Incas. Entre ambos extremos los indigenistas defendían el mestizaje como una síntesis si se tomaba en cuenta sobre todo, el arte indígena en sus diferentes formas (música, danza, cerámica, tejidos, orfebrería, etc.).

La ideología del mestizaje como propuesta colonial, sustentada por Víctor Andrés Belaunde en Perú, recibió un aporte extraordinario desde la revolución mexicana, por parte de Lázaro Cárdenas, presidente del país y gran gestor del indigenismo y nacionalismo mexicanos:

La Revolución ha proclamado como procedente la incorporación de la cultura universal al indígena; esto es, el desarrollo pleno de todas las potencias y facultades naturales de la raza, el mejoramiento de sus condiciones de vida, agregando a sus recursos de subsistencia y de trabajo, todos los implementos de la técnica, de la ciencia y del arte, pero siempre sobre la base de su personalidad racial y el respeto de su conciencia y de su entidad. El programa de emancipación del indígena es, en esencia, el de la emancipación del proletariado de cualquier país, pero sin olvidar las condiciones especiales de su clima, de sus antecedentes y de sus necesidades, que le dan una peculiar fisonomía. Como exprese en reciente ocasión, nuestro problema indígena no está en conservar indio al indio, ni en indigenizar a México, sino en mexicanizar al indio. Respetando su sangre, captando su emoción, su cariño a la tierra y su inquebrantable tenacidad, se habrá enraizado más su sentimiento nacional y enriquecido con virtudes morales que fortalecerán al espíritu patrio, afirmando la personalidad de México.[8] Citado por Alejandro Rey de Castro, 2008: 331).

Para convertir al indio, en mestizo mexicano y en proletario, el indigenismo mexicano propuso: 1. La enseñanza universal del castellano en las escuelas y colegios, 2. La conversión de los llamados indios en cristianos católicos, 3. La adopción de la medicina occidental y el abandono de lo que llaman brujería. Finalmente, 4, la modernización de la agricultura con la adopción de tecnologías que multipliquen la producción para el mercado (semillas mejoradas, abonos, insecticidas). Ninguna de esas propuestas era revolucionaria; las tres primeras estaban ya vigentes en el siglo XIX y sólo la cuarta, era una novedad derivada de la revolución verde en la década de 1940[9].

Con estas herramientas y el apoyo teórico y financiero de los sociólogos y antropólogos de la Universidad de Cornell -responsables de la Antropología Aplicada, particularmente en el Proyecto Vicos– el Instituto Indigenista Peruano, dirigido por Luis Valcárcel, asumió la conducción de ese proyecto político. A diferencia de la propuesta mexicana, en el caso peruano ninguno de los antropólogos propuso convertir a los indios en proletarios.

Una conclusión de esta sección es muy sencilla. La frase Todos somos mestizos no corresponde a la realidad multi, o pluri cultural y multi o pluri lingüística del país. Es en parte cierta si sólo tomamos en cuenta nuestros rasgos biológicos (color de la piel, forma de los ojos, color y forma del cabello).

Decir todos somos mestizos es un modo particularmente eficaz para esconder el profundo racismo de la sociedad peruana. Soy mestizo, sí hay racismo pero no he sufrido personalmente ninguna discriminación racial, son respuestas con las que peruanas y peruanos nos negamos a reconocer el racismo que vemos y sufrimos, o hacemos sufrir a otros y a otras, y que son muy útiles para no aceptar las imágenes que de nosotros nos ofrecen los espejos. Tener vergüenza de ser descendientes de pueblos indígenas y afro peruanos, sigue siendo uno de los grandes dramas del país. Este sentimiento de vergüenza ha sido inculcado desde el primer momento de formación del virreinato llamado peruano.

Está fuera de duda la importancia de la cultura occidental, española del siglo XVI, en la formación del Perú a partir del enorme peso de la Iglesia católica en todas las esferas de la vida social y no sólo en la religiosa, y de la imposición del castellano como lengua del poder y su posterior transformación en lengua general del país. Las creencias religiosas existentes en América fueron vistas en el virreinato de Perú como obras del demonio, y los centenares de lenguas existentes en nuestro territorio fueron consideradas como un obstáculo para la difusión e imposición de la religión católica.

De ahí la necesidad del poder colonial de convertir al quechua en lengua franca, como un escalón intermedio para llegar al catolicismo. Fruto de esa política ha sido el uso de palabras quechuas como topónimos en prácticamente toda la Amazonía sin que ese hecho quiera decir que los quechuas conquistaran esas tierras, y es también la visión de largo plazo de la corona española para dividir el virreinato en las dos conocidas repúblicas: una de españoles y otra de indios, como espacios y mundos separados, pero conveniente unidos para sostener el poder económico y social de los españoles y criollos.

Por razones a la vez distintas, parecidas y opuestas, Guamán Poma de Ayala – el cronista y etnógrafo- propuso en su carta al Rey que los españoles e indios vivieran sus vidas por separado (Guamán Poma de Ayala, 1980).

La llamada escuela cusqueña de pintura puede ser un buen ejemplo de lo que Víctor Andrés Belaúnde definió como mestizaje cultural, porque es en los hechos española-italiana en su concepción central y en sus técnicas, producida por artistas cusqueños -algunos de ellos descendientes de incas, todos católicos conversos, que incorporaron algunos elementos propios como el sol y los cerros, que corresponden, precisamente, a lo que Víctor Andrés Belaunde consideraba como telúrico.[10]

El historiador Antonio del Busto, en su trabajo Breve Historia de los negros del Perú sostiene que el culto del Señor de los Milagros es la devoción mestiza por excelencia del Perú: una síntesis de limeñismo y africanidad:

El negro peruano, en líneas generales, fue creyente y practicante, así mismo pecador. Fue piadoso y rezador, temeroso del infierno y del purgatorio, pero a la larga la religión católica reconfortó su vida. El que Cristo también hubiera muerto por él fue lo único que lo igualó al blanco.

En este mundo podían ser desiguales, pero en el otro el negro podía salvarse y el amo no, o viceversa. El negro criollo asimiló la religión católica con más convicción que el indio. Su proximidad a los blancos le hizo conocer -de cerca o de lejos- la fe, la esperanza y la caridad. Si sumó al culto cristiano algunas de sus costumbres ancestrales, no pasó de allí. Sumó lo exterior pero respetó el dogma.

Acaso la síntesis de todo esto se aprecia en el culto al Señor de los Milagros, extraña manifestación de limeñismo y africanidad. La procesión del Cristo morado o Cristo Moreno llegó a convertirse en la más multitudinaria del catolicismo. La verdadera imagen fue pintada en un muro por 1651, por un esclavo de casta angola.

Desde entonces la procesión ha pasado de negra a negroide y hoy es la devoción mestiza por excelencia del Perú. Discrepamos con la tesis que insinúa que este culto se origina en Pachacmac. No existe ninguna prueba de ello. Si el muladar limeño de Pachacamilla se llama así fue porque en él se alojaban los indios de Pachacmac encomendados en el conquistador Hernán González de la Torre cuando venían a Lima con el tributo a su encomendero. (Del Busto, 2011 c: 32)

Si lo central fue el dogma católico, si la contribución negra fue sólo con algo exterior de sus creencias africanas que no sabemos cuáles son, y si la contribución india fue nula, qué sentido tiene llamar al culto del Señor de los Milagros como la devoción mestiza por excelencia del Perú?

III. CULTURAS: IMPORTANCIA FUNDAMENTAL DEL PLURAL

La pregunta cuantas lenguas y cuantas culturas hay en Perú interesa a muy pocas personas en el mundo académico de la lingüística y la antropología, a los intelectuales indígenas que dirigen las organizaciones de tipo étnico y político, y, de modo muy marginal, a funcionarios del Estado peruano y sus últimos gobiernos entre 1990 y 2011.

En el inconsciente colectivo del país anida una especie de verdad oficial surgida e impuesta en 1821 con la formación de la república: tendríamos un Estado, una nación, una cultura, una lengua, una religión y un Dios verdadero, una justicia; en otras palabras, un Estado y nación criollo constituido por los descendientes y herederos de los españoles, con el castellano, la Iglesia Católica y su Dios como único Dios. Quedó excluido de esa visión europeo centrista el conjunto de pueblos con lenguas y culturas originarias existentes en ese momento en nuestro territorio.

San Martin, Bolívar y la clase política criolla de entonces, tomaron la categoría ciudadanos de la revolución francesa solo para ellos y no

para los llamados indios, que seguirán siendo sus indios, sus cholos, sus peones, también nuevos contribuyentes obligados a pagar tributos, y soldados para dar sus vidas por los caudillos en nombre de la patria, como lo hicieron en la guerra de independencia, al lado de los españoles y de los patriotas.

Esa verdad oficial de 1821 se reproduce hoy aunque en la última constitución de 1993, impuesta por Fujimori y aceptada por Toledo y García, hay un tímido y verbal reconocimiento de algunos derechos que no pueden negarse luego de la emergencia de los movimientos políticos indígenas como nuevo sujeto en el escenario político de América Latina y también en Perú [11].

Cuando los españoles llegaron al suelo americano, reconocido como Abaya Yala por los movimientos políticos indígenas, el número de lenguas y culturas era muchísimo mayor al de hoy. Se han perdido ya, por ejemplo, las lenguas moche, tallan, y chim de la costa norte, el puquina de la sierra sur y en la Amazonía, probablemente un centenar de lenguas y pueblos indígenas ha desaparecido. Hay en Perú de hoy 50 lenguas: 42 en la Amazonía, dos en los Andes (quechua y aimara), la occidental criolla en todo el territorio y cinco de las ms importantes lenguas extranjeras cuyas lenguas y culturas se enseñan en colegios interculturales y bilingües (italiano, japonés, chino, hebreo, árabe)[12].

Sobre el número de culturas que existen hoy, no disponemos aún de una información y debate suficientes. Si se identificase a las lenguas con las culturas, será muy fácil decir que hay 50 culturas. El problema es mucho más complejo de lo que puede suponerse. Si introducimos el espacio geográfico en el análisis podemos distinguir que las culturas quechua y aimara tienen variaciones muy importantes en los valles andinos que se encuentran entre 2,000 y 3,000 metros de altura) y las tierras altas de pastos por encima de 4,000 metros. Lo mismo ocurre en la Amazonía, en la que la selva alta sin ríos navegables y la selva baja con ríos navegables responden a desafíos ambientales muy diferentes. Con este simple razonamiento sería posible sostener que en los Andes y en la Amazona habría 6 culturas. Si en el análisis introducimos la dimensión histórica, es posible distinguir tres formas de aparición de lo que llamamos cultura occidental criolla: la medioeval con los valores feudales, en los valles costeños y en los Andes, que va desapareciendo, la del capitalismo inicial en bolsones económicos y geográficos, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta más o menos 1990, y, la del capitalismo neo liberal con la ideología de ganancias y pérdidas en plena expansión en el conjunto de la sociedad, que en los últimos 20 años. Por ese camino, el número de culturas subirá a 9. Si agregamos otras 5 que corresponden a las colonias extranjeras de italianos, chinos, japoneses, árabes, judíos, árabes que en colegios particulares para sus hijos tratan de preservar sus lenguas y culturas, el número sube a 14[13].

Entre 1821 y hoy, la ceguera estatal y de los gobiernos de la derecha para no ver y no tomar en cuenta a los pueblos indígenas, fue enorme. El europeo centrismo de su perspectiva, su falta de espíritu crítico y su convicción profunda de considerar a los indios como seres humanos de tercera o de última categoría, heredada desde el siglo XVI, los condujo a confundir Lima con el Perú. Sus ideas políticas aparentemente democráticas no tenían convicción alguna sobre los derechos de la ciudadana. Tomaron de la revolución francesa y norteamericana sólo el discurso de la democracia como concepto prácticamente vacío, reduciéndolo a las campañas para elegir representantes de tiempo en tiempo, y respetar los resultados sólo cuando ganan sus candidatos.

En la novela Garabombo el invisible, Manuel Scorza (1977) cuenta la historia de un dirigente campesino, indígena de Cerro de Pasco, que llega a Lima para presentar en los ministerios los problemas y reclamos de sus comunidades. Al regresar de ese viaje inútil, informa a sus compañeros comuneros que él había llegado a la conclusión de que en Lima se había vuelto invisible. La metáfora de su invisibilidad era un modo de decir no existimos, no nos toman en cuenta, no debemos ser como ellos. Tampoco vieron a los primeros migrantes andinos llegados de los ayllus y comunidades a Lima en el siglo XX y les cerraron las puertas, se burlaron de su forma de vestir, de su incipiente castellano. Su música, canto y danzas fueron motivo de burlas y menosprecio.

Entre 1880 y 1940, fueron los indigenistas quienes dieron los primeros pasos de acercamiento y los que ofrecieron una mano de respeto y consideración a los pueblos indígenas. Desde el mundo de la literatura y el arte (pintura, música, canto y baile), personas extraordinarias como Clorinda Matto de Turner, José Sabogal, Daniel Aloma Robles y Alicia Bustamante, como algunos de los nombres ms destacados, saludaron el arte andino, reconociéndole el valor que tenía, solidarizándose con sus reclamos. Se les llamó indigenistas por acercarse desde fuera y desde lejos a los llamados indios, con su voto a favor, su respeto y solidaridad.

Desde el espacio y perspectiva socialista, José Carlos Mariátegui, fue más lejos que todos los indigenistas porque fue el primero en reconocer los derechos plenos de los pueblos indígenas a ser considerados como parte plena del país y a reconocer las reivindicaciones indígenas como reivindicaciones revolucionarias del mundo.

Con Luis E Valcárcel, su libro Tempestad en los Andes (1972/1928) y el Instituto Indigenista Peruano, del que fue su primer presidente, el indigenismo literario, artístico y pre político cambió de rumbo al asumir la propuesta indigenista mexicana para convertir a los llamados indios en peruanos. Con este indigenismo nació la antropología peruana, (1941 en Cusco, 1946 en San Marcos).

José María Arguedas, en su novela Los Ríos profundos (1983 /1958)), hablando de sí mismo se identificó como un quechua Lucana [14]. Luego, con la metáfora Todas las sangres, título de una de sus novelas (1964/1983) anuncia el ciclo de la defensa política de los propios pueblos indígenas. Al final de su vida dijo que él no era un aculturado, antes, había escrito sin ambigüedad alguna que no era indigenista. Por ese camino va una pequeña corriente antropológica en el país hasta su encuentro con los movimientos indígenas étnicos y políticos de nuestros días.

Los textos y prédicas indigenista, socialista mariateguiana, y antropológica fueron útiles sólo para sensibilizar a reducidos núcleos de las capas medias y académicas. El gran cambio para enfrentar la teoría y práctica unicultural del Estado limeño y criollo comenzó con el ciclo histórico de las tomas de tierras que dieron lugar a las reformas agrarias entre 1963 y 1969.

Siguió con la acción silenciosa de los migrantes, particularmente en Lima, y en las grandes ciudades del país, y, finalmente, con la aparición de los primeros movimientos étnicos y políticos en los últimos 30 años. Las tomas de tierras, las reformas agrarias y la masiva llegada de migrantes andinos a Lima han sido los tres grandes hechos sociales, culturales y políticos más importantes del siglo XX, que han servido para cambiar parte de las estructuras y el rostro del país.

Con los migrantes en Lima, el quechua y el aimara, el canto, la música, las danzas, los productos para nuestra gastronomía, la coca y nuestras plantas medicinales fueron incorporándose en parte a la vida cotidiana de una parte de Lima y, principalmente, en los cinco conos: Comas, Villa el Salvador, Huayco, Carretera central y San Juan de Lurigancho. Poco después, la Amazonía sigue ese camino, con mayor rapidez después de la rebelión de Bagua en 2008 y 2009[15].

Además, debemos tener en cuenta que los grandes descubrimientos arqueológicos (Señor de Sipón, Sicón, Señora de Cao, en la costa producen una especie de renacimiento de identidades que habrían pertenecido a culturas que parecían muertas, aunque sus lenguas están ya, irreversiblemente, perdidas.

Gracias a los millones de migrantes andinos, amazónicos y costeños, también al indigenismo, a la antropología, a las carreteras y a los medios de comunicación en la era digital, las culturas se han vuelto visibles. Las tarjetas postales, los rostros y cuerpos hermosos de indígenas y afro peruanos con todos los colores y sonrisas, pasan a ser como una especie de riqueza nacional y, hasta de orgullo nacional, sobre todo en las agencias de turismo. Mistura, el fenómeno gastronómico de los últimos cinco años cierra con intensidad mediática extraordinaria este largo periodo de visibilización de las culturas peruanas.

IV. CULTURA EN SINGULAR Y COLONIALIDAD DEL PODER

Con el llamado descubrimiento y la conquista de América, empezó lo que Aníbal Quijano llama la colonialidad del poder a escala mundial:

América se constituyó como el primer espacio/tiempo de un nuevo patrón de poder de vocación mundial y, de ese modo y por eso, como la primera identidad de la modernidad. Dos procesos históricos convergieron y se asociaron en la producción de dicho espacio/tiempo y se establecieron como los dos ejes fundamentales del nuevo patrón de poder.

De una parte, la codificación de las diferencias entre conquistadores y conquistados en la idea de raza, es decir, una supuesta diferente estructura biológica que ubicaba a los unos en situación natural de inferioridad respecto de los otros. Esa idea fue asumida por los conquistadores como el principal elemento constitutivo, fundante, de las relaciones de dominación que la conquista imponía. Sobre esa base, en consecuencia, fue clasificada la población de América, y del mundo después, en dicho nuevo patrón de poder.

De otra parte, la articulación de todas las formas históricas de control del trabajo, de sus recursos y de sus productos, en torno del capital y del mercado mundial4.

Raza, una categoría mental de la modernidad La idea de raza, en su sentido moderno, no tiene historia conocida antes de América5. Quizás se originó como referencia a las diferencias fenotípicas entre conquistadores y conquistados, pero lo que importa es que muy pronto fue construida como referencia a supuestas estructuras biológicas diferenciales entre esos grupos. La formación de relaciones sociales fundadas en dicha idea, produjo en América identidades sociales históricamente nuevas: indios, negros y mestizos y redefinió otras.

Así términos como español y portugués, ms tarde europeo, que hasta entonces indicaban solamente procedencia geográfica o país de origen, desde entonces cobraron también, en referencia a las nuevas identidades, una connotación racial. Y en la medida en que las relaciones sociales que estaban configurándose eran relaciones de dominación, tales identidades fueron asociadas a las jerarquías, lugares y roles sociales correspondientes, como constitutivas de ellas y, en consecuencia, al patrón de dominación colonial que se imponía.

En otros términos, raza e identidad racial fueron establecidas como instrumentos de clasificación social básica de la población (Quijano, 1992: 1).

Desde una perspectiva muy próxima, Inmanuel Wallerstein ha escrito varios libros fundamentales sobre el sistema mundo y de la economía y la historia en un escala mundial (Wallerstein, 1979. 1984,1998). A partir de la conquista de América empezó a forjarse una nueva estructura de poder, un mercado mundial, un modo de conocer la realidad y una manera de pensar sobre la relación nosotros-los otros desde una perspectiva etnocéntrica y europeocentrista. A partir de las categorías de raza superior e inferior fue gestándose lo que se llama modernidad.

En lo que se conoce como cultura occidental europeo-norteamericana, se ha formado, en algo más de cinco siglos, un modo de razonar y pensar la realidad a partir de una matriz dual de múltiples oposiciones, que aparece reunida en el cuadro de la página siguiente.

Se trata de una visión con enorme poder porque sirviéndose de la categoría progreso se apropió del futuro reduciendo a todo lo que no es occidental como parte del pasado, supuestamente arcaico.

Por lo expuesto hasta aquí, es fácil observar que en el espacio de lo que llamamos Perú la realidad peruana hay una heterogeneidad de culturas, fenómeno que se describe también con las categorías multiculturalidad o pluriculturalidad, desde hace literalmente miles de años, y que desde el Estado solo se considera a la cultura occidental criolla como única, con la novedad de que en los últimos treinta años los gobiernos tratan de integrar o incluir en su política educativa y cultural algunos aspectos de las culturas indígenas, forzados por la presión de los movimientos indígenas étnicos y políticos y por el Banco Mundial, antes que por su propio convencimiento sobre la necesidad de cambiar radicalmente de perspectiva.

En otras palabras, se trata de más de lo mismo. Las preguntas quién integra a quién y quién incluye a quién que he planteado en repetidas veces se responden fácilmente: son los gobiernos e instituciones como el Banco Mundial quienes desde su matriz de colonialidad del poder deciden abrir pequeños espacios a algunos aspectos de las culturas indígenas con el propósito de mantener la política del pasado y simular una transformación que es sólo artificial.

OPOSICIONES DESDE EL PUNTO DE VISTA MODERNO Y EUROPEOCENTRISTA: SIGLOS XVI-XXI

razas superiores-razas inferiores; civilización-barbarie, salvajismo; hombres superiores – mujeres inferiores;

blancos, cristianos, españoles, europeos- indios, negros, amarillos,

señores-esclavos, indios esclavos,

señores siervos, indios siervos,

cultura-naturaleza

razón, racionalidad magia

sagrado profano

historia – prehistoria

arte, arte mayor artesanía, arte menor

sociedad industrial-sociedad primitiva,

urbano, rural,

saber científico saber empírico,

alta cultura- cultura popular,

Filosofa saber empírico

modernidad – tradición

modernidad, cambio, futuro tradición, pasado, sociedad arcaica

PROPUESTA COLONIAL DEL CAMBIO

Modelo: Cultura occidental, Europa. Estados Unidos,

Lo mejor, lo más moderno, lo último, lo superior, el progreso

Resto del mundo: sociedad arcaica que debe cambiar y volverse europea

Dejar de ser No humanos para convertirse en humanos Humanos, indios, negros, mestizos, otros, en cristianos Salvajes, bárbaros en civilizados

Tradicionales en modernos

Locales en globales

VERBOS DE LA COLONIALIDAD DEL PODER: humanizar, cristianizar, civilizar, modernizar, globalizar

A través de: religión cristiana, enseñanza de lenguas europeas, asimilación de la tecnología occidental, abandono de la brujería y aceptación de la medicina occidental.

DESCOLONIZAR EL PENSAMIENTO: acabar con estas oposiciones y esa forma de razonar.

Ofrecer un ejemplo de los que acabo de señalar: en tiempos del gobierno de Alberto Fujimori, por decisión del Banco Mundial, el ministerio de Educación en Perú se vio obligado a asumir un programa de Educación Intercultural Bilingüe, que beneficia a no más de cinco de cada cien niños indígenas en el país, a quienes se les enseña hasta el sexto año de primaria en su lengua materna indígena y también el castellano como segunda lengua, sin que paralelamente se enseñe a los niños monolingües en castellano ninguna lengua indígena como segunda lengua. La insistencia en los últimos años en la interculturalidad, dejando prácticamente de lado a la educación bilingüe, ilustra también la misma tendencia.

Desde el poder: cultura (solo en singular)

Culturas Indígenas? Sí, que los llamados indios canten, bailen, hagan música y artesanías pero que no hagan política. La cuestión del poder es mundial desde hace quinientos años aunque la llamada globalización parece una novedad solo en los últimos veinte o treinta.

Desde hace ya casi un siglo, Estados Unidos es la potencia mayor aunque ya es visible en el horizonte el final de su reinado. Entre tanto, sigue ejerciendo su poder sobre una parte del mundo, particularmente en América Latina y Perú.

Paralelamente a sus negocios e inversiones de todo tipo, los norteamericanos disponen de instituciones públicas y privadas, de organismos secretos como la CIA, (Agencia Norteamericana de Inteligencia) que desde sus puestos en el mundo entero informan al Departamento de Estado de todo lo relevante que ocurre y contribuyen para analizar la situación mundial y ofrecer las recomendaciones pertinentes para reproducir el control de su poder, ensancharlo, y cerrar el paso a todo intento de oposición y rebelión en contra.

En las universidades públicas y privadas de Estados Unidos, hay espacios de reflexión sobre los problemas mundiales y muchas profesoras y profesores universitarios en todas las disciplinas del conocimiento reciben encargos puntuales para examinar los problemas y ofrecer los consejos apropiados en bien de los intereses norteamericanos. Por debajo de todos los discursos sobre la globalización y la ciudadana global, Estados Unidos, es uno de los países más nacionalistas del mundo[16].

En su informe Conclusiones sobre la cultura estratégica peruana, preparado para el FIU Applied Research Center (Centro de Investigación Aplicada de la Universidad Internacional de La Florida), los académicos Joseph S. Tulchin y Brian P. Fonseca dan cuenta de su reflexión sobre los problemas peruanos y de sus recomendaciones para el gobierno norteamericano.

Sostienen que la cultura estratégica es: La combinación de influencias externas e internas y experiencias geográficas, históricas, culturales, económicas, políticas y militares- que forman e influencian el camino para que un gobierno entienda sus relaciones con el resto del mundo, y sepa comportarse en la comunidad internacional (Tulchin y Fonseca, 2010: 4).

Dentro de ese marco los autores sostienen las tesis siguientes: 1. La principal amenaza para una cultura estratégica peruana es la idea que los militares peruanos tienen de recuperar el territorio perdido en la guerra con Chile. (p. 4),

2. Los peruanos se sienten víctimas mientras los chilenos se ven a sí mismos como vencedores, (p. 4). 3. La opinión dividida entre los peruanos debilita la cultura estratégica, (p.5). 4. El Perú está dividido en tres dimensiones: entre trabajadores y campesinos, entre la sierra y la costa y, entre no indios e indios[17], (p. 17). 5. IIRSA con Brasil, sugiere una posible transición hacia una cultura estratégica ms coherente y pragmática[18]. (p. 5). 6.

Finalmente, El éxito de la colaboración con el Comando Sur del Ejército de Estados Unidos y los militares peruanos depende de persuadir a las Fuerzas Armadas peruanas para superar su histórica obsesión con una invasión chilena, aceptar que una invasión desde el sur es crecientemente improbable y estar dispuestos a colaborar en maniobras conjuntas con los Estados Unidos (p.5).

El Banco Mundial es una de las instancias de pensamiento y acción política para la reproducción y expansión del capitalismo, justifica sus acciones con un discurso sobre la necesidad de profundizar la democracia, el desarrollo, y luchar contra la pobreza. Por acuerdo de los países europeos, Canadá y Estados Unidos, el gobierno norteamericano se reserva el derecho de nombrar al presidente del Banco Mundial y la Unión Europea al presidente del Fondo Monetario Internacional, FMI. Ambos reciben un salario anual de alrededor de medio millón de dólares y numerosos privilegios adicionales.

Los funcionarios del Banco Mundial están debidamente instruidos y convencidos de que los pueblos indígenas no deben hacer política y se limiten a presentar sus proyectos de desarrollo para que el BM, el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, otras instituciones de Cooperación y los gobiernos nacionales, los financien, cooptando como consultores a los dirigente indígenas más representativos. Un antropólogo amigo mío oyó decir a un funcionario del Banco Mundial en una reunión social en Quito, que la política del BM fue pensada para desactivar la bomba indígena en los Andes. La frase es fantástica, pero no podrá ser oficialmente sostenida en esos términos. Los gobiernos nacionales de América Latina siguen esa línea, se prestan dinero del BM para que el Banco realice sus propuestas de desarrollo a favor de los indígenas. Para que los responsables del BM hagan lo que quieran, nosotros los contribuyentes debemos pagar esa deuda.

Indios permitidos e indios prohibidos.

Para los ejecutivos, gestores y funcionarios del poder colonial, lo ideal sería que los llamados indios solo canten, bailen, toquen sus instrumentos musicales, vendan sus tejidos, cerámicos y artesanías en lugares marginales, en campos deportivos de los conos, en plazas y veredas o en algunos centros artesanales, especialmente pensados para turistas de dentro y fuera del país, y aparezcan en cartas postales turísticas de esas tipo Benetton, tan bonitas.

Pero ocurre que en 1980 se formó en Perú la Asociación Inter étnica para el Desarrollo de la Selva Peruana, AIDESEP, con rostros, apellidos y reivindicaciones nuevas. Desde entonces, se multiplican las organizaciones que reivindican los derechos de los pueblos indígenas y que al defender sus territorios, lenguas, culturas y sus derechos a la diferencia, a la autodeterminación, gobierno propio y autonomía, comienzan a hacer política.

En otras palabras, salen de la esfera del folklore para entrar en el mundo del poder [19]. El levantamiento indígena de Ecuador en 1990, la Marcha por la Dignidad y el Territorio de los pueblos del oriente boliviano, también en 1993, y la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN, en enero de 1994, fueron hechos decisivos para situar a los movimientos políticos indígenas como nuevos actores y sujetos en el escenario político latinoamericano[20], desde México hasta Chile.

En Perú, la rebelión amazónica de Bagua (2009) y la aparición de un movimiento político de la Nación Aimara con diez mil personas ocupando la capital del departamento de Puno, (Junio de 2,011), muestra que la aparente excepción peruana por no contar con movimientos políticos indígenas como los de Bolivia y Ecuador solo podrá ser temporal.

La aparición de líderes intelectuales indígenas bi, y a veces trilingües, que guardan sus signos exteriores de identidad, que tienen un juicio crítico de los países en que nacieron y viven y que formulan proyectos políticos para el futuro de sus pueblos y de sus países, ha sido vista con gran preocupación porque no se trata de criollos indigenistas como los del pasado sino indígenas de carne y hueso con propuestas de poder y con gestos de no ser más los supuestos menores de edad buscadores de protección y tutela. La primera reacción es la cooptación, es decir, atraer a esos dirigentes, ofrecerles puestos remunerados, viajes, muchas promesas y algunos privilegios. Hay, por supuesto, dirigentes indígenas que aceptan la cooptación y otros que no.

Allí comienzan los problemas serios porque desde el Banco Mundial, o el BID, desde los gobiernos nacionales, otros organismos de cooperación y muchas ONGs se divide a estos llamados indios en permitidos y prohibidos. A partir de un vasto y largo trabajo de investigación y acompañamiento en el mundo maya, particularmente en Guatemala, el antropólogo norteamericano Charles Hale, ha desarrollado estas nociones a partir de una propuesta de Silvia Rivera Cusicanqui, socióloga boliviana [21]. Charles Hale sostiene:

Con la presencia del indio permitido, surge invariablemente la construcción de su otro que se define como un sujeto disfuncional, descartable, sin méritos. Dicha dualidad llega a representar dos formas distintas de ser indígena. El indio permitido según esta ideóloga logra negociar la modernidad, sustituir protesta con propuesta, actuar con autenticidad y a la vez manejar el lenguaje dominante.

Su otro, el desautorizado, es rebelde, vengativo y conflictivo. Las características de este último le causan gran preocupación a la elite política que se ha comprometido con la igualdad cultural pero que teme las repercusiones que se podrían generar si los desautorizados subiesen al poder. Esta nueva forma de gobernar le otorga recompensas al indio permitido mientras que simultáneamente condena su otro a la pobreza y exclusión social. Justifica dicha exclusión ya no tanto con la doctrina de inferioridad biológica, sino por características culturales, superables pero profundamente persistentes.

Los que ocupan la categoría de indio permitido tienen que demostrar constantemente que están por encima de estas características culturales racializadas de los otros y al insistir de esta manera, apoyan y refuerzan la división (Hale, 2004: 4).

Uno de los primeros resultados de las luchas indígenas ha sido la aceptación por parte de los gobiernos de una educación bilingüe intercultural, y el reconocimiento formal del carácter multi o pluricultural de países como Guatemala, Bolivia, Ecuador y Perú. Se trata de una estrategia muy bien pensada para aceptar algunos derechos y preservar plenamente la exclusión en otros. Cito un texto más de Hale:

La diferencia entre los derechos culturales y el empoderamiento político económico sirve como un buen punto de partida para explorar esta nueva forma de gobernar. En su primera ronda de concesiones los Estados latino americanos recién bautizados como multiculturales, reconocieron los derechos culturales, particularmente los que se encontraban lejos de las preocupaciones principales del poder estatal y del sistema productivo.

En el caso de Guatemala, este nuevo periodo de multiculturalidad se inició con la creación de la Academia de Lenguas Maya, patrocinada por el Estado; otro ejemplo, es el nombramiento, durante los últimos dos gobiernos, de un profesional maya como Ministro de Cultura y deportes, cargo ahora llamado despectivamente por muchos ladinos / mestizos/ (siempre en privado) como el puesto indio. De manera paralela, el énfasis en la educación bilingüe e Intercultural en el Ministerio de Educación, apunta a hacia esta nueva ética multicultural. En contraste, la idea de nombrar a un indígena como Ministro de finanzas, resulta fuera de consideración. (Hale, 2004: 5).

Por los tiempos de los procesos sociales en Guatemala, Bolivia y Ecuador, lo que acabo de citar se adelanta en unos cuantos pasos a lo que ocurre en Perú. Aquí, la clase política se horrorizaría si el gobierno de Humala nombrase como ministro de cultura a Alberto Pizango, o a una persona afro descendiente sin los éxitos nacionales e internacionales de Susana Baca.

La clase política, descrita también inmerecidamente como élite, esconde su profundo racismo debajo del paraguas todos somos mestizos o todos somos ciudadanos del país, como si todos fuéramos iguales y tuviéramos los mismos derechos, y está convencida de que la política se reduce a las pequeñas y grandes batallas electorales para ganar la presidencia del país, tener una curul en el congreso, ser presidente o consejero regional y alcalde y regidor municipal en provincias y distritos.

En las grandes decisiones, el punto de vista indígena no es tomado en cuenta. La ley de consulta a los pueblos indígenas representa un paso adelante al establecer la obligatoriedad de la consulta pero reserva al Estado el derecho de decir la última palabra; en otras palabras, la consulta no tiene el carácter vinculante que los movimientos étnicos y políticos reclaman con razón. No es difícil aceptar algunos derechos culturales y hacer aparentemente muchos esfuerzos para superar la pobreza sin decir una palabra sobre la desigualdad social que es su causa principal.

El ejemplo ecuatoriano de cooptación de lo indígena por el Banco Mundial y el gobierno nacional es suficientemente ilustrativo para entender el caso peruano. Víctor Breton Solo de Zaldívar, antropólogo de la Universidad de Lleida -en Cataluña, España, Investigador asociado a FLACSO / sede Ecuador– conoce bien la problemática indígena ecuatoriana, ha estudiado de muy cerca los proyectos de las ONGS y la política del Banco Mundial en Ecuador.

Sostiene que el Banco Mundial conduce una política neo indigenista con un espíritu etnófago porque que traga o engulle las reivindicaciones y propuestas de los pueblos indígenas como si fueran suyas, para quitarles sus posibilidades de cuestionar el orden establecido y cooptar a sus dirigentes. El Programa de Desarrollo de los Pueblos Indígenas del Ecuador, PRODEPINE fue a partir de 1998 un ensayo de intervención social desde los parámetros del nuevo neo-indigenismo etnófago:

Estas consideraciones, harto reveladoras por sí mismas, nos condujeron a definir los modelos actuales de intervención sobre las comunidades como neo-indigenistas y etnófagos (5). Lo de neo-indigenistas viene porque se nos antojan similares a los del indigenismo clásico en su afán de situar la etnicidad en un plano “políticamente correcto”, aunque adecuando el horizonte final -la domesticación del movimiento indígena y la neutralización de su potencial revulsivo- al signo de los tiempos de la era de la globalización: la asunción de la pluriculturalidad, del plurilingismo y, en el mejor de los casos, de la plurinacionalidad de los Estados latinoamericanos no tiene por qué atentar contra la lógica de la acumulación capitalista neoliberal.

Esta es una lección que han aprendido los organismos multilaterales que han “descubierto” la importancia de la inversión en rubros tan poco convencionales como el capital social en países donde, con el Ecuador a la cabeza, los movimientos étnicos han mostrado su capacidad de aglutinar y canalizar el descontento popular ante el ajuste. La etnofagia, por su parte, alude a la peculiaridad más perversa y también más sutil del nuevo indigenismo: al hecho de que los programas sean con frecuencia gestionados y ejecutados parcialmente por indígenas. Una simple ojeada al funcionamiento del entramado institucional del desarrollo evidencia de qué modo sectores importantes de la intelectualidad quichua -la misma que elaboró un discurso contestatario y anti-neoliberal en la década de los ochenta- trabaja y vive enquistada en la maquinaria burocrático-administrativa del desarrollo. Lo mismo cabe argüir, como hemos visto, desde el punto de vista de los pisos intermedios del andamiaje organizativo indígena (las OSG y lo que estas representan), dependientes funcional y financieramente del entramado de las ONG y de sus proyectos específicos.

Es en esta tesitura, y no en otra, donde hizo su aparición el PRODEPINE con su “revolucionaria” propuesta de financiar y dar la mayor autonomía posible a las OSG como plataformas privilegiadas del etno desarrollo sostenible…

Un tema crucial para calibrar la naturaleza política del PRODEPINE es el de la cronología de su gestación, dado que no parece gratuito que fuera en 1995 cuando empezó a madurar la idea de articular una propuesta de esta naturaleza. Tras un año y medio de conversaciones se procedió a diseñar el Proyecto -tarea que demoró dos años más- hasta que, por fin, el once de septiembre de 1998 pudo este iniciar sus actividades.

La discusión sobre la conveniencia de una institución como PRODEPINE arranca, así, un año después de que el levantamiento indígena de 1994 hubiera hecho oscilar por segunda vez los pilares del Estado ecuatoriano y de que, muy al norte, en las lejanas tierras mayas del sudeste mexicano, un ejército de indios chiapanecos reaccionara con las armas en la mano contra la exclusión económica, política, social y cultural a que los condenaba la flamante ortodoxia salinista.

En el momento de una cierta crisis del patrón macroeconómico imperante; cuando sin que fuera previsto por nadie la indianidad irrumpa en América Latina como un referente capaz de cuestionar públicamente la legitimidad moral de la globalización; cuando de pronto algunas de las externalidades del crecimiento económico –los costos sociales- se incrustaban sobre las perspectivas de los beneficios a corto y a medio plazo como verdaderas internalidades que hagan peligrar la viabilidad del modelo; en ese momento preciso fue cuando los planificadores del desarrollo voltearon sus caras hacia el capital social y el fortalecimiento organizativo como estrategia de lucha contra la pobreza y, de paso, como vía indirecta (o no tan indirecta?) para cooptar y limitar el alcance de los nuevos movimientos sociales.

PRODEPINE emergió así, en suma, como el ensayo más sofisticado de intervención social desde los parámetros del nuevo neo-indigenismo etnófago

Un problema añadido, además, es que esas prácticas han sido vendidas de cara a la galera como si de un paradigma progresista se tratase; como si, de pronto, por el mero hecho de ser un poquito ms sensibles al tono de la voz de los pobres, los problemas derivados de unas estructuras injustas y asimétricas -la pobreza y la indigencia- pudieran solventarse sin necesidad de cuestionar los cimientos que reproducen y amplifican la brecha de la exclusión. Este no es un problema menor, y la percepción de que PRODEPINE representa un espacio ganado por el movimiento indígena es, en nuestra opinión, la traba principal que impide, hoy por hoy, plantear un debate público y sosegado -dentro obviamente del propio movimiento indígena- sobre sus pros y sus contras.

En este artículo hemos intentado argumentar de qué manera el capital social -y el PRODEPINE nace desde los presupuestos participativos del capital social como teoría para la acción- se está convirtiendo en una suerte de comodín capaz de dar un barniz de progreso y sostenibilidad a lo que, en el fondo, no es más que un nuevo ropaje con que maquillar y humanizar unos esquemas macroeconómicos de alto coste social, facilitando así su continuidad.

Permítaseme una última reflexión antes de terminar. Una de las características básicas del éxito del sistema colonial vigente en los Andes desde el siglo XVI hasta finales del XVIII también fue el de la cooptación de la intelectualidad indígena. La Corona española respetó las prerrogativas económicas y sociales de los nobles incas como herramienta que garantizó la continuidad secular de la pax hispana.

Tras la rebelión de Tupac Amaru y el posterior descabezamiento de la aristocracia quechua, las sociedades indígenas perdieron la posibilidad de expresarse públicamente por sí mismas, de tener representación propia en los procesos de constitución de las nuevas repúblicas independientes y devinieron, como ha señalado Andrés Guerrero (2000) para el caso ecuatoriano, en una masa amorfa de “sujetos” a ser “administrados” por los ciudadanos.

En ese nuevo marco de relaciones, la ventriloquía fue la forma institucionalizada de relación entre los pueblos indígenas y las diferentes instancias del aparato del Estado. En el mejor de los casos, fueron los indigenistas quienes, a menudo cargados de buenas intenciones pero siempre desde la propia sociedad blancomestiza, interpretaron y defendieron puntualmente líneas de intervención política sobre los indios pero sin contar con los indios, a modo del viejo despotismo ilustrado europeo.

La conformación, durante la segunda mitad del siglo XX, de una nueva intelectualidad indígena capaz de articular en Ecuador un gran movimiento político de reivindicación étnica y social supone, en perspectiva histórica, un acontecimiento importante e impensable por casi dos siglos.

La respuesta del otro lado -del poder en un sentido amplio- tampoco se ha hecho esperar: del mismo modo en que el régimen colonial encuadra a la inteligencia quechua dentro de su esquema de dominación, asimismo la poderosa maquinaria del entramado neoliberal está procediendo -vía neo-indigenismo etnófago- a ubicar en su lugar a la dirigencia indígena contemporánea.[22]

Puede parecer una comparación algo forzada, pero no deja de sorprender la similitud de las estrategias del gobierno indirecto de hace trescientos años con las que parecen derivarse de iniciativas tan aparentemente benignas como las emanadas de esta peculiar forma de entender el fortalecimiento organizativo que tiene la cooperación para el desarrollo en la era de la globalización. (Breton, 2001: 6-8) [23]

Esta división desde el poder colonial del campo indígena en dos bloques: uno permitido, tolerado, políticamente correcto, incluible, integrable; y otro, considerado como enemigo, peligroso, anti e sistema, potencial o virtualmente terrorista, es plenamente visible en los representantes de las empresas multinacionales, particularmente las mineras, la clase política y los grupos que controlan los medios de comunicación ms importantes del país.

En quienes aún se reclaman como pertenecientes a la izquierda, solo es visible cierta simpatía por los indígenas, y su falta de espíritu crítico de lo que es la colonialidad del poder.

Ministerio de Cultura. De cuál de las muchas que hay en el país? Polticas para llevar la cultura a los pueblos y mostrar la diversidad cultural como espectáculo.

En tiempos del gobierno de Alejandro Toledo (2001-2006), una Comisión Nacional de Cultura, presidida por Víctor Delfín e integrada por 15 personas, muchas de ellas de izquierda, elaboró los primeros lineamientos para una política cultural del Perú, con una propuesta de crear un Ministerio de la Cultura (Comisión Nacional de Cultura, s/f ). Hubo un pequeño debate sobre la necesidad o no de ese ministerio y sobre la posibilidad de incluir a la Ciencia y a la tecnología, con un eco lejano de la tesis de Vargas Llosa en favor del mercado y en contra de toda protección estatal porque en última instancia la cultura se defiende sola.[24]

Casi al final de su segundo gobierno, Alan García Prez dio el decreto ley N 29565 (julio, 2010) de creación del Ministerio de Cultura con cuatro áreas: patrimonio cultural de la Nación, material e inmaterial; creación cultural contemporánea y artes vivas, gestión cultural e industrias culturales, y pluralidad étnica y cultural de la Nación.

Los Organismos públicos adscritos al Ministerio de Cultura son: el Instituto Nacional de Cultura, la Biblioteca Nacional del Perú, El Instituto de Radio y Televisión peruana, la Academia mayor de la lengua Quechua, el archivo general de la Nación y, finalmente, el Instituto Nacional de Desarrollo de los Pueblos Andinos Amazónicos y Afro peruanos, INDEPA, formado a partir del rotundo fracaso de la Coordinadora Nacional de Pueblos Andinos, Amazónicos y Afro descendientes, CONAPA, que el presidente Toledo creo para su esposa con un préstamo de cinco millones de dólares del Banco Mundial. Una de las funciones exclusivas del Ministerio, es Desarrollar acciones de producción, emisión y difusión de programas de radio y televisión con el fin de promover las expresiones multiétnicas y pluriculturales de la nación para coadyuvar a la integración de todos los peruanos y afirmar nuestra identidad nacional.

La base del nuevo Ministerio es el antiguo Instituto Nacional de Cultura, creado por el gobierno de Velasco Alvarado, a partir de la Casa de Cultura que fue una propuesta del primer gobierno del arquitecto Fernando Belaunde Terry.

El nuevo Ministerio nació con la inercia burocrática del INC, una concepción híbrida que reproduce el viejo elitismo de la política cultural en el país, y promete defender la diversidad cultural del país, sin decir una palabra sobre los derechos políticos que los movimientos indígenas exigen para no verse reducidos a la condición de buenos intérpretes y artistas de la cultura espectáculo. Una limitación adicional, demasiado importante es su falta de recursos. Como antes en el pasado, ocurre que para la cultura no hay dinero, aunque las cuentas del país están en azul y con altas tasas de crecimiento. Por lo visto pesan más las palabras y declaraciones de buenas intenciones que las decisiones serias para cambiar la realidad.

Es pertinente aquí tomar en cuenta un excelente relato de la experiencia de un ex director del Instituto Nacional de Cultura que puede servirnos para entender mejor el problema de la política cultural. En su libro Memorias de un historiador, Antonio del Busto cuenta sobre su encuentro con el presidente Fernando Belaúnde Terry, en febrero de 1983:

Dr. Del Busto, hay un cargo que está vacante y sería mi deseo que lo aceptara, Creo que lo sabrá desempeñar. Tiene usted la aceptación de muchos y la oposición de nadie. Se trata de la Dirección del Instituto Nacional de Cultura Le respondí Considero un honor pero sepa usted que nunca he incursionado en política. Esta será la primera vez. Yo no pertenezco a ningún partido, tengo un modo de pensar bastante independiente y si acepto sería como cumplir con mi servicio militar. Lo haría por mi país. El presidente, sin inmutarse, me respondió encogiéndose de hombros: no queremos más, no lo llamamos por ser político o para que se haga político, usted siempre ha sido apolítico, independiente, y lo seguirá siendo. Su compromiso será con el Perú. Solo le pido colaborar con mi gobierno. Le contestó que aclarado el panorama, era un honor haber sido llamado y que no tenía ninguna objeción.

Aceptaba. El presidente se puso de pie, al tiempo que me decía: Mucho le agradezco su decisión. El ministro de Educación ser el próximo en hablarle, cuente usted con todo mi apoyo para desarrollar su gestión. Eso sí, una cosa le digo: no hay dinero. Usted recibirá el escueto presupuesto del Instituto Nacional de Cultura y no podrá hacer un solo gasto más. Se trata de mantener a la institución en el nivel en el que ahora se encuentra, le ruego que -dentro del ritmo económico que le he propuesto- no haga usted gastos extraordinarios. Yo que conocía las limitaciones económicas del Instituto, le prometí que así lo haría. Todo seguirá igual y, de ser posible, mejor. Mi labor no será inversionista; sí organizadora, estimuladora y moralizadora. Al presidente le gustaron mis respuestas. Me volvió a estrechar la mano y creo descubrirle un gesto de agradecimiento. Luego fue que nos acercamos charlando a la puerta del despacho y, despidiéndome del mandatario, abandonó el Palacio de Gobierno.

Como era de esperar, no se pudo hacer mucho debido a la falta de dinero, Pero todo lo programado se ejecutó. El barco permaneció a flote, no hubo peligro de naufragar. Se cumplieron todos los programas con puntualidad, y se enfrentaron los asuntos urgentes. Más no se pudo hacer nada nuevo (Del Busto, 2011 b: 85).

Cuenta también el historiador Del Busto que luego de dos años en el puesto, renunció por no estar de acuerdo con ciertas responsabilidades, sin decir cuáles.

Después, fue invitado a Japón. En sus memorias el historiador le dedica más espacio a su visita a Japón que a su paso por el INC.

Sera posible que la Gran transformación como promesa electoral de Ollanta Humala, rompa con el pasado y que por primera vez la llamada cultura en singular y las culturas en plural reciban el trato que merecen? Nada de lo visto hasta ahora en los primeros 90 días del gobierno autoriza a suponer que la respuesta sera positiva.

En cuanto a la concepción de lo que la cultura es o no, de lo que son o no las culturas, el problema comienza con la siguiente pregunta: si el Ministerio es de una cultura (en singular) de cuál de las muchas culturas que tenemos se trata? Si los funcionarios de los gobiernos y el Estado están firmemente convencidos de que la cultura es el conjunto de conocimientos y de saberes

escolarizados, la única cultura que tiene esas características en América Latina es la occidental criolla. En consecuencia, todos los pueblos indígenas carecerán de cultura, de donde se desprenderá la tarea civilizadora del Estado, y el encargo a sus funcionarios e intelectuales para culturizar a los llamados indios, llevándoles la cultura como un regalo de algo que no tienen y que será muy útil para que se parezcan a los occidentales. Cuando al asumir su cargo el ex Ministro de Cultura Juan Ossio dijo en Radio Programas del Perú, RPP, que una de las tareas del Ministerio de Cultura será llevar la cultura a los pueblos indígenas, pensó con la lógica del poder y renunció a la primera lección que recibimos los estudiantes de Antropología desde hace muchísimo tiempo: todos los pueblos tienen cultura y cada una de las personas en cualquier parte del mundo y en cualquier tiempo nace dentro de una cultura y es inconcebible que haya una persona sin cultura.

La idea de llevar la cultura al pueblo es una convicción profunda no solo de los ideólogos del poder sino también de gran parte de las capas profesionales e intelectuales de diferentes opciones políticas. Está en el inconsciente colectivo de toda la clase política y de millones de personas, comunes y corrientes, particularmente los migrantes que provienen de los propios pueblos indígenas. Presento dos ejemplos simples: Lorenzo Osores, un marxista humorista de larga tradición, dijo en una reciente entrevista: A pesar de todos los problemas que tiene Cuba, no se puede negar que el régimen de Fidel Castro se ha preocupado por darle cultura a su pueblo, un poderoso instrumento de libertad (Velero de Palma, 2011: 99).

Hablando de sus proyectos, dice Alberto Menacho, el arquitecto y empresario musical de oficio y aprendiz de futbol: Mi próxima meta es llevar conciertos de música clásica y de rock al interior del país. Creo en la democratización de la cultura, pues el Arte y la gran música no pueden ser solamente para un sector de la sociedad son para todos![25] (Menacho, 2011).

Este señor reproduce la tesis ya señalada: el arte y la gran música son parte de un patrimonio exclusivo de un pequeño sector de la sociedad. Al tratar de democratizar el privilegio de una pequeña porción de la población, su deseo, seguramente sincero, expresa una contradicción flagrante.

Para percibir con claridad lo que es el elitismo que encierra el uso del concepto de cultura en singular, como sinónimo de alta cultura, tomar el caso del Teatro Municipal de Lima. Luego de haber quedado casi destruido por un incendio en 1998, fue enteramente reconstruido con un costo de más de 20 millones de dólares[26]. Para su reinauguración fue contratado Diego Flores, el peruano estrella mundial de la ópera, como figura de un espectáculo central para el Presidente de la República, algunos de sus ministros, otros invitados del mundo empresarial y social y los miembros de la Asociación Cultural Amigos Peruanos de la Ópera[27].

Nadie del llamado pueblo de Lima y menos de los residentes migrantes de los pueblos indígenas, tuvo el privilegio de asistir a ese gran festejo. Las decisiones que la Alcaldía de Lima y el Ministerio de (una) Cultura del gobierno de Ollanta Humala tomen sobre los espectáculos que serán presentados en el lujosísimo Teatro Municipal nos darán la pauta de lo que quieren hacer frente a los privilegios de la alta cultura. El programa establecido por la Municipalidad de Lima para el teatro Municipal en año 2011 es ya una mala señal: no hay espacio alguno para la música y danzas de las otras culturas existentes en el país. Por el costo de reconstrucción del teatro, su lujo y esplendor es probable que la Asociación Cultural Amigos Peruanos de la Ópera y sus amigos en el poder quieran que ese teatro sirva exclusivamente para la alta cultura.

Una decisión como esa nada tendrá que ver con la publicitada gran transformación prometida por el gobierno de Ollanta Humala, y dejara a la ministra Susana Baca en la misma posición que la de su antecesor Juan Ossio.

Es pertinente tomar en cuenta dos momentos de la historia del Teatro Municipal. El primero va desde su fundación en 1920 hasta 1964. El común denominador de ese periodo fue su plena consagración a la ópera, la zarzuela, el ballet, la música de cámara, principalmente. Gracias a José María Arguedas, director de la Casa de Cultura, al ministro de Educación Francisco Mir Quesada Cantuarias, y al Presidente Fernando Belaúnde, el teatro abrió sus puertas para espectáculos de música y danzas de los pueblos andinos del Perú y también para artistas llamados folklóricos[28].

El gobierno de Velasco Alvarado dio un impulso mayor para que el teatro Municipal y otros teatros de Lima como el Segura, La Cabaña y el José Pardo y Aliaga en el ex edificio del Ministerio de Educación en el parque universitario, fuesen escenarios para la música y danza llamada folklórica. La inercia de ese periodo continuó después del gobierno de Morales Bermúdez y fue debilitándose poco a poco en la medida en que desaparecieron los coliseos y surgieron centenares de restaurantes y peñas folklóricas que cobran poco o nada por entrada y asocian la música y eventualmente la danza a la comida y al consumo de alcohol.

Mientras los pocos miles de aficionados a la ópera, a, la zarzuela, y al ballet se sienten felices de disfrutar del Teatro Municipal, los millones de personas que disfrutamos con la música y danzas de las culturas indígenas del país deberíamos conformarnos con la enorme incomodidad de ver y oír a los artistas andinos en peñas y restaurantes en medio de la bulla de quienes comen y beben y se conforman con tener a los artistas de su preferencia como telón de fondo y, peor aún, de ver los desafíos entre danzantes de tijeras en pampones de pésimas condiciones higiénicas de escuelas, colegios, y pequeños locales de las asociaciones de migrantes en los conos de Lima, particularmente en Villa el Salvador y San Juan de Miraflores.

El contraste entre estos dos mundos de lujo y pobreza no puede ser mayor: las mejores condiciones y el máximo de confort para la llamada alta cultura importada de Europa y Estados Unidos para unos pocos, y ningún confort ni respeto por elarte de las culturas originarias de nuestro suelo, de millones de peruanas y peruanos. Por ejemplo, en Villa el Salvador, distrito de Lima con 40 años dehistoria (1971-2011), no hay un auditorio con 200 butacas.

Un espectáculomasivo solo puede hacerse en el Coliseo deportivo con una acústica pésima,mientras en el teatro Vichama, de excelente acústica, de iniciativaextraordinaria del grupo dirigido por César Escuza, sólo caben entre 100 y 150personas. Con otros 20 millones de dólares podría construirse en los cincoconos de Limas unos grandes Centros de Culturas (en plural) para múltiplesusos, no sólo para los migrantes de los pueblos indígenas sino para todas lasexpresiones culturales del país, sin exclusión de ninguna por más europea oextranjera que sea. No se trata de invertir la torta y eliminar la llamada altacultura y sustituirla por la música popular. Un cambio sustancial en la políticacultural debe ser considerar a todas las culturas del país en igualdad decondiciones, y entre otras medidas, abrir el Teatro Municipal y los teatros, atodos los grupos artísticos del país exigiendo solo calidad y seriedad.

En el gobierno de Alan García, que acaba de concluir en el pasado julio de 2011, el viejo elitismo de la colonialidad del poder, no pudo ser mayor.

Además de la reconstrucción del Teatro Municipal, el gobierno habría gastado 220 millones de soles en construir un nuevo teatro de Lima, en el distrito de San Borja, al lado del Museo de la Nación, del nuevo local de la Biblioteca Nacional y del edificio del Hospital el Niño, que refuerzan el centralismo dentro de la propia ciudad de Lima en beneficio de las clases altas y medias y sin la menor consideración por los conos y los barrios populares tan densamente poblados, en los cuales solo hay algunos hospitales y nada que tenga que ver con la llamada cultura en singular.

El discurso vacío sobre la interculturalidad en predios oficiales desde la última década del siglo XX y convertida en una promesa electoral más por la actual administración de Ollanta Humala, estará en abierta contradicción con la realidad si es que los dos grandes teatros recientemente inaugurados en Lima, se consagrasen a cumplir la misma función del pasado virreinal. Si los cambios introducidos en tiempos de la casa de Casa de la cultura, dirigida por José María Arguedas, fuesen ya cosas del pasado, se tratara de una franca e inadmisible involución.

V. PODER Y CULTURAS: PROPUESTA DESDE LOS PUEBLOS INDIGENAS. DEFENSA DE LAS CULTURAS A TRAVES DE LA POLITICA, POR PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA DEL PAIS.

En los últimos 40 años ha aparecido en el escenario político de América Latina un nuevo sujeto y actor: los movimientos políticos indígenas, con reivindicaciones, rostros, y apellidos nuevos, con una práctica y un discurso muy distintos a los de las viejas derechas e izquierdas. El siguiente listado de 24 reivindicaciones, ilustra de modo inequívoco su originalidad y potencialidad para el futuro no solo de los pueblos indígenas sino para el conjunto del país.

1, La tierra es nuestra madre, 2, el territorio como gran espacio entre ríos,lagunas y quebradas para la vida, pesca, agricultura, espiritualidad y universo mítico, dentro del Estado peruano y no en contra, 3, defensa de la cultura, 4, defensa de la lengua, 5, defensa de la identidad como ejercicio de sus derechos a la diferencia, 6, por una ciudadana étnica para afirmar que son peruanos e indígenas de cada uno de los pueblos, 7, su derecho a la libre

determinación, 8, su derecho al auto gobierno, 9, por el deber de mandar obedeciendo, 10, construir una sociedad sin la concepción occidental del poder, 11, defensa de los derechos colectivos de los pueblos, 12, participación plena de las mujeres, 13, por el respeto a los pueblos y personas, 14, por el respeto a la dignidad de los pueblos y personas, 15, contra la exclusión, 16, contra la indiferencia, 17, contra el abandono y el olvido, 18, por la defensa de la biodiversidad, 19, por la defensa de los recursos que existen en los territorios indígenas como bienes colectivos de todas y todos, 20, por la defensa de los saberes indígenas acumulados en miles de años de organización de los territorios indígenas, 21, por una educación intercultural bilingüe, 22, por la defensa de la espiritualidad propia de los pueblos, 23, por la creación de un Estado plurinacional, y 24, por el Buen vivir que podría ser una alternativa al llamado desarrollo que en occidente busca la riqueza a cualquier precio como condición para vivir mejor. (Tomado de, Rodrigo Montoya Rojas, Puentes para unir los fragmentos del Perú: Dos momentos: luchas por la tierra (1888-1980) y por la cultura (2009 – ?), Lima 2010, en diversas redes de internet, particularmente WWW.democraciaglobal.org [29].

Luego de haber causado un inmenso miedo en las clases dominantes en Bolivia y Ecuador, los intelectuales y políticos indígenas tuvieron la osadía de exigir que nuevas Asambleas Constituyentes sean convocadas para aprobar Constituciones nuevas que respondan a los que los países son en realidad y no las ficciones de los Estados nacionales creados luego de la independencia política formal de España, en los primeros treinta años del siglo XIX.

Esta exigencia tiene la virtud de probar que los movimientos políticos indígenas apuntaron con precisión al corazón del sistema político de los Estados naciones. Es en las constituciones en las que los bloques políticos organizados por las clases dominantes y sus aliados políticos en las capas medias, populares y campesinas, han logrado ganar mayorías electorales suficientes para que sus intereses particulares se transformen en intereses de la nación o del país, a través de ese juego de ficción con el que los ideólogos del poder nos hace creer y aceptar.

En esta última sección examinar muy brevemente los casos de las nuevas Constituciones en Bolivia y Ecuador, y la distancia que queda aún por recorrer en Perú para seguir lo esencial de ese horizonte.

Osadía boliviana por un Estado plurinacional.

En su momento de mayor desarrollo de este nuevo horizonte indígena en la política, el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales, aprobó una nueva Constitución política del Estado con la participación directa de líderes indígenas en la Asamblea Constituyente y un bloque de aliados como los de la histórica Central Obrera Boliviana, COB, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, CSUTCB, los pobladores de El Alto, pequeños núcleos desprendidos de las organizaciones políticas de la izquierda[30].

La primera Constitución del Estado Boliviano fue redactada en 1825 por Simón Bolívar y sus amigos en Lima, sin conocer siquiera el suelo de lo que sería la nueva república y sin que ningún indígena fuese invitado a ese acontecimiento. El nuevo estado llamado Bolívar, pronto se convirtió en Bolivia.

Cito a continuación las primeras páginas de la nueva Constitución boliviana aprobada en 2008.

Preámbulo. En tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se formaron lagos. Nuestra Amazonía, nuestro chaco, nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de verdores y flores. Poblamos esta sagrada Madre Tierra con rostros diferentes, y comprendimos desde entonces la pluralidad vigente de todas las cosas y nuestra diversidad como seres y culturas. Así conformamos nuestros pueblos, y jamás comprendimos el racismo hasta que lo sufrimos desde los funestos tiempos de la colonia.

El pueblo boliviano, de composición plural, desde la profundidad de la historia, inspirado en las luchas del pasado, en la sublevación indígena anticolonial, en la independencia, en las luchas populares de liberación, en las marchas indígenas, sociales y sindicales, en las guerras del agua y de octubre, en las luchas por la tierra y territorio, y con la memoria de nuestros mártires, construimos un nuevo Estado.

Un Estado basado en el respeto e igualdad entre todos, con principios de soberana, dignidad, complementariedad, solidaridad, armonía y equidad en la distribución y redistribución del producto social, donde predomine la búsqueda del vivir bien; con respeto a la pluralidad económica, social, jurídica, política y cultural de los habitantes de esta tierra; en convivencia colectiva con acceso al agua, trabajo, educación, salud y vivienda para todos.

Dejamos en el pasado el Estado colonial, republicano y neoliberal.

Asumimos el reto histórico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, que integra y articula los propósitos de avanzar hacia una Bolivia democrática, productiva, portadora e inspiradora de la paz, comprometida con el desarrollo integral y con la libre determinación de los pueblos.

Nosotros, mujeres y hombres, a través de la Asamblea Constituyente y con el poder originario del pueblo, manifestamos nuestro compromiso con la unidad e integridad del país.

Cumpliendo el mandato de nuestros pueblos, con la fortaleza de nuestra Pachamama y gracias a Dios, refundamos Bolivia.

Honor y gloria a los mártires de la gesta constituyente y liberadora, que han hecho posible esta nueva historia.

Primera parte. Bases fundamentales del estado, derechos, deberes y garantías, Título I, bases fundamentales del estado, capítulo primero, modelo de estado

Artículo 1. Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país.

Artículo 2. Dada la existencia precolonial de las naciones y pueblos indígena originario campesinos y su dominio ancestral sobre sus territorios, se garantiza su libre determinación en el marco de la unidad del Estado, que consiste en su derecho a la autonomía, al autogobierno, a su cultura, al reconocimiento de sus instituciones y a la consolidación de sus entidades territoriales, conforme a esta Constitución y la ley.

Artículo 3. La nación boliviana está conformada por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas que en conjunto constituyen el pueblo boliviano.

Artículo 4. El Estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones. El Estado es independiente de la religión.

Artículo 5.                                                                                                                       I. Son idiomas oficiales del Estado el castellano y todos los idiomas de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, que son el aymara, araona, baure, bsiro, canichana, cavineo, cayubaba, chcobo, chimn, ese ejja, guaran, guarasuwe, guarayu, itonama, leco, machajuyai-kallawaya, machineri, maropa, mojeo-trinitario, mojeoignaciano, mor, mosetn, movima, pacawara, puquina, quechua, sirion, tacana, tapiete, toromona, uru-chipaya, weenhayek, yaminawa, yuki, yuracar y zamuco.

II. El Gobierno plurinacional y los gobiernos departamentales deben utilizar al menos dos idiomas oficiales. Uno de ellos debe ser el castellano, y el otro se decidir tomando en cuenta el uso, la conveniencia, las circunstancias, las necesidades y preferencias de la población en su totalidad o del territorio en cuestión. Los demás gobiernos autónomos deben utilizar los idiomas propios de su territorio, y uno de ellos debe ser el castellano.

Además de estos 5 artículos, aquí reproducidos, la Constitución boliviana tiene otros 446, y 10 disposiciones transitorias. No ser fácil que cada una de sus disposiciones se cumpla porque es fuerte aún el peso de la tradición política criolla, aunque la derecha ha sufrido una enorme derrota[31].

Una atenta lectura de los artículos aquí citados y los restantes 446, muestra la enorme diferencia con la constitución boliviana anterior. La visión unicultural de un Estado, una nación, una cultura, una lengua una religión propia de los criollos herederos del virreinato español, ha sido sustituida por el concepto de un Estado plurinacional en el que cada nación, (cultura, pueblo, patria o sangre) tiene una representación directa en el Estado, con voz, voto y capacidad de decisión para defender sus intereses propios y los del país, sin confundirlos como si fueran lo mismo. No me es posible hacer un análisis a fondo de la constitución boliviana, de sus posibilidades y dificultades de aplicación práctica, particularmente de la cuestión territorial indígena.

Me parece pertinente dejar claramente señalado que el debate continúa abierto desde la Asamblea Constituyente hasta ahora, en particular sobre la diferencias entre el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales y la oposición indígena desde la perspectiva de la Nación Kolla (Aimara) defendida por Felipe Quispe y por parte de los intelectuales aimaras, para quienes la división del espacio sigue reproduciendo aún la lógica del virreinato español.

Luchas indígenas y triunfo del caudillismo del presidente Rafael Correa en Ecuador

La constitución ecuatoriana de 2008, se acerca en algo a la de Bolivia.

La aprobó una Asamblea dirigida por el presidente Rafael Correa, un caudillo que con gran astucia supo aprovechar y capitalizar los errores del Movimiento Pachakutk Nuevo País y la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE.

Como en el caso boliviano que acabo de presentar, cito a continuación algunos de los artículos de la nueva constitución ecuatoriana:

Art. 1.- El Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico. Se organiza en forma de república y se gobierna de manera descentralizada. La soberanía radica en el pueblo, cuya voluntad es el fundamento de la autoridad, y se ejerce a través de los órganos del poder público y de las formas de participación directa previstas en la Constitución. Los recursos naturales no renovables del territorio del Estado pertenecen a su patrimonio inalienable, irrenunciable e imprescriptible.

Art. 2.- La bandera, el escudo y el himno nacional, establecidos por la ley, son los símbolos de la patria. El castellano es el idioma oficial del Ecuador; el castellano, el kichwa y el shuar son idiomas oficiales de relación intercultural. Los demás idiomas ancestrales son de uso oficial para los pueblos indígenas en las zonas donde habitan y en los términos que fija la ley. El Estado respetar y estimular su conservación y uso.

Art. 3.- Son deberes primordiales del Estado: 1. Garantizar sin discriminación alguna el efectivo goce de los derechos establecidos en la Constitución y en los instrumentos internacionales, en particular la educación, la salud, la alimentación, la seguridad social y el agua para sus habitantes. 2. Garantizar y defender la soberanía nacional. 3. Fortalecer la unidad nacional en la diversidad. 4. Garantizar la ética laica como sustento del quehacer público y el ordenamiento jurídico. 5. Planificar el desarrollo nacional, erradicar la pobreza, promover el desarrollo sustentable y la redistribución equitativa de los recursos y la riqueza, para acceder al buen vivir. 6. Promover el desarrollo equitativo y solidario de todo el territorio, mediante el fortalecimiento del proceso de autonomías y descentralización. 7. Proteger el patrimonio natural y cultural del país. 8. Garantizar a sus habitantes el derecho a una cultura de paz, a la seguridad integral y a vivir en una sociedad democrática y libre de corrupción.

Art. 4.- El territorio del Ecuador constituye una unidad geográfica e histórica de dimensiones naturales, sociales y culturales, legado de nuestros antepasados y pueblos ancestrales. Este territorio comprende el espacio continental y marítimo, las islas adyacentes, el mar territorial, el Archipiélago de Galápagos, el suelo, la plataforma submarina, el subsuelo y el espacio supra yacente continental, insular y marítimo. Sus límites son los determinados por los tratados vigentes. El territorio del Ecuador es inalienable, irreductible e inviolable. Nadie atentara contra la unidad territorial ni fomentara la secesión. La capital del Ecuador es Quito. El Estado ecuatoriano ejercerá derechos sobre los segmentos correspondientes de la órbita sincrónica geoestacionaria, los espacios marítimos y la Antártida.

Art. 5.- El Ecuador es un territorio de paz. No se permitirá el establecimiento de bases militares extranjeras ni de instalaciones extranjeras con propósitos militares. Se prohíbe ceder bases militares nacionales a fuerzas armadas o de seguridad extranjeras.

Art. 6.- Todas las ecuatorianas y los ecuatorianos son ciudadanos y gozarán de los derechos establecidos en la Constitución. La nacionalidad ecuatoriana es el vínculo jurídico político de las personas con el Estado, sin perjuicio de su pertenencia a alguna de las nacionalidades indígenas que coexisten en el Ecuador plurinacional. La nacionalidad ecuatoriana se obtendrá por nacimiento o por naturalización y no se perderá por el matrimonio o su disolución, ni por la adquisición de otra nacionalidad.

La declaración de Ecuador como un país intercultural plurinacional y laico, está puesta en el papel y en abierta contradicción con la voluntad colonial de gran parte de los funcionarios del Estado de reproducir el viejo orden anterior [32].

Constitución peruana de 1993.

Para que las y los lectores puedan contar con una primera aproximación comparativa con los casos boliviano y ecuatoriano, cito a continuación algunos de los artículos de la constitución peruana de 1993:

Artículo 43.-La República del Perú es democrática, social, independiente y soberana. El Estado es uno e indivisible. Su gobierno es unitario, representativo y descentralizado, y se organiza según el principio de laseparación de poderes.

Artículo 2.- Toda persona tiene derecho:…

19. A su identidad étnica y cultural. El Estado reconoce y protege la pluralidad étnica y cultural de la Nación.

Artículo 48.- Idiomas oficiales

Son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas donde predominen, también lo son el quechua, el aimara y las demás lenguas aborígenes, según la ley.

Artículo 50.- Dentro de un régimen de independencia y autonomía el estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta su colaboración.

El Estado respeta otras confesiones y puede establecer formas de colaboración con ellas.

Artículo 63.- La inversión nacional y la extranjera se sujetan a las mismas condiciones. La producción de bienes y servicios y el comercio exterior son libres. Si otro país o pases adoptan medidas proteccionistas o discriminatorias que perjudiquen el interés nacional, el Estado puede, en defensa de este, adoptar medidas análogas. En todo contrato del Estado y de las personas de derecho público con extranjeros domiciliados consta el sometimiento de estos a las leyes y órganos jurisdiccionales de la República y su renuncia a toda reclamación diplomática. Pueden ser exceptuados de la jurisdicción nacional los contratos de carácter financiero.

El Estado y las demás personas de derecho público pueden someter las controversias derivadas de relación contractual a tribunales constituidos en virtud de tratados en vigor. Pueden también someterlas a arbitraje nacional o internacional, en la forma en que lo disponga la ley.

Art.64. El Estado garantiza la libre tenencia y disposición de moneda extranjera.

Mientras las constituciones boliviana y ecuatoriana sostienen el carácter plurinacional de sus Estados, la Constitución peruana se limita a reconocer la identidad étnica y cultural de las personas y a proteger la pluralidad étnica y cultural de la Nación. Las diferencias profundas son pues, evidentes. De ese modo, el Estado peruano sigue siendo criollo y unicultural como si viviéramos en los primeros 30 años del siglo XIX y los indígenas siguen siendo ciudadanos de última categoría excluidos de toda presencia en la estructura del poder de la sociedad.

En abierto contraste con la Constitución brasileña que garantiza el derecho de su Estado a participar de modo autónomo o en sociedad con la empresa privada y que defiende plenamente su moneda nacional, la constitución peruana no establece diferencia alguna entre los capitales nacionales y extranjeros, limita al Estado a tener un rol insignificante, y permite que su moneda este plenamente sometida al dólar norteamericano. Mientras Petrobras es una poderosa empresa brasileña en el mundo, la constitución peruana favoreció la casi liquidación de Petro Perú, aunque en los primeros 90 días de gobierno del presidente Ollanta Humala se han tomado algunas decisiones para fortalecerla, sin cambiar aún nada de la legislación enteramente favorable las grandes empresas multinacionales.

Frente a la constitución de 1993 las posiciones están claramente encontradas. Todo el fujimorismo y las derechas del país creen que no habría que tocarla para que el crecimiento de la economía continúe sin sobresaltos.

Por razones electorales, en 2006, el candidato Alan García prometió que restaurara la constitución de 1979 y que retirara la firma presidencial del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Ya en el puesto de presidente de la República, olvidó esas promesas y se convirtió en el aliado de privilegio de las grandes empresas multinacionales. Por su parte el candidato Ollanta Humala propuso también el retorno a la constitución de 1979 y al momento de juramentar su cargo como presidente, expresó su adhesión al espíritu de la Constitución de 1979. En la medida en que no cuenta con una mayoría parlamentaria, considera que solo ser posible hacer algunos cambios puntuales en la línea de fortalecer al Estado. La cuestión de un estado plurinacional está por el momento fuera de toda discusión y de todas las agendas de la clase política del país. Sólo aparece en las propuestas de los movimientos políticos indígenas.

El cambio de una constitución sólo es posible cuando un bloque de fuerzas políticas impone su punto de vista ganando las elecciones presidenciales y congresales y obteniendo una mayoría significativa en la Asamblea Constituyente, o gracias a un golpe de Estado como aquel de  Alberto Fujimori y las Fuerzas Armadas, en 1992, que un año después impuso la constitución vigente de 1993, por la fuerza y con un fraude electoral.

En aquella coyuntura, fue decisivo el Consenso de Washington para imponer su punto de vista luego de la caída del Muro de Berlín y el naufragio posterior de las repúblicas socialistas soviéticas y los pases socialistas del Este de Europa.

Reducir al mínimo la presencia del Estado, privatizar las empresas públicas y los fondos de pensiones, acabar con los derechos laborales y extender por el mundo el principio capitalista de calcular las ganancias y pérdidas, fueron algunas de las recomendaciones de aquel Consenso.

De otro lado, las constituciones duran lo que duran los bloques políticos que las imponen. En Perú tiene fuerza aún el bloque de las empresas multinacionales, los inversores nacionales y los diversos grupos de interés de la derecha. Los movimientos indígenas no tienen la suficiente fuerza para comandar una alianza alternativa, el presidente Ollanta Humala, sin un partido político que lo sostenga, trata de gobernar sin alterar las grandes reglas de juego y buscando que el crecimiento de la economía ofrezca una cuota de dinero suficiente para reforzar los programas sociales de ayuda a la pobreza extrema, como ocurre en Brasil.

Si el movimiento político indígena pretende convertirse en un actor político pleno en el país deber asumir el desafío de construir en quince o 20 años un bloque político alternativo, desde abajo, a través de alianzas sólidas entre amazónicos, ribereños, andinos quechuas, andinos aimaras, pueblos descendientes de indígenas en la costa, migrantes andinos y amazónicos, campesinos, obreros, maestros, mujeres, estudiantes, profesionales, intelectuales y los grupos que en los últimos 20 años defienden su derecho a la diferencia como los homosexuales, trabajadoras del sexo y transexuales. El camino para la descolonializar el poder pasa por la descolonialización del saber. En este caso preciso por distinguir lo que son la cultura en singular y las culturas en plural.

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[1] Se trata de un capítulo de mi libro CULTURAS Y TEORIA (título provisional) que será publicado en la segunda mitad del año 2012. Entre tanto, su difusión en diversas redes de Internet, puede ser útil en el debate sobre la política cultural y, particularmente, la razón y sentido de un Ministerio de Cultura, en singular, como si en Perú tuviésemos sólo una.

[2] En la página 30 de este texto se encuentra el listado de 24 reivindicaciones que los movimientos políticos indígenas han propuesto en los últimos treinta años.

[3] En las ciencias sociales norteamericanas de hoy a los antropólogos que tienen un compromiso académico, político y vital de los pueblos indígenas, como sus acompañantes durante y después de los procesos de investigación se les llama activistas.

[4] Cito unas frases de Ginés de Sepúlveda: “Reduciendo, pues, a breve suma la doctrina que has expuesto, cuatro son las causas en que fundase la justicia de la guerra hecha por los españoles a los bárbaros. La primera es que siendo por naturaleza siervos los hombres bárbaros, incultos e inhumanos, se niegan a admitir la dominación de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; dominación que les traerá grandísimas utilidades, siendo además cosas justa, por derecho natural, que la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido, los hijos al padre, lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor, para bien universal de todas las cosas. Este es el orden natural que la ley divina y eterna manda observar siempre. Y tal doctrina la has confirmado no solamente con la autoridad de Aristóteles” (p. 153). “Porque escrito está en el libro de los Proverbios: ‘el que es necio servirá al sabio'” (p. 85). “Los filósofos llaman servidumbre a la torpeza de entendimiento y a las costumbres inhumanas y bárbaras”. (p. 83). “esto dice Aristóteles y con él conviene San Agustín en su carta a Vicencio” (p. 87).Los llamados indios no son ‘humanos’, son ‘bárbaros’, ‘imperfectos’, ‘brutos’, ‘necios’, sólo corporales, sin alma, como los monos, y debe ser justo que se sometan por la fuerza si no lo hacen por su propia voluntad. La “esclavitud natural” defendida por Aristóteles se convierte en la “servidumbre natural” de Ginés de Sepúlveda. “La esclavitud no se basa pues, en esto, sino en una norma del Derecho Natural y de Gentes, a saber: ‘que las personas y los bienes de los que hayan sido vencidos en justa guerra pasan a poder de los vencedores.” (Ginés de Sepúlveda, 1941: 37, 83, 85, 87, 153). Para mayores detalles ver el capítulo 4 de mi libro De la Utopía andina al Socialismo Mágico, (Montoya, 2005).

[5] Alan García sostuvo esta tesis en una entrevista con la periodista Roxana Cuevas, como parte de un discurso a favor de las empresas multinacionales y de mineros informales que contaminan las aguas de los ríos en cuencas importantes en los Andes y pueden destruir los cerros que son lugares sagrados en los ayllus quechuas y aimaras.

[6] En el análisis que el historiador Juan Carlos Estenssoro hace de los 20 cuadros de pintura que el Virrey Amat y Juniet encargó pintar sobre los diversos tipos de mestizos para obsequiarlos al rey Carlos III, presenta el mosaico de 16 variaciones de mestizos: Si desde tiempos coloniales somos biológicamente tan heterogéneos, mestizos, será igualmente mestiza nuestra cultura peruana y Latinoamericana, como una preciosa síntesis de España y de la sociedad Inca. Troncos: Español, Negro, Indio:

I. De Español y Negra redunda //sale// Mulato, De mulato y Española Testerón o terceron; De Testerón y Española Cuarterón; De Cuarterón y española Quinterón; De quinterón y Española Blanco o Español común //testerón, cuarterón, quinterón, tercero, cuarto, quinto, se refiere a las generaciones de los hijos// II. De Negro y Mulato /hijo de negro e india/ Sambo /hijo de negro e indio// De Sambo y Mulata /hija de blanco e india// Sambohijo; De Sambohijo y Mulata Tente en el Ayre //que está en el aire, que se sostiene en el aire//; De Tente en el Ayre y Mulata Salta atrás. III. De Español e India Mestizo Real, De Mestizo e India Cholo; De cholo e India Tente en el Ayre: De Tente en el Ayre e India Salta atrás //un salto hacia atrás, peor//; IV. De indio y Negra Chino; De Chino y Negra Rechino //dos veces chino// o Criollo; De criolla y Negra Torna //vuelta // atrás (Estenssoro, 1999: 81).

[7] Para mayor información sobre el tema del mestizaje como propuesta colonial, ver el capítulo 12 -Critica de la metáfora del mestizaje cultural- en mi libro Porvenir de la Cultura quechua en Perú (Montoya 2011b, 451-482).

[8] Los presidentes de México ante la nación, Vol. IV, citado por Tzvi Medin en: Ideología y praxis política de Lázaro Cárdenas, pp. 175 y 176, citado por Rey de Castro, 2008, 331.

[9] Revolución verde, capítulo del libro De la utopía andina al socialismo mágico, (Montoya, 2005)

[10] Para una visión detallada de este tema ver el libro Las artes Virreinales de José Antonio del Busto, (2011a), particularmente el capítulo VIII, pp. 100-138

[11] Este punto está tratado en la última de este capítulo.

[12] Sobre el número de lenguas en Per ver el capítulo 11 de mi libro Porvenir de la cultura quechua en Perú (Montoya, 2011b: 421-450). También el libro Multilingüismo en el Perú, de Ins Pozzi Scot (1988)

[13] Este listado es provisional. Espero volver sobre el tema en un próximo trabajo, sin fecha definida aún. Si se incluyen los casos de los colegios de habla inglesa, francesa y alemana, la cifra podría ser mayor. El tema es muy complejo y no ha recibido hasta hoy ninguna atención tanto en la antropología como en las ciencias sociales en general.

[14]

José María Arguedas, narrador y personaje principal de la novela Los Ríos profundos dice de sí mismo: Yo soy lucana, El Qarwarasu es el Apu, el Dios regional de mi aldea nativa. Se refiere a San Juan de Lucanas. Su identidad andino indígena está claramente establecida, así como su creencia en los Apus. Al final de su libro Puquio una cultura en proceso de cambio escribió: Inkari vuelve, y no podemos menos que sentir temor ante su posible impotencia para ensamblar individualismos quizá irremediablemente desarrollados. Salvo que detenga al sol, amarrándolo de nuevo, con cinchos de hierro, cobre la cima del Osqonta, y modifique a los hombres; que todo es posible tratándose de una criatura tan sabia y resistente (Arguedas, 1964: 272), Montoya, 2011 b Prólogo Del libro Yachaq willakuy o la novela encantada, de Moisés Córdova Márquez, Editorial Horizonte, Lima, 2011, en prensa).

[15] La Gladys es un personaje urbano en la telenovela Al fondo hay sitio, que es un éxito en Lima y Perú, con su dejo característico de hablar el castellano amazónico. Los nativos indígenas y los migrantes tardaran algo en aparecer. La gastronomía amazónica ya es conocida y apreciada. En la última feria gastronómica de Mistura (setiembre 2011) la variedad y riqueza de frutas, en gran parte desconocida en Lima y en el resto del país, fue la gran novedad.

[16] Sobre este punto ofrezco dos pequeños ejemplos puntuales. La entrega de pasaportes con la visa para ir a Estados Unidos, es asumida por la empresa norteamericana DHL En vez de ir al Consulado, a buscar sus pasaportes como antes, los interesados deben ir a las agencias de esa empresa en la ciudad y pagar por esos servicios. Si un profesor universitario latinoamericano recibe una invitación para ir a Estados Unidos y paga su pasaje de ida y vuelta, con cargo a que le reembolsen ese gasto, los pasajes deben ser comprados sólo en empresas norteamericanas de aviación.

[17] Como gran parte de la clase política peruana, los autores Tulchin y Fonseca, han no incorporan en su análisis a la Amazona.

[18] IIRSA es la sigla de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana, propuesta por el ex presidente brasileño Fernando Enrique Cardoso y adoptada por los residentes sudamericanos en 2002

[19] Miguel Palacin, uno de los fundadores de la Confederación Nacional de Comunidades

 Campesinas Afectadas por la Minera, CONACAMI, y Presidente de La Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas, CAOI, escribe: Hasta finales de los 70 y 80, (los indígenas) éramos el ejemplo porque adornábamos los espacios para turistas y no participábamos en la vida política de nuestros países porque solo hacíamos folklor. Pero después de 500 años pasamos de la resistencia a la propuesta y a la acción (Palacin, 2010, prólogo).

[20] Sobre el tema de los indígenas como nuevos actores políticos en América Latina ver el libro José Bengoa La emergencia indígena en América Latina (2,009), el libro de Nancy Grey Postero, Now We Are Citizens, (2007) y el libro Voces de la Tierra: reflexiones sobre movimientos políticos indígenas en Bolivia, Ecuador, México y Perú, que publique junto con mis alumnos del Seminario Culturas y Poder en el doctorado de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, (Montoya et al, 2008). Sobre los sucesos de Bagua, ver mis textos Con los rostros pintados, (Montoya 2009b), y Puentes para unir los fragmentos del Perú, (Montoya 2011b).

[21] El apoyo del pueblo quechua de Huancan a la rebelión aimara podría ser el anuncio de una próxima aparición de un movimiento político que de un modo u otro reivindique a una nación quechua.

La manera en que abre espacios de participación indígena y al mismo tiempo genera límites que abortan sus aspiraciones más transformadoras, La esencia de ese proyecto cultural se capta en la categoría que Rosamel Millamn y yo hemos definido con la frase el indio Permitido. El indio permitido es una categoría sociopolítica, no se refiere a una persona en particular. Retomamos la frase de la socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui, quien durante un taller sobre derechos culturales y democratización en América Latina, la emitió en un momento de frustración y desesperación. Tenemos que encontrar, dijo Rivera, un método para describir cómo los gobiernos utilizan los derechos culturales para dividir y neutralizar a los movimientos indígenas (Hale, 2004: 4).

[22]

[23] Otro importante trabajo de Breton es el libro Estado, etnicidad y movimientos sociales en América Latina, editado junto con Fernando García (Breton y García 2003).

[24] En su polémica con el ministro francés Jacques Lang sobre la necesidad o no de la protección del cine nacional frente a la voracidad de los distribuidores del cine norteamericano, Vargas Llosa criticó duramente la excepción cultural.

[25] Por más buena voluntad que tengan, los ministros de cultura, no podrán llevar la ópera, la zarzuela, los conciertos de música clásica, y el ballet a todo el país para los 30 millones de peruanas y peruanos.

[26] Son pertinentes aquí algunas referencias breves a la historia de los teatros en Lima, construidos para deleite en primer lugar de las clases altas de la Lima virreinal con representaciones para difundir la fe católica. En 1615 se construyó el primer Corral de Comedias, en un terreno de los Dominicos en el centro de Lima ocupado por malandrines y gentes de mal vivir a orillas del río Rímac en la zona de Polvos Azules, destruido por el terremoto de 1746. El actual teatro Segura fue construido después de la independencia con el nombre de Teatro Municipal, destruido por un incendio durante la ocupación chilena, en 1883. Reconstruido, cambió de nombre en 1929 para llamarse coma ahora Teatro Manuel Ascencio Segura. Un nuevo teatro fue construido e inaugurado en 1920, se llamaba Teatro Forero en honor de su constructor Manuel Mara Forero. Al comprarlo, en 1929, la Municipalidad de Lima le cambió de nombre y desde entonces es el Teatro Municipal de Lima, que en 1998 fue consumido por un incendio, reconstruido y reinaugurado en 2010. Han desfilado por estos teatros, compañías españolas y europeas de óperas, zarzuelas, ballet y música de cámara.

[27] Empieza a usarse ya en Lima la palabra socialite, que en España de hoy equivale en parte a de lo que antes se llamaba Alta sociedad, que a mediados del sigls pasado el periodista Guido Monteverde describía en su columna del diario última Hora, Antipasto gag.

[28] Puedo contar aquí dos breves historias que tienen que ver con José María Arguedas y el teatro Municipal. Me contó el amauta Arguedas que en los años 30, asistió al teatro Municipal a ver una velada de Música y danzas del Perú. Como se trataba de música y danzas de Cusco y Ayacucho, presentadas por el músico ayacuchano Moisés Vivanco, gran parte del público abandonó la sala. Al final, solo quedaron ocho personas. Arguedas felicitó al músico y le oyó decir, un día volveré a este teatro y lo llenare cobrando en dólares. Veinte años después, llene el teatro con Irma Smacc, mujer de extraordinaria voz, luego de haber triunfado en Estados Unidos y Europa. Descubrió a esta joven cantante, se casó con ella e inventó el llamado canto de coloratura diciendo que así cantaban las musas del Imperio Incaico. Fue una mentira feliz para sus fines estrictamente comerciales. La segunda ocurrió en el mismo teatro, el 29 de julio de 1964, cuando por encargo del ministro de Educación Francisco Miró Quesada Cantuarias, Arguedas recibió como director de la Casa de la Cultura el encargo de presentar una muestra de canto y baile andino y costeño calurosamente aplaudida por los asistentes que llenaron el teatro.

[29] Sobre el tema, ver también mis artículos: Con los rostros pintados: tercera rebelión amazónica en Perú (agosto 2008-junio2009), Lima 2009, en redes de internet, Puentes para unir los fragmentos del Perú, Segunda gran oportunidad política peruana en peligro, en diversas redes de Internet, y Potencialidad de los movimientos políticos indígenas para descolonializar América Latina (en Quijano, 2011, en prensa).

[30] Desde los últimos 30 años del siglo XX, un denominador común para gran parte de las organizaciones políticas bolivianas ha sido el katarismo, como espíritu político nuevo inspirado en la figura de Tupac Katari, el líder aimara boliviano de la revolución nacional de Tupac Amaru

[31] La aprobación de esta Constitución por cerca de dos tercios del electorado y la reelección de Evo Morales con un parecido porcentaje de votos dan cuenta de un proceso democrático de primera importancia en América del Sur.

[32] En otro texto, refiriéndome al tema el Estado plurinacional en Ecuador, escribí: Mientras oía la excelente exposición de Katy Walsh sobre Ecuador, pensaba en Atahualpa Yupanqui, un argentino maravilloso que escribió y cantó el verso Unos trabajan de trueno y es para otros la llovida. La lluvia es vida, comida, sostén del mundo. Unos trabajan para que esa vida sea posible, y otros son los beneficiarios. Les ruego colocar en el casillero de los que trabajan de trueno al movimiento político indígena ecuatoriano y en el casillero de la apropiación de la llovida, sin merecerla, al actual presidente Rafael Correa. Hay en Ecuador de hoy un drama: lo correcto, lo adecuado y justo habría sido que ese movimiento indígena estuviera en el gobierno para promulgar una nueva Constitución creando el Estado plurinacional. El trueno de trabajo para imaginar un estado plurinacional termina beneficiando al presidente Correa que tuvo y tiene la astucia necesaria para apropiarse del sueño del Estado plurinacional, servirse de él y quitarle su sentido y esencia para adaptarlo a la vieja colonialidad del poder y a sus necesidades de nuevo caudillo. A pesar de todo eso, la CONAIE y el movimiento político indígena ecuatoriano siguen firmes en su convicción de la necesidad de un Estado plurinacional con su espíritu original. Han perdido una batalla pero su lucha continúa y esperemos que tengan la capacidad necesaria para volver sobre sus propios pasos. Cuando hable de la soledad indígena y el problema de sus alianzas, retomar este punto, (Montoya, 2011d).

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Narrativa salvadoreña contemporánea Ferman Cienfuegos

A finales de 1994, poco antes de morir, en una conversación en París Roberto Armijo me decía que se puede incursionar en la narrativa, si existe algo que contar, y si existe el narrador que lo pueda contar. Él había escrito un ensayo literario en la década de los sesenta sobre los pioneros del modernismo, Rubén Darío y Francisco Gavidia, y sobre la influencia francesa de finales del siglo XIX.

Podría creerse que siendo la lengua hispánica, con sus modismos locales, la cuna del modernismo universal, esta tendencia tendría un arranque espectacular, pero su desarrollo narrativo no tuvo lugar y nunca circuló en los mercados de la lengua española. No se dio la disciplina del escribidor ni la transmisión generacional de arte y técnica que permitieran las naturales rupturas de estilo, generándose una atrofia que se reedita por falta de identidad nacional y que repercute en la creatividad individual.

Afortunadamente, con motivo de los Acuerdos de Paz en Chapultepec, en 1992, se abrió una pequeña ventana para que entrara ese aire de bosque; un espacio para la libertad de expresión que motivara a escribir y desenterrara la memoria.

Han sido cien años de tiempo corrido, pero mucho menos tiempo efectivo para crear con libertad. ¿Qué se puede contar, si no hay historia escrita?

Los precursores de principios de siglo

La obra de la generación 1920-1930 da la pauta con las novelas Los trenes, de Francisco Espino, y La vida en el cine, de Alberto Masferrer. Este multifacético autor fue también reformador social, estadista, teósofo y periodista. Destaca José María Peralta, otro narrador de realismo irónico y humorístico conocido como T.P. Mechin, que además fue estadista. Quizá el más renombrado sea Salarrue, cuentista y reportero que incursionó en la novela surrealista con Íngrimo, y que fue promotor de la búsqueda que superó el costumbrismo de Arturo Ambrogi, artista del detallismo en la vida de las haciendas y de los artesanos. Ellos son los pioneros que encendieron las primeras chispas del fuego que debería arder en la tradición narrativa, pero no es así para las nuevas generaciones. Es tal el estancamiento que no se aprovechan las obras de estas décadas; Alberto Masferrer es considerado por la aristocracia como comunista y los comunistas lo tienen por un oligarca cafetalero. Al desdeñar el arte y la técnica acumulados, se desconoce esa herencia literaria. Sólo a cuentagotas se coloca a la narrativa en condiciones de acabar con esa tardanza en la difusión de las obras creadas, en buena parte por la intervención del Estado, a través del poder político, aristocrático y colonial de los cafetaleros, con apenas un barniz cultural.

Es interesante señalar que el ocultamiento de la historia nacional, en este momento de la vida cultural, anula también las vivencias del estallido social de México en 1910. No surge la novela histórica. Se desconocen los continuos vaivenes provocados por los estallidos sociales del país, y sólo hay obras aisladas de realismo irónico, de costumbrismo de haciendas, y otras que relatan la vida provincial. La novela surrealista tiene un sólo autor: Salarrue. Este ocultamiento de la historia es consecuencia de la voluntad de la aristocracia colonial –-conservadores y liberales-–, cuyo pacto cafetalero del siglo xix impidió que se escribieran las biografías que habrían sido necesarias para hacer novela histórica basada en el palpitar cotidiano de la vida real, los hechos y las obras. Tampoco se divulgan las pocas obras impresas, que son más conocidas por las reimpresiones hechas en los cincuenta y sobre todo en los sesenta. El ocultamiento de la historia de las personalidades y de la realidad de los hechos cercena los espacios creativos debido al escaso conocimiento que de ellos tiene el narrador. ¿Qué se puede contar, si no hay historia escrita? ¿Cuál es el punto de arranque inicial? Se reducen las posibilidades de testimoniar las realidades biográficas, los conflictos del hombre de cada época. A lo largo del siglo impera el conservadurismo cultural del Estado cafetalero, que sólo ve lo que es afrancesado. Contradictoriamente con el lugar de nacimiento del modernismo, el hecho es que la aristocracia colonial en el poder convierte todo lo que parezca francés en algo snob. Un ejemplo es cómo se niega la herencia colonial, instaurándose una mentalidad de aristocracia poco cultivada en el arte y las ciencias, sólo preocupada por “quedar bien”.

El corte cultural en la dictadura militar en Centroamérica

La dictadura militar que se mantuvo de 1932 a 1992 no permitió, durante varias décadas, el ejercicio libre del periodismo creador-cultural: el reportaje, el cuento corto, la narración ingeniosa, que son premisas para el despegue narrativo en tanto ejercicios de estilo, de difusión, de búsqueda de hechos cotidianos de la sociedad. Los pocos periódicos y revistas locales no pudieron estimular el contacto con los lectores en forma masiva. La reducción a cero de la libertad creativa por el terror que provocaba la dictadura del Estado conservador, así como el repliegue del pensamiento liberal, dieron paso a la aparición de autores y publicaciones aislados, sin lectores identificables, lo cual, a su vez, impidió formar una escuela que produjera autores narrativos que se ejercitaran hasta llegar a la novela experimental.

Entre 1932 y 1944 se consolida el estancamiento de los narradores. El arranque modernista se frustra y anula. No hay libertad de prensa, de creación ni de difusión. Alberto Masferrer se va al exilio hondureño en 1931 y muere en 1932. Salarrue es neutralizado. El resto pasa al olvido.

En los años cuarenta surgen Hugo Lindo, que sería el continuador más profesional con Justicia señor Presidente, y José Rodríguez Ruiz padre, con su novela costumbrista rural de la vida de los peones: Jaragua.

La pregunta es: ¿dónde están las plumas que den testimonio de las expresiones de tradición oral? No hay continuidad, pues se paraliza la búsqueda técnica y creativa necesarias para encontrar la identidad propia, que se inicia con el cuentista-novelista-lector. Sólo se ven, como si fueran las dos bocas de un túnel, las dos cabezas de la serpiente emplumada: entra el narrador por un lado y sale por la otra cabeza. Lo que ocurre es que se entra, pero se pierde la creación en el túnel. Al escudriñar el poderoso misterio de la interioridad y las divinidades humanas, se atemoriza la identidad del autor. Hay parálisis cerebral nacional. El pensamiento se concentra en cómo sacudirse la dictadura. Se prohíbe leer, se prohíbe pensar, se prohíbe hablar de historia, escribir sobre ella. Generacionalmente se pierde el hilo de la memoria. Quedamos desmemoriados. Todo es in memoriam. Así llegan las generaciones sucesivas de los sesenta, setenta y ochenta, sin novela histórica, sin un periodismo que haga la crónica de lo cotidiano.

El dilema social que se presenta a los intelectuales es doble: derrocar la dictadura militar o convivir con ella, reducidas al mínimo la creatividad y la libertad individual, bajo el imperio de una cultura oficial que subordina al poder militar a los escritores, todo para hacer creíble al régimen. Surge entonces una generación rebelde sin obras, que debe definir sus opciones culturales eligiendo entre la tranquilidad social para crear, la lucha de clases, la indiferencia o la mediocre semblanza del silencio. La universidad se limita a preparar antropólogos, arqueólogos, economistas, sociólogos, psicólogos. La propia universidad margina de sus aulas a la historia, prohibida tanto por la izquierda como por la derecha cultural, que coinciden en tenerle miedo a conocer su propia identidad e historia.

Así se deja tranquila a la aristocracia colonial, que se convierte en una burguesía agraria industrial con síntomas nacionalistas, una especie de Pulgarcito lleno de complejos de grandeza. La Universidad de El Salvador, el único núcleo social con capacidad de pensar, queda dentro del marco de las restricciones y bloqueos de la lucha de clases, que no quiere buscar la identidad nacional y evita la investigación histórica.

Lo interesante de la década que va de 1950 a 1960 es que un segmento del Estado, expresado en el Ministerio de Educación y en la universidad, promueve el redescubrimiento de autores como Alberto Masferrer, Salarrue, Hugo Lindo y Rodríguez Ruiz. Se levanta la censura parcial y, después de veinticinco años de silencio, se abre una ventana cultural. Pero el Estado, con los militares a la cabeza, tiene su lista de autores prohibidos y perseguidos, a semejanza de lo hiciera la Iglesia inquisidora moderna de Pío XXII. Los únicos oasis para los narradores son esos dos nichos de publicaciones y lecturas; el resto de la sociedad se cierra, incluyendo los principales periódicos.

La generación de los sesenta

Los narradores de la década de los sesenta pierden espacios al dedicarse a las reformas sociales, a la lucha política contra la dictadura y no a producir obras literarias, estudiar e investigar para producir.

Roberto Armijo es el escritor visionario que desde la Librería Universitaria difunde los clásicos griegos y otras obras que conectan con la cultura universal y con el mercado de libros. Se tiene acceso a William Faulkner, John Steinbeck, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, José Emilio Pacheco, José Revueltas… La influencia mexicana, muy decisiva debido a su cercanía, suma todo su peso cultural.

Miguel Ángel Asturias entra en el corazón pipil, pero su cultura, la maya, no es la de los escritores salvadoreños, ajenos a esa versión civilizadora. André Malraux llega tardíamente con su planteamiento de la “condición humana”, cuestionado desde la izquierda política, fuerza ésta que influye en la intelectualidad. En los sesenta estaba de moda pensar que ser intelectual significaba ser de izquierda. A Lezama Lima se le ve como a una joya barroca genial, pero hasta ahí. Se lee a Guimaraes, autor de Sertein de veredas, como se tiene acceso al dublinés James Joyce. Tales deleites hicieron de ésta una generación privilegiada.

Pero viene la guerra civil y el espíritu creador es utilizado para guerrear. La denuncia es más importante en el periodismo. Llegan el martirologio y la flagelación; se lee al novelista griego Kazantzakis.

Un segmento de la intelectualidad universitaria se va a la guerra civil, que divide a los narradores entre dos bandos: o estás conmigo o estás contra mí. Otros se van al exilio. Otros más, con sus amenazas, provocan el peligro de las decapitaciones que surgen de la guerra civil por parte de los dos bandos que, temiéndose mutuamente, odiándose, acaban con su propia identidad. Como toda guerra civil, ésta cercena, hiere, fanatiza y hace entrar en estados demenciales.

Decae la narrativa en la guerra civil 1971-1991

Una vez terminada la guerra civil, que va de 1971 a 1991, en 1992 y gracias a los Acuerdos de Paz de Chapultepec, se abre un espacio a la narrativa.

Con apertura democrática se podía pensar y crear, pero seguía cargándose con la atrofia narrativa heredada, que pesaba en la técnica y en el estilo propio de los autores. Un dato interesante, nada casual, es que emergen los historiadores, revelando escenas olvidadas, censuradas, que colaboran en la búsqueda de la identidad de nación, de pueblo, y también en la construcción de la identidad del autor, pero los escritores no muestran interés en este acontecimiento.

Pese a que no se llevan a la escritura, ya están acumulados en la memoria de la tradición oral los testimonios de lo que fue la vida en la guerra civil. No hay testimonios escritos de la guerra; son contados los libros sobre la guerra civil, a pesar de que implican veinte años de historia. ¿Qué queremos ocultar? ¿Que somos violentos y amorosos? ¿Que somos fanáticos y creyentes?

La narrativa se desarrolla al margen de nuestra propia historia olvidada, prohibida, censurada por los poderes demenciales del pasado. Eso le quita pasión, conflicto, locura.

Son ocho años, de 1992 a 2000, de vivir la efervescencia política de la posguerra, un trecho psicológico y social postraumático, en el marco de una libertad individual desconocida para un pueblo educado en el terror y en la censura, que desconoce tanto su propia historia como la de su alrededor.

En este contexto surgen los jóvenes autores, que quieren crear personajes, quieren moverse en la narrativa y tienen la misma dificultad del ciclo de la vida del narrador. ¿Qué contar? ¿Desde dónde? ¿Hablo del fondo de mi ser? ¿De mis historias personales?

Lo que nadie ve es que los protagonistas de los últimos treinta años siguen siendo anónimos. Esa memoria puede morir en un cementerio cultural, sin lápida, sin citas, sin ceremonias, de nuevo sin una crónica que plasme su testimonio. Corremos el riesgo de llegar tarde al entierro de nuestra propia memoria.

La pregunta es: ¿cómo entender a Alfonso Reyes, Carlos Fuentes, Revueltas, José Agustín, Vicente Leñero, sin antes haber pasado por las veredas de la novela histórica de la Revolución Mexicana? Al menos, se trata de ya no pensar que “tal parece ser que se dio una revolución en México”. Se trata de ya no hablar de Nicaragua sin comentar el alzamiento de Sandino, sin mencionar a Rubén Darío. Se trata de no suponer que lejanamente ocurrió algo así como una invasión de marines y que es posible que un tal Somoza en sus haciendas sea el personaje de algún cuento… De saber que hay una foto de Sandino con Farabundo Martí en Veracruz.

No puede negarse que la guerra civil de 1971 a 1991 hace decaer la narrativa por la censura de las partes en conflicto: la guerrilla por un lado, y por el otro los escuadrones y el Estado terrorista. Esto bloquea y aletarga la creatividad social. Es lógico que, al resurgir, los nuevos escritores se encuentren con que el país necesita ser reconstruido económicamente. El país no se reconcilia por culpa del incumplimiento del Acuerdo de paz, que hubiese ayudado mucho a la producción cultural de posguerra. Sigue el miedo, porque los medios de comunicación impresos no fomentan la crónica ni el cuento, marginan al narrador, el cronista aparece muy poco, el novelista joven es ignorado, el cuentista joven desconocido; todos ellos leen sus obras entre amigos. Todavía hay miedo a la censura, sólo se ha superado el terror.

Referencias para una lectura de la narrativa contemporánea

La novela experimental tiene diversas expresiones. Desde 1992 y hasta la fecha, se han hecho más artículos de periodismo político y económico que reportajes, pero surgen nuevos creadores literarios, anónimos, de los años setenta y ochenta. Son autores entre los treinta y los cuarenta años de edad. A ellos les falta lograr su acceso a la relación narrador-editor-mercado-lector, que es el nudo de la difusión de obras, para llegar a los riesgosos, caprichosos mercados editoriales, a los libreros y, finalmente, a los lectores.

Ya que mi propósito no es hacer una antología que incluya a unos y excluya a otros, o clasificar a los narradores como quien ve fotografías de izquierda a derecha, en una lectura apocalíptica, para efectos de una mejor ubicación he seleccionado a cuatro narradores que marcan pautas: Horacio Moya, de 1960, Manlio Argueta, de 1937, David Escobar Galindo, de 1942, y Carlos Castro, de 1950.

Manlio Argueta

Excepcional en el medio por su constante disciplina. Narrador de largo aliento, en su haber cuenta con cinco novelas, entre las cuales destaca Caperucita Roja. Argueta es un escritor dueño de una arquitectura personal reposada por la ironía de doble filo y la nostalgia propia del ser salvadoreño. Su obra se remonta a los temas del exilio, los encarcelamientos de los sesenta, las persecuciones políticas de la dictadura, y el retrato de una generación sufrida e indómita. También retoma su infancia y el recuerdo de San Miguel, su ciudad natal. La obra de Argueta tiene que ver con lo que yo llamo, en latín criollo, la búsqueda del homo salvatoriense globalorum.

David Escobar Galindo

Escobar Galindo es un experto en explorar, en narraciones cortas, las intimidades psicológicas cotidianas. Escribe cada semana “Un cuento sin historia”, desde hace una década, un ejercicio profesional inédito que provoca mucha envidia en el medio provincial y colonial de nuestra patria.

Su primera novela, de la década de los setenta, intenta tipificar la psicología de los personajes que lideraron el movimiento guerrillero, como Lil Milagro Ramírez. Acostumbra manejar temas que conmueven y desgarran la vida social, y posee gran agudeza para reflejar en sus cuentos distintas personalidades y para crear situaciones que constituyen un realismo novelado. Actualmente elabora su segunda novela, en la que une a personajes históricos de distintas épocas, que se reconcilian después de las conmociones nacionales y que dialogan entre sí, acerca del ser y del no ser salvadoreño.

Carlos Castro

Aparece en 1997 con la novela sorpresa Los desvaríos del general, que por primera vez aborda la recreación de un personaje histórico muy importante para Centroamérica: el capitán general Gerardo Barrios, promotor del cultivo del café en el siglo xix. Liberal de convicción y estadista, Barrios fue también abanderado de la lucha contra los filibusteros y paladín de la guerra de la Unión Centroamericana, junto con francisco Morazán.

Por su afición a estudiar la historia nacional, Carlos Castro elige para su nueva novela a Filisola, un general que fue fusilado en un pueblito pintoresco al lado de un rincón de la frontera con Honduras. Introduce así la novela histórica, recreando personajes. Su obra es un salto cualitativo en la narrativa salvadoreña, y representa un giro para la novela local.

Horacio Moya

Con sus novelas El asco y El gran masturbador, Horacio Moya incursiona en la crítica de la no-identidad, toca cuerdas sensibles de un nacionalismo trasnochado, y cuestiona la psicología de la autodestrucción cultural. A veces el lector cree que se trata de golpes bajos a la patria y a la moral, pero más bien son desmitificaciones de un enfant terrible que exige a sus lectores quitarse la máscara. Ataca los valores provinciales e hipócritas de una cultura aristócrata colonial encantada con el aburguesamiento de las capas medias, sus cortesanos y cortesanas. Plantea desafíos urgentes en la narrativa para entrar en la condición humana y aborda también las decepciones de los revolucionarios. Edita en España su último libro.

Epílogo

Estos autores toman como punto de partida las raíces primitivas y excelsas de sus personajes, y los ubican en situaciones que les permiten a ellos, como creadores, ambientarse en la nueva historia del país. Esto les da la pauta para aprehender al Ser y al No-ser del centroamericano, un ente humano fragmentario, obseso, emigrante, escuálido, rebelde, amoroso, improvisador, sin tiempo para los contratiempos, con su doble sentido del humor, de la burla y a la vez con el respeto por sí mismo.   La Jornada cultural 2000

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“El FMLN temió un golpe de Estado”

Roberto Lorenzana, secretario de Comunicaciones de la Presidencia, dijo que su partido había temido “la actitud de la Fuerza Armada” para explicar su inacción a favor de las víctimas y ante el homenaje a violadores de derechos humanos que persiste en el Ejército. En el cierre del Foro Centroamericano de Periodismo, Lorenzana acusó falta de “audacia” y “valentía” para reformar la ley del aborto y dijo que confiaba más en la recuperación de la izquierda que en la recuperación del FMLN. Nelson Rauda Zablah

Martes, 21 de Mayo de 2019

El Gobierno admite que existió un “juego de poder” protagonizado por la Fuerza Armada que hizo temer a Casa Presidencial de un golpe de Estado si se insistía en temas que para los mandos militares son puntos de honor, como la revisión de los símbolos de la historia militar o la prohibición de homenajes a excomandantes señalados como violadores de derechos humanos durante la guerra civil (1980-1992).

El sábado 18 de mayo, a 13 días para que el FMLN culmine una década en el Gobierno, el secretario de comunicaciones de la Presidencia, Roberto Lorenzana, admitió que el FMLN temió la actitud de la Fuerza Armada; y atribuyó la falta de beligerancia del poder civil y político para favorecer a las víctimas de la guerra, exigiendo al Ejército que deje de honrar la memoria de sus comandantes más señalados, se debió a una falta de valentía.

Las declaraciones de Lorenzana sirvieron de colofón para la clausura de la novena edición del Foro Centroamericano de Periodismo, que desde el 13 de mayo, en San Salvador, convocó a a destacados representantes del periodismo en Iberoamérica y Estados Unidos para debatir sobre desigualdades, cultura, migración y las crisis políticas y humanas que afectan a la región centroamericana. La charla tuvo como contexto, además, la revelación de una alianza entre Arena y el FMLN para promover una ley de amnistía que busca perdonar a criminales de guerra e invalidar el informe de la Comisión de la Verdad.

Según Lorenzana, a los gobiernos del FMLN, que han sido cuestionados por su falta de acción para ordenar al Ejército a abrir sus archivos de la guerra -o por abandonar a las víctimas- les ha faltado valentía. Según Lorenzana, han temido una reacción de la Fuerza Armada, según dijo a una asistente del ForoCap que le preguntó si sería posible que el presidente Salvador Sánchez Cerén ordene, en sus últimos días de gobierno, el cambio de nombre de la Tercera Brigada de Infantería de San Miguel. Desde los ochenta, ese destacamento lleva el nombre del “Teniente coronel Domingo Monterrosa”, el comandante señalado como responsable de la masacre de El Mozote, donde murieron 988 civiles, más de la mitad menores de edad. 

“Es una decisión que no se ha tomado”, dijo Lorenzana. “A la base de eso ha estado el tema del juego del poder por el tema de la actitud de la Fuerza Armada. Pudo haber habido un sustrato de temor, falta de valentía en no tomar la decisión”, agregó. Una vez terminado el conversatorio, El Faro repreguntó a qué se refería Lorenzana cuando hablaba de ese temor. 

—¿Miedo a qué, secretario?— preguntó este periódico.
—A una ruptura con la Fuerza Armada— replicó.
—¿A un golpe de Estado?— insistió El Faro.
—Sí— contestó.

Oficiales salvadoreños saludan al presidente Salvador Sánchez Cerén y al ministro de Defensa, David Munguía Payés, durante la ceremonia en la que Sánchez Cerén, un excomandante de la guerrilla, asumió la comandancia general de las fuerzas armadas salvadoreñas.  5 de junio de 2014. AFP PHOTO/ José Cabezas
Oficiales salvadoreños saludan al presidente Salvador Sánchez Cerén y al ministro de Defensa, David Munguía Payés, durante la ceremonia en la que Sánchez Cerén, un excomandante de la guerrilla, asumió la comandancia general de las fuerzas armadas salvadoreñas.  5 de junio de 2014. AFP PHOTO/ José Cabezas

¿Un general a temer?

El general David Munguía Payés, ministro de Defensa durante buena parte de los gobiernos del FMLN, dijo a El Faro que no comentaría las declaraciones de Lorenzana. En el cargo desde 2009, Munguía Payés tuvo un hiato como ministro de Seguridad hasta que fue destituido porque la Sala de lo Constitucional consideró que un militar no puede dirigir esa cartera. En julio de 2013, volvió a la jefatura militar y ha convertido en uno de los funcionarios con más poder en los 10 años de Gobierno del FMLN.

En el quinquenio 2009-2014, la cercanía con Funes le permitió obtener de manera irregular dos ascensos en un año (de coronel a general de brigada y luego a general de división). Luego, a partir de 2010 y de una proclama antipandillas del Gobierno de Funes, logró que el Ejecutivo promoviera un decreto transitorio (que se ha vuelto perenne a base de ratificaciones) para que el Ejército saliera a cumplir labores de seguridad pública en las calles en compañía de la Policía. Para 2017, el gobierno había triplicado la cantidad de militares que Funes destinó a tareas de seguridad en 2009.

Su relación con los dos gobiernos del FMLN, sin embargo, también ha sido conveniente a la Casa Presidencial. Es hasta ahora que un alto funcionario del Gobierno, y del partido, señala una actitud que ya había sido cuestionada por organismos de derechos humanos: la desobediencia al poder civil o una actitud poco democrática viniendo del Ministerio de Defensa, una institución que está obligada por Constitución a ser apolítica y obediente al poder civil. Su último exabrupto ocurrió para las pasadas elecciones presidenciales, cuando advirtió en una entrevista televisiva que los militares estarían “vigilantes” si el Tribunal Supremo Electoral dejaba fuera a algún candidato en la contienda.

Pero Munguía Payés ha ido más allá, y ha dado muestras, en una década, de irrespeto a la autoridad civil, como cuando negó acceso a instalaciones militares a fiscales que investigaban tráfico de armas, en febrero de 2014. En 2013, cuando rindió su informe a la Asamblea, Munguía Payés desplegó un amplio operativo de seguridad con tropas y vehículos que llegaron hasta las inmediaciones del palacio legislativo; e incluyó el sobrevuelo de un helicóptero artillado, en medio de una confrontación pública con el entonces fiscal general, Luis Martínez. El general también ha sido demandado en procesos ante el Instituto de Acceso a la Información Pública por su falta de colaboración con investigaciones de casos de la guerra e, incluso, por no revelar los nombres de los oficiales del Estado Mayor que lo han acuerpado en conferencias de prensa, al estilo de los ochenta, cuando el Alto Mando salía a dar partes de guerra.

En enero de 2012, Funes ordenó al Ejército que deje de honrar a los militares señalados por crímenes de guerra, y la respuesta de los militares fue el desacato. Montaron una comisión para interpretar la orden presidencial y concluyeron que el Ejército podía seguirle rindiendo culto a militares como Domingo Monterrosa. Aunque en ese período Munguía Payés estaba fuera del Ministerio de la Defensa, a su arribo respaldó las decisiones tomadas por su antecesor. 

Viniendo de donde viene, las palabras del secretario de comunicaciones no son poca cosa. El puesto que ocupa hasta este mes es quizá el menos importante que ha tenido en su historia del FMLN. Fue diputado 15 años pero no en periodos consecutivos: entre 1994 y 2003, primero, y luego entre 2009 y 2015. Fue gerente de la campaña política que llevó a Mauricio Funes al poder, y secretario técnico del presidente Salvador Sánchez Cerén hasta el colapso electoral de 2018. Fue miembro del partido Comunista y es fundador del FMLN. Aunque quizá su puesto de mayor influencia lo logró sin un nombramiento público, como integrante del colectivo, el “grupo de seis dirigentes históricos guiado por Sánchez Cerén, que ha definido las apuestas del Gobierno y la estrategia política del partido”.

Lorenzana, pues, ha sido testigo del ascenso de un ministro de Defensa que en 2010 le permitió a Funes tener algo positivo que presentar después de un año de gobierno, en el tema que más afligía a los salvadoreños: la inseguridad.Munguía Payés diseñó la estrategia de reducción de homicidios a cambio de beneficios carcelerios para miembros de pandillas recluídos en las cárceles del país, que más tarde fue conocida como La Tregua. Esa medida supuso un desplome histórico de los homicidios, pero también un fuerte rechazo de la población. Construida a puertas cerradas, estuvo en marcha cerca de un año y medio, hasta que poco a poco se desplomó tras la destitución de Munguía Payés de la cartera de seguridad ordenada por la Sala de lo Constitucional. 

Lorenzana no llegó a decir si había habido momentos concretos en los que ese temor se acentuara en la última década ni tampoco habló de qué hizo al segundo Gobierno del FMLN mantener a Munguía Payés en el puesto, lo que también supuso un apoyo tácito del Ejército a la política represiva contra las pandillas que caracterizó al Gobierno de Sánchez Cerén.Por el contrario, destacó el fortalecimiento de la democracia como uno de los logros de la izquierda en el poder. “En esta última elección, los partidos que perdimos le cuidamos los votos al que ganó”, dijo.

Roberto Lorenzana, secretario de Comunicaciones de la Presidencia del FMLN, durante el cierre del Foro Centroamericano de Periodismo, el 18 de mayo de 2019. Foto: José Carlos Reyes/ El Faro.
Roberto Lorenzana, secretario de Comunicaciones de la Presidencia del FMLN, durante el cierre del Foro Centroamericano de Periodismo, el 18 de mayo de 2019. Foto: José Carlos Reyes/ El Faro.

“Confío más en la recuperación de la izquierda que en la del FMLN”

Coincidiendo con el cierre de los 10 años de Gobierno del FMLN, Lorenzana aceptó una invitación para ser entrevistado en la clausura del ForoCap por el periodista de The New Yorker, Jon Lee Anderson, corresponsal y escritor de decenas de libros sobre cobertura política y de guerras. Anderson inició su carrera cubriendo la guerra civil salvadoreña; estuvo destacado en El Salvador y trabajó cubriendo a la guerrilla en Chalatenango o entrevistando a asesinos que habían trabajado para el mayor Roberto d’Aubuisson o a comandantes como Domingo Monterrosa. En su larga trayectoria ha escrito perfiles sobre el Ché Guevara, de quien descubrió sus restos en Bolivia, Hugo Chávez, el Rey de España o Fidel Castro.

En la conversación entre Anderson y Lorenzana se evaluó la trayectoria del FMLN en el poder, bajo la pregunta ¿Qué fue de la revolución? El FMLN deja este 30 de mayo, a juicio de los resultados electorales y las encuestas, saldos más negativos que positivos. Por un lado, su primer presidente, Mauricio Funes, es prófugo de la justicia acusado por el desvío de 351 millones de dólares y otros cinco delitos más relativos al lavado de dinero y a la corrupción. Por el otro, las grandes promesas de cambio para combatir la desigualdad, mejorar las finanzas públicas y llevar desarrollo al país quedaron, según los más optimistas, a medio trecho. 

La población, en las urnas, se los hizo saber con la debacle electoral de marzo de 2018, que dejó al partido apenas con 23 diputados y sin incidencia para el periodo 2018-2021. Luego, en la presidencial de 2019, recibieron la peor votación de su historia y el futuro le augura al partido apenas un milagro para salvarse de la extinción en los comicios de 2021. 

En el conversartorio realizado en el Museo Marte, Lorenzana también admitió que a su partido le faltó “valentía” para asumir los costos políticos de apoyar una ley que despenalice el aborto en algunas causales. Además dijo que confiaba más en la recuperación de la izquierda que en la del FMLN.

“¿Cuándo miras alrededor, a esta patria tuya, te sientes satisfecho, orgulloso de lo que has logrado?”, fue la primera pregunta de Anderson a Lorenzana. El secretario de comunicaciones argumentó, en varias ocasiones, la correlación de fuerzas poco favorable del FMLN en la Asamblea Legislativa, pero Anderson rechazó ese argumento. “Al final de cuentas, el pueblo les va a juzgar en términos grandes de lo que lograron y no. Las excusas no sirven en la política. Hay fuerza moral en el cargo y a partir del desempeño transparente y deber riguroso en el cargo”, le contrarió.

A partir de esa premisa, Lorenzana argumentó el que considera uno de los grandes problemas que su partido enfrenta: la pérdida de la fuerza moral. “Es uno de los grandes desafíos del FMLN, recuperar la fuerza moral porque en base a eso está la credibilidad”, dijo. Lorenzana explicó otros errores que antes ya había reconocido, como no ser tajante con funcionarios señalados de corrupción y, en específico, con un presidente “con bastante evidencia pública de que actuó antiéticamente”, en el caso de Mauricio Funes.

Lorenzana ve su autocrítica, una cualidad rara en esta dirigencia del FMLN, como una clave para la reconstrucción del partido, fuertemente golpeado por las debacles electorales de 2018 y 2019. “Este es el problema más grande de la historia del FMLN desde su formación. El 50 % se va a resolver haciendo un reconocimiento real de sus errores y asumiéndolos. Si no se hace, no se va a resolver”, dijo.

Para el experimentado político, la clave de la elección fueron los votos “progresistas” que el FMLN perdió. Aunque interpreta eso como una señal satisfactoria porque “el mandato (del pueblo) es progresista” dijo que tiene más confianza en la recuperación de la fuerza de izquierda, del pensamiento de izquierda que en la misma recuperación del FMLN”.

La separación de los dos conceptos —izquierda y FMLN— es una rara admisión en un partido que por años se ha considerado la única representación del pensamiento progresista salvadoreño y que efectivamente ha sido muchas veces la única bandera de izquierda en las papeletas electorales.

“La izquierda salvadoreña termina donde termina el FMLN”, decía José Luis Merino, otro importante miembro del colectivo, a El Faro en una entrevista en 2007. Ahora, en plena reorganización interna y durante su salida del Ejecutivo (ningún partido que ha salido del Ejecutivo ha vuelto en la historia salvadoreña), Lorenzana se atreve a cuestionar ese monopolio izquierdista que ha tenido su organización.

“El pensamiento progresista es muy amplio y creo que debe darse inicio a un debate de las izquierdas en la que debería participar el FMLN no como fuerza hegemónica, sino como fuerza horizontal. Algo así como cuando se creó el FMLN, una conjunción de fuerzas. Esa es una de mis ideas que no necesariamente va a ser compartida por mi partido, pero creo que hay que impulsarla”, dijo Lorenzana.

Jon Lee Anderson (izquierda) y Roberto Lorenzana durante la entrevista con la que cerraron el Foro Centroamericano de Periodismo 2019. Foto: José Carlos Reyes/ El Faro.
Jon Lee Anderson (izquierda) y Roberto Lorenzana durante la entrevista con la que cerraron el Foro Centroamericano de Periodismo 2019. Foto: José Carlos Reyes/ El Faro.

Impunidad y aborto: las deudas

“Sin duda ha habido impunidad desde el tiempo en que terminó el conflicto. Uno tiene una cuota de responsabilidad independientemente de que la correlación no sea favorable. Nos ha faltado posiblemente valentía y audacia para encontrar los caminos”, dijo Lorenzana cuando Anderson le preguntó por el nuevo intento de ley de Amnistía que el FMLN busca aprobar en la Asamblea junto con Arena. Pero al FMLN, más que audacia y valentía, le faltó voluntad para reivindicar una de sus banderas cuando era oposición: la justicia.

En agosto de 2011, militares acusados por el caso Jesuitas se acuartelaron en edificios del ejército para evadir órdenes de captura internacional. En julio de 2016, cuando la inconstitucionalidad de Amnistía, Sánchez Cerén dijo que los magistrados “no miden los efectos que pueden tener en la frágil convivencia que existe en el interior de nuestra sociedad”. En marzo de 2017, El Faro reveló que el secretario jurídico de la presidencia Rubén Alvarado estaba confeccionando un proyecto de ley para que criminales de guerra de ambos bandos pudieran evadir la cárcel. Y en el último año diputados como Damián Alegría y Nidia Díaz han apoyado una ley de reconciliación que, precisamente, permita a criminales de guerra evadir la prisión.

Anderson le apuntó a la correlación entre la historia salvadoreña y su presente violento. “¿Acaso es casualidad que este país es de los más homicidas en el mundo? ¿No hay una causa y efecto?”, dijo. No obstante, Lorenzana rechazó que el Frente sea parte de un acuerdo que busca el perdón y olvido que ha promulgado la derecha desde el fin de la guerra. “No puedo aceptar que sos corresponsable y estar a favor de la impunidad. Puede que haya un déficit, pero nosotros no pactamos eso. Hay una necesidad imperiosa que termine la impunidad. Uno no se puede sentir satisfecho”, dijo.

De hecho, Lorenzana apuntó que en las discusiones en la Asamblea buscan una ley que permita atender ese problema. “Yo sé que hay una expectativa mediática negativa de lo que puede pasar en la elaboración de esta nueva ley, tengo expectativa que podemos avanzar”, dijo. “Espero que en la discusión de Asamblea se logre que todas las instituciones y espacios públicos que tengan nombre haciéndole reconocimiento a los graves violadores de derechos humanos sean prohibidos. No es un solo caso”, aseguró.

Lorenzana también defendió logros de los que el Frente difícilmente puede considerarse partícipe, a la luz de la evidencia.

Por ejemplo, en el tema del aborto, Anderson señaló que las estrictas leyes salvadoreñas no son lo que se espera de un gobierno progresista. Lorenzana dijo que tuvieron una posición firme. “Nos hemos opuesto con altísimos costos políticos electorales a la penalización del aborto de esa manera y lo hemos pagado porque el pueblo es muy cristiano, muy católico. Nos hemos opuesto pero la correlación no ha dado”, justificó.

Aunque Lorena Peña presentó una propuesta de despenalización del aborto en algunas causales, organizaciones feministas han reclamado al Frente que ese hecho fue insuficiente, y el Frente incluso renunció a seguir promoviendo esa bandera tras su derrota electoral en 2018.

Igualmente, Lorenzana resaltó el “nivel de independencia superior en los órganos del Estado” y el sistema de pesos y contrapesos. Esto a pesar de que el Frente tuvo una confrontación permanente con la Sala de lo Constitucional que empezó su término en 2009. Dirigentes del partido acusaron a los magistrados de estar aliados con la oligarquía, y el presidente Mauricio Funes avaló un decreto que pretendía obligar a los magistrados a resolver las inconstitucionalidades por unanimidad.

Finalmente, Lorenzana defendió los logros en política social del FMLN. Dijo que la desigualdad se había reducido en el índice de GINI, un medidor sobre el ingreso y el gasto de consumo en la economía, en una escala en que 100 es la inequidad perfecta y 0 es la completa igualdad. Según Lorenzana, ese dato pasó del 48 al 37 en 10 años, una reducción de 11 puntos. Según un informe del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), el dato pasó del 48 en 2009 al 34 en 2017, una reducción aún mayor, de 14 puntos. Pero el ICEFI matiza que, al comparar con otros indicadores, “las ganancias de las empresas han crecido a un ritmo mayor que los ingresos de los trabajadores”.

El secretario de comunicaciones también dijo que la pobreza pasó del 42% al 29 % en una década. Esos datos son inexactos. Los datos oficiales disponibles dice que en 2009 la pobreza total (que incluye la pobreza relativa y la extrema) afectaba al 37.8% de los hogares y en 2017 (el último dato disponible) al 29.2% de los hogares. Eso representa una reducción del 8.6 % y no de 12 puntos como señaló Lorenzana.

Lo mismo ocurre con la pobreza extrema. Lorenzana dijo que la extrema pobreza pasó del 14 % al 7 % en una década. En el año 2009, la pobreza extrema afectaba al 12% de los hogares y en 2017 al 6.2% de los hogares. Disminuyó en 5.8 puntos y no en siete. No es posible comparar con cifras del 2018 porque la encuesta de hogares de propósitos múltiples no ha sido publicada.

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Reflexiones sobre el crecimiento de la Iglesia Evangélica Mario Vega

El pasado mes un periódico nacional dio a conocer datos sobre la actual composición religiosa de El Salvador. De acuerdo con esa fuente, probabilísticamente solo hay un punto de distancia entre católicos y evangélicos, los primeros con un 40.5% y los segundos con un 39.5% La demografía religiosa ha ido cambiando a ritmos cada vez más acelerados. Le tomó 77 años a las primeras iglesias evangélicas alcanzar al 3% de la población. Pero, partiendo de la Década de los Setenta, solamente le tomó veinte años quintuplicar ese porcentaje y llegar al 16% En los siguiente veinte años, durante los Noventa y la primera década del siglo XXI, volvió a duplicar su crecimiento hasta alcanzar el 32% Y en los últimos años ha venido acumulando casi un punto porcentual anual hasta llegar al índice actual. ¿Cómo se explica el crecimiento de los evangélicos?

Primero se debe precisar que el fenómeno del crecimiento de las iglesias evangélicas no es exclusivo de El Salvador; es un hecho que se constata de manera general en Latinoamérica, aunque es eminente en el Triángulo Norte de Centroamérica. La vieja explicación de que es el resultado de las recomendaciones del Reporte Rockefeller ha sido desvirtuada por el hecho de que las iglesias han desarrollado su trabajo desde las limitaciones y carencias antes que desde el patrocinio. Las explicaciones van más del lado de que las iglesias evangélicas presentan la enseñanza del evangelio de manera asequible en la cultura popular. La enseñanza sencilla, fácil de asimilar y fácil de replicar, ha permitido una expansión acelerada del mensaje evangélico. También se debe recordar que, en el caso salvadoreño, el boom del crecimiento se produjo durante la guerra civil. Un período de fuerte desplazamiento del campo a la ciudad.

Las personas huían de la violencia y llegaron abruptamente a los centros urbanos donde tuvieron que acomodarse donde pudieron, sin trabajo y sin acceso a servicios básicos. Frente al anonimato de la ciudad, las iglesias se convirtieron en lugares de acogida donde fueron recibidos como hermanos. Fue la oportunidad para desarrollar lazos de pertenencia con la vida urbana. Pero las iglesias no solamente les brindaron aceptación, sino que también la posibilidad de ascender dentro de los roles de servicio durante el culto.

Las iglesias evangélicas son altamente participativas y alientan a las personas a tomar parte activa en la liturgia y el servicio. El pasar de simple oyente a asumir responsabilidades de dirección y enseñanza les brindó a los desplazados la oportunidad de ascender, al menos, en la comunidad de fe. El ascender socialmente fue algo que algunos nunca habían experimentado y, tal vez, ni imaginado. Su ejemplo también sirvió de inspiración a otros que buscaban llenar su sed de valía en una sociedad que les marginaba y rechazaba. Pero, no todo es tan positivo.

Con la honestidad que el caso amerita, se debe añadir que las iglesias evangélicas hacen un fuerte énfasis en la espiritualidad personal hasta producir un dualismo que coloca al individuo por arriba de los temas sociales. Eso condujo a que los evangélicos se convirtieran en indistinguibles de la sociedad de consumo que les rodeaba y, así, se enquistaron en la dinámica de mercado que se ha desarrollado desde que terminó la guerra. Los evangélicos han diversificado el mercado religioso donde las preferencias personales encuentran satisfacción y alientan la espiral del crecimiento; al alto precio de terminar atrapados en el mismo mundo del que quisieron huir y fallando al dejar de ser la diferencia en una cultura secular.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim

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¿SOBREVIVIRÁ LA IZQUIERDA? UNA REFLEXIÓN SOBRE SU CRISIS Y EL IMPACTO DE LAS ELECCIONES DE 2002 Roberto Salom E.*2004

Algunos antecedentes necesarios

En 1987 apareció mi libro sobre “La crisis de la izquierda en Costa Rica” y posteriormente he escrito algunas reflexiones menores sobre esta corriente política en sus avatares y procesos, después de la primera publicación. Ahora se me ofrece una nueva oportunidad de volver a reflexionar sobre la situación y perspectivas de la izquierda en Costa Rica a propósito de su participación en las pasadas elecciones del año 2002.

Creo que existe una situación enteramente distinta en relación con esta corriente política con respecto a la prevaleciente en la década de los ochenta del pasado siglo y en años posteriores, pero me parece fundamental recuperar aquí los principales planteamientos formulados en aquella ocasión a fin de comprender a cabalidad los antecedentes de la problemática actual.

Una hipótesis inicial consiste en que la crisis de la izquierda estaba ligada a la crisis económico- social y política por la que atravesaba nuestro país en esos años (Salom, 1987, p.11). Con ello no se quería decir que el primer fenómeno era el producto del segundo, ya que la situación de aislamiento político de la izquierda costarricense en su conjunto tiene raíces históricas de más larga data (Ídem), y, por otra parte, hoy sabemos que la problemática en que se encontraba inmersa presenta una dimensión internacional, es decir, mucho más allá de lo nacional o aun de lo regional.

El alcance del primer aserto estriba en que por aquellos difíciles años de la década de los ochenta del recién pasado siglo XX se produjeron importantes escisiones en todas las principales organizaciones de la izquierda costarricense y, más importante aún que la mera aunque sintomática coincidencia en el tiempo de tales escisiones, era la problemática en común que se debatía por su parte en cada una de las organizaciones, si bien con sus diferentes matices y grados de profundidad en cada caso (Ídem, p. 149).

Se plantea, además, que tal problemática común era la evidencia del aislamiento e ineficacia política de la izquierda costarricense (Ídem); situación de la que ya algunos sectores dentro de esta corriente estaban conscientes y a la cual se aprestaban a confrontar.

Las elecciones nacionales de 1982 constituyeron un antecedente importante en el desencadenamiento de esta problemática, en las cuales, pese a las expectativas y a cierta capacidad de convocatoria mostrada durante la campaña, la Coalición Pueblo Unido que aglutinaba a las principales organizaciones de izquierda obtuvo un resultado electoral menor que en las elecciones anteriores (1978), tanto en términos relativos como absolutos (Ídem, p.151).

Como se plantea en la obra, “este fue un dato clave para iniciar una elaboración auto-crítica con respecto a la significación y el papel del movimiento (sic) en las luchas políticas y electorales de Costa Rica” (Ídem).

Lo que estaba en crisis, según la izquierda, era “el estilo y el contenido del quehacer político”, el cual se caracterizaba por “el dogmatismo, el sectarismo, el doctrinarismo y la prepotencia” (Ídem). El aislamiento político de la izquierda “ha traído aparejada la ineficacia para desarrollar una conciencia nacional a favor de un cambio social profundo” (Ídem, 152), capaz además, tal transformación, de preservar “la democracia y el pluralismo como elementos fundamentales de la conciencia política de los costarricenses” (Ídem).

En este mismo documento se establece que la premisa política para ese proyecto de transformación social es la estructuración de un frente amplio (Ídem), el cual, a esas alturas, estaba claro que Pueblo Unido no fue capaz de organizar. “La inexistencia del frente amplio obedece en muy buena medida al hecho de que la izquierda no ha estado dispuesta a asumir prácticamente, más allá del discurso teórico, los compromisos y las alianzas reales, sin arrogancias, sin espíritu hegemónico, sin paternalismo, con otros sectores políticos necesarios para crear las premisas políticas de un auténtico bloque social transformador” (Ídem).

En opinión de un sector en el que se encontraba virtualmente dividida la izquierda, que en esa coyuntura atravesaba transversalmente a todos los partidos integrantes de la Coalición Pueblo Unido, el frente amplio estaba llamado a ser la expresión política de este bloque de fuerzas sociales transformadoras y aquella alianza estaba muy lejos de servir de base o constituir uno de los afluentes importantes de una fuerza política semejante (Ídem, p. 153).

Este planteamiento estaba inserto en el contexto de un debate en el seno de la izquierda, el cual se fue profundizando hasta terminar en la consumación de la escisión de cada uno de los tres partidos que originalmente integraban la coalición a la que nos hemos referido.

De allí el sentido de algunas de las preguntas que nos hacíamos, inmersos como estábamos, en una intensa polémica en el seno de la izquierda: “¿conviene al movimiento revolucionario de nuestro país, escatimar esfuerzos en la conformación de ese frente amplio en el momento actual? ó ¿corresponde al movimiento revolucionario como primera tarea, abocarse a la preparación para la lucha armada?” (Ídem); para agregar enseguida: “la defensa de las libertades públicas y la democracia sólo puede ser la tarea de todo el pueblo. Aún si previéramos a un plazo más o menos corto, la posibilidad de una salida autoritaria por determinación de las clases dominantes criollas, nada puede eludir la responsabilidad urgente de crear un amplísimo auditorio político en torno a la defensa de la paz, la democracia y los cambios estructurales que garanticen la justicia social en Costa Rica” (Ídem).

A propósito de la lucha armada, debe recordarse que más que amenaza alguna de sectores de las clases dominantes criollas, pendía por entonces la amenaza real de los Estados Unidos de tomar a Costa Rica como una plaza de armas en contra del régimen sandinista. Pese a la inminencia de tal amenaza, de lo que se trataba el problema en debate era si lo que estaba a la orden del día era la lucha armada como eje de la acción revolucionaria, o si la tarea estratégica la constituía la organización del frente amplio.

Por ello se decía que “entre más amplio y sólido sea un frente político-nacional por la reforma, por los cambios, por la democracia integral, mejor asegurada estará la defensa de las instituciones democráticas o la lucha armada misma, por la reconquista de la institucionalidad o las libertades conculcadas” (Ídem).

Otro aspecto importante de resaltar aquí, en tanto formaba parte de la discusión en el seno de la izquierda, era el del papel que debía jugar la ideología en la organización del frente amplio. La tesis que reivindicaba el documento de marras consistía en que no se le podía imponer la ideología del movimiento revolucionario al frente amplio que se pretendía estructurar; el cual debía ser, por su naturaleza, pluralista en lo ideológico (Ídem).

Un programa mínimo debía constituir el eje capaz de aglutinar al movimiento socio-político transformador y a la conciencia popular, y encausarlo hacia objetivos ulteriores de transformación social (Ídem, p. 154).

Más que la formulación de un programa, debía ser la consecuencia con este por parte del movimiento revolucionario, lo que estaba llamado a jugar un papel determinante en el fortalecimiento de la acción transformadora. En el pasado, esta cuestión había sido y seguiría representando un problema decisivo en la superación, o más bien, en la incapacidad de superar el aislamiento político de la izquierda, como se verá luego. Según se afirma en el documento aludido, “prevaleció una concepción que…pasa por alto la realidad concreta y pone el acento en objetivos de lucha que no resultan asimilables para las grandes masas populares. Por esa vía –sigue diciendo- la izquierda cayó con frecuencia en el planteamiento esquemático o en el calco servil de experiencias revolucionarias que partían de realidades muy diferentes a la nuestra” (Ídem).

Por ello, en parte, la caída de la Unión Soviética y del campo socialista se superpuso a la crisis que ya arrastraba la izquierda, profundizándola aún más. No es difícil comprender hasta qué punto la dependencia de otros procesos transformadores exitosos pudo haber impedido el desarrollo de un movimiento transformador vigoroso y eficaz, en lugar de haber constituido un factor estimulante. Volveremos más adelante sobre esto, pero por ahora es importante resaltar el hecho de que la crisis de la izquierda en Costa Rica no puede ser explicada únicamente, ni siquiera en su desencadenamiento, por la crisis del campo socialista.

El último planteamiento digno de relieve en el documento aludido tiene que ver con las expectativas que se cifraban en el papel de la autocrítica para remontar la crisis que se analizaba. Más allá de eso, se consideraba que tal autocrítica, no solo se había iniciado ya, sino que “además ese espíritu autocrítico se ve fortalecido con una disposición de servirse de una manera más científica de los datos que brinda la realidad concreta de nuestro país, así como de las más genuinas tradiciones democráticas, patrióticas y civilistas de Costa Rica y de los auténticos valores nacionales de nuestro pueblo” (Ídem, p. 155).

La profundización de la crisis de la izquierda

A estas alturas tendremos que preguntarnos ¿por qué a pesar de esa conciencia y de ese esfuerzo, la izquierda costarricense, en lugar de haber revertido su propia crisis y de haber remontado esa situación, prácticamente se desintegró unos pocos años después, en sucesivas explosiones, hasta quedar políticamente dispersa y con las tareas enunciadas aún pendientes, y electoralmente reducida a polvo de estrellas?

Trataremos de responder a esta pregunta en lo sucesivo y examinar las perspectivas que un movimiento de izquierda puede tener en nuestro país en las actuales circunstancias.

Nótese que al formularnos tal pregunta estamos dando por sentado una crisis cualitativamente distinta de la que examinábamos en los años ochenta; para empezar porque ahora no estamos hablando ya de la división en el seno de la izquierda, sino de la sobrevivencia de la izquierda misma, porque unas y otras de las agrupaciones confrontadas en los ochenta desaparecieron como tales o están aún en una muerte lenta. Las expresiones de izquierda más significativas después de 1990 tienen alguna conexión con esos movimientos, pero como explicaremos adelante, no son lo mismo. Por su inspiración, por su vocación, por su dinámica y aun por sus perspectivas, constituye un movimiento sociopolítico muy diferente.

Parte de los problemas que quedaron pendientes de resolver en la breve pero intensa discusión de la década de los ochenta se relacionan con la capacidad de un movimiento de izquierda para impulsar grandes transformaciones sociales, en aras de una convivencia social más justa y civilizada, valiéndose del marco institucional para impulsar una democracia más avanzada. Es decir, si desde una posición de izquierda es posible realizar grandes transformaciones sociales sin un planteamiento de ruptura del orden constitucional en un país como Costa Rica.

Al respecto no puede olvidarse que en un país como el nuestro, en la década de los cuarenta del pasado siglo XX, el Partido Vanguardia Popular, encabezado por Manuel Mora impulsó una propuesta semejante (Salom, 1995, p. 14).

La tensión alrededor de esta cuestión siempre estuvo presente en la vida de las organizaciones de izquierda, y en aquella ocasión, en el seno del partido de Manuel Mora, a fin de cuentas y pese a los esfuerzos de este último por evitarlo, terminó imponiéndose una posición de ruptura, con el desenlace ya conocido en la guerra civil del año 48.

En el fondo, lo que está en juego aquí es la tensión entre la lucha por el poder y el desarrollo del movimiento que constituye la base de apoyo de un proceso de transformación social. Nuestro criterio es que la izquierda costarricense, como parte que ha sido de una tradición de lucha revolucionaria, ha padecido de una cierta obsesión por la cuestión del poder en detrimento de una adecuada valoración del desarrollo real de un movimiento social con vocación transformadora que procura una democracia más avanzada.

Valga la ocasión para traer a colación a uno de los más autorizados pensadores socialistas contemporáneos, Adam Schaff, para quien una de las principales trampas en que cayó el movimiento socialista, en la versión de esa tradición de lucha que se constituye con el triunfo de la Revolución de Octubre, fue precisamente el voluntarismo (1993, Pp. 15-19). La actitud voluntarista condujo a una buena parte del movimiento socialista del presente siglo a subestimar tanto las condiciones materiales, es decir socio-económicas, como a los llamados factores subjetivos, es decir, la conciencia y la disposición de los trabajadores para luchar por la sociedad socialista y, más aún, para participar activamente en la construcción de esa sociedad.

Lo anterior explica por qué, en nombre del socialismo, se cometieron las peores atrocidades, así como por qué la construcción de la sociedad socialista no caminó de la mano con la profundización de la democracia, sino que por el contrario, casi invariablemente, se constituyó en un estado autocrático y autoritario que constreñía a la sociedad civil.

La izquierda de los años setenta careció del sentido histórico y de realidad, de la vocación de propuesta y de reforma que ostentó el Partido Vanguardia Popular durante una parte de los años cuarenta. La posición de los revolucionarios de los setenta fue, en cambio, predominantemente de ruptura y subestimación de la institucionalidad democrática del país. Por eso no sobrevivió a su crisis, porque no encontró su propia identidad, careció de autenticidad, de proyección, de visión de futuro, de una concepción capaz de orientar la lucha, no solo por la defensa de las conquistas sociales amenazadas por la crisis del estado social y por el advenimiento de las concepciones neoliberales, sino por ampliar esas mismas conquistas y la democracia.

Lo que se quiere decir aquí, en otras palabras, es que la izquierda ha quedado cada vez más al margen o enajenada del movimiento social de las clases populares, sumida como estuvo en su propia problemática y embrollada en sus inconsecuencias.

Por tal desarraigo de la realidad social costarricense, con la caída del socialismo en la Unión Soviética y los países del este europeo, la izquierda pierde allí sus energías utópicas, para usar la expresión de Habermas, y en consecuencia el horizonte de la política quedó ahogado en la coyuntura (Salom, 2001, p. 177).

Ante el surgimiento de nuevas formas de hacer política, la izquierda no ofrece ya una propuesta adecuada, no atina a percatarse de la existencia de nuevas sensibilidades sociales que la obligaban a abrir su agenda a una nueva problemática social que incluye, entre los temas más sobresalientes, el de la equidad de género, la importantísima cuestión del desarrollo sostenible y el amplísimo tema de los derechos de los más amplios y diversos sectores sociales (ver, con respecto a esto último: Güendel, 1998).

Pero tampoco la izquierda ha sido capaz de ofrecer una respuesta adecuada al “globalismo”, que es la expresión con que Beck denomina la ideología dominante en la globalización (Salom, 2001, p. 189), contexto ideológico en el cual se produce sintomáticamente la caída del “bloque soviético”.

Sin programa, sin proyecto histórico y sin imaginación, la izquierda pasa a la defensiva, pero, como ha quedado dicho ya, con los partidos que, pese a todo, tuvieron una gran vitalidad en los años setenta, ahora extintos o languideciendo.

Veamos algunos datos que a nuestro juicio contribuyen a ilustrar lo dicho anteriormente: las tres organizaciones que integraban la Coalición Pueblo Unido se escindieron entre 1982 y 1986.

Por un lado, el Partido del Pueblo Costarricense, de Manuel Mora, el Partido Socialista Costarricense y el Movimiento de la Nueva República, que lo constituía un sector del antiguo M.R.P., conformaron de nuevo la Coalición Pueblo Unido de cara a las elecciones de 1986. [1]

Por otro lado,el grupo que ostentaba el nombre del PartidoVanguardia Popular, más un grupo escindido delPartido Socialista Costarricense y otro grupoescindido del antiguo M.R.P., conformaron la Coalición Alianza Popular.

Para esas elecciones eligieron un diputado cada uno para la Asamblea legislativa, mientras que en las elecciones de 1982, la izquierda, representada por Pueblo Unido, había elegido a 4 diputados, y en las elecciones de 1978 eligió a 3. Pueblo Unido obtuvo 31.685 votos en las elecciones del 86, que representó el 2,7% del total de votos válidos, y Alianza Popular 28.551 votos, que representó el 2,43% de los votos válidos. Si se suman ambos porcentajes el resultado es del 5,13% de los votos válidos para diputados en esa elección (FLACSO-Odd, 2002, p.196).

Para las elecciones de 1982, en las que Pueblo Unido representó a toda la izquierda, antes de que se produjeran las escisiones, la votación para diputados alcanzó la cifra de 61.465; no obstante, esto representó un 6, 43% del total de votos válidos (Ídem). Este resultado de las elecciones del 86 no solo revela la tendencia a la baja en la votación de la izquierda en más de un 1%, sino también, cómo el sistema de cocientes y subcocientes en la elección de diputados prevaleciente aun hoy día, castiga a los partidos pequeños. Nótese al respecto de qué manera, la pérdida de poco más de una sexta parte de los electores representó una disminución de un 50% de los diputados.

Más aún, en esa misma elección Pueblo Unido obtuvo 6.599 votos para presidente, mientras que Alianza Popular obtuvo 9.099, que representaron el 0,56% y el 0,77% respectivamente. La suma de estas cantidades representa el 1,33% contra un 3,33% que obtuvo Pueblo Unido representando a todas las agrupaciones juntas en las elecciones de 1982, para un total de 32.186 votos en esa ocasión.

Es interesante destacar también que en las elecciones del 82 la votación para presidente representó el 52,36% de la votación para diputados en esa misma elección; mientras que, si sumamos los votos obtenidos por cada una de las coaliciones de izquierda que participaron en las elecciones del 86, la votación para presidente representó en esa ocasión apenas el 26,06% de la votación para diputados. Lo que queremos destacar como relevante con estos datos es que la disminución absoluta y relativa de la votación para presidente por parte de la izquierda constituye un síntoma muy sensible de la decadencia política de esta corriente. En consecuencia, la división implicó la dilapidación del capital político acumulado con grandes esfuerzos después de la guerra civil de 1949, pero principalmente, durante la década del setenta.

Para las elecciones de 1990 Pueblo Unido representó al Partido Vanguardia Popular y a otros aliados que lograron obtener la legitimidad del uso del nombre de la Coalición, en parte por el hecho de que los partidos que lo ostentaron en el 86 perdieron el interés por este, como resultado de un proceso político cuyos detalles omitiremos aquí por carecer de importancia para lo que nos proponemos mostrar.

Las otras dos agrupaciones de izquierda que aparecen en esas elecciones son el Partido del Progreso, por un lado, y el Partido de los Trabajadores en Lucha, por otro. El primero de estos dos fue impulsado por el Partido Socialista Costarricense, conjuntamente con sectores independientes de izquierda. El segundo es un partido de filiación trotskista que nunca perteneció a la Coalición Pueblo Unido, por lo que no nos ocuparemos de él.

Pueblo Unido obtuvo en las elecciones presidenciales 9.217 votos, lo que representó el 0,68% del total de votos válidos, mientras que el Partido del Progreso obtuvo 2.547, lo que representó el 0,18%. La suma de ambos porcentajes da un 0,87%, lo que confirma aún más la tendencia a la baja señalada anteriormente (Ídem, p.188).

En las elecciones parlamentarias, Pueblo Unido obtuvo 44.161 votos, o el 3.31% del total de votos válidos para diputados; mientras que el Partido del Progreso obtuvo 7.733 votos, que representó el 0,58% de los votos válidos, (Ídem, p.196). Como resultado de esta elección, Pueblo Unido elige un diputado, mientras que el Partido del Progreso no elige ninguno (Ídem, p. 210).

Allí es interesante destacar al menos dos aspectos: en primer lugar, que se mantiene la tendencia a la baja en la votación para el conjunto de la izquierda, tanto en la votación para presidente como en la votación para diputados; en segundo lugar, que la inmensa mayoría de los votos los captó el nombre conocido (Pueblo Unido), además de que el Partido del Progreso procuró deliberadamente no proyectar una imagen de izquierda, con lo que erró aún más su estrategia de campaña desde el punto de vista propagandístico, dado que se trataba de una agrupación nueva y sin recursos.

Para las elecciones del año 1994, la Coalición Pueblo Unido no participa, con respecto a lo cual no puede dejar de señalarse un hecho trascendental: la caída de la Unión Soviética en el año 1991, principal y último bastión del campo socialista en Europa. Sin duda este hecho produjo un impacto desmoralizador en los partidos de izquierda, ya de por sí abatidos; especialmente en un partido como Vanguardia Popular, principal soporte de Pueblo Unido, y que además tenía ligámenes muy fuertes con la antigua Unión Soviética. Adicionalmente y sin entrar en detalles, antes de 1994 el Partido Vanguardia Popular vuelve a sufrir una crisis interna con la cual pierde a la mayoría de sus cuadros, hecho por lo demás, directa o indirectamente relacionado con lo anterior.

Entre tanto, el Partido del Progreso deja de existir y con él también el Partido Socialista, cuyos cuadros se retiran de la actividad política en ese período, y los otros sectores que integraban el Partido del Progreso constituyen una nueva agrupación que se denomina Fuerza Democrática.

¿Una nueva etapa en la evolución sociopolítica de la izquierda?

Ese interregno de desvanecimiento o desaparición de todos los partidos que en lo que Ignacio Dobles et al. llaman la “segunda ola del marxismo político” (2002, p. 2), habían integrado juntos la Coalición Pueblo Unido, fue muy importante para la naciente Fuerza Democrática, pues le permitió a los sectores de izquierda que lo fundaron, que en su inmensa mayoría no habían tenido una gravitación destacada anteriormente, posicionarse en el espectro político al menos inicialmente, y desembarazarse de ataduras ideológicas o de cualquier otro tipo con el pasado e intentar perfilar una opción de izquierda más pragmática.

Sin duda estamos aquí ante una nueva ola, para acoger los términos de Dobles et al.; no obstante, es discutible que se trate de una primera ola de una nueva izquierda más pragmática con lo que esto pueda significar, o de una tercera ola de una izquierda marxista-leninista, o inclusive del colapso de la izquierda. Desde luego, no creemos que haya ninguna teleología en esto; más bien se trata de analizar si las raíces que esta nueva expresión de izquierda tiene en los anteriores movimientos determinarán un renacer de la vieja izquierda, o si, por el contrario, harán un ajuste de cuentas con el pasado a fin de prefigurar un planteamiento novedoso, o finalmente, si morirán en el intento. Como veremos luego, existen razones para predecir cualquiera de estas tres hipótesis, de acuerdo con lo que ha ocurrido desde entonces hasta ahora.

Como resultado de lo anterior, para las elecciones de 1994 el Partido Fuerza Democrática aparece como la única opción de izquierda en el panorama, en virtud de lo cual recoge, sin duda, el apoyo electoral de la mayor parte de la resaca de las agrupaciones que en el pasado integraron Pueblo Unido. En consecuencia, obtiene un resultado electoral sorprendentemente satisfactorio, si se toma en cuenta el clima ideológico internacional y los antecedentes inmediatos de la izquierda en Costa Rica.

En la votación para presidente obtiene 28.274 votos (FLACSO-Odd, p. 188), que representan el 1,90% del total de votos válidos; no es aún el 3.33% del año 82, pero se revertía por primera vez la tendencia a la baja, en un período que podríamos calificar de reflujo para la izquierda en Costa Rica.

En la votación para diputados obtiene 78.454 votos (Ídem, p. 196), que representan el 5.32% del total de votos válidos, con lo que logra elegir a 2 diputados para la Asamblea legislativa y aumentar claramente el porcentaje de participación de la izquierda en el parlamento desde las elecciones del año 86. Aquí la relación entre la votación para presidente y la votación para diputados es de 36,04%, es decir, que también se revierte la tendencia del pasado, en cuanto a que vuelve a incrementarse el porcentaje de votos para presidente respecto del de diputados.

Para las elecciones del año 98 surgen tres agrupaciones de izquierda: de nuevo el Partido Fuerza Democrática, una nueva agrupación denominada Nuevo Partido Democrático, cuyos principales dirigentes provenían de la misma Fuerza Democrática, incluido el exdiputado Rodrigo Gutiérrez hijo, que se había separado de la fracción parlamentaria y había constituido una fracción independiente, y por último, de nuevo aparece Pueblo Unido, impulsado por el Partido Vanguardia Popular, o más bien, por lo que quedaba de ese partido.

La fisonomía de Fuerza Democrática ha cambiado ya en alguna medida con respecto a las elecciones de 1994, porque aquí empieza a sufrir un proceso de colonización de sectores vinculados a la vieja izquierda. En este caso el Partido del Pueblo Costarricense, como se recordará, constituido por uno de los sectores en que se dividió el Partido Vanguardia Popular a principios de los años ochenta, apoya a Fuerza Democrática. Como consecuencia, José Merino del Río, el principal dirigente del Partido del Pueblo, aparece en el segundo lugar de la lista de candidatos a diputado por San José.

En esa oportunidad Fuerza Democrática obtuvo 41.710 votos para presidente, lo que representa el 3% del total de votos válidos e implicó un incremento cercano al 50% de la votación con respecto a las elecciones anteriores, mientras que para diputados obtiene 79.836 votos, que representan el 5.77% de los votos válidos. Es decir, en la votación para diputados el incremento no fue muy importante con respecto a la elección anterior; sin embargo, elige a un diputado más, por la forma en que se distribuyeron los votos por provincia. En esta ocasión la representación parlamentaria de Fuerza Democrática pasa de constituir el 3.5% del total de diputados en el período 94-98, a un 5.3% en este período 98-2002.

Es interesante destacar que, además de haber elegido a dos diputados en San José, en esta ocasión eligen por primera vez después de 1949 a un diputado en la provincia de Alajuela, mientras que Pueblo Unido en sus mejores momentos, además de elegir en San José, eligió en una ocasión a un diputado en Puntarenas (para las elecciones de 1978), y en la otra a uno por Puntarenas y a otro por Limón (elecciones de 1982). Esto podría sugerir que mientras Pueblo Unido constituía un atractivo principalmente para sectores medios urbanos radicalizados y para sectores del proletariado de los puertos, Fuerza Democrática lo era, además de para los sectores medios urbanos, para sectores de la pequeña burguesía rural empobrecida.

Por su parte, en estas elecciones de 1998 Pueblo Unido obtuvo3.075 votos para presidente y 15.028 para diputados en todo el país, con lo cual no logra elegir ni un solo representante al Parlamento. Los estragos de la debacle del mundo socialista y de la propia desinversión política habían hecho mella en esta opción, y ya ni siquiera el nombre electoral de Pueblo Unido detrás del que se parapetaba el Partido Vanguardia Popular dio los frutos deseados.

Esto de alguna manera expresaba la predilección del electorado de izquierda por una nueva alternativa no contaminada por los viejos partidos.

El Nuevo Partido Democrático obtuvo 3.025 votos para presidente y 12. 476 para diputados, con lo cual no eligió ni un solo diputado, pero en alguna medida, al igual que la reaparición de Pueblo Unido, ha de haber restado impulso a Fuerza Democrática.

No obstante, como ya lo advertimos, en esta nueva ola de la izquierda en Costa Rica Fuerza Democrática había empezado a sufrir desde antes del 98 un proceso que hemos denominado como colonización por parte de sectores de la vieja izquierda. El debilitamiento de esta última dejó como saldo un crisol de actitudes disímiles y planteamientos ideológicos diversos y contradictorios en el seno de las distintas organizaciones y aun entre estas, como lo demuestran Dobles et al. (2002, p. 17).

Sin embargo, sin que esta crisis ideológica se hubiese resuelto, y más bien por el contrario, agudizada la diáspora de estos partidos con la caída del campo socialista, principalmente del Partido Socialista y del viejo Partido Vanguardia Popular de antes de la división de principios de los ochenta, reaparece, con más empeño y más desenfadadamente después del año 98, y se posiciona en distintas fracciones en torno al Partido Fuerza Democrática.

Antes de las elecciones del 2002, Fuerza Democrática logra un repunte nunca antes visto, dado que se trata de una fuerza de izquierda, en las encuestas de opinión, como resultado de una gestión parlamentaria destacada, principalmente del diputado Merino, quien supo proyectarse especialmente con motivo de la discusión de la ley que se conoció como “Combo ICE”[2]; además de un contexto en el que las opiniones favorables a la creación de una tercera fuerza y aún más, la disposición a apoyarla políticamente, eran cada vez más significativas.

Para ilustrar este aserto, basta recordar algunos datos de la encuesta de la firma UNIMER de octubre de 2000, en la que se revelaba que este partido obtendría el 13.7% de los votos para regidores, si bien en mayo de ese mismo año, justamente después del “Combo”, habría obtenido el 22.9%; para diputados habría obtenido 12.7% en octubre, mientras que en mayo, el 22.3%; y para presidente, en octubre un 8.7%, mientras que en mayo un 14.4%[3]. Justamente después de este repunte y ante la cercanía de las elecciones, se conforman al menos cuatro fracciones, de las cuales tres de ellas estaban vinculadas a los antiguos partidos de izquierda.

No puede olvidarse tampoco el atractivo que significaba una agrupación en alza desde el punto de vista político, frente a un descontento ostensible de parte de amplios sectores de la ciudadanía con los partidos predominantes hasta hace pocos años (Ídem, parte11nov.htm), y que además, disfrutaría de adecuados recursos financieros para las elecciones del 2002, producto del pago de la deuda política como resultado de su participación en las elecciones anteriores.

En pos del botín político, las distintas fracciones que disputaban la posesión de Fuerza Democrática se olvidaron de consolidar y recrear el capital político acumulado y, en lugar de haber convocado a un Congreso que saldara cuentas con el pasado inmediato de la izquierda en cuestiones fundamentales que habían quedado pendientes de una adecuada resolución, así como de haberse ocupado de consolidar el partido sobre la base de un programa con el que se comprometieran las distintas fracciones, estas se trenzaron en una lucha intestina de todo o nada por hacerse de los principales puestos que consideraban elegibles, en la cual literalmente se desangraron.

La pelea fue a muerte, los ganadores se quedaron adentro, los perdedores se fueron y el partido quedó maltrecho para enfrentar las elecciones del 2002, después de haber exhibido un pobre espectáculo, ayuno del todo de planteamientos, plagado de cálculos oportunistas y personalistas, y sobre todo deficitario, en cuanto al manejo de los procedimientos democráticos internos . En otras palabras, se dilapidó el capital político acumulado hasta las luchas del Combo ICE.

Allí reside, a mi juicio, el meollo de la dinámica que explica el desencadenamiento de la debacle electoral de Fuerza Democrática en las elecciones del 2002. Una vez más la subestimación de los procedimientos democráticos internos jugó un papel de bumerang para la izquierda costarricense, a la que tanto le ha costado valorar en su justa medida la cuestión democrática en general (Dobles et al., 2002, p. 23; Araya, 198 , 190 y Salom, 1987, p. 25).

Para las recién pasadas elecciones del 2002 Fuerza Democrática obtuvo 4.121 votos para presidente, lo que representa el 0, 27% del total de votos válidos; para diputados obtuvo 30.172 votos, que representan el 1,98% del total de votos válidos. Hubo en esa elección otras alternativas que podrían ser catalogadas como de izquierda, aunque con un carácter más pragmático que los movimientos de izquierda de la segunda ola, pero obtuvieron votaciones aún menores que las de Fuerza Democrática.

Estos datos representan una de las votaciones más bajas de la izquierda después de 1978, lo que significa que el votante de izquierda migró, por así decirlo, hacia otras opciones, o bien se abstuvo de votar.

Difícilmente aparecerá en el panorama político nacional en el futuro una fuerza de izquierda a la manera de la segunda ola, y si esto ocurre, es muy probable que no logre grandes éxitos, pese a la inestabilidad del panorama político nacional, y que por ello, el momento podría haber sido más propicio que en el pasado de predominio bipartidista para la irrupción de nuevas fuerzas[4]. Se plantea en estos términos porque, como se verá más adelante, hay al menos un factor de la ecuación, a saber, la abolición de la prohibición constitucional de la reelección presidencial, que está llamado a garantizar una mayor estabilidad política hacia el futuro próximo.

Además, no vaticinamos la muerte definitiva de Fuerza Democrática, pero albergamos serias dudas de que pueda recomponerse para apelar con autoridad al apoyo electoral y político de los electores y ciudadanos tradicionalmente de izquierda.

No se divisa en estos momentos en el panorama una agrupación de izquierda capaz de irrumpir en el escenario político nacional con renovadas fuerzas, y que eventualmente pueda convertirse en un factor importante en la vida política nacional, impulsada por viejos militantes de izquierda como vector principal. En todo caso, una alternativa de ese carácter tendrá necesariamente que ajustar en serio cuentas con el pasado histórico, inmediato y de largo plazo, como requisito y condición para perfilarse como una opción renovada y renovadora, capaz de erigirse en una fuerza política importante en el futuro cercano.

Otra condición importante es la de ser capaz de articular un programa y, más que eso, una propuesta política que conduzca a retomar la iniciativa histórica y superar así la posición eminentemente defensiva que ha caracterizado a la izquierda después de sus propias crisis y de la caída del campo socialista. En ese sentido deberá ser una fuerza mucho más propositiva en el corto plazo con respecto a lo que ha sido tradicionalmente, más atenta al desarrollo real del movimiento social que a las ansias de poder de los dirigentes, y definitivamente, deberá ser inconfundiblemente democrática, tanto en cuanto a sus procedimientos internos como en cuanto a la propuesta de sociedad que aspire a construir.

Conclusiones

La crisis de la izquierda, que ya no es una crisis de división sino una crisis de vida o muerte, está, a nuestro juicio, relacionada con una crisis de representatividad, la misma en la que se encuentran prácticamente todos los partidos del espectro político. La de la izquierda es, sin embargo, más dramática, porque esa crisis empezó por ella, justamente porque tiene que ver directamente con la matriz ideológica que alimentó sus esperanzas.

Debe destacarse el hecho de que aunque Fuerza Democrática pretendió ser copada por sectores de la izquierda de la segunda ola, y en cierta medida lo fue, su inspiración ideológica era distinta con respecto a las fuerzas que la precedieron. Fuerza Democrática se organizó como un partido puramente electoral y no surgió planteándose la concepción marxista como la orientación ideológica básica. Estos rasgos quizá coadyuvaron de manera importante a que esta agrupación, a la postre, careciera de una verdadera identidad o de un perfil ideológico claro, lo cual, a su vez, propició los intentos de colonización por parte de distintos grupos y personalidades de la vieja ola de la izquierda.

A diferencia de los partidos de la vieja ola, para la nueva agrupación de izquierda, la teoría de revolución deja de plantearse, como dice Atilio Borón, como un hecho “inminente y breve” (2000, p. 64), lo que pudo haber implicado una necesaria revalorización del papel de la lucha electoral, como lo plantea este mismo autor (Ídem, p. 68); porque si bien es cierto, no se puede considerar el sufragio como un sustituto de la revolución, tampoco se le debe subestimar.

No obstante, este fue un aspecto que también quedó pendiente de ser elaborado por parte de Fuerza Democrática.

James Petras, por su parte, critica la atmósfera de pesimismo de la que se hacen eco algunas corrientes intelectuales de la época, como por ejemplo Perry Anderson de la New Left Review (2001, p. 5). De ninguna manera se trata de dejarse envolver por esa atmósfera, pero sí de juzgar con todo realismo, no solo la situación política de la izquierda, sino las perspectivas ideológicas.

No se trata de proclamar el ocaso de la izquierda de buenas a primeras, mas sí de postular que una condición insoslayable para que una tendencia de ese tipo levante su vuelo de las cenizas pasa por saldar cuentas con el pasado.

Este mismo autor afirma que no hay duda que ha habido retrocesos severos (Ídem, p. 7), aunque no cree que se trate de “un periodo histórico de derrotas sin precedente” (Ídem). Exalta los movimientos de vocación socialista, antiimperialista y populista “que han confrontado la autoridad de los regímenes clientes del imperialismo en la década de los 90” (Ídem, p. 8); pero reconoce que tales movimientos “son diferentes a los anteriores” (Ídem).

Petras analiza las condiciones socio-políticas mundiales bajo las que puede producirse un resurgimiento de la izquierda. Sin embargo, “la cuestión teórica –dice este mismo autor- no consiste en señalar con certeza la hora y el sitio de un nuevo levantamiento revolucionario, sino en localizar la dirección de la historia y rechazar la fácil creencia de que cualquier derrota de la izquierda es una irreversible derrota histórica mundial” (Ídem, p. 15, subrayado mío). Esto es importante de destacar justamente por la alegre y ligera actitud que, a nuestro juicio, prevaleció entre los diversos sectores que confluyeron inicialmente en Fuerza Democrática para las elecciones del 2002.

Esa alternativa electoral se convirtió en un factor de atracción de grupos diversos de izquierda, la mayoría de los cuales provenían de los viejos partidos de izquierda, eclipsados estos por un relativo repunte electoral de Fuerza Democrática en las elecciones de 1998, así como por la percepción de un repunte de la izquierda después del “Combo ICE”. No obstante, en ningún caso estuvieron dispuestos a ventilar sus discrepancias, o a trabajar en pos de un programa que asegurara el futuro político de la coalición-partido y saldara cuentas con el pasado. Lejos de ello, se centraron en una estéril lucha por puestos en las papeletas para las elecciones del 2002, la cual terminó en la erosión política de este movimiento, con serias repercusiones negativas en la opinión pública y la proscripción de la expectativa de un crecimiento en el apoyo electoral para esta opción de izquierda.

Bibliografía

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Borón, A. 2000. Tras el Búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

Dobles I. et al. 2003. Experiencia militante en Costa Rica: entre el cambio personal y el cambio social. Mimeo. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. 2002. Centroamérica en cifras 1980-2000. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica.

Güendel, L. 1998. La política social, los procesos de integración social y la construcción institucional del sujeto colectivo. En: Oscar Fernández, Política social y descentralización en Costa Rica, UNICEF, San José, Costa Rica.

Petras, J. 1992. Apuntes para comprender las políticas revolucionarias de hoy.

Rovira Mas, J. 1998. Elecciones generales en Costa Rica, primero de abril de 1998, Boletín Electoral Latinoamericano, nº xix, ene.-jun., Pp. 9-70.

Rovira Mas, J. 2001. La democracia ante el siglo XXI. Editorial Universidad de Costa Rica. San José.

Salom, R. 1987. La crisis de la izquierda en Costa Rica. Editorial Porvenir, San José, Costa Rica.

Manuel Mora: in memoriam. 1995. REFLEXIONES, Facultad de Ciencias

Sociales, Nº 41, dic. Pp. 13-16. Schaff, A. 1993. Humanismo ecuménico, Editorial Trotta S.A., Madrid. www.nacion.c


[1] Para comprender el origen y desarrollo de estos movimientos y partidos de la izquierda costarricense, característicos durante la década del setenta puede consultarse mi libro ya citado sobre “La crisis de la izquierda en Costa Rica” (1987).

[2] A principios de la administración Rodríguez Echeverría (1998-2002), el ejecutivo se propuso una serie de iniciativas políticas orientadas a profundizar con nuevos esfuerzos privatizadores el llamado proceso de ajuste estructural, entre las cuales estaba una ley que establecía un nuevo marco jurídico para la regulación de las telecomunicaciones y la electricidad en procura de una mayor apertura. Frente a este proyecto, el diputado Merino jugó un papel destacado, encabezando un amplio movimiento social de oposición.

[3]

[4] Debe tenerse en cuenta lo planteado por el Dr. Jorge Rovira Mas, cuando dice que “ la era del bipartidismo” ha conocido “un declino manifiesto del perfil de las organizaciones de izquierda” (1998, Pp. 9-70).

Crisis y división en el Partido Vanguardia Popular (1983-1984) Pablo Morales Rivera 2008

Pablo Morales Rivera 2008

Universidad de Costa Rica

Introducción

El trabajo que se va a desarrollar a continuación tiene como objetivo analizar un tema poco por no decir nada tratado por los diversas disciplinas dentro de las ciencias sociales: la división de un partido político, pero no cualquier partido político, primero corresponde a la agrupación de más larga trayectoria en nuestro país, la cual el año pasado cumplió 76 años de existencia, es además, la primera organización donde los intereses de los sectores excluidos de Costa Rica se expresaron políticamente, hablamos del Partido Vanguardia Popular.

Hasta este momento, el único estudio hecho sobre este particular hecho histórico (la división del PVP), está lleno de vacíos y lagunas, principalmente porque se parcializo demasiado hacia una de las partes en el momento de la crisis, dejando una serie de argumentos importantes expresados en el discurso de la parte con la cual el autor no compartía criterios. Este trabajo intentara llenar ese vacío, analizando los principales argumentos de cada uno de los bandos en el momento de la crisis.

Un segundo aporte que esperamos conseguir es ver en qué manera la división fue transmitida desde la cúpula hasta la base del partido, como les llegó a esos militantes de base, la noticia de que sus vecinos de barrio y camaradas de partido de un momento a otro pasaron a ser sus enemigos políticos transformándose en jóvenes aventureros o en viejos conservadores, vistos así desde cada una de las dos partes.

Capitulo Primero: Las Cúpulas.

a) El ala “reformista” del PVP[1].

Cuando se genera la crisis en el PVP a la altura de 1983, salen a la luz diferencias que al parecer hacían referencia a una diferencia en la estrategia y táctica revolucionaria que debía tener el partido para con las masas, de un lado de esas diferencias hay que seguir sin duda la posición que sobre estos temas tenía el máximo ideólogo del partido, el Lic. Manuel Mora Valverde.

En este sentido Mora sostenía que la crisis y la división del partido alcanzaron su punto más alto cuando el grupo que se quedaron opuestos a su grupo empezaron a tomar actitudes virulentas y negativas, poco típicas entre camaradas y que en nada ayudaban a solucionar las discrepancias, ante esto él dice:

“Han decretado expulsiones y han difundido injurias y hasta calumnias. Es decir, que en vez de hacer un esfuerzo por desintoxicar el ambiente para crear un clima favorable a la discusión, lo han envenenado más”[2]

¿Cuáles eran estas ideas de Manuel Mora que generaban un clima tan difícil en el partido? El pensamiento de Mora tenía mucho que ver con el contexto en el cual se desenvolvía nuestro país en esa época, el cual estaba marcado por un clima de revolución por la vía armada en varios países de América Central (Nicaragua, El Salvador y Guatemala), este clima sin duda alguna generó una fuerte presión coyuntural sobre el partido.

Mora sostenía que ya desde hace varios años se venían presentando discrepancias entre él y varios compañeros de la dirección del partido de cómo debía concebirse la lucha revolucionaria en Costa Rica, pero que nunca había creído que estas diferencias de criterios iban a afectar negativamente al partido.

Sin embargo para el esto último fue un error, “el error vine a comprenderlo con una gran claridad cuando las condiciones de Centroamérica, y por consiguiente, de Costa Rica también, cambiaron de forma violenta”[3].

Mora creía que desde hace años el partido venía sufriendo cambios muy importantes, cambios generados principalmente en los órganos de dirección y que estos cambios estaban generando un viraje en la forma de funcionar del partido, “pues graves decisiones se estaban llevando a la práctica por organismos laterales al partido (comisiones auxiliares) saltando por encima del centralismo, decisiones que por lo demás generaban situaciones de hecho no contempladas por los órganos centrales de dirección, en una peligrosa escalada tendiente a producir…. Una situación revolucionaria”[4]

Estos cambios eran orquestados según Mora por ese grupo de la dirección que mantenían diferencias con él y temía que el impulso que ellos daban a su remoción era una estrategia para poder imponer con más facilidad su línea ideológica dentro del partido. Pero realmente lo que más le preocupaba a Mora era que para él estos procesos se daban al lado de un completo desconocimiento de esto por parte de las bases, ante esa situación argumentaría Mora: “la comunicación de mi remoción a la base adolecía de falta de la información sobre las cuestiones de fondo que involucraba, y con ese motivo dio lugar a una verdadera lucha en esa base del partido”[5].

Mora resumía entonces las tesis que ese grupo “aventurero” sostenía de la siguiente manera: El país estaba muy cerca de una grave crisis revolucionaria producto de la grave crisis económica que atravesaba, El partido debía utilizar sus recursos para agravar la crisis y debe complicarle al gobierno todo su accionar frente a la crisis para que esta se profundice, para tomar el poder no es importante tener el apoyo de la mayoría del pueblo, solo hay que tomarlo y después se conquista el apoyo popular.

Este tipo de política chocaba seriamente con la posición de la mayoría de la base del partido, la cual eral en última instancia la que debía decidir la línea política del mismo.

Frente a estas tesis Mora sostenía que en ese momento nuestro país vivía una etapa de revolución no socialista, sino antiimperialista que habré paso al socialismo y que esta caracterización respondía a la línea trazada por el XIII Congreso, en estas condiciones el intentar buscar la toma del poder por la vía armada era realmente un pensamiento que se alejaba sin duda alguna de la realidad costarricense.

Con respecto al gobierno Mora opinaba que el Partido Liberación Nacional no era una organización monolítica y homogénea, representando solo a la burguesía reaccionaria e imperialista del país, creía por el contrario que en Liberación había varios sectores progresistas y que el partido debía estimular a esos sectores para que estos presionen “a sus dirigentes a actuar en forma positiva, en defensa de nuestro régimen democrático, en defensa de la paz de Centroamérica, y en defensa de la línea de neutralidad”[6].

Agregaba además se debía “desarrollar una política más realista con el gobierno de nuestro país, para no empujarlo innecesariamente, en cuanto a Nicaragua, hacia las garras de la CIA”[7]. Es importante recalcar aquí que Mora concebía mucho una tesis para Costa Rica que se va a conocer como el Fatalismo Geográfico, la cual sostenía que la posición de nuestro país se encontraba en un sitio crítico geopolíticamente, por estar entre una base militar de los Estados Unidos (en Panamá) y una revolución de corte Marxista (en Nicaragua), además para ese momento se sabía que los contrarrevolucionarios ya recibían armas a través de Costa Rica y Mora sostenía que para Reagan sería de mucha utilidad el convertirnos en una base militar al servicio del imperio, para atacar desde el Sur al gobierno del Frente Sandinista. Dicha posibilidad había quedado clara cuando bajo la operación Furia Urgente 400 marines estadounidenses desembarcaron el 25 de octubre de 1983 en la isla de Granada con el fin de derrocar al gobierno de corte leninista de Maurice Bishop[8].

Otro argumento señalado a través de todo el proceso de Crisis por Mora fue que si la crisis económica seguía profundizándose, el país corriera el riesgo de que las fuerzas reaccionarias de la burguesía optaran por hacer un golpe de estado e instauraran una dictadura fascista, que llevaría a la supresión de un montón de garantías del régimen democrático imperante, es por esto que él llamaba “al aprovechamiento de las contradicciones que existen dentro del Gobierno con el propósito de que esas contradicciones sean un factor permanente de presión progresista sobre el Presidente en defensa del régimen democrático”[9].

Mora sostenía que la causa de que la militancia se redujera acontecía a estos y otros errores que habían alejado al partido de las masas, en respuesta a esto proponía una estrategia de acercamiento al pueblo que debía pasar por los siguientes aspectos: Fortalecimiento del partido mediante la corrección de sus errores, lucha por reconquistar el apoyo de las masas mediante el lanzamiento de consignas realistas, fundamentadas en un análisis crítico de la crisis que afectaba nuestro país dentro de la crisis del capitalismo, divulgación del verdadero significado de la Revolución Nicaragüense, denunciar todas las políticas negativas del gobierno para con el pueblo, luchar por mantener la política de neutralidad y prepararse para una lucha armada en caso de que Estados Unidos invadiera Centroamérica[10].

Terminaremos señalando que Mora pidió hasta el final dos requisitos fundamentales para restablecer la unidad del partido, que se investigara sobre las intenciones de un grupo de militantes para apoderarse de la dirección del partido y que las discrepancias entre él y una mayoría del CC se discutieran a nivel de las bases y que fueran las bases las que decidieran cual era la política correspondiente.

b) El ala “aventurera” del PVP.

Para el grupo de la división que se generó alrededor de Humberto Vargas y Arnoldo Ferreto, las discrepancias con el grupo de los Mora eran algunas similares a las planteadas por la contraparte y otras muy distantes. Primero que todo, este grupo sostenía que la división quedo sentada en un congreso “espurio” celebrado en marzo de 1984 por los seguidores de Manuel Mora.

Arnoldo Ferreto señalaba entre las principales discrepancias con Mora, esas discrepancias venían desde los años cuarenta del siglo pasado “cuando pretendió que dejáramos de llamarnos comunistas y renegáramos el marxismo-leninismo”[11].

El autor hace alusión a cuando en 1943 el partido convocó a una Conferencia Nacional con el fin de sustituir el nombre de Partido Comunista de Costa Rica por el de Vanguardia Popular, esto con el fin de llegar a una alianza con la Iglesia Católica y el gobierno en el llamado Bloque de la Victoria.

Ferreto señalaba que Manuel había caído en los vicios del Browderismo[12], al caer en los vicios del oportunismo de derecha por la alianza antes mencionada, además de que para esa época empezó a ser característico en Mora una forma muy personal de Dirigir el Partido. Alegaba demás de que Manuel Mora asumía como suyos los triunfos como el código de trabajo y las garantías sociales, los cuales habían sido ganados “por el movimiento obrero clasista y por el partido en su totalidad”, Ferreto sostiene que el alzamiento de la figura de Manuel Mora en esos años vendría a repercutir negativamente a futuro en el partido.

Sigue mencionando los errores de esa época y critica la rendición y la deposición de las armas a la cual el partido fue llevado por engaño en 1948 mediante el pacto de Ochomogo que fue negociado por Manuel Mora. “ahí de nuevo jugó un papel decisivo…., Manuel Mora. Su dirección personal suplantó la dirección colectiva y facilitó que el Partido depusiera las armas estando en condiciones de tomar el poder”[13].

Para Ferreto el partido no debe limitarse a defender el régimen democrático, debe desenmascarar el carácter burgués de este y debe crear conciencia en las masas sobre las limitaciones y las mentiras de la democracia burguesa. “El pueblo debe aprender que hay una democracia superior, que hay que conquistar luchando, que tendrá límites para los explotadores”[14]

Ferreto continúa señalando las discrepancias, argumentando una de las críticas más fuertes que pudo recibir el grupo generado alrededor de los Mora mencionando que lo que existía detrás de la crisis del partido era una “lucha ideológica entre quienes queríamos y seguimos queriendo que el PVP opere como un verdadero partido revolucionario, marxista-leninista; como el partido revolucionario de la clase obrera, con una dirección colectiva y quienes, expresando una ideología comunista con ropaje comunista, quieren que el partido no vaya más allá de las reformas al régimen capitalistas dependiente imperante, reformas que, por lo demás, se vuelven cada vez más difíciles conforme se agrava la crisis general del capitalismo y la crisis económica nacional”[15]

Pone de esta manera a Manuel Mora y su grupo a la altura de los sectores burgueses y oligarcas de Costa Rica, argumentando que su único interés es convertir al partido en una instancia reformista y que no cree contradicciones con la burguesía, sino por el contrario que la apoye, estableciendo alianzas políticas con sectores de la clase en el poder mediante la concesión de principios revolucionarios, una posición imperdonable para los marxistas.

Ferreto argumenta que la crisis es generada entonces cuando la Familia Mora ve que la destitución del caudillo como Secretario General no servía a los intereses de este “clan de partido” de implantar su línea oportunista y que por lo tanto debían separar de la dirección al grupo que les hacía oposición en los órganos superiores del Partido.

Cierra Ferreto su argumentación insistiendo que la tesis de que en el proceso de la crisis se deben cumplir las culpas en ambas partes que hubo tanto errores de un lado como del otro, porque los culpables existen, representados por la familia Mora y deben ser denunciados, decir que la culpa fue repartida sería un engaño y “Lenin decía que al pueblo no debe engañársele ni aún con la mentira benévola”[16]

Pasaremos a Analizar ahora los argumentos del Comité Central que se mantuvo alrededor del grupo liderado por Vargas y Ferreto[17], El informe inicia haciendo alusión a las mismas discrepancias con respecto a los años cuarenta que hace Ferreto y que por lo tanto no vale la pena redundar, básicamente critica nuevamente la forma personalista en que Manuel Mora empieza a dirigir el partido a partir de esa época. Luego de esto empieza a enumerar las discrepancias que salieron a relucir con la crisis.

Lo primero que señalan es que Manuel Mora realiza una forma de análisis que no corresponde al marxismo-leninismo marcado por un menosprecio a la teoría revolucionaria, afirma que Mora desde hace muchos años levanto la bandera de lo que él llama “realismo” y que esto lo llevo a restarle importancia a la teoría, para Vargas esta desviación es garrafal ya que “Sin un sólido fundamento teórico, el Partido y el movimiento popular quedan a la deriva, en un mar donde los movimientos son regulados por la clase dominante”[18] y con esto lo que se consigues es que se cierre toda perspectiva revolucionaria.

Un segundo aspecto, expuesto por Ferreto paginas atrás y retomado por el CC es la “Concepción oportunista acerca del carácter de la revolución costarricense, sus fuerzas motrices y las formas de lucha”, sosteniendo aquí que los criterios adoptados por el anterior Secretario General son radicalmente opuestos a los dictados por el XIII Congreso en esta temática, Vargas afirma que ese congreso llego a la conclusión que para ese momento en el poder se hallaban en el poder los sectores oligárquicos, pro imperialistas y burgueses del país, representados por Liberación Nacional y que el país ya está dominado por el imperialismo y existe en él un capitalismo desarrollado.

Un tercer aspecto es el de la revaloración que hace Mora de la democracia burguesa, que siempre se ha opuesto a que se le analice desde una perspectiva clasista y que para él (Mora) esa democracia es aceptable y que el socialismo que vendrá en un futuro indeterminado “solo le dará a esas conquistas democrática un contenido económico”[19].

Argumenta que el partido siempre ha definido que la primera tarea revolucionaria es la toma del poder por parte del pueblo, la separación de las clases explotadoras ligadas al imperialismo del poder y la constitución de un nuevo Estado, conducido por los trabajadores.

Argumenta que Costa Rica cuenta con una gama de importantes instituciones jurídicas y democráticas que se han conquistado con la lucha popular y que con la toma del poder las garantías democráticas pasaran del papel a los hechos pero solo cuando se constituya un verdadero Estado democrático, un Estado de transición al Socialismo, “esta es la diferencia entre la interpretación revolucionaria, proletaria, que nuestro partido hace de la democracia costarricense y la interpretación oportunista y burguesa que hace de ella Manuel Mora”[20].

Una cuarta discrepancia surge en cuanto a la interpretación del papel de Costa Rica en la arena mundial y la posición fatalista en que Manuel Mora ya que para la dirección del PVP bajo esta concepción el otrora Secretario General tenía la política de frenar los movimientos de lucha social en los que se vinculaba el partido y salir de esos conflictos con una actitud conciliadora con la burguesía, bajo el temor infundado de una posible intervención imperialista. Y esto lo que hacía era frenar el proceso revolucionario costarricense.

El quinto problema que señala el informe es referente al poder asumido por la familia Mora en el Partido, ante esto se argumenta que los Mora controlaban el periódico, las finanzas, las relaciones internacionales, la secretaría y subsecretaría general y la comisión de seguridad, en estos puestos la familia operaba como un “clan” dentro del partido y que anteponían sus intereses personales a los del partido.

Sostienen que la comisión de seguridad se había convertido en un organismo paralelo al partido que funcionaba al servicio personal de Manuel Mora:

“quienes ingresaban a él eran educados en el culto a la personalidad e irrespeto al centralismo democrático. El hecho de que a la cabeza de esa estructura estuviera el Secretario General del Partido, fue utilizado para llevar a muchos compañeros la falsa idea de que esa estructura no estaba subordinada al Comité Central”[21]

Como último argumento el informe señala y acusa al “grupo de los Mora” de plegarse con la prensa burguesa en un venenoso ataque contra el Partido y sus dirigentes en los cuales se alude básicamente que hay un sector del Partido que está armado y que está formando un ejército clandestino y que el comunismo criollo de Manuel Mora fue apartado del partido para ser sustituido por un comunismo más pro soviético y menos realista.

Recalcan que este tipo de ataques generaron incluso que dirigentes como Humberto Vargas fueran llamados a comparecer ante el Fiscal Primero de San José sobre la veracidad del ejército clandestino que se estaba armando para empezar una lucha bélica civil.

“Parece imposible que un documento elaborado para servir de base de discusión para un Congreso, por quienes todavía dicen llamarse comunistas, sirva para abrir un juicio contra militantes y dirigentes del Partido Vanguardia Popular”[22]

Capítulo Segundo: Las Bases

Antes de empezar a describir como impacto la división encada una de las bases es importante caracterizar un poco el contexto, así como algunas cifras del distrito de Hatillo.

Hatillo es el distrito número 10 del Cantón Central de la provincia de San José, tiene un área que comprende unos 4,27 kilómetros cuadrados, sin embargo es habitado por 55.593 habitantes según datos oficiales del Censo del 2000, esta gran densidad de población lo ha hecho convertirse en uno de los proyectos habitacionales más poblados de toda Centroamérica, está comprendido por 16 barrios que a su vez son: 15 de Septiembre, 25 de Julio, Hatillo1, Hatillo 2, Hatillo3, Hatillo 4, Hatillo 5, Hatillo 6, Hatillo 7, Hatillo 8, Hatillo Centro, Los Aserrines, Sagrada Familia, Tiribí, Topacio, Vivienda en Marcha.

Hatillo empieza a ser poblado desde 1850. Las condiciones de pobreza que imperaban a finales de ese siglo hacen que el establecimiento de una escuela se torne difícil. Empero, en 1885, se logra consolidar este proyecto. A inicios del siglo XX se construye una ermita y se recibe la donación del terreno para la plaza pública. La expansión demográfica se da entre los años 50 y 60 debido a la entrega de casas por parte del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU).

Fue precisamente durante este último periodo cuando se empiezan a formar ahí las primeras células de militantes comunistas en el distrito, siendo en el barrio de Hatillo 4 donde es fundada la primera. Para ese entonces el PVP se encontraba en una completa ilegalidad, esto hacía que su trabajo de base en el todavía país de menos de un millón de habitantes, fuera muy intenso, mientras los partidos tradicionales se centraban más en un trabajo electorero, el partido de los comunistas se preocupaba por crear tejido orgánico en diversas zonas del país.

Es en las tres décadas que siguieron a la guerra civil que la estructura comunista creció en el distrito de Hatillo, convirtiéndolo en una de las zonas del país donde el PVP tuvo una importantísima organización comunal.

A) La base del grupo “reformista”.

Los militantes de base que se quedaron con el grupo de los Mora, dejan al igual que sus homólogos que se quedaron de la tendencia Vargas-Ferreto completamente anonadados cuando una organización que tenía más de 50 años de trabaja sólida y unidamente, se desmoronara en cuestión de dos meses.

Es interesante mencionar que cuando se avecina el XIV congreso extraordinario que es donde se da la división, ellos, como militantes de base no tenían ni la más mínima idea de que meses atrás se venían dando unas fuertes pugnas internas a la altura de la Comisión Política y el Comité Central de su partido, diferencias en cuanto a la táctica y estrategia de luchas que debía seguir el partido para con el pueblo costarricense y el proceso revolucionario de Costa Rica. Esta discusión se daba principalmente entre los miembros de la “vieja guardia” y los cuadros más jóvenes de estos altos órganos de dirección. Así mismo ninguno de ellos recuerda haber tenido presente en ese momento prácticamente nada de esas acaloradas discusiones, y me atrevería a decir que empezaron a conocer de estos hechos y muy superficialmente, después de que el partido estuviera ya completamente dividido.

“Nosotros nunca supimos ni discutimos en su momento esas discrepancias entre Manuel y los otros miembros, nuestra célula no sabía nada, fue hasta que nos llegó el informe de lo que había pasado arriba que nos dimos cuenta”[23].

De esta manera podemos argumentar en primera instancia que la división les cayó con una inmensa sorpresa, ya que ellos en ese momento estaban dando importantes luchas en el sector comunal, que mencionaremos más adelante y estaban trabajando muy duro por recuperar una militancia que iba en decadencia. En Hatillo los militantes participaban activamente del trabajo comunal, hacían juntos las mantas del Primero de Mayo y realizaban campañas en pro del mejoramiento de vida de los habitantes de las ciudadelas.

Pero en tres meses, la mitad de sus camaradas pasaron a ser partidarios de lo que ellos describían como una tendencia aventurera que pretendía sustituir de un momento a otro todo ese trabajo comunal por una sangrienta guerra civil que llevara a la toma del poder por el partido a través de la vía armada, “ellos ya estaban pensando en la toma del poder por la vía armada, y un grupo de personas entre ellos Manuel, nos oponíamos a que hubiera un derramamiento de sangre”[24].

Entonces estos militantes creían que esa tendencia aventurera en el partido pretendía quitar a Manuel Mora de la secretaría General, con el fin de que Mora perdiera el liderazgo y la dirección del partido para ellos poder tener camino a sus política guerrilleristas.

Fue entonces cuando un fenómeno que había estado alejado siempre del partido y más entre camaradas vecinos empezó a darse, principalmente en el bando de Vargas y Ferrero y liderados por Hubert Méndez en Hatillo, el debate franco y de frente que según Lenín debe existir en un partido revolucionario, fue sustituido por ofensas francas y de frente por parte de militantes de esa fracción que gritaban ofensas y grafiteaban apodos para los militantes vecinos que habían decidido quedarse del lado de Mora.

“Mi casa era como sede del partido en Hatillo y por ejemplo un día, la esposa de Hubert, Elieth, se llevó un poco de chiquillos y de gente afuera de mi casa y empezaron a insultarnos diciéndonos pitufos y nos hicieron hasta pintas afuera en la puerta de la casa”[25]

El apodo de “pitufo” fue una forma satírica que utilizaron los miembros de la tendencia de Vargas y Ferreto utilizaban para ofender a los militantes “moristas”, ya que así como estos dibujos animados (pitufos) tenían una gran dependencia y culto a la personalidad hacia su papá pitufo, así los tenían ellos con “papá Mora”.

Es importante mencionar al finalizar este apartado que la ruptura afecto seriamente el trabajo de órganos que funcionaban paralelamente al partido como es el caso de la Juventud Vanguardista Costarricense (JVC), ya que al momento de dividirse el partido también se divide la juventud del mismo y esta división para el caso de hatillo fue una división sumamente pareja entre ambos lados, dejando juventudes sumamente débiles en las dos tendencias. “éramos como 35 o 40, de los cuales unos 20 se fueron para vanguardia y otros 15 o 20 también nos quedamos con Manuel Mora.”[26]

B) La base “aventurera” del partido

Hablar con los militantes de hatillo de la tendencia Vargas-Ferreto sobre el tema de la crisis del partido en 1983 es hablar con gente profundamente dolida, para ellos al igual que para la mayoría de sus camaradas distritales es recordar casi como una etapa tétrica en su vida política.

Para muchos de ellos la división se dio porque un grupo de camaradas más viejos pasaron de ser comunistas a ser moristas, exaltando la figura de Manuel Mora y poniéndola por encima de todos los órganos de dirección del partido y violando las decisiones del mismo, tesis que como vimos es la sustentada por la cúpula de su tendencia, y la división es defendida por ellos con los mismos argumentos a como fue defendida por el secretario general de su partido en el XV congreso del PVP.

“Lo que paso ahí (en el XIV Congreso extraordinario) es que Manuel Mora iba a ser sustituido como Secretario General y el estaba de acuerdo con eso, el decía que ya estaba muy cansado, entonces se viene el congreso, se aprueba la sustitución de Manuel, el estando de acuerdo y al día siguiente, el ya tenía otro criterio distinto”[27].

Es interesante ver como también existe un paralelismo entre los argumentos que tenía la alta dirección de Manuel Mora y los militantes de base, imagen sustentada en el oportunismo y el carácter reformista de Mora, el mismo Molina menciona “era un gran dirigente político aunque habían cosas que no me gustaban de el, como que lo veía coqueteando mucho con la burguesía”.

También es muy interesante como estas personas tienen el mismo criterio y sustentan los mismos argumentos en cuanto a la comisión de seguridad en el momento de la crisis, aludiendo que era un organismo “que funcionaba al servicio de Manuel Mora y que en realidad no operaba por la seguridad de los miembros del partido, esa comisión no tenía seguridad de nada”.[28]

Con base en los argumentos de porque muchos de sus compañeros se fueron con la tendencia de Mora, argumentan que fueron los más viejos, los más conservadores, eran militantes del partido que en vez de ser comunistas eran moristas que seguían a Manuel Mora a ciegas, sin responder a criterios políticos serios y sin acatar las disposiciones de los órganos superiores de dirección.

Mientras tanto ellos sostienen que su posición estivo basada en cumplir las disposiciones emanadas de los altos centros de dirección del partido, “como iba a ser posible que en el partido el secretario general fuera hasta que se muriera, como en la unión soviética, entonces para qué comité central, nosotros decíamos Comité Central Ordene, era la máxima autoridad del partido, aunque el otro fuera secretario”.

En ese momento ellos creían que lo más sensato era apegarse a las directrices de un congreso y un comité central “realista” y estaban seguros que estas instancias eran las encargadas de materializar las aspiraciones de la mayoría de los militantes del partido, aunque ellos no supieran las condiciones de la convocatoria al congreso, cómo fue la escogencia de los delegados al mismo o las fuertes pugnas que se desataban en ese momento a lo interno del comité central con respecto a la táctica revolucionaria que debía seguir el partido en medio de la crisis centroamericana y mundial que se vivía en ese preciso momento. Tal y como afirma Molina: “yo nunca conocí a profundidad las discrepancias entre Manuel Mora y el comité Central, y nunca llego ese material a las asambleas o a las células, eso se discutió en otras comisiones pero no en las bases”[29].

Otro argumento interesante que aunque es percibido por la base, no es muy bien analizado por esta, es el hecho de que a partir de 1978, el crecimiento del partido propio de la explosión de la década de los 70`s llega a un punto máximo y a partir de ese año la militancia del PVP comienza a decaer, lo cual es atribuido con base a los argumentos del comité central en contra de Manuel Mora, “de ahí en adelante (1978) empezó a decaer como partido, la gente dejó de creer que el partido respondía a sus problemas y yo pienso que la principal causa de eso fue que los mismos líderes de izquierda se fueron suavizando, se creó ese término de comunismo a la tica que no es más que un partido de centro que no creía tan fuertemente en los sueños socialistas y eso fue lo que empezó a deteriorar a la izquierda.”[30]

A fin de cuentas la división les llegó a cada una de las células del partido que para ese momento podían reunir a unos 300 militantes en todo hatillo y a casi 600 simpatizantes según datos de los entrevistados, ellos están claros en que las causas de la división afectaron seriamente su trabajo partidario aunque no así el trabajo comunal que estos camaradas realizaban en el distrito, la crisis en el trabajo comunal en hatillos si tendrá algo que ver con el partido pero será una crisis de 1990, pero que tiene relación directa con esta, dicha relación será analizada en el siguiente capítulo.

Por el momento lo cierto es que la división les llegó y vino con ofensas y profundos resentimientos entre camaradas y vecinos que se ofendían y llegaron a dejar de hablarse aunque ellos mismos afirman que fue una división que les llegó desde arriba, “a nosotros (la base) simplemente nos llegó la noticia de la división, para nosotros la noticia de la separación fue que unos se habían quedado con los Mora, que otros se estaban robando bienes, casi como que hubiera sido una división material y no ideológica, yo pienso que unos nos quedamos con una tendencia y otros con otra no por discrepancias ideológicas, sino más que todo por cercanías y no por una convicción grande… Todavía yo pienso que yo tengo muchas dudas sobre cómo se dio la división”.[31]

Capítulo 3: Análisis de una crisis

En el desarrollo de este capítulo intentaremos desarrollar un análisis que gire entorno a dos procesos fundamentales durante el desarrollo de la crisis del PVP, un primer aspecto será dilucidar las contradicciones que se presentaron a nivel de la cúpula con relación a la percepción que cada una tenía de si misma pero que no necesariamente esas contradicciones eran reales en la base del partido, en otro apartado intentaremos desarrollar los pensamientos asumidos por la base y cuales fueron los errores de la misma que permitieron que la crisis se acentuara y fuera asumida completamente por todo el conjunto del partido.

A) Contradicciones del discurso en la Cúpula

Es muy interesante como en el informe al XV Congreso del PVP escrito por Humberto Vargas, el autor acusa a Manuel Mora de “renunciar a la teoría revolucionaria, que siendo la experiencia acumulada de todo el movimiento revolucionario mundial, tiene una vigencia universal”[32], afirmando que detrás del llamado “realismo” de Manuel Mora se encuentra una práctica pequeño burguesa que está muy lejana del marxismo leninismo internacional y por ende Mora rechaza la importancia del internacionalismo proletario en busca de una construcción universal del socialismo.

Sin embargo en el análisis del documento elaborado por Mora con el mismo fin solo que para el XIV Congreso que organizó su grupo en marzo de 1984 se muestra otra postura muy diferente a la denunciada por Vargas Carbonell, así en este documento Manuel Mora menciona:

 “Sin la presencia del movimiento democrático y revolucionario mundial en acción no habría sido posible que los pueblos de Cuba y Nicaragua rompieran las cadenas para hacerse dueños de su destino. Y ese mismo movimiento democrático y revolucionario mundial seguirá estando presente y haciéndose sentir… en la lucha de todos los pueblos de América Latina que luchan por conquistar su independencia y construir el socialismo”[33]

Volviendo al informe al XV Congreso del PVP, se menciona como segundo punto una visión oportunista que hace Mora de la revolución costarricense, ya que detrás de su disfraz de comunista este pequeño burgués utiliza una excusa muy interesante, tenemos que retrasar el proceso revolucionario para no poner en riesgo la hermana revolución sandinista en Nicaragua y de esta forma lo acusan de conceder principios revolucionarios a la burguesía nacional, algo intolerable en cualquier comunista.

Sin embargo es muy interesante como en el documento escrito por Mora se da una apreciación muy distinta sobre este mismo fenómeno, en este artículo se puede leer lo siguiente:

“Sin hacer concesiones de principios, sin sacrificar los intereses esenciales de nuestra revolución, debemos esforzarnos por eliminar la posibilidad de que el gobierno de nuestro país tenga pretexto por echarse contra el régimen sandinista”[34].

Vemos en esta cita anterior como Mora se mantiene en una posición en la cual apegado al principio del internacionalismo proletario, no hace una concesión de principios al grupo en el poder que debilite el proceso revolucionario costarricense.

Otra contradicción muy interesante se da a la hora en que se trata el involucramiento de los miembros de la familia Mora en diversos órganos de la dirección del partido, ante esta situación el informe al XV congreso menciona uno por uno los puestos ocupados por la familia Mora, controlaban el periódico, las finanzas, la secretaría general, la seguridad y las relaciones internacionales en el partido, “con el tiempo se fue haciendo evidente que los Mora actuaban en el partido como un clan familiar que actuaba sólidamente unido cuando los intereses del partido chocaban con los de su familia”[35].

Vemos entonces como para la dirección del partido era fundamental quitar del poder a una familia que funcionaba con una condicionalidad cruzada en la organización.

Cabe aquí mencionar que en todo el partido eran criticados muchos vicios generados por varios miembros de la familia Mora en los cargos que ocupaban y bastante se oye hablar en ambos lados de la división del partido de lo negativos que eran muchos miembros de esta familia en el funcionamiento del partido, dentro de estos comentarios es interesante como el menos criticado sea el compañero Manuel Mora, son más comunes las críticas a personas como Ady Salas, compañera de Manuel Mora, Elena Castellón, compañera de Eduardo Mora y José Merino, yerno de este último. El oportunismo de estas tres personas que ocupaban las finanzas, la planificación y las relaciones internacionales son sumamente comunes, y es por eso que sea normal que sería a ellos a los primeros que habría que remover de los cargos, sin embargo el proceso inició por el cargo más poderoso y por el que menos daño le hacía al partido de toda esta familia.

Como quedó dicho Manuel Mora pasaba a la presidencia, H. Vargas a la secretaría general, Eduardo Mora continuaría en la subsecretaría general, el hijo de Manuel seguiría a cargo de la seguridad, Merino a cargo del periódico y Elena a cargo de las finanzas y Ady permanecería en el comité central.[36]

Queda claro entonces el error de una mayoría del Comité Central a la hora de querer “purificar” al partido, haciendo la remoción del miembro más defendido por la base del partido y no haber empezado por los miembros de los cuales sus actitudes corruptas a lo interno del partido eran bien conocidas por gran parte de la base y por lo tanto el impacto de sus bajas en los órganos de dirección superior no hubieran sido tan adolecidos por los órganos inferiores.

Como última contradicción me parece muy interesante como giro el asunto en torno a la lucha por cuál de los grupos asumiría el nombre histórico de Vanguardia Popular, en relación con el nombre es muy interesante lo mencionado por el investigador Fernando Zúñiga Umaña, con respecto al cambio de nombre realizado por el Partido Comunista cuando asume la personería como PVP, “el planteamiento del PCCR a través de su secretario General demuestra una posición liquidacionista. Una posposición del socialismo y en su lugar un sometimiento coyuntural, inmediatista….Así el PCCR decide autoliquidarse, cambiar su identidad, dando vida al Partido Vanguardia Popular”[37]

Es interesante la postura de Zuñiga primero por ser del grupo que se quedó con Vargas y Ferreto y segundo porque ve en el cambio de nombre del partido la representación clara de la política pequeño burguesa y oportunista de Manuel Mora y de cómo el cambio de nombre es enmarcado como un principio revolucionario concedido para hacer alianzas y conciliar con la burguesía y los sectores más conservadores del país, representados en este caso por la Iglesia Católica.

Ante este mismo hecho Ferreto menciona lo siguiente, “me opuse, junto con otros compañeros como Carlos Luis Fallas a que el Partido, al pasar a llamarse Vanguardia Popular, adquiriera los contornos de una agrupación socialdemócrata[38]

No cabe la menor duda de que para Ferreto el cambio de nombre representaba la misma concesión de principios revolucionarios que representaba para Zuñiga, sin embargo esto entra en una clara contradicción con el grupo de Ferreto, si todas estas tesis eran ciertas, porque dar una lucha tan grande ante tribunales burgueses (que tal vez pueda ser también una concesión de principios) por la personería de un nombre que era uno de los símbolos más representativos de todas esas prácticas antirrevolucionarias atribuidas a los Mora, tal y como lo señalaría Ferreto en el mismo documento solo que páginas más adelante “los divisionistas no pudieron a pesar de sus triquiñuelas arrebatarnos la personería legal de Vanguardia Popular”[39].

Otro aspecto que resulta sumamente interesante es la tesis del comienzo de la crisis, para Fernando Zúñiga en el partido se pasa de una línea revolucionaria a una reformista en la década de los años cuarenta, esta decisión se da por una dirección personalista de Manuel Mora en contra de la mayoría de los líderes del partido, luego de la Guerra civil, el exilio de Manuel Mora hace que los “revolucionarios” vuelvan a asumir la dirección del partido y le den un funcionamiento como el que tenía anterior a los años cuarenta, sin embargo, “el retorno de Manuel Mora en 1958, como se ha insistido, conduce al PVP a asumir posiciones similares a las que predominaban antes de 1948. Esto provoca una situación de disconformidad interna, que puede ser el origen de discrepancias que prevalecen hasta el momento de la división”[40]

Vemos de esta manera como el autor sostiene la tesis que la crisis surge ya a partir de la década de los cincuenta y que desde ese momento comenzó una pugna a lo interno del partido entre revolucionarios y conciliadores con la burguesía, donde estos terminan imponiéndose en 1983.

Pese a esto el autor no utiliza ninguna fuente para respaldar su tesis, en su investigación no se cita ningún documento de los congresos anteriores al congreso extraordinario donde se produce el cisma en el partido, esto hace que uno pueda partir únicamente de supuestos y apreciaciones poco objetivas al respecto.

Sin embargo podemos encontrar otra explicación que tiene mejor respaldo para analizar este punto, en 1978 se realiza un acto donde se celebra el 47 aniversario del PVP, para ese momento la JVC[41] tenía mucha militancia, al punto de ser incluso mucho más grande que el partido mismo, es por esto que en ese acto se dio la llamada “promoción de los 100”, donde un centenar de miembros de la juventud pasarían a integrar las filas del partido, dos años más tarde, cuando se realizara el XIII Congreso Carlos Luís Fallas, muchos de estos jóvenes pasarían a asumir cargos muy importantes en los órganos de dirección, esto, según uno de los principales actores de la crisis y que formo parte de estos jóvenes fue el tan afamado origen de la división,

 “Mi entrada al comité central se da en el 80, en el congreso Carlos Luís Fallas, en la llamada promoción de los 100 y yo creo que buena parte de los orígenes de la división el partido se dieron gracias a eso, ya que buena parte de nosotros pasamos de la juventud a puestos de dirección, esa gente joven entro al partido con una mentalidad completamente nueva que no creíamos que la historia del partido debía seguir dominando la política actual y fue ahí donde empezó una pugna en los órganos superiores entre este sector joven y el sector conservador del partido”[42]

Vemos de esta manera como el inicio de la crisis estuvo ahí, en esa gran entrada de jóvenes a los puestos de dirección de la juventud, donde comenzó una crisis entre dos generaciones en cuanto a la táctica revolucionaria y de masas que debía seguir el partido y no una pugna ya vieja entre un

ala revolucionaria y otra conciliadora del partido como nos lo hace ver Zúñiga en su obra, cabe mencionar que este argumento es también mencionado en un folleto generado por el PPC[43] para el XIV Congreso de marzo de 1984, donde se menciona “que por una confianza ciega en cuadros jóvenes, se dejaron de lado a importantes compañeros de lucha, conformando un comité central con una buena parte de gente promocionada de la juventud.”[44]

B) El error en el accionar de la base del partido.

Utilizaremos este apartado para hacer una breve reflexión en cuanto al accionar de la base del partido en el momento de la crisis, quedo claro en el segundo capítulo que a la base de hatillo la división les llegó desde arriba, ellos nada más siguieron la división que se generó en los órganos de dirección superior, partiendo de supuestos generados por la ira y el resentimiento de muchos de sus dirigentes, organizados en bloques de poder a lo interno del partido. Los militantes de los órganos inferiores nunca llegaron a preguntarse cuales eran las causas de la crisis.

La base asumió las mismas críticas que la cúpula le achacaba al grupo que apoyaba a Manuel Mora, utilizando el mismo discurso y las mismas ofensas, la base que apoyaba al líder histórico creyó ciegamente que sus camaradas estaban listos para romper con el partido y tomar el poder por la vía armada, aunque dichas armas y dicha guerrilla nunca fue encontrada, al final de la crisis, ambas bases repetían el discurso de su cúpulas para encausar las razones de la división del partido, pero sin entender todavía porque sus camaradas y vecinos de muchos años habían pasado a ser reformistas o guerrilleristas.

Las diferencias de la táctica revolucionaria y de masas que debía seguir el partido entre los dos bloques generacionales nunca fueron conocidas por la base y la base nunca exigió saberlo, en esto ayudo claramente, el resabió inquebrantable de una tradición generada en la mayoría de partidos leninistas, de una base que confía plenamente en sus órganos de dirección superior y que nunca llega a confrontar el espíritu del centralismo democrático con la imperfección y los errores del ser humano.

MARSianos en el partido. A manera de conclusión.

En 1973, el Frente Estudiantil del Pueblo (FEP), brazo juvenil del Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), de corte foquista-guerrillerista, tuvo una división de la cual se formó un nuevo grupo denominado Movimiento de Acción Revolucionaria Socialista (MARS), este grupo decide a inicios de 1974 apoyar al PVP en la opción del Partido Acción Socialista (PASO) que llevaba como candidato presidencial a Manuel Mora, ese mismo año el MARS toma la decisión de disolverse como grupo y unirse a la JVC, muchos de sus cuadros pasaron directamente a ocupar cargos de dirección en la juventud vanguardista y luego en 1978 pasan mediante la promoción de los 100 a ser parte de las filas del partido, pasando en el 80 a ocupar importantes cargos en la alta dirección del PVP.

Entre este tipo de jóvenes que vivieron este proceso se encuentran personas como Hubert Méndez, Raúl López, Cesar Solano y José Merino, los dos primeros eran de los más férreos opositores a Manuel Mora y los dos últimos eran de los que apoyaban a Mora, sin embargo además de su pasado en común, la mayoría jugaron un papel muy similar de uno y de otro lado en la crisis provocando de una u otra forma para hacer ver que la división era todo un hecho y que una salida sin crisis no era posible, una vez que el partido estuvo dividido, las posiciones de estos provenientes de la ultra izquierda de los 70`s fueron las mismas, en 1990 después de haber sido elegido regidor por San José Hubert Méndez, él y Raúl López presentaron un proyecto al PVP mediante el cual consideraban que la vigencia de un partido marxista y revolucionario no era necesaria y que el partido debía disolverse, de igual forma, una corriente dentro del comité central del PPC planteó exactamente lo mismo y quienes defendían esta tesis terminaron abandonando el partido[45].

Para 1998 cuando ya este partido formaba parte del Proyecto Fuerza Democrática, José Merino volvió a sugerir la misma tesis, según la cual, el PPC debía disolverse en Fuerza democrática, tesis que nunca fue aceptada, él mismo terminó abandonando las filas del partido en el año 2001, provocando la última y más grave crisis en el seno de esta agrupación.

Ante estos hechos queda por responder una pregunta fundamental con respecto a estas personas: ¿dejaron de ser revolucionarias? O quizás tal vez, ¿nunca lo fueron? , Manuel Mora hizo críticas fuertes a Hubert Méndez y a Raúl López en cartas al comité central antes de la división, esas críticas nunca fueron conocidas por la base, quizá de haberse conocido, el partido hubiera tenido mayor precaución con esas personas. Sin embargo el análisis de esta faceta de la división del PVP queda para una futura y esperemos que no muy lejana investigación.

Bibliografía

Documentos

Ferreto, Arnoldo. Como y porque fue dividido el Partido Vanguardia Popular. Conferencia brindada en la Sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica en junio de 1986.

Informe del CC al XV Congreso del PVP. 14-17 de Septiembre de 1984.

Mora Valverde, Manuel. La crisis en el partido: discrepancias y lucha por la unidad. Documento presentado a consideración del XIV Congreso del Partido Vanguardia Popular.

Mora Valverde, Manuel, Carta al Comité Central del PVP. 5 de Septiembre de 1983. Biblioteca personal.

Entrevistas

Fallas, María Isabel.

Méndez, Hubert.

Miranda, Mercury.

Molina, Carlos.

Valerín, Clemencia.

Periódicos

Libertad, años 1983, 1984.

Libertad Revolucionaria, años 1983, 1984.

Libros

Indexaciones: Repositorio de Revistas UCR, DIALNET, Latindex, REDALYC Directorio y recolector de recursos digitales del Ministerio de Cultura de España, Directory of Open Access Journals.

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Dobles, Ignacio y Leandro, Vilma. Militantes. Editorial de la Universidad de Costa Rica. San José, 2005.

Salom Echeverría, Roberto. La Crisis de la izquierda en Costa Rica.-1. ed. San José: Editorial Porvenir, 1987.

Zuñiga, Fernando. La División del Partido Vanguardia Popular. Tesis de Maestría. FLACSO. México, 1986.

Páginas Electrónicas

http://es.wikipedia.org/wiki/Operaci%C3%B3n_furia_urgente.
http://deslinde.org.co/Dsl25/historia_y_lecciones.htm.

[1] Partido Vanguardia Popular.

[2] Mora Valverde, Manuel. La crisis en el partido: discrepancias y lucha por la unidad. Documento presentado a consideración del XIV Congreso del Partido Vanguardia Popular. Pág. 2.

[3] Ibíd. Pág 2.

[4] Ibíd. Pág 6.

[5] Ibíd. Pág 6.

[6] Ibíd. Pág 12.

[7] Mora Valverde, Manuel, Carta al Comité Central del PVP. 5 de Septiembre de 1983. Biblioteca personal.

[8] Operación Furia Urgente en Wikipedia. http://es.wikipedia.org/wiki/Operaci%C3%B3n_furia_urgente.

[9] Mora Valverde, Manuel. La crisis en el partido: discrepancias y lucha por la unidad. Documento presentado a consideración del XIV Congreso del Partido Vanguardia Popular. Pág. 12.

[10] Ibíd. Pág. 13.

[11] Ferreto, Arnoldo. Como y porque fue dividido el Partido Vanguardia Popular. Conferencia brindada en la Sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica en junio de 1986 y reproducido por la sección de Historia de la Cultura de la sede. Actualmente se encuentra en la biblioteca de la sede. Pág. 6.

[12] Earl Browder, Secretario General del Partido Comunista de los Estados Unidos quien planteó que capitalismo y comunismo podían coexistir pacíficamente y podía darse una co-ayuda entre clases antagónicas y por esto hizo disolver su partido.

[13] Ferreto, Arnoldo. Como y porque fue dividido el Partido Vanguardia Popular. Conferencia brindada en la Sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica en junio de 1986 y reproducido por la sección de Historia de la Cultura de la sede. Actualmente se encuentra en la biblioteca de la sede. Pág. 7.

[14] Ibíd. Pág. 11.

[15] Ibíd. Pág. 8.

[16] Ibíd. Pág. 15.

[17] Estos argumentos están plasmados en el Informe del CC al XV Congreso del PVP, realizado entre el 14 y el 17 de septiembre de 1984.

[18] Informe del CC al XV Congreso del PVP. 14-17 de Septiembre de 1984. Pág. 15. Biblioteca personal.

[19] Ibíd. Pág. 17.

[20] Ibíd. Pág. 18.

[21] Ibíd. Pág. 20.

[22] Ibíd. Pág. 27.

[23] Valerín, Clemencia. Militante fundadora de la primera célula del partido en el Colegio Superior de Señoritas en 1936 y militante del partido en Hatillos desde 1959. Entrevista realizada el viernes 18 de Noviembre de 2006 en la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio.

[24] Valerín, Clemencia. Opus cit.

[25] Valerín Clemencia. Opus cit.

[26] Miranda, Mercury. Militante de la célula de la JVC en hatillo desde 1978, partidario de la tendencia de Manuel Mora. Entrevista realizada en el local del Partido del Pueblo Costarricense el 20 de Noviembre de 2006

[27] Molina, Carlos. Militante del PVP desde 1965 y militante de la célula de hatillo 4 desde 1970. Entrevista

[28] Molina, Carlos. Opus cit.

[29] Molina, Carlos. Opus cit.

[30] Fallas, María Isabel. Militante del PVP desde 1967, educadora y residente en hatillo 7 desde 1977. Entrevista realizada en la ciudad universitaria Rodrigo Facio el 10 de Noviembre de 2006.

[31] Fallas, María Isabel. Opus cit.

[32] Informe del CC al XV Congreso del PVP. 14-17 de Septiembre de 1984. Pág. 15. Biblioteca personal.

[33] Mora Valverde, Manuel. Opus Cit. p. 10.

[34] Mora Valverde, Manuel. Opus Cit. p. 11

[35] Informe del CC al XV Congreso del PVP. 14-17 de Septiembre de 1984. Pág. 20. Biblioteca personal.

[36] Ferreto, Arnoldo. Opus Cit. p 9.

[37] Zuñiga, Fernando. “La División del Partido Vanguardia Popular”. Tesis de Maestría. FLACSO. Mexico, 1986: p 37-38.

[38] Ferreto, Arnoldo. Opus Cit. p 6.

[39] Ibíd. p 13.

[40] Zúñiga, Fernando. Opus Cit. p 137.

[41] Juventud Vanguardista Costarricense

[42] Méndez, Hubert. Militante del PVP desde 1978 cuando fue promocionado por la JVC, miembro del comité central en el momento de la división. Entrevista realizada el 17 de Noviembre de 2006 en la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio.

[43] Partido del Pueblo Costarricense

[44] Crisis en el partido y lucha por la unidad. Informe presentado en el XIV Congreso del PVP 20-23 de Marzo de 1984. p 9.

[45] Contreras, Gerardo. La historia no es color de rosa. Ediciones Perro Azul. San José, Costa Rica, 2006: p 178.