Giovanni Arrighi, la larga duración del capitalismo geohistórico y la crisis actual. Tom Reifer/ Beatriz Martínez. 2009.

La amplitud y el alcance de la obra intelectual de Giovanni Arrighi –especialmente, su capacidad para ofrecer análisis fundamentados en un contexto geohistórico a largo plazo– supone un logro sorprendente, sin olvidar que su generosidad para con sus interlocutores no tenía casi parangón.

Uno de los rasgos más ilustrativos de nuestros días es la escasez de análisis capaces de situar la actual crisis socioeconómica en una perspectiva geohistórica. Desde el punto de vista del capitalismo de larga duración, ningún intelectual ha desarrollado un análisis más imponente de la crisis actual que Giovanni Arrighi.(1)

Arrighi, por supuesto, junto con Immanuel Wallerstein (1974, 1980, 1989) y el difunto Terence Hopkins, fue uno de los creadores y principales defensores del enfoque del sistema-mundo sobre el capitalismo europeo, las desigualdades mundiales de la renta y el “desarrollo” (véase Arrighi, Hopkins y Wallerstein, 1989).(2)

La propia visión del sistema-mundo –que cuestionaba la preponderancia, tras la Segunda Guerra Mundial, de la teoría de la modernización– surgió de los movimientos de los años sesenta e hizo confluir una fructífera síntesis del marxismo, el radicalismo del Tercer Mundo y una serie de corrientes críticas de las ciencias sociales, desde la escuela francesa de los Annales a la escuela histórica alemana (véase Goldfrank, 2000).

El análisis de los sistemas-mundo fue inicialmente desarrollado por Wallerstein y Hopkins, que simpatizaban con los estudiantes que ocuparon la Universidad de Columbia durante las revueltas estudiantiles y la “revolución mundial de 1968” (ambos formaban parte del comité ejecutivo de la comisión universitaria que se creó con tal ocasión).

Hopkins y Wallerstein acabaron trasladándose, en los años setenta, a la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY), en Binghamton, que se convirtió durante un tiempo en el centro de los estudios sobre los sistemas-mundo. Así, la visión del sistema-mundo fue consecuencia directa de los movimientos de los años sesenta y uno de sus legados intelectuales más duraderos.

Arrighi llegó a la facultad de Sociología de Binghamton a fines de los años setenta y pasó a ser una pieza clave del programa de licenciatura y del Centro Fernand Braudel para el Estudio de Economías, Sistemas Históricos y Civilizaciones.

Aquí, varios grupos de investigación colectiva reunían a estudiantes y profesores para trabajar sobre proyectos comunes. En uno u otro momento, por la facultad de Binghamton pasaron figuras como Anibal Quijano, Bernard Magubane y Walter Mignolo.

La amplitud y el alcance de la obra intelectual de Giovanni Arrighi –desde el análisis del sur de África a su interpretación del auge del sudeste asiático encabezado por China, así como sobre las perspectivas para el Sur Global y un nuevo Bandung– supone un logro sorprendente. Además, tal como señaló Ravi Sundaram –actual director del Centro para el Estudio de la Sociedades en Desarrollo de Delhi– en una conferencia para conmemorar y discutir todo el trabajo de Arrighi en el contexto de la presente crisis que tuvo lugar en mayo de 2009 en Madrid, Arrighi demostraba una generosidad casi sin parangón para con sus interlocutores.(3)

Este tipo de debates en el marco de la solidaridad mutua, en los que tanto creía Giovanni, es sin duda necesario para renovar las fuerzas progresistas en todo el mundo. Así, la noticia de la muerte de Arrighi, que falleció el 18 de junio de 2009 tras una dura batalla contra el cáncer, fue recibida con gran tristeza por el mundo de la academia y el activismo, y por sus amigos, ex alumnos y colegas.

La conferencia organizada en Madrid, en la que se dieron cita personas de todo el mundo –incluidos muchos ex alumnos y colaboradores de Arrighi desde los años sesenta hasta la actualidad– pretendía ser una especie de punto de reencuentro y una oportunidad para discutir la crisis actual y el trabajo de Giovanni. Por desgracia, a última hora y debido a su enfermedad, Giovanni y Beverly Silver, su mujer y compañera intelectual, no pudieron asistir al encuentro.

Gracias a la tecnología moderna, Giovanni y Beverly pudieron seguir partes de la discusión desde la habitación de un hospital en los Estados Unidos. Sin embargo, no se dio el animado intercambio de visiones con Giovanni y Beverly que todos los participantes esperaban con tanta expectación.

A pesar de esta dolorosa ausencia de la conferencia –que contó con la participación, entre otros, de Lu Aiguo, Samir Amin, Perry Anderson, Amiya Bagchi (2005), Walden Bello, Robert Brenner, Gillian Hart, Hung Ho-fung, Bill Martin, Emir Sadr, Ravi Palat y John Saul–, y tal como comentó Beverly Silver, se trató, sin duda, de un gran éxito.

Durante los cinco días que duraron las jornadas, los debates fueron tremendamente intensos y, a menudo, derivaron en sesiones maratonianas. Nacido en Milán en 1937, la trayectoria política de Giovanni estuvo definitivamente marcada por la actitud antifascista de su familia. El contexto político en que surgieron estas actitudes estaba caracterizado, por supuesto, por la ocupación nazi en algunas zonas de Italia, el aumento de la resistencia local y la llegada de los aliados.

Formado originalmente en economía neoclásica en Italia, tras trabajar un tiempo en algunas empresas, Arrighi acabó emigrando a Zimbabwe (entonces Rhodesia) a principios de los años sesenta. Como apunta William Martin (2005: 381) en un artículo sobre la importancia de académicos como C.L.R. James, W.E.B. Du Bois y Oliver Cox en la perfilación del concepto, “el análisis de los sistemas-mundo, como la economía capitalista mundial, tiene profundas raíces africanas”.(4)

La emigración de Arrighi (2009) a África fue, según sus propias palabras, “un verdadero renacimiento intelectual”, un viaje en que empezó su “larga marcha de la economía neoclásica a la sociología histórica comparativa”.

Aquí, junto con John Saul, Martin Legassick y muchos otros, esta nueva generación de activistas-investigadores desarrolló un análisis político-económico pionero, centrado en las contradicciones generadas por la proletarización y la desposesión del campesinado en el sur de África.

Fue también en Rhodesia donde Giovanni, que en 1966 se hizo miembro de la Unión del Pueblo Africano en Zimbabwe (ZAPU), coincidió con su antiguo alumno –y después amigo y compañero de la ZAPU– Bhasker Vashee, un africano de origen indio con su mismo espíritu internacionalista y que, años después, pasaría a ser director del Transnational Institute, sustituyendo al legendario activista-académico antiimperialista Eqbal Ahmad (2006).(5)

De hecho, Giovanni y Bhasker fueron compañeros de celda al ser detenidos por sus actividades anticolonialistas. Giovanni fue deportado aproximadamente una semana después de su arresto; Basker sólo fue liberado tras un año de prisión incomunicada y tras una larga campaña internacional a favor de su puesta en libertad.

En 1966, Giovanni se trasladó a Dar es Salaam, en un momento en el que Tanzania daba refugio a movimientos de liberación nacional de toda África. Aquí, entre los colegas de Arrighi se contaba una larga lista de académicos radicales, como John Saul, Walter Rodney e Immanuel Wallerstein.

Más tarde, Giovanni volvió a Italia para dedicarse a la enseñanza y participó en movimientos que defendían la autonomía de la clase trabajadora, además de ayudar a fundar el Gruppo Gramsci. A fines de los años setenta, Arrighi finalizó una de sus obras clave, La geometría del imperialismo, reeditada en 1983.

Fue más o menos en torno a esta época cuando Giovanni empezó a reconceptualizar este trabajo como un puente hacia lo que se convertiría en su libro más significativo, El largo siglo XX, seguido después por (2007) Adam Smith en Pekín: orígenes y fundamentos del s. XXI.

La obra de Arrighi es hoy considerada por muchos como el trabajo individual más importante sobre la larga duración y la actual crisis del capitalismo mundial.(6)

Partiendo del trabajo de Smith, Polanyi, Gramsci, Marx y Braudel –y del concepto de éste último del capitalismo como el antimercado–, Arrighi afirma que el capitalismo evolucionó durante una serie de largos siglos, en los que distintas combinaciones de organizaciones gubernamentales y comerciales han dirigido, sucesivamente, unos ciclos sistémicos de acumulación. Estos ciclos se han caracterizado por las expansiones materiales del sistema-mundo capitalista.

Cuando estas expansiones alcanzan su límite, el capital se desplaza al ámbito de las altas finanzas, donde la competencia militarizada entre Estados por el capital móvil ofrece algunas de las mayores oportunidades para las expansiones financieras.

Así, la otra cara de la moneda de estas expansiones financieras ha sido el estímulo recíproco de la industrialización militar y las altas finanzas como parte de la reestructuración general del sistema-mundo que acompaña a los otoños de los ciclos sistémicos de acumulación y las estructuras hegemónicas de los que forman parte.

Las expansiones financieras desembocaron, en un primer momento, en un auge temporal del poder hegemónico en decadencia, en lo que George Soros ha tildado de la “burbuja de la supremacía norteamericana” tras el derrumbe del imperio soviético y la ruptura de la URSS.

En última instancia, sin embargo, estas expansiones financieras militarizadas dieron lugar a un creciente caos sistémico y a nuevas revoluciones organizativas en un emergente bloque hegemónico de organizaciones gubernamentales y comerciales “dotado de unas capacidades organizativas cada vez más amplias y complejas para controlar el entorno político y social de la acumulación de capital a escala mundial”, un proceso que, como señalaba Arrighi (1994: 14, 18), tiene un claro “límite inherente”.

En este sentido, cabe destacar que Arrighi –a diferencia de Wallerstein, pero al igual que Braudel– no sitúa los orígenes del capitalismo mundial en los Estados territoriales de Europa durante el largo siglo XVI, sino más bien en las ciudades-Estado italianas de los siglos XIII y XIV, en lo que fue un precursor regional del sistema-mundo moderno.

Arrighi dibuja después la alianza del capital genovés y el poder español que produjo los grandes descubrimientos, antes de pasar a analizar la cambiante suerte de las hegemonías holandesa, británica y estadounidense, sus respectivos ciclos sistémicos de acumulación y el desafío planteado a los Estados Unidos por el renacimiento económico del sudeste asiático, al que hoy se ha sumado China.(7)

En volúmenes posteriores, que conformaron lo que Arrighi llamaba una ‘trilogía imprevista’Caos y orden en el sistema-mundo moderno (coescrito con Beverly Silver y otros colaboradores, 1999) y Adam Smith en Pekín (2007)–, así como en una serie de artículos y la versión actualizada de El largo siglo XX (próxima publicación), este potente análisis aparece aplicado hasta el presente. Tomemos, por ejemplo, algunas de las propuestas planteadas por Arrighi y Silver hace ya una década (1999: 273-274, 287-288):

    “La expansión financiera mundial de los últimos veinte años, más o menos, no es ni una nueva etapa del capitalismo mundial ni el anuncio de una “futura hegemonía de los mercados globales”. Se trata, más bien, del indicio más evidente de que nos encontramos en medio de una crisis hegemónica. Como tal, cabe esperar que la expansión sea un fenómeno temporal que terminará de forma más o menos catastrófica”; (…) [hoy día], la propia expansión financiera parece basarse en fundamentos cada vez más precarios” [lo cual se deriva en una] “reacción” [que] “anuncia que la masiva redistribución de renta y riqueza sobre la que descansa la expansión ha alcanzado o está a punto de alcanzar sus límites. Y cuando la redistribución ya no se pueda sostener económica, social y políticamente, la expansión financiera está destinada a su fin. El único interrogante que sigue abierto no es si tendrá lugar, sino cuándo y con qué catastróficas consecuencias se derrumbará el actual dominio mundial de los mercados financieros sin regular (…) Pero la ceguera que llevó a los grupos dirigentes de estos Estados a confundir el “otoño” con una nueva “primavera” de su poder hegemónico supuso que el fin llegara antes y de forma más catastrófica de lo que hubiera podido ser de otro modo (…) Hoy se hace evidente una ceguera parecida”. [Y así], “la caída, más o menos inminente, de Occidente de los puestos de mando del sistema capitalista mundial no sólo es posible, sino probable (…) los Estados Unidos tienen incluso una mayor capacidad que Gran Bretaña hace un siglo para convertir su hegemonía en declive en una dominación explotadora. Si el sistema acaba hundiéndose, será fundamentalmente por la resistencia de los Estados Unidos a ajustarse y acomodarse a las nuevas circunstancias. Y viceversa: que los Estados Unidos se ajusten y se acomoden al creciente poder económico del sudeste asiático es una condición esencial para una transición no catastrófica hacia un nuevo orden mundial”.

En Adam Smith en Pekín, Arrighi retomó muchos de estos temas bajo la perspectiva del nuevo auge de un este asiático centrado en China y la despiadada apuesta norteamericana para mantener su dominio hegemónico con la invasión y la ocupación de Iraq, territorio que alberga las segundas mayores reservas de petróleo del mundo.

En lugar de anunciar una nueva etapa de la hegemonía estadounidense, como esperaban sus artífices, Arrighi (2007) hizo hincapié en cómo las ambiciones del Proyecto por un Nuevo Siglo Estadounidense, cuyos miembros ocupaban cargos clave en la Casa Blanca de Bush, ha incrementado la probabilidad a largo plazo de que cada vez hablemos más de los Estados Unidos en el contexto de la “era asiática” del siglo XXI y de lo que los comentaristas ya han empezado a llamar “el Consenso de Beijing” (Ramo, 2002).(8)

Adam Smith en Pekín, al igual que sus predecesores, exige una atenta lectura, teniendo en cuenta lo denso del análisis y lo ambicioso de su alcance. Como señala el propio Arrighi (2007: xi), el objetivo del libro es “ofrecer una interpretación tanto del actual desplazamiento del epicentro de la economía política mundial desde Norteamérica hacia Asia oriental a la luz de la teoría de Adam Smith sobre el desarrollo económico como una interpretación de La riqueza de las naciones a la luz de dicho desplazamiento”.

Al mismo tiempo, el libro aborda otras cuestiones, como los motivos de lo que Kenneth Pomeranz (2000) denomina la “gran divergencia” entre Europa occidental, sus ramas colonas y Asia oriental. En la última parte del libro, Arrighi analiza la creciente divergencia entre el poder militar de los Estados Unidos en todo el mundo y el creciente poder económico de Asia oriental, como lo demuestra la acumulación de miles de millones de dólares de superávit en el este asiático encabezado por China y su inversión en valores del Tesoro estadounidense y otros activos en dólares, incluidas las hipotecas de alto riesgo o ‘basura’.

Estos hechos son considerados anómalos, sin precedentes en ciclos sistémicos de acumulación anteriores ni en ciclos hegemónicos afines. Además, el libro de Arrighi, partiendo de una serie de borradores anteriores publicados en New Left Review (NLR), dibuja un reconocimiento y una crítica –aunque desde una perspectiva histórico-mundial comparativa– del trabajo reciente de Robert Brenner (1998, 2002, 2006), que muchos consideran la teoría más convincente del actual largo ciclo descendente y la crisis del capitalismo mundial.

Brenner es un académico ya famoso por su trabajo sobre los orígenes del capitalismo. En muchos sentidos, esta combinación de reconocimiento y crítica de Brenner no resulta sorprendente e ilustra el método de Arrighi que, como profesor y académico, siempre instaba a sus alumnos y colegas a combatir los puntos más fuertes de un argumento, no los más débiles.

Bob Brenner (1977, 1981) es, sin duda, uno de los principales detractores del análisis del sistema-mundo, que en un principio criticó como una forma de “marxismo neo-smithiano”. Su labor sobre los orígenes del desarrollo capitalista dieron después lugar al llamado “debate Brenner” (Aston y Philpin, 1987).

En muchos sentidos, teniendo en cuenta sus respectivos análisis de los orígenes del desarrollo capitalista, Arrighi y Brenner no podían estar más lejos. La crítica de Brenner a la perspectiva del sistema-mundo de Wallerstein pasaba fundamentalmente por el papel preponderante que Brenner concede a las relaciones entre clases y la lucha de clases en la agricultura, excluyendo prácticamente todo lo demás, situando los orígenes del desarrollo capitalista en el campo inglés.

Wallerstein y Arrighi, en cambio, sitúan dichos orígenes en el contexto de un sistema-mundo en expansión, que funciona con una única división del trabajo, que supera los límites territoriales de los Estados-nación. Aún así, en lo que se refiere a la agricultura capitalista, Wallerstein y Brenner –a pesar de sus grandes diferencias y siguiendo la tradición de la escuela de Annales, muy centrada en la historia rural– tienen más en común entre sí que con el tratamiento de los orígenes del capitalismo que Arrighi elabora en El largo siglo XX (véase también Brenner e Isett, 2002).

En la obra de Arrighi (1994, 1998), el capitalismo agrícola tiene un papel modesto o nulo en los orígenes del desarrollo capitalista a escala mundial. Esto difiere claramente de la visión de Wallerstein en El moderno sistema mundial, cuyo primer volumen, al fin y al cabo, lleva por subtítulo La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI.

En este punto, tal y como apunta Walter Goldfrank en uno de sus artículos (2000:162), la perspectiva de Wallerstein tenía mucho en común con la clásica obra de Barrington Moore Los orígenes sociales de la dictadura y la democracia (1966).

En cambio, la versión de Braudel de la historia capitalista, siguiendo a Oliver Cox (1959), situaba al capitalismo en el máximo nivel del comercio y las altas finanzas mundiales –y sólo en menor medida en la industria–, y ésa es la idea con la que Arrighi coincidía fundamentalmente.

La actual crisis del capitalismo a escala mundial parece un momento especialmente oportuno para volver a plantear estos importantes debates sobre la naturaleza del desarrollo capitalista, sus orígenes, sus trayectorias futuras, su posible desaparición y alternativas realistas.

Una cuestión clave es qué tipo de sistema o sistemas alternativos se acercarían más al orden u órdenes mundiales más democráticos, igualitarios, pacíficos y socialmente justos que busca la humanidad.

En cuanto a la presente crisis, Arrighi y Brenner tienen mucho más en común en lo que se refiere al análisis del largo ciclo ascendente y del consiguiente largo ciclo descendente. Aunque parezca paradójico, Brenner –la persona que arremetió contra el “marxismo neo-smithiano”– ofrece una visión de la crisis que se parece bastante al análisis neo-smithiano que hace Arrighi sobre el fin de todas las expansiones materiales: la creciente competencia reduce los beneficios.

Así, tanto Arrighi como Brenner consideran que la crisis actual no es tanto una crisis financiera propiamente dicha como la muestra de una crisis del capitalismo mucho más profunda, que se remontaría al largo ciclo descendente de los años setenta.

Brenner, sin embargo, considera que esta crisis se caracteriza en gran medida por la sobreproducción, mientras que Arrighi opina que el ciclo descendente se debe básicamente a la sobreacumulación. Otro aspecto que Arrighi destaca (2007), a diferencia de Brenner, pasa por relacionar más claramente el actual ciclo largo descendente con la crisis de la hegemonía estadounidense –algo parecido, salvando las distancias, a los problemas a los que se enfrentó la hegemonía británica a fines del siglo XIX y principios del XX–, así como a los diversos grados del creciente poder de la clase trabajadora.(9)

Curiosamente, Brenner, que antes había subrayado el protagonismo de la lucha de clases en los orígenes del desarrollo capitalista, prácticamente pasa por alto el papel de la clase obrera y la lucha de clases para explicar el origen del largo ciclo descendente y se centra, de forma casi exclusiva, en la rivalidad intracapitalista entre Japón, Alemania y los Estados Unidos. La atención de Brenner a la producción en Japón, Alemania y los Estados Unidos se diferencia también del acento de Arrighi en el dinero, las finanzas y la financiarización en el contexto de la actual crisis de la hegemonía estadounidense. Arrighi destaca, en concreto, el crecimiento exponencial de los mercados monetarios extranjeros, el desmantelamiento del sistema de cambios fijos de Bretton Woods y el paso a un sistema cambiario flexible en el marco de la guerra de Vietnam y la crisis fiscal general de lo que James O’Conner denomina “el Estado militar del bienestar” de los Estados Unidos. La consiguiente liberalización de los controles sobre el capital en gran parte del mundo que fue de la mano de este paso a los cambios flexibles ha desembocado, como se predijo, en burbujas especulativas y repetidas crisis financieras mundiales. Para Arrighi, un momento especialmente decisivo en este sentido llegó con la expansión financiera militarizada, encabezada por los Estados Unidos, de fines de los años setenta y principios de los ochenta, en la que los Estados Unidos competían por el capital móvil en los mercados de capital mundiales adquiriendo créditos con los medios más regresivos posibles. Esto supuso un giro crucial, ya que fue durante esta época cuando Washington abandonó su anterior tolerancia por formas de desarrollismo a favor de una contrarrevolución en la política del desarrollo asociada con el llamado “Consenso de Washington”, que se sigue desplegando hoy en día en el contexto del desmoronamiento del capitalismo “neoliberal” (véase Serra y Stiglitz, 2008; Eatwell y Taylor, 2000; Arrighi, 1994, 2002). Peter Gowan (1999), con su libro La apuesta por la globalización: la geoeconomía y la geopolítica del imperialismo euro-estadounidense y una serie de artículos relacionados (véase también Davis, 1986; véase también Sassen, 2008), fue uno de los mejores analistas de este proceso de globalización empresarial-estatal capitaneada por los Estados Unidos. Gowan prestaba una especial atención a la ofensiva de lo que Jagdish Bhagwati (2002) denomina “el complejo Wall Street-Tesoro” –repleto de ahorros de inversores asiáticos– para abrir los mercados asiáticos a través de la guerra financiera. La eliminación de los controles sobre el capital, la desregulación de los mercados financieros y el crecimiento del capital financiero especulativo –desde los derivados a los fondos de alto riesgo– en el marco del aumento de las exportaciones chinas condujo directamente a la crisis económica asiática de 1997 y a los consiguientes intentos por mejorar la integración financiera regional.(10) Esta importante obra de Gowan –ex investigador del Transnational Institute y miembro del equipo de redacción de New Left Review durante muchos años, también fallecido el pasado junio– le valió la entrada al selecto club de los más destacados analistas del poder estadounidense, entre los que también sobresale el brillante lingüista y destacado pensador político Noam Chomsky (1982, 1991, 1993, 2007, 2010).(11) Poco antes de su muerte, Arrighi (2009) reflexionaba sobre su propia obra en una entrevista realizada por David Harvey, uno de los más renombrados expertos en capitalismo. Harvey le preguntaba a Arrighi: “La actual crisis del sistema financiero mundial parece la reivindicación más espectacular de las predicciones teóricas que has sostenido desde hace mucho tiempo más allá de lo que nadie podía imaginar. ¿Hay de todas formas aspectos de esta crisis que te hayan sorprendido?”. Arrighi (2009:90) le respondió aludiendo a los distintos elementos que le habían pasado por alto: los detalles de las burbujas especulativas, desde el auge de las punto com y la megaburbuja inmobiliaria a la determinación de la belle époque de la hegemonía estadounidense, que considera que ganó impulso con Clinton, antes de apuntar que: “con la explosión de la burbuja de la vivienda, lo que estamos observando ahora es, con toda claridad, la crisis terminal de la centralidad financiera y de la hegemonía estadounidenses” (véase también Canova, 2008). Entre los principales aspectos de la definición de los períodos del capitalismo mundial según Arrighi (1994: 4-5; 2009: 90-94), se encuentra la convergencia fundamental con el acento que pusieron Braudel y Schumpeter en la flexibilidad del capitalismo, su no especialización y su capacidad para cambiar y adaptarse. También aquí radica el papel privilegiado del capital monetario y el sistema de deudas nacionales para reiniciar el capitalismo, ya que se acumula en centros en declive y busca futuros beneficios invirtiendo en potencias hegemónicas al alza, desde Venecia a los Estados Unidos.(12) Igual de importante es el constante énfasis de Arrighi en la geohistoria; Arrighi demuestra cómo las diversas combinaciones de geografía e historia han hecho y deshecho fortunas capitalistas. Otro de los aspectos más importantes del análisis de Arrighi –al que se suele prestar poca importancia y que es fundamental para entender su uso del concepto de hegemonía de Gramsci en el contexto del capitalismo como un sistema global– es que las repetidas batallas entre las potencias capitalistas y territoriales han sido decisivas para la creación y la recreación del capitalismo mundial. En este sentido, aunque pocas veces se menciona, las potencias capitalistas y territorialistas de Arrighi eran, en gran medida, sinónimo de las repetidas batallas entre las potencias navales y, después, aéreas (Venecia, las Provincias Unidas, Inglaterra, los Estados Unidos) y las potencias continentales territorialistas (España, Francia, Alemania y la URSS). Como Arrighi subraya, las expansiones financieras y la rivalidad por el capital móvil y el creciente caos sistémico que, por norma, caracterizan a las transiciones hegemónicas fueron recreando el mundo sobre unas bases sociales cada vez más estrechas y militarizadas. La trayectoria del poder estadounidense desde fines de los años setenta lo demuestra de forma bastante clara (Gowan, 1999; véase también Reifer, 2007). Sin embargo, en última instancia, estas repetidas expansiones militarizadas terminaron, sin excepción, con la recreación del sistema mundial sobre unas nuevas bases sociales bajo una potencia hegemónica en alza o, al menos, con la caída del rival continental. El último ejemplo de derrumbe de un rival continental fue la dramática caída del imperio soviético en Europa oriental y la ruptura de la propia Unión Soviética, de forma que gran parte de la región ha vuelto ahora a su papel de Tercer Mundo, en una batalla que se libró tanto en los mercados mundiales de capital como en cualquier campo de batalla, como no se cansaba de recalcar Arrighi (véase también Berend, 1996). En este panorama, no sólo se revela el eclecticismo y la flexibilidad del capitalismo, sino también la naturaleza evolutiva y dinámica de este sistema en expansión a medida que crecía hacia un alcance global. Otro aspecto crítico de la obra de Arrighi (1990, 1991, 2002) es el análisis de distintas regiones-mundo y las desigualdades en la renta mundial. En este sentido, Arrighi siempre intentó tener en cuenta: a) la herencia precolonial b) el impacto del colonialismo y c) la trayectoria poscolonial, en el marco de un análisis histórico mundial comparativo. La idea de los últimos trabajos de Arrighi (1991, 2002) era combinar su análisis comparativo de largo plazo del África subsahariana con su trabajo más reciente sobre Asia oriental, así como analizar el desarrollo en otras regiones, desde la experiencia de Europa oriental a lo que él denominaba “el núcleo orgánico de la economía-mundo capitalista”, incluidos Europa occidental, Japón y los Estados Unidos. Otro elemento destacable del trabajo de Arrighi (1998) fue replantear lo que él llamaba “los no debates de los años setenta” (primero entre Theda Skocpol, Robert Brenner y Immanuel Wallerstein y, después, entre Wallerstein y Braudel). Aquí, Arrighi señalaba que por útiles que hubieran resultado estos no debates en el pasado para proteger algunas agendas de investigación contra su desaparición prematura, “finalmente resultaron contraproducentes para la plena realización de sus potencialidades. Opino que el análisis de los sistemas-mundo hace tiempo que llegó a este nivel y que sólo se puede beneficiar de una discusión dinámica de cuestiones que se deberían haber debatido hace mucho tiempo pero que nunca se debatieron”. En este contexto, Perry Anderson (2007: Ch.12), redactor durante años de New Left Review, comparte algunos pasajes especialmente reveladores en su ensayo sobre la importante obra de Brenner.(13) Tras examinar el argumento de Brenner sobre el papel central del capitalismo agrícola en Inglaterra –excluyendo prácticamente todo lo demás, como el papel de las ciudades y del comercio (exterior)– en los orígenes del desarrollo capitalista, Anderson (2007: 251), de forma muy elocuente, admite:

    Más allá de la fuerza de este caso, siempre ha habido dificultades con su contexto general. La idea del capitalismo en un solo país, tomada literalmente, es sólo un poco más plausible que la del socialismo en un solo país (…) Históricamente, tiene más sentido contemplar el surgimiento del capitalismo como un proceso de valor añadido que ganaba en complejidad a medida que se movía a lo largo de una cadena de lugares interrelacionados. En esta historia, el papel de las ciudades fue siempre central (…) Los terratenientes ingleses nunca podrían haber iniciado su conversión hacia la agricultura comercial sin el mercado de la lana en las ciudades flamencas (véase también Jameson, 1998: 136-161).

No me consta que nadie haya apuntado aún a la confluencia entre Brenner y Wallerstein –en marcado contraste con el trabajo de Braudel y de Arrighi– sobre la relevancia del capitalismo agrícola (en Inglaterra para Brenner y en Inglaterra y las periferias emergentes de la economía-mundo en las Américas y en Europa oriental para Wallerstein) en la emergencia del capitalismo. Sin duda, las diferencias son aún mayores que las similitudes: para Brenner, el capitalismo se desarrolla en el campo del Estado-nación inglés y, para Wallerstein, en el contexto del incipiente sistema-mundo. En su obra El moderno sistema mundial, Wallerstein elaboró un esquema brillante de las interrelaciones entre el capitalismo agrícola y el máximo nivel del comercio y las finanzas mundiales de Braudel. Sin embargo, hasta la fecha, nadie ha analizado en profundidad cómo estas formas dinámicas de capitalismo agrícola podrían relacionarse con el crecimiento del capitalismo en el máximo nivel del comercio y las finanzas mundiales que plantea Braudel en su trilogía clásica Civilización y capitalismo, del siglo XV al XVIII y Arrighi en El largo siglo XX. En muchos sentidos, no resulta sorprendente, ya que una de las principales ideas de la obra de Braudel y Arrighi –a diferencia de Annales y Brenner, que conceden una gran importancia a la historia rural– pasa por relativizar la importancia potencial de la agricultura en los orígenes del sistema-mundo del desarrollo capitalista. En este contexto, resulta significativo el retorno de Arrighi a su propio trabajo anterior sobre el papel de la oferta de mano de obra, basándose en la importante obra de Gillian Hart (2002) sobre el tema en el este asiático y el sur de África. Hart llama la atención sobre las contradicciones de la acumulación del capital a través de la desposesión mediante la plena proletarización, como señala Arrighi, de lo que Samir Amin (1976) denomina “las reservas de mano de obra de África” en todo el sur de África, incluido el país del apartheid (véase también Mamdani, 1996). Aquí, la combinación de colonialismo blanco –en el marco de la expansión de la agricultura capitalista, el descubrimiento de extensas reservas de riquezas naturales y una continua falta de mano de obra– condujo a los colonialistas blancos a promover la total desposesión de una gran parte del campesinado africano para proporcionar mano de obra barata a las minas, primero, y a la industria manufacturera, después. Con el tiempo, sin embargo, la plena proletarización de estos grupos terminó incrementando los costes laborales y desembocando en un creciente estancamiento económico. Esta experiencia surafricana de la acumulación a través de la desposesión en el contexto del colonialismo blanco contrasta marcadamente, como subraya Gillian Hart (2002), con las experiencias de “éxito de desarrollo” del este asiático, incluido el reciente auge económico de China. La trayectoria del este asiático ha pasado por la acumulación del capital sin un proceso de desposesión, combinada con un “desarrollo e industrialización rurales” (por ejemplo, mediante iniciativas de empresas en aldeas). “Así como la tradición surafricana, en última instancia, ha reducido los mercados nacionales, aumentado los costes de reproducción y disminuido la calidad de la mano de obra, la tradición del este asiático ha ampliado los mercados nacionales, reducido los costes de reproducción y mejorado la calidad de la mano de obra” (Arrighi, Aschoff y Scully, 2009: 39-40; véase también Hart, 2002: 206-231).(14) La paradoja aquí –resaltada por Arrighi y sus colaboradores– es que la plena proletarización de los productores originales a través de la acumulación mediante desposesión, aunque normalmente se asociaba con los orígenes de un desarrollo capitalista fructífero, se ha convertido en uno de los principales obstáculos a ese tipo de desarrollo en el sur de África, así como quizá en muchas otras regiones del Sur Global. Así pues, se parte de distintas trayectorias de acumulación –con o sin desposesión y políticas de exclusión racial– para analizar la discrepancia radical de las experiencias de desarrollo del este asiático y del sur de África. Para abordar estos desafíos, especialmente la necesidad de redistribuir tierras y mejorar la educación y el bienestar social de la mayoría de los africanos, se presentan varias recomendaciones (Arrighi, Aschoff & Scully, 2009; véase también Sen, 1999).(15) El trabajo de Hart y Arrighi sobre la acumulación con y sin desposesión en las trayectorias contemporáneas de desarrollo en el sur de África y el este asiático también podría arrojar cierta luz sobre la cuestión de los orígenes del desarrollo capitalista en la agricultura analizado por Brenner y Wallerstein. De hecho, y aunque no se ha hecho hasta el momento, es posible imaginar el establecimiento de una serie de vínculos geohistóricos entre la obra de Marx, Wallerstein, Braudel y Arrighi sobre “el máximo nivel del comercio y las altas finanzas” (junto con el trabajo de Barrington Moore, Brenner, Wallerstein y otros sobre el capitalismo agrícola, que relaciona estos acontecimientos en una síntesis original). La idea aquí pasaría por demostrar más claramente –como, por ejemplo, a través del tratamiento clásico que Wallerstein concede a estas cuestiones en El moderno sistema mundial y mediante una relectura del “debate Brenner” y de lo que Giovanni denomina “los no debates de los años setenta”– cómo la agricultura capitalista, la urbanización y lo que Arrighi llama el “sistema capitalista de formación del Estado y libramiento de la guerra”– están estrechamente interrelacionados en los orígenes históricos mundiales del desarrollo capitalista, como Perry Anderson parece sugerir en el pasaje de Spectrum citado anteriormente. Estos debates sobre pasado y presente están, por supuesto, interrelacionados; las digresiones del pasado plantean, en esencia, preguntas sobre el presente y reflejan inquietudes de hoy día. Tal como indicaba la revista New Ledt Review (1977: 1) en una introducción editorial a la crítica de Brenner al llamado ‘marxismo neo-smithiano’ a fines de los años setenta:

    El famoso debate en los años cuarenta entre historiadores marxistas –Dobb, Sweezy, Hilton, Takahashi y otros– sobre los orígenes del capitalismo representa uno de los intercambios internacionales más duraderos sobre una cuestión teórica fundamental que haya tenido jamás lugar en el marco del materialismo histórico. Las implicaciones de sus lecturas encontradas de cómo surgió el capitalismo y por qué lo hizo en determinadas regiones del mundo en lugar de otras revestían un interés que excedía lo meramente histórico. Estas lecturas influyen en la evaluación de la situación de la lucha de clases a escala mundial hoy día, las interpretaciones del Estado burgués y las concepciones de la transición del capitalismo al socialismo. El debate también conllevó una serie de problemas teóricos clave sobre la naturaleza del determinismo histórico, la relación entre economía y política, y la validez del análisis básico de Marx del capitalismo.(16)

Se podría decir algo muy parecido con respecto a los debates actuales sobre estas cuestiones. En los últimos años, Arrighi esperaba elaborar una recopilación de su trabajo más importante desde la óptica de la desigualdad global. Lamentablemente, Arrighi no podrá terminar esta labor, aunque espero que haya otros que reunirán sus trabajos más importantes sobre el tema y les darán la amplia difusión que se merecen. Uno no puede dejar de preguntarse hasta qué punto Arrighi habría basado esta iniciativa en el destacado trabajo sobre la desigualdad desarrollado en las últimas décadas por personas como Jean Dreze, Amartya Sen, Amiya Kumar Bagchi (2005), Charles Tilly (1999), Branko Milanovic (2005) y Roberto Korzeniewicz, entre otros.(17) Por otro lado, no se podría rendir mejor homenaje a Giovanni Arrighi y su búsqueda de un sistema mundial más humano que volviendo a estas cuestiones fundamentales de nuestro tiempo, que forman parte de nuestros esfuerzos colectivos para entender el mundo y transformarlo en un lugar más pacífico, socialmente justo, medioambientalmente sostenible e igualitario en todos los sentidos. Entre las pérdidas más significativas en la vorágine de la vida contemporánea del siglo XXI, dominada por la cultura de lo inmediato y de lo que Noam Chomsky –tomando prestadas las palabras de Isaiah Berlin– llama ‘el clero secular de los intelectuales de elite, se encuentran la práctica desaparición de cualquier intento por analizar el presente desde la perspectiva de la larga duración. La obra de Giovanni Arrighi –y la de sus colaboradores y tantos estudiantes y activistas a los que ha servido de inspiración– representa un esfuerzo pionero precisamente en ese sentido. Como decía mi amigo y compañero Wilbert van der Zeijden, pensando en la pérdida durante el pasado mes de junio de dos de los más grandes intelectuales de nuestro tiempo, Giovanni Arrighi y Peter Gowan, “sólo podemos esperar que nuestra generación sea lo bastante inteligente como para seguir avanzando a partir de sus investigaciones, pensamiento y perspectivas”. Así que, en palabras de los movimientos de liberación africanos, ¡a luta continua! Notas Me gustaría expresar mi agradecimiento a todos los participantes de la conferencia internacional sobre la obra de Giovanni Arrighi y la actual crisis patrocinada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid por estimular un debate que ha influido mucho en mi propio pensamiento. Gracias también a Tom Doberzeniecki por sus útiles comentarios. Asumo, por supuesto, la responsabilidad por cualquier posible error u omisión. La revista Journal of World-Systems Research publicará próximamente una versión previa de este ensayo. (1) Según su página web en la Universidad Johns Hopkins, donde Arrighi trabajó en su día como director del Instituto de Estudios Globales sobre Cultura, Poder e Historia y como catedrático entre 2003 y 2006, y donde daba clases desde fines de los años noventa, finalmente recibió uno de los mayores honores del centro, la cátedra de Sociología George Armstong Kelly. La página explica también que “Giovanni contará con un acto en su honor en la convención anual de la Asociación de Sociología de los Estados Unidos, con una sesión titulada ‘Desde Rhodesia a Pekín: reflexiones sobre la labor académica de Giovanni Arrighi”, el sábado 8 de agosto en el Hilton San Francisco”. (2) Véase también el importante trabajo de Branko Milanovic (2005), que bebe de las importantes aportaciones de Arrighi sobre las desigualdades de la renta mundial para analizar la actual polarización global de la riqueza. (3) Se prevé que las ponencias de la conferencia, patrocinada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, se publiquen próximamente en un único volumen. (4) Véase también la destacada colección en volúmenes editada por Aquino de Braganca e Immanuel Wallerstein, The African Liberation Reader: Documents of the National Liberation Movements, Zed Press, 1982. (5) Los textos de Ahmad (2006) están recopilados en un imponente volumen. Amigos durante años, el difunto Edward Said le dedicó su libro Cultura e imperialismo (Barcelona: Anagrama, 2004). Sobre Basker, véase la breve biografía, una curiosa entrevista con él y los distintos tributos, incluido el del propio Arrighi, en la página web del Transnational Institute, que patrocina una charla anual en memoria de Basker Vashee y que esperaba que Arrighi se hubiera podido encargar de la próxima. (6) Para hacerse una idea de sus logros, véanse las distintas entradas de Ingham y Reifer en The Cambridge Dictionary of Sociology, 2006. Véanse también las brillantes reseñas de Frederic Jameson en The Cultural Turn, capítulos 7-8, New York: Verso, 1998, pp. 136-189. El largo siglo XX, que salió publicado en 1994, no dibuja en detalle, por supuesto, la actual crisis de las últimas décadas, un tema que Arrighi trató en (2007) Adam Smith en Pekín. Sin embargo, como se comenta más adelante, el marco analítico que Arrighi estableció a principios de los años noventa se revela muy profético a la luz de la debacle financiera de 2008 y 2009. Más adelante, examinaremos la opinión de Arrighi (2007) sobre lo que se suele considerar el análisis alternativo más importante e integral de la actual crisis, propuesto por Robert Brenner (2003, 2006). Véase también Arrighi y Silver, 1999, al que también aludiremos más adelante. (7) Nuestra interpretación del papel clave del capitalismo financiero y cosmopolita genovés en la conformación del mundo moderno se está viendo transformada hoy día gracias a la titánica aunque poco conocida labor de uno de los ex alumnos de Fernand Braudel, Giuseppe Felloni, que se ha pasado unos treinta años estudiando y catalogando los archivos –escritos en latín– del legendario Banco di San Giorgi de Génova. Sobre el trabajo de Felloni, véase Vincent Boland, “The World’s First Modern, Public Bank”, Financial Times, 17 de abril de 2009, y las referencias citadas en él. (8) Véase también la Declaración de Beijing. (9) Véase también el interesante artículo de Beverly J. Silver y Giovanni Arrighi, “Workers North & South”, Socialist Register 2001, editado por Leo Panitch y Colin Leys, London: Merlin Press, 2000, pp. 53-76, el artículo de Arrighi (1990) “Marxist Century, American Century: The Making & Remaking of the World Labour Movement”, New Left Review 179, enero/febrero de 2009, pp. 29-64, y Silver, 2003. (10) Un trabajo fundamental sobre el importante papel de los fondos de alto riesgo durante la crisis –que echa por tierra gran parte de la ortodoxia neoliberal preponderante– es Gordon de Brouwer (2001), Hedge Funds in Emerging Markets, Cambridge University Press. Véase también Alfred Steinherr’s Derivatives, John Wiley, 1998, 2000. Para un excelente análisis del crecimiento de la integración financiera de Asia oriental, véase Injoo Sohn (2005, 2007). Finalmente, véase también Eatwell & Taylor, 2000, así como Helleiner (1994), y Panitch y Konings (2008). (11) Véase una muestra del compromiso de Gowan con la perspectiva del sistema-mundo en su importante reseña de Caos y orden en el sistema-mundo, de Arrighi y Silver, en New Left Review 13, enero/febrero de 2002, pp. 136-145 y su “Contemporary Intracore Relations & World-Systems Theory”, en Christopher Chase-Dunn y Salvatore Babones, eds., Global Social Change, Baltimore: Johns Hopkins, 2006, pp. 213-238, en el que Gowan analiza el destacado trabajo de Christopher Chase-Dunn y Thomas Hall (1997) y de Chase-Dunn, 1989. Chase-Dunn es actualmente director del Instituto de Investigación sobre Sistemas-Mundo (IROWS) en la Universidad de California Riverside. (12) Para un interesante artículo sobre el papel clave –y a menudo olvidado– del dinero y la banca en los orígenes y el desarrollo del capitalismo, véase Geoffrey Ingham, “Capitalism, Money & Banking: A Critique of Recent Historical Sociology”, British Journal of Sociology, Volume no. 50, Issue no. 1, marzo de 1999, pp. 76-96. Véase también Ingham 2004, 2008. Para uno de los mejores blogs sobre la actual crisis financiera, véase el sitio web del Transnational Institute y el Institute for Policy Studies: www.casinocrash.org – “pensamiento crítico sobre la crisis financiera y económica”. (13) En este capítulo, Anderson (2007) desarrolla uno de los debates críticos más elaborados sobre el análisis de Brenner del largo ciclo descendente, analizando sus virtudes y las cuestiones teóricas y empíricas que deja sin respuesta. Entre los principales puntos débiles de Brenner, según señala Anderson (2007: 261-262; véase también Arrighi, 2007: 139-142), estarían: a) el presupuesto, y no la argumentación, del papel protagonista de la producción material, concretamente de la fabricación industrial, en la interpretación del largo ciclo descendente y b) la poca atención teórica (tan habitual entre los economistas después de Marx) que se presta al papel del dinero, las divisas y los tipos de cambio, así como a la importancia del dominio del dólar estadounidense en el sistema global (este último punto es, precisamente, uno de los más fuertes del trabajo de Arrighi). El ensayo de Anderson incluye una discusión preliminar sobre las primeras críticas de Arrighi a Brenner, posteriormente revisada e incluida en Adam Smith en Pekín. Otra cuestión clave que aún queda por abordar con mayor detalle es el vínculo entre la profunda estructura del capitalismo Estatal-empresarial militarizado de los Estados Unidos y el poder estadounidense en el conjunto del sistema global. (14) Giovanni Arrighi, Nicole Aschoff y Benjamin Scully, “Accumulation by Dispossession & its Limits: The Southern African Paradigm Revisited”, 17 de febrero de 2009, artículo inédito de próxima publicación. Los autores (2009: 8-10) también citan la sugerencia de Hart (2002: 199-200) de que entendamos este análisis de las diferencias histórico-comparativas entre las trayectorias de desarrollo del sur de África y el este asiático como una forma para “replantear debates de economía política clásicos y revisar la premisa teleológica sobre la ‘acumulación primitiva’ a través de la que la desposesión se ve como un concomitante natural del desarrollo capitalista”. Para una larga revisión histórica sobre las desigualdades en Sudáfrica, véase el destacado trabajo de Terreblanche (2005). (15) Una forma interesante de realizar este análisis comparativo podría pasar por incluir más plenamente la experiencia de América Latina. Para una primera idea de este tipo de análisis, en que se comparan los ejemplos del este asiático, bajo la influencia de Japón, y de América Latina, bajo la influencia de los Estados Unidos, en lo que se refiere a los modelos de desarrollo e industrialización, véase el excelente trabajo del fallecido Fernando Fajnzylber, 1990a, b; véase también Reifer, 2006: 133-135; así como Janvry, 1981. Para un análisis sobre la importancia de las cuestiones medioambientales en el desarrollo sostenible, véase Faber, 1993. Para debates más amplios sobre la creciente relevancia de las cuestiones medioambientales en las luchas por el desarrollo sostenible y la justicia social, véase la revista Capitalism, Nature & Socialism. (16) Véase también las aportaciones al debate reunidas en The Transition from Feudalism to Capitalism, Verso, 1976, con una introducción de Rodney Hilton. (17) Korzeniewicz –otro de los ex alumnos de Arrighi– y sus colegas son autores de lo que será, sin duda alguna, una obra de referencia sobre las desigualdades globales, Unveiling Inequality (próxima publicación, Russell Sage Foundation, 2009). Tom Reifer es profesor adjunto de Sociología de la Universidad de San Diego e investigador adjunto del Transnational Institute. Bibliografía Ahmad, Eqbal, The Selected Writings of Eqbal Ahmad, foreword by Noam Chomsky, edited by Carollee Bengelsoorf, Margaret Cerullo, & Yogesh Chandrani, New York: Columbia University Press, 2006. Amin, Samir, Unequal Development: An Essay on the Social Formations of Peripheral Capitalism, New York: Monthly Review Press, 1976. Anderson, Perry, Spectrum: From Right to Left in the World of Ideas, New York: Verso, 2007. Arrighi, Giovanni and John S. 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12 Tesis sobre una crítica de los Derechos Humanos. Alan Arias Marín. 2013

Introducción. Premisas conceptuales

Las tesis que aquí se presentan se inscriben en el horizonte de una contribución a una teoría crítica de los Derechos Humanos. Es un postulado autocrítico irrenunciable del discurso crítico, el riguroso cuestionamiento de las propias posiciones filosóficas, sociológicas y políticas, así como de las relaciones entre ellas; aquí se sostiene que el proyecto y el discurso de los Derechos Humanos ha de someterse sistemáticamente a tales prácticas auto-correctivas.

La adopción de un perspectiva modulada por la tradición de la teoría crítica supone asumir dos premisas metodológicas fundamentales respecto del concepto “Derechos Humanos”. Por un lado, los Derechos Humanos son considerados como un movimiento social, político e intelectual, así como (su) teoría propiamente dicha.

Su determinación básica, a lo largo de su historia, consiste en su carácter emancipatorio (resistencia al abuso de poder, reivindicación de libertades, regulación garantista por parte del Estado); su sustrato indeleble es la exigencia y afirmación de reconocimiento.

Son simultáneamente proyecto práctico y discurso teórico (lejos de ser sólo derechos). Su consistencia es la de una multiplicidad de prácticas que se despliegan en múltiples dimensiones y se configuran en variados repertorios estratégicos y tácticos;[1] su intencionalidad o sentido busca la instauración de acontecimiento políticos, es decir, la irrupción de exigencias de reconocimiento que modifican las correlaciones de fuerza y dominio prevalecientes.

De otra parte, los Derechos Humanos son entendidos como un fenómeno histórico. En tanto que conjunto multidimensional de prácticas y su correspondiente saber e ideología, se encuentra especificado históricamente; los factores históricos y las condiciones sociales, políticas y culturales conforman variables indispensables para comprender y explicar su desarrollo previo y su caracterización actual.

El presente ensayo, construido mediante la formulación de “tesis” busca, amén de acentuar su intencionalidad heurística, comulgar con las formas precursoras e iniciales –fragmentos y no sistemas– de montaje o collage típicas de la teoría crítica.[2]

Con estos modos se pretende una reverberación del hecho de que, si bien ha habido importantes intervenciones críticas en el trayecto histórico de los Derechos Humanos, no se ha propuesto una reconsideración de ese proyecto humanístico bajo explícitas premisas críticas y, mucho menos, articulada con presupuestos teóricos de una concepción radicalmente disímil a la tradición de los Derechos Humanos (al menos de 1948 a la fecha).

El debate contemporáneo de los Derechos Humanos

Los Derechos Humanos son controversiales y para nada autoevidentes. Así lo enuncia la teoría crítica en clara contraposición a la afirmación que el discurso dominante juridicista (naturalista y/o liberal) ha planteado, que los Derechos Humanos son universales y obvios, existentes en los individuos por el hecho de ser personas humanas; derivados de la razón, racionales en sentido fuerte y, por tanto, que no son ambiguos, ni objeto de controversia.

Estas pretensiones universalizantes y la generalidad relativamente sin límites de sus contenidos posibles, convierte cualquier indagación o conversación acerca de los Derechos Humanos en un conjunto práctico y discursivo inabarcable; lo que origina, tanto en la experiencia práctica como teórica, una ausencia de acuerdo respecto de lo que los Derechos Humanos son en realidad.

En la producción teórica y académica contemporánea se distinguen cuatro conceptualizaciones principales (Dembour, 2006; Dembour, Cowan, Wilson, 2001) sobre lo que son los Derechos Humanos en realidad, tales “escuelas” típico ideales serían: naturalista (ortodoxia tradicional); deliberativa (nueva ortodoxia); protesta (de resistencia) y discursiva-contestataria (disidente, nihilista).

De manera básica se explica que el modelo y/o tipo ideal de la escuela o tendencia naturalista concibe los Derechos Humanos como “dados o inherentes”; la deliberativa como “acordados o socialmente consensados”; la disidente como “resultado de las luchas sociales y políticas”; en tanto, la contestataria como un “hecho de lenguaje, meros discursos” referidos a los Derechos Humanos.

Conviene, aunque sea indicativamente, señalar algunos de los autores más representativos del mapa de las diferentes tendencias que componen el universo del debate contemporáneo acerca de los Derechos Humanos.

Para la escuela naturalista y su concepción de que los Derechos Humanos están basados en la naturaleza misma o, eventualmente, en términos de un ser sobrenatural, los Derechos Humanos son entendidos definitivamente como universales, en tanto que son parte de la estructura del universo, si bien pueden ser traducidos prácticamente de diversas formas. Entre los autores contemporáneos más representativos de la escuela “naturalista”, estarían Jack Donnelly (1994) (con fuerte acento consensual y “sentimentalista”), Alan Gewirth (1996) y, en nuestro medio, destacaría la obra de Mauricio Beuchot.

Por lo que toca a la escuela “deliberativa”, el basamento de los Derechos Humanos consiste en la construcción de consensos sobre cómo la política de la sociedad debe de ser orientada; consecuentemente, la universalidad de los Derechos Humanos es potencial y depende de la capacidad que se tenga para ampliar el consenso acerca de los mismos. La figura más destacada de esta corriente deliberativa es, sin duda, Jürgen Habermas (1998); en la misma línea destaca como referente John Rawls, así como Michael Ignattieff (2001), Sally Engle Merry (2009) y, en el ambiente doméstico, Fernando Salmerón (1996) y León Olivé (1993).

La escuela de protesta o de resistencia en el debate actual de los Derechos Humanos encuentra en Ettienne Balibar (1991), Costas Douzinas (2000), Upendra Baxi (2008) y Neil Stammers (2009) sus mejores representantes; en el medio local destacan los trabajos de Luis Villoro (2007). Para la escuela de protesta, los Derechos Humanos están arraigados a la tradición histórica de las luchas sociales, si bien mantienen un sentido de apertura hacia valores de carácter trascendental (en contraposición al estricto laicismo de la perspectiva deliberativa liberal).

Por ello consideran universales a los Derechos Humanos en cuanto a su fuente, toda vez que la condición de sufrimiento y la potencial victimización de los sujetos tiene carácter universal.

Por último, la escuela discursiva o disidente sostiene que el fundamento mismo de los Derechos Humanos no es otro que un hecho de lenguaje, la cuestión irrebatible de que en los tiempos contemporáneos se habla constantemente acerca de ellos y que tienen un carácter referencial; por supuesto no le atribuyen ningún carácter de universalidad, de modo que son un elemento táctico sumamente aprovechable, puesto que los contenidos se pueden establecer discrecionalmente en ellos. De esa escuela discursiva destacan Alasdair MacIntyre (2001), Jacques Derrida (2001), Makau Mutua (2002), Wendy Brown (2004), y Shannon Speed (2008); en el ambiente local ha reflexionado en términos análogos, entre otros, Cesáreo Morales (2008).

Bajo ese marco esquemático general, las tesis aquí presentadas buscan inscribirse en el horizonte de una contribución a una teoría crítica de los Derechos Humanos que, en las condiciones contemporáneas, ha de entenderse como un proceso en construcción (work in progress), una pretensión que habría de combinar elementos teóricos propiamente críticos y orientaciones políticas de emancipación en correspondencia con las condiciones socio-económicas, políticas y culturales del momento histórico para “ajustar cuentas” de modo sistemático con la versión juridicista, de corte naturalista y raigambre liberal y cristiana que conforma la perspectiva dominante del discurso contemporáneo de los Derechos Humanos.

TESIS 1. Inadecuación entre teoría y práctica

La exigencia contemporánea de una aproximación crítica a los Derechos Humanos se justifica, en primera instancia, por la no correspondencia entre el desarrollo discursivo y normativo del proyecto de los Derechos Humanos y su situación práctica de crecientes vulneración, irrespeto y manipulación de los mismos.

Así como también, en segunda instancia, en virtud de la percepción y el diagnóstico respecto de su situación de crisis teórica, crisis conceptual y cultural presente en sus dimensiones tanto externa como interna. En lo exterior, expresada en la paradoja de ser –hoy por hoy– un discurso referencial dominante, en términos valorativos y normativos y, al mismo tiempo, ser objeto de instrumentalizaciones políticas, manipulaciones legitimatorias, así como de un uso banal y un abuso vulgarizador del lenguaje de los Derechos Humanos, por un lado y, por otro lado, en su dimensión interior propiamente discursiva, en cuanto a la radical inadecuación de su composición conceptual y sus proposiciones teóricas respecto de las efectivas condiciones sociales, políticas y culturales del momento histórico contemporáneo.

La consecuencia indeseada y/o perversa es la pérdida de sus potencialidades emancipatorias. El discurso actual dominante de los Derechos Humanos –su formulación hegemónica juridicista– no es expresión teórica suficiente de las necesidades prácticas del proyecto-movimiento de los Derechos Humanos en las condiciones actuales, tanto en sus medios e instrumentos como en sus objetivos.

Existe, desde hace décadas, la imposibilidad de vincular directa y adecuadamente la práctica y la teoría de los Derechos Humanos a la forma original renovada correspondiente a su refundación contemporánea. La figura histórica de los Derechos Humanos, en su fase de reformulación y desarrollo, surgió reactivamente luego del final de la Segunda Guerra Mundial.

Ese discurso, matriz normativa y teórica de toda la evolución posterior –su forma “clásica”– no fue expresión adecuada respecto de las nuevas condiciones emergentes, ni contó con un diagnóstico, acorde a sus propias finalidades, de las tensiones de la llamada Guerra Fría, que caracterizaron a la segunda mitad del siglo XX, prácticamente hasta los años 90. Mucho menos ha sido capaz de captar y representar de modo teóricamente pertinente y prácticamente viable el desarrollo posterior al colapso del socialismo real, así como las de-terminaciones del proceso de globalización con una interpretación de la matriz teórico-conceptual derivada de ella.

Resultado de esos déficits conceptuales y culturales, el discurso y el movimiento de los Derechos Humanos vive una crisis práctica y teórica que reclama un replanteamiento crítico y, consecuentemente, un argumento re-legitimador. En rigor, los Derechos Humanos en su formulación actual dominante, no son sino el resultado sintético de la situación dramática precedente, con la emergencia de la barbarie absoluta en los campos de exterminio, aludida con el concepto “Auschwitz”; se trató de una reacción ilustrada, de rescate de valores y principios éticos de matriz liberal-cristiana.

Sin embargo, el optimismo respecto de un posible regreso a valores de convivencia civilizada, normada por el derecho, sobre la base de la dignidad humana, no apreciaba en toda su radicalidad el golpe devastador infligido a toda pretensión teórica y política del proyecto mismo de la Ilustración.

Lo anterior ayuda a entender, si bien parcialmente, porqué las propuestas teóricas de los Derechos Humanos y sus traducciones jurídicas positivas resultan asequibles y útiles (aún si en un plano de mera denuncia) en condiciones particulares de crisis humanitarias y durante periodos delimitados, en ambientes represivos nugatorios de los derechos civiles y políticos, propios de dictaduras y/o Estados autoritarios; pero resultan inaplicables, inviables, en términos generales y en las condiciones mayoritariamente predominantes en Estados con regímenes razonablemente democráticos.

Las potencialidades de un desarrollo vivo, creativo, del proyecto y el discurso de los Derechos Humanos resultó obstaculizado por las modificadas condiciones históricas de las sociedades y los Estados a través de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del presente. Por ello es pertinente y adecuado un replanteamiento crítico que tome en consideración los factores históricos y asuma con radicalidad las condiciones sociales, políticas y culturales actuales para ensayar una reformulación (una re-legitimación) contemporánea de los Derechos Humanos.

TESIS 2. De la globalización y su matriz teórica básica

La complejidad inherente al debate contemporáneo de los Derechos Humanos encuentra ciertas claves de comprensión si se le relaciona con las condiciones de su especificación histórica. Los grandes cambios sociales, políticos y económicos del siglo XX están determinados por el proceso de globalización, la especificidad contemporánea encuentra su configuración principal en la globalización. No obstante, la conexión entre el discurso de los Derechos Humanos y el proceso globalizador aparece mediado por una matriz teórica básica; dotada de principios constructivos y operacionales práctico-materiales y también conceptuales-culturales, generados por las condiciones inherentes de la globalización, sus tendencias determinantes y sus tensiones polarizantes.

Las condiciones actuales de la sociedad globalizada muestran, por un lado, una fuerte tendencia hacia la homogeneización, posibilitada por pautas económicas y culturalesestándares, hábitos y modas a partir del consumo– extendidas por todo el mundo; y, no obstante, por el otro lado, el reforzamiento de una heterogeneidad cultural a partir de la reivindicación de identidades étnicas, religiosas, culturales y hasta de modos de vida de diverso tipo, que determinan que –en dichas condiciones sociales y culturales– unas y otras cohabiten en el seno de una tensa paradoja.

Un discurso renovado de los Derechos Humanos podría afirmarse como un territorio discursivo de mediación –y no sólo referencial normativo– entre la afirmación de los universales, con su cuota correspondiente de violencia (universales impuros), de matriz occidental y el cuestionamiento radical de los relativismos culturales y los particularismos nacionales, étnicos, religiosos y lingüísticos (el desafío multicultural a Occidente).

Paradoja de bipolaridad persistente, que no tiende a resolverse a favor de uno de los polos en tensión –homogeneización o heterogeneidad– sino que, más bien, genera un campo de fuerzas de complejas tensiones, pues a medida que las relaciones sociales se amplían, se produce también una intensificación de las diferencias, lo que indica  que los procesos globalizadores carecen de esa unidad de efectos que generalmente se da por sentada al hablar de globalización.

Así, el término “globalización” se suele relacionar con la aprehensión de su carácter irresuelto, sus tensiones contradictorias y sus efectos indeseados: de la “sociedad de riesgo” (Beck, 2008) o “sociedad líquida” (Bauman, 2007), con espacios que fluyen (Castells, 2002), (en) un “mundo turbulento” (Rousenau, 2002) y “desbocado” (Giddens, 1999), susceptible al “choque de civilizaciones” (Huntington) fundamentado a partir del surgimiento de un “sistema mundial capitalista” (Wallerstein, 1998) y que produce, como efecto de su carácter paradojal, procesos de “individualización” (Beck y Gernsheim, 2003), “retribalización” (Maffesoli, 2004), “transculturalización” y “reterritorialización” (García Canclini, 1999).

Así, escuetamente entendido, podemos señalar que la globalización es un fenómeno social emergente, un proceso en construcción, una dialéctica dotada con sentidos contrapuestos, opciones de valor ineludibles, con carga ideológico-política y de matriz económico-tecnológica. La globalización, bajo la determinación de su fuerte variable económica, forma parte del viejo proceso –siempre creciente– de mundialización del sistema capitalista, teorizado de modo canónico por Marx (1977: v.I, pp.179-214).

Se trata de una fase de peculiar intensidad del sentido expansivo de la valorización del capital, desdibujando las distinciones clásicas entre mercado local y mundial, ciudad y campo y entre trabajo manual e intelectual (trabajo productivo e improductivo). Esta fase está cargada de implicaciones sociales y culturales condicionadas desde una novedosa y revolucionaria base informática y cibernética, características de la época contemporánea, que problematizan los códigos de la producción de verdades y que realizan rotundamente la tendencia de que las fuerzas productivas principales, las que más y mejor valorizan valor, sean la ciencia y la técnica.

TESIS 3. Imperativo multicultural

La globalización también ha alterado el significado contemporáneo de la soberanía política y jurídica y, con ello, se ha agudizado un debilitamiento de las estructuras estatales frente al escenario global. El desplazamiento de la centralidad del Estado (y su soberanía) se contraponen y colisionan, determinando espacios y tiempos de incertidumbre, agravados por nuevos tipos de violencia (algunos extremos como la violencia del terrorismo y el narcotráfico en algunos países) donde, con la participación del Estado, los Derechos Humanos quedan situados en una tensa ambigüedad crítica.

Con el fin del bipolarismo global, un conjunto de fuerzas, reacciones, viejas reivindicaciones y aspiraciones encontraron en la afirmación de la heterogeneidad un punto focal; se constituyó, así, en el motor del principio de autonomía y en el potencial constructo de las identidades individuales y colectivas. El poderoso imperativo multicultural –especie de gran paraguas teórico y cultural de las diferencias– se convierte en un desafío e impele a un diálogo con las culturas periféricas, pero también en el seno mismo de las sociedades democráticas de Occidente, respecto a las reivindicaciones valorativas de diferencia y reconocimiento culturales.

Esta irrupción del pluralismo y la heterogeneidad en disputa con el universalismo y la homogeneidad, todavía dominantes –aunque erosionados–, se encuentra indisolublemente asociada a la figura del Estado. La tensión entre Derechos Humanos (cuyo horizonte intelectual y derechos positivizados se ubican tradicionalmente en un plano de adscripción universal y bajo un principio de igualdad general) y el multiculturalismo (como reconocimiento a las diferencias de pertenencia cultural e identidad particulares), surge cuando las demandas de grupos culturalmente diferenciados (reticentes a la aceptación del significado universalmente válido de los valores y las finalidades paradigmáticamente expresados en la forma democrática y en los Derechos Humanos), resultan imposibles de reivindicar –in-asimilables– sin desprenderse de su interrelación con el Estado, ese espacio político –de supuesta igualdad universal– integrado a partir de conceptos universales y presuntas condiciones de homogeneidad.

No obstante, lo que prevalece es la confrontación práctica e intelectual y el carácter inescapable del conflicto de valores implícito en el impulso históricamente dominante de la perspectiva Occidental y sus formas político culturales (Derechos Humanos incluidos). Así, las contradicciones se precipitan al territorio dirimente de la política y la lucha por el reconocimiento como condición básica de la construcción y entendimiento de los Derechos Humanos.

En esa discusión, la temática de los Derechos Humanos ha ocupado un lugar central, tanto como objeto de crítica valorativa, toda vez que su construcción y fundamentación se han realizado en clave monocultural (occidental), así como por el desarrollo de un debate de revaloración, redefinición y relegitimación del discurso y la teoría de los Derechos Humanos de cara a las modificadas condiciones de nuestras sociedades globales.

TESIS 4. Imperativo multidisciplinario

Derivada de la matriz teórica básica generada por la globalización, sus consecuencias y determinaciones, en particular, el debilitamiento crítico del Estado nacional y de la noción dura de soberanía operan condicionantemente en el plano del movimiento y la teoría de los Derechos Humanos, se ha inducido una mutación en el discurso juiridicista dominante.

Un desajuste crítico que tiende a desplazar al derecho del centro dominante en el discurso de los Derechos Humanos y que propicia la irrupción del conjunto de las ciencias sociales y la filosofía en su interior. El impacto de este desarrollo crítico de la teoría de los Derechos Humanos no ha sido referencia exclusiva del ámbito jurídico, sino que se ha extendido al de las ciencias sociales en su conjunto; ha inducido una relativización de sus respectivos campos de conocimiento y a una interrelación más intensa entre las distintas disciplinas; asimismo, en ciertos territorios, como la filosofía del derecho y la filosofía política, a un radical y complementario intercambio conceptual.

De lo que se ha desprendido un imperativo multidisciplinario al discurso de los Derechos Humanos; exigencia que interpela toda pretensión crítica y de adecuación a las circunstancias reales de una teoría actualizada de los Derechos Humanos. La complejización, extensión y debilitamiento del derecho como la modalidad hegemónica en la descripción, constitución y legitimación teorética de los Derechos Humanos ha conducido a la necesidad de una aproximación multi-disciplinaria.

El movimiento y el discurso de los Derechos Humanos son tema relevante y esencial, referente obligado tanto política como jurídica y socialmente, en el debate contemporáneo. La complejidad y riqueza que engloba el concepto Derechos Humanos nos impele a trasladar su estudio –migración cultural– hacia una perspectiva más amplia que la generada por la especialización actual de las disciplinas del conocimiento humano.

Si bien es cierto que el estudio del tema nos ha remitido, tradicionalmente, al terreno jurídico, también es cierto que el debate y la investigación están lejos de agotarse en ese ámbito. El otrora discurso dominante del derecho se ha visto impelido a un replanteamiento radical respecto de los Derechos Humanos y a enfrentar inéditos problemas conceptuales, así como numerosos desafíos teóricos y metodológicos en ese ámbito.

TESIS 5. Imperativo de género

El feminismo y los estudios de género tuvieron un desenvolvimiento intelectual y un arraigo material inusitado y exitoso a lo largo del siglo pasado. Si alguna revolución cultural contemporánea se mantiene invicta ésa es la del feminismo contemporáneo (con todo y sus contradicciones, divisiones y diásporas). Al igual que otros movimientos sociales radicales que reivindican reconocimiento, insertan la cuestión propia de las diferencias dentro del lenguaje universalista de los Derechos Humanos.

Propiamente, el discurso feminista es uno que emplaza el debate sobre los Derechos Humanos a partir de la subversión de la distinción entre universalidad y diferencia. La coincidencia epocal en el surgimiento tanto del pensamiento político liberal de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano como del pensamiento feminista emergente, ambos a finales del siglo XVIII, ha inducido a disociar, al menos, dos principios definitorios de la disociación entre feminismo y Derechos Humanos; por un lado, el universalismo de las Declaraciones canónicas y, por otro lado, los presupuestos implícitos en la perspectiva del concepto de género, la noción de diferencia y de los recursos conceptuales y políticos, presentes en la tradición feminista.

“Género” es un (relativamente) nuevo concepto, que además de su inherente ánimo crítico, contiene pretensiones políticas reivindicativas radicales. Con esto, no se trata sólo de situar la noción de género en la perspectiva interpretativa que lo tiene como matriz, esto es, con los movimientos feministas, sino la de enfatizar un carácter esencialmente político.

El concepto de género es simbolización de la diferencia sexual; aquí lo propiamente simbólico consiste en la institución de códigos culturales que, mediante prescripciones fundamentales –como es el caso de las de género– reglamentan el conjunto de la existencia humana en sociedades y periodos históricos específicos (Lamas, 1996).

Esta simbolización cultural de la diferencia anatómica-sexual toma forma en un conglomerado de prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales que influyen y condicionan la conducta objetiva y subjetiva de las personas en función de su sexo. La noción de género ofrece la posibilidad de pensar el carácter de constructo cultural de las diferencias sexuales, el género es una producción social y cultural históricamente especificada, más allá de la propia estructuración biológica de los sexos, de las identidades de género, de su función y relevancia en las organizaciones sociales.

Desde luego, es relevante el papel innegable y paradigmático que opera en la estructuración de la igualdad y la desigualdad. Asimismo, detrás de los movimientos reivindicatorios, y en particular del movimiento feminista, existe una “semiotización de lo social” (Gutiérrez, 1997: p.57); esto es, que la fuerza inventiva del movimiento feminista, su contribución, no sólo pasa por las posibilidades heurísticas del concepto y la perspectiva de género sino también por todo lo que deriva de su potencial crítico y de-constructor de ciertos paradigmas teóricos, pero también prácticos (Gutiérrez, 1997: pp.60ss).

Con ello, tal semiotización de lo social debe entenderse como el sello del horizonte epistemológico contemporáneo y como resultado de las estrategias teóricas más diversas, desde la recuperación de la dimensión del sentido de historicistas y hermeneutas, hasta el giro lingüístico de estructuralistas, post-estructuralistas y filósofos del lenguaje, lo que explica el arribo conclusivo a tesis establecidas como la de que “toda relación social se estructura simbólicamente y todo orden simbólico se estructura discursivamente”.

Los afanes teóricos del feminismo no son fácilmente deslindables de la política. Con su práctica política, las feministas contribuyeron a cimbrar ciertos paradigmas de la derecha y de la izquierda acerca de cómo pensar y hacer política. La posición teórica feminista emplazó, a través de la idea de género, la desarticulación de ciertos paradigmas de la Modernidad y de la lógica esencialista en que se sustentan.

Dos de los principales dispositivos teóricos criticados, en su momento, por la teoría feminista, el cuestionamiento del paradigma liberal y sus ejes fundamentales: el racionalismo y el humanismo, inciden directamente en el corpus conceptual de la configuración clásica dominante del discurso de los Derechos Humanos.

La hostilidad histórico-emblemática (…la condena a la guillotina de la “girondina” Olympe de Gouges, opuesta a la ejecución del rey y autora de la malhadada Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana…) del feminismo respecto de las teorías embrionarias de Derechos Humanos, encontró respaldo teórico y conceptual sólido (aunque tardío), mediante la problematización con perspectiva de género, a la desigualdad y discriminación de las mujeres en las concepciones, textos y prácticas originarios del movimiento y el discurso de los Derechos Humanos.

El arraigo de las teorías feministas en los modos culturales y de pensamiento contemporáneos, su distancia crítica respecto al proyecto y discurso de los Derechos Humanos, ha mostrado deconstructivamente las inconsistencias de su matriz universalista; asimismo, ha cuestionado el prejuicio radical de la izquierda, especialmente la de corte marxista, que no permitía incorporar y reconocer un sus organizaciones y en su discurso la especificidad de la problemática de género, de su origen y carácter propiamente cultural y que –con ello– negaba e invisibilizaba la marginación, el menosprecio y la subordinación de las mujeres en el universo político cultural de la izquierda.

TESIS 6. Del sufrimiento y la noción de víctima

Una de las cuestiones trascendentes que el discurso crítico de los Derechos Humanos no puede soslayar es la pregunta sobre si la teoría social y filosófica del siglo XXI será capaz de encontrar significado al sufrimiento humano socialmente generado. La validez y autenticidad del empeño crítico del discurso de los Derechos Humanos ante el sufrimiento de las víctimas, sólo podrá ser reivindicado y sustentado si mantiene la consciencia alertada respecto del reconocimiento de la fragilidad de las pretensiones de la teoría crítica, así como de la condición malamente existente de los Derechos Humanos en la actualidad.

El discurso crítico de los Derechos Humanos, en tanto que saber práctico alimentado de prácticas de resistencia, tiene que ser parte activa en esta deconstrucción de los relatos de integración y consuelo del sufrimiento. Su militancia al lado de las víctimas y el compromiso de su teoría con el desentrañamiento crítico de lo que provoca el sufrimiento, la violencia y la vulneración de la dignidad de las personas, impone nuevas tareas a la agenda de los Derechos Humanos.

La meditación acerca del sufrimiento resulta inexcusable, en tanto que aparece como la vía material que comunica tanto con la noción de víctima como con el concepto de dignidad. Para la teoría contemporánea de los Derechos Humanos, la relación entre violencia y dignidad vulnerada no es directa. Está mediada por la (noción) de víctima. Tanto la violencia como la dignidad humana (vulnerada) son perceptibles a partir de la vida dañada en las víctimas, cuyo registro radica en las narrativas del sufrimiento.

Una perspectiva crítica de la idea de víctima propicia la apertura a una doble dimensión epistemológica, tanto propiamente cognoscitiva como en su función heurística: a) la víctima es punto de partida metodológico, plausible para una investigación crítica del núcleo básico ético de una teoría de los Derechos Humanos, a partir del estudio de la violencia; b) la víctima es la mediación necesaria con la dignidad dañada o vulnerada que se implica en ella, toda vez que la aproximación o el asedio conceptual a la idea de dignidad humana sólo ocurre idóneamente por vía negativa, esto es, a través de las múltiples formas de daño y de vulneración de la dignidad de las personas.

La revisión crítica de la noción de víctima, de alta complejidad y riqueza de determinaciones supone asumirla como la mediación plausible entre las nuevas determinaciones y modalidades de la violencia estatal y societal contemporánea y la dimensión de la dignidad humana.

Apelar a las violaciones de la dignidad humana en el siglo XX, con el involucramiento del discurso de los Derechos Humanos en ello, posibilitó el descubrimiento de la función heurística de la noción de víctima y, con ello, el concepto de dignidad humana pudo cumplimentar con su tarea como fuente de ampliación de nuevos derechos. Asimismo, resulta pertinente deconstruir críticamente la noción de la dignidad humana, asumida como vacío de contenidos conceptuales y/o como derivada de alguna fundamentación axiomática particular (de imposibles consensos); apelar a un uso del concepto de dignidad como postulado de la razón práctica contemporánea, como referente de potencialidad normativa para la convivencia social.

La dignidad humana vulnerada por la violencia tiende a convertirse, entonces, en la vía que constata y confirma, en clave de Derechos Humanos, la condición de víctimas, en el criterio que pondera y reconoce su sufrimiento y el horizonte proyectivo de su emancipación.

La revisión crítica de la noción de víctima, con la mira en la pretensión de contribuir a una fundamentación ética de los Derechos Humanos, supone asumirla como la mediación plausible entre las nuevas determinaciones y modalidades de la violencia estatal y societal contemporáneas y la dimensión de la dignidad humana (Arias, 2012). Su estudio resulta un asunto crucial para el discurso social, filosófico y jurídico de los Derechos Humanos, así como resulta clave para el análisis y reinterpretación de la ecuación discursiva señera de ellos, el clásico nudo fundamental –históricamente siempre repensado– de la relación violencia-víctima-dignidad.

Como se sabe, la relación entre violencia y dignidad vulnerada no es directa, se encuentra mediada por la noción de víctima, de ahí su importancia teórica y metodológica. Así, la problemática generada por el tratamiento crítico de esos temas constituye actualmente –como desde su origen– la columna vertebral de los Derechos Humanos (Arias, 2012: pp.16ss.).

TESIS 7. De la construcción de una noción crítica de víctima

La perspectiva crítica de la idea de víctima –como vimos en las tesis anterior– propicia la apertura a una doble dimensión epistemológica, tanto propiamente cognoscitiva como en su función heurística: a) la víctima es punto de partida metodológico, plausible para una investigación crítica del núcleo básico ético de una teoría de los Derechos Humanos, a partir del estudio de la violencia; b) la víctima es la mediación necesaria con la dignidad dañada o vulnerada que se implica en ella, toda vez que la aproximación o el asedio conceptual a la idea de dignidad humana sólo ocurre idóneamente por vía negativa, esto es, a través de las múltiples formas de daño y de vulneración de la dignidad de las personas, expresadas en las narrativas del sufrimiento.

Ahora bien, la noción de víctima, en la evolución y cristalizaciones de sus contenidos semánticos, es una noción vaga, cargada de polivalencia semántica y de polisemia cultural, donde los significados sacrificiales resultan dominantes. De entrada, estimula aproximaciones intuitivas y favorece los prejuicios, fuentes principales de los obstáculos epistemológicos al conocimiento.

El modo de trabajo o procesamiento racional sobre el concepto de víctima ha tenido tradicionalmente la deriva dominante del derecho, de manera que la noción de víctima con mayor y mejor carga intelectual resulta ser predominante y unidimensionalmente jurídica. La parafernalia técnico-administrativa relativa al interés pragmático, propio del saber jurídico, ha resultado ser velo y complemento de los significados de sacrificio y resignación inherentes a la idea de víctima, contenidos arcaizantes y de corte teológico.

La crítica reflexiva y práctica respecto al concepto de víctima lleva a un replanteamiento respecto de ideas y prácticas asociadas con ella. Indefensión, sometimiento, debilidad, reconocimiento negativo como meras víctimas, al final, predominio de variadas formas de menosprecio, redundan en un bajo potencial de protesta, una restricción de sus alcances organizativos, convocatorias de solidaridad compasiva, manipulaciones políticas y facilidades al chantaje de las víctimas indirectas: la noción convencional de víctima se limita al umbral de la queja victimante y no alcanza la proclama de la protesta, ni logra acceder a la conformación de un discurso teórico y práctico crítico y transformador de su condición yaciente, adolorida y subordinada.

Amén de todos esos elementos, que son intrínsecos, inmanentes, al concepto de víctima, hay que considerar los factores extrínsecos, trascendentes, tales como: el exceso de violencia y su correlativo plus de sufrimiento socialmente producido, así como la consecuencia de una multiplicación de potenciales víctimas en las actuales circunstancias sociedades de riesgo contemporáneas. Estos factores extrínsecos, que configuran el entorno o contexto que induce (potencia o estimula) un exceso de sufrimiento social inasimilable, inducen perentoriamente la necesidad de procurar un concepto de víctima complejo, amplio, dinámico y funcional para lidiar mejor (procesar adecuadamente) esa sobrecarga de violencia sobre la sociedad.

TESIS 8. De los Derechos Humanos y la lucha por el reconocimiento

Es cierto que se hace y se puede hacer política con los Derechos Humanos, se les puede instrumentalizar y utilizar para objetivos ajenos, políticamente aceptables o condenables, al servicio de los de arriba o los de abajo, por la perpetuación del statu quo o su alteración, justicieros (igualitarios) o injustos (para agudizar las desigualdades). No obstante, esas instrumentalizaciones políticas no eliminan el sustrato político inmanente propio de los Derechos Humanos.

Ese sustrato, lo intrísecamente político del proyecto y el discurso de los Derechos Humanos, radica en que lo específico y común de esas múltiples prácticas de resistencia, reclamo, imposición y emplazamiento de actos, hechos o acontecimientos de tensión de la correlación de fuerzas conlleva e implica exigencias de reconocimiento.

Es el carácter de emplazar relaciones de poder en términos de reconocimiento, de lucha por el reconocimiento, instaurar acontecimientos políticos, lo que define lo esencialmente político de los Derechos Humanos.

Al decir: “¡no!, ¡basta!, ¡así no!, ¡no más!” Los individuos y grupos se oponen, resisten al abuso de poder, pero también reivindican, emplazan, estatuyen una exigencia de reconocimiento respecto del otro; el que violenta, abusa, explota…

¿Reconocimiento de qué? “De la dignidad”, responde el discurso de los Derechos Humanos, de la alteridad en pie de igualdad en virtud de ser sujetos libres. Reivindican emancipación, libertades –derechos–, regulaciones, garantías (de cara al Estado); se plantan libremente, en pie de igualdad; con dignidad, se dice.

Dignidad que sólo es discernible, constatable y afirmable sólo por vía negativa: ante su denegación, el abuso y las violencias que vulneran la dignidad; esto es, ante la negación de las libertades y la desigualación de los iguales (la materialización de los procesos de exclusión, estudiados ejemplarmente por Foucault y el proceso de la desigualdad, modélicamente analizado por Marx) (Arias, 2008).

Desde esa radicalidad, relativa al carácter político intrínseco de los Derechos Humanos, resulta adecuado suponer que estarían en condiciones de posibilidad de sobreponerse al politicismo inherente en la calificación de la autodesignación de las víctimas y –asimismo– coadyuvar al diseño e instrumentación de una política, entendida como disciplina ante las consecuencias del acontecimiento victimo-lógico en clave de Derechos Humanos.

La noción crítica de víctima, en tanto que elemento apto para coadyuvar a una fundamentación ética de los Derechos Humanos, asume un papel trascendente en la lucha de sujetos que reivindican aspectos no reconocidos de su identidad –por la vía de la conciencia de haber sufrido una injusticia. Es a partir de este momento que la víctima, al igual que los maltratados, excluidos o despreciados, diversos grupos victimizados que han experimentado formas de negación del reconocimiento, no sólo sufren a partir del menosprecio de su condición, sino que pueden descubrir que el menosprecio en sí mismo puede generar sentimientos, emociones y el impulso moral que motivan e impelen comportamientos y acciones (prácticas) para devenir en sujetos activos de luchas por reconocimiento.

Situar el concepto de reconocimiento, con su potencial carácter crítico, en la construcción de un concepto crítico de víctima (complejo, abierto, dinámico, funcional), significa asumir la centralidad del conflicto bajo una función positiva (creativa) de integración social, a condición de que se le deje de ver de un modo limitado y negativo, como ha sido el caso desde la perspectiva teórica dominante.

Las luchas de reconocimiento, históricamente, han generado la institucionalización de ciertas prácticas sociales que evidencian el pasaje de un estadio moral a otro más avanzado; un aumento de la sensibilidad moral, señala Honneth (2010: p.37).

La lucha de los grupos sociales por alcanzar formas cada vez más amplias de reconocimiento social se convierte, muta, en una fuerza estructurante del desarrollo moral de la sociedad. Esa ha sido el sentido humanista del movimiento y la teoría de los Derechos Humanos; toca a su reformulación crítica insistir en la articulación de la noción –yaciente– de víctima con un proyecto –enhiesto– de resistencia y emancipación.

Así, en dicha perspectiva, la lucha social no puede explicarse sólo como resultado de una lucha entre intereses materiales en oposición sino también como consecuencia de los sentimientos morales de injusticia; una gramática moral de los conflictos sociales (Honnet, 1995). La víctima, cuya visibilidad es a través del sufrimiento, se constituye primordialmente en esa imagen inicial de injusticia; no debiera permanecer en la queja sino levantarse para la proclama.

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[1] Esos serían hipotéticamente los contenidos o notas de los Derechos Humanos entendidos experimentalmente en tanto que concepto.

[2] La denominada primera generación de la Escuela de Frankfurt, Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Erich Fromm y, un tanto excéntricamente, Walter Benjamin.

MANIFIESTO DEL BICENTENARIO. Escuela Politica para un Nuevo Proyecto. 15 de septiembre de 2021

anduvimos errantes/años/ años/ años/anduvimos errantes/las grandes bestias devoradoras/nada pudo detener nuestros pasos/cruzamos ríos/montes/abismos de terror
(…)
heridos por la sed
sin luna tropezando
duros de frío
caminando
de grito en grito estableciendo el rumbo
caminando
(…)
pero aún estamos aquí
y otra vez ganaremos la tierra
para los nietos del jaguar
Pedro Geoffroy Rivas

Los nietos del jaguar(gragmentos)

A doscientos años de la independencia y a treinta años de los Acuerdos de Paz,  la sociedad salvadoreña sufre una regresión  acelerada hacia el autoritarismo, que se expresa  principalmente en la militarización, el desmontaje  de las instituciones democráticas, la toma de los tres poderes del Estado por parte  del grupo gobernante y el predominio  de la cultura machista, violenta y represiva.

Al mismo tiempo, en el plano económico-social, presenciamos el despliegue de medidas hipercapitalistas que continúan fortaleciendo
la concentración de capital en pocas manos, bajo nuevos modos de acumulación que debilitan lo público, reavivan  las privatizaciones, incrementan la deuda  y destruyen el entorno natural, anulando la
posibilidad de vida digna a las grandes mayorías.

Ante esta realidad atroz, emitimos el siguiente manifiesto del bicentenario de la independencia:

Durante dos siglos, el pueblo salvadoreño ha luchado por  su emancipación: desde los movimientos populares de 1811 contra el poder colonial, la gesta de los nonualcos en 1833 y los levantamientos indígenas del siglo XIX contra las élites criollas, hasta la insurrección popular, campesina e indígena de 1932 y el proceso de guerra de 1970 a 1992 contra la dictadura, el poder oligárquico neoliberal y la intromisión  del imperialismo norteamericano.

En 1821, la firma del acta de independencia simbolizó la posibilidad de construir una república centroamericana unida y fuerte, en paz y con riqueza suficiente para llevar bienestar a las mayorías, sin discriminación y sin exclusiones. Sin embargo, la historia demuestra que esa posibilidad fue truncada por la mezquindad y la incapacidad de las élites criollas de ver más allá de sus propios intereses provincianos.

Los sectores populares se movilizaron desde 1811 con el propósito de romper la profunda injusticia que los margina. Pero se impusieron el terror, la violencia, la represión y las guerras civiles. El Salvador se fundó como república independiente en 1841 sobre la violencia y la guerra, sobre las ruinas del sueño de la unión centroamericana.

Al comenzar el tercer siglo de vida republicana, el país continúa subyugado. La economía sigue dependiendo abrumadoramente de las plazas centrales del capitalismo global bajo la hegemonía de la economía virtual, profundizándose las lógicas de la colonialidad en todos los ámbitos de la vida.

El Salvador ha pasado de la independencia de la Corona Española al yugo de un capitalismo exhacerbado, sin fronteras nacionales y sin límite de acumulación.

El mayor logro de la democracia neoliberal impuesta en El Salvador desde mediados de los ochenta del siglo XX es la legitimación con el voto en el año 2019 de un ejercicio del poder gubernamental antidemocrático, autoritario y militarista, con un aparato mediático que aplasta las voces disidentes y manipula a la población, con tendencia a incrementar
la violencia represiva mediante los cuerpos de seguridad del Estado. La década pasada y la realidad presente reafirman que los cambios urgentes y necesarios para las mayorías populares son mucho más profundos y estructurales, no se logran con la alternancia en la silla presidencial.
Esta legitimación además ha permitido al grupo gobernante la consolidación de una nueva hegemonía de derecha hipercapitalista, ante una izquierda y unos sectores progresistas debilitados, dispersos, sin proyecto político con alternativa ideológica definida, que se oponga a las arbitrariedades,
los abusos de poder, los actos de corrupción y de manera
esencial a las estructuras del capitalismo. La conformación de frentes amplios sin ideología y sin proyecto revolucionario tampoco se presentan como una solución consistente para los intereses de la población más pobre.

En este escenario, como Escuela Política para un Nuevo Proyecto MANIFESTAMOS:
– Nuestra reivindicación de la lucha histórica del pueblo salvadoreño por su emancipación, la cual asumimos como nuestro punto de partida; rendimos honor a todas las vidas entregadas en ese proceso.
– Nuestra solidaridad con los colectivos y las personas que han sido objeto de censura, represión y persecución de parte del actual Gobierno.
– El profundo rechazo y oposición tajante a la instalación del régimen autoritario, represor y militarista.
– El apoyo a la movilización de los sectores progresistas, democráticos y de izquierda en las calles.
– La apremiante necesidad de articular la lucha popular, política y reivindicativa en dirección antisistema.
– La convicción de que, en el momento actual, la tarea más relevante de la izquierda radica en la formación de un proyecto revolucionario y democrático, que contribuya a la estimulación de un nuevo movimiento popular.

Con espíritu de lucha y unidad, CONVOCAMOS a la construcción de un proyecto político de cambio radical, revolucionario y democrático, de largo plazo, con raíz, base y crecimiento en las mayorías populares vulneradas y empobrecidas, pero aguerridas y dignas, con el fin de confrontar el régimen autoritario y avanzar con paso firme en
nuestra lucha anticapitalista, antipatriarcal, anticolonial
y antiimperialista.

Tres lecciones del Che para la izquierda salvadoreña. Ricardo Ayala. 8 de octubre de 2021

Sin duda alguna, en la larga tradición de lucha popular la figura de Ernesto Che Guevara está asociada al paradigma del militante revolucionario que aspiramos ser, como exclamó Fidel en una noche de octubre de 1967 en tributo al guerrillero heroico. Sin duda, su ejemplo formó a miles de militantes revolucionarias y revolucionarios en este medio siglo anterior, que siguiendo sus pasos entregaron su vida sin esperar nada a cambio más que la satisfacción de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté.

Hoy conmemoramos 54 años de su paso a la eternidad y aunque su trascendencia histórica ocupa un lugar cimerio en la lucha de los pueblos, es preciso siempre tenerlo presente, y cuanto más, en la práctica de las organizaciones populares llamadas a dar continuidad a su obra libertaria y socialista. Para las nuevas generaciones su impacto sigue siendo el del revolucionario dispuesto a luchar contra cualquier injusticia y una férrea fidelidad a sus principios.

En nuestro caso, el ejemplo de Che formó a muchas generaciones que luchadores y luchadoras, y es preciso traer a cuenta algunas lecciones de este emblemático combatiente para la actualidad, con el ánimo de evitar reducirlo a una consigna o panfleto utilizado únicamente para solapar prácticas alejadas de la obra del revolucionario argentino-cubano.

Una primera lección podemos extraer de su intervención en una reunión del Ministerio de Industrias de Cuba, Che llamaba la atención sobre la tendencia a rechazar el estudio del pensamiento revolucionario: “[..] hay una cuestión que tenemos que entender, nosotros no podemos ser hijos de la práctica absoluta, hay una teoría; que nosotros tengamos algunas fallas, algunos motivos de discusión de algunos aspectos de la teoría, bueno, pues perfecto. Para poder hacer eso, hay que conocer, aunque sea un poquito de teoría.»

Para Che el estudio y construcción del pensamiento crítico que requiere una revolución socialista es trascendental y permanente. Una parte de la izquierda salvadoreña reniega del papel de la ideología y del pensamiento revolucionario de orientación marxista y leninista para la lucha política del actual momento, reduciendo su práctica a un activismo sin rumbo exclusivamente orientado a la desviación electorera. El abandono del pensamiento crítico revolucionario por este sector es de una de las razones que se hallan a la base de la crisis desencadenada por la derrota política del 3 de febrero de 2019.Ligado a la construcción del pensamiento crítico de la revolución se halla la relación con el pueblo, cómo se inserta este en la estrategia de la izquierda para alcanzar los objetivos.

Por eso Guevara insistía que debía tenerse claro cómo nos relacionamos con el sujeto de la revolución. Acá una segunda lección de Che para nosotros:No debemos acercarnos al pueblo a decir: «Aquí estamos. Venimos a darte la caridad de nuestra presencia, a enseñarte con nuestra presencia, a enseñarte con nuestra ciencia, a demostrarte tus errores, tu incultura, tu falta de conocimientos elementales». Debemos ir con afán investigativo, y con espíritu humilde, a aprender en la gran fuente de sabiduría que es el pueblo».¡Cuánta razón del guerrillero heroico!

No pocas veces una buena parte de nuestros exdirigentes y exfuncionarios de gobierno hicieron gala de una prepotencia tal de creerse el epicentro del proceso, subvalorando al pueblo, a esta masa irredenta que históricamente ha sido excluida pero muy exigente por ver cumplidos sus sueños. El principal basamento de un partido que aspira a liderar la transformación del sistema es la confianza y respaldo de su base social, sin la cual es imposible lograrlo. Ahí en el pueblo se hallan muchas respuestas para nuestros retos que enfrentamos actualmente, debemos volver al pueblo, volver a enraizarnos en su mente y corazón, para conjuntamente emprender los objetivos de nuestro proceso.

Y una tercera lección del Che es “¡Que no se puede confiar en el imperialismo, ni un tantico así, nada!”Esta lección resulta muy precisa para este momento de la izquierda salvadoreña, porque nos ayuda a tener claridad que enfrentamos a un segmento de la burguesía que dirige a un gobierno autoritario, demagógico, incompetente y corrupto, pero a la vez, enfrentamos a un imperialismo en crisis que busca a toda costa recuperar su hegemonía sobre su “patio trasero” ante el avance de China.

Aunque aparentemente gobierno burgués e imperialismo se ven en confrontación total, lo que hay es disputa por la supeditación del primero al segundo y para nada es una pugna irreconciliable, es decir, son pugnas de intereses en el marco del capital y tarde o temprano se pondrán de acuerdo en cómo seguir explotando al pobre. El primero pretende ejercer el poder para enquistarse en el Estado, el segundo aspira a mantener su hegemonía sobre los países explotados, para lo cual, necesita someter al actual gobierno a su dominio total o imponer a la vieja y rancia oligarquía, desplazada de la presidencia en 2009 por el FMLN y el pueblo organizado.

Son pugnas de poder entre la burguesía emergente y el imperialismo gringo y oligarquía rancia a fin de repartirse el país entre ellos, y no escatiman esfuerzos por utilizar cualquier recurso, ni organizaciones sociales para lograr sus fines. En este caso, la izquierda popular y política, incluyendo al FMLN, debe enarbolar su propio proyecto político junto al pueblo y las organizaciones populares, no ponerse como carne de cañón para los intereses de estos.Sin embargo, una parte del FMLN cree (ingenuamente) que puede participar del repartimiento que haga el imperio al someter al gobierno de Bukele, recibiendo algún guiño de ojos en un falso gobierno de unidad nacional (léase, de conciliación de clases entre oligarquía, imperio y un pedazo de la aún izquierda, light) … Ingenuidad total.

Para disimular sus pactos y posicionamientos, justifican su proceder y atacan a quienes les señalan aduciendo que en la historia ha sido común que, ante un enemigo acérrimo, no importan los intereses ni identidad de clases para entablar grandes alianzas que provoquen la caída de estos; y nos ponen de ejemplo a los Aliados contra Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, integrados por la URSS, EEUU y Gran Bretaña, olvidando que los gringos e ingleses intervinieron hasta el último momento ya cuando la URSS había ofrendado la vida de millones de personas para detener el avance del nazismo. Y así como ésta, nos ponen otros tantos ejemplos de la historia nacional en el que el pueblo pone la vida y las clases pudientes definen a los gobernantes, como pasó en el 1944.

No dudamos que exista dosis de ingenuidad al pretender buscar un nefasto aliado por parte algunos exdirigentes del FMLN, aun recordando que el imperialismo financió y planificó miles de masacres durante la cruenta guerra civil de 12 años, pero también no dudamos que el desmontaje ideológico emprendido por el imperio a través de cursos, becas, conferencias, publicaciones, etc., haya calado hondo en algunos de los otrora líderes históricos.A nuestro juicio, estas son tres de las muchas elecciones que nos brinda Che Guevara a un año más de su paso a la inmortalidad, ojalá podamos rendirle honor manteniendo la coherencia ética y política, sin ambigüedades ni flirteos a las fuerzas imperiales.

Lucha popular y alianzas políticas contra el régimen Bukele.Roberto Pineda. 6 de octubre de 2021

Introducción

En la experiencia centenaria de lucha de la izquierda salvadoreña, la construcción de alianzas ha sido un elemento central de su visión estratégica. Las veces que se ha lanzado en solitario  a la disputa por el  poder por lo general ha fracasado,  mientras que las veces  que lo ha hecho acompañada,  ha logrado el triunfo, o avances significativos. 

La construcción de alianzas es un arte que requiere de ingenio, claridad de objetivos y de mucha madurez política. En enero de 1932 la dirección del Partido Comunista, incluyendo a Farabundo Martí, decidieron rechazar la alianza con las fuerzas civiles y militares del araujismo, jugárselas con sus propias fuerzas  contra el dictador Martínez y fracasaron, militar y políticamente.  Como resultado de esta derrota, pasaron largos años para reconstruir la izquierda y el movimiento popular.

Por otra parte, el general Martínez únicamente pudo ser expulsado del poder, en las jornadas de abril y mayo de 1944, mediante una amplia alianza de fuerzas, que iba desde la Embajada estadounidense, militares antimartinistas, fuerzas democráticas aglutinadas alrededor de Arturo Romero, hasta los revolucionarios de un todavía debilitado Partido Comunista.

Y las fuerzas de la dictadura militar contraatacaron en octubre de ese año, y de nuevo, la división en el bloque popular, entre el PUD y la UNT, entre fuerzas democráticas y revolucionarias, entre otras razones, les permitió que garantizaran la continuidad de la dictadura militar.

En la actualidad la vida política nos coloca de nuevo frente a un escenario de amplias alianzas. Y en este campo, en la izquierda existen dos posiciones extremas, la de los que temerosos de contaminarse prefieren asumir una actitud sectaria, aislacionista  y rechazar todo tipo de alianzas así como la de aquellos que desde una visión oportunista buscan y aceptan todo tipo de compromisos y terminan siendo instrumentos de las fuerzas del sistema.

Lo adecuado en la tradición leninista, es aceptar el reto  de aliarse con otras fuerzas para luchar por objetivos comunes, y esforzarse por conquistar la dirección  de la alianza, pero sin garantías previas, ya que siempre es una disputa política. Esta ha sido la experiencia de la izquierda como PCS en 1944, en 1959-60 con el FNOC, en 1971-1977 con la UNO, en 1979 con el Foro Popular. Y ya como izquierda unificada  con el FDR de 1980 a 1987.

El mismo FMLN fue de hecho durante toda la Guerra Popular Revolucionaria, 1980-1992, una gran alianza estratégica entre diversas fuerzas de izquierda. Cada una de las fuerzas (FPL, ERP, PRTC, RN y PCS) tenía su propia estructura política y militar, y su propia visión ideológica, unificada alrededor del objetivo político supremo de derrotar a la dictadura militar.

Luego de cumplido ese objetivo político en 1992, la alianza se rompió. Y ya el partido FMLN actual es el resultado de una nueva alianza, esta vez entre sectores de las FPL y del PCS.  Afuera de esta nueva alianza quedaron el ERP, la RN y el PRTC. Y hoy esta alianza entre FPL y PCS entra en crisis luego de la derrota del FMLN en el 2019.

Y surge en el FMLN la necesidad  de una nueva alianza, con nuevos componentes, o la de decidir seguir caminos separados. La historia nos dirá en esto, cuál será el rumbo. Pero esta situación de división afecta directamente su capacidad para incidir decisivamente en la actual coyuntura.

A continuación hacemos una apreciación sobre la cabalgata electoral latinoamericana, sobre la situación socio-económica del país, sobre cinco grandes temas del debate popular y precisamos algunas perspectivas.

La avalancha electoral latinoamericana

Y la construcción de alianzas desde la izquierda y el movimiento popular salvadoreño para enfrentar el desafío de Nuevas Ideas y del presidente Bukele, estará seguramente influenciada por la avalancha electoral latinoamericana, que prefigura un segundo giro a la izquierda.

 Estamos hablando de una serie de procesos electorales  que van a determinar el rostro de los gobiernos latinoamericanos, y las cambiantes correlaciones políticas  para este complejo periodo.

Este proceso ya está en marcha. El 15 y 16 de mayo se eligieron en Chile los miembros del Congreso Constituyente que redactará una nueva Constitución. La elección fue ganada por los partidos de izquierda y el movimiento popular, la derecha fue vapuleada, tanto que la presidente electa del CC resultó ser la lideresa del pueblo mapuche, Elisa Loncon.

En México en junio de este año en la elección de gobernadores y diputados, la coalición Juntos Hacemos Historia (Morena, Partido Verde y Partido del Trabajo) mantiene la mayoría simple en el Congreso de los Diputados, pero no llega a ganar la mayoría calificada. Se enfrentó a la oposición, coaligada alrededor del frente Va por México (PAN-PRI-PRD). El PT cogobernante es un partido que forma parte del Foro de Sao Paulo, lo mismo que el FMLN.

El 6 de junio Pedro Castillo, gana las elecciones presidenciales en Perú y el 28 de julio  asume la presidencia para el periodo 2021-2026 , con un programa de izquierda, de transformaciones revolucionarias,  que incluye una nueva Constitución y una reforma agraria, y bajo una feroz oposición oligárquica.  

Le sigue Nicaragua, con elecciones presidenciales el 7 de noviembre, donde el FSLN, del Foro de Sao Paulo, donde los sandinistas al mando de Daniel Ortega tienen garantizada su continuidad, ya que decidieron no enfrentar ninguna oposición real. Le sigue Argentina  con elecciones legislativas el 14 de noviembre,donde está en serio peligro la estabilidad futura del gobierno peronista de Alberto Fernández. 

El 21 de noviembre, en Venezuela el PSUV, del Foro de Sao Paulo, enfrenta elecciones municipales y de gobernadores, frente a una oposición dividida. Ese mismo día, elecciones presidenciales en Chile donde los sectores de izquierda Chile Digno y Frente Amplio  llevan como candidato a Gabriel Boric.

Le sigue  Honduras  con elecciones presidenciales, legislativas, y municipales el 28 de noviembre, en las que Xiomara Castro  del partido de izquierda, Libre, del Foro de Sao Paulo, tiene una fuerte ventaja. Le sigue en Costa Rica elecciones presidenciales el  6 de febrero de 2022, con la participación del Frente Amplio, del Foro de Sao Paulo,  con José María Villalta como candidato presidencial. Le sigue Colombia en Mayo de 2022 con la participación del senador  Gustavo Petro, como candidato de  izquierda y concluimos este recorrido, con la posible candidatura de Lula del PT, en Brasil para las elecciones presidenciales de octubre de 2022

La situación socio-economica

Otro aspecto clave a registrar es el de la situación socio-económica, ya que algunos opinan que el régimen va a caer como resultado de su incapacidad para gestionar la economía del país. Y para este apartado recurro a la investigación realizada por el economista chileno Claudio de Rosa, exasesor de ARENA y hoy del staff de la Universidad Francisco Gavidia. En su Segundo Informe sobre la Situación de País 2021[1] revelan los siguientes datos del primer semestre de 2021:

recuperación de la economía, el PIB  crecerá entre 5.7% y 6.2$ (en 2020 hubo un decrecimiento del 8.4%). Será hasta 20202 que se alcanzara las tasas de 2019. El Banco Mundial este día duplicó su perspectiva para El Salvador desde un 4.1 % que previó a marzo y ahora pronostica un 8 % para 2021. El 8 % que pronostica el Banco Mundial es inferior al 9 % oficial del Banco Central de Reserva (BCR).

– aumento de la inflación que llega al 3.0%, determinada por los precios de combustible y la demanda interna

-aumento de las exportaciones en un 41.6%  que alcanza la cifra de $3,658 millones, pero a la vez aumento de importaciones, lo cual genera un déficit en la balanza de pagos. Importaciones aumentan un 47. 7% lo que equivale a $7,011 millones, debido a mayor actividad económica.

-se crearon 12,368 nuevos empleos, pero aún falta por recuperar 29,351 del periodo prepandemia.

-aumento histórico de recaudación tributaria, que ronda los $600 millones.

-aumento de $675 millones en deuda pública total respecto a diciembre de 2020. Alcanza la suma de $23,298 millones (89.8% del PIB).

-banca privada aumentó el crédito en $365 millones  y su saldo llegó a $14,547 millones, con una mora bajísima (1.9%).

-474,000 empleados públicos y privados recibirán el aumento del salario mínimo

la pobreza aumentó de32.2% en 2020 a 33.3% en 2021 (2.28 millones de personas). De estas un 7% (476 mil personas) en situación de pobreza extrema, con grave riesgo de desnutrición.

-aumento histórico de remesas familiares  de un 45.3%, respecto a 2020. Alcanzan la cifra de $3,658 millones, de los  cuales el 95% vienen de USA. 

Los 5 grandes temas del debate popular.

Las marchas del 15 de septiembre, que por su significado puede compararse  a la del 22 de enero de 1980,  han dado lugar a una nueva correlación de fuerzas, en la cual el movimiento popular y social se encuentra a la ofensiva. Y del estéril y confuso debate interno sobre la década pasada se ha pasado al debate sobre las perspectivas de victoria sobre el régimen de Bukele.

El 15 de septiembre marcó un cambio de calidad en el ánimo de la gente de los sectores populares organizados, y esto es  lo fundamental, la disposición a luchar, la continuidad en el accionar de calle. Ya que cuando se precisa al enemigo,  la perspectiva estratégica se define con mayor claridad.

En este debate que se canaliza en las redes sociales y en las reuniones del movimiento popular y social, y que podemos simbolizar con la imagen de una fiesta,  sobresalen cinco grandes temas.

El primero es ¿Quién y para qué se organiza la fiesta?  Qué se pretende con la fiesta? Es una fiesta orientada hacia la transformación social? o es una fiesta para garantizar la restauración oligárquica? O es una fiesta de desenlace imprevisto? ¿Desplazamiento o debilitamiento de Bukele?

Por el momento hay dos agrupaciones que se están disputando públicamente la convocatoria de la fiesta: la Resistencia Salvadoreña (que convocó a marcha el 30 de septiembre) y la Resistencia Popular (que convoca a marcha para el 17 de octubre). Pero no son todas, otras agrupaciones ( MShV, CSMP, CNTS/AGEPYM) han optado por la prudente espera, wait and see.

El segundo es que ¿tipo de música se le imprime a la fiesta?, como bailamos en la fiesta, o las formas de lucha. Y lo interesante es la variedad de opiniones. Algunos se inclinan por la música estadounidense, con presiones y retenciones de visas, otros, por las trompetas de las marchas militares, orquestadas desde los cuarteles, otros por la música de cámara empresarial, con su respectivo paro de labores, otros se remiten al redoble insurreccional. Todo esto era impensable hace un mes, hablar de golpe de estado, insurrección, paro empresarial, intervención de la OEA, movilización popular, huelga general, memes, caricaturas, etc.

El tercero tiene que ver con las alianzas, el movimiento popular y social debe decidir ¿a quienes invitamos a la fiesta? ¿Es válido invitar a ARENA? ¿Es válido invitar a la ANEP? ¿Es válido invitar a Jean Manes? ¿O la fiesta es exclusiva para el movimiento popular y social? Y ¿si invitados controversiales se aparecen sin invitarlos? Los sacamos? Los dejamos? Quién invita? Quién decide?  La resolución de esta ecuación política está vinculada a la amplitud que asuma el movimiento de oposición.

El cuarto es ¿quién paga la fiesta? El que paga los músicos decide las rolas. ¿De dónde salen los recursos? ¿Quién paga el transporte, la comida, las mantas? Es válido recibir financiamiento de la AID para enfrentar a Bukele? O de la Open Society de Soros? Preguntas válidas y de mucha actualidad.

El quinto es ¿A qué horas convocamos a la fiesta? Algunos piensan que ya estamos atrasados,  que para la insurrección debimos de haber convocado para el mismo mes del bicentenario. Otros que debe ser antes que concluya el 2021, porque si no se va a consolidar el régimen de Bukele. Y otros, quizás más avezados en estos menesteres, hablan del 2024 como fecha fatal, por lo que existen los tiempos adecuados para construir el instrumento de lucha, que seguramente será un gran frente opositor electoral, que rebase a los partidos políticos. 

Perspectivas

La tendencia principal, la orientación del desarrollo político es hacia la profundización de la crisis política a partir del aislamiento nacional e internacional del régimen del presidente  Bukele. Pero esto puede revertirse en la medida que el proyecto político dominante logre imponer su visión, mantener sus niveles de popularidad e impulsar medidas populistas que le permitan su consolidación, como puede ser la reforma de pensiones. 

Pero es evidente que presenciamos el momento de mayor debilidad del régimen, aislado nacional e internacionalmente, y con la perspectiva de una oposición popular y social desafiante en las calles, así como de la posibilidad de construir desde ya un amplio frente opositor, que derrote electoralmente al presidente Bukele en 2024.


[1] https://comunicaciones.ufg.edu.sv/storage/observatorios/July2021/Lunv9pxbg5NvSIWr9e8H.pdf

Bukele recurre a viejos enemigos para alimentar su narrativa (Editorial de LPG, 5 de octubre de 2021).

Bukele está urgido de reivindicar una victoria. La que sea.

Ya no puede repetir la línea de que su gobierno manejó la pandemia mejor que la mayoría de vecinos ni que su gestión ha sido de las más aplaudidas en el mundo. Hasta los seguidores más fieles del oficialismo saben que un año después, las cifras de contagio son más alarmantes que cuando el gobierno tuvo encerrada a la población, meses en los que el terror de las familias fue el principal patio de juegos del mandatario.

La línea discursiva contra Estados Unidos tampoco le es gratificante porque, aunque la matonería le gane la mayoría de veces y le mal aconseje en sus bravatas adolescentes, el único flotador diplomático que le queda so riesgo de resignarse a circular entre Nicaragua, Cuba y Venezuela como paria es el del reconocimiento de la administración Biden. Así que sólo los troles y alguno de los desechables diputados de Nuevas Ideas y GANA se permiten ligerezas contra esa nación; Bukele apenas y lo insinúa, es terreno vetado para su narrativa.

Contra las pandillas, curiosamente Bukele ha bajado el tono, la temperatura, el énfasis. Hace dos meses y medio que no se refiere a ellos, desde que rodeado de militares prometió que habría una persona brindando seguridad por cada pandillero. Desde entonces, los magistrados que sus diputados impusieron en la Corte Suprema de Justicia se han encargado de blindar a los jefes pandilleriles más importantes para que no se les extradite y publicaciones periodísticas han corroborado que el director de Centros Penales sostiene encuentros con esa cúpula delincuencial.

Desprovisto de enemigos contra los cuales reclamar una victoria, un ingrediente sin el cual la narrativa personal y la oficial no caminan, el mandatario recurre a lo que siempre le funcionó, al clásico: a «la oposición».

La oposición fraguó conspirativamente la marcha del 15 de septiembre, a la que poco le faltó al mandatario para declararla ilegal después de la burda infiltración de un grupúsculo de matones; la oposición es la que planeó el bombardeo contra las criptomonedas, cree Bukele, pese a que los estudios de opinión continúan consignando el malestar ciudadano. Una y otra vez, «la oposición».

Es un concepto recurrente de los manuales de propaganda política: reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo para que constituyan una suma individualizada. Es el principio del método de contagio.

Un ejemplo bueno y fresco lo brindó Bukele ayer, cuando celebrando que el bitcóin cerró la jornada al alza, se animó a salir de la trinchera en la que la situación del país lo mantiene agazapado y celebrar que pese a lo que «la oposición» invirtió en «analistas, portadas, noticias, manifestaciones, críticas de la comunidad internacional, ataques», el activo digital ha sido un éxito.

Según ese comentario, todo lo que se ha dicho contra la implementación de la moneda digital, las críticas nacionales e internacionales para esa medida por lo que supone de riesgo para la economía salvadoreña, la falta de transparencia y visos de conflicto de interés y nepotismo que la rodean así como la auténtica confusión de muchos ciudadanos son artificiales, una herramienta construida por los enemigos del presidente para empañar su genialidad.

Desde hace meses, se ha advertido desde esta tribuna que en la narrativa del presidente, el ellos, el otro, el enemigo, es una etiqueta que le calza a cualquiera que se oponga, que se atreva a cuestionar, fustigar o criticar, que se manifieste, que tenga criterio independiente. Quizá el porcentaje de salvadoreños que se consideran opositores al régimen sea humilde pero Bukele siempre tendrá espacio de sobra para incluir nuevos enemigos en su visión del país: el único requisito es preguntar. Y le apetecen los enemigos porque sin ellos no hay conflicto, guerra ni promesa de victoria para los que todavía encuentran entretenido verlo incendiar al país.

O Guisa o Praga. Editorial de La Tizza. La Habana. 1 de octubre de 2021

A ser yo orador, o concurrente a Juntas, que no otra cosa significa entre nosotros la tal palabra, no sentaría por base de mi política eso que los franceses llamarían afrentosa hésitation [vacilación]. O Yara o Madrid.

José Martí

El ciclo político que irrumpió en el espacio público cubano el último fin de semana de noviembre del 2020 aún no ha cerrado. Por el contrario, entra en su fase más aguda de disputas, y el primer aniversario de esa fecha se perfila como la puesta en escena de una gran confrontación.

El día seleccionado es el 20 de noviembre. Anunciado como por un cálculo banal — el primer sábado después de la apertura al turismo — , vocero de propósitos en apariencia humanitarios — contra la violencia, por el cambio, por la democracia, etcétera, todas en este nivel de abstracción y sin apellidos — , encubridor de su contenido político con una retórica legalista sobre el derecho a manifestarse. En resumen, portador de lo más «limpio»: lo más cívico, lo más pacífico, lo más plural.

La marcha, sin embargo, no elige su fecha por azar matemático, antes bien, la propia fecha dice lo que la marcha se propone, a lo que aspira: no es una marcha sobre el presente de Cuba sino la conmemoración de una historia prestada, re-run, re-play, reboot, refrito: el 20 de noviembre de 1989 comenzaba en Checoslovaquia la «Revolución de Terciopelo», y se ponía en movimiento la secuencia que llevó al fin de aquel «socialismo». Nada más parecido al Foro Cívico de Vaclav Havel que este Archipiélago de Yunior García — aunque esta segunda vez no acontezca siquiera como farsa — . Y aunque a Checoslovaquia y Cuba las unieran una vez la misma palabra, socialismo, hay entre las dos historias nacionales una diferencia fundamental que es favorable a Cuba y se sustenta en la autenticidad y radicalismo de su revolución.

Con la mirada puesta en el antecedente señalado, hay que replantearse la iniciativa de esta contrarrevolución «respetuosa» de una legalidad que «le favorece». La pregunta sobre la convocatoria que ha lanzado Archipiélago se está dirimiendo en términos en los que solo el bloque político que la enuncia puede vencer: ¿se puede o no autorizar la marcha contrarrevolucionaria del 20 de noviembre? Para esta pregunta, formulada en tales términos, no existe respuesta capaz de beneficiar a los intereses del pueblo, de la Revolución.

Si la manifestación se autoriza — y si se autorizan en general las manifestaciones contrarrevolucionarias — se legitimará el accionar imperialista en la política interna y se abrirá una grieta por la que fluirían libremente el consenso y el deseo capitalistas que se han ido acumulando durante años en un sector de la población, y que se refuerzan con la situación excepcional de crisis en que vivimos. Una concesión así puede desbordarse en una situación de consecuencias políticas impredecibles. En caso de prohibición de la marcha, se desatará la campaña contra el poder del Estado para lacerar más su credibilidad y alimentar el martirologio de los miembros del bloque político de Archipiélago.

No nos corresponde responder la pregunta que plantea Archipiélago, esa duda tramposa que solo ofrece respuestas simples de «sí» o «no» que, con independencia de la selección, serán caldo de cultivo para sus intereses reaccionarios. Los revolucionarios cubanos tenemos el deber de formular una pregunta mejor, más compleja, comprometida y lúcida: ¿cómo satisfacer el deseo de protesta, de rebeldía, de insumisión desde el campo de la Revolución y en favor del socialismo?, ¿cómo lograr que ese flujo político, lejos de atentar contra el poder revolucionario, lo refuerce? Estas preguntas, por supuesto, no se responden con sanciones legales o disposiciones policiales, tampoco con una mejoría económica ni con campañas de comunicación: esta misión histórica que impone la Revolución sobre nuestros endebles hombros requiere de un amplio y desmedido despliegue de política revolucionaria.

Por otro lado, los nuevos aspirantes a opresores necesitan acotar el ámbito de la rebeldía a los estrechos marcos de la nación para extraer de la ecuación los factores externos de la crisis — de los que son astilla — y quedar en mejores condiciones de presentar su ilusión de capitalismo viable. Por eso nuestra rebeldía comunista ha de ir al unísono contra la injusticia institucional y contra la opresión capitalista e imperialista a nivel internacional. Hemos cedido terreno en ambos sentidos, como demuestra la impunidad de tanto oportunista, la soledad de la Tribuna ante la embajada gringa y la reducción del internacionalismo popular a tarea diplomática.

Urgen, pues, respuestas que pongan el acento sobre la recomposición de la hegemonía, del consenso de la Revolución y de su proyecto socialista. Si recordamos los sucesos del 11 y 12 de julio, el énfasis de la crítica en la «indecencia» y la violencia, su fijación en el orden y el derecho revelan sus límites: si lo único a mencionar de los manifestantes de aquellas jornadas eran sus «obscenidades», «mal vestir», «peor hablar», su «desorden sin permiso» en medio de la pandemia, su espontaneidad reaccionaria, su violencia ciega sin objetivo «claro», ¿qué reclamar entonces a estos liberales bien portados, cargados de cartas, hasta con permisos pedidos, comedidos y ecuánimes, con reglamentos e itinerario?

Es la diferencia política entonces, es la propuesta y el proyecto de país lo que está sobre la mesa, es el futuro de Cuba, su Revolución y su apuesta socialista, frente a este cosplay checo de segunda mano. La manifestación propuesta para el 20 de noviembre no solo es, de facto, la «Marcha del Partido Liberal», y, en cuanto tal, no puede ofrecerle al pueblo ni un programa positivo, sino que es, además, la avanzadilla de representantes de la agenda de Washington: es imposible que puedan enarbolar un proyecto de país decoroso.

El «día después» de la marcha será el de la liberalización de nuestra economía, de la subordinación de nuestra política a los designios de Estados Unidos, de la promulgación de leyes sociales conservadoras que nos hagan retroceder decenas de años. Será el día en que una parte blanca y anticomunista de la emigración que envía remesas a Cuba tome las riendas y profundice la discriminación racial, esta vez con un fundamento económico reforzado. No es un futuro independiente, no es una marcha independiente, sus promotores no son independientes ni buscan independencia alguna: son cómplices, conscientes o no, del imperialismo y buscan la sumisión a este.

Si su defecto fuese solo pecar de liberales, quizás aún merecerían el perdón de la historia. En lo absoluto, la historia jamás perdonará las transfusiones, transferencias y trasplantes de los que participa esta derecha nuestra en sus relaciones con otras derechas del mundo, más o menos reaccionarias; en particular, sus conocidas alabanzas a connotados presidentes conservadores del hemisferio. Tampoco perdonará la manera indecorosa en que replican, con aires «nuevos», la vieja política proimperialista y anticomunista del eje Washington-Miami, su defensa implícita o expresa del bloqueo y las nuevas sanciones que lo refuerzan, o los llamados a una intervención militar. No hay, no puede haber, ni un mínimo de patriotismo, ni un mínimo de amor al pueblo, ni un mínimo de decoro en personas que defiendan estas políticas.

¿Y qué izquierda será esa que frente a su propia incapacidad, en su ingenuidad suicida, se propone alegre como furgón de cola de los enterradores de la Revolución, porque busca desesperada «una salida»? Siempre dispuesta a disparar algo de pintura roja para colorear como defensores de los humildes, no solo a los enemigos de un Estado y un proyecto, que lo son y así se piensan, sino a los futuros constructores de otro Estado (liberal), aliado de la derecha internacional donde su crítica anticapitalista, marginada y marginal, no tendrá cabida y conocerán, sin dudas, la fuerza destructiva del capitalismo.

Hay ideología en toda proyección social, y aún más en toda proyección política. Los derechos humanos son políticos, la intervención humanitaria es militar, el civismo se subordina a la hegemonía. Es difícil aceptar una «izquierda» que desea el triunfo de esta marcha. Pareciera que en su afán opositor aspiran en verdad a correr el mismo destino de las izquierdas bajo los regímenes capitalistas; es como si desearan ser «alternativos» solo en el capitalismo; se trata de la aspiración de cierta izquierda a quedar viuda de las revoluciones, como señalaba Eduardo Galeano. Pero tendrían que ascender demasiado en principios y claridad política para resistir con la audacia de nuestros camaradas oprimidos de Chile, Colombia o Estados Unidos ante el terror conjunto del Estado y el capital. Mas, si no llegara a asustarles este deseo inconsciente suyo, deberían al menos aceptar que la consecuencia inmediata de su triunfo como grupo político implicaría la instauración del capitalismo en Cuba, para desgracia de los oprimidos de esta tierra.

Esta convocatoria a marchar el 20 de noviembre invoca a una nación sin apellidos. No menciona el socialismo porque sabe que este dotó de contenidos emancipatorios a lo nacional, de una forma en que la república burguesa neocolonial jamás hubiera podido. Esos que hoy nos invitan a marchar no realizan recuperación alguna de los contenidos más radicales de nuestras tradiciones de lucha por la emancipación, afincadas en la necesidad de resolver los problemas más acuciantes de los humildes. No veremos en sus discursos ni el antimperialismo, ni la igualdad o la justicia social, reivindicaciones populares que se ganaron en la lucha. Quieren darle la libertad a los esclavos después de 1886, democracia y derecho a la manifestación al pueblo después de 1959, Constitución del 40 después de la de 1976. El problema de su tiempo histórico no es el futuro, porque su único futuro es el pasado.

Que esta paradoja sea posible es, en parte, responsabilidad del campo revolucionario, responsabilidad nuestra. Que el pasado parezca moderno es un resultado también de nuestros retrocesos, abandonos, ausencia de profundizaciones en el programa de la Revolución, de la escasez de debates, de las dificultades en el ejercicio de un verdadero poder popular. Ellos han avanzado ahí donde retrocedimos.

Hemos creído que los procesos históricos son irreversibles, que los derechos son para siempre. ¡No!, es necesario seguir triunfando porque en cada batalla le va la vida a la Revolución. No olvidemos que Fidel, en el modo en que escogió morir, nos dijo: ¡No sean adoradores de estatuas o escuelas de nombres notables, sean revolucionarios, hagan la Revolución! No basta gritar ¡yo soy Fidel!: toca serlo.

Hay una lección histórica, traumática, que nos lega el 11 de julio a los revolucionarios cubanos. Si el 27 de noviembre la izquierda emergente podía tomar el liderazgo, ese día de verano solo el campo de la Revolución en su conjunto, con el Estado y el Partido a la cabeza, podía dar frente al evento, y solo desde ahí tenía capacidad de respuesta.

Nosotros, en tanto comunistas y revolucionarios, soñamos un mundo sin capitalismo y sin Estados. Pero entendemos, al unísono, la necesidad de un gran poder de la Revolución que sostenga y haga efectivo su aun mayor proyecto emancipador: la forma actual de ese poder se encuentra en cómo se resuelven las tensiones entre el Estado que sobrevino a la Revolución y los revolucionarios que le exigen su profundización comunista. Ante el Estado, es nuestro deber criticarlo en todo, presionarlo siempre, para que sea cada día más del pueblo, de la Revolución, del socialismo, de la democracia. No tendremos más socialismo si no hacemos a nuestro Estado más emancipador y emancipado, pero tampoco tendríamos socialismo si nuestro Estado se debilitara hasta un punto de no retorno. Es esto último, precisamente, lo que pretenden lograr parte de los entusiastas del 20 de noviembre.

Un 20 de noviembre que nos lleva, como pueblo, a los mismos lugares de hace treinta o sesenta años, cuando no peores: no hacia sociedades prósperas para todos, sino hacia la clausura de toda posibilidad de democracia y justicia más allá del capital y el parlamentarismo. Lejos de su pretendido pacifismo, sería esta una fecha violenta, no solo porque pretende saltarse un orden democrático establecido, sino por su servilismo, activo o pasivo, a la hostilidad de los Estados Unidos. No es otra la «paz» que proponen que la de los sepulcros de todo futuro en los estancados lodazales de lo igual, lo «normal», y no más que borrar toda victoria que, a diferencia de la de la Plaza Wenceslao o de los Astilleros de Gdank, este pueblo conquistó a costa de la sangre de miles, defendió con las armas y sostuvo en su esperanza.

Aquel ciclo de ofensiva reaccionaria abierto el 27 de noviembre podemos interpretarlo como la breve pero intensa campaña de verano que desatara la dictadura de Fulgencio Batista contra el Ejército Rebelde en la Sierra Maestra. Para vencer este aluvión de campañas contrarrevolucionarias, acciones anticomunistas, propagandas de odio, bloqueos económicos, articulaciones burguesas, políticas imperialistas, anticubanas y procapitalistas, debemos repetir el gesto audaz de los barbudos: de la organización de la resistencia a la contraofensiva estratégica. Nuestro 20 de noviembre no será, pues, aquel de 1989 sino el de 1958. No el de Praga, sino el de Guisa: el de la batalla de Guisa. No los últimos días de la experiencia checoslovaca, sino los primeros días de los cruentos combates finales del Ejército Rebelde, finales que iluminaban nuevos comienzos.

Por supuesto, ni esta derecha está organizada como una sanguinaria dictadura, ni el campo de la revolución se reduce a rebeldes y clandestinos; tenemos, por el contrario, una historia de revolución en el poder que es preciso continuar de la manera más leal posible a su proyecto radical de emancipación.

Debemos apostar por una solución de máximos, adelantar las leyes que profundicen la democracia socialista, abrir un debate público y masivo sobre la participación y la democracia. El socialismo no puede permitirse el lujo de abdicar de las llamadas libertades políticas y dejar ese resquicio abierto a la oportunista explotación de sus enemigos. ¡No!, el socialismo conoce formas de libertades políticas y democracia popular superiores a lo que pudiera ofrecer el capitalismo. La historia de la Revolución nos ofrece la posibilidad de retomar y ampliar sus conquistas en este sentido: fortalecer el poder popular a todos los niveles, retomar la Asamblea General Nacional que sancionó las dos declaraciones de La Habana, recuperar el mecanismo de los parlamentos obreros, potenciar el rol de los sindicatos, y más.

Se agrandaría así el consenso de la Revolución, mas no por eso dejaríamos de tener enemigos. No podrá entonces temblarnos la mano para trazar la raya que nos separa: ni un paso atrás ante el consenso de las mayorías, nada que ceder ante el imperialismo y sus sirvientes; ni un paso atrás ante las conquistas de la Revolución, nada que ceder ante las fuerzas destructivas del capitalismo.

Ese es el gesto de rebeldía que necesitamos abrazar como pueblo. Por eso repetimos junto a Martí: ¡o Guisa o Praga!; o la recuperación de la rebeldía por y desde la Revolución o la protesta destructiva de un liberalismo esclerótico; o el relanzamiento de una hegemonía que ponga en su centro la emancipación o el retorno a un país sin esperanzas ni futuros; o la profundización del socialismo en Cuba o el fin de la Revolución cubana.

La situación en que nos encontramos puede leerse como una crisis sin soluciones o como una oportunidad. Pero esta no se nos brindará por sí sola, habremos de construirla. Guisa no se nos dará como mera fecha del calendario. Debemos hacer a Guisa nuestra, refundarla. Guisa no es un lugar del pasado que se pueda reactivar por mera declaración discursiva, sino un espacio que arrancarle al presente con una nueva praxis revolucionaria, un campo de batalla actual desde el cual luchar, esta vez y siempre, por el triunfo de la revolución, que tendrá que ser el triunfo de los que cayeron en su lucha por un mundo mejor, el triunfo del socialismo, el triunfo de la utopía, el triunfo del pueblo: si de lucha se trata.

#Cualeslaruta. José Afane. 27 de septiembre de 2021

Ya nos dimos cuenta de que El Salvador camina como el cangrejo: en retroceso, sin progreso, con sobredosis de caprichos y discordia. Todos aspiramos a un verdadero «cambio», palabra trillada en nuestro país, nada creíble. Todos somos bombardeados de pura paja, ahora sin instituciones que nos amparen, solo corrupción y dictadura. La población civil nos hemos quedado sin espacios, sin independencia judicial, y pronto nos bañarán de gases lacrimógenos. Estamos fritos. Veamos cuáles son las alternativas de «ruta» que pudiésemos tomar:

El primer camino: Sobrevivir hasta 2024, acudir a las urnas, y sacarlos por el voto. La población está abriendo los ojos (las encuestas lo demuestran), y los abriremos aún más con la tormenta que se viene y con los trapos chucos que no dejan de salir al sol.

Que Bukele escuche y se vea en el espejo: Urge un baño de humildad para que corrija rumbo. Déselo por su padre, el Dr. Armando Bukele, escuche sus consejos. Calme su sed de poder; escuche a los diferentes actores; haga alianzas con inversionistas éticos; no se pelee con los gringos; active asocios público-privados; deje de comportarse como niño caprichoso; fomente la unión, no más división.

Golpe constitucional: Misión imposible pues los jueces impuestos en la Sala de lo Constitucional ya están en la lista negra gringa por corruptos y antidemocráticos. ¡Cortados con la misma tijera que el presidente! Menos mal la señora Manes dice tener más pruebas de chanchullo.

Golpe de Estado a cargo de la Fuerza Armada: ¡Ojalá! Pero no nos entusiasmemos pues el ejército de Bukele es igualito al de Maduro. Como claramente expuso la Mrs. Manes, están copiando el guion del libro textualmente. Jamás se atreverán a sacar a Bukele en pijama, como lo hizo el ejército de Honduras con Zelaya. Diferentes niveles de testosterona.

Huelga de brazos caídos: «Ahí te vas a estar, María, hasta que don cerote renuncie».

El problema es que todos tenemos que llevar el pan a la mesa; no nos podemos quedar ni con brazos cruzados, ni con brazos caídos. Pero sí necesitamos salir más a la calle a exigir nuestros derechos, a gritar nuestro descontento.

Sobornar a los serviles: Como lo hizo Churchill cuando sobornó a los militares de Franco para que no se unieran a Hitler. Hay muchos corruptos alrededor del dictador que tienen precio, el problema es que ya están bien maiceados. A uno de ellos lo dejaron vender 42,000 saquitos de comida, destinados para paliar el hambre de los salvadoreños. ¡Descarados!

Acción internacional: Un golpe desestabilizador al bloquear remesas, prohibir negocios, frenar ayudas. Esto tambalea a cualquier gobierno sin recursos. Lo que sucede es que cada país tiene sus propios problemas, no les interesa El Salvador.

Estamos como estamos por darles cheque en blanco en la Asamblea; por el cambio radical a las reglas constitucionales; por la imposición de medidas extremas como estados de excepción, anarquía y control de los poderes del Estado.

Entonces ¿cuál es la ruta? Unirnos, señalar lo que no nos parece, no tener miedo; por el amor de El Salvador, estas pésimas nuevas ideas tienen que terminar.

Instigación y conspiraciones en el Bicentenario. Francisco Martínez. 20 de septiembre de 2021

Cada vez es más claro, que el mensaje de la “marcha del 15” era para exportación, para hacerse eco en los medios internacionales e incidir en la agenda diplomática occidental para que presione a Bukele a que se circunscriba a la formalidad democrática.

A pesar de los reclamos legítimos de sindicatos, de organizaciones sociales y comunidades por reivindicaciones laborales y por obras en sus territorios; estos reclamos se mezclaron y diluyeron en la maniobra de los que manejaron los hilos de la convocatoria.

En el fondo, para los instigadores de la marcha, ellos querían tomas-fotos-videos que mostrar al exterior y para replicar y comentar acá el “apoteósico acontecimiento”, por eso no importaba la dispersión de las demandas, su interés era lograr un tumulto para el titular: dictadura amenaza la república, lo que no dijeron es que hablan de SU REPUBLICA, mejor dicho, de sus PRIVILEGIOS.

No se trata de ignorar cuantos marcharon, hay que tener en cuenta que electoralmente por la oposición votaron cerca de 600 mil personas (2 millones votaron por el partido de Bukele y sus aliados).

Después de esta movilización la batalla 2024 está planteada, ahora bien ¿los de la marcha serán bloque electoral o serán bloque golpista?

Mientras tanto Nayib Bukele habló en su mensaje para los de adentro con recado y reclamo para los “amigos” de afuera.

Y puso en la mesa el gran tema de las pensiones, señalando que en 30 días (15 de Octubre) presentaría una propuesta de reformas al sistema de ahorro para pensiones; con ese anuncio retomó la iniciativa política y colocó en la mente (top mind) y en la charla diaria de los ciudadanos un tema que a los salvadoreños les importa mucho.

La respuesta de la reacción en defensa del negocio de las afp y la banca no se hizo esperar, inmediatamente salieron los “expertos” a señalar el riesgo de la nacionalización del fondo de pensiones. Les incomoda que se plantee que las pensiones sean administradas por una o varias instituciones del Estado: y, que se asuma por el Estado el carácter solidario y universal de estas.

Sin duda cuando los grandes temas (pensiones, reforma fiscal, refundación del Estado, ampliación de derechos, nuevo orden constitucional con nuevas reglas y marco normativo) se ponen en la agenda para la toma de decisiones en beneficio de las mayorías, las elites del viejo poder y sus adláteres elevan el nivel de su campaña mediática de exportación y tergiversación, hasta pedir el magnicidio. 

Los sectores conservadores y otras fuerzas reaccionarias se sitúan conspirativamente en la coyuntura de la crisis del martinato 1940-1944, y olvidan que en El Salvador 2021, hay un “nuevo bloque hegemónico, emergente y en ascenso”; con la iniciativa estratégica y con la correlación de fuerzas a su favor; con las expresiones políticas tradicionales en decadencia; con nuevas formas comunicacionales en un mundo digital; y con un país con familia transnacional.

Mientras tanto, la vieja izquierda, la intelectualidad vacilante, la iglesia al servicio de saber “quién”, adoptan como suyo, la premisa de que, la democracia es sólo formas y nada más que formas. Olvidando el contenido de la causa por la gente. Sin ver la crisis de la democracia liberal.

Es claro que, para ser opositor, ser crítico, disputar ideas: No basta el antibukelismo, ni el golpismo.

Requiere CABEZA, altura moral, respaldo social, compromiso popular, formación holística; y neuronas, no bilis.

Pero, ante la magnitud de los hechos, parece que las viejas elites han optado por el golpismo y su eslogan preferido haga patria…

Estamos obligados a actuar progresistamente, para que esta vez no se salgan con la suya.

La transformación del escenario político en El Salvador. Roberto Pineda. 20 de septiembre de 2021

It’s been a long time comin’
It’s goin’ to be a long time gone.
Appears to be a long time… Appears to be a long time…
Yes, a long, long, long time
Before the dawn…[1]

Crosby, Stills & Nash

Desplazamientos y virajes: el desafío masivo al poder mediático y político de Bukele

Lo que la oposición política (ARENA, FMLN, Vamos y NT) no logró en 27 meses, lo alcanzó el movimiento popular y social: poner en una semana a la defensiva al proyecto político del presidente Bukele, y hasta arruinarle las celebraciones del bicentenario de la independencia. La protesta del Bicentenario abre un nuevo momento político en El Salvador.    

Desde las coloridas jornadas de protesta del 7 de septiembre contra la implementación del bitcoin hasta las multitudinarias marchas del 15 de este mes,  la correlación de fuerzas se ha modificado, la disputa de clase por el momento favorece a los sectores populares. De lo que se haga en las próximas semanas  dependerá el desenlace de este periodo de lucha.

En un hecho histórico inédito, dirigentes de ARENA y de la ANEP, se sumaron a la marcha del 15 de septiembre contra el bitcoin que salió del parque Cuscatlán. Marcharon junto a un sector del movimiento popular y social. Este hecho viene a sumarse a dos anteriores igualmente sorprendentes.

Luego de los Acuerdos de Paz de 1992, antiguos enemigos  a muerte, terratenientes y campesinos, marcharon juntos para exigir la condonación de la deuda agraria; así como excombatientes del FMLN y veteranos de la Fuerza Armada marcharon  juntos  para exigir un pliego de reivindicaciones económicas y sociales. Estas son las ironías de la historia.

La movilización popular y el estado de ánimo combativo, de mantenerse, impactará fuertemente en las bases populares y en los aliados del proyecto Bukele, en la diáspora, así como en las Fuerzas Armadas y PNC, ya que les provocara dudas acerca del ritmo y desenlace futuro de este enfrentamiento.  De enfriarse la calle, el proyecto de Bukele saldrá fortalecido.

Que Bukele está a la defensiva es un hecho, lo que no sabemos es cuánto tiempo va durar esto.  Pero de no soplar el fuego de la llama de la rebeldía popular, esta  ira extinguiéndose hasta apagarse de nuevo, como nos enseña la experiencia histórica.  Y esta es seguramente la apuesta del régimen Bukele, dejar que se apague.  

Por nuestra parte, el desafío es de mantener el fuego encendido lo más que se pueda. A continuación hacemos una apreciación de la situación, desde una óptica de movimiento popular, y tratando los temas de la oposición a Bukele, el nuevo bloque de poder y escenarios de futuro.

I.La oposición a Bukele

Necesidades, intereses y desafíos

La oposición a Bukele aglutina a diversos sectores con intereses diversos y hasta opuestos: el sector de partidos políticos, el sector de fuerzas sociales y populares,  el sector de gremios empresariales de la ANEP, el sector académico, la iglesia católica (CEDES), iglesias históricas e incluso alguna pentecostal como la MC Elim, y algunos gobiernos de la Unión Europea y el de Estados Unidos.

Los partidos políticos de oposición  (ARENA, FMLN, Vamos y NT)

Los partidos políticos observaron las protestas desde la necesidad de oxigenarse luego de una fuerte tormenta de ataques políticos e incluso judiciales, y desde los intereses de una óptica fundamentalmente electoral, evaluando su significado en votos para las elecciones de 2024.

Necesitan y confían en que lograran encauzar la protesta popular hacia una acumulación partidaria electoral. Y para derrotar al proyecto Bukele en el 2024 necesitan de una alianza electoral y de un  candidato presidencial único  y de prestigio, lo cual es un complejo desafío a lograr. Pero en pedir no hay engaño.  

El movimiento popular y social (BRP, MScV, CNTS, y CSMP)

El movimiento popular y social encabeza las protestas[2] desde la necesidad de recuperar su protagonismo de lucha, luego de un prolongado periodo de parálisis  y desde los intereses de  garantizar las conquistas populares y defender las garantías democráticas.

Ojala que logre manejar adecuadamente  los niveles de organicidad entre la izquierda social y la izquierda política, y que los conflictos al interior de esta última no sean trasladados mecánicamente hacia la primera.

Las protestas los fortalecieron, pero como desafío necesitan para darle continuidad a esta batalla asegurar diversos elementos: lograr acuerdos mínimos de unidad en la acción entre sus varias expresiones; coordinar la lucha de calle con la lucha parlamentaria; combinar la lucha de calle con la lucha de los partidos políticos de oposición, y luchar por la  dirección  en un futuro frente nacional anti-Bukele, que hay que construirlo.  

Los sectores empresariales de la ANEP

Los sectores empresariales de la ANEP, -conducidos por las familias  Siman, Poma, Meza, Esserski- se incorporan a la protesta del 15 de septiembre desde la necesidad de recuperar su protagonismo de incidencia, luego de un periodo de ataques sistemáticos por parte del régimen de Bukele y desde los intereses de garantizar una presencia activa en la conformación de una alternativa política anti-Bukele.

Particularmente, a la ANEP le interesa recuperar su presencia en las juntas directivas de las instituciones autónomas de donde fueron expulsados, porque es desde estos espacios que garantizaban antes sus negocios.

Han sido estos sectores, en particular los vinculados  a los dueños de medios de comunicación (TCS, EDH, LPG, DEM)  los que han mantenido y mantienen una denuncia permanente y sistemática contra los atropellos del gobierno autoritario y bonapartista de Bukele. Y han sido los ganaderos los más activos en la convocatoria a la marcha.

Los sectores académicos, de investigación e iglesias

Estos sectores democráticos,  históricamente han jugado un papel relevante en la defensa de los intereses de la democracia y la justicia social. Abogan por la existencia de instituciones democráticas en un marco constitucional y la necesidad de la participación ciudadana. Con su palabra autorizada, desde la ciencia, el periodismo investigativo, o incluso desde la fe, contribuyen a construir un ideario democrático y legitiman la protesta social.

Las embajadas y la Embajada

La Embajada de Estados Unidos ha sido históricamente en nuestro país el referente para medir la estabilidad de cualquier gobierno. En 1941 el presidente Martínez-no obstante sus veleidades nazifascistas- al enterarse de Pearl Harbor se abalanzó a declararle la guerra al Eje Fascista. Durante la Guerra Popular Revolucionaria-1980-1992- el gobierno estadounidense financió e incluso participó directamente en el conflicto armado, en contra del FMLN.

En la actualidad el gobierno de Biden ha retirado la ayuda de la AID al gobierno Bukele , estamos hablando de 271 millones de dólares y la ha transferido a organismos de la “sociedad civil”  para la lucha “contra la corrupción y por la democracia.”

Dicen que siguen siendo gobiernos “amigos”  pero con serias diferencias y serios llamados desde Washington a respetar la sagrada “separación de poderes” y el “orden democrático.” Pero conscientes de las dificultades que traería una ruptura total, dada la situación política regional con Honduras y Nicaragua.

Pero para la desgracia de Washington y de Jean Manes, la embajadora, hoy existen otros poderes internacionales,  dispuestos a extenderle una mano amiga al régimen Bukele.

II. El nuevo bloque de poder

Necesidades, intereses y desafíos

El nuevo bloque de poder alrededor del proyecto del presidente Bukele incluye el todavía apoyo mayoritario de los sectores populares, el control sobre el Estado (incluyendo Presidencia, Legislativo, Judicial, Fiscalía);  apoyo de la diáspora en USA,  alianzas con un sector de la oligarquía (Kriete) y apoyo diplomático y económico de la Republica Popular China.

Este proyecto para consolidarse, necesita estabilidad política, mejoramiento social y crecimiento económico. Esto explica diversas medidas. Lo del  bitcoin obedece a la necesidad de aprovechar el ascendiente sobre la diáspora para disputarle  ese jugoso mercado, con empresas propias o de sus aliados, a las empresas estadounidenses de envío de remesas.

Lo del incremento de efectivos de la Fuerza armada obedece a la necesidad de garantizar el monopolio estatal de la violencia, hoy compartido con  grupos delincuenciales. Bukele necesita aplastar esa competencia, y se prepara para hacerlo, aunque esto signifique una política de exterminio social,  que le permita una recuperación efectiva del territorio, y contará para este plan  seguramente con respaldo popular.   

En el plano económico, no obstante la seria crisis provocada por el endeudamiento, existen señales de una reactivación económica, incluso reconocida por la ANEP; que los ha beneficiado en las áreas de las exportaciones, construcción, industria, comercio y remesas.

Por otra parte, la población sigue esperando el cumplimiento de las promesas del Plan Cuscatlán, en particular lo del tren del Pacifico, y el aeropuerto en Oriente, no obstante el atenuante de la pandemia del covid.

El respaldo mayoritario de los sectores populares

Es un hecho que los sectores populares fueron golpeados por las políticas neoliberales de veinte años de gobiernos de ARENA y de diez años de gobierno del FMLN. La emergencia de Bukele y de Nuevas Ideas como alternativa política obedece y descansa sobre este hartazgo con respecto a los partidos del antiguo sistema político.

Los sectores populares le han dado un voto de confianza en las encuestas a Bukele por 27 meses, pero necesitan comprobar que va castigar a quienes lo defraudaron y que va a mejorar su situación de vida. Únicamente les ha cumplido parte del compromiso y el relativo a mejorar la calidad de vida sigue pendiente  y con resultados contradictorios. 

Por una parte la gente ha observado que sus intereses de salud con relación al covid han sido garantizados así como que se ha mantenido el bajo nivel de homicidios; pero por otra parte, ha experimentado aumentos en los artículos de consumo popular y no ha logrado entender lo del bitcoin. Lo relativo a los retrocesos en la institucionalidad democrática, todavía le siguen siendo ajenos.

Lo del bitcoin, -fundamentalmente-, ha desencadenado la protesta popular y ciudadana. Y el presidente Bukele no reprime  las protestas porque no necesita hacerlo, sería un desgaste innecesario, casi una estupidez, pero debemos de tener la certeza que lo hará sin duda alguna al ver en peligro real los intereses de su proyecto político, y cuenta con los instrumentos para hacerlo. Cuando tome esta decisión, sabremos que la crisis política  está en su punto de no retorno.

Un movimiento sindical pro Bukele

Entre los sectores de trabajadores organizados que respaldan la gestión de Bukele se encuentra el poderoso STISSS, así como a nivel municipal ASTRAM y SITTOJ en el órgano judicial. Cuentan con capacidad de movilización, recursos y experiencia sindical.

Pero a la vez responden al clamor popular y entran de manera permanente en contradicciones con otros sectores de Nuevas Ideas vinculados al Ejecutivo o al Legislativo. Tal fue el caso reciente de una propuesta de modificar la composición de la junta directiva del ISSS, que fue rechazado en las calles por el STISS hasta lograr que fuera retirada la propuesta.

Una alianza con partidos políticos de derecha

Bukele llega  a la presidencia compitiendo con la bandera prestada del partido GANA. En la actualidad, GANA, el PCN y el PDC, partidos del antiguo sistema político, siguen existiendo como aliados legislativos de Nuevas Ideas, pero en una situación de irrelevancia política. Pero le aseguran al proyecto Bukele una cobertura de pluralismo ideológico y político.

El control sobre el Estado (Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Municipal)

Para impulsar su proyecto de un nuevo sistema político, el clan Bukele necesitaba irse apoderando de los diversos instrumentos de control político del antiguo sistema, del aparato de estado.

En un relativamente breve proceso, inicialmente compite por medio de un partido alquilado para ganar la Presidencia en 2019 (lo que le permite el control de las FFAA y la PNC), luego construye el partido Nuevas Ideas con medio millón de afiliados, después gana en 2021 electoralmente la Asamblea Legislativa y la mayoría de Alcaldías, y posteriormente  desde la AL se apodera de la CSJ y de la FGR.

Habiendo colocado todas sus piezas en el tablero de ajedrez, hoy se prepara para su jugada maestra, la reforma constitucional que le garantizara la institucionalización de un nuevo sistema político, en el cual su partido Nuevas Ideas y él como su dirigente máximo será el árbitro inapelable, compita o no compita para un nuevo periodo presidencial.

El apoyo de la diáspora en USA

La comunidad salvadoreña en Estados Unidos fue el aliado inicial del proyecto Bukele  y continua siendo uno de sus principales pilares de apoyo. Y como amor con amor se paga, no es casualidad que la recientemente aprobada legislación para el voto en el exterior, vaya con una dedicatoria especial de agradecimiento a este sector.

La comunidad salvadoreña en Estados Unidos se compone de varias generaciones. La primera generación, la que llega en los años ochenta del siglo pasado, es una generación con fuertes inclinaciones de izquierda, en respaldo al FMLN. Las siguientes generaciones son mucho más pragmáticas, pero con un fuerte rechazo hacia los gobiernos de ARENA y del FMLN, que los obligaron a  salir del país, los expulsaron.  Y es en este sector mayoritario que tomó fuerza la figura y el proyecto político de Bukele.

La oligarquía pro Bukele

Hay un sector minoritario pero importante de la oligarquía que ha decidido respaldar al proyecto Bukele. Su rostro más familiar es el del ahora colombiano-salvadoreño  Roberto Kriete, uno de los dueños de Avianca.  Pero hay más, hay otras familias (Callejas, Dueñas, Regalado, Salaverría) y esto le permite al presidente Bukele bloquear la posibilidad de la unidad de su enemigo social principal, y esto termina afectando lo político,  al interior de ARENA y de la misma ANEP.

La Otra Embajada, la de la Republica Popular China

La proverbial paciencia china  ha sido recompensada en El Salvador, ya que frente a la clara injerencia de la Administración Biden y de la Unión Europea,  se yergue la dulce sonrisa de confianza de la embajadora china, Ou Jianhong, hablando sobre la necesidad de respetar el principio de no injerencia en los asuntos de otros estados.

Para China El Salvador ha sido un regalo inesperado, pero valioso. Su brillo no es económico, es de naturaleza geopolítica, su cercanía con Estados Unidos, su principal adversario comercial. Y esto explica el contundente apoyo con vacunas gratis y vendidas, en relación al combate del covid. China pasa a ser  en El Salvador una espina atravesada en la misma garganta del imperio.

III.Escenarios de futuro:

1.Consolidación del proyecto Bukele.

No obstante la contundente protesta popular, el régimen cuenta con los mecanismos para “capear la tormenta” y lograr recuperar la estabilidad política que le permita continuar con su proyecto de un nuevo modelo de estado, de “una nueva republica” al servicio de sus intereses.

No es casual que se maneje la posibilidad de una nacionalización del sistema de pensiones como una medida orientada a recuperar el apoyo popular. Pero el corazón del proyecto Bukele radica en la reforma constitucional, y esta marcha viento en popa, así como  internacionalmente, van a la búsqueda de la CELAC por encima de la OEA, como lo ha expresado el vicepresidente Ulloa en México, en una lógica de los enemigos de mis enemigos son mis amigos.

2. Situación de equilibrio de fuerzas. La protesta social y popular continuara calentando la calle, afectando la imagen pública del presidente Bukele pero no lograra concitar las condiciones para un cambio de régimen, que permitiera ya sea la restauración oligárquica  o un gobierno de coalición. Pero lo mantendrá en crisis permanente.

El régimen todavía mantiene las libertades públicas, mientras la oposición política impone una visión de esperar el 2024 para cambiar la correlación de fuerzas, mediante la reducción significativa del peso legislativo de NI, e incluso el desafío a la presidencia.

3. Consolidación del proyecto de la oposición política

La protesta social y popular continuara calentando la calle, afectando la imagen pública del presidente Bukele y permitirá que los partidos políticos logren afinar sus estrategias electorales orientadas al 2024, incluso con la posibilidad de un frente único electoral anti-Bukele.

Buscaran mientras tanto acelerar el aislamiento nacional e internacional del gobierno Bukele (OEA, CIDH. ONU, SIP, etc.) a la vez que confiaran en su ahogamiento financiero, dados los niveles de endeudamiento.

Los partidos políticos junto con la empresa privada y la embajadora Jean Manes, coinciden en buscar una salida electoral en el 2024 a la actual crisis.  Y seguramente trataran de empujar  al movimiento popular y social por este camino. La oposición política mantiene la iniciativa.

4. Consolidación del proyecto popular

La protesta social y popular continuara calentando la calle, y crecerá afectando la imagen pública del presidente Bukele, ante lo cual  el régimen responderá   –después de agotar su campaña mediática-  con la imposición del estado de sitio y la represión.

La oposición política llamara a la cordura, mientras que la oposición social y popular aceptara el desafío, pugnara por una salida popular y democrática a la crisis, y lograra enfrentar la represión y hacer que el régimen ceda en su proyecto de entronización, con medidas inmediatas que permitan mitigar el alza en el costo de la vida.

Y  logrando cambios significativos, tales como reversión de algunas medidas gubernamentales, la derogatoria del bitcoin y, o el despido obligatorio de jueces. Para lograr esto se requiere que el movimiento popular y social unifique sus filas, construya un programa de cambios y diseñe una estrategia de lucha, flexible y efectiva. Ojala así sea.


[1] Ha pasado mucho tiempo para que llegáramos/y será mucho tiempo para irnos…/Parece que será mucho tiempo, sí, mucho, mucho, mucho tiempo, /para el amanecer.” Crosby, Stills & Nash

[2] Ver Marchan contra Bukele en Bicentenario de Independencia. https://ecumenico.org/marchan-contra-bukele-en-bicentenario-de-independencia