Las mil y una inquietudes de la obra de Foucault (2013)

Las mil y una inquietudes de la obra de Foucault (2013)
Raimundo Cuesta
Con-Ciencia Social, nº 17 (2013), pp. 79-92
“Que le travail de la pensée foucaudienne nécessite d´être repensé à partir de notre présent, c´est bien le principe implicite sur lequel repose toute notre analyse”. Luca Paltrinieri (2012)
“Heredar a Foucault, recoger su herencia, no es repetir lo que él dijo, ni siquiera preguntarse por las mismas preguntas. Estas son tareas de eruditos devoradores de cadáveres”. Jesús Ibáñez. “Esas ideas ya no estremecerán al mundo”. El País, 27-6-1984
El mito de la unidad del autor y su obra. O lo tomas o lo dejas: la leyenda de la totalidad

La obra de Michel Foucault ha estado presente a lo largo de mi propia formación e historia intelectual: desde aquellos estudiantiles comienzos de los setenta en que trabé conocimiento de Historia de la locura en la época clásica (1961), El nacimiento de la clínica (1963) o Las palabras y las cosas (1966), libros vertidos al español en ediciones latinoamericanas que todavía hoy, cual hojas otoñales, amarillean en el rincón más vetusto y venerable de mi biblioteca.
Desde pronto me había atraído gratamente la lectura de la primigenia incursión foucaultiana en los secretos de la historia de los saberes que individualizan y separan la razón de la sinrazón, la normalidad de la locura. Por el contrario, siempre había sufrido cierta desazón con los otros dos textos, que empezaban prometiendo mucho (la mirada médica y la disección del sujeto humano como objeto de conocimiento) y terminaban agotando la paciencia (la impaciencia) de un lector estudiantil ávido de una prosa más directa y políticamente contundente.
Por lo demás, el Prefacio de Las palabras y las cosas empezaba aludiendo a que “Este libro nació de un texto de Borges”, de una imposible taxonomía de animales de una supuesta enciclopedia china. Este guiño de complicidad literaria hacia el lector, en aquella época probablemente cautivado por las paradojas borgesianas, servía para señalar, a modo de ejemplo, los límites de lo pensable, la imposibilidad de pensar lo imposible en cada época. Si además, como es fama, el capítulo primero era dedicado, a mayor gloria de Dios, al cuadro de Las meninas como expresión de un nuevo espacio de representación de su época (la representación como pura representación de la que el sujeto mismo quedaba suprimido), los excesos interpretativos de la pintura velazqueña no quitaban ni un ápice de brillantez a una prosa cuajada de ocurrencias y giros geniales.
No obstante, este pulido arte de la escritura se enredaba y quedaba sepultado en los capítulos siguientes por una abstrusa selva epistémica, que, a cada poco, obligaba al lector estudiantil a recuperar el resuello. En mi experiencia y memoria de lector quedaba registrada, pues, una ambivalente consideración de la primera etapa creativa, esa que se suele llamar “arqueológica”, del pensador francés, al que, por otra parte, siempre he regresado.
En ese ejercicio personal de autoevaluar la influencia foucaultiana en mi trabajo tenía la seguridad de que mis lecturas en los noventa, más de veinte años posteriores a las primeras aproximaciones estudiantiles, habían sido las más profundas y las que habían afectado más intensa y decididamente, hasta el día de hoy, a mi propia producción intelectual.
Y en esta singladura de madurez hubo tres obras que me marcaron de manera indeleble: Nietzsche, la genealogía, la historia (1971), La verdad y las formas jurídicas (1973) y Vigilar y castigar (1975). En todas ellas, vecinas de una común inquietud política heredera del sesentayocho, palpitaba la chispa crítica de la genealogía del poder, esa segunda etapa que, al decir de los estudiosos, sigue a la inicial fase arqueológica.
La perspectiva genealógica ha empapado mi trabajo intelectual en los últimos veinte años, aunque tampoco he renunciado a conocer y usar parcialmente algunas de las aportaciones del giro hacia el sujeto que se inicia con La voluntad de saber. Historia de la sexualidad 1 (1976), y se continúa en los dos siguientes volúmenes de la historia de la sexualidad y en los cursos impartidos en el Colegio de Francia, por ejemplo, en La hermenéutica del sujeto (1982).
En una palabra, estaba en esas elucubraciones sobre la huella foucaultiana en mis inquietudes intelectuales, cuando cayó en mis manos y di en leer el libro de José Luis Moreno Pestaña, Foucault y la política (2011). Ya en 2006 el mismo autor había realizado una primera incursión en su Convirtiéndose en Foucault. Sociogénesis de un filósofo, valiéndose del orbe categorial de Bourdieu cuando éste estudia los campos académicos.
Con ello se propone vincular trayectoria social, posición política y producción filosófica con el fin de dar cuenta de sus virajes políticos (comunista normalienne después de la guerra, filogaullista en los años cincuenta y sesenta, ultraizquiedista después del 68 y anticomunista y neoliberal desde la segunda mitad de los setenta).
Más allá de los aciertos y precisiones sobre el compromiso político de Foucault, a veces tan desprovisto de matices que nos obliga a acudir a otros relatos biográficos mucho más detallados como los de Didier Eribon (1992 y 1995) o David Macey (1993), interesa subrayar la tesis central del libro, que a modo de resumen muy esquemático podría concretarse en el lema: “lo último es lo mejor”.
En fin, en esta narrativa sobre la vida y obra de Foucault, el aparato tecnológico de raíz bourdieuana, conduce a convertir al pensador francés en alguien que, al final, después de mucho equivocarse, descubrió la libertad y comprobó que las instituciones, como el propio Estado, que acumulan poder, pueden y deben convertirse en espacios para el ejercicio de la libertad y el cuidado de sí mismo.
En suma, lo último sería lo mejor y, por fin, Foucault encontró su camino. Lo cierto y verdad es que cada apuesta política es hija de su tiempo como igualmente lo son las distintas obras pergeñadas en diversos momentos de una trayectoria individual. La unidad de la obra de autor es un mito, pero también es falsa aquella concepción de un autor y su obra que se dedica a verla como un camino de perfección que va desde el error hasta alcanzar la verdad. Este planteamiento es asociológico, ahistórico y teleológico. Cualquier tiempo pasado no siempre fue peor, y los libros (o las teorías), como decía Schopenhauer, no son como los huevos que cuanto más frescos, mejor. Como mucho, tal como proponen algunos de sus comentaristas (Castro, 2011, p. 175) podría comprenderse la totalidad de la obra como un conjunto de desplazamientos que tendría una matriz unitaria en el tema de la subjetivación. El mismo Foucault convino alguna vez en ello, pero también en considerar la analítica del poder como el centro gravitatorio de su pensar. Lo cierto es que una obra acaba “hablando” por encima de lo que crea o juzgue su autor.
No hay un “verdadero” Foucault. Es más, ni hay unidad en la obra ni existe unidad del sujeto que la produce, pues ambos son tan distintos en tiempos diferentes como lo son las propias circunstancias en las que inscribieron su experiencia creativa. Ya el propio Foucault, al teorizar sobre el método arqueológico, decía: “No me pregunten quién soy, ni me pidan que permanezca invariable: es una moral de estado la que rige nuestra documentación. Que nos dejen en paz cuando se trata de escribir” (Foucault, 2009, p. 30).
Él mismo había insistido una y otra vez en la expulsión del sujeto humano del discurso y había acuñado aquello de “función-autor” en su célebre Qu´est-ce qu´un auteur? de 1969 (Foucault, 1999, p. 338), para referirse a quienes consideraba meras extensiones del discurso que pronuncian o escriben, en la medida en que las reglas constitutivas de las formaciones discursivas y de la episteme son inconscientes y se encarnan, hablan, a través del que representa la tarea eventual de autor.
Claro que el propio Foucault, para eludir la poco atractiva idea de que la historia del pensamiento fuera una monótona y gris repetición de reglas ajenas a los sujetos acuñó, quizás pensando en sí mismo, el término “creadores de discursividad” para dar cuenta de cortes, de excepciones geniales que de vez en cuando emergían en esa cansina noria de normas y gramáticas inconscientes y extrahumanas. Esa paradoja persiguió al pensador francés hasta sus últimos días, pues la total expulsión del sujeto humano del discurso en sus primeras obras acabó desembocando en una reivindicación axial de la subjetividad a través de las tecnologías del yo y la ética en sus últimas obras.
Desde luego las pretensiones foucaultianas de expulsar al sujeto de la circulación discursiva comporta problemas incluso para aquellos que, como Didier Eribon (1995; el original data de 1989), se han enfrentado brillantemente a la ardua tarea de construir la biografía de alguien que abominó, en cierto momento, del sujeto individual. En efecto, su mejor biógrafo francés, pese al juicio precipitado de Tony Judt (2008), que califica a Eribon poco menos que de gacetillero reverencioso y ditirámbico, como indica en la introducción biográfica, tuvo que soportar las pullas de los foucaultianos de estricta observancia, que consideraban, como buenos detractores del humanismo, poco menos que un disparate “meter la vida del autor” en los textos generados por el maître à penser.
Pero lo cierto es que una biografía siempre comporta una “invención” del personaje y su obra, y la de Eribon también contribuyó a crear a Foucault como un ser unitario y a su obra como un trayecto relativamente coherente. Otros, como el famoso panfleto americano de James Miller (The Passion of Michel Foucault, 1993; hay edición española, Santiago de Chile, 1995), con peor intención y muy mala entraña edificaron una contraleyenda interpretando la obra del pensador en función de sus obsesiones y gustos acerca de las experiencias límites, reduciéndola, en suma, a una alegoría autobiográfica de sus pulsiones sadomasoquistas y su fascinación por la muerte (Eribon, 1995).
En suma, tal “lectura” de su obra se enmarcaba dentro de una operación de descalificación dentro de la “guerra fría” emprendida por la revolución conservadora americana, que dirigió parte de su munición más repugnante contra la influencia de lo francés y de los teóricos de la llamada por François Cusset (2005) French Theory. Así se gestó el arquetipo del Foucault “degenerado” de una cierta derecha, que, como Juan Pedro Quiñonero (2011), evocaba desde el ABC su figura como “gurú de un gineceo de jóvenes discípulos y amantes, homosexuales y drogatas”.
Solo faltaba que Louis Althusser, muy respetado por Foucault, estrangulara a su compañera o que se conocieran las no pequeñas debilidades y miserias de Jean Paul Sartre para que se promocionara una literatura contra la catadura moral de los pensadores progresistas y acerca de las debilidades de su obra. Desde luego, Tony Judt tomó buena nota de ello en algunos de sus libros. Por nuestra parte, desde Fedicaria, en el editorial del número 16 de esta revista (“De giros, idas y vueltas. Las tradiciones críticas, los intelectuales y el regreso a lo social”) dejábamos apuntadas algunas causas explicativas de la ofensiva lanzada contra la figura del intelectual crítico.
Como bien señala Eribon (1995, p. 19), el mejor remedio contra la artificial proclividad a incurrir en una postiza unidad del sujeto y de su obra radica en la investigación histórica. Cierto. Aunque todo proyecto biográfico no pueda eludir el artificio de contemplar al objeto-sujeto de la biografía en un mismo ser con identidad perdurable. Por lo demás, la ilusión unitaria radica también en las múltiples declaraciones del propio autor que, en numerosas entrevistas y relatos personales, se “muestra” y se aclara a sí mismo y a su obra, de mil y una maneras según soplan los vientos de cada coyuntura.
Al respecto, podemos recordar los “arrepentimientos” y rectificaciones del propio Foucault. A ello hay que añadir los estudiosos académicos que buscan los precedentes, las influencias y las etapas del autor. Por ejemplo, hoy ya posee consagración canónica la división tripartita de su obra en etapas sucesivas: la arqueológica, la genealógica y las tecnologías del yo.
Así pues, escolásticamente hablando, Foucault se divide en tres, lo que muy frecuentemente para sus seguidores más fervientes no es producto de la paradoja o la contradicción, sino más bien resultado de un proceso de sutil afinamiento del análisis de la realidad. En todo caso, su pensamiento comparece y se nos presenta como obra unitaria de uno de los grandes clásicos del pensamiento. Sus textos han ascendido al olimpo de la cultura legítima. La bomba Foucault ha sido desactivada por los artificieros de la buena conciencia.
Ahora bien, desde una perspectiva crítica, lícitamente nos podríamos interrogar acerca de las operaciones que comporta esta consagración (o su contrario, el vituperio total) y esta suerte de mitificación unitaria del autor y su obra. Ya la historia conceptual en los años sesenta y el correlativo giro contextual habían puesto en cuestión la historia tradicional del pensamiento y de la filosofía (de raíz kantiana), que hasta entonces consistía en la selección canónica de unos autores y unos textos y en la redundante reinterpretación de los mismos.
En esa historia existía como una línea recta sobre la que se desplegaba la vida y obra de unos elegidos que iban componiendo la sustancia, siempre renovada y progresiva, del devenir del pensamiento occidental hacia su perfección en el presente. El léxico de ese pensamiento recogería las esencias de valores universales desplegados y concretados en figuras humanas, conceptos y obras literarias. Precisamente en Foucault se aloja la llama, desde sus tiempos más tempranos, de un impulso crítico dirigido a impugnar, siguiendo los pasos de maestros como G. Canguilhem, su siempre cercano protector, y G. Bachellard, los moldes continuistas (atentos a la cadena de sucesos evolutivos más que a las discontinuidades y rupturas) de la historiografía de las ideas, la filosofía y la ciencia.
Y, como ha demostrado recientemente Luca Paltrinieri (2012), también en ella habita, siguiendo la estela canguilhemiana, la historicidad sustancial de los conceptos y su vinculación a la experiencia subjetiva (el pensar como experiencia que maneja y produce conceptos).
También la sociología de la filosofía, como nos recuerda F. Vázquez Díaz (2009, p. 12), ha contribuido a desmantelar algunos mitos y temas recurrentes al intentar objetivar el despliegue histórico de la subjetividad de los pensadores, evitando la tentación de convertir a los autores y textos clásicos en objetos sagrados ajenos al contexto social donde ocurre su existencia real. Por lo demás, la canonización y lectura ritual es muy propia de la tradición de la historia de la literatura (por ejemplo, de H. Bloom) y de una cierta hermenéutica atenta a regresar una y otra vez, cual plegaria ritualizada, hacia la tradición.
Los trabajos de P. Bourdieu, de cuya muerte se cumplen ahora diez años, y sus discípulos sobre los campos de producción artística y académica abrieron perspectivas insólitas al entender el espacio cultural como un lugar de luchas, donde se concitan redes, ejes, nódulos y polos de saber-poder y donde el habitus del homo academicus compite dentro de un sistema de distribución de capitales de distinta naturaleza (cultural, económica o social), tal como puede apreciarse en las interesantes indagaciones de Vázquez García (2009) sobre la filosofía española.
Por su parte, la propia obra de M. Foucault, ya en su primeriza época de arqueología del saber cómo en su posterior genealogía del poder, venía a romper con los supuestos idealistas y triunfalistas de la historia tradicional de las ideas. De ahí su cercanía a los filósofos e historiadores de la ciencia que, como los citados Canguilhem o Bachellard, habían puesto el acento en las discontinuidades y rupturas epistemológicas. De lo que se infiere que el autor y su obra son figuras efímeras y en continuo devenir de igual manera que lo son las miradas que recrean su existencia.
No obstante, los intérpretes de Foucault incurren a menudo en lo que Quentin Skinner (2007, p. 78) denomina, referido a la historia de la filosofía moral y política, el mito de la coherencia. Otorgar sistematicidad a un autor constituye casi una obligación para alguien que quiera difundir una obra, tal como se aprecia en el siguiente ejemplo a cargo de uno de los mejores estudiosos y divulgadores del pensador francés en España.
“Esta articulación rigurosa en tres campos de problemas mutuamente conectados [arqueología: la conversión del sujeto humano en dominio de conocimiento; genealogía: las técnicas y disciplinas externas al sujeto que lo constituyen; y las tecnologías del yo que modelan desde dentro al sujeto], revela la unidad del proyecto, la sistematicidad del pensamiento de Foucault, más allá de su apariencia dispersa y multicolor. No es, propiamente hablando, la coherencia interna de una teoría, entre sus principios y sus consecuencias; se trata más bien de la cohesión ofrecida a posteriori en sus resultados, por un trabajo empírico siempre inconcluso” (Vázquez García, 1991, p. 39).
Sin duda, a posteriori, porque las consecuencias de una obra siempre son “invenciones sociales” después de su realización. Pero tan legítimo y discutible es postular, como hace el autor supracitado o M. Morey (1999), que la sistematicidad de Foucault reside en una permanente preocupación por el sujeto, visto desde diversas posiciones (como objeto del conocer, como víctima del poder o como resultado de técnicas de cuidado de sí mismo), como afirmar que el hilo subterráneo foucaultiano se refiere al poder entendido como una compleja relación de fuerzas.
O también cabe defender que la obra del autor carece de sistematicidad, lo que no empece que contenga fuertes y redundantes anclajes temáticos, pero siempre, a su vez, amarrados a las mil inquietudes del autor y de las múltiples escaramuzas que vivieron sus días, no en vano el universo conceptual no es ajeno al mundo de la experiencia. De modo que sería un sano ejercicio enfrentarse a su obra mediante lecturas en espiral, serpenteantes y retráctiles.
En cualquier caso, la mitología de la coherencia suele venir adherida a otra falacia: la teleológica. En efecto, a menudo se comprende la obra de un autor como la encarnación de un organismo vivo que posee una necesidad de realización hacia una meta, una suerte de programa prediseñado que cumple su fin como máxima realización del genio del autor. Y a esa meta final se la rodea de antecedentes y consecuentes, de influencias y otras bagatelas por el estilo.
Pero, a decir verdad, ningún autor es plenamente coherente en el curso de su historia ni ninguna obra posee un telos predeterminado hacia la perfección. De lo que se infiere que el autor y su obra son figuras quebradizas de igual manera que lo es el tiempo que les tocó vivir. Los relatos de beatificación son operaciones ex post facto, de las que a veces participan los autores con la complicidad de sus devotos secuaces. Por lo demás, el propio Foucault no tuvo reparos en relacionar su obra con su atormentada vida más incluso que con preocupaciones epistemológicas o sociales de diversa estirpe y entidad: “Siempre me interesó que cada uno de mis libros sea, en un sentido, una reunión de fragmentos de autobiografía. Mis libros siempre han sido mis problemas personales con la locura, la prisión, la sexualidad” (Eribon, 1995, p. 73).
Y, en otra entrevista de 1981, añadía: “cada vez que he intentado hacer un trabajo teórico, ha sido a partir de elementos de mi propia experiencia” (Potte-Bonneville, 2007, p. 251). Todo lo cual se aviene mal con la intención metodológica de arqueólogo del saber de expulsar al sujeto humano del escenario de las formaciones discursivas. Foucault en sus cientos de textos y entrevistas comparece una y otra vez como y bajo la figura de “creador” de discursos, no como mero altavoz de marcos discursivos preestablecidos y sí como intelectual que piensa a partir de su propia y descarnada peripecia vital.
Ahí sí existe sistematicidad, aunque en modo alguno la obra deba reducirse a la biografía de un autor. En el fondo, esta cuestión estratégica en la teoría social de las relaciones entre sujetos y discursos se resume en la concepción que defendamos del lenguaje humano, o bien como una norma supra subjetiva que habla a través de los individuos, o bien como una práctica construida por la acción humana. El lenguaje nos habla y nosotros hablamos con el lenguaje.
Es además, como gustaba decir R. Williams (1980, p. 51), “literalmente un medio de producción… una forma específica de conciencia práctica que resulta inseparable de toda actividad material social”. Muy lejos de este horizonte dialéctico se encontraba el “arqueológico” Foucault de los años sesenta, que, por el contrario, practicaba un casi inevitable coqueteo con el estructuralismo de la década prodigiosa (el de Lévi-Strauss, Dumézil, Barthes, etc.), lo que dejó una profunda huella en la tildada como fase “arqueológica” de su pensamiento y un pozo profundo antihumanista, que nada beneficia o añade a una revisión crítica y reactualizadora de su obra aquí y ahora.
De ahí que podamos afirmar que, conforme venimos exponiendo, la naturaleza mítica de la concepción de su obra como totalidad coherente y unitaria, y del autor como operador integral y único, nos obliga a rechazar la habitual aceptación de su legado intelectual como un “lo tomas o lo dejas” y, por la misma razón, nos repele la idea de tener que guardar una fidelidad perruna a una supuesta ortodoxia asentada por los sumos sacerdotes del ramo, a riesgo de incurrir en delito de lesa majestad. Y estas consideraciones nos llevan, como sin quererlo, al papel que debiera tener la teoría en la investigación social.
Invitación al bricolage conceptual
Con motivo del veinte aniversario de su muerte, el grupo colombiano de Olga Lucía Zuluaga, de fuerte inspiración foucaultiana, que ha acreditado ya una larga trayectoria investigadora sobre los saberes y prácticas escolares, afirmaba: “cuando apelamos al nombre de Foucault, nos referimos a un modo de escribir, interrogar, de percibir, de pensar. Foucault es, pues, una perspectiva, una manera de mirar, es el nombre que se da a una caja de herramientas” (Zuluaga, 2005, p. 7).
Por su parte, sostiene Francisco Vázquez (2010, pp. 8-9) que coexisten dos especies de usuarios de nuestro filósofo, a saber, “foucaultistas”, sacerdotes descifradores del misterio de la obra (que no son moco de pavo), y “foucaultianos”, investigadores que buscan en la caja de herramientas fundamentos para el conocimiento crítico del presente.
Por su lado, más recientemente Luca Paltrinieri (2012) abunda en la idea distinguiendo entre commentateurs (los académicos que hacen exégesis de sus textos en relación con otros de la historia del pensamiento) y la de los usagers (los que utilizan su obra como boîte à outils para analizar problemas de nuestro mundo, pero añadiendo que la “caja de herramientas” puede devenir en malhereuse métaphore si se ignora la historicidad del mundo conceptual foucaultiano y su pertenencia a un sistema intelectual de referencia). Teniendo en cuenta tales precauciones a fin de no incurrir en un saqueo indigno de obra ajena, preferimos incluirnos entre los “utilizadores”, aunque tendríamos muchas dificultades a la hora de declararnos, sin rubor, “foucaultianos” o cualquier otra cosa. Se atribuye a L. Wittgenstein la invención (en su Investigaciones filosóficas, 1930) de la imagen de “caja de herramientas” para referirse a la actividad lingüística y el mismo Foucault a veces extendía la metáfora a la totalidad de su obra y, por ende, a su carga teórica. Así lo afirmaba en 1973 en una entrevista en Libération:
“Todos mis libros, ya sea la Historia de la locura o Vigilar y castigar, son, si quiere, como pequeñas cajas de herramientas. Si las personas quieren abrirlas, servirse de una frase, de una idea, de un análisis como si se tratara de un destornillador o unos alicates para cortocircuitar, descalificar, romper los sistemas de poder, y eventualmente los mismos sistemas de los que han salido mis libros, tanto mejor” (Foucault, 1991, p. 88).
Nuestra coincidencia con estas apreciaciones es total e irrestricta. Pero no sólo ha de extenderse este uso interesado y “oportunista” (oportuno) a la obra del filósofo motivo de nuestro escrito, sino también conviene llevar la metáfora de la “caja de herramientas” a toda clase de teorías cuyo objeto sea la vida humana en sociedad, porque, como dejamos dicho en otra parte (Cuesta, Mainer y Mateos, 2009, p. 21), las construcciones teóricas son artefactos, es decir, obras humanas que disponen y dibujan aparatos conceptuales más o menos complejos mediante los cuales pretendemos cartografiar, de manera artificial pero no arbitraria, la realidad objeto de indagación.
Estas representaciones mentales y reducciones conceptuales se generan y resultan de la interacción del sujeto-objeto en el mismo proceso de investigación. Cuando el artefacto se convierte en una maquinaria autoexplicativa, que, elaborada férrea y previamente, hace de apisonadora del objeto investigado, su esterilidad se torna manifiesta, como ocurre con la gran teoría en las ciencias sociales, que al abusar de los aspectos formales “está ebria de sintaxis y ciega para la semántica” (Mills, 1993, p. 52), que oculta el significado bajo una sistematicidad artificiosa.
De ese peligro no queda exenta una lectura totalizadora y autoexplicativa del entramado foucaultiano, lo que a menudo evitaba el pensador invitando a la investigación empírica del detalle. Pero, por otra parte, cuando se acude a la investigación vestido con la desnudez teórica del empirismo, los hechos proliferan como un tumulto de sucesos caprichosos imposibles de ser comprendidos y explicados.
Frente al exceso de equipaje formal y abstracto y su contrario, el déficit teórico, la investigación con pretensiones de validez científica ha de entenderse como un régimen de verdad que, sometido a unas determinadas relaciones de saber-poder, aspira a un conocimiento modesto, siempre tentativo, provisional y hasta cierto punto paradójico. Una suerte de ensamblaje o bricolage intelectual perfectamente consciente de su alcance.
Claude Lévi-Strauss, uno de las grandes figuras del estructuralismo francés, coetáneo de Foucault, publica La pensée sauvage en 1962 y allí, frente a la oposición clásica entre magia y ciencia, reivindica la autonomía del pensamiento salvaje como tipo de conocimiento y señala al bricolage como el modo de proceder de este pensamiento (Lévi-Strauss, 1972, pp. 35-37).
Por extensión y con las debidas distancias, la obra de Foucault invita a una suerte de bricolage conceptual, o sea, a considerar sus productos intelectuales no como una totalidad preestablecida y acabada, sino como una realidad incompleta de la que hay que tomar fragmentos, sobras, trozos, etc., un poco a la manera que sigue el arte del montaje y la composición intelectual de los escritos de Walter Benjamin. Como hace, para seguir con el rastro benjaminiano, la figura contraheroica del trapero que va cogiendo de aquí y de allá lo que pueda haber de útil.
La modestia, pues, ha de ser la divisa que imprima carácter a la lectura de Foucault. Además, la imagen de la caja de herramientas, que, entre otros muchos, igualmente defiende V. Galván (2010) o J. Pastor y A. Ovejero (2007), bien pudiera completarse con la del cedazo que filtra y separa la recepción de sus aportaciones. Como es bien sabido, una obra no consta solo de un repertorio de enunciados y conceptos listos para su empleo. Es también un abanico de oportunidades de uso dentro de contextos muy diferentes. Sabemos por las especulaciones de los teóricos de la recepción, que toda lectura supone una reconstrucción, de modo que los textos tienen tantas vidas diferentes como miradas de quien los lee en determinadas circunstancias.
Y de la obra que nos ocupa hubo y hay muchas miradas en función de la heterogeneidad de los sujetos y contextos de acogida. Desde luego una de las más importantes, contradictorias y curiosas de esas reconstrucciones ha sido la trasmutación, hasta lo irreconocible, merced al recibimiento apoteósico de la llamada French Theory por los departamentos de literatura de algunas universidades de Estados Unidos.
Ciertos universitarios de izquierdas de ese país tiraron de la caja de herramientas foucaultiana, derridiana y deleuziana, entre otras, para ofrecer una resistencia teórica a las secuelas de la revolución conservadora dejadas por la era Reagan, que se había mostrado irreductiblemente defensora de los valores eternos de la tradición americana.
Y así, Foucault, como otros pensadores franceses, se puso al servicio de todo un vasto universo de estudios culturales postmodernos de tipología muy variada y dispersa, que a veces rozaba el esperpento intelectual, como relató y caricaturizó François Cusset (2005), y como, en parte, también puso de relieve el affaire Sokal (este físico publicó en 1996 un artículo-trampa en Social Text, negando, con argumentos peregrinos, la gravedad y la teoría cuántica como “construcciones” sociales).
El escándalo Sokal trajo cola y demostró el trasfondo político que habita detrás del descrédito del relativismo cultural y de lo políticamente correcto (Otero, 1999). La caricatura del relativismo cultural es una cara de la moneda, la otra, como alternativa, es el regreso al esencialismo de las identidades nacionales, religiosas o de otro tipo.
En todo caso, este contexto posmodernista americano contribuyó a producir un nuevo Foucault que, cosas de la vida, se reexportó a Latinoamérica y, lo que es más sorprendente, a Europa. Rodeado de un éxito espectacular, las eventuales estancias de nuestro filósofo, al final de sus años, en el corazón del imperio, le produjeron un gran bienestar personal y él siempre recordaba el buen sabor de boca que le infundía el aire de libertad de costumbres reinante en el mundo de los campus americanos.
Por lo demás, a partir de ese fulgurante éxito se convirtió en un intelectual global y de fama mundial, con todas las servidumbres que ello comporta. Esta internacionalización de Foucault convierte su obra en un espejo donde se mira una inmensa galaxia de sujetos e intereses, que, como no podía ser menos, nos devuelven y refractan figuras multiformes, a menudo distorsionadas como en el callejón del Gato.
Se diría que Foucault ha sido triturado por su extraordinaria acogida y fama mundial, y, finalmente reducido a despojos de sí mismo, como Damiens, el condenado y torturado en 1757, con cuyo estremecedor relato se abre Vigilar y castigar. Es el destino inexorable de los intelectuales llamados a ejercer influencia sobre un radio de acción gigantesco.
“Finalmente se le descuartizó… Esta última operación fue muy larga, porque los caballos que se utilizaron no estaban muy acostumbrados a tirar; de suerte que en lugar de cuatro hubo de poner seis, y no bastando aún esto, fue forzoso para desmembrar los muslos del desdichado, cortarle los nervios y romperle a hachazos las coyunturas…” (Foucault, 1984, p. 11).
Sobre el inmenso, oceánico, escenario de conceptos e hipótesis foucaultianas es preciso navegar con tiento, quitar toda veneración fetichista hacia la obra y su autor, y, como dijimos, realizar un uso “oportunista”, pero creativo de sus aportaciones, tal como sugirió su colega, y a pesar de todo amigo, P. Bourdieu en 1996 (¿Qué es hacer hablar a un autor? A propósito de Michel Foucault).
“Foucault dijo que había leído a este o aquel autor no para obtener conocimiento, sino para sacar de allí reglas para construir su propio objeto. Hay que distinguir entre los lectores, los comentadores, que leen para hablar en seguida de lo que han leído; y los que leen para hacer alguna cosa, para hacer avanzar el conocimiento, los auctores. ¿Cómo hacer una lectura de auctor, que quizás sea infiel a la letra de Foucault, pero fiel al espíritu foucaultiano?” (Bourdieu, 2005, p. 13).
El propio Foucault, a diferencia de sus herederos que hoy se aprovechan crematísticamente de los derechos de autor, se mostró partidario de un uso libérrimo de su obra y manifestó una voluntad de acceso abierto e interpretación sin restricciones de su pensamiento, tal como él había hecho con sus maestros más queridos. Así lo reflejaba en una entrevista de 1975 en Libération:
“Yo a las gentes que amo las utilizo. La única manera de reconocimiento que se puede testimoniar a un pensamiento como el de Nietzsche es precisamente utilizarlo deformarlo, hacerlo chirriar, gritar. Mientras tanto, los comentaristas se dedican a decir si es o no es fiel, cosa que no tiene gran interés” (Foucault, 1992, p. 101).
En verdad, como indica Germán Cano (2012, p. 15) en la presentación española de un reciente Diccionario Nietzsche (Niemeyer, 2012), quizás sea preciso dar un paso más y “pensar con Nietzsche contra Nietzsche”, lo que bien pudiera valer como método de aproximación al propio Foucault. Sea como fuere, la apropiación foucaultiana de Nietzsche resulta muy intermitente, fuertemente situada y clamorosamente brillante. Pasa el cedazo a la Genealogía de la moral y a otros textos del filósofo alemán y trasmuta todo ese acervo nietzscheano en un arte de crítica del poder, la genealogía, adaptada a las necesidades de su tiempo.
Por otra parte, convertirse en despojo y sombra de sí misma es el destino irreversible de toda obra que se deslocaliza y rebasa su tiempo y el lugar de su nacimiento. Precisamente el ejemplo de la recepción de su obra en España es muy ilustrativo de los mil y un Foucaults que son susceptibles de ser albergados y cobijados en los pliegues de las páginas de sus libros.
Valentín Galván (2010) ha trazado admirablemente los vectores y protagonistas que son responsables de la acogida en tierras hispanas del trabajo intelectual de nuestro autor entre 1967 y 1986, esto es, entre la década inicial de su producción intelectual y los dos años siguientes a su muerte en 1984. En ese lapso, que coincide con el tardofranquismo, la transición y las primera fase de la gobernación socialista, existieron “muchos Foucaults… tantas recepciones de su pensamiento como batallas político-filosóficas, depende del espejo en que lo miremos y leamos” (Galván, 2010, p. 281).
La primera penetración de la obra de Foucault no fue temprana ni espectacular. A pesar de la entonces cercanía de la lengua y cultura francesas a la intelectualidad española (que a la sazón aún no miraba como ahora hacia el mundo anglosajón), hasta los años setenta Foucault es casi un desconocido. La primera traducción al español de Historia de la locura en la época clásica data de 1967 en la editorial FCE de México, y a 1968 se remonta, también en México, la primera edición en lengua española de Las palabras y las cosas (Siglo XXI).
En 1970 se vierte en Siglo XXI la primitiva edición en castellano de La arqueología del saber, sólo un año después de su publicación francesa. Ese mismo año se asiste a su consagración académica con su ingreso en el Colegio de Francia, donde pronunció la lección inaugural titulada El orden del discurso, una célebre conferencia (editada en Tusquets, Barcelona, 1973) que generalmente se considera marca la frontera entre la arqueología y la genealogía. Es en los años setenta, en mitad de la resaca post-68 y en plena Transición política española cuando su figura se agranda y cobra una presencia más intensa, primero como pensador de los márgenes y luego, cada vez más, como autor absorbido por el interés académico.
En torno a la segunda mitad de los setenta, coincidiendo con la primera traducción de Vigilar y castigar en 1976, un año después de su aparición en Francia, y en medio de la eclosión cultural y política que ciñe los tiempos de la transición, Foucault se hace un todoterreno al servicio de muy variadas causas, muy especialmente aquellas que hunden sus raíces en espacios de combates sociales no convencionales: la antipsiquiatría, las luchas de los presos organizados en la COPEL, el movimiento de liberación homosexual, los centros y revistas culturales de inspiración libertaria o de extrema izquierda, etc.
Había un Foucault para todas las necesidades, pero su principal manantial de ideas fluía de la teoría y la práctica de luchas contra el poder establecido, en tanto que “intelectual específico” (concepto foucaultiano que marcaba fuertes distancias con el intelectual universal), con las que se había comprometido al menos después de 1968. Ese influjo del Foucault “izquierdista” traspasa temporalmente hablando los años ochenta, sobreviviendo como equipaje conceptual disponible y al servicio de diversos proyectos de emancipación social. Pero nunca más lo hace con la vitalidad crítico-emancipadora de los años setenta, ya que a poco de quedar implantada su omnipresencia se ocasionó un proceso algo más tardío de apropiación académica de su legado.
En efecto, ya algunos de los mejores estudiosos hispanos, como los sociólogos Julia Varela o Fernando Álvarez-Uría conocen directa y relativamente pronto su obra en París, convirtiéndose en tempranos investigadores universitarios y en eficaces trasmisores del conjunto de su quehacer teórico en España. En 1978 inauguran la colección Genealogía del Poder dentro de Ediciones La Piqueta (el esfuerzo más duradero y eficaz de difusión hispana de la dimensión crítica foucaultiana), con una excelente compilación agrupada bajo el título de Microfísica del poder.
Poco antes, a la altura de 1976 cuando M. A. Quintanilla dirige y publica su Diccionario de Filosofía contemporánea, Foucault figura ya en una entrada que se ciñe casi en exclusiva al comentario de Las palabras y las cosas, una obra escrita diez años antes, y allí queda caracterizado como pensador estructuralista. Este tipo de normalización clasificatoria, aunque, como puede verse, poco actualizada, va a ser seguida por una progresiva penetración en los mundos oficiales de la investigación de distintas disciplinas. Pronto se suceden las indagaciones académicas desde diversos campos, por ejemplo desde la historia de la Medicina con las aportaciones de José Luis Peset o Rafael Huertas, desde la psiquiatría con Guillermo Rendueles, desde la Filosofía con Miguel Morey (que factura la primera tesis hispana en 1979) o, algo más tarde, con Francisco Vázquez García.
En una palabra, Foucault pierde fuerza en los movimientos sociales de la calle mientras lo gana como objeto de interés universitario, de modo que ya en los años ochenta se da un salto ideológico “del político de la caja de herramientas al de su construcción académica y su próxima conversión en un clásico de la Filosofía” (Galván, 2010, p. 250). Este ascenso de la calle a los palacios de la ciencia y las cumbres de la fama conlleva, en nuestra opinión, una progresiva y notable erosión de su dimensión crítica.
Hoy, por consiguiente, en España Foucault es contemplado como un clásico cuyo arsenal de conceptos (saber, episteme, formaciones discursivas, disciplinas, dispositivos, gubernamentalidad, biopolítica, poder pastoral, cuidado de sí, etc., etc.) se utilizan acá y acullá, ya sea sin demasiada precisión sobre el alcance de su significado, ya sea con excesiva y ortodoxa rigidez.
Por lo demás, “habría que hacer una revisión de la historia de las ideas que reposa en la hipótesis de que los textos son leídos, y de que, siendo leídos, son comprendidos, etc. En general, lo que circula son los títulos como Vigilar y castigar. Ha habido desde entonces, muchos títulos con infinitivos” (Bourdieu, 2005, p. 17). El mismo Bourdieu tiene razón al referirse a que se da una cierta resistencia a leer a Foucault (aunque no a simular que se ha leído), o al fenómeno indudable de que el patrimonio intelectual de su obra tiende a interpretarse hoy con las lentes postmodernistas que tallaron los académicos norteamericanos.
Y eso por no referirse al desprecio hacia su figura de muchos intelectuales arrepentidos de su pasado progresista, fenómeno extendido por todo occidente tras la crisis finisecular del comunismo, que tienden a ridiculizar sus antiguas devociones ideológicas y a entronizar nuevos dioses más prosaicos y benefactores (el dinero y la influencia). A ello se añade el coro de las plañideras que, no habiendo renunciado del todo a una cierta visión avanzada del mundo, se han erigido en defensores del patrimonio de la cultura occidental entendida como un canon imperecedero heredado del mundo grecorromano. La cofradía de los intelectuales humanistas, donde a menudo la derecha y una cierta izquierda se dan la mano, tienden a abominar de las consecuencias de la huella foucaultiana leída en clave yankee.
Aunque tempranamente, en 1977, Jean Braudillard escribió un libro titulado Olvidar Foucault, su recomendación fue totalmente ignorada dentro y fuera de Francia. Si nos fijamos en España, su muerte en 1984 fue ampliamente reseñada en toda la prensa nacional como un acontecimiento. Así en los matutinos del 27 de junio de ese luctuoso año comparecieron las firmas acreditadas de los periodistas y conocedores de su labor (los Jesús Ibáñez, Fernando Savater, Juan Pedro Quiñonero, Josep Ramoneda, Miguel Morey, etc.). En ese mismo año se rinde homenaje a su vida y obra en Madrid y en un número de la revista Liberación (1984, 3, pp. 3-31).
A partir de ese tiempo se publican varios libros colectivos. Esos años muestran que la ola de consagración foucaultiana quedaba afirmada y su legado fosilizado y anclado, fenómeno que ejemplifica perfectamente el titular de El País del 26 de junio de 1984: “Un líder del espíritu de Mayo del 68. Murió Foucault, uno de los principales protagonistas de la corriente estructuralista del pensamiento francés”.
El proceso de normalización y neutralización empezaba a ser un hecho. Pero a la altura del veinte aniversario de su muerte, las cosas habían cambiado sustancialmente y en el año 2006, cuando la retirada del pensamiento progresista era una realidad evidente y triunfaba el regreso a los valores de siempre, Félix de Azúa (2006), un precioso ejemplar de disfórico “intelectual melancólico”, escribía un artículo en El País, donde ponía de chupa de dómine a las nefastas consecuencias del relativismo foucaultiano acusando al pensador de Poitiers de haberse negado a aceptar el SIDA y ser responsable de prácticas de riesgo con sus compañeros de intercambio sexual.
Todo ello sazonado y mezclado con la “barbarie stalinista” o el “totalitarismo de Castro”. En suma, la muerte por SIDA de Foucault le convertiría en víctima necesaria de sus propias doctrinas de descreído. Otra vez sonaban en esas notas los ecos de la despreciable melodía del libro de James Miller (La pasión de Michel Foucault, 1993), o la resaca de la caricatura del escándalo Sokal. En fin, como señaló Fernando Álvarez-Uría (2006) en su artículo de respuesta a Félix de Azúa, “más vale que la sátira, la ironía y la maledicencia las reserven (…) para la prensa amarilla o las crónicas marcianas”.
Pero este tono entre inquisitorial, amarillista y chismoso se convertirá en un locus recurrente del pensamiento conservador a la hora de tratar la figura de Foucault, que, a pesar de los pesares, nunca pudo ser derribado del pedestal intelectual al que se le había subido. En cambio, una versión liberal más inteligente tiende a perdonarle sus muchos pecados (al fin y al cabo, ¡qué importa el sexo!) e intenta rescatar su último pensamiento como un aval legitimador de los despropósitos del imperante neoliberalismo de nuestro tiempo. Es decir, o se lanza al pecador Foucault a los infiernos, o se le deja vivir una dulce existencia post mortem en el elíseo fluir de los mercados.
Sírvase usted mismo: reinventar el Foucault crítico
Por lo tanto, el presente descrédito de la faceta más crítica de Foucault y su neutralización política e hibernación académica posee concomitancias con un fenómeno mucho más amplio, ocurrido desde los años ochenta en los países del capitalismo tardío, cual es la crisis de los movimientos sociales alternativos, del pensamiento crítico y del tipo de intelectual correspondiente.
Foucault convivió con la generación que le precedió (la de Sartre), la del intelectual tradicional gestado a finales del siglo XIX, que comparecía en el espacio público como conciencia viva de la comunidad y como guía moral universal de sus conciudadanos. Sin embargo, Foucault negaba esa universalidad y proponía la figura del “intelectual específico”, aquel que se comprometía en las luchas sociales concretas dentro del terreno en el que sus conocimientos eran más apropiados para proponer resistencias contra el poder dominante y, en su caso, formular prácticas alternativas (siempre en plural).
Hoy todavía es posible reclamar esta función dentro de espacios de poder contrahegemónicos, porque, además, “hay que seguir reinventando a Foucault” (Galván, 2010, p. 21). Es decir, todavía sus escritos nos permiten elegir entre una multiplicidad de herramientas. Algún fedicariano entiende tal reinvención como una apuesta a favor de una lectura pragmática que sirviera para “incluir su caja de herramientas o sus cócteles molotov en forma de libros en el debate social y comprobar así su eficacia política para el cambio social tangible y no meramente como una materia especulativa” (Pérez Guerrero, 2012, p. 6).
Y, de todas las maneras imaginables, es preciso tomar partido. En mi caso, la elección busca, sin fidelidades preestablecidas, la reinvención de Foucault mediante su lectura con las lentes de las tradiciones de la teoría social crítica que precede y sigue a su obra. A tal fin, Julia Varela y Fernando Alvarez-Uría constituyen, sin duda, un buen ejemplo de cómo es posible insertar la obra foucaultiana en lo mejor de la teoría social rescatando toda la historia de su quehacer intelectual como un continuum crítico.
La arqueología del saber y la genealogía del poder constituyen campos de intervención susceptible de fundar una sociología de las prácticas científicas y una sociología del control social. Hay, sin embargo, en la última etapa de la obra de Foucault una nueva dimensión que consideramos fundamental para sustentar un proyecto de sociología crítica: el investigador ha de asumir en su existencia su compromiso intelectual. Propone como proyecto ético la correspondencia entre conocimientos y comportamientos (Varela y Álvarez-Uría, 1991, p. 26).
Ahora bien, la tal correspondencia no se da ni en Foucault ni en el Lucero del alba. Incluso hay, como demuestra la deriva reformista de la obra de Roger Castel (2005), muchas y muy diversas maneras de entender hoy, a partir de categorías foucaultianas, la resistencia contra el capitalismo. Pero, como decíamos, no es fácil ni necesario, ni quizás conveniente, tal como proponen J. Varela y F. Álvarez-Uría, considerar la obra del pensador francés como un todo, como una unidad orgánica investida de un sistema coherente y autosuficiente.
Tampoco, a despecho de forzar la historia y adoptar una suerte de papel de “cómplice militante” (Pérez Guerrero, 2012), puede sostenerse la tesis de una inequívoca, inmaculada e inalterable entrega izquierdista de Foucault. Seguramente sería más adecuado, aquí y ahora, rastrear lo que invitaban a buscar en su obra con motivo de la segunda edición española de La voluntad de saber: el “hilo rojo anticapitalista” (Varela y Álvarez-Uría, 2005, p. XII).
Y para seguir el hilo es preciso, en nuestra opinión, tirar de muchos, y a veces opuestos, ovillos foucaultianos, desprendiéndonos quizás de una conceptualización del poder inespecífica por omnipresente y una idea de control social, como señala R. Huertas (2012), quizás demasiado mecánica. En cualquier caso, existe un punto de convergencia hacia un mismo tema insoslayable: una analítica del poder que muestra cómo se fragua la subjetividad en distintas fases del desarrollo capitalista conforme a tecnologías de dominación y autosometimiento cada vez más refinadas e individualizadas: desde el poder disciplinario hasta la gubernamentalidad y la biopolítica.
A tal efecto, la genealogía en tanto que método de problematización del presente y de indagación del pasado no ha de considerarse sólo ni principalmente una etapa de su obra, sino que constituye el núcleo central crítico del discurso foucaultiano, siendo así que el énfasis postrero en el cuidado de sí y en la ética comparecen como derivaciones, a veces divagaciones, de la cuestión central para nosotros: cómo el conocimiento y las prácticas discursivas imponen formas disimétricas de poder, dominación y sometimiento de los agentes individuales en el decurso de la vida social.
Bien es cierto que la inmensa obra de Foucault ha deparado otras muchas aportaciones en muy diversos campos específicos (desde la psiquiatría al derecho), pero su actualización crítica en nuestro tiempo nos lleva una vez más a reivindicar su nada ortodoxa e incompleta teoría del poder, sólo esbozada pero más rica y complementaria que la proveniente de la tradición marxista, y su metodología del conocimiento, la genealogía, como mejores y valiosos útiles para una crítica del presente.
El mismo Foucault se preguntaba en El uso de los placeres: ¿qué es la Filosofía hoy, si no el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo? Y añadía la necesidad de sospechar de lo que ya se sabe y emprender la tarea de imaginar cómo y hasta dónde sería posible penser autrement (Foucault, 2009, p. 7). Las mil y una inquietudes de su obra, y su vigencia hoy, se compendia en su ambición desmedida por traspasar las fronteras del pensamiento establecido. Muchas de sus preocupaciones siguen siendo las nuestras, también algunas de sus muchas contradicciones.
REFERENCIAS
ÁLVAREZ-URÍA, F. (2006). Michel Foucault, la verdad y el chismorreo. El País, 19-10-2006.
ÁLVAREZ-URÍA, F. y VARELA, J. (1991). Prólogo. En Foucault, M. Saber y verdad. Madrid: La Piqueta, pp. 7-29.
ÁLVAREZ-URÍA, F. y VARELA, J. (1994). Prólogo. La cuestión del sujeto. En Foucault, M. Hermenéutica del sujeto. Madrid: La Piqueta, pp. 7-31.
AZÚA, F. (2006). No me lo puedo creer. El País, 15-10-2006.
BAUDRILLARD, J. (1994). Olvidar a Foucault. Valencia: Pre-Textos.
BOURDIEU, P. (2005). ¿Qué es hacer hablar a un autor? En Capital, cultural, escuela y espacio social. México: Siglo XXI, pp. 11-20.
CANO, G. (2012). Presentación. Campo de fuerzas “Nietzsche”. En Niemeyer, Ch. (ed.). Diccionario Nietzsche. Conceptos, obras, influencias y lugares. Madrid: Biblioteca Nueva, pp. 13-19.
CASTEL, R. et al. (2009). Pensar y resistir. Madrid: Círculo de Bellas Artes.
CASTRO, E. (2011). Diccionario de Foucault. Temas, conceptos y autores. Madrid: Siglo XXI.
CUESTA, R., MAINER, J. y MATEOS, J. (2009) (coords.). Transiciones, cambios y periodizaciones en la historia de la educación. Salamanca: Impreso y editado por www.lulu.com.
CUSSET, F. (2005). French Theory. Foucault, Derrida, Deleuze & Cía. y las mutaciones de la vida intelectual en Estados Unidos. Barcelona: Melusina.
ERIBON, D. (1992). Michel Foucault. Barcelona: Anagrama.
ERIBON, D. (1995). Michel Foucault y sus contemporáneos. Buenos Aires: Nueva Visión.
FOUCAULT, M. (1971). Las palabras y las cosas. México: Siglo XXI.
FOUCAULT, M. (1975). Historia de la locura en la época clásica. México: FCE.
FOUCAULT, M. (1984). Vigilar y castigar. Madrid: Siglo XXI.
FOUCAULT, M. (1991). Saber y verdad. Madrid: La Piqueta.
FOUCAULT, M. (1992). Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.
FOUCAULT, M. (1994). Hermenéutica del sujeto. Madrid: La Piqueta.
FOUCAULT, M. (1998). La verdad y las formas jurídicas. Barcelona: Gedisa. También en Foucault, M. (1999c, pp. 169-281).
FOUCAULT, M. (1999a). El orden del discurso. Barcelona: Tusquets.
FOUCAULT, M. (1999b). Entre filosofía y literatura. Obras esenciales I. Barcelona: Paidós. Introducción, traducción y edición de Miguel Morey.
FOUCAULT, M. (1999c). Estrategias de poder. Obras esenciales II. Barcelona: Paidós. Introducción, traducción y edición de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría.
FOUCAULT, M. (2004). Nietzsche, la genealogía, la historia. Valencia: Pre-Textos. También en Foucault (1991, pp. 7-29).
FOUCAULT, M. (2005). Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. Madrid: Siglo XXI.
FOUCAULT, M. (2007). Nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires: FCE.
FOUCAULT, M. (2008). La arqueología del saber. Madrid: Siglo XXI.
FOUCAULT, M. (2009). Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres. Madrid: Siglo XXI.
GALVÁN, V. (2010). Michel Foucault en España. De vagos y maleantes. Barcelona: Virus Editorial.
HIGUERA, J. (1999). Michel Foucault: la Filosofía como crítica. Granada: Comares.
HUERTAS, R. (2012). Historia cultural de la psiquiatría. Madrid: La Catarata.
JUDT, T. (2008). Sobre el olvidado siglo XX. Madrid: Taurus.
VI-STRAUSS, C. (1972). El pensamiento salvaje. México: FCE.
MACEY, D. (1993). The lives of Michel Foucault. Londres: Hutchintson.
MILLER, J. (1993). The Passion of Michel Foucault. Nueva York: Simon & Shuster.
MILLS, C. W. (1993). La imaginación sociológica. México: FCE.
MORENO PESTAÑA, J. L. (2006). Convirtiéndose en Foucault. Sociogénesis de un filósofo. Barcelona: Montesinos.
MORENO PESTAÑA, J. L. (2011). Foucault y la política. Madrid: Tierradenadie.
MOREY, M. (1996). Michel Foucault. Tecnologías del yo y otros textos afines. Barcelona: Paidós.
MOREY, M. (1999). Para una política de la experiencia. Introducción y cronología. En Foucault, M. Entre filosofía y literatura. Obras esenciales I. Barcelona: Paidós, pp. 9-63.
OTERO, E. (1999). El affaire Sokal. El ataque postmodernista a la Ciencia y la impostura intelectual. Estudios Sociales, 100, 9-38.
PALTRINIERI, L. (2012). L´experience du concept. Michel Foucault entre épistémologie et histoire. Paris: Publications de la Sorbonnne.
Las mil y una inquietudes de la obra de Foucault
Con-Ciencia Social, nº 17 (2013) – 92 – pp. 79-92 / Raimundo Cuesta
PASTOR, J. y OVEJERO, A. (2007). Michel Foucault, caja de herramientas contra la dominación. Oviedo: Universidad de Oviedo.
REZ GUERRERO, V. (2012). Análisis de la cultura de la transición a la luz de los usos de Foucault. Con-Ciencia Social, 16, 135-141.
POTTE-BONNEVILLE, M. (2007). Michel Foucault, la inquietud de la historia. Buenos Aires: Ediciones Manantial.
QUINTANILLA, M. A. (dir.) (1976). Diccionario de Filosofía contemporánea. Salamanca: Sígueme.
QUIÑONERO, J. P. (2011). Michel Foucault al descubierto. ABC, 3-4-2011.
SKINNER, Q. (2007). Significado y comprensión en la historia de las ideas. En Bocardo Crespo, E. (ed.). El giro contextual. Cinco ensayos de Quentin Skinner y seis comentarios. Madrid: Tecnos, pp. 63-108.
SKINNER, Q. (2009). Visions of Politics. Volume 1 Regarding Method. Cambridge: Cambridge University Press (vid. cap. 4: Meaning and understanding in the history of ideas).
VARELA, J. y ÁLVAREZ-URÍA, F. (1997). Genealogía y sociología. Buenos Aires: El Cielo por Asalto.
VARELA, J. y ÁLVAREZ-URÍA, F. (1999). Introducción a un modo de vida no fascista. En Foucault, M. Estrategias de poder. Obras esenciales II. Barcelona: Paidós, pp. 9-25.
VARELA, J. y ÁLVAREZ-URÍA, F. (2005). Ensayo introductorio. Capitalismo, sexualidad y ética de la libertad. En Foucault, M. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. Madrid: Siglo XXI, pp. VII-XLV.
ZQUEZ GARCÍA, F. (1995). Foucault. La historia como crítica de la razón. Barcelona: Montesinos:
ZQUEZ GARCÍA, F. (2009). La Filosofía española. Herederos y pretendientes. Una lectura sociológica (1963-1990). Madrid: Adaba.
ZQUEZ GARCÍA, F. (2010). Presentación. En Galván, V. Michel Foucault en España. De vagos y maleantes. Barcelona: Virus Editorial, pp. 5-9.
WILLIAMS, R. (1980). Marxismo y literatura. Barcelona: Península.
ZULUAGA, O. L. et al. (2005). Foucault, la Pedagogía y la educación. Pensar de otro modo. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional.

¿Cómo hacer un análisis de coyuntura?

¿CÓMO HACER UN ANÁLISIS DE COYUNTURA?
Herbert José de Souza
Introducción
En un momento en el que toda la sociedad acompaña activamente el desarrollo de los acontecimientos políticos, es evidente que no basta con la lectura de los diarios al día para entender lo que está ocurriendo. Dentro del volumen de informaciones que circula todos los días es necesario identificar los ingredientes, los actores, los intereses en juego. Hacer esto es hacer un análisis de coyuntura.
En todo momento y en relación a las más variadas situaciones, hacemos “análisis” de coyuntura, conscientes o no, queriendo o no: cuando decidimos salir de nuestra casa, salir del trabajo, entrar en un partido político, participar en una lucha política, casarnos, enviar a un hijo al colegio, evitar o buscar una brisa, descansar o estar atento, en todas estas situaciones tomamos decisiones basados en una evaluación de la situación vista bajo la óptica de nuestros intereses o necesidades. En estas decisiones tomamos en cuenta las informaciones que tenemos, buscamos mayor información, evaluamos las posibilidades, hacemos hipótesis sobre el desarrollo de los hechos, de las reacciones posibles de las personas o de los grupos, medimos la “fuerza” o el peligro de nuestros eventuales “enemigos”, o de los “peligros” y, a partir de ese conjunto de conocimientos, informaciones y evaluaciones tomamos nuestras decisiones.
El análisis de coyuntura es una mezcla de conocimientos y descubrimientos, es una lectura especial de la realidad y que se hace siempre en función de alguna necesidad o interés. En este sentido no hay análisis de coyuntura neutro, desinteresado: puede ser objetivo pero estará siempre relacionado con una determinada visión del sentido y del rumbo de los acontecimientos.
El análisis de la coyuntura no solo es parte del arte de la política, es en sí mismo un acto político. El que hace política, hace análisis político, aún sin saberlo.
Pero el análisis de la coyuntura es una tarea compleja, difícil y que exige no solamente un conocimiento detallado de todos los elementos importantes y disponibles de una situación determinada, sino que exige también un tipo de capacidad para percibir, comprender, descubrir sentidos, relaciones, tendencias, a partir de los datos y las informaciones.
No deja de ser sorprendente que para una actividad tan importante como es el analizar y acompañar el desarrollo de la situación política y económica de un país falte la elaboración de teorías y métodos específicos. El siguiente texto intenta ofrecer algunos elementos metodológicos para el análisis de la realidad política y percibir más claramente la coyuntura.
1. Algunas categorías para el análisis de coyuntura
Para hacer un análisis de coyuntura son necesarias algunas herramientas apropiadas para eso. Son las categorías con que se trabaja:
a) acontecimientos
b) escenarios
c) actores
d) relación de fuerzas
e) articulación (relación entre “estructura” y “coyuntura”).
Cada una de estas categorías merece un tratamiento por separado, pero en conjunto ellas podrían ser estudiadas como elementos de la “representación de la vida” o una obra de teatro. Estas categorías por ejemplo, fueron utilizadas por Marx en su estudio de la revolución francesa en el “18 Brumario”, que constituye uno de los más brillantes estudios de una situación política (una coyuntura ya realizada).
Intentemos ver un poco más el sentido de cada una de las categorías.
a) Acontecimientos
Debemos distinguir un hecho de un acontecimiento. En la vida real ocurren millares de hechos todos los días en todas partes pero solamente algunos de esos hechos son “considerados” como acontecimientos: aquellos que adquieren un sentido especial para un país, una clase social, un grupo social o una persona.
Alguien puede caerse de un caballo y eso constituir un hecho sin importancia, pero si el que se cayó del caballo es el presidente esto será un acontecimiento para ese país. El nacimiento del hijo de un trabajador es un acontecimiento para la familia. Un beso puede ser un hecho común pero el beso de Judas fue un acontecimiento.
Existen hechos que se constituyen en “acontecimientos”, tales como huelgas generales, elecciones presidenciales, golpes militares, catástrofes, descubrimientos científicos de gran alcance. Estos hechos, por su dimensión afectan al destino y a la vida de millones de personas de la sociedad en su conjunto.
En el análisis de coyuntura, lo importante es analizar los acontecimientos sabiendo distinguir primero los hechos de los acontecimientos y después distinguir los acontecimientos según su importancia. Esa importancia y peso son siempre relativos y dependen de la óptica de quien analiza la coyuntura, porque una coyuntura, puede ser buena para alguien y pésima para otros. Un ladrón que llega a un lugar muy vigilado por la policía va a verificar que la coyuntura es mala para él ese día, la madre que llega a la plaza con su hijo va a pensar lo contrario.
La importancia del análisis a partir de los acontecimientos es que ellos indican siempre ciertos “sentidos” y revelan también la percepción de una sociedad o grupo social, o clase, tienen la realidad y de sí mismo.
Identificar los principales acontecimientos en un determinado momento o periodo de tiempo, es un paso fundamental para caracterizar y analizar una coyuntura.
b) Escenarios
Las acciones de la trama social y política se desenvuelven en determinados espacios que pueden ser considerados como escenarios. Siempre oímos hablar de los escenarios de la guerra, de los escenarios de la lucha. El escenario de un conflicto puede trasladarse de acuerdo con el desarrollo de la lucha: pasar de las calles y plazas al parlamento, de allí a los gabinetes municipales y de allí hacia atrás de los bastidores. Cada escenario presenta particularidades que influencian en el desarrollo de la lucha y muchas veces el simple hecho de cambiar de escenario es ya una indicación importante de una variación en el proceso.
La capacidad de definir los escenarios donde se van a dar las luchas es un factor de ventaja importante. Cuando un gobierno consigue trasladar la lucha de las plazas hacia los gabinetes ya está, de alguna forma, trasladando las fuerzas en conflicto hacia un campo donde su poder es mayor. De allí la importancia de identificar los escenarios dónde las luchas se desarrollan y las particularidades de los diferentes escenarios.
En una dictadura militar los escenarios del poder y de la lucha contra ese poder serán necesariamente diferentes de los escenarios en una sociedad democrática. En la primera, tal vez el cuartel, en la segunda el parlamento, las calles y las plazas.
c) Actores
El actor es alguien que representa, que encarna un papel dentro de una trama de realizaciones. Un determinado individuo es un actor social cuando él representa algo para la sociedad (para el grupo, la clase, el país), encarna una idea, una reivindicación, un proyecto, una promesa, una denuncia.
Una clase social, una categoría social, un grupo pueden ser actores sociales.
Pero la idea de “actor” no se limita solamente a personas o grupos sociales, las instituciones también pueden ser actores sociales, un sindicato, partidos políticos, periódicos, radios, emisoras de TV, Iglesias.
d) Relación de fuerzas
Las clases sociales, los grupos, los diferentes actores locales están en relación unos con otros. Esas relaciones pueden ser de enfrentamiento, de coexistencia, de cooperación y estarán siempre revelando una relación de fuerza, de dominio, de igualdad o de subordinación. Encontrar formas de verificar la relación de fuerzas, tener una idea más clara de esa relación es decisivo si se quiere extraer consecuencias prácticas del análisis de la coyuntura. Algunas veces esa relación de fuerzas se revela a través de indicadores cuantitativos, como es el caso de una elección: el número de votos indicará la relación de fuerzas entre partidos, grupos, clases sociales. Otras veces debemos buscar formas de verificación menos “visibles”.
¿Cuál es la fuerza de un movimiento social o político emergente? ¿Cómo medir lo nuevo, aquello que no tiene registros cuantitativos?
Otra idea importante es la de que la relación de fuerzas no es un dato inmutable, instalado de una vez para siempre: la relación de fuerzas sufre cambios permanentes y es por eso que la política está ten llena de sorpresas: un candidato, un empresario, un partido político pueden pensar que mantienen una relación de superioridad y cuando son llamados a demostrar su “fuerza” perciben que la relación cambió y que deben dedicarse a explicar la derrota o la victoria.
e) Análisis de acontecimientos (Eventos que tienen como telón de fondo las “estructuras”. Articulación entre estructura y coyuntura).
La cuestión aquí es que los acontecimientos, la acción desarrollada por los actores sociales, generando una situación, definiendo una coyuntura, no se dan en el vacío: ellos tienen relación con la historia, con el pasado, con relaciones sociales, económicas y políticas establecidas a lo largo de un proceso más prolongado. Una huelga general marca una coyuntura, es un acontecimiento nuevo que puede provocar modificaciones más profundas pero ella no cae del cielo; ella es el resultado de un proceso más largo y está situada en una determinada estructura industrial que define sus características básicas, sus alcances o límites. Un cuadro de desocupación puede marcar una coyuntura productiva que, de alguna manera interfiere en la forma en que la desocupación afecta a la población a quienes afecta y cómo.
A eso llamamos relacionar la coyuntura (los datos, los acontecimientos, los actores) con la estructura.
Es fundamental percibir el conjunto de fuerzas y problemas que se encuentran detrás de los acontecimientos. Tan importante como aprender el sentido de un acontecimiento es percibir cuáles son las fuerzas, los movimientos, las contradicciones, las condiciones que los generan. Si bien el acontecimiento aparece directamente delante de nuestra percepción, el telón de fondo que lo produce no siempre está claro. Un esfuerzo y un cuidado mayor debe, entonces, emplearse para situar los acontecimientos y extraer de ellos sus posibles sentidos.
Esforzarse por ver también las señales de nacimiento de lo “nuevo” lo no ocurrido, lo inédito. Tan importante como entender lo que ya está ocurriendo es estar atento a las señales de los fenómenos nuevos que comienzan a manifestarse.
Buscar, ver el hilo conductor de los acontecimientos. No se puede afirmar a priori que todos los acontecimientos “ocurren” dentro de una lógica determinada, siguiendo una trama predeterminada. En la realidad los procesos están subordinados a determinaciones lógicas. Esto sin embargo, no nos impide buscar, investigar el encadenamiento, la lógica, las articulaciones, el sentido común de los acontecimientos. Cuando somos capaces de percibir la lógica interna de una determinada política económica es más fácil entender el sentido de los decretos, de las acciones e incluso de las visitas de los ministros de economía.
Existen dos lecturas posibles de los acontecimientos, o dos modos de leer coyuntura: – A partir de la situación y del punto de vista del poder dominante (lógica del poder). – A partir de la situación, del punto de vista del movimiento popular, de las clases subordinadas, de la oposición al poder dominante.
En general los análisis de coyuntura son conservadores: su finalidad es reordenar los elementos de la realidad, de la situación dominante, para mantener el funcionamiento del sistema, del régimen. Un análisis realizado tendiendo como presupuesto una corrección de ruta, pero no de la dirección fundamental.
Este tipo de análisis parte del punto de vista del poder dominante y, de cierta manera, determinará no solamente la selección de los acontecimientos y actores a ser analizados, sino que atribuirá a esos acontecimientos un sentido armonizado con los intereses de las clases dominantes. Todo acontecimiento es una realidad con un sentido atribuido, no es meramente un hecho, es un hecho leído y visto por intereses específicos.
Partir del punto de vista del movimiento popular no es obviamente, inventar situaciones, acontecimientos y correlaciones de fuerzas que benefician al campo popular al nivel de la fantasía y de la imaginación de los analistas interesados. Es partir de los acontecimientos social e históricamente determinados, existentes, concretos, pero percibirlos, analizarlos bajo la óptica de los intereses de las clases subordinadas, dado que todo análisis de coyuntura solo adquiere sentido cuando es usado como elemento de transformación de la realidad.
El análisis de coyuntura debe tomar en cuenta las articulaciones y dimensiones locales, regionales, nacionales e internacionales de los fenómenos, de los acontecimientos, de los actores, de las fuerzas sociales.
La importancia de los elementos en el análisis de la coyuntura depende de cada situación, de su relación o de su posición en un contexto más amplio y más permanente.
El análisis de coyuntura de un modo general, es un análisis interesado en producir un tipo de intervención en la política, es un elemento fundamental en la organización de la política, en la definición de las estrategias y tácticas de las diversas fuerzas sociales en lucha.
Una cuestión clave en el análisis de coyuntura es la percepción de la complejidad y de la dificultad en determinar relaciones de causalidad de tipo unilateral, simples. Existe un ejemplo constante de imprevisibilidad en relación a la acción política: su existencia, sus efectos, sus causas. La acción política es en sí misma un elemento de la realidad política: es la base de la posibilidad de transformaciones, de cambios, de surgimiento de lo nuevo.
Hablar de una lógica de la acción es hablar también de su imprevisibilidad.
Las categorías “estrategia” y “táctica” son también instrumentos útiles para el análisis de la acción de los diferentes actores sociales.
Es posible buscar identificar las líneas generales de acción, las estrategias empleadas por ciertos actores sociales para conseguir realizar sus objetivos. Podríamos definir la estrategia como la articulación, la definición de un conjunto de medios, de fuerzas, de elementos tendiendo en cuenta la realización de objetivos generales o “proyectos” más globales que responden a intereses y objetivos sociales, económicos y políticos de determinadas fuerzas o clases sociales.
Si en la estrategia encontramos los objetivos y líneas de acción más generales, en la táctica encontramos los medios y formas particulares concretas, de acción, teniendo en cuenta la realización de estrategias determinadas. No siempre, sin embargo, un acontecimiento o un conjunto de acciones aparentemente articuladas entre sí constituyen una táctica o forman parte de una estrategia. En la sociedad, en un proceso social, lo que acontece no tiene que ver, necesariamente, con una lógica o un plan establecido. Solo las teorías conspirativas o “estructuralistas” de la historia creen eso, de ahí que los análisis de coyuntura deban estar siempre abiertos al descubrimiento de varias posibilidades y alternativas.

The Death of the Author

THE DEATH OF THE AUTHOR
Roland Barthes

In his story Sarrasine, Balzac, speaking of a castrato disguised as a woman, writes this sentence: “It was Woman, with her sudden fears, her irrational whims, her instinctive fears, her unprovoked bravado, her daring and her delicious delicacy of feeling” Who is speaking in this way? Is it the story’s hero, concerned to ignore the castrato concealed beneath the woman? Is it the man Balzac, endowed by his personal experience with a philosophy of Woman? Is it the author Balzac, professing certain “literary” ideas of femininity? Is it universal wisdom? or romantic psychology?

It will always be impossible to know, for the good reason that all writing is itself this special voice, consisting of several indiscernible voices, and that literature is precisely the invention of this voice, to which we cannot assign a specific origin: literature is that neuter, that composite, that oblique into which every subject escapes, the trap where all identity is lost, beginning with the very identity of the body that writes.
• • •
Probably this has always been the case: once an action is recounted, for intransitive ends, and no longer in order to act directly upon reality — that is, finally external to any function but the very exercise of the symbol — this disjunction occurs, the voice loses its origin, the author enters his own death, writing begins.

Nevertheless, the feeling about this phenomenon has been variable; in primitive societies, narrative is never undertaken by a person, but by a mediator, shaman or speaker, whose “performance” may be admired (that is, his mastery of the narrative code), but not his “genius” The author is a modern figure, produced no doubt by our society insofar as, at the end of the middle ages, with English empiricism, French rationalism and the personal faith of the Reformation, it discovered the prestige of the individual, or, to put it more nobly, of the “human person”
Hence it is logical that with regard to literature it should be positivism, resume and the result of capitalist ideology, which has accorded the greatest importance to the author’s “person” The author still rules in manuals of literary history, in biographies of writers, in magazine interviews, and even in the awareness of literary men, anxious to unite, by their private journals, their person and their work; the image of literature to be found in contemporary culture is tyrannically centered on the author, his person, his history, his tastes, his passions; criticism still consists, most of the time, in saying that Baudelaire’s work is the failure of the man Baudelaire, Van Gogh’s work his madness, Tchaikovsky’s his vice: the explanation of the work is always sought in the man who has produced it, as if, through the more or less transparent allegory of fiction, it was always finally the voice of one and the same person, the author, which delivered his “confidence.”
• • •
Though the Author’s empire is still very powerful (recent criticism has often merely consolidated it), it is evident that for a long time now certain writers have attempted to topple it. In France, Mallarme was doubtless the first to see and foresee in its full extent the necessity of substituting language itself for the man who hitherto was supposed to own it; for Mallarme, as for us, it is language which speaks, not the author: to write is to reach, through a preexisting impersonality — never to be confused with the castrating objectivity of the realistic novelist — that point where language alone acts, “performs,” and not “oneself”: Mallarme’s entire poetics consists in suppressing the author for the sake of the writing (which is, as we shall see, to restore the status of the reader.)
Valery, encumbered with a psychology of the Self, greatly edulcorated Mallarme’s theory, but, turning in a preference for classicism to the lessons of rhetoric, he unceasingly questioned and mocked the Author, emphasized the linguistic and almost “chance” nature of his activity, and throughout his prose works championed the essentially verbal condition of literature, in the face of which any recourse to the writer’s inferiority seemed to him pure superstition.
It is clear that Proust himself, despite the apparent psychological character of what is called his analyses, undertook the responsibility of inexorably blurring, by an extreme subtilization, the relation of the writer and his characters: by making the narrator not the person who has seen or felt, nor even the person who writes, but the person who will write (the young man of the novel — but, in fact, how old is he, and who is he? — wants to write but cannot, and the novel ends when at last the writing becomes possible), Proust has given modern writing its epic: by a radical reversal, instead of putting his life into his novel, as we say so often, he makes his very life into a work for which his own book was in a sense the model, so that it is quite obvious to us that it is not Charles who imitates Montesquieu, but that Montesquieu in his anecdotal, historical reality is merely a secondary fragment, derived from Charles.
Surrealism lastly — to remain on the level of this prehistory of modernity — surrealism doubtless could not accord language a sovereign place, since language is a system and since what the movement sought was, romantically, a direct subversion of all codes — an illusory subversion, moreover, for a code cannot be destroyed, it can only be “played with”; but by abruptly violating expected meanings (this was the famous surrealist “jolt”), by entrusting to the hand the responsibility of writing as fast as possible what the head itself ignores (this was automatic writing), by accepting the principle and the experience of a collective writing, surrealism helped secularize the image of the Author.
Finally, outside of literature itself (actually, these distinctions are being superseded), linguistics has just furnished the destruction of the Author with a precious analytic instrument by showing that utterance in its entirety is a void process, which functions perfectly without requiring to be filled by the person of the interlocutors: linguistically, the author is never anything more than the man who writes, just as I is no more than the man who says I: language knows a “subject,” not a “person,” end this subject, void outside of the very utterance which defines it, suffices to make language “work,” that is, to exhaust it.
• • •
The absence of the Author (with Brecht, we might speak here of a real “alienation:’ the Author diminishing like a tiny figure at the far end of the literary stage) is not only a historical fact or an act of writing: it utterly transforms the modern text (or — what is the same thing — the text is henceforth written and read so that in it, on every level, the Author absents himself).
Time, first of all, is no longer the same. The Author, when we believe in him, is always conceived as the past of his own book: the book and the author take their places of their own accord on the same line, cast as a before and an after: the Author is supposed to feed the book — that is, he pre-exists it, thinks, suffers, lives for it; he maintains with his work the same relation of antecedence a father maintains with his child.
Quite the contrary, the modern writer (scriptor) is born simultaneously with his text; he is in no way supplied with a being which precedes or transcends his writing, he is in no way the subject of which his book is the predicate; there is no other time than that of the utterance, and every text is eternally written here and now.
This is because (or: it follows that) to write can no longer designate an operation of recording, of observing, of representing, of “painting” (as the Classic writers put it), but rather what the linguisticians, following the vocabulary of the Oxford school, call a performative, a rare verbal form (exclusively given to the first person and to the present), in which utterance has no other content than the act by which it is uttered: something like the / Command of kings or the I Sing of the early bards; the modern writer, having buried the Author, can therefore no longer believe, according to the “pathos” of his predecessors, that his hand is too slow for his thought or his passion, and that in consequence, making a law out of necessity, he must accentuate this gap and endlessly “elaborate” his form; for him, on the contrary, his hand, detached from any voice, borne by a pure gesture of inscription (and not of expression), traces a field without origin — or which, at least, has no other origin than language itself, that is, the very thing which ceaselessly questions any origin.
• • •
We know that a text does not consist of a line of words, releasing a single “theological” meaning (the “message” of the Author- God), but is a space of many dimensions, in which are wedded and contested various kinds of writing, no one of which is original: the text is a tissue of citations, resulting from the thousand sources of culture.
Like Bouvard and Pecuchet, those eternal copyists, both sublime and comical and whose profound absurdity precisely designates the truth of writing, the writer can only imitate a gesture forever anterior, never original; his only power is to combine the different kinds of writing, to oppose some by others, so as never to sustain himself by just one of them; if he wants to express himself, at least he should know that the internal “thing” he claims to “translate” is itself only a readymade dictionary whose words can be explained (defined) only by other words, and so on ad infinitum: an experience which occurred in an exemplary fashion to the young De Quincey, so gifted in Greek that in order to translate into that dead language certain absolutely modern ideas and images, Baudelaire tells us, “he created for it a standing dictionary much more complex and extensive than the one which results from the vulgar patience of purely literary themes” (Paradis Artificiels) succeeding the Author, the writer no longer contains within himself passions, humors, sentiments, impressions, but that enormous dictionary, from which he derives a writing which can know no end or halt: life can only imitate the book, and the book itself is only a tissue of signs, a lost, infinitely remote imitation.
• • •
Once the Author is gone, the claim to “decipher” a text becomes quite useless. To give an Author to a text is to impose upon that text a stop clause, to furnish it with a final signification, to close the writing. This conception perfectly suits criticism, which can then take as its major task the discovery of the Author (or his hypostases: society, history, the psyche, freedom) beneath the work: once the Author is discovered, the text is “explained:’ the critic has conquered; hence it is scarcely surprising not only that, historically, the reign of the Author should also have been that of the Critic, but that criticism (even “new criticism”) should be overthrown along with the Author.
In a multiple writing, indeed, everything is to be distinguished, but nothing deciphered; structure can be followed, “threaded” (like a stocking that has run) in all its recurrences and all its stages, but there is no underlying ground; the space of the writing is to be traversed, not penetrated: writing ceaselessly posits meaning but always in order to evaporate it: it proceeds to a systematic exemption of meaning. Thus literature (it would be better, henceforth, to say writing), by refusing to assign to the text (and to the world as text) a “secret:’ that is, an ultimate meaning, liberates an activity which we might call counter-theological, properly revolutionary, for to refuse to arrest meaning is finally to refuse God and his hypostases, reason, science, the law.
• • •
Let us return to Balzac’s sentence: no one (that is, no “person”) utters it: its source, its voice is not to be located; and yet it is perfectly read; this is because the true locus of writing is reading.
Another very specific example can make this understood: recent investigations (J. P. Vernant) have shed light upon the constitutively ambiguous nature of Greek tragedy, the text of which is woven with words that have double meanings, each character understanding them unilaterally (this perpetual misunderstanding is precisely what is meant by “the tragic”); yet there is someone who understands each word in its duplicity, and understands further, one might say, the very deafness of the characters speaking in front of him: this someone is precisely the reader (or here the spectator). In this way is revealed the whole being of writing: a text consists of multiple writings, issuing from several cultures and entering into dialogue with each other, into parody, into contestation; but there is one place where this multiplicity is collected, united, and this place is not the author, as we have hitherto said it was, but the reader: the reader is the very space in which are inscribed, without any being lost, all the citations a writing consists of; the unity of a text is not in its origin, it is in its destination; but this destination can no longer be personal: the reader is a man without history, without biography, without psychology; he is only that someone who holds gathered into a single field all the paths of which the text is constituted. This is why it is absurd to hear the new writing condemned in the name of a humanism which hypocritically appoints itself the champion of the reader’s rights.
The reader has never been the concern of classical criticism; for it, there is no other man in literature but the one who writes. We are now beginning to be the dupes no longer of such antiphrases, by which our society proudly champions precisely what it dismisses, ignores, smothers or destroys; we know that to restore to writing its future, we must reverse its myth: the birth of the reader must be ransomed by the death of the Author.
— translated by Richard Howard

Guía para hacer análisis de coyuntura

GUIA PARA HACER ANÁLISIS DE COYUNTURA

PRESENTACION

En momentos donde las realidades contextuales latinoamericanas son cada vez más complejas y cambiantes, es evidente que no es suficiente la lectura cotidiana de los diarios o la información que cuenta la radio y la televisión. Se hace necesario contar con una versión mucho más profunda y amplia de los hechos y acontecimientos que envuelven nuestras regiones. Para ello es indispensable contar con una herramienta metodológica que oriente el rumbo, para que cuando nos dispongamos a escudriñar ese entramado social, lo hagamos de manera ordenada y con objetivos claros de “qué” y “por qué” vamos analizar, tal o cual situación.

Es por ello que con el interés de apoyar al máximo a todos los centro afiliados, la Secretaría General del CEAAL, ha tenido la iniciativa de gestionar la elaboración de este documento “Guía para Hacer Análisis de Coyuntura” que constituye una herramienta didáctica en la tarea de acercarse e interpretar la realidad de cada país o región a través del Análisis de coyuntura. El interés máximo es que los centros cuenten con un instrumento de trabajo que permita orientar el análisis de las diversas situaciones sociales que experimentan y que a partir de allí, puedan orientar de mejor manera sus visiones y planes de acción.

La guía es una compilación didáctica de los aspectos más relevantes de los documentos que se lograron recopilar desde internet y en versión impresa. Cuenta con cuatro puntos principales que son: Coyuntura y estructura; Categorías para el análisis de coyuntura; Pasos para realizar un análisis de coyuntura y Sugerencias prácticas para realizar un análisis de coyuntura. A manera de ejemplo, se anexa un diseño metodológico básico, de lo que podría ser un taller para formar a líderes de organizaciones populares en análisis de Coyuntura. Finalmente se muestran las direcciones web que fueron consultadas y que podrán ser visitadas si se desea ampliar más la información.

La Secretaría General del CEAAL invita a los Centros afiliados a la utilización de esta guía como una manera de validar su efectividad y también para que en la medida de lo posible pueda ser mejorada.

CONTENIDO

PRESENTACION 1

COYUNTURA Y ESTRUCTURA 3
¿Qué es coyuntura? 3
Que es la estructura? 3
¿Qué es el análisis de coyuntura? 4
Categorías de actores que participan en una escena política 5
Objetivos del Análisis de Coyuntura 5

ALGUNAS CATEGORÍAS PARA EL ANÁLISIS DE COYUNTURA 7
a. Acontecimientos 7
b. El mensaje del acontecimiento 7
c. El tiempo del acontecimiento 8
d. Diferentes formas de expresión y de comunicación 8
e. Escenarios 8
f. Actores 8
g. Relación de fuerzas 9
h. Articulación entre estructura y coyuntura 9

PASOS PARA REALIZAR UN ANÁLISIS DE COYUNTURA 10
A. Investigación 10
1. Recolección de la información: 10
2. Análisis crítico de las fuentes 10
3. Selección de noticias más relevantes y confiables 11
B. Clasificación 11

SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA REALIZAR UN
ANÁLISIS DE COYUNTURA 13
1. ¿Cómo pueden dividirse las tareas? 13
2. ¿Cada cuánto tiempo conviene hacer un análisis de coyuntura? 13
3. Describir los hechos más importantes en pizarra o rotafolio 13
4. Pedir a la audiencia que analice los hechos 14
5. Búsqueda de las causas o explicación causal 14
6. Contradicciones de clases o grupos 14

Ejemplo de un taller de formación de multiplicadores 15

FUENTES 16

COYUNTURA Y ESTRUCTURA

¿Qué es coyuntura?

Una forma rápida y básica de comprender el concepto de coyuntura es asociándola con ligazón o articulación, de manera que se comprenda como algo que siempre está unido o articulado con otra cosa. Para ello utilizamos el ejemplo que nos brinda la articulación (unión y movimiento) de los huesos.

La coyuntura se puede definir como la forma de manifestación de la lucha de los diferentes actores, grupos, en una sociedad específica y en un momento determinado.

Una coyuntura es un desplazamiento significativo de la correlación de fuerzas en un breve plazo, a raíz de un acontecimiento desencadenante, que funciona frecuentemente como revelador de las contradicciones sociales e institucionales hasta entonces latentes.

Se refiere a un momento determinado de duración breve. No existe un acuerdo sobre el período que abarca; a veces se habla de un año o de varios meses, y también otras veces se asume que una coyuntura sólo dura unas semanas o quizás días.

La idea de relacionar “ligazón y articulación con coyuntura”, nos refiere a una manera práctica de entender la realidad social, es decir, comprender como se relacionan entre sí los hechos sociales desde sus orígenes. Relaciones en donde lo temporal es parte de lo estructural y viceversa, lo que da como resultado situaciones concretas que pueden convertirse en espacios de debate.

Que es la estructura?

Los elementos fundamentales que conforman la estructura de una sociedad son cambiantes. En la mayoría de las veces este proceso de cambio se desarrolla de manera lenta o muy lentamente, a excepción de las grandes revoluciones, que sí aceleran dichas transformaciones.

Ejemplos de esos elementos estructurales son:

Economía:
Recursos naturales, formas de propiedad de medios de producción, principales sectores productivos.
Política:
Partidos políticos, organizaciones sociales y populares, carácter del Estado, tipo de gobierno.
Ideología:
Sistema educativo, escala de valores, filosofía de los medios de comunicación.

En este sentido dicha estructura se refiere a la formación social e histórica de las relaciones sociales en un momento determinado de una sociedad. Por tanto cuando analizamos la estructura buscamos reconocer y comprender los elementos de fondo (políticos o económicos) donde se originan o se sustentan las diversas situaciones que vive una sociedad en un momento concreto.

Por ejemplo
Si analizamos el pandillerismo como un hecho cotidiano en muchos países de Latinoamérica, es preciso realizar un examen a las políticas públicas, que tienen que ver con los programas de prevención que necesita la juventud para poder emitir opiniones del al respecto.

Los problemas sociales no están desvinculados unos de otros. Muchos son el producto de una larga cadena hechos, causas y efectos. Todos se combinan formando una totalidad. Comprendiendo este complejo entramado, podremos analizar las situaciones que vivimos y podremos dirigir con mayor efectividad las energías organizacionales.

¿Qué es el análisis de coyuntura?

Debemos estar claros que entre Estructura y Coyuntura hay diferencias, pero que entre ambas existe un nexo muy fuerte. Sin embargo, para realizar un Análisis de Coyuntura es indispensable tener elementos e información que coadyuven a conocer la estructura de la sociedad que se estudia.

En el Análisis de Coyuntura es importante conocer dos aspectos:

1. Entender que la realidad social es un conjunto articulado de fenómenos, de prácticas, de acciones, y que nuestra acción forma parte de esa articulación.

2. Que podemos conocer este conjunto articulado y, por tanto, estamos en condiciones de orientar adecuadamente nuestro comportamiento en él.

Veamos algunas definiciones de “Análisis de Coyuntura”

El análisis de la coyuntura es una mezcla de conocimientos y descubrimientos, es una lectura especial de la realidad y que se hace siempre en función de alguna necesidad o interés.
La noción de Análisis de Coyuntura, incluso en su forma más preliminar, remite entonces a la comprensión de lo real como algo complejo y respecto a lo cual no podemos sino actuar, con mayor o menor conciencia.

Otra definición que refuerza la idea anterior es que, coyuntura es el conjunto de condiciones conjugadas que caracteriza un momento en el movimiento global de la materia histórica. En ese sentido, se trata de todas las condiciones, tanto psicológicas, políticas, sociales, como económicas o materiales.

El análisis de Coyuntura es también un análisis de la estructura, solo que en un periódo particular (en un momento dado)

UN análisis estructural es un análisis MACROHISTORICO
Un análisis de coyuntura es un análisis MICROHISTÓRICO

Ambos se refieren a:
• Las instancias sociales
• A su integración
• A su dirección específica
• Y a la matriz de reproducción
• A la crisis hegemónica (el grupo que domina)
Ejemplo:
No se puede analizar la crisis económica o política de cualquier país latino sino se considera la dinámica que juega el capital internacional, la tendencias macroeconómicas, el TLC, el proyecto Neoliberal, las composiciones delos diversos bloques sociales mundiales.

No hay análisis de coyuntura neutro, desinteresado: puede ser objetivo pero estará siempre relacionado con una determinada visión del sentido y del rumbo de los acontecimientos.

No es fácil comprender todo el entramado social, pues la mayoría de las veces lo que más se conoce es lo superficial de la información (lo que se oye y se ve). Los elementos estructurales requieren de mayor dedicación investigativa, contactos, materiales y capacidad para percibir, comprender, descubrir y relacionar tendencias, a partir de los datos.

Categorías de actores que participan en una escena política:

En cada momento y situación de una sociedad hay enfrentamientos de bandos; adversario históricos e inmediatos, gente que aprovecha la situación política o económicamente, gente que le gusta aparentar para ganar presencia, etc, etc. Es importante que a la hora de realizar el análisis de coyuntura podamos identificar dichos actores. Veamos algunos ejemplos:

Protagonistas: aquellos que hacen posible que se alcancen los objetivos que resultan triunfantes en un momento coyuntural dado.
Aliados: aquellos actores que colaboran con el protagonista para que este alcance los objetivos de sus acciones.
Opositores: aquellos actores que son contrarios a los objetivos del protagonista y que no quieren que éste alcance su cometido, aunque ellos no alcancen sus propios objetivos.
Destinatarios: aquellos actores que recibirán los beneficios de la acción protagonista.
Situación: también las características político-sociales, económicos, educativo-culturales, etc. Juegan un papel ya porque ayudan o estorban al protagonista o a sus opositores.
Dispositivos prácticos de tipo institucional o tecnológico: son las ayudas o instrumentos de todo tipo que los actores utilizan para llevar a la práctica sus propósitos.
El proyecto: son las carencias, deseos o intereses que desatan y movilizan acciones. Se parte de algo que no se tiene y que se quiere adquirir. Casi nunca se declaran, sino que se esconden por cuestiones estratégicas o incluso por no ser conscientes. Aparecen como intereses implícitos.

Objetivos del Análisis de Coyuntura son:

Detrás de un Análisis de Coyuntura pueden existir diversas intenciones. Dicha intención, puedes ser establecida de diversas maneras, no obstante, y haciendo honor al método participativo, es recomendable que en las organizaciones sociales exista un equipo que impulse las actividades de análisis de coyuntura y que por ende establezca los objetivos.

Ejemplos de objetivos:

1. Redefinir la correlación de fuerzas de un momento y una situación social o institucional, generado por un acontecimiento.

2. Reconstruir las prácticas sociales o institucionales de la manera como se dieron en un momento dado, y según sus lógicas de producción.

3. Señalar la estrategia y la táctica de los actores sociales en el seno de una sociedad o de una institución, para determinar los bloques de poder que se van formando.

4. Mostrar la presencia o el ocultamiento de las contradicciones de fondo de una sociedad o de una institución.

5. Relacionar los momentos coyunturales con el movimiento profundo de las estructuras sociales o institucionales.

6. La transformación de la realidad de la sociedad que se analiza.

ALGUNAS CATEGORÍAS PARA EL ANÁLISIS DE COYUNTURA

Para hacer un análisis de coyuntura son necesarias algunas herramientas apropiadas. Estas herramientas constituyen categorías fundamentales que darán soporte al ejercicio de reflexión, teórico y práctico, a la hora de analizar un determinado acontecimiento. A continuación un grupo de ellas:
a. Acontecimientos
b. Mensaje del acontecimiento
c. Tiempo del acontecimiento
d. Diferentes formas de expresión y de comunicación
e. Escenarios
f. Actores
g. Relación de fuerzas
h. Articulación entre “estructura” y “coyuntura”).

Cada una de estas categorías merece una mirada breve por separado con el único fin de ampliar su compresión y tratamiento al momento de realizar el análisis, pues no hay que olvidar que cada una forma parte integral de una totalidad que es la que debe ser analizada.

a. Acontecimientos
Debemos distinguir un hecho de un acontecimiento. En la vida real ocurren millares de hechos todos los días en todas partes pero solamente algunos de esos hechos son “considerados” como acontecimientos: aquellos que adquieren un sentido especial para un país, una clase social, un grupo social o una persona. Si Juan Pérez se cae de un caballo es un hecho, pero si quien se cae es el Presidente de la República, esto es un acontecimiento.
En el análisis de coyuntura lo importante es analizar los acontecimientos, sabiendo distinguir primero los hechos de los acontecimientos y después distinguir los acontecimientos según su importancia.
La importancia del análisis a partir de los acontecimientos es que ellos indican siempre ciertos “sentidos” y revelan también la percepción que una sociedad o grupo social, o clase, tienen de la realidad y de sí mismo.
Identificar los principales acontecimientos en un determinado momento o período de tiempo, es un paso fundamental para caracterizar y analizar una coyuntura.

b. El mensaje del acontecimiento

En este momento se deberá pasar de la interpretación a la comprensión global del acontecimiento. Es como tratar de comprender la obra de teatro en su conjunto.

Comprender el acontecimiento es lograr que todo el conjunto de la realidad que se ha venido trabajando nos hable, permita aclarar el entramado global y explorar el encadenamiento y las relaciones de los hechos. Es llegar a descubrir la lógica interna del acontecimiento y su relación con el contexto situacional.

Hay que tratar de esclarecer las señales que anuncian lo nuevo, lo no ocurrido, lo inédito y los nuevos fenómenos que comienzan a manifestarse en esta realidad.

c. El tiempo del acontecimiento

Cuando se desea analizar un acontecimiento, es importante ubicar su temporalidad, porque la realidad no se desarrolla de manera simple y estática. De ahí la importancia de ordenar los hechos, según su periodización, secuencias o etapas.

Es importante medir los “ritmos” y la “temperatura” como se desarrollan los hechos así como ubicar en qué momento exacto del tiempo se dan. Esto permite actuar a tiempo y oportunamente.

El objetivo en este paso es ordenar los hechos que conforman el acontecimiento según su sucesividad, secuencias y etapas como se ha desarrollado el hecho. Es importante medirle los ritmos a la organización para poder actuar a tiempo y no en destiempo.

d. Diferentes formas de expresión y de comunicación

Este paso es para recordar, que el lenguaje y las distintas formas de expresión con las que se comunican los actores en las relaciones que establecen, ayudan a descubrir los intereses, las intenciones, las ideologías y las relaciones de poder. Por lo tanto, es un aspecto que no se puede descuidar en ningún paso del análisis.
e. Escenarios
Las acciones de la trama social y política se desenvuelven en determinados espacios que pueden ser considerados como escenarios. Siempre oímos hablar de los escenarios de la guerra, de los escenarios de la lucha. El escenario de un conflicto puede trasladarse de acuerdo con el desarrollo de la lucha: pasar de las calles y plazas al parlamento, de allí a los gabinetes municipales y de allí hacia atrás de los bastidores. Cada escenario presenta particularidades que influencian el desarrollo de la lucha y muchas veces el simple hecho de cambiar de escenario es ya una indicación importante de una variación en el proceso.

f. Actores
El actor es alguien que representa, que encarna un papel dentro de una trama de realizaciones. Un determinado individuo es un actor social cuando él representa algo para la sociedad (para el grupo, la clase, el país), encarna una idea, una reivindicación, un proyecto, una promesa, una denuncia.
Una clase social, una categoría social, un grupo pueden ser actores sociales. Las instituciones también pueden ser actores sociales, un sindicato, partidos políticos periódicos, radios, emisoras de T.V., Iglesias.
g. Relación de fuerzas
Las clases sociales, los grupos, los diferentes actores locales están en relación unos con otros. Esas relaciones pueden ser de enfrentamiento, de coexistencia, de cooperación y estarán siempre revelando una relación de fuerza, de dominio, de igualdad o de subordinación. Encontrar formas de verificar la relación de fuerzas, tener una idea más clara de esa relación es decisivo si se quiere extraer consecuencias prácticas del análisis de la coyuntura.

Para realizar el balance de la correlación de poder es necesario tener en cuenta:

• Determinar, con la mayor precisión posible, los grupos y bloques que interactúan en las relaciones de poder.

• Descubrir los objetivos a largo y a mediano plazo que tienen los actores.

• Identificar cómo alcanzan los objetivos y el modo o camino que utilizan para llegar a ellos. Es necesario tener en cuenta la conducta de lucha y su forma de organización: si lo hacen por medio del diálogo, la desinformación, la propaganda, por vías diplomáticas, por medio del chisme, por medios violentos.

• Ubicar las contradicciones principales y secundarias dentro de los diferentes actores. Conocer las contradicciones de la oposición para aprovecharlas y las propias para prevenirlas, remediarlas o negociarlas.

• Identificar las alianzas, para conocer con quiénes es posible asociarse y llegar a acuerdos, según intereses comunes o formas de accionar.

El objetivo principal en este paso es el confrontar las relaciones de alianza, cooperación, conflicto, alianza, negociación o indiferencia que se establecen entre los distintos grupos o actores sociales protagónicos de la región; estas relaciones se determinan por la manera como intervienen, ya sea como causantes, beneficiarios o afectados en los problemas integrales del acontecimiento.

h. Articulación entre estructura y coyuntura
La cuestión aquí es que los acontecimientos, la acción desarrollada por los actores sociales, generando una situación, definiendo una coyuntura, no se dan en el vacío: ellos tienen relación con la historia, con el pasado, con relaciones sociales, económicas y políticas establecidas a lo largo de un proceso más prolongado.
Por ejemplo una huelga general marca una coyuntura, es un acontecimiento nuevo que puede provocar modificaciones más profundas pero ella no cae del cielo, ella es el resultado de un proceso más largo y está situada en una determinada estructura industrial que define sus características básicas, sus alcances o límites. A eso llamamos relacionar la coyuntura (los datos, los acontecimientos, los actores) con la estructura.

PASOS PARA REALIZAR UN ANÁLISIS DE COYUNTURA

A. Investigación

Para realizar un Análisis de Coyuntura es de vital importancia contar con abundante información sobre los hechos principales. Esta información debe ser veraz y objetiva y para ello deben realizarse tres pasos básicos.

1. Recolección de la información
2. Análisis crítico de las fuentes que nos comunican información y,
3. Selección de noticias más relevantes y confiables

1. Recolección de la información:

Se deben ubicar las fuentes o canales informativos que se pueden utilizar: periódicos, revistas, radios, boletines, discursos, informes, televisión. Deben conocerse las publicaciones que realizan las organizaciones, ministerios e instituciones diversas. También hay que utilizar fuentes orales: entrevistas o conversaciones con testigos de los sucesos, con afectados, con personas conocedoras de la situación o con autoridades representantes de grupos organizados.

Cuanto mayor sea el número de nuestras fuentes de información, más rico y preciso será el Análisis de Coyuntura que realicemos.

2. Análisis crítico de las fuentes

En cuestión de fuentes existe una variedad inmensa. Podemos decir que fuentes son los sitios y lugares donde están los datos y las informaciones que se necesita encontrar. No hay buenas o malas fuentes. Lo importante es tener claro cuáles son aquellas fuentes que sirven para la necesidad investigativa que se tiene. De ahí que sea necesario acudir a diversidad de fuentes tanto escritas como orales o testimoniales.

Toda la información que produzcan las fuentes debe ser analizada críticamente en dos sentidos:

a) Verificar si la fuente es falsa o verdadera.
b) Verificar si el contenido de la información se ajusta o no a los hechos.

Cómo saber si las información recopilada es verdadera, parcial, distorsionada o falsa.

 Priorizar las fuentes conocidas como seguras
 Contrastar las afirmaciones contradictorias
 Chequear con los funcionarios autorizados
 Usar el sentido común y el conocimiento de la realidad

3. Selección de noticias más relevantes y confiables

Algunos criterios para seleccionar información son:

Priorizar lo que afecta directamente a nuestro país, Estado o localidad. Por ejemplo, en el campo internacional, acentuar los hechos de Centro América, El Caribe, América del Norte, América Latina, etc.

Priorizar los hechos relativos a las actividades de nuestra organización.

B. Clasificación:

Una vez realizados los pasos anteriores, ya se cuenta con una descripción objetiva de los hechos más relevantes de la coyuntura. Entonces lo que continúa es la ordenación de esos hechos, a fin de que se facilite el estudio.

¿Cómo se pueden clasificar los hechos? Los hechos

En principio se dividen los hechos en internacionales y nacionales. Si el Análisis de Coyuntura es regional, se agrega una tercera división que corresponde a Estado o municipio.

1. Marco Internacional:

Nivel Mundial. Puede dividirse en Europa, África, Asia, Medio Oriente, Oceanía, América Latina.

Nivel Regional. USA, plano interno, plano internacional, especialmente en su política hacia Centroamérica Canadá y México, El Caribe, Centroamérica Sudamérica.

2. Marco Nacional:

a) Político. Abarca lo relativo al gobierno, Estado, partidos, organizaciones populares y empresariales, instituciones.

b) Militar. Fuerzas Armadas, policía, ataques, defensa.

c) Económico. Se refiere a la producción, distribución y consumo de bienes, costo de la vida, salarios, ganancias, inversiones, inflación, deuda externa, calamidades climáticas, reivindicaciones populares, comercio externo o interno.

d) Social. Abarca lo relativo a salud, educación, vivienda y servicios públicos. Muchas veces se le incluye en el nivel económico.

e) Ideológico. Comprende los valores, concepciones, costumbres que se expresan a través de los medios de comunicación, sistema educativo, la familia, iglesias, sectas, formas artísticas, etc.

3. Marco Local:

En caso de realizarse un Análisis de Coyuntura de una zona, Estado o localidad, se puede repetir la división establecida para el nivel nacional.

SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA REALIZAR UN ANÁLISIS DE COYUNTURA

Todo grupo organizado puede realizar un Análisis de Coyuntura periódicamente. Esta tarea debe ser realizada por un equipo debido a la complejidad del tema y para enriquecimiento mutuo.

1. ¿Cómo pueden dividirse las tareas?

Cada persona se puede encargar de investigar una sección temática, por ejemplo, campo internacional, nacional político, nacional económico. Entonces esa persona hace la recolección, la crítica y la selección de información diariamente en un cuaderno, a medida que lee periódicos, escucha noticieros y recibe otras fuentes de información. Es mejor que la división de tareas sea por temas, así se especializa una persona y hace una mejor crítica y selección de información.

Para preparar la visión global de la coyuntura, se reúnen los miembros del equipo y presentan su información ya procesada.

En colectivo se analizan los sucesos de acuerdo a los pasos propuestos de profundización.

Conviene escribir los hechos de la coyuntura en un rotafolio grande para que sea visualizado fácilmente en el análisis grupal, además ya queda escrito para presentaciones públicas y para comparar en el futuro con la siguiente coyuntura.

Este último punto es importante: para comprender la evolución o el proceso social debemos comparar el análisis de coyuntura último con los anteriores. Allí veremos las tendencias y los cambios a mediano plazo.

Para hacer esto es importante conservar por escrito los Análisis de Coyuntura, preferiblemente en rotafolio.

2. ¿Cada cuánto tiempo conviene hacer un análisis de coyuntura?

Esto depende de las necesidades y de las capacidades del grupo. Cada mes o cada quince días es un buen período. Lo importante es comprometerse a realizarlo sistemáticamente, pues sólo la práctica constante es lo que desarrolla la capacidad de análisis de la realidad. También es conveniente realizarlo ante una situación crítica o explosiva que ocurra en determinado momento.

3. Describir los hechos más importantes en pizarra o rotafolio

Dentro de cada columna o división que puede corresponder a cada nivel, es decir, Internacional y/o Mundial, Regional, Nacional, Local, etc., se colocan los hechos en orden de importancia, primero los más relevantes y luego vamos descendiendo en importancia. También es útil clasificarlos en hechos positivos (con signo +), hechos negativos
(signo -), y hechos dudosos o ambiguos (signo ¿) desde el punto de vista de nuestro trabajo.

Hay que recordar que un mismo hecho puede ubicarse en dos o más cuadros. Por ejemplo, no ver la participación de los trabajadores sólo en la lucha reivindicativa, sino también en la lucha política e ideológica.

4. Pedir a la audiencia que analice los hechos

No hay que darles todo analizado sino que hay que provocar la reflexión del o de los que escuchan.

La idea es que conjuntamente se logre una profundización en el análisis de los hechos. El equipo que orienta el momento debe actuar bajo parámetros metodológicos que logren que los participantes se involucren y aporten sus ideas para que el momento sea mucho más rico.

5. Búsqueda de las causas o explicación causal

Se trata de responder a la pregunta ¿por qué han sucedido estos hechos? Para cada suceso seleccionado de la coyuntura debemos indagar cuáles fueron los factores que los provocaron. Generalmente se habla de dos tipos de causas:

Superficiales: Son explicaciones secundarias, o que reflejan una opinión sin fundamento.

Profundas: Explican a fondo por qué ha sucedido tal hecho, es decir, reflejan o se acercan lo más posible a la realidad.

6. Contradicciones de clases o grupos

Adentrándonos en el análisis, debemos observar como esos sucesos expresan las pugnas de clases sociales, fracciones de clase o grupos, con intereses divergentes. ¿Qué intereses están en juego? ¿Qué organizaciones o fuerzas han intervenido en esos hechos? ¿Qué clases sociales representan esas organizaciones? ¿Qué objetivos persiguen implícita o explícitamente?

En esta parte del análisis, hay que observar si la contradicción que aparece en primer plano en la coyuntura, expresa la contradicción fundamental de la estructura social o expresa una contradicción secundaria.

Esforzarse por ver también las señales de nacimiento de lo “nuevo” lo no ocurrido, lo inédito. Tan importante como entender lo que ya está ocurriendo es estar atento a las señales de los fenómenos nuevos que comienzan a manifestarse.

Ejemplo de un taller
Para desarrollar capacidades de análisis con dirigentes populares
Horario Temas Aspectos Objetivos Procedimientos Mate-
riales
8:00am Introducción – Bienvenida y logística – Presentación – Expectativas – Presentación de objetivos del taller. Exposición verbal
Dinámicas de presentación Pape-
lógrafos,
Marca-dores,
Lápices,
Hojas
Tarjetas de colores
Guías
Libros de técnicas
Otros.

9:00 Estructura social Ideología
Economía
política Reconocer los principales elementos que conforman la estructura de una sociedad determinada y analizar su influencia en los acontecimientos. Lluvia de ideas por tarjetas. Que concebimos por cada uno de los tres aspectos (ideología, economía y política)
Profundizar el análisis con técnica de “árbol social”*
10:30 Coyuntura Concepto y relación con la estructura social Analizar la relación que hay entre coyuntura y estructura social. En grupos identificar: – ¿Qué es coyuntura? – Relación con la estructura social.
Profundizar el análisis con juego “El Gato Amarado”.
1:30pm
4:00pm Análisis de coyuntura Acontecimientos, Hechos, Escenarios, Actores, Relaciones, Intereses. Identificar elementos claves que participan de un acontecimiento determinado. – Leer historia de Juana y Juan (un día de labor) En lluvia de ideas identificar; hechos acontecimientos, actores, escenarios, intereses, etc. – En grupo analizar un acontecimiento real e identificar los elementos anteriores. Ejemplo una huelga, un paro. – Plenaria, profundizar en relación con la estructura / Síntesis.
8:30am Fuentes de información Recolección
Análisis
Priorización
Clasificación
Identificar las fuentes que aporten información seria al análisis,
Aprender a clasificar y priorizar la información.. – Lluvia de ideas para ubicar las diferentes fuentes que se pueden consultar.

– Ejercicio práctico sobre un tema determinado con diarios, revistas y documentos. – Exposiciones teatrales de cada grupo. Con participantes como invitados y otros.
12:00 Seguimiento Socialización y planificación Identificar las diferentes utilidades que puede tener el análisis de coyuntura. Presentar una guía sencilla de cómo elaborar el informe del análisis de coyuntura y como socializarlo.
Planificar seguimiento.
Evaluación Evaluación

Ver; Técnicas Participativas para la Educación Popular. Tomo II

FUENTES
A. Documentos online

Cybergrafía:

¿CÓMO HACER UN ANÁLISIS DE COYUNTURA?
(Herbert José de Souza / IBASE – Editora Vozes / San Pablo – Brasil)
http://www.bibliopocholepratti.org.ar

COMO HACER UN ANÁLISIS DE COYUNTURA
(Elementos para el Análisis Político)
INCEP. Instituto Centroamericano de Estudios Políticos.
www.incep.org/publicaciones/cdeformacion/coyuntura.pdf

EL ANÁLISIS DE LA COYUNTURA EN AMÉRICA LATINA
Pedro Sáinz
Seminario sobre Indicadores Líderes y Encuestas de Expectativas IIPEA- CEPALOECD Rrío de Janeiro, 4-5 de diciembre de 2000
http://www.oecd.org/dataoecd/8/30/2724925.pdf

LAS FUNCIONES DEL ANÁLISIS POLÍTICO Y DEL ANÁLISIS DE COYUNTURA (CHILE)
http://coyunturas.blogspot.com/2006/08/las-funciones-del-anlisis-poltico-y.html

ANÁLISIS DE LA REALIDAD
http://www.utopia.pcn.net/analisis.html

LAS CIENCIAS SOCIALES Y SU RELACIÓN CON LAS CIENCIAS EMPRESARIALES
http://www.monografias.com/trabajos13/lascieso/lascieso.shtml

Bibliografía

ANALIZAR LA REALIDAD EN LATINOAMÉRICA pag. 38-83 / Fotocopias.

METODOLOGÍA PARA EL ANÁLISIS DE LA REALIDAD. Rigoberto Pittí B. Instituto Cooperativo Interamericano (ICI). Choluteca, Honduras, Mayo de 2007

METODOLOGÍA DE ANÁLISIS DE COYUNTURA: Segunda Parte. Servicio Jesuita a Refugiados – México 1995.

B. Artículos sobre análisis del contexto Latinoamericano que se han realizado en fechas anteriores y páginas web que se dedican a estudiar de manera permanente el tema.

1. Análisis de Coyuntura : Coyuntura política
 Suma de fuerzas en la pelea política latinoamericana
 Una nueva disputa electoral en el escenario latinoamericano: el turno de México
 El ejecutivo peruano en manos de la socialdemocracia
http://www.analisisdecoyuntura.com.ar/index.php?a=99&c=9

2. América Latina: ¿Qué desafíos para el análisis social?
Mayo 18, 2007
Lo que pasa en AL tiene un sentido que va mucho más allá de sus fronteras geográficas
http://www.tinku.org/content/view/1957/1/

3. Estudio económico de América Latina y el Caribe 2006-2007
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)
http://www.eclac.cl/cgi-bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/3/29293/P29293.xml&xsl=/de/tpl/p9f.xsl

4. Notas Sobre Coyuntura
Análisis de la Coyuntura Social: De las Recurrencias y los Retrocesos (octubre 2004)
http://revistas.colmex.mx/revistas/8/art_8_926_6450.pdf

5. Observatorio Social de Latinoamérica:
Seguimiento del conflicto y la coyuntura latinoamericana y caribeña
Sistematización y disposición de información sobre dichos procesos para su consulta y utilización por parte de estudiosos e interesados en la temática.
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)
http://osal.clacso.or

6. Observaciones de Relaciones con Latinoamericanas (ORLA)
El Observatorio de Relaciones con Latinoamérica (ORLA) es un centro de investigación adscrito a la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Tiene como objetivo principal realizar investigación aplicada de carácter multidisciplinario, con un alto estándar de calidad y de forma sostenida en temas orientados a aspectos económicos, empresariales, políticos y sociales que vinculen a América Latina con Catalunya y Europa.
http://orla.upf.edu/blog/coyuntura_politica/

Análisis de Coyuntura

Análisis de Coyuntura

Antes de iniciar un proceso de transformación de conflictos hay que tener una visión general, lo más completa posible, del entorno o la realidad en que se está presentando la situación conflictiva. La mejor forma de construirse esa visión es partiendo de un proceso de análisis de la realidad actual, que nos ayude a conocer a los actores sociales y la forma en que desarrollan, e inclusive perfilar algunos de los escenarios que pueden presentarse a mediano o largo plazo.

Una coyuntura es un lapso de tiempo en un proceso histórico de una sociedad. En este tiempo se articulan una serie de acontecimientos que le dan sentido a una situación, y que pueden indicarnos un cambio o transformación de la realidad. El lapso se define arbitrariamente, y se suele ubicar en el presente o en un pasado cercano.

El análisis de coyuntura es un conjunto de herramientas metodológicas que se concentran en el estudio de los actores sociales y sus relaciones en un momento dado. Para tener una visión completa de los actores y la forma en que se relacionan, es necesario partir de una visión del conjunto de la realidad social.
Por esto comenzamos afirmando que la realidad es una construcción social, conformada por la actividad de hombres y mujeres organizados (sujetos sociales).
Esta realidad depende de las condiciones en que se desarrollan y relacionan los sujetos sociales.
El análisis de coyuntura se centra en los actores sociales, en su fuerza o poder para realizar un proyecto social, para imponer o subordinarse a un proyecto social que define o conforma un sistema social. Nos interesa de manera especial la correlación de fuerzas de los actores sociales, suponiendo que esto determinará las tendencias, las acciones y los escenarios posibles en la realidad actual y la futura.
Para realizar un análisis de coyuntura se propone comenzar usando el método de Marx que divide la estructura social en tres partes componentes:
• La formación ideológica o cultural: Las formas de representar el mundo, y los medios para producir y transmitir información.
• La formación política: Las formas en que se organizan las colectividades, la sociedad civil y el gobierno.
• La formación económica: Los modos de producción, en especial el predominante. Lo que se produce y la forma en que se produce.
Hablamos del poder como la capacidad de un actor social para realizar algo. En el contexto social, una construcción determinada por las relaciones sociales de los actores. Todos los actores sociales tienen algo de poder, y éste se expresa en la fuerza que acumulan.
Hablamos de la fuerza como el conjunto de recursos con que cuenta un actor social. Se expresa en fuerza, al ejercerla o en potencial.
La hegemonía es la supremacía que mantiene un grupo social sobre los otros: La dirección intelectual, moral o política de un proyecto histórico que impulsa o desarrolla a un grupo social. Su base es el consenso social.
La dominación es la supremacía que tiene un grupo social a través de la coacción o el uso de la fuerza.
La dominación política es la capacidad de imponer un proyecto político-ideológico utilizando diversos tipos de fuerza: La fuerza física o represión, la fuerza jurídica apoyada en la legislación, la fuerza electoral con violencia o fraude, y la fuerza ideológica o fisiológica, que es una forma de violencia moral.
La dominación económica es la capacidad de un actor social para extraer los excedentes de producción sobre el trabajo de otros. Estas ganancias gracias al dominio de los recursos económicos y la posición en las relaciones sociales.
El Árbol Social
Un primer ejercicio de análisis se puede hacer adaptando la figura de un árbol para representar la estructura social, y realizar un análisis de su composición, las partes que le dan identidad y su forma de reproducirse. Se dibuja un árbol. Se reflexiona sobre las funciones de la raíz, el tronco y el follaje. Se comparan estas estructuras con las formaciones de la estructura social. La formación económica sería la raíz, la formación política sería el tronco y la formación ideológica sería el follaje. La idea es ver quiénes son los actores sociales y las relaciones que forman la raíz, el tronco y el follaje de una estructura social.
Se pueden utilizar algunas preguntas como las siguientes:
Para la raíz: ¿Quiénes producen lo que se consume en esta sociedad? ¿Qué se produce? ¿Qué tipo de trabajadores hay? ¿En qué empresas venden su fuerza de trabajo? ¿Cuáles son sus condiciones de vida? ¿Qué y cuánto producen? ¿Qué tipo de propiedad de la tierra predomina?
Para el tronco: ¿Cuáles son las instituciones, organizaciones, grupos sociales o políticos beneficiados por la raíz? ¿Qué organizaciones se benefician y cuáles no? ¿Cuáles son los principales conflictos entre estos actores? ¿Cuáles son los grupos que controlan el estado?
Para el follaje: ¿Cuáles son las ideas o costumbres que predominan? ¿Qué grupos plantean esas ideas o creencias? ¿Cuáles son los grupos que tienen acceso a la televisión, radio o prensa? ¿Quiénes controlan esos medios e instituciones? ¿Para qué sirve promover esas ideas o controlar esas instituciones?
Para el cierre: ¿Cómo se relacionan las partes del árbol social? ¿Cuáles son sus características principales? ¿Quién, cómo y hacia dónde lo dirige?
Análisis de Coyuntura
Se inicia con la delimitación del espacio y el tiempo de la coyuntura. Hay que partir de una selección de los acontecimientos que se consideran importantes, porque afectan de manera significativa la realidad actual. Se hace una lista de estos acontecimientos, y a partir de la revisión de esta lista se establece el período de estudio.
Queremos determinar que nos referimos a la coyuntura que se dio en tal lugar, alrededor de cierto acontecimiento, en un período de tiempo determinado. Para ordenar los acontecimientos y los tiempos se puede utilizar la siguiente herramienta:
1. Línea de tiempo
Es una gráfica que muestra los acontecimientos en una coyuntura. Ayuda a identificar los hechos más importantes, la forma en que se relacionan, ver las distintas facetas de un evento y recuperar la historia del período seleccionado.
Se hace una lluvia de ideas con los acontecimientos más importantes en los límites ya definidos para la coyuntura. Se escriben en un papel o pizarrón, y se ordenan según su antigüedad. Después se traza en un papel o pizarrón una línea marcada con tiempos, y allí se van escribiendo los acontecimientos en el sitio que corresponde a las fechas en que sucedieron.
Se puede hacer una variante de este ejercicio poniendo en paralelo líneas que muestren los acontecimientos en el ámbito local, nacional y mundial.
2. Ubicación de actores
Se trata de un ejercicio para definir cuáles son los actores centrales de una coyuntura, cuáles otros se suman a ellos, y cómo se dan la aglutinación de fuerzas, las alianzas y las relaciones.
Se definen los actores que se consideran más relevantes en la coyuntura. Se seleccionan los más importantes, y se hace un cuadro en el que se trata de responder a varias preguntas:
Principal Actor Principal Actor

¿Por qué se enfrentan?

Actores que lo apoyan: Actores que lo apoyan:

¿Por qué lo apoyan? ¿Por qué lo apoyan?
¿Cuántos son, cómo se organizan, cómo y con quién se relacionan? ¿Cuántos son, cómo se organizan, cómo y con quién se relacionan?

Se comparten y se discuten los resultados, y se hacen observaciones complementarias, con la posibilidad de incluir a otros actores y otras posibilidades de relación.
3. Mapeo de Actores
Se trata de una herramienta para visualizar juntos, en un solo esquema, a los poderes centrales en la coyuntura, su poder y sus aliados (actores secundarios). Además pueden representarse las alianzas con las que cuentan en la coyuntura. El mapeo refleja un momento y una visión particular. Se pueden utilizar círculos para representar a los actores, líneas continuas o dobles para representar alianzas, líneas quebradas para relaciones conflictivas. Se pueden usar flechas para mostrar la dirección de una acción.
Primero se establecen los actores protagónicos de una coyuntura. Se dibujan en un papelógrafo los actores principales, los secundarios y las relaciones que se dan entre ellos. El tamaño de los círculos puede dar una idea de las dimensiones de los actores. Las líneas que los unen o los separan pueden dar una idea de las relaciones. Se puede tratar de elaborar el mapa partiendo del punto de vista de los diferentes actores que participan. Así es posible lograr mayor objetividad.
4. Proyecto político e intereses de los actores
Una vez escogidos los actores principales y secundarios, se les estudia de manera particular. Se establece su proyecto político-social, es decir, la idea de sociedad que quieren construir. Se identifican sus intereses y las acciones que han realizado en la coyuntura para alcanzarlos. Esto se puede realizar investigando la historia de cada actor, sus acciones y sus declaraciones. Se puede utilizar la siguiente tabla para cada actor:
Actor…
Acciones Intereses en la coyuntura Proyecto/identidad

5. Diagnóstico de la correlación de fuerzas
La fuerza de los actores se define según los recursos que tiene en la coyuntura para hacer efectiva su estrategia política. Los recursos pueden ser los que se usan en la contienda política y son visibles, y los latentes, que pueden no usarse pero inhiben o condicionan la acción del adversario. Entre los indicadores de fuerza están:
• La cantidad y calidad de personas que aglutinan: los militantes, los simpatizantes y los movilizados.
• El lugar en la estructura social de las personas aglutinadas.
• La forma de conciencia, claridad en cuanto a intereses y homogeneidad ideológica.
• Nivel de incidencia: alcance geográfico y sectorial del grupo. Rural o urbano, local, regional, nacional o internacional.
• Preparación estratégica: capacidad desarrollada para ubicarse en la lucha social o política.
• Alianzas: estratégicas o de largo plazo, tácticas.
• Recursos económicos.
• Recursos jurídicos.
• Recursos político-militares.
Toda esta información se puede concentrar en una tabla. Se trata de determinar el proyecto estratégico, los intereses en la coyuntura y la correlación de fuerzas.

Proyecto político Intereses en la coyuntura

Número Lugar en la estructura Formación de conciencia Nivel de incidencia Alianzas Recursos
Militantes

Simpatizantes

Movilizados Individualismo extremo
Solidaridad casual
Conciencia de clase

Estratégica

Táctica Económico
Jurídico

Político-militar

6. Oportunidades, amenazas y tendencias de los actores
El análisis de la correlación de fuerzas de los actores nos permite valorar las oportunidades que la coyuntura abre para cada uno, según su propio interés. Cada actor tiene amenazas para la realización de su proyecto.
La valoración de oportunidades y amenazas es el punto de cierre del diagnóstico de la correlación de fuerzas.
El cuadro de oportunidades, amenazas y acciones es una valoración de la correlación de fuerzas de la coyuntura. Es un salto del diagnóstico a la proyección futura de los actores. El cuadro se llena para cada actor, y se puede hacer de modo comparativo.
Se divide el grupo en equipos, y se llena el cuadro dibujado en un papelógrafo:
Oportunidades Amenazas Acciones
Actor A
Actor B
Actor C

Para el cierre se discute cuál actor está mejor ubicado en la coyuntura. También se ve qué tan adecuadas son las acciones que se prevén. Hay que evaluar qué acciones son las mejores para equilibrar la correlación de fuerzas.

7. Tendencias en la correlación de fuerzas de una coyuntura
La construcción de tendencias es la enunciación de una hipótesis sobre el desarrollo o las consecuencias de la correlación de fuerzas de una coyuntura. Esta previsión puede hacerse a partir de algunas de las herramientas anteriores. Mientras más cuidadoso y detallado sea el análisis, las hipótesis serán más objetivas.
Una vez enunciadas las hipótesis se pueden ordenar según cuál es la más factible. Se pueden agrupar en positivas y negativas. También según los ámbitos temáticos, como lo económico, lo político y lo ideológico. A partir de las tendencias se realiza la construcción de escenarios.
8. Construcción de escenarios
A partir del análisis podemos reconocer proyectos de transformación o conservación de las relaciones que estructuran una sociedad. Los proyectos de transformación suponen la desestructuración de una dominación/hegemonía, y la estructuración de nuevas relaciones de poder.
Los proyectos de conservación suponen la defensa de las relaciones sociales fundamentales y el mantenimiento de su dominación en esas relaciones. La construcción de escenarios en el análisis de coyuntura se da como una previsión abierta, que puede cambiar según el dinamismo social y múltiples factores imponderables, como la influencia de desastres naturales.
Vamos a entender por escenario:
La escena política en la que concurren diversos actores, en una determinada correlación de fuerzas

Los escenarios actuales se refieren a la disposición efectiva de fuerzas en el presente. Los escenarios previsibles se refieren a las disposiciones que pueden desarrollarse a futuro.
Criterios para la construcción de escenarios:
El punto de partida es el escenario real del presente, integrado por cuatro elementos:
a) Diagnóstico de la correlación de fuerzas
b) Oportunidades y amenazas para cada actor
c) Acciones de los actores principales frente a la correlación
d) Tendencias o direcciones a las que apunta la correlación
El escenario se construye utilizando un mapeo. Se representa esquemáticamente un escenario futuro posible de la coyuntura, a partir de las tendencias obtenidas del análisis.
En los equipos se retoman o elaboran las hipótesis sobre las tendencias de la correlación de fuerzas en la coyuntura. Se escogen algunas de ellas para realizar el escenario a través de un mapeo de actores. Se puede partir del mapeo que se hizo de la situación presente, para que haya similitudes en la imagen de la correlación de fuerzas.
En el cierre se presentan los resultados de los equipos, y se inicia una reflexión colectiva sobre los escenarios más factibles. Con esto se determinan algunas acciones o estrategias para aprovechar o transformar el escenario, según si es positivo o negativo.
A partir de los escenarios propuestos y el debate colectivo se elige el que tenga más posibilidades de realización. Se analiza este escenario con mayor detenimiento, en particular sobre las consecuencias para cada actor principal:
• ¿Cómo afecta su fuerza?
• ¿Cómo afecta su estrategia?
• ¿Qué acciones podría implementar cada protagonista para generar el escenario posible?
Ante este análisis y el estudio del propio proyecto, hay que determinar cómo se puede hacer frente al escenario para acumular más fuerza, o perder la menos posible.
Recomendaciones finales
Los pasos metodológicos y las herramientas se presentan en un orden, pero pueden utilizarse según las necesidades del grupo, colectivo u organización. Cada herramienta puede usarse de manera autónoma para realizar un análisis concreto. Las herramientas son una propuesta metodológica y pueden modificarse según la conveniencia.

La Postcolonialidad en Latinoamerica en la era de la globalización

LA POSTCOLONIALIDAD EN LATINOAMÉRICA EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN. ¿CAMBIO DE PARADIGMA EN EL PENSAMIENTO TEÓRICO-CULTURAL LATINOAMERICANO?
Alfonso de Toro
Universität Leipzig
Centro de Investigación Iberoamericana

En algunos de mis trabajos sobre la postmodernidad y postcolonialidad me he ocupado con mayor o menor atención de Latinoamérica sin hasta la fecha haber podido concentrarme de la manera necesaria y debida en el pensamiento latinoamericano y como éste se refleja y concretiza en publicaciones y en debates en diversos contextos que reunimos bajo el término de “teoría de la cultura” dentro y fuera de Latinoamérica .

En forma privilegiada se han tratado los campos a discutir en las disciplinas de la sociología, de la antropología, de la teoría socio-política, de la teoría de la comunicación o de la massmedia y de la teoría literaria.

Mi trabajo hoy se propone describir el lugar desde donde se habla, cómo se habla y con quién se habla. Describir este lugar significa al menos dos cosas: una tiene que ver con el tópico enunciado, con la teoría en la cual nos movemos, es decir, abarca el nivel epistemológico; la otra está relacionada con el lugar de donde parte ese discurso o reflexión, es decir, tiene que ver con el locutor y el receptor de ese pensamiento inscrito en un sistema cultural determinado.

Para acometer semejante tarea procederé en tres etapas: en primer lugar aclarar el lugar desde donde yo mismo hablo; en segundo lugar, de dónde y desde dónde hablan aquellos que leemos y así poder describir panorámicamente cuáles han sido los parámetros dentro los que se movía tradicionalmente el pensamiento latinoamericano para así, finalmente, ver dónde radica el cambio de pensamiento actual que considero un “cambio de paradigma”.
Éste se puede ilustrar en las publicaciones de algunas disciplinas antes y/o después de 1985. El caso de Martín-Barbero, entre otros muchos, es ejemplar si se compara su trabajo de 1982 con los de 1985 en adelante, o los de Mignolo antes de 1989 y de aquellos de los años 90 (al respecto vid. más abajo). También la radical crítica que realiza García Canclini (1994, y vid. más abajo) a la teoría de la cultura en general y a la etnología, a la antropología y a la sociología en particular marca este cambio de paradigma en forma obvia.
Naturalmente que los temas y autores a tratar no pretenden ni pueden en el espacio de un artículo, ofrecer una visión completa de la discusión desde los años 80 hasta hoy. De cualquier modo se trata en la mayoría de los casos de una selección relevante a razón de la importancia e impacto de sus teorías.
1. DESDENDE SE HABLA
El punto de partida en el cual se funda mi lectura está basado en una posición epistemológica estrechamente relacionada al postestructuralismo y a la postmodernidad sociofilosófica de la cultura, como lo he expuesto en otros lugares (A. de Toro 1995; 1997).
En este contexto, la importancia de autores como Lacan radica en su categoría de la castración y su efecto para la constitución de un sujeto descentrado que solamente se puede definir a través de un tercero y su inscripción en el funcionamiento del lenguaje como un glissement du signifé sur le signifiant, como un rodar del significado a espaldas de un significante, produciendo cadenas nómadas y contaminadas.
Estas, a su vez, son equivalentes epistemológicamente a las categorías de ‘diferancia’ y de ‘diseminación’ de Derrida y a la del rizoma de Deleuze/Guattari en cuanto son la contrapartida del logocentrismo, del dualismo occidental, de los metadiscursos normativos.
Exactamente en este cuestionamiento del logos, de la identidad esencialista, consiste su importancia para el pensamiento latinoamericano que siempre ha estado apresado dentro de la hegemonía eurocentrista. El cuestionamiento y la claudicación del logos y del dualismo occidental abren un espacio para la relectura tanto del pensamiento europeo como del latinoamericano, abren un espacio para la dialogicidad postcolonial.
Esta dialogicidad la definimos en base a tres términos: al de ‘transculturalidad’, al de ‘transdisciplinariedad’ y ‘transtextualidad’.
Bajo ‘transculturalidad’ entendemos no solamente el empleo de una ciencia generada en otro lugar del de mi identidad originaria, sino aún más importante, la actividad de ocuparme de diversos objetos culturales que no son reducibles ni a mi identidad, ni a mi lengua y cultura de origen y que no están emparentados entre sí.
Esta estrategia la ligamos conceptualmente a la de ‘transdisciplinariedad’ y a la de ‘transtextualidad’ entendiendo bajo la primera el acto de apropiación de sistemas o subsistemas o fragmentos de diversas disciplinas sin preguntar por su origen y exigir su compatibilidad, sino solamente el valerse de su funcionalidad y productividad.
‘Transculturalidad’ y ‘transdisciplinariedad’, en el contexto del conocimiento postmoderno y postcolonial, significan partir de un concepto de una ciencia transversal o interrelacional , es decir, de una ciencia, que se va articulando y cristalizando en el transcurso (parcour) del diálogo con otras ciencias y con los objetos a tratar. Entendemos ‘transtextualidad’ como la concretización particular discursiva, como resultado de un recorrido transcultural y transdisciplinario en la propia cultura o en una externa, siendo el segundo caso el más común.
Naturalmente que la transversalidad o la descentración del pensamiento y su transposicionalidad –además potenciada por la globalización- provoca la pregunta de si no obtendríamos luego un cosmopolitismo sin rostro, sin identidad y si el “problema de la traducción de un texto de una lengua en la otra no problematizaría el problema de una transtextualidad transcultural con respecto a su complejidad” como lo formula Reinhold Görling en su libro Heterotopia (1997).
Mas, en nuestro modelo, los tres tipos de relaciones jerárquicas se definen por una dialogicidad heterogénea, híbrida donde ‘trans-’ no niega las marcas culturales propias, sino que las hace girar al exterior o las del exterior las hace girar al interior (vid. también Kraniauskas 1992: 143-145).
Dentro de este contexto entendemos la ‘postcolonialidad’ como un discurso que reclama una voz, un espacio de dialogicidad que se viene dando como posibilidad, potenciada por la globalización tecnológica, científica y económica y al fin cultural, a través de la comercialización/industrialización de objetos culturales.
La circulación, la masificación y la comercialización de productos culturales e industriales permiten una disolución o permeabilización de las fronteras entre periferia y centro como se da claramente en la relación comercial-tecnológica entre Asia, por una parte, y Europa y EE.UU. por otra, produciendo dependencias y necesidades mutuas.
Frente a este panorama la facultad o la finalidad del discurso postcolonial radica en la descentración y multiplicación del centro de proveer de nuevas y diversas perspectivas. Dentro de este contexto parto de ciertas concepciones fundamentales para mi lugar de enunciación que quisiera recordar brevemente.
La postcolonialidad no la entiendo solamente como una categoría histórica –como lo aludido más arriba- en el sentido que sigue al período de la independencia de los países coloniales, sino como un fenómeno discursivo estratégico, como resultado de un pensamiento postmoderno y postestructuralista o post-teórico. De allí que la postcolonialidad se nos plantea como un proceso de deconstrucción bilateral donde tanto por parte del centro como por parte de la periferia el reclamar una “pureza” cultural o de identidad cultural aparece obsoleta.
El constante cruzamiento de ideas y productos culturales produce una dependencia y contaminación mutua. Estos entrecruzamientos, encuentros y reencuentros forman una red de discursos y acciones, entrelazando las culturas en una ‘condición postcolonial’ a través de la refundación y de la relativización de los discursos dominantes del centro. Así, se trata a la vez de una reescritura del discurso del centro y además de una reescritura del discurso de la periferia, de un “contra-discurso” como discurso subversivo, de reflexión y de tipo crítico, creativo, híbrido, heterogéneo; se trata de un descentramiento semiótico-epistemológico y de una reapropiación de los discursos del centro y de la periferia y de su implantación recodificada a través de su inclusión en un nuevo contexto y paradigma histórico .
2. PROBLEMAS GENERALES EN LAS RELACIONES ‘PERIFERIA/ CENTRO’ FUERA Y DENTRO DEL DEBATE DEL POSTCOLONIALISMO: EL PENSAMIENTO BINARISTA
En el pensamiento y en el debate, a nivel general, en Latinoamérica y sobre Latinoamérica (esto es, la mirada desde adentro y desde afuera), pero particularmente en relación con la postmodernidad y postcolonialidad, se han formado algunas oposiciones binarias fundamentales que circulan en prácticamente todos los trabajos y que queremos describir brevemente en este lugar.
2.1. Pensamiento/saber hegemónico
En este contexto se constata que la periferia nunca ha podido salir de esa marca de fuego que le ha dejado Hegel (1830/1981, vol. I: 205-210), en cuanto la periferia se siente obligada, o es obligada a ocuparse y a debatir sobre el pensar y el saber del centro para poder tener un acceso al mismo.
Sin su terminología, su aparato teórico, sus parámetros, los discursos de la periferia son considerados de carácter exótico, como no-ciencia. En el caso contrario, en el de la aceptación y aplicación de las estructuras de pensamiento y herramientas de trabajo del centro, se considera(ba) su discurso, tanto dentro como fuera de la periferia, como un acto epigonista.
Es decir, a la periferia lo único que le restaría sería, como decía Hegel, “[…] desaparecer del suelo sobre el cual se ha desplazado la historia hasta nuestros días” ya que no tiene ninguna posibilidad de hacer la historia.
Existían, al parecer, sólo dos posibilidades: el aislamiento, la militancia, la resistencia o la aceptación reproductora; lo autóctono o lo extranjerizante, el esencialismo o el malinchismo.
2.2. Especificidad histórico-cultural y étnica: el discurso de lo “propio” o de lo “latinoamericano”
El discurso de “lo propio” y de “lo latinoamericano” o de “la especificidad de Latinoamérica” como resultado de su condición de ex-colonias, del sincretismo cultural, de las diversas étnias, de su subdesarrollo económico y social, etc., es una respuesta a la hegemonía y un lugar común en muchas publicaciones hasta nuestros días. El problema radica en definir esa ‘especificidad’ en la que se va constatando a cada paso su carácter híbrido y sus diversos entrecruzamientos culturales.
Más bien se había entendido, hasta ya bien entrados los años ochenta, bajo ‘especificidad latino “americana” la pureza originaria del continente (posición muy generalizada en la etnología), muchas veces refiriéndose a la era precolombina o a las culturas populares cuya pureza ahora radicaría en el indigenismo o el mesticismo.
Se trataba entonces de una constitución del sujeto y del objeto partiendo de un lugar de enunciación de tipo esencialista y por esto excluyente, donde lo popular se autoctonizaba en forma localista y no se pensaba como una categoría histórica, es decir, como un proceso y que como tal se va hibridizando. Lo ‘especifico’ era pues una marca de exclusión, de rechazo con una fuerte tendencia a un fundamentalismo intelectual y no una contribución a la pluralidad.
2.3. Identidad
Como consecuencia de lo hegemónico y del deseo de especificidad se encuentra en toda clase de escritos el tópico de la ‘identidad’, que es de hecho un aspecto fundamental en la cultura latinoamericana. Se trata de la herencia colonial y de la autodefinición en el presente donde se sostiene que a Latinoamérica no se le ha permitido entrar en la historia y si ha entrado lo ha hecho con préstamos. El problema de la identidad es al fin un reclamo de ser re-conocido, de obtener una voz y un espacio.
El problema de la identidad es evidentemente también una reacción frente al fenómeno de la colonización, a la hegemonía cultural, al etnocentrismo y al eurocentrismo, y trata de establecer su ‘especificidad latinoamericana’. Mas, el problema de la identidad no es algo específico latinoamericano, sino que ha sido un eterno y obsesivo problema, p.e. de las dos Alemanias desde fin de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy. En todo caso, el problema de la identidad se replantea tanto fuera como dentro de Latinoamérica a fin de siglo en forma apremiante y urgente como reacción a los fenómenos de globalización y de migración .
Creo, sin entrar en este lugar en detalle, que hoy la identidad esencialista, es decir, aquella que se define frente a otro, o mejor dicho, contra (y no ante) otro, excluyendo al otro y marcando su desigualdad (en el sentido hegeliano de ‘Unterschied’ y no en el derridiano de ‘diferancia’ o de ‘altaridad’) ha perdido su legitimación histórica, y no tanto a causa de la existencia de diversos grupos étnicos, sino de una masificación, difusión y comercialización de los productos culturales, en una palabra, como resultado de la globalización.
Hablar de globalización no significa a su vez hacer del mundo una masa gris, superficial y sin rostro (vid. más abajo), ya que la globalización abre infinitas posibilidades y provoca una reacción frente a la hegemonización, refortaleciendo no ya una identidad, sino la ‘diferancia’, la ‘altaridad’, la ‘hibridez’. Por esto diría que el problema de hoy es tratar de reformular constantemente la ‘diferancia’, de rescatar la ‘diferancia’. La identidad en el sentido de ‘diferancia’ es un gesto destotalizador y no dispersivo, no eliminante y de igualación . Michael Taussig (1997: 134ss.) muestra cómo los indios Cunas de Panamá en un proceso de mimesis y alteridad, en una especie de paradoxon incorporan lo “extranjero” para poder a la vez conservar su identidad .
2.4. ‘Sincretismo’, ‘heterogeneidad’, ‘hibridez’
Estrechamente relacionado con el problema de la identidad latinaomericana se encuentran las categorías del ‘sincretismo’, de la ‘heterogeneidad’ y de la ‘hibridez’.
Dejando una diferenciación más detallada para más tarde, nos conformamos con establecer que el concepto de ‘sincretismo’ lo diferenciamos de aquellos de ‘heterogeneidad’ y de ‘hibridez’ en cuanto consideramos el sincretismo como un estado y la ‘hibridez’ y ‘heterogeneidad’ que luego resumiremos en el concepto de ‘altaridad’/o ‘transversalidad’ como una estrategia, una formación discursiva con un dispositivo .
‘Sincretismo’, ‘heterogeneidad’ e ‘hibridez’ y el “collage postmoderno” según Monsiváis (1983: 75) como si la postmodernidad se redujese a este criterio o fuese éste capaz de definir la complejidad de este fenómeno insinuándonos además que otras épocas no han tenido collage se han además empleado como punto de partida y a mi juicio en forma no muy adecuado para definir la condición latinoamericana en su totalidad como “postmoderna avant la lettre”, como una vivencia, como un fenómeno sui generis (Brunner 1986: 178; 1987: 35; 1987a; 1987b; 1988: 216; 1993: 40 ; Martín-Barbero 1989b/21994: 107; 1989: 44-45; 1987: 6-12; 1991: 17; 1993; 1994: 216; Casullo 1990: 95; Achugar 1994: 247, 253) , y últimamente como postcolonial.
Es decir, opinan que aquello que Bhabha, Said, Spivak y Ashcroft et alii formulaban a fines de los 70 y durante los años 80 y 90 ya se había formulado en Latinoamérica (Mignolo 1993: 120ss.; 1995a; Vidal 1993: 113-119), lo cual realmente representa una reducción del problema o una confusión, por una razón bien simple: al sincretismo – como estado vivencial, como resultado de un hecho colonizador y étnico sui generis no se le puede atribuir una estrategia cultural per se, ya que ésta es el resultado, no primeramente de un estado (lo puede ser, pero no imprescindiblemente), sino de una operación teórico-cultural.
Parece ser que en una equivalencia tal se confunde el estado de un individuo con el oficio a ejercer; un ejemplo: no todo el que hable castellano, es/puede ser profesor de esta lengua. El confundir o el querer hacer del estado una estrategia es además una posición a-histórica, ya que si aceptásemos semejante equivalencia entre ‘sincretismo latinoamericano’ = ‘postmodernidad/postcolonialidad’ estaríamos diciendo que la postmodernidad y postcolonialidad serían un fenómeno ya dado durante las migraciones de los pueblos europeos en la Edad Media por ponerlo en forma extrema y así no sería una categoría específica ni de Latinoamérica ni de la postmodernidad y tampoco de la postcolonialidad.
Además, tendríamos el absurdo caso de que la postmodernidad y la postcolonialidad comenzarían con el descubrimiento de América, ya que este es el momento fundacional de la colonización y del sincretismo.
Las características de los países colonizados con su estado sincrético no constituyen la teoría de la postmodernidad ni de la postcolonialidad, sino que presentan un punto de partida privilegiado para recodificar esa teoría, para habitarla en ese espacio y tiempo ambiguo de estar “entre-medio” .
2.5. ‘Indigenismo/mesticismo’ vs. ‘burgesía hegemónica’, ‘cultura popular’ vs. ‘cultura institucionalizada’/‘alta’
El indigenismo como la cultura popular han sido categorías que se usaban como centrales, pero en forma aislada de los procesos históricos, en particular en la antropología, defendiéndose su originalidad y pureza (vid. más abajo). De esta forma era prácticamente imposible, dentro de una concepción esencialista, entrar en un diálogo, cualquiera que éste fuese, quedando así, en particular el indigenismo y el mesticismo, fuera de la historia como algo museológico y sin posibilidad de renovación.
El mesticismo por su parte se empleaba para documentar el sincretismo, pero se usaba a la vez como una categoría de resistencia frente a regiones o continentes con una estructura socio-cultural homogénea.
Ambas posiciones han sido en los últimos diez años completamente renovadas, como lo demuestran entre otros los estudios de Lienhard (1990/1992, 1992a, 1994), Herlinghaus/Walter (1994), Mignolo (1989, 1989a, 1994), Scharlau (1989, 1990, 1994), donde no sólo se trata de recuperar esa memoria o de realzar valores culturales no considerados por la alta cultura o cultura oficial ni por los centros académicos, sino de conectarlos con un nivel epistemológico general y de esta forma posibilitar la ocupación de un estatus que le corresponde en la historia de la cultura y del pensamiento, quitándole así lo exótico.
El problema del concepto tradicional de cultura popular se relegaba a un plano romántico, de lo exótico, de lo auténtico y de lo puro que debía ser protegido contra la contaminación, aislando así lo popular del proceso histórico y robándole de esta forma a la cultura popular su lugar en el contexto cultural general.
2.6. Imitación/apropiación/reapropiación (metodología)
Hablando sobre la hegemonía cultural, decíamos más arriba, que el centro o no tomaba nota del discurso de la periferia (hegemonía cultural) o si éste se incorporaba en aquél del centro, se le trataba de forma epigonal (sustancialismo cultural); se reclamaba su especificidad o se le rechazaba como exótico (primitivismo cultural, esto es la diferencia excluyente del otro).
Estas posiciones o posiblidades de “desencuentros” -que podemos resumir como un logocentrismo europeo-occidental- que obedecen a la perspectiva del centro, existen por otra parte como forma complementaria de la periferia. Cuando el centro no considera la cultura y el pensamiento de la periferia se le acusa de ignorante y hegemónico. Más, si el centro habla sobre la periferia, sobre Borges o García Márquez se le critica de leer la periferia con los parámetros del centro. Así Richard (1987 y passim ), Herlinghaus/Walter (1994: 13-14), Achugar (1994: 247-249) sostienen que cuando se consideran a García Márquez y a Borges como postmodernos se hace “desde la centralidad de un ordenamiento clasificatorio. En estos casos suele ocurrir que el espejo o el pasaje que el centro nos ofrece sobre nosotros o sobre aspectos parciales de nosotros termina por resemantizar nuestra propia imagen o, […] por construir simulacros” (Achugar 1994: 248) y se critica a Barth y a Jauß de usar a los autores latinoamericanos “gentilmente” para abogar por un nuevo canon literario (Herlinghaus/Walter 1994:13).
¿Nos preguntamos si no se da aquí una situación de autoperiferización o al menos el riesgo de autoperiferización?, cuando, por ejemplo, Herlinghaus/Walter (1994: 13-14) sostienen además que semejantes acercamientos del centro […] sirven para comentar (la agudización de la crisis de) paradigmas europeos […] [o para] atribuir, ahora, a América Latina una pos-modernidad que obedeciera a las pautas epistemológicas de las teoretizaciones de Europa y de América del Norte.
Achugar (1994: 247) constata a su vez que “por otra parte, suele ocurrir que el ingreso de ciertos sistemas simbólicos supone la devolución de procesos y fenómenos originados en la periferia pero que el centro ha interpretado y asimilado en función de un imaginario propio y de una agenda particular que sin embargo ofrecen al planeta como válida universalmente.
Concordando con Achugar en que en algunos casos los procesos que son iniciados y pensados en la periferia son incluso usurpados y “vendidos” como suyos por el centro -lo cual corroboraría con plenitud el comprensible planteamiento de Herlinghaus/ Walter, que desde luego se da a diario -, debemos preguntar dónde radica la capacidad del centro o la incapacidad de la periferia de hacer circular su pensamiento en el mundo, ya que razones meramente económicas no alcanzan a explicar semejantes desplazamientos.
Esto es, creo, un aspecto central de la discusión actual: el del poder de implantación de un discurso.
Nelly Richard parece describir un panorama que reduce toda la cultura o la crítica y estética (1987-88: 6-12; 1991: 15-19; 1993: 463-489; 1989: 37-58; 21994: 218-219) latinoamericana a una “mera reproducción”, a simulacros y máscaras lo cual en semejante generalización no es preciso ni justo ni acertado, especialmente en lo que corresponde al campo de las artes, por ejemplo del teatro.
Más bien, creo que se debe hablar de una reapropiación, que yo llamaría ‘perlaboración’ en el sentido de usar todos los temas -como lo pensaba Borges (1989: 267-274) o como lo entiende, por ejemplo, Brunner (sin fecha: 183-186; 21994: 77-79)- como veremos más adelante.
2.7. Modernidad vs. postmodernidad
El debate de la postmodernidad en Latinoamérica se ha realizado a espaldas de la modernidad, sea para rechazar la postmodernidad o para aceptarla en forma crítica. Y exactamente en este campo abundan los clisés y el conocimiento de tercera mano u oral o de oídas.
Se puede constatar una resistencia en particular ideológica que atribuye una actitud conservadora y reaccionaria, incluso fascistoide a la postmodernidad y una revolucionaria, democrática a la modernidad. Para enterados en la materia es imposible aceptar semejantes distribuciones binarias que pueden ser rápidamente disipadas con el mero recuerdo que las dictaduras y sistemas represivos, quizás los más grandes que haya tenido la historia, se dieron también en medio de la modernidad europea (Stalin, Hitler, Mussolini) y un buen número de literatos, intelectuales y filósofos se dejaron llevar por la fascinación que representaba para ellos el fascismo (Céline, Heidegger, Ezra Pound).
Otra corriente rechaza la discusión porque ésta representa una nueva hegemonía enmascarada en la pluralidad como resultado de la deconstrucción y descentración del logos y como “extranjerizante”. Lo pintoresco de la discusión es que lo que se está discutiendo en muchos casos y describiendo brillante y acertadamente son fenómenos de la postmodernidad en su ámbito internacional con una recodificación y concretización en Latinoamérica, pero se evita ese término “obsceno” del ‘postmodernismo’ y se emplea el de ‘modernismo’ con todas las características de la discusión de la postmodernidad, lo cual complica aún más un debate científico.
Tenemos una idealización y una mistificación de la modernidad y una demonización de la postmodernidad. El famoso “desencanto” de nuestra época, el “fin de las utopías” y de los otros tantos “fines” se le atribuyen a la postmodernidad como un defecto de este sistema y no como un fracaso o como una sofisticación o realización, claudicación de ciertos proyectos de
la modernidad. Esta actitud ambivalente frente a la postmodernidad la observamos en un buen número de trabajos, por ejemplo, en las fundamentales misceláneas editadas por Scharlau (1994) y Herlinghaus/Walter (1994), pero no solamente allí. Un caso evidente, entre muchos otros, serían algunas de las publicaciones de Brunner (vid. Más adelante) .
El insigne sociólogo chileno describe la modernidad actual con todas las características de la postmodernidad, más no usa el término postmodernidad sino sólo de paso, como si el término ‘modernidad’ tuviese en Latinoamérica más aceptación, más legitimación o menos problemas que el de postmodernidad, lo cual está muy lejos de la realidad si se considera que en Latinoamérica se cree que la modernidad o no entró o entró a medias, o como Paz lo postulaba, aún está en pleno desarrollo.
El hecho de que la modernidad ha sido o es un fenómeno complejo y no acabado, no puede impedir que la postmodernidad no se haya establecido también en Latinoamérica; es precisamente este tipo de sincretismo el que ha acompañado siempre a Latinoamérica en su historia y que es parte de su pensamiento y de su identidad. El problema no radica en el estado del asunto, sino en la estrategia con la cual se le enfrenta.
La polémica es: ¿cómo se puede hablar de postmodernidad en Latinoamérica, ya que ésta no ha tenido una modernidad verdadera? (Herlinghaus/ Walter 1994: 22).
Resistiendo a desarrollar un pensamiento de la modernidad intelectual por ser hegemónico, se desarrolló un concepto de lo “moderno” en el sentido de combate, de militancia de “contra-discurso” anticontaminador y en esto se pasó la modernidad para constatar que ésta había quedado inconclusa (Habermas) en el centro, y que en la periferia la modernidad pasó volando, mientras se discutía contra ésta, para hoy constatar que la modernidad en Latinoamérica fue fragmentaria e insípida. Muchas de estas observaciones me parecen incluso válidas, sólo que no muestran una alternativa y no consideran suficientemente lo que sucedió en el arte y en la literatura. En este aspecto considero los trabajos de Rincón (1989: 61-104; 1992: 169-196; 1994: 1-35) no solamente como pioneros, sino además como un camino adecuado a recorrer, a pesar de una serie de dificultades que veo en ciertos aspectos .
Además se teme que se traduzca y se inserten mecánicamente las problemáticas del centro en la periferia o que se lean las problemáticas de la periferia “con anteojos” comprados o importados desde el centro (Achugar 1994: 236).
Frente a este panorama se teme que la postmodernidad se establezca a su vez como metadiscurso, como referencia hegemónica. Semejantes temores me parecen perfectamente pertinentes, pero no valen tan sólo para Latinoamérica, sino para el pensar y el saber actual. Además la cultura postmoderna y el pensamiento postmoderno conllevaban el momento del nomadismo, del rizoma, de la diseminación, de la deconstrucción.
Estas son operaciones teórico-intelectuales inherentes a su naturaleza, y por esto, existe desde adentro del sistema una resistencia a la implantación de formas postmodernas como un credo, como un metadiscurso universalizante y legitimista; naturalmente que existe un resto de riesgo a que la deconstrucción misma se establezca como canon permanente.
En la teoría de la cultura latinoamericana se ha creado el término de ‘modernidad periférica’ -lo he encontrado por primera vez en Brunner (1986: 190) y luego aparece en Sarlo (1988) y es retomado por Herlinghaus/Walter (1994: 11-47, esp. 21-25)- y se le define, al parecer, como alternativa al término de la postmodernidad, como ‘heterogeneidad’ (y luego se le redefine como “modernidad periférica heterogénea”, Herlinghaus/Walter 1994: 24) la cual “abre nuevas alternativas concretas frente a la incrustación de categorías” que se vierten contra “prejuicios academicistas” sobre una base “transdisciplinaria” (ibíd.: 23) .
Al parecer se quiere reemplazar el término de modernidad y de postmodernidad por uno “propio latinoamericano”, el de ‘modernidad periférica heterogénea’. Si el asunto se resolviese con el cambio de término, no habría problema alguno, más si este término tripartito se mueve en base a una discursividad teórica de la postmodernidad y esto es evidente, el cambio de término es innecesario, especialmente cuando ‘modernidad periférica heterogénea’ se considera como una estrategia para una reformulación teórica.
Habiendo sumariamente fijado algunos de los núcleos en que gira la discusión sobre la postmodernidad y poscolonialidad en Latinoamérica, pasamos a continuación a describir, interpretar y debatir algunos trabajos esenciales en este contexto.
3. ¿CAMBIO DE PARADIGMA EN EL PENSAMIENTO LATINOAMERICANO? ENTRE BINARISMO E HIBRIDEZ
La característica general de los estudios de la teoría de la cultura latinoamericana, que trato en el presente trabajo y de los que he debido hacer una fuerte selección, tienen su base en la concepción de la ‘heterogeneidad’, de la ‘hibridez’, de la ‘descentración del discurso logo- y etnocentrista’ en el contexto de una ‘deconstrucción’ como ‘reapropiación’ o ‘perlaboración’ dentro de nuestra terminología, y que se encuentran en una dialogicidad, con una serie de teorías, entre otras, con las de Derrida, de Foucault, de Deleuze, de Jameson y de Baudrillard, partiendo de una concepción arqueológica del lenguaje y de la cultura (Herlinghaus 1994: 49ss.) y tomando una posición crítica frente a tendencias nacionalistas-monolíticas-binaristas que reclaman una “identidad pura o autóctona” donde la diferencia específica de Latinoamérica frente al llamado ‘centro’ es excluyente y dogmática y no hace posible una apertura que ofrezca la oportunidad para superar barreras impuestas por la especialización de los diversos campos del saber y de la cultura, y que opera desde una transdisciplinariedad y transculturalidad . Estos autores entienden la condición latinoamericana como un fenómeno de hibridez.
El cambio fundamental en el pensamiento de Latinoamérica se da en que los intelectuales y los teóricos se deciden definitivamente a habitar la cultura en ese espacio “extra-territorial” o “across-cultural initiation” del que Bhabha habla (1994: 9ss.), definiéndolo como “unhomely” -y que yo llamaría siguiendo a Welsch (1997) ‘transversal’ – y se apropian y re-apropian de ésta sin tomar una actitud periférica marginalizante que consiste en repetir o simplemente en rechazar “lo que no sea puramente latinoamericano” considerando todo el pensamiento externo a Latinoamérica como eurocentrista o hegemónico, como una nueva estrategia de dominación del centro frente a las periferias, un complot entre el capitalismo globalizante e intelectuales del centro; una actitud que se dio particularmente frente al estructuralismo y a la semiótica y que se estaba dando y se da frente a la postmodernidad (Lauer: 1991: 1-7) y en parte tiende a repetirse frente a la postcolonialidad que se reclama además como algo ya sucedido y discutido en Latinoamérica antes de que Bhabha, Said, Spivak y Ashcroft implantaran las teorías de la postcolonialidad (Vidal 1993: 113-118; Mignolo 1993: 120-130; Adorno 1993: 135-145; Dirlik 1994: 328-356).
Más bien y de acuerdo con la situación de los teóricos de la cultura latinoamericana actual, me parece que éstos escriben el mundo inscribiéndose a través de una escritura de la ‘diferancia’, una escritura mímicra o rizomática, de “entre-medio”, en una estrategia “metonímica de la presencia” (Bhabha 1994: 89). El pensamiento latinoamericano no solamente se integra en un discurso postmoderno y postcolonial predominante en un momento histórico-cultural, sino que a la vez contribuye a encontrar formas descriptivas y caminos que corresponden a su naturaleza histórica y socio-cultural.
Ahora bien, ¿cuáles han sido las respuestas de la teoría de la cultura latinoamericana frente a un pensamiento binarista y/o esencialista en los campos descritos anteriormente?
Para responder a esta cuestión parto de algunos teóricos como ejemplo sin pretender ofrecer un panorama total de la discusión como hemos ya apuntado al comienzo del trabajo.
José Joaquín Brunner describe, por ejemplo, a través de la metáfora del “espejo trizado” un estado y propone una salida superando así el lamento o la militancia de la “pérdida de la pureza precolombina”, de la “modernidad mal digerida”, etc. que no haría otra cosa que perpetuar el veredicto hegeliano indicado más arriba, tan lamentado por Dussel (1992: 149) quien habla de la “tristeza”, del “dolor” y de la “ira” del “filósofo de la periferia” frente a la sombra del edicto hegeliano .
De central importancia en la teoría de la cultura latinoamericana es que se acepta universalmente la fundamental afinidad que existe entre el pensamiento postmoderno de la ‘diferancia’, de la ‘heterogeneidad’, de “los cruces”, de los “encuentros y desencuentros”, etc., es decir, entre las culturas de las llamadas periferias y las del centro.
Mas, semejante posición no es moderna, sino postmoderna por mucho que se siga empleando el término ‘modernidad’. Me pregunto por esto, ¿por qué se quiere perpetuar el término de ‘modernidad’ (el cual a su vez también es particularmente hegemonista), cuando se acepta unánimemente que la modernidad se dio en crisis, en las periferias?
‘Heterogeneidad’ e ‘hibridez’ son términos centrales y denominadores comunes en la teoría de la cultura latinoamericana que además comparten muchos autores, así, por ejemplo Brunner con Carlos Monsiváis.
Igualmente importante es la concepción de ‘heterogeneidad’ de Brunner en cuanto no reduce la ‘heterogeneidad’ a subculturas étnicas, a clases y grupos etc. o a una mera superposición de culturas (Brunner 1986: 178), sino que la entiende como
“[…] participación segmentada y diferenciada en un mercado internacional de mensajes que ‘penetra’ por todos lados y de maneras inesperadas el entramado local de la cultura, llevando a una verdadera implosión de sentidos consumidos/producidos/reproducidos y a la consiguiente desestructuración de representaciones colectivas […] (Brunner 1986: 180) .
Importante es también la constatación de Brunner que “las modernizaciones intelectuales” aún sin un contexto configurado coherente y homogéneo, permiten un primer e incipiente acceso al diálogo internacional de ideas, lo cual Brunner llama “desterritorialización de las culturas o […] la creación de espacios o redes comunicativas integradas en torno de temas, o estilos, o percepciones o valores” (Brunner, sin fecha: 166-167) y así también la aceptación de que “la cultura siempre ha operado en torno a dos polos: uno de comunicación local y otro de comunicación a distancia, mediante estructuras y ‘semánticas’ que no se fijan a las fronteras políticas sino que constituyen su propia geografía comunicativa […]” (ibíd.: 167) .
Brunner (ibíd.: 173-174) se expresa contra una “identidad perdida” por causa de la modernización, contra lo exótico de Latinoamérica, contra el mito del origen, de que lo precolombino, de que lo ‘primero’ era lo auténtico y lo que luego sigue es una máscara y una cultura sin formación completa. Concretamente ve los constituyentes de la cultura latinoamericana en las rupturas, mezclas y capas que se inscriben en la ‘heterogeneidad cultural’, es decir, traducido a nuestro lenguaje, se trata de un bien cultural y no de un irracionalismo, dentro de los postulados postmodernos.
Brunner (1986: 179) ve la especificidad e identidad latinoamericana en operadores tales como “en el collage, en el pastische y en los injertos y alegorías »postmodernistas« de nuestra modernidad”, es decir, como producto no de culturas nacionales, sino de sectores del mercado internacional de la industria de la cultura. De ahí que para Brunner sea la ‘heterogeneidad cultural’ un fenómeno doble: uno “de segmentación y participación segmentada en ese mercado mundial de mensajes y símbolos […]”; y segundo “de participación diferencial según códigos locales de recepción, grupales e individuales, en el movimiento incesante de circuitos de transmisión que cubren desde la publicidad a la pedagogía”.
El resultado de semejante proceso es para Brunner (ibíd: 179-180) además:
“[…] algo semejante a lo que proclaman ciertos representantes del postmodernismo: un descentramiento, una deconstrucción de la cultura occidental tal como ella es representada por los manuales; de su racionalismo, de su secularismo, de sus instituciones claves, de los hábitos y estilos cognitivos que ella supuestamente impone de manera uniforme; algo que se semeja por tanto al collage de Monsiváis; algo que »hace sentido«, pero un sentido fuera de lugar, arrancado de contexto, injertado en una cultura/otra.
En la formulación de Brunner siguiendo a Monsiváis “algo que »hace sentido« , pero un sentido fuera de lugar, arrancado de contexto, injertado en una cultura/otra”, los términos ‘sentido fuera de lugar’, ‘cultura/otra’ marcan el fenómeno de la ‘inscripción’, de la ‘mímicra’, del ‘suplemento’, del ‘rodar del significado’, del momento de la ‘descentración’, a través del cual se puede definir y localizar la identidad y el discurso latinoamericano.
Por esto, Brunner (1986: 191-192) rechaza -precisamente en base a este concepto de ‘entre-medio’, de altaridad que caracteriza su tipo de pensamiento y saber postcolonial y postmoderno y también basándose en Monsiváis (1983: 75)- un “ser nacional previo a toda contaminación cultural” o a un ser de “resistencia a la penetración cultural”. Le parece que la ‘heterogeneidad’ como él la entiende deja sin sentido el hablar de “lo nacional” o de la “penetración cultural”.
Esta discusión postmoderna y postcolonial se encuentra a la vez en autores como Jesús Martín-Barbero (21994: 84ss.) quien rechaza un concepto binario de la identidad tradicionalmente entendido como
“[…] gesto de separación, de un repliegue excluyente, [y como] versión que proyecta la identidad sobre un trascendental kantiano capaz de reabsorber en su ‘esquema’ la multiciplidad de las diferencias.”
Más bien entiende la identidad como la “des-totalización para poder abordar la identidad en su aspecto operacional, esto es, la cuestión del Otro como constitutiva de la identidad” (ibíd.), posición que recodifica en el ámbito del problema de la identidad el postulado lacaniano (1966, I; II) de la descentración del sujeto, del moi, en cuanto éste se define a través de un tercero como consecuencia de la castración. “Destotalizar” es para Martín-Barbero (21994: 84-85) una operación desterritorializadora, de descontextualización y de reinscripción :
Esta definición de la territorialización rizomática no es otra cosa que el concepto de Lacan de la mímicra (mimétisme); vid. notas 22 y 25.
[…] abre el camino a una concepción desterritorializada de lo simbólico, es decir, no sujeta a las demarcaciones y separaciones que la totalización imponía sobre la comprensión de lo social. […] se hace visible la potencialidad de creación social contenida en la dinámica de la diferencia y se hace posible preguntarse por los efectos constituyentes de lo simbólico en el ámbito de lo político.
Como vemos, Martín-Barbero desarrolla este concepto de identidad en un contexto postmoderno y en estrecha relación con el concepto de ‘heterogeneidad’ que luego va a desarrollar Brunner. La postmodernidad la entiende como un fenómeno que pone significantes comunes a disposición (fenómeno de globalización ) que son recodificados, rellenados y penetrados (cfr., ibíd.: 94) con diversos significados y referentes (fenómeno de diferancia) (vid. también Brunner sin fecha: 184-186) y se imponen el desarrollo de la “cultura vía, cotidiana, capaz de generar identidad” (ibíd.: 92) como alternativa o como una temporalidad simultánea a la transnacionalización.
Estrechamente relacionado al problema de la identidad encontramos el problema de lo ‘nacional’ donde Martín-Barbero (21994: 93) define la identidad, lo nacional y lo popular como una “especificidad histórica”, como un “espacio denso de interacciones, de intercambios y reapropiaciones, [como un] movimiento del mestizaje”. Pero de un mestizaje que es un proceso no puramente ‘cultural’ sino “dispositivo de interrelación social, económico y simbólico”. Martín-Barbero (ibíd.) quiere pensar lo indígena “en la dinámica histórica” y esto es, pensarlo ya en el mestizaje y la impureza de las relaciones entre etnia y clase, en las relaciones de dominación y de complicidad.
Las contradicciones y ambivalencias del mundo globalizante y postmoderno las ve Martín-Barbero (1985, 1987) reflejadas en los medios de comunicación de masa y apunta a desarrollar una “teoría descentrada de la comunicación de masas” en el sentido de “modernidad cultural discontinua” por medio de las articulaciones históricas entre “lo cotidiano”, “lo masivo” y “lo popular”, a través de “mediaciones”.
‘Lo popular’, ‘lo cotidiano’, así como las ‘etnias’ no se entienden en este contexto como algo escencialista tan divulgado en los medios académicos, estatales nacionalistas/chauvinistas o en la etnología que parten muchas veces de una construcción del sujeto popular como algo “homogéneo”, único lugar de resistencia que lleva -según Martín-Barbero (21994: 92ss. y passim)- a un juicio negativo de lo popular como “subproducto” y “versión degradada y funcional de la cultura de élite” conectado a la idea
“[…] romántica que asocia lo popular con lo auténtico, de tal forma que lo popular no tendría otro estatuto que el de lo puro o lo degradado, de lo puro en constante peligro de contaminación, de lo genuino que sólo puede conservarse protegiéndolo, separándolo, aislándolo […] como espacio de reflejos culturales, de reacciones, de vulgarización, abortamiento y degradación.”
De semejante forma se trata el problema de lo ‘indígena’ en una concepción ‘indigenista’ relacionándolo con “lo propio”, “lo primitivo”, “la pureza” y “la resistencia” – como aludíamos más arriba. Este repensar lo indígena en la concepción del mestizaje, digamos como una estrategia de la hibridez o proceso de hibridización, ofrece la posibilidad de llegar a una reconceptualización y recodificación de “lo popular”, de “lo indígena” y de “las culturas subalternas”. Por esto, se hace frente a una “razón dualista” que enjuicia lo masivo a favor de una mistificación e idealización de lo popular, de lo indígena, de lo rural, etc. (cfr. ibíd.: 96). Así, me parece una lógica consecuencia que Martín-Barbero (ibíd.: 94) rechace -siguiendo a García Canclini tanto el “idealismo de una teoría de la diferencia, que coloca lo indígena (confundido con lo popular y lo campesino) en su situación de exterioridad al desarrollo capitalista, y de una teoría de la resistencia que sobrevalora la capacidad de supervivencia cultural de las etnias”.
Me parece problemático, y en ningún modo reflexionado, el empleo que hacen los autores de la categoría de ‘diferencia’, categoría fundamental en la discusión postmoderna y postcolonial y fundamental en el pensamiento y saber actual. Al parecer -y siguiendo la argumentación de Martín-Barbero-, se rechaza la ‘diferencia’ como categoría esencialista, es decir, como aquella que postula la pureza idealizada que deja a las culturas indígenas no sólo fuera del contexto capitalista de la culturas, sino lo que aún es más serio, fuera de su propia historia, ya que éstas culturas quedarán desde el momento del descubrimiento en adelante a merced de un proceso continuo de contaminación .
Siguiendo a García Canclini (1992: 104ss.) propone Martín-Barbero un tercer camino que se basa en un concepto derridiano de ‘diferancia’ o ‘altaridad’ y que consiste en el inscribirse mímicra y altaritariamente, es decir, el inscribirse en una red de recodificaciones que incluya lo histórico y el presente, sin fundirse en una unidad ya que estaríamos postulando otra “pureza”, sino en un “entre-medio”, en una cultura/otra, en un habitando un “tercer espacio” de lo “inhabitado” , desterritorializando lo popular, lo indígena de sus amarras tradicionales y reterritorializándolos en el centro:
“Se configura así un mapa nuevo: la supervivencia de las etnias como parte integrada a la estructura del capitalismo pero productora a su vez de una verdad cultural que no se agota en él. Desconocer lo primero equivaldría a remitir la identidad étnica a un tiempo mítico, una continuidad ahistórica que hace imposible comprender los cambios sufridos por esa identidad; desconocer lo segundo sería caer en la trampa de atribuirle a la lógica capitalista la capacidad de agotar la realidad de lo actual.
[…] Y del mismo modo que el vacío de raíces que sufre el hombre de ciudad es rellenado por la presencia en la intimidad doméstica de objetos que convoquen la profundidad del pasado, así la búsqueda y producción mercantil de diferencias va a penetrar en el mundo de lo popular convirtiendo lo étnico en lo típico. (Martín-Barbero 21994: 94)”
Esta des- y reterritorialización de unidades y sectores culturales se realiza a través de “apropiaciones”, “reelaboraciones y montajes” (ibíd.: 97), por “la aparición de un nuevo modo de existencia de lo popular”, configurado a partir de “la desarticulación del mundo popular como espacio del Otro […]” (ibíd.: 96), de la “dislocación de los ejes que articulan el universo de cada cultura”.
Todas estas operaciones las resume Martín-Barbero (ibíd.: 107) en el concepto de ‘heterogeneidad’ como ya lo habíamos constatado en Brunner que define como “el modo excéntrico, esquizoide de producción y participación de estas culturas […] en el mercado internacional” y que lo ve constatado en la inserción de grupos de campesinos e indígenas en la metrópolis urbana y cómo estos realizan una recodificación de su cultura (ibíd.: 95, 97). Así se antepone una alternativa dinámica contra un sustancialismo de la identidad y de la cultura latinoamericana del origen que Martín-Barbero formula como el recalcitrar en “un fatalismo chauvinista”, en “las lógicas y dinámicas de la transnacionalización” y de una política “puramente legitimista y patrimonialista” y paternalista que “considera [en] la cultura solamente la tradición y rehuye la innovación” (ibíd.: 108).
Esta actitud intelectual, científica e ideológica la quiere realizar, desde un punto de vista de la comunicación, por medio de reestructuraciones de ciertos campos, a saber (ibíd.: 109):
a) de la concepción de lo público: poner en el centro todo aquello que hasta la fecha había estado excluido de la cultural oficial: sociedades civiles populares, los barriales, los comunales, lo cotidiano, lo culinario, la oralidad
b) de lo nacional: esto es, por una parte superar la polarización entre la eliminación de todo lo que no es nativo como reafirmación de lo nacional y una tendencia a la uniformidad o unificación de diferencias.
Esta operación recodificadora debe permitir una construcción alternativa de “la nación desde abajo […]” y “sin pasar por el centro” (ibíd.). Me pregunto si esto es realmente posible, y creo que dudas son permitidas. Por otra parte, esta finalidad parece oponerse a la de la hibridez ya que construye al fin un nuevo binarismo, ahora a favor de la periferia, de lo marginal, de aquello que se encontraba y se encuentra en las orillas. ¿O se trata más bien de la inclusión de lo marginal con una fuerza descentradora, potenciada por las “nuevas tecnologías de la comunicación” como alude Martín-Barbero?
Néstor García Canclini (1991: 9-26; 21994: 111-131; 1990/1992/21995) lleva a cabo -dentro de su revisión a los estudios culturales, como ya lo habíamos mencionado discutiendo a Martín-Barbero- una de las más radicales críticas al sustancialismo y al binarismo, en particular a la antropología, reprochándole a ésta el ocuparse solamente de “pequeñas comunidades tradicionales” o de describir “la continuidad histórica de un grupo étnico o de un pueblo campesino que representan su resistencia a la modernización” (García Canclini 21994:114), pero constata que “muy pocos textos se ocupan de las transformaciones tecnológicas y económicas, se describe la amenaza de esas fuerzas, vistas como extrañas, en vez de explicar los entrecruzamientos entre lo heredado y lo innovador”:
La literatura antropológica suele mirar las industrias culturales como si sólo homogeneizaran a las sociedades y destruyeran las diferencias. Esta homogeneización se haría mediante la absorción de las culturas tradicionales de los procesos simbólicos. Hay que decir que esta óptica fue la de los primeros estudios sobre comunicación, desde la posguerra hasta los años setenta, y persiste en concepciones sociológicas como la que acabo de exponer.
Los trabajos recientes sobre la comunicación masiva y sobre recepción del arte y literatura revelan que la expansión de la llamada cultura de masas, lejos de eliminar las diferencias, multiplica las ofertas, facilita el acceso de públicos más amplios a repertorios de distintas culturas […].
[…] Las transformaciones de la modernidad no son tan amenazantes si pensamos que lo distintivo del saber antropológico no es ocuparse de pueblos “primitivos” o de etnias y comunidades tradicionales sino estudiar las diferencias, la alteridad y las relaciones interculturales mediante la generación de informaciones directas. (García Canclini 1994: 128-129)”
Así exige García Canclini de la antropología y de la sociología “estudiar las diferencias, la alteridad y las relaciones interculturales” de éstas con otras culturas, es decir, su inserción en el mapa cultural que se realiza a través de una “heterogeneidad multitemporal” y de la hibridización y que consisten en (García Canclini 21995: 14ss.; vid. también Herlinghaus/Walter 1994): – la dislocación de las culturas populares, estos es, en su descentración, desterritorialización/reterritorialización; – entrecruzamientos al macronivel de la cultura; – la consideración de lo tradicional y de lo moderno, de lo popular y de lo culto, de lo particular y de lo masivo; – la consideración del nivel de la transmisión: de lo oral, gestual y visual; – la consideración del nivel de la historia: la tradición colonial con un fuerte substrato católico, de la ilustración del enciclopedismo francés y de las conocidas y variadas utopías de la modernidad.
La hibridización la entiende como la “interacción entre cultura de masas, cultura popular y “alta cultura” con vista a una recomposición de lo social cotidiano y repara en una dinámica en donde se articulan lo local y lo cosmopolita, atravesados por el dualismo entre la inercia tradicional y los anhelos colectivos hacia una vida moderna” (ibíd.). El término de hibridización comparte como vemos elementos centrales comunes con el de ‘mediación’ de Martín-Barbero y de ‘apropiación’ de Brunner y es la aceptación, y con esto la posibilidad de teoretizar la ‘heterogeneidad’ en Latinoamérica y no su negación, o el intento de homogeneización o congruencia entre los diversos campos de la actividad socio-económico-cultural.
Fundamental es en nuestra propuesta que categorías tales como ‘hibridez’/ ‘heterogeneidad’ son de un carácter altamente nómada. ‘Nomadismo’, ‘hibridez’ y ‘heterogeneidad’ se mueven dentro de diversos sistemas que además han sido cuestionados o que son constantemente relativizados. Es decir, al nomadismo, a la hibridez y a la ‘heterogeneidad’ les precede (e implican) una conceptualización, una teoretización, un acto intencional sin lo cual obtendríamos de hecho una absoluta arbitrariedad (Beliebigkeit), el caos (everything goes).
El sincretismo no es un proceso, el sincretismo es la superposición, voluntaria o no, de diversas culturas (o es la aglomeración o superposición sincrética de elementos culturales y étnicos), y por esta razón lo diferenciamos del término ‘hibridez’ que es el resultado de un proceso intelectual, científico ante el sincretismo, es decir, ante las diversas etnias, religiones, costumbres, mentalidades, etc.
Si se quiere, la ‘hibridez’/la ‘heterogeneidad’ son la conceptualización del sincretismo. Por esto, es pertinente hablar de ‘hibridización’/‘heterogeneización’ en el sentido de un metadiscurso, de una reflexión sobre una condición que deja a Latinoamérica en quizás mejores condiciones para enfrentarse al mundo rizomático, altamente fragmentado y virtual que otras regiones. Pero se mueve dentro de parámetros tanto provenientes de Latinoamérica como occidentales en general.
‘Hibridización’ es, pues, una estrategia discursiva transdisciplinaria, pero no en el sentido de combinación de disciplinas, sino más bien en la mutación de teorías dentro de una pluralidad metodológica que pueda de algún “modo alternativo […] pensar la modernidad [postmodernidad] latinoamericana” (John Kraniauskas 1992: 143-145).
Frente a este panorama García Canclini -siguiendo a Martín-Barbero- quiere ir por una vía media entre la teoría de la ‘diferancia’, yo diría más bien, de la exclusión que coloca lo indígena en situación de exterioridad al desarrollo capitalista, y entre la teoría de la resistencia que sobrevalora la capacidad de supervivencia de las etnias (cfr. García Canclini 1982: 104). El quedarse en la primera parte es “remitir la identidad étnica a un tiempo mítico, a una continuidad ahistórica que hace imposible comprender los cambios sufridos por esa identidad” el remitir en lo segundo sería reducir esa cultura a tarjetas postales folklóricas.
Siguiendo a García Canclini hibridización/condición postmoderna no es –tampoco desde un punto de vista latinoamericano- una mera “postmodernidad avant la lettre”, un mero sincretismo socio-étnico-cultural, sino el resultado de un proceso de apropiación, recodificación, de habitación y reflexión sobre el status quo, sobre la función de la cultura como tal y de las necesidades propias.
La hibridización no es solamente un fenómeno siempre en acción y cambiante, sino en particular la existencia de diversas posibilidades. Hibridización no es fusión, asimilación, es ser simultánea y contradictoriamente.
Hibridización es por esto rizoma, paralogía, disenso. Hibridización como resultado de una condición de pensamiento es una operación racional, premeditada, dirigida y no irracional, arbitraria, como apunta García Canclini (1993: 79-80).
Éste precisa su definición de hibridez (ibíd.: 77-92) en una discusión donde su término de ‘hibridez’ es cuestionado por Mier (vid. García Canclini 1993) y señalado como una categoría muy “drástica”, al parecer desde una perspectiva monolítica o binarista, de tal modo que Mier la quiere reemplazar por otra “que permita variantes, especies”, etc., sosteniendo que lo híbrido “is the name of a material without identity, of an evanescent condition” (ibíd.: 76).
Habría que apuntar que lo híbrido es un tipo de identidad, pero descentrada y no unilateral. Lo que reclama Mier son identidades claramentes definidas. Lo híbrido, por el contrario, supone varias trazas, varias identidades, lo híbrido, per se, no existe. Éste es solamente describible a través de identidades como puntos de referencias. O digámoslo de otra forma: lo híbrido se deja definir en referencia a diversas ‘diferancias’ que no son más reducibles a un sustancialismo binario.
Quiero decir, los términos de ‘hibridez’/‘diferancia’/‘altaridad’/‘rizoma’ deshaciéndose del dualismo occidental no excluyen, no discriminan, no delimitan, sino que permiten diversas ‘identidades’, digamos, ‘diferancias’ a un mismo tiempo ajeraquizado.
¿Pero, qué significa ‘diferancia’/‘rizoma’ en Europa o ‘hibridez’ en Latinoamérica?
En Europa ‘diferancia’/‘rizoma’ no significa en primer lugar la interrelación de diversas culturas (significa eso también, pero en un segundo lugar), sino la concepción de otra lógica, de otra racionalidad, de una racionalidad “transversal”, el abandono del dualismo occidental, de los grandes relatos duros. En Latinoamérica se trata simultáneamente, por una parte, de un concepto cultural de tipo interno y externo: de la interrelación de diversas culturas fragmentarias dentro del propio sistema cultural nacional o latinoamericano, y externa, frente a la cultura fuera de Latinoamérica.
Por otra parte tenemos una racionalidad que se mueve dentro de los paradigmas europeooccidentales y a la vez otro tipo de racionalidad, aquella de los mitos de culturas indígenas y negras que es muy diferente. Tenemos pues, hibridez/rizoma potenciado al extremo, y muchísimo más complejo que el europeo, que a pesar de la radicalidad de su pensamiento postmoderno se mueve dentro de una tradición cuyo momentáneo punto de culminación se ubica en la postmodernidad .
Otros autores, a pesar de un gran escepticismo frente a la postmodernidad y de referir una serie de lugares comunes, al fin se insertan en este debate porque ofrece un sistema heterogéneo y abierto. Así Norbert Lechner (1994: 200), quien considera que
[e]l debate que se desarrolla en Europa y Estados Unidos sobre la posmodernidad contribuye […] a reflexionar precisamente la articulación de un orden colectivo por medio de una cultura política democrática ya que “ayuda a desmistificar el mesianismo y el carácter religioso de una “cultura de militancia” (ibíd.: 205), a relativizar la centralidad del Estado y del partido y de la misma política; introduciendo por otro lado a la actividad política una sociabilidad menos rígida y un goce lúdico.
Muy similar a Lechner es la posición de Pedro Morandé (1987: 44-48) en cuanto ve
[…] una posibilidad y una esperanza para América Latina, especialmente, en cuanto a la dimensión ritual de la cultura. Interpreto culturalmente la aparición de la posmodernidad como una vuelta del libro al espectáculo, esta vez, claro está, con una diferencia fundamental respecto a la forma que adquirió en las culturas orales: el rito opera ahora a través de medios electrónicos de comunicación masiva. La pregunta que queda pendiente es si acaso el rito electrónico se constituirá sobre la base de guiones previos, ideológicamente determinados, o si se recurrirá a la experiencia histórica de los pueblos y a la sabiduría que la acompaña.

Richard (21994: 210-221) en su trabajo comentado más arriba parece no concordar con una actitud generalizada en Latinoamérica contra la postmodernidad a comienzos de los años 80 que reflejaba un pensamiento que se movía entre categorías binarias de lo propio y lo extranjero, lo importado y lo nacional o que acusaba la discusión sobre la postmodernidad como imitativa, alienación de la identidad, moda internacionalista que confirmaba carencia frente a la saturación europea y de los EE.UU. representando un relativismo ético, histórico; una falta de militancia y compromiso (vs. indiferencia, everything goes), de solidaridad que destaca la efímera o inconclusa modernidad latinoamericana excluyendo por esto el pensamiento postmoderno. Semejante pensamiento, al hablar de “préstamos”, de “importes” petrifica la condición periférica, subalterna y el pensamiento subalterno. Richard (ibíd.: 216) concluye que:
“Si algo debe aprenderse de la flexión posmoderna (de cómo desregula la sintagmática temporal que ordena precedencias y sucesiones), es precisamente su capacidad para fragmentar y recombinar memorias históricas según el modo de la discontinuidad y de la itinerancia. Tradición y modernidad en lengua posmoderna dejan de contraponerse bajo el signo rupturista del antagonismo entre lo viejo (repetición) y lo nuevo (transformación): la posmodernidad desorganiza y reorganiza la procesualidad de las fases gracias a conexiones transversales que intercalan pasados y presentes en secuencias trastocadas por la operatoria de la cita histórica.
En relación con la postcolonialidad, Richard (ibíd.: 220) sostiene que la teoría postmoderna cuestiona un sistema normativo centrista, cuestiona la jerarquía y la autoridad centrista, lo hegemónico, propaga el fin del eurocentrismo permitiendo una reevaluación de los centros y de los márgenes, fomenta la alteridad, la diferencia (ibíd.: 221) y como consecuencia de la descentración y desjerarquización del centro, se piensa y actúa nomádicamente, de tal forma que la “contraposición centro-periferia es ya obsoleta y que seguir posando de víctimas del colonialismo suena más retardario que nunca”.
Además agrega que (ibíd.: 214):
“A Latinoamérica […] le sirve el cuestionamiento posmoderno a las jerarquías centradas de la razón universal. Y pese a que la crítica posmoderna al legado eurocentrista de la modernidad dominante se formula dentro del mismo perímetro de enunciados (el perímetro de la cultura metropolitana) que había forjado la tradición de ese legado reservándose la exclusividad de sus privilegios, podemos y debemos reafilar esa crítica para sacar provecho latinoamericano de las fisuras generadas dentro del sistema de autoridad cultural del pensamiento central, reintencionalizando su significado.
[…] Y para que la dimensión de apertura hacia los “otros” del debate posmoderno sea igualitarista y democrática, hace falta que la teoría postcolonial no se contente con tomar la palabra de representación de la alteridad -aunque sea con la buena intención de mediar su participación en el circuito académico de Estados Unidos. (ibíd.: 221)
A pesar del gran escepticismo que tiene Hugo Achugar (1994: 248) con respecto a la postmodernidad y postcolonialidad deja atrás con sus afirmaciones un pensamiento sustancialista cuando sostiene críticamente que [e]l argumento de que la posmodernidad o la modernidad no son fenómenos latinoamericanos lleva implícito […] el de que el “realismo mágico” o lo “real maravilloso” a lo garcíamárquez [borges] que ha invadido la escritura del hemisferio norte no es posible.
[… ] El hemisferio norte […] debería además importar la pobreza, el subdesarrollo y el analfabetismo. […]
Y acentúa (ibíd.: 252) que:
la posmodernidad, en cambio, tanto en el centro como en la periferia parece abrir las puertas a la mezcla, a la contaminación, a la desjerarquización de lo múltiple y de lo heterogéneo.
[…] En la posmodernidad hay como una suerte de convivencia más democrática o más caótica [..] que posibilita una valoración inédita o incluso que debilita el sistema de valoración anterior.
4. GLOBALIZACIÓN Y POSTCOLONIALISMO
La globalización como sabemos es en principio un fenómeno económico-tecnológico-científico que se caracteriza por la superación de fronteras nacionales y por una densa red de economías y formas de producción que se articula en la permanente fusión de grandes compañías, casas de bancos, de seguros, etc.
La globalización económica tiene como finalidad principal el incremento constante del capital y del provecho, y no considera ni aspectos nacionales, ni éticos, ni culturales, ni menos aún problemas locales, por el contrario de la situación, en cierta medida, hasta la mitad de este siglo, a raíz del carácter nacionalista de la organización del estado y de la sociedad.
El Estado ha perdido su lugar de acción privilegiada, ha concedido la privatización de las industrias clave, esto es, las compañías multinacionales lo van reemplazando cada vez más como factor de poder. El poder que se expande es el del capitalismo internacional, éste se establece como poder creciente y fundamental frente al poder y la soberanía de los Estados de Derecho. La creación y desarrollo de las redes de comunicación mundial constituyen una condición esencial en el proceso de globalización.
La interdependencia entre capital, producción y conocimiento, potenciada por el internet, conlleva el riesgo de una gran deslocalización, de una anonimidad hasta una grave pérdida de la identidad a razón de su carácter transnacional .
Mientras que las élites económicas y políticas en particular de las naciones industriales gozan de los resultados positivos de la globalización, los negativos los experimenta la mayoría de la población en particular de los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, en cuanto que una enorme competencia de expansión tiene lugar manifestándose en el capitalismo neoliberal con la claudicación del estado de bienestar y de los beneficios sociales. Globalización significa en este contexto un neoliberalismo sin rostro que se puede interpretar como un renacimiento del neocolonialismo ya que la industrialización y tecnologización de los países subdesarrollados o en vías de desarrollo se realiza sin una seguridad social y con terribles consecuencias para el asalariado; fuera de las otras consecuencias en los medios urbanos y sociales.
Estos cambios producen a su vez una transformación de conceptos en todos los campos, así en el de la lengua, del arte y de la literatura, y por esto la globalización es algo que no puede ni debe discutirse solamente bajo un punto tecnocrático-económico.
Colonialismo y neocolonialismo fueron las primeras formas de expansión globalizante que transformaron la lengua y la cultura de las llamadas periferias en forma profunda e irreversible, a ello le siguió el menosprecio de la cultura colonizada imponiendo la colonizante como norma.
La globalización conlleva también este germen, pero tiene una componente que la diferencia del colonialismo y del neocolonialismo: la posibilidad de la dialogicidad en un estado descentrado, heterogéneo y fragmentado de nuestro mundo actual como alternativa a la dominación. Este hecho permite y exige delimitaciones, recodificaciones, reformulaciones, transferencias en el campo lingüístico y cultural lo que, me parece, representa la gran posibilidad de la globalización.
La razón es evidente: el proceso de globalización ha producido una descentración de los centros tradicionales de producción y de capital y de las localidades periféricas. La descentración es una cualidad inherente a la globalización, ya que mientras ésta más se expande, produce más “centros”. Así pasan periferias a formar una infinidad de centros y los centros periferias, es decir, tenemos por una parte una ‘deslocalización’ y por otra una ‘proliferación’ de los centros. Este proceso exige una enorme flexibilidad, una enorme descentración tanto en las formas de producción como de representación.
Así la cultura se encuentra frente a una infinidad de posibilidades como contrapartida a la disciplina y a la uniformidad que implican la economía, la producción industrial y las ciencias (Bell 1973, 1976). El resultado de la globalización en el campo de la comunicación, de la cultura y del arte es la multiplicidad. La globalización sólo en su inicio está transformando al mundo en un espacio altamente descentrado, cosmopolita e híbrido .
5. PODER E IMPOTENCIA DE LOS DISCURSOS: FUNDACIÓN TEÓRICA Y AGENDA ACADÉMICA
La situación en Norteamérica en los Estudios Latinoamericanos Culturales ha sido algo distinta . La discusión no se inicia con el concepto de postcolonialismo ni en base a una teoría de la postcolonialidad, sino en torno al colonialismo, que claro está, trata aspectos de esta discusión como lo demuestran las iluminantes publicaciones de Mignolo (1989, 1989a, 1993) que luego se comienzan a insertar en la discursividad postcolonial (Mignolo 1994, 1995) de tipo histórico, para después integrarse abiertamente al debate postcolonial (Mignolo 1995, 1995a, 1997).
Fuera de Mignolo participan en este debate, entre otros, Seed (1991, 1993), Adorno (1993), Vidal (1993), Dirlik (1994), Franco (1992, 1992a) y el grupo de estudios subalternos latinoamericanos.
La posición teórica de Adorno, Dirlik, Mignolo y Vidal dentro de la postcolonialidad se concretiza a raíz de un artículo de Seed (1991: 181-200) donde ésta, partiendo de un ensayo-reseña sobre el discurso colonial y postcolonial, llega a varias conclusiones que provocan una fuerte reacción de los teóricos mencionados .
La primera conclusión o constatación es cronológica y bastante obvia, y creo, además, evidente en base a datos bibliográficos ya que al final de los años 80 tanto historiadores, como antropólogos y críticos literarios parten de un acercamiento transdisciplinario en sus análisis. En efecto, tanto los unos comos los otros proceden desde un locus de transversalidad teórica, metodológica y disciplinaria.
Otra constatación, ahora de orden de contenido, radica en que, por ejemplo, se desarrolla una crítica transdisciplinaria al colonialismo tanto en Latinoamérica como en África y Asia que se viene llamando “discurso colonial” y que cuestiona a la crítica colonial tradicional que oscilaba entre una idealización de la “resistencia” de los aborígenes frente a la hegemonía colonizadora y la “acomodación” de éstos en el sistema hegemónico para el logro de propósitos propios, considerándosele por ende como inadecuada para la descripción del complejo proceso de colonización.
Una tercera constatación es que Seed ve como algo fundamental para el desarrollo de esta nueva perspectiva los escritos postmodernos de autores como Barthes, Lyotard, Derrida, Deleuze, Guattari, Foucault, Rorty y White, entre otros , por tres razones: una, por el cuestionamiento del humanismo y por un tipo autoritario de la construcción del sujeto; una segunda en base al cuestionamiento del logos como sentido original y normativo abriendo la interpretación textual a un pluralismo; y una tercera que es más bien el resultado de las otras dos, es la relación con el discurso femenino que yo entiendo como el hablar de las orillas, de la periferia, el reclamar una voz . En este sentido como apunta Seed ambos discursos, el colonial histórico-etnológico y el femenino se vuelven contra la construcción patriarcal del discurso de los colonizadores o del centro.
El discurso colonial lo entiende Seed como una crítica que parte de la lengua de los conquistadores descubriéndola como hegemónica y homogeneizante, desarrollando así un contradiscurso anticolonial y nacional para liberarse del discurso de los colonizadores y mostrar cómo ese discurso debe ser leído.
Un autor fundamental de la teoría del discurso colonial, y que rememora el trabajo de Fanon (1952) (traducido por Bhabha al inglés en 1986), es el ya mencionado Said con Orientalism (1978) y que provoca una explosión en la historiografía y en la teoría de la cultura de donde luego como expone certeramente Seed comienzan a aparecer publicaciones en África y Latinoamérica, especialmente a cargo de críticos literarios y antropólogos y también historiadores.
En la perspectiva de Said discute Seed cinco textos que tienen como tema fundamental el análisis de “colonial dimensions of political discourse in a postcolonial era” (1991: 197) y de allí emergen estos autores “de entre medio” como el mismo Said, Bhabha y Spivak que hacen una crítica tanto al discurso occidental de la periferia como al nacionalista de la era postcolonial; hablan del centro y con la lengua del centro, con la educación científica del centro sobre la periferia de donde provienen, deconstruyendo el discurso del centro y recodificándolo en un nuevo contexto.
Estos autores, basados en el postestructuralismo, fundan un discurso ‘postcolonial’ que se diferencia del discurso colonial a través de su centro de atención o sus realidades históricas, pero aun más, es la hibridez del discurso postcolonial como principio y estrategia, esa transversalidad y ‘altaridad’ que lo marca, la descentración textual y su rizomática pluralidad .
La postura de Seed me parece bastante objetiva y certera, por esto cabe la pregunta, ¿por qué Seed provoca ese fuerte debate? Podemos anticipar que la razón se encuentra en el corazón mismo del tema: en la tensión entre periferia y centro, en el poder y la debilidad de un discurso, en su fuerza de imponerse o de quedar relegado. Se trata al fin de un problema de aceptación, y digamos, de competencia y agenda académica (y no principalmente de diferencias científicas).
Vidal (1993: 113-118) se manifiesta altamente escéptico -en su subtil y diferenciada respuesta a la reseña de Seed (1991: 181-200)- frente al establecimiento del debate cultural en base a los términos ‘colonial’/‘postcolonial’ como disciplina académica y modelo teórico. Una razon es que Seed según la opinión de Vidal, por una parte, reduce la teoría postcolonial a los modelos de la filosofía postmoderna, y por
otra, no reconoce lo desarrollado en el contexto de los Estudios Latinoamericanos. Me parece que Seed no argumenta con semejante arbitrariedad, sino que describe una realidad científica: la inserción vital y el efecto riquísimo del postestructuralismo y de la filosofía postmoderna en la teoría de la cultura que confronta al colonialismo y al postcolonialismo.
Mas, en algún punto Vidal no deja de tener razón. Lo que sí habría que distinguir mejor es que el sólo hecho de que Latinoamérica haya sido colonizada, y que en su discurso constantemente esté presente el fenómeno del colonialismo y del neocolonialismo no implica que se haya desarrollado una teoría postcolonial.
El ejemplo más claro lo encontramos en los trabajos de Mignolo que también participa en este debate y quien en su trabajo “Afterword: From Colonial Discourse to Colonial Semiosis”, editado en su revista dispositio (1989a: 333-338), está describiendo en forma empírica problemas de representación y de discursividad, tratando de hacer fructífera la semiótica de la que él mismo por mucho tiempo fue uno de sus más insignes representates en relación con el aspecto histórico-político-antropológico, pero no desarrolla ningún tipo de modelo que luego, desde fines de los 80 con Ashcroft, Said, Spivak y más tarde con Bhabha, se establece como teoría postcolonial, lo cual no quita mérito alguno a sus contribuciones. Lo mismo vale para sus realmente iluminantes y monumentales publicaciones sobre el colonialismo (1994 y 1995).
El problema al que aluden Vidal y Mignolo es el del reconocimiento de un trabajo que no se impone como modelo como ha sido el caso de las obras de Said, Bhabha, Spivak, Ashcroft et alii. Es decir, nos enfrentamos una vez más al problema ‘centro’/‘periferia’, al problema de la “voz” y de lo “subalterno” -como ya indicábamos. Coincidimos con Vidal, por una parte, en cuanto que la mera terminología (él la denomina “jerga”) de la postcolonialidad no puede eliminar el pasado realizado en el contexto de los Estudios Latinoamericanos y que poner en evidencia esos resultados es una labor científica actual.
Pero, por otra parte, tampoco debemos olvidar que la terminología desarrollada por un postcolonialismo norteamericano de corte postestructuralista es el resultado de una seria reflexión epistemológica y no una mera moda (o “jerga”) y que precisamente en esta profunda y subversiva reflexión radica el éxito de semejantes teorías: estas diversas reflexiones no se mueven solamente en un nivel empírico, sino que a la vez desarrollan una impactante y rica teoría que pone de manifiesto aspectos del objeto cultural que sin ella difícilmente se habrían obtenido. Me parece que no se trata de un relativismo científico, sino de una teoría diseñada conscientemente al servicio de un objeto -y de allí su éxito.
Mientras que el trabajo de Vidal nos da una leve impresión de que se trata de una discusión en parte de quién ha fundado primero y cómo la teoría del discurso colonial/ postcolonial, Mignolo (1993: 120-130) reclama abiertamente la autoría primera de este campo y parece confundir el objeto con la teoría, el metalenguaje y la metanarratividad como estrategia discursiva:
“The critique of what today is grouped under the label of »colonial discourse« has a long tradition in Latin America” (ibíd.: 122), dando como ejemplos dos obras de O’Gorman de 1952 y 1961 que antes que los postestructuralistas “dismanteled five hundred years of Western historiography – colonial and postcolonial discourse, as it were” (ibíd.).
Sin quitarle ningún mérito a la obra de O’Gorman, debemos preguntar ¿por qué razón la obra del autor no se estableció como un nuevo paradigma? Creo que dando respuesta a este tipo de preguntas se podría llegar a explicar por qué teorías determinadas en un momento dado se imponen y otras no.
Además el cuestionamiento de la verdad o mentira y de la falta de credibilidad del lenguaje, a la cual apunta O’Gorman partiendo de Heidegger, figura central junto a Nietzsche en el pensamiento de la segunda mitad del siglo XX en Europa, es algo de lo que precisamente en Francia se ocupa el nouveau roman en estrecha relación con la nouvelle critique y luego con el grupo Tel Quel que invade todo el pensamiento y el ámbito artístico. En el campo del psicoanálisis conocemos bien los ejemplos a partir de Lacan y en el de la literatura de Robbe-Grillet y Kristeva, Ricardou, Sollers., etc. que son inolvidables representantes de este problema.
Permitáseme poner un ejemplo concreto que he elegido por su evidencia. Si se hace esta misma pregunta al éxito universal de Kristeva (1967, 1968, 1969, 1976) con la teoría de la intertextualidad que por lo demás poco o nada tiene que ver con el concepto de dialogicidad de Bajtin a partir de fines de los años 60, se constata rápidamente que allí confluyen un momento social, uno histórico, uno político y uno académico-científico: la sociedad quiere emanciparse del pasado autoritario, se buscan nuevos métodos que reemplacen una anticuada hermenéutica de corte idealista; el marxismo es una posibilidad, la revolución es otra.
Especialmente en círculos intelectuales se lucha contra un capitalismo creciente y globalizante. La intertextualidad ofrece un modelo para todas estas posiblidades: el texto no es propiedad privada de un autor, sino el resultado de una colectividad, el texto no es un acto idealista humanista, sino “trabajo” y cada individuo lo puede usar y sacar sus propias conclusiones, con lo cual la lectura y el análisis de la literatura se dan como un medio emancipatorio: muerte de la propiedad privada, muerte del autor, muerte del sujeto; Foucault, y especialmente Lacan y Derrida van a tener aquí un papel fundamental.
En suma, el concepto semiótico de intertexualidad confluye con los acontecimientos sociopolíticos del momento que culminan con la revolución estudiantil del 68, y esto favorece la expansión de la teoría de la intertextualidad como un determinado concepto de textualidad.
Retornando a Mignolo, éste da otro ejemplo que es el libro de Ángel Rama La ciudad letrada (1984) que en la lectura de Mignolo es una absoluta anticipación del “postestructuralismo” que no había llegado a Rama, aunque en esta obra sí se ve la influencia de Foucault. Creo que Mignolo sitúa algo tarde al postestructuralismo: Foucault es un postestructuralista y sus obras fundamentales aparecen en los años 60, Lacan y Derrida son los grandes padres del postestructuralismo, los Écrits de Lacan aparecen en 1966 y las obras fundamentales de Derrida a más tardar a partir de 1967en adelante.
Tampoco habría que olvidar la publicación de Théorie d’ensemble de 1968 del grupo Tel Quel donde también Derrida publica un trabajo. Este libro colectivo marca definitivamente el paso del estructuralismo al postestructuralismo en la crítica literaria y si aún este cambio no se hubiera percibido, R. Barthes con S/Z (1970) lo sedimenta en forma terminante . Pero este no es el punto que me interesa comentar, el de cuánta “influencia” se tenía o quién fue el primero en producir un movimiento o no.
El punto crucial es: ¿por qué las voces de O’Gorman y de Rama no tuvieron fuera de su lugar de enunciación la resonancia merecida? Mignolo da como única razón que los autores “[…] exemplify the perspective of social scientists and humanists located in and speaking from the Third World” (1993: 123) y reprocha a Todorov el haber relegado a O’Gorman a una nota a pie de página, mientras Said cuya obra Todorov traduce al francés obtiene no sólo el reconocimiento merecido, sino que considera la suya propia como una complementación de Orientalism, a pesar de que lo que O’Gorman había escrito no era otra cosa que lo que demostró Said años más tarde en su legendario libro (ibíd.: 123).
Que el lugar de enunciación es fundamental en la recepción, expansión y establecimiento de un pensamiento es algo evidente. Pero me pregunto si sólo el lugar de enunciación es la causa del no reconocimiento, como lo ve Mignolo. Me pregunto además ¿por qué los latinoamericanistas que hablan del y desde el centro no se impusieron en sus trabajos sobre Latinoamérica? Este hecho nos obliga a pensar que existen otras razones. Una de las posibles sería, a mi juicio, la presencia o ausencia de una conceptualización teórica capaz no de describir la superficie evidente del objeto, sino su forma de funcionamiento y de inscripción.
El aspecto fundamental entre las obras de O’Gorman y Rama radica, a mi juicio, en que estas meritorias obras no están tratando el problema de la discursividad y su mecanismo de poder, como Seed (1991: 185) constata en el caso del libro de Rama, Calibán y otros ensayos, traducido por Jameson al inglés, quien a su vez lo declara equivalente con el Orientalism de Said.

CONCLUSIÓN
Los estudios aquí brevemente comentados que valen pars pro toto para una buena cantidad de otros los podemos ver como el resultado de una sociología científica, de una sociología de la cultura y de la antropología que comparten métodos y campos de interés común como la lingüística, la semiótica, los estudios de comunicación entendiéndose como la investigación de la producción, circulación y recepción sígnica.
Muchos de ellos se han desprendido a más tardar en la segunda mitad de los años 80 del yugo de la modernidad, de un pensamiento binarista y sustancialista. El proceso descrito es llamado modernidad o modernidad periférica para calificar lo que está sucediendo en la era postmoderna como un esfuerzo para incorporarse con una voz poderosa en el concierto del pensamiento internacional desde una visión propia.
Por otra parte comparten Achugar, Richard, Brunner, García Canclini, Martín- Barbero, Lechner, entre otros, en algunos casos un justificado escepticismo en otros casos son meros prejuicios y resistencia al nuevo pensamiento con respecto al estatus del cambio de paradigma con la postmodernidad/postcolonialidad, de este descentramiento.
Es decir, existe un escepticismo frente a la hegemonía discursiva. Mas, sean cuales fueran las reservas, estos estudios han cambiado la forma de mirar, de leer, de hablar; han cambiado el paradigma en el pensamiento latinoamericano, en vez de entrar en la tan poca fructífera discusión de si la teoría de la cultura latinoamericana ya había producido obras correspondientes a las de Said o Bhabha.
Las posiciones aquí mencionadas se encuentran, eso sí, en un punto fundamental en disenso con constataciones tales como que la postmodernidad y postcolonialidad sean algo originalmente latinoamericano, nacidas en Latinoamérica. Así argumenta, por ejemplo, Carlos Rincón, quien paralelamente a mis publicaciones y a las de Richard sostiene, partiendo de teorías de la postmodernidad desarrolladas por Fokkema y Barth, no sólo que autores como Borges, Cortázar, García Márquez, Barth, Barthelme, Coover, Pynchon, Fowles, Butor, Robbe-Grillet, Calvino, Handke,
Bernhard, Rosei sean genuinamente postmodernos, sino que el postmodernismo nace como fenómeno general en Latinoamérica e influye en Europa, siendo Borges el autor que más ha contribuido a este aspecto (vid. A. de Toro 1989). Esta observación me parece pertinente en lo que se refiere, por ejemplo a Borges, Barth, Barthelme, Pychon o Calvino, pero es muy discutible si García Márquez, Butor y Robbe-Grillet lo sean, así como la totalidad de sus obras, y más aún que Latinoamérica sea la cuna de la postmodernidad.
La teoría y el debate de la postmodernidad y de la postcolonialidad como fenómenos generales definitivamente no nacen en Latinoamérica, sino como fenómeno teórico y en parte vivencial nacen en EE.UU. y Europa, pero Borges es el primer autor que plantea diversos aspectos centrales de la postmodernidad/postcolonialidad. Esto es, Borges, no Latinoamérica, es un postmoderno y Borges no es un postmoderno avant la lettre, sino es un postmoderno à la lettre.
El reclamar la postmodernidad y la postcolonialidad como algo exclusivamente latinoamericano significa ignorar el desarrollo del arte, de la filosofía, de la sociología y de la literatura en otras regiones culturales y conlleva el riesgo de encubrir y de homogeneizar las grandes diferencias entre la postmodernidad/ postcolonialidad latinoamericana, por una parte, y la norteamericana y europea, por otra (y entre estas dos últimas existen también enormes diferencias).
Este reclamo además no es necesario, ya que el pensamiento latinoamericano, creo, ha originado un cambio de paradigma, a pesar de no haber creado el paradigma, y el cambio de paradigma es lo que quisiera denominar “postmodernidad periférica postcolonial”.
BIBLIOGRAFÍA
Achugar, Hugo. (1992). La balsa de la medusa. Ensayos sobre identidad, cultura y fin de siglo en Uruguay. Montevideo.
——. (1994). “Fin de siglo. Reflexiones desde la periferia”, en: Hermann Herlinghaus/
Monika Walter (eds.). Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlin. pp. 233-255.
Adorno, Rolena. (1993). “Reconsidering Colonial Discourse for Sixteenth – and Seventeenth – Century Spanish America”, en: Latin American Research Review, 28, 3: 135-152.
Aizenberg, Edna (ed.). (1990). Borges and His Succesors. The Borgian Impact on Literature and the Arts. Columbia and London.
Alazraki, Jaime (ed.). (1976). Jorge Luis Borges. Madrid.
Ashcroft, Bill/Gareth Griffiths/Helen Tiffin (eds.). (1989). The Empire Writes Back: Theory and Practice in Post-Colonial Literatures. London/New York.
——. (eds.). (1995). Post-Colonial Studies Reader. London.
Barth, John. (1967). “The Literature of Exhaustion”, en: Atlantic Monthly, 220, (aug.): 29-43
Barthes, Roland. (1970). S/Z. Paris.
Baudrillard, Jean. (1981). Simulation et simulacre. Paris.
Bell, Daniel. (1973). The Coming of Post-Industrial Society. A Venture in Social Fore casting. New York.
——. (1976). The Cultural Contradiction of Capitalism. New York.
Bhabha, Homi K. (1990). “Introduction: narrating the nation”, en: ídem (ed.). Nation and Narration. London/New York. pp. 1-7.
——. (1990a). “DissemiNation: time, narrative, and the margins of the modern nation”, en: ídem (ed.). Nation and Narration. London/New York. pp. 291-322.
——. (1994). The Location of culture. London/New York.
Blüher, Karl A./Alfonso de Toro (eds.). (1992/21994). Jorge Luis Borges: Procedimientos literarios y bases epistemológicas. Frankfurt a. M.
Borges, Jorge Luis. (1989). “El escritor argentino y la tradición”, en: Obras completas. Buenos Aires. pp. 267-274.
Brunner, José Joaquín. (1986). “El proceso de modernización y la cultura”, en: Gonzalo Martner (ed.). América Latina hacia el 2.000. Opciones y estrategias. Caracas. pp. 163-193.
——. (1987). “América Latina entre la cultura autoritaria y la cultura democrática”, en: Mundo, vol. 21: 33-41.
——. (1987a). “Notas sobre la modernidad y lo postmoderno en la cultura latinoamericana”, en: David y Goliath, 17, 52 (septiembre). Nuevamente impreso bajo diferentes títulos y con variaciones de contenido: “Modernidad y Postmodernidad en la cultura latinoamericana”, en: Gonzalo Martner (ed.). (1987b). Diseños para el Cambio: Modelos Socioculturales. Caracas.
——. (1988). Un espejo trizado. Ensayos sobre cultura y políticas culturales. Santiago de Chile.
——. (1988a). “Modernidad y postmodernismo en la cultura latinoamericana”, en: ídem. Un espejo trizado. Ensayos sobre cultura y políticas culturales. Santiago de Chile. pp. 207-236.
——. (1993). “Notes on Modernity and Postmodernity in Latin American Culture”, en: John Beverley/José Oviedo (eds.). The Postmodernism Debate in Latin America. Special Issue of Boundary 2, vol. 20, 3: 34-54. Duke.
——. (Sin fecha). Cartografías, de la modernidad. Santiago de Chile.
——. (Sin fecha). “Tradicionalismo y modernidad en la cultura latinoamericana”, en: ídem. Cartografías, de la modernidad. Santiago de Chile. pp. 151-190. Nuevamente impreso en: (21994). “Tradicionalismo y modernidad en la cultura latinoamericana”, en: Hermann Herlinghaus/Monika Walter (eds.). Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlin. pp. 48-81.
——. (1994a). Bienvenidos a la modernidad. Santiago de Chile.
—— /Alicia Barrios/Carlos Catalán. (1989). Transformaciones culturales y modernidad. Santiago de Chile.
Burgin, Victor. (1986/41993). The End of Art Theory. Criticism and Postmodernity. London.
Calderón, Fernando (ed.). (1986). Los movimientos de la crisis social ante la crisis. Buenos Aires.
——. (1987). “América Latina: Identidad y tiempos mixtos, o cómo ser posmoderno e indio al mismo tiempo”, en: David y Goliath, 52, (september). Nuevamente impreso en: (1993). “Latin America Identity and Mixed Temporalities; or How to Be Postmodern and Indian at the Same Time”, en: John Beverly/José Oviedo (eds.). The Postmodernism Debate in Latin America. Special Issue of Boundary 2, vol.20, 3: 55-64. Duke.
——. (ed.). (1988). Imágenes desconocidas. La modernidad en la encrucijada postmoderna. Buenos Aires.
Carpentier, Alejo. (1990). “La problemática actual de la novela latinoamericana”, en: Tientos y diferencias. Obras Completas. México. Vol. 13. pp. 11-44.
Castillo Durante, Daniel. (1995). “Rethinking Latin America: Post-Modernity’s dumping grounds”, en: Fernando de Toro/Alfonso de Toro (eds.). Borders and Margins. Postcolonialism and Post-Modernism. Frankfurt a. M. pp. 159-167.
Castro Gómez, Santiago (1996). Crítica de la razón latinoamericana. Barcelona.
Casullo, Nicolás (ed.). (21989). El debate modernidad/postmodernidad. Buenos Aires.
——. (21989a). “Modernidad, biografía del ensueño y la crisis (introducción a un tema)”, en: ídem. Buenos Aires. pp. 9-76.
——. (1990). “Posmodernidad de los orígenes”, en: Nuevo Texto Crítico, 6, año III.
Coelho Neto, José Teixeira. (1986). Moderno Pós-Moderno. Porto Alegre-São
Paulo.
Deleuze, Gille/Félix Guattari. (1976). Rhizome. Paris.
Derrida, Jacques. (1967). L’écriture et la différence. Paris.
——. (1967a). De la grammatologie. Paris.
——. (1968). “La différance”, en: Théorie d’ensemble. Paris. pp. 42-66.
——. (1972). La dissémination. Paris.
Dirlik, Arif. (1994). “The Postcolonial Aura: Third World Criticism in the Age of Global Capitalism”, en: Critical Inquiry, vol. 20, (winter): 328-356.
Docherty , Thomas (ed.). (1993). Postmodernism: A Reader. New York.
During, Simon. (1993). “Postmodernism or Post-colonialism Today”, en: Thomas
Docherty (ed.). Postmodernism: A Reader. New York. pp. 448-461.
Dussel, Enrique. (1992). “Hermenéutica y liberación. De la ‘fenomenología hermenéutica’ a una ‘filosofía de la liberación’. Diálogo con Paul Ricoeur”, en: Analogín Filosófica. Revista de Filosofía, año 6, 1.
Fanon, Frantz. (1952). Peau noire, masques blancs. Paris.
Ferraris, Maurizio. (1984). “Postmoderno”, en: Punto de Vista, 21. Buenos Aires; 4-5 (1986); 31 (1987); 33 (1988); Revista First, 19, (1988); 29 (1989); Revista de Estética, (Centro de Arte y Comunicación de Buenos Aires), 5-6 (1987): 32-37; Revista Universitaria, (Universidad Católica de Chile), 22 (1987): 38-43.
Foucault, Michel. (1966). Les mots et les choses. Paris.
Franco, Jean. (1966/1983). La cultura moderna en América Latina. México.
——. (1982). “What’s in a Name? Popular Culture Theories and Their Limitations”, en: Studies in Latin American Popular Culture, 1: 5-15.
——. (1992). “Remaping Culture”, en: Latin America Literary Review, 140: 38-41.
——. (1992a). “Border, Patrol”, en: Travesía 2, pp. 134-142.
García Canclini, Néstor (1982). Las culturas populares en el capitalismo. México.
——. (1989). “La crisis teórica en la investigación sobre cultura popular”, en: Nuestra América Latina, 1: 32-49.
——. (1990/1992/21995). Culturas híbridas. Estratégias para entrar y salir de la modernidad. México (1990)/Buenos Aires.
——. (1991). “Los estudios culturales de los 80 a los 90: Perspectivas antropológicas y sociales en América Latina”, en: Iztapalapa, 24: 9-26. Nuevamente impreso en: (21994). Hermann Herlinghaus/Monika Walter (eds.). Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlin. pp. 111-131.
——. (1991a). “Cultura y nación. Para qué nos sirve ya Gramsci”, en: Nueva Sociedad, 115: 98-103.
——. (1992). “Too much determinism or too much hybridization?”, en: Travesía. Journal of Latinamerican Cultural Studies, 2, año I.
——. (1993). “The Hybrid: A Conversation with Margarita Zures, Raymundo Mier, and Mabel Piccini”, en: John Beverly/José Oviedo (eds.). The Postmodernism Debate in Latin America. Special Issue of Boundary 2, vol. 20, 3: 76-92. Duke. Nuevamente impreso en: (1993a). Boundary, 2, (fall): 77-92.
Genette, Gérard. (1964). “La littérature selon Borges”, en: L’Herne. Lettres Modernes. Paris. pp. 323-327.
——. (1982). Palimpsestes. La littérature au second degré. Paris.
Görling, Reinhold. (1997). Heterotopia. Lektüre einer interkulturellen Literaturwissenschaft. München.
Gutiérrez Girardot, Rafael. (1992). “La identidad hispanoamericana”, en: Insula, 549-550, (septiembre-octubre): 1-3.
Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. (1801/1981). Differenz des Fichteschen und Scheelingschen Systems der Philosophie. Leipzig.
——. (1830/1981). Vorlesung über die Philosophie der Weltgeschichte. Die Vernunft in der Geschichte I. (ed. Johannes Hoffmeister). Hamburg.
Hempfer, Klaus Willi. (1976). Poststrukturale Texttheorie und narrative Praxis. »Tel Quel« und die Konstitution eines »nouveau-nouveau roman«. München.
Herlinghaus, Hermann. (1994). “Auf dem Weg zu einem postmodernen Begriff von Alltagskultur bei José Joaquín Brunner”, en: Birgit Scharlau (ed.). Lateinamerika denken. Kulturtheoretische Grenzgänge zwischen Moderne und Postmoderne. Tübingen. pp. 49-58.
—— /Monika Walter. (1994). “¿“Modernidad periférica” versus “proyecto de la modernidad”? Experiencias epistemológicas para una reformulación de lo ‘pos’moderno desde América Latina”, en: Hermann Hernlinghaus/Monika Walter (eds.). Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlin. pp. 11-47.
—— /Utz Riese (eds.). (1997). Sprünge im Spiegel. Postkoloniale Aporien der Moderne in beiden Amerika. Bonn.
Hutcheon, Linda. (1988). A poetics of postmodernism: History, Theory and Fiction. London/New York. Insula. (1992), 549-550, (septiembre-octubre).
Jameson, Frederic. (1984). “Postmodernism or, The Cultural Logic of Capitalism”, en: New Left Review, 146, (july-august): 59-92.
——. (1991/21992). Postmodernism or, The Cultural Logic of Capitalism. Durham.
Kraniauskas, John. (1992). “Hybridism and reterritorialization”, en: Travesía. Journal of Latinamerican Cultural Studies, vol. 1, pp. 143-146.
Kristeva, Julia. (1967). “Baktine, le mot, le dialogue et le roman”, en: Critiques, 23: 438-465.
——. (1968). “Problèmes de la structuration du texte”, en: Théorie d’ensemble. Paris. pp. 297-326.
——. (1969). Semeiotike – Recherches pour un sémanalyse. Paris.
——. (1976). Le texte du roman. Approche sémiologique d’une structure discursive transformationelle. Paris.
Lacan, Jacques. (1938). “La Famille”, en: Encyclopédie française. (ed. Henri
Wallon). Vol. 8/ 40 – 3-16; 8/ 42 – 1-8. Paris.
——. (1964/1973). “La ligne et la lumière”, en: ídem. Le séminaire de Jacques Lacan. Livre XI. Les quatre concepts fondamentaux de la psychoanalyse. 1964. (text établi par Jacques-Alain Miller). Paris. pp. 85-96.
——. (1966). Écrits I/II. Paris.
——. (1978). “Linie und Licht”, en: ídem. Das Seminar von Jacques Lacan Buch XI (1964). Die Vier Grundbegriffe der Psychoanalyse. (übersetzt von Norbert Haas). Olten und Freiburg im Breisgau. pp. 97-111.
Lauer, Mirko. (1982). Crítica de la artesanía: plástica y sociedad en los andes peruanos. Lima.
——. (1991). “La modernidad, un fin incómodo”, en: Henrique Urbano (ed.). Modernidad en los Andes. Cuzco. pp. 1-7.
Lechner, Norbert. (1994). “La democratización en el contexto de una cultura posmoderna”, en: Hermann Herlinghaus/Monika Walter (eds.). Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlin. pp. 197-208.
Le Goff, Jacques.(1978). La nouvelle histoire. Paris.
Lienhard, Martin. (1990/1992). La voz y su huella. Escritura y conflicto étnico-social en América Latina (1492-1988). Lima.
——. (1992a). “Kulturelle Heterogenität und Literatur in Lateinamerika”, en: Iberoamericana, 3/4: 95-110.
——. (1994). “Sociedades heterogéneas y “diglosia” cultural en América Latina”, en: Birgit Scharlau (ed.): Lateinamerika denken. Kulturtheoretische Grenzgänge zwischen Moderne und Postmoderne. Tübingen. pp. 93-104. Lyotard, Jean-François.(1983). Le Différend. Paris.
——. (1988). “Reécrire la modernité”, en: Les Cahiers de Philosophie, 5: 193-203.
Martín-Barbero, Jesús. (1982). “Retos a la investigación de comunicación en América Latina”, en: Comunicación y Cultura.
——. (1984). “Apuntes para una historia de las matrices culturales de la massmediación”, en: Materiales para la comunicación popular.
——. (1985). “La comunicación desde la cultura: crisis de lo nacional y emergencia de lo popular”, en: Comunicação & Sociedade, 13: 37-52.
——. (1986). “Identidade tecnológica e alteridade cultural”, en: A. Fadul (ed.). Novas tecnologias de comunicação. São Paulo. pp. 121-132.
——. (1987/41997). De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. México.
——. (1988). “Matrices culturales de las telenovelas”, en: Estudios sobre las culturas contemporáneas, 4-5: 137-164.
——. (1989). Procesos de comunicación y matrices de cultura. Itinerario para salir de la razón dualista. México.
——. (1989a). “A comunicação no projeto de uma nova cultura política”, en: José Marqués de Melo (ed.). Comunicação na América Latina. Campinas.
——. (1989b). “Identidad, comunicación y modernidad en América Latina”, en: Contratexto, 4: 31-56. Nuevamente impreso en: (21994). Hermann Herlinghaus/ Monika Walter (eds.). Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlin. pp. 83-109.
——. (1993). Communication, Culture, and Hegemony. From the Media to Mediations. (trad. Elizabeth Fox/Robert A. White, introd. Philip Schlesinger). London/Newbury Park/New Dehli.
McClintock, Anne. (1992). “The Angel of Progress: Pitfalls of the Term “Post-Colonialism”, en: Social Text, vol. 10: 84-98.
Meloe Suoza, Ronaldes de (ed.). (1989). Comunicaçaõ na América Latina. Campinas.
——. (1991). “Dinámicas urbanas de la cultura”, en: Gaceta, 12: 48-50.
——. (1994). “Identidad, comunicación y modernidad en América Latina”, en:
Hermann Herlinghaus/Monika Walter (eds.). Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlin. pp. 83-109.
—— /Sonia Muñoz (eds.). (1992). Televisión y melodrama. Géneros y lecturas de la telenovela en Colombia. Bogotá.
Mignolo, Walter D. (1989). “Colonial Situation, Geographical Discourses and Territorial Representations: Toward a Diatopical Understanding of Colonial Semiosis”, en: dispositio, vol. XIV, 36-38: 93-140.
——. (1989a). “Afterword: From Colonial Discourse to Colonial Semiosis”, en: dispositio, vol. XIV, 36-38: 333-338.
——. (1993). “Colonial and Postcolonial Discourse: Cultural Critique or Academic Colonialism?”, en: Latin American Research Review, 28, 3: 120-134.
——. (1994). “Afterword: Writing and Recorded Knowledge in Colonial and Postcolonial Situation”, en: Elisabeth Hill Boone/Walter Mignolo (eds.). Writing without Words. Alternative Literacies in Mesoamerica & the Andes. Duke.
——. (1995). The Darker Side of the Renaissance. Literacy, Territoriality, & Colonization. Ann Arbor.
——. (1995a). “Occidentalización, imperialismo, globalización: herencias coloniales y teorías postcoloniales”, en: Revista Iberoamericana. Número Especial dedicado a la Literatura Colonial: identidades y conquista en América, vol. LXI, 170-171, (enero-junio): 27-40.
——. (1997). “La razón postcolonial: herencias coloniales y teorías postcoloniales”, en: Alfonso de Toro (ed.). Postmodernidad y Postcolonialidad. Breves reflexiones sobre Latinoamérica. Frankfurt a. M. pp. 51-70.
Mishra, Vijay/Bob Hodge. (1991). “What is post(-)colonialism?”, en: Textual Practice vol. 5 (3), (winter): 399-414.
Monsiváis, Carlos. (1978). “Notas sobre la cultura popular en México”, en: Latin American Perspectives, Issue 16, vol. V, pp. 98.
——. (1983). “Penetración cultural y nacionalismo”, en: Pablo González Casanova (ed.). No intervención, autodeterminación y democracia en América Latina. México.
——. (1986). Amor perdido. México. pp. 38-39.
——. (1994). “La cultura popular en el ámbito urbano: el caso de México”, en: Hermann Herlinghaus/Monika Walter (eds.). Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlin. pp. 134-157.
Morandé, Pedro. (1987). “La cultura como experiencia o como ideología”, en: Revista Universitaria, (Universidad Católica de Chile), 22: 44-48.
Ngugi wa, Thiong’o. (1991). “Postcolonial Politics and Culture”, en: Southern Review: Literary and Interdisciplinary Essays, vol. 24 (1), (march): 5-11.
Onís, Federico. (1934). Antología de la poesía española e hispanoamericana. Madrid.
Ortega, Julio. (1996). Cultura y modernización en la Lima del 900. Lima.
Ortiz, Renato. (1994). “Advento da modernidade?”, en: Hermann Herlinghaus/ Monika Walter (eds.). Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlin. pp. 185-195.
Oyarzún, Pablo. (1987). “La polémica sobre lo moderno y lo postmoderno”, en: Revista Universitaria, (Universidad Católica de Chile), 22: 28-41.
Pannwitz, Rudolf. (1917). “Die Krisis der europäischen Kultur”, en: ídem. Werke. Nürnberg.
Paz, Octavio. (1950/21959). El laberinto de la soledad. México.
——. (1956). El arco y la lira.
Pérez, Fernando. (1987). “La compleja superación de la sensibilidad y el ideal moderno en el terreno de la arquitectura”, en: Revista Universitaria, (Universidad Católica de Chile), 22: 49-55.
Prentice, Chris (1991). “The Interplay of Place and Placelessnes in the Subject of Post-Colonial Fiction”, en: SPAN: Journal of the South Pacific Association for Commonwealth Literature and Language Studies, vol. 31, (february): 63-80.
Rama, Ángel. (1984). La ciudad letrada. Hanover. Revista Iberoamericana. Número Especial dedicado a la Literatura Colonial: identidades y conquista en América. (1995). Vol. LXI, 170-171.
Revista Iberoamericana. Número Especial dedicado a la Literatura Colonial: Sujeto Colonial y Discurso barroco. (1995a). Vol. LXI, 172-173.
Ricardou, Jean. (1967). Problèmes du nouveau roman. Paris.
——. (1971). Pour une théorie du nouveau roman. Paris.
Richard, Nelly. (1987-88). “Postmodernism and Periphery”, en: Third Text, 2: 6-12.
——. (1989). La estratificación de los márgenes. Santiago de Chile.
——. (1989a). “Latinoamérica y la Postmodernidad: la crisis de los originales y la revancha de la copia”, en: ídem. La estratificación de los márgenes. Santiago de Chile. pp. 49-58.
——. (1989b). “Modernidad, postmodernidad y periferia”, en: ídem. La estratificación de los márgenes. Santiago de Chile. pp. 39-48.
——. (1991). “Latinoamérica y la postmodernidad”, en: Revista de Crítica Cultural, 3: 15-19. Nuevamente publicado: (21994). Hermann Herlinghaus/Monika Walter (eds.). Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlin. pp. 210-221.
——. (1993). “Postmodernism and Periphery”, en: Thomas Docherty (ed.). Postmodernism: A Reader. New York. pp. 463-489.
Richter, Joachim (ed.). (1972). Historisches Wörterbuch der Philosophie. Bd. 2. Basel. pp. 235-242.
Rincón, Carlos. (1989). “Modernidad periférica y el desafío de lo postmoderno: Perspectivas del arte narrativo latinoamericano”, en: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, año XV, 29: 61-104.
——. (1992). “Metaficción, historia, posmodernismo: A propósito de El General en su Laberinto”, en: Nuevo Texto Crítico, 5, 9-10: 169-196.
——. (1994). “Die neuen Kulturtheorien: Vor-Geschichten und Bestandsaufnahme”, en: Birgit Scharlau (ed.). Lateinamerika denken. Kulturtheoretische Grenzgänge zwischen Moderne und Postmoderne. Tübingen. pp. 1-35.
——. (1995). La no simultaneidad de lo simultáneo. Postmodernidad, globalización y culturas en Latinoamérica. Bogotá.
Robbe-Grillet, Alain. (1985). “Je n’ai jamais parlé d’autre chose que de moi. Interview avec Jean-Pierre Saglas”, en: La Quinzaine littéraire, 432, (16 janvier): 6-7.
Rodríguez Monegal, Emir. (1955). “Borges: Teoría y práctica”, en: Número, 27: 124-157.
——. (1972). “Borges: the Reader as Writer”, en: Tri-Quarterly, 25: 102-143.
——. (1974). “Borges, a Reader”, en: Diacritics, 4: 41-49.
——. (1976). Borges: Hacia una lectura poética. Madrid.
——. (1985). “Borges & Derrida: boticarios”, en: Maldoror, 21: 123-132.
——. (1985/1990). “Borges and Derrida. Apothecaries”, en: Edna Aizenberg (ed.). Borges and His Succesors. The Borgian Impact on Literature and the Arts. London. pp. 128-138.
Said, Edward. (1978/21994). Orientalism. New York.
——. (1983). The World, The Text and The Critic. Cambridge.
——. (1993). Culture and Imperialism. New York.
Sánchez Vázquez, Adolfo. (1990). “Radiografía del posmodernismo, en: Nuevo Texto Crítico, 6: 5-15.
Sarduy, Severo. (1969/1987). Barroco. México/Buenos Aires.
Sarlo, Beatriz. (1988). Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Buenos Aires.
——. (1990). “En torno a Buenos Aires: Una modernidad periférica”, en: Nuevo Texto crítico, 6: 155-168.
——. (1994). “Basuras culturales, simulacros políticos”, en: Hermann Herlinghaus/ Monika Walter (eds.). Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoameri-canos de la nueva teoría cultural. Berlin. pp. 223-231.
——. (1996). Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina. Buenos Aires.
Scharlau, Birgit. (1989). “Oralität, Literalität und der veränderte Blick auf Latein amerika”, en: ídem. (ed.). Bild-Wort-Schrift. Tübingen. pp. IX-XXV.
——. (1990). “Nuevas tendencias en los estudios de crónicas y documentos del período colonial latinoamericano”, en: Revista crítica literaria latinoamericana, 31-31: 365-375.
——. (ed.). (1994). Lateinamerika denken. Kulturtheoretische Grenzgänge zwischen Moderne und Postmoderne. Tübingen.
Schenk, Günter. (1990). “Identität/Unterschied”, en: Hans Jörg Sandkühler (ed.). Europäische Enzyklopädie zur Philosophie und Wissenschaft. Bd. 2. Hamburg. pp. 611-616.
Schumm, Petra. (1994). “Mestizaje und culturas híbridas – kulturtheoretische Konzepte im Vergleich”, en: Birgit Scharlau (ed.). Lateinamerika denken. Kulturtheoretische Grenzgänge zwischen Moderne und Postmoderne. Tübingen. pp. 59-80.
Seed, Patricia. (1991). “Colonial and Potscolonial Discourse”, en: Latin American Research Review, 26, 3: 181-200.
——. (1993). “More Colonial and Postcolonial Discourses”, en: Latin American Research Review, 28, 3: 146-152.
Shohat, Ella. (1992). “Notes on the ‘Postcolonial’”, en: Social Text, vol. 10: 99-113.
Simon, Joseph. (1973). “Differenz”, en: Hermann Krings/Hans Michael Baumgärtner/
Christoph Wild (eds.). Handbuch philosophischer Grundbegriffe. München. Bd. 1. pp. 309-320.
Spivak, Gayatri Chakravorty. (1988). In other Worlds. Essays in Cultural Politics. London/New York.
——. (1990). The Post-Colonial Critic: Interviews, Strategies, Dialogues. (edited by
Sarah Harasym). London/New York.
——. (1993). Outside/Inside the Teaching Machine. London/New York.
Subercaseaux, Bernardo. (1988). Fin de siglo. La época Balmaceda. Modernización y cultura en Chile. Santiago.
Taussig, Michael. (1997). Mimesis und Alterität. Hamburg.
Taylor, Mark C. (1987). Altarity. Chicago/London. Théorie d’ensemble. (1968). Paris.
Tiffin, Helen. (1987). “Post-Colonial Literatures and Counter-Discours”, en: Kunapipi, vol. 9 (3): 17-34.
Todorov, Tzvetan. (1982). La conquête de l’Amérique. La question de l’autre. Paris.
——. (1989). Nous et les autres. La réflexion française sur la diversité humaine. Paris.
Toro, Alfonso de. (1990). “Postmodernidad y Latinoamérica (con un modelo para la novela latinoamericana)”, en: Acta Literaria, 15: 71-100. Nuevamente publicado en: Forga, (1991), 162, (abril): 2-4; Revista Iberoamericana, (1991a), 155-156: 441-468; Plural. Revista cultural de Excelsior, (1991b), 233, (febrero): 47-61; (1996). “Die Postmoderne und Lateinamerika”, en: E. Höfner/K. Schoell
(Hrsg.) Erzählte Welt: Studien zur Narrativik in Frankreich, Spanien und Lateinamerika. Festschrift für Leo Pollmann. Frankfurt a. M. pp. 259-299.
——. (1991c). “Alberto Kurapel o el teatro plurimedial interespectacular postmoderno”. (introducción a Carta de ajuste ou nous n’avons plus besoin de calendrier). Québec. pp. 7-24.
——. (1991d). “Entre el teatro kinésico y el teatro deconstruccionista. Eduardo Pavlovsky: Potestad o el ‘vacío débil’”, en: La Escena Latinoamericana, 7, (diciembre): 1-3.
——. (1992/21994). El productor ‘rizomórfico’ y el lector como ‘detective literario’: la aventura de los signos o la postmodernidad del discurso borgesiano (intertextualidad-palimpsesto-rizoma-deconstrucción), en: Karl A. Blüher/Alfonso de Toro (eds.). Jorge Luis Borges: Procedimientos literarios y bases epistemológicas. Frankfurt a. M. pp. 145-184. Nuevamente impreso en: Studi de Litteratura Ispano-Americana, (1992a), 23: 63-102.
——. (1994a). “Borges y la ‘simulación rizomática dirigida’: percepción y objetivación de los signos”, en: Iberoamericana, 18. 1, 53: 5-32. Nuevamente impreso en: Revista de Estudios Hispánicos, (1994b), 28: 235-266.
——. (1994c). “Die Wirklichkeit als Reise durch die Zeichen: Cervantes, Borges und Foucault”, en: Zeitschrift für Ästhetik und Allgemeine Kunstwissenschaft, Heft 2, Band 39: 243-259.
——. (1995). “Jorge Luis Borges. The Periphery at the Center/The Periphery as Center/The Center of the Periphery: Postcoloniality and Postmodernity”, en: Fernando de Toro/Alfonso de Toro (eds.). Borders and Margins: Post-Colonialism and Post-Modernism. Frankfurt a. M. pp. 11-45. Nuevamente impreso en español: (1996a). “Postcolonialidad, Postmodernidad y Jorge Luis Borges. La periferia en el centro-la periferia como centro-el centro de la periferia: postcolonialidad y postmodernidad”, en: Iberoromania, 44, Heft 2: 64-98.
——. (1996b). “Das postmoderne Theater von Eduardo Pavlovsky”, en: Maske & Kothurn, 1: 69-94. Nuevamente impreso en: (1996c). “El teatro postmoderno de Eduardo Pavlovsky”, en: Alfonso de Toro/Klaus Pörtl (eds.). Variaciones sobre el teatro latinoamericano. Tendencias y perspectivas. Frankfurt a. M. pp. 59-84; (1997). “Das postmoderne Theater von Eduardo Pavlovsky”, en: Kati Röttger/Martin Roeder-Zerndt (eds.). Theater im Schutt der Systeme. Dokumentation aus einer Begegnung zwischen Cono Sur und Deutschland. Frankfurt a. M. pp. 179-200; (1997a). “Teatro postmoderno y política en Eduardo Pavlovsky”, en: Jorge Dubatti (ed.). Teatro postmoderno y política en Eduardo Pavlovsky. Buenos Aires. pp. 9-44.
——. (1997b). “Fundamentos epistemológicos de la condición contemporánea. Postmodernidad, Postcolonialidad en diálogo con Latinoamérica”, en: Alfonso de Toro (ed.). Postmodernidad y Postcolonialidad. Breves Reflexiones sobre Latinoamérica. Frankfurt a. M. pp. 11-50.
——. (1997c). “The Epistemological Foundation of the Contemporary Condition: Latin America in Dialogue with Postmodernity and Postcoloniality”, en: Richard A. Young (ed.). Latin American Postmodernisms. Postmodern Studies. Amsterdam/Atlanta. pp. 29-51.
Toro, Fernando. (1995). “From Where to Speak? Post-Modern/Postcolonial Positionalities”, en: Fernando de Toro/Alfonso de Toro (eds.). Borders and Margins: Post-Colonialism and Post-Modernism. Frankfurt a. M. pp. 131-148.
—— /Alfonso de Toro (eds.). (1995). Borders and Margins: Post-Colo-nialism and Post-Modernism. Frankfurt a. M.
Toynbee, Arnold. (1947). A Study of History. (abridgement of Volumes I-VI by D. C. Somervell). Oxford.
Vidal, Hernán. (1993). “The Concept of Colonial and Postcolonial Discourse: A Perspective from Literary Criticism”, en: Latin American Research Review, 28, 3: 113-119.
Villegas, Juan. (1988). Ideología y discurso crítico sobre el teatro de España y América Latina. Minneapolis.
Welsch, Wolfgang. (1997). Vernunft. Die zeitgenössische Vernunftkritik und das Konzept der transversalen Vernunft. Frankfurt a. M.
Williams, Raymond. (1958). Culture and Society. London.
——. (1961). The Long Revolution. London.
——. (1973). The Country and the City. London.
——. (1977). Marxism and Literature. London.
——. (1992). “Truth Claims, Postmodernism, and the Latin American Novel”, en: Profession ’92: 6-9.
Yudice, George. (1989). “¿Puede hablarse de postmodernidad en América Latina?”, en: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, año XV, 29, (1er. semestre): 105-128.
Zea, Leopoldo. (1957). América en la historia. México.
——. (1988). Discurso desde la marginación y la barbarie. Barcelona.

Las diez principales tendencias globales de consumo para 2019

las diez principales tendencias globales de consumo para 2019

“La inteligencia es el hilo conductor que une todas las tendencias en 2019. En un mundo lleno de opciones, las necesidades y deseos de los consumidores están cambiando rápidamente”, comenta Gina Westbrook, directora de estilos de vida en Euromonitor International.

El informe anual de Euromonitor International revela las tendencias emergentes que proporcionan información sobre los valores cambiantes de los consumidores y explora cómo su comportamiento está afectando a las empresas a nivel global.
15 de Enero de 2019, 13:02

Londres, Reino Unido. – La empresa de investigación de mercado global Euromonitor International publicó hoy un nuevo informe que destaca las 10 principales tendencias globales de consumo para tener en cuenta en 2019.

El informe anual revela las tendencias emergentes que proporcionan información sobre los valores cambiantes de los consumidores y explora cómo su comportamiento está afectando a las empresas a nivel global.

Las 10 principales tendencias globales de consumo para 2019 son:

1. Agnósticos respecto a la edad

Los límites de la vejez siguen desplazándose. A medida que las personas viven más y se cuidan mejor, los consumidores mayores se sienten y quieren ser tratados como si fueran más jóvenes.

2. Regresar a lo básico por un tema de estatus

Los consumidores están buscando productos y experiencias auténticas, alejándose del materialismo y de productos genéricos en favor de simplicidad y productos de mayor calidad.

3. Consumidor consciente

Lo que solía ser el dominio de productores de nicho posicionados por su ética, hoy es adoptado por empresas convencionales a través de productos que ofrecen mayor bienestar animal.

4. Digitalmente juntos

A medida que crezcan nuestras capacidades tecnológicas y la comodidad al usarlas, también lo hará el potencial de lo que se puede crear o experimentar juntos, pero de forma remota.

5. Todos son expertos

Mientras que antes los compradores dependían de una determinada marca o fuente de información para realizar sus compras, hoy las empresas deben innovar constantemente para atraer a compradores más inquisitivos.

screenshot-go.euromonitor.com-2019.01.15-12-35-57.png

6. Encontrando mi JOMO

El temor a que te dejen de lado o a no participar (FOMO “Fear of Missing Out”), ha dado lugar a la alegría de no participar (JOMO “Joy of Missing Out”). Los consumidores quieren proteger su bienestar mental, desconectarse de la tecnología y priorizar lo que realmente quieren y disfrutan hacer.

7. Puedo cuidar de mí mismo

A medida que las personas se vuelven más autosuficientes, toman medidas preventivas contra la enfermedad, la infelicidad y la incomodidad sin consultar a un profesional.

8. Quiero un mundo libre de plástico

La iniciativa para lograr una sociedad libre de plástico aumenta, creando un círculo virtuoso donde las empresas ganan al mejorar la sostenibilidad.

9. ¡Lo quiero ahora!

Los consumidores buscan gratificación instantánea y experiencias simples y sin problemas que combinen con sus estilos de vida y les permitan dedicar más tiempo a sus vidas profesionales y sociales.

10. Vivir solos

Más personas, especialmente los consumidores mayores, en todo el mundo rompen el estigma de vivir solos y abrazan sus estilos de vida independientes.

“La inteligencia es el hilo conductor que une todas las tendencias en 2019. En un mundo lleno de opciones, las necesidades y deseos de los consumidores están cambiando rápidamente”, comenta Gina Westbrook, directora de estilos de vida en Euromonitor International.

La teosofía en Centroamérica durante la primera mitad del siglo XX

La teosofía en Centroamérica durante la primera mitad del siglo XX
Enero 8, 2019

Aunque Jinarajadasa no lo menciona en su conferencia, uno de los miembros destacados que le dio el recibimiento en El Salvador durante 1929 fue nada más y nada menos que el mismo General Maximiliano Hernández Martínez, quien era Presidente de una de las logias teosóficas de El Salvador.

Durante las primeras décadas del siglo XX, la teosofía tuvo una enorme difusión en todo el istmo centroamericano, claro ejemplo de ello es que intelectuales de la talla de Alberto Masferrer, Salvador Salazar Arrué, Cesar Augusto Sandino y algunos otros visitantes que vinieron al pulgarcito de América tales como la escritora chilena Gabriela Mistral y el mexicano José Vasconcelos, la profesaban. Alberto Masferrer, en base a lo que la Dra. Marta Casaús ha denominado un espiritualismo-teosófico abogó por un proyecto de nación que quedaría inconcluso debido a su muerte, pero que de cierta manera sería continuado por el también teósofo militar General Maximiliano Hernández Martínez, después de los lamentables sucesos de 1932.

Según el investigador Ricardo Martínez Esquivel, la primera Logia Teosófica que se fundó en Centroamérica, fue en la capital de Costa Rica, durante el año de 1904 y la cual llevó por nombre Vïrya; su fundador fue el español Tomás Povedano de Arcos, quien además de ser teósofo era masón y Gran Maestre de la Logia de Costa Rica de 1905 a 1907 así como Venerable Maestro de la logia masónica Hermes 7 de 1901 a 1902. Povedano fundaría la Sociedad Teosófica tica junto a su familia y otros hermanos masones, la cual recibió, en primera instancia, carta constitutiva de la Logia Teosófica de Buenos Aires, Argentina. Povedano sería Presidente de dicha logia hasta su muerte en 1943. Este dato sin duda es muy relevante, ya que desde 1904 en adelante florecerían en toda la zona distintas logias de la misma naturaleza.

Ahora bien, vale la pena resaltar que, en este contexto, dos figuras de talla internacional impulsaron aún más todo este imaginario de inicios de siglo, el primero fue J. Krishnamurti, sobre quien, incluso, Masferrer desde su periódico Patria, elogió y el otro menos conocido, pero más importante desde el punto de vista de la difusión de las ideas teosóficas respondía al nombre de Jinarajadasa quien visitaría la región en dos ocasiones, la primera en 1929 y la segunda en 1938. Sobre esta última visita he tenido el privilegio de publicar dos artículos en la REHMLAC+, una revista de historia global de las masonerías, que es editada por la Universidad de Costa Rica.

La cuestión es que tanto teosofía como masonería en ese momento se encontraban en boga compartiendo muchos principios e imaginarios en común aunque habían claras diferencias entre ellas, por ejemplo, el hecho de no admitir mujeres dentro de las logias masónicas ortodoxas, fue algo que no fue aceptado por la teosofía siendo que sus principales lideresas a nivel mundial eran mujeres: la rusa Madame H. P. Blavatsky y la inglesa Annie Besant. Esto derivó en discusiones entre ambas, pero un sector pudo conciliarlas mediante la fundación de la co-masonería, que eran congresos donde podían asistir hombres, mujeres, teósofos y masones, la cual según la masonería de corte más duro no era legítima, por lo que le denominó: irregular. Ahora bien, la que sin duda alguna era enemiga de ambas, tal y como se puede comprobar a través de una serie de documentos es la Iglesia católica, quien se consideraba a sí misma como la única autoridad en materia espiritual.

En El Salvador, específicamente, hay un pronunciamiento sobre la enorme influencia que tuvo la teosofía en el país, reconociéndose así en la Décima Carta Pastoral de Monseñor Chávez y González, que en su versión manuscrita llevaba por título La teosofía cotejada con el cristianismo la cual sería desarrollada en una visita canónica hecha por el líder religioso a la Parroquia de Santo Tomás, ubicada en Santiago Texacuangos, departamento de San Salvador el día 25 de diciembre de 1932 y en la cual hacía una condena de la misma. Por otro lado, habría que decir que el periódico católico salvadoreño Criterio durante el año de 1930 también atacó de manera enjundiosa y sistemática a Alberto Masferrer debido a sus escritos de corte espiritualista.

En ese mismo año, Jinarajadasa dictó una conferencia titulada “Un año de viaje por América Latina” donde dio sus impresiones de los 17 países que había visitado un año antes, entre los cuales se encontraban algunos centroamericanos como Guatemala, El Salvador y Costa Rica donde dio diversas conferencias sobre teosofía, la cual mezclaba con distintas temáticas como pedagogía, historia y política. El orador también aclaró que visitó Panamá, pero que no conferenció en esa nación, debido a que ahí solo esperó el transporte que lo llevaría a Costa Rica.

Sobre lo anterior hay muchos datos curiosos y es que el mismo Jinarajadasa estableció que en los países de habla hispana él leyó sus conferencias en español sin la asistencia de nadie. Durante su segunda gira a América Latina, el suplemento del Diario Oficial, La República, Diario Nuevo y otros periódicos salvadoreños publicaron biografías, pensamientos y ensayos completos en español que él había publicado con anterioridad o que eran parte de su repertorio de discursos, los cuales he analizado en mis artículos “La teosofía en algunos periódicos salvadoreños y centroamericanos durante las décadas de 1930 y 1940” y “La segunda gira de Jinarajadasa a América Latina, 1938”.

Sobre su primera gira de 1929, estableció que las diferencias entre los pequeños países de la América Central eran mínimas. También manifestó que el país que recordaba de forma más vívida de América Latina, en general, era Brasil, por su cultura de no discriminación hacia los negros, es decir, por su fraternidad racial, que es uno de los objetivos que persigue la sociedad teosófica. Sobre Centroamérica el distinguido visitante observó que el poder de la Iglesia católica, era manifiesto, –claro–, esto lo aseveró debido a que tuvo que enfrentar duras críticas y diatribas que provenían de dicha institución confesional cuando visitó estas tierras tropicales. Jinarajadasa también manifestó que Centroamérica se encontraba muy influenciada por la cultura que venía de Buenos Aires, Argentina a la cual veía como una especie de ciudad metrópoli de la civilización en ese momento. La influencia de la teosofía en esa época era tal que el mismo Jinarajadasa confesó que cuando los periodistas latinoamericanos lo entrevistaban, ya lo conocían y sabían mucho de su trayectoria.

De manera seguida se atrevió a hablar de geopolítica en tiempos muy convulsos. Afirmó que en, general, en América Latina, no agradaba la figura de Benito Mussolini, es decir, veía en el continente entero una actitud antifascista. Asimismo aunque no lo expresó explícitamente dio a entender que a los americanos no les gustaba el orden político italiano debido a su amor a la libertad y por su oposición a las dictaduras. Habría que recordar que cuando vertió estas opiniones la segunda guerra mundial no había iniciado y Hitler aún no había llegado al poder en Alemania. En lo que sí fue muy enfático fue en la defensa de la libertad de pensamiento que hacia el hemisferio americano, a la cual él también se adhería.

Jinarajadasa también observó que en algunos países de Suramérica, pero especialmente en Centroamérica se cernía una actitud antiimperialista frente a las pretensiones de los Estados Unidos, de ahí que el antiimperialismo de la región haya tenido un fuerte influjo no del marxismo sino de la teosofía siendo el General Augusto César Sandino el ejemplo por antonomasia aunque más abajo también habría que colocar a personalidades como Alberto Masferrer y el mismo General Maximiliano Hernández Martínez, quienes defendieron la causa sandinista. Esto explicaría también la ruptura entre Sandino y Farabundo Martí, ya que Sandino nunca aceptaría incorporarse a la empresa del comunismo internacional.

Lo que el líder teosófico quería hacer ver es que a los Estados Unidos le interesaban los países de la región para poder concederles empréstitos y así poder obtener ganancias exorbitantes además de dominio territorial. Todo esto se dio en el contexto de un año emblemático como lo fue 1929 caracterizado por la depresión económica mundial que agravó aún más la situación de estos países dando como resultado lo que el mismo maestro espiritual llamó: “dominio financiero e intervención”.

Por otra parte fue tajante al decir que el gobierno de los EE.UU había sido intervencionista en Nicaragua durante el año de 1916 al establecer una base naval que estaba por construirse sin la aprobación del pueblo. Luego, según él, esto también constituía una amenaza para los territorios de Guatemala, Honduras y El Salvador que protestaron al unísono por considerarlo atentatorio a sus soberanías ante el Tribunal Internacional de Centroamérica que dictó sentencia a su favor, pero que lastimosamente no fue cumplida por el gran vecino del Norte. A su parecer, el pueblo estadounidense ignoraba todos estos hechos y era una política que obedecía más bien a los intereses de sus gobernantes.

Jinarajadasa dijo que de Panamá, al igual que del resto de Centroamérica, había enviado semillas a la India para embellecer aún más la sede de la Sociedad Teosófica ubicada en aquella lejana nación, especificando además que en Costa Rica conferenció en el Teatro Nacional, pero que probablemente debido a la presión ejercida por la Iglesia católica, se le solicitó no mencionar la palabra “teosofía”, la cual para él simplemente significaba “sabiduría de Dios” y que tuvo que sustituir por “idealismo”. En Centroamérica, también hizo alusión a la revalorización que se tenía que hacer de la mujer en los distintos ámbitos de la vida.
Jinarajadasa 45s

Silueta de Jinarajadasa publicada en el periódico salvadoreño La Prensa. (Octubre de 1938).

El teósofo indostánico por otro lado declaró que en 1929 visitó las logias de Honduras, El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Costa Rica. En Nicaragua resaltó la rivalidad entre conservadores y liberales, incluso, él mismo manifestó que sostuvo una conversación con Sandino en Yucatán, México, quien a su entender, le explicó la situación exacta de la política que se estaba viviendo en ese país. Finalmente, concluyó que Nicaragua era un país dividido donde hacía falta el espíritu de hermandad propagado por la teosofía.

En Honduras, acentuó que el mismo Presidente de la República había estado en una de sus conferencias y que la masonería en esa nación era muy potente, de tal modo que hasta el mismo Presidente era masón. Habría que señalar que Jinarajadasa pronunció ahí una conferencia donde habló sobre los ideales de la masonería. En este sentido, cabe destacar que en 1938 también dictó otra conferencia sobre los orígenes de la masonería, la cual fue reproducida en el Diario Oficial, Suplemento La República ya durante la presidencia de Hernández Martínez quien de igual forma era masón grado 33.

Sobre Guatemala el peregrino místico expresó que era la nación donde vio los trajes típicos indígenas más bonitos de toda América Latina. Además mencionó que había indios de un físico muy hermoso. Sobre El Salvador hizo notar lo pequeño de su territorio en relación a su población, además profirió que la mayoría de su población consideraba anticuada la idea de cambiar la administración mediante la revolución violenta, lo cual denota que tuvo alguna noticia sobre el movimiento comunista que se estaba organizando en ese momento o, al menos eso cabe suponer.

Por otro lado, aunque él no lo menciona en su conferencia uno de los miembros destacados que le dio el recibimiento en El Salvador durante 1929 fue nada más y nada menos que el mismo General Hernández Martínez, quien era Presidente de una de las logias teosóficas de El Salvador y quien se fundamentaría mucho en su pensamiento unos años después, –ya siendo Presidente de la República– para construir su propio proyecto de nación espiritualista.

Jinarajadasa también manifestó que las ramas teosóficas de los países de Centroamérica más una de Colombia conformaban la Sociedad Teosófica de Centroamérica. Esto aún en contra de las opiniones más virulentas que podrían darse en la actualidad es sobremanera llamativo ya que si había algo que interconectaba y acercaba a Centroamérica en ese momento, al menos desde el punto de vista espiritual e intelectual, era la teosofía. El grave problema de muchas de las malas interpretaciones históricas que persisten hasta el día de hoy es porque durante mucho tiempo se ha infravalorado el papel que jugó la teosofía en la construcción de los imaginarios de la región durante esa época.

En base a lo anteriormente expuesto resulta muy interesante observar cómo la academia ha empezado a abrirse en el sentido de que poco a poco van surgiendo cada vez más investigaciones serias que están dando cuenta de todas las implicaciones a las que nos hemos venido refiriendo y en ese contexto parte de mis investigaciones sobre la segunda gira de Jinarajadasa han sido publicadas en un libro titulado Teosofía, espiritualismo y masonería, que es una parte de mi tesis doctoral realizada en la UCA y la cual solo había publicado de manera virtual.

Balance criminológico El Salvador 2018

Balance criminológico El Salvador 2018

Por Ricardo Sosa

Ene 10, 2019- 21:49

Ya tenemos cifras y datos oficiales que permiten emitir una opinión de cómo finalizó 2018 en materia de los principales delitos de eficacia o denominados de alto impacto en la sociedad. Para ello utilizaré datos oficiales de la Policía Nacional Civil:

-Violencia homicida: El Salvador registró 3,340 homicidios, lo que nos representa un promedio diario de 9.2 asesinatos y una tasa anual de 50.3 por cada 100,000 habitantes. Estos datos, al compararlos con los del año 2017, representan una disminución de -622 muertes violentas, de -15.7 % , y en la tasa anual de -10.5 puntos porcentuales. Existe una tercera reducción anual consecutiva, lo que representa 53.2 puntos porcentuales en la tasa anual como país en relación con el año más violento del presente siglo. El departamento y municipio de San Salvador fueron los que mayor número de asesinatos registraron. Cuarenta y seis municipios no registraron homicidios.

– Violencia feminicida: se registraron 383 asesinatos de mujeres, con un promedio diario de 1.05 asesinatos de mujer, y una disminución de -86 asesinatos, un -18.3 % anual. Los asesinatos de mujeres representaron el 11.5 % del total de homicidios. Se registra una tendencia leve a la baja en relación con el año 2017, pero lastimosamente cada día fue asesinada una mujer durante 2018. Los departamentos de Sonsonate, Usulután y San Vicente presentaron incrementos; once departamentos reportan disminución.

– Los robos y hurtos registran una disminución a nivel nacional en promedio de -13 % en relación al año 2017.

– El delito de lesiones registra una disminución de -1.5 %.

– Delitos relacionados al narcotráfico existe un decomiso de 15,036.49 kilos, lo que representa un incremento en positivo de +7,062 kilos en relación al año 2017.

– Incautaciones de armas de fuego se reportan más de 3,600 armas decomisadas en condiciones de ilegalidad.

– Robo y hurto de mercadería y producto presenta una disminución de -16.7 %.

– Existe un incremento en las detenciones por diferentes delitos parte de la PNC entre ellos destacan hurto de vehículos (+41 %) robo de vehículos (+12 %) homicidios culposos (+10) violaciones (+5 %) para un total que supera las 38,000 detenciones anuales.

– Lastimosamente hay delitos que presentan incrementos en denuncia, entre ellos tenemos la extorsión con un 2.5 %; violaciones con 8.4 %; muertos por accidentes de tránsito, con 5.5 %, secuestro con 6.7 % y hurto/robo de vehículos con 9 %.

– Los desaparecidos presentaron un promedio diario de 7.9 denuncias en sedes policiales al 31 de octubre 2018, con dos meses pendientes de estadística.

– Los asesinatos de policías fueron 32 en personal operativo, dos empleados administrativos de la PNC, 17 miembros de la Fuerza Armada.

El denominado Gran San Salvador, San Miguel, Santa Ana, Chalchuapa, Izalco, Usulután presentan la mayor incidencia criminal.

En el caso de los homicidios de los 3,340 a nivel nacional en 25 municipios tienen una incidencia del 49 % del total. En relación con los asesinatos de mujeres, los departamentos de San Salvador, Sonsonate, La Libertad y Usulután se registran el 58 % de incidencia.

El desafío para el Estado salvadoreño es profundizar las políticas de persecución contra los principales delitos que afectan a la población, desarrollando las estrategias al mismo tiempo de prevención situacional.

*Cifras oficiales de la PNC, tablas y fórmulas propias.

Experto en seguridad
y criminología

Introducción a Multiculturalismo y Crítica Poscolonial

MULTICULTURALISMO Y CRITICA POSCOLONIAL
Marín Hernández, Elizabeth
INTRODUCCIÓN
La complejidad contemporánea nos conduce por una serie de deslizamientos, que entroncan de forma diversa y flexible a las relaciones en las formas representacionales del arte de estos tiempos. Relaciones que evidencian la existencia de las contingencias de una metacultura occidental, que tiende a desarrollarse en medio de los procesos de globalización en todos los ámbitos, y donde estos procesos de forma silenciosa demandan continuamente de la presencia de los otros, y de una comunidad humana que contemple sus diferencias –como escribe Jean-François Lyotard-.
Esos otros y las diferencias, son concebidos en la distancia de una mirada aún centrada, que tiende a disgregarse, que trata de atrapar y de aprehender a las otras culturas, como espacios extraños o fantasmáticos de reflejo, mundos aparentemente desconocidos, y que parecieran comenzar a emerger en medio de una realidad múltiple.
De ahí que se conforme una dominante epocal, tiempos en que los otros parecieran tomar la palabra, ante el cuestionamiento de los discursos monocentrados, y que manifiestan la imposibilidad de pensar en eso –como escribiría Michel Foucault ante la concepción de una multiplicidad referencial, que se tornaría híbrida, transcultural, transtextual, “en el asombro de lo que se ve de golpe, lo que, por medio del apólogo, se nos muestra como un encanto exótico de otro pensamiento, que es límite del nuestro: la imposibilidad de pensar en esto” , como medio de representación de las culturas generadas, por los patrones occidentales, y en los cuales se encuentra inscrita de forma indeleble la cultura latinoamericana, como lugar de consolidación de una otredad dentro de la mismidad occidental.
El eje central de esta investigación, se encuentra definido en medio de ese asombro de lo que se ve de golpe, dentro de la movilidad contemporánea. Asombro que ha despertado al arte latinoamericano y a su diáspora a finales del siglo XX, en medio de un aparecer que pareciera repentino, que llena a las salas de exposición en todos los territorios, y que a su vez intenta retar a los límites del pensamiento que pretende atraparlo en su movilidad, pues la cuestión principal del arte latinoamericano se aloja “en la pregunta por el ser, y la base de ese espacio en el cual surge el problema que sostiene una contradicción que es la de buscar condiciones fijas de existencia en algo que es por esencia móvil, desplazado y permanente negación de sí mismo” .
América Latina y sus diásporas contemporáneas, reinscriben su cuestión por el ser, en la que antiguos y nuevos procesos de representaciones se apartan, y a la vez atienden a sus orígenes, para ubicarse en medio de la transparencia caótica, de una sociedad contemporánea, definida por Gianni Vattimo, como una sociedad mucho más compleja e imposible de ser narrada, dentro de una sola dirección histórica, pues la posibilidad de mantener la univocidad de una sola narrativa, configuró por largo tiempo la ausencia interpretativa del arte de una periferia, como la latinoamericana, atada y conceptualizada dentro una metadiscursividad, que negaba o marginaba su participación, como elemento activo de la cultura internacional y legitimante, imaginada en clave central.
Las narrativas universales, observaban al arte proveniente del territorio latinoamericano, en medio de una configuración derivativa, pues según el gran relato del arte, éste se movilizaba dentro de la permanente influencia de los modelos centrales, los cuales copiaba dentro de la ausencia de una originalidad propia.
De allí que sus expresiones, hayan sido confinadas al espacio de una modernidad no cumplida, residual, precaria, y en muchos casos carente de una particularidad y de una visualidad propia, siempre diferente, siempre atrás de los patrones centrales. Pero qué sucede en la contemporaneidad que pareciera dar un vuelco a estas concepciones, y el arte latinoamericano de todos sus tiempos, entra de lleno en los espacios globalizados de los internacionalismos artísticos, dentro de una agencia de reconocimiento continuo que establece “lo global en relación con lo local, en medio de un principio metodológico fecundo que se basa en considerar, el centro y la periferia, norte y sur, dentro de una proliferación de redes dedicadas a la negociación de las diversidades” y en las que las representaciones del arte latinoamericano se encuentran repentinamente revalorizadas desde su condición periférica, de margen o de diferencia.
La repentina aparición de las diásporas artísticas latinoamericanas, dentro de un contexto epocal, que disuelve a las relaciones antagónicas de centro/periferia, que rearma a los esquemas de otredad y de diferencia, proponen un amplio abanico de análisis que nos conduce a entender, el porqué de los límites de los pensamientos monocentrados y el porqué de los pensamientos fragmentarios y flexibles, de unas teorías incluyentes de las diversidades, que parten desde diversos ángulos de inflexión y de reflexión, para configurar una serie de espacios discursivos, en los que debemos considerar y manifestar nuestra preocupación por el lugar de conocimiento y de enunciación de los saberes.
Desde dónde son leídas las diferencias, desde dónde son operadas sus inclusiones, y poder localizar a América Latina y a sus artes visuales, en el retorno en el que vuelven a pensar sobre el porqué de sus realidades, el por qué de su convocatoria, para dirigirse hacia la búsqueda de una posibilidad narrativa híbrida y dialógica, inmersa en las formas con las que se imaginan, para desde allí poder incidir en un más allá, de la mirada de un pensamiento, que trata de exceder a los límites, y que en medio de esta acción pueda encerrarlos de nuevo, en la manifestación de la imposibilidad de entendimiento, de un pensamiento inconmensurable presente en las teorías expuestas en clave central.
De manera que, tratemos de plantear a la realidad latinoamericana actual, a partir de una perspectiva basada en la deconstrucción de la otredad de un opuesto, en la que se hace perentoria la necesidad de una reinscripción de sus particulares historias, dentro del concierto de una cultura occidental, a la cual pertenece por medio del ensanchamiento producido por Occidente en sus diversos procesos de expansión, y en los cuales las diásporas artísticas latinoamericanas de todos los tiempos manifiestan en la contemporaneidad su movilidad y desplazamiento.
Es en este contexto en el que presenciamos un movimiento continuo de los sentidos y de las significaciones, utilizadas por los artistas latinoamericanos, para ubicar sus historias y representaciones dentro un horizonte múltiple y ampliado –como argumenta Gerardo Mosquera-.
Horizonte en el que se activan agencias híbridas, que nos impelen como estudiosos de la cultura latinoamericana, a observar los lugares desde donde estos hablan, desde donde se enuncian, y desde donde se representan, para desde allí poder comenzar a considerar un pensamiento, que evidencie “la epísteme en la que están enraizadas; para mostrar también en que se diferencia radicalmente su configuración(…) y que su configuración particular no debe ser tratada como un fenómeno negativo; pues no es la presencia de un obstáculo, no es una deficiencia interna lo que las hace fracasar en el umbral de lo normativizado.
Constituyen su propia figura, al lado de las ciencias y sobre el mismo suelo arqueológico, de otras configuraciones del saber” .
Es necesario deconstruir la posición diferencial normatizada, en la que se encuentra inscrito el arte producido por la diáspora artística latinoamericana, el cual habiendo roto ya las fronteras de contención geográfica, en las que se hallaba confinado dentro de los discursos monocentrados, se encuentra en la actualidad, con el deber de acertar el enraizamiento de esa epísteme, de ese saber que le ha representado dentro de un lugar estático, y con unas características definitorias, que se descubren desarmadas ante la sentencia del medio apólogo o de la ficción –como escribiría Foucault-, de un pensamiento central, que manifiesta su fragmentación a escala global.
De modo que, es posible plantear otras coordenadas de análisis, que partan del mismo suelo de los saberes translocalizados de la actualidad, con la finalidad de hacer evidente la movilidad de unas expresiones, en permanente apropiación, contaminación y resignificación.
Nuestro recorrido por las diásporas nos posibilitará estudiar, cuáles son las diferencias de sus saberes, de sus expresiones como margen de Occidente, y a la vez visualizar su presencia y su vigencia, dentro de una contemporaneidad, que se manifiesta en medio de la multiplicidad de discursos, con los que observa la puesta en escena de una “dialogicidad heterogénea, donde no se niegan las marcas culturales propias, se utiliza permanentemente la descentralización y la multiplicación de nuevas perspectivas, de deconstrucción bilateral tanto por parte del Centro como de la Periferia al reclamar nuevas purezas y al componer la acción de re-escribir para apoderarse del pasado y elaborarlo para superar lo constituido”
En esta dirección, tomaremos a la dialogicidad contemporánea que parte de la enunciación discursiva de la dominante epocal posmoderna, como lugar teórico desde el cual arrancará nuestro análisis sobre las diásporas.
La posmodernidad concebida – como escribiría Jean-François Lyotard- desde las relaciones y los juegos del lenguaje, en medio de las formas libres y flexibles de contratación entre los juegos. Juegos que se manifiestan dentro de una sociedad tardocapitalista, dominada por el flujo de la información y de los massmedia, y donde –como especifica Vattimo- otros pueblos comienzan a tomar la palabra, dentro de una realidad que siente haber acortado las distancias, y donde todo pareciera presentarse de manera simultánea.
De allí que, el presente estudio se encuentre ubicado principalmente en la última década del siglo XX, y transite por el pensamiento de un contexto epocal posmoderno, que se inicia en los años sesenta –según el teórico cultural Alfonso de Toro- y que marca una trayectoria “en cuanto al cuestionamiento del logos, de la identidad esencialista, de gran importancia para el pensamiento latinoamericano que siempre ha estado atrapado dentro de la hegemonía eurocentrista.”
El marco de referencia teórica que tomaremos, se encontrará definido en primer lugar por el estudio de las teorías posmodernas, que estructuran el andamiaje de la dialogicidad contemporánea, a través de la deconstrucción y el cuestionamiento del logos monocentrado, desde diversas perspectivas, las cuales abren la posibilidad de enunciación a otros sistemas de saberes, provenientes desde las diferencias, tanto en clave central como en clave periférica, y donde se muestran las profundas tensiones que ambos saberes producen, ante la diseminación de las formas de análisis y de representación.
Estas tensiones pueden conducir a la visualización de la diversidad de las epistemologías concebidas en la actualidad, las cuales parten de los cuestionamientos y de las reflexiones que surgen ante la imposibilidad de mantener una sola historia y unos universales definitivos, que no proveen las formas de configurar otras historicidades, y que dependen de nuestra posición en el presente, y del lugar desde donde hablamos.
De manera que este primer sustrato teórico, perteneciente a la epocalidad posmoderna nos posibilita la visualización de las diferencias, en medio de un diálogo complejo, deconstructivo, desde el lugar de unos (el centro) y el lugar de otros (la periferia latinoamericana).
El punto de arranque para nuestro análisis y reflexión, se encontrará definido en las tensiones de los discursos pertenecientes a esta epocalidad, donde diferencias y resistencias, contaminaciones y reciclajes, se solapan en la búsqueda del sentido de sus actuaciones. De allí que surja una multiplicidad de teóricos y teorías, que cuestionan desde sus particulares territorios de enunciación a las crisis de los metadiscursos, y a su vez configuran el discernimiento de la flexibilidad posmoderna, de la inclusión multiculturalista, y de la reinscripción poscolonial, como estrategias discursivas de significación y de sentido.
Si bien esto sucederá en los territorios europeos y norteamericanos, en América Latina estos discursos influenciaran las posturas de nuestros teóricos y artistas, bien sea –como esgrime Nelly Richard- desde la revancha de la copia o desde la autoexotización, que complace la necesidad de consumo de las diferencias por las sociedades posindustriales –como escribe Gerardo Mosquera-.
La inserción de la diáspora latinoamericana en su desplazamiento, dispone un terreno sin fronteras definidas entre los saberes contemporáneos. Situación que plantea la necesidad de establecer, una apropiación de la diversidad de los conocimientos y de las enunciaciones, para dirigirnos hacia la formulación de un estudio que aborde múltiples miradas, y el cómo estas miradas pueden servirnos en tanto a su formulación como lugares teóricos, que posibilitan la hibridización de los conocimientos.
En este sentido partimos de la necesidad de realizar una multiplicidad de préstamos teóricos, que nos permitan observar, y aproximarnos al arte latinoamericano de la diáspora de finales de siglo XX, desde un nomadismo conceptual que transite por diversos territorios geoculturales, de saberes translocalizados y sin fronteras definidas.
En esta dirección transitaremos por los análisis que conducen a las concepciones metodológicas que se fundamentan “en la transculturalidad, la transdisciplinariedad, y la transtextualidad, entendidas como la posibilidad de ocuparme de diversos objetos culturales que no son reducibles a mi identidad, ni a mi lengua y cultura de origen, y que pueden no estar emparentados entre sí, y a la vez a la posibilidad de apropiación de sistemas o subsistemas, fragmentos de diversidades sin preguntar por su compatibilidad, sino valerse de su funcionalidad y productividad, para de esta manera articular los conocimientos en medio de los transcursos, del diálogo con lo que deseamos tratar y dotar de sentido” a nuestra realidad.
Es por esta razón que, debamos partir de una multiplicidad de territorios de enunciación, que muestren los préstamos y reciclajes interculturales, a los que se encuentran sometidos las diásporas latinoamericanas contemporáneas, en medio de los intercambios y los desplazamientos tanto de artistas, como de teóricos de los territorios europeos, norteamericanos y latinoamericanos.
Territorios en los que se producen encuentros y desencuentros, dentro de una movilidad que ya no podemos configurar por medio de las fronteras estables, sino en la inestabilidad de las zonas geoculturales en permanente contaminación, como se ha evidenciado a finales del siglo dentro de encuentros, exposiciones, talleres o debates, que como nunca antes han exhibido al arte de América Latina, desde su concepción preontológica, desde su capacidad subversiva o en su facultad de manipular y de apropiarse de todo legado artístico considerado universal –como opinan pertinentemente teóricos como Néstor García Canclini y Mari Carmen Ramírez-
El desplazamiento continuo de la diáspora artística latinoamericana historiza y re-inscribe la particularidad de sus narraciones. Narraciones que pueden ser tomadas desde la entrada de una acción diferida, y de un paralaje, descritos por Hal Foster como el momento en “que la construcción del pasado depende de nuestra posición en el presente y que ésta posición ésta redefinida por esa construcción del pasado en una mutua mutabilidad interminable.
La acción diferida alude al hecho de que un acontecimiento tiene un registro traumático, cuando se retorna retroactivamente: o sea, los llamados actos de ruptura o fundacionales, sólo lo son cuando son retomados una segunda vez, es decir, sólo podemos decir que algo acontece cuando acontece dos veces”
La situación de acción diferida y del paralaje puede ser observada en la continua re-inscripción que realizan las diásporas en su contemporaneidad. Debido a que el arte proveniente del territorio latinoamericano, en la expansión de sus zonas geoculturales, manifiesta la movilidad que lo ha producido desde siempre, un acto que se repite y se reelabora desde su condición poscolonial temprana, en la que contingentes de artistas se han desplazados durante largos períodos de tiempo, para generar la visualidad de este territorio, y este pasado centrado en la necesidad de una representación, ha de ser observado desde su movilidad, desde la condición apropiativa de los discursos centrales, los cuales eran resignificados en sus territorios de origen.
La diáspora latinoamericana contemporánea posee un largo trayecto, prácticamente inexplorado que nos permitirá –como escribe Mari Carmen Ramírez- observar sus conocimientos y expresiones en la sabiduría que da la distancia. De esta forma el pasado de la diáspora debe ser deconstruido no desde las posiciones dicotómicas de Centro emisor y de Periferia receptora, si no desde los intercambios, participaciones y resignificaciones, que se produjeron y se producen en ambos espacios, para de esta manera, tratar de atrapar por medio de la acción de paralaje, el pasado que se reinscribe dentro de la contemporaneidad de la diáspora, que presencia en acción diferida en un momento fundacional; un momento que se ha repetido en diversas y múltiples oportunidades, dentro de su condición de elaboración y de significación excéntrica, es decir, en su posibilidad de elaborar sus lenguajes fuera de las normativas del Centro emisor.
De ahí que, nos propongamos desde una visión híbrida y múltiple, revisar a las expresiones de una diáspora, que parten de una movilidad constituyente, de una condición poscolonial que se determina dentro una estrategia discursiva, y que nos permita identificar los lugares heterotópicos definidos por Foucault, como la simultaneidad y la multiplicidad de los lugares de la representación.
Estos lugares – argumentados por Foucault- “tienen el poder de yuxtaponer en un solo lugar real varios espacios, varios emplazamientos que son por sí mismo incompatibles” , pero al mismo tiempo estos lugares, pueden ocasionar la mezcla, la contaminación de los discursos, y la presencia de una acción diferida, que repite aquello que funda la movilidad de las diásporas latinoamericanas, y el sentido de la resignificación permanente de sus representaciones, para con ellas abrir otros horizontes de análisis y de reflexión, que nos conduzcan a la elaboración de una epistemología de frontera, dentro de los giros teóricos producidos por el pensamiento y el arte latinoamericano, en medio de las respuestas dadas a las influencias de los saberes y las representaciones translocalizadas, y a las preocupaciones de la complejidad de la diversidad contemporánea.
De esta forma, pretendemos lograr la ubicación de nuevas cartografías que no se centren en la tríada de la alteridad/otredad/subalternidad, como constructos reductores de la realidad artística latinoamericana, en desplazamiento y actuación, dentro de una multiplicidad de territorios, pues ya se hace imposible observar por medio de esta tríada –como escribe Nelly Richard- las reelaboraciones significantes de un arte y de unas representaciones, que se movilizan dentro una multiplicidad de cuestiones que abarcan desde la violencia, el género, lo étnico, el cuerpo como mercancía, lo nómada y otras cuestiones imposibles de cartografiar por los abstractos teóricos impuestos.
En este espacio se detiene la principal preocupación de nuestro estudio, en el cómo elaborar una arqueología, que evidencie las posturas teóricas del pensamiento latinoamericano, perteneciente al mismo sustrato teórico occidental, y a los consecuentes giros que se realizan dentro de ese sustrato, en la búsqueda de la representación del pensamiento y de la epísteme en la que se encuentran enraizados.
De manera que partamos de una visión transdisciplinar, para dotar de sentido a una cartografía que nos muestre la complejidad de los saberes, y de lo que enuncian estas diásporas, en medio de su inscripción contemporánea caracterizada por la pérdida de las fronteras.
La Tesis: Multiculturalismo y Critica Poscolonial: La Diáspora artística latinoamericana. 1990-2000.
El principal objetivo de nuestro estudio se encuentra guiado por la necesidad de analizar y estudiar la presencia de las diásporas artísticas latinoamericanas a finales del siglo XX, en medio de una diversidad de territorios lejanos a su origen.
Diásporas que manifiestan una participación activa dentro de la metacultura global, ya sean por representación propia o por apropiación de los discursos centrales de la dominante epocal posmoderna.
El arte producido por estos artistas en movimiento ubica de nuevo el cuestionamiento sobre la existencia de un arte latinoamericano, de una diferencia dentro de la mismidad occidental, a la que parecieran haber derrumbado con su presencia, al lograr fracturar los anillos concéntricos de los discursos centrales –como escribe Rashee Araen-.
Sin embargo esta fractura parece haber sido producida por los mismo centros tardocapitalistas en estado de disolución, y que en la actualidad se articulan desde territorios periféricos de enunciación, en medio de un afuera legitimado por un amplio espectro teórico, que parte de la necesidad de hallarse en un mundo donde existen otros –como escribe Paul Ricoeur- y donde se evidencia el final del monopolio occidental, por lo menos en los campos de la representación artística.
De allí que, iniciaremos nuestro estudio en la revisión de las teorías que nos hablan de las diferencias y la multiplicidad. Teorías que comienzan a desentrañar a las diversidades ocultas a partir de una multiplicidad de perspectivas, formuladas en su mayoría en clave central.
El primer capítulo en este sentido se encontrará dedicado a los discursos de una epocalidad que será definida dentro de relaciones mucho más libre y más flexibles con respecto a los otros, dentro de una forma de conocimiento que cuestiona los abstractos modernos, y que trata por lo menos superar dichos abstractos ante la entrada de las microhistorias y de la diversidad de sujetos negados por la metanarrativas.
Muchas de las teorías que revisaremos en este capítulo parten de los estudios del lenguaje, de su agonística, de la revisión de las estructuras de estos, para plantear la multiplicidad y los cambios profundos, que pueden establecer la entrada de las deconstrucciones, las diferencias, la inconmensurabilidad, la imposibilidad de traducción, las nuevas cartografías, los rizomas y los cuestionamientos a las diferencias normatizadas. Todo un espectro teórico que evidencia la necesidad de una nueva puesta en escena discursiva ante ese golpe de ojo, de eso que hace difícil pensar en una nueva manera de ver la complejidad de las realidades –como escribiría Foucault-.
En el primer capítulo estudiaremos los discursos de la inclusión y de la evidenciación de otros lugares de enunciación del conocimiento, dentro de una posmodernidad que abre paso a las diferencias, y cuyos primeros postulados aparecerán en el territorio europeo, ante el cuestionamiento de la modernidad como sistema de saberes.
En esta dirección trabajaremos las teorías de diversos pensadores por orden cronológico de elaboración, y comenzaremos nuestro estudio en los postulados de Roland Barthes y sus tesis sobre La muerte del autor, posteriormente continuaremos con el espectro deconstructivo de Jacques Derrida y sus tesis sobre las diferencias y el deslizamiento del concepto de la diferencia como el eje de la estructura para el análisis.
La presencia de pensadores como Gilles Deleuze y Michel Foucault aportara importantes cuestiones acerca de las diferencias y de otros modos de conceptualizarlas. El primero desde los rizomas y las cartografías y el segundo desde la heterotopía y el pensamiento del afuera. Jean François Lyotard con la enunciación definitiva de La Condición Posmoderna y de las diferencias en su texto La Diferencia, abre un paso intersticial a las luchas del lenguaje, y su posterior configuración de la Zona, como espacio de silencio que será utilizado como préstamo para el análisis de los casos de estudio.
Finalmente Jean Baudrillard y Gianni Vattimo cierran nuestro espectro territorial europeo, el primero con sus duros cuestionamientos a la sociedad contemporánea y al establecimiento de las diferencias, y el segundo con el anuncio de la transparencia y la presencia de los massmedia.
Todos estos teóricos han influenciado el pensamiento contemporáneo, y sus saberes se han convertido en conocimientos sin territorio fijo. Ellos tiñen gran parte de los postulados actuales, y elaboran el andamiaje teórico de una contemporaneidad fragmentada, que alcanza como veremos en este capítulo una consolidación teórica dentro de las sociedades posindustriales y tardocapitalistas.
La expansión del pensamiento de las diferencias genera otro punto de consolidación que se encontrará definido en el territorio norteamericano, y donde sus discursos comenzarán a evidenciar la inclusión de las diferencias, por medio de una lógica dominante cultural posmoderna enunciada y analizada por Fredric Jameson y una apropiación sobreidentificatoria que generará un modelo etnográfico sustentado por Hal Foster.
Este bagaje teórico-discursivo hallará su adaptación, su crítica, su cuestionamiento, y su respuesta desde el pensamiento latinoamericano ante la profusión del centro ahora fragmentado. De allí que hayamos configurado un segundo capítulo que cuestiona las teorías de la inclusión como nuevos universales, pero estos desde la mirada excéntrica de elaboración del pensamiento de nuestro territorio, han permitido la revisión de las concepciones representacionales del espacio latinoamericano –como escribe Néstor García Canclini-.
Debido a que ubican nuevas formas descentradas de pensamiento, por medio de las cuales podemos observar y re-escribir la modernidad latinoamericana y una posmodernidad concebida antes de su elaboración teórica, dentro de un territorio plagado de préstamos, reelaboraciones y resignificaciones.
Este segundo capítulo se encontrará dedicado al debate del arte latinoamericano desde la resistencia a los modelos centrales, teoría que aparece en los años 60 bajo las posturas de la teórica argentina Marta Traba, hasta la inclusión en los discursos de la contemporaneidad, bajo las concepciones de la función-centro, la traducción de ésta y la posterior deconstrucción de dicha función.
La función-centro y la disgregación de los relatos legitimados desde posiciones periféricas de inclusión, marcará el trayecto de las coordenadas de des/inclusión del arte latinoamericano contemporáneo, desde los parámetros concebidos en la desintegración de los centros, dirigidos en la actualidad hacia la búsqueda distanciada de las diferencias, que en sus desplazamientos construyen a los sujetos étnicos que cuestionan las miradas estereotipadas o que se aprecian desde la multiplicidad de las situaciones que constituyen un bordersland o sujeto de fronteras de carácter liminal, capaz de representar los diversos cruces, encuentros y desencuentros, a los que se encuentran sometidos los territorios de los márgenes de la cultura occidental.
Para aclarar la constitución de estos sujetos tanto el étnico como el de frontera, utilizaremos la obra del artista argentino Sergio Vega, quien se vale de los presupuestos exóticos construidos, para alterar la experiencia de consumo por el otro y las obras del artista chileno Eugenio Dirttbon con sus pinturas aeropostales que deslocalizan y deshistorizan las ubicaciones de las historias particulares de los márgenes, para localizarlas en medio de la simultaneidad de los sentidos, y el desplazamiento de las significaciones que se escapan por las fronteras de los cánones impuestos.
El análisis de esta multiplicidad discursiva nos abrirá paso a la localización de las políticas y de las teorías, que se nutren de las posiciones de una epocalidad que exhibe la diferencia, desde perspectivas distanciadas o desde la interioridad de ellas mismas.
De ahí elaboremos un tercer capítulo que nos dirija hacia la conceptualización de una política en inicio, convertido ahora en discurso académico y que se encuentra en medio de una dominante cultural contemporánea denominada “Multiculturalismo”, la cual no debe ser tomada sólo en su presencia contemporánea, pues debemos establecer su origen y el hecho de su expansión. En este sentido determinaremos un posible contexto histórico, que aparece en el territorio norteamericano en la concepción dada por Michael Hartd y Antonio Negri de Imperio, como entidad que se expande de modo flexible y se articula desde formas fragmentarias, alejado de todo dominio territorial.
La posibilidad de un contexto histórico del Multiculturalismo, entendido como la política de las diferencias culturales –como escribe García Canclini- ubica una diversidad de inflexiones históricas que afectan el arte a finales del siglo XX, tanto en los territorios europeos como norteamericanos y ante los cuales América Latina ubica un discurso que proviene de la pluralidad y de la hibridización, en medio de un contexto que también repercute en su realidad y su discursividad expandida por medio de las diásporas.
Las políticas multiculturales y su espectro de acción configuraran nuevas relativizaciones discursivas que redefiniran al eurocentrismo como veremos en este capítulo, para ocasionar lo políticamente correcto y las tensiones que esta corrección puede generar en la inclusión de las diversidades. Es por esta razón que dedicaremos un apartado que nos posibilite la clasificación de estas políticas, desde el separatismo hasta crítica que desea evidenciar a la multiculturalidad dentro de las culturas de frontera.
El Multiculturalismo, su inclusión y su expansión, han afectado directamente a las esferas del arte contemporáneo en el que las diásporas artísticas latinoamericanas se desenvuelven, y donde se conformará un Nuevo Internacionalismo que pareciera haber roto todas las fronteras. Ante este planteamiento el arte de los márgenes, de los otros, comienza a ser exhibido dentro de una diversidad de miradas, que si bien habían partido de la observación del otro como objeto de estudio, estas miradas giraran hacia un paralaje que inscribe a los otros desde sus especificidades, dentro del territorio norteamericano, debido a las políticas dirigidas por este territorio hacia Latinoamérica, situación que se mostrará diferente en Europa, que manifiesta su presencia como modelo-influencia del arte latinoamericano, y que conserva su rasgo colonizador.
Sin embargo las exposiciones de finales de siglo XX manifestarán un interés hacia las conceptualizaciones internas de los teóricos y artistas provenientes de la periferia latinoamericana, y de esta forma se genera un nuevo giro discursivo dentro de los espacios expositivos.
El arte de los otros y su exhibición, producen un cuarto capítulo en el que pretendemos establecer un recorrido por los territorios expositivos norteamericano, europeo y latinoamericano. Dicho recorrido se iniciara en los años ochenta en los espacios expositivos centrales, tiempo en que comienza a aparecer de forma definitiva la representación de las diferencias, desde diversos contextos y en los cuales Latinoamérica juega un papel de primerísimo orden, pero este acceso de los otros territorios significantes a las exposiciones centrales, encontrará su legitimación en una exposición inicial realizada en Nueva York, la cual flexibiliza los criterios modernos de representación, y que muestra la apropiación de la otredad como legitimación de las diferencias.
En este sentido dedicaremos un apartado a la exposición Primitivismo, pues en ella se enuncia la apertura de una institucionalidad que requiere de nuevas formas de expresión, y a partir de allí las exposiciones crecerán en número y temáticas, para dirigirse hacia otras formas de discursividad que atrapen a ese otro culturalmente potente.
El recorrido que pretendemos consolidar arranca –como ya hemos dicho- en la década de los ochenta en los espacios expositivos norteamericanos.
Posteriormente acudiremos a la década de los noventa y finalmente a la pérdida de las fronteras y la utilización del parallax en los modelos expositivos norteamericanos. Las exposiciones seleccionadas en este territorio se encuentran determinadas por su importancia discursiva, y por su presencia dentro de importantes instituciones norteamericanas.
Las exposiciones que estudiaremos han sido ampliamente reseñadas en revistas y textos especializados sobre el tema. La segunda parte de nuestro recorrido se encontrará dedicada al territorio europeo y a las conceptualizaciones que rigieron a las exposiciones sobre los otros, donde aparece el arte latinoamericano o las muestras dedicadas sólo a este espacio de representación. Al igual que en territorio norteamericano iniciaremos con la década de los ochenta, para continuar con los noventa, y tomar como aportes importantes a los discursos expositivos de muestras como Los Magos de la Tierra y Cocido y Crudo; junto a ellas aparecerán otros espacios expositivos de menor formato, que inician su giro hacia concepciones como el nomadismo, la confrontación de los conceptos construidos, o la visión del poder de las imágenes de ambos territorios.
A finales de la década de los noventa, el espacio expositivo europeo poseerá dos visiones sobre el arte latinoamericano, una que continuará manteniéndose dentro del modelo-influencia y otra que comenzará a mostrar la pérdida de las fronteras y que incluirá definitivamente exposiciones de arte latinoamericano de gran formato, desde los planteamientos del lugar del pensamiento propio del territorio latinoamericano. El recorrido europeo que parte de una multiculturalidad distante o de una acción celebratoria a comienzos de la década de los noventa, finaliza con una de las muestras de mayor importancia del arte en el ámbito mundial. Esta vez la Documenta Kassel, abre la puerta definitiva al arte de los otros territorios, en medio de una concepción poscolonial, y del arte como conocimiento como se verá en el apartado que estudia dicha exposición.
El recorrido planteado en este capítulo cerrará con la reacción latinoamericana y su respuesta expositiva, en la confección de bienales como la de Bienal de La Habana que se ocupa de la reflexión de un arte periférico, que a su vez originará la puesta en escena de múltiples exposiciones, que toman la conciencia de su especificidad. Estas exposiciones se movilizan por múltiples territorios, para deconstruir la visión de la otredad, y mostrar un arte con valores propios, que ha surgido de la diversidad que ha configurado al continente, y del lugar donde este se encuentra ubicado en la actualidad.
La reacción latinoamericana muestra de forma patente, la legitimación que posee dentro una realidad globalizada, en la que sus discursos aparecen en medio de un sin fin de significaciones.
El camino de las posiciones expositivas de Latinoamérica, finalizará en la deconstrucción del modelo etnográfico sustentado por Hal Foster, en la configuración de una exposición, que desarrolla su discurso en la pérdida que produce el proceso de traducción de la otredad, pues todos somos otros entre otros, sin diferencias determinantes, y por lo tanto las dicotomías de Centro y Periferia, terminan por disolverse en medio de las relaciones contemporáneas.
La pérdida de las fronteras que señalaremos en los territorios expositivos, que serán estudiados, evidencian otro tipo de relaciones, que se encuentran más allá de las políticas multiculturales, y que precisan de la confección de una serie de saberes que comiencen a tomar primacía en el estudio de los territorios que fueron consolidados como espacios coloniales, y en los cuales las representaciones de los saberes y de las artes alcanzaron fuertes procesos de cuestionamiento y de hibridación.
El capítulo siguiente se encontrará dedicado a la Crítica Poscolonial, sus concepciones, marco histórico y los saberes que esta ha desarrollado en el ámbito global, en el estudio de territorios geoculturales determinados. De ahí que tomemos como base de dicha teorías la elaboración de una teoría que contemple los espacios de subalternización, desde un modelo que será concebido como el modelo proveniente del Commonwealt.
Debido a la existencia de una Crítica Poscolonial construida en los territorios poscoloniales, que han emergido como la era global poscolonial, y en la que América Latina se hallaría fuera de dicha conceptualización, por su temprano proceso de liberación de los Imperios.
Sin embargo el modelo Commonwealt y su importancia como enunciación teórica dentro de los Estudios Culturales y de los Estudios de Área, abre un valioso espectro de análisis a la posición de los saberes sobre la presencia y representación de una realidad latinoamericana poscolonial.
En este capítulo serán analizadas las relocalizaciones discursivas sobre los otros, y la actualización de sus saberes, por medio de los trabajos de teóricos como Edward Said y sus posturas sobre el Orientalismo, Homi Bhabha con su localización de las culturas y finalmente Gayatri Spivak con su argumentación sobre violencia epistémica que se produce en el poder de hablar por los otros.
La discursividad poscolonial proveniente de los espacios de una poscolonialidad vía Commonwealt originará la puesta en escena de los posicionamientos provenientes del lugar de enunciación de la reflexión latinoamericana, unos para apartase de las posturas inclusivas de la poscolonialidad global, al preguntarse –como escribe el teórico en literatura Víctor Bravo- sí realmente somos poscoloniales, y otros como el teórico argentino Walter Mignolo- quien ve en la Crítica Poscolonial una nueva estrategia de análisis y de representación, que permite dialogar, revisar y reinscribir en la contemporaneidad, los particulares legados coloniales de Latinoamérica, para ubicarlos en los discursos actuales dentro de una arqueología, que permita hallar los sustratos de saberes, por medio de los cuales el territorio ha construido su espacio imaginal y el sentido de su ser.
En esta dirección el capítulo dedicado a la Crítica Poscolonial y su presencia en Latinoamérica se encontrará construido dentro de las profundas relaciones que unen – como escribe el estudioso del arte latinoamericano Iván de la Nuez- al Occidente con éste territorio, entre la cadena perpetua y la cuerda floja. De allí que la construcción teórica de una Crítica Poscolonial en Latinoamérica, se encontrará movilizada hacia los cuestionamientos de una otredad determinante, y sus ideas serán localizadas en las conceptualizaciones de la Occidentalización, para mostrar la otredad de una mismidad occidental, a través de una propuesta arqueológica, que nos conduzca ha considerar las narrativas occidentalistas que han configurado al territorio latinoamericano, en medio del concierto de una realidad de cuño occidental.
La revisión de estas narrativas, desde un primer occidentalismo hasta las formas de conceptualización que realizaron los imperios emergentes, y su vigencia dentro del espacio latinoamericano, harán posible la constitución de un giro crítico en las narrativas poscoloniales globales, pues en ellas es viable la construcción de espacios de enunciación locales, en los cuales entren en escena los legados coloniales particulares de América Latina, y que estos puedan ser ubicados en una narrativa múltiple, que incluya una diversidad de formas de representación lejanas a toda normatización única.
La revisión y reinscripción de los legados coloniales latinoamericanos, supondrán una nueva toma de conciencia sobre el lugar desde donde este territorio debe enunciarse, y de ahí que emerja la propuesta Posoccidentalista, como lugar de diálogo reflexión particular del territorio latinoamericano, y que dicha propuesta basará su construcción en un nuevo giro en los discursos contemporáneos de los pos.
El giro posoccidentalista se encontrará concentrado –como escribe Alfonso de Toro- en una razón poscolonial, “entendida como una discontinuidad entre la configuración poscolonial del objeto o tema de estudio y la posición del lugar de la teoría, en la que aparecen un grupo diverso de prácticas teóricas que se manifiestan a raíz de las herencias coloniales, en la intersección de la historia moderna europea y las historias contramodernas coloniales” .
El giro posoccidental revisa y revisita estas posturas para posibilitar la construcción de una cartografía distinta, que se dirija hacia la formulación de un conocimiento inmerso, en las categorías débiles del pensamiento moderno/colonial, para de esta manera plantear otro mapeo de las representaciones en el territorio latinoamericano.
De ahí que, la presencia del giro crítico posoccidental pueda aportarnos otras bases teóricas, para el análisis y la realización de espacios de reflexión, que nos permitan estudiar y visualizar el arte latinoamericano de las diásporas, desde diversos lugares de enunciación, los cuales se encontrarán determinados en la utilización de los préstamos intertextuales e interculturales, que funcionarán como medio de articulación y puesta en escena de las categorías no-imperiales, entendidas como categorías que puedan develar y revelar, una multiplicidad de historias negadas y ocultadas, por las tríada dominante de la alteridad/otredad/subalternidad, constituidas en el los campos de reflexión de las diferencias.
De manera que, el capítulo dedicado a la diáspora artística latinoamericana parta desde los antecedentes de la historia de estas diásporas, que se inician en le siglo XIX. Diásporas que se reinscriben permanentemente en la particular historia del arte latinoamericano, desde sus momentos fundacionales, en medio de una condición poscolonial temprana, y en la cual deben ser considerados sus lugares de resignificación y de la excentricidad que caracteriza sus lenguajes en medio de una acción diferida que les reinserte y les localice en la vigencia de las historicidades del presente.
La necesidad de plantear una reescritura de la diáspora artística latinoamericana desde sus inicios nos conducirá a la visualización de un movimiento que tiende a los lenguajes centrales en medio de una apropiación que podremos observar en los tres momentos de desplazamiento de los artistas latinoamericanos y que ha sido realizada con la finalidad de establecer el substrato de conocimiento de una diáspora contemporánea, que parte de sus particulares legados y de la flexibilidad de una historia planteada como múltiple en la contemporaneidad, en la cual se presencian los desplazamientos, las búsquedas por las preocupaciones globales, y en las que nuestros artistas –como escribe Mari Carmen Ramírez- están prestos a dar respuestas.
La complejidad de esta formulación nos conducirá por una diversidad de posturas en las que el mundo contemporáneo conceptualiza u observa sus diferencias y problemáticas. Lugares que son imposibles cartografiar desde conceptos teóricos estables, pues el arte de las diásporas presenta continuamente su inestabilidad y su simultaneidad, junto con la pérdida de territorios definidos. De allí que la arqueología de los desplazamientos de las diásporas en el siglo XX, hagan perentoria la posibilidad de establecer un nuevo espacio cartográfico, un nuevo espacio que se torne simultaneo, flexible, móvil, que permita develar lo oculto en las categorías fuertes y que nos dirija hacia la consecución de posturas híbridas y fronterizas de reflexión.
En este sentido se hallará dirigido el último capítulo de nuestra tesis. Capítulo en el que pensamos establecer, la entrada de otras categorías que partan de la intertextualidad y la visualización de una serie de expresiones artísticas contemporáneas, que se basan en la movilidad, en el desenmascaramiento de lo oculto, en los procesos complejos de la construcción de las identidades, y en la multiplicidad de las preocupaciones de su esencia como el ser de algo, en continuo desplazamiento, como lo es el arte latinoamericano. De ahí que planteáremos la formulación de otras categorías, de otro tipo de análisis que se dirija hacia la evidencia de un arte que ha respondido a sus lazos occidentales permanentemente, que éste no es un arte otro, es un arte mismo, y el cual puede ser analizado desde las posturas flexibles de una dominante posmoderna, que diluye definitivamente los lazos de un Centro emisor y una Periferia receptora.
Los casos de estudio, que serán presentados en este capítulo, parten de la preocupación particular de la reinscripción de una diáspora artística latinoamericana concebida en clave central, como un espacio otro, un lugar para ser mirado, sin tener en cuenta la particularidad de sus enunciaciones, y en el cómo estas manifiestan su acción de ubicación dentro de una realidad global, que depende de los diversos puntos de localización de sus discursos.
Esta preocupación se encontrará enunciada en la formulación de un análisis deconstruccionista, que rearme la peculiaridad de unas expresiones en continuo movimiento de sentido, de apropiación de una multiplicidad de territorios significantes, que desde siempre se han encontrado en el arte latinoamericano, y que ahora son puestos en vigencia dentro del diálogo contemporáneo.
La direccionalidad de la vigencia de los discursos plásticos, observada en las problemáticas artísticas latinoamericanas, ahora elevadas en el ámbito global, dentro del nuevo internacionalismo, nos ha conducido a la exploración de discursos y expresiones de diverso cuño, en la búsqueda de dotar de sentido la realidad del arte que se presenta en las diásporas. De ahí que hayamos tomado las obras de diversos artistas, que parten desde las problemáticas particulares de sus territorios objetivos y subjetivos, expresiones que nos conducen por una multiplicidad de propuestas, las cuales han perdido su territorialidad constituyente, para desenvolverse dentro de las ansiedades del desplazamiento de la significación contemporánea global.
Los artistas seleccionados, manifiestan en sus discursos la complejidad de los sustratos de un suelo de saberes común a las sociedades actuales, sus discursos se movilizan desde la violencia como lo es el caso del trabajo de la colombiana Doris Salcedo, los problemas de género y la sexualidad en la obra del cubanonorteamericano Ernesto Pujol, ambos englobados en los deseos de la representación.
El movimiento y la desterritorialización se nos presenta en la actualidad como la evidencia de un mundo que ha acortado sus distancias, un mundo en el cual se movilizan, y se tornan ambiguos o contaminados los patrimonios y las significaciones, como veremos en las obras del artista belga radicado en México Francys Alÿs o en el caso del artista mexicano Gabriel Orozco. De igual manera los desplazamientos y las desterritorializaciones, afectan la forma de cómo los sujetos diaspóricos asumen su movilidad a través de una glocalización, que los conduce a establecer lugares particulares de discursividad, como lo es el caso de los venezolanos José Antonio Hernández-Diez y Meyer Vaisman.
La producción de las identidades y la deconstrucción de este constructo inmanente, conduce los cuestionamientos de una serie de proyectos identitarios, que parten de la problemática contemporánea de la elaboración del hombre como ser perfecto como veremos en las obras de artistas del grupo Aziz+Cucher, el primero norteamericano y el segundo venezolano. Otras identidades serán elaboradas en la obra del artista cubano Félix González-Torres, quien busca su posibilidad identitaria en la pérdida y la carencia, para presentar finalmente la artista cubana Marta María Pérez-Bravo quien nos guiara hasta el primer origen, para hallar el quiénes somos.
El último caso de estudio se encontrará representado en los artistas que develan espacios ocultos, que muestran lugares marginados dentro la sociedad contemporánea, en un intento de ir más allá del objeto estético, levantando las capas de lo visible, para hacernos transitar por aquello que en una sola mirada se nos hace imposible de visualizar. En esta dirección transitan las obras del español radicado en México Santiago Sierra y de la brasileña Adriana Varejâo, quienes escarban en lo oculto para hacérnoslos visible.
La diáspora artística contemporánea, representada y estudiada en este fragmento de ella misma, nos dirigirá hacia la visualización de unas expresiones inmersas dentro de su realidad, imposibles de ser consideradas por criterios cerrados, pues en sus discursos se preguntan y se cuestionan permanentemente a las profundas problemáticas de la realidad contemporánea, más allá de fórmulas geoculturales establecidas. Las preocupaciones de estos artistas evidencian la pérdida de los territorios, pues estos se movilizan en medio de una multiplicidad que dota de sentido a la realidad en la que se encuentran inmersos. Los artistas seleccionados han sido ampliamente estudiados y reseñados en la crítica internacional contemporánea, y juegan un papel de primerísimo orden dentro del Nuevo Internacionalismo y en los marcos expositivos que requieren de sus presencias.
En este sentido la selección de los artistas que estudiaremos, ha considerado la importancia de sus expresiones dentro del ámbito global del arte, y de las formulaciones artísticas con las que han logrado romper el anillo de la historia única del arte occidental, anteriormente cerrado al arte de las diásporas fundacionales.
Sus discursos plásticos y sus obras nos hacen perentoria la tarea de establecer un nuevo espectro de análisis, que al igual que sus obras nos conduzcan como estudiosos del arte latinoamericano, tanto fuera como dentro de su territorio, a plantear otras lecturas, mucho más dialógicas, más flexibles, y que nos aparten de las construcciones de una Latinoamérica otra, para dirigirnos al poder pensar en eso que se nos escapa por imposible, cuando la teoría del arte latinoamericano se pregunta a sí misma, por su ser ante la movilidad y la transparencia contemporánea, y que nos obliga a buscar nuestro propio lugar de narración, desde una teoría que se muestre en términos de autoinscripción, y que –como escribe Gloria Anzaldua- sea el foco de una conciencia cultural, y de los cambios que se han tejido, dentro de los lenguajes de las relaciones múltiples, de un territorio atrapado entre las contradicciones y complejidades de sus orígenes, de su condición periférica y de su diferencia dentro de la mismidad occidental.
Espacio último que se encuentra distorsionado por la acción y apropiación permanente de unas localidades, que se manifiestan en medio de los movimientos de una globalidad, que envuelve todos los espacio de la contemporaneidad, y donde sus problemáticas dan sentido a las particulares expresiones del arte las diásporas artísticas latinoamericanas contemporáneas, las cuales tienden a espacios híbridos, liminares y fronterizos de acción. Los discursos actuales, de los artistas y sus obras, en desplazamiento deberían conducirnos a un estudio concienzudo, que muestre posturas similares, dentro de una teoría del arte contemporáneo, que igualmente le correspondería perder sus fronteras, en medio de la transdisciplinariedad y transculturalidad, para posibilitarnos otras propuestas de reflexión, en cuanto aún arte que se manifiesta en la interioridad de la multiplicidad de los territorios de significación.