La formación política de los movimientos populares latinoamericanos. Claudia Korol. 2007

¿Qué militantes populares, qué movimientos populares,  qué proyectos políticos populares van constituyendo  sus resistencias y alternativas en este tiempo histórico?

¿Qué lugar tiene en sus propuestas la batalla cultural?

¿Cómo avanzar en la formación de militantes y movimientos populares, con capacidad de aprehensión y  transformación de la complejidad de la trama social en  la que se recrean las posibilidades de existencia, no sólo  de un grupo, sino de toda la humanidad y la naturaleza? ¿Dónde afirmar el dinamismo de estos procesos?

Intentaré aproximar algunas reflexiones, que sostienen  nuestra práctica de formación política, que realizamos  junto a diferentes movimientos populares, y que ahora  integramos como programa específico del OSAL[1]

Nuevos desafíos en el siglo XXI

Los movimientos populares latinoamericanos iniciaron el siglo XXI enfrentando nuevos desafíos, que multiplican las tareas ya planteadas y proponen nuevos horizontes. Se amplía la resistencia a las políticas neoliberales y comienzan a ensayarse alternativas populares a las mismas.

Este doble movimiento, de negación y afirmación, de rechazo y de propuesta, requiere de militantes con capacidad para analizar los complejos procesos en los que desarrollan su actividad, y para asumir iniciativas diversas, tanto en la confrontación con la dominación, como en los esfuerzos de creación de experiencias de poder popular.

Sin embargo, por múltiples razones, se han debilitado los procesos de formación de militantes. Entre muchas causas no podemos omitir el impacto de la devastación producida por las dictaduras latinoamericanas, que liquidaron físicamente y destruyeron moralmente a miles de luchadores y luchadoras, introduciendo en la subjetividad del pueblo y en sus organizaciones la desconfianza, el miedo, el derrotismo, la desmoralización, y una cultura de sobrevivencia basada en el “sálvese quien pueda”.

Sobre esta base resultó eficaz la acción desorganizadora del pensamiento de izquierda y popular promovida por la cultura neoliberal.

El desconcierto, la crisis teórica, la vulnerabilidad frente a la pérdida de certezas –muchas veces basadas en dogmas– se reforzaron ante el cambio brusco en las relaciones de fuerzas producido a nivel mundial después de la desarticulación de la Unión Soviética y de las experiencias del Este europeo, del controvertido rumbo de China y de otras revoluciones asiáticas, así como de los procesos de descolonización africanos.

En nuestro continente, la derrota del sandinismo y la frustración de las expectativas sobre una revolución centroamericana[2], así como el cuadro continental post-dictaduras, afirmaron la sensación de triunfo mundial del capital, que se reforzó con la ofensiva ideológica conservadora asociada a los contenidos del Consenso de Washington[3].

Las políticas neoliberales desplegaron una auténtica guerra cultural destinada a ganar las mentes y los corazones de los pueblos.

El desmoronamiento de un socialismo en el que el poder popular había sido enajenado mucho tiempo antes de su caída formal fue presentado como triunfo del capitalismo. El fin de la historia, el fin del trabajo, la desaparición de la clase obrera, la utopía desarmada fueron algunas de las ideas fuerza que horadaron en el imaginario popular las convicciones sobre las posibilidades del cambio social, las revoluciones, el socialismo, el marxismo, dejando el campo abierto a la posmodernidad y a su prédica funcional a la fragmentación del movimiento popular.

Sin embargo, la historia no terminó. Bastaron dos décadas de políticas neoliberales para que los pueblos comenzaran a expresar en América Latina el hartazgo frente a sus consecuencias: la devastación de la naturaleza, la superexplotación de los trabajadores y trabajadoras, la pérdida de derechos sociales, la precarización de todas las formas de trabajo y de vida, la exclusión de amplias franjas de la sociedad, el refuerzo de los fundamentalismos conservadores, las invasiones y guerras, las opresiones culturales, diversas formas de genocidio, la corrupción en distintas esferas de la gestión política y económica, la degradación de una parte de la humanidad, sostenida por debajo de los límites mismos de la sobrevivencia a través de políticas de asistencialismo y de control social, la criminalización de la pobreza y la judicialización de la miseria.

Este hartazgo produjo fuertes crisis de gobernabilidad y acentuó la deslegitimación de las políticas neoliberales y de aquellas fuerzas partidarias que las aplicaron. Como expresión de este cansancio, se multiplicaron levantamientos populares locales y nacionales, se realizaron diversos ensayos de poder popular, se practicaron distintas formas de acción directa, se desplegaron movilizaciones masivas, lucha de calles –que en algunas oportunidades se transformaron en estallidos de rebeldía.

Las organizaciones nacidas o desarrolladas en estos años desplegaron una enorme imaginación en esfuerzos de sobrevivencia, en la recuperación de saberes ancestrales, en la creación de nuevos saberes sobre salud, alimentación, educación, comunicación, y en variadas modalidades de batalla cultural. En levantamientos populares masivos en algunos casos, y utilizando también los espacios de disputas electorales, se derrocaron gobiernos y se destituyeron a los sectores políticos que venían implementando los mandatos políticos y sociales del poder mundial.

En estas intensas jornadas se va recuperando la confianza en las propias fuerzas, se reinventan formas de trabajo comunitario o colectivo, se rompen cercas latifundiarias, se cuestiona la propiedad privada desde las fábricas sin patrones, se realizan intentos de una nueva institucionalidad, se crean nuevas constituciones, se discuten los límites de estas democracias, se ejercitan modalidades de democracia participativa y de democracia directa, se libran batallas en la justicia contra la impunidad, se realizan nuevas maneras de integración política, económica, social y cultural de los pueblos que desafían las imposiciones imperialistas.

En este contexto, el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela y su impulso a la revolución bolivariana rompieron el aislamiento internacional en el que la Revolución Cubana venía sosteniendo la defensa del horizonte socialista. Posteriormente, la llegada al gobierno de Evo Morales en Bolivia comenzó a dar oportunidades para la constitución de un eje de integración de gobiernos del continente nucleados en el ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe), que con apoyos tímidos de otros gobiernos permitieron poner freno al proyecto del imperialismo presentado como ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas).

Aunque este se haya metamorfoseado en una cantidad de tratados de libre comercio, de programas de militarización, de instalación de bases, de ejercicios conjuntos, de propuestas de canje de deuda por educación, por naturaleza, etc. , de iniciativas como el IIRSA (Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana), que son otras formas de continuidad de la política norteamericana de control del continente para imponer su hegemonía en el mundo, también se crearon –gracias a las resistencias populares y a la voluntad política de algunos de estos gobiernos– mejores posibilidades para proponer un modelo de integración de cara a las necesidades de los pueblos, tarea en la que es imprescindible el protagonismo de los movimientos y redes alternativas.

Se presenta, sin embargo, el dilema de que el desgaste de los proyectos neoliberales se precipitó más rápidamente que la recomposición de las propuestas estratégicas y de las fuerzas organizadas alrededor de proyectos políticos populares. Es así como en momentos aún de defensiva para las organizaciones políticas de izquierda y los movimientos populares, se produjeron flujos de ascenso de las luchas –incluso sin conducción política, como el 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina–, o el acceso al gobierno de fuerzas que provienen de tradiciones de izquierda, con bajos niveles de movilización e iniciativa popular.

De esta manera, se va reconfigurando el mapa de América Latina, con gobiernos democrático- populares, algunos de los cuales plantean perspectivas socialistas, y otros que simplemente ponen cosméticos discursivos “progresistas” a las políticas neoliberales. Estos gobiernos provienen de procesos peculiares y han asumido distintas definiciones, tanto en lo que hace a su rumbo político, económico y social, como a su relación con los intereses de poder, con el imperialismo y también con los movimientos populares.

No es el propósito de este artículo analizar el carácter de clase y los compromisos de cada uno, sino llamar la atención respecto de que, a pesar de que en algunos enfoques se tiende a generalizar una caracterización del proceso político latinoamericano, cargándolo de cierto exitismo en la valoración de la nueva relación de fuerzas, un análisis más detallado podría recomendar no establecer fáciles paralelos y simetrías, y asumir que existe una distancia considerable entre el cansancio social hacia las políticas neoliberales y los procesos reales basados en la fuerza organizada del poder popular.

Esto crea el riesgo de que los avances logrados puedan resultar transitorios, y que en la medida en que no se conjugue el dinamismo popular con proyectos que rompan los límites actuales del programa capitalista, y con la creación de fuerzas organizadas del pueblo que sustenten esos proyectos, los procesos pueden ser rápidamente revertidos, dando lugar al retroceso de lo conquistado y al avance inclusive de las fuerzas de la derecha, que utilizan esta etapa para reorganizarse.

A pesar de los límites señalados, es cierto que como resultado de la acumulación de rebeldías, en las batallas populares producidas en estos comienzos de siglo, se revalorizó la lucha política, no como gerenciamiento empresarial sino como causa colectiva; y se insinuaron distintas maneras de amasar identidad y proyecto, en un esfuerzo solidario que al tiempo que sueña el proyecto, intenta construirlo en las prácticas cotidianas, modificando las relaciones de opresión y dominación.

También en esta etapa se multiplicaron las expresiones de sujetos políticos que se organizan para denunciar y enfrentar formas de subordinación o exclusión que no dependen solamente de variables económicas, a la visibilización como son las demandas ligadas al reconocimiento de la identidad cultural; de diversos campos de las percepciones, pensamientos, sentimientos y experiencias de las mujeres, de sectores de la diversidad y de la disidencia sexual; a la recuperación de las culturas indoamericanas y afrodescendientes, y de aquellas espiritualidades populares que desafían la prédica del pensamiento capitalista y patriarcal, el fundamentalismo religioso y la homogeneización de las subjetividades alrededor de un patrón cultural burgués, machista, racista, homofóbico, xenófobo, colonizador, guerrerista y violento.

Algunos debates en los movimientos populares

Reconocer las dinámicas que conducen a la fragmentación social –uno de los obstáculos fundamentales de este tiempo– es imprescindible tanto para asumir los enfoques de creación de un bloque popular contrahegemónico, como para debatir el carácter y la metodología de las propuestas de formación política.

Los actuales procesos de fragmentación social tienen en su base material la desarticulación de las clases y grupos organizados de acuerdo a intereses comunes colectivos, como resultado de la flexibilización y precarización laboral, la desindustrialización, el despoblamiento del campo –entre otros motivos–, y como causas subjetivas, el retroceso en los niveles de conciencia social producido por la dictadura primero, así como el impacto de la cultura neoliberal en los movimientos populares, e incluso en la militancia.

Las urgencias de la sobrevivencia generan formas de militancia basadas en el pragmatismo y el cortoplacismo, que son parte de la manera efímera de constitución y desarticulación sucesiva de los agrupamientos de hombres y mujeres agredidos, que no alcanzan a volverse sujetos políticos en la vivencia cotidiana de la inmediatez.

En la recomposición de los movimientos populares se plantean nuevos debates, dirigidos tanto a cuestionar sus propias formas organizativas, como lo que estas implican para los procesos de formación política.

Conviven en el pueblo organizaciones tradicionales, como los sindicatos, centrales campesinas, estudiantiles, barriales; movimientos nacidos como respuesta a la exclusión, o a partir de búsquedas de reconocimiento; movimientos que plantean demandas económicas o culturales. Conviven movimientos estructurados de manera fuertemente jerárquica, basados en la separación de dirección y bases; y otros con dinámicas asamblearias, o de horizontalidad, que suelen tener grandes dificultades para crear un auténtico protagonismo de las mayorías, y que tienden a desestructurarse con facilidad.

En los años ochenta y noventa tomaron cuerpo los movimientos organizados alrededor de las políticas de identidad, que expresan formas de resistencia cultural frente a la lógica capitalista del pensamiento único, que al tiempo que homogeneiza ideas, deseos, sentimientos, con la fuerte intervención de los medios masivos de comunicación, agrieta y diluye las identidades clasistas, niega las identidades nacionales, y ha llegado incluso a negar la identidad individual de las personas (como ocurrió a través de la apropiación de niños y niñas durante la dictadura).

Frente a la ofensiva capitalista que vulnerabilizó a los sujetos colectivos, sobre la base de la desestabilización de las personas, de sus grupos familiares, de sus roles, las políticas de reconocimiento actúan como formas de afirmación de los grupos o movimientos que reivindican ser considerados como personas, en su diferencia, desde sus culturas, sus elecciones vitales, sus proyectos y sueños (Fraser, 1999).

Sin embargo, un fuerte límite de algunas prácticas con que se han desarrollado las políticas de identidad ha sido colocar el valor de la diferencia por sobre la necesidad de confluencia del conjunto de los oprimidos y oprimidas por el capitalismo, el patriarcado y el colonialismo. Si bien estos límites pueden leerse como una reacción frente a políticas tradicionales de las izquierdas y de los movimientos clasistas, que niegan o subestiman el valor de la diversidad, no puede actuarse con inocencia frente a un esfuerzo sistemático desarrollado desde usinas ideológicas como el Banco Mundial, o numerosas ONG y fundaciones, que invirtieron recursos importantes en estimular la despolitización de las demandas, sustentando teóricamente la imposibilidad de conocimiento del mundo, negando los aportes del marxismo, la teología de la liberación, el feminismo y las teorías emancipatorias en general.

Ya no quedaría desde esos enfoques otra perspectiva ideológica que aquella que justifica los crímenes del capital y las distintas maneras de opresión.

Por este camino se reforzó la fragmentación del sujeto histórico, y se estimuló una forma de acción política que sustituye las políticas de acumulación de fuerzas de mediano y largo plazo por la acción y reacción frente a las emergencias. En su impacto en la formación política, estas concepciones llevan al desprecio por la teoría, a la acentuación de la ruptura entre teorías y prácticas, a la limitación a procesos acotados de “capacitación” pero no de formación, a la subordinación ideológica y cultural a las diversas “modas”, que se van renovando desde las usinas de la producción cultural hegemónica.

Las batallas por la transformación del mundo y los procesos de formación política de los militantes necesitan del diálogo pedagógico de las experiencias populares, que son la base en la que se fundamentan las diferentes perspectivas teóricas emancipatorias, como el marxismo –considerado fundamentalmente como un método de análisis de la realidad y como una guía para la acción–, los aportes realizados por la teología de la liberación, el feminismo, las cosmovisiones de los pueblos originarios, las miradas holísticas del Universo, y la diversidad de aprendizajes realizados en nuestro continente en más de 500 años de resistencia indígena, negra y popular.

La conquista y colonización de América promovió la hegemonía de una cultura racista, legitimadora del saqueo de nuestros recursos naturales, la devastación de nuestros territorios, el genocidio de nuestros pueblos, y la imposición de una visión del mundo sobre las muchas existentes en estas tierras. La descolonización cultural implica avanzar en la crítica de nuestros sentidos del mundo, de nuestras concepciones de lucha, de nuestra lectura de la historia, de nuestras modalidades de resistencia; en la valorización y el reconocimiento de los saberes ancestrales, de las culturas originarias, de las diferentes cosmovisiones que se crearon en nuestras tierras.

Significa también una actitud concreta frente a la historia del capitalismo en América Latina, construido sobre la base del genocidio de los pueblos, realizado una y otra vez en nombre del “progreso”, la “civilización”, el “desarrollo”.

La descolonización cultural obliga a pensar también, de manera sistemática y profunda, los dilemas que se plantean a los proyectos socialistas latinoamericanos, en términos de crítica a las maneras de destrucción y explotación de la naturaleza y los pueblos realizadas por el capitalismo, y a pensar nuevos proyectos de vida sobre la tierra, que no reproduzcan aquellos modelos, ni el autoritarismo con que se ejercen esas formas de dominación.

Son los movimientos populares los que expresan con más claridad en este tiempo la diversidad de demandas que se han ido creando en las batallas anticapitalistas, antipatriarcales, antiimperialistas, contra las diversas formas de colonización cultural. Siendo estas demandas en muchos casos limitadas, por su carácter sectorial, económico o local, es, sin embargo, en su interacción, articulación y diálogo que pueden volverse develadoras de distintos aspectos de un proyecto político popular, de carácter civilizatorio, mucho más amplio, fecundo y vital que los programas populistas o neodesarrollistas, reproductores de lógicas viciadas de estatismo, que suelen exhibirse como la suma de las transformaciones “posibles” de ser realizadas, en este contexto latinoamericano y mundial.

Aceptando las posibilidades que ofrece el Estado nacional como trinchera de disputa de las políticas de soberanía nacional y popular, es necesario cuestionar las concepciones que niegan la autonomía de los movimientos populares y pretenden manipularlos desde la gestión estatal, atravesada como está por fuertes lógicas de burocracia, clientelismo y corrupción.

La autonomía de los movimientos populares, en esta perspectiva, no significa la reclusión en un lugar testimonial de crítica o de oposición a uno u otro gobierno, sino la capacidad de los mismos para actuar no como correas de transmisión de las esferas del Estado, sino de acuerdo a sus propias demandas y proyectos, como parte de un proyecto político estratégico en construcción.

Si nunca fue posible creer en una “revolución desde arriba”, esto resulta mucho más complejo de pensar después del fracaso de las experiencias realizadas en nombre del socialismo real, en las que incluso aquellos procesos que nacieron de una verdadera fuerza revolucionaria popular, como fue la Revolución Rusa o la Revolución China, fueron progresivamente enajenados por las burocracias estatales, siendo vaciados de su contenido popular y socialista. Cobra fuerza en esta perspectiva la creencia mariateguiana de que el socialismo en América Latina no puede se calco ni copia, sino creación heroica de los pueblos.

Pedagogía de la resistencia y de las emancipaciones: diálogo de saberes

En estos momentos, se han dado algunos pasos para que puedan interactuar las distintas experiencias, y, como resultado de las luchas comunes, de la participación en redes de acción local o continental y de los diálogos pedagógicos realizados en el marco de estas batallas compartidas, los movimientos diversifican sus miradas del mundo, son atravesados por otras demandas, se “contaminan” mutuamente con sus sueños libertarios, lo que comienza a traducirse en nuevas formas de articulación, y en la ampliación de la perspectiva emancipatoria de los movimientos existentes.

Los cambios en las prácticas abren nuevos horizontes teóricos que permiten cuestionar las utopías disecadas en propuestas dogmáticas, cuestionando tanto las políticas de homogeneización cultural neocoloniales, como las simplificaciones de aquellos proyectos políticos que miran la realidad con una lógica jerárquica, que subordina y reduce el conjunto de las demandas a la resolución de una principal.

Es importante entonces, a la hora de pensar los horizontes actuales de la formación política, someter a crítica no sólo la cultura capitalista, sino también aquellos modelos que en nombre del socialismo cimentaron diferentes formas de dogmatismo, una de cuyas características comunes es la negación de la dialéctica. Los enfoques dogmáticos resultan de un pensamiento simplificador de la realidad en unas pocas contradicciones antagónicas–retrato en blanco y negro–, y reaccionan ante los procesos de despolitización y desideologización, regresando a los enfoques tradicionales de homogeneización política.

Estas modalidades de formación, que pueden considerarse también como parte de la educación tradicional o “bancaria” –como la denominara Paulo Freire(1970)–, más que dialogar con las experiencias de los movimientos, pretenden interpretarlas, nombrarlas, reforzando de este modo las distancias entre el lugar del saber y el lugar del hacer.

En ellas, los supuestos poseedores del saber “transfieren” o “depositan” su conocimiento en los militantes populares, sin buscar los núcleos de la experiencia de estos militantes y de sus movimientos, que permitan integrar las diversas temáticas que es necesario trabajar pedagógicamente. De esta manera, el saber resulta ajeno a los militantes, y se refuerza la distancia entre teoría y práctica, entre intelectuales y luchadores “prácticos”.

También se reproduce en estos modelos la jerarquía del saber académico, o de un conjunto de visiones elevadas al rango de ideología científica, por sobre los saberes nacidos y creados en la lucha. En definitiva, se reproducen modelos de enajenación de los sujetos, al reforzar la vivencia de un saber que desvaloriza el conocimiento construido por los colectivos populares.

El diálogo de saberes, de miradas del mundo, de prácticas de resistencia y de poder popular, no puede ser compactado en una compilación de textos sustitutiva de los antiguos manuales de adoctrinamiento.

Es imprescindible avanzar en la creación de una nueva experiencia subversiva frente a las propuestas domesticadoras, disciplinadoras o simplemente testimoniantes de la negatividad del orden social que impone la dominación capitalista y patriarcal. Estas respuestas se amplían y profundizan, en la medida en que se integran o se entrelazan con el conjunto de la cultura de rebeldía acumulada en las últimas décadas.

La dialéctica entre las tendencias conservadoras y las revolucionarias atraviesa también el campo de las izquierdas. Pasado ya el tiempo en que esta contradicción se reflejaba entre la llamada izquierda tradicional y la nueva izquierda (que en los sesenta y setenta se identificaba con la lucha armada), y superada teóricamente y en menor medida en las prácticas la disyuntiva entre lo social y lo político planteada en las décadas del ochenta y noventa, hoy es imprescindible identificar, en el pensamiento y la acción de los movimientos populares, lo que convive de conservador y de revolucionario en cada una de nuestras acciones y postulados.

Es necesario reconocer que los muros que se levantaron para proteger las débiles acumulaciones creadas por los movimientos populares en los años de contrarrevolución conservadora se han vuelto en algunos casos fortalezas en las que se enquistaron dogmatismos, anacronismos e incluso vulgares prejuicios provenientes de la asunción de aspectos esenciales de la cultura dominante.

Renovar la cultura política implica producir rupturas, derribar muros, sin perder los cimientos. Es necesario, en esta perspectiva, pensar en términos de nuevas posibilidades epistemológicas, y nuevas maneras de conocer al mundo y de revolucionarlo. Abandonar el ejercicio infecundo de superponer monólogos en nuestros procesos de reflexión, para abrirnos al diálogo real, en el que escuchamos la palabra que nombra experiencia, desde nuestros cuerpos preparados no sólo para decodificar lenguajes, o categorías, sino fundamentalmente para comprender las acciones, sentimientos, pensamientos e ideas que estos nombran.

La necesidad de colocar en el centro de la acción política la tarea de formar un bloque político social contrahegemónico no puede resolverse pretendiendo instalar una lógica disciplinadora de las diferencias.

La posibilidad de desafiar al imperialismo y al capitalismo realmente existente en América Latina está en relación directa con la capacidad que tengamos para constituir al movimiento popular como sujeto histórico de los cambios.

La complejidad con que los pueblos van entretejiendo las tramas de sus resistencias y la creación de alternativas populares nos plantea la necesidad de cuestionar una y otra vez los conceptos, metodologías y prácticas con que venimos desarrollando estas experiencias.

La pedagogía política liberadora hoy se encuentra desafiada a revisar sus propuestas, simplificando las maneras de educar, sin perder profundidad en el proyecto. Simplificar para multiplicar, pero profundizar para enfrentar a un poder mundial que desarrolla modalidades de dominación cada vez más sofisticadas, que tienen un aspecto central en la búsqueda de golpear la voluntad de combate, integrando o domesticando al activismo social formado en las últimas décadas.

Se vuelve un desafío urgente desarrollar en los militantes populares un pensamiento complejo que acompañe, problematice y sugiera prácticas cada vez más audaces, y que adquiera y desarrolle herramientas político pedagógicas y metodológicas capaces de ampliar las posibilidades de los y las militantes, para comprender y transformar el mundo.

Para derrotar al capitalismo necesitamos horadar su cultura y su ideología, sus valores introyectados en nuestras propias prácticas y en nuestras ideas del mundo. Esta batalla no sólo es una batalla de ideas –siendo esta fundamental– sino también de valores, creencias, sentidos, muchos de los cuales se forjan en la vida cotidiana.

Por ello, en esta etapa, los movimientos populares comienzan a realizar procesos de formación política, con una concepción que abarca simultáneamente los momentos educativos tradicionales –seminarios, talleres, escuelas– y los procesos pedagógicos que se viven cotidianamente en la lucha, en la organización del movimiento y en la vida cotidiana. Se trata del desafío de movimientos populares que, trabajando en el campo inmediato de la lucha por la sobrevivencia, puedan al mismo tiempo trabajar dimensiones estratégicas que les permitan ir constituyéndose como sujetos políticos, como intelectuales colectivos, formando en el mismo proceso a sus propios intelectuales orgánicos.

Desde esta perspectiva, la relación práctica-teoría-práctica, comprendida en el concepto de praxis, es aquella en la que las experiencias históricas de los pueblos es fuente de conocimiento; en la que la teoría se construye colectivamente en los esfuerzos por leer y reescribir el mundo que cambiamos con nuestras luchas, y en la que el sentido de los procesos de conocimiento no se agota en las búsquedas académicas o en las investigaciones realizadas de acuerdo con las imposiciones de los centros que financian y condicionan mundialmente la producción de saberes, sino que, en diálogo con los saberes académicos y con diversos saberes populares, conforma su consistencia teórica en la experiencia de transformación del mundo que intentan y hacen los movimientos populares y revolucionarios.

Es un diálogo que apunta a crear colectivamente los conocimientos que permitan conocer la realidad que se pretende cambiar y apuntar caminos para experimentar esa transformación. Este diálogo tiene como premisa la democratización de los procesos de conocimiento, desandando lo que en siglos se ha formado como jerarquización de unos saberes sobre otros, de unas reflexiones sobre otras, de unos poderes sobre otros.

Es un diálogo que se plantea la descolonización cultural, y también la crítica de la creación de teoría social desde los intereses de la burguesía, del imperio, y desde una visión androcéntrica del mundo.

La formación política, en esta perspectiva, no es sólo ni principalmente transmisión de saberes, sino reflexión crítica sobre los saberes que la humanidad construyó históricamente como verdaderos. Implica un análisis teórico y práctico sobre cómo se ha ejercido la dominación, cuáles son sus instrumentos, cuáles las ideas, los sentidos, las visiones del mundo que la sostienen y reproducen, y cuáles las ideas, los posibles sentidos y visiones del mundo eficaces para combatirla.

Es estudio de la realidad y reflexión crítica de las experiencias e intentos de su transformación. Es crear un espacio de libertad para imaginar los posibles cambios de la misma, y los caminos para realizarlos. Es diálogo entre los saberes creados en la academia, en los centros de investigación, y los saberes forjados en la confrontación y creación popular, en una relación en la que se suprima toda jerarquía pre-establecida para una forma del saber sobre otra.

Este enfoque de formación política presupone también un debate sobre el rol de los intelectuales y su aporte como sujetos de la transformación histórica junto a los movimientos populares, y el reconocimiento de los múltiples lugares donde el saber se crea y se recrea, y donde se va forjando una nueva intelectualidad, orgánica, que es parte del quehacer fértil de los movimientos populares, que al crear a sus intelectuales, se crean a sí mismos como intelectuales orgánicos.

Diálogo y formación política se vuelven así una forma de encuentro, que permite no sólo reconocer al otro o a la otra, sino crear un nosotros y un nosotras en el que se respeten y valoren las múltiples expresiones, maneras de decir y de actuar, y se creen vínculos de solidaridad, de mutuo aprendizaje, que no cancelen ni posterguen sueños, sino que permitan que los mismos nutran las raíces de los procesos de formación/transformación, que ya no serán por lo tanto dos términos separados en tiempo y lugar, sino dos dimensiones del mismo espacio de revoluciones.

Diálogo de saberes, creación colectiva de conocimientos, relación práctica-teoría-práctica, pensamiento crítico, pedagogía del ejemplo, historicidad de los procesos sociales, cultura de rebeldía, educación como un momento organizativo de constitución de los sujetos son algunas claves que estamos buscando.

El cuerpo que lucha tiene que aprender a involucrarse con todos los sentidos y, por lo tanto, la formación política no puede reducirse a una esgrima de palabras, sino que requiere pensar desde los pies que duelen, desde las manos que trabajan, desde el corazón que no se cansa de bombear sangre para que la lucha continúe. Por ello, la formación política incorpora momentos de mística, de creatividad, de ejercicio de sentidos, de reencuentro de pensamientos, cuerpos y sentimientos.

La concepción de educación popular, que intenta desafiar las ideas y formatos de educación alienantes, recupera de Paulo Freire su esencia radical: concebir la pedagogía de los oprimidos (y no para los oprimidos) y oprimidas como una práctica de la libertad; como pedagogía de la rabia, de la indignación, de la esperanza y de la autonomía.

Estas dimensiones, rabia, indignación, esperanza, autonomía, son también constituyentes de las políticas de los movimientos populares, que no pueden determinarse exclusivamente por razones de orden estrictamente superestructural o por las geopolíticas de los estados, sino que tienen que nutrirse de la necesidad y los deseos de los hombres y mujeres, que van encontrando los modos de rebelarse frente a las múltiples formas de opresión.

Bibliografía

Fraser, Nancy 1999 Iustitia interrupta (Bogotá: Universidad de los Andes/Siglo del Hombre).

Freire, Paulo 1970 Pedagogía del oprimido (Montevideo: Tierra Nueva).

Williamson, John 1990 Latin American adjustment. How much has happened? (Washington DC: Institute for International Economics).


[1] OSAL 227 [Año VIII Nº 22 – Septiembre de 2007] La formación política  de los movimientos

populares  latinoamericanos Claudia Korol* * Coordinadora del Área de Formación  Cogestionada con los Movimientos Sociales  del OSAL y del Equipo de Educación Popular  “Pañuelos en Rebeldía”, investigadora del Centro  de Investigación y Formación Política de los  Movimientos Sociales Latinoamericanos. Área de Formación Cogestionada con los Movimientos Sociales del OSAL, creada en el año 2007.

[2] “Si Nicaragua venció/ El Salvador vencerá/ y Guatemala lo seguirá” era la consigna que sintetizaba esas esperanzas en América Latina.

[3] En noviembre de 1989, el Institute for International Economics realizó en Washington DC un seminario en el que se sistematizó el “catecismo” neoliberal, alrededor de un conjunto de medidas como el ajuste económico, el achicamiento del Estado, la política antiinflacionaria basada en la recesión, la desindustrialización, la flexibilización laboral, la disciplina fiscal, las tasas de cambio “competitivas”, la liberalización del comercio, las inversiones extranjeras, las privatizaciones y la desregulación. El debate fue publicado en el libro de Williamson (1990).

Las FPL y el contenido y carácter de la revolución salvadoreña según El Rebelde de enero de 1976.Roberto Pineda.

El número de enero de 1976 (No.39) del boletín mensual El Rebelde, de las Fuerzas Populares de Liberación, FPL “Farabundo Martí” está dedicado a profundizar sobre el contenido y el carácter de la revolución, en el marco entonces de una intensa polémica ideológica con otras organizaciones revolucionarias.

Repasar estas ideas a esta altura del proceso  y en el marco de una aplastante derrota, no es solo un ejercicio de historia, sino que contribuye viendo hacia el pasado, a orientarnos en las complejidades de la actual situación y sus desafíos con respecto al problema del poder y de la unidad de la izquierda.

Las tareas históricas y su cumplimiento

Establece de entrada que “el contenido y el carácter de toda revolución lo determinan las tareas históricas revolucionarías· que está llamada a rea­lizar y las fuerzas sociales revolucionarias que la llevarán consecuentemente hasta su total realización.”

Cuáles son estas tareas históricas se pregunta el articulista y responde que para su cumplimiento “es preciso que las fuerzas sociales que impulsan las transformaciones revolucionarias destruyan el poderío militar de las fuerzas reaccionarias, arrebaten el poder político y económico de manos de estas, le den un nuevo carácter de clase al Estado, y lleven a cabo consecuentemente los cambios revolucionarios radicales necesarios en la base económica y en la superestructura política ( ejecutiva, legislativa, judicial, administrativa, fiscal, jurídica, educacional, etc., etc.)”

Seguidamente se pregunta sobre los rasgos concretos del país y el articulista responde con ocho características de El Salvador en ese momento: en primer lugar es de “desarrollo capitalista”, asimismo es “dependiente del imperialismo yanqui”, también es “con gran atraso en todas las ramas económico-sociales”, y  a la vez “con relativo desarrollo de la población proletaria urbana y rural que junto con el campesinado pobre, forman la mayoría de la población”. Por otra parte, “con extremada polarización de clases”  así como con una “tiranía militar que se encamina hacia una tiranía militar fascistoide”. Y finalmente que “los sectores más avanzado han iniciado la Guerra Prolongada del pueblo.”

Tres tareas históricas fundamentales

Menciona el documento de las FPL tres tareas históricas fundamentales. La primera es la de “poner fin definitivamente a la dependencia (política, militar, económica-social) del país respecto del imperialismo yanqui”; en segundo lugar, “liquidar definitivamente el Poder político, económico, social de la oligarquía burgués-terrateniente, aliada al imperialismo.” Y tres, “sentar las bases económicas, políticas, culturales, técnicas y sociales para pasar a  la construcción del Socialismo.”

¿Cuáles son las clases y sectores que realizaran estas tareas? se pregunta y responde que son tres, en primer lugar “la clase obrera industrial y agrícola, por ser la clase más avanzada históricamente”. Luego “el campesinado pobre y medio, y fundamentalmente el campesinado pobre”. Así como “los sectores avanzados de la pequeña burguesía” y entre estos las capas medias (estudiantes, maestros, intelectuales y profesionales) y pequeños y medianos productores y comerciantes.

Por lo que se necesita “crear una amplia y sólida Alianza Popular Revolucionaria, que está bajo la firme hegemonía de la clase obrera, y cuya base y núcleo fundamental lo constituye una firme alianza obrero-campesina.”

Advierte el documento que “la burguesía,  a través de todos los medios a su alcance, tratará de influir y tomar la hegemonía, para detener el proceso hacia el Socialismo y para prolongar y profundizar la explotación capitalista.”

Pero también “los sectores de la pequeña burguesía radicalizada, dadas sus características e intereses de clase, tratarán de influir e incluso hegemonizar el curso revolucionario para entrar en entendimiento con sectores de la burguesía y frenar el proceso revolucionario hacia el Socialismo.”

Concluye que las tareas históricas de la Revolución Popular “solo puede llevarlas consecuentemente a su realización  un Gobierno Popular Revolucionario bajo la Hegemonía de la Clase Obrera en firme Alianza con el Campesinado Pobre, dentro de una sólida Alianza Popular Revolucionaria.”

El documento aclara que “por las transformaciones revolucionarias que le corresponde realizar, la Revolución Popular no es todavía la Revolución Socialista, pero es su etapa previa y necesaria.”

Se pregunta el documento: ¿Cuáles son las tareas específicas de la Revolución Popular y del Gobierno Popular Revolucionario? Y responde: para terminar con la dependencia  las siguientes: expropiación y nacionalización de todas las empresas imperialistas o de capital mixto, cesación de todas las obligaciones financieras con instituciones estales o particulares imperialistas, expulsión de todas las misiones e instituciones que obedecen a la política de penetración y dominación del imperialismo, aplicación de una política exterior independiente, movilización combativa anti-imperialista de todo el pueblo.”

Con relación a romper con la dominación política se plantea: liquidar el monopolio burgués-terrateniente sobre la tierra y poner esta en manos del Estado Popular y del Campesinado pobre y medio, la expropiación y nacionalización de todos los bienes de la oligarquía burgués-terrateniente aliada del imperialismo, en la industria en la agricultura y ganadería, en el comercio, en la banca, etc.,  y liquidar todas las organizaciones e instituciones creadas por la oligarquía burgués-terrateniente.

Considera que con estas medidas, el Estado Popular Revolucionario: concentrará  en manos del pueblo los medios fundamentales de producción, elevara el nivel de vida de la población trabajadora, impulsara la organización masiva del pueblo  en todos los niveles y propiciará la intensa educación ideológica y elevación del nivel de conciencia política de las masas.

Aclara el documento que “el imperialismo y sus aliados se aferraran al Poder con todas sus fuerzas y poderío y no están dispuestos a entregarlo ni por la “vía del voto”, ni por la vía de reformas parlamentarias, ni por la vía “legal” o constitucional. Solo a través de una dura y prolongada lucha político-militar, a través de la estrategia de Guerra Prolongada del Pueblo podrán el proletariado y sus aliados derrumbar definitivamente el poderío de las clases burgués-terrateniente aliadas al imperialismo yanqui.”

Define el documento que “tal es la estrategia de las FPL sobre el carácter y contenido de la presente etapa de la Revolución; la etapa de la Revolución Popular hacia el Socialismo.”

Otras visiones y su caracterización

Reconoce el documento que existen otras visiones y pasa a caracterizarlas, describiendo el abanico político de la izquierda en ese momento.  

En primer lugar esta “la aspiración de un sector de la burguesía industrial-financiera hegemonizante en el PDC y la UNO, de atajar el proceso revolucionario con un reemplazo burgués (“progresista”) de los actuales equipos de la tiranía militar, por otro equipo burgués que prolongue la dictadura burguesa bajo un barniz “democrático” o “populista” que permita confundir al pueblo, mientras las fuerzas militares reaccionarias descargan sus golpes sobre las fuerzas político-militares avanzadas.”

Agrega que “esta corriente burguesa se aferra a abrirse paso hacia el Poder por medio de las elecciones, el parlamentarismo, la “constitucionalidad” y en última instancia, el golpe militar solo o acompañado de insurrección popular dirigida por la burguesía. Trata de atraerse el beneplácito del imperialismo yanqui, especialmente del Partido Demócrata norteamericano, lo que motiva los repetidos viajes de Duarte y de otros personeros del PDC a la metrópoli yanqui.

En segundo lugar, condena “la corriente del oportunismo-revisionista de derecha, que encabeza el PCS y que se ha convertido en puente de los intereses de esos sectores de la burguesía en el seno de algunas masas populares.”

Añade que “esta corriente, al hablar del carácter anti-oligárquico y anti-imperialista de la revolución, le da el contenido de clase democrático-burgués, es decir que este proceso debe ser hegemonizado y encabezado por sectores de la burguesía. Concibe una alianza popular dirigida por la burguesía y en la cual la clase obrera, el campesinado y la pequeña burguesía tienen que ayudar a esos sectores burgueses a tomar mayores posiciones de poder político y económico para prolongar la dominación capitalista.”

Continua diciendo que “bajo esa concepción está concebida la alianza electorera UNO, y los esfuerzos por crear un “amplio frente antifascista y popular” que una  a la UNO con sindicatos y con otras organizaciones de masas bajo la batuta de los sectores burgueses que respiran a través del PDC.”

Y menciona el documento de las FPL también  a un tercer sector: “similares características y contenido, no obstante sus aparentes diferencias de forma y presentación, tiene la concepción sobre un Gobierno Popular Democrático, enunciado por la corriente socialista de derecha de la recién formada organización Liga para la Liberación. Cada vez los planteamientos estratégicos y la actividad práctica se hermanan más con los planteamientos de los oportunistas y revisionistas de derecha.”

Y un cuarto sector se refiere a “la concepción de turno del “Ejército Revolucionario del Pueblo” ERP sobre el llamado Gobierno Provisional Revolucionario. Aunque es puesto en un estilo intencionadamente radical, representa una vergonzosa concesión a la oligarquía burgués terrateniente y el imperialismo yanqui.”

“El programa de “realizaciones revolucionarias” se queda aun más pálido y corto que el programa democrático-burgués de los oportunistas de derecha, e incluso atrás de los lineamientos que el  PCS trazaba a finales de la década del 40 respecto a un posible gobierno democrático burgués (denominado también “Gobierno Provisional Revolucionario)…Es el precio del inmediatismo, del aventurerismo y del abandono del carácter prolongado de la Guerra del Pueblo.”

Y finalmente el documento rompe lanzas contra un quinto sector, la Resistencia Nacional y su “confuso planteamiento”.  El cual “en determinado momento se refieren a un Gobierno Democrático Popular, -basado  en una amplia alianza popular democrática- con muchas similitudes al planteamiento del PCS:”

“Y en otras formulaciones le denominan como el Gobierno Revolucionario de Obreros y Campesinos. Sin embargo, es de desear que se clarifiquen los lineamientos estratégicos y que terminen las vacilaciones ideológicas en esa organización.”

Y finalmente el documento de las FPL-Farabundo Martí  de enero de 1976 concluye con una exposición de los puntos principales de su línea política: impulsar más enérgicamente la guerrilla popular, construir los organismos armados revolucionarios en el seno de las masas, impulsar la organización y la lucha combativa  de las masas populares por sus reivindicaciones inmediatas político-económico-sociales como medio para su incorporación  múltiples a la lucha revolucionaria, crear la firme alianza obrero-campesina y sobre esa base, los primeros escalones de la Alianza Popular Revolucionaria; impulsar firmemente la lucha ideológica contra todas las desviaciones que entorpecen la marcha del pueblo hacia su incorporación revolucionaria; fortalecer la vanguardia revolucionaria del proletariado, la organización político-militar marxista-leninista, para convertirla en la fuerza capaz de dirigir a la clase obrera y sus aliados hacia el triunfo de la Revolución Popular hacia el Socialismo.

Y concluye afirmando que “las FPL intensificaran su propio fortalecimiento interno, su capacidad combativa múltiple, y su más estrecha ligazón con los más amplios sectores del pueblo. ¡Revolución o Muerte! ¡El pueblo armado vencerá!”

América Latina vive un periodo de revolución. Schafik Handal. La Habana. Junio de 1975

(Intervención de Schafik Jorge Handal, secretario general del Partido Comunista de El Salvador,en la Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina, reunida en La Habana, Cuba, en la primera quincena de junio de 1975.)

Queridos compañeros:

Saludo a todos en nombre del Comité Central del Partido Comunista de El Salvador. Quiero expresar la alegría de los comunistas salvadoreños por la realización de esta Conferencia, nuestra satisfacción porque en ella participan todos los partidos hermanos, sin ninguna exclusión, y tener por sede a La Habana, capital de la gloriosa Cuba Socialista.

Apreciamos y saludamos la presencia de las delegaciones de los hermanos partidos comunistas de los Estados Unidos y Canadá.

El solo hecho que esta Conferencia se haya reunido, es un decisivo paso hacia la cohesión del movimiento comunista latinoamericano y una nueva contribución de nuestros partidos a la unidad del movimiento comunista internacional.

En este espíritu, el Comité Central de nuestro Partido, dio expresas instrucciones a nuestra delegación para apoyar aquí la idea de promover la pronta celebración de una nueva Conferencia Mundial de los partidos comunistas y obreros.

La cohesión del Movimiento Comunista Latinoamericano

La cohesión del movimiento comunista latinoamericano tiene una gran significación revolucionaria; es una de las premisas más importantes para impulsar la elevación del papel de la clase obrera en el proceso revolucionario, lo mismo que la unidad y la solidaridad de todas las fuerzas anti-imperialistas y democráticas en cada país y a escala continental es una condición necesaria para hacer una justa valoración colectiva y dar adecuado apoyo, estímulo y profundización a todos los variados procesos progresistas que tienen lugar ahora en nuestro Continente, algunos de los cuales transcurren bajo formas y liderazgos imprevistos.

El documento que está sometido a la aprobación de esta última fase de la Conferencia es fruto de intensas y minuciosas jornadas preparatorias y contiene el consenso de nuestros partidos.

Yo creo que es justo expresar nuestro reconocimiento a los compañeros integrantes del Comité de Redacción por el fecundo y esforzado trabajo que realizaron. Durante los muchos días que laboraron juntos, surgieron nuevos lazos de camaradería entre nuestros cuadros y eso, que es un fruto no escrito de este encuentro, hará un aporte perdurable a nuestra mutua comprensión y al constante robustecimiento de la unidad y solidaridad de nuestro movimiento.

Comprendemos que hay formulaciones que podrían ser mejoradas y áreas no suficientemente exploradas y analizadas, sobre las que seguirán pendientes las  interrogantes y continuaran procesándose las reflexiones. Sin embargo, este documento posee atributos sobresalientes para ser aprobado como la plataforma común del movimiento comunista latinoamericano. Nos unimos al entusiasmo que otros camaradas mostraron y compartimos sus elogios de este documento. El partido Comunista de El Salvador los suscribirá sin reservas y apoya las modificaciones que presentó el compañero Fideo castro en su diáfana, profunda e impresionante intervención.

Creemos que la elaboración de esta plataforma común del movimiento comunista latinoamericano, ha puesto punto final a la viva polémica  suscitad a afines de los años sesenta, entre la “continentalización” y la “particularización” de la estrategia de la revolución en la América Latina.

La vida vino a enseñarnos que, en fin de cuentas, si hay un fondo común de problemas, un fondo continental, al que se enfrenta el proceso revolucionario y si existe la posibilidad y, en definitiva, la necesidad de elaborar una orientación general y común.

Al mismo tiempo la vida nos demostró que existen, reales e insoslayables, las particularidades del proceso concreto de cada país, la enorme riqueza –aún no totalmente descubierta ni desenvuelta- de las peculiaridades nacionales, la variedad de las vías  de desarrollo de la revolución y de su acceso al poder, los perfiles diversos de los sujetos vivos que encabezan el proceso revolucionario.

No se trata ne modo alguno de una solución ecléctica o de compromiso para aquella polémica, sino d que nuestro movimiento ha arribado a grados de madurez que le permiten comprender mejor la marcha de la vida en nuestro continente. Dicho de otro modo, se trata de que los comunistas fuimos colocados ante la perentoria obligación de aprender en la escuela de los hechos consumados, la sabia lección marxista-leninista de la dialéctica de lo general y lo particular, de lo nacional e internacional en la revolución.

Habla muy alto de la capacidad de los comunistas, el que hayamos podido descubrir lo que hay de común, de universal, en el proceso latinoamericano, precisamente cuando este multiplicó  las vías de su avance. Esta es una conquista que aumentará nuestra iniciativa revolucionaria y elevará aún más nuestra solidaridad; constituye un enriquecimiento general de los recursos subjetivos para la lucha contra el imperialismo, por la democracia y el socialismo en el Continente.

América Latina en periodo histórico de revolución

Desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, quedo abierto el periodo histórico de revolución en que se encuentra la América Latina. Los anteriores logros revolucionarios fueron importantes; sin embargo eran solo las alboradas precursoras de este, que es un proceso de largo alcance, definitivo e irreversible.

La marcha de la revolución ha estado sujeta a fases de auge victorioso y a fases de reveses que la han estancado temporalmente, pero no ha podido ser atajada ni por el reformismo, ni por la contra-revolución fascista.

Los logros cristalizados por más de tres lustros de proceso revolucionario latinoamericano son muy visibles: se ha producido un extraordinario ensanche de las fuerzas antiimperialistas militantes y han surgido no solo amplios movimientos y  organizaciones, sino también Estados  y Gobiernos en diversos grado opuestos al imperialismo, a la cabeza de los cuales se encuentra Cuba Socialista. 

Al conjugar las fuerzas anti-imperialistas en América Latina de nuestros días, tenemos que prestar una atención especial al papel de esos Estados y Gobiernos, los cuales pueden llevar la lucha al plano diplomático y económico, intervenir en el encauzamiento de las nuevas tendencias del desarrollo internacional de las fuerzas productivas y de su complementación, en la defensa de los recursos naturales, y en la búsqueda de un común camino independiente y soberano de desarrollo económico, social y político.

Celebramos que Cuba este asumiendo como Estado, cada vez más, esta clase de tareas revolucionarias antiimperialistas, en el terreno diplomático y en las nuevas modalidades de la integración económica regional. Estamos seguros de que ellos está contribuyendo a reagrupar a otros Estados y Gobiernos alrededor de una orientación independiente y en definitiva opuesta al imperialismo.

No hablamos de exportar la revolución: hablamos de las nuevas dimensiones del frente antiimperialista, del acceso de las fuerzas motrices de la revolución latinoamericana  a la posibilidad de presentar combate a sus enemigos con instrumentos y en arenas que les estaban vedados mientras no alcanzaron el poder, o siquiera los Gobiernos; hablamos de las enormes posibilidades que se abren para una solidaridad más sustancial y eficiente con la lucha de nuestros pueblos.  Al hacerlo así, los Gobiernos y estados anti-imperialistas latinoamericanos se encuentran, también en este campo, con el poderoso e invaluable apoyo de la Unión Soviética y demás países socialistas,  lo mismo que coinciden con otros Estados y gobiernos creados por la lucha liberadora de los pueblos de Asia y África.

Nos limitamos en este punto a llamar la atención sobre la presencia de este nuevo recurso de la lucha antiimperialista latinoamericana que reclama un puesto en nuestros análisis y cálculos. No se trata de un llamamiento al manejo irresponsable de estos nuevos recursos, sino de señalar en generla sus posibilidades, pero también nuestros deberes nuevos, nuestra obligación de defender y de cuidar estas conquistas.

No escapa a nuestra comprensión la complejidad y delicadeza que ello entraña, especialmente cuando en algunos momentos surgen contradicciones entre los Estados Socialistas que procuran atraer a ciertos gobiernos para realizar acciones o mantener conductas con sentido antiimperialista y los intereses o las orientaciones del movimiento revolucionario interno frente a estos últimos; o cuando ocurre el caso inverso. La historia contemporánea está llena de casos en los que las fuerzas revolucionarias de cada país, siguiendo una línea de principios, una línea clasista e internacionalista consecuente, ponen los intereses del movimiento revolucionario en su conjunto por encima de tales o cuales intereses específicos no coincidentes.

No obstante y para ser fieles a la verdad, es necesario decir que en este asunto hay buenos y malos ejemplos.

Ahora que se han incorporado nuevas fuerzas a la lucha activa contra el imperialismo, es necesario insistir en que el periodo de revolución que vive América Latina y su persistente vigor, tiene sus causas profundas no solo en la crisis estructural de nuestros países , ni se ve promovido únicamente por la lucha de nuestros pueblos, aunque ello es decisivo, sino que también tiene sus raíces –y esto es determinante- en la crisis general del capitalismo, en los radicales cambios ocurrido en la correlación mundial de fuerzas a favor del socialismo, por el extraordinario desarrollo de la Unión Soviética como gran potencia proletaria internacionalista, por los grandes avances logrados en la aplicación de su política de coexistencia pacífica y distensión, por el impetuoso desarrollo de todo el campo de países socialista y por las sucesivas victorias de los pueblos en todos los continentes, entre las cuales se destacan en los últimos tiempos la Revolución Portuguesa, la liberación con el apoyo de esta de las colonias de ese país en África y, sobre todo, la victoria de los pueblos de Indochina, en especial la del heroico y ejemplar pueblo vietnamita, que será recordado por siempre y pasará a la historia de la Humanidad como el símbolo de la decadencia mortal del imperialismo yanqui.

Educar a nuestros partidos y a nuestros pueblos en los principios del internacionalismo proletario, hacerlos tomar conciencia clara del determinante aporte que hace la Unión Soviética a la marcha de la revolución mundial , a la causa de la liberación de todos los pueblos , es una tarea insoslayable de nuestros partidos que se recoge en el documento de diversas maneras, entre ellas al hacer el planteamiento definitorio que no es concebible una izquierda anti-comunista o antisoviética.

Las actuaciones vergonzosas de los actuales dirigentes de la República Popular China, intercambiando conceptuosos saludos con Pinochet, dando la espalda  a la solidaridad con el pueblo de Chile, con la clase obrera chilena y su Partido, con los miles de patriotas y revolucionarios presos, torturados o asesinados; o aconsejando a los imperialistas no disolver la OTAN, o no retirar sus flotas del Pacífico, y el Mediterráneo porque es necesario oponerlas a lo que mañosamente llaman “social-imperialismo” y “expansionismo soviético”; o agitando esa misma intriga en África, en Asia y América Latina al oído de los gobiernos antiimperialistas, para hacer la promoción del nacionalismo burgués y oponerlo no solo a la Unión Soviética, sino también a nuestros partidos, al movimiento obrero de nuestros países y,  por tanto, a la perspectiva de avance hacia el socialismo, son algunas de las muestras del pantano al que se puede rodar por la pendiente del anti-sovietismo.

Nosotros estamos seguros de que semejantes aberraciones serán condenadas y corregidas un día por el Partido Comunista de China, por el proletariado y pueblo chinos. El desenmascaramiento y aislamiento de tales patrañas seudo-revolucionarias son una necesidad para defender la unidad del movimiento anti-imperialista y democrático, la unidad del movimiento obrero y de nuestros partidos a escala nacional e internacional,  y al mismo tiempo constituyen un aporte  a la tarea que los comunistas chinos y su pueblo tendrán que consumar en rescate de su revolución y del lugar que le corresponde en el movimiento comunista y antiimperialista mundial.

Los pueblos están a la ofensiva

Pasando a otras consideraciones, queremos decir que los comunistas salvadoreños concordamos plenamente con quienes caracterizan el actual momento latinoamericano como momento de ofensiva de los pueblos. Son los pueblos y no el imperialismo quienes se encuentran a la ofensiva, a pesar de la dolorosa derrota temporal que logró infligirnos en Chile, la herida en Bolivia y Uruguay, y mucho antes en la República Dominicana y en Brasil. La Junta fascista no ha podido ser convertida, ni mucho menos, en el puntal d la ofensiva contra-revolucionaria a escala continental, en lo cual puso sus esperanzas en la CIA. No vamos a repetir la enumeración que se hace en el documento, o en las intervenciones de varios camaradas, de los nuevos avances del proceso revolucionario en nuestro continente después del derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular, hechos que vienen a respaldar esta caracterización del actual momento latinoamericano como ofensiva de los pueblos contra el imperialismo.

Sin embargo, debemos procurar no incurrir en triunfalismo unilateral al apreciar la situación, porque ellos nos podría llevar a subestimar la gravedad del peligro de nuevos reveses para el movimiento popular, al menospreciar al fascismo como una amenaza real en varios países, incluido El Salvador,  y los virajes negativos a que podría conducir su eventual zarpazo en Argentina , no solo para ese país, sino también para Perú y otros.

Continúan en rezago la clase obrera y los P.C.

Queremos expresar abiertamente nuestra preocupación por el hecho de que, haciendo una apreciación de conjunto, continúen en rezago la clase obrera y nuestros Partidos para ocupar en la práctica la cabecera del proceso revolucionario en el continente. El gobierno de la Unidad Popular fue la conquista más sobresaliente y meta de clase obrera revolucionaria latinoamericana y el acontecimiento más trascendental después de la Revolución Cubana.

No dudamos de la enorme contribución que la clase obrera y nuestros partidos están aportando a todos los procesos antiimperialistas y en general progresistas de los días actuales en nuestro Continente; nos han alegrado extraordinariamente las noticias acerca del despliegue de las luchas de los trabajadores y los avances de su pensamiento político que nos han traído en sus intervenciones diversos camaradas; pero es un hecho aún cierto que en ninguno de eso proceso estamos desempeñando un papel, no digamos hegemónico, sino al menos paritario.

No vaya a interpretársenos como lanzadores de agua fría, como portadores del escepticismo. Todo lo contrario: nosotros estamos contentos – a veces eufóricos- por el extraordinario ensanche de la base social que el movimiento antiimperialista y revolucionario ha experimentado. En nuestro propio país hemos hecho y continuamos haciendo todo lo que este  a nuestro alcance para conseguir tal ensanche.

Dicho en otras palabras, nosotros no sostenemos como guía de nuestra conducta, ni mucho menos pretendemos aconsejar a nadie, la tesis de que mientras no sea la clase obrera y su partido la fuerza más desarrollada y no este, por tanto, en condiciones de hegemonizar el proceso no deban entrar en apoyo, ni en compromisos, ni en alianzas, con los sectores pequeño-burgueses y burgueses, que impulsan actitudes democráticas o anti-imperialistas.

Pensamos que la clase obrera y su Partido pueden llegar a encabezar el proceso revolucionario en nuestros países únicamente a condición de que impulsen resueltamente la lucha por la democracia, la independencia, y las hondas transformaciones económico—sociales, propias de esta etapa de revolución, más avanzada en unos países que en otros, siguiendo las certeras orientaciones de Lenin, según las cuales, cito: “desde el punto de vista de las ideas fundamentales dl marxismo , los intereses del desarrollo social están por encima de los intereses del proletariado…”

Nosotros, pues, estamos resueltamente a favor de una participación audaz de los comunistas y la clase obrera en el apoyo y la profundización de todos los procesos de variado matiz que hoy surgen en nuestro continente y avanzan en dirección opuesta  a la dominación del imperialismo y las oligarquías. Creemos que fuera de este contexto no podrían fortalecerse nuestros partidos, ni elevarse el papel de la clase obrera.

Lo que nosotros hemos querido mostrar es nuestra preocupación por el hecho, bien evidente, de que a 16 años del triunfo de la Revolución Cubana y de la irrupción de socialismo en nuestro hemisferio, no estemos en la cabecera de la revolución democrática antiimperialista en escala general, tomando –desde luego- la realidad de conjunto, con la excepciones de aquellos que ya lo están o están muy cerca de conseguirlo.

A nuestro entender, en la elevación de la clase obrera y su partido al rol dirigente de la revolución democrática antiimperialista , está la clave para garantizar, cualquiera que sean los sujetos que se adelanten a iniciar los proceso democráticos o los anti-imperialistas , que ellos se profundicen y marchen en fin de cuentas hacia el socialismo.

 Tenemos al impresión de que en ciertos casos no desempeñamos un rol más destacado por timidez y excesiva cautela, por inhibiciones originadas en la idea de que si es pequeño burgués o burgués nacional el proceso de democratización y reformas puesto en marcha en un país, corresponde asumir el papel principal a la burguesía o ala pequeña burguesía reformista y no al proletariado, al cual llegara su turno cuando madure la revolución anti-imperialista radical o el paso al socialismo.

Lenin nos enseñó en “Dos tácticas…” que es otro el papel del proletariado y su partido ante las tareas democrático-burguesas o pequeño-burguesas de la revolución. Exigió la acción más resuelta del partido de la clase obrera, con el  fin de resolver esas tareas, preferiblemente por la vía revolucionaria en vez de la vía reformista, evolutiva, porque ese es el camino que acerca más y más pronto al socialismo.

La Revolución Cubana es una escuela viva de confirmación de esta tesis leninista.

En todo caso, Lenin llamó al proletariado y su partido a realizar una activa participación en la revolución democrática aunque no pudiera ganar desde el comienzo la delantera e imprimir su sello revolucionario  a los  acontecimientos en su inicio.

La tarea de elevar al proletariado a un papel cada vez más delantero corresponde ante todo a su Partido; como ya lo dijeron otros camaradas, esa tarea exige la lucha por la unidad de la clase obrera, la cual tiene una de sus expresiones más importantes en la unidad del movimiento sindical. Pensamos que la forma principal de la unidad del movimiento obrero y en general del proletariado, es aquella que se logra alrededor de la línea política de su partido.

La lucha por la unidad sindical, por tanto, debe subordinarse  a la lucha por esta otra unidad, más profunda, concebirse como un medio –uno entre varios por cierto- para alcanzarla y no como un fin en sí mismo, de esta tarea, clave de la revolución.  

No estamos abogando por una línea sectaria en el movimiento sindical, sino por un trabajo más complejo y profundo en el que no debe faltar la combinación de la lucha reivindicativa con la lucha por objetivos políticos inmediatos y mediatos de la etapa de la revolución y con una sistemática lucha ideológica contra le economismo, por ganar a las masas proletarias para el socialismo, por ganarlas  a la idea de que su misión revolucionaria clasista, y su actuación independiente, no consiste en actuar aislada , únicamente en el marco estrecho de las relaciones obrero-patronales, sino en adelantarse a la lucha política y encabezar el proceso general de la lucha de clases, el movimiento histórico de todas las clases y sectores populares para conducirlo hasta el socialismo, a través de todas las inevitables etapas previas que vienen planteadas por el desarrollo social objetivo y concreto.

Nuestro Partido ha comprobado en la práctica que se puede alcanzar una unidad mucho más amplia y combativa de las filas proletarias en el movimiento político que en el movimiento sindical, aunque luchamos contra la tendencia a contraponer uno al otro. Nos ha guiado en esto el ejemplo de la Revolución Bolchevique, el  de la Revolución Cubana y de todas las grandes revoluciones del siglo actual, incluidas la revolución Vietnamita y Portuguesa.

Los sindicatos no deben ser en modo alguno menospreciados como instrumentos poderosos de movilización y combate, como escuela de la lucha de clases del proletariado. Pero tampoco deben ser absolutizados, como los instrumentos “naturales” o “únicos” , porque en una concepción así vienen implícitas, a nuestro entender, las concesiones a ciertos aspectos del economismo. 

Los camaradas chilenos saben bien que la CUT dio un aporte decisivo a favor del proceso revolucionario de su país, en la medida en que se guiaba por la justa línea política del Partido Comunista, y saben también como el economismo trabajó en contra del gobierno de la Unidad Popular.

Por todo esto, nuestros partidos tienen que prestar una esmerada atención a sus tareas en el movimiento sindical y, más ampliamente, deben poner todo su empeño en forjar un movimiento obrero revolucionario.

Luchar contra el oportunismo de derecha y de izquierda

Al mismo tiempo que luchamos contra el economismo, la enfermedad a nuestro juicio más hondamente arraigada en el movimiento sindical latinoamericano, nuestros partidos, tienen que realizar una sistemática y permanente lucha ideológica contra los variados matices del ultra-izquierdismo, no solo para ganar a sectores connotados de las capas medias y preservar al movimiento obrero de su influencia, sino también para defender el avance del proceso revolucionario, impedir el aislamiento de sus fuerzas más avanzadas y no permitir al enemigo frustrar ese avance aprovechándose de los pretextos que el ofrece el aventurerismo de los ultraizquierdistas.

Conocemos las perniciosas consecuencias que ha debido soportar el proceso revolucionario en muchos países de este continente por no haber realizado a tiempo el partido comunista una sistemática lucha de ideas contra las tendencias ultra-izquierdistas. En nuestro mismo caso, hubimos de corregir la idea equivocada de que era mejor no entrar en polémica con los ultra-izquierdistas, supuestamente en aras de no distraer o confundir a las masas y de facilitar la concertación de la unidad con esos grupos.

Después de más de dos años, de una intensa propaganda difamatoria de los ultra-izquierdistas contra nuestro Partido, alentada en cierto modo por nuestro silencio, comprobamos que esto es lo que confunde a las masas, y en primer lugar, a los sectores políticamente activos y más avanzados de las mismas; comprobamos que estaban aislándonos de ellas, mientras se esfumaban nuestras esperanzas de dialogar con esos grupos para concertar la unidad.

Decidimos entonces iniciar y sostener una campaña ideológica sistemática, cuidándonos de combinar al profundidad con un análisis limpio de adjetivos hirientes y la lucha de principios con los constantes llamamientos a la unidad en torno a la línea orientada a construir un amplio frente de fuerzas democráticas, anti-imperialistas y anti-oligárquicas, para conquistar el poder  e instaurar un gobierno representativo de las mismas.

Paralelamente decidimos iniciar una campaña de lucha ideológica, también sistemática, contra el economismo, buscando unir al movimiento obrero en derredor de aquella misma línea y abrir en el pensamiento proletario y de las capas medias la perspectiva socialista.

Esta corrección en cuanto a la lucha ideológica  dio prontamente sus frutos a favor del prestigio y la autoridad de nuestro Partido, promoviendo su crecimiento y, asimismo, el de la Juventud Comunista; imprimiendo combatividad y mayor amplitud a la movilización en las filas sindicales,  promoviendo su marcha más firme y acelerada  hacia las metas unitarias que habían sido trazadas hace largo tiempo, pero que permanecían aún distantes.

Igual que otros camaradas que han hecho uso de la palabra sostenemos que la tarea principal y decisiva para elevar el papel del proletariado en el proceso revolucionario es la construcción de su Partido; el desarrollo de este en cantidad y calidad. Todos los partidos comunistas latinoamericanos están empeñados en las tareas de su propia construcción y desarrollo; todos aspiramos a que nuestros partidos hundan potentes raíces en la clase obrera, en el proletariado en general y, en segundo término, en las masas campesinas y las capas medias.

Si logramos realizar bien la tareas por la unidad del proletariado, por la construcción y desarrollo de nuestros partidos y las tareas de la lucha ideológica y política,  estaremos cada vez en mejores condiciones para fortalecer el frente único de las fuerzas democráticas anti-imperialistas y anti-oligárquicas, y construir el frente anti-fascista, aún más amplio, si lo situación lo demandara en cada uno de nuestros países.

Solo así podremos conseguir que el proletariados se adelante a la cabecera de todo el movimiento histórico hacia la independencia plena, la democracia uy le bienestar popular, la paz y el socialismo.

De ello depende que otras fuerzas actuantes en el proceso revolucionario contemporáneo de nuestro continente no lo pongan en peligro con sus vacilaciones, ni inconsecuencias, con su falta de firmeza o sus traiciones.

En el periodo histórico que está abierto en América Latina desde enero de 1959, es posible la revolución y es, por tanto, muy grande y decisivo lo que pueda hacer la iniciativa revolucionaria.  De ella depende mucho el lugar que ocupa el proletariado y su partido en la historia de nuestros países en el último cuarto de siglo XX.

Nosotros valoramos el esfuerzo complejo y serio del Partido Comunista de Cuba, y en particular el compañero Fidel Castro, por desarrollar el Partido y elevar su papel y el de la clase obrera en la conducción del país por la ruta de la construcción del socialismo. El Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba está llamado a consolidar los robustos cimientos de esa obra político-ideológica y a trazar las orientaciones que permitirán llevarla  a su plena y feliz realización.

Todo lo que encuba se está haciendo por elevar el papel del proletariado y su partido, nos ayuda y nos ayudará poderosamente a conquistar esa meta decisiva en cada uno de nuestros países.

El Partido Comunista de El Salvador felicita y saluda al Partido Comunista de Cuba, a su Comité Central, al compañero Fidel, por su laboriosa y fecunda preparación del Primer Congreso.

Un panorama rico y desafiante

La temática que el panorama latinoamericano y caribeño arroja sobre la mesa de análisis es muy rica y desafiante.

¿Qué hay en el fondo del fenómeno configurado por los gobiernos der Carlos Andrés Pérez  de Venezuela y Luis Echeverría de México, Oduber de Costa Rica y Balaguer de la  República Dominicana? Se trata o no del surgimiento de la burguesía o d algunos de sus sectores, al primer plano del reformismo, al nacionalismo y/o al antiimperialismo?

Si fuera afirmativa la respuesta ¿Cuál o cuáles son esos sectores de la  burguesía y cuales las causas que los promueven a jugar ese rol?  Definitivamente no compartimos las respuestas simplistas.

Algunos camaradas han adelantado esquemas de análisis para estos fenómenos.  Son opiniones verdaderamente interesantes que obligan a reflexionar, y sobre todo, nos indican la necesidad de que nuestros partidos profundicen el conocimiento del complejo y sorprendente acontecer latinoamericano de lso días actuales.

Concordamos en principio en algunos puntos que permitan formular ciertas hipótesis:

  1. Son fenómenos únicamente posibles dentro del marco mundial de agravamiento de la crisis general de capitalismo, de honda crisis económica coyuntural del mundo capitalista, de cambios radicales  en la correlación de fuerzas a favor del socialismo y de los pueblos que luchan por su liberación nacional y social; de avances sucesivos en el camino de la distensión, de franco quebrantamiento de la estrategia global, pérdida de prestigio y de autoridad del imperialismo yanqui.
  2. Son fenómenos relacionados con el creciente peso específico de los Estados latinoamericanos en el conjunto de la actividad económica y la relativa autonomía de los mismos, que de ese fenómeno se deriva;
  3. Con la consiguiente formación de una sector burocrático, en el que se mezclan tecnócratas procedentes de las capas medias y de grupos burgueses que aspiran a crear condiciones propias para la expansión de sus negocios, hasta ahora limitados por una política exterior sectaria y estrecha y por las supervivencias pre-capitalistas, la pobreza del mercado interno y el ahogamiento de los monopolios. 
  4. Todo ello fomenta la tendencia estatal a intervenir en la actividad económica, lesionando el principio “sagrado” de la “libre empresa” y da origen a peculiares y a veces curiosos conflictos intestinos en los gobiernos, en las clases dominantes en general; a contradicciones con tales o cuales aspectos de la política del imperialismo y/o con los intereses de las compañías transnacionales.  

Nosotros pensamos que será necesario organizar con cierta frecuencia simposios o seminarios de los comunistas, para analizar de manera especializada estos y otros temas específicos, como el de la integración económica regional y la posición o la conducta a asumir frente a ese movimiento , en el que también cada vez se expresan más las contradicciones entre nuestros pueblos y el imperialismo, entre las posibilidades y las necesidades del desarrollo, por un lado, y la dependencia por el otro, etc.

Nexo entre la lucha por la democracia, la lucha antiimperialista y la lucha por el socialismo

Uno de los méritos sobresalientes del documento consiste en que muestra los nexos que hay entre la lucha por la democracia, la lucha anti-imperialista y la lucha por el socialismo en la América Latina de nuestros días. Se recoge así, bajo el enfoque del análisis leninista de este problema, una larga y rica experiencia latinoamericana.

La incidencia de un marco internacional cada vez más favorable al socialismo, particularmente después de la segunda guerra mundial, y la creciente participación de la clase obrera y sus partidos en la escena histórica de nuestro continente, ha llevado estas tres facetas de la lucha de los pueblos a un entrelazamiento casi indisoluble. 

La Revolución Cubana reveló por primera vez en toda su magnitud y sus alcances trascendentales esta nueva y más profunda dialéctica de los nexos entre las tareas democráticas, anti-imperialistas y socialistas.

El gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala y la Revolución Boliviana de 1952, el gobierno del Frente Popular de Chile, con Pedro Aguirre Cerda como presidente, el desempeño del gobierno del general Lázaro Cárdenas en México e incluso la primera irrupción del peronismo, habían comenzado a revelar que estas tres tareas marchaban hacia un encuentro y un entrelazamiento muy profundo y prometedor.

Cada vez más ha quedado al descubierto que el enemigo principal que se alza en el camino del avance trasformador de esta dialéctica es el imperialismo yanqui, y señalarlo así es otro de los méritos de este documento.

Nosotros queremos hacer presentes algunas reflexiones sobre este tema:

La primera reflexión consiste en subrayar, a la luz de la experiencia latinoamericana, el amplio poder movilizador que en nuestros países ha revelado poseer la causa de la lucha por la democracia. Fue precisamente en la arena de la lucha por la democracia donde primero se registraron las mancomunaciones del movimiento popular con la acción de sectores militares.

La lucha por la democracia ha tenido amplia resonancia en las capas medias en general, incluso en estratos de la burguesía. No es casual que las Universidades fueran durante década las abanderadas de esta lucha en numerosos países nuestros.

Toda la experiencia de los últimos años demuestra que la causa de la democracia no ha perdido en absoluto este amplio poder movilizador, sino todo lo contrario; y también demuestra que tampoco ha perdido la capacidad de convertirse en el punto de encuentro de la lucha popular con los pronunciamientos militares, sino todo lo contrario.

La segunda reflexión consiste en recordar que, después del triunfo de la  Revolución Cubana, el imperialismo yanqui intentó romper esta trenza de lo democrático, lo anti-imperialista y lo socialista, en el proceso latinoamericano, por medio de “Alianza para el Progreso.”

La ALPRO no so fue un plan demagógico, fue principalmente una plataforma para sellar la alianza del imperialismo con los sectores reformistas y demócratas pequeño-burgueses y burgueses, alianza de la que el imperialismo esperaba obtener el pleno aseguramiento de la fidelidad de los militares.

No es casual que en el centro de la plataforma política de la ALPRO se situara la bandera de la llamada “democracia representativa” y seríamos miopes incorregibles si acaso no fuéramos capaces de ver que efectivamente logró el imperialismo concertar alrededor suyo, aunque muy transitoriamente, aquel bloque de fuerzas que se propuso.

Sabemos muy bien que la ALPRO desató contradicciones tales en el seno de las clases dominantes latinoamericanas, en particular una resistencia enconada de la oligarquía y conocemos las demás causas que llevaron este plan, el más audaz de todos los concebidos por el imperialismo para la América Latina, el más rotundo fracaso. Entre otras cosas sabemos también que con el asesinato de Kennedy, inspirador de la ALPRO, retomaron la hegemonía en los EE.UU. los sectores de la gran burguesía imperialista más rabiosos, más vinculados al fantástico negocio industrial militar y abanderados de la política de la guerra fría y del chantaje nuclear.

A nosotros no nos parece extraño que ahora, en una fase más profunda de la crisis general del capitalismo y en particular, de la crisis del imperialismo yanqui, del poderío cada vez más preeminente de la Unión Soviética y del mundo socialista en general, de alzamiento de los pueblos, en todos los continentes y de radicalización del proceso revolucionario latinoamericano, hayan reaparecido como aliados reales o potenciales de la causa popular, aquellos mismos sectores de la burguesía y la pequeño burguesía reformistas que sellaron aquel pacto frustrado con el imperialismo dentro de la ALPRO en los primeros años sesenta.

La tercera reflexión consiste en subrayar que el imperialismo ya no puede levantar la bandera de la democracia contra el proceso revolucionario en América Latina, ni en ninguna otra aparte. Su respuesta es hoy el fascismo, el terrorismo contra-revolucionario organizado por la CIA, la llamada “desestabilización” de gobiernos que se niegan a ser incondicionales o emprenden las transformaciones nacional-liberadoras. El imperialismo ya no puede tampoco pactar sobre la base de la no “intervención” , por eso han fracasado los cantos de sirena del pretendido “nuevo diálogo” manipulado por Kissinger y de ello  surge, a nuestro juicio, la también la inusitada sensibilidad de tantos gobiernos burgueses contra el golpe fascista y la Junta de Pinochet. No nos extraña tampoco su viraje hacia la amistad con Cuba. 

Pesamos que no basta, ni mucho menos, para explicar este fenómeno, el interés que pueden tener sectores de las burguesías en sacar provecho comercial de su acercamiento a la Isla del Socialismo; pensamos que hay en esto también resistencia a la actual política del imperialismo.

Los únicos casos en los que el imperialismo  levanta hoy la bandera de la llamada “democracia representativa” son aquellos en que han surgido gobiernos militares nacionalistas o revolucionarios opuestos en diversa medida a su política y, son los sectores más derechistas de las clases dominantes latinoamericanas y sus partidos quienes reclaman hoy a esos gobiernos “el retorno a la constitucionalidad” “la convocatoria a elecciones” y otras consignas del arsenal de esa monserga hipócrita.

Dicho sea de paso, nosotros pensamos que en este sentido hay un aspecto débil en el documento en lo relativo a esta cuestión de la lucha por la democracia: no desenmascara al mismo tiempo esa maniobra contra-revolucionaria a que hemos aludido  atrás.

La cuarta reflexión consiste más bien en una proclama: el proletariado y su partido, junto  las demás fuerzas de izquierda que se destacan entre las capas medias, entre el clero y los militares, junto con el poderoso y vital aliado campesino, no tienen por qué renunciar a todo este rico legado del proceso histórico latinoamericano:; si quieren realmente desempeñar su misión de vanguardia deben recoger estas banderas y empuñarlas con la mayor resolución y firmeza; porque en ello viene implícita la posibilidad  real de construir el amplio y poderoso frente anti-imperialista y la luminosa perspectiva del socialismo.

Si estas banderas de la democracia y la independencia, del latinoamericanismo, las levantan ante todo la clase obrera y su partido y saben llevarla  a la victoria, nada hay que pueda hacernos temer por el destino de la causa socialista. Nosotros suscribimos totalmente esta tesis que ha sido planteada ante nuestra Conferencia.

Si nos mostramos tímidos o vacilantes para empuñar estas banderas,  o peor todavía, si renunciamos a ellas en nombre de un pretendido radicalismo o vanguardismo,  las empuñaran los sectores nacionalistas de otras clases o capas y seguiremos obligado a un papel de fuerza de apoyo, o seremos aislados y duramente golpeados por la reacción más rabiosa, allí donde ella tiene el control del poder: la causa del socialismo sufrirá así aplazamiento o seguirá una ruta tortuosa.

Deliberadamente hemos omitido las consideraciones de orden económico al presentar estas reflexiones. Nosotros pensamos que, en cierto modo los comunistas, me refiero a algunos de nosotros, hemos estado incurriendo en un mecanicismo estrecho que consiste en pretender derivar todas nuestras conclusiones políticas de un modo directo y absoluto del análisis económico. Así, n entra en nuestro enfoque la relativa autonomía con que se mueve la política respecto de la economía, sin dejar de depender en último término de ella.

Nosotros creemos que  es en este terreno donde se encuentra las raíces de que hemos venido dando muestras los comunista para prever, si se quiere para adivinar, lo que traen bajo el brazo ciertos políticos y sectores pequeño-burgueses o burgueses y no pocas veces nos hemos visto en la necesidad de hacer reajustes apresurados de nuestras caracterizaciones y enfoques acerca de ellos; una vez que se han convertido en gobierno. Damos la impresión algunas veces de que para nosotros únicamente puede explicarse o justificarse tales o cuales actitudes políticas de esos personajes y sectores, si comprobamos que con ello se echan a la bolsa tal o cual cantidad de millones.

No estamos abogando por el menosprecio de los análisis económicos. Al contrario, creemos que una de nuestras debilidades consiste precisamente en nuestras limitaciones en esta área, haciendo desde luego las excepciones de algunos de nuestros partidos, que han alcanzado un extraordinario desarrollo de sus capacidades en este como tantas otras facetas de su actividad.

El mecanismo a que hemos aludido constituye un real freno inhibitorio que impide desplegar una acción más intrépida, una iniciativa revolucionaria a tono con las posibilidades que están madurando en la vida. Tales inhibiciones no solo abarcan el estrechamiento de nuestra política de alianzas con otras fuerzas sino también nuestra actividad en el seno de la clase obrera.

En el caso de nuestro partido, llegó un momento en que nos vimos compelidos a reaccionar ante una larga rutina que había llegado poco a poco, inconscientemente, a sentar en la base de nuestra orientación para el trabajo sindical, la tesis de que los trabajadores únicamente pueden movilizarse a partir de sus intereses económicos inmediatos y nos son capaces de comprender rápidamente las orientaciones y objetivos políticos, los cuales supuestamente llegan o “ascienden” por el canal único de la lucha económica.

Nadie defendía teóricamente estas formulaciones, cuyo contenido economista es evidente y fue hace tanto tiempo desenmascarado por Lenin, pero estaban presentes de modo invariable cada vez que se hacían planes para la acción, cada vez que se programaban nuestras actividades encaminadas a la conquista de la unidad sindical, etc.

Hemos escuchado aquí una exposición sumamente ilustrativa de las poderosas tendencias unitarias que hoy se abren paso, incluso dentro de las organizaciones patrocinadas tradicionalmente por las agencias sindicales del imperialismo. El camarada que hizo esta exposición subrayó que es sorprendente como estas tendencias vienen ligadas a un planteamiento político revolucionario más que a un programa de reivindicaciones económicas y prestaciones sociales. Nosotros queremos expresar nuestro agradecimiento a este brillante y experimentando dirigente sindical comunista latinoamericano, sentimos que en sus palabras venía un apremiante llamamiento, un llamamiento dramático a que comprendamos esa realidad, a que veamos esas extraordinarias posibilidades que maduran en las filas del proletariado organizado de nuestro continente.

Compañeros:

Yo quiero pedir disculpas por el exceso en el uso del tiempo. Es que nosotros veníamos a esta Conferencia muy cargados d preocupaciones. No pretendemos la última ni la mejor palabra; hemos querido solamente tirar sobre esta mesa de los comunistas latinoamericanos nuestras propias reflexiones y preocupaciones, porque estamos convencidos de que esta Conferencia, si por un lado es ya una gran victoria de la consolidación de la unidad del movimiento comunista de nuestro continente, es sobre todo histórica por lo que abrirá para el futuro, y por lo que hará a favor del intercambio de opiniones, abierto y franco, de reflexiones entre los comunistas, para ayudarnos unos a otros en esta hora decisiva de América y el Mundo.  

Yo termino haciendo un llamamiento a la solidaridad, especialmente en algunos casos. Ante todo, a la solidaridad con Guatemala, con el pueblo guatemalteco, con el Partido Guatemalteco del Trabajo. Nosotros vivimos esa tragedia, allí estamos junto a ellos, nos enteramos de esa tragedia momento a momento. Nosotros creemos que ha llegado la hora de hacer un esfuerzo realmente sustancial para detener la matanza en Guatemala. ¡Los comunistas podemos hacerlo! No solo desde la plaza pública, ni  la trinchera de nuestros periódicos; podemos llevarlo ya a los organismos internacionales. Lo que se ha hecho en el caso de la solidaridad con Chile muestras las enormes fuerzas y las reservas que tenemos los comunistas del mundo ahora, porque si algo hay que resaltar es que el corazón y el motor de ese impresionante movimiento de solidaridad con Chile somos los comunistas, y en primer lugar, los países socialistas, encabezados por la Unión Soviética. Nosotros pretendemos un respaldo tal también para los compañeros guatemaltecos.

Hacemos un llamamiento a poner en el centro de nuestra solidaridad, asimismo, la lucha del pueblo de Nicaragua contra la tiranía de Somoza. Por primera vez, a nuestro entender,  se ha puesto en pie en Nicaragua, un movimiento anti-somocista verdaderamente amplio, y verdaderamente serio. Ya  en la intervención del Partido Socialista Nicaragüense, se destacaba por ejemplo la formación de  UDEL, con su amplia composición.

Nosotros queremos también hacer un llamamiento a la solidaridad con otros procesos que se encuentran en otra fase: con los procesos peruano, panameño y hondureño. Hacer la solidaridad ya, no después de que nos inflinjan allí reveses. Pongamos énfasis no solo en la solidaridad defensiva. ¡Pongámosla también en la solidaridad ofensiva!

Resaltemos en nuestra solidaridad igualmente el caso de Ecuador, ayudemos  los camaradas a desarrollar todas las posibilidades que están implícitas en su proceso y que nos explicara Pedro Saad.

Quiero utilizar mis últimas palabras para reafirmar nuestra plena solidaridad con el Partido Comunista, con el pueblo de Chile, con todos los patriotas; nuestro reclamo por la libertad del camarada Luis Corvalán. Nuestra solidaridad con los compañeros del  Brasil, de Haití, de Paraguay. Nuestra disposición a contribuir con todo lo que este a nuestro alcance en la lucha por liberar a sus presos.

¡Viva la unidad del movimiento comunista de América Latina!

¡Viva la unidad del movimiento comunista internacional!

¡Viva el internacionalismo proletario y el marxismo-leninismo!

¡Viva esta histórica Conferencia de los Partidos Comunistas de nuestro Continente!

La Habana, 12 de junio de 1975

CEM publica discurso de Schafik Handal en Conferencia Latinoamericana de Partidos Comunistas, Cuba 1975

SAN SALVADOR, 7 de mayo de 2021 (SIEP). “En 1975 se realiza en La Habana, Cuba un importante encuentro de partidos comunistas latinoamericanos en el que afinan su estrategia y táctica continental. Por El Salvador, participa el dirigente comunista Schafik Handal, a nombre del PCS…” reseña Roberto Pineda, coordinador del Centro de Estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete.”

Indicó Schafik en su discurso que “la cohesión del movimiento comunista latinoamericano tiene una gran significación revolucionaria; es una de las premisas más importantes para impulsar la elevación del papel de la clase obrera en el proceso revolucionario, lo mismo que la unidad y la solidaridad de todas las fuerzas anti-imperialistas y democráticas en cada país y a escala continental.”

Afirmó que “desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, quedo abierto el periodo histórico de revolución en que se encuentra la América Latina. Los anteriores logros revolucionarios fueron importantes; sin embargo eran solo las alboradas precursoras de este, que es un proceso de largo alcance, definitivo e irreversible.”

Aseguró que “los comunistas salvadoreños concordamos plenamente con quienes caracterizan el actual momento latinoamericano como momento de ofensiva de los pueblos. Son los pueblos y no el imperialismo quienes se encuentran a la ofensiva, a pesar de la dolorosa derrota temporal que logró infligirnos en Chile, la herida en Bolivia y Uruguay, y mucho antes en la República Dominicana y en Brasil.”

Explicó que “pensamos que la clase obrera y su Partido pueden llegar a encabezar el proceso revolucionario en nuestros países únicamente a condición de que impulsen resueltamente la lucha por la democracia, la independencia, y las hondas transformaciones económico—sociales, propias de esta etapa de revolución.”

Finalmente hizo un llamado a “a la solidaridad con Guatemala, con el pueblo guatemalteco, con el Partido Guatemalteco del Trabajo. Nosotros vivimos esa tragedia, allí estamos junto a ellos, nos enteramos de esa tragedia momento a momento. Nosotros creemos que ha llegado la hora de hacer un esfuerzo realmente sustancial para detener la matanza en Guatemala. ¡Los comunistas podemos hacerlo!”

Extraigamos las mejores enseñanzas del Diario del Che en Bolivia! Epílogo del PCS. Agosto de 1968

El Diario de Campaña del Che Guevara en Bolivia es un documento de un gran valor histórico y revolucionario. De cada una de sus páginas surge un noble aporte para la revolución latinoamericana; un altísimo ejemplo de moral revolucionaria y un caudal de datos para el análisis estratégico.

Quién lee el Diario comprende con facilidad por qué el Che se ha convertido en el héroe de las juventudes de todo el mundo. No son únicamente los jóvenes latinoamericanos, sino también los europeos, norteamericanos, africanos y asiáticos los que veneran su nombre y levantan su retrato como estandarte de rebeldía y de combate.

Es que el Che reúne la valentía ilimitada con la voluntad férrea de alcanzar el ideal aun a costa de sacrificar todo lo concerniente a uno mismo –incluso la vida- ; reúne la más ardiente rebeldía contra todo lo que es injusto y contra todo lo que pretende perdurar bajo el manto de la santificación dogmática, con la más alta y humanista militancia del internacionalismo revolucionario que le hizo combatiente de todos los pueblos: argentino que combatió con las armas por la Revolución Cubana y que no encontró dentro de sí fronteras chovinistas tampoco para combatir por la revolución boliviana y entregar su vida en aras de ella, como la habría entregado sin duda por la revolución salvadoreña o de cualquiera otro país de América Latina y el mundo.

Las páginas del Diario dan testimonio también de que junto al Che lucharon con igual arrojo y determinación, con similares cualidades, un puñado de compañeros cubanos forjados  en la Sierra Maestra. Ninguno de estos cubanos se doblegó, ninguno desertó y su sangre regó generosamente el suelo boliviano para hacerlo más fecundo a la revolución. Los cubanos caídos luchando junto al Che dan prueba del internacionalismo militante de la Revolución Cubana,  de la que son ellos hijos y altivos exponentes. Y que la semilla del internacionalismo revolucionario germina en América Latina, lo demuestra también la sangre peruana y boliviana derramada en esta experiencia guerrillera encabezada por el Che.

El Diario es fuente de inspiración revolucionaria y constituye un documento en extremo útil para la formación de la joven generación combatiente, lo mismo que para remecer los estados de ánimo blandengues de algunos revolucionarios cansados, de la vieja generación. Quien no sea sensible a este aspecto del Diario de Campaña del Che en Bolivia, quién no se sienta hermano del Che y de sus compañeros al leer el documento, quién no se duela de su muerte, está quizás perdido para la revolución latinoamericana.

El Diario de Campaña del Che en Bolivia es, al mismo tiempo que un testimonio de la más elevada moral revolucionaria, un documento de inestimable valor para el análisis estratégico, frío, racional ¿Cómo sale de la prueba la concepción estratégica del “foco guerrillero” como punto de partida de la revolución y como vía de la revolución? Esta es la interrogante inevitable, ineludible, que encierra a su vez muchas otras interrogantes y que debe ser respondida teniendo a la vista el Diario del Che porque, en realidad, durante los últimos ocho años se han realizado en nuestro continente varias decenas de fallidos intentos por crear y desarrollar victoriosamente focos guerrilleros en no menos de diez países, guiándose precisamente por esta misma concepción. Ninguno de esos otros intentos, sin embargo, dejó un testimonio tan fiel como este de Bolivia y ningún guerrillero latinoamericano habría sido más autorizado que el Comandante Ernesto Che Guevara para escribirlo.

Quienes de verdad se interesen por la suerte de la revolución latinoamericana y quieren llevarla  a coronación victoriosa, no pueden menos que plantearse la tarea de realizar al análisis de la estrategia del foco guerrillero a la luz del Diario de Campaña del Che en Bolivia, porque es indispensable que cuanto antes el movimiento revolucionario de nuestro continente evalúe ese método y todos los otros métodos puestos en práctica a lo largo de los años transcurridos luego del triunfo de la Revolución Cubana y haga esfuerzo supremos por encontrar un camino eficaz, para derrotar a un enemigo que se ha redoblado y que no puede ya ser tomado por sorpresa. De lo contrario, tendríamos que conformarnos con contemplar  como el oleaje revolucionario se rompe contra los muros de contención que ha aprendido a levantar el imperialismo y tendríamos que resignarnos a muchos años más de postergación y frustraciones.

Renunciar al análisis frío y crítico de la experiencia reflejada en el Diario del Che, sería convertir este documento únicamente en un modelo de cómo debe morir un revolucionario honrosamente, heroicamente; pero no le extraeríamos las enseñanzas que arroja para resolver el problema de cómo hacer la revolución.

Teniendo en cuenta estas necesidades apremiantes de la revolución latinoamericana, nosotros nos permitimos discordar con la opinión que vierte el compañero Fidel Castro en su prólogo al Diario del Che, condenando a todos aquellos que lleguen a la conclusión de que este se equivocó. Respetamos y admiramos a Fidel, sentimos hacia él un gran cariño fraterno, pero esos sentimientos no pueden llevarnos a creer que nunca se equivoca, que siempre tiene la razón. Fidel  trata de demostrar en este prólogo suyo que en Bolivia salió airosa la teoría del foco guerrillero (hablamos del foco y no de la lucha armada en general) ; explica la derrota del Che y sus compañeros principalmente por dos causas: según puede deducirse de todo el texto, en primer lugar, por la actitud retranca  del dirigente del Partido Comunista de Bolivia, Mario Monge, quién –según se afirma- trató primero de disputar la dirección político-militar al Che, y estuvo interrogando después a compañeros adiestrados para la guerrilla, de modo que no se incorporaran a ella; en segundo lugar, explica la derrota por la conjugación de factores adversos deparados por el azar.

Nosotros no ponemos en duda lo que el Che dice en su Diario acerca de Mario Monge, ni hacemos al defensa de éste. Si esa fue su actuación, merecida se tiene la crítica  que se le hace. Por lo menos esa es nuestra opinión, tomada sin conocer el alegato de Mario Monge en su descargo, ni las opiniones de su Partido en torno a esta cuestión. Pero al mismo tiempo, no aceptamos el razonamiento de que la actuación de Mario Monge y la consiguiente actitud poco cooperativa a una convergencia que se achaca al Partido Comunista de Bolivia, sean una causa determinante de la derrota del Che.

En Cuba y en Argelia se desarrollaron dos guerras revolucionarias que no contaron inicialmente con la aprobación de los respectivos Partidos Comunistas y fue el desarrollo ascendente de esas guerras, impulsado por las favorables condiciones existentes y por el correcto aprovechamiento de las mismas por parte de la dirección político-militar en ambos casos lo que obligó más tarde a los Partidos Comunistas de Argelia y Cuba, a cambiar su línea y a dar apoyo activo a la lucha armada, participando directamente en ella.

Entre la actitud del Partido Comunista de Argelia y el Partido Socialista Popular de Cuba (nombre que tenía ahí el Partido Comunista de Cuba) existen, diferencias en cuanto al grado de su aproximación a la lucha armada, con ventaja para los comunistas cubanos, que no estando de acuerdo con ella, hicieron desde un principio, sin embargo la defensa de Fidel y de su lucha. Estas dos experiencias dan prueba histórica de que lo determinante para el desarrollo de la guerra revolucionaria no es la actitud que asuma el Partido Comunista, o cualquiera otro partido, sino la existencia de ciertas otras condiciones políticas, que hagan posible que las masas pasen a esta forma superior de la lucha  de clases que es la lucha armada.

Desde luego, que existiendo estas condiciones, la resuelta participación del Partido, su línea correcta sobre la necesidad de impulsar el desarrollo de la guerra del pueblo, se convierten en un factor de un gran poder movilizador, orientador y organizador que acelera el proceso de la lucha armada y afianza sus resultados victoriosos como ha quedado demostrado plenamente por la guerra revolucionaria en China y en Viet Nam, donde los partidos comunistas jugaron y juegan el papel principal en todos los aspectos de la conducción y realización de la lucha armada.

Fidel, ciertamente no dice de modo expreso que  la actitud de Mario Monge y de su partido fueron determinantes para la derrota, pero esa afirmación se encuentra implícita en gran parte de la argumentación que presenta en su prólogo.

Tampoco aceptamos nosotros como válida la explicación  de la derrota como resultado de factores adversos del azar. Quién haya leído los “Pasaje de la Guerra Revolucionaria” escritos por el Che sobre la base de sus anotaciones en su Diario de Campaña en Cuba, verá que en contra de los expedicionarios del “Granma”, encabezados por Fidel, se conjugó en un principio una carga mucho mayor  de factores adversos y que, no obstante, pudo vencerlos el pequeño grupo de doce combatientes que se mantuvo en pie después de la abrumadora derrota en la batalla de Alegría de Pío, gracias al apoyo  práctico y no solo moral  que inmediatamente comenzó a recibir de parte de los campesinos. Eso fue lo que permitió al disperso grupo de doce volverse a juntar y emprender, gracias también a su indomable tenacidad, una guerra en la que seis meses más tarde se había ya doblado el número de los que desembarcaron del “Granma”.

Por otra parte, la experiencia del Che en Bolivia no es un hecho aislado en la historia contemporánea del continente, sino que forma parte de un nutrido conjunto de esfuerzos similares en diversos países latinoamericanos. Desatender el examen más profundo de estas experiencias teniendo a la vista el Diario del Che, para conformarse con establecer una superficial relación entre azar y derrota, no parece ser lo que está demandando la causa de la revolución latinoamericana.

Regis Debray, por su parte, en su defensa ante el tribunal de Camiri, atribuye la derrota del Che a lo prematuro del inicio de las operaciones, cuando hacía falta a la guerrilla dominar el terreno y consolidarse como grupo de combate adaptado al medio y poseedor de un adiestramiento militar mayor. Tampoco aceptamos nosotros como válida esta explicación, porque tenemos a la vista el ejemplo cubano y éste habla enérgicamente en contra del enfoque que hace Debray.

Hagamos aquí algunas comparaciones, el grupo que desembarcó con Fidel en diciembre de 1956, como ya dijimos, fue drásticamente diezmado, hasta quedar reducido a menos de su sexta parte en el primer combate,  combate prematurísimo. En Bolivia, y como veremos no es casualidad, la guerrilla del Che ganó todos los combates al ejército de Barrientos, con la sola excepción del combate de Higueras, donde cayó Coco Peredo y del combate donde días más tarde fue apresado el propio Che. Cuando se produce el primer encuentro en Ñancahuazu el 23 de marzo de 1967, el Che estaba regresando de una larga caminata de reconocimiento del terreno y de adiestramiento de sus compañeros para adaptarse al medio, mientras que el primer combate que libró la guerrilla de Fidel ocurrió sin que conociera el terreno, apenas dos días después del desembarco.

En Bolivia la guerrilla estaba al mando de un experimentado Jefe, que había hecho la guerra de la Sierra Maestra, el Comandante Ernesto Che Guevara y su columna se componía por un grupo de experimentados combatientes que lucharon junto a él en Cuba y de otros que recibieron un adiestramiento especial antes de incorporarse. La columna que desembarcó con Fidel en Playa de las Coloradas, el 2 de diciembre de 1956, no tenía ni la décima parte de la capacidad técnica de los guerrilleros comandados por el Che en Bolivia, empezando por el propio Fidel.

Ciertamente que fue prematuro el inicio de los combates en Bolivia, pero no en relación con la capacidad militar del grupo (incluido el dominio del terreno) como argumenta Debray, sino en relación con el escaso, prácticamente nulo, desarrollo de la lucha de clases y de la conciencia política de las masas de la región. Precisamente por esto es que, según lo revela Fidel en su prólogo, la guerrilla del Che se estaba desplazando hacia otra zona campesina de mayor desarrollo político.

Lo que salta a la vista al leer el Diario de Campaña en Bolivia, y lo subraya así el propio Comandante Guevara  en sus resúmenes de mes, es la falta de apoyo campesino, y más aún, la colaboración que los campesinos dieron al ejército de Barrientos para mantenerlo bien informado sobre los movimientos de la guerrilla. Si se compara esta situación con la que describe el mismo Che en sus “Pasajes de la Guerra Revolucionaria” de Cuba, que se caracterizó desde un comienzo por el apoyo campesino, se puede comprender que es allí donde se encuentra la causa determinante de la derrota y no en los otros factores que se han alegado.

Si la guerrilla se desplazaba hacia una zona campesina de mayor desarrollo político, uno se pregunta por qué no se instaló aquella, desde un comienzo, en una zona de este tipo y la respuesta se encuentra en el desprecio que la estrategia del “foco guerrillero” encierra hacia la lucha política y en el papel que asigna al núcleo inicial como  creador de la conciencia política entre las masas. La estrategia del “foco” no considera indispensable la existencia de un desarrollo determinado del factor de la  conciencia política entre las masas para el arranque de la lucha armada, porque según se desprende de la exposición que de esta estrategia hace Debray en su obra “¿Revolución en la Revolución?”, en América Latina se encuentra invertido el esquema del estratega alemán Carlos Clausewitz, de que “la guerra es la continuación de la lucha política por otros medios” y hoy aquí se presenta,  aunque no se sabe por qué, formulado así: la lucha política es la continuación de la guerra.

Debray lo expresa con sus propias palabras en su “¿Revolución en la Revolución?”: “De lo que se trata es de una nueva dialéctica de las tareas. Para expresarlo esquemáticamente,  digamos que se va de un foco militar al movimiento político –prolongación natural de una lucha armada de esencia política-pero no se va, salvo excepciones, de un movimiento político puro al foco militar”.

Vistos los hechos fría y racionalmente, como debe procederse en todo análisis revolucionario, la guerrilla del Che en Bolivia no fue parte de la lucha de clases interior en ese país, no surgió de esa lucha de clases como su forma superior, ni se desarrolló en combinación con las demás formas de esa lucha. La vieja tesis marxista-leninista de que la lucha de clases es el motor de la historia en las sociedades divididas en clases, de que la revolución es un fruto de la lucha de clases, de que no puede por lo tanto exportarse ni importarse y que los revolucionarios solo pueden, como parteros, ayudarla a surgir del proceso interior de esa lucha de clases, ha demostrado una vez más ser una tesis rigurosamente válida a la luz de esta prueba de Bolivia, que es punto culminante de ocho años de pruebas parecidas en América Latina.

Y esta tesis leninista no está reñida con el internacionalismo revolucionario en sus formas más elevadas, como la participación de combatientes de un país en la lucha armada que libra el pueblo de otro país, ni tiene nada por tanto de chovinista o mezquina.

No pretendemos dar lecciones a Fidel y menos demostrar que el Che fue un iluso. Es el mismo Fidel, en su documento “La historia me absolverá”  y en algunos de sus discursos, quien nos ha ayudado a nosotros y continuará ayudando a las nuevas generaciones de revolucionarios, a comprender el nexo que hay entre la lucha política y la lucha armada, la dependencia histórica de la segunda respecto de la primera.

Y ha sido el propio Che quien nos ha enseñado en su “Guerra de Guerrillas” que la lucha armada solamente puede surgir y desarrollarse allí donde se ha agotado la lucha política como medio para alcanzar el poder. Escribió así el Che:

“Naturalmente,  cuando se habla de las condiciones para la revolución no se puede pensar que todas ellas se vayan a crear por el impulso dado a las mismas por el foco guerrillero. Hay que considerar que existe un mínimo siempre de necesidades que hagan factible el establecimiento y consolidación del primer foco. Es decir, es necesario demostrar claramente ante el pueblo (ante el pueblo, y no ante nosotros los revolucionarios; ese subrayado y esta nota son nuestros) la imposibilidad de mantener la lucha por las reivindicaciones socialesdentro del plano de la contienda cívica. Precisamente la paz es rota por las fuerzas opresoras que se mantienen en el poder contra el derecho establecido.

“En estas condiciones, el descontento popular va tomando forma y proyecciones cada vez más afirmativas y un estado de resistencia que cristaliza en un momento dado en el brote de lucha provocado inicialmente por la actitud de las autoridades.

“Donde un gobierno haya subido al poder por alguna forma de consulta popular, fraudulenta o no, y se mantenga al menos una apariencia de legalidad constitucional, el brote guerrillero es imposible de producir por no haberse agotado las posibilidades de la lucha cívica.”

Si después el Che Guevara y Fidel Castro sufrieron cambios en tales concepciones sobre la guerra de guerrillas, dando origen a la teoría del foco de lucha armada como fuente del proceso revolucionario, ya sea del foco surgido dentro de un país o del foco implantado desde afuera, ese es un fenómeno que debe tener su explicación  en complejas causas que arrancan de la composición social de la vanguardia revolucionaria cubana y en el desarrollo de la propia Revolución Cubana después de la toma del poder, pero este problema no viene al caso analizarlo aquí y por lo demás no es nuevo en la experiencia revolucionaria mundial.

Nosotros, por todo lo dicho, recomendamos la atenta lectura del Diario de Campaña del Che en Bolivia, con el ánimo de extraer de él todas las valiosas enseñanzas que encierra. Estamos en contra de quienes quieren que el Diario se lea únicamente desde un ángulo crítico y frío, porque por ese camino quedaría sepultada la escuela de internacionalismo revolucionario, el ejemplo de sacrificio total en aras de la revolución, la lección de heroísmo y tenacidad indomable que hay en la impresionante hazaña del Che y de sus compañeros.

La revolución latinoamericana necesita de este temple, de esta indomable tenacidad, de este heroísmo y sobre todo de este internacionalismo,  necesita hombres como el Che y como sus compañeros de guerrilla en Bolivia, para vencer los grandes obstáculos que hoy se alzan en su camino.

Pero, al mismo tiempo, estamos también en contra de quienes pretenden que se busque en el Diario únicamente ese ejemplo de moral revolucionaria y lanzan anatemas en nombre del heroísmo y la entrega sin límites del Che y su guerrilla a la causa de la Revolución Latinoamericana, contra todos aquellos revolucionarios que quieren hacer el análisis crítico de esta experiencia con el fin de formular conclusiones  constructivas para la estrategia y la táctica en nuestro continente.

La revolución latinoamericana necesita de combatientes como el Che y necesita también de una estrategia y una táctica eficaces, concordes con las condiciones en que se desarrolla esta lucha y capaces de oponer al imperialismo no ya las sorpresas, sino las fuerzas gigantescas originadas en las masas, que son necesarias para derrotarlo.

Como todos los revolucionarios, deseamos el menor sufrimiento para nuestro pueblo y nos aferraríamos con todas nuestras fuerzas a la posibilidad de un triunfo pacífico de la revolución, si llegara a presentarse  tal oportunidad en la práctica; pero, como revolucionarios, somos también realistas y creemos que tal realidad no está abierta para los pueblos latinoamericanos en general y que solo por excepción podrá vivirse esa experiencia en nuestro continente.

Al mostrar nuestro desacuerdo con la estrategia del “foco guerrillero” no estamos por lo tanto, pronunciándonos en contra de la necesidad de la lucha armada para la toma del poder no siquiera estamos cuestionando todas las formas de la guerra de guerrillas, solo una sola, la del “foco guerrillero.”

¿Cuál será la forma que revista la lucha armada en nuestro país y en otros países latinoamericanos? Pensamos que no tiene necesariamente que ser única e idéntica en todos los casos y que corresponde a los revolucionarios de cada pueblo determinar, en base de las condiciones concretas en que se desarrolla la lucha de clases interior, lo mismo que tomando en cuenta los factores exteriores de la lucha de clases, cuando y como llevarían a las masas al combate armado. Nuestro Partido tiene en este punto sus propias concepciones en cuanto a la lucha armada en nuestro país, pero no es esta la oportunidad para exponerla.

Nos hacemos cargo de que en nuestro continente se ha encendido la polémica en el seno del movimiento revolucionario, que ella le ha causado ya fraccionamiento, y que puede atascarlo e imponerle retrocesos parciales. Pero creemos que, pese a todo, no hay otro camino que el de la discusión, sobre la base del análisis crítico de la práctica revolucionaria continental –por lo menos de la práctica desde el triunfo de la Revolución Cubana, comenzando por el estudio de esta misma Revolución- para alcanzar las nuevas concepciones estratégicas y tácticas, apropiadas para llevar nuestras revoluciones a la victoria.

Los revolucionarios podemos, no obstante la carga de tensión que se ha acumulado ya, contribuir decisivamente a que esta polémica resulte constructiva a corto plazo, haciendo que ella se desarrolle dentro de un nuevo nivel, cuya norma básica sea el análisis concreto de las experiencias concretas, rehuyendo el uso de adjetivos y epítetos, que no aportan ninguna claridad pero que sí enconan y dividen.

Los problemas estratégicos y tácticos que confronta la revolución latinoamericana son complejos y muchos de ellos son nuevos. No estamos de acuerdo con los que sostienen que la tarea consiste en dilucidar si a vía de la revolución en nuestro continente es la “vía pacífica” o la “vía armada.” Sí así estuvieran planteadas las cosas sería muy simple el desenlace del nudo, porque en realidad la llamada “vía pacífica”, que ha aparecido en el mundo de hoy como una posibilidad excepcional creada por la nueva correlación de fuerzas entre socialismo y capitalismo, ha sido ya ensayada sin éxito en América Latina.

No creemos por eso que la tarea consiste en tomar bando al lado de la “vía pacífica” o de la “vía armada”, sino en concebir una estrategia y una táctica que dé respuestas eficaces a los problemas planteados por la derrota de unas formas de hacer la lucha armada y de hacer la “lucha pacífica” y de unas determinadas maneras de combinar estas formas de lucha –o mejor dicho de no combinarlas- que se han venido experimentando por el movimiento revolucionario continental. Se trata también de evaluar, a la luz de la experiencia, otras tesis estratégicas de la revolución en América Latina como las relacionadas con el papel de la burguesía  y el carácter de nuestra revolución.

¿Por qué ha de realizarse esta polémica en un ambiente de ataques y hasta de insultos que enturbian el fondo y nublan la perspectiva? Definitiva y determinadamente creemos que la discusión es necesaria pero que debe reorientarse dentro de un nuevo nivel polémico, que asegure sus frutos más constructivos.

La situación por la que atraviesa la revolución latinoamericana pareciera haberla tenido a la vista Carlos Marx cuando escribió para la situación de la Francia de 1848-49, los siguientes párrafos en sus obras “La lucha de clases en Francia” y el “18 Brumario de Luis Bonaparte”:

“Las revoluciones proletarias,  como las del siglo XIX, se critican constantemente  a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que solo derriban a su adversario para que este saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas…” (Del “18 Brumario de Luis Bonaparte.”)

“A excepción de algunos capítulos, cada sección importante de los anales de la revolución de 1848 a 1849, lleva como título: “Derrota de la revolución.”

“Pero en estas derrotas no fue la revolución quien sucumbió. Fueron los tradicionales apéndices pre-revolucionarios, resultados de las relaciones sociales que aún no estaban agudizadas hasta convertirse en violentas contradicciones de clase: personas, ilusiones, ideas, proyectos de los que el partido revolucionario no estaba libre antes de la revolución de febrero y de los cuales no podía desprenderse mediante la victoria de febrero, sino únicamente por una serie de derrotas.

“En una palabra, el proceso revolucionario no se abrió camino por medio de sus conquista tragicómicas directas; al contrario, solo haciendo surgir una contrarrevolución compacta, poderosa, creándose un adversario y combatiéndolo, el partido de la subversión pudo, en fin, hacerse un partido verdaderamente revolucionario.”  (De “La luchas de clases en Francia.” El subrayado es nuestro).

Estos párrafos de Marx nos indican claramente que las dificultades que hoy se presentan a los pueblos y revolucionarios de la América Latina para hacer la revolución, no son absolutamente nuevas sino que, de naturaleza parecida, las enfrentaron ya otros pueblos en el pasado. Parafraseando al fundador del socialismo científico, podemos decir que la revolución latinoamericana, en este momento, se crítica constantemente a sí misma, se interrumpe continuamente en su propia marcha, vuelve sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el principio.

Para obtener el mejor éxito en esta tarea, nosotros señalamos que tiene una gran importancia  la actitud con que sepamos enfrentar todos el trascendental debate al que la historia nos ha convocado. El deber de los revolucionarios de hacer la revolución es común, y en común debemos trabajar para encontrar los caminos que nos conduzcan al triunfo de los pueblos. Inspirándonos en el mismo Marx podemos asegurar, en esta hora de la América Latina, que la revolución no ha sucumbido ni sucumbirá, y que el camino que sigamos, capaz de asegurar que el movimiento de la subversión se convierta en un movimiento verdaderamente revolucionario, dependerá la derrota definitiva del imperialismo  y la reacción en nuestro continente.

San Salvador, agosto de 1968

La Comisión Política del

PARTIDO COMUNISTA DE EL SALVADOR

CEM publica epílogo del PCS al Diario del Che en Bolivia. Agosto de 1968

SAN SALVADOR, 7 de mayo de 2021 (SIEP). “La publicación en 1968 del Diario del Che en Bolivia provocó un gran debate en la izquierda latinoamericana acerca de la vía de la revolución, en la cual destaca el análisis realizado por la dirección del PCS, que reproducimos…” indico Roberto Pineda, coordinador del Centro de Estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete.”

En este epilogo la dirección del PCS considera que “el Diario de Campaña del Che Guevara en Bolivia es un documento de un gran valor histórico y revolucionario. De cada una de sus páginas surge un noble aporte para la revolución latinoamericana; un altísimo ejemplo de moral revolucionaria y un caudal de datos para el análisis estratégico.”

Pero la vez, enfatiza en la necesidad de  identificarlo como “un documento de inestimable valor para el análisis estratégico, frío, racional ¿Cómo sale de la prueba la concepción estratégica del “foco guerrillero” como punto de partida de la revolución y como vía de la revolución?

Y ante esto considera que “vistos los hechos fría y racionalmente, como debe procederse en todo análisis revolucionario, la guerrilla del Che en Bolivia no fue parte de la lucha de clases interior en ese país, no surgió de esa lucha de clases como su forma superior, ni se desarrolló en combinación con las demás formas de esa lucha.”

Y agrega que “la vieja tesis marxista-leninista de que la lucha de clases es el motor de la historia en las sociedades divididas en clases, de que la revolución es un fruto de la lucha de clases, de que no puede por lo tanto exportarse ni importarse y que los revolucionarios solo pueden, como parteros, ayudarla a surgir del proceso interior de esa lucha de clases, ha demostrado una vez más ser una tesis rigurosamente válida a la luz de esta prueba de Bolivia, que es punto culminante de ocho años de pruebas parecidas en América Latina.”

Concluye el documento de agosto de 1968 que “Inspirándonos en el mismo Marx podemos asegurar, en esta hora de la América Latina, que la revolución no ha sucumbido ni sucumbirá, y que el camino que sigamos, capaz de asegurar que el movimiento de la subversión se convierta en un movimiento verdaderamente revolucionario, dependerá la derrota definitiva del imperialismo  y la reacción en nuestro continente.”

Amplia unidad de acción sindical y popular contra el bonapartismo de Bukele. PSOCA. 4 de mayo de 2021

La prolongada crisis económica y el descontento social en El Salvador generaron el aborrecimiento hacia los partidos ARENA-FMLN. La ausencia de una genuina opción electoral de izquierda, dejó el camino libre al demagogo Nayib Bukele, quien logró manipular el descontento general, ganando en primera vuelta con 1, 434, 856 votos de un total de 5 268 411 votantes.

El 9F fue la primera gran señal del bonapartismo  de Bukele

El 9 de febrero del 2019, las contradicciones entre el presidente Bukele y la Asamblea Legislativa se pusieron al rojo vivo, cuando Bukele convocó unilateralmente a una sesión plenaria extraordinaria de la Asamblea Legislativa para que los Diputados le aprobaran un préstamo de $109 millones de dólares, para financiar la fase tres del Plan Control Territorial, el cual era parte del programa central de combate contra las maras y pandillas. En señal de protesta, los partidos ARENA, FMLN, PDC no asistieron a la sesión.

Bukele ordenó el asalto militar al Palacio Legislativo, lo que hizo sonar las alarmas de la derecha tradicional, organismos internacionales. Esta acción se catalogó como un golpe de Estado fallido contra el órgano legislativo, pero aparte de los lamentos, nadie hizo absolutamente nada.

El manejo de la pandemia para ganar las elecciones legislativas y municipales

Bukele utilizo hábilmente la emergencia sanitaria para engañar a los pobres, como el subsidio de los $300 dólares y la ayuda alimentaria que mucha gente pobre realmente necesitaba, pero al mismo tiempo hizo grandes negocios desde el aparato del Estado.

Ante altos índices de desempleo y aumento de la pobreza, la “ayuda” que Bukele ofreció, fue bien vista por muchas personas. El conflicto entre Bukele y los diputados de la Asamblea Legislativa era visto como un obstáculo contra la generosa política asistencialista de Bukele. De esta manera, Bukele fue creando condiciones para una aplastante victoria en las elecciones legislativas y municipales del 28 de febrero del 2021. Fue el golpe final contra los decrépitos partidos del bipartidismo ARENA-FMLN. Nuevas Ideas (NI), el partido de Bukele,  ganó la mayoría de gobiernos municipales,  obteniendo 56 diputados de un total de 84 dentro de la Asamblea Legislativa. Pero la victoria de Bukele en realidad no fue aplastante, porque hubo una abstención de más del 50%, obteniendo solo 1,739,153 votos de un total de 5, 389, 017 del padrón electoral.

Golpe contra la Corte Suprema de Justicia y Fiscalía General

El 1 de mayo 2021 tomaron posesión los nuevos diputados de la Asamblea Legislativa para el periodo 2021-2024, quienes después de haberse repartidos los cargos de la Junta Directiva, realizaron su primera misión como fue la destitución “express”, sin procedimiento o juicio previo, de los magistrados de la Sala Constitucional: José Óscar Pineda Navas, Aldo Cáder, Carlos Avilés, Carlos Sánchez, Marina Marenco de Torrento. Con 64 votos de los diputados de Nuevas Ideas (NI), Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), Partido Demócrata Cristiano (PDC) y Partido de Concertación Nacional (PCN), Bukele ha avanzado en la centralización del poder. Bajo amenaza de destitución, las presiones de Bukele y su mayoría legislativa obligó a renunciar a Raúl Melara, Fiscal General de la Republica, nombrando como sustituto al abogado Rodolfo Antonio Delgado

Suecy Callejas, vicepresidenta de la Asamblea Legislativa, justificó la destitución de magistrados, con argumentos netamente políticos, no relacionados con la supuesta corrupción: «Es concluyente que los magistrados erraron en sus resoluciones, en perjuicio de los artículos 1 y 2 de la Constitución». Dichas resoluciones tienen que ver “…en su mayoría con las decisiones de la sala en el marco de la pandemia, por ejemplo, las declaraciones de inconstitucionalidad de varios decretos ejecutivos”. (LPG. 01/05/2021).

Inmediatamente de la destitución “express”, la mayoría parlamentaria bukelista nombró y juramentó a los nuevos magistrados, violando nuevamente los procedimientos constitucionales, procediendo, también con la ayuda de los cuerpos de seguridad, a la toma de las instalaciones del órgano judicial donde funciona la Sala de lo Constitucional

La centralización de poder por parte de Bukele, la ruptura del equilibrio entre los poderes del Estado, es un síntoma alarmante del desfallecimiento de la frágil democracia burguesa surgida con los Acuerdos de Paz de 1992, iniciando un periodo de inestabilidad y prolongada crisis política que terminará impactando negativamente a las masas trabajadoras.

Suenan las alarmas …

Inmediatamente después de que la Asamblea Legislativa acordó la destitución de los magistrados, diferentes organizaciones, ONGs, Universidades, algunos partidos políticos, cámaras empresariales, organismos internacionales y gobiernos del mundo, han reaccionado mostrando su rechazo.

La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, manifestó “Tenemos una profunda preocupación por la democracia de El Salvador, a la luz del voto de la Asamblea Nacional para destituir a los jueces de la corte constitucional. Un poder judicial independiente es fundamental para una democracia sana y para una economía fuerte” (EDH.02/05/2021). Por otra parte, Antony Blinken, secretario de Estado de los Estados Unidos, reafirmo “el compromiso de Estados Unidos para mejorar las condiciones en El Salvador, que incluye reforzar las instituciones democráticas y la división de poderes, defendiendo una prensa libre y una sociedad civil dinámica, y apoyando al sector privado, que depende del estado de derecho para fomentar un exitoso futuro para los salvadoreños”, (LPG. 02/05/2021).

Diego García-Sayán, Relator Especial de la ONU sobre la independencia de magistrados y abogados, “Condeno los pasos que viene dando el poder político para desmantelar y debilitar la independencia judicial de los magistrados destituyendo a los integrantes de la Sala Constitucional”. (LPG. 02/05/2021).

La Organización de Estados Americanos (OEA) emitió una declaración en la que señalo que “en la democracia las mayorías tienen la responsabilidad de ser garantes fundamentales para asegurar el respeto a los Derechos Humanos y las libertades fundamentales, el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al Estado de Derecho, el régimen plural de partidos y organizaciones políticas y la separación e independencia de los poderes públicos”. (LPG. 02/05/2021).

La Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES), organismo empresarial, tildó la destitución de magistrados como un “atropello a la Constitución y al orden constitucional.(…) como  Golpe de Estado …contra la Sala haciendo un llamado a estar atentos ante esta actuación autoritaria, que conlleva a la destrucción del orden democrático, que elimina la separación de poderes en EL Salvador, y amenaza las libertades individuales de los salvadoreños”. Por su parte, la Universidad de El Salvador (UES) lo consideró un “golpe a la institucionalidad democrática”.

El desprestigio de los viejos partidos es tan grande, que mientras un sector de la población rechaza la acción de la Asamblea Legislativa, otra parte avala la medida por considerar que los magistrados destituidos fueron electos por los diputados corruptos de los anteriores partidos. Bukele ha logrado sembrar la idea que todo aquel que no lo apoya es corrupto, manipulando el rechazo popular hacia los viejos partidos. Federico Hernández, de la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador (CAMARSAL), manifestó “…que el ciudadano de a pie todavía no ha comprendido el riesgo en que se encuentran sus libertades y derechos después del 1 de mayo…”

Amplia unidad de acción en la lucha contra el bonapartismo  de Bukele

El régimen bonapartista que Bukele está instaurando puede convertirse a corto plazo en una nueva dictadura, asentada en la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) y la Policía Nacional Civil (PNC). La oligarquía y las cámaras empresariales, aunque se quejan de Bukele, no lucharán de manera consecuente por la defensa de las libertades democráticas. Esta lucha deberá librarla la izquierda revolucionaria y las masas trabajadoras, debemos prepararnos para ello.

Enarbolando la bandera de lucha contra la corrupción, en realidad Bukele está controlando el poder judicial para evitar investigaciones en su contra. Los nuevos magistrados defenderán los negocios del grupo cercano a Bukele. Para evitar que los magistrados sean utilizados por los actuales grupos en el poder, llamamos a luchar para que estos sean electos de manera directa por el pueblo, y no por medio de los diputados que representan los intereses de quienes les financiaron la campaña electoral.

Con mayoría parlamentaria que Bukele ha conquista continuara avanzado hasta controlar más instituciones del Estado. Alertamos al pueblo salvadoreño sobre lo que significa este proceso de concentración de poder.

Desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) llamamos a la más amplia unidad de acción entre la izquierda revolucionaria, los sindicatos y los organismos populares, incluso con aquellas fuerzas sociales que se reclaman democráticas, para enfrentar en los hechos, por medio de la movilización popular, el proyecto bonapartista de Bukele, que terminara en una nueva dictadura mas temprano que tarde, y que estamos a tiempo para detener.

Centroamérica, 3 de Mayo del 2021

Secretariado Ejecutivo Centroamericano (SECA)

Partido Socialista Centroamericano (PSOCA)

Build a mass fighting International Communist Party! Red Banner, february 2010

The  deepening  worldwide  capitalist  economic   crisis   and   the   world   imperialists’   unrelenting    drive to wider and more lethal oil wars have hundreds  of  millions  of  workers  questioning  capitalism.  This  crisis  will  deepen,  regional  wars  will   give way to World War III and billions of workers  unable  to  live  in  the  old  way,  will  not  only  question capitalism but will look for radical alternatives.  Will  they  choose  and  fight  for  communism   as   the   only   solution   to   the   capitalist-imperialist  inferno? 

No,  this  will  only  happen  if  revolutionary   communists   now   wage   a   protracted, patient but determined effort to put communism on the agenda of the international working  class.  In  order  to  do  this, we must inject our revolutionary  communist  ideas  in  every  piece  of  literature  and  every  class  struggle  in  which  we  participate.  Our  task  is  to  win  millions  of  workers to embrace communist ideas in order to guarantee  that  they  will  fight  for,  win  and  build  a  communist  society.  It  is  a  monumental  historical  challenge.  We  have  accepted  it  with  responsibility,  humility,  confidence  in  our  class  and  great  revolutionary optimism by founding the International Communist Workers Party (ICWP).

Members  and  friends  of  ICWP  in  the  US  and  other countries are determined to build our Party into  the  new  Communist  International.  We  are  determined to destroy forever the bosses’ poisonous  ideologies  of  racism,  sexism,  individualism,  patriotism  and  nationalism.  We  are  determined  to  fight  for  a  world  without  borders.  We  are  determined to win millions of workers, soldiers and students  worldwide  to  fight  for  communism  under the slogans of “one class, one flag, one political  line  and  one  Party.” 

We  are  committed  to  building  a  communist  world  –  a  world  without  bosses  where  nothing  will  be  bought  or  sold;  a  world  where  “from  each  according  to  his/her  commitment, to each according to his/her needs” will be the universal rule.

It  is  not  an  easy  task  and  it  won’t  happen  over-night.  However,  history  has  recorded  many  instances  in  which  our  class  has  overcome  overwhelming  odds  –  has  “dared  to  storm  heaven”  –  and  won.  The  Russian  Revolution  of  1917,  the  Chinese Revolution of 1949, the Defeat of Hitler’s Nazi  hordes  during  WWII  and  the  Chinese  Proletarian  Cultural  Revolution  in  the  1960s  will  stand as the last century’s greatest achievements.

Unfortunately,  the  old  international  communist  movement  lacked  the  confidence  that  the  working  class  could  be  won  to  fight  directly  for  communism. It fought for socialism – state capitalism administered by the working class – and inevitably turned into its opposite, that is, back to capitalism.  Now  Russia  and  China  are  imperialist  countries   rivaling   US   imperialism   for   world   domination.

Today,  standing  on  the  shoulders  of  the  giants  who preceded us, we can see farther and clearer. We  are  forever  grateful  to  the  founder  of  Progressive Labor Party under whose leadership the PLP made tremendous contributions to the international  communist  movement.  Nevertheless,  we  have  left  PLP  to  found  the  ICWP  because  we  consider  that  the  current  PLP  leadership  has  taken  the  revisionist  road.  We  take  with  us  the  great lessons and experiences of PLP and its fight  against revisionism, especially Road to Revolution published  in  1982  which  rejects  stages  and  socialism and calls for fighting directly for communism.

RR calls for a mass party and for winning masses of workers, soldiers  and  students  to  communism  before,  during  and  after  revolution.  We  take  with  us  the  PLP  document  Road  to  Revolution   which  confronted  one  of  the  main  unresolved weaknesses of the international communist movement:  understanding  the  contradictory  nature of reform and revolution. 

RR4.5 makes clear that it is not enough to say we fight for communism. It makes clear that communists  must  fight  daily,  shoulder  to  shoulder,  with  workers  who  are  struggling  against  the  bosses’  attacks. However, our main task in these struggles is  to  constantly  introduce  our  communist  ideas,  fully  confident  that  many  workers  can  be  won  to  see  that  communism,  not  reformism,  is  the  solution  to  their  problems.  We  undertake  this  task  seriously,  participating  in  class  struggle,  exposing  illusions  in  reformism  and  reformist  leaders,  agitating massively for our ideas in leaflets, building networks  to  distribute  our  newspaper,  organizing  action-study  groups  and  recruiting  to  our  party. 

Long term ties with our fellow workers are key to our  work,  especially  among  industrial  workers  and soldiers. Communists who see their main task as  winning  the  reform  will  inevitably  become  reformists and end up revisionists, fake communists who destroy the communist movement. This is the road  the  PLP  leadership  has  taken  and  they  refused  to  have  an  all out  party  discussion  of  their  reformist  and  revisionist  errors.  What’s  more,  they tried to silence the left.

We refused to commit the  same  error  as  the  Chinese  Red  Guards  who,  during the Great Proletarian Cultural Revolution, fought  for  communism  and  against  the  Chinese  Communist   Party’s   revisionism   but   failed   to    break with Mao and found their own party.

The  road  to  revolution  will  have  many  ups  and  downs but the final victory shall be ours. We face the most murderous fascist ruling class in history: the capitalists and imperialists of the world. They boast  the  most  lethal  and  destructive  weapons  ever  developed.  They  arrogantly  stride  the  world  as if they were all powerful and invincible. Nevertheless,   the   capitalists   are   strategically   weak.  

More  than  other  ruling  classes  in  history,  their  economic  and  military  might  are  dependent  on  their  gravediggers,  the  workers  of  the  world.  The  rulers’  ideology  among  our  ranks  is  the  main  obstacle  preventing  us  from  carrying  out  our  historic task. The sooner we in ICWP replace it with communist  ideology  the  sooner  the  international  working  class  will  be  on  the  road  to  communist  revolution   and   communism.  

Dare   to   struggle,   dare  to  win.  The  future  shall  be  ours.  Fight  reformism! Fight for Communism! Join Us! 

Join the  International Communist Workers’ Party (ICWP)

Manifiesto de Fundación del Movimiento Schafik Vive. 1 de mayo de 2021

Hoy que conmemoramos el 135 aniversario de la gesta de los mártires de Chicago, lo hacemos en un El Salvador que vive una profunda crisis que exige ser enfrentada. Esta crisis se manifiesta como postración económica con altos niveles de desempleo y emigración, desintegración social con cuadros críticos de delincuencia y marginación; así como la emergencia de un régimen autoritario y populista, que amenaza con coartar nuestras libertades públicas y  derechos democráticos conquistados en los  Acuerdos de Paz

Quienes somos

Somos hombres y mujeres que nos constituimos en un movimiento patriótico de izquierda, anticapitalista, antiimperialista y antipatriarcal, solidario y humanista, que orientado por las ideas de Schafik Hándal,  impulsa y acompaña las luchas de los sectores populares y progresistas por la democracia participativa y directa, y la justicia social rumbo al socialismo.

El legado de Schafik

La vigencia de las ideas y la autoridad moral de la larga trayectoria revolucionaria  de Schafik Hándal, su valor y firmeza, representan para nosotros una valiosa herencia de compromiso en este siglo XXI, y nos impulsan en la lucha por transformar El Salvador en una sociedad justa, democrática con rumbo al socialismo.

Nuestro llamado

Vienen momentos difíciles en los que únicamente la voluntad de lucha expresada como conciencia política, la organización, y movilización podrán  derrotar los planes de seguir oprimiendo y explotando a nuestro sufrido pueblo, sean estos originados en los intereses  imperialistas; en los esfuerzos de la oligarquía por restaurar su dominación o en las medidas demagógicas del régimen de Bukele. Llamamos a personas y organizaciones a sumarnos a esta lucha patriótica.

¡Schafik vive, la lucha sigue! ¡Todas y todos a luchar!

Coordinación Nacional

San Salvador, 1 de mayo de 2021

Esto es lo que realmente esta pasando. Tito Alfredo Jacinto Montoya. 1 de mayo de 2021

I. ¿Se ha roto la independencia judicial, la separación de poderes? Como si la hubiera, o la haya habido en algún momento de nuestra historia. Lo único que ha mutado paulatinamente es SU FORMA MOJIGATA E HIPÓCRITA DE EXISTIR, y se ha manifestado sin máscara. Lo único que se ha perdido es la máscara. EN EL BAILE DE DISFRACES DE LA SOCIEDAD CAPITALISTA SALVADOREÑA, A LA CLASE DOMINANTE SE LE ESTÁ CAYENDO SU MÁSCARA. PERO INDEPENDENCIA DE PODERES, INDEPENDENCIA JUDICIAL JAMÁS HA EXISTIDO. Ese es el problema de no saber identificar esencia/apariencia: a) En esencia la democracia burguesa NO HA PERDIDO NADA, SIGUE IGUAL RAMPANTE Y OPRESIVA; b) rasgarse las vestiduras por la defensa de algo que se supone que ha habido, cuando realmente no ha existido, es, primero una defensa solapada y eficiente del carácter opresivo y clasista del Estado burgués (República Democrática Burguesa le llama Lenin); y segundo, representa la declaración pública del desconocimiento, o del abandono, del marco teórico analítica del marxismo, y la adopción de un marco analítico REFORMISTA. LA CLASE TRABAJADORA NO HA PERDIDO NADA. ES LA CLASE DOMINANTE LA QUE ESTÁ PERDIENDO PAULATINAMENTE SU FORMA, SU MÁSCARA DE «DEMOCRACIA» CUYO EFECTO NARCOTIZANTE Y ENGAÑADOR HA DESVIADO Y DESACTIVADO A LA CLASE TRABAJADORA EN LA CONSTRUCCIÓN DE SUS AUTÉNTICOS INSTRUMENTOS DE LUCHA REVOLUCIONARIA. Además, son los REFORMISTAS, defensores, conscientes o inconscientes, del ordenamiento burgués, los que están preocupados, pues con la agudización de las contradicciones sociales el efecto encubridor de las relaciones de poder se pone de manifiesto, son LOS QUE NO TIENEN UNA VISIÓN CIENTÍFICA MARXISTA DE LOS FENÓMENOS SOCIALES EN EL CAPITALISMO Y SIGUEN ATRAPADOS EN LOS MARCOS ANALÍTICOS DEL LIBERALISMO BURGUÉS.

II. Algunos liberales, reformistas, desconocedores interesados del marxismo-leninismo, aseguran que con lo ocurrido ayer en la nueva asamblea legislativa el gobierno actual afianza su TOTALITARISMO DICTATORIAL. Y ADEMÁS ASEGURAN QUE ESO LE TIENE “MUY PREOCUPADOS” PORQUE, según ellos, “HEMOS PERDIDO LO QUE CON SANGRE HEMOS LOGRADO”.

¿A qué se refieren? ¿Qué es lo que la clase trabajadora ha perdido? ¿Cuál es el gran logro del proceso revolucionario político-militar TRAICIONADO? a) La clase trabajadora sí que ha perdido, y mucho. PERO NO CON LO OCURRIDO AYER EN LA NUEVA ASAMBLEA LEGISLATIVA. LO QUE LA CLASE TRABAJADORA HA PERDIDO OVEDECE AL TORCIMIENTO TRAIDOR DEL PROCESO REVOLUCIONARIO A MANOS DE UNA DIRIGENCIA QUE JAMÁS FUE REVOLUCIONARIA, Y NEGOCIÓ LA ESPERANZA Y LA SANGRE DEL PUEBLO ORGANIZADO. b) La clase trabajadora ha perdido esperanza, capacidad y estructuras organizativas, poder combativo popular político-militar, línea correcta de lucha marxista-leninista, ha perdido sus líderes… LO HA PERDIDO CASI TODO. Y TODO LO QUE HA PERDIDO LA CLASE TRABAJADORA, EL PUEBLO CON CONSCIENCIA DE CLASE, NADA TIENE QUE VER CON LO OCURRIDO AYER EN LA NUEVA ASAMBLEA LEGISLATIVA. c) El pueblo organizado como clase explotada y oprimida NO DEBE ESTAR PREOCUPADA POR LA PRESUNTA IDEPENDENCIA DE PODERES (porque nunca lo ha habido ni lo habrá en la democracia burguesa cínica y mojigata), POR EL TOTALITARISMO DICTATORIAL (porque sabe que el Estado capitalista es en esencia una dictadura totalitaria, aunque pretenda usar una máscara popular falsa), NO DEBE PREOCUPARSE PORQUE “SE HA ROTO EL ESTADO DE DERECHO” (porque sabe que tal estado de derecho sólo responde a los intereses estratégicos de la clase capitalista explotadora y dominadora, sabe que La Constitución es sólo el instrumento jurídico que afianza el sistema capitalista).

III. La clase trabajadora, con consciencia de clase, y organizada como clase sale ganando con LA AGUDIZACIÓN DE LAS CONTRADICCIONES DE CLASE INTERBURGUESAS; PORQUE ELLO LE CLARIFICA: A) QUE LA CLASE DOMINANTE HA ENTRADO EN CRÍSIS IRREVERSIBLE, PORQUE AHORA SE LES CAEN LAS MÁSCARAS DE DEMOCRACIA. EL PUEBLO PUEDE ENTENDER QUE TAL INDEPENDENCIA DE PODERES NO EXISTE, TAL ESTADO DE DERECHO SÓLO SE REFIERE A LAS FORMAS APARIENCIALES DE DEMOCRACIA DEL ESTADO CAPITALISTA. EL PUEBLO ESTÁ ENTENDIENDO QUE EL ORDENAMIENTO JURÍDICO BURGUÉS ES ALGO QUE SE USA SEGÚN LAS CONVENIENCIAS DE TAL O CUAL FACCIÓN DE LA CLASE DOMINANTE EN EL GOBIERNO. 😎 EL PUEBLO ESTÁ ENTENDIENDO QUE A LA CLASE DOMINANTE NO LE INTERESE REALMENTE LA DEMOCRACIA COMO PODER DEL PUEBLO, QUE LA UTILIZAN SEGÚN SUS CONVENIENCIAS. C) EL PUEBLO ESTÁ ENTENDIENDO QUE LA LUCHA POR LOS INTERESES REALES DE LA CLASE TRABAJADORA NADA TIENE QUE VER CON UN “ESTADO DE DERECHO” DISEÑADO PARA PROMOVER LOS INTERESES DE LOS CAPITALISTAS. Cuestión altamente demostrada por la manera cómo ha actuado el “ordenamiento jurídico” en el tratamiento de la lucha de las trabajadoras de la fábrica Florenzi. D) LA CLASE TRABAJADORA DEBE SABER QUE SU LUCHA NADA TIENE QUE VER CON ESOS CONFLICTOS INTERBURGUESES ENTRE DISTINTAS FACCIONES DE LA CLASE CAPITALISTA. QUE EN REALIDAD LO QUE ESTÁ HACIENDO BUKELE ES DESARROLLAR UN PROYECTO REFORMISTA POPULACHERO PARA DARLE UN RESPIRO A LAS CONTRADICCIONES SOCIALES, Y DARLE MÁS VIDA AL SISTEMA CAPITALISTA SALVADOREÑO; PERO QUE EN EL FONDO BUKELE NO REPRESENTA UNA ESPERANZA DE LIBERACIÓN REAL PARA LA CLASE TRABAJADORA.